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A Coruña y Santiago de Compostela son algunos de los atractivos de esta provincia
gallega, cuyo impetuoso litoral ofrece, en las Rías Baixas, su cara más amable.
La próspera ciudad de A Coruña y la capital política y cultural de
Galicia, Santiago de Compostela, comparten la más norteña y
occidental de las tierras peninsulares. Es el último confín del
continente europeo, el finis terrae que llenaba de espanto el
corazón de los aguerridos romanos, los cuales edificaron junto a la
actual ciudad de A Coruña la Torre de Hércules, faro que se erigía
como el hito más lejano de su imperio. El misterio que entonces
rodeaba el fin del mundo no es menor que el que aún envuelve la
leyenda de la llegada del apóstol Santiago a estas tierras para
predicar el cristianismo, su traslado después de muerto –desde
Palestina, donde fue decapitado por Herodes Agripa– para ser
enterrado en ellas y el oportuno hallazgo de su sepulcro en el siglo
IX, en plena furia reconquistadora.
El litoral coruñés es una sucesión de preciosas rías –valles fluviales
invadidos por el mar–. Entre Estaca de Bares y Fisterra se halla
buena parte de las conocidas como Rías Altas, incluida la ría de A
Coruña. Al oeste de esta última, entre Malpica y Fisterra, se
extiende la llamada Costa da Morte, el litoral más bravío de
Galicia y quizá del planeta entero, escenario de terribles
naufragios, de temerarios percebeiros y de históricos faros, pero
también de lonjas y puertos bulliciosos, de playas y acantilados
intactos, donde la vida se aferra a toda costa, contra viento y
marea. Por último, entre Fisterra y el límite con Pontevedra, ya en
las Rías Baixas, se encuentran algunos de los paisajes más
risueños de Galicia.
Ciudad de A Coruña
La ciudad de A Coruña se asienta sobre un islote rocoso unido por
una estrecha franja a tierra firme. Al norte, atalayando el mar, se
levanta la anciana Torre de Hércules, Patrimonio de la Humanidad
desde 2009 y el faro en activo más antiguo del mundo (siglo II),
desde lo alto de la cual (104 metros) se domina una amplia vista de
la bahía y la ciudad; al sur, se curva el puerto –el sexto más
importante de España–, señoreado por la espectacular torre de
cristal del puerto deportivo; y, al oeste del istmo, se extienden las
playas de Riazor y Orzán.
Precisamente, la Torre de Hércules sirvió como referente para
levantar en el Paseo Marítimo de la ciudad el obelisco Millenium,
que conmemora el inicio del siglo XXI. El monumento alza su esbelta
figura hasta el cielo alcanzando los 46 metros de altura.
La ciudad vieja, emplazada en el antiguo islote, es un barrio
tranquilo de calles angostas y encantadoras placitas, con lugares de
tanto interés para el visitante como la colegiata de Santa María del
Campo, románica, de tres naves cubiertas con bóvedas de cañón
reforzadas por arcos fajones, pórtico de los siglos XIII-XIV, rosetón
gótico e, instalado en un lateral, Museo de Arte Sacro; la plazuela de
Santa Bárbara, que protege del mundanal ruido el convento del
mismo nombre, en cuya portada un precioso bajorrelieve románico
representa el peso de las almas ante Cristo; el jardín de San Carlos,
donde reposa el general John Moore, muerto en la batalla de Elviña;
el castillo de San Antón, fortaleza de tiempos de Felipe II que
formaba parte del sistema defensivo de la ciudad y cuyas casamatas
sirvieron de prisión a personajes como Malaspina, albergando en la
actualidad un Museo Arqueológico e Histórico en el que destaca la
sala consagrada a orfebrería prehistórica; y la iglesia de Santiago,
que conserva elementos románicos como la portada norte y el triple
ábside.
El centro de la ciudad, prolongación del casco viejo, ocupa el istmo
con sus anchas avenidas y calles comerciales. Aquí se hallan la
avenida de la Marina, cuyas altas galerías le han valido a la villa el
hermoso sobrenombre de la ciudad de cristal, y la plaza de María
Pita, peatonal, que recuerda a la heroína que en 1589 arrancó la
bandera al portaestandarte inglés que iba al frente de un ejército
invasor capitaneado por Drake; pórticos, galerías y animadas
terrazas la comparten con el Ayuntamiento.
Además del Museo Arqueológico e Histórico, otros espacios
museísticos de obligada visita son el Museo de Bellas Artes, en el
que sobresalen los grabados de Goya; Domus-Casa del Hombre, un
museo interactivo consagrado al ser humano (los sentidos, la
genética, la reproducción…), que está alojado en un sorprendente
edificio futurista diseñado por Arata Isozaki; el Aquarium
Finisterrae, cerca de la Torre de Hércules, dedicado sobre todo a
mostrar el ecosistema marino de las costas gallegas; y el MUNCYT,
que conserva más de 15.000 objetos entre instrumentos científicos,
aparatos tecnológicos, vehículos de transporte y herramientas
industriales.
A Coruña también rinde su particular homenaje a Picasso con la
casa museo del artista más influyente del siglo XX, que vivió
durante cuatro años en esta ciudad (entre 1891 y 1895). Aquí se
inició como pintor y realizó su primera exposición.
Otras citas culturales interesantes son la Casa museo María Pita,
en memoria de la heroína coruñesa, y la Fundación Pedro Barrié
de la Maza, que ofrece todo tipo de actividades y una
programación vanguardista.
Santiago de Compostela
En el lugar que ocupa el pórtico de la catedral se exhumaron, en el
año 813, los restos que, se supone, pertenecieron al apóstol
Santiago. Este descubrimiento convertiría a Santiago de
Compostela en el tercer foco de peregrinación de la cristiandad,
con Jerusalén y Roma, meta de caminos medievales que se han
mantenido vivos hasta la fecha y ciudad de una monumentalidad
sin parangón en Galicia, lo que le ha valido, con toda justicia, ser
declarada Patrimonio de la Humanidad.
Todo ello, unido a su condición de ciudad universitaria, produce un
ambiente entre medieval y juvenil, entre sagrado y licencioso, que
impregna todos los rincones de Compostela, incluido el corazón de
quien la visita.
La plaza do Obradoiro es el centro monumental de Santiago. En
esta plaza y sus alrededores se alzan edificios que resumen la
arquitectura occidental del último milenio: el pazo Xelmírez, de
estilo románico civil; el colegio de San Xerome, con portada en
gótico tardío; el Hostal de los Reyes Católicos, de estilo
plateresco, que actualmente es parador de turismo; la fachada de
la catedral, joya del barroco español; el monasterio de San
Martíño Pinario, cuya arquitectura rivaliza en interés con la de la
propia catedral; y el pazo de Raxoy, edificio neoclásico que
alberga el Ayuntamiento de la ciudad y la Presidencia de la Xunta
de Galicia.
La catedral es el mayor y más majestuoso templo románico de
España. Erigida sobre una iglesia prerrománica del siglo IX, la obra
principal se prolongó desde 1075 a 1124, añadiéndosele con
posterioridad elementos góticos, renacentistas, platerescos,
barrocos e incluso neoclásicos.
De 1188 data el pórtico de la Gloria, obra excelsa del maestro
Mateo, adornada con más de 200 figuras de extraordinaria
expresividad, entre las que el propio autor se representó a sí mismo
en actitud orante –el Santo dos Croques, que según la tradición
concede sabiduría a los que golpean su cabeza contra él–.
Completan el maravilloso conjunto exterior las puertas norte –de
Azabachería–, este –Santa o del Perdón, abierta solo en año santo–
y sur –de As Praterías–, ésta un auténtico museo escultórico de los
siglos XI y XII.
Dentro, reclaman la atención el botafumeiro –colosal incensario
manejado por los tiraboleiros– y la cripta del Apóstol, el lugar más
venerado de Santiago. Sobre el altar Mayor se halla la imagen
policromada del santo –siglo XII–, a la que es costumbre (una más)
que todos los visitantes den un abrazo.
En el entorno de la catedral, el casco antiguo es una sucesión de
callejuelas, plazas recoletas y fachadas de muy diversos estilos a las
que el granito confiere unidad. Buen ejemplo de esto es la rúa do
Vilar, casi por entero porticada, donde los comercios, librerías y
cafés frecuentados por gente joven conviven sin estridencias con la
vecina Casa do Deán, magnífica muestra del barroco civil.
En la plaza de San Miguel, se halla la Casa Gótica, joya civil de este
estilo y sede administrativa del Museo de las Peregrinaciones, hoy
ubicado en el antiguo edificio del Banco de España, en la plaza das
Praterías. Muy cerca está el convento de Santo Domingo de
Bonaval, del siglo XVII, que contiene la célebre escalera de triple
caracol.
Enfrente del convento, el Centro Galego de Arte Contemporánea,
obra del portugués Álvaro Siza; en el parque de la Música, el
moderno Auditorio de Galicia, y, ya por último, la Biblioteca Ánxel
Casal, levantada en 2008 y con más de 90.000 títulos en su
colección.
Rías Altas
Desde Estaca de Bares, el cabo más septentrional de la Península
Ibérica y el más oriental de la costa coruñesa, se suceden hacia
poniente profundas rías que tienen como fondo espesos bosques de
pinos y eucaliptos. Es una costa recortada pero de escasa altura
hasta Cabo Ortegal; las rocas, lavadas y desnudas, y las casas, bajas
y techadas con pizarra, hablan de la fiereza del clima y del océano,
pero sus playas escondidas entre las rocas enamoran a los
bañistas.
Rodeada de verdes colinas, la ría de Ortigueira baña el puerto de
Ortigueira, que está ceñido a su vez por agradables jardines. La
pequeña ría de Cedeira, muy encajada, cuenta con magníficas
playas y con una carretera que depara buenas vistas de la misma y
del pueblo.
A caballo de los municipios de Cedeira, Cariño y Ortigueira, se
extiende la sierra de A Capelada, de gran interés geológico y con
uno de los acantilados más altos de Europa: 612 m de caída en el
mirador Garita de Herbeira.
En la sierra de A Capelada se ubica también el famoso santuario de
San Andrés de Teixido, donde, según el dicho popular, “vai de
morto quen non foi de vivo”. A ambos lados del camino de bajada al
santuario se pueden observar los milladoiros, montones de piedras
que los peregrinos han ido depositando a lo largo de los siglos.
Dice la leyenda que los los milladoiros “hablarán en el Juicio Final”.
Ferrol
Una excelente rada forma la ría de Ferrol, a la que se accede por
un angosto canal de seis kilómetros protegido mediante dos
fuertes: el de San Felipe y el de A Palma, cada uno en una orilla,
que antiguamente se unían con una cadena para prevenir las
incursiones enemigas.
Su estratégica situación y los vientos favorables hicieron de Ferrol
un punto habitual de partida para América, si bien su potencial no
fue aprovechado del todo hasta el siglo XVIII, cuando los reyes
Fernando VI y Carlos III decidieron convertirlo en el puerto militar
de primer orden que es hoy. El diseño del barrio antiguo, de trazado
geométrico, data de aquella época.
En Ferrol tiene su base el Estado Mayor del Grupo de Acción Naval I
y su Arsenal es la principal base de apoyo logístico para los buques
e instalaciones de la Armada en la zona marítima del Cantábrico.
En la ría que lleva su nombre, Betanzos, aunque lo comparte con
Ares, fue antaño un puerto notable, hoy inutilizado por los
sedimentos arrastrados por el río Mandeo. Herencia de su próspero
pasado es un barrio antiguo de empinadas calles, casas con
galerías acristaladas y tres iglesias góticas espléndidamente
decoradas: Santa María del Azogue, San Francisco y Santiago.
Costa da Morte
Más de 140 grandes naufragios han tenido lugar durante el último
siglo en la abrupta costa que se extiende de A Coruña a Fisterra, la
mayoría a causa de las difíciles condiciones del mar, pero otros
provocados por los raqueiros, piratas de tierra gallegos que, en
tiempos de necesidad, atraían a los barcos con señales engañosas
hacia las rompientes. Malpica es la primera población de interés y
el puerto más bello, con sus casas de colores apiñadas encima de la
bulliciosa lonja. El camino que conduce a la cercana ermita de San
Adrián y al inmediato faro es un excelente mirador sobre las islas
Sisargas, espacio natural de gran importancia ornitológica.
A poniente y ligeramente al sur de Malpica, queda Corme e Laxe, y
junto a Corme, la punta Roncudo, que los que saben de
temporales dicen que es el mejor lugar de Galicia para contemplar
la furia desatada de Neptuno; y los que saben de percebes, que no
los hay mejores en el mundo. Contra el oscuro mar embravecido, se
recortan el faro blanco y las cruces blancas en memoria de los
percebeiros aniquilados por el traicionero oleaje.
Al otro lado de la ría de Corme, está Laxe, con su playa de arena
blanca y finísima, como flor de harina, y su iglesuela gótica de
Santa María da Atalaia, de piedra berroqueña dorada por los
líquenes. El caserío tiene un gran sabor marinero, especialmente la
calle Real, jalonada de casas nobles. Camino del faro, se encuentra
su cementerio de altos nichos, desde el que se avista, hacia el sur,
la porción más salvaje de la Costa da Morte.
Tal porción de costa salvaje principia en Camelle, aldea del fin del
mundo donde puede visitarse un curiosísimo y deteriorado museo
al aire libre de esculturas de estética muy Gaudí, obra de Man, un
pintor, filósofo y escultor alemán que vivió aquí hasta su
fallecimiento en diciembre de 2012. El accidente del Prestige,
primero, y un temporal, después, destruyó gran parte de la obra de
este artista que el recién iniciado proyecto ‘MAN: mar, arte y
naturaleza’ pretende ahora recuperar.
Cerca de aquí nace una pista de tierra apta para coches que
culebrea durante 18 kilómetros bordeando el litoral por parajes de
una belleza y una soledad sobrecogedoras, como la playa de O
Trece, cuyas dunas remontantes han originado el monte Blanco; el
recoleto cementerio de los Ingleses, allí donde naufragó en 1890
el buque-escuela The Serpent –172 muertos y solo tres
supervivientes–; y el hermoso faro y los islotes del cabo Vilán,
donde anidan el escaso arao, la gaviota tridáctila y el cormorán
moñudo.
El siguiente hito en nuestro viaje de norte a sur y de naciente a
poniente por la Costa da Morte es Camariñas, lugar famoso por los
encajes de bolillos que confeccionan a la vera del mar muchas
palilleiras.
Enfrente, allende la ría de Camariñas, está Muxía. Y en la punta de
Muxía, el santuario de la Virxe da Barca, pura roca sobre la roca
desnuda, batida sin cesar por un oleaje que ha dado lugar a
formaciones erosivas como la pedra da Abalar, una peña de figura
de concha de tortuga y diez toneladas de peso que se menea
dócilmente al pisar sobre ella, cosa que todos los visitantes hacen, y
que con tanto ajetreo se ha roto varias veces.
Dotado con faro luminoso desde 1853 y acústico desde 1888, el cabo
de Fisterra es un alto promontorio al que acuden multitudes de
curiosos a estirar las piernas y la vista. Hay incluso una hospedería
junto al faro, y luego están los bulliciosos restaurantes del vecino
puerto de Fisterra, donde los buceadores irrumpen chorreando con
las bolsas llenas de navajas recién capturadas –a mano y en apnea–
en los ubérrimos fondos de la playa de la Langosteira.
Esta población marinera cuenta con dos bellas iglesias: Nosa Señora
do Bon Suceso y Santa María das Areas, de finales del siglo XII. En el
casco histórico se encuentra el castillo de San Carlos, mientras que
en el puerto se erige el monumento al Emigrante.
Desde Fisterra, virando hacia el sur, se abre la ría de Corcubión, que
baña los municipios de Fisterra, Cee, Dumbría y Carnota, donde las
olas del Atlántico han formado un extenso arenal de 7 kilómetros de
longitud y hasta 1 kilómetros de ancho durante la bajamar.
Rías Baixas
En estas rías Galicia ofrece su cara más amable, su paisaje más
dulce, algunas de sus mejores playas y los lugares de veraneo más
populares. Una atracción que se refuerza, además, por la calidad
excelsa de la gastronomía local, basada en la riqueza sin cuento del
mar. A la provincia de A Coruña corresponden la ría de Muros y Noia
y la ribera septentrional de la de Arousa, ésta ya en la linde con la
provincia de Pontevedra.
La ría de Muros y Noia, en la que desemboca el río Tambre, seduce
al viajero por la belleza agreste de sus paisajes, sobre todo los de la
orilla norte, que está tapizada de bosques. Muros es una típica villa
marinera. Noia, por su parte, conserva en una plaza frente al mar la
hermosa iglesia gótica de San Martín, con portada y rosetón
magníficamente labrados.
La ría de Arousa comienza en la desembocadura del río Ulla y está
separada de la anterior por la península de Barbanza, donde se halla
el mirador de la Curota (a 10 km de Puebla del Caramiñal), desde el
que, en los días claros, se abarca todo el litoral que va de Fisterra al
Miño.
Cerca de la ría, a orillas del Ulla, se alza Padrón, que en tiempos fue
puerto de mar y el lugar donde, según la leyenda, desembarcaron
el cuerpo de Santiago. En la iglesia parroquial de Santiago se
guarda el pedrón, o amarre, en el que se supone atracó la nave que
trajo a Galicia los restos del apóstol. Padrón es también famoso por
sus pimientos, que uns pican e outros non, y por haber sido
residencia de la poetisa Rosalía de Castro (1837-1885). La casa de
la Matanza, donde vivió sus últimos años, es hoy un museo.
A poco más de 20 km de Santiago, en Iria Flavia, en el municipio de
Padrón, tiene su sede la Fundación Camilo José Cela, un espacio
que reúne la obra, manuscritos y colecciones privadas del premio
Nobel de Literatura. El edificio ocupa unas casas levantadas en el
siglo XVIII para residencia de canónigos, frente a la colegiata de
Santa María de Adina. El conjunto alberga una biblioteca de más de
45.000 volúmenes, una pinacoteca con más de 700 pinturas
originales, un paraninfo de 178 plazas, y aulas y salas de
exposiciones, así como objetos y colecciones que el escritor gallego
reunió a lo largo de toda su vida.
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