u m e r o 1 PVP: 3,90 € n p a r a l a c i e n c i a las leyes naturales del amor redes sociales para ser felices se buscan vecinos para compartir universo argumentos para sobrellevar la crisis la felicidad camuflada 9 772171 417000 0 0 0 0 1 Eduard Punset razón versus intuición E d i t o r i a l Edita: Nobel Audiovisual, S.L. Director: Pelayo García ediCIÓN DE TEXTOS: BEATRIZ BARCO Diseño y Maquetación: EVA ZUAZUA HUERTA FOTOGRAFÍAS: getty images, age fotostock HUMOR GRÁFICO: PACO PEREIRA Queridos lectores: Marketing: María López-Aranguren Campo Publicidad: Agustín Fernández-Tresguerres agustin@ediciones nobel.com Eva Rodríguez Ruiz [email protected] Asesoramiento: SMARTPLANET Impresión: GRUPO GRÁFICO 2005 S. L. Distribución: LOGISTA ISSN: 2171-4177 Depósito legal: B-10.524-2010 Contacto: [email protected] Agradecimientos: A Portada Comunicación Fundación Roger Torné Obra Social La Caixa Observatorio Pierre Auger Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación, incluso citando la procedencia. u m e r o 1 PVP: 3,90 € n p a r a l a c i e n c i a redes sociales para ser felices las leyes naturales del amor argumentos para sobrellevar la crisis se buscan vecinos para compartir universo Por primera vez en la historia de la evolución, la humanidad tiene futuro: cuarenta años de vida redundante en términos biológicos, a raíz de la triplicación de la esperanza de vida. Antes sólo se contaba con el apoyo del pensamiento dogmático heredado y ahora con la irrupción sorprendente de la ciencia en la cultura popular. Antes sólo importaba saber si había vida después de la muerte y ahora constatar que hay vida antes de ella y que merece la pena cuidarla. Todos los organismos internacionales solventes coinciden en apoyar esa irrupción de la ciencia en la vida cotidiana porque es una de las vías más expeditivas para disminuir los niveles futuros de violencia y aumentar los índices de felicidad. Durante catorce años lo hemos intentado con el programa REDES de la 2 de TVE. Tenemos un antecedente de éxito suficiente para extender ahora los mismos objetivos en otro soporte: el de una revista también llamada REDES. En este sentido, buscaremos en las páginas de esta revista claves que sirvan para la vida cotidiana, que amplíen las fronteras del conocimiento, que nos sorprendan y que se asienten sobre el principio de conciliar entretenimiento y conocimiento; no hay uno sin el otro. En este fascinante viaje, nuestros lectores tienen mucho que aportar a esta nueva plataforma para la comprensión por parte del público de la ciencia. Los imperativos de la nueva inteligencia social nos llevarán, afortunadamente, a compartir vuestras opiniones, vuestras ideas y vuestras sensaciones. Los frutos de procesos cognitivos conscientes y también los que son reflejo del inconsciente. El consenso científico generalizado enseña hoy que la futura reforma educativa no puede limitarse únicamente a destilar contenidos académicos. Los educandos deberán entrenarse en la gestión de la diversidad característica de un mundo globalizado. Pero también en lo que une a todos los niños que vienen al mundo: el aprendizaje social y emocional que, hasta ahora, se había ignorado. Esta puerta al futuro constituirá una constante de los contenidos de REDES. la felicidad camuflada eduard punset razón versus intuición Eduard Punset C H ARLA N DO AC E RCA D E . . . 8 Una charla de sobre Eduard Punset Gerg Gigerenzer con cómo tomamos decisiones G erg Gigerenzer dirige el Instituto Max Planck para el Desarrollo Humano, en Berlín, y es uno de los psicólogos que más saben en el mundo sobre cómo funciona realmente nuestro cerebro. Se ha especializado en el importantísimo papel que tiene el inconsciente en nuestro día a día. No somos, ni mucho menos, esos seres fríos y racionales que hemos creído ser. Gigerenzer nos explica, en esta charla, cómo la intuición decide por nosotros sin que nos demos cuenta de ello. Eduardo, imagínate una montaña que parece estar muy lejos. El día está nublado, así que casi no se la ve. Me la imagino. Pero si estuviera despejado… ¿crees que la verías más lejos? Si estuviera despejado probablemente me parecería que está más cerca. Eso pasa siempre. Exacto. Esto nos demuestra que, en realidad, cuando vemos una montaña frente a nosotros estamos adivinando. Nuestro cerebro se pasa la mayor parte del tiempo haciendo conjeturas. Es como una ilusión óptica, ¿no? Sí, también tenemos el caso de la luna. RA Z Ó N V E RSUS Unas veces parece más grande que otras, ¡y es la misma luna! Sí. A los humanos nos pasa esto todo el tiempo y con cosas muy distintas. Por ejemplo, con la propia felicidad. Cuando las personas realizan inferencias sobre su propia felicidad, puede depender de otras cosas más allá de lo que tienen, de los seres queridos o las posesiones. I N TUICI Ó N Todo depende de cómo lo mires… Hay quienes poseen un velero fabuloso y enorme, pero se sienten desgraciados porque hay otra persona que tiene un barco todavía mayor. Si te comparas siempre con los demás, entonces eres, por definición, infeliz. “La intuición puede resultar mejor que los modelos de decisión racionales. Tú pones este ejemplo maravilloso de los objetos convexos y cóncavos. Sí. Si vemos representado en un papel, o en una pantalla, un círculo cuyo interior se oscurece en la parte inferior, inferimos inconscientemente que es convexo. En cambio, si la parte oscurecida está en la parte superior, decidimos que es cóncavo. ¿Y por qué hacemos esto? Sin darnos cuenta, aquí entra en juego nuestra historia evolutiva. La fuente de luz que tradicionalmente hemos tenido los humanos ha venido desde arriba, ha sido el Sol. Así que tendemos a interpretar las sombras desde esta perspectiva. 9 C H ARLA N DO 10 AC E RCA D E . . . Es increíble hasta qué punto el cerebro puede distorsionar las cosas ¿verdad? Es un buen ejemplo que demuestra que incluso la percepción está haciendo suposiciones, pero sobre la base de principios inteligentes, que son probables, no seguros. Estamos siempre suponiendo cosas. Sin darnos cuenta. Exacto. El mismo principio funciona con la intuición. Se define como un sentimiento o sensación que se produce muy rápido en la mente, en el inconsciente, cuyos motivos desconocemos, pero que nos impulsa a actuar. Y actúa en cosas muy importantes. Como cuando te enamoras… Sí, parece ser que cuando te atrae alguien es porque, aunque tú no te des cuenta, te fijas en que tiene unos rasgos simétricos… Y si todo ello tiene que ver con principios sobre la simetría del otro… ¡no lo sabes! Simplemente piensas: “vaya, ésta es la mujer vida” o “éste es el hombre de mi vida”. Y actúas en consecuencia. Y es muy interesante, porque la mayoría de decisiones importantes, y no hablo de decisiones rutinarias, sino importantes, ¡se toman por estos principios generales, de manera intuitiva! “Es mejor tener un buen motivo que muchos, es más fácil decidir teniendo menos información. Claro. Esto es fantástico. Y nadie sabe cómo lo ha hecho. Nos enamoramos así, sin pensarlo. Según la teoría económica estándar, si la pusiéramos en práctica, deberíamos hacer un listado con todas las opciones, todas las mujeres. Y luego, para cada una de ellas, sope- suceda, la utilidad, y la maximización de las utilidades. Le he preguntado a muchas personas y solamente he encontrado a una que haya admitido haberlo hecho así, y era economista. Lo hizo de este modo: escribió una lista con todas sus opciones, hizo sus cálculos, y luego le propuso matrimonio a una mujer, y ella aceptó. No le dijo cómo lo había hecho ¡y ahora están divorciados! sar las consecuencias relevantes para nosotros: la relación tras el matrimonio, el cuidado de los hijos, la capacidad para trabajar en paz, lo que sea. Y después necesitaríamos calcular la probabilidad de que todo esto Mi grupo de investigación del Instituto Max-Planck, fue el primero que demostró que en muchas situaciones, si hay que predecir, por ejemplo, cuál de dos opciones tomar… en una situación de inferencia para predecir el futuro, entonces basarse en una buena razón puede ser mejor que llevar a cabo una regresión múltiple completa u otra operación estadística complicada… Entonces, me estás diciendo que realmente ignorar cierta información de la que uno dispone es RA Z Ó N V E RSUS bueno, que a veces es mejor, en este mundo incierto, tener sólo parte de la información. Sí. Hay muchos ejemplos que lo corroboran. Ponme alguno. Imagina que estás en el concurso ¿Quién quiere ser millonario? De acuerdo. Y te hacen la pregunta del millón de euros, que es la siguiente: ¿qué ciudad tiene más habitantes, Detroit o Milwaukee? ¿Cuál sería tu respuesta? No sé… I N TUICI Ó N Los alemanes habían oído hablar de Detroit, pero no de Milwaukee: ése hecho fue el que les hizo creer que Detroit debía tener más habitantes. La ignorancia parcial puede ser útil, y siempre sucede así cuando, en el mundo real, el reconocimiento del nombre está correlacionado con lo que se quiere saber. Es asombroso. ¿Tienes más ejemplos? Este mismo principio o regla se puede aplicar a los equipos de fútbol. Mis colegas y yo hemos hecho estudios en los que hemos descubierto que personas muy ignorantes pueden hacer predicciones sobre los resultados de campeonatos mundiales, o campeonatos europeos. Le hicimos esta pregunta a un grupo de estadounidenses, y hubo división de opiniones: el 60 % se inclinó por Detroit —que es la respuesta correcta— pero el resto optó por Milwaukee. forma no racional, bueno, no estaría muy bien visto. Sin embargo, ahora… Esta idea que dices sigue estando arraigada en la gente. Nuestros resultados son muy novedosos todavía. Pero sí, lo que queremos es demostrar que la intuición puede llegar a ser mejor que los modelos de elección racional, o la regresión múltiple o los programas estadísticos más complejos… En el ámbito de la política, probablemente tendríamos que establecer una diferencia, ¿no? Sí. Para muchos votantes, el nombre del partido político es como un objeto de identificación: forman par- “ Nuestro ce- rebro se pasa la ma­y or parte del tiempo haciendo conjeturas. Vale… Luego hicimos esta misma prueba con alemanes, que sabían poquito sobre Detroit, y la mayoría ni siquiera había oído hablar de Milwaukee. ¿Qué crees que pasó? ¿Qué proporción de alemanes crees que acertó la respuesta? … Lo sorprendente es que prácticamente todos. Muchos más: el 90%. ¿Y cómo es posible que las personas con menos información realicen mejores inferencias que las que saben más cosas? Lo que ocurre es que se aplica una regla general muy sencilla, que denominamos heurística de reconocimiento: “escoge lo que conozcas”. ¡Y aciertan! Sistemáticamente sus predicciones son igual de buenas que las de los expertos, y a veces mejores, porque disponen de conocimiento parcial y, por tanto, pueden basarse en estas reglas generales tan sencillas y poderosas. Es alucinante. Si hace diez años dijeras que tomas decisiones de te del partido como lo harían de un club de fútbol, y votan siempre en su favor. Pero éste no es el perfil más racional o inteligente de votante. Los principios intuitivos pueden funcionar muy bien, como hemos apuntado, pero también muy mal. No siempre es útil dejarse llevar por el inconsciente. Aunque muchas veces ni sabemos que lo estamos haciendo. 11 c 36 o mpe t en c i a em o c REDES SOCIALES PARA SER FELICES i o n a l R E D E S SOCIAL E S P ARA S E R F E LIC E S Con la irrupción de internet, hemos trasladado las comunidades a las que pertenecemos al ciberespacio. Seguimos haciendo las mismas cosas que antes y usamos la tecnología, en definitiva, para no sentirnos solos Por CRISTINA SÁEZ Hace días que te levantas cabizbajo. No sabes qué tienes. Estás triste, con ganas de llorar y tiendes a verlo todo negativo. Aunque no te apetece salir de casa, ayer te llamaron unos amigos para ir a tomar una cerveza e insistieron tanto que al final accediste. Al llegar todos te reciben con alegría, con una sonrisa de oreja a oreja, charlan, ríen, te preguntan, y poco a poco notas que te relajas e incluso que te asoma una pizca de buen humor. Y es que la felicidad es contagiosa. Rodearte de amigos felices aumenta tus probabilidades de serlo: por cada uno feliz, tienes un 2% más de posibilidades de sentirte bien. De hecho, que tus amistades estén contentas influye más sobre ti que te suban el sueldo 4.500 euros al año, que sólo aumenta tu nivel de felicidad en un 2%. ¿Increíble, no? Pero no sólo las emociones se extienden entre los miembros de una red social como si fuera el virus de la gripe. Lo mismo ocurre con nuestro comportamiento. Si fumamos y el resto de nuestro entorno no aprueba ese hábito, tenemos muchos números para dejar de hacerlo. Y es que no somos islas independientes, sino que necesitamos formar parte de El éxito de las redes sociales se basa en que te relacionas con personas que ya conoces comunidades, sentirnos integrados e integrantes de un grupo. Desde la aparición de Internet, esas redes sociales a las que pertenecemos —la familia, los compañeros de trabajo, la comunidad de vecinos de tu bloque— las hemos trasladado también al ciberespacio y, al parecer, ejercen los mismos efectos sobre nuestras emociones, pensamiento y comportamiento que las tradicionales. Las emociones se contagian Poco podían imaginar los habitantes de Framingham, un pueblecito de Massachusetts, que el estudio científico de sus quehaceres cotidianos iba a revolucionar las ciencias sociales. En 1948 un grupo de científicos de diversas universidades y centros de investigación pusieron en marcha un experimento para estudiar los riesgos asociados a enfermedades cardiovasculares, como el tabaco o la hipertensión. Un equipo de investigadores reclutó a 5.209 participantes, hombres y mujeres de edades comprendidas entre los 30 y los 62 años. Tras una primera ronda de exámenes físicos exhaustivos y de entrevistas sobre su estilo de vida, empezaron a buscar patrones comunes relacionados con patologías cardiovasculares. Más adelante, incluyeron también a sus hijos y nietos. Los investigadores anotaron minuciosamente quién conocía a quién y de qué manera se relacionaba cada participante con sus vecinos, hasta trazar un mapa detallado de las relaciones humanas en aquel pueblo. El experimento, por un lado, arrojó una serie de resultados interesantes en cuestiones de salud. Y, por otro lado, se puso de manifiesto, por primera vez y desde una perspectiva científica, la influencia física y emocional que ejercen sobre nuestro comportamiento las redes sociales a las que pertenecemos: si tienes un amigo obeso, aumentan tus probabilidades de serlo. Seis décadas más tarde, Nicholas Christakis, científico social de la Universidad de Harvard (EE. UU.), y James Fowler, científico político de la Universidad de San Diego (EE. UU.), utilizaron esos mismos datos para corroborar una teoría: ¿y si las emociones pudieran contagiarse entre los individuos de un grupo? ¿Y si nuestro bienestar 37 c 38 o mpe t en c i a em YO QUIERO TENER UN MILLÓN DE AMIGOS Con las redes sociales virtuales, es posible tener cientos e incluso miles de amigos. Sin embargo, los seres humanos tenemos una capacidad limitada de establecer amistades. Normalmente, nuestro círculo más íntimo está formado por entre cuatro y siete o c i o n a l día a día a la Red y tratamos de mejorarlo: mantenemos más contacto con nuestros amigos, compartimos enlaces de música, enseñamos las fotos de la escapada del fin de semana, nos dejamos mensajes en el muro. En definitiva, nos comunicamos de forma más intensiva a como lo hacemos a través de las redes tradicionales. Y lo que Christakis y Fowler descubrieron es que, tal y como intuían, las redes virtuales se rigen por las mismas reglas que las analógicas. amigos. Las nuevas tecnologías permiten superar esa barrera y mantener el contacto con más conocidos. De media, en Facebook, cada usuario tiene unos 100 amigos. Como requieren menos esfuerzo que una red social convencional, acabamos manteniendo el contacto con los más conocidos. “Una de las grandezas de las redes sociales es que sean globales, lo que, a su vez, hace que sea imposible mantener una relación muy constante en el tiempo. No obstante, aún así te sientes conforme, satisfecho con saber que la otra persona está a un clic de distancia. Es lo que ha venido a llamarse soft communication o comunicación débil”, señala Jose Manuel Jarque, profesor de periodismo y coautor del libro El mito digital (Ed. Anthropos, 2008). “Pero falta cierto compromiso detrás. Quedar con un amigo implica dedicar un tiempo para ir a tomar un café. En cambio, en Facebook, un amigo sólo te requiere un clic. No cuesta nada”. emocional dependiera de nuestro círculo de amistades y familia? En 2003, empezaron a rebuscar entre las miles de hojas —la mayoría manuscritas— del proyecto; analizaron datos durante cinco años y al final descubrieron que lo que piensan nuestros amigos o familiares tiene mucho más peso sobre nuestra conducta de lo que hasta entonces se creía. Además, de ellos depende en buena medida nuestra felicidad. “El individuo es un mito romántico. De hecho, ningún hombre es una isla”, consideran estos científicos, que han publicado las conclusiones de su estudio en el libro Connected: The Surprising Power of Our Social Networks and How They Shape Our Lives. Y eso mismo ocurre también ahora en el mundo virtual. Desde que Internet irrumpiera en el hogar, vivimos vidas digitales en entornos digitales. Hemos trasladado nuestro Tribus online Y es que necesitamos formar parte de un grupo para aprender, desarrollarnos y, en definitiva, ser felices. Seguramente, las primeras comunidades surgieron como una estrategia evolutiva. “Para sobrevivir, el ser humano tuvo que aprender a cooperar, a ayudarse unos a otros, a formar equipo para defenderse de animales más fuertes que él”, explica Scott Atran, antropólogo y director del Centro Nacional de Investigación Científica en París (CNRS). Hasta no hace tanto, esas comunidades se tejían a diario con la interacción entre las personas y estaban limitadas a un espacio y a un tiempo concreto. No obstante, con el avance y el desarrollo industrial las relaciones comenzaron a estar mediadas por la tecnología; primero a través del telégrafo, luego del teléfono y ahora del mail, el chat, Twitter o Facebook. Las comunidades actuales se crean segundo a segundo, bit a bit, desde lugares remotos del planeta, entre amigos, conocidos e incluso gente que no se ha visto jamás pero que comparte aficiones. Para Sherry Turkle, profesora de Psicología de la ciencia en el Massachusetts R E D E S SOCIAL Institute of Technology (EE. UU.), y autora del libro La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de internet (Paidós, 1997), “el sistema de redes [...] enlaza a millones de personas en nuevos espacios que están cambiando la forma con la que pensamos, la naturaleza de nuestra sexualidad, la forma de nuestras comunidades, nuestras verdaderas identidades. Estamos aprendiendo a vivir en mundos virtuales”. “Con la tecnología, —añade Edgar Gómez, investigador del Oxford Internet Institute (Reino Unido)— lo que sucede es que aprendemos de nuevo a ser humanos pero de forma distinta”. Cuando la web social comenzó a popularizarse, algunos utópicos, como Howard Rheingold, crítico y ensayista estadounidense conocido por haber acuñado el término ‘comunidad virtual’, vaticinaron que el planeta estaría lleno de gente feliz, puesto que podríamos relacionarnos con todo el mundo y construirnos una identidad transcendiendo las limitaciones que impone lo físico y el contexto de cada uno. Así, decía, se erradicaría la soledad de la faz de la Tierra. Años después, otra corriente de expertos demostró la ingenuidad de esta idea; alegaban que la tecnología minaba nuestra forma tradicional de construir la identidad, de establecer las bases de la sociabilidad, y que provocaría un mundo de gente sola y desdichada. E S P ARA Ahora sabemos que ni una cosa ni la otra. “La tecnología nos ofrece nuevas opciones que van calando y posibilitando otras formas de sociabilidad. Crea nuevos espacios de interacción, pero no decanta relaciones —subraya el sociólogo Fernando Garrido, miembro del Observatorio de la Cibersociedad y director de marketing de la EOI—. La gracia de las redes sociales es que se han anclado en modelos de relación ya existentes y los han llevado más allá. Permiten construir nuevas comunidades en función de afinidades distintas, pero el vínculo básico continúa siendo físico. El éxito de Facebook es que te relacionas con personas que ya conoces. Y a pesar de que compartes información aparentemente sin utilidad, como que te duele un pie o que tienes al niño malo, construyes sociabilidad”. No es que hagamos nada nuevo. De hecho, hacemos lo mismo que seguramente hacían los S E R F E LIC E habitantes del experimento de Framingham, pero de forma más intensiva: estamos más en contacto con nuestros conocidos, puesto que la tecnología nos permite saltarnos las restricciones del aquí y del ahora; y así nos sentimos más unidos al grupo. Y eso, claro, influye en nuestra felicidad. “¿Qué hemos cambiado con el uso de la tecnología?”, se pregunta Edgar Gómez. “Seguimos enamorándonos, seguimos teniendo los mismos miedos, sabemos lo mismo de nosotros mismos… No hemos cambiado nada. Usamos las tecnologías para las mismas cosas que antes utilizábamos las cartas, el teléfono: para enojarnos, para comunicarnos, para charlar... Para, en definitiva, no sentirnos solos”. S