Los complementos autonómicos: ¿Seguridad Social o Asistencia Social? FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO* INTRODUCCIÓN como la balear5, establecieron también este tipo de ayudas. E El proceder de estas Comunidades Autónomas ha generado una enorme polémica, tanto jurídica como política. Este estudio pretende reflexionar sobre la adecuación de la actuación de dichas Comunidades. Analizaremos los argumentos que han sido esgrimidos por cada una de las partes para defender su postura y expondremos nuestro parecer acerca de los mismos, advirtiendo desde ahora que éste es un tema complejo que debe huir de simplificaciones; los matices y las soluciones abiertas serán los protagonistas de este trabajo, pues en un tema como el que nos ocupa, no creemos que sea acertado afirmar o negar, sin más, la capacidad de las Comunidades Autónomas de establecer complementos. Una u otra opción pueden ser válidas si tenemos en cuenta otras variables. n junio de 1998 la Comunidad Autónoma de Andalucía abría el debate sobre el régimen jurídico competencial y la suficiencia del sistema de protección social, con la decisión de establecer ayudas para los beneficiarios de pensiones no contributivas de la Seguridad Social residentes en su territorio1. El Gobierno Central entendió que la Comunidad Autónoma había invadido sus competencias e interpuso un conflicto positivo de competencias2 ante el Tribunal Constitucional que aún está pendiente de resolución. El Alto Tribunal, mediante Auto3, levantó la suspensión de la vigencia de la normativa autonómica andaluza, que había sido previamente decidida, lo que amplió el debate político. Siguiendo el ejemplo de la Comunidad andaluza, tanto lo Comunidad catalana4 * Departamento de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Facultad de Derecho. Universidad Complutense de Madrid. 1 Ésto se realizó por medio de los Decretos 283 y 284, de 29 de diciembre de 1998, publicados en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía, de 31 de diciembre de 1998. 2 Conflicto positivo de competencias nº 1208/1999. 3 Auto de 21 de julio de 1999, nº 194/1999. 4 Por medio de la Resolución de 8 de septiembre de 1999, publicada en el Diario Oficial de Cataluña nº 2979, de 21 de septiembre de 1999. El análisis de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional será de vital importancia en nuestra tarea. Como ya han señalado otros autores, lo que el Tribunal Constitucional juzga con arreglo a criterios y razones jurídi- 5 Por medio de los Acuerdos del Consejo de Gobierno de las Islas Baleares, de 12 de noviembre de 1999 y de 29 de diciembre de 2000, publicados respectivamente en el Boletín Oficial de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares, nº 149, de 30 de noviembre de 1999 y nº 21, de 17 de febrero de 2001. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 129 ESTUDIOS cas son controversias políticas «en cuanto que la disputa sobre el ejercicio, la distribución y el uso del poder constituyen el núcleo de la política» 6 . El Tribunal Constitucional, al resolver un conflicto de competencia y definirla como parte del contenido del ámbito competencial del Estado, o de la Comunidad Autónoma, está poniendo fin a lo que en un lenguaje metajurídico bien se pueden calificar como disputas por parcelas de poder objetivo entre poderes políticos. El Tribunal Constitucional está desempeñando una tarea de gran trascendencia política, pues está colaborando en la configuración y concretización del Estado Autonómico7. Todos aquellos que se ocupan del estudio de los problemas de distribución de competencias en nuestro país serán conscientes de la enorme dificultad que ello conlleva, debido a nuestro singular modelo de organización territorial. Sin embargo, sería erróneo el planteamiento de enfrentar al Estado con las Comunidades Autónomas, pues no hemos de olvidar que las Comunidades Autónomas forman parte del Estado, deberían estar del mismo lado y su objetivo ha de ser, como en el caso del Gobierno central, el de velar por los intereses de los ciudadanos, residan o no en sus respectivos territorios autonómicos. 1. EN BUSCA DE UN CONCEPTO 1.1. Introducción La piedra angular de este trabajo será el encuadramiento de los complementos establecidos por las Comunidades Autónomas en la materia de Seguridad Social y, más concre- 6 Discurso del que fuere presidente del Tribunal Constitucional, Manuel García-Pelayo, en el acto solemne de constitución del Tribunal Constitucional el día 12 de julio de 1980, Tribunal Constitucional, Madrid, 1980, pág. 19. 7 TOMÁS Y VALIENTE, F.: El reparto competencial en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, Tecnos, Madrid, 1988, págs. 150-152. 130 tamente, en la legislación básica o no básica de la misma, o en la materia de Asistencia Social. Esta tarea resultará difícil, pues las fronteras entre Seguridad Social y Asistencia Social son difusas, y más aún desde la aparición en 1990 de las prestaciones no contributivas de la Seguridad Social. Sin embargo, la consecuencia de dicho encuadramiento es vital, pues de él se deriva la competencia para su establecimiento o bien por parte del Estado o bien por parte de las Comunidades Autónomas. Según el Art. 149.1.17 de la Constitución es competencia exclusiva del Estado «la legislación básica y el régimen económico de la Seguridad Social, sin perjuicio de la ejecución de sus servicios por las Comunidades Autónomas». Por otro lado, el Art. 148.1.20 de la Constitución incluye a la «Asistencia Social» dentro de las competencias asumibles por las Comunidades Autónomas. Hemos de precisar que la Constitución no atribuye competencias a las Comunidades Autónomas, tan sólo posibilita la asunción de las mismas por medio de los Estatutos de Autonomía. En el supuesto de las Comunidades analizadas, todas ellas han aprovechado la oportunidad que la Constitución les brinda y han asumido la competencia de Asistencia Social prevista en el Art. 148.1.20 CE8. Las citadas Comunidades establecen los complementos al amparo de esta competencia, pero ¿son realmente los complementos autonómicos una medida de Asistencia Social o, por el contrario y, como defiende el Gobierno, forman parte de la legislación básica de la Seguridad Social? Para dar respuesta a este interrogante es preciso definir previamente tanto lo que se entiende por Seguridad Social, como por Asistencia Social. 8 Así lo ponen de manifiesto el art. 13.22 del Estatuto de Autonomía para Andalucía, el art. 9.25 del Estatuto de Autonomía para Cataluña y el art. 10.14 del Estatuto de Autonomía para las Islas Baleares. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO 1.2. Delimitación conceptual de la Asistencia Social y de la Seguridad Social 1.2.1. Evolución histórica y concepto de Asistencia Social Para encontrar uno de los primeros antecedentes de la Asistencia Social nos remontaremos al primitivo cristianismo y a uno de sus principios básicos: la caridad9. Las primeras comunidades, siguiendo las enseñanzas del Maestro, practicaban el bien con su prójimo en espera de la recompensa prometida que era la vida eterna. Estas primeras comunidades se extendieron a lo largo de la tierra e impregnaron a sus semejantes del espíritu contenido en la máxima «amarás a tu prójimo como a tí mismo». La influencia religiosa, perduró a lo largo de los siglos, llegando a su punto culminante en la Edad Media, tanto en el orden político, como jurídico o cultural. La pobreza llegó a ser considerada como una virtud y los pobres, como el medio de ejercitar la caridad y las buenas obras. Con la llegada del renacimiento y su concepción egocéntrica del mundo, ya no es la promesa de un reino futuro lo que impulsa al individuo a hacer el bien, sino que se considera que la eliminación de la pobreza es un fin en sí mismo, pues una ciudad con mendigos y pordioseros es la antítesis del ideal humanista. Sin embargo, las ideas renacentistas no tuvieron gran calado en España10, que se seguía bajo la férrea influencia religiosa y considerando a la caridad como el fundamen- 9 Seguimos la evolución histórica que nos ofrece ALONSO SECO, J. M. y GONZALO GONZÁLEZ, B.: La asistencia social y los servicios sociales en España, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2000, págs. 26 y ss. 10 Y ello, a pesar de que hubo grandes humanistas españoles que teorizaron sobre la pobreza y sobre el modo en que la sociedad debía afrontar tan grave problema. Destacan entre ellos Juan Luis Vives, Domingo de Soto, Juan de Robles o Cristóbal Pérez de Herrera. to de la protección social. Durante esta época, el Estado, tímidamente, fue asumiendo un papel activo en la protección social, por lo que la Iglesia comenzó a sentirse relegada. Los sectores que concebían la acción social como medio para la realización del destino del hombre y de la sociedad, y no como un fin en sí mismo, advertían que «una Seguridad Social completa, organizada por el Estado, corre el riesgo de minar el espíritu de dedicación, de caridad, que es el único que puede vivificar a la comunidad, haciendo surgir una multitud de explotadores desaprensivos y abriendo el camino a todos los fraudes y abusos»11. Con el inicio del siglo XIX, las ideas ilustradas y el liberalismo propician la transformación de la caridad como medio de asistencia social dando paso a la beneficencia. Como consecuencia de las numerosas desamortizaciones, la Iglesia, despojada de sus bienes, ya no es capaz de continuar con la misma intensidad la función asistencial que a lo largo de los siglos había venido desarrollando, por lo que es el Estado el que a partir de ahora comenzará a cobrar protagonismo ocupándose de dichas tareas. La principal característica del sistema de beneficencia es su carácter público. La beneficencia pasa a formar parte del Derecho quedando relegada la caridad al fuero interno del individuo, ocupando un lugar dentro de la moral. La asistencia al indigente será otorgada como un servicio administrativo y la beneficencia contará con una estructura laica y una organización política. Será la Ley de 6 de febrero de 1822, sobre Establecimiento General de Beneficencia12, completada con la Ley de 12 de febrero, sobre Arbitrios del Plan de 11 VAN CESTEL, C.: La doctrina social de la Iglesia, Herder, Barcelona, 1964, pág. 289. 12 Sobre los aspectos más relevantes de esta Ley: ALONSO SECO, J. M. y GONZALO GONZÁLEZ, B.: La asistencia social y los servicios sociales en España, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2000, págs. 76-78. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 131 ESTUDIOS Beneficencia, el verdadero impulso que configuró a la beneficencia como sistema público. Dicho carácter se consolidó definitivamente con la Ley de Beneficencia de 20 de junio de 184913 y su Reglamento de ejecución de 14 de mayo de 1852. Durante este período, la beneficencia sigue ocupándose de las necesidades básicas del individuo, como son el alimento, el vestido y el alojamiento, sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en la Edad Media, existe ya una cierta diferenciación en función de las personas atendidas y los lugares en que son recibidas, lo que conllevará la especificación de los establecimientos benéficos que se van creando. La Constitución de 1931 será el primer texto legislativo que en nuestro país se refiera a la noción de Asistencia Social pública. Con la aparición de este nuevo concepto, se pretende desvincular a la protección ofrecida por el Estado, del carácter graciable o discrecional con el que había contado la beneficencia14. El desarrollo del Estado Social de Derecho provoca que la protección se ofrezca no sólo a los indigentes, como sucedía con la antigua beneficencia, sino a todos los ciudadanos que se encontraran en una situación económicamente débil. Las notas características de dicha Asistencia Social son las siguientes: a) insuficiencia de recursos del asistido, en contraste, como ya veremos, con la protección que otorgan los Seguros Sociales, b) atención no sólo a las necesidades básicas de la vida, identificadas con la mera subsistencia, como hacía la beneficencia, sino también al mantenimiento del nivel vital de cada individuo, 13 Sobre los aspectos más relevantes de esta Ley: ALONSO SECO, J. M. y GONZALO GONZÁLEZ, B.: La asistencia social y los servicios sociales en España, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2000, págs. 79-82. 14 ALONSO OLEA, M. define a la beneficencia como «ayuda graciosa y discrecional al indigente que demostrara serlo» en Instituciones de Seguridad Social, 17ª ed., Cívitas, Madrid, 2000, pág. 27. 132 c) carácter residual y complementario respecto a los Seguros Sociales, d) gratuidad de las prestaciones, sin perjuicio de la exigibilidad de determinadas prestaciones, e) financiación exclusiva con cargo a los Presupuestos Generales del Estado, f) y, lo que es más importante, en contraste con la discrecionalidad de la beneficencia, la Asistencia Social funciona ya enmarcada en los trámites de un servicio público frente al cual es posible realizar exigencias jurídicamente fundadas en Derecho. Lo cual, ciertamente, no equivale a afirmar que las prestaciones de Asistencia Social tengan, en este momento, el carácter de derecho público exigible. Debido a que la aparición de la Asistencia Social coincidió con la aparición y el auge de la Seguridad Social, ésta quedó relegada a un segundo plano. Con la Constitución de 1978, en la que se prevé la asunción de competencias de las Comunidades Autónomas en materia de Asistencia Social, la misma vuelve a cobrar protagonismo. En cuanto al concepto de Asistencia Social, la Constitución tan sólo la menciona para atribuir en exclusiva su competencia a las Comunidades Autónomas. Por ello, para intentar obtener una definición de Asistencia Social, hemos de acudir a la doctrina del Tribunal Constitucional que nos remite «a conceptos elaborados en el plano de la legislación general»15. El art. 38.2 de la Ley General de la Seguridad Social contempla los «beneficios de la asistencia social» como «complemento de las prestaciones del sistema». Vemos, por tanto, que existe una Asistencia Social integrante del sistema de Seguridad Social, dirigida precisamente a las «personas incluidas en su campo de aplicación» y 15 STC 76/1986, de 9 de junio, F.J. 6º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO sus familiares y asimilados, como señala el art. 55 de la Ley General de la Seguridad Social. Dicho precepto, como bien ha señalado Montoya Melgar16 diseña el alcance de la citada Asistencia Social de la Seguridad Social: a) tal asistencia se dispensa a las referidas personas cuando se encuentren en situaciones de necesidad, previa demostración (salvo caso de urgencia) de falta de medios para remediarlas; b) tal asistencia consiste en «servicios y auxilios económicos», de los que el precepto da dos ejemplos: los tratamientos médicos de tipo excepcional, y la pérdida de ingresos por rotura de prótesis. Por otra parte, existe una Asistencia Social ajena al sistema de la Seguridad Social, concebida por el Tribunal Constitucional como «un mecanismo por grupos de población a los que no alcanza aquel sistema (de Seguridad Social) y que opera mediante técnicas distintas de las propias de la Seguridad Social. En el momento actual –con independencia de que la evolución del sistema de Seguridad Social pueda ir en la misma dirección– es característica de la Asistencia Social su sostenimiento al margen de toda obligación contributiva o previa colaboración económica de los destinatarios o beneficiarios»17. De las palabras del Alto Tribunal se desprende la existencia de una Asistencia Social externa al sistema de Seguridad Social que cubre los vacíos dejados por el mismo. El Alto Tribunal si bien constata la ausencia de todo elemento contributivo en el ámbito de la Asistencia Social y eleva ese dato a elemento característico de la misma frente a la Seguridad Social, en el momento en el que resuelve, apunta la evolución del sistema de Seguridad Social hacia aspectos asistenciales que efectivamente se ha producido. Con la Ley de prestaciones no contributivas, el legislador ha 16 MONTOYA MELGAR, A.: Curso de Seguridad Social, Servicio Publicaciones Facultad Derecho, Madrid, 2000, pág. 44. 17 STC 76/1986, de 9 de junio, F.J. 6.º. dado cumplimiento al mandato establecido en el art. 41 CE de garantizar una asistencia y prestaciones para todos los ciudadanos, con independencia de una contribución anterior. Esto ha provocado que hablemos de elementos asistenciales tanto dentro como fuera del ámbito de la Seguridad Social. La aparición de las prestaciones no contributivas, como a continuación comprobaremos, ha difuminado la frontera entre Asistencia Social y Seguridad Social. 1.2.2. Evolución histórica y concepto de Seguridad Social La Seguridad Social es el resultado de una evolución histórica que comienza en Europa con la Revolución Industrial18. Hasta entonces, los seres humanos habían hecho frente a los riesgos que les acechaban –epidemias, hambrunas, etc.– con sus propios medios individuales y familiares o bien recurriendo a la caridad de instituciones religiosas, a lo largo de la Edad Media, o a la beneficencia organizada por los poderes públicos, ya en la Edad Moderna. Por otra parte, las Corporaciones Gremiales también pusieron en marcha algunos rudimentarios mecanismos de asistencia sanitaria y económica para sus agremiados. Lo que caracteriza a la situación histórica que surge de la Revolución Industrial es la aparición de nuevos riesgos que tenían su origen en las peculiares condiciones de la producción fabril: se desarrollan nuevas enfermedades, producto de las largas y extenuantes jornadas laborales, los trabajadores, inmigrantes que provenían del campo en su 18 Sobre el origen y evolución de la Seguridad Social, véase, ALARCÓN CARACUEL, M. R.: La Seguridad Social en España, Aranzadi, Pamplona, 1999, págs. 21 y ss.; ALONSO OLEA, M.: «Cien años de Seguridad Social» en Papeles de Economía Española, nº 12/13, 1982, págs. 107 y ss.; MONTOYA MELGAR, A.: Curso de Seguridad Social, Servicio publicaciones Facultad Derecho, Madrid, 2000, págs. 29 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 133 ESTUDIOS mayoría, se hacinaban en los centros urbanos que contaban con pésimas condiciones sanitarias, los accidentes de trabajo se multiplicaron y, cuando las sucesivas crisis cíclicas del sistema aparecían provocaban el cierre de las fábricas y el paro masivo se apoderaba de las calles. Lo que se conoce como «cuestión social» reclamaba una solución y es el Canciller del Imperio alemán, Otto von Bismarck, el que se lanza a la «búsqueda de fórmulas que permitan una mejora del bienestar de los trabajadores»19 anunciando la creación de una serie de Seguros Sociales para cubrir los diversos riesgos sociales, que efectivamente se instauraron: el de enfermedad (1883), el de accidentes de trabajo (1884), el de invalidez y vejez (1889) y el de supervivencia (1911). «El rasgo de “sociales” que estos nuevos seguros recibían los diferenciaba en numerosos aspectos frente a los seguros privados; mientras que éstos eran en general voluntarios, se originaban en un contrato, permitían la selección de riesgos, y basaban la operación de seguro en el lucro del asegurador, los principios contrarios inspiraban al seguro social: obligatorio, originado en actos administrativos de inscripción y afiliación en entes aseguradores no lucrativos que no podían seleccionar los riesgos asegurados. Por otra parte, los seguros sociales se circunscribían a la protección de la población trabajadora económicamente más débil, lo que explica que su acción protectora persiguiese la sustitución del salario dejado de percibir y su financiación básica consistiese en las cuotas de los patronos y los obreros, calculadas también sobre los salarios»20. Los Seguros Sociales creados por Bismarck pronto fueron imitados por todos los Mensaje Imperial del 17 de noviembre de 1881. MONTOYA MELGAR, A.: Curso de Seguridad Social, Servicio Publicaciones Facultad Derecho, Madrid, 2000, pág. 31. 19 20 134 países europeos industrializados incluida España. La evolución de los mismos consistió en ir ampliando paulatinamente el ámbito subjetivo de cobertura del trabajador industrial y de servicios a todo trabajador por cuenta ajena y más tarde a todo trabajador, aun al autónomo o por cuenta propia; se pasó de la protección a los «económicamente débiles» a personas con rentas o salarios más altos; y se completó el cuadro de riesgos cubiertos con la inclusión del «riesgo» familiar y el paro forzoso, completando un «ideal de cobertura»21 que no difiere en gran parte del actual. Un paso más hacia la conformación del sistema actual de Seguridad Social fue dado por el profesor Beveridge en su célebre «Informe sobre Seguridad Social y Servicios Complementarios» de 1942. El informe británico pretendía superar las limitaciones del régimen de los Seguros Sociales, así, la consideración de los riesgos aislados se ve sustituida por la presencia de un solo riesgo descrito con la expresión «situación de necesidad», que se cubre con prestaciones económicas de subsistencia, uniformes para todos lo ciudadanos, a todos los cuales se extiende la cobertura; la Asistencia Social queda como residual, sujeta a prueba de necesidad, para quienes, por sus circunstancias especiales, no sea suficiente las prestaciones ordinarias; la Seguridad Social complementaria se concibe como un complemento para la mejor protección de riesgos cubiertos, o para la protección de riesgos no cubiertos. Ninguno de los dos sistema se impuso rotundamente en la evolución de la Seguridad Social. «El sistema de seguros sociales de Bismarck se asume y se trasciende en el sistema de Seguridad Social propuesto por Beveridge»22. «Ningún sistema de Seguridad 21 A LONSO O LEA , M.: Instituciones de Seguridad Social, 17ª ed., Cívitas, Madrid, 2000, pág. 21. 22 ALARCÓN CARACUEL, M. R.: La Seguridad Social en España, Aranzadi, Pamplona, 1999, pág. 42. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO Social es hoy ni puramente bismarkiano ni puramente beveridgeano»23. protectores, tanto públicos como privados25 Este sistema se dividiría en dos: En cuanto al concepto de Seguridad Social la mejor doctrina ha identificado entre nosotros a la Seguridad Social como «un conjunto integrado de medidas públicas de ordenación de un sistema de solidaridad para la prevención y remedio de riesgos personales mediante prestaciones individualizadas y económicamente evaluables»24. a) Por una parte, el primer inciso del art. 41 CE, configuraría el sistema de Seguridad Social conformado por una serie de elementos definidores del mismo, como son la publicidad, la universalidad, la obligatoriedad, la suficiencia de las prestaciones y la protección ante las situaciones de necesidad. Por su parte, la Constitución de 1978 no ofrece una respuesta clara al no definir la Seguridad Social, respecto de la cual, o de las materias más directamente conexas con ella, contiene una serie de declaraciones encuadradas en el Capítulo III del Título I, bajo la rúbrica «De los principios rectores de la política social y económica», como son las relativas a la protección de la familia (art. 39.1); la protección de la salud (art. 43); la previsión, tratamiento, rehabilitación e integración de los minusválidos (art. 50), y, sobre todas, la formulación general del art. 41, a cuyo tenor: «Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo. La asistencia y prestaciones complementarias serán libres». Centraremos nuestra atención en la interpretación del art. 41 de la Constitución, precepto clave en materia de Seguridad Social. Desde nuestro punto de vista, el art. 41 CE configura un sistema de protección social, concepto más amplio que el de Seguridad Social, que englobaría todos los mecanismos 23 A LONSO O LEA , M.: «Cien años de Seguridad Social» en Papeles de Economía Española, nº 12/13, 1982, pág. 111. 24 A LONSO O LEA , M.: Instituciones de Seguridad Social, 15ª ed., Madrid, Cívitas, 1997, pág. 37. b) El segundo inciso del art. 41 hablaría de un nivel de protección social que quedaría fuera del ámbito estricto de la Seguridad Social, las prestaciones otorgadas en este nivel son complementarias de las prestaciones del sistema de Seguridad Social que, en todo caso, habrán de ser suficientes. El titular encargado de otorgar estas prestaciones complementarias puede ser, tanto un sujeto público (como sería actualmente el caso de las mejoras voluntarias), como un sujeto privado. Antes de pasar a analizar los elementos característicos del sistema de Seguridad Social conviene precisar la postura mantenida por el Tribunal Constitucional en una serie de cuestiones generales referentes al régimen de Seguridad Social. Según el Tribunal Constitucional, el sistema de Seguridad Social disfruta de la «garantía institucional», lo que comporta la protección de una serie de rasgos, «cuya preservación se juzga indispensable para asegurar los principios constitucionales, estableciendo un núcleo o reducto indisponible por Esta concepción es seguida, entre otros, por ALARCARACUEL, M. R.: «La integración de los Servicios Sociales y la Asistencia Social en la Seguridad Social», Temas Laborales, nº 7, 1996, pág. 24. Mantiene, por el contrario, un concepto amplio de Seguridad Social, en el que estarían encuadradas las prestaciones complementarias PALOMEQUE LÓPEZ, M. C.: «Los derechos a la Seguridad Social y a la salud en la Constitución» en AAVV: Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1980, págs. 309-310. 25 CÓN REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 135 ESTUDIOS el legislador»26, de tal suerte que ha de ser preservado «en términos recognoscibles para la imagen que de la misma tiene la conciencia social en cada tiempo y lugar» 27. El Tribunal Constitucional prosigue afirmando que «salvada esta indisponible limitación, el derecho que los ciudadanos pueden ostentar en materia de Seguridad Social es un derecho de estricta configuración legal, disponiendo el legislador de libertad para modular la acción protectora del sistema, en atención a circunstancias económicas y sociales que son imperativas para la propia viabilidad y eficacia de aquél». Además, afirma que «conviene recordar aquí que no es posible partir de la consagración constitucional de un único modelo de Seguridad Social (…), la Constitución, y más cuando se trata de una materia de Seguridad Social no pretende imponer un único modelo. Consagra una institución protegiéndola contra alteraciones que puedan desnaturalizar su esencia, pero no cierra posibilidades para la evolución del sistema de Seguridad Social hacia ámbitos desconocidos en la actualidad o hacia técnicas que hasta ahora no ha querido o podido utilizar». En suma, la Constitución consagra «la garantía institucional del sistema de Seguridad Social, en cuanto impone el obligado respeto a los rasgos que la hacen recognoscible en el estado actual de la conciencia social, lleva aparejado el carácter público del mencionado sistema y sólo impide que se pongan en cuestión los rasgos estructurales de la institución de la Seguridad Social». El Tribunal Constitucional entendió que el legislador, con respecto a las líneas estructurales básicas de la institución, dis- En este sentido, apunta la STC 32/1981, de 28 de julio, F.J. 3º, cuando establece que la garantía institucional asegura «la preservación de una institución en términos recognoscibles para la imagen que de la misma tiene la conciencia social en cada tiempo y lugar». 27 De igual forma se han manifestado las SSTC 26/1887, F.J. 4.º y 76/1988, F.J. 76.º. 26 136 fruta de un amplio margen de libertad en su configuración28. Vemos, por tanto, que para el Tribunal Constitucional no existe un único modelo de Seguridad Social. El legislador va a gozar de libertad a la hora de su configuración legal, siempre y cuando respete los elementos integrantes de la garantía institucional. A. Características del sistema de Seguridad Social español Los diferentes parámetros o principios informadores del sistema de Seguridad Social español han sido señalados, entre otros, por Palomeque: «La Seguridad Social es una función pública, general por extenderse a todos lo ciudadanos, suficiente en su acción de cobertura, protectora de situaciones de necesidad, abriéndose la posibilidad de un nivel complementario y libre de protección sobre el mínimo obligatorio»29. Pasemos a analizar cada una de estas notas características. a. Publicidad Esta característica se deduce claramente del enunciado del art. 41 CE «Los poderes 28 Además, con respecto a esta sentencia sobre planes y fondos de pensiones, el Tribunal Constitucional entendió que la noción «Seguridad Social» no puede predicarse de instituciones protectoras cuyo origen descansa en la autonomía de la voluntad, y ésta es la razón por la que excluye a los fondos y planes de pensiones del ámbito de la Seguridad Social, pues considera que es la voluntad privada la que determina la existencia misma de un plan de pensiones (según el art. 1.2 Ley de Planes y Fondos de Pensiones). Ésta parece ser la posición que adopta el Tribunal Constitucional cuando advierte que «si la voluntad privada resulta determinante sobre las fórmulas de protección, su extensión subjetiva potencial y su intensidad, sin salir del ámbito genérico de la «protección social», sí nos hallamos fuera del núcleo institucional de la Seguridad Social». 29 PALOMEQUE LÓPEZ, M.C.: Los derechos a la Seguridad Social y a la Salud en la Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1980, pág. 334. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social». De este precepto se desprende la obligación por parte de los poderes públicos del mantenimiento del sistema. Este principio de publicidad pareció quebrase con la aprobación del art. 129 de la Ley General de Seguridad Social en su redacción dada al mismo por el Decreto-Ley 5/1992, de 21 de julio y por la Ley 28/1992 de 24 de noviembre, de Medidas Presupuestarias Urgentes y que, en relación con el régimen jurídico de la prestación por incapacidad laboral transitoria –actual incapacidad temporal– establece que: «En caso de enfermedad común o accidente no laboral, el subsidio se abonará, respectivamente, a partir del decimosexto día de la baja en el trabajo ocasionado por la enfermedad o el accidente, estando a cargo del empresario el abono de la prestación desde los días cuarto a decimoquinto de la baja, ambos inclusive»30. Consideran los órganos judiciales que plantearon la cuestión de inconstitucionalidad que dicho precepto vulnera el artículo 41 de la Constitución, pues, a su juicio, se responsabiliza del abono de una prestación integrada en la acción protectora del sistema de Seguridad Social a un sujeto privado, lo que a su modo de ver «equivale a una dejación por los auténticos destinatarios del mandato constitucional –los poderes públicos– de una obligación que tiene su base en aquél y que el legislador no puede alterar». Sin embargo, en dicha sentencia el Tribunal Constitucional considera «compatible el precepto cuestionado con el art. 41 de la Constitución, fundamentalmente porque el carácter público del sistema de Seguridad Social no queda cuestionado por la incidencia en él de fórmulas de gestión o responsabilidad privadas, de importancia relativa en el Este precepto actualmente encuentra su ubicación el artículo 131.2 de la Ley General de Seguridad Social (antiguo 129). conjunto de gestión de aquél, ya que la reforma experimentada por el art. 129.1 de la Ley General de la Seguridad Social no altera el papel predominante y el compromiso de los poderes públicos en su labor articuladora de la tutela frente a la contingencia de la incapacidad laboral para el trabajo31 y, además, porque trata de evitar la reducción del nivel de protección económica ante esta contingencia, mediante un desplazamiento de responsabilidad que no es incongruente con el régimen de la referida prestación valorada en su conjunto32. Como crítica a la sentencia podemos afirmar que el objetivo de mantener el mismo nivel de protección a los trabajadores no se ha conseguido, al no prever el legislador una responsabilidad subsidiaria del Estado en caso de muerte o insolvencia del empresario. En este caso, el trabajador, según el art. 121.2 de la Ley General de la Seguridad Social es un acreedor más del empresario, si bien «las prestaciones que debe satisfacerles (...) tendrán el carácter de créditos privilegiados, gozando al efecto del régimen establecido en el artículo 32 del Estatuto de los Trabajadores». b. Universalidad Por lo que se refiere al requisito de la universalidad, la expresión «para todos los ciudadanos» del art. 41 de la Constitución, debe ser interpretada como el anhelo del constituyente de la universalización subjetiva de la protección. La Constitución apuesta por proteger a todos los ciudadanos, no sólo a aquellos que ejercen una actividad profesional por cuenta propia o por cuenta ajena y, en consecuencia cotizan previamente. Por lo tanto, la plena efectividad de este principio de universalidad subjetiva difícilmente puede alcanzarse a través de formas de protección exclusivamente 30 31 32 STC 37/1994, de 10 de febrero, F.J. 4.º. STC 37/1994, de 10 de febrero, F.J. 5.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 137 ESTUDIOS contributivas en tanto éstas, por definición, exigen que los sujetos protegidos hayan realizado una cotización o aportación económica previa al sistema de Seguridad Social. Sólo, pues, a través de formas de protección no contributiva se puede «organizar adecuadamente una extensión de las prestaciones sociales a todos los ciudadanos».33 Así lo entendió también el legislador cuando dictó la Ley 26/1990, de 20 de diciembre, de Prestaciones no Contributivas. Con esta regulación se persigue que el sistema de Seguridad Social proteja a aquellas personas que se encuentren en una situación de necesidad, con tan sólo la demostración de la misma. Es relevante que este precepto no emplee la expresión de «todos los españoles», como sí lo hace en otras ocasiones, ésto nos lleva a concluir que el constituyente ansía la protección no sólo de los españoles sino de los residentes, sean o no de nacionalidad española34. Sin embargo, a pesar de que nuestro Alto Tribunal crea en la vocación universal de nuestro modelo, respeta la libertad del legislador en éste ámbito. Así lo pone de manifiesto en la Sentencia 130/1995, de 11 de septiembre, en la que afirma que la igualdad en el derecho a la Seguridad Social entre trabajadores magrebíes y españoles, «está subordinada a la existencia de su reconocimiento por ley o tratado, de suerte que, si el mismo no existiera, no sería exigible la igualdad de trato que se invoca»35. 33 DESDENTADO BONETE, A.: «Las pensiones no contributivas en el marco constitucional» en Pensiones no contributivas, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Colección Seguridad Social, 1991, pág. 273. 34 Así parece haberlo entendido también el legislador según lo que ha dispuesto en el art. 14 de la vigente Ley Orgánica 4/2000, «Sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social». En el caso de menores y embarazadas éstos van a ser beneficiarios de la asistencia sanitaria por el simple hecho de «encontrarse en España». No necesitan, pues, ni ser españoles ni residir legalmente en nuestro país (art. 12. 3 y 4 de la citada norma). 35 STC 130/1995, de 11 de septiembre, F.J. 2.º. 138 c. Suficiencia El sistema de Seguridad Social deberá otorgar unas prestaciones «suficientes», según se establece en el art. 41 de la Constitución. Sin embargo la determinación de qué se entiende por suficiente no es fácil. Desde nuestro punto de vista el concepto suficiente debe ser entendido de forma diversa según nos encontremos ante prestaciones contributivas o no contributivas, pues en el primer caso, al haberse realizado una aportación previa al sistema por medio de la cotización, es de esperar que la prestación que se obtenga mantenga cierta relación de proporcionalidad con la misma, aunque el Tribunal Constitucional ha señalado que no existe una relación matemática entre cotización y prestación36. d. Protección de situaciones de necesidad La Constitución, en el art. 41 establece la obligación de los poderes públicos de garantizar la «asistencia y prestaciones suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo». Vamos a intentar determinar cuál es el significado que atribuye el Tribunal Constitucional a la expresión situaciones de necesidad. Ésta presenta una labor complicada. Por una parte, el Tribunal Constitucional establece que el estado de necesidad es «una específica manifestación de la garantía institucional de la Seguridad Social que permite asegurar una cierta protección ante una situación de objetiva necesidad»37. Es decir, sería uno de los límites con los que cuenta el legislador a la hora de configurar legalmente el sistema ya que éste habrá de proteger las situaciones de necesidad. 36 37 STC 134/1987, de 21 de julio, F.J. 4.º. STC 3/1993, de 14 de enero, F.J. 5.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO Desde otro punto de vista, el Tribunal Constitucional define el estado de necesidad otorgándole significados diferentes dependiendo del caso planteado y sin que exista una evolución aparente, pues las diversas concepciones de estado de necesidad se alternan a lo largo de los años. Por una parte, lo entiende como «el otorgamiento de rentas de subsistencia a quienes, por carecer de todo tipo de ingresos, se encuentran en un estado de necesidad»38, como «la dispensa de una protección frente a la pobreza»39. La sentencia 103/1983, aunque finalmente reconoce que esa no es la tendencia mantenida por el régimen de Seguridad Social configurado por el legislador, afirma que «acoger el estado o situación de necesidad como objeto y fundamento de la protección implica una tendencia a garantizar a los ciudadanos un mínimo de rentas, estableciendo una línea por debajo de la cual comienza a actuar la protección»40. Esta concepción permite al Tribunal Constitucional, tanto establecer límites máximos a la cuantía de las pensiones, como aceptar la incompatibilidad de las mismas pues, lo decisivo a la hora de otorgar una prestación, no es la previa cotización, sino una situación real objetiva de necesidad. Es por ello por lo que se habla en estas sentencias de la superación del principio contributivo. En otras ocasiones, el Tribunal Constitucional afirma que «la situación de necesidad a que alude el art. 41 de la Constitución, generadora de la asistencia y protección social, ha cristalizado en nuestra normativa en un sistema de Seguridad Social que no se basa en la protección frente a la pobreza, sino en la compensación frente a un daño, como es un exceso de gastos o un defecto de ingresos originado por la actualización de una determinada contingencia»41. STC 3/1993, de 14 de enero, F.J. 4.º. STC 3/1993, de 14 de enero, F.J. 5.º. 40 SSTC 103 y 104/1983, de 22 y 23 de noviembre, respectivamente, F.J. 4.º. 41 SSTC 103 y 104/1983, de 22 y 23 de noviembre, respectivamente, F.J. 4.º; 253/1988, de 20 de diciembre, F.J. 6.º y 142/1990, de 20 de septiembre, F.J. 4.º. 38 39 En la sentencia 184/1993, el Tribunal Constitucional vuelve a centrar su atención en las situaciones de necesidad, al afirmar que «el art. 41 de la Constitución convierte a la Seguridad Social en una función estatal en la que pasa a ocupar una posición decisiva el remedio de situaciones de necesidad, pero tales situaciones han de ser apreciadas y determinadas teniendo en cuenta el contexto general en que se producen y en conexión con las circunstancias económicas, las disponibilidades del momento y las necesidades de los diversos grupos sociales»42. Vemos por tanto, que el Tribunal Constitucional no mantiene un criterio uniforme en cuanto al significado de las situaciones de necesidad ni al fundamento de la protección, además, en situaciones claramente contributivas atiende a elementos asistenciales, como es la situación de necesidad, para justificar su postura. Desde nuestro punto de vista, el concepto de situación de necesidad ha de entenderse de modo diferente, según nos encontremos ante la modalidad contributiva o la modalidad no contributiva de la Seguridad Social. En el primer caso la situación de necesidad, significará un perjuicio, ocasionado por una disminución de ingresos o un aumento de gastos y la prestación habrá de otorgarse de modo proporcional a la previa cotización, tratando de igualar el antiguo nivel de rentas. En el caso de las prestaciones no contributivas, el estado de necesidad se apreciará independientemente de la causa, previa demostración de una objetiva situación de necesidad, en este caso, no existe proporcionalidad entre aportación y prestación. Como ya hemos señalado, el Tribunal Constitucional a lo largo de sus sentencias, introduce elementos asistenciales en supuestos de hecho claramente contributivos, como por ejemplo el razonamiento de que la situación de 42 STC 184/1993, de 31 de mayo, F.J. 6.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 139 ESTUDIOS necesidad está cubierta con el otorgamiento de una determinada cuantía –supuesto de los topes máximos en las pensiones–; consideramos que hubiera sido más acertado atender a razones de solidaridad para establecer dichos límites que, según la Constitución, han de estar presentes en nuestro ordenamiento43. Por otra parte, hemos de tener en cuenta que, dependiendo del significado que se otorgue al estado de necesidad, nos encontraremos ante modelos muy diferentes de Seguridad Social, así, en las Sentencias del Tribunal Constitucional 103 y 104/198344, se plantea el problema de cuál es el verdadero fundamento de la protección dispensada por la Seguridad Social, la previa cotización y la actualización de la contingencia legalmente establecida o una situación de necesidad. En el primer supuesto nos encontraríamos claramente ante un modelo de Seguridad Social profesional-contributivo, en el que la previa cotización posibilita la percepción de la prestación, sin tener que probar en ese momento si realmente existe una situación de necesidad, pues la Seguridad Social protege una disminución de ingresos o un aumento de gastos que se presumen al acaecer el hecho causante. En el segundo supuesto estaríamos ante un modelo asistencial que tiene como característica principal la protección del estado de necesidad, por lo que se exige prueba del mismo. Artículos 2 y 138 CE. En estas sentencias se plantea una cuestión de inconstitucionalidad referente al art. 160 de la Ley General de la Seguridad Social, en relación con el art. 14 de la Constitución, por exigir condicionamientos adicionales al viudo con respecto a la viuda para acceder a la pensión de viudedad. Mientras que para la viuda la prestación se otorga al actualizarse el hecho causante, siempre y cuando se hubiera completado el periodo de cotización reglamentariamente establecido y previa relación conyugal, al viudo se exige que concurran los requisitos señalados para las viudas y que, al tiempo de fallecer la esposa causante de la pensión, se encuentre incapacitado para el trabajo y esté a cargo de su esposa, es decir, dependa económicamente de ella. 43 44 140 El Tribunal Constitucional reconoce que el art. 41 de la Constitución otorga una garantía en las situaciones de necesidad y que el derecho de dicho artículo es un «mínimun constitucionalmente garantizado», sin embargo, de ello no cabe deducir que «sólo en las situaciones de necesidad la protección se otorga». «El legislador puede, a impulso de motivaciones de orden político-jurídico o de política social, ampliar el ámbito de protección»45. De esta afirmación podríamos deducir que las situaciones de necesidad están protegidas, en todo caso, constituyendo un «mínimun constitucionalmente garantizado», aunque el legislador, siempre y cuando respete ese mínimo, puede ampliar la protección a otras situaciones. Sin embargo, no parece ser ésta la postura adoptada por el Tribunal Constitucional, pues, si bien afirma que el art. 41 «incorpora una superación de concepciones anteriores a la Seguridad Social en las que primaba el principio contributivo»46, luego afirma que «aun cuando el régimen público de la Seguridad Social ha de atender en su conjunto a situaciones de necesidad (art. 41 de la Constitución), el derecho a la pensión de viudedad no está estrictamente condicionado en el régimen contributivo a la existencia de una real situación de necesidad o de dependencia económica por parte del cónyuge supérstite»47. El Tribunal Constitucional establece, por tanto, una diferencia entre el objetivo fijado constitucionalmente para la Seguridad Social –«atender en su conjunto a las situaciones de necesidad»– y la puesta en práctica que del mismo ha realizado el legislador y que, amparándose en «el amplio margen de libertad» con que cuenta para configurarlo48, STC 104/1983, de 23 de noviembre, F.J. 6.º. STC 209/1987, de 22 de diciembre, F.J. 4.º. 47 STC 184/1990, de 15 de noviembre, F.J. 4.º. 48 SSTC 65/1987, de 21 de mayo, F.J. 17.º; 134/1987, de 21 de julio, F.J. 5.º; 97/1990, de 24 de mayo, F.J. 3.º; 184/1990, de 15 de noviembre, F.J. 3.º. 45 46 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO ha suprimido, en algunas prestaciones, la situación de necesidad como fundamento de la protección. «En su configuración actual, la pensión de viudedad no tiene por estricta finalidad atender a una situación de necesidad o de dependencia económica asegurando un mínimo de rentas, sino más bien compensar frente a un daño, cual es la falta o minoración de unos ingresos de los que participaba el cónyuge supérstite y, en general, afrontar las repercusiones económicas causadas por la actualización de una contingencia, otorgando a tal efecto una pensión que depende y es proporcional en su cuantía a la base reguladora correspondiente al causante, siendo irrelevante que el fallecimiento cree o no un estado de necesidad»49. Aunque en el sistema legalmente establecido se prescinde de la situación de necesidad como fundamento de la protección, el Tribunal Constitucional no encuentra en ello una vulneración de la Constitución, pues aún así, la Seguridad Social atiende en su conjunto a las situaciones de necesidad. El Tribunal Constitucional nos ilustra acerca del devenir legislativo y del papel desempeñado por la situación de necesidad en el mismo, del que deducimos que el mandato constitucional no ha influido excesivamente en la configuración legal del sistema de Seguridad Social: «La referencia a una situación de necesidad o a un estado de necesidad (en la Constitución) obedece a la voluntad de superar la primitiva perspectiva legal, donde era prioritaria la noción de riesgo o contingencia, que se produjo en la Ley de Bases de la Seguridad Social de 1963»50. «En nuestro Derecho, la idea de la situación de necesidad o estado de necesidad, como determinante de la protección de la Seguridad Social, se produjo con anterioridad a la Ley que ahora estamos examinando, aun cuando subsista todavía, parcialmente, una actuación diferenciada del estado de necesidad en algunos casos. Con- 49 50 STC 184/1990, de 15 de noviembre, F.J. 4.º. STC 103/1983, de 22 de noviembre, F.J. 4.º. cretamente, en el supuesto de las pensiones de viudedad (...) la situación o estado de necesidad no es tomada en cuenta»51. Todo ello nos lleva a concluir que, si bien la Constitución fijó como objetivo la superación de la idea de riesgo o contingencia como fundamento de la protección y su sustitución por un concepto más amplio, como el de situación de necesidad, el legislador actual ha vuelto a sus orígenes y ha prescindido del estado de necesidad en muchos de los supuestos a los que otorga protección. e. El sistema complementario El Tribunal Constitucional se manifiesta acerca del significado del último inciso del art. 41 Constitución: «La asistencia y prestaciones complementarias serán libres», en la sentencia 206/199752. Para el Alto Tribunal, dentro de la primera parte del art. 41 de la Constitución, es decir, la que establece: «Los poderes públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo» tan solo estarían encuadrada fórmulas obligatorias de protección. Así en el fundamento jurídico cuarto afirma: «La noción Seguridad Social no puede predicarse de instituciones protectoras cuyo origen descansa en la autonomía STC 103/1983, de 22 de noviembre, F.J. 6.º. En esta sentencia el País Vasco y de la Generalitat de Cataluña interponen un recurso de inconstitucionalidad sobre la Ley 8/1987, de 8 de junio de Planes y Fondos de Pensiones. El Tribunal Constitucional interpreta que los Planes y Fondos de Pensiones no forman parte ni de la Seguridad Social ni de los mecanismos protectores complementarios de la misma, puesto que considera que «es la voluntad privada la que determina la existencia misma de un plan de pensiones». Según el Tribunal Constitucional los Planes y Fondos de Pensiones pueden ser encuadrados en la materia legislación mercantil o en la de seguros. 51 52 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 141 ESTUDIOS de la voluntad» «Si la voluntad privada resulta determinante sobre las fórmulas de protección, su extensión subjetiva potencial y su intensidad, sin salir del ámbito genérico de la protección social, sí nos hallamos fuera del núcleo institucional de la Seguridad Social». Añade en su fundamento jurídico duodécimo «las prestaciones complementarias y voluntarias (y los medios para su efectiva satisfacción) se sitúan fuera del mínimo obligatorio determinado por las normas reguladoras de régimen general de la Seguridad Social, para incluirse en las previsiones que la misma mutualidad (y no los poderes públicos) determinan». El Tribunal Constitucional concibe, por tanto, al art. 41 como precepto configurador de un sistema de protección social, concepto más amplio que el de Seguridad Social y que englobaría a todos los mecanismos protectores, tanto públicos como privados ante situaciones o riesgos sociales. El primer inciso del art. 41 de la Constitución, como bien señala el Tribunal Constitucional, configuraría el sistema de Seguridad Social conformado por una serie de elementos definidores del mismo, como son la publicidad, la obligatoriedad, la suficiencia de las prestaciones y la protección ante las situaciones de necesidad. El segundo inciso del art. 41 hablaría de un nivel de protección social que quedaría fuera del ámbito estricto de la Seguridad Social, las prestaciones otorgadas en este nivel son complementarias de las prestaciones del sistema de Seguridad Social que en todo caso habrán de ser suficientes. El titular encargado de otorgar estas prestaciones complementarias puede ser tanto un sujeto público –como sería actualmente el caso de las mejoras voluntarias– o un sujeto privado. Siendo posible y deseable la participación pública dentro del segundo nivel de protección, propugnamos una mayor atención por parte del Estado al primero, al formado por el 142 sistema de Seguridad Social, pues, por una parte, la propia Constitución establece el mandato a los poderes públicos de que así sea y, por otra parte, es tan sólo este nivel el que tiende expresamente, mediante la cláusula «todos los ciudadanos», a dar protección a todos, independientemente de su nivel de rentas, su posición social o su profesión, quedando el segundo nivel de protección social, el voluntario, reservado a tan sólo aquéllos que pueden acceder a él. El Estado, por tanto, debería establecer los mecanismos necesarios para que la protección otorgada por el primer nivel sea suficiente, incluso en momentos de crisis, para evitar el trasvase de grandes sectores de población media o alta hacia los niveles complementarios, configurándose el sistema público como un sistema que tan sólo ofrece unos mínimos, un nivel de subsistencia y se agravaría la diferencia social entre aquellos que, además de cotizar al sistema obligatorio, adquieren unas prestaciones voluntarias. El sistema actual de Seguridad Social en el que los poderes públicos velan por la protección de las situaciones de necesidad de la sociedad en su conjunto es un logro del que ciertos sectores, dentro de las clases más privilegiadas, podrían estarse olvidando. 1.2.3. La frontera se difumina: las zonas grises La frontera que separa a la Seguridad Social de la Asistencia Social es muy delgada y en ocasiones llega a difuminarse, debido a que ambas instituciones surgieron para dar respuesta a las necesidades sociales que se iban presentando a lo largo de la historia. Ambas forman parte de lo que hoy se conoce con el nombre de protección social53. 53 Sobre el concepto de protección social, ALARCÓN CARACUEL, M. R.: «Hacia el Derecho de la Protección Social», en Seguridad Social y Protección Social: Temas de actualidad, Marcial Pons, Madrid, 1996, págs. 11 y ss. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO Como anteriormente expusimos, la Seguridad Social hunde sus raíces en los Seguros Sociales, herederos del sistema continental bismarckiano, es por ello por lo que hasta la promulgación de la Constitución de 1978 nuestro sistema de Seguridad Social tiene un cariz marcadamente profesional contributivo, es decir, la concesión de prestaciones se supedita a que el beneficiario haya contribuido previamente al sistema mediante el pago de una cuota o cotización. Durante esta etapa la distinción entre Seguridad Social y Asistencia Social era clara, ésta última no exigía una contribución previa. Así lo señalaba el Tribunal Constitucional, anunciando al mismo tiempo el camino que habría de recorrer en el futuro la Seguridad Social: «En el momento actual –con independencia de que el sistema de Seguridad Social pueda ir en la misma dirección–, es característico de la asistencia social su sostenimiento al margen de toda obligación contributiva o previa colaboración económica de los destinatarios o beneficiarios»54. Con la promulgación de la Constitución, el art. 41 posibilita, al menos programáticamente, que el sistema de Seguridad Social madure, abriéndose hacia la universalidad subjetiva, que ha sido denominada por algunos como «el núcleo duro constitucionalmente protegido, de la protección social de la Seguridad Social»55 y hacia la generalidad objetiva. Sin embargo, la efectiva aunque incompleta56 realización del modelo trazado por la Constitución no llegará hasta la promulgación de la STC 76/986, de 9 de junio, F.J. 6.º. RODRÍGUEZ-PIÑERO, M.: «La dimensión constitucional de las pensiones de Seguridad Social no contributivas»en Revista de Seguridad Social, nº 34, abril-junio, 1987, pág. 61. 56 La calificamos de incompleta debido a que las prestaciones no contributivas aún no han alcanzado la universalidad objetiva que supone la protección frente a cualquier situación de necesidad, actualmente tan sólo protegen las situaciones de invalidez, jubilación e hijo a cargo. 54 55 Ley 26/1990, de prestaciones no contributivas, de 20 de diciembre57. Dichas prestaciones han sido calificadas por la mejor doctrina como «la reaparición, (...), en nuestro Derecho, en forma general y con nueva denominación y estructura, de la beneficencia pública58. Gracias a ellas, el elemento asistencial se introduce claramente en el sistema de Seguridad Social, configurándolo, de hecho en un modelo mixto59. Con la aparición de la Ley de prestaciones no contributivas el sistema de Seguridad Social comienza a otorgar prestaciones para las que, al igual que las concedidas por la Asistencia Social, no se requiere una previa cotización, aunque sí se precisa la existencia objetiva de necesidad. ¿Qué diferencia a partir de este momento, a las prestaciones no contributivas del sistema de Seguridad Social de las prestaciones que otorga la Asistencia Social? Lejos de encontrar una respuesta al interrogante, encontramos otro factor que dificulta la diferenciación entre la Asistencia Social y la Seguridad Social. En un principio las prestaciones concedidas por la Asistencia Social A este respecto vid. SEMPERE NAVARRO, A. V. y BARRIOS BAUDOR, G. L.: Las pensiones no contributivas, Aranzadi, Navarra, 2001; BLASCO LAHOZ, J. F.: La protección asistencial en la Seguridad Social: La Ley de prestaciones no contributivas (Ley 26/1990, de 20 de diciembre), Tirant lo Blanch, Valencia, 1992. Para GONZALO GONZÁLEZ, las prestaciones no contributivas, además de una medida social, «constituyen una medida de alcance y significado económico. Su aparición se liga, por lo general, con medidas de corte o reducción de la protección social contributiva básica preexistente, y pretende hacer socialmente aceptables o viables políticamente esas medidas reductoras citadas», así lo afirma en «Las pensiones no contributivas en Europa» en Documentación Laboral, nº 27-28, 1988-1989, págs. 19-20. 58 A LONSO O LEA , M.: Instituciones de Seguridad Social, 17ª ed., Cívitas, Madrid, 2000, pág. 45. 59 En este sentido, HURTADO GONZÁLEZ, L.: «Asistencia Social y Seguridad Social: sus fronteras actuales» en Actualidad Laboral, nº 25, 1993, pág. 462. 57 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 143 ESTUDIOS eran de tipo discrecional60, al tiempo que las prestaciones de Seguridad Social generaban para sus beneficiarios derechos subjetivos plenos. Actualmente, el concepto constitucional de Asistencia Social, no queda limitado al de la clásica beneficencia61 y en ella se incluyen prestaciones de derecho subjetivo pleno, constituyendo una claro ejemplo de ello las rentas mínimas de subsistencia reguladas por las Comunidades Autónomas. Estas prestaciones son de derecho subjetivo pleno porque: «Las situaciones de necesidad que satisfacen están legalmente objetivadas, existe la correspondiente prueba para verificar dichas situaciones de necesidad (concretada en la existencia de un nivel máximo de ingresos para acceder a ellas), la actuación del órgano público gestor está reglamentada, por lo general no existen limitaciones en los créditos a ellas destinados, y son exigibles ante los órganos jurisdiccionales»62. Al encontrarnos con la característica del derecho pleno tanto en las prestaciones de Seguridad Social como en las de Asistencia Social ¿qué las diferencia? La dificultad a la hora de fijar los contornos de la Seguridad Social y de la Asistencia Social es un tema que no sólo se ha planteado con respecto a nuestro ordenamiento interno, sino que ha tenido también gran relevancia en el ámbito comunitario63, y muy especialmente En la obra dirigida por DE LA VILLA, L. E. y DESDENA.: La reforma del sistema español de Seguridad Social, 2ª ed., Fundación IESA, Madrid, 1985, pág. 97, se definía a la Asistencia Social como un «conjunto de mecanismos de protección, de financiación no contributiva, que amparan a la totalidad de los ciudadanos en estado de necesidad y que no otorgan derechos exigibles». 61 STC 146/1986, de 25 de noviembre, F.J. 2.º. 62 ALONSO SECO, J. M. y GONZALO GONZÁLEZ, B.: La asistencia social y los servicios sociales en España, Boletín Oficial del Estado, 2000, págs. 106-109. 63 La normativa comunitaria forma también parte de nuestro derecho interno desde la adhesión de España a la Unión Europea en 1985. Al calificar de interno al ordenamiento español frente al comunitario nos referimos a las normas que han sido emanadas por los órganos internos del Estado, no por los comunitarios. 60 TADO, 144 con respecto al ámbito de aplicación del Reglamento 1408/1971, aprobado por el Consejo el 14 de junio, relativo a la aplicación de los Regímenes de Seguridad Social a los trabajadores por cuenta ajena, los trabajadores por cuenta propia y los miembros de sus familias que se desplazan dentro de la Comunidad. Dicho Reglamento se refiere a la coordinación comunitaria de los diferentes Regímenes de Seguridad Social existentes en cada uno de los países comunitarios, quedando al margen de la coordinación comunitaria la Asistencia Social64. Una de las cuestiones más difíciles en la práctica ha sido justamente la delimitación de ambos bloques65. A falta de normativa concreta respecto a qué ha de entenderse por prestaciones de Asistencia Social o de Seguridad Social, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas ha desarrollado una labor fundamental. Si bien la Corte comunitaria no ha establecido una definición propiamente dicha de cada uno de los citados conceptos, sí ha establecido criterios para proceder a la diferenciación de estas dos instituciones que bien pudieran orientarnos a la hora del encuadramiento de las prestaciones autonómicas objeto de nuestro estudio. Expondremos a continuación, siguiendo a Pérez del Río66, los criterios más relevantes. Reiteradamente, el Tribunal Comunitario ha afirmado que «la naturaleza real de la prestación no deriva en absoluto de su calificación por la normativa de cada país»67. Es 64 El art. 4.4 del Reglamento 1408 excluye de su ámbito de aplicación material a la Asistencia Social. 65 Un estudio detallado sobre este tema MONTOYA MELGAR, A., GALIANA MORENO, J. M. y SEMPERE NAVARRO, A. V.: Derecho social Europeo, Tecnos, Madrid, 1994, págs. 214-218. 66 PÉREZ DEL RÍO, T.: «El concepto de prestaciones de asistencia social establecido por la Corte de las Comunidades Europeas y la normativa española» en Temas Laborales, nº7, 1986, págs. 79-81. 67 Caso Fossi 79/76, S. 31-03-1977; Caso Beerens 35/77, S. 29-05-1977; Caso Guillard 9/78, S. 6-7-1978; Caso Even 207/78, S. 31-05-1979; Caso Valentín 171/82, S. 05-08-1983; Caso Priscitello 139/82, S. 0505-1983. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO decir, si para resolver el supuesto que planteamos en este trabajo, tuviéramos en cuenta la normativa comunitaria, resultaría irrelevante que las Comunidades Autónomas hubieran calificado como prestaciones asistenciales de su competencia a los complementos establecidos, pues lo determinante sería la naturaleza de los mismos. De igual modo lo ha entendido nuestro Tribunal Constitucional al afirmar que, para determinar el título competencial que fundamenta la actuación de las Comunidades Autónomas, «habrá de estarse a su verdadera naturaleza, y no a la denominación que las partes implicadas en el conflicto hayan querido darle»68. Un segundo criterio utilizado por el Tribunal comunitario ha sido el de «los caracteres esenciales de la prestación», señalando que la distinción entre prestaciones de Seguridad Social y de Asistencia Social reposa esencialmente en los elementos constitutivos de cada una de ellas, sobre todo en sus finalidades y condiciones o requisitos de obtención69. Las prestaciones deben ser contempladas, independientemente de las características de las diferentes legislaciones nacionales, como de la misma naturaleza cuando su objetivo, finalidad, base de cálculos y requisitos de obtención son idénticos. Por el contrario, no deben ser considerados elementos constitutivos para la clasificación de prestaciones, las características meramente formales70. En cuanto al objetivo perseguido por la prestación, el Tribunal Comunitario afirma que «caben prestaciones con doble finalidad»: una prestación puede tener carácter asistencial cuando su objetivo es garantizar un mínimo de subsistencia a personas que se encuentran totalmente fuera del sistema de Seguridad Social y ser al tiempo perteneciente al STC 76/1986, de 9 de junio, F.J. 6.º. 69 Caso Guillard 9/78, S. 06-07-1978; Caso Fossi 76/76, S. 31-03-1977; Caso Priscitello 139/82, S. 05-051983; Caso Valentín 171/82, S. 05-08-1983. 70 Caso Valentín 171/82, S. 05-08-1983. 68 campo de la Seguridad Social si su objetivo es, además, asegurar un complemento de rentas a las prestaciones insuficientes del sistema. En este segundo caso, es decir, cuando el objetivo es complementar una prestación de Seguridad Social, el Tribunal entiende la existencia de un «carácter atractivo» de la prestación complementada, aplicando el principio de que lo «accesorio sigue a lo principal», entendiendo como principal la prestación de Seguridad Social y accesorio la que la complementa»71. Por último, el criterio para diferenciar la naturaleza de las prestaciones radica en analizar si la normativa nacional que regula determinada prestación «diseña una posición legalmente definida» del sujeto protegido «fuera de toda apreciación individual y discrecional de necesidades y situaciones personales de aquél»72. En otras palabras, cuando la cobertura de una situación de necesidad determinada, depende fundamentalmente de una comprobación individual y discrecional de parte de la entidad encargada de su gestión, sobre el estado real de necesidad del sujeto protegido, dicha prestación muy probablemente será excluida del campo de aplicación de la normativa comunitaria. Por el contrario, en aquellos casos en que la prestación se conceda a una categoría de personas normativamente predeterminada, que se encuentran en situaciones legalmente definidas y cuya concesión no depende de una apreciación individualizada y discrecional de necesidades, sino que el punto de referencia para esta apreciación es fijado normativamente y además se incluyen –aunque no necesariamente– exigencias de algún tipo relativas a periodos de actividad profesional, afiliación o cotización, dicha prestación, en 71 Caso Frilli 1/72, S. 22-06-1972; Caso Biason 24/74, S. 09-10-1974; Caso Priscitello 138/82, S. 05-051983. 72 RODRÍGUEZ-PIÑERO, M.: La Seguridad Social de los trabajadores emigrantes en las Comunidades Europeas, IELSS, Madrid, 1981, pág. 229. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 145 ESTUDIOS opinión reiteradamente repetida por el Tribunal de Justicia Comunitario, caería en el ámbito material de aplicación del Reglamento 1.40873. La interpretación extensiva que el Tribunal Comunitario hace del concepto de Seguridad Social, en detrimento del campo de la Asistencia Social, tiene por objeto acoger en el seno del Reglamento comunitario al mayor número de sujetos, sin embargo, y como ha señalado parte de la doctrina, dicha expansión puede llegar a ser excesiva y supone que el concepto manejado internamente en cada uno de los países comunitarios de Seguridad Social no coincida con el que ofrece el Tribunal europeo. Por ello, hemos de tomar con cautela esta jurisprudencia que, sin embargo, puede orientarnos al abordar el problema que nos ocupa en este estudio. Una vez detectadas las zonas grises, aquellos lugares en los que la frontera que debiera existir entre Seguridad Social y Asistencia Social parece difuminarse, y haber estudiado los criterios que ha aplicado el Tribunal Comunitario para hallar dicha frontera en el ámbito europeo, concentrémonos ahora en determinar si esa frontera realmente existe. Con la aparición de las prestaciones no contributivas y el cambio producido tras la asunción de competencias en materia asistencial por parte de las Comunidades Autónomas se ha producido un nuevo trazado de fronteras entre la Seguridad Social y la Asistencia Social74, se impone un «redimensionamiento de la Asistencia Social, y un nuevo Caso Frilli 1/72, S. 22-06-1972; Caso Biason 24/74, S. 09-10-1974; Caso Fossi 71/76, S. 31-03-1977; Caso Vigier 70/80, S. 27-01-1981; Caso Priscitello 139/82, S. 05-05-1983. 74 En el mismo sentido, RODRÍGUEZ-PIÑERO, M.: «Pensiones no contributivas de Seguridad Social y Asistencia Social» en Relaciones Laborales, t. II, 1988, pág. 11 y GONZALO GONZÁLEZ, B.: «Las pensiones no contributivas en Europa»en Documentación Laboral, nº 27-28, 19881989, pág. 26. reparto de papeles», pues «la expansión y universalización de la Seguridad Social que la Constitución impone supone correlativamente una reducción del papel de la Asistencia Social en aquellos campos en que la primera conceda prestaciones, sean o no contributivas» 75. Como muy bien señala Hurtado González76, al ser similar el ámbito de aplicación subjetiva –todos los ciudadanos en ambos casos– y su naturaleza de derecho subjetivo pleno, la diferencia entre ambas prestaciones hemos de buscarla en su ámbito objetivo. La Ley de prestaciones no contributivas está «aún muy lejos de dar cumplimiento al principio de generalidad objetiva» 77, protegiendo frente a cualquier situación de necesidad; la carencia o insuficiencia de ingresos exigida incluye también una contingencia (invalidez, la jubilación e hijo a cargo), que la norma exige como determinante de dicha carencia o insuficiencia. Se exige, pues, en palabras del autor, una «situación de necesidad contingencial». En los supuestos de las prestaciones de Asistencia Social, la asociación de la situación de necesidad a una determinada contingencia no se exige y, de existir, deberá ser diferente a las previstas por el sistema de Seguridad Social. Si bien eso es así en el plano teórico, en la práctica pueden darse situaciones en las que lo difícil sea calificar el contenido de unas determinadas medidas como de Asistencia Social o de Seguridad Social. Éste es el supuesto de los complementos autonómicos. El Estado entiende que estamos en presencia de una realidad que debe encuadrarse dentro 73 146 75 RODRÍGUEZ PIÑERO, M.: «La dimensión constitucional de las pensiones de Seguridad Social no contributivas» en Revista de Seguridad Social, nº 34, abril-junio, 1987, pág. 65. 76 «Asistencia Social y Seguridad Social: sus fronteras actuales» en Actualidad Laboral, nº 25, 1993, pág. 471. 77 ALARCÓN CARACUEL, M.R.: La Seguridad Social en España, Aranzadi, Pamplona, 1999, pág. 57. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO de la cuantía de las prestaciones no contributivas, mientras que la Comunidades Autónomas consideran que estamos en presencia de una medida de Asistencia Social. 2. DISTRIBUCIÓN DE COMPETENCIAS ENTRE EL ESTADO Y LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS El esquema constitucional de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas que adopta la constitución se articula del siguiente modo78: 1. La atribución al Estado de la competencia exclusiva sobre un conjunto de materias79 taxativamente determinadas, que recoge en sus treinta y dos apartados el art. 149.1 de la Constitución80 («el Estado tiene competencia exclusiva sobre las siguientes materias...»). Un análisis más atento del contenido del precepto pone de manifiesto, sin embargo, que buena parte de las materias contempladas son objeto, en realidad, de competencias o bien concurrentes, o bien compartidas por el Estado y las Comunidades Autónomas. En el supuesto de competencias concurrentes, corresponde tanto a Estado como a la Comunidad Autónoma el ejercicio de la misma potestad, por ejemplo, la potestad normativa, así el Estado tiene competencia normativa para dictar normas y la Comunidad Autóno- Seguimos el esquema establecido por PALOMEQUE LÓPEZ, M.C.: «Los derechos laborales en la Constitución» en Cuadernos y Debate, nº 28, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1991, págs. 101-103. 79 Entendidas como un «conjunto de actividades, funciones e instituto jurídicos relativos a un sector de la realidad social», así lo establece la STC 133/1997, de 16 de julio, F.J. 3.º. 80 Nos ofrece un estudio pormenorizado de dicho precepto ALONSO DE ANTONIO, J. A.: «El artículo 149 de la Constitución y el sistema de distribución de competencias entre el Estado y las Comunidades Autónomas» en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, nº 91, Madrid, 1998, págs. 15 y ss. 78 ma para dictar reglamentos. En el supuesto de competencias compartidas corresponde al Estado una potestad diferente a la de la Comunidad Autónoma, por ejemplo el Estado tiene potestad normativa y la Comunidad Autónoma potestad en cuanto a la ejecución, todo ello dentro de una misma materia, sobre la base de la distinción normativa a partir de expresiones tales como «sin perjuicio de» o «legislación básica», de un doble plano de actuación respecto de la materia acotada por la competencia (legislación y ejecución, principalmente). Así pues, lo que realmente se atribuye en exclusiva al Estado son determinadas competencias sobre las materias recogidas en la mencionada lista. Esto es, competencias exclusivas y no, lógicamente, materias exclusivas. 2. La posibilidad de asumir por las Comunidades Autónomas, en virtud de sus respectivos Estatutos de Autonomía, las materias «no atribuidas expresamente al Estado por esta Constitución» (art. 149.1.3 de la Constitución), procediendo entonces el artículo 148.1 de la Constitución a enumerar hasta veintidós grupos de materias que pueden asumir las Comunidades Autónomas dentro de los primeros cinco años de desarrollo autonómico, sin perjuicio de su ampliación sucesiva, dentro del marco establecido en el artículo 149, una vez transcurrido dicho periodo y mediante la reforma de sus Estatutos (art. 148.2 de la Constitución). 3. La atribución al Estado de la competencia residual en relación con «las materias que no se hayan asumido por los Estatutos de Autonomía» (art. 149.3 de la Constitución). Las normas del Estado prevalecerán, en caso de conflicto, sobre las de las Comunidades Autónomas «en todo lo que no esté atribuido a la exclusiva competencia de éstas», siendo en todo caso el Derecho estatal supletorio del propio de las Comunidades Autónomas (art. 149.3 de la Constitución). 4. La posibilidad de atribución excepcional a las Comunidades Autónomas de compe- REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 147 ESTUDIOS tencias de titularidad estatal, a través de singulares mecanismos contemplados en el artículo 150 de la Constitución: a) Supuesto de Ley marco, mediante la cual las Cortes Generales, en materias de competencia estatal, podrán atribuir a todas o a algunas de las Comunidades Autónomas «la facultad de dictar, para sí mismas, normas legislativas en el marco de los principios, bases y directrices fijados por una ley estatal» (art. 150.1 de la Constitución). b) Supuesto de Ley orgánica, mediante la que el Estado «podrá transferir o delegar en las Comunidades Autónomas (...) facultades correspondientes a materias de titularidad estatal que por su propia naturaleza sean susceptibles de transferencia o delegación» (art. 150.2 de la Constitución). La distribución territorial de competencias en materia de Seguridad Social se acomoda al esquema general referido, apareciendo dentro de la lista de «competencias exclusivas» del Estado. El Estado tiene competencia exclusiva, atendiendo al artículo 149.1.17 de la Constitución, en materia de «legislación básica y régimen económico de la seguridad social, sin perjuicio de la ejecución de sus servicios por las Comunidades Autónomas». A pesar de la literalidad constitucional, nos encontramos ante verdaderas competencias compartidas entre el Estado y las Comunidades Autónomas. La Constitución no atribuye en exclusiva al Estado la materia de Seguridad Social, sino específicamente la competencia de su «legislación básica» y la materia de «régimen económico» de la misma, lo que permite un importante ámbito de competencias autonómicas sobre dicha materia. Así, pueden devenir competencias autonómicas la «legislación no básica», el «desarrollo legislativo» de la legislación básica» y la «ejecución» de los servicios de la Seguridad Social. A continuación examinaremos con más detalle las referidas competencias. 148 2.1. Distribución de competencias en materia de Seguridad Social 2.1.1. Las competencias del Estado A. Legislación básica de la Seguridad Social La Constitución limita el alcance de la competencia exclusiva del Estado tan sólo a la «legislación básica»81. Para esclarecer el significado del término atendamos a la doctrina establecida por el Tribunal Constitucional. Si bien en una primera etapa el Alto Tribunal se mostró vacilante82, las dudas desaparecieron en pronunciamientos posteriores y actualmente está consolidada la doctrina que afirma que la legislación, aun calificada de básica, comprende tanto las leyes como los reglamentos83. En cuanto al sentido de lo «básico» en Seguridad Social, éste viene referido al sentido material, es decir, «por “principios”, “bases”y “directrices” hay que entender los criterios generales de regulación de un sector del ordenamiento jurídico, o de una materia jurídica, que deben ser comunes a todo el Estado»84. Desde esta definición, la financiación, la ordenación de las prestaciones, la cuantía, el requisito de acceso a las mismas, el ámbito de sujetos incluidos en la Seguridad Social y, en definitiva, las pautas generales 81 Véanse AJA, E. y otros: «La competencia legislativa compartida: bases estatales y desarrollo autonómico, en El sistema jurídico de las Comunidades Autónomas, Tecnos, Madrid, 1985, págs. 142 y ss. Y, más concretamente, CASAS BAAMONDE, M.E.: «Dos sentencias constitucionales sobre competencias de Comunidades Autónomas» en Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 37, 1989, págs. 113 y ss. 82 STC de 5 de noviembre de 1981, F.J. 2.º in fine. 83 SSTC 1/1982, de 28 de enero, F.J. 1.º y 5.º; 57/1983, de 28 de junio, F.J. 7.º; 76/1983, de 5 de agosto, F.J. 24.º; 33/1984, de 9 de marzo, F.J. 2.º. 84 STC 25/1983, de 7 de abril, F.J. 4.º. En el mismo sentido, SSTC 1/1982, de 28 de enero, F.J. 1.º y 76/1986, de 9 de junio, F.J. 4.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO del Sistema, entre otras, se deberán considerar, con claridad, «normativa básica» 85 y corresponderá establecerlas al Estado86. Por lo que, y como nuevamente señala el Tribunal Constitucional, esta noción entraña un doble sentido: «El sentido positivo manifiesta los objetivos, fines y orientaciones generales para todo el Estado, exigidos por la unidad del mismo y por la igualdad sustancial de todos sus miembros; el sentido negativo, por la misma razón constituye el límite dentro del cual tienen que moverse los órganos de las Comunidades Autónomas en el ejercicio de sus competencias cuando, aun definiéndose éstas como exclusivas, la Constitución y el Estatuto las dejan así limitadas»87. De ahí se deduce que lo que la Constitución persigue al conferir a los órganos generales del Estado la competencia para fijar las bases de una materia determinada es que «tales bases tengan una regulación normativa uniforme y de vigencia en toda la nación, porque con ellas se proporciona al sistema normativo (...) un denominador común, a partir del cual cada Comunidad podrá desarrollar sus propias competencias»88. La noción de bases o normas básicas ha de entenderse, como hemos señalado, como «noción material» y, en consecuencia, los principios o criterios básicos, hayan sido o no formulados como tales, «son los que racionalmente se deducen de la legislación vigente» y así, cuando no existan normas legales postconstitucionales, «las bases pueden inferirse de la legislación preconstitucional, inferencia que pueden llevar a cabo las Comunidades 85 Así lo entiende DE LA VILLA, L. E. y DESDENTADO, A.: Delimitación de Competencias Estado-Comunidades Autónomas en la Constitución Española de 1978 (las relaciones laborales y la Seguridad Social). Derecho del trabajo y de la Seguridad Social en la Constitución, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1980, págs. 434 y ss. 86 STC 32/1981, de 28 de julio, F.J. 5.º. 87 STC 25/1983, de 7 de abril, F.J. 4º. 88 SSTC 32/1983, de 28 de abril, F.J. 2º; 44/1982, de 8 de julio, F.J. 2.º. Autónomas que decidan ejercer su competencia de desarrollo legislativo sin esperar una ley postconstitucional definidora de tales bases». Pues, «la relación lógica que existe entre la legislación básica –competencia del Estado– y la legislación emanada de la Comunidad Autónoma no es necesariamente una relación cronológica; por ello, la promulgación de la norma estatal definidora de las bases no siempre debe preceder a la promulgación de la normativa de la Comunidad Autónoma, aunque al anticiparse a aquélla, el ejercicio de la competencia autonómica adolezca de una cierta provisionalidad, pendiente de que el legislador postconstitucional confirme o revoque las bases inferidas en que se ha apoyado el desarrollo legislativo de la Comunidad»89. B. El régimen económico de la Seguridad Social Por régimen económico y financiero de la Seguridad Social hay que entender, de acuerdo con la Ley General de la Seguridad Social, cuyo capítulo VIII de su título primero responde precisamente a esa rúbrica, cuantas materias hacen referencia al patrimonio (cuotas, bienes, derechos, acciones y recursos de cualquier otro género), recursos o fuentes de financiación (aportaciones presupuestarias del Estado, cotizaciones de las personas obligadas, frutos, rentas e intereses y cualquier otro producto de sus recursos patrimoniales y cualesquiera otros ingresos), sistema financiero e inversiones del entero sistema de Seguridad Social. Hay autores que consideran que la regulación del régimen económico de la Seguridad Social forma parte de las bases o normas básicas de la institución, por lo que hubiera bastado a la norma constitucional la referencia general a la legislación básica de Seguri- 89 STC 111/1986, de 30 de septiembre, F.J. 4.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 149 ESTUDIOS dad Social, sin necesidad de la mención de su régimen económico90. El Tribunal Constitucional ha entendido específicamente que forman parte de la materia de «régimen económico» de la Seguridad Social: a) El establecimiento de un recargo en la cotización de las horas extraordinarias, «dado que la Ley General de la Seguridad Social recoge en su artículo 51.1b) las cotizaciones de las personas obligadas dentro de los recursos generales» de la misma, «sin que sea relevante su finalidad en relación con la política de empleo, ya que ello sólo pone de manifiesto la posibilidad de conseguir un fin a través de diversa técnicas jurídicas, una de las cuales es el establecimiento de recargos, lo que forma parte de la materia de régimen económico»91. b) La inscripción de empresas y afiliación, altas y bajas de trabajadores, puesto que «se trata de actos que inciden muy directamente en la obligación de cotizar, y por ello no pueden entenderse totalmente ajenos al régimen económico de la Seguridad Social, en cuanto son instrumento imprescindible para la posibilidad de obtención de ingresos y también como medios de información y control necesarios para el funcionamiento de la caja única». Lo que no impide, por otra parte, que pueda corresponder a las Comunidades Autónomas el ejercicio de «competencias de ejecución en relación con el cumplimiento de los deberes de inscripción de empresas y afiliación, altas y bajas de trabajadores»92. c) El aplazamiento o fraccionamiento de cuotas, en tanto que «es un aspecto o una actividad más de la gestión recaudatoria de la Seguridad Social»93. 90 Así lo entiende PALOMEQUE LÓPEZ, M. C.: «Los derechos laborales en la Constitución» en Cuadernos y Debate, nº 28, 1991, pág. 109. 91 STC 27/1983, de 20 de abril, F.J. 4.º. 92 STC 124/1989, de 7 de julio, F.J. 4.º. 93 STC 124/1989, de 7 de julio, F.J. 5.º. 150 d) La ordenación de los pagos de las obligaciones de la Seguridad Social, ya que «corresponde sólo al Estado distribuir con criterios homogéneos los fondos disponibles del entero y único sistema de la Seguridad Social»94. El Estado tiene en materia de régimen económico facultad normativa plena, pudiendo por tanto dictar leyes y normas de ejecución y desarrollo de las mismas, además de contar con competencia en cuanto a la gestión del mismo95. Por lo tanto, es competencia exclusiva del Estado «todo lo relativo al régimen económico de la Seguridad Social»96. Estas facultades han sido reconocidas por el Tribunal Constitucional en su sentencia 124/1989 en la que afirma que «no basta, por tanto, con la reserva de las competencias normativas para, desde las mismas, disponer la solidaridad financiera (...) lo que implica admitir, desde luego, que el Estado ejerce no sólo facultades normativas sino también facultades de gestión, de ejecución del régimen económico de los fondos de la Seguridad Social»97. Sin embargo y tal y como a continuación comprobaremos, las Comunidades Autónomas pueden ejercitar facultades complementarias y subordinadas en materia de gestión de la Seguridad Social. STC 124/1989, de 7 de julio, F.J. 6.º. Sobre este tema, véase DESDENTADO BONETE, A.: «El régimen económico de la Seguridad Social y las Autonomías» en Revista Española de Derecho del Trabajo, nº 38, 1983, págs. 365 y ss. y PALOMEQUE LÓPEZ, M. C.: «Una competencia compartida por el Estado y las Comunidades Autónomas: la regulación de la Seguridad Social» en AA.VV.: Organización territorial del Estado (Comunidades Autónomas), Dirección General de lo contencioso del Estado, t. II, Madrid, 1984, págs. 2487 y ss. 96 STC 46/1985, de 26 de marzo, F.J. 2.º. 97 STC 124/1989, de 7 de julio, F.J. 3.º. Véase el Comentario a dicha sentencia en ALONSO OLEA, M.: «El régimen económico de la Seguridad Social y las competencias de su Tesorería General», Jurisprudencia Constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social, t. VII, 1989, págs. 380 y ss. 94 95 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO C. Facultades ejecutivas estatales Para garantizar el cumplimiento de la referida legislación el Estado cuenta con, entre otras, las siguientes competencias ejecutivas: a) la organización de servicios administrativos de ámbito nacional, en especial la Tesorería General de la Seguridad Social; b) la alta inspección; c) otras funciones de coordinación intercomunitarias. 2.1.2. Las competencias de las Comunidades Autónomas A. Desarrollo legislativo y ejecución de la legislación básica de la Seguridad Social Las potestades normativas atribuidas a las Comunidades Autónomas en materia de Seguridad Social son la consecuencia de la reserva establecida ya para el Estado. La Comunidad Autónoma tiene competencia para aprobar leyes adicionales que completen y desarrollen la legislación básica estatal, así como reglamentos que sean requeridos para la aplicación de tales leyes. La expresión desarrollo legislativo significa la emanación de leyes y reglamentos no básicos de Seguridad Social por parte de las Comunidades Autónomas. manifiesto la capacidad autonómica de autoorganización. Sin embargo, los servicios de la Seguridad Social transferidos son servicios del Estado, que retiene sobre ellos su potestad organizativa –básica también, si se quiere– y que, por tanto, no pueden ser alterados por las Comunidades Autónomas; por ejemplo, no pueden crear éstas nuevos entes gestores ni alterar estructuralmente los configurados por la norma estatal –hoy por el Texto Refundido de la Ley General de la Seguridad Social–98. C. Gestión del régimen económico de la Seguridad Social La aplicación del art. 156.2 de la Constitución a la materia que nos ocupa99 permite que las Comunidades Autónomas pueden actuar como delegados o colaboradores del Estado «para la recaudación, la gestión y la liquidación de los recursos tributarios de aquél, de acuerdo con las Leyes y los Estatutos», entendiendo por recursos tributarios los recursos económicos de la Seguridad Social. Sin embargo, y tal y como señala el Tribunal Constitucional, «ello sólo sería compatible con la Constitución en tanto que quedara asegurado que los fondos recaudados fluyeran automáticamente a la Caja Única centralizada de la Tesorería General (...) sin retenciones de ningún género y sin posibilidad alguna de constituir fondos autonómicos separados del patrimonio único en que tales fondos se integran»100. Tal y como señala el profesor Borrajo Dacruz, «el Tribunal Constitucional con la citada resolución ha bloqueado la ten- B. Ejecución de los servicios de la Seguridad Social La ejecución de los servicios de la Seguridad Social puede ser asumida por las Comunidades Autónomas, que pueden dictar reglamentos orgánicos de eficacia ad intra de los servicios que para su ejecución les sean transferidos; dichos reglamentos ponen de 98 VILLAR PALASÍ, J. L.: «La distribución constitucional de competencias en materia de Seguridad Social» en Documentación Laboral, nº 5, 1982, pág. 35. 99 Tal y como nos propone BORRAJO DACRUZ, E.: «La Seguridad Social en la Constitución Española» en Estudios sobre la CE, t. II, De los derechos y deberes fundamentales, Cívitas, Madrid, 1991, pág. 1505. 100 STC 124/1989, de 7 de julio, F.J. 5.º, in fine. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 151 ESTUDIOS tación» de que la Comunidad Autónoma de cumplimiento a la más humana ley de que «quien recauda y gestiona dispone del impuesto como propio y ordena el gasto»101, pues exige que el órgano delegado de la recaudación de las cuotas de la Seguridad Social, es decir, la Comunidad Autónoma, ponga de inmediato dichas cuotas a disposición de la Tesorería General. 2.2. Distribución de competencias en materia de Asistencia Social 2.2.1. Las competencias del Estado Aun cuando la competencia en Asistencia Social es exclusiva de las Comunidades Autónomas, ex artículo 148.1.20 de la Constitución, el Tribunal Constitucional se ha basado en la ya señalada distinción entre Asistencia Social «interna» y «externa» al sistema de Seguridad Social para poder justificar que el Estado pudiera tener competencias en materia de Asistencia Social. Así, el Tribunal constitucional afirma que «en una materia tan compleja, como la acción y la protección social, tan central además en un Estado social (...) las competencias exclusivas no pueden entenderse en un sentido estricto de exclusión de actuación en el campo social, (...) ni de otros entes públicos, ni por parte de entidades privadas (...)». Más adelante continúa diciendo: «No obstante, el Estado, en la medida en que existan problemas sociales peculiares que requieran y exijan un planteamiento global, puede intervenir al respecto, (...) una vez detectado un particular problema social que requiera intervenciones de asistencia social a nivel suprau- 101 BORRAJO DACRUZ, E.: «Comunidades Autónomas y Seguridad Social» en Papeles de Economía Española, nº 12/13, 1982, pág. 193, así como, «La Seguridad Social en la Constitución Española» en Estudios sobre la Constitución Española, t. II, De los derechos y deberes fundamentales, Cívitas, Madrid, 1991, pág. 1507. 152 tonómico podría intervenir, pero debería tratar de respetar para ello, en lo posible las competencias de las Comunidades afectadas (...)»102. Un ejemplo de esta competencia lo constituye el art. 55 de la Ley General de Seguridad Social, en el que la Seguridad Social, con cargo a sus fondos –limitados para cada ejercicio económico–, dispensa a las personas incluidas en su campo de aplicación mediante servicios y auxilios económicos precisos en situación de necesidad y previa carencia de rentas. 2.2.2. Las competencias de las Comunidades Autónomas Al lado de una Asistencia Social incluida en el sistema de la Seguridad Social existe otra ajena o «externa» a dicho sistema103 que, de haberla asumido en sus Estatutos de Autonomía, como efectivamente ha sucedido, es competencia exclusiva de las Comunidades Autónomas. Dicha Asistencia Social, según ha señalado Alonso Olea «ha de referirse a la que no forme parte de la Seguridad Social en cuanto protección mínima general obligatoria»104. Muestra de ella son las llamadas «rentas mínimas de inserción»105 establecidas por las Comunidades Autónomas con base en el art. 148.1.20 de la Constitución. STC 146/1986, de 25 de noviembre, F.J. 5.º. Así lo reconoce la STC 76/1986, de 9 de junio, F.J. 6.º. 104 El sistema normativo de las Comunidades Autónomas, en Revista de Política Social, nº 121, 1979, pág. 74. 105 Hay autores que proponen la integración de las rentas mínimas de inserción dentro del sistema de Seguridad Social, así, véase el pormenorizado e interesante estudio realizado sobre este tema por MONEREO PÉREZ, J. L. y MOLINA NAVARRETE, C.: El derecho a Renta de Inserción. Estudio de su régimen jurídico, Comares, Granada, 1999, pág. 194 y ss. Sobre las rentas mínimas de inserción en los países comunitarios, GARCÍA ROMERO, B.: Rentas mínimas garantizadas en la Unión Europea, Centro Económico y Social, Madrid, 1999. 102 103 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO 3. LOS COMPLEMENTOS AUTONÓMICOS: ¿SEGURIDAD SOCIAL O ASISTENCIA SOCIAL? 3.1. Características de los complementos autonómicos Una vez que hemos intentado establecer los límites que separan la Asistencia Social de la Seguridad Social, procedamos a realizar el estudio de los complementos autonómicos establecidos por las Comunidades Autónomas para posteriormente encuadrarlos, o bien en la materia de Seguridad Social, o en la de Asistencia Social, y analizar las consecuencias que ello conlleva, muy especialmente su incidencia en el ámbito competencial. Como ya hemos señalado, son tres las Comunidades Autónomas que han aprobado la concesión de prestaciones económicas complementarias de las pensiones no contributivas de la Seguridad Social, a saber, la Comunidad Autónoma de Andalucía, que los estableció por medio del Decreto 284/1998, de 29 de diciembre106 y del Decreto 62/1999, de 9 de marzo107; la Comunidad Autónoma de Cataluña, cuyo establecimiento se produjo gracias a la Resolución de 8 de septiembre de 1999108 y la Comunidad Autónoma balear que estableció los complementos por medio de los Acuerdos del Consejo de Gobierno de las Islas Baleares, de 12 de noviembre de 1999109 y de 29 de diciembre de 2000110. 106 Publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía nº 149, de 31 de diciembre de 1998. 107 Publicado en el Boletín Oficial de la Junta de Andalucía nº30, de 11 de marzo de 1999. Este Decreto suprime únicamente la prescripción establecida en el art. 3 del Decreto 284/1998 de que el pago de la ayuda se realice durante el mes de abril. 108 Publicado en el Diario Oficial de Cataluña nº 2979, de 21 de septiembre de 1999. 109 Publicado en el Boletín Oficial de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares nº 149, de 30 de noviembre de 1999. 110 Publicado en el Boletín Oficial de las Islas Baleares nº 21, de 17 de febrero de 2001. 3.1.1. Justificación de la normativa Cada uno de los preámbulos de las normas analizadas coincide en señalar como causa del establecimiento de los complementos la «situación singular de necesidad del colectivo de ciudadanos que, por edad, discapacidad o cualquier circunstancia personal o social, no han podido incorporarse al mercado laboral, o en caso de hacerlo, no han estado el tiempo suficiente para acceder a una pensión contributiva del sistema de la Seguridad Social», pero que reciben, sin embargo, una pensión no contributiva. Como nos ha mostrado la evolución histórica de la Asistencia Social, ésta ha venido ocupándose de todas aquellas personas que se encontraban en situación de marginalidad y que quedaban fuera de la protección otorgada por la Seguridad Social, bien por falta de cobertura absoluta o bien por infracobertura; su acción ha ido dirigida a los grupos a los que se refiere la normativa autonómica analizada. La Comunidad andaluza, en particular, considera insuficiente el incremento de las pensiones no contributivas que ha realizado el Gobierno de la nación, teniendo en cuenta «la favorable situación económica» y el antes mencionado nivel de rentas de los beneficiarios de dichas prestaciones, al tiempo que la Comunidad catalana alude a la situación singular de desigualdad de Cataluña con respecto a otros territorios del Estado y que deriva de la pérdida de poder adquisitivo producida por el alto impacto inflacionario, que incide aún más crudamente en los colectivos antes mencionados. 3.1.2.. Objeto Pasando al articulado, en él se fija el objeto de esta regulación: el establecimiento de ayudas económicas de carácter único y extraordinario, a lo que el Decreto andaluz añade las características de ser personales e REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 153 ESTUDIOS intransferibles, así como su carácter complementario con respecto a las pensiones de jubilación e invalidez en sus modalidades no contributivas. El carácter de único y extraordinario lo determina el hecho de que su vigencia se limita únicamente al ejercicio de 1999. Sin embargo, tal declaración no ha impedido que, al menos en el caso de la Comunidad balear, se vuelvan a establecer dichas ayudas. Así lo confirma el Acuerdo del Consejo de Gobierno de las Islas Baleares, de 29 de diciembre de 2000. En cuanto al carácter de ser personales e intransferibles, el mismo es consustancial a la naturaleza de las prestaciones que complementan. Las prestaciones no contributivas, aunque se encuentren plenamente integradas en el sistema de Seguridad Social, responden a la llamada asistencial que realiza la Constitución en su art. 41 y, por lo tanto, requieren para su concesión que el sujeto demuestre que se encuentra en situación de necesidad o, lo que es igual, por debajo del umbral de pobreza legalmente establecido. Es por ello por lo que la prestación y, en este caso igualmente, su complemento deben entenderse como personales e intransferibles, como lo son también las circunstancias del beneficiario que se tienen en cuenta. 3.1.3. Beneficiarios Se señalan en todos los supuestos como beneficiarios de las ayudas autonómicas a los residentes en su respectiva Comunidad, siempre y cuando sean titulares de pensiones de jubilación e invalidez, en sus modalidades no contributivas 111 . La Resolución de la 111 El Decreto de la Comunidad andaluza requiere que el beneficiario tuviera esa condición durante los tres meses inmediatamente anteriores a la fecha establecida para el pago de las mismas. Aunque el art. 3 del Decreto 284/98 señalaba como referente el mes de abril, el Decreto 62/99, suprime únicamente la prescripción de que el pago se realice durante el mes de abril. 154 Comunidad Autónoma balear de 2000 aclara que el requisito de la titularidad de las citadas prestaciones es tan sólo un «método o criterio de identificación de quién está en situación de necesidad», apoyando esta tesis Gonzalo González entiende que «el método de identificación automática de los beneficiarios no condiciona en absoluto la naturaleza del derecho concedido»112. La Comunidad catalana y la balear extienden la posibilidad de ser beneficiarios de dichas ayudas a los titulares del subsidio de garantía de ingresos mínimos y a los titulares de pensiones del Fondo de Asistencia Social113. En estos últimos supuestos la competencia de las Comunidades Autónomas para establecer los complementos no se discute pues, tanto el subsidio de garantía de ingresos mínimos, como las pensiones del Fondo de Asistencia Social, pertenecen al ámbito de la Asistencia Social, en el que las Comunidades Autónomas tienen competencia y por tanto pueden complementarlas114. 3.1.4. Cuantía de la prestación La determinación de la cuantía de dichas ayudas varía de unas Comunidades Autónomas a otras. En el supuesto de la Comunidad 112 «Reparto competencial y complementariedad de las prestaciones sociales básicas» en Foro de Seguridad Social, nº 1, Marzo, 2000, pág. 23. 113 La Junta de Andalucía por medio del Decreto 283/98, de 29 de diciembre, que continuaba la línea trazada por el Decreto 295/97, ya había establecido ayudas económicas complementarias de carácter extraordinario para los preceptores de los subsidios de garantía de ingresos mínimos previstos en la Ley 13/82 de integración social del minusválido y para los preceptores de las prestaciones del Fondo Nacional de Asistencia Social. 114 El profesor ALONSO OLEA señala expresamente a las prestaciones del Fondo Nacional de Asistencia Social como parte integrante de la asistencia social a la que se refiere el art. 148.1.20 de la Constitución; «El sistema normativo del Estado y de las Comunidades Autónomas» en Revista de Política Social nº 121, 1979, pág. 74. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO andaluza la ayuda representará el 1.8% del importe de la pensión que se fijó para 1998, lo que asciende a la suma de 9.395 pesetas anuales. Con respecto a la Comunidad catalana «la ayuda tendrá el importe que resulte de considerar la diferencia del Índice de Precios al Consumo entre Cataluña y el conjunto del Estado, año a año, sobre la cuantía anual del año anterior, a partir de 1995, y teniendo en cuenta el año de inicio de percepción de la pensión». Finalmente, la Comunidad balear establece la cuantía de la ayuda en 31.500 pesetas para el año 1999 y 29.142 pesetas para el año 2000. 3.1.5. Financiación En todos los casos la ayuda se efectuará de una sola vez, con cargo a los respectivos presupuestos autonómicos. 3.2. Encuadramiento de los complementos autonómicos Llegó el momento de la inclusión de las ayudas autonómicas o bien en el ámbito de la Seguridad Social o en el de la Asistencia Social. Para conseguir el mencionado objetivo, de poco puede servirnos la calificación como parte integrante de la Asistencia Social que le han atribuido las Comunidades Autónomas, pues como el Tribunal Constitucional ha señalado, «habrá de estarse a su verdadera naturaleza, y no a la denominación que las partes implicadas en el conflicto hayan querido darle»115. Analizaremos a continuación las razones que han sido esgrimidas a favor de la actuación de las Comunidades Autónomas y que pueden sintetizarse en el principio de autonomía financiera del que gozan los entes auto- STC 76/1986, de 9 de junio, F.J.6.º. En el mismo sentido, la doctrina del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas citada en la página 39 de esta obra. 115 nómicos, por un lado y en la insuficiencia de las prestaciones no contributivas otorgadas por la Seguridad Social, por otro. Además, trataremos de dar respuesta a un interrogante que, desde nuestro punto de vista, habrá de ser trascendental para proceder al encuadramiento, éste es, ¿poseen los complementos autonómicos sustantividad propia? 3.2.1. El principio de autonomía financiera En sentido amplio, la autonomía financiera implica la capacidad de determinar, por cada nivel de gobierno que la tenga expresamente reconocida, tanto el volumen de sus ingresos y gastos como su estructura116. Las Comunidades Autónomas tienen reconocida dicha autonomía en virtud del art. 156.1 de la Constitución que establece: «Las Comunidades Autónomas gozarán de autonomía financiera para el desarrollo y ejercicio de sus competencias con arreglo a los principios de coordinación con la Hacienda estatal y de solidaridad entre todos los españoles»117. Este principio supone la consecuencia lógica del reconocimiento y regulación en nuestra Constitución de las Comunidades Autónomas, ya que de no hacerlo así, las Comunidades Autónomas no podrían cumplir con efectividad las 116 Sobre la autonomía financiera, entre otros, URIOL EGIDO, C.: «Los principios constitucionales ordenadores de la financiación autonómica» en Constitución y el nuevo diseño de las administraciones estatal y autonómica. XIX Jornadas de Estudio de la Dirección del Servicio Jurídico del Estado, Dirección del Servicio Jurídico del Estado, Madrid, 1998, págs. 971 y ss; APARICIO PÉREZ, A.: «La autonomía financiera de las Comunidades Autónomas en la Constitución Española» en Constitución y el nuevo diseño de las administraciones estatal y autonómica, XIX Jornadas de Estudio de la Dirección del Servicio Jurídico del Estado, Dirección del Servicio Jurídico del Estado, Madrid, 1998, págs. 427 y ss. 117 El Tribunal Constitucional ha interpretado dicha autonomía como la competencia, por parte de las Comunidades Autónomas, para «elaborar, aprobar y ejecutar sus propios presupuestos» en STC 63/1986, de 21 de mayo, F.J. 9.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 155 ESTUDIOS competencias de que se las ha dotado, «carecerían de entidad propia y de operatividad creadora, convirtiéndose en entes creados por y para el Estado»118. Sin embargo, no puede legitimarse el proceder de las Comunidades Autónomas al establecer los complementos que en este estudio analizamos, amparándose en el principio de autonomía financiera del que gozan, pues dicho principio no es absoluto ni ilimitado. Acertadamente el Tribunal Constitucional ha señalado que «si bien esta autonomía garantiza la plena disposición de medios financieros, ello no supone que esa potestad de gasto permita a las Comunidades Autónomas financiar o subvencionar cualquier clase de actividad, sino tan sólo aquéllas sobre las cuales tengan competencias, pues la potestad de gasto no es título competencial que pueda alterar el orden de competencias diseñado por la CE y los Estatutos de Autonomía». Y continúa diciendo «no puede, por tanto, la potestad de gasto público con cargo a los propios presupuestos erigirse en núcleo que absorba competencias de las que se carece»119. «El poder de gasto (...) es siempre un poder instrumental que se ejerce “dentro” y no “al margen” del orden de competencias y de los límites que la Constitución establece»120. Por todo lo expuesto llegamos a la conclusión de que es irrelevante, en lo que a atribución de competencias se refiere, que las Comunidades Autónomas hayan financiado los complementos autonómicos, ya que la financiación de los mismos no les atribuiría una competencia de la que careciesen. APARICIO PÉREZ, A.: «La autonomía financiera de las Comunidades Autónomas» en Organización territorial del Estado (Comunidades Autónomas), vol. I, Instituto de Estudios Fiscales, Madrid, 1984, pág. 458. 119 STC 14/1989, de 26 de enero, F.J. 22.º. En el mismo sentido STC 39/1982, de 30 de junio, F.J. 5.º 120 STC 13/1992, de 6 de febrero, F.J.6.º. 118 156 3.2.2. La insuficiencia de las prestaciones no contributivas Como expusimos anteriormente, tanto Andalucía como Cataluña justifican la medida adoptada en la falta de suficiencia de las prestaciones no contributivas de la Seguridad Social. Es cierto que la Constitución, en su art. 41, impone a los poderes públicos la obligación de mantener un sistema público de Seguridad Social121 que otorgue prestaciones «suficientes». Sin embargo, el significado de dicho término es difícil de concretar122 pues nos encontramos ante un concepto jurídico indeterminado. No faltan autores que se inclinan hacia la consideración del mismo como un concepto político123 y que, en todo caso, habrá de ser precisado por el legislador. Muestra de la indeterminación del concepto es el cometido que le es atribuido por López López «la referencia a prestaciones suficientes hace que tanto los poderes públicos centrales como los autonómicos vean ampliados sus compromisos hasta conseguir estos niveles»124. De cualquier modo, si las Comunidades Autónomas estiman, como efectivamente afirman, insuficiente la cuantía de dichas prestaciones, no les corresponde a ellas incre- 121 Como señala MONTOYA MELGAR, la misión de tales declaraciones es «imponer al poder público el deber de adoptar las medidas precisas (legislativas, de gobierno, administrativas) para que en el futuro se cumpla el programa constitucional y, por consiguiente, puedan ejercitarse los correspondientes derechos» en «Ejercicio y garantía de los Derechos Fundamentales en materia laboral» en Revista de Política Social nº 121, 1979, pág. 343. 122 Sobre la noción de suficiencia y su interpretación por el Tribunal Constitucional, véase SÁNCHEZ-URÁN, Y.: Seguridad Social y Constitución, Civitas, Madrid, 1995, págs. 109 y ss.. 123 ADAME MARTÍNEZ, F. D.: Tributos propios de las Comunidades Autónomas, Comares, Granada, 1996, pág. 26. 124 LÓPEZ LÓPEZ, J.: Marcos autonómicos de relaciones laborales y de protección social, Marcial Pons, Madrid, 1993, pág. 183. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO mentarlas. Las prestaciones no contributivas forman parte de la Seguridad Social –así se infiere de los artículos 2 y 38 de la LGSS–125 y el Estado tiene competencia para establecerlas y para determinar su cuantía amparándose en el art. 149.1.17 CE, «legislación básica (...) de la Seguridad Social», pues el establecimiento de la cuantía de las prestaciones forma parte de los aspectos sustantivos o fundamentales del sistema de Seguridad Social126. Las Comunidades Autónomas no pueden revalorizar la cuantía de las prestaciones no contributivas, como parece que pretenden hacer, en la «poco afortunada redacción»127 de sus Exposiciones de Motivos. Sí están capacitadas, por el contrario, para establecer ayu- 125 Luis Enrique DE LA VILLA se ha manifestado en contra de la pertenencia de las prestaciones no contributivas al ámbito de la Seguridad Social. Para este autor, el sistema de la Seguridad Social es el «garante de prestaciones contributivas económicas, se financia con cuotas a cargo de los empresarios y de los propios trabajadores y su campo de aplicación es profesional, lo que supone que aquellas que no realicen una actividad de ese carácter quedan fuera del sistema, salvo que mantengan un vínculo familiar con los trabajadores incluidos en el régimen general o en los regímenes especiales del mismo». Las prestaciones no contributivas forman parte del sistema de Asistencia Social que es función exclusiva de las Comunidades Autónomas. Estas declaraciones tienen su origen en la conferencia Los modelos españoles de protección social pronunciada por Luis Enrique DE LA VILLA el 18 de julio de 2000 en el Seminario La reforma de los sistemas de la Seguridad Social organizado por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander. La postura mantenida por el citado autor, que reserva a la Seguridad Social la protección exclusivamente de situaciones contributivas, se aleja, desde nuestro punto de vista, del anhelado sistema de Seguridad Social, subjetiva y objetivamente universal, preconizado por nuestra Constitución en el artículo 41. 126 En el mismo sentido, BLASCO LAHOZ, J. F.: La protección asistencial en la Seguridad Social. La Ley de prestaciones no contributivas. (Ley 26/1990, 20 de diciembre), Tirant lo Blanch, Valencia, 1992, pág. 33; RODRÍGUEZ-PIÑERO, M.: «Seguridad Social y Autonomías», Jornadas Andaluzas de Derecho del Trabajo, 1984, pág. 21. 127 Así la califica ÁLVAREZ CORTÉS, J. C.: «La competencia de las Comunidades Autónomas en materia de protección social. Autos del Tribunal Constitucional nº 1207 y 1208/99» en Temas Laborales nº 51, 1999, pág. 223. das que complementen dichas prestaciones, siempre y cuando las citadas ayudas se encuadren en el ámbito de la Asistencia Social. ¿Dónde se ubican las prestaciones autonómicas estudiadas? A este aspecto trataremos de dar respuesta a continuación. 3.2.3. La sustantividad de los complementos autonómicos No podemos discutir la capacidad de las Comunidades Autónomas de emitir normas para establecer medidas que favorezcan el bienestar de los ciudadanos. Sin embargo, como hemos señalado, el problema que plantea la normativa analizada es determinar si las ayudas tienen autonomía, si se engloban en el ámbito de la Asistencia Social autonómica siendo ajenas al sistema de Seguridad Social, o si bien, debido a una falta de sustantividad propia forman parte del tantas veces citado sistema de Seguridad Social. La Asistencia Social «aparece como un mecanismo protector de situaciones de necesidad específicas, sentidas por grupos de población a los que no alcanza aquel sistema y que opera mediante técnicas distintas de las propias de la Seguridad Social»128. ¿Establecen las Comunidades Autónomas las ayudas autonómicas mediante «técnicas distintas» a las que utiliza la Seguridad Social? ¿Qué distingue a los complementos autonómicos de las prestaciones a las que complementan? La respuesta a estos interrogantes nos dará la clave para proceder a su encuadramiento. Para dilucidar si ese régimen autónomo existe analizaremos los requisitos exigidos por las Comunidades Autónomas para la concesión de las ayudas. En primer lugar, se requiere ser beneficiario de prestaciones no contributivas de la Seguridad Social, lo que no podemos calificar de elemento diferenciador de aquéllas con respecto a las prestaciones no contributivas, pues 128 STC 76/1986, de 9 de junio F.J. 6.º. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 157 ESTUDIOS ser titular de las mismas es requisito sine qua non para obtener las ayudas. En segundo lugar, se requiere residir en el territorio de la Comunidad Autónoma que concede la ayuda. Este segundo requisito encuentra su razón de ser en la necesaria territorialidad de las normas autonómicas, por medio del cual las competencias de las que gozan las Comunidades Autónomas tan sólo se ejercen en el ámbito de su territorio. Las Comunidades Autónomas tan sólo pueden reconocer derechos o imponer deberes, dentro del ámbito de su Comunidad. ¿Pueden considerarse los dos requisitos mencionados como conformadores de un régimen diferente al establecido para la obtención de las prestaciones no contributivas de la Seguridad Social? Según la normativa autonómica, el sujeto beneficiario habrá de reunir los requisitos exigidos por el régimen de Seguridad Social para la obtención de la prestación no contributiva y además, tan sólo, residir en el territorio de la Comunidad Autónoma que otorga la ayuda. ¿Puede, por tanto, el requisito de la residencia en un determinado territorio configurar por sí sólo un auténtico régimen singular para las ayudas establecidas por las Comunidades Autónomas? Nosotros creemos que no. La falta de sustantividad de las prestaciones comunitarias, la carencia de un régimen propio provoca que se confundan con la prestación no contributiva a la que pretenden complementar y acaban por fundirse con ella, pasando ya a formar parte, no de la Asistencia Social, sino de la Seguridad Social. Aunque nuestra respuesta pudiera parecer asentada en la mencionada doctrina del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas que reconoce una vis atractiva a la Seguridad Social sobre las prestaciones asistenciales129, el supuesto que nos ocupa dista mucho de asemejarse a dicha situación. En el caso comunitario, las prestaciones de carácter asistencial que complementan a una prestación de Seguridad Social quedan absorbi- 129 158 Véanse págs. 40-41 de esta obra. das por ella. Sin embargo, en el supuesto de las ayudas comunitarias, aunque poseen carácter asistencial130 son prestaciones no contributivas integrantes de la Seguridad Social. La Seguridad Social no las absorbe, pues, atendiendo a su naturaleza, ellas son Seguridad Social en sí mismas. Concluimos pues, encuadrando a las ayudas comunitarias dentro del ámbito de la Seguridad Social. Tan sólo no resta analizar las consecuencias que, en el terreno de la distribución de competencias supone dicho encuadramiento. 3.2.4. Las consecuencias del encuadramiento El art. 149.1.17 de la Constitución determina como competencia exclusiva del Estado la «legislación básica y régimen económico de la Seguridad Social» y como competencia concurrente, a través de la cláusula «sin perjuicio» «la ejecución de sus servicios». Las ayudas autonómicas, en cuanto revalorización de prestaciones no contributivas se encuadran en el ámbito de la legislación básica de la Seguridad Social y su establecimiento corresponde al Estado. Las Comunidades Autónomas han invadido, por tanto, las competencias estatales al establecerlas. Vayamos un poco más lejos, ¿por qué atribuye la Constitución al Estado la competencia en la normativa básica del sistema de Seguridad Social? El Tribunal Constitucional nos ofrece nuevamente la respuesta131: «Lo que la 130 Sobre el concepto de prestaciones asistenciales en contraposición con las no asistenciales y las prestaciones contributivas y no contributivas HURTADO GONZÁLEZ, L.: «Asistencia Social y Seguridad Social: sus fronteras actuales» en Actualidad Laboral nº 25, 1993, pág. 466 y s.s. 131 Para el estudio jurisprudencia constitucional sobre temas autonómicos, véase, VALLESÁ, A. y DÍAZ DE LIAÑO, F.: Jurisprudencia constitucional. Sobre autonomías territoriales e Instituciones públicas 1983-1984, Generalitat Valenciana, Valencia, 1985. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO Constitución persigue al conferir a los órganos generales del Estado la competencia exclusiva para establecer las bases de la ordenación de una materia determinada... es que tales bases tengan una regulación uniforme y de vigencia en toda la nación, con lo cual se asegura, en aras de intereses generales superiores a los de cada Comunidad Autónoma, un común denominador normativo, a partir del cual cada Comunidad, en defensa del propio interés general, podrá establecer las peculiaridades que le convengan, dentro del marco de competencias que la Constitución y su Estatuto le hayan atribuido sobre aquella misma materia»132. Esta uniformidad en cuanto a las bases viene exigida por «la unidad del mismo [Estado] y por la igualdad sustancial de todos sus miembros, (...) constituyendo el límite dentro del cual tienen que moverse los órganos de las Comunidades Autónomas en el ejercicio de sus competencias, cuando aun definiéndose éstas como exclusivas, la Constitución y el Estatuto las dejan así limitadas»133. La Constitución ha querido que, en una materia como la que nos ocupa, la igualdad que proclama nuestra Constitución (arts. 9.2, 14, 139.1 y 149.1) se haga efectiva134, excluyendo cualquier discriminación derivada del solo hecho de residir en una Comunidad Autónoma determinada. Con ello se pretende garantizar que la protección que ha de ofrecer el sistema público de Seguridad Social no haga distingos. Las ayudas establecidas por las Comunidades Autónomas vulneran ese principio, pues establecen una diferenciación entre ciudadanos en función del territorio donde residen135, nada menos que en un aspecto tan sustancial cual es una pensión básica de subsistencia. STC 1/1982, de 28 de enero, F.J. 1.º. STC 25/1983, de 7 de abril, F.J.4.º. 134 En este sentido BORRAJO DACRUZ, E.: «La Seguridad Social en la Constitución Española» en Estudios sobre la Constitución Española. Tomo II. De los derechos y deberes fundamentales, Cívitas, Madrid, 1991, pág. 1503. 135 En este sentido ALONSO SECO, J. M. y GONZALO GONZÁLEZ, B.: La Asistencia Social y los Servicios Sociales en España, Boletín Oficial del Estado, Madrid, 2000, pág. 122. 132 4. A LA ESPERA DEL FALLO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL: COMENTARIO DE LOS AUTOS 193 Y 194/1999 El 20 de marzo de 1999 el Gobierno presentó conflicto positivo de competencia en relación con los Decretos 284/98 y 62/99 de la Junta de Andalucía. Por providencia de 23 de marzo de 1999, el Tribunal Constitucional admitió el conflicto positivo de competencia y, atendiendo a los artículos 161.2 de la Constitución y 64.2 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, decidió la suspensión inmediata de los citados Decretos. Los preceptos mencionados establecen que la suspensión deberá ser objeto de confirmación o levantamiento en el plazo de cinco meses. De conformidad con ello el Tribunal Constitucional dictó los Autos 193/1999 y 194/1999, referidos respectivamente a los Decretos citados anteriormente y de contenido idéntico ya que, en el segundo de ellos, tanto el Gobierno como la Junta de Andalucía reproducen las alegaciones vertidas para el primero. La resolución del Tribunal se realizó, como en otras muchas ocasiones, «valorando los perjuicios que para los intereses generales y particulares puedan derivarse de una u otra alternativa, así como la reparabilidad o no de sus consecuencias» 136. Para ello, sin entrar en el fondo, el Tribunal Constitucional analizó las situaciones de hecho creadas, independientemente de las pretensiones que pudieron formularse en la demanda. Para poder mantener la suspensión, el demandante en el conflicto de competencia debía aportar y razonar los argumentos que justificaran la paralización de la vigencia de la norma conflictiva137. 133 136 En el mismo sentido, entre otros, los Autos del Tribunal Constitucional 44/1998, 251/1996, 46/1994, 243/1993, 329/1992. 137 Así lo pone de manifiesto el Tribunal Constitucional en estos Autos haciendo mención a otros anteriores como son: 329/1992; 243/1993; 46/1994; 251/1996 y 44/1998, entre otros. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 159 ESTUDIOS El principal motivo que fue alegado por el Gobierno para justificar el mantenimiento de la suspensión se basaba en que el perjuicio que pudiera derivarse para el interés particular, es decir, la no percepción de la ayuda anual de 9.395 pesetas establecida por la Junta de Andalucía era de muy inferior relevancia que el interés general que quedaba afectado al levantarse dicha suspensión y que se materializaba en la imposibilidad por parte del Estado de proceder al desarrollo de la competencia sobre el régimen económico de la Seguridad Social, ya que los Decretos de la Junta de Andalucía ponían en peligro el adecuado y correcto funcionamiento de la «caja única» de la Seguridad Social. La Junta de Andalucía, por su parte, mantuvo que la suspensión debía ser levantada, pues, de lo contrario, los intereses de los beneficiarios de la ayuda aparecerían claramente dañados de un modo que pudiera llegar a ser irreparable, dada la importancia que la ayuda, pese a su escasa cuantía, tenía para esos colectivos necesitados. Además, en la medida en que antes de la suspensión ya habían sido abonados complementos a una parte importante de los beneficiarios, el mantenimiento de la misma conllevaría desigualdad en cuanto a su percepción entre el colectivo destinatario de la ayuda. No cabe duda de que, a juicio del Tribunal Constitucional, las alegaciones del Gobierno no pudieron justificar suficientemente la necesidad de la suspensión y que el Alto Tribunal consideró que el interés de los beneficiarios debía ser especialmente tutelado, pues acordó el levantamiento de la suspensión de la vigencia de los controvertidos Decretos. Pasemos a analizar brevemente las argumentaciones esgrimidas por cada una de las partes138. 138 Veáse el interesante análisis que de los mismos realiza ÁLVAREZ CORTÉS, J. C.: «La competencia de las Comunidades Autónomas en materia de protección social. Autos del Tribunal Constitucional 1207 y 1208/99» en Temas Laborales, nº 51, 1999, págs. 209 y ss. 160 4.1. Las argumentaciones del Gobierno 4.1.1. El perjuicio de las competencias estatales en materia de Seguridad Social El abogado del Estado alegó que la competencia en materia de Seguridad Social se dañaría gravemente, quedando afectado el régimen económico de la Seguridad Social con el que se cubría un importantísimo servicio a la comunidad. Sin embargo el Tribunal Constitucional entendió que dicho perjuicio se formulaba con tal grado de generalidad que no podía ser considerado relevante en un incidente como el que se planteaba. Por otra parte, y tal y como hemos indicado, para la resolución del incidente de suspensión de los Decretos, tan sólo ha de atenderse al estricto examen de las situaciones de hecho creadas, sin entrar en el fondo del asunto. Las alegaciones realizadas por el abogado del Estado suponen, de ser aceptadas, el reconocimiento de la competencia controvertida como estatal, y esto es algo que deberá ser resuelto en la sentencia posterior y no en el incidente de suspensión. Los Decretos de la Junta de Andalucía han sido dictados al amparo de las competencias de dicha Comunidad Autónoma en materia de «asistencia social y servicios sociales», de conformidad con lo establecido en el art. 148.1.20 de la Constitución y en el art. 13.22 del Estatuto de Autonomía para Andalucía, por lo que ha de presumirse legítimo hasta que caiga resolución sobre el fondo del asunto que determine realmente «si se han transgredido las competencias estatales en materia de Seguridad Social». 4.1.2. La ruptura del sistema de «caja única» En cuanto al perjuicio que supone la ruptura del sistema de «caja única», comencemos REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO definiendo dicho principio. El principio de «caja única» constituye la expresión de la unidad del régimen económico de la Seguridad Social, personificado en la Tesorería General de la Seguridad Social. «El mantenimiento del régimen público, único y unitario de la Seguridad Social, igual para todos lo ciudadanos, en los términos del art. 41 de la Constitución exige el mantenimiento de “un único titular de los recursos financieros del sistema público de aseguramiento social”, al que competa la gestión de los mismos y la administración financiera del sistema, que es precisamente lo que el art. 1.1 del Real Decreto 1314/1984 estatuye a favor de la Tesorería General»139. Esto no siempre ha sido así, en un primer momento la gestión de cada una de las prestaciones otorgadas por nuestro sistema de Seguridad Social se realizaba por la entidad gestora específica encargada de la misma. La «caja única» constituye un principio contable según el cual todos los recursos y gastos están no solamente incluidos en un solo presupuesto, sino que se dirigen o parten de una sola caja, así se centraliza en un solo Departamento –la citada Tesorería General de la Seguridad Social– el conjunto de gastos e ingresos desde el que se efectúa el manejo de los caudales públicos. Por aplicación de los principios de solidaridad y caja única se unifican todos los recursos financieros en dicha la Tesorería General140. Gobierno entiende que, las ayudas establecidas por la Comunidad Autónoma, son Seguridad Social, y respetando el principio de «caja única», debían proceder del Departamento encargado de centralizar los pagos de la Seguridad Social, es decir, la Tesorería General de la Seguridad Social. Además, dicho órgano no sólo surgió para lograr una mayor eficiencia en la gestión, sino para asegurar la igualdad de trato para todos lo ciudadanos en temas de Seguridad Social. Las Comunidades Autónomas vulneran con su actuación dicho principio. Nuevamente, debemos señalar que el planteamiento adoptado por el abogado del Estado no ha sido el más acertado, pues parte de la base de considerar a las ayudas autonómicas como Seguridad Social. La inclusión de los complementos autonómicos en la materia de Seguridad Social o en la de Asistencia Social habrá de ser la cuestión de fondo en la que entre a conocer el Tribunal Constitucional en su futura sentencia, no pudiendo los Autos analizados pronunciarse sobre dicho asunto. Recordemos que la ayuda concedida por la Junta de Andalucía corre a cargo de los fondos propios de la Comunidad Autónoma y el Abogado del Estado no prueba que, al menos indirectamente, los fondos financieros de la Seguridad Social queden afectados por la concesión de la ayuda autonómica que se abona íntegramente con fondos procedentes de la hacienda andaluza. El abogado del Estado, a juicio del Alto Tribunal, no concreta, de nuevo suficientemente, los perjuicios directos o indirectos que el levantamiento de la suspensión de los Decretos producirían sobre dicho principio de caja única. Sin embargo, podemos deducir que el 4.2. Las argumentaciones de la Junta de Andalucía 139 ALONSO OLEA, M.: «El régimen económico de la Seguridad Social y las competencias de su Tesorería General» en «Jurisprudencia constitucional sobre Trabajo y Seguridad Social», Cívitas, Madrid, 1989, pág. 382. 140 D.A. 2ª Real Decreto ley 36/1978, de 16 de noviembre. La Junta de Andalucía pone el acento a la hora de defender el levantamiento de la suspensión de las normas autonómicas en la imposibilidad o dificultad de reparación del perjuicio causado a los beneficiarios de esta 4.2.1. El perjuicio de los intereses de los beneficiarios REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 161 ESTUDIOS ayuda que se otorga, unitariamente y por una sola vez, a personas en situación de verdadera y patente necesidad, económica y asistencial, por su condición de minusválidos o enfermos crónicos, en grado igual o superior al sesenta y cinco por ciento, o por su avanzada edad, más de sesenta y cinco años, a los que se trata de garantizar el nivel adquisitivo de sus únicos ingresos, consistentes en el importe de la pensión no contributiva. El propio abogado del Estado reconoce la existencia de este perjuicio particular y el Tribunal Constitucional lo considera determinante para proceder al levantamiento de la suspensión, pues el escaso monto de la ayuda, su excepcionalidad y su pago con fondos de la hacienda andaluza determina como preponderante el interés particular frente al general y supone «que aquel interés de los beneficiarios deba ser especialmente tutelado». 4.2.2. Desigualdad de trato entre los beneficiarios El segundo de los argumentos, el referido al posible trato desigual entre los andaluces que ya habían recibido la prestación, de forma previa a la paralización de la norma, y los que han visto impedida su percepción por la providencia del Tribunal Constitucional de 23 de marzo de 1999, ni siquiera fue mencionado o tenido en cuenta, ya que los argumentos anteriores le parecieron suficientes para levantar la suspensión. 5. CONCLUSIONES El objetivo fijado para este estudio parecía modesto, tan sólo consistía en dar respuesta a la pregunta que planteábamos en su título: ¿Son los complementos autonómicos Seguridad Social o Asistencial Social? Sin embargo, para dar solución a esta cuestión hemos debido plantearnos y resolver muchas otras. 162 En primer lugar, nos hemos enfrentado al problema, tantas veces tratado, de la delimitación de fronteras entre Seguridad Social y Asistencia Social. Hemos comprobado cómo la evolución de estos institutos ha provocado que la frontera entre ambos se fuera difuminando. Si desde sus inicios la beneficencia se caracterizaba por el carácter graciable de sus prestaciones, con el desarrollo de la misma hasta llegar a transformarse en Asistencia Social, este carácter comienza a desaparecer, siendo consideradas algunas de sus prestaciones verdaderos derechos subjetivos. La Seguridad Social, por su parte, entendida en sus comienzos como eminentemente contributiva, acoge en su seno, con la llegada de la Constitución, a elementos asistenciales, cuyo máximo exponente lo constituyen las prestaciones no contributivas. Nuestro sistema de protección social se ha transformado, sin embargo, la primacía del sistema de Seguridad Social continúa hoy haciéndose patente. La expansión de la Seguridad Social tiene como consecuencia que la Asistencia Social se aventure a detectar y dar solución a nuevas realidades que precisan de protección y que quedan fuera del campo de aplicación de la Seguridad Social. Eso no quiere decir que esas nuevas realidades deban quedar para siempre cubiertas por la Asistencia Social, pues si el legislador, que como ya vimos, es el que verdaderamente conforma el sistema de Seguridad Social ateniéndose en todo caso a las directrices constitucionales, decide incorporar esas situaciones en el ámbito de cobertura de la Seguridad Social, la Asistencia Social habrá nuevamente de actuar como avanzadilla encargada de cubrir los vacíos dejados por el sistema protector de la Seguridad Social. Las Comunidades Autónomas, como titulares de la competencia en materia de Asistencia Social, habrán de ser conscientes de la naturaleza de la materia que han asumido. Al llegar al estudio y encuadramiento de las ayudas autonómicas, nuestro trabajo se REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO ha visto enriquecido con una mayor dosis de originalidad y aportación personal y esto puede haberse debido a que, al ser reciente la publicación de la normativa autonómica que hemos estudiado y estar pendiente el pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre el tema, las opiniones doctrinales sobre el asunto son escasas. Esto nos ha exigido un mayor aporte de imaginación, dando pasos por un camino que por pocos había sido transitado y que, por tanto, nos obligaba a decantarnos sin prejuicios por una u otra senda, con el fin de trazar una línea argumental que nos condujera al encuentro de la verdadera naturaleza de los complementos, enjuiciando después el proceder de las Comunidades Autónomas. Hemos optado por el seguimiento de un método inductivo, pues del análisis pormenorizado de la normativa autonómica hemos ido extrayendo las notas distintivas o características de las ayudas que, para nuestro asombro, se han reducido a dos y de tan escasa entidad que hemos acabado concluyendo que, en verdad, nos encontramos ante prestaciones de la Seguridad Social, más concretamente, ante revalorizaciones de prestaciones no contributivas de la Seguridad Social. Atendiendo al sistema de reparto competencial establecido en la Constitución, previamente estudiado, concluimos que el establecimiento de dichas ayudas no es competencia de las Comunidades Autónomas, sino del Estado, pues el establecimiento de la legislación básica de la Seguridad Social, entre la que se encuentra la cuantía de sus prestaciones corresponde, ex artículo 149.1.17 de la Constitución, al Estado. No hemos querido partir del convencimiento de conocer a priori la respuesta que habíamos de plasmar como conclusión, reduciéndose nuestra investigación a la búsqueda de argumentos que sostuvieran dicha postura. Ignorábamos al comienzo de nuestro estudio si la posición mantenida por el Gobierno Central era la acertada o si, por el contrario, la balanza debía inclinarse del lado de las Comunidades Autónomas. La no aplicación, en este supuesto, de un método deductivo, ha logrado que miremos a nuestro estudio sin recelo, conscientes de que carece, al menos conscientemente, de ideas preconcebidas en lo relativo a la asignación de la competencia para el establecimiento de las citadas ayudas al Gobierno Central o a las Comunidades Autónomas. Puede que las dificultades a la hora de distribuir el ámbito de actuación tanto de la Seguridad Social como de la Asistencia Social provengan del erróneo planteamiento de considerar el establecimiento de las medidas de protección social, no sólo como un compromiso de los poderes públicos destinado a mejorar el bienestar de los ciudadanos, sino, además, como un instrumento político capaz de influir en el electorado. El establecimiento de medidas de protección social es una actuación tremendamente valorada por los ciudadanos que, además, son electores. Llama la atención que las Comunidades Autónomas establecieran las ayudas estudiadas cuando los procesos electorales autonómicos se avecinaban. Si unimos a esto que la cuantía de la medida no supone un elevado coste económico para las Autonomías y que, en todo caso, dicho coste podría compensarse con creces en el terreno electoral, comenzamos a entender por qué el tema que nos ocupa ha trascendido a medios periodísticos como un reparto de cotas de poder. Además, las Comunidades Autónomas con su actuación colocan al Gobierno Central en una situación nada envidiable, pues, si procede a reclamar su competencia, como de hecho ha sucedido, aparece de cara a la opinión pública como contrario a una subida de ingresos de las clases más desfavorecidas, cuando lo que realmente persigue es defender el reparto competencial definido en la Constitución. Con el establecimiento de estas ayudas las Comunidades Autónomas, en palabras de Montesquieu, han atentado contra «el alma REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 163 ESTUDIOS del Estado» pues «en democracia la igualdad real»141 es considerada como tal. Sólo nos queda ya aguardar la respuesta del Tribunal Constitucional. Cabe esperar que su resolución irradie luz sobre este controvertido asunto. 6. BIBLIOGRAFÍA ADAME MARTÍNEZ, F. D.: Tributos propios de las Comunidades Autónomas, Comares, Granada, 1996. AJA, E. y OTROS: «La competencia legislativa compartida: bases estatales y desarrollo autonómico», en El sistema jurídico de las Comunidades Autónomas, Tecnos, Madrid, 1985. ALARCÓN CARACUEL, M. R.: La Seguridad Social en España, Aranzadi, Pamplona, 1999. — «La integración de los Servicios Sociales y la Asistencia Social en la Seguridad Social», Temas Laborales, n.º 7, 1996. ALONSO DE ANTONIO, J. A.: «El artículo 149 de la Constitución y el sistema de distribución de competencias entre el Estado y las comunidades Autónomas» en Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, n.º 91, Madrid, 1998. 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REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 FRANCISCA GARCÍA-NÚÑEZ SERRANO RESUMEN El presente estudio, pretende reflexionar acerca de la idoneidad de la medida adoptada por varias Comunidades Autónomas consistente en el establecimiento de ayudas económicas complementarias de carácter extraordinario que tienen por beneficiarios a los titulares de prestaciones no contributivas de la Seguridad Social. Las Comunidades Autónomas legitiman su actuación amparándose en la competencia de la Asistencia Social prevista en el artículo 148.1.20 de la Constitución y que tienen asumida en sus Estatutos de Autonomía. El Gobierno central, por su parte, entiende que los mencionados complementos autonómicos no forman parte de la Asistencia Social, sino que pertenecen al ámbito de la Seguridad Social y, por tanto, atendiendo el artículo 149.1.17 de la Constitución es él el que ostenta la competencia para su establecimiento. Este tema se encuentra aún pendiente de resolución por parte del Tribunal Constitucional. Para dar respuesta a este controvertido asunto habremos de enfretarnos al ya tantas veces tratado problema de la delimitación de fronteras entre Seguridad Social y Asistencia Social. Comprobaremos que la evolución de los institutos ha provocado que la frontera entre ambos se fuera difuminando. Posteriormente, y tras el estudio del sistema de distribución de competencias establecido en la Constitución, analizaremos la normativa autonómica objeto de controversia, intentando extraer las notas distintivas o características de las ayudas, para posteriormente proceder a su encuadramiento, o bien en el ámbito de la Seguridad Social o en el de la Asistencia Social. REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 34 167