El origen del español de América - Revista de la Universidad de

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UNIVERSIDAD
DE
M¡;xICO
El origen del español de América
_
el español conserva alrededor de cuarro mil
vocablos de origen
árabe. Además, a pesar de
que el castellano se expandió por todo el sur
de España, el dialecto resultante que subsiste en
ROBERTO
GARCíA
JURADO
Andalucía tiene una notable influencia del mo-
zárabe, es decir, el dialecto español que existía
en los dominios ibéricos musulmanes y que
coexistió con la lengua y la cultura árabe por un
periodo prolongado. De
=
manera, al inicio
de la era modema, el castellano se había sobrepuesto con cierto grado de fortaleza sobre el
pesar de que la lengua que se habla en la
sisre en la conrribución de las lenguas indígenas
resto de los dialectos iberorromances, pero per-
mayor parte de América Latina, el espa-
a la formación de los dialectos hispanoameri-
sistieron sensibles djferencias regionales que
ñol, es una herencia directa de España,
canos; y el tercero se refiere a la influencia de las
aún se aprecian en la actualidad.
A
se pueden observar diferencias notables en la
lenguas africanas en el español americano.
fonética, el léxico y aun la morfología de cada
Por lo que respecta a la herencia lingüís-
Desde
eI siglo
XVII
y XVIII se tuvO con-
ciencia de las similitudes que existían entre
uno de los dialectos hispanoamericanos. Estas
tica que recibió América, es probable que el
el español hablado en América y el espafiol de
diferencias son a tal grado evidentes que una
tema más polémico y tecurrente en el análisis
Andalucía, es decir, el dialecto andalU2. Tan-
gran cantidad de hispanohablantes de esta re-
del español americano sea su andalucismo, es
to en Andalucía como en América. sobre to-
gión pueden identificar con una relativa facili-
decir, sus similitudes y conexiones con el espa-
do en las coscas, se presentan fenómenos como
dad a un argentino, colombiano, cubano o
ñol que se habla en Andalucía.
el ytlsmo (la desaparición de! sonido de la e/k
mexicano
y su sustitución p r el de la y); el eseo (la de-
sólo al escucharlo hablar. Más
Para comprender mejor esta polémica
aún, no sólo los dialectos del español ameri-
será conveniente recordar que la formación
saparición del sonjdo de la
cano son diferentes enrre sí, sino que también
de la lengua española es el producto de una
por e! de la s); la debilita ión de I
todos ellos son distintos del español de España:
lenta evolución que arranca desde la Edad Me-
la mayor parte de los hispanohablantes ame-
dia. En esa época la península ibérica estaba
nantes final ,sobre rod de la s: la piración
de la r: y el uso de ustedes en va. de /lOsotrOs.
ricanos distingue con claridad a un español
dividida en varios reinos, cada uno de los cua-
cuando lo escucha hablar.
les usaba su propio dialecto, el cual se había
tan
l:
Y u ustÍrución
Pero a pesar de percibir
conso-
coinciden-
I
cias, no es sino h. ta el i lo
uando e formula con claridad la leoría del andalu . mo del
Sobre la formación y peculiaridades del
formado a partir de la interacción entre ella-
español americano existe ya una abundante
tín y las lenguas existentes hasta antes de la
espafiol americano.
y rica litetatura, la cual nunca será suficiente
conquista romana. Se constituyó así un mosai-
se publicaron d
e manera
trabaj
i imultánea
que se referían e te
debido a la amplitud y complejidad del tema.
co de dialectos iberorromances que evolucio-
mismo asunto, aunque de de po ici nes en-
Además, ttatándose de una lengua viva, su
naron y fueron adquiriendo un mayor grado
contradas. Por una parte, Max Leopold Wagner
evolución y transformación darán siempre
de diferenciación debido, enrre otras cosas, a
motivos para el estudio y análisis. El libro de
las sucesivas influencias lingüísticas aparejadas
daba a conocer en 1920 u ensayo El español d~
Amirica y ellatln /lulgar, donde proponía
John M. Lipski, El español de América, se suma
a la invasión de los visigodos primero y de los
que el español de América era una herencia
a esa larga lista de textos sobre este polémico
árabes después. Así, hacia el siglo x, podían
lingüística directa del dialecto andaluz.; por orra
e inagotable tema. La atención de este estudio
distinguirse con claridad dialectos como el cas-
parte, sin conocer el trabajo de Wagner, Pe-
se dirige sobre todo a dos cuestiones funda-
tellano, el leonés, el aragonés, el mozárabe,
dro Henrlquez Urefía publicaba en 1921 su
mentales: el análisis de la formación del espa-
etcéteta.
ensayo Observaciones sob" el español tÚ Ami-
ñol americano y el estudio de los diferentes
La expansión territorial que Castilla ex-
rica, en el que reconocía las grandes similitudes
dialectos del español que existen en el con-
perimentó en los siglos Xl y Xli a expensas de
enrre e! español de Andalucía y el de América,
tinente. De hecho, ésa es la estructura delli-
Asturias-León en el oeste y de Navarra-Aragón
pero las explicaba en base a un desarrollo pa-
bro de Lipski: la primera parte se dedica al
en el este permitió paralelamente la difusión
del dialecto castellano, que hasta entonces ha-
examen de los aspectos generales del español
ralelo e independiente, negando la influencia
directa de ese dialecto ibérico en América.
La reoría del andalucismo del español
mente de las características distintivas del es-
bía estado confinado a un reducido espacio
en el norre de la península. Durante los siglos
pañol de cada uno de esos países.
posteriores el castellano fue ampliando su área
que la mayor parte de los primeros coloniza-
americano y la segunda se ocupa específica-
americano se sosrenía sobre rodo en la idea de
Lipski realiza un amplio recuento de los
de influencia hacia el sur, siguiendo la ruta de
dores españoles eran precisamente andalu-
factores más relevantes que influyeron en la
la reconquista cristiana sobre los debilitados
ces. Para refutar esa tesis, Henríquez Ureña exa-
constitución del español americano; sin em-
reinos musulmanes. Este proceso tuvO su des-
minó los datos que tenía a su disposición sobre
enlace en 1492, al caer el reino taifa de Gra-
los primeros migrantes y encontró que tan sólo
merecido enrre los estudiosos e investigadores
nada, último reducto de los musulmanes en
cuarenta por ciento procedía de Andaluda, con
del tema, resulta pertinente destacar los rres
más importantes: el primero está constituido
la península.
lo que invalidaba tal hipótesis. Así, desde enton-
La influencia de la lengua y en general
ces se desató una intensa polémica que se ha
propiamente por la herencia lingüística que
de la cultura árabe en España fue fundamen-
convertido en un tópico ineludible para todo
América recibió de España; el segundo con-
tal. A tal grado es considerable este influjo, que
aquel que se acerque a este tema.
bargo, debido al grado de atención que han
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En la actualidad, la mayor pane de los
especialistas se inclina por la teoría andalucista, inclusive el propio Lipski. Para que esta
polémica se haya inclinado en tal sentido han
sido determinantes dos contribuciones: la primera de ellas está constituida por los trabajos
de Peter Boyd-Bowman, en los cuales realizó
una recopilación y examen más rigurosos de las
información sobre los primeros colonizadores.
Esos trabajos suelen tomarse como el análisis
definitivo de esta cuestión, quedando demostrado el predominio de los andaluces en el principio de la colonización.
La segunda contribución relevante es el
ensayo de Guillermo Guitarte Cuervo, Henrl-
mar la originalidad de la cultura latinoamericana; era necesario darle a Hispanoamérica
una identidad propia, separada de la España,
pues sólo así tendría su propio sitio dentro del
mundo cultural moderno. Por esa razón, no
le complacía en lo más mínimo aceprar que
una gran parte de los rasgos fonéticos del español americano fueran herencia directa de España, propiamente de Andalucía.
La intensidad y alcance que adquirió
esta polémica hicieron que se perdieran de
vista una serie de consideraciones que Lipski
rescata. En primer lugar, se debe destacar que
la influencia andaluza se percibe con mayor
claridad en las tierras bajas americanas, esto es,
quez Ureña y la polémica sobre el andalucismo
en las regiones costeras. Las tierras altas, al interior del continente, si bien muestran cienos
rasgos andaluces, tienen además una influencia notable del resto de los dialectos ibéricos,
al grado de haber adquirido un perfil nuevo
y diferente. Asimismo, es necesario puntualizar que el estrecho contacto entre la corre
de la Corona española y las capitales administrativas de las colonias americanas propiciaron que éstas se vieran mayormente influidas
por el habla de la corre, el castellano.
En segundo lugar, es conveniente considerar que hacia el final del periodo que estudia
Boyd-Bowrnan la proporción de emigrantes andaluces comienza a declinar ante el incremento de los castellanos. Esto significa que a pesar
tÚ América. En él se expone cómo Henríquez
Ureña interpreta incorrectamente al prestigiado lingüista Rufino José Cuervo, haciéndolo aparecer como antiandalucista y atrayendo
su autoridad intelectual hacia esa tesis. Guirarte señala que Cuervo no era andalucista ni
contrario a esta idea, puesto que en sus trabajos no existen elementos suficientemente explícitos como para ubicarlo en una u otra posición. Además, explica que un examen más
amplio de la obra de Henríquez Ureña permite identificar las razones que lo impulsaron
al antiandalucismo, las cuales, por cierro, son
ajenas al terreno lingüístico: para Guitarre,
Henríquez Ureña se apasionó siempre por afu-
•
lO? •
de que las colonias tenían ya un sustrato andaluz, no puede ignorarse la influencia de la
nueva ronformación etnográfica.
En tercer lugar, debe advertirse que una
cantidad indeterminada de esos primeros emigrantes pudieron haber sido registrados como
andaluces sin serlo realmente. Es decir, al preguntárseles por su lugar de residencia muchos
de esos emigrantes daban el nombre de algún
pueno o ciudad andaluza, Sevilla en una gran
cantidad de casos, debido a que antes de embarcarse para el nuevo mundo habían residido
por un tiempo en ese sitio. Esto significa que
no todos los que quedaron registrados como
andaluces lo eran realmente, aunque también
es necesario reconocer que debido a esa estancia en Andalucía
pudieron haber adquirido cienos
rasgos de ese dialecto.
Todas estas consideraciones
deben tomarse en cuenta para no
postular una correspondencia directa entre el dialecto andaluz y
el americano, como pareciera sugerirlo el concepto del español
atlántico, mediante el cual Rafuel Lapesa engloba en una sola
categoría el dialecto de Andalucía, las Islas Canarias e Hispanoamérica, separando en dos grandes bloques -elespañolatlántico
y elespañolcastel1a1W-Io que en
realidad es un conjunto mucho
más diverso y complejo.
Los procesos de conquista,
colonización y mezcla entre distintas culturas producen siempre
resultados lu'bridos, dotados muchas veces de una personalidad
propia e independiente de los factores que les dieron origen. La
lengua, romo parte de la cultura, experimenta el mismo fenómeno.
En lingüística se usa el término 'sustrato' para referirse a la influencia que una lengua preexistente ejerce en una lengua que se
le sobrepone. Esta metáfora geológica ilustra
la dificultad para eliminar absoluta y terminantemente los vestigios de una lengua al conquistarse un territorio determinado, que es
como normalmente se superpone una lengua a otra, es decir, por conquista y colonización, ya que en la historia de la humanidad
ésa ha sido la manera más socorrida para la sustitución de una lengua por otra.
Obviamente, el grado de influencia del
sustrato en la lengua sobrepuesta varía en un
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amplio rango, desde el nivel mínimo en el
cual sólo logran sobrevivir unos cuantos topónimos, hasta el grado en que se realiza un
verdadero amalgamiento entre las lenguas.
Ésta es la segunda característica relevante del espafiol americano, el cual ha adquirido su peculiaridad y diferenciación interna y
frente a Espafia debido en buena medida a la
influencia que sobre el espafiol ejercieron las
lenguas indígenas.
Henríquez Ureña, como gran promotor de los estudios lingüísticos en Hispanoamérica, desató también en este tópico una
conocida polénúca, mucho menos intensa que
la anterior, pero no de menor significación y
contribución para el análisis del espafiol americano. Para Henríquez Ureña la geografía
lingüística de Hispanoamérica podía dividirse en cinco grandes wnas dialectales: 1) México, sur-sudoeste de Estados Unidos y América
Cenual, 2) las Antillas (Cuba, Puerto Rico y
República Dominicana), el norte de Colombia y la costa de Venezuela; 3) Ecuador, Perú,
Bolivia, la región andina de Venezuela y la
costa occidental de Colombia, 4) el centro y sur
de Chile, y 5) Argentina, Uruguay y Paraguay.
Esta clasificación otorga una importancia determinante al sustrato lingüístico, pues
cada una de las wnas corresponde a la región
donde se asentaban las lenguas indígenas más
imponantes: 1) náhuad, 2) lucayo, 3) quechua,
4) araucano y 5) guaraní. Actualmente, muy
pocos se atreverían a defender una clasificación
como ésta: muy difícilmente se pueden englobar en una wna lingüística todas las regiones
de México y mucho menos sumarle América
Cenual y el sur-sudoeste de Estados Unidos;
como también es muy discutible reunir en una
sola wna a Paraguay, Uruguay y Argentina.
El mismo Henríquez Ureña reconocía que su
clasificación se basaba sobre todo en el léxico,
puesto que en términos fonéticos resulta más
difícil una agrupación de este tipo.
Cienarnente, muy pocos lingüistas sostendrían íntegramente la clasificación de Henríquez Ureña; sin embargo, su propuesta despertó un mayor interés en esta cuestión y
ahora se dispone de mayor información al
respecto, lo cual ha permitido a distintos investigadores ensayar orras clasificaciones más
precisas.
Lipski cita como ejemplo la clasificación dialectal que realizó José Pedro Rona, en
la cual identificó veintidós wnas dialectales;
no obstante, el tipo de variables que consideró se refieren principalmente a los rasgos
del espafiol rioplatense, por lo que su clasifi-
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cación describe muy bien esa wna, pero poco
ayuda para clasificar el resto del continente.
En fin, a pesar de que existen otras clasificaciones, Lipski opta por indicar que en
Hispanoamérica es prácticamente imposible definir de forma precisa wnas dialectales;
considera que es más conveniente identificar
las isoglosas dialectales con base en rasgos fonéticos, léxicos o morfológicos individuales, lo
cual cienamente permite una mayor precisión,
sin embargo, no considera que una clasificación de tales características multiplica descomunalmente los tipos y géneros, al grado de dejar
de ser realmente una clasificación. En ese sentido, es conveniente insistir, como lo hacen
muchos de los lingüistas que se ocupan del
tema, en que es necesario emprender la realización de un adas lingüístico hispanoamericano, tarea que por sus proporciones resulta
titánica, pero necesaria.
La tercera fuente del espafiol americano
fueron las lenguas africanas que por medio de
los esclavos negros pasaron a América. Por el
tipo de colonización y explotación de las colonias americanas por parte de la Corona espafiola, la población negra se asentÓ sobre todo en las
regiones costeras adánticas del continente, razón por la cual en esos sitios es donde más claramente pueden percibirse sus rasgos.
Las culturas africanas influyeron en una
gran cantidad de aspectos en la cultura hispanoamericana: la música, la danza y la comida suelen ser ejemplos paradigmáticos. Las
aportaciones lingüísticas son de más difícil
precisión.
A pesar de la importancia demográfica
que representó la población de extracción africana, debido a la heterogeneidad de las lenguas
que hay en ese continente y de su consecuente dispersión en América, resultó mucho más
difícil introducir variaciones lingüísticas constantes y sólidas en el espafiol americano.
Ciertamente existen palabras como banana, drogue, gandul, marimba o mucama de
origen africano, pero la lista no parece ser proporcional a la representación demográfica de
los africanos. Además, todavía es más difícil
establecer influencias fonéticas, pues muchas
de las características que tradicionalmente se
han atribuido a los hispanoamericanos negros
(la reducción o desaparición de s, r y ¡ al final
de la palabra, la conversión de d intervocálica
en r, o la sustitución de eh y y por fi) en muchos casos parecen ser más bien rasgos regi,onales o sociales de ciertos grupos hispanoamericanos que una conexión con las lenguas
africanas.
•
108 •
La discriminación social que sufrieron
los africanos y su consecuente exclusión de los
modelos culturales dominantes contribuyeron
a sofocar la influencia de sus lenguas en el espafiol americano. No obstante. en la actualidad
persisten ciertos reductos lingüísticos afrohispánicos en Cuba, Puerto Rico. República Dominicana. Panamá, Colombia y Venezuela.
La segunda parte dd libro de Lipski presenta ciertos problemas. En esta sección Lipski
realiza una somera descripción de los principales rasgos fonéticos, léxicos y morfológicos de los dialectos que corresponden a
cada país. Él mismo se encarga de recalcar
que las fronteras nacionales no corresponden
a las fronteras lingüísticas; no obstante, la separación por países permile guiarse con cierto orden.
La descripción que realiza de los dialectos existentes en cada país puede ser muy útil
para una visión general; in embargo, tal vez
no baste para quien desee profundizar en el
tema. De hecho, es humanamente impo ible
que el mismo Lep ki e acerque lo suficiente
a cada uno de los dialeCtO hi pan americanos, aunque por us trabajo previo resul·
ta evidente que conoce muy bien lo usado
en América entra! y la región andina, pero
su grado de familiaridad con el r 1 del continente quizá no sea tan vast . Por tal motivo.
para acercarse a los demá dialectO e (Uva
que valer de otrOS autores, los cuales eguramente siguieron una metodologla di tinta y
tal vez incongruente con la suya. Eslo resulta
notorio al examinar d capitulo obre México, en el que al tratar de los mcúcanismos léxicos se incurre en errores evidentes para los que
hablan este dialecto, al menos para los que residen en la Ciudad de México: de acuerdo con
la información de Lipski bo/ilúJ significa "extranjero caucasiano", naco equivale a "chillón,
de mal gusto, pretencioso", y escribe ehinary
ehinadera donde seguramente debla decir chingar y chingadera.
Es muy probable que este tipo de errores puedan detectarlos fácilmente los hablantes de los diferentes dialectos americanos en
su caso propio, y tal vez puedan excusarse debido a la proporción de la tarea y la complejidad del tema, pero, en todo caso, son fallas
que bien podrían reducirse a través de un adas
lingüístico hispanoamericano. •
John M. Lipski: El ~spañol tÚ Amtrica, Cátedra, Madrid, 1996. 446 pp.
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