Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en

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Universidad Mariano Gálvez de Guatemala
Centro de Dinámica Humana
Escuela Superior de Postgrado
Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en Guatemala,
Región Metropolitana, 2011
INVESTIGADORES
Mara Verónica Pereira Zúñiga de Leal, Dora Mirtala Donado Mendoza, María
Sonia Melville Opstaele de Hernández, Berta Lidia Barco Barrera, Madeline
Lisset Sánchez Ayala, Ligia Ester Paiz.
Comisiones: Coordinación, Comisión Científica, Redacción del Informe Final,
Capacitación CIDI 3.0, Contextualización CIDI 3.0, Capacitación de Encuestadores,
Relaciones Públicas, Logística, Finanzas, Estudio Piloto, Trabajo de Campo.
Byron René García Rodríguez, Claudia María Vargas Juárez, Illeana
Elizabeth Barrios, Myriam Rebeca Cuetto de Ordóñez, Ileana Judith Armas
Gordillo de Ronquillo, Baltazar Reyes Quiej Zapón, Diana Carolina Castillo
Galindo, Jaime Asdrúbal Díaz de León, Elsye Ninet López Castillo de Rodas,
Elba Marina Peñate de Chocoj, Diana Marina Blanco Martínez, Alan Richard
González Choc, Abner Jeú González Castañón, Miriam Ileana Argueta Laínez,
Luis Fernando Segura Argueta, Fluvia Aracely Téllez Orellana, Amparo
Guadalupe Barillas Monterroso de Pineda.
Comisiones: Software, Base de Datos, Procesamiento de Datos, Logística, Trabajo de
Campo, Supervisión del Trabajo de Campo, Contextualización CIDI 3.0, Capacitación de
Encuestadores, Asuntos Administrativos, Redacción de Informes Preliminares.
ASESOR
Dr. Marco Cyrano Ruiz Herrarte
Director del Programa de Postgrado
Centro de Dinámica Humana
iii
Resumen
El Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en Guatemala, Región Metropolitana, 2011
(ETMEGUA), se suma al realizado a nivel nacional (Cóbar et al., 2009) y a los efectuados a
partir del Consorcio Internacional de Epidemiología Psiquiátrica (ICPE) en 1996 y del
Consorcio de la Encuesta Mundial de Salud Mental (WMH), auspiciado por la OMS en el 2000,
entre otros. La investigación fue realizada por 23 investigadores, estudiantes con grado de
Maestría y aspirantes al título de Doctorado en Psicología Clínica y Salud Mental, Psicología
Médica y Salud Mental, y Dinámica Humana y Salud Mental, de la Escuela Superior de
Postgrado del Centro de Dinámica Humana de la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala;
fue asesorada y dirigida por el Dr. M. Cyrano Ruiz H., Director del Programa de Postgrado.
Además de los investigadores, fueron capacitados 11 encuestadores, no clínicos, para apoyar
el trabajo de campo. El diseño fue cuantitativo no experimental, transversal descriptivo,
epidemiológico, de trastornos mentales y el esquema de muestreo fue probabilístico,
trietápico, estratificado y por conglomerados, en la población de 18 a 65 años de edad que
tenía un hogar fijo y vivía en área urbana o rural. Los 1,120 participantes habitaban 1,120
hogares de 55 sectores cartográficos seleccionados. Se efectuó la expansión de los datos de
la muestra para que los resultados fueran representativos a nivel de la Región Metropolitana
de Guatemala (3,156,284 habitantes). Se aplicó la Entrevista Diagnóstica Internacional
Compuesta (WHO-CIDI 3.0); se elaboró una guía de contextualización para hacer el
instrumento más sensible culturalmente. Se determinó la prevalencia de cinco grupos de
trastornos mentales y de 21 trastornos mentales específicos y su comorbilidad en la muestra
total y en grupos por sexo, edad, nivel educativo, estado civil, área urbana y rural, y
violencia del lugar de residencia. Se determinó la edad de inicio de los trastornos mentales;
el uso de servicios para el tratamiento de los trastornos mentales y sus correlatos
sociodemográficos; la prevalencia de la conducta suicida y sus correlatos sociodemográficos;
la prevalencia de sucesos traumáticos y el riesgo de estrés postraumático. El 28.96% de la
muestra presentó uno o más trastornos mentales, alguna vez en la vida, el 11.28% en los
últimos 12 meses y el 6.63% en los últimos 30 días. Los hombres presentaron mayor
prevalencia de vida de uno o más trastornos en comparación con las mujeres (34.13% y
24.27%), así como mayor comorbilidad. Las mujeres presentaron mayor prevalencia de uno o
más trastornos y de mayor comorbilidad, en los últimos 12 meses, sin diferencias
significativas. En los últimos 30 días, las mujeres presentaron mayor prevalencia de uno o más
trastornos y mayor prevalencia de comorbilidad, sin diferencias significativas. La prevalencia
de vida de los grupos de trastornos mentales, en la muestra total, fue: trastornos de ansiedad
13.95%, trastornos relacionados con sustancias 11.30%, trastornos del estado de ánimo
5.34%, trastornos de la conducta alimentaria 0.81% y otros trastornos mentales 4.57%. Los
trastornos específicos más prevalentes, fueron: abuso de alcohol (10.40%), fobia específica
(8.45%), depresión mayor (4.91%), trastorno explosivo intermitente (4.31%) y trastorno
obsesivo-compulsivo (3.34%). Los trastornos principales para las mujeres, fueron: fobia
específica (10.40%), depresión mayor (6.39%) y trastorno obsesivo-compulsivo (3.55%), y
para los hombres, fueron: abuso de alcohol (20.43%), fobia específica (6.31%) y trastorno
explosivo intermitente (5.44%). Los trastornos con inicio temprano fueron: fobia específica,
fobia social y dependencia de drogas (medianas de inicio de 8, 12 y 12 años); los trastornos
con inicio más tardío, fueron: depresión mayor, trastorno de pánico y trastorno de ansiedad
generalizada (medianas de inicio de 26, 32 y 33 años). De los participantes con algún
trastorno mental, solamente el 10.8% había utilizado servicios del sector salud en los últimos
12 meses. La prevalencia de vida de la conducta suicida en la muestra total, fue: 11.83% para
ideación, 3.15% para plan y 2.67% para intento suicida, con mayor prevalencia de ideación e
intento en las mujeres. La prevalencia en el último año, fue: 2.94% para ideación, 1.21% para
plan y 1.06% para intento, con mayor prevalencia de ideación en las mujeres. El 81% de los
participantes había sufrido entre uno y cuatro sucesos traumáticos, alguna vez en la vida; el
suceso de mayor riesgo de desarrollar estrés postraumático fue violencia familiar.
iv
Índice
1
Introducción
6
8
9
11
11
13
14
14
Planteamiento del Problema
Supuestos
Preguntas de investigación
Objetivo general
Objetivos específicos
Variables
Estrategia de la investigación
Alcances, límites y limitaciones
Consideraciones e Implicaciones Bioéticas
16
Revisión de la Literatura
17
Contexto Guatemalteco
17
Salud Mental
19
La Investigación Epidemiológica de los Trastornos Mentales
26
31
Principales estudios epidemiológicos de salud mental en Latinoamérica
Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (CIDI)
34
Contextualización de la Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (CIDI)
35
Método
38
Participantes
38
Muestra
38
38
39
Dominios de estudio y cobertura
Marco muestral y selección de la muestra
Tamaño de la muestra
Estimadores
Estimación de precisiones
Validez inferencial, expansores y niveles de desagregación de resultados
Instrumento
Los objetivos de la CIDI
Secciones de la CIDI aplicadas en la investigación
Validez y confiabilidad
v
41
42
43
43
44
44
44
Contextualización de la CIDI
45
Procedimiento
45
46
47
48
48
Planificación y preparación
Aplicación del instrumento
Procesamiento y análisis de resultados
Elaboración del informe final
Diseño
48
Proceso de Análisis Estadístico
48
Resultados
49
Datos Sociodemográficos
49
Prevalencia de Trastornos Mentales en el Grupo Total y por Sexo
51
51
52
Grupos de trastornos mentales en el grupo total y por sexo
Trastornos mentales específicos en el grupo total y por sexo
Prevalencia de Trastornos Mentales por Edad
Grupos de trastornos mentales por edad
Trastornos mentales específicos por edad
Prevalencia de Trastornos Mentales por Años de Escolaridad
Grupos de trastornos mentales por años de escolaridad
Trastornos mentales específicos por años de escolaridad
Prevalencia de Trastornos Mentales por Estado Civil
Prevalencia de Trastornos Mentales por Estado Civil
Trastornos mentales específicos por estado civil
Prevalencia de Trastornos Mentales por Área de Residencia Urbana y Rural
Grupos de trastornos mentales por área de residencia urbana y rural
Trastornos mentales específicos por área de residencia urbana y rural
Prevalencia de Trastornos Mentales por Violencia del Lugar de Residencia
Grupos de trastornos mentales por violencia del lugar de residencia
Trastornos mentales específicos por violencia del lugar de residencia
55
55
56
59
59
60
64
64
65
68
68
69
71
72
74
Edad de Inicio de los Trastornos Mentales
78
Uso de Servicios y Correlatos Sociodemográficos
84
Prevalencia de la Conducta Suicida y Correlatos Sociodemográficos
88
Sucesos Traumáticos y Riesgo de Estrés Postraumático
90
vi
Discusión
93
Trastornos Mentales en el Grupo Total y por Sexo
97
99
Comorbilidad de trastornos mentales en el grupo total y por sexo
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos en el
grupo total
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por sexo
Trastornos Mentales por Edad
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por edad
Trastornos Mentales por Años de Escolaridad
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por años
de escolaridad
Trastornos Mentales por Estado Civil
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
estado civil
Trastornos Mentales por Área de Residencia Urbana y Rural
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por área
de residencia urbana y rural
Trastornos Mentales por Violencia del Lugar de Residencia
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
Violencia del lugar residencia
100
102
103
104
105
106
107
108
109
110
111
112
Análisis por Grupos de Trastornos Mentales y Trastornos Específicos
116
Trastornos de ansiedad
Trastornos específicos de ansiedad
Fobia específica
Fobia social
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno obsesivo-compulsivo
Trastorno por estrés postraumático
Trastornos de ansiedad y uso de servicios
Prevalencia de sucesos traumáticos y riesgo de sufrir trastorno por estrés
postraumático
116
118
118
119
119
120
121
122
122
124
Trastornos del estado de ánimo
Trastornos específicos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Trastorno bipolar I y II
Trastornos del estado de ánimo y uso de servicios
vii
124
126
127
127
130
131
133
Trastornos relacionados con sustancias
Trastornos específicos relacionados con sustancias
Abuso y dependencia del alcohol
Abuso y dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Trastornos relacionados con sustancias y uso de servicios
133
135
135
139
141
143
Trastornos de la conducta alimentaria
Trastornos específicos de la conducta alimentaria
Trastorno por atracón
Anorexia nerviosa y bulimia nerviosa
Trastornos de la conducta alimentaria y uso de servicios
143
145
145
146
147
Otros trastornos
Trastorno explosivo intermitente
Neurastenia
Trastorno disfórico premenstrual
Otros trastornos y uso de servicios
147
148
149
150
151
Edad de Inicio de los Trastornos Mentales Evaluados
151
Uso de Servicios en la Región Metropolitana de Guatemala
152
Conducta Suicida y Correlatos Sociodemográficos
155
Consideraciones finales
158
Referencias
166
Anexos
179
Índice de Tablas y Cuadros
Tabla 1.
Distribución de lugares por violencia
39
Cuadro 1.
Distribución sociodemográfica de la muestra
50
Cuadro 2.
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida, en los últimos
12 meses y en los últimos 30 días en la muestra total y por sexo
54
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses, por grupos de edad
58
Cuadro 3.
viii
Cuadro 4.
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en
los últimos 12 meses, por años de escolaridad
63
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en
los últimos 12 meses, por estado civil
67
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en
los últimos 12 meses, por área urbana y rural
70
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses, por lugares más violentos y menos violentos
77
Cuadro 8.
Edad de inicio de los trastornos mentales
78
Cuadro 9.
Proporción de participantes recibiendo tratamiento en los últimos
12 meses por tipo de servicio y tipo de trastorno
85
Correlatos sociodemográficos para el uso de servicios alguna vez
en la vida y en los últimos 12 meses
87
Prevalencia de la conducta suicida, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses, en el grupo total y por sexo
88
Correlatos socio demográficos de la conducta suicida alguna vez
en la vida
89
Prevalencia de sucesos traumáticos alguna vez en la vida, en
el grupo total y por sexo
91
Riesgo de estrés postraumático por tipo de trauma
92
Cuadro 5.
Cuadro 6.
Cuadro 7.
Cuadro 10.
Cuadro 11.
Cuadro 12.
Cuadro 13.
Cuadro 14.
Índice de Figuras
Figura 1.
Figura 2.
Figura 3.
Figura 4.
Figura 5.
Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos de
ansiedad
79
Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos del
estado de ánimo
80
Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos por
uso de sustancias
81
Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos de
la conducta alimentaria
82
Curva de sobrevida para la edad de inicio de otros trastornos
83
ix
Introducción
En el Informe sobre la salud en el mundo 2001, Salud mental: nuevos
conocimientos, nuevas esperanzas de la Organización Mundial de la Salud
-OMS- (2001), se destacó que en países desarrollados, así como en países en
desarrollo, los estudios han demostrado que más del 25% de las personas padece
uno o más trastornos mentales o del comportamiento a lo largo de su vida.
También se afirmó que los trastornos mentales no se concentran en algún grupo
en particular; por el contrario, son universales, pues afectan a personas de todas
las regiones, de todos los países y de todas las sociedades, de todas las edades,
tanto hombres como mujeres. Afectan a ricos y pobres, a residentes de áreas
rurales y urbanas y tienen un impacto económico sobre las sociedades, la calidad
de vida de las personas y de las familias (p. 23).
Según Jorge J. Rodríguez, Asesor Principal / Coordinador del Proyecto de
Salud Mental, Discapacidades y Rehabilitación de la Organización Panamericana
de la Salud -OPS-, tanto en América Latina y El Caribe, como en otras partes del
mundo, se observa un aumento en la problemática psicosocial que acompaña el
progreso económico, los cambios sociales y el aumento de longevidad. Rodríguez
afirma que los estudios epidemiológicos llevados a cabo en los últimos años
revelan la necesidad de un llamado a la acción. “La carga que representan las
enfermedades mentales se torna cada vez más significativa, lo que provoca un
alto grado de sufrimiento individual y social” (Rodríguez, Kohn y Aguilar- Gaxiola,
2009, p. ix).
De acuerdo al documento Estrategia y Plan de Acción Sobre Salud Mental,
de la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la
Salud (OPS-OMS, 2009a), “En 1990 se calculaba que las afecciones psiquiátricas
y neurológicas explicaban el 8,8% de los años de vida ajustados en función de la
discapacidad (AVAD) en América Latina y El Caribe; en el 2004 esa carga había
ascendido a 22%” (p. 3).
Mari, Garcia de Oliveira, Silva de Lima y Levav (en Rodríguez et al., 2009)
presentan una breve historia sobre la epidemiología psiquiátrica en América Latina
y El Caribe y concluyen que se han realizado varios estudios transversales que
han evaluado la prevalencia y los factores de riesgo de los trastornos mentales
más frecuentes.
También concluyen que la investigación epidemiológica
psiquiátrica, aunque es limitada, demuestra mejoría tanto en la cantidad de
publicaciones como en la calidad de los trabajos llevados a cabo.
1
Por su parte, Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa (en Rodríguez et al., 2009)
presentan una descripción del papel que ha jugado el Consorcio Internacional de
Epidemiología Psiquiátrica desde su creación en 1996. Asimismo, explican que de
las actividades de colaboración y asistencia realizadas por esta Organización, se
derivó el Consorcio de la Encuesta Mundial de Salud Mental, auspiciado por la
OMS, que tiene como objetivo realizar estudios comparativos transnacionales
sobre trastornos mentales, trastornos por abuso de sustancias y trastornos
conductuales en los países que forman parte de la OMS, y que hasta el año 2009
el Consorcio había coordinado encuestas a nivel nacional o regional en más de 30
países utilizando la Entrevista Internacional Compuesta (CIDI). Estos autores
concluyeron que se espera que los resultados de tales estudios permitan a los
planificadores de las políticas de salud considerar los costos sociales que implican
dar tratamiento o dejar de tratar los trastornos mentales y que puedan ser una
guía para diseñar e implementar intervenciones que estén encaminadas al
aumento del acceso a la atención en salud mental (pp. 41-43).
De acuerdo con el IESM-OMS Informe Sobre los Sistemas de Salud Mental
en Nicaragua, El Salvador y Guatemala (OPS-OMS, 2006), en Guatemala no se
contaba con una política de salud mental ni un plan actualizado, aunque se
realizaban acciones por parte del Programa Nacional de Salud Mental (PNSM) del
Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social. Tampoco se contaba con un
marco legal específico en el campo de la salud mental. Esto ocurría a pesar de
que la Constitución Política de la República de Guatemala (1985) establece en el
artículo 94, que se refiere a la Obligación del Estado sobre la salud y asistencia
social: “El Estado velará por la salud y la asistencia social de todos los habitantes.
Desarrollará, a través de sus instituciones, acciones de prevención, promoción,
recuperación, rehabilitación, coordinación y las complementarias pertinentes a fin
de procurarles el más completo bienestar físico, mental y social” (p. 39).
El Decreto No. 90-97 Código de Salud Nuevo (Congreso de la República
de Guatemala, 1997) en su Artículo No. 40 Salud Mental, expresa:
El Ministerio de Salud y las demás instituciones del Sector dentro de su
ámbito de competencia, velarán por la promoción, prevención, recuperación
y rehabilitación de la salud mental, a nivel del individuo, la familia y la
sociedad, a través de la red comunitaria e institucional, dentro del marco de
atención primaria de salud y privilegiando los enfoques de atención
ambulatoria (p. 12).
2
En 2008 el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social publicó el
documento Programa Nacional de Salud Mental, Política de Salud Mental
2007-2015. Esta Política es una buena iniciativa para la Salud Mental en
Guatemala.
El documento manifiesta:
La salud integral es una respuesta institucional a la compleja problemática
de salud-enfermedad que presentan los y las guatemaltecas, en tal sentido
para que el concepto de integralidad se cumpla, es necesario incorporar la
salud mental a las acciones de salud general del país. La estrategia que
permite desarrollar el componente de salud mental dentro de la red de
servicios de salud, es la Atención Primaria de Salud (p. 13).
El IESM-OMS Informe sobre los Sistemas de Salud mental en los países de
Centroamérica y República Dominicana (OPS-OMS, 2009b) concluyó que en casi
todos los países evaluados, los sistemas de salud mental no respondían con
satisfacción a las necesidades de la población. Reconoció que es positivo que
existan planes nacionales de salud mental en todos los países, ya que esto les
proporciona un marco operativo y estratégico para el desarrollo de los servicios de
salud mental; el reto es, en todo caso, la implementación real de estos planes.
Aparicio, Saxena y Rodríguez (en Rodríguez et al., 2009) se refirieron a la
evaluación de los sistemas de salud mental en Centroamérica y la República
Dominicana e hicieron un análisis en relación a aspectos importantes que sobre la
salud mental fueron tratados en dicha evaluación, tales como el marco
sociodemográfico, las políticas, los planes y el marco legislativo, los derechos
humanos, la financiación de los servicios de salud mental, los recursos humanos y
los sistemas de información e investigación, entre otros.
Es importante comentar que en el IESM – OMS Informe sobre el Sistema de
Salud Mental en Guatemala (OPS-OMS, 2011) se afirmó que hasta ese momento
no había en Guatemala ninguna legislación sobre salud mental aun cuando
existían algunas iniciativas, principalmente desde la sociedad civil, para generar
alguna.
De acuerdo con la Propuesta del Plan Estratégico 2008-2012 de la
OPS-OMS (2007c), los estudios epidemiológicos de trastornos mentales
realizados en América Latina y El Caribe en los últimos 20 años concluyen que
las “psicosis no afectivas” (entre ellas la esquizofrenia) tienen una prevalencia
media de 1.0%; la depresión profunda, 4.9% y los estados de ansiedad, 3.4%. A
3
pesar de ello, más de la tercera parte de las personas afectadas por “psicosis no
afectivas”, más del 50% de las afectadas por depresión profunda y casi el 66% de
las que padecen estados de ansiedad no reciben el tratamiento especializado
psiquiátrico que necesitan u otros servicios generales o de atención primaria. El
desafío es disminuir la brecha en el tratamiento en la Región (p.46).
Este documento también indica que la ausencia de datos e información
adecuada sobre los trastornos mentales en la mayor parte de los países impide
formular políticas y planes apropiados con líneas de base y metas bien definidas.
El reto consiste en establecer líneas de base en los países de la Región que sean
el resultado de una evaluación amplia e integral de los sistemas de salud mental,
utilizando metodología e indicadores estandarizados (p.46).
En cuanto a la importancia de la investigación en temas de salud, en la
Agenda de Salud para las Américas 2008-2017 (OPS-OMS, 2007b) se reconoció
que en América Latina y El Caribe hay déficit en cuanto a la inversión en ciencia y
tecnología y en el apoyo a la investigación que aporte evidencia para elaborar
políticas de salud. En consecuencia, una de las áreas de acción propuestas por
esta Agenda es: aprovechar los conocimientos, la ciencia y la tecnología; en ella
se resalta que “Es necesario fortalecer la investigación para entender mejor la
relación entre los determinantes de salud y sus consecuencias, seleccionar
intervenciones e identificar los actores con los cuales buscar alianzas o influir a
través de la política pública” (p.20).
En el IESM-OMS Informe sobre los sistemas de salud mental en los países
de Centroamérica y República Dominicana (OPS-OMS, 2009b) se afirmó que en
los últimos cinco años solamente 31 de las 16,523 publicaciones de salud en
Centroamérica y República Dominicana trataron temas sobre salud mental. Este
número representa únicamente el 0.18% de las publicaciones. En conclusión, son
muy pocas las investigaciones y publicaciones de salud mental producidas en
estos siete países (p.32). Una de las recomendaciones a corto plazo fue
“fortalecer los sistemas de vigilancia epidemiológica y de información”. Asimismo,
entre las recomendaciones a mediano y largo plazo se incluye una relacionada a
la evaluación e investigación: “Conformar grupos de trabajo en cada país e interpaíses para desarrollar la investigación multicéntrica, asegurando la participación
de universidades e instituciones públicas. La investigación debe basarse en las
necesidades y prioridades identificadas” (p. 35). Para el año 2011, en el
IESM – OMS Informe sobre el Sistema de Salud Mental en Guatemala
(OPS-OMS, 2011) se reportó que de 518 publicaciones referentes a Guatemala en
Pubmed en los últimos 5 años, solamente el 7% (38) correspondió a salud mental.
4
En Guatemala se han realizado estudios epidemiológicos de trastornos
mentales que han aportado datos importantes, entre ellos, la Encuesta Nacional
de Salud Mental: Descripción epidemiológica de trastornos de salud mental en
hombres y mujeres de 18 a 65 años de edad, realizada en la República de
Guatemala por estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad
de San Carlos de Guatemala, que concluyó que el 27.8% de la población, es decir,
uno de cada cuatro guatemaltecos, ha padecido al menos un trastorno relacionado
con la salud mental (Cóbar et al., 2009).
Asimismo, puede mencionarse, entre otros, los estudios de Ortiz (1994),
Diagnóstico epidemiológico sobre el uso de alcohol y sustancias psicoactivas en la
población escolar en la Ciudad de Guatemala; Sabin, Lopes Cardozo, Nackerud,
Kaiser & Varese (2003), Factores asociados con una salud mental deficiente en
los refugiados guatemaltecos en México, 20 años después del conflicto civil
(Factors associated with poor mental health among Guatemalan refugees living in
Mexico 20 years after civil conflicto); Sabin, Sabin, Kim, Vergara y Varese
(2006), La salud mental de refugiados mayas después de su repatriación a
Guatemala; González (2003), Datos demográficos y epidemiológicos de la clínica
de psicología Víktor Frankl; Pérez, Falla y Campbell (2006), Prevalencia de
depresión en habitantes de comunidades afectadas por la tormenta Stan: Cumbre
de Alaska, municipio de Santa Catarina Ixtahuacán, Sololá; Yllescas y Coyoy
(2007), Estrés post-traumático en adolescentes comprendidos entre 15 y 18 años
de los municipios de Olintepeque y La Esperanza después de la tormenta Stan, y
Marroquín de Grijalva (2009), Prevalencia de los Trastornos de la Conducta
Alimentaria en Mujeres Adolescentes. Sin embargo, hace falta mucho por hacer
en cuanto a investigación epidemiológica de trastornos mentales en Guatemala.
Tomando en cuenta lo expuesto y especialmente la necesidad de contar
con datos sobre la prevalencia de los trastornos mentales en la Región
Metropolitana de Guatemala, así como dar respuesta a los planteamientos de la
OMS (2001) y OMS (2004a,b,c), la OPS-OMS (2007a), la OPS (2009a), la
Declaración de Caracas (OPS-OMS1990), los Principios de Brasilia (Ministerio de
la República Federativa de Brasil, OPS-OMS, 2005), entre otros, un grupo de 23
estudiantes, aspirantes al título de Doctorado de la Escuela Superior de Postgrado
del Centro de Dinámica Humana de la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala,
bajo la asesoría del Dr. Marco Cyrano Ruiz Herrarte, Director del Programa de
Postgrado, llevó a cabo el Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en
Guatemala, Región Metropolitana, 2011 (ETMEGUA), en una población de 18 a
65 años de edad, en las áreas urbana y rural, en marzo y abril de 2011.
5
Para el ETMEGUA se utilizó la versión computarizada de la Entrevista
Diagnóstica Internacional Compuesta (WHO-CIDI 3.0). La CIDI es el instrumento
diagnóstico más conocido y utilizado a nivel mundial en las investigaciones
epidemiológicas de trastornos mentales (Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa en
Rodríguez et al., 2009). Con el propósito de hacerla más sensible culturalmente,
se elaboró una guía de contextualización de términos utilizados en la CIDI.
Es importante mencionar que Guatemala está ubicada en el Istmo
Centroamericano, con más de 14 millones de habitantes, de los cuales el 51.1%
son mujeres y el 48.9% hombres. Posee una superficie territorial de 108,865 km 2.
Guatemala tiene un carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe, producto de su
historia, conquista, colonización, desplazamientos y migraciones. La sociedad
guatemalteca es reconocida por la rica y diversa cultura de sus cuatro grandes
grupos étnicos: Mayas, Xincas, Garífunas y Ladinos. El idioma oficial es el español
y se reconocen 23 idiomas mayas que se hablan en las comunidades lingüísticas,
además de los idiomas Xinca y Garífuna. El territorio está organizado política y
administrativamente en 8 regiones, 22 departamentos y 334 municipios.
La Región Metropolitana, donde se realizó la investigación, está constituida
por el departamento de Guatemala, que está integrado por 17 municipios, entre
ellos la ciudad capital. En esta región se ubican áreas urbanas y áreas rurales.
La Ciudad de Guatemala, con más de 2 millones de habitantes, es la ciudad
más poblada de Centro América y la segunda en densidad de población (1,142
personas por kilómetro cuadrado) después de San Salvador (XI Censo Nacional
de Población y VI de Habitación 2002, INE, 2002).
Planteamiento del Problema
Los trastornos mentales tienen un efecto profundo a nivel social, cultural y
económico. De acuerdo con los datos mencionados de la OPS y la OMS, el 25%
de las personas (una de cada cuatro) padecen uno o más trastornos mentales o
del comportamiento a lo largo de su vida. Además, según Kohn et al. (2005), los
trastornos mentales en América Latina y El Caribe representan el 22.4% de la
carga general de enfermedad, porcentaje que, junto con otros problemas
psicosociales, constituyen una importante y significativa parte de la morbilidad que
se atiende en los centros de atención primaria en esta región. En muchos países
de la región de las Américas el presupuesto dedicado a la salud mental aún no
6
excede del 1% del presupuesto general de salud, el cual no responde a los nuevos
modelos de atención descentralizados e insertos en la comunidad.
La cobertura de servicios de salud mental representa para Guatemala un
gran desafío, porque los problemas de la población en cuanto a trastornos
mentales se han caracterizado por ser muchos y complejos (OPS-OMS, 2006;
OPS-OMS, 2009a). Además, problemas como la pobreza, la pobreza extrema, la
violencia, el narcotráfico, el alcoholismo y la drogadicción son comunes en el país.
Como se mencionó, los estudios epidemiológicos sobre trastornos mentales
realizados en Guatemala son limitados y se carece de estadísticas sobre la
situación de la salud mental en la Región Metropolitana, por lo que las políticas y
los programas en dicha región se realizan sin mayor fundamento científico y no se
priorizan las necesidades de acuerdo a las demandas de la población. Por ello, se
hace necesario conocer la prevalencia de los trastornos mentales en la Región
Metropolitana de Guatemala.
Como se indicó, el estudio de Cóbar et al. (2009) se realizó a nivel nacional;
sin embargo, no se había investigado la prevalencia de los trastornos mentales en
la Región Metropolitana de Guatemala, ni existían estudios previos que hubieran
aplicado la metodología y utilizado la entrevista CIDI, tal como se hizo en
ETMEGUA.
Por lo expuesto, se consideró importante llevar a cabo un estudio
epidemiológico de los trastornos mentales en el área más poblada de Guatemala,
la Región Metropolitana. Este estudio está orientado a brindar datos de los cuales
se puedan obtener lineamientos para implementar nuevas políticas en salud
pública, con el objetivo de prevenir y brindar un mejor servicio en cuanto a la salud
mental de la población guatemalteca.
Se considera que el Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en
Guatemala, Región Metropolitana, 2011, aporta amplia información
epidemiológica, tan necesaria para tomar medidas impostergables en el campo de
la salud mental. Además, hace un llamado a las autoridades responsables para
que tomen en cuenta los resultados de esta investigación y las necesidades que
se observan en la población de la Región Metropolitana con el fin de revisar y
actualizar, con base en estudios científicos como este, las políticas, estrategias,
los planes y programas de atención a la población en el ámbito de la salud mental,
e implementar acciones innovadoras de prevención, atención y rehabilitación.
7
Contar con datos epidemiológicos de los trastornos mentales de la Región
Metropolitana de Guatemala permite la comparación con otros estudios
epidemiológicos, tanto nacionales como internacionales, especialmente
latinoamericanos, facilitando así el diseño y la ejecución de planes de acción de
salud mental a nivel regional.
El ETMEGUA constituye un estudio inédito de las características de la
salud mental de la población de la Región Metropolitana de Guatemala. Investigó
datos significativos en relación a la prevalencia de cinco grupos de trastornos
mentales y de 21 trastornos mentales específicos, a lo largo de la vida, en los
últimos 12 meses y en los últimos 30 días, previos a la Encuesta en la población
de 18 a 65 años de edad, de ambos sexos, en sus desagregaciones urbana y
rural; consideró, asimismo, otras características sociodemográficas como edad,
escolaridad, estado civil y violencia del lugar de residencia de los participantes;
exploró información acerca del uso de los servicios de salud mental en los últimos
12 meses y sus correlatos sociodemográficos. Investigó la prevalencia de vida y
a 12 meses de la conducta suicida y sus correlatos sociodemográficos; además, la
prevalencia de vida de sucesos traumáticos y sus correlatos sociodemográficos.
Los resultados de la investigación constituyen elementos primordiales para
el análisis de la problemática epidemiológica de los trastornos mentales en la
Región Metropolitana de Guatemala.
Supuestos
•
La prevalencia de los trastornos mentales en la población de la Región
Metropolitana es similar a la obtenida en estudios realizados a nivel nacional
en Guatemala y en América Latina.
•
Existe comorbilidad significativa de los trastornos mentales en la población
de 18 a 65 años en la Región Metropolitana de Guatemala.
•
La prevalencia de los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo es más
alta en las mujeres.
•
La prevalencia de los trastornos relacionados con sustancias es más alta en
los hombres.
8
•
A menos años de escolaridad, la prevalencia de los trastornos mentales es
más alta.
•
La prevalencia de los trastornos mentales en la población cuyo estado civil es
separado o divorciado es más alta que en la población casada o unida.
•
La prevalencia de los trastornos mentales en la población urbana es más alta
que en la población rural.
•
La prevalencia de los trastornos de la conducta alimentaria es más alta en la
población urbana que en la población rural.
•
La prevalencia de trastornos mentales es mayor en los habitantes de los
lugares más violentos que en los habitantes de los lugares menos violentos de
la Región Metropolitana.
•
La edad de inicio de los trastornos mentales varía de acuerdo a los trastornos
específicos.
•
El uso de los servicios de atención en salud mental es superior en el área
urbana que en el área rural.
•
La prevalencia de la conducta suicida es más alta en los hombres.
•
La prevalencia de los sucesos traumáticos es mayor en los hombres.
Preguntas de investigación
•
¿Cuál es la prevalencia de trastornos mentales en la población de 18 a 65
años de edad de la Región Metropolitana de Guatemala?
•
¿Cuál es la prevalencia de trastornos de ansiedad, por grupo y trastornos
específicos, en la población de la Región Metropolitana de Guatemala?
•
¿Cuál es la prevalencia de trastornos del estado de ánimo, por grupo y
trastornos específicos, en la población de la Región Metropolitana de
Guatemala?
9
•
¿Cuál es la prevalencia de trastornos relacionados con sustancias, por
grupo y trastornos específicos, en la población de la Región Metropolitana
de Guatemala?
•
¿Cuál es la prevalencia de trastornos de la conducta alimentaria, por
grupo y trastornos específicos, en la Región Metropolitana de Guatemala?
•
¿Cuál es la prevalencia de otros trastornos mentales, por grupo y
trastornos específicos, en la Región Metropolitana de Guatemala?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en el total de la muestra y en los grupos por sexo, alguna vez
en la vida, en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en los grupos por edad, alguna vez en la vida y en los últimos
12 meses?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en los grupos por años de escolaridad, alguna vez en la vida y
en los últimos 12 meses?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en los grupos por estado civil, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población del área urbana y del área rural de la Región
Metropolitana de Guatemala, alguna vez en la vida y en los últimos 12
meses?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población de los municipios más violentos y de los menos
violentos del departamento de Guatemala, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses?
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población de las zonas más violentas y de las menos
violentas del municipio de Guatemala (ciudad capital), alguna vez en la vida
y en los últimos 12 meses?
10
•
¿Cuál es la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población de las áreas más violentas y de las menos
violentas de la Región Metropolitana de Guatemala, alguna vez en la vida y
en los últimos 12 meses?
•
¿Cuál es la comorbilidad de trastornos mentales en la población de 18 a
65 años de edad de la Región Metropolitana de Guatemala?
•
¿Cuál es la edad de inicio de los trastornos mentales específicos?
•
¿Cuál es el porcentaje de la población que ha recibido tratamiento en los
últimos 12 meses, por tipo de servicio y tipo de trastorno, y los correlatos
sociodemográficos para el uso de servicios, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses?
•
¿Cuál es la prevalencia de la conducta suicida, alguna vez en la vida y en
los últimos 12 meses, en la muestra total y en los grupos por sexo, y los
correlatos sociodemográficos de la conducta suicida, alguna vez en la vida?
•
¿Cuál es la prevalencia de sucesos traumáticos, alguna vez en la vida, en
el grupo total y por sexo, y el riesgo de estrés postraumático por tipo de
trauma?
Objetivo general
Determinar la prevalencia de trastornos mentales en la población de 18 a
65 años de edad de la Región Metropolitana de Guatemala.
Objetivos específicos
•
Determinar la prevalencia de los siguientes grupos de trastornos mentales y
trastornos específicos:
 Trastornos de ansiedad: trastorno de pánico, trastorno de ansiedad
generalizada, fobia social, fobia específica, agorafobia sin trastorno
de pánico,
trastorno por estrés postraumático y trastorno
obsesivo-compulsivo.
 Trastornos del estado de ánimo: depresión mayor, distimia y
bipolar I y II.
11
 Trastornos relacionados con sustancias: abuso de alcohol,
dependencia del alcohol, abuso de drogas, dependencia de drogas
y dependencia de nicotina.
 Trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia
nerviosa y trastorno por atracón.
 Otros trastornos: trastorno disfórico premenstrual, neurastenia y
trastorno explosivo intermitente
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en el total de la muestra y en los grupos por sexo, alguna vez en
la vida, en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días.
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en los grupos por edad, alguna vez en la vida y en los últimos
12 meses.
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en los grupos por años de escolaridad, alguna vez en la vida y
en los últimos 12 meses.
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en los grupos por estado civil, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses.
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población del área urbana y del área rural de la Región
Metropolitana de Guatemala, alguna vez en la vida y en los últimos 12
meses
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población de los municipios más violentos y de los menos
violentos del departamento de Guatemala, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población de las zonas más violentas y de las menos
violentas del municipio de Guatemala (ciudad capital), alguna vez en la vida
y en los últimos 12 meses.
12
•
Determinar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales y trastornos
específicos en la población de las áreas más violentas y de las menos
violentas de la Región Metropolitana de Guatemala, alguna vez en la vida y
en los últimos 12 meses.
•
Determinar la comorbilidad de trastornos mentales en la población de 18 a
65 años de edad de la Región Metropolitana de Guatemala.
•
Determinar la curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos
mentales específicos.
•
Determinar el porcentaje de la población que ha recibido tratamiento en los
últimos 12 meses, por tipo de servicio y tipo de trastorno, y los correlatos
sociodemográficos para el uso de servicios, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses.
•
Determinar la prevalencia de la conducta suicida, a lo largo de la vida y en
los últimos 12 meses, en el grupo total y por sexo, y los correlatos
sociodemográficos de la conducta suicida, alguna vez en la vida.
•
Determinar la prevalencia de sucesos traumáticos a lo largo de la vida, en el
grupo total y por sexo, y el riesgo de estrés postraumático por tipo de
trauma.
Variables
Las variables investigadas constituyen los diferentes grupos de trastornos
mentales y trastornos específicos que evalúa la Entrevista Diagnóstica
Internacional Compuesta (WHO-CIDI 3.0) seleccionados para esta investigación,
las variables sociodemográficas, las temporalidades y otras variables.
Grupos de trastornos mentales: trastornos de ansiedad, trastorno del
estado de ánimo, trastornos relacionados con sustancias, trastornos de la
conducta alimentaria y otros trastornos.
Trastornos específicos: trastorno de pánico, trastorno de ansiedad
generalizada, fobia social, fobia específica, agorafobia sin trastorno de pánico,
trastorno por estrés postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo, depresión
mayor, distimia, bipolar I y II, abuso de alcohol, dependencia del alcohol, abuso
de drogas, dependencia de drogas, dependencia de nicotina, anorexia nerviosa,
13
bulimia nerviosa, trastorno por atracón, trastorno disfórico premenstrual,
neurastenia y trastorno explosivo intermitente.
Variables sociodemográficas: Sexo (hombre, mujer), Edad (18-29, 30-44,
45-59, 60-65, 66-89 años), Años de Escolaridad (0-5, 6-8, 9-11, 12+ años),
Estado Civil (casado o unido, separado/divorciado/viudo, nunca casado), Área
(urbana, rural), Municipios del departamento de Guatemala (menos violentos,
más violentos), Zonas de la ciudad capital (menos violentas, más violentas), Áreas
de la Región Metropolitana (municipios + zonas menos violentos,
municipios + zonas más violentos).
Temporalidades: Alguna vez en la vida, Últimos 12 meses, Últimos 30
días.
Otras variables: Comorbilidad, Edad de inicio de los trastornos, Uso de
servicios, Conducta suicida, Sucesos traumáticos, Riesgo de estrés
postraumático.
Estrategia de la investigación
Se realizó un estudio cuantitativo no experimental, transversal descriptivo,
epidemiológico, de trastornos mentales.
Alcances, límites y limitaciones
•
Se determinó la prevalencia de trastornos mentales en la Región
Metropolitana de Guatemala (Región 1), en sus desagregaciones urbana y
rural, incluyendo los municipios del departamento de Guatemala y zonas
de la ciudad capital.
•
La población participante estuvo comprendida entre las edades de 18 a 65
años, tanto mujeres como hombres, cuyo idioma fuera el español.
•
Se aplicó la Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta
(WHO – CIDI 3.0) durante los meses de marzo y abril del año 2011.
•
El estudio evaluó la prevalencia de los trastornos mentales seleccionados
por el grupo investigador, así como otras secciones clínicas y no clínicas
del instrumento.
14
•
La entrevista CIDI fue diseñada para el rango de edad entre 18 y 65 años;
por lo tanto, la población infantil y adolescente no fue sujeto de estudio. Sin
embargo, se integró una pequeña muestra comprendida entre 66 y 89 años
de edad.
•
Los resultados obtenidos en ETMEGUA son válidos para la muestra
investigada, y con base en el diseño muestral que fue elaborado por el
Instituto Nacional de Estadística -INE- (Guatemala, C.A.), se pueden
extrapolar a la población de la Región Metropolitana de Guatemala.
•
La investigación no estableció la relación de causalidad entre los factores
sociodemográficos y la prevalencia de trastornos mentales.
•
La investigación no estableció la relación de causalidad entre factores que
determinan la aparición de los trastornos mentales y los trastornos en sí
mismos.
En el trabajo de campo se afrontaron algunas limitaciones, que no fueron
determinantes en los resultados obtenidos. A continuación se detallan las más
importantes:
•
Por la situación
de inseguridad y delincuencia que prevalece en
Guatemala, en particular en la ciudad capital y algunos municipios, los
sistemas de seguridad de algunos condominios, incluidos en los sectores
cartográficos seleccionados para la aplicación del instrumento, limitaron el
ingreso de los investigadores, no obstante haber realizado las gestiones
necesarias para los permisos de acceso.
•
Algunas personas se negaron a responder la entrevista, aun cuando los
investigadores y encuestadores estaban debidamente identificados, ello
debido a la desconfianza existente entre la población, por las razones antes
mencionadas.
•
En la muestra se contemplaron sectores cartográficos alternativos, debido a
que algunos de los seleccionados eran de alto riesgo y se consideró
prioritario garantizar la integridad física del grupo de investigadores y de
encuestadores, así como proteger el equipo utilizado para aplicar la
encuesta CIDI.
15
A pesar de las limitaciones descritas, el estudio se llevó a cabo dentro del
tiempo programado y se cubrió toda la muestra seleccionada, de tal manera que
los objetivos propuestos fueron alcanzados.
Consideraciones e Implicaciones Bioéticas
Para realizar el estudio se observaron los principios fundamentales de la
Bioética y sus implicaciones y se procedió de la siguiente manera:
•
La propuesta de investigación se sometió a consideración del Comité de
Bioética del Centro de Dinámica Humana de la Universidad Mariano Gálvez
de Guatemala (anexo adjunto).
•
Se notificó al Consejo Directivo de la Universidad Mariano Gálvez que se
realizaría una investigación epidemiológica de los trastornos mentales en la
Región Metropolitana de Guatemala y se solicitó la aprobación
correspondiente. En punto de acta de dicho Consejo se anotó la resolución
de aprobación y se recibió la notificación en el Centro de Dinámica
Humana.
•
En el Centro de Dinámica Humana se procedió a firmar el consentimiento
informado por el grupo de los 23 estudiantes-investigadores y los 11
encuestadores contratados. Se expuso que podrían correrse algunos
riesgos en la ejecución de la investigación.
•
Previo al trabajo de campo, se procedió a solicitar por escrito el
consentimiento informado de las autoridades locales de los 55 sectores
cartográficos seleccionados.
•
Durante la aplicación de la encuesta CIDI se procedió a solicitar el
consentimiento informado a los participantes que serían entrevistados y que
vivían en las estructuras seleccionadas. A todas las personas entrevistadas
se les aseguró que su participación era voluntaria, que podrían dejar de
contestar cuando así lo desearan y que sus datos personales no serían
publicados. Se les informó cómo se utilizarían los resultados de la
entrevista CIDI, el propósito de la encuesta y la confidencialidad de la
información obtenida. Se les indicó que la información relativa al estudio la
podrían consultar en la página web del Centro de Dinámica Humana.
Asimismo se les proporcionó direcciones de centros de atención en salud
mental.
16
Revisión de la Literatura
Este apartado describe el contexto guatemalteco en su geografía,
demografía y las relaciones socioculturales que evidencian las condiciones de vida
de sus habitantes. Por otro lado, el tema de la salud mental es abordado desde
una perspectiva global y del país. Asimismo, se hace una revisión de los estudios
internacionales epidemiológicos de los trastornos mentales y se presenta el
instrumento utilizado en la investigación, la Entrevista Diagnóstica Computarizada,
CIDI, en su versión 3.0.
Contexto Guatemalteco
En el Informe Nacional de Desarrollo Humano 2009-2010 (PNUD, 2010)
Guatemala: hacia un Estado para el desarrollo humano, se indica que Guatemala
es un territorio ambientalmente diverso que se extiende en 108,889 km2, con una
elevación en el rango de 0 a 4,000 metros sobre el nivel del mar. El territorio está
organizado política y administrativamente en 22 departamentos y 334 municipios.
Con 14 millones de habitantes, de los cuales 7.003,337 corresponden a hombres y
7.358,328 a mujeres, la mayor densidad de esta población se localiza en mesetas
y valles.
Según el XI Censo Nacional de Población y VI de Habitación 2002 del
Instituto Nacional de Estadística (INE, 2002), en Guatemala existen 22
comunidades lingüísticas mayas, además de las que hablan español y garífuna.
La población indígena representa un 40% de la población total, ubicándose
predominantemente en la región noroccidental del país. La expectativa de vida
para hombres es de 67.3 años y para mujeres es de 74.4 años. La población que
habita las zonas rurales es el 53.9% y las zonas urbanas el 46.1%.
La dinámica económica es de grandes contrastes: mientras que en la Región
Metropolitana se encuentran sectores con un Índice de Desarrollo Humano (IDH)
parecido a países del primer mundo, en las zonas rurales existen sectores
comparables con países africanos (Informe Sobre Desarrollo Humano 2003, Los
objetivos de desarrollo del Milenio: un pacto entre las naciones para eliminar la
pobreza. PNUD, 2003).
De acuerdo al Informe citado, Guatemala sigue siendo un país
predominantemente rural, de población joven y con altos porcentajes de pobreza
17
(57%); un 21.5% de la población se encuentra en pobreza extrema, ya que no
alcanza a cubrir el costo del consumo mínimo de alimentos (o calorías mínimas)
y un 35.5% corresponde a pobreza no extrema, que sí alcanza a cubrir el
consumo mínimo de alimentos. Según el Informe, la pobreza está presente
predominantemente en la población rural, indígena, mujeres y en los menores de
18 años de edad.
El Informe Nacional de Desarrollo Humano 2009-2010 (PNUD, 2010) destaca
que Guatemala es uno de los países con más desigualdades del mundo, que
excluyen a una gran mayoría de la población del acceso al bienestar básico en
términos de educación, salud, empleo digno, alimentación y seguridad (p. 260).
Distintos han sido los esfuerzos para integrar un enfoque de derechos
humanos en las estrategias de desarrollo y erradicación de la pobreza; los
avances han sido notables “hacia la mayor confluencia posible entre el discurso
del desarrollo y el de los derechos”. Esta asociación se fundamenta en la
concepción del desarrollo humano como una expansión de libertades reales que
las personas disfrutan. “Según esta concepción, vivir una vida prolongada y
saludable, adquirir conocimientos, disfrutar de un digno estándar de vida y edificar
el propio destino son libertades esenciales” (PNUD, 2010, p. 145).
Según este Informe de Desarrollo Humano “el derecho a la salud, incluye
tanto la asistencia sanitaria como otros factores determinantes para la salud, entre
ellos, el acceso a agua potable y saneamiento público, nutrición y alimentación
sana y adecuada, vivienda apropiada y condiciones saludables, tanto en el trabajo
como en el medio ambiente” (PNUD, 2010, p.145). Puede decirse que los
anteriores enunciados no reflejan la realidad guatemalteca, que sigue siendo la
misma o peor que hace 10 años, sobre todo si se consideran los problemas
generados por la violencia extrema de los últimos años.
De acuerdo a este informe, Guatemala se aleja lentamente del período del
conflicto armado, ocupándose en la construcción de un país en vías de desarrollo,
“compartiendo muchos problemas comunes de las democracias latinoamericanas
de transición”, por ejemplo: autoridades frágiles en la aplicación de la justicia,
debilidad en los partidos políticos y desigualdad en los ingresos, lo que profundiza
la pobreza.
Guatemala se encamina a construir una democracia luego del conflicto
armado interno. En 1996 se firman los Acuerdos de Paz Firme y Duradera entre el
gobierno de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca,
18
URNG, finalizando de esta manera con 36 años de lucha interna. La agenda
consensuada contiene las acciones encaminadas al logro de la paz firme y
duradera y a la construcción de la democracia; los mismos Acuerdos se basan en
reconocer que Guatemala es un país multilingüe, pluricultural y multiétnico
(Hernández, 2008).
Según el mismo informe, al terminar la primera década del siglo XXI el país
hace un recorrido largo para constituirse en una sociedad plural, incluyente y
equitativa, que demuestre el establecimiento de un Estado democrático y
conciliador; para tal fin se han diseñado dos ejes estratégicos para la construcción
de esa esperada nación. En el primero, de orden político, se firman los Acuerdos
de Paz en 1996 y, en el segundo, de orden económico, abrir los mercados y
reducir la participación estatal en la economía, ingresar a la globalización, lo que
propiciaría el crecimiento económico sostenido y que vertiera sus beneficios en la
población, logrando el desarrollo social y la reducción de la pobreza. Sin embargo,
es difícil considerar a la sociedad guatemalteca como incluyente, con tendencia
hacia el desarrollo humano y con prosperidad económica para todas las personas.
Según el Informe Carga Global de la Violencia Armada (Child Rights
International Netwoork –CRIN- 2011) que estima la tasa anual de muertes
violentas entre 2004 y 2009, Guatemala ocupa el séptimo lugar entre los países
más violentos del mundo con un promedio anual de 45 muertes por cada 100,000
habitantes.
Salud Mental
De acuerdo a la definición de la OMS (2004a) la salud mental es “El
estado de bienestar que permite a los individuos realizar sus habilidades, afrontar
el estrés normal de la vida, trabajar de manera productiva y fructífera, y hacer una
contribución significativa a sus comunidades” (p. 4). Este informe menciona que la
salud mental se subrayó en la definición de salud de la OMS desde el momento de
la constitución de la misma: “La salud es un estado de completo bienestar físico,
mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades” (p. 7).
En el mismo informe se resalta la interdependencia de la salud mental, la
física y la social, reconociendo así la importancia que la salud mental tiene para el
bienestar de todos los seres humanos de cualquier sociedad o nación. Aun así,
no se le asigna a la salud mental la misma importancia que a la salud física; por el
contrario, ha sido ignorada y desatendida en la mayor parte del mundo. La salud
19
mental debe ser materia de interés para todos y no únicamente para las personas
o las familias que son afectadas por un trastorno mental.
En los informes de la OMS (2001) y (2004a) se hace hincapié en que los
problemas de salud mental afectan a las sociedades en su totalidad y no se
concentran en un grupo particular, sin importar la región o el país, la edad, el
sexo, la condición socioeconómica o si el lugar de residencia es urbano o rural.
Sin embargo, los que corren mayores riesgos son los pobres, los que no tienen
casa o techo, los desempleados, las personas con bajo nivel de escolaridad, las
víctimas de la violencia, los migrantes y refugiados, los integrantes de poblaciones
indígenas, las mujeres maltratadas y los ancianos abandonados. Por consiguiente,
los problemas de salud mental representan un impacto económico sobre las
sociedades, sobre la calidad de vida tanto de las personas individualmente como
de las familias.
Acerca de la pobreza y su relación con la aparición de los trastornos
mentales, Patel y Kleinman, citados en OMS (2004b), afirman que los factores
tales como la inseguridad, la desesperanza, el rápido cambio social, los riesgos de
violencia y los problemas de salud física pueden explicar que las personas pobres
de cualquier país sean más vulnerables a desarrollar enfermedades mentales.
En el mismo documento se explica que es posible que los problemas de
salud mental, sociales y de conducta puedan interactuar y, como consecuencia,
intensificar sus efectos en la conducta y el bienestar. Así, para Desjarlais y otros,
citados en este documento, “El abuso de sustancias, la violencia y el maltrato de
mujeres y niños por una parte, y los problemas de salud, tales como enfermedad
cardíaca, depresión y ansiedad por la otra, tienen mayor prevalencia y son más
difíciles de afrontar cuando existen condiciones de altas tasas de desempleo, bajo
ingreso, educación limitada, condiciones de estrés laboral, discriminación de
género , estilo de vida no saludable y violaciones a los derechos humanos” (p.15).
La magnitud de los problemas de salud mental se resalta en los datos
aportados por estos informes de la OMS: más del 25% de las personas padecen
uno o más trastornos mentales o del comportamiento a lo largo de su vida; 450
millones de personas en el mundo sufren de un trastorno mental o de la conducta,
pero solo una minoría recibe al menos el tratamiento elemental; alrededor de 1
millón de personas se suicidan cada año; para el año 2004, cuatro de las 6 causas
principales de los años vividos con discapacidad resultaban de trastornos
neuropsiquiátricos (depresión, trastornos derivados por el consumo de alcohol,
esquizofrenia y trastorno bipolar); una de cada cuatro familias tiene dentro de sus
20
miembros a uno afectado por un trastorno mental; generalmente los miembros de
la familia son los cuidadores primarios de las personas con trastornos mentales.
La magnitud de la carga en la familia es difícil de justipreciar; por consiguiente,
frecuentemente es ignorada. Sin embargo, puede afirmarse que el impacto es
importante en la calidad de la vida familiar. Además de los costos de salud y
sociales, los afectados por los trastornos mentales sufren de violaciones de los
derechos humanos, de estigma y discriminación, tanto dentro como fuera de las
instituciones psiquiátricas.
A nivel mundial los trastornos mentales y de conducta representaban en el
año 1990 el 11% de la carga total de enfermedad, expresado en términos de
años de vida ajustados por discapacidad –DALYs- (OMS 2001). Se predice que
para el año 2020 esta cifra va a aumentar a un 15%. Los trastornos mentales
también representan un costo para la sociedad. En 1990 la depresión fue la
cuarta causa más importante de aportación a la carga de enfermedad y para el
año 2020 se espera que sea la segunda en importancia después de la enfermedad
cardíaca isquémica (OMS 2004b, p.15).
Así mismo, en el informe de la OMS (2004b) se afirma que dentro del
marco de la salud pública, las actividades que pueden mejorar la salud incluyen la
promoción de la salud, la prevención de la enfermedad y discapacidad y el
tratamiento y la rehabilitación de las personas afectadas. Todos son
complementarios, necesarios y ninguno es sustituto del otro.
Es interesante observar que la OMS declaró desde el año 2001 que se
contaba con los conocimientos fundamentales sobre el origen y desarrollo de los
trastornos mentales, su diagnóstico y formas de tratamiento para mejorar la
calidad de vida de las personas afectadas, así como para prevenir los mismos. En
el Informe de la OMS (2001) se afirmó que se contaba con el conocimiento de que
la mayor parte de las enfermedades, tanto psíquicas como orgánicas, están
influidas por una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales; que
los trastornos mentales y del comportamiento se asientan en el cerebro; que
afectan en todas las edades, en todos los países y son causa de sufrimiento para
las familias y las comunidades, así como para los individuos; que en la mayor
parte de los casos los trastornos mentales pueden ser diagnosticados y tratados
de manera eficaz con relación al costo.
21
Desde el año 2001 se consideraba que el conjunto de conocimientos que se
tenía permitía ofrecer a las personas con trastornos mentales o del
comportamiento nuevas esperanzas de una vida plena y productiva en sus propias
comunidades. Este informe presentó información acerca de los más modernos
conocimientos sobre los trastornos mentales y del comportamiento, la magnitud de
ellos y la carga de morbilidad; asimismo, presentó las estrategias para lograr
tratamientos eficaces así como para mejorar la salud mental por medio del
desarrollo de políticas y servicios (p.4).
Por lo expuesto, en Guatemala, además de considerar los factores
genéticos, debe tomarse en cuenta que el contexto del país y, por lo tanto, las
condiciones sociopolíticas del mismo, podrían determinar que un alto porcentaje
de la población sea vulnerable a padecer de trastornos mentales, aunque no
existen estudios que permitan hacer conclusiones al respecto.
A partir de 2005 el Programa de Salud Mental de la OPS/OMS, inició la
evaluación de los sistemas de salud mental de la Región, a través del Instrumento
de Evaluación para Sistemas de Salud Mental de la Organización Mundial de la
Salud (IESM-OMS), el cual es una herramienta desarrollada por la OMS para
recopilar los datos esenciales sobre el sistema de salud mental de un país o una
región. El objetivo final es disponer de suficiente información que permita abordar
el cambio y la mejora de los servicios.
En el Informe Sobre los Sistemas de Salud Mental en Nicaragua, el
Salvador y Guatemala (IESM-OMS, 2006) se explica que se utilizó el IESM-OMS
para evaluar el sistema de salud mental en Guatemala. Su propósito fue recopilar
información para mejorar el sistema de salud mental y aportar una línea base para
monitorear las modificaciones. Lo anterior haría que en el país se diseñaran
planes de salud mental en relación a esa línea base y con objetivos definidos. De
igual manera, sería de beneficio el monitoreo del progreso en la implementación
de políticas de reforma que proporcionen servicios comunitarios y que involucren a
los usuarios, las familias y otras partes interesadas en la promoción, prevención,
atención y rehabilitación de salud mental.
Los datos más relevantes del informe mencionado, son: a) el 90% del
presupuesto asignado a salud mental es para el Hospital Nacional de Salud
Mental; b) en la red pública de servicios no está garantizada la disponibilidad de
psicofármacos y solamente el 1% de la población guatemalteca puede obtener sin
costo este tipo de medicamento; únicamente en el Hospital Nacional de Salud
Mental se entregan los medicamentos gratuitos; c) hay dos hospitales
22
psiquiátricos, para un total de 0.7 camas por cada 100,000 habitantes, por lo que
el 99% de las camas psiquiátricas se encuentran en estos dos hospitales del área
metropolitana; d) los recursos humanos son insuficientes para la atención en
salud mental y la mayoría se encuentra concentrada en el área metropolitana; por
otro lado, las oportunidades de capacitación y actualización para el personal que
labora en los establecimientos ambulatorios son pocas; e) existen 32
establecimientos de salud mental ambulatorios en el país y solamente uno atiende
niños(as) y adolescentes. Estos centros ambulatorios brindan atención a 782
usuarios por 100,000 habitantes. En el año 2006, de todos los usuarios atendidos
en establecimientos de salud mental ambulatorios, 57% fueron mujeres y 7%
fueron niños(as) y adolescentes, y f) el principal diagnóstico dado en los centros
ambulatorios fue el trastorno afectivo (29%).
El IESM-OMS Informe sobre los sistemas de salud mental en los países de
Centroamérica y República Dominicana (OPS-OMS, 2009b) reportó algunos
avances en los diferentes países.
La última aplicación del Instrumento de Evaluación para Sistemas de Salud
Mental de la Organización Mundial de la Salud (IESM-OMS) actualizó los datos de
las evaluaciones previas; el trabajo de campo se desarrolló durante el último
trimestre del año 2009 y el primer trimestre del 2010, para lo cual se recopiló la
información disponible en diferentes fuentes para asegurar su confiabilidad
(OPS-OMS, 2011).
Este IESM-OMS Informe sobre el Sistema de Salud Mental en Guatemala
2011 (OPS-OMS, 2011) reconoce algunos avances interesantes, sobre todo en la
parte de política y marco legislativo, indicando que Guatemala cuenta con una
política de salud mental que fue revisada en 2008, aunque el documento,
elaborado por el Programa Nacional de Salud Mental no ha sido ratificado por el
Ministerio de Salud Pública. De igual manera, aun cuando se cuenta con un plan
actualizado de salud mental, se evidencian algunas ausencias, tales como
financiamiento y protección de los derechos humanos. Tampoco existe un plan de
contingencia
para desastres/emergencias específico para salud mental.
Actualmente no hay ninguna legislación sobre salud mental, aunque existen
algunas iniciativas, las cuales provienen principalmente desde la sociedad civil.
El modelo de atención de salud mental que aún predomina en la región
centroamericana es de tipo institucional, centrado en los hospitales psiquiátricos, y
se advierten algunas debilidades relacionadas con el tema de la protección de los
derechos humanos de las personas con enfermedades mentales (Aparicio et al.,
23
en Rodríguez et al., 2009).
Así pues, en el tema financiero, el lESM-OMS del
2011 observa menos avances, ya que se sigue asignando menos del 1% del
presupuesto total de salud a la salud mental, y el 94% de dicho presupuesto está
dirigido a hospitales psiquiátricos (concentrados en la ciudad capital), que en
comparación con el reporte anterior (90%), representa un retroceso en la
asignación presupuestaria a servicios no hospitalarios. Únicamente el 4% del
presupuesto restante se dedica a labores de prevención, promoción y
rehabilitación.
El 13% de la población tiene acceso gratuito (80%,
aproximadamente) a medicamentos psicotrópicos esenciales, lo que evidencia un
avance importante aunque todavía insuficiente. A pesar de que los problemas de
salud mental están cubiertos por el seguro social, menos del 15% de la población
está afiliada al mismo.
Todos los países de la región centroamericana disponen de una red de
servicios de salud mental ambulatorios con mayor o menor grado de desarrollo,
siendo el principal problema de dichos servicios el hecho de que están
concentrados en la capital o en los grandes centros urbanos, mientras que existen
amplias zonas, especialmente rurales, sin cobertura. De igual manera los grupos
indígenas y otras minorías étnicas y lingüísticas están significativamente
subrepresentadas en el uso de los servicios ambulatorios de salud mental.
(Aparicio et al., en Rodríguez et al., 2009).
De acuerdo a OPS-OMS (2011) en Guatemala existen 40 establecimientos
de salud mental ambulatorios, los que brindan atención aproximada a 363
usuarios por cada 100,000 habitantes de la población general. El 58% de las
personas atendidas por estos servicios ambulatorios son de sexo femenino y el
14% son niños o adolescentes. Los usuarios atendidos en establecimientos
ambulatorios padecen trastornos neuróticos y somatomorfos (54%) y trastornos
afectivos (24%); en cambio, en los hospitales psiquiátricos la esquizofrenia (51%)
es el trastorno más prevalente.
Algunos de los avances en cobertura y descentralización de los servicios de
salud mental han sido producto de la colaboración de organizaciones no
gubernamentales y agencias internacionales. Existe un aumento en la oferta de
servicios privados, principalmente en el rubro de hogares residenciales, así como
un nuevo hospital psiquiátrico (2.6 camas en hospitales psiquiátricos por cada
100,000 habitantes). También se describen algunos retrocesos, como el cierre del
Hospital de Día en el Hospital Nacional de Salud Mental.
24
Aunque ha habido un aumento del entrenamiento en salud mental en los
programas de formación de médicos generales, únicamente el 4% de dicha
formación está dedicada a salud mental. En términos de clínicas de atención
primaria de salud que cuentan con un médico, solamente unas pocas (1%-20%)
tienen protocolos de evaluación y tratamientos disponibles para condiciones
claves de salud mental. Aparicio et al. (en Rodríguez et al., 2009), refieren que la
relación entre la atención primaria y la medicina tradicional con los servicios de los
trastornos mentales es prácticamente nula.
En cuanto a la cantidad total de recursos humanos que trabajan en
establecimientos de salud mental o práctica privada, el IESM-OMS del 2011
reporta 10.7 por cada 100,000 habitantes, haciendo el siguiente desglose de
acuerdo con la profesión: 0.6 psiquiatra, 0.1 otros médicos (no especializados en
psiquiatría), 1.4 enfermeros, 7 psicólogos, 0.1 trabajadores sociales, 1 terapeutas
ocupacionales, 0.4 otro profesional de la salud o la salud mental (incluyendo
personal auxiliar, personal de atención primaria de salud que no es médico,
asistentes de salud, asistentes médicos, consejeros psicosociales profesionales y
paraprofesionales). Comparado con el reporte anterior, se observa en este rubro
un avance significativo, sobre todo en relación al número de psicólogos,
probablemente por la inclusión en el reporte 2011 de los profesionales que
trabajan en el sector privado.
El informe indica que los sistemas de registro y reporte epidemiológico de
los servicios de salud mental, continúan mostrando importantes dificultades, lo
que limita la consistencia de los datos. Por su parte, Aparicio et al. reportaron que
los sistemas de información presentan múltiples deficiencias: no todas las
unidades o servicios de salud mental informan a los ministerios de salud; los datos
que se recolectan son insuficientes para un análisis adecuado; existe subregistro o
mala calidad en el registro primario; no se dispone de datos del sector privado; no
hay publicaciones o informes anuales sobre salud mental y no existen sistemas
de vigilancia epidemiológica. La falta de investigación es, sin lugar a dudas, una
debilidad de los países evaluados.
Ahora bien, el Programa Nacional de Salud Mental de Guatemala y la
Política de Salud Mental 2007-2015 (Ministerio de Salud Pública y Asistencia
Social, 2008), considera que una estrategia esencial para desarrollar el
componente de salud mental en Guatemala es incorporarlo dentro de la atención
primaria de salud, lo cual conlleva un despliegue de recursos humanos y
materiales que garanticen los servicios necesarios para permitir una verdadera
atención integral y descentralizada.
25
En el documento citado, el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social
reconoce:
su responsabilidad de conducir, regular, promover y garantizar la salud
integral y tomando en cuenta las necesidades de salud mental de la
población guatemalteca, ha definido una política de salud mental cuyo
propósito es orientar las acciones de promoción, prevención, atención y
rehabilitación psicosocial integral. La política está dirigida a promover la
salud mental de la población guatemalteca en general, pero haciendo
énfasis en los grupos sociales afectados por la inequidad, la violencia, los
desastres y las adicciones y así como por otros problemas de carácter
mental y de la conducta (p.17).
La Investigación Epidemiológica de los Trastornos Mentales
Uno de los retos más grandes para la salud mental es contar con datos
confiables para contribuir al desarrollo de políticas sanitarias y para la valoración
de las necesidades asistenciales de los enfermos mentales. Según Díaz (2001),
la Asociación Internacional de Epidemiología definió la especialidad en 1974 como
“el estudio de los factores que determinan la frecuencia y distribución de las
enfermedades en poblaciones humanas” (p.79).
La epidemiología, como
disciplina que estudia la enfermedad en poblaciones humanas, aporta las
herramientas para determinar la distribución de la enfermedad en la población,
analiza los factores que determinan dicha distribución, establece el nivel de
utilización de los servicios asistenciales y estudia las medidas que pueden ser
útiles para su prevención (Vázquez-Barquero, 1998).
Por su parte, la OMS (2012b) en Temas de Salud, indica que la “Epidemiología es
el estudio de la distribución y los determinantes de estados o eventos (en
particular de enfermedades) relacionados con la salud y la aplicación de esos
estudios al control de enfermedades y otros problemas de salud”.
De acuerdo con Gruenberg, citado por Vázquez-Barquero, la epidemiología
tiene los siguientes objetivos:
•
•
Detectar los cambios en los patrones de la enfermedad, a lo largo del
tiempo.
Identificar los “casos” en la población, en lugar de exclusivamente entre los
que acuden a los servicios asistenciales.
26
•
•
•
•
•
•
Evaluar el funcionamiento de los servicios sanitarios.
Estimar el riesgo que tiene cada individuo, o grupo poblacional, de
desarrollar un trastorno determinado.
Completar el cuadro clínico de las enfermedades.
Identificar los síndromes.
Buscar las causas de los trastornos.
Prevenir la morbilidad y la mortalidad.
En el artículo de Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa, incluido en Rodríguez et
al. (2009), se afirma que el objetivo final de la epidemiología es actuar como
fuerza preventiva al detectar la etiología de las enfermedades y la identificación de
los posibles factores de riesgo, especialmente aquellos que son modificables, para
prevenir, diagnosticar y tratar las enfermedades y evitar así complicaciones
costosas.
Del Rey Calero, citado en Díaz (2001), indica que la investigación
epidemiológica posee tres niveles de análisis distintos que son complementarios
en los datos epidemiológicos:
La epidemiología descriptiva. Su principal objetivo es estudiar, determinar y
examinar la prevalencia y el curso de los trastornos mentales dentro de una
población. Se centra esencialmente en las personas que padecen el trastorno, el
sitio demográfico, que puede ser urbano o rural o ambos y, por último, el tiempo,
que resulta ser determinante en cuanto a las fechas en donde se realizó o se
realizará el trabajo epidemiológico. Los dos índices fundamentales de la
epidemiología descriptiva son las tasas de incidencia y prevalencia, como
mencionan Chorot, Pérez-Llantada y Sandín en Díaz (2001). La tasa de
incidencia se refiere al número de casos nuevos de una enfermedad que ocurren
en una población definida, durante un periodo de tiempo determinado, siendo
usualmente de un año. La tasa de prevalencia indica el número total de casos de
un trastorno existente en una población, que se han acumulado a lo largo de un
intervalo de tiempo concreto.
La epidemiología analítica. Identifica causas concretas asociadas a las
tasas que determinó la epidemiología descriptiva; con ellas facilita el manejo de
los datos obtenidos para poder proponer sugerencias y conclusiones en cuanto a
los factores de riesgo o condiciones que pueden incrementar la probabilidad de
que un sujeto desarrolle un trastorno mental determinado.
27
La epidemiología experimental. Se refiere al cotejo o comparación de dos
grupos de estudio, en el que uno se somete a un determinado agente ambiental y
el otro no; por lo tanto, utiliza el método científico y propone hipótesis, mismas que
deberán ser comprobadas.
Gracias a la epidemiología se ha logrado una mayor integración entre la
clínica y la salud pública y, entre esta, la salud mental. Del Rey Calero en Díaz
(2001), refiere que los datos epidemiológicos son necesarios a la hora de diseñar
políticas de prevención, tratamiento y rehabilitación para la salud mental.
Por su parte, Mari et al. (en Rodríguez et al., 2009), indican que “la
epidemiología interviene de manera precisa en la identificación de los casos
(diagnóstico y prevalencia), el recuento de casos nuevos a través del tiempo
(incidencia), la búsqueda de la causa de la afección (estudio de casos y testigos),
el pronóstico (estudio de cohortes) y la determinación de lo que es eficaz en la
evolución de un trastorno determinado (ensayos clínicos). La información
epidemiológica es fundamental para la salud pública y la salud mental pública, así
como para orientar la planificación de las acciones a seguir” (p.3).
En el campo de la salud mental, Vázquez-Barquero indica que la
epidemiología de los trastornos mentales o epidemiología psiquiátrica, como
también se le llama, desarrolla estrategias de investigación de la enfermedad
mental a través de estudios transversales, prospectivos y longitudinales (cohortes)
y estudios de casos controles, dirigidos a obtener información epidemiológica
sobre los diversos trastornos mentales, sus tasas de prevalencia e incidencia,
distribución por género, edad y otras variables sociodemográficas, así como
información sobre factores de riesgo y trastornos asociados en población general
o asistida.
Por otro lado, Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa, en Rodríguez et al. (2009),
indican que la epidemiología psiquiátrica no ha tenido los mismos avances que
otras ramas de la epidemiología, debido a que es más difícil conceptualizar y
cuantificar los trastornos mentales y los factores de riesgo son más variados y
complejos que para la mayoría de las enfermedades físicas. Por tal razón, la
mayor parte de la epidemiología psiquiátrica sigue siendo de tipo descriptivo y se
dirige principalmente a la estimación de la prevalencia del trastorno y de sus
subtipos. Sin embargo, la investigación epidemiológica ha mejorado en gran
medida en los últimos 30 años, tanto en su enfoque como en las técnicas
utilizadas.
28
Los autores mencionados refieren que las primeras encuestas
epidemiológicas comunitarias de los trastornos mentales se realizaron desde el
final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, tenían sus limitaciones, ya que
no era posible comparar los resultados a nivel transnacional por la ausencia de
una metodología (por ejemplo, en el diseño de muestras) y por la instrumentación
estandarizada (por ejemplo, entrevistas diagnósticas estructuradas). Alrededor de
los años sesenta se desarrollaron algunas escalas de calificación de síntomas
notificados por el propio sujeto. No obstante, desde un inicio fueron criticadas y
produjeron controversias asociadas con la falta de criterios diagnósticos claros en
las taxonomías existentes en esa época.
A mitad de la década de los años setenta se desarrolló un instrumento, la
Cédula de Desórdenes Afectivos y Esquizofrenia (SADS, por sus siglas en inglés),
que probó ser útil para evaluar pacientes psiquiátricos y controles sanos, y fue
utilizado en población general con resultados satisfactorios. Un siguiente paso se
dio cuando se desarrolló el Present State Examination (PSE) para ser utilizado en
un estudio transcultural entre Estados Unidos e Inglaterra. Este instrumento fue
después utilizado en el estudio internacional de esquizofrenia en 1973, el primer
estudio que usó un instrumento idéntico, traducido a diferentes idiomas. El PSE
fue diseñado para ser aplicado por clínicos, haciendo muy cara su utilización en
estudios de población general.
En 1978 Robins inició el diseño de un instrumento, la Cédula de Entrevista
Diagnóstica (DIS, por sus siglas en inglés), con el apoyo del Instituto Nacional de
Salud Mental de los Estados, para su uso en la Encuesta de Captación
Epidemiológica por Áreas (ECA). Dicho instrumento pretendía superar las
limitaciones del PSE y podía ser utilizado por encuestadores legos, investigando la
presencia de síntomas en el curso de la vida y proporcionado prevalencias de por
vida, anual, de seis meses, un mes y dos semanas, en base al DSM-III.
El siguiente paso en la evolución de los instrumentos de medición
epidemiológica de los trastornos mentales fue la elaboración del Composite
International Diagnostic Interview (CIDI), que surgió de la ampliación de la
metodología ECA-DIS realizada por la OMS en colaboración con la Administración
de Alcohol, Drogas y Salud Mental de los Estados Unidos, a fin de incluir los
criterios de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades -CIE(Kessler, 2000).
29
La Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (CIDI) estuvo disponible
por primera vez en 1990, para ser aplicada en estudios internacionales.
Actualmente la CIDI es el instrumento epidemiológico de los trastornos mentales
de mayor empleo en el mundo (Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa, en Rodríguez
et al., 2009).
En 1996 la OMS, a través del Instituto Nacional de Salud de Estados
Unidos, fundó el Consorcio Internacional de Epidemiología Psiquiátrica
(International Consortium in Psychiatric Epidemiology, ICPE), con el fin de
coordinar y facilitar estudios epidemiológicos comparativos de trastornos mentales
a través de la CIDI, proveyendo de diversos recursos para su coordinación y
utilización (ICPE, en línea).
De las actividades de colaboración y asistencia técnica realizadas por el
ICPE se originó el Consorcio de la Encuesta Mundial de Salud Mental (World
Mental Health Survey Consortium, WMH), auspiciado por la OMS. Desde el año
2000 el Consorcio WHH ha coordinado encuestas en más de 30 países de todas
las regiones del mundo, utilizando la misma herramienta, la versión actualizada y
revisada de la CIDI, para proporcionar datos en la toma de decisiones con
relación a la salud por parte de las autoridades responsables, trabajadores de la
salud y público en general, en cada uno de los países participantes, sobre las
tasas de prevalencia y los costos sociales de los trastornos mentales, así como
para evaluar el uso de servicios entre las personas con estos trastornos y poner
de relieve las necesidades no satisfechas en el tratamiento de los mismos,
identificando las barreras al tratamiento potencialmente modificable (AguilarGaxiola y Deeb-Sossa, en Rodríguez et al., 2009, p. 42).
En base a dicha iniciativa se crearon consorcios regionales con el fin de
producir conjuntos de datos de análisis de los países situados en la misma zona
geográfica. Actualmente existen tres consorcios epidemiológicos: un consorcio
europeo integrado por Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos y España,
cuya sede está en el Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona; el
consorcio regional Organización Panamericana de la Salud / Organización WMH
2000, que incluye investigadores de Brasil, Colombia, Cuba, México, Panamá y
Perú, y cuya sede está en el Instituto Mexicano de Psiquiatría de la Ciudad de
México, y el consorcio regional Asia / Pacífico WMH 2000, con sede en la
Universidad China de Hong Kong, y los países participantes son China, India,
Indonesia, Japón, Nepal y Nueva Zelanda (WHO-CIDI, en línea).
30
Según ICPE (en línea), los objetivos principales de estos consorcios
regionales son:
•
Estimar y comparar entre los distintos países la prevalencia de los trastornos
mentales más comunes en la población general, a 1 mes y a 12 meses de
vida.
•
Evaluar la asociación independiente del estado de ánimo y los trastornos de
ansiedad con los factores socio-demográficos (como sexo, edad, educación y
ubicación urbana o rural) y factores de riesgo (incluidos: antecedentes
familiares, origen étnico, experiencias de la infancia, religión, relaciones y
problemas sexuales, entre otros).
•
Evaluar y comparar, entre los distintos países, la calidad de vida
(discapacidades, minusvalías y la percepción de salud general) de las
personas con diferente estado de ánimo y los trastornos de ansiedad, para
analizar cómo las variables (física, condiciones médicas y los factores sociodemográficos) podrían influir en estos resultados.
•
Describir, evaluar y comparar en los distintos países el tratamiento de los
trastornos psiquiátricos, para evaluar las necesidades no satisfechas y la
calidad de la atención recibida, específicamente el uso de servicios a través de
los centros de atención formal e informal.
Principales estudios epidemiológicos de salud mental en Latinoamérica
En las últimas décadas, en América Latina y El Caribe se han realizado
trabajos de investigación epidemiológica de la salud mental, que aumentaron
luego de la introducción del DSM-III y las entrevistas psiquiátricas estandarizadas.
Los datos obtenidos en estos estudios aportan un conocimiento más amplio
acerca de la distribución y los factores de riesgo de los trastornos mentales en
esta región, que constituyen una base más aceptable y válida para la toma de
decisiones y que incluyen el reconocimiento y el tratamiento de los trastornos
mentales en una población determinada (Mari et al. en Rodríguez et al., 2009).
Como dijo Mirta Roses Periago, Directora Panamericana de la Salud, en el
prólogo de Epidemiologia de los trastornos mentales en América Latina y El
Caribe (Rodríguez et al., 2009), en América Latina y El Caribe se cuenta con
experiencias epidemiológicas locales y nacionales en el campo de la salud mental
31
que se consideran trabajos serios, innovadores y exitosos, aunque aún hay
enormes desafíos por delante, especialmente la utilización de dichos estudios para
impulsar el cambio que necesitan los programas y servicios de salud mental en la
región.
A continuación se mencionan los datos principales de estudios que se han
realizado en los últimos años y que han sido llevados a cabo por medio de la
Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (CIDI).
Entre 1992 y 1999, se realizó un estudio en Chile sobre la prevalencia de
patología psiquiátrica, utilizando la CIDI como entrevista diagnóstica, para lo cual
fueron entrevistadas 2,978 personas de 15 años y más. Los resultados indicaron
que el 36% de los encuestados tuvieron trastornos psiquiátricos en algún
momento de la vida, siendo las tasas de prevalencia de vida de 16.2% para la
ansiedad, de 15% para los trastornos afectivos y de 14.4% para el abuso de
sustancias (Vicente, Rioseco, Saldivia, Kohn y Torres, 2002).
En 1994 se estudió en la ciudad de México la prevalencia de los trastornos
psiquiátricos específicos en la población general adulta, utilizando la versión 1.1
de la CIDI. “El rigor metodológico con que se planeó y desarrolló esta
investigación permitió que los datos obtenidos fueran incorporados a la primera
generación de estudios del Consorcio Internacional de Epidemiología Psiquiátrica,
lo que facilitó la comparación internacional y arrojó resultados sumamente
interesantes y trascendentes para el desarrollo de la disciplina” (CaraveoAnduaga, en Rodríguez et al., 2009, p.136). La prevalencia de trastornos a lo
largo de la vida de la población adulta se estimó en 28,7%, siendo el abuso de
alcohol y los episodios depresivos los trastornos más frecuentes. Se estimó que el
7.9% de la población adulta había sufrido algún episodio depresivo a la largo de la
vida y la prevalencia estimada en el último año era de 4,5%. Del total de personas
con episodios depresivos a lo largo de la vida, únicamente el 14% habían acudido
a un profesional de la salud mental.
Como parte de la iniciativa 2000 de la Organización Mundial de la Salud en
Salud Mental, se llevó a cabo en México en el año 2003 un estudio sobre la
prevalencia de los trastornos psiquiátricos, la comorbilidad, las variaciones en la
distribución geográfica de los trastornos, los correlatos sociodemográficos y la
utilización de servicios en la población urbana adulta, con una muestra de 5,826
personas de 18 a 65 años de edad. Se utilizó el WMH-CIDI. El 28.6% de la
población presentó algunos de los trastornos de la CIE-10 alguna vez en su vida,
el 13.9% lo reportó en los últimos 12 meses y el 5.8% en los últimos 30 días. Por
tipo de trastornos, los más frecuentes fueron los de ansiedad (14.3% alguna vez
32
en la vida), seguidos por los trastornos de uso de sustancias (9.2%) y los
trastornos afectivos (9.1%). Al analizar los trastornos individuales, las fobias
específicas fueron las más comunes (7.1% alguna vez en la vida). Solamente uno
de cada 10 sujetos con un trastorno mental recibió atención profesional (MedinaMora et al., 2003).
El Estudio Nacional de Salud Mental realizado en Colombia en 2003, que
forma parte de la Encuesta Mundial de Salud Mental (EMSM) de la OMS, describe
la prevalencia de trastornos mentales, las variaciones en la distribución geográfica
de los trastornos, los correlatos sociodemográficos y la utilización de servicios en
la población urbana adulta. El instrumento utilizado fue la versión computarizada
de la CIDI (CAPI versión certificada 15). El 40.1% de la población reportó haber
tenido alguna vez en su vida uno o más de los 23 trastornos basados en el
DSM-IV, el 16% de la muestra evidenció trastornos mentales en los últimos doce
meses y el 7.4% presentó alguno en los últimos treinta días. Los trastornos más
frecuentes reportados alguna vez en la vida fueron los de ansiedad (19.3%),
seguido por los trastornos del estado de ánimo (15%) y los trastornos por uso de
sustancias (10.6%). El 4.9% de la población estudiada ha intentado suicidarse
alguna vez en la vida y el 1.3% lo ha intentado en los últimos treinta días. Sólo una
de cada diez personas con un trastorno mental y una de cada cinco con dos o más
trastornos mentales dijo recibir servicios de cualquier tipo en el último año
(Ministerio de la Protección Social República de Colombia, Fundación FES-Social,
2005).
Guatemala cuenta con un estudio epidemiológico sobre la prevalencia de
los trastornos mentales. Dicho estudio se realizó a nivel nacional en el año 2009
por 138 estudiantes de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San
Carlos. Se aplicó la Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta, versión 2.1,
a un total de 1,452 personas de ambos sexos, de 18 a 65 años de edad, en la
República de Guatemala. Entre sus resultados resalta que el 27.8% de la
población guatemalteca (una de cada cuatro personas) había padecido al menos
un trastorno mental en la vida.
Previo al estudio de Cóbar et al. (2009), en Guatemala se realizaron otros
estudios epidemiológicos de trastornos mentales, aunque no se utilizó la entrevista
CIDI como instrumento. Entre estos estudios se pueden mencionar: Ortiz (1994),
quien investigó los factores que se asocian con el consumo de drogas, entre ellos:
lugar en donde viven, rendimiento escolar, disciplina escolar, edad, sexo,
integración familiar, actividades realizadas cuando están nerviosos o frustrados,
existencia de usuarios en la vecindad, entre amigos y familiares. El estudio tuvo
33
como muestra 400 estudiantes de establecimientos educativos pertenecientes a
tres clases socioeconómicas de la ciudad. Utilizó el instrumento EPI-INFO. El
estudio concluyó que en los últimos 30 días el 12% de la población encuestada
fumó cigarrillos; el 21.5% consumió bebidas alcohólicas; el 1.6% fumó mariguana;
el 0.5% usó inhalantes; el 3.2% consumió pastillas tranquilizantes; el 0.5%
cocaína y el 0.3% heroína. Asimismo, concluyó que los riesgos para consumir
drogas fueron: la existencia de usuarios en la vecindad, entre los amigos y entre la
familia; el área donde viven y el nivel socioeconómico, siendo la clase alta la que
consume más alcohol. Una de las recomendaciones de Ortiz es realizar
investigaciones en la modalidad de encuestas de hogares para obtener datos
respecto al consumo de drogas en la población en general.
Asimismo, González (2003) estudió los datos demográficos y
epidemiológicos en 282 pacientes de la Clínica Viktor Frankl, de la Universidad
Francisco Marroquín, durante el período comprendido entre 1999 a 2002, sobre
los diversos trastornos mentales, su tasa de prevalencia e incidencia, distribución
por sexo y edad, así como factores de riesgo y trastornos asociados en población
general o asistida. La muestra estuvo conformada por pacientes niños y adultos.
El total de niños fue de 136 pacientes entre 4 y 17 años que asisten a la clínica
por problemas de conducta adaptativa, problemas académicos y los menos
frecuentes con conducta de hiperactividad. La población adulta estuvo conformada
por 146 pacientes entre 18 a 73 años de edad que asistían por problemas de tipo
familiar, problemas depresivos, de autoestima, de relaciones sociales, de ansiedad
y los menos frecuentes por problemas de identidad sexual y fobias. El investigador
concluyó que el trastorno con más frecuencia en los niños es el trastorno
oposicional desafiante, en cuanto que el estresor psicosocial en la población de
niños es referente a problemas relativos con el grupo primario de apoyo, mientras
que en la población adulta los trastornos con más frecuencia fueron el trastorno de
personalidad límite (8%) y el trastorno de personalidad dependiente. González
(2003) recomendó utilizar la misma metodología en futuras investigaciones
epidemiológicas.
Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (CIDI)
La Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (WHO–CIDI) fue
diseñada y desarrollada en coordinación con la OMS y la Administración de
Alcohol, Abuso de Drogas y Salud Mental (Estados Unidos). Se trata de una
entrevista altamente estructurada, que puede ser aplicada por entrevistadores
clínicos y no clínicos previamente entrenados y cuyos resultados pueden ser
procesados mediante un programa computacional para obtener diagnósticos DSM
y/o CIE-10. Su primera versión data de 1990 y fue diseñada para usarse con
personas adultas (18 años o más) en distintas culturas, por lo que ha sido
34
traducida a 16 idiomas. Es bastante simple de responder y requiere de
habilidades en lecto-escritura en los ítems correspondientes a la esfera cognitiva
WHO-CIDI (en línea).
La CIDI inicialmente estaba dirigida a estudios epidemiológicos psiquiátricos
pero también se utiliza con propósitos clínicos y de investigación. Aun cuando la
CIDI es un avance significativo en la producción de un instrumento diagnóstico
estandarizado ideal, mantiene algunos inconvenientes menores en su aplicación,
por un lado, derivados de su longitud y del nivel de conceptualización de las
preguntas y, por otro, que la versión acortada no cubre todo el espectro de la
patología psiquiátrica WHO-CIDI (en línea).
La tercera versión de la Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta
(WHO-CIDI 3.0) está estructurada por 41 secciones enfocadas hacia la salud
física, salud mental y entorno social del entrevistado. Estas secciones incluyen
Datos Demográficos, Depresión, Manía, Trastornos de Angustia, Trastornos
Fóbicos, Trastorno de Ansiedad Generalizada, Trastorno Explosivo Intermitente,
Personalidad, Uso de Sustancias, Trastorno de Estrés Post-traumático,
Condiciones Crónicas, Neurastenia, Tabaco, Trastorno de la Alimentación,
Trastorno Pre-Menstrual Disfórico, Trastorno Obsesivo Compulsivo, Evaluación de
Psicosis, Juegos, Déficit de Atención/Hiperactividad, Trastorno Negativista
Desafiante, Trastornos de la Conducta, Ansiedad de Separación, así como Niñez,
Suicidio,
Servicios,
Fármaco-Epidemiología,
Condiciones
Crónicas,
Funcionamiento de 30 días, Síntomas 30 días, Redes Sociales de Apoyo (OMS,
2010).
Contextualización de la Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta
(CIDI)
La importancia de que los instrumentos de evaluación sean
contextualizados a los grupos culturales en donde se utilicen ha sido planteada por
varios autores, entre ellos Muñiz y Hambleton (1996). Ellos explicaron que la
facilidad y rapidez de las comunicaciones potencia que los instrumentos de
medida generados en determinado país rápidamente puedan ser utilizados en otro
distinto. Los autores agregaron que en la actualidad existe interés creciente en
todo lo relacionado a estudios interculturales. Sin embargo, afirmaron que los test
no son utilizables automáticamente pues deben ser adaptados cuidadosamente en
función de las diferencias interculturales entre el idioma/cultura y aquéllos en los
que se pretende utilizar.
35
Estos autores explican que los elementos en donde puede haber errores
cuando se trata de adaptar un test de una cultura a otra, son: contexto,
construcción y adaptación, aplicación e interpretación de las puntuaciones. En
cuanto al contexto indican que este se refiere al ámbito sociocultural en el que
están enmarcadas las personas a las que se aplicará el test. Además, indican que
para tratar de minimizar los errores, el Comité de la Comisión Internacional de
Test (ITC) elaboró el documento titulado Directrices internacionales para el uso de
los test (Muñiz, y Hambleton, 1996). En dicho documento se consideran los
factores contextuales, entre ellos: las diferencias sociales, políticas institucionales,
lingüísticas y culturales. Así mismo, indica una serie de directrices que deben
tomarse en cuenta cuando los test se van a utilizar con personas de diferentes
grupos, por ejemplo: género, cultura, educación, etnia, origen y edad, entre otros.
La importancia de la contextualización de los instrumentos también ha sido
mencionada por Cachón (2007) en La función de la equivalencia en el proceso
de la medición intercultural. Cachón explica que así como en el mundo hay
muchos grupos sociales, también las culturas son numerosas ya que las
diferencias entre individuos, entre grupos sociales y entre culturas son
empíricamente comprobables. Así, cualquier medición que se lleve a cabo dentro
de una cultura, utilizando instrumentos elaborados en otra, necesita de un proceso
de adaptación o equivalencia cultural, de gran rigor científico; no es suficiente
traducir un instrumento. También Mikulic (en línea), de la Universidad de Buenos
Aires, quien escribió Construcción y Adaptación de Pruebas Psicológicas,
reconoce que la adaptación de un test es un proceso mucho más complejo que la
mera traducción del mismo a un idioma diferente; implica considerar no solo las
palabras utilizadas al traducir la prueba sino también las variables culturales
involucradas.
Lo expresado es especialmente importante a tomar en cuenta en las
investigaciones cuando se apliquen instrumentos de medición en un país como
Guatemala, que es multiétnico, multilingüe y pluricultural.
En relación a la importancia de contextualizar los instrumentos de
evaluación, es necesario mencionar que Díaz (2001) afirmó que la Entrevista
Diagnóstica Internacional Compuesta (WHO-CIDI) “ha sido diseñada para su uso
en distintas culturas y entornos, lo que ha posibilitado que la versión original esté
disponible en 16 idiomas” (p.100), entre ellos al español. Asimismo, en Un
modelo para los estudios epidemiológicos sobre la salud mental y la morbilidad
psiquiátrica, se explica que la traducción de este instrumento al idioma español se
llevó a cabo por el Instituto Mexicano de Psiquiatría; se conservó la traducción
36
original oficial de la CIDI 1.1, así como el contenido de todos los reactivos
necesarios para hacer un diagnóstico basado en los criterios de la Clasificación
Internacional de las Enfermedades Mentales (CIE-10). También explica que “en
el instrumento se han incorporado diferentes expresiones del idioma, para hacerlo
culturalmente más sensible, y se exploran, además, diferentes formas coloquiales
de expresión con que la población denomina los diferentes trastornos incluidos”
(Caraveo, Martínez y Rivera, 1998, p.51).
Por otro lado, Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa en Rodríguez et al. (2009),
afirmaron que “la CIDI ha pasado por varias revisiones a fin de corregir errores
metodológicos y también para mejorar su sensibilidad cultural y comparabilidad”
(p. 39).
En el Estudio Nacional de Salud Mental de Colombia 2003 (Ministerio de la
Protección Social República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005) se utilizó
la versión en castellano de la CIDI, versión 15: “Al instrumento se le realizó una
adaptación que consistió en la adecuación de su contenido al medio cultural
colombiano (terminología, equivalencias monetarias, sistema de salud,
medicamentos, migración y medicinas alternativas), con la finalidad de obtener
información basada en las características del contexto del país. Este proceso se
llevó a cabo acorde con los lineamientos dados por la OMS, cuyos criterios
básicos fueron mantener sin modificaciones las preguntas, teniendo en cuenta que
se trata de una entrevista estructurada. El equipo de investigadores de la
Universidad de Harvard y la Universidad de Michigan avalaron la versión
colombiana del CIDI para adultos” (p. 14).
Se puede concluir que la contextualización de los instrumentos de medición
es muy importante; que la CIDI fue contextualizada tanto en México como en
Colombia. Es decir, se consideró el aspecto cultural y se procedió a incluirle
modificaciones que hicieran el instrumento más sensible culturalmente, previo a su
aplicación en las mencionadas investigaciones.
Por lo expuesto, para el Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en
Guatemala, Región Metropolitana, 2011 (ETMEGUA), se elaboró una guía de
contextualización para hacer más sensible la CIDI al contexto guatemalteco, pues
se tomó en cuenta que se aplicaba en un ámbito cultural diferente al del origen de
la traducción. La guía de contextualización puede verse en Anexos.
37
Método
Participantes
En la investigación participaron 1,120 personas de las 1,375 que integraban
la muestra original. La población objeto de estudio la constituyeron personas de
ambos sexos, no institucionalizadas, en el rango de edad comprendido entre 18 y
65 años, residentes de manera permanente (hogar fijo) en la Región Metropolitana
de Guatemala, en sus desagregaciones urbana y rural; de diferente nivel
socioeconómico, nivel educativo, etnia y religión.
El ámbito geográfico comprendió las viviendas muestreadas en la Región
Metropolitana en los municipios de Guatemala, Amatitlán, Villa Nueva, San José
Pínula, Palencia, Santa Catarina Pínula, San Pedro Sacatepéquez, Mixco, San
Miguel Petapa, San Pedro Ayampuc y San Juan Sacatepéquez.
Muestra
El esquema de muestreo adoptado para el ETMEGUA es de tipo
probabilístico, trietápico, estratificado y por conglomerados, donde la unidad última
de selección está constituida por una persona comprendida entre 18 y 65 años de
edad, seleccionada con muestreo irrestricto aleatorio al interior de los hogares
seleccionados en la muestra de segunda etapa, la cual está constituida por
veinticinco (25) viviendas ocupadas seleccionadas con igual probabilidad al interior
de cada unidad primaria de muestreo (UPM). Cada UPM fue seleccionada de
manera sistemática y proporcional al tamaño (PPT), con afijación proporcional en
las áreas urbanas y rurales y al interior de ellas en 4 estratos urbanos y 4 rurales.
Dominios de estudio y cobertura
El diseño muestral contempla para sus estimaciones y proceso inferencial
un dominio de estudio, el cual se desagrega en dos áreas: urbana y rural, y estas
a su vez se dividen en municipios más violentos y menos violentos y zonas de la
ciudad capital más violentas y menos violentas (Tabla 1).
38
Tabla 1. Distribución de lugares por violencia
ZO NAS DE LA
MUNICIPIO S DEL DEPARTAMENTO
NIVEL DE VIO LENCIA
ÁREAS DE LA REGIÓ N METRO PO LITANA (SUMATO RIA DE LO S
CIUDAD CAPITAL DE
DE GUATEMALA
MUNICIPIO S Y DE LAS ZO NAS)
GUATEMALA
MÁS VIO LENTO S
MENO S VIO LENTO S
Guatemala
Villa Nueva
Mixco
Amatitlán
San Miguel Petapa
Santa Catarina Pinula
San José Pínula
San Pedro Ayampuc
Palencia
San Pedro Sacatepéquez
San Juan Sacatepéquez
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
18
1
7
6
5
11
21
3
19
8
2
14
25
Guatemala
Villa Nueva
Mixco
Amatitlán
San Miguel Petapa
Santa Catarina Pinula
San José Pínula
San Pedro Ayampuc
Palencia
San Pedro Sacatepéquez
San Juan Sacatepéquez
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
Zona
18
1
7
6
5
11
21
3
19
8
2
14
25
Fuente: Informe sobre violencia de municipios y zonas -INE-
Marco muestral y selección de la muestra
El marco muestral total del estudio es el Marco Maestro de Muestreo
(MMM) correspondiente a la Región Metropolitana, el cual está constituido por
3,725 Unidades Primarias de Muestreo
(UPMs) o sectores cartográficos,
equivalentes a 537,840 viviendas ocupadas, con un promedio burdo general de
144.38 viviendas por UPM.
Este Marco de Muestra fue elaborado por el Instituto Nacional de
Estadística -INE- con base en los datos de los Censos de Población y Vivienda de
2002, el cual fue estratificado en atención al nivel socioeconómico en función de
variables como las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), el nivel educativo
del jefe de hogar y otras variables relacionadas con el nivel socio-económico; se
utilizó el algoritmo multivariado de las “k” medias. Esta estratificación produjo
como resultado final 8 estratos para la Región, de los cuales 4 son urbanos y 4
rurales.
La selección de las UPMs se realizó de manera sistemática y con PPT
directamente del Marco Maestro de Muestreo correspondiente al área
metropolitana y se seleccionaron 55 sectores cartográficos como muestra de
primera etapa.
39
El marco muestral de segunda etapa lo constituye la actualización
cartográfica (trabajo de mapeo), la cual genera un listado de “n” viviendas
ocupadas para cada una de las 55 UPMs de la muestra de primera etapa. En cada
uno de estos 55 listados de las “n” viviendas ocupadas se seleccionaron 25
viviendas ocupadas con igual probabilidad (MAS) por cada UPM, es decir, una
muestra total de segunda etapa de 1,375 USM (unidades secundarias de
muestreo). Para la aplicación del instrumento se seleccionaron sectores
cartográficos alternativos por razones de la inseguridad prevaleciente en el país.
Tamaño de la muestra
El tamaño total de la muestra lo constituyeron 55 sectores cartográficos
(UPMs), o sea 1,375 viviendas ocupadas (USMs). El algoritmo utilizado para el
cálculo de la muestra fue el siguiente:
n
Z2 (1  p)deff
e2 p(1  tnr)X
donde:
•
•
•
•
•
•
Z = Valor en la escala de Z de una distribución normal de probabilidad
correspondiente al nivel de confiabilidad asumido.
P = Tasa de prevalencia de trastornos mentales (27.8%).
deff = Efecto de diseño o efecto de conglomeración asumido, que es la pérdida
o ganancia en la eficiencia del diseño por efecto de estratificación y/o
conglomerar elementos de la población, para formar unidades muestrales.
Generalmente se obtiene como el cociente de dividir la varianza de la variable
en el diseño complejo entre la varianza de la variable considerando un MAS.
e = Error relativo máximo esperado.
tnr = Tasa de no respuesta (% de rechazo).
X = Promedio personas de 18 a 65 años por hogar.
Los parámetros considerados para el cálculo de estos tamaños de muestra
fueron los siguientes: un nivel de confiabilidad del 95%; un efecto de diseño de 3,
tomado del promedio de las estimaciones para distintas variables calculadas en la
Encuesta Nacional de Salud Mental 2009, realizada por un grupo de estudiantes
de la Universidad de San Carlos de Guatemala, USAC; asimismo, se asumió un
40
error máximo relativo esperado del 10% para la estimación de la tasa de
prevalencia de trastornos mentales; el promedio de personas de 18 a 65 años por
hogar en la región metropolitana de 2.44; la tasa de no respuesta se fijó en 10%
en base a experiencias previas del INE.
Aun cuando la muestra fue seleccionada para edades de 18 a 65 años, en
el trabajo de campo también se entrevistaron personas mayores de 65 años que
pertenecían a los sectores cartográficos seleccionados y que deseaban participar
en el estudio.
Estimadores
La encuesta contempló dos tipos de estimaciones: estimaciones para
totales y estimaciones para proporciones, tasas y promedios; para estos últimos
se utilizaron estimadores de razón.
El estimador total de la característica X se obtuvo con la siguiente
expresión:
X   Fhi
h
i
  x 


hisj
donde:
= Factor de expansión de la i-ésima UPM, del estrato h-ésimo, en el
Fhi
dominio.
x hisj
= Valor observado de la característica de interés X de la j-ésima persona,
en la s-ésima vivienda, de la i-ésima UPM, del estrato h-ésimo en el
dominio.
Para la estimación de proporciones, tasas y promedios se utilizó el estimador de
razón:
R
X
Y
donde Y se define en forma análoga a X
41
Estimación de precisiones
Para la evaluación de los errores de muestreo de las principales
estimaciones se utilizó el método de conglomerados últimos, basado en que la
mayor contribución a la varianza de un estimador, en un diseño multietápico, es la
que se presenta entre las unidades primarias de muestreo.
Para obtener las precisiones de los estimadores de razón, conjuntamente al
método de conglomerados últimos, se aplicó el método de las series de Taylor,
obteniéndose la siguiente expresión para estimar la precisión de R :
2
nh
L


n
1

1
1







h
V  R   2 
X

X

R
Y

Y
hi
h
hi
h








nh
nh


 
Y 
 h n h  1 i 

donde:
X hi
= Total ponderado de la variable de estudio X para la i-ésima UPM, en el
estrato h-ésimo.
Xh
= Total ponderado de la variable de estudio X para el h-ésimo estrato.
Y hi
= Total ponderado de la variable de estudio Y para la i-ésima UPM, en el
estrato h-ésimo.
Yh
nh
= Total ponderado de la variable de estudio Y para el h-ésimo estrato.
= Número de UPM en el h-ésimo estrato.
La estimación de la varianza del estimador de un total se calculó con la
siguiente expresión:
n h nh 
1

V(X)  
X

Xh 
hi


nh
h 1 n h  1 i 1 

8
2
Las estimaciones de la desviación estándar (DE) y coeficiente de variación
(CV) se calcularon mediante las siguientes expresiones:
DE  V()
CV 
V()

Finalmente, el intervalo de confianza al 95% se calculó de la siguiente
forma:

I1    1.96 V(),   1.96 V()
42

Validez inferencial, expansores y niveles de desagregación de resultados
La validez inferencial de la muestra para la variable principal, que es la tasa
de prevalencia de trastornos mentales, está garantizada con un nivel de
confiabilidad del 95%, un error relativo esperado de alrededor del 10% y un efecto
de diseño de 3, parámetros asumidos en el cálculo del tamaño de la muestra en el
dominio de estudio.
Para el resto de las variables indagadas se esperan parámetros cercanos a
estos y es evidente que cuanto menos se relacione cierta variable con la variable
principal, su precisión relativa, error estándar de estimación e intervalos de
confianza serán menos precisos o más lejanos a los asumidos.
Instrumento
Se utilizó la Entrevista Internacional Diagnóstica Compuesta (WHO – CIDI
3.0) elaborada dentro de un programa de cooperación entre la Organización
Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia de Alcohol, Abuso de Drogas y Salud
Mental (Estados Unidos), creada con el fin de contar con una herramienta en
investigación que pudiera utilizarse en estudios epidemiológicos transnacionales y
a gran escala. “La CIDI ha pasado por varias revisiones a fin de corregir errores
metodológicos y también para mejorar su sensibilidad cultural y comparabilidad”
(Aguilar-Gaxiola Rodríguez et al. (2009).
La Entrevista Diagnóstica Internacional Compuesta (WHO – CIDI
presenta las siguientes ventajas:
•
•
•
•
•
•
3.0)
Es un instrumento modular, es decir, el investigador principal puede
seleccionar las secciones que desea aplicar y la proporción de sujetos
encuestados en cada sección.
Es una entrevista estructurada.
Es una versión computarizada.
Puede ser aplicada por entrevistadores legos sin entrenamiento clínico.
Proporciona diagnósticos de los trastornos mentales con las referencias
temporales de: alguna vez en la vida, en los últimos doce meses y en los
últimos treinta días.
Está basada en las clasificaciones internacionales de diagnósticos de los
trastornos mentales DSM-IV y CIE-10.
43
Los objetivos de la CIDI son:
•
Medir la prevalencia de los trastornos mentales.
•
Medir la severidad de los trastornos mentales.
•
Determinar la carga y discapacidad asociada con estos trastornos.
•
Evaluar el uso de servicios y barreras para el uso de servicios.
•
Evaluar el uso de medicamentos para tratar estos trastornos.
Secciones de la CIDI aplicadas en la investigación
Las secciones clínicas que se incluyeron en la encuesta fueron trastornos de
ansiedad: trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada, fobia social,
fobia específica, agorafobia sin trastorno de pánico, trastorno por estrés
postraumático, trastorno obsesivo-compulsivo y cualquier trastorno de ansiedad;
trastornos del estado de ánimo:
depresión mayor, distimia, bipolar I y II y
cualquier trastorno del estado de ánimo; trastornos relacionados con sustancias:
abuso de alcohol, dependencia del alcohol, abuso de drogas, dependencia de
drogas, dependencia de nicotina y cualquier trastorno relacionado con sustancias;
trastornos de la conducta alimentaria: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa,
trastorno por atracón y cualquier trastorno de la conducta alimentaria; otros
trastornos: trastorno disfórico premenstrual, neurastenia, trastorno explosivo
intermitente y cualquier otro trastorno; servicios y suicidio.
Validez y confiabilidad
Según Haro et al. (2006), la mayoría de estudios de validez y confiabilidad
de la CIDI fueron realizados en las primeras versiones del instrumento, durante las
investigaciones iniciales, con el fin de determinar si los diagnósticos generados por
la CIDI eran consistentes con aquellos resultados obtenidos por entrevistadores
clínicos
entrenados, utilizando entrevistas semiestructuradas. Los estudios
llevados a cabo por la OMS han obtenido buenos resultados de fiabilidad
test-retest de la entrevista. Así, en Haro et al. (2006) la validez y confiabilidad de
la CIDI están ampliamente respaldadas.
44
Contextualización de la CIDI
Se procedió a la contextualización de la CIDI pues se consideró que aun
cuando se utilizó la versión de la CIDI 3.0, que fue traducida al español en México,
debía tomarse en cuenta que se aplicaba a un ámbito cultural diferente al del
origen de la traducción. Principalmente se tomó en cuenta que las personas que
participaron pertenecían a distintas etnias y por lo tanto tienen valores,
costumbres, pensamientos e ideas distintos. Así, considerando la importancia de
tomar en cuenta estos elementos contextuales, se consultó al Instituto Nacional de
Psiquiatría Ramón de la Fuente de México acerca de la forma para la elaboración
de su contextualización, redactando el documento bajo los lineamientos indicados.
Se elaboró una guía de contextualización cuyos criterios básicos fueron mantener
sin modificaciones las preguntas, tal como se hizo en el Estudio Nacional de Salud
Mental de Colombia en 2003. Únicamente se incluyeron sinónimos de los
términos de la CIDI, necesarios para hacerla más sensible a la población
investigada. En el momento de la aplicación de la CIDI se tuvo disponible la
contextualización impresa para ser utilizada cuando fuera necesario.
Se incluyeron sinónimos de términos para contextualizar la CIDI 3.0 a la
mayoría de las secciones, aun cuando finalmente no todas fueron aplicadas. Las
secciones en donde se incluyeron sinónimos fueron: Listado de Hogares,
Evaluación Inicial, Depresión, Manía, Trastornos de angustia, Trastornos fóbicos,
Trastorno de ansiedad generalizada, Trastorno explosivo intermitente, Suicidio,
Servicios, Uso de sustancias, Trastorno de estrés post-traumático, Condiciones
crónicas, Neurastenia, Funcionamiento de 30 días, Tabaco, Trastornos de
alimentación, Trastorno obsesivo compulsivo, Evaluación de psicosis, Tamizaje
trastornos de la personalidad, Empleo, Finanzas, Hijos y Redes sociales de apoyo.
La guía de contextualización puede consultarse en los Anexos.
Procedimiento
El trabajo de investigación se realizó en cuatro fases:
 Planificación y preparación
 Aplicación del instrumento
 Procesamiento y análisis de resultados
 Elaboración del Informe Final
45
Planificación y preparación
•
Con base en la revisión de la literatura se seleccionó la Entrevista Internacional
Diagnóstica Compuesta (WHO – CIDI 3.0).
•
La propuesta de investigación se sometió a consideración del Comité de
Bioética del Centro de Dinámica Humana de la Universidad Mariano Gálvez de
Guatemala (anexo adjunto).
•
Por ser un estudio epidemiológico a nivel Metropolitano, se gestionó la
autorización ante el Consejo Directivo de la Universidad Mariano Gálvez y se
obtuvo la aprobación correspondiente para llevar a cabo la investigación, con
un grupo de 23 estudiantes aspirantes al grado de Doctorado de la Escuela
Superior de Postgrado del Centro de Dinámica Humana.
•
Se solicitó al Lic. Carlos Enrique Mancía Chúa, Director de Censos y
Encuestas del Instituto Nacional de Estadística de Guatemala (INE), la
asesoría para el proceso de formulación de la planificación y lineamientos para
la realización de la encuesta del Estudio Epidemiológico de Trastornos
Mentales, Región Metropolitana, 2011.
•
El Lic. Luis Fernando Castellanos Bonilla, experto en muestreo del INE, diseñó
la muestra para realizar el trabajo de campo de la encuesta.
•
Se elaboró el prediseño de la investigación.
•
El asesor, Dr. Marco Cyrano Ruiz Herrarte, y los veintitrés investigadores
clínicos, fueron capacitados durante cinco días en el Centro de Dinámica
Humana en el uso y manejo de la Entrevista Diagnóstica Computarizada
(WHO-CIDI 3.0), por parte de expertos de la Dirección de Investigaciones
Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de
la Fuente de México: Ingeniero Jerónimo Blanco, para la capacitación
informática, y Dra. Clara Fleiz para la capacitación del uso del instrumento,
bajo la dirección de la Dra. Corina Benjet.
•
Los estudiantes-investigadores clínicos fueron capacitados en técnicas de
muestreo y cartografía por expertos del INE.
•
La práctica cartográfica se realizó en el municipio de Santa María Cauqué, del
departamento de Sacatepéquez, en base a la muestra diseñada, los croquis y
mapas de los sectores cartográficos censales.
46
•
Se elaboró la guía de contextualización de términos del instrumento CIDI al
medio cultural guatemalteco.
•
Se realizó una encuesta piloto en los municipios de Chuarrancho, San Miguel
Petapa y Colonia Granai &Townson de la ciudad capital, habiéndose obtenido
resultados satisfactorios de la aplicación de la CIDI ya contextualizada.
•
Se contrató a once entrevistadores no clínicos y se les capacitó en el uso y
manejo del instrumento CIDI, así como en cartografía.
Aplicación del instrumento
El trabajo de campo se realizó en los meses de marzo y abril de 2011, en los
cincuenta y cinco sectores cartográficos seleccionados para la muestra, y se
procedió de la siguiente manera:
•
Se integró una comisión de cinco investigadores, encargados de la logística,
con el fin de planificar y coordinar el trabajo de campo. Esta comisión elaboró
el plan de acción y organizó el material impreso para la recolección y el control
de la información diaria.
•
De la comisión de logística, se asignó un(a) coordinador(a) para cada semana
del trabajo de campo, encargado(a) de velar por el cumplimiento y la calidad
del trabajo diario.
•
Los investigadores se distribuyeron en cinco grupos para cubrir como
supervisores las cinco semanas de trabajo de campo.
•
Los 23 investigadores y los 11 encuestadores no clínicos, aplicaron la
Encuesta durante las cinco semanas que duró el trabajo de campo.
•
Al final de cada día se almacenó la información recolectada y se envió a la
base de datos.
•
Se elaboraron dos boletas para el control de datos: a) boleta del encuestador,
donde el entrevistador registró los códigos correspondientes a los participantes
encuestados; b) boleta del coordinador, en la que se registró el resumen del
trabajo de campo diario.
47
Procesamiento y análisis de resultados
•
Al estar recopilada la información de la Encuesta, se procedió a depurar la
base de datos y se envió a la Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y
Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente en
México, para el procesamiento estadístico de la información obtenida a través
de la CIDI.
•
Al recibir los cuadros enviados por México, se analizaron los resultados.
Elaboración del informe final
Los resultados obtenidos fueron analizados e interpretados de acuerdo a
los objetivos de la investigación y se procedió a elaborar las secciones que
corresponden al informe final.
Diseño
Se realizó un estudio cuantitativo no experimental, transversal descriptivo,
epidemiológico, de trastornos mentales.
Proceso de Análisis Estadístico
•
La depuración de la base y la creación de nuevas variables se realizó con el
paquete estadístico SAS, versión 9,2.
•
Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por
sexo y edad del censo del año 2002 (INE).
•
Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método
de linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10.
•
Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi
cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete estadístico
SUDAAN.
48
Resultados
En este apartado se hace inicialmente la descripción de la muestra
investigada de acuerdo a sus características sociodemográficas. Se presentan las
prevalencias de los cinco grupos de trastornos mentales y 21 trastornos mentales
específicos, encontradas en la muestra total y en función de las distintas
características sociodemográficas tales como sexo, edad, años de escolaridad,
estado civil, lugar de residencia urbano o rural y violencia del lugar de residencia.
Posteriormente se presenta la edad de inicio de los trastornos mentales
específicos, la proporción de participantes recibiendo tratamiento y los correlatos
sociodemográficos efectuados; la prevalencia de conducta suicida y correlatos
sociodemográficos efectuados; la prevalencia de sucesos traumáticos y el riesgo
de estrés postraumático.
Los resultados presentados permiten concluir que se alcanzaron todos los
objetivos propuestos para el Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en
Guatemala, Región Metropolitana, 2011.
Datos Sociodemográficos
En el cuadro No. 1 se presenta la distribución sociodemográfica de la
muestra. La mayoría de participantes fueron mujeres (52.4%); el 36.7% se
ubicó en el grupo de edad más joven (18-29 años) y el 61.2% tenía entre 30 y 65
años de edad. La mayoría vivía en el área urbana (74.7%). De acuerdo a la
distribución de la muestra por lugares más y menos violentos, el 83.7% vivía en
los municipios más violentos del departamento de Guatemala; de los participantes
del municipio de Guatemala (ciudad capital), el 67.8% residía en las zonas más
violentas y el 65% de la muestra total vivía en las áreas más violentas de la
Región Metropolitana (sumatoria de los municipios más violentos de la Región
Metropolitana y las zonas más violentas del municipio de Guatemala, ciudad
capital). El estado civil de la mayoría de participantes era casado o unido (58%).
La muestra refleja el nivel educativo de los habitantes de la Región Metropolitana
de Guatemala: el 20% no había completado la escuela primaria, el 22.3% había
completado de 9 a 11 años de escolaridad y el 40.3% había completado el nivel
diversificado o estudios secundarios (con 12 años o más de escolaridad).
49
Cuadro 1. Distribución sociodemográfica de la muestra
Sexo
Hombre
Mujer
Edad
18-29
30-44
45-59
60-65
66-89
Área
Urbana
Rural
Municipios del Departamento de Guatemala
Más violentos
Menos violentos
Zonas de la Ciudad Capital
Más violentas
Menos violentas
Áreas de la Región Metropolitana (Municipios + Zonas)
Más violentas
Menos violentas
Estado Civil
Casado o unido
Separado/Divorciado/Viudo
Nunca casado
Años de Escolaridad
0-5
6-8
9-11
12+
Cruda
(%)
33.0
67.0
Ponderada
(%)
47.6
52.4
37.2
29.0
23.5
9.1
1.2
36.7
27.5
23.7
10.0
2.1
74.3
25.7
74.7
25.3
83.7
16.3
83.7
16.3
68.3
31.7
67.8
32.2
65.3
34.7
65.0
35.0
56.9
13.6
29.6
58.0
12.9
29.1
20.8
22.7
17.7
38.9
20.0
22.3
17.5
40.3
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Observaciones específicas:
Se agregó la edad de 66-89.
Explicación del análisis:
La depuración de la base y la creación de nuevas variables fue con el paquete estadístico SAS versión 9,2.
Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE).
Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN.
50
Prevalencia de Trastornos Mentales en el Grupo Total y por Sexo
El cuadro No. 2 presenta la prevalencia de trastornos mentales en la
muestra total y por sexo para alguna vez en la vida, los últimos 12 meses y los
últimos 30 días.
Se puede observar que el 28.96% de la muestra total presentó uno o más
trastornos, alguna vez en la vida, el 11.28% lo reportó en los últimos 12 meses y
el 6.63% en los últimos 30 días. Es decir, alrededor de 6 de cada 20 participantes
presentaron trastornos mentales alguna vez en la vida. Al comparar los sexos se
observan diferencias estadísticamente significativas: mayor prevalencia de uno o
más trastornos, alguna vez en la vida, en los hombres que en las mujeres
(34.13% y 24.27%); las mujeres mayor prevalencia que los hombres en los
últimos 30 días (8.60% y 4.45%). Aun cuando no se encontró diferencia
significativa, las mujeres tuvieron mayor prevalencia de uno o más trastornos en
los últimos 12 meses.
El grupo total reportó prevalencias de vida de haber padecido dos o más
trastornos y tres o más trastornos (9.99% y 2.90%). Estas prevalencias fueron
disminuyendo en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días. Los hombres
tuvieron mayor prevalencia que las mujeres, con diferencias estadísticamente
significativas, de dos o más trastornos (12.86% y 7.39%), y de tres o más
trastornos (3.23% y 2.60%) alguna vez en la vida. Las mujeres tuvieron mayor
prevalencia que los hombres de dos o más trastornos en los últimos 12 meses y
en los últimos 30 días. Finalmente, los hombres reportaron prevalencias más
altas de tres o más trastornos en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días.
Grupos de trastornos mentales en el grupo total y por sexo
Al analizar los resultados por grupos de trastornos mentales en el total de la
muestra, los trastornos con mayor prevalencia, alguna vez en la vida, fueron: los
trastornos de ansiedad (13.95%), seguidos por los trastornos por uso de
sustancias (11.30%) y los trastornos del estado de ánimo (5.34%). En los últimos
12 meses, los trastornos más comunes fueron los de ansiedad (6.73%), seguidos
por otros trastornos (2.48%) y los del estado de ánimo (1.79%); en los últimos 30
días, los más prevalentes fueron los trastornos de ansiedad (4.71%), seguidos
por los trastornos del estado de ánimo y por otros trastornos.
51
Al comparar los sexos por grupos de trastornos mentales, se encontraron
diferencias estadísticamente significativas: las mujeres presentaron mayor
prevalencia de cualquier trastorno de ansiedad y de cualquier trastorno del estado
de ánimo, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses. Este orden se
mantuvo en los últimos 30 días. Al analizar cualquier trastorno relacionado con
sustancias los hombres tuvieron mayor prevalencia, alguna vez en la vida, en los
últimos 12 meses y en los últimos 30 días. Las mujeres reportaron mayor
prevalencia de cualquier trastorno de la conducta alimentaria en los últimos 12
meses y en los últimos 30 días. Ahora bien, los hombres presentaron mayor
prevalencia de cualquier otro trastorno en los últimos 12 meses.
Trastornos mentales específicos en el grupo total y por sexo
Al analizar los trastornos específicos, alguna vez en la vida, se observa que
en la muestra total las prevalencias más altas se encontraron en abuso de alcohol
(10.40%), seguido de fobia específica (8.45%), depresión mayor (4.91%), trastorno
explosivo intermitente (4.31%) y trastorno obsesivo-compulsivo (3.34%).
Este orden fue diferente para los últimos 12 meses, en donde la prevalencia más
alta fue para fobia específica (5.25%), seguida por el trastorno explosivo
intermitente (2.41%), depresión mayor (1.66%) y abuso de alcohol (1.42%). En los
últimos 30 días la prevalencia más alta fue 3.72% para fobia específica, 0.88%
para depresión mayor, 0.70% para trastorno explosivo intermitente y 0.62%
para fobia social.
Los principales trastornos para los hombres, alguna vez en la vida, fueron
abuso de alcohol (20.43%), que fue la prevalencia más alta de todos los trastornos
evaluados, fobia específica (6.31%), trastorno explosivo intermitente (5.44%),
dependencia del alcohol (4.17%), depresión mayor (3.28%) y abuso de drogas
(2.06%); en los últimos 12 meses, trastorno explosivo intermitente (3.53%), fobia
específica (3.07%), abuso de alcohol (2.98%), dependencia de nicotina (1.03%)
y trastorno de pánico (0.98%), y en los últimos 30 días, fobia específica (2.23%),
abuso de alcohol (1.00%), trastorno explosivo intermitente (0.83%), dependencia
del alcohol y dependencia de nicotina (0.72%),
Los principales trastornos para las mujeres, alguna vez en la vida, fueron
fobia específica, depresión mayor, trastorno obsesivo-compulsivo, trastorno
explosivo intermitente y fobia social (10.40%, 6.39%, 3.55% 3.29% y 2.59%); en
los últimos 12 meses, fobia específica, depresión mayor, trastorno explosivo
52
intermitente, fobia social y distimia (7.24%, 2.92%, 1.39% 1.33% y 1.27%), y en los
últimos 30 días, fobia especifica, depresión mayor, fobia social, distimia y trastorno
explosivo intermitente (5.07%, 1.67%, 0.93%, 0.92 y 0.58).
Las diferencias estadísticamente significativas encontradas, fueron: alguna
vez en la vida, los hombres reportaron mayor prevalencia de abuso de alcohol,
dependencia del alcohol, abuso de drogas y dependencia de nicotina, y las
mujeres, mayor prevalencia de fobia específica, depresión mayor y distimia; en los
últimos 12 meses, los hombres, mayor prevalencia de abuso de alcohol,
dependencia de nicotina y trastorno explosivo intermitente, y las mujeres, mayor
prevalencia de fobia específica, trastorno por estrés postraumático, depresión
mayor, distimia y trastorno por atracón, y en los últimos 30 días, los hombres
reportaron mayor prevalencia de abuso de alcohol y las mujeres mayor
prevalencia de fobia específica, trastorno por estrés postraumático, depresión
mayor, distimia y trastorno por atracón.
53
Cuadro 2.
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida, en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días en la muestra
total y por sexo
Total
Diagnóstico
Trastornos de ansiedad
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Cualquier trastorno de ansiedad
Trastornos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Cualquier trastorno del estado de ánimo
Trastornos relacionados con sustancias
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Cualquier trastorno relacionado con sustancias
Otros trastornos
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Cualquier otro trastorno
Trastornos de la conducta alimentaria
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
Cualquier trastorno de la conducta alimentaria
Cualquier Trastorno
Ningún trastorno
Uno o más trastornos
Dos o más trastornos
Tres o más trastornos
n = 1120
%
ES
Alguna vez en la vida
Hombres
Mujeres
n = 533
%
ES
2
Wald Χ
p
n = 587
%
ES
Total
n = 1120
%
ES
Últimos 12 meses
Hombres
Mujeres
n = 533
%
ES
2
Wald Χ
p
n = 587
%
ES
Total
n = 1120
%
ES
Últimos 30 días
Hombres
Mujeres
n = 533
%
ES
2
Wald Χ
p
n = 587
%
ES
0.92
0.53
1.89
8.45
0.60
1.42
3.34
13.95
0.33
0.22
0.36
0.84
0.13
0.19
0.71
1.08
0.98
0.47
1.11
6.31
0.28
1.42
3.10
11.00
0.55
0.36
0.69
1.00
0.28
0.48
1.25
1.43
0.87
0.58
2.59
10.40
0.89
1.41
3.55
16.64
0.40
0.26
0.56
1.27
0.35
0.45
0.77
1.53
0.03
0.06
2.04
5.99
1.07
0.00
0.09
7.38
0.87
0.80
0.15
0.01
0.30
0.99
0.76
0.01
0.73
0.41
0.96
5.25
0.36
0.41
0.00
6.73
0.36
0.20
0.17
0.67
0.07
0.13
0.00
0.79
0.98
0.47
0.56
3.07
0.28
0.00
0.00
4.17
0.55
0.36
0.40
1.08
0.28
0.00
0.00
1.27
0.50
0.36
1.33
7.24
0.43
0.78
0.00
9.05
0.29
0.20
0.31
1.05
0.13
0.25
0.00
1.27
1.02
0.07
1.45
5.66
0.14
9.74
NA
5.54
0.31
0.79
0.23
0.02
0.71
0.00
NA
0.02
0.54
0.21
0.62
3.72
0.28
0.18
0.00
4.71
0.30
0.16
0.15
0.68
0.10
0.10
0.00
0.74
0.70
0.31
0.28
2.23
0.28
0.00
0.00
2.90
0.49
0.32
0.28
1.06
0.28
0.00
0.00
1.15
0.39
0.13
0.93
5.07
0.28
0.34
0.00
6.35
0.22
0.13
0.38
0.93
0.20
0.19
0.00
1.14
0.48
0.30
1.12
3.41
0.00
2.93
NA
3.55
0.49
0.58
0.29
0.06
1.00
0.09
NA
0.06
4.91
0.83
0.51
5.34
0.65
0.22
0.27
0.72
3.28
0.22
0.39
3.67
0.93
0.22
0.38
0.97
6.39
1.39
0.61
6.86
0.95
0.38
0.26
1.01
4.84
6.12
0.36
5.28
0.03
0.01
0.55
0.02
1.66
0.66
0.13
1.79
0.33
0.18
0.09
0.33
0.28
0.00
0.00
0.28
0.28
0.00
0.00
0.28
2.92
1.27
0.25
3.15
0.55
0.36
0.18
0.56
15.41
10.20
1.98
17.28
0.00
0.00
0.16
0.00
0.88
0.48
0.07
0.88
0.18
0.14
0.07
0.18
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
1.67
0.92
0.13
1.67
0.34
0.27
0.13
0.34
22.51
10.42
1.00
22.51
0.00
0.00
0.32
0.00
10.40
2.41
1.03
0.18
0.86
11.30
1.27
0.67
0.43
0.14
0.38
1.33
20.43
4.17
2.06
0.28
1.52
22.21
2.60
1.20
0.83
0.28
0.67
2.63
1.29
0.81
0.10
0.10
0.25
1.39
0.37
0.37
0.10
0.10
0.17
0.35
45.64
8.39
5.59
0.38
4.57
50.09
0.00
0.00
0.02
0.54
0.03
0.00
1.42
0.34
0.00
0.05
0.49
1.61
0.43
0.25
0.00
0.05
0.28
0.40
2.98
0.72
0.00
0.00
1.03
3.29
0.92
0.52
0.00
0.00
0.59
0.85
0.00
0.00
0.00
0.10
0.00
0.10
0.00
0.00
0.00
0.10
0.00
0.10
11.33
1.93
NA
0.99
2.97
14.87
0.00
0.17
NA
0.32
0.08
0.00
0.47
0.34
0.00
0.05
0.34
0.66
0.28
0.25
0.00
0.05
0.24
0.29
1.00
0.72
0.00
0.00
0.72
1.27
0.60
0.52
0.00
0.00
0.51
0.66
0.00
0.00
0.00
0.10
0.00
0.10
0.00
0.00
0.00
0.10
0.00
0.10
2.83
1.93
NA
0.99
1.94
2.81
0.09
0.17
NA
0.32
0.16
0.09
NA
0.13
4.31
4.57
0.09
0.82
0.72
NA
0.00
5.44
5.44
0.00
1.38
1.38
0.25
0.25
3.29
3.79
0.18
0.18
0.90
0.80
NA
2.01
1.83
0.97
0.16
0.18
0.32
NA
2.41
2.48
0.49
0.45
NA
3.53
3.53
0.90
0.90
0.13
1.39
1.52
0.12
0.42
0.40
NA
-
4.88
3.82
0.03
0.05
0.07
0.00
0.70
0.77
0.07
0.00
0.27
0.23
NA
0.00
0.83
0.83
0.00
0.49
0.49
0.13
0.00
0.58
0.71
0.12
0.00
0.26
0.22
NA
NA
0.22
0.05
NA
NA
0.64
0.83
0.00
0.13
0.68
0.81
0.00
0.09
0.21
0.27
0.00
0.00
0.28
0.28
0.00
0.00
0.27
0.27
0.00
0.25
1.05
1.30
0.00
0.18
0.40
0.53
NA
1.97
1.93
2.40
NA
0.16
0.16
0.12
0.00
0.07
0.26
0.33
0.00
0.07
0.16
0.20
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.13
0.50
0.63
0.00
0.13
0.31
0.37
NA
1.01
2.65
2.77
NA
0.32
0.10
0.10
0.00
0.00
0.20
0.20
0.00
0.00
0.11
0.11
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.00
0.38
0.38
0.00
0.00
0.22
0.22
NA
NA
3.03
3.03
NA
NA
0.08
0.08
71.04
28.96
9.99
2.90
1.57
1.57
0.77
0.49
65.87
34.13
12.86
3.23
2.74
2.74
1.62
0.92
75.73
24.27
7.39
2.60
1.90
1.90
1.06
0.79
7.81
7.81
6.41
0.20
0.01
0.01
0.01
0.65
88.72
11.28
3.09
1.08
1.06
1.06
0.55
0.34
90.16
9.84
2.73
1.31
2.10
2.10
0.94
0.67
87.41
12.59
3.42
0.88
1.30
1.30
0.71
0.37
0.99
0.99
0.30
0.27
0.32
0.32
0.58
0.60
93.37
6.63
1.67
0.69
0.79
0.79
0.45
0.32
95.55
4.45
1.59
1.03
1.30
1.30
0.76
0.62
91.40
8.60
1.74
0.39
1.17
1.17
0.40
0.22
4.36
4.36
0.04
1.00
0.04
0.04
0.84
0.32
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:

Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE).Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de
linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10. Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete
estadístico SUDAAN. La n es ponderada. Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) entre los sexos, sombreadas.
54
Prevalencia de Trastornos Mentales por Edad
El cuadro No. 3 muestra importantes diferencias de la prevalencia
trastornos mentales en los grupos por edad, alguna vez en la vida y
últimos 12 meses. Destaca que en los últimos 12 meses se observó un
claro y consistente de mayor prevalencia en el grupo más joven (18-29
disminuyéndose gradualmente con la edad.
de los
en los
patrón
años),
Al hacer el análisis comparativo de la prevalencia de cualquier trastorno,
alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, se encontró que todas fueron
diferencias estadísticamente significativas. En general, los 3 grupos de menor
edad tuvieron mayor prevalencia de un trastorno o más, dos o más trastornos y
tres o más trastornos, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses.
Al analizar la prevalencia de cualquier trastorno mental, alguna vez en la
vida, se observa que el grupo de 45-59 años había sido el más afectado con uno o
más trastornos (32.9%), seguido por los grupos de 18-29 y 30-44 años (30.3% y
28.8%); con dos o más trastornos, el grupo de 30 a 44 años (11.8%), seguido por
el 11.1% del grupo de 45-59 años y el 10.1% del grupo de 18-29 años. El grupo
de 30-44 años fue el más afectado con tres o más trastornos (3.8%).
Al analizar la prevalencia en los últimos 12 meses, se observa que el grupo
de 18 a 29 años también había sido el más afectado con uno o más trastornos,
dos o más trastornos y tres o más trastornos (16.4%, 4.9% y 1.9%), seguido por
los grupos de 30-44 y 45-59 años. Debe tomarse con mucha cautela la
prevalencia de 19.6% para uno o más trastornos, alguna vez en la vida, en el
grupo de edad de 66-89 años, pues este dato está determinado por un único
resultado en el análisis por grupos de trastornos mentales y por trastornos
específicos para este rango de edad.
Grupos de trastornos mentales por edad
Al hacer el análisis de las prevalencias por grupos de trastornos mentales,
alguna vez en la vida, se observa que todas fueron diferencias estadísticamente
significativas: el grupo de 18-29 años tuvo las prevalencias más altas de cualquier
trastorno de ansiedad y cualquier otro trastorno (17.0%, 7.1%), seguido por los
grupos de 30-44 y 45-59 años; el grupo de 45-59 reportó la prevalencia más alta
de cualquier trastorno por uso sustancias y cualquier trastorno del estado de
ánimo (15.7% y 6.7%), seguido por el grupo de 30-44 y 18-29 años, y el grupo de
55
30-44 presentó la prevalencia más alta de cualquier trastorno de la conducta
alimentaria (1.0%), seguido por los de 18-29 y 45-58 años.
Aun cuando el grupo de 66-89 años reportó la prevalencia más alta de
cualquier trastorno relacionado con sustancias (19.6%), debe tomarse con mucha
cautela este dato pues es el producto de un único resultado en el análisis por
grupos de trastornos mentales y por trastornos específicos para este rango de
edad.
Al hacer el análisis por grupos de trastornos mentales, en los últimos 12
meses, se observaron diferencias estadísticamente significativas (p<0.05): el
grupo más joven (18-29 años) tuvo mayor prevalencia de cualquier trastorno de
ansiedad, cualquier trastorno del estado de ánimo, cualquier trastorno relacionado
con sustancias y cualquier otro trastorno (8.8% 2.4% 2.8% y 4.2%), seguido por
los grupos de 30-44 y 45-59 años de edad.
Trastornos mentales específicos por edad
Al analizar los trastornos específicos, alguna vez en la vida, se encontraron
diferencias estadísticamente significativas (p<0.01): se observa que para los
trastornos de ansiedad hay un patrón claro y consistente de mayor prevalencia en
los más jóvenes (18-29 años), disminuyendo significativamente con cada
categoría de edad mayor. Esto sugiere que están aumentando los trastornos de
ansiedad en las generaciones recientes. Así, este grupo reportó 10.6% en fobia
específica, 3.5% en trastorno obsesivo-compulsivo, 2.8% en fobia social y 2.3%
en trastorno por estrés postraumático. Los grupos de 30-44 y 45-59 años
presentaron la prevalencia más alta de depresión mayor, seguidos por el grupo de
18-29 años. El grupo de 45-59 años presentó las prevalencias más altas de abuso
de alcohol y dependencia del alcohol (15.2% y 3.8%), seguido por el grupo de
30-44 años. También el grupo más joven (18-29 años) tuvo la prevalencia más alta
del trastorno explosivo intermitente (6.8%), seguido por los grupos de 30-44 y
55-59 años. Finalmente, el grupo de edad con mayor prevalencia de trastorno por
atracón fue el de 30-44 años (1.0%), seguido por el de 45-59 años (0.9%).
Aun cuando el grupo de 66-89 años reportó la prevalencia más alta de
abuso de alcohol (19.6%), alguna vez en la vida, debe tomarse con mucha
cautela este dato pues es el producto de un único resultado en el análisis por
grupos de trastornos mentales y por trastornos específicos para este rango de
edad.
56
En los últimos 12 meses se observó un patrón claro y consistente para todas
las diferencias significativas de mayor prevalencia en el grupo más joven (18-29
años), disminuyendo gradualmente con la edad. Así, se encontró mayor
prevalencia en este grupo de edad, de los siguientes trastornos de ansiedad:
fobia específica (7.0%), seguido por los grupos de 30-44 y 45-59 años; fobia
social (1.7%), también seguido del grupo de 30-44 años; trastorno por estrés
postraumático (1.0%), seguido por el grupo de 30-44 años de edad, y agorafobia
sin trastorno de pánico, que fue igual a la prevalencia del grupo de 45 a 59 años
de edad (0.6%). También se encontró mayor prevalencia de depresión mayor,
abuso de alcohol y de trastorno explosivo intermitente en el grupo de 18-29 años
(2.4% en los primeros dos y 4.2 en el tercero).
Es importante mencionar los siguientes resultados, aun cuando las
diferencias no fueron significativas: el grupo de 30-44 años reportó prevalencias
más altas que el grupo de 18-29 años en trastorno de pánico y trastorno de
ansiedad generalizada; el grupo de 18-29 años también presentó prevalencia
más alta en distimia y solamente los grupos de 18-29 y 30-44 años presentaron
prevalencias en trastorno bipolar I y II. Los dos grupos que reportaron
prevalencias para dependencia del alcohol fueron los de 18-29 y 45-59 años;
solamente el grupo más joven reportó prevalencia de dependencia de nicotina; el
único grupo que presentó dependencia de drogas fue el de 60-65 años; el grupo
de 18-29 años fue el único que presentó prevalencia de bulimia nerviosa y
solamente los grupos de 18-29 y el de 30-44 años presentaron prevalencias de
trastorno por atracón.
57
Cuadro 3. Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, por grupos de edad
Alguna vez en la vida
Diagnóstico
Trastornos de ansiedad
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Cualquier trastorno de ansiedad
Trastornos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Cualquier trastorno del estado de ánimo
Trastornos relacionados con sustancias
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Cualquier trastorno relacionado con sustancias
Otros trastornos
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Cualquier otro trastorno
Trastornos de la conducta alimentaria
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
Cualquier trastorno de la conducta alimentaria
Cualquier Trastorno
Ningún trastorno
Uno o más trastornos
Dos o más trastornos
Tres o más trastornos
18-29
30-44
45-59
60-65
66-89
n = 411
%
ES
n = 308
%
ES
n = 265
%
ES
n = 112
%
ES
n = 24
%
ES
Wald Χ2
p
18-29
30-44
n = 411
%
ES
n = 308
%
ES
Últimos 12 meses
45-59
60-65
n = 265
%
ES
n = 112
%
ES
66-89
Wald Χ2
p
n = 24
%
ES
0.5
0.2
2.8
10.6
0.8
2.3
3.5
17.0
0.3
0.2
0.5
1.7
0.3
0.4
1.3
1.8
1.6
0.7
1.3
9.4
0.2
0.7
4.0
13.7
0.8
0.6
0.6
1.0
0.2
0.5
0.8
1.5
0.5
0.9
2.2
7.3
1.0
1.7
2.2
12.9
0.5
0.5
0.7
1.4
0.7
1.1
0.6
1.9
1.9
0.5
0.0
2.2
0.0
0.0
4.3
8.9
1.9
0.5
0.0
1.8
0.0
0.0
2.5
3.5
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
6.5
2.9
24.0
31.1
19.7
38.7
10.1
14.7
0.2
0.6
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.5
0.2
1.7
7.0
0.6
1.0
0.00
8.8
0.3
0.2
0.3
1.0
0.2
0.3
0.00
1.2
1.3
0.7
1.0
5.7
0.0
0.2
0.00
6.9
0.8
0.6
0.6
1.3
0.0
0.2
0.00
1.5
0.0
0.6
0.2
4.4
0.6
0.0
0.00
5.5
0.0
0.4
0.2
0.7
0.6
0.0
0.00
1.1
1.9
0.0
0.0
0.8
0.0
0.0
0.00
2.7
1.9
0.0
0.0
0.9
0.0
0.0
0.00
2.1
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
5.0
4.0
38.5
29.2
852.1
9.2
NA
16.1
0.3
0.4
0.0
0.0
0.0
0.1
NA
0.0
3.9
0.9
1.0
4.7
0.7
0.3
0.7
0.8
6.4
0.9
0.2
6.6
1.2
0.5
0.2
1.3
6.4
0.8
0.3
6.7
2.0
0.5
0.3
2.0
2.1
0.5
0.0
2.1
1.0
0.5
0.0
1.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
27.0
5.7
3.9
25.8
0.0
0.2
0.4
0.0
2.4
0.9
0.2
2.4
0.6
0.3
0.2
0.6
1.5
0.2
0.2
1.7
0.6
0.2
0.2
0.6
1.2
0.8
0.0
1.4
0.6
0.5
0.0
0.6
1.0
0.5
0.0
1.0
0.7
0.5
0.0
0.7
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
14.2
6.4
2.1
13.8
0.0
0.2
0.7
0.0
6.9
1.5
1.6
0.4
1.7
8.8
1.6
0.9
0.8
0.4
0.9
1.7
11.2
3.3
0.5
0.0
0.0
11.2
2.2
1.3
0.5
0.0
0.0
2.2
15.2
3.8
1.1
0.0
1.0
15.7
2.4
1.2
0.8
0.0
0.6
2.6
8.0
0.6
0.5
0.5
0.0
8.5
3.3
0.6
0.5
0.5
0.0
3.2
19.6
0.0
0.0
0.0
0.0
19.6
12.9
0.0
0.0
0.0
0.0
12.9
19.2
16.4
5.4
2.7
4.8
9.4
0.0
0.0
0.2
0.6
0.3
0.1
2.4
0.6
0.0
0.0
1.3
2.8
0.9
0.6
0.0
0.0
0.8
0.8
1.0
0.0
0.0
0.0
0.0
1.0
0.7
0.0
0.0
0.0
0.0
0.7
1.1
0.6
0.0
0.0
0.0
1.1
0.8
0.6
0.0
0.0
0.0
0.8
0.0
0.0
0.0
0.5
0.0
0.5
0.0
0.0
0.0
0.5
0.0
0.5
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
11.2
2.1
NA
1.3
2.9
11.7
0.0
0.7
NA
0.9
0.6
0.0
0.0
0.4
6.8
7.1
0.0
0.3
1.5
1.5
0.2
0.0
4.1
4.3
0.2
0.0
1.3
1.3
0.3
0.0
2.8
3.1
0.3
0.0
1.0
0.9
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
2.1
2.1
18.2
22.7
0.7
0.7
0.0
0.0
0.0
0.0
4.2
4.2
0.0
0.0
1.2
1.2
0.2
0.0
2.2
2.5
0.2
0.0
0.9
1.0
0.0
0.0
0.8
0.8
0.0
0.0
0.6
0.6
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
1.3
NA
13.7
16.0
0.9
NA
0.0
0.0
0.0
0.4
0.5
0.9
0.0
0.2
0.3
0.4
0.0
0.0
1.0
1.0
0.0
0.0
0.6
0.6
0.0
0.0
0.9
0.9
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
2.1
10.5
8.3
NA
0.7
0.0
0.1
0.0
0.2
0.5
0.7
0.0
0.2
0.4
0.4
0.0
0.0
0.2
0.2
0.0
0.0
0.2
0.2
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
1.1
3.4
3.4
NA
0.9
0.5
0.5
69.7
30.3
10.1
3.2
2.7
2.7
1.4
0.8
71.2
28.8
11.8
3.8
2.5
2.5
1.8
1.4
67.1
32.9
11.1
2.7
3.1
3.1
1.4
1.1
82.8
17.2
3.9
0.5
4.8
4.8
2.1
0.5
80.4
19.6
0.0
0.0
12.9
12.9
0.0
0.0
10.9
10.9
21.7
13.4
0.0
0.0
0.0
0.0
83.6
16.4
4.9
1.9
1.7
1.7
1.2
0.8
89.4
10.6
2.7
1.3
2.1
2.1
0.8
0.6
91.9
8.1
2.0
0.2
1.6
1.6
0.9
0.2
95.8
4.2
1.0
0.0
2.3
2.3
0.7
0.0
100.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
34.1
34.1
9.2
13.3
0.0
0.0
0.1
0.0
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:

Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE). Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de
linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10. Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete
estadístico SUDAAN. La n es ponderada. Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas.
58
Prevalencia de Trastornos Mentales por Años de Escolaridad
El cuadro No. 4 muestra la prevalencia de trastornos mentales al
comparar los grupos por años de escolaridad, alguna vez en la vida y en los
últimos 12 meses.
Al analizar cualquier trastorno, alguna vez en la vida, se observa que el
grupo con 9 a 11 años de escolaridad reportó el 35.6% de uno o más trastornos,
el grupo con 6-8 años de escolaridad el 28.3%, el grupo con 12 años o más de
escolaridad el 27.6% y el grupo con 0-5 años de escolaridad el 24.4%. La
prevalencia de dos o más trastornos siguió la misma tendencia de acuerdo a los
grupos por años de escolaridad. Se observan diferencias estadísticamente
significativas (p<0.01) de mayor prevalencia de tres o más trastornos en el grupo
con 6 a 8 años de escolaridad (4.5%), seguido por el grupo con 9 a 11 años de
escolaridad (3.3%).
Al analizar cualquier trastorno en los últimos 12 meses se observa que el
grupo con 9 a 11 años de escolaridad reportó mayor prevalencia de uno o más
trastornos (16.6%), seguido por el grupo con 6 a 8 años de escolaridad (12.0%),
y por los grupos con 12 años o más de escolaridad y con 0-5 años de escolaridad.
Al analizar la prevalencia de dos o más trastornos, se observa que el grupo con 6
a 8 años de escolaridad reportó el 4.0%, seguido por el grupo con 9-11 de
escolaridad (3.6%), y por los grupos con 12 años o más de escolaridad y con 0 a 5
años de escolaridad. Se encontraron diferencias estadísticamente significativas
(p<0.01): mayor prevalencia de tres o más trastornos en el grupo con 6 a 8 años
de escolaridad, seguido por los grupos con 12 años o más de escolaridad (1.2%) y
por el grupo con 0 a 5 años de escolaridad (0.3%).
Grupos de trastornos mentales por años de escolaridad
Al hacer el análisis por grupos de trastornos mentales, alguna vez en la vida,
se observaron prevalencias importantes: trastornos de ansiedad, 17.3% en los
participantes con 9-11 años de escolaridad, seguido por los grupos con 0-5, 6-8 y
12 años o más de escolaridad; trastornos del estado de ánimo, 6.1% en los
participantes con 9 a 11 años de escolaridad, seguido por los grupos con 12 años
o más, 6-8 y 0 a 5 años de escolaridad; trastornos relacionados con sustancias,
7.3% en el grupo con 9 a 11 años de escolaridad, seguido por los grupos con
6-8, 12 años o más y 0 a 5 años de escolaridad. Se observaron diferencias
59
estadísticamente significativas (p<0.01): mayor prevalencia de trastornos de la
conducta alimentaria en el grupo con 12 años o más de escolaridad (1.6%),
seguido por los grupos con 9-11 y 0 a 5 años de escolaridad, y mayor
prevalencia de cualquier otro trastorno en el grupo con 9 a 11 años de escolaridad
(7.3%), seguido por los grupos con 6-8, 12 o más y 0 a 5 años de escolaridad.
Al hacer el análisis por grupos de trastornos mentales en los últimos 12
meses se observaron prevalencias importantes: trastornos de ansiedad, 9.5% en
los participantes con 9-11 años de escolaridad, seguido por los grupos con 6-8,
0-5 y 12 años o más de escolaridad; trastornos del estado de ánimo, 2.1% en los
participantes con 9 a 11 y con 6 a 8 años de escolaridad, seguidos por los grupos
con 12 años o más y con 0-5 años de escolaridad; trastornos relacionados con
sustancias, 2.4% en los participantes con 9-11 años de escolaridad, seguido por
los grupos con 6 a 8, 12 años o más y 0-5 años de escolaridad; trastornos por
conducta alimentaria, 0.8% en el grupo con 12 años o más de escolaridad; los
demás grupos reportaron el 0.0%. Se encontraron diferencias estadísticamente
significativas (p<0.01) de mayor prevalencia de cualquier otro trastorno en el grupo
con 9-11 años de escolaridad, seguido por los grupos de 12 años o más y 6 a 8
años de escolaridad.
Trastornos mentales específicos por años de escolaridad
Al analizar los trastornos específicos en los grupos por años de escolaridad
para alguna vez en la vida, se encontraron prevalencias importantes.
En los trastornos de ansiedad: fobia específica, 11.5% en el grupo con
9 a 11 años de escolaridad, seguido por los grupos con 0-5, 6-8 y 12 años o más
de escolaridad; fobia social, 3.1% en el grupo con 9 a 11 años de escolaridad,
seguido por los grupos con 6-8 y 12 años o más y 0 a 5 años de escolaridad;
trastorno obsesivo-compulsivo, 4.2% en el grupo de 0 a 5 años de escolaridad,
seguido por los grupos de 6-8, 12 años o más y 9 a 11 años de escolaridad. Se
observaron diferencias estadísticamente significativas: mayor prevalencia de
agorafobia sin trastorno de pánico y trastorno por estrés postraumático en el grupo
con 9 a 11 años de escolaridad y mayor prevalencia de trastorno de ansiedad
generalizada en el grupo con 6 a 8 años de escolaridad.
60
En los trastornos del estado de ánimo: depresión mayor, 5.6% en el grupo
con 12 años o más de escolaridad, seguido por los grupos con 6-8, 9-11 y 0 a 5
años de escolaridad; bipolar I y II, 1.5% en el grupo con 9 a 11 años de
escolaridad, seguido por los grupos con 6 a 8 años y 12 años o más de
escolaridad, y distimia, 1.0% en el grupo con 6 a 8 años de escolaridad, seguido
por los grupos con 12 años o más y con 0 a 5 y 9 a 11 años de escolaridad.
En los trastornos relacionados con sustancias: dependencia del alcohol,
3.7% en el grupo con 9 a 11 años de escolaridad, seguido por los grupos con 6-8,
12 o más y 0 a 5 años de escolaridad.
Se encontraron diferencias
estadísticamente significativas (p<0.10) de mayor prevalencia de abuso de
alcohol (13.3%), la más alta de todos los trastornos específicos, en el grupo con 9
a 11 años de escolaridad, seguido por los grupos con 6-8, 12 o más y 0 a 5 años
de escolaridad.
En los trastornos de la conducta alimentaria se encontraron diferencias
estadísticamente significativas (p<0.01): mayor prevalencia de trastorno por
atracón en aquellos participantes con mayor nivel de escolaridad (1.2%), seguido
por los grupos con 9-11 y 0 a 5 años de escolaridad.
En los otros trastornos se encontró prevalencia de neurastenia únicamente
en el grupo con 9 a 11 años de escolaridad (0.8%), y diferencias estadísticamente
significativas (p<0.01) de mayor prevalencia de trastorno explosivo intermitente en
el grupo con 9 a 11 años de escolaridad (6.5%), seguido por los grupos con 6-8,
12 o más y 0 a 5 años de escolaridad.
Al analizar los trastornos específicos en los grupos por años de escolaridad,
para los últimos 12 meses, se encontraron prevalencias importantes.
En los trastornos de ansiedad: fobia específica, 7.2% en el grupo con 9 a 11
años de escolaridad, seguido por los grupos con 6-8, 12 o más y 0 a 5 años de
escolaridad; fobia social, 1.9% en el grupo con 9 a 11 años de escolaridad,
seguido por el grupo con 12 o más, 0-5 y 6 a 8 años de escolaridad; trastorno de
ansiedad generalizada, solamente el grupo con 6 a 8 años de escolaridad reportó
prevalencia (1.9%). Se encontraron diferencias estadísticamente significativas
(p<0.01) de mayor prevalencia de agorafobia sin trastorno de pánico en el grupo
con 9 a 11 años de escolaridad, seguido por el grupo con 6 a 8 años de
escolaridad.
61
En los trastornos del estado de ánimo: depresión mayor, 2.1% en los grupos
con 6-8 y 9 a 11 años de escolaridad, seguidos por los grupos con 12 o más y 0 a
5 años de escolaridad; distimia, 0.7% en el grupo con 6 a 8 años de escolaridad,
seguido por los grupos con 0-5 y 12 o más años de escolaridad; solamente los
grupos con 6 a 8 y 12 años o más de escolaridad reportaron prevalencias para
trastorno bipolar I y II (0.3% y 0.2%).
En los trastornos relacionados con sustancias: abuso de alcohol, 1.8% en el
grupo con 6 a 8 años de escolaridad, seguido por los grupos con 12 o más, 9-11 y
0 a 5 años de escolaridad; dependencia del alcohol, que solamente se observó en
los grupos con 0 a 5 y 12 años o más de escolaridad (0.7% y 0.5%). Ningún grupo
reportó prevalencia de abuso de drogas y solamente el grupo con 6-8 años de
escolaridad reportó prevalencia de dependencia de drogas (0.2%). Solamente los
grupos con 9 a 11 años y 12 años o más reportaron prevalencias de dependencia
de nicotina (1.6% y 0.5%).
En los trastornos de la conducta alimentaria se observó que únicamente el
grupo con 12 años o más de escolaridad reportó prevalencias de los trastornos por
atracón y bulimia nerviosa (0.7% y 0.2%).
En otros trastornos se observó que únicamente el grupo con 12 años o más
de escolaridad reportó prevalencia de trastorno disfórico premenstrual; se
encontró diferencia estadísticamente significativa (p<0.01) de mayor prevalencia
de trastorno explosivo intermitente en el grupo con 9 a 11 de escolaridad, seguido
por los grupos con 12 años o más y con 6 a 8 años de escolaridad.
62
Cuadro 4. Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, por años de escolaridad
Diagnóstico
Trastornos de ansiedad
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Cualquier trastorno de ansiedad
Trastornos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Cualquier trastorno del estado de ánimo
Trastornos relacionados con sustancias
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Cualquier trastorno relacionado con sustancias
Otros trastornos
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Cualquier otro trastorno
Trastornos de la conducta alimentaria
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
Cualquier trastorno de la conducta alimentaria
Cualquier Trastorno
Ningún trastorno
Uno o más trastornos
Dos o más trastornos
Tres o más trastornos
0-5 años
6-8 años
n = 220
%
ES
n = 245
%
ES
Alguna vez en la vida
9-11 años
12+ años
n = 192
%
ES
Wald Χ2
p
n = 443
%
ES
0-5 años
6-8 años
n = 220
%
ES
n = 245
%
ES
Últimos 12 meses
9-11 años
12+ años
n = 192
%
ES
Wald Χ2
p
n = 443
%
ES
0.3
0.0
1.3
9.0
0.6
1.6
4.2
14.3
0.3
0.0
0.7
2.2
0.6
0.9
0.6
2.7
1.5
2.1
1.6
8.3
0.7
0.8
3.6
13.6
0.9
0.9
0.5
1.7
0.5
0.5
0.7
2.1
0.4
0.0
3.1
11.5
1.2
3.6
2.3
17.3
0.4
0.0
1.8
2.5
0.4
1.0
1.1
2.7
1.1
0.2
1.6
7.1
0.2
0.8
3.3
12.8
0.7
0.2
0.7
1.7
0.2
0.3
1.4
1.6
2.1
6.3
1.2
1.5
10.4
9.2
3.8
1.9
0.5
0.1
0.7
0.7
0.0
0.0
0.3
0.6
0.3
0.0
0.6
4.4
0.0
0.9
0.00
6.0
0.3
0.0
0.5
1.5
0.0
0.5
0.00
2.1
1.5
1.9
0.4
6.4
0.4
0.5
0.00
7.9
0.9
0.9
0.4
1.3
0.4
0.3
0.00
1.5
0.0
0.0
1.9
7.2
1.2
0.4
0.00
9.5
0.0
0.0
1.1
1.6
0.4
0.4
0.00
2.0
0.8
0.0
0.7
4.2
0.0
0.1
0.00
5.2
0.6
0.0
0.4
1.4
0.0
0.1
0.00
1.5
4.0
4.6
2.7
2.5
10.2
1.6
NA
2.1
0.3
0.2
0.4
0.5
0.0
0.6
NA
0.5
3.5
0.6
0.0
3.8
1.2
0.4
0.0
1.3
4.8
1.0
0.9
5.1
1.4
0.6
0.5
1.5
4.6
0.5
1.5
6.1
1.5
0.5
1.1
1.7
5.6
0.9
0.2
5.8
0.9
0.4
0.2
1.0
3.0
0.7
4.2
3.5
0.4
0.9
0.2
0.3
1.0
0.6
0.0
1.3
0.6
0.4
0.0
0.8
2.1
0.7
0.3
2.1
0.8
0.5
0.3
0.8
2.1
0.5
0.0
2.1
0.7
0.5
0.0
0.7
1.4
0.6
0.2
1.6
0.4
0.3
0.2
0.4
1.5
0.1
2.0
0.7
0.7
1.0
0.6
0.9
6.6
1.4
0.7
0.7
0.0
7.3
1.9
1.0
0.7
0.7
0.0
1.6
10.9
2.2
2.3
0.2
0.8
12.6
2.6
1.0
1.2
0.2
0.6
2.9
13.3
3.7
0.8
0.0
2.4
14.8
2.6
2.0
0.8
0.0
1.3
3.1
9.5
1.9
0.7
0.0
0.7
9.8
1.4
1.2
0.6
0.0
0.5
1.4
7.1
0.8
1.7
2.0
4.6
7.2
0.1
0.8
0.6
0.6
0.2
0.1
0.7
0.7
0.0
0.0
0.7
0.7
0.7
0.0
0.0
0.7
1.8
0.0
0.2
0.0
2.0
1.0
0.0
0.2
0.0
1.0
1.5
0.0
0.0
1.6
2.4
0.1
0.0
0.0
1.1
0.8
1.6
0.5
0.0
0.5
1.6
0.8
0.5
0.0
0.5
0.8
3.3
2.0
0.3
0.6
1.0
3.7
5.5
0.8
0.3
0.1
0.0
0.0
0.7
0.7
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
5.3
5.3
0.0
0.0
1.7
1.7
0.0
0.8
6.5
7.3
0.0
0.6
2.1
2.1
0.3
0.0
4.3
4.6
0.2
0.0
1.2
1.1
2.2
2.4
18.1
28.3
0.5
0.5
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
2.3
2.3
0.0
0.00
1.1
1.1
0.0
0.00
3.9
3.9
0.0
0.00
1.4
1.4
0.2
0.00
2.7
2.8
0.2
0.00
0.6
0.6
1.0
NA
33.6
44.9
0.8
NA
0.0
0.0
0.0
0.0
0.3
0.3
0.0
0.0
0.3
0.3
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.8
0.8
0.0
0.0
0.8
0.8
0.0
0.3
1.2
1.6
0.0
0.2
0.5
0.7
NA
2.6
10.0
8.5
NA
0.5
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.0
0.0
0.0
0.00
0.2
0.7
0.8
0.00
0.2
0.4
0.5
NA
1.1
3.4
3.5
NA
0.8
0.3
0.3
75.6
24.4
6.5
0.6
2.7
2.7
1.7
0.6
71.7
28.3
10.6
4.5
3.6
3.6
1.9
1.2
64.4
35.6
14.1
3.3
3.9
3.9
3.6
1.2
72.4
27.6
8.9
2.9
1.9
1.9
1.3
0.8
5.0
5.0
3.7
17.9
0.2
0.2
0.3
0.0
93.1
6.9
2.0
0.3
2.1
2.1
1.0
0.3
88.0
12.0
4.0
2.2
2.5
2.5
1.2
1.0
83.4
16.6
3.6
0.0
2.7
2.7
1.7
0.0
89.6
10.4
2.8
1.2
1.7
1.7
1.0
0.7
5.5
5.5
1.7
7.9
0.1
0.1
0.6
0.0
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE). Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización
de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10. Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete estadístico SUDAAN.
La n es ponderada. Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas.
63
Prevalencia de Trastornos Mentales por Estado Civil
El cuadro No. 5 muestra las prevalencias de los trastornos mentales, alguna
vez en la vida y en los últimos 12 meses, en los grupos divididos por estado civil.
Al analizar la prevalencia de cualquier trastorno mental, alguna vez en la
vida, se observó que el grupo casado o unido reportó el 31.0% de uno o más
trastornos, seguido por el 27.6% del grupo nunca casado y el 22.7% del grupo
separado, divorciado o viudo; se observaron
diferencias estadísticamente
significativas: mayor prevalencia de dos o más trastornos en el grupo casado o
unido (11.0%), seguido por el grupo separado, divorciado o viudo y del grupo
nunca casado; mayor prevalencia de tres o más trastornos en el grupo casado o
unido (3.8%), seguido por el grupo separado, divorciado o viudo y el nunca
casado. La mayor prevalencia de trastornos mentales en el grupo casado o unido
es un patrón no esperado.
En el análisis de las prevalencias de cualquier trastorno mental en los
últimos 12 meses, también se observan diferencias estadísticamente significativas
(p<0.01): mayor prevalencia de uno o más trastornos en el grupo nunca casado
(13.7%), seguido por el grupo casado o unido y del grupo separado, divorciado o
viudo; mayor prevalencia de tres o más trastornos en el grupo casado o unido
(1.7%), seguido por el grupo separado, divorciado o viudo y el grupo nunca
casado. Por otro lado, los tres grupos por estado civil presentaron la misma
prevalencia de dos o más trastornos (3.1%).
Grupos de trastornos mentales por estado civil
En el análisis por grupos de trastornos mentales para alguna vez en la vida,
se observa que las prevalencias en orden decreciente, fueron: en el grupo
casado o unido, trastornos de ansiedad (14.8%), trastornos relacionados con
sustancias (13.0%), trastornos del estado de ánimo (6.0%), otros trastornos (4.0%)
y trastornos de la conducta alimentaria (0.5%); en el grupo separado, divorciado o
viudo, trastornos de ansiedad (15.9%), trastornos relacionados con sustancias
(7.0%), trastornos del estado de ánimo (5.4%), otros trastornos (1.6%) y trastornos
de la conducta alimentaria (0.5%); en el grupo nunca casado, trastornos de
ansiedad (11.4%), trastornos relacionados con sustancias (9.7%), otros trastornos
(7.1%), trastornos del estado de ánimo (4.0%) y trastornos de la conducta
64
alimentaria (1.7%). Se observó diferencia estadísticamente significativa (p<0.01):
mayor prevalencia de otros trastornos en el grupo casado o unido.
En el análisis por grupos de trastornos mentales para los últimos 12 meses,
se observa que las prevalencias en orden decreciente, fueron: en el grupo casado
o unido, trastornos de ansiedad (8.0%), otros trastornos (2.3%), trastornos del
estado de ánimo (1.6%) y trastornos relacionados con sustancias (1.2%); en el
grupo separado, divorciado o viudo, trastornos de ansiedad (4.6%), trastorno del
estado de ánimo (2.1%), trastornos relacionados con sustancias (1.0%) y otros
trastornos (0.4%); en el grupo nunca casado, trastornos de ansiedad (5.1%), otros
trastornos (3.7%), trastornos relacionados con sustancias (2.8%), trastornos del
estado de ánimo (2.1%) y trastornos de la conducta alimentaria (1.1%). Se
observó diferencia estadísticamente significativa (p<0.01): mayor prevalencia de
otros trastornos en el grupo nunca casado.
Trastornos mentales específicos por estado civil
En el análisis por trastornos específicos para alguna vez en la vida, se
observa que las prevalencias más altas y en orden de mayor a menor fueron: en
el grupo casado o unido, abuso de alcohol (12.5%), fobia especifica (10.0%),
depresión mayor (5.4%), trastorno explosivo intermitente (3.8%), dependencia del
alcohol, fobia social y trastorno de pánico; en el grupo separado, divorciado o
viudo, fobia específica (7.5%), abuso de alcohol (7.0%), depresión mayor (4.9%),
trastorno por estrés postraumático y trastorno obsesivo-compulsivo (4.0%),
trastorno explosivo intermitente (1.6%), fobia social, dependencia de alcohol y
abuso de drogas; en el grupo nunca casado, abuso de alcohol (7.7%), trastorno
explosivo intermitente (6.6%), fobia específica (5.8%), depresión mayor (4.0%),
trastorno obsesivo-compulsivo, fobia social, abuso de drogas y trastorno por estrés
postraumático.
Se encontraron diferencias estadísticamente significativas
(p<0.01): mayor prevalencia de trastorno de pánico en el grupo casado o unido y
mayor prevalencia de trastorno explosivo intermitente en el grupo nunca casado.
También se observan diferencias estadísticamente significativas (p<0.10): mayor
prevalencia de fobia específica, bipolar I y II, dependencia del alcohol y
dependencia de nicotina en el grupo casado o unido y mayor prevalencia de
trastorno por estrés postraumático en el grupo separado, divorciado o viudo. Cabe
resaltar que la mayor prevalencia de trastornos específicos en el grupo casado o
unido es un patrón no esperado.
65
En el análisis por trastornos específicos para los últimos 12 meses, se
observa que las prevalencias más altas y en orden de mayor a menor, fueron: en
el grupo casado o unido, fobia especifica (6.3%), trastorno explosivo intermitente
(2.2%), depresión mayor (1.5%), trastorno de pánico (1.2%), fobia social, abuso de
alcohol y distimia; en el grupo separado, divorciado o viudo, fobia especifica
(3.1%), depresión mayor (1.6%), fobia social y abuso de alcohol (1.0%), y en el
grupo nunca casado, fobia específica (4.7%), trastorno explosivo intermitente
(3.7%), abuso de alcohol (2.8%), depresión mayor (2.1%), trastorno por atracón,
(0.9%), fobia social y trastorno por estrés postraumático. Se observaron
diferencias estadísticamente significativas (p<0.01): mayor prevalencia de
agorafobia sin trastorno de pánico en el
grupo casado o unido y mayor
prevalencia de trastorno explosivo intermitente en el
grupo nunca casado.
También se observan diferencias estadísticamente significativas (p<0.10): mayor
prevalencia de trastorno de pánico y trastorno de ansiedad generalizada en el
grupo casado o unido y mayor prevalencia de abuso de alcohol en el grupo nunca
casado.
66
Cuadro 5. Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los últimos 12
meses, por estado civil
Casado /
Unido
Diagnóstico
n = 649
%
ES
Trastornos de ansiedad
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Cualquier trastorno de ansiedad
Trastornos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Cualquier trastorno del estado de ánimo
Trastornos relacionados con sustancias
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Cualquier trastorno relacionado con sustancias
Otros trastornos
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Cualquier otro trastorno
Trastornos de la conducta alimentaria
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
Cualquier trastorno de la conducta alimentaria
Cualquier Trastorno
Ningún trastorno
Uno o más trastornos
Dos o más trastornos
Tres o más trastornos
Alguna vez en la vida
Separado/
Nunca
Wald Χ2
Divorciado/
casado
Viudo
n = 145
%
ES
p
n = 326
%
ES
Casado /
Unido
Últimos 12 meses
Separado/
Nunca
Wald Χ2
Divorciado/
casado
Viudo
n = 649
%
ES
n = 145
%
ES
n = 326
%
ES
1.4
0.7
2.1
10.0
0.7
0.9
3.2
14.8
0.5
0.4
0.4
1.3
0.3
0.2
0.8
1.7
0.0
0.4
1.5
7.5
0.5
4.0
4.0
15.9
0.0
0.4
1.1
2.1
0.5
1.2
2.0
2.9
0.4
0.2
1.6
5.8
0.5
1.3
3.3
11.4
0.3
0.2
0.7
1.1
0.5
0.4
1.1
1.9
8.0
1.3
0.4
4.6
0.3
5.6
0.2
2.6
0.0
0.5
0.8
0.1
0.9
0.1
0.9
0.3
1.2 0.6
0.6 0.3
1.1 0.3
6.3 1.0
0.5 0.2
0.3 0.2
0.00 0.00
8.0 1.3
0.0 0.0
0.0 0.0
1.0 1.0
3.1 1.5
0.0 0.0
0.4 0.4
0.00 0.00
4.6 1.6
0.2 0.2
0.2 0.2
0.7 0.4
4.1 1.0
0.2 0.2
0.6 0.4
0.00 0.00
5.1 1.1
5.4
1.0
0.8
6.0
0.8
0.3
0.4
1.0
4.9
0.9
0.5
5.4
1.6
0.6
0.5
1.8
4.0
0.4
0.0
4.0
1.0
0.3
0.0
1.0
1.5
2.4
3.8
3.1
0.5
0.3
0.1
0.2
1.5
0.7
0.1
1.6
0.3
0.2
0.1
0.4
1.6
0.9
0.5
2.1
0.9
0.6
0.5
1.0
2.1
0.4
0.0
2.1
12.5
3.3
0.8
0.3
1.0
13.0
2.2
1.0
0.4
0.3
0.5
2.3
7.0
1.0
1.0
0.0
0.0
7.0
1.8
1.0
1.0
0.0
0.0
1.8
7.7
1.2
1.5
0.0
0.9
9.7
1.5
0.7
0.9
0.0
0.6
1.9
3.0
4.0
0.9
1.9
4.8
2.8
0.2
0.1
0.6
0.4
0.1
0.2
0.8
0.4
0.0
0.1
0.6
1.2
0.5
0.4
0.0
0.1
0.4
0.6
1.0
0.0
0.0
0.0
0.0
1.0
1.0
0.0
0.0
0.0
0.0
1.0
0.2
0.0
3.8
4.0
0.2
0.0
0.9
0.9
0.0
0.0
1.6
1.6
0.0
0.0
0.9
0.9
0.0
0.5
6.6
7.1
0.0
0.3
1.8
1.8
2.1
2.0
7.3
9.2
0.3
0.4
0.0
0.0
0.1
0.0
2.2
2.3
0.1
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.4
0.4
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.3
0.3
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.0
0.5
0.5
0.0
0.5
1.2
1.7
0.0
0.3
0.5
0.7
NA
2.0
1.4
2.1
NA
0.4
0.5
0.3
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
69.0
31.0
11.0
3.8
2.5
2.5
1.0
0.6
77.3
22.7
10.2
1.5
3.9
3.9
2.6
1.1
72.4
27.6
7.8
1.8
2.7
2.7
1.5
0.9
2.8
2.8
4.5
8.0
0.2
0.2
0.1
0.0
88.6
11.4
3.1
1.7
1.1
1.1
0.6
0.6
p
4.5
4.0
0.5
3.5
178.7
0.7
NA
3.8
0.1
0.1
0.8
0.2
0.0
0.7
NA
0.2
0.7
0.3
0.0
0.7
0.6
1.1
2.0
0.5
0.7
0.6
0.4
0.8
2.8
0.5
0.0
0.0
0.5
2.8
0.9
0.5
0.0
0.0
0.5
0.9
4.7
2.1
NA
1.0
2.9
2.8
0.1
0.4
NA
0.6
0.2
0.2
0.0
0.0
0.4
0.4
0.0
0.0
3.7
3.7
0.0
0.0
1.4
1.4
1.0
NA
9.6
11.5
0.6
NA
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.2
0.9
1.1
0.0
0.2
0.5
0.7
NA
1.0
2.7
2.8
NA
0.6
0.3
0.2
94.6
5.4
3.1
0.5
1.5
1.5
1.5
0.5
86.3
13.7
3.1
0.2
1.8
1.8
1.1
0.2
12.6
12.6
0.0
9.4
0.0
0.0
1.0
0.0
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE).
 Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización de Taylor con el paquete estadístico
SUDAAN, versión 10.
 Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete
estadístico SUDAAN.
 La n es ponderada.
 Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas.
67
Prevalencia de Trastornos Mentales por Área de Residencia Urbana y Rural
El cuadro No. 6 presenta la prevalencia de los trastornos mentales en el
grupo de participantes que vivía en el área urbana y el que vivía en el área rural
de la Región Metropolitana, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses.
Se observa que el 29.5% de la muestra del área urbana presentó uno o más
trastornos, alguna vez en el vida, y la del área rural el 27.3%; en los últimos 12
meses la del área urbana reportó prevalencia de 11.6% y la del área rural
10.5%.
La muestra del área urbana presentó prevalencia de 10.1% de dos o más
trastornos y 2.9% en tres o más trastornos, alguna vez en la vida, y la del área
rural el 9.5% y el 2.8%, respectivamente. En los últimos 12 meses la muestra
del área urbana presentó prevalencia de 3.0% de dos o más trastornos y 0.8%
de tres o más trastornos; la del área rural, el 3.5% de dos o más trastornos y
el 1.9% de tres o más trastornos.
Grupos de trastornos mentales por área de residencia urbana y rural
En el análisis por grupos de trastornos mentales, para alguna vez en la
vida, se observa que las prevalencias en orden decreciente, fueron: en el grupo
que vivía en el área urbana, trastornos de ansiedad (14.3%), trastornos
relacionados con sustancias (12.0%), trastornos del estado de ánimo (5.1%), otros
trastornos (4.5%) y trastornos de la conducta alimentaria (1.1%); en el grupo que
vivía en el área rural, trastornos de ansiedad (13.1%), trastornos relacionados con
sustancias (9.3%), trastornos del estado de ánimo (6.1%), otros trastornos (4.9%).
Se encontró diferencia estadísticamente significativa (p<0.01) al analizar cualquier
trastorno de la conducta alimentaria: en el área urbana mayor prevalencia que en
el área rural (1.1% y 0.0%).
En el análisis por grupos de trastornos mentales para los últimos 12 meses,
se observa que las prevalencias en orden decreciente, fueron: en el grupo que
vivía en el área urbana, trastornos de ansiedad (6.5%), otros trastornos (2.8%),
trastornos relacionados con sustancias (1.9%), trastornos del estado de ánimo
(1.8%) y trastornos de la conducta alimentaria (0.4%); en el grupo que vivía en el
área rural, trastornos de ansiedad (7.4%), trastornos del estado de ánimo (1.8%),
otros trastornos (1.7%) y trastornos relacionados con sustancias (0.8%). Se
68
encontró diferencia estadísticamente significativa (p<0.10) al analizar cualquier
trastorno de la conducta alimentaria: mayor prevalencia en el área urbana que en
el área rural (0.4% y 0.0%).
Trastornos mentales específicos por área de residencia urbana y rural
En el análisis por trastornos específicos se encontró que tanto para el área
urbana como para el área rural, alguna vez en la vida, los trastornos con mayor
prevalencia fueron: abuso de alcohol (10.8% y 9.3%), fobia específica, (8.0% y
9.7%), depresión mayor (4.6% y 5.9%), trastorno explosivo intermitente (4.2% y
4.7%), dependencia del alcohol (2.6% y 2.0%) y fobia social (2.1% y 1.1%).
En los últimos 12 meses el trastorno con mayor prevalencia fue la fobia
específica, tanto en el área urbana como en la rural (5.1% y 5.7%); las otras
prevalencias importantes en el área urbana, fueron: trastorno explosivo
intermitente (2.7%), depresión mayor (1.7%), abuso de alcohol (1.6%); fobia
social (0.9%) y trastorno de pánico (0.8%). La otras prevalencias importantes en
el área rural fueron: trastorno explosivo intermitente (1.7%), depresión mayor
(1.6%); distimia (1.3%), fobia social (1.1%) y abuso de alcohol y dependencia del
alcohol (0.8%).
Se encontraron diferencias estadísticamente significativas: alguna vez en la
vida, mayor prevalencia en el área urbana de fobia social, trastorno por estrés
postraumático, bipolar I y II, abuso de drogas y trastorno por atracón; mayor
prevalencia en el área rural de distimia. En los últimos 12 meses, mayor
prevalencia en el área rural de agorafobia sin trastorno de pánico, trastorno por
estrés postraumático y distimia, y mayor prevalencia de trastorno por atracón en
el área urbana.
69
Cuadro 6.
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los últimos 12
meses, por área urbana y rural
Urbana
Diagnóstico
Trastornos de ansiedad
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Cualquier trastorno de ansiedad
Trastornos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Cualquier trastorno del estado de ánimo
Trastornos relacionados con sustancias
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Cualquier trastorno relacionado con sustancias
Otros trastornos
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Cualquier otro trastorno
Trastornos de la conducta alimentaria
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
Cualquier trastorno de la conducta alimentaria
Cualquier Trastorno
Ningún trastorno
Uno o más trastornos
Dos o más trastornos
Tres o más trastornos
n = 836
%
ES
Alguna vez en la vida
2
Rural
Wald Χ
p
n = 284
%
ES
Urbana
Últimos 12 meses
2
Rural
Wald Χ
n = 836
%
ES
n = 284
%
ES
p
1.1
0.5
2.1
8.0
0.4
1.6
3.8
14.3
0.4
0.3
0.5
0.7
0.1
0.2
0.8
1.0
0.5
0.5
1.1
9.7
1.1
0.9
1.9
13.1
0.4
0.4
0.3
2.4
0.4
0.3
1.2
2.9
1.9
0.0
2.5
0.5
2.0
2.4
1.6
0.1
0.2
1.0
0.1
0.5
0.2
0.1
0.2
0.7
0.8
0.4
0.9
5.1
0.3
0.2
0.0
6.5
0.4
0.2
0.3
0.6
0.1
0.1
0.0
0.7
0.5
0.5
1.1
5.7
0.6
0.9
0.0
7.4
0.4
0.4
0.3
1.8
0.0
0.3
0.0
1.9
0.4
0.1
0.1
0.1
16.5
3.6
NA
0.2
0.6
0.8
0.7
0.7
0.0
0.1
NA
0.6
4.6
0.5
0.7
5.1
0.8
0.2
0.4
0.9
5.9
1.7
0.0
6.1
1.1
0.6
0.0
1.1
0.9
3.1
3.4
0.6
0.3
0.1
0.1
0.5
1.7
0.4
0.2
1.8
0.4
0.2
0.1
0.4
1.6
1.3
0.0
1.8
0.3
0.5
0.0
0.5
0.0
2.5
2.0
0.0
0.9
0.1
0.2
0.9
10.8
2.6
1.4
0.2
0.7
12.0
1.5
0.7
0.6
0.2
0.4
1.7
9.3
2.0
0.0
0.0
1.2
9.3
1.5
1.7
0.0
0.0
0.9
1.5
0.5
0.1
5.5
1.6
0.3
1.4
0.5
0.7
0.0
0.2
0.6
0.2
1.6
0.2
0.0
0.1
0.4
1.9
0.5
0.2
0.0
0.1
0.3
0.5
0.8
0.8
0.0
0.0
0.8
0.8
0.8
0.8
0.0
0.0
0.8
0.8
0.7
0.6
NA
1.0
0.3
1.3
0.4
0.4
NA
0.3
0.6
0.3
0.2
0.1
4.2
4.5
0.1
0.1
0.9
0.9
0.0
0.3
4.7
4.9
0.0
0.3
1.5
1.5
2.0
0.4
0.1
0.1
0.2
0.5
0.8
0.8
0.1
0.0
2.7
2.8
0.1
0.0
0.6
0.5
0.0
0.0
1.7
1.7
0.0
0.0
0.8
0.8
1.0
NA
1.0
1.3
0.3
NA
0.3
0.3
0.0
0.2
0.9
1.1
0.0
0.1
0.3
0.4
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
2.0
10.7
8.6
NA
0.2
0.0
0.0
0.0
0.1
0.4
0.4
0.0
0.1
0.2
0.3
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
1.0
2.7
2.8
NA
0.3
0.1
0.1
70.5
29.5
10.1
2.9
2.0
2.0
1.0
0.6
72.7
27.3
9.5
2.8
1.1
1.1
1.2
0.7
1.0
1.0
0.2
0.0
0.3
0.3
0.7
0.9
88.4
11.6
3.0
0.8
1.3
1.3
0.6
0.3
89.5
10.5
3.5
1.9
1.7
1.7
1.0
0.9
0.3
0.3
0.2
1.4
0.6
0.6
0.6
0.2
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:

Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE). Las prevalencias
y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10.
Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete
estadístico SUDAAN. La n es ponderada. Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas.
Debido al número de casos tan pequeño, hay poco poder estadístico y, por ende, poca probabilidad de encontrar diferencias significativas
aun cuando en la realidad sí hay diferencias (últimos 12 meses).
70
Prevalencia de Trastornos Mentales por Violencia del Lugar de Residencia
El cuadro No. 7 presenta los resultados de las prevalencias de trastornos
mentales, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, de los participantes
que residían en los lugares más violentos y los que residían en los lugares
menos violentos de la Región Metropolitana.
Al analizar la prevalencia de uno o más trastornos, alguna vez en la vida,
se observa que en los municipios más violentos de la Región Metropolitana se
encontró el 29.4% y en los menos violentos el 26.9%; en las zonas más violentas
del municipio de Guatemala (ciudad capital) el 28.8% y en las zonas menos
violentas el 27.0%; en las áreas más violentas de la Región Metropolitana el
30.0% y en las menos violentas el 27.0%. Al analizar la prevalencia en los últimos
12 meses, se observa que tanto en los municipios menos violentos de la Región
Metropolitana como en los más violentos se encontró prevalencia de 11.3% de
uno o más trastornos; ahora bien, se encontraron diferencias estadísticamente
significativas (p<0.01): mayor prevalencia en las zonas más violentas del municipio
de Guatemala (ciudad capital) que en las zonas menos violentas (14.5% y 5.7%)
y mayor prevalencia en las áreas más violentas de la Región Metropolitana que en
las menos violentas (12.9% y 8.3%).
Al analizar la prevalencia de dos o más trastornos, alguna vez en la vida y
en los últimos 12 meses, se observa que aun cuando no se encontraron
diferencias significativas, en general en los lugares más violentos se reportaron
prevalencias más altas que en los menos violentos.
Al analizar la prevalencia de tres o más trastornos, alguna vez en la vida, se
observa que en las zonas más violentas del municipio de Guatemala (ciudad
capital) se encontró mayor prevalencia que en las zonas menos violentas (3.7% y
0.4%) y en las áreas más violentas de la Región Metropolitana se encontró mayor
prevalencia que en las menos violentas (3.6% y 1.6%); estas fueron diferencias
estadísticamente significativas (p<0.01). En los últimos 12 meses se encontró
mayor prevalencia en zonas más violentas que en las menos violentas, aunque sin
diferencia significativa.
71
Grupos de trastornos mentales por violencia del lugar de residencia
En el análisis de las prevalencias por grupos de trastornos mentales para
alguna vez en la vida, se observa lo siguiente:
1. Al comparar las prevalencias encontradas en los participantes de los
municipios más y menos violentos de la Región Metropolitana, se observó que
en orden decreciente, fueron: cualquier trastorno de ansiedad (13.7% y 15.5%),
cualquier trastorno relacionado con sustancias (12.0% y 7.9%), cualquier
trastorno del estado de ánimo (5.3% y 5.6%), cualquier otro trastorno (4.6% y
4.3%) y cualquier trastorno de la conducta alimentaria (1.0% y 0.0%). Se
observaron diferencias estadísticamente significativas: mayor prevalencia de
trastornos relacionados con sustancias y trastornos de la conducta alimentaria
en los municipios más violentos.
2. Al comparar las prevalencias encontradas en los participantes de las zonas
más y menos violentas del municipio de Guatemala (ciudad capital), de mayor
a menor, fueron: en las zonas más violentas, cualquier trastorno de ansiedad
(15.0%), cualquier trastorno relacionado con sustancias (11.2%), cualquier otro
trastorno (5.2%), cualquier trastorno del estado de ánimo (4.5%) y cualquier
trastorno de la conducta alimentaria (1.5%); en las zonas menos violentas,
cualquier trastorno relacionado con sustancias (12.6%), cualquier trastorno de
ansiedad (10.5%), cualquier trastorno del estado de ánimo (4.9%), cualquier
otro trastorno (2.8%) y cualquier trastorno de la conducta alimentaria (0.4%).
Se observaron diferencias estadísticamente significativas (p<0.10): mayor
prevalencia de trastornos de ansiedad, cualquier otro trastorno y trastornos de
la conducta alimentaria en las zonas más violentas del municipio de Guatemala
(ciudad capital).
3. Al comparar las prevalencias encontradas en los participantes de las áreas
más y menos violentas de la Región Metropolitana de Guatemala, se observó
que en orden decreciente, fueron: cualquier trastorno de ansiedad (14.6% y
12.8%), cualquier trastorno relacionado con sustancias (11.8% y 10.4%),
cualquier trastorno del estado de ánimo (5.4% y 5.2%), cualquier otro trastorno
(5.1% y 3.5%) y cualquier trastorno de la conducta alimentaria (1.2% y 0.2%).
Se observó diferencia estadísticamente significativa (p<0.01): mayor
prevalencia de cualquier trastorno de la conducta alimentaria en las áreas más
violentas de la Región Metropolitana de Guatemala.
72
En el análisis de las prevalencias por grupos de trastornos mentales para los
últimos 12 meses se observa lo siguiente:
En general, los 5 grupos de trastornos mentales presentaron mayor
prevalencia en los lugares más violentos (municipios más violentos, zonas más
violentas de la ciudad capital y áreas más violentas de la Región Metropolitana).
Se observaron 7 diferencias estadísticamente significativas de mayor prevalencia
de los grupos de trastornos mentales en los lugares más violentos. Solamente los
trastornos de ansiedad fueron más prevalentes en los municipios menos violentos,
aunque no hubo diferencia significativa, y los trastornos relacionados con
sustancias tuvieron la misma prevalencia en las zonas más violentas y en las
zonas menos violentas de la ciudad capital.
1. Al comparar los municipios más y menos violentos de la Región Metropolitana,
las prevalencias de mayor a menor, fueron: en los municipios más violentos,
cualquier trastorno de ansiedad (6.5%), cualquier otro trastorno (2.6%),
cualquier trastorno del estado de ánimo (1.8%), cualquier trastorno relacionado
con sustancias (1.7%) y cualquier trastorno de la conducta alimentaria (0.4%);
en los municipios menos violentos, cualquier trastorno de ansiedad (7.7%),
cualquier otro trastorno (2.0%), cualquier trastorno del estado de ánimo (1.7%),
cualquier trastorno relacionado con sustancias (1.3%) y cualquier trastorno de
la conducta alimentaria (0.0%). Se observó diferencia estadísticamente
significativa (p<0.10): mayor prevalencia de trastornos de la conducta
alimentaria en los municipios más violentos de la Región Metropolitana.
2. Al comparar las zonas más y menos violentas del municipio de Guatemala
(ciudad capital), las prevalencias de mayor a menor, fueron: en las zonas más
violentas, cualquier trastorno de ansiedad (8.2%), cualquier otro trastorno
(3.8%), cualquier trastorno relacionado con sustancias (2.1%), cualquier
trastorno del estado de ánimo (1.8%) y cualquier trastorno de la conducta
alimentaria (0.8%); en las zonas menos violentas, cualquier trastorno de
ansiedad (2.5%), cualquier trastorno del estado de ánimo (1.8%), cualquier
trastorno relacionado con sustancias (1.4%), otro trastorno (0.7%) y cualquier
trastorno de la conducta alimentaria (0.0%). Se observaron diferencias
estadísticamente significativas (p<0.01): mayor prevalencia de trastornos de
ansiedad y mayor prevalencia de cualquier otro trastorno en las zonas más
violentas del municipio de Guatemala (ciudad capital) y diferencias
estadísticamente significativas (p<0.10): mayor prevalencia de trastornos de la
conducta alimentaria también en las zonas más violentas del municipio de
Guatemala (ciudad capital).
73
3. Al comparar las áreas más y menos violentas de la Región Metropolitana de
Guatemala, las prevalencias de mayor a menor, fueron: en las áreas más
violentas, cualquier trastorno de ansiedad (7.7%), cualquier otro trastorno
(3.1%), cualquier trastorno afectivo (1.8%), cualquier trastorno por uso de
sustancias (1.8%) y cualquier trastorno de la conducta alimentaria (0.5%); en
las áreas menos violentas, cualquier trastorno de ansiedad (4.9%), cualquier
trastorno del estado de ánimo (1.7%), cualquier trastorno relacionado con
sustancias (1.4%), cualquier otro trastorno (1.3%) y cualquier trastorno de la
conducta alimentaria (0.0%). Se encontraron diferencias estadísticamente
significativas (p<0.10): mayor prevalencia de trastornos de ansiedad, mayor
prevalencia de trastornos de la conducta alimentaria y mayor prevalencia de
otros trastornos en las áreas más violentas de la Región Metropolitana de
Guatemala.
Trastornos mentales específicos por violencia del lugar de residencia
En el análisis de las prevalencias por trastornos específicos para alguna vez
en la vida se observa lo siguiente:
1. Al comparar las prevalencias en los municipios más y menos violentos de la
Región Metropolitana, las más altas en orden de mayor a menor, fueron: en
los municipios más violentos, abuso de alcohol (11.1%), fobia específica
(8.1%), depresión mayor (5.1%), trastorno explosivo intermitente (4.3%),
dependencia del alcohol, fobia social y trastorno por estrés postraumático; en
los municipios menos violentos, fobia específica (10.2%), abuso de alcohol
(6.7%), trastorno explosivo intermitente (4.3%), depresión mayor (3.7%),
dependencia del alcohol, trastorno de pánico y trastorno por estrés
postraumático. Se observaron diferencias estadísticamente significativas
(p<0.01): mayor prevalencia de fobia social y trastorno por atracón y
diferencia estadísticamente significativa (p<0.10): mayor prevalencia de abuso
de alcohol en los municipios más violentos de la Región Metropolitana.
2. Al comparar las prevalencias en las zonas más y menos violentas del municipio
de Guatemala (ciudad capital), en orden de mayor a menor, fueron: en las
zonas más violentas, abuso de alcohol (9.7%), fobia específica (8.9%),
trastorno explosivo intermitente (4.8%), depresión mayor (4.1%), trastorno
obsesivo-compulsivo, fobia social, abuso de drogas y trastorno por estrés
postraumático; en las zonas menos violentas, abuso de alcohol (11.9%),
depresión mayor (4.9%), trastorno obsesivo-compulsivo (4.2%), fobia
74
específica (3.5%), dependencia del alcohol, trastorno explosivo intermitente,
trastorno por atracón y trastorno de ansiedad generalizada. Se encontraron
diferencias estadísticamente significativas (p<0.01): mayor prevalencia de fobia
social, fobia específica y agorafobia sin trastorno de pánico en las zonas más
violentas y diferencia estadísticamente significativas (p<0.10): mayor
prevalencia de trastorno por atracón en las zonas más violentas del municipio
de Guatemala (ciudad capital).
3. Al comparar las prevalencias en las áreas más y menos violentas de la
Región Metropolitana de Guatemala, en orden de mayor a menor, fueron: en
las áreas más violentas, abuso de alcohol (10.9%), fobia específica (9.4%),
depresión mayor (5.2%), trastorno explosivo intermitente, fobia social,
dependencia del alcohol, y trastorno por estrés postraumático; en las áreas
menos violentas, abuso de alcohol (9.5%), fobia específica (6.6%), depresión
mayor (4.3%), trastorno explosivo intermitente, trastorno obsesivo-compulsivo,
dependencia del alcohol y trastorno de pánico. Se observó diferencia
estadísticamente significativa (p<0.01): mayor prevalencia de fobia social en
las áreas más violentas de la Región Metropolitana de Guatemala.
En general, hubo mayor prevalencia de trastornos de ansiedad,
particularmente fobia social y trastornos alimentarios, en lugares de mayor
violencia.
En el análisis por trastornos específicos para los últimos 12 meses se
observa lo siguiente:
1. Al comparar las prevalencias en los municipios más y menos violentos de la
Región Metropolitana, en orden de mayor a menor, fueron: en los municipios
más violentos, fobia específica (5.5%), trastorno explosivo intermitente
(2.5%), depresión mayor (1.7%), abuso de alcohol (1.4%), fobia social, distimia
y trastorno de pánico; en los municipios menos violentos, fobia específica
(4.1%), trastorno explosivo intermitente (2.0%), trastorno de pánico (1.8%),
trastorno por estrés postraumático (1.7%), depresión mayor, abuso de alcohol
y dependencia del alcohol. Se observaron diferencias estadísticamente
significativas (p<0.01): mayor prevalencia de fobia social y agorafobia sin
trastorno de pánico en los municipios más violentos y mayor prevalencia de
trastorno por estrés postraumático en los municipios menos violentos (este es
el único resultado incongruente encontrado al comparar los municipios).
También se encontró una diferencia estadísticamente significativa (p<0.10):
75
mayor prevalencia de trastorno por atracón en los municipios más violentos de
la Región Metropolitana
2. Al comparar las prevalencias en las zonas más y menos violentas del municipio
de Guatemala (ciudad capital), en orden de mayor a menor, fueron: en las
zonas más violentas, fobia específica (7.1%), trastorno explosivo intermitente
(3.7%), abuso de alcohol (2.0%), depresión mayor (1.6%), fobia social,
trastorno por atracón y agorafobia sin trastorno de pánico; en las zonas menos
violentas, depresión mayor (1.8%), abuso de alcohol (1.4%), fobia específica
(1.4%), dependencia del alcohol, trastorno de ansiedad generalizada y distimia.
Se observan diferencias estadísticamente significativas (p<0.01): mayor
prevalencia de
fobia social, fobia específica, agorafobia sin trastorno de
pánico y trastorno explosivo intermitente en las zonas más violentas. También
se encontró una diferencia estadísticamente significativa (p<0.10): mayor
prevalencia de trastorno por atracón en las zonas más violentas y mayor
prevalencia de trastorno de ansiedad generalizada en las zonas menos
violentas.
3. Al comparar las prevalencias en las áreas más y menos violentas de la Región
Metropolitana de Guatemala, en orden de mayor a menor, fueron: en las áreas
más violentas, fobia especifica (6.6%), trastorno explosivo intermitente (3.0%),
depresión mayor (1.7%), abuso de alcohol y fobia social (1.4%), con 0.6%
trastorno de pánico, agorafobia sin trastorno de pánico y distimia; en las áreas
menos violentas, fobia especifica (2.7%), depresión mayor (1.6%), abuso de
alcohol (1.4%), trastorno explosivo intermitente (1.3%), trastorno de pánico y
distimia. Se observaron diferencias estadísticamente significativas (p<0.01):
mayor prevalencia de fobia social, fobia específica y agorafobia sin trastorno
de pánico en las áreas más violentas y mayor prevalencia de trastorno por
estrés postraumático en los áreas menos violentas (este es el único resultado
incongruente encontrado al comparar las áreas). También se encontraron
diferencias estadísticamente significativas (p<0.10): mayor prevalencia de
trastorno por atracón y trastorno explosivo intermitente en las áreas más
violentas de la Región Metropolitana de Guatemala.
Debido al número de casos tan pequeño, hay poco poder estadístico y, por
ende, poca probabilidad de encontrar diferencias significativas aun cuando en la
realidad sí hay diferencias. En general, hubo mayor prevalencia de trastornos de
ansiedad, particularmente fobia social y agorafobia, en lugares de mayor violencia.
76
Cuadro 7.
Prevalencia de trastornos mentales alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, por lugares más violentos y menos
violentos
Diagnóstico
Trastornos de ansiedad
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Cualquier trastorno de ansiedad
Trastornos del estado de ánimo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Cualquier trastorno del estado de ánimo
Trastornos relacionados con sustancias
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Cualquier trastorno relacionado con sustancias
Otros trastornos
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Cualquier otro trastorno
Trastornos de la conducta alimentaria
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
Cualquier trastorno de la conducta alimentaria
Cualquier Trastorno
Ningún trastorno
Uno o más trastornos
Dos o más trastornos
Tres o más trastornos
Zonas más
violentas
(C. Capital)
n = 444
% ES
Alguna vez en la vida
Zonas menos Wald Χ2 p
violentas
(C. Capital)
n = 206
% ES
Areas más
Areas
Wald Χ2 p
violentas
menos
(R. Metrop.) violentas
(R.n Metrop.)
n = 731
= 389
% ES
% ES
Municipios
más
violentos
n = 937
% ES
Municipios
menos
violentos
n = 183
% ES
0.5
0.6
0.0
0.6
0.9
0.6
0.4
0.7
0.3
0.2
3.4
8.9
0.8
1.7
3.5
15.0
0.3
0.2
0.7
1.3
0.2
0.2
1.4
1.3
0.7
1.0
0.4
3.5
0.0
0.7
4.2
10.5
0.5
0.5
0.3
0.6
0.0
0.7
1.4
2.2
0.4
2.1
14.1
14.6
23.7
1.9
0.1
3.5
0.5
0.2
0.0
0.0
0.0
0.2
0.7
0.1
0.8
0.3
2.7
9.4
0.8
1.5
3.4
14.6
0.2
0.3
0.5
0.9
0.1
0.2
0.9
0.9
1.2
0.9
0.4
6.6
0.3
1.2
3.2
12.8
0.8
0.4
0.2
1.8
0.3
0.4
1.1
2.6
0.3
1.4
16.8
2.1
1.8
0.6
0.0
0.4
0.6
0.2
0.0
0.2
0.2
0.4
0.9
0.5
0.5
0.3
1.1
5.5
0.4
0.2
0.0
6.5
0.3
0.2
0.2
0.7
0.1
0.1
0.0
0.7
1.8
0.8
0.3
4.1
0.0
1.7
0.0
7.7
1.6
0.6
0.3
2.0
0.0
0.5
0.0
3.2
0.6
0.6
5.4
0.4
23.3
7.1
NA
0.1
0.5
0.5
0.0
0.5
0.0
0.0
NA
0.7
0.3
0.0
1.5
7.1
0.5
0.2
0.0
8.2
0.3
0.0
0.3
1.2
0.2
0.2
0.0
1.1
0.4
0.7
0.0
1.4
0.0
0.0
0.0
2.5
0.4
0.5
0.0
0.6
0.0
0.0
0.0
0.7
0.0
2.1
20.4
21.2
8.8
1.0
NA
26.9
1.0
0.1
0.0
0.0
0.0
0.3
NA
0.0
0.6
0.2
1.4
6.6
0.6
0.2
0.0
7.7
0.3
0.2
0.3
0.9
0.1
0.1
0.0
0.9
1.0
0.7
0.2
2.7
0.0
0.8
0.0
4.9
0.8
0.4
0.2
1.0
0.0
0.3
0.0
1.6
0.3
1.4
19.0
9.1
27.6
3.9
NA
2.4
0.6
0.2
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
0.1
1.1
0.1
0.7
0.0
0.3
0.7
0.4
0.9
4.1
0.3
0.5
4.5
1.2
0.2
0.3
1.2
4.9
0.7
0.4
4.9
1.9
0.5
0.3
1.9
0.1
0.6
0.1
0.0
0.7
0.4
0.7
0.9
5.2
0.8
0.3
5.4
0.8
0.2
0.2
0.8
4.3
0.9
0.9
5.2
1.2
0.4
0.7
1.5
0.4
0.0
0.7
0.0
0.5
0.9
0.4
0.9
1.7
0.6
0.2
1.8
0.4
0.2
0.1
0.4
1.4
1.0
0.0
1.7
0.6
0.7
0.0
0.9
0.3
0.4
2.0
0.0
0.6
0.5
0.2
0.9
1.6
0.1
0.2
1.8
0.6
0.1
0.2
0.5
1.8
0.7
0.4
1.8
1.0
0.5
0.3
1.0
0.0
1.3
0.2
0.0
0.9
0.2
0.6
1.0
1.7
0.6
0.1
1.8
0.4
0.2
0.1
0.4
1.6
0.9
0.2
1.7
0.6
0.4
0.2
0.7
0.0
0.5
0.2
0.0
0.9
0.5
0.7
0.9
2.2
2.6
1.0
0.0
1.3
1.6
2.4
0.1
0.0
1.6
0.1
3.2
0.1
0.8
0.9
0.2
0.7
0.1
9.7
1.7
1.8
0.1
0.8
11.2
1.6
1.0
0.9
0.1
0.6
2.1
11.9
3.2
0.7
0.7
0.0
12.6
4.0
1.3
0.8
0.8
0.0
3.7
0.3
0.9
0.8
0.6
2.0
0.1
0.6
0.3
0.4
0.4
0.2
0.7
10.9
2.0
1.1
0.1
1.0
11.8
1.4
0.7
0.6
0.1
0.5
1.7
9.5
3.1
0.9
0.4
0.6
10.4
2.5
1.4
0.6
0.4
0.6
2.2
0.2
0.5
0.0
0.6
0.3
0.3
0.6
0.5
0.8
0.4
0.6
0.6
1.4
0.2
0.0
0.1
0.3
1.7
0.4
0.2
0.0
0.1
0.2
0.4
1.3
1.3
0.0
0.0
1.3
1.3
1.3
1.3
0.0
0.0
1.3
1.3
0.0
0.8
NA
1.0
0.5
0.1
0.9
0.4
NA
0.3
0.5
0.8
2.0
0.0
0.0
0.1
0.3
2.1
0.5
0.0
0.0
0.1
0.3
0.5
1.4
0.7
0.0
0.0
0.0
1.4
1.5
0.7
0.0
0.0
0.0
1.5
0.1
1.0
NA
1.0
1.0
0.2
0.7
0.3
NA
0.3
0.3
0.6
1.4
0.0
0.0
0.1
0.4
1.8
0.4
0.0
0.0
0.1
0.3
0.3
1.4
1.0
0.0
0.0
0.6
1.4
1.0
0.7
0.0
0.0
0.6
1.0
0.0
1.9
NA
1.0
0.1
0.2
0.9
0.2
NA
0.3
0.8
0.7
0.0
0.0
4.3
4.3
0.0
0.0
1.0
1.0
2.0
1.9
0.0
0.1
0.2
0.2
1.0
0.8
0.2
0.2
4.8
5.2
0.2
0.2
1.2
1.1
0.0
0.0
2.8
2.8
0.0
0.0
1.0
1.0
1.0
1.0
1.6
2.4
0.3
0.3
0.2
0.1
0.2
0.2
4.7
5.1
0.1
0.1
1.2
1.0
0.0
0.0
3.5
3.5
0.0
0.0
0.7
0.7
2.0
1.9
0.8
1.7
0.2
0.2
0.4
0.2
0.0
0.1
0.3
0.4
0.0
0.1
0.2
0.2
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
1.0
2.7
2.8
NA
0.3
0.1
0.1
0.0
0.2
0.7
0.8
0.0
0.2
0.4
0.5
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
1.0
2.7
2.8
NA
0.3
0.1
0.1
0.0
0.1
0.4
0.5
0.0
0.1
0.2
0.3
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
1.0
2.7
2.8
NA
0.3
0.1
0.1
0.0
0.1
0.2
0.3
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
0.0
NA
2.0
9.9
8.1
NA
0.2
0.0
0.0
0.0
0.3
2.5
1.5
0.0
0.2
0.8
0.6
0.0
0.0
1.1
0.4
0.0
0.0
0.5
0.3
NA
2.1
2.4
2.9
NA
0.2
0.1
0.1
0.0
0.2
1.7
1.2
0.0
0.1
0.5
0.4
0.0
0.0
1.2
0.2
0.0
0.0
0.5
0.2
NA
2.0
0.6
4.6
NA
0.2
0.4
0.0
0.1
0.0
2.5
2.6
0.1
0.0
0.6
0.5
0.0
0.0
2.0
2.0
0.0
0.0
0.9
0.9
1.0
NA
0.2
0.3
0.3
NA
0.6
0.6
0.2
0.0
3.7
3.8
0.2
0.0
1.0
0.9
0.0
0.0
0.7
0.7
0.0
0.0
0.7
0.7
1.0
NA
6.0
8.3
0.3
NA
0.0
0.0
0.1
0.0
3.0
3.1
0.1
0.0
0.7
0.6
0.0
0.0
1.3
1.3
0.0
0.0
0.6
0.6
1.0
NA
3.7
4.8
0.3
NA
0.1
0.0
1.7
1.7
0.8
0.5
73.1
26.9
9.6
3.0
3.6
3.6
1.9
1.4
0.4
0.4
0.0
0.0
0.5
0.5
0.8
0.9
71.2
28.8
10.8
3.7
2.5
2.5
1.3
0.9
73.0
27.0
7.7
0.4
4.0
4.0
2.3
0.3
0.2
0.2
1.2
11.0
0.7
0.7
0.3
0.0
70.0
30.0
10.7
3.6
1.9
1.9
0.8
0.6
73.0
27.0
8.6
1.6
2.7
2.7
1.5
0.7
0.9
0.9
1.4
4.4
0.3
0.3
0.2
0.0
88.7
11.3
3.0
0.8
1.2
1.2
0.6
0.3
88.7
11.3
3.3
2.3
2.6
2.6
1.6
1.5
0.0
0.0
0.0
0.9
1.0
1.0
0.9
0.3
85.5
14.5
3.4
0.7
1.8
1.8
1.1
0.5
94.3
5.7
1.8
0.4
2.5
2.5
1.0
0.3
7.3
7.3
1.2
0.3
0.0
0.0
0.3
0.6
87.1
12.9
3.4
1.0
1.3
1.3
0.7
0.3
91.7
8.3
2.5
1.3
1.9
1.9
0.9
0.7
4.0
4.0
0.6
0.1
0.0
0.0
0.4
0.7
Wald Χ2 p
Municipios
más
violentos
n = 937
% ES
Municipios
menos
violentos
n = 183
% ES
0.7
0.5
2.2
8.1
0.6
1.4
3.6
13.7
0.2
0.2
0.4
0.7
0.1
0.2
0.8
0.9
1.8
0.8
0.3
10.2
0.7
1.7
2.0
15.5
1.6
0.6
0.3
3.7
0.7
0.5
1.5
4.9
0.4
0.3
16.2
0.3
0.0
0.4
0.8
0.1
5.1
0.8
0.3
5.3
0.7
0.2
0.2
0.7
3.7
1.0
1.5
5.6
1.2
0.7
1.3
2.2
11.1
2.3
1.0
0.2
0.8
12.0
1.4
0.6
0.5
0.2
0.4
1.5
6.7
3.1
1.1
0.0
1.3
7.9
0.2
0.2
4.3
4.6
0.1
0.1
1.0
0.8
0.0
0.2
0.8
1.0
70.6
29.4
10.1
2.9
Wald Χ2 p
Zonas más
violentas
(C. Capital)
n = 444
% ES
Últimos 12 meses
Zonas menos Wald Χ2 p
violentas
(C. Capital)
n = 206
% ES
Areas más
Areas
Wald Χ2 p
violentas
menos
(R. Metrop.) violentas
(R.n Metrop.)
n = 731
= 389
% ES
% ES
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:

Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE). Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de
linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10. Las diferencias de género se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del paquete
estadístico SUDAAN. La n es ponderada. Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas. Debido al número de casos tan pequeño, hay poco poder estadístico y, por ende, poca
probabilidad de encontrar diferencias significativas aun cuando en la realidad sí hay diferencias a 12 meses.
77
Edad de Inicio de los Trastornos Mentales
El cuadro No. 8 registra las medias y medianas de las edades de inicio de
los trastornos mentales evaluados. Para la mayoría, la fobia específica y la fobia
social inician en la infancia; el trastorno que tiene su inicio a más temprana edad
es la fobia específica (mediana 8 años). Para la mayoría, la agorafobia sin
trastorno de pánico, el trastorno por estrés postraumático, el trastorno obsesivocompulsivo, el abuso y la dependencia de drogas, el trastorno disfórico
premenstrual, la neurastenia, el trastorno explosivo intermitente y la bulimia
nerviosa inician en la adolescencia. Para la mayoría, la depresión mayor, la
distimia, el trastorno bipolar I y II, el abuso de drogas, la dependencia del
alcohol, la dependencia de nicotina y el trastorno por atracón inician en la tercera
década de la vida. Finalmente, para la mayoría, el trastorno de pánico y la
ansiedad generalizada inician en la cuarta década de la vida; el trastorno que tiene
su inicio más tarde es la ansiedad generalizada (mediana 33 años).
Cuadro 8. Edad de inicio de los trastornos mentales
Diagnóstico
Trastorno de pánico
Trastorno de ansiedad generalizada
Fobia social
Fobia específica
Agorafobia sin trastorno de pánico
Trastorno por estrés postraumático
Trastorno obsesivo-compulsivo
Depresión mayor
Distimia
Bipolar I y II
Abuso de alcohol
Dependencia del alcohol
Abuso de drogas
Dependencia de drogas
Dependencia de nicotina
Trastorno disfórico premenstrual
Neurastenia
Trastorno explosivo intermitente
Anorexia nerviosa
Bulimia nerviosa
Trastorno por atracón
N
Min.
Max.
Media
Mediana
10
11
24
100
7
17
31
64
12
6
83
20
8
2
7
2
2
44
0
2
10
4
6
6
4
4
5
4
5
6
14
10
14
17
12
16
14
13
5
15
12
50
49
22
45
20
26
44
55
38
48
46
46
52
61
46
19
17
61
22
40
26.85
29.22
11.69
10.71
12.35
13.56
16.19
27.57
20.30
27.43
24.00
25.62
22.31
25.53
23.05
16.48
14.98
18.67
18.50
24.55
32.00
33.00
12.00
8.00
15.00
15.00
13.00
26.00
20.00
24.00
24.00
24.00
19.00
12.00
20.00
14.00
13.00
17.00
18.50
22.00
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 La n es sin ponderar. - Estos análisis se hicieron con SAS.
78
En las Figuras 1-5 se puede observar la edad de inicio de los trastornos
mentales. El eje de la “X” corresponde a la edad de inicio del trastorno mental y el
eje de la “Y” corresponde al porcentaje de sobrevida (porcentaje acumulado de
las personas que inician el trastorno mental a una determinada edad). La
ordenada en el punto 50% corresponde a la mediana de la edad de inicio para
cada trastorno. Es decir, el 50% de participantes con aquel trastorno inició con el
trastorno a la edad donde cruza la curva la línea de 50%; este dato corresponde a
la mediana del cuadro No. 8.
Figura 1. Muestra la curva de sobrevida para la edad de inicio de los
trastornos de ansiedad. Como se observa, el orden de aparición es muy variado y
va desde los 8 hasta los 33 años. Así, fobia especifica (8 años), fobia social (12
años), trastorno obsesivo-compulsivo (13 años), agorafobia sin trastorno de pánico
(15 años), estrés postraumático (15 años) y bastante después (unos 15 años más
tarde) trastorno de pánico (32 años) y ansiedad generalizada (33 años).
Figura 1. Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos de ansiedad
120
100
80
Trast de Pánico
Eje Y =
% sobrevida
Ansiedad Generalizada
Fobia Social
60
Fobia Específica
Agorafobia
Estrés Postraumático
Trast Obsesivo Comp
40
20
0
0
10
20
30
40
50
60
Eje X = edad
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Modelo de sobrevida con curvas de Kaplan-Meier.
Observaciones de interpretación:
 La ordenada en el punto 50% corresponde a la mediana de la edad de inicio para tal trastorno.
 Es decir, el 50% de las personas con aquel trastorno inició con el trastorno a la edad donde cruza la curva la línea de 50%.
79
Figura 2. Muestra la curva de sobrevida
trastornos del estado de ánimo. Se observa que
trastornos es similar: primero la distimia (20 años),
I y II (24 años) y más tarde el trastorno depresivo
para la edad de inicio de los
las edades de inicio para los 3
seguido por el trastorno bipolar
mayor (26 años).
Figura 2. Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos del estado
de ánimo
100
90
80
70
60
Eje Y=
% sobrevida
Depresión Mayor
50
Distimia
BipolarIorII
40
30
20
10
0
0
2
4
6
8
10 12 14 16 18 20 22 24 26 28 30 32 34 36 38 40 42 44 46 48 50 52 54 56 58
Eje X = edad
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Modelo de sobrevida con curvas de Kaplan-Meier.
Observaciones de interpretación:
 La ordenada en el punto 50% corresponde a la mediana de la edad de inicio para tal trastorno.
 Es decir, el 50% de las personas con aquel trastorno inició con el trastorno a la edad donde cruza la curva la línea de 50%.
80
Figura 3. Muestra la curva de sobrevida para la edad de inicio de los
trastornos relacionados con sustancias. Se observa el inicio temprano de estos
trastornos: dependencia de drogas (12 años), abuso de drogas (19 años), abuso
de alcohol y dependencia del alcohol (24 años). Solamente dos participantes
reportaron dependencia de drogas. Los trastornos de drogas inician más
tempranamente (en la adolescencia) que los trastornos por alcohol,
probablemente porque la adicción a las drogas es más rápida que la adicción al
alcohol.
Figura 3. Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos relacionados
con sustancias
100
90
80
70
Eje Y=
% sobrevida
60
Abuso de Alcohol
Dependencia al Alcohol
50
Abuso de Drogas
Dependencia de Drogas
Dependencia a la Nicotina
40
30
20
10
0
0
10
20
30
40
50
60
70
Eje X = edad
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Modelo de sobrevida con curvas de Kaplan-Meier.
Observaciones de interpretación:
 La ordenada en el punto 50% corresponde a la mediana de la edad de inicio para tal trastorno.
 Es decir, el 50% de las personas con aquel trastorno inició con el trastorno a la edad donde cruza la curva la línea de 50%.
81
Figura 4. Muestra la curva de sobrevida para la edad de inicio de los
trastornos de la conducta alimentaria. Se observa que la bulimia nerviosa inicia a
edad más temprana que el trastorno por atracón (18.50 y 22 años). Solamente dos
participantes reportaron bulimia nerviosa. No se presentaron casos de anorexia
nerviosa.
Figura 4. Curva de sobrevida para la edad de inicio de los trastornos de la
conducta alimentaria
100
90
80
70
60
Eje Y=
% sobrevida
50
Bulimia
Atracones
40
30
20
10
0
0
5
10
15
20
25
30
35
40
Eje X = edad
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Modelo de sobrevida con curvas de Kaplan-Meier.
Observaciones de interpretación:
 La ordenada en el punto 50% corresponde a la mediana de la edad de inicio para tal trastorno.

Es decir, el 50% de las personas con aquel trastorno inició con el trastorno a la edad donde cruza la
curva la línea de 50%.
82
45
Figura 5. Muestra la curva de sobrevida para la edad de inicio de otros
trastornos. Se observa que el trastorno disfórico premenstrual inicia a los 14 años;
la neurastenia inicia a los 13 años y el trastorno explosivo intermitente a los 17.
Solamente dos participantes reportaron trastorno disfórico premenstrual y dos
neurastenia.
Figura 5. Curva de sobrevida para la edad de inicio de otros trastornos
100
90
80
70
60
Eje Y=
% sobrevida
Síndrome Premenstrual
50
Neurastenia
Trastorno Explosivo Intermitente
40
30
20
10
0
0
10
20
30
40
50
60
70
Eje X = edad
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Modelo de sobrevida con curvas de Kaplan-Meier.
Observaciones de interpretación:
 La ordenada en el punto 50% corresponde a la mediana de la edad de inicio para tal trastorno.
 Es decir, el 50% de las personas con aquel trastorno inició con el trastorno a la edad donde cruza la curva la línea de 50%.
83
Uso de Servicios y Correlatos Sociodemográficos
El cuadro No.9 registra la proporción de participantes recibiendo tratamiento
en los últimos 12 meses, por tipo de servicio y tipo de trastorno. En general, se
puede decir que la mayoría de participantes con trastornos mentales no reciben
servicios.
Se observa que de la muestra total, menos del 5% había utilizado cualquier
servicio para problemas de salud mental. De los participantes que llenaban
criterios diagnósticos para algún trastorno mental en los últimos 12 meses,
únicamente el 15.1% había recibido cualquier servicio para problemas de salud
mental, principalmente cualquier servicio del sector salud (10.8%); solamente el
4.6% había recibido los servicios de un psiquiatra, el 9.1% los servicios de otro
especialista en salud mental y el 3.9% los servicios de medicina general.
Quienes más habían utilizado cualquier servicio fueron aquellos participantes
con un trastorno relacionado con sustancias (25.6%), principalmente cualquier
servicio del sector salud (16.4%), y aquellos participantes con un trastorno del
estado de ánimo (22.2%), principalmente cualquier servicio del sector salud
(18.5%).
Llama la atención que el grupo diagnóstico que mayor prevalencia reportó en
el estudio fue el de trastornos de ansiedad; sin embargo, los participantes que
habían padecido este tipo de trastornos fueron los que reportaron la proporción
más baja de haber utilizado cualquier servicio (12.4%), principalmente cualquier
servicio del sector salud (8.5%).
Los participantes que habían padecido de trastornos de la conducta
alimentaria no habían utilizado servicios del sector salud y fueron los que más
habían utilizado cualquier servicio no del sector salud (20.0%).
De los participantes que habían padecido cualquier otro trastorno, el 16.2%
habían utilizado cualquier servicio, principalmente cualquier servicio del sector
salud (10.8%).
84
De los participantes que no cumplían criterios diagnósticos para algún trastorno mental, el 4.3% había recibido
cualquier servicio para problemas de salud mental, principalmente cualquier servicio del sector salud (2.3%). Estos
podrían representar casos subumbrales, personas que están recibiendo seguimiento pero ya no cumplen criterios o
problemas de mal uso de recursos en el sistema de salud.
Cuadro 9.
Proporción de participantes recibiendo tratamiento en los últimos 12 meses por tipo de servicio y tipo de trastorno
Cualquier trastorno de Cualquier trastorno
ansiedad
de ánimo
Psiquiatra
Otro especialista en salud mental
Medicina general
Servicios humanos
Medicina alternativa/Complementaria
Cualquier servicio del sector salud
Cualquier servicio no del sector salud
Cualquier servicio
Cualquier trastorno Cualquier trastorno
por uso de
de conducta
sustancias
alimentaria
Cualquier otro
trastorno
Ningún trastorno
Muestra
total
%
SE
%
SE
%
SE
%
SE
%
SE
%
SE
%
SE
%
SE
5.7
7.5
3.8
2.9
2.9
8.5
5.9
12.4
3.2
3.3
2.7
1.8
2.2
3.6
2.8
4.2
3.7
14.8
7.7
3.6
0.0
18.5
3.6
22.2
3.9
8.2
5.6
3.6
0.0
7.6
3.6
8.2
16.4
8.2
3.1
9.2
8.2
16.4
17.4
25.6
10.3
8.4
3.1
9.5
8.4
10.3
13.0
13.7
0.0
0.0
0.0
0.0
20.0
0.0
20.0
20.0
0.0
0.0
0.0
0.0
15.0
0.0
15.0
15.0
0.0
10.2
2.2
6.0
2.6
10.2
8.6
16.2
0.0
6.7
2.2
5.6
2.9
6.7
3.0
6.3
4.6
9.1
3.9
3.1
2.9
10.8
6.0
15.1
2.3
2.7
1.9
2.1
1.5
3.2
2.0
3.4
0.9
1.6
1.9
1.1
1.2
2.3
2.2
4.3
0.3
0.3
0.4
0.3
0.6
0.4
0.6
0.7
1.3
2.1
2.2
1.1
1.3
3.0
2.3
4.9
0.4
0.5
0.5
0.3
0.6
0.5
0.5
0.6
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Observaciones:
 Cualquier servicio del sector salud = psiquiatra+otro especialista en salud mental+medicina general
 Cualquier servicio no del sector salud = servicios humanos+medicina alternativa/Complementaria
 Cualquier servicio = cualquier servicio del sector salud+cualquier servicio no del sector salud
Explicación del análisis:
Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE).
-
Cualquier
trastorno
Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización de Taylor con el paquete estadístico SUDAAN, versión 10
85
El cuadro No. 10 registra los correlatos sociodemográficos para el uso de
servicios alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses.
Al hacer el análisis alguna vez en la vida se observa que de los
participantes con algún trastorno mental, aquellos que vivían en área urbana
tenían 2.16 veces la probabilidad de haber utilizado servicios alguna vez en
comparación con aquellos que vivían en área rural; la explicación más probable
es la disponibilidad de servicios en áreas urbanas o falta de disponibilidad de
servicios en áreas rurales. También aquellos que residían en los municipios
menos violentos tenían 2.59 veces la probabilidad de utilizar servicios. Las
demás variables sociodemográficas no se asociaron con la utilización de
servicios.
Al hacer el análisis en los últimos 12 meses se observa que aquellos
participantes que vivían en área urbana tenían casi 5 veces la probabilidad de
utilizar servicios para problemas de salud mental, en comparación con aquellas
personas que vivían en área rural; también la explicación más probable es la
disponibilidad de servicios en áreas urbanas o falta de disponibilidad de servicios
en áreas rurales. Las demás variables sociodemográficas no se asociaron con la
utilización de servicios.
86
Cuadro 10. Correlatos sociodemográficos para el uso de servicios alguna vez en la vida y
en los últimos 12 meses
Alguna vez en la vida
Tratamiento
RM
95%IC
Sexo
Hombre
Mujer
Edad
18-29
30-44
45-59
60-65
66-89
Área
Urbana
Rural
Municipios del Departamento de Guatemala
Menos violentos
Más violentos
Estado Civil
Casado o unido
Separado/Divorciado/Viudo
Nunca casado
Años de escolaridad
0-5
6-8
9-11
12+
Últimos 12 meses
Tratamiento
RM
95%IC
1.12
1.00
(0.79-1.58)
1.29
1.00
(0.41-4.03)
0.21
0.60
0.80
1.00
(0.02-1.88)
(0.07-5.35)
(0.07-8.98)
1.01
1.00
1.51
1.00
(0.13-7.91)
(0.10-10.31)
(0.34-6.76)
-
-
-
-
2.16
1.00
(1.46-3.19)
4.98
1.00
(2.06-11.99)
2.59
1.00
(1.03-6.51)
2.33
1.00
(0.56-9.81)
0.52
2.26
1.00
(0.25-1.09)
(0.49-10.33)
1.22
5.65
1.00
(0.56-2.65)
(0.69-46.09)
1.00
2.14
7.61
4.40
(0.25-18.60)
(0.35-166.95)
(0.47-41.15)
1.00
0.34
1.74
2.17
(0.03-3.39)
(0.09-32.56)
(0.69-6.81)
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Observaciones:
RM=Razón de momio
IC=Intervalo de confianza
1.00 es el grupo de referencia
Explicación del análisis: Para cada cuadro se realizó una regresión logística multivariada. Para uso de servicios doce meses no hubo
suficientes sujetos para restringir a aquellas personas con trastornos. La regresión para alguna vez en la vida está restringida a personas
con algún trastorno alguna vez en la vida.
Observaciones de interpretación: Correlatos estadísticamente significativos (p<.05) sombreados.
87
Prevalencia de la Conducta Suicida y Correlatos Sociodemográficos
El cuadro No. 11 registra la prevalencia de la conducta suicida en la
muestra total y por sexo para alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses.
Se observa que el 11.83% del total de participantes (más de 1 de cada 10)
reportó ideación suicida, alguna vez en la vida; un poco más del 3% reportó
haber realizado un plan suicida y un poco menos del 3% había realizado un
intento suicida. En los últimos 12 meses, casi el 3% del total de participantes
reportó ideación suicida, el 1.21% plan suicida y más del 1% había intentado
suicidarse.
Al analizar la prevalencia de la conducta suicida por sexo, alguna vez en la
vida, se observa que las mujeres reportaron el 13.37% de ideación suicida,
el 3.07 de plan suicida y el 3.35 de intento suicida; los hombres el 10.13% de
ideación suicida, el 3.23% de plan suicida y el 1.92 de intento suicida. En el
análisis para los últimos 12 meses, las mujeres reportaron el 4.14% de ideación
suicida, el 1.17% de plan suicida y el 1.32% de intento suicida; los hombres el
1.62% de ideación suicida, el 1.25% de plan suicida y el 0.77% de intento
suicida.
Se observaron diferencias estadísticamente significativas (p<0.10) entre
hombres y mujeres en la prevalencia de la conducta suicida, alguna vez en la
vida: mayor prevalencia de ideación suicida e intento suicida en las mujeres.
También se observó diferencia estadísticamente significativa (p<0.05) entre los
grupos por sexo para los últimos 12 meses y mayor prevalencia de ideación
suicida en las mujeres.
Cuadro 11.
Prevalencia de la conducta suicida, alguna vez en la vida y en los últimos 12
meses, en el grupo total y por sexo
Alguna vez en la vida
Ideación
Plan
Intento
Total
n
% ES
132 11.83 0.67
35 3.15 0.67
30 2.67 0.66
Hombres
% ES
10.13 1.36
3.23 1.11
1.92 0.71
Últimos 12 meses
2
Mujeres Wald Χ
% ES
13.37 1.03 2.76
3.07 0.61 0.02
3.35 0.84 2.72
p
0.10
0.89
0.10
Total
n
% ES
33 2.94 0.51
14 1.21 0.40
12 1.06 0.42
Hombres
% ES
1.62 0.56
1.25 0.60
0.77 0.44
2
Mujeres Wald Χ
% ES
4.14 0.56 24.49
1.17 0.41 0.01
1.32 0.51 1.52
p
0.00
0.90
0.22
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:
 Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE).
 Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización de Taylor con el paquete estadístico
SUDAAN, versión 10.
 Las diferencias por grupo de edad se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del
paquete estadístico SUDAAN.
 La n es ponderada.
Observaciones de interpretación para los últimos 12 meses:
Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas.
88
El cuadro No. 12 registra los correlatos sociodemográficos de la conducta
suicida para alguna vez en la vida.
Al hacer el análisis se observa que los participantes que residían en el
área rural de la Región Metropolitana, tenían más de 5 veces la probabilidad de
haber realizado un plan de suicidio y casi 3 veces la probabilidad de haber
realizado un intento de suicidio, en comparación con aquellos que residían en el
área urbana de la Región Metropolitana. Las demás variables no se asociaron
con la conducta suicida.
Cuadro 12. Correlatos sociodemográficos de la conducta suicida alguna vez en la vida
Alguna vez en la vida
Últimos 12 meses
Tratamiento
Tratamiento
RM
95%IC
RM
95%IC
Sexo
Hombre
1.12
(0.79-1.58)
1.29
(0.41-4.03)
Mujer
1.00
1.00
Edad
18-29
0.21
(0.02-1.88)
1.01
(0.13-7.91)
30-44
0.60
(0.07-5.35)
1.00
(0.10-10.31)
45-59
0.80
(0.07-8.98)
1.51
(0.34-6.76)
60-65
1.00
1.00
66-89
Área
Urbana
2.16
(1.46-3.19)
4.98
(2.06-11.99)
Rural
1.00
1.00
Municipios del Departamento de Guatemala
Menos violentos
2.59
(1.03-6.51)
2.33
(0.56-9.81)
Más violentos
1.00
1.00
Estado Civil
Casado o unido
0.52
(0.25-1.09)
1.22
(0.56-2.65)
Separado/Divorciado/Viudo
2.26
(0.49-10.33)
5.65
(0.69-46.09)
Nunca casado
1.00
1.00
Años de escolaridad
0-5
1.00
1.00
6-8
2.14
(0.25-18.60)
0.34
(0.03-3.39)
9-11
7.61
(0.35-166.95)
1.74
(0.09-32.56)
12+
4.40
(0.47-41.15)
2.17
(0.69-6.81)
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Observaciones:
RM=Razón de momio
IC=Intervalo de confianza
1.00 es el grupo de referencia
Explicación del análisis:
Se realizaron tres regresiones logísticas multivariadas, una para cada conducta suicida (ideación, plan e intento).
Observaciones de interpretación:
 Correlatos estadísticamente significativos (p<.05) sombreadas.
89
Sucesos Traumáticos y Riesgo de Estrés Postraumático
El cuadro No. 13 registra la prevalencia de los sucesos traumáticos que
habían experimentado los participantes de la muestra total y por sexo, alguna
vez en la vida.
De la muestra total, el 81.71% de participantes había vivido algún suceso
traumático. La mayoría (60.67%) había vivido más de un suceso traumático y el
26.88% cuatro o más sucesos traumáticos.
Los sucesos traumáticos más frecuentes, fueron: ser amenazado o asalto
con una arma el 44.10% (alrededor de 494 participantes), un desastre natural
(29.21%), la muerte repentina de un ser querido (27.07%), exposición a un
tóxico/accidente de tránsito/accidente que amenaza la vida (24.10%), golpeado
por cuidador cuando niño o niña (23.32%), ser testigo de violencia intrafamiliar
(18.63%), testigo de la muerte/cadáver/o de alguien siendo lastimado (14.93%),
enfermedad que amenaza la vida (13.29%), acosado o acosada (8.15%), suceso
traumático de ser querido (7.43%), abuso sexual (5.40%), en región de terror
(guerra) el 5.23% y violación el 4.41% (alrededor de 50 participantes).
Se encontraron diferencias significativas en la exposición a traumas. Los
hombres habían tenido mayor prevalencia de algún trauma y de un mayor
número de traumas. Se observaron diferencias estadísticamente significativas
(p<0.05): los hombres presentaron mayor prevalencia de haber sufrido cuatro
sucesos traumáticos o más (31.26%) comparados con las mujeres (22.91%).
Las mujeres reportaron mayor prevalencia de violación y abuso sexual. Los
hombres reportaron mayor prevalencia de haber estado en una región de terror
(guerra), haber estado secuestrado, exposición a un tóxico/accidente de
tránsito/accidente que amenaza la vida, de haber estado amenazado o asaltado
con un arma, de ser testigo de la muerte/cadáver/o de alguien siendo lastimado y
de haber lastimado o matado a alguien sin querer. También se observó
diferencia estadísticamente significativa (p<0.10): mayor prevalencia en las
mujeres de haber sido golpeadas por pareja o alguien más.
90
Cuadro 13. Prevalencia de sucesos traumáticos alguna vez en la vida, en el grupo total y
por sexo
Tipo de suceso traumático
Violación
Abuso sexual
Golpeado por cuidador cuando niño
En región de terror (Guerra)
Secuestrado
Exposición a tóxico/accidente de tránsito/accidente que amenaza la vida
Desastre natural
Enfermedad que amenaza la vida
Golpeado por pareja o alguien más
Amenazado/asaltado con arma
Acosado
Muerte repentina de ser querido
Suceso traumático de ser querido
Testigo de violencia intrafamiliar
Testigo de la muerte/cadáver/alguien siendo lastimado
Lastimó o mató a alguien sin querer
A propósito lastimó o mató a alguien
Otro suceso/suceso privado
No. de sucesos traumáticos
Ninguno
Uno
Dos o Tres
Cuatro o más
Total
%
ES
4.41 0.65
5.40 0.70
23.32 1.44
5.23 0.65
2.37 0.56
24.10 1.49
29.21 1.43
13.29 1.32
9.76 0.73
44.10 1.52
8.15 0.62
27.07 1.67
7.43 0.79
18.63 1.28
14.93 1.22
1.37 0.48
1.10 0.31
3.95 0.83
Hombres
%
ES
0.37 0.27
1.58 0.63
24.44 2.93
9.21 1.02
3.66 1.03
32.45 2.07
31.28 2.48
12.67 1.90
7.33 1.50
54.53 2.06
9.02 1.44
28.29 1.88
7.69 1.09
17.92 2.48
20.19 2.03
2.88 1.00
1.71 0.68
4.80 1.51
Mujeres
%
ES
8.08 1.18
8.87 1.04
22.30 1.41
1.62 0.61
1.19 0.34
16.51 1.31
27.32 1.61
13.86 1.69
11.96 1.36
34.63 1.91
7.36 0.72
25.96 2.47
7.19 1.15
19.27 1.39
10.15 1.36
0.00 0.00
0.54 0.29
3.18 0.60
18.29
21.04
33.79
26.88
15.02
18.72
35.01
31.26
21.26
23.15
32.68
22.91
1.17
1.37
1.53
0.90
1.62
2.64
2.43
2.03
1.45
1.58
1.62
1.37
Wald Χ2 p
39.97
58.88
0.37
60.25
6.08
54.60
1.66
0.24
3.60
59.65
0.77
0.67
0.10
0.20
16.03
8.61
1.89
1.13
0.00
0.00
0.54
0.00
0.01
0.00
0.20
0.63
0.06
0.00
0.38
0.41
0.76
0.66
0.00
0.00
0.17
0.29
10.53
1.65
0.72
7.33
0.00
0.20
0.40
0.01
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Explicación del análisis:

Los datos se ponderaron para ajustarse de acuerdo con la distribución por sexo y edad del censo del año 2002 (INE).
 Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de linealización de Taylor con el paquete estadístico
SUDAAN, versión 10.
 Las diferencias por grupo de edad se probaron utilizando la prueba de Wald Chi cuadrado con un nivel de significancia del 5% del
paquete estadístico SUDAAN.
Observaciones de interpretación:
-
Diferencias estadísticamente significativas (p<.05) sombreadas.
91
El cuadro No. 14 registra el riesgo de estrés postraumático por tipo de
trauma. Se observa que el suceso de mayor riesgo de desarrollar estrés
postraumático fue violencia familiar, con 3 veces mayor riesgo. Aunque las
razones de momios se incrementan con el número de traumas, este incremento
no es significativo.
Cuadro 14. Riesgo de estrés postraumático por tipo de trauma
Estrés
postraumático
Tipo de suceso traumático
% Si
Violación/abuso sexual
2.11
Violencia familiar
2.56
Desastre natural o por hombre
0.64
Accidente o enfermedad grave
1.99
Violencia
1.18
Muerte o trauma a ser querido
1.86
Otro/Privado
0.69
No. de sucesos traumáticos
Un suceso
0.93
Dos o tres sucesos
1.67
Cuatro o más sucesos
2.43
ES
1.61
0.50
0.50
0.45
0.22
0.52
0.48
RM
1.57
3.03
0.36
1.77
0.71
1.54
0.44
95%IC
(0.27-9.24)
(1.86-4.94)
(0.05-2.63)
(0.58-5.36)
(0.34-1.50)
(0.45-5.31)
(0.10-1.94)
0.68
0.73
0.47
1.00
1.81
2.65
(0.24-13.37)
(0.49-14.40)
Fuente: Base de datos ETMEGUA, 2011
Observaciones:
RM=Razón de momio
IC=Intervalo de confianza
E v e nt o
S e re f ie re a :
V io la c ió n/ a bus o s e xua l
Haber padecido vio lencia o abuso sexual
V io le nc ia f a m ilia r
Haber sido go lpeado po r padres o haber visto peleas físicas en casa
D e s a s t re na t ura l o po r ho m bre
Haber vivido en una regió n de terro r o zo na de desastre
A c c ide nt e o e nf e rm e da d gra v e
Haber tenido un accidente o enfermedad grave
V io le nc ia
Haber sido go lpeado , amenazado co n una arma, secuestrado o perseguido po r o tra perso na
M ue rt e o t ra um a a s e r que rido
Haber presenciado la muerte o accidente de un ser querido
Haber visto que estuvieran hiriendo o matando a alguien, haber visto un cadáver.
O t ro / P riv a do
Haber causado accidentalmente heridas o la muerte a alguien.
Explicación del análisis:
 La razón de momios de los sucesos individuales se calcularon con la tabla de contingencias.
 La razón de momios del número de sucesos se calculó con una regresión logística.
92
Discusión
El Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en Guatemala, Región
Metropolitana, 2011 (ETMEGUA), constituye una importante investigación inédita
que aporta datos valiosos en relación a la población de 18 a 65 años de edad.
Se suma al estudio que se realizó en Guatemala a nivel nacional (Cóbar et al.,
2009), y a la serie de trabajos de investigación epidemiológica de trastornos
mentales que se han llevado a cabo en las últimas décadas en América Latina,
El Caribe y en otros continentes, tales como el de Díaz (2001), Vicente et al.
(2002), Medina-Mora et al. (2003), Ministerio de la Protección Social República
de Colombia, Fundación FES-Social (2005),
ICPE-OMS (2000),
a los
presentados en Rodríguez, et al. (2009), entre muchos otros. La mayoría de
estos estudios son el resultado de los objetivos del Consorcio Internacional de
Epidemiología Psiquiátrica (ICPE) creado en 1996 y del Consorcio de la
Encuesta Mundial de Salud Mental (WMH) auspiciado por la OMS en el año
2000.
Los resultados del Estudio constituyen información indispensable y
relevante para tomar medidas impostergables en el campo de la salud mental y
para orientar la implementación de programas que tengan como meta la
prevención, el diagnóstico y tratamiento temprano de los trastornos mentales
tanto a nivel nacional como centroamericano. Debe tenerse presente que “Los
trastornos mentales se encuentran entre los más gravosos de todas las clases
de enfermedades debido a su alta prevalencia y cronicidad, su temprana edad de
aparición y la grave discapacidad resultante” (ICPE- OMS, 2000, p. 92).
Documentos como OMS, 2001; OMS, 2002; OMS, 2004a; OMS, 2004b; OMS,
2007; OMS, 2008; y Rodríguez et. al., 2009, entre otros, se refirieron
detenidamente a la carga de los trastornos mentales y, por consiguiente, a sus
repercusiones.
La investigación fue realizada por 23 investigadores, estudiantes con
grado de Maestría y aspirantes al título de Doctorado en Psicología Clínica y
Salud Mental, Psicología Médica y Salud Mental, y Dinámica Humana y Salud
Mental, de la Escuela Superior de Postgrado del Centro de Dinámica Humana de
la Universidad Mariano Gálvez de Guatemala; fue asesorada y dirigida por el
Dr. M. Cyrano Ruiz H., Director del Programa de Postgrado. Además de los
investigadores, fueron capacitados 11 encuestadores, no clínicos, para apoyar
el trabajo de campo.
93
El instrumento utilizado fue la versión computarizada de la Entrevista
Diagnóstica Internacional Compuesta (WHO-CIDI 3.0), que se considera el
instrumento diagnóstico más conocido y utilizado a nivel mundial en las
investigaciones epidemiológicas de trastornos mentales (Aguilar-Gaxiola y
Deeb-Sossa en Rodríguez et al., 2009). La validez y confiabilidad de la CIDI está
respaldada y documentada en Haro et al. (2006), entre otros.
Se utilizó la versión latinoamericana en español de la CIDI, traducida en
México por el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, en la que se
siguieron las normas de la OMS. Se elaboró una guía de contextualización de la
Entrevista CIDI, con sinónimos de términos para hacerla más sensible
culturalmente. Para estudios posteriores en otras regiones de Guatemala, se
sugiere que se realice la revisión y adaptación de la CIDI a la población que
habla español, así como a las poblaciones que hablan distintos idiomas mayas.
Para utilizar la CIDI en futuras investigaciones en otros países se recomienda
contextualizarla, tal como se hizo en este estudio y en el de Colombia en 2003.
El estudio descriptivo transversal se basó en un diseño probabilístico,
multietápico y estratificado, en la población de 18 a 65 años de edad que tenía
un hogar fijo y vivía en área urbana o rural. Los 1,120 participantes habitaban
1,120 hogares de 55 sectores cartográficos seleccionados de la Región
Metropolitana de Guatemala.
El diseño muestral fue elaborado por el Instituto Nacional de Estadística
-INE- (Guatemala, C. A.). Se efectuó la expansión de los datos de la muestra
para que los resultados fueran representativos a nivel de la Región Metropolitana
de Guatemala (3,156,284 de habitantes). La validez inferencial de la muestra
estuvo garantizada con un nivel de confiabilidad del 95% y un nivel de
significancia de p<0.05.
Para el procesamiento estadístico, la base de datos obtenida mediante la
aplicación de la CIDI fue enviada a México, a la Dirección de Investigaciones
Epidemiológicas y Psicosociales del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de
la Fuente, representante regional de la Organización Mundial de la Salud para
la utilización del Instrumento CIDI. Se utilizó el paquete estadístico SAS versión
9.2, ponderando y ajustando los datos de acuerdo a la distribución por sexo y
edad del XI Censo de Población y VI de Habitación República de Guatemala
(INE, 2002) y corrigiendo por medio de ponderación los sesgos de distribución.
Las prevalencias y sus errores estándar se obtuvieron por medio del método de
alineación de Taylor, incluyendo el paquete SUDAAN, versión 10. Las diferencias
94
de género y la complejidad de la muestra se probaron utilizando la prueba de
Wald Chi Cuadrado. El modelo de sobrevida fue elaborado con las curvas de
Kaplan–Meier. Las diferencias estadísticamente significativas se determinaron
con un valor de probabilidad de p<0.05; sin embargo, por tratarse de una
investigación en Ciencias Sociales, el nivel de significancia fue aceptado hasta
p<0.10.
Se consideró importante determinar la prevalencia de trastornos mentales
tomando en cuenta aspectos sociodemográficos tales como el sexo, la edad, los
años de escolaridad, el estado civil, el lugar de residencia urbano o rural, así
como las condiciones de violencia de los lugares en donde habitan los
participantes. Sin embargo, los resultados de esta investigación, así como los de
otros estudios epidemiológicos de trastornos mentales, se presentan de una
manera descriptiva, pues como han indicado Aguilar-Gaxiola y Deeb-Sossa (en
Rodríguez et al., 2009), es difícil conceptualizar y cuantificar los trastornos
mentales y los factores de riesgo sociodemográficos, ya que estos son más
variados y complejos que para la mayoría de las enfermedades físicas. Por ello,
los resultados encontrados se dirigen principalmente a la estimación de la
prevalencia de cada trastorno mental y, por consiguiente, no se sugieren
relaciones causales entre los factores sociodemográficos y los trastornos
mentales investigados.
Se alcanzaron los objetivos planteados. Se determinó la prevalencia de
trastornos mentales y su comorbilidad a lo largo de la vida, en los últimos 12
meses y en los últimos 30 días. Los cinco grupos de trastornos mentales
evaluados, fueron: trastornos de ansiedad, trastornos del estado de ánimo,
trastornos relacionados con sustancias, trastornos de la conducta alimentaria y
otros trastornos. En total se determinó la prevalencia de 21 trastornos mentales
específicos.
Al subdividir la muestra se consideraron características
sociodemográficas tales como sexo, edad, años de escolaridad, estado civil, área
urbana y rural, y lugares más violentos y menos violentos. Se identificó la edad
de inicio de los trastornos mentales; la proporción de participantes recibiendo
tratamiento y correlatos sociodemográficos; la prevalencia de conducta suicida y
correlatos sociodemográficos, y la prevalencia de sucesos traumáticos y el
riesgo de estrés postraumático.
De los 1,120 participantes, el 52.4% lo integraron mujeres y
pertenecía al grupo etario más joven, con 18 a 29 años, lo cual es un
que la mayoría de la población guatemalteca está constituida por
menores de 30 años; en el momento de la encuesta el 58% estaba
unido y el 42% separado, viudo o nunca se había casado.
95
el 36.7%
reflejo de
personas
casado o
El 40.3% tenía 12 o más años de escolaridad; este dato puede tener
relación con la muestra evaluada, que corresponde a la Región I del País
(departamento de Guatemala), que se considera con mayor acceso a la
educación. De acuerdo a la Fundación para el Desarrollo de Guatemala
-FUNDESA- (2012), desde 1980 la escolaridad promedio se ha incrementado
en 2.3 años y llegó a 4.1 años en 2011, según el Índice de Desarrollo Humano
(PNUD, 2011). En comparación, el promedio para Latinoamérica es de 7.8 años
entre la población adulta, siendo Chile el país con mejores resultados (9.74
años).
La Región Metropolitana es la que presenta menor índice de
analfabetismo, con el 6.93%. Guatemala es, frente a la región centroamericana,
el país con más alto grado de analfabetismo, donde el 18.5% de las personas
mayores de 15 años viven en condiciones de analfabetismo absoluto.
En relación al lugar de la vivienda de los participantes, el 74.7% vivía en el
área urbana. La mayoría de áreas rurales tenían características similares a las
áreas urbanas; es probable que esto se deba a su cercanía con la Ciudad de
Guatemala. El 83.7% vivía en los municipios más violentos del departamento de
Guatemala; el 67.8% residía en las zonas más violentas del municipio de
Guatemala (ciudad capital); el 65.0% vivía en las áreas más violentas de la
Región Metropolitana (sumatoria de los municipios más violentos del
departamento de Guatemala y las zonas más violentas del municipio de
Guatemala, ciudad capital). La clasificación de los lugares más y menos violentos
se basó en información proporcionada por el INE, Guatemala.
De acuerdo al informe Guatemala en la encrucijada: panorama de una
violencia transformada (Restrepo y Tobón, 2011), publicado por el Secretariado
de la Declaración de Ginebra, catorce años después de la firma de los Acuerdos
de Paz, que puso fin al conflicto armado interno que duró 36 años, Guatemala
continúa sufriendo una de las más altas tasas de violencia armada en el mundo.
Este periodo de posconflicto se caracteriza por altos niveles de violencia armada,
delincuencia común, narcotráfico, crimen organizado, violaciones, agresiones
intrafamiliares, entre otros. En años recientes, las tasas de homicidios en
Guatemala han sido significativamente más elevadas que las encontradas a nivel
mundial. Para el 2009, la Ciudad de Guatemala se encontraba entre una de las
ciudades más violentas del mundo; la capital guatemalteca ocupaba el quinto
lugar entre las ciudades con más homicidios en el mundo, en una lista integrada
principalmente por ciudades en América Latina. El informe destaca que la
violencia letal y no letal se concentra principalmente en los centros urbanos,
siendo la Ciudad de Guatemala la más afectada; llama la atención sobre la
afectación principalmente en la población joven; los homicidios se concentran en
96
el grupo etario entre 18 y 39 años de edad; los jóvenes que viven en áreas
urbanas son el principal blanco de la violencia armada.
Al analizar las prevalencias de trastornos mentales encontradas en el
Estudio Epidemiológico de Trastornos Mentales en Guatemala, Región
Metropolitana, 2011, se corroboró lo expresado en el Informe sobre la salud en
el mundo 2001, Salud mental: nuevos conocimientos, nuevas esperanzas, de la
Organización Mundial de la Salud –OMS- (2001), al referirse a la prevalencia de
los trastornos mentales.
En el Informe citado se afirma:
Los trastornos mentales no se concentran en ningún grupo en particular.
Antes bien, son verdaderamente universales: afectan a personas de
todas las regiones, todos los países y todas las sociedades. Están
presentes en todas las etapas de la vida de hombres y mujeres, ya sean
ricos o pobres, residentes en zonas urbanas o rurales. La idea de que los
trastornos mentales son un problema de las regiones industrializadas y
más ricas del mundo es completamente errónea. Es también incorrecta la
creencia de que las comunidades rurales, relativamente al margen del
ritmo acelerado de la vida moderna, no padecen trastornos mentales (p.
23).
Trastornos Mentales en el Grupo Total y por Sexo
Los resultados de la investigación son coherentes con los de otros
estudios epidemiológicos de trastornos mentales realizados a nivel
latinoamericano y en todo el mundo, que sugieren que los trastornos mentales
tienen alta prevalencia. Así, el 28.96% de la muestra total (seis de cada 20
participantes) había padecido uno o más trastornos mentales, alguna vez en la
vida. Estos datos concuerdan con lo expresado por la OMS (2001), que destacó
que en países desarrollados, así como en países en desarrollo, los estudios han
demostrado que más del 25% de las personas padece uno o más trastornos
mentales o del comportamiento a lo largo de su vida. En estudios similares,
como la Encuesta Nacional de Salud Mental (Cóbar et al., 2009), la prevalencia
de vida fue de 27.8%; en Chile (Vicente et al., 2002), 36%; en México (MedinaMora et al., 2002), 28.6%, y en Colombia (Ministerio de la Protección Social
República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005), 40.1%. Al comparar los
resultados con los del estudio Comparación Transnacional de la prevalencia de
los trastornos mentales y los factores con ellos correlacionados (ICPE-OMS,
2000), en donde se compararon resultados de encuestas de 7 países, se
97
observa que las prevalencias en países como Brasil (36,3%), Canadá (37,5%),
Alemania (38,4%), Holanda (40,9%) y Estados Unidos (48,6%) fueron muy
superiores a las obtenidas en esta investigación; las de México (20.2%) y
Turquía (12.2%) fueron más bajas.
La cronicidad de los trastornos mentales es entendida como persistencia en
el tiempo (Larraz, 2006) y/o recurrencia. Como se menciona en ICPE-OMS
(2000) “Pueden obtenerse estimaciones indirectas de la cronicidad de los
trastornos comparando las razones de las prevalencias a 12 meses y a lo largo
de la vida” (p. 97). Tal como en estudios anteriores, también en la Región
Metropolitana de Guatemala se observó persistencia de trastornos mentales a 12
meses (11.28%) y a 30 días (6.63%). En Colombia (Ministerio de la Protección
Social República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005) y México (MedinaMora et al., 2002) se obtuvieron resultados similares. También en el estudio
ICPE- OMS (2000), en los 7 países investigados las prevalencias de trastornos
mentales fueron mayores a lo largo de la vida y persistieron en los últimos 12
meses y en los últimos 30 días, aunque con menor prevalencia.
Al comparar los resultados por sexo, se encontró mayor prevalencia en
los hombres que en las mujeres (34.13% y 24.27%) de uno o más trastornos,
alguna vez en la vida, con diferencias estadísticamente significativas, y mayor
prevalencia a 12 meses y 30 días en las mujeres. No se encontraron diferencias
estadísticamente significativas entre hombres y mujeres en cuanto a la
prevalencia de algún trastorno en los últimos 12 meses, lo cual sugiere que
aunque los hombres tienen mayor prevalencia alguna vez en la vida, la
persistencia de los trastornos (lo cual se refleja en la prevalencia a 12 meses) es
probablemente mayor en mujeres, haciendo que la prevalencia a 12 meses no
muestre diferencia significativa. Se observa similitud con los estudios de México
(Medina-Mora et al, 2003) y de Colombia (Ministerio de la Protección Social
República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005), donde los hombres
presentaron prevalencias de vida más altas de cualquier trastorno, y mayor
prevalencia en las mujeres a 12 meses y a 30 días.
Arenas y Puigcerver citaron a Horst et al., quienes afirmaron que
“el estudio de las diferencias de género es un campo de investigación que
recientemente está en alza a nivel preclínico” (p.20). Las autoras indicaron que
la OMS considera que no se estaba prestando atención a los determinantes
específicos de cada sexo en los mecanismos que promueven y protegen la salud
mental y fomentan la resistencia al estrés y a la adversidad. Para Phillips y First
en el 2009 y Wisner y Dolan – Sewell en el mismo año, “ser hombre o mujer no
sólo puede influir en la prevalencia de los trastornos mentales, sino también en
98
la manifestación y expresión de los síntomas, la voluntad para buscar asistencia
psicológica o médica, el curso de la enfermedad, incluso en la respuesta al
tratamiento” (Arenas y Puigcerver 2009, p.20).
También para Montero (en línea) el género es una variable significativa en
el desarrollo, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales, que por lo
general no se conceptualiza en teorías para explicar los trastornos mentales. Las
diferencias en las tasas y en la distribución de estas enfermedades son tan
llamativas que cualquier teoría propuesta debería siempre tener presente el
análisis de género. Dado que los trastornos que afectan a las mujeres son
etiológicamente heterogéneos, la investigación debería moverse hacia los
subgrupos que se definen por factores de riesgo y dimensiones clínicas, con el
fin de que los resultados de las investigaciones sean de mayor utilidad.
De acuerdo a la OPS-OMS (2009) hay múltiples puntos de relación entre
la salud mental y la salud reproductiva, en especial de las mujeres; por ejemplo,
problemas psíquicos relacionados con el embarazo, el nacimiento y el puerperio,
embarazo en adolescentes, violencia sexual, enfermedades de transmisión
sexual, cirugía de los órganos de la reproducción, aborto, menopausia e
infertilidad. Para Fritsch, Montt, Solís, Pilowsky y Rojas (2007) los trastornos
mentales afectan mayoritariamente a las mujeres y en particular a las de
estratos socioeconómicos más bajos. Por su parte, Andrade, Walters, Ellen,
Gentil y Laurenti (2002) no encontraron diferencias significativas entre los sexos
al analizar la prevalencia a lo largo de la vida de al menos un trastorno mental.
De acuerdo a los resultados de la investigación en la Región Metropolitana
de Guatemala se concluye que, al igual que lo encontrado en otros estudios
epidemiológicos de trastornos mentales a nivel internacional, una proporción
considerable de los participantes había
manifestado trastornos mentales
durante todo el curso de la vida y los trastornos mentales evaluados fueron más
prevalentes a lo largo de la vida en los hombres y más crónicos (persistentes)
en las mujeres.
Comorbilidad de trastornos mentales en el grupo total y por sexo
La distribución del número de trastornos mentales a lo largo de la vida, a
12 meses y a 30 días, ofrece información general sobre la comorbilidad.
En ETMEGUA se determinó que la prevalencia de dos o más trastornos, alguna
vez en la vida, en la muestra total, fue 9.99% y de tres o más trastornos 2.90%.
En los últimos 12 meses la prevalencia de dos o más trastornos fue de 3.09% y
99
de tres o más trastornos 1.08%; en los últimos 30 días la prevalencia de dos o
más trastornos fue de 1.67% y de tres o más trastornos 0.69%. Estos resultados
son consistentes con los encontrados en otros estudios tales como ICPE-OMS
(2000), en el que los 7 países presentaron comorbilidad estimada a lo largo de la
vida, a 12 meses y a 30 días. En Cóbar et al. (2009), “el 48.6% de la población
total fue diagnosticada con más de un trastorno de salud mental” (p.59).
Para Calderón et al. (2009), las investigaciones en diferentes países
sugieren que las personas con un trastorno mental pueden tener una
comorbilidad hasta del 70%. En Estados Unidos encontraron comorbilidad de
vida con otro trastorno mental cercana al 80% y a doce meses el 40%. En la
Ciudad de México hallaron comorbilidad del 33%; en Chile, una cuarta parte de
los participantes tenían comorbilidad con otro trastorno mental.
Al analizar la comorbilidad por sexo, a lo largo de la vida, se encontró
mayor prevalencia de dos o más trastornos y de tres o más trastornos en los
hombres, aunque sin diferencia significativa. Lo anterior demuestra que dos de
cada 20 hombres habían presentado dos o más trastornos alguna vez en la vida,
mientras que una de cada 20 mujeres había presentado comorbilidad. Se
observaron otras diferencias, aunque no significativas: en los últimos 12 meses y
en los últimos 30 días, mayor prevalencia de dos o más trastornos en las mujeres
y mayor prevalencia de tres o más trastornos en los hombres. Es interesante
comentar que en el estudio ICPE-OMS (2000), al investigar dos o más
trastornos, “las mujeres presentaban una prevalencia de comorbilidad
significativamente más alta que los hombres, a 12 meses, en tres países”
(p.98).
Es importante señalar que los resultados del ETMEGUA permiten concluir
que se observaron prevalencias de comorbilidad de trastornos mentales en la
muestra investigada en el grupo total y en ambos sexos, en las tres
temporalidades, lo que implica mayor sufrimiento en los participantes que la
presentaron.
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos en
el grupo total
Los grupos de trastornos mentales que presentaron mayor prevalencia de
vida en el total de participantes, fueron los trastornos de ansiedad, los
trastornos relacionados con sustancias y los trastornos del estado de ánimo; en
los últimos 12 meses, los más prevalentes fueron los trastornos de ansiedad,
100
seguidos por otros trastornos y por los del estado de ánimo; en los últimos
treinta días, los trastornos de ansiedad, seguidos por los del estado de ánimo y
por otros trastornos.
Estos datos son similares a los encontrados en el Estudio Nacional de
Salud Mental de Cóbar et al. (2009) y en otros estudios en Latinoamérica: Chile
(Vicente et al., 2002), Colombia (Ministerio de la Protección Social República de
Colombia, Fundación FES-Social, 2005), México (Medina-Mora, 2003) y en la
Isla de Tenerife, España (Díaz, 2001). Asimismo, los datos son similares a los
encontrados en ICPE-OMS (2000), en donde los trastornos de ansiedad fueron
los más prevalentes en 4 países (Brasil, Canadá, los Países Bajos y Turquía),
mientras que los trastornos asociados al uso de sustancias fueron más
prevalentes en los otros tres países (Alemania, México y Estados Unidos).
Los trastornos específicos más prevalentes en la muestra total fueron el
abuso de alcohol, fobia específica, depresión mayor y trastorno explosivo
intermitente, a lo largo de la vida y a 12 meses; fobia específica, depresión
mayor, trastorno explosivo intermitente y fobia social, a 30 días.
Estos resultados son similares a los obtenidos en otros estudios, como el
de México (Medina-Mora et. al., 2003), en donde se encontró que los trastornos
específicos más comunes en la muestra total fueron las fobias específicas,
seguidos por los trastornos de conducta, la dependencia del alcohol y el episodio
depresivo mayor. En Colombia (Ministerio de la Protección Social República de
Colombia, Fundación FES-Social, 2005) los trastornos más prevalentes fueron
fobia específica, trastorno depresivo mayor, ansiedad por separación en el
adulto, abuso de alcohol y fobia social. En el estudio de Andrade y Viana
(Rodríguez
et al., 2009) se encontró que en Brasil los trastornos específicos
más prevalentes en la muestra total fueron el episodio depresivo mayor, fobia
específica, consumo excesivo de alcohol y fobia social.
Se concluye que los tres grupos de trastornos mentales más prevalentes
en ETMEGUA fueron los de ansiedad, los del estado de ánimo y los
relacionados con sustancias, y los trastornos específicos más prevalentes fueron
el abuso de alcohol, fobia específica y depresión mayor.
101
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
sexo
Los grupos de trastornos mentales con mayor prevalencia de vida en las
mujeres fueron los trastornos de ansiedad, los trastornos del estado de ánimo y
otros trastornos. En los últimos 12 meses y en los últimos 30 días, los más
prevalentes fueron los trastornos de ansiedad, los del estado de ánimo y los
trastornos de la conducta alimentaria. En los hombres, los trastornos más
prevalentes fueron los relacionados con sustancias, los de ansiedad y otros
trastornos, en las tres temporalidades. Estos resultados son congruentes con
los obtenidos en estudios previos, en donde se encontró que los trastornos más
frecuentes en las mujeres fueron los del estado de ánimo y los de ansiedad, y en
los hombres los trastornos relacionados con sustancias (ICPE-OMS, 2000; Díaz,
2001; Vicente et al., 2002; Medina-Mora et al., 2003; Ministerio de la Protección
Social República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005 y Andrade y Viana
en Rodríguez et al., 2009).
En el estudio de la Isla de Tenerife en el 2001, Díaz comentó que es
razonable plantearse cuál es el origen de las diferencias entre géneros y citó
autores como Murphy, que apuntan que los cambios producidos en el rol
masculino y femenino a lo largo del siglo influyen en los resultados de los
estudios epidemiológicos. Asimismo, Díaz citó a Weissman y Klerman, para
quienes estas diferencias son el resultado de modos sociológicamente
semejantes de responder al sufrimiento psicológico; en el caso de las mujeres,
la ansiedad y/o la depresión son la forma de manifestar ese malestar, y los
hombres lo manifiestan a través del abuso de sustancias. Díaz también
comentó a Mechanic, quien justifica estas diferencias señalando que las
mujeres están más preparadas para admitir y expresar sus quejas, así como
para buscar ayuda profesional y, como consecuencia de ello, reciben más
diagnósticos de enfermedad.
En ETMEGUA los trastornos específicos más frecuentes en las mujeres
fueron fobia específica y depresión mayor, en las tres temporalidades. En los
hombres fueron abuso de alcohol, fobia específica y
trastorno explosivo
intermitente, en las tres temporalidades.
Las diferencias de género encontradas son similares a lo que se observó
en Medina-Mora et al. (2003), en donde
los tres principales trastornos
individuales en las mujeres fueron fobia específica y social, seguidas del
episodio depresivo mayor; para los hombres fueron la dependencia del alcohol,
los trastornos de conducta y el abuso de alcohol (sin dependencia). En el
102
estudio citado, en los últimos 12 meses y en los últimos 30 días las fobias
tuvieron gran peso en las mujeres, y para los hombres, los trastornos
relacionados con sustancias y el trastorno de conducta pesaron más; para los
hombres la dependencia del alcohol fue el problema más común, en tanto que
entre las mujeres lo fue la depresión mayor. En el estudio de Andrade y Viana
(Rodríguez et al., 2009) los trastornos específicos más prevalentes en las
mujeres fueron el episodio depresivo mayor, fobia específica, fobia social y
trastorno explosivo intermitente, y en los hombres abuso de alcohol, episodio
depresivo mayor, fobia específica y abuso de drogas.
Se concluye que tanto en el Estudio Epidemiológico de Trastornos
Mentales en Guatemala, Región Metropolitana, 2011, como en estudios
revisados, los trastornos específicos más prevalentes en las mujeres fueron las
fobias y la depresión mayor, mientras que en los hombres fueron el abuso de
alcohol y la fobia específica.
Trastornos Mentales por Edad
Todas las diferencias encontradas en la prevalencia de vida, de cualquier
trastorno en los grupos por edad, fueron estadísticamente significativas: el grupo
más afectado con uno o más trastornos fue el de 45 a 59 años de edad (32.9%),
lo que corresponde a 6 de cada 20 personas; el grupo de 30-44 años tuvo las
prevalencias más altas de dos o más y tres o más trastornos mentales (11.8% y
3.8%). Ahora bien, en los últimos 12 meses, el grupo más joven (18-29 años)
presentó las prevalencias más altas, de uno o más trastornos, de dos o más
trastornos y de tres o más trastornos. Es decir, los resultados a 12 meses
mostraron una relación inversa entre la edad y la prevalencia estimada; a menor
edad más prevalencia de trastornos mentales. Se puede concluir que los más
jóvenes habían tenido mayor persistencia o cronicidad y mayor comorbilidad a
12 meses.
En el estudio ICPE-OMS (2000) se planteó que “Cabría esperar que la
prevalencia a lo largo de la vida de los trastornos mentales aumentase con la
edad” (p.102); sin embargo, los resultados de los estudios analizados en la
investigación citada mostraron una tendencia distinta: las prevalencias más altas
solían observarse entre los grupos de menor edad, como se observó en este
estudio. Díaz (2001) no encontró que algún grupo de edad fuera significativo;
sin embargo, presenta un análisis de la relación entre edad y prevalencia de
trastornos mentales desde el punto de vista de distintos autores.
103
La relación inversa entre la edad y la comorbilidad encontrada a 12 meses
(a menor edad mayor comorbilidad en la muestra investigada) es una tendencia
similar a lo que se observó en ICPE-OMS (2000), en el que se planteó que esa
relación inversa podría deberse, al menos en parte, a un efecto de cohorte más
que a un efecto de la edad.
De acuerdo a Benjet en Rodríguez et al. (2009), los trastornos mentales que
inician en la niñez o la adolescencia, además del sufrimiento que causan al
menor y a su familia, tienen consecuencias que afectan hasta la edad adulta así
como efectos sociales en cuanto al costo económico y productivo para la
sociedad. Estos trastornos perjudican el desarrollo educativo y laboral, las
relaciones íntimas, la elección de pareja e inciden en embarazos no deseados y
en el funcionamiento general del adulto, entre otros. La autora hace un
interesante análisis sobre la salud mental de la niñez y la adolescencia en
América Latina y El Caribe y estudios relacionados con este tema.
Se concluye que se observó mayor prevalencia de trastornos mentales y
mayor comorbilidad en los participantes más jóvenes, a 12 meses. Es decir, los
más jóvenes presentaron mayor prevalencia de trastornos agudos y mayor
comorbilidad.
Por los resultados encontrados en esta Investigación y en estudios previos,
se sugiere que en futuras investigaciones epidemiológicas de trastornos
mentales se estimen los efectos de cohorte y se determine si en Guatemala hay
un aumento real de la prevalencia de trastornos mentales en las cohortes más
recientes.
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
edad
Al analizar la prevalencia de los grupos de trastornos mentales a lo largo de
la vida, los trastornos del estado de ánimo y los relacionados con sustancias, se
observaron más en el grupo de 45 a 59 años, los de la conducta alimentaria se
observaron más en el grupo de 30-44 años y los trastornos de ansiedad y otros
trastornos fueron más prevalentes en el grupo de 18 a 29 años. Ahora bien, en
los últimos 12 meses, el grupo de menor edad tuvo las prevalencias más altas
de todos los grupos de trastornos mentales. Todas las diferencias encontradas
por grupos de trastornos mentales fueron estadísticamente significativas.
104
En cuanto a los trastornos específicos, a lo largo de la vida, para los
trastornos de ansiedad hay un patrón claro y consistente de mayor prevalencia
en los más jóvenes, disminuyendo con cada categoría de edad mayor. Esto
sugiere que están aumentando los trastornos de ansiedad en las generaciones
recientes. Mayor prevalencia de fobia social, fobia específica, trastorno por estrés
postraumático y trastorno obsesivo compulsivo en los más jóvenes. También se
observó mayor prevalencia de trastorno explosivo intermitente en los grupos más
jóvenes. Se observó mayor prevalencia de agorafobia sin trastorno de pánico y
dependencia del alcohol en el grupo de 45-59 años. Mayor prevalencia de abuso
de alcohol en los grupos de 45-59 y 66-89 años; mayor prevalencia de depresión
en los grupos de 30-44 y 45-59 años y mayor prevalencia de trastorno por
atracón en los participantes con edades comprendidas entre 30 y 44 años.
Es importante resaltar que se encontró un patrón claro y consistente para
todas las diferencias estadísticamente significativas de mayor prevalencia a 12
meses en el grupo más joven, disminuyéndose gradualmente con la edad, tanto
en cualquier trastorno mental como en los grupos de trastornos mentales y los
trastornos específicos. Estos resultados sugieren que el grupo más joven está
enfermando. En ICPE-OMS (2000) se reportó un aumento de la prevalencia
estimada de toda la vida para los trastornos de ansiedad, los trastornos del
estado de ánimo y los trastornos relacionados con el uso de sustancias en las
cohortes más recientes en los países en donde se estimaron los efectos de
cohorte. Calderón, Castaño, Jiménez, Dussan y Valderrama (2009) encontraron
que aproximadamente el 2.0% de niños y adolescentes tenían
abuso/dependencia del alcohol y/o de sustancias ilegales.
Trastornos Mentales por Años de Escolaridad
En los grupos por años de escolaridad se encontró que los participantes
con 9 a 11 años de escolaridad presentaron la prevalencia más alta de uno o
más trastornos, alguna vez en la vida (35.6%) y en los últimos 12 meses
(16.6%). Este dato es similar al del estudio de Colombia en el 2003, en donde los
que tenían secundaria incompleta fueron los que presentaron mayor prevalencia,
alguna vez en la vida, de cualquier trastorno mental (44.4%).
En cuanto a la prevalencia de la comorbilidad, también el grupo con 9 a 11
años de escolaridad presentó mayor prevalencia de 2 o más trastornos alguna
vez en la vida, y los participantes con 6 a 8 años de escolaridad presentaron
mayor prevalencia de tres o más trastornos, con diferencia estadísticamente
105
significativa. En los últimos 12 meses el grupo con 6 a 8 años de escolaridad
presentó mayor prevalencia de dos o más trastornos y tres o más trastornos.
Ahora bien, los datos encontrados presentan algunas similitudes con los del
estudio (ICPE-OMS, 2000), en el que al analizar las pautas de comorbilidad en
función del nivel de escolaridad se determinó que prevalencias estimadas más
altas se daban en los encuestados en el nivel más bajo de instrucción (0-11
años) en 6 de las siete encuestas, salvo en Alemania (con una relación no
significativa). En Chile se reportó una relación inversa entre el nivel educacional
y la prevalencia de vida para cualquier trastorno mental, comorbilidad y para los
trastornos ansiosos (Vicente et. al., 2002).
Es importante tomar en cuenta que los trastornos mentales se encuentran
en todos los grupos de personas a nivel mundial, sin importar su nivel educativo,
tal como lo ha indicado la OMS. Sin embargo, debe considerarse cómo los
efectos devastadores de los trastornos mentales de inicio temprano pueden
determinar que las personas que los padecen presenten limitaciones en el
ámbito escolar, especialmente en el caso de los trastornos de ansiedad, del
estado de ánimo, trastornos por déficit de atención y comportamiento
perturbador. Estos efectos se amplían a otros aspectos de la vida, tales como
las relaciones interpersonales (Medina-Mora et al. en Rodríguez et al., 2009)
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
años de escolaridad
Se pudo comprobar que los grupos de trastornos mentales más
prevalentes, alguna vez en la vida, en orden decreciente, para el grupo con
menos escolaridad (0-5 años) y para el grupo con más años de escolaridad (12 o
más años), fueron los trastornos de ansiedad, los trastornos relacionados con
sustancias y los trastornos del estado de ánimo, y para los otros grupos por edad
fueron los trastornos de ansiedad, los relacionados con sustancias y otros
trastornos (este último grupo determinado por la alta prevalencia del trastorno
explosivo intermitente en estos grupos de participantes).
Se encontró que el grupo con 9-11 años de escolaridad reportó mayor
prevalencia, en comparación con los otros grupos, de otros trastornos,
agorafobia sin trastorno de pánico, estrés postraumático y trastorno explosivo
intermitente; se observó mayor prevalencia de trastornos de la conducta
alimentaria y trastorno por atracón en los sujetos con más años de escolaridad.
106
Los grupos de trastornos mentales más prevalentes, a 12 meses, en orden
decreciente, para el grupo con 0-5 años de escolaridad, fueron los trastornos de
ansiedad, los trastornos del estado de ánimo y los trastornos relacionados con
sustancias, y para los otros grupos por edad, los trastornos de ansiedad, otros
trastornos (determinado por la prevalencia del trastorno explosivo intermitente en
estos grupos de participantes) y cualquier trastorno relacionado con sustancias.
Los trastornos de la conducta alimentaria fueron más prevalentes en el grupo de
12 o más años de escolaridad. Se observó mayor prevalencia, aunque sin
diferencia significativa, de trastornos de ansiedad, del estado de ánimo,
relacionados con sustancias y de otros trastornos, en el grupo con 9-11 años de
escolaridad que en los demás grupos por escolaridad; este mismo grupo reportó
mayor prevalencia, con diferencias significativas, de otros trastornos, agorafobia
sin trastorno de pánico y trastorno explosivo intermitente.
Trastornos Mentales por Estado Civil
Por lo general, se ha planteado que el estar casado es un factor de
protección frente al desarrollo de enfermedades mentales; sin embargo, los
resultados de ETMEGUA no lo reflejaron en la población investigada. Al
considerar el estado civil se observó un patrón no esperado: los participantes
casados o unidos presentaron la prevalencia más alta de uno o más trastornos
alguna vez en la vida (31.0%), aunque sin diferencia significativa. Es importante
resaltar que esta prevalencia fue más alta comparada con la del grupo total
(28.96%). El mismo grupo presentó mayor prevalencia de comorbilidad de dos o
más y de tres o más trastornos, con diferencias estadísticamente significativas.
En otros estudios los resultados han sido diferentes, tal como en el de Colombia
(Ministerio de la Protección Social República de Colombia, Fundación FESSocial, 2005), en el cual el grupo separado, viudo o divorciado tuvo la
prevalencia más alta de cualquier trastorno mental, alguna vez en la vida. En
ICPE-OMS (2000) se expone que los resultados de los estudios comparados
concuerdan con investigaciones anteriores en lo que se refiere a que las
prevalencias de trastornos mentales son más bajas entre las personas casadas
que entre las solteras. Sin embargo, en el estudio realizado en la Región
Metropolitana de Guatemala los separados, divorciados o viudos, presentaron
menor prevalencia de enfermedades mentales en comparación con los casados
o unidos.
107
En los últimos 12 meses la prevalencia más alta de uno o más trastornos
se observó en los nunca casados (13.7%), seguido por el grupo casado o unido
(11.4%), con diferencia significativa, por lo que se puede decir que 3 de cada 20
personas nunca casadas y 2 de cada 20 participantes casados o unidos, han
presentado en el último año uno o más trastornos mentales. Los tres grupos por
estado civil presentaron la misma prevalencia de dos o más trastornos (3.1%) y
el grupo casado o unido presentó mayor prevalencia de tres o más trastornos,
con diferencia estadísticamente significativa. En el estudio ICPE-OMS (2000)
los casados presentaron tasas más bajas de comorbilidad a 12 meses que los
solteros en las siete encuestas realizadas, aunque sin diferencias
estadísticamente significativas, en Alemania, México y Turquía.
Según Montero (en línea) “El incremento de la morbilidad psiquiátrica en
mujeres casadas de mediana edad, con hijos menores, en comparación con las
solteras, es un hecho frecuentemente observado. Hoy se admite que dicha
asociación es un rasgo característico de las mujeres, que no aparece en los
hombres, para los que el estado civil de “casado” se comporta como un factor de
protección frente al desarrollo de la enfermedad mental. En las personas solteras
y en las personas sin hijos el porcentaje de varianza explicada por el género es
pequeña” (p. 8).
Al analizar los resultados encontrados por estado civil, puede tomarse en
cuenta que el 52.4% de participantes fueron mujeres, que el 36.7% tenía entre
18 y 29 años, y que el 27.5% estaba entre los 30 y 44 años (64.2% del total de la
muestra estaba por debajo de los 45 años), y el 58% estaba casado o unido. Es
decir, que más del 50% de la muestra eran mujeres, jóvenes, casadas o unidas
y probablemente con hijos. Tomando en cuenta estos datos y lo expuesto por
autores como Montero y otros, en relación con la mayor vulnerabilidad de las
mujeres, cabría preguntarse si estos factores sociodemográficos podrían haber
determinado los resultados de mayor prevalencia de trastornos mentales en los
casados, comparados con los que tenían otro estado civil.
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
estado civil
Únicamente se encontró una diferencia estadísticamente significativa al
analizar los grupos de trastornos mentales: mayor prevalencia de cualquier otro
trastorno, a lo largo de la vida y en los últimos 12 meses, en el grupo nunca
casado.
108
Al analizar los trastornos mentales específicos se observaron diferencias
estadísticamente significativas: el grupo casado o unido presentó mayor
prevalencia de vida de trastorno de pánico, fobia específica, trastorno bipolar I y
II, dependencia del alcohol y dependencia de nicotina; el grupo separado, viudo o
divorciado, mayor prevalencia de trastorno por estrés postraumático y el grupo
nunca casado, mayor prevalencia de trastorno explosivo intermitente. En los
últimos 12 meses, el grupo casado o unido presentó mayor prevalencia de
trastorno de pánico, trastorno de ansiedad generalizada y agorafobia con
trastorno de pánico, y el grupo nunca casado, mayor prevalencia de abuso de
alcohol y trastorno explosivo intermitente.
Trastornos Mentales por Área de Residencia Urbana y Rural
Al observar los resultados de los participantes que vivían en el área
urbana y el área rural no se encontraron diferencias estadísticamente
significativas en la prevalencia de cualquier trastorno: se encontró que la
prevalencia de vida y en los últimos 12 meses, de uno o más trastornos, en el
grupo del área urbana, fue levemente más alta. En cuanto a la comorbilidad,
alguna vez en la vida, el grupo del área urbana presentó mayor prevalencia,
mientras que en los últimos 12 meses las prevalencias mayores se presentaron
en el grupo del área rural, aunque sin diferencias significativas.
Al analizar la inexistencia de diferencias significativas entre los resultados
del área urbana y el área rural, debe tomarse en cuenta que aunque al hacer la
selección de la muestra se incluyó sectores del área urbana y del área rural, la
mayoría de sectores cartográficos del área rural tenían características similares a
las de los sectores cartográficos de la ciudad capital y de otras áreas urbanas de
los demás municipios del departamento de Guatemala. Posiblemente esto se
deba al crecimiento de la Ciudad de Guatemala y a la cercanía de las áreas
rurales a los cascos urbanos de los diferentes municipios.
Los resultados encontrados son congruentes con lo observado en el
estudio Salud mental en la isla de Tenerife: un estudio epidemiológico, de Díaz
(2001), en donde no resultó significativa la zona de residencia (urbana-rural)
como fuente de variabilidad en la prevalencia de trastornos psicopatológicos;
Díaz analizó si esos resultados podrían deberse a que no existía una clara
distinción entre zona rural y urbana en las localidades seleccionadas, ya que si
bien había diferencia en cuanto al número de habitantes, se consideró que no
estaban tan claras las diferencias al referirse a estilos de vida y recursos
sanitarios.
109
Los resultados del estudio ICPE-OMS (2000) demostraron que 4 de los 5
países en donde se hicieron comparaciones entre área urbana y rural, mostraron
una ligera pero sistemática tendencia a la baja de la prevalencia en las áreas
rurales al compararlas con las áreas urbanas. Por otro lado, en Cóbar et al.
(2009) se observó prevalencias más altas de todos los trastornos investigados,
en los participantes que vivían en áreas urbanas. Ahora bien, Díaz (2001) citó
varias investigaciones en donde se encontraron datos contradictorios a la hora
de señalar el lugar de residencia (urbano-rural) como factor determinante en la
prevalencia de los trastornos mentales (p.197).
Andrade y Viana en Rodríguez et al. (2009) comentaron que un estudio de
Gran Bretaña demostró que las tasas de morbilidad psiquiátrica eran mayores
entre las personas que vivían en zonas urbanas. Tal como lo indican los
resultados de ETMEGUA, en OMS (2001) se explicó que los trastornos mentales
afectan tanto a residentes de áreas rurales como urbanas.
Se concluye que no se encontraron diferencias significativas entre la
prevalencia de cualquier trastorno mental en el área urbana y el área rural. Se
sugiere que en futuros estudios epidemiológicos en Guatemala se investigue el
factor de residencia (urbano-rural) seleccionando poblaciones que llenen
completamente las características de dichas áreas.
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
área de residencia urbana y rural
Únicamente se encontró una diferencia estadísticamente significativa al
analizar los grupos de trastornos mentales: mayor prevalencia de cualquier
trastorno de la conducta alimentaria, en los últimos 12 meses, en el grupo que
habitaba áreas urbanas.
Al analizar los trastornos mentales específicos se observaron diferencias
estadísticamente significativas: el grupo que vivía en áreas urbanas presentó
mayor prevalencia de vida de fobia social, trastorno por estrés postraumático,
trastorno bipolar I y II, abuso de drogas y trastorno por atracón; el grupo que vivía
en las áreas rurales, mayor prevalencia de distimia. En los últimos 12 meses, el
grupo que vivía en áreas urbanas presentó mayor prevalencia de trastorno por
atracón, y el grupo de las áreas rurales mayor prevalencia de agorafobia sin
trastorno de pánico, trastorno por estrés postraumático y distimia.
110
En el estudio Prevalencia y diagnóstico de depresión en población adulta en
México (Belló, Medina-Mora, Puentes-Rosas, y Lozano, 2005) se encontró que
en el caso particular de las mujeres, el porcentaje se modificó de 5.9% en áreas
rurales a 5.7% en zonas metropolitanas; sin embargo, llamó la atención que la
prevalencia de depresión en hombres fue más alta en comunidades rurales
en comparación con zonas urbanas.
Trastornos Mentales por Violencia del Lugar de Residencia
Es importante resaltar que esta investigación es bastante novedosa, pues
aporta datos relativos a la prevalencia de trastornos mentales considerando la
distribución de la muestra en lugares de residencia más violentos y menos
violentos. Conviene tener presente el contenido del Informe del Secretariado de
la Declaración de Ginebra, ya mencionado, en donde se hace referencia al alto
índice de violencia en Guatemala. Debe tomarse en cuenta que no se realizaron
análisis estadísticos que correlacionaran o evaluaran la violencia como factor
determinante en la prevalencia de los trastornos mentales en la Región
Metropolitana de Guatemala.
Se observó que, en general, las prevalencias de vida de cualquier
trastorno mental fueron mayores, aunque sin diferencia significativa, en los
lugares más violentos de la Región Metropolitana de Guatemala. Se observaron
diferencias estadísticamente significativas: mayor prevalencia de tres o más
trastornos en las zonas más violentas del municipio de Guatemala (ciudad
capital) y en las áreas más violentas de Región Metropolitana de Guatemala.
Es importante destacar que en los últimos 12 meses se observaron
diferencias estadísticamente significativas: mayor prevalencia de uno o más
trastornos en las zonas más violentas de la ciudad capital (14.5%) en
comparación con las zonas menos violentas (5.7%), y mayor prevalencia en las
áreas más violentas de la Región Metropolitana de Guatemala (12.9%) que en
las menos violentas (8.3%), es decir, que en las zonas más violentas en el año
anterior a realizar la investigación, 3 de cada 20 personas habían presentado
uno o más trastornos de los 21 evaluados y 2 de cada 20 personas que vivían en
las áreas más violentas también habían presentado uno o más trastornos.
Al respecto de la relación entre la violencia y los trastornos mentales,
Castro (2010) afirmó que el clima de violencia e inseguridad incrementa el riesgo
de que las personas desarrollen enfermedades mentales, como ansiedad y
depresión, que a su vez aumentan la posibilidad de violencia intrafamiliar e
111
incluso el suicidio. También en el estudio Tres veces víctimas: víctimas de la
violencia, el silencio y el abandono; conflicto armado y salud mental en el
departamento de Caquetá, realizado en Colombia por Médicos sin Fronteras en
el año 2010, se concluyó que las consecuencias de la violencia sobre la salud
mental de la población es un conjunto de alteraciones que alcanza el ámbito
individual, familiar y social y que desbordan los mecanismos de afrontamiento de
los afectados, provocando así un severo sufrimiento emocional y psicológico.
Norris y Kohn (2009) hicieron una revisión de los estudios que se han realizado
en América Latina sobre las repercusiones de los desastres y la violencia
política sobre la salud mental, indicando que los desastres y la violencia
generalizada pueden tener efectos en el ajuste social, la salud psíquica y física
de los individuos.
Se concluye que, en general, se encontró mayor prevalencia de trastornos
mentales en los lugares más violentos que en los menos violentos, aunque sin
diferencias significativas. Se sugiere que investigaciones futuras consideren este
factor sociodemográfico en sus análisis estadísticos.
Grupos de trastornos mentales y trastornos mentales específicos por
violencia del lugar residencia
En general, para los participantes que vivían en los lugares más
violentos como para los que vivían en los menos violentos, los grupos de
trastornos mentales más prevalentes, a lo largo de la vida, fueron: los trastornos
de ansiedad, los relacionados con sustancias y los del estado de ánimo; los
trastornos específicos más prevalentes fueron abuso de alcohol, fobia específica,
depresión mayor, trastorno explosivo intermitente, fobia social y dependencia del
alcohol. Llama la atención que el trastorno por estrés postraumático no fue de
los más prevalentes.
En los últimos 12 meses se observó que en los lugares más violentos, los
grupos de trastornos mentales más prevalentes fueron los de ansiedad y otros
trastornos (por la mayor prevalencia del trastorno explosivo intermitente). Por
otro lado, en los municipios menos violentos los más prevalentes fueron los
trastornos de ansiedad y otros trastornos, y en las zonas menos violentas de la
ciudad capital, así como en las áreas menos violentas de la Región
Metropolitana, los más prevalentes fueron los trastornos de ansiedad y los
trastornos del estado de ánimo. En general, los trastornos específicos más
prevalentes fueron fobia específica, trastorno explosivo intermitente, depresión
112
mayor, abuso de alcohol y fobia social. Llama la atención que el trastorno por
estrés postraumático no fue de los más prevalentes en la mayoría de los lugares
investigados.
Es interesante observar las diferencias estadísticamente significativas
encontradas al comparar la prevalencia de trastornos mentales a lo largo de la
vida, entre los lugares más violentos y los menos violentos:
-
-
-
Mayor prevalencia de fobia social, trastorno por atracón y cualquier
trastorno de la conducta alimentaria, en municipios más violentos que en
municipios menos violentos.
Mayor prevalencia de fobia social, fobia específica, agorafobia sin
trastorno de pánico, cualquier trastorno de ansiedad y tener tres o más
trastornos, en zonas de la ciudad capital más violentas que en zonas
menos violentas.
Mayor prevalencia de fobia social, cualquier trastorno de la conducta
alimentaria y de tener tres o más trastornos, en las áreas más violentas de
la Región Metropolitana que en las menos violentas.
En general, se encontró mayor prevalencia de vida de trastornos de ansiedad,
particularmente fobia social y trastornos de la conducta alimentaria, en lugares
de mayor violencia, así como un mayor número de trastornos comórbidos.
También llama la atención las diferencias estadísticamente significativas,
observadas al comparar la prevalencia de trastornos mentales en los últimos 12
meses, entre los lugares más violentos y los menos violentos:
-
-
-
Mayor prevalencia de fobia social y agorafobia sin trastorno de pánico en
municipios más violentos que en municipios menos violentos, mientras
que se encontró mayor prevalencia de trastorno por estrés postraumático
en municipios menos violentos.
Mayor prevalencia de fobia social, fobia específica, agorafobia sin
trastorno de pánico, cualquier trastorno de ansiedad, trastorno explosivo
intermitente, cualquier otro trastorno y de tener uno o más trastornos, en
zonas más violentas de la ciudad capital que en zonas menos violentas,
mientras que hay mayor probabilidad de no tener ningún trastorno en
zonas menos violentas.
Mayor prevalencia de fobia social, fobia específica, agorafobia sin
trastorno de pánico, trastorno por estrés postraumático, cualquier otro
113
trastorno y de tener uno o más trastornos, en las áreas más violentas de la
Región Metropolitana que en las menos violentas.
En general, se encontró mayor prevalencia a 12 meses de trastornos de
ansiedad, particularmente fobia social y agorafobia, en lugares de mayor
violencia, así como mayor número de trastornos (comorbilidad).
El único resultado incongruente fue para el trastorno por estrés
postraumático, pues se observó baja prevalencia de vida de este trastorno
(1.42% en la muestra total), si se considera el alto índice de violencia en
Guatemala, principalmente de la ciudad capital (Restrepo y Tobón, 2011).
En contraste con estos resultados están los del estudio a nivel nacional de
Cóbar et al. (2009), ya que se observó que el trastorno por estrés postraumático
presentó la prevalencia más alta de todos los trastornos específicos evaluados
(6.9%), seguido por los trastornos somatomorfos, los trastornos depresivos, el
abuso y la dependencia alcohólica y la fobia social.
Por otro lado, en el estudio realizado en el 2000 con refugiados de Guatemala
residentes en los campamentos de refugiados de la ONU en Chiapas, México,
Sabin, Lopes, Nackerud, Kaiser & Varese (2003) encontraron que el 54.4%
presentaba ansiedad, el 38.8% depresión y el 11.8% estrés postraumático,
después de 20 años de haber dejado Guatemala por el conflicto armado interno.
Posteriormente, Sabin, Sabin, Kim, Vergara & Varese (2006), estudiaron la salud
mental de refugiados mayas después de su repatriación a Guatemala y la
compararon con los resultados de Sabin et al. (2003); concluyeron que la
ansiedad fue significativamente más frecuente entre los refugiados que
permanecen en México (54.4%) que entre los que fueron repatriados (17.3%), y
que no hubo diferencias significativas al comparar el trastorno de estrés
postraumático (11.8% para los refugiados que permanecían en México y 8.9%
para los repatriados) y la
depresión (38.8% para los refugiados que
permanecían en México y 47.8% para los repatriados). Como se observa en
ambos estudios, la ansiedad y la depresión presentaron las prevalencias más
altas y estuvieron muy por arriba de las observadas para el trastorno por estrés
postraumático.
Es interesante considerar que se han encontrado resultados similares a
los de ETMEGUA en otras investigaciones, en las que no se encontró alta
prevalencia del trastorno por estrés postraumático, aun cuando la población
estaba sometida a condiciones de profundo y persistente estrés por la violencia
114
imperante y los riesgos inminentes, incluso, de perder la vida. Tal es el caso de
los estudios de Médicos sin Fronteras (2010) y de Jozami (2010) Problemas en
torno a la Categoría Nosográfica del TEPT y su aplicación para el análisis en la
Encuesta de Salud Mental de la OMS en Irak.
Jozami analizó las conclusiones sobre los resultados de la Encuesta de
Salud Mental de la OMS en Irak, así como de otros autores. Sus análisis están
en torno a cómo el trastorno por estrés postraumático, considerado desde hace
mucho tiempo como el principal trastorno que resulta de la exposición al trauma,
ya no es la forma principal en la expresión psicopatológica; los elementos
etiológicos de este trastorno determinados en los manuales de clasificación de
enfermedades como la CIE-10 y el DSM-IV-TR; las implicaciones del contexto
social, cultural, religioso, familiar, etc., sobre las experiencias del sufrimiento de
cada individuo; la forma en que cada individuo interpreta la experiencia de los
estresores; la capacidad de resiliencia y los costos de esta para los seres
humanos, además de que no debería minimizarse el sufrimiento causado por la
violencia organizada; en fin, analizó factores que podrían determinar que la
prevalencia del trastorno por estrés postraumático no presente altos índices a
pesar de la exposición a la violencia.
Por otro lado, en la investigación de Médicos sin Fronteras (2010) se observó
que el índice de trastorno por estrés postraumático reportó una de las
prevalencias más bajas en la muestra investigada, superada por los trastornos
adaptativos, depresión mayor, otros trastornos del estado de ánimo, trastornos
del comportamiento de inicio en la infancia y otros problemas de ansiedad. Se
concluyó que los resultados estuvieron en concordancia con otros estudios
colombianos y de otros países sobre el impacto del conflicto armado en la salud
de las personas y sobre el hecho de que los trastornos mentales más frecuentes
en áreas de conflicto y violencia son los de ansiedad y los del estado de ánimo,
entre otros; sin embargo, el trastorno por estrés postraumático no presenta alta
prevalencia.
Con base en el análisis estadístico se concluye que debido al número de
casos hay poco poder estadístico y, por ende, poca probabilidad de encontrar
diferencias estadísticamente significativas entre los lugares más violentos y
menos violentos, aun cuando en la realidad sí hay diferencias.
Se concluye que, en general, se observó mayor prevalencia de vida y a 12
meses, de trastornos mentales en los lugares más violentos de la Región
Metropolitana que en los lugares menos violentos. Se recomienda que en el
115
futuro se tome en cuenta el factor violencia y se realice el tratamiento estadístico
necesario para determinar si este está directamente relacionado con la
prevalencia de trastornos mentales, como ha sido sugerido por algunos autores
tales como Castro (2010) y Rodríguez et al. (2009).
Análisis por Grupos de Trastornos Mentales y Trastornos Específicos
Trastornos de ansiedad
Los resultados encontrados en ETMEGUA son congruentes con los de
otros estudios realizados a nivel internacional; se observó que los trastornos de
ansiedad presentaron la prevalencia más alta entre todos los grupos de
trastornos mentales evaluados en la muestra total, a lo largo de la vida (13.95%),
en el último año (6.73%) y en los últimos 30 días (4.71%). Así, en el estudio de
Cóbar et al. (2009) se encontró que el 20.2% de la población, a nivel nacional,
había padecido trastornos neuróticos secundarios a situaciones estresantes y
somatomorfos (TNSSES); en los estudios de México (Medina-Mora et al., 2003),
Colombia (Ministerio de la Protección Social República de Colombia, Fundación
FES-Social, 2005)) y en 4 de las 7 encuestas de ICPE-OMS (2000), la
prevalencia de los trastornos de ansiedad fue la más alta de los grupos de
trastornos investigados, a lo largo de la vida; por otro lado, la prevalencia
encontrada en la mayoría de los estudios mencionados estuvo por arriba de la
observada en esta investigación.
En la investigación de Arenas y Puigcerver (2009), se cita a Kessler et al.,
quienes en 1994 indicaron que los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo
son algunas de las enfermedades mentales más frecuentes. Se estima que en
Estados Unidos 1 de cada 5 personas padecerá en su vida uno o varios de
estos trastornos. El mismo estudio citó a Alonso et al., quienes en el 2004
expusieron que según los resultados del proyecto Estudio Europeo de la
Epidemiología de los Trastornos Mentales (European Study of the Epidemiology
of Mental Disorders, ESEMeD) el 13.6% de la población de seis países europeos
(Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Holanda y España) ha padecido algún
trastorno de ansiedad a lo largo de su vida y el 6.45% en el último año.
Al comparar hombres y mujeres, los resultados encontrados también son
congruentes con los estudios previos (Medina-Mora et al., 2003; Ministerio de la
Protección Social República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005, y Díaz,
2001); los trastornos de ansiedad fueron más prevalentes en las mujeres que en
los hombres, alguna vez en la vida (16.64% y 11.00%), a 12 meses (9.05% y
116
4.17%) y a 30 días (6.35% y 2.90%), con diferencias estadísticamente
significativas. En un estudio citado por Arenas y Puigcerver (2009) se observó
que las mujeres en edad reproductiva son más vulnerables a desarrollar
trastornos de ansiedad en comparación con los hombres, aproximadamente
entre 2 y 3 veces más; se encontró mayor prevalencia de vida y en los últimos 12
meses en las mujeres. En esa investigación se afirma que los estudios
epidemiológicos evidencian diferencias entre los sexos en el desarrollo de
trastornos de ansiedad y aparecen en la adolescencia con una tendencia a
desaparecer en la menopausia. Así mismo, la incidencia de estos trastornos
varía según las distintas fases del ciclo hormonal en el que se encuentre la
mujer. Las autoras indicaron que no se conoce realmente por qué las tasas de
ansiedad son tan elevadas en las mujeres y se sabe muy poco sobre cuáles son
los factores de riesgo antecedentes. Se especula que pueden existir factores
de vulnerabilidad (bioquímicos, hormonales y sociales) que expliquen esta
preponderancia a los trastornos de ansiedad en las mujeres; sin embargo, hasta
la fecha no se han identificado ni dilucidado los factores que originan las
diferencias de sexo en la etiología y patofisiología de los trastornos de ansiedad,
siendo necesaria más investigación sobre el tema.
En el ETMEGUA se encontró que los trastornos de ansiedad fueron los
más prevalentes, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, en todos los
grupos divididos por características sociodemográficas.
Ahora bien, se encontraron prevalencias más altas en las dos
temporalidades en el grupo más joven (18 a 29 años) y en las zonas más
violentas de la ciudad capital, con diferencias significativas; por otro lado, al
comparar los grupos por años de escolaridad, estado civil y lugar de residencia
urbano-rural, no se encontraron diferencias significativas.
Se observó que para los trastornos de ansiedad hay un patrón claro y
consistente de mayor prevalencia de vida en los más jóvenes, disminuyendo con
cada categoría de edad mayor. Es decir, se observó una relación inversa entre
edad y prevalencia estimada: a menor edad mayor prevalencia de trastornos
mentales. Lo anterior sugiere que están aumentando los trastornos de ansiedad
en las generaciones recientes. Estos resultados concuerdan con los del estudio
de ICPE-OMS (2000), en el cual se determinó que los trastornos de ansiedad
eran los que aparecían a más temprana edad, con una mediana de 15 años, y
se observó en las cohortes más recientes un aumento de la prevalencia de vida
para los trastornos de ansiedad, del estado de ánimo y los relacionados con
sustancias.
117
Trastornos específicos de ansiedad
En la muestra total, los tres trastornos de ansiedad específicos más
prevalentes, alguna vez en la vida, en orden decreciente, fueron fobia específica,
trastorno obsesivo-compulsivo y fobia social; a 12 meses y a 30 días, fobia
específica, fobia social y trastorno de pánico. En los hombres, los más
prevalentes en orden decreciente, alguna vez en la vida, fueron fobia específica,
trastorno obsesivo-compulsivo y trastorno por estrés postraumático; a 12 meses
y a 30 días fobia específica y trastorno de pánico. En las mujeres, los más
prevalentes en orden decreciente, alguna vez en la vida, fueron fobia específica,
trastorno obsesivo compulsivo y fobia social; a 12 meses y a 30 días, fobia
específica y fobia social. En el estudio a nivel nacional de Cóbar et al. (2009) los
trastornos más prevalentes para el grupo total, alguna vez en la vida, fueron
trastorno de estrés postraumático, fobia social y trastorno de ansiedad
generalizada. En Medina-Mora et al. y en el estudio de Colombia a nivel
nacional, los trastornos más prevalentes fueron fobia específica y fobia social en
el grupo total, en los hombres y en las mujeres, en las tres temporalidades. Por
otro lado, en el estudio realizado en Chile por Vicente et al. (2002) se encontró
que tanto en el grupo total como en hombres y mujeres, los diagnósticos de
ansiedad más prevalentes a lo largo de la vida y en los últimos 6 meses fueron
agorafobia sin pánico y estrés postraumático.
Fobia específica
De los trastornos de ansiedad, la fobia específica fue la más prevalente
tanto en el grupo total como en ambos sexos en las tres temporalidades; al
comparar los sexos, las mujeres tuvieron mayor prevalencia de este trastorno en
las tres temporalidades, aunque sin diferencia estadísticamente significativa a 30
días. Estos resultados tienen similitud con los encontrados en los estudios
realizados en México (Medina-Mora, 2003) y en Colombia (Ministerio de la
Protección Social República de Colombia, Fundación FES-Social, 2005). De
acuerdo al DSM-IV-TR, la prevalencia global oscila entre el 7.2% y el 11.3%, la
prevalencia anual entre el 4% y el 8.8% y generalmente las prevalencias
disminuyen con la edad; la relación entre mujeres y hombres es de 2 a 1.
Los otros grupos que presentaron las prevalencias más altas de fobia
específica, tanto alguna vez en la vida como en los últimos 12 meses, fueron el
grupo de edad más joven (18-29 años) y los que habitaban las zonas más
violentas de la ciudad capital. Al comparar los demás grupos por otras
características sociodemográficas no se encontraron diferencias significativas.
118
La mediana de la edad de inicio de la fobia específica fue 8 años; este
dato es consistente con lo reportado por el DSM-IV-TR, que indica que los
primeros síntomas aparecen habitualmente en la niñez y la primera etapa de la
adolescencia, pudiéndolo hacer a una edad más temprana en los hombres; la
media de edad de inicio varía en cada tipo de fobia especifica.
Fobia social
Las prevalencias de vida de la fobia social en el grupo total (1.89%), en los
últimos 12 meses (0.96%) y en los últimos 30 días (0.62%), difieren de lo
encontrado en otros estudios; así, en Cóbar et al. (2009), la prevalencia
observada a lo largo de la vida en el grupo total fue 4.2%; también en el estudio
de Medina-Mora y en el realizado en Colombia se encontraron prevalencias
superiores en el grupo total en las tres temporalidades analizadas.
Al comparar los grupos por sexo, escolaridad y estado civil, no se
encontraron diferencias significativas. Se encontró mayor prevalencia, con
diferencias estadísticamente significativas, de fobia social a lo largo de la vida y
en los últimos 12 meses, en los más jóvenes (18-29 años), en los municipios más
violentos, en las zonas más violentas de la ciudad capital y en las áreas más
violentas de la Región Metropolitana, en las dos temporalidades, y alguna vez en
la vida en los que vivían en el área urbana. En Cóbar et al. (2009) se observó
mayor prevalencia en el área urbana; en Medina-Mora (2003) se encontró mayor
prevalencia en las mujeres, en las tres temporalidades; ahora bien, en el estudio
de Colombia en el 2003 se observó la misma prevalencia en el grupo total y en
ambos sexos, a lo largo de la vida. De acuerdo al DSM-IV-TR la prevalencia
global de la fobia social oscila entre el 3% y el 13%.
La mediana de la edad de inicio de la fobia social fue 12 años; este
resultado difiere con el DSM-IV-TR, que indica que suele aparecer de manera
típica a mediados de la edad adulta.
Trastorno de pánico
La prevalencia de vida del trastorno de pánico que se observó en la
muestra total (0.92%), en los 12 meses (0.73%) y en los últimos 30 días
(0.54%), estuvo levemente por debajo de lo que se ha encontrado en otros
estudios según el DSM-IV-TR (1%-2% prevalencia de vida), y en estudios tales
como el realizado en Colombia en el 2003, Medina-Mora et al. (2003),
Vicente et al. (2002) y el de Kohn (2005). En la comparación por sexo, los
119
hombres reportaron mayor prevalencia aunque sin diferencias significativas.
Estos resultados llaman la atención, ya que según el DSM-IV-TR la relación entre
mujeres y hombres es de 2 a 1; asimismo, en los estudios mencionados las
mujeres reportaron mayor prevalencia.
Según Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en América Latina y El
Caribe la tasa mediana de vida del trastorno de pánico es 1.6%, y 6.3 millones
de personas mayores de 15 años han sufrido este trastorno a lo largo de su vida.
El trastorno de pánico se observó más a lo largo de la vida y en los últimos
12 meses en el grupo casado o unido, con diferencias estadísticamente
significativas. No se encontraron diferencias significativas al comparar la
prevalencia en los grupos por las otras características sociodemográficas.
La mediana de la edad de inicio del trastorno de pánico fue 32 años; este
resultado es congruente con el DSM-IV-TR, que indica que la edad de inicio es
considerablemente variable y que típicamente inicia entre el final de la
adolescencia y la mitad de la cuarta década de la vida.
Se encontró mayor prevalencia en los hombres, a diferencia de los
estudios previos, en donde se han observado prevalencias mayores en las
mujeres.
Trastorno de ansiedad generalizada
Las prevalencias de ansiedad generalizada encontradas en el grupo total,
así como al comparar a mujeres y hombres, en las tres temporalidades, en
general fueron inferiores a las prevalencias observadas en estudios previos tales
como los de Cóbar et al. (2009), Vicente et al. (2002), Medina-Mora et al.
(2003), el de Colombia en el 2003, y el de Kohn (2005), que incluyeron varios
países latinoamericanos. Asimismo, la prevalencia de vida en el total de la
muestra (0.53%) y la de los últimos 12 meses (0.41%) estuvieron por debajo de
la que reporta el DSM-IV-TR (5% y 3%).
Según Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en América Latina y El
Caribe la tasa mediana de vida de ansiedad generalizada es 2.9%, y
11.4 millones de personas mayores de 15 años han padecido este trastorno a lo
largo de su vida.
120
El trastorno de ansiedad generalizada presentó mayor prevalencia de vida
en el grupo de 6 a 8 años de escolaridad (2.1%) y mayor prevalencia a 12 meses
en el grupo casado o unido y en las zonas menos violentas de la ciudad capital;
en las tres comparaciones se observaron diferencias estadísticamente
significativas. Al comparar la prevalencia de la ansiedad generalizada en los
grupos por otras características sociodemográficas, no se observaron diferencias
significativas.
La mediana de la edad de inicio de la ansiedad generalizada fue 33 años;
es el trastorno específico con mediana de edad de inicio más tardía en la
muestra investigada. Según el DSM-IV-TR este trastorno puede aparecer en la
segunda infancia o en la adolescencia; sin embargo, no es raro que se inicie a
partir de los 20 años.
Agorafobia sin trastorno de pánico
Las prevalencia de agorafobia encontrada en el grupo total, así como en
mujeres y hombres, en las tres temporalidades, en general fueron inferiores a las
prevalencias observadas en estudios previos tales como el de Cóbar et al.
(2009), Vicente et al. (2002), Medina-Mora et al. (2003) y en el de Colombia en
el 2003. Según Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en América Latina y
El Caribe la tasa mediana de vida de agorafobia es 2.6%, y 10.2 millones de
personas mayores de 15 años la han padecido a lo largo de su vida.
Se encontró mayor prevalencia de vida y a 12 meses de agorafobia sin
trastorno de pánico en los participantes de 45 a 59 y de 18-29 años de edad, en
los participantes con 9 a 11 años de escolaridad y los que vivían en las zonas
más violentas de la ciudad capital. Mayor prevalencia a 12 meses en el grupo
casado o unido, en el área rural, en los municipios más violentos del
departamento de Guatemala y en las áreas más violentas de la Región
Metropolitana. Al analizar la prevalencia por sexo, no se encontraron diferencias
significativas.
La mediana de la edad de inicio de la agorafobia sin trastorno de pánico
fue 15 años; en el DSM-IV-TR no se reportan datos en cuanto al inicio de la
agorafobia.
121
Trastorno obsesivo-compulsivo
Las prevalencias de vida del trastorno obsesivo-compulsivo en la muestra
total (3.34%) y por sexo (3.55% mujeres y 3.10% hombres) fueron superiores a la
tasas mediana de vida reportada por Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009)
para América Latina y El Caribe (1.8% total, 1.3% hombres y 2.1% mujeres),
quienes también indicaron que 7 millones de personas mayores de 15 años han
padecido este trastorno a lo largo de su vida. En la revisión de estudios
epidemiológicos de Kohn et al. (2005), únicamente en un país se reportaron
prevalencias superiores a las encontradas en el ETMEGUA
De acuerdo al DSM-IV-TR, estudios recientes han estimado prevalencia
global de 2.5% y prevalencia anual entre 0.5% y 2.1%; sin embargo, se comenta
que es posible que las prevalencias sean muy inferiores.
En el ETMEGUA no se reportaron casos de trastorno obsesivo-compulsivo
en el último año ni en el último mes en la muestra total.
Se observó mayor prevalencia de vida, con diferencias estadísticamente
significativas, en el grupo de participantes con edad de 30-44 años, en
comparación con los otros grupos de edad. Al comparar la prevalencia de este
trastorno en los participantes divididos por las otras características
sociodemográficas, no se encontraron diferencias significativas.
La mediana de la edad de inicio del trastorno obsesivo-compulsivo fue 13
años. Este resultado es congruente con el DSM-IV-TR, en donde se indica que
el trastorno obsesivo-compulsivo suele aparecer en la adolescencia o al inicio de
la edad adulta, aunque puede iniciar en la infancia; la edad modal de inicio es
menor en los hombres (6-15 años) que en las mujeres (20-29 años).
No se encontró prevalencia de este trastorno a 12 meses y a 30 días. La
prevalencia de vida encontrada fue superior a la de estudios previos.
Trastorno por estrés postraumático
Debe tomarse en cuenta que a pesar de que los participantes presentaron
alta prevalencia de sucesos traumáticos, el trastorno por estrés postraumático
presentó baja prevalencia en la muestra investigada; así, en el grupo total se
encontró 1.42% a lo largo de la vida, 0.41% a 12 meses y 0.18% en los últimos
30 días. La prevalencia de vida encontrada es muy inferior a la reportada en el
122
estudio a nivel nacional de Cóbar et al., en 2009 (6.9%). Estos resultados
también están por debajo del 8.0% encontrado en los estudios realizados en
Estados Unidos para la población general adulta (DSM-IV-TR) y a lo reportado
en el estudio de Vicente, et al. (2002) en Chile; son similares a los encontrados
en el estudio nacional de Colombia realizado en el 2003 y al de Medina-Mora et
al. (2003) en México.
Según Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en América Latina y El
Caribe, la tasa mediana de vida del trastorno de estrés postraumático es 4.3%,
y 16.8 millones de personas mayores de 15 años han padecido este trastorno a
lo largo de su vida.
No se observaron diferencias significativas entre mujeres y hombres a lo
largo de la vida; sin embargo, las mujeres tuvieron mayor prevalencia, con
diferencia significativa, a 12 meses (0.78% y 0.0%) y a 30 días (0.34% y 0.0%);
en estudios previos, en general, se encontraron prevalencias significativamente
mayores en las mujeres que en los hombres (Vicente et al., 2002; Medina-Mora
et al., 2003; y Colombia en el 2003).
Se encontró mayor prevalencia de vida, con diferencias significativas, de
trastorno por estrés postraumático, en los participantes más jóvenes (18-29
años); en los que tenían 9 a 11 años de escolaridad; en el grupo separado,
divorciado o viudo y en el área urbana. Este trastorno fue significativamente
más prevalente, en los últimos 12 meses, en los participantes de 18 a 29 años
de edad y en el área rural.
En el análisis por violencia del lugar de residencia no se observaron
diferencias significativas a lo largo de la vida; sin embargo, en los últimos 12
meses sí se encontró mayor prevalencia de trastorno por estrés postraumático
en los municipios menos violentos del departamento de Guatemala y en las
áreas menos violentas de la Región Metropolitana. Tal como se ha mencionado,
estos resultados son incongruentes.
Se encontró que la mediana de inicio del trastorno por estrés
postraumático se ubicó en la mitad de la segunda década de la vida (15 años);
según el DSM-IV-TR, este trastorno puede iniciarse a cualquier edad, incluso
durante la infancia.
123
Trastornos de ansiedad y uso de servicios
De los participantes que habían sufrido algún trastorno de ansiedad en los
últimos 12 meses, solamente el 8.5% había recibido tratamiento de cualquier
servicio del sector salud (psiquiatra + otro especialista en salud mental +
medicina general); únicamente el 5.7% había recibido los servicios de un
psiquiatra. Los resultados indican que el grupo de trastornos mentales más
prevalentes fue el de trastornos de ansiedad; sin embargo, los participantes que
habían padecido cualquier trastorno de ansiedad fueron los que menos habían
utilizado servicios.
Prevalencia de sucesos traumáticos y riesgo de sufrir trastorno por
estrés postraumático
Llama la atención la alta prevalencia de sucesos traumáticos a los que
habían estado expuestos los participantes del estudio. El 81.71% de la población
había vivido algún suceso traumático, alguna vez en la vida; el 33.79% había
vivido dos o más y el 26.88% cuatro o más sucesos traumáticos. Entre los
sucesos traumáticos con mayor prevalencia se encontraron: ser amenazado o
asaltado con arma (44.10%), haber vivido un desastre natural (29.21%), muerte
repentina de un ser querido (27.07%), exposición a tóxico/accidente de
tránsito/accidente que amenaza la vida, golpeado por cuidador cuando niño
(23.32%) y ser testigo de violencia intrafamiliar (18.63%).
Al comparar los grupos por sexo se encontraron diferencias significativas:
los hombres presentaron mayor frecuencia de haber estado en región de terror
(guerra), secuestrado, exposición a tóxico/accidente de tránsito/accidente que
amenaza la vida, amenazado/asaltado con arma, testigo de la
muerte/cadáver/alguien siendo lastimado y lastimar o matar a alguien sin querer;
las mujeres reportaron mayor frecuencia de abuso sexual, violación y haber
sido golpeada por la pareja o alguien más.
Al analizar los correlatos sociodemográficos realizados se observó que a
pesar de que se evaluó la prevalencia de 18 distintos sucesos traumáticos en la
muestra, se encontró que el suceso de mayor riesgo de desarrollar estrés
postraumático era la violencia familiar, con 3 veces mayor riesgo;
estadísticamente no se puede afirmar que otro suceso traumático implique riesgo
de desarrollar este trastorno.
124
Llama la atención la prevalencia tan baja del trastorno por estrés
postraumático, dada la prevalencia tan elevada de sucesos traumáticos en la
población de la Región Metropolitana de Guatemala.
Para explicar el hallazgo de baja prevalencia del trastorno por estrés
postraumático en la muestra investigada, a pesar de la alta prevalencia de
sucesos traumáticos que había vivido la población, incluyendo los eventos
relacionados con la violencia, habría que pensar en al menos tres posibilidades:
qué factores protectores hay en la cultura que la mayoría de personas con
trauma no desarrollan trastorno por estrés postraumático; estilos culturales de
responder a las preguntas de la CIDI, de tal forma que las personas no quieren
admitir sintomatología relacionada con sucesos estresores, u otras cuestiones
en el manejo de la entrevista que en este caso se desconocen.
La OPS considera que “existen muchas condiciones y necesidades
emocionales y sociales, especialmente ante situaciones traumáticas, que no son
necesariamente enfermedades mentales, cuyo abordaje no debería incluir
tratamiento médico y para las que pueden ser muy eficaces las intervenciones
psicosociales pertinentes. En este sentido, deben evaluarse con atención los
grupos muy vulnerables o los que se encuentran en situaciones especiales. En
casos de desastres naturales y conflictos armados cabe prever un aumento de la
problemática psicosocial como reacciones emocionales esperadas ante sucesos
traumáticos de gran significación; en estos casos se eleva también la morbilidad
por trastornos mentales” (OPS-OMS, 2009a, p.3).
Pueden considerarse los resultados y conclusiones de estudios tales como
los de Sabin, Lopes, Nackerud, Kaiser & Varese (2003); Sabin, Sabin, Kim,
Vergara & Varese (2006) realizados con desplazados y repatriados
guatemaltecos; Jozami (2010) y Médicos sin Fronteras (2010), entre otros, en
donde se encontró prevalencia de otros trastornos específicos como depresión,
ansiedad, fobias, abuso y dependencia de sustancias, por arriba de la
encontrada para el trastorno por estrés postraumático en comunidades
expuestas a conflictos armados violentos. Por otro lado, Iraheta (2003) concluyó
que en las cuatro personas sobrevivientes entrevistadas se observó que
presentaron un cuadro compatible con trastorno de estrés postraumático como
secuela de la guerra interna en Guatemala, que duró 36 años. Asimismo,
pueden tomarse en cuenta las conclusiones de Yllescas y Coyoy (2007), quienes
no encontraron la prevalencia esperada de estrés postraumático en adolescentes
guatemaltecos después de la Tormenta Stan.
125
Trastornos del estado de ánimo
La prevalencia de trastornos del estado de ánimo observada en el
ETMEGUA, difiere de lo encontrado en estudios anteriores; en el 5.34% del total
de participantes se observó prevalencia de vida de cualquier trastorno del estado
de ánimo, a 12 meses 1.79% y a 30 días 0.88%. Se han encontrado prevalencias
superiores de este grupo de trastornos en estudios previos; así, en el estudio a
nivel nacional de Cóbar et al. (2009) se observó 8.0% de prevalencia de vida de
trastornos del estado de ánimo en el grupo total. En ICPE-OMS (2000) la
prevalencia de estos trastornos fue superior en los 7 países incluidos. También
en Medina-Mora et al. (2003) y en el estudio realizado en Colombia en el 2003,
la prevalencia encontrada en las tres temporalidades fue superior a la observada
en la Región Metropolitana de Guatemala.
Al comparar la prevalencia entre hombres y mujeres los resultados
obtenidos son consistentes con lo encontrado en otros estudios; las mujeres
tuvieron mayor prevalencia de cualquier trastorno del estado de ánimo, alguna
vez en la vida (6.86% y 3.67%), a 12 meses (3.15% y 0.28%) y a 30 días
(1.67% y 0.0%), con diferencias estadísticamente significativas en las tres
temporalidades. Según Campo-Arias y Cassiani (2008) existen datos
consistentes entre varios estudios epidemiológicos que mostraron que las
mujeres tienen mayor prevalencia, en comparación con los hombres, de
trastornos del estado de ánimo, de ansiedad y psicóticos. Asimismo, se encontró
mayor prevalencia de estos trastornos en las mujeres en los estudios de Cóbar et
al. (2009), Medina-Mora (2003), Díaz (2001) y en el del Ministerio de la
Protección Social República de Colombia, Fundación FES-Social (2005), entre
otros.
Los participantes que estaban comprendidos entre las edades de 45 a 59
años tuvieron mayor prevalencia de trastornos del estado de ánimo, a lo largo de
la vida; al analizar los últimos 12 meses la prevalencia más elevada la presentó
el grupo etario más joven (18 a 29 años); esto sugiere que los trastornos de
ánimo han ido en aumento en las generaciones recientes. En ICPE- OMS
(2000) se encontró un aumento de la prevalencia estimada de toda la vida para
los trastornos de ansiedad, los trastornos del estado de ánimo y los trastornos
relacionados con el uso de sustancias en las cohortes más recientes.
Aun cuando el grupo de trastornos del estado de ánimo fue uno de los
más prevalentes en la muestra total, al comparar su prevalencia en los grupos
por años de escolaridad, estado civil, urbano-rural y violencia del lugar de
residencia, no se encontraron diferencias significativas.
126
Trastornos específicos del estado de ánimo
De acuerdo a los resultados, en la muestra total y en las mujeres, los dos
trastornos específicos más prevalentes del grupo de trastornos del estado de
ánimo, en las tres temporalidades, en orden decreciente, fueron depresión y
distimia. En los hombres los más prevalentes, alguna vez en la vida, en orden
decreciente, fueron depresión mayor y bipolar I y II; a 12 meses, depresión
mayor y no se observaron casos de distimia y bipolar I y II, y a 30 días no se
encontraron casos del grupo de trastornos del estado de ánimo. También en el
estudio a nivel nacional de Cóbar et al. (2009), los trastornos del estado de
ánimo más prevalentes para el grupo total, alguna vez en la vida, fueron los
trastornos depresivos y la distimia. Asimismo, en el estudio en Chile, de Vicente
et al. (2002), se observó que los trastornos del estado de ánimo más prevalentes
en la muestra total fueron depresivo mayor y distimia, a lo largo de la vida y en
los últimos 6 meses. En Medina-Mora et al. (2003), los diagnósticos más
prevalentes del estado de ánimo, para el grupo total, en las tres temporalidades,
fueron episodio depresivo mayor e hipomanía (Bipolar II). En el estudio de
Colombia en el 2003 los trastornos más prevalentes de este grupo de trastornos
en la muestra total fueron trastorno depresivo mayor, seguido por trastorno
depresivo menor y bipolar I, a lo largo de la vida; depresivo mayor y bipolar I en
los últimos 12 meses, y depresivo mayor y depresivo menor en los últimos 30
días.
Depresión mayor
Del grupo de trastornos del estado de ánimo, la depresión mayor fue el
trastorno mental específico con mayor prevalencia en el grupo total (4.91%) y fue
más prevalente en las mujeres en comparación con los hombres, alguna vez en
la vida (6.39% y 3.28%), en los últimos 12 meses (2.92% y 0.28%) y en los
últimos 30 días (1.67% y 0.0%), con diferencias estadísticamente significativas,
lo que indica que la depresión mayor está presente dos veces más en las
mujeres que en los hombres. A nivel nacional, en Cóbar et al. (2009) y en la
Isla de Tenerife (Díaz, 2001), también fue el trastorno específico más prevalente
encontrado a lo largo de la vida, entre los trastornos del estado de ánimo. En
Medina-Mora et al. (2003) y en el Ministerio de la Protección Social República de
Colombia, Fundación FES-Social (2005) también fue el trastorno específico más
prevalente, en las tres temporalidades, en el grupo total y en las mujeres. En
otros estudios también se encontraron resultados similares, tal es el caso de
Kohn et al. (2005), quienes reportaron que en los 17 estudios realizados en
América Latina y El Caribe, que evaluaron este trastorno, se encontró mayor
127
prevalencia de depresión mayor en las mujeres en comparación con los
hombres, en las tres temporalidades. Asimismo, Vicente et al. (2002) reportaron
mayor prevalencia en las mujeres en las dos temporalidades estudiadas, en una
relación casi de 2 a 1.
De acuerdo a Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en América
Latina y El Caribe se encontró que la tasa mediana de vida del trastorno
depresivo mayor es 9.7%, y calcularon que 38.0 millones de personas mayores
de 15 años han padecido este trastorno a lo largo de su vida.
Según Campo-Arias y Cassiani (2008), en el estudio nacional de
comorbilidad realizado en Estados Unidos –NCS- se encontró que los trastornos
mentales más comunes fueron los trastornos depresivos, particularmente el
trastorno depresivo mayor; entre los encuestados, cerca del 17.0% presentaba
historia de un episodio depresivo mayor a lo largo de la vida y un 10% lo habían
sufrido en el último año. Para Kessler, citado por la Asociación Americana de
Suicidiología (en línea), el trastorno depresivo mayor es el desorden de mayor
prevalencia; el riesgo de padecerla a lo largo de la vida, en los Estados Unidos,
es del 16.6%.
Al analizar, en el ETMEGUA, la prevalencia de la depresión mayor a lo
largo de la vida, a 12 meses y a 30 días, se observó que el trastorno es crónico.
Varios autores se han referido al curso crónico de la depresión mayor (DSM IV
TR; Hall, 2003; Zúñiga, Sandoval, Urbina, Juárez y Villaseñor, 2005).
Es importante tener presente que según el DSM IV TR el trastorno
depresivo mayor se asocia a una mortalidad alta. Las personas con trastorno
depresivo mayor que mueren por suicidio pueden llegar al 15 %; esta cifra puede
cuadruplicarse en los pacientes con más de 55 años de edad que sufren este
trastorno. De acuerdo a la Asociación Americana de Suicidiología (en línea), la
depresión mayor es el diagnóstico psiquiátrico más comúnmente asociado con
el suicidio y el riesgo es mayor cuando hay comorbilidad de trastornos
relacionados con el alcohol o las drogas; el artículo menciona a Gotlib &
Hammen, quienes en el 2002 indicaron que el riesgo de suicidio entre pacientes
no tratados es cercano al 20%.
La mayor prevalencia encontrada en las mujeres es consistente con lo
reportado por varios autores, entre ellos: DSM IV TR; OPS-OMS (2009); Zúñiga
et al. (2005) y Fritsch, Montt, Solís, Pilowsky y Rojas (2007). El DSM IV TR
indica que el riesgo a lo largo de la vida oscila entre el 10% y el 25% para las
128
mujeres y entre el 5% y el 12 % para los hombres; que la prevalencia puntual del
trastorno depresivo mayor varía entre el 5% y el 9% para las mujeres y entre el
2% y el 3% para los hombres; esta prevalencia parece no relacionarse con la
raza, el nivel de estudios, los ingresos económicos ni con el estado civil de las
personas. Según la OPS-OMS (2009), entre el 20% y el 40% de las mujeres de
los países en desarrollo sufren de depresión durante el embarazo o el
puerperio; hay pruebas científicas de que la depresión es el trastorno de salud
mental que más afecta a las mujeres en el mundo y es dos veces más frecuente
en mujeres que en hombres. Para Zúñiga et al. (2005) estas diferencias entre
mujeres y hombres no están aún muy claras; se han sugerido algunas
explicaciones tales como los factores hormonales, los efectos del parto y los
factores de estrés psicosocial que afectan a las mujeres.
Fritsch et al. (2007) comentaron las conclusiones de otros investigadores y
afirmaron que “uno de los hallazgos más consistentes de la epidemiología
psiquiátrica es que las mujeres tienen un riesgo casi dos veces más alto que los
hombres de sufrir trastornos depresivos”; asimismo, que “Las diferencias en la
prevalencia de depresión entre mujeres y hombres se encuentran en distintas
culturas y se ha demostrado que esta comienza alrededor de los 13 a 15 años y
se mantiene a través de la vida. Existe un aumento significativo de la incidencia
de depresión en la mujer durante los años en edad fértil, disminuyendo después
de los 45 años. Por lo tanto, los efectos negativos de la depresión de la mujer en
el funcionamiento familiar impactan en la etapa más sensible de la crianza de los
hijos” (p.603).
En la Región Metropolitana de Guatemala, en los grupos incluidos en las
edades de 30 a 44 y 45 a 59 años, se encontró mayor prevalencia de vida de
depresión mayor, y en los últimos 12 meses mayor prevalencia en los más
jóvenes (18-29 años), con diferencias estadísticamente significativas en ambas
temporalidades. Estos datos son consistentes con el DSM-IV-TR, en donde se
dice que los resultados de estudios epidemiológicos revelan que la edad de inicio
del trastorno depresivo mayor está disminuyendo entre las personas nacidas
más recientemente.
Aunque la depresión mayor fue uno de los trastornos específicos con
mayor prevalencia en la muestra total, al comparar su prevalencia entre los
grupos por años de escolaridad, estado civil, urbano-rural y violencia del lugar de
residencia, no se encontraron diferencias significativas. En Cóbar et al. (2009) se
encontró mayor prevalencia en el área urbana (4.4%) que en el área rural (2.0%).
129
La mediana de la edad de inicio de la depresión mayor fue 26 años; este
dato es consistente con lo reportado por el DSM-IV-TR, que indica que el
trastorno depresivo mayor puede aparecer en cualquier edad y que la edad
promedio de inicio se ubica en la mitad de la tercera década de la vida (25 años).
Para Zúñiga et al. (2005) en el 50% de los pacientes este trastorno inicia
entre los 20 y los 50 años, por lo que la media de edad de inicio se sitúa
alrededor de los 40 años. Para este autor, actualmente la frecuencia y la
incidencia parecen aumentar entre los jóvenes y disminuir entre las personas
mayores; por otra parte, es observable más frecuentemente en personas que no
tienen relaciones interpersonales íntimas o que están separadas o divorciadas,
y parece ser más frecuente en áreas rurales que en las urbanas.
Se concluye que en la Región Metropolitana de Guatemala se encontró
alta prevalencia de depresión mayor y fue más prevalente en las mujeres que en
los hombres, tal como se ha observado en los estudios previos.
Distimia
La prevalencia de vida de la distimia, encontrada en el total de la muestra
investigada (0.83%), estuvo por debajo de lo observado en el estudio de Cóbar
et al. (2009) 2.2%, y de lo reportado por la mayoría de estudios de Kohn et al.
(2005), en donde se encontraron prevalencias de 4.9% en Sao Paulo, Brasil;
8.0% en Chile; 3.4% en México rural; 3.6% en Lima, Perú, y 4.7% en Puerto
Rico. También está por debajo de lo que indica el DSM IV TR (6% la prevalencia
de vida y 3% la prevalencia puntual). En el estudio de Díaz (2001) se encontró
que entre el grupo de trastornos del estado de ánimo, la distimia fue el trastorno
específico más prevalente en ambos géneros. Según Kohn y Rodríguez
(Rodríguez et al., 2009), en América Latina y El Caribe la tasa mediana de vida
de la distimia es 3.4%, y 13.3 millones de personas mayores de 15 años han
padecido este trastorno a lo largo de su vida.
La prevalencia de distimia, a 12 meses (0.66%) y a 30 días (0.48%), en la
muestra investigada, estuvo por debajo de lo encontrado en 3 de los 6 estudios,
incluidos en Kohn et al. (2005), en donde se observó prevalencias de 1.9% a
3.9% y la media de los estudios fue de 1.7%.
La distimia fue más prevalente en las mujeres en comparación con los
hombres, alguna vez en la vida (1.39% y 0.22%), en los últimos 12 meses
(1.27% y 0.0%) y en los últimos 30 días (0.92% y 0.0%), con diferencias
estadísticamente significativas.
130
En otros estudios también se observó mayor prevalencia de distimia en las
mujeres, tal es el caso de Kohn et al. (2005), quienes reportaron que en los 8
estudios realizados en América Latina y El Caribe que evaluaron este trastorno,
se encontró mayor prevalencia, de vida y a 12 meses, de distimia en las mujeres
en comparación con los hombres.
Según Zúñiga et al. (2005), la distimia es frecuente en la población en
general (3% - 5%); entre un tercio y la mitad de los pacientes de clínicas
psiquiátricas son diagnosticados con este trastorno; es más común entre mujeres
de menos de 64 años que entre los hombres de cualquier edad y se observa con
más frecuencia entre personas solteras, jóvenes y con ingresos bajos; además,
coexiste comúnmente con otros trastornos mentales, especialmente el trastorno
depresivo mayor, los trastornos de ansiedad, el abuso de sustancias y,
probablemente, el trastorno límite de la personalidad.
Se observó mayor prevalencia de distimia, a lo largo de la vida, en los
participantes del área rural en comparación con los del área urbana (1.7% y
0.5%) y mayor prevalencia a 12 meses (1.3% y 0.4%), con diferencias
significativas. Al comparar la prevalencia de la distimia en los grupos por edad,
años de escolaridad, estado civil y violencia del lugar de residencia, no se
encontraron diferencias significativas.
La mediana de la edad de inicio de la distimia fue 20 años, iniciándose en
la mayoría de participantes antes de la depresión mayor (26 años). Este
resultado es congruente con el DSM-IV-TR, que indica que tiene inicio temprano
e insidioso: generalmente en la niñez, la adolescencia o al empezar la edad
adulta.
Se concluye que la prevalencia de distimia encontrada en la Región
Metropolitana de Guatemala fue inferior a la encontrada tanto a nivel nacional
como en otros estudios internacionales. Ahora bien, las mujeres presentaron
mayor prevalencia que los hombres en las tres temporalidades.
Trastorno bipolar I y II
La prevalencia de vida del trastorno bipolar I y II, encontrada en el
ETMEGUA (0.51%), fue similar a lo observado en el estudio a nivel nacional de
Cóbar et al. en el 2009 (0.7%), y fue inferior a lo reportado por 8 de los 12
estudios en Kohn et al. (2005), que evaluaron este trastorno. La prevalencia
encontrada coincide con lo que indica el DSM IV TR para la población general
131
(0.4% - 1.6% para el trastorno bipolar I y 0.5% para el trastorno bipolar II). En la
revisión de Kohn et al. (2005), en 8 de los 13 estudios que investigaron este
trastorno se encontraron prevalencias de vida superiores a las encontradas en
esta investigación. De acuerdo a Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en
América Latina y El Caribe la tasa mediana de vida del trastorno bipolar es
1.4%, y calcularon que 5.5 millones de personas mayores de 15 años han
sufrido este trastorno a lo largo de su vida.
La prevalencia del trastorno bipolar I y II, a 12 meses (0.13%) y a 30 días
(0.07%), en la muestra investigada, estuvo por debajo de lo encontrado en todos
los estudios incluidos en Kohn et al. (2005) que investigaron este trastorno.
De acuerdo a Vieta (2001), durante décadas se le prestó menos atención
al trastorno bipolar que a la depresión; se consideraba de forma equivocada que
este trastorno no era demasiado frecuente. Sin embargo, Vieta afirmó que los
estudios han puesto de manifiesto que la prevalencia de este trastorno a lo largo
de la vida en la población general es de 5% o superior; que tiene un inicio
temprano y mal pronóstico, con recurrencias persistentes durante toda la vida, y
que representa deterioro social, riesgo de suicidio y con frecuencia tiene
respuesta terapéutica incompleta al tratamiento farmacológico tradicional a largo
plazo. Asimismo, el trastorno bipolar representa una carga muy pesada para las
personas y la sociedad.
Este trastorno se observó más en las mujeres en comparación con los
hombres, en las tres temporalidades, sin diferencias significativas; inclusive los
hombres reportaron prevalencia 0.0% a 12 meses y a 30 días. Al analizar los
estudios reportados en Kohn et al. (2005) no se encontró un patrón de mayor
prevalencia de trastorno bipolar en alguno de los sexos, en las tres
temporalidades.
Se observó mayor prevalencia de vida, con diferencias significativas, de
trastorno bipolar I y II en el grupo casado o unido en comparación con los otros
grupos por estado civil, y mayor prevalencia en los participantes que vivían en el
área urbana que los del área rural. No se encontraron diferencias significativas
al comparar la prevalencia de este trastorno en los grupos por edad, años de
escolaridad y violencia del lugar de residencia.
La mediana de la edad de inicio del trastorno bipolar I y II fue 24 años;
este dato es similar con lo reportado por el DSM-IV-TR, en donde se indica que
la edad media de inicio es a los 20 años para ambos sexos.
132
Trastornos del estado de ánimo y uso de servicios
De los participantes que habían padecido algún trastorno del estado de
ánimo en los últimos 12 meses, solamente el 18.5% había recibido tratamiento
de cualquier servicio del sector salud (psiquiatra + otro especialista en salud
mental + medicina general); únicamente el 3.7% había recibido los servicios de
un psiquiatra.
Trastornos relacionados con sustancias
El abuso y la dependencia de sustancias es uno de los grandes problemas
para la población guatemalteca, por lo cual se considera que los resultados
obtenidos en el estudio realizado en la Región Metropolitana aportan datos
importantes para afrontar este problema. Así, la prevalencia de cualquier
trastorno relacionado con sustancias fue de 11.30% en el total de participantes
a lo largo de vida; a 12 meses 1.61% y a 30 días 0.66%. Los hombres tuvieron
mayor prevalencia, alguna vez en la vida, en comparación con las mujeres
(22.21% y 1.39%); mayor prevalencia a 12 meses (3.29% y 0.10%) y a 30 días
(1.27% y 0.10%), con diferencias significativas en las tres temporalidades. Estos
resultados son superiores a los observados en el estudio a nivel nacional de
Cóbar et al. (2009), en donde se encontró que la prevalencia a lo largo de la vida
de este grupo de trastornos mentales, en la muestra total, fue 7.8%, para los
hombres 6.6% y para las mujeres 0.8%.
En el estudio de Ortiz (1994), se encontró que el 24% había probado
alguna droga, alguna vez en la vida; el 26% de participantes entre 11 y 18 años
había consumido alguna droga (incluyendo tabaco y alcohol) en los últimos 30
días; el 31.6% de hombres y el 18.6% de mujeres habían consumido drogas en
los últimos 30 días; finalmente, el 5.3% de participantes había consumido alguna
droga no legal, como mariguana, medicamentos, estimulante, cocaína, etc., en
los últimos 30 días.
Los resultados obtenidos en el ETMEGUA son similares a los reportados
en el estudio de México de Medina-Mora et al. (2003), en donde se encontró que
la muestra total presentó 9.2% a lo largo de la vida, 3.5% en los últimos 12
meses y 1.0% en los últimos 30 días; los hombres presentaron mayor
prevalencia que las mujeres, en las tres temporalidades; también son similares
con los resultados del estudio realizado en Colombia en el 2003. Por otro lado,
en el estudio de Chile de Vicente et al. (2002) se encontraron resultados
133
similares para el grupo total y para los hombres pero superiores para el grupo de
las mujeres. Ahora bien, en el estudio ICPE- OMS (2,000) se encontró que la
prevalencia de este grupo de trastornos mentales en 5 de los 7 países estuvo
muy por arriba en comparación con los resultados de este estudio (entre el
16.1% y el 28.2% alguna vez en la vida).
Los participantes en el rango de edad de 45 a 59 años reportaron mayor
prevalencia de trastornos relacionados con sustancias, a lo largo de la vida
(15.7%); en los últimos 12 meses la prevalencia más elevada la presentó el
grupo etario más joven (18 a 29 años). Las diferencias observadas fueron
estadísticamente significativas en las dos temporalidades. En ICPE- OMS
(2000) se encontró un aumento de la prevalencia estimada de toda la vida para
los trastornos relacionados con el uso de sustancias en las cohortes más
recientes. La prevalencia encontrada en los participantes más jóvenes sugiere
que los trastornos por sustancias han ido en aumento en las generaciones
recientes, y cada vez es más frecuente que las personas inicien el consumo a
más temprana edad; esto coloca en riesgo a la población más joven, la cual
representa el porcentaje más alto en el país. Lo anterior constituye un llamado
de alerta para los padres y las autoridades de salud.
Tanto este estudio como otros realizados en América Latina corroboran la
importancia de conocer el alcance del uso y abuso de sustancias en la población
joven, ya que estos patrones se inician en la adolescencia. Según Benjet
(Rodríguez et al., 2009) en El proyecto de investigación PACARDO: consumo de
drogas entre la juventud en Centroamérica y la República Dominicana, se
examinó el consumo de sustancias y las oportunidades de exposición,
demostrando que el 52% de los jóvenes ha consumido alcohol, el 5% inhalantes
y el 5% drogas ilícitas. Según Benjet estos datos fueron similares a los
encontrados en la Ciudad de México.
Se encontró que el grupo de 9 a 11 años de escolaridad presentó mayor
prevalencia en las dos temporalidades, con diferencias significativas. No se
observaron diferencias significativas en la prevalencia de este grupo de
trastornos mentales, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, al
comparar los resultados de los grupos por estado civil, por área urbana y rural y
en la mayoría de comparaciones por violencia del lugar de residencia; sí se
observó mayor prevalencia, alguna vez en la vida, en los participantes que
habitaban los municipios más violentos de la Región Metropolitana.
134
Trastornos específicos relacionados con sustancias
Cabe mencionar que los trastornos relacionados con sustancias, con
mayor prevalencia en orden decreciente, a lo largo de la vida, tanto en el grupo
total como en los hombres, fueron abuso de alcohol, dependencia del alcohol y
abuso de drogas, que a su vez fueron superiores a la de las mujeres. En las
mujeres abuso de alcohol, dependencia del alcohol y dependencia de nicotina,
con prevalencias
más bajas, comparada con los hombres. En estas
comparaciones por sexo las diferencias encontradas fueron estadísticamente
significativas. Las mujeres presentaron prevalencia 0.0% a 12 meses y a 30 días
en los trastornos mentales específicos, a excepción de dependencia de drogas
(0.10%). En el grupo total y en los hombres se observó mayor prevalencia de
abuso de alcohol, dependencia de nicotina y dependencia del alcohol en los
últimos 12 meses y en los últimos 30 días. En Cóbar et al. (2009), la prevalencia
más alta que se encontró fue abuso y dependencia alcohólica (5.2%), seguidos
por abuso y dependencia del tabaco (3.7%) y abuso y dependencia de drogas
ilícitas (0.2%). En Medina-Mora et al. (2003) y en el estudio realizado en
Colombia en el 2003, se observó que el grupo total y los hombres presentaron
mayor prevalencia de vida de dependencia del alcohol, seguido por el consumo
perjudicial de alcohol y dependencia de nicotina, mientras que las mujeres
reportaron mayor prevalencia de dependencia del alcohol, seguida por de
nicotina y consumo perjudicial de alcohol. El estudio de Vicente et al. (2002)
reportó resultados similares.
Abuso y dependencia del alcohol
El abuso de alcohol fue el trastorno con mayor prevalencia de los 21
trastornos específicos investigados en la muestra total y en el grupo de hombres;
por consiguiente, del grupo de trastornos relacionados con sustancias, el abuso
de alcohol fue el trastorno específico con mayor prevalencia, alguna vez en la
vida, en el grupo total (10.40%); se observó mayor prevalencia en los hombres
que en las mujeres (20.43% y 1.29%) y mayor prevalencia a 12 meses (2.98%)
y a 30 días (1.0%), con diferencias significativas en las tres temporalidades. Es
importante señalar que a 12 meses y a 30 días no se observaron casos en las
mujeres.
La prevalencia de dependencia del alcohol a lo largo de la vida, en la
muestra total, fue de 2.41%; se encontró mayor prevalencia en los hombres que
en las mujeres, con diferencias estadísticamente significativas (4.17% y 0.81%).
135
En los últimos 12 meses y en los últimos 30 días no se observaron casos de este
trastorno en las mujeres.
En el estudio a nivel nacional de Cóbar et al. (2009) el abuso y la
dependencia del alcohol presentaron prevalencia de 5.2%, alguna vez en la
vida, en el total de participantes. En el estudio a nivel nacional realizado en
Colombia en el 2003 se observaron prevalencias más bajas en el consumo
perjudicial de alcohol; así, en el grupo total 6.7%, alguna vez en la vida, a 12
meses 1.1% y a 30 días 0.2%. Los hombres también reportaron mayor
prevalencia alguna vez en la vida, en comparación con las mujeres (13.2% y
1.6%), así como a 12 meses (2.1% y 0.4%) y a 30 días (1.2% y 0.5%). En el
estudio de Medina-Mora (2003) en México se observaron prevalencias más bajas
en el consumo perjudicial de alcohol; así, en el grupo total 2.4%, alguna vez en
la vida, a 12 meses 0.5% y a 30 días 0.0%. Los hombres también reportaron
mayor prevalencia en las tres temporalidades.
En el estudio Elementos orientadores para las políticas públicas sobre
drogas en la subregión: primer estudio comparativo sobre consumo de drogas y
factores asociados en población de 15 a 64 años de la ONU (2008), se
encontraron prevalencias superiores al 35% en países como Argentina, Bolivia,
Chile, Ecuador, Perú y Uruguay, en donde se observó mayor prevalencia en los
hombres.
En una revisión de varios estudios epidemiológicos realizados de 1999 a
2008, Mari, et al. (en Rodríguez et al., 2009) encontraron que el consumo de
alcohol tiene una prevalencia mayor en varones que en mujeres. Asimismo,
según Monteiro, Telles-Dias e Inglez-Dias en Rodríguez et al. (2009), en varios
países de América Latina y El Caribe el consumo de alcohol es mayor en
hombres que en mujeres, las cuales solo consumen en pocas ocasiones al año.
Un dato alarmante es que “el uso de alcohol está vinculado con más de 60
enfermedades y contribuye de manera importante a la carga de morbilidad.
Entre 26 factores de riesgo evaluados en el año 2000 en la región de las
Américas, el uso del alcohol era la principal causa de morbilidad” (Monteiro et
al., en Rodríguez et al., 2009, p.167).
De acuerdo a Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009) en América
Latina y El Caribe se encontró que la tasa mediana de vida de abuso o
dependencia del alcohol era 9.6%, y calcularon que 37.6 millones de personas
mayores de 15 años han padecido este trastorno a lo largo de su vida.
136
De acuerdo a Monteiro (2007) en Alcohol y Salud Pública en las Américas:
un caso para la acción, el alcohol causó casi el 10.0% de todos los años de vida
ajustados a la discapacidad (AVAD) perdidos en la Región en 2002, en
comparación con la cifra global de 4.4%. Se han realizado estimaciones que
sugieren que en ese año el alcohol causó la muerte de una persona cada dos
minutos y que el 5.4% de todas las muertes en las Américas fueron atribuibles al
alcohol.
Al considerar la edad de los participantes, se encontró que el grupo que
presentó mayor prevalencia, con diferencias estadísticamente significativas, de
abuso de alcohol, alguna vez en la vida, fue el que estaba comprendido entre las
edades de 45 a 59 años (15.2%), es decir, 3 de cada 20, seguido del grupo de
30-44 (11.4%), y a 12 meses la prevalencia más elevada la presentó el grupo
más joven (2.4%), también con diferencias significativas. De acuerdo a los datos
aportados en la 1ª Conferencia de prevención y promoción de la salud en la
práctica clínica en España (2007) Prevención de los problemas derivados del
alcohol, encuestas en ese país han encontrado que entre los jóvenes el 13.1%
de los hombres y el 11.5 de las mujeres son clasificados como bebedores de
riesgo; que uno de cada 3-4 jóvenes se ha emborrachado en el último mes; sin
embargo solamente el 9% tiene la percepción de consumir bastante alcohol.
Al comparar la prevalencia de abuso de alcohol en los grupos divididos por
otras características sociodemográficas, se encontraron algunas diferencias
significativas: mayor prevalencia, a lo largo de la vida, en el grupo con 9 a 11
años de escolaridad y mayor prevalencia en los habitantes de los municipios
más violentos de la Región Metropolitana; mayor prevalencia, en los últimos 12
meses, en el grupo nunca casado.
Asimismo, al comparar la prevalencia de dependencia del alcohol en los
grupos divididos por otras características sociodemográficas, se encontraron
algunas diferencias significativas: mayor prevalencia, a lo largo de la vida, en el
grupo de edad de 45-59 años y mayor prevalencia en el grupo casado o unido.
Es importante mencionar que en los municipios, las zonas de la ciudad capital y
las áreas menos violentas se observaron prevalencias más altas,
en
comparación con los lugares más violentos, aunque sin diferencias significativas.
Al comparar las prevalencias a 12 meses en los grupos por edad, años de
escolaridad, estado civil, lugar de residencia urbano y rural y violencia del lugar,
no se observaron diferencias significativas.
137
En el estudio a nivel nacional, de Cóbar et al. (2009), el abuso y la
dependencia del alcohol mostró mayor prevalencia de vida en el área urbana en
comparación con el área rural (3.6% y 1,6%).
Lizarbe (2007), en la 1ª Conferencia de prevención y promoción de la
salud en la práctica clínica en España: Prevención de los problemas derivados
del alcohol, afirmó que:
En las últimas décadas la OMS ha ocupado una posición preferente para
tomar la iniciativa y liderar el desarrollo de una política mundial sobre
alcohol, consistente en una serie de estrategias que sirvan de guía a las
medidas tanto internacionales como nacionales que se lleven a cabo para la
reducción de los problemas relacionados con el consumo de alcohol. Así,
en 1975, la Vigésimo Octava Asamblea Mundial de la Salud adoptó una
resolución relacionada básicamente con los niveles de consumo de alcohol
y sus implicaciones para la salud. Dicha resolución se basó parcialmente en
un informe cuyo principal argumento fue que los cambios en el consumo
global de bebidas alcohólicas repercuten sobre la salud de las personas en
cualquier sociedad y que pueden emplearse medidas de control para limitar
el consumo de alcohol; de ahí que el control de la disponibilidad de bebidas
alcohólicas pase a ser una cuestión de salud pública (p.49).
En el estudio se encontró que la mediana de la edad de inicio del abuso
de alcohol y de la dependencia del alcohol fue 24 años. Según Monteiro (2007),
las investigaciones han sugerido que en la Sub-región de las Américas, los niños
están comenzando a beber alcohol a edades cada vez más tempranas, incluso
desde los 10 años; en el 2002, al menos 69,000 muertes de jóvenes entre 15 y
29 años de edad se atribuyeron a la ingesta del alcohol (p. 9); asimismo, afirmó
que la persona que comienza a beber como adolescente tiene cuatro veces más
la probabilidad de desarrollar dependencia del alcohol que quien espera hasta
ser adulto para ingerir. En el mismo documento se incluyeron resultados de
estudios epidemiológicos realizados del 2001 al 2005 en varios países de la
región, entre ellos Guatemala, sobre el uso de alcohol en jóvenes escolares
entre 14 y 17 años; se encontró que en Guatemala, más del 50% lo habían
consumido durante la vida, más del 30% en los últimos 12 meses y más del 15%
en los últimos 30 días.
En varios estudios realizados en países como Argentina, Bolivia, Chile,
Ecuador, Uruguay y Perú se ha encontrado que la edad de inicio del consumo
de alcohol es alrededor de los 18 años (ONU, 2008). De acuerdo a la 1ª
138
Conferencia de prevención y promoción de la salud en la práctica clínica en
España: Prevención de los problemas derivados del alcohol (2007), la edad de
inicio del consumo de alcohol se sitúa en los 13.7 años.
Según el DSM-IV-TR la edad de inicio de la dependencia alcohólica se
ubica entre los 20 y los 30 años de edad.
En la Declaración de Estocolmo sobre Jóvenes y Alcohol se recogen diez
objetivos para reducir tanto el consumo de alcohol de los jóvenes como los
daños derivados del mismo, para lo cual se proponen medidas eficaces de
política de alcohol en cuatro amplias áreas: proveer protección, promover la
educación, reducir el daño y apoyar ambientes saludables; objetivos fueron
planteados para que sean alcanzados en el año 2006 (1ª Conferencia de
prevención y promoción de la salud en la práctica clínica en España: Prevención
de los problemas derivados del alcohol, 2007).
Abuso y dependencia de drogas
La prevalencia del abuso de drogas, alguna vez en la vida, en la muestra
total, fue 1.03%; se encontró
mayor prevalencia en los hombres en
comparación con las mujeres (2.06% y 0.10%), con diferencias significativas. A
12 meses y a 30 días no se observaron casos de este trastorno.
La prevalencia de la dependencia de drogas, alguna vez en la vida, en la
muestra total, fue 0.18% a 12 meses y 0.05% a 30 días; y no se observaron
diferencias significativas en la prevalencia entre hombres y mujeres en las tres
temporalidades.
Es probable que las bajas prevalencias de abuso y dependencia de
drogas observadas en el Estudio se deban a que las personas que las
consumen no lo revelan puesto que el uso de drogas ilícitas es un delito en
Guatemala, así como en casi todos los países. Por ello es difícil establecer la
prevalencia de estos trastornos.
El estudio realizado por la Comisión Interamericana para el Control del
Abuso de Drogas (CICAD) sobre la prevalencia de drogas como cannabis,
cocaína, pasta de coca y éxtasis en Guatemala, en el año 2005, demostró una
prevalencia a lo largo de la vida de 3.93% y a 12 meses una prevalencia de
0.33%. (Epidemiologia del uso de drogas en América latina y El Caribe: Un
enfoque de salud pública, OPS 2009).
139
En Cóbar et al. (2009) se encontró el 0.2% de prevalencia de abuso y
dependencia de drogas ilícitas a nivel nacional. Al igual que en la Región
Metropolitana de Guatemala, en los estudios de Medina-Mora et al. (2003),
realizados en México y el realizado en Colombia en el 2003, se observaron
prevalencias superiores de consumo perjudicial de drogas en comparación con la
dependencia en el total de la muestra; en general, se encontró mayor prevalencia
de ambos trastornos en hombres que en mujeres. Por el contrario, en el estudio
de Vicente et al. (2002) se observaron prevalencias superiores de dependencia
de drogas que de abuso de drogas, en la muestra total; llama la atención que las
mujeres tuvieron mayor prevalencia de dependencia de drogas que los hombres
a lo largo de la vida.
Según Kohn y Rodríguez (Rodríguez et al., 2009), en América Latina y El
Caribe la tasa mediana de vida de abuso o dependencia de drogas es 1.6%, y
6.3 millones de personas mayores de 15 años han sufrido este trastorno a lo
largo de su vida.
En las Américas, el consumo de drogas ilícitas fue clasificado en el año
2000 como el octavo factor de riesgo en términos de años de vida perdidos por
discapacidad (AVAD). En comparación con la bibliografía relativamente amplia
acerca de los efectos del consumo de tabaco y alcohol, se conoce muy poco
sobre los efectos dañinos en la salud que ocasiona el consumo de drogas ilícitas
(Monteiro, Telles-Dias e Inglez-Dias en Rodríguez et al., 2009, pp.177-180).
De acuerdo a la OPS (2009) “Los trastornos causados por el uso de
drogas, son una pesada carga para los individuos y las comunidades. El uso
continuo de drogas puede causar dependencia y discapacidad, además de
problemas crónicos de salud. Las consecuencias sociales del uso perjudicial o
dependencia de drogas llegan mucho más allá del usuario y afectan a sus
familiares y a otras relaciones personales” (p. x).
Se encontró mayor prevalencia, con diferencia estadísticamente
significativa, de abuso de drogas en los habitantes del área urbana en
comparación con los del área rural (1.4% y 0.0%).
Al analizar el abuso y la dependencia de drogas en los grupos por edad,
años de escolaridad, estado civil y violencia del lugar de residencia, no se
observaron diferencias significativas.
140
Es importante indicar que a pesar de que existe gran número de estudios
sobre el uso de alcohol y nicotina, se conoce muy poco sobre las prevalencias
especificas de otras drogas ilícitas; los estudios realizados por la OMS han
demostrado que la marihuana es la droga ilícita más ampliamente usada en
América, seguida por la cocaína, las anfetaminas y el éxtasis.
“En el marco de la política pública sobre drogas, el control de la oferta y la
disponibilidad de estas sustancias ha sido siempre uno de los principales
objetivos de la lucha contra las drogas. Sin embargo, es importante tener en
cuenta la percepción que tiene la población respecto a la disponibilidad y el
riesgo asociado con el uso. Los países de las Américas deben estar conscientes
de los cambios en el tiempo respecto de la percepción del riesgo asociado al
consumo y la accesibilidad a las drogas por parte de la población y estar
preparados para responder con políticas y programas adecuados e integrales”
(OEA, 2011, p.63).
En ETMEGUA se encontró que la mediana de la edad de inicio del abuso
de drogas fue 19 años y de dependencia de drogas a los 12 años. Al evaluar la
edad de inicio de los trastornos por sustancias, se encontró que estos se inician
temprano en la vida; los trastornos de drogas inician más temprano que los
trastornos por uso de alcohol, probablemente porque la adicción a las drogas es
más rápida que la adicción al alcohol (Figura 3. Curva de sobrevida para la edad
de inicio de los trastornos relacionados con sustancias).
Dependencia de nicotina
De acuerdo a Campo-Arias (2006) el consumo de tabaco es la principal
causa de morbi-mortalidad que puede ser prevenible. “El consumo habitual de
cigarrillo es responsable de un número significativo de años de vida potenciales
perdidos y de otros costos sociales y económicos” (p.99). En OPS (2009) se
comenta que el informe de la OMS en 2002 estableció que el 8.9% de la carga
total de morbilidad se atribuye al uso de sustancias psicoactivas, asociadas en
un 4% al tabaco.
Para este estudio, la dependencia de nicotina alguna vez en la vida, en la
muestra total, fue de 0.86%; a 12 meses 0.49% y a 30 días 0.34%. Se encontró
mayor prevalencia, con diferencias estadísticamente significativas, en los
hombres en comparación con las mujeres, alguna vez en la vida (1.52% y 0.25%)
y en los últimos 12 meses (1.03% y 0.0%). También en los últimos 30 días los
141
hombres mostraron mayor prevalencia que las mujeres (0.72% y 0.0%), aunque
sin diferencia significativa.
En Cóbar et al. (2009) se encontró a nivel nacional prevalencia de vida de
3.7% en la muestra total. En Medina-Mora et al. (2003) se observó que la
prevalencia de vida de la dependencia a la nicotina en el grupo total fue 1.8%;
los hombres reportaron mayor prevalencia que las mujeres en las tres
temporalidades. En el estudio de Colombia realizado en el 2003, la prevalencia
de vida del grupo total fue 1.6% y los hombres tuvieron mayor prevalencia que
las mujeres a lo largo de la vida y en los últimos 12 meses. En el estudio de
Vicente Rioseco, Saldivia, Kohn y Torres, realizado en Chile en el 2002, se
encontraron resultados similares al de México y Colombia.
De acuerdo a Campo-Arias, Herazo, Barros-Bermúdez, Rueda-Jaimes y
Díaz-Martínez (2010), aproximadamente el 30% de la población mundial fuma
regularmente. Los estudios con escalas informan que entre el 5 y el 13% de las
personas de la comunidad general presentan DN. En la población general, entre
el 11% y 38% de los fumadores presentan DN; con la aplicación de entrevistas
estructuradas, se ha observado prevalencia entre el 8% y el 20%. Se ha
encontrado que uno de cada dos fumadores reúne criterios para DN. La DN es
un trastorno complejo relacionado con
características individuales y
demográficas; “Se observa que la DN es más frecuente en personas con menor
educación, tomadores habituales de café, consumo problemático de alcohol,
trastornos mentales comunes, trastornos depresivos y de ansiedad
y
características de personalidad del grupo B” (p. 128).
Campo-Arias (2006) encontró que el promedio ponderado de la
prevalencia anual de dependencia de nicotina de varios estudios realizados en
Estados Unidos, India y Alemania fue de 41.7%; además, concluyó que la
dependencia de nicotina es tan frecuente en hombres como en mujeres y se ha
planteado que es independiente del sexo y puede estar determinada por factores
genéticos.
En un estudio realizado en población de 14 a 18 años se confirmó una
intensa asociación entre los consumos de alcohol, tabaco y marihuana, de
manera que el uso de cualquiera de estas sustancias implica alta probabilidad de
consumir las otras (1ª Conferencia de prevención y promoción de la salud en la
práctica clínica en España: Prevención de los problemas derivados del alcohol,
2007).
142
En el grupo de participantes casados o unidos se observó mayor
prevalencia de vida, con diferencia estadísticamente significativa, de
dependencia de nicotina. Se observó que el grupo etario más joven (18-29
años), el grupo con 9 a 11 años de escolaridad, los participantes del área rural,
de las zonas más violentas de la ciudad capital y de las áreas más violentas de la
Región Metropolitana tuvieron mayor prevalencia, aunque sin diferencias
significativas. En el estudio a nivel nacional de Cóbar et al. (2009), el abuso y la
dependencia de nicotina fue más prevalente en el área urbana (2.2%), en
comparación con el área rural (1.4%).
Puede concluirse que, al igual que en otros estudios, el consumo de
tabaco es más prevalente en hombres que en mujeres y se observó más en los
más jóvenes, por lo que este problema debe atenderse con programas de
atención primaria que prevengan el consumo de tabaco.
En ETMEGUA se encontró que la mediana de la edad de inicio de la
dependencia de nicotina fue 20 años.
Trastornos relacionados con sustancias y uso de servicios
De los participantes que habían padecido algún trastorno relacionado con
sustancias en los últimos 12 meses, solamente el 16.5% había recibido
tratamiento de cualquier servicio del sector salud (psiquiatra + otro especialista
en salud mental + medicina general); la misma proporción (16.5%) había
recibido los servicios de un psiquiatra.
Trastornos de la conducta alimentaria
Los estudios epidemiológicos a nivel mundial reflejan un aumento en las
prevalencias de los trastornos de la conducta alimentaria en las últimas
décadas, considerándose la anorexia nerviosa y la bulimia nerviosa como
enfermedades propias de países occidentales desarrollados, de grupos
poblacionales de ingresos altos y de mujeres adolescentes o jóvenes. En
Estados Unidos casi 8 millones de adolescentes y adultos jóvenes presentan
síntomas de trastornos alimentarios, de los cuales más del 90% son mujeres y
más de 75% son adolescentes (Guerro-Prado, Barjau y Chinchilla, 2001). Por
otro lado, según la OPS (2009) la información que se tiene es que este tipo de
trastornos puede afectar a todos los grupos étnicos y estratos socioeconómicos.
143
Es interesante que varios autores han señalado que la mayoría de las
veces los trastornos de la conducta alimentaria no se presentan de forma
aislada; por el contrario, generalmente tienen comorbilidad con otros trastornos
tales como la depresión, los de ansiedad, de personalidad y por uso de
sustancias (Farrera, 2001).
Es importante resaltar que en la población investigada, la prevalencia de
los trastornos de la conducta alimentaria fue la más baja en la muestra total, en
las tres temporalidades, en comparación con los otros grupos de trastornos
mentales. Se obtuvo 0.81% y 0.33% de prevalencias de cualquier trastorno de la
conducta alimentaria a lo largo de la vida y a 12 meses, respectivamente, datos
que no son significativos de dicho desorden.
También fue la prevalencia más baja en ambos sexos, alguna vez en la
vida. Los hombres reportaron 0.0% de prevalencia a 12 meses y a 30 días y las
mujeres 0.63% a 12 meses y 0.38% a 30 días; estas diferencias fueron
estadísticamente significativas. Estudios epidemiológicos previos han encontrado
que la relación entre mujeres y hombres viene a ser de 9-10:1, es decir, que el
90-95% de las personas que padecen algún tipo de trastorno de la conducta
alimentaria son mujeres, aunque parece observarse un incremento de casos en
la población masculina en la práctica diaria (Guerro-Prado et al., 2001).
En relación a la escolaridad, se observó mayor prevalencia, alguna vez en
la vida, de cualquier trastorno alimentario en personas con más años de
escolaridad (12 o más años), con diferencias estadísticamente significativas.
Estos trastornos fueron más prevalentes en el grupo nunca casado, a lo
largo de la vida y en los últimos 12 meses, en comparación con los casados o en
unión libre, aunque sin diferencias significativas.
En el área urbana se determinó mayor prevalencia (1.1%), con diferencia
estadísticamente significativa, alguna vez en la vida, para cualquier trastorno
alimentario, comparada con el área rural (0.0%).
Se observó mayor prevalencia, con diferencias estadísticamente
significativas, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, de cualquier
trastorno alimentario, en los municipios, zonas y áreas más violentas de la
Región Metropolitana. Estos resultados podrían llevar a pensar que quizá el
factor violencia puede ser un estresante más para desencadenar dichos
trastornos en la población investigada.
144
Trastornos específicos de la conducta alimentaria
Trastorno por atracón
Desde la conceptualización del trastorno por atracón, de acuerdo a
Sánchez y Fernández-Valdés (2002), se han realizado diversos estudios de
prevalencia en diferentes poblaciones. En relación a población no clínica, en un
estudio inicial Spitzer señaló una prevalencia en población general del 3%;
posteriormente el mismo autor habló del 2%. Asimismo, Sánchez y FernándezValdez indicaron que otros estudios realizados en población general femenina
de diversos países han señalado cifras similares o menores: 1% en Australia,
0.7% en Francia, aproximadamente 3% en Austria y Noruega; en estudios sobre
población adolescente femenina se han encontrado prevalencias no superiores
al 1% (p. 316).
El trastorno por atracón se caracteriza por atracones recurrentes en
ausencia de la conducta compensatoria inapropiada típica de la bulimia nerviosa,
corresponde a un subgrupo del trastorno de la conducta alimentaria no
especificado en el DSM-IV-TR y el diagnóstico está propuesto para estudios
posteriores. Su prevalencia global oscila entre el 0.7% al 4%, siendo más
frecuente en las mujeres que en los hombres, mayor en adultos que en
adolescentes y frecuentemente se asocia a sobrepeso u obesidad.
En ETMEGUA, al observar los trastornos específicos de la conducta
alimentaria, el trastorno más prevalente, alguna vez en la vida, en la muestra
total, fue el trastorno por atracón, seguido únicamente por la bulimia, ya que se
reportó 0.0% de anorexia en las tres temporalidades, tanto para el grupo total
como para hombres y mujeres. Estos datos concuerdan con estudios realizados
por la Secretaría de Salud de México en el 2005, que reporta que por cada caso
de anorexia nerviosa, hay dos de bulimia nerviosa y tres de trastorno por atracón.
La mediana de edad de inicio para este trastorno fue 22 años. De acuerdo
al DSM-IV-TR, por lo común la edad de inicio de este trastorno es al final de la
adolescencia o a principios de la tercera década de la vida.
Las mujeres presentaron mayor prevalencia de trastorno por atracón en
comparación con los hombres, aunque sin diferencia significativa, alguna vez en
la vida, y con diferencias estadísticamente significativas a 12 meses y a 30 días,
ya que los hombres reportaron 0.0%. Asimismo, este trastorno presentó mayor
145
prevalencia, con diferencia estadísticamente significativa, en el grupo de edad
de 30-44 años, en la temporalidad alguna vez en la vida. Se observó mayor
prevalencia, alguna vez en la vida, en personas con más años de escolaridad
(12 o más años), con diferencias estadísticamente significativas.
Se encontró mayor prevalencia de vida, con diferencia significativa, en
los participantes que vivían en el área urbana en comparación con los del área
rural. Estos resultados son similares a estudios epidemiológicos que sostienen
que los trastornos de la conducta alimentaria se observan con mayor frecuencia
en áreas desarrolladas como las áreas urbanas.
Se encontró mayor prevalencia, con diferencias significativas, alguna vez
en la vida, en los municipios más violentos de la Región Metropolitana y en las
zonas más violentas de la ciudad capital; asimismo, mayor prevalencia en los
municipios, zonas y áreas más violentas de la Región Metropolitana.
Anorexia nerviosa y bulimia nerviosa
El DSM-IV-TR reporta que la prevalencia de la anorexia nerviosa durante
la vida es, en las mujeres, de aproximadamente O.5%. Predominan los
individuos que se encuentran por debajo del umbral para el trastorno, es decir,
con un trastorno de la conducta alimentaria no especificado; para la bulimia
nerviosa 1.3%, siendo la prevalencia diez veces menor para ambos trastornos en
los hombres. En la investigación se encontraron únicamente 2 casos de bulimia
nerviosa en la muestra total (0.13%) a lo largo de la vida y prevalencia del 0.07%
en los últimos 12 meses; este trastorno se observó solamente en mujeres. No se
encontró ningún caso de anorexia nerviosa en las tres temporalidades.
Por lo general, se acepta que la anorexia nerviosa inicia en el rango de
edad comprendido entre los 10 y 25 años, situándose la edad de inicio más
frecuente entre los 13 y los 18 años. Para la bulimia nerviosa la edad de inicio es
generalmente al final de la adolescencia o al principio de la edad adulta (Sadock
& Sadock, 2004). En ETMEGUA, la mediana de la edad de inicio para la bulimia
nerviosa fue 18.5 años.
En el estudio de Ángel, Martínez y Gómez (2008), en el que participaron
2,270 estudiantes de bachillerato, la prevalencia de anorexia nerviosa fue de
0.28%, bulimia nerviosa 3.25% y trastornos no especificados el 33.6%.
146
Trastornos de la conducta alimentaria y uso de servicios
Todas las personas que reportaron haber padecido algún trastorno de la
conducta alimentaria en los últimos 12 meses habían utilizado servicios no del
sector salud (servicios humanos, medicina alternativa/complementaria). Es
importante mencionar que de todos los participantes que reportaron algún
trastorno mental, los que padecían de trastornos de la conducta alimentaria
fueron los que más utilizaban el tipo de servicios mencionado.
Otros trastornos
Para ETMEGUA se determinó integrar el grupo de otros trastornos con: el
trastorno disfórico premenstrual, la neurastenia y el trastorno explosivo
intermitente.
El grupo de otros trastornos presentó prevalencia, alguna vez en la vida,
de 4.57% en el grupo total, no habiendo diferencias significativas entre hombres
y mujeres. Sin embargo, sí se observó diferencias significativas de mayor
prevalencia en los hombres que en las mujeres, en los últimos 12 meses (3.53%
y 1.52%, respectivamente).
En relación a la prevalencia de cualquier otro trastorno, considerando las
otras características sociodemográficas de la muestra, se observó lo siguiente:
Mayor prevalencia de cualquier otro trastorno, alguna vez en la vida y en
los últimos 12 meses, con diferencias estadísticamente significativas en el grupo
de 18 a 29 años de edad, seguido por el grupo de 30 a 44 años; en el grupo de
9 a 11 años de escolaridad; en el grupo nunca casado, seguido del grupo casado
o unido.
No se observaron diferencias significativas al analizar la prevalencia de
este grupo de trastornos, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, en los
participantes del área urbana y rural ni por municipios más y menos violentos.
Ahora bien, se observó mayor prevalencia con diferencia significativa en los
participantes de las zonas más violentas de la ciudad capital en las dos
temporalidades y mayor prevalencia en las áreas más violentas de la Región
Metropolitana en los últimos 12 meses.
147
Dentro del grupo de otros trastornos, destacan las prevalencias
encontradas en el trastorno explosivo intermitente.
Trastorno explosivo intermitente
Este trastorno está clasificado en el DSM-IV-TR dentro de los trastornos
del control de los impulsos y se caracteriza por la aparición de episodios aislados
en los que el individuo no puede controlar los impulsos agresivos, dando lugar a
violencia o a destrucción de la propiedad. Según el manual mencionado, el
trastorno explosivo intermitente es raro; sin embargo, en un estudio realizado en
Estados Unidos por investigadores de la Harvard Medical School se demostró
que 16 millones de estadounidenses adultos pueden haber tenido este trastorno
en algún momento de su vida, con una prevalencia de un 4%; suele comenzar
alrededor de los 14 años y puede estar seguido de otros trastornos psicológicos.
En ETMEGUA se encontraron resultados similares a los de Estados Unidos;
así, al analizar los trastornos específicos, alguna vez en la vida, en la muestra
total, se observó que una de las prevalencias más altas fue el trastorno
explosivo intermitente (4.31%), así como para los últimos 12 meses, en donde
fue la segunda prevalencia más alta (2.41%), precedida únicamente por la fobia
específica. En los últimos 30 días la prevalencia para el trastorno explosivo
intermitente fue de 0.70%.
Este trastorno fue uno de los principales trastornos para los hombres, en
las tres temporalidades; en los últimos 12 meses presentó la prevalencia más
alta (3.53%) de los trastornos específicos para los hombres; además, su
prevalencia fue mayor, con diferencia significativa en comparación con las
mujeres.
Al analizar la prevalencia del trastorno explosivo intermitente,
considerando las otras características sociodemográficas de la muestra, se
observó lo siguiente: mayor prevalencia, alguna vez en la vida y en los últimos
12 meses, con diferencias estadísticamente significativas en el grupo de 18 a 29
años de edad, seguido por el grupo de 30 a 44 años; en el grupo de 9 a 11 años
de escolaridad y en el grupo nunca casado.
148
No se observaron diferencias significativas al analizar la prevalencia de
este trastorno, alguna vez en la vida y en los últimos 12 meses, en los
participantes del área urbana y rural. Tampoco se encontraron diferencias,
alguna vez en la vida, en los grupos de participantes por violencia del lugar de
residencia. Ahora bien, se observó mayor prevalencia en los últimos 12 meses,
con diferencias significativas, en los participantes de las zonas más violentas de
la ciudad capital y en los de las áreas más violentas de la Región Metropolitana.
De acuerdo al DSM-IV-TR se cuenta con pocos datos sobre la edad de
inicio del trastorno explosivo intermitente, pero se ha observado su aparecimiento
desde la infancia hasta los 20 años. En ETMEGUA la mediana de inicio fue 17
años.
Los resultados encontrados coinciden con Roncero, Rodríguez-Urrutia,
Grau-López, y Casas (2009), quienes indican que el trastorno explosivo
intermitente es más frecuente en hombres, iniciándose los episodios al final de la
adolescencia y rara vez después de los 30 años; en algunas mujeres, el trastorno
se intensifica en la fase premenstrual.
Neurastenia
Este trastorno está clasificado en la CIE-10 como un trastorno neurótico
que abarca un conjunto de alteraciones de la excitabilidad del sistema nervioso,
siendo la fatiga, tanto física como psíquica, una de sus
principales
características; también aparecen dolores de cabeza, irritabilidad, anhedonia y
dificultad para concentrarse, especialmente.
En la Investigación la prevalencia de la neurastenia en el grupo total,
alguna vez en la vida, fue baja (0.13%), pues se encontraron únicamente 2 casos
en las mujeres. No se observó este trastorno en los últimos 12 meses ni en los
últimos 30 días.
Al comparar la prevalencia de la neurastenia en los grupos por edad, años
de escolaridad, estado civil, área urbana y rural y violencia del lugar de
residencia, no se encontraron diferencias significativas.
149
Trastorno disfórico premenstrual
Este trastorno fue propuesto por el DSM-IV como un diagnóstico para ser
revisado con el fin de determinar su posible inclusión dentro del Manual. Las
características esenciales de este trastorno consisten en la presencia de
síntomas de un estado de ánimo acusadamente deprimido, ansiedad, labilidad
emocional y pérdida del interés por cualquier actividad. Dichos síntomas
aparecen regularmente durante la última semana de la fase lútea de la mayoría
de los ciclos menstruales del último año, remitiendo durante los primeros días de
la menstruación.
En el estudio realizado por Vega-Dienstmaier, Mazzotti, Salinas-Pielago y
Stucchi (1998), los autores encontraron que la prevalencia del trastorno disfórico
premenstrual fue 12.6% y las manifestaciones premenstruales más frecuentes
fueron: síntomas físicos (84.5%), alteraciones del apetito (46.1%),
irritabilidad/agresividad (39.2%), ansiedad/tensión (37.4%) y ánimo decaído
(37.1%).
Según el DSM-IV-TR, se estima que al menos el 75% de las mujeres
describen cambios premenstruales menores o aislados. Algunos estudios han
sugerido que la incidencia para este trastorno es entre 20% y 50%; que entre el
3% y el 5% de las mujeres experimentan los síntomas que cumplen con los
criterios de investigación.
Se observa en diversas culturas. Un total de 75% a 95% de las mujeres en
edad reproductiva con ciclos menstruales regulares presentan algún tipo de
síntoma premenstrual de intensidad leve sin necesidad de atención médica,
mientras que la prevalencia de pacientes que requieren tratamiento médico se
estima en 10% a 20%. El TDPM ha sido descrito desde la menarquia hasta la
menopausia y muchas mujeres manifiestan un incremento de los síntomas con el
acercamiento a la menopausia (DSM-IV-TR; Valadares, Valadares Ferreira,
Correa Filho y Romano-Silva, 2006).
En la Investigación se observó baja prevalencia del trastorno disfórico
premenstrual en el grupo total, en las tres temporalidades; únicamente se
encontraron dos participantes que habían sufrido este trastorno.
Al comparar la prevalencia del trastorno disfórico premenstrual en los
grupos por edad, años de escolaridad, estado civil, área urbana y rural y
violencia del lugar de residencia, no se encontraron diferencias significativas.
150
En ETMEGUA la mediana de edad de inicio para el síndrome
premenstrual fue 14 años.
Otros trastornos y uso de servicios
La proporción de participantes que presentaron prevalencia de otros
trastornos (trastorno disfórico premenstrual, neurastenia y trastorno explosivo
intermitente), en los últimos 12 meses, y recibieron tratamiento de cualquier
servicio del sector salud (psiquiatra, otro especialista en salud mental, medicina
general), fue el 10.2%. Es importante resaltar que la brecha de atención para
este grupo de trastornos mentales es grande.
Edad de Inicio de los Trastornos Mentales Evaluados
En síntesis, la edad de inicio de los trastornos mentales evaluados en la
Investigación mostró similitudes con lo encontrado en otros estudios llevados a
cabo a nivel internacional. Para la mayoría de participantes afectados, los
trastornos mentales tuvieron su inicio de la siguiente manera: la fobia específica
y la fobia social iniciaron en la infancia (con medias de edad de 8 y 12 años); la
dependencia de drogas, el trastorno obsesivo-compulsivo,
el síndrome
premenstrual, la agorafobia sin trastorno de pánico, el trastorno por estrés
postraumático, el trastorno explosivo intermitente, la bulimia y el abuso de drogas
iniciaron en la adolescencia; la distimia, la dependencia a la nicotina, el trastorno
por atracón, el trastorno bipolar I y II, el abuso de alcohol y la dependencia del
alcohol iniciaron en la tercera década de la vida; finalmente, el trastorno de
pánico y la ansiedad generalizada aparecieron en la cuarta década de la vida.
En el estudio ICPE- OMS (2000) se encontró que los trastornos de
ansiedad eran los que aparecían a más temprana edad, con una mediana de 15
años; los trastornos del estado de ánimo aparecían más tardíamente, con una
mediana de 23 años, y los trastornos asociados al uso de sustancias aparecían
de forma intermedia, con una mediana estimada de 21 años. Campo-Arias
(2008) citó a Kessler et. al., quienes comentaron que la edad media para el inicio
de la ansiedad y los trastornos del control de los impulsos es 11 años; para los
trastornos por abuso de sustancias es 20 años y para los del estado de ánimo es
30 años. Campo-Arias afirmó que el patrón de inicio mencionado es consistente
con los encontrados en otras encuestas epidemiológicas. En algunos artículos de
Rodríguez et. al., 2009, los autores se refirieron a las edades de inicio de los
trastornos mentales; así, se mencionó que los trastornos mentales tienen edades
151
de inicio mucho más tempranas que otras enfermedades crónicas; los trastornos
de ansiedad tienen edad de inicio desde etapas tempranas hasta etapas tardías
de la adolescencia, mientras que los trastornos del estado de ánimo y la
farmacodependencia tienen edades promedio de inicio entre los 20 y 25 años
(pp. 38 y 41).
Caraveo-Anduaga, en Rodríguez et al. (2009), comentó los estudios de
Merikangas et al. de 1998 y de Kessler et al. del 2003, que refirieron:
El estudio de la comorbilidad entre los trastornos de ansiedad afectivos y
por uso de sustancias, mostró que el inicio de los dos primeros, precede al
uso, abuso y dependencias de alcohol y otras sustancias. La asociación
fue mayor en relación con el abuso y la dependencia de otras sustancias
que con respecto al alcohol. En los hombres el uso, abuso y dependencia
de alcohol y drogas tiende a ocurrir antes que el inicio de los trastornos
afectivos. Para los trastornos de ansiedad, la situación resultó ser más
compleja: el uso y abuso de alcohol y drogas comienza antes del inicio de
la agorafobia, la ansiedad generalizada, el trastorno de pánico y el estrés
postraumático. En cambio, la fobia simple, la fobia social y el trastorno
obsesivo-compulsivo preceden al uso y abuso de sustancias. La
dependencia de alcohol y otras drogas tiende a aparecer con posterioridad
al inicio de todos los trastornos de ansiedad. En las mujeres todos los
trastornos mentales tienden mayormente a preceder el consumo de
sustancias (p. 139).
Los hallazgos en la Región Metropolitana fueron similares a los
comentados por Caraveo-Anduaga, ya que algunos trastornos de ansiedad
tuvieron su inicio antes de los trastornos del estado de ánimo y de los trastornos
relacionados con sustancias (fobia específica, fobia social, agorafobia sin
trastorno de pánico, trastorno por estrés postraumático y trastorno obsesivocompulsivo); otros trastornos de ansiedad aparecieron posteriormente a estos
(trastorno de pánico y trastorno de ansiedad generalizada).
Es importante resaltar que, de acuerdo a los resultados de ETMEGUA, el
81% de los trastornos mentales tuvieron su inicio antes de los 25 años.
Uso de Servicios en la Región Metropolitana de Guatemala
Los trastornos mentales en América Latina y El Caribe tienen una alta
prevalencia y son causa de sufrimiento y morbilidad. La carga que representan
en estas regiones se acerca a la de los países más desarrollados. Este problema
152
de salud pública se ve agravado por el hecho de que muchos individuos que
padecen de trastornos mentales no reciben tratamiento alguno (Kohn et al.,
2012).
Después de la Declaración de Caracas, adoptada en 1990, los países de
dichas regiones se comprometieron a mejorar la salud mental de sus habitantes
y quince años después se han registrado progresos en el conocimiento de las
diversas áreas relacionadas con la salud mental (Caldas de Almeida, J., 2007).
Como se indicó en la revisión de la literatura, de las aplicaciones del
Instrumento IESM-OMS en Guatemala se tiene como resultado informes sobre
los sistemas de salud mental en el país (OPS-OMS, 2006; OPS-OMS, 2009a;
OPS-OMS, 2011). Así, en el IESM-OMS publicado en el 2011 se reconocieron
algunos avances, sobre todo en la parte de política y en el marco legislativo. Sin
embargo, hasta la fecha no existe ninguna legislación sobre salud mental.
El modelo de atención de salud mental que aún predomina en la región
centroamericana es de tipo institucional, centrado en los hospitales psiquiátricos.
Se sigue asignando menos del 1% del presupuesto total de salud a la salud
mental, el 94%, está dirigido a hospitales psiquiátricos (concentrados en la
ciudad capital) y únicamente el 4% del presupuesto restante se dedica a labores
de prevención, promoción y rehabilitación; cabe mencionar que existen amplias
zonas, especialmente rurales, sin cobertura. De igual manera los indígenas y
otras minorías étnicas y lingüísticas están significativamente subrepresentadas
en el uso de los servicios ambulatorios de salud mental (Aparicio, Saxena y
Rodríguez, 2009).
De acuerdo al IESM-OMS (2011) existen 40 establecimientos de salud
mental ambulatorios, los que brindan atención aproximada a 363 usuarios por
cada 100,000 habitantes; el 58% de los atendidos por estos servicios
ambulatorios son mujeres y el 14% niños o adolescentes. Los habitantes que
buscan atención, principalmente padecen trastornos neuróticos, somatomorfos y
afectivos; en los hospitales psiquiátricos, la esquizofrenia es el trastorno con
mayor prevalencia.
En el último informe se describen algunos retrocesos como el cierre del
Hospital de Día en el Hospital Nacional de Salud Mental. Aunque ha habido un
aumento del entrenamiento en salud mental en los programas de formación de
médicos generales, únicamente el 4% de dicha formación está dedicada a salud
mental. La falta de investigación es, sin lugar a dudas, una debilidad de los
países.
153
A pesar de que en ETMEGUA el 28.96% de la muestra había padecido de
algún trastorno mental en algún momento de su vida, únicamente el 10.8 %
había utilizado cualquier servicio del sector salud en los últimos 12 meses; el
4.6% había recibido servicios con un psiquiatra. Estas cifras son similares a las
obtenidas en otros estudios; por ejemplo en México, solamente uno de cada 10
sujetos con un trastorno mental recibió atención, y en Colombia, de igual
manera, sólo una de cada diez personas con un trastorno mental dijo recibir
servicios de cualquier tipo en el último año (Medina-Mora et al., 2003 y Posada
Villa et al., 2009, respectivamente).
En la Investigación, quienes más utilizaron cualquier servicio del sector
salud fueron aquellas personas con trastorno del estado de ánimo (18.5%) y
trastorno por uso de sustancias (16.4%). Llama la atención que a pesar de que
los trastornos de ansiedad fueron los más prevalentes y los de aparición más
temprana en la Región Metropolitana de Guatemala, el grupo afectado fue el que
menos utilizó cualquier servicio del sector salud (8.5%). Dichos datos son
semejantes a los de México, donde una de cada cinco personas con algún
trastorno del estado de ánimo usó los servicios de salud y sólo una de cada 10
con algún trastorno de ansiedad lo hizo (Medina-Mora et al., 2003).
De acuerdo con la OMS, en los países latinoamericanos es frecuente el
uso de las llamadas medicinas alternativas y complementarias. Así también en
ETMEGUA se observó que las personas afectadas con trastornos de la
conducta alimentaria utilizaron en un 20% la medicina alternativa y/o
complementaria, probablemente como un efecto de la cultura, la situación
económica y la escasez de servicios especializados en salud mental.
Rodríguez, et al. (2009) señalan que existe una brecha de tratamiento, es
decir, que hay una alta proporción de personas que sufriendo un trastorno mental
no reciben ningún tipo de atención, ya sea en servicios generales de salud o
asistencia especializada, siendo este problema uno de los grandes desafíos de la
salud pública. Los autores indican que esta brecha excede en la Región el 50%,
dato que por sí es un llamado a la acción y exige una respuesta rápida y eficiente
por parte de los sistemas de servicios de salud (p.330).
Kohn y Levav (2009) señalan posibles causas por las que no se busque un
servicio de salud, tales como factores subjetivos: la negación del problema, la
suposición de que el tratamiento no existe o es poco o nada eficaz, la creencia
errónea de que el problema desaparecerá espontáneamente, el deseo de
afrontar el problema sin ayuda externa o la simple carencia de conocimientos
154
sobre los trastornos mentales y el estigma, así como factores objetivos: los
aspectos financieros, la escasa o nula disponibilidad de los servicios, los
problemas de accesibilidad y la adaptación culturalmente inadecuada de los
servicios a los usuarios (p. 300).
En el ETMEGUA se observó que las personas que presentaron algún
trastorno mental y que vivían en un área urbana tenían casi 5 veces la
probabilidad de utilizar servicios para problemas de salud mental en los últimos
12 meses y 2.16 de probabilidad alguna vez en la vida. Es posible que algunos
de los factores mencionados anteriormente incidieran en dichas cifras,
especialmente la poca disponibilidad de servicios y los problemas de
accesibilidad. De igual manera, las personas que vivían en los municipios menos
violentos tuvieron casi 3 veces la probabilidad de utilizar servicios de salud, en
comparación con los municipios más violentos. Las demás variables
sociodemográficas no se asociaron con la utilización de servicios.
Es interesante observar que de los participantes que no cumplían los
criterios diagnósticos para algún trastorno, el 4.3% también había recibido
cualquier servicio para problemas de salud mental; estos podrían representar
casos subumbrales, personas que están recibiendo algún tipo de seguimiento
pero ya no cumplen los criterios para un trastorno mental, o podrían significar
problemas de mal uso de recursos en el sistema de salud.
En general, se puede decir que la mayoría de personas con trastornos
mentales en la Región Metropolitana de Guatemala no reciben servicios de
atención o intervención en el sector de salud. Se hace evidente que se requieren
acciones gubernamentales y comunitarias para lograr un mejor y más amplio
abordaje del campo de competencias de los servicios de salud, con una
confluencia de los profesionales de salud mental como expertos en la conducta
humana y en la atención de diversos problemas psicosociales que deben afrontar
los sistemas de salud.
Conducta Suicida y Correlatos Sociodemográficos
El suicidio es un fenómeno complejo y multifactorial que tiene expresiones
locales y regionales, constituyendo un trágico problema de salud pública en todo
el mundo. Cada año mueren en el mundo por causa del suicidio alrededor de un
millón de personas (OPS-OMS, 2009a).
155
De acuerdo al Centro de Prensa de la OMS (2012a) el suicidio representa
a escala global, el 1.4% de la carga mundial de morbilidad y figura entre las 20
causas de defunción más importantes a todas las edades a nivel mundial. El
suicidio, un problema de salud pública enorme, sin embargo prevenible, según la
OMS.
En América Latina las tasas de suicidio son inferiores al promedio mundial
y varían ampliamente entre los diferentes países. Aunque existe una falta de
valores de referencias fiables y un subregistro considerable, estas tasas han ido
en aumento al igual que en el resto del mundo. En 2005, la tasa de suicidio en
América Latina y El Caribe era de 6.8 por 100.000 habitantes
(Kohn y
Friedmann, 2009).
Las enfermedades mentales están vinculadas a la mortalidad por suicidio.
Los estudios a nivel global revelan, de acuerdo a la OMS, una prevalencia total
de 80-100% de trastornos mentales en casos de suicidio logrado. Se estima que
el riesgo de suicidio en personas con trastornos del estado de ánimo es de 615%, con alcoholismo de 7-15% y con esquizofrenia de 4-10%. La asociación
con episodios depresivos de un trastorno de ansiedad o la existencia de rasgos
impulsivos (trastorno de la personalidad del grupo B, abuso de drogas o ambos)
aumenta el riesgo de actuación suicida (Lecrubier, 2001).
En la Región Metropolitana de Guatemala, más de una de cada 10
personas reportaron ideación suicida alguna vez en su vida (11.83%); un poco
más de 3% indicó haber realizado un plan para suicidarse y un poco menos de
3% había realizado un intento de suicidio. Estos datos son similares a los
presentados en México (Medina-Mora, 2003), donde se observaron tasas de
ideación suicida a lo largo de la vida de 8.3%, para los planes de 3.2% y 2.8%
para los intentos suicidas.
En ETMEGUA no se observaron diferencias estadísticamente
significativas entre hombres y mujeres en la prevalencia de la conducta suicida,
alguna vez en la vida. Sin embargo, en los últimos 12 meses las mujeres
reportaron una mayor prevalencia de ideación suicida (4.14%) que los hombres
(1.62%). Dado que no hubo diferencias significativas entre hombres y mujeres
en la prevalencia de la conducta suicida para alguna vez en la vida, mientras que
sí hubo diferencias significativas a 12 meses, se puede sugerir que la ideación
suicida es más persistente en las mujeres.
156
Estos datos coinciden con la literatura sobre la conducta suicida; la OMS
(2012a) estima que, exceptuando las zonas rurales de China, se suicidan más
hombres que mujeres, aunque en la mayoría de lugares los intentos de suicidio
son más frecuentes entre las mujeres.
En México también se observaron tasas mayores de comportamiento
suicida (ideación, planificación e intento suicida) en las mujeres que en los
hombres, al igual que en otros países como Colombia, Nicaragua, Trinidad y
Tobago (Kohn y Friedmann, 2009). Es posible que los comportamientos suicidas
en las mujeres estén asociados a eventos traumáticos, de acuerdo a los autores
antes mencionados. En ETMEGUA, las mujeres reportaron una mayor
prevalencia de violación y abuso sexual.
Al correlacionar la conducta suicida con los factores sociodemográficos de
la muestra, llama la atención que las personas que vivían en áreas rurales tenían
cinco veces más la probabilidad de haber realizado un plan de suicidio y casi tres
veces más la probabilidad de haber realizado un intento de suicidio, en
comparación con aquellas de áreas urbanas, datos que no coinciden con los
marcadores a nivel mundial que señalan que las tasas de suicidio son mayores
en las áreas urbanas que en las rurales (García, Montoya, López, López,
Montoya, Arango y Palacio, 2011). Sin embargo, como señalan estos autores,
se han reportado diferencias en la incidencia de suicidio entre áreas rurales y
urbanas. En algunas regiones del mundo, como Estados Unidos, Finlandia y
Canadá, las tasas son más altas en el área rural, pero en otras —entre las cuales
se encuentra Colombia—, las tasas son mayores en áreas urbanas. Es probable
que la incidencia de las tasas de las conductas suicidas en las áreas rurales
sean más altas por las particularidades culturales, socioeconómicas y
geográficas de esas zonas, donde prevalecen la pobreza, las condiciones de
vida precarias y no se cuenta con los recursos y el apoyo al presentar un
trastorno mental, lo que tendría implicaciones en los programas y estrategias de
prevención y atención.
Los resultados obtenidos deben constituir un reto para la atención de la
salud mental de la población guatemalteca. La OMS (2012a) solicita “una labor
mundial de concienciación de que el suicidio es una de las grandes causas
prevenibles de muerte prematura” y solicita a los gobiernos elaborar marcos
normativos para las estrategias nacionales de prevención del suicidio.
Así pues, es necesario implementar en Guatemala y la Región planes de
trabajo con acciones encaminadas a fortalecer los servicios públicos de salud
mental y disminuir las prevalencias de los trastornos mentales. La pronta
157
identificación y el tratamiento adecuado de los trastornos mentales constituyen
una importante estrategia preventiva de las conductas suicidas. Es importante
hacer énfasis en la formación del personal de atención primaria para la
identificación y el tratamiento de las personas con trastornos mentales. Así
también, las intervenciones basadas en el principio de conexión social y el fácil
acceso a la ayuda, como las intervenciones psicosociales, son estrategias
prometedoras para evitar el suicidio.
Consideraciones finales
A continuación se presentan las consideraciones sobresalientes del Estudio
Epidemiológico de Trastornos Mentales en Guatemala, Región Metropolitana,
2011 (ETMEGUA).
•
El ETMEGUA, investigación inédita, aporta datos importantes y valiosos
para conocer la situación en materia de salud mental de los guatemaltecos y
se recomienda a las autoridades del sector salud tomarlos en cuenta para la
prevención, detección y atención temprana de los trastornos mentales.
•
En Guatemala, así como en otros países, los trastornos mentales están entre
las enfermedades más gravosas por su alta prevalencia y cronicidad, su
temprana edad de inicio y sus repercusiones; representan una carga para
quienes las padecen, para su familia y para la sociedad, por lo que es
necesario tomar medidas impostergables para promover la atención de la
población afectada.
•
La limitada información sobre la prevalencia de los trastornos mentales en
Guatemala impide la formulación de políticas y planes apropiados con líneas
de base y metas claramente definidas, por lo que se recomienda realizar
estudios epidemiológicos de trastornos mentales en las otras regiones de
Guatemala.
•
Se considera que la CIDI es un instrumento validado internacionalmente para
la evaluación epidemiológica de los trastornos mentales. Se recomienda su
utilización en el desarrollo de futuros estudios.
•
La contextualización de la CIDI fue un proceso necesario e importante y se
recomienda que en futuras investigaciones se revise y se modifique, de
acuerdo a cada situación, para hacerla más sensible culturalmente.
158
•
El 28.96% de los participantes presentó prevalencia de trastornos mentales a
lo largo de la vida; el 11.28% a 12 meses y el 6.63% a 30 días, lo que
evidencia las grandes necesidades de la población guatemalteca de contar
con servicios de salud mental.
•
Los trastornos mentales fueron más prevalentes, a lo largo de la vida, en los
hombres, y más crónicos o persistentes, a 12 meses, en las mujeres.
•
Se encontró prevalencias de comorbilidad de trastornos mentales en el grupo
total y en ambos sexos en las tres temporalidades.
•
Los grupos de trastornos mentales más prevalentes en la muestra total, a lo
largo de la vida, fueron los de ansiedad, los relacionados con sustancias y
los del estado de ánimo, y a 12 meses los más prevalentes fueron los de
ansiedad, los del estado de ánimo y otros trastornos.
•
Los grupos de trastornos mentales más prevalentes en las mujeres, en las
tres temporalidades, fueron los trastornos de ansiedad y los del estado de
ánimo. En los hombres, los trastornos más prevalentes, en las tres
temporalidades, fueron los relacionados con sustancias, los de ansiedad y
otros trastornos.
•
En general, los trastornos específicos más prevalentes en la muestra total
fueron abuso de alcohol, fobia específica, depresión mayor y trastorno
explosivo intermitente.
•
En las mujeres, los trastornos específicos más prevalentes, en las tres
temporalidades, fueron fobia específica y depresión mayor, y en los
hombres, abuso de alcohol, fobia específica y trastorno explosivo
intermitente.
•
Los trastornos mentales fueron más prevalentes a lo largo de la vida en los
participantes de 45-59 años de edad, seguidos por el grupo más joven (18-29
años).
•
Para los trastornos de ansiedad, tales como fobia social, fobia específica,
trastorno por estrés postraumático y trastorno obsesivo-compulsivo, se
observó en los más jóvenes un patrón claro y consistente de mayor
prevalencia, a lo largo de la vida, disminuyendo con cada categoría de edad
mayor.
159
•
Los más jóvenes presentaron mayor prevalencia de trastornos mentales
agudos (a 12 meses) y mayor comorbilidad, seguidos de los participantes de
30-49 años.
•
Tanto en cualquier trastorno mental, como en los grupos de trastornos
mentales y los trastornos específicos, se encontró un patrón claro y
consistente para todas las diferencias estadísticamente significativas de
mayor prevalencia a 12 meses en el grupo más joven, disminuyéndose
gradualmente con la edad.
•
Se observó mayor prevalencia de vida y a 12 meses de trastorno explosivo
intermitente en los más jóvenes.
•
Los resultados encontrados permiten sugerir que están aumentando los
trastornos mentales en las generaciones recientes.
•
Por los resultados encontrados en ETMEGUA y en estudios previos, se
sugiere que en futuras investigaciones epidemiológicas de trastornos
mentales se estimen los efectos de cohorte y se determine si en Guatemala
hay un aumento real de la prevalencia de trastornos mentales en las cohortes
más recientes.
•
Se encontró que a lo largo de la vida, el grupo con 9 a 11 años de
escolaridad presentó mayor prevalencia de agorafobia, trastorno por estrés
postraumático y cualquier otro trastorno; el grupo con más años de
escolaridad (12 o más) presentó mayor prevalencia de trastorno por atracón y
cualquier trastorno de la conducta alimentaria.
•
Se encontró que en los últimos 12 meses, el grupo con 9-11 años de
escolaridad presentó mayor prevalencia de agorafobia y trastorno explosivo
intermitente, así como de cualquier otro trastorno.
•
Los participantes con 6 a 8 años de escolaridad reportaron mayor
comorbilidad de 3 o más trastornos a lo largo de la vida y en los últimos 12
meses.
•
Al considerar el estado civil se observó un patrón no esperado: los
participantes casados o unidos presentaron la prevalencia más alta de uno o
más trastornos, alguna vez en la vida, aunque sin diferencia significativa.
•
Se observó que los participantes casados o unidos presentaron mayor
prevalencia de trastorno de pánico y agorafobia, mientras que los nunca
casados tuvieron mayor prevalencia de trastorno explosivo intermitente.
160
•
En general, no se encontraron diferencias significativas entre la prevalencia
de cualquier trastorno mental en los habitantes del área urbana y del área
rural. Se sugiere que en futuros estudios epidemiológicos en Guatemala se
investigue el factor de residencia (urbano-rural), seleccionando poblaciones
que llenen completamente las características de dichas áreas.
•
Al analizar los grupos de trastornos mentales y los trastornos específicos, se
encontró que los participantes que vivían en áreas urbanas presentaron
mayor prevalencia de vida en abuso de drogas, trastorno por atracón y
cualquier trastorno de la conducta alimentaria. Ahora bien, en los últimos 12
meses los participantes que vivían en el área rural tuvieron mayor prevalencia
de agorafobia.
•
En general, se encontró mayor prevalencia de cualquier trastorno mental y
mayor comorbilidad en los participantes que vivían en los lugares más
violentos.
•
Se observó mayor prevalencia de trastornos de ansiedad, particularmente
fobia social y agorafobia, y trastornos de la conducta alimentaria, en lugares
de mayor violencia, así como mayor comorbilidad.
•
Se sugiere que en futuras investigaciones epidemiológicas de trastornos
mentales sea considerada la violencia como factor sociodemográfico,
principalmente cuando se estudien poblaciones en donde la misma esté
presente.
•
El 81% de los trastornos mentales tuvieron su inicio antes de los 25 años.
•
Se encontró que algunos trastornos mentales graves aparecieron a temprana
edad, como por ejemplo, fobia específica (8 años) y fobia social (12 años), lo
que sin duda produce sufrimiento para el niño(a) y su familia, y sus efectos
trascienden hasta la edad adulta, así como las consecuencias sociales y
económicas para el país.
•
Se sugiere que los servicios de salud consideren la importancia de detectar
tempranamente los trastornos mentales para brindar la atención adecuada y
oportuna. Por lo tanto, se recomienda implementar programas de salud
mental para atender a la población infantil y adolescente del país, tal como lo
ha sugerido la OMS desde hace más de 30 años.
•
Los trastornos con inicio más tardío fueron depresión mayor (26 años),
trastorno de pánico (32 años) y trastorno de ansiedad generalizada (33 años).
161
•
Una de cada 10 personas reportó haber tenido ideación suicida alguna vez en
la vida, un poco más del 3% reportó haber realizado un plan para suicidarse y
un poco menos del 3% había realizado un intento suicida.
•
Se observó que las mujeres tuvieron mayor prevalencia de ideación suicida a
12 meses, lo que sugiere que la conducta suicida fue más persistente en este
grupo.
•
Es importante establecer programas de prevención del suicidio. El manejo
basado en el principio de conexión social, el fácil acceso a la ayuda, así como
las intervenciones psicosociales, son estrategias prometedoras para evitar el
suicidio.
•
El 81% de los participantes había sufrido entre uno y cuatro sucesos
traumáticos, alguna vez en la vida, siendo los más frecuentes:
amenazado/asaltado con arma, desastre natural y muerte repentina de ser
querido.
•
Al comparar los grupos por sexo, los hombres reportaron una mayor
frecuencia de algún trauma y de un número mayor de traumas. Las mujeres
reportaron mayor frecuencia de abuso sexual, violación y golpeadas por
pareja o alguien más, mientras que los hombres presentaron una mayor
frecuencia de haber estado en una región de terror (guerra), secuestrado,
exposición a tóxico/accidente de tránsito/accidente que amenaza la vida,
amenazado/asaltado con arma, testigo de la muerte/cadáver/de alguien
siendo lastimado, y lastimar o matar a alguien sin querer.
•
El suceso de mayor riesgo para desarrollar estrés postraumático, en la
muestra total, fue violencia familiar.
•
A pesar de que los participantes habían estado expuestos a numerosos
sucesos traumáticos, la prevalencia de estrés postraumático fue baja.
•
La brecha entre la prevalencia de los trastornos mentales y su tratamiento en
la Región Metropolitana es muy amplia.
•
Solamente un 10.8% de las personas que habían padecido al menos un
trastorno mental a lo largo de su vida, había recibido atención del sector
salud.
•
A pesar de que el grupo de trastornos de ansiedad fue el de mayor
prevalencia, los participantes que habían padecido este tipo de trastornos
fueron los que reportaron la proporción más baja de uso de cualquier servicio
del sector salud en los últimos 12 meses.
162
•
Los participantes que reportaron cualquier trastorno relacionado con
sustancias y cualquier trastorno del estado de ánimo, fueron los que más
habían utilizado cualquier servicio del sector salud en los últimos 12 meses.
•
Se hace un llamado a las autoridades responsables para que tomen en
cuenta los resultados de esta investigación, a fin de adoptar las medidas
pertinentes para revisar, actualizar y ejecutar las políticas, las estrategias, los
planes y los programas de atención de salud mental en Guatemala.
•
La necesidad de comprender la magnitud de los efectos de los trastornos
mentales y de intervenir urgentemente en su prevención es una cuestión cada
vez más importante. Para ello es preciso que los dirigentes nacionales que
están en condiciones de reforzar las actividades de prevención y control de
dichos trastornos, tomen las acciones pertinentes. Como primer paso, es
fundamental la difusión de los resultados de todos aquellos estudios que
aporten evidencia que sirva de base para el diseño e implementación de
políticas y planes nacionales de salud mental.
•
Los resultados de ETMEGUA permiten determinar la urgencia de la
elaboración de una legislación relacionada con salud mental que establezca
como prioritarias las acciones dirigidas a la prevención, detección temprana y
atención adecuada de los guatemaltecos que sufren trastornos mentales.
•
Es necesario incrementar el presupuesto del Ministerio de Salud Pública y
Asistencia Social asignado al área de la salud mental y reorientarlo hacia los
sistemas ambulatorios y de atención a las comunidades tanto urbanas como
rurales.
•
Se recomienda que tanto el Gobierno Central como el Ministerio de Salud
Pública y Asistencia Social apoyen las acciones del Programa Nacional de
Salud Mental. Es necesario que se invierta en esta institución tan importante,
incrementando
el personal y
ampliando el presupuesto, que es
indispensable para cumplir con sus objetivos, planes y programas.
•
La descentralización de los servicios de salud mental es una medida
necesaria para lograr una mayor cobertura y atención, especialmente a
personas del área rural, grupos vulnerables, así como a la niñez y
adolescencia.
•
Se recomienda la contratación de más profesionales en el campo de la salud
mental para atender a los afectados en todos los centros de salud del país.
163
•
Se recomienda establecer alianzas estratégicas institucionales, locales y
municipales e institucionalizar los protocolos de salud mental en la atención
primaria, sobre la base de un modelo comunitario.
•
Es necesario que los médicos y demás trabajadores de salud reciban
formación más amplia y completa en relación a la salud mental, a fin de
hacer el diagnóstico temprano de los trastornos mentales, dar el tratamiento
oportuno y que puedan referir a las personas afectadas a los profesionales y
a centros de atención especializados.
•
De igual manera, es importante hacer énfasis en los programas educativos
dirigidos hacia la población en general. Las campañas educativas en salud
mental son herramientas valiosas para la prevención de los trastornos
mentales.
•
Se recomienda a las autoridades e instituciones respectivas fortalecer las
alianzas locales, regionales y globales, a fin de compartir información,
conocimientos, recursos humanos y financieros que apoyen los programas de
salud mental.
•
Se espera que los resultados de ETMEGUA sean un aporte y constituyan una
herramienta para estudiantes, enfermeros(as), médicos, trabajadores
sociales, psicólogos(as), psiquiatras, neurólogos, familiares y todas aquellas
personas involucradas en la atención de quienes padecen trastornos
mentales.
•
La falta de investigación en salud mental es, sin lugar a dudas, una debilidad
tanto en Guatemala como en otros países de América Latina y El Caribe, por
lo que se recomienda estimular y fortalecer los programas de investigación a
nivel nacional y regional.
•
Se recomienda que el Gobierno Central, así como el Ministerio de Salud
Pública y Asistencia Social, apoyen el desarrollo de investigaciones
epidemiológicas de trastornos mentales en Guatemala.
•
Se sugiere también que tanto la Universidad Mariano Gálvez como las demás
Universidades del país, así como otras instituciones relacionadas con la salud
mental, unan esfuerzos para desarrollar en Guatemala investigaciones
epidemiológicas de trastornos mentales.
164
•
Finalmente, se espera que los resultados del Estudio Epidemiológico de
Trastornos Mentales en Guatemala, Región Metropolitana, 2011, contribuyan
a implementar las acciones necesarias dirigidas a minimizar el sufrimiento de
todas aquellas personas que padecen trastornos mentales.
165
Referencias
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psiquiátrica y la Encuesta Mundial de Salud Mental de la Organización Mundial
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mentales en
América Latina y El Caribe (pp. 35-53). Washington, D. C.: Organización
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Psychiatry Psychiatr Epidemiol. 37(7):316-25. Recuperado de
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Anexos
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