Enmienda a la totalidad de devolución del proyecto de Ley Orgánica que modifica la Ley Orgánica del Código Penal Al amparo de lo establecido en el Reglamento de la Cámara, el Grupo Parlamentario de IU, ICV-EUiA, CHA: LA IZQUIERDA PLURAL, presenta la siguiente ENMIENDA A LA TOTALIDAD DE DEVOLUCIÓN AL GOBIERNO DEL PROYECTO DE LEY ORGÁNICA POR EL QUE SE MODIFICA LA LEY ORGÁNICA 10/1985, DE 23 DE NOVIEMBRE DEL CÓDIGO PENAL. ENMIENDA A LA TOTALIDAD, DE DEVOLUCIÓN AL GOBIERNO DEL PROYECTO DE LEY ORGÁNICA POR EL QUE SE MODIFICA LA LEY ORGÁNICA 10/1985, DE 23 DE NOVIEMBRE DEL CÓDIGO PENAL. JUSTIFICACIÓN: I. MOTIVOS FORMALES. 1. En la elaboración de toda disposición de carácter general, particularmente si tiene rango de ley y más aún si se trata de ley orgánica, son básicos los informes que van incorporándose al expediente en sus sucesivos trámites. La distinción entre los trámites internos y los externos resulta también relevante, pues si el incumplimiento de los primeros al elaborar los proyectos de ley carece de efectos invalidantes sobre la futura norma ya que la aprobación como tal ley del anteproyecto convalidaría, en su caso, las irregularidades eventualmente cometidas durante su tramitación, no puede afirmarse lo mismo de los efectos de la omisión de los informes “externos” en tanto que constituyen el “antecedente necesario” para la formación de la voluntad del poder legislativo. El artículo 88 de la Constitución establece que “los proyectos de ley serán aprobados en Consejo de Ministros, que los someterá al Congreso, acompañados de una exposición de motivos y de los antecedentes necesarios para pronunciarse sobre ellos”. El artículo 109 del Reglamento del Congreso prácticamente reproduce la norma constitucional: “Los proyectos de ley remitidos por el Gobierno irán acompañados de una exposición de motivos y de los antecedentes necesarios para poder pronunciarse sobre ellos”. El Real Decreto 1083/2009que concreta el contenido de las memorias, estudios e informes sobre la necesidad y oportunidad de las normas proyectadas que deben acompañar a los anteproyectos de ley y a los proyectos de reglamento a los que hacen referencia los artículos 22 y 24 de la Ley 50/1997, de 27 de noviembre, del Gobierno, establece que «la versión definitiva de la Memoria incluirá la referencia a (…) otros informes o dictámenes exigidos por el ordenamiento jurídico evacuados durante la tramitación, con objeto de que quede reflejado el modo en que las observaciones contenidas en estos, así como el resultado del trámite de audiencia, hayan sido tenidas en consideración por el órgano proponente de la norma» (art. 2.3). El pasado 20 de septiembre el Consejo de Ministros dio luz verde a la tramitación legislativa del Proyecto de Ley Orgánica por la que se modifica la Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre, del Código Penal. Tras la aprobación formal el 11 de octubre de 2012 también en Consejo de Ministros del anteproyecto que fue sometido a informe del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y de la Fiscalía General del Estado (FGE), en el mes de abril de 2013 vio la luz pública un segundo anteproyecto marcadamente diferente del primero. Este otro texto fue el finalmente remitido para dictamen al Consejo de Estado. De él habían desaparecido instituciones completas, como la custodia de seguridad, y se habían introducido novedades esenciales respecto del primer anteproyecto referidas a la parte general del Código, como la regulación de la responsabilidad de las personas jurídicas, y con la parte especial, sin ánimo exhaustivo, tipos como homicidio (art. 138); homicidio imprudente (art. 142); lesiones imprudentes (art. 152); consentimiento en acuso sexual a menores (art. 184 quáter); propiedad intelectual e industrial (arts. 270, 271 y 276); corrupción entre particulares (art. 286 bis, ter, quáter, quinquies); delitos contra los derechos de los trabajadores (art. 311 bis); cohecho (art. 419 y ss); o prevaricación judicial (art. 448). La Memoria no ofrece información –conforme debiera- sobre los motivos quehan dado lugar a la existencia sucesiva de dos anteproyectos, con el efecto consecuente de sustraer este segundo al informe del CGPJ y del CF, violentando el mandato contenido en el art. 108 de la Ley Orgánica del Poder Judicial y las garantías procedimentales establecidas para la elaboración de las disposiciones generales, y comprometiendo la validez de la Ley Orgánica que reforme el Código Penal. Una circunstancia tan grave que el propio Consejo de Estado, expresa en su dictamen “la reserva correspondiente en la medida en que esas modificaciones del Código Penal han quedado privadas de la tramitación que se les hubiera debido dar”(f.38). Existe una doctrina jurisprudencial muy asentada en la Sala III del Tribunal Supremo acerca del alcance de la omisión de los informes preceptivos no vinculantes durante el proceso de elaboración de las normas, contenida, entre otras, en las SSTS 2600/2013 (citada por el Consejo de Estado, f. 53); 3366/2013; 913/2002; 263/2013; 928/2002, y 571/2001, declarando ilegales las normas afectadas y su nulidad de pleno derecho “por considerar que se ha prescindido total y absolutamente del procedimiento establecido [para la elaboración de un Reglamento] y porque se han introducido en la redacción definitiva de dichos preceptos modificaciones sustanciales no sugeridas por los organismos informantes respecto de las que se ha eludido el preceptivo dictamen” (STS 571/2001) y recuerdan la consolidada jurisprudencia de la Sala “que impone la necesidad de reiterar la consulta cuando con posterioridad al inicial dictamen se introduzcan en el proyecto inicial modificaciones sustanciales”(STS 2600/2013). Sobre las consecuencias de la omisión de informes en el trámite pre-legislativo, el Tribunal Constitucional (TC) también se ha pronunciado, entre otras, en las SSTC 35/1984, 181/1988, o 108/1996, ésta última dictada en el recurso de inconstitucionalidad 839/1985, promovido por el Sr. Ruiz Gallardón, comisionado por 55 diputados, contra la totalidad de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial, por vicios de procedimiento al no haberse recabado el informe del CGPJ; resulta especialmente reseñable ya que, como de hecho no se había denunciado en las Cámaras la ausencia de informe, el TC desestimó el recurso interpuesto al inferir que con tal actitud pasiva, el legislativo no había estimado que el informe fuera un elemento de juicio necesario para formar su voluntad. Se estima, pues, que la omisión de informes preceptivos –particularmente el del CGPJ- respecto de materias de indudable relevancia en el anteproyecto de abril de 2013 ha sido manifiesta y evidente, y que las modificaciones introducidas en el proyecto inicial son sustanciales, tal como exige la jurisprudencia. Más allá del momento concreto del procedimiento en que tales omisiones se hayan producido (STS 4222/2003), lo relevante es que han impedido de manera efectiva que la emisión de la consulta cumpla el fin perseguido, que no es otro que quien ostenta la potestad para redactar definitivamente la disposición se ilustre con el criterio de los organismos consultados (STS 913/2002). 2. Es inadmisible que acompañe una Memoria de impacto económico cero (“neutro”, en expresión literal del pre-legislador) a una reforma que introduce la cadena perpetua, un alargamiento generalizado de penas, una reducción de las posibilidades de excarcelación, gran expansión de las medidas de seguridad privativas de libertad a cumplir en prisión por tiempo ilimitado, la generalización de la libertad vigilada post-penitenciaria, lo que conllevará la necesidad de especialistas en juicios de peligrosidad (¿o esto será concebido como un negocio privado a pagar por las partes?) y equipos para el seguimiento y ejecución de las libertades vigiladas, todo lo cual va a llevar a una importantísima extensión del control penal, a un incremento de la población encarcelada, a un envejecimiento de la edad media, como ya está ocurriendo ahora, con las necesidades que ello comporta. Todo apunta a que todo esto sólo puede conducir a una mayor precariedad de la vida carcelaria y a una reducción de las posibilidades de servir a la reinserción social de los presos. Y no puede seguir ocultándose a los ciudadanos que esta equivocada política criminal, además, va a implicar en el dramático escenario económico en que sobrevive la mayoría de la población, enormes e inútiles costes económicos. II. MOTIVOS SUSTANTIVOS. Esta reforma del Código Penal promovida por el gobierno del PP desde la cómoda posición que le proporciona la mayoría absoluta de que goza en las Cámaras legislativas es mucho más que una profunda enmienda al Código Penal (CP) de 1995. Diseñada en paralelo con la reforma laboral de 2012, muestra –aquí, en clave de política criminal- la respuesta del sistema económico y financiero, despojado de disfraces e intermediarios, a la profunda crisis que le agita y que amenaza con romper las bases consensuadas en que –al menos desde el fin de la II guerra mundialdescansaba y se legitimaba. Una respuesta que regresa a planteamientos del movimiento anti-ilustrado en el siglo XIX, base teórica de los ordenamientos penales de corte fascista en el siglo XX. La reforma implica una profunda alteración cuantitativa y cualitativa del Código en vigor. Deroga todo el Libro III, introduce otros 35 artículos de nuevo cuño y en total, afecta a más de 200 artículos, de los que una quinta parte ya habían sido modificados hace dos años y medio, alterando la regulación de las principales instituciones penales. 1. Inaceptable comienzo de la Exposición de Motivos. ¿Qué significa que el código quiere que las resoluciones sean previsibles (cuando en realidad el proyecto de reforma hace lo contrario) y que sean percibidas como justas? Puro populismo. ¿La finalidad del derecho penal no es la protección de los bienes jurídicos esenciales para la convivencia y la racionalización de los medios a emplear para ello? Parece que ya no. 2. El Libro I se ve afectado por modificaciones muy profundas en el sistema de penas y medidas de seguridad, particularmente las privativas o limitativas de libertad. Reseñaremos brevemente algunas de ellas: - Prisión Permanente Revisable (PPR).Su eufemístico nombre enmascara la cadena perpetua. El resultado final, cualquiera que sea la denominación que se le dé, será la implantación y la imposición de la más dura pena de prisión concebible, la privación de libertad de por vida del penado, es decir, a perpetuidad. Los mecanismos establecidos para su revisión, de contornos exigentes y rígidos, están diseñados para hacerla inviable o ineficaz. Su inclusión en el catálogo de penas graves y su engarce con el grado máximo de la pena de prisión no desdibujan su naturaleza “indeterminada” (término que la propia Exposición de Motivos del Proyecto de LO utiliza para describirla), en la línea que fue ya defendida por el grupo parlamentario popular en las enmiendas y debates de la reforma de CP del año 2010, “una pena distinta y no una prolongación de la pena privativa de libertad”, manifestó entonces su portavoz, el Sr. Trillo. En efecto, la PPR participa de la naturaleza de las penas indeterminadas, cuya duración no se establece –y no se conoce- en el momento en que se impone sino “a posteriori”, quedando entre tanto al albur de que se produzca la rehabilitación o, por decirlo en los términos del pre-legislador, la “eliminación de peligrosidad social” del penado. Un sistema penológico sin raíces ni precedentes en nuestro derecho penal positivo que siempre ha acogido penas determinadas “a priori” al cobijo del principio de legalidad, y delimitadas por el principio de culpabilidad. Incorporar en nuestro sistema de penas determinadas una pena indeterminada, y de este calibre, significa introducir una cuña por la que seguir avanzando hacia la desnaturalización de nuestro actual orden penológico, sin apoyo científico alguno, sin estudios empíricos que lo justifiquen o expliquen, sin otro fundamento que el descarnadamente retributivo, más aún, inoculizador, ni otra finalidad que la prevención general negativa en abierta pugna con el mandato constitucional del art. 25.2, la reinserción y la rehabilitación social. En suma, el retorno al siglo XIX, al ideario político-criminal de la prevención especial a partir de la clasificación de los delincuentes y el ajuste de la pena a imponer en correspondencia con el peligro que cada una de las categorías representa, la impiedad con los catalogados como incorregibles, reincidentes y peligrosos de quienes la sociedad tiene que protegerse. Como declaró hace más de 100 años Von Liszt, “dado que no queremos decapitarlos y ahorcarlos, solo queda su encierro perpetuo, es decir, por un tiempo indeterminado”. -Sistema de medidas de seguridad. La Exposición de Motivos afirma que con esta reforma “se supera el sistema monista”. Afirmación, como poco, discutible. Hay que recordar que el Código de 1995, al tiempo que derogó la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, optó por un sistema dual que prevé la aplicación conjunta de penas y medidas de seguridad y que sólo se transforma en monista llegada la ejecución de la condena, para que –con el correctivo vicarial- el tiempo de privación de libertad cumpliendo la medida se compute como tiempo de condena. Para hacer factible tal propósito, y conseguir con ello la ruptura definitiva con el sistema vicarial, se reforma el 2º párrafo del artículo 6 vaciándolo de una parte sustancial de su contenido. La reforma de las medidas de seguridad nos enfrenta a la duración ilimitada de los internamientos psiquiátricos y en centro educativo especial (que en realidad se cumplirán en prisión), es decir, de una cadena perpetua encubierta, independientemente de la gravedad del delito cometido, para unas personas especialmente excluidas del sistema social, los enfermos mentales. Tras el proceso de desinstitucionalización de los ‘70, pasamos ya definitivamente ex lege, no solo meramente facto, a la institucionalización penitenciaria de la enfermedad mental. Aunque no se reintroducen (todavía) las medidas predelictuales, el Proyecto crea las medidas “a-delictuales”, aquéllas en las que el delito es solo una excusa para incidir sobre la peligrosidad futura, en la estrategia general del proyecto que ignora que la gravedad de la peligrosidad ha de manifestarse en la gravedad del delito cometido. La enorme ampliación del ámbito de aplicación de la libertad vigilada representa el paradigma del efecto expansivo del derecho penal al ampliarse extraordinariamente con la reforma el número de los tipos a los que se aplica. Se trata de la culminación del proceso iniciado con la introducción en el CP de la libertad vigilada por la LO 5/2010, con sus peligrosas características, como medida post-penitenciaria y completamente desvinculada a la pena impuesta y ya cumplida, que facilitará el tránsito suave a otras medidas de seguridad privativas de libertad, a imponer a sujetos imputables, tras el cumplimiento de la parte retributiva del castigo penal vinculado a la culpabilidad, bajo exclusivos criterios de peligrosidad. La elección de los delitos que llevan aparejada libertad vigilada post-penitenciaria tiene un sesgo ideológico palmario. - Delito continuado y reglas de determinación de la pena en los supuestos de concurso de delitos. La justificación de la reforma, según la Exposición de Motivos, gira en torno a “evitar las consecuencias arbitrarias que se plantean en la actualidad”. Tal “arbitrariedad” se concreta en que el actual sistema, según allí se dice, impide “agravar la pena en supuestos de reiteración delictiva”. En realidad, la modificación del delito continuado y las reglas de concurso son parte de una estrategia general dirigida contra la multirreincidencia y promotora de la reubicación de la pena de prisión en la cúspide de la pirámide penólogica, que se conjuga con la desaparición de las faltas y del sistema vicarial en las medidas de seguridad, así como con la nueva regulación de la suspensión de la pena de prisión. - Régimen de suspensión y sustitución de las penas de prisión y de libertad condicional. Abolida la autonomía de la sustitución de las penas de prisión en los términos en que se aprobó en el vigente CP (salvo para la prisión impuesta a ciudadanos extranjeros, sustituida por la deportación), el perfil del destinatario de la nueva y totalizadora institución de la “sustitución”, es el del delincuente primario y, por lo tanto, se excluye de este régimen al delincuente habitual que resulta, de tal forma, asimilado al delincuente peligroso. Emerge así uno de los “leitmotiv” de esta reforma: la multirreincidencia, y el instrumento para combatirla, la pena de prisión, convertida de nuevo en la “pena reina” del sistema, restringiendo o situando en sus márgenes a sus actuales alternativas (vigentes arts. 71.2 y 88 CP) o eliminándolas sin más (sistema vicarial de las medidas de seguridad, vigente art. 99 CP). Sobre la libertad condicional, su conversión en una modalidad de suspensión de la penas de prisión, implica su desnaturalización y el desmantelamiento del sistema de individualización científica establecido por la legislación penitenciaria como modelo de ejecución penitenciaria (art. 72 LOGP), hasta el momento no cuestionado ni por la doctrina, ni por la práctica administrativa penitenciaria, ni tampoco por la jurisprudencia. La reforma introduce transformaciones tendentes a restringir el otorgamiento de la libertad condicional cuando lo que las necesidades de la realidad penitenciaria española, con una de las tasas más altas de encarcelamiento de la Unión Europea, sería que -manteniendo su actual naturaleza de beneficio penitenciario encaminado a facilitar la reinserción de los presos- se incremente su aplicación, que hoy día está entre las más reducidas de Europa. 3. En el Libro II, se generaliza la exasperación penal en unos tipos cuyo número aumenta debido a la transformación de numerosas infracciones hasta ahora catalogadas como faltas en la nueva categoría de los llamados “delitos leves” y el establecimiento de tipos penales indeterminados, descripciones típicas de enorme amplitud que favorecen la interpretación analógica e incrementan el riesgo de violentar el principio de legalidad. Estos rasgos se manifiestan de manera particularmente intensa y preocupante en los delitos de apoderamiento, aquellos que afectan activa y pasivamente a los sectores sociales más desfavorecidos (pensemos que, según el último Anuario estadístico del Ministerio del Interior, del total de internos en las prisiones españolas en 2012, el 37,4% cumple su condena por delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico), y que también penetran de manera incisiva en los delitos contra el orden público y los desórdenes públicos, rediseñados para asegurar un más amplio e intenso control social. 4. Los motivos declarados para llevar a cabo la derogación del Libro III, lo que el Consejo de Estado denomina “una reforma de calado en el sistema penal español” (f.48) son la aplicación del principio de intervención mínima y la reducción de los asuntos que sobrecargan de manera injustificada los Juzgados y Tribunales penales. Sin embargo, ambos pilares “presentan –de nuevo en palabras del Consejo de Estado- relevantes limitaciones como fundamentos de la supresión de las faltas”, una decisión tomada de manera irreflexiva y no estudiada en sus más hondas consecuencias, contra la que se declara este órgano consultivo en manifiesto desacuerdo. Y no es para menos. Infracciones menores convertidas en delitos (en abierta contradicción con el principio penal que se funda la reforma), cuando no en ilícitos administrativos o civiles a ventilar en órganos judiciales tan saturados o más que los penales, sin las garantías del procedimiento criminal y con numerosas cargas procesales y administrativas adicionales para el ciudadano; y un objetivo, la asignatura que quedó pendiente en la reforma del año 2010 y que para el PP ha constituido un constante empeño desde 1983, el tratamiento penal de la multirreincidencia en términos de máximos. Frente a una sociedad que se empobrece por momentos, víctima de las duras políticas de austeridad y de recortes en derechos y prestaciones sociales aplicadas en el contexto de una profunda crisis del sistema capitalista, el gobierno emprende una reforma penal de repercusiones insospechadas. Porque no estamos solo ante maniobras de protección frente a los previsibles efectos del descontento social o ante estrategias de distracción para desplazar la atención de la opinión pública hacia problemas inexistentes o secundarios. El objetivo de esta reforma es configurar un derecho penal a la medida del “nuevo orden” que se impondrá, que se viene imponiendo a partir de esta crisis. Evidencia la voluntad de liberar al estado policía de los límites que impone el estado de derecho, un cambio de paradigma que descansa sobre el concepto de peligrosidad, categoría que representa una ideología retrógrada propia del derecho penal de autor y del positivismo biológico y racista. Esta reforma es mucho más que una enmienda parcial al Código Penal de 1995. Es “el eterno regreso”, descrito por Nietzche, al que tenemos, más que el derecho, el deber, desde nuestras profundas convicciones democráticas y desde nuestra fe en el derecho, de oponernos con firmeza.