06-Juan José Arenas de Pablo

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51
JOSÉ A. FAYAS JANER
ROQUE GISTAU GISTAU
R. SEGURA GRAÍNO
JAVIER GROS ZUBIAGA
J. A. HERRERAS ESPINO
G. MARÍN PACHECO
JUAN RUIZ DE LA TORRE
AGUSTÍN MONTEOLIVA
CARLOS MUNOZ BELLIDO
M. C. GOMEZ CRIADO
PEDRO P. LONÉ PÉREZ
JOSÉ L. CANGA CABANES
JOAN COMPTE COSTA
FRANCESC VILARÓ RIGOL
JOSÉ SÁENZ DE OÍZA
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
© HIROSHI KITAMURA
Nº 51
LA GESTIÓN DEL AGUA
VOLUMEN II
Tercera época. Año 2000
Precio 1.000 PTA / 6,01 $
CONSEJO EDITORIAL
Antonio Allés Torres, Carlos de Cabo Casado,
Raúl Carral Sampedro, Jesús A. Collado López,
Félix Cristóbal Sánchez, José Antonio Fayas Janer,
Rafael Fernández-Simal Fernández, Pedro Ferrer Moreno,
Juan Guillamón Álvarez, Santiago Hernández Fernández,
Adolfo Hoyos-Limón Gil, Rafael Jimeno Almeida,
Carmen Monzonís Presentación, Francisco Ramírez Chasco,
José Alfonso Vallejo Alonso y Juan Ignacio Vázquez Peña.
LA GESTIÓN
DEL AGUA
CONSEJO DE REDACCIÓN
Lluís Agulló Fité, Antonio Allés Torres, Carlos de Cabo Casado,
Raúl Carral Sampedro, Vicente Cerdá García de Leonardo,
Jesús A. Collado López, Ricardo Collado Sáez,
Fausto Comenge Ornat, Félix Cristóbal Sánchez,
Manuel Durán Fuentes, José Antonio Fayas Janer,
Rafael Fernández-Simal Fernández, Juan Ferrer Marsal,
Pedro Ferrer Moreno, Juan Guillamón Álvarez,
Santiago Hernández Fernández, Adolfo Hoyos-Limón Gil,
Rafael Jimeno Almeida, Luis Ignacio López de Aguileta Salazar,
Julián López Babier, Carmen Monzonís Presentación,
Juan Murcia Vela, Carlos Nárdiz Ortiz, Manuel Nóvoa Rodríguez,
Joan Olmos Lloréns, Mariano Palancar Penella,
Santiago Pérez-Fadón Martínez, Pedro Pisa Menéndez,
Francisco Ramírez Chasco, José Alfonso Vallejo Alonso,
Juan Ignacio Vázquez Peña y Pere Ventayol March.
DIRECTOR
VOLUMEN II
51
2
4
Ramiro Aurín Lopera
Editorial
La gestión de las aguas subterráneas
José Antonio Fayas Janer
SUBDIRECTOR
Joan Olmos Lloréns
14
Las necesidades humanas. Gestión del abastecimiento urbano
Roque Gistau Gistau
REDACTOR JEFE
Juan Lara Coira
SECRETARIA DE REDACCIÓN
24
COORDINACIÓN DEL CONTENIDO
Jesús A. Collado López
La gestión del agua en el regadío
Ricardo Segura Graíño
Chelo Cabanes Martín
30
El regadío como necesidad estratégica. El caso de Aragón
Javier Gros Zubiaga
COLABORADORES
José Luis Canga Cabañes, Joan Compte Costa,
José Antonio Fayas Janer, Roque Gistau Gistau,
Manuel C. Gómez Criado, Javier Gros Zubiaga,
José Alberto Herreras Espino, Pedro Pablo Loné Pérez,
Gonzalo Marín Pacheco, Agustín Monteoliva, Carlos Muñoz Bellido,
Juan Ruiz de la Torre, José Sáenz de Oíza, Ricardo Segura Graíño
y Francesc Vilaró Rigol.
40
José Alberto Herreras Espino y Gonzalo Marín Pacheco
50
La erosión
Juan Ruiz de la Torre
FOTOGRAFÍAS
Tony Blanco, César López Leiva,
Juan Ruiz de la Torre y Valentí Zapater
El tratamiento de los cauces.
Protección y defensa de avenidas. Zonas de riesgo
60
ILUSTRACIONES
La gestión limnológica y el mantenimiento
de la integridad ecológica en los embalses
Joan Roca Mainar
Agustín Monteoliva y Carlos Muñoz Bellido
DISEÑO GRÁFICO Y MAQUETACIÓN
Ramon Martínez y Maria Carola
70
PUBLICIDAD
Paipus, S.L.
c/ Vilardell, 20 entl.
08014 Barcelona
Tel. 93 422 10 09
Fax 93 331 73 93
El régimen de caudales medioambientales.
Su cálculo en la cuenca del Guadiana
Manuel C. Gómez Criado, Pedro Pablo Loné Pérez
y José Luis Canga Cabañes
82
Los usos industriales. El agua, factor limitativo
Joan Compte Costa
FOTOMECÁNICA
SKB, S. A.
88
IMPRESIÓN
El abastecimiento de agua a Barcelona
y las comarcas de su entorno
Índice, S. L.
Francesc Vilaró Rigol
COORDINACIÓN Y PRODUCCIÓN
Juan Lara Coira
98
Aplicaciones de la gestión del agua al ocio
José Sáenz de Oíza
EDITA
Colegio de Ingenieros
de Caminos, Canales y Puertos.
REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN
Y SUSCRIPCIONES
Els Vergós, 16
08017 Barcelona
Telf. 93 204 34 12
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DEPÓSITO LEGAL
ISSN
0213-4195
PORTADA: LA NUBE DE MAGRITTE
AUTOR: HIROSHI KITAMURA
Esta publicación no necesariamente comparte
las opiniones de sus colaboradores.
Está prohibida la reproducción total o parcial de cualquier texto
o material gráfico del presente número, por cualquier medio,
excepto autorización expresa y por escrito de los editores
previo acuerdo con los correspondientes autores.
Foto: TONY BLANCO
B. 5.348/1986
E D I T O R I A L
Agua, agua, agua. Finalmente ha llovido: no habrá sequía. Parece como si nuestra
percepción del agua y de la necesidad que de la misma tenemos, no cambiara con el
tiempo. Parece como si el agua, con su trágica desmesura, tanto en sus presencias como
en sus ausencias, fuera el paradigma final de lo español. Ese estado de fuerza mayor
permanente ha justificado la violencia de las discusiones, o la violencia de las
intervenciones, o la esterilidad de las reflexiones. Entre tanto, ese estado de cosas ha ido
volviéndose mentira por dentro, por mucho que algunos se obstinen en ofrecer al exterior
la misma fachada de irredentismo e irracionalidad.
El puñado de artículos que nuestro coordinador para los dos volúmenes de la
monografía sobre la gestión del agua, Jesús Collado, ha reunido para OP, confirma
plenamente el cambio de tendencia: la eficiencia en la gestión, la optimización del uso
del recurso (ahorro), mejoras tecnológicas tanto en depuración como en desalación, la
reutilización, etc. Y por otra parte, una conciencia cada vez más lúcida y extendida
sobre el valor del agua como soporte de la vida en general.
Quizás queda pendiente la reflexión en voz alta (en voz baja ya se está haciendo)
sobre los cambios posibles y deseables en el modelo de intervención sobre el territorio
mediante obras hidráulicas. No hablamos de la inacción. No se confunda parálisis con
serenidad. Pero habrá que hablar de pantanos o depósitos laterales, fuera del cauce, de
by-pass para los sedimentos en los embalses tradicionales, de recuperación de la
naturalidad de los cauces cuando sea posible. Aunque a lo mejor se impone el realismo
y pedimos lo imposible.
No hay dos sin tres, y también se nos ha ido Victoriano Muñoz Oms. Simplemente su
“Plan de Aguas de Cataluña” ya le haría merecedor de un recordatorio en este número,
pero más allá de eso, fue quizás el último de los ingenieros-pioneros. Así, participó en el
“Plan de Obras Públicas de la región catalana”, para posteriormente hacerse cargo del
Plan Nacional de Carreteras, sentando las bases de futuro de la reflexión sobre redes
viarias. Promovió la creación de ENHER y estuvo al frente de la misma durante más de
17 años. Tuvo la suerte de ser querido y reconocido en vida.
Que en paz descanse.
Alberca en Cabo de Gata (Foto: Tony Blanco).
O.P. N.o 51. 2000
La gestión
de las aguas subterráneas
José Antonio Fayas Janer
DESCRIPTORES
AGUAS SUBTERRÁNEAS
LEYES DE AGUAS
LIBRO BLANCO DE LAS AGUAS SUBTERRÁNEAS
PROGRAMA ARYCA
PLANES HIDROLÓGICOS
ORGANISMOS DE CUENCA
COMUNIDADES DE USUARIOS
CONCESIONES VERSUS GESTIÓN
Introducción
mente con aguas subterráneas y otras 300.000 hectáreas corresponden a riegos mixtos. El volumen anual aplicado en los
riegos que utilizan solamente aguas subterráneas puede evaluarse en unos 3.500 hm3, y el correspondiente a los riegos mixtos es variable, según la disponibilidad de aguas superficiales
de cada año hidrológico, con un máximo para los años secos
en todas las cuencas que puede estimarse en unos 1.160 hm3.
Todo ello pone de manifiesto la importancia que las aguas
subterráneas tienen en cuanto a la satisfacción de las demandas, que sin lugar a dudas es importante y no sólo por
los porcentajes antes consignados sino, más aún, porque tales aguas tienen un indudable valor de operatividad (abastecimientos de núcleos de población medianos y pequeños, industrias no conectadas a redes públicas, regadíos de iniciativa privada) y de oportunidad (regadíos mixtos, industrias con
acometida mixta, urbanizaciones no servidas por redes municipales o comarcales, emergencias por sequía).
El gráfico de la figura 1, tomado del Libro Blanco de las
Aguas Subterráneas, muestra la evolución experimentada durante el siglo XX en la utilización de dichas aguas. El fuerte incremento iniciado en la década de los años sesenta ha hecho
que se haya multiplicado por diez el aprovechamiento existente en los primeros años del siglo.
Se comprende, por todo ello, que la situación en que se
encontraba la explotación de acuíferos en los años ochenta
hiciera necesaria, entre otras razones, la entrada en vigor de
una nueva Ley de Aguas que viniera a sustituir a la ya centenaria de 1879 e intentara introducir racionalidad y control en
el uso de las aguas subterráneas, actividad humana con importantes valores económicos y, además, de muy notable incidencia sobre el medio ambiente. Que se haya conseguido o
no, o que se hayan alcanzado sólo parte de los objetivos imaginados (tal vez con excesiva ilusión) es harina de otro costal.
Según consta en el Libro Blanco del Agua en España, los usos
consuntivos y las demandas de agua actuales (año 1995), en
las cuencas hidrográficas españolas, son los que se resumen
en la tabla 1.
Por otra parte, en el Libro Blanco de las Aguas Subterráneas se dan las cifras de demandas de agua para usos consuntivos que figuran en la tabla 2.
Resulta, pues, que las aguas subterráneas satisfacen los siguientes porcentajes de utilización sobre el total correspondiente a cada sector:
• Abastecimiento urbano: 23 %
• Uso agrícola: 17 %
• Uso industrial: 22 %
Tiene interés asimismo destacar que, según se dice en el
primero de los Libros Blancos citados (p. 350), “la procedencia del agua utilizada, para abastecimientos mayores de
20.000 habitantes, se distribuye entre un 76 % de agua superficial, un 22 % de agua subterránea (incluyendo manantiales), y un 2 % de otros orígenes (básicamente desalación)”.
En las poblaciones menores de 20.000 habitantes las proporciones se invierten, con un 22 % de origen superficial, un
70 % subterráneo y el resto sin especificar.
En el mismo Libro se informa también sobre el origen de
las aguas subterráneas utilizadas en regadío, dándose los siguientes órdenes de magnitud de los respectivos porcentajes,
referidos a un total de 3,5 millones de hectáreas (valores medios de las fuentes de información):
• Aguas superficiales: 67,5 %
• Aguas subterráneas: 25,5 %
• Mixto y otros: 7,0 %
En relación con igual asunto, en el Libro Blanco de las Aguas
Subterráneas se manifiesta que, sobre un total de 2,9 millones
de hectáreas,1 unas 700.000 hectáreas son atendidas exclusiva-4-
La Ley de Aguas de 1879
TABLA 1
Síntesis de usos y demandas actuales (hm3/año)
según datos de los Planes Hidrológicos de cuenca
Ámbito
Urbana Industrial Regadío Refrigeración
Total
Consumo Retorno
Norte I
77
32
475
33
617
403
214
Norte II
214
280
55
40
589
145
444
Norte III
269
215
2
0
486
98
388
Duero
214
10
3.603
33
3.860
2.929
931
Tajo
768
25
1.875
1.397
4.065
1.728
2.337
Guadiana I
119
31
2.157
5
2.312
1.756
556
Guadiana II
38
53
128
0
219
121
98
Guadalquivir
532
88
3.140
0
3.760
2.636
1.124
Sur
248
32
1.070
0
1.350
912
438
Segura
172
23
1.639
0
1.834
1.350
484
Júcar
563
80
2.284
35
2.962
1.958
1.004
Ebro
313
415
6.310
3.340
10.378
5.361
5.017
C.I. Cataluña
682
296
371
8
1.357
493
864
Galicia Costa
210
53
532
24
819
479
340
14.239
Península
4.419
1.633
23.641
4.915
34.608
20.369
Baleares
95
4
189
0
288
171
117
Canarias
153
10
264
0
427
244
183
4.667
1.647
24.094
4.915
35.323
20.783
14.539
España
Hasta la entrada en vigor de la Ley de Aguas de 1985 las
aguas subterráneas tuvieron la consideración de bien de dominio privado, ligado a la propiedad del terreno bajo cuya
superficie se hallaren. En consecuencia, el uso privativo de tales aguas resultaba de la simple apropiación que pudiera
producirse mediante su alumbramiento.
Vale la pena recordar, aunque sólo sea por refrescar o
mejorar viejos saberes, cómo la anterior Ley de Aguas, de
1879, establecía los casos a considerar y las condiciones que
les imponía.
Si las aguas se obtenían mediante “pozo ordinario” pertenecían al dueño del predio “en plena propiedad” (art. 18)
y, además, (art. 19) podía éste “abrir libremente pozos ordinarios para elevar aguas dentro de sus fincas, aunque con
ellos resultasen amenguadas las aguas de sus vecinos”, con la
única limitación de que debía “guardarse la distancia de dos
metros entre pozo y pozo dentro de las poblaciones y de 15
metros en el campo entre la nueva excavación y los pozos, estanques, fuentes y acequias permanentes de los vecinos”. El
concepto de “pozo ordinario” estaba claramente definido en
la misma ley, cuyo artículo 20 establecía que “se entiende que
son pozos ordinarios aquellos que se abren con el exclusivo
objeto de atender al uso doméstico o necesidades ordinarias
de la vida, y en los que no se emplea en los aparatos para la
extracción del agua otro motor que el hombre”. La cosa quedaba clara: sacar agua subterránea con cuerda y pozal, en
tierra de propia pertenencia, gozaba de total libertad con tal
de no acercarse demasiado al pozo, estanque, fuente o acequia del vecino. La profundidad a la que se había tenido que
llegar para “alumbrar” el agua no se tenía en cuenta, seguramente porque no podía ser muy significativa habida cuenta de los sistemas de excavación habituales entonces (1879)
en nuestro país y, más importante sin duda, porque… total,
para la poca agua que se iba a sacar… (uso doméstico y necesidades ordinarias de la vida); incluso se admitía que el vecino pudiera quedarse algo “menguado” en el agua que, mediante algún pozo similar se supone, pudiera tener (total…
para la poca que también iba a necesitar…).
Para cuando se trataba de otras obras de captación la ley
establecía alguna mayor precaución. Recordando que los
“pozos ordinarios” se definían como tales por la concurrencia
de dos características, relativa una al “uso” a que se destinaban las aguas (doméstico y necesidades ordinarias de la vida) y concerniente la otra al “motor” utilizado para mover los
aparatos para la extracción del agua (el “hombre”), hay que
entender que se trataría de otros pozos cuando fuera distinta
de las citadas una cualquiera de dichas características, o sea,
cuando se tratara de otros “usos” o fuera otro el “motor” que
accionara la elevación del agua. Para tales casos la ley igualmente concedía libertad de actuación y de apropiación de las
aguas, estableciendo en su artículo 23 que “el dueño de cualquier terreno puede alumbrar y apropiarse plenamente, por
medio de pozos artesianos y por socavones o galerías, las
aguas que existen debajo de la superficie de su finca”, advirtiendo solamente (aunque no es poco) en el mismo artículo:
Fuente: Libro Blanco del Agua en España.
TABLA 2
Utilización directa de las aguas subterráneas
en usos consuntivos
Cuencas
Abastecimiento urbano
(hm3/año)
Norte y Galicia Costa
90
Duero
48
Uso agrícola Uso industrial
(hm3/año)
(hm3/año)
–
Total
(hm3/año)
20
110
264-398
10
322-456
Tajo
36
9-20
45
90-101
Guadiana
59
619-668
2
680-729
Guadalquivir
123
147-355
20
290-498
Sur
115
255-409
6
376-530
7
571-729
7
585-743
Júcar
256
899-1.081
75
1.230-1.412
Ebro
80
42-83
65
187-228
C.I. Cataluña
74
287-510
100
461-684
Baleares
95
175
4
274
Canarias
97
236
6
339
1.080
3.504-4.664
360
4.944-6.104
Segura
Total
Fuente: Libro Blanco de las Aguas Subterráneas.
hm3
6.000
5.000
4.000
3.000
2.000
1.000
0
1900
1920
1940
1960
1980
2000
Año
Fig. 1. Evolución del aprovechamiento de las aguas subterráneas (indicativa).
Fuente: Libro Blanco de las Aguas Subterráneas.
-5-
O.P. N.o 51. 2000
Dos salvedades hay que consignar en relación con lo antes expuesto sobre la no intervención de la Administración Hidráulica en el campo de las aguas subterráneas. Una se refiere a las captaciones de agua que se ubicasen a menos de
100 metros de otro alumbramiento, fuente, río, canal o acequia de aguas públicas, que sí requerían autorización administrativa del organismo hidráulico competente (Confederación Hidrográfica, Comisaría de Aguas, Servicio Hidráulico),
por presumirse (en aplicación de lo preceptuado en el artículo 24 de la ley) que pudieran afectar a la “corriente natural”
de las aguas públicas correspondientes al elemento interesado. La otra salvedad se refiere a la existencia de algunas zonas (Andalucía, Baleares, Canarias y Tarragona) en las que,
mediante disposiciones reglamentarias posteriores, se establecieron regímenes especiales que regularon la intervención
de la Administración hidráulica en la autorización de los
alumbramientos y la explotación de aguas subterráneas, motivado ello por haberse producido situaciones de sobreexplotación de recursos hídricos subterráneos con las consiguientes
implicaciones de descensos generalizados del nivel del agua,
afecciones entre captaciones, agotamiento de recursos y/o
salinización de las aguas.
Añadir finalmente que otras Administraciones distintas de
la Hidráulica sí tuvieron, y siguen teniendo en algún caso, alguna actuación en relación con las captaciones de aguas subterránea.2 Concretamente, la Administración Minera y la Administración Industrial. Corresponde a la primera, en aplicación de la legislación y la normativa propias de la materia, la
autorización y vigilancia de las labores de perforación del terreno para el alumbramiento de las aguas. Corresponde a la
segunda la autorización y el registro de las instalaciones de
bombeo, sean de superficie o del tipo motobomba sumergida, en aplicación de sus competencias en materias industrial
y de energía. Es claro que las actuaciones de tales Administraciones sólo tienen carácter normativo y de registro, sin ninguna incidencia, no ya real sino tan siquiera conceptual, sobre la gestión de las aguas subterráneas.
“con tal que no distraiga o aparte aguas públicas o privadas
de su corriente natural”. Por otra parte y temiendo sin duda
que se trataría de obras de mayor envergadura que las necesarias para un “pozo ordinario”, la ley tomaba ahora más
precauciones en cuanto a distancias a respetar frente a terceros estableciendo (art. 24) que tales alumbramientos “no podrán ejecutarse a menos distancia de 40 metros de edificios
ajenos, de un ferrocarril o carretera, ni a menos de 100 de
otro alumbramiento o fuente, río, canal, acequia o abrevadero público sin la licencia correspondiente de los dueños”, añadiendo asimismo algunas advertencias para alumbramientos
en zonas de interés militar o en áreas de pertenencia minera.
Así, pues, para cualquier alumbramiento de aguas distinto de los “pozos ordinarios”, y salvo las precauciones de distancias mínimas a otros antes reproducidas, sólo se exigía
que no se distrajeran o apartasen aguas de su corriente natural. Esta imposición legal dio lugar, como es comprensible,
a multitud de litigios, en los cuales el peso probatorio de la
posible afección tuvo que ser soportado, en todo caso, por la
parte reclamante.
Es interesante, a la par que curioso, advertir también que
la Ley de 1879 dedicaba artículos concretos a las aguas procedentes de “manantiales naturales”, que “nacen continua o
discontinuamente” en un predio, incluyendo tales artículos en
un capítulo distinto al dedicado a las aguas subterráneas. Evidentemente, todavía no se tenía claro el concepto unitario del
ciclo hidrológico natural y, manteniendo la preferencia de la
propiedad privada sobre las aguas que de algún modo provenían de la madre tierra, la ley establecía (art. 5) que “tanto en los predios de los particulares como en los de propiedad del Estado, de las provincias o de los pueblos, las aguas
que en ellos nacen continua o discontinuamente pertenecen al
dueño respectivo para su uso o aprovechamiento mientras
discurren por los mimos predios”.
Con todo ello resulta claro que la Ley de Aguas de 1879
consagró el dominio privado de las aguas subterráneas y, en
consecuencia, la Administración Hidráulica no ejerció sobre
ellas, en aplicación de dicha ley, ninguna intervención administrativa en su proceso de alumbramiento y mucho menos sobre la gestión de las mismas, que quedó por tanto en manos
de la libre actuación de los particulares. A este último respecto habría que añadir, para mayor precisión, que más que
hablar de gestión de aguas subterráneas en manos de los
particulares habría que referirse a “gestión de los aprovechamientos de aguas subterráneas”, fueran éstos “naturales” (manantiales) o “artificiales” (pozos y galerías), ya que la unicidad de las aguas subterráneas de un mismo acuífero era concepto inexistente (el artículo 23 antes reproducido alude a la
“corriente natural” de las aguas subterráneas) y lógicamente
cada propietario de un aprovechamiento de aguas subterráneas sólo buscaría la mejor gestión de éste y de “sus” aguas
en relación con el uso que quisiera hacer de las mismas. Y esto que ahora se advierte, en relación con la situación derivada de la Ley de Aguas de 1879, convendrá recordarlo más
adelante al considerar la correspondiente a la Ley de Aguas
de 1985, y ello por las razones que entonces se expondrán.
La Ley de Aguas de 1985
La Ley de Aguas de 1985 introduce en el ordenamiento jurídico español dos cuestiones de especial importancia:
1. La inclusión, en el dominio público hidráulico del Estado,
de las aguas subterráneas renovables (con independencia
del tiempo de renovación) y de los acuíferos subterráneos
(a los efectos de los actos de disposición o de afección de
los recursos hidráulicos).
2. El establecimiento y la regulación de la planificación hidrológica, a la que además se confía un papel relevante
en la ordenación de los recursos hídricos y, consecuentemente, en la gestión de las aguas subterráneas.
Hay que destacar asimismo que:
a. Define a la cuenca hidrográfica como el marco en el que
han de realizarse la planificación y la gestión de las aguas.
b. Establece, en materia de aguas, los principios de unidad
de gestión, tratamiento integral, economía del agua, desconcentración, descentralización, coordinación, eficacia,
-6-
Foto: VALENTÍ ZAPATER
Fig. 2. Cueva de las Aguas. LʼEspluga de Francolí, Tarragona.
mentos contaminantes (por ejemplo, el contenido en nitratos
procedentes del lixiviado de los aportes de fertilizantes nitrogenados en labores agrícolas) y/o aumentos en la salinidad
de las aguas, en acuíferos costeros, debido a procesos de intrusión marina.
Sin la inclusión de las aguas subterráneas en el dominio
público hidráulico no se habría podido contar, sin duda, con
las facilidades administrativas y presupuestarias que han permitido realizar los trabajos que condujeron a la publicación
del Libro Blanco de las Aguas Subterráneas, iniciar la campaña de Actualización de Registros y Catálogos de Aprovechamientos (Programa ARYCA) y dotar nuevos puestos de trabajo en las Confederaciones Hidrográficas con competencias
específicas en temas de hidrología subterránea.
participación de los usuarios y compatibilidad de la gestión pública del agua con la ordenación del territorio, la
conservación y protección del medio ambiente y la restauración de la naturaleza.
c. Dedica atención a los riesgos de contaminación de los acuíferos y aguas subterráneas y regula las medidas cautelares para su defensa frente a vertidos.
d. Amplía la figura de las Comunidades de Regantes a la más
amplia de Comunidades de Usuarios, aludiendo en particular a las que deben constituir los usuarios de una misma
unidad hidrogeológica o de un mismo acuífero.
e. Mantiene la figura concesional para el otorgamiento de
usos privativos de las aguas públicas y, por tanto, también
ahora de las aguas subterráneas.
En todo ello, como suele ocurrir en tantas cosas de la actividad humana, existen parcelas favorables y otras menos favorables, o incluso desfavorables, a los efectos de conseguir
una buena “gestión” de las aguas subterráneas. Se exponen
a continuación algunos comentarios al respecto.
Libro Blanco de las Aguas Subterráneas
Fue realizado por un equipo técnico integrado por personal
de las Direcciones Generales de Obras Hidráulicas y de Calidad de las Aguas, del entonces Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, y del Instituto Tecnológico
Geominero de España, del entonces Ministerio de Industria y
Energía. Una Memoria de 89 páginas y cinco Apéndices, que
totalizan otras 46 páginas, constituyen un cuerpo en el que:
1. Se presenta una descripción de los acuíferos españoles.
2. Se sintetizan los datos conocidos sobre utilización de
aguas subterráneas.
3. Se describen y sistematizan los problemas conocidos y potenciales relativos a los acuíferos y las aguas subterráneas
(sobreexplotación, afección a cursos fluviales, intrusión
marina y contaminación).
Las aguas subterráneas:
dominio público estatal
La inclusión de las aguas subterráneas en el dominio público hidráulico fue consecuencia lógica de la evidencia científica de la unidad del ciclo hidrológico y de la necesidad social de regular su uso ante la existencia, en algunas áreas
significativas del territorio español, de problemas derivados
de afecciones entre captaciones, disminución de los caudales de producción por descensos continuados y progresivos
del nivel del agua, incrementos inaceptables de algunos ele-7-
O.P. N.o 51. 2000
TABLA 3
Inversión en los Programas de Actuación (millones de pesetas)
Programa
Norte y
Galicia Costa
Duero
Tajo
Actualización
Redes de control
Censos
Sobreexplotación o salinización
Normas
Ordenación
Perímetros
Zonas húmedas
Residuos sólidos
Contaminación industrial
Contaminación nitratos
Contaminación pesticidas
Captaciones sequía
Abastecimiento urbano
Recarga artificial
Uso coordinado
Suma
350
600
100
–
120
130
2.180
200
450
1.200
50
40
1.000
1.200
–
800
8.420
600
2.095
425
100
220
100
2.255
500
500
670
100
80
1.500
1.350
500
3.000
13.995
500
1.390
600
–
80
100
1.190
300
450
775
80
60
300
975
100
500
7.400
Guadiana Guadalquivir
450
910
1.000
500
60
100
1.035
3.500
400
725
150
140
1.000
1.100
1.300
800
13.170
650
2.095
325
500
260
170
2.040
1.500
550
860
180
160
1.400
2.400
1.750
3.500
18.340
Sur
Segura
Júcar
Ebro
Cuencas
Internas
de Cataluña
Baleares
Canarias
Total
650
875
250
450
300
120
1.785
1.500
300
560
160
150
2.000
1.850
1.500
3.500
15.950
350
810
100
500
200
100
790
–
300
440
180
80
1.000
350
250
1.000
6.450
650
2.075
250
250
350
170
2.185
2.000
500
860
180
160
300
3.800
1.500
3.500
18.730
500
1.055
475
–
100
130
1.990
500
550
825
160
110
1.200
1.550
500
4.000
13.645
300
650
300
150
150
130
1.785
1.000
300
950
150
150
300
600
1.000
2.000
9.915
350
800
200
250
80
85
1.580
1.000
350
410
100
80
–
600
500
–
6.385
350
645
200
300
150
75
1.685
–
500
375
90
70
–
350
200
1.500
6.490
5.700
14.000
4.225
3.000
2.070
1.410
20.500
12.000
5.150
8.650
1.580
1.280
10.000
16.125
9.100
24.100
138.890
Fuente: Libro Blanco de las Aguas Subterráneas.
4. Se dedica un capítulo especial a la relación entre aguas
subterráneas y medio ambiente (zonas húmedas, parajes
asociados a manantiales y fenómenos de subsidencia y
hundimiento).
5. Se resumen, en cinco epígrafes sistemáticos, las disposiciones contenidas en la Ley de Aguas de 1985 relativas a
las aguas subterráneas.
6. Se enuncian los objetivos generales más destacables de la
Planificación Hidrológica, tal como quedan definidos en la
Ley de Aguas de 1985, y se puntualiza el papel que las
aguas subterráneas tienen o han de tener en la consecución de aquéllos.
7. Se definen 16 Programas de Actuación, que se estima deberían llevarse a cabo. En relación con dichos Programas
se dice, en el epígrafe 8.17 de la Memoria, que “se trata
de realizar un esfuerzo extraordinario para adecuar la
gestión administrativa del recurso a los planteamientos y
a los objetivos de la política hídrica actual”. La inversión
total prevista se estima en 138.890 millones de pesetas, a
desarrollar en 20 años, con el desglose por conceptos y
cuencas hidrográficas que se detalla en la tabla 3 (reproducción del Cuadro nº 38 de los contenidos en el “Libro
Blanco de las aguas subterráneas”). Se supone que en la
ejecución de estos programas han de cooperar distintas
Administraciones (la estatal, las autonómicas y las locales)
y que con ello se podrá dar respuesta adecuada a las necesidades objetivas existentes.
TABLA 4
Situación registral de los aprovechamientos de aguas
(enero 2000)
Estimados Declarados
AGUAS SUPERFICIALES
Total
78.460
Revisados
17.828
Sin revisar
27.297
Posterior a 1/1/86 11.192
69.461
56.317
Inscritos
Estimados Declarados
AGUAS SUBTERRÁNEAS
Aguas públicas
(posteriores a 1/1/86)
Menores de 7.000 m3
Aprovechamientos temporales
Catálogo de aguas privadas
Totales
TOTAL APROVECHAMIENTOS
Inscritos
Catálogo
Registro
de aguas Total
privadas
56.317
Catálogo
de aguas Total
privadas
Registro
25.294
21.920
6.356
164.628
98.878
166.317
455.117
533.577
84.552
92.086
88.293
286.851
356.312
28.413
77.136
6.356
28.413
77.136
30.433 30.433
111.905 30.433 142.338
168.222 30.433 198.655
Fuente: Subdirección General de Gestión del Dominio Público Hidráulico.
B. El establecimiento de un programa racional para llevar a
cabo, en el más breve plazo posible, la adecuación y actualización de los libros oficiales, función del tipo y naturaleza de los aprovechamientos.
C. La puesta a punto e implantación de los programas y metodología de información adecuados para la correcta explotación de las bases de datos resultantes.
El procedimiento operativo seguido por la Subdirección
General de Gestión del Dominio Público Hidráulico, del Ministerio de Medio Ambiente, ha sido la contratación de asistencias técnicas para apoyo de la labor de las Comisarías de
Aguas bajo dirección y supervisión de los servicios centrales
de dicha Subdirección General. Iniciados los trabajos en
1992, la situación de avance de los mismos es la que se refleja en la tabla 4 y en los gráficos de las figuras 2 y 3, según
información facilitada por la Subdirección citada. Los aprovechamientos de agua quedan clasificados según su régimen, ti-
Programa ARYCA
El Programa para la Actualización de Registros y Catálogos
de Aprovechamientos (ARYCA) tiene como objetivos esenciales los siguientes:
A. El conocimiento y el análisis crítico de la situación existente,
en cada cuenca hidrográfica, en relación con el grado de
cumplimiento de la normativa que, sobre inscripción y registro de aprovechamientos de agua, determina la Ley de 1985.
-8-
Miles
500
Inscritos
78,5
100
Declarados
69,5
80
Estimados
gu
Se
ad
Gu
alq
ad
ui
12,2
3,9
al
Su
r
vir
a
ian
Ta
jo
o
er
Du
No
rte
0
4
1,7
1,5
0,4
0,3
7,7
4
56,3
16,9
ro
4
4,5
4
3
0,5
9,5
Eb
8,9
r
20
10,1
9,3
4
ca
13,9
12,9
9,3
Jú
10,5
ra
17,3
40
30
To
t
60
Gu
Cuencas
Fig. 3. Situación registral de los aprovechamientos de aguas superficiales (enero 2000). Fuente: Subdirección General de Gestión del Dominio Público Hidráulico.
455,1
500
Inscritos
400
Declarados
Estimados
286,9
Miles
300
200
100,5
72
al
To
t
ro
r
ra
gu
Se
4,5
13,4
5,2
3,3
r
vir
Gu
ad
a
lq
ui
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a
Gu
ad
Ta
jo
er
o
Du
No
rte
0
8,4
10
5,7
27,2
28,3
18,5
21,4
17
28,5
13,8
ca
19,9
42,8
Su
24,1
23,6
25
57,2
50,8
Eb
75,1
29,7
100
142,3
70,4
Jú
88,1
Cuencas
Fig. 4. Situación registral de los aprovechamientos de aguas subterráneas (enero 2000). Fuente: Subdirección General de Gestión del Dominio Público Hidráulico.
-9-
O.P. N.o 51. 2000
pología y estado registral en que se encuentran. De esta forma puede reconocerse, según bloques homogéneos, el número de actuaciones a realizar para llevar a su punto final (la inscripción) cada uno de los aprovechamientos interesados, que
pueden encontrarse en alguna de las siguientes situaciones:
• Estimado: Existe por apreciación global.
• Declarado: Existe constancia documental.
• Pendiente de inscripción: En tramitación.
• Inscrito en uno de los Libros actuales: Inscrito o revisado.
Los conceptos de revisado y pendiente de revisar corresponden a los aprovechamientos inscritos en el antiguo Registro, que deben ser revisados para proceder a su inscripción
el los Libros nuevos.
Como puede verse, se ha realizado del orden de un tercio
del trabajo necesario. La labor llevada a cabo es sin duda encomiable, pero queda mucho por hacer. Hay que tener en
cuenta que el disponer de los correspondiente registros, en los
que los derechos concedidos y ajustados a la realidad estén
debidamente inscritos, constituye un elemento imprescindible
para la correcta aplicación de las previsiones de gestión contenidas en la ley. Por ello resulta de todo punto necesario que
la Administración competente realice las inversiones que sean
precisas para realizar el trabajo todavía pendiente en un plazo razonable, es decir, necesariamente breve; bastante retraso se ha sufrido ya hasta ahora.
Nuevos puestos de trabajo
en las Confederaciones Hidrográficas
Hay actualmente 27 profesionales de la hidrología subterránea trabajando en las confederaciones hidrográficas y organismos equivalentes de las Administraciones autonómicas.
Debería ser mayor el número de tales titulados, pero si se
considera la escasez histórica que en medios humanos y materiales han sufrido generalmente los servicios hidráulicos, cabe alegrarse por la actual presencia en ellos de especialistas
en hidrología subterránea. Hagamos votos para que, por
quien corresponda, se entienda que sólo mejorando dicha
presencia y dotándola de los medios que las tecnologías a
aplicar requieren se podrá dar una respuesta dignamente
adecuada a lo que, sin duda, la sociedad va a demandar cada vez con mayor énfasis en el ámbito de la gestión de los recursos en aguas subterráneas, que, por otra parte, no es sino
lo que la Ley de 1985 y su modificación de 1999 proponen
en mayor o menor medida y con mayor o menor fortuna.
Las aguas subterráneas: gestión
Planificación hidrológica y Organismos de cuenca
Los Planes hidrológicos de cuenca y el Plan hidrológico nacional, junto a una adecuada organización de los entes encargados de redactarlos, desarrollarlos y aplicarlos, pueden
constituir el instrumento clave que permita la correcta gestión
del dominio público hidráulico y, por estar incluidas en él, de
las aguas subterráneas. Adviértanse, sin embargo, que quien
esto escribe acaba de utilizar dos palabras a las que quiere
darles especial significado: “pueden” y “gestión”. A glosarlas
se dedican los epígrafes que siguen.
Posibilidades de éxito
La bondad de los resultados que se alcancen en la gestión del
dominio público hidráulico y, por ende, de las aguas subterráneas, dependerá, en gran medida, de la voluntad política que
se ponga a su servicio, voluntad política que deberá concretarse, en mayor medida de lo que ha ocurrido hasta ahora, en:
a. Desarrollar la organización de las confederaciones hidrográficas y de los organismos equivalentes en las cuencas intracomunitarias de tal modo que se avance, clara y positivamente, en la desconcentración, la descentralización, la
coordinación y la participación de los usuarios, en aras a
mejorar, clara y positivamente, la eficacia, la unidad de gestión y el tratamiento integral del dominio público hidráulico
y, en particular, de las aguas, todo ello tan hermosamente
incluido en el artículo 13 de la Ley de Aguas de 1985.
b. Dotar a los entes de las Administraciones hidráulicas del
personal y de los medios materiales adecuados, en calidad, y suficientes, en cantidad, en relación con las muchas
e importantes misiones que han de llevar a cabo.
c. Habilitar los créditos oportunos para realizar las inversiones que resulten necesarias tanto en estudios, planes y proyectos como en las obras que se deriven de todos ellos.
En relación con esto último es preciso llamar la atención
sobre los volúmenes de inversión que se requieren para completar el Programa ARYCA (epígrafe 3.1.2) y más aún para
llevar a cabo los 16 programas de actuación propuestos en
el Libro Blanco de las aguas subterráneas (epígrafe 3.1.1).
¿Llegarán a materializarse tales inversiones? ¿Es aceptable el
plazo de ejecución de 20 años previsto para dichos programas de actuación?
Concepto de gestión
de las aguas subterráneas
La expresión “gestión de las aguas subterráneas” puede inducir a una peligrosa confusión conceptual. La Administración pública ¿gestiona o, más aún, puede gestionar las aguas
subterráneas? Adviértase a este respecto que lo que puede
hacer y hace la Administración pública hidráulica es otorgar
concesiones para el uso privativo de las aguas públicas, incluidas ahora las subterráneas. El artículo 57 de la Ley de
Aguas de 1985 es tajante a este respecto; dice textualmente
en su apartado 1: “Todo uso privativo de las aguas no incluido en el artículo 52 requiere concesión administrativa… ”,
añadiendo en su apartado 2: “sin que el título concesional
garantice la disponibilidad de los caudales concedidos”.
¿Qué gestiona, pues, la Administración hidráulica? La respuesta es tan sencilla como, en cierto modo, descorazonadora: la Administración hidráulica gestiona “derechos” al uso
del agua. En otras palabras, concede el derecho a utilizar un
determinado caudal para un determinado uso, con las condiciones adicionales que resulten oportunas; pero advirtiendo
que, si tal caudal existe: enhorabuena, y si no existe: mala
suerte, qué le vamos a hacer.
Esto explica que sea importante el orden cronológico en
que se van dando las concesiones que incidan sobre una misma unidad hídrica (río, acuífero) y el establecimiento de prio-10-
ridades de uso para discernir entre peticiones concurrentes y
que resulten hidráulicamente incompatibles. De ahí las precauciones que, en ambos conceptos, recoge la Ley: Libros de
registro y prioridades legalmente establecidas.
¿En qué sentido ha de entenderse, por tanto, la gestión de
las aguas subterráneas que puede hacer la Administración hidráulica?
Sin duda no seré el primero en hacerlo, pero debo exponer ahora la opinión de que la figura de la concesión de
aguas aplicada a una actuación tan ágil como puede ser la
de perforar un pozo y colocar en él un equipo de bombeo resulta engorrosa y fatigante. No ha de extrañar por tanto que
pueda existir un número relativamente alto de aprovechamientos de aguas subterráneas, mediante pozos perforados,
que no dispongan de autorización ni concesión alguna.
Por otra parte, “controlar” que las instalaciones de bombeo y las extracciones de agua que se realicen en pozos de
captación se ajusten a las condiciones técnicas (profundidad
de la bomba, caudal instantáneo, volumen anual, etc.) impuestas en la correspondiente concesión no es tarea fácil.
Conclusión: Difícilmente puede la Administración hidráulica vigilar de forma efectiva, a escala individual, el cumplimiento de las condiciones de explotación impuestas en las
concesiones de agua subterránea. ¿Cómo puede, por tanto,
la misma Administración “gestionar” dichas aguas? Sí puede,
no obstante (y esta debería ser su importante y muy positiva
labor), controlar y vigilar los parámetros generales del funcionamiento hidráulico del acuífero o unidad hidrogeológica
interesada, así como, en su caso, los de la corriente o corrientes superficiales (manantial, río o arroyo) que estén hidráulicamente conectados con aquéllos. En consecuencia: feliz acierto el de la Ley de 1985 al introducir la figura de las
Comunidades de Usuarios, que hacen posible la gestión globalizada de los derechos conjuntos de los comuneros. Pero
faltaba potenciar sus posibles actuaciones. Bienvenidos sean
por ello los artículos 51.1, 79.2 y 79.3 tal como han quedado redactados en virtud de las modificaciones introducidas
por la Ley 46/1999, de 13 de diciembre.
Hay que destacar de modo especial el último de los artículos citados, por cuanto posibilita que sean las propias comunidades de usuarios quienes realicen “el control efectivo
del régimen de explotación y respeto a los derechos sobre las
aguas”. Resulta evidente el reconocimiento de que la Administración no puede, en la generalidad de los casos, realizar
el control ”efectivo”, que este artículo permite encomendar,
por convenio, a las comunidades de usuarios. ¡Enhorabuena!
Aunque es evidente también (humana condición) que si los
usuarios de un acuífero o unidad hidrogeológica no toman
clara conciencia de a dónde pueden llevarles las actuaciones
individualistas (por muy buenas que sean las concesiones de
que dispongan) y, consecuentemente, no se autorregulan y se
autodisciplinan, al acuífero o unidad hidrogeológica en cuestión puede sucederle cualquier cosa y no precisamente buena. Destacar también que el mismo artículo posibilita “el apoyo económico y técnico del organismo de cuenca” (habrá que
-11-
suponer que lo mismo ha de predicarse para los entes autonómicos equivalentes) a las comunidades de usuarios. Este es
el buen camino, sumando las dos posibilidades que permite
el repetido artículo 79.3, para llegar a una gestión eficaz y
eficiente de las aguas subterráneas.
Por cierto, ¿cabe imaginar que en una presa que da lugar
a la existencia de un embalse pudieran hacerse “perforaciones” (horizontales en tal caso) y, mediante concesiones administrativas, se otorgaran derechos individuales para el aprovechamiento de aguas a través de tales tomas? Pues no es cosa muy distinta la situación que se tiene en un acuífero o unidad hidrogeológica de los que se toma agua mediante “perforaciones” al amparo de “derechos” individuales otorgados
por concesión administrativa. ¿Podría hablarse, en el caso hipotético de una presa más o menos llena de “pinchazos”, de
alguna posibilidad seria de gestionar sus aguas? Aplíquese la
respuesta al caso, éste sí ciertamente real, de un acuífero o
una unidad hidrogeológica, más o menos llenos de “pinchazos”, y actúese en consecuencia.
Bienvenidas, pues, cuantas normativas posibiliten la eficacia real de la gestión de las aguas subterráneas, que no puede conseguirse con sólo la administración, por buena que pudiera ser, de derechos sobre el uso de las mismas. No se olvide tampoco lo dicho en el anterior epígrafe “Posibilidades de
éxito” sobre organización de los organismos de cuenca y entes equivalentes de las cuencas intracomunitarias, dotaciones
de los servicios e inversiones: sin buenos mimbres no pueden
hacerse buenos cestos. La Administración Hidráulica ha de tener buenos cestos que permitan contener en ellos buenos sistemas de gestión, manejados –sin duda– por gerentes distintos de ella misma, que sin embargo nunca deberá abdicar de
sus misiones de control y fomento y de defensa de terceros. ■
José Antonio Fayas Janer
Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Jefe del Departamento Técnico de la Dirección General de Recursos Hídricos
del Gobierno de las Islas Baleares
Notas
1. No incluye las praderas situadas en zonas húmedas (Galicia, cornisa cantábrica y
Pirineo) ni los riegos de cereal (trigo y cebada).
2. Aparte la correspondiente a aguas minerales y minero-medicinales.
3. “Existe un evidente fracaso del sistema legal, no por sus defectos intrínsecos, sino
por la no puesta en marcha de los mecanismos ad hoc que el mismo contiene” (A.
Embid Irujo, OP, 50, 2000, p. 39).
Bibliografía
– MIMAM, Libro Blanco del Agua en España, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, 1998.
– MOPTMA; MINER, Libro Blanco de las Aguas Subterráneas, Madrid, Centro de Publicaciones del MOPTMA, 1991.
– Ley de Aguas, Madrid, Boletín Oficial del Estado, 1975.
– Legislación sobre aguas, Madrid, Editorial Civitas, 1989.
– Ley de Aguas (Ley 29/1985, modificada por Ley 46/1999), Valencia, Editorial Tirant
lo Blanc, 2000.
– Embid Irujo, Antonio, “Una nueva forma de asignación de recursos: el mercado del
agua”, OP, 50, 2000, pp. 38-45.
O.P. N.o 51. 2000
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
Las necesidades humanas
Gestión del abastecimiento urbano
Roque Gistau Gistau
DESCRIPTORES
AGUA
ACUEDUCTO
CALIDAD
CLOACA
COLECTOR
DEMANDA
DEPURACIÓN
DISTRIBUCIÓN
FUENTE
CAPTACIÓN
GARANTÍA
GESTIÓN
El agua es tan indispensable para la vida de los seres vivos
como el aire que respiran o la luz que les vivifica. Pero además, los hombres, individuos sociales que viven en comunidad, han necesitado del agua no sólo para su ingestión sino
para su aseo personal y limpieza de los elementos que han
utilizado para obtener un mayor bienestar.
El agua es también “input” natural de la producción agrícola y ganadera, materia imprescindible para la industria y
transmisor de energía.
Voy a tratar en estas páginas exclusivamente del uso urbano del agua, el uso más noble, el que tiene que ver con la
ingesta, el aseo y la sanidad de los hombres y las urbes.
Aunque existen indicios de infraestructuras hidráulicas para riego en Egipto desde hace más de tres mil quinientos años,
canales de navegación en Grecia y China, sistemas de captación en mina y de riego árabes que fueron posteriormente
trasladados a nuestras provincias de Levante y Mediodía, nadie como el Imperio Romano igualó en el arte de utilizar las
aguas: captarlas, llevarlas y distribuirlas y volverlas a conducir, a través de sistemas cloacales, a pozos negros y cauces en
los que la autodepuración las regenera para hacerlas nuevamente utilizables a los habitantes de las riberas aguas abajo.
Los acueductos que el Imperio levantó en toda Europa y
parte del norte de África y Asia han sido motivo de admiración
de todos los tiempos y sus ruinas nos asombran hoy, en los albores del siglo XXI. Ni las modernas tecnologías, ni los nuevos
materiales utilizados en las actuales construcciones hidráulicas
ensombrecen, sino más bien realzan, la grandiosidad, belleza
y atrevimiento de las construcciones de Augusto y Trajano.
El abastecimiento
El estudio del abastecimiento de agua a poblaciones debe resolver cuatro objetivos principales, que incluyen cualquier
otro: calidad y cantidad de las aguas, sistema de conducción
y sistema de distribución de las mismas.
En el área de calidad, teniendo en cuenta que el abastecimiento es el uso más noble del agua, el planificador debe
reservar las aguas de mejor calidad y el suministrador ulteriormente debe preservarlas de cualquier contaminación indeseable. Debe asegurarse además la salubridad del agua
mediante un tratamiento y desinfección adecuados. Pero no
olvidemos que la calidad de la materia prima debe ser protegida –protegiendo las fuentes– y que el mejor tratamiento del
agua es el que no hay que hacer.
Los romanos sabían muy bien que no todas las aguas son
igualmente propias para la bebida y demás aplicaciones urbanas, y a pesar de que carecían de suficientes conocimientos químicos, con una exquisita intuición sanitaria y un gran
sentido práctico, hicieron una clasificación de las aguas potables difícilmente mejorable en el siglo XX.
Celso dice en su «Tratado de Medicina» que las aguas de
lluvia son las más ligeras que se beben, y coloca a continuación y en este orden las de los manantiales, ríos, pozos, nieve
y hielo, terminando por las de los lagos, que dice ser más pesadas y pesadísimas y peores que todas las de los pantanos.1
Recientemente una Directiva Comunitaria ha establecido
una clasificación de las aguas en orden a su idoneidad para
usos urbanos prescribiendo los tratamientos que proceden según la calidad del agua captada y proscribiendo la captación
-14-
de otros tipos de aguas. La aireación y, más en concreto, la
oxigenación de las aguas se ha considerado desde Hipócrates a Galeno elemento esencial para la ingestión: “las hace
agradables al paladar y de fácil digestión”.
Los ingenieros sanitarios del XIX observaron que la anoxia
y falta de aire en la captación se recuperan en el trayecto en
muy pocos instantes; tal es la avidez del agua por el aire, por
lo que la falta de aire/oxígeno en origen no representa ninguna limitación de calidad.
En cuanto a la conveniencia para la salud humana de que
las aguas tengan minerales y/o sales disueltas, hemos conocido opiniones diversas. La verdad es que en todo el mundo
se han bebido desde aguas cuasi destiladas hasta aguas gordas impotables para quienes no han tenido por costumbre su
ingesta desde largo tiempo. El Doctor Claric y los señores Bortron y Boudet idearon un procedimiento de apreciación del
total de sales de calcio y magnesio, con expresión en una escala hidrotimétrica entre cero grados para el agua destilada
y 25 para las buenas potables.
Sobre la inconveniencia de la presencia de materia orgánica en el agua en orden a su potabilidad hay unanimidad.
Los tratamientos modernos permiten corregir los valores fisicoquímicos del agua bruta para “producir” casi el agua que
queremos. No es tan fácil alcanzar condiciones organolépticas prefijadas. Las sensaciones sensoriales (olor, sabor, tacto)
no son tan “producibles”.
Fig. 1. Acueducto romano de Los Milagros. Mérida (Badajoz).
La cantidad es la segunda condición. Hay que asegurar la
disponibilidad en todo lugar de la ciudad y en todo momento de
la cantidad de agua que demanda el usuario. Y aunque es evidente que, del agua que el ciudadano utiliza, sólo el 10% le resultaría imprescindible para subsistir, también es cierto que el
otro 90% le resulta necesaria para vivir con los estándares de
calidad de que dispone en los otros servicios urbanos. Por tanto, el objetivo es claro, hay que garantizar el servicio y el gestor
del abastecimiento debe ser capaz de administrar los periodos
de escasez contando con suministros alternativos y ajustes en la
demanda que no perturben la confortabilidad de los clientes.
En tiempo de Nerva los nueve acueductos aductores llevaban a Roma 1.500.000 m3/día, para una población que
según diversos historiadores oscilaba entre uno y cuatro millones de habitantes. La dotación resultaba del orden de los
370 litros por habitante y día, cantidad que hoy no es alcanzada en muchas de las metrópolis modernas.
En la actualidad disponemos de más elementos consumidores de agua en el equipamiento de nuestras viviendas.
Además del consumo en el aseo personal, las máquinas necesarias para el lavado, la refrigeración, los riegos de los
parques y jardines y el aseo urbano (limpieza de colectores,
calles, automóviles, áreas deportivas y de ocio) necesitan del
agua que los romanos no consumían. Es cierto que en tanto
las máquinas son más eficientes podría pensarse en reducir
las dotaciones actuales, pero en el futuro sería equivalente a
reducir la confortabilidad de los ciudadanos.
A modo de ejemplo y bajo el titular “La guerra de los retretes”, un diario se hacía eco de la contestación pública a
una ley que, con criterios conservacionistas, obligó en Estados Unidos a comienzos de la década (1994) a que todas las
nuevas cisternas tuvieran un máximo de capacidad de 1,6
galones (seis litros). Ochenta congresistas quieren abolir la
ley, y Traficant, un demócrata de Ohio, argumentaba: “Desde que las autoridades de Washington, en su infinita sabiduría, obligaron a todas las cisternas de los EE UU a descargar
un máximo de 1,6 galones de agua, los habitantes de este
país tiran una y otra vez de la cadena hasta conseguir hacer
desaparecer de los váteres todo lo que allí depositan. El resultado es que estamos gastando más agua que nunca para
mantener limpios nuestros retretes.”
Fig. 2. Acueducto de La Sima. Canal de Isabel II. Madrid. Siglo
-15-
XIX.
O.P. N.o 51. 2000
No hay que reducir las dotaciones por debajo de los límites de la confortabilidad. Hay que diseñar sistemas eficientes
y robustos que proporcionen garantía suficiente.
Como decía un experto en abastecimientos no hace mucho,
“¿por qué debemos ajustar más el consumo de agua, de lo que
ajustamos el consumo de bebidas alcohólicas o langostinos?”
Los sistemas de aducción deben ser robustos. Una primera decisión para conseguir mayor robustez sería el diseño de
la aducción por sistemas, entendiendo como tales el conjunto
de captaciones e infraestructuras de regulación y transporte
que dan servicio a un territorio.
Los romanos sólo conocían un medio para llevar el agua a
las poblaciones. Los sistemas de conducción consistían siempre
en el empleo del acueducto, llamado de gravitación en Inglaterra y de agua rodada en nuestro gráfico idioma. El acueducto
resuelve el transporte de manera perfecta. Conducto cerrado
de fábrica, aísla las aguas de la luz y del calor, no las priva del
contacto con el aire y llegan a la población intactas, cuando no
mejoradas, porque da lugar a que se desprenda el exceso de
ácido carbónico que mantenía en disolución el carbonato cálcico. Sabían que el mejor trazado que puede darse a un acueducto es el que coloca la solera en un desmonte de dos o tres
metros y así fueron construidos el 87 % de los acueductos romanos. Conocían también los romanos el uso de los sifones y
notables ejemplos podrían citarse en sus construcciones.
El agua llegaba a los depósitos urbanos (castellum aquae),
cuya construcción era necesaria, como hoy, para regular las
puntas diarias o estacionales. Los depósitos tenían también la
función de desarenadores y por ello se alejaban la entrada y
la salida del mismo. Estaban equipados además con un desagüe de fondo y otras entradas para limpieza y extracción de
sedimentos. En España tenemos magníficos ejemplos de aducciones romanas, como los abastecimientos de Cornalvo, Proserpina y Rabo de Buey, el acueducto de Segovia y el de Tarragona o el abastecimiento de Caesaraugusta, servido por
un sifón de grandes dimensiones.
El modelo de distribución utilizado por los romanos era una
consecuencia de las limitaciones que imponían los materiales
disponibles: barro cocido y plomo. De los grandes depósitos se
conducía el agua a una multitud de pequeños depósitos (dividicula), cambijas o arcas de agua en nuestro idioma. Ningún
servicio público o privado podía hacerse derivando el agua directamente de las cañerías generales; era indispensable acudir
al arca más próxima y allí se establecía la toma y su aforo o
medición. Una tubería dedicada exclusivamente al servicio de
una acometida la llevaba al punto de destino.
Adviértase que toda el agua era aforada. La unidad básica, que en Roma fue la quinaria (5/4 de dedo), se adaptó
en Francia bajo el nombre de pulgada fontanera, en Italia como onza y en España como real fontanero: orificio cuyo diámetro es el de un real de vellón y que proporciona un caudal
de tres pulgadas cúbicas por segundo, equivalente a un volumen de 150 pies cúbicos en 24 horas.
Es en los sistemas de distribución donde se han producido
más variaciones desde los romanos. La aparición de materiales
más resistentes a la presión ha posibilitado la conducción y ele-
vación por gravedad a edificios en altura, y la aplicación de
bombas y otros ingenios mecánicos, la posibilidad de elevar las
aguas e incluso mantener las redes a presión constante. A pesar
de todo, y como la fuerza de elevación más segura y barata es
la gravedad, debe utilizarse ésta en la medida de lo posible. Los
Ingenieros Rafo y Rivera, autores del magnífico documento “Memoria razonada sobre la posibilidad y conveniencia de conducir a Madrid las aguas del río Lozoya, formada en virtud de la
Real Orden de 10 de marzo de 1848”, y que sin duda alguna
conocían bien los conceptos de trazado de Vitrubio, cuando
buscan la ubicación del primer depósito urbano escriben: “Luego la cuota de 340 pies para la altura del terreno, ó 390 pies
para la altura total de la llegada del agua, o muy poco más, será suficiente para distribuir el agua a domicilio a todo Madrid,
hasta los cuartos terceros o casi todo él para los cuartos cuartos
donde los haya y boardillas…”, lo que equivaldría a una presión mínima de acometida del orden de los 3 kg/cm2.
Frontino llevaba una contabilidad precisa del agua aportada a la red y el agua no registrada. Conocía el rendimiento
de sus acueductos y perseguía el fraude: “He descubierto campos empapados de agua y cabañas, incluso villas, en fin, toda
clase de lupanares provistos de fuentes que manan sin cesar”.
Asociada a la distribución está la demanda. Cada destinatario de una acometida, cliente en nuestro lenguaje de hoy, debe recibir el servicio que espera y que está dispuesto a pagar:
La gestión de la demanda no puede limitarse a conocer el
fraude o mejorar el rendimiento de las redes de distribución.
Un buen gestor debe conseguir la complicidad de sus clientes, quienes como consumidores son los verdaderos “gestores
de la demanda”. Debe conseguir su confianza y ser capaz de
transmitirle que buena parte de la eficiencia en el uso de un
recurso precioso y escaso es de su responsabilidad. No se
trata de imponer medidas coactivas o de reducir el tamaño de
las cisternas sino más bien de hacer un uso ajustado a la necesidad del recurso disponible.
El saneamiento
Los romanos incorporaron a sus ciudades, además de las redes de abastecimiento de agua potable, una red de colecta o
saneamiento. Transcribo la información precisa y concisa que
González Reglero proporcionó en las Jornadas de la AEAS
de Cáceres en mayo de 1999:
“Los primeros higienistas del mundo antiguo, tanto en sus
casas como en sus ciudades, fueron los romanos. Aunque no
tengamos certeza de que la invención del orinal (matula o matella) fuera obra suya, sabemos que este objeto, cuya forma
exacta ignoramos, formaba parte del mobiliario del comedor
de la casa romana. El dueño o sus invitados chasqueaban los
dedos para que se lo acercara un esclavo. Estos recipientes
generalmente estaban fabricados de bronce.
Existían auténticos expertos en estos recipientes, de los que
Cicerón (106-43 a.C.) se burlaba porque los olían cuando les
eran presentados, ya que de esta manera conocían si habían
sido fabricados en los famosos talleres de Corinto. En el siglo
I d. C., San Clemente de Alejandría elevó la voz contra aquellos exquisitos personajes que sólo hacían uso de los de plata.
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Fig. 4. Sifón romano del Aspendos. Valle de Eurymedon.
Fig. 3. Sifón de Guadalix. Canal de Isabel II. Madrid. Siglo
XIX.
Frente al saneamiento estático, las redes dinámicas tienen
su antecedente en las obras de desecación de terrenos que los
etruscos realizan en las zonas inundables. Con este sistema
los romanos habilitaron los terrenos bajo las colinas del Capitolio y del Palatino que lindan con el Tíber, y posteriormente el Campo de Marte. Enseguida se llenarán estas zonas de
edificios públicos y templos y las galerías construidas servirán
además para la evacuación de las aguas pluviales.
La denominación de cloaca, con la que se designa al sistema de evacuación de todo tipo de aguas, se debe a que toma la raíz del verbo latino colu (limpiar).
La más conocida de todas ellas es la Cloaca Máxima, cuyos antecedentes estarían en la construcción de los canales de
drenaje de los valles situados entre las colinas para su traslado al Tíber. Las primeras obras se atribuyen a Tarquinio el Soberbio (534-509 a.C.). En fecha posterior se afirmó la solera
y se consolidaron los laterales. Tenemos constancia de que en
el 158 a.C. estaba abierta, ya que el filósofo griego Crates,
en las inmediaciones del Palatino, se cayó en ella. Posteriormente se apearía con hastiales de madera y se cubriría con
tablas, intentando evitar las quejas de los ciudadanos por los
malos olores que desprendían. En la fase final se realizaría
una bóveda de cañón con dovelas de piedra.
La sección transversal es muy variable según los tramos;
se conocen restos de 2,1 metros y llega hasta los cinco metros
en la desembocadura. La altura no se conoce muy bien debi-17-
do a los fangos depositados; podría alcanzar hasta 10 metros. En el tramo final, antes de la desembocadura en el Tíber
junto al puente Palatino, la bóveda tiene cinco metros de diámetro con tres roscas de dovelas de peperino.
Aunque en un principio sería como drenaje de las aguas
de lluvia, en el 33 a.C. el cónsul Vispasius Agrippa aceptará
que las aguas residuales puedan conectarse a las cloacas, lo
que supone el inicio de las redes de saneamiento unitarias.
Además, para contribuir a la limpieza y buen funcionamiento de la misma, hizo que los alivios de las siete conducciones
que en aquellos momentos traían el agua a Roma se conectaran directamente.
En un principio las cloacas se trazaban según los ejes de
las calles, o junto a los bordillos de las aceras, intercalando
registros verticales que facilitaran inicialmente la construcción
y posteriormente la inspección. Las invasiones de los bárbaros modificarán las primitivas alineaciones, lo que ha hecho
que los restos de algunas hayan aparecido debajo de las casas. La red de aguas residuales aprovechaba las características naturales del terreno, e iban totalmente independientes de
las del abastecimiento para evitar su contaminación.
Resultaba cómoda y económica la ejecución de las acometidas a la red desde los edificios privados o públicos, realizada con tubería de barro cocido y unión tipo enchufe-campana, uno de cuyos extremos era más estrecho que el otro y
cuyas juntas se sellaban con mortero de cemento. Los tubos
podían tener asas que facilitaban su manipulación y el descenso a las zanjas.
A medida que se incorporaban aguas bajo otros caudales
era necesario incrementar las secciones, que pasaban a ser
canales rectangulares, muy superficiales, que incluso se cubrían con las mismas losas del pavimento de la calzada o de
las aceras. Los últimos ramales de la red iban en galería subterránea visitable cubierta con bóveda, dentro de la cual podían ir los conductos en tubería o en canal libre. En los nudos
importantes de la red se disponían arquetas de bifurcación.
Tenía un sistema de absorbederos o buzones muy bien estudiado para que no se inundaran las calles. Las aceras estaban en alto, salvándose con rampas las zonas próximas a los
absorbederos.
O.P. N.o 51. 2000
Fig. 6. Divertículo de la conducción de Nimes.
Fig. 5. Divertículo de la conducción de Nimes.
La red finalizaba en los ríos o en los campos de cultivo
(primeros pasos de la reutilización), regulando la salida para
que no se produjeran erosiones importantes.
Complementariamente a la red existían unos recipientes colocados en las calles que recogían las orinas, sobre los que Vespasiano (69-79 d.C.) estableció un tributo a los bataneros y los
curtidores que las recogían. Según nos cuenta Suetonio en la
historia de Vespasiano, su hijo Tito le reprochó este hecho, ante
lo cual el emperador le puso ante las narices una moneda procedente de la primera entrega y le preguntó si olía mal. Después
de que Tito lo negara, Vespasiano le aclaró que la moneda procedía del comercio establecido para la retirada de la orina.
Este hecho será criticado por el poeta Juvenal (¿60-140?
d.C.), cuyas Sátiras denuncian los vicios de la Roma Imperial.
En las 3 y 14, fustiga a los foricarii, nombre con el que se designaba a los arrendatarios de las orinas, manifestándose indignado por las actividades de los especuladores que para
enriquecerse no rechazaban ningún tipo de industria.”
El origen de las letrinas públicas en Roma no es bien conocido, aunque en el inicio de la época imperial las letrinas
accesibles a todos los ciudadanos se convirtieron en un bien
general de la ciudad, instaladas en las zonas centrales de la
misma y cerca de las canalizaciones. Tenemos información de
que a finales del siglo III d.C., siendo emperador Diocleciano
(284-305 d.C.), se podían contar en Roma 144 edificios de
este tipo. Fernández Casado al hablar de este tema explica
que la convivencia y la armonía de los ciudadanos llegaba
hasta las funciones más primarias, como la defecación, lo
cual nos parece inaceptable con los actuales conceptos de intimidad personal. Añade como explicación:
“No hay que olvidar que la idea de la persona aparece
muy tardíamente en el mundo clásico, con los neoplatónicos
y los escépticos, y no se desarrolla definitivamente hasta el
cristianismo en la época medieval.”
En los siglos I y II d.C. se tienen las primeras referencias
de letrinas individuales en algunas casas privadas, que estarían conectadas a las cloacas.
Hemos hecho esta continua referencia a los romanos, a
Vitrubio y su tratado «De Architectura: Libros VII y VIII», y a
Frontino como gestor de abastecimientos, «De Aquaeductu
Urbis Romae», porque sus conceptos básicos, de plena actualidad, son hoy a veces ignorados y otras mal aplicados.
Sin embargo, los ingenieros del XIX, apoyándose en la filosofía de los arquitectos romanos, que bien conocían, incorporaron los avances tecnológicos del XIX: la elevación por medio
de máquinas y la fundición y el acero como materiales capaces de soportar grandes presiones. También en el XIX se avanzó en el conocimiento de las leyes del movimiento de los fluidos por cauces naturales y artificiales, pero la esencia de las
soluciones romanas permanece vigente plenamente.
La gestión del siglo XXI
Aunque resulte paradójico, día a día se va produciendo una
mayor concentración humana en las grandes conurbaciones.
Las grandes ciudades crecen más y más y se espera que dupliquen su población de conjunto en los próximos cincuenta
años. Esta realidad plantea una situación grave para la dotación de servicios urbanos y en especial los de abastecimiento de agua y saneamiento.
Todo lo expuesto en las páginas precedentes sigue siendo
válido, pero hace falta dar solución a más y nuevos problemas.
Nuevas captaciones, nuevos aductores
La ordenación del territorio como base del uso ordenado de
la naturaleza y la planificación como herramienta no fueron
contempladas por Vitrubio. Resulta evidente que cuando se
trata de grandes obras de regulación, el periodo de maduración para su entrada en servicio eficaz precisa no sólo de la
construcción de la presa, sino que además es menester que el
embalse se llene. Y esta segunda condición necesita casi
siempre de un periodo de varios años.
La nueva demanda exigirá la construcción y/o ampliación
de los acueductos, estaciones de tratamiento, centrales de elevación, etc.
La extensión de la red
La extensión de las ciudades exige naturalmente que se extiendan los servicios urbanos. Esto obligará a la construcción
de nuevos depósitos reguladores y nuevas conducciones y al
refuerzo, ampliación o construcción de nuevas arterias prin-18-
cipales desde los depósitos de distribución. Disponer de una
red jerarquizada y sectorizada facilita mucho las labores de
operación y mantenimiento.
Tanto en la planificación y proyecto de nuevas aducciones, como en la extensión de la red, los modelos matemáticos, soportados en sistemas informáticos, son afortunadamente hoy una ayuda indispensable.
El saneamiento
La red de colectores presenta problemas análogos a los enunciados para la red de distribución. También aquí los sistemas
expertos permiten gestionar más eficazmente y con mayor economía de medios las redes de alcantarillado y los colectores.
La depuración
Es esta una actividad moderna para resolver una necesidad
insoslayable. La producción de aguas residuales, contaminadas por el uso, es equivalente al 90 % del agua aportada a
las ciudades, y la carga contaminante es muy superior a la
que produce la población servida. Si las aguas son vertidas
como se producen, los ríos no tienen capacidad de autodepuración, se convierten en cloacas y los ecosistemas fluviales
quedan destruidos. Surge así la necesidad de que las aguas
usadas sean depuradas antes de ser vertidas nuevamente a
los cauces y que la calidad de los vertidos sea tal que los ecosistemas fluviales se sostengan.
Esta exigencia está legislada en Europa, e implica cuantiosas inversiones y elevados gastos para la operación y el
mantenimiento de las instalaciones. Los costes de la colecta y
depuración de las aguas usadas son del mismo orden que los
del abastecimiento.
La financiación
Como el resto de los bienes y servicios de los que disfrutamos,
el coste siempre es soportado por los usuarios, ya sea como
pago del servicio o a través de un impuesto, sea este finalista o general.
La tendencia general desde Frontino es que un servicio
medible sea pagado por quien lo disfruta en la medida que
lo usa. Esta es la estrategia en Europa y en esta línea se manifiesta la Directiva Marco en redacción.
Sin embargo, como todos los ciudadanos deben tener acceso al mismo con independencia de su nivel de renta, las administraciones pueden establecer tipos de tarifas que hagan
posible este acceso a todos los ciudadanos.
Los servicios del siglo XXI.
Sistemas integrales de calidad
Para alcanzar los niveles de garantía precitados, eficiencia
de los sistemas y eficacia en la gestión son necesarios:
1. Sistemas con captaciones del suministro interconectadas,
redundantes y robustos.
2. Calidad y alta protección de las fuentes.
3. Estaciones de tratamiento bien dotadas.
4. Redes de distribución construidas con materiales adecuados, jerarquizadas y sectorizadas.
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5. Redes de colectores jerarquizadas y sectorizadas.
6. Depuradoras eficientes y bien dimensionadas.
7. Depósitos reguladores de tormentas u otros sistemas que
reduzcan la emisión de vertidos no depurados.
8. Gestión del ciclo integral de uno o varios sistemas interconectados.
9. Entes o empresas de gestión profesionales con experiencia en la gestión y el manejo de herramientas para la
gestión de sistemas complejos.
10. Capacidad de información y comunicación con los usuarios.
La respuesta a las premisas expuestas en tiempo y forma
exige organizaciones profesionales y potentes con capacidades técnica, de organización, comercial y financiera, con el
conocimiento y control suficientes para aplicar en cada momento la mejor solución al problema planteado.
No se cuestiona que la responsabilidad última de la prestación de un servicio tan esencial corresponda a los poderes públicos. La legislación española asigna la competencia de esta
tarea a los municipios, considerando el legislador que el municipio dispone de fuentes de suministro y cauces de entrega suficientes e independientes. En una gestión moderna muchos municipios carecen del tamaño, capacidad técnica y de gestión
necesarios para prestar un servicio de calidad. Por otra parte,
la adscripción de un pequeño municipio a un sistema más grande proporciona mayor robustez y garantía, reduce costes de
explotación y mejora la calidad de los servicios. La tendencia
actual, y más de futuro, será definir unidades de gestión supramunicipales que dispongan de recursos garantizados y redundantes, un volumen de actividad que posibilite una gestión con
medios y más profesional y que realice la operación de todo el
ciclo urbano, desde la captación hasta la colecta y depuración
de las aguas servidas, responsabilizándose por tanto de que los
efluentes vertidos a los cauces o entregados para reutilizar lo
son en las condiciones prescritas por la normativa en vigor.
Los problemas de la gestión
• Complejidad de las instalaciones: Las mayores exigencias
de calidad y la demanda creciente de recursos, exigen la
aplicación de tecnologías avanzadas y complejas y la cualificación creciente del personal que opera las instalaciones.
• Financiación: La implantación de nuevas infraestructuras y
la renovación de las existentes demandan recursos cuantiosos. La tendencia general, y las previsiones de la U E en
particular, previenen que estos costes deben ser financiados por todos los usuarios –incluso los usuarios públicos,
incluidos los propietarios de los activos–. Únicamente las
obras de regulación deberán compartir costes con los otros
usos a los que puedan servir, industriales, agrarios, de prevención de crecidas, de regulación y mantenimiento de
caudales, paisaje y ecosistemas fluviales.
• Gestión de clientes: El servicio estará regulado por un Reglamento del Servicio y un contrato que especifique los derechos y obligaciones de las partes. Cada cliente pagará el
servicio que utilice, y tendrá información puntual y completa sobre los aspectos que interese del servicio.
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Modelos de gestión
Si atendemos al ámbito de gestión la dividiremos en:
• Gestión integral: Es aquella que lleva a cabo un solo ente
de gestión que asume la responsabilidad de todas las actividades necesarias para prestar un servicio de calidad en
todo el ciclo.
• Gestión dividida: La gestión total es prestada por varias entidades.
Si atendemos a la naturaleza del ente que presta el servicio:
Gestión directa
Gestión indirecta
Indiferenciada
Diferenciada
Organismo autónomo
Empresa pública
Empresa mixta con mayoría pública
Empresa mixta con mayoría privada
Concesión
Concierto
Gestión interesada
• Gestión directa indiferenciada: El servicio lo presta el propio ente público (Ayuntamiento, Consorcio o Mancomunidad). La dirección del servicio recae en el órgano rector del
ente público y está sometido al régimen administrativo del
ente público que se trate.
• Gestión directa diferenciada: La responsabilidad del servicio recae en el órgano rector del ente público pero el servicio se presta por un órgano constituido a tal efecto con
personalidad jurídica independiente. La forma más común
es la empresa mercantil con capital íntegramente público.
Está sujeta a las limitaciones que las leyes imponen a las
empresas de esta naturaleza en cuanto a modalidades de
contratación, sujeción a las leyes del Estado, etc.
• Gestión a través de empresa mixta: El ente público se asocia con un operador privado y a la empresa así formada
se le encomienda la gestión del servicio. En este caso, la
gerencia y la operación se le asigna al operador privado
cualquiera que sea la participación pública. Si el capital es
mayoritariamente público estará sometido a las mismas reglas que lo estaban las sociedades de capital público.
El objetivo que persigue esta modalidad es incorporar
el “know how” y experiencia del operador privado y que el
socio público conozca profundamente el funcionamiento
interno del servicio y sus necesidades.
Al operador privado se le remunera su participación a
través de un canon fijo o variable en función de las mejoras de eficiencia. Tanto el Ayuntamiento como el operador
percibirán además los rendimientos que genere la Sociedad en función de sus respectivas participaciones.
• Gestión indirecta por concesión del servicio: El servicio es
prestado por un operador privado en régimen de concesión, el cual asume la gestión a su riesgo y ventura, realizando las funciones establecidas en su contrato y financiando en ocasiones determinadas inversiones. La contra-
prestación es el cobro de los servicios aplicando las tarifas
contractuales ofertadas. Toda la responsabilidad del servicio recae en el concesionario, y el responsable público
mantiene las funciones de controlador y supervisor del
cumplimiento de las condiciones contratadas.
• Concierto: Podíamos definirlo como un contrato de los servicios necesarios para la operación integral del sistema.
La variante más utilizada es el arrendamiento. En este
contrato el operador realiza todas las funciones necesarias
para la prestación del servicio y lo factura al titular del mismo, el cual es, a su vez, quien lo cobra de los usuariosclientes. Generalmente, la facturación del operador es variable (función del agua servida) o es binomia, con una
parte fija y otra variable.
La modalidad es compleja, no se aprovechan totalmente los conocimientos comerciales del operador ni existe comunicación directa entre éste y los usuarios.
• Gestión interesada: En esta variante de la concesión el ente concedente y el concesionario participan en las mejoras
de utilidades producidas en el servicio, y exige que el órgano regulador intervenga y conozca profundamente las
cuentas del concesionario.
La “gestión dividida” no tiene regulación específica alguna en la legislación. Son contratos de servicios sujetos a
la legislación vigente para este tipo de actividad.
Valoración de los modelos expuestos
Se han realizado diferentes valoraciones sobre las ventajas e
inconvenientes de cada modelo y su idoneidad de aplicación.
Valoraremos nueve indicadores: en una escala de 1 a 4
(1, deficiente; 2, suficiente; 3, notable y 4, sobresaliente).
a. Garantía de calidad del servicio: Aseguramiento de la calidad del producto (agua entregada al usuario y agua depurada) y del servicio prestado al usuario (presiones en la
red, respuesta frente a averías, etc.).
b. Solvencia técnica: Solvencia y experiencia del operador en
la aplicación de las tecnologías oportunas para la prestación del servicio.
c. Eficacia del control: Capacidad real del órgano regulador
de exigir el cumplimiento de lo contratado.
d. Eficiencia técnica y comercial: Rendimientos en red, ajustes en
costes y optimización de los procesos de facturación y cobro.
e. Tarifas: Fijación de los menores precios, atendiendo todos
los costes del servicio.
f. Financiación de inversiones: Aportación de recursos para
financiar nuevas infraestructuras o amortizar las ya existentes y atender a su renovación.
g. Aceptación del modelo por los empleados a mantener.
h. Aceptación del modelo por los usuarios.
i. Flexibilidad del modelo: Posibilidad real de modificar el
modelo o cambiarlo si el ente público responsable del servicio no estuviera de acuerdo con su funcionamiento.
Del análisis realizado se concluye el esquema mostrado
en el cuadro 1.
-20-
para ingerir y malvivir, servida en condiciones sanitarias deplorables, cantidades que superan en ocasiones a un servicio
de calidad razonable?
Para terminar y para que veamos qué poco han cambiado las cosas, recojo en este epílogo el que lo fue del discurso
de contestación del académico de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales, el ingeniero de caminos don José Echegaray a su
compañero e ilustre higienista don José Morer en 1867.
“He aquí, en breves frases, el progreso realizado en los
tiempos modernos respecto a la parte teórica del problema
que nos ocupa.
Pero no: el progreso es otro, y es infinitamente mayor.
Si no podemos vanagloriarnos, dice al concluir el señor
Morer, de haber vencido a la antigüedad por el número, por
la magnitud o por la belleza de nuestras construcciones hidráulicas, podemos en cambio reclamar más nobles y elevados timbres. Las obras romanas tenían por base el pillaje, el
saqueo y la esclavitud: las modernas, la asociación y el trabajo libre e inteligente.
En una frase ha condensado el nuevo académico con su
penetrante ingenio un mundo de ideas: sí, el progreso, el verdadero progreso de nuestra sociedad sobre la sociedad romana se pinta en estas tres palabras: trabajo libre e inteligente.
El trabajo, que como dice un eminente orador, domeña el
fatalismo de la materia, infundiendo en ella el espíritu inmortal del hombre; la libertad, sin la que el ser humano es masa
que cae, átomo que arrastra el huracán de la vida; y la inteligencia, luz divina, que le enseña hacia dónde está el término misterioso de su destino.”
■
En La Unión Europea (véase el cuadro 2) y en el mundo
desarrollado están operativos todos los modelos enunciados.
Todos tienen ventajas e inconvenientes y en cada circunstancia resultan más eficaces unos que otros. Sin embargo, al
igual que en la gestión de otras infraestructuras y servicios
públicos, se está produciendo un desplazamiento continuo de
la gestión directa a la indirecta bajo alguna de las modalidades expuestas.
Pero mucho nos queda por hacer para hacer salubre el
agua usada por más de mil quinientos millones de seres humanos.
¿Cuál es el porvenir de los países no desarrollados?
¿Qué hacer en los arrabales de las enormes metrópolis
descontroladas, organizadas por ranchitos, favelas, chabolas, etc. en las que no hay capacidad de pago y donde sus
habitantes, que carecen de un servicio a domicilio o en su
área, se ven obligados a pagar por el agua imprescindible
CUADRO 1
Modelo de gestión
Gestión directa
Gestión
Gestión indirecta
diferenciada
directa
Organismo Empresa Empresa Concesión Arrendamiento
indiferenciada
autónomo pública mixta del servicio
Indicadores
a. Garantía de calidad
1
2
3
4
4
3
b. Solvencia técnica
1
2
3
4
4
4
c. Ejercicio de control
1
2
3
4
4
3
d. Eficiencia técnica
y comercial
1
2
3
4
4
2
e. Tarifas
2
3
3
3
3
2
f. Financiación
de inversiones
2
2
2
3
4
2
Roque Gistau Gistau
g. Empleados
1
2
3
3
4
2
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Licenciado en Ciencias Empresariales por ICADE
h. Usuarios
1
2
2
3
4
3
I. Flexibilidad
del modelo
2
2
1
1
3
3
Nota
1. Aqua levissima pluvialis est; deinde fontana; tum ex fiumine; tum ex puteo; post haec ex nive; aut glacie; gravior his ex lacu; gravissima, ex palude.
CUADRO 2
Estados miembros
de la UE
Bélgica
Dinamarca
Alemania
España
Francia
Grecia
Irlanda
Italia
Luxemburgo
Holanda
Austria
Portugal
Finlandia
Suecia
Reino Unido
Total
Media ponderada por población
Reino Unido:
Población
Gestión
(103 habitantes) directa pública
Gestión directa
para estructuras
intercomunales
o regionales
Gestión delegada Gestión delegada Gestión directa
pública
privada o mixta
privada
9.958
5.228
81.800
40.460
56.576
10.269
3.526
57.280
407
15.493
8.030
9.865
5.117
8.838
57.897
5
67
27
39
23
61
100
72
100
6
90
93
90
98
3
50
–
24
12
–
10
–
23
–
–
10
–
–
–
–
40
33
31
12
2
29
–
1
–
94
–
6
–
–
9
5
–
18
37
75
–
–
4
–
–
–
1
10
2
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
–
88
370.744
100
138.652
37
44.471
12
60.970
16,5
75.702
20,5
50.949
14
Inglaterra y Gales: 100% Gestión directa privada
Escocia:
100% Gestión por autoridad pública
Irlanda del Norte: 100% Gestión directa pública
Fuente: EUREAU, oct. 96
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PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
PÁGINA INTENCIONALMENTE
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La gestión del agua
en el regadío
Ricardo Segura Graíño
DESCRIPTORES
GESTIÓN INTEGRADA DEL AGUA
PARADIGMA DE LA GESTIÓN
ÉTICA DEL USO DEL AGUA
USO RACIONAL Y SOSTENIBLE
TRATAMIENTO GLOBAL
Introducción
En las circunstancias presentes de desarrollo económico, técnico y social que ha alcanzado la Humanidad, el agua dulce
constituye un recurso natural escaso en una parte considerable del mundo habitado. En extensas áreas de la Tierra, y también del territorio español, los recursos hídricos disponibles no
siempre cubren las necesidades de agua de la sociedad, incluso con las costosas (costosas en términos monetarios y sociales) infraestructuras hidráulicas construidas. En términos
más técnicos, se podría asegurar que la distribución (temporal y espacial) de las demandas de agua no siempre es inferior a la de los recursos hídricos disponibles. Para el futuro, y
en la práctica totalidad de los escenarios contemplados, las
perspectivas son aún más pesimistas. Por ello puede hablarse
con total propiedad de una creciente escasez de agua (a nivel
mundial y nacional). Esta escasez o penuria obliga a utilizar
los recursos hídricos con la mayor racionalidad y eficiencia
posibles, entendidas ambas desde una perspectiva cuádruple:
técnica, económica, social y medioambiental. La administración rigurosa del agua es un imperativo ineludible, que se deriva directamente de dicha escasez creciente y generalizada.
En España, la Administración Pública responsable de la
gestión del agua ha combatido tradicionalmente la escasez
de este recurso con actuaciones enfocadas, preferentemente,
sobre dos vías diferentes. En primer lugar, aumentando la disponibilidad del recurso, mediante el uso de las nuevas tecnologías en el campo de la construcción de grandes presas y
grandes canales de aducción; estas actuaciones se integran
en la llamada política de oferta de recursos. En un sentido
opuesto, la escasez también se ha afrontado con la limitación
de las demandas de agua (restricciones temporales en años
secos, prohibición o limitación de nuevos usos, fomento del
ahorro de agua, campañas de concienciación de la sociedad
en el uso eficiente, etc.), aplicando con este tipo de medidas
una política de contención de la demanda. Estas dos vías precitadas no son necesariamente alternativas o excluyentes, sino que, por el contrario, deben ser paralelas y complementarias en su consideración y aplicación.
Incluso aplicadas conjuntamente, estas dos vías son notoriamente insuficientes para resolver los problemas que padecemos actualmente. En consecuencia, los responsables de la
gestión del agua en España (en especial los Organismos de
cuenca o Confederaciones Hidrográficas) están aplicando progresivamente nuevas formas de gestión más amplias y ambiciosas, las cuales vienen impuestas por las complejas circunstancias presentes. En esencia, la nueva gestión del agua consiste en administrar conjuntamente los recursos hídricos, las
demandas de agua (cualquiera que sea su naturaleza y circunstancias), el patrimonio hidráulico existente (tanto el natural como el ejecutado por el hombre) e, incluso, la asignación
de las futuras inversiones. Además, se reconsiderarán los procedimientos aplicados en la gestión, para introducir los cambios normativos y nuevas pautas de actuación que sean necesarios. Todos estos ámbitos serán aplicados en la medida en
que sean necesarios (sin prejuicios y sin prioridades para ninguno), para conseguir la máxima eficiencia de los recursos y
medios disponibles (evaluada aquélla, por supuesto, con criterios técnicos, económicos, sociales y medioambientales).
De esta forma se supera la gestión tradicional del agua (limitada al mero ajuste entre demandas y recursos disponibles)
y se dan los pasos fundamentales para establecer el nuevo
paradigma de la gestión del agua. Este paradigma estará
presidido por la búsqueda de un equilibrio entre la protección
del recurso y su aprovechamiento, dando lugar al concepto
de aprovechamiento racional y sostenible del agua, el cual es
una manifestación del uso ético por las generaciones actuales
de los recursos naturales.
-24-
La gestión del agua
En este nuevo paradigma, la característica principal de la
gestión del agua en el futuro deberá afianzar y ensanchar el
tratamiento global (se podría hacer mención al carácter “holístico”, pero esta expresión todavía no está asimilada por
nuestra lengua), debiéndose entender esta globalidad con la
mayor amplitud. La resolución de los profundos y complejos
desafíos inherentes al aprovechamiento del agua solamente
puede abordarse desde la amplitud de miras en todos los estamentos y cuestiones relacionados con la gestión. Deberán
ser mantenidos los aspectos positivos de la gestión tradicional
y erradicadas las rémoras, inercias y rigideces existentes,
cualquiera que sea su origen y naturaleza.
La gestión debe ser desarrollada por todas las partes y
sectores concernidos, de manera coordinada y de acuerdo
(en cada momento y lugar) con sus propias posibilidades.
Nadie, tampoco la Administración Pública, tiene el monopolio o la responsabilidad exclusiva de la gestión. Los gestores
actuales deben ensanchar paulatinamente el horizonte de la
gestión y aceptar con generosidad la intervención progresiva
de nuevos agentes. No basta, aunque éste sea un estadio en
el camino de progreso, con la gestión desde la información,
el diálogo y la participación (aquella gestión en la que los
sectores interesados y la sociedad son informados, consultados e, incluso, participan por consenso o votación en la toma
de las decisiones importantes). Además de transparente, dialogante y participativa, la gestión futura (asumida por un amplio consenso social) tiene que contar con la intervención en
la misma de todos los sectores interesados. Entre estos sectores están incluidas las organizaciones no gubernamentales,
en sus cometidos lógicos de defensa del medio natural.
La gestión también deberá ser descentralizada, entendiendo bajo este último concepto aquella gestión en la que las
distintas actividades constituyentes de la misma son desarrolladas desde el nivel o sector más próximo (privado mejor que
público, local mejor que regional, regional mejor que nacional) que asegure la eficacia.
Por supuesto, la gestión deberá ser integrada. Se actuará
en las cinco líneas básicas posibles ya mencionadas (recursos
hidráulicos, demandas de agua, patrimonio hidráulico, inversiones y normativa específica), en forma paralela y conjunta.
Tan erróneo sería limitarse a una de ellas (por ejemplo, la ejecución de inversiones) como olvidarse sistemáticamente de alguna. También es necesaria la más amplia perspectiva a considerar: técnica, económica, social y ambiental, lo que conlleva un tratamiento pluridisciplinar y la aplicación de las nuevas tecnologías disponibles en cada momento. Es inconcebible
hoy en día (es de esperar que aún lo sea más en el futuro) una
gestión separada de los aspectos cuantitativos de los relativos
a la calidad del recurso; tampoco es admisible una separación de la gestión según se desarrolle en condiciones de normalidad o excepcionales (sequías o avenidas). Otrosí respecto al tratamiento y aplicación de las aguas superficiales, subterráneas o de origen no convencional. En todos estos casos,
las diferentes tecnologías específicas no deben ser (en absoluto) motivo u ocasión para cercenar en ramas o capillas la gestión, tampoco para actuaciones sin conexión ni coordinación.
La gestión del agua en el regadío
Fig. 1. Acequia tradicional revestida,
de la Comunidad de Regantes de Burriana (Castellón).
Tampoco la adscripción del recurso agua a los distintos usos
deberá justificar la secesión de su gestión. Es obvio que los
distintos usos y aprovechamientos del agua (y entre ellos el regadío) impregnan la gestión de sus especificidades. Sin embargo, todavía es más cierto que la gestión diferenciada en
función de los usos implicaría disfunciones e ineficiencias. Por
lo tanto, la gestión del agua en el regadío (bajo cuyo título se
ampara esta exposición) no constituye una rama autónoma
de la gestión del agua, sino que sólo debe entenderse como
un conjunto de actividades realizadas a dichos efectos, las
cuales estarán integradas en la gestión global del agua y subordinadas a la finalidad última buscada: el aprovechamiento del agua sin degradar el medio ambiente (preámbulo de la
vigente Ley de Aguas).
No es fácil, en los términos y extensión de este artículo,
definir con precisión una doctrina de uso general sobre dicho
paradigma de la gestión del agua para el regadío. Este último (el regadío) entraña una gran complejidad y un elevado
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O.P. N.o 51. 2000
componente de elementos o condicionantes circunstanciales
(temporales, locales, formales, etc.), que condicionan profundamente la gestión e invalidan cualquier intento de tratamiento generalizado. Los distintos factores y condicionantes
del regadío, en especial aquellos ajenos a la pura ciencia hidrológica (es decir, los relacionados con el suelo, el clima, las
prácticas agronómicas, la seguridad alimentaria, los mercados, la sociología rural, las tarifas repercutidas, etc.), introducen connotaciones muy singulares en la gestión del agua
en el regadío. Conviene aquí recordar que decisiones de política agraria, por ejemplo las subvenciones relativas para
productos de regadío con consumos de agua muy diferentes
(el caso extremo lo definirían el arroz y el girasol), condicionan profundamente la demanda real de agua. Por ello, en este escrito se centrará la exposición sobre las directrices o pautas básicas que, según el nuevo paradigma, deberán inspirar
la concepción y el desarrollo de la gestión del agua en el riego. Estas directrices se completarán (siempre es de gran utilidad insistir en la presentación de ejemplos reales) con algunas referencias y aportaciones, todas ellas de marcada naturaleza práctica, presentando varios casos concretos de actuaciones españolas encaminadas a una gestión en la línea
del nuevo paradigma. Estos ejemplos constituyen una muestra, pequeña pero bastante ilustrativa, de la amplia panoplia
de posibilidades abierta por la aplicación de dichas directrices en la gestión del agua en el regadío.
9. Coordinación de las actividades de todos los participantes en la gestión.
10. Conformidad con las previsiones de una planificación hidrológica previa.
11. Seguimiento de eventuales cambios en los supuestos de la
planificación (clima, política agraria, estabilidad de precios, etc.).
12. Compatibilidad de usos, con reutilización sucesiva de los
retornos según los respectivos requerimientos de calidad.
13. Educación de los ciudadanos en el uso racional del agua,
como bien público escaso.
Normas específicas del regadío
1. Papel subordinado del uso del agua en el regadío en relación con otros usos (en especial el abastecimiento a la población), que exigen mayor calidad y garantía.
2. Uso eficiente del agua (ética estricta del uso del agua), procurando evitar despilfarros.
3. Introducción de nuevos elementos estructurales para reducir el consumo (contadores, balsas, revestimiento de canales y acequias, regulación dinámica de canales, etc.).
4. Aplicación de medidas no estructurales para reducir el
consumo (medición del agua, formación y extensión agrarias, sistemas de reparto y turnos de riego, introducción de
tarifas progresivas, concienciación social, etc.).
5. Preocupación por la eficiencia del drenaje (prevención de
la salinización de los suelos), incluso control de los retornos (para mejorar su calidad y reducir su cantidad).
6. Entrega paulatina a las Comunidades de Regantes de las
infraestructuras no estratégicas.
7. Control y actualización de las autorizaciones de uso (registro de concesiones).
Elementos inspiradores
En la concepción y organización de la gestión del agua y en su
práctica cotidiana se deberán tener muy presentes las directrices
que, siempre como desiderátum, se enumeran a continuación.
Principios generales
1. La participación en la gestión del agua de los estamentos
interesados (en especial los propios usuarios), según los
términos de la declaración de Dublín de enero de 1992.
2. Aplicación del principio usuario/pagador, con el objetivo final de alcanzar (al menos a largo plazo) el equilibrio
financiero global del sector.
3. Sostenibilidad económica individual de todos los aprovechamientos del agua, debiendo ser de público conocimiento las subvenciones que sean imprescindibles (temporales o permanentes).
4. Uso y aprovechamiento del recurso por la generación actual sin comprometer la capacidad de las generaciones
futuras para satisfacer sus propias necesidades (Convenio de Helsinki 1992).
5. Prevención en origen de cualquier forma de contaminación (incluida la difusa) del agua.
6. Aplicación, en la explotación y en la gestión, de la mejor
tecnología disponible y viable.
7. Introducción progresiva y continuada de las nuevas pautas de conducta (sin vaivenes).
8. Realización de las actividades por el sector privado o, de
no ser posible, por el escalón público eficiente más cercano (acción subsidiaria).
Elementos circunstanciales
1. La cuenca hidrográfica (en su defecto la subcuenca) y la zona regable (dividida en sectores) como marco espacial de la
gestión. En España se introdujo este marco en el año 1926.
2. La anualidad como marco temporal (campaña de riego)
pero con atención a los periodos de sequía plurianuales.
3. Aprovechamiento conjunto de recursos de distinto origen
(aguas superficiales y subterráneas, reutilización, desalación, etc.).
-26-
Fig. 2. Balsa de regulación.
4. Utilización de incentivos económicos para ordenación de
la demanda (política de tarifas).
5. Integración en la gestión de la experiencia acumulada y de
las innovaciones tecnológicas.
6. Flexibilización, bajo condiciones y controles estrictos, del
régimen legal actual de aprovechamiento del agua, para
admitir transferencias temporales en el derecho de uso.
7. Previsión de las avenidas y sequías futuras, introduciendo
códigos prudentes de gestión.
8. Uso estratégico en las sequías de la capacidad de regulación de embalses y acuíferos.
Ejemplos concretos
de aplicación de estos principios
Para completar el ámbito del apartado anterior, quizás teórico en exceso, y abrir el horizonte a la práctica cotidiana, se
mencionarán a continuación algunos casos reales de actuaciones desarrolladas por nuestros gestores para acercar la
gestión al nuevo paradigma.
A. Protección del medio ambiente
La gestión del agua tendrá como objetivo primordial, y esto
nunca debe ser olvidado, asegurar el equilibrio entre el aprovechamiento del recurso y su protección (aprovechamiento racional y sostenible). La racionalidad en el uso implica su eficiencia técnica y económica, pero también social y medioambiental. La preocupación medioambiental (en su acepción de
anticipación proyectiva para orientar la conducta) no constituirá un elemento complementario, a modo de detalle o adorno,
sino uno de los fundamentos de la gestión. Esta preocupación
viene impuesta por el imperativo moral de la solidaridad intergeneracional y, en el futuro, por el mandato legal de la nueva
directiva-marco de la Unión Europea sobre política hidráulica.
La incorporación en los Planes Hidrológicos de las distintas
cuencas de prescripciones relativas a volúmenes y flujos mínimos en los cauces y embalses para protección del medio ambiente constituye un ejemplo actual de esta pauta de conducta. Desde hace bastantes años, la gestión del tramo inferior del
río Ebro contempla las circunstancias singulares de su delta,
asegurando un caudal mínimo en estiaje de 100 m3/s, con lo
que se mantiene el equilibrio hidráulico de dicho elemento.
ra otros sectores prioritarios (propuesta contenida en la declaración realizada en La Haya en 1993, en el espíritu de la
Agenda 21 de la Conferencia de Río de 1992, por el Congreso de la Comisión Internacional de Riego y de Drenaje). También son posibles limitaciones voluntarias en el consumo del riego (temporales o permanentes), normalmente a cambio de una
compensación económica pactada. Una zona de riego (tanto
en explotación como de nueva implantación), y que disponga
de suficientes recursos, puede asumir determinadas limitaciones colectivas en su consumo. Los recursos obtenidos a partir
de esta limitación temporal se destinarían al uso de mayor rentabilidad económica, ambiental y/o social, el cual soportaría
la compensación. La limitación temporal pactada del gasto en
un regadío próximo podría ser la alternativa más interesante
(en términos sociales, ambientales e, incluso, económicos) para resolver las demandas crecientes de un área metropolitana
con escasez de recursos, incrementando su nivel de garantía.
En su momento, primera fase del periodo 1992-95, se llegaron a aplicar medidas de este tipo para paliar las restricciones en Sevilla. Para el futuro, en todo el litoral mediterráneo cabría la consideración de soluciones semejantes.
En segundo lugar, durante los periodos en los que los recursos son reducidos, se deben introducir por consenso con
los usuarios limitaciones en el consumo. El acuerdo debe extenderse al volumen reservado para años sucesivos (si se gestiona en una base plurianual) y a la distribución en esa campaña de los recursos disponibles para ella. Incluso en una
Fig. 3. Sistema de riego mecanizado (pivot), de Albacete.
B. Limitaciones al regadío en periodos o zonas
de fuerte sequía. Reparto de recursos limitados
En los años y en los territorios con extrema sequía, la complejidad de la gestión del regadío se incrementa. También en el
ámbito hídrico la pobreza es mala consejera. En particular,
durante las sequías se presentan dos graves problemas. Por un
lado, el regadío, usuario tradicional de los recursos hídricos,
sufre ciertas tensiones por la competencia de otros sectores en
los que el agua genera un mayor rendimiento. Por otra parte,
en muchas campañas es preciso proceder al reparto entre los
usuarios de volúmenes menores que los acostumbrados.
Dentro del primer marco de actuaciones, el regadío debe
afrontar medidas de mejora y modernización para introducir
economías en el consumo para que el agua esté disponible pa-27-
Fig. 4. Sistema de riego localizado, de la Comunidad de Regantes de Novelda.
O.P. N.o 51. 2000
norma tan veterana como nuestra Ley de Aguas de 1879
(sustituida por la Ley de Aguas vigente, elaborada en 1985)
se atribuye (literalmente) a las Comunidades de Regantes, en
su artículo 237, “la distribución más conveniente [del agua]
en años de escasez”.
Si el problema es limitado, es habitual la simple reducción
porcentual (en un porcentaje asumible) de los consumos de
años normales. Todos los usuarios sufrirán el mismo grado de
penuria, para lo que deberán adaptar en forma individual
sus prácticas agrarias a la escasez aceptada: incremento de
la eficiencia, reducción de la superficie regada, introducción
parcial de cultivos de menor gasto, etc.
Cuando las limitaciones son más severas, el criterio anterior puede originar un rechazo amplio, pues los usuarios (regantes) más rigurosos en el consumo de agua se sienten penalizados. Estas situaciones se han resuelto mediante una
atribución volumétrica fija (m3/ha), completada por la prohibición o reducción temporal de los cultivos de fuerte consumo
(caso del arroz en el tramo final del Guadalquivir). En otros
casos, desde una consideración social, ha sido arbitrada una
solución que otorgue algún tipo de ventaja a las zonas o cultivos que originen mayor demanda de mano de obra (preferencia a huertos, minifundios y cultivos que no se pueden mecanizar o que impliquen una recogida manual). En algunos
años, el suministro se ha limitado estrictamente a las necesidades de los cultivos perennes (arbolado) y en la cantidad estimada para su mera supervivencia. Una vía análoga de limitación del consumo se está aplicando en la compleja gestión del acuífero de La Mancha occidental. La sobreexplotación que sufrió este acuífero (extracciones muy superiores a la
recarga) originó un descenso relevante del nivel freático con
un fuerte impacto ambiental. La situación se ha frenado temporalmente mediante una reducción voluntaria del consumo,
apoyada por una compensación económica (financiada por
fondos comunitarios). La solución definitiva para este problema, aún no conseguida, deberá pasar (con toda seguridad)
por un acuerdo que contemple, entre otras, medidas de esta
naturaleza (ahorro de agua y limitación del consumo).
Salvo en zonas muy concretas, aquellas donde existen recursos hídricos apreciables de titularidad privada (Canarias y
puntos del litoral mediterráneo), no han sido aplicados criterios económicos para distribuir el agua en periodos de escasez. Probablemente esta vía se abrirá en un futuro próximo con
la modificación del régimen legal actual de aprovechamiento
del agua por concesión (reconocimiento y regulación por la
normativa de los mercados de derechos de uso del agua).
C. Uso estratégico de acuíferos
y embalses hiperanuales
En amplias zonas de nuestro país, la gestión con una perspectiva anual del regadío sería inadecuada para las características hidrológicas que sufrimos (con grandes variaciones de
unos años a otros). Desde hace unos cincuenta años, algunas
Confederaciones Hidrográficas están considerando ciclos de
explotación plurianuales para los grandes embalses de regulación. Sin embargo, sólo con ocasión del último episodio de
sequía se han aprovechado con profusión las posibilidades
de regulación interanual de los acuíferos (pozos de sequía).
La explotación de éstos será sostenible a largo plazo (extracciones inferiores a las recargas), aunque en años muy secos
la extracción pueda exceder a la entrada de agua.
La explotación del tramo inferior del Júcar en el periodo
más crítico del decenio actual constituye un espléndido ejemplo de esta utilización estratégica de las reservas acumuladas
de agua (superficial y subterránea).
D. Complementariedad entre regadío
y demanda del sector turístico
Es bastante significativa la sensible coincidencia estacional
entre las demandas de estos dos sectores (regadío y turismo),
fundamentales ambos en el desarrollo del área mediterránea.
El regadío ostenta concesiones (previas en el tiempo) para el
uso de los recursos hídricos de la zona. También podría utilizar, sin problemas insuperables, las aguas residuales depuradas de los núcleos turísticos próximos (reutilización). En este contexto, la gestión debería esforzarse en arbitrar un
acuerdo específico entre los dos sectores, con recíprocos beneficios. Este acuerdo asignaría los recursos de calidad al turismo y serviría el regadío con las aguas reutilizadas. Las
ventajas del primero (el turismo) son evidentes. El segundo
consumiría un recurso de menor calidad pero de mayor nivel
de garantía (el mismo que el abastecimiento); también podría
recibir alguna compensación económica adicional.
Esta posibilidad es de aplicación cada vez más frecuente
en nuestro litoral mediterráneo, con el notable ejemplo del
compromiso entre Benidorm y las zonas de riego inmediatas.
E. Prevención de los efectos
adversos de las avenidas
La prevención de avenidas no se limita al momento en que se
presentan, sino que constituye un elemento de constante preocupación para los agentes gestores. En periodos de normalidad, la atención se enfocará sobre la consideración de los
riesgos y la introducción de las medidas más eficaces para su
reducción. Entre ellas están tanto la ejecución de infraestructuras como la aplicación de medidas no estructurales, destacando entre estas últimas la explotación racional y prudente de los
embalses (cualquiera que sea su destino) y la ordenación del
territorio. Durante el evento, la utilización de sistemas de alerta, la aplicación de medidas de protección civil y la retención
controlada de volúmenes de agua (laminación) forman el trío
de líneas, plenamente compatibles entre ellas, de actuación.
En los últimos años, la introducción en España del SAIH
(Sistema Automático de Información Hidrológica) ha dotado a
los gestores con una valiosa herramienta de gestión durante
las avenidas, tanto como elemento de alerta como útil que permite optimizar los efectos positivos (laminación) de los embalses. Por su parte, las actuaciones de deslinde del dominio público hidráulico y los estudios de delimitación de áreas propensas a la inundación (como elemento básico de la ordenación territorial) permiten la prevención ex-ante de las avenidas.
Otro ejemplo de gestión de las avenidas se ha producido en la
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cuenca del Tajo durante el invierno de 1995/96, evento en el
que se colaboró estrechamente con Portugal para, desfasando
en el tiempo los desembalses de ambas partes, limitar los daños producidos por las importantes avenidas presentadas.
F. Entrega a los usuarios
de la gestión de las infraestructuras
En las primeras etapas de la implantación de un regadío colectivo, la Administración impulsora del mismo debe constituirse en responsable fundamental de la explotación y mantenimiento de la mayoría de sus infraestructuras. Ello está justificado por la natural falta de experiencia de los usuarios y las
carencias (técnicas y económicas) de sus propias asociaciones. Con el tiempo, cuando estas asociaciones se van asentando, es posible y conveniente darles una participación creciente en la gestión del regadío.
En muchos casos, los usuarios del agua (asociados en Comunidades e incluso mediante Sindicatos de éstas) están plenamente capacitados para la explotación y mantenimiento de
las infraestructuras hidráulicas con las que son servidos (canales, acequias, balsas, desagües, caminos, etc.). Además,
pueden desarrollar estas funciones con menor coste y mayor
agilidad que la Administración Pública hidráulica. Bajo estas
premisas, y en aplicación del principio de subsidiariedad del
sector público, deberá procederse a encomendar a los usuarios la explotación de las infraestructuras y su conservación.
La Administración Pública deberá limitarse a la explotación
de aquellas otras de marcado carácter estratégico (principalmente grandes presas y trasvases).
Los ejemplos de entrega de la gestión de infraestructuras
son numerosos. Recientemente se ha transferido a la Comunidad de Regantes de la Zona Regable del Zújar las instalaciones de la misma (de cierto nivel tecnológico, pues incluyen estaciones de bombeo y una red de tuberías a presión), que
hasta entonces eran operadas por la Confederación Hidrográfica del Guadiana. Este cambio no parece haber reducido
la calidad del servicio, pero sí su coste.
G. Cuencas compartidas con otros países
La gestión del agua sólo es eficaz si se extiende a su territorio
natural: la cuenca hidrográfica. Cuando ésta abarca territorios
de dos o más países, se plantean delicados problemas internacionales. Entre las diferentes cuencas compartidas con nuestros
vecinos (Francia, Andorra, Portugal, Reino Unido y Marruecos),
la complejidad adquiere su mayor trascendencia en el caso de
las cinco cuencas conjuntas con Portugal (Miño, Limia, Duero,
Tajo y Guadiana). En un breve plazo, se espera que se produzca la ratificación por los respectivos Parlamentos del Convenio para la protección y el aprovechamiento racional de los
recursos hídricos de dichas cuencas hispano-portuguesas. Este
Convenio parte de los Acuerdos bilaterales en vigor (firmados
en 1964 y 1968) para introducir, en un contexto internacional,
las nuevas pautas de gestión. En el futuro se establecerá un marco bilateral (hispano-portugués) por el que se consigue, para
dichas cuencas, una planificación hidrológica compatible y una
coordinación de las gestiones practicadas en los dos países.
-29-
H. Financiación de la modernización del regadío
por los usuarios del agua ahorrada
En general, las actuaciones sobre las infraestructuras de riego, necesarias para su modernización y mejora, se ven frenadas por las elevadas inversiones precisas. El sector regadío
rehusa afrontar unos costes que considera excesivos en relación con las mejoras conseguidas por el propio sector. Cuando el agua que se podría ahorrar no viene siendo aprovechada (en la organización actual del aprovechamiento es
normal la utilización del agua en cascada), la gestión debe
incorporar la simbiosis entre los usuarios actuales y aquellos
otros que podrían aprovechar dicha agua ahorrada. Estos últimos financiarían (total o parcialmente) la mejora y conservación de las infraestructuras de los primeros, a cambio de la
asignación concesional del recurso ahorrado realmente. En
todo caso, no deberán producirse afecciones a terceros o
efectos perniciosos en el medio natural.
Medidas de esta naturaleza se aplicaron con éxito en la
modernización de las redes de riego del delta del Ebro, con
asignación del agua recuperada al suministro de la zona industrial de Tarragona (el llamado “minitrasvase”). Con el canon
satisfecho por los nuevos usuarios se amortizan las obras realizadas para conseguir la reducción del consumo en el delta.
Conclusión
La progresiva aplicación del nuevo paradigma de la gestión
del agua constituye un objetivo, tan difícil cuanto irrenunciable, al que se debe encaminar la sociedad española. Los progresos alcanzados en los últimos años (probablemente con el
impulso prestado por los debates sobre estas materias mantenidos en esta década) son innegables y apreciables, pero deben ser afianzados y ampliados. El nuevo paradigma de la
gestión del agua, al igual que cualquier otra actuación hidráulica, pierde su utilidad si no se aplica con suficiente continuidad temporal. En consecuencia, es inútil sin la base de apoyo prestada por un amplio consenso. La ambición propia del
objetivo aconseja evitar el optimismo que, sin duda alguna,
conduciría al fracaso inmediato, bien por incorporación de excesivas innovaciones en breve tiempo o bien por la aplicación
de continuas modificaciones. Sin embargo, tampoco deberá
incurrirse en un pesimismo que, por el contrario, llevaría al inmovilismo absoluto, por renuncia a cualquier nuevo avance.
Sólo desde la continuidad, el equilibrio y el consenso (político y social) se asegurará el progreso en el camino para implantar en plenitud el nuevo paradigma de la gestión del
agua. Unidos al diálogo social (global, constructivo, serio) deberán ser el catalizador o fermento que haga posible proseguir los avances que nuestra particular situación hídrica (realmente preocupante) demanda.
■
Ricardo Segura Graíño
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Ministerio de Medio Ambiente
O.P. N.o 51. 2000
El regadío
como necesidad estratégica.
El caso de Aragón
Javier Gros Zubiaga
DESCRIPTORES
REGADÍO
ESTRATEGIA
P.A.C.
P.N.R.
ARAGÓN
Introducción
Durante mucho tiempo ha sido bastante con señalar que en
España sólo el 15,8 % de la S.A.U. (superficie agraria útil) es
de regadío pero en ella se genera el 62 % de la producción
agraria, para que la transformación fuera considerada como
baluarte principal de los planes de desarrollo y transformación del medio rural.
Actualmente la agricultura de regadío se ve contestada
por diferentes aspectos conflictivos que cuestionan su prioridad; entre los más comentados podemos citar la política
agraria, la sobreproducción de alimentos, el medio ambiente, su poca rentabilidad económica y social y la escasez de
agua, que abre la discusión de repercutir los costes de utilización, sin hacer distinción del uso.
El cambio de opinión social está afectando a los proyectos
públicos; lejos quedan los proyectos de transformación de
grandes zonas de regadío: en 1985 se hablaba de dos millones de hectáreas; en el segundo proyecto del Plan Hidrológico
Nacional (PHN, 1993) la cifra se había reducido a 600.000
hectáreas y el Plan Nacional de Regadíos (PNR, 1999) recoge
457.853 hectáreas, de las cuales 232.781 hectáreas con la
propuesta financiera para ser realizadas hasta el año 2008.
Aun con estas disminuciones en las expectativas, el debate
no termina, y puesto que la ampliación de regadíos va unida a
la construcción de nuevos embalses, han aparecido asociaciones contra pantanos en las que se juntan ecologistas, universitarios, propietarios de las zonas afectadas y ecólogo-políticos.
Durante un tiempo el desarrollo de la sociedad se igualaba a desarrollo económico, casi siempre relacionado con indicadores monetarios, como el Producto Interior Bruto (PIB).
Los contrarios a los regadíos utilizan modelos exclusivamente económicos e insisten en su poca rentabilidad por la
inversión realizada, la elevada cantidad requerida para producir un puesto de trabajo, y han supuesto que su realización
afectará negativamente a los recursos naturales. Es una concepción conservadora de la actuación humana y su repercusión sobre la naturaleza, que a menudo pone de manifiesto
que los grandes cambios en el medio ambiente del planeta los
viene decidiendo ella.
El desempleo y los desequilibrios regionales se han considerado también como parte del concepto tradicional del desarrollo. En este modelo el medio ambiente y los recursos naturales no encajan muy bien. De ahí que haya una cierta tendencia
a intentar considerarlos fuera del modelo económico general.
También se ha hablado de la existencia del ecodesarrollo,
que entiende de los aspectos no monetarios del desarrollo,
viendo qué actuaciones son buenas o malas desde el punto de
vista del medio ambiente y analizando su situación y evolución en un periodo de tiempo determinado.
Algunos economistas señalan que el concepto de ecología
puede ser incorporado a los modelos incluyendo los recursos
humanos. Esta visión tiene la ventaja de que trata los aspectos sociales, y así las políticas de desarrollo que incrementan
el número de desempleados serán puestas en duda, pues degradan los recursos humanos de una forma similar a la degradación de los recursos naturales.
Los especialistas concluyen en que hay que “ecologizar” la
economía. La economía debe reflejar las realidades ecológicas o biológicas y en esta línea deben dirigirse los esfuerzos
-30-
de modelización en la explicación de las interacciones entre
economía, desarrollo y ecología, mejor que manejar datos
numéricos, a veces sesgados, para demostrar la baja rentabilidad de las inversiones en las transformaciones de regadíos.
Limitaciones por la Política Agraria Común
La reforma de la Política Agraria Común (PAC) en 1992 determinó un régimen de apoyo a los productores de cultivos herbáceos para asegurar un mejor equilibrio de mercado. Las
medidas han dado resultado y la retirada de tierras, combinada con la reducción del precio de intervención, ha contribuido
a controlar la producción, y por otra parte los mejores precios
han permitido el empleo de las producciones en otros sectores.
Cada año aparece el reglamento anual de aplicación de
las medidas de apoyo que en un proceso de adaptación van
ajustando la normativa general a las incidencias que se producen históricamente. Este sistema ha definido: superficies
base (secano, regadío), superficies máximas (trigo duro), porcentaje de retiradas de tierras a apartar de la producción de
antemano, rendimientos regionales medios.
Los pagos se realizan mediante la multiplicación de una
cantidad básica por tonelada por el rendimiento cerealista
medio de cada región, empleándose rendimientos diferentes
para el maíz cuando exista una superficie de base diferenciada para este producto.
El Reglamento posibilita el subdividir las superficies de bases nacionales en subsuperficies de base con arreglo a criterios objetivos. Esta circunstancia da lugar a que cuando se rebase la superficie de base se puede concentrar en su totalidad o en parte en las subsuperficies de base en las que se haya registrado el rebasamiento. En lo concerniente a la superficie de base regada, su cuantía es igual a la superficie media regada entre 1989 y 1991 con vistas a la cosecha de cultivos herbáceos.
Esta normativa, en su definición de superficies bases y subbases, establece penalizaciones para cuando se superen las
cantidades establecidas. Toda vez que los presupuestos están
ajustados según superficies y la ayuda unitaria correspondiente, toda modificación de las primeras determina salirse
del cuadro presupuestario.
Fig. 1. El sistema de riego por aspersión que se extiende
en los nuevos regadíos.
-31-
Las sanciones de la Comisión Europea no son sólo una legislación; ahora mismo España negocia reducir una multa de
33.000 millones de pesetas por irregularidades detectadas en
el sector de cultivos herbáceos. De esta sanción 27.000 millones se deben al incumplimiento de las obligaciones de barbecho en 1996 y el resto, 6.000 millones, a deficiencias encontradas en las inspecciones realizadas en una Comunidad
Autónoma dentro del mismo sector durante 1997 y 1998. España no es el único país cuestionado, las cantidades que se
encuentran ahora en discusión ascienden a 83.000 millones
de pesetas para todos los Estados miembros.
Esta política influencia las posibilidades de ampliación de
los regadíos, en la medida en que la ampliación de las superficies bases precisa de la negociación y aprobación, y
cuando se consigue es a cambio de cesiones en otras adaptaciones de otros productos u otros países, que generan los
largos acuerdos no siempre fáciles, y que difícilmente reflejan
todas las aspiraciones recogidas en las propuestas.
La superficie básica nacional de secano y la superficie básica de regadío están divididas en 17 (una por Comunidad
Autónoma) subsuperficies básicas de secano e igual número
de subsuperficies básicas de regadío, en las que aparecen diferenciadas las correspondientes al maíz.
El pago de las ayudas al regadío exige que las parcelas
hayan recibido antes estas ayudas o que estén inscritas en registro público de la Comunidad Autónoma correspondiente.
Dentro de todo este sistema de una política agraria muy
reglamentada está la paradoja de una búsqueda a medio y
largo plazo de competencia en un libre comercio. Los altos niveles de vida de los países se alcanzan a través de un continuo progreso en agricultura, en tanto que si no se alcanzan
mejoras en la productividad se aboca al proteccionismo, que
conduce automáticamente a una elevación de los costes al
consumidor de los artículos de primera necesidad.
Limitaciones por razones
medioambientales. El caso Monegros
El regadío no debe ser constitutivo de ningún problema medioambiental, en tanto se haga un uso correcto de los factores productivos, que obligadamente deben atenerse a las
pautas establecidas en el “Código de buenas prácticas agrarias” establecido por cada Comunidad Autónoma (en Aragón, Decreto 77/1997), según Real Decreto 261/1996 sobre
protección de las aguas contra la contaminación producida
por nitratos procedentes de fuentes agrarias. Utilizando las
técnicas adecuadas se puede controlar la filtración por fertilizantes y fitosanitarios en las aguas subterráneas (de percolación, de desagüe) de forma que no exista ningún efecto negativo sobre el medio.
Pero estas prácticas y otras legislaciones, sean comunitarias,
nacionales o autonómicas, pueden dar lugar a interpretaciones
diferentes entre administraciones. Un claro ejemplo es que los
regadíos se hallan detenidos en la zona de Monegros II por la
denuncia presentada ante la Dirección del Medio Ambiente de
la Unión Europea, que fue registrada como queja ante España
al estimar la Comisión que las autoridades españolas podrían
O.P. N.o 51. 2000
haber incumplido la Directiva 79/409/CEE de aves y la Directiva 85/337/CEE de hábitats. La Comisión considera que el
Reino de España no ha respetado las obligaciones que le incumben al no designar una zona de protección de aves y al no
haber tomado medidas adecuadas para evitar el deterioro de
dicho hábitat, autorizando la transformación en regadío de la
zona. Esta toma de posición, unida a la exclusión de ayuda comunitaria a la transformación, en tanto no se considere resuelta la queja a satisfacción de la Comisión, ha hecho que la transformación lleve un retraso de cinco años y considerable gasto
de tiempo y dinero para encontrar alternativas y compensaciones que den cumplida contestación a la queja, abarcando:
• Definición y propuesta de declaración de dos Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAs).
• Reducción de superficie regable por motivos medioambientales.
• Modificaciones de las infraestructuras para riego, como
consecuencia del mantenimiento de los hábitats actuales.
• Identificación de otros espacios naturales a proteger.
• Plan Operativo de las actuaciones propuestas.
• Plan de Seguimiento y Control Ambiental.
Esta propuesta (que hace el número tres), enviada por el
Gobierno de Aragón a la Comisión en noviembre de 1999,
está pendiente de respuesta y, mientras, las mejores tierras de
la zona están pendientes del juicio de los servicios técnicos de
la Comisión y siguen como regantes expectantes ante una interpretación, como poco, extraordinariamente estricta de la
Directiva y confundidos ante el opaco mundo burocrático-legislativo en que se convierte la Comisión. Porque Bruselas impone con su lejanía una distante posición y la revisión del procedimiento tiene plazos semestrales que se utilizan para revisar, ver y solicitar nueva información. Nadie sabe el poder
que le concede la legislación a una pequeña oficina técnica.
Este es un ejemplo de las incomprensiones que vienen
afectando al regadío. Es un caso en el que:
• El inventario preliminar a que se refiere la Comisión, no es
un inventario oficial y es dudoso que pueda emplearse como instrumento vinculante.
• En el contexto global de España la zona no es de esencial
importancia para las aves esteparias relacionadas.
• Ni el regadío, ni los cultivos que se realizan en él, son una
amenaza para dichas aves.
Fig. 2. Tramo final actual del Canal de Monegros.
Sin embargo ha generado conflictos entre diferentes intereses e ideologías de la sociedad y las razones agrícolas; el
desarrollo y la ordenación territorial han quedado subordinados al medio ambiente. Los expertos y jurídicos que enjuician
las denuncias hacen caso únicamente de los aspectos que
afectan a las citadas directivas de aves o hábitat, trabajando,
pues, con un modelo bien alejado del que hemos hablado antes, y al considerar sólo un aspecto del problema caen en una
apreciación injusta y poco ponderada.
Limitaciones por el comercio mundial
La posición mantenida por el Comisario F. Fischler antes de la
conferencia de Seattle destacaba como un asunto clave para
la Unión Europea el papel multifuncional de la agricultura. El
progreso en el comercio no debe dañar la situación de los
agricultores tomando en cuenta su actuación sobre el medio
ambiente y la vitalidad sostenida de las áreas rurales. Se trataba de defender el “variado jardín europeo frente al monocultivo productivista”; otra cosa es si puede ser conservado en
el futuro sin ser competitivo.
Estas declaraciones fueron hechas en una conferencia en
la que había un objetivo concreto y explícito expuesto por M.
Moore, director General de la Organización Mundial del Comercio (O.M.C.), en su alocución a los ministros de los países
menos desarrollados: “En un mundo cada vez más cercano
por el comercio, el capital y las comunicaciones pero donde
la distancia entre ricos y pobres es cada vez más amplia, la
posibilidad del desarrollo no puede esperar.”
La ronda de la O.M.C. buscó un compromiso de liberalización del comercio, que incluiría las reducciones progresivas de la
protección de la agricultura a lo largo de un periodo convenido.
La desconfianza levantada en los representantes europeos por
el grupo de trabajo agrícola al hablar de “la reducción sustancial de todas las subvenciones a la exportación”, y no incluir el
término “multifuncionalidad”, se desvaneció al incluir las preocupaciones “no comerciales”, entre las que se incluirían “la necesidad de proteger el medio ambiente, la seguridad alimentaria, la viabilidad y el desarrollo económico de las zonas rurales”.
El aparente fracaso de Seattle, llevó a tomar un interés especial en su continuidad en la conferencia de Davos, donde
se tomó nota del ambiente anterior al señalar que “no se puede construir nuestro propio futuro sin ayudar a los otros a
construir el suyo”. Las acusaciones a los “globalfobos” y el insistir en que cuando una nación ha superado su pobreza lo
ha hecho gracias a producir para los mercados de exportación, reflejan la dificultad de los países presentes para definir
el equilibrio correcto entre la mundialización de intercambios
y las reivindicaciones del tercer mundo.
Sobre el comercio mundial hay analistas económicos que
han puesto de manifiesto cómo la ayuda a países en desarrollo ha generado demanda de alimentos (cereal principalmente) que han servido los países desarrollados, de forma
que estos últimos han visto aumentar el saldo positivo del balance agrícola mientras que los que reciben la ayuda han visto cómo su balanza empeora y llegan a una dependencia
mayor de los países donantes.
-32-
El hecho de que los grandes exportadores de productos
agrícolas (países desarrollados) sean los mayores defensores del
libre comercio, pone bien de manifiesto que las limitaciones autoimpuestas a la producción no hacen sino abrir un campo mayor a sus exportaciones; sólo la competencia (calidad y costes)
mantendrá el equilibrio en el comercio mundial. Parafraseando
lo dicho anteriormente: no se construye el futuro de otros mediante la destrucción del nuestro. Una agricultura más productiva y con mejores estructuras es el mejor equipo para la creciente
liberalización del comercio, y no hay forma más rápida de conseguirlo que mediante la transformación en regadío.
Expectativas
del Plan Nacional de Regadíos (PNR)
A pesar de tener prácticamente todas las transferencias realizadas en lo que afecta a los regadíos, la Administración general del Estado mantiene competencias en las zonas declaradas de Interés General para la Nación, y responsabilidad
compartida en zonas transferidas a la Comunidad Autónoma
pero con la que existe convenio o acuerdos que vinculan la
realización conjunta de actividades en el campo de las infraestructuras de regadío.
Como se indica en el PNR, el avance de Planificación Hidrológica en el ámbito de cuenca y a nivel nacional, así como la repercusión de la sequía, han vuelto a traer a cuestión
la planificación de los regadíos.
La situación de los regadíos existentes, puesta de manifiesto en el PNR, es la siguiente:
• El 29 % de regadíos superan los 200 años de antigüedad.
• El 36 % tienen más de 90 años.
• Sólo el 27 % tienen menos de 20 años.
Este análisis se completa con los datos aportados por el
Plan Hidrológico Nacional, según el cual el 45 % de ellos requieren obras para la mejora de sus infraestructuras y, además, en parte por esta infraestructura o por otras razones, el
40 % del total tiene un abastecimiento de aguas insuficiente.
Dada esta situación, que se refleja en el abandono creciente de parcelas en regadíos antiguos donde impera el minifundio, y la demanda urgente de consolidar regadíos con
una dosis de riego suficiente para el cultivo de cereal pero no
para cultivos competitivos de verano, el objetivo prioritario
pasa a ser la mejora, modernización y consolidación del regadío actual, como base del complejo agroalimentario.
Los nuevos regadíos quedan condicionados a los compromisos históricos en zonas declaradas de Interés Nacional y de
Interés General. De ellos se han evaluado los más prioritarios
para ser realizados en un horizonte 2000-2008. El resto de
zonas estudiadas o que gocen de algún tipo de declaración
administrativa quedarán pendientes de evaluaciones posteriores con criterios rigurosos que tengan en cuenta los aspectos
técnicos, sociales, administrativos, económicos del momento y
que delimiten las posibilidades y prioridades. En todo caso,
estos regadíos serían abordados después del año 2008.
La prioridad de mejorar los antiguos, que tiene un importante apoyo en el cuerpo social de los regantes, no debe hacer olvidar que el mayor desafío es la competencia que lleva
-33-
implícita una estructura competitiva. La mejora debe, pues, ir
acompañada de la concentración parcelaria que amplíe la
dimensión de las parcelas de cultivo. La concentración en el
regadío tiene unos costes elevados que se amplían cuando
hay frutales. Los costes finales de la mejora suelen ser mayores que los de las transformaciones en los nuevos regadíos.
Las propuestas del Plan abarcan:
Actuaciones de mejora y modernización
El 30 % de los regadíos está infradotado; además, el 55 % está transformado hace 40 años y un 28 % hace más de cien.
La mayoría riegan con gravedad con acequias muy deterioradas y con una necesidad de renovación que repercutirá en
la mejora de la eficiencia del uso del agua, ya que las mayores pérdidas de la eficiencia del riego se producen en la conducción del agua hasta la parcela (23 %). En segundo lugar,
el cambio de sistema de riego, de gravedad a aspersión o goteo, etc., implica mejorar la eficiencia y por lo tanto redundar
en la reducción en los costes de producción del agricultor.
La línea de financiación prevista es la siguiente:
— 50 % regantes.
— 25 % MAPA.
— 25 % DGA.
Estas ayudas se completarían con convenios con entidades financieras que establezcan los derechos de las Comunidades de Regantes que, habiendo recibido la aprobación de
la Administración para un proyecto, pueden beneficiarse de
crédito en condiciones especiales (tabla 1).
Actuaciones en zonas regables en ejecución
Estas actuaciones afectan a zonas con una demanda histórica pendientes de la realización de Decretos aprobados hace
años. En algunos casos la situación se complica por la realización de la Concentración Parcelaria, en que se ha tenido
en cuenta la declaración de zona regable y se ha realizado
TABLA 1
Programa de consolidación y mejora de regadíos.
Superficie de actuación por programas
Comunidad Autónoma
Andalucía
Aragón
Asturias
Baleares
Canarias
Cantabria
Castilla-La Mancha
Castilla y León
Cataluña
Extremadura
Galicia
Madrid
Murcia
Navarra
País Vasco
La Rioja
Comunidad Valenciana
Total
Consolidación
442.775
145.985
0
0
11.045
1.204
64.145
163.088
42.870
41.921
0
13.566
57.318
36.242
8.741
1.948
98.472
1.129.320
Superficie (hectáreas)
Total
Mejora
Programa
94.691
138.679
413
9.062
11.500
1.348
119.705
221.916
112.890
85.928
12.911
13.534
82.425
28.767
0
34.126
132.566
1.100.461
537.466
284.664
413
9.062
22.545
2.552
183.850
385.004
155.760
127.849
12.911
27.100
139.743
65.009
8.741
36.074
231.038
2.229.781
Total Horizonte 2008
(50%)
268.733
142.332
207
4.531
11.273
1.276
91.925
192.502
77.880
63.925
6.456
13.550
69.872
32.505
4.371
18.037
115.519
1.114.891
Fuente: MAPA, Plan Nacional de Regadíos - Horizonte 2008, Madrid 1999.
O.P. N.o 51. 2000
gadíos potenciales. Criterios objetivos de disponibilidad de
agua, relación complementaria con otros sistemas de riego,
prioridad como punto de vertebración y consolidación de explotaciones o producciones con futuro deben dar las pautas
para realizar la selección.
La propuesta de financiación es del 100 % por la Administración, aspecto a considerar, toda vez que parece conveniente que haya también un cierto compromiso financiero por
parte del regante que asegure su interés y vinculación con la
transformación (tabla 3).
Actuaciones en regadíos de iniciativa privada
Fig. 3. Regadíos a gravedad en la zona del Flumen, Huesca.
la redistribución de la propiedad con unos parámetros que no
se ven confirmados por el momento. La financiación prevista
es de forma conjunta entre las Administraciones Central y Autonómica (50 % y 50 %), desarrollándose de acuerdo con los
convenios correspondientes (tabla 2).
Actuaciones en regadíos denominados “sociales”
Se incluyen aquí los nuevos regadíos en zonas de iniciativa
pública no reglamentados en la actualidad. Se reconoce la
característica vertebradora, para ciertos territorios, del regadío en manchas pequeñas (menores que 2.500 hectáreas), no
necesariamente continuas, que signifiquen un soporte productivo para ciertas zonas agrícolas a estudiar y escoger entre las muchas zonas de riego que se han ido proponiendo
por diferentes entidades públicas con la denominación de re-
Esta decisión afecta a la iniciativa privada que pretenda crear
nuevas zonas regables.
Las condiciones de financiación serán de:
— Beneficiarios 60 %.
— Administración 40 %.
El compromiso Total para todas las actuaciones es el mostrado en la tabla 4.
Permanente necesidad
estratégica de los regadíos
En lo tratado anteriormente se ha recogido los argumentos
que se emplean generalmente en su contra, analizando la veracidad en unos casos o la racionalidad en otros de los datos
o conceptos empleados. Los diferentes aspectos abordados
han puesto de manifiesto cómo los argumentos son contradictorios y las posiciones difieren de la realidad de los hechos,
que imponen la supremacía de las agriculturas competitivas.
TABLA 2
Regadíos en ejecución. Superficie a transformar
Superficie (hectáreas)
Comunidad Autónoma
Andalucía
Aragón
Castilla-La Mancha
Castilla y León
Cataluña
Extremadura
Navarra
La Rioja
Total
Dominada
Regable
Regada en 1997
Pendiente
166.223
251.829
73.214
195.886
110.529
67.875
82.479
29.800
977.835
115.576
122.356
55.660
128.857
72.463
38.299
60.761
18.788
612.760
54.847
47.841
1.015
13.994
7.943
17.026
1.861
10.380
154.907
60.729
74.515
54.645
114.863
64.520
21.273
58.900
8.408
457.853
Pendiente
(%)
37
30
75
59
31
28
47
Hasta 2008
Pendiente después de 2008
23.803
26.393
11.910
43.555
4.652
16.450
6.894
4.708
138.365
36.926
48.122
42.735
71.308
59.868
4.823
52.006
3.700
319.488
Fuente: MAPA, Plan Nacional de Regadíos - Horizonte 2008, Madrid 1999.
TABLA 3
Programa de regadíos sociales
Comunidad Autónoma
Superficie regable (hectáreas)
Andalucía
Aragón
Baleares
Canarias
Cantabria
Castilla-La Mancha
Castilla y León
Cataluña
Extremadura
Navarra
La Rioja
España
Fig. 4. Hidrante de parcelas en los últimos regadíos de Monegros,
con control de presión y contador de consumo.
Fuente: MAPA, Plan Nacional de Regadíos - Horizonte 2008, Madrid 1999.
-34-
4.000
20.967
2.250
4.500
2.500
12.500
6.400
6.200
6.950
2.887
5.272
74.426
TABLA 4
Inversiones Totales por programa y Comunidad Autónoma al horizonte 2008 (millones de pesetas)
Consolidación y mejora
En ejecución
Privados
y programas de apoyo
Sociales
Comunidad Autónoma
Inversión total
Andalucía
Aragón
Asturias
Baleares
Canarias
Cantabria
Castilla-La Mancha
Castilla y León
Cataluña
Extremadura
Galicia
Madrid
Murcia
Navarra
País Vasco
La Rioja
Comunidad Valenciana
Sin regionalizar
España
Inversión total
Inversión total
45.890
43.030
8.580
22.100
15.600
57.200
5.428
16.510
5.200
8.450
2.600
16.900
9.100
8.320
8.450
76.904
55.496
114
3.894
7.256
138
32.688
109.484
41.900
21.400
2.790
3.720
43.896
19.888
2.798
18.006
61.190
501.562
9.750
3.900
5.460
9.100
193.408
108.160
TOTAL
Inversión total
Inversión MAPA
y Comunidad Autónoma
Inversión privada
Total
34.275
34.275
80.352
77.848
57
5.947
10.128
2.069
41.344
105.742
31.525
29.900
1.395
1.860
21.948
20.444
5.599
16.003
30.595
19.275
502.031
51.022
42.778
57
3.147
5.578
669
23.844
70.042
24.123
16.460
1.395
1.860
21.948
13.094
2.659
11.103
30.595
15.000
335.374
131.374
120.626
114
9.094
15.706
2.738
65.188
175.784
55.648
46.360
2.790
3.720
43.896
33.538
8.258
27.106
61.190
34.275
837.405
Fuente: MAPA, Plan Nacional de Regadíos - Horizonte 2008, Madrid 1999.
El mundo pasará de 6.000 millones de habitantes de hoy
a 9.000 millones en el año 2050, y parte de ellos concentrados en megaciudades construidas en tierras de cultivo. Esa
población necesitará ser alimentada, para lo que hará falta
aumentar la producción agrícola, y seguirá la demanda de
regadíos, que además servirán para atender otros aspectos;
tres de ellos deben ser destacados:
La política estructural en la Unión Europea
La propuesta de la Comisión en la denominada Agenda 2000
trataba de actualizar el modelo agrícola europeo, que, a diferencia de otros, está pensado para cumplir varias funciones,
por ejemplo, fomentar el desarrollo económico y medioambiental así como preservar los paisajes y formas de vida rural.
Exteriormente hay factores que empujan la reforma, entre
los principales la evolución hacia un entorno más liberal del
comercio mundial y los retos de la ampliación hacia el este de
la Unión Europea.
La integración en la Unión Europea sólo puede ser creíble
si se mantiene una suficiente cohesión económica y social entre
los Estados miembros. A raíz de la incorporación de Irlanda,
Grecia, Portugal y España se volvió indispensable la creación
de una política estructural dirigida a reducir las diferencias de
desarrollo y de nivel de vida. Además de las intervenciones del
FSE (Fondo Social Europeo) se crearon otros fondos, denominados “estructurales”, cada uno con objetivos específicos.
Gracias a estas acciones estructurales y a la adopción de
programas nacionales dirigidos a cumplir los objetivos de la
Unión Europea se ha podido observar una clara convergencia entre las economías de los distintos Estados miembros.
Prolongando los elementos de la política estructural existente, la reforma de 1999, encuadrada en la denominada Agenda 2000, busca la mejora de la eficacia por una intensificación
de la concentración de las ayudas, pero también por una tendencia a la simplificación y a la descentralización de su gestión.
En la intensificación se pasa de siete a tres objetivos prioritarios:
-35-
• Objetivo nº 1. Cuya finalidad es promover el desarrollo y el
ajuste estructural de las regiones menos desarrolladas, cuyo
PIB medio por habitante es inferior al 75 % de la media de
la Unión Europea. En España incluye las Comunidades Autónomas de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha,
Castilla y León, Galicia, Asturias, Valencia y Cantabria.
• Objetivo nº 2. Contribuye a favorecer la reconversión económica y social de las regiones con dificultades estructurales distintas de las cubiertas por el Objetivo nº 1. Incluye los
antiguos Objetivos nº 2 y las 5b. En general son regiones
que se enfrentan a cambios económicos, las zonas rurales
en declive, las zonas en crisis dependientes de la pesca y las
áreas urbanas con dificultades. En España incluye a Aragón, Baleares, Cataluña, Madrid, Navarra y País Vasco.
• Objetivo nº 3. Incluye todas las acciones a favor del desarrollo de los recursos humanos no incluidas en las regiones
subvencionables con arreglo al objetivo nº 1.
Las regiones de Objetivo 1 han recibido una aportación
comunitaria del 75 % de las inversiones aprobadas, mientras
que en las del Objetivo 5b ha sido del 50 %.
Toda la actuación en mejora de estructuras, en lo que hace referencia al regadío se hace a través del FEOGA, que en
la nueva disposición atiende en su sección de Orientación a
los programas de las regiones de Objetivo nº 1, y en su sección Garantía a las regiones en el nuevo Objetivo nº 2.
En los programas recién terminados en las zonas rurales,
que se han desarrollado de 1994 a 1999, se han realizado
inversiones importantes en regadíos, que en el caso de Aragón han ascendido a 13.000 millones de pesetas, poniéndose en regadío 18.000 hectáreas.
La evaluación intermedia ha puesto de manifiesto la importancia de las obras en regadío para el aumento del PIB de
la región y su efecto de arrastre en la economía regional. Por
otra parte, los estudios de evaluación de impacto aclaran la
compatibilidad con el medio ambiente, por el sistema de riego (aspersión), transformación selectiva de las tierras, mediO.P. N.o 51. 2000
das correctoras, bajo consumo de agua, etc. Las simulaciones
realizadas sobre la base de una metodología input-output (en
Aragón) muestran contribuciones al Valor Añadido Bruto
(VAB) total regional de 110.766 PTA/año/ha y a la Renta de
147.304 PTA/año/ha. El análisis del impacto económico del
Programa a través de los multiplicadores del gasto muestra
cómo la transformación en regadío ocupa los primeros lugares tanto en lo que respecta a la inversión como al empleo y
sobre el Valor Añadido Bruto.
La ordenación territorial
El tema de la despoblación del territorio es un asunto que dentro del territorio nacional afecta de manera muy diversa a las
Comunidades Autónomas. En Aragón el problema tiene características especiales y es uno de los problemas graves que afrontan los gobiernos por su repercusión en el futuro de la región.
Es una constante en todos los gobiernos el tomar como
objetivo prioritario políticas que impulsen la población y la
vertebración territorial.
Los datos son realmente preocupantes: Aragón tiene una
densidad de población muy baja, 24,8 habitantes/km2, que
desciende a 13,2 en Huesca y a 9,3 en Teruel. La media para el territorio español es de 77 habitantes/km2.
Además la población está muy dispersa –el 71,65 % de
los municipios tienen el 8,5 % de la población– y el territorio
muy poco jerarquizado, sólo hay 11 municipios mayores de
10.000 habitantes y 9 entre 5.000 y 10.000.
Un análisis de la despoblación por comarcas relacionándola con su superficie de regadío permite apreciar que aquellas con mayor porcentaje de superficie de regadío han aumentado su población o al menos han tenido tasas de despoblación mucho más bajas. Hay una relación directa entre la
densidad de población por términos municipales y porcentaje de terreno de cultivo de regadío.
Las medidas de política territorial que contemplan acciones
que se dirijan al asentamiento de la población y una mejor vertebración del territorio han sido recogidas en Plan de Desarrollo Socioeconómico de Aragón (P.D.S.A.) para el periodo
2000-2006, que pretende estabilizar la demografía regional:
• Potenciando la actividad económica.
• Promoviendo el equilibrio territorial.
• Mejorando la calidad de vida.
Dentro del P.D.S.A. se sitúa el Plan de Desarrollo Rural de
Aragón. El Programa de Desarrollo Rural 2000-2006, que sintetiza sus objetivos en la multifuncionalidad, busca la competitividad en la agricultura y en la agroindustria dirigidas a la
creación de riqueza y productos de calidad, pero también a la
protección del medio ambiente y a la gestión del territorio.
La partida más importante dentro del objetivo de mejorar
la productividad es la correspondiente a la actuación en regadíos, seguida de las dirigidas a modernizar las explotaciones y mejorar sus estructuras. Se prevén actuaciones en:
• Zonas regables de Interés General, de acuerdo con lo establecido por el P.N.R.
• Áreas en algunas zonas de pequeños regadíos previstos en
el P.N.R., una vez declaradas de Interés.
• Proyectos de Comunidades de Regantes para la mejora y
puesta en riego.
• Municipios del Plan Estratégico del Bajo Ebro en Aragón
(P.E.B.E.A.).
En esta perspectiva se espera poner en riego 47.360 hectáreas de iniciativa pública, fomentar hasta 4.550 hectáreas
en la zona del P.E.B.E.A, y actuar en modernización y en regadíos de iniciativa privada en una superficie en torno a
170.000 hectáreas, todo ello del año 2000 al 2006, con una
inversión de 38.924 millones de pesetas para los primeros y
27.748 millones para los segundos, con un total de 66.672
millones de pesetas.
Además, en los programas complementarios de Modernización de Explotaciones e Instalación de Jóvenes se seleccionarán como prioritarias las inversiones ligadas a las transformaciones de regadío.
Todo esto muestra que, como continuación a los programas de 1989 a 1994 y de 1994 a 1999, y a la vista de las
evaluaciones sobre su eficacia, el nuevo programa engloba y
da importancia destacada a los regadíos como necesidad estratégica en los programas de desarrollo rural de Aragón.
Es evidente que su relevancia es distinta de la que tuvieron hace 50 años. La población empleada actualmente en
agricultura, las alternativas al desarrollo fuera de lo agrario,
la aparición de nuevas políticas de fomento de las iniciativas
locales están modificando el concepto de desarrollo en el medio agrario. Por otra parte, una sociedad urbana cada vez
más dinámica está mostrando un interés cada vez mayor en
el conocimiento de lo rural y los contactos, económicos y culturales, están siendo muy positivos para el mundo rural.
Si bien el mundo rural ha dejado de ser sólo agrícola, la
agricultura tiene en él una importancia esencial, ya que, excluidas las capitales de provincias, el Aragón profundo tiene
desde un 30 % hasta un 53 % de población activa agraria. Es
cierto que la industria y los servicios van ensanchando sus posibilidades, pero lo agrario es esencial. La necesidad de una
producción más variada y diversificada, la relación con la industria agroalimentaria y la necesidad de ésta de una producción segura y de calidad, y sus propias necesidades de
suministro de agua, refuerzan el papel del regadío como soporte de crecimiento económico y de fijación de la población.
Una producción agrícola
competitiva en la Unión Europea
Como ya se ha comentado, las ayudas de la PAC se abonan
de acuerdo a los rendimientos de referencia aprobados para
los países miembros y las regiones que los componen. Los establecidos para algunos países de la Unión Europea son los
mostrados en la tabla 5. Estos valores son los promedios para todo el país, y las diferencias enormes entre los países del
norte y los del sur muestran las diferentes condiciones climáticas en las que se realiza la producción agrícola.
Ese dato medio refleja los rendimientos medios de todas las
superficies. Dadas las características de la producción en los
del sur, la superficie total se ha dividido en secano y regadío;
por ejemplo, para España (MAPA, Real Decreto 1893/1999)
-36-
TABLA 5
Rendimientos de referencia aprobados para los países miembros
País
Rendimiento Referencia (t/ha)
Alemania
Francia
Reino Unido
Grecia
Italia
Portugal
España
5,66
6,2
5,83
3,39
3,9
2,9
2,9
Fuente: Reglamento (CE) nº 2316/1999. DO L 280 de 1999.
el valor medio de 2,9 t/ha es la media ponderada de la superficie de secano, con un rendimiento de 2,4 t/ha, y de la superficie de regadío, con un rendimiento de 5,3 t/ha.
Ya se dijo al principio que en el 15 % de la superficie que
está en regadío se obtiene el 63 % de la P.F.A. Dicho de otra
manera, lo principal de nuestra producción se consigue sobre
las hectáreas de regadío, las hectáreas comparables a las europeas del norte. Tenemos, pues, la necesidad de conservar y
aumentar lo que es base y esperanza principal de mantener
la importancia de la producción española en el concierto de
la Unión Europea.
Prevenir la sequía
Este artículo (a fecha de 20 de marzo de 2000) recoge una
situación en la que está ya previsto que la producción del secano aragonés descienda un 50 % en el Valle Medio del Ebro,
y se ha legislado (dentro de la flexibilidad que permite la
PAC) que se pueda llegar a aumentar la superficie de barbecho voluntario levantando las siembras ya realizadas. En algunas zonas de regadío se sugiere la siembra de girasol en
lugar de maíz o alfalfa como forma de conseguir compatibilizar la superficie regable con el agua disponible en los diferentes sistemas de riego. Aragón no es único en esta situación. La sequía es general en España y aun cuando han aparecido algunas lluvias, el Ministerio de Medio Ambiente ya ha
comunicado que restringirá el agua para los regadíos, a través de las Confederaciones Hidrográficas, dada la preocupante situación de los embalses y la falta de lluvias.
Según datos del Instituto Nacional de Meteorología, el mes
de febrero ha sido el segundo más seco en 53 años. Se ha dicho que el comienzo del año 2000 se convierte así en el más
seco del último medio siglo. Ante la previsible y lógica vuelta
a una política impulsora de pantanos, la Coagret (Coordinadora de Afectados por Grandes Embalses y Trasvases) ha retomado su denuncia de la construcción y Ecologistas en Acción ha sentenciado que estos periodos de sequía son cíclicos,
que llueve lo mismo que hace cien años y que la única solución es adaptarse.
Pero ese juicio no es claro que sea el correcto. Según el
National Climatic Data Center de Estados Unidos, durante 16
meses consecutivos, de mayo de 1997 a septiembre de 1998,
cada mes ha roto el récord mundial de temperatura media.
Esto marca un cambio en un calentamiento más rápido. La tasa de calentamiento desde 1976 es la más alta de los siglos
XIX y XX. Para el siglo XXI proyectan una tasa de crecimiento de
la temperatura media entre 2 y 6 grados Fahrenheit. Además,
-37-
un conjunto de científicos de la National Academy of Science’s National Research Council ha declarado definitivamente
que existe una fuerte evidencia de un calentamiento global y
que es tal que representará un efecto con consecuencias sobre
el medio ambiente. Estos científicos han manifestado que evidencias contradictorias de datos de satélites (usados por algunos científicos y activistas políticos para menospreciar los
avisos del calentamiento del planeta) son irrelevantes.
Este grupo predice que la expansión de los océanos calentados, y la fusión de las tierras en formaciones sobre hielo
producirá un efecto combinado para añadir de 30 a 90 centímetros en el nivel del mar, además de un incremento de la
frecuencia e intensidad de tormentas y sequías.
¿Cuál será el efecto sobre las tierras ya áridas del sur de
Europa? Parece racional esperar que haya una extensión de
las zonas desérticas. Evidentemente las superficies de las zonas productivas agrícolas sufrirán una reducción, al abandonarse el cultivo en zonas hoy marginales que quedarán definitivamente fuera de cultivo. Podemos esperar una concentración de la producción en las zonas de regadío y la necesidad
de una mayor superficie con riego que sustituya al secano
abandonado si se quiere mantener la misma producción de
hoy. Esto llevará a la necesidad de más pantanos para atender a los nuevos regadíos y a los antiguos, que tendrán mayores necesidades de agua.
Comentario final
Se ha comenzado presentando las reservas que hoy existen
sobre el regadío, y los aspectos más mencionados cuando se
quiere poner en cuestión su realización.
Después se ha explicado cómo, por otro lado, el regadío
constituye una piedra angular en las normativas legislativas de
la PAC sobre estructuras, además de ser un factor fundamental
para conseguir la cohesión económica y social que vertebran
en el mundo rural a través de los Planes de Desarrollo Rural.
Por otra parte, en una concepción del comercio mundial que
contemple las oportunidades de los países en desarrollo y el sitio de los desarrollados, la disponibilidad de un aparato productivo competitivo es de especial interés, que además se funde
con la importancia en los planteamientos básicos de ordenación del territorio e incluso la posible modificación de las áreas
productivas a la vista del lento pero cierto cambio climático.
El Gobierno de la nación así lo ha entendido y el Plan Nacional de Regadíos recoge un programa de actuaciones que,
si puede ser criticado por ser prudente y restringido, constituye un compromiso cuya realización, en la cuantía y en el
tiempo programado, es totalmente necesario para cubrir todas las necesidades estratégicas a las que el regadío da cumplida respuesta y cuya continuación es una condición necesaria para atender problemas permanentes de la sociedad y
que van a crecer en importancia en un próximo futuro.
■
Javier Gros Zubiaga
Ingeniero Agrónomo
O.P. N.o 51. 2000
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
El tratamiento de los cauces
Protección y defensa de avenidas. Zonas de riesgo
José Alberto Herreras Espino y Gonzalo Marín Pacheco
DESCRIPTORES
AVENIDAS
INUNDACIONES
ZONAS DE RIESGO
EMBALSES DE LAMINACIÓN
SEDIMENTACIÓN FLUVIAL
ENCAUZAMIENTOS
CAUCES DE EMERGENCIA
GESTIÓN DE INUNDACIONES
SISTEMAS DE SEGUROS
ALARMA DE INUNDACIONES
PLANES DE EMERGENCIA
Introducción
Es bien conocido que desde los tiempos más remotos el hombre ha tendido a asentarse en las riberas de los ríos, de forma
que las primeras grandes civilizaciones se han desarrollado en
los valles adyacentes a cauces fluviales importantes. Esta realidad histórica es fruto de la fertilidad de las llanuras aluviales
y de su fácil acceso, que las hacen susceptibles de ser cultivadas y explotadas eficientemente; además, los propios ríos eran
fuente de alimentos y agua, a la vez que servían como un eficaz medio de comunicación.
La progresiva ocupación de estos valles y el incremento de
los asentamientos –en población y extensión– afectaron a los
ecosistemas naturales de los ríos, por una parte, y expusieron
a las comunidades a los efectos de avenidas e inundaciones,
por otra. Las secuelas sobre los ecosistemas se producen, generalmente, de manera paulatina y se agravan lentamente,
por lo que no se perciben mientras no se alcanzan unos niveles muy altos de afección, que no han empezado a preocupar
hasta épocas relativamente próximas en el tiempo. Por el contrario, las consecuencias de las avenidas e inundaciones se
detectaron en toda su magnitud desde los primeros tiempos y
obligaron a los ribereños a imaginar y poner en práctica los
medios necesarios para combatirlas. Esta antigüedad en el
enfrentamiento y lucha contra tales fenómenos hidrológicos ha
desarrollado una serie de procedimientos y métodos que son
los que se describen y analizan a lo largo de este artículo, dejando para otra ocasión el aspecto mucho menos implantado
todavía de la recuperación del medio ambiente fluvial.
Problemática
Buena prueba de la temprana preocupación de los habitantes
de los valles en relación con las inundaciones es que las primeras obras de protección se remontan a los albores de la historia escrita;1 así, los chinos construyeron diques longitudinales
de protección en el río Amarillo hace más de 2.500 años, sien-
do digno de resaltar que durante la dinastía Han, hacia el año
69 de nuestra era, estas obras se realizaban y coordinaban de
forma centralizada. Por otra parte, los babilonios derivaron los
caudales de avenidas del Éufrates hacia las depresiones de
Habbania y Abu Dibis, en el desierto, con objeto de proteger
a la ciudad imperial de Babilonia de las inundaciones. Los
egipcios también realizaron notables obras de protección en
las márgenes del Nilo; durante el reinado de Amenhat se construyeron las primeras obras de control de avenidas, consistentes en el encauzamiento del propio Nilo con diques longitudinales y el trasvase de sus avenidas al lago Moeris. En todo caso, los problemas distan mucho de haber sido resueltos, como
lo demuestra la necesidad de construir la gigantesca presa de
las Tres Gargantas en el río Yangtze para proteger a los millones de habitantes que pueblan las márgenes de este río hasta
su desembocadura en Shanghai, la derivación del río Tigris hacia la depresión del Wadi-Tharthar para proteger a Baghdad
o el perenne problema, nunca resuelto, del delta del Mekong.
En España las avenidas e inundaciones no tienen las dimensiones colosales de los casos citados pero, a nuestra escala, han proporcionado preocupaciones, daños y catástrofes en gran parte de las regiones del país y, especialmente, en
las ciudades ubicadas en los tramos finales de los ríos de las
vertientes mediterránea y cantábrica. Así, el análisis histórico
realizado a mediados de la década de los ochenta para los
últimos quinientos años2 demostró que la frecuencia media
observada de inundaciones de carácter catastrófico en la Vega Baja del Segura ha sido de once años, mientras que en Sevilla han tenido lugar cada cinco años, en Málaga y en Valencia cada ocho años y en las cuencas internas de Cataluña
cada cuatro años.
En todos estos lugares, con el fin de proteger a los habitantes y bienes de las zonas afectadas, se ejecutaron numerosas obras –desde presas y encauzamientos hasta cauces de
-40-
derivación de avenidas–, pero lo cierto es que ha sido solamente en la última mitad del siglo XX cuando se han realizado acciones realmente efectivas, debido, probablemente, a la
ausencia previa de procedimientos constructivos suficientemente potentes y, sobre todo, al hecho de que los medios económicos que es necesario emplear tienen una dimensión tal
que solamente pueden ser movilizados por el Estado, al considerar estas obras de interés general.
La inmensa mayoría de las actividades realizadas fueron
de las que se encuadran en el grupo que después se denominará como estructural –es decir, de infraestructuras– pero
también hubo alguna, por supuesto con carácter excepcional,
de carácter preventivo, como cuando el 5 febrero de 1684
llegó a Murcia un jinete que había salido el día anterior de
Alcaraz, con noticias de intensas nevadas seguidas de lluvia
en las cuencas de cabecera, de forma que era esperable una
avenida en el río Segura, cosa que efectivamente tuvo lugar
durante los días siguientes.3
A pesar de la tendencia ancestral ya mencionada, relativa a situar los asentamientos en las riberas de los ríos, los ribereños iniciales pudieron elegir los emplazamientos más
adecuados, que, como es lógico, estaban situados en terrenos
relativamente bien protegidos de las avenidas más frecuentes;
sin embargo, el continuo crecimiento de la población –lento
al principio pero explosivo a partir del advenimiento del desarrollo industrial, a mediados del siglo XIX–, obligó a ocupar
de forma indiscriminada las llanuras inundables, sin planificación ni reglamentación, de manera que los daños potenciales debidos a las inundaciones –incluso los asociados a las
avenidas de pequeño periodo de retorno– experimentaron un
incremento espectacular que impulsó, correlativamente, los
esfuerzos destinados a paliar y disminuir sus consecuencias.
Metodologías disponibles
Desde el punto de vista metodológico, los procedimientos que
existen para eliminar, o al menos paliar, los daños que suelen
ocasionar las inundaciones se pueden clasificar en dos grandes grupos según se acometan antes y durante o después de
su ocurrencia;4, 5 los del primer grupo tienen el carácter de preventivos, mientras que los del segundo se concretan en actividades encuadradas en el marco de las emergencias y de la lucha directa contra la inundación cuando ya se ha presentado.
Cada uno de estos aspectos se analiza a continuación atendiendo a sus posibilidades técnicas generales y, simultáneamente, se indican algunas de las realizaciones representativas
conseguidas en nuestro país para cada procedimiento.
Procedimientos preventivos
Los métodos de prevención, es decir, los que se concretan en
acciones a realizar previamente a la ocurrencia de la inundación, se pueden clasificar en dos clases completamente diferentes según que impliquen la construcción de obras, generalmente importantes –métodos estructurales–, o, por el contrario, se
trate de actividades en las que la gestión tenga mucha mayor
importancia que los costes materiales asociados; estos últimos
se suelen denominar métodos no estructurales o de gestión.
-41-
Métodos estructurales
Los procedimientos que se incluyen dentro de este grupo exigen, generalmente, inversiones bastante cuantiosas, incluso
en valor actualizado, y suelen ser de mayor efecto inmediato,
sin que esto quiera decir que sean necesariamente más eficaces a largo plazo. Las soluciones más frecuentemente utilizadas se pueden incluir en alguna de las tipologías que se indican a continuación6 y que son definidas y descritas, someramente, en los apartados posteriores:
— Embalses de laminación.
— Corrección y regulación de cauces.
— Protección de cauces.
— Encauzamientos de emergencia y trasvases.
— Obras de drenaje.
Algunas de estas infraestructuras sirven para proteger contra todo tipo de posibles daños, mientras que otras son más
apropiadas para algunos de ellos solamente. En ocasiones
–cuando se contempla el problema global de una región suficientemente extensa– es preciso acudir al empleo, de manera
coordinada, de todas las tipologías enumeradas. Ejemplos destacables de esta necesidad de acción conjunta lo constituyen los
Planes Generales de Protección contra las Avenidas de las cuencas del Júcar y Segura, que han sido zonas fuertemente castigadas por las inundaciones y que, merced a la culminación de
estos Planes, han visto satisfechos los deseos de protección ancestrales de las gentes que pueblan las cuencas de ambos ríos,
especialmente en las vegas y tramos finales de sus cauces.
Embalses de laminación
Este tipo de protección consiste en la construcción de presas
capaces de crear volúmenes de embalse suficientes para laminar la avenida afluente, de forma que, aguas abajo de las
correspondientes presas, el caudal circulante, y por lo tanto el
nivel de agua en el cauce, quede perfectamente controlado;
la aseveración anterior no debe entenderse como que no suba dicho nivel sino que no rebase límites aceptables establecidos de antemano. Se trata de guardar en el embalse, temporalmente, el agua de la avenida de manera que se pueda
soltar posteriormente, de manera controlada, durante plazos
mucho mayores a los de duración de la avenida natural. La
ventaja fundamental que presenta este procedimiento se deriva del hecho de poder limitar la propagación de grandes
caudales por las zonas a proteger, de manera que el riesgo
de que resulten inundadas disminuye enormemente, e incluso
se puede llegar a anular si la capacidad del embalse de laminación es suficientemente grande.
La contrapartida negativa del método, además de su coste generalmente alto, estriba en la necesidad de inundar terrenos; el procedimiento traspone el riesgo de inundar, repentinamente y sin control, extensiones de terrenos de gran
valor en las zonas más pobladas y de mayor actividad económica, por la inundación localizada y segura de los terrenos del embalse; es evidente que si la solución está bien elegida permitirá disminuir los daños potenciales. No debe olvidarse, sin embargo, que la implantación del embalse exigirá,
en mayor o menor grado según los casos, expropiar terrenos
O.P. N.o 51. 2000
Fig. 1. Presa de El Judío sobre la rambla del mismo nombre.
Fig. 2. Presa de Escalona.
y movilizar poblaciones; es decir, se producirán afecciones a
determinadas zonas y habitantes para beneficiar a otras, y
aunque no cabe duda de que debe realizarse aquello que sea
mejor para el conjunto de la sociedad, no es menos cierto que
los intereses afectados deberán compensarse –no sólo económicamente– de la mejor y más generosa forma posible.
En todo caso, conviene considerar que los embalses destinados al control de inundaciones deben estar vacíos la mayor parte del año, a fin de cumplir la misión para la que han
sido implantados, de forma que los terrenos ocupados por el
embalse pueden utilizarse para actividades en precario, como son, por ejemplo, las agropecuarias estacionales. En las
figuras 1 y 2 se reflejan sendas panorámicas de las presas del
Judío y Escalona, destinadas, respectivamente, a laminar avenidas en las cuencas de los ríos Segura y Júcar. Otro ejemplo
de gran repercusión positiva es la presa del Limonero, en el
río Guadalmedina, que situada en las inmediaciones de Málaga protege a la ciudad contra las avenidas, en otros tiempos muy frecuentes, de este río.
Corrección y regulación de cauces
En el ámbito de este epígrafe se incluyen todas aquellas obras
que permiten modificar el cauce actual de un río aumentando su capacidad de transporte, para cada nivel del agua, de
manera que los terrenos ribereños estén protegidos frente a
caudales superiores a los que los inundarían en la situación
actual; además de la resolución de los problemas hidráulicos,
más o menos triviales, que comporta la construcción de las
obras incluidas en este grupo, las verdaderas dificultades del
tema se presentan en el análisis y previsión de los fenómenos
relativos al transporte de sedimentos y su influencia sobre la
estabilidad del cauce modificado, tanto por cuanto se refiere
a la extensión de dicha influencia (local o generalizada) como a su evolución en el tiempo. Los trabajos que se pueden
realizar son de índole muy diversa, pero a efectos de clasificación se pueden encuadrar en los tres grupos siguientes:
— Disminución de la rugosidad.
— Dragado del cauce.
— Cortas en el río.
El primero –disminución de la rugosidad– consiste en la
eliminación en el cauce de malezas, plantas acuáticas, árboles y obstáculos de cualquier tipo con el fin de disminuir la rugosidad, al objeto de incrementar la velocidad y aprovechar
mejor el cauce existente, que de esta forma podrá transportar mayores caudales con el mismo calado o disminuirá respecto al calado actual cuando circulen los mismos caudales.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, la posibilidad de que
al aumentar la velocidad del agua se erosionen las márgenes
y se destruya el equilibrio dinámico del cauce, incrementando el volumen de sedimentos y forzando la elevación de un
tramo del lecho del cauce para que aumente la pendiente longitudinal hasta alcanzar la que es capaz de transportar la
nueva cantidad de sedimentos.
El dragado del cauce pretende ampliar la sección transversal ya sea incrementando el calado o la anchura del río.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que un dragado local
influye tanto hacia aguas arriba como hacia aguas abajo del
tramo dragado, por cuanto la disminución de la cantidad de
sedimentos que circulaba por el tramo de aguas abajo incrementa el poder erosivo del agua y genera un cambio del régimen hidráulico que implica un descenso general del lecho
del río, en ambos extremos del tramo dragado, y un aumento significativo de la pendiente longitudinal.
Las cortas –como su propio nombre indica– enlazan mediante un nuevo cauce artificial de menor longitud dos puntos
del río, en zonas generalmente meandriformes. Al disminuir
la longitud del cauce aumenta la pendiente de la línea de
agua, por lo que se incrementa la velocidad del agua y disminuye consecuentemente su calado, que es el objetivo perseguido; debe tenerse en cuenta, no obstante, que este aumento de velocidad implica una erosión en el tramo de aguas
arriba que producirá a su vez un aumento de los sedimentos
y, en consecuencia, su transporte hacia el tramo de aguas
abajo de la corta hasta que se estabilice la pendiente longitudinal del río, que, finalmente, será paralela a la inicial y
producirá un descenso del lecho del río aguas arriba de la
corta. Cuando las cortas se suceden –por ejemplo en una zona de meandros que se regulariza–, el problema se complica
por las sucesivas acciones superpuestas de cada una de ellas,
pero el efecto final es un descenso global del lecho del río. Las
cortas han sido un elemento bastante utilizado para incrementar la capacidad de desagüe en los tramos finales de los
ríos; por ejemplo, en el ya mencionado del río Segura.
-42-
Debe tenerse en cuenta que la ejecución de una corta modifica –a veces profundamente– la organización territorial de
los terrenos ribereños, produciéndose efectos –positivos y negativos– que es preciso analizar en detalle para evaluar las
ventajas e inconvenientes de tal solución. El hecho de que se
anulen tramos completos del río actual implica también una
serie de afecciones a un número importante de servicios, que
deben reponerse, y generan la posible recuperación de extensos terrenos en zonas periurbanas que pueden ser recuperados para actividades sociales, pero para los que también
existirán importantes apetencias de recalificaciones urbanísticas. Un caso bien conocido es el de la corta de La Cartuja en
Sevilla, que permitió recuperar 500 ha para uso urbano y utilizarlas en su día para implantar las instalaciones de la Exposición Universal de 1992.
Protección de cauces
El objetivo fundamental de las obras de protección que se realizan en los cauces es impedir la erosión de sus márgenes originada por la excesiva velocidad del agua, que tiende a arrastrar el material ribereño; es evidente que si este proceso se produce en situaciones de régimen hidráulico normal, mayor será
el peligro de erosión durante las avenidas e inundaciones. Se
incluyen en este grupo únicamente obras localizadas, como
son, por ejemplo, la protección de curvas, obras de cruce o zonas de materiales débiles, cuyo colapso acarrearía la inundación de los tramos adyacentes, porque cuando es preciso proteger todo un tramo del río se recurre a la corrección de su régimen mediante los procedimientos ya analizados y/o los encauzamientos totales. Dado que, como se ha dicho, este método se aplica en puntos localizados, es especialmente interesante para proteger algunas poblaciones y, singularmente, las
vías de comunicación.
Conviene tener en cuenta que en un cauce natural siempre se producirán erosiones en determinados puntos; sin embargo, esto no significa que sea preciso proceder a su protección, a menos que el fenómeno de degradación consiguiente sea muy rápido, pueda producir cambios en el régimen hidráulico del río o el problema afecte a puntos singulares (puentes, obras de toma, etc.) que no admitan erosión alguna. En definitiva, puede establecerse que estas obras de
protección tienen por objeto evitar la erosión de zonas localizadas mediante obras singulares y partiendo del supuesto
de que no es posible, al menos económicamente, eliminar el
problema disminuyendo la velocidad del agua.
Los métodos constructivos que se utilizan no son, en general, de gran sofisticación técnica y se basan en el empleo masivo de materiales que se puedan encontrar in situ; solamente cuando el punto a proteger es una obra costosa, o de gran
importancia desde el punto de vista del servicio público
(puentes, derivaciones, etc.), se emplean los materiales y técnicas constructivas más desarrollados y no es raro, en estos
casos, acudir al empleo de pantallas de tablestacas metálicas,
pantallas continuas construidas mediante empleo de lodos tixotrópicos, pantallas de pilotes secantes, tierra armada, plásticos especiales o geocompuestos, etc. En el caso más común,
-43-
es decir, cuando se trata de proteger una curva donde la velocidad del agua, para caudales medios, supera a la crítica
de arrastre del material de la margen, los métodos de protección normalmente utilizados consisten en máscaras superficiales y en espigones. El carácter de obras puntuales que tienen este tipo de actividades las convierte, generalmente, en
poco agresivas hacia el ambiente y de pequeña influencia sobre los ecosistemas del río.
Encauzamientos
Se entiende por encauzamiento el conjunto de obras que se
precisan para fijar, en límites predeterminados, el cauce de
un río con objeto de que la sección transversal y la pendiente longitudinal resultantes permitan el paso de un caudal máximo, que se denomina caudal de proyecto. Se trata de conseguir una sección transversal de dimensiones relativamente
reducidas en la que, sin embargo, la disminución de la rugosidad por una parte –utilizando materiales, como el hormigón, que producen menos rozamiento que los naturales– y el
incremento de la pendiente longitudinal por otra incrementan
la capacidad del río para transportar agua. Aunque este es
el fundamento teórico de todas las soluciones de encauzamiento existen diferencias importantes entre las canalizaciones, por una parte, y los diques longitudinales, por otra.
Se entiende por canalización de un tramo de río la ejecución de una serie de obras –generalmente muros longitudinales– que delimitan la sección transversal del cauce en espacios
relativamente reducidos; pueden ir acompañadas, o no, por
otras de protección localizada –máscaras, refuerzos, espigones, etc.– que garanticen la estabilidad del cauce y consigan,
frecuentemente mediante la profundización del lecho, una
mayor capacidad de transporte durante las avenidas. Este tipo de obras se suele hacer para encauzar los ríos a su paso
por las poblaciones, especialmente cuando éstas han crecido
tanto a lo largo y ancho de sus márgenes que no es posible
ampliar la sección natural de los cauces debido al enorme valor que han adquirido los terrenos. En la figura 3 (página siguiente) se puede visualizar la canalización del río Nervión
en Llodio, que se proyectó para un caudal de 500 m3/s, correspondiente a 100 años de periodo de retorno.
Al analizar el efecto de este tipo de obras sobre el equilibrio y la evolución del cauce debe tenerse en cuenta que el
estrechamiento del cauce natural aumenta la capacidad de
transporte de sedimentos, porque se aumenta la velocidad, y,
en consecuencia, el efecto inicial será una erosión ligera en el
tramo canalizado, que está protegido, y más fuerte aguas
abajo, contra una sedimentación aguas arriba; posteriormente, cuando se estabilice el cauce, la pendiente longitudinal del río será la misma aguas arriba y más suave que la anterior en el tramo en cuestión pero, en ambos casos, el lecho
estará más bajo que el inicial; el efecto aguas abajo se difuminará en una distancia mucho menor.
La intercalación de un tramo absolutamente artificial en el
discurrir del río no cabe duda de que afecta a los ecosistemas
naturales, por lo que cuando sea necesario utilizar una solución de este tipo deberán analizarse las repercusiones globaO.P. N.o 51. 2000
Fig. 3. Canalización del río Nervión en Llodio.
les y tratar de encontrar procedimientos que disminuyan los
efectos y, en su caso, compensar los negativos mediante acciones complementarias en otros tramos del río. El hecho de
que los tramos canalizados atraviesen las ciudades aconseja
prever los procedimientos mediante los cuales, en circunstancias hidrológicas normales, el cauce esté siempre ocupado por
el agua, ya que produce un efecto de lámina de agua de gran
valor paisajístico –e incluso recreativo– en una ciudad. En épocas de avenidas es preciso controlar el caudal de desagüe ya
sea mediante compuertas –como es el caso del Manzanares
en Madrid– o mediante azudes de goma deshinchables, como
se dispone en el río Segura, en Murcia. En ocasiones, como en
el caso del río Besòs, se ha logrado integrar el cauce en el entorno circundante, configurando, además del cauce para desaguar las avenidas, unas zonas de uso lúdico que constituyen
un verdadero parque fluvial.
Los diques longitudinales son una variedad de encauzamiento constituido por diques –generalmente de altura relativamente reducida–, suficientemente alejados del cauce principal, que permiten aumentar el nivel de las aguas por encima
del que alcanzarían en condiciones naturales, de forma que se
incrementa el calado de la sección y, en definitiva, la capacidad de desagüe; se restringe así, simultáneamente, la inundación a la zona comprendida entre los diques sin que la crecida afecte a las propiedades limítrofes. En nuestro país acompañan muchas veces a las canalizaciones de fábrica y las complementan cuando los caudales de avenida superan el máximo
que aquéllas pueden transportar. Debe tenerse en cuenta, sin
embargo, que esta solución agrava de manera sustancial los
problemas del drenaje normal de la cuenca adyacente –impe-
dido por los diques– hacia su colector natural, que es el río,
por lo que exige la construcción de un sistema que lo resuelva,
que puede estar basado en estaciones de bombeo, canales de
desvío, embalses temporales y diques en los tributarios.
Un aspecto muy importante –que debe tenerse muy en
cuenta con este tipo de solución– es que en el caso de que fallen los diques, o se produzca una inundación superior a la
prevista, se pueden generar enormes peligros a las personas
y daños a las propiedades colindantes debido, respectivamente, al ambiente de seguridad absoluta que se crea instintivamente entre las poblaciones ribereñas protegidas y a la
construcción adyacente de instalaciones muy costosas. El problema de la determinación del caudal máximo que se pretende desaguar –el llamado caudal de proyecto–, y en definitiva
del grado de protección que se consiga, es fundamental
cuando se utiliza este tipo de solución, debido a la enorme repercusión que tiene sobre el coste total un pequeño aumento
de la altura de los diques, puesto que afecta, normalmente, a
muy grandes longitudes y puede suponer un porcentaje muy
elevado del coste de construcción de las obras.
La repercusión sobre los costes de las obras de la magnitud del caudal de proyecto fue un tema que se analizó detenidamente durante la redacción del proyecto de encauzamiento del río Segura entre la Contraparada y Guardamar.
Se contemplaron diversos escenarios, definidos por avenidas
con diferentes periodos de retorno y varias hipótesis relativas
al elenco de estructuras de laminación previstas en el Plan
General de Defensas; después de un detenido análisis de la
problemática así concretada se decidió proyectar un encauzamiento con una capacidad de 400 m3/s, asociado a un periodo de retorno de 50 años, por cuanto caudales superiores
significaban costes absolutamente imposibles de asumir, debido a su repercusión sobre la cirugía urbanística que implicaban. En todo caso, la complejidad del sistema de defensas
del río Segura permite una serie de maniobras y proporciona
un preconocimiento de datos básicos que disminuyen de manera drástica los daños potenciales para caudales superiores
a los citados 400 m3/s. La figura 4 refleja una panorámica
aérea del encauzamiento del río Segura en la Vega Baja.
La proximidad inmediata de los diques longitudinales a las
propiedades que pretenden proteger –y el hecho de que muchas veces en las que se elige esta solución el nivel del agua
en avenidas es superior al de la plana aluvial– implica, en caso de fallo, unos daños enormes e incluso un grave peligro
para las vidas humanas; esta consideración aconseja que este tipo de obra se proyecte siempre con amplios coeficientes
de seguridad. La solución de diques longitudinales puede utilizarse con éxito, sin embargo, en zonas aún no muy pobladas si se construyen de forma que no afecten a la evolución
del régimen y curso del río, situándolos sobre lo que se suele
denominar “cinturón de meandros” y que, en realidad, son
las curvas exteriores paralelas a las envolventes de aquéllos.
Este emplazamiento de los diques, además de no afectar al
régimen hidráulico del río, tiene la ventaja adicional de que tales diques pueden ser de mucha menor altura por cuanto la sección transversal comprendida entre ellos es mucho mayor; por
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Fig. 4. Encauzamiento del río Segura a su paso por la Vega Baja.
otra parte, los terrenos internos se pueden utilizar para actividades secundarias –cultivos estacionales, pastoreo, ocio, etc.–
fuera de la temporada sujeta a inundaciones cuando, como
ocurre muchas veces, son estacionales; preservan, además,
una gran zona del acoso de las construcciones urbanísticas.
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que los sedimentos que
durante las inundaciones se depositaban en toda la plana aluvial, fertilizándola en muchos casos, quedarán ahora localizados en el área mucho menos extensa protegida por los diques.
Cauces de emergencia y trasvases
En muchas ciudades que precisan protección contra las inundaciones es muy frecuente que la situación urbanística sea tal
que ya no es posible, desde un punto de vista económico, conseguir, con ningún tipo de encauzamiento u obras de regulación, el paso de la crecida por el cauce antiguo; por ello es
preciso habilitar uno nuevo que contornee la ciudad y transporte parte o todos los caudales. Lo normal en estos casos es
que la solución más económica y adecuada para mejorar la
calidad de vida en la ciudad sea dejar el cauce existente para que circulen los caudales normales y hacer circular las crecidas por uno nuevo en el que se permitan, en precario pero
fuera de la temporada de avenidas, actividades agrícolas estacionales y/o deportivas. Ocurre a veces –como es el caso
de Valencia– que el cauce antiguo se anula completamente
para el transporte de agua y se utiliza para emplazar en él
nuevos equipamientos sociales –jardines, centros de convención, auditorios, etc.– que tan necesarios son hoy en día y tan
difíciles de emplazar por falta de espacio en lugares céntricos.
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Cuando la solución es contornear la ciudad no debe olvidarse que los caudales derivados vuelven, aguas abajo, al río
existente, por lo que debe asegurarse mediante los modelos necesarios –físicos o matemáticos– que el remanso que se produce hacia aguas arriba desde el punto de confluencia no afectará a los tramos que se pretende proteger. Si no existe un antiguo
ramal del río, o una depresión, y es preciso construir un nuevo
cauce, suele ser más económico y aconsejable, cuando es factible, utilizar soluciones de sección transversal de gran anchura y
sin excavación –es decir, a base de diques longitudinales–, que
excavar para obtener el necesario cauce. En todo caso, la solución exige la construcción de una estructura de control que limite, o anule, el caudal máximo que ha de circular por el cauce
antiguo y permita derivar al nuevo cauce los caudales previstos.
Esta solución se utiliza también con cierta frecuencia en
las zonas finales de los ríos, en cuyas márgenes se suelen
acumular industrias, poblaciones e incluso zonas portuarias;
en estos casos, la solución casi siempre consiste en construir
un nuevo cauce para el caudal máximo previsto y abandonar
prácticamente el antiguo. Esta solución debe planificarse teniendo muy en cuenta la ordenación del territorio, porque las
nuevas zonas ribereñas tienen atractivos importantes, y pueden suponer grandes ventajas de descongestión de la ciudad
siempre que se ordenen adecuadamente, como será en Barcelona el caso del desvío del río Llobregat en su tramo final.
Cuando se sustituye completamente el cauce es frecuente
que se incremente la longitud respecto a la del río actual, por
lo que, puesto que la cota del punto de confluencia con el mar
debe ser la misma, se produce una disminución de la pendiente longitudinal que implica una menor capacidad de
transporte de sedimentos; es preciso entonces tomar las medidas oportunas, en relación con la sección transversal, para
evitar la elevación del perfil longitudinal del río aguas arriba
del punto en el que se ha realizado la desviación.
Los trasvases pueden considerarse como cauces de emergencia y, en general, tienen la misma problemática que éstos
con la única diferencia de que su punto de destino es otro río
cuyas características hidráulicas será preciso analizar también;
no es una solución frecuente a menos que se trate de zonas
muy planas con ríos muy próximos, donde los canales de trasvase puedan servir en ambas direcciones, de forma que sea
posible derivar aguas de uno a otro, según convenga en cada
caso, en función de la cuenca en la que se ha generado la
inundación. El empleo de esta alternativa exige que los ríos,
además de discurrir a distancias relativamente próximas, tengan regímenes hidrológicos tales que no faciliten la presentación de avenidas simultáneas o, al menos, que sus hidrogramas
estén desplazados en el tiempo y permitan manipular los caudales y enviarlos al cauce más adecuado en cada momento.
La gran diversidad de climas y condicionantes geomorfológicos de España ha impulsado la construcción de todo tipo
de soluciones y, por supuesto, también se dispone en nuestro
país de ejemplos de trasvases, a pesar de que, como se ha dicho, no son obras muy frecuentes para estos menesteres de
lucha contra las inundaciones. Entre las más significativas se
encuentra la llamada del Paretón, que es una obra destinada
O.P. N.o 51. 2000
a derivar las avenidas del río Guadalentín –afluente del río
Segura por su margen derecha– hacia la rambla de Mazarrón, que desemboca directamente en el mar Mediterráneo.
También es digno de mención el nuevo cauce del río Daró, en
Girona, que se ejecutó para proteger la zona de su desembocadura frente a las avenidas de ese río y del Ter.
Obras de drenaje
Es en las planas aluviales, situadas en las márgenes de los
tramos finales de los ríos, donde suelen existir las zonas regables más ricas y se emplazan las industrias y núcleos de
población más numerosos; en estas zonas las pendientes
transversales de los valles son mínimas, de forma que los terrenos adyacentes a los cauces se pueden inundar, con independencia de los caudales fluyentes en la red hidrográfica,
debido a la falta de drenaje natural, que se agrava en las zonas urbanas por la impermeabilidad de los suelos. La acción
conjunta de estos dos factores produce, con lluvias suficientemente continuas, que ni siquiera hace falta que sean muy intensas, el anegamiento del terreno y mayores o menores daños en función de la duración de la sumersión. Es evidente
que el desbordamiento de los ríos en terrenos de estas características puede provocar también inundaciones, aunque no
llueva directamente sobre ellos, y no cabe duda de que ambos fenómenos pueden presentarse a la vez, agravando el
problema y prolongando la inundación.
Independientemente del problema de defender la zona contra las inundaciones procedentes de los ríos –que deberá resolverse por alguno de los métodos ya analizados–, la problemática de su drenaje comporta dos nuevos aspectos que es necesario analizar: 1, el desarrollo de una red de drenaje para
evacuar, lo más rápidamente posible, las aguas que lleguen, ya
sean pluviales o desde los ríos; y 2, el desagüe, a la red hidrográfica natural, de los caudales recogidos por la de drenaje.
Cuando, como es el caso general, la zona en la que se desarrolla la red de drenaje está protegida contra las inundaciones procedentes de los ríos, el problema del desagüe se complica por cuanto es necesario prever soluciones para desaguar
los caudales recogidos por esta red cuando el nivel del río es
muy superior al normal; los tres procedimientos usualmente
utilizados son: embalses de retención, canales de desvío y estaciones de bombeo. Todos ellos suponen inversiones importantes y considerables gastos de explotación cuando es preciso también elevar las aguas, pero es un aspecto que no se debe olvidar en la lucha contra las inundaciones, porque los
efectos que producen sobre el normal desarrollo de las actividades en las ciudades y en sus servicios son graves y, además,
tienen una gran repercusión en la valoración que sus habitantes se forman sobre la capacidad de sus regidores.
Actividades de gestión
Las denominadas actividades de gestión no eliminan, prácticamente en ningún caso, los efectos y daños de las inundaciones, pero pueden reducirlos sustancialmente, sobre todo cuando se trata de fenómenos de frecuencia ordinaria o media; no
obstante, su utilización coordinada con las actividades estruc-
turales ya descritas permite incrementar la eficacia de aquéllas, e incluso disminuir substancialmente las dimensiones que
de otra forma deberían alcanzar las obras correspondientes.
La gran ventaja de las actividades de gestión es la ausencia de grandes inversiones iniciales, que, además, frecuentemente se pueden escalonar; por contra, su gran inconveniente
es que exigen disponer de una organización especializada en
estos temas. En todo caso es indudable que la mayor aplicación de este grupo de medidas se produce cuando existe un organismo principal que coordina todas las actividades hidráulicas posibles en la cuenca hidrográfica, o al menos la mayor
parte de ellas, ya que entonces es más fácil planificar actuaciones adecuadas, efectuarlas en el momento oportuno e integrarlas en la gestión hidroeconómica global. Las actividades
de este tipo más frecuentemente utilizadas son las siguientes:
— Conservación de suelos y reforestación.
— Zonificación y regulaciones legales.
— Implantación de un sistema de seguros.
— Instalación de sistemas de alarma y previsión.
Conservación de suelos y reforestación
La mayor parte de los sedimentos que transporta un río, especialmente en avenidas, proceden de la erosión de las cuencas de cabecera; considerando que en muchos casos son precisamente estos sedimentos los que influyen, de forma decisiva, sobre los niveles que se producen en los cauces durante
las inundaciones –además de aumentar en forma muy notable los daños que originan–, se comprende el interés que tiene el control de la erosión o lo que, en puro anglicismo, se
denomina conservación de suelos.
Los motivos apuntados justificarían por sí solos el análisis
del problema de la erosión de las zonas superiores de una
cuenca a fin de controlar los daños que producen las inundaciones. Sucede, además, que cuando el terreno está desnudo de vegetación es mucho más fácilmente erosionable y
no tiene la menor capacidad de retención frente a lluvias algo intensas; en consecuencia, el tiempo que tarda el agua de
escorrentía en llegar a los cauces naturales es mucho menor
que si los suelos están cubiertos de bosques o pastos y se incrementan las probabilidades de que, para la misma cantidad de lluvia total, se genere una avenida.
Si la cuenca está cubierta de bosques, o existe una buena
capa de vegetación, se producirá mayor intercepción de la
lluvia así como mayor infiltración de agua en el suelo, de manera que el caudal base de los ríos será mucho más estable,
regular y será menos probable y frecuente la formación de
avenidas repentinas. No obstante, debe tenerse en cuenta que
si bien es cierto que una política adecuada de conservación
de suelos y una ordenación en la reforestación y explotación
de los bosques puede conseguir sustanciales incrementos en
la regulación hidrológica de la cuenca, e incluso en el control
de avenidas pequeñas y medianas, es muy probable que tenga efectos pequeños, casi prácticamente nulos, sobre las crecidas extraordinarias, porque éstas se producen, normalmente, después de una larga temporada de lluvias intensas cuando el terreno ha quedado completamente saturado de agua.
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En cualquier caso los beneficios que se producen con la reducción de las puntas de caudal de las crecidas más frecuentes, así como con la disminución de la erosión –incrementando, en consecuencia, la vida útil de las grandes obras hidráulicas y especialmente de los embalses–, son tan grandes que
siempre es obligada, cuando se plantea la solución integral
del problema de las inundaciones de una cuenca hidrográfica, la consideración de acciones dirigidas a la conservación
del suelo. Las labores que implica el control de la erosión pueden variar desde la repoblación forestal hasta la construcción
de pequeños azudes de retención. Es un problema interdisciplinar cuya correcta solución exige del concurso de un gran
número de especialistas, pero que suele precisar pequeñas inversiones en relación con los beneficios indirectos que produce, especialmente a las zonas de menor cota de la cuenca.
En España, donde –en mayor o menor grado según las
circunstancias y posibilidades de inversión– se utilizan, como
ya se ha dicho, todos los medios conocidos de lucha contra
las inundaciones, se están llevando a cabo en todas las cuencas hidrográficas intercomunitarias sendos Planes Integrales
de Restauración Hidrológica Ambiental; entre las numerosas
actuaciones que contemplan están las destinadas a reforestar
las cuencas, revegetar las márgenes y riberas y acondicionar
los cauces en tramos puntuales.
Zonificación y regulaciones legales
Las medidas de zonificación y de ordenación legal están indicadas, principalmente, en aquellas cuencas aún no muy desarrolladas en las que se puede ordenar de manera racional
el uso del territorio, de forma que las áreas más expuestas a
las inundaciones se destinen a actividades en las que los daños potenciales no sean muy importantes. Esta ordenación se
puede hacer de forma directa y definitiva, mediante la prohibición de implantar determinados usos, o en forma indirecta
obligando, para permitir el emplazamiento de las instalaciones correspondientes, a disponer determinadas protecciones
e imponiendo unos coeficientes de seguridad y determinadas
peculiaridades en la construcción de edificios que, en cualquier caso, minimicen los peligros y daños potenciales.
Este tipo de ordenación es relativamente fácil de imponer
en los tramos de los ríos donde aún no se ha producido un
desarrollo acelerado, a menudo irracional, y se puede planificar el uso del suelo; desgraciadamente, en muchas de las
zonas afectadas por las inundaciones, especialmente en las
proximidades de las grandes ciudades, las construcciones ya
han invadido los cauces de avenidas, cuando menos, y es
preciso acudir a las soluciones estructurales previamente descritas que, no cabe duda, son mucho más costosas.
La regulación generalmente aceptada, en aquellos países
donde se ha realizado, consiste en diferenciar tres zonas progresivamente menos sujetas a limitaciones de uso que se conocen, respectivamente, como de prohibición, restricción y
precaución. La primera –zona de prohibición– corresponde
al cauce de avenidas ordinarias y dentro de sus límites se veta la construcción de cualquier edificio u obra. La zona de
restricción, adyacente a la anterior, suele quedar inundada
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durante las avenidas extraordinarias, pero en ella el agua
discurre muy lentamente, a veces incluso en sentido contrario
al normal, y contribuye poco al desagüe eficaz de la inundación. Si bien no se impide la construcción de edificios, ni otras
obras, dentro de sus límites, sí se reglamentan las condiciones
que deben observarse en su proyecto y construcción así como
las especificaciones de los materiales empleados; a menudo
se fijan las cotas mínimas por encima de las cuales deben situarse las viviendas permanentes y los emplazamientos de
maquinaria costosa, almacenes de productos caros y peligrosos, etc. La zona de precaución es la más alejada del cauce
y corresponde a aquellos lugares que podrían ser alcanzados
por una inundación de una frecuencia extremadamente pequeña y poco probable, pero no imposible; no se impide la
construcción de ningún tipo de obras ni se imponen condicionamientos en los proyectos, pero se informa a los propietarios
que quieren desarrollar alguna actividad en su interior sobre
la cota hasta la que puede llegar el nivel de las aguas.
La base legal que existe en España se basa en las disposiciones de la Ley de Aguas de 1985 y de los Reglamentos que
la desarrollan, ya que no han sido modificados de forma substancial a este respecto por la Reforma recientemente aprobada. En definitiva, se delimitan diversas zonas en las márgenes
de los ríos de acuerdo con las siguientes prescripciones:
a. Álveo o cauce natural de una corriente continua o discontinua es el terreno cubierto por las aguas en las máximas
crecidas ordinarias (Art. 4). Se considerará como caudal
de la máxima crecida ordinaria la media de los máximos
caudales anuales, en su régimen natural, producidos durante diez años consecutivos que sean representativos del
comportamiento hidráulico de la corriente (Art. 4 del Reglamento). Esta zona –con independencia de la dificultad
de su determinación, acometida con carácter general por
el denominado Proyecto Linde– es evidentemente una zona de prohibición.
b. Se entiende por márgenes los terrenos que lindan con los
cauces. La Ley de Aguas (Art. 6) establece que las márgenes de los cauces estarán sujetas a una zona de servidumbre de cinco metros y a una zona de policía de cien metros, en la que se condicionará el uso del suelo y las actividades que se desarrollen, lo que sin duda la convierte en
zona de restricción, ya que, además, el artículo 78.1 del
Reglamento regula que para realizar cualquier tipo de
construcción en zona de policía de cauces se exige la autorización previa del Organismo de cuenca, a menos que
éste hubiera informado, con carácter general, los correspondientes Planes de Ordenación Urbana.
c. La zona de precaución podría identificarse con la que se limite, en cada caso, a partir de la aplicación del artículo
11.2 de la citada Ley de Aguas y de su Reforma, en las que
se dispone: “El Gobierno, por Real Decreto, podrá establecer las limitaciones en el uso de las zonas inundables que
estime necesarias para garantizar la seguridad de personas y bienes. Los Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas podrán establecer, además, normas complementarias de dicha regulación”. La citada Reforma de la
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Ley de Aguas ha añadido un nuevo párrafo a este Artículo 11 que dice: “… los Organismos de cuenca darán traslado a las Administraciones competentes en materia de ordenación del territorio y urbanismo de los datos y estudios
disponibles sobre avenidas, al objeto de que se tengan en
cuenta en la planificación del suelo y, en particular, en las
autorizaciones de usos que se acuerden en las zonas inundables”. Es conveniente recordar que las zonas inundables
se definen (Art. 14.3 del Reglamento) como las delimitadas
por los niveles teóricos que alcanzarían las aguas en las
avenidas cuyo periodo estadístico de retorno sea de quinientos años, a menos que el Ministerio de Obras Públicas
y Urbanismo, a propuesta del Organismo de cuenca, fije,
en expediente concreto, la delimitación que en cada caso
resulte más adecuada al comportamiento de la corriente.
Debe tenerse en cuenta, también, al objeto de definir estas diferentes zonas, que la Directriz Básica de Planificación
de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones (BOE del
14 de febrero de 1995) establece la necesidad de clasificar
las zonas inundables según los siguientes criterios:
a. De inundación frecuente: son las que resultan afectadas
por las avenidas de cincuenta años de recurrencia.
b. De inundación ocasional: cuando resultan afectadas por
avenidas entre cincuenta y cien años de periodo de retorno.
c. De inundación excepcional: aquellas que son inundadas por
avenidas entre cien y quinientos años de periodo de retorno.
Del cruce de ambas clasificaciones puede deducirse que
las zonas de prohibición y restricción que se deducen de las
definiciones de la Ley de Aguas son valores mínimos que pueden ser ampliados a juicio del Organismo de cuenca, en cada caso, aplicando los criterios de frecuencia en las inundaciones que se deducen de la aplicación de la mencionada Directriz Básica de Planificación.
Implantación de un sistema de seguros
Este método es una modalidad de las regulaciones legales que
se pueden utilizar cuando se ordena la zonificación de una
cuenca; consiste en la obligación de asegurar contra las inundaciones los edificios y actividades que se desarrollan en las
áreas sujetas a las inundaciones. Como es natural, las primas
han de ser función de la zona en que está emplazada la instalación y de la medida en que se cumplen los requisitos oficiales respecto a cotas y tipologías estructurales y características de los materiales. El sistema está basado en la obligación
de disponer de una cobertura económica por realizar determinada actividad en un lugar sujeto a un peligro cuantificado de
antemano, con cierta aproximación, que será mayor o menor
según se cumplan los requisitos legales establecidos al efecto.
Lo más importante es lograr imponer, por vía directa o indirecta, la obligación de establecer seguros a este respecto
porque, de esta forma, en caso de inundación las indemnizaciones y auxilios públicos serán de relativa poca importancia y, lo que es más importante, el coste de desafiar a la inundación lo pagará en su mayor parte quien se beneficia de un
emplazamiento ventajoso en un lugar comprometido por las
inundaciones. Por supuesto existen situaciones en que no hay
otra alternativa de localización y el Estado podrá, en tales casos, conceder las ayudas pertinentes e incluso suscribir las pólizas él mismo. En definitiva se trata de que en los estudios
económicos para decidir la localización más adecuada para
cierta actividad se valoren y asuman los costes ciertos que suponen los riesgos de una inundación y no se externalicen al
resto de la comunidad por la vía de las indemnizaciones.
Instalación de sistemas de alarma y previsión
En todas aquellas cuencas hidrográficas en las que la configuración geomorfológica y las características climáticas e hidrológicas son tales que es frecuente la ocurrencia de inundaciones, es obligado disponer de un sistema de alarma que
permita avisar, con la mayor antelación posible, la presentación de la inundación, para poder tomar las medidas oportunas. Estos sistemas precisan, en primer lugar, de una red de
toma de datos básicos, a partir de los cuales se puedan inferir los caudales y niveles en cada punto conflictivo de la cuenca; esta red puede variar, según sea su sofisticación técnica,
desde la detección de los simples niveles de agua que se van
produciendo en diferentes puntos de las cuencas de cabecera
hasta una verdadera previsión del tiempo –basada en estaciones de radar y/o sensores adecuados instalados en satélites artificiales–, pasando por una red de pluviógrafos convenientemente situados.
En España está disponible el Sistema Automático de Información Hidrológica (S.A.I.H.) en todas las cuencas de la vertiente mediterránea, además de en las del Guadalquivir y Tajo; en las restantes el sistema está en diferentes fases de redacción de su proyecto o construcción. El S.A.I.H. permite conocer
en tiempo real el estado de una serie de variables hidrológicas
e hidráulicas que aportan información sobre el estado de la
cuenca, tanto en situación normal como durante las avenidas.
El S.A.I.H, que comenzó su implantación en 1983, consta
no solamente de los equipos que permiten la toma de datos y
su envío a los centros de decisión sino de toda una serie de
modelos de simulación del comportamiento de las avenidas e
inundaciones para las diferentes cuencas y de aplicaciones
de ayuda a la decisión –basadas en la tecnología de inteligencia artificial y sistemas expertos– que facilitan notablemente la operación de las infraestructuras hidráulicas durante las avenidas. Son conocidos, y están bien documentados,
los notables resultados de predicción y manejo de las avenidas que se han obtenido ya en las cuencas del Júcar, Segura,
Sur, Ebro y Pirineo Oriental, gracias al empleo de los datos
proporcionados por el S.A.I.H.
Acciones de emergencia
El tipo de actividades que se incluye en este grupo corresponde
a las que se realizan cuando ya se conoce que se ha de producir la inundación y, por supuesto, a las que se deben ejecutar
tanto durante su desarrollo como en los periodos posteriores.
Este es un tema de competencia y especialidad de las organizaciones de Protección Civil, tanto por cuanto se refiere a la pla-48-
nificación como al desarrollo y coordinación de las medidas a
tomar desde el momento en que se activa la alerta que señala
la probable ocurrencia de una inundación, hasta que pasa el
peligro o, en el peor de los casos, los efectos de aquélla.
Consciente de que por muchas medidas de carácter estructural y de gestión que se implementen nunca se podrá eliminar
totalmente la posibilidad de que se produzcan inundaciones, la
Administración Pública aprobó la mencionada Directriz Básica
de Planificación de Protección Civil ante el Riesgo de Inundaciones, en la que se establecen los criterios, el alcance y la metodología que se deben tener en cuenta para redactar los Planes de Emergencia, tanto a nivel estatal como autonómico y local. En la actualidad se están redactando estos Planes que, no
cabe duda, contribuirán a disminuir los daños, especialmente
las víctimas humanas que pueden generar las avenidas e inundaciones cuando, antes o después, se vuelvan a producir.
Conclusiones
a. Los terrenos ribereños, especialmente los valles fluviales
cercanos a las desembocaduras, han sido siempre terrenos
con grandes atractivos para los asentamientos humanos.
b. Las razones de tal preferencia se basan en la facilidad que
proporciona la disponibilidad inmediata del agua necesaria para instalar regadíos o instalaciones industriales. La
producción de alimentos del propio río, la agilidad que suministra a las comunicaciones y la inmediata eliminación
de los desechos también tuvieron su influencia en la elección de estos emplazamientos privilegiados.
c. El crecimiento de la extensión necesaria para los asentamientos propició la invasión de los cauces naturales de los
ríos; casi siempre los correspondientes a las avenidas extraordinarias y muchas veces incluso los propios álveos.
d. Esta invasión afectó a los ecosistemas naturales y expuso a
los humanos, y sus medios de producción, a los peligros
inherentes a avenidas e inundaciones.
e. El efecto sobre los ecosistemas ha sido más lento y ha preocupado poco, o nada, durante largos siglos. Es relativamente reciente la época en que se ha levantado la inquietud al
respecto y se han empezado a tomar medidas para su protección y conservación. Es evidente que la total recuperación
será, en muchos casos, completamente imposible de lograr.
f. Los peligros que suponen avenidas e inundaciones fueron
percibidos inmediatamente por la población, si bien se
agravaron conforme se incrementó la invasión de los cauces. El hombre hubo de enfrentarse, desde muy antiguo, a
los peligros de estos fenómenos hidrológicos, por lo que se
han imaginado numerosos procedimientos para luchar
contra ellos –perfeccionados a lo largo del tiempo–, y existen innumerables ejemplos y experiencias al respecto.
g. Los métodos disponibles se dividen en dos grandes grupos
–prevención y emergencia– según que las acciones pertinentes se desarrollen antes de que las aguas alcancen las
zonas inundables o sean procedimientos de emergencia para paliar los efectos sobre las personas, bienes y servicios en
el mismo momento, y después, de producida la inundación.
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CUADRO 1
Principales actividades y objetivos perseguidos
Reducción del caudal
circulante
Reducción del nivel
Reducción de daños potenciales
Actuales
Futuros
Embalses de laminación
Corrección de cauces
y regulación
Encauzamientos
Zonificación
y regulación legal
Cauces de emergencia
y trasvases
Drenaje
Relocalización de
bienes inundables
Adquisición de
terrenos inundables
Operación del sistema
hidráulico
Sistema de alarma
y previsión
Planes de
emergencia
h. En el primer grupo –procedimientos de prevención– se distinguen los denominados estructurales –que implican la implantación de infraestructuras con inversiones relativamente importantes– de los llamados de gestión, que suponen
acciones legislativas, organizativas, de alarma, seguros,
etc., y que, generalmente, se utilizan conjuntamente con
los métodos estructurales, cuya eficacia incrementan de
forma notable.
i. En el cuadro 1 se reflejan las principales actividades que
se pueden acometer y los objetivos que se persiguen en cada caso; todos ellos se detallan en el presente artículo.
j. Un caso especialmente importante es el de la protección de
aquellas ciudades que han invadido de tal forma el cauce
natural que es prácticamente imposible recuperar las dimensiones necesarias para que transporte los caudales de
avenida. En tal caso o bien se acude a disminuir el caudal
circulante de manera drástica mediante su laminación en
embalses situados aguas arriba (Málaga) o es preciso acudir al empleo de cauces alternativos (Valencia).
k. La decisión de utilizar un nuevo cauce es una oportunidad
de reorganizar el tejido urbano y su territorio anexo que
exige de un estudio detallado y pluridisciplinar sobre los
objetivos que se pretende conseguir, adicionales a los obvios de proteger a la ciudad frente a las inundaciones. ■
José Alberto Herreras Espino* y Gonzalo Marín Pacheco**
*Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Presidente de SYNCONSULT
**Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Director Técnico de SYNCONSULT
Referencias
1. Nixon, M., “Flood regulation and river training”, Symposium on the Conservation of
Water Resources in the United Kingdom, Institution of Civil Engineers, 1962.
2. La Inundaciones en España. Informe de síntesis, Comisión Nacional de Protección
Civil, 1984.
3. Hidrología histórica del Segura, Centro de Estudios Hidrográficos, 1965.
4. Metodología para el análisis de los daños ocasionados por las inundaciones, Comisión Nacional de Protección Civil, 1984.
5. Directrices para la prevención de catástrofes, Organización de las Naciones Unidas, 1976.
6. Hydrologic Engineering Requirement for Flood Damage Reduction Studies. Engineering Manual, U.S. Army Corps of Engineers, 1995.
7. Assessment of Structural Flood-Control Measures on Alluvial Fans, Federal Emergency Management Agency, 1993.
8. Pliego de Prescripciones Técnicas Generales para la Ejecución de Obras Hidráulicas, Ministerio de Medio Ambiente, 1999.
9. Penning-Rowsell, E.C., et al., Floods and Drainage, 1986.
O.P. N.o 51. 2000
La erosión
Juan Ruiz de la Torre
DESCRIPTORES
EROSIÓN
GESTIÓN DEL AGUA
REGULACIÓN
SEDIMENTACIÓN
Introducción
La amplitud del tema, la lógica limitación de espacio, tiempo
y profundidad, junto con la escasez de información utilizable
procedente de investigación y experimentación directas y de
fuentes técnicas, en especial sobre la función de diferentes estructuras de vegetación en nuestro país, obligan a una presentación esquemática y sintética, con sugerencia de vías de
profundización.
En este artículo se habla, en general, de aguas dulces, aptas para bebida por el hombre, riego con fines agrícolas u ornamentales y utilizaciones industriales. Prescindiremos de los
recursos obtenidos por desalación de agua por ser ajenos a
problemas derivados del ciclo de la erosión de los terrenos.
Las aguas dulces proceden en último término de la precipitación atmosférica, pudiendo obtenerse directamente por
acumulación en aljibes, por derivación de la red de drenaje
superficial o de lagos dulces, por toma de embalses de regulación, balsas, manantiales o pozos artesianos o por elevación en pozos desde niveles inferiores a los freáticos.
La gestión del agua, tras la obtención, comprende regulación, almacenamiento y distribución. Una parte del agua se
consume en la primera utilización y otra puede ser reutilizada tras depuración más o menos completa.
La erosión
La erosión es un proceso de acción de los factores del medio
ambiente sobre el terreno, al que atacan arrancándole elementos y arrastrándolos. Los materiales arrancados y arrastrados por la erosión son transportados y depositados en
otros lugares, resultando así tres fases de un ciclo, que comprende erosión, transporte y sedimentación, al que se puede
llamar abreviadamente ciclo de erosión.
Por los agentes o factores principales determinantes de la
erosión (que pueden actuar en forma combinada), se diferencian los climáticos, bióticos (vegetales y animales) y el hombre. Entre los climáticos figuran la precipitación, el viento y los
cambios de temperatura y humedad ambiental. Los dos últimos pueden preparar los materiales para la actuación de los
primeros. El agua de precipitación sigue luego caminos orientados por la gravedad combinada con el relieve. Se llega a diferenciar así la erosión hídrica, por el agua, de la eólica, por
el viento. Se suele considerar la erosión, con una perspectiva
más amplia, como resultado de la acción combinada de meteorización (fragmentación, alteración y ablandamiento de rocas por acción de factores climáticos) y abrasión (arranque de
materiales, o erosión propiamente dicha en sentido estricto).
En la erosión pueden establecerse diferencias por la intensidad del proceso o por su localización, por los materiales
preferentemente afectados y por las formas de actuación de
los agentes erosivos.
Por la intensidad y velocidad crecientes del proceso, se diferencian erosión geológica, normal, activa, acelerada y catastrófica. La geológica es un proceso lento de efectos apreciables tras un largo plazo a escala geológica (desde decenas de miles hasta millones de años). Erosión normal es concepto estimativo, difícil de precisar. Las erosiones activa y
acelerada son debidas generalmente a la acción del hombre.
La erosión catastrófica es un proceso muy acelerado, afectando a grandes volúmenes.
La erosión eólica comprende arranque de materiales por
simple succión y desprendimiento y arrastre por golpeteo con
granos de arena y subsiguiente succión. Los materiales succionados son transportados en suspensión por el viento. La depo-50-
Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Fig. 1. Erosión en regueros en un desmonte de carretera. Este de Talavera.
Febrero de 1999.
Fig. 2. “Bad-land” arcilloso-salino en las cercanías de Alicún de Ortega
(Granada), con erosión mixta intensa. Octubre de 1999.
sición de materiales más pesados (arenas) puede dar lugar a
arenales incoherentes y dunas. A efectos de los recursos de
agua, estos arenales son permeables, dejando pasar el agua a
capas inferiores, pudiendo mantener, por su porosidad, agua
en apreciables cantidades y tiempos y evitando, por su estructura, la evaporación desde el sustrato mojado o empapado.
Refiriéndonos ya sólo a la erosión hídrica, se diferencian la
erosión marina litoral y la continental. Por el estado del agua
se separa la acción como sólido, en los glaciares, de los efectos del agua líquida, actuando en las precipitaciones y por las
escorrentías superficiales y subterráneas. En todos los casos la
actuación se debe a la gravedad, salvo los procesos de fragmentación de rocas por helada del agua que rellena diaclasas.
Los materiales a que puede afectar la erosión son genéricos: suelo, tierra, arena, grava, cascajo, canto rodado, piedras gruesas, bloques y rocas de fondo de cauce, más o menos compactas. Específicamente se pueden diferenciar tipos de
roca por su naturaleza y compacidad. Muchas de las rocas
magmáticas dan suelos eutróficos y, por erosión, aguas muy
fertilizadas. La denudación se refiere a destrucción de la cubierta vegetal y erosión más o menos intensa de suelo y tierras.
El arrasamiento es una forma de erosión geológica activa que
termina por reducir el relieve, acercando la superficie a un
plano de escasa inclinación o a ondulaciones menores, dando
glacis, páramos, parameras, campiñas y “campos” (llanuras).
Por su localización, la erosión hídrica continental puede
ser superficial, vertical y longitudinal. La erosión superficial
comprende la de salpicadura producida al llegar al terreno
las gotas de lluvia, que dispersan materiales y modifican la
estructura del suelo, haciéndolo menos coherente, y la erosión
laminar, por resbalamiento de una capa de agua sobre la superficie del terreno, que da lugar a la pérdida de una capa
de materiales sensiblemente homogénea.
La erosión vertical tiene diferente carácter sobre sustratos
compactos o blandos. Entre los más o menos compactos se
pueden diferenciar los calcáreos, los yesosos y los volcánicos.
El agua se infiltra a zonas subsuperficiales por diaclasas, huecos o zonas de menor impermeabilidad, disolviendo o erosionando materiales o aprovechando caminos libres, hasta
formar una red de pozos y túneles de diversas pendientes,
con cámaras de acumulación, que constituyen el karst, kars o
kras. En los sustratos blandos, la erosión forma los paisajes de
tierras malas o “bad-lands”, donde se combinan las erosiones
laminares con las longitudinales y verticales y con el arrastre
de grandes volúmenes de arcillas en suspensión, a más de importantes soluciones de sales haloideas que limitan o impiden
la utilización del agua para cualquier tipo de finalidad.
La erosión longitudinal tiene manifestaciones progresivas
desde la reunión del agua en pequeñas alineaciones de concentración, a partir de la lámina de escurrimiento en ladera.
Al incrementarse la erosión longitudinal primaria se producen
sucesivamente las regueras, las barranqueras y las cárcavas,
con incremento de profundidad, arrastre de tierras y rapidez
de evacuación. Otras formas de erosión longitudinal son la
tangencial de márgenes de canales y la del fondo de cauces.
La erosión superficial o la longitudinal pueden afectar a
los suelos descubiertos aportando nutrientes a las escorrentías
resultantes y contribuyendo a los problemas de eutrofización.
Las erosiones por movimiento de grandes volúmenes se
producen por resbalamiento de capas superficiales del terreno, a veces de notable espesor, como ocurre en las margas
arcillosas neógenas del sureste peninsular y fondos de la gran
depresión del Ebro. Hay que considerar también los grandes
corrimientos de fondo. Las erosiones de mayor importancia
volumétrica se producen en los grandes episodios de lluvias
torrenciales prolongadas, de cuantías superiores a los 300 o
500 mm en dos o tres días, desaguando grandes caudales en
régimen turbillonario, con series de enormes olas en los ríos
principales. En estas ocasiones se producen graves erosiones
masivas, con problemas de desagüe, daños en vegas y márgenes, inundaciones, cortes de vías de comunicación y pérdidas de cosechas y vidas humanas.
La siguiente fase del ciclo de erosión es la del transporte, que
puede realizarse en solución, pudiendo afectar notablemente a
la calidad del agua para diferentes usos, en suspensión, como
acontece con los limos y elementos más finos de arcillas, tierras
y arenas, hasta que la reducción de velocidad del desagüe da
lugar a su deposición. Los materiales mayores son transportados por el fondo de la corriente, pudiendo concurrir o alternar,
para dimensiones crecientes, el salto, la rodadura y el arrastre.
-51-
O.P. N.o 51. 2000
Finalmente, la sedimentación es la fase que más visibles
efectos tiene sobre los dispositivos de regulación artificial y de
distribución de las aguas. La deposición de materiales transportados puede tener lugar en los cauces, riberas, meandros,
aguas arriba de cadenas, diques, presas y otros obstáculos,
pudiendo contribuir al desarrollo de mejanas o islas centrales.
En los valles amplios, la sedimentación en unas márgenes,
combinada con el ataque a las contrarias, da lugar a la inestabilidad de los cauces, con los consiguientes problemas para
la utilización de las vegas, hasta para edificaciones y otras
instalaciones ubicadas en los terrenos marginales. En los conos de deyección y tramos finales de los ríos, la sedimentación
tiende a elevar el cauce sobre una arista de pirámide, haciendo cada vez más frecuentes los desbordamientos o derramamientos marginales sobre los terrenos laterales, que habitualmente sustentan cultivos agrícolas de elevada productividad.
Implicaciones de la erosión
en las diferentes fases
de la gestión del agua
La erosión, en formas y cuantías, se halla en relación directa
con el grado de descubrimiento de suelos y tierras. Para terrenos sin cubierta vegetal o de escasa tasa y densidad de cubierta, la erosión puede ser activa y suponer la pérdida anual
de apreciables volúmenes sólidos, sobre todo si las tierras se
encuentran removidas. Las condiciones de baja cubierta propician la falta de regulación, ocurriendo desagües muy rápidos seguidos de periodos con caudales reducidos que pueden
ser largos y, en zonas semiáridas o áridas, ocurrencia de estiajes prolongados. El desagüe rápido con arrastre de materiales del terreno contribuye de varias formas a la degradación de la calidad de las aguas de escorrentía.
Vamos a ir pasando revista a las diferentes fases de la
gestión del agua, apuntando las influencias o consecuencias
de los procesos comprendidos en el ciclo de erosión.
La cuantía de la erosión en las cuencas receptoras está directamente correlacionada con la pérdida de regulación del
desagüe, con las consecuencias de reducción de los caudales
mínimos o residuales, acentuación de los estiajes hasta extinción parcial y temporal de los recursos superficiales, pérdida
de recarga de acuíferos y disminución de los recursos hídricos subterráneos.
En embalses de regulación, la sedimentación produce una
pérdida progresiva del volumen útil, de tal forma que la capacidad real va disminuyendo y los problemas derivados de
la escasez de agua en los estiajes se van presentando y creciendo, de manera que cuando se ha aterrado una cierta tasa de capacidad regulable, se ha perdido también la posibilidad de atender un porcentaje de demanda, con repercusiones económicas y sociales. Problemas parecidos se presentan
en depósitos de menores capacidades, si bien a veces se solucionan extrayendo los materiales depositados, que en los
numerosos embalses canarios de vaso reducido dan lugar a
un aprovechamiento de tierras que son vendidas como sustrato fertilizante para cultivos de elevada producción. En los
azudes de derivación el aterramiento disminuye la eficacia,
perdiéndose volúmenes de agua por desbordamiento, a la
vez que pasan sólidos a los canales.
En las conducciones cerradas no deben entrar sólidos y
pueden causar problemas aun los nutrientes disueltos en el
agua, siendo conocidas las colonizaciones de los álabes de
las turbinas por moluscos de ciertas especies.
En los canales y acequias la sedimentación de limos, tierras y arenas reduce las secciones útiles y puede ofrecer sustrato para el establecimiento y desarrollo de plantas enraizantes bajo la superficie del agua. El desarrollo de vegetación en canales tiene varios efectos: reduce la sección hidráulica, constituye obstáculo que reduce la velocidad y, por
ambas circunstancias, el caudal, produciendo además un
gasto consuntivo directo derivado de la transpiración.
En las redes de distribución de menores secciones los problemas pueden ser análogos a los anteriores, pero de menor
cuantía.
En los terrenos agrícolas, los sólidos en suspensión o arrastre pueden tener un papel beneficioso como fertilizantes, que
ha sido reconocido por los cultivadores desde la antigüedad.
Los problemas de calidad se pueden solucionar mediante
depuración, si bien las aguas de escorrentía de áreas muy erosionables suelen encarecer todas las fases de los tratamientos.
Parámetros de la erosión
Pasamos revista a continuación a los principales parámetros
de la erosión.
En primer lugar, el grupo del relieve, que comprende pendientes, longitudes de impluvio, complicación de propio relieve y altitud y disposición de las montañas.
En el grupo del clima destaca la precipitación total media
anual de agua, que influye en el tipo y densidad potencial de
la vegetación, estando relacionada directamente con la regularidad de precipitaciones en espacio y tiempo. De mayor importancia es la distribución y cuantías de intensidades máximas, que tienen lugar en los grandes aguaceros productores
de erosiones más cuantiosas, de crecidas extraordinarias, de
transportes de sólidos en tramos más largos y de deposiciones más voluminosas en los embalses. El régimen de temperaturas tiene relación con la erosión, por la influencia en la
dispersión de las tierras y por la correlación entre amplitud de
oscilaciones térmicas diarias y anuales y régimen de humedad relativa del aire, efecto de la continentalidad, que influye en los tipos de estructura de las vegetaciones naturales. Los
tipos sintéticos de clima, en cuanto a aridez o humedad, calor o frío y continentalidad o litoralidad, están correlacionados con los tipos óptimos de cubierta vegetal, que es la más
efectiva defensa frente a la erosión.
La litofacies influye en la erosionabilidad y cuantía de la
erosión real, por su naturaleza, posible esquistosidad y buzamiento, higroscopicidad, viscosidad y resistencia a la abrasión. Según las experiencias de nuestro profesor, J. M. García Nájera, el desgaste de un tipo de roca es proporcional al
talud natural de las tierras derivadas empapadas en agua.
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Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Fig. 3. Desierto de erosión con sustrato tóxico (sales de cobre),
cerca de Alicún de las Torres (Granada). Octubre de 1999.
Fig. 4. Matorral de Ononis tridentata, de bajas cubierta y protección,
en yesares del entorno de Narboneta (Cuenca). Mayo de 1996.
La estructura, forma y densidad de la red de drenaje están correlacionadas con el relieve general, con la litofacies y
con la cubierta vegetal, condicionantes todos ellos de la erosión. Parámetros de la red de drenaje indicadores de la intensidad de erosión son también el grado de encajamiento, la
pendiente y la anchura de canales.
La cubierta vegetal tiene una influencia decisiva sobre el
proceso erosivo. Es fácilmente constatable el hecho, conocido
desde la antigüedad, de que una cubierta vegetal cerrada,
densa y elevada puede llegar a impedir que se produzca erosión apreciable, corrigiendo sus causas en superficies extensas
en razón de su estabilidad en el tiempo. La característica de la
vegetación más influyente en el proceso erosivo es la estructura, con sus parámetros de talla, estratificación, densidad, consistencia, rigidez, periodicidad, índice de recubrimiento y cubierta global (porcentaje de terreno cubierto por vegetación).
La estructura de la vegetación está condicionada por el tipo de
“tratamiento”, conjunto de formas e intensidades de acciones
del hombre o de agentes y factores dirigidos o modificados por
el hombre. Los principales grupos genéricos de tipos de tratamientos están comprendidos en los epígrafes de agricultura,
selvicultura, ganadería, dehesa mixta, aprovechamientos menores, deportes, disfrute social, expansión urbana, industrial o
viaria y protección. Es claro que los tratamientos que implican
dejar al descubierto y remover frecuentemente las tierras son
los que provocan mayores erosiones y los que conducen a cubiertas vegetales más densas son los de mayor valor protector.
erosión laminar, retraso de la concentración del agua en canales y alargamiento del plazo del desagüe, así como reducción de las puntas de caudal, es decir, aparición o incremento de la regulación de la escorrentía. A consecuencia de lo
anterior, hay reducción de las erosiones longitudinales, en canales y márgenes. Se produce también un incremento de la
coherencia y consistencia del suelo, debida al desarrollo de
las raíces en número, profundidad y grosor, a la par que aparece la internalización de nutrientes, debida a la reducción de
la erosión, al desarrollo de los coloides del suelo (que retienen sales minerales), al aumento de los plazos de desagüe,
con reducción de las puntas y, como consecuencia de todo
ello, mejora de las calidades de las aguas de escorrentía superficial, de infiltración y de recarga de acuíferos.
El otro grupo de circunstancias modificables es el integrado en el bloque de los tratamientos, a los que ya hemos aludido antes. La restauración implicará reducción de unas formas de actuación y cambios o supresiones de otras, con el
efecto global de reducción de la presión de explotación, sin
sobrepasar un umbral de estabilidad a investigar.
Modificación por el hombre
de los parámetros de la erosión
Repasaremos los grupos de parámetros de la erosión para
ver la posibilidad de modificación por el hombre.
El relieve, el clima, la litofacies y la red de drenaje son características poco modificables por acción directa.
La cubierta vegetal de las cuencas receptoras es lo más directamente modificable, mediante restauración, defensa y
medidas de conservación, con cambio de tratamientos que
suponga reducción de la presión de explotación. La restauración de la vegetación da lugar a los siguientes efectos: reducción de la erosión por salpicadura, incremento de la infiltración, reducción de la energía erosiva y reducción de la
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Medidas de intensidad
de procesos en el ciclo de erosión
Recientemente FAO ha publicado un manual que resume las diferentes metodologías que pueden emplearse para efectuar mediciones de erosión y que ha sido elaborado por N. W. Hudson.1
Para la fase de erosión, se pueden efectuar mediciones en
impluvios, márgenes y cauces. Los procedimientos son revisados en el reciente manual de FAO.
El deslizamiento de laderas se puede medir por fotogrametría terrestre. El transporte y sedimentación aguas abajo de
los puntos de deslizamiento complican el cálculo aproximado
de los volúmenes movidos.
La erosión global se obtiene por integración de las anteriores o por medios especiales, como pozos de sedimentación
o balsas de malla que recogen por derivación aguas cargadas
de acarreos. Una medida aproximada se puede obtener con
presas de retenida en gargantas o cerrando cárcavas para cubicar los sólidos retenidos, teniendo en cuenta que sólo darán
medidas por defecto por perderse parte del agua y que las
mediciones de tierras, limos y suspensiones son complicadas.
O.P. N.o 51. 2000
El establecimiento de parcelas de campo puede facilitar
las medidas de pérdida de tierras y suelos, aunque tienen varios inconvenientes, como no representar condiciones medias,
experimentar alteraciones debidas a cerramiento, sistema de
recogida de muestras, etc. y no proporcionar cifras generalizables, por la falta de representatividad.
La medición del transporte se puede realizar en estaciones
de aforos, obteniendo periódicamente muestras integradas de
los caudales con sólidos en verticales alineadas, mediante turbisondas, peces de bronce u otro material pesado con toberas de entrada de muestra y dispositivo para evitar o aminorar rebose o sedimentación. La medición de los volúmenes
transportados por los fondos de cauce es muy complicada,
pudiéndose recurrir a canastas o nasas especiales que fácilmente son ancladas en los fondos a causa de los torbellinos
que ellas mismas inducen, inutilizándolas.
La mejor medida de la sedimentación es la que proporciona la cubicación periódica de lagos o embalses, que se
puede obtener con aceptable precisión mediante el empleo de
ecosonda combinado con localizadores y aplicación de programas informáticos diseñados para esa finalidad.
Valoración analítica de la erosión
El método para esta valoración consiste en descomponer la
cuenca receptora en unidades homogéneas en cuanto a erosionabilidad y, mediante fórmulas empíricas, deducidas por
métodos estadísticos a partir de gran número de observaciones, calcular la erosión de cada una de ellas y sumarlas todas. Las unidades elementales son cuencas o partes de cuencas de canales de primer orden y parcelas directamente vertientes a canales de órdenes superiores.
Entre las fórmulas que se ha empleado destacan las sucesivas de Wischmeier2 a partir de la EUPS (Ecuación Universal de
Pérdida de Suelo), con sucesivas correcciones y modificaciones.
La EUPS tiene, para cada parcela, la fórmula: A = R·K·L·S·C·P,
donde A es la pérdida anual de suelo y tierra en t/ha, R es una
medida de la potencia erosiva conjunta de la precipitación hídrica y la escorrentía, es decir, suma de potenciales erosiones
laminares y longitudinales primarias, K mide la erosionabilidad
específica del tipo de terreno, L es la longitud media de recorrido del agua escurriendo por impluvios, S es factor de pendiente del terreno, C es factor de tipo de cultivo y P es factor de
prácticas de conservación de suelos. Esta fórmula, publicada
primero en 1962 y modificada varias veces en los años setenta, se basó en observaciones de más de 10.000 años/parcela,
como resultado de un programa extenso, detallado, desarrollado en un largo periodo y con una inversión económica muy
importante. Hoy se considera que “no es, en absoluto, universal”, ya que sólo es aplicable a la mitad oriental de los Estados
Unidos norteamericanos y adecuada a superficies de cultivo o
pastoreo. El obtener coeficientes aplicables a otras regiones del
mundo, otras vegetaciones y diferentes tratamientos exigiría
disponer de gran número de parcelas y obtener información
sistemática durante un plazo largo de tiempo. En España, como en otros países, se ha trabajado considerablemente en la
aproximación de los coeficientes parciales de la ecuación “uni-
versal”, pero se ha concedido poca atención a los aspectos globales, de cuantificación necesaria para el ajuste de fórmulas.
Del mayor interés para la gestión del agua es mejorar la predicción de la vida de los embalses de regulación prosiguiendo
en forma sistemática la cubicación periódica de los aterramientos. Si bien el aterramiento no da las cifras de erosión y
transporte de la cuenca, sí proporciona la parte que nos interesa, que es la que reduce la capacidad de embalse útil.
Estimaciones globales de la erosión
Las estimaciones globales pueden efectuarse mediante sistemas de fórmulas, modelos y gráficos que permiten comparar
la erosión global de una cuenca, de degradación medida o
apreciada con aceptable aproximación, con otras de parecidas condiciones de relieve, clima, litofacies, cubiertas vegetales, tratamientos y fenómenos de erosión que aparentan ser
de iguales características cualitativas y cuantitativas. Vamos a
referirnos a dos métodos y mencionar otros intentos de establecimiento de bases para inducción de cuantificaciones.
Einstein3 estudia las condiciones de arrastre para fracciones de materiales transportados de diferentes granulometrías,
presentando unos ábacos que permiten calcular los volúmenes de sólidos transportados.
Fournier,4 para cuencas de más de 500 km2 de extensión y
con explotación moderada, que no incluya laboreo de impluvios
inclinados sin abancalar, da un “índice de agresividad climática”,
que es para cada estación pluviométrica la relación entre el cuadrado de la precipitación en el mes más lluvioso y la total anual.
La degradación específica se obtiene de un ábaco con cuatro
rectas correspondientes a diferentes grupos de clima. También se
introdujeron variaciones para mejorar la aproximación.
Otros diversos autores han elaborado diagramas que permiten calcular la relación entre cuencas de degradación conocida y la que se estudia, partiendo de las extensiones receptoras y diferencias de clima, pendientes y cubiertas vegetales.
La reciente y monumental obra publicada por Tragsa,
Tragsatec y el Ministerio de Medio Ambiente y dirigida por el
Profesor F. López Cadenas de Llano5 contiene detalles de todos los métodos citados y otros muchos, con abundantes gráficos utilizables para evaluar aproximadamente las degradaciones de las cuencas, basándose parcialmente en las fórmulas de Wischmeier.
Restauración hidrológica
de cuencas receptoras
Acciones en impluvios
La actuación básica es la implantación o cambio de cubierta
vegetal, con la menor alteración posible de la superficie del
terreno si es inclinado. El cierre de la cubierta vegetal hace
inapreciable la erosión laminar, aun para vegetaciones herbáceas de muy baja talla, incrementando la regulación, aunque ésta no llega a lograrse nunca íntegramente. No obstante, la regulación depende de la multiplicación y densificación
de los obstáculos al descenso del agua por gravedad y del espesor y estabilidad de la cubierta muerta que reposa sobre el
terreno, por lo que la función reguladora es considerable-54-
Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Fig. 5. Mosaico de matorrales de Genista hispanica y prado de diente denso,
de erosión muy reducida pero baja regulación, en el entorno de Soncillo
(Burgos). Junio de 1998.
Fig. 6. Pinares densos de Pinus halepensis, de protección media,
en las gargantas del Turia al sur del Marquesado de Moya.
Mayo de 1996.
mente mayor para las cubiertas arbóreas que para las frutescentes o herbáceas y, al lograrse menor regulación, la reducción de la erosión longitudinal es también menor. Por ello, estimamos que el actual entusiasmo por las implantaciones de
matorral puede tener justificación en el mantenimiento de la
diversidad biológica o paisajística, pero no en la función protectora. Para mejorar las condiciones hidrológicas, siempre
que sea posible, se tratará de implantar o conservar cubiertas densas arbóreas o, al menos, arbustivas, evitando, salvo
por necesidades conservacionistas, la expansión de cubiertas
frutescentes o herbáceas, que ya se establecen naturalmente
sin necesidad de intervención humana.
En terrenos descubiertos, degradados, bajo clima más o
menos árido, tendremos suficiente energía y fuerte escasez de
agua (baja precipitación y muy elevada tasa de escorrentía)
con escasez de nutrientes o imposibilidad de aprovecharlos.
Para obtener éxito, las especies a implantar han de ser heliófilas (resistentes y exigentes en insolación directa), xerófilas
(resistentes a la sequía), frugales, colonizadoras (capaces de
“toma de tierra” muy rápida), fuertemente arraigantes, de
crecimiento rápido, resistentes a calamidades (sequías, calores, vientos, heladas, etc.), expansivas, arbóreas y productoras de cubierta muerta gruesa, esponjosa y estable. Todas estas condiciones apuntan directamente a los pinos como solución óptima, especies que, desde tiempos de los romanos, se
han empleado preferentemente para recubrimiento de terrenos con fines protectores. Cuando aun los pinos no resisten
las condiciones de vida o no son viables, nos encontramos en
las que hemos llamado “áreas críticas”, que requieren tratamiento especial (Cf. Ruiz de la Torre, 6).
La secuencia de implantación de cubiertas sobre un suelo
desprovisto o escasamente cubierto debe ser: establecimiento
rápido de especies arbóreas (pinos), agregación de especies
de enriquecimiento (preferentemente leguminosas, gramíneas
y ciperáceas), agregación de especies para diversificación
(otras especies arbóreas de mayor estabilidad y propias de
vegetaciones de mayor madurez ecológica). Al agregar especies habrán de tenerse en cuenta las variaciones de gasto
consuntivo de agua por transpiración (mayores en frondosas
caducifolias higrófilas) y variaciones estacionales de escorrentías superficiales (mayores también para frondosas defoliadas con las hojas muertas formando capa continua sobre
el terreno). El orden de recurso a las diferentes especies debe
seguir secuencia de madurez progresiva (Ruiz de la Torre, 7).
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Acciones en la red de drenaje y tramos de depósito
Las acciones indicadas en cauces y tramos de depósito consisten en general en obras de fábrica, diques o pequeñas presas para escalonamiento del perfil longitudinal y retención de
sólidos, y muros de encauzamiento ayudados con rastrillos
transversales. Se recordará que el estrechamiento da lugar a
erosión de cauce, con rebaje de la pendiente longitudinal, y
el ensanche produce deposición de sólidos y aumento de la
pendiente. Las obras de cauce originan transferencias de sólidos entre tramos, con efectos limitados sobre la aportación
final a las zonas bajas, debiendo estar sincronizadas con las
actuaciones de restauración de cabeceras.
Sobre la restauración de la vegetación
En la implantación o modificación de la cubierta vegetal se
habrán de tener en cuenta una serie de directrices, como la
de favorecer siempre el nivel de madurez, que va aparejado
de retardo evolutivo o estabilidad, capacidad de cicatrización
de daños y capacidad de reconstrucción espontánea tras destrucciones. Debe primarse así mismo la conservación de la
biodiversidad, mediante la defensa o estímulo de expansión
de estirpes endémicas y relícticas (escasas, o exclusivas, en
peligro de extinción local o regional) y de sus combinaciones
(agrupaciones), los sistemas en que se integran y los paisajes
originales, tanto naturales como humanizados.
La conservación de la diversidad cultural aconsejará defender la presencia del hombre y sus actividades tradicionales (en cuanto sean compatibles con la mejor gestión hidrológica), incluyendo las aplicaciones ancestrales de los entes naturales (plantas medicinales o de otras aplicaciones, aguas,
etc.), según se expone por Ruiz de la Torre.8
La política de espacios naturales protegidos, muy activa
en los últimos años, debe tener repercusiones favorables sobre los ciclos hidrológicos.
La gestión de las cubiertas vegetales debe tener en cuenta el papel de las diferentes especies abundantes o dominantes en los ciclos con incendio. Del problema del fuego forestal
interesan incidencia, frecuencia, reiteración, intensidad y
efectos, todo lo cual presenta una estrecha relación con la naturaleza de la cubierta vegetal. Grupos de plantas más característicos por su adaptación al fuego periódico son los de
los pinos, leguminosas y cistáceas leñosas (con muy rica variedad de representación española) y gramíneas subxerófilas
(sobre todo las de tipo “lastón”).
O.P. N.o 51. 2000
Foto: J. RUIZ DE LA TORRE
Foto: CÉSAR LÓPEZ LEIVA
Fig. 7. Paisaje de pinares densos de Pinus nigra, en el Solsonés.
Baja erosión y apreciable regulación. Febrero de 1995.
Fig. 8. Encinar denso en montaña caliza, con acusada protección,
entre el valle de Soba y Ramales (Cantabria). Septiembre de 1999.
Para la mejor conservación de las cubiertas vegetales de
las cuencas, como para otros varios aspectos de la gestión territorial, es preciso no descuidar la necesidad de suministrar
información seria e imparcial, que logre incrementar el conocimiento de los procesos naturales y el respeto a paisajes, sistemas y componentes. Una información ecológica, socioeconómica e hidrológica adecuada debe servir para estimular la
defensa de la Naturaleza y evitar la desinhibición ante la posibilidad de daños o desastres.
Como ejemplos de embalses de esta demarcación con diferentes condiciones de aterramiento están, en Asturias, el de
Alfilorios, para el que las cifras de cubicación del CEDEX-CEH
dan una vida total útil de 38 años, de los que restan ahora
29, y el de Peñarrubia, con 104 años de vida total de los que
faltan 66. En las cuencas de ambos embalses hay proporción
notable de cubiertas vegetales densas, más en el primero, pero las explotaciones mineras e industriales originan mayores
aportaciones sólidas retenibles en el caso del primero.
La Iberia Parda abarca aproximadamente el 80 % de la
España peninsular. La creación del Servicio Hidrológico-Forestal en 1901, el contenido del Plan Nacional de Obras Hidráulicas de 1933, el Plan Nacional de Repoblación Forestal
de 1940 y la realización parcial de su primera fase, han dado lugar a extensos trabajos de restauración de cuencas, conducentes a reducir la erosión y mejorar la regulación y calidad de las aguas de las escorrentías. A medida que progresaba la realización del Plan de Repoblación Forestal se fueron incorporando procedimientos de preparación mecánica
del terreno, generalizándose en la década de los setenta el
aterrazado, pronto objeto de fuerte contestación ecologista.
El aterrazado, ideado en países semiáridos, tiene por objeto facilitar el enraizamiento de los nuevos pies implantados y
poner a su disposición el incremento, en cantidad y tiempo, del
agua que puede retenerse en el considerable volumen de porosidad y huecos en terraplenes y explanaciones subsoladas.
Hubo abusos, al incrementarse los porcentajes de terreno
trabajado, aproximar o ensanchar las terrazas, al aplicar el
método en regiones de fuerte tempestuosidad o al aterrazar
terrenos inadecuados, como margas o arcillas muy plastificables. En conjunto, el resultado ha sido positivo, por una baja
coincidencia de lluvias extraordinarias tras los trabajos y porque normalmente el escalonamiento de las pendientes se borra en un par de décadas.
Desafortunadamente, las críticas al aterrazado han facilitado el que ahora se haya extendido el laboreo en líneas de
máxima pendiente, favorecedor de intensas erosiones, aunque, por no figurar en los elencos de actividades dignas de
oposición, está pasando inadvertido incluso para los más activos críticos.
Estado actual del problema
de la erosión en España
Para considerar las modalidades e intensidades de erosión en
España, se puede distribuir el territorio nacional en cuatro
unidades, dos peninsulares, correspondientes a las zonas con
apreciables lluvias en verano (Iberia Verde o Atlántica) y con
sequía estival (Iberia Parda o Mediterránea), y otras dos insulares, con los archipiélagos de Baleares y Canarias.
En la Iberia Verde, coincidiendo aproximadamente con el
conjunto de vertientes al Cantábrico y litoral gallego al norte de
La Guardia, es decir, con la demarcación hidrográfica del norte de España, destacan el relieve duro, con laderas de fuerte
pendiente y grandes desniveles entre las cabeceras de las cuencas y las desembocaduras de los ríos. La abundancia de precipitaciones va aparejada con su regularidad, no faltando ocasionalmente lluvias extraordinarias, como las que produjeron
las crecidas desastrosas en el litoral vascongado en agosto de
1983. La vegetación es densa y rápidamente se autorreconstruye tras incendios u otros daños. En esta región no se han
efectuado restauraciones de cubierta vegetal de finalidad hidrológica, aunque abundan las plantaciones de arbolado para producción de madera en turno corto. Hasta hace poco, las
plantaciones de ladera se hacían por hoyos, con distribución
semirregular o siguiendo líneas de nivel. Recientemente se está
generalizando la plantación en surcos siguiendo líneas de máxima pendiente, con lo que la preparación del terreno se abarata por la gratuita cooperación de la fuerza gravitatoria, aunque el precio que podría pagarse, si hay lluvias intensas antes
de cerrarse la espesura del arbolado, será el de la transformación de las laderas en campos de barranqueras y cárcavas.
-56-
De los 38 embalses actualmente en cubicación periódica
por el CEDEX-Centro de Estudios Hidrográficos, cuatro presentan vida total igual o inferior a 53 años, que son los de
Embarcaderos, Estanca de Alcañiz, Guajaraz y Ríosequillo.
Vida útil entre 53 y 150 años dan los de Argos, Cazalegas,
Guadalest, Las Torcas, Sant Ponç y Taibilla. Con vida entre
150 y 250 años resultan los de Águeda, Alfonso XIII, Aruis,
Barasona, Beniarrés, Burgomillodo, El Torcón, Foix, Gallipuén, Gérgal, La Bolera, La Cierva, La Toba, Moneva, Oliana, Puentes, Renegado, Ribarroja, San Juan, Valuengo, Valdeinfierno y Zújar. La vida más larga calculada resulta para
los embalses de Aracena, Cueva Foradada, Guadalmellato,
Mequinenza, Talarn-Tremp y Torre de Abraham. Otros dos
embalses que se sondaron en años anteriores son los de Doña Aldonza y Pedro Marín, en el Guadalquivir medio, con
aterramiento completo ya prácticamente, funcionando como
azudes de derivación, donde los sólidos aportados por el río
pasan en buena parte aguas abajo, son derivados o contribuyen a la elevación del cauce aguas arriba. La vida útil de
estos dos embalses ha sido algo superior a los veinte años,
mitad de su edad actual, en razón a que no hay deposición
de una gran parte de los sólidos que bajan por el río.
En el grupo de embalses para cubicación periódica se dio
cabida a variados tipos de cuenca en cuanto a erosionabilidad, con preferencia a los de evidente rapidez de aterramiento y atendiendo las sugerencias o necesidades de las
Confederaciones Hidrográficas y Comisarías de Aguas. En la
velocidad de aterramiento, aparte de la influencia de relieve,
litofacies, cubierta vegetal y actividades del hombre, se advierte una correlación estrecha con la cercanía de la presa al
origen del río, lo que parece confirmar que, en régimen ordinario, los sólidos son objeto en su mayoría de transferencias
parciales, no haciendo recorridos largos sino los elementos
más finos o los acarreos de las crecidas más extraordinarias.
En Baleares, el embalse más importante es el mallorquín
de Gorg Blau, con cuenca de montaña de vegetación en progresión tras la limitación del intenso pastoreo anterior a su establecimiento. La expansión de poblaciones densas de “cárritx” (Ampelodesma mauritanica) propicia escorrentías bastante reguladas y de aguas limpias. No hay cubicación reciente del vaso, estimándose por el estado de la cuenca que
la vida previsible es larga.
En Canarias hay profusión de pequeños embalses en cabeceras de barranco, en especial en la isla de Gran Canaria. Es
típica la extracción periódica de las tierras depositadas, que son
vendidas como fertilizante para los cultivos de tipo tropical, de
gran rendimiento económico. Las cuencas son de fuertes pendientes y están vestidas en su mayoría de matorrales claros o pinares (caso del embalse de Soria, el principal del archipiélago).
Los trabajos de restauración han tenido, en conjunto, un
papel beneficioso, estabilizando las tierras de las cabeceras
y prolongando las vidas previsibles para los embalses en las
condiciones de partida.
Como consecuencia de la despoblación humana de las
áreas rurales y forestales, con abandono de agricultura marginal, ganadería extensiva y aprovechamientos de finalidad
-57-
energética, en las superficies no cultivadas se observa hoy
una evolución hacia cubiertas vegetales más extensas, densas
y elevadas, con colonizaciones por matorral de terrenos
abandonados por el secano de bajo rendimiento. Las áreas
de matorral están siendo invadidas, con apreciable intensidad y rapidez, por especies arbóreas. Ambos procesos hacen
incrementarse el área forestal española. El aumento del área
forestal produce visiblemente reducciones de erosión y mejoras de la regulación de escorrentías superficiales, aparte de
la mejora de las recargas de acuíferos.
Por otro lado, se ha producido en los últimos años un incremento de las superficies dedicadas a cultivo intensivo en
varias regiones. Una parte de ellas corresponde a regadíos
en llanos o en laderas suaves y abancaladas, lo que supone
escaso problema erosivo. Como contrapartida, se extiende la
puesta en cultivo de terrenos inclinados, en secano o con riego por goteo, con laboreo intenso, lo que da notable incremento de la erosión y del consumo de agua, a la par que reduce la regulación de las escorrentías.
Se advierte la necesidad urgente de considerar la cuenca
hidrográfica como un “sistema de interacción”, en el sentido de
Sachsse, Naveh y Lieberman,9 e integrar complejos de cuencas
que deben ser objeto de ordenación integral de actividades.
La gestión del agua, como elemento interactivo integrado, debe reconsiderar el problema de la erosión y la reducción y
control de sus efectos. Dentro de los programas de organización de la gestión del agua es indispensable y urgente que se
acometan programas de experimentación y mediciones directas encaminadas a la obtención o mejora del conocimiento
cuantitativo de los procesos erosivos en nuestro país, papel
protector y regulador de diferentes estructuras de vegetación y
efectos de las posibles medidas correctoras.
■
Juan Ruiz de la Torre
Profesor Emérito de la Universidad Politécnica de Madrid
Bibliografía
1. Hudson, N.W., “Medición sobre el terreno de la erosión del suelo y de la escorrentía”, Bol. de Suelos FAO, nº 68, Roma, FAO, 1997, total.
2. Wischmeier, W.H. & Smith, D.D., “Predicting rainfall erosion losses. A guide to conservation planning”, Agricultural Handbook, nº 537, USDA, Washington DC, U.S.
Department of Agriculture, 1978, total.
3. Einstein, H.A., “The bed-load function for sediment transportation in open channel
floods”, USDA Tech.Bull., 1026, Washington DC, U.S. Department of Agriculture,
1950, total.
4. Fournier, F., Climat et Erosion, Paris, Presses Universitaires de France, 1960, total.
5. López Cadenas de Llano, F. (Dir.), Restauración hidrológico-forestal de cuencas y
control de la erosión, 2ª ed., Madrid, Tragsa, Ministerio de Medio Ambiente & Ed.
Mundi-Prensa, 1998, total.
6. Ruiz de la Torre, J. (Dir.), Manual de la flora para la restauración de áreas críticas
y diversificación en masas forestales, Sevilla, Junta de Andalucía, Consejería de
Medio Ambiente, 1996, total.
7. Ruiz de la Torre, J., Mapa forestal de España. Memoria general, Madrid, ICONA,
1990, pp. 20-28.
8. Ruiz de la Torre, J., “Conservation of plant species within their native ecosystems”,
en Plant conservation in the mediterranean area, editor C. Gómez Campo, Junk,
Dordrecht, Junk Publishers, 1985, pp. 197-219.
9. Naveh, Z. & Lieberman, A.S., Landscape Ecology, Springer-Verlag, New York, Berlin, Heidelberg & Tokyo, 1984, pp. 26-99.
O.P. N.o 51. 2000
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
La gestión limnológica
y el mantenimiento
de la integridad ecológica
en los embalses
Agustín P. Monteoliva y Carlos Muñoz Bellido
DESCRIPTORES
EMBALSE
GESTIÓN DE CALIDAD DE AGUAS
INTEGRIDAD ECOLÓGICA
EUTROFIZACIÓN
LIMNOLOGÍA
Introducción
Es bien conocido que los ecosistemas limnéticos reciben y
procesan la tensión que se ejerce en el conjunto de la cuenca
de drenaje (Margalef, 1983). Tanto el sistema acuático receptor como la cuenca en sí misma (Frisell et al., 1986), se
disponen en niveles de organización jerárquica, cuya estructura y funcionalidad responden a determinadas escalas espacio-temporales (Munkittrik, 1995).
Esta organización jerárquica produce una respuesta reguladora ante las tensiones externas, de forma que en cada
nivel de organización se genera una nueva salida que repercute en el nivel siguiente. Por lo tanto, se produce una transmisión, previo procesamiento de la tensión de entrada, que
genera unos efectos determinados en cada nivel, en lapsos de
tiempo y extensiones espaciales congruentes con los procesos
determinantes de la respuesta en ese nivel.
A medida que se asciende en la aludida escala jerárquica,
se pierde sensibilidad y predictibilidad, pero la respuesta que
se obtiene es más integradora y representa en mayor medida
el estado real del ecosistema. Así, por ejemplo, la consideración de determinadas comunidades de invertebrados bentónicos permite informar sobre la repercusión global de hitos contaminantes esporádicos que difícilmente serían detectables en
determinaciones discretas de parámetros físico-químicos; aun
cuando fueran detectables mediante programas de medición
en continuo, no informarían sobre los efectos reales sobre el
ecosistema de esas tensiones o cargas de estrés.
Sin embargo, la evaluación sistemática del estado de la
calidad de las aguas se suele circunscribir a determinados
elementos que tienen relevancia a efectos de los usos y explotación del recurso hídrico. Estos elementos no se corresponden necesariamente con niveles de organización en los
que los procesos implicados resultan cruciales para entender
y, por lo tanto, corregir la respuesta observada.
No obstante, hay que destacar que la legislación ambiental europea está comenzando a incorporar estos conceptos
ecosistémicos. Así, por ejemplo, la Propuesta de Directiva
Marco sobre la Calidad Ecológica de las Aguas1 establece en
su artículo 4, dedicado a los objetivos ambientales, que “se
tratará de prevenir el deterioro del estado ecológico y la contaminación de las aguas superficiales (…) o en el caso de las
masas de agua muy modificadas y/o artificiales (embalses)
un buen potencial ecológico y un buen estado químico.”
En el caso de los embalses, ecosistemas de características intermedias entre un río y un lago, se produce una compartimentación física que incrementa los tiempos de residencia y condiciona las salidas. De esta forma, la impronta que
se transmite al río aguas abajo de la presa depende no sólo de las entradas externas al sistema, sino también de las
características de estos compartimentos. Dado que se trata
de sistemas más controlados que los naturales y cuyas variables físicas son más conocidas, son mayores las posibilidades de entender los procesos en niveles de organización
superiores (biológicos y ecosistémicos) y manejar las respuestas que se producen.
Problemática
En un país como España, con más de mil embalses, tiene sumo interés mantener su integridad ecológica, minimizando
así los riesgos de colapso (fallos en los mecanismos de amortiguación u homeostáticos) en el propio embalse y en los tramos fluviales de influencia. En este sentido, la eutrofización
cultural se sitúa entre las alteraciones más extendidas y más
problemáticas en los embalses, considerando además que
modifica también la capacidad de respuesta del sistema a
otros tipos de contaminación.
-60-
La eutrofización es un proceso de enriquecimiento de las
aguas en sustancias nutritivas primarias (nitrógeno y fósforo
principalmente), que si es excesivo conduce a modificaciones
sintomáticas en los ecosistemas acuáticos, tales como un aumento de la producción primaria (pelágica en embalses), y
una simplificación de la estructura de las comunidades biológicas del sistema.
La secuencia de cambios que acontecen como respuesta a
una carga excesiva de nutrientes comienza con un notable incremento de la productividad primaria. Este incremento es seguido por uno paralelo de los demás niveles tróficos del ecosistema. Como consecuencia, la cantidad de materia orgánica que se genera es mayor y los procesos oxidativos de la
misma serán de mayor envergadura.
Si, como sucede en nuestro ámbito geográfico, las capas
superficiales de la masa de agua están sometidas a un intenso calentamiento estival que genere una estratificación térmica, la oxidación de los restos orgánicos que se depositan en
el fondo de la cubeta y la preponderancia de la respiración
sobre la fotosíntesis en las capas profundas pueden acarrear
finalmente un estado anóxico del hipolimnion.
Se trata, además, de un proceso con retroalimentación positiva, puesto que, a medida que se incrementan los aportes, el sistema se descompensa, pierde capacidad de asimilación de los
mismos y se incrementa la recarga interna desde los sedimentos
hacia la columna de agua. Por otro lado, la producción bacteriana se incrementa en profundidad, debido a la proliferación
de organismos anaerobios facultativos y estrictos, nitrobacterias
y sulfobacterias, en general. Estas últimas generan anhídrido
sulfhídrico, un veneno respiratorio para la fauna acuática.
Como consecuencia del incremento del desarrollo algal
hay una pérdida de transparencia del agua, que adquiere
olores y sabores desagradables y que podría padecer toxicidad por el desarrollo de ciertas cianofíceas. La calidad del
agua se ve sensiblemente menguada, lo que dificulta y limita
los posibles usos a los que se puede destinar.
La problemática más comúnmente asociada a este proceso, y que repercute en detrimento de las posibilidades y coste de uso del agua, se glosa en el cuadro 1 (Landner, 1976;
Vollenweider, R.A., 1989; Margalef, 1983; Odum, 1985).
La eutrofización puede tener un origen natural, proceso lento, aunque algo menos si se dan unas determinadas características geomorfológicas en la cuenca (cuencos poco profundos y
rocas no calizas), suelos ricos en nutrientes y climas templados.
Sin embargo, el tipo de eutrofización que nos ocupa es la denominada cultural, mucho más rápida y grave que la natural.
Las fuentes antrópicas de nutrientes pueden ser puntuales o difusas, y de origen doméstico, industrial, agrícola o ganadero.
Situación actual y tendencias
de la eutrofización de embalses en España
En el Libro Blanco del Agua en España (Ministerio de Medio
Ambiente, 1998) se resume el estado trófico de los embalses
españoles a partir de información obtenida por los reconocimientos limnológicos y estudios de teledetección del CEDEX
entre 1990 y 1997.
-61-
CUADRO 1
Principales efectos perjudiciales de la eutrofización de las aguas
• Degradación organoléptica del agua (olor, color, transparencia, sabor).
• Deterioro de las comunidades biológicas, con sustitución de especies sensibles por especies
oportunistas de mayor rusticidad.
• Mayor exportación de nutrientes al cauce aguas abajo.
• Autoestimulación de la propia eutrofización, es decir, se trata de un proceso con retroalimentación
positiva.
• Crecimiento de algas macrofíticas en canales de riego y cauces inferiores –también en el propio
embalse cuando hay cierta estabilidad de nivel–. Hay varias enfermedades conectadas indirectamente con las macrófitas, como la esquistosomiasis (sarna del nadador) o la bilharziasis. El exceso de macrófitos puede también interferir con la navegación. En otros casos, estas comunidades vegetales aportan efectos beneficiosos al contribuir a la retirada de nutrientes del agua.
• Incremento de materiales en suspensión que perjudica cualquier proceso que requiera el paso del
agua por filtros, como la potabilización, la navegación a motor, etc.
• Aumento de la posibilidad de aparición de mortandades masivas de peces por asfixia o envenenamiento.
• Descenso de la vida media del embalse por incremento de la tasa de colmatación del vaso.
• Problemas sanitarios, socioeconómicos y ecológicos derivados de la proliferación de algas tóxicas. Aunque no se han certificado pérdidas humanas causadas directamente por la toxicidad de
algas de agua dulce, sí se han descrito desórdenes gastrointestinales, respiratorios y dermatológicos (Dillenberg & Dehnel, 1960; Senior, 1968) causados por el contacto tópico con las aguas. En
fauna acuática y en ganado sí se han descrito pérdidas como consecuencia directa de estas toxinas algales. Recientemente, se ha relacionado con la incidencia de determinados tipos de cáncer.
• Mayor reciclaje interno de materiales y, por tanto, mayor tiempo de retención de los contaminantes en
el agua.
• Disminución de la capacidad depuradora de los embalses, que repercute en la calidad de las
aguas en los sistemas fluviales y embalses situados aguas abajo.
• Descompensaciones y fluctuaciones muy amplias de gases –sobresaturaciones de oxígeno, hipoxias, anoxias, formación de anhídrido sulfhídrico y metano–.
• Desplazamiento de equilibrios químicos, especialmente por la elevación del pH, como ocurre con
la forma tóxica para la fauna acuática del amoníaco –forma no ionizada– en la zona fótica. La elevación del pH tiene efectos sanitarios negativos porque puede producir dermatitis y conjuntivitis.
• Interferencias en las fases de coagulación/floculación de los sistemas de potabilización de aguas.
• Obstrucción de conducciones de agua por la formación de concreciones de hierro y manganeso.
• Elevación del grado sapróbico de las aguas, es decir, estimulación de los ciclos microbiológicos
relacionados con la materia orgánica. Esto tiene también consecuencias en la septicidad de las
aguas y el riesgo de proliferación y propagación de agentes infecciosos.
Se ofrece en dicho documento una panorámica bastante
preocupante. Casi el 50 % del volumen de agua almacenado
en los embalses españoles padece un estado “degradado”
(eutrófico o hipereutrófico). Los ámbitos de planificación que
presentan una mayor reserva degradada son las cuencas del
Tajo (68 %), Internas de Cataluña (67 %), Galicia Costa (64 %)
y Duero (57 %). En la distribución geográfica de los embalses
se aprecia que es en los tramos bajos y medios de los ríos, una
vez superadas las grandes concentraciones urbanas, donde la
incidencia es mayor. Sin embargo, también habría que considerar en la comparación la capacidad de los sistemas receptores y, en este sentido, el Noroeste español y el Sistema Central tienen una propensión mayor a la eutrofización, puesto
que el sustrato silíceo de las cuencas reduce la precipitación de
fósforo con calcio y aumenta su tiempo medio de residencia
en la columna de agua. También hay que tener en cuenta en
la interpretación causal de esta distribución que algunas de las
principales ciudades costeras de España vierten directamente
al mar (en el mar Mediterráneo, históricamente oligotrófico, la
eutrofización ya es también un grave y acuciante problema).
Existen otros antecedentes también válidos en los estudios
limnológicos de los embalses españoles, recogidos en Álvarez
Cobelas (1991), que concluyen que el 50 % de los embalses
españoles son eutróficos y el 20 % hipereutróficos.
O.P. N.o 51. 2000
En aquellos en los que se dispone de contrastes recientes
se evidencia un empeoramiento progresivo, excepto en los
que han alcanzado un umbral asintótico en su grado trófico,
determinado por los condicionantes físicos e hidráulicos del
sistema. Así por ejemplo, en ocho embalses de la Cuenca Hidrográfica del Duero se ha realizado recientemente un completo estudio de eutrofización (C.H.D., 1997) en el que se ha
podido constatar esta tendencia general. En los siete embalses en los que había catalogaciones previas desde 1975, dos
han evolucionado de mesotrofia a eutrofia, uno de oligotrofia
a mesotrofia, uno de oligotrofia a mesoeutrofia y los demás
se han mantenido en lo que parece su umbral máximo (mesotrofia, eutrofia o hipereutrofia, según los casos).
El funcionamiento de los embalses
como ecosistemas acuáticos
La estructura física del medio
Los embalses constituyen elementos de retención hídrica en el
flujo unidireccional del río y añaden un desarrollo vertical al
sistema. A medida que se avanza desde la cola hacia la cabecera (presa), que suele ser el punto de mayor profundidad,
se pierden características fluviales y se incrementa la similitud
con los lagos. Sin embargo, se mantienen dos diferencias
transcendentales con los ambientes lacustres: los tiempos de
retención hidráulica son inferiores y las salidas de agua se
producen en profundidad, con un desacoplamiento más evidente del régimen hidrológico en la cuenca de drenaje.
Si la profundidad es suficiente, en nuestro ámbito se desarrolla estacionalmente una compartimentación física (estratificación térmica) generada por un gradiente de densidad
que implica una diferenciación metabólica del sistema. Quiere esto decir que existen dos zonas claramente diferenciadas
y con un comportamiento ecológico divergente:
a. Una zona superior productora (epilimnion) en la que el
tiempo de residencia hidráulica, la provisión de nutrimentos y la entrada de energía lumínica son suficientes para
generar comunidades fitoplanctónicas de entidad. En esta
zona hay una producción neta de materia orgánica y de
oxígeno y mantiene intercambios con la atmósfera y con
los estratos inferiores.
b. Una zona inferior (hipolimnion) en la que predomina la respiración sobre la producción y en la que se mineraliza materia orgánica con un consumo de oxígeno. Mantiene un
contacto activo con los sedimentos y los flujos con el estrato superior (a través de una frontera de máximo gradiente
conocida como metalimnion) son predominantemente unidireccionales, en el sentido de la fuerza de la gravedad.
Esta descripción básica (Fig. 1) presenta en la realidad
numerosas modificaciones y situaciones intermedias, pero en
los embalses son muy relevantes los flujos hídricos de entrada
y salida cuyas características determinan los tiempos de retención en los diferentes compartimentos, la carga de nutrientes que cada uno recibe, su capacidad de asimilación y
la carga evacuada. La configuración concreta de esta compartimentación depende también en cada caso de las características morfométricas del cuenco. En el ejemplo de la figu-
ra 1 se aprecia una reserva hipolimnética grande en comparación con la capa productora y el ingreso de nutrientes por
el tributario principal se produce en la capa profunda.
Interacciones básicas en el sistema
Las comunidades biológicas que se desarrollan en el embalse
se superponen a este condicionado abiótico e interaccionan
con él, de forma que la resultante de estas interacciones determina la calidad del agua en cada momento del ciclo anual.
Estas biocenosis se organizan en redes alimentarias con
una estructura jerárquica en niveles de organización que
transitan por una escala temporal definida por sus tiempos de
generación y que transcurre, grosso modo, desde horas en
las bacterias, pasando por días en el fitoplancton, hasta semanas/meses en los invertebrados y años en los peces. Cada
nivel en estas redes integra las tensiones que reciben del entorno, directamente o a través de los demás niveles con los
que interactúa. La subsecuente reacción se expresa mediante
mecanismos reguladores si no se sobrepasan los umbrales de
integridad ecológica; en caso contrario se producen colapsos,
como mortandades masivas, pérdidas de especies o, lo que
es más grave, de funcionalidad del nivel, lo cual puede acarrear profundas alteraciones en el medio.
Considerando las interacciones directas e indirectas entre
niveles, se puede establecer las regulaciones principales de
unos niveles sobre otros y determinar aquellas que pueden resultar limitantes. Así resulta posible utilizar este conocimiento
para la gestión de la calidad del agua, puesto que cada combinación de factores limitantes favorecerá la proliferación de
unas estrategias en detrimento de otras. Los organismos favorecidos modificarán a su vez la combinación vigente de dichos factores, en un proceso dinámico que define la sucesión
ecológica en el sistema.
Los ciclos de nutrientes
Los factores potenciales de limitación del crecimiento en cada
nivel son diversos (luz, hidrodinámica, nutrientes, depredación) y generalmente varían a lo largo del año. A menudo,
durante la primavera tardía y el verano, es la provisión de nutrientes para los productores primarios (fitoplancton en el caso de los embalses) el factor que predomina y define el tipo
de comunidad que se asienta, así como los flujos de materia
y energía hacia los niveles superiores –proceso conocido como regulación de abajo hacia arriba–.
En la figura 2 se representan aquellos compartimentos y
flujos que pueden influir más directamente en el estado trófico de las aguas. La carga externa de nutrientes, que pueden
ser orgánicos o inorgánicos, procede de los tributarios y de
aportes directos por escorrentía y precipitación. Esta carga se
reparte y procesa en el embalse principalmente en función de
las variables hidrodinámicas y físicas (especialmente la temperatura) y alimenta a la reserva de nutrientes inorgánicos directamente o a través de procesos previos de mineralización.
Esta reserva de nutrientes, en condiciones de intensidad y calidad lumínica (frecuencia fotosintéticamente activa o PAR) suficientes, es utilizada por las algas para su crecimiento.
-62-
INFRAESTRUCTURA Y ECOLOGÍA, S.L.
INFRAESTRUCTURA Y ECOLOGÍA, S.L.
Fig. 1. El embalse de Burgomillodo, en el río Duratón, sirve para ilustrar la configuración característica de un embalse que se estratifica en la época estival.
Fig. 2. En los ciclos de los nutrientes intervienen decisivamente los compartimentos biológicos del embalse (véase explicación en el texto).
-63-
O.P. N.o 51. 2000
El compartimento algal interacciona con el resto de las comunidades biológicas del embalse, como se verá más adelante. Tanto el nitrógeno como el carbono inorgánico y el oxígeno tienen una fase atmosférica que, en el primer caso, está mediada por los procesos biológicos de desnitrificación y
fijación. Existen, por otra parte, múltiples procesos de retorno
a través del reciclaje directo de nutrientes o de degradación
y mineralización de los detritos. Estos pasos pueden estar mediados también por los sedimentos, en los que existe una fracción lábil de nutrientes que en determinadas condiciones retorna a la columna de agua.
Cuando es la acción de un nivel superior sobre otro inferior
(por ejemplo, el pastoreo del zooplancton sobre el fitoplancton)
lo que está limitando el crecimiento poblacional, se habla de
regulación de arriba hacia abajo. En la medida en que se conozcan los elementos fundamentales de regulación en cada
caso, será posible intervenir mediante medidas que favorezcan
aquellos que limiten los procesos que llevan al colapso.
Uno de los elementos más frecuentemente limitante en los
embalses es el fósforo, de modo que la introducción de mayores cantidades dispara el crecimiento algal hasta densidades muy elevadas en las que se pueden imponer limitaciones
de otros tipos (físicas y/o biológicas).
Las comunidades biológicas
Fitoplancton
En una situación muy característica en los embalses eutrofizados, se inicia en la primavera una sucesión de comunidades de algas dominadas típicamente por diatomeas pennadas que crecen en un medio abundante en recursos nutricios,
de modo que se pueden dar en este periodo los máximos
anuales de biomasa algal (generalmente estimada mediante
la concentración de clorofila a). Estos pulsos son seguidos de
fases en las que se eleva la transparencia del agua y abunda
el zooplancton herbívoro y que anteceden al crecimiento de
las clorofíceas típico del verano temprano, cuando la energía
lumínica que entra en el sistema es máxima.
A medida que avanza el verano se puede producir una
depleción de nutrientes por el propio consumo algal que favorezca a otros grupos algales, como las diatomeas céntricas,
algunos géneros de crisofitas, de desmidiáceas o de clorofíceas coloniales. Dependiendo del grado trófico y de los nutrientes que limiten el crecimiento algal en este periodo, se verán favorecidas diferentes estrategias al final del estiaje, desde cianofíceas fijadoras de nitrógeno a otros tipos de cianofíceas, pasando por dinoflageladas. En realidad, es la combinación de la limitación por la energía y por los recursos la
que determina la asociación algal que se verá favorecida en
cada momento (Reynolds, 1996).
En los embalses españoles, que abarcan un ámbito biogeográfico de gran amplitud y diversidad, este cuadro simplificado
se complica y las asociaciones dominantes en cada caso atienden a tres factores de distribución básicos (Riera et al., 1992):
a. El contenido mineral y la alcalinidad del agua.
b. El estado trófico del embalse.
c. La estabilidad de la columna de agua y el tiempo de residencia del agua.
Las redes alimentarias en los embalses poseen dos componentes claramente diferenciadas (pelágica y bentónica) aunque interconectadas. La interconexión principal se establece
mediante la vía detrítica que enriquece los fondos en materia
orgánica y que se intensifica con la eutrofización. A esta vía
detrítica contribuye en gran medida el plancton, que se constituye en un componente crucial y que además interesa controlar, considerando los efectos perjudiciales de las proliferaciones masivas fitoplanctónicas.
A efectos tróficos, el fitoplancton es el principal, y en muchos
embalses casi el único, productor primario del sistema. Sin embargo, la eficiencia y rutas con que esa producción se canaliza
a otros componentes de la red alimentaria es muy variable y
depende del tamaño y digestibilidad del tipo algal que se vea
favorecido por los condicionantes ambientales concurrentes.
En el conjunto del sistema, existen dos vías de consumo
principales: ingestión por los consumidores primarios (zooplancton) o evacuación por el emisario. La producción no
consumida ni evacuada se incorpora directamente a la vía
detrítica que, en gran parte, sedimenta. Durante el proceso
de mineralización de este componente detrítico, protagonizado por las comunidades bacterianas del agua2 y de los sedimentos, se consume oxígeno y se regeneran nutrientes inorgánicos que pasan a disposición de los productores primarios, si se da la necesaria coincidencia espacio-temporal.
Esta coincidencia está determinada por factores hidrodinámicos y de equilibrios químicos de óxido-reducción; así, por
ejemplo, si durante el periodo de estratificación se produce un
estado de anoxia hipolimnética por una provisión excesiva de
materia orgánica en sedimentación desde la zona fótica superior, los equilibrios en los sedimentos se desplazan hacia
formas reducidas que previamente han precipitado (principalmente el hierro) con los fosfatos; en estado reducido son solubles y facilitan la reincorporación de los fosfatos a la columna de agua en un proceso conocido como recarga interna de
fósforo. Este proceso frustra muy a menudo las expectativas
de recuperación de la calidad del agua en los embalses después de haber corregido las cargas externas de fósforo.
Las clasificaciones taxonómicas constituyen un primer y
necesario paso en el procesamiento de la información sobre
las biocenosis de los embalses, cuando se requiere diagnosticar su estado y marcar unas pautas de gestión de la calidad de las aguas. Sin embargo, es necesario llegar más allá
y, para esclarecer el funcionamiento del sistema, hay que
asignar las categorías taxonómicas (especies, géneros o familias, según los casos) a grupos funcionales que constituyen
nodos básicos en la red alimentaria y/o grupos que representan un proceso crucial para la gestión (por ejemplo, algas
tóxicas).
Así, una de las muchas clasificaciones del fitoplancton de
embalses que pueden resultar útiles es la que se facilita en el
cuadro 2. Los grupos funcionales responden también a criterios
ecológicos: óptimos de crecimiento y umbrales de supervivencia según la disponibilidad de recursos nutricios y energéticos.
-64-
CUADRO 2
Posible clasificación del fitoplancton
de embalses en grupos funcionales
CUADRO 3
Posible clasificación del zooplancton
de embalses en grupos funcionales
• Cianofíceas: algas procariotas (sin núcleo ni plastidios típicos), consideradas como bacterias fotosintetizadoras. Generan complicaciones específicas en la calidad del agua, por sus especiales
adaptaciones ecológicas (pigmentos fotosintetizadores suplementarios, fijación de nitrógeno atmosférico) y por la potencial toxicidad de algunos de sus componentes. Su digestibilidad por el zooplancton es tema de controversia.
• Copépodos macrófagos carnívoros: con tamaños típicos entre 1,3 y 3,5 mm, explotan a los demás
grupos zooplanctónicos de suficiente tamaño, especialmente a los cladóceros.
• Nanoplancton: grupo de algas de tamaño inferior a 20 μm, que domina en ambientes oligotróficos
y que es consumido por determinados grupos del zooplancton microfiltrador.
• Copépodos macrófagos herbívoros: a pesar de ser herbívoros, son más selectivos que los cladóceros en su alimentación. Son escasos en los embalses españoles. Son propios de ambientes
más estables que los embalses.
• Copépodos filtradores: es un grupo muy especializado (estenoico) y escaso en los embalses y lagos españoles. Cuando se dan las condiciones adecuadas, domina en el zooplancton.
• Plancton de red: constituye el plancton que queda retenido en la red de captura de 65 μm.
• Cladóceros microfiltradores: estos crustáceos tienen tamaños aproximados de 0,5 a 1,5 mm y explotan los detritos y las fracciones menores del fitoplancton.
• Macroplancton: grupo que engloba aquellas especies no incluidas en los demás grupos y con un
tamaño de más de 200 μm, que dificulta su ingesta por los consumidores primarios.
• Cladóceros macrofiltradores: Son mayores que los anteriores (hasta 2,5 mm) y consumen algas
de mayor tamaño y componentes de pequeño tamaño del zooplancton.
• Diatomeas céntricas: su ecología, tan diferenciada que facilita las proliferaciones estivales en
competición con otros grupos más problemáticos, aconseja realizar esta diferenciación.
• Rotíferos microfiltradores: Detritívoros de pequeño tamaño (70 a 300 μm), que pueden explotar
también los componentes menores del fitoplancton (nanofitoplancton).
• Diatomeas pennadas: proliferan en primavera y tienen requerimientos de sílice más altos que las
anteriores.
• Rotíferos depredadores: Aunque con solapamiento en tamaño con los cladóceros microfiltradores,
depredan sobre miembros de pequeño tamaño del zooplancton y pueden consumir algas de tamaño medio.
• Criptofíceas: constituye un grupo muy importante en algunos embalses y su ecología es muy diferente a la del resto de los grupos, especialmente por su capacidad de vivir en ausencia de luz
(heterotrofia facultativa).
• Protozoos microfiltradores: Pequeños componentes del zooplancton que explotan la fracción microdetrítica.
Zooplancton
Ictiofauna
Los componentes del zooplancton constituyen una compleja
red que típicamente se sostiene directa (pastoreo) o indirectamente (detritofagia) sobre la producción fitoplanctónica en los
embalses. Una de las clasificaciones funcionales posibles, elaborada a partir de Armengol (1980), podría ser la que se
proporciona en el cuadro 3. No obstante, la dinámica poblacional de algunos de estos componentes del plancton es
muy compleja, con numerosos estadios del desarrollo que
mantienen estrategias ecológicas dispares entre sí.
En relación con los grupos de crustáceos planctónicos (copépodos y cladóceros), sí se ha comprobado su baja diversidad de especies respecto a otros países europeos con lagos.
En este caso, los embalses introducen este tipo de hábitats pelágicos en España, país con escasez de lagos profundos naturales, y constituyen la base de una nueva colonización y diversificación biológica.
Las especies de peces que colonizan los embalses españoles
no están adaptadas para explotar eficientemente las comunidades planctónicas, de forma que sus dietas preferentes se
encuentran en los detritos y faunas bentónicas. No obstante,
pueden consumir organismos del plancton de forma pasiva en
función de su densidad, de modo que cuando coinciden densidades planctónicas altas en la zona fótica, por la que obligadamente transitan los peces cuando hay anoxia hipolimnética, es más que probable que exista un consumo apreciable
de organismos del plancton. También hay que mencionar el fitobentos de orilla, generalmente compuesto por microalgas
en los embalses, como una fuente de nutrimento para los peces. En todo caso, las dietas de la ictiofauna en los embalses
españoles son una cuestión que requiere más investigación.
Las comunidades piscícolas en los embalses españoles están dominadas por especies de elevada adaptabilidad a medios cambiantes (eurioicas), en su mayor parte de la familia
Cyprinidae. Esta familia, junto a los Cobitidae, son las únicas
exclusivas de agua dulce. La ictiofauna epicontinental se completa con otras 10 familias, algunas de las cuales son exóticas. En total, se han catalogado 61 especies, de las cuales 44
son nativas y 17 exóticas (Granado Lorencio, 1996).
Aunque hay un considerable solapamiento de dietas entre
especies y una variación en el desarrollo de los hábitos alimentarios, se puede decir que, de las especies más frecuentes
en los embalses, la boga de río (Chondrostoma polylepis) tiene hábitos más detritívoros, las carpas (Cyprinus carpio) son
muy adaptables y pueden explotar casi cualquier recurso, y
los barbos (Barbus sp.) son más especializados dentro de un
hábito omnívoro y explotan los invertebrados bentónicos y el
fitobentos. La resistencia a las bajas tensiones de oxígeno per-
Bentos
En los embalses, los fondos suelen ser poco diversos y las comunidades litorales tienen escasa representación debido a las
fluctuaciones no sistemáticas del nivel del agua. Esto implica
una sensible reducción de la diversidad de hábitats respecto
a otros ecosistemas acuáticos, dado que el medio bentónico
(asociado a los fondos) es el que permite una mayor generación de hábitats distintos. Por ello, las comunidades bentónicas de los embalses suelen estar dominadas por escasos grupos, entre los que destacan los gusanos anélidos oligoquetos
y los quironómidos (larvas de insectos). Sin embargo, estas
asociaciones explotan el exceso de producción primaria no
utilizada y que se incorpora a la fracción detrítica, de modo
que pueden alcanzar considerables densidades.
-65-
O.P. N.o 51. 2000
mite a la carpa alcanzar recursos de los fondos hipolimnéticos durante el estiaje, lo que les confiere una ventaja adaptativa evidente en los embalses profundos y más eutrofizados.
En todo caso, parece que el grado trófico del agua está
en relación directa con la productividad de algunas de estas
especies (Granado Lorencio et al., 1985), a través de la productividad fitoplanctónica.
Entre la ictiofauna nativa existe un género (Alosa) que tiene especialización planctívora aunque es una especie anfidroma (migra entre el mar y el río); sin embargo, se conoce la
existencia de poblaciones “dulcificadas”, es decir, que han quedado atrapadas en embalses y completan su ciclo vital en él.
Una de las características de las comunidades ícticas de
los embalses españoles es la ausencia de depredadores con
hábitos ictiófagos. En la ictiofauna fluvial nativa es el grupo de
los salmónidos el que podría aportar esta función al sistema,
pero sus requerimientos ambientales son muy exigentes y estas condiciones sólo se presentan en embalses de cabecera de
cuenca. Sin embargo, los depredadores más frecuentes en
nuestros embalses pertenecen a especies exóticas, como el
“black-bass” (Micropterus salmoides), la lucioperca (Stizostedium lucioperca) o el lucio (Esox lucius), aunque en este último
caso hay controversia acerca de su carácter exótico o nativo.
La red trófica
En la figura 3 se representa, a modo de ejemplo, una red alimentaria establecida para un embalse hipereutrófico, en la
que se destacan en rojo las relaciones tróficas más intensas.
En este caso, el desmesurado crecimiento algal debido a una
provisión de nutrientes excesiva, procedente de aguas residuales urbanas sometidas a tratamiento biológico, se traduce
en densidades muy altas y una dominancia casi exclusiva de
algas de pequeño tamaño del género Chilomonas. En estas
condiciones, lo que resulta limitante para el crecimiento algal
es la provisión de luz por autoensombrecimiento del fitoplancton, de modo que estas algas, que tienen flagelos para
mantenerse en la zona superior e incluso tienen un metabolismo mixto, por lo que pueden extraer energía también a partir de compuestos orgánicos (heterótrofos facultativos), encuentran una clara ventaja adaptativa. Así se explica la abundancia relativa de microfiltradores en el zooplancton que, a su
vez, alimentan a una considerable población de copépodos
carnívoros que regulan su número y, por lo tanto, el consumo
potencial de algas. Las especies de peces presentes en el embalse explotan los recursos bentónicos alimentados por la vía
detrítica pero no contribuyen a la reducción de la biomasa algal. A pesar de todo, se ha estimado que una cantidad equivalente al 40 % de la carga de fósforo anual que recibe el embalse se encuentra en los peces, de forma que se convierten
en una forma potencial de extraer fósforo del sistema.
Las posibilidades de la gestión limnológica
Resulta evidente en principio que la mejor técnica para evitar la
eutrofización de los embalses es corregir las fuentes de nutrientes, especialmente de fósforo, en origen. Sin embargo, esto no
es siempre posible desde el punto de vista logístico o financiero.
En cualquier caso, existen soluciones de tratamientos
blandos que no están suficientemente contrastadas y explotadas en nuestro país. En primer lugar, se ha de atender a la
cuenca vertiente en su conjunto y analizar todas las posibles
medidas que se pueden adoptar en los puntos críticos. Así, las
alternativas no se agotan en la adaptación de estaciones depuradoras convencionales con mecanismos para la reducción
de nutrientes, sino que se han de valorar también las posibilidades de corrección en las actividades productivas. A este
respecto, la polémica surgida en Estados Unidos con la sustitución de los fosfatos en los detergentes es aleccionadora (Edmondson, 1991). La importancia crucial de controlar el ingreso de fosfatos en el medio no es ajena tampoco a las administraciones europeas, como lo refleja la existencia de un
centro de investigación dedicado a esta cuestión.3
Aun así, todavía caben muchas opciones entre los vertidos
y el embalse, que tienen la ventaja de que permiten tratar las
aportaciones de carácter difuso. Se citan, por ejemplo, la rehabilitación y/o construcción de humedales, la reforestación de
las cuencas, en especial, de la vegetación de ribera, la construcción de plantas de reducción de fósforo en los tributarios,
los preembalses, la recarga de acuíferos y la optimización del
hábitat fluvial para la retención de nutrientes.
Por otro lado y como se ha visto, las características del
embalse y su régimen de explotación modulan su respuesta a
una carga de nutrientes dada. Esto significa que existe un
cierto margen de intervención mediante la modificación de
determinados procesos en el propio embalse.
Así, se pueden citar como posibilidades genéricas las siguientes (modificado a partir de Stras̆kraba, 1993):
a. Regulación hidráulica: permite modificar las tasas de renovación de los diferentes compartimentos, según interese
en cada caso y momento del año. Sus posibilidades dependen de la configuración de las estructuras de salida de
la presa y de las demandas aguas abajo.
b. Aireación y mezcla de la columna de agua: se refiere a
métodos que buscan modificar la hidrodinámica y la compartimentación física del sistema (desestratificación mecánica o neumática mediante aireación) o combatir el déficit
hipolimnético de oxígeno sin deshacer dicha compartimentación (aireación u oxigenación).
c. Inactivación del fósforo: medidas de tipo físico y químico
dirigidas a reducir la biodisponibilidad del fósforo en el
sistema. La coagulación y precipitación química con alúmina es la más utilizada.
d. Tratamiento de los sedimentos: incluye posibilidades como
la cubrición de los sedimentos con materiales inertes o la
remoción y aireación de los sedimentos.
e. Modificación del ambiente lumínico: hace referencia a la reducción de la intensidad de luz mediante la provisión de sombra, la suspensión de partículas o la tinción directa del agua.
f. Biomanipulación: esta familia de técnicas se refiere tanto a
la eliminación directa de las algas mediante tóxicos selectivos que, en general, no es muy recomendable, como a la
gestión de las comunidades piscícolas del embalse para
controlar el zooplancton y, a su vez, reducir la biomasa al-66-
INFRAESTRUCTURA Y ECOLOGÍA, S.L.
Fig. 3. Red alimentaria en un embalse hipereutrófico del río Duero, en el inicio del periodo estival (véase explicación en el texto).
En rojo, elementos dominantes y flujos preferenciales.
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INFRAESTRUCTURA Y ECOLOGÍA, S.L.
Fig. 4. Esquema que representa las modificaciones en la red trófica que se persiguen con las estrategias de biomanipulación.
gal. La biomanipulación para controlar la biomasa algal
desde los eslabones tróficos superiores (Fig. 4) consiste en
incrementar la presión sobre los peces planctívoros, bien
mediante la introducción de depredadores o bien mediante la extracción directa. De esta forma, aumentará la biomasa de zooplancton herbívoro grande, que puede mantener así la densidad de las algas comestibles en determinados niveles.
Se pueden incluir también en este apartado las estrategias de gestión piscícola encaminadas a optimizar la incorporación de fósforo a la biomasa de peces y la extracción de la misma.
Como se puede apreciar, las posibilidades de gestión son
diversas y las medidas que se adopten deben integrarse en
programas de recuperación definidos a la escala de cuenca.
Para ello, se requiere la obtención de dos tipos de información complementaria:
a. Información a largo plazo de fuentes y procesos clave en
la cuenca y embalses, que permita seguir la evolución interanual de la problemática y desarrollar y ajustar modelos empíricos sencillos para generar esquemas de decisión
en la planificación a escala regional.
b. Información intensiva en los embalses, en uno o dos ciclos
anuales, para establecer los balances internos y el funcionamiento limnológico del sistema con una resolución espacio-temporal adecuada a los patrones de distribución y
a las tasas de renovación de cada nivel de organización
tratado. Con esta información se pueden establecer mode-
los biogeoquímicos del sistema con suficiente detalle como
para habilitar la toma de decisiones a nivel local. Estas actuaciones estarían encaminadas a recuperar una calidad
de las aguas suficiente para mantener el sistema dentro del
rango de integridad ecológica.
Conclusión
A medida que se va dando solución a los problemas más acuciantes de la calidad del agua, se van evidenciando nuevos
problemas que tienen un carácter menos agudo para las poblaciones humanas, es decir, que no suelen causar mortalidad
directa e inmediata, pero con un alcance espacio-temporal
mayor, lo que significa que su reversión es más lenta y compleja. Así, por ejemplo, en el siglo XIX los problemas de calidad se presentaban como septicemias epidémicas locales de
carácter anual; ya en el siglo XX, ha preocupado inicialmente
la contaminación orgánica por aguas residuales; en los años
setenta la contaminación térmica, la eutrofización y la contaminación por sustancias tóxicas; en los años ochenta, la contaminación por nitratos, acidificación, contaminación accidental; y en la última década el calentamiento global y cambio
global, que son fenómenos de alcance planetario y de escala
temporal milenaria.
La eutrofización cultural constituye un proceso contaminante de alcance regional y que se desarrolla en una escala
de tiempo que se cifra en lustros o en décadas. Por ello, se están empezando a validar ahora modelos propuestos en los
-68-
gunas iniciativas de soluciones alternativas que se han puesto
en práctica en embalses españoles. En la monografía «Embalses y medio ambiente» (Ministerio de Medio Ambiente, 1996),
se recoge la mayor parte de estas experiencias.
En cualquier caso, la problemática concreta de la eutrofización de embalses no es banal, como se ha intentado reflejar aquí, y las escalas espacio-temporales que implica recomiendan la instauración de mecanismos que permitan una
gestión continua y estable en el tiempo. Asimismo, constituye
un ejemplo claro de la multiplicidad de disciplinas que requiere el desarrollo de modelos operativos del sistema, que
debe implicar a técnicos de diversa filiación, y de la importancia que tiene el disponer de información suficiente de todos los compartimentos y procesos afectados.
■
años ochenta (OECD, 1982), pero que apenas tratan los compartimentos biológicos. La respuesta de estos compartimentos
carece aún de suficiente base empírica y los embalses proporcionan una ocasión única para definirla cuantitativamente.
Por otra parte, resulta evidente el interés que tiene mantener el sistema en unas condiciones de calidad que se muevan
dentro de los márgenes de la integridad ecológica, es decir,
en los que se minimizan los riesgos de aparición de situaciones indeseables. Los episodios de escasez de agua, que en
nuestro país son frecuentes, han permitido constatar que la
provisión del recurso a la sociedad no es sólo un problema de
cantidad sino también de calidad.
El beneficio de esa gestión sostenible no estriba sólo en lo
socioeconómico, en cuanto a garantizar las demandas de
agua, sino que es también ecológico, puesto que se mejoran
las condiciones de conservación de las especies acuáticas y
se aumenta la biodiversidad; además, se frena la propagación del problema a ecosistemas fluviales y también estuarinos situados aguas abajo.
Por otro lado, no se está atendiendo suficientemente a las
nuevas tecnologías que están surgiendo para la corrección de
estos problemas de contaminación de las aguas. Este tipo de
técnicas de la ecotecnología, que utilizan en su beneficio conceptos de funcionamiento y procesos de los propios ecosistemas, suelen representar alternativas de bajo coste y de menores efectos ambientales colaterales. Sin embargo, su diseño no
se está optimizando al ritmo que podría hacerlo porque no hay
un flujo de información específica de nuestra geografía suficiente como para definir y calibrar los modelos matemáticos
del funcionamiento de las variables de diseño. Digamos que es
muy difícil mejorar lo que no se utiliza. No obstante, existen al-
Agustín P. Monteoliva* y Carlos Muñoz Bellido**
*Biólogo. Consultor de Medio Ambiente
Infraestructura y Ecología, S.L.
**Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Confederación Hidrográfica del Duero
Notas
1. “Propuesta modificada de Directiva del Consejo por la que se establece un Marco
Comunitario de Actuación en el Ámbito de la Política de Aguas. Posición Común.
Documento del 2 de marzo de 1999”.
2. A efectos de simplificación, las bacterias se suelen incluir también en el propio compartimento de los detritos cuando la información de campo es insuficiente para
asignarles explícitamente grupos ad hoc.
3. CEEP (Centre Européen d’Etude des Polyphosphates).
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-69-
O.P. N.o 51. 2000
El régimen de caudales
medioambientales.
Su cálculo en la cuenca
del Guadiana
Manuel C. Gómez Criado, Pedro Pablo Loné Pérez y José Luis Canga Cabañes
DESCRIPTORES
CAUDAL MEDIOAMBIENTAL
CAUDAL BÁSICO
RÍO
GUADIANA
Introducción
Durante las dos o tres últimas décadas, principalmente, la
preocupación ambiental ha ido ganando adeptos, dentro y
fuera de nuestras fronteras, con una progresión quizá mayor de lo que nadie pudiera predecir, inundando todos los
sectores que configuran la actividad económica de los países desarrollados. Esta preocupación se refleja claramente
en la exigencia de la sociedad, cada vez mayor, en todo lo
que respecta a la conservación del medio natural y al empleo sostenible de los recursos, exigencia que los distintos
gobiernos han intentado plasmar en sus políticas sectoriales
a través de las disposiciones legales promulgadas por las
distintas administraciones y de los compromisos adquiridos
en la adhesión a múltiples convenios internacionales (Diversidad Biológica, Man and Biosphere, Ramsar…).
La gestión del agua en España no podía, ni debía, quedar
al margen de esta corriente “ecológica” generalizada, y así se
comienza a abandonar la exclusiva consideración económica
de los recursos hídricos que promulgaba la legislación de
aguas de 1866 y 1879, y se van sucediendo las distintas normativas, proyectos y documentos de debate que afectan, en
mayor o menor medida, a la gestión actual de estos recursos:
Ley de Aguas, leyes autonómicas de pesca fluvial y de conservación de la naturaleza, Planes Hidrológicos de cuenca, Libro Blanco del Agua, Proyecto de Ley de modificación de la
Ley de Aguas, proyecto de Directiva Marco sobre política de
aguas, etc. Dentro de todas ellas aparece, de alguna manera,
la idea de la asignación de recursos para la conservación o
recuperación del medio natural, lo que se concreta, en el caso de los ecosistemas fluviales, con la definición y posterior
implementación de los mal llamados caudales “ecológicos”.1
Es preciso mencionar, aunque sea brevemente, que los
únicos caudales que se podrían identificar con el apellido
“ecológicos” sería el régimen natural de caudales del propio
río, lo que parece resultar obvio para la comunidad técnica y
científica. Sin embargo, no cabe duda de la mayor trascendencia social de la palabra “ecológico”, si bien ya un poco
desgastada y prácticamente privada de su auténtico significado. Parece también admitido que una manera más adecuada
de referirse a este concepto es hablando de caudales de mantenimiento o caudales ambientales. Tampoco habría que olvidar anteponer la palabra “régimen”, pues no se trata de definir uno o dos caudales para todo el año, sino de cuantificar
un caudal mensual (que puede ser nulo en algún mes) y una
serie de avenidas (más o menos frecuentes), para conseguir la
conservación de las biocenosis presentes en el ecosistema fluvial considerado, o bien su recuperación conforme a lo que
allí existió. Así estaríamos definiendo un régimen de caudales
de mantenimiento o régimen de caudales ambientales.
Metodologías existentes
Desde los años setenta, época en la que comenzó la preocupación por la determinación de los caudales ambientales de
los ríos, ha habido una progresiva evolución de las metodologías utilizadas para determinarlos. Éstas varían desde métodos desarrollados para casos específicos, hasta metodologías formales con amplia aplicación.2
En un principio, la implantación de caudales ambientales
tenía como objetivo el mantenimiento de la pesca como un recurso económico. Esta orientación suponía que al cubrir los
requerimientos de caudal de una especie, el resto de compo-70-
Fig. 2. Aspecto general de la aliseda del río Ruecas
en Casa del Secadero (Cañamero).
Fig. 1. Aspecto general del río Ruecas en el entorno
del Molino de las Juntas.
nentes del ecosistema se conservarían al mantener a dicha especie. Más recientemente se han incluido en la evaluación
tanto las necesidades de caudal de otros seres (macroinvertebrados bentónicos o aves acuáticas), como parámetros característicos de los ecosistemas (biodiversidad). Los métodos
actuales también engloban otros aspectos, como la morfología del cauce, la vegetación riparia y los humedales de las
llanuras de inundación. Por último, las metodologías más
avanzadas incluyen también procesos del ecosistema, tales
como el ciclo de nutrientes o la producción primaria.
Hay cuatro grandes grupos de metodologías ampliamente reconocidas,3 basadas en diferentes criterios:
A. Metodologías basadas en índices hidrológicos
Es el grupo más simple de metodologías para estimar los caudales ambientales. Utilizan los registros históricos de caudal:
datos diarios, mensuales, medias, etc. para derivar directamente de ellos las recomendaciones de caudales de mantenimiento.
Quizá la más utilizada haya sido el método de Tennant1
(o Montana), donde los caudales mínimos son calculados como un porcentaje del caudal medio anual, diferenciando dos
periodos de seis meses (seco y húmedo) dentro del año hidrológico. También existen otras basadas en caudales clasificados, como el caudal ecológico cuantitativo que se establece en la legislación suiza, en función del Q347, y diferenciando entre aguas piscícolas y resto de aguas.
La principal ventaja de este grupo de metodologías es la
simplicidad de las mismas. Esto implica que son pocos los datos
necesarios: en principio series de caudal y en algunos casos datos sobre la ecología del lugar. Estos datos, además, pueden ser
tratados por personal sin una elevada experiencia en el tema, lo
cual lleva aparejado costes bajos. Dichas ventajas fundamentan
su utilidad en la planificación hidrológica de grandes cuencas.
Como principal desventaja se puede mencionar la falta de
base ecológica en la mayoría de métodos, lo cual puede conducir a que se propongan caudales mínimos ineficientes: excesivos, con la consecuente pérdida de recurso, o insuficientes para el ecosistema fluvial. También se debe comentar el riesgo de
extrapolar las metodologías, ya que los ecosistemas fluviales varían ampliamente entre diferentes países y regiones geográficas.
-71-
B. Metodologías basadas en características hidráulicas
Utilizan la relación entre variables hidráulicas simples y el
caudal, para desarrollar recomendaciones de caudales ambientales. Las variables hidráulicas más comúnmente utilizadas son el perímetro mojado y la profundidad máxima. La
más utilizada de estas metodologías es el método del perímetro mojado, que se basa en el criterio de que la integridad del
hábitat fluvial está en relación directa con el área que inunda
el caudal circulante.
Frente a las metodologías basadas en los índices hidrológicos, su ventaja es la utilización de criterios ecológicos, aunque esto suponga un ligero aumento en los costes, por la necesidad de realizar estudios de campo y un trabajo de gabinete más intenso. Pero aun así los métodos son relativamente
fáciles y rápidos en su ejecución, lo que conlleva su utilidad
en la planificación de recursos.
Entre sus desventajas se debe mencionar la dependencia
de la suposición, excesivamente simple, de que una única variable hidráulica o un grupo de ellas pueden representar adecuadamente las necesidades de caudal de la especie a conservar. Además, también se debe comentar que la localización de las secciones donde se miden las variables hidráulicas es esencial para obtener resultados fiables. Otra crítica a
este grupo de metodologías es que no suelen tener en cuenta
la variación del régimen de caudales.
C. Metodologías basadas en la simulación de hábitats
Son métodos que utilizan como base para definir el caudal
ambiental la respuesta de una especie, normalmente piscícola, a aumentos discretos de caudal. Se caracterizan por establecer correspondencias entre el hábitat de las especies fluviales y las características hidráulicas que varían en función
de los caudales circulantes. La respuesta se mide como el aumento del hábitat físico en función del cambio en determinadas variables hidráulicas.
La más conocida de este grupo de metodologías es la llamada IFIM (Instream Flow Incremental Methodology),4 y 5 que
se apoya en tres puntos básicos: un modelo hidráulico fluvial,
las curvas de preferencia de la fauna, y el valor potencial del
hábitat fluvial.
O.P. N.o 51. 2000
La ventaja evidente de estas metodologías es que utilizan
criterios ecológicos fácilmente defendibles. Además, su capacidad de valorar los impactos de pequeños cambios del caudal sobre el hábitat físico, por lo que pueden evaluar una
gran cantidad de escenarios para diferentes especies o estados de vida. También se debe mencionar que la simulación
hidráulica y biológica se realiza a una escala significativa para los seres vivos. Estas metodologías han sido criticadas por
diversos aspectos:
• Por estar enfocadas hacia una única especie, con todos los
problemas que esto conlleva: puede no ser la representativa del ecosistema a estudiar o que se desconozcan sus requerimientos (es el caso de los ciprínidos en España).
• No es útil para otros componentes del ecosistema fluvial,
como podría ser la vegetación de ribera.
• El nivel de conocimientos del personal necesario para su
aplicación es de experto, tanto en hidrología como en informática y ecología.
D. Metodologías globales
Este grupo de métodos6 utiliza los requerimientos de caudal
de todo el ecosistema fluvial para determinar los caudales ambientales e incorporan también subrutinas derivadas del primer grupo metodológico. En particular, los métodos globales
son capaces de identificar los caudales requeridos para los
usos humanos, tales como la calidad estética, usos socioeconómicos, lúdicos o de interés científico dependientes del río y
para la protección de los bienes histórico-artísticos.
Este grupo de metodologías se ha desarrollado durante la
década de los noventa. Es el que tiene mayor futuro, por su
capacidad para aglutinar nuevos avances en la simulación
hidráulica o de hábitats y porque es el que tiene en cuenta el
mayor número de componentes del hábitat.
El fundamento de estas teorías asume que el régimen hidrológico natural de un río mantiene dinámicamente la biota
presente, la geomorfología del canal, los sistemas de ribera,
las llanuras de inundación y los humedales, así como los estuarios y los ecosistemas marinos afectados por el río. Por
otra parte, define que de la totalidad de los caudales que
componen el régimen hidrológico, algunos caudales mínimos
y avenidas son más importantes que otros para el mantenimiento del ecosistema fluvial. La adecuada descripción de estos caudales en términos de magnitud, duración y frecuencia,
y la incorporación de estos conceptos al régimen regulado de
caudales, debe permitir el mantenimiento de las características bióticas existentes y la integridad funcional del río.7
Entre estas metodologías pueden destacarse las siguientes: Building Block Methodology,8 desarrollada en Sudáfrica,
o la Holistic Approach, de Australia.
Los métodos globales tienen numerosos avances frente a los
anteriores grupos metodológicos. Quizás el más importante es
que valoran todos (o la mayoría) los componentes del ecosistema fluvial y están basados en el régimen hidrológico natural del
río. Por ello, son los que ofrecen unos resultados más pragmáticos, defendibles y flexibles, a diferentes niveles de resolución.
Como desventajas se pueden mencionar el elevado nivel de
coste que supone su aplicación y la necesidad de expertos en
muchos campos. También es necesario mencionar su excesiva
dependencia de los juicios de los distintos especialistas, que
deben ser aplicados muy cuidadosamente para obtener resultados reproducibles. Por otra parte, la novedad de estos métodos implica que no estén contrastados en diferentes países y
que las críticas a los mismos provengan exclusivamente de su
lugar de origen.
Marco legal español
La primera referencia clara en nuestro ordenamiento jurídico,
sobre el deber de respetar unos caudales mínimos, aparece
en la Ley de 20 de febrero de 1942, sobre Pesca Fluvial, todavía en vigor. En ella se fijan unas cuantías completamente
determinadas para las presas con escalas de paso de peces,
con el objetivo de la conservación, fomento y aprovechamiento de la ictiofauna continental.
En la década de los ochenta, la Ley 29/1985 de Aguas
remite a la planificación hidrológica para la “asignación y reserva de recursos para usos y demandas actuales y futuros,
así como para la conservación y recuperación del medio natural”. Este precepto, en lo que puede afectar a un régimen de
caudales ambientales, no ha sido desarrollado todavía por
reglamento alguno, y no deja de ser una declaración de buenas intenciones. También en la Ley de Aguas podemos encontrar una primera referencia sobre el derecho a indemnización de los concesionarios perjudicados, en el supuesto de
revisión de concesiones, cuando lo exija su adecuación a los
Planes Hidrológicos.
El Real Decreto 849/1986, por el que se aprueba el Reglamento del Dominio Público Hidráulico, exige para las nuevas concesiones la fijación, en el condicionado de las mismas,
de “caudales mínimos que respetar para usos comunes o por
motivos sanitarios o ecológicos, si fueran precisos”.
A partir de este momento habría que dar otro salto de más
de una década, mientras se gesta la planificación hidrológica,
hasta la publicación de otra norma en el ámbito nacional que
afecte a los caudales ambientales de los ríos, y es durante este periodo cuando las diferentes administraciones autonómicas deciden “adelantarse” en la determinación de los mismos.
Así aparecen diferentes leyes y decretos sobre pesca, conservación de la naturaleza y minicentrales hidroeléctricas, principalmente, en casi todas las Comunidades Autónomas. Estas
normas fijan mayoritariamente porcentajes, entre el 10 % y el
20 %, sobre las aportaciones medias de las diferentes cuencas, y en algunos casos fijan también una tasa de variación
de caudal que oscila entre un 3 % y un 5 % por minuto.
La promulgación de estas leyes ha causado, en algunos
casos, la interposición de recursos de inconstitucionalidad sobre la competencia para determinar los caudales ambientales. Las sentencias del Tribunal Constitucional al respecto confirman que la competencia la ostenta el Estado en el caso de
cuencas intercomunitarias y las Comunidades Autónomas en
las cuencas que discurran íntegramente por su territorio, sin
-72-
perjuicio de que se produzca la colaboración mutua para el
establecimiento de los caudales ambientales en el ámbito de
una cuenca intercomunitaria. No obstante se confirma también la validez de las disposiciones transitorias que establezcan un volumen a respetar mientras los organismos de cuenca no determinen los caudales mínimos.
Por fin, en el Real Decreto 1664/1998, de 24 de julio,
por el que se aprueban los Planes Hidrológicos de cuenca, se
establecen una serie de criterios de interpretación para los
mismos, que responden a sugerencias específicas del Consejo Nacional del Agua. Estos criterios se refieren, entre otros
aspectos, al tratamiento de los caudales ecológicos a fin de
garantizar la salvaguardia del medio ambiente en la explotación de los recursos hídricos y se establece que: “los caudales ecológicos o demandas ambientales establecidos en los
planes no tendrán el carácter de usos, debiendo considerarse como una restricción que se impone con carácter general
a los sistemas de explotación de los Planes Hidrológicos. En
todo caso, en el análisis de los citados sistemas será aplicable a los caudales medioambientales la regla sobre supremacía del uso para abastecimiento de poblaciones y todo ello sin
perjuicio del derecho a indemnización en relación con las posibles revisiones de las concesiones vigentes cuando lo exija
su adecuación a los Planes Hidrológicos”.
Parece, pues, clara la preocupación ambiental que existe
también en los distintos poderes del Estado, reflejada en que
el mantenimiento o recuperación de los ecosistemas fluviales
se considere algo más que un uso del agua con una demanda asociada, y recordando la revisión de concesiones, si fuera preciso, para la consecución de estos objetivos.
Falta entonces por determinar qué régimen de caudales
sería necesario para conseguir este objetivo, y eso es algo
en lo que todavía queda mucho camino por recorrer. La mayoría de los Planes Hidrológicos de cuenca imponen, con
carácter general, una serie de porcentajes (desde el 1% hasta el 10 %) sobre la aportación del río, hasta que se desarrollen estudios específicos al respecto. Algunos tramos de
río, además de algunas zonas húmedas, reciben un tratamiento particularizado,9 pero fijándose un caudal único para todo el año, sin llegar nunca a definirse la distribución
temporal de distintos caudales.
Fig. 3. Cauce completamente alterado del río Bañuelos
en las inmediaciones de Malagón.
La próxima modificación de la Ley de Aguas parece que
elevará a dicho rango las consideraciones del Real Decreto
1664/1998 sobre las demandas ambientales, además de
“encargar” a los Organismos de cuenca la realización de estudios específicos para cada tramo de río, y la fijación posterior de los resultados en los Planes Hidrológicos de cuenca.
De esta manera se requerirá la previa aprobación de los mismos por los Consejos del Agua de las distintas cuencas, lugar
donde se puede producir la mutua colaboración, a la que antes se hace referencia, entre las diferentes administraciones
que conviven en el ámbito geográfico de una cuenca intercomunitaria, sin olvidar a los usuarios del agua.
Cálculo de los caudales medioambientales
en la cuenca del Guadiana
Planteamientos generales
En consonancia con las tendencias actuales, el cálculo de los
caudales medioambientales en los cauces de la cuenca del
Guadiana se ha abordado con un enfoque global. De acuerdo con el criterio de especialistas reconocidos en el momento
actual, la idea ha sido “considerar los requerimientos del ecosistema en su conjunto, más que los requerimientos de una especie concreta, teniendo en cuenta que los requerimientos del
ecosistema son los de su composición de especies, su estructura, su organización y su funcionamiento. Se entiende que el
objetivo de la gestión de los ríos es la conservación del correcto funcionamiento de la maquinaria biológica que representan y no la conservación de unas cuantas piezas”.10
“Para poder determinar con precisión los volúmenes necesarios para preservar las condiciones ambientales y el régimen de caudales que deben circular por las redes hidrográficas se debería tener un conocimiento exhaustivo de los elementos que conforman el medio físico de los ríos y sus ecosistemas asociados, así como conocer sus interrelaciones y dependencias mutuas, esto es, hay que conocer con precisión las
especies y formaciones de vegetación de ribera y acuática y
su distribución espacial; las especies y comunidades animales
dependientes de los ríos; las tipologías de cauces existentes;
las interacciones con el medio que las circunda; etc. Esta tarea resulta difícil de abordar técnicamente (…) Esta determinación debería ser realizada río a río y tramo a tramo…”9
Fig. 4. Vegetación riparia
del cauce del río Azuer.
-73-
O.P. N.o 51. 2000
Fig. 5. Vegetación riparia del cauce del río Bañuelos en las inmediaciones de Casa del Congosto.
de un régimen de caudales tipo o medio y otros regímenes para periodos secos y húmedos, que definan una banda de fluctuación y faciliten la gestión en las muy cambiantes condiciones
ambientales que pueden darse en la Cuenca del Guadiana.
La finalidad del estudio ha sido obtener una aproximación
al volumen circulante de agua que es aconsejable mantener
en los ríos para la salvaguardia de los ecosistemas fluviales
representativos de cada tramo. Aunque el caudal que se puede considerar más ecológico es el natural, es preciso encontrar un equilibrio entre explotación y conservación, de forma
que los caudales medioambientales que se definan tomen en
cuenta la necesaria compatibilización de los diferentes intereses que intervienen en la gestión de tan esencial recurso.
Fig. 6. Cauce del río Tirteafuera. Los bloques de roca existentes
ofrecen cobijo a los peces (entorno de Tablacaldera).
De acuerdo con estos planteamientos, la aproximación al
problema de los caudales de mantenimiento en la cuenca del
Guadiana se ha abordado en una primera etapa en 60 tramos
de río, repartidos por toda la cuenca. El objetivo ha sido abarcar una problemática muy diversa, estudiando tramos de muy
diferentes características: tramos regulados y algunos no regulados; tramos en zonas de baja pluviometría y con problemas
de sobreexplotación de acuíferos (La Mancha); tramos en zonas naturales catalogadas; tramos en zonas regables; etc.
Otro aspecto esencial del enfoque del problema ha sido
evitar un tratamiento separado de las cuestiones biológicas y
las hidrológicas o hidráulicas. El criterio inspirador ha sido que
ambas se informaran mutuamente y condujeran a la definición
La caracterización ambiental de los tramos
Como punto de partida se ha intentado conseguir un conocimiento holístico de los tramos, lo que ha supuesto la realización de una serie de trabajos previos de campo en los que se
contemplaron, con la profundidad necesaria, distintas variables, tales como: litología, geomorfología del cauce y las riberas, hidrografía, calidad del agua, vegetación de la ribera y el
entorno, medio socioeconómico y cultural, espacios naturales,
obras en construcción o proyectadas, impactos detectados, etc.
Dentro de cada tramo se han definido las estaciones de
muestreo necesarias para asegurar que quedara incluida un
área con una sección singular y otras con la máxima variabilidad morfológica posible, que pudieran considerarse como
representativas de la generalidad de la morfología y biología
del cauce en el tramo considerado. Esto ha traído como con-74-
Fig. 7. Representación cartográfica de la caracterización ambiental de los tramos.
secuencia que los subtramos de muestreo tengan distinta longitud en cada caso, con el fin de conseguir aunar en él las
secciones singulares y las representativas.
En las estaciones definidas se ha llevado a cabo un importante esfuerzo de toma de datos en campo que abarca
desde la calidad del recurso, la hidrología e hidráulica, hasta las principales comunidades biológicas, e incluso sus principales implicaciones tróficas. Todo ello se ha considerando
necesario para definir el soporte cauce por el que discurre el
agua y el ecosistema al que sustenta.
Los parámetros caracterizados en campo se pueden englobar en tres grandes grupos de variables:
— Calidad del recurso: unos caudales mínimos, a pesar de poder ser suficientes en cuanto a caudal, pueden llegar a no
ser funcionales si la calidad del recurso no es la apropiada.
— Caracterización hidráulica: es fundamental para poder definir los caudales y calados en una determinada sección.
— Aspectos ambientales: entendidos como caracterización
del hábitat e inventario de las biocenosis. Los aspectos inventariados han sido:
• En el entorno del cauce: usos del suelo; vegetación de la
ribera y del entorno; anfibios, reptiles, aves y mamíferos observados.
• En el interior del cauce:
– Características físicas del hábitat fluvial: estado de
erosionabilidad de las orillas; sombreado del cauce;
presencia de refugios ictícolas e isletas; tipo de granulometría del sustrato; vegetación acuática sumergida; turbidez
-75-
– Caracterización de las comunidades: vegetación acuática, emergente y sumergida; macrobentos; comunidades piscícolas (como norma general se han realizado dos campañas de muestreo, una en aguas bajas y otra en aguas altas, mediante pesca eléctrica).
Cálculo del régimen de caudales medioambientales
Para la determinación de los caudales medioambientales por
tramo de río se ha utilizado el método denominado del “Caudal Básico”, que precisa las series de caudales medios diarios
en régimen natural correspondientes a la cuenca vertiente del
tramo de estudio. Sus resultados se han contrastado con lo establecido en la legislación vigente y fundamentalmente con un
método de elaboración propia que se desarrolló para el Estudio de Trasvases entre las cuencas Duero y Norte, que se ha
denominado “Método de las Medias Móviles Mensuales”. Ambos parten de cálculos matemáticos realizados sobre series de
aportaciones naturales de periodicidad diaria.
El componente fundamental de la metodología es el “caudal básico”, que se define como el caudal mínimo necesario
para que se conserve la estructura y función del ecosistema
acuático afectado. Por tanto, es el caudal mínimo que debería circular en todo momento por el río (si es superior al caudal natural), aunque no siempre es el recomendado.
En primer lugar se ha procedido a la restitución al régimen natural de los caudales en las corrientes fluviales, modificando los datos de aportaciones disponibles para tener en
cuenta y anular las alteraciones que a lo largo del tiempo ha
introducido el hombre en el mismo. Para ello se han utilizado
O.P. N.o 51. 2000
las series disponibles de la variación de reservas en embalses, trasvases entre cuencas, caudales circulantes por canales,
etc., y se ha obtenido y manejado cuanta información ha sido posible relacionada con los distintos usos del agua: embalses de regulación; trasvases entre cuencas; usos no consuntivos, pero con modificación de régimen (centrales hidroeléctricas); y usos consuntivos (regadíos y abastecimientos urbanos e industriales). Inicialmente, y con carácter general, la
restitución al régimen natural se ha efectuado para todas las
series aforadas y con periodicidad decenal en los años comprendidos entre 1940/41 y 1994/95.
Con posterioridad, y en aquellas estaciones en que ha sido necesario, se ha efectuado la restitución con periodicidad
diaria, utilizando como base la restitución decenal obtenida
anteriormente, en los tramos estudiados.
Se puede dar el caso de que el caudal básico (cuyo cálculo puede consultarse en la bibliografía aportada) no sea el
apropiado para satisfacer las necesidades del medio. En estos casos es necesario modificar el caudal básico hasta un valor que permita alcanzar los objetivos establecidos, y este
caudal complementario es lo que se llama caudal de acondicionamiento. No responde, pues, a un patrón fijo ni a una
fórmula, sino que en cada caso tomará un valor distinto. En
resumen, el “caudal base ± caudal de acondicionamiento =
caudal de mantenimiento”, es sobre el que se ha aplicado el
factor de variabilidad estacional para obtener el “régimen
anual de mantenimiento”.
En consecuencia, el paso siguiente ha sido calcular los calados que el caudal de mantenimiento establecido produce en
las distintas secciones transversales consideradas, aplicando
modelos hidráulicos, y comprobar si se consideran suficientes
para la conservación (y mejora, en su caso) de la flora y fauna existente o que podría existir en los cauces, caso de llevarse a cabo las actuaciones necesarias para el restablecimiento ecológico de los tramos que lo necesitan. Este ha sido
el punto en que se ha producido la combinación de los datos
biológicos con los hidrológicos e hidráulicos. Se ha comprobado que los calados producidos por los caudales mínimos
circulantes en el régimen definido sean suficientes para permitir la conservación de la flora y fauna (principalmente las
especies piscícolas autóctonas) de mayor interés.
Pero el caudal básico (± el de acondicionamiento, si es el
caso) no ha de ser un caudal fijo a lo largo del año, sino que
debe variar siguiendo un patrón similar al régimen de caudales naturales. El valor mínimo del régimen corresponde al calculado como caudal de mantenimiento por el método del caudal básico. Para el cálculo de la variabilidad estacional se ha
multiplicado el caudal de mantenimiento por un cociente de
proporcionalidad entre la media mensual de los caudales medios diarios para los distintos meses y la mínima media mensual
de caudales medios diarios. Este cociente se ha corregido atenuando su valor mediante la aplicación de la raíz cuadrada.
El régimen de caudales de mantenimiento así calculado
será el que, como mínimo y de forma normal, debe circular
por el río en un año meteorológico medio, siempre que el
caudal natural instantáneo en el punto considerado sea igual
o superior al caudal de mantenimiento para ese periodo de
tiempo. En caso contrario, sería el caudal natural instantáneo.
En definitiva, se ha definido un régimen medio orientativo para un año de valores climatológicos medios.
Pero la variabilidad en el régimen de caudales no debe
ser solamente intranual. Se ha considerado necesario definir
un intervalo de regímenes de caudales para periodos húmedos y secos, en el que está incluido el régimen de caudales de
mantenimiento que podemos llamar medio. De esta forma se
le aporta una herramienta flexible al gestor, que en función
de las condiciones climatológicas previas (de los 12 últimos
meses y el año anterior, por ejemplo) y de las necesidades de
reserva del recurso, decide a qué régimen de caudales debe
adaptar la gestión diaria.
Con objeto de contrastar su viabilidad se simulará el régimen
de caudales de mantenimiento medio definido para los ríos en
el sistema de explotación utilizado para el Plan Hidrológico,
validando su compatibilidad con las demandas existentes.
Finalmente se ha propuesto un caudal generador encargado de mantener la variabilidad hidráulica del río, sanear el lecho y controlar el avance de la vegetación de ribera hacia el
cauce. De acuerdo con el concepto teórico, el caudal generador correspondería a la máxima avenida ordinaria, es decir, a
la crecida con un periodo de retorno de uno a dos años. Se
han aplicado diversos métodos de ajustes probabilísticos a los
máximos anuales de las series de caudales medios diarios para determinar qué ley se ajusta mejor en los periodos de retorno más bajos. El mejor se ha obtenido aplicando la distribución GEV con momentos ponderados. El caudal generador tomado es el correspondiente a un periodo de retorno T = 1,58.
Este caudal generador deberá darse en el mes en que los
caudales naturales sean máximos. Debe tener una duración
de 24 horas, y respetar la tasa de cambio del río. La tasa de
cambio de caudal por unidad de tiempo, K, se ha estimado a
través de la máxima diferencia entre dos días consecutivos de
la serie de caudales estudiada. Por definición, se considera
que las variaciones de caudal se producen en un tiempo t de
24 horas. La fórmula de cálculo aplicada ha sido:
(log Q1 – log Q0)/t = log K
Los valores obtenidos deben tomarse como una primera
aproximación al régimen de mantenimiento ideal, y se recomienda que sean validados y comprobados con mediciones
in situ durante los tres años siguientes, procediendo a rehacer
los cálculos precisos a la vista de los resultados obtenidos.
CUADRO 1
HEC-RAS Plan: 34-1 Reach: Ruecas
-76-
River Sta.
Q Total (m3/s)
Max Chl Dpth (m)
Vel Total (m/s)
W.P. Total (m)
80
0,03
0,10
0,17
3,06
70
0,03
0,14
0,07
6,99
60
0,03
0,13
0,15
3,20
50
0,03
0,09
0,66
1,09
40
0,03
0,21
0,06
3,68
30
0,03
0,16
0,10
4,96
20
0,03
0,05
0,53
2,07
10
0,03
0,21
0,20
1,87
Figs. 8 a 15. Calados producidos por el caudal básico 2 (0,032 m3/s) en las secciones estudiadas en el río Ruecas en Casa del Secadero, tramo 34-1.
-77-
O.P. N.o 51. 2000
CUADRO 3
Río Riansares. Tramo 5.1
CUADRO 2
Río Azuer. Tramo 4.2
Periodo
1943-1954
1954-1964
1964-1974
1974-1984
1984-1994
Qb1 (m3/s)
2,838
0,762
0,509
0,681
0,216
Periodo completo: 1943-1995
3
Qm (m /s)
10%Qm (m3/s)
Qb1 (m3/s)
Qb2 (m3/s)
Qmmm (m3/s)
2,448
0,244
0,958
1,022
1,071
Periodo
Qb1 (m3/s)
1943-1953
1953-1963
1963-1974
1974-1985
1985-1995
0,018
0,035
0,294
0,165
0,055
Periodo completo: 1943-1995
Qm (m3/s)
10%Qm (m3/s)
Qb1 (m3/s)
Qb2 (m3/s)
Qmmm (m3/s)
0,617
0,062
0,108
0,137
0,158
CUADRO 5
Río Tirteafuera. Tramo 18.2
CUADRO 4
Río Matachel. Tramo 48.1
Periodo
Qb1 (m3/s)
3,216
1947-1957
0,068
Qm (m3/s)
1,768
10%Qm (m3/s)
0,321
1957-1967
0,216
10%Qm (m3/s)
0,176
Qb1 (m3/s)
0,021
1967-1977
0,169
Qb1 (m3/s)
0,093
Periodo
Qb1 (m3/s)
1947-1957
0,0134
Qm (m3/s)
1957-1973
0,0487
1973-1983
0,009
Periodo completo: 1947-1985
Periodo completo: 1947-1985
Qb2 (m /s)
0,023
Qb2 (m3/s)
0,122
Qmmm (m3/s)
0,027
Qmmm (m3/s)
0,143
3
Nota: Qb1= caudal básico por el método Palau; Qb2= caudal básico por el método Palau modificado; Qm: caudal medio en régimen natural; Qmmm: caudal medio por el método de medias móviles mensuales.
Dificultades encontradas en la aplicación práctica
del método del caudal básico en la cuenca del Guadiana
La primera aplicación del “método del caudal básico (método
Palau)”, realizada utilizando todas sus hipótesis, ha conducido
a obtener en un número apreciable de ríos, de variada tipología, unos valores del caudal de base anormalmente bajos,
muy inferiores a los obtenidos con el “método de las medias
móviles” o con cualquier otro método al uso. En muchos casos
los calados que producían no parecían compatibles con la
conservación y mejora de la flora y fauna existente. Un análisis detallado ha conducido a comprobar que los resultados estaban fuertemente influenciados por el periodo de diez años
que se escogiera, como se muestra en los cuadros 2 a 5.
Como en casi todos los ríos los datos de las series de caudales disponibles no pueden ser sistemáticamente los de los últimos 10 años y, en el caso de la cuenca del Guadiana, se comprueba que un periodo de tiempo tan breve conduce en bastantes casos a introducir sesgos apreciables en los resultados,
se ha decidido ampliar el periodo de años al que se ha aplicado el método, utilizando el número más amplio posible en
cada tramo, y siempre que fuera posible 30 años. De esta forma se ha conseguido que los valores del caudal básico se estabilicen y conduzcan a unos regímenes de caudales que resultan compatibles con la creación de las condiciones adecuadas
para la conservación y mejora de la flora y fauna existente.
Por otra parte, los resultados obtenidos son del orden de
magnitud de los que se alcanzan con el método de las medias
móviles. Además su comparación con la curva de caudales naturales clasificados indica que, con carácter general, los ríos
superan ese caudal de forma natural en un porcentaje muy
elevado de los datos disponibles. Ambas circunstancias avalan
los valores de caudal de mantenimiento definidos.
La serie de aportaciones naturales en la subcuenca se ha
obtenido a partir de la estación de aforos 251 (Ruecas en Cañameros), que dispone de 34 años completos dentro del periodo 40/95. En el cuadro 6 se presentan los valores obtenidos en los distintos periodos decenales y para la totalidad de
los años disponibles; en ellos se pone de manifiesto la variabilidad comentada, que en este caso no es tan acusada.
Se han calculado dos valores diferentes del caudal básico:
el primero a partir de los incrementos relativos entre medias
de mínimas medias móviles (como originalmente se consideraba en el método), y el segundo como media de los caudales básicos que se obtendrían para cada año independientemente (opción que los autores del método están estudiando en
la actualidad). Los caudales así obtenidos se han denominado Caudal básico 1 y Caudal básico 2, según correspondan
a la primera o a la segunda opción. También se ha calculado
para cada tramo el valor correspondiente al método de las
medias móviles mensuales. En los resultados obtenidos no se
aprecian grandes diferencias según el método aplicado:
Caudal básico 1:
Caudal básico 2:
Caudal medias móviles mensuales:
0,021 m3/s
0,032 m3/s
0.042 m3/s
Las especies que se ven afectadas en primer término por la
falta de caudal son las piscícolas, por lo que éstas son en principio las que se han usado para determinar el calado mínimo
necesario que hay que proporcionar al río. En el tramo 34, las
especies piscícolas que se han encontrado en las dos campañas
de muestreo realizadas son: Cobitis maroccana (Colmilleja);
Leuciscus pyrenaicus (Cacho); Rutilus lemmingii (Pardilla); Tropi-
Aplicación a un caso concreto: el río Ruecas
CUADRO 6
Río Ruecas. Tramo 34. Subtramo 34-1
En el río Ruecas se han estudiado dos tramos, que lo describen en una longitud de cerca de 47 kilómetros, si bien en este caso práctico nos centraremos en el tramo 34 (desde la
presa de Cancho del Fresno hasta el Arroyo del Valle de Serrano) y, dentro del mismo, en el subtramo 34-1 (denominado a efectos del trabajo como “Casa del Secadero”).
-78-
Periodo
Qb (m3/s)
1951-1961
0,017
1961-1971
0,021
1971-1981
0,026
1951-1985
0,021
En la cuenca del Guadiana se ha observado que en la
mayoría de los casos aparecen secciones “demasiado limitantes” y que conseguir en ellas ese calado de 15 centímetros
en el periodo de mayor estiaje fuerza al río a mantener unos
caudales medioambientales excesivos (a veces incluso superiores al caudal natural), cuando de forma natural los cauces
se secan periódicamente; en consecuencia se ha considerado
más apropiado buscar, dentro de las secciones medidas,
aquella que pudiera considerarse representativa del resto del
río, de tal forma que un caudal que se ajuste para esta sección refleje valores similares en el resto del río. Basándose en
estos criterios se han calculado los siguientes valores para el
establecimiento del régimen:
— Caudal que proporciona los 15 centímetros en la sección
limitante: 0,21 m3/s.
— Caudal que proporciona 15 centímetros en la sección representativa: 0,045 m3/s.
— Caudal calculado según el método del Caudal básico 2:
0,032 m3/s.
A partir de estos valores se han definido tres regímenes en
función de las características climatológicas del año (con precipitaciones abundantes, medias o escasas):
• Régimen en situación óptima: el valor mínimo de partida se
corresponde con el caudal que proporciona 15 centímetros
de calado en la sección limitante (y por extensión en todas
las secciones).
• Régimen en situación normal: el valor mínimo de partida se
corresponde con el caudal que proporciona 15 centímetros
de calado en una sección representativa.
• Régimen crítico: el valor mínimo de partida se corresponde
con Caudal básico 2, y es el mínimo que debe considerarse en cualquier situación.
En las figuras 7 a 17 pueden observarse los resultados obtenidos.
■
Fig. 16. Representación de los regímenes de caudales medioambientales
obtenidos y el caudal medio anual natural para el río Ruecas, tramo 34-1.
Río Ruecas. Tramo 34-1
Caudales calculados (m3/s)
Caudal generador
Caudal básico
Caudal 15 cm en sección limitante
Caudal 15 cm en sección representativa
12.1
0.032
0.21
0.045
Distribución mensual (m3/s)
Caudal natural
Caudal crítico
Caudal normal
Caudal óptimo
Oct. Nov.
Dic. Ene. Feb. Mar. Abr. May. Jun. Jul. Ago. Sep. Total %
0.33
0.06
0.08
0.18
1.16
0.11
0.15
0.34
Tasa de cambio
0.97
0.10
0.14
0.31
1.56
0.13
0.18
0.40
K1 ascendente = 1.08
1.72
0.13
0.19
0.42
1.37
0.12
0.17
0.37
0.85
0.09
0.13
0.29
0.57
0.08
0.11
0.24
0.33
0.06
0.08
0.18
0.13
0.04
0.05
0.12
0.11
0.03
0.05
0.10
0.10
0.03
0.05
0.10
0.77
0.08
0.11
0.25
100.0
10.5
14.8
33.3
K2 descendente = 0.93
Manuel Gómez Criado*, Pedro Pablo Loné Pérez**
y José Luis Canga Cabañes***
*Ingeniero de Caminos Canales y Puertos
Confederación Hidrográfica del Guadiana
Fig. 17. Regímenes de caudales medioambientales de mantenimiento
definidos para el río Ruecas y tasa de cambio a aplicar para su variación.
** Biólogo
Infraestructura y Ecología, S.L.
dophoxinellus alburnoides (Calandino). Además se han considerado las especies que la bibliografía cita como existentes en
el tramo: Chondrostoma polylepis (Boga); Gobio gobio (Gobio);
Ictalurus melas (Pez gato); Micropterus salmoides (Black bass).
De todas ellas los de mayor tamaño son el pez gato y el
black bass; sin embargo, el más condicionado por la falta de
calado es el black bass, ya que el pez gato es un pez de fondo que se adaptaría mejor. En principio, para el black bass
se consideran suficientes 15 centímetros de calado, que le
permitirían la movilidad a lo largo del tramo; esta especie no
es autóctona, pero tiene un gran interés deportivo, por lo que
se ha elegido en este caso como especie de referencia, en el
bien entendido de que las restantes especies también se verán
beneficiadas con el caudal que permite ese calado. Una eventual eliminación del black bass responde a consideraciones
distintas del objetivo del estudio realizado.
-79-
***Ingeniero de Montes
Informes y Proyectos, S.A. (Inypsa)
Referencias
1. Palau Ibars, Antoni, 1994, “Los mal llamados caudales ecológicos”, OP, nº 28, pp.
84-95.
2. Tharme, R.E., 1996, Review of international methodologies for the quantification
of the instream flow requeriments of rivers.
3. King, J.M., Tharme, R.E., y Brown, C.A., World Commission on Dams. Thematic
Report: Definition and implementation of instreams flows.
4. Tennant, D.L., 1976, “Instream flow for regimes for fish, wildlife, recreation and related environmental resources”, Fisheries, 1, pp. 6-10.
5. Bovee, K.D., 1982, A guide to stream habitat analysis using the instream flow incremental methodology.
6. Arthington, A.H., 1998, Comparative evaluation of environmental flow assessment
techniques: review of holistics methodologies.
7. King, J.M., y Tharme, R.E., 1994, Assessment of the instream flow incremental
methodology and initial development of alternative instream flow methodologies
for South Africa.
8. King, J.M., y Louw, M.D., 1998, Instream flow assessment for regulated rivers in
South Africa using the Building Block Methodology.
9. Cachón de Mesa, Javier, “Los caudales ecológicos. Consideraciones hidrológicas”, Ponencias al I Congreso sobre Caudales Ecológicos, octubre 1999.
10. Palau Ibars, Antoni, “Aspectos biológicos de los caudales ecológicos”, Ponencias
al I Congreso sobre Caudales Ecológicos, octubre 1999.
O.P. N.o 51. 2000
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DEJADA EN BLANCO
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Los usos industriales.
El agua, factor limitativo
Joan Compte Costa
DESCRIPTORES
USO INDUSTRIAL DEL AGUA
AHORRO DEL AGUA EN LA INDUSTRIA
RECICLAJE DEL AGUA
USO DE MEMBRANAS EN EL TRATAMIENTO DE EFLUENTES
DEMANDA INDUSTRIAL DEL AGUA
Introducción
El agua es un elemento común en la mayoría de los procesos
industriales. Es tan importante que a veces ha sido un factor
limitante en el desarrollo económico, en las actividades industriales y, en consecuencia, en la ordenación del territorio.
Hay dos aspectos básicos que se asocian a la utilización
del agua. Uno es puramente cuantitativo, como son los grandes caudales de agua consumidos por determinados sectores
de la industria. El otro aspecto es de carácter cualitativo y hace referencia a los requisitos para su utilización y a las condiciones para su vertido al medio hídrico.
Por otro lado, el desarrollo tecnológico en los procesos de producción y la constante mejora de la competitividad de las empresas obligan a hacer una exhaustiva gestión integral del agua
en la industria. Esta gestión debe hacerse desde un punto de vista global que contemple lo que podemos considerar el ciclo del
agua en la industria: abastecimiento, proceso y depuración.
El consumo de agua en la industria
en las Cuencas Internas de Cataluña
Volúmenes consumidos por la industria.
Evolución histórica
La evolución de los volúmenes consumidos guarda un cierto
paralelismo con el proceso evolutivo del empleo industrial de
la cuenca. En los años 1967-69 (estudio R.E.P.O.) se evaluaba la demanda industrial de agua para el conjunto de la
cuenca en 318 hm3/año con una tasa de crecimiento prevista de un 4 % anual acumulativo, similar a la observada en los
años anteriores.
Dicho crecimiento se mantuvo, aunque con una tasa anual
decreciente, hasta mediados de los años setenta, habiéndose
podido superar ligeramente los 400 hm3/año en dicho período.
La escasez de los recursos disponibles se agudiza, por el
importante crecimiento experimentado en el mismo período
por las demandas urbanas de agua, iniciándose un proceso
de sobreexplotación generalizada de las aguas subterráneas,
fuente principal de abastecimiento industrial, y de contaminación de las aguas superficiales (vertidos sin depurar), dando
lugar al deterioro progresivo de ambas fuentes de recursos.
El encarecimiento del coste del agua ha motivado en muchos casos (en especial en las nuevas industrias) la implantación de sistemas de ahorro del recurso, obligando en otros a su
conexión parcial o total a las redes de abastecimiento urbano.
La caída de los consumos de agua industriales de mediados de los setenta tiene su causa principal en la crisis económica y en la caída del sector industrial (cierre, reconversión de
empresas y disminución de la implantación de nuevas industrias). A ello hay que sumar, por otro lado, la incidencia importante de un incremento en el ahorro del agua (reciclaje principalmente) propiciado por los problemas de escasez-calidadcosto. En 1983, según la evaluación efectuada por el Plan Hidrológico de las Cuencas Internas de Cataluña (P.H.C.I.C.), el
volumen de suministro industrial es similar al dato del R.E.P.O.
para los años 1967-69. La caída de volúmenes desde 1973 supone una tasa negativa del orden del 3 % entre 1973-1983.
En el del período 1980-83 los resultados de la encuesta
industrial del P.H.C.I.C. muestran una tendencia al crecimiento de los volúmenes en el grupo de “pequeños consumidores”
-82-
(empresas con volúmenes de suministro iguales o menores de
500 m3/día) y una caída generalizada en el grupo de “grandes consumidores” (más de 500 m3/día y empresa).
A nivel sectorial destaca el sector químico, que consume un
30 % del volumen suministrado a la cuenca, seguido de los sectores del textil, alimentación y papel, movilizando en conjunto
más del 75 % del total industrial. El quinto sector en importancia es el de transformados metálicos, con un 10 % del consumo.
Las agrupaciones menos consumidoras (calzado, vestido y
confección, carpintería, transformados del papel y artes gráficas, entre otras) utilizan volúmenes medios diarios por empresa de entre 3 y 10 m3/día.
Según datos del Grupo de Tecnología del Agua de la U.P.C.
(Universidad Politécnica de Cataluña), el consumo industrial de
los años 1992-1993 se situó alrededor de los 214 hm3/año.
Durante el periodo 1992-1997 el volumen facturado declarado ante la Junta de Sanejament como uso industrial, se
ha mantenido bastante estable alrededor de los 200 hm3/año,
con tendencia al alza en los últimos años analizados. En ambos casos, las cifras indicadas no incluyen los volúmenes de
agua de refrigeración usados para la producción de energía.
Destaca por su mayor consumo el sector de materiales de
la construcción (cerámica, vidrio, conglomerantes y prefabricados), con un porcentaje de retornos cercano al 50 %, en el
que incide de forma importante el agua de constitución del
producto elaborado.
El resto de sectores (alimentación, transformados metálicos y química) presentan valores próximos a la media.
El agua, condicionante
de la localización industrial
A la hora de planificar y decidir una inversión industrial y su
emplazamiento el agua constituye un factor esencial de la decisión, hasta el punto de que si se halla disponible, es un recurso, en general, sin gran repercusión en los costes, pero su
escasez o mala calidad en un área puede desde ser un limitador o condicionante en la elección del propio proceso productivo hasta urgir a un cambio de emplazamiento. En ambos casos se produce, y desde el inicio, un ajuste del volumen
utilizado al que imponen las condiciones de disponibilidad,
calidad y precio.
El ahorro del agua de la industria
El coste del agua en Cataluña
Procedencia
de los recursos utilizados
En general puede decirse que sólo las industrias de baja demanda llegan a suministrarse totalmente de las redes urbanas; por el contrario, las grandes consumidoras utilizan las
redes de forma parcial y para funciones que exigen una mayor calidad del agua (uso humano, agua de proceso en la industria alimentaria, etc.).
El consumo procedente de la red corresponde al 30 % del
total, mientras que del 70 % restante, un 60 % procede de captaciones subterráneas y un 10 % de otras fuentes de suministro.
En general, sólo en las cuencas altas de los ríos, y con menos frecuencia en las medias, la industria llega a suministrarse parcial o totalmente de forma directa de aguas superficiales. En los tramos bajos de las cuencas importantes, la calidad del agua superficial y la escasa regulación existente,
conjuntamente con la existencia de acuíferos importantes, hacen que el suministro se realice básicamente mediante captaciones subterráneas para beneficiarse del filtrado y de la capacidad de regulación del acuífero.
Los mayores porcentajes del consumo conectado a las redes
se producen en las zonas con importantes núcleos de concentración urbana e industrial y están relacionados con la escasez
y/o la calidad de los recursos disponibles y con la proximidad
y facilidad de conexión al gran entramado de redes urbanas.
La repercusión de los costes del agua de suministro sobre los
costes totales de producción se puede estimar entre el 0,5 y el
6 %, según indica la tabla 1, proporcionada por el Institut Català d’Energia.
La preocupación por los costes es patente en todo el sector industrial y sobre todo en aquellas zonas en donde el incremento progresivo del coste de acondicionamiento del
agua (véase la tabla 2), o bien la necesidad de complementar las captaciones propias mediante conexión a redes urbanas o suministro de terceros –con costes muy superiores del
agua– (véase la figura 1) y, en general, el mayor conocimiento de la escasez y limitación de los recursos hidráulicos,
ha creado una concienciación hacia el ahorro del recurso.
Los incrementos del coste del agua debidos a los cánones
de infraestructura hidráulica y de vertido han tenido un importante efecto en el aumento del reciclaje del agua.
TABLA 1
Incidencia del agua en los costes de producción
Sector
Caudal
Carga
Desmineralización
% Coste
Farmacéutico
Químico
Mataderos
Bebidas
Textil
Lácteos
Bajo
Muy elevado
Muy elevado
Medio
Muy elevado
Elevado
Muy elevada
Elevada
Muy elevada
Baja
Mediana
Mediana
Sí
Sí
–
Sí
Sí
–
0,6-1
0,5-1,5
2,5-4
0,8
3,5-6
3
Retornos
Las pérdidas medias de agua evaluadas para el conjunto industrial de la cuenca representan alrededor del 20 % del caudal suministrado, equivalente a una relación entre caudal vertido y caudal suministrado de 0,8.
A nivel sectorial, los menores porcentajes de pérdidas se
producen en el papel, curtidos, transformados del caucho,
materiales plásticos y textil, con valores próximos al 10 %.
-83-
TABLA 2
Costes del acondicionamiento del agua
Calidad inicial (μS/cm) Requerimientos (μS/cm)
Intercambio iónico
Ósmosis inversa
3.000
1.000
750
3.000
1.000
750
50
50
50
200
200
200
Coste (PTA/m3)
167,8
102,5
68,7
45,5
38,7
35,3
O.P. N.o 51. 2000
100
Es importante señalar que las membranas no destruyen la
contaminación, sino que permiten concentrarla en un pequeño
volumen. Este concentrado a veces puede reutilizarse de nuevo. Otras veces se puede obtener de él una serie de subproductos de alto valor económico. Finalmente, el permeado suele tener una DBO baja, pudiendo reutilizarse en el proceso.
Algunas de las aplicaciones más interesantes de esta técnica son las siguientes:
Coste de abastecimiento (energía y mantenimiento de bombas)
90
Canon de infraestructura hidráulica
80
Otras tasas
Canon de saneamiento o incremento de la tarifa
70
60
50
40
30
20
10
0
Captaciones propias
A. Circuitos de refrigeración semiabiertos
Red pública
Fig. 1. Coste medio del agua de captaciones propias y de la red pública
en Cataluña. (Fuente: Gestió de l'aigua a la indústria. Estalvi i depuració,
Institut Català d'Energia, 1994).
El reciclaje del agua
El agua interviene dentro de la factoría de forma muy diversa en función del producto final elaborado y del sistema de
fabricación adoptado para su obtención.
Para simplificar se han distinguido cinco tipos de funciones del agua en las plantas industriales: agua de proceso,
producción de vapor, refrigeración, limpieza y uso humano.
— Predomina la función refrigeración en los siguientes sectores: refino de petróleo; química; transformados del caucho
y plásticos, en los que de forma casi generalizada cobra
también importancia el uso del agua para la producción
de vapor y el proceso; la industria alimentaria, con caudales también importantes para el agua de proceso y de limpieza; vidrio; y gran parte de los transformados metálicos.
— Con mayor peso del agua de proceso están los siguientes
sectores: fabricación de pasta de papel, papel y cartón; textil ramo del agua; curtidos; conglomerantes y prefabricados.
— Cabe destacar el peso relativo importante del agua de limpieza en los siguientes sectores: lácteos; cervezas y refrescos; industrias de alcoholes y vinícolas; cárnicas; química.
— Finalmente, el peso del agua para uso humano es en general bajo, con mayor importancia, lógicamente, en las
actividades de baja demanda.
El predominio de las necesidades de agua bruta para uno u
otro tipo de función puede llegar a ser determinante del consumo efectivo de agua en la factoría y, en todo caso, condicionar
las posibilidades reales de ahorro en los caudales de suministro.
La implantación de circuitos cerrados para las aguas de refrigeración y el reciclaje de las de proceso constituyen los principales sistemas de ahorro de recursos hídricos en la industria.
El uso de las membranas
Las tecnologías basadas en el uso de membranas abren un campo muy extenso en todas sus variantes, que van desde la microfiltración hasta la ósmosis inversa, para reciclar agua limpia y
productos hasta ahora contemplados como efluentes residuales.
La utilización de membranas en el tratamiento de efluentes persigue alguno de los tres objetivos siguientes:
— Concentrar la contaminación en un reducido volumen.
— Recuperar productos de alto valor económico.
— Recircular el agua.
-84-
Las centrales de producción de energía eléctrica, al igual que
muchos otros procesos industriales, deben ceder al foco frío
grandes cantidades de energía en forma de calor. El medio
utilizado para esta transferencia es habitualmente el agua de
un circuito de refrigeración.
Los circuitos de refrigeración semiabiertos disponen de
una torre en la que la mayor parte del agua se enfría gracias
a la evaporación de una pequeña parte, cediendo el sistema
calor a la atmósfera, que actúa así de foco frío. El agua evaporada se compensa aportando al circuito idéntico volumen
de agua nueva.
Como el agua al evaporarse no arrastra consigo las sales
disueltas, de persistir esta situación, las sales se irían acumulando en el circuito, llegando un momento en el que las corrosiones y/o precipitaciones serían enormes. Para evitar esta situación se purgan todas las sales que se aportan.
Con el fin de economizar la máxima cantidad de agua
posible se concentra el agua de aporte tantas veces como lo
permita su composición iónica y la resistencia a la corrosión
de los materiales del circuito. Al mismo tiempo, con tal finalidad, y para cumplir con la legislación vigente, reduciendo el
impacto ecológico que supondría el vertido de las aguas de
alta salinidad de la purga del circuito, se procede a tratar éstas mediante ósmosis inversa.
B. Tratamiento de superficies
Las aguas procedentes de las cubas de lavado, tal como se
muestra en la figura 2, se envían hacia una ósmosis inversa
que separa las sales arrastradas por un lado y el agua por
otro. El rechazo de la ósmosis inversa se envía de nuevo a la
cuba de recubrimiento y el permeado a la última cuba de lavado a contracorriente.
1ª cuba
de lavado a
Cuba de
recubrimiento contracorriente
4ª cuba
de lavado a
contracorriente
Movimiento
de las piezas
Agua de aporte
desmineralizada
Permeado
M
M
Ósmosis inversa
Filtración
previa
Bomba de
alta presión
Rechazo
Fig. 2. Esquema del proceso de recuperación de sales procedentes
de los baños de recubrimiento. (Fuente: Fariñas, Manuel, Ósmosis inversa.
Fundamentos, tecnología y aplicaciones, Aravaca, 1999).
C. Pintado por electrodeposición
El ratio de reciclaje
El permeado de la ultrafiltración es impulsado de nuevo hacia
una ósmosis inversa cuyo permeado es agua de alta pureza
que se utiliza, junto con una pequeña cantidad de agua desmineralizada de aporte, para el lavado final de la carrocería.
La diferenciación entre los caudales brutos o de utilización y
los caudales de suministro, derivada de la implantación de
dichos sistemas, viene representada por el ratio de reciclaje. Éste, se ha definido como el cociente entre ambos caudales, pudiendo interpretarse, grosso modo, como el número de vueltas o de utilizaciones del agua suministrada dentro de la planta.
En Cataluña, el ratio medio calculado para el conjunto
de la industria muestra un ahorro en los caudales de suministro equivalente al 70 % del caudal bruto o realmente utilizado en la producción, o lo que es lo mismo, que el caudal
de suministro necesario para el abastecimiento a la industria
sería, en ausencia de reciclaje, 3,4 veces superior al actual.
En general, el ratio de reciclaje aumenta con el tamaño de la
empresa.
Como ejemplos fuera de nuestro país, el conjunto de la industria de California incrementó el reciclaje de 6,7 a 8 vueltas en un período de nueve años, lo cual equivale a un crecimiento del 2 % anual acumulativo en dicho período. La motivación de este incremento, según la Office of Recycling del Estado de California, fue probablemente el incremento del coste de las aguas de suministro y de vertido (cánones y control
de vertidos). Asimismo, en la región británica de SevernTrent, un fuerte incremento del coste del agua (un 18 % anual)
en un periodo de siete años dio lugar a la instalación de sistemas de ahorro en el 58 % de las empresas.
D. Fabricación de fécula de patata
El ultrafiltrado se envía de nuevo hacia una ósmosis inversa cuyo permeado presenta una contaminación que puede tratarse
en una planta convencional de aguas residuales urbanas.
E. Vinazas
El permeado de la ósmosis inversa, que constituye el 90 % del
volumen inicial de las vinazas, se envía hacia una columna de
destilación que permite recuperar el alcohol y otros productos
nobles. El residuo de la columna de destilación es agua con
un bajo contenido en DBO que puede enviarse hacia una
planta convencional de aguas residuales urbanas.
F. Tintado de fibras textiles
La utilización de la ósmosis inversa y de la nanofiltración para el tratamiento de los efluentes procedentes del tintado de
fibras textiles permite por un lado recircular aproximadamente el 95 % de los productos químicos usados en los baños de
tintado y, por otro, reutilizar alrededor del 90 % de las aguas
residuales generadas.
G. Alpechines
La utilización de una ósmosis inversa combinada con una ultrafiltración, tal como muestra la figura 3, permite, por un lado, recuperar de dichos efluentes una serie de productos de
alto valor económico y, por otro, obtener un agua reutilizable
o bien que cumpla con la legislación vigente sobre vertidos.
H. Fabricación de catalizadores
La combinación de una ultrafiltración y una ósmosis inversa
permite recuperar tanto la materia prima de fabricación como el agua del proceso, tal como muestra la figura 4.
I. Procesado de papel fotográfico
Los efluentes, con un contenido en plata del orden de las 30 ppm,
son enviados hacia unas membranas de ósmosis inversa que
presentan un rechazo medio del tiosulfato de plata del 99,7 %.
El permeado es recirculado de nuevo al proceso.
La demanda industrial
Se ha definido la demanda como el agua que se utilizaría, en
determinadas condiciones de calidad y precio, para una correcta satisfacción de las necesidades (sin déficit ni despilfarros) del uso al que se aplique.
Las necesidades brutas de agua industrial vienen determinadas por los distintos tipos de utilización de la misma dentro de la factoría (producción de vapor, agua de proceso, refrigeración, limpieza y uso humano), y son función del producto final elaborado y del sistema de fabricación adoptado
para su obtención.
La posibilidad de incorporación al proceso productivo de
sistemas de ahorro de caudales permite una importante capacidad de adaptación de la industria a situaciones cambiantes en la disponibilidad y coste de los recursos hídricos.
Alpechines
Depósito
M
M
Ultrafiltración
Pretratamiento
Ósmosis
inversa
1er paso
M
M
Agua para
recirculación
y vertido
Depósito
Alimentación
de ganado
Al sistema
de recuperación
de productos
Lechada
1-15%
de MS
Ósmosis
inversa
2º paso
Ultrafiltración
Depósito
M
Permeado
M
Permeado
Rechazo
Depósito
Ósmosis inversa
Agua
reutilizada
en el
proceso
50% de MS
Reutilización
en el proceso
Fig. 4. Esquema del proceso de recuperación de la pasta de fabricación
de ciertos catalizadores. (Fuente: Fariñas, Manuel, Ósmosis inversa.
Fundamentos, tecnología y aplicaciones, Aravaca, 1999).
Fig. 3. Esquema del proceso de tratamiento de los alpechines.
(Fuente: Fariñas, Manuel, Ósmosis inversa.
Fundamentos, tecnología y aplicaciones, Aravaca, 1999).
-85-
O.P. N.o 51. 2000
La implantación de circuitos cerrados para las aguas de
refrigeración, de forma general, y el reciclaje de las aguas de
proceso, constituyen hoy día los principales sistemas de ahorro de recursos empleados por la industria, con los que se han
llegado a conseguir importantes reducciones en los caudales
de suministro.
De esta manera, factores más o menos interrelacionados,
como la disponibilidad de recursos (en calidad y cantidad),
las exigencias en los vertidos, cánones, etc., que inciden directa o indirectamente en el coste del agua y en los costes de
producción, dan lugar a variaciones significativas de la demanda industrial de agua.
— En la cuenca del Pirineo Oriental, con unos recursos hidráulicos cuantitativamente escasos, dichos factores han
conducido en los últimos veinte años hacia el ahorro de
los caudales de suministro.
Por otro lado, no cabe esperar que el aporte de nuevos recursos de agua a las áreas industriales de la cuenca con mayor problemática de abastecimiento pueda realizarse a un coste del agua inferior al actual; siendo previsible, en cualquier caso, un encarecimiento general en el
conjunto de los costes actuales de suministro y vertido.
Por otra parte, con carácter general, la industria ha diversificado sus fuentes de suministro, según requiriese una
mayor calidad (proceso, uso humano, etc.), o fuera admisible una mayor tolerancia (refrigeración, limpieza, etc.),
conectándose a las redes urbanas o explotando captaciones propias, respectivamente. Así se ha llegado a que numerosas industrias disponen de redes separativas de suministro, como solución a los problemas de calidad/cantidad que tienen planteados.
Por otro lado, cabe destacar que aunque el reciclaje
de las aguas de refrigeración es prácticamente generalizado, en la mayor parte de las agrupaciones de actividades consideradas, la recirculación de las aguas de proceso presenta mayores dificultades, como en el caso de la
industria alimentaria, que presenta menores posibilidades
debido a la incorporación de los caudales al producto final elaborado.
Puede, por tanto, concluirse que las industrias en cualquier caso ajustan el volumen de agua que necesitan en
función de la calidad y el precio del recurso; es decir, no
se producen desfases duraderos entre el uso industrial y la
demanda industrial del agua. Sí se pueden producir, en
cambio, diferencias de mayor persistencia entre el volumen demandado y el recurso disponible, las cuales originan los déficit que deben ser satisfechos con la asignación
de recursos suficientes en cantidad y calidad y con niveles
adecuados de garantía y costes.
En definitiva, las dotaciones de demanda, o volúmenes
que se utilizarían en condiciones determinadas de calidad
y precio, no deben fijarse en general superiores a los usos
unitarios o volúmenes que realmente se utilizan.
— A nivel estatal, las demandas previstas por el Plan Hidrológico Nacional pueden observarse en las tablas 3 y 4,
pertenecientes al «Libro Blanco del Agua en España»:
La tabla 3 refleja las demandas actuales correspondientes a los usos urbanos, industriales, agrícolas y de refrigeración, de acuerdo con los datos de los Planes Hidrológicos de cuenca. En estas cifras se considera incluido un
ahorro del 5 % por mejora de infraestructuras y eliminación de pérdidas.
La demanda industrial independiente corresponde a
industrias no conectadas a las redes de distribución municipales y supone (tabla 4) casi 1.650 hm3/año actualmente, lo cual representa cerca del 5 % del total de demandas consuntivas. Los retornos son variables según el tipo de industria, tanto en cantidad como en calidad, y su
distribución a lo largo del año suele ser próxima a la uniformidad. Los crecimientos que se indican en la tabla 4 se
corresponden con las propuestas de las Confederaciones
Hidrográficas y de las administraciones hidráulicas de la
Generalitat de Catalunya, de Galicia, de Baleares y de
Canarias. La posibilidad de prever el número y tipo de las
industrias que se instalarán en cada cuenca y en cada período es escasa, lo que explica la dispersión de los datos
por cuencas. El crecimiento global sería del 25 % al cabo
de los veinte años analizados.
Las captaciones superficiales
industriales y el medio ambiente
La construcción de cualquier industria que disponga de una
captación superficial modifica de una manera u otra el entorno que la envuelve.
En general, el impacto sobre el medio ambiente se puede
resumir en los siguientes puntos:
— Talas de árboles y movimientos de tierra necesarios para
su construcción.
— Detrimento de parte del caudal del cauce del río con consecuencias para la vida vegetal y animal.
— Obstáculo para la migración de determinadas especies
piscícolas.
— Emisión de aguas residuales y gases.
— Impacto visual y sonoro.
— Posible incidencia sobre zonas de especial protección natural.
No obstante, diversas medidas correctoras permiten atenuar y/o minimizar el impacto ambiental:
— Las normativas y regulaciones que obligan a garantizar un
mínimo caudal ecológico y permiten mantener la vida animal
y vegetal existente antes de la construcción de la industria.
— La reforestación de las zonas afectadas, el cubrimiento total o parcial de los canales de conducción o la siembra de
especies vegetales para evitar la erosión del terreno.
— La tecnología ha evolucionado suficientemente para garantizar la eficacia de las escaleras de peces como sistema para permitir la migración de las especies río arriba.
— La construcción de las edificaciones de acuerdo con la tipología arquitectónica de la zona contribuye a la integración de la industria en el entorno natural.
— La insonorización de los centros de motores y la depuración de los vertidos líquidos y gaseosos permiten corregir
estos impactos sobre el medio ambiente.
-86-
TABLA 3
Síntesis de usos y demandas actuales (hm3/año) según datos de los Planes Hidrológicos de cuenca
Ámbito
Urbana
Industrial
Regadío
Refrigeración
Total
Consumo
Retorno
Norte I
77
32
475
33
617
403
214
Norte II
214
280
55
40
589
145
444
Norte III
269
215
2
0
486
98
388
Duero
214
10
3.603
33
3.860
2.929
931
Tajo
768
25
1.875
1.397
4.065
1.728
2.337
Guadiana I
119
31
2.157
5
2.312
1.756
556
Guadiana II
38
53
128
0
219
121
98
Guadalquivir
532
88
3.140
0
3.760
2.636
1.124
Sur
248
32
1.070
0
1.350
912
438
Segura
172
23
1.639
0
1.834
1.350
484
Júcar
563
80
2.284
35
2.962
1.958
1.004
Ebro
313
415
6.310
3.340
10.378
5.361
5.017
Cuencas Internas de Cataluña
682
296
371
8
1.357
493
864
Galicia Costa
210
53
532
24
819
479
340
4.419
1.633
23.641
4.915
34.608
20.369
14.239
Baleares
95
4
189
0
288
171
117
Canarias
153
10
264
0
427
244
183
4.667
1.647
24.094
4.915
35.323
20.783
14.539
Península
ESPAÑA
Conclusiones
TABLA 4
Previsiones de demanda industrial a medio
y largo plazo por ámbitos de planificación
Ámbito
Actual
(hm3/año)
Primer horizonte
(hm3/año)
A modo de conclusión cabe resaltar la importancia del ahorro
de agua en la industria. Para ello, es indispensable que los actores que intervienen en este campo lo tengan muy presente:
— Las industrias implantando un sistema integral de gestión
del agua que comprenda la evaluación/diagnóstico de la
situación actual, la instalación de sistemas de medida, el
establecimiento de objetivos de consumo, y políticas de
optimización del uso y vertido.
— Las Administraciones estableciendo programas de ahorro del
agua en la industria que pongan de manifiesto la importancia del agua como un bien asociado a un coste económico
relevante, que fomenten la implantación de las mejores tecnologías disponibles para minimizar tanto el consumo del
agua como la carga contaminante de los efluentes y que
promuevan inversiones para mejorar el medio ambiente. ■
Segundo horizonte
(hm3/año)
Norte I
32
34
35
Norte II
280
291
299
Norte III
215
215
215
Duero
10
10
10
Tajo
25
24
24
Guadiana I
31
34
38
Guadiana II
53
58
64
Guadalquivir
88
99
99
Sur
32
37
42
Segura
23
38
38
Júcar
80
92
116
Ebro
415
534
534
Cuencas Internas de Cataluña
296
346
406
53
91
129
1.633
1.903
2.049
Baleares
4
4
4
Canarias
10
10
10
1.647
1.917
2.063
Joan Compte Costa
Galicia Costa
Península
ESPAÑA
Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Director General de la Sociedad Pública Depuradora del Baix Llobregat, SA
Bibliografía
– Gestió de l’aigua a la indústria: estalvi i depuració, Barcelona, Institut Català dʼEnergia, Generalitat de Catalunya, 1994.
– Soler, M.A. y otros, Terrassa, Grupo de Tecnología del Agua, Universidad Politécnica de Cataluña, 1999.
– Fariñas, Manuel, Ósmosis inversa. Fundamentos, tecnología y aplicaciones, Aravaca, Antonio García Brage, 1999.
– Plan Hidrológico de las Cuencas Internas de Cataluña, Barcelona, Direcció General de Política Hidràulica, Generalitat de Catalunya, 1994.
– Libro Blanco del Agua en España, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, 1998.
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O.P. N.o 51. 2000
El abastecimiento de agua
a Barcelona y las comarcas
de su entorno
Francesc Vilaró Rigol
DESCRIPTORES
RECURSOS HIDRÁULICOS
ABASTECIMIENTO DE AGUA
PLANIFICACIÓN HIDRÁULICA
AGUA
CALIDAD
MEDIO AMBIENTE
Introducción
El conjunto de la población abastecida es de 4,4 millones
de habitantes.
Las comarcas suministradas por esta red regional son:
Maresme Sur, Vallès Oriental, Vallès Occidental, Barcelonès,
Baix Llobregat, Alt Penedès y Garraf.
No es sólo éste el ámbito regional que aspira a abastecerse de los recursos disponibles del sistema Ter-Llobregat, sino también otras poblaciones y comarcas que circundan la
zona y cuyos recursos tienen problemas de garantía o de calidad. La subcomarca del Mogent-Tordera, dentro de la comarca del Vallès Oriental, es decir, de Cardedeu a Sant Celoni, los municipios del Alt Maresme y Costa Brava Sur, y
otros del Vallès Occidental y Oriental, como Castellar del
Vallès, Sentmenat, Caldes de Montbui, Santa Eulàlia de
Ronçana, Bigues i Riells, y los del Anoia desde Masquefa hasta Igualada y la cuenca de Ódena, suman una demanda latente, ya en la actualidad, que no se podrá garantizar sin
aportaciones adicionales de recursos.
Capacidad: 139,85 hm3
VOLUMEN DE EMBALSE (hm3)
En un momento en que en el área de Barcelona hemos visto
muy de cerca y repetidamente (1989-90; 1998-00) el problema de la sequía y de la precariedad del abastecimiento de
agua, cuando se nos está advirtiendo que cerremos la llave
de entrada del agua a nuestra vivienda para materializar el
ahorro de agua y evitar restricciones, cuando se agravan los
habituales problema de calidad y sufrimos cada día al ver
que los menguados caudales que circulan ponen en peligro la
vida piscícola de los ríos y el medio ambiente, cuando todo
ello sucede y amenaza que la situación actual pueda ser a
corto o a largo plazo aún más grave, es el momento de plantearse si realmente existe un problema a resolver.
Y es que el Libro Blanco del Agua escribe que sólo la
cuenca del Segura tiene un problema estructural que merezca un trasvase de otras cuencas, mientras que Cataluña tiene
sólo un déficit coyuntural. Desde la Generalitat de Catalunya
se ha advertido al Gobierno del Estado de la necesidad de
una aportación adicional que equilibre los recursos con las
demandas, y de que una aglomeración de 4,4 millones de
habitantes y una actividad industrial como la catalana no
puede estar sometida a continuas y frecuentes coyunturas de
sequía, a la obligada sobreexplotación de ríos y de acuíferos
y a los problemas de calidad y afectación al medio ambiente
que ello comporta. Cuando todo esto sucede, es el momento
de analizar las causas que puedan conducir a soluciones.
El ámbito
Siete comarcas abrazan los 100 municipios que se abastecen
del sistema Ter-Llobregat, en cuyo ámbito Aigües Ter Llobregat (ATLL) es el suministrador “en alta”, es decir, tiene la responsabilidad de gestionar el servicio desde la captación, tratamiento y distribución regional hasta los depósitos de las poblaciones, a partir de los cuales el municipio, dentro de sus
competencias, gestiona la distribución domiciliaria mediante
servicios públicos, mixtos o concesiones a empresas privadas.
AÑOS HIDROLÓGICOS
Fig. 1. Déficit coyuntural en el sistema Llobregat.
Seis episodios de alarma en los últimos 20 años.
-88-
LEYENDA
Tuberías
Potabilizadora
Ampliaciones del ámbito
MAR MEDITERRÁNEO
Fig. 2. Cien municipios de siete comarcas forman el ámbito de ATLL. En el futuro se prevén ampliaciones de zonas deficitarias que necesitan unirse a la red regional.
Los recursos hidráulicos a repartir
TABLA 1
Si consideramos los recursos brutos per cápita, vemos que España, con 2.910 m3/hab/año, no está en una situación de
escasez. Esto podría hacer pensar que Cataluña no debería
sufrir problemas, pero España no es precisamente un conjunto de vasos comunicantes, y mientras siete cuencas superan
los 3.000 m3/hab/año de recursos brutos, dos territorios, Segura y las Cuencas Internas de Cataluña, no alcanzan los
500 m3/hab/año brutos, y, dentro de las Cuencas Internas,
las del Centro, es decir, las comarcas del entorno de Barcelona, están con 263 m3/hab/año de recursos brutos, parecido
a países como Arabia Saudita, Emiratos Árabes y muy por
debajo de Israel y Yemen.
La mayor cantidad de recursos que alimentan la red regional y los de mayor calidad provienen de un trasvase del río
Ter y son regulados por el sistema Sau-Susqueda (400 hm3).
En 1958, dado que los recursos de agua subterránea y los
del río Llobregat no eran suficientes para abastecer Barcelona y su llamada zona de influencia, se dispuso por ley la concesión de 8 m3/s del río Ter, caudal que debían regular el embalse de Sau (170 hm3), en construcción, que se puso en servicio en 1963, y el de Susqueda (230 hm3), que se proyectó
y se puso en servicio en 1970.
La distribución de caudales regulados era de 1 m3/s para
Girona-Costa Brava, 3 m3/s para mantener las concesiones
hidroeléctricas, que debían expropiarse por encima de dichos
caudales, y que debían circular por la ciudad de Girona, cosa que implícitamente obligaba a pasar el caudal por la acequia Monar, donde estaban los saltos hidroeléctricos, dejando el río en seco; y caudales necesarios para los riegos del
Bajo Ter. Barcelona y su área de influencia derivarían 8 m3/s,
una vez satisfechas las demandas locales.
-89-
Zona
Habitantes (x 1.000 hab.)
Recursos naturales
m3/hab. año
hm3
Cuencas hidrográficas
Norte I
Norte II
Norte III
Duero
Tajo
Guadiana I
Guadiana II
Guadalquivir
Guadalete y Barbate
Sur
Segura
Júcar
Ebro
Galicia Costa
Cuencas Internas de Cataluña
Canarias
Cataluña
Cuencas Internas
Sistema Norte *
Sistema Centro **
Sistema Sur ***
Cuenca del Ebro en Cataluña
Lleida
Ebro
Países del mundo
España
Francia
Argel
Israel
Jordania
Kuwait
Malta
Arabia Saudita
Túnez
Emiratos Árabes
Yemen
893
1.640
2.000
2.260
60.136
1.294
370
3.817
885
2.036
2.200
4.123
2.798
1.500
5.587
1.610
11.235
12.954
5.395
15.168
12.858
4.372
1.293
6.911
860
2.418
1.000
4.142
18.198
12.504
2.757
965
12.581
7.899
2.698
6.712
2.096
3.765
3.495
1.811
972
1.188
455
1.055
6.504
8.336
493
599
707
4.516
364
1.445
1.183
229
2.044
263
629
405
122
3.750
14.294
9.270
117.000
39.272
56.718
24.935
4.660
4.259
2.143
354
16.048
8.080
1.671
11.311
114.298
185.000
17.200
2.150
1.310
160
30
4.500
4.360
490
5.200
2.910
3.262
690
461
308
75
85
284
540
293
460
*Incluye – 210 hm3 del Ter al Centro
**Incluye + 210 hm3 del Ter al Centro
***Incluye + 100 hm3 del Ebro al Sur
Fuente: Aigües Ter Llobregat. Estudio de ahorro y reutilización.
O.P. N.o 51. 2000
No se consideraban, en aquel entonces, ni caudales suficientes para diluir los vertidos depurados, ni los caudales necesarios para mantener las condiciones ecológicas y medioambientales del río Ter, desde su tramo medio hasta la desembocadura.
En resumen, el río Ter, en su tramo medio, perdía el 4050 % de sus caudales regulados y quedaba hipotecado el uso
futuro.
Pronto empezaron las reivindicaciones. El río no llevaba caudal a su paso por Girona, las poblaciones del curso medio y bajo debían aumentar el grado y el coste de tratamiento de aguas
residuales, puesto que vertían a un río sin caudal suficiente, la
carencia de caudales medioambientales producía problemas en
la fauna del bajo Ter, salinidad por penetración marina, etc.
Aunque los beneficios de este trasvase han sido cuantiosos,
pues no se podría concebir el desarrollo actual de Barcelona y
las comarcas de su entorno sin el trasvase del Ter, hay que pensar que, con los planteamientos actuales, hoy no sería posible
y que hay que plantearse ir restituyendo estos caudales, para
paliar los desequilibrios producidos en la cuenca de origen.
Todo ello nos lleva a una consideración muy importante:
Para plantearse un trasvase no es suficiente que existan caudales “excedentes” en la cuenca de origen. Una vez cubiertas
sus demandas actuales y futuras, incluidos los umbrales medioambientales, que no se deben disminuir, ni en las más duras sequías, es preciso reservar, como garantía de futuro, un
20-30 % de caudales regulados dentro de la cuenca de origen y sin adscripción a ningún uso concreto. Puede ser que
los caudales “excedentes” no deban considerarse “sobrantes”.
Quizá parezca ésta una norma excesivamente conservadora, pero si esta norma la aplicamos a los ríos españoles,
entenderemos el porqué de tanta oposición a la mayoría de
los trasvases.
Debemos considerar los recursos del Ter como unos recursos prestados que están siendo reclamados, no sólo por la
propia cuenca, para sus usos y su medio ambiente, sino también por poblaciones deficitarias, como las de la comarca de
la Selva (Santa Coloma de Farners, Lloret, Tossa, Blanes, etc.),
situadas en comarcas colindantes a la cuenca del Ter.
El Llobregat, con un volumen regulador de 220 hm3 (La
Baells, Sant Ponç y Llosa del Cavall), es la segunda fuente de
suministro, y las plantas del Llobregat en Abrera y Sant Joan
Despí (en concesión) pueden tratar hasta 7,5 m3/s.
Mientras que en el Ter se deriva el agua directamente de
los embalses situados en la cuenca media, el Llobregat suministra el agua circulante por el cauce del río, agua regulada en
cabecera y que se ha aplicado a múltiples usos en su trayecto,
como son minicentrales, y recibido vertidos de ciudades como
Manresa, Olesa, Esparreguera, y ha circulado por la cuenca
minera potásica y sus afloramientos salinos y arroyos salados.
El sistema Ter-Llobregat podría suministrar sin fallos, es
decir, con garantía acorde con la Instrucción, 280 hm3/año,
pero se le está pidiendo que suministre 350 hm3/año en el
ámbito descrito al principio, volúmenes que suministra sin
problemas en años pluviométricamente buenos, pero con problemas en los años secos.
Fig. 3. Pantano de La Baells. Invierno de 1999.
Ello significa que existen, cada 5-6 años, coyunturas de
embalses vacíos, que ponen en grave riesgo el abastecimiento a los 4,4 millones de habitantes. Las últimas situaciones extremas han sido el año 1990, en que se llegó a sólo 11 hm3
en el sistema Ter (3 %), y el periodo 1999-2000, con 100 hm3
en el Ter (25 %) y 50 hm3 en el Llobregat (23 %).
Finalmente hay que añadir que un tercio de los recursos
de la zona, 175 hm3/año, que en años secos se reducen a
150 hm3/año, se obtienen directamente de pozos que captan
determinados municipios.
Son pozos con problemas de calidad, en muchos casos,
por efectos de intrusión marina, contaminación agrícola o de
otra procedencia, que en gran parte son abandonados cuando obtienen recursos de mayor calidad, como ha sucedido en
el Garraf, en el Maresme y en el Vallès.
Muchos de estos pozos se utilizan en el ámbito local para
mezclar con el agua de mayor calidad que suministra la red
regional, sacrificando así la calidad en aras de la cantidad
que permita cubrir la demanda. De hecho, se trata de una demanda latente, que en cualquier momento se transformará en
demanda real si la red regional dispone de recursos o de infraestructura suficiente.
La demanda creciente
La demanda actual al ámbito descrito es de 500 hm3/año.
La demanda a la red regional crece desde 1996 a razón
de un 3 % anual y el crecimiento se registra en las comarcas
del cinturón de Barcelona. El crecimiento actual y el previsto
en el futuro no se debe sólo al crecimiento demográfico, sino
especialmente al crecimiento del ámbito y al crecimiento de la
dotación per cápita, al pasar de pisos urbanos a viviendas
exteriores más o menos ajardinadas.
La red regional distribuye entre 325 y 350 hm3/año,
mientras que el resto, 175-150 hm3/año, proviene de pozos
locales. En años secos, la demanda a la red regional aumenta, ya que la mayoría de los pozos se agotan.
En el futuro (2025) la ampliación del ámbito de servicio
de la red regional prevé un total de cinco millones de habitantes y una demanda de 650 hm3/año.
Ello supone pasar de la dotación actual per cápita de
113 m3/hab y año a 130 hm3/hab y año, lo que no se trata
de dotaciones exageradas sino comparables a las actuales de
Madrid, Sevilla y de muchas ciudades europeas, y muy por
debajo de las dotaciones americanas.
-90-
Por motivos de calidad, de los que trataremos a continuación, y para evitar la sobreexplotación de ríos y acuíferos
subterráneos, se deberá reducir la utilización de recursos locales 90-100 hm3/año.
La calidad exigida
Dentro de los balances del Plan Hidrológico de las Cuencas
Internas de Cataluña se obvió un problema endémico en el
abastecimiento a Barcelona ciudad y a su entorno, que es la
calidad del agua que proviene del río Llobregat y de los acuíferos que este río alimenta, así como de otros acuíferos utilizados en poblaciones de su entorno.
Únicamente los ciudadanos que reciben agua del Ter están satisfechos plenamente con la calidad del agua que reciben y no admiten el cambio por aguas de otra procedencia
(ver el caso Mollet 1999).
Fig. 4. La demanda a la red regional ha pasado de 321 hm3/año a 351 hm3/año
con un crecimiento de 9,35% en tres años.
La exigencia de calidad la reconoce el propio Libro Blanco cuando dice que: “Estos incrementos [de demanda urbana], que en términos absolutos podrían no ser demasiado importantes en comparación con otras demandas, presentan el
problema de su exigencia de calidad y su gran concentración
geográfica, lo que puede dificultar la obtención de nuevos recursos, que se hallan cada vez más distantes y a menudo
comprometidos.” (página 373).
Por otra parte, dicha exigencia de calidad ha sido reconocida por el propio MIMAM y el Gobierno al declarar de interés general el abastecimiento a Zaragoza desde el embalse
de Yesa, obra que, sin contar el coste del recrecimiento de la
presa, supone una inversión de 40.000 PTA/hab y cuyo objetivo es suministrar a la ciudad un caudal sin el contenido de
sulfatos que llevan las aguas del Ebro.
El agua del Llobregat y pozos asociados, que suministran
el 50% de las aguas de abastecimiento, contiene sodio y potasio (incluso después de construido el colector de salmueras
para evacuar la máxima concentración posible de sal) en
cantidad superior a la normativa actual, lo cual requiere una
excepción especial y “temporal” de la autoridad sanitaria para continuar con el suministro de un agua que no es aceptable por su calidad organoléptica.
En este sentido, y de acuerdo con la previsión del art. 3.2
del R. D. 1138/1990 (Reglamentación Técnico Sanitaria de
Aguas Potables), la Autoridad Sanitaria ha tramitado y otorgado para el agua distribuida por ATLL procedente del río
Llobregat una excepción correspondiente a los parámetros
Na y K por un periodo máximo de cinco años, ante la imposibilidad de disponer de recursos alternativos que cumplieran
la reglamentación sanitaria mencionada.
Fig. 5. Estudio comparativo de la calidad del agua. Conductividad, cloruros, sodio, potasio, son los principales problemas de calidad del Llobregat.
-91-
O.P. N.o 51. 2000
Igualmente hay que eliminar, como recursos útiles para
abastecimiento, las aguas subterráneas, con límites altísimos
de nitratos, como reconoce el propio Libro Blanco, en las comarcas del Besòs y del Maresme (página 313), o aquellas
que contienen sal por intrusión marina en la comarca costera
del Garraf y que recientemente han sido substituidas por
aguas del río Llobregat, tratadas por ATLL en la planta potabilizadora de Abrera.
Aquí deberíamos añadir los problemas que en periodos
de aguas bajas del río causa la geosmina, un componente orgánico que da sabor y olor desagradable, o también los problemas causados por hierro y manganeso en las aguas subterráneas.
No se trata, pues, de problemas de contaminación urbana o industrial, puesto que administrativamente desde 1981
existe una Junta de Saneamiento, se cobran cánones importantes para depuración, se han construido más de 200 plantas de depuración y podría decirse que se cumple con la norma comunitaria de que el agua paga lo que cuesta, y ello se
aplica exhaustivamente a la calidad de las aguas, pero existen contaminaciones naturales, por las circunstancias geológicas de la cuenca, que no pueden ser eliminadas por el colector de salmueras y otras que, por tratarse de aguas subterráneas próximas al mar, son de difícil restauración.
El Plan de Saneamiento de la Generalitat ha actuado y está actuando intensamente, depurando las aguas que vierten al
Llobregat, y existe un colector de salmueras que elimina la sal
que genera la cuenca potásica que geológicamente produce
la contaminación salina del río Llobregat y de su afluente el
Cardener, y a pesar de todo ello, y a pesar de que las aguas
residuales depuren el 90 % o el 95 % de la carga contaminante, la intensa actividad y concentración de población e industria de la cuenca hacen imposible que el Llobregat, un río con
caudales mínimos que pueden descender a menos de 1 m3/s,
en la toma de Abrera, pueda alcanzar niveles de calidad, excepto en el caso de aceptar agua reutilizada al 100 % en la
red de abastecimiento, límite al que no debemos aspirar.
Es, pues, importantísimo considerar que un alto porcentaje de las aguas que se usan actualmente para abastecimiento deberían mejorar su calidad.
Ya en la actualidad para garantizar un abastecimiento de
calidad deberían importarse 175 hm3/año, 75 hm3/año para sustituir aguas subterráneas y 100 hm3/año para reemplazar aguas del río Llobregat.
En el momento actual la reserva ambiental se ha situado
como demanda prioritaria con cifras de 3 m3/s en el Ter y en
el Llobregat, aún por debajo del 20 % de los recursos naturales que considera el Libro Blanco.
Aun así, es prácticamente imposible mantener estos umbrales de explotación en los años secos, que se repiten con
frecuencias inferiores a 10 años, y su consecuencia es una
grave sobreexplotación del río.
En Girona se derivan 3 m3/s por la acequia Monar y para alimentar el río Onyar, que circula por el centro de la ciudad. Ello hace que un tramo del Ter esté seco casi permanentemente. Esta derivación por canales de minicentrales hace
que muchos tramos de los ríos Ter y Llobregat permanezcan
secos gran parte del año, lo cual obligará a mantener más
caudales fluyentes, si no se quieren expropiar las centrales
existentes, o por lo menos la producción generada con caudales inferiores a 3 m3/s.
Todo ello obligará naturalmente a revisar a la baja los recursos disponibles, por debajo de los previstos en el Plan Hidrológico de las Cuencas Internas de Cataluña y cuya confirmación es la situación actual de sequía que padecemos.
Actualmente la falta de recursos disponibles en años secos
comporta satisfacer la demanda a costa de la sobreexplotación de ríos y acuíferos, en detrimento de la calidad y del medio ambiente.
El medio ambiente castigado
Gestionar la escasez no es un fin
Según el Libro Blanco (página 479): “Para determinar los recursos potenciales que pueden emplearse en el proceso de utilización productiva del agua se supone cautelarmente una reserva del 20 % de los recursos naturales para cumplir con los
requerimientos previos de carácter ambiental y para cubrir
las posibles incertidumbres en la estimación de los recursos.”
Está claro que cuando se redactó el Plan Hidrológico de
las Cuencas Internas de Cataluña no se consideraron requerimientos ambientales de este orden de magnitud, especialmente al valorar la situación inicial (1992).
Es para mí evidente, aunque a veces demostrar la evidencia
es muy difícil, que gestionar la escasez es un medio de salir
del paso si no hay otra posibilidad, pero cuando hay recursos suficientes al alcance, limitarse a gestionar la escasez
puede hacer incurrir en una gravísima responsabilidad.
Se ha visto que en la actualidad el sistema Ter-Llobregat sólo puede dar garantía total a una demanda de 280 hm3/año,
de los 325 hm3/año que se le piden al sistema, y que si aunamos los problemas de calidad y el umbral medio ambiente que
limita la explotación de un río, necesitaríamos importar en la ac-
Fig. 6. Embalse de Sau. Invierno de 1999.
-92-
RECURSOS APLICADOS A ABASTECIMIENTO E INDUSTRIA
Ámbito ATLL (Barcelonès, Maresme Sud, Vallès Or., Vallès Occ., Baix Llobregat, Alt Penedès, Garraf).
Ámbito futuro ampliado (Costa Brava Sud, Maresme Nord, Anoia).
Actual 2000
Actual 2000 b
2025
325
225
225
Recursos superficiales hm3/año
Recursos subterráneos hm3/año
175
100
100
0
175
325
Recursos adicionales hm3/año
Total hm3/año
500
500
650
113
100
130
Dotación per cápita m3/hab. año
Fig. 7. El agua servida por la red regional es de 325 hm3/año, que se complementan con aguas subterráneas (175 hm3/año) de pozos privados. Para garantizar el servicio en calidad y cantidad, incluso en periodos secos, debería completarse con 175 hm3/año de recursos adicionales. Si se considera el crecimiento futuro de la demanda, la aportación adicional debería llegar a 325 hm3/año.
tualidad 175 hm3/año para equilibrar los recursos y las demandas actuales, mientras que en el futuro la cifra de recursos
importados alcanzaría una cifra análoga de 325 hm3/año, que
añadida a los 325 hm3/año de recursos locales de calidad y garantía, cubrirían la demanda futura prevista de 650 hm3/año.
Los dos aspectos –infraestructuras y gestión de los recursos– son complementarios, como apunta el propio Libro Blanco (Documento de Síntesis –D.S.–, página 12): “Debe huirse,
en cualquier caso, de la falsa y vana confrontación entre conservación del agua y nueva infraestructura. Este debate no ha
de plantearse, en ningún modo, como dilema, puesto que la
realización de nuevas infraestructuras de suministro y las actuaciones de gestión y conservación del agua constituyen medidas complementarias. Como tales, su correcto tratamiento
requiere que se consideren de forma coordinada y conjunta.”
La demanda actual urbana e industrial no se puede asegurar con los recursos disponibles. No se trata de demostrar
aquí si la garantía es del 0 % (déficit permanente o estructural) o del 80, 90 o 95 % (déficit coyuntural). Para un abastecimiento a una región de 4,4 millones de habitantes la garantía debe ser del 100 %, o cumplir los criterios de vulnerabilidad de UTAH, o similares, para que en los casos más extremos no se puedan producir problemas de abastecimiento,
ni siquiera se produzcan alarmas periódicas con excesiva frecuencia. En este sentido, basta recordar el planteamiento del
propio D.S. (p. 3): “la garantía requiere necesariamente un
suministro de calidad, estable y garantizado.”
Define el Libro Blanco cuándo se produce escasez de tipo
estructural: “… escasez de tipo estructural, es decir, el recurso potencial incluyendo desalación y transferencia, es sistemáticamente inferior en el ámbito de consumo que se pretende alcanzar” (Documento de Síntesis, página 17).
Pues bien, en el sistema de explotación de cuencas del Centro, existe un déficit sistemático no sólo para el “nivel de consumo que se pretende alcanzar” sino para el nivel actual. Ya
ahora existe transferencia, desde la cuenca del Ter de 8 m3/s,
y representa casi el 50 % de los recursos utilizados para abas-93-
tecimiento e industria. Se utilizan exhaustivamente las aguas
subterráneas, se reutilizan los vertidos al Llobregat de las poblaciones aguas arriba (no existe una demanda de riego agrícola para poder alcanzar un nivel importante de reutilización
directa, pues la demanda de agua de riego agrícola es pequeña) y, finalmente, si bien se experimenta en el ámbito de
planta piloto la desalinización de aguas salobres del río Llobregat, no se ha previsto la desalinización de agua de mar,
puesto que existen fuentes alternativas de mejor calidad y económicamente más favorables.
Aun cumpliendo todas las condiciones para aumentar los
recursos disponibles no se puede garantizar el servicio y repetitivamente los embalses se vacían y obligan a restringir los
desembalses, como sucede en la actualidad.
No se trata de solucionar los problemas de crecimiento futuro, sino de resolver aquellos que plantea el abastecimiento
actual. Lógicamente, la solución a los problemas actuales deberá poder resolver los que puedan plantearse en un futuro
próximo, pues sería irresponsable lo contrario.
Si el criterio básico de la explotación de recursos es la sostenibilidad debemos señalar que la sobreexplotación no es
sostenible, como no lo es moverse dentro de unas garantías
de servicio tan frágiles.
Dice el Libro Blanco (página 855 y siguientes): “… los territorios que se definen a continuación como deficitarios son
aquellos que resultan ser tales aun en la hipótesis teórica extrema de aprovechamiento exhaustivo, ahorro, regulación
absoluta de todos los recursos existentes y optimización de la
gestión del sistema.”
En nuestro caso se ha visto que aun en la actualidad existen déficit, a pesar del aprovechamiento exhaustivo, alcanzando niveles claros de sobreexplotación, y de que se ha optimizado la gestión a través de una empresa pública que realiza el abastecimiento en alta a ocho comarcas, utilizando el
más moderno sistema de control centralizado, para optimizar
el uso del recurso, aspecto de mejora de la gestión al que más
adelante se hará una referencia detallada.
Se ha realizado la regulación máxima posible en las cuencas de los ríos Ter y Llobregat, con transferencia de recursos del
Ter y la construcción terminada de la última presa posible en
la cuenca del Llobregat, la Llosa del Cavall, en el río Cardener.
Ahorro y reutilización
Se habla de una nueva cultura del agua, donde se impulsa el
ahorro y la reutilización. Debemos cuantificar estas ideas y
ver su valor frente a nuestra problemática: cantidad, calidad,
medio ambiente.
Los estudios sobre el ahorro de agua y la reutilización y
los resultados en el momento actual servirán para gestionar
mejor la demanda, pero, lamentablemente, no aportarán
una solución al problema. La campaña de ahorro del año
1999 consiguió un 6,3 % de ahorro durante el mes de abril
en las zonas de población más densa, pero en conjunto no
superó el 2,3 % y se relajó rápidamente cuando la campaña
fue menos intensa.
O.P. N.o 51. 2000
TABLA 2
Frontera del ahorro doméstico
Ahorro anual teórico que puede obtenerse con la implantación generalizada
a los abonados domésticos de sistemas sencillos de uso eficiente del agua
Barcelona* (hm3/año)
Madrid (hm3/año)
Tecla de ahorro en cisternas
25,0
20,0
Difusores de duchas
20,9
16,7
Lavadoras de bajo consumo
11,7
9,4
Lavavajillas de bajo consumo
5,0
4,0
Grifos limitadores de caudal
13,4
10,7
Riego de jardines
12,0
9,6
Descuento 10%
-10,0
-8,0
Total
78,0
62,4
*Estimado el 80%.
Fuente: Nueva cultura del agua, 1998/4.
De 1992 a 1997 el ICAEN (Institut Català d’Energia) ha auditado 415 industrias con un potencial de ahorro de 23 hm3/año;
las 224 industrias acogidas han ahorrado 7 hm3/año con un
coste total de 3.500 millones de pesetas. Ello indica dos cosas:
que no se ha descuidado la posibilidad de trabajar para el ahorro de agua y que ahorrar tiene costos importantes.
De 1996 a 1999 la demanda a la red regional ha aumentado un 3 % anual.
En el futuro el ahorro será más difícil y más caro. No es
lo mismo ahorrar cuando se parte de una dotación de 256
m3/hab y año (California) que de 113 m3/hab y año (entorno de Barcelona).
Tampoco puede asegurarse el comportamiento público
frente a una campaña de ahorro.
Modificar las instalaciones domésticas podría costar unos
100.000 MPTA (50.000 PTA/abonado x 2.000.000 abonados).
Las pérdidas de distribución urbana (23 %) se deben desglosar en 15 % de caudales no facturados pero recibidos por
el consumidor y un 8 % de pérdidas reales. Este 8 % es muy
difícil y caro de reducir.
En Madrid (Canal de Isabel II) las pérdidas de distribución
son del 26 % (no facturadas: 13,4 %, pérdidas: 12,6 %) y
3.500 roturas/año. Madrid prevé renovar la red en 20 años,
con un coste de 4.500 millones de pesetas por año.
La reutilización existe. Muchas depuradoras incorporan al
río el 100 % de sus efluentes (Manresa) y otras riegan campos
de golf (Martorell) o cultivos. Durante el verano de 1999 se
ha empezado a enviar agua de la planta de Sant Feliu al Canal de la Derecha del Llobregat (150 l/s).
Hay que descartar la reutilización de las aguas residuales
para incorporar a las redes de abastecimiento, por muy sofisticados tratamientos que se puedan imaginar. Sólo hay que
recordar el rechazo público en un caso con la frase: “del WC
al grifo, no, gracias.”
En lo que se refiere a la utilización para riego agrícola hay
que advertir que el agua procedente de reutilización es de baja calidad, con una salinidad alta y que precisa un control sanitario muy estricto. No puede tocar directamente los alimentos que riega. El contenido en amonio puede afectar negativamente la fauna piscícola de los canales de riego y lagunas.
La demanda de este tipo de agua en esta zona será siempre baja (no más de 20-30 hm3/año), ya que no hay grandes extensiones de riego que puedan admitirla y la industria
que extrae agua de poca calidad en pozos, para refrigeración, será difícil que la acepte.
Otro aspecto es su utilización para complementar caudales ecológicos en los ríos y el riego de zonas de recreo, campos de golf, parques, etc., todo ello son usos de gran interés
y sobre los que hay que trabajar, pero esto no libera caudales útiles para las redes de abastecimiento.
Las soluciones de ahorro y de reutilización son insuficientes para solucionar el balance recursos/demandas y no mejoran los problemas de calidad y de afección ambiental. No
son sostenibles, como creadoras de nuevos recursos, pero en
cambio, son aconsejables para optimizar la gestión.
Desalación
La alternativa de desalar agua de mar o salobre para el
abastecimiento de agua doméstica en el área de Barcelona se
considera desaconsejable por diferentes motivos:
La implantación física de grandes plantas desaladoras en
la franja litoral tendría un impacto ambiental difícilmente compatible con la recuperación de la costa que se ha realizado en
los últimos años, y con las actividades turísticas y de ocio.
El gasto energético de las plantas desalinizadoras es muy
importante, superior en más del doble a cualquier alternativa
de aportación de agua de otras cuencas. Evidentemente, para producir la energía eléctrica necesaria, harían falta centrales energéticas, que en el caso de que se sitúen junto a las
plantas desalinizadoras empeorarían aún más el impacto comentado en el punto anterior.
El proceso de desalinización se realiza en la franja litoral
y a nivel del mar. Posteriormente, el agua resultante debe ser
transportada y elevada hasta la red regional que ha de suministrar el agua a los depósitos de los municipios que están
situados a una cota más elevada, para poder servir a todos
los usuarios. Además, la mayor parte de los municipios no están en primera línea de mar. La consecuencia de todo lo anterior es que la solución de la desalinización requiere, además de la planta desaladora, la construcción de grandes tuberías de transporte hacia el interior del área de Barcelona,
atravesando las zonas más urbanizadas, y también la construcción de estaciones de bombeo para elevar el agua. Está
claro que estos bombeos tendrían un consumo energético
muy importante.
El coste estricto de la desalación de agua de mar es mucho más grande que el primer año de funcionamiento de la
infraestructura de un acueducto, pero a este valor hay que
añadir el coste de las infraestructuras de transporte y de bombeo hasta el origen de la red de distribución. Además, el coste de desalación es constante durante toda la vida de la infraestructura, que es muy corta y debe reponerse cada pocos
años, mientras que el coste a través de un acueducto es decreciente. Deberíamos contar 150 PTA/m3 para agua desalada, mientras que el coste del agua de un trasvase puede costar 80 PTA/m3 los 25 primeros años y la mitad a partir de los
25. Los créditos se amortizan y los tubos quedan.
Es importante destacar que no hay ninguna instalación de
desalación como la que sería necesaria en el caso de las comarcas del entorno de Barcelona, existiendo aguas superficiales de calidad a una distancia razonable.
-94-
TABLA 3
Instalaciones de producción reducida menor de 0,7 m3/s
Año
1990
1990
1993
1994
1995
1996
1997
1997
1997
Instalación
Lanzarote III
Maspalomas II (Las Palmas)
Sur-este Gran Canaria
Arucas (Las Palmas)
Ibiza
San Antonio (Ibiza)
Costa del Sol (Málaga)
Ceuta II
Adeje Arona (Tenerife)
Producción (m3/día)
Sistema
20.000
15.000
10.000
4.000
7.500
7.000
55.000
16.000
10.000
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
TABLA 4
Desaladoras actualmente en construcción
Instalación
Las Palmas-Teida
Santa Cruz de Tenerife
Bahía de Palma
Almería
Producción (m3/día)
Sistema
35.000
20.000
42.000
50.000
MED
O.I.
O.I.
O.I.
TABLA 5
Desaladoras previstas a corto plazo
Instalación
Canal de Cartagena
Canal de Alicante
Melilla
Carboneras
Producción (m3/día)
Sistema
65.000
50.000
15.000
120.000
O.I.
O.I.
O.I.
O.I.
El coste del agua desalada acostumbra a estar, en muchos
casos, enmascarado entre subvenciones y beneficios cruzados
con otros productos, en especial la energía. En España, después de largas discusiones, se ha llegado a determinar cuál
es el coste verdadero de todos los consumos (energía, personal, productos químicos y otros) y la amortización correspondiente: el coste real oscila sobre las 100 pta/m3, para instalaciones de gran tamaño (más de 50.000 m3/día). Esta cifra
se puede incrementar en las plantas más pequeñas por el
efecto de la economía de escala. (M. Torres-Cedex, 1999).
Una correcta distribución de los costes parciales sería:
42 % amortización, 45 % energía y 13 % personal, productos
químicos y otros.
Un país sin rogativas
Espero que no se me considere un descreído si confieso que
me gustaría eliminar de nuestra imagen costumbrista las rogativas por el “beneficio de la lluvia” y que sería feliz si los
futuros gestores de los abastecimientos no tuvieran que vivir
mirando al cielo.
La abundancia de agua es calidad de vida y ayuda a preservar el medio ambiente. Proporcionar una disponibilidad
suficiente y garantizar la calidad es un objetivo prioritario, a
la vez que disponer de ríos con agua circulante, vida acuática, bosques de ribera y paisajes naturales para disfrutarlos,
a ello se unirían unos acuíferos con recursos superiores a las
demandas, sin sobreexplotación.
Alcanzar una situación sostenible, y a partir de aquí sería
mucho más fácil realizar una gestión modélica.
Todo ello sólo es posible con aportaciones externas al ámbito de las Cuencas Internas de Cataluña.
-95-
Soluciones existen al sur, al oeste y al norte y tienen valorados sus aspectos técnicos, económicos y jurídicos. Hay que
debatir aspectos políticos y sociales para llegar a la solución
óptima.
Apostar por soluciones externas no es una fórmula inviable, ni contraria a la planificación general, ello lo reconoce el
propio Libro Blanco cuando en la página 42 dice “… no quiere decir que la solución a las descompensaciones existentes
deba siempre buscarse en el propio ámbito de cada Plan,
puesto que pueden existir soluciones más adecuadas, basadas en el empleo de recursos procedentes de sistemas de
otros ámbitos, que se hallen más próximos o en los que el nivel de utilización potencial sea menor.”
Finalmente, no podemos olvidar un modelo que tenemos
muy cerca y es un ejemplo a considerar: la aportación de los
canales del Ebro a Tarragona.
Se ha pasado de una situación de restricciones casi permanentes, con pocas horas de agua en Reus y agua salada
en las redes de Tarragona y Salou, a una situación de abastecimiento garantizado a las poblaciones y a la industria química y petroquímica, que llegó a importar barcos de agua en
la situación anterior.
La comarca del Tarragonès ha alcanzado el mayor nivel
de inversiones, tanto en nuevas industrias como en ampliaciones, que de otro modo habrían buscado otros emplazamientos.
El parque temático Universal Port Aventura, motor de la
actividad turística, es un ejemplo de lo que no se habría podido llevar a cabo sin agua.
En el aspecto medioambiental, cabe señalar que la sobreexplotación de acuíferos provocada por la excesiva demanda, ha cesado, recuperándose la calidad y los niveles de los
acuíferos costeros, que han pasado de tener entre 1.000 y
5.000 ppm de cloruros, a una situación general menor de
500 ppm, con dedicación preferente a la agricultura.
Los niveles piezométricos han pasado de perder seis metros por año en algunos puntos, a ganar ocho metros por año.
Finalmente, y gracias a la evolución del precio del dinero y
la amortización de algunos créditos, la tarifa media en alta ha
pasado de 82,6 ptas/m3 en 1990, a 47,7 ptas/m3 en 1999.
Conclusión
Se está trabajando intensamente en definir la solución idónea
para el ámbito de Barcelona. Los ejemplos existentes de aportación del Ter y de los canales del delta, son modelos muy
próximos cuyos resultados hay que tener en cuenta.
No tomar ninguna decisión es también una opción, probablemente la peor.
■
Francesc Vilaró Rigol
Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Presidente de Aigües Ter Llobregat (ATLL)
O.P. N.o 51. 2000
PÁGINA INTENCIONALMENTE
DEJADA EN BLANCO
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Aplicaciones de la gestión
del agua al ocio
José Sáenz de Oíza
DESCRIPTORES
RÍOS
CANALES
EMBALSES
USO SOCIAL
OCIO
MEDIO AMBIENTE
Una demanda singular
Condiciones previas
Las actividades de tiempo libre en espacios naturales relacionados con el mundo del agua y en los aledaños de las grandes obras hidráulicas que facilitan su aprovechamiento, experimentan un auge creciente y constituyen una verdadera
demanda de la sociedad actual.
Buena prueba de ello son las más de ochocientas mil licencias de pesca anuales, los casi dos millones de visitantes a
los Parques Nacionales de la Península y los más de doce millones que lo hacen anualmente a sus embalses.
A diferencia de otros usos, entre ellos los agrícolas, estas
actividades constituyen una verdadera demanda, puesto que
existe una disposición al pago por las infraestructuras y servicios que su disfrute requiere, en especial cuando son los ayuntamientos quienes se ocupan de su gestión directa, aunque la
explotación se saque a concurso de la iniciativa privada.
Una buena aproximación al tema puede encontrarse en la
monografía «Embalses y medio ambiente», en la que se relacionan los 113 embalses incluidos en el “Programa de Fomento Social y Adecuación Ambiental de Embalses” y se detallan las realizaciones en nueve de ellos (dos hidroeléctricos:
Portodemouros y Ullivarri, y siete del Estado o las Comunidades Autónomas: Búbal, Cervera, Gabriel y Galán, Riosequillo, San Juan, Valmayor y Zahara el Gastor).
Descripciones meritorias del entorno natural y cultural de algunas obras en particular se pueden ver asimismo en la bibliografía citada, de la serie “Guías para conocer y recorrer”. En
la bibliografía se cita también un libro sobre senderos fluviales.
El desarrollo de estas actividades, que son de la más variada índole, turísticas, deportivas, culturales o sencillamente recreativas –con un neto predominio, en los embalses, de la
navegación a vela o motor, el “windsurf” y los baños–, viene condicionado por múltiples circunstancias: la existencia
de núcleos de población importantes a menos de una hora
de viaje en coche; la disponibilidad de una información previa, sugerente y accesible al gran público; buena señalización de los accesos; unos servicios mínimos de aparcamiento, acogida y estancia; un paisaje y un medio ambiente de
suficiente valor intrínseco y, de forma excluyente, una calidad
adecuada del agua.
El hecho de que no existan núcleos importantes a limitada
distancia del embalse o canal, no es un inconveniente grave,
ya que la pretensión debe ser ponerlos al servicio de la sociedad, sin buscar una masificación tal que exceda a una razonable capacidad de acogida. Sí puede ser un inconveniente para las inversiones de la iniciativa privada.
La información previa es fundamental. Se debe extender
a los elementos constituyentes del embalse –presa, vaso y
cuenca afluente– y al río que el embalse regula, sin olvidar la
enumeración y descripción de los diversos accesos al embalse y la del patrimonio natural y cultural de su entorno, haciendo especial hincapié en los caminos públicos de alguna
relevancia que habrán desarticulado las obras, que son de
gran interés para la práctica del senderismo. Mutatis mutandis, lo mismo podría decirse en el caso de los canales.
-98-
Fig. 1. La pesca es una de las actividades de tiempo libre en embalses.
Fig. 2. En los embalses predominan actividades como la navegación, el “windsurf” y los baños.
-99-
O.P. N.o 51. 2000
Con independencia de otros libros o publicaciones más o
menos oficiales y especializadas, toda esta información debe
recogerse de forma sucinta en folletos ilustrados y ponerse a
disposición de los ayuntamientos que puedan estar implicados.
Al visitante asiduo y al turista ocasional que acude a solazarse al embalse de Linares del Arroyo, le puede interesar
seguramente saber que en los cortados del pintoresco cañón
del río Riaza anida una de las mayores concentraciones de
buitre leonado de la Península; que fue una de las primeras
siete ZEPA de Castilla y León; que en el recorrido del cañón
podrá ver las ruinas románicas del monasterio del Casuar;
que podrá practicar el turismo rural en el inmediato pueblo
de Montejo de la Vega de la Serrezuela; que en la cola del
embalse puede contemplar la ermita de La Veracruz, cuyas
pinturas románicas se trasladaron al museo arqueológico de
Madrid, un puente medieval y el conjunto histórico de la villa
de Maderuelo, una de las Comunidades de Villa y Tierra de
Segovia, con afamada artesanía de piel y cuero.
Análogamente, al visitante del embalse de Navalcán le
pueden interesar los caminos públicos inundados por el embalse, que le pueden servir para recorrer los encinares de llanura circundantes y conocer su rica avifauna. Desde luego, el
más interesante es la Real Cañada Leonesa Occidental, inundada por el embalse, que se encarama a Gredos por el puerto del Pico, de conocida calzada romana, y desciende por el
Campo Arañuelo hasta las cercanías de Monfragüe, donde
cruza el Tajo y sigue hasta Trujillo, donde se une a la Cañada de la Plata, muriendo en las proximidades de Segura de
León (Badajoz).
Pero, seguramente, también le puede interesar recorrer el
camino de Oropesa a Arenas de San Pedro, que cruzaba el
Guadyerbas por el puente Miejar (aguas abajo de la presa actual, de los restos del molino de Guadyerbas y de un repartidor de acequia de origen árabe), el Tiétar en la barca de Montoya, junto al molino del mismo nombre, y el arroyo Valtravieso por la Vadera de la Mimbre, junto a la ermita de Los Llanos. Por supuesto, en este hipotético folleto, no podrían dejar
de mencionarse el palacio del Rosarito, los monjes Bernardos,
el Santuario de Chilla y el poblado prerromano de El Raso.
Todo embalse o canal susceptible de usos recreativos debería disponer de adecuada señalización en sus carreteras
de acceso y en los aparcamientos, donde deben existir paneles informativos con las zonas y servicios utilizables en el embalse o con los caminos que pueden recorrerse a partir del
camino de servicio del canal.
En general, los embalses del Estado se hallan ubicados en
la cabecera de los ríos, lo que asegura una excelente riqueza paisajística, y su alejamiento habitual de las zonas densamente habitadas suele dar como resultado una adecuada calidad ambiental. Por otra parte, los caminos de servicio de los
canales, tan aptos para el cicloturismo y que deberían estar
bien arbolados, facilitan vistas inéditas de los valles, a los que
presta singular encanto la variedad de los cultivos de regadío.
En cambio, la mala calidad del agua puede ser excluyente de todo tipo de uso recreativo y uno de los mejores ejemplos se puede encontrar en el Canal de Castilla. Esta gran
obra de la Ilustración, que es un verdadero parque lineal de
doscientos kilómetros, en el que se han recuperado la práctica
totalidad de sus caminos de sirga; que ha sido reforestado en
amplias zonas (en concreto, en los 40 kilómetros que separan
a Palencia de Valladolid); en donde se han rehabilitado varios
edificios y estructuras dándoles nuevos usos, tanto por parte de
la iniciativa pública como de la privada, y que dispone de un
Plan Especial de Protección, en su condición de Conjunto Histórico, no alcanzará su recuperación integral y su aprovechamiento cultural y recreativo mientras no se eliminen los vertidos
existentes y mejore la calidad de sus aguas, que, por cierto,
abastecen a Palencia y a la mitad de la ciudad de Valladolid.
Ideas para la gestión
Como consecuencia de todo lo expuesto, se ve claramente que
estos aprovechamientos recreativos del mundo del agua pueden y deben considerarse como un usuario más de los recursos hidráulicos, con la ventaja de ser menos consuntivos que
los restantes usos. Como tales usuarios, deben tener los mismos
derechos y obligaciones que los demás: no entorpecer la gestión de los sistemas de explotación de recursos, no degradar
el medio ambiente ni el recurso y poder participar, con voz y
representación, en las correspondientes Juntas de Explotación.
Los ingenieros suelen ser renuentes para permitir el acceso a los pies de presa y la circulación por los caminos de servicio de los canales. En el primer caso, por supuestas razones
de seguridad, y en el segundo, por las responsabilidades que
pudieran contraer en caso de accidentes. Cada caso es un
caso de especie, que debe estudiarse individualmente, pero
puede asegurarse en general que los cierres antivandálicos
ofrecen suficiente seguridad frente a maniobras de los mecanismos de la presa por desaprensivos y que la señalización
de prohibido el paso, aunque luego se tolere, exime de responsabilidad penal. Porque es una lástima vetar el acceso al
colchón y al tramo subsiguiente del río, donde mejor suele
mantenerse la vegetación de ribera, e impedir de forma drástica la circulación, a pie o en bicicleta, por los caminos de servicio de algunos de nuestros grandes canales. Podrían habilitarse, al menos, algunos días en concreto (sábados y domingos, que no se riega).
En cualquier caso, los objetivos perseguidos, que son la
compatibilidad con la explotación y la no degradación del
medio ambiente ni del recurso, se pueden lograr fácilmente
con la redacción de un Proyecto de Adecuación Ambiental y
de un Plan Indicativo de Usos del Embalse.
El Proyecto de Adecuación Ambiental podría ser el equivalente a las medidas correctoras que se deberían proponer
en las EIA, no a las que a veces se proponen. (La utilización
de la sigla responde a una personal repugnancia del autor a
admitir una traducción del inglés tan peregrina, como lo es el
Canal de la Mancha del francés. Los impactos los producen
los proyectiles; los proyectos tienen efectos o consecuencias).
Quizás con otro nombre, se puede decir que en todos los
embalses se han llevado a cabo obras de adecuación ambiental y existe una buena disposición por parte de los inge-
-100-
nieros a acometerlas. Menos frecuente es el caso de los canales, de los que tengo noticia de tres obras: el canal de las
Dehesas, el canal Alto de los Payuelos y, en cierto modo, el
canal de Castilla.
Los Planes Indicativos de Uso de los embalses, en los que
la Confederación Hidrográfica del Duero ha sido pionera,
han adquirido carta de naturaleza en todas las Confederaciones, a partir de la implantación del “Programa de Fomento Social y Adecuación Ambiental de Embalses”.
Deben ser planes indicativos, puesto que la competencia
en materia de medio ambiente radica en las Comunidades
Autónomas y deben ser los ayuntamientos quienes los subsuman en su ordenación urbanística, lo que exige una participación muy activa de los municipios en su elaboración. El papel de las Confederaciones es, por tanto, impulsar la iniciativa, sufragar los costes del estudio, establecer las limitaciones
que exige la explotación y explicitar las obras concretas que
podría realizar a su cargo.
En resumen, los PIDU pretenden la definición de los usos
que son compatibles con los deseos de la gente, con la vocación del embalse y con las necesidades de su explotación; la
determinación y valoración de las infraestructuras y servicios
necesarios para esos fines; la distribución tentativa de sus costes entre las diversas administraciones implicadas y la iniciativa privada y, por último, la atribución de la gestión de estos
servicios, encomendada preferentemente a los municipios.
Hay que reconocer que estos PIDU no han tenido toda la
virtualidad esperada, probablemente por la limitada participación en su elaboración de las Comunidades Autónomas y
los ayuntamientos, a los que no se ha sabido implicar en la
asunción de estas obras hidráulicas, como parte constituyente y muy importante de su realidad territorial y social.
El mundo del agua
Todos los usos del agua son consuntivos, en mayor o menor
grado, puesto que siempre se devuelve al ciclo hidrológico
menos agua de la que se detrae y se modifican, en general,
sus características físicas, químicas y biológicas. Por otra parte, el aprovechamiento del agua es, más tarde o más temprano, el aprovechamiento de los ríos, por lo que una gestión
eficaz del agua con destino a cualquier tipo de usos, incluso
los recreativos, se resume en una gestión eficaz de los ríos, lo
que exige un perfecto conocimiento de los mismos.
En efecto, el 95 % de la escorrentía total del mundo, estimada en unos 40.000 km3/a, desemboca superficialmente en
el mar a través de los ríos. El mundo del agua es, por tanto,
el mundo de los ríos y de los lagos que los alimenten. Esta
consideración no debe hacernos olvidar que algo así como el
25 % de esa escorrentía, durante un tiempo más o menos largo, circula por las venas de la tierra, que son los acuíferos,
antes de aflorar a los ríos. Pero tampoco podemos olvidar
que el aprovechamiento directo de las aguas subterráneas no
se produce por alumbramiento, sino por aborto, como decía
el inolvidable José Luis Fernández Casado.
Se estima que todos los ríos del mundo tienen un volumen
medio de 2.000 km3, una superficie inundada de 125.000 km2
y un tiempo de renovación de unos 15 días. Los lagos tienen
un volumen de 90.000 km3, una superficie de 1.500.000 km2
y un tiempo de renovación muy variable, de decenas hasta
centenares de años.
En la Península estas cifras son mucho más modestas y se
pueden estimar en 110 km3 la escorrentía, 3 km3 el volumen
de los ríos y unos 1.200 km2 la superficie inundada por ellos.
Por otra parte, estos ríos incluyen unos 1.300 km2 de riberas,
de las que, según el Libro Blanco, el 20 % son bosques de ribera; el 30 % cañaverales, zonas pantanosas y comunidades
turbófilas; y el 50 % saucedas. Los lagos, lagunas y zonas húmedas ocupan actualmente 1.140 km2, aunque, parece ser,
ocupaban anteriormente hasta 4.000 km2.
Todos los ríos del mundo experimentan variaciones estacionales de su caudal, lo que condiciona su escorrentía estable,
que es del orden del 30 % al 40 %. Asimismo, el módulo de todos los ríos sufre variaciones interanuales importantes, como
resultado de secuencias de años secos y húmedos. Ha sido, por
tanto, necesario regular los ríos y dotarlos de un caudal estable adecuado, lo que ha exigido una capacidad de embalse
de 5.000 km3 y una superficie inundada de 400.000 km2. Con
esta nueva red hidrográfica se derivan cada año 5.190 km3 y
se consumen 2.900 km3 (el 56 % de la derivación).
En la Península la escorrentía estable es del 5 % al 10 % y
el módulo interanual oscila de la mitad al doble. Nuestra capacidad de embalse es de 58 km3 y la superficie inundada
2.800 km2. La derivación es de 34,6 km3 y el consumo (calculado) 20,4 km3 (el 59 %).
La comparación de la población mundial (6.000 millones)
con la peninsular (37 millones) nos hace ver que todas las cifras per cápita son superiores en la Península.
No es esta, sin embargo, la única diferencia. En Estados
Unidos el volumen útil de un embalse es 2/3 de su volumen
máximo. El Libro Blanco (página 506) considera el 95 %, lo
que disminuye drásticamente la capacidad de laminación de
avenidas y exagera la magnitud de los recursos esperables.
Pero lo más grave es que, en el mundo, los embalses se
hacen para regular los ríos y nosotros los hacemos para satisfacer demandas. Planificamos –si es que lo hacemos– en
función de una prognosis sobre el aumento de la demanda,
en vez de haber estudiado desde el principio nuestros ríos,
haber seleccionado los que se podrían regular y los que nunca se deberían regular, haber proyectado las obras necesarias, haber establecido las limitaciones precisas en el uso del
territorio y haberlas construido, en fin, a medida de las demandas reales.
Quien quiera convencerse de esto no tiene más que repasar la historia de la construcción de nuestros embalses y los
objetivos que se perseguían con cada uno de ellos. Un sólo
ejemplo, de los que podrían proponerse decenas, bastará para demostrarlo:
En 1917 se concluyó la presa de Guadalcacín, de 77 hm3
de capacidad, sobre el río Majaceite o Guadalcacín (el río de
los sederos, según Elías Terés), que es el principal afluente del
-101-
O.P. N.o 51. 2000
Fig. 3. Embalse del Guadalmellato (Córdoba).
Fig. 4. Ecosistema ribereño.
-102-
Guadalete. El embalse no se construyó para regular ni el Majaceite ni el Guadalete, sino para intentar poner en riego
10.000 hectáreas en Jerez de la Frontera.
Con escaso fruto, porque, como señala J. Maurice (citado
en la «Historia y evolución de la colonización agraria en España»), “el verdadero escándalo consistía ahora en el comportamiento de los terratenientes, que seguían sin utilizar las
grandes obras de riego realizadas por el Estado a costa del
contribuyente. Obras como las del pantano del Guadalcacín
en Cádiz (con 10.000 ha de zona regable) o la del Guadalmellato en Córdoba (con 9.500 ha), que habían sido acabadas en los primeros años del siglo, tardaron muchos años en
ser aprovechadas por la mayor parte de los propietarios.”
Basta poner en contraste esta larga cita con la situación
actual del Guadalete-Majaceite (1,472 hm3 de capacidad en
cinco embalses, más el trasvase Guadiaro-Majaceite) para
convencerse del tipo de “planificación” que se ha utilizado.
Otro ejemplo claro de nuestro sistema de “planificación”
es la cuenca del Segura, sabidamente deficitaria, al menos
desde los tiempos de Lorenzo Pardo, cuya superficie en riego
ha crecido de 70.800 hectáreas en 1950 a las 282.711 que
contabiliza el Libro Blanco del Agua.
Como decía el malogrado Juan Benet en “El petrolero de
Taiwan”, artículo publicado en “El País” el 13/12/83: “La sequía agudiza y encona el problema de cómo dotar de agua
a una población, pero no lo crea; quien lo crea es la propia
población (…) la sequía, por último, no es más que el agravamiento súbito de una enfermedad crónica y sólo buscando
el remedio de ésta se podrán evitar los graves quebrantos que
provoca en circunstancias adversas”.
ran los 50 hm3/a de aportación (debe de haber más, puesto
que Norte, Duero y Tajo casi alcanzan esta cifra). Es, por tanto, evidente que todos los estudios necesarios para conocer
estos ríos, que no son tantos, deberían ser objeto de las condiciones de contrato de los documentos XYZT de cada embalse, revisables periódicamente. Asimismo en las normas de explotación de cada embalse (debería proscribirse lo de explotación de presas) habría que agregar, a la seguridad estructural y la seguridad de funcionamiento, la seguridad en la
prestación del servicio para el que se hizo, el primero de los
cuales es el propio río, el mantenimiento de un caudal adecuado (en función de su escorrentía estable) y la conservación
de sus biocenosis fluviátil y amnícola.
Dar a conocer los ríos (¿por qué no un folleto de cada uno
de los principales?) sería sin duda la mejor aplicación de la
gestión del agua al ocio.
■
José Sáenz de Oíza
Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos
Bibliografía
Una demanda singular
La gestión de los ríos
El mundo del agua es el mundo de los ríos, que hoy nos encontramos transformados por los embalses, quizá no los más
convenientes para la regulación ni los menos perjudiciales
para el medio ambiente.
Esta situación es irreversible y no tendría ningún sentido
“llorar sobre la leche derramada”. Lo que procede es conocer
mejor nuestros ríos (basta ver lo poco que dice de ellos el Libro Blanco); estudiar las obras que convendría hacer para
mejorarlos sin más (no para satisfacer una demanda concreta); considerar a los ríos como usuarios privilegiados de los
sistemas de explotación de recursos, garantizando sus caudales en toda época (en Estados Unidos se considera inadecuado un caudal inferior al 30 % del módulo); revisar todas
las concesiones existentes, sobre todo ahora que se va a consentir su transmisión onerosa; corregir el Mapa Oficial de Carreteras, vertiendo en él todo el mundo del agua: los ríos, los
canales, los embalses, los lagos, lagunas y zonas húmedas y
las sierras importantes, divisorias de nuestros ríos, dotándolo
de índices de localización, lo que contribuiría a que la gente
empezara a conocer el mundo del agua y a disfrutar de su
aprovechamiento cultural y recreativo.
El Estado tiene en la Península 212 embalses de capacidad superior a 10 hm3, que afectan a 161 ríos, muchos de
ellos de entre los 246 ríos que, según el Libro Blanco, supe-
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O.P. N.o 51. 2000
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