Nuestra misión profética hoy y mañana seguiendo a Cristo Profeta

Anuncio
Una llamada a una misión profética
Nuestra misión profética hoy y mañana siguiendo a Cristo Profeta
Circular del Superior general
Hno. José Ignacio Carmona Ollo
Introducción
En enero de 2013 enviamos el cuaderno informativo de nuestro último capítulo
general, que se clausuró hace casi un año y medio. El tiempo desde entonces ha
pasado fugazmente. Absorbidos por nuestras múltiples ocupaciones, corremos el
peligro de caminar por inercia, sin pararnos a examinar los buenos motivos de
nuestro viaje, a analizar nuestro recorrido y a recuperar fuerzas.
En esta circular quiero invitar a los hermanos, laicos y demás personas al servicio de
la misión del Instituto a hacer un alto en el camino y preguntarse: ¿Qué es de la
llamada del capítulo a una misión profética renovada, en comunión y perenne?
¿Cuál ha sido nuestra respuesta hasta el presente? ¿Cuál va a ser nuestra
respuesta en el futuro? ¿De dónde y cómo nos vamos a proveer de energías para
continuar la marcha?
En el primer capítulo echo una ojeada a la vida, obra y misión de los profetas de
Israel. Ellos fueron los campeones de la fe en el Dios único, voceros que llamaron a
la conversión y constructores de esperanza para el pueblo, especialmente para los
más pobres e indefensos.
El segundo capítulo está dedicado a Jesús, el profeta por excelencia, “profeta
poderoso en obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc 24, 19). Él es
el profeta íntimamente unido al Padre, que habla con autoridad, que muestra el
verdadero rostro de Dios y que anuncia la Buena Nueva a los pobres.
El tercer capítulo expone algunos fundamentos teológico-espirituales de la
ordenanza del capítulo y, al mismo tiempo, presenta una síntesis de sus decisiones
y orientaciones. Su finalidad es animarnos a llevar una vida profética y recordar la
llamada fundamental de nuestra asamblea, presentándola de manera breve y directa
para hacerla más accesible a todos.
Finalmente, en el cuarto capítulo trato, a la luz de la ordenanza del capítulo general,
de trazar un esbozo de mi ideal con respecto a la misión profética del Instituto en el
futuro. Con ello pretendo suscitar la reflexión, el discernimiento, la toma de
decisiones y el compromiso de todas las personas comprometidas en nuestra misión
de servicio en favor de especialmente los niños y jóvenes1. Así ellas podrán
responder generosamente a la llamada del Espíritu para una misión profética según
nuestro carisma.
Quiera el Señor que estas reflexiones nos sirvan para ser cada día más fieles a
nuestra vocación de servicio para la construcción del Reino.
1
En la ordenanza del Capítulo general de 2012 y en las orientaciones y decisiones que la acompañan
se repite con frecuencia la expresión “niños y jóvenes”. Así es también en esta circular, que recuerda
el mensaje del capítulo. No podría ser de otra manera. La circular se destina obviamente a todos los
que se empeñan directamente en el servicio a ellos. Pero también se dirige, y con igual fuerza, al
grupo de hermanos que ejercen otros ministerios, ya sea al servicio de la comunidad o de otras
personas y grupos. Me refiero en especial a los hermanos mayores, quienes con su oración, con la
ofrenda de sus vidas, con su testimonio y con sus múltiples servicios apoyan de manera sobresaliente
la misión del Instituto en favor de los niños y jóvenes. A estos hermanos pienso dedicarles la próxima
circular.
2
CAPÍTULO I: Los profetas paganos y los profetas de Israel
En este primer capítulo hago una breve presentación de los profetas paganos y de
los profetas de Israel. Esta referencia nos ayudará a conocer la diferencia entre los
verdaderos y los falsos profetas. Seguramente, cada uno de nosotros tiene
características de unos y de otros.
Los profetas paganos
Quienes vivimos inmersos en una cultura cristiana, conocemos los profetas de Israel.
Pero los profetas no eran exclusivos del pueblo hebreo. Existían también en otras
culturas del mundo antiguo.
Los profetas de los pueblos paganos transmitían mensajes que, según ellos, habían
recibido de los dioses en audiciones, visiones e inspiraciones íntimas; por eso eran
vistos por la gente como personas próximas a la divinidad. Con ésta, según la
creencia popular, estaban emparentados de alguna manera los gobernantes. En tal
contexto, la función principal de los profetas era legitimar el culto y la autoridad
establecida.
Los profetas eran, pues, en esos pueblos, defensores de quienes detentaban el
poder. En ocasiones proferían maldiciones y anunciaban desgracias contra los
enemigos del jefe de turno; en otras, se dedicaban a adular a los miembros de la
corte, acariciando los oídos de quienes les escuchaban; en otros momentos,
condenaban los sistemas políticos de los pueblos enemigos y canonizaban el propio.
Estos profetas eran para el pueblo hebreo profetas falsos, que hablaban en su
propio nombre para decir lo que les convenía a ellos o a sus poderosos señores.
Los profetas de Israel
Para el pueblo de Israel, los verdaderos profetas son los mensajeros que proclaman
o anuncian el auténtico mensaje de Yahvé. Tienen, pues, una identidad propia, bien
distinta de la de los profetas foráneos.
Los profetas de Israel no son adivinos ni hablan en nombre propio, sino por cuenta
de otro; son realmente portavoces del Dios único y transmiten su Palabra, y no la de
ellos, con su vida, acciones, gestos simbólicos y oráculos. Todo en ellos es profecía.
Además, son bien conscientes de que son profetas no por su mérito o iniciativa, sino
por la llamada de Dios que no pueden rehusar.
Su mensaje está inserto en un medio, una cultura y un tiempo dados e ilumina sobre
todo el presente pero también el futuro.
A través de su ser y de su obrar, los profetas son memoria de la alianza de Dios con
su pueblo. En este sentido, transmiten un mensaje severo al pueblo infiel
condenándolo por haberse separado de Dios. Pero su mensaje es, al mismo tiempo,
consolador y lleno de esperanza.
La misión fundamental del profeta en Israel es:
-
proclamar la fe en el Dios único que ha pactado una alianza con su pueblo;
llamar al pueblo a la conversión, entendida como fidelidad a dicha alianza;
infundir esperanza a la gente sumida en la adversidad, en el dolor y en la
incertidumbre.
3
El profeta, pregonero de la fe en el Dios único
El profeta es un hombre de fe, que recuerda al pueblo de Israel la alianza sellada
con el Dios único.
Dios es presentado por Oseas como un Dios lleno de ternura que se preocupa por el
hombre. El profeta, en general, sabe que Dios está muy cerca de él y del pueblo;
aprecia el interés que Dios tiene por su persona y por su pueblo. Para el profeta,
Dios es el Dios amigo y él mismo llega a ser el amigo de Dios. Eso es lo que quiero
expresar cuando digo que el profeta vive una profunda experiencia de Dios.
Elías vive una tal experiencia que, con el tiempo se va intensificando. Toda su
existencia es una afirmación enérgica de la fe en el Dios único. Él es el profeta de
fuego que, en el ardor de sus primeros años, se enfrenta a los falsos profetas, los
ridiculiza y los extermina. Después, a medida que su vida avanza, encuentra a Dios
en la brisa suave y silenciosa. Al final de sus días, tras haber dejado un sucesor,
asciende al encuentro con Dios cuando todo su ser es solamente fuego de amor.
Los profetas proclaman con ardor la fe en el Dios único. Son hombres apasionados
por Dios en el doble sentido de la palabra pasión, como amor y sufrimiento. “Se
presentaban tus palabras, y yo las devoraba; era tu palabra para mí un gozo y
alegría de corazón” (Jer 15, 16). Pero la palabra era también fuente de tormentos.
Por causa de ella el profeta es rechazado y perseguido: “Por obra tuya, solitario me
senté, porque de rabia me llenaste. ¿Por qué ha resultado mi penar perpetuo, y mi
herida irremediable, rebelde a la medicina?” (Jer 15, 17.18).
La pasión por el Dios único, fuente de amor y de vida, amigo, protector y compañero
de camino de su pueblo, le lleva al profeta a denunciar el culto a los ídolos, obras de
manos humanas. Ellos son inexpresivos, inertes, carentes de vida. Son nada.
Puesto que no es factible establecer una relación con la nada, es impensable
adorarlos. El culto a los ídolos es un engaño, incluso un absurdo, un pretexto que el
hombre busca para adorarse a sí mismo, para vivir exclusivamente para sí mismo,
alejado de Dios y del prójimo.
La fe de los profetas y su pasión por el Dios único prefiguran la fe de quienes
anunciamos al Dios de Jesús en los nuevos tiempos. Podemos afirmar con Juan que
hemos creído en el amor (cf. 1 Jn 4, 16). Por la fe, don del Espíritu Santo, sabemos
que Dios, por y en Cristo, nos es muy cercano y nos ama con un amor infinito. Esta
convicción suscita en nosotros una gran confianza en Él. Durante el largo camino de
la vida, la confianza viene a ser nuestra respuesta de fe al don divino de la fe.
El profeta, heraldo que llama a la conversión
La llamada a la conversión que hacen los profetas adquiere diversos matices. Oseas
resalta la fidelidad de Dios e invita al pueblo creyente a la fidelidad a Él; Isaías le
pide vivir rectamente para hacer visible la santidad de Dios; Jeremías lo exhorta a
fundamentar su confianza en Dios, descartando la falsa seguridad que daban el
Templo y los poderes temporales; Ageo y Zacarías sacuden su somnolencia y su
tibieza, denunciando su alejamiento de Dios; Amós y Miqueas le exigen la
coherencia entre su fe y su obrar.
El profeta, voz de los pobres
El anuncio y la reconstrucción de la esperanza del pueblo alejado de Dios se
presentan en Ezequiel como una resurrección; en el Deuteroisaías como la
liberación del pueblo invitado a realizar un nuevo éxodo; y en Amós y Miqueas como
un servicio preferencial a los pobres.
4
El profeta es también un apasionado por el pueblo, especialmente por el pueblo
pobre y oprimido. Los pobres, representados frecuentemente en la Biblia por los
extranjeros, los huérfanos y las viudas, son los preferidos de Dios. Por su relación
íntima con ese Dios, el profeta llega a amar a los más débiles a la manera de Dios.
Inflamado por este amor, anuncia la imperiosa necesidad de practicar la caridad y la
justicia como expresión de fidelidad al Dios de los pobres.
Juan el Bautista, más que un profeta
Hacía ya muchos años que se había extinguido la profecía en Israel. Desde que
otros pueblos habían pasado a dominar la tierra de la promesa, ya no era posible
imponer la observancia de la Ley de Dios para serle fiel. Muchos habían perdido
toda esperanza.
Es entonces cuando aparece Juan el Bautista. De él dice Jesús que es el mayor de
“entre los nacidos de mujer” (Mt 11, 11) y “más que un profeta” (Mt 11, 9). ¿Por qué
estas afirmaciones?
La respuesta es sencilla. Los profetas que precedieron al Bautista transmitían la
Palabra de Dios, recibida a través de visiones e inspiraciones. El Bautista, sin
embargo, anuncia al mismo Jesús, el Mesías esperado, que es la Palabra en
persona. Por esta razón el llamado Precursor es “más que un profeta”.
En el desierto hay solamente dos opciones: o mirar a la tierra o mirar al cielo. Por
eso, el desierto es representado como el lugar por excelencia del encuentro con
Dios. El Precursor vive en el desierto austeramente, sin ni siquiera tener lo
indispensable. Su vida fuera de lo común y su palabra de fuego atraen a la gente. Él
la llama a la conversión, a volver su mirada a Dios, a la justicia y a la misericordia
con los necesitados.
En sus últimos días, probablemente presintiendo su martirio, el Bautista envía a sus
discípulos al encuentro con Jesús para que sean testigos de las maravillas
realizadas por Aquel que es mucho más grande que él y del que no se considera
“digno de llevarle las sandalias” (Mt 3, 11; cf. Jn 1, 29 -30; cf. Lc 7, 21 - 23), servicio
que en la época prestaban los esclavos a sus señores.
5
CAPÍTULO II: Jesús, el Profeta por excelencia
Yo, Yahveh, te he llamado en justicia,
te así de la mano, te formé,
y te he destinado a ser alianza del pueblo
y luz de las gentes,
para abrir los ojos ciegos,
para sacar del calabozo al preso,
de la cárcel a los que viven en tinieblas.
(Is 42. 6.7)
La profecía alcanza su punto culminante y definitivo en Jesús, “profeta poderoso en
obras y palabras delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc 24, 19; cf. Lc 7, 16 – 17; cf.
Mt 21, 11; Jn 6, 14; cf. Jn 7, 40).
Jesús es el Hijo del Padre. Con Él vive en intimidad profunda, en un continuo e
intenso intercambio de Amor. Más todavía, este intercambio es tan perfecto que
suscita una tercera persona bien real y distinta, el Espíritu Santo.
La estrecha relación de Jesús con su Padre le hace decir: “El Padre y yo somos uno”
(Jn 10, 30). En virtud de esta relación, Jesús conoce al Padre perfectamente y es el
mejor facultado para transmitir su mensaje. Al mismo tiempo, la voluntad del Padre
es para Jesús el pan de cada día, su alimento (cf. Jn 4, 34). Jesús nace con la
misión de cumplir dicha voluntad (cf. Heb 10, 7.9).
El mensaje de Jesús acerca de Dios está en continuidad con el de los profetas de
Israel, pero es un mensaje fresco y nuevo que va mucho más allá. Es, además, un
mensaje completo y definitivo, al que nada más se puede añadir.
Los profetas antiguos de Israel recibían la Palabra de un Tú y la transmitían en su
nombre. Jesús, por su lado, propone su mensaje hablando en primera persona y de
un modo nuevo, con propiedad y autoridad: “Habéis oído que se dijo… pues yo os
digo…” (Mt 5, 21 – 48; cf Mc 1, 22; cf. Mt 7, 29).
La autoridad de Jesús le viene, precisamente, de su unión íntima con el Padre:
“Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre,
ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera
revelar” (Mt 11, 27). Jesús es, pues, el Hijo de Dios que se comunica familiarmente
con el Padre y no deja de darlo a conocer.
Jesús ratifica su misión profética con gestos y signos fuera de lo común: curaciones
admirables, resurrecciones, dominio de los fenómenos naturales y conversiones
sorprendentes. Las gentes asombradas decían: “Hoy hemos visto cosas increíbles”
(Lc 5, 26).
La unidad y armonía perfectas entre los pensamientos, las palabras y las obras de
Jesús derivan de su unión íntima con el Padre. Su vida es totalmente coherente. Él
no se limita a pronunciar ‘buenas palabras’ sobre el obrar divino y sobre el obrar
humano, Él habla también por sus acciones, las cuales son profecía que revela el
rostro y el corazón de Dios, y que dibujan los rasgos de una humanidad nueva.
Jesús acompaña su mensaje con gestos extraordinarios que concluyen con su
trágica muerte y su gloriosa resurrección.
Jesús nos revela en su mensaje el verdadero rostro de Dios. Se trata de un Dios que
es comunidad de personas: un Dios Padre que ama profundamente a su Hijo
Jesucristo y a todos sus hijos e hijas adoptivos; de un Dios Hijo que corresponde al
6
amor del Padre con un amor sin límites hacia Él y hacia todos sus hermanos y
hermanas de este mundo; y de un Dios Espíritu, fruto del amor entre el Padre y el
Hijo, que nos da el conocimiento del inmenso amor de Dios y nos mueve a amarlo
con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con toda nuestra mente y con
todas nuestras fuerzas, así como a amarnos unos a otros.
Jesús nos presenta a Dios como un Padre amoroso, tierno, bueno, compasivo,
misericordioso, solícito, generoso, indulgente, cercano y amigo; como un Dios que
ha querido compartir la vida de los hombres en la persona de su Hijo Jesús y se ha
entregado por nosotros hasta el punto de dar la vida; como un Dios que nos guía,
nos acompaña y nos sostiene siempre por el Espíritu de amor; como un Dios que
nos ofrece una salvación que es pura gracia y que nosotros nunca pudiéramos
merecer por el mero hecho de ser buenos o por cumplir la ley; como un Dios que
nos reconoce no como esclavos sino como hijos; como un Dios que nos invita a una
relación filial, de amor y confianza.
Los pobres, los mansos, los que sufren, los perseguidos, los compasivos y los
constructores de paz son los preferidos del Padre. Es por eso que los pobres son
también los preferidos de Jesús. Él vive con ellos, vive como ellos y vive para ellos.
La mayor acción profética de Jesús es sin duda alguna su Misterio pascual, la de su
muerte y su resurrección. Como muchos de los profetas, Jesús es perseguido por
sus enemigos, quienes al final logran darle muerte. Pero a diferencia de los profetas,
su muerte no es solamente un testimonio de fidelidad sino causa de salvación para
todos los que creen en Él. Jesús muere en la cruz como alimento de salvación
después de haber afirmado en su última cena: “Este es mi cuerpo que es entregado
por vosotros; haced esto en recuerdo mío” (Lc 22, 19). Él no se limita, pues, a
anunciar fielmente la salvación; Él es la salvación en persona.
7
CAPÍTULO III: La llamada del Capítulo general de 2012
El capítulo general de 2012 se desarrolló desde finales de abril hasta últimos de
mayo. En enero de 2013 enviamos el cuaderno informativo a todas las entidades.
Estoy seguro de que ustedes han hecho buen uso de él.
Llegado a este punto de la circular, quiero presentar una síntesis del mensaje del
capítulo. Mi intención al hacer esta presentación es doble: por una parte, facilitar la
comprensión de dicho mensaje; por otra, animarnos a vivirlo día tras día. Pero antes
de pasar a la síntesis quiero hacer ver algunos motivos en los que se basa la
ordenanza. Normalmente, detrás de todo mandato hay algún porqué. En este caso,
el motivo, evidentemente, es de orden teológico-espiritual.
Fundamento
La ordenanza del capítulo y las decisiones que la acompañan nos llaman a la acción
para responder a las “necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie
se ocupa”2. Pero no se trata de una acción por motivos meramente filantrópicos,
porque, como dice muy bien el Papa Francisco, ‘la Iglesia no es una ONG’. Se trata
de una acción fundamentada en una fe firme y en una espiritualidad centrada en el
Corazón compasivo de Dios.
La compasión de Dios se hace patente en su Hijo Jesús. En Él Dios viene a nuestro
encuentro. Es sobre todo por la muerte y resurrección de Jesús como Dios nos
muestra su amor y su perdón sin límites. Al experimentar dicho amor nos
preguntamos: ¿Cómo hacer para que el amor de Dios, que se ha revelado en Cristo,
sea conocido por todos los hombres y mujeres, y cambie nuestro corazón y el
corazón de todos y de todas? En palabras de nuestra Regla de vida, ¿cómo realizar
“el Ametur Cor Jesu, nuestra divisa y nuestra común esperanza”? (R 12).
La respuesta es bien sencilla: siendo hombres de fe. La fe es, en primer lugar, un
don que recibimos de Dios y, después, una respuesta que le damos. Dios, que nos
regala la fe, espera nuestra respuesta de fe.
Hemos visto que el profeta es, ante todo un hombre de fe. La fe es la convicción de
que Dios nos es muy próximo, de que nos ama con un amor inmenso, de que confía
en nosotros y nos perdona siempre. Esta convicción nos lleva a vivir con una gran
confianza en Él.
El profeta vive su fe en la cotidianidad. Escribe T. Radcliffe:
“El profeta no anuncia el futuro, anuncia la Palabra de Dios, la palabra que alegra a la gente, que la hace
crecer. Ser profeta es decir palabras fecundas que alimentan y fortifican (cf. Ef 4, 29).
Ejercemos este ministerio centenares de veces al día por nuestra manera de hablar a los otros y de hablar
de ellos; de charlar, de bromear, de hacer comentarios; de bendecir o maldecir, de alabar o de acusar.
Profético implica decir palabras verdaderas, que respetan la dignidad de los otros, que valoran lo bueno que
hay en ellos. Incluso cuando es necesario denunciar, hacerlo permaneciendo en el nivel del amor que Dios
tiene para con sus hijos, jamás con desprecio” 3.
2
Siempre que en esta circular encuentren un texto entre comillas sin referencia a su origen, se trata de una expresión o frase
textual de la ordenanza del capítulo general de 2012 o de las orientaciones y decisiones que la acompañan.
3
Traducido de RADCLIFFE, Timothy. Faites le plongeon. Paris, Cerf, 2012, pp 221-222.
8
De la citación que acabo de hacer se desprende que el profeta muestra su fe, en
primer lugar, por su estilo de vida. Hoy sabemos que no todos los profetas dejaron
textos, pero todos marcaron su vida con abundantes gestos proféticos.
El Papa Francisco ha comenzado su pontificado con algunos gestos que van muy en
consonancia con nuestra misión profética. Les recuerdo algunos de ellos.
1. Ante todo, como permanente música de fondo, él invita insistentemente a una
vida centrada en Jesús.
Animados por el Espíritu y por la palabra del Papa, busquemos nuestra felicidad
únicamente en el Dios de Jesús, abrámonos a su amor misericordioso. Seamos
hombres de fe, mansos y humildes de corazón, a ejemplo de Jesús. Amemos al
buen Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas
nuestras fuerzas y amémonos unos a otros como Dios nos ha amado. Pidamos
al Señor que cambie nuestro corazón para llegar a una real conversión.
2. El saludo de ‘buenas tardes’ que dirigió a la multitud, recién elegido, como a él le
gusta decir, Obispo de Roma, muestra de sencillez en el trato y de cercanía.
3.
El llevar sus zapatos viejos, el hecho de vivir en una residencia más modesta, la
renuncia al papamóvil en algunas ocasiones, etc., son expresiones de su
pobreza evangélica.
Estos gestos nos invitan a ser pobres que viven para, como y con los pobres.
Vivamos la pobreza consagrada por la sencillez de vida, el desprendimiento, la
entrega en el trabajo, el servicio a los pobres, el compartir los dones y bienes, la
dependencia, evitando guardar dinero para uso personal sin conocimiento ni
permiso del superior y sin rendirle cuentas (cf. R 89).
Utilicemos los vehículos, los equipos y la tecnología que sean necesarios para el
servicio de la misión, y seamos sobrios en la utilización para nosotros mismos de
medios materiales puestos a nuestra disposición. Aunque no sea fácil, es posible
vivir la pobreza evangélica al servicio de la misión incluso al interior de grandes
obras. Si somos hombres de Dios, todo es posible. En no pocas comunidades
locales, ¿no tenemos un número exagerado de vehículos principalmente para
nuestro servicio personal? ¿No son demasiado costosos?
4. El hecho de ir al encuentro de los jóvenes encarcelados o de los emigrantes
exhaustos y desprovistos de todo, he ahí otro signo elocuente de su opción por
los pobres.
5. Él nos llama a ‘ser pastores con olor a oveja’, es decir, a ser cercanos a la gente
y a vivir la fecundidad de nuestra consagración en el servicio (la diaconía).
Todo lo hemos recibido. En consecuencia, vivamos nuestra vida religiosa para
darnos del todo a Dios y al prójimo. No estamos en ella para servirnos a
nosotros mismos.
6. Él nos insiste que no seamos funcionarios, a imagen de aquéllos que trabajan a
desgana, que hacen lo mínimo posible, que no se centran en el servicio que
están llamados a ofrecer, que se encierran en sus despachos, que se ocupan
sobre todo de las cosas y olvidan las personas y sus situaciones.
9
7. Decide, en un gesto de colegialidad, nombrar comisiones de estudio encargadas
de examinar algunos asuntos relevantes para la vida y misión de Iglesia hoy.
Este gesto nos anima a realizar siempre comunitariamente nuestra misión de
caridad y servicio, evitando proceder como francotiradores independientes.
Como he dicho en algunos lugares, frecuentemente hemos practicado en el
pasado una solidaridad paternalista e individual, como si fuéramos propietarios.
No debemos repetir esta historia. La caridad debe ser pensada en comunidad,
decidida en comunidad, bien organizada en comunidad y realizada en
comunidad.
Síntesis
Ustedes encuentran a continuación una primera página que sintetiza la ordenanza.
Las páginas siguientes resumen las orientaciones y decisiones relativas a la misión
profética renovada, la misión profética en comunión y la misión profética perenne.
Cada una de estas secciones contiene una llamada, un discernimiento y una
respuesta
En la síntesis de la ordenanza se afirma que la misión del instituto se desarrolla de
acuerdo con el carisma del Padre Andrés Coindre. Inspirados por dicho carisma, los
colaboradores en la común misión -hermanos, laicos y otros- miramos siempre con
compasión a los niños y jóvenes afectados por necesidades urgentes y de los que
nadie se ocupa. Dirigimos esta mirada tanto a los que están en nuestras propias
obras apostólicas –en todas ellas encontramos niños y jóvenes necesitados- como a
quienes se hallan en otros lugares. Acompañada por un discernimiento personal y
comunitario apoyado en la oración, nuestra mirada supera ampliamente el nivel de
las emociones y se concreta en acciones en su favor.
La llamada no se dirige sólo a los hermanos, quienes estrictamente son los únicos
miembros del Instituto. “Todo el Instituto” significa, en esta circular, todas las
personas y grupos que colaboran en la misión, es decir, los hermanos, laicos y
personas con otras vocaciones, las comunidades locales y educativas, las entidades
y los responsables de la animación y de la administración.
Si bien es cierto que el mandato se dirige a todos, el Capítulo pone el acento en el
rol especial de los “responsables de la animación y de la administración” a todo
nivel. A ellos les corresponde de modo particular “dinamizar la misión profética de
las obras y comunidades” suscitando y animando iniciativas en sus respectivos
lugares.
Hago aquí una aclaración. Al hablar de la misión compartida, o lo que es lo mismo,
de la misión en comunión, hemos venido utilizando en el Instituto la expresión
‘hermanos y colaboradores en la misión’. Propongo sustituirla sencillamente por
‘colaboradores en la misión’. Entonces, cada vez que en esta circular encontremos
esta última enunciación, hemos de entender que se trata de los hermanos, laicos y
demás personas comprometidas en la misión del Instituto. Permítanme exponerles
los motivos de mi opción.
En primer lugar, la palabra ‘colaboradores’ (‘partenaires’ en francés, ‘partners’ en
inglés) se aplica a personas, instituciones o empresas que se unen para realizar un
trabajo o una misión común. En nuestro caso, los hermanos se unen a los laicos y
demás personas para realizar la misión con todos ellos; ellos son, pues,
colaboradores. A su vez, los laicos se unen a los hermanos y demás personas para
realizar la misión con todos ellos; ellos son, pues, también colaboradores. Lo mismo
10
pasa con las otras personas que se unen con los hermanos y laicos; ellas son
asimismo colaboradoras.
En segundo lugar, la expresión ‘colaboradores en la misión’ es más adecuada para
referirnos a personas de igual dignidad y con vocaciones distintas que, en
corresponsabilidad, viven en la Iglesia comunión el mismo carisma al servicio de una
misión común.
Les presento a continuación la síntesis del mensaje del capítulo general de 2012.
11
Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón
Capítulo general de 2012
UNA LLAMADA A UNA MISIÓN PROFÉTICA
Síntesis de la ordenanza
Responsable(s)
Compromiso
Todo el Instituto
(colaboradores
en la misión,
comunidades
locales y
educativas).
En fidelidad al carisma del Padre Andrés Coindre, el
Instituto se compromete, “con renovada determinación y
en espíritu de conversión constante, a destacar la
dimensión profética de su misión… a la luz de las
necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que
nadie se ocupa”.
UNA MISIÓN PROFÉTICA
RENOVADA
EN COMUNIÓN
PERENNE
Compromisos
Responsables
de la animación
y de la
administración
en todo nivel
Realizar un
discernimiento
que conduzca a
la toma de
decisiones para
llevar a cabo
una misión
profética
renovada “de
las obras y
comunidades” y
favorecer la
puesta en
práctica de
estas
decisiones.
Organizar y
apoyar la
formación
conjunta, según
nuestro carisma,
de todos los que
colaboran hoy
en la misión
profética.
12
Favorecer el
despertar
vocacional de los
jóvenes y su
compromiso en
una misión
profética
invitándolos “a
encontrarse con
Jesús y a ser,
junto con los
hermanos,
solidarios con los
niños y jóvenes
marginados”.
Decisiones
1. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA RENOVADA
Pasos
Responsables
-
-
Una
llamada
Todo el
Instituto
-
-
-
Un
discernimiento
Cada entidad
Compromisos
Dar prioridad, en nuestra acción profética, a
los “niños y jóvenes” afectados por
necesidades urgentes y “de quienes nadie
se ocupa”.
Centrar nuestra espiritualidad en el
Corazón compasivo de Dios para discernir”
sus “necesidades urgentes” y “responder a
ellas”.
“Mirar a los niños y jóvenes como lo hizo el
Padre Andrés Coindre” y “acercarnos más
a ellos”.
“Transformar en ‘santuarios protectores’
para ellos las comunidades y obras
apostólicas
donde
estamos
comprometidos”.
Denunciar en caso necesario “la injusticia
contra los niños y jóvenes”.
Estar “dispuestos a asumir los riesgos que
conlleva una misión profética realizada en
comunión”.
“Cada entidad realizará un proceso de
discernimiento en cada una de sus
comunidades locales y, si es necesario,
con los representantes de nuestras obras
para determinar las necesidades urgentes
de los niños y jóvenes y evaluar cómo
responde cada obra a esas necesidades”.
En este proceso de discernimiento se
tratará de “poner en claro” cuáles son las
necesidades urgentes a las cuáles se
quiere dar respuesta, dónde y con qué
medios. Se precisará igualmente “el tipo de
compromisos que asumirán los hermanos
en esta misión”: “responsabilidades
administrativas” o “acompañamiento más
personal de los niños y jóvenes”.
Asimismo, tratará de ver la mejor manera
de actualizar nuestra preocupación por
“evangelizar a los niños y jóvenes que se
nos confían”.
13
Decisiones
1. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA RENOVADA (Continúa)
Pasos
Responsables
Consejos de
entidades
Una
respuesta
Compromisos
A partir de las conclusiones del proceso de
discernimiento, los consejos provinciales y
los de las delegaciones crearán “un plan de
acción
orientado
a
responder
proféticamente al menos a una de esas
necesidades urgentes”, ya sea en las obras
existentes o en una nueva. Este “plan de
acción será presentado al consejo general
para su aprobación”.
El proceso de discernimiento, el plan de
acción y su puesta en marcha deben
realizarse de aquí al 2015. “Cada entidad
presentará un informe con ocasión de la
conferencia general de 2015”.
Consejo
general
- Animar a los colaboradores en la misión a
realizar una misión profética. Esto “incluirá la
promoción de un estilo de vida coherente
con estas respuestas”.
- Evaluar y aprobar los planes de acción de
cada entidad.
- Informar al Instituto sobre las iniciativas
adoptadas por las entidades y favorecer la
obtención de la ayuda necesaria para su
puesta en marcha.
14
Decisiones
2. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA EN COMUNIÓN
Pasos
Responsables
Una
llamada
Todo el
instituto,
colaboradores
en la misión
Compromisos
Comprometerse en la “formación común
según el carisma del Padre Andrés Coindre,
en vistas a una misión profética”.
El proceso de discernimiento se orientara a
la elaboración de un plan de formación
común que ha de favorecer:
Un
discernimiento
Colaboradores
en la misión
- La misión profética del Instituto.
- “La construcción de la comunidad” de los
colaboradores en la misión, “basada en
relaciones fraternas y sinceras” que se
expresan en “pequeños gestos cotidianos”.
- El compartir la fe.
- “Una mayor participación” en la misión
profética, una conciencia acentuada de la
misión y una más grande corresponsabilidad
en las decisiones.
Cada entidad
- Elaborar “un plan de formación común” de
los colaboradores en la misión que
comprenda “los elementos esenciales de
nuestro carisma”: la espiritualidad de la
compasión, la pedagogía de la confianza, la
opción preferencial por los pobres, el trabajo
en colaboración, la complementariedad de
vocaciones, etc.
- Promover experiencias en las que los
colaboradores refuercen la comunión en el
carisma.
Consejos de
entidades
Acompañar y evaluar las experiencias de
comunión en el carisma que se realicen en
las comunidades y obras, e informar sobre
ellas al consejo general.
Una
respuesta
Consejo
general
- Apoyar los planes de formación común.
- Promover la ayuda mutua entre las
entidades para una mejor formación común.
15
Decisiones
3. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA PERENNE
Pasos
Responsables
Compromisos
Una
llamada
Colaboradores
en la misión
Comprometernos todos en la pastoral
vocacional con el fin de asegurar la
continuidad de la misión profética.
Entrar en un proceso de discernimiento
personal y comunitario sobre el testimonio
de vida que damos “a los hombres y
mujeres de nuestro mundo y a los jóvenes
en particular”.
Hermanos
Un
discernimiento
Entidades,
comunidades
locales y
educativas
Cada hermano
Entrar en un proceso de discernimiento
sobre el modo más adecuado de realizar
una pastoral vocacional con vistas a la
misión profética.
- Rezar por las vocaciones.
- Promover las vocaciones “por el testimonio
de su vida consagrada y por la calidad de su
presencia cercana a los jóvenes”.
- Implicarse, en la medida de sus
posibilidades, “en la pastoral juvenil y en la
pastoral vocacional”.
-
Cada
comunidad
-
-
Una
respuesta
Cada entidad
-
Rezar por las vocaciones.
Favorecer experiencias de compromiso de
los jóvenes en favor de los más necesitados.
Evaluar “periódicamente la calidad de su
acogida a los jóvenes y de su presencia
cercana a ellos”.
Formular y poner en marcha “un proyecto de
pastoral juvenil y de pastoral vocacional
capaz de comprometer” a colaboradores en
la misión, “de interpelar a los jóvenes y de
ayudarles a progresar en su maduración
personal”.
Ver la posibilidad de establecer una
comunidad para acoger a algunos jóvenes
que desean realizar una experiencia de vida
con los hermanos apta para conducirlos a
un discernimiento vocacional.
16
Decisiones
3. PARA UNA MISIÓN PROFÉTICA PERENNE (Continúa)
Pasos
Una
respuesta
(Continúa)
Responsables
Compromiso
El superior
provincial
“En sus visitas”, animar “a los hermanos a
perseverar en su compromiso a favor de la
pastoral vocacional”.
Consejo
general
En sus visitas a las entidades, prestar “una
atención especial… al dinamismo de la
pastoral vocacional”.
17
CAPÍTULO IV: Misión profética del Instituto: Visión de
futuro4
En este apartado, inspirado en el mensaje lanzado por el Capítulo general de 2012,
deseo presentar mi sueño acerca de la misión profética del Instituto en los próximos
años. En otras palabras, hablando en términos de organización de instituciones,
trataré de presentar mi ‘visión’ acerca de la misión profética.
¿Cuál es, para el día de mañana, mi visión sobre la misión profética del Instituto?
Permaneciendo fieles al carisma del padre Andrés Coindre, ¿qué tipo de misión
profética al servicio de los niños y jóvenes está llamado a realizar el Instituto?
¿Hacia qué ideal de misión profética el Instituto está llamado a tender en los
próximos años? La respuesta a estas preguntas es bien importante, pues no es
bueno caminar sin rumbo. Como se dice en Colombia, ‘a aquel que no sabe adónde
va, cualquier bus le sirve’.
Antes de empezar a responder, debo advertir, una vez más, que la palabra Instituto
tiene aquí un sentido amplio. El Instituto, en este sentido, no es sólo el grupo de
hermanos sino que comprende todos los colaboradores y colaboradoras en la
misión: hermanos, seglares y demás personas.
Mi respuesta, inspirada en el Capítulo, es una respuesta personal. Al proponerla
busco estimular la reflexión de aquéllos y aquéllas que están implicados en la
misión. Estoy firmemente persuadido de que la verdad es una luz que descubrimos
juntos. Por decirlo de otra manera, la verdad no es mi verdad ni tu verdad. La
verdad es nuestra verdad. Intentaré esbozar una respuesta, animado por la
convicción de que a todo el Instituto –a todos los colaboradores en la misióncorresponde discernir la naturaleza y características de su misión profética en el
futuro. Mi respuesta será, por lo tanto, la señal de inicio de un viaje que les invito a
realizar juntos.
Percibimos esta visión de futuro a la luz de la Palabra de Dios, de la Regla de vida,
de la historia del Instituto, de su realidad actual, de las orientaciones de los
capítulos generales, en especial los de los años 2000, 2006 y 2012, los cuales han
trazado orientaciones claras, profundas y prácticas sobre el tema de la misión.
El Capítulo de 2000 nos invitaba, en fidelidad al carisma del padre Coindre, a
escuchar el grito de los niños y jóvenes pobres y sin esperanza, y a responder a
dicho grito. El Capítulo de 2006 nos exhortaba a encender juntos el fuego en el
santuario de nuestra misión al servicio de los niños y jóvenes. El Capítulo de 2012
nos llama a comprometernos, “con renovada determinación y en espíritu de
conversión constante, a destacar la dimensión profética de (nuestra) misión… a la
luz de las necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie se ocupa”.
Si bien estos tres últimos capítulos generales han tocado el tema de la misión, el de
2012 le ha dado un lugar central y exclusivo y ha trazado caminos muy apropiados
y concretos para avanzar paso a paso hacia una misión profética renovada,
4
El contenido de este capítulo es prácticamente el mismo que presenté el día 18 de julio de este año a los equipos directivos
de los colegios de las tres provincias de los Estados Unidos reunidos en asamblea. Ésta tuvo lugar en el establecimiento
educativo Saint Stanislaus College, Bay Saint Louis, Mississippi. Participaron en ella alrededor de 110 personas. El
Hermano Ivy Leblanc nos invitó al Hermano Raymond Hetu y a mí a participar en ella. Agradecemos al hermano Ivy la
oportunidad que nos dio de compartir unos días con gente maravillosa.
18
compartida y perenne. En consecuencia, mi visión acerca de la misión profética del
Instituto se apoyará sobre todo en la ordenanza, decisiones y orientaciones de este
último capítulo.
En el transcurso de últimos siete años he tenido la fortuna de visitar todas las
comunidades y obras del Instituto. Al recorrerlo, he podido constatar su notable
diversidad. Habida cuenta de la gran diferencia entre las diferentes regiones y
culturas, un capítulo general no puede hacer sino propuestas generales, que
después se aplicarán en cada lugar de acuerdo con las situaciones particulares. Por
lo tanto, quiero subrayar que mi visión de la misión profética del Instituto, a la luz de
la ordenanza del capítulo, es una visión general cuya única utilidad consiste en
suscitar el discernimiento para que en cada lugar específico se promueva una
misión profética renovada, compartida y perenne de las comunidades y obras.
Mi visión acerca de la misión profética renovada
Dirijamos una mirada al icono de Jesús-Profeta
Leemos en el Evangelio de Lucas:
Llegando donde él aquellos hombres, dijeron: ‘Juan el Bautista nos ha
enviado a decirte: ¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?’
En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y dolencias, y de
malos espíritus, y dio vida a muchos ciegos. Y les respondió: ‘Id y contad a
Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los
leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, se
anuncia a los pobres la Buena Nueva’ (Lc 7, 20 – 22).
Jesús es el profeta amigo de Dios y de todos sus hijos e hijas. Como podemos
observar en el texto que acabamos de leer, tiene una preferencia por los pobres,
los enfermos, quienes tienen limitaciones físicas o síquicas, los abandonados, los
ignorados y quienes viven como muertos porque han perdido la ilusión de existir.
En sintonía con la preferencia de Jesús por los más necesitados y en fidelidad al
carisma del padre Andrés Coindre, la ordenanza del Capítulo general de 2012 llama
al Instituto a comprometerse, “con renovada determinación y en espíritu de
conversión constante, a destacar la dimensión profética de su misión… a la luz de
las necesidades urgentes de los niños y jóvenes de los que nadie se ocupa”. Esta
ordenanza del Capítulo me inspira múltiples sueños y esperanzas con respecto a
todos los que hemos heredado el carisma del padre Andrés Coindre.
En primer lugar, veo que en el futuro los colaboradores en la misión profética son
hombres y mujeres que, personal y comunitariamente, viven en profunda intimidad
con el Dios compasivo, cuyo corazón late de forma especial por los más pequeños
y abandonados. Es en este amor íntimo donde se fundamenta la entrega generosa
de todos ellos, comprometidos en la misión educativa al servicio de los niños y
jóvenes, especialmente de los más necesitados.
En segundo lugar, veo que la profunda amistad de los colaboradores con el Dios de
Jesús se manifiesta a través de un servicio educativo a los niños y jóvenes
caracterizado por la confianza en sus inmensas posibilidades y por la relación
cercana entre todos los agentes de la misión educativa: alumnos, educadores y
padres. Se muestra también en un clima educativo hecho de bondad, sencillez,
cercanía, diálogo interpersonal, escucha y apoyo recíproco.
En tercer lugar, veo que nuestras obras, tanto las que acogerán una mayor parte de
niños y jóvenes provenientes de familias en precaria situación económica como las
19
que recibirán a niños y jóvenes en mejor posición, son para todos ellos santuarios
protectores, en especial para quienes padecen la pobreza material o alguna
especial limitación física, intelectual, sicológica, afectiva, relacional, espiritual carencia de Dios y de sentido de la vida-, etc. Percibo también que en todas esas
obras, en sintonía con el carisma del padre Andrés Coindre, se dirige una mirada
especial hacia los otros niños y jóvenes necesitados del medio o de lugares lejanos
y que se desarrollan en su favor iniciativas diversas: apadrinamientos, otorgamiento
de becas de estudio, experiencias misioneras o de voluntariado, etc.
En cuarto lugar, veo que los colaboradores en la misión entran en un proceso de
discernimiento continuo sobre las necesidades más urgentes no satisfechas de los
niños y jóvenes en los distintos medios y que este discernimiento no se queda
únicamente en buenos deseos sino que se concreta en la creación y sostenimiento
de nuevas obras para responder a dichas necesidades.
Mi visión acerca de la misión profética compartida
Miremos ahora el icono de Jesús-Siervo.
Leemos en el Evangelio de Juan:
Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he
hecho con vosotros (Jn 13, 15).
Esta es la frase que Jesús dice a los suyos después de haberles lavado los pies. La
misión de Jesús no es solamente suya sino que es igualmente nuestra, la de todos
los que le seguimos. Participamos en la misión profética de Jesús anunciando
como Él el mensaje del Padre, abriendo nuestros corazones a una vida nueva,
germen de la vida futura, y construyendo una comunidad de personas que se
ayudan mutuamente y que apoyan a los demás, sobre todo, a los más necesitados.
Quienes realizamos un ministerio en favor del prójimo o en favor de los niños y
jóvenes, somos memoria viva del Jesús siervo que se arrodilla para lavar los pies a
sus discípulos.
El Capítulo general de 2012 nos anima a todos a compartir una misión profética.
Para ello pone el acento en la formación común según el carisma del padre Andrés
Coindre.
En sintonía con el Evangelio, que nos invita a ser memoria viva de Jesús en el
servicio a nuestras hermanas y hermanos más pequeños, y en fidelidad al carisma
del Padre Andrés Coindre, les expongo algunos de mis sueños y esperanzas.
En primer lugar, veo que nuestra familia religiosa va convirtiéndose en una
comunidad global, o en otros términos, en una comunión de comunidades. Se trata
de comunidades5 en las que, según su vocación particular, cada uno de sus
miembros trata de vivir con autenticidad el carisma del padre Andrés Coindre al
servicio de una misión profética.
5
Las comunidades a que me refiero en esta sección y en la siguiente pueden ser comunidades sólo de hermanos;
comunidades de hermanos y comunidades de laicos, cercanas entre sí, cada una con un ritmo de vida acorde con la vocación
de sus miembros, que comparten la misión, y algunos momentos de oración, de celebración y de descanso; comunidades de
hermanos que acogen algún joven o adulto deseoso de vivir una experiencia de vida en comunidad al servicio de la misión;
grupos de laicos que viven con sus familias y que comparten entre ellos la misión, y algunos momentos de oración, de
celebración y de recreación; comunidades de personas de otras vocaciones que se unen a hermanos y laicos para realizar la
misión y que comparten algunos de los momentos mencionados.
20
En segundo lugar, veo que, en esta comunidad global, se tejen “relaciones
fraternas y sinceras” y se comparte, con entusiasmo y alegría, la fe, la vida
espiritual y la misión, dirigiendo una mirada especial a los niños y jóvenes más
necesitados.
En tercer lugar, veo que la misión profética compartida según nuestro carisma se
apoya en una cuidada formación de cada una de las personas según su vocación
particular y en experiencias de formación común, en las que las diferentes personas
y grupos se enriquecen mutuamente, en la dinámica permanente de dar y recibir.
Finalmente, veo que la misión profética se caracterizará por una total
corresponsabilidad entre los colaboradores, de modo que los diversos ministerios y
funciones, incluso el de más alto nivel, se repartirán según las competencias de
cada persona y buscando el mayor fruto de la misión.
Mi visión acerca de la misión profética perenne
Contemplamos ahora el icono de Jesús-Maestro
Escuchemos nuevamente el Evangelio de Lucas:
Después de esto, designó el Señor a otros setenta y dos (discípulos), y los
envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciudades y sitios adonde él
había de ir. Y les dijo: “La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad,
pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc 10, 1-2).
Este texto del Evangelio nos presenta a Jesús como a un maestro que llama a los
discípulos.
Nos sentimos llamados por el Señor para realizar hoy una misión profética. Al
mismo tiempo, deseamos ardientemente que dicha misión se continúe en el futuro.
Pero es indispensable contar con agentes idóneos para asegurar esa continuidad.
Por eso el Capítulo general de 2012 nos llama a todos a comprometernos en la
pastoral vocacional con el fin de asegurar la continuidad de la misión profética
según nuestro carisma.
La promoción de las diversas vocaciones se apoya en comunidades que viven y
comparten su fe, que dan un buen testimonio, que oran por las vocaciones, que son
cercanas a los jóvenes, que se comprometen en la pastoral juvenil y vocacional, y
que invitan “a los jóvenes a encontrarse con Jesús y a ser… solidarios con los
niños y jóvenes marginados”.
El carisma es un don del Espíritu a cada persona. Normalmente las personas
reciben el carisma cuando hay cerca de ellas personas y comunidades que lo viven
con intensidad, de forma profética, radical. El testimonio de estas personas y
comunidades suscita en algunos hombres y mujeres el deseo de vivir el carisma de
manera semejante. Este deseo les lleva a pedir el carisma en la oración; y el
Espíritu les responde otorgándoselo.
Y aquí, me permito abrir un paréntesis. Necesitamos de todos los colaboradores en
la misión para desarrollar la misión profética. Todos nos necesitamos mutuamente:
los laicos de los hermanos y los hermanos de los laicos. Para asegurar el futuro de
la misión, necesitamos de laicos y de hermanos comprometidos en ella. Además,
pienso que será muy difícil que perdure el carisma sin algunas comunidades
dinámicas de hermanos que lo irradien, por estar profundamente impregnados de
él.
21
Con respecto a la misión perenne, mi sueño es que el Instituto cuente con
comunidades que viven de manera profética el carisma del padre Andrés Coindre.
Se trata de comunidades que dan “a los hombres y mujeres de nuestro mundo y a
los jóvenes en particular” un testimonio sobresaliente de su relación íntima con el
Señor, de su oración incesante, de su vida fraterna, de su alegría de vivir, y de su
servicio generoso a la misión, dirigiendo siempre una mirada atenta a los niños y
jóvenes más necesitados.
Veo también que las comunidades se hacen cercanas a los jóvenes, que los
acogen con gusto y mantienen con ellos relaciones marcadas por el respeto, la
bondad, la sencillez y la disponibilidad para el servicio gratuito.
Veo que las comunidades se implican fuertemente en la pastoral juvenil y
vocacional. Se trata de una pastoral que promueve la formación en valores
humanos, la apropiación de una cultura religiosa como apoyo para la fe, el
crecimiento en la fe y la formación de comunidades cristianas vivas. En este
sentido, sueño que todas nuestras obras apostólicas se convierten en núcleo de
comunidades cristianas fervientes, dinámicas e interpelantes.
La pastoral juvenil de la que hablamos se centra en el acompañamiento del joven
para
-
-
apoyar su maduración como persona en relación con los demás;
animarlo a desarrollar un espíritu a la vez sano y crítico, es decir, capaz de
discernir en su vida el bien para sí y para los demás, y de optar fuertemente por
él;
favorecer su encuentro con Jesús y
estimularlo a comprometerse junto con los hermanos, laicos y demás
colaboradores para desarrollar con ellos iniciativas en favor de las personas
más necesitadas, especialmente de los niños y jóvenes afectados por
necesidades urgentes a las que nadie responde.
Una pastoral juvenil de este tipo ya es pastoral vocacional, porque lleva al joven a
descubrir, llegado el momento, la llamada concreta del Señor –las vocaciones son
muy diversas- y a responder a ella.
Finalmente, veo que las comunidades oran por las vocaciones, por todas las
vocaciones, y piden al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
Esta es, hermanos y hermanas, mi sencilla visión de la vivencia de la misión
profética del Instituto. Esta reflexión me ha ayudado a reafirmarme más en mi
vocación al servicio de la misión. Espero les motive a ustedes, de alguna manera, a
comprometerse en la misión profética renovada, compartida y perenne a la que nos
invita nuestro reciente capítulo general.
22
Conclusión
El capítulo general de 2012 hace una llamada a todo el Instituto a realizar una misión
profética, según el carisma del Fundador. Eso supone, en primer lugar, ser hombres
y mujeres apasionados por Dios en el servicio a los niños y jóvenes, especialmente
a los más necesitados. Significa, en otras palabras, creer firmemente en el amor de
Dios, amarlo, amarnos a nosotros mismos, amarnos unos a otros y amar a los niños
y jóvenes con el Corazón de Dios. Lo anterior se traduce concretamente en mirarnos
a nosotros mismos, mirarnos unos a otros y mirar a los niños y jóvenes con los ojos
de Dios. Se trata, por supuesto de una mirada de compasión que no se queda en
meros sentimientos y se concreta en un compromiso real de toda la vida.
Ser profetas es anunciar con nuestra vida y obras al Dios verdadero y único, hablar
con Dios y hablar de Dios, denunciar los falsos dioses del poseer, del placer y del
poder, vivir en permanente conversión, construir y afirmar la esperanza de los niños
y jóvenes y de la gente, en particular de los más necesitados.
Ser profetas hoy, siguiendo las huellas del padre Coindre, significa descubrir las
necesidades urgentes no satisfechas de los niños y jóvenes, en particular de los más
pobres, especialmente su necesidad de Dios y de vivir dignamente, como
corresponde a su condición de hijos e hijas de Dios. Equivale también a dejarnos
interpelar por su fragilidad y responder a dichas necesidades de manera creativa y
audaz, con una vida, con iniciativas y con acciones que se salen de lo ordinario. Así
les ayudaremos a construirse un futuro prometedor.
No he evocado en esta circular a nuestra madre, la Virgen María, pero ella está en
todas sus páginas, porque, por su unión con Dios y su disponibilidad para cumplir los
designios del Padre dejando obrar al Espíritu en ella, es la Reina de los profetas;
además, por vivir centrada en Jesús, por su sencillez y por su vida pobre al servicio
de los pobres. Que ella nos acompañe, nos proteja y nos anime siempre en la misión
profética renovada, en comunión y perenne al servicio de los niños y jóvenes.
Roma, 12 de enero de 2014
Fiesta del Bautismo del Señor
Hermano José Ignacio Carmona Ollo, s.c.
23
PREGUNTAS SUGERIDAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL Y PARA EL
COMPARTIR COMUNITARIO
¿En qué me parezco a los verdaderos profetas? ¿Tengo alguna característica o
actitud de los falsos profetas?
¿Anuncio a Dios, le busco, le sirvo? O bien, de manera egoísta, ¿me anuncio, me
busco y me sirvo a mí mismo?
¿Soy una persona de fe? ¿Creo en el amor de Dios? ¿Confío suficientemente en Él?
Apoyado en Dios, ¿tengo una razonable confianza en mí mismo?
¿Soy profeta con mi vida, mis acciones, mis gestos y mis palabras?
¿Trato de vivir en conversión permanente como respuesta de fidelidad al Dios
siempre fiel?
El Bautista anuncia al mismo Jesús de una forma original. ¿Cómo lo anuncio yo?
Jesús habla con Dios y habla de Dios. ¿Es ése mi caso?
Jesús-Profeta destaca por su unión con el Padre, su autoridad, la coherencia entre
su vida, sus acciones y palabras; por su mensaje acerca de Dios y su preferencia
por los pobres. ¿Qué significado concreto tiene para mí todo esto?
En el ministerio concreto que desempeño, ¿de qué manera vivo para los pobres, con
ellos y como ellos?
¿Soy suficientemente abierto a la misión del Instituto compartida o en comunión, en
plan de igualdad y en corresponsabilidad, con personas de vocaciones diversas
llamadas a vivir el mismo carisma? ¿Soy suficientemente abierto a la formación
común a la que me llama el Capítulo general?
¿Tengo interés por la pastoral vocacional? ¿De qué manera colaboro en ella?
24
ÍNDICE
Introducción
I.
Los profetas paganos y los profetas de Israel
Los profetas paganos
Los profetas de Israel
Juan Bautista, más que un profeta
II.
Jesús, el Profeta por excelencia
III.
La llamada del capítulo general de 2012
Fundamento
Síntesis
IV.
Misión profética del Instituto: Visión de futuro
Mi visión de la misión profética renovada: Icono de Jesús-Profeta
Mi visión de la misión profética compartida: Icono de Jesús-Siervo
Mi visión de la misión profética perenne. Icono de Jesús-Maestro
Conclusión
Preguntas sugeridas para la reflexión personal y para el compartir comunitario
25
Descargar