TRATAMIENTO NO FARMACOLÓGICO DE LA GESTANTE DIABÉTICA. Rebeca Jiménez Alfaro, Ángel Santalla Hernández, Irene Vico Zúñiga, Setefilla López Criado. Introducción Actualmente la diabetes mellitus (DM) constituye la enfermedad metabólica que complica con más frecuencia la gestación. Su prevalencia va en aumento y siendo en general de un 2-5% (8-12% en población española según el método de cribado y un 18% en Estados Unidos según las últimas publicaciones). Aproximadamente en un 87% de dichas gestaciones se presenta únicamente como diabetes gestacional (DG), pudiendo resolverse o no tras el parto. En un 7.5% de las gestantes estaba anteriormente presente como diabetes tipo 1 (DM1) y en el 5.5% restante como diabetes tipo 2 (DM 2). La diabetes en el embarazo se asocia con una serie de riesgos para la gestante y para el feto, siendo estas complicaciones superiores en el caso de la diabetes pregestacional (DPG), por encima de la diabetes de desarrollo en segundo y tercer trimestre de embarazo. Existe riesgo de un aumento de complicaciones obstétricas como aborto, parto prematuro, estados hipertensivos, polihidramnios, parto operatorio y cesárea. Sobre el feto aumenta la tasa de malformaciones congénitas (no cromosomopatías), restricción del crecimiento, macrosomía fetal, muerte fetal, lesiones en el parto, hipoglucemia neonatal, hiperbilirrubinemia y síndrome de distress respiratorio. Si se consideran las consecuencias a largo plazo para el recién nacido, la evidencia señala que la diabetes gestacional (sobre todo cuanto peor control glucémico existe) añade un riesgo ambiental intrauterino al riesgo genético preexistente para desarrollar obesidad, síndrome metabólico y/o diabetes futura en el recién nacido. Además, en casos de diabetes pregestacional, el embarazo supone un factor agravante temporal de la situación metabólica materna, pudiendo favorecer el inicio y/o progresión de lesiones diabéticas preexistentes como la retinopatía, afectación renal, alteraciones vasculares, etc. Tras una DG existe riesgo de desarrollar DM 2 a los 5-10 años en un 40-60% tras el parto o (adelantándose su aparición si existe obesidad), así como riesgo de aparición de otros problemas como síndrome metabólico (dislipemia, obesidad e HTA asociadas). Ocasionalmente la DM está manifestando una disminución de la reserva pancreática secundaria a la destrucción autoinmune de la célula B (DM latente) dando lugar a una DM 1 posteriormente. La DG puede considerarse una forma transitoria de DM 2. La etiopatogenia de la DG no es completamente conocida. Durante la gestación se desarrolla un ambiente diabetógeno cuyo objetivo es mantener una glucemia más constante en sangre materna para promover el crecimiento fetal mediante el mantenimiento de los nutrientes en la circulación durante un tiempo más prolongado y la movilización de glucosa desde los tejidos cuando se está en ayunas. Esto se debe a un aumento de la resistencia a la insulina por una disminución de la sensibilidad por alteraciones en el postreceptor y mediada por las hormonas diabetógenas placentarias presentes en la gestación (prolactina, lactógeno placentario, progesterona y cortisol) así como por las crecientes demandas energéticas (aproximadamente 300 kcal diarias en gestaciones únicas) y de insulina necesarias para el incremento ponderal. Como respuesta a esta situación se produce un aumento en la secreción de insulina (de hasta un 200-250%) tras la expansión de las células b-pancretáticas. Las gestantes que no consiguen una respuesta compensatoria adecuada desarrollarán DG. Esta tendencia podría desencadenarse por un aumento en el porcentaje graso corporal, la inactividad física y determinadas hábitos dietéticos. Control diabetológico El control diabetológico tiene como objetivo el control metabólico (normoglucemia) de la gestante durante todo el embarazo. Cuanto peor sea el control metabólico materno mayor será la incidencia de complicaciones. Pequeñas desviaciones de la normalidad ya son suficientes para provocar efectos negativos en el feto, siendo éste el principal beneficiario del tratamiento. El control glucémico debe realizarse mediante mediciones de la glucemia capilar con glucómetro y siguiendo un programa específico en función del tipo de diabetes y las características individuales de la paciente. Los objetivos de control metabólico vienen definidos por una glucemia capilar basal: 70-95 mg/dl, una glucemia 1 hora postpandrial de 100-140 mg/dl, 2 horas postpandrial de 90-120 mg/dl, hemoglobina A1c< media + 2 desviaciones estándar y ausencia de cetonuria e hipoglucemia. Tratamiento no farmacológico. Nos basaremos en dos pilares fundamentales, la dieta y el ejercicio físico. Sin embargo, entre un 7 y un 20% de las mujeres diabéticas no logran alcanzar el control glucémico adecuado, en estos casos, el uso de tratamiento farmacológico será necesario para alcanzar un control adecuado. Dieta La dieta es la primera estrategia de tratamiento en la diabética embarazada (Recomendación grado A). Ésta debe adecuarse al peso de la paciente, a las necesidades de la gestación y al esquema terapéutico insulínico, dividiéndola en 5-6 comidas/día para evitar hipoglucemias y cetonurias, con un intervalo entre ellas no mayor de 3,5 horas y un ayuno nocturno no mayor de 8 horas (3 comidas principales y 3 menores). La dieta no debe ser ni hipocalórica (excepto en obesas) ni restrictiva en hidratos de carbono. Sólo el azúcar refinado y los productos que lo contienen en grandes cantidades (pasteles, caramelos, mermeladas y refrescos) deben ser prohibidos. Se permiten los edulcorantes no calóricos de forma moderada. Se recomienda evitar dietas rígidas y adaptar la propuesta alimentaria lo más posible a las costumbres, los horarios y las preferencias de la embarazada, puesto que esto facilitará su cumplimiento, y sobre todo evitar cetonurias. El aporte calórico y el incremento de peso han de ser similar al de las embarazadas no diabéticas. Se aconseja, en general, una dieta de 24-34 kcal/kg de peso ideal pregestacional y día, y una ganancia ponderal de 9 a 12Kg en el total del embarazo (gestaciones simples), admitiéndose una ganancia inferior (no se recomienda perder peso) en pacientes obesas, pero nunca superior a 7kg ya que según la OMS la dieta se debe situar en torno a las 2000 Kcal. Deberemos tener en cuenta a la hora de calcular el aporte calórico, el índice de masa corporal (IMC) y el nivel de actividad física que se realice (tabla 1)1 . El reparto de los diversos principios inmediatos en cuanto al aporte calórico global, deberá guardar las siguientes proporciones: carbohidratos fundamentalmente complejos (4050%), proteínas monoinsaturadas. (20-25%) y grasas (30-35%) con predominio de Tabla 1:Aporte calórico total diario IMC: Actividad Kg/m2 Actividad sedentaria* moderada* kcal/kg/día kcal/kg/día >25 25 30 20-25 30 35 <20 35 40 * Añadir 300 kcal en 2º y 3er trimestre. La dieta Mediterránea rica en estos elementos es idónea para el control glucémico y prevención de los riesgos cardiovasculares, y es igual de efectiva que las dietas bajas en grasas y altas en carbohidratos. También es recomendable una ingesta abundante de fibra vegetal en forma de fruta (con restricción de esta en diabetes insulindependiente) y vegetales frescos. Durante la gestación y lactancia deben tomarse lácteos en proporción adecuada, los cuales deben ser desnatados en caso de sobrepeso u obesidad. Por último se procede al reparto de los hidratos de carbono en 6 tomas a lo largo del día (tabla 2): Tabla 2: Distribución de hidratos de carbono. Desayuno 2/6 Media mañana 1/6 Comida 2/6 Merienda 1/6 Cena 2/6 Acostarse 1/6 En las actuales guías de práctica clínica de nuestro Sistema Nacional de Salud, tanto para diabéticas tipo 1 y 2, podemos encontrar los siguientes afirmaciones respecto al control glucémico y la dieta basadas en la evidencia científica2. Estas afirmaciones son avaladas por las recomendaciones generales del la American Diabetes Asociation (ADA) en su última actualización de Enero 20143. Resumen de evidencia. 1+ Las modificaciones dietéticas, el ejercicio y las terapias conductuales son eficaces en la disminución de peso y el control glucémico de la DM 2. Su combinación aumenta la eficacia. 1+ Las dietas con alto contenido en fibra y una proporción de hidratos de carbono entre 55%-60% son más eficaces en el control glucémico que las dietas con moderada proporción de hidratos de carbono (30%) y bajo o moderado contenido en fibra. Las dietas basadas en alimentos con bajos índices glucémicos muestran una tendencia favorable en el control glucémico. 1+ Las dietas cuyo contenido en grasas se debe a ácidos grasos poliinsaturados mejoran el perfil lipídico de los pacientes diabéticos. La dieta rica en ácidos grasos omega 3 disminuye los triglicéridos y producen un ligero aumento de los niveles de LDL. Recomendaciones. A Todos los pacientes con DM deberían tener acceso a un programa estructurado de educación en diabetes impartido por un equipo multidisciplinar (médicos, enfermeras educadoras, psicólogos, dietistas, etc.) con competencias específicas en diabetes, tanto en la fase del diagnóstico como posteriormente, en base a sus necesidades y de forma continuada, regularmente revisadas. Lo mismo se debe realizar en diabetes gestacional. A En pacientes con DM 1, los alimentos con azúcar de mesa pueden ser sustituidos por alimentos que contengan otras fuentes de hidratos de carbono. B En pacientes con DM 1 es preferible el uso de edulcorantes artificiales que no interfieren en el incremento glucémico. Se recomienda evitar el abuso de bebidas y alimentos edulcorados con fructosa. A Se recomiendan programas estructurados que combinen ejercicio físico con asesoramiento dietético, con reducción de la ingesta de grasa (<30% de energía diaria), contenidos de hidratos de carbono entre 55%-60% de la energía diaria y consumo de fibra de 20-30 g. En pacientes con un IMC ≥25 kg/m2 la dieta debe ser hipocalórica. Ejercicio físico. Numerosos estudios han demostrado que el ejercicio físico o la actividad deportiva practicados con regularidad ejercen un efecto preventivo sobre diversas enfermedades y es hoy una herramienta terapéutica en el tratamiento de las afecciones más prevalentes en los países desarrollados, como la DM 2, el síndrome metabólico o la enfermedad cardiovascular. Para el embarazo, en general, los efectos también se han visto beneficiosos, sin efectos negativos sobre los resultados obstétricos, mejorando la salud física, psíquica y cardiovascular de la gestante4. Sin embargo, debe contraindicarse en determinadas circunstancias como riesgo de parto prematuro, enfermedad cardiovascular grave, preeclampsia, sangrado vaginal, pérdida de líquido, o desprendimiento placentario. Ya que el ejercicio físico requiere un gasto energético, uno de los efectos beneficiosos se ejerce sobre el metabolismo de las grasas y de la glucosa. Sobre la hiperglucemia actúa en dos niveles fundamentales: por una parte, favorece el consumo de glucosa por el músculo; por otra, es la única medida no farmacológica capaz de reducir la resistencia del músculo a la acción de la insulina. Esto ha sido demostrado en numerosos estudios en animales de experimentación, en individuos sanos y en diabéticos, viendo que el entrenamiento físico, incluso con intensidades moderadas, influye positivamente en diversos factores que están relacionados con la sensibilidad a la insulina: mejora la sensibilidad a la hormona, favorece la asimilación de la glucosa por el músculo, aumenta la actividad de la lipoproteinlipasa, mejorando el perfil lipídico al reducir la proporción entre colesterol total/colesterol HDL y reduciendo el perímetro de la cintura. La reducción de la resistencia a la acción de la insulina, es un factor muy importante en muchos diabéticos y condiciona su tratamiento y la evolución de la enfermedad así como los requerimientos de medicación adicional (puede evitar o reducir el tratamiento con insulina). Sus efectos se aprecian a las 4-8 semanas del inicio. Para el tratamiento de la diabetes y del resto de las enfermedades relacionadas con el síndrome metabólico, y para la prevención y el tratamiento de problemas cardiovasculares, es más conveniente prescribir el ejercicio aeróbico que el anaeróbico. Éste se caracteriza por ser de baja intensidad y de larga duración, como correr, caminar, nadar o montar en bicicleta. Las necesidades metabólicas son cubiertas por el aparato cardiovascular y respiratorio y utiliza como nutrientes las grasas y carbohidratos. En el 2º y 3º trimestre de embarazo se deben evitar aquellos en los que se tumbe sobre la región lumbar, las de riesgo de caída o colisión y al final del embarazo deberían realizarse sólo aquellas sin carga de peso (acuáticas o sentada). En general, en el embarazo se recomienda realizar ejercicio frecuente (todos o casi todos los días) de tipo aeróbico o de resistencia, alcanzando 30 min diarios de intensidad moderada, o 150 minutos semanales5. En caso de diabetes, para mejorar el control glucémico y mejorar la salud física en embarazo, se indica un ejercicio de moderada intensidad que alcance al menos el 60% de la frecuencia cardiaca máxima, tres veces por semana aproximadamente 25-40 min, y, más6 o menos vigoroso según condiciones individuales y hábito previo (este patrón puede variar en los diversos estudios). Cuanto más vigoroso sea, menor tiempo requiere, (aunque debemos evitar el riesgo de deshidratación en embarazo) pero en general no se recomienda exceder los 60-90 min por sesión en gestantes. - Ejercicio y DM 2: En general, la práctica de ejercicio físico conlleva una disminución de la glucemia y un aumento de la sensibilidad a la insulina que dura 12-72 horas. Estos efectos contribuyen a que la práctica regular de ejercicio físico mejore el control glucémico a largo plazo en los pacientes con DM 2, especialmente en aquellos en los que predomina la resistencia a la insulina. Así mismo, en la actualidad se dispone de abundantes datos de estudios epidemiológicos y de intervención que apoyan que la actividad física reduce el riesgo de desarrollar DM 27, en algunos se describe de hasta un 50%8. Los efectos de la dieta y la insulina en embarazo se han evaluado en varias revisiones Cochrane9. El efecto bioquímico del ejercicio (sumado a la dieta y la insulina) en pacientes no embarazadas con diabetes tipo 2, es la normalización de los niveles de glucemia. Esto sugiere que durante el embarazo, el ejercicio puede prevenir la aparición de DG10 y también podría reducir el riesgo de complicaciones relacionadas con la hiperglucemia y los niveles altos de insulina, entre ellas la macrosomía (feto grande según su edad), parto traumático, dificultad respiratoria, hipoglucemia neonatal e hipocalcemia. Otros estudios describen una disminución en la tasa de macrosomía (58%) y de cesárea (34%)11. Esto indica que el ejercicio físico regular puede normalizar la glucemia materna en las mujeres embarazadas con DG. Dado que el primer tratamiento de la DG es la dieta, el agregado de actividad física puede, como en la diabetes tipo 2, evitar la administración de insulina. Indirectamente, debido a que las mujeres que sufren DG presentan riesgo aumentado de desarrollar diabetes tipo 2 en el futuro, el ejercicio puede también prevenir esta complicación a largo plazo12. Sin embargo, aunque parecería lógico, no todos los estudios demuestran que el ejercicio previene la aparición de DG como se describe en la última revisión Cochrane al respecto13. Otros estudios no demuestran una disminución de este riesgo sólo en pacientes con IMC normal7 así como una disminución de la resistencia a insulina 14. En otra revisión sistemática sobre el ejercicio en mujeres con DG se concluye que no existen datos suficientes para recomendar o desaconsejar la realización de ejercicio en las mujeres con DG. No obstante, reconocen que el cambio en el modo de vida puede continuar tras la gestación y ayudar a evitar el desarrollo de una DM 2 a largo plazo y sus complicaciones. Por consiguiente, las mujeres que deseen hacerlo pueden inscribirse en programas de ejercicio15. En resumen se postula que el ejercicio pudiera tener diferente influencia según el IMC previo y el comienzo del programa de ejercicio antes y durante el primer trimestre o en la segunda mitad de gestación, pero se necesitan más estudios bien diseñados para constatarlo. - Ejercicio y Diabetes insulindependiente. En los pacientes con DM 1 o aquellos con DM 2 en los que predomina la deficiencia de insulina, los efectos del ejercicio físico sobre la glucemia son más variables, pudiendo provocar disminución, aumento o ninguna modificación. En estos pacientes, la práctica de ejercicio físico, aunque reduce los requerimientos de insulina, no suele mejorar el control glucémico a largo plazo. En consecuencia, el ejercicio no debe indicarse con este objetivo, pero sí por muchas otras razones relacionadas con la salud. En las mujeres con DM 1 que no están embarazadas, la respuesta al ejercicio depende fundamentalmente del grado de control de la diabetes. Las mujeres bien controladas pueden obtener beneficios con la actividad física regular, siempre que conozcan cómo ajustar su dosis de insulina y la ingesta de carbohidratos. Las mujeres con control deficiente deberían evitar hacer ejercicio debido por un mayor riesgo de hiperglucemia, cetoacidosis y empeoramiento de las complicaciones vasculares. Durante el embarazo, estas mujeres tienen riesgo aumentado de malformación fetal, aborto espontáneo, preeclampsia, muerte fetal tardía y macrosomía. Además, el riesgo de cetoacidosis diabética aumenta debido a lo impredecible del efecto de una dosis dada de insulina y a la aceleración del estado de inanición. Debido a que la cetoacidosis se ha asociado con elevada mortalidad perinatal, el ejercicio en las mujeres embarazadas con DM 1 puede aumentar el riesgo para el feto. De manera general se suele recomendar a la gestante diabética (si existe buen control metabólico) la realización de ejercicio aeróbico moderado con asiduidad (al igual que en DG), como puede ser caminar deprisa durante media hora diaria o una hora a días alternos, si no existe otra contraindicación médica (nefropatía, etc) u obstétrica (recomendación A). Si al final de la gestación existen limitaciones físicas para hacerlo, debería recomendarse practicar al menos 10 minutos de ejercicios en sedestación después de las tres comidas principales. Sin embargo, en los embarazos no complicados por la presencia de diabetes, los riesgos y los beneficios del ejercicio aún son desconocidos. Una revisión Cochrane16 concluyó que el ejercicio aeróbico regular parece mejorar (o mantener) la aptitud física, pero los datos disponibles son insuficientes para excluir beneficios o riesgos importantes para la madre y el feto. Estas conclusiones pueden no aplicarse a las mujeres embarazadas con diabetes, y el efecto del ejercicio puede variar según el tipo de diabetes. BIBLIOGRAFÍA 1 Guideline Development Group. Management of diabetes from preconception to the postnatal period: summary of NICE guidance.BMJ.2008;336:714-717. 2 Grupo de trabajo de la Guía de Práctica Clínica sobre Diabetes tipo 2. Guía de Práctica Clínica sobre Diabetes tipo 2. Madrid: Plan Nacional para el SNS del MSC. Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias del País Vasco; 2008. 3 Standars of Medical Care in Diabetes 2014.Diabetes Care.2014.37:1-64. 4 Colberg R, Castorino K, Janovic L. Preecribing physical activity to prevent and manage gestational diabetes. 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