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Cuando un Notario llama a las
puertas de la Administración… no
pasa nada
La función notarial posee en el tráfico jurídico privado gran utilidad y presta
enorme servicio a la seguridad jurídica. Sin embargo, la sombra del Notario
sobre el mundo público se encoge y debilita en la práctica.
1. Sevach recuerda por su experiencia burocrática, que cuando en las oficinas de
la Administración Pública se personaba el Señor Notario, invocando su condición y
acompañado en ocasiones por el particular que le contrataba y/o un abogado, se
producía un pequeño zafarrancho. Así, tras anunciar su presencia e identificarse, el
común de los funcionarios confundía su figura con la de Autoridad pública, y no
vacilaba en someterle toda la documentación que le requería por encargo de su cliente
o responder a las cuestiones facilitadas por éste.
2. Sin embargo, la presencia notarial en la Administración, cumple hoy día un papel
más próximo al del farol de póker que de jaque al rey administrativo, ya que:
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a) La Administración cuenta con sus propios fedatarios (Secretarios generales) y con
fuerza probatoria prevalente de documentos públicos lo por ellos atestiguado o
certificado.
b) La Administración cuenta con sus propias autoridades, quienes disponen cuándo,
cómo y qué debe facilitarse a los particulares, vengan o no acompañados de notarios
o del sursuncorda.
c) Hoy día, existen tantos medios tecnológicos audiovisuales, asequible y exactos,
que cumplen a las mil maravillas el papel del notario, cara a preconstituir una prueba
que pueda surtir efecto en un procedimiento administrativo o judicial.
3. Es cierto que hay ámbitos procedimentales administrativos donde entra en juego la
intervención notarial como alternativa probatoria idónea a la certificación
administrativa, como el caso de la prueba por parte de los empresarios de no estar
incursos en las prohibiciones para contratar con la Administración, que sólo podrá
realizarse mediante testimonio judicial o certificación administrativa que podrá ser
sustituida por una declaración responsable otorgada ante una autoridad
administrativa, notario público u organismo profesional cualificado. También hay un
enorme campo de prueba mediante Actas notariales en el mundo del urbanismo
cuando se trata de hacer constar la situación de una finca o edificación, acompañando
fotografías tomadas in situ y a presencia notarial, o cuando se trata de exigir
responsabilidad administrativa y hay que probar una situación determinada antes de
que el factor tiempo la altere.
4. Por otra parte, las leyes de procedimiento (artículo 23.2 de la Ley Jurisdiccional
29/98 en relación con el artículo 24 de la Ley de Enjuiciamiento Civil ) exigen que ante
los órganos colegiados de lo contencioso-administrativo actúe un Procurador
habilitado, con poder otorgado en una forma concreta, a saber, ante Notario o “apud
acta” esto es, mediante comparecencia ante el Secretario del Tribunal que conozca del
litigio. Ambas formas son legítimas con la sola diferencia de que el poder notarial
cuesta dinero y el poder “apud Acta” es inmediato y gratuito.
5. Y ya que estamos en el ámbito procesal, es habitual en algunos astutos letrados
presentar Actas de manifestaciones realizadas ante notarios, cuya veracidad
intrínseca o de lo afirmado no se revaloriza ni un ápice por ir envuelta en sellos,
membretes y rúbricas. Subrayamos que una cosa es la presunción legal de lo visto u
oído en persona por el Notario, con amparo expreso en la Ley de Enjuiciamiento Civil,
y otra cosa muy diferente es lo que el Notario hace constar que le dice el
compareciente (testimonio de referencia), siendo esta última vertiente en la que
insistimos en su exiguo valor.
A modo de resumen sobre el valor procesal de los documentos notariales que recogen
declaraciones de particulares y que pretenden servirse dando gato por liebre,
aludiremoa a la Sentencia de la Sala Penal del Tribunal Supremo de 11 de Diciembre
del 2009 (7788/2009):
“Pues bien en el caso presente hemos de partir en cuanto a la llamada función
probatoria del documento público de la doctrina que en la interpretación del art. 1218
Cc. Ha establecido de forma reiterada la Sala Primera del Tribunal Supremo (SS.
7.5.2008, 29.5.2007, 28.9.2006, 9.10.2003, 10.3.2003, 4.2.2002, 26.1.2001, 23.12.99,
2.7.98, 13.3.97, 30.9.95, 28.10.91 y 26.2.90 ), en el sentido que la fe pública notarial lo
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único que acredita es el hecho que motiva el otorgamiento de la escritura pública y su
fecha, así como que los otorgantes han hecho ante Notario determinadas
declaraciones, pero no la verdad intrínseca de éstas que pude ser desvirtuada por
prueba en contrario, sin que tal medio probatorio tenga prevalencia sobre las demás,
vinculando al Juez sólo respecto de aquellos extremos -otorgamiento y su fecha- dado
que el resto del contenido puede ser sometido a apreciación por otras pruebas (SSTS.
26.1.2001, 11.7.96, 30.9.95, 18.7.92 ).
Por ello esta Sala Segunda del Tribunal supremo sobre las declaraciones contenidas
en acta notarial tiene declarado (SSTS. 1059/2007 de 20.12 y 823/2007 de 15.10), que
tratándose de una prueba personal documentada de poco valen sus afirmaciones, sino
las judiciales de los testigos o imputados, pues para “nada cambiaría el signo de
apreciación judicial, al ser libre la valoración judicial sobre las pruebas personales,
como son aquellas manifestaciones que no se transforman en prueba documental por
estar documentadas en acta notarial.
En similar sentido las restantes Salas del Tribunal Supremo. Así, la Sala de lo Civil del
Tribunal Supremo en la Sentencia de 13 de Mayo de 1991 (Ar.3663) señaló que:
“El testimonio de las personas que formularon las manifestaciones recogidas en el
acta notarial ni siquiera tienen el valor de prueba testifical, al haberse aportado al
proceso en forma documental y, por tanto, sin ajustarse a las normas reguladoras de
dicha prueba”.
En idéntico sentido, la Sentencia de la Sala de lo Contencioso-Administrativo del
Tribunal Supremo de 5 de Marzo de 1979 (Ar.1174), que subraya que el acta notarial
no es prueba testifical, al no acomodarse a los principios de inmediación del juzgador y
contradicción. Un caso elocuente lo hallamos en la Sentencia de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo de 11 de Julio de 2006
(rec.10117/2003) que descarta el valor probatorio del Acta de Manifestaciones ante
Notario para acreditar el hecho de la residencia de un ciudadano en los siguientes
términos:
“En cuanto al valor probatorio de las manifestaciones efectuadas por D. Sebastián y D.
Pedro Miguel en fecha 22 de abril de 1997 ante el Notario de Madrid, D. Manuel Martel
Díaz-Llanos, esta Sala considera que no tienen la entidad suficiente como para poder
deducir el hecho pretendido por Dña. Elisa pues se limitan a ratificar lo declarado de
forma interesada por la actora sin que se indique cual es la razón de conocer a la
actora ni las circunstancias que permiten efectuar la referida ratificación ni tampoco la
posible relación familiar o de vecindad con la misma a los efectos de poder determinar
la imparcialidad y veracidad de sus manifestaciones.”
Sobre cuales sean las razones que animan a presentar una prueba bajo esta
cobertura notarial y sin la presencia inmediata del testigo ante el juez, pueden ser,
desde razones humanamente comprensibles, tales como la economía de diligencias
para evitar tomar declaración a alguien impedido físicamente o que está en el
extranjero, o cuyo ánimo esté alterado por la intervención judicial, hasta razones
inconfesables, tales como algunos supuestos de personas que formulan declaraciones
espontáneamente ante el inspector de trabajo y posteriormente cambian de criterio
tras la sanción al empresario y éste les sugiere la posibilidad de comparecer
notarialmente para retractarse de lo dicho, a lo que acceden pero el propio pudor o el
temor a verse sometido a un careo les lleva a eludir su presencia judicial, por lo que el
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propio letrado ni siquiera los propone como testigos mediante el artificio de aportar el
Acta notarial de manifestaciones.
6. Con ello no se pretende devaluar la función notarial sino mostrarla en sus justos
términos en la vertiente pública que nos ocupa. También cumplen una función idónea
cuando testimonian la constitución de sociedades mercantiles o fundaciones, y al hilo
de esta función, para dar una nota festiva en tema tan enlutado y solemne como es el
notarial, Sevach recuerda la recientísima fundación constituida en escritura pública
ante Notario y denominada ” Fundación Marquesa de Balboa Ancianos Solitarios
Venidos a Menos”, tal y como expone el BOE de 25/1/10.
Los fines de la citada Fundación consisten en: «atender y cuidar a pobres
vergonzantes y ancianos solitarios venidos a menos, que vivan solos o en condiciones
precarias, con su familia o con personas a quienes también estorban, o en residencias
que tienen deficientes condiciones de higiene y en donde, además les traten mal,
atendiendo primero a las mujeres, y preferentemente a las que tuvieron una buena
posición, con preferencia a las personas de la condición social que tuvo la extinta
Excma. Sra. Marquesa de Balboa, que necesitan ayuda y no se atreven a solicitarla o
no lo consiguen».
De tan curiosísima situación, propia de verbena decimonónica o de película de
Berlanga, en que la Marquesa de Balboa dispuso en su testamento la dotación inicial
para la Fundación con 601.012,10 euros, a Sevach le llama la atención la precisión de
esos diez céntimos adicionales (?), de igual modo que se pregunta si los aranceles
notariales van en función de tan generosa dotación.
También resulta llamativa la preferencia de las mujeres sobre los hombres a la hora de
beneficiarse de la asistencia de la Fundación, y la preferencia de las de buena
posición sobre el pueblo llano, pero al fin y al cabo, es mas razonable este capricho
póstumo que los ejemplos americanos ( Fundaciones millonarias para atender
canarios, o para cantar diariamente blues en honor de Elvis,etc). Este caso publicado
en el BOE quizá da ideas a la SGAE ( y gratis, sin pagar canon alguno), para
embarcarse en la financiación de una residencia para artistas ancianitos, para que la
gestione una Fundación cuyos Estatutos prioricen como beneficiarios los actores que
hayan obtenido Goyas o que hayan prestado servicios eméritos a la SGAE o
que hayan ostentado una prominente situación en los tabloides de la farándula, de
manera que el cantautor del Metro y creadores de segunda división tendrá que
prolongar forzosamente su jubilación hasta el infinito…y más allá.
Pero sobre todo como curiosidad, Sevach indagó por el origen remoto de tales fondos
de la Fundación de la Sra. Marquesa, y parece ser que el título de Marqués de Balboa
que ostentaba la generosa finada, fue otorgado a su abuelo por Alfonso XII el 15 de
octubre de 1880, a don José Navarro de Balboa y Montañés, que por entonces era…¡
¡¡¡ Alcalde de La Habana ¡!!!.
Como descubran nuestros Alcaldes que el Rey actual puede hacerles similar merced
ya me imagino una Ley de Grandes y Medianas Ciudades contemplando la posibilidad
de tales prebendas….
Fuente: expansión.es
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