introducción

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INTRODUCCIÓN
La expresión "crisis de la Baja Edad Media", u otras similares, como "gran
depresión", está firmemente asentada en la historiografía contemporánea.
Tradicionalmente se ha puesto el acento en los aspectos demográficos, económicos y
sociales de la mencionada crisis. El retroceso experimentado por la población
europea, particularmente a consecuencia de la difusión de las epidemias de
mortandad, la caída de la producción, ante todo en el medio rural, las bruscas
alteraciones de los precios y de los salarios y, finalmente, la acentuación de las
tensiones sociales, que alcanzaron cotas desconocidas, serían las manifestaciones
más llamativas de la crisis. En cuanto a su cronología, aunque varía lógicamente de
unas regiones a otras, se sitúa grosso modo en los Siglos XIV y XV, con especial
referencia en el primero de los dos Siglos citados. De ahí que en ocasiones se haya
hablado, sin más, de la crisis del Siglo XIV. En todo caso parece un hecho
comprobado que la crisis ya estaba presente en el occidente de Europa, aunque de
forma todavía incipiente, en el entorno del año 1300. Pero fue en el transcurso del
Siglo XIV cuando la crisis se generalizó, lo que explica que estuviera en su fase
aguda alrededor del año 1400.
Las guerras, la peste negra, los desajustes entre producción y población, la
crisis agraria, los cambios climáticos, los problemas monetarios, serían, por no citar
sino los más significativos, algunos de los posibles puntos de partida explicativos de
la profunda crisis que padeció el Continente europeo en el transcurso de los Siglos
XIV y XV.
Los enfrentamientos del Siglo XIII entre papas y emperadores alemanes
fueron uno de los factores que quebraron el sistema de la Cristiandad medieval y
otra característica de este período. La crisis del imperio coincidió con el auge de los
nuevos estados nacionales, con los que tuvo que contar el papado. Pero no se inició
entonces una simple crisis política, sino un verdadero cambio de orientación que
preludiaba una nueva edad. Los cambios aparecieron en muchos terrenos. En el
ámbito geográfico se expandieron los límites del mundo medieval con los nuevos
descubrimientos y viajes que culminaron con la llegada a América. En el ámbito
político se inició un proceso particularista y centralista que imitaron todos los
estados, incluido el papal. Pero este centralismo coincidió con no pocos ataques a la
forma misma de entender el papado y las relaciones entre el poder temporal y el
espiritual. En el terreno cultural los comienzos del renacimiento se dan en un
ambiente de aprecio por la ciencia entendida en sentido moderno y con la
popularización del saber, sobre todo a partir de la difusión de la imprenta. Pero quizá
lo más significativo de todo el período sea el afán de reforma dentro de la Iglesia,
tanto en la cabeza como en los miembros. Aunque los Concilios de estos Siglos
hicieron planes reformadores y algunos grupos dentro de las órdenes religiosas
empezaron a ponerlos en práctica, se llega al Siglo XVI sin apenas avance.
El Renacimiento y el Humanismo, constituyen el pórtico de entrada a la Edad
Moderna. El término “Renacimiento” se refiere al aspecto cultural de los Siglos XV y
XVI, caracterizado principalmente por el renacer de la cultura grecorromana.
Este movimiento tuvo su cuna en Italia. A la influencia de lo latino se sumó la
de la cultura griega desde que, a partir del Siglo XIV, se establecieron en Italia
pensadores bizantinos huidos de los turcos.
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Pero no sólo en Italia había motivos para el paulatino cambio de mentalidad
que apunta ya en el Siglo XV. Los descubrimientos geográficos ampliaron el mundo
conocido. Invenciones como la de la imprenta, la de las armas de fuego y muchas
otras, aumentaron las posibilidades de los hombres en el campo de la inteligencia y
de los sentidos, del saber y del arte.
El movimiento intelectual de este período se conoce como Humanismo, ya
que su centro de interés era el hombre.
De ahí que se hable de cultura
antropocéntrica.
Consecuentemente, el individualismo, el afán de gloria y de
perfección formal serán características de este período.
Durante el Renacimiento, el mundo clásico grecorromano se considera digno
de admiración, despreciando la cultura medieval. Se da gran importancia al estudio
del griego y del latín para entender cabalmente las obras de los autores clásicos; sus
escritos se difunden en un afán de reencuentro con la nueva valoración de la
inteligencia del hombre y de su amor a la naturaleza. También se valorará el
canónico equilibrio entre forma y pensamiento.
La literatura y el arte de la
antigüedad clásica grecorromana renacen así con fuerza.
Erasmo de Rótterdam fue el más brillante difusor del Humanismo. El rasgo
mas importante de su obra fue tratar de hacer “razonable” la verdad cristiana,
intentando conciliar el Evangelio y la sabiduría antigua. Sus tendencias renovadoras
prepararon el terreno a la Reforma protestante.
Los grandes descubrimientos geográficos
La ampliación del mundo conocido fue el resultado de los grandes
descubrimientos geográficos llevados a cabo por portugueses y castellanos a finales
del Siglo XV. Junto al estímulo económico, el ambiente psicológico en que se
desenvolvieron los hombres renacentistas contribuyó igualmente a preparar el
camino de los grandes descubrimientos.
Fue necesario que a estos estímulos humanos se unieran el desarrollo
científico y los descubrimientos técnicos. La brújula, el astrolabio, la cartografía
(cartas marinas) y portulanos (mapas de las costas) fueron perfeccionados por los
marinos del Siglo XV.
Nada se sospechaba aun sobre la existencia intermedia (entre Europa y el
Lejano Oriente) del continente americano.
Las grandes monarquías nacionales
El nuevo estado moderno se caracterizó por la unidad territorial, bajo la
autoridad de un robustecido poder central.
Las primeras Monarquías Autoritarias surgieron en el Occidente Europeo. El
poder real se basó en la posesión de reales atributos de gobierno. Se crearon
ejércitos permanentes, generalmente de mercenarios, siempre listos para acatar las
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órdenes reales.
impuestos.
Este sistema necesitaba un sistema regular de recolección de
Se mencionan en este trabajo la monarquías más conocidas, como la de
Francia, España, Inglaterra, que fueron las potencias que dominaron en su tiempo.
Tradicionalmente, se denomina Reforma a la gran revolución religiosa que
rompió la unidad de la Iglesia católica en el Siglo XVI, separando de ella a todos los
que aceptaban las nuevas doctrinas, conocidas con el nombre genérico de
protestantismo. Se mencionan también los personajes que más sobresalieron en
este movimiento, entre ellos Martín Lutero.
Los ataques al protestantismo constituyen, en esencia, la Contrarreforma. De
1545 a 1563 tuvo lugar el Concilio de Trento, en el cual se reafirmó la doctrina
tradicional: salvación mediante la gracia divina y las buenas obras; sólo la Iglesia
puede interpretar la revelación; reafirmación de los siete sacramentos, del culto a la
Virgen y los santos, de la existencia del purgatorio y de la obligación del celibato
eclesiástico. También para luchar contra el protestantismo se fundo, en 1534, la
Compañía de Jesús, por Ignacio de Loyola. Esta orden organizada al estilo militar,
con una rígida disciplina y una selección de sus miembros muy depurada, se puso
desde el primero momento al servicio del papa.
Felipe II
Fue el nuevo monarca español y el más importante de su época. Para
conservar intactas las posesiones hereditarias, era necesario reforzar su unidad y
centralización. Al igual que su padre, fue asediado por los turcos en el Mediterráneo,
Francia disputándole la hegemonía española y el avance del protestantismo.
Para luchar eficazmente contra sus seculares enemigos antes mencionados,
Felipe II decidió apoyarse en un estado unificado. La unidad se basó esencialmente
en la defensa de la ortodoxia católica. España se convirtió en la retaguardia de la
Contrarreforma. La vigilancia estricta ejercida por la Inquisición y una fuerte
censura fueron los bastiones de esa política. La rigidez llego a medidas tales como la
prohibición de cursar estudios en el extranjero.
Llevado por su afán de unidad, emprendió una campaña evangelizadora entre
los moriscos granadinos (represión de la lengua árabe y las costumbres
musulmanas). Los moriscos se sublevaron en las Alpujarras, dirigidos por Aben
Humeya, y fueron derrotados por las tropas reales al mando de don Juan de Austria.
La rebelión de los moriscos granadinos facilitó el ataque turco, en 1571, a la
Isla de Chipre. Como respuesta se organizó la Liga Santa, en la que entraron
Venecia, el papa Pío V y España. La flota cristiana, acaudillada por Juan de Austria,
obtuvo un éxito resonante en Lepanto. Pese a que el éxito no fue definitivo, pues en
1574 los turcos reconquistaron Túnez, se llego a un equilibrio estable entre ambas
potencias. Cada una asumió la hegemonía en una parte del Mediterráneo: los turcos
en la zona oriental y España en la occidental.
La muerte de la reina de Inglaterra, Maria Tudor, esposa de Felipe II, deshizo
la alianza entre ambos países.
Su sucesora, Isabel I, representante del
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protestantismo en Europa, emprenderá una política de asedio constante a España, su
principal rival en el terreno religioso. El apoyo de Inglaterra a los Calvinistas de los
Países Bajos y a los piratas que atacaban a los barcos españoles en su ruta colonial,
decidió a España a preparar la invasión de Inglaterra. La denominada Armada
Invencible era la flota más poderosa que jamás se había organizado. Sin embargo,
la Armada Invencible no logró alcanzar su objetivo ya que, en agua del canal de la
Mancha, fue destruida casi totalmente por las tempestades junto con la acción de los
navíos ingleses.
Expansión económica del Siglo XVI
Las características del comercio colonial favorecieron la creación de colosales
fortunas y dieron un impulso decisivo a la formación del capitalismo. Junto a los
beneficios del comercio, la explotación de la mano de obra (indígena primero, luego
negra) redujo los costos de producción, ampliando con ello el margen de beneficios
de los grandes magnates metropolitanos.
Esta expansión económica influyó
considerablemente en las actividades comerciales, tanto marítimas como financieras.
El aumento de la circulación de metales preciosos favoreció en un principio el
consumo, la acumulación de capitales y la especulación en general; pero, al mismo
tiempo, provocó la primera crisis financiera de la historia. Como consecuencia de la
mayor circulación de metales preciosos, los precios experimentaron un alza gradual,
pero ininterrumpida, que afectó muy negativamente a las clases populares e incluso
a la baja nobleza. Sólo los grandes propietarios y señores se beneficiaron del alza de
precios y amasaron grandes fortunas.
Auge del capitalismo
El incremento del comercio colonial originó nuevas formas capitalistas. La
nueva etapa vino indicada por la constitución de grandes compañías de comercio.
Estas compañías introdujeron el funcionamiento por acciones. La compra-venta de
acciones puso en movimiento los capitales y, además estimuló el espíritu
empresarial.
Otra forma capitalista que nació en este período fue la Bolsa. A partir de
1531, la feria permanente de Amberes recibió el nombre de Bolsa. En ella no sólo se
contratan mercancías y se cambia o presta dinero; sino que se especula sobre ambas
cosas. Esta denominación, “bolsa”, designara, posteriormente, a instituciones
similares.
La banca también se transformó. Los depósitos bancarios se utilizaran, a
partir de ahora, para la financiación de empresas, canalizando los recursos
financieros de estados y de particulares. En 1609 se creó el Banco de Ámsterdam.
En la organización del trabajo aparece una nueva figura: el empresario. Este
proporcionaba al trabajador materias primas y modelos y después le compraba el
producto elaborado.
La propagación de la industria doméstica preparó el
advenimiento de la manufacturera.
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Enrique IV y Luis XIII
Con Enrique IV empieza la dinastía borbónica en Francia, con el objetivo
principal de establecer un poder monárquico fuerte; su política exterior era pacifista
en términos generales, orientada a impedir el predominio de los Habsburgo en
Austria y España.
Luis XIII (hijo de Enrique IV) gobernó apoyándose en el cardenal Richelieu,
que fue nombrado presidente del consejo real en 1624. Richelieu convirtió a Francia
en un país fuerte y unificado. En el interior, su política (autoritaria) se dirigió contra
los hugotones y la nobleza. Los éxitos obtenidos en la colonización del Canadá,
creado en 1608 como colonia de Francia por Samuel Champlain, favorecieron la
prosperidad económica francesa. La política Internacional de Luis XIII siguió estando
orientada contra la dinastía austriaca.
Felipe III y Felipe IV
Felipe III dejó el gobierno en manos del duque de Lerma, con lo cual iniciaba
el gobierno de validos (aristócratas que ejercían el poder en nombre del rey). La
política pacifista de Lerma llevo a España a la paz con Inglaterra y con Holanda. La
expulsión de los moriscos en 1609, completó la unidad religiosa, pero deterioró aun
más la economía.
Con Felipe IV, el gobierno cayó en manos de Gaspar de Guzmán, condeduque de Olivares; debido a su ambición, se enfrento a Holanda y a Inglaterra y
llevo a España a participar en la Guerra de los Treinta Años.
La política autoritaria y centralizadora de Olivares, especialmente en el plano
económico, provoco las revoluciones secesionistas de Portugal y de Cataluña en
1640, y la propia caída del ministro en 1643.
La Guerra de los Treinta Años
Durante los años de 1618 a 1648, se combatió duramente en toda Europa.
Política y religión continuaron entrelazándose. Esta larga guerra tuvo como telón de
fondo tres causas fundamentales: la hegemonía en el Báltico, la pugna francoespañola y la descomposición de Alemania.
Las causas inmediatas del conflicto se hallan en la oposición, en Alemania y
Bohemia, el autoritarismo de los Habsburgos. La guerra empieza con los suecos
denominados “defensores de Praga”: los checos no habían reconocido al nuevo rey
Fernando de Estiria, nombrado en 1617 y, en la ciudad de Praga, los consejeros
realistas fueron arrojados por la ventana.
Fernando de Estiria, nombrado emperador en 1637, como Fernando II, con la
ayuda del ejército de la Liga católica alemana que dirigía el general Tilly, dominó la
revuelta de Bohemia al vencer en la batalla de la Montaña Blanca. Luego, el
emperador intento la unificación de Alemania. Los príncipes protestantes alemanes
de los estados del norte, apoyados por Dinamarca, cuyo monarca Cristian IV
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deseaba ampliar su influencia en el mar Báltico, se opusieron al emperador, siendo
derrotados en Dessau y Luther. Cristian IV pidió la paz, que se firmo en Lubeck.
Suecia era un estado protestante, cuyo rey, Gustavo II Adolfo, deseaba
convertir el Báltico en un “lago sueco”. Los suecos contaban además con un ejército
muy preparado técnicamente.
En 1631 y tras pactar con Francia (Pacto de
Barwalde), el monarca sueco desembarcó sus tropas en Straslsund. El ejército sueco
aniquiló a las tropas imperiales en la batalla de Breitenfels. Gustavo II Adolfo llegó
luego hasta el Rin y venció de nuevo a Lützen, pero esta batalla le costó la vida al
monarca sueco. No obstante, Suecia siguió en la lucha.
Para enfrentarse a las victorias suecas, los Habsburgo unieron sus fuerzas. El
imperio y España luchaban juntos y la victoria empezaba a inclinarse a su favor. Y
Francia decidió intervenir.
Richelieu organizó la alianza europea contra los
Habsburgo contando con Suecia, Holanda, los cantones suizos y los principados
alemanes e italianos. Sólo quedaron fuera de la contienda Inglaterra, Rusia y
Turquía. Y en 1635, Francia declaró a la vez la guerra a España y al imperio. A
partir de 1639, la suerte se inclinó del lado de la coalición anti-Habsburgo. En las
Dunas (1639), la escuadra española cayó derrotada. También los tercios españoles
fueron vencidos por el ejército francés en 1643 y 1648. Este mismo año, los suecos
derrotaron al ejército austriaco.
En 1648, los imperiales firmaron el Tratado de Paz de Westfalia. Este
tratado, primer intento de coordinación internacional de la Europa moderna, reguló
las relaciones entre el imperio y sus miembros constituyentes, por un lado, y entre
Francia, Suecia y sus aliados, por el otro. España no participo, pues la cuestión
franco-española seguía debatiéndose con las armas. Con este tratado, la estructura
europea dejaba de ser vertical y Europa se convertía en un mosaico de estados
nacionales laicos. El nuevo orden territorial se apoyaba sobre el descalabro alemán:
se reconocía la independencia de Holanda y de Suiza, y Francia y Suecia entraban en
posesión de antiguas posesiones imperiales, ampliando así sus territorios.
En 1659, España, agotada tras ser derrotada de nuevo en las Dunas, pidió la
paz. El Tratado de Paz de los Pirineos consolidó el poder de Francia a la vez que la
decadencia de España. Esta tuvo que ceder a Francia el Rosellon, parte de la
Cerdaña, el Artois y otras posesiones de Flandes, Hainaut y Luxemburgo.
Luis XIV
La victoria francesa en la Guerra de los Treinta Años y la personalidad
extraordinaria de Luis XIV, llamado también el Rey Sol, colocaron a Francia en un
lugar hegemónico, en el contexto de la política Europea. Luis XIV estableció
definitivamente en su país la monarquía absoluta de “derecho divino”, fórmula
política que desligaba al monarca de toda limitación impuesta por las leyes o
tradiciones. Para ello contó con la colaboración de excelentes ministros, como
Colbert de hacienda y Louvois del ejército.
Los estados generales, que representaban la voz del pueblo, dejaron de ser
convocados.
También los municipios y los gremios se vieron sometidos a la
autoridad real. La centralización y el uniformismo llegaron a dominar todos los
aspectos de la vida francesa.
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La corriente intelectual del Siglo XVII: El Barroco
Tradicionalmente se designa con el nombre de época barroca, al período
comprendido desde comienzo de la segunda mitad del Siglo XVI hasta los primeros
años del XVIII, aunque su apogeo lo alcanzó en el XVII.
Frente a la serenidad del clasicismo renacentista, el barroco representó una
época de agitación y sensualidad manifestada en su gusto por lo recargado y
suntuoso. Esta agitación tuvo un trasfondo religioso, provocado por la crisis de la
ortodoxia católica.
El humanismo y la Reforma habían destruido las bases de la unidad medieval
y esbozado un mundo nuevo. En el Siglo XVII sería necesario completar esta nueva
estructura. Así, el estado, la ciencia, la economía, el concepto del hombre, fueron
estudiados partiendo de unas directrices uniformes en las cuales la razón ocuparía un
lugar fundamental.
Exaltación religiosa
En 1648, acabada la Guerra de los Treinta Años, que en el fondo fue una
guerra de religión, Europa quedo estructurada religiosamente:
- La península Ibérica, los estados italianos, Francia, Flandes, Austria, Hungría,
Polonia, Bohemia, sur de Alemania e Irlanda, como estados católicos.
-
El norte de Alemania y Escandinavia, como luteranos.
-
El calvinismo se estableció en Suiza, Holanda, Escocia y parte de Inglaterra.
-
Anglicanismo en Inglaterra.
Entre las diferentes doctrinas protestantes, fue la calvinista la que más se
desarrolló, como pone de manifiesto la profusión de sus sectas. En cuanto al
catolicismo, vivió un momento de esplendor espiritual tras el Concilio de Trento.
Hubo una gran generación de religiosos, como los franceses de San Vicente de Paúl y
San Francisco de Sales o el español San José de Calasanz.
El establecimiento de nuevas órdenes y congregaciones religiosas, entre ellas
las de los escolapios, las Hijas de la Caridad, los trapenses, los sulpicianos, los
Hermanos de la Doctrina Cristiana, etc., contribuyó a aumentar el fervor católico, a
cuyo fin prestaron también su importante colaboración místicos, escritores, religiosos
y teólogos.
Estados europeos en el Siglo XVIII
Los Hannover de Inglaterra
En 1701, el parlamento inglés publicó el “Acta de Establecimiento”, por la cual
se regulaba la sucesión a la corona. Se reconocía como sucesor de Guillermo III y
Maria a su hermana Ana, y, en el caso de morir ésta sin descendencia, al elector de
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Hannover, Jorge, biznieto de Jacobo I. En consecuencia, a la muerte de la reina Ana,
el trono de Inglaterra pasó a la familia alemana de los Hannover.
A lo largo del Siglo XVIII se sucedieron en el trono inglés Jorge I, Jorge II y
Jorge III. Los dos primeros, que apenas hablaban inglés, se preocuparon más por
los asuntos de sus estados alemanes que por los de Gran Bretaña, por lo que el
parlamentarismo inglés arraigó definitivamente.
Por el contrario, Jorge III, inglés de nacimiento, decidió imponer su autoridad
sobre el parlamento restaurando el “privilegio real” que le permitía ser rey y
gobernar. Con el concurso de los tories y mediante la corrupción electoral, logró
mantener su poder sobre el parlamento hasta 1782. El fracaso de su política
exterior en la cuestión de la sublevación independentista de las colonias inglesas en
América acabó con el poder del monarca sobre el parlamento. Con William Pitt, “el
joven”, primer ministro de 1783 a 1806, se restableció el sistema parlamentario.
Francia: Luis XV y Luis XVI
A la muerte de Luis XIV, Francia se encontraba en una crítica situación
acentuada por la Guerra de Sucesión a la corona española. En los años siguientes, la
monarquía francesa caminaría hacia su definitivo eclipse. Luis XV tenía solo 5 años
cuando sucedió a Luis XIV, su bisabuelo. Durante la minoría de edad del monarca,
se ocupó de la regencia el príncipe Felipe de Orleáns, que intentó rehacer el prestigio
de la monarquía, pero París sustituyó de nuevo a Versalles y el parlamento de la
capital volvió a tener relevancia.
En 1723, Luis XV fue declarado mayor de edad (a los 13 años). Su gobierno
se apoyó en el cardenal Fleury que intentó mantener la paz y desarrollar la
economía. Muerto Fleury, Luis XV se dejó llevar por la voluntad de sus favoritas, lo
cual le valió la desconfianza de sus súbditos y dio de nuevo fuerza al parlamento de
París y a los parlamentos provinciales.
A su muerte, le sucedió en el trono su nieto Luis XVI, quien tampoco supo
estar a la altura de la circunstancias y se vio dominado por su esposa Maria
Antonieta. Era evidente que la hacienda francesa estaba en bancarrota, y así lo
comprendieron los ministros que se sucedieron de 1774 a 1789, año en que estalló
la revolución.
La dinastía borbónica en España
Felipe V, primer rey de la nueva dinastía, intentó reorganizar el país según el
modelo absolutista de Luis XVI.
En consecuencia, decidió la abolición de las
autonomías políticas en los dominios de la corona de Aragón mediante el “Decreto de
Nueva Planta”.
Felipe V se rodeó de inteligentes ministros, que consiguieron
fortalecer la economía española. Las reformas iniciadas fueron continuadas por sus
sucesores, Fernando VI y Carlos III.
Fernando VI siguió apoyándose en los ministros del reino anterior.
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Carlos III, considerado como uno de los soberanos más capaces de su
tiempo, representó en España el prototipo del despotismo ilustrado. Era rey de
Nápoles cuando sucedió a su hermano Fernando en el trono español. Se rodeó de
colaboradores reformistas representativos de la generación ilustrada española de
finales del Siglo XVIII, y con ellos inició un período de reformas centradas
especialmente en la economía y, mas concretamente, en la agricultura. En 1778 se
permitió por primera vez el libre comercio con las colonias. Como consecuencia de
todo ello, empezó un resurgimiento de la industria y, paralelamente, el predominio
de la periferia sobre la meseta.
El gobierno de Carlos III intervino en varias guerras de la época, siempre
aliada con Francia y contra Inglaterra. Como resultado de ellas, España perdió la
península de Florida y recuperó Menoría y Florida tras la Guerra de la Independencia
de los Estados Unidos de América.
A Carlos III, le sucedió su hijo Carlos IV, que dejo gobernar al ministrofavorito Godoy y fue instrumento de los planes de Napoleón.
La monarquía austriaca: Despotismo Ilustrado de José II
José II, hijo y sucesor de Maria Teresa, fue partidario de realizar reformas
radicales dentro de la línea del despotismo ilustrado. José II, para llevar a cabo la
centralización absoluta del imperio, germanizó la administración (impuso el alemán
como idioma oficial), ejerció sobre la Iglesia un poder absoluto (josefinismo) y redujo
el poder de la nobleza suprimiendo en parte la servidumbre de la gleba y
estableciendo la igualdad en el pago de los impuestos.
Pero la centralización germánica produjo un profundo descontento en el
imperio, dada la diversidad de pueblos que lo formaban: sublevaciones en Flandes,
Milán y Hungría.
Su hermano y sucesor, Leopoldo II restauro la paz pero tuvo que reconocer
las libertades tradicionales de los húngaros y los belgas.
Federico II de Prusia
Las reformas iniciadas por su padre, tendentes a centralizar y fortalecer el
estado prusiano, fueron continuadas por Federico II, el cual merece ser considerado
un reformista en todos los sentidos. Preocupado por la situación del campesinado y
la baja densidad demográfica del país, dio grandes facilidades a los campesinos para
que repoblasen tierras. Paralelamente, se preocupó del desarrollo industrial y el
saneamiento de la hacienda. En términos generales, su política logró elevar a Prusia
el rango de gran potencia europea.
Catalina la Grande de Rusia
Arrebató el trono a su esposo Pedro II mediante un golpe de estado, y con
esto se inicia una época nueva, la del despotismo ilustrado en Rusia. La zarina
dirigió la política del país apoyándose en la nobleza. Durante su gobierno se
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colonizarían las estepas ucranianas, donde aparecieron nuevas ciudades y puertos.
En la región de Ural se crearon las primeras industrias metalúrgicas. Sin embargo,
las reformas fueron mas aparentes que profundas y empeoró la ya mísera situación
del campesinado. En el exterior, sus éxitos militares a costa de Turquía y Polonia
permitieron a Rusia ampliar su territorio en el Occidente, con lo cual esta nación se
convirtió en la mayor potencia del este europeo.
El fin de Polonia
El prolongado declive del estado polaco se acentuó a lo largo del Siglo XVIII.
La carencia en él de un poder monárquico fuerte dio a Austria y Rusia la oportunidad
de intervenir constantemente en los asuntos internos de Polonia en su propio
provecho. La influencia de estas potencias se hizo evidente cuando Augusto III llegó
al trono en contra del candidato elegido por la Dieta, Estanislao I, lo cual dio lugar a
la Guerra de Sucesión de Polonia.
Muerto Augusto III, Polonia se convirtió en un protectorado ruso, subiendo al
trono Estanislao II.
Rusia, Prusia y Austria procedieron al primer reparto de Polonia apoderándose
de parte de Rusia Blanca, Pomerania y Galitzia, respectivamente. En 1791 se inicio
la Guerra Civil y en 1792, Rusia y Prusia procedieron al segundo reparto: el resto de
Rusia Blanca, Rusia Negra y la Ucrania occidental, para Rusia; Posnania y la región
del Wharte, para Prusia.
Los patriotas polacos se sublevaron acaudillados por el héroe nacional Tadeo
Kosciuskzo, pero fueron derrotados por las tropas prusianas y rusas.
En 1795 se llevó a cabo la desmembración total del reino con el Tercer
Reparto, por el cual Prusia, Rusia y Austria se repartieron lo que quedaba de Polonia:
Rusia obtuvo Curlandia y el resto de Lituania; Austria, la Polonia meridional; y
Prusia, el resto del territorio polaco, con Varsovia.
La Ilustración y Revolución del Siglo XVIII
Los estamentos sociales que representaban los principales pilares del Antiguo
Régimen se mantuvieron durante casi todo el Siglo XVIII. La nobleza continuó
desempeñando el papel de clase privilegiada y los campesinos siguieron viviendo
miserablemente.
Sin embargo, la burguesía, jurídicamente dentro del tercer estado, se
afianzaría a lo largo del Siglo XVIII como la plataforma que iba a sostener el peso de
todas las manifestaciones políticas, económicas y culturales de la sociedad.
La burguesía, que aglutinaba a comerciantes, industriales y ciudadanos
dedicados a oficios liberales, adquirió entonces conciencia de su fuerza y su papel
social.
En los Siglos precedentes, este grupo social había asumido la dirección del
capitalismo comercial y financiero. A finales del XVIII, los burgueses reclamaron una
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mayor libertad en sus actividades económicas, la anulación de los privilegios
nobiliarios y la igualdad judicial y tributaria.
Evidentemente, a medida que se imponen los nuevos postulados capitalistas,
el sistema feudal entra en crisis, y con el la clase que ostentaba su dirección, la
nobleza.
Las nuevas ideas. Los Enciclopedistas
En Francia y a principios del Siglo XVIII, los intelectuales encabezaron una corriente
de pensamiento que irradiaría a todo el continente europeo.
Partiendo del
empirismo inglés del Siglo anterior, se centraron en divulgar y aplicar prácticamente
los principios de la investigación científica. De su confianza en la razón y en la
enseñanza deriva el nombre “Siglo de las Luces”, o Ilustración, con que se conoce
este movimiento, cuyas raíces entroncan con el humanismo renacentista.
Los filósofos ilustrados se dedicaron a criticar todo género de supersticiones y
tradiciones que no tuviesen una base racional y a poner en tela de juicio toda la
estructura del Antiguo Régimen.
Así, Montesquieu publicó en 1748 una obra de doctrina política, El Espíritu de las
Leyes, donde establecía el principio de la división de los poderes del estado
(ejecutivo, legislativo y judicial), opuesto totalmente al absolutismo imperante.
Posteriormente, en la segunda mitad del Siglo XVIII, apareció también en Francia
una generación de intelectuales conocida como los Enciclopedistas porque procedió a
recopilar los conocimientos de todo orden en una obra, la famosa Enciclopedia
Francesa, que empezó a publicarse en 1751. Elaborada con criterios racionales y
liberales, dirigida por el filósofo Diderot y el matemático D’Alembert contó con la
colaboración de relevantes figuras, como el deísta Voltaire y el demócrata Rousseau.
Este último escribió también el Contrato Social, en que sentaba los principios de una
sociedad democrática. Una característica de la nueva corriente de pensamientos fue
su alejamiento de los centros de estudio oficiales. Los intelectuales se reunían en los
salones de Paris. También la edición de libros, folletos y revistas, que proliferaron
abundantemente, ayudo a que se propagase la Ilustración, aunque muchas veces las
ediciones eran clandestinas por temor a la censura oficial.
Desde
-
Francia, la Ilustración se extendió por Europa, aunque con nombres propios:
Auflarung en Alemania.
Iluminismo en Italia.
Iluminismo en España.
El predominio de la lengua francesa facilito este fenómeno de signo
universalista.
El conflicto entre Inglaterra y sus Colonias
La Paz de París, al alejar de los colonos británicos en Norteamérica el peligro
francés y la competencia colonial, contribuyó al desarrollo económico de las
mencionadas colonias. Como consecuencia se habían fortalecido sus aspiraciones
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autonómicas. Herederos de las tradiciones inglesas, los colonos norteamericanos
gozaban de una libertad política muy superior a la de los pueblos europeos. En este
ambiente de progreso, en que se habían introducido las ideas revolucionarias, se
hallan las causas primeras del movimiento de independencia de las trece colonias
inglesas.
Las causas inmediatas se fraguaran como respuesta a la política autoritaria y
comercialmente restrictiva del monarca inglés Jorge III. Éste, preocupado por el
déficit monetario inglés generado por la Guerra de los Siete Años, pretendió imponer
una serie de nuevos impuestos en las colonias, las cuales reaccionaron de forma
violenta en varias ocasiones.
En 1773, con motivo de la aplicación de la tasa sobre el té, se produjeron
graves incidentes en el puerto de Boston. Y los colonos, disfrazados de pieles rojas,
asaltaron y arrojaron al mar un cargamento de té.
Jorge III reaccionó
enérgicamente y proclamo el estado de excepción.
Congresos de Filadelfia
Salvo Georgia, que se mantuvo leal, los delegados de los restantes doce
estados de Nueva Inglaterra (Massachussets, New Jersey, New Hampshire,
Pennsylvania, Delaware, Virginia, Maryland, Carolina del Norte, Carolina del Sur,
New York, Rhode Island y Connecticut), se reunieron en el I Congreso de Filadelfia,
donde redactaron una Declaración de Derechos (1774) y decidieron suspender el
comercio con la metrópoli hasta que se restableciera la situación anterior a 1763.
En 1775, el II Congreso de Filadelfia acordó programar su separación de la
corona inglesa. El 4 de Julio de 1776 era aprobada por los congresistas una
Declaración de Independencia redactada por Thomas Jefferson, abogado de Virginia
y, posteriormente, tercer presidente de Estados Unidos. En ella se recogían los
principios enciclopedistas. La declaración fundaba la separación de las colonias en
“las leyes de la Naturaleza y del Dios de la Naturaleza” y en las verdades evidentes
de la razón.
La Guerra de Independencia
Al principio, la guerra fue difícil para los insurgentes, mal organizados. El
ejército inglés, formado por mercenarios alemanes en su mayor parte, los superaba
en número y técnica militar. Pero, con tenacidad y patriotismo, el general George
Washington supo conducir a sus tropas a la victoria.
Tras la importante victoria americana de Saratoga, en 1777, Benjamín
Franklin, el primer embajador de Estados Unidos, inició en Paris una campaña a
favor de la causa independentista. Un grupo de jóvenes franceses capitaneados por
el marqués de La Fállete marchó a las colonias para sumarse al ejército de
Washington.
Francia, en 1778, y España, en 1779, decidieron intervenir a favor de la causa
norteamericana con el objeto de debilitar a su tradicional enemigo, Inglaterra.
12
Las tropas inglesas fueron vencidas definitivamente en Yorktown. La paz se firmó en
Versalles en 1783. Inglaterra reconocía la independencia de Estados Unidos y cedía
los territorios hasta el Mississippi, y Canadá quedaba en posesión de Inglaterra.
Francia recuperó Tobago, Santa Lucia y el Senegal, pero quedaba arruinada. España
recobró Menoría, Florida y algunos territorios de Honduras, pero sufriría en su propio
imperio colonial las consecuencias de la independencia de América del Norte.
Organización de los Estados Unidos
El 17 de septiembre de 1787, la Convención Nacional de Filadelfia aprobó la
Constitución de Estados Unidos. Estados Unidos sería una república federal en la que
cada estado conservaba sus propias instituciones. Se puso en práctica la división de
poderes. El ejecutivo era dirigido por un presidente elegido cada cuatro años, el
legislativo lo ejercía un Congreso formado por dos Cámaras (Senado y Cámara de
Representantes); y el ejecutivo quedaba en manos de la Corte Suprema de Justicia.
El primer presidente electo fue George Washington.
Este trabajo de Tesis es un resumen de la Enciclopedia de Historia Universal editada
por EUNSA (Editorial de la Universidad de Navarra), de los tomos seis al diez.
13
CAPÍTULO 1. LA CRISIS EUROPEA DEL SIGLO XIV
1.1 LA ESTRUCTURA POLITICA DE LA CRISTIANDAD EUROPEA
1.1.1 Occidente: Cristiandad o Europa
1.1.1.1
Las naciones de Europa. Cuando, a principios del Siglo XV, se reúne
en Constanza el Concilio ecuménico, con objeto de acabar con el Cisma, la Iglesia,
acepta por una sola vez, compartir la responsabilidad en los asuntos que atañen a la
Cristiandad con los poderes laicos. Estos concurrieron al Concilio agrupados en cinco
“naciones”, que fueron de éste modo consideradas como los componentes esenciales
de la Cristiandad, por este orden: Alemania, núcleo del Imperio; Italia, cuna del
mismo; Francia, que se remontaba a Carlomagno; España e Inglaterra. Desde hacía
algún tiempo, Europa era concebida a la vez de un modo unitario, como ámbito de la
Cristiandad latina, y de un modo plural, compuesta de cinco naciones. Con éste
cambio de denominación se había dado un paso importante hacia la secularización de
la política.
Estas “naciones” no se identificaban con los Estados. Nación, que significa
tan solo nacimiento, aparece como una calidad que el individuo posee al llegar a este
mundo, completamente al margen de su voluntad. Se nace dentro de una nación y
se forma parte de una comunidad que tiene características definidas, siendo la
primera de todas: la posesión de la fe cristiana. El órgano político de soberanía
recibe otros nombres: se le llama regnum (reino) o res pública. En cualquier caso se
concibe al reino o república como un ente objetivo que debe ocuparse del bienestar
material y moral de las personas que habitan un determinado territorio.
No eran la lengua, ni las costumbres y leyes, ni la Historia, cada una por sí,
causas suficientes para determinar la existencia de una nación, sino la combinación
de todas ellas unidas a cierta conciencia mítica o heroica de origen.
La palabra Estado, carecía de la importancia que llegará a tener. En su más
crítico sentido, los “Estados” eran los dominios jurisdiccionales y fiscales; tanto
podían ser atribuidos a un rey como a un noble.
Desde principios del Siglo XIV se encuentra ya concluido el proceso que
entrega a los reyes de Francia, Inglaterra y España, la plenitud de la soberanía. La
conciencia de unidad cristiana que el Imperio había intentado establecer resultó
modificada, puesto que cada “soberano” era absoluto y, prácticamente, un
emperador en su reino.
Otro concepto que tampoco se puede descuidar es el de patria. Éste se
refiere al territorio dentro del cual cada hombre vive el sentimiento de adhesión a
dicho territorio.
Durante el Siglo XIV a los tres conceptos, nación, reino y patria tienden a
fundirse en uno solo y se presentan como meta para grandes empresas políticas que
sólo las Monarquías pueden realizar. En España, los reyes de la Casa de Trastámara
fueron los primeros en demostrar una conciencia nacional, que diferenciaba a los
soberanos españoles de los del resto de Europa y les movía a estrechar los lazos de
14
unión con los demás reyes peninsulares. Antes de que pensaran en construir la
unidad, buscaron conscientemente convertirse en la única dinastía nacional.
1.1.1.2
Cristiandad y Poder Pontificio. El aparato externo a través del cual se
propaga, mantiene y custodia la fe, es la Iglesia, que durante el Siglo XIV caminaba
con bastante rapidez hacia un centralismo monárquico y burocrático que sirvió
muchas veces de modelo a los nacientes Estados territoriales.
Un sector de pensadores insistían, que el poder
espiritual es de superior calidad al temporal. Los
príncipes soberanos son meros administradores de un
poder que les ha sido otorgado por Dios y del cual han
de rendir cuenta. Los fines propios del Estado se
encuentran subordinados siempre a ese fin verdadero
para el que el hombre ha sido creado, el de la
salvación eterna y del encuentro con Dios, pura
trascendencia.
“La autoridad del Papa procede, inmediata y
directamente, de Dios. No existe ningún poder capaz
de nombrarle o deponerle. Ni siquiera el Concilio
posee autoridad sobre un Papa. En el caso que se
planteaba en el Siglo XIV, de un Pontífice que
incurriese en herejía, no sería la autoridad del Concilio
la causa de la deposición sino el error albergado por el
Vicario. A la inversa, todos los fieles cristianos deben
Figura 1. Bonifacio VIII
completa obediencia al Papa porque su voluntad es
solamente reflejo de la voluntad de Dios; ahí la superioridad sobre el emperador, que
es cabeza temporal de la Cristiandad, y sobre los electores, la cual le convierte en
árbitro de la legitimidad de cualquier elección. La legitimidad de cualquier mandato
emanado de una autoridad temporal depende de que se halle en concordancia con
los principios de la ley natural y de la ley divina positiva; es únicamente el sacerdocio
el que puede dictaminar acerca de dicha concordancia”.1
En la querella entre Bonifacio VIII y Felipe IV de Francia, los escritores al
servicio de este último, Pedro Dubois o Juan de Paris, habían puesto en tela de
juicio, ante todo, la utilidad del gran edificio eclesiástico. Abrieron entonces una
brecha por la que penetraron las cuestiones decisivas que habrían de debatirse a lo
largo del Siglo XIV. El inmanentismo inaugurado por Ockham y la “vía moderna”, no
tenía más remedio que reclamar una autonomía completa de dicha sociedad laica,
cuyos fines recomendaba buscar en ella misma.
1.1.1.3
“El Defensor Pacis”. Marsilio de Padua y Juan de Jandun, estaban entre
los teólogos que militaban en el bando de Luis de Baviera. Para Marsilio, la querella
entre Emperador y Papa era, apenas, una manifestación formal del conflicto
profundo que desgarraba a la Cristiandad, y del cual aparecían como simbólicos
protagonistas el Papa Juan XXII y el general de los franciscanos “espirituales”, Miguel
de Cesena.
En El Defensor Pacis se recoge mucha de la reflexión elaborada por los
escolásticos a partir de la política de Aristóteles. El objeto de su atención no es el
1
De Pontificia Potestate. Agustinus Triumphus 1325. Doctrina de Superioridad Pontificia.
15
Estado en cuanto proyección de una idea, sino la comunidad, que está compuesta
por individuos que se agrupan en clases a fin de cumplir las funciones específicas
que a cada una compete en relación con el bien común. Al sacerdote compete sólo
enseñar y ordenar en aquellas cosas que conducen a la salvación eterna. Los
gobernantes son quienes conocen y aplican la ley la cual, a su vez, es una
combinación entre los que es justo y lo que forma parte de la costumbre. La
Monarquía parecía a los autores de “El Defensor Pacis” la mejor forma de Estado,
porque la unidad es superior a la diversidad, pero creían que el sistema electivo
debía preferirse al hereditario en cuanto a la sucesión de los reyes.
La Iglesia fue creada por los hombres como un instrumento para facilitar la
llegada a la meta espiritual de la salvación, pero se ha convertido en causa de
perturbaciones por haberse introducido en el ámbito temporal.
Como una
consecuencia de la premisa establecida del origen humano de la Iglesia, en ella el
poder pertenece a la comunidad, de la que es expresión el Concilio.
Si la Iglesia está formada por clérigos y laicos, el Concilio debe integrarse
también por unos y otros. Un Concilio, goza de la suprema autoridad sobre toda la
Iglesia y a él se encuentran todos sometidos, incluyendo al Papa.
Marsilio y Jaudun coincidieron con Ockham en muchos aspectos pero
sobretodo en uno: la negativa radical de asegurar que el Papa se halle libre de error.
Este es el aspecto polémico y más coyuntural de la obra. Pero aunque afirmaron que
al Concilio correspondía el juicio sobre los errores del Papa, no recomendaban en
manera alguna transferir a la Asamblea la autoridad suprema sobre la Iglesia.
Iglesia e Imperio son obras humanas y como tales, participan inevitablemente de la
imperfección de éstas. Su inmanentismo era tan radical que se disolvía en un
completo relativismo.
1.1.1.4
La autoridad imperial. Subsiste, en Occidente, un príncipe que usa el
título de emperador, a cuya coronación se rodea de mucha solemnidad. En la mayor
parte de los casos tal coronación se produce muchos años después de haber sido
elegido por el Colegio de príncipes electores alemanes; mientras llega el momento,
usa tan solo el título de rey de Romanos. En apariencia se trata ya de un título
vacío; todos los legistas al servicio de reyes en Occidente insisten una y otra vez en
que sus soberanos gozan de absoluta independencia en relación con el emperador.
Cuando se promulga la Bula de Oro de 1356 se consuma un largo proceso,
verdaderamente revolucionario: la soberanía, fue transferida en el Imperio a los
príncipes, los cuales recibieron el privilegio de la “lesa majestad”; sus sentencias no
podían ser evocadas ni apeladas ante un tribunal superior. El emperador conservaba
tan solo la fuerza que le conferían sus dominios patrimoniales. En términos de
rentas, no era ningún negocio la corona imperial.
Sin embargo se busca esta corona porque, adheridas a ella, subsisten varias
cosas. Están en primer término el prestigio, pues se identifica al emperador con la
cabeza temporal de la Cristiandad y de la nación alemana, y la superioridad de
rango.
1.1.1.5
La teoría
pretenden decir que
forma única, pero si
como procedente de
Los teorizantes de la política, no
del poder monárquico.
la Monarquía (como forma de Estado General en Europa) es la
afirman que es la mejor. La autoridad monárquica se concibe
Dios. Las monarquías aceptaron criterios objetivos de sucesión
16
por medio de la herencia. En el Siglo XIV aparece una división en este punto: el
procedimiento electivo era considerado válido para aquel tipo de autoridad que se
instalaba por encima de la Cristiandad entera, Papa y emperador, pero no para los
Estados territoriales de más o menos apariencia nacional.
Se admitía que el rey era suscitado por Dios mediante el procedimiento
natural de hacerle nacer en un determinado puesto de la dinastía consagrada. Pero
el orden de esta sucesión, que confiere legitimidad, no estaba aún suficientemente
claro; cuando existe un primogénito que el propio monarca puede presentar a sus
nobles para hacerle jurar, la cosa no ofrece mayores dificultades. Pero si la línea
natural se quiebra por falta de varones o incluso de descendientes directos, surgen
dificultades que dan origen a interpretaciones del derecho mucho más variadas y que
se acomodan, desde luego, a la potencia de los candidatos. En 1385 las Cortes de
Coimbra, hábilmente dirigidas por Juan das Regras, afirmó que cuando decaían en su
derecho las líneas principales, el poder de elegir rey revertía en la Asamblea de
Estados (Cortes), la cual procedió a instaurar una nueva dinastía.
No es, por tanto, la sucesión lo que distingue al príncipe del tirano, ni la que
legitima su poder, sino su origen y el modo de ejercerlo.
1.1.1.6
Las dimensiones de la autoridad. La recepción del Derecho Romano, que
promovía la fusión entre territorio, comunidad y príncipe, ejerció una gran influencia
sobre el modo como se conformaron los poderes que se atribuían al soberano como
propios. Pero no puede considerársela como elemento fundamental.
Durante el Siglo XIV, muchos testimonios documentales aparecen con una
expresión que parece unificar la corona y demás signos con el poderío real. Hay en
ellos una muestra de la objetivación de dicho poderío. El rey recibe la corona y
cuanto con ella se significa y se compromete a transmitirla con la misma absoluta
integridad. No puede disminuir el territorio del reino, ni quebrantar sus derechos, ni
perturbar su moral, ni mermar su poder. El monarca que incurre en cualquiera de
estos tres males corre el peligro de ser considerado como un tirano.
Es muy difícil captar la sutileza de las fórmulas jurídicas en que la Monarquía
se desenvuelve en esta etapa de tránsito. Se es rey en virtud de unos derechos que
legitiman al candidato para la posesión de la corona, pero una vez que dicha
posesión se ha obtenido, el monarca adquiere el deber de reinar, y a éste no puede
sustraerse. Porque trata de un deber y no de un derecho, que ha sido confiado por
Dios al monarca, no puede éste en ningún momento transponer los límites que le
señalan tanto la ley natural como la ley divina positiva. Atendiendo al bien común,
puede y debe modificar las leyes humanas positivas vigentes, siempre y cuando no
modifique con ello los principios morales básicos; ningún rey puede declarar lícitos la
usura, el asesinato o el robo.
Los juristas añadieron que las modificaciones en la ley debían producirse con
acuerdo y consentimiento de los estados de su reino, puesto que el poder otorgado
por Dios al monarca le llegaba a través de la comunidad de la que formaba parte y
en beneficio de la propia comunidad. Las leyes reclaman obediencia tanto del
monarca como de los súbditos.
Sucede, sin embargo, que una de las características más acusadas del Siglo
XIV, fue la de la distancia que en él se produjo entre la teoría y la práctica. Junto a
soberanos respetuosos con el orden moral y, por tanto, con el deber que su corona
17
comportaba, abundan también los auténticos tiranos. Frente a estos últimos la
sociedad no tenía otros medios de defensa que la violencia. Las guerras civiles se
hicieron frecuentes.
Los reyes descubrieron que, utilizando Ordenanzas, podían modificar las leyes
de forma muy sustancial sin que se les reprochara ningún quebrantamiento de la
constitución del reino.
1.1.2 El Estado y sus Recursos
1.1.2.1
El tema de la res pública. Los conflictos del Siglo XIV tendieron a
delimitar de una manera más precisa los territorios que ocupaban cada reino. La
noción de frontera comenzó a imponerse. La monarquía comenzó a identificarse
también con este territorio. Esa identificación entre rey y reino es uno de los
fenómenos al que los historiadores deben permanecer atentos. Los intereses de los
habitantes del territorio, del reino, constituyen la res pública, el Estado.
Los gobernantes estaban más atentos a las opiniones de los teorizantes de lo
que a primera vista podía suponerse. Desde mediados del Siglo XIV se redescubren
y copian las Epístolas de Cicerón. Pero el libro más leído y utilizado sigue siendo la
Biblia: los documentos están llenos de citas de la versión del Antiguo Testamento
hecha por San Jerónimo.
Todo esto es una muestra del influjo que los universitarios estaban llegando a
ejercer en las tareas de gobierno. En la segunda mitad del Siglo XIV ellos imponen
en todas partes el uso de la retórica. Para Bartola, el Derecho no es un simple uso
de la ley, sino algo valioso y complejo: parte de un conocimiento del orden moral
que Dios ha establecido (Derecho Natural) y elabora una técnica que permite aplicar
este conocimiento a las relaciones entre los hombres, a fin de que la Ley (Derecho
Positivo) sea usada rectamente y conduzca a la justicia. Consecuencia de estos
principios es la convicción de que se necesita confiar la res pública a expertos, como
los que produce la Universidad.
1.1.2.2
Estado y Orden Divino. Si el hombre se hubiera conservado en la
inocencia con que le adornó su Creador, el Estado habría sido innecesario; el pecado
original, y los pecados actuales, introducen en el mundo el desorden e injusticia que
deben ser corregidos. Algunos predicadores revolucionarios reclamaron la absoluta
igualdad entre los hombres y justificar el saqueo de las propiedades, sin tener en
cuenta que lo que la Iglesia advertía era que el pecado dañaba de tal manera la
naturaleza humana que hacía imprescindible ambos males; el estado de inocencia no
podía ser restaurado en este mundo. De hecho el gobierno de la res pública se
presenta como instrumento imprescindible cuya bondad o maldad depende del uso
que de él se haga. La ausencia de gobierno es radicalmente mala.
El gobierno de la res pública actúa en la esfera de lo temporal que se rige por
tres leyes, la divina, que es el orden que Dios ha impuesto al universo; la natural,
impresa en el alma de cada hombre en forma de principios morales; la positiva, que
los hombre producen para asegurar su convivencia. Entre ellas existe una jerarquía
de superior a inferior. Los poderes legítimamente constituidos no tienen potestad
sobre las dos primeras, pero pueden modificar o enriquecer la tercera por motivos de
utilidad al bien común.
18
Defender el territorio, mantener el orden público, asegurar la administración
de la justicia y cuidar de la salud espiritual de los súbditos eran las cuatro misiones
que unánimemente se reconocían a cada gobierno. Los desórdenes del Siglo XIV
perjudicaron mucho la credibilidad de las tesis nominalistas y acentuaron la
tendencia a considerar al reino como un cuerpo ordenado, un organismo en el que
las desigualdades entre los hombres resultan inevitables y útiles. Si todos los
hombres se empeñasen en hacer lo mismo, para ser iguales, el cuerpo social moriría.
El Estado es un resultado de este orden social.
Todas las doctrinas escolásticas coincidieron en el reconocimiento de la
libertad del hombre, identificándola con el libre albedrío. El Estado era considerado
como la resultante de esta libertad, cuyo uso constantemente se reclama. En un
Siglo de pesimismo, acentuado por la crisis económica y las epidemias, se abrió
fácilmente camino una corriente de creencias que afirmaban que la conducta y la
fortuna de los hombres se encuentran necesariamente condicionadas por el
movimiento de los astros. A pesar de las prohibiciones que se recordaban de cuando
en cuando, la astrología se extendió prodigiosamente como una pseudo-ciencia. Se
difundió también la creencia en profecías acerca de sucesos futuros, entre ellas de
una manera especial las que se atribuían a la Sibila y al mago Merlín.
1.1.2.3
Órganos del gobierno central. Con la excepción de Alemania, en todos
los demás países de Occidente se había consumado ya, en el Siglo XIV, la separación
entre la Casa privada y la Corte pública del rey. El oficio de canciller cobró mucha
mayor importancia. Al mismo tiempo los reyes tenían que rodearse de consejeros
independientes de las Asambleas de estamentos.
Inglaterra se adelantó a las otras monarquías en la conversión de la Casa
privada en organismo autónomo; fue uno de los medios que los reyes imaginaron
para librarse de las ingerencias de la nobleza. Compuesta por un organismo
financiero, el Guardarropa2, y por otro ejecutivo, el Sello Privado, creció sin
interrupción a causa de las guerras, casi continuas. El Exchequer era en el Siglo XIV
a un mismo tiempo tesorería del reino, tribunal de cuentas y corte administrativa
ante la que los sheriffs debían presentar el informe de su actuación. El Exchequer
poseía una organización con aspectos curiosamente arcaicos: los recibos que
extendía eran trozos de madera señalados con muescas y partidos por la mitad, a los
que se denominaba tallas. Las tallas eran negociables.
El Consejo Real inglés era el heredero de
que en el Siglo XIII y primeros años del
implantación de la Carta Magna, los nobles
consejeros debía ser limitado. El Consejo había
emisión de sentencias en grado de apelación.
la antigua Curia. Durante las luchas
XIV se habían producido para la
insistieron en que el número de
sustituido prácticamente al rey en la
El despacho de las órdenes y decisiones del rey era efectuado por la
Cancillería, excepto cuando se trataba de cuestiones urgentes y de menor rango, que
pasaban por el Sello Privado de la Casa Real. La Cancillería, determinaba el carácter
y tamaño de los documentos que debían expedirse, así como el sello que
corresponde a la naturaleza del acto y la cantidad de dinero que debía pagarse por
él.
2
Que administraba las rentas y bienes privados del monarca.
19
La justicia, en Inglaterra, era ejercida por el rey a través de dos Bancos, el
“común” establecido en Westminster, y el “real”; en la práctica esta separación se
refería a causas civiles y criminales.
En Francia, la evolución de las instituciones fue más tardía y pobre. El
Consejo Real no era un organismo con número fijo de personas que sirviesen su
cargo de acuerdo con obligaciones y horarios regulares. La misma situación se
encuentra en España hasta fines del Siglo XV.
A las reuniones judiciales del Consejo se llamaron en Francia Parlamentum, el
cual funcionaba como un alto tribunal de apelación, ante el cual podían ser evocadas
o apeladas todas las sentencias, de cualquier origen y de cualquier lugar del reino.
Era ya el Parlamento, Tribunal Supremo del reino, dividido en tres secciones: la
Grande Chambre, encargada de dictar las sentencias, que se reunía una sola vez por
año; la Chambre den enquetes, que preparaba los sumarios, y la Chambre de
requetes, que atendía a las apelaciones. Los miembros del Parlamento trataban de
convertir sus puestos en hereditarios.
Durante el Siglo XIV los cambios en el gobierno central de las monarquías
españolas fueron probablemente mayores y más acelerados que en parte alguna. En
la Corona de Aragón comenzó a existir en el reinado de Alfonso III un Consell Real.
En 1344 Pedro IV promulgó sus famosas Ordenanzas; en virtud de ellas se produjo
la división del Consejo en dos secciones a las que se atribuyeron cometidos distintos.
Las dos secciones estaban presididas por el canciller. Las deliberaciones de justicia
eran llamadas Audiencia.
Compartiendo las angustias de sus
1.1.2.4
Los recursos económicos.
súbditos, los reyes europeos del Siglo XIV padecieron grandes dificultades
económicas provocadas por el aumento continuo de sus gastos. Todos necesitaban
compensar la insuficiencia de las rentas propias por medio de ayudas o subsidios de
carácter extraordinario, que sólo podían ser otorgadas por las Asambleas que
representan el reino. Entre dichas rentas, que pueden calificarse de “ordinarias”, las
cuatro más importantes eran: aduanas, tributo del suelo, derechos de vasallaje y
derechos de justicia.
En primer término se insiste en la regalía monetaria; acuñar moneda es
monopolio del rey. Este monopolio era intrínsecamente beneficioso porque a las
piezas acuñadas se asignaba un valor de circulación ligeramente superior al que
constituyen el metal y el trabajo utilizados en la operación. La diferencia, muy
pequeña, era asignada al rey, cuya autoridad era la causa de la minúscula plusvalía.
Pero en determinados momentos de apuro, los reyes aumentaban considerablemente
esta plusvalía rebajando la cantidad de metal fino empleado en cada pieza. Se
trataba de una verdadera falsificación que los castellanos llamaron “quebranto”, la
cual introducía graves perturbaciones en el mercado.
En el Siglo XIV las manipulaciones monetarias hechas por los gobiernos se
hicieron extraordinariamente frecuentes e incidieron perturbadoramente en los
precios, elevándolos.
Los reyes recurrían a los impuestos indirectos con preferencia sobre los
directos, porque carecían de recursos para asegurar una correcta percepción de
estos. Aunque constaban con diferentes denominaciones en cada nación, responden
20
todos a un mismo principio: las mercancías deben pagar [impuestos] tanto a la
entrada como a la salida del reino.
1.1.2.5
Aparición del impuesto directo.
Desde finales del Siglo XIII se
registraban tímidos tanteos para restablecer los impuestos directos, típicos de la
tradición romana. Las guerras del Siglo XIV permitirán a los reyes franquear el paso
decisivo. Siendo el impuesto directo en apariencia el más justo, se traducía a la hora
de su percepción en grandes injusticias. Por eso fue altamente impopular.
La aparición del impuesto directo se asocia a concesiones de las Asambleas de
Estados. Desde 1332 el Parlamento inglés otorgó al rey el derecho a percibir el
“porcentaje”, que era un quinceavo de las rentas rurales y un diezmo de las urbanas.
El impuesto directo más típicamente castellano fue la moneda; consistía en cobrar
varias de las antiguas monedas foreras que antes se abonaban cada siete años.
En Francia y en Castilla el clero pagaba impuestos, unas veces en calidad de
donativo, como en Cataluña, otras en forma de una cuota fija, las tercias,
establecidas de acuerdo con el Papa.
1.1.2.6
Orígenes de la deuda pública. Los ingresos, a pesar de todo, no
bastaban para cubrir las necesidades en determinados momentos de tensión, de
modo que todos los Estados y las ciudades provistas de autonomía financiera se
vieron obligados a recurrir a préstamos, teóricamente sin interés, en la práctica con
intereses moderados. Los préstamos tenían que devolverse, de acuerdo con varios
sistemas; el más corriente consistía en afectar una parte de determinadas rentas a
dicha devolución.
Lentamente comenzó a producirse el fenómeno del impago de los préstamos,
al principio de las cuotas de amortización y luego de los intereses. Al mismo tiempo
que se encadenaban estas desdichas, nacían en las ciudades italianas los bancos
públicos, cuya misión era precisamente evitarlas. Todas estas instituciones tenían
asignada la misma misión de fiscalizar y ordenar los ingresos propios de la ciudad a
fin de que garantizasen el pago de los intereses de los préstamos. A fines del Siglo
XIV la deuda tendía a consolidarse mediante la emisión de títulos vitalicios o
perpetuos, que no era necesario amortizar porque se adquirían con el solo fin de
cobrar intereses.
1.1.2.7
Guerra y diplomacia. Las relaciones entre los reinos obedecen a tres
necesidades: la guerra que ocupa el primer puesto; las alianzas, que permiten
utilizar la ayuda de otro reino contra el enemigo común; la protección de la persona
y bienes de los propios súbditos. Existe, en gran parte sin proponérselo, una política
económica en el sentido de que se protege el comercio con el exterior, se asegura el
acceso a los mercados y se defiende a los mercaderes propios y extraños.
El instrumento diplomático para asegurar ventajas o protección es siempre un
tratado; muchas veces aparece este como punto final de una guerra, pero en otras
ocasiones es el precio que se ha de pagar por la ayuda. En los tratados existe
siempre alguna cláusula económica por la que se salvaguarda lo que cada reino
considera su riqueza esencial. Existe un punto de coincidencia: la riqueza de un país
consiste en la acumulación de metales preciosos, de modo que debe facilitarse su
entrada e impedir su salida. Los tratados son medio de lucha entre reinos pero,
sobre todo, manifestación de la victoria; el éxito o fracaso de una guerra se mide por
las condiciones del tratado.
21
1.1.3 El Reino y su Representación
1.1.3.1
La administración local inglesa. En el Siglo XIV Inglaterra se hallaba
dividida en treinta condados (counties).
En ellos, el órgano fundamental de
administración y representación era la Asamblea del condado, dotada de funciones
judiciales y presidida por el sheriff, a quien incumbía la administración de la justicia,
el cumplimiento de los mandamientos reales y la recaudación de las rentas de los
dominios. Él era el representante del rey, quien hacía cumplir las órdenes de éste y
mantenía el orden, persiguiendo a los delincuentes.
El Sheriff era de nombramiento real; en este intervenía sobre todo el Exchequer,
ante quien era responsable por la percepción de las rentas ordinarias. Cuidaba de la
movilización de tropas, mandándolas, pero durante el Siglo XIV fue también relevado
de estas funciones.
1.1.3.2
Bailios y senescales en Francia. El rey tuvo que crear sus propios
funcionarios, los que necesitaba para la administración de los bienes y rentas del
patrimonio real; la complejidad de dicho patrimonio y la escasa diferencia que existía
entre propiedad y autoridad, convirtieron a estos funcionarios, llamados prebostes,
en auténticos delegados del rey provistos de capacidad judicial. Muy poco a poco se
delimitaron parcelas del territorio que se llamaron prebostazgos.
Los prebostazgos, en el Siglo XIV, se vieron reducidos a la mera administración de
rentas porque ésta era capaz de absorber toda la atención. Los reyes acudieron al
sistema general de arrendamientos.
El arrendamiento permitía disponer de
antemano de un dinero, transfiriendo después al arrendatario la responsabilidad y las
dificultades para percibirlo. Al pasar el prebostazgo del sector público al privado,
surgió la necesidad de crear un nuevo tipo de función. El país se dividió en
circunscripciones administrativas, a cuyo frente se situó un oficial de la corona, que
fue llamado bailio en el norte del país y senescal en el sur.
Bailios y senescales, nombrados directamente por el rey, le representaban
ejerciendo por delegación una parcela de su misma completa autoridad. Percibían
los impuestos regulando las cuentas, convocaban las tropas en virtud de su derecho
de ban, y custodiaban el orden público. Un delito contra los bailios o senescales se
consideraba de la misma calidad que el cometido contra el rey.
A lo largo del Siglo XIV la amplitud de funciones asignadas a bailios y
senescales, forzó también a la creación de oficiales de rango inferior que se
ocupasen de ciertos sectores concretos: jueces, recaudadores, procuradores del rey,
capitanes militares. Todos estos recibían directamente su nombramiento del
soberano.
1.1.3.3
El sistema español. Desde mediados del Siglo XIV las oligarquías
municipales, compuestas de algunos linajes que se transmitían por herencia los
cargos de regidores, estaban comenzando a someterse a la autoridad real mediante
el procedimiento de designación por ésta de funcionarios especiales, llamados
corregidores en Castilla3 y sobrejunteros en Aragón4.
3
4
Estado al Noroeste de España.
Estado al Noreste de España.
22
Los reinos de origen y lengua occitánica, conservaron la dualidad
administrativa que se corresponde con la del poder central; había funcionarios
dependientes de la Corte y funcionarios dependientes de la Cámara. Los distritos
recibían el nombre de veguerias (en Cataluña5 y Mallorca6) y de gobernaciones (en
Valencia7). Sus titulares, llamados en consecuencia vegueres o gobernadores, según
los casos, eran delegados del rey, nombrados por este y provistos de amplios
poderes judiciales, militares, administrativos y de orden público.
En Castilla, durante el Siglo XIV, hubo un importante cambio en la
administración: los merinos mayores son sustituidos por adelantados mayores, sin
que se aprecie ninguna diferencia en el ámbito de su jurisdicción. La creación de los
Adelantamientos se relaciona con el progresivo aumento de poder de la nobleza. Los
poderes de los adelantados mayores eran prácticamente los mismos del rey referidos
tan solo al territorio asignado.
Los documentos del Siglo XIV distinguen tres entidades distintas a las que
llaman respectivamente “señorío” de Vizcaya8, “hermandad” de Álava9 y “provincia”
de Guipúzcoa10. Las tres se escudaban tras privilegios obtenidos a cambio de lealtad
frente a las aspiraciones navarras. Apoyándose en ellos buscaban, durante el Siglo
XIV, un repudio del régimen señorial como incompatible con sus libertades.
1.1.3.4
Los Estamentos. Las Asambleas de los estamentos, que habían nacido
en el Siglo anterior, tendían a desarrollarse por la vigencia de dos principios: la
existencia de una especie de contrato entre rey y reino que se materializa en el
juramento de las leyes por parte del monarca en presencia del reino; y la afirmación
de que las decisiones que afectan a la generalidad del reino deben ser tomadas con
el concurso de este. La Asamblea es el reino. Desde principios del Siglo XIV el
juramento real era ya una norma generalizada; se prestaba de un modo muy vago
en Francia y en forma extraordinariamente precisa en la Corona de Aragón.
1.1.3.5
Las asambleas de Estados.
En el Siglo XIV Las Asambleas
Estamentarias constituyen una forma de diálogo entre rey y reino. La expresión
Cortes, significa que los procuradores de las ciudades deben acudir a la Corte en día
señalado pero para asistir a varias sesiones en ella.
La convocatoria obedece a la necesidad de obtener algún tipo de ayuda
económica; sin esto, los reyes se abstienen de reunirlas. En la Península Ibérica se
consideraba también necesaria esta reunión, en el Siglo XIV, para el reconocimiento
del heredero y la jura del rey en los comienzos de su reinado, si bien no faltó nunca
la concesión del subsidio.
Las Cortes castellano-leonesas, alcanzaron en el Siglo XIV gran fuerza moral
y jurídica, convirtiéndose bajo los Trastámara en el órgano legislativo del país. Los
procuradores eran, dos por ciudad o villa, y su designación obedecía a
procedimientos muy variados; desde el sorteo a la votación por los regidores o el
consenso de estos; se les entregaban instrucciones muy concretas que dejaban
5
6
7
8
9
Estado al Noreste de España.
Puerto en las Islas Baleares (Palma).
Estado al Este de España.
Provincia al Norte de España.
Idem.
10
Idem.
23
escaso margen a la acción personal. Aparte de las gestiones individuales que
realizaban, los procuradores unificaban las peticiones de carácter general
constituyendo un cuaderno; las respuestas del rey a este cuaderno se convertían en
leyes.
El meollo de las Cortes estaba constituido por los agravios que presentaban
las ciudades y en cuya redacción intervenía el Justicia Mayor del reino. Las Cortes
catalanas establecieron una comisión permanente, encargada de vigilar
especialmente la percepción y gasto de los impuestos votados.
Los Estados Generales franceses se reunían en cada región del reino por
separado. En torno a 1356 los de Langue d’oil pudieron desempeñar un papel
importante en la revuelta.
La importancia política del Parlamento inglés reside en el hecho de que, lo
mismo que en Castilla, permitía el diálogo directo del rey, instalado en su Consejo,
con los representantes de las ciudades y de los condados.
El rey convocaba al Parlamento para una fecha determinada y un lugar que
con gran frecuencia era Westminster, por medio de un escrito. Los lores asisten por
derecho propio, pero los representantes de los comunes son elegidos en la Asamblea
que preside el sheriff mediante procedimientos que se conocen mal. Antes de
iniciarse las sesiones, se comprueban las credenciales de los procuradores, como se
hacía con los síndicos de la Corona de Aragón, e inmediatamente ellos proceden a
designar un speaker, presidente de las sesiones y portavoz de la Cámara. La maza
es el símbolo de su autoridad. Durante el Siglo XIV las deliberaciones de los
Comunes fueron, a causa de la guerra, sumamente importantes. Los acuerdos de la
Cámara, una vez refrendados pro el rey constituyen un bill y tienen una fuerza de
ley.
1.2
LA CRISIS DE LA CONCIENCIA CRISTIANA
1.2.1 La tormenta del ockhamismo
1.2.1.1
El Cristianismo. Signo de unidad. En la Europa del Siglo XIV, existe un
poderoso rasgo común que es la fe cristiana. El Cristianismo, afirmando unos
principios que todo el mundo reconocía como verdaderos y penetrando con ellos
todos los aspectos de la vida humana, había llegado a crear un orden de valores
universalmente aceptados.
La Iglesia había sufrido, tras su enfrentamiento con las nacientes monarquías,
cierto quebranto de poder. Los Papas, gracias a la larga estancia en Avignon11, que
les había permitido desvincularse de las facciones romanas, se acentuaban el
principio de autoridad del Vicario de Cristo sobre las iglesias que, en cada una de las
monarquías, se dibujaban con caracteres propios.
Cierto clima desfavorable comenzó a extenderse por Europa, y de él se
hicieron eco las Asambleas estamentarias manejando sobre todo dos argumentos de
importancia: si los beneficios se cubren desde Roma y en oficiales de la Curia, los
clérigos naturales del país se desanimaran abandonando sus estudios y privando al
11
Provincia del departamento de Vaclouse al sur de Francia.
24
reino de personas importantes; la salida de las rentas hacia Avignon constituye una
pérdida para la riqueza del reino.
Las críticas que se producen en el Siglo XIV a través de las Asambleas
representativas no atacan al Pontificado. Pero en cambio se aprecia una tendencia,
acentuada lógicamente durante el Cisma, de los eclesiásticos de cada reino a
constituir por sí mismos un bloque capaz de resolver sus problemas específicos y de
defenderse de los excesos del centralismo.
La teología cristiana occidental se replegó. Desde el punto de vista ético, tal
postura encerraba algunas importantes ventajas: la crisis afectó a la arquitectura de
los valores morales; y el pecado, no se disfrazó de honorabilidad. Ofrecía, en
cambio, dos inconvenientes: la desconfianza de los clérigos hacia los laicos y de los
maestros universitarios hacia los escritores que no lo eran.
1.2.1.2
Los primeros cambios. Se considera que los primeros cambios hacia la
modernidad inician en el Siglo XIV, en el cual se desarrollan autores como Petrarca,
Boccaccio y Coluccio Salutati, tomándolo en cuenta como Siglo en sí mismo y no
como prólogo a una época posterior. Tres grandes fenómenos deben ser tenidos en
cuenta: las Universidades crecen en número e importancia, se extienden por toda
Europa y se sacuden la tutela ejercida por París; existe un desplazamiento del eje
intelectual de la Cristiandad desde Francia a Italia, en donde habrá de permanecer
más de doscientos años; se aprecia una considerable secularización de la cultura.
Maduraba rápidamente el arte gótico. Se acentuó en la arquitectura una
estilización de las líneas, como si estuvieran dominadas por el sentimiento. En la
escultura se produjo la individualización de los modelos y la aparición, todavía de un
modo muy tímido, del retrato. Italia se desprendió muy pronto de este arte ojival,
que despreció para retornar al arco de medio punto. Lo romano, por ser antiguo,
adquirió gran importancia.
1.2.1.3
Las universidades. El Siglo XIV conoció una verdadera fiebre de
nuevas fundaciones, especialmente en el Imperio y las monarquías
de su ámbito, que desconocían la institución.
El Cisma de
Occidente dividió a los maestros parisinos en la obediencia entre
ambos Papas; los partidos de Urbano VI regresaron a sus países
respectivos en donde procedieron a la fundación de Estudios,
aprovechando la buena voluntad que tenía que demostrarles su
Pontífice.
La Universidad no es la consecuencia del Estudio
General; acompaña a éste y a veces incluso le precede.
Figura 2.
Con la ampliación de los Estudios y la multiplicación de
Urbano VI
privilegios a las Universidades, aumentó el número de estudiantes,
sobre todo los pobres. Teología y Cánones permitían hacer una carrera eclesiástica;
Derecho y Medicina eran más convenientes para los alumnos dotados de recursos y
de influencia. El grado máximo que la Universidad podía otorgar, de doctor,
comportaba el derecho a usar un anillo de oro, signo de nobleza.
La necesidad de sostener a estudiantes meritorios pero que carecían de
recursos y no contaban tampoco con la renta proporcionada por un monasterio,
originó la institución de los Colegios. Desde finales del Siglo XIV las grandes
Universidades de París, Salamanca y Oxford, cuentan con Colegios, que se
25
generalizan en el Siglo XV. Pensando fundamentalmente en preparar minorías
activas de funcionarios para el servicio de la Iglesia, o de la Monarquía.
Hasta fines del Siglo XIV conservó París su noble carácter de ser intérprete de
la verdadera doctrina, a través de su Facultad de Teología. La huida de ingleses y
alemanes, a causa del Cisma, y la politización de la Universidad en la querella entre
borgoñones y armagnacs, provocaron una grave crisis: descendió el nivel de los
exámenes y, después, la calidad misma de la enseñanza.
De las demás
Universidades francesas, tan sólo Toulouse tuvo alguna importancia. La de Avignon
se benefició de la protección papal, que atrajo algunos maestros de la calidad de
Baldo.
Una de las principales consecuencias del Cisma será la aparición, en el último
cuarto del Siglo XIV, de varias Universidades alemanas, entre las que se encuentra
precisamente Wittenberg12, el puente por donde el inmanentismo radical de Ockham,
llega a Lutero.
Acentuando los
1.2.1.4
Duns Scoto: el comienzo de la vida moderna.
aspectos negativos de la abstracción, los maestros oxonienses prepararon un retorno
al nominalismo que, a la larga, les llevaría al inmanentismo extremado. La primera
afirmación categórica se encuentra en el franciscano inglés Juan Duns Scoto, que se
hallaba influido por las enseñanzas de Roberto Grosseteste y Rogelio Bacon:
únicamente la realidad del mundo, individual y perceptible por los sentidos, puede
ser objeto del conocimiento científico. Decía, al parecer, que la razón no puede
conocer sino a través de los sentidos y que, por tanto, no puede pasar de la realidad
sensible. Mostraba excesiva confianza en la percepción directa por los sentidos.
Duns y sus discípulos declaraban que no podían admitir una idea de Dios como de la
cumbre de un sistema racional cognoscible porque ellos les parecían contrarios a la
absoluta libertad de Dios.
Se trataba de un golpe terrible a la razón humana en nombre de lo que
llamaron “vía moderna” de la teología. Según ella, tanto la existencia de Dios como
la inmortalidad del alma, son verdades indemostrables e inasequibles por la razón;
no pueden ser conocidas más que por la fe revelada.
1.2.1.5
Guillermo de Ockham. Llevó a su extremo la doctrina de Duns,
integrándola en un subjetivismo inmanentista que le aproxima a los pensadores
modernos. Incorporado a la rebelión de los “espirituales” franciscanos, se refugió en
los dominios de Luis de Baviera y murió en Munich antes de haber obtenido el grado
de doctor. Sus afirmaciones fueron más contundentes que las de Duns Scoto. No
existe otra realidad que lo singular y, por tanto, la Metafísica y la teología racional
son vanas; ocupándose de los universales carecen de consistencia y apenas si se
convierten en otra cosa que juegos de palabras. Con un historicismo exagerado,
Ockham llegaba a decir que no tenía argumentos que pudiesen probar la
superioridad del Papa o, a la inversa, del Concilio.
Quería demostrar hasta que punto la razón humana se encuentra atrapada en
el universo sensible, para afirmar de este modo con rigurosa claridad la dependencia
completa del hombre respecto a la fe revelada. La Escritura pasaba a ser el único
apoyo de las verdades de la trascendencia. Pero el hombre, cuya existencia misma
12
Ciudad perteneciente a Sajonia, al Este de Alemania.
26
pasaba a ser mera hipótesis condicionada, evidente y no cierta, quedaba frente a ella
desasido.
El inmanentismo tuvo en Ockham uno de sus mejores
expositores.
Las consecuencias fueron, para la teología,
demoledoras; al reducir a pura contingencia todo razonamiento, la
encaminaban hacia el absurdo. Bajo estas circunstancias, la Teología
paso a ser simple elucubración, desvinculada de la realidad misma, y
renunció al papel que le correspondía como rectora de la conducta
humana y del pensamiento.
El Ockhamismo es por tanto,
Figura 3.
Guillermo de
Ockham
históricamente hablando, un fenómeno de ruptura.
El Ockhamismo nunca constituyó un sistema filosófico
coherente: Ockham formuló una serie de ideas y proposiciones de
las que los continuadores tomaron la parte que les parecía.
De cualquier modo los detractores aciertan al señalar dos consecuencias muy
graves para el Cristianismo en sus afirmaciones. Si la razón no puede conocer nada
acerca de Dios, sólo la Escritura es infalible; los Papas y el colegio episcopal pueden
equivocarse en su interpretación. No es la Iglesia quien percibe la verdad de la
Escritura, puesto que la Iglesia es una abstracción, sino los individuos que la
componen. A ellos corresponde obtener el directo conocimiento de las verdades de
fe, que por su razón serían incapaces de alcanzar. Los hombres pueden discernir el
bien, y quererlo, dirigirse a Dios presentándole sus demandas; pero no pueden
esperar que Dios responda a ellas como quien cumple una obligación. El hombre no
sabe si sus peticiones van a ser escuchadas por Dios porque la independencia de
Este es absoluta. De ahí nace la angustia, que tan decisivo papel desempeñara
después Lutero.
1.2.1.6
Los continuadores: Burilan. Juan Buridan, fundamentó su corriente
partiendo de una crítica hacia Ockham. La ambigüedad que este
presenta en relación al conocimiento, considerando que en este
punto Ockham no fue lo suficientemente nominalista. Con esto
se hacía ya una transición de inmanentismo a nominalismo.
La obra de Buridan fue de una gran importancia en la
creación y formulación de un lenguaje científico. El nominalismo
de Buridan se limitaba a la ciencia demostrativa. La ciencia no
es otra cosa que una suma de hipótesis que se apoyan en la
comprobación sobre individuos.
Figura 4. Juan
Puede decirse que, desde mediados del Siglo XIV, la
Buridan
corriente derivada de Ockham se había dividido en dos ramas,
una que tendía al conocimiento científico de la realidad, y otra
que pretendía profundizar en el conocimiento de la Escritura, como fuente de Fe.
1.2.2
La época de Petrarca
1.2.2.1
Comienzos del Humanismo. Hacia 1340 se aprecian ya los síntomas
nuevos en la creación literaria, que discurre fuera de la Universidad: la atracción por
27
el mundo clásico se manifiesta en la búsqueda apasionada de manuscritos que
contengan nuevas obras, o copias más perfectas; existe un deseo de originalidad,
con la negativa a aceptar autoridades; hay un retorno al latín, como lengua más
adecuada para conseguir la expresión científica; los autores se vuelven al hombre
por lo que éste representa en sí mismo. Para Albert Tenenti13, uno de los síntomas
más claros del cambio se encuentra en la nueva dimensión que adquiere la muerte.
Es posible que la Peste haya desempeñado un papel muy importante. La obra que
ha hecho famoso a Boccacio es una colección de cuentos que se suponen fuesen
narrados en una reunión de personas que habían huido de Florencia a causa de la
epidemia.
Si se intenta remontar la cadena de causas hasta su fuente, se encuentra
inevitablemente con Dante Alighieri. La Divina Comedia se encuentra más en la
cumbre de una concepción medieval de la realidad que en el comienzo de una época
nueva. Debe señalarse que en ella aletea ya la preocupación por el hombre, desde
el ángulo apasionado de un ghibelino de Florencia que envía a sus enemigos al
Infierno. La influencia de Dante sobre los humanistas fue enorme.
1.2.2.2
Petrarca. Verona14 era, desde finales del Siglo XIII,
asiento de una escuela de latinistas, de la que Guillermo de
Pastrengo fue uno de los principales maestros. De ella recibió
abundantes influencias Francisco Petrarca. Extraordinario latinista
y cristiano sincero, su labor de búsqueda, depuración y copia de
manuscritos, facilitada por la posición en que se encontraba,
permitió un gran avance en el estudio de estos clásicos, que el
tomaba como fuente de inspiración. Inclinado hacia el idealismo
platónico. Pero mentalmente Petrarca se mantuvo radicalmente fiel
a la Iglesia, para Petrarca, fuente de la única sabiduría verdadera.
Figura 5.
Petrarca
1.2.2.3
Boccaccio. La modernidad de sus cuentos se aprecia en la frecuencia
con que se utilizan en la actualidad por dramaturgos, novelistas y
realizadores cinematográficos.
El Decameron constituye, a la vez, un modelo de prosa y de
desvergüenza; esconde amargas críticas contra los tontos, los
burgueses y los clérigos mientras que exalta a la caballería y a la
inteligencia.
En 1350 este Boccaccio, penetrado de agnosticismo, hizo un viaje a
Avignon en donde se produjo su encuentro con Petrarca.
Este
encuentro significó para él un comienzo fuerte de crisis de conciencia,
religiosa y literaria. Abandonó el italiano para utilizar únicamente el
latín.
El humanismo incipiente muestra, pues, actitudes que
corresponden a la más pura tradición medieval.
1.2.3 Iglesia y sociedad
Figura 6. Boccaccio
1.2.3.1
La práctica religiosa.
La parroquia, célula fundamental de la
comunidad cristiana, cumplía el deber de dirigir a los fieles de la comunidad a
13
14
Historiador.
Provincia de Veneto al Norte de Italia.
28
realizar sus deberes cristianos. Sin embargo, en este “sistema” no existía ningún
centro de formación sacerdotal y los clérigos no tenían la instrucción necesaria para
cumplir sus funciones, haciendo así cierto el lamentable ejemplo de los mismos en
las obras literarias.
La vida de un perfecto cristiano debía de consistir en la profesión y
explicación de la fe, consejos morales y ciertas prácticas religiosas. En 1444, el
documento De Instructione Confessorum, señalaba cuatro prácticas religiosas
principales: saber de memoria el Credo y el Padre Nuestro en latín; santificar el
domingo asistiendo a misa y los viernes, la Cuaresma, la Cuatro Témporas de
Septiembre y las vísperas de las fiestas; comulgar en Pascua Florida; llamando así la
atención de los pastores a que vigilaron que esta mínima normativa se cumpliera.
La misa, centro de la vida cristiana, según el Concilio de Avignon de 1365, era
para ser “oída por los fieles”.
1.2.3.2
La predicación.
Ciertos historiadores estiman que es en las
postrimerías de la Edad Media cuando el mensaje cristiano llega a penetrar en las
capas inferiores, haciéndose verdaderamente popular.
Es evidente que se produjo un fenómeno de revalorización de los laicos
dentro de la Iglesia. Estos laicos se sentían inclinados a buscar la protección de las
Órdenes religiosas. Se puede hablar ciertamente de un humanismo cristiano porque
los círculos de laicos compartían el gusto por la religión con el gusto por las letras
clásicas. Constituyen en fenómeno singular y de gran importancia las personas,
bastante numerosas, que intentaban conseguir la “santidad” fuera de la disciplina de
los monasterios.
La predicción popular había sido impuesta como norma por el IV Concilio de
Letrán (1215), pero no llegó a desarrollarse de un modo suficiente hasta el Siglo
XIV. Normalmente la predicación se hacía a partir de un párrafo de la Escritura, que
era recordado al comienzo, y perseguía como meta el enriquecimiento de la fe y la
mejora de las costumbres de los oyentes.
El mismo Concilio de Letrán (1215) estableció la obligación de confesar los
pecados una vez al año; aunque la mayor parte de los fieles se conformaron con el
estricto cumplimiento de este mandato, aparecen en el Siglo XIV muy frecuentes
ejemplos de laicos que practican la penitencia en plazos mucho más breves.
El organismo en donde se acoge la piedad laical es la cofradía. Nacidas con
uno de estos dos motivos, el culto a un santo patrono o el ejercicio de penitencias
para compartir los dolores de Jesús y de Maria, las cofradías estaban compuestas
indistintamente por clérigos y laicos. La más famosa de las cofradías penitenciales
fue la de los disciplinantes, que recurrían a la flagelación en público como recuerdo a
la Pasión del Señor.
1.2.3.3
Vida y muerte en el Misterio de la Salvación. Hubo un giro profundo
en el eje litúrgico, que pareció concentrarse en los días dolorosos de la Semana
Santa, desde el momento de la Cena pascual hasta la muerte. Ningún acto de
piedad podía ser ofrecido a un cristiano semejante al de recorrer en la mañana del
Viernes Santo el mismo itinerario que siguiera el Señor, cargado con su cruz; este es
el Via Crucis instituido en Jerusalén y difundido después pro todas las iglesias de
Occidente.
29
La devoción a la Virgen María no era novedad. Pero el Siglo XIV se inclinó
más hacia la contemplación de los misterios dolorosos del Rosario que a la de los
gloriosos, como hará el Siglo XV. El Rosario, iniciado por los cistercienses, difundido
por los dominicos, tomó entonces la forma definitiva de quince decenas ordenadas
en tres partes iguales que debían ayudar al hombre a reflexionar sobre el gozo, dolor
y gloria de la Madre de Dios que triunfa al subir al Cielo y ser coronada por los
ángeles. Esta reflexión es un camino que el cristiano debe seguir para alcanzar su
meta.
La meta de la vida humana es el encuentro soteriológico y definitivo del
hombre con Jesús y con María en el momento de la muerte. Durante su vida, el
hombre ha tenido que hacer una elección entre Dios y el diablo. La elección acertada
supone el encuentro con Cristo y María.
Aparece la cuestión de las indulgencias. Las indulgencias no significan el
perdón de los pecados. Pero el reato de pena que deja la culpa después de
confesada, ha de ser redimido en esta vida o en la otra. La Iglesia declaró que, este
reato podía ser limpiado por ciertas acciones meritorias como el viaje a Tierra Santa
y, desde el jubileo romano de 1300, la peregrinación costosa a ciertos lugares. Esta
indulgencia plenaria fue completada con otras indulgencias parciales. Durante el
Siglo XIV las indulgencias parciales se multiplicaron suficientes para redimir los
reatos de pena de los pecadores arrepentidos.
El cristiano acumula durante su vida méritos e indulgencias que forman como
una especie de reserva que debe permitirle salvar bien el compromiso final de la
cuenta de sus acciones.
1.2.4 Las reformas
Durante el Siglo XIV se habla
1.2.4.1
Planteamiento del problema.
constantemente de la necesidad de una reforma de la Iglesia. Pero cuando se
desciende a examinar el detalle de los argumentos que se invocan, resulta difícil
comprender qué se entiende o qué se desea conseguir. Dicha vaguedad en el
planteamiento del problema fue causa de que las corrientes reformadoras se
abriesen en un abanico muy amplio, desde los que se conformaban con solicitar
únicamente una mejora en las costumbres y restablecimiento de la disciplina hasta
los que reclamaban que la destrucción de todo el edificio eclesiástico.
Cada
reformador tomará un punto que considere problema y partirá de este para dar
fundamento a su doctrina.
1.2.4.2
Efectos de la crisis económica. La Iglesia se encontró en el Siglo XIV
ante el grave problema de que no podía recaudar los recursos económicos que
necesitaba para cubrir sus gastos, en aumento. La utilización de los beneficios como
salarios fue una de las consecuencias que se derivaron de esta situación; otra es la
multiplicación de nuevas rentas; una tercera, sumamente importante, el
replanteamiento de las doctrinas acerca del comercio y del dinero, de la riqueza y de
la pobreza. Los efectos de la crisis económica sobre la Iglesia son muy variados y
aún poco conocidos.
30
El Siglo XIV experimentó un giro completo en la mentalidad: la pobreza fue
considerada como desgracia horrible, mientras que la riqueza pasaba a ser tenida
como beneficio social.
Los esfuerzos de Benedicto XII para efectuar una reforma general mediante
potenciación de los capítulos provinciales, fracasaron. Quedó sin embargo flotando
la necesidad de hacerlo así, y se inició en la segunda mitad del Siglo XIV la lenta
cristalización en decisiones concretas.
1.2.4.3
Las nuevas vías de la Reforma. Ante el Concilio de Vienne de 1311 se
habían presentado ya algunas propuestas concretas para la reforma de la Iglesia: se
apuntaba con ellas a los excesos que producían el centralismo y la acumulación de
beneficios; los abusos cometidos en torno a las rentas eclesiásticas; la escasa
preparación moral e intelectual del clero.
Puede decirse que, durante los Siglos XIV y XV, los jerónimos constituyen el
nervio fundamental de la reforma española.
Una de las características fundamentales de la reforma española es su
crecimiento ininterrumpido. En común con las otras, alemana o italiana, posee el
rasgo de la búsqueda interior de una unión con Cristo y María. Esto inclina a la
mística. A mediados del Siglo XIV, Juan Colombini, discípulo de los cartujos, fundó
en Siena una nueva congregación a la que llamó de los “jesuatas”, cuyos miembros
buscaban la contemplación mística por tres vías sucesivas, purgativas, iluminativas y
unitivas, que acabarían siendo clásicas.
Se trataba de atraer a los laicos a una vida cristiana rigurosa, compuesta de
recogimiento, meditación y desprendimiento de los bienes de este mundo.
1.2.6.7
La “Devotio Moderna”.
El fenómeno religioso llamado “devotio
moderna” tuvo su centro en los Países Bajos. El movimiento derivaba al misticismo
afirmando la posibilidad de que el alma estableciera relación directa con Dios.
La principal dificultad procedía de la necesidad de exponer las experiencias
místicas en un lenguaje corriente, porque se corría el riesgo de que los interlocutores
entendiesen cosas completamente distintas.
La gran corriente de la Devotio Moderna hunde sus raíces en la discutida
figura del maestro Eckhardt (1260 – 1327), vicario de los dominicos en Alemania.
De Eckhardt arranca la noción de que en el alma existe una especie de profundo
receptáculo en el cual esta impresa la imagen de Dios. Pero fueron precisamente los
argumentos en pro de esta conclusión los que hicieron que se le acusase de herejía
declarándose reprobables 17 proposiciones, y confusas otras 11.
Juan de Ruysbroeck trató de luchar contra las desviaciones afirmando que no
basta con la pasividad sino que hay que marchar al encuentro de Dios. La mística se
completaba, en sus enseñanzas, con una vida activa.
En los escritos de Ruysbroeck, que empleó el holandés, había grandes
influencias de San Agustín y San Bernardo: en Dios existe un movimiento incesante
de la esencia única a las Tres Personas y de éstas a la Unidad; en el hombre, hecho
a imagen y semejanza de Dios, se da también un movimiento semejante, pero en
este caso la unión del alma con Dios no significa identificación. En cierto modo se
31
aprecia ya en Ruysbroeck el comienzo de una tendencia, que se acentuará en los
últimos decenios del Siglo XIV, a renunciar a la exaltación mística para buscar cosas
más sencillas como la vida de piedad o la presencia de Dios.
1.2.5 Los herejes
1.2.5.1
El problema judío.
Al madurar, las comunidades europeas
encontraban cada vez más extraño e insoportable el hecho de que miembros de otra
religión disfrutasen de una paz que no estaban dispuestas a concederse a sí mismas.
A fines del Siglo XIII los judíos habían sido expulsados de Inglaterra. En 1305 se
había dispuesto lo mismo en Francia. En Alemania la expulsión era sustituida por las
matanzas.
La posición de los judíos era ambigua. No formaban parte de la sociedad.
Constituían una propiedad del rey que percibía de ellos impuestos especiales a
cambio de su defensa. Pero los teólogos, especialmente los dominicos, habían
comenzado ya en el Siglo XIII a insistir en la necesidad de dar al problema una
solución total. Los procedimientos propuestos variaban, pero se incluía siempre
alguna forma de presión material o moral.
De acuerdo con las disposiciones del Concilio de Letrán, se dictaron órdenes
cada vez más severas obligando a los judíos a llevar un signo distintivo sobre su
ropa y a recluirse en barrios especiales para evitar su contacto con los cristianos. En
España, en donde nunca se habían producido grandes violencias, estallaron en 1391
espantosos “pogroms”.
Los judíos que se salvaron aceptaban a la fuerza un
bautismo que les era impuesto bajo el terror.
1.2.5.2
Los Hermanos del Libre Espíritu. Un fondo de creencias panteístas
parece encontrarse en los llamados Hermanos del Libre Espíritu; afirmaban que la
Iglesia era perniciosa y que los sacramentos resultaban inútiles.
Lo que hace importante las difusas doctrinas heréticas, es la facilidad con que
encontraban algunos núcleos de contaminación en la sociedad cristiana.
El
béguinaje, que era el medio del que podían servirse quienes tenían el deseo de
ensayar nuevos métodos para la vida cristiana, a pesar de la prohibición del IV
Concilio de Letrán, fue un excelente caldo de cultivo.
1.2.5.3
Valdenses y Fratricelli. Rechazaban la estructura jerárquica de la
Iglesia y negaban el valor de los sacramentos, excepto uno, al que llamaban Cena
pero que celebraban sólo una vez cada año.
El joachimismo pretendía que la Iglesia jerárquica tendría que desaparecer
ante una Iglesia espiritual, de la revelación del Espíritu Santo. Al iniciarse la lucha
entre Juan XXII y Luis de Baviera, los “espirituales” se pusieron en contra del Papa y
a favor del emperador. El Pontífice decidió reconsiderar la política seguida hasta
entonces, abandonó la custodia que ejercía sobre los bienes de los franciscanos y
obligó a éstos a asumir una actitud más realista comprometiéndose en la propiedad
de ellos. Declaró además que la pobreza de Cristo y de los apóstoles no había sido
carencia “absoluta” de bienes sino desprendimiento.
Por añadidura condenó
severamente aquella doctrina que hacía depender la salvación de la pobreza.
32
El movimiento de revuelta contra la autoridad pontificia no prosperó y
retornaron a la obediencia cuando se produjo la sumisión del emperador Luis de
Baviera. Los restos de la revuelta en cambio se extremaron convirtiéndose en
“fraticelli”, resueltamente inclinados a la herejía.
1.2.5.4
Wyclif. Las más importantes ideas heréticas que se produjeron en el
Siglo XIV, cristalizaron, a través de los escritos de Juan Wyclif (1330 – 1384), en un
sistema doctrinal, profundamente revolucionario, aunque poco homogéneo. Su
extraordinaria influencia se debe a que ofrecía una gama amplísima de ideas entre
las cuales era posible espigar cualquier género de conclusiones subversivas. Su
doctrina y su vida ofrecen numerosos puntos contradictorios: formulaban críticas
incendiarias contra la reserva y acumulación de beneficios.
Muchos no entendieron la sutileza escolástica con que Wyclif manejaba dos
palabras, dominio y posesión; ambas están en la base de su pensamiento a partir de
la frase evangélica “al que tiene se le dará y al que no tiene, aun lo que no tiene le
será quitado”. Lo único que hace legitima la posesión de bienes en este mundo, es
la adecuación, en el uso de dichos bienes en este mundo, es la
adecuación, en el uso de dichos bienes, al orden querido por
Dios. De hecho, añadía Wyclif, el hombre no tiene capacidad
para merecer, de modo que sólo la gracia le permite tener la
posesión de los bienes en este mundo y el otro. El justo, que
está predestinado por Dios a la salvación, es el que “tiene”, y a
éste se le dará y abundará como en la frase de San Mateo. El
pecador que no tiene legítima posesión de las cosas puede y
debe ser despojado de ellas.
Su principal interés parecía centrarse en la defensa del
Figura 7. Juan
Wyclif
derecho de los laicos a intervenir en la vida de la Iglesia por
medio de sus propias autoridades, y en la discusión del derecho
de la Iglesia, en cuanto tal, a la posesión de bienes.
Gregorio XI tras examinar los escritos, señaló 19 proposiciones erróneas e
invitó al rey y a los obispos a que procedieran contra su autor. Wyclif contestó con
una violenta requisitoria en que llegaba a llamar Anticristo al Papa, y se sometió para
todas las cuestiones al juicio del rey pero no al de la Iglesia. En octubre de 1378 el
hereje estaba en pleno triunfo: se iniciaba el Cisma de Occidente y en el Parlamento
se rumoreaba que muy pronto habría de procederse a una secularización total de los
bienes eclesiásticos en Inglaterra. La Monarquía, autoridad laica, añadía, es la única
que puede corregir el pecado.
Había invertido por completo los términos en que se colocaba la doctrina
tradicional: ésta afirmaba que el conocimiento de la Escritura se enriquece merced a
las enseñanzas de la Iglesia que constituyen la Tradición; Wyclif pretendía que la
Iglesia no podía cometer sino errores y deficiencias que estorbaban a la verdadera
comprensión del Sagrado Texto, el cual debe ser accesible directamente a cada fiel.
Negó el dogma de la Transustanciación porque el pan no puede dejar de ser pan, ni
el vino puede dejar de ser vino. Esta fue la ruptura definitiva con la Iglesia y con la
Teología tradicional, pero no desde el punto de vista del nominalismo, como
Ockham, sino del más exagerado realismo.
33
Esta doctrina, tan radicalmente herética, desbordó el vaso de las relaciones
que aún sostenía con ciertos sectores de la Corte y de los mendicantes.
Se llamó a los discípulos de Wyclif y a los predicadores ambulantes que les
acompañaban, “lollardos”. El lollardismo fue considerado como un grave peligro para
la Iglesia y para la sociedad. El hereje murió en 1384 pero sus discípulos y fueron
perseguidos; la calificación de “lollardos” que hacía referencia al puritanismo
exagerado y a la devoción escrupulosa se convirtió en peyorativa.
1.3
LA GRAN DEPRESIÓN
1.3.1 Causas y factores depresivos
1.3.1.1
Detención del crecimiento. El Siglo XIV es calificado por un profundo
cambio en la coyuntura, que adquirió signo recesivo en todos los sectores de la
economía, aunque más acusado al parecer en el de la agricultura. Afectó este
fenómeno a todo el Occidente que ahora se prefería denominar Europa, expresión
laica de regusto latino. Las dificultades económicas contribuyeron a despertar
espíritu de solidaridad.
En los últimos años del Siglo XIII la expansión europea se detiene. En el
interior de los países, las últimas roturaciones efectuadas han constituido un fracaso;
se habían puesto en cultivo tierras tan pobres que tuvieron que ser abandonadas por
falta de rendimiento.
El primer fenómeno que se advierte podría ser calificado como
desplazamiento del eje económico desde antiguas zonas prósperas que declinan, a
otras nuevas; se produce una corriente migratoria hacia territorios en donde todavía
es posible hallar tierra fértil sin dueño. Ambos desplazamientos se producen con
alguna intervención de los poderes políticos. Las últimas décadas del Siglo XIV
verán nacer las primeras disposiciones restrictivas al comercio extranjero, según
modelos que se puede calificar de mercantilistas.
Casi todos los investigadores actuales están de acuerdo en afirmar que la
depresión comenzó por la agricultura. Como resultado de la expansión agrícola se
había llegado a producir un fuerte desequilibrio entre agricultura y ganadería, siendo
esta última deficitaria en muchas regiones de Europa, a causa de la disminución de
los pastos en beneficio de los cultivos. Obligó a los ganaderos a recurrir al
nomadismo.
Se han señalado especialmente cuatro
1.3.1.2
Fenómenos depresivos.
grandes fenómenos. Pero a las causas concretas hay que sumar una cuestión a
fondo, las grandes tensiones que se estaban produciendo en el seno de la sociedad
campesina. La ganadería tendía a disminuir. Esta falta de ganados repercutía en la
agricultura puesto que faltaban también los abonos orgánicos, únicos de que
entonces se disponía para remediar el esquilmo de la tierra.
El hambre hizo su aparición.
precios en todas partes.
Las hambres regionales desequilibraban los
Desde 1317 los precios agrícolas ascendieron y los salarios estaban
mostrando una tendencia a bajar. En relación con estas deficiencias se encuentra el
aumento de la mortandad.
34
Hasta hace algunos años se creía que la Peste Negra de 1348 había sido
responsable en gran medida de la depresión, pero ahora los historiadores están
convencidos de que no fue ésta la única epidemia, aunque si la más grave, la más
espectacular.
La “gran muerte”, que es como se denominó la Peste Negra de 1348, fue un
rebrote de peste bubónica, que se extendió como una gran oleada destructora desde
el sur de Rusia hacia Occidente. Se repitió después en varias oleadas menos fuertes,
mezclándose con otras epidemias diferentes.
Algunos sectores de la sociedad, aquellos que padecían peores condiciones de
limpieza sufrieron con preferencia los ataques de la mortandad. Pero aparte de las
pérdidas cuantitativas, la peste introdujo un gran desorden espiritual y social. Era
un castigo de Dios; algunos preconizaron una vuelta a la moral cristiana más
estricta; sin embargo la mayor parte de los habitantes de Europa reaccionó en un
sentido inverso.
El hambre y la peste coincidieron con un período de guerras generalizadas,
intensas y destructivas. La gran paz del Siglo XIII se vio sustituida por una serie de
conflictos.
Los más importantes de dichos conflictos han sido artificialmente
agrupados en una sola serie a la que los historiadores tradicionalmente denominan
Guerra de los Cien Años porque su argumento esencial era el de una rivalidad entre
Francia e Inglaterra durante algo más de un Siglo. Las guerras se presentan como
muy diferentes entre sí, por sus causas, los intereses que en cada momento
entraban en juego y la naturaleza y escenario de las operaciones. El hecho que
conviene resaltar es que hasta fines del Siglo XIV, Inglaterra, Escocia, Francia,
Flandes, Dinamarca, la Hansa, Castilla, Aragón y Portugal se encuentran en un
estado de guerra casi permanente.
La peste provocó también algunos cambios importantes.
Disminuyó el
número de pobres facilitando el acceso a la propiedad. Hizo más fácil el abandono
de tierras poco rentables para dedicarlas a pastos. Provocó, por último, movimientos
internos de migración.
1.3.2 La depresión en la agricultura
1.3.2.1
La situación a principios del Siglo XIV. La productividad del suelo se
reduce de tal modo que se necesita emplear sementeras cada vez mayores para
alcanzar los mismos rendimientos; se tiende a sustituir los cereales de más calidad,
como trigo y avena, por cultivos más baratos como la cebada y las leguminosas; ha
disminuido el número de cabezas de ganado empleadas en la agricultura, así como
también el de aperos.
Hasta comienzos del Siglo XIV se había producido en Europa un intenso e
ininterrumpido trabajo de puesta en cultivo de nuevos campos, que no siempre había
tenido resultados favorables. La roturación dio lugar a grandes desigualdades. En
muchos casos la rentabilidad del cultivo era inferior a la del bosque que destruyera
pues la tecnología era rudimentaria. El resultado final fue de una enorme variedad
en cuanto a los resultados de la producción.
35
1.3.2.2
Modos de explotación. Europa disponía de dos grandes reservas
cerealistas, de caracteres y rendimiento muy diverso: la gran llanura que va desde
Flandes15 hasta Polonia, y las penínsulas del Mediterráneo.
Aunque subsistía la asociación de ganadería y trigo, comenzaba a percibirse
un desarrollo independiente de aquélla. Las abadías cistercienses inglesas, así como
ciertos estados señoriales de este país, tendían a especializarse; algunas regiones
como Gales16 o Yorkshire eran ya a principios de esta centuria fundamentalmente
ganaderas. También constituía la ganadería actividad dominante en los Países Bajos.
Antes de la profunda crisis del Siglo XIV se había establecido ya la diferencia,
típica del final de la Edad Media, entre los campos abiertos (open fields) y cerrados
(enclosures). A los campos abiertos accede el ganado en el tiempo que media entre
la siega y la sementera. Los campos cerrados, con una cerca de piedra o seto vivo,
reflejan siempre una ocupación tardía, mientras que el campo abierto es una
consecuencia de la asociación entre ganadería y agricultura.
En toda Europa existía, en el Siglo XIV, un verdadero proletariado campesino,
al margen de los propietarios y arrendatarios de variada condición: se trata de
jornaleros que alquilan su trabajo para cultivar por cuenta de otros o que aprovechan
cultivos ocasionales en el borde del bosque. El símbolo de su condición es la choza.
En determinada zonas la abundancia de trabajo había permitido a los jornaleros
defenderse con cierta facilidad hasta comienzos del Siglo XIV; pero su situación fue
empeorando inexorablemente a lo largo de esta centuria.
1.3.2.3
Señorío y comunidad rural. En los años inmediatamente anteriores a
la crisis, el sistema señorial encontraba dificultades para sostenerse. La desaparición
de la servidumbre, muy poco rentable. Estaba dejando paso al establecimiento de
jornales. Con ella venía también a suprimirse la talla, el tributo arbitrario del señor.
De hecho, a principios del Siglo XIV, la servidumbre había desaparecido en toda
Europa Occidental.
Las comunidades de campesinos tienen dos diversos orígenes: la necesidad
de someter a cierta regulación las tareas agrícolas o la multiplicación y subdivisión
de las propiedades a causa de la herencia. Cuando se entrecruzan los vínculos de
sangre entre propietarios, surgen los linajes aragoneses o los parientes del País
Vasco. En algunas regiones los linajes acabarán estableciendo un derecho sucesorio
peculiar, más atento a conservar la productividad de la tierra que a defender los
intereses particulares de los individuos.
Cualquiera que sea su origen, estas
comunidades aldeanas constituyen lo que en términos de derecho medieval se
llaman “universidades” sujetos de derecho natural, a las que se pertenece en razón
de nacimiento y de oficio, es decir, por condición que es suya y no porque
voluntariamente se desee.
1.3.2.4
La Crisis: el abandono de los campos. Desde la primera década del
Siglo XIV se observa que la demanda de trigo en los mercados supera a la
producción. Subieron los precios y se produjo también un excedente de mano de
obra, sobre todo entre los jornaleros agrícolas que buscaron remedio emigrando a la
ciudad. Se puede hablar, incluso, de una incipiente tendencia a la despoblación del
campo, anterior a la peste de 1348, pero relacionada con las grandes hambres de
15
16
Estado al Oeste de Bélgica.
Estado al suroeste de Inglaterra.
36
comienzos del Siglo. La epidemia llegó después, multiplicando los efectos. La
ciudad invitaba a los campesinos pobres a rellenar los huecos que abría la
enfermedad. El campo no pudo comenzar a resarcirse de estas pérdidas hasta
después de haber transcurrido cien años.
1.3.2.5
Precios y salarios. Toda Europa padece, en la segunda mitad del Siglo
XIV, una evidente escasez de trigo que se reflejó sobre los precios. También las
zonas productoras del Mediterráneo parecen haber experimentado los efectos de la
contracción. No se trata de alzas sino de oscilaciones, a veces nerviosas, a las
cuales se vieron sometidos no sólo el trigo sino, en general, todos los productos
alimenticios. Eran frecuentes, al parecer, los movimientos de pánico. Pero se tiene
la sensación de que tal pánico estaba poco justificado porque, salvo en algunos
momentos muy concretos, el desabastecimiento o falta de cereales no llegaba a
producirse. Después de una constante elevación de precios en las primeras décadas
del Siglo XIV, sobrevino un estancamiento: tras las oscilaciones estacionales, los
precios regresaban al punto de partida.
Fenómeno paralelo presentaban los salarios: una tendencia a la baja, por
abundancia de mano de obra, en los salarios campesinos, durante las últimas
décadas del Siglo XIII y primeras del XIV; luego, al acelerarse la mortandad
aumento por las escasez de mano de obra; estabilidad, después. Durante los años
de subida de salarios no hubo subida de precios porque la demanda se había
debilitado en una población diezmada y arruinada.
1.3.2.6
La violencia en los campos. La estabilidad y el orden, que habían
caracterizado durante los últimos Siglos la vida de los campos, cedió al paso a una
endémica inseguridad. Las verdaderas víctimas de la guerra eran los aldeanos, los
monjes y los judíos, es decir, aquellos que carecían de una protección eficaz, ni
siquiera por medio del rescate.
Esta violencia generalizada desató entre los pobres la cólera y el odio.
Cuando se producen los “pogroms” contra los judíos en España, son campesinos los
que nutren fundamentalmente las masas de agitación que gritan bautismo o muerte.
Después de 1360 se conocieron brotes en toda Europa de ciegas revueltas
campesinas, destinadas de antemano a fracasar porque carecían de objetivos y de
programa, pero notables por la crueldad que revistieron. La más famosa de estas
revueltas fue la de Wat Tyler en Inglaterra en 1381, provocada aparentemente por
ciertas medidas económicas que pretendían rebajar los sueldos y establecer nuevos
impuestos. Las ondas de violencia campesina se repitieron varias veces, a intervalos
irregulares, mezcladas en general con acontecimientos políticos, y sólo a fines del
Siglo XIV volvió a sosegarse la vida en el campo.
1.3.2.7
El fin de la economía señorial. El historiador inglés Kominsky acuñó,
en 1957, una frase, “liquidación de la economía señorial”.
Ruggiero Romano
esquematiza después esta explicación diciendo: la gran depresión del Siglo XIV ha
desintegrado las relaciones de producción propias del sistema feudal, en que los
hombres eran jurídicamente libres y económicamente sujetos, y los señores se
encontraron convertidos en propietarios que podían alquilar tierra o comprar trabajo.
37
Se ha de tener en cuenta que, a pesar de la crisis, la nobleza seguía siendo la
clase política dominante, que detentaba17 el poder, junto con el rey, y estaba en
condiciones de orientar en su favor las decisiones legislativas. Sobre todo se
empeñaron en cambiar la naturaleza de sus rentas para quedar al abrigo de la
pérdida de valor de la moneda. Sin embargo, una realidad insoslayable se les
impuso. Con las pocas excepciones antes señaladas, los campesinos eran ya libres y
escasos; constituía un error intentar seguir sosteniendo en tales condiciones el
señorío territorial de origen feudal.
Con estas matizaciones se puede afirmar que el régimen señorial, de
ascendencia romana, que había constituido durante Siglos la base de la estructura
agraria, fue la primera y principal víctima de la depresión, arruinando a quienes le
sostenían.
La primera reacción de los señores, que desconocían sin duda la naturaleza y
las causas del cambio que les estaba haciendo sufrir, consistió en resistir la
adversidad.
Otro de los procedimientos elementales que la nobleza empleó como defensa,
consistía en lograr el aumento del patrimonio mediante enlaces con mujeres
herederas. Algunos dominios ganaron, por este medio, extensión muy considerable.
Pero esto significaba la lenta extinción de ciertos linajes de nobleza “antigua” y, por
tanto, la reducción en el número de dinastías. Como el servicio del rey reclamaba
entre tanto cada vez mayor cantidad de personas, se hizo necesaria una promoción.
En el Siglo XIV en toda Europa occidental asistimos al ascenso de una nueva nobleza
que, más que sustituir, complementa la antigua, reducida a poca cosa, y se funde
con ella.
El fin de la economía señorial tuvo en efecto sus víctimas pero también sus
beneficiarios. Con muy pocas excepciones, la libertad se afirmó definitivamente en
el campo. Se trata por tanto más de una evolución que de un declive. Como clase
social, la nobleza reaparecerá en el Siglo XV mucho más potente que nunca.
Las autoridades responsables
1.3.2.8
Nuevos sistemas de explotación.
advirtieron al menos uno de los efectos del cambio que se había producido:
deficiencias en la producción agrícola. No era raro que parcelas cultivadas durante
uno o dos años, fuesen abandonadas después. La falta de abonos era un obstáculo
insuperable para las tierras de calidad mediana. En consecuencia nació un espíritu
más emprendedor en los gobiernos.
Los primeros humanistas, por su parte,
redescubrieron a Columela. Pero esta actitud abiertamente progresiva es, en el Siglo
XIV, excepcional y tardará mucho tiempo en abrirse camino.
Los cambios en la explotación se produjeron por razones empíricas y no
programáticas. Las explotaciones directas que se conservan se concentraron en
torno a la cabecera del dominio para ser ejecutadas con el personal de la casa y la
ayuda de unos cuantos jornaleros. Fueron practicadas modalidades nuevas de
arriendo, bien obligando a abonar como renta una parte de la cosecha, bien
estableciendo la aparcería, que convertía al propietario en una especie de socio
capitalista del cultivador.
17
Detentar: Retener alguien lo que manifiestamente no le pertenece.
38
Los nuevos sistemas de distribución y aprovechamiento de la tierra
favorecieron a algunos campesinos en determinadas zonas; entre los factores
favorables se tienen que incluir la mayor abundancia de tierras de buena calidad a
causa del descenso de población, y la disminución real del valor de las rentas
señoriales al convertirse éstas en dinero. Disminuyó un factor de pobreza: el de las
tierras malas. Pero aumentó otro: la usura se extendió por los campos como una
plaga.
Consideradas en conjunto, ganadería y agricultura se encontraron, desde
finales del Siglo XIV, más equilibradas; la transformación en pasto de malos cultivos
permitió aumentar el número de animales.
1.3.3 La depresión en el ámbito urbano
1.3.3.1
El paisaje urbano. La depresión sobrevino en un ambiente que no se
la esperaba. Cuando las dificultades se iniciaron, con el hambre y luego con las
epidemias, hubo una corriente de emigración desde el campo que resultó engañosa.
Cuando, a mediados del Siglo XIV, la crisis revela toda su gravedad, es demasiado
tarde para abrigar una esperanza de rectificación. Las tensiones sociales se hicieron
entonces muy graves y condujeron a movimientos de agitación democrática que, en
algunos casos, sí merecen el nombre de luchas de clases.
Para los pobres, aparecía la ciudad como un ámbito que ofrecía mejores
perspectivas para sobrevivir; la escasez de mano de obra produce alzas en los
salarios. Otros aspectos negativos eran en cambio el hacinamiento y la suciedad.
Tampoco se observaba ningún modelo uniforme en el paisaje y trazado de las
calles. Con frecuencia se ha señalado la diferencia entre la ciudad septentrional y la
mediterránea. Las antiguas ciudades romanas y los burgos postcarlovingios habían
poseído un núcleo central fortificado, que impuso a las calles un trazado de curvas
paralelas hasta convertir a la ciudad en un óvalo.
Las ciudades nuevas,
especialmente en Europa oriental o en la Península Ibérica, eran construidas en torno
a un punto central en donde se situaban los órganos de administración (Rathaus,
Plaza Mayor), y del cual nacían calles tiradas a cordel cuya razón de ser era,
indudablemente, económica.
En los países que conservaban aún núcleos de
población judía, se asignaba a ésta barrios especiales.
Las ciudades antiguas y grandes constituían, en las primeras décadas del
Siglo XIV, minúsculos Estados, de mayor o menor autonomía, en los que se daban
todas las manifestaciones políticas, intelectuales y artísticas de que la vida local era
capaz. En el centro de las cabeceras de diócesis se alzaba la catedral, que se estaba
reconstruyendo o fabricando de nuevo bajo las normas del estilo ojival. La crisis
impondrá la detención de la mayor parte de estas obras. Los nuevos edificios
públicos se coronaban de altísimas torres campanarios; antes de que concluya el
Siglo XIV se instalarán en ellas las maravillas mecánicas de los relojes. Estos relojes
eran necesarios para los mercaderes e indican la tendencia a la secularización del
tiempo.
1.3.3.2
La estructura social. En términos generales puede decirse que, hasta
el Siglo XIV, las ciudades europeas habían presenciado el desarrollo paralelo de dos
sectores de la sociedad: una minoría de comerciantes cada vez más ricos, que se
había convertido en patriciado por el dominio de los cargos públicos, la consolidación
de los linajes y el desarrollo de la etiqueta; y una mayoría de maestros, oficiales,
39
aprendices y comerciantes, que se
fraternidades, gildes, artes o gremios.
agrupaban
para
formar
corporaciones,
La aristocracia mercantil o patriciado tiene también un origen muy diverso.
En las grandes ciudades del norte los patricios proceden de, una raíz más netamente
burguesa, pero en los países mediterráneos se había producido una mezcla entre
comerciantes enriquecidos y nobles poco poderosos que emigraron del campo a la
ciudad. En el campo, y de una manera especial en Italia, se mantiene el dominio de
una nobleza territorial, señorializada, hostil a la ciudad y a cuanto representa.
El patriciado europeo estaba ya invirtiendo dinero en la compra de la tierra,
pero sin identificarse con la agricultura; su normal medio de vida eran los negocios.
Durante el Siglo XIV se produjo en él cambio de mentalidad; abandonó sus aires de
modestia y trató de reforzarse, apretando sus filas. Influye en los patricios el miedo
a la crisis, que hace quebrar sus empresas, pero miedo sobre todo al descontento de
“medianos” y “menudos” que intentaban unirse para derriban su poder. Poco a poco
el patriciado derivó hacia una oligarquía, que intentaba la consolidación de sus
posiciones.
Las corporaciones de oficios habían logrado ya en el Siglo XIV ver reconocida
su existencia, tras superar la fuerte oposición del patriciado que les acusaba de
pretender implantar monopolios mediante la formación de estas asociaciones.
Dichas corporaciones (gildes) no habían nacido de una intención económica y laboral,
sino como auténticas cofradías religiosas, ordenadoras del culto a un santo patrono
al que se suponía en relación con el oficio y protector de éste.
A través de las corporaciones pasaban todos los intereses y problemas que
afectaban al oficio, sin limitación alguna, entre ellos la reglamentación del horario de
trabajo.
Además de los efectos
1.3.3.3
Los efectos de la crisis en la ciudad.
directamente derivados de ésta las ciudades tuvieron que enfrentarse con un doble
problema: el comercio tropezaba con dificultades, a causa de la saturación del
mercado y el aumento de la competencia; las libertades jurídicas y políticas iban
disminuyendo a causa del progreso del poder de los príncipes. Cuando, al término
de la gran pugna entre nobleza y Monarquía, que es decisivo argumento para la
Historia de los Siglos XIV y XV, una y otra lleguen a entenderse dentro de la fórmula
que los historiadores llamaran “antiguo régimen”, las ciudades pagarán las
consecuencias con la pérdida total de sus antiguas libertades.
Las dificultades mercantiles procedían de tres circunstancias: la pérdida de los
últimos puertos en Levante así como la consolidación del poder turco en Anatolia,
que imponía a los a occidentales fuertes retrocesos; la coincidencia de malas
cosechas y epidemias que afectaba gravemente al equilibrio en la mano de obra; las
guerras casi incesantes que perturbaban a fondo las comunicaciones. La concordia
interior, siempre difícil de mantener en el seno de la ciudad, se rompió. Las
oligarquías gobernantes se vieron obligadas a buscar el apoyo de los príncipes
soberanos o a ceder el paso a un poder personal, que evolucionaba, más o menos
rápidamente, hacia una forma de principado.
El Siglo XIV muestra, en todas partes, la inestabilidad que es fruto del signo
desfavorable de la coyuntura. Algunas zonas resistieron mejor que otras, pero todas
se vieron afectadas de alguna manera. El signo distintivo fue la desigualdad:
40
mientras que algunas ciudades crecían desmesuradamente, la inmensa mayoría
entraba en un proceso de contracción.
El gobierno de los patricios se vio sustituido, a lo largo de esta centuria en la
mayor parte de las ciudades. Unas veces se trata de la apertura del consejo
ciudadano a miembros de otras corporaciones de oficios de rango inferior. Otras es
tan sólo la capitulación ante el príncipe a quien se reconoce el derecho de determinar
la forma, número y cualidades de dicho consejo.
De cualquier modo el patriciado transmitió a la ciudad su mentalidad
conservadora, inspirando las directrices de la política económica del Siglo XV. Los
representantes de los gremios que llegaban al consejo municipal compartían los
mismos sentimientos egoístas y de pura defensiva. Así se elaboró un programa
tácito, que parecen seguir todas las ciudades: se necesitaba mantener precios muy
bajos para que los salarios no subieran; había que eliminar la competencia,
prestando apoyo a las tendencias monopolísticas de los gremios que estaban
ensayando el “numerus clausus” con gran rigor; debían reforzarse las barreras a las
importaciones industriales para liberar y facilitar la venta de los productos propios;
se practicaba de hecho una política de dominio del campo circundante a fin de
garantizar abastecimientos alimenticios en buenas condiciones.
Esta política conservadora, que daba frutos a corto plazo defendiendo los
intereses de los ciudadanos, representaba a la larga la ruina para la propia
institución. Los gremios se anquilosaban.
1.3.4 Las revueltas urbanas
1.3.4.1
Las doctrinas subversivas. Durante el Siglo XIV las ciudades europeas
se vieron sacudidas por movimientos de carácter social muy fuerte, que parecían
tener como leit motiv la lucha de los ricos contra los pobres. El fenómeno es muy
complejo y no es posible reducirlo a líneas esquemáticas; aunque reviste carácter
general, no se traduce nunca en una agitación organizada, sino convulsiva. Cuando
se pretende analizar las ideas que prendieron en los jefes de la agitación, se observa
una pluralidad de doctrinas entremezcladas que, a veces, guarda escasa relación
entre sí. Se trata de un movimiento único, iniciado en Flandes, se extendió a Francia
e Italia, saltó luego a Inglaterra y tuvo sus últimos espasmos en España con las
matanzas de los judíos en 1391. Esta impresión es engañosa: cada episodio
responde a características diferentes y es autónomo.
Las corporaciones de oficios aparecen como protagonistas fundamentales del
movimiento de agitación. Algunas veces, cuando el patriciado recurre al auxilio de
los príncipes soberanos, los gremios establecen alguna forma de unidad, pero apenas
se disipa el peligro, rebrotan las querellas intestinas.
En otras ocasiones la
subversión no hace sino aprovechar circunstancias políticas favorables, sin cambiar
nada.
Dos aspectos interesan sobre manera a los historiadores actuales: la
incidencia de la guerra en las revueltas, y el reflejo en ellas de las doctrinas
vigentes.
Como la vida era inseparable de la fe cristiana, cualquier perturbación
religiosa se presentaba bajo una dimensión social, y a la inversa. En el Siglo XIV la
sociedad era considerada como una consecuencia de la Creación y del amor de Dios;
41
los cristianos constituyen el Cuerpo Místico de Cristo y aparecen estamentariamente
ordenados porque así se cumplen mejor los fines de subsistencia que la sociedad
tiene asignados. La subversión es un absurdo puesto que nadie sabe qué posición es
para él más conveniente en orden a la salvación, verdadera meta de la vida. Sin
embargo, este absurdo se da de cuando en cuando.
La explicación de estos hechos es, en boca de los predicadores, el pecado, es
decir, el quebrantamiento de la norma. Cuando esto se produce no existe otra
solución que obligar a las cosas a volver a su sitio.
1.3.4.2
Las
revueltas.
Tres
factores
tuvieron
importancia
en
el
desencadenamiento de las revueltas: la constitución de ejércitos de mercenarios; el
uso de medidas económicas como arma de guerra; el estallido de contiendas
dinásticas o intestinas que provocaron profundas divisiones.
La revuelta social en el Imperio bizantino estaba apoyada en la mala situación
económica. Pero se presentó entre 1341 y 1350 sólo como una parte de la guerra
dinástica entre Juan VI Cantacuzeno y Juan V Paleólogo.
En Suiza los movimientos de agitación, Lucerna18 (1332); Zurich19 (1336) se
presentaron bajo aspectos de auténtica moderación; estaban ligados a la formación
de una Confederación helvética. Lo mismo que sucede en algunas importantes
ciudades alemanas el objetivo era tan sólo conseguir la desaparición de los gobiernos
patricios.
Los movimientos castellanos que se detectan en Córdoba20 (1312) y Ubeda21
(1331) también se encuentran relacionados con acontecimientos políticos.
En París22, el movimiento tenía un carácter político, y en él se mezclaron
intereses de la alta nobleza y del clero, el punto de arranque había sido, como de
costumbre, la queja de la población urbana por los impuestos y el quebrantamiento
de la moneda.
1.4
LA ECONOMÍA MERCANTIL
1.4.1 Los cambios sustanciales
1.4.1.1
Comercio y avituallamiento. No puede decirse que la crisis del Siglo
XIV haya coincidido con un declive de la actividad mercantil en el Mediterráneo. Pero
se advierten ya algunas profundas transformaciones, tanto en el tráfico, afectada
muchas veces por circunstancias políticas, como en las técnicas, que anuncian la
reconversión que se generaliza en el Siglo XV. Entre dichas circunstancias políticas,
algunas merecen ser destacadas: la consolidación de los sistemas monárquicos en
Inglaterra, Francia y la Península Ibérica; la sustitución del antiguo camino terrestre
que atravesaba Champagne, por la gran ruta marítima que pasa por el estrecho de
18
Cantón y ciudad al Norte de Suiza.
Cantón y ciudad al Norte de Suiza
20
Provincia de Andalucía al sur de España.
19
21
22
Ciudad de Castilla de la Mancha en el centro de España.
Capital de Francia ubicada al norte.
42
Gibraltar23; la creación del Imperio marítimo catalán; y el establecimiento de un
fuerte Estado turco otomano en Anatolia.
1.4.1.2
Decadencias de las ferias de Champagne. Este declive señala el
término de una técnica aplicada a los negocios, según la cual el dinero se maneja a
plazos diferidos con objeto de garantizar tanto el pago como la entrega de la
mercancía, y el comienzo de otra, que será anuncio del primer capitalismo. Esto no
significa que la Feria, en cuanto institución mercantil, haya sido sustituida. Pero las
de Champagne, en sus dos Siglos de existencia, habían dejado de ser auténticas
Ferias, en el estricto sentido que se da a esta palabra, convirtiéndose en un sistema
cerrado para la circulación del dinero.
Entre las causas de la decadencia de las Ferias de Champagne conviene
resaltar, la evolución de las sociedades mercantiles italianas. Las nuevas empresas
florentinas abandonaron el sistema unitario para convertirse en una cadena de
factorías autosuficientes, que fiaban a los factores las decisiones concretas. Por otra
parte las actividades directamente mercantiles, de compra y venta, tendían a
dispersarse entre las numerosas Ferias que se fundaban, en lugar de concentrarse
como antes en un solo punto.
1.4.1.3
Flandes, eje de la economía. Brujas24 desempeñó un importante papel
directivo. Desde principio del Siglo XIV, con la instalación de los italianos y de los
españoles, quedó completa su función de mercado universal, lonja de contratación y
casa de cambio.
La actividad productiva de la economía flamenca era muy grande. Se comete
un error cuando se desprecian la agricultura y la ganadería; no llegaban al volumen
de dinero de la industria, pero eran de todas maneras muy importantes. La apertura
del Estrecho de Gibraltar significó para Flandes un gran alivio.
Desde principios del Siglo XIV las importaciones flamencas se recibían casi
exclusivamente por mar. Fue ésta la razón de tan extraordinaria fortuna como tuvo
Brujas, dotada por la naturaleza de dos aperturas al mar, en buenas condiciones de
seguridad: el Zwyn, que conduce a Damme, puerto construido ya en 1180; el
ingenioso canal que fue llamado de l’Ecluse porque permitía aliviar los efectos de las
mareas por medio de un complicado sistema de compuertas.
1.4.2 El impulso español
1.4.2.1
La apertura del estrecho de Gibraltar. En 1282, aprovechando la
guerra entre Alfonso X y su hijo Sancho el sultán de Marruecos Abu Yusuf Ibn
Ya’qub, consiguió establecer una cabeza de puente en la península, en torno a
Gibraltar, incluyendo Tarifa, Algeciras y Ronda. El estrecho pasaba a ser controlado
de este modo por los benimerines; ya en la primera tregua concertada entre
castellanos y marroquíes indicaron los primeros que su intención era conseguir la
más completa libertad de tránsito.
Cuando se reveló que las negociaciones
diplomáticas no bastaban, Sancho IV planeó una vasta operación militar. Fue una
larga y dura batalla que duró medio Siglo.
23
24
Al Sur de España en la Costa del Sol.
Ciudad de Flandes Occidental al Oeste de Bélgica.
43
En las primeras operaciones intervino Benito Sacaría. Una flota combinada de
genoveses y castellanos aplastó a los marroquíes en la bahía de Gibraltar el 6 de
agosto de 1291. Negociando con los otros reinos peninsulares, Sancho IV reservó en
su favor un eventual derecho de ocupación sobre un breve andén litoral africano.
Los castellanos no consiguieron eliminar la cabeza de puente marroquí. En cambio
los benimeres se apoderaron en 1309 de Ceuta.
La segunda fase de la batalla del Estrecho comenzó en 1328.
Era
imprescindible, para el buen éxito de las operaciones, romper la alianza entre
Granada y Marruecos. Fue también importante la colaboración de barcos catalanes;
mercaderes de este origen, que comerciaban en Marruecos. La acción decisiva no se
libró en el mar, sino en tierra, cuando los musulmanes fueron derrotados a orillas del
río Salado el 30 de octubre de 1340. Algeciras, que resistió hasta el 25 de marzo de
1344, se convirtió en una nueva base castellana en el Estrecho. Gibraltar, en
cambio, no pudo ser tomada.
1.4.2.2
Los castellanos en Flandes. Se constituían en Castilla los primeros
capitales. El desarrollo de la ganadería, anterior a la Peste Negra y a la recesión,
permitió a los marinos castellanos aparecer en Flandes como proveedores de lana.
Castilla se preparaba a remontar la crisis mediante el establecimiento de un
eje económico de dirección norte-sur, desde los tejidos de Flandes hasta el oro de
África, en conexión con la ruta del Mediterráneo. El comercio sobre este eje era ante
todo de materias primas y el capital de inversión fue proporcionado por la banca
genovesa, los Doria, Spinola y Centurione.
El 4 de noviembre de 1348, el conde de Flandes Luis van Male, que acababa
de obtener la capitulación de Brujas, otorgó a la “nación española” en esta ciudad el
mismo régimen de privilegios que hasta entonces poseía la Hansa. Este privilegio
significaba el comienzo de una lucrativa etapa pero, al mismo tiempo, también el
compromiso de defender la ruta, vital en adelante.
1.4.2.3
Constitución de la commonwealth catalana-aragonesa. De los tres
grandes Imperios mercantiles del Mediterráneo, el de la Corona de Aragón fue,
cronológicamente, el más tardío. La Corona de Aragón se definía, a finales del Siglo
XIV, como un gran Estado plural, que enlazaba las huertas del Jalón, en su extremo
occidental, con la península de Morea. En el centro, dominando el sistema, se
encontraba Barcelona.
1.4.3 Los imperios italianos
1.4.3.1
El papel de Alejandría. Alejandría25 era la meta que todos aspiraban.
Existió durante los dos últimos Siglos de la Edad Media una guerra entre los
intermediarios que empleaban el fonduk alejandrino como instrumento. Un fonduk
era en esencia una edificación cuadrada o rectangular, de varios pisos, con patio
interior desde el que se accedía a los almacenes. Los comerciantes podían alojarse
en él y guardar sus mercancías al mismo tiempo. Dentro del fonduk, la jurisdicción
era ejercida por los cónsules de la nación o naciones propietarias, en lugar de las
autoridades del país.
25
Ciudad de Piamonte, al noroeste de Italia.
44
1.4.3.2
El imperio genovés. La primera y más importante de las industrias
genovesas fue la construcción de buques. Los ingenieros genoveses lanzarían al mar
una versión gigantesca de la galera, que llamaron carraca, en donde se ofrecían a los
viajeros las mejores condiciones de seguridad y comodidad que podían imaginarse
entonces.
Lana y seda alimentaban a la gran industria que se encontraba establecida en
la ciudad. Insuficientes los rebaños de Lombardía26 para cubrir sus necesidades,
Génova27 recurrió a las importaciones españolas, tanto aragonesas como castellanas.
Pero la industria textil genovesa era mediocre y sus ventas al exterior fueron
decreciendo, a lo largo del Siglo.
La industria sedera constituyó una de las
peculiaridades de Génova; se prohibía su ejercicio a personas particulares, pues era
un monopolio estatal. Génova exportaba también hilos de seda.
Las minas de hierro de Elba28 se convirtieron en monopolio genovés y en
alimento de otra industria, de manufacturas metálicas, especialmente armas. Los
abundantes bosques de las cordilleras del interior, proporcionaron carbón vegetal
para alimento de las herrerías.
La prosperidad genovesa no es la de los productores, sino la de los
intermediarios. De ahí la importancia que tenían en la vida de la ciudad las
sociedades llamadas maonas o comperas. El banco proporcionó el modelo para
dichas sociedades, cuyo capital se consideraba dividido en veinticuatro partes o
carati si bien admitía la subdivisión de los carates en cuantas partes fuera necesario.
Esta práctica limitaba rigurosamente el capital nominal e introducía una fuerte
incidencia especulativa. A fines del Siglo XIV las compañías mercantiles llegaron a
convertirse en las auténticas dueñas de la ciudad.
Las colonias genovesas eran apenas factorías destinadas a proporcionar el
apoyo político indispensable para el comercio, que se había extendido por todo el
Mediterráneo. En la práctica, se hallaba dividido en tres sectores, cada uno de los
cuales contaba con peculiaridades de organización y, sobre todo, de mercancías. El
centro de todo el sistema seguía instalado en Gálata, el barrio de Constantinopla que
los emperadores entregaran a Génova en 1261 a cambio de la ayuda para la
recuperación de su capital. Desde 1303 este barrio había sido ampliado y fortificado
hasta convertirse en una ciudadela.
1.4.3.3
El Imperio Veneciano. Venecia29 estaba trabajando, desde 1297, para
transformar su red de colonias en un Estado, fuertemente sujeto a la autoridad
central. Esta era el patrimonio de una oligarquía de grandes comerciantes, cuyos
miembros sucedían de padres a hijos. El Gran Consejo no era sino el cuerpo
electoral que se encargaba de designar los 125 miembros del Senado, supremo
órgano de legislación y decisiones.
Esta oligarquía se trataba de un gobierno preocupado por lograr la eficacia que,
manteniendo una línea de política constante, elevó el comercio veneciano a niveles
de gran prosperidad.
26
27
28
29
Provincia al Norte de Italia.
Ciudad perteneciente a Liguria al Noroeste de Italia.
Isla al oeste de Italia, en el Mar Mediterráneo.
Puerto y Golfo. Noreste de Italia en Veneto.
45
A mediados del Siglo XIV las posesiones venecianas más importantes eran
Creta y Negroponto. El puerto de Candía30 era esencial para las comunicaciones con
Egipto. También en Chipre31 hacían acto de presencia los venecianos, pero su puerto
de Paphos, situado en la costa occidental. La factoría veneciana en este punto data
de 1328.
El eje fundamental del comercio veneciano seguía siendo la ruta de
Alejandría.
1.4.4 El comercio hanseático
1.4.4.1
Orígenes de la Hansa. Los alemanes establecieron una división muy
nítida entre dos instituciones, la gilde, que era una corporación de oficios en el
interior de la ciudad, y la hansa, cuyo nombre se relaciona con el de una “tropa
armada” para el comercio con el exterior. Tanto en Londres32 como en Visby33, los
alemanes constituyeron hansas.
Las múltiples hansas de una sola ciudad cedieron el paso a otras mayores, en
que se admitían los comerciantes de varias ciudades que se encontraban en el
mismo mercado, y éstas finalmente a una sola Hansa que custodiaba y defendía los
privilegios mercantiles otorgados a los alemanes. Fueron etapas importantes en este
proceso, la unificación de los hansas de Londres a partir de 1281, y los victoriosos
bloqueos comerciales contra Novgorod (1277), Noruega (1284) y Brujas (1302).
La Hansa se colocó en una clara posición ideológica de defensa del régimen
del patriciado.
1.4.4.2
Crecimiento de Lübeck34. A principios del Siglo XIV, cuando los condes
de Holstein y los duques de Mecklemburgo, aliados, emprendieron la conquista de las
ciudades vendas, Lübeck tuvo que reconocer que era impotente y que necesitaba del
protectorado danés para subsistir. Pero las guerras civiles de Dinamarca permitieron
a los alemanes intervenir invirtiendo la situación: dinero y barcos proporcionados por
las ciudades vendas permitieron a Waldemar IV recuperar el trono, obligándole a
otorgar en 1340 importantes privilegios. Lübeck capitalizó el éxito, porque había
sido en realidad la creadora de esta política; en adelante aparece como cabeza
indiscutible, no sólo del comercio como antes, sino también de la política exterior.
1.4.4.3
Primeros intentos de unión. Los efectos de la Peste Negra en el
ámbito de las ciudades hanseáticas fueron terribles. La atmósfera de crisis pudo
parecer a los reyes de Dinamarca signo de debilidad que convenía aprovechar.
Brujas se defendió de estas presiones británicas imponiendo a los
comerciantes foráneos nuevas contribuciones sobre la sal y los cereales, principales
productos alemanes.
Lübeck tomó la iniciativa de convocar una reunión de
representantes de las ciudades que poseían privilegio hanseático. Fue la primera
Dieta de la Hansa, que celebró sus sesiones en 1356 y 1358. El procedimiento
propuesto no podía ser otro que el bloqueo económico de Brujas. Brujas tuvo que
30
31
Isla griega en el Mar Mediterráneo. Actualmente Heráclito.
Isla al sur de Turquía en el Mar Mediterráneo.
32
Capital inglesa al Sureste de Inglaterra.
Puerto en la isla de Gotland al sur de Suecia en el Mar Báltico.
34
Ciudad entre Mecklenburg y Schleswig-Holstein al Norte de Alemania.
33
46
capitular en 1360. Los privilegios alemanes fueron confirmados y se otorgó a los
hanseáticos el derecho de venta de mercancías al por menor.
Este mismo año Waldemar IV de Dinamarca se apoderaba de Gotland35 y
recobraba Scania de manos de los suecos. Aunque permitió a los alemanes que
siguiesen utilizando el puerto de Visby, intentó obtener grandes sumas de la
confirmación de los privilegios hanseáticos. Empujadas por su reciente éxito, las
ciudades vendas y pomeranias decidieron resistir; pero para vencer a Dinamarca no
eran suficientes las medidas de bloqueo económico, y una primera expedición militar
contra Copenhague36 (1362) resultó un fracaso.
En la gran Dieta que se reunió en Colonia en 1367 estuvieron representados
incluso los puertos de Holanda y Zelanda, que no poseían el “privilegio” hanseático.
Se decidió constituir una Liga para toda la duración de la guerra contra Dinamarca y
tres años más; de hecho, la Liga estuvo vigente hasta 1385. Los hanseáticos
invadieron Scania, destruyeron el puerto de Copenhague y obligaron a Dinamarca a
capitular en Stralsund.
La paz de Stralsund resuelve, para un Siglo, el equilibrio de poderes en el mar
Báltico. Era un acuerdo singular porque los vencedores no constituían un poder
territorial ni podían ejercer derechos de soberanía; cada ciudad se sentía obligada
únicamente por los compromisos concretos adquiridos para esta ocasión.
1.4.4.4
Las dificultades. Estas dos victorias han sido consideradas siempre
como signos de consolidación de la Hansa, aunque no abrieron un período de
tranquilidad sino de nuevas tensiones. Pero siendo una mera coincidencia de
intereses entre ciudades mercantiles y nunca una Liga permanente se dibujaron
pronto en la Hansa dos tendencias: los moderados querían mantenerse dentro de los
límites tradicionales, conformándose con la defensa del privilegio; los imperialistas
pretendían nada menos que cerrar el Báltico a los extranjeros.
Los comerciantes ingleses se sintieron perjudicados.
Una protesta fue
presentada en la Cámara de los Comunes, primero ante Eduardo III y después ante
Ricardo II: se denunciaba la falta de reciprocidad, puesto que los alemanes
disfrutaban en Inglaterra de más ventajas que los propios naturales del país, y
negaban todo favor a los británicos en el Báltico. El acuerdo que se firmó en 1388
significaba un pequeño repliegue por parte de la Hansa: los ingleses eran autorizados
a comercial en el Báltico.
La llegada de los españoles a Brujas complicaba también las relaciones de los
alemanes con las ciudades flamencas, sublevadas contra su conde en la revuelta
acaudillada por Felipe van Artevelde, con auxilio británico.
La piratería se estaba convirtiendo en un verdadero problema. La Guerra de
Corso entre Inglaterra, Francia y Castilla, estímulos a los depredadores por parte del
duque de Mecklemburgo37, aspirante fallido a la corona de Dinamarca, eran muchos
los factores que incitaban al desarrollo de la lucrativa industria de los ladrones del
mar. En 1376 el problema fue estudiado por la Dieta general de la Hansa, sin que se
llegara a ningún acuerdo.
Lübeck trataba de combatir a los piratas pero no
35
36
37
Isla al sur de Suecia en el Mar Báltico.
Capital de Dinamarca.
Estado al norte de Alemania.
47
encontraba el respaldo suficiente; de ahí su decidida política en pro de la unión de
las tres monarquías escandinavas, porque le parecía el único medio de cerrar, poco a
poco, los puertos bálticos a estos ladrones. Los piratas se trasladaron al mar del
Norte, haciendo objeto de sus ataques especialmente a los comerciantes de
Hamburgo38 y Bremen39.
1.4.4.5
Estructura orgánica de la Hansa. La Hansa fue la unión esporádica de
aquellas ciudades que tenían derecho a usar del “privilegio” adquirido en ciertos
países, para sus relaciones comerciales. La Dieta celebrada en Lübeck en 1366
determinó que dicho privilegio estaba reservado únicamente a los miembros de la
burguesía de aquellas ciudades, e inició una serie de medidas destinadas a impedir
usurpaciones. La Orden Teutónica, que constituía un Estado territorial, perteneció a
la Hansa, pero sólo seis ciudades en él, disfrutaban del privilegio.
Las decisiones nacían de las Asambleas regionales en que se reunían los
tercios en que las ciudades estaban agrupadas y cuyas cabezas respectivas se
situaban en Lübeck, Visby/Riga o Colonia/Dortmund.
Aquí se estudiaban los
problemas, aceptándose la participación incluso de algunas ciudades no hanseáticas,
y se proponían soluciones que pasaban después a la Dieta general.
El “privilegio” hanseático significaba, ante todo, el derecho de usar las cuatro
grandes colonias exteriores, que eran como los ejes sustanciales del comercio. En
cada una se había producido autonomía judicial y administrativa casi completas. El
número total de ciudades que llegaron a usar del privilegio se acercaba
probablemente a doscientos, incluyendo desde luego a algunas muy pequeñas.
1.4.4.6
Las técnicas mercantiles. El comercio que practicaban los hanseáticos
era apenas otra cosa que transporte marítimo de mercancías. La unidad base para
todos los negocios estaba constituida por el buque. Mientras navega, el buque es
como un trozo de la ciudad, que se desplaza bajo las ordenes de un schep-herr. Con
mucha frecuencia el schiffer era miembro del patriciado. Los dueños del barco
constituían una sociedad, que se repartía beneficios y gastos.
Los buques respondían fundamentalmente a dos modelos, la kogge, capaz de
navegar contra el viento, y la hola. A fines del Siglo XIV, la Hansa disponía de más
de un millar de buques, lo que le daba una potencia naval superior a la de Inglaterra
y, acaso, a la de España.
La navegación hanseática discurrió por rutas muy cercanas a la costa,
haciendo innecesaria la brújula, que tardó mucho en generalizarse. Durante la
guerra con Dinamarca se estableció la obligación de navegar en convoyes,
compuestos por lo menos de diez navíos, a fin de asegurar la suficiente protección.
El problema de la seguridad de la carga no estaba resuelto. La Hansa
desconocía por completo la técnica de los seguros marítimos.
Al schiffer
correspondía la responsabilidad de asegurar el transporte, pero esto no afectaba a
los casos de robo, naufragio o pérdida de una parte de la mercancía arrojada al mar
en los momentos de peligro grave por tormenta.
38
39
Ciudad del Estado de Baja Sajonia al Norte de Alemania.
Idem.
48
1.5
LAS GRANDES GUERRAS DEL SIGLO XIV
1.5.1 La guerra de Valois y Plantagenet
1.5.1.1
¿Guerra de Cien Años? Ninguna guerra puede durar cien años ni ser
calificada por una mera apreciación cronológica. El único verdadero denominador
común de tan largo período es la ausencia de un estado jurídico de paz, pues la
única que se concierta, en Brettigny, en 1360, apenas se cumple.
Las aspiraciones de Eduardo III a la corona de Francia se presentaron muy
tardíamente y se apoyaron en argumentos de Derecho privado. Eduardo era al
mismo tiempo que rey de Inglaterra, noble en Francia y, por tal razón, vasallo del
monarca que gobernaba en París. Este arcaísmo reclamaba
urgente solución; en la paz de Brétigny trataría de hallarse
una, en la renuncia por parte de Juan II a la soberanía
sobre los dominios cuya posesión se reconocía al rey de
Inglaterra.
Pero en este momento, en gran parte a
consecuencia de la misma guerra, se había desarrollado el
sentimiento nacional hasta un punto que hizo imposible que
la renuncia pudiera ser aceptada. La contienda es del
reino, no del rey.
Cuando la serie de guerras comienza, el ejército
estaba compuesto, por las milicias convocadas en virtud del
ban y del arriere-ban, y por los soldados que el rey pagaba
directamente. Se inicia de este modo un proceso muy largo
y muy lento que concluye con la constitución de los
primeros ejércitos modernos en el Siglo XV.
Figura 8. Eduardo III
Eduardo III y Felipe IV buscaron refuerzo para sus respectivas posiciones en
el concierto de alianzas en los Países Bajos y la Península Ibérica de tal modo que el
frente de lucha estuvo constituido por la larga ruta marítima del golfo de Vizcaya40 y
el Canal de la Mancha. Para los reinos ibéricos el dominio de la ruta del mar
significaba la posibilidad de remontar o no la crisis depresiva.
Desde 1340 (Batalla de l’Ecluse) las posibilidades de lograr una victoria
duradera se situaron para ambos contendientes en el dominio del mar en torno al
cual se agrupaban los intereses y también las relaciones diplomáticas. Entre los
mercaderes que recorrían la ruta se empezó a hablar de naciones, alemana,
española, francesa e inglesa, como de signos distintivos. La política se tiñó de
economía. Ahora bien, en todas las negociaciones que se entablan, el capítulo de las
condiciones económicas y de la libertad de comercio, nunca falta. Se tiene la
impresión de que durante la guerra, y tal vez a causa de ella, surgió la preocupación
de los reyes por el comercio y por el desarrollo económico de sus respectivos
dominios. La única opción que les quedaba estaba precisamente en los impuestos
dimanados del comercio.
Lentamente se tomaron medidas legislativas para
favorecerle; desde fines del Siglo XIV hace su aparición la mentalidad del
mercantilismo.
40
Golfo al norte de España.
49
Por medio de la guerra, Francia acentuó la coincidencia singular entre rey,
reino y nación; Inglaterra fue devuelta a su insularidad antigua; Portugal despertó a
la conciencia de ser una nación peculiar, dentro de la Península; Castilla impuso a los
demás reinos ibéricos su criterio de que la distribución territorial establecida era
definitiva e irreversible.
Aparece el patriotismo, sentimiento que expresa la
identidad entre rey y reino, comunidad nacional y soberano que la representa.
En 1328 el rey de Francia era el que poseía más extensos dominios
patrimoniales, que abarcaban a más de la mitad del reino, pero al mismo tiempo se
encontraba directamente amenazado por la consolidación de grandes señoríos,
cuatro de los cuales, Flandes, Borgoña, Bretaña y Guyena constituyeron auténticos
reinos, aunque nunca pudiesen usar de dicho título.
La primera de las guerras se desarrolla entre 1337 y 1388, como una
contienda entre Eduardo III y los tres primeros monarcas Valois de Francia:
Felipe VI, Juan II y Carlos V. Entre ambas fechas existe un estado jurídico de
guerra permanente pero sólo varias ocasiones de lucha armada. La razón de
que las operaciones militares no puedan prolongarse radica en la insuficiencia
de medios económicos que padecen todos los soberanos.
El estado de guerra permanente favoreció en todas partes el crecimiento de una
nueva nobleza y que llegó a alcanzar un gran poder. La nueva nobleza fue, ante
todo, una clase política que desempeñó todas las funciones militares y diplomáticas,
y una parte de las administrativas, del reino.
1.5.1.2
Felipe VI, Rey de Francia. En 1328 murió el rey Carlos IV, último de
los tres hijos de Felipe IV que sucedieran a éste consecutivamente en el trono. Su
esposa Juana estaba encinta y ello obligaba a esperar el resultado del parto. Una
mujer carecía en Francia de capacidad para heredar la corona. Pero no se había
declarado de modo expreso si podían en cambio transmitir derechos a otros
descendientes varones. En el caso de una respuesta afirmativa Eduardo III de
Inglaterra, nieto de Felipe IV por su madre Isabel, tenía sin
duda preferencia; en caso contrario sería rey de Francia
Felipe de Valois, hijo de un hermano de aquel monarca,
Carlos de Valois.
La cuestión de capital estaba en saber si convenía a
Francia tener o no por rey a quien lo era ya de Inglaterra.
Eduardo III se encontraba sujeto a tutela de su madre y
sometido hasta 1330 al poder de Rogelio Mortimer; no
estaba por tanto en condiciones de emprender ninguna
acción eficaz en defensa de sus derechos. Felipe de Valois
jugó hábilmente con su nacimiento francés y sus vínculos de
sangre con la dinastía Capeta; presentó además su
candidatura como la de los nobles, de quien se consideraba
Figura 9. Felipe IV
defensor. Nació una niña, a la que se puso por nombre
María, y Felipe se convirtió automáticamente en rey. Eduardo protestó.
El reino de Navarra41 no se sintió incluido en la decisión tomada por la Corte
de París. No fueron aceptados los embajadores de Felipe IV y se procedió a
proclamar los derechos de Juana de Evreux, hija de Luis X, y de su marido Felipe. El
41
Distrito al Norte de España.
50
rey de Francia no insistió en sus pretensiones conformándose con reclamar la
renuncia de los Evreux a los condados de Champagne y de Brie.
Para Navarra esta fecha es muy importante; la independencia significaba una
afirmación de hispanismo y, a la vez, del poder de las Cortes. En el momento en
que Felipe y Juana juraron los Fueros, en calidad de reyes, los estamentos acordaron
unánimes que, en el caso de que Juana muriese antes de su marido, la corona
pasaría a los hijos del matrimonio y no a Felipe constituyéndose una regencia de
doce miembros para garantizar el respeto a las leyes y libertades. Felipe fue un rey
hábil, que supo hacer uso de las Cortes para la afirmación de su poder.
1.5.1.3
La campaña de Cassel.
Las primeras decisiones de Felipe VI
demostraron que la utilización del respaldo nobiliario significaba para él un
compromiso muy serio. Caselles supone que este compromiso le impedía de tal
modo conducirse con libertad que resulta difícil saber hasta qué punto su conducta
respondía a deliberados propósitos. Mientras que los rebeldes, nutridos en las
corporaciones de oficios y las asociaciones de artesanos, confiaban en lograr la
ayuda de Eduardo III, los patricios y los nobles reclamaron la intervención del rey de
Francia. Inmediatamente después de su coronación, Felipe VI reunió la hueste y la
llevó a Flandes. La revuelta fue aplastada en la batalla de Cassel (23 de agosto de
1328).
La victoria francesa en Cassel tuvo muchas repercusiones. Se acentuó en
consecuencia la inclinación de los vencidos a confiar en la amistad inglesa. Eduardo
III dio el primer paso, al casarse con Felipa de Avesnes, de la Casa condal de
Brabante, ancestral enemiga de la de Flandes; de este modo buscaba un punto de
apoyo en los Países Bajos. Felipe VI valoró excesivamente su éxito; contando con la
segura fidelidad de Luis de Nevers, había conseguido, en 1329, un acto de vasallaje
de Eduardo por sus dominios de Francia.
El comienzo de nuevas hostilidades en Escocia, en donde Eduardo III
intentaba sustituir, en 1329, a David Bruce, amigo de Francia, por Eduardo Balliot,
tranquilizó a los franceses: aquella guerra endémica bastaba para absorber los
recursos de los ingleses. En cierto modo se trataba de un razonamiento justo.
1.5.1.4
La guerra de Flandes. Los planes de guerra elaborados por Eduardo
III consistían en utilizar a Gascuña o a Flandes como cabezas de puente, trataba de
penetrar profundamente en el país. La prosperidad comercial de Aquitania y la
eficiencia de la administración inglesa, que se refleja en los Rolls gascones,
convirtieron a este ducado en una base militar segura, a pesar de las ingerencias de
los oficiales y tribunales de justicia franceses.
El 12 de agosto de 1336, sin que mediara ninguna explicación previa,
Eduardo III prohibió la exportación de lana y propuso la creación de una nueva etapa
en Amberes, al amparo de sus aliados brabanzones. Felipe VI esperó casi un año
antes de dar la réplica: el 24 de mayo de 1337 fue decretado el embargo del ducado
de Aquitania como consecuencia de ciertos pleitos que se hallaban pendientes ante el
Parlamento de París. Entre la burguesía y los gremios artesanos comenzaba a
abrirse camino la idea de que una solución podía ser el abandono definitivo de la
jurisdicción condal para edificar una nueva estructura política. De esta idea se hizo
intérprete un patricio, Jacobo van Artevelde.
51
El 7 de octubre de 1337 Eduardo III reclamó el trono de Francia como
heredero legítimo de Carlos IV; un mes más tarde su flota se apoderaba de la isla de
Cadzant, cerrando el acceso al canal que constituía el puerto de Brujas. La situación
de la industria textil se hizo muy grave. La crisis laboral alcanzó aquel año de 1338
límites de gravedad superiores a los de ninguna otra ocasión anterior. Felipe VI se
acogió a su acuerdo con Alfonso XI contratando los servicios de una flota que
patrulló en 1339 las aguas del Canal manteniéndolo abierto a la navegación.
La actitud del patriciado y de la baja nobleza, que hasta entonces habían
sostenido la autoridad del rey de Francia, cambió. En octubre de 1339 el conde huyó
a París mientras Jacobo van Artevelde asumía el poder como presidente de un
consejo en el cual los representantes de las gildes menores alcanzaban la mayoría.
Este nuevo régimen político reconoció a Eduardo III como legítimo rey de Francia y,
en consecuencia, como su soberano. Eduardo abrió nuevamente la etapa de las
lanas en Brujas y acudió a una entrevista con Luis de Baviera recibiendo de él un
título de vicario imperial sobre los Países Bajos. De este modo poseía autoridad
tanto sobre los señoríos de origen francés como sobre los de origen alemán.
En entero de 1340 el Parlamento inglés reconoció que las condiciones de
seguridad en el mar le eran desfavorables y ordenó a los Cinco Puertos que armasen
una flota para recobrar su dominio.
Con una flota relativamente pequeña, Eduardo pudo derrotar en L’Ecluse, el
24 de junio de 1340, a los débiles fuerzas francesas. Inglaterra obtuvo, merced a
esta batalla, un dominio del mar que ejercería durante los próximos treinta y cinco
años. Sin embargo, las fuerzas y sus resultados, no fueron juzgados por los
comunes como demasiado brillantes. Tampoco Eduardo III pudo felicitarse de sus
éxitos: cercó Tournai y fracasó.
Intervinieron entonces los legados pontificios y los embajadores castellanos.
Que tenían intereses personales en el comercio exterior. Lograron que se firmase
una tregua que abría nuevamente el mar a la navegación.
1.5.1.5
La guerra de Bretaña. Francia decidió compensar esta victoria inglesa
con una ofensiva en Escocia. Desde 1333, David II Bruce, expulsado del trono por
Eduardo Balliol, vivía refugiado en Francia. Tropas francesas se encargaron en 1341
de devolverlo a Escocia y de instalarlo en el trono. Eduardo III se encontró con una
guerra de cinco años porque los escoceses habían vuelto a sus antiguas fronteras.
El balance de las operaciones y maniobras, en estos primeros cinco años, era
favorable a Inglaterra que, gracias, Bretaña y Gascuña había vuelto, como en los
viejos tiempos, a ejercer el dominio del mar. Estas circunstancias obligaban a los
castellanos a revisar su posición, siempre para asegurar la navegación y transporte
de las materias primas hacia los mercados del Norte. Alfonso XI mostró una clara
voluntad de acercamiento a los ingleses que, en el verano de 1343, propusieron el
establecimiento de un tribunal de arbitraje, compuesto por igual número de persona
de uno y otro reino, que podría decidir en todas las cuestiones de violencia, robo y
piratería, las conversaciones que siguieron son el origen de un tratado (28 de abril
de 1344) que regulaba la navegación entre Aquitania y los puertos castellanos. Cada
año las flotas de lana españolas aumentaban su cargamento; Brujas se estaba
convirtiendo en la clave del dispositivo para los españoles. Pero Eduardo III aspiraba
a algo más: quería convertir la amistad en alianza mediante el matrimonio del
heredero de Castilla, Pedro, con una de sus hijas.
52
1.5.1.6
Campaña de Crécy. Aleccionado por sus fracasos, Felipe VI trató de
reaccionar ejecutando un cambio de los elementos directivos en su Corte.
Auvergneses y borgoñones se encargaron de procurar el cambio. Las presiones
económicas que este equipo de gobierno ejerció sobre los Estados provinciales a
partir de 1340, con objeto de conseguir ayudas para la guerra, provocaron
sentimientos de viva oposición.
Restaurado David II en Escocia, los ingleses
tuvieron que atender a un nuevo frente mientras que aparecían mercenarios
escoceses en los ejércitos de Francia.
El problema de Flandes comenzaba a mostrar sus aristas más agudas al
rebrotar la lucha social. Los gremios artesanos estaban intentando introducir una
dictadura en el gobierno de las ciudades, causando el pánico entre los patricios.
Bataneros y tejedores constituían al parecer los elementos exaltados. De pronto, el
24 de julio de 1345, Jacobo van Artevelde murió asesinado por sus antiguos
partidarios. En Flandes estalló una autentica guerra civil entre los distintos gremios.
El 1 de julio Felipe VI concertaba una alianza con Castilla,
extraordinariamente provechosa.
Para la próxima campaña el almirante Gil
Bocanegra, genovés, llevaría doscientos buques en socorro de Francia. Triunfaba
pues el partido que, en conspiración con ciertos sectores de la banca genovesa,
preconizaba la apertura de la ruta del Canal, mediante el uso de la fuerza. El
escenario de guerra en que se pensaba, era Bretaña, donde las hostilidades, pese a
la tregua, seguían siendo tercas y continuas.
Eduardo III decidió volcar todas sus fuerzas. En el otoño de 1345, el conde
de Derby apareció con un ejército en Guyena. En diciembre este ejército logró una
moderada victoria en Auberoche, como consecuencia de la cual pasaron a poder de
los británicos algunas fortalezas como Aiguillon, Saint Jean d’Angely, Niort y Poitiers.
Los Comunes, estimulados, votaron subsidios importantes para la continuación de las
operaciones. El 12 de julio de 1346 el propio rey desembarcó con sus tropas en
Saint-Vaast-la-Hogue, en Normandía y acabó fijando sus posiciones en Crécy. Felipe
VI le atacó allí el 26 de agosto con fuerzas mucho más numerosas, pero carentes de
la disciplina y cohesión que los ingleses tenían.
Crécy fue una batalla muy
sangrienta y, para Felipe VI, una derrota de graves consecuencias.
Las consecuencias de Crécy fueron muy importantes y se vieron acrecentadas
porque, al cabo de unas semanas, el ejército que operaba en la frontera de Escocia a
las órdenes de la reina Felipa, derrotaba en Nevill’s Cross a David II y le hacía
prisionero. Escocia se hallaba fuera de combate. En la campaña de 1347 Carlos de
Blois era derrotado en la Roche Derrien, capturado y trasladado a Inglaterra.
Alfonso XI de Castilla llegaba rápidamente a la conclusión de un tratado con los
condes de Arundel y Derby. El infante Pedro aceptaría una novia británica, Juana,
hija de Eduardo III.
Para Castilla se acercaba el momento de tomar una decisión.
Los
procuradores de las ciudades solicitaron del rey que mantuviese la amistad británica,
porque este era el medio de proteger a los marinos y comerciantes. Luis van Mâle,
dueño ahora de Flandes, otorgó a los laneros castellanos, el 4 de noviembre de
1348, los mismos privilegios que hasta entonces disfrutaba la Hansa. Nacía de este
modo la etapa de las lanas que sería llamada “nación española” de Brujas. La
invitación era clara: se trataba de sustituir la materia prima británica por la de las
ovejas españolas. Pero para llegar a Brujas era imprescindible atravesar el Canal de
la Mancha, dominado por las flotas británicas. Alfonso XI comprendía que necesitaba
53
ahora de la buena voluntad de ambos contendientes, cosa cada vez más difícil.
Eduardo III envió a su hija a Burdeos, tratando de acelerar al máximo los trámites
para su matrimonio; Juana murió, desgraciadamente, durante el viaje. En el
momento de desaparecer, Alfonso XI permanecía aún en el difícil punto del
equilibrio.
1.5.1.7
Winchelsea. La preferencia dada por el conde de Flandes a las
relaciones con comerciantes del exterior, ya no representaba ninguna novedad.
También Eduardo III y Felipe VI recurrían a ellos. Barcos genoveses y venecianos
formaban parte de las flotas británicas, y fueron los empréstitos a Eduardo los que
arruinaron a los banqueros florentinos.
Los estados generales que se reunieron en París en noviembre de 1347 no se
limitaron a votar subsidios, que deberían percibirse sobre la circulación de
mercancías, sino que presentaron fuertes críticas a la labor de gobierno, exigiendo
un cambio en el equipo. Felipe VI se decidió a asociar a su hijo Juan al trono y a
encomendar la administración a los consejeros de éste: el duque de Borbón. Había
una especie de distribución de funciones.
El esfuerzo de guerra que estaba comenzando a realizarse, se vio
interrumpido pro la Peste Negra que, en Francia, se presentó con sintomatología que
parece indicar tres enfermedades diferentes.
En 1350 desaparecieron dos de los principales protagonistas, Alfonso XI y
Felipe VI. Juan II fue acogido con afecto y esperanza.
Los regentes que en nombre del nuevo rey de Castilla, Pedro I, tomaron las
riendas del poder se decidieron a favor de la alianza francesa y abrieron
inmediatamente negociaciones. Eduardo III decidió adelantarse a ellas con un golpe
de fuerza que demostrase quién tenía el dominio del Canal: el 29 de agosto de 1350,
cuando la flota de los laneros castellanos, en su viaje de retorno a la Península,
cruzaba por delante de Winchelsea, fue atacada por los ingleses y destruida.
1.5.1.8
La crisis en la corte francesa. En 1351 se firmó también una tregua
entre Inglaterra y Francia, prorrogada después hasta 1355. Del estado de quebranto
y debilidad a que la depresión y la epidemia habían conducido a ambos reinos. Juan
II no supo aprovechar esta oportunidad que se le brindaba para acometer las
necesarias medidas de recuperación. El lujo de la Corte era un insulto a la pobreza
del reino. La Corte de Francia era el escenario de intrigas, de amores menos
platónicos de los que los poetas pretenden hacernos creer, de sueños nostálgicos y
de desenfrenada lucha por el poder.
Las fuertes tensiones que se registraban en la Corte acabaron estallando.
Vaivenes políticos de que fuera escenario el reinado de Felipe VI habían conducido a
la constitución de dos partidos que reconocían respectivamente como cabezas al
condestable Carlos de España, conde de Angoulême, y a Carlos II de Evreux, rey de
Navarra, que estaba peligrosamente cerca del trono. Es imposible atribuir con un
mínimo de seguridad programas a los respectivos partidos, pero parece bastante
claro que el rey de Navarra, estableciendo un precedente que seguirían después los
borgoñones, trataba de lograr el apoyo de los gremios de artesanos de París y de los
descontentos por la mala situación económica.
54
El 8 de septiembre de 1354, Carlos II hizo asesinar al condestable. Por el
tratado de Nantes (22 de febrero de 1354) se perdonó su participación en el crimen
y se le entregó, en prenda de amistad y esta manera qué grande era la debilidad de
Juan II y qué inesperadas perspectivas de ganancia se le ofrecían por medio de la
negociación.
1.5.1.9
Poitiers. Restañadas las pérdidas, se reproducía la guerra general.
Como diez años antes, los ingleses la iniciaron con una operación de ofensiva desde
Gascuña. En este momento se consumó la ruptura con Pedro I de Castilla y se
perdieron las esperanzas de los franceses para contar con una flota. Inspirado sin
duda por el grave peligro, Juan II tomó una decisión brusca y dudosamente
acertada: con pretexto de un banquete, atrajo a Carlos II y le encerró en prisión (5
de abril 1356).
La casa de Evreux y el reino de Navarra se colocaron
automáticamente al lado del enemigo. Francia hubo de enfrentarse a solas con la
nueva gran ofensiva británica.
Aquel verano, Eduardo III lanzó tres ejércitos al ataque. Juan II decidió
arriesgar una batalla de poder a poder enfrentándose con el Príncipe en las
inmediaciones de Poitiers el 19 de septiembre de 1356. La derrota tuvo semejantes
proporciones a la de Crécy. El rey cayó prisionero y fue trasladado a Londres.
1.5.1.10
La revolución de París. Con la derrota y cautiverio del rey, el profundo
descontento que las malas condiciones económicas y el peso de los impuestos
provocaban en Francia, encontró un campo libre para manifestarse.
En 1356 Esteban Marcel era preboste. A su lado apareció, como figura
influyente en los Estados, uno de los hombres de equipo de gobierno de Felipe VI,
Roberto Le Coq, obispo de Laon.
Ninguno de ambos era un político de gran talla, pero tenían sentido de la
oportunidad y sabían de qué medio valerse para estimular los sentimientos de
resistencia. Mientras que los Estados de otras regiones se limitaban a presentar
quejas, proponer remedios y discutir las subvenciones que se les pedía, los de París
adoptaron un aire revolucionario que iba a proyectar al primer plano a Marcel y Le
Coq. Las condiciones inicialmente presentadas al Delfín, como condición previa a la
concesión de subsidios, constituían casi un acto de rebeldía: se exigía el castigo de
siete oficiales del rey, a los cuales se acusaba de mal gobierno; dar libertad a Carlos
II de Navarra; constituir finalmente una comisión de 28 personas, la cual fiscalizaría
todos los actos de gobierno del príncipe mientras estuviese preso el rey. Dicho en
otras palabras: se quería provocar un cambio de equipo y la entrega del poder al rey
de Navarra y su gente.
El Delfín comprendió la maniobra y aceptó la batalla: suspendió la reunión de
los Estados Generales y renunció, de momento, al voto de los subsidios. Proyectó
salir de apuros mediante una Ordenanza que disminuía el valor de la moneda de
vellón. Un motín penetró hasta los aposentos mismos del Delfín, obligándole a
anular la Ordenanza.
Es cierto que otras Asambleas estaban otorgando dócilmente los subsidios
que se les pedía, pero si el Delfín toleraba la práctica extensión de París y Langue
d’oil, carecía de autoridad moral para obligar al resto del reino a pagar. Durante el
año 1357 tuvo que acomodarse a una estrategia de menudas cautelas, procurando
que brillase el contraste entre la insolencia y terror de las revueltas parisinas y la
55
lealtad de las demás regiones. Antes de sentar la mano a los rebeldes había que
despertar la condena del reino contra ellos. Se trataba de una operación de
desgaste delicada, difícil y muy lenta, en la que el príncipe tenía que tolerar incluso
que se le juzgase débil.
La operación comenzó en febrero, al reunirse de nuevo los Estados Generales
en París, y ser presentado al Delfín un documento con condiciones todavía más duras
que las de cinco meses atrás. Reforma y depuraciones sirvieron para que Esteban
Marcel, coreado por los grupos asamblearios de los gremios, se hiciese dueño de la
capital.
Las previsiones del príncipe comenzaba a cumplirse: una reacción del reino
hacia la lealtad contrastaba con el proceso revolucionario parisino, que llegaba hasta
sus últimas consecuencias en los últimos meses de 1357 y primeros de 1358,
desprestigiándose. Al principio del otoño, el Delfín fue a buscar el apoyo de los
Estados de Normandía. En noviembre, Carlos II de Navarra, liberado de su prisión
por una orden de los Estados Generales, se presentaba sin el menor empacho, junto
a Esteban Marcel, como una cabecilla para los gremios artesanos, amenazando a
todo el mundo con la próxima llegada de los ingleses, cuyas patrullas en efecto
deambulaban por las inmediaciones de la capital.
Inevitablemente la revuelta se dirigía a un punto crítico en el curso de un
motín, murieron asesinados en presencia del propio Carlos los mariscales de
Champagne y Normandía. Esta atrocidad, al ser conocida en toda Francia, fue la
mejor propaganda para la autoridad monárquica. Seguro de ser apoyado, Carlos
abandonó de pronto la aparente pasividad tomando la iniciativa de un contragolpe.
El 14 de marzo de 1358 anunció que Juan II no podía ejercer la prerrogativa real por
hallarse cautivo. Once días más tarde abandonaba París y comenzaba una acelerada
serie de reuniones de los Estados.
Las tensiones sociales se contagiaron al campo: entre mayo y junio de 1358
estalló el movimiento que se conoce bajo el nombre de Jacqueríe. Se trataba de la
explosión ciega provocada por hondos sufrimientos padecidos desde hacia años por
estos campesinos que se lanzaban al asalto de los castillos y de las residencias de los
señores, causando daños espantosos, alardeando de crueldad.
Desde el punto de vista político no cabe duda de que la Jaquería ofreció
grandes ventajas al Delfín. No podían ya los revolucionarios vanagloriarse de ser
defensores del pueblo. Pero ahora, cuando la revolución conectaba con los enemigos
de Francia, el leve sentimiento patriótico que estaba comenzando a formarse,
concentró su carga potencial en beneficio del Delfín. Este dispuso el bloqueo militar
de la capital. Carlos II y Esteban Marcel solicitaron de Eduardo III que enviase un
ejército; en este momento el preboste murió asesinado en un motín de minúscula
importancia. El rey de Navarra, temiendo verse encerrado en una trampa, abandonó
la ciudad en donde pudo entrar el Delfín a la cabeza de sus tropas, como un general
victorioso.
1.5.1.11
El tratado de Brétigny. Los graves acontecimientos de los tres últimos
años colocaban a Francia al borde del colapso. Los franceses eran conscientes de
que siempre tenían superioridad numérica en el campo de batalla y, sin embargo,
habían sido vencidos por la mayor eficacia de sus enemigos. Tampoco Inglaterra
estaba en condiciones de prolongar mucho más las operaciones de conquista.
Eduardo III hubo de modificar sus objetivos renunciando a la conquista de todo el
56
reino, que le era imposible retener, y conformándose con un reparto que diese a
Inglaterra el absoluto dominio de las dos orillas del mar.
Las primeras negociaciones, entabladas en Londres directamente con Juan II,
apuntaban ya hacía la solución del reparto. Las concesiones otorgadas en aquella
etapa inicial eran tan excesivas que los Estados Generales, hábilmente inducidos por
el Delfín regente, rechazaron la paz. Es imposible saber cuales fueron entonces los
propósitos de Carlos, que sin duda estaba buscando el modo de evitar o anular la
renuncia a la soberanía. El hecho fundamental era que, a la antigua estrategia
nobiliaria de las grandes concentraciones de caballería y choques frontales, el Delfín
opuso una nueva, aprendida con éxito en la guerra de Bretaña, que sustituía los
grandes combates por las escaramuzas y demás operaciones de desgaste.
En la campaña de 1359, Eduardo III emprendió ya entrado el otoño y los
franceses se atuvieron rigurosamente a la nueva estrategia del desgaste. El ejército
inglés comprobó, al regresar a sus bases, que había experimentado pérdidas
terribles.
Eduardo III tuvo que moderar sus pretensiones. La paz fue firmada el 1 de
mayo de 1360 en la pequeña localidad de Brétigny y confirmada por los ingleses en
Calais el 24 de octubre siguiente. Era un intento, muy doloroso, para resolver de
una manera definitiva la antigua cuestión feudal que perturbaba profundamente las
relaciones entre Inglaterra y Francia. Eduardo III renunciaba solemnemente a sus
derechos al trono a cambio de la entrega, con soberanía real incluida, de una tercera
parte aproximadamente de los territorios que componían el reino de Francia. La
clave de la negociación era precisamente, esta renuncia a la soberanía. Se fijaron
plazos para la entrega de rehenes, el intercambio de juramentos y la transmisión de
documentos de renuncia. El Delfín prolongó con habilidad su cumplimiento y, al
final, se las ingenió para no entregar dichos documentos. Pero los ingleses no
concedieron demasiada importancia a este detalle jurídico.
Juan II regresó. Aceptó la paz como una solución definitiva y se aprestó a
cumplir la palabra empeñada. Murió en 1364. Para el Delfín Carlos, la paz de
Brétigny significaba tan sólo una suspensión temporal de hostilidades, impuesta por
la perentoria necesidad de reconstruir el poder.
1.5.2 Las guerras entre Castilla y Aragón
1.5.2.1
El imperio aragonés y su estructura. Desde 1285 hasta 1323, toda la
política exterior de la Corona de Aragón parecía haber girado en torno a dos
objetivos: desvincularse del conflicto mediterráneo, excesivamente peligroso, y
aumentar sus efectivos en la Península Ibérica para deshacer el predominio territorial
que a Castilla otorgara el tratado de Almizra. Puntos culminantes de dicha política
fueron el tratado de Anagni (1295) y la conquista de las comarcas alicantinas por
Jaime II. La prosperidad de Cataluña, y en definitiva, la de toda la Corona de
Aragón, estaba ya íntimamente ligada a la ruta mercantil que cruzaba el
Mediterráneo.
La incorporación de Cerdeña al conjunto de estados de la Corona de Aragón,
no significaba su desaparición como reino, ni tampoco una pérdida de rango. La
estructura política que, un poco improvisadamente, había imaginado Jaime I para
Mallorca y para Valencia, cuando fueron erigidas en reinos, se convirtió en norma
general al convertirse la Corona en un gran sistema marítimo.
Cada reino
57
conservaba su identidad y sus instituciones, incluyendo las Cortes, dotadas de
capacidad legislativa. El Imperio aragonés, núcleo de la Monarquía Católica de los
primeros Siglos de la Edad Moderna, se mantenía unido por la existencia de un solo
rey, a quien competían las funciones fundamentales del Estado, y por una línea
interior de comunicaciones que servía a la circulación del trigo, el coral, los tejidos,
las especias y las manufacturas catalanas, de la que todos extraían beneficios. Cada
reino tenía libertad para desarrollar sus peculiaridades lingüísticas.
El descontento que fermentó en Cerdeña de un modo continuo no estaba
producido por la estructura del Imperio, sino el choque entre una sociedad feudal,
arcaica, vindicativa y apegada a la agricultura, y los comerciantes que defendían
intereses diametralmente opuestos. Por eso era fácil a cualquier poder exterior
provocar una revuelta. A partir de 1329 los genoveses iniciaron la penetración en la
isla, contando con el apoyo de algunas familias. En 1336, Cerdeña estaba casi
dividida en dos.
Este mismo año subió al trono de Aragón Pedro IV. Al mismo tiempo que
libraba contra los nobles aragoneses una batalla, a través de la cual se eliminan
también las ancestrales resistencias al programa mediterráneo, persiguió con
tenacidad incansable la reunión de todos los dominios nacidos bajo el impulso
catalán hacia fuera. No era hijo, sino sobrino, de su antecesor, el rey de Aragón
había formulado una protesta afirmando su preferencia sobre una linera colateral.
El rey de Mallorca había recibido también la herencia materna, el señorío de
Montpellier. En 1340, Felipe reclamó Montpellier, sin acobardarse por el inicio de las
hostilidades con Inglaterra. Jaime III acudió a la Corte de Pedro IV, en Montblanch,
solicitando que, como soberano feudal, prestase la ayuda necesaria en defensa del
dominio. Pedro IV advirtió al impetuoso rey de Mallorca que de ninguna manera
podía hacer la guerra al rey de Francia mientras no se hubiese dictado la sentencia
oportuna por un juez competente. El Consejo real, que fue consultado por Pedro IV,
expresó ciertas dudas: un soberano feudal se encuentra, en efecto obligado a asistir
a su vasallo cuando se trata de la defensa de sus dominios; si no lo hace así, el lazo
de vasallaje puede considerarse disuelto.
Pedro IV acudió a un engaño jurídico que los cronistas le han reprochado
siempre: convocó a las Cortes catalanas para una fecha anterior a la que Jaime III
fijaba para la reunión de hueste, y ordenó a éste que acudiera. La falta de
concurrencia a las Cortes era caso de felonía, y comportaba la ruptura de los lazos
de fidelidad, con secuestro de los dominios propios del vasallo en beneficio del
soberano. Así sucedió. Pedro IV decidió iniciar un proceso en el que, entre otros
cargos, figuraba el de haber falsificado moneda y haber consentido la circulación de
piezas extranjeras. Jaime fue citado ante el tribunal el 25 de marzo de 1342, a fin
de que respondiera de las acusaciones; tampoco acudió.
Una sentencia, dictada en rebeldía del acusado, condenó a Jaime III a la
pérdida de su reino. El 15 de julio de 1344 Jaime III se entregó, solicitando
humildemente perdón. Las condiciones que su cuñado le ofrecía, le parecieron tan
humillantes que, rompiendo las relaciones, decidió refugiarse en Francia. Vendió
entonces a Felipe VI sus derechos sobre la señoría de Montpellier y, con este dinero,
alquiló tropas que llevó a Mallorca. Fue derrotado y muerto en la batalla de
Lluchmaior.
58
La incorporación de Sicilia fue resultado de otro proceso, más complejo y
tardío. Federico IV estaba casado con una hija de Pedro IV, llamada Constanza. En
1377, al morir Federico sin hijos varones, Pedro reclamó la herencia y,
adelantándose a cualquier maniobra francesa, hizo casar a María, hija de Federico III
y posible receptora de derechos sucesorios, con uno de sus nietos, Martín el Joven,
hijo del infante Martín. De este modo vinculaba todas las ramas sucesorias sicilianas
a la Corona de Aragón. Martín el Joven murió antes que su padre y éste fue también
rey de Aragón.
1.5.2.2
Consolidación de Castilla. Castilla se convierte, en la primera mitad
del Siglo XIV, en una gran potencia, que resuelve en su provecho el dominio del
estrecho de Gibraltar. Es la obra que aparece asociada a la figura de Alfonso XI. Se
inicia en 1325. Por primera vez existió en la Corte una especie de embrión de
equipo de gobierno, en el que destacaban cuatro personas, Alvar Núñez Osorio,
Garcilaso de la Vega, Joseph de Ecija, tesorero judío, y un sobrino por línea ilegítima
de Alfonso IV de Portugal, Juan Alfonso de Alburquerque. Aparece en los cronistas la
palabra “valido” sin la carga que tendrá después: valido es simplemente un ministro
que tiene la confianza del rey.
Este equipo de gobierno se quemó muy rápidamente en la lucha contra la
nobleza antigua. Entre 1327 y 1330 Alfonso XI procedió a la consolidación de todas
las fronteras cristianas, mediante acuerdos con Alfonso IV de Portugal, Felipe III de
Navarra y Alfonso IV de Aragón, al objeto de disponer de libertad de acción en la
frontera de Granada. La alianza entre Granada y Marruecos constituía un peligro.
Apoyado por los subsidios que votaron las Cortes de Medina del Campo, Alfonso XI
inició hostilidades, respaldado por Aragón y por Portugal.
En el tratado de amistad con este último reino se había previsto el
matrimonio de Alfonso XI con una hija de Alfonso IV, María.
El año 1332, Alfonso XI se apartó de su esposa, María de Portugal, madre del
heredero Pedro, para unirse a una dama de la nobleza andaluza, Leonor de Guzmán.
El escándalo debilitó sin duda la posición del rey.
Entre 1332 y 1336 hizo crisis el enfrentamiento entre nobleza y monarquía.
Buscando refuerzos para su autoridad, Alfonso reunió la Hermandad de Alava en
1332 prometiendo que, en adelante, no se otorgaría sobre su tierra otro señorío que
el del rey. Los linajes de caballeros alaveses incorporaron a la Corte para constituir
el núcleo de una pequeña nobleza de servidores leales, un nuevo equipo, menos
significativo aunque más eficaz que el anterior. El equipo de gobierno, acrecentado,
pasará al reinado siguiente. Para favorecerle, una contienda interior semejante
había estallado en Granada. Los nobles, descontentos del poder asignado a los
africanos, asesinaron a Muhammad IV y proclamaron rey a Yusuf I.
Yusuf es uno de los más importantes reyes de Granada, cuyas relaciones con
Génova impusieron una rectificación de la política promarroquí, según pensaba Melix.
Yusuf consiguió de Alfonso una tregua de cuatro años, pero no pudo desembarazarse
de la alianza marroquí, de modo que cuando el sultán Abu-l-Hassan Alí decidió lanzar
su ofensiva los granadinos se vieron indirectamente comprometidos en la gran lucha.
Las vanguardias africanas desembarcaron en 1339. En 1340 el almirante
Alfonso Jofre Tenorio fue, sin embargo, vencido por los musulmanes, perdiendo la
vida. A pesar de la superioridad numérica de los musulmanes, los cristianos lograron
59
a orillas del río Salado una victoria que resultó decisiva,
tradicionalmente como la última gran batalla de la Reconquista.
considerada
1.5.2.3
La victoria sobre la unión. Paralelamente, Pedro IV obtenía su gran
victoria sobre la nobleza, encastillada tras el privilegio llamado de la Unión. Aunque
se trata de una lucha profunda, en torno a la cuestión del ejercicio del poder, se
presenta en la superficie como la consecuencia de un juego de factores poco
importantes. Quizá ninguno tan decisivo como el de la sucesión de Alfonso IV. Este
rey casó dos veces, la primera con Teresa de Entenza, de la que nacieron tres hijos:
Pedro, que fue rey; Jaime, conde de Urgel, y Constanza, casada con Jaime III de
Mallorca. Del segundo matrimonio, con Leonor de Castilla nacieron los infantes
Fernando y Juan, que desempeñan luego importante papel en las relaciones entre
ambos reinos. Cuando el síndico de Valencia, Guillem de Vinatea, pronunció aquellas
famosas palabras, “cada uno de nos” lo que estaba manifestando era una nueva
concepción de la Monarquía, todavía muy tímidamente formulada: el reino es
comunidad que no puede ser perturbada ni dividida. Este concepto es el que abraza
Pedro IV dando modernidad a su reinado.
El testamento de Alfonso IV confirmaba las extensas donaciones que se
hicieran, tanto a Fernando como a Juan. Pedro IV aceptó una vía intermedia de
acuerdo: los infantes fijaban su residencia en Castilla pero percibirían las rentas
correspondientes a sus señoríos en la Corona de Aragón. Tampoco fueron fáciles las
relaciones de Pedro con el otro hermano, Jaime, conde de Urgel. Durante la crisis de
Mallorca crecieron las suspicacias porque Pedro IV sospechó que Jaime de Urgel
trataba de favorecer la causa de su cuñado el rey Jaime III.
Pedro IV estaba renovando la política mediterránea de la Corona de Aragón,
política que provocaba repulsas por parte de la nobleza porque significaba un
desplazamiento del eje de dirección en beneficio de Cataluña y, sobre todo, de la
burguesía de Barcelona. Por otra parte, Pedro quería adelantar un paso más en la
constitución de la Monarquía, y encontraba una barrera en el privilegio llamado de la
Unión. Por medio de él, los nobles ejercían el control de la Corte. Pedro IV se
dispuso a desarrollar las funciones propias del monarca con objeto de aumentar su
poder. El 15 de noviembre de 1344 promulgó la famosa carta de Ordenamiento de
Casa, Cancillería y Capilla reales.
El Ordenamiento se traducía en la liberación de tres órganos de poder: La
Cancillería, el Tesoro y el Consejo Real. El Ordenamiento fue mal recibido por los
nobles que comprendían de qué manera la sutil reforma establecía un equilibrio de
poder.
A principios del año 1345, Pedro IV, que contaba únicamente con sucesión
femenina, hizo un tanteo entre las ciudades acerca de la acogida que podía ser
otorgada a una propuesta de reconocimiento de la infanta Constanza como heredera
del trono. La consulta tuvo un resultado negativo. El 11 de abril de 1345, María de
Navarra dio a luz un niño, que fue llamado Pedro; madre e hijo fallecieron a los
pocos días y la esperanza de sucesión se truncó.
A pesar de todo, Pedro IV quería seguir negociando la eventual sucesión
femenina. Se supo que abrigaba el proyecto de convocar a las Cortes de los tres
reinos en un mismo lugar o, al menos, en lugares tan próximos, que le permitiesen
relacionarse simultáneamente con todos los procuradores. Los nobles se agitaron
60
decididos a renovar el Privilegio de la Unión y a ampliar su intervención en los
asuntos de gobierno.
En 1347 las tensiones hicieron crisis. Pedro IV encontró en este momento a
un político de gran talla, Bernardo Cabrera, al que obligó a abandonar un monasterio
para asumir el cargo de mayordomo mayor. Inesperadamente murió Jaime de
Urgel. Los nobles estaban reuniendo tropas en todos sus dominios. Entonces el rey
decidió recurrir a las armas. Este propósito tropezó con dificultades mayores de las
que Pedro IV esperaba: cuando marchaba sobre Valencia para castigar a los
“malvats rebelles de la Unio”, fue derrotado, conducido a la capital bajo escolta,
cubierto de injurias y humillaciones y obligado a reconocer por escrito que el infante
Fernando era, a falta de hijos varones, el heredero del trono y debía ser nombrado,
por tanto lugarteniente y procurador general.
Los unionistas fueron derrotados en Epila, el 21 de julio de 1348, en un
encuentro que fue muy sangriento. El infante don Fernando tuvo la suerte de caer
prisionero de las tropas castellanas que le sustrajeron al castigo haciéndole cruzar
secretamente la frontera. De todas formas, Pedro IV demostró su claridad política
reduciendo los castigos hasta el límite máximo que evitaba mostrar debilidad. Sólo
trece personas sufrieron la pena capital.
No fue tocada la cuestión sucesoria. El 27 de diciembre de 1350 consiguió
Pedro IV un heredero varón, al que llamó Juan, de su tercera esposa, Leonor de
Sicilia.
1.5.2.4
Pedro I de Castilla. Tras su victoria, los reyes necesitaban envolverse
en prudencia porque la nobleza, aunque relegaba a posiciones de sumisión, seguía
siendo la única clase política. Pedro IV parece haberlo comprendido así, puesto que
siguió una conducta cautelosa y moderada. Pero sus contemporáneos, Pedro I de
Castilla y Pedro I de Portugal, jóvenes e inexpertos, actuaron de forma contraria.
La novia escogida para Pedro I, Blanca, hija del duque de Borbón, no era ni
siquiera una princesa real. Las enormes dificultades con que tropezaba en aquellos
momentos el rey de Francia, le impidieron abonar de una manera efectiva esta dote,
de tal manera que la nueva reina fue recibida sin dinero. La boda se celebró el 3 de
junio de 1353 en Valladolid. Pedro abandonó a su esposa a los tres días y explicó
posteriormente tan extraña conducta con “ciertas confesiones y reconocimiento” que
de ella recibiera y que podían referirse a la mencionada dote. Los cronistas lo
explicaron de distinta manera: el rey había conocido ya a María de Padilla, de la que
se enamoró, y que iba a desempeñar un papel semejante al de Leonor de Guzmán
en el reinado anterior. De Blanca no nacieron hijos.
Los bastardos reales, los infantes de Aragón y los parientes de María de
Padilla, que pertenecían a la baja nobleza, aprovecharon esta ocasión para reunirse
en un fuerte movimiento de opinión que consiguió del rey la destitución de
Alburquerque.
Alburquerque se refugió en Portugal y tomó contacto con el heredero de este
reino, Pedro, viudo ya de Constanza Manuel y probablemente casado en secreto con
una dama de la nobleza gallega, Inés Pérez de Castro. En marzo de 1354, Pedro I
de Castilla, declarando que su primer matrimonio tenía defectos de nulidad, se casó
con Juana de Castro, hermana de Inés. Esta unión no fue duradera.
61
Los nobles triunfantes en 1353, presentaron una imagen diferente del suceso:
el rey era una especie de animal lujurioso, que no respetaba los sacramentos de la
Iglesia y que acababa de ofender a un linaje en su honor. Había que rescatar a la
esposa abandonada, Blanca de Borbón, someter al monarca a la autoridad espiritual
de la Iglesia y devolver al trono su honestidad. Alburquerque regresó de Portugal
para operar una reconciliación con los bastardos y con los infantes de Aragón y
ponerse al frente del movimiento. Cuando Alburquerque murió, el infante Fernando,
antiguo unionista, se convirtió en cabeza de los nobles de Castilla.
En las vistas de Tejadillo se encuentran por primera vez expresiones que
corresponden a un programa político: los nobles declaraban que el rey estaba
sometido a las leyes y obligado a compartir con ellos su poder; Pedro I reclamaba el
derecho a gobernar a su arbitrio escogiendo los ministros que quisiera.
En
apariencia Pedro capituló acudiendo a Toro para unirse a la Corte y aceptar la
distribución de cargos que se le proponía.
En el reparto de oficios de Corte que siguió a la capitulación del rey, los
infantes de Aragón se aseguraron los primeros puestos, mientras que relegaban a
Enrique de Trastámara y los suyos a los segundos. Los infantes buscaban ahora
servirse del monarca para eliminar competencias, y prepararon la fuga del rey con
quien después se reunieron en Burgos. Se renovó la guerra civil.
El objetivo que los infantes perseguían era la destrucción de los bastardos y
de la facción de seguidores de Alburquerque.
Por vez primera, Enrique de
Trastámara apareció en 1355 como el jefe de un partido, que estaba lleno de
rencores y de ideas confusas. La esperanza que tenía en lograr un apoyo desde
Portugal, se disipó. Enrique adivinó el peligro que corría y no quiso encerrarse en
Toro. Cuando comprendió que la guerra estaba perdida, embarcó en su señorío de
Gijón y fue a refugiarse a La Rochela.
La revuelta contra Pedro I se extinguió el 25 de enero de 1356 con la
conquista de Toro. Muchos de los rebeldes fueron perdonados. Pero abundaron
también los castigos muy duros. Pedro I no quiso alterar mucho la situación
internacional: le bastaba con el tratado inglés de 1351 y con las dificultades en que
se debatía Francia después de Poitiers. Su atención se dirigía hacia el Mediterráneo.
1.5.2.5
La guerra entre Castilla y Aragón. Desde Barcelona se ordenaba el
sistema mercantil mediterráneo que representaba para la Corona de Aragón un
principio vital. Pero este sistema se convirtió para Génova en grave amenaza de
competencia, la más seria que nunca había tenido que soportar. Por eso, habiendo
colaborado con los catalanes en la primera operación en Cerdeña, cambió
radicalmente de actitud y sostuvo con todas sus fuerzas la rebelión de Mariano IV de
Arbórea que, entre 1347 y 1350, estuvo a punto de arrojar a los catalanes al mar.
Eran los años difíciles de la lucha contra la Unión que impedía enviar auxilios a la
isla. Apenas libre de conflictos internos, Pedro IV decidió impulsar la recuperación de
Cerdeña; siguiendo los consejos de Bernardo Cabrera, firmó el 16 de enero de 1351
una alianza con Venecia contra Génova. La guerra prendió de uno a otro extremo
del Mediterráneo. Fue una lucha entre grandes potencias económicas.
La batalla de Bósforo constituyó una fuerte derrota para Génova. Buques
venecianos se unieron a los catalanes para aplastar a los genoveses de Alghero.
Génova renuncia a su plena independencia. Pedro IV se trasladó a Cerdeña para
asistir personalmente al cerco de Alghero que se rindió el 22 de diciembre de 1354;
62
la población de esta ciudad fue sustituida por emigrantes catalanes. El 15 de febrero
de 1355 Mariano de Arbórea se rindió y la isla quedó pacificada.
Este acontecimiento no fue el fin de las hostilidades sino el comienzo de un
conflicto más grave. No parece improbable que Génova haya empujado a Pedro I a
una ruptura de hostilidades. Después de su ruptura con Castilla, Juan II de Francia
había acudido a la firma de un contrato con el rey de Aragón para obtener una flota
auxiliar catalana. Esta flota cruzó el Estrecho. Al pasar delante de Sanlúcar de
Barrameda, capturó, a la vista de Pedro I, dos buques mercantes de Piacenza. El
monarca castellano desmesuró el incidente y presentó el 8 de agosto un ultimátum
en términos durísimos. Pedro I no quiso aceptar ninguna explicación. La guerra
comenzó.
La superioridad castellana era evidente. No podía en modo alguno sostener la
Corona de Aragón una guerra en dos frentes. Firmó un acuerdo con Enrique de
Trastámara autorizando la presencia de su facción en suelo aragonés y
subvencionando a su pequeño ejército, creciente cada día. Consiguió incluso en
1357 inducir a Juan de la Cerda y Alvar Pérez de Guzmán a sublevarse en Andalucía.
El movimiento fracasó y, en cambio, Pedro I obtuvo importantes éxitos como la toma
de Orihuela y de Tarazona. Los diez últimos años fueron una creciente orgía de
sangre.
En medio del terror, la monarquía castellana se despojaba del respeto a las
instituciones para convertirse en un gobierno personal. Fuera de Castilla nace la
leyenda de la crueldad del rey don Pedro.
Mientras tanto las hostilidades continuaban a un ritmo creciente.
Dos
ejércitos castellanos, a las órdenes de Enrique y de Fernando se estaban formando.
Cuando el cardenal Guido de Bolonia solicitó de Pedro I que fijara las condiciones
para esta paz, tropezó con exigencias inasequibles. La negociación fracasó. No se
trataba de lograr resultados tangibles sino de quebrantar la moral del enemigo
demostrando que el litoral catalán no era invulnerable.
Pedro IV hubo de atender a los consejos de Bernardo Cabrera operando una
rectificación.
Enrique de Trastámara fue privado de la jefatura del ejército
castellano, que se entregó al infante Fernando. El cardenal Guido de Bolonia pudo
ofrecer a Pedro I las condiciones que éste deseaba: garantía absoluta de que todos
los desterrados serían alegados de la Península. Se firmó la paz en Terrer. Todo el
prestigio político de Bernardo Cabrera quedó unido, indisolublemente, al éxito o
fracaso de esta negociación. Del lado aragonés, la paz era definitiva.
1.5.2.6
El asalto a Aragón. La segunda guerra respondió a pura iniciativa
castellana. Pedro I reforzó los lazos que le unían a Inglaterra y estableció una
alianza estrecha con Carlos II de Navarra que no olvidaba sus intrigas contra Francia.
En junio de este año los castellanos remontaron el Jalón, desbordaron Calatayud
apoderándose de esta ciudad y amenazaron de cerca a Zaragoza. Se publicaba, al
mismo tiempo, una alianza entre Castilla e Inglaterra, dirigida eventualmente contra
Francia y contra los respectivos enemigos. Pedro IV comprendió la gravedad del
asalto. Llamó a Enrique de Trastámara. Antes de abandonar Francia, el bastardo
consiguió un acuerdo privado con los capitanes de las Compañías de mercenarios
quienes le prometieron ayudarle a conquistar Castilla si les pagaba cien mil florines
de oro. Pedro IV aceptó inmediatamente dos condiciones: dar el dinero que se
requería y reconocer a Enrique la “señoría mayor” de Castilla. Pero pasaron los
63
meses sin que se reuniesen los florines y se negaban a pagar.
ejército castellano proseguía sus éxitos ininterrumpidos.
Mientras tanto, el
Todo el invierno de 1362 a 1363 había esperado Enrique de Trastámara la
llegada del dinero, sin el cual las Compañías no estaban dispuestas a moverse. Se
decidió finalmente a entrar en Aragón con sus compañeros castellanos tan solo.
Bruscamente, las tropas castellanas, abandonando las comarcas inmediatas a
Zaragoza, en donde hasta entonces habían operado, se dirigieron, a través de
Teruel, al reino de Valencia, cuya capital fue atacada ya el 21 de mayo de 1363. En
este momento de extremo peligro, Bernardo Cabrera se jugó el todo por el todo
empujando al rey a aceptar negociaciones de paz en circunstancias muy
desfavorables. El 2 de julio de 1363 firmó, en nombre de Pedro IV, el tratado de
Murviedro que consentía la anexión de Calatayud, Tarazona y Teruel con sus
respectivos territorios, a la corona de Castilla.
Pero el monarca de Castilla no respetó el tratado. Pedro IV ordenó a los
castellanos que habían estado a su servicio que permaneciesen, porque les
necesitaba. Fernando quiso desobedecer la orden o presionar sobre su hermano con
amenaza de que se iba. Se dictó en contra suya auto de prisión; resistió con las
armas a quienes iban a prenderle y fue muerto en la lucha. El accidente favoreció
sobre todo al bastardo, que pasó a ser única cabeza de los castellanos rebeldes a su
rey.
1.5.3 La “revolución” Trastámara
1.5.3.1
La decisión de Pedro IV. Un suceso inaudito iba a producirse en
Castilla: la sustitución del monarca legítimo por su hermano bastardo, mediante el
uso de las armas. Para que esto llegara a ocurrir tuvieron que confluir dos causas:
que Pedro IV se viese arrastrado hasta una situación desesperada, y que el nuevo
rey de Francia comprendiese también de modo radical que era el único
procedimiento para adquirir los buques de combate que necesitaba. Entre los días
25 y 26 de agosto de 1363 el monarca aragonés celebró conversaciones con Carlos
II de Navarra en Uncastillo. A estas conversaciones o parte de ellas fue admitido ya
Enrique de Trastámara.
En pleno invierno, Pedro I desencadenó su ofensiva desde el Sur. Pedro IV
presionó entonces sobre Carlos II hasta conseguir de él un reconocimiento de
Enrique como rey. Pero sus aliados le obligaron a pagar un precio muy costoso: la
vida de Bernardo Cabrera, ejecutado el 26 de julio contra toda justicia. Querían
tener la seguridad de que nadie hablaría en adelante en favor de la paz. Todos los
obstáculos que cerraban al bastardo el camino del trono comenzaban a ser
removidos. En el mes de abril Enrique consiguió liberar a Valencia de su asedio
obligando a su hermano a replegarse a Murviedro.
1.5.3.2
Intervención de Carlos V. Siendo un enfermo crónico, con parálisis
progresiva, compensó su debilidad física con enormes dotes de energía. Cualidades
antiguas y modernas se combinaban armoniosamente en él.
No cabe la menor duda de que Carlos V estaba decidido a retornar a la
guerra; quería, ante todo, liquidar todas las cuestiones colaterales que se hallaban
pendientes. El rey de Navarra utilizó los 230,000 florines, no para la defensa de su
territorio y el ataque a Pedro I, sino para intentar la reconquista de Normandía con
64
un ejército de mercenarios.
Duguesclin salió a su encuentro y le derrotó
brillantemente en Cocherel. Las operaciones de Bretaña, emprendidas en contra del
consejo de Duguesclin tuvieron un resultado diferente porque los franceses fueron
derrotados en Auray, batalla en la que murió Carlos de Blois.
Durante su inútil guerra de 1364, Carlos II de Navarra había vuelto a buscar
la amistad inglesa y también la de Pedro I de Castilla, que le ofrecía una salida al
mar por Fuenterrabía y una flota, para ayudarle a recobrar Normandía. Esta actitud
acabó de convencer a Pedro IV de Aragón de que no le quedaba otra esperanza de
salvación que la victoria de Enrique de Trastámara. Este se encontraba, desde
marzo de 1364, negociando con Carlos V a quien ofrecía sacar de Francia a las
Grandes Compañías.
Al tiempo que negociaba, Enrique combatía. Estas tropas no quisieron
regresar a Castilla; se colocaron bajo las banderas del pretendiente para constituir el
ejército de la revolución.
1.5.3.3
La primera invasión y su fracaso. Desde estas posiciones, el ejército
de invasión alcanzó Calahorra en donde Enrique de Trastámara tomó título de rey.
Pedro I no quiso arriesgarse a una batalla y sorprendió a sus capitanes con órdenes
de retirada. Pedro I siguió imponiendo la retirada hacia el sur y provocó la
desintegración de su partido: muchos caballeros y nobles fueron a engrosar las filas
de Enrique II; entre ellos se hallaban los colaboradores eficaces y fieles de la
Monarquía. Pedro I llegó a Sevilla con un ejército mermado aunque poseía reservas
económicas sumamente importantes. Los aragoneses recobraron todas las villas que
perdieran durante la guerra.
Dos zonas habían permanecido en poder de los legitimistas: Galicia y la baja
Andalucía.
El paso de los días, que disipaba en cambio los recursos de los
trastamaristas y les obligaba a recurrir a impuestos onerosos, parecía favorecer la
causa de Pedro I.
Durante los próximos veinte años, la cuestión española se convertirá en el
centro de las hostilidades franco-inglesas. Su consecuencia fueron dos tratados
simultáneos enderezados a restaurar al monarca castellano en su trono mediante la
creación de un ejército internacional de mercenarios, semejante al de su rival, al cual
Pedro se comprometía a pagar íntegramente a unas tarifas muy superiores a las que
entonces regían el mercado.
Con un ejército en el que los extranjeros se habían reducido al mínimo,
Enrique II decidió enfrentarse a los invasores en la misma frontera. La superioridad
técnica de éstos era absoluta y de este modo, aunque el Trastámara consiguió
rechazar un primer intento, cerca de Vitoria, fue derrotado definitivamente el 3 de
abril de 1367 cerca de Nájera; pudo salvarse en el último minuto huyendo con una
pequeña escolta a Aragón.
1.5.3.4
La victoria de Enrique II. Antes de emprender el regreso a Aquitania,
el príncipe de Gales celebró una entrevista en la frontera de Ariza con Pedro IV, con
el ostensible objeto de mediar en una paz entre Castilla y Aragón si bien intentaba
en el fondo promover una asociación de acreedores, con fuerza bastante para
imponer a Pedro I el cumplimiento de sus compromisos. El Ceremonioso abandonó
definitivamente la causa de Enrique II, prohibiéndole atravesar sus dominios o morar
65
en ellos.
Este cambio de actitud significaba una renuncia a las concesiones
prometidas dos años antes.
A pesar de todo, el bastardo, que había ofrecido a
Carlos V declarar la guerra a los ingleses en cuanto fuese
rey, atravesó en secreto el territorio aragonés y apareció
por segunda vez en Calahorra el 28 de septiembre de 1367.
Quería hacer de la guerra civil un asunto puramente
castellano. Amplias zonas del país le reconocieron como rey
y, en pocos días, tuvo bajo sus órdenes 600 lanzas. La
mitad septentrional del reino le obedeció. Pronto pudo
comprobarse que la guerra sería larga.
La renovación de la guerra civil colocaba al príncipe
de Gales en muy difícil postura. Convocó una conferencia
de acreedores en Tarbes a la que acudieron representantes
de Carlos II, Pedro IV y también Pedro I, que aumentaba
ahora sus ofertas. La conferencia fracasó porque aunque
todos entendían que si se hacía desaparecer a Pedro, con él
se disiparían las esperanzas de cobro, ninguno estaba en
condiciones de invertir más dinero.
Aprovechando la
Figura 10. Enrique II
ambigüedad creada en la aplicación del tratado de Brétigny
y la no entrega de la renuncia a la soberanía, Juan de Armagnac tomó la iniciativa de
apelar de la injusticia del duque ante el tribunal del soberano, el Parlamento de
París.
Carlos V, que había decidido comenzar las hostilidades, aprovechó esta
ocasión. Aceptando la apelación de Juan de Armagnac, citó al príncipe a responder
de la acusación.
Cuando Eduardo se negó comenzaron las hostilidades.
Embajadores franceses fueron enviados a Barcelona para desviar a Pedro IV de la
alianza inglesa. Otros llegaron al campamento de Enrique II, que cercaba Toledo
desde hacía varios meses, y firmaron con él una alianza tan estrecha que, en
adelante, habría que considerar a Castilla y a Francia como un sólo elemento en el
juego de la política internacional.
Este tratado significaba para Francia la posibilidad de contar con una flota de
guerra. Inmediatamente el monarca pasó la orden a Duguesclin: acabar con Pedro I.
Pedro I se decidió entonces a arriesgar sus tropas en una operación de auxilio a
Toledo, fue derrotado en Montiel. Intentó una negociación secreta para huir. El 23
de marzo, atraído al parecer con engaños a la tienda de Duguesclin, murió
asesinado.
1.5.3.5
El cambio de signo: La Rochela. El año 1369 estuvo señalado por un
cambio radical en la situación militar de Occidente: Francia reaparece en el campo de
batalla para obtener continuas victorias. El autor de este cambio fue, sin duda
alguna, Carlos V.
También Enrique II lograba éxitos en su empresa de liquidar la guerra civil.
Después de la batalla de Montiel, algunas ciudades se habían incorporado a Navarra
y otras a Aragón, mientras que los petritas, que seguían en poder de algunas
fortalezas trataban de reagruparse buscando un candidato al trono en sustitución de
las hijas de María de Padilla que habían quedado en Bayona.
66
La situación de Enrique II empeoró considerablemente durante le invierno de
1369 a 1370. Las quejas de los procuradores en las Cortes de Toro se hicieron
amargas.
Pedro IV se dejó arrastrar por las circunstancias y negociaba la
constitución de una alianza con Navarra, Portugal, Granada y Marruecos para
resolver la guerra con ganancias territoriales para todos.
Una circunstancia jugaba a favor del bastardo. Mientras que Fernando de
Portugal no conseguía adhesiones importantes, Enrique lograba, en las Cortes de
Medina del Campo, establecer una conexión entre rey y reino mediante promesas de
buen gobierno: despedir a los soldados extranjeros, respetar las libertades y
privilegios, y suprimir las tasas establecidas para los precios. Los procuradores
accedieron a votar un subsidio. El bastardo demostró estar en posesión de la
energía necesaria. Combatió primero a Muhammad V de Granada al que obligó a
concertar la paz. Después efectuó una drástica reducción del valor asignado a la
moneda “nueva” o “blanca”, con lo cual redujo en la misma proporción las deudas
que se atribuían a los capitanes extranjeros. Invadió Portugal y obligó a Fernando a
firmar la paz de Alcoutim. Paces semejantes se firmaron con Navarra y Aragón que
devolvieron a Castilla todas las fortalezas que ocupaban.
Comenzó en 1372 lo que se puede llamar fase española de la contienda. Las
autoridades británicas prohibieron la navegación por el Canal a todos los buques
procedentes de puertos que obedecieron a Enrique II. Enrique II comunicó entonces
a Carlos V que estaba preparando una flota la cual estaría en disposición de combate
para la primavera de 1372. Su elección era clara: Castilla debía prepararse a luchar
por la ruta vital sin resignarse a la benevolencia de los británicos, que nunca sería
alcanzada. En cuanto tuvo la seguridad de que la flota castellana aparejaba para
salir a la mar, Carlos V inició el asedio de La Rochela. Los barcos españoles cerraron
el puerto.
El gobernador general de Aquitania, sir Juan Hastings, conde de
Pembroke, decidió acudir en persona para forzar el paso. La confianza en su
superioridad era tan grande que llevaba embarcado el tesoro de guerra. Los
castellanos apresaron la mayor parte de los buques, se apoderaron del tesoro e
hicieron prisionero al propio conde. El 8 de septiembre se rindió La Rochela. En
adelante los ingleses no podrán impedir a la flota de los laneros castellanos el
acceso a sus mercados de Flandes.
1.5.3.6
Tregua general de Brujas. Mientras tanto, Beltrán Duguesclin llevó a
cabo la conquista de Bretaña, con excepción de algunos puertos. Estos fracasos
experimentados por los ingleses indujeron al Consejo y a los Comunes a admitir con
benevolencia el proyecto del duque de Lancaster que consistía en resucitar la antigua
junta de acreedores de Castilla, Pedro IV, Carlos II, Fernando I, invitándoles a
colaborar en una empresa que habría de permitirles presentar sus reivindicaciones.
De este modo, Enrique II quedaría inmovilizado, mientras que él, a la cabeza de un
ejército numeroso, saldría de Calais, destrozaría a los franceses al atravesar su
territorio y llegaría a España en alas de la victoria. Pedro IV de Aragón eludió la
invitación. Carlos II quería entrar en el negocio, pero le faltaban medios. De modo
que fue sólo Fernando de Portugal quien aceptó sin vacilaciones el plan.
Enrique II decidió adelantarse. Cruzando la frontera por Almeida se apoderó
de Viseo. Se estimulaba en él, y en amplios sectores de la nobleza de Portugal, el
trasfondo ideológico de la guerra en el sentido de que los amigos de Francia eran los
defensores de la caballería. El 23 de febrero Lisboa quedó encerrada por tierra y por
mar. Fernando no pudo recibir el menor auxilio de los británicos, tuvo que recurrir a
los buenos oficios del cardenal Guido de Bolonia para firmar la paz de Santarem,
67
entregándose enteramente en manos de Enrique II, como declaró a sus propios
cortesanos.
El ejército reunido por Enrique II era muy considerable; militaba en él Jaime
de Mallorca, pretendiente al trono balear. Pedro IV de Aragón hubo de sentirse
necesariamente amenazado aunque nada hubiese hecho, según había prometido,
hasta que el duque de Lancaster se encontrase en Castilla. El pretendiente a rey
fracasó lamentablemente.
Simultáneamente ingleses y aragoneses solicitaron la apertura de
negociaciones de paz. El 12 de abril de 1375 se firmó la paz de Almazán; el
heredero de Enrique II, el infante Juan, casó solemnemente con su antigua
prometida Leonor. Mientras tanto, el duque de Lancaster presidía una mesa redonda
para tratar de las condiciones de la tregua y del restablecimiento del tráfico
marítimo. El resultado de las conversaciones fue un tratado de “tregua general”
firmado el 27 de junio.
1.5.4 Las guerras de Juan de Gante
1.5.4.1
Planteamiento. La “Revolución Trastamarista” concluyó sin que se hubiera
producido la desmembración territorial que amenazaba al reino y elevando a Castilla
de nuevo a una posición potencialmente hegemónica: Francia era la vencedora que
había obligado al enemigo a replegarse a las mismas posiciones que ocupaba antes
de 1328; la tregua de Brujas incluyó el reconocimiento de que Inglaterra ya no era
dueña del mar.
Hacia 1375 la crisis recesiva estaba llegando a extremos de suma gravedad.
Algunos aspectos de esta crisis afectaban por igual a todos los países de Occidente.
Castilla y Francia parecían encontrarse en mejores condiciones que Inglaterra y la
Corona de Aragón para conseguir una propia recuperación económica; la
despoblación de los campos favorecía la ganadería, fuente considerable de
beneficios. Más grave era la situación de la Corona de Aragón: en 1381 quiebra la
banca barcelonesa de los Gualbes y se arrastra con ello muchos negocios a la ruina.
Este mismo año Inglaterra era víctima de agitaciones sociales muy graves.
La tregua de Brujas fue prolongada una sola vez, hasta el 25 de junio de
1377. Apenas reanudadas las hostilidades, una flota combinada a las ordenes de
Juan de Vienne y de Fernán Sánchez de Tovar, comenzó el asalto sistemático a los
puertos ingleses del Canal. Dichos ataques se repitieron en el mes de agosto,
ampliándose.
Las comunicaciones entre Inglaterra y el Continente eran muy
inseguras. Aquel otoño los ingleses trataron de realizar un gran esfuerzo, armando
una flota que, a las ordenes del conde de Buckingham, tendría que interceptar la
caravana de los laneros a su regreso de Flandes. Pero el conde fracasó perdiendo la
mayor parte de sus buques.
Esta desfavorable situación permitió al duque de Lancaster convencer a los
Comunes de la necesidad de admitir su punto de vista: si Castilla no era colocada
fuera de combate, ninguna esperanza cabía de recobrar el dominio del mar. Para
esto era preciso llevar la lucha al propio territorio castellano, disponer de fuertes
sumas de dinero y contar con aliados seguros en la Península. Juan de Gante recabó
la colaboración de sus hermanos los duques de Cork y de Gloucester que estaban
interesados en imponer la voluntad del Parlamento. La regencia, que los Comunes
habían querido que fuese ejercida por un Consejo de nueve personas en relación con
68
los estamentos, fue confiada a los tres hermanos. Las relaciones entre ellos nunca
fueron fáciles. De estas discordias nacen las querellas dinásticas del Siglo XV.
Juan de Gante buscaba, para su política, el apoyo de cuantos estaban
convencidos de que el porvenir de Inglaterra dependía de la prosperidad de su
comercio exterior. Carlos II desplegó los hilos de una intriga en conversaciones
secretas con los procuradores ingleses en 1377 ofreciendo como bases para una
doble acción militar su propio reino y el ducado de Normandía. Adelantándose a
cualquier acción británica, Enrique II invadió Navarra apoderándose de casi toda la
merindad de Estella (julio de 1378).
La breve guerra de Navarra duró hasta la primavera de 1379. Durante el
invierno fue enviado por los ingleses un cuerpo expedicionario con el cual: se intentó
sorprender la fortaleza de Soria, se perdió en la nieve y hubo de regresar a las bases
de partida. El 31 de marzo de 1379 Carlos II tuvo que firmar en Briones un acuerdo
de paz en condiciones onerosas para la futura independencia de Navarra. Del
tratado de Briones data una política que, proseguía con tenacidad por las
Trastámara, daría como resultado la incorporación de Navarra a su corona.
1.5.4.2
La cruzada clementista. Enrique II murió en 1379. Su heredero que
tomó como rey el mismo nombre, Juan I, acentuó la amistad con Francia y también
las preocupaciones morales y jurídicas implícitas en el programa de reformas. La
guerra continuaba, Carlos V había decidido declarar la anexión del ducado de
Bretaña a la corona de Francia y con esto provocó un levantamiento de grandes
proporciones, que permitió el retorno de los británicos. En 1380 los marinos
castellanos remontaron el Támesis para incendiar Gravesend, una villa cercana a
Londres.
En 1380, a muy corta distancia uno de otro, desaparecieron Carlos V y
Duguesclin. Después de esto, se rindieron al condestable, salvador de Francia,
honores inusitados. Como el nuevo soberano, Carlos VI, era menor de edad, los tres
hermanos del difunto, cada uno de ellos tenía sus propios intereses políticos, muy
difíciles de compaginar.
Surgió entonces la coyuntura que habría de permitir al duque de Lancaster
renovar sus proyectos con mejores perspectivas de triunfo. Desde noviembre de
1378 la Cristiandad se vio dividida en la obediencia de dos Papas, Urbano VI elegido
antes, y Clemente VII elegido después. Inglaterra y la mayor parte del ámbito del
Imperio alemán se mantuvieron fieles al urbanismo, mientras que Francia y sus
aliados reconocían a Clemente VII, instalado en Avignon. Italia se dividió. Castilla
se declaró clementista mientras que Navarra y Aragón se mantuvieron durante
algunos años neutrales antes de incidir en el clementismo.
Hasta 1393 no parece haberse previsto otro medio para liquidar el Cisma que
la victoria militar de una Papa sobre su rival. Se produjo, en relación con el Cisma,
una encrucijada de intereses, muy difíciles de entender, cuyo oscuro tejido van
descubriendo trabajosamente los documentos.
1.5.4.3
La tregua de Boulogne.
El alejamiento del duque de Anjou
proporcionó al de Borgoña una completa libertad de movimientos. Decidió emplear
todos los recursos de Francia en el aplastamiento de la revuelta de Flandes. Por su
parte, el duque de Lancaster había enarbolado el estandarte de la cruzada para
69
acudir en socorro de van Artevelde. Su expedición se vio retrasada por los
movimientos de revuelta de 1381, producidos entre campesinos.
El retraso fue cumplidamente aprovechado por el duque de Borgoña que
contaba con la preciosa colaboración de la flota castellana. Los rebeldes fueron
aplastados en la batalla de Roosebake. Cuando llegó la cruzada británica era
demasiado tarde; instalada en Gante, hizo un esfuerzo para apoderarse de Yprés,
fracasó, y emprendió luego el regreso.
Nacía por estos años un partido borgoñón que aspiraba a imponer un dominio
a favor de Felipe el Atrevido. Fue montada una propaganda entre los gremios, para
presentar el contraste entre las acciones del duque de Anjou y las del de Borgoña
que defendía los intereses económicos de sus dominios. Al regresar de la hueste de
Flandes, en compañía del rey, y aureolado con el honor de la victoria, el duque de
Borgoña hizo su entrada en París como en una ciudad conquistada: las represiones
fueron muy sangrientas.
El fracaso de la cruzada de Flandes parecía cerrar el segundo período de la
guerra. Se abrió paso lentamente la idea de que valía la pena negociar una paz
sobre la base del statu quo. Florimond, señor de Lesparre, propuso al duque de
Lancaster una fórmula que incluía una fuerte suma que los castellanos estaban
dispuestos a pagar por la renuncia a sus derechos. Mientras se discutían estas u
otras condiciones, se tomó la decisión de reunir una nueva conferencia que
estableciese la tregua general que todos necesitaban; se reunió en Boulogne,
presidiendo los duques de Borgoña y de Berri, con presencia de embajadores
españoles. El nuevo acuerdo se firmó el 14 de septiembre de 1384; permitía a todos
los firmantes retenes las posiciones que ocupaban, y navegar libremente por el Canal
y el Golfo de Vizcaya. Hubo que esperar todavía otros cuatro años hasta conseguir
que la tregua se consolidase, como un estado de paz.
1.5.4.4
La expedición del duque de Lancaster. El duque de Lancaster se
encontró ante inesperadas perspectivas y comenzó a preparar la conquista de “su”
reino de Castilla. Como en ocasiones anteriores avisó a Pedro IV de Aragón: ahora
iba a encontrarse como rey en Castilla y podía tratar de la alianza. Pero la respuesta
del Ceremonioso, que contemplaba a sus nietos Enrique y Fernando como a
heredares de Castilla, fue muy distinta de lo que los ingleses esperaban,
ofreciéndose sólo a interponer sus buenos oficios para lograr la firma de una paz.
Con un ejército de siete mil hombres, el duque de Lancaster desembarcó en
La Coruña el 25 de julio de 1386. Aquel invierno los ingleses improvisaron una Corte
de Orense mientras que Juan I fortificaba las posiciones que cerraban el acceso a
Castilla.
Un importante cambio se produjo en Inglaterra como consecuencia de esta
expedición: el duque de Gloucester dio un golpe de Estado. En Galicia, Juan de
Gante comprobó enseguida que las perspectivas de éxito eran más bien escasas. En
Orense recibió también la visita de algunos mensajeros del otro Juan I de Castilla
que le traían proposiciones secretas de paz mediante una compensación económica,
según prometiera en tiempos Florimond de Lasperre. El duque de Lancaster era
sensible a esta propuesta; su deuda crecía a cada instante.
En marzo de 1387 las fuerzas unidas anglo-portuguesas penetraron en el
antiguo reino de León por la comarca de Benavente, hallando en todas partes una
70
tremenda resistencia que culminó especialmente en el pequeño pueblo de Valderas.
La flota castellana había cerrado de nuevo el camino del mar mientras que Galicia
retornaba a la obediencia del soberano Trastámara. En mayo de 1387 el duque
ordenó la retirada entablando negociaciones.
1.5.4.5
El fin de las guerras. Las negociaciones discurrieron paralelamente
sobre dos cuestiones: la renuncia definitiva del duque de Lancaster a sus
pretensiones sobre la corona de Castilla; y el restablecimiento de la navegación. Los
acuerdos entre Juan I y el duque se firmaron en Bayona el 5 de agosto de 1388. Las
dos ramas dinásticas se unían por el matrimonio del heredero de Castilla, futuro
Enrique III, con una hija de Constanza, nieta de Pedro I, Catalina de Lancaster. La
indemnización consistía en una suma global de 600,000 francos de oro, a pagar en
varios plazos, más una renta anual de otros 40,000. La boda se celebró en Palencia
el 17 de septiembre de 1388.
Inmediatamente comenzaron, por medio de embajadores, las negociaciones
para una paz general, en Leulingham.
Para evitar el problema de las
reivindicaciones territoriales se acudió al formulismo de firmar una tregua susceptible
de indefinida prórroga.
Las treguas de Leulingham significaban el fin de las guerras del Siglo XIV.
Cuando las hostilidades se reanudan, en 1415, entre Inglaterra y Francia, se
encuentran ante un conflicto distinto, con otros intereses y protagonistas. La paz
parecía de tal modo restablecida que se concertaron alianzas matrimoniales y se
realizaron acciones políticas comunes para la liquidación del Cisma.
1.6
LOS CAMBIOS EN EUROPA CENTRAL EN EL SIGLO XIV
1.6.1 El Imperio bajo la Bula de Oro
1.6.1.1
Imperio y nación alemana. En el Concilio de Constanza la nación
alemana incluía a polacos, húngaros y escandinavos, además de los propios
teutones, muy variados entre sí. A los ojos de los hombres del Siglo XIV el Imperio
se conformaba territorialmente a costa de dos naciones, que poseía
incompletamente, italiana y alemana, al tiempo que era reconocido como la cabeza
temporal de la Cristiandad.
La nación alemana se trata en realidad de una combinación étnica de
germanos, escandinavos y eslavos, estrechamente relacionados entre sí pro un
pasado jurídico y político común. El Imperio de Alemania, en el lenguaje común, es
una expresión más significativa que la de Sacro Imperio.
La conciencia de una identificación entre rey y reino produjo la noción de la
“soberanía”.
El paso siguiente, que consistía en afirmar que esta soberanía
implicaba que la “potestas” del rey era “absoluta” y no relativa; completa y no
parcial; independiente del emperador.
Esta fue la clave. Después de 1308, el Imperio se encontró replegado sobre
sí mismo, más allá de unas estrechas fronteras territoriales. Tras el fracaso de Luis
de Baviera, algunos juristas, consideraron como un ideal conseguir para Alemania lo
mismo que tenían los reyes de Francia y hacer del rey de Romanos un “imperator in
regno suo”. A esta pretensión se opusieron radicalmente los príncipes territoriales
71
alemanes. Carlos IV dio satisfacción a estas pretensiones por medio de la Bula de
Oro de 1356.
1.6.1.2
La caída de Luis de Baviera. La consecuencia más importante del gran
Interregno fue la constitución de dos grandes dominios territoriales: Los Habsburgo y
los Luxemburgo. Sucedió en la práctica que ningún emperador pudo ya imponer su
autoridad en Alemania salvo con el apoyo, al menos, de una de estas dos poderosas
dinastías.
La larga lucha entre Luis de Baviera, que buscó el apoyo de los Habsburgo, y
el Papa Juan XXII, ejerció gran influencia sobre el procedimiento electoral. Ningún
emperador puede ser legítimo si falta la confirmación del Papa. En un determinado
momento Juan XXII propuso, como solución a la querella, una repetición de las
formalidades: Luis renunciaría a su elección inválida; se procedería a elegirle por
segunda vez; el Pontífice confirmaría esta nueva designación.
Con la muerte de Juan XXII en 1334, la Iglesia no
cedió en cuanto al principio de que el emperador tenía
que reconocer su error y mostrar arrepentimiento antes
de que pudiera ser perdonado. Fue entonces cuando la
Dieta declaró con toda solemnidad que la confirmación del
Papa no era necesaria para la validez de una elección que
correspondía ejecutar a los alemanes y sólo ellos, y que el
juramento que el rey de Romanos prestaba al Pontífice se
Figura 11. Luis dBaviera
refería a la defensa de la fe y de la Iglesia, sin contener
ninguna dependencia respecto a él. Parece muy claro
también que la caída de Luis de Baviera no se produjo como consecuencia de la
querella con el Papa, que parece por el contrario, haberle fortalecido.
Luis de Baviera quería establecer una Casa, como la de las dinastías,
arreglando el matrimonio de su hijo Luis de Brandeburgo con Margarita Maultasch,
para que este le sucediera como emperador.
Hubo que aprovechar la contienda que había llegado a producirse en torno a
la herencia de los Maultasch, señores del Tirol y de Corintia. En 1336 Juan de
Luxemburgo llegó a un acuerdo con Alberto de Habsburgo para resolver el destino
final de estos dominios que a ambos afectaban territorialmente: la heredera,
Margarita Maultasch, contraería matrimonio con el joven Juan Enrique de
Luxemburgo y recibiría el Tirol; la antigua marca de Corintia se incorporaría en
cambio a Austria.
Pero las relaciones entre Margarita y su marido habían sido terriblemente
borrascosas. El emperador aprovechó esta circunstancia para declarar nulo el
matrimonio, concertando a renglón seguido la boda de la heredera del Tirol con su
propio hijo Luis de Brandeburgo. Margarita deseaba esta solución, lo mismo que sus
súbditos tiroleses, pero los príncipes territoriales no estaban dispuestos a consentir
un flagrante atentado a la estabilidad de la nobleza.
Carlos, marqués de Moravia, hijo de Juan de Luxemburgo, rey de Bohemia,
acudió al Papa Clemente VI y se ofreció a ser un emperador obediente a la Iglesia y
a no intervenir en Italia mientras el Pontífice no se lo pidiera. Clemente se apresuró
a confirmar esta elección reconociendo a Carlos IV como emperador y el arzobispo
72
de Colonia le coronó rey de Romanos en Bonn42. Pero Luis de Baviera murió, el 11
de octubre de 1347, en un accidente de caza. Aunque sus partidarios trataron de
suscitar un nuevo emperador, este murió muy pronto en medio del abandono
general.
1.6.1.3
La Bula de Oro. Carlos IV representa un cambio radical en la Historia
de Europa. Las dos obras que hicieron justamente famoso al emperador fueron la
codificación legislativa para Bohemia llamada Maiestas Carolina, y la creación de la
Universidad de Praga primera que se erigía dentro del territorio imperial.
Venecia y el Papa reclamaron conjuntamente la presencia del emperador en
Italia. De este modo cuando, en el otoño de 1354, emprendió el viaje de la
coronación, no trasgredía las promesas que hiciera a Clemente VI.
Al retorno de su primer viaje, Carlos IV hizo presentar a las Dietas,
sucesivamente reunidas en Nüremberg43 y en Metz44, un documento al que se había
provisto de sello de oro como signo de su importancia. Redactado por el propio
emperador, contenía una norma constitucional precisa y esquemática del Imperio.
Se otorgaba a los siete príncipes electores, “firmes fundamentos y sólidas columnas
del Imperio”, la plena soberanía territorial. Una vez al año
estos príncipes, Kurfürsten, deberían reunirse con el
emperador para tratar de todos los asuntos comunes e
importantes. El consenso tendría que ser, en adelante, la
forma de gobierno, sustituyendo a las órdenes. Carlos IV
esperaba por este medio suprimir la violenta rivalidad que
separaba a las Casas de Luxemburgo y Habsburgo; logró,
sin duda, provocar un vacío absoluto de poder. Alemania
era una Confederación de príncipes sin ningún instrumento
o vehículo de autoridad.
Además, la Bula de Oro reglamentaba el
procedimiento electoral. Cuando Carlos IV vacase el trono,
ejercerían la jurisdicción el conde palatino del Rhin en los países de derecho
franconio, y el elector de Sajonia en los de derecho sajón. El arzobispo de Maguncia
debía, en el plazo de un mes, convocar a los siete electores a una reunión que
tendría lugar en Frankfurt dentro de los tres meses siguiente. Además de estos tres
príncipes ya mencionados eran declarados electores los arzobispos de Colonia y de
Tréveris45, el rey de Bohemia y el marqués de Brandeburgo. Inocencio VI protestó
porque en la Bula de Oro se omitía toda referencia al derecho pontificio a la
confirmación del emperador electo.
Figura 12. Carlos IV
Al establecer con los príncipes electores una alianza tan íntima, Carlos
buscaba, con toda probabilidad, asegurar en la Casa de Luxemburgo la permanencia
del título, de tal modo que los reyes de Bohemia fuesen, en adelante, los presidentes
natos de la Confederación alemana.
Carlos IV aprendió a gobernar el reino cuando aun vivía su padre y consiguió
un florecimiento de las rentas que permitió acumular el superávit continuo. El dinero
42
43
44
45
Capital del Estado de Westfalia al oeste de Alemania.
Ciudad perteneciente a Baviera al Sur de Alemania.
Ciudad perteneciente a Mocelia al Norte de Francia.
Ciudad del Palatinado Renano al Suroeste de Alemania.
73
reunido fue utilizado después en la compra de dominios que, sustraídos al Imperio,
se anexionaban directamente a Bohemia. En 1363 obtuvo la administración del
marquesado de Brandeburgo, del cual se apoderó en 1373. De este modo la Casa de
Luxemburgo disponía de dos de los siete votos electorales. Bastaba con la amistad
de otros dos electores para dominar el Imperio.
1.6.2 La frontera oriental del imperio
1.6.2.1
La época de Casimiro el Grande. Casimiro III, que sucedió a Ladislao,
fue un verdadero hombre de Estado, capaz de comprender y de aceptar la realidad
de una situación: para salvar a Polonia era imprescindible lograr una paz con los
reyes de Bohemia y con la Orden Teutónica, haciendo los sacrificios territoriales que
fuesen necesarios. De la paz tendría que surgir luego la nueva Polonia. El tratado
de Vysehrad trajo la reconciliación con Juan de Luxemburgo, que abandonó sus
pretensiones sobre el trono de Polonia, a cambio de la entrega de Silesia y de una
buena cantidad de dinero. Por el acuerdo de Kalisz, firmado en 1343, la Orden firmó
la paz, devolviendo Kujavia y Dobrzyn a cambio de la renuncia de la soberanía
polaca sobre Pomerania, Kulm y Michalov.
El resultado de estos reajustes territoriales fue un desplazamiento de los
dominios y aun de las poblaciones polacas hacia el este. Ello condujo a Casimiro a
intervenir en las cuestiones surgidas como consecuencia de la desintegración de la
Rusia de Kiev. Se acentuó el carácter eslavo de Polonia y su desvinculación de la
influencia imperial.
Gedymin, Gran Príncipe, estaba convirtiendo a Lituania en una especie de
baluarte contra el Cristianismo, dando asilo a todas las tribus paganas que huían de
Pomerania y de Prusia.
Hacia 1340 estalló un conflicto que estuvo a punto de alterar las relaciones
amistosas que hasta entonces había tenido Casimiro III con su suegro. Una parte de
los nobles solicitó la ayuda de Gedymin; otra reclamó la presencia de Casimiro, el
cual envió tropas para ocupar el territorio. La muerte de Gedymin, en 1341, que fue
seguida por una contienda sucesoria en Lituania, evitó el enfrentamiento entre ésta y
Polonia. Casimiro ayudó a su cuñado Olgierd hasta que obtuvo la posesión completa
del Gran Principado. Casimiro III y Olgierd concluyeron en 1352 un acuerdo que
reconocía la incorporación de Galitzia a Polonia.
Con un retraso de
1.6.2.2
Transformación interior de Polonia.
aproximadamente un Siglo en relación con los reinos occidentales, Casimiro intentó
convertir a Polonia en una Monarquía que fuese capaz de superar las limitaciones de
una sociedad demasiado tribal, de un Derecho eslavo que complicaba las herencias y
de una estructura territorial que parecía más ser la yuxtaposición de diversas
regiones, que un todo unitario.
Los primeros pasos de la reforma habían sido dados por Ladislao cuando creó
en cada provincia el cargo de starosta.
En cada provincia se celebraba con
regularidad una Asamblea a la que acudían, convocados por el rey o por el starosta
en su nombre, todos los que ejercían en ella algún tipo de autoridad. En tales
Asambleas los Waiwodas formaban una especie de capa superior. Como una de las
principales funciones que Casimiro III atribuyó a los waiwodas fue la recuperación de
las rentas de los dominios reales, el cargo se convirtió en remunerativo.
74
En Cracovia46, en 1354, Casimiro fundó una Academia para la que buscó
como modelo el Estudio General de Bolonia. El principal cometido de esta auténtica
Universidad era alimentar intelectualmente a Polonia.
El país tenía una estructura social y económica estrictamente campesina,
porque las pocas ciudades existentes eran como islas en las que se instalaban
preferentemente comerciantes alemanes y judíos. Casimiro trataba de romper las
relaciones entre la población alemana y el Imperio, para fundirla dentro de Polonia.
El instrumento fundamental para esta tarea debía ser un Código territorial, el cual
fue encomendado a una comisión creada para ello. Resultado de sus trabajos fue el
Código de Wiszlica, promulgado en 1347.
1.6.2.3
Carlos Roberto, Rey de Hungría. Quince años de lucha ininterrumpida
para acabar con el poder de la nobleza y restaurar la autoridad monárquica,
permitieron a Carlos Roberto convertir a Hungría en el elemento director de la
política danubiana. No pudo reconstruir el enorme patrimonio de la corona húngara
pero prestó su apoyo a la baja nobleza campesina, otorgándole derecho de herencia
en mayorazgo por línea masculina.
Todos los campesinos no nobles fueron
unificados en una sola clase, que recibió el nombre de jobbágy, rompiéndose en ella
las diferentes entre libres o siervos.
La tarea más importante era dotar a la Monarquía de los resortes económicos,
militares e institucionales que le permitiesen renovar el país, escapando a los
peligros de un renovado feudalismo. La riqueza de los nobles procedía de la tierra.
El dominio real, perfectamente administrado a través de un sistema de granjas,
hacía del monarca uno de los mayores propietarios del país; Carlos Roberto
comprendió, sin embargo, que jamás podría superar a la aristocracia utilizando los
recursos que proporcionaban las rentas de la tierra. De ahí su empeño en recuperar
los derechos llamados regalía. La Monarquía ligaba de este modo su suerte al
comercio. Carlos promulgó una ley, que reservaba al monarca la explotación de
minas, y convirtió de minas, y convirtió a Hungría en productora de oro.
La introducción de tales impuestos se hizo sin necesidad de recurrir a Asambleas de
estados de carácter general. La Curia real funcionaba como tribunal de apelaciones
ante el que podían acudir todos los súbditos con cualquier clase de pleitos. Los
Estados no poseen ninguna función política o económica.
En vísperas de la invasión turca en los Balcanes, Hungría había llegado a
convertirse, gracias a la reforma, en una gran potencia de doble carácter: político,
por la opulencia de la corona, y militar por la capacidad de la nobleza. De hecho
serán los húngaros quienes detengan el poder otomano.
1.6.2.4
Luis el Grande. Con la victoria de Carlos Roberto, Hungría había
ingresado a un grupo de reinos sobre los que se ejercía la influencia francesa y que
contaban con el apoyo de los Papas de Avignon.
Luis el Grande fundó una Orden de caballería a la que colocó bajo la
advocación de San Jorge, el santo de los caballeros. Consiguió que su hermano
Andrés se casara con Juana I de Nápoles; Andrés fue asesinado y se produjo una
confusa guerra civil en la que Luis hubo de intervenir posteriormente. El principal
enemigo de la influencia húngara era Estaban Dusan, hijo de Esteban Draguen, rey
de Serbia, que aspiraba a sustituir a Bizancio en el dominio sobre la Península.
46
Estado al Sur de Polonia.
75
El asesinato de Andrés apartó a Luis de este objetivo principal y estuvo a
punto de producir una ruptura con Francia, el Papa y el emperador, todos los cuales
apoyaban a Juana. Rectificó justamente a tiempo. En 1355 los turcos se adueñaron
de Gallípoli y comenzaron a extenderse por Europa; el mismo año murió Esteban
Dusan. En 1356 el rey de Hungría emprendió la conquista de Dalmacia de la que se
apoderó en una campaña de dos años. Desde 1360 los nobles del norte de Bulgaria
se sometieron también al rey de Hungría. En 1370, por muerte de Casimiro el
Grande, Luis se convirtió también en rey de Polonia.
1.6.3 La época de Wenceslao
1.6.3.1
Herencia de Luis el Grande. Durante doce años, de 1370 a 1382, Luis
de Hungría disfrutó de una apariencia de poder como ningún otro monarca de Europa
Oriental. Coronado en Cracovia en 1372, Luis regresó inmediatamente a Hungría
encomendando a su madre Isabel el gobierno de Polonia. Ofendió los sentimientos
nacionales polacos declarando la anexión de Rutenia a Hungría. Y finalmente carecía
de hijos varones que pudiesen consolidar la autoridad. Los maridos de sus hijas
serian sus sucesores.
El emperador Carlos IV insistió hasta conseguir el matrimonio de la mayor de
las hijas de Luis, María, con el segundo de sus hijos,
Segismundo. Si reunía a este señorío alemán la vasta
herencia de Luis el Grande, Segismundo podría ser uno de
los más poderosos monarcas, y servir de ayuda a su
hermano mayor, Wenceslao, destinado a ser rey de
Bohemia y emperador de Alemania. Segismundo abrazó el
programa de su padre con valor y decisión. Luis de
Hungría prometió la mano de su segunda hija Euduvigis a
Guillermo de Austria con objeto de contrarrestar con los
Habsburgo la excesiva influencia de los Luxemburgo.
En
1374
Luis
celebró
una
reunión
con
representantes de la nobleza en Kosice, renunciando a
muchas de las prerrogativas que Casimiro recuperara a
cambio de la aceptación de la sucesión en línea femenina.
La reunión de Kosice significaba un retroceso en el camino
Figura 13. Luis el Grande
hacia la construcción de la Monarquía puesto que no se
aceptaba el sistema sucesorio, y la szlachta prometía únicamente a Luis que, en el
momento de su muerte, aceptarían como reina a una de sus dos hijas.
Cuando Luis murió (1382) se produjo en Polonia un confuso interregno de dos
años. Segismundo se adelantó a reclamar la corona, pero los nobles rechazaron su
demanda con el argumento de que no estaban dispuestos a tener una reina que no
habitase en el país. Eligieron por tanto a Eudivigis que fue coronada en Cracovia en
1384. Puestos a buscar un marido conveniente, los nobles prefirieron a cualquier
otra la de un lituano, Jagellón y sobrino de Casimiro el Grande.
Jagellón pretendía cambiar la política que su padre y su abuelo siguieran
respecto a Lituania, dejando de presentarla como refugio para el paganismo. Por el
tratado de Krevo de 1385 confirmó el cumplimiento del acuerdo de Kosice, e hizo de
la szlachta una asamblea compuesta por un solo estamento, pero dotada de poderes
76
que mediatizaban la autoridad monárquica. En el bautismo, Jagellón tomó el nombre
de Ladislao II y su largo reinado fue uno de los más importantes de Polonia.
La amistad entre Polonia y Hungría fue olvidada. Ladislao II comenzó a
desarrollar una política contraria a los intereses húngaros, negociando con los
príncipes de Moldavia, Valaquia y Besarabia con objeto de abrir una línea de
comunicación con el mar Negro, en beneficio especialmente de Lernberg. La unión
en cambio de Polonia y Lituania amenazaba a la Orden con formar un sólido bloque
que cerraba todas sus fronteras. Esta unión, en el momento en que Ladislao abrazó
el catolicismo, tropezó con fuertes problemas. Sus dominios eran, religiosamente,
tripartitos. Un sobrino de Jagellón, Vitola, pudo aprovechar en su favor tanto la
oposición pagana al Cristianismo como a la nostalgia por la vieja Rusia de Kiev. La
Orden Teutónica dio ayuda al movimiento.
La Orden prestó indirectamente un servicio a la causa polaca. Al defender la
reacción pagana anticatólica en Lituania demostraba que sus objetivos eran
estrictamente políticos, sin que pudiera disfrazarlos el ansia de evangelización. Por
un acuerdo escrito se reconoció la unión permanente de Lituania y Polonia; Vitola
podría usar el título de Gran Príncipe como vasallo del rey de Polonia, que le
sucediera después de su muerte; por su parte la szlachta polaca se comprometía a
no elegir rey sin el consentimiento de los lituanos.
1.6.3.2
Segismundo en Hungría. En 1387, Segismundo pudo ser coronado rey
de Hungría, como marido de María, quien murió en 1395. Una parte de la nobleza
apoyó la continuidad de Segismundo en el trono; otra se inclinaba por reconocer a
un hijo de Carlos de Durazzo, Ladislao, que era rey de Nápoles.
Estas circunstancias dispares, excesiva juventud de Segismundo, prematura
muerte de su esposa, necesidad de superar los obstáculos de
dos guerras civiles, provocaron en Hungría consecuencias muy
semejantes a las que en Polonia se derivaron de la sucesión de
Casimiro el Grande.
En 1392 Segismundo decidió enfrentarse con el peligro
musulmán realizando una campaña que devolviese a Hungría el
protectorado que ejercía antes sobre la zona septentrional de
Bulgaria; las tropas húngaras se dispersaron, aterrorizadas
ante la enorme superioridad de los turcos.
Fue entonces cuando se abrió camino una idea clave
que debería determinar toda su política futura: la potencia
otomana era ya de tal naturaleza que no bastaba a detenerla el
esfuerzo de un solo reino; se necesitaba la constitución de una
Figura 14.
fuerte alianza militar de los poderes occidentales. Es decir,
Segismundo de
Hungría
había que poner nuevamente en marcha las cruzadas con fines
estrictamente políticos. No se trata de reconquistar sino de
defender. La idea de la cruzada se incorporó a la política de los Papas del Siglo XV.
Pero en la última década del Siglo XIV era prácticamente irrealizable porque la
Iglesia estaba dividida inexorablemente por el Cisma. Aprovechando el intervalo de
paz que las treguas de Leulingham proporcionaban, Segismundo logró reunir un
ejército al que acudieron muchos de los oficiales que adquieren experiencia en las
grandes guerras occidentales del Siglo XIV. Pero Segismundo no pudo alcanzar
nunca su objetivo porque fue literalmente aplastado en la batalla de Nicópolis.
77
Europa había pasado definitivamente a la defensiva frente al Islam en el frente del
Danubio.
1.6.3.3
Wenceslao, Rey de Romanos.
Carlos IV adoptó toda clase de
precauciones para asegurar a su hijo Wenceslao un disfrute tranquilo del poder,
como él mismo había tenido. Pero en 1378, cuando sucedió a su padre, tenía sólo
18 años y los problemas suscitados por la creciente anarquía en el Imperio y por el
Cisma, resultaban excesivos. Los consejeros de Wenceslao mantuvieron a Bohemia
en la obediencia a Roma; después, trasladaron la cuestión a la Dieta de Frankfurt de
1379, pretendiendo que todos los príncipes alemanes decidiesen el reconocimiento
de Urbano VI. Hubo un acuerdo en tal sentido, pero que nunca se obedeció. El
arzobispo de Maguncia, algunos príncipes renanos y el archiduque de Austria,
Leopoldo, reconocido por la misma Dieta como landvogt de Suabia, reconocieron a
Clemente VII; no deja de ser significativo que estos territorios figurasen más tarde
entre los enemigos de Lucero y defensores del catolicismo.
La falta de unanimidad en una cuestión tan importante demostraba la
verdadera situación a que había llegado Alemania. Wenceslao demostró pronto su
incapacidad para resolver problemas. En lugar de órdenes tuvo que conformarse con
hacer demandas, exhortaciones y llamamientos a la paz. Alemania se desintegraba
rápidamente.
Wenceslao tuvo que renunciar a su papel de árbitro: las peticiones y
exhortaciones del rey de Romanos caían en el vacío llenándolo de ridículo. Imperaba
la ley del más fuerte, llamada gráficamente derecho de puño. Abandonó la actividad
política entregándose sólo a la caza y a interminables orgías. Víctima de su cólera
fue el consejero episcopal Juan de Pomuk a quien el rey ordenó dar tormento y
arrojar después su cadáver al Moldava en 1396. El episodio, que contribuyó a crear
la mala fama de Wenceslao, fue adornado después con otros detalles, que
pretendían que se trataba de un confesor de la reina, distinta persona, llamado Juan
Nepomuceno.
Aparece en Austria un príncipe de extraordinaria capacidad política, Leopoldo,
sucesor de su hermano Rodolfo IV. El Cisma le enemistó con Wenceslao, porque
Austria se declaró clementista, y dio a la Confederación helvética la ocasión de
declarar una nueva guerra.
1.6.3.4
Sempach. Sólo en 1309, aprovechando las tensiones entre Habsburgo
y Luxemburgos, lograron de Enrique VII un documento que les convertía en
landvogt, es decir, territorio imperial. Contra esta situación había luchado ya
Leopoldo I, con el resultado desfavorable de Morgarten.
La Confederación fue creciendo, en la primera mitad del Siglo XIV, por dos
procedimientos: la adhesión de nuevos miembros, y la obtención de derechos
señoriales con jurisdicción. No existe ninguna oposición entre ella y los otros
dominios territoriales que los príncipes construían por esta misma época, salvo la
ausencia de un príncipe soberano. Los jalones de este crecimiento van indicando
cierto ritmo. En este momento ya no era posible considerar a la Confederación como
una suma de valles de economía rural; dos de sus ocho miembros, por lo menos,
actuaban como elementos directivos del comercio.
En 1382, como consecuencia de su declaración a favor de Clemente VII,
Leopoldo se vio privado de su título de landvogt de Suabia que ostentaba desde tres
78
años antes. Era una ciudad patrimonio de la Casa de Austria y si Leopoldo no ejercía
la autoridad en Suabia sus vinculaciones prácticamente desaparecían.
1.6.3.5
La deposición de Wenceslao. Al producirse el desastre austriaco en
Sempach, Wenceslao adquirió acaso el convencimiento de que era inminente una
victoria de las ciudades sobre la nobleza, y concertó un acuerdo con la Gran Liga de
Suabia comprometiéndose a actuar a su favor. Esta Liga había establecido un
contacto con la Confederación helvética. Los príncipes, sin embargo, eran más
fuertes y contaban con dos jefes de gran capacidad militar; desde 1383 habían
constituido una Liga y reclutaban tropas. El 24 de agosto de 1388 Eberhardo de
Wurttenberg derrotó a Döffingen a las ciudades de Suabia, y el 6 de noviembre
siguiente el conde Palatino, Roberto, vencía a las de Renania en Works. El rey de
Romanos cambió entonces apresuradamente de bando y remitió sus órdenes a las
ciudades, prohibiéndolas combatir a los príncipes. Ambas partes fueron invitadas a
enviar sus representantes a la Dieta, reunida en Eger, para la firma de la paz. En
medio de platónicas declaraciones de justicia, benevolencia y orden, lo que el tratado
de Eger consagraba era la victoria completa de la aristocracia.
Los cambios de conducta desprestigiaron a Wenceslao, haciéndole entrar en
la cuesta final, que le llevaría a la ruina. La Asamblea de estados de Bohemia le
obligó a conferir a su primo Jost de Moravia una delegación plena. En 1395 el propio
Wenceslao tomó la iniciativa de otorgar a su hermano menor Segismundo, rey de
Hungría, el vicariato sobre todo el Imperio, preparando la sucesión.
El Cisma precipitó su caída.
1.6.4 La influencia alemana en el Báltico
1.6.4.1
Waldemar, el Restaurador. Cristóbal II, que había ayudado a los
nobles cuando no era más que el heredero, se vio obligado a combatirles para
restablecer la autoridad real, sin la cual Dinamarca corría el peligro de disolución.
Empeñó sus últimas rentas para sostener un ejército, pero fracasó. La nobleza tuvo
su jefe en el conde de Holstein, Gerardo, que era alemán. Cargado de deudas sin
fuerzas militares para imponerse, en desprestigio y debilidad completos, Cristóbal II
decidió huir del país, al que no pudo regresar. Murió en 1332. Durante otros ocho
años el trono de Dinamarca careció incluso de rey. Gerardo de Holstein se convirtió
en autoridad suprema, sin que consiguiera ser obedecido.
En 1340 se produjo una conspiración. Gerardo de Holstein fue muerto y la
baja nobleza pidió a Waldemar, hijo de Cristóbal II, que acudiese a Dinamarca.
Lübeck decidió colaborar en la restauración de la monarquía en Dinamarca.
Dicha restauración era tarea difícil, ya que exigía tanto de habilidad como de
paciencia; esta parece haber sido la principal virtud de Waldemar. Con el dinero que
proporcionaron la Iglesia, de sus rentas; los súbditos, por vía de impuestos; las
ciudades vendas a cambio de privilegios mercantiles; y la Orden Teutónica por la
cesión de los derechos que se habían hipotecado, extendiendo ampliamente su
protección. En 1360, Waldemar preside una Asamblea de estados, puede decirse
que Dinamarca había vuelto a la vida.
Pero los problemas seguían siendo
abrumadores.
Tampoco Magnus Erikson, rey de Suecia y Noruega, disfrutaba de
tranquilidad. La nobleza decidió que la unión no se mantendría sino que los dos hijos
79
nacidos del matrimonio de Magnus con Blanca de Namur, Eric y Haakon, heredarían
cada uno de los reinos.
1.6.4.2
Los efectos de la peste negra en el Báltico. Los barcos que hacían el
viaje a Inglaterra trajeron al Báltico el virus de la Peste Negra, que se extendió entre
los años 1349 y 1350 por todos los puertos. Tanto en las ciudades hanseáticas como
en los reinos escandinavos se aprecian algunos efectos concretos de la epidemia. Se
estimuló la emigración desde el campo a la ciudad y se facilitó el ingreso en las listas
de la burguesía. Se detuvo en cambio el proceso de colonización campesina. La
propiedad inmueble tendió a concentrarse en menos manos. La tierra bajó de
precio, cosa que Waldemar aprovechó para extender los dominios de la corona.
La victoria obtenida por la Hansa en su pugna con los condes de Flandes
hasta ver confirmados sus privilegios, influyó como ya se dijo en la conciencia de
superioridad que las ciudades hanseáticas adquirieron y en un cambio de sus
relaciones con Dinamarca. El conflicto escandinavo había comenzado a gestarse en
1355. La nobleza sueca, dirigida por Alberto, conde de Mecklenburgo empujó
entonces al primogénito, Eric, a que reclamase la corona de Suecia. Magnus tuvo
que pactar con los rebeldes y aceptó la división de este reino, a fin de que Erik
pudiera entrar inmediatamente en posesión de una parte del mismo. El verdadero
beneficiario de la situación era Alberto de Mecklenburgo, que pudo ampliar sus
dominios.
1.6.4.3
La derrota de Waldemar. El rey de Dinamarca, consolidado en el trono
después de la Asamblea de 1360, se sentía árbitro de la situación. La mayor de sus
hijas, Ingeborg, estaba casada con un hijo de Alberto de Mecklenburgo, llamado
Enrique. Solicitado así por ambas partes, decidió aprovechar la rivalidad familiar
para reconstruir el Imperio danés sobre el Báltico. Inevitablemente esta política
tenía que conducirle al choque con la Hansa. Waldemar rápidamente se apoderó de
Scania (1360); saltó a Gotland (1361) la cual ocupó; confirmó su alianza con Magnus
y el matrimonio de Margarita con Haakon de Noruega. Alberto de Mecklenburgo
respondió con una revolución: la nobleza sueca derribó a Magnus y le sustituyó por
un hijo del conde, llamado también Alberto. Se produjo la
entrega del poder a los nobles, ratificada por una carta
constitucional, en 1371. Prácticamente esto significaba la
guerra.
Waldemar cometió el error de desaprovechar una
ocasión que se le brindaba para hacer la paz, mientras las
ciudades alemanas se reprochaban entre sí por el fracaso.
En 1367 el Fran Maestre de la Orden Teutónica y el nuevo
rey de Suecia, Alberto de Mecklenburgo, se concertaron
para detener el peligro danés y ofrecieron a la Hansa todo
su apoyo. La Dieta hanseática decretó una guerra en la
que tomaron parte Holstein, Schleswig y las ciudades de
Holanda y el Zuidersee, que no pertenecían a la Hansa.
Figura 15. Alberto de
La guerra fue victoriosa para los aliados lo cuales pudieron
Mecklenburgo
arrasar el puerto de Copenhague, ocuparon Scania e
invadieron Jutlandia. Waldemar abandonó el país tratando de hallar auxilios en
Alemania, mientras el Consejo Real firmaba la paz de Stralsund. Una de las
condiciones políticas más singulares era el compromiso aceptado por el Consejo Real
de no reconocer como rey de Dinamarca a ninguna persona que no tuviese la
autorización previa de la Hansa.
80
La paz de Stralsund constituye un hito importante en la Historia de Europa,
por cuanto entregó a la Hansa el monopolio del tráfico marítimo mercantil en el
Báltico y el mar del Norte. Waldemar regresó a Dinamarca, aceptó la dura lección y
se esforzó por cumplir las cláusulas del tratado.
1.6.4.4
La Unión de Calmar. En 1375 la Hansa estaba subiendo hacia cumbres
de prosperidad. Las ciudades alemanas comprendieron que nos les convenía en
modo alguno una acumulación de poder en los condes de Mecklenburgo y, haciendo
uso de la cláusula restrictiva de la paz de Stralsund, impusieron el reconocimiento de
la hija menor de Waldemar, Margarita, que era reina de Noruega, madre de un único
hijo, Olaf. La nueva reina contenía en sí misma los gérmenes de la unidad. Cuando,
en 1380, murió Haakon VI, se proclamó regente de Noruega en nombre de Olaf. Sus
grandes apoyos eran la Iglesia y la nobleza. Desde 1385 Margarita instigó a su hijo
para que reclamara la herencia de Suecia como legítimo sucesor de Magnus Erikson.
De este modo recaerían en Olaf las tres coronas.
Estos proyectos parecieron venirse abajo en 1387, cuando murió Olaf. Los
herederos más próximos eran los hijos de Ingeborg. La nobleza danesa, que no
quiso recibirles, cerró filas en torno a Margarita. No habiendo precedentes respecto
a la coronación de una mujer, se acudió al expediente de reconocerla “regente de la
realeza” primero en Dinamarca (1387) y luego en Noruega (1388). Los nobles
suecos, alzados contra Alberto de Mecklenburgo, comparecieron ante Margarita en la
primavera de 1388 y la reconocieron como reina. Alberto fue derrotado y preso en
la batalla de Falköping.
Los tres reinos estaban ahora unidos bajo la soberanía de Margarita de
Dinamarca. Con el beneplácito de la Hansa, para la que la Unión significaba grandes
beneficios mercantiles, Margarita trabajó entonces hasta conseguir estabilizarla. El
primer paso fue lograr el reconocimiento de Eric como futuro rey de las tres coronas.
En el verano de 1397 los miembros más sobresalientes de la nobleza fueron
invitados al castillo de Calmar a fin de asistir a la solemne ceremonia de la
coronación de Eric VII, que ejecutaron los arzobispos de Luna y de Upsala; se
armaron caballeros más de cien nobles y se presentó a los asistentes un documento
que garantizaba por escrito la Unión. Pero este documento poseía gravísimos
defectos. No fue confirmado por la nobleza de Noruega ni se presentó para la
ratificación a los Consejos Reales de cada país.
1.7
ITALIA EN EL SIGLO XIV
1.7.1 El gran proyecto de Juan XXII
1.7.1.1
Italia en 1313. La renuncia de los emperadores a sus antiguos
proyectos sobre ella y la instalación permanente de la Corte pontificia en Avignon,
fueron dos hechos que se consumaron en la península italiana al morir Enrique VII
en 1313.
La “nación” estaba compuesta por cuatro entidades políticas plurales y de
distinto origen. Todo el norte de la Península, incluyendo Toscaza y la llanura del Po,
formaba el reino de Italia. De este reino no formaba parte Venecia. En el centro
una ancha franja territorial, desde el Adriático al Tirreno, constituía el Patrimonio de
San Pedro, conjunto de estados cuya soberanía temporal ejercía el Pontífice. Todo el
sur de la Península, con Sicilia, era el Realme (Reino) construido por los normandos
81
sobre las antiguas posiciones bizantinas y dividido ahora en dos, Nápoles y Trinacria
(Sicilia). Desde 1326 Cerdeña será conquistada y convertida en reino por Jaime II
de Aragón.
La salida al mar de los productos de Lombardía y Piamonte se hacía a través
de Génova. Nunca alcanzó la necesaria estabilidad interior, y por eso estuvo
amenazada de trastornos y debilidad. Panorama diametralmente opuesto se ofrece
en Venecia: reducida a un mínimo de territorio había ejecutado una reforma
constitucional en 1297 que reservaba el poder a una oligarquía muy cerrada.
Tanto los antiguos estados feudales como las ciudades evolucionan hacia un
característico régimen de poder personal que se denomina genéricamente la
“Señoría”. También los linajes más modestos que se encuentran instalados en los
Estados Pontificios aspiraban a convertir en Señorías personales sus dominios.
Florencia fue uno de los elementos directivos de la vida política italiana y
también europea; la carencia de un sistema militar apropiado le impidió, sin
embargo, alcanzar el objetivo que se había propuesto de unificación territorial de
Toscana. El Estado percibía por impuestos indirectos. Existían más de ochenta
casas de banca en 1340, año que parece haber señalado un máximo de prosperidad.
Desde el Siglo XIV la hegemonía en el mundo de los negocios dejó de pertenecer a la
gilde llamada Arte de Calimala, que se ocupaba del apresto y distribución de tejidos,
para pasar el Arte de la Lana, que impuso en Florencia un espíritu que puede
calificarse de capitalista. El Arte controlaba la materia prima de la lana, tintes y
alumbre en todo el proceso de fabricación, recibiendo al final las piezas elaboradas;
proporcionaba trabajo y en esto podía considerarse benéfica, pero al mismo tiempo
impedía la constitución de empresas menudas y la competencia.
1.7.1.2
Factores de la acción política. Dos hechos dominan el panorama
político italiano en el Siglo XIV: la consolidación de los poderes extranjeros,
catalanes en Cerdeña y Sicilia, angevinos en Nápoles; la ausencia de una autoridad
estable en Roma. Roberto I de Nápoles buscó de una manera consciente la
incorporación a la política activa, como jefe del güelfismo. Sicilia y Cerdeña, en
cambio, se integran en el sistema económico catalán, que era bastante ajeno a las
cuestiones italianas. La ciudad de Roma, que había alcanzado con la celebración del
Año Santo de 1300 la plenitud de sus funciones religiosas, sustituyendo
prácticamente a Jerusalem en la concesión de beneficios de indulgencia plenaria, se
encontraba ahora en situación dramática. No podía erigirse en cabeza de una
Señoría porque era la Sede Apostólica; pero el Papa la había abandonado.
Dos aspectos adquieren gran relieve en la Italia del Siglo XIV acentuando su
singularidad. Las luchas de unas ciudades con otras acabaron produciendo la
absorción de algunas y la disminución de su número. Tampoco se produjo la
identificación entre intereses económicos y políticos.
El fenómeno de la Señoría es típicamente italiano y nació como consecuencia
de la incapacidad de las instituciones de la comuna para promover el orden en el
interior de la ciudad y defenderla de sus enemigos del exterior. En su desarrollo se
encuentra normalmente tres etapas: la primera sucede cuando un jefe de partido
alcanza el poder y establece los medios para durar, en beneficio, al parecer, del
partido mismo; en la segunda, cuando el partido empieza a retirar su apoyo a quien
gobierna con excesivo personalismo, el jefe acude al refrendo popular de una
Asamblea que le otorga un título semejante al de Capitán del pueblo o Defensor de la
82
Paz; la tercera consiste en la intervención del emperador que legitima este poder de
hecho mediante un titulo o un vicario que, desde luego, se pagan a buen precio.
1.7.1.3
El fracaso de Roberto de Anjou. Los güelfos saludaron con alborozo la
noticia de la muerte del emperador Enrique VII; dominaban en este momento
Toscana y Piamonte, mientras que los ghibelinos parecían arrinconados entre Milán y
el lago de cómo. Clemente V aprovechó el período de vacante en el Imperio para
reconocer por su propia autoridad al rey Roberto de Nápoles como vicario imperial
para el Reino de Italia. Roberto demostró una completa carencia de capacidad;
frente a los grandes jefes ghibelinos resultaba absolutamente mediocre. Los güelfos
fracasaron al intentar un golpe de mano sobre Vicenza y sufrieron una grave derrota
cerca de Montecatini. En todas partes se alzaban voces que protestaban de la
ineficacia del rey de Nápoles.
Los legados pontificios, que utilizaban la excomunión como arma política,
advirtieron a Juan XXII el peligro que corría la causa de güelfa teniendo como jefe al
rey Roberto, pero el Papa no se atrevió a hacer ningún cambio. En 1318 el rey de
Nápoles, que acababa de liberar Génova, llegó a Avignon; Juan XXII tuvo ocasión de
comprobar personalmente su ineficacia.
Nunca habría paz en Italia mientras la supuesta autoridad imperial sobre el
Reino no fuese sustituida por una eficiente autoridad real, ligada a la Santa Sede. El
problema era encontrar la persona. De momento, el Papa se abstuvo de retirar a
Roberto los poderes que su antecesor le diera, pero entregó a su legado Beltrán de
Pouget, plena autoridad para ejercer la jefatura de los güelfos. Con éste pasó a
Italia Felipe de Valois, el futuro rey de Francia, probablemente candidato del Pontífice
para esta nueva corona. Las dificultades le hicieron desistir pronto y regresar a
Francia.
Beltrán de Pouget, lo mismo que los demás
1.7.1.4
Juan de Bohemia.
legados, recomendaron al Papa una solución: nombrar un rey en Italia, güelfo, con
garantías de que no habría de ponerse en relaciones con el emperador.
Afortunadamente para los güelfos, la empresa de Luis de Baviera, tras las fantásticas
acciones ejecutadas en Roma, había terminado en completo desprestigio. Reinaba la
anarquía en su ejército y Castruccio Castracani acabó declarándose en contra suya.
El emperador regresó a Alemania en Enero de 1330 para no volver nunca
más. Los ghibelinos estaban llenos de cólera contra Luis de Baviera; los gastos de
su expedición habían sido muy considerables mientras que los beneficios resultaban
prácticamente nulos. Tampoco el gran proyecto del Papa iba por buen camino:
Beltrán de Pouget se conformaba ahora con pacificar una parte de las ciudades del
Patrimonio.
Durante tres años, como inesperado epílogo a esta historia concluida de las
expediciones imperiales, se produjo el intento de Juan de Luxemburgo, hijo de
Enrique VII, rey de Bohemia. Todo empezó cuando la comuna güelfa de Florencia,
amenazada por Cangrande, solicitó su auxilio en diciembre de 1330.
Muy
rápidamente consiguió que la mayor parte de las ciudades de Lombardía, incluyendo
a Milán, le ofreciesen actos de sumisión. Pero la falsedad de sus asertos se reveló
muy pronto.
Sin embargo, Juan de Bohemia había visto posibilidades inesperadas de
ganancia. Emprendió un largo viaje para convencer a Luis de Baviera, a Felipe VI y
83
a Juan XXII, de que él era la solución más adecuada al problema de Italia: un rey
güelfo, hijo de emperador, alemán, leal al Papa, que podía colocarse por encima de
las querellas intestinas que desgarraban a la Península. Durante su ausencia, las
señorías de Italia habían decidido constituir una Liga general. Su arte de convicción
había servido a Juan de Bohemia de muy poco. Cuando regresó a Italia, con tropas
francesas, ayuda del legado y luz verde del Papa, se encontró con una fuerza
formidable que luchaba por la libertad y la independencia de las ciudades. Fue
derrotado completamente en Ferrara. Sus mercenarios se disolvieron y los del
legado también. La ciudad de Bolonia se sublevó al grito de “muera el legado y los
de Languedoc”. Juan de Luxemburgo vendió sus derechos y se refugió en Francia.
El gran proyecto de Juan XXII quedó sepultado en el olvido.
1.7.2 La época de Juan Visconti (1334-1354)
1.7.2.1
Primera crisis florentina.
La ciudad había tenido que acudir a
empréstitos muy desfavorables sin conseguir en cambio la victoria. No faltaron
tampoco las reflexiones que presentaban el régimen de “comuna” como la causa de
los fracasos, comparándolo desfavorablemente con el de Señoría de que disfrutaban
otras ciudades más potentes. Sobre estas corrientes de opinión se apoyó Gautier de
Brienne. El 7 de septiembre de 1343, la Señoría de Florencia –es decir, los dos
consejos de “popolani” y “del comune”- le otorgó una delegación completa de
autoridad.
Prescindiendo ahora de las cuestiones sociales implícitas en una
revolución que alcanzará su punto culminante con el movimiento de los Ciompi.
El intento del duque de Atenas envolvía dos consecuencias igualmente
graves: rompía el equilibrio entre las potencias italianas; trataba de destituir el
sistema institucional de la “comuna” para buscar el punto de apoyo en el ejército.
Entre los días 26 y 28 de agosto de 1344 se produjo un levantamiento que le obligó
a huir.
La revuelta no pasó sin consecuencias. La Señoría fue ejercida en adelante
por un comité de 8 priores de las Artes, presidido por el gonfaloniero de la justicia.
Dos de los priores eran del popolo grasso, tres medianos y tres menudos. Otros
banqueros, especialmente los Médicis, se mostraban dispuestos a secundar
movimientos populares.
1.7.2.2
Juana I, Reina de Nápoles. Roberto, que temía las ambiciones de la
rama húngara de su linaje, había concertado el matrimonio de sus hijas, Juana y
María, con dos hijos de Carlos I, Andrés y Luis respectivamente. Luis, el mayor, fue
luego Luis el Grande. En Nápoles, Andrés ganó pronto mucha impopularidad y,
sobre todo, el odio de su mujer que le excedía en edad un año. De todas formas la
Corte de Nápoles era un avispero muy peligroso: dos viudas, Catalina de Courtenay
e Inés de Perigord, cuñadas del rey Roberto, aspiraban a colocar a sus hijos lo más
cerca posible del trono. Isabel consiguió, mediante una hábil maniobra, desbancar a
Luis el Grande y, casó a su hijo Carlos de Durazzo con María.
De pronto, en la noche del 18 al 19 de septiembre de 1345, dos días antes de
la fecha fijada para su coronación, Andrés murió asesinado. Juana mostró tal
indiferencia ante el hecho que algunos sospecharon que contaba con su
asentimiento. Las sospechas se hicieron especialmente graves cuando, con excesiva
rapidez, anunció su boda con uno de los hijos de Catalina de Courtenay, Luis de
Tarento, que fue inmediatamente proclamado duque de Calabria y gobernador
general del reino.
84
Luis de Hungría anunció que iría a Nápoles para vengar a su hermano y
castigar tantos crímenes; con la sola excepción de Venecia y de las ciudades
pontificias, todos los demás estados italianos le ofrecieron su neutralidad. Juana I y
su marido huyeron; la reina buscó refugio en Avignon al amparo del Papa, para
defender su inocencia. La ocupación de Nápoles se llevó a cabo prácticamente sin
dificultad. Las represalias fueron enviadas a Hungría. Estos castigos, coincidiendo
con la Peste Negra y con el comportamiento de las tropas, provocaron un profundo
descontento. Estallaron motines y se inicio una guerra civil.
Juana I había obtenido en Avignon una declaración pontificia que la
consideraba inocente de las acusaciones. El 17 de agosto de 1348 la reina y su
marido, al amparo de estas tropas, se hallaban de regreso. El resultado fue una
guerra civil, sangrienta y enconada.
El 27 de mayo de 1352 Juana y su marido fueron solemnemente coronados.
Pero el rey de Hungría nunca renunció a sus derechos porque nunca se pagó la
cantidad estipulada. Nápoles estaba arruinada. Los acreedores florentinos eran
prácticamente dueños de Nápoles. Nicolás Acciauoli, administrador de los bienes
patrimoniales del rey, fue nombrado gran senescal.
La idea de Acciauoli era emprender la reconquista de Sicilia. La ocasión le
pareció propicia. La isla se había dividido entre dos facciones aparentemente
irreconciliables, la parte catalana y la parte latina. El gran senescal esperaba utilizar
el apoyo de la segunda. Pero al emperador Carlos IV, que hacía entonces su viaje a
Italia, no convenía de ninguna manera la formación de un fuerte poder napolitano ni
el control del comercio de Sicilia por la banca de Florencia. Intervino para salvar a
Federico III obligando a las tropas de Nápoles a retirarse.
En adelante la parte catalana defenderá a ultranza y con insistencia el
acercamiento a la rama mayor de la dinastía aragonesa como medio de salvación,
insertando a Sicilia en el sistema económico mediterráneo. En la segundo mitad del
Siglo XIV se abrían ante Sicilia únicamente dos opciones, la de integrarse en la
commonwealth aragonesa o la de incorporarse al reino de Nápoles. Cayó del lado
aragonés.
1.7.2.3
La expansión milanesa. Los cinco años que dura la señoría única del
arzobispo Juan Visconti, presenciaron en Milán un poderoso esfuerzo de expansión.
Volvía a la vida el gran proyecto de Juan XXII bajo unas coordenadas diferentes.
Para alcanzar este objetivo necesitaba llevar a cabo un programa en tres etapas:
apertura de una vía hacia el Adriático, pasando por Bolonia; sumisión de Toscaza con
derrota de Florencia; alguna forma de control sobre Génova.
Juan Visconti compró la posesión de Bolonia a Jacobo y Juan Pépoli, pagando
por ella 250,000 florines.
Después procedió a instaurar la Señoría por el
procedimiento normal de reunir el Consejo del Pueblo. Clemente VI protestó. Éste
empleó todos sus medios persuasivos, incluyendo el dinero, para conseguir un
arreglo de la cuestión: renunciando a la Señoría laica sobre la ciudad recibió el
nombramiento de vicario con derecho a designar sucesor.
Las pretensiones sobre Florencia fracasaron. Los florentinos se adelantaron a
ocupar Prato y Pistoia y a proponer la constitución de una Liga general de ciudades
toscanas. Las dificultades que Florencia encontraba para constituir y sostener un
85
ejército cuando se trataba de una guerra ofensiva, no existían en el caso de una
defensa: todos los castillos pudieron ser convenientemente fortificados y
guarnecidos. Florencia estableció una alianza con Carlos IV, a quien invitó a venir a
Roma. Pero ya entre tanto el arzobispo Juan Visconti, había aceptado la mediación
pontificia.
Lombardía y Toscana, es decir, Milán y Florencia, se garantizaban
recíprocamente la integridad territorial.
Desde 1350 Venecia y Génova estaban en guerra. Las alianzas concertadas
por una y otra la convirtieron en conflagración general mediterránea y como tal ha
sido ya tratada en páginas anteriores. Esta guerra constituyó una especie de prueba
definitiva para el régimen de cerrada oligarquía construido en Venecia en 1297, el
cual se basaba en un prudente equilibrio entre el poder legislativo que correspondía
al Gran Consejo, que aprobaba las leyes presentadas por el ejecutivo, la Signoria,
compuesta por el Dux, seis consejeros de nombramiento anual y tres capi della
Quarantia, y el poder deliberativo que ejerce el Senado.
El Senado veneciano era la clave de la República, el que justificaba su
calificativo de Serenísima. En este momento hubo que crear una especie de
delegación permanente a la que se llamó Collegio, integrado por la Señoría y otros
16 savii.
Cuando Génova sufrió la tremenda derrota de Alghero frente a una flota
combinada catalana y veneciana, se manifestó su debilidad interna.
Venecia
respondió adelantando sus planes para una alianza y avisando a todas las ciudades
del peligro que se cernía sobre Italia entera.
No se llegó a una lucha abierta. Los dos principales protagonistas del
conflicto, Juan Visconti y Andrés Dandolo, murieron el año 1354, casi al mismo
tiempo que la flota genovesa lograba una victoria en Sapienza, cerca de Modón, el 4
de noviembre.
En la elección de 1354 obtuvo Marino Faliero 34 de los 41 votos emitidos; los
servicios prestados por este anciano de 70 años le acreditaban como un Dux idóneo
para aquella difícil situación. Parece, sin embargo, que una vez se vio dueño del
poder, Faliero intentó cambiar el sistema de gobierno. Cabe suponer que el intento
consistía en establecer una Señoría de tipo personal, como en otras ciudades, a fin
de concentrar en el dux los poderes suficientes para la reanudacion con éxito de las
hostilidades. Descubierta a tiempo la conjura, Marino Faliero fue decapitado el 17 de
abril de este mismo año.
1.7.3 La obra del Cardenal Albornoz
1.7.3.1
Carlos IV en Italia. En 1355 Carlos de Luxemburgo, rey de Romanos,
decidió emprender el viaje a Italia para hacerse coronar. Este viaje sirve muy bien
para separar dos épocas distintas en la Historia italiana del Siglo XIV: la de los
proyectos para construir un Reino en el norte de la Península y la del
restablecimiento del orden en los Estados Pontificios, acometido por el cardenal don
Gil de Albornoz, precedente necesario para el retorno del Papa a Roma.
Florencia vio un peligro en la presencia del emperador y trató de convencer a
todas las de Toscana para que se uniesen, en la defensa del güelfismo, para imponer
a Carlos IV una negociación conjunta y no por separado. Fracasó y tuvo finalmente
86
que inclinarse ante el nueva fantasma comprometiéndose a pagar 100,000 florines
por los atrasos en los derechos debidos al rey, más una renta anual de 4,000.
La coronación tuvo lugar en Roma el 5 de abril de 1355. El ensayo de
restablecer la paz mediante la autoridad de un emperador desprovisto de poder
había fracasado: para los italianos, el rey de Romanos era tan sólo un avaro, ansioso
de dinero.
1.7.3.2
Amadeo VI de Saboya. Sucedieron a Juan Visconti en la Señoría de
Milán sus tres sobrinos, Bernabé, casado con una hija de Mastín della Scala,
Galeazzo, que tenía como esposo a una hermana del conde Amadeo VI de Saboya, y
Mateo II, que murió pronto.
La Casa de Saboya se hallaba dividida geográficamente en dos ramas, una a
cada lado de los Alpes. Amadeo dedicó los primeros esfuerzos y, en general, la
atención preferente durante toda su vida a fortalecer su dominio sobre Ginebra,
Lausanne y el lago Lemán, zona importante en las comunicaciones mercantiles. El 5
de enero de 1355 consiguió que Francia la reconociera; diez años más tarde lograría
de Carlos IV el vicariato imperial. Pero las posibilidades de expansión por esta zona
se hallaban cerradas. Aprovechando el cambio de titulares en Milán, Amadeo intentó
someter a la otra rama del linaje, con ayuda de los Visconti, y apoderarse de Turín y
Monferrato.
Después de la muerte de Mateo, Bernabé y Galeazzo habían acordado hacer
un reparto de bienes patrimoniales de la familia, manteniendo, sin embargo, la
unidad de poder en Milán y en Génova para hacer frente mejor a la reacción que la
desaparición del arzobispo estaba provocando. En la punta de ataque se había
situado Juan II Paleólogo, señor de Monferrato, de la misma dinastía saboyana
cisalpina que Jacobo de Acaya. Al coro de enemigos se incorporó también Juan
Visconti de Oleggio. En el primer momento Juan Paleólogo logró algunos éxitos. Las
ofertas de ayuda de Amadeo VI a su cuñado Galeazzo fueron bien recibidas.
La intervención saboyana no impidió el retroceso de los Visconti pero produjo
grandes beneficios a Amadeo VI, que se apoderó de los feudos de su primo Jacobo
de Acaya (1357) y, después de la muerte de éste, se instaló en Turín como tutor de
los hijos del difunto. Así se inició el engrandecimiento de la Casa de Saboya.
En Génova estalló una revuelta contra el dominio de los Visconti
inmediatamente después de la muerte del arzobispo. Fue repuesto en el cargo de
dux el viejo Simón Bocanegra. No fue ésta la única pérdida que experimentaron los
Visconti, cuya debilidad acentuaba los daños, muy escasos, que sus enemigos
estaban en condiciones de producir. Por eso hubo de resignarse a concertar una paz
que se firmó en Milán el 8 de junio de 1358. Los Visconti renunciaron a Génova y
Asti, remitiéndose en el caso de esta segunda ciudad al arbitraje imperial.
1.7.3.3
La obra de Don Gil de Albornoz. Fue escogido por Clemente VI para
desempeñar una legación con plena autoridad cuyo objetivo, según se manifestó con
claridad, era restablecer la obediencia al Papa en todos los dominios que constituían
su Patrimonio. La tarea del cardenal se vería dificultada especialmente por el corto
apoyo que la Corte pontificia estaba en condiciones de prestar.
En el primer momento, su autoridad era reconocida tan sólo en tres
localidades. Tras una victoria sobre Juan de Vico que acarreó el reconocimiento para
87
el Papa de la Señoría sobre Roma, don Gil decidió convocar un Parlamento con
representantes de todo el dominio.
Este año de 1354, Albornoz había conseguido otro de sus sorprendentes
éxitos: reorganizando el ejército, a las órdenes de Rodolfo da Varano di Camerino,
derrotó e hizo prisionero a Galeotto Malatesta, alma de la resistencia. De enemigo le
convirtió en amigo, nombrándole vicario de Rímini, Pésaro, Fano y Fossombrone.
Bolonia era ya un objetivo próximo. Pero Bernabé Visconti intrigó en Avignon con
tanta habilidad o tanta eficacia, que consiguió que se enviasen órdenes al legado
imponiéndole una rectificación en la política y el respeto a
Bolonia como parte de la esfera de acción de los Visconti.
Albornoz decidió entonces regresar a la Curia y fue
sustituido por un simple nuncio, Androino.
Figura 16. Gil de
Albornoz
El 18 de septiembre de 1358 el cardenal Albornoz
recibió un segundo encargo de legación, semejante al
primero; se demostraba con ello que no existía en Avignon
ningún programa político para Italia que fuese capaz de
sustituir al suyo. Albornoz se negó a acatar la orden de
entrega a los Visconti de Milán; por el contrario, se puso de
acuerdo con Juan Visconti Oleggio para comprar la posesión
efectiva por una enorme suma. El legado entró en Bolonia
el 1 de marzo de 1360.
A la ocupación de Bolonia, en donde el cardenal
fundaría un Colegio para españoles que fue prototipo de los Colegios Mayores y
cuyas enormes rentas le han permitido funcionar hasta hoy, siguió inevitablemente
la guerra con los Visconti. Las tropas pontificias, guiadas por Galeotto Malatesta,
vencieron a las milanesas en la batalla de S. Ruffillo en 1361. Inmediatamente todos
los señores del bajo Po acudieron al legado para constituir con él una Liga
amenazadora para los Visconti.
El Papa no deseaba en modo alguno la
generalización del conflicto y mucho menos ser instrumento para un ajuste de
cuentas entre príncipes italianos que, en el momento de la firma de la paz de
Brétigny, atraería nuevos mercenarios hacia Italia, nuevas violencias y nuevas
destrucciones. Muerto Inocencio VI, su sucesor Urbano V se apresuró a retirar la
legación de don Gil de Albornoz y a iniciar negociaciones de paz de Bernabé Visconti.
1.7.3.4
Urbano V en Roma. La firma del tratado de Brétigny había arrebatado
a Avignon su principal mérito: la paz que ofrecía al Papa tras sus muros. En julio de
1366 Urbano V sorprendió a muchos de sus colaboradores anunciando que era su
intención volver a Roma. Reformadores y místicos se dirigieron al Papa mostrando
su entusiasmo por el anuncio. Santa Brígida de Suecia anunció a Urbano V que
tendría un fin desastroso si retornaba a Avignon. El viaje tropezó con evidentes
dificultades, especialmente por parte de los cardenales que, en su mayoría, se
negaron a abandonar la saludable ciudad del Ródano y, en ciertos casos, profirieron
amenazas contra el Pontífice si éste no regresaba pronto.
La entrada solemne en Roma tuvo lugar hasta el 16 de octubre. El viaje a
Roma fracasó ya desde el primer momento. La Liga para la paz se había convertido
en una alianza contra los Visconti, y Urbano V se encontró desde el primer momento
envuelto en una guerra, aquello que precisamente había querido evitar. No se puede
saber en qué momento tuvo Urbano V la convicción de que había cometido un error
y de que era conveniente regresar. En 1370, alegando que necesitaba intervenir
88
para salvar la paz entre Inglaterra y Francia, Urbano V regresó a Avignon en donde
murió el 19 de diciembre. Muchos recordaron entonces las advertencias de Santa
Brígida.
1.7.3.5
La guerra de los Ocho Santos.
Muy rápidamente se produjo la
destrucción de la obra de paz que el cardenal Albornoz tan pacientemente
construyera. Aprovechando la quiebra de esperanzas que la nueva marcha del Papa
producía, Bernabé Visconti emprendió en 1371 la ofensiva y sembrando la alarma
por la decisión que mostraba de penetrar hasta la costa adriática.
Surgió
inmediatamente una Liga contra los Visconti; fue ofrecido el mando de las tropas al
conde Verde, nombrado vicario del Imperio en Milán. La guerra fue larga y áspera,
sin ganancias territoriales para ninguna de ambas partes.
Los beligerantes
comprendían que se había llegado a la más extraña situación. La guerra era inútil.
Este fue, más o menos, el razonamiento que Amadeo VI hizo a Gregorio XI para
convencerle de que debía concertar una paz.
Gregorio XI era un Papa joven, de poco más de cuarenta años, y estaba
influido por las opiniones de quienes reclamaban el retorno definitivo de la Sede a
Roma. Eran muchos los argumentos a favor del retorno. Cuando este retorno se
anunció en el otoño de 1374, pudo comprobarse cuántos intereses se habían
concitado en su contra.
Para gobernar los Estados Pontificios había sido enviado desde Avignon un
nuevo legado, Guillermo Noellet, de Languedoc, quien sustituía en todas partes a los
funcionarios italianos por otros compatriotas suyos. En el momento en que las
tropas del legado se adueñan de Perugia en 1371, Florencia convocó una reunión de
representantes de Pisa, Lucca, Siena y Arezzo para deliberar juntos acerca de los
peligros que para ellas encerraba el “expansionismo” pontificio.
La situación se agravó en los años siguientes, porque los mercenarios
licenciados tras la guerra contra los Visconti, pasaron a Toscana y cobraron 150,000
florines antes de que accedieran a retirarse. Florencia nunca admitió que esta
especie de invasión hubiera sido espontánea. En 1375 las relaciones entre Florencia
y el legado había llegado a un punto tal que éste prohibió las exportaciones de trigo
desde Romagna a la ciudad. En ésta triunfaron de pronto los partidarios de una
alianza con los Visconti para combatir a los pontificios. El 26 de julio de 1375 se
tomó el acuerdo de suspender el orden constitucional votando una “balia” para que
ocho personas, provistas de poderes excepcionales, se encargasen de dirigir la
guerra. Dada la índole de la contienda, se les llamó con ironía los Ocho Santos.
La propaganda refería ampliamente a la “liberta de Italia”, considerando bajo
este nombre el restablecimiento del régimen propio de cada comuna y la prohibición
de nombrar funcionarios extranjeros. En Roma se produjo, en cambio, una presión
de carácter distinto, urgiendo la presencia del Papa en el plazo más breve posible.
Gregorio XI convocó a los representantes de Florencia en Avignon, ofreciendo
condiciones para una negociación. Fracasó y fulminó la confiscación de bienes con
entredicho contra los rebeldes.
Florencia conoció un movimiento de agitación
eclesiástico en que se manejaban argumentos como la relajación de costumbres.
Mientras tanto el Papa hacía su entrada en Roma el 17 de enero de 1377
afirmando que nunca más abandonaría esta ciudad.
89
La breve estancia del Papa en Roma no fue tranquila ni agradable. Santa
Catalina de Siena recomendaba la creación de un Consejo al que fuesen convocadas
las personas que gozaban de pública fama de santidad para discutir los medios de
realizar la reforma. Mientras tanto la guerra provocaba movimientos antipontificios.
La guerra de los Ocho Santos desencadenó a la larga el terrible motín de los Ciompi,
analizado en otro lugar, en que estuvo a punto de perecer la propia ciudad.
Apenas restablecida la calma, las nuevas autoridades de Florencia escucharon
una propuesta de mediación presentada por Bernabé Visconti. Gregorio XI había
muerto entre tanto, el 27 de marzo de 1378. No faltaron rumores de un castigo
divino porque pensaba abandonar Roma. Uno de los primeros actos de su sucesor,
Bartolomé Prignano, Urbano VI, será firmar la paz con Florencia. Inmediatamente
después comienza el Cisma.
1.7.3.6
La Paz de Turín. La coincidencia entre la revuelta de los Ciompi y el
comienzo del Cisma, así como la última de las grandes guerras entre Génova y
Venecia contribuyeron a enrarecer la atmósfera italiana. La paz de 1355 y la conjura
de Marino Faliero fueron, para Venecia, el anuncio de una cadena de sucesos
desfavorables. Esta cadena de acontecimientos ponía al rojo la rivalidad entre
Venecia y Génova. Cualquier incidente bastaba para provocar una nueva guerra.
Juan V quería privar de la sucesión al mayor de sus hijos, Andrónico en
beneficio del menor Manuel. Los genoveses instigaron la revuelta de Andrónico; en
el momento en que éste parecía triunfar, el gobernador de la isla de Tenedos, fiel a
Juan V, solicitó la presencia de una flota veneciana, que tomó posesión de ella. La
guerra estalló. En el primer momento, Venecia consiguió limpiar de enemigos el
Adriático y disponer de una gran flota.
Este éxito inicial inspiró una estrategia consistente en observar una defensiva
estricta en tierra firme, retener una pequeña fracción de la flota para preservar el
Adriático, y enviar el grueso de las fuerzas, a las órdenes del almirante Carlos Zeno,
a Oriente, para destruir al comercio genovés en su propio escenario. Por su parte,
Génova decidió repetir la maniobra que en la primera guerra asegurara su éxito: sus
barcos penetraron hasta el fondo del Adriático, derrotaron a la flota de reserva que
mandaba Víctor Pisani, en Pola, y se apoderaron de Chioggia, estableciendo el
bloqueo de Venecia. Se creyó en la inminencia de una capitulación de esta ciudad.
Venecia realizó un enorme trabajo de recuperación.
Víctor Pisan,
rehabilitado, obtuvo el mando de todas las fuerzas mientras se construía a toda prisa
una nueva flota en los astilleros venecianos. Venecia había experimentado algunas
pérdidas decisivas, en especial Treviso, Trento y casi todas las ciudades y villas de
Tierra Firme.
Por esta razón cuando Amadeo VI se ofreció para mediar en la paz, que el
Cisma hacía tan necesaria, sus propuestas fueron escuchadas. Se firmó en Turín el
8 de agosto de 1381. Con ella se acostumbra a señalar un cambio importante en las
relaciones. Para Venecia significó el comienzo de una segunda etapa en el desarrollo
exterior, que le llevaría a crear un gran Imperio colonial.
90
1.8
EL CISMA DE OCCIDENTE
1.8.1 El Pontificado de Avignon
1.8.1.1
La instalación en Avignon. Los pocos meses que duró el Pontificado de
Benedicto XI (1303-1304) fueron muy dolorosamente significativos.
El Papa
estableció un precedente de debilidad. El rey de Francia descubrió que estaba ante
un hombre débil y no se conformó con menos que el reconocimiento de que todas
sus acciones se habían guiado por el supremo interés de la Iglesia y debían serle
gratificadas. Cuando Benedicto murió eran tan profundas las divisiones en el interior
del Colegio de cardenales entre aquellos que querían firmar la paz con el rey y los
que pretendían defender la persona, la memoria y la autoridad del Papa, que no
consiguieron ponerse de acuerdo en la elección.
Clemente V (1306-1316) escogió, según dice Francisco Rapp, “las armas
preferidas de los débiles”: trató de conseguir a todo trance que se olvidase el
proceso previsto por Felipe IV contra Bonifacio VIII. En 1309 decidió fijar su
residencia en Avignon, que era un señorío de la Casa de Anjou, vasalla de la Santa
Sede por el reino de Nápoles.
Es posible que la estancia en Avignon fuese planeada en principio como un
breve paréntesis, pero la rápida desintegración de los Estados Pontificios y la
anarquía que se apoderó de Roma, hicieron imposible el retorno. Sin la previa
pacificación de la antigua capital de la Cristiandad era una locura que el Papa fijase
su residencia en ella. El sucesor de Clemente, Juan XXII (1316-1334), había sido
hasta entonces obispo de Avignon.
Avignon no era territorio francés; muy pronto fue propiedad del Papa, que la
compró junto con el condado Venaisin, a Juana I de Nápoles. Ninguna política
temporal era necesario realizar desde Avignon. Poblada por humanistas y sabios la
ciudad tuvo un ambiente intelectual muy elevado, del que irradiaron poderosas
influencias. Desde el palacio el Papa pudo dedicarse al gobierno de la Iglesia más
que a la política italiana.
Los Papas que se suceden en Avignon no son figuras brillantes, sino honestos
trabajadores, de buenas costumbres, aferrados a veces a ideas y opiniones que no
eran esenciales, pero que supieron imprimir al gobierno una eficacia y continuidad
muy notables. Inocencio VI (1352-1362), influido sin duda por la situación militar en
Francia, que se deterioraba rápidamente y comenzaba a salpicar a la Sede
Apostólica, cambió la política decidiendo el regreso a Roma, que ejecutó Urbano V
(1362-1370) en la forma explicada en el capítulo anterior. Uno de los rasgos
comunes a estos últimos Pontífices fue la protección otorgada a las Universidades.
1.8.1.2
La transformación de la Curia. Las reformas introducidas durante la
estancia en Avignon fueron de tal naturaleza que puede decirse que contribuyeron a
recrear la Monarquía de los Papas. Fue acometida una tarea de centralización, con
plena conciencia de que ésta era favorable a la Iglesia.
La centralización de las colaciones de beneficios había sido iniciada en 1265
por Clemente IV. Juan XXII extendió la disposición a todos los beneficios cuyos
titulares hubiesen sido nombrados por el Papa, hubiesen dimitido a favor de éste o
fuesen depuestos. En 1363 Urbano V completó el proceso declarando que, en
91
adelante, todos los obispos, abades y abadesas de la Cristiandad serian de
nombramiento pontificio, para evitar que se introdujesen personas indignas.
Urbano comenzó además a conceder reservas y expectativas, es decir,
documentos que permitían a su titular obtener el primer beneficio vacante o la
sucesión de uno determinado.
Estas acciones centralizadoras significaban un desmesurado aumento de los
gastos, en el momento preciso en que las rentas obtenidas del Patrimonio de San
Pedro se habían anulado. Avignon hubo de intensificar las presiones para obtener
dinero y, de nuevo, los beneficios resolvieron la situación. También reclamaban los
Papas los expolios, es decir, la herencia de los bienes privados que cada obispo
tuviera en el momento de su muerte. Finalmente se cobraban las rentas de los
beneficios vacantes, las procuraciones que dispensaban a los obispos de la
obligatoria visita ad limina, y una aportación circunstancial que se llamaba subsidio
caritativo.
La Iglesia estaba adquiriendo una imagen que fue desfavorablemente
utilizada, como de un poder temporal excesivo. Crecía paralelamente la burocracia;
un cardenal vicecanciller se convirtió en la cabeza del sistema cuyo trabajo iba
quedando registrado en los enormes volúmenes de copias de documentos: los
abbreviatores se encargaban de redactarlos siguiendo modelos previamente
establecidos; los scriptores los copiaban en limpio; los bullatores los sellaban y los
escribanos del Registro los pasaban a registrar; todo se ordenaba con eficiencia.
1.8.1.3
La oposición a la Curia. El centralismo dio origen a una abrumadora
serie de pleitos que, en última instancia, podían llegar ante el tribunal superior de la
Iglesia, llamado de la Rota. Las autoridades superiores de los reinos acogieron
algunos argumentos que contra el sistema se manejaban; el principal que alejaba a
los jóvenes más capaces de la carrera eclesiástica sabiendo que los nombramientos
dependían de la Corte Romana.
Ahí se tienen, pues, la primera forma de oposición, que nace del deseo de los
poderes temporales de someter a su control también la vida religiosa de sus Estados.
Los ingleses, que se consideraban tratados con hostilidad por los Papas de Avignon,
favorables a sus enemigos, adoptaron entonces las primeras medidas conducentes a
la creación de una Iglesia nacional sometida al rey.
El Estatuto llamado de
Provisores (1351) autorizaba al rey a entregar directamente al clérigo de su elección
aquellos beneficios para los que el Papa hubiese nombrado persona distinta de la
indicada por el colador ordinario.
La oposición más importante y peligrosa, que desempeñará en el Cisma el
papel principal, aunque menos evidente, nacía del seno de la propia Iglesia y de la
difusión de corrientes de pensamiento que combatían la autoridad doctrinal del
Pontificado. La difusión de las doctrinas de Ockham y otros maestros semejantes a
través de las Universidades, habían dado singular relieve a la pregunta formulada
muchas veces como ejercicio dialéctico por los escolásticos, de quién puede juzgar a
un Papa hereje.
Una marea creciente, contraria a la autoridad del Primado, se registró en el
Siglo XIV. Se iba difundiendo por Europa al amparo del humanismo inicial, que
Avignon favorecía. Cuando se prescinde de las grandes figuras como Tetrarca, y se
atiende a las segundas se descubre hasta qué punto el substancialismo y
92
antropocentrismo en que se movían los autores greco-latinos estaban penetrando y
deformando el pensamiento cristiano. Había también entre los que rodeaban al
Pontífice en Avignon una especie de retorno a la consideración de la “virtud” como la
capacidad potencia que el hombre posee de tal forma que la eficacia de al autoridad
no se presentaba como dependiente del cargo objetivo sino de las cualidades
subjetivas.
Todo esto lleva al historiador al convencimiento de que no puede considerar el
Cisma como una especie de accidente fortuito, provocado por el mal entendimiento
entre un Papa y sus cardenales, sino como la condensación de males de fondo que
agitaban a la Iglesia.
1.8.2 La doble elección
1.8.2.1
El Conclave de 1378. Gregorio XI había regresado a Roma desafiando la
abierta oposición de la mayor parte de sus cardenales, porque pensaba que, tras la
revuelta de las ciudades de los Estados Pontificios, sólo su presencia podía evitar la
pérdida de dichos Estados. Llegado a Roma el 17 de enero de 1377 se encontró en
la más incomoda posición, de guerra abierta con Florencia.
Pronto comenzó
negociaciones para la paz. Murió prematuramente. Poco antes de morir, Gregorio
XI recomendó al alcalde del castillo de Santángelo que no entregase la fortaleza sino
a un Papa que fuese reconocido también por los cardenales que habían permanecido
en Avignon. Estos eran seis.
Antes del fallecimiento de Gregorio las autoridades romanas habían negociado
con él la garantía de una elección que impidiese el retorno a Avignon. En tales
condiciones se celebró el Conclave en el que intervinieron cuatro cardenales
italianos, cuatro franceses, siete lemosinos y un aragonés. Italianos y franceses se
habían puesto de acuerdo para elegir a Bartolomé Prignano. Era el modo que a
ambos grupos parecía mejor para evitar que nuevamente se eligiera a un lemosin.
Obtenido el consenso de algunos otros, la solución parecía fácil cuando en la
mañana del 8 de abril se produjeron tumultos e insultos delante del lugar en donde
se celebraba el Conclave. El cardenal Orsini proclamó que en aquellas circunstancias
no podía procederse a la elección porque faltaban las condiciones de libertad. Se
restableció un poco la calma y se procedió al escrutinio: trece, de los diez y seis
votos, fueron favorables a Prignano.
Bartolomé Prignano tomó el nombre de Urbano VI y fue coronado el 18 de
abril de 1378, al parecer con el consenso general. Se hizo eco de las propuestas de
reforma que de diversas partes llegaban pero quiso empezarlas por los propios
purpurados, recortando sus rentas y poniendo límite a los beneficios de que
disponían para sus servidores.
El 2 de agosto de 1378 los cardenales declararon que la elección de Urbano VI
no era válida, porque durante el Conclave habían carecido de las condiciones
necesarias de seguridad y libertad. Luego se retiraron a Fondi. Nunca se había dado
un hecho de esta naturaleza en que el Colegio repudiaba unanimemente al Pontífice
elegido. Si todos los cardenales decían que la elección era inválida, Urbano podía ser
considerado como un intruso. Este no negoció con los cardenales ni con los poderes
temporales; trató de adelantarse efectuando de golpe una promoción de 29
cardenales, de los que veinte eran italianos y sólo dos franceses. Pero este mismo
día habían llegado a Fondi los mensajeros de Carlos V que traían la seguridad de que
93
éste apoyaría la revuelta. El día 20 de septiembre los cardenales, repitiendo el
Conclave, eligieron al legado que ostentaba el gobierno de los Estados Pontificios y
mandaba un ejército, el cardenal Roberto de Ginebra, que fue Clemente VII.
1.8.2.2
Distribución de Obediencias. En la tradición oficial de la Iglesia,
Urbano VI es considerado como Papa mientras Clemente VII y sus sucesores figuran
como Antipapas.
El plan inicial incluía la utilización de los mercenarios de Roberto de Ginebra y
de la guarnición instalada en Santángelo para expulsar de Roma a Urbano VI. Este
plan fracasó. Los estados italianos se mantuvieron en la obediencia de Urbano VI.
En la primavera de 1379 estalló un tumulto en Nápoles que obligó a Juana I a retirar
sus tropas. Clemente VII decidió replegarse sobre Avignon.
Urbano VI encontró ayudas importantes, quizá porque, desde lejos, aparecía
como un reformador víctima de los avignonenses. Un Parlamento, reunido en
Gloucester declaró el 20 de octubre de 1378 que sólo el Papa de Roma era legítimo.
Muy lentamente, sin embargo, el clementismo fue ganando terreno, incluso en Italia.
De modo que la distribución de obediencias, si se olvida en Italia, guarda cierta
relación con la que luego se producirá con el protestantismo. Fueron clementistas
los futuros bastiones de la fe católica.
El Cisma fue una de las ocasiones importantes en que se manifestó la
existencia de una “nación española” con singulares características dentro de la
Cristiandad. En el primer momento, Clemente VII se encontró con un solo partidario
decidió, Juan, duque de Gerona. Enrique II de Castilla lanzó entonces la idea de que
todos los reyes de España celebrasen reuniones a fin de tomar una decisión
conjunta, habiendo examinado previamente los documentos que sus respectivos
embajadores en Avignon y en Roma hubiesen podido recoger. En todo caso le
parecía peligroso desde el punto de vista político, que los españoles se dividiesen en
torno a esta cuestión. Enrique murió en la primavera de 1379 y Juan I hizo suya la
idea.
Clemente VII respondió a esta acción enviando como legado a España al
mejor de sus cardenales. La idea de Tenorio era la del recurso al Concilio: sólo la
representación de toda la Iglesia, reunida, podría decidir cuál de los dos era legitimo,
o ninguno de ambos. Cuando Fernando I de Portugal se adelantó a declararse
clementista el monarca castellano, que dependía excesivamente de la alianza
francesa, decidió aceptar los argumentos de Pedro de Luna reconociendo a Clemente
VII en Salamanca el 19 de mayo de 1381. La ceremonia hubo de hacerse en la
catedral vieja porque los franciscanos se opusieron a que se celebrase en su
convento.
1.8.2.3
Victoria urbanista en Italia. Al comenzar el año 1380, Luis de Hungría
comprendió que el Cisma le brindaba la oportunidad que venía esperando para
restablecer en Nápoles su poder. Clemente VII, desde Avignon, proyectó entonces
lanzar sobre Italia al duque de Anjou, nombrado rey de Adria por el Papa y
reconocido como heredero de Nápoles por Juan I el 29 de junio de 1380.
Los húngaros se adelantaron enviando a Carlos de Durazzo a Italia. Urbano
VI declaró 3ª deposición de Juana y coronó con toda solemnidad a Carlos en Roma.
La resistencia fue nula. Sólo entonces apareció en Italia, en el verano de 1382, el
94
duque de Anjou. Le apoyaba una flota de galeras castellanas contratada y pagada
por la Curia de Avignon.
Las malas relaciones entre Carlos de Durazzo y Urbano VI facilitaron la
invasión de los angevinos. Carlos intentó reducir a prisión al Papa. Pero Luis de
Anjou murió, a causa de la peste, sin haber conseguido ninguno de sus objetivos.
Los clementistas conservaron en su poder una parte de los Estados Pontificios de
modo que la guerra civil se convirtió en endémica. Urbano VI trató de someter a
Carlos de Durazzo, al que excomulgó. Su causa parecía en 1385 al borde de la
desintegración porque sospechaba incluso de sus más íntimos colaboradores.
En esta fecha la situación se hizo estable.
Las obediencias estaban
distribuidas de tal modo que era inútil esperar la victoria de uno u otro Pontífice. La
significación del Romano estaba disminuyendo a gran velocidad. Sus concesiones
contribuían a fortalecer el poder de las autoridades laicas.
La repercusión más grave tuvo lugar en el mundo universitario. Presionada
por el rey de Francia, la Universidad de París había reconocido a Clemente VII. Los
maestros urbanistas que no eran franceses, abandonaron París instalándose en las
Universidades de reciente creación o contribuyendo a formarlas. Como clemente
tuvo que compensar a los de su obediencia con el derecho a otorgar nuevos grandes
universitarios, el monopolio parisino se quebró para siempre.
Los emigrados
defendieron y propagaron en sus nuevas sedes las teorías conciliaristas y el
inmanentismo de Ockham.
1.8.2.4
La obra de Juan Galeazzo Visconti. Quien lograse tener a Italia
conseguiría desequilibrar el empate de las obediencias. Las discordias entre Carlos
de Durazzo y Urbano VI permitieron a Juan Galeazzo Visconti restablecer el enorme
poder de su tío el arzobispo. El 6 de mayo de 1385 Juan Galeazzo hizo detener a
Bernabé, restableció la unidad de mando en Milán y apeló a la acostumbrada
Asamblea para la legitimación de su poder.
Juan Galeazzo buscó el acercamiento a Francia, casando a su única hija,
Valentina Visconti, con Luis de Turena. La enemistad con Florencia. Para Juan
Galeazzo el momento era favorable. De este modo el único verdadero enemigo era
Florencia.
Juan Galeazzo fue muy hábil: a los esfuerzos de Florencia para constituir una
Liga que se opusiera a los avances milaneses, respondió proponiendo una especie de
alianza general, sin exclusión de nadie, que se fijase como meta la conservación del
statu quo y el alejamiento de las Compañías. Florencia, para defenderse tuvo que
contratar los servicios de Juan Hawkwood.
La muerte de Urbano VI fue acogida con alivio; en pocos años había
conseguido enajenarse todos los afectos. Le sucedió Pedro Tomaceli que tomó el
nombre de Bonifacio IX. La ruina en que su antecesor había sumido a la Santa Sede
le obligó a tomar decisiones escandalosas, que causaron profundo daño al prestigio
del Pontificado.
Bonifacio IX sabía que era necesario para él comenzar por la reconquista del
Patrimonio de San Pedro. Bonifacio consiguió que, por encima de las diferencias
políticas, Milán y Florencia le ofreciesen fidelidad. El 10 de septiembre de 1393
95
lograría la sumisión de Roma. Pero el retorno a la capital no significaba el fin sino el
comienzo de una paciente tarea que nunca pudo completar.
Visconti trataba de aprovechar el Cisma para unir bajo su mano el norte de
Italia, es decir, el antiguo reino lombardo. Los florentinos nunca creyeron, sin
embargo, en las seguridades que el Visconti les daba respecto a que sus apetencias
tenían este alcance limitado. Prepararon un vasto plan para el ataque y destrucción
de Milán; el jefe de las tropas debía ser Juan Hawkwood que estaba casado con una
hija de Bernabé Visconti. Invadido por tres ejércitos, Juan Galeazzo, reclamó la
mediación del Papa Bonifacio IX y firmó una paz el 26 de enero de 1392.
1.8.3 Las “Vías” para la liquidación del Cisma
1.8.3.1
El plan de la Universidad de París. En 1391 Bonifacio propuso una fórmula
de paz reconociendo al cardenal Roberto de Ginebra un vicariato pleno sobre Francia
y España, hasta su muerte. En Avignon, esta propuesta fue rechazada. En la
Universidad de París se estaba produciendo una fermentación de opiniones. Los
grandes maestros defensores en 1381 del recurso a un Concilio como fórmula
salvadora, volvían ahora a un primer plano, porque se necesitaban propuestas
jurídicas con suficiente base doctrinal.
Un informe que la Universidad entregó a los regentes de Carlos VI el 6 de
junio de 1394 había llegado a la conclusión de que existían tres posibles caminos
para acabar con el Cisma, en sana doctrina: la vía cessionis, es decir, la renuncia
voluntaria de ambos Papas; la vía transactionis, designación de árbitros en igual
número por ambas partes que decidiesen quien era legítimo; y la vía Concilii,
convocatoria de un Concilio universal.
No parece que este informe despertara mucho eco entre los gobernantes de
Francia. Pero el 16 de septiembre de este mismo año murió Clemente VII. A toda
prisa se enviaron mensajeros para solicitar de los cardenales una espera en la
elección. Estos se negaron. El 28 de septiembre elevaron al Pontificado al único
español presente, don Pedro de Luna, que tomó el nombre de Benedicto XIII.
Los regentes franceses decidieron convocar una Asamblea del clero francés.
Esta Asamblea decidió que la “vía cessionis” debía ser aplicada como medio idóneo
para acabar con el Cisma. Benedicto XIII mostró el documento que había firmado
con la promesa de abdicación pero advirtiendo que no era éste el modo idóneo de
resolver el Cisma, pues nadie puede obligar a un Papa a abdicar si no quiere hacerlo
y cualquier violencia ejercida sobre alguno de ellos invalidaba automáticamente la
renuncia.
Los cardenales, con sólo tres abstenciones, influidos por la presencia de los
regentes de Francia, accedieron a firmar un documento en el cual declaraban que la
“vía cessionis” era preferible a la “Vía Concilii”. Este no respondía al planteamiento
hecho por Benedicto XIII el cual decía que el primer paso a dar era una entrevista
directa entre ambos Papas. Elaboró una contrapropuesta, a la que llamó “vía
iustitiae”. De acuerdo con ella, los dos Pontífices deberían celebrar una entrevista
acompañados por sus respectivos cardenales para examinar los argumentos de cada
una de las partes.
Los duques calificaron el proyecto de largo y difícil. La Universidad de París lo
rechazó, y sintiéndose respaldada por la autoridad laica comenzó a mostrar un tono
96
agresivo recomendando la sustracción de obediencia y hablando de la necesidad de
reformar la Iglesia. Benedicto XIII, en sus conversaciones con los duques había
descubierto la rivalidad que existía entre los de Borgoña y de Orleáns y procuró un
acercamiento a este último.
1.8.3.2
La sustracción de Obediencia. La rivalidad detectada por el Papa entre
los duques de Orleáns y de Borgoña era muy profunda. Desde 1388 se aprecia en
Francia la constitución de un partido, el que más adelante se denominará de los
“armagnacs”, que preconizaba el fortalecimiento del poder del rey, despendiéndole
de sus grandes parientes que, en sólo años, habían destruido gran parte de la obra
de paz realizada por Carlos V. El duque de Borgoña apareció como cabeza de la
opinión contraria, afirmándose como defensor de las “libertades” especialmente
entre los gremios de la ciudad de París. En política exterior el duque de Borgoña
patrocinaba el acercamiento a Inglaterra, para lo cual Benedicto XIII era un estorbo.
El joven duque de Orleáns, hermano de Carlos VI, estaba inserto entre los
partidarios de acrecentar el poder real, pero no puede considerarse como su jefe. A
éstos llamaron sus enemigos “marmousets” es decir, muñecos. En policía exterior,
el duque de Orleáns procuraba la expansión hacia Italia.
Al regreso de Avignon los duques se enfrentaron.
Carlos VI estaba
prácticamente, fuera de juego porque presentaba desde 1392 síntomas de locura
intermitente. Felipe el Atrevido necesitaba escapar de la trampa que el Cisma
significaba para él. A principios de 1396 arrastró a Carlos VI a una entrevista con
Ricardo II, que se celebró entre Adres y Guines. En ella convinieron marchar de
acuerdo en la cuestión del Cisma, poner fin a la guerra mediante una paz de 28 años
que respetaba el uti posidetis y soslayaba los problemas de soberanía, y concertar
una reconciliación entre familias reinantes por el matrimonio de Ricardo II con una
hija de Carlos VI.
La diplomacia borgoña trabajó intensamente aquel verano difundiendo un
programa: todas las potencias cristianas debían exigir conjuntamente a ambos
pontífices la abdicación, amenazando con sustraer la obediencia si se negaban. Los
tres reyes, que no lograran ninguna otra colaboración, enviaron sus embajadores a
Avignon en junio de 1397 y tropezaron con la rotunda negativa de Benedicto XIII.
Sin respuesta del Papa se abrió, el 29 de mayo de 1398 una nueva Asamblea
del clero en París, con trescientos asistentes. El 11 de junio se procedió a votar la
sustracción. Sólo 53 personas la rechazaron.
1.8.3.3
El fracaso de la “Vía Compromissi”. El descontento crecía, con grave
daño para la autoridad de ambos Pontífices. La Universidad de París pretendía que
se declarasen ilegales todas las rentas y anatas posteriores a la fecha de comienzo
de la sustracción, 27 de julio de 1398. Todavía peor era la posición de Inocencio VII.
Este proyectó convocar un Concilio, con el esfuerzo vano de capitalizar en su favor
las demandas y doctrinas de los conciliaristas.
Una vez más los cardenales,
desentendiéndose de cualquier solución concertada, procedieron a elegir un nuevo
Papa, el veneciano Angelo Correr, Gregorio XII (30 de noviembre 1406). Salvaron
su conciencia obligándose a firmar un compromiso de abdicación en el caso de que
Benedicto XIII estuviese dispuesto a hacer lo mismo.
La propuesta romana, abdicación simultanea, llegó a Benedicto XIII en un
momento de declive de su prestigio. El Papa avignonense puso una sola condición:
previamente debía celebrarse una entrevista personal entre él y Gregorio, puesto
97
que en sus manos estaba la absoluta potestad del primado. Gregorio XII no estaba
tranquilo, porque Savona se hallaba en territorio sometido al rey de Francia.
También Segismundo, rey de Romanos, y Ladislao de Nápoles, formularon fuertes
reservas: no quería una solución “francesa” para el Cisma.
Benedicto cedió, aceptando avanzar hasta Portovenere, límite de su
obediencia. Intervino Florencia garantizando en Pisa la seguridad necesaria para el
encuentro y los dos Papas aceptaron la oferta. Había llegado ya el año 1408.
Algunos sectores de la Iglesia empezaron a abrigar esperanzas fundadas en una
rápida solución del conflicto. Sólo faltaba que Gregorio XII recorriese un pequeño
tramo que le separaba de Pietrasanta, cuando se produjeron dos intervenciones
extrañas: Bocicaut apareció con una flota que, se decía, estaba dispuesta a llegar a
Roma; el rey Ladislao de Nápoles ocupó esta ciudad (25 de abril de 1408) afirmando
que se trataba sólo de proteger a Gregorio XII. Pero añadió, además, que era su
propósito hallarse presente a la entrevista.
En tales circunstancias la entrevista podía darse por fracasada. Gregorio XII
no acudió al lugar señalado alegando que había allí una trampa dispuesta en contra
suya.
La división de la Iglesia había salido de los estrictos límites de la disciplina
para entrar en un terreno doctrinal. El conciliarismo aparecía como una posición
extrema, contraria a la autoridad jerárquica, peligrosamente revolucionaria, pero tan
difundida que Gregorio y Benedicto no encontraron otro medio de defensa que
proceder, ellos también, a la convocatoria de Concilios.
1.8.4 Los grandes cambios políticos
1.8.4.1
Cisma y política. Los investigadores insisten en señalar que el Cisma ha
ejercido amplia influencia sobre los acontecimientos políticos. No quieren decir con
esto que haya provocado los grandes cambios del tránsito del Siglo XIV y XV sino
que ha contribuido a modificar muchas de las acciones.
A la inversa, en la solución del Cisma sin que se entrase en la vía del
conciliarismo, influyeron los grandes cambios políticos. Constanza estuvo pendiente,
en todo momento, de la actitud de los poderes políticos europeos.
1.8.4.2
La revolución lancasteriana. La expedición a España causó la ruina del
duque de Lancaster y, por consiguiente, el desprestigio de su política.
La alta nobleza, presidida por tres linajes, Arundel, Percy y Neville, pasó a la
oposición, ofreciendo su apoyo a los duques. Refugiados en Francia, los nobles
ingleses reconocieron precisamente a Enrique de Lancaster como su jefe.
Reclutando mercenarios, formó un ejército, desembarcó en Inglaterra y derrotó a
Ricardo II (1399), haciéndole desaparecer a continuación. Sin aclarar los derechos
que le asistían, fue coronado rey Enrique IV.
Los Lancaster se apresuraron a rectificar la política favorable a los proyectos
de Francia en la cuestión del Cisma. Pero firmaron nuevas treguas en Leulingham,
que se prolongaron durante varios años. Enrique IV trataba de aprovechar el Cisma
y la perentoria debilidad de los Papas romanos, para llevar a cabo un proceso de
incorporación de bienes de la Iglesia que debía proporcionarle mucho dinero. En
98
Cisma permitió a los monarcas de la Casa de Lancaster intervenir en la colación de
todos los beneficios eclesiásticos y en todos los nombramientos.
Estos métodos y otros que se emplearon para obtener dinero, dieron a los
Lancaster muy mala fama, como avaros y tiránicos.
Incapaz de organizar una buena defensa, Enrique IV acudió al procedimiento
de otorgar licencias de corso a capitanes particulares; así se constituyó la primera
generación de piratas famosos. Este modo de lucha provocaba represalias de otros
corsarios, franceses o españoles, sobre las costas británicas. El golpe de Estado
borgoñón en Francia y la pacificación del País de Gales por el príncipe heredero,
Enrique, devolvieron a Inglaterra la paz exterior.
Además, desde 1408, una
hermana de Enrique IV, Catalina de Lancaster, pasó a ser regente en Castilla y las
relaciones con este reino cambiaron.
1.8.4.3
Rey, nobles y Parlamento. Para los nobles, como
revolución lancasteriana era algo más que un simple cambio
llegado la ocasión de imponer un nuevo régimen político. En
reclamó que la administración del país se hiciera en todo caso a
para los Comunes, la
de personas. Había
1399, el Parlamento
través del Consejo.
Por su parte la nobleza reclamaba con la misma insistencia un gobierno
compartido entre el rey y los barones. Entre nobleza y Parlamento hubo algunas
coincidencias y simultaneidad en las acciones pero nunca una cooperación. El
reinado de Enrique IV fue una lucha continua para preservar el poder monárquico de
la ambición de aquellos mismos que le ayudaran a conquistarlo. Afortunadamente
para él, la nobleza británica, como la de los otros reinos de Europa, se hallaba
profundamente dividida y la divergencia de intereses entre ella y los Comunes,
creaba una autentica incompatibilidad.
La cabeza de la oposición nobiliaria contra el rey estaba ocupada por
Edmundo Mortimer.
En 1403, Enrique Percy, su hermano Tomás, conde de
Worcester, y su sobrino Hotspur, reclamaron el ducado de Lancaster y se lanzaron a
su conquista con las armas en la mano. Enrique IV se adelantó a su revuelta y les
derrotó en Shrewsbury, impidiendo la extensión del movimiento. Cuando Enrique
Percy, capturado, compareció ante los Lores, éstos se negaron a admitir que se le
considerase como un traidor y reclamaron al rey su libertad.
Enrique IV apeló a un verdadero golpe de Estado: al convocar un nuevo
Parlamento en Coventry (6 de octubre de 1404), pasó aviso a todos los sheriffs para
que vigilasen las elecciones. El resultado fue una Cámara fiel al soberano, que
suprimió los tesoreros, se olvidó de reclamar la responsabilidad del gobierno ante el
Parlamento y condujo sus voces de protesta, siempre moderadas, hacia la riqueza
del clero. Los nobles de la oposición clamaron contra la tiranía del rey y se lanzaron
a una nueva revuelta (febrero 1405), acaudillada por Edmundo Mortimer y Enrique
Percy, que fue sofocada.
1.8.4.4
Consolidación de la monarquía castellana. La autoridad monárquica se
benefició de las nuevas condiciones económicas que situaban a Castilla en el centro
de un eje que unía la industria textil de Flandes con el oro de los puertos africanos.
La nobleza castellana aparece hacia 1390: un sector reducido de parientes de la
dinastía real se dispone a tomar en sus manos el poder en nombre del monarca; la
media y baja nobleza pretende una defensa de la autoridad real que es garantía de
99
su propia estabilidad.
En conjunto, alta, media o baja, la nobleza se siente
profundamente penetrada por el sentimiento de la caballería.
El rey que personifica la caballería es, sin embargo, Juan I de Castilla,
utilizando el modelo de las Ordenanzas de Pedro IV de 1344 había emprendido una
reforma política que, conservando un poder ejecutivo muy fuerte intentaba
establecer una autentica división de funciones de corte moderno, judiciales,
legislativas, administrativas y de policía.
Las reformas políticas y administrativas se edificaron sobre el denominador
común de una renovación religiosa.
La muerte de Juan I de Castilla (9 de octubre de 1390) provocó un
momentáneo vacío de poder que aprovecharon ciertos clérigos, en especial el
arcediano de Ecija Fernando Martínez, para provocar una matanza de judíos. El
fenómeno, iniciado en Sevilla, se extendió hasta Barcelona haciendo desaparecer
algunas juderías florecientes, causando muchas víctimas y robos y obligando a la
forzada conversión de quienes querían salvar la vida. Contra los judíos se agitaron
los posos de un descontento social. La nobleza media y baja cerró filas, proclamó
prematuramente a Enrique III mayor de edad, y eliminó a los parientes reales. La
nobleza vencedora, para perpetuarse en el poder constituyó un sistema de Ligas, es
decir, de partidos políticos.
1.8.4.5
El largo camino hacia Caspe. Desde 1396 era rey de Aragón Martín el
Humano. Las relaciones con su sobrino Enrique III fueron excelentes. Martín insistió
una y otra vez hasta conseguir que, desde 1400, el monarca castellano se inclinase a
aceptar los puntos de vista de Benedicto respecto a la “vía iustitiae”. Otro miembro
de la misma generación fue Carlos III de Navarra, unido también a Enrique y a
Martín por lazos cordiales. Carlos, llamado el Noble, consiguió elevar a Navarra
desde un estado de ruina en que quedara con Carlos II hasta una apreciable
prosperidad.
Estas relaciones de amistad, confianza en la paz y unión de intereses,
desempeñan un papel muy importante en Caspe.
El 25 de diciembre de 1406, murió, en plena juventud, Enrique III. Temiendo
seguramente las ambiciones de su hermano confió la custodia del heredero, Juan II,
a su madre Catalina de Lancaster y al partido de nobleza media que gobernaba el
Consejo. Fernando (hermano de Enrique III) aprovechó la reanudación de las
hostilidades con Granada para crearse un fuerte poder militar. Aplastó una revuelta
de los nobles en Segovia y luego se los atrajo proponiéndoles militar en su propio
partido. Buscó la amistad de Benedicto XIII. Esta amistad se convertía más
adelante en firme alianza. El Papa la necesitaba porque tras el fracaso de la “vía
compromissi” no tenia otra alternativa que la de crear en la Península un bloque
indestructible de obediencia.
Las seguridades que se dieron al Pontífice se cobraron bien.
Cuando,
impensadamente, murieron el nieto y el hijo de Martín el Humano, interrumpiéndose
la sucesión directa en la Corona de Aragón, el infante decidió apoderarse de las dos
piezas maestras, la herencia de Martín y la mano de Blanca de Navarra.
Martín el Humano contrajo nuevo matrimonio tratando de obtener
descendencia; no consiguió otra cosa que acelerar el proceso de su enfermedad que
100
le llevaría a la tumba. Mientras tanto deliberaba con sus consejeros para poner en
marcha un procedimiento jurídico que determinase quien era el candidato con más
derechos a la sucesión. Este procedimiento se encontraba aún en fase preparatoria
en el momento en que el rey murió. Los candidatos calificados eran entonces Jaime,
conde de Urgel; Luis de Anjou, nieto de Juan I; Fernando de Antequera, nieto de
Pedro IV. Si se buscaba el parentesco más próximo sin tener en cuenta el sexo
transmisor, Luis de Anjou estaba en mejores condiciones y en el caso contrario Jaime
de Urgel.
Este planteamiento inicial ha servido para que el resultado del Compromiso
de Caspe haya sido juzgado de muy diversos modos, en general de acuerdo con
sentimientos políticos, y haciendo poco caso de los documentos. Lo importante es
tener en cuenta que no se trataba ni de proceder a la elección de un rey ni de
sentenciar en un pleito civil, sino de dar solución pacífica y a ser posible concorde, al
problema planteado por una vacante en el trono. En principio el reino de Aragón era
favorable a Luis de Anjou. Fernando parecía el más alejado del trono.
A propuesta de la Diputación aragonesa los tres reinos peninsulares de la
Corona de Aragón acordaron el 1 de junio de 1411 reunir sus Parlamentos. El
antiurgelismo aragonés creció hasta el extremo: cualquier candidato antes que el
conde. Fernando tenía, sobre Luis de Anjou, la ventaja de poseer tropas y dinero
que garantizaban contra un golpe de fuerza. En septiembre de 1411, cuando el
Parlamento de Aragón se reunió en Alcañiz, la decisión estaba tomada a favor de
Fernando.
En este momento intervino Benedicto XIII.
Mientras se ampliaban los
combates en Valencia, catalanes y aragoneses, respaldados por el Pontífice, firmaban
un acuerdo por el que se comprometían a acatar la decisión que tomasen nueve
juristas. Los partidarios del conde de Urgel trataron entonces de destruir a sus
enemigos en Valencia a fin de tener firmemente este reino. Las tropas del infante
Fernando acudieron en auxilio de sus partidarios y lograron la victoria de Murviedro;
el Parlamento de Valencia fue ganado a su causa.
Una entrevista de San Vicente Ferrer con Fernando y su cuñada Catalina de
Lancaster selló la alianza definitiva entre el infante y el Papa. Valencia y Aragón
querían que Fernando fuese rey. Cataluña no tenía candidato. Cerdeña y Sicilia
afirmaron que aceptarían al que se proclamase. Mallorca dijo que haría en todo lo
mismo que Cataluña. De modo que se acudió a la reunión de Caspe con la seguridad
de que todo estaba decidido de antemano.
La lista de los nueve compromisarios fue redactada por la Justicia Mayor y el
gobernador general de Aragón y aceptada después por los tres Parlamentos. Los
compromisarios comenzaron a llegar a Caspe el 29 de marzo y terminaron sus
trabajos el 24 de junio de 1412.
La Corona de Aragón recibió como rey a quien le parecía que, en las
dificultades circunstancias, económicas y eclesiásticas, podía resultar más útil.
Fernando, que no renunció a sus funciones de regente de Castilla, se convirtió casi
en un rey de España. De acuerdo con las promesas, dio luz verde al programa de
conversión de los judíos, que San Vicente se encargaría de ejecutar. Una resonante
controversia pública en Tortosa, en la que se convirtieron varios rabinos, aparece
como acto inaugural del mismo. En el momento en que el Concilio de Basilea
101
iniciaba sus tareas, Benedicto XIII parecía contar con la fidelidad de la Iglesia
española.
1.8.5 La Vía Conciliar
1.8.5.1
El Concilio de Pisa. Al cabo de treinta años, la solución conciliar llegaba a
abrirse camino. No por conciencia de su superioridad, sino porque todos los demás
procedimientos habían fracasado. La correspondiente Asamblea del clero vino a
declarar, el 11 de agosto de 1408, que Francia permanecería en adelante neutral sin
obedecer ni a Benedicto ni a Gregorio. La bula de excomunión de Benedicto XIII
envió a París, fue desgarrada en público, mientras se invocaban las libertades de la
Iglesia de Francia.
Dos grandes posturas doctrinales se estaban produciendo: galicanismo y
conciliarismo, contrarias ambas, aunque de distinto modo, a la autoridad del
Pontífice. Para los galicanos las distintas comunidades que constituyen la Iglesia
universal, poseen una estructura orgánica que se manifiesta a través de las leyes,
costumbres y privilegios tradicionales, todos los cuales deben prevalecer por encima
de los nuevos decretos.
Los conciliaristas no se presentaban tampoco como
innovadores sino como gentes que buceaban en el pasado en busca de normas y
leyes que permitieran resolver el conflicto, examinando la infalibilidad de la Iglesia,
las funciones del Colegio de cardenales y el tema del juicio a un Papa. Que la Iglesia
era infalible nadie dudaba; la dificultad surgía en el momento de atribuir a alguien
esta infalibilidad. Porque decir que el Concilio, quien debe ser declarado infalible, no
resolvía en aquellos difíciles momentos toda la cuestión, puesto que ningún Concilio
puede ser considerado ecuménico y legitimo si no es convocado por el Papa y
presidido por el Papa y presidido por él o sus legados. El Pontífice era de tal modo
imprescindible que su ausencia invalidaba cualquier decisión conciliar.
Los
colaboradores de Simón Cramaud elaboraron entonces una nueva teoría: en caso de
Cisma se producía una vacante absoluta. En este caso otra autoridad podía convocar
legítimamente el Concilio a fin de que éste diera a la Cristiandad un nuevo Papa. La
mejor facultad era la poseída por el Colegio de Cardenales.
En Pisa se había reconstruido el Colegio de cardenales, aceptando a todos los
que, de una u otra obediencia, acudieron a incorporarse a él. El Colegio convocó un
Concilio que abrió sus puertas en marzo de 1409: asistieron representantes de
Alemania, Polonia, Inglaterra, la Orden Teutónica y, sobre todo, franceses, que
dominaron las deliberaciones. Ellos dieron a las intervenciones un tono violento de
ataque al Papa.
Conforme al acuerdo tomado por el Concilio de Perpiñan, acudieron a Pisa
embajadores de Benedicto XIII y de Martín el Humano, proponiendo la abdicación de
aquél si se garantizaba que Gregorio XII haría lo mismo. Esto era lo pactado antes
de emprender la “vía compromissi”. Los conciliaristas se negaron a tomar en
consideración la propuesta y rechazaron con insultos a los embajadores. El Concilio
había declarado contumaces a ambos Papas (30 de marzo) sometiéndoles a proceso
y dictando contra ellos sentencia (23 de mayo de 1409). Tras un pequeño plazo de
espera, en que se les invitó a comparecer, fueron depuestos, el 5 de junio, como
herejes y cismáticos. Se había producido en la práctica una de las posibilidades
discutidas doctrinalmente por los teólogos: el Concilio juzgaba al Papa. El 15 de
junio veinticuatro cardenales se reunieron en Conclave. Baltasar Cossa empleó toda
su influencia hasta conseguir la mayoría a favor de Pedro Filarges, que se convirtió
en Papa Alejandro V el 26 de junio de 1409.
102
El Concilio accedió a las maniobras de Cossa y de Cramaud porque se había
asegurado a la exaltada mayoría que el Papa era imprescindible para continuar las
tareas de reforma “in capita et in membris”, de la que iba a salir una Iglesia
totalmente nueva, aligerada del peso de la jerarquía. Pero no sucedió así. El
Concilio suspendió sus tareas después de otras dos sesiones bastante anodinas. En
pie quedaba únicamente el drama profundísimo de la división de la Cristiandad entre
tres sedicentes Pontífices.
1.8.5.2
El primer Juan XXIII. Benedicto XIII comenzó a prepararse, desde el
verano de 1411, un refugio seguro en Peñíscola. Gregorio XII, desamparado por
Venecia, había huido a Nápoles en julio de 1409, acogiéndose a la protección poco
fiable de Ladislao. Una parte de Alemania y Francia, gobernada por los borgoñones,
reconoció a Alejandro V, que verdaderamente apenas si gobernaba el terreno
cubierto por los mercenarios de Baltasar Cossa.
Alejandro, que carecía de los arrestos de su cardenal, no quiso acompañarle a
Roma, en donde el poder verdadero estaba en manos de Pablo Orsini, y se instaló en
Bolonia. Aquí murió, inesperadamente, el 29 de abril de 1410. Baltasar Cossa
regresó a toda velocidad para convencer a los cardenales de la necesidad de elegir
nuevo Papa; ellos accedieron favoreciéndole con sus votos. La única salida posible
parecía precisamente encomendar a Cossa la tiara, que ciñó el 17 de mayo de 1410
con el nombre de Juan XXIII, evocación del Papa que luchara contra Luis de Baviera
proyectando su programa sobre Italia.
Juan XXIII fiaba la victoria de su causa a la rapidez con que sus soldados
conquistasen Nápoles. Pero a sus espaldas los Malatesta ofrecían de nuevo sus
servicios a Gregorio XII y se apoderaban de Bolonia. Su objetivo era construir un
fuerte dominio personal a costa de los Estados Pontificios. Mientras tanto Juan XXIII
derrotaba a Ladislao en Roccasecca (1411) e instalaba a Luis II en Nápoles,
confiando en su capacidad para rematar la conquista. Inmediatamente volvía a
Roma para convocar el Concilio que debía acordar las oportunas medidas de
reforma. Pero Luis II demostró ser un incapaz; regresó a Marsella dejando que el
Papa se las entendiese con Ladislao.
En junio de 1413 Ladislao se apoderó
nuevamente de Roma, obligando a Juan XXIII a huir.
1.8.5.3
El Concilio de Constanza. Un hecho se presenta como la raíz de la
reconstrucción: el 21 de julio 1411, Segismundo de Bohemia, rey de Hungría, fue
aceptado por los electores como rey de Romanos. Toda su acción política, que se
movía en coordenadas europeas, necesitaba imprescindiblemente de un Papa. Era
especialmente grave el problema bohemio en donde Juan de Hus acababa de
retirarse para poner en orden su doctrina, después de haber provocado con ella una
división completa.
Por tratarse de una cuestión doctrinal y no política o
administrativa, Segismundo comprendió que sólo podrían resolverla el Papa y su
Concilio. Abrazó con decisión el propósito de liquidar el Cisma, evitando los errores
que, por precipitación, se habían cometido en Pisa.
Una serie de puntos fueron establecidos como imprescindibles por el rey de
Romanos. Ningún Concilio puede ser legítimo si un Papa no lo convoca; se trataba
por consiguiente de lograr que uno de los tres existentes, firmara la bula. De este
modo las sesiones no carecerían en ningún momento de legitimidad. En segundo
término sería imprescindible conseguir que todos los poderes cristianos acudiesen al
Concilio, sin excepción alguna, haciéndose presentes en sus deliberaciones por medio
103
de procuradores. Por último los tres Papas tenían que renunciar o serles sustraída
absolutamente toda obediencia. Sólo así el Concilio, legítimamente constituido,
recibiría una situación de sede vacante y podría proceder a la elección de un Papa
para una Iglesia reformada “in capita et in membris”, único e indubitado para toda la
Cristiandad. Este programa era satisfactorio para los ockhamistas y wiclifistas
moderados, porque colocaba al futuro Papa ante el hecho consumado de la reforma.
Por estas razones, el Concilio de Constanza es como el gozne en torno al cual
gira la Historia europea, escenario primero para el enfrentamiento entre la Iglesia
jerárquica tradicional y los reformadores que rechazaban la jerarquía. Juan XXIII
firmó la bula de convocatoria el 9 de diciembre. Gregorio XII anunció que enviaría a
Constanza, como representantes suyos, a Juan Contarini y el cardenal Dominici.
Benedicto XIII, por el contrario, prohibió a sus fieles que asistieran.
Durante aquel año, Juan XXIII trabajó intensamente para convertir a la futura
Asamblea conciliar en una proyección de su propia autoridad, ayudándola a
conseguir la renuncia de los otros dos Papas. El 1 de noviembre, fecha prevista para
la apertura del Concilio, sólo estaban en la ciudad Juan XXIII y sus partidarios. La
intervención de Pedro de Ailly inició el cambio: dando por sentada la superioridad del
Concilio, propuso que se estableciese primero el reglamento para las deliberaciones y
que se abriesen negociaciones con Benedicto XIII y Gregorio XII.
El 24 de diciembre llegó Segismundo. Sus agentes habían trabajado con
empeño para conseguir que acudiesen al Concilio representantes que no eran
partidarios de Juan XXIIII. En el intermedio los padres habían examinado la doctrina
de Juan de Hus, presente en Constanza con salvoconducto imperial desde el 3 de
noviembre y estaban decididos a condenarle. El rey de Romanos no quería que Juan
XXIII siguiese presidiendo el Concilio: cuando se incorporaron a él, el 25 de enero,
los representantes de Gregorio XII, Contarini y Dominici, se les recibió con gran
honor. Inmediatamente aceptó la protesta que presentaron respecto a la presidencia
de Juan XXIII. Y ésta terminó.
1.8.5.4
Las naciones unánimes. A pesar de los numerosos conflictos internos
que se produjeron, el Concilio puede ser considerado como una especie de modelo
por su organización y también por el número y amplitud de las representaciones. En
6 de febrero de 1415 los franceses e ingleses hicieron una propuesta, que fue
aceptada: como la Cristiandad se encuentra compuesta por cinco naciones, por este
orden, Italia, Alemania, Francia, España e Inglaterra, la votación de los temas
importantes debería hacerse por “naciones” y no por cabezas. Evidentemente se
trataba de un triunfo de los criterios estamentaristas, pero también una medida de
prudencia.
En la primera fase del Concilio pareció que la revolución que se había venido
gestando en las naciones de la obediencia de Urbano y sus sucesores y que
pretendía reducir a muy poco la estructura jerárquica de la Iglesia, iba a triunfar.
Para que este programa, que atrajo la adhesión de un amplio espectro de
opiniones dentro del Concilio, pudiera triunfar, se necesitaba ahora que ningún poder
laico se mantuviera fiel a cualquiera de los Papas consolidando un Cisma “nacional”.
En marzo de 1415 hubo un destello de esperanza: Segismundo, fuertemente
apoyado por los maestros de París, especialmente por Juan Gerson, consiguió de
Juan XXIII un compromiso de abdicación si sus rivales hacían lo mismo;
simultáneamente se comunicó que Carlos Malatesta tenía el acta de renuncia, sin
104
condiciones, firmada por Gregorio XII. Pero en la noche del 20 al 21 de marzo, Juan
huyó de Constanza, en donde no se sentía seguro, y no se detuvo hasta llegar a
Friburgo, en busca de la protección de Federico de Austria y sus tropas. Las
circunstancias habían cambiado y Federico no quiso patrocinar un acto de rebeldía.
Fue pues un Concilio sin Papa, y enteramente en manos del emperador el
que, sin respetar el salvoconducto que Segismundo otorgara, juzgó a Hus entre los
días 5 y 8 de junio de 1415 y le condenó a muerte: los revolucionarios triunfantes no
estaban dispuestos a tolerar ninguna disidencia. Dos días antes de la ejecución de
Hus, Dominici leyó dos decretos de Gregorio XII: el primero legalizaba al Concilio
sumando su convocatoria a la inicial de Juan XXIII; el segundo proclamaba su propia
abdicación.
Por medio de Fernando de Aragón se concertó una entrevista entre
Segismundo y don Pedro de Luna. Como la enfermedad del rey de Aragón no
consentía a éste desplazamientos largos, Segismundo llegó hasta Perpiñan, con un
séquito. En la entrevista no pudo intervenir apenas Fernando y fue su hijo Alfonso,
el futuro rey de Nápoles, quien hizo gala de sus grandes dotes diplomáticas.
Benedicto se negó a abdicar, encerrándose en una argumentación de canonista
prácticamente indestructible. Don Pedro de Luna volvía así a las posiciones antiguas
que siempre defendiera: la autoridad frente a la revuelta.
La postura de Benedicto fue el primer toque serio de atención sobre lo que en
Constanza estaba sucediendo: se había abierto debate entre la autoridad del Papa y
la del Concilio. Don Pedro de Luna se negó a abdicar.
Sólo quedaba una esperanza para el logro de la unanimidad de las naciones:
que la española abandonase a Benedicto. Es lo que decidió Fernando de Antequera.
El 15 de diciembre de 1415 sus embajadores firmaron con los del Concilio un
acuerdo comprometiéndose a sustraer la obediencia y a acudir a Constanza, a
cambio de ciertas compensaciones económicas en las rentas eclesiásticas y, sobre
todo, de la transferencia de los obispos sicilianos y sardos a la nación española, lo
que daría al rey de Aragón el dominio absoluto sobre ésta.
Liquidadas las cuestiones previas,
1.8.5.5
La elección de Martín V.
condenados los escritos de Wyclif y de Hus, para demostrar que nada tenia que ver
el conciliarismo reformador con los extremistas, y asumida por el Concilio la suprema
autoridad sobre la Iglesia, se pusieron de manifiesto las divisiones. En el programa
de los que impusieran el decreto de la sesión V, venía ahora la reforma, antes de la
elección. Los moderados querían que se procediese antes al nombramiento del
Papa, sin el cual no aceptaban la reforma. La mayor parte de los reformadores
revelaron entonces lo que pretendían: modificar el sistema de colación de los
beneficios y arrancar al Papa el control de las rentas eclesiásticas, para hacer la
Iglesia una institución más horizontal.
Ninguna reforma podía considerarse válida si no existía un Papa que
refrendase los decretos, porque la legitimidad e infalibilidad de la iglesia dependen
de la comunión con Pedro. Había, por tanto, que demorar todos los programas hasta
que hubiese un Papa indubitado. Segismundo se encolerizó de tal modo ante esta
resistencia inesperada. La explicación es simple: la penetración del ockhamismo en
las Universidades alemanas, la difusión de las doctrinas wyclifistas y la cólera
despertaba en Bohemia por la condena y muerte de Juan de Hus reclamaba de él
105
que se presentara ante sus súbditos como el “libertador” de la Iglesia que no tendría
en el Papa una autoridad indiscutible sino sólo una cabeza culminante.
Pedro de Ailly, cardenal, dio un paso adelante cuando afirmó que la reforma
no podía hacerse sin el Papa y presentó, para tranquilizar a los exaltados, un plan de
elección en la que, por una sola vez, se admitiría la intervención, junto con el
Colegio, de un número de representantes de las “naciones” igual al de cardenales.
De este modo los embajadores castellanos, que eran los más tibios conciliaristas de
todos, se encontraron en la clave del arco de la cuestión: Papa o Concilio.
Los embajadores entendieron muy bien lo que de ellos se esperaba porque su
reino se encontraba en una posición.
El 3 de abril declararon que no se
incorporarían al Concilio mientras no se hubiese decidido la elección. Ailly dio a su
plan una redacción definitiva, que se conoció bajo el título de Ad Laudem, y lo
presentó. Los embajadores castellanos se adelantaron a calificarlo de satisfactorio.
Como medida de seguridad el plan prevenía que el elegido tendría que serlo por
mayoría de dos tercios, tanto de cardenales como de representantes de las naciones.
Segismundo reclamaba ahora un derecho de veto mientras circulaban
rumores en Constanza acerca de que pretendía detener o asesinar a los obispos que
se le resistiesen. El pacificador se convertía así en opresor, que buscaba hacer del
Concilio un instrumento para su política. Los cardenales contaban ya con dos votos
seguros a los que se sumó el de la nación francesa y, por tanto, con la mayoría de
las naciones.
Como una compensación a los reformadores derrotados, se aprobaron, cinco
resoluciones: a) el decreto llamado Frequens que anunciaba un nuevo Concilio para
cinco años después del de Constanza y una regularidad en las reuniones, cada diez
años; b) la supresión de los spolia; c) la aceptación de que el Concilio podría reunirse
sin convocatoria pontificia en el caso de un nuevo Cisma; d) supresión del derecho
de trasladar obispos que el Papa tenía, y e) redacción de una fórmula de fe que cada
Papa debía jurar. La rápida evolución de la guerra en sentido favorable a Enrique V,
modificó la postura británica. La nación inglesa aceptó también el plan de los
cardenales. Segismundo quedó solo, y vencido.
El 8 de noviembre de 1417 dio comienzo el singular Conclave. Concluyó el
día 11 con la designación del cardenal romano Otón Colonna, que no era tan
relevante que pudiera despertar envidias. Tomó el nombre de Martín V a causa de la
festividad del día. El Papa confirmó las sentencias contra la doctrina de Wycliff y de
Hus. En enero de 1418 presentó ante el Concilio un mínimo plan de reforma que se
proponía llevar a cabo durante su Pontificado, el cual se convirtió en siete decretos
aprobados el 21 de marzo de 1418. de acuerdo con él, se reduciría el número de
cardenales a 24; habría cuidadosa vigilancia contra la simonía y absentismo de los
cargos; la colación de beneficios se haría de acuerdo con el derecho ordinario, siendo
imprescindible la confirmación del Papa cuando se tratase de obispados o de abadías
importantes; grados universitarios serian exigidos en determinados oficios
eclesiásticos. Al día siguiente se clausuró el Concilio.
106
CAPÍTULO 2. LA INVOLUCIÓN DEL SIGLO XV
2.1
RECONVERSIÓN ECONÓMICA
2.1.1 Cambios en la estructura agrícola
2.1.1.1
Superación de la crisis. El Siglo XV tuvo que recoger una pesada
herencia, y remontarla. A fines del Siglo XV la elevación de los precios del trigo
instigará a la extensión de los cultivos, pero en forma moderada. La ganadería
aprovechó por tanto la crisis para imponer su preeminencia sobre la agricultura.
Los efectos de la crisis habían sido tan profundos que la economía agraria se
movió bajo signos negativos hasta el último cuarto de la centuria. La estructura
campesina era tan débil que cualquier situación de guerra o de anarquía política le
afectaban profundamente.
La superación de la crisis no fue un simple retorno al pasado; vino
acompañada de tales cambios que los historiadores actuales prefieren referirse a
ellos como a una “involución” o una “reconversión”. La venta de los productos
superaba al autoconsumo. En ciertos casos se comprueba cómo la nueva coyuntura
favoreció a los campesinos porque los dueños de la tierra tenían que darles mejores
campos y en más favorables condiciones. Pero en otros, sucedió exactamente lo
contrario. El fenómeno es, sin duda, de gran complejidad.
La influencia del comercio sobre la agricultura se vio acrecentada porque los
reyes y príncipes territoriales procuraron estimular y proteger aquellos productos que
les permitían aumentar sus ingresos.
Hubo mejora para ciertos grupos de
campesinos propietarios, que pertenecían a la nobleza, a la burguesía y al estado
llano indistintamente.
En el Siglo XV se produjeron algunos movimientos insurreccionales
campesinos, a veces tolerados o estimulados por los propios reyes. La solución del
problema no era fácil porque cada una de las partes estaba convencida de la
absoluta justicia de su causa: los señores proponían devolver a los remensas la
libertad, pero con renuncia a la tierra; los campesinos querían exactamente lo
contrario, que desapareciesen los “malos usos” conservando la tierra.
2.1.1.2
La influencia del comercio. El papel directivo que el comercio asumió
sobre la agricultura europea rompió la asociación cereal-ganadería, característica de
los Siglos centrales de la Edad Media. Y se introdujo, en cambio, la que se llamó
cultura promiscua, que pretendía asociar viñedos y frutales con el trigo, porque
aquellos eran más venales.
En especial, los campesinos comenzaron a tener
oportunidades de lograr algunas ganancias auxiliares, porque se requería su tiempo
para emplearlos en trabajos industriales. La ganadería se convirtió, en Inglaterra,
España e Italia meridional, en actividad independiente y principal.
2.1.1.3
El modelo inglés. La reconversión agraria aparece en Inglaterra como
una sustitución de cultivos por ganadería. A la inversa de lo que sucede en España,
los ganaderos defendían las cercas con que protegían sus pastos, mientras que los
agricultores querían que se mantuviese el antiguo sistema del “open field” y la
rotación de los cultivos.
Los ganaderos necesitaban de las “enclosures”
precisamente para sustraer sus campos a cualquier intrusión.
107
2.1.1.4
La mesta47 española. La agricultura castellana quedó retrasada a
causa de la crisis. La característica económica de Castilla48 será la ganadería. Los
campesinos defendieron aquí el derecho a cerrar los linderos frente a los pastores
que mantenían la tradición del campo abierto y el acceso de las ovejas a los cultivos.
La más antigua organización de policía para custodia de los caminos, la Hermandad
Vieja de Talavera49, Toledo50 y Ciudad Real51, tiene relación con esta actividad
ganadera.
En la práctica, la Mesta se encargaba de organizar la trashumancia52, que se
hacía por caminos previamente establecidos, “cañadas”. Tres grandes cañadas,
entrelazadas por múltiples caminos secundarios, cruzaban el país de norte a sur,
permitiendo a los rebaños pasar de los pastos de invierno a los de verano. La Mesta
proporcionaba a los monarcas castellanos ingresos tan importantes que éstos le
otorgaron su completa protección. Entre Alcaldes y los campesinos se desató una
guerra sorda, terca y a veces terrible, en la cual la Mesta, favorecida por reyes y
nobles, obtuvo las principales ventajas.
En el último cuarto del Siglo XV alcanzó su organización definitiva. Más de
mil pleitos libró la Mesta en veinticinco años, obteniendo sentencia favorable en la
mayor parte de ellos. Consiguió sobre todo tres edictos53 reales, con categoría de
leyes, que asentaron definitivamente incorporados todos los caminos que se
hubiesen utilizado por los rebaños en los últimos cincuenta años; el Edicto de 1491
prohibía las “enclosures” y autorizaba a los pastores a destruir bosques para
convertirlos en pastos; la pragmática de 1501, que dando una especial interpretación
a la enfiteusis, permitía a la Mesta conservar cualquier tierra que hubiese arrendado
u ocupado por espacio de diez meses sin protesta por parte de sus dueños.
No hay duda de que gran parte de la potencia económica y militar alcanzada
por Castilla se debe a la Mesta, pero el sacrificio de la agricultura a favor de la
ganadería provocó, desde finales del Siglo XV, consecuencias muy desfavorables
para la provisión alimenticia, abocando a España a situaciones cada vez más graves
de deficiencia de cereales.
2.1.1.5
Integración de la agricultura en la economía del dinero. Se advierte
muy bien, cuando se analizan los dominios nobiliarios que habían iniciado desde fines
del Siglo XIV, un proceso de reconstrucción en el cual, con pocas excepciones, se
renuncia a exigir servicios personales sustituyéndolos por rentas o aparcerías.
En relación con la industria ciudadana se intensificó el cultivo de plantas
textiles, especialmente el lino. Algunas industrias se instalaron en el campo,
especialmente en el hierro; el papel, que cubría dos amplias zonas europeas; y los
encajes y bordados. Para luchar contra la disciplina de las gildes artesanas, los
47
Mesta: Agregado o reunión de los dueños de ganados mayores y menores, que cuidaban de su crianza
y pasto, y vendían para el común abastecimiento.
48
Estado al Noroeste de España.
49
50
51
Ciudad en Castilla de la Mancha al Centro de España.
Idem.
Idem.
52
Trashumancia: Pasar el Ganado con sus conductores desde las dehesas de invierno a las de verano, y
viceversa.
53
Edicto: Mandato, decreto publicado con autoridad del príncipe o Magistrado.
108
grandes comerciantes de las ciudades industriales recurrieron cada vez más a los
pequeños talleres campesinos dispersos.
La agricultura europea utilizó los intercambios dinerarios como parte esencial
de su actividad. El campo de las postrimerías del Siglo XV era débil en situación de
guerra, convirtiéndose en víctima propiciatoria de los soldados, pero muy fuerte en
cambio por su constancia, su tenacidad y su conservadurismo.
2.1.2 Los comienzos del capitalismo
2.1.2.1
Cambios en la estructura mercantil. La crisis no afectó al volumen de
los negocios, pero sí a su distribución. La política dominaba a la economía; el
crecimiento de las monarquías obligaba a los comerciantes a plegarse a una política
exterior que no podían dirigir, tratando de sacar el mayor provecho de ella. Aparecía
además la colaboración con los soberanos y determinados comerciantes.
El conservadurismo a ultranza fue tan sólo signo de agonía que acompañaba
a la total capitulación. Al conservar una apariencia de estructura autónoma, la
ciudad se integraba en el Estado.
Muchos núcleos urbanos crecieron en el número de habitantes, haciendo más
compleja la vida, provocando de modo especial problemas de aprovisionamiento. El
comercio de productos alimenticios, complicado, difícil y de escaso margen de
beneficios, se convierte sin embargo en actividad primordial porque la ciudad ha
hecho crecer la demanda de alimentos y vestidos.
Nuevas industrias aparecen. La apasionada búsqueda de metales preciosos y
de materias primas difíciles, condujo a los viajes de descubrimiento portugueses,
italianos y españoles, los cuales obligaron a su vez a introducir mejoras en los
modelos y técnicas que se aplicaban a la construcción de buques.
Por último, y esto es lo más importante, una nueva mentalidad estrictamente
capitalista acompañó al gran comercio. Las sociedades mercantiles sustituyen a los
simples individuos. La riqueza obtuvo dignidad y fue protegida por las leyes.
Hasta mediados del Siglo XV el comercio mediterráneo conservó su absoluta
primacía; las especias producían aún los mayores beneficios. Sólo en las tres
últimas décadas de este Siglo, con la instalación de los europeos en Azores,
Canarias54, Madeira55, Guinea56 y con los viajes a América, puede decirse que
termina el viejo orden medieval.
2.1.2.2
La nueva estructura ciudadana. La ciudad, en el Siglo XV, capitula
ante los nacientes poderes estatales y en donde el soberano no existe, se convierte
ella misma en Estado. Las antiguas ciudades eran, desde principios del Siglo XV,
capitales de Estados.
Señoría, era el nombre que se daba tradicionalmente en las ciudades al
supremo organismo ejecutivo. Lo que se hace en el Siglo XV es sustituir dicho
organismo colegial por una sola persona. Una nueva mentalidad, consecuencia del
54
55
56
Islas al sur de Portugal en el Océano Atlántico.
Idem.
País al oeste de África.
109
humanismo, que hacía del gobierno una obra de arte y de las cualidades del príncipe
una virtud, ayudó mucho a esta identificación de la autoridad con una persona. Los
nuevos amos procuraban favorecer a núcleos urbanos diferentes del de la capital,
para disminuir el papel directivo de ésta, y sometían a las gildes a su poder. Esto
último no era difícil por cuanto el capitalismo inicial se desarrollaba en ámbitos
internacionales. Todos los príncipes protegieron a los humanistas, a los eruditos y a
los artistas, pero les integraron en una servidumbre personal. Esto es el mecenazgo,
que dura hasta fines del Siglo XVIII y que no distingue demasiado entre un gran
músico y un buen cocinero.
En toda Europa el sometimiento de la ciudad al Estado y, en nombre de éste,
al príncipe soberano, se justificaba con dos razones: la imparcialidad que su propio
poder aseguraba y la capacidad para imponer el orden.
En las grandes monarquías el sometimiento de las ciudades fue tarea fácil:
bastaba a los reyes con extender, poco a poco, el uso de funcionarios de
nombramiento real. En general la intervención de los monarcas era recibida con
alivio porque traía consigo mejoras en la administración de la justicia y en la paz
interior. Como compensación se ofrecía a los miembros de las antiguas oligarquías
dominantes una mayor integración en las asambleas estamentarias, que también
estaban sometidas al rey. Las nuevas autoridades tenían que ocuparse ante todo de
mantener abastecido el mercado para contener el alza de precios.
2.1.2.3
Los transportes marítimos. La aparición de la mentalidad capitalista
fue resultado de una doble influencia: el cambio en la actitud del hombre que
valoraba más el éxito que la intención puesta, y
la remoción de los obstáculos materiales,
políticos y morales que, durante Siglos, se
habían opuesto al desarrollo del comercio.
Figura 17. Réplica de la Carabela Pinta.
Museo de la Carabela, España.
Se produjo en el Siglo XV una auténtica
carrera de emulación entre los países, para
fabricar barcos con mayor capacidad de carga
cada vez.
Los astilleros mediterráneos
conservaron durante mucho tiempo la primacía.
Casi todos los reyes del Siglo XV ofrecieron
estímulos económicos para los constructores de
barcos de gran tonelaje. Estos eran siempre
escasos en número. El comercio de cabotaje se
efectuaba
con
embarcaciones
que
no
superaban las cien toneladas.
Cuatro notables progresos se añadieron para hacer más eficaz el sistema de
comunicaciones marítimas: el avance de los conocimientos cartográficos permitió
disponer de mapas con indicaciones de puertos y rutas; la invención del timón de
rueda; el uso de la vela latina; el descubrimiento de la brújula.
La propiedad de barcos capaces de vencer el invierno y la larga distancia, se
convirtió en primer modelo de empresas capitalistas. La escasez de naufragios hacía
bajar los fletes y aumentaba la competencia.
2.1.2.4
Las compañías mercantiles. Subsistían en el Siglo XV las commenda –
con tres cuartas partes de beneficio para el capital invertido y una cuarta parte para
110
el trabajo realizado- y las societates térrea- en que las ganancias se reparten a
prorrata entre el capital invertido, una vez que se abonaban todos los gastos- pero el
modelo que tendía a difundirse por todo el ámbito mediterráneo era la compañía.
Pero en Florencia57 se produjo, dentro del Siglo XV, el salto decisivo al modelo
capitalista en que la persona desaparece tras el dinero.
La compañía capitalista florentina es el resultado de
adaptaciones que se produjeron a lo largo del Siglo XIV.
experiencias y
El capitalismo del Siglo XV aparece íntimamente asociado a los poderes
públicos y, a menudo, tiene carácter internacional. La relación con los poderes
públicos no se buscaba únicamente por los beneficios monetarios sino sobre todo
porque el apoyo moral, jurídico y político que de ella originaba, era utilizado para
establecer nuevos negocios.
Todas las rentas de la Iglesia pasaban por manos de los banqueros. El cobro
de dichas rentas tenía cierto tono de gestión espiritual, y estaba protegido por la
autoridad de la Iglesia. Los banqueros italianos hicieron también buenos negocios
vendiendo sal de Ibiza58 y de Torrevieja59 a un precio superior al que le correspondía
en el mercado, gracias al apoyo político de Fernando el Católico, que era el
propietario de las salinas.
Todas las compañías italianas habían evolucionado en el Siglo XV en sentido
capitalista: el dinero sustituyó completamente al hombre; el comerciante dejó de
acomodarse a un tipo determinado de mercancía para buscar el negocio donde era
posible encontrarlo; operaba a grandes distancias y necesitaba poseer una formación
intelectual muy elevada. Estos tres rasgos tuvieron como consecuencia que, aunque
la riqueza siguiese acumulada en pocas manos, las de una sola familia o un grupo
reducido de familias, la compañía se basase en el empleo de factores60 que eran en
esencia asalariados, aunque a veces se les dejaba participar en el capital y
beneficios. Estos factores estaban obligados a escribir constantemente, dando
noticias, comunicando sus conocimientos.
Cada factor era instruido cuidadosamente en la importancia que tenía la
correspondencia, que se conservaba, dando origen a archivos a veces formidables
como será el Datini de Prato o, en el Siglo XVI, el de Simón Ruiz en Medina del
Campo61. Había dos tipos de cartas, uno que contenía informes valiosos para todos
los factores y miembros de la compañía, y otro que se refería sólo a instrucciones o
datos precisos para la dirección de los negocios.
Una de las preocupaciones
fundamentales consistía en tener noticias exactas de los precios y del valor de la
moneda de cada país.
Se recurrió cada vez más al contrato privado, que evitaba la presencia de los
notarios y abarataba el documento. Mientras que en Brujas62 o en Sevilla63 los
banqueros se limitaban aún a recibir depósitos y otorgar créditos, actuando como
57
Ciudad de Toscana en el Centro de Italia.
Parte de las Islas Baleares en el Mar Mediterráneo.
59
Puerto de Valencia al Sureste de España.
60
Factores: entre comerciantes, apoderado con mandato más o menos extenso para traficar en nombre
del poderdante, o para auxiliarse en los negocios.
61
Ciudad de Castilla y León al Norte de España.
62
Ciudad de Flandes Occidental al Oeste de Bélgica.
63
Ciudad de Andalucía al Sur de España.
58
111
agentes de pago para sus clientes, en Italia se practicaba ya el giro que consiste en
pasar de una a otra página el asiento de una cantidad nominal, y se utilizaba una
combinación de préstamo y crédito como medio de asegurar la mercancía. Todas
estas operaciones se realizaban en una divisa fuerte como, el ducado, florín y lira
genovesa. Las partes negociables de un barco o de una compañía eran utilizadas
también como verdadera moneda.
La consecuencia es que el Siglo XV presenció ya en la cuenca mediterránea y
en las zonas relacionadas con ella una multiplicación de la masa monetaria por
medio del crédito y la especulación. Esto era peligroso. Gran parte de ese dinero
había tomado la forma de obligaciones. Los acreedores tuvieron que unirse para
defensa de sus intereses y, ante todo, para asegurar el cobro de los créditos. La
forma normal de defensa consistía en la creación de un Banco público que
garantizase, mediante el control de los ingresos, el pago de las rentas o de los
intereses de la deuda. Las compañías y los bancos consiguieron que la masa
monetaria en circulación se multiplicase por diez.
2.1.2.5
Aparición de la letra de cambio. Los dos progresos más importantes
fueron la letra de cambio y la contabilidad por partida doble, que permitía tener a la
vista de manera continuada el estado de la cuenta.
Raymond Roover64 definió la letra de cambio de la siguiente manera:
“llamamos hoy letra de cambio a lo que era simple letra de feria; la letra de cambio
medieval puede definirse como un cheque a pagar en plaza extranjera y en moneda
diferente de aquella que se ha recibido.” En principio la letra de cambio servía para
eliminar dos riesgos.
Los documentos de los Siglos XIV y XV que registran pagos importantes,
revelan la enorme y heterogénea variedad de piezas que tenían que emplearse. Las
cuentas que se pagan en oro dieron origen a una auténtica caza de monedas en
circulación.
Los reyes trataron de aprovecharse de la escasez de numerario,
manipulando las acuñaciones y justificando que, a veces, se les acusara de
falsificación.
Los monarcas del Siglo XV buscaron y consiguieron paulatinamente una
estabilización del valor de sus monedas, cuando comprendieron que las alteraciones
redundaban en su perjuicio. La letra de cambio fue un esfuerzo, también, para
resolver este problema. En su origen había sido un “contrato de cambio” más
solemne, redactado en presencia de un notario; al prescindirse, en el Siglo XV, del
carácter público de los contratos, se convirtió en un simple cheque, que podía ser
“girado” –es decir, inscrito en el libro de cuentas del banco a favor de otra personao “endosado”, esto es, remitido a un tercero mediante la nota que se escribe al pie
del texto o al dorso del documento.
La letra incorpora una operación de interés y de préstamo disimulado que
Raymond de Roover esquematiza de la manera siguiente: la cantidad recibida a
cambio de la letra debe ser restituida en determinado plazo, pero en plaza distinta y
en moneda diferente; la diferencia que existe en el curso del valor de la moneda
entre uno y otro país, tal y como se conoce por los banqueros, es lo que constituye
64
Escritor. Estudió la Historia Monetaria de la Edad Media y Moderna. Autor del libro “La Evolución de la
Letra de Cambio”. De origen francés.
112
el beneficio, la rentabilidad del dinero empleado. Datos procedentes de Génova65
hacen suponer que las ganancias proporcionadas por las letras de cambio eran muy
escasas, entre un 7 y un 15% del capital. Entre la presentación de la letra y su pago
había un plazo que, en Barcelona66 y Brujas era de treinta días, el cual se
consideraba necesario para comprobar la veracidad del documento.
La letra de cambio cumplía cuatro importantes funciones mercantiles
distintas: pago a distancia de una transacción comercial; concesión de créditos a un
precio mucho más barato que el de la moneda corriente; transferencia de fondos;
préstamo con interés. Cuando una letra era protestada, por no haberse pagado, se
acudía ante el notario para redactar un “contracambium” que obligaba al tirador, que
recibiera el primer dinero, a rembolsar al tomador que tenía la letra. Desde
mediados del Siglo XV se comenzó a practicar también el giro de los cambios, y éste
fue el origen del endoso moderno.
2.1.2.6
Cambios de función en las ferias. Durante el Siglo XV se fundaron
nuevas ferias en todas partes; en su nuevo cometido aparecen con un ámbito más
reducido de influencia y sometidas a los intereses de los príncipes territoriales.
Algunas veces la feria llega a desaparecer, como es el caso de Ginebra, sustituida
por el comercio diario.
Malmö67, en Escania, era el lugar en donde se celebraba la feria anual del
arenque. El arenque era pescado, a su paso por los Estrechos, durante una corta
temporada. En el Siglo XV la Hansa consiguió eliminar de Malmö a sus competidores
holandeses e ingleses, convirtiendo a la feria en un monopolio. La ruina de Malmö
llegará por la convergencia de dos causas, el declive de la Hansa y la difusión del
protestantismo que suprimió la abstinencia.
El fenómeno de la Feria de Leipzig se comprende muy bien. Desempeñaba el
papel de una feria de ferias, como enlace entre Oriente y Occidente y centro de
redistribución de los productos rusos y polacos, es decir, pieles, madera y trigo, que
en Leipzig se intercambiaban con los paños y las manufacturas.
Importante nudo de comunicaciones entre Francia, Italia y Flandes, Lyón68
había conocido ya en el Siglo XIV una considerable prosperidad, merced a sus
banqueros que se distribuían en dos sectores diferenciados de cambio y préstamo.
Se conoce la existencia de dos ferias desde 1420, una de otoño y otra de primavera
que se celebraban alternativamente en cada una de las dos riberas del Saona, es
decir, una vez en territorio alemán y otra en territorio francés. En 1463, Luis XI
decidió convertir a Lyón en el vehículo más importante de sus relaciones mercantiles,
tomando para ello dos decisiones: el senescal de Lyón, fue nombrado guarda de las
ferias; se prohibió al mismo tiempo a los comerciantes franceses que acudieran a
Ginebra69. Cesó con el acuerdo de 1467 que establecía libertad de tránsito de una a
otra. Desde esta fecha Lyón comenzó a recibir visitantes extranjeros, sobre todo
alemanes, españoles e italianos. El apogeo de estas ferias llegó con las primeras
décadas del Siglo XVI.
65
66
67
68
69
Ciudad de Liguria al Noroeste de Italia.
Ciudad de Cataluña al Noreste de España.
Ciudad al Sur de Suecia.
Ciudad al centro de Francia.
Provincia al Oeste de Suiza.
113
2.1.2.7
La difusión de la moral capitalista. Lo que define a estos capitalistas
del Siglo XV y les proporciona su gran capacidad de triunfo, es cierta posición ante la
vida, llena de individualismo y de iniciativa creadora, en paralelo con la que los
artistas y políticos contemporáneos también poseían. El espíritu capitalista nació en
Italia, cuna del humanismo y de la banca. Dos aspectos pragmáticos deben ser
tenidos en cuenta: el cambio de actitud por parte de la Iglesia en relación con el
valor moral de las actividades mercantiles, y los progresos logrados en los que se
llamó “prattica della mercatura” que hizo del comercio una actividad que reclamaba
especial preparación intelectual.
En el Siglo XV, al tiempo que los grandes banqueros consiguen insertar a sus
hijos en la Iglesia en donde aparecen a veces como obispos o como cardenales se
produjo una ruptura entre algunos de ellos y la norma moral. El fenómeno es tan
sutil que no produce escándalo.
Los hombres de negocios se dejaron ganar
lentamente por un sutil racionalismo que presentaba como virtudes fundamentales la
astucia, el cálculo y la desconfianza, en el polo opuesto de la humildad, benevolencia
y caridad cristianas. Eran “virtudes” del intelecto y no del sentimiento. Tenían en
cuenta el éxito y no los caminos que había que seguir para lograrlo.
La práctica de los negocios se parecía ya en el Siglo XV a una ciencia; para
triunfar en ella se necesitaba del manejo de cifras y de cuentas. Aprendiendo, los
grandes comerciantes adquirían conciencia de su superioridad.
El triunfo espectacular de los capitalistas se produjo cuando las grandes
monarquías y los nuevos Estados comenzaron a desarrollar una política que
superaba todas las posibilidades económicas ordinarias, mientras que el Pontificado
tenía que recurrir a las contribuciones de todos los países cristianos y no sólo a las
rentas de su patrimonio. Arrendamientos, monopolios y empréstitos son el origen de
las primeras grandes fortunas y no, como pensaba Sombart70, el ahorro procedente
de la tierra. Desde el Siglo XV las letras de cambio convirtieron en instrumentos
imprescindibles para todas las guerras. Los banqueros, que habían escarmentado en
las experiencias del Siglo XIV, se hicieron rembolsar sus créditos mediante la
concesión de monopolios. Otra cuestión importante es la de la procedencia social de
dichos capitalistas. Pirenne71 afirmó, respecto a ellos, que ninguna clase dominante
sale de otra clase social dominante anterior. Esto no es rigurosamente cierto: los
Spinola, Ricardi, Médicis, Centurione o Grimaldi, que dominaron el horizonte
financiero italiano eran una mezcla de patricios y advenedizos con una parte también
de antigua nobleza.
2.1.3 La evolución del comercio europeo
Hasta mediados del Siglo XV el ámbito
2.1.3.1
El comercio mediterráneo.
mediterráneo siguió siendo el más activo; pero ya las últimas décadas del Siglo XIV
habían presenciado cambios muy sustanciales en su extremo oriental, obligando a
los italianos a renunciar a la ruta del Mar Negro para volver a Egipto y a Siria.
Primero tuvo lugar el hundimiento del gran Imperio Mongol; sobrevino después el
ataque de Tamerlán; por último se produjeron tremendos fracasos en las guerras
contra los turcos.
70
Autor de origen alemán. Escribió múltiples libros sobre el desarrollo del capitalismo, con inclinaciones
marxistas.
71
Autor de origen belga. Escribió múltiples libros acerca del desarrollo económico de la historia.
114
Los esfuerzos realizados por los Estados europeos no permitieron restablecer
las antiguas vías. Se hizo necesaria una reconversión en el comercio, como antes en
la agricultura.
A medida que los italianos eran rechazados del Egeo por los turcos, se
producía una revalorización del Tirreno, intensificándose las relaciones con el norte
de África. Es significativo, a este respecto, que Venecia72 organizara en el Siglo XV
dos nuevos convoyes. Los puertos del ámbito catalán, crecieron en importancia,
como también las relaciones de dicho ámbito con Alejandría73 y con Chipre74 y
Rodas75. En este sistema comercial, la ciudad de Nápoles76 pasó a ser, con su
capacidad de consumo y sus ofertas de vino, carne y quesos salados, eslabón
esencial. El comercio más activo en el ámbito del Tirreno era el de los productos
alimenticios; resulta también el más difícil de comprender por los reducidos círculos
dentro de los cuales se mueve. El Mediterráneo occidental se había convertido en
importador de trigo, fruta y pescado en conserva.
2.1.3.2
Nuevos centros económicos europeos. La mayor parte del comercio
del Siglo XV parece hallarse en relación con el mar, como sí las comunicaciones
navales fuesen las únicas capaces de permitir un transporte barato de mercancías.
Esta impresión es incorrecta: existen grandes centros de desarrollo económico en
Francia, Alemania del Sur y Lombardía, zonas que estaban situadas al margen de las
grandes rutas del comercio marítimo.
La marginación no significó en este caso emprobrecimiento. La agricultura
consiguió en el sur de Francia un enorme desarrollo, haciendo de este reino un
ejemplo de riqueza. En general las exportaciones de los abundantes excedentes
franceses eran realizadas por extranjeros, más que por nacionales, y daban origen
de este modo a una doble imposición llamada gráficamente foránea.
A fines del Siglo XV, el mercantilismo francés resultaba más moderado que el
castellano.
La prosperidad de Alemania del Sur, especialmente notable en los Siglos XV y
XVI, fue consecuencia de dos actividades que nada tenían que ver con las grandes
rutas: la industria textil de lino y la minería. La feria que funcionaba en Nüremberg77
desde principios del Siglo XIV experimentó un crecimiento ininterrumpido. A través
de Génova los banqueros alemanes tomaban contacto con el Mediterráneo
occidental.
La explotación de las minas de plata, zinc, cobre y estaño progresó en el Siglo
XV gracias a los avances técnicos que permitieron construir máquinas para la
desecación de las galerías, la extracción del mineral y la obtención de la fusión en
horno ventilado con fuelles. Este mismo crecimiento obligó a la constitución de
empresas capitalistas cuyas acciones eran llamadas küxen.
Se diversificó la
industria, cuya producción abarcaba las armas y corazas, cuchillos y navajas de
72
73
74
75
76
77
Puerto y Golfo en Veneto al Noreste de Italia.
Ciudad de Piamonte al Noroeste de Italia.
Isla al Sur de Turquía en el Mar Mediterráneo.
Isla Griega.
Ciudad de Campania al Sur de Italia.
Ciudad perteneciente a Baviera al Sur de Alemania.
115
afeitar, relojes mecánicos, cañones y utillaje doméstico.
La mayor empresa
capitalista de la región fue la Grosse Ravensburguer Handelsgesellschaft.
Lombardía era en el Siglo XV un foco de importante producción industrial.
2.1.3.3
Decadencia de la Hansa. El más importante de los fenómenos del
Siglo XV fue la lenta e irremediable decadencia de la Hansa; síntomas desfavorables
se manifestaron ya en los comienzos de esta centuria. Crecieron después sin pausa.
Eran los más notorios el descontento en el interior de las ciudades, la desunión entre
los tres sectores, westfaliano, prusiano y livonio, y la fuerte competencia que el
comercio alemán experimentaba desde el exterior, contra la cual era muy difícil
luchar. En las primeras décadas del Siglo XV los hanseáticos comprobaron cómo los
holandeses y británicos intentaban penetrar con sus barcos en el Báltico, y cómo los
italianos estaban llegando a Polonia, considerada hasta entonces como de su
monopolio.
Uno de los acuerdos adoptados en la Dieta hanseática de 1412 fue,
precisamente, de impedir esta competencia; era muy difícil de llevar a cabo ninguna
medida eficaz, cuando la Hansa carecía de autoridad coercitiva y se veía obligada a
confiar en la unánime voluntad de sus miembros. Por otra parte las empresas
capitalistas de Nüremberg hacían la competencia a la Hansa de modo bien diferente,
abriendo una ruta de tierra desde Brujas a Cracovia78, que se apoyaba en la cadena
de ferias alemanas. Las medidas de defensa propuestas por la Dieta en 1412
respondían a una pura mentalidad conservadora: querían prohibir la venta de
mercancías fuera de las etapas señaladas, exigir radicalmente el privilegio
hanseático, prohibir la competencia de los extranjeros.
Al mismo tiempo los hanseáticos tenían que enfrentarse con el problema de la
agitación social. En 1405 los gremios constituyeron una comisión de sesenta
representantes para deliberar sobre los asuntos de interés común. Estalló una
brusca revuelta: el antiguo Consejo, instrumento de los patricios, fue derribado y
sustituido por uno nuevo, renovable cada año, en el cual los gremios adquirían muy
amplia representación. El burgomaestre Jacob Pleskow decidió resistir, movilizando
en la lucha las grandes fortunas de los comerciantes. En 1410, apoyándose en
argumentos acerca del peligro que había en la extensión de las revueltas de
Wismar79 y Rostock80, Pleskow consiguió una sentencia imperial que declaraba al
nuevo Consejo de Lübeck81 fuera de la ley. El enérgico burgomaestre creó un
gobierno “legítimo” en el destierro que fue reconocido por la factoría de Brujas, clave
de la Hansa. Sometida a bloqueo y arruinada, Lübeck capituló en mayo de 1416. El
patriciado recobró el poder.
Pleskow llevó después el tema de las revueltas a las Dietas de 1417 y 1418;
pretendía una declaración en el sentido de que el régimen interior de las ciudades
quedase definido también dentro del conjunto de privilegios hanseáticos. Al rechazar
el proyecto, perdió la Hansa su última oportunidad para convertirse en organismo
político unificado.
78
79
80
81
Provincia al Sur de Polonia.
Ciudad de Mecklenburgo al Norte de Alemania.
Idem.
Ciudad entre Mecklenburgo y Schleswig-Holsten al Norte de Alemania.
116
Tampoco pudieron los hanseáticos crear un sistema monetario eficaz y único.
Se utilizaba el marco en las cuentas, pero éste era unidad de medida y no de
moneda acuñada. Las operaciones de crédito, que los hanseáticos practicaban
normalmente en el exterior, no se utilizaron dentro, y por tanto, faltaron las
entidades bancarias. Hubo dos intentos en la primera mitad del Siglo XV, pero
ambos fracasaron y nadie volvió a intentarlo nunca.
Las causas de la decadencia de la Hansa fueron sobre todo exteriores a ella.
Todos los nuevos poderes occidentales, en la medida en que se interesaban por el
desarrollo de su propio comercio, se mostraban enemigos de la Hansa.
Un conjunto de acontecimientos desfavorables, aunque sin relación entre sí,
se encadenaron a lo largo del Siglo XV hasta constituir una secuencia de desastres:
- La guerra entre Polonia y la Orden Teutónica.
- El sucesor de la Reina Margarita, Erik, se quejaba de que los alemanes no
patrocinasen en sus empresas imperialistas, decidió favorecer los intentos
ingleses y holandeses para instalarse en el Báltico.
- En 1436 estalló un motín en L’Ecluse entre holandeses y hanseáticos en el
que perdieron la vida más de cien alemanes y se declaró la guerra.
Desde 1440 el retroceso de la Hansa se hizo evidente.
La paz de
Copenhague82 (1441) otorgó a los holandeses derecho a navegar por el Báltico83.
Dos años más tarde se producía la capitulación ante los castellanos. La Hansa
renunciaba a los escenarios lejanos de su actividad y se mostraba incapaz de resistir
a sus competidores en el Báltico. Las relaciones con Inglaterra, pese a la paz de
Arras, no mejoraban, y Felipe el Bueno estaba maniobrando para conseguir que las
ciudades frisonas abandonasen la Hansa. En 1447 Lübeck convocó una Dieta,
planteando esta cuestión, más las que se derivaban del monopolio italiano de las
especias y del alumbre; ya no consiguió caldear una atmósfera en la que faltaba
unanimidad. Se aconsejó abrir negociaciones y reforzar la etapa de Brujas. Cuando
Lübeck intentó, poco después, el recurso al bloqueo, ordenado a todos los
hanseáticos abandonar Brujas para instalarse en Deventer84 y Utrecht85, fracasó.
Colonia dijo que no obedecería y que, puesta en trance de elegir, era preferible
renunciar al privilegio hanseático (1452). Extraña situación: Colonia86 había sido la
creadora de este privilegio.
En 1455 Felipe el Bueno se apoderó de Utrecht y puso fin al intento de
establecer aquí una etapa alemana fuera de su control; en el acuerdo que, dos años
más tarde, firmaron los alemanes con las autoridades de Brujas, aquellos
renunciaron a su antiguo privilegio de exención judicial y prometieron abstenerse del
comercio de metales preciosos. Entre 1468 y 1474 hubo una guerra contra los
ingleses, que reclamaban el libre acceso al Báltico. Por segunda vez anunció Colonia
su neutralidad y se consumó la expulsión de la ciudad fundadora (1 de abril de
1471). Las hostilidades, en la forma ya acostumbrada de piraterías y represalias, no
condujeron al resultado que Lübeck esperaba. Cuando se firma la paz de Utrecht
(febrero de 1474), aparece envuelta en ella la más completa confesión de derrota:
los ingleses tendrían, como los holandeses, libre acceso al Báltico, aunque pagaban
una indemnización por daños de 10,000 libras.
La Dieta tuvo al menos la
82
83
84
85
86
Capital de Dinamarca.
Mar ubicado al Este de Suecia.
Ciudad al Este de los Paises Bajos.
Ciudad al Oeste de Holanda.
Ciudad de Westfalia al Oeste de Alemania.
117
satisfacción de ver cómo Colonia solicitaba el reingreso. Pero, en adelante, la Hansa
renunció a sus intentos de hacer gran política; se había convertido, como antes de la
paz de Stralsund, en una simple asociación de mercaderes para defensa de sus
privilegios. Nunca más volvió a pretender el monopolio sobre el Báltico.
2.2
HUMANISMO O RENACIMIENTO
2.2.1 La mentalidad humanista
2.2.1.1
La visión del hombre. Los historiadores actuales tienden a rechazar la
expresión Renacimiento para referirse a la nueva forma cultural que, partiendo de
Italia, se proyecta sobre toda Europa en el Siglo XV.
“Humanismo” es el descubrimiento del
hombre como individuo y valoración de lo que
el hombre es y significa en sí mismo. El
retorno
a
los
clásicos
no
fue
un
“descubrimiento”
de
ellos
sino
una
profundización en su estudio, porque en sus
páginas se encontraba la afirmación del
antropocentrismo y del substancialismo de la
Historia.
Los
humanistas
no
estaban
Figura 18. Nicolás de Cusa
interesados
en
descubrir
hombres
individuales, sino arquetipos. Los trabajos de los humanistas se realizaron en un
medio ambiente aristocrático, que se empeñaba en considerar a la existencia como
un deber. En el principal pensador de este tiempo, Nicolás de
Cusa (1401-1464), se cumple el fenómeno típico de que los
intelectuales son pronto desbordados: no son Cusa, Gerson,
Eneas Silvio Piccolomini o el cardenal Cesarni los que
abandonan el Concilio de Basilea; es el Concilio quien trata de
arrojarlos por la borda porque los considera un obstáculo, por
su moderación.
El humanismo italiano y europeo ha sido mal
entendido. No se presentaba como antítesis al cristianismo
tradicional, sino como su maduración. Lo que los humanistas
pretendían era restablecer la unidad entre alma y cuerpo,
amenazada por el ockhamismo, para contemplar un ser
unitario, el hombre, que “conoce, quiere y actúa a imagen y
semejanza de Dios”, y que no desea apartarse de una
tradición cristiana. Tomás Moro será la meta final de este humanismo. Lutero no.
Figura 19. Juan Van
Eyck
Al defender la capacidad creadora del hombre y la vida religiosa de los laicos,
tropezaron muchas veces con la oposición de los rígidos defensores del sistema
eclesiástico haciéndoles aparecer como anticlericales. Pero el anticlericalismo nada
tiene que ver con la fe. Un conocimiento cabal del humanismo exige que se tenga
en cuenta constantemente que el fenómeno paralelo de rebelión contra la Iglesia no
se interrumpe; pero esta rebelión no puede atribuirse a los humanistas. El mismo
sentido religioso se encuentra en las artes plásticas.
118
Desde principios del Siglo XV, la persona humana, el hombre individual, busca
también una pervivencia terrenal, después de la muerte. Esta es la “gloria” o la
“fama”, que no es incompatible con el deseo de asegurarse un lugar en el Paraíso.
El cambio en la expresión estética se produjo en Italia con la generación de
Donatello, Brunelleschi y Massaccio, y en Flandes con la de Juan van Eyck.
2.2.1.2
Poder y libertad. Durante las grandes contiendas por la hegemonía o
la supervivencia que sostuvieron Milán87 y Florencia, en la primera mitad del Siglo
XV, se esgrimieron argumentos que cada uno imaginaba como muy poderosos. Los
humanistas concedieron gran dignidad a la actividad política. Lo que los escritores
florentinos llamaban libertad no era otra cosa que independencia de las comunas, al
modo antiguo.
La aportación más decisiva del humanismo en este campo fue,
probablemente, el énfasis que puso en afirmar que el ejercicio del poder,
instrumento de la autoridad, constituye un deber y no un derecho. El cumplimiento
de este deber es lo que les importa, mientras que ponen escaso entusiasmo en unas
u otras formas políticas. Los humanistas se acomodaron al servicio de cualquier
tirano porque creían en la posibilidad de enderezar su actuación por el camino de la
justicia y del bien común.
Esta conciencia del poder como un deber y no como un derecho es un
progreso importante en las relaciones públicas y se encuentra en la base de las
grandes monarquías occidentales que, desde mediados del Siglo XV, alcanzan
extraordinaria solidez. Aunque nunca lo consiguieran del todo, excepto en el modelo
francés, las monarquías experimentaban una tendencia a identificarse con las tres
“naciones”, Francia, Inglaterra y España, reconocidas en el Concilio de Constanza.
En consecuencia, se producían esfuerzos para la unificación administrativa y la
creación de instituciones comunes. Se conservaba todavía de una manera muy
fuerte la identidad entre nación y nacimiento; el hombre adviene al mundo “dentro”
de una determinada comunidad y no “sobre” un determinado territorio. Lo primero
es esencial y lo segundo accidental.
2.2.1.3
Rey y reino. La pertenencia a una comunidad comportaba deberes.
Las otras comunidades, de diferente fe, que compartían sin embargo, por antiguos
derechos adquiridos, el uso del territorio, llegaron a encontrarse en el Siglo XV en
una situación muy difícil. Tal sucede con los judíos y musulmanes en España. En la
mentalidad de los agitadores lo justo era que todos los no cristianos tuviesen que
bautizarse o morir.
Las autoridades se esforzaron por defender a judíos y
musulmanes porque representaban una fuente de ingresos y trataron de arbitrar
medios para atenuar la situación. En las reuniones de Ayllon de 1412, se elaboró
todo un programa para acelerar los procesos de conversión de los judíos mediante
predicaciones y también medidas legislativas que reducían su actividad. Cuando
este programa, agotó sus últimas posibilidades, Fernando e Isabel se enfrentaron
con un último resto de judaísmo resuelto a permanecer a toda costa en su fe.
Accedieron entonces a lo que sus antecesores negaran: permitir que los
judíos fueran expulsados, sacando fuera del país sus bienes. Este resto de la, en
otros tiempos, poderosa judería española dio un cálido ejemplo de fidelidad a Dios,
prefiriendo la amargura del destierro a la herejía.
87
Ciudad de Lombardía al Norte de Italia.
119
La comunidad reclamaba para sí la exclusiva posesión del territorio: era el
reino, cuya identificación con el rey se aceleró considerablemente en el transcurso
del Siglo XV. Esto dio a los monarcas occidentales enorme fuerza, convirtiéndoles en
algo más que la representación de la soberanía: eran su real manifestación, los
soberanos. Esta idea fue la base para el absolutismo futuro, que no llegará sino
mucho más tarde, con la razón de Estado. La ley y su aplicación, es decir, la
jurisprudencia, son una consecuencia de la moral; ningún príncipe puede declarar
lícito lo que condena la ética cristiana. En los últimos años del Siglo XV empezaban a
atisbarse posiciones diferentes.
2.2.2 El Humanismo en Italia
2.2.2.1
La educación humanista. Italia fue cuna de un movimiento renovador que
trataba de volver a los clásicos como a una parte en la formación moral del hombre.
Por eso era la educación propósito fundamental de los humanistas; a ella concedían
gran parte de su tiempo. El conocimiento del latín y del griego no se recomendó
principalmente porque fuesen vehículos para la transmisión del saber antiguo, sino
porque permitían expresar pensamientos que eran imposibles en las lenguas
vernáculas.
Por esta razón dichas lenguas, en cuanto instrumentos literarios,
experimentan un sorprendente retroceso durante el Siglo XV y se llega a una especie
de identificación entre humanidades y lenguas clásicas. De los autores antiguos
tomaron los educadores humanistas un aforismo.
Los humanistas jamás se propusieron un modelo educativo generalizado, sino
para élites. Inevitablemente se produjo la tendencia en ellos a convertir los centros
de enseñanza en hogares para la educación de los futuros dirigentes. Se oculta,
detrás de este puro pragmatismo, una nueva actitud moral que tiende a hacer del
éxito una especie de prueba definitiva de virtud.
Los historiadores señalan tres generaciones de humanistas: la de Petrarca, la
de Coluccio Salutati y la de Lorenzo Valla, Bruni y Bracciolini. Es la tercera, dueña ya
del griego, la que conforma de una manera definitiva el
esquema educativo.
Hasta ella el humanismo se había
desarrollado al margen de la Universidad, casi en hostilidad
hacia los viejos claustros; ahora pretendía, por el contrario,
penetrar en sus muros para transformarla. La presencia de
los humanistas originó querellas entre el cuerpo profesoral,
menos importantes de lo que se ha creído, las cuales
obedecían a la fortaleza con que los universitarios defendían
su sistema tradicional.
Excepto en algunos aspectos muy concretos, los
avances científicos y técnicos fueron, en el Siglo XV, muy
poco importantes.
León Bautista Alberti afirmó que el hombre era un
compuesto de alma, cuerpo y tiempo. La observación es muy
Figura 20. León
importante porque le convierte en un ser tridimensional. De
Battista Alberti
este modo se supone que cada hombre posee, en el momento
de iniciar la existencia, una cuenta temporal variable, que gasta en su vivir.
tiempo de cada no es absolutamente válido y único para sí.
120
El
Del uso del tiempo, el hombre ha de rendir cuenta.
Aquí aparece la
ambivalencia educativa. Pero también se rinde cuenta a los demás hombres: la
“fama” debe conducir a la “gloria” que perdura como juicio positivo de valor en la
memoria de las generaciones futuras. En ambos aspectos se sintetiza la educación
humanista.
La muerte de Petrarca (1374) es
2.2.2.2
Traducciones y bibliotecas.
considerada como el tránsito de la primera a la segunda generación de humanistas;
la de Coluccio Salutati (1406) de la segunda a la tercera.
Durante treinta años, Salutati fue secretario de cartas latinas de
la Señoría y, como tal, desempeñó funciones políticas
sumamente importantes de las que se sirvió para coleccionar
manuscritos latinos y para atraer hacia Florencia a los eruditos
humanistas. Florencia se convirtió por estos años en el centro
intelectual más importante del mundo.
El principal
acontecimiento fue, sin embargo, la instalación de Miguel
Chrisolaras en Florencia, a partir de 1397; con él se iniciaba el
estudio sistemático de la lengua griega.
Figura 21.
Coluccio Salutati
La principal labor de estos humanistas, que consideraban
a Salutati como una especie de jefe de escuela, consistió en la
ordenación de los textos clásicos.
Esto es lo que normalmente se denomina
descubrimiento de la cultura griega, aunque más exacto sería hablar de una
depuración: desde 1429 el conocimiento de los textos no difiere del que se posee en
la actualidad, excepto las obras de Prudencio, la correspondencia entre Plinio el
Joven y Trajano y ciertos libros de Tácito y de Tito Livio, que no fueron conocidos
hasta el Siglo XVI. Sobre este bagaje comienza una larga y lenta labor erudita, de
copia, análisis y estudio filológico comparado. Traducir no era tan importante como
conservar, ordenar y sobre todo penetrar en el texto.
Una tarea imprescindible fue la formación de bibliotecas, continuando la labor
que con tanto empeño hicieran los monjes medievales. El Siglo XV contempla a este
respecto un cambio: los libros no se encuentran sólo en colecciones particulares o
monásticas; aparecen las bibliotecas públicas que persiguen un objetivo científico.
Organizadas bajo la munificencia de los príncipes, estas bibliotecas se
revelaron como los instrumentos del saber humanístico, cada vez más diferenciado
de la enseñanza tradicional del Derecho, la Medicina o la Teología, propia de las
Universidades y dependiente del comentario de un maestro.
En todas ellas
comenzaron a parecer escuelas elitistas, de un saber puro y nada pragmático, en las
cuales se aceptaba incluso a mujeres.
2.2.3 El humanismo fuera de Italia
2.2.3.1
Alemania. Las intensas relaciones mercantiles que sostenían las ciudades
italianas con la Península Ibérica, Alemania y los países del entorno del Canal de la
Mancha88, favorecieron la difusión del humanismo por todos ellos.
En Alemania, el humanismo aparece vinculado a las Universidades y se ve
muy pronto penetrado de espíritu religioso e influencias ockhamistas que le
88
Ubicado entre Francia e Inglaterra.
121
permitirán incorporarse al luteranismo. Los humanistas germanos de la mitad del
Siglo XV creían que los dos principales problemas que tenían que resolver eran la
depuración de los textos clásicos y la educación de los jóvenes.
En las universidades alemanas y en la Corte de Francia la influencia
petrarquista perduró largo tiempo; es una de las causas por las cuales el humanismo
francés y rhenano aparece constantemente retrasado en relación con el movimiento
contemporáneo en Italia.
En la segunda mitad del Siglo XV la influencia de Lorenzo Valla sobre
Alemania pasó a ser predominante; a su vez se establecerá el contacto entre los
maestros germanos y el criticismo filológico que caracteriza a la escuela florentina.
A la cabeza de esta nueva orientación, que significa un profundo cambio en la
trayectoria, que en definitiva conduce a Erasmo, se tiene que situar a Rodolfo
Husman, quien descubre las etapas de una investigación filológica que quedará
plasmada en el De Inventione Dialectica. La significación exacta de las palabras
permitía desentrañar muchos de los aspectos descuidados de la doctrina cristiana.
2.2.3.2
Francia e Inglaterra. El humanismo se instaló en París y en Londres
con más dificultad que en Alemania, porque los claustros poseían maestros de más
prestigio y una tradición más sólida. La influencia lullista era
considerable entre los escritores franceses, mientras que la
fuerza del ockhamismo, en Oxford especialmente, pero también
en París, daba un tono peculiar a las corrientes humanistas.
La gran figura que provoca en Francia el cambio es
Jacobo Lefèvre d’Etaples, en cuanto al planteamiento de nuevos
problemas y la búsqueda de respuestas, apartándose de la
dialéctica tradicional de las Escuelas.
En 1490 había
conseguido hacerse famoso con un comentario a la Metafísica
de Aristóteles; entre este año y el de 1492 estuvo en Italia, en
donde entró en relación con Ermolao Barbaro y Marsilio
Fisino.
Figura 22. Jacobo
Lefèvre de E’taples
Inglaterra vivió durante la mayor parte del Siglo XV bajo la influencia de
Chaucer, de su anticlericalismo y de su amarga ironía. Pero era ya una influencia
que se presentaba como excesivamente anclada en el pasado. Hay que esperar
hasta 1486 para que aparezca en Oxford un maestro italiano, Cornellio Vitelli, que
despertó la atención de los estudiosos.
2.2.3.3
España. La victoria de la Casa de Trastámara
imprime matices aristocráticos a la vida y coloca en primer
término la afición a los romances y a las novelas de caballería.
Cervantes, que aparece al término del humanismo con la
síntesis de todo cuanto de hidalgo contiene el alma española.
En España la fecha de 1492 tendrá profunda significación de
cambio: sucumbe Granada89, se expulsa a los judíos, se
descubre América.
Figura 23. Miguel
de Cervantes
89
Esta cultura humanista no se produce en la Península con
autonomía sino bajo la presión de dos influencias exteriores que
Ciudad de Andalucía al sur de España.
122
empleaban para manifestarse los mismos caminos que estaban siguiendo la
economía y la política: Flandes e Italia. En las postrimerías del Siglo XV ya no puede
hablarse tanto de influencias; el humanismo español cuaja en fórmulas propias.
El paso de la primera a la segunda generación vino acompañado de algunos
cambios significativos. Se abandona definitivamente el gallego, hasta entonces
utilizado preferentemente como lengua lírica. En los reinos orientales se abandona
también el provenzalismo y se desplaza de Barcelona a Valencia90 el eje de la
producción literaria. Los que caracteriza a esta segunda generación es el predominio
del sentimiento.
La tercera generación, que corresponde al pleno triunfo del humanismo, se
caracteriza por el empleo de la novela, el género posteriormente más importante de
la literatura española. La novela es el resultado de la individualización del hombre, y
de una mezcla de influencias a partir de la antigua base del Cusarí judío: la
descomposición del romance, el influjo italiano, desarrollo de las crónicas de sucesos
particulares que son casi biografías noveladas, todo esto se combina para producir
un género que trata de reconstruir ficticiamente, la realidad de un ambiente dado.
Muchos caballeros andantes recorrieron la meseta castellana en el Siglo XV; la
realidad está antes que la ficción. Pero las dos grandes novelas del Siglo XV se
escriben en catalán y valenciano, respectivamente.
2.3
REVUELTA CONTRA EL PONTIFICADO
2.3.2 La revolución husita
2.3.1.1
Los precedentes. Existe en la actualidad una tendencia a presentar a Juan
de Hus como un precursor ilustre de la Reforma protestante, o como un héroe de la
resistencia nacional checa contra la influencia de los alemanes, o como el autor de
una revolución social, en el sentido de la interpretación marxista. Hus puso en
marcha, sin advertirlo, un vasto movimiento en que se mezclaron y confundieron
críticas religiosas, ideas nacionales y tendencias reformadoras de la sociedad. Era
más vehemente de palabra que de pensamiento. Pero sus palabras caían sobre un
auditorio que estaba orientado en cierta dirección crítica por las doctrinas que se
estaban difundiendo en Praga. La difícil situación provocada por el Cisma de la
Iglesia hizo el resto.
Sus ataques contra los eclesiásticos coincidían con el wyclifismo en especial
en los oídos de quienes así lo deseaban. La simpatía por
el hereje inglés y por sus ideas se extendería mucho antes
de que fuera posible conocer sus obras; se veía en ellas
una denuncia contra el Pontificado, el clero y la estructura
eclesiástica con la demanda de retorno a un “cristianismo
primitivo” que cada cual podía imaginar a su modo.
Muchas de las ideas que se manejaron en vísperas de la
gran revuelta pecaban sin duda de ingenuas, sin dejar de
ser explosivas. Se presentaba la vida monástica como
antinatural: contribuía a esterilizar la tierra, recomendaba
la castidad de la mujer, contraria a su naturaleza, y
explotaba a los pobres, que eran más fáciles de engañar
que los ricos. El Papa y los cardenales eran acusados de
Figura 24. Juan de Hus
90
Distrito al Este de España.
123
practicar simonía, equivocarse constantemente en materia de fe y cometer fraudes
con las indulgencias.
Estos argumentos eran la consecuencia del predominio de la teología
ockhamista. Las pretensiones de retornar al cristianismo primitivo no significaban
que se quisiese limpiar de adherencias y de abusos a la vida cristiana; se pretendía
sustituir su fe por otra nueva. Como sólo importan las virtudes cristianas, todos los
ritos debían ser suprimidos.
La sistemática que se aprecia en estas ideas es la consecuencia del retorno al
nominalismo proclamado por los maestros de la “vía moderna” ockamiana. Hus no
mentía al considerarse ajeno al magisterio wyclifista; pero sus discípulos le atribuían
relaciones muy sólidas con el wyclifismo. Hus inició sus trabajos de reformador
dentro de un movimiento, que él no fundó, y que en sus comienzos podía creerse
que se orientaba, como otros grupos en diversos países de Europa, hacia una
reforma y depuración de la Iglesia.
En ella los sermones se pronunciaban
2.3.1.2
La capilla de Betlehem.
únicamente en checo. La figura más sobresaliente de la capilla fue Tomás de Stitné.
En 1402 se admitió a Juan de Hus. Se vivían momentos muy difíciles para la Iglesia.
En el momento en el que Hus empieza sus prédicas, y llegan a Praga los escritos de
Wyclif, la sede episcopal se encontraba vacante.
2.3.1.3
Hus, Hombre y la Doctrina. El apellido del famoso reformador
no es sino abreviatura de Husinetz. Juan de Hus no insistía tanto en la
antieclesiástica reinante en las Universidades alemanas y en Praga, como
afirmación que se encuentra ya en Matías de Janow de que la Iglesia invisible
predestinados es la verdadera.
checo
crítica
en la
de los
Respecto a Wycliff, su defensa consistió en decir que muchas de las doctrinas
atribuidas al hereje inglés no eran verdaderamente suyas; pero sus oyentes
universitarios entendían que Hus se identificaba con Wyclif y el wyclifismo. Esto
aumentó su popularidad.
2.3.1.4
La ruptura. Juan de Hus tenía que verse envuelto en la querella en
torno al wyclifismo que rebrotó entre 1409 y 1412. Doctrinas que Hus defendió,
como la que negaba el valor del sacramento cuando era impartido por un sacerdote
indigno o combatía a las indulgencias, le fueron atribuidas. Él sostenía tesis
heréticas, sin duda alguna, pero de base distinta. La principal era la de que la
“piedra” del párrafo de Mateo 16,18, no se refería a Simón Pedro sino al mismo
Cristo; por consiguiente, el Papa era innecesario. Hus se dejó arrastrar por el calor
del momento desatando contra el Papa sus diatribas y asegurando que las
indulgencias eran tan sólo un negocio criminal. Hubo incidentes y agresiones contra
los predicadores.
En diciembre de 1412, sometido a proceso y declarado vitandus91, Juan de
Hus abandonó Praga,92 ocultándose durante dos años. Precedente de Lutero, dedicó
este tiempo a ordenar y poner por escrito su doctrina, a la espera de que el Concilio
le diese la ocasión de defenderla. De entonces datan las tres principales obras:
91
92
Odioso. Execrable.
Ciudad al Oeste de la República Checa.
124
Exposición de la Fe, Sobre la Simonía y Los Diez Mandamientos y el Padre Nuestro.
En ellas la Iglesia era definida como una comunidad de predestinados que alcanzan
la salvación eterna por la sola misericordia de Dios, puesto que el hombre es incapaz
de merecerla por sí mismo. Los precitos, destinados a condenarse, no forman parte
de la Iglesia, aunque se encuentren dentro de la institución humana conocida bajo
este nombre. La verdadera Iglesia es superior al Papa porque a ella pertenece la
infalibilidad. Hus decía no sólo que el Pontífice es susceptible de error, sino que, de
hecho, había errado numerosas veces.
2.3.1.5
La sentencia contra Hus. Segismundo puso todo su empeño en que el
Concilio de Constanza tratase ante todo del problema husita, porque necesitaba de
una solución en Bohemia para sus amplios proyectos políticos. Otorgó a Juan de Hus
salvoconducto, para que compareciese ante los padres. Juan
XXIII se inclinaba a mostrar cierta benevolencia al hereje
que, excepto en el tema concreto del Primado y de la
jerarquía eclesiástica, le parecía menos peligroso de cómo sus
enemigos le presentaban. Fue probablemente un infortunio
para Hus la destitución del Papa y el alejamiento de
Segismundo.
El 28 de noviembre, sin respetar el
salvoconducto imperial fue detenido.
Los reformadores conciliaristas mostraron la mayor
animadversión a Juan de Hus, porque en él se mezclaban
reforma y heterodoxia, que les convenía mantener separadas.
El hereje bohemio fue víctima de ciertas dramáticas
circunstancias en especial de la falta de Pontífice en la
Figura 25. Juan XXIII
Iglesia y del deseo de los conciliaristas de aparecer como
campeones de la ortodoxia. Los días 5, 7 y 8 de junio de
1415 Hus fue llevado ante la congregación general del Concilio, creía que le invitaban
a defender su doctrina, cuando en realidad se le estaba sometiendo a juicio.
Rotundamente negó que sus afirmaciones pudieran ser consideradas como erróneas
a menos que se le demostrase con la Escritura. En otras palabras, rechazó el
magisterio doctrinal de la Iglesia, afirmando que él, y cualquier otro cristiano, con la
Biblia en la mano, era intérprete acreditado de la verdad. Hus se negó a retractarse
de su doctrina porque no estaba dispuesto a admitir que ésta fuese herética. Murió
en la hoguera el 6 de julio de 1415.
2.3.1.6
La rebelión. La muerte de Juan de Hus envenenó el problema checo,
pues la nobleza de este reino la consideró como un atentado contra su propia
dignidad. El 5 de septiembre de 1415 se constituyó una Liga para defensa de la
libertad religiosa, reclamando para los fieles la comunión bajo las dos especies. De
este empeño en las dos especies nació el término “utraquistas” bajo el cual se les
conoció. Muy pronto se produjeron violencias; eran asaltados los monasterios e
iglesias en donde se negaba el cáliz. Los enemigos morían asesinados. La elección
del Papa Martín V, que confirmó la sentencia contra las doctrinas sustentadas por
Hus, y la clausura del Concilio, acabaron con las últimas perspectivas de un arreglo
pacífico.
Los rebeldes elaboraban un programa compuesto de cuatro artículos:
1. La predicación en lengua checa sería libre en todo el país.
2. Todos los fieles, incluyendo a los niños, tendrían derecho a recibir la
comunión bajo las dos especies.
125
3. Desaparecerían todas las distinciones entre clérigos y laicos, suprimiéndose
además las propiedades de los primeros, que quedaban obligados a vivir en
pobreza evangélica.
4. Los pecados serían castigados por las autoridades con penas temporales.
2.3.2 El Concilio de Basilea
2.3.2.1
La obra de Martín V. El Concilio de Constanza logró un gran éxito por
cuanto restableció la unidad de la Iglesia, pero dejó pendientes algunas graves
cuestiones, entre ellas la declaración de la doctrina del Primado y la “reforma in
capite et in membris”. Martín V se apresuró a clausurar el Concilio, no porque fuera
contrario a la idea de la reforma sino porque creía que era necesario previamente el
restablecimiento del poder Pontificio en Roma para que ésta se llevara,
sensatamente, a buen término. El Cisma había reducido a polvo la obra del cardenal
Albornoz, haciendo reinar en el Patrimonio la más desesperanzada anarquía. Martín
V, que era un Colonna, tuvo que renunciar con las otras familias poderosas del
territorio, la de Braccio di Montone, dueño de
Perugia, los Orsini y los Malatesta.
La postura del Papa era más difícil y compleja
porque las resistencias a su gobierno procedían no
sólo de los reformadores conciliaristas, sino también
de los sectores tradicionales, enemigos del Concilio,
que temían de Martín V excesivas concesiones.
Figura 26. Martín V
En su programa de reconstrucción de la
autoridad pontificia, Martín V hubo también de
ajustarse al esquema de las naciones, firmando con
los reyes acuerdos que a menudo se llaman
“concordatos”. La autonomía conquistada en este
momento por la Iglesia de Francia –que equivale a un
sometimiento a las autoridades laicas- permite hablar
de un verdadero “galicanismo”. No se trataba de
ninguna novedad.
Los decretos reales, inspirados por la Universidad de París, que trataban de
organizar la vida de la Iglesia de Francia durante la segunda sustracción (14071408), no hicieron sino aplicar esta doctrina. Antes del Concilio de Constanza se
pretendía dar a dicha Iglesia, una nueva constitución por la que el sínodo de obispos,
reunido cada año, se convertiría en el órgano supremo de autoridad, al que cada uno
de los prelados quedaba sujeto.
Martín V se encontró en una situación sumamente difícil, porque Carlos VII
parecía decidido a conservar las “libertades de la Iglesia de Francia” como una parte
esencial de su programa de reordenación de la vida nacional. Comenzó un largo
debate durante el cual aparecían frecuentes vacilaciones por parte de Francia
respecto al apoyo que debía prestarse a la autoridad del Papa. Por su parte Martín V
hubo de hacer prodigios de habilidad para evitar una ruptura, mostrar su afecto a un
reino que era esencial e impedir que la querella entre borgoñones y armagnacs se
reflejara en nuevas contiendas eclesiásticas. El 2 de mayo de 1418 se había firmado
una especie de convenio: se volvía al sistema consuetudinario de elecciones
episcopales –cosa que importaba mucho al rey- confirmadas por el Papa, y a la
colación por éste de la mitad de los beneficios eclesiásticos; retornaban las tasas
126
pero se suprimían los expolios y procuraciones. Este acuerdo, que era más un
programa de actuaciones futuras que un auténtico tratado, dio origen a tercas
discusiones que desembocaron en el “concordato” de 21 de agosto de 1426; en él se
asignaron al rey quinientos beneficios de los que podía disponer. No hay duda de
que el galicanismo había conseguido a través de este acuerdo una victoria
importante, pero sin disipar por completo las causas de conflicto, especialmente en
las apelaciones a Roma y en las sentencias que dictaban los tribunales eclesiásticos.
Por eso en la primera etapa de Basilea, Francia se mostró conciliarista; al cercenar la
autoridad del Papa, los reformadores aumentaban el poder real.
Desde 1398 se encuentra en marcha un anglicanismo más poderoso y radical
que su contemporáneo francés. Apenas si existían posibilidades de resistencia
porque los monasterios británicos, empobrecidos, padecían la mayor decadencia en
su disciplina y en su vida religiosa. El convenio entre Martín V y Enrique IV de
Inglaterra fue de los más simples; ninguna necesidad hubo de reglamentar los
nombramientos, las apelaciones o las tasas porque se encontraban en poder del rey
desde mucho tiempo antes. Al comenzar el Concilio de Basilea los ingleses se
mostraron poco inclinados a la revuelta porque no querían perder las grandes
ventajas conseguidas. Borgoña tomó una actitud semejante por idéntica razón.
Martín V se mostró muy generoso con los reinos españoles, a los que tanto
debía el Pontificado. Los monarcas pudieron retener para sí las rentas de las diócesis
que habían estado vacantes en el interregno.
2.3.2.2
La convocatoria. De acuerdo con el decreto Frequens, un nuevo
Concilio debía reunirse siete años después del de Pavia-Siena.
El 23 de julio de 1431 fue inaugurado el Concilio, con tan escasa asistencia
que se dudaba de su viabilidad; las comunicaciones
entre Basilea y la Corte pontificia eran difíciles,
mientras que la guerra entre el duque de Borgoña y el
archiduque Federico de Austria impedía el acceso a la
ciudad.
Eugenio IV firmó, el 12 de noviembre del
mismo año, la bula que disolvía el Concilio de Basilea y
lo convocaba de nuevo para Bolonia93, dieciocho
meses más tarde.
El 14 de diciembre, Cesarini
celebraba la primera sesión en la que se fijó el
programa de trabajo: restablecer la paz en la Iglesia,
liquidar la herejía y emprender la reforma “in capite et
in membris”. Es posible que Cesarini haya forzado la
marcha por el convencimiento de que sólo el Concilio
Figura 27. Carlos VII
estaba en condiciones de impedir la consolidación de la
herejía en Alemania. De hecho, la chispa saltó. El 15
de febrero de 1432 los padres conciliares, dominados por las corrientes reformadoras
y protegidos por Segismundo, el duque de Borgoña y el de Milán, declararon que se
hallaban legítimamente constituidos y que el Concilio, superior al Papa, no podía ser
disuelto por una simple orden de éste. El último día de febrero conminaron a
Eugenio IV a que retirase la bula de disolución y acudiese, en plazo de tres meses,
junto con sus cardenales, a Basilea para incorporarse a las tareas del Concilio.
93
Ciudad de Emilia Romagna, al Norte de Italia.
127
La consolidación definitiva llegó en abril de 1432. Una Asamblea del Clero de
Francia, que había estado reunida en Bourges94, decidió que consideraba legítimo el
Concilio y solicitó de Carlos VII que enviase sus representantes.
2.3.2.3
Los éxitos del Concilio. En la victoria que los padres conciliares
obtuvieron, en esta primera etapa, influyeron algunos factores importantes. En la
tradición de la Iglesia, el Concilio era esencialmente la reunión colegiada de los
obispos de la Cristiandad, que podían hacerse representar por procuradores idóneos
en caso necesario. Pero los revolucionarios de 1432 afirmaban que la jerarquía no
merecía el menor respeto y que la eficacia del Concilio dependía de que existiesen
clérigos útiles e importantes; un comité de doce personas fue nombrado para
establecer la idoneidad. Se presentó una propuesta para que, de antemano, todos
los presentes jurasen defender los acuerdos que adoptara el Concilio; a esto se
negaron los embajadores castellanos y los ingleses.
El Concilio aprovechó las vacilaciones para convertirse en órgano supremo de
autoridad sobre la Iglesia. Modificando el sistema instaurado en Constanza95 fueron
establecidas en Basilea cuatro comisiones (fe, paz, reforma, general) que permitían
equilibrar con un número igual de clérigos, el peso de los representantes de las
monarquías. Las discusiones hicieron interminables porque cada votación podía ser
revisada por las demás comisiones. El Concilio actuó como si fuese poder ejecutivo:
organizó oficinas, recaudó impuestos e incluso fundó una Universidad.
Muchos acusaban al Papa de imprudencia porque estos exaltados
conciliaristas parecían a punto de lograr la paz religiosa en Bohemia. Cediendo a las
presiones de los consejeros, el Pontífice inició un retroceso el 14 de febrero de 1433,
aceptando la legalidad de las actuaciones y prolongando las sesiones para que la
negociación tuviera lugar. Entre marzo y agosto de este año hubo un forcejeo
significativo: progresaban rápidamente las negociaciones con los herejes, mientras
que el Concilio consideraba la benevolencia del Papa como un signo de debilidad.
Eugenio IV se plegó a los consejos de Cesarini, promulgando sucesivamente dos
bulas del mismo título, Dudum Sacrum (1 de agosto y 15 de diciembre de 1433),
reconociendo la plena legitimidad de las actuaciones.
La segunda había sido
redactada prácticamente por el propio Concilio.
2.3.2.4
La revuelta conciliar. Entre la primavera de 1434 y los comienzos del
año 1436, las facciones romanas se sublevaron haciendo prisionero a Eugenio IV;
pudo huir, buscando refugio en Florencia. Los sucesores de Eugenio IV tendrán que
plantearse seriamente el problema de reconstruir Roma, convertida en una ruina.
Estos sucesos desfavorables regocijaban a los reformadores, dueños del Concilio y
decididos, al parecer, a prolongar indefinidamente sus sesiones.
A pesar de todo, Eugenio IV no pensó nunca en abandonar la lucha. Su
misión era defender el Primado pontificio y para ello necesitaba el apoyo de los
poderes laicos. Intervino en las negociaciones entre Francia e Inglaterra, para
conseguir la paz de Arras (1435) y presentar unidas a su favor a las dos principales
potencias de occidente. También el Concilio pretendía actuar en la diplomacia, para
reforzar su posición exterior. Durante mucho tiempo estuvo recogiendo informes y
opiniones acerca de la reforma; muchas de éstas eran peregrinas. Por ejemplo, se
94
95
Ciudad de Cher en el centro de Francia.
Ciudad de Wurttenberg al Sur de Alemania.
128
propuso, como medio de evitar el concubinato eclesiástico, su legalización, y aceptar
los decretos apócrifos para acabar con las dudas canónicas. Al fin, en la sesión 20,
celebrada el 22 de marzo de 1435, se anunció el inicio de la “reforma in capite et in
membris”. Muy pronto se advirtió la completa ausencia de acuerdo. La única
convergencia en las opiniones se producía en la destrucción de la autoridad
pontificia: se suprimieron todas las rentas, con excepción de las que procedían de los
Estados de la Iglesia; fue anulando el derecho del Papa a nombrar obispo en el caso
de una elección disputada; se estableció el procedimiento de cooptación96 para la
designación de cardenales, prohibiéndose en todo caso el nombramiento de nepotes;
se intentó, en suma, acorralar al Papa a una mera preeminencia honorífica, como
obispo de Roma. En enero de 1436 se adoptó el acuerdo de que, en adelante, todos
los Pontífices, antes de ser entronizados, tendrían que jurar el mantenimiento de la
fe tal y como se contenía en los decretos de Constanza y Basilea. Todo esto
contrasta con la pobreza de otras disposiciones.
Desde el verano de 1436, restablecido el orden de Roma, Eugenio IV estaba
otra vez en condiciones de tomar la iniciativa. En una carta circular bastante áspera,
dirigida a todos los reyes y príncipes de la Cristiandad, se permitió formular críticas a
la labor del Concilio.
Apurando las últimas esperanzas, el emperador de
Bizancio, Juan VIII, creía que, si se brindaba una
oportunidad para unir ambas Iglesias, serían enviados
refuerzos desde Occidente para salvar a Constantinopla de
los turcos. Eugenio IV se adelantó a decir que, si era
preciso, estaba dispuesto a convocar al Concilio en
Constantinopla, cosa imposible; en un acuerdo firmado con
el emperador le prometió que éste tendría lugar en una
ciudad de la costa, accesible a los griegos, y estando
presente el propio Papa. Con gran ligereza, el Concilio no
sólo aceptó esto, sino que ofreció encargarse de todos los
gastos que se irrogasen97 de la presencia bizantina. Los
padres comprendieron inmediatamente el error cometido;
carecían
de fondos para asegurar el traslado de tantas
Figura 28. Juan VIII
personas, oficinas y organismos desde Basilea. De este
modo comenzaron a ofrecer la sede a aquella ciudad que estuviese dispuesta a pagar
una suma de 70,000 ducados.
Inesperadamente, el Concilio anunció el 5 de diciembre de 1436, que la
reunión entre las dos Iglesias tendría lugar en Basilea, o en Avignon, o en un lugar
de Saboya, y no otra parte. Ningún puerto de mar ni ciudad asequible como se
había prometido. Unos cuarenta obispos y algunos humanistas, presididos por el
propio cardenal Cesarini, se reunieron proclamándose “melior et sanior pars”, para
exigir del Concilio que cumpliese su palabra y aceptase una ciudad conveniente para
los griegos.
Un cambio de opinión comenzaba a advertirse, respaldado
enérgicamente por los embajadores bizantinos que rechazaron las tres sedes
propuestas y exigieron que se cumpliesen los compromisos previos. En abril de
1437 las disputas habían degenerado en violencia, y ésta en guerra cuando, el 7 de
mayo, Cesarini propuso, en nombre del Papa, el traslado a Florencia en donde
Eugenio IV residía.
96
97
Llenar las vacantes de una corporación mediante el voto de los integrantes de la misma.
Surgieran.
129
Eugenio IV había recobrado su firmeza y decidió aceptar la lucha usando las
armas de su autoridad. La propuesta fue convertida en orden el 30 de mayo sin
esperar a conocer la reacción del Concilio. Algunos de los más ilustres pensadores
comenzaron a manifestarse contra el Concilio.
Eugenio decidió llevar la querella a un terreno doctrinal. Hizo circular, en
1436, un Lider Apologeticus en que se acusaba al Concilio de usurpar una autoridad
que Jesucristo había conferido a San Pedro; era una invitación a los cristianos para
que se definiesen en la obediencia al Vicario de Roma. Algunos meses antes los
conciliaristas habían constituido en Basilea una comisión especial, encargada de
averiguar cuántas infracciones había cometido el Pontífice contra los decretos del
Concilio.
Se estableció una lista de veinticinco.
El 31 de julio de 1437 la
congregación general aprobó un decreto que daba al Papa sesenta días para
comparecer y defenderse de las graves acusaciones que contra él se formulaban,
entre las cuales no faltaban ni la simonía ni el abuso de autoridad. Eugenio IV no se
inmutó; la bula Doctoris Gentium (18 de septiembre de 1437) dispuso, en virtud de
la autoridad pontificia que le asistía, el traslado del Concilio desde Bolonia a
Ferrara98, lugar conveniente para los griegos, en donde le era posible además ejercer
la presidencia efectiva.
El 24 de Enero de 1438, el Concilio declaró al Papa en suspenso provisional de
sus funciones, y abrió contra él un proceso. El 14 de febrero se verificó la elección
de presidente que recayó en el cardenal Alemán. Los ingleses y los castellanos se
habían ausentado antes de la suspensión de funciones del Papa. La ruptura entre
éste y el Concilio era ya definitiva.
2.3.2.5
La unión de las iglesias. Las negociaciones entre la Iglesia y la griega
no fueron improvisadas.
Es cierto que Eugenio IV sacó provecho, pero la
preocupación por eliminar este otro Cisma, más antiguo, era sincera.
El
tradicionalismo imperante en al Iglesia oriental, que desde fines del Siglo XIV estaba
sometida a la poderosa influencia de Jorge Palamas, había impedido que el Cisma
derivase hacia terrenos doctrinales. Cuando se emprendían negociaciones de buena
voluntad se encontraba en seguida una coincidencia en la fe. Las dificultades eran
disciplinarias, no teológicas.
Teólogos importantes, estaban convencidos de que las cuestiones que
separaban a las Iglesias no eran graves. Numerosos obispos y un total de diecisiete
metropolitanos asistieron al Concilio.
Los dos problemas fundamentales, en la discusión con los griegos, eran la
inclusión de la palabra Filioque en el Credo, que éstos rechazaban por razones de
costumbre y tradición inveteradas, y el Primado del obispo de Roma como sucesor de
San Pedro. El 4 de junio de 1439 se concluyó el acuerdo doctrinal y el 6 de julio
siguiente fue firmada el Acta de Unión. Pero Marcos Eugenikos se negó a suscribirla
y, con ayuda de un monje, Gennadio, inició una campaña contra la unidad de ambas
Iglesias.
La Unión despertó grandes esperanzas y elevó el prestigio del Papa, pero fue
un fracaso. Cuando Juan VIII regresó a Constantinopla99, encontró una oposición
98
99
Ciudad de Emilia Romagna al Norte de Italia.
Actual Estambul, capital de Turquía.
130
formidable. De los 29 obispos que habían estado presentes en Florencia, sólo ocho
confirmaron su aceptación; los demás negaron su firma o se retractaron. En 1448
un Sínodo reunido en Moscú100 rechazó la unión en lo referente a la Iglesia rusa. La
mayor parte de los eclesiásticos orientales habían tomado una decisión muy
diferente; para ellos era preferible someterse al poder otomano tratando de
reconstruir bajo él la verdadera Iglesia, que aceptar la unión obedeciendo al obispo
de Roma.
2.3.2.6
Victoria del Papa sobre el Concilio. La noticia de la deposición de
Eugenio IV pasó desapercibida ante el éxito logrado en la unión con los bizantinos.
Improvisando un cónclave, al que asistió un solo cardenal, el Concilio proclamó Papa
al duque de Saboya, Amadeo VIII, que pasó a llamarse Félix V. Constituyó, sin
duda, un error: la idea de reproducir el Cisma no era seductora para nadie. Eugenio
IV replicó declarando excomulgados y desposeídos de sus beneficios a cuantos
permaneciesen en Basilea. El Concilio se sostenía, sin embargo, porque servía los
intereses de Francia. Instalado en Lausanne101, Félix V se convirtió en deplorable
criatura de los conciliaristas extremados, cuya conducta e indisciplina sirvieron tan
sólo para que Eneas Silivio Piccolomini se declarara en 1447 enemigo del Concilio.
De esta forma, el Concilio de Basilea, que parecía al principio destinado a
conseguir una victoria espectacular de los reformadores que, bajo el programa del
conciliarismo, preconizaban una inversión en la estructura de la Iglesia católica,
causó a la larga el efecto contrario. Una corriente favorable al restablecimiento de la
autoridad pon la autoridad de los reyes. La Iglesia remontaba la crisis del único
modo posible, estabilizando el poder del Papa. Las cualidades personales de Eugenio
IV sirvieron mucho para este fortalecimiento. Desde 1446 Federico III abandonó la
neutralidad e inició negociaciones para un nuevo concordato con la “nación
alemana”. El 23 de febrero de 1447 murió Eugenio y le sucedió Nicolás V; entre las
primeras adhesiones que se recibieron estaba la de Carlos VII de Francia.
2.3.3 La marcha hacia el nepotismo
2.3.3.1
Consolidación de los poderes de los reyes sobre la Iglesia. La fortaleza del
Pontificado hacia 1450 era más aparente que real, dependía de las personas que
ceñían la tiara, pero las circunstancias seguían siendo desfavorables.
El
conciliarismo o, por mejor decir, las aspiraciones hacia una reforma antijerárquica no
habían muerto. El decreto Frequens fue olvidado y ya no hubo ningún concilio hasta
el de Letrán de 1512, que se mantuvo en la estricta
sumisión al Pontífice y desarrolló una tarea gris aunque muy
eficaz. En 1460, Pío II, rematando las disposiciones que
tomara Martín V en 1418, prohibió apelar del Papa ante el
Concilio.
En 1418, Martín V había tenido que otorgar unas
condiciones que aumentaban la autonomía de las Iglesias
nacionales. Nunca se pudo reconstruir el sistema beneficial
o el régimen de impuestos que creara Avignon, sin dar
parte en ellos a los monarcas. Inglaterra fue la que avanzó
más rápidamente por el camino de la autonomía.
La
100
101
Capital Rusa; del lado Europeo.
Ciudad de Vaua al oeste de Suiza.
Figura 29. Papa Pío II
131
desastrosa situación de los Estados Pontificios dejaba al Papa
buena voluntad de los poderes laicos.
a expensas de la
Carlos VII aprovechó de una manera especial la revuelta conciliar para
extender las “libertades galicanas” más allá de los límites establecidos por el
concordato de 1426. El rey es una especie de cabeza de la Iglesia de Francia si bien
se reconoce la autoridad doctrinal del Papa, se le permiten cobrar ciertas tasas
imprescindibles a su sostenimiento y se mantienen apelaciones en algunos casos
muy concretos.
Alemania era otra cuestión muy diferente. Federico III no estaba interesado
en sostener una reforma que debilitaba, si cabe, la autoridad imperial. El emperador
confiaba en una labor subterránea de entendimiento con el Papa para cambiar las
tendencias de los obispos alemanes.
No hay duda de que tanto Martín V como Eugenio IV trabajaron cuanto les fue
posible para restaurar la Sede Apostólica en su antigua dignidad. Los reformadores
solicitaban que el Papa viviese de las rentas de sus Estados y Martín V se decidió a
responder, en lo posible, a esta solicitud. Se convertía al Pontífice en uno más entre
los príncipes italianos, rodeado de tropas y de funcionarios y oficiales de justicia. En
un informe redactado pocos meses antes de la muerte de Martín V se especificaba
que las rentas se habían reducido a la tercera parte de lo que eran en 1378. Esta
pobreza inspiró a los Papas la tendencia a acudir a indulgencias como medio de
obtener dinero y a nombrar parientes para los cargos importantes porque sólo en
ellos podían confiar.
2.3.3.2
Los grandes Papas de la restauración romana. Las ruinas melancólicas
de Roma estimularon los afanes de renovación de Nicolás V; el trabajo de
embellecimiento emprendido no era un simple capricho: se trataba de conseguir una
capital digna del poder mismo de la Cristiandad. El Jubileo de 1450, primero que se
celebraba después de la restauración de la paz, sirvió de pórtico a la nueva etapa.
Los legados se encargaron de propagar por Europa las aspiraciones del
Pontífice, justificando el recurso a las indulgencias como contribución de todos los
cristianos a obra tan necesaria. Sus éxitos fueron escasos.
Con gran entusiasmo fue recibida la paz de Lodi (1454) a la
que Nicolás V se adhirió.
Durante veinte años hubo
esperanza de que las guerras intestinas pudieran terminar.
La caída de Constantinopla y el avance inexorable de
los turcos por tierra y por mar despertaron la conciencia del
peligro.
Nicolás V, príncipe italiano y cabeza de la
Cristiandad, no permaneció indiferente. De él arranca la
idea de que todos los poderes occidentales debían unirse
para formar un ejército que detuviese al enemigo musulmán. Era también un medio
de evitar las guerras interiores abriendo cauce a una empresa exterior conjunta.
Nicolás V murió cuando la idea empezaba apenas a tomar cuerpo. Su sucesor, el
español Alfonso Borja, Calixto III, canonista riguroso, juró solemnemente que
consagraría su vida a la realización de este proyecto. Todos los soberanos de Europa
se abstuvieron de intervenir; por eso las tropas reunidas fueron bastante escasas.
Figura 30. Calixto III
132
La cruzada sirvió, sin embargo, para promover críticas y ataques virulentos
contra el Pontífice. Tanto la Universidad de París como la Dieta de Frankfurt
combatieron la doctrina y la práctica de las indulgencias; también se esgrimieron
contra Calixto III. Calixto murió en agosto de 1458 y tras un brevísimo Cónclave le
sucedió uno de los grandes humanistas de este tiempo, Eneas Silvio, famoso por su
Imago Mundi, el cual decidió llamarse Pío II. Los cardenales impusieron al nuevo
Papa una capitulación, como era costumbre.
Pío II, que empleó abundantemente en sus escritos la expresión Europa, como
sustituto del término Cristiandad, estaba tan convencido como sus antecesores de
las ventajas que ofrecía una cruzada contra los turcos en orden a la unidad entre los
príncipes cristianos.
2.3.3.3
El nepotismo. Cuando Pío II murió (1464) los cardenales elaboraron
un programa y exigieron de todo un compromiso a sostenerlo, cualquiera que fuese
el favorecido en el Cónclave: se conservaría el número de veinticuatro cardenales,
sin alteración; el Papa seguiría en todo sus consejos; un nuevo Concilio sería reunido
para emprender la reforma. La elección recayó sobre Pedro Barbo, Paulo II,
enemigo declarado de los humanistas a los que consideraba como auténticos
paganos y cuyo programa de gobierno era más político que pastoral. La Academia
de Platina se desintegró y los intelectuales llegaron a ser perseguidos. Se siguió
hablando de cruzada, pero bajo unas perspectivas muy diferentes.
Progresando en esta nueva línea de orientación, fue elegido como sucesor de
Paulo II el general de los franciscanos, Francisco della Rovere, que tomó el nombre
de Sixto IV. De golpe convirtió en cardenales a dos sobrinos, Pedro Diario y Julián
della Rovere (luego Papa Julio II), a los cuales entregó el gobierno de la Iglesia,
mientras que otro nepote, laico, Jerónimo Diario, empezaba a fabricarse un señorío a
costa de los Estados Pontificios, utilizando para ello el dinero y las tropas del Papa.
Para la Cristiandad fue una sorpresa y un escándalo.
Sixto IV, obligado por las continuas necesidades de dinero, actuó más como
príncipe romano que como pastor de la Iglesia universal.
Inocencio VIII, es decir, Juan Bautista Cibo, elegido en 1484. El Papa no sólo
tenía sobrinos, sino también hijos a los cuales quería promover. Los cardenales
llegaron a imponerle condiciones que limitaban su acción a los resultados de un
pacto; pero tampoco el Colegio poseía la necesaria unidad.
2.4
LOS GRANDES CONFLICTOS OCCIDENTALES DE LA PRIMERA MITAD
DEL SIGLO XV
2.4.1 La guerra de Azincourt (1415-1444)
2.4.1.1
La Casa de Borgoña. Los dominios de la Casa de Borgoña se asentaban
ya en este momento sobre cuatro territorios: Borgoña, Flandes, Brabante102 y
Limburgo103, que tenían la característica común de poseer una gran prosperidad
económica.
102
103
Provincia en el Centro de Bélgica.
Provincia al Norte de Bélgica.
133
Hasta 1415 el duque de Borgoña había aspirado ante todo a ejercer dominio
sobre el rey de Francia, aprovechando la incapacidad de Carlos VI, pero la
reaparición de los ingleses y la rápida conquista de Normandía por Enrique V,
impusieron un cambio radical en sus proyectos. Sin poseer el carácter definido de
los franceses o de los castellanos, la población de los Países Bajos estaba
adquiriendo cierta conciencia de comunidad que se apoyaba sobre una plataforma de
intereses económicos.
En más de un aspecto, la política exterior de la Casa de Borgoña había
demostrado su incompatibilidad con los intereses de Francia. En sus acciones, Felipe
el Bueno y Carlos el Temerario contarán con la aprobación de sus respectivos
Estados Generales.
Hacia el exterior, la Casa de Borgoña se presenta como identificada con los
intereses del patriciado de mercaderes y cambistas, mientras que su Corte es como
la quintaesencia del espíritu caballeresco. Borgoña creó, alimentó y difundió por
toda Europa la fantasía de la moda y de las fiestas.
Su principal clarividencia consistió en
2.4.1.2
La victoria de Enrique V.
comprender hasta qué punto tenían los Comunes razón cuando presentaban la larga
paz de 1388 como un grave perjuicio para los intereses mercantiles de los británicos.
Una importante transformación se estaba produciendo en la economía inglesa
en la segunda mitad del Siglo XIV. Industria y comercio producían beneficios y
permitían la creación de una nueva clase social con capacidad de otorgar créditos al
rey, pero cuyo status económico dependía de que se abandonase el procedimiento
de reclusión de los ingleses en sus islas. El reino reclamaba del joven monarca que
reconquistase para él la hegemonía sobre el Canal de la Mancha, y que le ayudase a
convertirse en potencia marinera. Esta fue la razón inicial de esta guerra de
Azincourt.
Desencadenando la guerra de Francia, Enrique V esperaba superar las
profundas divisiones existentes entre la nobleza británica, que hubieran podido
degenerar en una guerra civil, abriendo a ésta campos de expansión y
enriquecimiento. En el otro extremo del frente, la regencia de Catalina de Lancaster
y la muerte de Fernando de Antequera proporcionaron la neutralidad de Castilla; los
mercaderes castellanos se dieron cuenta demasiado tarde de que la instalación de
los ingleses significaba su propia eliminación de los mercados franceses.
El 25 de octubre de 1415 Enrique V obtuvo una victoria en Azincourt, la
batalla que ha dado nombre a toda esta guerra.
Los ingleses emprendieron la sistemática ocupación de Normandía,
empleando una estrategia muy moderna que consistía en establecer puestos
fortificados que delimitaban una parcela del territorio, que después se limpiaba. En
ningún momento presentó Enrique V otras reivindicaciones territoriales que aquellas
que se derivaban del tratado de Bretigny.
2.4.1.3
El tratado de Troyes104. Durante los años 1418 y 1419 tuvieron lugar
intensas negociaciones entre los dos trozos en que había venido a dividirse Francia;
Borgoña, aliada de Enrique V, neutral de hecho en la contienda, se presentó como
104
Ciudad de Aube al centro de Francia.
134
mediadora y, también, como esperanza de salvación del desastre. En 1419, Juan sin
Miedo firmó un acuerdo con los armagnacs en Pouilly, prometiendo celebrar una
entrevista con los defensores del delfín en el puente de Montereau105, para evitar
sorpresas. Durante esta entrevista, el 10 de septiembre, algunos servidores de
Carlos mataron al duque de Borgoña. Años más tarde, mostrando el agujero de su
calavera, un fraile explicaba a Francisco I que por él habían entrado los ingleses en
Francia.
En un instante, todo cambió. El nuevo duque de Borgoña, Felipe el Bueno,
propuso a Enrique V una alianza invitándole a trasladarse a Troyes, en donde se
encontraba la reina Isabel.
El tratado de Troyes significa un cambio, acaso radical, en los proyectos de
Enrique V, que había ido a la guerra en 1415 para restablecer el tratado de Bréttigny
o la parte de él que le proporcionase el dominio del mar, y se encontraba ahora
persiguiendo la conquista de todo el reino de Francia. Esta empresa, a poco que se
empeñase el patriotismo francés, excedía con mucho a las
fuerzas y a la economía británica. Además, Enrique V murió
en París el 31 de agosto de 1422, precediendo a su suegro
Carlos VI en menos de dos meses. Como sucesor de ambos
fue proclamado rey de Francia y de Inglaterra Enrique VI
que aún no había cumplido un año.
2.4.1.4
El gobierno inglés en la minoridad de Enrique
VI. Dos hermanos de Enrique V, los duques de Gloucester y
de Bedford, asumieron el gobierno en nombre del rey niño,
repartiéndose las respectivas funciones. El primero, que
había sustituido a Enrique durante la guerra, permaneció en
Westminser; el segundo se instaló en Francia.
Figura 31. Enrique IV
Los dos duques estaban decididos, al parecer, a lograr
sus éxitos en el exterior, continuando y aumentando la política de Enrique V.
Bedford se lanzó a la conquista de Francia. Humberto, duque de Gloucester, casó
con Jacoba de Hainaut, separada de su marido, Juan de Baviera, y trató de
apoderarse de los dominios de su esposa, arriesgando con ello una ruptura con el
duque de Borgoña.
Cuando Gloucester regresó, en 1425, fracasado, la tensión entre el Consejo,
portavoz de la nobleza, y el Guildhall, asiento de los mercaderes ricos, había llegado
a su punto máximo. Comenzaban a experimentarse las consecuencias del abandono
de una política.
Las negociaciones entre los dos partidos, el de la nobleza y el de Gloucester,
duraron varios meses; se estaban ya perfilando los intereses políticos y dinásticos
que se enfrentarán en las postrimerías del reinado. El Parlamento, reunido en
Leicester el 12 de marzo de 1426, para votar los subsidios que en Francia se
necesitaban, contempló una aparatosa reconciliación entre ambos hermanos, pero el
Consejo obligó a uno y otro a firmar un escrito en que, bajo juramento, les obligaba
a considerarle como autoridad suprema.
105
Ciudad de Vaua al Oeste de Suiza.
135
2.4.1.5
La guerra en Francia. Muchos de los nobles creían sinceramente que
el sometimiento a Inglaterra podía ser el remedio para los sufrimientos de un reino
desgarrado por la guerra civil.
Francia se encontró dividida entre dos soberanos de incompleta y vacilante
autenticidad. Durante varios años Carlos VII dio la sensación de estar atormentado
por dudas y pesimismo. Prácticamente dejaba todos los asuntos en manos de un
Consejo que no brillaba precisamente por la capacidad y honradez de sus miembros.
Bourges se debatía en medio de dificultades económicas superiores a las de los
ingleses.
El objetivo fundamental de los británicos consistía en apoderarse de Anjou y
de Maine, sin cuyas rentas el delfín no podría sostenerse. Mientras Bedford contó
con el apoyo de los tres grandes nobles franceses, la superioridad de sus armas se
ejerció de un modo aplastante. Bedford hubo de regresar a Inglaterra para poner
paz entre los bandos. A principios del año 1427 estaba de nuevo en Francia con
refuerzos importantes.
Comenzaba el ataque decisivo. El conde de Salisbury comenzó la ocupación
del valle del Loire106 poniendo cerco a Orleans107 el 7 de octubre. El joven duque de
Orleans, llamado Carlos, estaba en Inglaterra como prisionero, desde Azincourt. En
la mentalidad caballeresca del Siglo XV atacar el dominio de un prisionero que ha
dado su palabra de rendición es felonía, a menos de que se trate de un rebelde a su
legítimo rey. Orleans era algo más que la llave del dominio del valle de Loire. Era el
símbolo porque en él se ventilaba el juicio de Dios. Cuando Salisbury murió, Bedford
encomendó el mando al capitán Sir Juan Talbot. Un ejército enviado a las órdenes
de Carlos de Borbón, conde de Clermont, pretendió destruir los aprovisionamientos
británicos el 12 de febrero de 1429 pero fue derrotado. Se habló de este episodio
como de la “batalla de los arenques” porque el cargamento principal era esta pesca.
2.4.1.6
Juana de Arco. Al impulso fantástico de
esta doncella, Juana, cristalizó el sentimiento
nacional. La mejor fuente para el conocimiento de la
doncella de Orleans sigue siendo el proceso.
Ella misma contaba cómo, a los 13 años de
edad, había recibido apremiantes mandatos celestiales
para que fuese a coronar al delfín y a liberar a Francia
de los ingleses y borgoñones. A una edad temprana
hizo voto de virginidad. Durante cinco años las voces
insistieron; al recibir noticia del cerco de Orleans tomó
la decisión de presentarse en Vaucouleurs al capitán
Roberto
de
Baudricourt;
éste
la
devolvió,
naturalmente, a sus padres. Pero Juana insistió por
segunda vez, con tal fuerza de convicción que el
capitán decidió remitirla al delfín.
Figura 32. Juana de Arco
El 6 de marzo de 1429 llegó a Chinon108,
refugio de Carlos VII, en el momento de la depresión por la inminente caída de
106
107
108
Provincia al Centro de Francia.
Ciudad en Loire.
Ciudad de Loire al Centro de Francia.
136
Orleans. La convicción más completa era la que poseía Juana, que escribió a los
ingleses una carta invitándoles a abandonar Francia.
Los defensores de la ciudad se sintieron contagiados por la enorme fuerza
moral que de la doncella se desprendía. Dunois pasó a ser uno de sus más ardientes
seguidores. Breves combates bastaron, entre el 27 de abril y el 8 de mayo, para
conseguir la liberación de Orleans. El juicio de Dios se había pronunciado a favor de
Carlos VII.
La liberación de Orleans era tan sólo un paso previo a la verdadera misión de
Juana, coronar al delfín. Para esto se necesitaba abrir una brecha en el territorio
ocupado por el enemigo.
La doncella tuvo que vencer la resistencia de los
cortesanos de Carlos antes de que se tomase una decisión. El mando supremo del
ejército fue otorgado al duque de Alençon, quien, como Dunois y la Hire, se había
pronunciado a favor de Juana. El 17 de julio Carlos VII fue solemnemente coronado.
Juana consideró que su misión había terminado y proyectó retirarse a casa de
sus padres, pero la influencia de sus compañeros de armas o la inspiración de sus
voces se lo impidieron. La Tremoille la consideraba como un estorbo para las
negociaciones con los borgoñones en las que tenía puesta toda su esperanza. Otros
cortesanos temían que la guerra y Juana permitiesen la consolidación de jefes
prestigiosos que les desplazasen. Para muchos fue, por tanto, un alivio el que en la
mañana del 24 de mayo de 1430 Juana fuese hecha prisionera por tropas
borgoñonas que mandaba Juan de Luxemburgo.
Algunas negociaciones muy
confusas, en las que intervino Pedro Cauchon, obispo de Beauvais y consejero de la
reina Isabel de Baviera, concluyeron con la venta de Juan a los ingleses por 10,000
coronas de oro.
El objetivo perseguido por los ingleses era romper el mito demostrando que
Juana era una impostora, una bruja o una loca. Los jueces sabían de antemano que
su misión consistía en dictar una sentencia condenatoria, pero querían mantener las
formas jurídicas y lograr una confesión o contradicciones. Lo que resplandece en el
largo documento es la fe. El 24 de mayo de 1431 fue llevada al cementerio de
Rouen en donde estaban preparados los instrumentos para el suplicio e invitada a
firmar un acta de abjuración redactada en términos ambiguos que, probablemente,
ella no entendió. Logrado este objetivo y devuelta a la cárcel, se la retiraron las
ropas de mujer, a fin de poder declararla reincidente. Fue quemada viva el 30 de
mayo.
2.4.1.7
El congreso de arras. Carlos VII no obtuvo sino una moderada utilidad
a las victorias de Juana; sometido a la influencia de la Tremoille, frenó las
operaciones militares prefiriendo las negociaciones con Borgoña. Se había vuelto a
la estrategia de las operaciones menudas, acomodadas a la penuria económica. Pero
la guerra discurría ya definitivamente a toda velocidad.
2.4.2 La época de los infantes de Aragón
2.4.2.1
La hegemonía “aragonesa”. Fernando I pretendió
erigir un dominio de su familia sobre todos los reinos de la
Península Ibérica. En 1407 en él se resumía la alta nobleza de
Castilla.
Figura 34.
Enrique IV
137
Cataluña padecía, desde 1380, una violenta crisis económica. El patriciado
catalán, que dará inmediatamente origen al partido de la Biga, quería una solución
política para la crisis consistente en un pacto entre la corona y los estamentos, en
especial la Diputación, que la oligarquía barcelonesa controlaba. La Diputación era la
representación de las Cortes, que permanecía entre una convocatoria y otra,
asegurando la estabilidad legislativa. Los consejeros de Fernando estimaban que
había necesidad de una política mediterránea de gran alcance, con objeto de
asegurar la recuperación económica. No hay duda de que esta opinión ejerció
influencia en la distribución de funciones que hizo entre sus hijos.
El mayor, Alfonso, convertido en duque de Gerona109, heredaría el trono. En
el programa del padre a él le correspondería ejercer, de hecho, activamente, la
jefatura del grupo familiar. El 12 de junio de 1415 se casó con su prima, la infanta
María de Castilla que tenía derecho a heredar la corona de Castilla en el caso de que
Juan II muriera sin hijos. El segundogénito, Juan, duque de Peñafiel, recibió todos
los patrimonios castellanos de su padre, pero no los de la madre. Fernando le otorgó
el 1 de marzo de 1415 amplios poderes sobre los reinos mediterráneos de
Cerdeña110, Mallorca111 y Sicilia112. Se iniciaron simultáneamente negociaciones para
su matrimonio con Juana de Nápoles, la heredera del rey Ladislao. Era claro, pues,
que se había asignado al duque de Peñafiel la construcción y sostenimiento de un
Imperio mediterráneo.
El tercero, Enrique, maestre de Santiago, debía permanecer en Castilla, en
donde había recibido el conde de Alburquerque con los señoríos que acreditaran a
ésta el calificativo de “ricahembra”. Su misión consistía en controlar, a través del
Consejo Real, el gobierno de la monarquía castellana, para que no se apartase de los
cauces señalados.
Apenas puede caber duda de que si los infantes de Aragón se hubiesen
mantenido unidos, como su padre recomendaba insistentemente, ningún otro poder
político hubiera estado en condiciones de resistirles. No lo hicieron. Apenas muerto
Fernando I, Alfonso V reclamó para sí el escenario mediterráneo, desplazando al
duque de Peñafiel, sin oposición, al parecer, de éste, que comenzó a negociar otro
matrimonio más inmediatamente provechoso, con la heredera de Navarra113, Blanca,
que era viuda de Martín de Sicilia. Don Juan regresó a la Península con el propósito
de tomar la dirección del partido, desplazando a su hermano don Enrique, poco
dispuesto a consentirlo en su primera etapa de gobierno, el maestro de Santiago
había impuesto una importante rectificación de las relaciones exteriores de Castilla,
en beneficio de la nobleza exportadora de lana, de los mercaderes de Burgos114 y de
los navegantes vasco-cantábricos. La pasiva colaboración de Catalina de Lancaster a
la ofensiva de su hermano Enrique V había costado a los castellanos su expulsión de
los puertos normandos, en especial de Rouen. Los barcos de la Hansa comenzaban a
penetrar en el golfo de Vizcaya. Por última vez el partido “aragonés” apareció unido
y preocupado de los intereses económicos del reino, en las Cortes de Madrid de 1418
en donde se arbitraron los recursos necesarios para llevar a cabo la guerra contra la
Hansa.
109
110
111
112
113
114
Ciudad de Cataluña al noroeste de España.
Isla en el mar Mediterráneo al Sur de Italia.
Puerto en Palma en las Baleares en el Mar Mediterráneo.
Isla en el mar Mediterráneo al Sur de Italia.
Provincia al Norte de España.
Ciudad de Castilla y León al Norte de España.
138
2.4.3 Restablecimiento de la hegemonía francesa
Las treguas de 1444 señalan una etapa importante en la Historia de Francia.
Carlos VII no era un rey con limitaciones de poder; poseía una energía potencial
formidable.
Las reformas tienen dos vertientes principales: la militar y la financiera.
Francia creó, a mediados del Siglo XV, una máquina de guerra que puede
considerarse como el primer ejército nacional. La Ordenanza de 1439, todavía en
plena guerra, había dispuesto la creación de compañías de cien hombres cada una,
pero cuyo reclutamiento era un monopolio del rey. Cada compañía se instalaba en
un lugar determinado bajo salvaguardia. Inmediatamente después de haberse
firmado la tregua de Tours, se procedió a depurar el ejército de sus elementos más
peligrosos. Una segunda Ordenanza señalaba la creación de quince capitanías de
cien lanzas, siendo la lanza francesa una pequeña unidad de seis hombres. Cada
capitán reclutaba a sus hombres, pero respondía ante el rey de su capacidad, valor y
disciplina. En 1446 se crearon otras cinco compañías para guarnición del Languedoc,
de modo que se alcanzó un ejército permanente para tiempo de paz de doce mil
caballos. El 28 de abril de 1448 aparecieron los cuerpos de infantería llamados de
los “francs archers” porque se eximía de tributos a sus miembros. Se había pensado
en la necesidad de contar con un arquero cada cincuenta hogares. También se inició
la constitución de la artillería ligera y pesada que causó la admiración de Europa.
Carlos VII se encontró con el deterioro irreversible de las finanzas ordinarias.
La Ordenanza de Nancy, del 10 de febrero de 1445, señaló cuáles eran las finanzas
extraordinarias que iban a servir de base a la Hacienda pública, es decir, gabelas,
ayudas y tallas. Gabela era el nombre dado al impuesto sobre la sal; para impedir
fraudes se obligaba a cada villa o aldea a consumir una cantidad determinada del
producto. Ayuda era el impuesto que pagaban las mercancías. Talla, la contribución
territorial. De las tres, la talla era la más lucrativa; contando con ella se podía
sostener el nuevo ejército.
La hegemonía francesa de la segunda mitad del Siglo XV se debe por igual a
tres factores: la capacidad de recuperación económica e institucional de que Francia
dio muestras, el colapso militar de Inglaterra y la consolidación de un reino en
Escocia.
2.4.3.1
Conquista de Guyena y Normandía. La ocasión para el comienzo de
las hostilidades entre Francia e Inglaterra fue dada por Francisco I, duque de
Bretaña, cuando prestó homenaje a Carlos VII; los ingleses consideraron que este
acto constituía una traición y le combatieron. Tropas francesas atacaron a las
británicas en 1449 sin que se hubiese producido una denuncia formal de la tregua.
La muerte de Suffolk es el primer acto en los graves desórdenes que
provocaron finalmente la caída de la Casa de Lancaster. Los franceses no detuvieron
su ofensiva; conquistada Normandía, invadieron a continuación Guyena. Burdeos
sucumbió el 12 de junio y Bayona115 el 20 de agosto de 1451. Los ingleses,
mandados por el veterano Talbot, intentaron una contraofensiva recobrando
Burdeos116, pero la derrota que sufrieron en Castillón selló el destino final. El 19 de
octubre de 1453, Carlos VII hizo su entrada solemne en Burdeos, poniendo fin a
115
116
Ciudad de Pirineos Atlánticos al Sur de Francia.
Ciudad de Gironda al Suroeste de Francia.
139
trescientos años de ocupación británica. De sus antiguos dominios los ingleses
conservaron únicamente Caláis, que estaba cubierto por las posiciones borgoñonas
que le rodeaban.
2.5
CONSOLIDACIÓN DE LAS MONARQUÍAS OCCIDENTALES
2.5.1 El asalto de la nobleza
En todas partes los nobles se unen para constituir partidos cuyo nombre es,
ordinariamente, Ligas para el bien común o el bien general del reino.
2.5.1.1
Escocia. En primer término la Liga aparece aquí con un programa
nítido: la defensa de las libertades y privilegios de la aristocracia. La Liga consiguió
cargar las culpas de la represión sobre los hombros de una sola persona, Guillermo
Chrichton, facilitando así adhesiones como la de Alejandro Livingstone de Callendar.
Contó en seguida con los dos nobles más poderosos de Escocia, los condes de
Crawford y de Ross. Colocado al frente del ejército Livingstone obtuvo la victoria de
Gretna y se convirtió en una especie de héroe nacional.
El rey Jacobo II se sintió alarmado e intentó una reacción violenta. En febrero de
1452 el conde de Douglas fue atraído a la Corte de Stirling; conminado a disolver
inmediatamente la Liga, se negó y fue asesinado. Este golpe de audacia impidió a
los nobles unirse en un movimiento más general; los escasos levantamientos fueron
rápidamente sofocados y el Parlamento de Crawford aprobó la conducta real. Pero
esta primera victoria de la monarquía se vio anulada por la muerte prematura del rey
en 1460.
2.5.1.2
La deposición de Enrique IV. En 1463 la posición de Juan II de Aragón
era más débil que nunca. Impotente para dominar las revueltas de Cataluña, se
enfrentaba con la perspectiva de una guerra larga, empeñada y difícil, para la que
habría necesitado tener más dinero del que disponía. El peligro mayor procedía, sin
embargo, de la actitud que adoptasen Castilla y Portugal, porque si ambas se unían
decidiendo sostener a los secesionistas catalanes, difícilmente habría podido resistir.
La clave del destino de la Península se encontraba en Castilla, el reino más extenso,
más poblado y más rico; en él tenía Juan II el poderoso instrumento de la Liga. Pero
después de la traición de Bayona, Enrique IV había iniciado un nuevo camino,
despegándose de la Liga para intentar la formación de un partido de lealtad
monárquica, que fue encomendado a Beltrán de la Cueva y Pedro González de
Mendoza. Desde este momento la nobleza castellana aparece escindida en dos: un
grupo compuesto por los que pretendían continuar por el mismo camino de reducción
ininterrumpida de la autoridad del monarca, y otro formado por aquellos nobles
suficientemente poderosos que piensan que el interés de la nobleza misma era que
el orden se restableciese, la propiedad de los señoríos fuese consolidada y se
devolviesen al rey sus prerrogativas, sin las cuales nunca habría paz. Este segundo
partido que, con mucha imprecisión, se puede llamar realista, buscaba, como
refuerzo exterior, la alianza simultánea con Francia y Portugal. En 1464 Alfonso V y
Enrique IV celebraron entrevistas y acordaron mantenerse unidos.
La antigua Liga nunca aceptó el cambio de régimen y decidió conquistar nuevamente
el poder. Contando con la adhesión expresa de Juan II de Aragón, convocaron una
Asamblea que se celebró en Burgos entre los días 26 y 28 de septiembre de 1464.
De ella salieron conclusiones importantes: se acusó a los actuales miembros del
140
Consejo de mal gobierno al menos en lo que respecta al quebranto de la moneda y
los precios, la autoridad otorgada a judíos y a conversos y la política destinada a
provocar la ruina de las Casas nobles.
Ante esta actitud de ruptura completa no se produjo la esperada resolución de
Enrique IV, por lo cual abandonó a sus amigos leales y entró en negociaciones con la
Liga. Enrique IV firmó en Cigales un tratado humillante, trató de consolar a Beltrán
de la Cueva con un ducado, y se entregó en manos de Villena y de Pedro Girón.
Los nobles iniciaron su gobierno cerrando la oligarquía mediante una Constitución
otorgada al país que reducía al rey a ser un mero mandatario del Consejo y a éste
expresión del partido triunfante; ningún noble podría ser sometido a otro juicio que
el de sus iguales.
2.5.1.3
El Acto de Guisando. La afrenta inferida a la institución misma de la
Monarquía era tan grave que muchos nobles se ofrecieron a los Mendoza para
reconstruir el partido del rey. El Papa, Paulo II, despachó a un legado, Antonio de
Veneris, con plenos poderes para dispensar y absolver de juramentos a fin de que
Enrique IV pudiera restaurar su autoridad. Muchas ciudades comenzaron a constituir
hermandades en defensa del trono. La única batalla campal, en Olmedo, el 19 de
agosto de 1467, fue ganada por Enrique y junto a él se encontraba Pierres de
Peralta.
Pero Enrique IV no era hombre de lucha; prefería siempre en consenso, la
negociación y el pacto. En cuanto el arzobispo Alfonso de Fonseca compareció ante
él con un proyecto de negociación, lo aceptó. Los puntos fundamentales de este
acuerdo serían el sometimiento de todos los rebeldes a la autoridad del rey, sin
castigos, el reconocimiento de Alfonso como heredero y el matrimonio, en promesa,
de éste con Juana, que cumplía en esos días su sexto año de edad. Como garantía
para la negociación, Enrique entregó a su propia esposa, Juana de Portugal, como
rehén.
Las negociaciones estaban a punto de concluir cuando, repentinamente, Alfonso XII
murió en Cardeñosa. Ya no quedaban varones para aspirar a la sucesión de Enrique
IV. Algunos nobles proyectaron proclamar a Isabel, la hermana del rey, una
muchacha muy despierta de poco más de 16 años. Es difícil explicar las razones que
impulsaron al monarca a continuar una negociación que ya no podía conducir a otra
cosa que al despojo de Juana.
Enrique IV dio
seguridades a Isabel en un documento privado y
después, en acto público, reconoció a Isabel como su
heredera.
Figura 34. Enrique IV
2.5.1.4
Eduardo IV de Inglaterra. Eduardo de York
había llegado al trono bajo el impulso de una rebelión
nobiliaria y en circunstancias especialmente difíciles.
Inglaterra era, por su población, un reino sumamente
modesto. Las dificultades económicas habían crecido.
Los esfuerzos que los York hicieron para demostrar que
poseían derechos al trono no ocultaban que ceñían la
corona por haberla conquistado.
141
Los monarcas ingleses del Siglo XV padecieron constantes y angustiosas
estrecheces, pero esto no quiere decir que el reino fuese tan pobre como ellos. Los
peores males procedían del empleo de mercenarios.
En 1464 Eduardo se casó secretamente con Isabel Woodville, viuda y con dos
hijos, protegiendo abiertamente a la familia de su esposa, la de lord Rivers; el 1 de
octubre de 1467 prometió a su hermana Margarita a Carlos el Temerario; en 1468
firmó una alianza con Borgoña y Bretaña, dirigida abiertamente contra Francia.
2.5.2 La victoria de las monarquías
2.5.2.1
El matrimonio de Fernando e Isabel. Luis XI tuvo su atención fija en la
frontera septentrional durante años clave en que la gran partida de Occidente se
estaba jugando en la Península Ibérica. La cuestión estribaba en saber quién será el
marido de Isabel, la princesa heredera reconocida en Guisando. Juan II de Aragón
encargó a Pierres de Peralta que consiguiese a toda costa la mano de Isabel para su
hijo Fernando. A pesar de otros interesados en la mano de la princesa heredera,
Isabel ordenó a sus consejeros que firmasen las capitulaciones matrimoniales con
Fernando, y sin esperar la dispensa pontificia, casó con Fernando en Valladolid el 14
de octubre de 1469.
2.5.2.2
Derrota y muerte de Carlos el Temerario. Al romperse el tratado de
Péronne, Carlos el Temerario se consideró independiente de Francia. En 1473 se
apoderó de Güeldres117 y de Zutphen118, asustando al emperador, y comenzó a
preparar sus objetivos fundamentales, la ocupación de Lorena, para unir
territorialmente sus estados, y la adquisición del título de rey.
Carlos el Temerario imaginó un vasto plan de guerra utilizando a la vez la
gran alianza occidental y la Liga del Bien Público, a la que faltaba su jefe natural,
Carlos, duque de Guyena fallecido en 1472. Sincronizando sus movimientos, los
catalanes atacarían por el Pirineo; los nobles comprometidos, Bretaña, Nemours119,
Saint Pol120 y Borbón, iniciarían la revuelta anterior; los dos ejércitos, inglés y
borgoñón, se reunirían en Caláis para marchar sobre Reims121, coronar a Eduardo IV
como rey de Francia y repartirse sus despojos. Al término de la campaña los aliados
reconocerían a Borgoña como reino. La amenaza era tan seria que cuando Enrique
IV murió e Isabel y Fernando fueron proclamados reyes de Castilla, Luis XI se
abstuvo de protestar; por el contrario, aceptó entrar en negociaciones con los
nuevos monarcas para la renovación de los tratados internacionales.
Cuando Eduardo IV llegó a Caláis122, en julio de 1475, al frente de su ejército,
comprobó con desilusión que Carlos el Temerario no había venido; estaba prestando
auxilio al arzobispo de Colonia, retenido en el cerco de Neuss. Imposible esperar:
cada día que pasaba, los mercenarios devoraban una fortuna que el rey no tenía.
Por eso aceptó un tratado de paz con Francia.
Con casi nueve meses de retraso, se decidió Luis a reconocer a Alfonso V de
Portugal como rey de Castilla ofreciendo el envío de un ejército a la frontera del
117
118
119
120
121
122
Provincia en el Centro de los Paises Bajos.
Ciudad de Güeldres al Este de los Países Bajos.
Ciudad de Sena y Marne al Norte de Francia.
Puerto al Oeste de Francia
Ciudad de Marne al Norte de Francia
Provincia al Norte de Francia
142
Bidasoa, en la primavera del año siguiente. En el intermedio se solucionó, con
victoria para Fernando e Isabel, la guerra civil española. Se encontró en una
situación desairada; todos los leales a Enrique IV servían fielmente a su hermana.
Avanzó en septiembre de 1475 hasta Baltanás, como si pretendiera llevar socorro al
castillo de Burgos que defendía Álvaro de Stúñiga, pero después renunció a la
operación replegándose sobre las bases del Duero, en Toro123 y Zamora124. Pero
Zamora se sublevó llamando a Fernando e Isabel, quienes derrotaron a Alfonso V a
mitad de camino entre ambas ciudades en la tarde del 1 de marzo de 1476. No
quedaba al monarca portugués otra esperanza que prolongar la lucha hasta que la
intervención francesa permitiese obtener mejores condiciones en la paz.
Carlos el Temerario se encontró aislado. Pero no renunció a sus proyectos.
Concertó una nueva tregua con Luis XI y se lanzó a la conquista de Lorena y a la
guerra contra los cantones suizos. El rey de Francia entregó subsidios a ambos,
mientras colocaba sus propias tropas en la frontera de Fuenterrabia125. Luis XI
comprobó que había llegado tarde a esta cita capital: sus ataques fueron rechazados
con facilidad y hubo de concertar una paz sin ganancias, renovando los viejos
tratados. Pero ya los suizos habían detenido, al fin, la cabalgada de Carlos el
Temerario, aplastándoles en Granzón y Morat (mayo y junio de 1476,
respectivamente). El duque de Borgoña murió, en el asalto a Nancy en enero de
1477.
2.5.2.3
La herencia de Borgoña. María de Borgoña era la heredera de los
extensos dominios de Carlos el Temerario. Probablemente hubo un grave error de
perspectiva por parte de Luis XI que no comprendía de qué modo pudo edificarse
una unidad sobre la absoluta separación entre estos dos elementos, los Países Bajos
y el ducado de Borgoña, que evitaba recelos mientras aprovechaba las ventajas de
una economía común que, al transformar la industria y el comercio, disipaba las
tensiones entre los gremios y el patriciado.
Luis XI rechazó las peticiones de María de Borgoña, su ahijada, para que la
protegiera. Los consejeros de la duquesa se volvieron entonces hacia Federico III
concertando su matrimonio con el hijo de éste, Maximiliano. La boda se celebró el
19 de agosto de 1477 y fue casi simultánea de la confiscación de los feudos
decretada por Luis XI. La guerra, larga y dura, tuvo como único hecho de armas la
batalla de Guinegate que quedó indecisa. María murió antes de que se concertara la
paz después de haber dado a Maximiliano dos hijos, Felipe y Margarita, que
garantizaban la sucesión borgoñona.
En Septiembre de 1479, Fernando e Isabel, que habían heredado a comienzos
de ese año la Corona de Aragón, establecían la paz definitiva con Portugal. En las
Cortes de Toledo de 1480 los monarcas españoles liquidaron la guerra civil y
deshicieron los partidos políticos.
2.5.2.4
La tragedia de Ricardo III. La victoria de la Monarquía se retrasa más
en Inglaterra que en los demás reinos occidentales.
Después de regresar a
Inglaterra una vez firmada la paz de Pecquigny, renunció a toda acción exterior
cuidando de percibir su renta de 50,000 coronas anuales.
123
124
125
Ciudad de Castilla y León al Norte de España
Idem.
Ciudad de Navarra al norte de España.
143
Junto a Eduardo se alza, en los últimos años de su reinado, la figura
desconcertante de su hermano Ricardo, duque de York.
Ricardo trataba de casarse con Ana Neville, la heredera del conde de
Warwick, a fin de apoderarse de los dominios del “fabricante de reyes”.
Cuando Eduardo murió (abril de 1483) encomendó a Ricardo que actuase
como protector del reino en tanto sus hijos, llamados
también Eduardo y Ricardo, fuesen menores de edad.
Durante dos meses pareció acomodarse estrictamente en
este papel. A mediados de mayo se estaban haciendo los
preparativos para la coronación de quien hubiera debido
llamarse Eduardo V. De pronto todo cambió y Ricardo
comenzó a reclamar para sí la corona por ser el único
legítimo heredero de su hermano.
Esta actitud ha
suscitado opiniones diferentes:
-
Una desfavorable, que presenta el cambio como
término de llegada de un designio previo.
Una favorable, pretende que el documento era
verdadero y que le fue entregado por Roberto
Stillington el día 8 de junio.
Los hijos de Eduardo IV fueron encerrados en la
Figura 35. Ricardo III
Torre y desaparecieron. Pudo sobrevivir una hija llamada
Isabel. El Parlamento reconoció a Ricardo como rey. Las circunstancias de su
llegada al trono atizaron los rescoldos del descontento que anidaban en los grandes
linajes. Ricardo III no trató de atraérselos sino de domar con mano muy dura
cualquier resistencia.
2.5.2.5
Jacobo III. Las minoridades insistentes y prolongadas, junto con el
escaso desenvolvimiento económico que se había registrado en el país, fueron causa
de que en Escocia no se registrase una victoria completa de la Monarquía. Sobre
este reino repercutieron, además, las luchas dinásticas inglesas. Jacobo III se había
mostrado aliado fiel de Enrique VI. María de Güeldres, regente de Jacobo III se
mantuvo, a pesar de sus vinculaciones con la Casa de Borgoña, en relación de
amistad con los Lancaster, ofreciendo asilo a Margarita de Anjou.
En el momento de la muerte de Jacobo III (1488), el poder real en Escocia
era un instrumento de los nobles. Será la causa fundamental de debilidad y de los
dramáticos sucesos que en ella tuvieron lugar durante el Siglo XVI.
2.6
CONSOLIDACION DE LA CASA DE HABSBURGO
2.6.1 La herencia de Segismundo
2.6.1.1
La reforma del Imperio. Segismundo fue recordado durante mucho
tiempo como el soberano cuyas ideas de reforma hubieran podido salvar al Imperio.
En la segunda mitad del Siglo XV circuló profusamente por Alemania un documento
que había sido redactado sin duda después de su muerte y por personas que se
hallaban influidas por las doctrinas manejadas en el Concilio de Basilea, el cual se
conoció bajo el nombre de Reformatio Sigismundi. En él se defendían cambios
sociales y administrativos muy radicales.
144
Alemania se había convertido a principios del Siglo XV definitivamente en el
dominio de una oligarquía de príncipes, entre los que destacaban los electores, que
tenían concedida la plena soberanía sobre sus territorios. A su voluntad se plegaba
el Reichstag en sus deliberaciones. Aunque algunas veces asistían a la Dieta
representantes de las ciudades, nunca se tomaba en cuenta su opinión. Había una
deliberada tendencia a reducir al mínimo el poder del emperador, utilizando para ello
el procedimiento de asignar rentas tan escasas que apenas si bastaban para cubrir
los gastos derivados del ceremonial.
Segismundo es el progenitor de la idea de engrandecimiento de la Casa de
Austria.
Crear un bastión militar, del que Hungría se destinaba forzosamente a ser
baluarte avanzado; tal es el verdadero proyecto de Segismundo. Segismundo elevó
a 120,000 hombres el contingente de caballería húngara, pagándoles con un
impuesto especial; los campesinos tendrían que pagar, en adelante, dos diezmos, el
eclesiástico y el militar. El efecto más visible de esta política fue le empobrecimiento
y depresión social del campesinado, sujeto a la jurisdicción de los señores de la tierra
y abrumado por toda clase de contribuciones, a la Iglesia, al rey, al ejército y a los
nobles. Segismundo tuvo la satisfacción de comprobar que aquel ejército era
instrumento adecuado para la lucha con los turcos.
Este gran proyecto explica las razones del empeño con que Segismundo
trabajó para someter a Bohemia. En esto fracasó.
Segismundo patrocinó de hecho algunas reformas para el Imperio, que fueron
estudiadas en las Dietas de Constanza y de Breslau126. La propuesta del emperador
consistía en dividir el centro y sur de Alemania en cuatro “círculos” con objeto de
sostener las fuerzas armadas necesarias para la conservación de la paz. En cada
uno existiría un capitán, nombrado por el rey. Este proyecto no fue nunca aceptado
ni rechazado.
La amenaza turca, la rebelión husita y la guerra entre Polonia y la Orden
Teutónica, junto con la frialdad con que se habían acogido sus propuestas, hicieron
que Segismundo fijase su residencia en Hungría. En enero de 1422 los electores se
dirigieron a él, amenazándole con la destitución si no regresaba para presidir la Dieta
de Nüremberg. Segismundo obedeció, pero en la Dieta sólo se trataron los asuntos
que a él afectaban. De nuevo abandonó Alemania, a la que no regresó hasta 1430
para preparar el Concilio y la nueva cruzada contra los herejes.
2.6.1.2
El breve reinado de Alberto II. Coronado emperador en 1433 y
recibido en Praga en 1436, Segismundo se ocupó en adelante casi con exclusividad,
de preparar el tránsito a la nueva situación asegurándose de que Alberto de Austria
iba a ser aceptado como rey en Hungría y en Bohemia. Cuando Segismundo murió
nada había cambiado respecto a la situación caótica en que se encontrara al Imperio.
Según lo previsto, los electores aceptaron a Alberto de Habsburgo que, previamente,
había hecho promesas de reducir la autonomía de las ciudades y aumentar en
cambio el predominio de la aristocracia.
126
Wroclaw. Provincia al sur de Polonia.
145
Ninguna dificultad se había opuesto tampoco al reconocimiento de Alberto
como rey, tanto en Bohemia como en Hungría; la formación del bloque de tres
monarquías, parecía marchar por buen camino. Era tanto más necesaria cuando que
la guerra contra los turcos se había convertido en la principal tarea, capaz de
absorber todas las energías y todos los recursos del emperador.
La guerra contra el Islam proporcionó un héroe nacional, Juan Hunyadi.
Alberto II le nombró vaivoda de Transilvania y jefe superior del ejército. Cuando
murió el emperador, en un plazo tan breve que ni siquiera había podido coronarse
como rey de Hungría, Hunyadi era el árbitro de la situación.
La viuda de Alberto, Isabel de
2.6.1.3
La dispersión de la herencia.
Luxemburgo, esperaba el nacimiento de un hijo, al que se
llamó, por esta razón, Ladislao Póstumo.
Ante la
eventualidad de una larga regencia, las opiniones en cada
uno de los reinos se dividieron. Hungría y Bohemia tomaron
disposiciones para organizar el gobierno durante la menor
edad del rey. Pero los electores no querían que un niño
fuese rey de Romanos y eligieron a otro Habsburgo, Federico
de Estiria, el 2 de febrero de 1440.
En contra del testamento de Alberto II, Federico III asumió
simultáneamente la regencia de Ladislao en Austria al mismo
tiempo que la de Segismundo en el Tirol. De este modo todos
los dominios de los Habsburgo se unieron en una sola mano.
La principal preocupación de Federico fue, en adelante, el
gobierno de estos estados.
Figura 36. Federico
III
Su famoso juego de palabras, referido a las tierras austriacas, el A. E. I. O. U.,
acróstico que significa lo mismo en alemán que en latín –Alles Erdreich ist Österreich
Untertan o Austria est imperari Orbi Universo- demuestra la confianza ciega que
tenía en el destino singular de los Habsburgo.
Federico III fue evidentemente la causa de que se deshiciesen los proyectos de
Segismundo, dividiendo su herencia, y favoreció las tendencias centrífugas de los
príncipes soberanos alemanes, pero su política constituye un factor decisivo para el
engrandecimiento de la Casa de Austria.
2.6.1.4
La obra de Juan Hunyadi. A diferencia de Bohemia y de Austria, los
estamentos húngaros acabaron por rechazar a Ladislao Póstumo; el país necesitaba
un monarca que pudiese dirigir al ejército en la guerra contra los turcos, que
absorbía todas sus energías. Por eso reclamaron la presencia de Ladislao de Polonia,
hijo de Eduvigis y sobrino de Segismundo. El nuevo rey despertó el entusiasmo de
los húngaros y la esperanza de la Cristiandad entera con la ofensiva que, en 1433, le
permitió ocupar Nisch y Sofía. La guerra elevaba todavía más el prestigio del
vaivoda de Transilvania, Juan Hunyadi, vencedor de los turcos en 1442. Ladislao
confió en las promesas occidentales de una cruzada cuya predicación se encomendó
a Juan de Capistrano y rompió la tregua en 1444. Pero los refuerzos enviados eran
tan escasos, que el rey fue derrotado y muerto en Varna.
Con toda urgencia, los estamentos se reunieron acordando la constitución de
una comisión de siete personas que debían encargarse del gobierno del país hasta
que hubiera en él un rey. Esta junta se hallaba enteramente en las manos de Juan
146
Hunyadi; a él se debe probablemente la rectificación de reconocer los derechos de
Ladislao Póstumo, que se convirtió en Ladislao V en 1446. Hunyadi pasó a ser
regente de Hungría.
A pesar de que la alta nobleza nunca le aceptó, Juan Hunyadi pudo gobernar
Hungría sin obstáculos hasta su muerte, en 1456. En 1452 Ladislao V asumió el
poder oficialmente, pero Hunyadi, virrey y capitán general, fue la única autoridad
efectiva en Hungría.
2.6.2 El Imperio bajo Federico III
2.6.2.1
Reconciliación con el Papa. Durante su breve reinado, Alberto II
mostró inclinación a un entendimiento con Eugenio IV, pero no tuvo tiempo para
modificar el estado en que de hecho se encontraban las relaciones entre ambas
potestades; esta sería la tarea más importante en la primera etapa del reinado de
Federico III (1440-1493). El nuevo Rey de Romanos se consideraba ante todo
archiduque de Austria y muy poco emperador. Tardó casi dos años en hacer el viaje
a Alemania, para ser coronado en Aquisgran (17 de junio de 1442).
Cuando Federico acudió a la Dieta de Nüremberg, en donde debía tratarse de
la cuestión suiza, la cruzada contra los turcos y la liquidación de Basilea, encontró
una fuerte oposición. Se le acusaba de haber llamado a los franceses causando con
ello perjuicio al Imperio.
Federico III abandonó Alemania inmediatamente después de la Dieta y no
volvió a poner sus pies en ella en los próximos veintisiete años. Los electores, que
conservaban la Liga que concertaran en 1424, se convirtieron en los auténticos
gobernantes del Imperio, que era apenas una yuxtaposición de estados
independientes.
Aconsejado por le canciller Schlick y por Eneas Silvio Piccolomini, el
emperador decidió entablar negociaciones con el Papa para salir del impasse en que
el conciliarismo extremo le había colocado. En 1448 se firmó el acuerdo en Viena,
base para las relaciones entre el Pontificado y el Imperio, que ha sobrevivido, con
modificaciones, hasta la disolución de éste.
Se reconocía al Papa derecho al
nombramiento de oficios y beneficios durante seis meses del año, siendo los otros
seis de colación ordinaria, lo que significaba una intervención abierta del rey de
Romanos. Se restablecían las anatas. Federico III percibió 221,000 ducados.
Verdaderos beneficiarios del acuerdo fueron los príncipes electores que, por medio
de acuerdos parciales, obtenían derecho a presentar los obispos de sus territorios y
una participación en las rentas eclesiásticas.
En cierto modo, Alemania
2.6.2.2
Conflictos nobiliarios en Alemania.
constituye en el Siglo XV una excepción: no se produce en ella el enfrentamiento
entre nobleza y monarquía por la simple razón de que la monarquía no existe.
Durante su largo reinado, Federico III tuvo que desplegar un juego difícil de
equilibrio inestable, para impedir que los electores le arrebatasen el título. El rasgo
fundamental de la historia alemana en el Siglo XV está constituido por una rivalidad
generalizada entre príncipes y ciudades y también entre estados.
Desde principios del Siglo XV el empleo de la pólvora redujo
considerablemente la capacidad defensiva de las ciudades amuralladas con ventaja
para los soberanos territoriales que estaban en condiciones de imponer su voluntad.
147
Los principados se convirtieron en auténticos Estados reduciendo a Alemania a ser
una mera Confederación.
La prolongada ausencia del emperador puso de manifiesto la falta de órganos
de gobierno. Pero los males de la división, que entregaba parcelas de territorio,
como si se tratase de un simple patrimonio, a los nobles, no se advertían aún. A
pesar de todo crecía la conciencia nacional: los alemanes se sentían miembros de
una comunidad lingüística y jurídica que nada tenía que ver con la estructura política
de la nación.
2.6.2.3
Desaparición de Ladislao Póstumo. Cuando Federico hizo el viaje de la
coronación a Roma, la dieta de los estados austriacos procedió a sustituirle, en las
funciones de regente por Ulrico de Eising. No quedó al emperador otra solución que
otorgar plena capacidad a Ladislao Póstumo, que era apenas un niño y del que la
nobleza húngara se sirvió como de un instrumento para la lucha contra Juan Hunyadi
y sus hijos.
Pero Ladislao murió el 23 de noviembre de 1457 sin que quedara de él
descendencia alguna. La mayor parte de la nobleza húngara, incluyendo a muchos
de los linajes que antes le habían combatido, decidió que Matías Corvino era la mejor
solución. En la Asamblea de los estados húngaros de 1458 los partidarios de Matías
impusieron el reconocimiento de éste como rey; no dejaron de aprovechar aquella
ocasión para establecer condiciones tan rigurosas que reducían el poder real a poca
cosa.
A pesar de su coronación como rey de Bohemia (28 de octubre de 1453),
Ladislao Póstumo no había ejercido ninguna autoridad en este país; tenía delegados
todos los poderes en Jorge de Podebrady. Este último trabajó cuanto pudo para
conseguir la reconciliación del arzobispo Rokycana con el Papa, pero la muerte de
Ladislao interrumpió las negociaciones antes de que llegaran a resultado alguno.
2.6.2.4
El reinado de Matías Corvino. Matías Corvino, que pudo restablecer el
vasallaje sobre Serbia y Valaquia, decidió continuar y ampliar las reformas que
Segismundo había emprendido, hasta convertir a Hungría en una fuerza capaz de
sobrevivir por sí sola.
Trató de comportarse como un príncipe humanista, en
relación con los movimientos intelectuales italianos. Construyó una
gran biblioteca, la Corviniana, imitando a sus contemporáneos.
Pesaba sobre él la herencia política de Segismundo, y no renunció
nunca a la idea de lograr la unidad entre los tres reinos.
El Papa, en efecto, reclamó de Podébrady la sumisión total y
acabó declarándole hereje y desligando a sus súbditos del juramento
de fidelidad. La Liga decidió llamar a Matías Corvino, viuda ya de la
hija de Podébrady, y proclamarle rey. El soberano húngaro aceptó
invadiendo Moravia con sus tropas y apoderándose de Brno127 y
Olomutz; pero sufrió una derrota cuando marchaba sobre Praga.
Firmó entonces una tregua con Podébrady (27 de febrero de 1469),
127
Ciudad al sur de la República Checa,
148
Figura 37.
Matías Corvino
prometiéndole mediar cerca del Papa para obtener la reconciliación, al mismo tiempo
que gestionaba con los miembros de la Liga para que éstos le proclamaran
públicamente rey. Así sucedió el 3 de mayo de este mismo año.
La fuerza de Matías de Bohemia declinó rápidamente. Matías insistió en su
demanda, pretendiendo que la Dieta de Bohemia confirmase la proclamación de
1469, pero su prestigio había disminuido incluso entre sus súbditos húngaros.
Reunida en Kutná Hora, la Dieta reconoció a Ladislao Jagellón, el polaco. Matías no
aceptó este fallo y estalló la guerra civil. Ladislao, su padre Casimiro y todos sus
adherentes fueron excomulgados. Se iniciaron en 1475 largas negociaciones que
condujeron el tratado de Olomuc. En realidad se trataba de un reparto: Ladislao
sería rey de Bohemia mientras Matías tendría Moravia, Silesia y las dos Lusacias,
pero cada uno de ellos conservaba opción sobre la herencia del otro.
2.6.2.5
La herencia de Maximiliano. La guerra de Bohemia entre Matías y
Ladislao Jagellón, así como la intervención del primero en los asuntos de Austria,
debilitaron de tal modo las defensas exteriores, que los turcos, en su acometida de
1471, alcanzaron Carniola. Federico III convocó la Dieta de Ratisbona presentando
el peligro turco como muy grave: los musulmanes se encontraban, por primera vez,
en las fronteras mismas de Alemania. La Dieta se dejó impresionar y fueron
otorgados subsidios para que el emperador armase un ejército de 60,000 hombres.
Era un inesperado y sólido refuerzo. Federico se dispuso a utilizarlo para acrecentar
el poder patrimonial que preparaba para Maximiliano. En 1472 entró en relación con
Carlos el Temerario. Este primer contacto fracasó.
Los sentimientos de la nación alemana se agitaron en contra de la agresión y
el emperador declaró la guerra a Borgoña.
Desde marzo de 1474 un amplio movimiento de revuelta contra el dominio de
Carlos el Temerario se estaba extendiendo por Alsacia y el Franco Condado. En
auxilio de los rebeldes acudieron la Confederación suiza y la llamada Unión de
ciudades y príncipes del medio Rhin. En noviembre de 1474 las tropas borgoñonas,
vencidas en Hericourt, habían sido expulsadas.
Carlos acudió con refuerzos
dispuesto a hacer un escarmiento a costa de los suizos, pero cuando marchaba sobre
Berna fue derrotado en Granzón y Morat. Intentó defender a toda costa su dominio
sorbe Lorena y murió en Nancy.
La muerte de Carlos permitió a Maximiliano llevar a cabo su matrimonio con
María y convertirse en conde de Flandes y duque de Borgoña. En adelante los
Habsburgo, instalados a uno y otro extremo de Alemania, necesitarán,
inexcusablemente, del título imperial a fin de unir las dos grandes parcelas de su
patrimonio. Ante esta nueva situación se imponía también un cambio de personas:
Federico III resultaba demasiado débil. Como en alguna otra ocasión anterior se
recurrió al procedimiento de elegir a un rey de Romanos, adjunto al emperador. Los
electores consintieron y Maximiliano pasó a ser rey el 16 de febrero de 1486; los
éxitos que había obtenido en Borgoña le rodeaban de buena fama. La Dieta acordó
una declaración de paz por diez años; se reconstruyó inmediatamente la Liga de
Suabia como un instrumento que debía permitir al emperador restablecer el orden.
En 1490 el Tirol volvió, por compra, al patrimonio de Maximiliano que firmó en
Bratislava un acuerdo con Ladislao Jagellón. Se reconocía a éste como rey de
Hungría, pero Maximiliano reservaba para todos sus descendientes derechos
supletorios a esta corona. A la muerte de Federico III (19 de agosto de 1493),
Maximiliano se convirtió en único rey.
149
2.6.3 El declive de la Orden Teutónica
La Orden había conseguido dominar un extenso territorio, desde Prusia hasta
Memel, absorbiendo a la población indígena por el procedimiento de establecer
campesinos alemanes. Se piensa preferentemente en un fenómeno de aculturación
que fue extinguido los rasgos de una población primitiva al fundirse con los colonos
de superior preparación.
La batalla, llamada de Grunwald por los polacos y de Tannenberg por los
alemanes, se libró el 15 de julio de 1410 en un lugar histórico, cerca de los lagos
Masurianos. La lucha, larga y sangrienta, terminó con la destrucción de la tercera
parte de sus efectivos.
El efecto de la victoria fue, para los polacos, muy grande.
Se había
demostrado que la Orden no era el enemigo invencible. Confirmó la unión con
Lituania. El defensor de Marienburgo, Enrique von Planen, había pasado a ocupar el
puesto de Gran Maestre. Se produjo además una insurrección de la nobleza
campesina y de las ciudades, porque se negaban a pagar las cargas que se
repartían. Enrique, partidario de una política de entendimiento con los rebeldes, fue
depuesto y encarcelado. Sin embargo, la segunda guerra entre Polonia y la Orden
(1414-1422) no arrojó un balance muy desfavorable para ésta. Concluyó con el
tratado de Melón, que permitió a Polonia incorporar algunas, muy pocas, ciudades
fronterizas.
2.6.4 El fin de la Unión de Calmar
2.6.4.1
El reinado de Erik VII. Fue un convencido defensor de la unidad
escandinava y trabajaron cuanto les fue posible para sostenerla. En el documento
de Calmar las preocupaciones fundamentales no se tomaron para favorecer la unidad
sino la pervivencia de cada reino.
El Consejo Real de Dinamarca tomaba
disposiciones válidas para los tres reinos; muy raras veces se convocaba a noruegos
y suecos a sus sesiones o se celebraba un Consejo general.
En 1404 murió el conde de Holstein, dejando como herederos tan sólo a
niños. Margarita había tenido que entregarle, algunos años antes, el ducado de
Schleswig a título hereditario. Erik VII aprovechó la ocasión para atribuirse la
custodia del ducado mientras durase la minoridad; pero cuando los herederos
salieron de ella, intentó retener la posesión alegando que la ley danesa no admitía la
herencia de los feudos y que por tanto la donación hecha por Margarita debía
considerarse nula. Erik consiguió en 1424 que Segismundo dictase una ley imperial
de acuerdo con sus deseos. Esto originó la guerra en que los condes de Holstein,
ayudados por la Hansa, conquistaron y retuvieron el ducado de Schleswig. La guerra
terminó en 1432 con un fracaso de Erik que no había conseguido otra cosa que
demostrar su debilidad, indisponerse con la Hansa y aumentar el descontento de los
campesinos a causa de las contribuciones extraordinarias.
El descontento era mayor en Suecia que en ningún otro reino. Margarita
había iniciado una política, que Erik continuó, consistente en restablecer las rentas
de la corona mediante la incorporación al patrimonio de los feudos vacantes; los
nobles consideraron conducía al aumento del poder real.
150
Algunos incidentes se produjeron, entre Suecia y el rey, en la primera mitad
del Siglo, no en relación con la Unión de Calmar sino con el modo cómo los oficiales
de la monarquía ejercían su poder.
En 1434 estalló un movimiento armado, en el cual figuraban nobles,
caballeros, clérigos, ciudadanos y campesinos; a su frente se hallaba Engelbrecht
Engelbrechtson. Las fuerzas leales al rey se vieron desbordadas y los rebeldes
convocaron en 1435 un Parlamento en Arboga para proclamar a Engelbrecht
“regente de la corona”. El Consejo real de Suecia se mantuvo leal a Erik y
recomendó a éste que nombrase un regente para el reino, Kart Knutsson, y que le
transfiere la directa administración de todos los feudos suecos. Engelbrecht murió
en la primavera de 1436 cuando el movimiento se estaba extendiendo a Noruega.
El jefe del movimiento en Noruega, Amund Sigurdsson, se puso de acuerdo
con el Consejo real para exigir un programa mínimo que aseguraba su provisión a los
nativos en cada país. Cuando el Consejo Real de Dinamarca se sumó al de Suecia y
Noruega en la defensa de este programa, la revuelta se convirtió en una lucha de la
nobleza, alta y baja, contra el rey. No se cuestionaba la Unión, pero se pretendía
sustituirla por una federación en la que cada uno de los tres reinos conservase la
autonomía. Erik VII huyó en 1438 y el Consejo Real de Dinamarca llamó a ocupar el
trono a un sobrino de éste, Cristóbal, hijo del conde Palatino del Rhin. Tras breves
negociaciones, Cristóbal fue reconocido también en Noruega (1440) y en Suecia
(1442).
Teóricamente la Unión de Calmar se mantenía porque todos los reinos
reconocían a un mismo rey; en la práctica dicha Unión dejaba de ser instrumento
para la creación de una autoridad igual para todos y era en cambio vehículo para la
colaboración entre los nobles que de este modo tenían la seguridad de no ser
vencidos. El Concilio de Basilea debilitó otro de los resortes internos, el clero,
sometiéndolo a la voluntad de la nobleza. El rey era pobre, desobedecido, apenas
simbólico. Sirvió a la Hansa, a la que tuvo que conceder todos los privilegios
imaginables.
2.6.4.2
Cristian I. Cuando Cristóbal murió (1448), careciendo de sucesores
directos, se produjo una primera ruptura de la Unión, que resultó transitoria. El
consejo real de Suecia pretendía proclamar rey a Kart Knutsson, mientras que el de
Dinamarca, proclamaba a Cristian de Oldemburgo. Mediante pactos que Dinamarca
firmó con Noruega y con Suecia, se acordó el reconocimiento de Cristian.
No era una Monarquía. Cristian I no se atrevía a tomar ninguna decisión de
gobierno; la nobleza detentaba el poder político y la Hansa el económico. La
Hacienda pública estaba tan arruinada que cuando la hija de Cristian, Margarita, se
casó con Jacobo III de Escocia, su padre le regaló las islas Orcadas y Shetland
(1468) porque no tenía dinero para pagar su dote. A mediados del Siglo XV se
interrumpieron las relaciones con Groenlandia, y esta colonia, fundada en el Siglo
XII, desapareció por completo. Noruega carecía de actividad mercantil porque ésta
se hallaba absolutamente en manos de la Hansa.
Renovada en 1450, la Unión de Calmar había llegado a convertirse en el
sudario que cubría el gigantesco cadáver; bajo él se iniciaba la fermentación de un
sentimiento patriótico sueco, alimentado por las canciones que celebraban las
hazañas de Kart Knutsson y Engelbert Engerlbrechtson. Un sobrino del primero de
ambos, Sven Sture, elaboró la síntesis de todos los sentimientos invocando la ayuda
151
de nobles, burgueses y campesinos para la independencia del país. En 1471 venció
a las tropas de Cristian cerca de Estocolmo y se proclamó regente; inmediatamente
expulsó a los alemanes del consejo municipal de Estocolmo, a la que convirtió en una
verdadera capital. Los comerciantes suecos penetraron en Finlandia, atrayéndola a
su esfera de acción y transformaron a Viborg en una gran plaza mercantil.
Cristian I murió en 1481; le sucedió, tras algunas vacilaciones, su hijo Hans.
Rey a medida de los nobles, no se permitió otra rectificación que la de mostrarse
desfavorable a la Hansa para beneficiar a los comerciantes daneses. La nobleza
sueca se distanció de Sven Sture, en quien veían un rey decidido a gobernar.
Instigado por ella y contando con la alianza de Iván III de Moscú, que pretendía
apartar a los suecos de Finlandia, Hans invadió Suecia, se apoderó de Estocolmo y
restableció la unidad (1497). Esta nueva unión fue tan precaria que apenas si pudo
durar tres años. En 1500 una nueva insurrección sueca, dirigida por Svante Sture,
triunfó definitivamente inaugurando la independencia.
2.7
EL DIFÍCIL EQUILIBRIO ITALIANO
2.7.1 Los intentos expansivos de Felipe María Visconti
2.7.1.1
Reconstrucción del ducado de Milán. En 1415, asegurando el dominio
sobre Toscana y abierto el camino hacia el mar, Florencia se dio a sí misma una
Constitución que imaginaba duradera.
Esta Constitución era un documento minucioso, moderado y prudente, que
aseguraba el equilibrio entre todos los sectores de la población, a fin de que
interviniesen proporcionalmente en el gobierno. En la práctica el poder estaba en
manos de un grupo reducido de financieros y de políticos mercantiles, que
manejaban las bolsas de la insaculación y se hacían obedecer. El poder ejecutivo era
ejercido por un colegio de nueve personas que se tomaban a sorteo de la lista de
nombres que proporcionaban los cuatro barrios de la ciudad y las veintiún Artes que
englobaban a toda la población activa. El colegio era la Señoría.
Como la Señoría se renovaba cada dos meses, su poder era nulo, aunque la
Constitución lo declarase teóricamente ilimitado.
Además de la Constitución tenía previsto un procedimiento de emergencia
que permitía desembarazarse de los órganos normales de gobierno en el caso de que
llegaran a hacerse peligrosos.
Apenas dos años más tarde, en 1413, Felipe María Visconti había iniciado las
tareas de gobierno, recogiendo la obra y los recursos de Facino Cane. Entró en Milán
a la cabeza de un ejército, beneficiándose de los vehementes deseos de paz que se
sentían en toda Lombardía. Con ayuda de Venecia dispuso Milán de los meses de
paz necesarios para reorganizar las poderosas milicias a cuyo frente estaba uno de
los condottieros más hábiles y más crueles, el Carmagnola. Dominó Génova y se
apoderó del alto Tesino, incluyendo Bellinzona (1422), lo que le daba el control de
los pasos de los Alpes.
Felipe María Visconti, equilibrando astucia, inteligencia y habilidad, fue
modificando el régimen de gobierno de cada una de las ciudades en que las antiguas
comunas eran sustituidas por pequeños equipos de hombres de confianza. Sus
152
reformas lograron una mejora en la situación económica de los habitantes y ésta se
reflejó a su vez en la Hacienda Pública.
2.7.1.2
Las causas de la “guerra del norte”. Cuando Felipe María Visconti
restableció el dominio sobre Génova, se instaló en Forli como tutor de Teobaldo de
Ordelaffi, los gobernantes de Florencia se asustaron. En el seno de la oligarquía,
sometida a presión por la amenaza milanesa, se anunciaban fisuras.
Al tiempo que se fraguaba el conflicto entre Florencia y Milán, otro, no menos
grave, amenazaba en Nápoles. Había sucedido a Ladislao su hija Juana II. De las
dos mitades en que se dividiera la antigua compañía de San Jorge, una le prestaba
su apoyo. La otra mitad acampaba por aquel entonces en las afueras de Roma.
Juana II, casada con Jacobo de Borbón, conde de La Marche, entregó el poder a su
antiguo amante Pnadolfello Piscopo, llamado Alopo. Cuando el conde de La Marche
llegó a Nápoles en 1415, intentó restablecer la dignidad en su asa y el antiguo
régimen angevino en el reino. Asesino a Alopo, apresó a Sforza, y encerró a Juana II
en una torre. Pero apenas un año más tarde, en octubre de 1416, estalló una
revuelta, la reina fue liberada, Sforza se convirtió en Condestable y el marido pasó a
ocupar una mazmorra.
Juana buscó el consuelo de un nuevo amante, Juan
Caracciolo a quien confirió inmediatamente el cargo de Gran Senescal.
Era previsible que los angevinos volviesen ahora a la carga ofreciendo la
liquidación del execrable régimen que se había implantado en el reino. Luis III de
Anjou se consideraba depositario de los derechos. En 1420 Juana II consiguió
adelantarse a sus aspiraciones mediante un acuerdo con el Papa que accedió a
Coronarla si le daba ayuda para librar a Roma de sus condotieros. Pero, mientras
tanto, Caracciolo estaba intentando asegurar su poder por el procedimiento de
eliminar a los posibles rivales. Sforza fue a Roma para convencer a Martín V de que
lo que estaba sucediendo en Nápoles era vergonzoso y para ofrecerse a Luis de
Anjou como el instrumento militar para que triunfasen sus proyectos. Caracciola
respondió llamando a Alfonso V de Aragón, al que prometió reconocer como
heredero de Juana, y contratando los servicios de Braccio de Montone.
Esto
significaba la guerra.
El rey de Aragón, llegado a Nápoles en 1421, recibió el reconocimiento como
heredero, pero no para servir los intereses de Caracciolo sino los suyos propios.
Cuando se supo en 1423 que iba a comenzar la “Guerra del Norte” entre Milán y
Florencia, Sforza y Braccio se reconciliaron. En mayo de de este año, Alfonso apresó
a Caracciolo. Se produjo una ruptura de relaciones entre él y la reina Juana, que se
apresuró a reconciliarse con Luis III, nombrándole su heredero. De momento, el
peligro catalán pareció disiparse por sí solo. En pocos meses los españoles tuvieron
que abandonar Nápoles.
Florencia no había prestado la menor atención a los sucesos de Nápoles, a
pesar de los fuertes intereses mercantiles que tenía en el reino. Necesitaba detener
los avances de Milán, para lo cual era precisa una alianza con Venecia.
En junio de 1422 el peligro milanés se hizo evidente: el Carmagnola derrotó a
los suizos en Arbedo. No parecía que existiese ninguna fuerza capaz de detener al
Visconti, que en febrero de 1424, se apoderó de Imola. Florencia había sido
desbordada por las rutas del Este.
La Señoría invitó a las otras ciudades
amenazadas a constituir una Liga y pidió a Segismundo que acudiera a Italia para
restablecer la paz. En el primer momento apenas si los Malatestas parecieron
153
dispuestos a sumar sus esfuerzos a los de Florencia, y sufriendo una derrota en
Zagonara (24 de julio de 1424). El duque de Milán aceptó la reconciliación de los
vencidos y avanzó con sus tropas hasta Forlimpopoli, amenazado directamente a
Florencia.
Venecia se decidió entonces a movilizar. Siguiendo lo que era ya una
costumbre, envió sus embajadores para ofrecer a Felipe María su mediación en orden
a conseguir la paz. Esta oferta fue rechazada. El Carmagnola se refugió en Venecia
y fue proclamado Capitán General de la Liga, cuya acta de constitución lleva la fecha
del 4 de diciembre de 1425. Los aliados declararon como objetivo de guerra de
libertad de Génova, la devolución de Parma a la Casa de Este y la renuncia por parte
de Milán a todas sus conquistas. Felipe María se aprestó a la lucha: compensó la
pérdida del Carmagnola contratando los servicios de Francisco Sforza, que había
heredado el mando de la condotta.
2.7.1.3
Las tres primeras guerras. La primera guerra tuvo como escenario
Brescia, atacada por el Carmagnola y defendida por Francisco Sforza; cuando se
rindió el castillo de esta ciudad los contendientes aceptaron una paz. En abril de
1427 Felipe María renovó las hostilidades; sus tropas fueron sin embargo derrotadas
en Maclodio.
El crecimiento territorial de Venecia afirmaba la posición de la
República como Estado peninsular italiano.
La paz duró esta vez tres años, que la alianza con Venecia fue renovada el 12
de agosto de 1430 y las hostilidades se reanudaron. Esta vez el Carmagnola, que
seguía mandando a las tropas aliadas, sufrió una tremenda derrota a orillas del río
Adda; el Senado veneciano le culpó de negligencia, ordenó su prisión y luego le hizo
ejecutar. Venecia contrató inmediatamente los servicios de Francisco de Gonzaga,
que restableció el equilibrio militar apoderándose de Soncino, mientras los suizos
ocupaban la Valtelina amenazando a Milán desde el norte. Cuando se firmó el tercer
tratado de paz los adversarios acordaron la restitución de las conquistas.
En el último instante, Felipe María no se atrevió a afrontar la guerra general:
devolvió Imola y Bolonia al Papa y aceptó la conservación de la paz en los términos
acordados en 1433.
2.7.1.4
Los Médicis en el poder. La guerra acentuó la tensión en el seno de la
oligarquía que gobernaba a Florencia.
Juan de Médicis, aleccionado por los
acontecimientos de 1378, había vivido por completo apartado de la política,
dedicando su energía a la administración del banco.
Su fortuna creció
extraordinariamente con ocasión, sobre todo, del Concilio de Constanza, que
multiplicó la circulación de los cambios. La creciente debilidad e incompetencia de
Rinaldo d’Albizzi fue causa de que la atención pública se dirigiese hacia las familias
más opulentas, Strozzi y Médicis.
Rinaldo se dio cuenta del peligro que corría e intentó forzar la marcha hacia el
poder personal mediante un golpe de Estado. Nicolás Uzzano se lo impidió, con el
apoyo de Juan de Médicis. Rinaldo decidió entonces restablecer el Catasto, es decir,
un nuevo cálculo sobre las fortunas de los florentinos a fin de hacer recaer las cargas
principales sobre los más ricos. En 1429 murió Juan, pasando la fortuna a Cosme.
Al desaparecer Uzzano en 1432, Cosme se convirtió en la cabeza única de la
oposición.
154
Rinaldo aprovechó este momento para modificar las listas de la insaculación,
fabricarse una Señoría adicta y detener a Cosme al retorno de su embajada,
acusándole de haber promovido la guerra de Lucca para servirse de ella como un
instrumento de conspiración. Cosme, desterrado, se instaló en Venecia desde donde
pudo seguir difiriendo sus negocios, mientras Rinaldo d’Albizzi franqueaba el último
paso haciéndose otorgar una balia. Desde Venecia y se infiltró poderosamente en las
Artes y los Consejos. En 1434 fue insaculada una Señoría enteramente adicta a
Cosme de Médicis.
Rinaldo intentó arrastrar al antiguo patriciado a un nuevo golpe de Estado,
que debía suspender la Señoría insaculada, destruir las bolsas y restaurar la balia en
su favor. Palla Strozzi interpuso su enorme fortuna para impedirlo. La Señoría se
reunió contra la voluntad de Albizzi y convocó un Parlamento que recomendaba en
efecto del establecimiento de una balia, pero a favor de Cosme de Médicis. Rinaldo
d’Albizzi y Palla Strozzi fueron desterrados. Cosme hizo su entrada en Florencia
como un vencedor el 5 de octubre de 1434.
Comenzaba, para Florencia, una nueva etapa política, de retorno al poder
personal, término del ciclo, como señalaría Maquiavelo, nacido veinticinco años más
tarde. La ciudad de Florencia y su gobierno se convirtieron en un apéndice de la
Banca Médicis. Cualquier amenaza a la estabilidad de la Banca era una amenaza a la
propia ciudad. El aspecto más desfavorable de este gobierno era su hipocresía;
hacía cosas diferentes de las que decía, lo cual no dejaba de ser síntoma de
debilidad.
2.7.1.5
Alfonso V, Rey de Nápoles. El Magnánimo no había renunciado nunca
a sus proyectos mediterráneos. Habiendo liquidado los asuntos castellanos, regresó
a Sicilia, arrastrando consigo a esta nueva aventura, a sus hermanos y a cierto
número de nobles españoles que, sin duda, buscaban ocasión de nuevas ganancias.
Alfonso V se adelantó a desembarcar en Capua en donde se le unieron algunos
partidarios, entre los cuales eran los más importantes los Orsini y los Marzano.
Cercó inmediatamente Gaeta, exigiendo una rendición sin condiciones. En auxilio de
los angevinos acudió una flota genovesa que derrotó a la catalana ante la isla de
este mismo año, haciendo prisioneros a Alfonso y a sus hermanos. Génova era una
dependencia de Felipe María Visconti que reclamó la entrega de tan importantes
prisioneros.
Alfonso V y el duque de Milán concertaron una alianza que significaba un
verdadero reparto de toda Italia en dos esferas de influencia. Alfonso se desvinculó
de los asuntos españoles entregando plenos poderes a su hermano Juan al que
reconoció definitivamente como sucesor. Se proponía ser en adelante tan sólo un
príncipe italiano. Felipe María dio orden a Génova de prestar ayuda al rey de
Aragón; los genoveses se negaron a obedecer una disposición contraria a sus
intereses, rompieron su dependencia con Milán, y procedieron a restaurar un dux,
que fue Tomás de Campofregoso.
Una nueva flota catalana había obligado entre tanto a Gaeta a rendirse. De
este modo, cuando Alfonso V volvió al escenario de la guerra, disponía de bases
militares muy sólidas.
La guerra de Nápoles fue larga, en parte porque los
condottieros preferían ir al norte, en donde los sueldos eran mayores y las
posibilidades de engrandecimiento más claras. Concluyó el 12 de junio de 1442 con
la conquista de Nápoles al asalto. Alfonso V celebró su entrada en la capital del reino
155
imitando a los antiguos generales romanos, incluso en la erección de un arco de
triunfo.
2.7.2 La Paz de Lodi
Nicolás V, un humanista que proyectaba devolver a Roma su antiguo
prestigio, afirmaba la necesidad de llegar de una vez a la paz sincera y generosa
entre los príncipes italianos, como medio de alejar a los extranjeros.
Nadie
consideraba como tal a Alfonso V. El Papa convocó un Congreso de paz en Roma
pero estuvo mal preparado y fracasó. La noticia de la caída de Constantinopla llegó
en tiempo oportuno para la causa de la paz. Venecia, que se encontraba ahora en
primera línea, inició negociaciones secretas. Francisco Sforza comunicó la existencia
de tales contactos en febrero de 1454. Cuando ya había consentido en una de las
condiciones principales, la entrega de la ciudad de Crema a la Serenísima República.
Un embajador florentino concurrió al acto de la firma que tuvo lugar en Lodi el 9 de
abril de 1454. A este acuerdo se adhirieron después todos los combatientes – los
últimos fueron el Papa y Alfonso V – convirtiéndose de este modo en una paz
general.
Cosme de Médicis influyó de una manera decisiva hasta transformar este
simple tratado en un sistema para la conservación del equilibrio y la paz entre las
señorías. La primera tarea consistió en imponer la mentalidad de que la paz era
imprescindible porque nadie tenía ya los medios suficientes para imponerse a sus
vecinos. En agosto de 1454, siguiendo la iniciativa de Cosme de Médicis, Milán,
Florencia y Venecia firmaron una Liga, comprometiéndose a salvaguardar la paz de
Lodi; a ella debían ser invitados todos los poderes políticos de Italia, sin excepción
alguna. En efecto, incluso Alfonso V se adhirió a ella.
El éxito de la Liga consistió en su capacidad para infundir a todos el
convencimiento de que cualquier alteración al equilibrio podía abrir las puertas de
Italia a los extranjeros y provocar con ello la catástrofe.
156
CAPÍTULO 3. RENACIMIENTO Y HUMANISMO
3.1
EL MARCO SOCIAL Y ECONÓMICO DE LA ÉPOCA
3.1.1 La época renacentista, período de expansión
La época comprendida entre la mitad del Siglo XV y hasta mediados del XVI,
significa para Europa una época de expansión demográfica, de reajustes sociales, y,
en general, de prosperidad económica.
En esta expansión colaboró un fenómeno económico nuevo, la inflación de los
precios, que hasta 1530 aproximadamente favorecieron el desarrollo y estimularon la
aparición de nuevas formas de comercio y la posibilidad de acumulación de capitales.
Después de 1530 los rápidos cambios económicos-sociales facilitan, en algunos
medios, la difusión de ideas subversivas o de doctrinas religiosas, bajo las que
algunos buscan un escape a esperanzas frustradas.
3.1.2 El desarrollo demográfico y urbano
Este crecimiento supone una restauración biológica que, según parece,
caminado de este a oeste, desde el epicentro toscano, hacia el Atlántico. Este
crecimiento, si se toma solamente como punto referencial a las ciudades, es muy
claro, porque el incremento urbano no podía resultar sino de la emigración rural. En
otro caso, la ciudad ofrece ahora mayores atractivos: se advierte el establecimiento
de sistemas de abastecimiento hidráulico, se crean instituciones hospitalarias y
asistenciales nuevas y hasta en las urbes más progresistas, comienzan a sustituirse
las peligrosas y austeras construcciones de madera por las de piedra y ladrillo.
Europa había llegado a un momento de plenitud en su historia.
La densidad de la población podía alcanzar cifras superiores a los 40
habitantes por km2.
En 1500 había en Europa pocas ciudades gigantescas a la escala del Siglo.
Sólo Nápoles, Milán y Paris podían considerarse tales.
Por debajo de ellas existen docenas de ciudades de importancia menor y
centenares de pequeñas poblaciones, que no sólo estaban llenando los huecos que la
peste dejara en ellas a mediados del Siglo XVI, sino que sus muros resultaban ya
insuficientes para su desarrollo y debían ampliarlos mediante la construcción de
nuevos lienzos de muralla o dejar extenderse su caserío fuera de ellos.
En el curso de la primera mitad del Siglo algunas ciudades por razones
diversas experimentarían una evolución desigual. Mientras la mayor parte aumenta
considerablemente, otras se estancan o declinan rápidamente.
3.1.3 La expansión económica
3.1.3.1
Factores estimulantes. La economía de este período estuvo dominada
por el estímulo del consumo. La demografía en expansión supondría un primer
incentivo al exigir mayores cantidades de alimentos, vestido y otros elementos
indispensables.
157
El afán de bienestar en los sectores burgueses, introducirá nuevos gustos y,
con ellos, nuevas exigencias.
En los medios de los “notables” los gustos se
complican y se refinan.
Promueven actividades que van adquiriendo nuevas
dimensiones y relieve.
La construcción concretamente sería una actividad
fundamental, ya que en ella estaban implicados otros oficios complementarios.
Otro estímulo vendría de la política de los Estados, que desarrollan exigencias
crecientes para dotar a sus ejércitos de caballos, artillería y arcabuces128, picas y
armas blancas, largas y cortas.
Esta demanda influiría particularmente en la
metalurgia y siderurgia, así como en todas aquellas actividades relacionadas con
ellas.
En otros aspectos, la política de los Estados favorecerá el progreso
económico. Así sucede en lo que se refiere a la formación de capitales. Unas veces,
al promover los monopolios estatales en el comercio ultramarino, otras porque los
soberanos, necesitados de recursos financieros para la gerencia del Estado y la
conducción de la guerra, aprobaran monopolios privados como las grandes
compañías mineras en Alemania. Strieder129 ha considerado que “la defensa de los
monopolios mineros por Carlos V, representa la carta de nacimiento del espíritu
capitalista moderno”.
La apertura de nuevos mercados, consecuencias de los descubrimientos,
provocará intercambios y hará surgir nuevas necesidades, entre ellas la construcción
naval con todas las secuelas.
3.1.3.2
Los metales preciosos de América. En un principio, el metal precioso
fue suministrado por una explotación intensiva de las minas europeas, gracias a un
instrumental más perfeccionado. La instalación de los españoles en América aportó
nuevos recursos metálicos. En los años finales del XV y primeros del XVI comenzó a
llegar a España el oro de las Antillas y el procedente de los pillajes de los
conquistadores de México y Perú. Las cifras, aunque pequeñas entre sí, representan
para Europa una oferta importante.
Los metales preciosos de las minas de Europa central y de América
contribuyeron a una fuerte alza de precios. Los gastos de las cortes principescas, la
elevación del nivel de vida y el crecimiento de la población estimularon y aumentaron
la demanda de todo tipo de artículos. El desarrollo del crédito, al multiplicar los
medios de pagos, no sería tampoco ajeno al alza. Pero evidentemente, la causa
principal, y la que contribuyó a acelerar la tendencia alcista de los precios, fue el
aumento de los metales preciosos disponibles. Esta alza, alcanzará cotas máximas
en Sevilla130 en la primera mitad del XVI y, desde España, se propagará a toda
Europa en razón de las estrechas conexiones monetarias y mercantiles.
De 1490 a 1520 las fuerzas productivas, especialmente en la agricultura, y
algo más tarde en la industria, vuelven a alcanzar el nivel del Siglo XIV y le superan.
El progreso técnico, y una mejor utilización del trabajo humano, permiten aumentar
la productividad. La inflación de los precios, todavía moderada, juega como factor
de inversión e invita a producir.
128
129
130
Arma antigua de fuego
Historiador
Ciudad de Andalucía al sur de España.
158
La expansión económica, expresada en la industrialización y en el desarrollo
comercial, alcanza su techo máximo hacia 1530-1540; después sobreviene una
recensión, cuyos primeros síntomas se advierten en 1547-1548 y que tendrá su
momento de fondo en 1550-1560. En Europa occidental se manifiesta en la gran
crisis financiera de 1557-1559, que golpea duramente a los banqueros italianos y
alemanes, prestamistas de la Corona de España.
3.1.4
La agricultura
3.1.4.1
Cambios en la tenencia y explotación de la tierra. A lo largo del Siglo
XVI, buena parte de las tierras abandonadas en los Siglos XIV y XV fueron
nuevamente ocupadas. Pero esta ocupación se hace por la inversión de capitales en
la tierra.
La coyuntura en alza que estimula la inversión y la mejora de las condiciones
materiales, a su vez, favorece el progreso de la agricultura europea. La población
ciudadana invierte sus ganancias en la tierra.
En los países que triunfa la Reforma Protestante y se secularizan las
propiedades de la Iglesia, estas serán un objeto de las inversiones.
Se invierte también dinero, en algunas regiones, en mejorar la tierra, en
sanear pantanos. Surgen así nuevos tipos de burgueses, dueños de tierra, o
campesinos enriquecidos, que se convierten en señores de dominios. Estos nuevos
propietarios saben introducir cultivos nuevos, más rentables, guardar los frutos para
su venta en los meses de escasez y acomodarse al mercado.
Esta estructuración rural nueva, explica en muchos casos, la emigración de
campesinos a los núcleos urbanos.
3.1.5
La industria
3.1.5.1
Gran proceso industrial. La producción industrial progresa al margen
de los gremios. Estos habían tenido una historia brillante. A finales del XV se
hallaban en declive ante el desarrollo de talleres propios, de características
capitalistas, con el apoyo de los príncipes, que desean promover con formas nuevas
la producción industrial de sus territorios.
Las grandes transformaciones originadas por la expansión ultramarina, el
nuevo espíritu del Renacimiento y la Reforma Protestante, tuvieron importantes
consecuencias en la evolución de la estructura gremial.
Una de ellas fue la
progresiva separación entre la organización y la ejecución del trabajo, propia del
desarrollo de la empresa capitalista, con su división entre empresario y obrero
asalariado. El tipo de empresa capitalista se extenderá sobre todo donde se
necesitaba un equipo técnico.
En las áreas más industrializadas, la organización gremial había llegado a
dominar la producción, regulando los precios y las calidades e imponiendo a los
maestros limitaciones en el empleo de oficiales y aprendices.
En el Siglo XV, los empresarios reaccionan, trasladando sus talleres de las
ciudades al campo o a pequeñas municipalidades rurales, donde la población
campesina estaba dispuesta a obtener unos ingresos adicionales, hilando o tejiendo
159
en sus propios hogares. Se inician también nuevas calidades como las sargas o
paños de lana ligera, y por tanto baratos, conquistaría los mercados europeos y
levantinos. Esto sucede también en la industria del metal. Los empresarios podían
emplear a los antiguos maestros de los gremios en un trabajo a destajo, con lo que
aumentaba la capacidad de producción. Este método se extiende a comienzos del
XVI en todas aquellas regiones donde los gremios no son suficientemente poderosos.
Estas nuevas formas de organización de producción exigían innovaciones
técnicas. De éste modo comenzó a producirse ya una división del trabajo en la
minería y en la transformación de los metales, en la fundición y en la forja, y
también en la fabricación del papel, en la acuñación de moneda y en la imprenta.
La expansión del uso de tejidos de lino para servicios domésticos y ropa
interior favorece el desarrollo de esta industria, que tendrá sus núcleos en Sajonia y
Silesia, Alemania del Sur, Picardía y hasta en los viejos centros laneros de los Países
Bajos. Lo mismo sucede con el cáñamo, cuya fabricación de telas, más o menos
groseras, es la industria rural por excelencia. Las crecientes necesidades de la
navegación atlántica, favorecerán el desarrollo de esta industria, que provee
velamen para los navíos en las regiones del oeste de Francia.
Junto a esta industria de gran consumo popular, que lanza grandes
cantidades al mercado, la sedaría131 proporciona artículos para sectores más
reducidos y de exigencias más exquisitas.
3.1.5.2
Minería y metalurgia. El desarrollo más espectacular se produjo en la
minería y la metalurgia, apoyado en la formación de compañías capitalistas y en la
utilización de ingenios mecánicos para abrir galerías y bombear las corrientes de
agua. En primer lugar, la escasez de plata en una Europa en desarrollo fuerza la
búsqueda de yacimientos a fines del XV. A partir de 1470 empieza una nueva fase
de explotación minera en los Montes Metálicos. Schnneeberg fue el centro más
importante. El punto culminante de la minería europea de plata se sitúa en 1540
con unos 65.000 Kg anuales. A partir de entonces comenzó a encontrarse con la
competencia americana y la producción se resintió.
El principal problema con que se tropezaba era el del combustible. La
expansión siderúrgica a escala industrial daba lugar a peligrosas deforestaciones.
Proliferan las ordenanzas forestales y se realizan en algunas partes (Inglaterra,
Lieja) serios esfuerzos para buscar la sustitución del carbón vegetal como
combustible por el mineral, todavía sin éxito.
El hierro forjado se trabajaba en fundiciones, y los lingotes y rollos de
alambre eran transformados después por artesanos, en clavos, armas, cerraduras.
La principal zona de producción de hierro era el Principado de Lieja. El
comerciante en hierro se convirtió en “Verleger” que controlaba la producción de
varias forjas. Desde 1523 Gustavo Vasa desarrollara la industria siderúrgica sueca,
que tendrá brillante porvenir.
1537.
131
Las famosas minas de cobre de Mansfeld alcanzaron su apogeo entre 1521 y
Este mineral se transformaba en las fundiciones de Turingia, Franconia y
Industria de la Seda
160
Tirol. Del cobre se hacían planchas, sartenes, alambres y utensilios. De su aleación
con estaño, se hacía bronce para campañas y cañones.
Una nueva industria fue la de la imprenta, que se desarrolló rápidamente tras su
invención, a mediados del Siglo XV, de los tipos móviles en Alemania meridional.
Con la impresión de libros se desarrolló la industria del papel, que hasta
comienzos del XVI, monopolizaban los italianos. Desde entonces los centros de
Francia occidental y Suabia fueron los más importantes.
3.1.6
Comercio internacional
3.1.6.1
Ampliación de la red mercantil, No sólo, a finales del XV, se recuperan
los viejos centros, los antiguos caminos y mercados, sino que renacen otros nuevos.
Salvo excepciones, como Brujas, centro comercial desplazado, se superan los niveles
alcanzados en el Siglo XIII. Aparecen incluso mercados secundarios y la red
mercantil se extiende por toda Europa. En ella, tanto por sus dimensiones como por
las nuevas formas, se advierten características modernas.
El norte de Flandes y el norte de Italia, las dos áreas más industrializadas,
constituían los dos extremos del gran eje mercantil europeo.
Italia estaba
especializada en tejidos de seda y otros tejidos ricos, mientras Flandes producía
también lienzos, encajes y tapices.
El gran cambio en este sistema se produjo por la incidencia de la explotación
y navegación de los portugueses por África y el Índico, y por la conquista española
de América, desde 1500 aproximadamente. Ahora, por primera vez, se establece
contacto con aquellas nuevas tierras.
El tráfico atlántico entre Sevilla y América se desarrolló de forma
impresionante. Entre 1510 y 1550 el número de naves salidas de Sevilla hacia
América se cuadruplica, su tonelaje se multiplica por cinco y su cargamento por más
de seis.
En la fachada atlántica, a los intercambios tradicionales entre norte y sur se
añaden cantidades crecientes de géneros ultramarinos (especias, azúcar, índigo) y
metales preciosos.
Una red de puertos, desde Sevilla y Sanlucar132 hasta
133
Ámsterdam , asegura este comercio. Pero su centro fundamental es Amberes134,
donde se ajustaron los lazos entre el comercio europeo y el colonial.
El comercio internacional de
3.1.6.2
Amberes, metrópoli internacional.
especias, metales y tejidos atrajo a otros participantes. Los cereales, el cobre y las
pieles y ceras del Báltico llegaban a Amberes, tanto para su consumo allí como para
la reexportación hacia el sur. El azúcar de las Islas Canarias, las sedas italianas, el
alumbre de las minas pontificias, los vinos franceses y renanos, los quesos y cerveza
holandeses, y el pescado báltico afluían a Amberes, para ser trasladados a otras
partes de Europa e incluso algunos de ellos, a otros continentes.
132
133
134
Ciudad de Andalucía al sur de España.
Capital de Holanda en el Oeste de los Países Bajos.
Provincia al norte de Bélgica.
161
Este nuevo enclave comercial no suplantó las rutas anteriores, sino que más
bien las desarrollo. Si el zar de Rusia, Iván III se apodera
de Novgorod135, con lo que inflinge a los anseáticos un
duro golpe, otras ciudades hanseáticas más orientales se
desarrollan. El hecho de que la Hansa y en particular la
ciudad de Hamburgo se recupere después de mediado el
Siglo XVI es un indicio de que no se trato de un golpe
mortal.
Tras un momento de baja, al producirse la
instalación de los portugueses en el Mar Rojo, en 1515, la
conquista de Egipto por los turcos y las guerras en el
Mediterráneo, los tráficos se recuperan. Los monopolios
mantuvieron los precios de las especias de Lisboa136 a un
nivel muy elevado.
Venecia pudo restablecer sus
Figura 38. Ivan III Tzar de
relaciones.
El Mar Interior conserva su papel de
Rusia
intermediario con Oriente y Occidente. Los puertos de
Ragusa137, Venecia138, Génova139, Barcelona140 y Marsella141 mantienen, en mayor o
menor medida, intenso trafico entre si, y con Constantinopla142, las escalas de
Levante y Egipto. Es un comercio deficitario para Europa, que debe saldarse con el
envió de metales preciosos.
3.1.7 Las nuevas formas de organización comercial e industrial
3.1.7.1
Desarrollo del capitalismo comercial. “Verleger” eran empresarios que
practicaban a un tiempo el comercio al por mayor y al por menor. Su fuerza residía
en la diversificación: eran banqueros, se ocupaban de las transacciones financieras,
contrataban seguros marítimos y de transporte; erigieron empresas industriales
mediante el sistema del trabajo a domicilio y emplearon las amplias conexiones de
sus negocios para establecer un mejor servicio de comunicación y comercialización.
El ejemplo había sido ya dado por las organizaciones mercantiles italianas,
bajo la forma de compañías familiares.
Constituidas conforme al “sisteme di
aziende”, utilizaban una técnica comercial moderna a base del ábaco y del uso de
libros mercantiles redactados a doble partida; se servían también de notarios, que
desarrollaron el Derecho mercantil.
De este tipo fueron las empresas, de
dimensiones internacionales, de los Bardi, Alberti, Accioaiuoli, etc. Estas compañías
eran ya un esbozo de las modernas sociedades de nombre colectivo, aún cuando se
ajustan por un período corto, en general por tres años, pero de hecho renovadas
incesantemente.
A mediados del XV aparecen, en Augsburgo143 y Nuremberg144 y en otras
ciudades más meridionales, compañías mercantiles, con filiales o representantes en
135
Ciudad al Oeste de Rusia del lado de Europa Oriental en la Meseta del Valdai.
Capital de Portugal.
137
Ciudad de la Isla de Sicilia al Sur de Italia en el Mar Mediterráneo.
136
138
139
140
141
142
143
Puerto y Golfo en Veneto al Noreste de Italia.
Ciudad de Liguria al Noroeste de Italia.
Ciudad de Cataluña al noreste de España.
Ciudad de Bocas del Rodano al sur de Francia.
Actualmente Estambul, Turquía. Capital de Turquía al Noroeste de este país.
Ciudad de Baviera al sur de Alemania.
162
los Países Bajos, España y puertos atlánticos dedicadas al comercio al por mayor, a
la explotación minera y la fundición de metales. Su origen estuvo en la explotación
de recursos materiales bajo carácter monopolístico.
En los comienzos del Siglo XVI, en la actividad minera, se pueden entrever las
formas y actuaciones capitalistas más modernas: la sociedad anónima, la empresa
multinacional y las acciones monopolísticas o de cartelización.
En el sector de la minería, la división del trabajo dio lugar también a la
aparición de los primeros núcleos obreros en el pleno sentido de la palabra. El
eslabón intermedio fueron los trabajadores asalariados, que trabajan en las minas
con contrato fijo y limitado a cambio de que los empresarios otorgaran, en
arrendamiento, tierras y bosques a otros miembros de sus familias.
Otra rama en la que empieza a aparecer el obrero asalariado es la textil.
También en la industria de la impresión se produjo cierta concentración de
asalariados.
3.1.8 Las actividades bancarias
3.1.8.1
Los préstamos a los soberanos. La gran movilidad de capitales y el
desarrollo de la actividad especulativa estuvieron estrechamente ligados al
crecimiento del crédito público, a la necesidad de los grandes Estados modernos.
Estos (los soberanos), poseedores de ingentes recursos, pero faltos de una
organización financiera adecuada, se vieron obligados a recurrir a empréstitos de los
comerciantes-banqueros. Las empresas políticas, principalmente la guerra, exigían
grandes dispendios que los soberanos no estaban en condiciones de pagar con sus
ingresos ordinarios y ni siquiera con impuestos extraordinarios, implantados sobre
toda clase de bienes y muestras externas de riqueza de sus súbditos.
Estos empréstitos, concertados bajo presión política y la garantía de joyas o
bienes de la Corona, no pueden considerarse como auténticos empréstitos
modernos, como lo atestiguan la gran variedad de circunstancias de los contratos y
la enorme variación de los intereses. Desde el segundo cuarto del Siglo XVI, la
continua recurrencia al crédito, facilitó la instalación de banqueros, que se
especializarían en estas operaciones de crédito, con métodos ya bien organizados.
El procedimiento consistía en la utilización del llamado “depósito de feria a
feria”, que permitía aplazar el reembolso, con lo que la deuda iba renovándose
cuatro veces al año y acumulando intereses. La tasa normal de estos negocios osciló
en torno al 4% cada feria, es decir un 16% anual, cuando el beneficio legal máximo
del dinero estaba fijado en 12%.
El préstamo a interés, cuando no existían razones suficientes, es decir una
exigencia del comercio o un riesgo, era considerado prohibido por los canonistas.
Desde mediados del Siglo XV se observa el declive de las firmas florentinas y
del norte de Italia frente a las de la Alta Alemania. En Augsburgo, Nuremberg y
otras partes, una burguesía emprendedora que había hecho sus primeras fortunas en
el comercio entre Venecia y Lombardía145 con el centro de Europa, halló ahora su
144
145
Ciudad de Baviera al sur de Alemania.
Provincia al Norte de Italia.
163
gran oportunidad en las explotaciones mineras, en los préstamos a príncipes y
soberanos. Desplazaron a los italianos en la escena bancaria europea, apoyados en
el papel ascendente de los Habsburgo, y en los recursos que ofrecía el nuevo
comercio ultramarino, aún cuando no desdeñaron hacer también préstamos a los
enemigos políticos de los Habsburgo.
Si bien es cierto que el período renacentista ofreció quizá mejores
oportunidades que otros momentos, todo dependería de la valía personal y del
interés para saber aprovecharlas. El Siglo XVI no representa en las estructuras y en
las actitudes respecto a la riqueza un cambio total; además el cambio se advierte
solamente en sectores determinados.
Quizá lo único característico de esta época sea la mayor dimensión de las
empresas y las prácticas del monopolio y de los privilegios exclusivos concedidos por
los soberanos. La lucha contra la competencia lleva a la formación de “cartels”,
como el “sindicato del cobre” creado por el acuerdo de las firmas Fugger,
Gossembrot, Harwart, Paumgartner, para mantener los precios en el mercado
veneciano a un nivel previamente acordado.
Otro ejemplo de monopolio es el de las especias portuguesas que la Corona
concede en exclusiva de venta en los Países Bajos a los italianos Gualterotti y
Affaitadi de 1508 a 1514 y más tarde también a alemanes y a judíos portugueses.
3.1.9 La evolución de la coyuntura y sus consecuencias en el orden económicosocial
3.1.9.1
La “revolución de los precios”. Desde finales del Siglo XV los precios
manifiestan una tendencia alcista. Se ha discutido mucho sobre las causas de este
hecho. Hoy parece fuera de duda, que el dinamismo de los precios está en relación
con la expansión económica. La llegada de los metales preciosos de América
contribuyó a acentuar la tendencia inflacionista que ya había comenzado a advertirse
entre 1480-1500.
El hecho es que, entre 1480 y 1560, los precios casi se habían multiplicado
por tres. La subida de precios se produce después de un período de estancamiento.
Los efectos económicos de esta inflación, al menos en su primera fase, fueron un
poderoso factor de desarrollo. No sólo la moneda es más abundante, sino las
diversas formas de crédito que multiplican a los que las utilizan, tanto para prestar
como para pedir prestado.
Esta inflación combinada con la evolución de los
naturalmente, sus efectos importantes en la estructura social.
salarios
produjo,
Los efectos de la inflación fueron tanto más manifiestos porque la evolución
de los salarios no fue paralela. En algunos países, el movimiento de los salarios
siguió de cerca al de los precios e incluso aquellos se pusieron a su nivel, mientras
que en otros países, los salarios siguieron con retraso el movimiento de los precios.
En una economía preindustrial, donde los salarios constituyen un porcentaje
sustancioso en la formación de los costes, la diferencia entre precios y salarios
representa un beneficio esencial para el empresario. Sin embargo, la teoría tendría
valor absoluto en una economía de pleno empleo, es decir una economía en la que la
164
masa total de los salarios fuera importante, y que además alcanzase el mundo de los
trabajadores.
3.2
RENACIMIENTO Y HUMANISMO: IDEALES Y VALORES HUMANOS
3.2.1 La problemática conceptual respecto al Renacimiento
Renacimiento
3.2.1.1
Acepción originaria del término Renacimiento.
representa un modo de conocer la vida y la cultura, que se desarrolla en Italia en el
Siglo XV, momento inicial de la historia moderna en Europa. El Renacimiento es un
momento privilegiado de la historia occidental, la revelación de la civilización laica, el
nacimiento del espíritu moderno en el sentido del pasado Siglo.
Según los creadores del término, Renacimiento sería, ante todo, el brote de
valores espirituales, artísticos, éticos y literarios. Pero si se extiende la concepción
de Renacimiento no a unas ideas y valores, sino a un período histórico en el que
están localizados aquellos valores, se cae en la inexactitud de aplicar unas
características vitales concretas, propias de un grupo social determinado, elitista, a
todos los hombres que vivieron entonces, en su mayoría al margen.
3.2.2 Evolución de la histografía sobre el Renacimiento
3.2.2.1
Burckhardt
y
sus
ideas
sobre
el
Renacimiento. A Burckhardt, profesor de Basilea, se
debe la primera concepción coherente del Renacimiento.
Intentaba trazar el conjunto de una civilización como una
unidad, en una serie de exposiciones paralelas, cada una
de las cuales abordaba desde un punto de vista diferente,
el problema esencial, el carácter central de esta unidad.
Individualismo
y
modernidad
eran,
para
Burckhardt, las claves de la interpretación del
Renacimiento. El creó el “mito del Renacimiento”, que
veía en aquel movimiento cultural la liberación del
espíritu humano, la victoria de la luz sobre las tinieblas;
en una palabra, el advenimiento de la tolerancia y del
liberalismo, el desarrollo del espíritu laico, moderno.
Figura 39. Jacobo
Burckhardt
De acuerdo con esta tesis, Edad Media y Renacimiento se oponían en todas
sus características. La ruptura entre Edad Media y Renacimiento debía situarse, a
grandes rasgos, a mediados del XV.
Burckhardt destaca dos aspectos como
3.2.2.2
Renacimiento y burguesía.
típicos del hombre renacentista, llamando poderosamente la atención de Thode146: el
individualismo, que Burckhardt identificaba con subjetivismo, y el profundo sentido
de la Naturaleza, considerado como “el descubrimiento del hombre y del mundo”.
Thode no podía aceptar la idea de atribuir a la antigüedad clásica una influencia
decisiva en la formación de la cultura renacentista. Más bien consideraba que esta
había brotado con el ascenso de la clase burguesa. Consiguió que estos nuevos
valores fueran aceptados e integrados en la sociedad de la época, respaldando a
aquella clase en desarrollo y contribuyendo a realizar las reformas necesarias para
146
Historiador.
165
acogerla, así como a sus ideas. Gebhardt147 completaría esta opinión, con la de que
los orígenes del Renacimiento remontaban a tiempo atrás, en la propia historia
medieval italiana.
3.2.2.3
La reivindicación del término por los medievalistas. Charles H. Haskins
(1927), pudo probar que no era cierta la opinión de que los hombres de la Edad
Media hubieran desconocido los clásicos y su enseñanza: “la continuidad de la
historia rechaza estos contrastes agudos y violentos entre oscura y menos estática,
un Renacimiento menos esplendoroso y menos nuevo de lo que se había creído en
otro tiempo”.
Maritain y Gilson eran de la opinión de que la filosofía del Renacimiento no
constituía ningún avance sino, en todo caso, un despliegue de lo anterior. Algunos
autores incluso, considerando el Renacimiento como una época religiosa, atenuaron
el contraste entre aquella época y la precedente. Giussepe Toffannin148 pudo
describir el humanismo clásico de Italia como un movimiento católico, plenamente
ortodoxo, basado en la tradición patriótica, cuya eclosión definitiva de la época
tridentina.
3.2.2.4
La noción de renacimiento como declive de la edad media. De este
modo se llegó a borrar los límites y la antítesis entre Edad Media y Renacimiento, a
desechar el propio concepto de Renacimiento o a interpretarlo como continuación o
más bien declive de la Edad Media.
Estas investigaciones recientes no sólo han destruido la concepción de Edad
Media y Renacimiento como dos períodos absolutamente diferentes, antitéticos; han
demolido también la imagen o mito del Renacimiento creado por Burckhardt. Por
otra parte autores más de nuestros días, como H. Hayden o F. Battisti, extremando
la postura, llegan a que lo que se ha tenido por genuino Renacimiento no es más que
un movimiento de reacción y designan al movimiento cultural artístico y espiritual de
los Siglos XV y XVI como “Contra-Renacimiento” o “Anti-Renacimiento”.
3.2.2.5
Dos “renacimientos”: italiano y nortealpino.
Otra matización
importante es la que quienes ven dos renacimientos, prácticamente simultáneos
cronológicamente, pero con manifestaciones bastante distintas. Konrad Burdack, en
1918, a la idea original de un Renacimiento italiano, entrañado en el despertar de la
antigüedad latina, añadió la de que allí, en Italia, este despertar era congruente con
la cultura nacional, en un sentido imposible en otras partes. Por análogos motivos,
Kart Brandi sostuvo que debía llamarse Renacimiento solamente a la cultura italiana,
pues en los demás países no fue aceptada sino en aspectos parciales. Nació así la
idea de un Renacimiento nortealpino, en contraste con el Renacimiento italiano. El
Renacimiento nortealpino fue principalmente cristiano, y en cierto modo, ayudó a
progresar en la vía de la Reforma.
Es preciso tener siempre en cuenta que, si bien en Europa, desde el Siglo XV,
se observan a pesar de las crisis, manifestaciones nuevas en el plano espiritual,
político y social, es en Italia donde aparecen con precocidad y preferencia a todos los
demás países.
Italia, a pesar de la división y rivalidad entre los estados y
principados se beneficia de una sólida base histórica: la conciencia de un gran
pasado, la “romanidad”, de la que los italianos extraerán una fecunda energía en
147
148
Historiador.
Literato.
166
materia de cultura y de arte. El Renacimiento en Italia tiene mucho de “despertar de
un sentimiento nacional”, que se transmitirá a otros países. La admiración por la
Antigüedad en Italia coincide con el entusiasmo por la profundización en el pasado
glorioso.
Mientras en Italia la vuelta hacia la Antigüedad, considerada por los demás
italianos como un simple retorno a las tradiciones nacionales, produjo una rápida
renovación de las concepciones artísticas e intelectuales, sin que tuviera lugar un
cambio, un choque profundo con las ideas existentes, en el resto de Europa no fue
así. Allí las tradiciones nacionales, muy vivas, eran diferentes, y, por lo tanto, ese
retorno a los clásicos encontró una resistencia, tanto más fuerte cuanto entonces
aparecían, en lo político, las primeras manifestaciones nacionalistas.
El despertar del espíritu laico y superador de servidumbres que representa el
Humanismo, no significó, sino en raros casos, un rechazo de la fe cristiana; dio
origen, más bien, a actitudes y manifestaciones ambiguas y complejas. Por ello
solamente en Italia puede detectarse una corriente de escepticismo religioso, cosa
que no ocurre, sino más bien todo lo contrario, en el resto de Europa, donde se
afianza el llamado Humanismo Cristiano.
3.2.3 Actuales acepciones de los términos Renacimiento y Humanismo
3.2.3.1
Renacimiento como período histórico. Por las razones antedichas,
parece más adecuado aplicar el término Renacimiento exclusivamente a una época
histórica, que se extendería desde mediados del Siglo XV a mediados del XVI. En
consecuencia, el término Renacimiento no se resume sólo en brillantes muestras
eruditas literarias y artísticas, sino que abraza, como cualquier otra etapa histórica,
los múltiples aspectos de la vida, no todos ellos coherentes ni igualmente brillantes.
Al estudiar el período del Renacimiento dedica amplio hueco a las inquietudes
culturales, pues en este terreno las diferencias con el período anterior son
apreciables. Como ha dicho, quizá exageradamente, el italiano Eugenio Garin, “el
término Renacimiento sólo adquiere una significación adecuada en el terreno de la
cultura: es ante todo una manifestación cultural, una concepción de la vida y de la
realidad, que impregna las artes, las letras, las ciencias las costumbres”… Pero es
sólo una parte minúscula de la expresión y de la vida de aquel momento histórico.
La cultura no es sino un valor encarnado en una colectividad social, y en la que
intervienen fuerzas profundas. Al referirnos al Renacimiento hemos de tener en
cuenta sus limitaciones sociales y geográficas.
En cambio, el término “Humanismo” lo se aplica al movimiento cultural
estrictamente hablando, al núcleo de ideas, sentimientos y valores estéticos, que se
manifiesta primeramente en Italia, en el Siglo XV y alcanza su punto de madurez en
la primera mitad del XVI. Este término deriva del vocablo latino “humanitas”,
empleado con frecuencia en Italia desde finales del Siglo XV.
Esta corriente trató de sustituir el sistema mental de la sociedad medieval por
otro nuevo, en parte extraído de la antigüedad pagana y en parte basado en los
valores cristianos tradicionales. Lo que se llama “Humanismo” prende en otras
zonas europeas más tarde, donde adquiere, por las especiales circunstancias sociales
y preocupaciones intelectuales, aspectos distintos. Conservan de común la apelación
a la autenticidad filológica de las fuentes clásicas, como base para sus construcciones
culturales.
167
3.2.4 La corriente humanista: sus perspectivas
El Humanismo es una
3.2.4.1
Humanismo como visión cosmológica.
cosmología, una nueva visión del mundo y del hombre, que trataba de superar el
sistema ideológico medieval para completar lo que creían que le faltaba. Su
característica fundamental sería situarse en una perspectiva individualista, de
exaltación del hombre, de sus valores y capacidades.
El Humanismo buscaba la afirmación del hombre, su liberación de
servidumbres.
Sostenía que el hombre no debía someterse a limitaciones
procedentes de otros dominios, como había sido frecuente en el sistema ideológico
vigente en los Siglos anteriores.
Es comprensible que el pensamiento medieval, elaborado principalmente por
eclesiásticos, tendiera a satisfacer los ideales del hombre que debía apartarse, en
cierto modo, del mundo, y, por tanto, a exaltar los valores eternos, y, con ellos, el
desprendimiento de los bienes temporales, la consideración del último fin, y, en
definitiva, el desprecio del mundo y sus valores. Quedaron muchos aspectos de la
vida humana sin valorar adecuadamente y otros, contemplados desde un punto de
vista muy peculiar, no precisamente el del hombre que debía de vivir plenamente su
vida ordinaria. Faltaba el sistema de ideas, del mundo y del hombre, adecuado al
laico, al hombre civil. Esto es, precisamente, lo que al tomar conciencia de su
necesidad, trataron de elaborar los humanistas.
3.2.4.2
Búsqueda de nuevos modelos culturales. Para llenar estos anhelos
plenamente humanos, acudieron al ejemplo y a las enseñanzas de la Antigüedad,
donde ciertamente habían sido ampliamente cultivados. Esta búsqueda tuvo una
dimensión exegética, tanto en el campo literario como en el artístico. A través de
una mayor autenticidad filológica y arqueológica, creerán encontrar el verdadero
espíritu de los textos y de los monumentos clásicos y, en él, sus mejores argumentos
y recursos, su verdadero apoyo en la lucha por la consecución del ideal humanista.
Solamente en este aspecto puede decirse que el Humanismo no fue propiamente
cristiano.
Una prueba de que no hubo oposición entre Humanismo y Cristianismo es que
una de las corrientes más vigorosas del Humanismo, el llamado “Humanismo
Cristiano”, puso su empeño, precisamente, en conciliar el Cristianismo tradicional
con el pensamiento humanista. No se puede invocar tampoco un nexo directo entre
Humanismo y Reforma.
Los llamados humanistas llegaron a convencerse de que estaban viviendo una
época distinta de la que les había precedido. Tenían la convicción de que, al igual
que los romanos y los griegos, habían llegado a descubrir la verdadera naturaleza del
hombre y del mundo. Este descubrimiento les llevó a construir todo un sistema de
conocimiento, de sensaciones y de formas de vida.
Entraban en una etapa
renovadora, en una actitud de purificación, tanto de las letras como de las artes y
también de la religión, como lazo que les unía al Creador.
3.2.4.3
Admiración por la Antigüedad. Los primeros humanistas, creyeron que
en la Antigüedad estaban los modelos universales, los valores que, eran la versión
completa del hombre y del mundo.
168
A medida que, a través de un mayor conocimiento de los textos, se procedía
a una reconstrucción intelectual del mundo antiguo, se presentaba la imagen de una
sociedad como la que deseaban, en la que sólo faltaba el compás, la pólvora y la
imprenta, pero en la que se había alcanzado las más altas cimas, tanto en el campo
de la especulación filosófica, como en el de las formas y acción políticas, o en las
realizaciones culturales.
En la base del Humanismo existía, naturalmente, una filosofía, pero no ha de
creerse que los humanistas la expresaron en sistemáticas formulaciones. Ni siquiera
tuvieron una auténtica metodología del conocimiento. La aspiración del Humanismo
era la de una visión unitaria del saber en la línea de una integración de las
perspectivas paganas de la antigüedad en el pensamiento cristiano, sólidamente
acuñado en la Edad Media, en un afán de concordia y de comprensión.
“El Humanismo del Renacimiento en tanto tal, no fue un sistema o tendencia
filosófica, sino mas bien un programa cultural y educativo que subrayó la
importancia y desarrollo de una área de estudios importantes pero limitada”.149
Aunque la verdadera aportación del Humanismo fue su visión intelectual, no
se agota en esta actitud especulativa. Al ser una cosmovisión, el humanismo se
expresó en todos los lenguajes culturales, desde la filosofía al arte, desde la ética a
la música.
3.2.5 El ideal de vida de los Humanistas
3.2.5.1
Humanismo como arte de vivir. El Humanismo conlleva a un arte de
vivir. Una manera de vivir en la que la existencia humana y sus exigencias naturales
ocupaban atención preferente, aunque en modo alguno al margen de las obligaciones
derivadas de las creencias religiosas.
Evidentemente la conciliciación de los ideales humanistas de desarrollo de las
virtualidades humanas y de las exigencias derivadas del hombre como ser
dependiente, creado por Dios con una finalidad, terrena y sobrenatural, no resultaría
nada fácil en la práctica. Este es uno de los puntos críticos del pensamiento
humanista al que creyeron encontrar solución en la filosofía.
3.2.5.2
El estímulo de la gloria. Los términos “virtú” y “fortuna” aparecen con
mucha frecuencia en los escritos de los humanistas italianos. La “fortuna” o suerte
desde los tiempos más antiguos, era la imagen de lo incierto, de lo cambiante. La
palabra “virtu” comprende todas las características típicamente varoniles como la
osadía y la carencia de miedo, y también el sentido del honor, unido a la idea de
integridad y honestidad. Para la mayoría de los humanistas, la “virtu” era aquello
que permitía alcanzar la “fortuna”, escapándose de esta tierra hacia la vida inmortal.
La “fama”, que en su grado mas excelso, llegaba a “gloria inmortal”.
La gloria del individuo se alcanzaba esencialmente por la labor realizada en
beneficio de la ciudad o del Estado al que se pertenecía. Esto significaba el despertar
del nacionalismo, el orgullo por el esplendor y la belleza de la ciudad donde se había
nacido, el conocimiento de su historia.
149
P. O. Kristeller
169
El individualismo del Renacimiento, no es otra cosa que la preocupación por el
pleno desarrollo de las posibilidades del ser humano. Los humanistas entendían que
este pleno desarrollo del individuo, solamente podría producirse en conexión y
armonía con sus semejantes y no suponía la ruptura con el ideal del valor universal
de la Humanidad y del entorno en que cada individuo desplegaba su vida.
Otros de los rasgos que los humanistas resaltaban fueron la amistad y el
amor. Los lazos de amistad constituían un aspecto esencial de la “virtu”. El amor
entre los hombres se entendía como una parte de un amor cósmico, global, que
conducía hacia el amor de Dios. El amor humano, consiguientemente, no tenía que
ser meramente sensual, sino más bien un amor que superaba todo lo terreno, para
encaminarlo a la belleza eterna, suprema y perfecta.
El Humanismo, por ser sobre todo una cosmovisión, se expresó en todos los
lenguajes culturales, desde la filosofía al arte. Una de sus esenciales características
era la unidad del universo, cuyo contenido conciben en una compleja y perfecta
armonía, expresada en leyes matemáticas, formas geométricas y ritmo.
Todas las cosas, incluso las tensiones sociales, podían integrarse en una
unidad, pues las diversas opiniones no eran sino la fallida expresión de aquella
fundamental unidad que tenía lo humano. Si los humanistas colocaron al hombre en
el centro de sus preocupaciones e interés, lo hicieron en la medida que el individuo,
mediante la contemplación, pudiera llegar a identificarse con el orden esencial que
reinaba en sí mismo, en el mundo y, en particular, en el reino eterno.
3.2.6 Las condiciones socioeconómicas y el movimiento cultural
3.2.6.1
La civilización renacentista, civilización urbana. El crecimiento de la
población, con las nuevas necesidades que comporta y el desarrollo de los núcleos
urbanos, estimularon la inventiva y los recursos humanos, no sólo en orden a un
aumento de los medios de alimentación y de subsistencia, sino a fin de mejorar las
condiciones de trabajo, de producción y de vida. Las nuevas exigencias contribuyen
a despertar la demanda de todo género de bienes y a intensificar los esfuerzos para
cubrirla. Como consecuencia, el dinero, acumulado en minorías poderosas y activas,
circula en amplitud hasta entonces desconocida, y, resulta evidente que penetra, en
mayor o menor medida, en otros sectores sociales.
3.2.6.2
Difusión del espíritu renacentista desde Italia. El Renacimiento se
difundió primero en las grandes ciudades comerciales: en Florencia, de donde partió
el movimiento en el Siglo XIV. Más tarde hallará cobijo en las Cortes de Europa
Occidental, al amparo de los soberanos autoritarios: lo mismo que los grandes
hombres de negocio, los príncipes se esfuerzan por proporcionarse todos los
atractivos de la vida cortesana y dignificar sus capitales, por razones políticas, por
cuestión de prestigio, o por la necesidad de atraer partidarios.
Las letras, las ciencias y las artes se desarrollaron en los círculos de
comerciantes y banqueros enriquecidos en las Cortes de los Príncipes, deseosos de
crear y mantener en sus capitales una intensa vida cortesana, grandes obras de
urbanización o edificios monumentales, con los medios financieros puestos a su
alcance por las contribuciones y los empréstitos. El Renacimiento, en su vertiente
social y cultural, cuajó en las Cortes, en las academias, en los cenáculos y en los
salones. No se explica sin el mecenazgo.
170
Este mecenazgo tuvo una proyección más visible, quizá, en lo artístico. Los
artistas exaltan en los monumentos públicos, en escena reales o alegorías, el “buen
gobierno”, algún acontecimiento inolvidable de la historia de la ciudad, retratos de
los personajes de ella, a menudo representados como héroes de la Antigüedad. En
el caso de encargos privados, los clientes suelen aparecer, en alguna forma, en las
obras, aunque sean temas religiosos. Gracias a este mecenazgo los artistas se
dispersan por toda Italia y contribuyen a la renovación de las artes.
3.2.7 Mediocridad de las conquistas científicas y técnicas
3.2.7.1
Las causas. En el Renacimiento la ciencia no progresó en grado
paralelo al de la creación cultural y artística. La ciencia del
Renacimiento trató de corregir o contradecir a Aristóteles,
basándose en otros sabios de la Antigüedad y en la Cabala.
Figura 40. Leonardo
Da Vinci
La contribución del Renacimiento al desarrollo científico
vino más bien de su interés hacia la realidad. Los artistas, que
consideraban que el arte constituía una rama del saber,
respecto a la naturaleza y al hombre, contribuyeron, aparte del
estudio de la óptica, de la perspectiva y de las matemáticas, al
desarrollo de la observación. El interés de los naturalistas por
la clasificación de plantas e insectos para hallar una
farmacopea universal, trata de reproducir en su laboratorio las
misteriosas operaciones de la naturaleza; los ingenieros, como
Leonardo, buscan la construcción de artefactos o máquinas,
son eslabones importantes en el desarrollo científico.
La tendencia investigatoria del Renacimiento, conduce a una contemplación
irracional de la Naturaleza, a la observación de lo concreto, a la acción práctica.
Todo ello ponía insuperables obstáculos al esfuerzo de abstracción, necesario para
toda ciencia.
3.2.7.2
La medicina y las ciencias naturales. La física y química estaban
demasiado dominadas por las ideas aristotélicas para que pudieran experimentar
progreso: la concepción animista se aplicaba incluso al reino mineral y se seguía
creyendo en la transmutación de los cuerpos y en la correspondencia entre los
cuerpos humanos y los astros.
3.2.7.3
Progresos en la astronomía.
Mediante
instrumentos ópticos había comenzado a comprobar las
observaciones contenidas en el Almagesto. El avance más
significativo en este campo de la astronomía, es la obra del
polaco Nicolás Copernico. Copernico elaboró su tesis del
heliocentrismo a partir de los astrónomos de la Antigüedad
y sobre la convicción de la superior armonía del movimiento
circular. Rechaza también la idea de Nicolás de Cusa de
que el universo es ilimitado.
Figura 41. Nicolás
Existen en la época del Renacimiento algunos trabajos
Copérnico
técnicos o de ingeniería que permitieron soluciones a
diversos problemas. Hay todo un reflorecimiento de aquellas artes que la Edad
Media había infamado, tachándolas de mecánicas.
171
3.2.7.4
Comienzos del desarrollo técnico. El desprecio por las artes mecánicas
comienza a desaparecer y también en este aspecto queda quebrantada la autoridad
aristotélica y la oposición formulada por éste entre técnica y ciencia. Sólo de la
valoración de los aspectos concretos de la técnica, puede la ciencia extraer nuevos
principios. Y, a su vez, la ciencia desde la teoría, elaborar una técnica: la tecnología.
3.3
EL HUMANISMO EN ITALIA
3.3.1 Los principales focos
3.3.1.1
Florencia150. La República de Florencia fue el centro más importante
del Humanismo. Se desarrolla el llamado por Hans Baron “humanismo cívico”, con
Lorenzo Bruni y su escuela, que profundiza en la historia de la ciudad, seguida por
Poggio Bracciolini y otros, que encontraría su culminación en el Siglo siguiente, con
Maquiavelo y Guicciardini. Se potencian los estudios retóricos que aplican las reglas
filológicas a la crítica textual. Se crea la Academia de Florencia, presidida por la gran
figura de Marsilio Ficino. Esta época de esplendor durará hasta 1498.
3.3.1.2
Roma151. Roma, que, por decisión de los Papas, había comenzado a
convertirse, ya antes de 1498, en centro cultural artístico, atrajo a filósofos,
humanistas y artistas, muchos de ellos huidos de Florencia. Alejandro VI, Julio II, y,
sobre todo, León X harán de Roma, capital también, por unos años, del Renacimiento
en su forma más clásica. Su momento más brillante es cuando Julio II confía a
Bramante la construcción de la basílica de San Pedro, y llama a Miguel Ángel y
Rafael, para decorar el grandioso templo.
Figura 42. Basílica de San Pedro
Figura 43. Diseñada por Bramante.
3.3.1.3
Venecia. Favorecida por la dispersión provocada por el saqueo de
Roma de 1527 se convertirá en foco artístico y cultural. El particularismo, tanto
social como geográfico, quizá puede explicar las especiales características del
Renacimiento veneciano. En el aspecto artístico, los artistas venecianos manifiestan
características propias, como la grandiosidad, la concepción del espacio y los
coloridos agrios.
De todas formas, hacia 1530 el Renacimiento italiano parece haber alcanzado
su techo. La creatividad literaria y artística se apaga, el pensamiento y la expresión
150
151
Ciudad de Toscana en el centro de Italia.
Ciudad de Lacio en el centro de Italia; capital del país.
172
plástica caminan hacia la elegancia formal, al academismo. La influencia cultural
italiana ha desbordado hacia Europa, donde alcanza nuevas cotas de esplendor.
En el humanismo italiano destacan dos aspectos fundamentales. La atención
a las lenguas clásicas y a la crítica filológica y la renovación del conocimiento sobre
Aristóteles y Platón.
3.3.2 Los “Studia Humanitatis”
3.3.2.1
El vocablo “Humanitas”. “Humanitas” se refería a la actividad integral
que el ser humano debía acometer para llegar a realizarse como individuo.
Representaba el armonioso equilibrio entre las distintas cualidades que debían
adornar a la persona completa. Venía a tener un sentimiento de plenitud humana,
de vivir intensamente la condición de hombre, tanto en su dimensión física como en
la espiritual y ética.
Se lograba a través de una formación, los “studia humanitatis”, que
permitirían al hombre conocer lo que podía y debía ser. Por ellos los hombres del
Quattrocento aplicaron este término “humanista” en un sentido restringido, a quien
se dedicaba al estudio y a la enseñanza de las lenguas clásicas. La voz “humanista”
sólo se usaba en el argot de los propios humanistas, o en la lengua vernácula, pues
aquellos fieles a la pureza idiomática, prefirieron usar para sí mismos rótulos
acreditados como “orador”, “poeta”, “rhetor” o “grammaticus”.
3.3.2.2
Contenido de las Humanidades. Las humanidades se referían al ser
humano y, por tanto, eran merecedoras de la atención de los estudiosos. El
contenido de estos estudios era todo lo concerniente al lenguaje en su sentido más
estricto, pero englobando la literatura y la filosofía, disciplinas que aportaban lo
esencial para la formación del hombre. No se olvidaba la teología, pero se creía que
su estudio no bastaba y era necesario añadir los conocimientos que proporcionaban
los estudios humanos.
Es necesario tener en cuenta que estos “studia humanitatis”, suponían un
cambio profundo de orientación con respecto a la formación escolástica entonces
imperante en Europa.
En el sistema de enseñanza reasumen el valor de la gramática y de la
retórica. Las nuevas circunstancias históricas invitaban a buscar nuevas formas de
expresión.
Italia había conocido un desarrollo social y político, especialmente en el norte
y centro de la península, muy temprano. En el Siglo XIV la mayor parte de Italia
abundaba en centros urbanos, la mayoría de los cuales eran políticamente
independientes.
3.3.2.3
Carácter práctico de estos estudios. La retórica adquiere especial
relieve.
La expresión, tanto oral como escrita, se reconoce como elemento
importante para el progreso social. Las necesidades culturales de una nueva
sociedad urbana, tenía mucho que ver con la retórica.
No es irrelevante que los primeros representantes del humanismo hayan sido
notorios o legistas y magistrados. Es también significativo que la famosa Escuela de
173
Derecho de Bolonia se originara como academia de retórica, pues estos estudios
tenían una gran finalidad práctica.
Además, la vida ordinaria de los hombres de la ciudad, contribuyó a
acrecentar el valor de la retórica. Lorenzo Valla, en 1431, llegaría incluso a afirmar
que la elocuencia, más que la filosofía, podía hablar a los corazones de los hombres,
inclinarlos a la fe y transformar sus vidas. Por su parte León Battista Alberti, captó
perfectamente la relación entre la retórica y la comunicación visual.
Quizá el contenido de tales estudios humanistas lo exprese hoy de forma más
correcta el término “cultura”, siempre que se le dé su sentido más general y
abarcante, a la vez en el conocimiento y en la concepción de la vida, y que se le
desprenda de todo objetivo pragmático inmediato.
La cultura tiene mucho que ver con la educación. Así se consideraba en el
Renacimiento y esta es la razón por la que abundan los escritos de índole
pedagógica, que se refieren al prototipo del humanista.
3.3.2.4
Interés por las lenguas clásicas. Petrarca, poseía una biblioteca la cual
era la mejor de Europa. Otros humanistas le imitaron en esta afición. Comenzó así
un lento movimiento de reconquista de la herencia de la Antigüedad, a través de los
códices clásicos, de las primeras excavaciones arqueológicas y de las primeras
colecciones de estatuas, medallas e inscripciones.
Leonardo Bruni fundió plenamente la cultura clásica y los ideales cívicos. La
admiración, sobre todo, por Cicerón se tradujo en un excesivo interés por sus formas
literarias, pero este exceso no duraría más allá de 1525.
Las primeras clases de griego, en Florencia, fueron impulsadas por Bocaccio
(1390).
El conocimiento de la lengua griega estaba ya bastante extendido en Florencia
en la segunda mitad del Siglo XV, recibió un gran impulso gracias al Concilio
ecuménico cuyo principal propósito fue la reunificación de las cristiandades oriental y
occidental.
La resurrección del griego estuvo emparejada con la de muchas obras
clásicas, que por ignorarse la lengua, habían permanecido llenas de polvo en los
estantes de las bibliotecas monásticas. Los humanistas del Siglo XVI, desprovistos
de todo prejuicio sobre estos textos antiguos, y, también animados por una
insaciable curiosidad, los buscaron con avidez.
Por supuesto que el esnobismo intelectual jugaba importante papel en esta
caza de manuscritos, pero gracias a estos hombres el número de obras clásicas
disponibles aumentó considerablemente y fueron influyentes en la difusión del
humanismo. Este acervo cultural estaba formado, en primer lugar por obras latinas
recién descubiertas; en segundo, por manuscritos griegos que llegan a Italia con los
griegos que venían a asistir a los concilios ecuménicos, y más tarde expulsados por
los turcos, o transcritos en Bizancio desde comienzos del XV; finalmente, por
traducciones latinas cada vez más abundantes de autores griegos clásicos.
174
3.3.2.5
Primeras bibliotecas modernas. Cosme de
Médicis tuvo el honor de inaugurar en Florencia la primera
biblioteca pública, en San Marcos, diseñada por Michelozzo.
Reunía un buen número de manuscritos griegos y latinos, y
nuevos libros. Otras bibliotecas famosas fueron las de
Urbino y la del Vaticano.
Fundada por Nicolás V, se
convirtió en la más vasta de la época. También la de San
Marcos en Venecia era muy rica, gracias a la importante
colección de manuscritos ofrecidos por el cardenal griego
Besarión.
No es necesario resaltar la enorme repercusión que,
para el conocimiento de la cultura antigua, significó esta
resurrección de las lenguas clásicas. En este aspecto, esta
etapa representa un momento fundamental en la
ampliación y enriquecimiento de la cultura occidental, que
se penetrará del fresco vigor de los valores clásicos. Es,
pues, perfectamente explicable la rendida admiración de los
primeros humanistas hacia los antiguos.
Figura 44. Biblioteca
Pública de San Marcos,
diseñada por Michelozzo
3.3.2.6
Los estudios hebraicos. Juntamente con el latín y el griego, los
humanistas tuvieron gran interés por el hebreo, a fin de conocer el Antigua
Testamento en su idioma originario. Las obras escritas en hebreo o arameo fueron
pronto codiciadas por los humanistas, excepto, naturalmente, el Talmud152, por el
que se sentía particular desprecio. Una de ellas era la Cabala. En esta obra,
esencialmente cabalística, el autor trata con su hijo y discípulo, de todo lo divino y
humano, de pretendidas enseñanzas, y de la sabiduría esencial de los judíos,
transmitida oralmente por Moisés a los iniciados en el Monte Sinaí. Esta suposición,
aceptada con gran seriedad, ejercía gran atractivo sobre el pensamiento humanista.
Como es sabido, en el idioma hebreo cada letra tiene también un valor
numérico, lo que la relaciona con una discutible magia. Esto era precisamente lo que
atraía a los primeros humanistas.
3.3.3 Aplicación de la filología como instrumento crítico
3.3.3.1
Lorenzo Valla y la crítica filológica. La gran
figura que introdujo la crítica filológica fue Lorenzo Valla, quien
propugnó la “imitatio” de los clásicos, actitud que jugaría tan
gran papel en el pensamiento de los humanistas, y después
hasta finales del Siglo XVIII. Los clásicos latinos se convertían
en ejemplo que imitar.
Figura 45. Lorenzo
Valla
152
Desde la época romana existía un sistema para
conseguir una oratoria más apropiada y un lenguaje más
correcto.
La retórica y la elocuencia proporcionaban el
conjunto de reglas de dicho sistema. Este interés filológico,
tenía consecuencias y objetivos más trascendentales.
La
retórica, por ejemplo, servía de fundamento a la filosofía y a la
teología.
Poliziano, llevó propiamente a cabo, el examen
Libro Sagrado Judío que menciona la supremacía de esta religión.
175
erudito de manuscritos y prestó atención a las pruebas paleográficas, a la ortografía
y al “usus scribendi”. Nació la moderna crítica textual.
La aplicación de la crítica textual produjo un importante avance en la
renovación de los diversos conocimientos.
Se volvieron a leer textos mal
interpretados y se extrajeron novedades. El interés por la restauración de textos
antiguos y la comparación de ellos favorecieron los estudios clásicos. No sólo se
estudiaron a los autores griegos, y, más especialmente, a los latinos, en función del
tema que trataban, sino para penetrar en las razones que les movieron a escribir y
en el modo que lo hicieron. El interés por el estudio implicaba atención a la forma, y
ésta, a su vez, influía en los estudiosos.
3.3.4 Las nuevas corrientes filosóficas
La revelación de Platón, cuyos
3.3.4.1
Reevaluación del aristotelismo.
Diálogos habían sido traducidos en 1421 al latín por Leonardo Bruni, y, cuyo estudio
directo fue pronto posible gracias al conocimiento del griego, produjo una
reevaluación de las doctrinas aristotélicas, desde otras perspectivas.
Dos eran las principales escuelas aristotélicas medievales.
Una era la
representada por Santo Tomás. Tomás de Aquino, consciente de la unidad profunda
de la verdad, creía en la necesaria concordancia de la fe y de la razón. Estableció
sutiles relaciones entre el mundo de la apariencia y el de las esencias y el de las
formas arquetípicas, que están en Dios. La doctrina tomista afirmaba la posibilidad
de elaborar, a partir de la experiencia, mediante la analogía y la abstracción, un
conocimiento del mundo real: el de sus esencias.
Pronto
surgieron
numerosos
admiradores
o
3.3.4.2
Pomponazzi.
impugnadores de Aristóteles. Unos le combatían por su física que, según ellos,
constituía una rémora para el conocimiento científico de la
Naturaleza; otros por su lógica deductiva y moral, que no
consideraban adecuada para el conocimiento.
Figura 46. Pietro
Pomponazzi
En 1516 apareció el Tractatus de Inmortalitate
Animae, de Pietro Pomponazzi, que trataba de probar que,
según la auténtica doctrina de Aristóteles, no solamente la
inmortalidad del alma era indemostrable, sino que el alma
humana estaba destinada a extinguirse con el cuerpo. En
otra obra, De Fato Libero Arbitrio et Praedestinatione (1520)
mostraba la incompatibilidad del libre arbitrio y la
omnipotencia divina y criticaba todas las religiones, aunque
dejando aparte el Cristianismo. Fue duramente combatido
y se salvó de la condena gracias a los amigos que encontró
ante el Papa León X.
El averroísmo –basado en un determinismo, que apenas dejaba lugar a la
intervención divina, y en un cierto materialismo-, continuó enseñándose en Padua y
jugaría un cierto papel intelectual durante el Siglo XVI. Fueron numerosos los
humanistas europeos que acudieron a estudiarlo en aquella prestigiosa y atrevida
universidad veneciana.
176
3.3.4.3
El platonismo. Mucho más entusiasmo suscitó la filosofía de Platón.
Platón conoció directamente a través de sus propios escritos.
3.3.4.4
Marsilio Ficino. Con ocasión del Concilio de Florencia (1439) en donde
se trató de la unión de las iglesias latinas y la cismática griega, llegaron a Italia
algunos intelectuales bizantinos que trajeron el entusiasmo por Platón. Fue Marsilio
Ficino el gran difusor de las doctrinas neoplatónicas. A un
ritmo sorprendente tradujo las obras completas de Platón,
de Plotino y de varios de los discípulos de este, y las de los
comentaristas de Dionisio Areopagita. Aparte de esta labor
escrita, divulgada entre la élite florentina y por libre y
sencilla conversación, las ideas platónicas.
Esta era la
célebre Academia Florentina.
Fue también de gran
importancia la extensa correspondencia que de manera
regular mantuvo con otros humanistas. De esta forma
fueron extendiéndose sus ideas y el platonismo se convirtió
en la filosofía más influyente en el Renacimiento. Este
platonismo es fuertemente eclesiástico, amasado con
Figura 47. Marsilio
materiales aristotélicos y aun judíos.
Ficino
Ficino trató de probar que toda revelación es,
fundamentalmente una, y lo que era más importante para el punto de vista del laico,
que la vida del universo y del hombre, están controladas y dominadas por un
“circuito espiritual” continuo, que conduce de Dios al mundo y de este a Dios. En el
centro del cosmos se halla el hombre; es a la vez alma inmortal, imagen de Dios y
cuerpo material.
La vocación humana consiste en pasar del mundo de las
apariencias sensibles, en el cual vive, a la inteligencia de la Ideas, lo que le dará
acceso a Dios.
3.3.4.5
Influencia de Ficino en la estética de “primer renacimiento”. En este
extraño mundo del neoplatonismo descubierto por Ficino desaparecen todas las
fronteras inventadas por el pensamiento medieval, especialmente en los conceptos
de amor y de belleza, polos fundamentales en torno a los cuales se polariza el
filósofo florentino.
La interpretación de Ficino del “circuito espiritual” tuvo también importantes
consecuencias en el mundo de la ciencia y en el sincretismo religioso o renacentista.
3.3.4.6
Pico della Mirandola. El discípulo principal y discípulo de Ficino fue Pico
della Mirandola, trató de resolver los conflictos planteados por el neoplatonismo
frente al aristotelismo renovado.
3.3.5 Los medios de difusión del Humanismo
3.3.5.1
Las Academias. La renovación de la enseñanza y la expansión de los
nuevos estudios no se produjo de una manera brusca. Todavía al comenzar el Siglo
XVI se ofrecía en las universidades elementos antiguos y nuevos. En Bolonia o en
Padua153, la Facultad de Artes se atenía aun a la vieja división de “trivium” y
“quatrivium”. Pero en estas mismas universidades los humanistas enseñaban las
nuevas disciplinas, alternando con las tradicionales.
153
Ciudad de Veneto al norte de Italia.
177
La tarea esencialmente humanística, de discusión e intercambio, tuvo lugar
en las “Academias”. La primera comenzó a funcionar en Nápoles, con la finalidad de
discutir toda clase de materias, especialmente las clásicas. El prototipo, y la más
excelsa, sería la Academia Florentina o Platónica. Esta academia ejerció enorme
influencia en la orientación de los estudios humanísticos.
El nombre de “Academia” se usaba corrientemente en Italia desde 1440, y en
seguida se aplicó este nombre al círculo de los discípulos de Bessarion y aun los de
Argiropulos, calificados protagonistas ambos en el intento de conciliar Platón y
Aristóteles.
Papel semejante desempeñó en Roma la
3.3.5.2
La academia romana.
Academia Romana. El humanismo romano, alentado primeramente por Nicolás V y
continuado por sus sucesores, se caracterizó por su intento de conciliar las nuevas
orientaciones con las ideas tradicionales cristianas. En 1464, el nuevo Papa Paulo II
consideró peligrosa la labora de esta Academia, dedicada en especial a los estudios
arqueológicos, a la que se acusaba de fomentar el paganismo, y decidió clausurarla.
Restaurada en la época de Sixto IV (1471-1484), a ella pertenecieron los principales
miembros de la Curia. Su apogeo tuvo lugar en tiempos de León X, quien le prestó
especial atención.
3.3.5.3
La imprenta.
La imprenta trajo consigo una revolución en la
producción de textos. La primera imprenta en Italia comenzó a funcionar en
Subiaco, en 1465, y dos años mas tarde había una en Roma. En seguida se
difundieron por otras ciudades y los humanistas comenzaron a apreciar el nuevo
invento. Los primeros libros se hicieron todavía con la colaboración de copistas, que
rellenaban ciertos espacios dejados en blanco por la imprenta, con títulos y dibujos.
Gracias a la imprenta, los humanistas pudieron ofrecer al público textos
antiguos, corregidos y enmendados. La gran difusión de los libros obligaba a los
eruditos a esmerarse en la tarea de reproducción de textos correctos. El retorno al
simple texto, sin comentarios, fue iniciado por Aldo Manuccio, cuyas ediciones en
formato pequeño significaron una nueva etapa en la producción de libros.
3.4
EL HUMANISMO EN EL RESTO DE EUROPA
3.4.1 La expansión del Humanismo desde Italia
3.4.1.1
La irradiación cultural de Italia. Las ideas humanistas irradiaron a
Europa gracias a eruditos italianos llamados por las Cortes y Universidades, a los
europeos que venían a Italia atraídos por este foco de cultura, o merced a la
correspondencia que los humanistas italianos mantenían con sus colegas, allende los
Alpes o el mar.
El Humanismo se extiende a Europa rápidamente en las últimas décadas del
Siglo XV. Alrededor de las universidades, y en las grandes ciudades mercantiles, se
desarrollan los círculos humanistas, que frecuentan, además de eclesiásticos y
universitarios, impresores y artistas, magistrados, hombres de negocios y
funcionarios reales.
3.4.1.2
Hacia una nueva educación.
Los humanistas mostraron especial
interés hacia la educación. Su creencia absoluta en la perfectibilidad del hombre y
178
en su bondad natural, se traducía en la enorme responsabilidad atribuida a la tarea
del educador y a su eficacia para transformar el mundo.
El ideal pedagógico del Humanismo descansa una enseñanza general:
intelectual, moral y física. Es en las obras de la Antigüedad donde el niño o el
adolescente encontrarían los modelos que le permitirían adquirir a la vez la
gramática, la retórica y el arte del raciocinio, las reglas de la estética y, en definitiva,
los ejemplos virtuosos a seguir y los vicios a combatir. Porque la educación se veía
ante todo como una formación moral.
Los pedagogos italianos del Quattrocento habían trazado ya el programa
básico de esta educación nueva y habían tratado de ponerla en práctica. Donde la
práctica de los deportes y los juegos al aire libre se consideraban tan importantes
como el estudio de la Biblia, del latín y de la retórica. Más tarde estas primeras
iniciativas se funden como elementos ya existentes y con los resultados extraídos de
la experiencia. Surgen así, tanto en Italia como Occidentes instituciones docentes,
que van desde la escuela, donde se enseñan los rudimentos, a las instituciones de
enseñanza superior, pasando por un ciclo medio destinado a los adolescentes. La
formación impartida se gradúa conforme a la edad. Se partía del respeto a la
personalidad del joven, se fomentaba el diálogo entre maestro y alumno, el espíritu
de emulación y una armoniosa dosificación del esfuerzo intelectual, el deporte y los
que llamaríamos “apertura” hacia los problemas del mundo de la sociedad.
Las antiguas universidades se
3.4.1.3
El antiguo sistema universitario.
consideraban centros para producir especialistas, expertos en una profesión. No se
concebían, como querían los humanistas.
Por lo general puede decirse que las universidades europeas, en las que
predominaban los métodos escolásticos, recibieron a los humanistas en calidad de
profesores de lengua latina o griega con mucha mejor voluntad de la que tenían para
aceptar la propuesta humanista de reformar los programas de estudio. El nivel de
novedad dependió, naturalmente, del grado de conservadurismo y de resistencia de
las respectivas universidades.
3.4.1.4
Dificultades para la renovación de los estudios. La renovación de los
estudios no fue tan fácil como pudiera hacer pensar la presencia de algunos
humanistas en universidades importantes. Muchas facultades continuaron en su
conservadurismo hasta finales del Siglo XVI y la renovación de los estudios se hizo
más bien a través de nuevas fundaciones, como los Colegios Trilingües, o las
Academias, como las fundadas por Celtis en diversos lugares de Alemania y
Centroeuropa.
En Europa la difusión de la imprenta fue rápida. Pero la imprenta, todavía
imperfecta, no logra resultados importantes hasta bastante entrado el Siglo XVI.
Una edición era cara y su lanzamiento constituía riesgo económico. En el Siglo XVI
la primacía de la imprenta, que había pertenecido a Venecia, pasaría a París y
Lyon154, y después a Amberes. Aumenta entonces el número de ediciones religiosas,
pero más aún los libros de temas literarios y clásicos. La imprenta favoreció, con
todo, el Humanismo propiamente dicho menos de lo que se cree.
154
Ciudad de Rodano al este de Francia.
179
Se vuelven a la
3.4.1.5
Características del Humanismo en occidente.
Antigüedad y estudian con apasionamiento las lenguas clásicas y el hebreo. Su
principal guía en este intento será Lorenzo Valla y su método filológico. En su
conjunto tienen una serie de características en común: el gran optimismo sobre la
naturaleza humana, aspiración a la perfección en todos los campos, convencimiento
de la eficacia de una educación bien dirigida.
El Humanismo de Occidente tiene rasgos propios que no coinciden con los del
italiano, más concretamente con el foco florentino. Son más realistas, más críticos.
Superan las meras preocupaciones estéticas y morales del platonismo de Ficino y sus
seguidores para adentrarse en la investigación histórica, en la política, y, sobre todo,
en la religión.
3.4.2 Francia
El Humanismo francés se desarrolló
3.4.2.1
Los primeros núcleos.
relativamente tarde. París apenas demostraba interés alguno por las novedades
intelectuales. La cuestión que a fines del XV más les afectaba era la disputa entre
nominalistas y realistas. A pesar de todo, en la Facultad de Artes de París, a
mediados del XV, había mostrado algunos aspectos del Humanismo cultivado en
Italia.
A partir de 1476 se inicia propiamente, gracias a un refugiado griego, Jorge
Hieronymos, que enseñó entre otros, a Budé, Reuchlin y Erasmo. Un nuevo avance
fueron los cursos dados en Paris, en 1507-1509, por Francois Tissard, que dispuso
de varios textos antiguos, y del futuro cardenal Girolamo Aleandro.
Los dos grandes humanistas franceses fueron Jacques Lefevre d’Etaples
(1456-1536) y Guillaume Budé (1468-1540).
3.4.2.2
Lefevre d’Etaples. Estudió filosofía en París. Fue clérigo, pero no
recibió nunca las órdenes mayores. Atraído por Italia, la visitó por primera vez en
1491-1492. Su deseo era conocer el neoplatonismo que enseñaba en Florencia
Marsilio Ficino, y los métodos filológicos. De vuelta a Francia, enseñó filosofía en el
colegio del cardenal Lemoine, uno de los más reputados de la Universidad de París.
Convencido de la impotencia de la escolástica, y de sus métodos para formar una
mentalidad “humanista”, se esfuerza por renovar la enseñanza del aristotelismo,
como la había enseñado Bárbaro, ayudándose de los textos originales, que comienza
a publicar.
Vuelve a Italia en 1500. Pero la filosofía ya no le llena; su alma se siente
atraída por el misticismo. Por entonces hay en París un gran interés por la corriente
mística de los Países Bajos. Desde 1501 Lefevre publica incesantemente.
3.4.2.3
Budé. Defensor infatigable del Humanismo. Su curiosidad científica
universal le llevó a profundos conocimientos en todas las ciencias, desde la teología,
la filosofía y la jurisprudencia, a las matemáticas. Su De Asse (1515), es un
excelente estudio de metrología antigua donde se describe el valor de las monedas y
medidas de antiguos y su equivalencia moderna, sobre la base de los textos clásicos.
Esta obra colocaría a Budé entre los más destacados eruditos de su tiempo.
Secundó con rapidez el proyecto de Francisco I, de fundar un colegio de hombres
doctos, institución real que acogió los estudios filológicos y humanísticos, que ya
venían impartiéndose en la Corte.
180
3.4.3 Inglaterra
3.4.3.1
Oxford y Cambridge. Aunque los estudios teológicos continuaban
dominando aún la vida académica en Oxford y Cambridge, no había dejado de
desarrollarse la afición por algunos aspectos de la cultura humanista, aportada por
eruditos italianos y por ingleses que habían estudiado en Italia. Por otra parte los
primeros impresores ingleses que habían estudiado en Italia. Por otra parte los
primeros impresores ingleses tuvieron intensas aficiones humanísticas y editaron, en
1483 las traducciones latinas de Bruni. La enseñanza de la gramática latina se
orientó, ya antes del Siglo XV, hacia el Humanismo, y se redactaron los primeros
manuales con la intención de mejorar el estudio del latín clásico. El apoyo de la
Corte a la cultura humanística fue también decisivo.
En Oxford y Cambridge hasta la Reforma, predominó el espíritu escolástico,
con algunas excepciones. La llegada de Erasmo a Cambridge para enseñar desde
1511 a 1514 dio un gran impulso al Humanismo. En Oxford el estudio oficial del
griego se inicia en 1517. La reacción de teólogos conservadores contra la enseñanza
del griego, que consideraban el lenguaje propio de la herejía, estalló en Oxford en
1518, y fue acallada solamente por la eficaz intervención de Tomás Moro.
3.4.3.2
John Colet. Teólogo que durante su estancia de tres años en Italia,
fue influido de la forma exotérica de Ficino y Pico della Mirandola. Allí, Colet
aprendió griego, interesándose, sobre todo, por el platonismo, y estudio a fondo la
Biblia y los Santos Padres. A su vuelta a Inglaterra, ordenado sacerdote (1498), fue
nombrado profesor en Oxford. Humanista cristiano, que fue, sin duda, su aspecto
más destacado.
3.4.3.3
Tomás Moro. Tomás Moro llegó a ser la figura más destacada del
Humanismo inglés.
Su verdadera profesión era la de jurista y político: alto
dignatario y Canciller de Enrique VIII; su excepcional talento le permitió tener acceso
a una castísima cultura. Sus excelsas virtudes humanas y sobrenaturales, puestas a
prueba en el martirio por defender sus convicciones religiosas, le valieron la
canonización por la Iglesia.
Fue el aspecto neoplatónico del humanismo lo que más le atraía. Cuando los
estudios griegos parecían correr peligro en Oxford su oportuna intervención cerca de
Enrique VIII permitió acallar a los adversarios de los nuevos estudios. En la Utopía,
sátira de la sociedad y de las ideas de su tiempo, mal interpretada a menudo, donde
el humanismo de Moro aparece más manifiesto, con un estilo latino ágil, irónico y
atrayente.
3.4.4 España
3.4.4.1
La Universidad de Salamanca. El impacto del Humanismo italiano
comenzó a sentirse después de mediados del XV, más por influjo de los españoles
que habían acudido a universidades de Italia que por eruditos italianos, que vinieron
a enseñar más tarde a la península.
3.4.4.2
Nebrija. El griego fue enseñado por primera vez en Salamanca desde
1497 por el portugués Arias Barbosa; le sucedió Hernán Núñez. La indiscutible
figura humanista española fue Elio Antonio Nebrija. En 1475, fue promovido a una
cátedra, primero de gramática, después de retórica, en la Universidad de Salamanca.
181
La enorme producción de Nebrija abarca desde la gramática a la historia,
desde la arqueología y la lexicografía, al derecho y los estudios sagrados. Su interés
se extendía también en la lengua vernácula.
3.4.4.3
Cisneros y la Universidad de Alcalá. Fue en la nueva universidad de
Alcalá donde el Humanismo alcanzó gran desarrollo. Este centro, fundación del
cardenal Cisneros en 1508, estaba concebido como institución completa de
enseñanza eclesiástica.
Lo verdaderamente nuevo en Alcalá era la Facultad de Teología; si hizo un
pequeño hueco al derecho canónico fue por presiones externas, y si existieron
cátedras de Medicina, fue porque la Facultad de Artes, vestíbulo de la Teología, lo
era también los estudios médicos. En esta Facultad de Artes se crearon cátedras de
tomismo, escotismo y nominalismo, pensando en un fecundo diálogo.
En los estatutos de la Universidad de Alcalá estaba prevista también la
creación de cátedras de hebreo, árabe y siríaco. Alcalá se convirtió en el primer
centro de estudios griegos en España.
3.4.4.4
La Biblia Políglota Complutense. La gran ilusión de Cisneros era la
edición de la Biblia en sus lenguas originales, a la que debía añadirse el texto de la
Vulgata. Reunió a un grupo de eminentes eruditos a quienes confió la parte editorial
del proyecto, y se trajo, en 1510, a un impresor alemán, Arnao Guillen de Brocar,
que labró los primeros caracteres tipográficos griegos, hebreos y caldeos que se
conocieron en el mundo.
El primer tomo de la llamada “Biblia Políglota Complutense”, constituida por el
Nuevo Testamento (1514); el año siguiente se terminó un vocabulario griego, hebreo
y arameo de la Biblia, y en 1517, otros cuatro volúmenes del Antiguo Testamento y
hasta 1520 no pudo obtenerse del Papa León X la licencia para su circulación. La
venta no pudo comenzarse hasta 1522. Esta ofrece, a dos columnas, el texto griego
y el de la Vulgata, con gran respeto a la versión consagrada.
Otro proyecto ambicioso de Cisneros, la publicación de las obras de
Aristóteles, tanto en su original como en una nueva versión latina, quedó también
interrumpido por la muerte del cardenal, cuando solamente habían sido vertidos por
Juan de Vergara al latín tres de los tratados.
3.4.4.5
La controversia entre erasmistas y antierasmistas. En España, en los
primeros decenios del XVI, la postura crítica de Erasmo encontró apasionados
defensores y contradictores. Diego López de Zúñiga, publicaría en 1519 y 1520 dos
opúsculos en contra de Jacques Lefevre d’Estaples y Erasmo, cuya osadía crítica le
parecía inaceptable. Pero entre los muchos partidarios de Erasmo había poderosos
valedores.
Estas posturas derivaron en agria disputa. En 1527, el arzobispo Manrique,
con la esperanza de anular a los enemigos de Erasmo, convocó una reunión en
Valladolid para decidir acerca de su ortodoxia. Desde 1530 la Inquisición comenzó a
intervenir contra algunos significados erasmistas, que hubieron de retractarse o huir
del país.
182
Fuera de Castilla, el
3.4.4.6
El Humanismo en Cataluña y Valencia.
Humanismo halló menor eco. La fundación, en 1500, de la Universidad de Valencia
sería un estímulo para los estudios humanísticos en este reino. En Paris, Oxford y
Brujas, desarrolló una fecunda actividad intelectual, muy relacionada con Budé,
Colet, Moro y Erasmo. Abarcó campos muy diversos del saber, entre ellos el de la
pedagogía.
3.4.5 Los Países Bajos
3.4.5.1
La “Devotio Moderna”. El Humanismo no comenzó a ejercer influencia
en los Países Bajos hasta la segunda mitad del Siglo XV. Aparte de cierta actividad
intelectual en la Corte de los duques de Borgoña, en Brujas, y de sus sucesores los
Habsburgo, y del escolasticismo tradicional de Lovaina, el único brote cultural
vigoroso fue la pedagogía espiritual de la Devotio Moderna. Las dos ramas de este
movimiento aspiraban a realizar en el campo de la religión lo que el Humanismo
estaba haciendo por la cultura. Aunque muy influidos por místicos, opusieron al
formalismo de la escolástico decadente un sano realismo, asentado en la humildad
intelectual y en la ascética personal, que encontró su mejor expresión en la Imitación
de Cristo de Tomás de Kempis.
3.4.5.2
Las escuelas de los Hermanos de la Vida Común. Contribuyeron al
progreso del Humanismo. En ellas se educaron figuras solitarias como Nicolás de
Cusa o Erasmo. Por otra parte, la actividad cultural de los Hermanos no se redujo a
la educación, sino también a la producción de literatura devota y a la transcripción
de manuscritos, influidos por el método de Lorenzo Valla.
3.4.5.3
Significados humanistas. En Lovaina se comenzó a enseñar retórica
humanista en el último cuarto del Siglo XV; a ello contribuyó la fundación, por
estímulo de Erasmo, de un colegio trilingüe en 1517. No obstante este centro
universitario mantuvo un talante conservador.
3.4.6 Alemania
3.4.6.1
Expansión de la imprenta. El Humanismo no encontró gran oposición
en principio en los centros universitarios alemanes.
No hay que olvidar que la imprenta fue un
descubrimiento alemán y, fue en Alemania donde adquirió
mayor desarrollo hasta 1520 aproximadamente. Entre los
libros editados había buen número dedicado a la literatura
clásica y humanista. A comienzos del XVI, algunos editores
habían comenzado a relacionarse con núcleos humanistas.
A comienzos del XV las universidades de Viena, Erfurt
y Heidelberg eran las más florecientes. Como en el resto de
Europa, quienes introdujeron estos estudios humanísticos
eran eruditos italianos o bien alemanes que habían estudiado
en Italia.
Los seguidores de Lefevre en Alemania se
Figura 48. La Imprenta
consideraron, frente a los ockamistas, como los verdaderos
comentaristas de Aristóteles.
3.4.6.2
Sociedades y Academias Humanistas. Los centros humanistas más
notables en Alemania, a finales del XV y comienzos del XVI se formaron en
183
Nüremberg, Augsburgo, Estrasburgo o en sociedades y academias literarias. Estos
nuevos centros humanísticos se dedicaron predominantemente a la arqueología y
retórica latinas. La creencia, fomentada por los nuevos estudios, de que el pasado
alemán había sido de excelsa grandeza fue un motivo impulsor del Humanismo
germánico y del nacionalismo alemán.
3.4.6.3
El matiz germanista del Humanismo alemán. El griego se difundió en
la segunda mitad del Siglo XV en Heidelberg y Basilea, y en el XVI ya había cátedras
en Leipzig y otras partes. Los estudios teológicos y bíblicos suscitaron un vivo
interés por el hebreo, que constituiría la especialidad de Johann Reuchlin, quizá el
primer humanista alemán, y de quien puede decirse que es el iniciador de los
modernos estudios hebraicos.
3.4.7 Erasmo, Príncipe de los Humanistas
3.4.7.1
Su formación. Fue educado y vivió algún tiempo con los Hermanos de
la Vida común en Deventer y Bois-le-Duc, en cuyas escuelas aprendió a dominar la
nueva retórica, al tiempo que recibía el impacto de la “Devotio Moderna”. En 1486 o
1488 entró en la Comunidad Canónigos de San Agustín. Por entonces, había ya
recibido los primeros ecos de humanismo italiano y adquirió gran entusiasmo por la
Antigüedad.
Durante su estancia en el convento se mostró más
preocupado por los estudios que por la perfección interior.
En 1492 fue ordenado sacerdote, pero muy pronto sintió
deseos de abandonar la vida conventual. En 1495 acudió
a completar sus estudios a la Universidad de París.
Tras haber estudiado y cultivado la escolástica y la
mística en los Países Bajos y en París, durante su primera
estancia en Oxford, en 1499, conoció a John Colet y a
Tomás Moro, quienes ejercieron una influencia decisiva en
su vida y en sus ideas. De Colet aprendió Erasmo la
importancia de la nueva exégesis de la Biblia y de los
Figura 49. Erasmo de
Padres, y la necesidad de renovar la enseñanza de la
Rotterdam
teología. Tomás Moro influyó en su afición al estudio,
pero sobre todo en su vida. La profunda amistad que unió a estos dos personajes se
tradujo en mutuo beneficio, pero seria fundamental para Erasmo, que jamás confió
en nadie.
Para muchos escritores y eruditos, los Adagios constituyeron su fuente
principal de conocimiento de la antigüedad clásica, y, al mismo tiempo, de
adentrarse en el peculiar talante de Erasmo. La obra, debido a sus continuas
revisiones y adiciones, no tiene nada de sistemática, pero esto cuadraba
perfectamente con las ideas de Erasmo: correspondía a su gusto por expresarse de
forma estructurada, por una parte, y precavida por otra; de sugerir mucho en pocas
palabras, dejando al lector que adivinase el resto.
3.4.7.2
Orientación hacia el “Humanismo Cristiano”. En 1502, se decidió lo
que en adelante consideró la obra de su vida: demostrar el valor que los clásicos
tenían para el estudio de la Biblia, y para profundizar en el conocimiento de la
verdadera Fe y doctrina de la Iglesia.
184
En 1503 publicó, en Amberes, el Enchiridion Militis Christiani (Manual del
Soldado Cristiano). En ella presenta el ideario del laico cristiano y expone sus ideas
sobre la espiritualidad humanista.
Por entonces, estaba ya trabajando en la edición de los Padres de la Iglesia, y
del Nuevo Testamento, obras que irían acompañadas de amplios comentarios.
Nunca logró dominar el hebreo; el griego lo conoció mucho mejor. Erasmo fue el
humanista de su tiempo que manejó el latín de forma más pura, fluida y elegante.
Comenzó en Oxford la traducción del Nuevo Testamento, con introducciones y
notas, destinadas a precisar o disentir de la interpretación tradicional en
determinados pasajes.
3.4.7.3
Papel del método filológico para Erasmo. Erasmo será recordado por
su inmensa tarea crítica y por su eficaz contribución a difundir el método filológico,
introducido anteriormente en Italia. La filología y la teoría literaria, no eran para él
un fin en sí mismas, sino método esencial para restaurar la pureza de la doctrina de
Cristo, recogida en la Sagrada Escritura.
Encontró su mejor expresión en el Elogio de la Locura, su obra más popular y
todavía leída, escrita en 1509 en casa de Tomás Moro, y publicada en París en 1511.
Hasta entonces, había sido una vieja costumbre el describir, de una manera y otra,
la locura del hombre y del mundo, pero Erasmo hace irrumpir en escena a la propia
locura, para que exprese sus ideas. La crítica, con ironía casi volteriana, alcanza a
todas las personas e instituciones, incluida la Iglesia.
3.4.7.4
Características del “erasmismo”. Claro que esta forma de escribir,
cuando llegó el momento de definirse y adoptar una postura en la controversia
protestantes-católicos, a la mayoría les pareció insatisfactoria, por una u otra razón.
Quienes buscaban certidumbre, las consideraron inoportunas e insensatas, mientras
que aquellos lanzados a la vía abierta de crítica y revisión total, las calificaron de
cobardía. No era el momento de mantenerse neutral, de no querer tomar partido.
Si el humanismo erasmiano, en lo que representa de actitud intelectual, persistió,
fue más por el virtuosismo, la elegancia de su lenguaje y la capacidad de ironía, que
por el contenido de sus obras. A menudo satírico, a veces amable, con más
frecuencia amargo, pero raramente superficial y vulgar, era suave y fuerte al mismo
tiempo. Su crítica picó o infatuó a reyes, mercaderes, soldados, comerciantes,
estudiosos, monjes, etc.
3.5
HUMANISMO Y RELIGION
3.5.1 Actitud religiosa de los primeros humanistas
3.5.1.1
Intento de rescate de los valores religiosos de la antigüedad. Es
evidente que dicho movimiento cultural tenía que plantearse seriamente su
concepción del hombre, del mundo y de Dios, y las relaciones respectivas entre ellos.
Algunos humanistas llegan a la conclusión de que la filosofía platónica o estoica es
una propedéutica para la “filosofía de Cristo”, una introducción metodológica a la
“verdadera” religión cristiana. Otros admiten que el estudio de las letras y de los
grandes autores clásicos podía tener una finalidad ético-religiosa, pues el mundo de
185
la cultura es uno. No es un azar que San Agustín o San Jerónimo, hayan inspirado la
literatura humanista y la pintura religiosa del Renacimiento.
Partiendo de esta perspectiva, no podía por menos de plantearse un nuevo
tipo de teología, que reemplazara a la de su tiempo. La brillante tentativa de Santo
Tomás de Aquino no les parecía definitiva. Los humanistas buscaban una nueva
síntesis.
Ya en los primeros decenios del XIV, los humanistas italianos habían
propuesto los fundamentos de una cultura literaria que repudiaba la escolástica.
Pero parecía urgente lograr una teología nueva, que fundiera la tradición escolástica
y las corrientes humanas.
Quizá pueda considerarse el precursor más
3.5.1.2
Nicolás de Cues.
inmediato en este intento: un sistema religioso en el que pudieran integrarse todas
las religiones. Inclinado de buena fe, hacia la Cabala e incluso el Corán; interesado
también por los “libros herméticos”, apoyado en profundos conocimientos
matemáticos, filosóficos y físicos, aspiraba a una síntesis que cambiaría la visión
científica del mundo, sobre la base de la teología mística y la inspiración
neoplatónica. Para él, judaísmo, cristianismo y mahometanismo, son aspectos de
una misma vía hacia Dios y llega a contemplar la posibilidad de unión de iglesias y
sectas, no obstante sus grandes divergencias, sobre la base de verdades comunes,
de algunos “artículos fundamentales”. El irenismo religioso de Cues anuncia un clima
religioso completamente nuevo, un elevado ideal a cumplir. Sin embargo, su obra, a
causa del carácter abstracto y difícil de su lectura, tuvo escasa influencia en los
espíritus contemporáneos.
3.5.1.3
Marsilio Ficino. Mucho mayor éxito tendría la Teología Platónica donde
con excesiva audacia, trato de demostrar que Platón y el neoplatonismo conducían a
Cristo, preparaban, con Moisés, la religión cristiana. Su idea era que la restauración
platónica formaba parte de una apologética; debería servir para luchar contra la
irreligión y el libertinaje de su tiempo.
3.5.1.4
Pico della Mirandola. Consideraba que era posible recoger en todas las
filosofías y religiones no cristianas lo que les aproximaba a la religión de Cristo, y,
por este camino, tendía a imaginarse una religión universal, un cristianismo más
flexible y aligerado en su contenido dogmático fundamental, que reuniría en una
todas las aspiraciones hacia Dios existentes en aquellas otras.
3.5.2 El Humanismo Cristiano. El “Evangelismo”
3.5.2.1
Profundización en la Estructura. “Humanismo Cristiano” consistía en
estudiar los textos hebreos y griegos de la Escritura con el método crítico que había
iniciado Lorenzo Valla.
3.5.2.2
John Colet. En Inglaterra, John Colet, dictó, durante varios años, unas
célebres conferencias, en las que rompía con el método tradicional de la enseñanza
de la Escritura: dejada de lado toda interpretación alegórica, se concentro sobre el
sentido literal, gramatical e histórico de los escritos paulinos, como si se tratara de
un mero texto literario. Para Colet, la teología debía fundirse únicamente en el
estudio de las Sagradas Escrituras.
186
3.5.2.3
Reuchlin. En el primer decenio del Siglo XVI puede afirmarse que el
Humanismo Cristiano estaba perfectamente constituido. Había nacido de un interés
por la exégesis bíblica y de un anhelo místico y sincrético, basado en el estudio de la
Biblia a la luz de los nuevos métodos y sistemas filológicos. Su meollo consistía en
las siguientes ideas y preocupaciones:
a. Formulación de una teología más sencilla, más asequible al corazón del
hombre,
b. Inclinación hacia una religión interior, capaz de ser entendida, no sólo por los
eclesiásticos, sino también por los laicos,
c. Deseo de una Iglesia más simple, más purificada, fiel a su estructura e
instituciones antiguas.
Este conjunto de ideas y de preocupaciones deriva en una vivencia, el
llamado “evangelismo”, el cual se centra en un cristianismo purificado y simplificado,
reacciona contra los escolásticos y proclama que la religión es “más una vida que un
sistema” y que “donde se apaga el amor se acaba la religión”. Afirma que la
Escritura es la única base de la religión, y, por tanto, su explicación y difusión, la
verdadera misión de la Iglesia. La corriente humanista revisa la exégesis tradicional
de los cuatro sentidos de la Escritura. Acepta, sin dificultad, la exégesis histórica, la
“prima significatio”, que procura perfeccionar mediante la filología, pero se resiste a
hacerlo respecto a los sentidos anagogico, tropológico y, todavía menos, alegórico.
Al tratar de acentuar la vida interior, la unión con Cristo, estos humanistas
cristianos se desinteresan de algún modo de los ritos y observancias, como simples
ayudas a la piedad. Por otra parte, en la vida práctica proponen el ideal de una vida
virtuosa y tranquila, en el ejército del bien, el cultivo de la inteligencia, el gusto de la
belleza, compatibles con aquel ideal superior.
3.5.2.4
Lefevre d’Etaples. A la vuelta de su segundo viaje a Italia, después de
1500, se aficiona a San Pablo, que en adelante será su guía, como para todos los
precursores de la Reforma.
En 1512, Lefevre publica un Comentario Sobre las Epístolas de San Pablo,
donde no dice nada que no sea ortodoxo, aunque hay afirmaciones muy atrevidas.
Tiende a reducir la importancia de las obras. Lo que hace es insistir en la necesidad
de una fe personal y pura, que tiene reminiscencias de la “Philophia Christi”
erasmiana.
Tenía ciertas relaciones con Erasmo. Pero hay diferencias profundas entre
ambos: Erasmo es un racionalista, Lefevre se halla dominado por su sensibilidad; el
primero hacía hincapié en la imitación de Cristo en la vida ordinaria, el segundo en la
experiencia mística: uno era un evangelizador en el mundo, el otro un asceta
recluido.
En 1517 disputan.
No hay posibilidad de entendimiento entre las
inclinaciones racionalistas y místicas del uno y del otro. Sus relaciones se enfriaron,
aunque no llegaron nunca a la ruptura.
3.5.2.5
El grupo de Meaux. Por entonces el nuevo obispo de Meaux, Guillermo
Briconnet, reúne en su torno una serie de eruditos –el “Grupo de Meaux”-,
empeñados en la renovación de la predicación y de las vivencias religiosas, sobre la
base de la lectura de la Biblia, y en especial, los Evangelios y las Epístolas de San
Pablo.
187
Lefevre, animado por este, se lanza a la traducción francesa del Nuevo
Testamento, obra publicada en 1523, en volúmenes pequeños. La Soborna, que
acababa de condenar los escritos de Lutero, creyó ver en las predicaciones de este
“Grupo de Meaux”, ciertas concomitancias. Un decreto del Parlamento, en febrero de
1525, condeno algunas de las afirmaciones vertidas por personas del Grupo y
prohibió las traducciones de la Escritura en lengua vulgar. El Grupo de Meaux se
dispersó. Lefevre huyó a Estrasburgo, pero pronto pudo volver, y protegido por
Margarita de Navarra es nombrado preceptor de los infantes y bibliotecario del
castillo de Blois. En 1530 había publicado la traducción francesa, completa, de la
Vulgata.
Aunque en su afán por hacer la Biblia más accesible a los simples fieles
llegará a soluciones a veces desafortunadas, su fe parece indiscutible. Como él
mismo proclamó, la significación profunda de los textos sagrados sólo pueden
lograrla quienes, tras haber estudiado la letra, “se abandonan a la inspiración
divina”.
3.5.3 Erasmo y su Influencia Religiosa
3.5.3.1
Erasmo y su “Philosophia Christi”. En el Enchiridion Militis Christiani,
se dirigió a los laicos devotos, para expresar la tesis de que la vida cristiana no es
patrimonio exclusivo de los religiosos, sino que todos los fieles tenían el derecho y el
deber de ocuparse de su perfección espiritual. Desde un principio insiste en que en
Cristo, y sólo en Él, han de centrarse todos y cada uno de los creyentes. La oración
eleva nuestros deseos hacia el cielo; la ciencia nos enseña a rezar bien. Esta ciencia
consiste, en primer lugar, en el conocimiento profundo de la Escritura y, después de
los escritos de los Santos Padres, que nos dan acceso al mejor conocimiento de la
Escritura. Este es el contenido esencial de lo que llamaba “Philosophia Christi”.
Su novedad estriba en la radical afirmación de una religión depurada de todo
rito y en un moralismo radical. No es la letra del Evangelio la que cuenta, sino el
espíritu. Así como el texto del Evangelio presenta una doble significación, extrínseca
e intrínseca, también coexisten en nosotros el hombre exterior y el hombre interior.
Erasmo muestra el desdén más absoluto para el hombre exterior y sus atributos.
Para él las ceremonias del culto litúrgico son meros actos externos. Por esta razón
condena el culto a las reliquias y otras prácticas semejantes.
El “miles christianus” debe tratar de asimilar las verdaderas enseñanzas de
Cristo y su espíritu, de todo corazón, rindiendo toda personalidad. Cristo ha de ser
su único objetivo, su único deseo. Únicamente el Evangelio muestra el camino que
conduce a Dios. Aquí se encuentra la exclusiva importancia que Erasmo concedió al
Nuevo Testamento, es decir, a las palabras pronunciadas por el mismo Dios
encarnado.
Para Erasmo el Evangelio era primeramente una filosofía de la vida, en cuanto
expresa el divino mensaje, que enseña a los hombres a comportarse correctamente
en su existencia terrena, que es lo que debía entenderse por verdadera “humanitas”,
por auténtico Humanismo. La única preocupación del cristiano debía ser vivir de
acuerdo con las palabras de Cristo. Con la fe cristiana se alcanzaba la verdadera y
plena libertad, la liberación frente a la letra de la ley.
3.5.3.2
Opiniones Religiosas de Erasmo. Erasmo rechazó el culto externo; se
manifestó contrario a la Escolástica; ridiculizó mordazmente el monacato y la forma
188
de vida consagrada; tuvo una concepción de la Iglesia fundamentalmente invisible.
Consideró también que de la masa de opiniones que enseñaba la Iglesia, había que
destacar un pequeño número de dogmas, y que había que suprimir una serie de
observancias, que no tenían fundamento ni en la Escritura ni en los Padres.
Puede que aceptase los dogmas, al menos los fundamentales, pero estaba
convencido de que cualquier discusión sobre ellos conducía a infructuosos debates, y,
por tanto, debía ser evitada. Esta es la razón por la que no se refiere a ellos.
Erasmo, más que un escéptico, era un hombre práctico. Su interpretación
humanista de la fe, se aparta evidentemente de la Iglesia, pero nunca quiso romper
ni se sintió fuera de ella. Su obstinada lealtad a la “Philosophia Christi” le hizo
vacilar por mucho tiempo respecto a Lutero y al protestantismo.
3.5.3.3
Controversia con Lutero. Erasmo se afanó por conservar la paz, o
cuando menos su propia tranquilidad, en medio de las violentas disputas.
Inicialmente Lutero se esforzó, repetidamente, por ganarse su apoyo, pero Erasmo
se guardó cuidadosamente de otorgárselo. El reformador sajón era el antípoda de su
carácter, tranquilo, irónico. En el fondo, Erasmo no podía aceptar la teoría de la
“tabla rasa” de Lutero, que entrañaba fatalmente el Cisma, rechazando quince Siglos
de tradición católica. Erasmo se vio envuelto en esta polémica, probablemente
contra su voluntad, ya que era mucho menos experto que Lutero en la ciencia
escolástica, y, sobre todo, le disgustaba profundamente este género de disputas
teológicas.
La lealtad de Erasmo hacia una Iglesia es lógica. Una reforma con ruptura de
la cristiandad tradicional, como la hacía Lutero, era a sus ojos escándalo y locura.
Trataba sí de reformar la Iglesia, pero la unidad cristiana era preciosa y había que
conservarla a todo trance.
3.6
DESARROLLO
LITERARIA
DE
LAS
LENGUAS
NACIONALES.
LA
CREACIÓN
3.6.1 El despertar de las lenguas nacionales
3.6.1.1
Causas que contribuyen al cultivo de las lenguas vernáculas. El
ciceroniarismo imperante era insuficiente para expresar una serie de ideas y
sentimientos nuevos. Los escritores humanistas tendieron a desarrollar la lengua
vernácula.
El sentimiento nacional y la obra de los reformadores religiosos
contribuyeron notablemente a ello.
En cada país triunfó aquella lengua o dialecto que, por sus características
gramaticales, o por la oportunidad y rigor de quienes las utilizaban, pareció tener
más posibilidades.
3.6.1.2
Predominio del Latín como Lengua de los Humanistas. Sin embargo en
el primer tercio del Siglo XVI, la mayoría de los libros, capaces de estimular el
pensamiento, de sugerir grandes ideas, continuaban escribiéndose en latín. Según
los casos, los humanistas tuvieron sus preferencias. Hacia 1520 se puede decir que
las lenguas vernáculas no habían ganado aun aceptación general, a pesar de que
ilustres autores se esforzaron, no sólo por practicar la lengua nacional, sino de
defender su excelencia.
189
El veneciano Pietro Bembo, defendió la superioridad del toscano y fijó sus
principios gramaticales. Juan Valdés cantó las excelencias de la lengua castellana.
Spero Speroni en Italiano; el cardenal Joaquín du Bellay escribía en 1546 su Defensa
y Celebración de la Lengua Francesa.
3.6.2 Evolución de la creación literaria
3.6.2.1
Las fases. En el llamado primer Renacimiento, se entremezclan ya
elementos del espíritu pagano clásico. A esta fase, que dura hasta finales del Siglo
XV, sucede la del pleno apogeo renacentista. Ahora predomina sobre todo el
paganismo clásico. Sobresale la tendencia hacia la búsqueda consciente de la
perfección continua, y los elementos clásicos se funden ya con los nacionales en un
todo armonioso. Finalmente después de 1540 se puede decir que el Renacimiento,
en lo que significa de creación propiamente dicha, entra en una fase de declive, que
ya se sitúa fuera de nuestra época.
3.6.2.2
Influencia decisiva de Italia. Es en Italia donde el arte literario
alcanzará su apogeo y desde allí ejercerá una gran influencia sobre la expresión
literaria de los demás países, tanto en lo referente a géneros poéticos, a modelos
dramáticos y novelescos como a la propia concepción artística y estilística. Pero la
penetración de estas novedades es lenta. Se hace difícil demoler rutinas y gustos.
Italia poseía ya antes de comienzos del XVI una madurez, una sociedad con unos
valores “burgueses” que buscaba no sólo la cultura, sino el divertimento y el placer
de la narración novelesca. En Europa en cambio, sobre todo en Alemania y en el
norte, esto era una excepción.
3.6.2.3
Principales géneros. Los grandes géneros renacentistas fueron la
poesía lírica y el poema épico, la novela caballeresca, la sentimental y satírica, el
drama pastoral, el cuento y la novela corta. Guió a los autores el deseo de
complacer, divertir y emocionar al lector. Los “misterios y farsas medievales son
reemplazados por la comedia y la tragedia; la acción por la narración, el monólogo y
el análisis psicológico. Los autores expresan el mundo en torno, lo que observaban y
ven. Los escritores, hacia mitad del Siglo XVI conceden ya especial relieve a los
valores eminentemente pragmáticos y a la ética individual y pública, y aún cuando
siguieran inspirándose en la filosofía de la Antigüedad, son ya fruto
fundamentalmente de la experiencia.
3.6.3 La influencia de Italia
3.6.3.1
El petrarquismo y su cultivo en Europa. En Italia, en la expresión
poética, el petrarquismo es la nota dominante. La inspiración platónica exalta el
tema de la mujer idealizada, la honesta adoración a lo femenino, según el modelo
petrarquista. El platonismo expresa o intenta expresar a través de la belleza de la
mujer, la imagen de la belleza del Creador. La expresión poética llega a confundirse
con la mística. Pero también este platonismo, que se expresa en formas complejas,
aparece frecuentemente imbuido de autentica sensualidad. A pesar de la exquisitez
y elegancia de los versificadores petrarquistas, tan abundantes en todas las ciudades
italianas, sus obras son de tono menor. La influencia del petrarquismo en Europa
fue grande por lo que tenía de ingenioso manejo de fórmulas.
3.6.3.2
Desarrollo del drama y de la comedia. Otro género tradicional, el
drama alegórico, no fue superado hasta la segunda mitad de Siglo, pese a la
190
oposición de que le hacían objeto reyes y magistrados por prestarse a la sátira
política.
Hacia mediados del XVI solamente en Italia la lengua vernácula había llegado
a un nuevo tipo de drama. En los centros cultos nace un tipo de comedia, inspirada
en los clásicos, o traducciones de Plauto y Terencio y otras similares, eran
representadas ante un público aristocrático y no dejaron de popularizarse pronto en
Roma y otras partes. Este fue el primer paso para el nacimiento de las grandes
obras dramáticas. La comedia se prestaba mejor para expresar la vida artificial, un
tanto depravada y hasta extravagante, de un amplio sector de la sociedad urbana de
Italia.
3.6.3.3
La novela. El vigor y variedad de la prosa italiana es testimonio de la
sorprendente difusión que allí habían alcanzado los valores burgueses. La inquietud
artística se inclinaba hacia el deseo de distraer o, por el contrario, a través de los
numerosos dialoguistas y tratadistas sobre el amor platónico, hacia el culteranismo.
De aquí debía surgir la novela pastoril que tuvo sus antecedentes en la Arcadia de
Jacobo Sannazaro, en prosa y verso, que resaltaba los aspectos corteses en el fondo
de una “campagna” idealizada.
3.6.3.4
Ariosto y sus imitadores. Los italianos introdujeron en los romances
de caballería episodios cómicos, fantásticos, burlescos y amorosos, con un enfoque
desenfadado e irónico, expresión de un nuevo ambiente burgués. La obra maestra
será el Orlando Furioso de Ludovico Ariosto, que contribuyó a establecer el lenguaje
literario en Italia y ejerció enorme influencia.
Dejado aparte el aspecto puramente literario, tan sólo en un terreno progresó
la prosa vernácula, en el de la historia.
3.6.3.5
La historia. La “segunda escuela florentina” manifiesta su calidad
eminente en el lenguaje y en los temas que escoge. El Príncipe, los Discursos y la
Historia de Florencia de Maquiavelo son fundamentales en la historia del
pensamiento político, al igual que las dos historias de Italia de Guicciardini. Estas
obras resultan modernas por la superación de la crónica, su acertado análisis de los
hechos y su intento de resaltar las fuerzas y movimientos de carácter general que
desbordan el provincialismo.
3.6.4 El renacimiento literario en Europa
3.6.4.1
España: desarrollo de la narrativa castellana. En al península ibérica
hay una literatura castellana, avanza progresivamente y de manera decidida hasta
convertirse en lengua oficial. Tuvo como verdadero artífice técnico al gran Lebrija.
La obra maestra de la narrativa castellana fue el Amadis de Gaula, de García
Rodríguez de Montalvo.
Otra obra comparable en importancia es la Tragicomedia de Calixto y Melibea
o la Celestina, de Fernando de Rojas.
Durante el reinado de Carlos V, se afianza la penetración de nuevas formas y
géneros, procedentes de Italia, a la vez que la gran influencia de Erasmo.
191
La nueva poesía, al estilo petrarquista, alcanza su culminación en Garcilazo de
la Vega y en Juan Boscán.
En la prosa se advierte sobre todo la influencia de Erasmo tanto en la
temática, como en el estilo. Se entiende a la sencillez a la naturalidad, en una prosa
rimada, con una arquitectura ciceroniana de la frase. Sus manifestaciones son
amplísimas.
3.6.4.2
El erasmismo. Los más genuinos representantes de la literatura
erasmista fueron los hermanos Valdés. Alfonso de Valdés utiliza un lenguaje de
singular elegancia y pureza. Juan de Valdés, apasionado erasmista, su ilusionismo
traspasó las fronteras de la ortodoxia. El Lazarillo de Tormes, de autor anónimo,
proporciona a la literatura universal el primer modelo de la moderna novela de
costumbres.
3.6.4.3
Originalidad de Rabelais. El más original de todos los escritores
nórdicos es Francois Rabelais, que señaló el tránsito a nuevos tiempos. Destaca
sobre todo como universitario.
Se le ha considerado el último de los medievales y el primero de los
modernos. Su gran éxito radia sobre todo en la observación de la naturaleza
humana y en su fina sátira, que abarca toda la sociedad de su tiempo. Triunfó por lo
fantástico, lo burlesco y lo obsceno; también por los pasajes intercalados, pero sobre
todo por el dominio de la lengua y la riqueza de su vocabulario.
3.7
EL FLORECIMIENTO ARTÍSTICO
3.7.1 La autonomía creativa y las conquistas técnicas en Italia
3.7.1.1
La renovación artística del Quattrocento en los Países Bajos e Italia.
Es sin duda en el aspecto artístico donde el Renacimiento se presenta como un
fenómeno nuevo, que rompe con presupuestos anteriores. Tras un milenio de
decadencia surge, ya en el Siglo XIV, en Flandes y en Italia central, un movimiento
de renovación de las artes, que alcanzará su plenitud en la segunda mitad del XV y
dura gran parte del XVI.
Comparado con la pobreza creadora del período
precedente, la renovación que ahora se aprecia, tanto en el plano de las
concepciones estéticas como de la propia técnica, es sustancial. Significa claramente
una ruptura con las concepciones artísticas inmediatamente anteriores. La influencia
clásica no afectó a la obra de los primitivos flamencos; y lo que es cierto de la
pintura, y de los Países Bajos, lo es también, a fortiori, de todas las demás artes y
del Norte en conjunto.
3.7.1.2
La expresión de la belleza humana. Los artistas italianos aplican la
conquista técnica de la perspectiva a idealizar y expresar de modo arquetípico lo
humano. Los toscanos tratan de reproducir de acuerdo con unos valores que nada
tienen, propiamente, de sabor medieval, sino que se han buscado en la Antigüedad.
Se tiende a identificar lo bello, lo natural, con lo divino, la perspectiva con lo
perfecto, la visión geométrica con la contemplación.
Por otra parte, se tiende a considerar esta concepción como válida en sí
misma y se procura reproducir toda la vida con su varianza riqueza y movimiento,
todos los múltiples aspectos de la realidad humana. Esta orientación naturalista
192
influye profundamente en la pintura. En la arquitectura, indican una orientación
estilística paralela a la de pintores y escultores contemporáneos.
Sienten la satisfacción de poder crear, por medio de sí mismos, algo
verdaderamente divino, inmortal, digno en su más alto grado de la grandeza del
hombre. Los tratadistas proclaman que el artista debía tener amplios conocimientos
de geometría, perspectiva, anatomía y otras disciplinas. Así la diferencia entre los
artistas de la Edad Media y los del Renacimiento es, sobre todo, de orden intelectual.
Los artistas, ahora, estudian, dan cursos en las Academias y publican.
Se consideró que los mismo que en la naturaleza, existía una proporción en el
cuerpo humano, y se intentó buscar un sistema de proporciones evaluadas en
función de afinidades con las formas arquitectónicas o de cálculos estadísticos.
3.7.2 Los focos artísticos literarios
3.7.2.1
Florencia. Hasta finales del Siglo XV, Florencia sigue desempeñando el
papel dominante de centro artístico. La pintura se desarrolla en dos direcciones
estéticas fundamentales: una de ellas, más vigorosa, más realista, más inclinada
hacia las formas y el dibujo. La otra, más enfocada hacia la búsqueda de la belleza,
con una cierta idealización de los modelos y colores dulces. En Florencia se formó
también en su juventud Leonardo Da Vinci, pero su poderosa personalidad se
desarrollará en Milán.
El dominio del espacio y de la geometría dio grandes posibilidades expresivas
a la función creadora en otros campos. La sólida unidad espacial, la armonía de
proporciones y la airosa fuerza de las formas estructurales caracterizan a al
arquitectura. La escultura sigue unas directrices delicadas o realistas.
A fines del XV las experiencias y los gustos del Renacimiento florentino se
habían extendido ya por toda Italia, contribuyendo a vivificar las escuelas locales,
que permanecían, más o menos, estancadas en las formas góticas. Príncipes y
magistrados de ciudades llaman a los artistas florentinos, que sirven de maestros a
los artistas locales.
3.7.2.2
Venecia. En Venecia se mantuvo un ambiente artístico más original,
debido a las circunstancias de la ciudad, en contacto directo con el mundo bizantino,
mirando a Oriente, y en relación con Europa central. Allí destaca Jacopo Bellini. El
gran maestro veneciano es Giorgione. Alumno de Bellini, quizá influenciado por
Leonardo, inspirado en el círculo humanista de Bembo, en sus escenas mitológicas y
simbólicas, realiza una armoniosa síntesis entre hombre y naturaleza.
3.7.2.3
Mantua. El paduano Andrea Mantenga consigue la especialidad, al
tiempo que organiza más y pone gran dinamismo y variedad en los efectos ópticos.
Asevera Panofsky, “por lo que respecta a la renovación de la Antigüedad clásica, hizo
para la pintura italiana en la segunda mitad del Siglo XV lo que Brunelleschi o
Donatello hicieran por la arquitectura y la escultura a partir de 1420
aproximadamente”.
3.7.2.4
Milán. En Lombardía (Milán), el arte, aunque nutrido en lo florentino,
emprende sus caminos particulares. En la arquitectura se manifestará un cierto
gusto decorativo todavía reliquia del gótico. Bramante, se forma en sus ideas
estéticas. En pintura, Leonardo da Vinci es la personalidad dominante. Su obra
193
artística es tan variada que constituye uno de los casos más difíciles de
sistematización en la historia del arte. Su primera trayectoria evoluciona hacia una
composición más compleja, en la que las formas se funden en una atmósfera sutil,
en que la luz se tamiza como en una especie de bruma estival. En Milán desarrolla
esta técnica del “sfumato”, que inicia en La Virgen de las Rocas, con gestos refinados
y expresiones reveladoras del mundo interior.
3.7.3 El clasicismo del alto Renacimiento
3.7.3.1
El gran momento de Roma. La llegada de Carlos VIII a Florencia y la
caída del gobierno de los Médicis, provocaron un desplazamiento de artistas. Muchos
acudieron a Roma, donde Julio II había comenzado, con entusiasmo, la
reconstrucción o renovación de monumentos prestigiosos y el acondicionamiento de
la ciudad, que vuelve a su posición de capital del mundo. Leonardo, Miguelangel y
Rafael dejan sus respectivas ciudades y se mudan a Roma en diferentes momentos y
por distintas razones. Durante treinta años, hasta la conquista y saqueo de la ciudad
por las tropas de Carlos V, que dio lugar a una desbandada, Roma será la capital
artística del mundo occidental. Una razón importante fue el robustecimiento de la
autoridad pontificia y la poderosa personalidad de Julio II.
Este período romano se caracteriza por el intento de conciliar lo espiritual y lo
formal, en un sentido de equilibrio y armonía. Partiendo de los valores divinos,
expresión del Ser Supremo y de la Creación, se sacraliza la belleza. Esta puede ser
definida por criterios objetivos y racionales; también es accesible por la reflexión y la
contemplación, pues la belleza es eterna e inmutable. El clasicismo parte de la idea
del conocimiento sensible de la Naturaleza, pero supera la simple imitación; el
artista, a partir de dicho conocimiento, idealiza, crea.
3.7.3.2
La genialidad del artista. El deseo de publicidad, las manifestaciones
sorprendentes y geniales, son otros tantos rasgos de la nueva condición del artista y
del nuevo sentido creador que da su obra. También empieza a distinguirse entre
obras destinadas a particulares, que son esbozos, y obras oficiales, que se acaban
con toda perfección. Esta circunstancia provoca que se valore el dibujo, el esbozo,
como obra de arte.
En el pleno Renacimiento la idea de belleza se desprende o se aleja de la
teoría y se centra en la finalidad, se nutre de la experiencia sensible. Se supera la
teoría neoplatónica de que la idea es innata, y se defiende la noción de que se
obtiene de la realidad.
El arte llega ahora a su plenitud. Se considera como medio de conocimiento,
y, por tanto, encierra un mensaje religioso, intelectual y moral. La expresión
plástica de los sentimientos, el conjunto de los colores y las formas, deben invitar al
espectador a la reflexión. En el aspecto formal, la simetría es la traducción de esta
aspiración al orden y a la armonía. Cualquiera que sea la rama artística, se busca
expresar esta simetría, que tiene formas matemáticas, mediante la composición del
espacio o la distribución de volúmenes.
El desarrollo de la escultura y pintura sigue un curso paralelo al de la
arquitectura, pues no existía entonces, en el artista una especialización en sentido
moderno. Las obras continúan inspirándose en obras clásicas recién descubiertas,
pero con un contenido nuevo.
Anteriormente, la decoración escultórica se
concentraba de preferencia en atrios y tímpanos de catedrales; ahora aparece en
194
mausoleos, en obras transitorias. El único monumento con un programa escultórico
es la fachada de la cartuja de Certosa, cerca de Pavía, obra de finales del XV y
comienzos del XVI.
La relación entre arquitectura y escultura no quedó totalmente rota en el
Renacimiento, pero la escultura dejó de estar subordinada a la arquitectura.
3.7.3.3
Miguel Ángel. Fue el único gran escultor de este período. Inspirado en
la Antigüedad clásica, creo un estilo propio, lleno de fuerza, de personalidad. En
1505, Miguel Ángel esboza una arquitectura grandiosa que desarrolla también una
escultura autónoma. En 1504, fue colocado el gigantesco David, desnudo, como un
héroe antiguo, frente al Palazzo Vechio.
La pintura une este gusto por las formas, e incluso, por los temas mitológicos
o profanos, pero con una expresión y un simbolismo nuevos, con lo que la belleza
pagana y la fe cristiana, lo temporal y lo eterno, se combinan armoniosamente.
Los frescos de la Capilla Sextina representan, a la vez que un compendio de
la imaginería religiosa del Renacimiento, el talento grandioso de Miguel Ángel. En la
bóveda, el artista ha creado una arquitectura imaginaria, entre cuyos espacios se
desarrolla la historia de la humanidad, desde el paganismo hasta la revelación
cristiana. Las grandes escenas representan desde la creación a la Redención. Y en
la pared detrás del altar mayor, la imponente escena del Último Juicio, pintada entre
1536-1541, en una atmósfera de tormenta, en la que se entremezcla la negrura del
Cielo y las rojedades del Infierno, Cristo pronuncia sus rayos de cólera sobre los
condenados.
3.7.3.4
Rafael. La pintura histórica tiene su máxima
decorativa de las cámaras del Palacio Vaticano. En ellas
revisión de los temas medievales, con un sentido nuevo, en
alegoría y la mitología; la admiración a la ciencia pagana,
cristiana, todo con un profundo sentido de armonía.
expresión en la serie
ofrece una completa
las que se mezclan la
a la poesía y a la fe
3.7.3.5
La escuela veneciana.
En Venecia se desarrolla otra concepción
artística, impregnada, quizá de menos resonancias filosóficas, y con menos ambición
de expresar un mensaje, pero con idéntico gusto por la belleza y la armonía. Más
que en arquitectura, será la pintura la rama cultivada más especialmente.
Nutrida en Bellini y Giorgione, la pintura veneciana alcanza su cumbre en
Tiziano Vecello (1485-1576), que supo aceptar y asimilar las influencias más
diversas, incluso contradictorias. Supo unir visión terrestre y celeste con gran
armonía, y expresar la belleza humana y el fervor religioso.
3.7.4 Evolución hacia el Manierismo
3.7.4.1
Significado actual de este estilo. Entre 1520-1530, en que el Alto
Renacimiento pierde sus características, hasta 1560 aproximadamente en que triunfa
plenamente el manierismo, se extiende un período indeciso cuya principal
característica es la reacción contra el clasicismo: irrealismo espacial, alargamiento de
las proporciones de las figuras, verticalismo. El sentimiento de apogeo alcanzado en
las creaciones de los grandes maestros de comienzo de Siglo, les lleva a perpetuarlos
en fórmulas, en recetas, definidas como práctica, no imitación, como había hecho lo
clásico.
195
El clasicismo se convierte en academicismo. Las artistas se agrupan en
diversas academias para analizar y meditar en las grandes obras. Se multiplican los
manuales de estética, de pintura, de arquitectura.
Se manifiesta ahora un
eclecticismo. Se abandona el equilibrio perfecto del clasicismo.
3.7.4.2
Miguel Ángel y el Manierismo.
En sus obras arquitectónicas, sin abandonar los elementos decorativos clásicos, los
utiliza en forma anticlásica y los asocia en combinaciones asimétricas, buscando
oposición de masas y vacíos de ritmos curvos, de sombras y luces; su obra
escultórica así como las tres Pieta, realizadas al final de su vida, revelan este
esforzado intento de buscar expresiones ajenas a la simetría y lograr un gran
patetismo.
Del mismo modo Rafael, abandonan
3.7.4.3
La orientación de Rafael.
igualmente el perfecto equilibrio del clasicismo, y tienen papel esencial en la difusión
de este estilo.
En Mantua, hizo una arquitectura anticlásica, con un sistema
decorativo complejo y refinado, que utiliza el estuco y la pintura. En los frescos se
inspira en temas eróticos o alegóricos, y busca efectos ilusionistas, escorzos audaces
y luces fantásticas.
En este período, Venecia también vive un poco aparte.
Allí trabajan
arquitectos, que formados en el clasicismo, miguelangelesco, derivan hacia las
nuevas perspectivas.
3.7.5 El Renacimiento en el Resto de Europa
3.7.5.1
La persistencia del estilo flamenco. Cada país tenía sus propios gustos
que no cedieron bruscamente a los que venían del otro lado de los Alpes.
Especialmente en arquitectura, la continuación de importantes obras en marcha
constituía una razón para esta resistencia. Los flamencos, lograda una nueva
solución para representar lo sacro parecen conformarse. Han logrado superar el
simbolismo y convencionalismo medievales y conseguido expresar con vigor
sentimientos interiores, pero no rompen bruscamente con lo anterior. Pero los
hombres y la naturaleza siguen formando parte del conjunto sacro del cuadro, se
insertan, como parte en el todo, presidido por lo divino, sin autonomía. Artistas
nórdicos, en el Siglo XV, habían conocido bien el mundo que les rodeaba, pues su
búsqueda de la belleza había sido sólo empírica. Los italianos, en cambio, aplican las
matemáticas a la pintura y a la arquitectura, con sentido absolutamente nuevo.
El gran arte flamenco, a fines del XV, se extingue lentamente. Una verdadera
confluencia de circunstancias políticas, sociales y religiosas, que se viven en los
Países Bajos, unidos también a la influencia italiana, dan a esta escuela un ocaso, un
tanto trágico.
3.7.5.2
España. El Renacimiento gana rápidamente España. Los elementos
decorativos inspiran el llamado arte plateresco, cuya exhuberancia decorativa guarda
analogías con la escuela lombarda del Quattrocento.
En el segundo tercio del Siglo XVI, las formas renacentistas italianas alcanzan
un matiz netamente español, manifiesto en una mayor pureza decorativa y efectos
monumentales.
196
En Valencia, la pintura renacentista italiana se introdujo muy intensamente.
3.7.5.3
Francia. Los artistas, lo mismo que los alemanes, siguen en lo gótico y
en el realismo flamenco.
Hasta mediados del Siglo XVI no se abandona la
construcción de castillos con plano feudal, con sus torres redondas, que se conservan
todavía.
La llegada del Primaticcio, uno de los iniciadores de la escuela de
Fontainebleau, de carácter esencialmente ornamental, cuyas lecciones repetidas por
artistas franceses, nórdicos y aún italianos se difundirán ampliamente mas allá de las
fronteras.
3.7.5.4
Alemania. En Alemania, el sentimiento de la vida y de la muerte
inspiran profundamente el arte de escultores o pintores. Las grandes ciudades
mercantiles, Augsburgo y Nuremberg, son el lugar en el que los mercaderes italianos
en relación con Italia favorecen las influencias procedentes de la península, pero son
externas; en lo profundo pervive el sentimiento tradicional.
3.7.5.5
Pervivencia del gótico en Inglaterra. En Inglaterra el arte sigue fiel al
gótico perpendicular, contentándose con añadir algunos elementos decorativos. En
pintura la renovación de la temática y de la técnica, sería impuesta por artistas,
venidos de Flandes y Alemania.
3.7.5.6
Los Países Bajos.
Las formas góticas dominan la arquitectura.
Entonces se acaban las grandes catedrales de Malinas, de Amberes y de Bois-le-Duc.
La escultura permanece fiel a Claus Sluter y los talleres de tapicería en Tournai y
Bruselas atienden los cartones de pintores del tiempo.
La pintura se inscribe en la línea del realismo minucioso, bañado de luz.
Después de 1510 se introduce el italianismo, ayudado por mecenas, favorecido por
intercambios comerciales.
Los Países Bajos sufrieron aún más que Francia la influencia manierista,
visible en la utilización de color frío, en la torsión excesiva de las formas y en una
cierta confusión plástica. En Bruselas se hacen los grandes tapices sobre cartones
de Rafael.
El Renacimiento alcanzó Europa Central y Oriental: llegó a Praga, y Polonia,
donde Cracovia era un centro humanista. También llegó hasta Moscú, donde artistas
italianos trabajan en el Kremlin, y a Constantinopla.
197
CAPÍTULO 4. LA REFORMA
4.1
LOS DESEOS DE REFORMA DE LA IGLESIA
4.1.1 Precisiones en torno al concepto de reforma
4.1.1.1
Los términos reforma y contra-reforma. El término Reforma, sin más
precisión, es ambiguo. En primer lugar, porque puede significar tanto modificaciones
accidentales en la vida y organización de la Iglesia como sustanciales. Además,
solamente desde el punto de vista de los protestantes tendría sentido. No es menos
ambiguo el de Contra-Reforma, para denominar los esfuerzos hechos por la Iglesia
católica, para oponerse y combatir a la Reforma Protestante y Reforma católica,
distintas, pues la primera no se quedó solamente en reformas disciplinares, sino que
introdujo modificaciones dogmáticas y de la estructura eclesial, rompiendo con la
cabeza, con Roma.
La Reforma provocó un amplísimo movimiento, una verdadera y honda
ruptura de la cristiandad occidental. La Iglesia de Occidente en el Siglo XVI, vio
surgir en su seno la división y segregarse amplios sectores geográficos.
4.1.1.2
La verdadera reforma de la Iglesia. La separación eclesial implica una
excomunión y, por tanto, sería una falsa reforma. En el Siglo XVI, la religión
afectaba a todas las manifestaciones de la vida, tanto políticas como materiales o
morales. Por ello, las transformaciones sociales y la creciente expresión de la
autonomía nacional, la corriente crítica del Humanismo, el desarrollo del capitalismo
influyeron para favorecer la reforma religiosa. La crítica contra la Iglesia, el Papado,
la Curia y contra los abusos del clero, era muy viva. La Reforma Luterana se
convirtió en verdadera ruptura y en una conflagración, que afectó a toda Europa, y a
sus estructuras políticas, sociales y económicas.
Las dos Reformas, católica y protestante, nacen y se desarrollan,
entreveradas, juntas. Los espíritus más perspicaces e inquietos por la situación de la
Iglesia buscaban su reforma. En todos ellos alientan los mismos ideales, y se
manifiestan idénticos deseos de renovación. Lutero, en 1520 rompe, consciente y
deliberadamente con la Iglesia y emprende la tarea de reforma de la Iglesia por su
propia cuenta. Se inicia así la Reforma Protestante, autónoma, diferenciada de
aquellos otros reformadores que, quizá con menos protagonismo pero con más
eficacia, continúan, dentro de la Iglesia, su denodado esfuerzo por reformarla.
Algunos que aplaudieron y hasta siguieron a Lutero, se volvieron atrás.
La
Protestante, falta de un poder magistral, se dividirá en varias “reformas”, en varias
iglesias. La Reforma católica, impulsada por fuerzas diversas dentro de la Iglesia,
acogida finalmente por Roma, culminará en los decretos del Concilio de Trento.
4.1.1.3
Las “causas” de la reforma. Hoy parece indiscutible que las causas
originarias de la Reforma Luterana fueron de índole religiosa, lo que no quiere decir
que no existieran otras, acompañantes, de carácter subsidiario, que contribuyeron a
dar a la división religiosa dimensiones mucho más amplias y aspectos que desbordan
el marco puramente teológico y eclesial. Este punto de vista apuntado por muchos,
entre ellos Imbart de la Tour (1905), en el campo católico, o Georg von Below
(1916), en el luterano, sería afianzado después por otros no confesionales, como
Lucien Febvre, para quien “a la revolución religiosa, es preciso buscar causas
religiosas”.
198
4.1.2 El deseo de reforma de la Iglesia en el Siglo XV
La energía espiritual de algunos
4.1.2.1
Unanimidad en la reforma.
reformadores logró crear órdenes religiosas, mejorar la observancia en las existentes
o impulsar pequeños grupos de personas consagradas a la oración y al estudio.
El sentimiento de que la Iglesia debía ser reformada tuvo, según las personas
y los países, manifestaciones diversas. Cuando los religiosos se referían a la
reforma, querían indicar la necesidad de adaptar la observancia de su congregación a
los patrones del fundador.
Cuando los eclesiásticos hablaban de reforma de la Iglesia, por lo general se
referían a la reforma administrativa, legal y moral; excepcionalmente, a una reforma
de la doctrina.
Si los que solicitaban reforma eran humanistas a estos deseos de reforma
formal, añadían el de mayor calidad intelectual. Todos deseaban papas y obispos
menos mundanos, monjes más observantes, un clero parroquial más instruido;
querían también una teología y una predicación más accesibles al hombre, más fieles
y más estrictamente enraizada en el Evangelio; y una fe más íntima, que no se
quedará solamente en las prácticas y en los formalismos. El problema, sin embargo,
estaba en como lograrlo.
4.1.2.2
Relajación y abusos del clero. Abundaban los obispos y prelados,
orgullosos de su origen noble, deseosos de aumentar sus rentas y prebendas,
deseosos de poder, con escasa formación doctrinal y vida ascética. Eran muchos los
monjes y frailes que vivían en la relajación, descuidaban la pobreza y la guarda de la
clausura, estipuladas en sus reglas.
No es que los eclesiásticos fueran los únicos corrompidos, pero sí parece
evidente que en ellos la corrupción era más grave.
4.1.2.3
Desprestigio de la autoridad moral del papado. El prestigio universal,
el respeto y amor que se habían atraído los romanos pontífices, comienza a menguar
en los primeros decenios del Siglo XIV, desde que Clemente V sitúa su sede en
Avignon155. Los papas pierden universalidad y autoridad.
Este desprestigio se prolonga y se acrecienta durante el lamentable Cisma de
Occidente. Transcurrido este caótico período a partir de Sixto IV (1471), se dejan
arrastrar por las tendencias del Siglo. Practicaron el nepotismo y su moralidad dejó
a veces mucho que desear.
4.1.2.4
Peticiones de reforma de la iglesia. Un Siglo antes, durante el Gran
Cisma, las disputas habían obligado a los eclesiásticos a pedir una reforma de la
Iglesia “en su cabeza y en sus miembros”. A fines de aquel Siglo las peticiones de
reforma se habían generalizado.
Pedir la reforma era poner de relieve los defectos y denunciar la debilidad e
inoperancia de la jerarquía eclesiástica.
Todo ello coincidía con un poderoso
desarrollo de las ideas conciliaristas, que pretendían limitar la autoridad pontificia, y
155
Provincia del departamento de Vaucluse al Sur de Francia.
199
un criticismo creciente, que ponía en tela de juicio a la misma cabeza y estructura
jerárquica.
La frustración del ideal de reforma degeneraría en
4.1.2.5
Savonarola.
actitudes y en movimientos revolucionarios en la base de la Iglesia. Este es el caso
de Savonarola. Savonarola, inflamado de exaltación profética, persuadió a los
florentinos a aceptar a Dios como único rey, criticó abiertamente la simonía y la
inmoralidad de la Curia papal, desafió la amenaza de suspensión del Papa y
despachó llamadas urgentes a los soberanos europeos para la convocatoria del
concilio ecuménico que hiciera la anhelada reforma de la Iglesia. Excomulgado en
1497 y abandonado por la plebe, fue quemado vivo en la Plaza de la “Signoria”. El
clamor de Savonarola por la Reforma de la Iglesia era un grito por la reforma de la
Iglesia, exaltado, medieval. Pero veinte años más tarde, Erasmo contribuiría a
recordar el triste episodio de Savonarola como un funesto ejemplo de lo que podría
ocurrir si la reforma no se realizaba.
4.1.3 Las actitudes a comienzos del XVI
4.1.3.1
Inquietud espiritual en el pueblo. Si el clamor por la reforma se
manifiesta a comienzos del XVI con más intensidad que cien años antes, no era
porque Europa hubiera empeorado, sino al contrario, porque era más religiosa, tenía
mayor ansia de vivir una auténtica vida cristiana. Esa conciencia era resultado el
nuevo espíritu, del idealismo reformista aportado por el humanismo.
En este momento histórico, cuando la Iglesia parecía no tener arriba quien
dirigiera y encauzara estos impulsos populares se abría un profundo foso entre la
concepción religiosa de las personas cultas y la de los iletrados. Mientras la religión
popular evolucionaba hacia una piedad emocional, la forma de concebir la religión
por los humanistas caminaba en un sentido totalmente distinto.
4.1.3.2
Razones que pueden explicar una ruptura con Roma. La situación de
la Iglesia no era razón suficiente para que los deseos de reforma derivaran hacia una
ruptura. Existían otras circunstancias. Entre las más importantes, se pueden
señalar el creciente poder de control de los monarcas sobre sus respectivos reinos y
la influencia de la crítica de los humanistas y de su concepción religiosa.
4.1.3.3
Desarrollo del poder monárquico. Es difícil precisar la relación entre el
creciente poder real y de la burocracia estatal con la Reforma, pues, además, varía
según los casos. Pero de una reforma, que en principio significaba la ruptura con
Roma, era muy fácil derivar hacia modificaciones dogmáticas.
Inglaterra y
Dinamarca, la implantación de la Reforma Protestante se vio favorecida por la
intención de desarrollar la autoridad del rey, lo que consecuentemente llevaba
implícito la limitación del poder de la Iglesia. En otros países, no hubo necesidad de
enfrentarse a la suprema jerarquía eclesiástica, de romper con Roma. Esta es la
situación de España.
Los papas fueron perdiendo poco a poco autoridad sobre las iglesias de los
nuevos estados europeos en orden al nombramiento de altos cargos eclesiásticos y a
la imposición de tributos. La autoridad del Papa había ido debilitándose, sobre todo
desde el Concilio de Constanza. En muchos países, la Reforma Protestante estuvo
asociada a una revolución política contra un poder exterior o interior.
200
A medida que el poder real crecía, el del papa menguaba; por ello algunos
reformadores vieron en el poder temporal el instrumento eficaz de la Reforma.
A finales del Siglo XV, al esfumarse el viejo ideal de la unidad de la
Cristiandad, el Papado había perdido en la práctica su soberanía temporal. Las Bulas
de 1493, que repartieron el Nuevo Mundo, no correspondían ya al sentimiento de
Europa y a las corrientes nacionalistas.
4.1.3.4
Decadencia del prestigio moral del papado. A medida que decreció la
influencia temporal del Papa en la Cristiandad, aumentaron sus responsabilidades en
la península italiana. El Papa, como otros soberanos europeos, tenía que establecer
el control sobre sus territorios. En consecuencia creció el número de cardenales
italianos, pues tener mayoría de cardenales italianos en la Curia suponía para el Papa
mantener las distancias respecto a las presiones de los soberanos extranjeros. Se
concebía difícilmente que un no-italiano pudiera cumplir sus deberes de pontífice.
Todo esto contribuyó a centralizar la Curia. Con ello aumentarían las tensiones entre
el Papa y la Curia con los monarcas cristianos y no sólo por razones políticas,
también por motivos financieros. Mezclados abusos, reales, de orden disciplinar, con
otros de tipo económico (diezmos, annatas y gabelas), hacían odiosa la Curia papal
ante los ojos alemanes y favorecían un clima de resentimiento contra Roma.
4.1.3.5
Influencia del Humanismo. Entre Humanismo y Reforma, es indudable
una cierta conexión, difícil de definir; y, en todo caso, el Humanismo forjó la
herramienta intelectual que usarían los reformadores.
Los modelos del Humanismo fueron tan variados como las personas. Tenían
poco de común, salvo su amor a la Antigüedad. El Humanismo italiano fue más bien
literario, artístico y filosófico, mientras que en Alemania, Francia e Inglaterra, tuvo
una dimensión principalmente religiosa, y aun teológica. El Humanismo italiano
aceptó las formas en que la religión era vivida y practicada, mientras que en
Inglaterra, Francia o Alemania, el movimiento de admiración hacia la antigüedad
clásica trató de aplicarse a un contexto religioso.
4.1.3.6
La crítica de Erasmo. La disputa de Erasmo
con los escolásticos se parece a la eterna disputa entre
“tradicionales” y “modernos”, entre quienes apegados a la
tradición veían a sus contrarios como arrogantes e incluso
herejes, y unos “modernos” que reprochaban a sus
adversarios estrechez de miras y fanatismo. La filosofía,
como base de la fe, había caído en el mayor desprestigio y
los nominalistas trataron de salvar su ortodoxia con la
doctrina de la doble verdad: la referente al mundo físico,
obtenida por la razón, y la pertinente al ámbito metafísico,
dada por la revelación.
Por su parte, los escolásticos (tomistas o
Figura 52. Erasmo de
escotistas) se perdían en sutilezas y barroquismos
Rotterdam
intelectuales inútiles. Se planteaban cuestiones que los
nominalistas consideraban irrelevantes y a sus cultivadores presuntuosos.
4.1.3.7
División entre los teólogos. La consecuencia fue una profunda división
de la filosofía, y, por tanto, en la teología. Los filósofos de la “vía antigua” (tomistas
201
y escotistas) continuaban el estudio de la metafísica; los de la “vía moderna”
(nominalistas) se volvían hacia la lógica y los problemas del conocimiento. Sobre
esta división de los teólogos actuó como elemento corrosivo el criticismo de los
humanistas.
El Humanismo, en su sentido más puro, el erasmista, no tenía ningún interés
por la investigación filosófica, carecía de una formación en este terreno; su
inclinación se desarrollaba hacia la investigación filológica y la crítica histórica.
La disputa entre escolásticos y nominalistas con los humanistas no era
inevitable. Surgió, no porque los escolásticos cerraran sus ojos a los nuevos
conocimientos y orientaciones, sino más bien porque los humanistas eran
displicentes, presuntuosos y agresivos. Los escolásticos estaban entonces afectados
por los peores defectos del tradicionalismo.
4.1.3.8
Peligros de la aplicación de la crítica filológica a la escritura. El método
de la filología histórica, aplicado sin contraste, y sus escasos conocimientos
teológicos, llevaron a veces a Erasmo a conclusiones peligrosas. Creía que la
Epístola a los Hebreos no había sido escrita por San Pablo y llegó a dudar si el
Apocalipsis era obra de San Juan; aunque por otra parte pudo demostrar que el
versículo trinitario de la primera epístola de San Juan no se encontraba en ningún
manuscrito griego y llegar a la convicción de que las obras del Areopagita eran
espúreas. Todas éstas, y otras muchas conclusiones, creaban un conflicto entre los
estudiosos humanistas y la ortodoxia, celosamente guardada por los escolásticos.
4.1.3.9
El “evangelismo”: erosión de la piedad. Aunque los humanistas de la
llamada corriente “evangelista” no intentaron tocar el dogma, no podían criticar a los
teólogos convencionales sin rozar al menos en alguna forma los fundamentos de la
tradición dogmática. Esto es lo que ocurrió, concretamente con Erasmo, que creía
tener un programa para la recuperación de la verdadera teología.
Comparada con esta teología, fundada en el estudio de la Biblia, las
complejidades de la devoción popular aparecían a los ojos de Erasmo y sus
seguidores, ridículas. El culto a las imágenes de la Virgen y de los Santos, las
peregrinaciones a los santuarios de Nuestra Señora, les parecían no sólo devociones
vulgares y toscas, sino obstáculos para la verdadera religión. Esta observación era
quizá justa, pero no realista. Era improcedente pretender sustituir las formas de
expresión de la religiosidad popular por los modos intelectualistas. Tales devociones
populares eran correctas; en todo caso, había que purificarlas, pero no suprimirlas.
Erasmo, como otros muchos humanistas y hombres cultos, pretendía
solamente ridiculizar estas expresiones religiosas para cambiarlas y purificarlas. En
aquel momento en que estaban trabajando fuerzas poderosas para mantener el
estado de cosas en la Iglesia y para promover un cambio profundo en las estructuras
y en las conductas, utilizar la burla y el sarcasmo sobre instituciones, personas e
ideas eclesiásticas, resultaba como jugar con fuego.
4.2
LUTERO Y LUTERANISMO
4.2.1 La cuestión de las indulgencias y la intervención de Lutero
4.2.1.1
Las 95 tesis. El 31 de Octubre de 1517 Lutero hacía pública su
protesta contra la predicación de las Indulgencias, según la tradición clavando en la
202
puerta de la capilla del castillo de Wittenberg156 sus “Noventa y Cinco Tesis sobre la
Indulgencia”, al propio tiempo que anunciaba estar dispuesto a defender dichas tesis
en disputa pública.
La cuestión había surgido de la manera siguiente. En 1507 el Papa Julio II
había decidido demoler la vieja basílica de San
Pedro y edificar otra nueva más grandiosa, que
comenzó a levantarse durante su pontificado. Las
sumas necesarias fueron recogidas en parte,
según costumbre en uso, mediante la venta de
Bulas de Indulgencias. Es decir, concesión de
indulgencia plenaria157.
En Alemania esta
predicación se hizo de una manera escandalosa.
Esta indigna operación era una manifestación más
de los dudosos procedimientos fiscales utilizados
con frecuencia en los manejos eclesiásticos, tan
vivamente
criticados
por
humanistas
y
reformadores.
En la práctica, el pueblo ignorante creía
poder comprar el perdón de sus pecados sin
necesidad de confesarlos. Lutero, se dirigió a su
obispo, y al propio arzobispo, Alberto de
Brandeburgo-Meguncia, expresándoles su preocupación y rogando a este último que
revocara a la Instrucción dada a los predicadores y la sustituyera por otra más
ajustada en doctrina.
Figura 53. Martín Lutero clavando
su doctrina
En sus “Noventa y Cinco Tesis” sobre el valor y poder de las indulgencias,
dirigidas a Alberto de Brandeburgo, Lutero no pensaba sino en combatir los abusos y
esclarecer la verdadera doctrina; pero a pesar de sus afirmaciones en contrario,
llegaba a condenar completamente las indulgencias y a poner en duda el mismo
poder de la Iglesia para administrar la salvación.
El efecto explosivo de las tesis de Lutero sobre las indulgencias más que en el
aspecto teológico estuvo en su tono polémico.
Lutero al criticarlas puso de
manifiesto inquietudes y resentimientos latentes; vino a ser el portavoz de un
descontento generalizado sobre algunos de los procedimientos eclesiásticos.
El contenido de las noventa y cinco tesis no presenta una doctrina ocasional.
Es evidente que en ellas estaba ya comprometido el pensamiento de Lutero, aunque
no se hallaba sino el embrión de lo que vendría a ser a doctrina luterana. Lo que
Lutero deseaba es que el Papa desaprobara el inicuo tráfico que se había montado en
Alemania.
4.2.2 El joven Lutero
4.2.2.1
Rasgos temperamentales. Su mente, sólida y clara, no era brillante ni
ágil; no le iban las sutilezas ni los distingos alambicados; su temperamento
apasionado, cambiante, rudo a veces, transparentaba lo que había dentro de sí.
156
Ciudad perteneciente a Sajonia, al Este de Alemania.
157
Remisión de las penas temporales debidas por los pecados, ya perdonados en el Sacramento de la
Penitencia.
203
Nunca dejó de ser campesino, ni tampoco quiso ocultarlo; así, en muchas de sus
reacciones y en el lenguaje era crudo, vulgar.
La vida de Lutero en casa de sus padres y en la escuela fue dura y austera.
Estudió artes liberales en la universidad de Erfurt158, donde se cursaba la filosofía
nominalista y ockamista de la Vía Moderna. El 17 de julio de 1505, ingresó en el
convento de Agustinos de Erfurt, cumpliendo un voto, hecho bajo la impresión de un
rayo caído junto a él. El 3 de abril fue ordenado sacerdote.
4.2.2.2
Formación y vida conventual. En otoño
de 1508 fue llamado a enseñar filosofía moral en el
convento agustino de Wittenberg. Descubrió entonces a
Gabriel Biel, el gran maestro del nominalismo alemán.
Trasladado de nuevo, apenas transcurrido un año, a
Erfurt, enseñó las “Sentencias” de Pedro Lombardo y
obtuvo la titulación de Maestro en Artes (1512).
Lutero era por entonces un monje que buscaba la
perfección. Intervino contra aquellos que defendían la
fusión con la rama todavía no reformada. La lectura y
meditación de la Biblia llegó a serle profundamente
Figura 54. Martín Lutero
familiar.
Su temperamento exaltado y, a la vez,
realista, le inclinaba a rechazar la habitual interpretación
místico-alegórica, y atenerse al sentido histórico y literal de la Escritura.
Su formación nominalista, que acentuó aún más su idea oscura y trágica de
Dios, y su temperamento marcadamente subjetivo y escrupuloso, le condujeron
hacia un estado de angustia morbosa marcada por el deseo imperioso de saber si
había de salvarse. Esta angustia le llevó al borde de la desesperación; llegó a
sentirse condenado, a creer que Dios no le amaba. Estaba abrumado, enfermo, bajo
el peso de la idea terrible de un Dios caprichoso y arbitrario.
En esta desesperada
4.2.2.3
Su “Descubrimiento” de la Justificación.
situación, que tuvo su cenit entre 1513 y 1518, trató de refugiarse en la meditación
de la Escritura. Encontró en la Epístola a los Romanos (I,17) un texto, que en
principio le llenó de mayor irritación, aquel en que se afirma que en el Evangelio, en
el mensaje de salvación, se manifiesta la justicia de Dios. Este descubrimiento le
hizo sentirse renacido; desde entonces, la Sagrada Escritura se le presentará con
una luz nueva. El propio Lutero hablará años más tarde de este descubrimiento.
Devolvió la paz a su alma y sería decisiva para su futuro.
Lutero, al llegar a esta conclusión, no está exponiendo una doctrina que se
aparte del catolicismo. Lo que sucede es que lo que anteriormente tenía como
doctrina católica en este punto crucial, y que justamente repudió, era una opinión
unilateral, muy extendida en el nominalismo ockamista de su tiempo: la afirmación
de que el hombre era capaz de prepararse con sus propias fuerzas a recibir la gracia.
Lutero sin embargo agrandó la diferencia que existe entre la remisión
(remissio) de los pecados y su eliminación (ablatio) hasta llegar a afirmar que el
hombre es justo porque le han sido remitidos sus pecados, es decir, porque Dios no
los castigará; es pecador porque los pecados perduran, no han sido borrados.
158
Ciudad perteneciente al Estado de Turingia al centro de Alemania.
204
Esta doctrina de la justificación, núcleo de la doctrina luterana, es el resultado
de la experiencia de sus luchas personales por la salvación; es, en cierto modo, un
acto de superación personal de los sufrimientos morales que le torturaban y que irá
desarrollando en los años posteriores a esa “experiencia en la torre”. Para Lutero
significaba una nueva manera de creer; en efecto, llegará a entender que lo esencial
de la fe es creer que uno está predestinado a la salvación.
4.2.3 Ruptura con Roma
4.2.3.1
Los inicios del proceso a Lutero. Lutero no pensaba en entrar en
conflicto con la Iglesia, pero fue arrastrado por los acontecimientos. El movimiento
alemán antirromano tomó su partido, sin pararse a considerar su doctrina.
Los dominios acusaron a Lutero de que sus “Tesis” cuestionaban la autoridad
del Papa, y, por ello, estaba incurso en herejía. En mayo de 1518 Lutero escribía sus
Resoluciones de Virtute Indulgentiarum, explicación detallada de sus noventa y cinco
Tesis que envió a la Santa Sede. En Roma, en junio de 1518, se le abría un proceso
eclesiástico y se le citó para que se presentara allí. Pero el agustino rogó a su
príncipe-elector, Federico el Sabio de Sajonia, que pidiera al Papa que la vista de su
juicio se hiciera en Alemania. Con ello Lutero involucró al poder político en la
cuestión religiosa.
La dieta de Augsburgo, en otoño de 1518, expresó una serie de quejas contra
las exacciones y la interferencia de Roma en Alemania. A ella vino el cardenal
Cayetano, encargado como legado Papal de examinar el problema de Lutero. Este
compareció ante Cayetano los días 12-14 de octubre de 1518. El Legado no le acusó
por sus opiniones respecto a las indulgencias, sino de rebelión contra la autoridad del
Papa, y exigió que se retractara de su negación del “Thesaurus Ecclesiae” (Tesis 58)
y de su afirmación de que solamente la fe de quien los recibía, sin necesidad de las
obras, confería eficacia a los sacramentos. Lutero estuvo respetuoso; pero se negó a
hacerlo.
El 28 de noviembre, apeló a un Concilio General. El Papa envió al noble
alemán Carlos de Militz, que se entrevistó con Lutero. Animó a Lutero a escribir al
Papa solicitando concordia. La misiva era sumisa en el tono, llena de reverencia
hacia la Santa Sede, pero sin retractarse de nada.
4.2.3.2
Disputa pública de Juan Eck. Durante los primeros meses de 1519,
Lutero reiteró sus dudas sobre la suprema autoridad del Papa. La suprema autoridad
de la Iglesia pertenecía al Concilio General, del cual el Papa era el principal servidor
o ejecutor. En una disputa pública el dominico Juan Eck de Ingolstadt159, llegó a
afirmar que los concilios podían equivocarse, y que de hecho se habían equivocado,
como el de Constanza al condenar a Huss. Así Lutero, después de negar autoridad
suprema al Papa, ponía en duda la autoridad infalible de los Concilios. Y afirmaba
que no quedaba más que la Sagrada Escritura como fuente y norma de fe. La
disputa de Leipzig160 había lanzado a Lutero a romper su última barrera respecto a
Roma. En febrero de 1520 había avanzado hasta el punto de exclamar: “Todos
somos hussitas sin saberlo. San Pablo y San Agustín también eran hussitas”.
159
160
Ciudad perteneciente al Estado de Baviera al Sureste de Alemania.
Ciudad perteneciente al Estado de Sajonia al Este de Alemania.
205
4.2.3.3
Los grandes escritos doctrinales de Lucero. La crítica contra la Iglesia,
en sus aspectos más odiosos, se desató en panfletos, sátiras, caricaturas y grabados,
en los que Lutero y sus partidarios se esforzaron en insultar y difamar al Papa, a los
cardenales, a los sacerdotes y a los monjes. Estos panfletos contribuyeron en alto
grado al éxito de la causa de la Reforma. Lutero se reveló como un escritor de
genio. Su estilo era el apropiado al hombre de la calle: directo, cortante, bíblico. En
la segunda mitad de 1519 y en 1520 dio a la imprenta una serie de escritos, en
alemán o latín, sobre la Iglesia, el poder del Papa y de los Obispos, los sacramentos,
la relación entre la fe y las obras; otros eran cometarios sobre la Epístola a los
Gálatas, o una preciosa exposición de Magnificat, mensaje de salvación para los que
sufren. Su lengua vernácula, con frecuencia elegante, a veces degenerada en
expresiones duras, radicales y hasta groseras.
Entre estos escritos se hallan tres de sus obras de mayor efecto, pues eran
programáticas: A la nobleza cristiana de la nación alemana, en lengua vernácula;
Sobre la Cautividad Babilónica de la Iglesia, y Sobre la Libertad del Hombre
Cristiano. La segunda de ellas era un ataque a la doctrina tradicional sobre los
sacramentos. La tercera, una reafirmación de la doctrina de justificación por la fe y
sus consecuencias sobre la concepción y organización de la Iglesia. Pero la primera
es, quizá, la más revolucionaria, o la que, al menos, tendría una mayor repercusión
práctica. Exponía en ella la doctrina del sacerdocio común de los fieles sin reconocer
su esencial diferencia con el sacerdocio, ministerial, conferido por el sacramento del
Orden. Esto desembocada en la afirmación del poder del laicado de la Iglesia.
4.2.3.4
Excomunión de Lucero. Antes de mediar el año de 1520, Alemania
entera estaba detrás de Lutero. Se le consideraba como el realizador de la Reforma.
El 15 de junio de 1520, la Bula “Exurge Domine” condenaba como heréticas 41
proposiciones de Lutero, le exigía retractarse en el plazo de sesenta días, y ordenaba
que sus libros fueran condenados al fuego. La publicación de la Bula, por el nuncio
papal, por Juan Eck, encontró una gran resistencia. El 10 de diciembre de 1520,
Lutero arrojó al fuego la bula que la amenazaba con la excomunión. El 3 de enero
de 1521 una nueva Bula “Decet Romanum Pontificem”, sancionaba su definitiva
excomunión.
4.2.3.5
El Edicto de Worms. Condena imperial. El nuevo emperador, Carlos
V, citó a Lutero ante la Dieta de Worms. La Dieta comenzó por presentar al nuncio
papal los viejos “Gravamina Naciones Germanicae”, tomando pretexto de la agitación
popular, los príncipes acordaron que el Emperador oyera personalmente a Lutero. El
17 y 18 de abril, Carlos V le invitó a retractarse. El reformador se negó apelando a
la Sagrada Escritura y a su conciencia; cuantos fueron inútiles. El 25 de mayo el
Edicto de Worms (fechado el 8 de mayo), que condenaba a Lutero al destierro y a
que sus libros fueran quemados.
Federico el Sabio de Sajonia rehuyó ejecutar el decreto y le acogió
secretamente en su castillo de Wartburg. Oculto allí durante un año, Lutero se
dedicó a meditar y escribir una serie de opúsculos, ahora, muy críticos y mordaces,
en los que atacaba los votos monásticos, la obligatoriedad de la confesión privada y
la misa, a la que calificaba de “vergonzosa idolatría”.
206
4.2.4 Expansión del luteranismo
4.2.4.1
Circunstancias que ayudaron a la expansión. La doctrina encontró
amplio eco en Alemania, porque se adaptaba perfectamente a los sentimientos de
sus compatriotas. La gran personalidad de Lutero tuvo gran influencia popular. Su
mensaje, impregnado de confianza y ardor, llamaba a
la sensibilidad.
Su
predicación era simple, práctica, ceñida al Evangelio.
La imprenta jugó papel considerable en su difusión. Se estima que entre
1517 y 1520, fueron vendidos más de 300,000 ejemplares de los escritos de Lutero,
y que hasta 1550 fue el autor más leído en toda Europa.
Algunos religiosos abandonaron el claustro para predicar la Reforma; también
humanistas acudieron a Wittenberg.
Los eclesiásticos, y los monjes que abandonan sus conventos, comenzaron a
casarse; la misa fue parcialmente abolida, la comunión se distribuía bajo las dos
especies, sin previa confesión ni ayuno; las iglesias fueron despojadas de altares
laterales y de imágenes; el producto de los beneficios y fundaciones eclesiásticas
convertidos en “caja común”, que debía asegurar el sustento al clero y ayudar a los
pobres.
4.2.4.2
Primer brote de radicalismo en Wittenberg. En ausencia de Lutero,
surgieron en Wittenberg disturbios graves, que amenazaron con derribar toda la
organización eclesiástica al aplicarse radicalmente los principios del reformador.
Fueron provocados especialmente con la aparición de la secta de los “anabaptistas”,
movimiento cuyo origen (Zurcí o Alemania meridional) se discute, consistente en la
fusión de una serie de elementos, entre los cuales un radicalismo religioso, extendido
a todos los aspectos de la sociedad y un misticismo socialista. Thomas Müntzer,
adherido a la doctrina luterana, y a quien Lutero nombró ministro de Zwickau
(Sajonia). Arrastró a un pequeño grupo de “iluminados”, integrado principalmente
por aprendices pañeros que organizaron una insurrección para restaurar “el nuevo
pueblo de Dios”. Expulsados de Zwickau, los “profetas” se dispersaron y algunos
vinieron a Wittenberg, donde el antiguo profesor universitario Andreas Karlstad llevó
los principios luteranos hasta consecuencias que Lutero, poco cuidadoso de las
instituciones y de las prácticas, no había previsto.
Se produjeron escenas
revolucionarias; se declaró la guerra a los estudios y se proclamó el derecho de
todos a predicar el Evangelio; la universidad corría el riesgo de desaparecer.
Lutero llegó unos días más tarde y restableció el orden con el carisma de su
palabra y la ayuda del poder secular; los “fanáticos” fueron expulsados de la ciudad.
El reformador hubiera preferido proceder con más cautela y preparar al pueblo
mediante la predicación, a los cambios litúrgicos y doctrinales, pero se vio obligado a
cumplir sus principios.
Lutero aprobó, igualmente, la supresión del estado religioso, y él mismo se
despojó del hábito de su Orden en 1524. En junio de 1525, en plena guerra de los
campesinos, de forma repentina y en privado, se casó con Catalina Bora, ex monja
cisterciense.
Mientras que el movimiento luterano se extendía por amplias capas de la
sociedad, sobre todo populares, algunos hombres cultos que en principio habían
asentido, aunque sin convicción, a la Reforma Luterana, comenzaron a reflexionar
207
sobre sus consecuencias y se fueron retirando poco a poco. Veían claro que la
Reforma predicada por el ex-monje sajón no era la reforma deseada, y que más bien
acarreaba el derrumbamiento de la Iglesia y la división de la Cristiandad. Entre
éstos habría que contar en primer lugar, por su enorme representatividad a Erasmo.
4.2.4.3
La disputa con Erasmo. Erasmo, había animado y defendido a Lutero.
Desde 1524 había cambiado y se mostraba vacilante y reservado. Aparte de las
contradicciones doctrinales de Lutero, no mostraba ninguna simpatía hacia el
apasionamiento que aquél mantenía en sus polémicas. Con aguda perspicacia, el
príncipe de los humanistas atacó el nudo del sistema teológico Luterano, en su De
libero arbitrio (1524), al que replicó Lutero con su De servo arbitrio (1525), en el
que, con tono violento, defendía, prácticamente, la doctrina de la predestinación.
Erasmo, irritado, contestó con sus dos libros Hyperaspistes o Protector (15261527). La ruptura, ya definitiva, continuaría hasta la muerte de Erasmo, en 1534.
Lutero, en privado y como se ha recogido en sus Escritos de Sobremesa, no cesó de
tratar a Erasmo de traidor.
Otros humanistas alemanes, como Willibald Pikheimer o Crotius Rubeanus, se
separaron de Lutero, siguiendo a su maestro holandés. En 1524 Lutero había
perdido un amplio sector humanista en Alemania.
4.2.4.4
Levantamiento de los caballeros.
Algunos príncipes favorecían
directamente la Reforma, pues la adhesión al luteranismo les prometía ganancias
materiales y acrecentamiento de su poder con la secularización de los bienes de la
Iglesia y la eliminación del poder episcopal.
El atractivo de la novedad de algunos usos en la liturgia, como la permisión
del cáliz a los laicos, las lecturas y los cánticos en lengua vulgar, así como la enorme
influencia sensible de grabados y dibujos de artistas reproducidos por la imprenta,
facilitaron la expansión de las nuevas doctrinas, entre los habitantes de las ciudades
sobre todo. El campesinado, por su parte, esperaba en ellas un alivio en su
condición económico-social.
No hubo una firme oposición a la Reforma. Los obispos, en su mayor parte,
eran hombres sin gran convicción religiosa, más preocupados por mantener su
soberanía, sus rentas y sus derechos. El avance de la Reforma estuvo acompañado
de agitación y de violencia.
4.2.4.5
La revolución de los campesinos. Las ideas teológicas de Lutero no
interesaban a los campesinos, ni eran capaces de entenderlas. Pero al contemplar la
conmoción social que habían producido sintieron que había en ellas algo de liberador.
El mundo rural de Alemania estaba preparado para levantarse y había conocido
varias insurrecciones, bajo el signo del pesado borceguí campesino. Pero el de
1524-1525 tenía características nuevas y amplitud considerable.
La aplicación a la realidad temporal de la doctrina de la liberación espiritual
que predicaba Lutero, se aprecia claramente en los Doce Artículos del Campesinado
Suabo.
En ellos se expresaba reivindicaciones socio-económicas y políticas y
exigencias religiosas. Quizá lo más significativo es que estos derechos estaban
formulados como “de derecho divino”, a partir del Antiguo Testamento.
208
Comenzó en mayo de 1524 en el Alto Rhin161.
fueron los más afectados.
Los territorios eclesiásticos
La actitud de Lutero, que se resistía a admitir la interpretación temporal de su
doctrina religiosa, fue vacilante. Sin dejar de afirmar el carácter intrínsecamente
satánico del poder, predicó la sumisión absoluta a las autoridades temporales. En
principio, en 1525, escribió una Exhortación a la Paz. Pero ante la noticia de las
violencias y masacres de los revoltosos, dirigió una carta “contra las hordas
criminales y asoladoras de campesinos”, en la que invitaba a los príncipes a
exterminarles “como a perros rabiosos”. La revuelta, en efecto, fue ahogada en
sangre, en mayo y junio de 1525, y fueron impuestos terribles castigos.
Las consecuencias de esta revolución fueron importantes. El poder de los
príncipes se vio acrecido. Pero, sobre todo, Lutero perdió mucha de su popularidad.
Sus propias ideas respecto a la organización eclesiástica se modificarían
radicalmente. Lutero mantenía la tradicional distinción entre poder temporal y
espiritual, pero consideraba a éste incomparablemente superior al primero. Sin
embargo, sus doctrinas sobre el sacerdocio universal de los fieles y de la Iglesia
como comunidad invisible de los verdaderos cristianos, unidos por el vínculo de la fe,
contribuían al destronamiento de la organización eclesiástica.
4.2.5 La doctrina luterana
4.2.5.1
Las fuentes. Las disputas doctrinales dentro del luteranismo, durante
los decenios siguientes al surgimiento de su doctrina, pusieron de manifiesto la
insuficiencia de los escritos confesionales y hubo que elaborar el Libro de Concordia,
publicado en 1580. Los puntos fundamentales de la doctrina luterana se discuten a
continuación.
4.2.5.2
La justificación. Doctrina de la justificación por la fe, y, su corolario, la
negación del libre arbitrio. La justificación del pecador se realiza en virtud de la
aplicación de la reconciliación, lograda una vez para siempre por Jesucristo. Ella es
obra del juicio absolutorio de Dios, sin ninguna cooperación positiva por parte del
justificado.
4.2.5.3
Libre examen. Es decir, la interpretación privada y libre de la Sagrada
Escritura. El reformador defendía que la Sagrada Escritura no requiere mediación
alguna para su inteligibilidad, en lo necesario para su salvación, por el hombre bien
dispuesto.
4.2.5.4
Concepción de la Iglesia. La Iglesia es una comunidad de fieles, que
se hace manifiesta por la predicación de la Palabra de dios y por los sacramentos.
4.2.5.5
Sacramentos.
El luteranismo mantuvo la consideración de los
sacramentos como signos salvíficos. Su eficacia proviene, exclusivamente, de la fe.
Se reconocen solamente tres sacramentos: Bautismo, Penitencia y Eucaristía.
4.2.5.6
Culto a los Santos.
En los escritos confesionales se admite la
veneración a los santos, pero como ejemplos a seguir, no como mediadores ante
Dios. La idea de intercesión de los santos, y en particular Nuestra Señora, Lutero la
consideraba como una mengua de la mediación de Cristo.
161
Departamento al Noreste de Francia; fronterizo con Alemania.
209
4.2.5.7
Novísimos. La cuestión de las indulgencias vino a dejar relegado el
purgatorio. Lutero no impugnó esta creencia, pero por considerar que no tenía
apenas fundamentos en la Biblia, lo dejó al criterio de cada fiel.
4.2.6 Las Iglesias-Estado Luteranas
4.2.6.1
Rectificación de Lutero respecto a su concepción de la Iglesia. La
Reforma se extendió simultáneamente a territorios de príncipes y ciudades. En las
ciudades imperiales la introducción fue más fácil, debido a su más flexible estructura
institucional y a que se vieron estas doctrinas como liberadoras de la centralización
política. Hacia 1540, cincuenta y un ciudades de las sesenta y cinco del Imperio
habían adoptado la Reforma.
La primitiva concepción de Lutero de una Iglesia puramente mística, invisible,
se desvanecería pronto. Lutero siempre consideró su “reforma” como una liberación
personal, que venía a ofrecer a los demás fieles. Pero era imposible mantener esta
primera concepción eclesiológica; para subsistir, tenía que desembocar,
necesariamente en una estructura visible.
En efecto, Lutero creyó que la simple predicación de la Palabra de Dios
disiparía el “error romano”, como la luz de las tinieblas, pero no fue así. Por otra
parte, cada reformado, cada nuevo predicador hacía las cosas a su modo; por si
fuera poco, una serie de exaltados, con afirmaciones y acciones radicales,
comprometían el Evangelio y ocasionaban desórdenes y turbulencias sociales. A
Lutero le pareció entonces necesario el recurso al poder civil para contener estos
desórdenes.
Por otra parte, donde se aplicó la Reforma, las autoridades territoriales
facilitaron el cambio en este sentido, en mayo grado aún si eran obispos
secularizados. Igualmente, en las ciudades libres del Imperio, los magistrados
hubieron de aceptar este control sobre la administración parroquial.
4.2.6.2
El papel de los príncipes. Lutero concedió a los príncipes el derecho de
obligar a sus súbditos, no ciertamente a creer, pero sí a asistir a la predicación
evangélica. En 1533, llegó a admitir que el príncipe podía castigar o desterrar a
quienes no llevaban una vida de piedad o no asistían a la predicación. En 1536, a
una consulta del Landgrave de Hesse, los teólogos de Wittenberg, autorizados por
Lutero, y Melanchton, afirmaron que se podía reprimir a los “anabaptistas”, como
“secta anti-cristiana con penas temporales y aun con la espada”.
Se llega así a la formación de iglesias-estados. Los príncipes, dentro del
territorio de su soberanía, se convierten en reguladores de la religión de sus
súbditos.
4.2.7 Últimos años y muerte de Lutero
4.2.7.1
Los años finales de su vida. Lutero murió en su villa natal, Eisleben162.
Había permanecido hasta sus últimos momentos convencido al parecer de mantener
un justo combate contra las “abominaciones papistas” y de haber recibido de Dios la
misión particular de predicar el verdadero Evangelio. Los últimos años de su vida
162
Ciudad perteneciente al Estado de Turingia al Centro de Alemania.
210
estuvieron ensombrecidos por la enfermedad, la depresión y decepciones de toda
suerte.
Había engordado mucho y bebía cada vez más con sus amigos; gustaba de
largas conversaciones de sobremesa. Su refugio sería la vida familiar, junto a su fiel
esposa y sus cinco hijos.
Algunos historiadores
4.2.7.2
Juicio sobre la personalidad de Lutero.
alemanes, sobre todo protestantes, han considerado a Lutero, ya desde su muerte,
“el más grande de los alemanes” y hecho de él un símbolo de espiritualidad,
patriotismo y libertad. Lutero fue sin duda un hombre dotado de extraordinarias
prendas y profundamente religioso, pero su gran personalidad se manifestaba en los
extremos. Tenía un alma afectuosa, una gran simplicidad de corazón y una enorme
confianza en Dios. Se mostró desinteresado, generoso, infatigable en el trabajo, de
energía indomable; pero también irascible y orgulloso, mezquino y dominador,
irreconciliable con sus enemigos. Su lenguaje, unas veces elevado y espiritual, con
frecuencia es grosero, y hasta cínico. Si por una parte se mostró muy conservador y
hasta reaccionario, por otra abrió el camino a la revolución. Estas contradicciones de
su carácter y diversidad de actitudes, hacen difícil un juicio ponderado respecto a
este hombre que tan profundo surco ha dejado en la historia religiosa universal.
4.3
EXPANSIÓN DEL LUTERANISMO EN EL IMPERIO Y OTROS PAÍSES
4.3.1 Dificultades para ejecutar el Edicto de Worms
4.3.1.1
Actitud del consejo de regencia y de las dietas en ausencia de Carlos
V. Inmediatamente de la Dieta de Worms, en junio de 1521, Carlos V se ausentó de
Alemania, hacia los Países Bajos primero, y después, para España. No volverá hasta
1530.
Estos nueve años de ausencia fueron decisivos para la Reforma.
En
Nüremberg, ciudad donde con mayor frecuencia fueron convocadas posteriormente
las Dietas, se vendían libros condenados y se predicaba abiertamente la doctrina
luterana.
Tampoco la Dieta podía, ni quiso, hacer nada. En la reunida en Nüremberg
los luteranos tenían casi mayoría y aunque el legado pontificio transmitió el deseo
del nuevo Papa, Adriano VI, la Dieta, a su vez, expresó su deseo de reforma de la
Curia y de alcanzar satisfacción de las “quejas de la nación germánica”.
4.3.1.2
La Dieta de Espira y el abandono de la ejecución del Edicto de Worms.
Carlos V, que se sentía débil en Alemania, puso todos sus esfuerzos en la pronta
convocatoria del concilio y ordenó a Fernando que mantuviera la situación, hasta que
aquél pudiera reunirse. En 1526, Fernando presidió la Dieta de Espira, al finalizar la
guerra de los campesinos. Hubo que llegar a un compromiso, hasta el futuro
concilio; cada territorio del Imperio, se conduciría en materia religiosa “de la manera
que creyera poder rendir cuentas a Dios y la Majestad Imperial”. Esto, desde un
punto de vista católico, significaba un abandono: era dejar en suspenso la aplicación
del edicto de Worms.
En los años de 1527 a 1529, ante la ausencia simultánea de Carlos V y de
Fernando, Alemania vivió abandonada a su propio impulso.
211
En 1529, ante el ataque turco contra Viena163, se reunió la Dieta en Espira.
La causa del luteranismo sufrió un notable retroceso; Fernando logró obtener
declaraciones menos ambiguas que las que se vio obligado a aceptar en 1526. En el
nuevo acuerdo se reconocía a los príncipes católicos el derecho de no admitir
luteranos en su territorio, y se prohibía a los luteranos usar la violencia contar los
católicos. Como los luteranos no eran suficiente mayoría para impedir que se
aprobase, se limitaron a expresar su solemne protesta: desde este día se aplicó a los
luteranos alemanes el nombre de “protestantes”.
4.3.2 Intentos de Carlos V por conseguir la sumisión de los luteranos
4.3.2.1
Convocatoria de la Dieta de Augsburgo. En 1530, Carlos V acude a
Alemania y convoca la Dieta de Augsburgo. El ambiente era tenso. Desde hacía
tiempo inminente la guerra civil entre católicos y luteranos, y las dos partes venían
preparándose.
4.3.2.2
La Confesión de Augsburgo. Carlos V pronto se dio cuenta de la
imposibilidad de imponer condiciones, pero también de que sus adversarios estaban
divididos. Invitó a los protestantes a presentar por escrito su
doctrina. Este documento fue la “Confesión de Augsburgo”,
redactada por Melanchton. El comentario que hizo de ella
Melanchton ante la Dieta, fue aún más moderado; aseguró
que en materia dogmática no había entre ambas confesiones
grandes diferencias; que los protestantes estaban prestos a
someterse a la autoridad de la Iglesia, a condición de que se
tolerasen sus usos y ritos; declaró, asimismo, tener profundo
respeto a la autoridad del Papa.
El espíritu de reconciliación mostrado por los
negociadores protestantes fracasó por influencias venidas de
fuera: de una parte, las críticas de los puros del partido, que
ni tenían responsabilidades, ni decisiones a tomar, ni temían
las consecuencias de ellas; de otra, la actitud de los príncipes,
que no tenían deseos de volverse atrás, ni de abandonar las
ventajas que esperaban de su adhesión a la Reforma, algunas
Figura 55. Carlos V
de las cuales habían ya obtenido. Rehusaban admitir la
libertad del culto católico en sus Estados, tolerar la misa y los
votos monásticos, pues ello hubiera supuesto el mantenimiento, o la restitución, a la
Iglesia de los bienes secularizados. Algunos, como el landgrave de Hessaron,
abandonaron la Dieta antes del fin de las deliberaciones. Los que se quedaron,
rehusaron firmar el decreto imperial, que confirmaba el edicto de Worms, ordenaba
la restitución a la Iglesia de los bienes confiscados y el restablecimiento de la
jurisdicción eclesiástica, y declaraba absueltos a quienes, en el plazo de un año,
manifestaran, explícitamente, someterse a las decisiones del concilio ecuménico,
cuya convocatoria el Emperador se comprometía a lograr del Papa. Pero el plazo
fijado espiró, sin que ningún protestante se hubiese retractado.
4.3.3 Hacia la Guerra entre Católicos y Luteranos
4.3.3.1
La Liga Protestante de Esmacalda. El fracaso de la Dieta de Augsburgo
pareció acarrear la guerra civil. En febrero de 1531, formaron una liga contra el
163
Capital Austriaca al Noreste del país.
212
Emperador, que tomó el nombre de la pequeña villa de Esmacalda, en Franconia,
donde fue concluida.
Acordada por seis años, los aliados se comprometieron a que si alguno era
atacado o perseguido por causa de la religión, los demás acudirían en su ayuda.
El landgrave de Hesse estaba interesado en lanzar la Liga a la guerra. El
elector Juan Federico de Sajonia, al contrario, mantenía que la Liga era solamente
defensiva. La oposición de ambas tendencias pudo manifestarse en 1532, cuando
los países patrimoniales de los Habsburgo se hallaron de nuevo expuestos al peligro
turco.
Carlos V tenía necesidad de tropas y
4.3.3.2
La Tregua de Nüremberg164.
convocó para ello una Dieta en Nüremberg, en la que, por vez primera, reconoció, no
sin hondo dolor, a sus súbditos protestantes. La ejecución del edicto de Worms fue
definitivamente abandonada y concluyó la tregua de Nüremberg, que definiría la
situación de católicos y protestantes por muchos años; se aceptaba el estado de
cosas existentes y ambas partes se comprometían a mantener una paz inviolable.
4.3.3.3
La Guerra de Nüremberg. La razón profunda de este conflicto radica
en la enemistad entre los Wittelsbach, de Baviera, y los Habsburgo, desatada por la
envidia del duque Guillermo de Baviera, que había sido candidato al título de “rey de
los romanos” y se vio frustrado por la proclamación de Fernando; también
anteriormente había disputado a Fernando el trono de Bohemia. Este doble fracaso
le llevó a aproximarse a los príncipes protestantes con los que concluyó un convenio
en 1531, por el que se comprometían a mantener la protesta por la elección de
Fernando, y a no hacer guerra ni paz, sin acuerdo.
4.3.3.4
La revuelta anabaptista en Münster165. Münster fue proclamada “la
Capital del reino de Dios”, la “nueva Sion”, donde todos los bienes serían
compartidos. Entre febrero de 1534 y junio de 1535 tuvo lugar una gran rebelión.
Expulsaron a los opositores, rebautizaron al resto, proclamaron la comunidad de
bienes e introdujeron la poligamia para multiplicar el “pueblo de Dios”. Esta
insurrección que amenazaba extenderse a otras partes unió a católicos y luteranos.
La ciudad fue asediada y asaltada por las tropas del obispo, ayudado por el
landgrave de Hesse; y los defensores sufrieron una terrible represión.
La autoridad imperial no se manifestó en el asunto de Münster. Mientras
tanto, la Reforma avanzaba apaciblemente y comienzan a mostrarse, en estos años
treinta, infiltraciones en países que parecían bien asegurados, como los Estados
patrimoniales de los Habsburgo, Bohemia y Baviera.
En 1536 se logró, gracias a los perseverantes esfuerzos de Bucero, un
acuerdo teológico respecto a la Eucaristía entre luteranos y sacramentarios: la
“Concordia de Wittemberg”, redactada por Lucero a petición del landgrave de Hess.
Esta Concordia, suscrita por los teólogos protestantes presentes en la asamblea de la
Liga de Esmacalda, celebrada en 1537, contribuyó a hacer más influyente el
luteranismo en Alemania del sur, y a aislar a los suizos.
164
165
Ciudad perteneciente a Baviera al sur de Alemania.
Ciudad de Renania Septentrional al Oeste de Alemania.
213
4.3.4 Los ensayos de acuerdo teológico. La era de los “coloquios”
En 1540, Carlos V se apresta a volver a Alemania. En Francfort reunió a los
delegados de ambos partidos y les hizo firmar un compromiso, para no cambiar el
estatuto religioso del país y no enfrentarse durante quince meses, tiempo en que
calculaba que Carlos V podía estar en Alemania. En este acuerdo se previó la
celebración de un “coloquio” religioso para el año siguiente, a fin de obtener “una
unión cristiana honorable”. Se iniciaba una nueva etapa en las relaciones entre
católicos y luteranos: la búsqueda de una concordia a través de “coloquios”.
Se denominan “coloquios” a las reuniones oficiosas entre representantes
calificados de las dos confesiones, o al menos entre los representantes de los dos
partidos, pues no se trataba solamente de teólogos, a fin de tratar de reducir las
diferencias doctrinales. El Papa rechazó inmediatamente esta idea, recordando que
le pertenecía en exclusiva tomar decisiones en tales materias.
Carlos V, sin
embargo, dio su aprobación a la política de los coloquios, causa a la que ya estaba
ganado su hermano. Naturalmente, entendía que no se trataba de sobrepasar la
autoridad espiritual del Papa, pues se tenía por fiel hijo de la Iglesia, pero esperaba
suministrar una solución, que hasta el momento aquél se había mostrado incapaz de
encontrar.
4.3.5 La Guerra Civil
4.3.5.1
Desavenencias de Carlos V con el Papa. Primeramente surgieron
desavenencias con el Papa. Los problemas entre Papa y
Emperador nacieron de los asuntos italianos. Pablo III
había concedido a su hijo Pedro Luis Farnesio los ducados
de Parma y Plasencia, tierras pontificias, pero feudos del
Milanesado y del Emperador. El Papa deseaba que Carlos
los liberara y los legara a la Santa Sede, a lo que Carlos se
resistía. En septiembre de 1547, Pedro Luis fue asesinado
en Plasencia, víctima de una conspiración, en la que se
sospechaba había participado el gobernador imperial del
Milanesado.
Este grave incidente sucedía cuando el Emperador
creía tener a su vez justas quejas del Papa. Este quería
ante todo la reforma disciplinar para atraerse a los
Figura 56. Paulo III
luteranos; el Papa deseaba, primeramente, dejar sentadas
las bases doctrinales de manera clara. El triunfo de este
último criterio apartó totalmente a los protestantes alemanes y descontentó al
Emperador, aunque los acontecimientos de 1546 en Alemania tuvieron concentrada
su atención.
El llamado Interim de Augsburgo,
4.3.5.2
El “Interim de Augsburgo”.
documento redactado, al margen de la Dieta, que se reunía en Augsburgo, sobre un
primer esquema del obispo erasmista Julios Pflug, por una comisión de teólogos,
entre los cuales estaban los españoles Soto y Malvenda, y un protestante, Juan
Agrícola, predicador de la Corte de Joaquín II de Brandeburgo. Se presentó como
“Declaración de su Majestad Imperial sobre la manera de comportarse en materia
religiosa hasta la conclusión del Concilio General”. Era un documento hábilmente
redactado, que mantenía los dogmas del catolicismo, aunque con omisiones y
formulaciones vagas sobre la Misa y la Justificación, pero que en materia de rito y
214
disciplina hacía importantes concesiones a los protestantes, como el matrimonio de
los sacerdotes y la comunión bajo las dos especies a los laicos. Fue publicado el 30
de junio de 1549, como ley imperial.
En la votación del Interim, el duque de Baviera y otros especificaron que se
aplicaría exclusivamente a los países reformados, y que los príncipes católicos serían
libres de prohibir a los protestantes en sus territorios, mientras que los príncipes
luteranos estarían obligados a dejar vivir libremente a los católicos en los suyos. Así,
el Interim no fue una medida de compromiso entre las dos confesiones, como había
sido originariamente concebido, sino solamente un acto de tolerancia respecto a los
reformados, tolerancia, por otra parte, relativa. Además favorecería a la libertad en
el plano religioso, primero; pero también, en el político, pues no hizo sino exasperar
el particularismo de los príncipes contra las tendencias centralizadoras de los
Habsburgo. La Reforma, al exaltar los poderes religiosos de los príncipes, reforzó
sus pretensiones de independencia.
En algunos territorios protestantes se aceptó inmediatamente, pero otros opusieron
prolongada resistencia.
Carlos, en 1548, comenzó a reflexionar sobre su sucesión, y en la
conveniencia de que también los dominios patrimoniales austriacos y el Imperio,
cuando muriera su hermano Fernando, pasaran a su hijo Felipe. Esta idea chocó con
la oposición de Fernando, y sobre todo del hijo de éste, Maximiliano, que simpatizaba
con los protestantes. Parece que, al fin, Fernando accedió a garantizar que, si no
había demasiadas dificultades, haría reconocer a Felipe como rey de los romanos.
Estas negociaciones, aunque secretísimas, llegaron a trascender, y fueron muy mal
recibidas.
4.3.5.3
La conspiración protestante contra el emperador. Este sentimiento,
juntamente con el descontento, en los medios protestantes, por el Interim, la
ambición y maquiavelismo del nuevo elector Mauricio de Sajonia, explican la
conspiración y guerra de 1522,
En la conspiración que se fraguaba quedó claro que no lanzarían hasta tener
seguridad de la ayuda de Francia, que quedó concretada en enero de 1552. Preveía
no sólo el envío de subsidios, sino una colaboración militar francesa.
Mientras estos preparativos de guerra se realizaban en Alemania, en la
sombra, la atención general se dirigía nuevamente hacia Trento, donde el Concilio
había comenzado sus sesiones en mayo de 1551. Se quería esperar, contra toda
esperanza, en la aceptación de los protestantes.
Acudieron algunos teólogos
luteranos, de Sajonia y Würtenberg, pero sostuvieron la tesis de que todos los
acuerdos tomados en sesiones anteriores tenían que ser revisados.
En la primavera de 1552, Mauricio de Sajonia, desde Hesse166, avanzó a
marchas forzadas hacia el Tirol para sorprender a Carlos V, y apoderarse de su
persona; sin embargo, el Emperador, avisado unas horas antes, en medio de una
tremenda tormenta de agua y nieve, pudo atravesar el Brennero167, portado en silla
por unos pocos fieles, y ponerse a salvo en la pequeña ciudad corintia de Villach.
166
167
Estado al oeste de Alemania.
Paso al norte de Italia.
215
El Emperador aceptó negociaciones, pero puso por condición que fueran a
través de su hermano Fernando, pues él sentía repugnancia en tratar con los
rebeldes.
Las largas negociaciones de Nassau, entre el Elector de Sajonia y Fernando,
concluyeron en un tratado, firmado el 16 de julio de 1552, que sería aprobado por el
Emperador en agosto. Los príncipes obtenían dos cosas: liberación de los dos
príncipes prisioneros desde 1547, y supresión del Interim, es decir, libertad de culto
hasta una próxima Dieta, en la que se trataría del establecimiento de una paz
religiosa. Las ocupaciones bélicas hicieron retrasar la Dieta.
4.3.6 La paz religiosa de Augsburgo
4.3.6.1
Fernando de Habsburgo preside la Dieta. Para regular la cuestión
religiosa, conforme a las estipulaciones de Nassau. La paz religiosa de Augsburgo
(25 de septiembre de 1555) acordaba, ante todo, que “una paz perpetua” debía
reinar entre católicos y protestantes, pues zwinglianos y anabaptistas quedaban
excluidos de este reconocimiento oficial. Se reconocía a los Estados del Imperio, es
decir, a príncipes, ciudades y caballeros dependientes de forma directa del
Emperador, libertad de elección de religión, y su decisión sería ley para todo el
territorio sometido a su autoridad.
4.3.6.2
Reconocimiento de derechos a los príncipes protestantes.
Los
miembros de la pequeña nobleza y los simples súbditos estaban obligados a aceptar
la voluntad de su soberano en materia religiosa, pero les fue reconocido, salvo en los
Países Bajos, el derecho de emigrar, sin perjuicio a su honor, a sus derechos, ni a
sus bienes.
La jurisdicción eclesiástica de los obispos pasó, en los territorios protestantes,
al soberano del país. Respecto a los bienes de la Iglesia, los protestantes debían
conservar todas las fundaciones, conventos e iglesias que tenían en su poder desde
la época del tratado de Nassau (1552). El tribunal de la Cámara Imperial tendría
una composición paritaria.
Era una solución jurídica original que se mantendría en vigor sesenta y tres
años, hasta 1618. Se admite la libertad de conciencia para los príncipes, pero no
para los súbditos. La fórmula “cujus regio, ejes religio”, no consta en el texto del
tratado, fue acuñada más tarde por el canonista luterano Joachim Stephani, en sus
Instituciones Juris Canonici (1599), y se inspiran en los artículos 10 y 11 del tratado,
que conceden al príncipe, en tanto que jefe religioso, el derecho a imponer la religión
a sus súbditos. Pero a partir de esta paz, el príncipe gozará de estas prerrogativas
religiosas como consecuencia de su soberanía temporal, es decir, como un derecho,
que en nada se asemeja a tradición católica.
4.3.6.3
La cuestión de la “reserva eclesiástica”. Pero quedaba una grave
cuestión –vital para la Iglesia Católica- por resolver: la del príncipe eclesiástico que
se pasara a la Reforma. Según el tratado podía hacerlo, pero los católicos querían
evitar que esta decisión fuera consecuencia del capricho, y para ello establecer
algunas normas que salvaran, en tal caso, los bienes eclesiásticos de la
secularización. Esta cuestión fue ásperamente tratada. Los reformadores sabían
muy bien que el interés era uno de los móviles que empujaban a los príncipes a
adherirse a la Reforma, y rechazaban una propuesta de esta índole. Fernando, como
presidente de la Dieta, impuso la cláusula de “reserva eclesiástica”: si un obispo o un
216
abad pasaba a la Reforma, se veía obligado a abandonar los bienes sobre los cuales
tenía jurisdicción. Los protestantes no querían aceptarla, pero no estaba la situación
para una nueva guerra.
Fernando consiguió su aquiescencia mediante una
contrapartida: que los estamentos, representados en el “Landtag” o Dieta territorial,
debían garantizar a los caballeros, ciudades y comunidades evangélicas la libertad de
su religión en los territorios eclesiásticos. Esta concesión de última hora no se
incluyó en el tratado; fue, bajo el nombre de “Declaratio Ferdinandea”, una promesa
personal de Fernando; en el futuro, dependía de sus sucesores aplicarla o no.
4.3.7 La reforma en los países escandinavos y bálticos
4.3.7.1
Suecia. La introducción de la Reforma en Suecia está ligada a la crisis
de su independencia del dominio político de Dinamarca. Un noble, Gustavo I Vasa,
consiguió independizar el país de la dominación danesa y ser reconocido rey de junio
de 1523.
Desde 1519, las doctrinas luteranas se habían introducido por la predicación
de un clérigo, Olor Petersson, que había estudiado en la universidad de
Wittenmberg.
Desde el punto de vista doctrinal y de disciplina, se adoptaron los principios
luteranos. Pero en Suecia se conservó la jerarquía, aunque los nuevos obispos
fueron llamados “ordinarii”; además se mantuvo la ordenación sacerdotal, la “misa
sueca” y los ritos y ceremonias católicas, celebrándose las fiestas de la Virgen y de
los Santos. Muchos de estos usos irían desapareciendo, pero solamente cuando su
supresión pudo llevarse a cabo sin riesgo de turbar a las almas. La Dieta de Upsala
(1593) proclamaría al luteranismo religión del Estado, aceptando formalmente la
“Confessio Augustana” de 1530.
4.3.7.2
Dinamarca.
En Dinamarca, las doctrinas luteranas habían sido
introducidas tempranamente por Juan Tausen, un monje que había estudiado en la
Universidad de Wittenberg.
4.3.7.3
Noruega. La Reforma encontró cierta resistencia, en parte por razones
nacionales. La oposición contra la Reforma y contra la dominación danesa fue
dirigida por el arzobispo de Trondhjem. Al ser vencido, en 1536, se impuso el
luteranismo como religión de Estado. Lo mismo sucedió en Islandia.
4.3.7.4
Expansión del luteranismo por el Báltico. El luteranismo se introdujo
también rápidamente en los territorios asomados al mar Báltico entre la Fístula y
golfo de Finlandia. Pero el paso decisivo en estos países lo darían los grandes
magnates eclesiásticos: los Caballeros de la Orden Teutónica y los Porta-Espada.
4.3.8 La reforma protestante en otros países
4.3.8.1
España e Italia. En España, la Iglesia había experimentado una
reforma disciplinar desde los tiempos de los Reyes Católicos, y la jerarquía
eclesiástica, en general, mantenía el sentido de sus obligaciones pastorales. En
Italia, el desarrollo del protestantismo no parecía imposible, dado que estaba
amenazada desde el norte, sobre todo, por infiltraciones luteranas, zwinglianas y
calvinistas; por otra parte, existía un fuerte sentido crítico frente al Papado. La
influencia del español Juan de Valdés, erasmista notorio, que para escapar de la
Inquisición huyó y se instaló en Nápoles en 1533, creó un pequeño foco erasmista.
217
En 1542, Paulo III aceptó la creación del Tribunal de la Inquisición, que cortó de raíz
este peligro.
4.3.8.2
Francia. En los años treinta, el movimiento reformador no tiene en
Francia cabeza visible.
Las doctrinas luteranas se difundieron sin mayor
inconveniente, hasta alcanzar tono de provocación en octubre de 1534: una serie de
carteles que criticaban duramente la Misa, aparecen simultáneamente en París,
Orleans, Tours, Blois y hasta en las puertas de la cámara real. Este hecho adquiere
entonces el carácter de cuestión de Estado, y Francisco I actúa en rigor. Algunos
luteranos fueron condenados a la hoguera y sus principales cabezas huyeron al
extranjero. Es el momento en que Calvino, en Basilea, se erige en abogado de los
reformadores perseguidos y publica su Institución Cristiana, precedida de una carta a
Francisco I. Pero éste volvió a la política de moderación; por el edicto de Coucy
(julio 1536) suspendía la persecución contra herejes y permitía a los exiliados volver
a Francia, a condición de abjurar de sus errores. La guerra contra Carlos V prolongó
esta política, que los “reformados” aprovecharon para acentuar el protestantismo.
4.3.8.3
Los Países Bajos. En los Países Bajos el luteranismo se propagó
lentamente. Tuvo alguna extensión en las provincias más septentrionales, mucho
menos en las demás. Sin embargo, el ambiente era propicio por las deficiencias del
clero y la difusión de la imprenta. Carlos V extendió a los Países Bajos el edicto de
Worms, contra Lucero.
La Inquisición de los Países Bajos era una institución medio eclesiástica,
medio política, que la diferencia tanto de la española como la romana. La legislación
contra la herejía en los Países Bajos “fue la más implacable de Europa”, pero esto
sólo es verdad si se consideran los edictos, que nunca fueron aplicados
estrictamente; en primer lugar, porque las penas eran muy severas, y también
porque la penetración de las ideas desde Alemania era frecuente, en un país con
extensas relaciones comerciales con Alemania, Inglaterra y Francia. Además, la
opinión pública no era partidaria del castigo en materia religiosa.
4.4.
LA REFORMA EN INGLATERRA
4.4.1 Situación de la Iglesia en Inglaterra
4.4.1.1
La política del Cardenal Wolsey. En Inglaterra, la Corona no era por
tradición antipapal. Como la Iglesia era propietaria de un
quinto a un tercio de la tierra, y como los eclesiásticos
disfrutaban de especiales prerrogativas y derechos en
materia de justicia, y estaban exentos del pago de
impuestos, el rey no podía gobernar y controlar el clero
eficazmente, al menos que usara los teóricos poderes
supremos del Papa.
Figura 57. Cardenal
Wolsey
Interesaba pues, al rey de Inglaterra estar en
buenas relaciones con Roma. El cardenal Wolsey, canciller
de Enrique VIII es un ejemplo de esta política. Ministro
principal desde 1514, cardenal desde 1515, canciller desde
esta misma fecha hasta su muerte, en 1529, concentraba
toda la autoridad política en el Estado. Pero para dominar
a los obispos y a las órdenes religiosas, necesitaba también
de la autoridad papal. Desde 1518 obtuvo la facultad de
218
legado papal, cuyos poderes le fueron renovados y ampliados sucesivamente. Esta
situación de legado papal permanente es muy rara. Wolsey aseguró estos poderes
con la disculpa de que eran necesarios para la reforma de la Iglesia, que se limitó a
“visitas” a algunas órdenes religiosas y a ciertas disposiciones concernientes a la
enseñanza eclesiástica. Wolsey fue ministro todopoderoso, único intermediario de la
Iglesia de Inglaterra con Roma. Esta particular situación contribuyó a facilitar la
ruptura, la supresión de los lazos con Roma, pues Inglaterra se había acostumbrado
a esta jurisdicción suprema.
Su autoridad se hizo impopular, especialmente por sus exacciones de dinero,
que aumentaron las quejas de los laicos contra el poder clerical, y en consecuencia,
contra el Papa. Liberarse de la interferencia papal sería una aspiración de muchos
laicos, y aun del clero. Por otra parte, las ideas de Wyclif, que había sostenido que
los bienes de la Iglesia eran propiedad nacional, y las predicaciones de los
“lollardos”, que consideraban al Papa como Anticristo, habían dejado su huella. En
1511 un Sínodo, en Londres, tuvo que ocuparse de los “lollardos”: hubo arrestos y
condenados a muerte.
4.4.1.2
Enrique VIII, monarca del Renacimiento.
Enrique VIII, fue considerado por los humanistas de su
tiempo como el prototipo de los príncipes renacentistas,
destinado a realizar una reforma de la iglesia inglesa en la
línea erasmista.
Opuesto decididamente a Lutero.
El
tratado Assertio Septem Sacramentum (1521) salía al paso
de la doctrina expuesta por Lutero en su De Captivitate
Babilónica Ecclesiae, que negaba varios sacramentos.
Enrique lo había dedicado al Papa como “signo de su fe y
amistad”. Durante los años siguientes se mantuvo en esta
actitud. En los años de 1520 nadie hubiera podido prever
que Inglaterra pasaría a la Reforma, y que lo sería
precisamente arrastrada por su rey, el “Defensor de la Fe”.
4.4.2 La Cuestión del Divorcio de Enrique VIII
Figura 58. Enrique VIII
4.4.2.1
El peso de la cuestión sucesoria. Enrique se había casado en 1509, a
los 18 años, con Catalina, hija de los Reyes Católicos. En dieciocho años de
convivencia, de los seis hijos nacidos sólo sobrevivió la princesa María, futura reina.
Aunque no existía ley sálica en Inglaterra, y nada se oponía a que las mujeres
reinasen, en la práctica no se consideraba oportuno que ocupara una mujer el trono.
No existía precedente.
4.4.2.2
Las inquietudes del Rey. Ana Bolena. A este motivo, realmente
importante, se añadió, desde 1527 otro, que pesaría en mayor medida aún en la
mente del rey: la pasión hacia una dama de la reina, Ana Bolena, elegante y
refinada. Ana rehusó entregarse sin obtener la consideración de la reina. El
cardenal Wolsey persuadió al rey para que solicitara al Papa una declaración de
nulidad de su primer matrimonio.
Parece indudable que la sucesión le preocupaba hondamente a Enrique y, en cierto
modo, explica sus brutales procedimientos.
4.4.2.3
Petición de anulación del matrimonio con Catalina. Juntamente con el
primado de Canterbury, Warham, le citaron en 1527, a presentarse ante un tribunal
219
eclesiástico. Los jueces declararon que el matrimonio del rey podía disolverse. Se
enviaron a Roma personas de confianza para conseguir la declaración de la nulidad
del matrimonio con Catalina y dispensa con vista al casamiento con Ana Bolena.
Pero aparte de que lo que Enrique pedía carecía de fundamentos canónicos,
el momento no era el más propicio, pues el Papa estaba prisionero de Carlos V.
Clemente VII concedió, en diciembre de 1527, la dispensa de ilegitimidad, a causa
del parentesco, en caso de nulidad del primer matrimonio.
Esperaba,
probablemente, que con la dilación se enfriara la pasión del rey. Pero Wolsey seguía
insistiendo, denodadamente, que el tribunal actuara en Inglaterra, para evitar las
presiones de Carlos V. Al fin logró que Clemente VII le concediera poderes,
juntamente con el cardenal legado extraordinario, Capeggio, para fallar el caso en
Inglaterra, aunque parece que el italiano llevaba la recomendación de demorar una
sentencia concluyente.
4.4.2.4
Fracaso de la tentativa. El tribunal eclesiástico, presidido por los dos
legados pontificios, Campeggio y Wolsey, abrió el proceso en 1529. Clemente VII
pudo mostrarse más firme en un asunto en el que se había mostrado demasiado
condescendiente. Antes de que el tribunal hubiera dictado sentencia, revocó las
competencias de los dos legados y avocó la causa a Roma. El furor de Enrique VIII
recayó en primer lugar sobre Wolsey, que fue depuesto. Su sucesor en el cargo de
canciller, Tomás Moro, era contrario a las maquinaciones del rey, pero Enrique VIII,
al obligarle a aceptar, le garantizó que dejaría en libertad su conciencia en la
cuestión del “divorcio”.
4.4.2.5
Decisión de Enrique de Anular su Matrimonio.
A partir de este
momento, Enrique VIII va a seguir una nueva política. Decide apoyarse en el
Parlamento, para de este modo, salvarse del reproche de subordinar la política del
reino a su capricho personal. El rey en adelante se serviría del Parlamento para
presionar al Papa.
Primeramente, trató de conseguir de las universidades de Inglaterra y del
extranjero declaraciones favorables a sus propósitos. Solamente la Sorbona dio
informes francamente favorables sobre la nulidad de su primer matrimonio, no
obstante la protesta de cuarenta y tres doctores; las demás universidades
consultadas, no fueron tan explícitas o más bien, se declararon por la validez.
En 1529, en el Parlamento comenzaron la reforma de la administración
eclesiástica. “Praemunire”, concebido en principio para excluir aquellas disposiciones
pontificias que interfirieran los derechos del reino, Enrique VIII se sirvió, bien
aconsejado por el astuto Cromwell, de esta arma arbitraria y vaga, contra los
legistas y clérigos que pudieran oponérsele. Wolsey fue acusado y condenado a la
Torre, tuvo la fortuna de fallecer en el camino.
4.4.2.6
Proclamación de Enrique como Cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Las
“Convocations” o asamblea del clero, de 1531, fueron acusadas de ofensas al
“Praemunire”, por haber juzgado por el derecho canónico en los tribunales civiles. A
pesar de sus protestas, los miembros del clero hubieron de comprar la real clemencia
por 118,000 libras y reconocer al rey como cabeza de la Iglesia (“special protector,
only and supreme lord, as far as the law of Christ allows, even supreme Head”). La
frase “as the law of Christ allows” (en la medida en que la ley de Cristo lo permite),
pretendía garantizar que el rey no ocuparía el lugar del Papa a la cabeza de la Iglesia
de Inglaterra.
220
Pero en el Parlamento, lores y legistas, estaban de acuerdo con el rey para
presionar sobre el Papa y obtener la independencia de la Iglesia de Inglaterra.
Bastarían cuatro sesiones parlamentarias, extendidas entre 1532-1534, para
consumar esta obra de emancipación respecto a Roma, con transferencia a la
Corona de los poderes papales sobre la Iglesia de Inglaterra.
El acta de 1533 que suprimió las apelaciones a Roma, dejaba expedito el
camino para los propósitos del rey. El arzobispo de Canterbury sería el encargado de
dictar la sentencia en el pleito de nulidad del primer matrimonio real.
El
fallecimiento de Warham facilitó las cosas. El nuevo primado, Thomas Cranmer, que
durante su estancia en Alemania como embajador había aceptado el luteranismo,
bendijo el matrimonio secreto (en enero 1533) del rey con Ana Bolena (que estaba
embarazada), y cuatro meses más tarde declaró la nulidad del matrimonio de
Enrique con Catalina y válida su unión con Ana. El 1 de junio, Enrique se casó
públicamente con Ana, que fue coronada como reina de Inglaterra. Ante estos
hechos el Papa aceleró el proceso: en marzo de 1534 se dictó sentencia de validez
del matrimonio de Enrique con Catalina, y en julio, Clemente VII declaraba la
excomunión contra Enrique VIII, Ana y Cranmer. Se consumaba así la ruptura con
Roma.
4.4.3 La ruptura con Roma. El Cisma
Al conocer la
4.4.3.1
Organización de la Nueva Iglesia de Inglaterra.
excomunión, Enrique VIII comenzó a organizar la nueva Iglesia de Inglaterra. Todos
los poderes y recursos financieros de que gozaba el Papa en Inglaterra se
reintegraron al rey. Los obispos serían elegidos por los cabildos pero el rey recababa
la facultad de “indicarles” las personas dignas de su confianza. Una ley especial
sobre materia de herejía dispuso que en adelante las palabras o actos contra el Papa
no serían considerados heréticos.
4.4.3.2
Actitud del clero. La situación de Inglaterra era propicia para el Cisma.
No encontró ninguna resistencia en el pueblo. El clero, acostumbrado de tiempo
atrás a un “catolicismo estatal”, se había sometido desde 1532 a los dictados reales
y no opuso especial resistencia. Los obispos tampoco tuvieron repugnancia en
aceptar el Acta de Supremacía. Igualmente, el clero secular prestó el juramento en
masa.
Las órdenes religiosas se sometieron más fácilmente de lo que se esperaba.
Solamente resistieron los franciscanos de estricta observancia y los cartujos. La
oposición de los franciscanos fue general, y sus siete monasterios fueron clausurados
y buen número de religiosos expulsados, otros apresados y no pocos martirizados.
4.4.3.3
Resistencia del Obispo Fisher. Había formado parte del consejo de
Enrique VIII, y había sido el defensor de Catalina en su proceso. Cuando se le
conminó a jurar el Acta de Sucesión, rehusó hacerlo, pues no podía en conciencia,
aceptar una frase de ella que aprobaba, indirectamente, el Acta de Supremacía, es
decir, la supresión de la autoridad pontificia. Por ello fue encerrado en la Torre.
4.4.3.4
Actitud de Tomás Moro. El mismo día entraba en ella también Tomás
Moro. No pudo ocultar su disgusto cuando en enero de 1531, la “Convocation”
declaró al rey cabeza de la Iglesia y, sobre todo, cuando en mayo de 1532, aquél
obtuvo la sumisión del clero. El día siguiente solicitó su dimisión. Desde entonces
221
vivió en su retiro de Chelsea, casi en la miseria. Como Fisher, Moro aceptaba una
parte del juramento, la que no se refería a la supresión de la autoridad pontificia.
Durante el tiempo que Moro y Fisher pasaron en prisión se intentó vencer sus
escrúpulos con todos los medios. Pero Enrique VIII se obstinó en recabar el
juramento. Dudó, cierto tiempo, en condenarles a muerte, pero, enojado por lo que
consideraba traición y terquedad, impulsó al Parlamento a votar el “Acta de
Traiciones”, que, a partir de febrero de 1535 consideraba delito de alta traición a la
corona el no reconocer al rey, a la reina y herederos, las dignidades y títulos que
poseían.
Fisher subió al cadalso después de catorce meses de prisión, en junio de
1535. Tomás Moro le siguió quince días más tarde. Enrique VIII fue considerado en
todas partes como un tirano abominable, calificativo que subió de tono cuando al año
siguiente la misma reina Ana fue añadida a la lista de víctimas bajo la acusación,
injusta, de adulterio.
4.4.3.5
Supresión de los Monasterios. La supresión de los monasterios y la
secularización de sus bienes se consumó dos años después de la declaración del
cisma, en 1536.
La mayor parte de los monjes aceptaron el Acta de
Supremacía, y se les respetó la vida monástica y sus
bienes. En 1535, Cromwell recibió el encargo de “visita
general de los monasterios. Se trataba de elaborar una
encuesta sobre los bienes y la situación de cada
monasterio, y procurar animar a los religiosos y monjes, a
que, voluntariamente, abandonaran la vida monástica.
Un acta del Parlamento, votada en 1536, declaró
disueltos los monasterios pequeños, cuya renta fuera
inferior a doscientas libras anuales.
Se actuaba con
Figura 59. Cromwell
premeditación; la supresión quería hacerse por etapas.
Esta disposición cerró 327 monasterios, algo menos de la
mitad de los del país.
Los grandes monasterios siguieron la suerte de los pequeños.
Desde
noviembre de 1537, comenzaron a “entregarse”, esto es, a disolverse pacíficamente
a la invitación de los comisarios reales. En este caso se les aseguraron pensiones
vitalicias. La última abadía se entregó en marzo de 1540.
En Inglaterra, con los bienes de las más ricas abadías se fundaron nuevos
obispados, para cuyas sedes y cargos relevantes de las respectivas catedrales, se
nombró a antiguos monjes. Otra parte de los bienes monásticos fue dedicada a la
fundación de colegios universitarios, en Oxford y Cambridge, y escuelas municipales,
que sustituyeron a las monásticas.
No fueron los nobles los que más se aprovecharon de las secularizaciones,
sino los miembros de la burguesía y de la administración, convertidos en prósperos
granjeros.
222
La disolución de los monasterios, aun cuando favoreciera a escuelas,
hospitales e instituciones benéficas, constituyó, en conjunto, una grave pérdida para
el arte y la cultura. Las obras de arte (retablos, púlpitos, órganos, etc.) y los libros
de las bibliotecas, en parte pasaron a centros del Estado, pero la mayoría fueron
vendidos en subasta, lo que constituyó una excelente ocasión para coleccionistas y
especuladores. Muchos libros y manuscritos, imágenes de Nuestra Señora y de los
Santos, así como preciosos relicarios, fueron destruidos o quemados.
4.4.4 Profesión de fe de la Iglesia Enriquina
4.4.4.1
Conservadurismo religioso de Enrique VIII. Enrique VIII creía que la
ruptura con Roma no tenía por qué alterar la doctrina ni el culto de la Iglesia en
Inglaterra.
Pero la reforma institucional y el ejemplo del norte de Europa
favorecerían la penetración de ideas protestantes. Los dos hombres que gobernaron
el país, juntamente con el rey, Cromwell, vicerregente de asuntos eclesiásticos, y
Cranmer, arzobispo de Carterbury, se habían inclinado al luteranismo.
4.4.4.2
La confesión de los Seis Artículos. La primera confesión de fe, la
llamada “Confesión de los Diez Artículos”, impuesta a clérigos y segregares por
mandato de Cromwell, consideraba que las fuentes de la fe eran las Escrituras y los
tres primeros símbolos; sostenía que la justificación era doctrina aceptable; suprimía
las indulgencias; conservaba solamente tres sacramentos (Bautismo, Penitencia y
Eucaristía), aunque mantenía la transubstanciación eucarística. Las ceremonias y
ritos católicos continuaron intactos.
Era pues una confesión sustancialmente
católica, pero con algunas concesiones a las ideas luteranas.
En abril de 1539, se convocó al Parlamento y a los Sínodos para acordar una
confesión dogmática. Tras prolongados debates se acordaron los “Seis Artículos”,
que constituyó un triunfo de los obispos católicos.
4.4.4.3
Afirmación de la doctrina católica. El “Acta de los Seis Artículos”,
promulgada en 1539, rompía con las concesiones formales al luteranismo y volvía a
la pura ortodoxia católica.
Imponía severas sanciones a quien negase la
transubstanciación, la misa privada, la confesión auricular, los siete sacramentos y el
celibato eclesiástico. Cranmer hubo de enviar a su mujer a Alemania. Cromwell,
que para buscar alianza luterana, había propuesto el matrimonio del rey con su
cuarta esposa, Ana de Cleves, fue ejecutado como traidor y hereje. Si Cranmer
sobrevivió a esta nueva situación fue porque se le consideró instrumento útil.
En 1543 se hizo una revisión de la Confesión de fe de 1539. En ella, la
doctrina católica estaba expresamente precisada y desarrollada, y recomendaba la
veneración a la Virgen y a los santos. En 1546 se prohibió al pueblo la lectura
privada de la Escritura. Las persecuciones de luteranos prosiguieron hasta la muerte
del rey.
La Reforma realizada por Enrique VIII era más bien un cisma, no una herejía,
aun cuando las variaciones doctrinales e indecisiones hubieran dado lugar a la
entrada de ideas protestantes en algunos sectores ilustrados. Enrique VIII se dio
cuenta de que no podía confiar en los obispos católicos ortodoxos, pues acabarían
desconociendo la autoridad del rey como cabeza de la Iglesia inglesa. Por ello, a su
muerte, dejó a su hijo rodeado de consejeros protestantes.
4.4.5 La introducción del protestantismo. Reinado de Eduardo VI
223
4.4.5.1
La influencia de Somerset y Cranmer. Cuando murió su padre, el 28
de enero de 1547, Eduardo tenía nueve años. Los seis
años de su reinado presenciarían una revolución religiosa
tan violenta como había sido la revolución institucional de
los años treinta. Apenas enterrado Enrique VIII, el duque
de Somerset, tío del joven rey, se hizo nombrar “Lord
Protector”, se compuso el Consejo de Regencia, y comenzó
a gobernar en nombre de Eduardo. Empezó por derogar
las disposiciones dictadas en el pasado reinado para
reprimir la disconformidad religiosa. Se revocó el “Acta de
los Seis Artículos” y las “Actas de las Traiciones”; se
permitió predicar abiertamente doctrinas protestantes,
destruir o quitar imágenes y cuadros, e imprimir hojas
contra las misas; en febrero de 1549 se autorizó el
matrimonio de los sacerdotes.
Figura 60. Cranmer
La reforma doctrinal y litúrgica se hizo en dos etapas. En la primera se
introdujo un protestantismo moderado, representado por el “Acta de Uniformidad” de
enero de 1549, que abolía la misa en latín y establecía una nueva liturgia. Aunque
figuraba realizada por una comisión de teólogos, era obra personal de Cranmer. Sus
fundamentos doctrinales y la liturgia eran luteranos.
4.4.5.2
Adopción de doctrinas protestantes. Cranmer, que había creído, hasta
1546 en la transubstanciación eucarística, a partir de entonces estuvo muy influido
por las ideas de los sacramentarios suizos, emigrados a Inglaterra. La influencia
mayor sobre Cranmer la ejercía Bullinger, sucesor de Zuinglio en Zurcí, con quien
mantuvo en estos años una correspondencia frecuente. Sin embargo, Cranmer
aceptaba respecto a la Eucaristía una postura intermedia entre la noción sacrificial
católica y el simple acto conmemorativo zwingliano.
A causa de esta ambigüedad, el Libro de Preces de 1549 satisfizo a pocos y
desagradó a la mayoría. Contribuyó a aumentar la indignación contra Somerset. Se
le acusaba con toda razón, de ambicioso y despótico.
Sendas insurrecciones
agravaron su situación.
4.4.5.3
El Arzobispo Cranmer y la influencia “sacramentaria”. La desaparición
de Somerset favoreció la Reforma Protestante, que derivó hacia posiciones más
radicales. El duque de Northumberland era un anticlerical, que emprendió la venta
de las únicas tierras eclesiásticas que quedaban: las de los obispos. El nuevo
gobernante favoreció los propósitos de Cranmer, que promulgó el Libro de Preces de
1552 claramente protestante en su concepción doctrinal, aunque procuraba no
romper con las formas católicas. En la fórmula eucarística: el ritual, se suprimían y
simplificaban muchas ceremonias; se llama mesa al altar, pero se conservaba la
palabra sacerdote; se mantuvo la recepción, de rodillas, de la Sagrada Forma; se
suprimían vestiduras. Un “Acta de Uniformidad” castigaba toda otra forma de culto y
hacía obligatoria la asistencia a los oficios de la Iglesia oficial. En 1553 Cranmer
remataba la obra con “Los Cuarenta y Dos Artículos”, confesión de fe para todo el
clero, de carácter francamente protestante, en la línea de la doctrina suiza de la
Eucaristía.
La Reforma, en tiempos de Eduardo, se hizo a través de actas del
Parlamento; en la época de Eduardo, el Parlamento reclamó y ejerció su derecho de
224
intervenir en la reforma del culto. Se produjo así en Inglaterra en apariencia el
antiguo sistema de gobierno de la Iglesia, es decir, la estructura episcopal, continuó
prácticamente intacto, pero quienes realmente la regían eran los consejeros
estatales, como en Wittemberg, Nuremberg o Zurcí.
4.4.5.4
La cuestión de la sucesión real. A medida que avanzaba el año 1553
parecía evidente que Eduardo VI no viviría mucho tiempo. La heredera legar era su
hermanastra María, hija de Catalina de Aragón, ferviente católica. Northumberland
fraguó una conspiración para excluir a María y coronar a Juana Grey, hija de una
hermana de Enrique VIII, que estaba casada con un hijo del propio Northumberland.
4.4.6 María Tudor y el Fracaso de la Vuelta al Catolicismo
4.4.6.1
Personalidad de la nueva reina. Tenía cuando llegó al trono treinta y
siete años. El matrimonio, en julio de 1554, con Felipe II,
fue, quizá, desde el punto de vista inglés, el acto más
desastroso de su reinado.
No solamente por las
circunstancias de los dos esposos, sino por lo que los
Habsburgo significaban para Inglaterra.
4.4.6.2
Pole, legado papal. El instrumento elegido
para la realización del ardiente deseo de María de restaurar
el catolicismo, fue el brillante cardenal Reinaldo Pole.
Desde su ruptura,
se mantuvo refugiado en Roma,
entregado a la oración y al estudio.
María trataba de inducir al Parlamento a efectuar el
cambio religioso. Aunque opinaba que las leyes dadas
contra el Papa no eran válidas, no tuvo más remedio que
aceptar el consejo de quienes, consideraban que sólo el
Parlamento podía deshacer lo que el Parlamento había hecho.
Figura 61. María Tudor
María, fue coronada el 1 de octubre de 1553 y el Parlamento, en ese mismo
mes, revocó toda la legislación del reinado de Eduardo concerniente a la
Uniformidad, libros de rezos y matrimonios del clero.
Pole fue recibido con gran regocijo popular. El 30 de noviembre de 1554,
quinientos miembros del Parlamento, de rodillas fueron absueltos de desobediencia y
actitud cismática hacia Roma. Seis días más tarde, la “Convocation” se sometió al
legado y recibió también su absolución.
4.4.6.3
Persecución a los protestantes. Cuatro obispos, entre ellos Cranmer,
fueron apresados; unos dos mil clérigos expulsados de sus parroquias y cargos por
estar casados, aunque algunos lo mantenían en secreto.
El tercer Parlamento, en diciembre de 1554, puso de nuevo en vigor las
antiguas leyes contra la herejía. En febrero de 1555 comenzaron las primeras
quemas en la hoguera. En el transcurso de los tres años y medio de reinado, fueron
quemadas 273 personas, de toda condición social, entre ellos Cranmer y los otros
tres obispos presos con él. No es justo reprobar a María de “Sanguinaria”, pues
también los protestantes, como el mismo Cranmer, consideraban lícitas y
convenientes las quemas de herejes.
225
4.4.6.4
Fracaso de la restauración católica. María y Pole murieron el mismo
día 17 de noviembre de 1558; ambos con la conciencia de haber fracasado. Habían
estropeado la posibilidad de que la Iglesia de Inglaterra volviera a aceptar la
dirección de Roma. La nueva reina Isabel, hija de Ana Bolena, cualquiera que fuera
su religión se encontró abocada a encabezar la facción protestante. En el verano de
1559, las actas de Supremacía y de Uniformidad rompían nuevamente los lazos con
Roma, restauraban la soberanía suprema del gobierno inglés y volvían a imponer el
Libro de Rezos protestante.
4.5
LA REFORMA EN SUIZA Y ALSACIA. LOS SACRAMENTOS
4.5.1 La Reforma en Zurich
4.5.1.1
Formación de Zuinglio. En la Confederación suiza, se introdujo la
Reforma Luterana en la forma que generalmente había conseguido en las demás
ciudades libres del Imperio.
Figura 62. Ulrico
Zwinglio
Zurich fue la ciudad donde comenzó primeramente
este proceso y fue obra de Ulrico Zuinglio (1484-1531).
Zuinglio era un apasionado admirador de la filosofía de la
Antigüedad y, desde años atrás, había leído con mucho
interés a Erasmo. Era menos espiritual, más intelectualista
y también más pesimista respecto a la naturaleza humana.
Su concepción religiosa, si bien basada en la Biblia, había
tomado muchos elementos filosóficos de Platón, Aristóteles y
Séneca. “Zuinglio toma de Cicerón su definición de Religión
y debe también a la Antigüedad la idea de patria, tan fuerte
y viva, que le conducirá a desempeñar un papel político y
nacional”168.
No concedía especial importancia a la justificación
por la fe; lo que defendía era, más bien, una predestinación divina por la que Dios
mantenía a sus elegidos y les daba la gracia para obedecer a su ley. No veía en las
Sagradas Escrituras fundamento alguna para sostener una salvación objetiva.
4.5.1.2
Zuinglio y la Reforma en Zurich. Zuinglio, que contaba ya con el
apoyo total de las autoridades municipales, desarrolló su programa reformador.
Primeramente fue abolida la misa en latín y se quitaron las imágenes de los altares
de las iglesias. El Jueves Santo de 1525, se introdujo en el oficio eucarístico o Cena
la nueva liturgia. Se centraba en la predicación y las lecturas bíblicas en lengua
vernácula, que eran interrumpidas por responsorios entonados por los asistentes; el
pan ácimo y el vino, colocados en una plato y una copa, sobre una mesa, en el
centro de la Iglesia, se “consagraban” con la mayor simplicidad, y, los ministros, con
sus ropas laicales, los repartían al pueblo, que permanecía silencioso en su asiento.
Esta ceremonia se celebraba cuatro veces al año: en Pascua, Pentecostés,
Septiembre y Navidad.
4.5.1.3
Cesaropapismo. La Iglesia de Zurich evolucionó hacia un auténtico
cesaropapismo. La ocasión fue la violenta crisis provocada por los “anabaptistas”,
que obligó a Zuinglio a decretar a este “espiritualismo exaltado” como crimen y
merecedor de la muerte y recurrir a las autoridades civiles para mantener el orden.
168
Imbart De La Tour. Historiador.
226
Desde entonces el gobierno ejercido por Zuinglio en Zurich fue realmente una
teocracia. En 1528 hizo instituir un “Consejo Secreto”. Dirigido por el propio
Zuinglio, era el organismo rector supremo de la vida política y religiosa de la ciudad,
que estaban perfectamente ligadas.
4.5.2 La Doctrina Zwingliana
4.5.2.1
Doctrina eucarística. La Doctrina de Zuinglio se basó estrictamente en
la Biblia. Así suprimió todo aquello que no estaba explícitamente en las Sagradas
Escrituras. El formulario de oraciones, lo dejó al arbitrio de ministros e iglesias.
Esta es la razón por la que el contenido doctrinal y el culto de las comunidades
suizas fueron más sencillos.
Zuinglio consideró solamente dos sacramentos, Bautismo y Cena, pero como
signos de la unión entre Dios y el hombre. La Cena del Señor era el memorial de la
muerte de Dios y el hacimiento de gracias por ellos. Pero no creían en la presencia
real de Cristo: el pan y el vino ni siquiera eran vehículos de Cristo presente, sino
meros signos de su presencia.
Zuinglio, que era un racionalista, separaba
tajantemente lo espiritual y lo material, y se resistía a creer que objetos físicos
pudieran ser vehículo de gracias espirituales.
Esta interpretación de la doctrina eucarística indignó a Lutero. El landgrave
Felipe de Hesse preparó, para reconciliarlos, una reunión en 1529 en Marburgo. A
ella asistieron Lutero, Zuinglio, Melanchton, Bucero, Escolampadio y otros teólogos
protestantes. Lutero mantuvo de forma inflexible su creencia en la presencia real;
Zuinglio, Bucero y Escolampadio no se mostraron dispuestos a admitirla.
En 1527, nuevas elecciones
4.5.2.2
La reforma en Berna y Basilea.
permitieron a partidarios de la Reforma conseguir mayoría en el seno del gran
Consejo de Berna, e imponerla, en 1528, según modelo de Zurich. Otros cantones
como Basilea siguieron el ejemplo. Esta ciudad era centro humanista importante y
donde en 1521, se había establecido Erasmo.
Allí, Johan Häusgen, llamado
Ecolampadio, un alemán originario de Würtemberg, nombrado pastor de la catedral
desde 1522, había ido extendiendo, con suavidad y tacto las doctrinas reformadores,
frente a la hostilidad de la aristocracia católica y el anabaptismo del pueblo. Con el
apoyo de las autoridades civiles, en 1529, la comunidad de Basilea se orientó a un
régimen semejante al de Zurich.
4.5.2.3
Resistencia de los cantones católicos. Suiza, en 1529, se halló dividida
en dos campos. Cinco cantones (Uri, Schwyz, Unterwalden, Zug y Lucerna), que
permanecían en la fe católica, formaron una liga en Waldshut (1529), y buscaron la
ayuda del católico Fernando de Habsburgo, archiduque de Austria. Por su parte
Zuinglio quiso hacer de éste cabeza de una confederación de cantones suizos y
ciudades alemanas meridionales, apoyados en los príncipes luteranos del Imperio.
Para afianzarla, Zuinglio preparó el fracasado encuentro en Marburg; se recordará
también que las diferencias eucarísticas entre “sacramentarios” y luteranos serían
ahondadas en 1530 en la Dieta de Augsburgo. Cuando la guerra parecía inminente,
llegó a pactarse un acuerdo por el que la situación religiosa de los territorios súbditos
se decidiría por la mayoría, y los católicos abandonarían la alianza austriaca. Pero
este acuerdo no era más que un armisticio, y en términos mal definidos. Zuinglio
estaba decidido a formar una Confederación Helvética, unida y consolidada por la
misma religión, bajo la dirección de Zurich y Berna, y para ello usar de la fuerza para
integrar a las “bailías comunes”.
227
Muy pronto resurgió el conflicto, atizado por Zuinglio, en Valentina, pero ni Berna ni
siquiera su propio cantón Zurich le apoyaron decididamente. Enfrentados a fuerzas
más numerosas, los partidarios de Zuinglio sufrieron en Kappel una tremenda
derrota, y en la batalla murió el propio jefe. Esta derrota fijó la frontera religiosa en
la Confederación Helvética por más de tres Siglos.
4.5.2.4
Bullinger, Sucesor de Zuinglio en Zurich. Si
a la muerte de Zuinglio (y de Ecolampadio, en el mismo
año), no desapareció en Zurich la Reforma fue debido al
joven Heinrich Bullinger.
Se esforzó ante todo por
mantener la unidad y el equilibrio entre los diversos
poderes. Trabajó también, esforzadamente, en reconciliar
a los reformados europeos, divididos pro la doctrina
eucarística. En 1536 animó a Zurich a firmar, con las
demás ciudades reformadas suizas, la primera “Confesión
Helvética” que definía una fe común.
También pudo
concluir con Calvino, en 1549, el “Concensus Tigurinus”
acuerdo que contribuyó a aproximar a las iglesias
zwinglianas y calvinistas.
4.5.3 La Reforma en Estrasburgo. Bucero
Figura 63. Heinrich
Bullinger
4.5.3.1
Las primeras predicaciones Luteranas. En Estrasburgo se desarrolló
una comunidad reformada original, en parte, pro la personalidad de Bucero, en parte
también porque los “reformadores” pudieron actuar de acuerdo con las autoridades y
con el pueblo. En la primavera de 1523, invitados por el Primer Magistrado, llegaron
Wolfgan Köpfel, llamado Capitón, y Martín Búster, denominado Bucero, que
inflamaron la ciudad con sus sermones “en el sentido auténtico” de las Escrituras.
Por decisión del Consejo, los párrocos fueron sustituidos por predicadores
reformados, con los que la doctrina y la liturgia luteranas fueron imponiéndose
progresivamente. Estrasburgo figuraba ya como ciudad “protestante” en la Dieta de
Espira de 1529.
4.5.3.2
Bucero y la organización de la comunidad reformada. Ya en 1518,
siguió a Lutero, se casó y fundó en Wissemberg una iglesia luterana, que pronto tuvo
que abandonar. En Estrasburgo, influido por anabaptistas y “sectarios”, se orientó
hacia la concepción sacramentalista y manifestó también una mayor inclinación
social que Lutero. Desde 1527 había creado escuelas en todas las parroquias, donde
se enseñaba públicamente el catecismo. En 1533 reunió en Estrasburgo el primer
sínodo, que elaboró una constitución eclesiástica. Uno de sus órganos eran los
administradores de la Iglesia encargados de la disciplina eclesiástica, aunque laicos,
y en números de tres. Formaban parte también de la “Asamblea Pastoral”, que se
reunía cada quince días para establecer normas pastorales. En 1538, para la
formación de los pastores, se creó un Gimnasio o Escuela Superior, cuyo primer
rector fue el teólogo Juan Sturm. La Concepción de la iglesia de Estrasburgo, influyó
de manera determinante en Calvino, que residió allí, por espacio de casi cuatro años,
en dos ocasiones, como pastor de la comunidad francesa reformada.
4.5.3.3
Imposición del “nterim” y expulsión de Bucero. Estrasburgo jugó un
papel importante en la cuestión religiosa que dividió al Imperio. En la Dieta de
Augsburgo de 1530, juntamente con las ciudades de Constanza, Lindau y
Memmingen, presentó la “Confesión Tetrapolitana”, situada a medio camino entre
228
Lutero y Zuinglio, que preconizaba una piedad muy práctica. También jugó un papel
mediador entre las ciudades reformadas suizas y las alemanas que gravitaban en
torno a Wittenberg. Pero después del desastre de Kappel, Bucero se aproximó a los
luteranos puros y llegó a firmar la Concordia de Wittenberg, por la que se adhería a
la “Confesión de Augsburgo” de 1530. En 1548 Carlos V impuso a Estrasburgo el
“Interim de Augsburgo” y la expulsión de Bucero, que fue llamado a enseñar en
Cambridge, donde ejerció gran influencia sobre la evolución religiosa de Inglaterra.
4.6
LA REFORMA EN GINEBRA. EL CALVINISMO
4.6.1 Situación Político-Social en Ginebra
4.6.1.1
Independencia de la Ciudad. Ginebra no era propiamente “ciudad
libre” ni “ciudad del Imperio”. Pertenecía al Imperio, porque dependía de los duques
de Saboya que ejercían una autoridad vicaria en la ciudad.
Estaba regida por varios “Consejos”, cuyos miembros se reclutaban entre los
burgueses.
Los principales eran un “Pequeño Consejo” y un “Consejo de los
Doscientos”.
En algunas circunstancias graves se reunían el conjunto de los
ciudadanos, que formaban el “Consejo General”. El poder ejecutivo correspondía a
los “Síndicos”, oficiales municipales designados por los Consejos. Este complicado
sistema, que suponía un perfecto entendimiento entre los tres poderes comenzó a
deteriorarse a comienzos del reinado de Carlos V, y en el momento en que surgía la
Reforma de Lutero, aunque sin relación directa con ella. Desde 1518 los burgueses
de Ginebra, descontentos con el absolutismo del duque Carlos III de Saboya,
trataron de independizarse, para lo cual se aproximaron a sus vecinos de los
cantones de Friburgo y Berna.
Como las ideas reformadoras, que entonces
comenzaban a extenderse por Suiza, contenían en alguna manera un sentimiento de
libertad y democracia, sirvieron para apoyar este sentimiento. Contando con la
protección de Berna, el cantón más poderoso de la Confederación, Ginebra obtuvo,
en 1530, un tratado por el que el duque se comprometía, en adelante, a respetar las
franquicias de la ciudad, es decir, prácticamente a reconocer su independencia. En
1535, una guerra entre Berna y Saboya, puso fin, definitivamente, a la dominación
saboyana sobre Ginebra.
El obispo se sintió incapaz de oponerse a la presión, que de todas partes
ejercían sobre Ginebra para ganarla a la causa de la Reforma. El 21 de mayo de
1536, el Consejo General, reunido especialmente para resolver la cuestión, decidió
abolir la misa, lo que significaba la implantación oficial de la Reforma.
4.6.2 Primera Estancia de Calvino en Ginebra (1536-1538)
4.6.2.1
Calvino, su evolución religiosa. Juan Calvino
nació en Picardía. Estudió, primeramente en París, en el
Colegio de Montaigu y después derecho en Orleans y en
Bourges.
En Orleans tuvo estrechas relaciones con un
hermano suyo, pasado a la herejía, y, sobre todo, con los
luteranos Melchor Colman y Pierre Robert que debieron influirle
espiritualmente. En todo caso parece que su “conversión” fue
más bien un proceso largo.
En 1531 le atraía más el
humanismo de Erasmo que el reformismo de Lutero.
Parece que puede datarse su “conversión” hacia 1533.
Figura 64. Juan
Calvino
229
El día de Todos los Santos de este año, en la inauguración de curso en la Sorbona, el
rector Nicolás Cop, leyó un discurso en el que se exponía explícitamente la doctrina
de la justificación por la fe. El discurso, al parecer, había sido redactado con la
colaboración de Calvino y el Parlamento ordenó el arresto de ambos. Calvino tuvo
que huir precipitadamente, y refugiarse en Angulema, en casa de un amigo, el
canónigo Luis de Tillet, simpatizante con el “evangelismo”. En este retiro forzoso
debió escribir los primeros capítulos de su Institución Cristiana. Las ideas fueron
madurando en sus frecuentes viajes a Nérac y más tarde a Ferrara y a Basilea,
donde pudo trabar contactos con conocidos reformadores.
4.6.2.2
La “Institución Cristiana”. En Basilea, en 1536, a sus 27 años, publicó
la primera edición de la Institución Cristiana, breve compendio de la “doctrina
evangélica”, a la vez que una defensa de los protestantes francés, dedicada al rey
Francisco I. Su teología, aunque tiene puntos en común con el luteranismo y la
doctrina zwingliana, se aparta sensiblemente de ellas. Sucesivamente Calvino fue
aumentando y retocando esta obra: la edición de 1536 tenía seis capítulos; la de
1539, de Estrasburgo, diecisiete; y la última, la de 1559-1560, ochenta, y era ya un
extenso tratado dividido, en cuatro libros, escrito en lenguaje sencillo, dialéctico y
muy preciso.
4.6.2.3
Los primeros intentos de la reforma en Ginebra. Farel169 y Calvino
comenzaron a establecer la comunidad reformada ginebrina. Calvino se encargó de
redactar los fundamentos legales. Farel continuará en su tarea de predicador. En el
transcurso de 1536-1537 Calvino redactó una Disciplina, un Catecismo y una
Confesión de fe, que debían acatar todos los habitantes so pena de extrañamiento.
Pero la rigurosa organización y disciplina preconizadas por Calvino, no
hallaron buena acogida en algunos sectores. Pronto surgió una división entre los
seguidores de Calvino y Farel, y los simpatizantes con la modalidad litúrgica de
Berna. Hubo tensiones y finalmente, ante la negativa de Calvino de ceder un poco
en sus ideas, el consejo General, en el que, desde las nuevas elecciones,
predominaban enemigos suyos, decidió expulsarles de la ciudad (mayo 1538).
4.6.2.4
Expulsión de los reformadores. Mientras Farel va a establecerse en
Neuchatel170, y se dedica a organizar esta iglesia, Calvino se refugió en Estrasburgo,
llamado por Bucero para encargarse de la dirección espiritual de la comunidad
reformada francesa. Allí contrajo matrimonio, adquirió una experiencia pastoral y
pudo madurar sus ideas respecto a la estructura eclesiástica.
4.6.3 El retorno de Calvino y la reorganización de la iglesia ginebrina
4.6.3.1
Cambios en el gobierno municipal de Ginebra171. Entre tanto, en
Ginebra, las circunstancias habían cambiado. Desde finales de 1540 los partidarios
de Calvino obtuvieron mayoría en el Consejo, y pidieron el regreso del reformador.
Calvino exigió a las autoridades el restablecimiento de aquella Disciplina cuyo
rechazo le había obligado a marchar. Sólo cuando las asambleas locales aprobaron
Calvino entró en Ginebra.
169
Guillermo Farel. Antiguo discípulo de Lefevre d’Etaples; perteneciente al “grupo de Meaux”. Instaba a
Calvino a organizar con él la Iglesia ginebrina.
170
Oeste de Suiza; la division administrative es fronteriza con Francia; la ciudad está arriba del lago con el
mismo nombre.
171
Oeste de Suiza; arriba del lago de Ginebra.
230
Su primera tarea fue la organización de la Iglesia. Calvino se preocupó
esencialmente de la organización y disciplina eclesiásticas.
Sus bases fueron
establecidas en varios textos:
- Las Ordenanzas Eclesiásticas: contienen la reglamentación eclesiástica.
- El Catecismo: es un resumen de la doctrina ye expuesta en la Institución.
- Forma de Rezo
- Cantos Eclesiásticos
La “Forma de rezo” y los “cantos eclesiásticos” codifica los aspectos religiosos
y litúrgicos.
Cuatro eran los ministerios básicos: pastores,
4.6.3.2
Los ministerios.
doctores, ancianos y diáconos.
Los pastores, elegidos por sus semejantes y
confirmados por el Magistrado y la comunidad, eran, ante todo, “gobernantes”, pero
también como tarea la predicación de la palabra de Dios y la administración de los
sacramentos. Se reunían cada semana para el estudio común de la Biblia y, cada
trimestre, para reflexionar sobre su conducta y hacerse mutuas correcciones. Los
doctores estaban encargados de la enseñanza de la juventud en las escuelas. Eran
escogidos por la comunidad de pastores, y formados de la disciplina y la corrección
de las costumbres de la comunidad. Su misión era vigilar el comportamiento moral y
religioso de los miembros de la comunidad y de “amonestar fraternalmente” a los
que vivieran en notorio desorden, no mantuvieran el amor fraterno o manifestaran
incredulidad, y, en su caso, castigarlos. Los diáconos se encargaban del cuidado de
los enfermos y pobres, y aseguraban el servicio de hospitales y obras benéficas.
Ancianos y diáconos eran designados de acuerdo por el Pequeño Consejo de la
ciudad y el “Cuerpo Pastoral”.
4.6.3.3
El consistorio. Asamblea formada por cinco a diez pastores y doce de
los ancianos, elegidos por el Pequeño Consejo, a propuesta del Cuerpo Pastoral, y
confirmados pro el Gran Consejo. Era un tribunal eclesiástico, que se reunía
semanalmente bajo la presidencia de uno de los síndicos de la ciudad.
Los
infractores de las normas de vida de la comunidad eran citados al Consistorio, que
en el caso de faltar a juicio, podía imponerles la excomunión, que les excluía de la
participación en la Cena. Los contraventores del orden, a la tercera amonestación,
eran entregados a la justicia civil, brazo secular del Consistorio. Esta institución
expresa la estrecha unión entre la autoridad eclesiástica y la civil. El Consistorio,
asamblea deliberante y tribunal al mismo tiempo, es el motor central del régimen.
Prepara reglamentos, vigila el culto, ordena los ayunos y plegarias públicas, juzga los
conflictos y pronuncia sanciones.
4.6.4 Gobierno de Calvino. Sus conflictos con los disidentes172
4.6.4.1
La lucha de Calvino por imponer su disciplina. Calvino, gracias al
Consistorio, pudo controlar la vida moral y social de la ciudad y apartar a todos sus
opositores, lo cual le acarreó enfrentamientos con los magistrados, con la masa del
pueblo y con las grandes familias de la ciudad. Fue especialmente implacable con
quines se apartaban en algún punto de la doctrina establecida o no aceptaban las
normas morales impuestas a la comunidad.
172
Opuestos
231
Los pecadores y los frívolos fueron castigados o expulsados; los oponentes
hubieron de exiliarse. Las expulsiones fueron bastante frecuentes, entre las más
notables, la del humanista Sebastián Catellión (1544)173.
El asunto más grave fue el del español Miguel Server, por la publicación de la
“Christianismi Restitutio” en que criticaba el famoso libro de Calvino. El 26 de
octubre de 1553 Servet fue condenado a la hoguera en la plaza pública.
4.6.4.2
Ginebra, centro de irradiación protestante. Ginebra se convirtió en
uno de los grandes centros evangélicos. Fue una metrópoli espiritual. Calvino en
sus últimos años, pudo consagrarse a su obra preferida: la fundación de la Academia
Teológica de Ginebra. Erigida en 1559, con profesores venidos de Lausana, su rector
fue Teodoro Beza; Calvino enseñó teología y comentó la Escritura. Acogió a
numerosos estudiantes, venidos de diversos países, que una vez formados como
pastores y juristas, partían para extender la reforma calvinista por toda Europa.
4.6.5 La doctrina calvinista
4.6.5.1
La predestinación. Su punto de partida es la aseveración de la
imposibilidad de alcanzar a Dios. La gloria de Dios soberano es la idea nuclear de la
teología calvinista. La gloria de Dios es la razón de la creación y de la salvación de
los elegidos, así como también del castigo de los réprobos. Dios, Señor del mundo,
determina el curso de todas las criaturas, incluido especialmente el hombre, su
criatura predilecta, y las dirige hacia Su gloria. La providencia de Dios y su
predestinación, “en virtud de las cuales Dios regala a unos la salvación y a otros la
condenación”, son un misterio impenetrable.
Por predestinación ha de entenderse “el ordenamiento eterno de Dios” en
virtud del cual Él decidió lo que, de acuerdo con su voluntad, había de ser cada
individuo. Todos los hombres no son creados con el mismo destino eterno, de la
misma forma que cada individuo ha nacido para desempeñar uno u otro fin temporal.
El querer buscar otra razón que la complacencia divina en esta predestinación,
significaría considerar la voluntad de Dios influida por causas externas. La única
razón, por tanto de la predestinación, de la certeza de la salvación, es Jesucristo. En
Él, Dios ha establecido con nosotros el pacto de la vida. El signo de la elección es la
aceptación de la predicación de Cristo y la comunión con El en la fe y en la Cena.
También las obras, como frutos de la llamada.
4.6.5.2
Los Sacramentos.
Calvino admite solamente dos sacramentos:
Bautismo, signo de la alianza de Dios con el fiel, que ha de impartirse a los niños; y
la Cena, conmemoración de la última cena del Señor. El creyente que recibe en la
Cena y el pan y el vino se une realmente con la carne vivificadora de Cristo.
4.6.5.3
La cuestión Eucarística: disputas y acuerdo con los Zwinglianos. La
cuestión eucarística es lo que más diferenció a zwinglianos y calvinistas. En 1549,
Calvino y Bullinger, firmaron el “Consensos Trigurinus” donde se afirmaba que Cristo
“nutre nuestras almas por la fe y por la virtud de su Espíritu”. Como la iglesia
calvinista ginebrina y la personalidad de Calvino eran mucho más fuertes a los ojos
del mundo, Ginebra y el calvinismo significaron la Reforma en la Confederación, de
manera que, a pesar de que el zwinglianismo ha dejado en Suiza una huella doctrinal
173
Defensor de la tolerancia, publicó “De haeretics non puniendis”. Atacó duramente a Calvino y a su
segundo, Teodoro de Beza.
232
profunda, no existe hoy más que una sola iglesia reformada, la cual es a la vez
zwingliana y calvinista.
El acuerdo de Bullinger y Calvino contribuyó al progreso del calvinismo fuera
de Ginebra. Pero profundizó el foso que separaba a luteranos y calvinistas. Calvino,
apoyado por sus fieles, Farel y Beza, intentó, en vano, aproximarse a los luteranos y
buscar una conciliación de las iglesias. Pudo celebrarse en Worms un coloquio, en
1557, pero las posturas se endurecieron sobre las dos cuestiones más
controvertidas, predestinación y presencia real en la eucaristía.
4.7
LA REFORMA CATÓLICA
4.7.1 Los Movimientos de Reforma en la Base de la Iglesia
En España y en Italia, sobre todo,
4.7.1.1
La contribución de España.
proseguían los intentos de reforma de la Iglesia, por obra de monarcas, prelados,
religiosos y especialmente laicos.
4.7.1.2
Renovación espiritual. En España, los Reyes Católicos emprendieron la
renovación del episcopado y del clero y la reforma de las órdenes religiosas. En las
universidades floreció una escolástica renovada por una feliz fusión del nuevo
Humanismo con el tomismo, de la teología bíblica y positiva con la especulativa, y en
ella se formaron los teólogos que España envió a Trento. En este ambiente de
renovación espiritual y teológica, surgió la figura de San Ignacio de Loyola, con la
nueva ascética de los Ejercicios Espirituales, fundador de la Compañía de Jesús.
4.7.1.3
Primeros núcleos renovadores en Italia. Los oratorios. La contribución
más inmediata procedió de pequeños grupos de laicos, entre los que se contaban
algunos sacerdotes, que inspirados en las tradicionales cofradías medievales,
comenzaron una obra de regeneración espiritual, fundada en la piedad eucarística y
en la práctica de la caridad con pobres y enfermos. Poco a poco estos núcleos
religiosos nuevos.
Instituciones de este tipo fueron la “Compañía secreta de San Jerónimo”, o la
Compañía y “Oratorio del Amor Divino” fundado por el laico Héctor Breñaza en
Génova, en 1497, cuyos miembros se comprometieron a servir personalmente en un
hospital de incurables, que erigieron y sostenían con sus limosinas. Oratorios
semejantes surgieron en otras ciudades de Italia.
4.7.1.4
Congregaciones de clérigos seculares. Algunos miembros de estas
instituciones acabaron por convertirse en institutos religiosos propiamente dichos,
que revisten en razón de su objetivo, primariamente apostólico, unas especiales
características: no visten hábito monástico y algunas, incluso se limitan a la
recitación del oficio en privado.
Son las llamadas congregaciones de clérigos
regulares. La primera de estas congregaciones de clérigos sería la de los teatinos,
fundada en 1524 por San Cayetano de Tiena y Juan Pablo Caraffa, obispo de esta
diócesis. Los teatinos se distinguieron por una estricta pobreza y por su actividad
sacerdotal. Los objetivos primitivos de esta institución eran la santificación personal
y el cuidado de los enfermos, pero como la actividad pastoral estaba muy
abandonada y urgía la formación de sacerdotes, se dedicaron con preferencia a estos
ministerios.
233
De tipo semejante fue la fundada por San Jerónimo Emiliano. Era en un
principio una comunidad de laicos y de sacerdotes consagrada a la atención de
pobres y enfermos; después de la muerte del fundador, se convirtió en la
“Congregación de los somascos”, dedicados esencialmente a huérfanos y niños
abandonados.
4.7.2 La Hora del Papado
4.7.2.1
La imprescindible obra de la cabeza de la Iglesia. Antes de mediar el
Siglo XVI estaban establecidas las bases para la verdadera reforma de la Iglesia.
Pero faltaba algo indispensable en la historia de la Iglesia: la intervención de la
autoridad suprema, del Papado.
A comienzos del XVI el papel de los Papas parecía todavía más indispensable.
En una Cristiandad dislocada, en la que se imponían los crecientes nacionalismos, las
iniciativas individuales, por importantes que pudieran parecer, no bastaban.
Mientras el Vicario de Cristo no la hiciera propia, nada significaría en definitiva la
corriente de generosidad y piedad que corría a raudales en el seno de la Iglesia.
Sin embargo, el empuje de las fuerzas de la base, unido al efecto de la
apostasía en el norte y centro de Europa, contribuirían a que pronto se llevara
realmente a efecto.
4.7.2.2
León X. Su tendencia al optimismo no le permitía tomar en serio la
rebelión de Lucero y dejó transcurrir el tiempo; incluso después de haberlo
condenado, contemporizó cuanto pudo.
4.7.2.3
Adriano VI. Holandés de nacimiento, sería el último papa no italiano
hasta 1979. Adriano VI aportó el deseo erasmista de reforma espiritual y moral,
esforzándose por corregir abusos en la Curia y sanear la disciplina. No lo consiguió
más que en parte, pues no estuvo en el solio más que veinte meses y las
circunstancias no le eran propicias.
4.7.2.4
Reforma del Sacro Colegio.
El Sacro Colegio estaba lleno de
paniagudos de los Médicis, dividido en facciones que buscaban respectivamente su
apoyo en soberanos extranjeros; existía una abierta resistencia a la reforma por
parte de gran número de cardenales y altos funcionarios de la Curia, que vivían y
sacaban provecho de los abusos.
Tras unos primeros nombramientos influidos por el nepotismo, Paulo III fue
promoviendo cardenales a hombres insignes por su piedad y su ciencia, como
Caraffa, Sadolet, Pole, Cervini, del Monte, Morone, Guistiniani y Contarini. Así el
Sagrado Colegio se convirtió en un organismo prestigioso, como no lo había sido en
los tres últimos Siglos y en el que el “partido de la reforma” tenía mayoría. En la
primavera de 1537 la comisión para proponer la reforma había redactado el célebre
“Consilium de Emendanda Ecclesia”, que resaltaba la absoluta primacía de la acción
pastoral y donde se enumeraban una serie de abusos que exigían urgente
corrección.
4.7.3 La obra e importancia del Concilio de Trento
4.7.3.1
Dos aspectos fundamentales. El Concilio de Trento fue un proceso que
duró aproximadamente 18 años interrumpidos y divididos por tres etapas. Durante
234
los casi seis años que duró realmente el concilio se celebraron veinticinco sesiones
solemnes: doce durante la primera etapa, cinco durante la segunda y ocho durante
la tercera.
La obra del concilio se puede agrupar al dejar el orden cronológico de los
trabajos, en dos apartados fundamentales:
- Exposición de la Doctrina.
- Normas disciplinares y pastorales para la reforma de la Iglesia.
4.7.3.2
Exposición doctrinal. Los teólogos de Trento hicieron un uso muy
cauto de los términos escolásticos, a fin de exponer únicamente la doctrina común a
toda la Iglesia, y evitaron deliberadamente pronunciarse sobre las tesis de libre
discusión. La obra dogmática de Trento es un ejemplo de sabiduría y precisión.
La primera cuestión planteada, antes de entrar en definiciones dogmáticas,
fue la de las “Fuentes” de la fe. El concilio afirmó que la revelación divina se
apoyaba sobre la Sagrada Escritura, la cual solamente la Iglesia tenía autoridad para
interpretar de manera segura, y también sobre la tradición apostólica. Frente a la
discriminación de distinguir en la Biblia entre libros protocanónicos y
deuterocanónicos, el concilio se limitó a definir que todos sus libros estaban
igualmente inspirados.
4.7.3.3
Definición de las características de la Iglesia. Iglesia, cuerpo místico
de Cristo y organismo jurídico a la vez, en el cual el elemento místico e invisible
coexistente, se apoya y se expresa en el elemento jurídico, que tiene su fundamento
en la jerarquía, establecida pro Jesucristo. Esta Iglesia es la custodia e intérprete de
la palabra de Dios y la dispensadora ordinaria de la gracia por medio de los
sacramentos.
4.7.3.4
Los Sacramentos. Se precisaron las características de cada uno de los
siete sacramentos. Se afirmó rotundamente que la misa, además de un sacramento,
es un sacrificio, que renueva, realmente, el de Cristo en la Cruz; se confirmó la
doctrina de la presencia real de Jesucristo en las especies sacramentales, rechazada
por los sacramentarios, y la “transubstanciación”, es decir, el cambio de sustancia de
las dos especies, que se convierten en el cuerpo y en la sangre de Cristo, rechazada
por el conjunto de los protestantes.
4.7.3.5
Decretos disciplinares. En primer lugar se rehabilitó la función u oficio
eclesiástico, su importancia y dignidad. El concilio afirmó que obispos, abades y
párrocos estaban llamados, ante todo, a la cura pastoral. Insistió también sobre la
obligación de los obispos de predicar los domingos y días festivos.
4.7.3.6
Responsabilidad de los Obispos. En primer lugar, la obligación de
residencia, y, por otra, la prohibición de acumular beneficios, con lo que se ponía
remedio a una costumbre muy arraigada durante Siglos. También se concedió a los
obispos el derecho de control sobre la predicación, aunque quienes la ejercieran
pertenecieran a una orden religiosa.
4.7.3.7
Formación del Clero. Para asegurar la reforma, se recomendaba a los
obispos la convocatoria de sínodos provinciales cada tres años, y, anualmente,
sínodos diocesanos; visitas pastorales regulares a su diócesis; y la corrección de
abusos en los nombramientos, cúmulo de beneficios, “expectativas”, “provisiones” y
“reservas”. Otros decretos se referían a la predicación, a la instrucción religiosa del
235
pueblo y la catequesis de los niños. Como la carencia o confusión doctrinal eran tan
patentes, el concilio expresó recomendaciones urgentes para paliarlas.
4.7.3.8
Reforma de Órdenes Religiosas. Se prohibió la propiedad privada, las
visitas a los conventos de clausura, el sistema de encomiendas y establecieron
condiciones concretas para la entrada en religión, votos, etc. Por tanto, el concilio
de Trento constituye una exposición completa de la doctrina católica, que permanece
cálida hasta hoy.
236
CAPÍTULO 5. LOS ESTADOS EUROPEOS Y POLÍTICA
INTERNACIONAL
5.1
NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO
5.1.1 ¿Se desarrolló un “estado moderno” en el Renacimiento?
5.1.1.1
Teoría sobre el desarrollo del Estado. En las comunidades nacionales,
comienzan a esbozarse dos características del Estado: el manifiesto deseo de
afirmación de la comunidad respecto de otros pueblos y la conciencia de una
solidaridad que trasciende lo local.
Es cierto que en el Siglo XV y XVI todavía los hombres mantenían un apego a
su mundo social más inmediato. La familia era una unidad bien consciente de su
importancia social; el gremio suponía la protección de los intereses profesionales; la
ciudad significaba el recinto donde aparecía definido el máximo sentido de
comunidad. Pero, comienza a despertarse la conciencia de una solidaridad superior,
de una vinculación a la que se llama “intereses nacionales”. Nuevas corrientes
intelectuales, religiosas y políticas, así como las realidades de ese período histórico
que denominamos Renacimiento, concurren para afianzar, en Occidente al menos,
ciertas formas institucionales que se puede llamar “Estados modernos”.
La palabra “Estado”, en su actual acepción comienza a escribirse en el Siglo
XVI. A finales del Siglo XV, los hombres que viven en una cierta área, geográfica e
históricamente delimitada, y bajo un mismo soberano, comienza, en alguna manera,
a sentirse solidarios.
Quienes rechazan la existencia del Estado en el Siglo XVI, aducen argumento
significativo la falta de un espíritu nacional. La palabra “nación”, que hasta entonces
había tenido sentidos diversos, comienza a significar un conjunto de individuos que
había nacido en un mismo lugar e implica la idea de bienes compartidos, de deseos y
sentimientos que esperaban realizarse por medio de una dirección competente.
5.1.1.2
El Humanismo y la noción de estado. Los humanistas contribuyeron a
fundamentar el nacionalismo. El renacer del estudio de la historia antigua sirvió a la
causa nacional.
La existencia de un nacionalismo español, francés, alemán o inglés, es un
hecho que puede constatarse fácilmente.
Los habitantes de estos países se
reconocen por ciertas peculiaridades de carácter, costumbres, lengua, forma de vida,
que les hacen más próximos. La existencia de este nacionalismo se manifiesta
también en el sentido de superioridad de cada uno, y, en las críticas y defectos que
atribuyen a los demás. Así se tacha a los españoles de orgullosos y altivos, a los
franceses de inconstantes y veleidosos, a los ingleses de falsos. Existe un desprecio
por los demás pueblos.
5.1.1.3
Las lenguas estatales. La lengua será un importante factor unificador.
Las “iglesias protestantes”, al rechazar el latín y utilizar una liturgia en lengua
vernácula, contribuirán a cimentar la cohesión entre los habitantes del país. La
necesidad de contratos comerciales y diplomáticos a nivel internacional y, sobre
todo, la práctica de la administración, facilitarían el desarrollo de una lengua nacional
sobre la diversidad lingüística.
237
La división de la Cristiandad fue también evidente factor de unidad nacional.
A medida que las diversas confesiones protestantes se fueron extendiendo y
asentando en un territorio, favorecerían la tarea de unificación emprendida por sus
soberanos.
La noción de frontera
5.1.1.4
Los elementos constitutivos del estado.
(“fronteras naturales”) no se manifiesta de forma clara hasta el Siglo XVII. Las
fronteras aparecerán con el desarrollo de la cartografía terrestre, en el Siglo XVII,
aunque los países marítimos, más precoces, ya a finales del XV, conocen la
delimitación de sus contornos.
Pero sobre todo es la guerra la que potencia al Estado. Ante la necesidad de
hacer frente a los gastos bélicos, los Estados se verán obligados a buscar remedios a
sus finanzas, y con ellos, a extender los tentáculos de la burocracia. En todos los
Estados los impuestos, entre finales del XV y mediados del XVI, se multiplican, a
veces, por tres o por cuatro. Al desarrollo de los gastos se añadió la venalidad de los
oficios.
Otro instrumento del Estado es la diplomacia. Los Estados italianos del XV
fueron sus creadores, al sustituir el sistema de enviados especiales de forma
intermitente y ocasional, por una organización apropiada.
5.1.2 La monarquía y la centralización del Estado
5.1.2.1
El apoyo religioso. La principal fuente del poder real seguía basándose
en la religión, en la idea del respeto a una autoridad emanada de Dios. Los reyes
son consagrados por la Iglesia y se les reconoce el papel de protectores de ella en lo
temporal.
5.1.2.2
El derecho romano. La autoridad real se afianza en el nuevo derecho
romano, ahora renovado. Si bien las teorías políticas consideran que el soberano no
es propietario de los súbditos, sino que debe respetar su libertad y sus bienes,
conforme a la ley natural y divina, y gobernar según los usos del país.
5.1.2.3
Recuperación de porciones de soberanía. El Estado moderno significa
una tendencia hacia la recuperación de porciones de soberanía, enajenadas en otros
tiempos, y, además, a enriquecer su contenido. Si anteriormente tenía el monarca
como cometido, fundamental, la administración de la justicia y el mantenimiento del
orden, ahora se consideran también obligaciones o derechos del mismo el bienestar
de sus súbditos, el desarrollo de la cultura y la dirección de la economía.
5.1.2.4
Control de la iglesia territorial. Un paso esencial para el afianzamiento
de la monarquía, será el control o la subordinación de la iglesia territorial, en las
cuestiones temporales, para contar con la fuerza y el prestigio de esta institución.
La Reforma Protestante acentuaría la estrecha unión de Estado e Iglesia.
5.1.2.5
Persistencia de las autonomías medievales. La monarquía absoluta era
un ideal propugnado por los juristas, que tardaría en plasmarse en la realidad. En el
Siglo XV coexistía, junto al profundo respeto de los súbditos hacia monarca, el vivo
deseo de mantener antiguos privilegios.
Cada provincia, cada ciudad, cada
estamento, cada corporación artesana, no estaba dispuesta a perder sus franquicias
y esperaba que el príncipe las respetara y reconociera. La existencia de esas
238
jurisdicciones de los cuerpos intermedios establecía un límite, más o menos
estrecho, a la autoridad real. Por otra parte, la lentitud de las comunicaciones
favorecía la autonomía de las provincias más apartadas, mientras que el papel de la
administración estaba limitado por las insuficiencias de los funcionarios, cuyo número
era desproporcionado a las tareas que debía desempeñar. El soberano no disponía
tampoco de un ejército independiente, y por las dificultades para su recluta, el
monarca tenía limitada su autoridad. Procuró mantenerla por su prestigio, que se
asentaba en su carácter divino, por sus funciones de supremo dispensador de justicia
para todos, y por los favores que podía otorgar a sus súbditos más leales. Las
expediciones bélicas contra enemigos extranjeros contribuirían a reforzarla.
Se hacía también
5.1.2.6
Las asambleas estamentales representativas.
imprescindible la convocatoria de las asambleas de órdenes, sobre todo en países
como España e Inglaterra, donde era preciso reunirlas para obtener el voto de los
impuestos. En todas partes estas asambleas trataban de acrecentar su poder,
cuando el soberano solicitaba su ayuda. De ahí que, cuando falta un poder fuerte, se
constituyen Estados de órdenes, como sucede en Europa central. Las grandes
monarquías occidentales procuraron, por ello, espaciar sus reuniones.
5.1.2.7
Repercusiones sociales del afianzamiento del poder del monarca. La
influencia política de este grupo social declinó en Occidente desde finales del XV;
pero continuará, sin modificaciones fundamentales, el régimen señorial, que confirió
a sus señores marcada importancia económica y social. Al hallarse los grandes
señores cada vez con menos poder en sus dominios, se sintieron tentados por los
cargos y oficios reales y comenzaron a acercarse a la Corte.
Los monarcas procurarán aprovechar la aspiración de la burguesía hacia el
ennoblecimiento. Las concesiones de cartas de nobleza, proporcionarán eficaz ayuda
para remedio de las finanzas del Estado. Estos nuevos nobles tardarán en integrarse
en la antigua nobleza, que señala las distancias, pero mantendrán su fidelidad al rey,
y, en la segunda o tercera generación, sus hijos proporcionarán capitanes y altos
funcionarios al Estado.
5.1.2.8
El monarca como árbitro de los estamentos y cuerpos sociales. El
príncipe procuró presentarse como árbitro supremo entre los órdenes, los cuerpos y
los grupos sociales. En la medida en que ejerce este arbitraje, conseguirá aumentar
su autoridad. En materia económica y social esto sería frecuente. Solamente unas
directrices unificadas podían permitir la superación de intereses entre comunidades e
individuos. La oposición de clanes, clientelas y órdenes que solía ocasionar tantas
divisiones, únicamente podía salvarse mediante la intervención real. La clientela,
que agrupaba en torno a una familia poderosa a sus vasallos, a los vasallos de éstos,
a los colonos y a otras diversas personas obligadas, es un fenómeno social que
aparece en la disgregación de los lazos feudales y se encuentra en todas partes,
desde Cataluña a Polonia. Constituyen estas agrupaciones sociales, abigarradas y
poderosas facciones que aprovechan cualquier acontecimiento para tratar de
imponerse al rey y obtener ventajas. Los monarcas procurarán oponerlas entre sí,
ganárselas por procedimientos diversos y aprovechar su fuerza en campañas
nacionales exteriores.
239
5.2
ESTADOS DE LA PENÍNSULA IBÉRICA
5.2.1 La unidad española
5.2.1.1
El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El 14 de
octubre de 1469, se efectuaba en la intimidad, en Valladolid, el matrimonio de los
infantes Isabel, hermanastra declarada de Enrique IV de Castilla, con Fernando, hijo
de Juan II de Aragón. Este matrimonio pondría los fundamentos de la unidad
española. El matrimonio fue origen de una guerra civil.
5.2.1.2
Guerra de sucesión en Castilla.
La guerra, lucha de facciones
nobiliarias, gracias al respaldo del pueblo castellano, que vio en Isabel y Fernando la
posibilidad de un orden y de un estado de autoridad, inclinó la victoria hacia el lado
de los jóvenes príncipes; sobre todo, al morir Enrique IV, en diciembre de 1474.
Subsistían aún otros tres reinos independientes: Navarra, Portugal y Granada,
destinados a englobarse, más tarde o más temprano, en la monarquía hispánica.
Los Reyes Católicos harían todo lo posible, sea con enlaces matrimoniales, sea por la
guerra, para conseguirlo.
5.2.1.3
Conquista de Granada. El reino granadino fue conquistado, en 1492,
tras algo más de diez años de guerra, pues los Reyes Católicos prefirieron ocasionar
los mínimos daños y combinar el uso de las armas con la diplomacia, aprovechando
las disensiones entre los granadinos. La guerra fue una ocasión excelente para
afianzar el prestigio de los reyes y emplear en una empresa nacional y religiosa a la
inquieta nobleza castellana. Los términos de la capitulación firmada con los moros
granadinos fueron extraordinariamente generosos, pues se les consintió conservar
sus propiedades y mantener su religión y costumbres.
5.2.1.4
Incorporación de Navarra. Muerta ya Isabel, durante la segunda
regencia de Fernando en Castilla, se incorporó el reino de Navarra. Este reino
pirenaico, apartado de la reconquista desde el Siglo XIII, había logrado subsistir
gracias a la rivalidad entre Castilla y Aragón y a la protección francesa. Fernando el
Católico esperaba una oportunidad para incorporarlo, ocasión que se presentó en
julio de 1512, cuando tuvo noticia de un tratado secreto de su rey con Luis XII de
Francia, que preveía el paso de tropas francesas hacia Castilla.
5.2.1.5
Crisis del nuevo estado: separación de Castilla y Aragón. La unión
atravesó serias crisis. En noviembre de 1504 falleció Isabel. En su testamento,
nombrada heredera de Castilla a su hija Juana, casada con el archiduque Felipe de
Habsburgo; pero, dada la debilidad mental de la princesa, había previsto que
Fernando pudiera encargarse de gobernar Castilla, como regente, hasta que el
primogénito de Juana y Felipe, que residía en Flandes, cumpliese la mayoría de
edad. De esta manera, Isabel preveía la continuidad de la unión con los dos reinos.
La imprevista muerte de Felipe I, a los pocos meses, hecho que acabó por
perturbar totalmente a su viuda, planteó nuevamente la sucesión castellana y la
unidad del Estado. Un consejo de regencia, presidido por el enérgico Jiménez de
Cisneros, arzobispo de Toledo, rogó a Fernando que se hiciera cargo del gobierno de
Castilla, hasta la mayoría de edad del heredero, Carlos de Habsburgo.
5.2.1.6
Regencia de Fernando en Castilla. La segunda regencia de Fernando
duró nueve años (1507-1516), hasta su fallecimiento. Se valió de funcionarios
240
aragoneses plenamente adictos. Fernando, en su último testamento reconocía como
heredero de la Corona de Aragón a su nieto Carlos de Habsburgo, el hijo de Felipe.
Con ello quedaba consolidada la definitiva unidad española, bajo una dinastía
extranjera
5.2.1.7
Características del estado de los Reyes Católicos. La unión de Castilla
y Aragón durante el reinado de Fernando e Isabel fue puramente personal, dinástica,
pero preparó la unificación española. Los reinos permanecieron separados y no hubo
cambio esencial alguno ni en la estructura institucional ni en las formas de gobierno.
Crearon, solamente, algunos organismos o Consejos de carácter nuevo. El más
importante sería el de Castilla, con funciones legislativas y judiciales. El firme
gobierno de los Reyes Católicos y su brillante política exterior, facilitarían la
convivencia de castellanos y aragoneses, y acabaría por hacer evidentes las ventajas
de la unidad. Llegaría a consolidarse en un Estado auténtico en la persona de Carlos
I de Habsburgo, en 1516.
5.2.1.8
Supremacía real de Castilla. Aunque la unión era de iguales, el peso
demográfico y económico, y en consecuencia el político castellano, inclinaría al nuevo
Estado en torno a Castilla, que, después de la incorporación de Granada (1492),
cubría más de dos tercios del área peninsular y contable siete veces mayor población
que ésta. Castilla, que acabaría su Reconquista en los siguientes años y se hallaba
en pleno vigor expansivo, encontraría su oportunidad en un Siglo bélico. Con una
estructura política por hacer, los Reyes Católicos modelarían a Castilla,
institucionalmente, como Estado moderno. En cambio, la Corona de Aragón, que
tenía una estructura institucional más sólida, estaba parcelada en cuatro reinos, el
más importante de los cuales, Cataluña, salía exhausto tras un Siglo de guerras
civiles; allí los Reyes Católicos respetarían las instituciones autónomas y procurarían,
ante todo, mantener la unidad y la paz.
La supremacía de Castilla se reflejará también en la expansión de la lengua y
en la cultura castellana. En los territorios cascos se usaba el castellano como lengua
escrita.
Los súbditos de los Reyes Católicos se reconocían como castellanos,
aragoneses, catalanes, etc., antes que españoles. La conciencia de una unidad de
destino se desarrollaría con el proceso histórico, y tendría un fuerte ingrediente
religioso.
5.2.2 Los Reyes Católicos y la estructuración del estado
5.2.2.1
La obra de cohesión interna. Esta cohesión pudieron realizarla en sus
reinos de Castilla, no sólo porque allí fuera más necesaria, sino porque en Castilla la
autoridad real, ante la ausencia de estructuras que limitaran el poder real, tenía
mucho mayor campo de acción.
5.2.2.2
Restauración de la autoridad en Castilla. Los Reyes Católicos, ya
durante la guerra, fueron imponiendo orden, autoridad y justicia, procurando
apoyarse en el pueblo. Para afianzar esta política se valieron de las “hermandades”
o fuerzas organizadas por varias ciudades, que desempeñarían un papel importante
en la reducción de la nobleza, en la instauración del orden público y en la
persecución de delincuentes.
5.2.2.3
Centralización del gobierno.
Durante los primeros años, el
instrumento que más eficazmente utilizaron los soberanos fueron las Cortes. En
Castilla, estas asambleas, formadas por los tres estamentos tradicionales tenían
241
escasas atribuciones. La Corona, que podía convocarlas cuando quisiera. Tampoco
tenían gran poder en materia fiscal, pues aunque podían aprobar los “servicios
extraordinarios”, la Corona tenía otros recursos financieros; y, además, la nobleza y
el clero estaban exentos del pago de ellos. Las Cortes castellanas tenían solamente
el derecho de pedir, no de dar leyes.
5.2.2.4
Mejora de la justicia. Pusieron también los Reyes especial empeño en
reorganizar la administración de justicia. Era ejercida, a nivel local, por los alcaldes
o por el corregidor ayudado de “alcaldes mayores” con formación jurídica.
5.2.2.5
Saneamiento de la hacienda. Fue necesario reformar el sistema de
percepción de impuestos, mejorar su cobro y su administración.
La reforma
comenzó en 1480 con la creación, dentro del Consejo de Castilla, de una oficina de
Hacienda.
La obra de reducción del poder nobiliario y de control del municipal se
verificó, de forma limitada, en los reinos de la Corona de Aragón. Ya ha sido
señalada la razón: los usos y fueros respectivos establecían más limitaciones a la
autoridad real, perfectamente señaladas por pactos solemnes.
5.2.2.6
Reformas en la Corona de Aragón. La nobleza mantuvo, en la Corona
de Aragón, sus privilegios políticos, corporativos o señoriales, con mayor vigor que
en Castilla. Una excepción sería el caso de Cataluña.
En la Corona de Aragón, los municipios mantuvieron mejor su autonomía,
pues no existió intervención del monarca.
El gobierno municipal era más
representativo y participaban en él diversos sectores sociales.
Las Cortes eran propias de cada uno de los reinos y gozaban de mayores
privilegios que en Castilla. El rey no podía legislar sin las Cortes, ni aumentar los
tributos sin su aprobación. Además, en los intersticios, entre convocatorias de
Cortes, funcionaba una Diputación del Reino, representación de los estamentos, cuya
misión era vigilar el cumplimiento de los acuerdos y controlar la administración de
los tributos.
5.2.3 La reforma religiosa
5.2.3.1
Poder del clero.
El clero disfrutaba de exención de tributos e
impuestos y acumulaba grandes propiedades, sobre las que ejercía, a veces,
jurisdicción temporal. Los Reyes Católicos, que pusieron especial atención en la
reforma del Estado, no podían ser ajenos a la necesidad de controlar una Iglesia
demasiado poderosa y a procurar apartar a los obispos de los asuntos temporales.
5.2.3.2
La provisión de beneficios. Aunque eran los cabildos catedralicios
quienes gozaban del derecho de elegir obispos, durante las turbulencias del Siglo XV,
el Papado había logrado nombrar sus propios candidatos y, prácticamente, imponer
este derecho. La terminación de la Reconquista ofreció una ocasión excepcional: en
concepto de recompensa, la Corona española solicitó del Papa el derecho de
Patronato sobre todos los beneficios eclesiásticos del reino granadino.
Pusieron también los Reyes Católicos, sobre todo Isabel, especial interés en
reprimir los abusos que afectaban a la Iglesia española, así como a la de Europa.
Procuraron “presentar” para los obispados a personas eminentes en moralidad y
242
cultura, sin considerar un rango social. Prefirieron miembros del clero regular, por
su menor vinculación a los asuntos seculares.
5.2.3.3
Cisneros y las reformas disciplinares. Animado por la Corte, también
entre las órdenes religiosas se producía un amplio movimiento de reforma. Austero
y enérgico, con una tenacidad inquebrantable, no la abandonó cuando pasó, en
1495, a ocupar la sede de Toledo.
La reforma disciplinar de los Reyes Católicos, aunque no fuera todo lo extensa
y profunda que hubiera deseado, saneó las sedes episcopales, los cabildos y las
comunidades religiosas. La relajación continuó en parte, pero es evidente que se
consiguió un cierto cambio en la mentalidad y en la vida de grandes señores
eclesiásticos, que comenzaron a desentenderse de los negocios del sigo y a poner
más atención a sus funciones propias.
Problema grave era la existencia de una numerosa comunidad judía. Los
judíos, en España, seguían tolerados. En parte porque parecían imprescindibles, en
parte también por la convivencia durante los Siglos medievales. La animadversión
popular, atizada por predicadores exaltados, originó frecuentes motines antijudíos, y,
para salvar sus vidas, muchos aceptaron el bautismo. Hacia finales del Siglo XV, los
conversos o cristianos nuevos gozaban de gran poder e influencia como financieros,
administradores de rentas y patrimonios señoriales y eclesiásticos o miembros de la
jerarquía eclesiástica. Como clase de nuevo ricos en auge, suscitaron resentimientos
y suspicacias.
5.2.3.4
Política de control de judíos. Parece que algunos conversos influyentes
presionaron para que estableciese en Castilla un tribunal de la Inquisición, que
concedido por el Papa, comenzó a funcionar a partir de 1483. Su tarea consistía en
investigar sobre la conducta de aquellos cristianos nuevos sospechosos de haber
vuelto, ocultamente, a su antigua religión, y procurar su castigo. El Tribunal de la
Inquisición fue creado para resolver el problema religioso, social y político de los
conversos que, en Castilla, por las circunstancias del momento y por la mentalidad
predominante, había adquirido caracteres de una cierta gravedad.
5.2.3.5
La Inquisición.
La Inquisición fue un instrumento destinado a
mantener la pureza de la fe; pero por las implicaciones de este problema, desbordó
la esfera puramente religiosa.
La Inquisición contribuiría de manera eficaz a
cimentar la unidad española sobre base religiosa.
Los esfuerzos realizados por los Reyes para mantener a los judíos en la
segregación social que exigía la ley, resultaron inútiles.
La expulsión apenas
terminada la guerra de Granada, culminaba el proceso de depuración religiosa. El
número total de los expulsados es muy incierto y las estimaciones más serias lo
sitúan entre 160,000 y los 100,000. Los judíos ejercían sobre los conversos una
tentación permanente de volver a sus prácticas.
5.2.3.6
Expulsión de los judíos. La expulsión de los judíos que tras de un
levantamiento fueron obligados a bautizarse o emigrar, favorecieron la unificación
espiritual del Estado. La unidad religiosa fue un fermento eficaz de la unidad
nacional, capaz de superar las divisiones establecidas en el Estado por las barreras
administrativas, lingüísticas y culturales de cada territorio. La expulsión de la
comunidad judía, activa, dinámica, experta en el manejo del dinero y de los
243
negocios, vinculada a sus correligionarios en el exterior, dejó un vacío económico
profundo, que no sería llenado sino por extranjeros.
5.2.4 El reinado de Carlos I de Habsburgo
Su educación, netamente
5.2.4.1
Personalidad del joven soberano.
borgoñona, había conformado su mentalidad, como una mezcla de espíritu
caballeresco, piedad religiosa y atención a los intereses dinásticos.
5.2.4.2
Carlos I.
Dificultades en los primeros años.
La noticia de su
promoción al Imperio no complació a sus súbditos españoles, antes al contrario,
aumentó su desilusión hacia un rey que parecía alejarse más de ellos. Temían que la
tarea imperial supondría largos períodos de absentismo real y también un aumento
de contribuciones para subvenir a mayores gastos. Las Cortes castellanas aprobaron
al fin el voto de un donativo, sólo por mayoría.
5.2.4.3
La revuelta de las “comunidades”. Esta revuelta es la tradicionalmente
llamada de las Comunidades de Castilla, prácticamente coetánea a la rebelión de las
Germanías, en Valencia y Baleares. Aunque ambos movimientos tienen un carácter
muy diferente, constituyen una clara manifestación de la inestabilidad de la sociedad
española y de la pugna entre tres poderes, cuyas funciones político-sociales no
estaban aún bien determinadas.
La revuelta de los comuneros deseaba el mantenimiento de Castilla al margen
de influencias del exterior. Los comuneros no buscaban la vuelta al desorden feudal,
sino la situación de equilibrio lograba bajo los Reyes Católicos. La falta de cohesión
y heterogeneidad de los componentes, la habilidad de Carlos, así como la prudencia
de Adriano de Utrecht, respaldado por la nobleza, facilitaron el triunfo realista sobre
los comuneros de Villamar.
Era un movimiento urbano, de la
5.2.4.4
Las “Germanías” en Levante.
pequeña burguesía artesana, que aspiraba a mantener la autonomía y su
participación en el gobierno municipal. Elementos extremistas lo desviaron contra
los nobles y sus vasallos moriscos. La revuelta, desarticulada también por las
diferencias, fue aplastada en Valencia en octubre de 1521, y en Palma en marzo de
1523.
5.2.4.5
Gobierno de España. Carlos, que había vuelto de Alemania en el
verano de 1522, prácticamente acababa la rebelión, permanecería en España los
siete años siguientes. Entonces se convirtió en verdadero rey de España y puso los
fundamentos de su gobierno. Escogió el castellano como su lengua y la de la Corte;
comenzó a abandonar a sus consejeros extranjeros y a rodearse de españoles. Las
obligaciones de su cargo de Emperador le exigieron viajes continuos. Conforme pasó
el tiempo, el Emperador se sintió más vinculado a sus reinos de España, donde
encontró mayor coincidencia con su forma de pensar y un apoyo material para su
política imperial. Los presagios de los comuneros se invirtieron: Castilla, que se
creyó amenazada por la dominación extranjera, acabó por cautivar a Carlos, que
vino a morir a Yuste, identificado con la que consideraba su verdadera patria.
5.2.4.6
Estructura plural de la monarquía. La unidad del país procedió de la
hegemonía que de hecho asumió Castilla, derivada de su población y riqueza y de la
mejor adaptación de sus hombres a la política imperial.
244
El Consejo de Estado aconsejaba al monarca en asuntos de alta política.
Pero, en general, Carlos tomó las decisiones por sí mismo, con ayuda de sus
principales secretarios.
5.2.4.7
Castilla. Para los reinos castellanos el más importante era el Consejo
de Castilla, que reunía funciones administrativas y judiciales. Una de sus secciones,
la Cámara de Castilla, encargada de funciones ejecutivas, llevaba también el
gobierno territorial de Navarra, vinculado a la Corona de Castila.
5.2.4.8
La Corona de Aragón. La Corona de Aragón era una especie de
confederación. Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca tenían sus propias leyes,
fueros, monedas y sistema de impuestos. Cada uno de estos territorios tenía sus
Cortes y, durante los intervalos entre sus reuniones, actuaba una Diputación
permanente. Los asuntos más importantes eran tratados en el Consejo de Aragón,
que residía en la Corte, compuesto por juristas originarios de los territorios de la
Corona, presididos por un vicecanciller, asistido de un tesorero y de un protonotario.
El gobierno efectivo de España, debido a las frecuentes ausencias del
Emperador, estuvo durante más de veinte años, hasta su muerte en 1547, en manos
de un hombre de origen humilde, el andaluz Francisco de los Cobos.
La derrota de Villamar dejó a Castilla a merced del soberano, pues sus
instituciones carecían de la facultad de defenderse del absolutismo real.
5.2.4.9
Navarra. En Navarra y en los territorios de la Corona de Aragón, los
fueros y privilegios se apoyaban firmemente en sus respectivas Cortes, que los
defendieron con denuedo. Pero sería un error considerar que los fueros de estos
países tenían un sentido popular y democrático. Muchos de ellos defendían el poder
de una nobleza que gozaba todavía de considerable jurisdicción señorial. Las
respectivas Cortes otorgaron a Carlos subsidios, pero se cuidó siempre que fueran
los menores posibles.
5.2.5 Población, sociedad y economía
5.2.5.1
Las ciudades. Durante la primera mitad del Siglo XVI, la población
española fue en ritmo ascendente. Las ciudades eran pequeñas, con la excepción de
Granada y Valencia, que superaban los 50,000 habitantes, Toledo y Valladolid con
más de 40,000 y Barcelona muy próxima a ellos.
Desde la época de los Reyes Católicos la nobleza
5.2.5.2
La nobleza.
consolidó su poder económico. El poder de los nobles sobrevivió en sus señoríos,
donde guardaban jurisdicción sobre sus “vasallos”, es decir gozaban de facultad para
recibir tributos, nombrar funcionarios y administrar justicia. La reputación social de
la nobleza y la exención de impuestos, hicieron de ella una aspiración de la
burguesía.
5.2.5.3
La clase media. La clase media fue exigua. Hay que desechar la
opinión de que los españoles carecían de aptitudes para el comercio y la banca, y es
preciso, más bien, reconocer que existieron factores adversos a su desarrollo. La
política económica del gobierno, la competencia extranjera, favorecida por la libertad
concedida por Carlos V a todos sus súbditos, y las guerras exteriores contribuyeron a
crear un ambiente poco favorable.
245
5.2.5.4
El campesinado. La situación de los campesinos era más bien dura,
debido a los sistemas de tenencia de la tierra, al desarrollo de la ganadería lanar y al
peso de los impuestos. En general, la condición del campesinado era mejor en
tierras de realengo que en las señoriales. Quizá peor aún era la situación de los
campesinos aragoneses y valencianos.
5.2.5.5
Los eclesiásticos. El elemento eclesiástico gozaba de riqueza y de
privilegios, aunque en sus filas había personas de variadas procedencias.
5.2.5.6
Los moriscos. Una característica peculiar de la sociedad española es la
presencia de elementos no asimilados o de problemática integración, como los
moriscos y conversos. Los moriscos sólo alcanzaban cierta significación en Murcia y
Andalucía oriental. En los territorios de la Corona de Aragón formaban una densa
población que mantenía legalmente todos sus usos y costumbres, sujeta a la nobleza
terrateniente, que se erigió siempre en su defensora frente al sentimiento de
animadversión popular, pues era una mano de obra hábil y barata.
Terminado el conflicto, aunque se reconocía la invalidez de un sacramento
recibido en tales condiciones, Carlos I se decidió por la solución más política. En
1526 proclamó la obligatoriedad del bautismo para todos los moros, obligando a
emigrar a los que no la aceptaran. Este decreto se hizo extensivo también a los de
Aragón. Las tensiones entre moriscos y autoridades o cristianos viejos menudearon,
y era fácil prever la futura expulsión.
5.2.5.7
Conversos. El problema judío no quedó solucionado con la expulsión
de 1492. Los cristianos viejos se resistieron a admitir el encubrimiento social de los
conversos, que continuaron destacando en el comercio y en la banca, en actividades
cualificadas e intelectuales. Pero lo que se veía con mayor indignación era su
presencia en cargos eclesiásticos. Aunque, sin duda, se ha exagerado su influencia,
los conversos constituyen en el seno de cristianismo español un elemento mal
asimilado, proclive a participar en movimientos espirituales, como el iluminismo o el
protestantismo, en la medida en que los hubo.
5.2.5.8
Expansión agrícola en Castilla. La agricultura castellana, perjudicada
durante largo tiempo por la política real, favorecedora de los intereses laneros, hubo
de hacer frente a la creciente demanda interior, y también a la del comercio
americano. Como la mayoría de los cultivadores eran pequeños propietarios o
colonos sin recursos, se acudió al único medio accesible: la roturación de nuevas
tierras.
Esta expansión de cultivos cerealistas y de la vid se produjo a costa de los
pastos, con lo que éstos comenzaron a escasear.
5.2.5.9
La agricultura en Valencia, Cataluña y Aragón. Había tierra suficiente
y los sistemas de producción eran más favorables. La mano de obra era barata y
reinaba el policultivo.
5.2.5.10
La industria textil. La demanda europea y la interior, favorecieron a la
industria en un momento de expansión general, como fue la primera mitad del XVI.
El sector que experimentó un mayor desarrollo fue el textil, especialmente la pañería
y sedería. La industria del hierro (producción de armas), estuvo durante la primera
parte del XVI muy desarrollada en el País Vasco y en Cataluña, al igual que la
construcción naval en el Cantábrico.
246
5.2.5.11
Comercio. El comercio experimentó un mayor dinamismo. Pero
mucha mayor importancia adquirió el comercio castellano en su fachada Atlántica.
La contratación de empréstitos estatales y su reembolso proporcionaron a las ferias
castellanas un brillante papel internacional.
5.2.5.12
Las riquezas de América.
El Nuevo Mundo podía representar una
extraordinaria fuente de beneficios, tanto por sus recursos como mercado para los
productos castellanos. Para surtir a América, hubo de abrir las fronteras a los
productos extranjeros, pues los de España no bastaban.
Este comercio con América se realizó bajo la forma de monopolio de la
Corona, centrado en Sevilla.
Ha sido poco considerado el impacto del comercio americano sobre la
economía española. Sin duda la agricultura y la industria castellana se beneficiaron
durante los primeros decenios del Siglo XVI con el comercio de América y la afluencia
de oro y plata. Pero este desarrollo fue muy rápido y, además, a esta demanda
exterior se añade la interior, también creciente al ritmo de ascenso de la población y
de la riqueza. El alza interior de los precios trató de remediarse con la apertura de
las fronteras a los géneros extranjeros, y, con ella, muy pronto, vino la ruina de la
industria castellana.
La política económica practicada por el Estado no fue la más adecuada,
aunque en su disculpa, quizá habría que contar las dificultades bélicas y la
inesperada situación creada por el descubrimiento del Nuevo Mundo.
5.2.5.13
Aportación financiera de España a la política imperial. La aportación
financiera de España, y especialmente Castilla, a la política imperial fue cuantiosa.
Los ingresos procedían principalmente de la “alcabala”, impuesto convertido ahora
en una cuota proporcional pagada por cada ciudad o villa. También eran importantes
los subsidios o concesiones de Cortes.
Como las campañas exteriores exigieron un creciente aumento de dinero, que
llegó a superar estos ingresos, Carlos V hubo de servirse del préstamo, suministrado
por banqueros extranjeros y también españoles, a quienes se reembolsaba sobre los
impuestos a recaudar o los cargamentos de plata venideros de Indias. Este sistema,
a medida que se hizo regular, convirtió a los banqueros imperiales en dueños de las
fuentes de riqueza de la Corona.
5.2.6 Portugal
5.2.6.1
La Dinastía de Avis. Bajo la dinastía de Avis, desde 1384, los reyes de
Portugal dieron cauce a la nobleza hacia la conquista de África, empresa en la que se
combinaba, en dosis diversas según los casos, el interés nacional y los intereses
particulares, y también el espíritu de Cruzada. La nobleza ansiaba los frutos del
comercio y el rey el oro que, desde Sudán, aportaban las caravanas.
5.2.6.2
Juan II y la centralización. Juan II (1481-1495), verdadero príncipe
del Renacimiento, cauto, enérgico, sin escrúpulos y celoso de su poder real,
emprendió la centralización el Estado. Logró primeramente el sometimiento de la
nobleza, a la que arrebató muchos de los privilegios alcanzados con sus antecesores.
La consecuente reacción nobiliaria fue sofocada con una sangrienta represión, en la
247
que perdieron la vida sus máximos dirigentes. Su política a partir de entonces sería
apoyarse en letrados y funcionarios leales, a quienes elevó a los altos cargos de la
Administración. Sólo convocará Cortes cuatro veces durante su reinado.
5.2.6.3
Manuel I el Afortunado. Le sucedió su primo, Manuel I (1495-1521),
llamado el “Afortunado”. En el interior reprimió el poder temporal del clero y facilitó
la reforma monástica, reformó los tribunales superiores y aumentó el control sobre
las Cortes. Un aspecto también muy positivo fue la mejora de la Real Hacienda.
Para mantener la cohesión interior, decretó en octubre de 1497 la expulsión o
bautismo de los judíos. A los “convertidos” se les dio promesa de que la Inquisición
no les molestaría en treinta años.
5.2.6.4
Reinado de Juan III. Durante los primeros años del reinado de su hijo
Juan III, Portugal alcanza su mayor esplendor. Así se explican las buenas relaciones
con España. En 1536 estableció la Inquisición, que realizó su primer auto de fe en
1540. Este mismo año comenzó a desarrollarse la Compañía de Jesús. Gracias al
monopolio del comercio de las especias en la India, se lograron grandes beneficios
hasta mediados del decenio de 1530. A partir de esta fecha la coyuntura cambió.
5.2.6.5
La Sociedad y la Economía. Su vida urbana, reflejaba este continuo
crecimiento de población, y, entre sus grandes ciudades, Lisboa con 60,000 era un
centro importante. La agricultura progresa en el transcurso del período 1450-1550,
pero la base de su riqueza estuvo sobre todo en el comercio ultramarino, que tenía
sus apoyos en Lisboa y, desde 1490 aproximadamente, en Amberes.
5.3
FRANCIA
5.3.1 Territorios y dominios
5.3.1.1
Los territorios reales.
Sus fronteras seguían, al norte y este,
aproximadamente, el curso de cuatro ríos: Escalda y Mosa en el nordeste, y Saona y
Ródano en el este, como habían sido fijadas en el tratado de Verdun (843). Pero al
sudeste, el límite tradicional con el Imperio, el Ródano, había sido rebasado con la
adquisición del Delfinado (1349) y de Provenza (1481). El señorío sobre Flandes y
Artois, al norte, pertenecientes a la Casa de Habsburgo era sólo teórico. Subsistían
algunos lugares extranjeros: al norte, Caláis, conquistado por los ingleses en 1347;
al sudeste, el principado de Orange era independiente; y Avignon y el Condado
Vanasino, pertenecían al Papa. Bretaña estaba ligada a Francia desde 1491 por
simple unión personal, y no se incorporará definitivamente al reino hasta 1532.
5.3.1.2
Otros “dominios” integrados en el territorio. Dentro del dominio real,
la unificación estaba lejos de haberse conseguido. Como cada vez que los soberanos
llevaban a cabo una adquisición, se comprometían a respetar los privilegios locales,
existía gran variedad de instituciones y costumbres. A grandes rasgos, podía decirse
que solamente reina una cierta uniformidad en los países comprendidos entre el
Somme y el Loire, que dependían de las cortes soberanas de París. El resto de las
provincias tenían, casi siempre, sus cortes soberanas y sus Estados regionales:
Normandía, Borgoña, Delfinado, Provenza, Languedoc y Bretaña.
5.3.2 La administración
5.3.2.1
Los consejos. El centro de gobierno radica en la Corte, que sigue al
rey en sus desplazamientos. Comprende la Casa del rey, dedicada al servicio de la
248
persona real, cuyos principales órganos son la Capilla, la Caballeriza, etc., y el
Consejo del rey. Este estaba compuesto por los pares de Francia y los grandes
funcionarios de la Corona, miembros de derecho, y, además, de grandes dignatarios
llamados por el rey. Pero como este Consejo era demasiado numeroso, y poco
manejable, el rey prefiere convocar a unos pocos consejeros que forman el llamado
Consejo secreto o Consejo restringido.
5.3.2.2
Altos funcionarios. Los grandes funcionarios de Corte eran el Canciller,
administrador de la cancillería y de la justicia, que preside, en ausencia del rey, el
Consejo; el Condestable, que manda el ejército en ausencia del rey; el Almirante que
dirige la marina; y el gran maestre que ordena la casa del rey. Los relatores
preparan las decisiones y las relaciones para el Consejo del rey. En la cancillería
trabajan los notarios y los secretarios entre los que destacan los especializados en
asuntos financieros.
Las órdenes del rey eran transmitidas y ejecutadas por oficiales, es decir,
agentes en propiedad de su cargo, comisarios encargados de una determinada
misión, elegidos la mayoría de las veces entre el cuerpo de funcionarios. Eran poco
más de doce mil y tendieron a especializarse.
Entre los funcionarios militares están los gobernadores de provincia o de
ciudades, generalmente escogidos entre la nobleza, que tenían, además de poderes
militares, de administración. No siempre estaban en su plaza, y, en ese caso, eran
sustituidos por lugartenientes. Los “baillis” y “senéchaux”, eran hombres de espada,
encargados de efectuar la leva de tropas, que unían a sus funciones las de capitanes
de alguna plaza fuerte.
5.3.2.3
La justicia. En la cúspide de la escala judicial se situaban las cortes
soberanas, que constituían, unas, la jurisdicción ordinaria, los Parlamentos, y otras,
jurisdicciones especiales.
Por debajo de los Parlamentos estaban unos ochenta tribunales de bailia y
senescalato, que eran escalón intermedio de la jerarquía judicial. Para la justicia real
en primera instancia, estaban los señoríos feudales, prebostazgos, vizcondados,
veguerías, etc.
A la Cámara de cuentas competía comprobar la contabilidad pública, y con
ayuda de otras instituciones, se ocupaba de la administración del dominio real. La
“Cour des Aides” registraba los edictos financieros y tenía jurisdicción en los asuntos
concernientes a finanzas extraordinarias. En las provincias con cierta autonomía
existían Cámaras de cuentas.
5.3.2.4
La real hacienda.
La Hacienda estaba constituida por dos
administraciones, una para las finanzas ordinarias y la otra para las extraordinarias.
El dominio real comprendía, además del llamado “dominio corporal”, el “dominio
incorporal”.
Estos derechos estaban arrendados y administrados por cuatro
tesoreros. Las finanzas extraordinarias eran administradas por cuatro “Generales”
de Hacienda, así llamados porque el reino se dividía en cuatro zonas fiscales o
generalidades.
El impuesto principal, que suministraba los dos tercios de las rentas del rey,
era un impuesto directo, la talla que, destinado en principio a la defensa del reino,
recae sobre todos los plebeyos, salvo cuando están sometidos al servicio militar. En
249
principio había sido un impuesto votado por los Estados Generales, pero los reyes lo
habían convertido en permanente. Era un impuesto recaudado por derrama. Los
impuestos indirectos eran la “aides”, derechos sobre las mercancías, sobre todo, el
vino; las “traites”, derechos sobre los transportes; y la “gabela”, monopolio sobre la
sal.
5.3.3 Los soberanos y el ejercicio del poder real
5.3.3.1
Luis XI. Trató de conseguir la unidad nacional, por medio de una
actuación personal, muchas veces violenta, otras pérfida. Durante su reinado se
incorporaron a la corona el ducado de Borgoña (1477) y las posesiones de la casa de
Anjou (ducados de Bar y Anjou, 1480), el de Maine y Provenza (1481). Preparó
también la incorporación de Bretaña, que se consumó en 1532.
La actuación enérgica de Luis XI despertó entre la nobleza feudal francesa
una natural oposición, fomentada por la intransigencia del monarca y las
desmesuradas apetencias del duque de Borgoña, Carlos el Temerario. Después de
varias difíciles crisis para la realeza, la muerte de Carlos el Temerario en la batalla de
Nancy (1477), dejó las manos libres a Luis XI para realizar sus proyectos.
5.3.3.2
Carlos VIII y Luis XII. Al morir Luis XI, en 1483, su hijo Carlos VIII
era todavía un muchacho, y dejó el gobierno durante nueve años a Ana de Beaujeu,
su hermana y su cuñado. En 1492 Carlos inició su reinado personal. Contrahecho y
de mediocre inteligencia, se rodeó de consejeros que excitaron sus sueños
caballerescos y la invasión de Italia. Luis XII sucedió a su sobrino Carlos VIII,
muerto sin hijos. A pesar de su mediocre personalidad, benevolente y justiciero,
consiguió, gracias a Jorge de Ambroise, cardenal de Ruan, verdadero primer ministro
hasta su muerte, en 1510, mantener la situación. Realmente la partida para el
autoritarismo real estaba ganada y era cuestión solamente de seguir en la línea:
ampliar la justicia, mejorar la administración pública, dominar a los organismos
medievales y atraerse a la nobleza a la política y a la vida cortesana. Esta sería una
de las principales razones de las campañas exteriores.
5.3.3.3
Francisco I y Enrique II. En la época de Francisco I se incrementa el
papel de los secretarios reales, cuyo número fijó, Enrique II, en cuatro (1547); cada
uno de ellos estaba encargado de los asuntos de cierto número de provincias y de los
países limítrofes; denominados más tarde “secretarios de Estado” fueron origen de la
función ministerial. Francisco I limitó la autoridad de los gobernadores de provincias,
grandes personajes, que solían arrastrar tras sí a extensas clientelas; en 1545
devolvió sus antiguas prerrogativas solamente a los de provincias fronterizas.
En 1552, Enrique II instituyó tribunales de primera instancia, intermedios
entre Parlamentos y bailías. Por último, para controlar la labor del gobierno, se
enviaron “comisarios” a las provincias.
5.3.4 Sociedad y Economía
5.3.4.1
Crecimiento Económico.
Francia en
este período, hasta
aproximadamente 1540, participa del movimiento general de prosperidad económica,
que estuvo acompañado de una transformación, limitada ciertamente, de las
estructuras sociales.
250
5.3.4.2
Prosperidad de la agricultura. La riqueza esencial del país descansaba
en la agricultura. Parece que la producción de granos creció sensiblemente. Las
rentas agrícolas beneficiaron a los campesinos, pero también como propietarios a la
Iglesia y a la alta nobleza. Pero el mayor progreso se da, más bien, en los cultivos
especulativos, desarrollados donde el mercado lo permite. La vid gana terreno, y
sus caldos de calidad se exportan a Inglaterra, a los Países Bajos, y a Europa del
norte. En Languedoc y Provenza gana terreno el olivar. En el oeste, en los prados el
olivar. En el oeste, en los prados naturales y landas, se desarrolla la ganadería. Los
cultivos industriales aumentaron la rentabilidad de la tierra.
La influencia del capitalismo naciente sobre la agricultura, permite una mejor
utilización del suelo y su adaptación a las necesidades del mercado.
No es solamente la nobleza y los terratenientes e inversores burgueses
quienes se benefician de esta expansión agrícola. También en amplias zonas como
en la cuenca parisina, Beauce, Valois o Brie se sabe que existían “labourers”, con
aperos y ganado, y con la experiencia y capitales necesarios para poner en valor
granjas relativamente extensas.
5.3.4.3
Desarrollo de la producción artesana. Se desarrollan, principalmente,
industrias nuevas, como la pañería ligera y la sayetería del norte y la sedería. En
general, son pequeñas empresas, de horizontes limitados, con capitales mediocres.
Los fenómenos de precapitalismo son excepcionales. El predominio de la estructura
gremial era un obstáculo a las nuevas formas de producción.
5.3.4.4
Precariedad del comercio exterior. La actividad comercial exterior es
todavía mediocre. Francia no tenía la tradición de las ciudades italianas y flamencas.
Pero el horizonte comercial se desarrolla, gracias a algunos hombres de negocios.
Los progresos mayores tienen lugar en el Mediterráneo, en dirección al Levante y
costas berberiscas. El puerto de Marsella, favorecido desde la anexión de Provenza,
y con un amplio traspaís ligado al centro lionés, es el que tuvo mayor desarrollo. La
diplomacia francesa, abierta hacia el Imperio Turco, ayudó también, pues los
comerciantes franceses se beneficiarán de sustanciales beneficios en Alejandría.
5.3.4.5
Crisis de los años cuarenta. La prosperidad, como en toda Europa
occidental, se interrumpe hacia 1540.
Las causas parecen ser una relativa
sobrecarga demográfica, el peso de las incesantes guerras sobre los presupuestos
del Estado, primeros efectos del desequilibrio monetario. Todo ello se evidencia en
el estancamiento de la producción y en el aumento de los precios, mientras que se
produce una tendencia hacia el paro. No es extraño que en las grandes ciudades
aparezcan los primeros movimientos sociales de carácter moderno. En Lyón, los
“compagnons” de la imprenta desarrollaron en 1539 la primera huelga conocida, y se
extendió a los talleres parisinos. La autoridad real tuvo que alinearse al lado de los
patronos para conjurarla.
5.4
INGLATERRA Y ESCOCIA
5.4.1 Enrique VII y la pacificación del país
5.4.1.1
Final de la guerra de las Dos Rosas. El reino de Inglaterra comienza
su historia moderna en 1485, con el fin de la Guerra de las Dos Rosas y la
251
instauración de la nueva dinastía de los Tudor en la persona de Enrique VII. Enrique
casó con Isabel de York.
5.4.1.2
Estructuración del gobierno. La debilitación del poder feudal durante
la implacable guerra civil, el deseo de la alta burguesía y del pueblo de ver
consolidados la paz y un gobierno eficaz, y la indiferencia de algunas familias nobles
supervivientes, mal resignadas a aceptar un gobierno fuerte, facilitaron la tarea.
También la tarea estaba facilitada, gracias a que los medios por los que se ejercía la
autoridad de la Corona estaban establecidos de tiempo atrás y configuradas sus
instituciones consultivas, judiciales y financieras: sí se daban circunstancias
favorables, y una dirección eficaz, podían servir para establecer un gobierno fuerte y
ordenado.
El reino comprendía Inglaterra, propiamente dicha, y Gales, Irlanda formaba
parte también, teóricamente, aunque el territorio sometido a la Corona era una
pequeña zona costera al norte de Dublín, el “Pale”, donde el estaba representado por
un Lord lugarteniente; era un país muy primitivo, dominado por los señores locales.
5.4.1.3
La administración. El gobierno central, radicaba en el Consejo privado,
compuesto por un escaso número de dignatarios.
El monarca no disponía
propiamente
de un cuerpo de funcionarios.
En los condados, o distritos
administrativos, los altos cargos eran desempeñados por los nobles. El juez de
condado (sheriff), era el encargado del orden, de la vigilancia de las elecciones y de
la justicia. Estos, conservaban su cargo por tiempo limitado, generalmente un año,
en virtud de una comisión del rey, que distinguía sucesivamente a las principales
familias del condado. Esta institución fue importantísima, en el sentido político y
social, pues hacía de la “gentry”, bien controlada por el rey un verdadero poder
intermediario entre la realeza y el resto de la población.
Las ciudades y los burgos se administraban autónomamente. Así, en conjunto, la
vida local inglesa, se caracterizaba por su descentralización, lo cual no implicaba
ningún obstáculo al poder regio, ya que lo que daba eficacia a la administración era
el asentimiento popular.
5.4.1.4
La justicia. En Westminster tenían su sede tres grandes tribunales: el
Tribunal de audiencias comunes (Court of Common’s Pleas), para los asuntos civiles;
el Banco del Rey (Court of King’s Bench) para los asuntos criminales; y la Tesorería
(Exchequer) para los asuntos financieros.
Existía también un Alto Tribunal,
encargado de sofocar la indisciplina de los nobles, en realidad, una sala del Consejo
privado, reunido en la llamada Cámara Estrellada de Westminster. Sólo a partir de
1540, este tribunal se constituirá independiente y se le llamará Cámara Estrellada
especie de tribunal de seguridad del Estado, con procedimiento expeditivo y juicios
severos, que durante un Siglo sería terrible instrumento de represión contra quienes
atentaban contra el autoritarismo real.
5.4.1.5
La real hacienda. Enrique VII puso gran cuidado en fortalecer la Real
Hacienda.
Como para recaudar impuestos necesitaba el consentimiento del
Parlamento, recurrió más bien a los impuestos ordinarios proporcionados por las
rentas del dominio real (sobre todo tierras), a los impuestos aduaneros (customs)
que gravaban las mercancías en proporción a su volumen (tonnage) y peso
(poundage), a las multas y confiscaciones. Enrique VII procuró que la Cámara del
Rey, que manejaba los servicios financieros de la Casa Real fuera acaparando la
252
administración de las rentas del dominio real, con lo que el monarca tenía en sus
manos las finanzas del reino.
5.4.1.6
El Parlamento. Gracias a esta organización financiera sólida, Enrique
VII y su sucesor no tuvieron necesidad de convocar el Parlamento, sino muy pocas
veces: exactamente siete, en veinticinco años. En este período la Cámara de los
Lores pesaba mucho más que la de los Comunes. Por la forma de su convocatoria y
por el desarrollo de sus debates el Parlamento estaba en todo momento dominado
por el monarca. Pero tenía dos privilegios importantes: sin su consentimiento no
podían crearse nuevos impuestos y las leyes que votaban eran superiores a las
demás. En estas dos prerrogativas estaba el germen de su posterior importancia.
5.4.2 Enrique VIII. Afianzamiento del poder
5.4.2.1
Personalidad y gobierno. Enrique VIII (1509-1547) tenía diecisiete
años cuando heredó el trono y entraba en su posesión en forma indiscutida. Aunque
muy inteligente, y dotado de un gran sentido político, su egoísmo y orgullo,
inmensos, le inclinaban al doblez y a la crueldad. Es la época de gobierno del
canciller Wosley, verdadero amo de Inglaterra. Desarrolló la cultura clásica en los
centros universitarios. En el exterior mantuvo una política de equilibrio europeo, y
de arbitraje. A partir de 1523, se manifiesta en el país una cierta oposición contra
los métodos, demasiado autoritarios, de Wosley, y su excesivo fausto y ambición. El
asunto del divorcio real, precipitará su desgracia (1529), a la vez que arrastrará al
país a una nueva situación.
5.4.2.2
La separación de la Iglesia de Roma. La Reforma en Inglaterra tuvo
consecuencias trascendentales en todos los órdenes.
En primer lugar el
reforzamiento de la autoridad del Parlamento.
Desde entonces, el papel del
Parlamento en la historia inglesa no cesará de agrandarse.
5.4.3 Transformaciones Económico-Sociales
5.4.3.1
Consecuencias sociales de la secularización de los bienes eclesiásticos.
La confiscación de bienes de los monasterios convirtió a la Corona inglesa en gran
propietaria. Enrique VIII que vendió, o regaló, aproximadamente los dos tercios de
estas tierras, creó una nueva aristocracia, en cierto modo, cliente de la Corona, pues
debía su elevación a la largueza real. Esta nueva aristocracia Tudor desempeñó los
cargos más importantes y fue el soporte del trono.
Esta nueva aristocracia, cuyas relaciones con el campesinado no eran tan
estrechas como las de la vieja nobleza, depende más del favor real y aspira a los
cargos públicos. No repugna tampoco de empresas especulativas. En esta época se
produce también el ascenso de la “gentry”, que se aprovecha también de la
adquisición de tierras monásticas y de las transformaciones en la economía agraria,
y, a veces están interesados en la industria pañera o en el comercio exterior.
5.4.3.2
Desarrollo económico y comercial. El desarrollo de la industria y el
comercio, jugó un papel estimulante. La industria lanera conoció un gran desarrollo,
sobre todo en los distritos rurales del suroeste, las regiones de Salisbury, Winchester
y Norkfold. La compañía comercial de los “Mercaderes Aventureros”, organizada
desde el Siglo XV, obtuvo notables privilegios en 1504, y desarrollarían la
exportación de paños ingleses. La expansión de la industria, redujo a la nada la
253
exportación de lana, sustitución que supuso un importante valor añadido al trabajo
industrial.
5.4.3.3
Problemas Sociales. La orientación de la agricultura hacia la cría de
ovejas, el desarrollo de la industria rural, que escapa a los reglamentos de las
corporaciones, y la destrucción de monasterios y con ello algunos de sus funciones
asistenciales, crearon, a partir de 1530, tensiones sociales. Los artesanos de las
ciudades, sobre todo los de Londres, vieron sus beneficios limitados por la
concurrencia de la industria rural o de compañías con monopolio. A pesar del
esfuerzo del gobierno para garantizarles seguridad (estatuto de 1527), un cierto
número de campesinos fueron desalojados de sus tierras; y los jornaleros de ciertos
condados de las Midlands, perdieron su empleo a causa del movimiento, aún
limitado, de los “enclosures”, en el momento en que se extinguen los conventos.
Estos cambios sociales explican algunos movimientos populares, combinados, a
veces, con motivos religiosos y políticos, como la insurrección, en Devon y
Cornualles, en 1528; los alborotos sociales, en 1525 y 1528; entre los obreros
pañeros del sudoeste de 1549, en Norfolk; o la rebelión campesina, encabezada por
Robert Kett, que degolló a 20,000 ovejas pertenecientes a grandes propietarios.
El Estado procuró resolver estos problemas promulgando las llamadas “leyes
de pobres”.
La primera, en 1536, confiaba a las autoridades parroquiales el
mantenimiento de los menesterosos, por medio de colectas y limosnas, al mismo
tiempo que se reprimía la mendicidad. En 1547 una nueva ley, a la vez protectora y
represiva, preveía el alojamiento de los indigentes, para obligarles a trabajar en
“workhouses”. Una nueva asistencia social laica se multiplica: las ciudades crean
hospitales y centros de beneficencia.
5.4.4 El Reino de Escocia
5.4.4.1
Reinado de Jacobo IV. Comenzó a consolidar la autoridad. Aunque
casado con Margarita, hija de Enrique VII de Inglaterra, Jacobo se mantuvo aliado a
Francia, frente a la política de su suegro.
5.4.4.2
Jacobo V. Durante estos años, la influencia de los “lollardos”, se
infiltra, desde Inglaterra, hasta llevar al país a una serie de disturbios y choques
internos, que lo debilitan. Estas luchas de los poderosos clanes nobiliarios, se
agudizan durante una dilatada minoría (1518-1528). En este año comienza el
reinado personal de Jacobo V (1528-1542), que consigue restaurar el orden en el
interior y refuerza su alianza con Francia, al casarse con María de Lorena, unión de la
que nacería María Estuardo, proclamada reina a la muerte de su padre en 1542.
5.4.4.3
María Estuardo. Como María Estuardo era recién nacida, gobernó
como regente su madre María de Lorena, ayudada por el arzobispo de Saint Andrew,
David Beaton, decididamente nacionalista y francófilo, que mantuvo el reino alejado
de los intentos de Enrique VIII para unir ambas Coronas. Aunque libre, oficialmente,
de la Reforma, en estos años se estaba incubando en Escocia, por la entrada de
herejes extranjeros y apoyados por algunos poderosos clanes nobiliarios, un
movimiento reformista anglófilo y contra la política pro-francesa de la Regente.
254
5.5
LOS ESTADOS ITALIANOS
5.5.1 Fraccionamiento político de Italia
Eran numerosos los Estados, y sus
5.5.1.1
Los principales estados.
dimensiones y constituciones políticas muy diferentes. Además del Estado Pontificio
existía un reino, el de Nápoles; marquesados, como Saluzzo o Monferrato; ducados,
vinculados a viejas familias feudales (Saboya y Ferrera), o a “condottieri” (Milán,
Mantua, Urbino, Bolonia) y otros principados minúsculos; repúblicas aristocráticas
(Venecia, Génova, Florencia, Lucca, Siena, etc.); y antiguos señoríos y repúblicas.
Se observan dos tendencias: la primera, la caída de los gobiernos comunales
o Repúblicanos y la segunda, la expansión de las mayores ciudades-estado a
expensas de otra menos poderosas.
5.5.1.2
Las ciudades-estado y el gobierno de los “déspotas”. Casi todas las
ciudades del norte y centro de Italia se habían desarrollado como comunas
independientes, con formas Repúblicanas, dominadas, más o menos, por una clase
aristócrata o por una mezcla de mercaderes y nobles. Hacia finales del XIII, el poder
de esta clase social dirigente, fue discutido por una nueva clase de ricos capitalistas
y también una clase media de artesanos y comerciantes, que aspiraban a mantener
la paz, esencial para sus negocios. La solución sería el gobierno de la ciudad por un
dictador o “déspota”, que mantendría el orden y la paz a costa de la libertad política.
La forma en que estos déspotas adquirieron el poder, difiere según las ciudades.
Algunos lo lograron como delegados de los magistrados de la ciudad, convirtiéndolo
en un poder extraordinario; otros fueron soldados mercenarios o señores feudales
que se apoderaron del poder por la fue fuerza de las armas; algunos, finalmente,
utilizaron su riqueza como medio de controlar el gobierno.
Estos déspotas eran gente de una gran personalidad y fuerza de carácter, y
se consideraron por encima de las leyes, rompiendo con toda forma tradicional de
gobierno, y utilizando el poder para su propio encumbramiento y riqueza. Fueron a
menudo, astutos, crueles y pérfidos, pues debían gobernar no sólo con la fuerza,
sino con el terror. Pero, generalmente, proporcionaron a sus ciudades un gobierno
más estable y próspero de lo que había sido durante las antiguas comunas
Repúblicanas.
Pero los déspotas no hubieran podido obtener el poder, ni mantenerse en él,
si en general el pueblo italiano no hubiera perdido su habilidad o su interés por la
defensa de sus libertades.
Los Estados italianos, para defenderse contra sus
enemigos, sofocar las rebeliones de los ciudadanos descontentos o los deseos de
independencia de las ciudades sometidas, hubieron de depender de soldados
mercenarios extranjeros.
Estos soldados mercenarios estaban organizados por
líderes, llamados “condottieri”, que ofrecían sus servicios a quien mejor les pagara.
Su principal interés era mantener la guerra durante el mayor tiempo posible, ya que
la paz traía consigo el desempleo.
5.5.1.3
Importancia de los grandes estados. La segunda tendencia general de
la historia de Italia durante este período, es la expansión de los grandes Estados a
costa de los pequeños. Esta tendencia se manifestó más tarde que la conquista de
las ciudades por déspotas, y, en cierto modo, es la consecuencia natural de este
proceso.
255
5.5.2 Desarrollo Económico y Social
La Península estaba densamente poblada y sus
5.5.2.1
La población.
ciudades, en general, crecen durante la segunda mitad del Siglo XV y la primera del
XVI.
En las ciudades italianas, la población gozaba de mejores medios asistenciales
y mayores comodidades. No faltaban las instituciones para prevenir las hambres,
que almacenaban el trigo en las épocas de abundancia a bajos precios y la asistencia
social y hospitalaria estaban muy desarrolladas.
5.5.2.2
Agricultura.
La agricultura de regadío se practicaba en amplias
extensiones de Lombardía y Venecia. En la llanura lombarda la propiedad capitalista
desarrollaba, aparte del trigo, hortalizas y legumbres, cultivos nuevos como el arroz,
introducidos hacia 1475, y el trébol, para alimento de la ganadería vacuna. Otras
ciudades del centro, poseían vegas y huertas, cultivadas con esmero. Italia del sur,
Sicilia y Appulia, fueron los graneros de trigo del Mediterráneo.
5.5.2.3
Industria. Italia poseía una estimable industria metalúrgica en el
norte, en Lombardía, y, sobre todo, textil. Las ciudades lombardas dominaban el
mercado de la pañería y también de la sedería, organizado bajo formas capitalistas.
5.5.2.4
Desarrollo comercial y bancario. Venecia era la puerta de entrada de
las mercancías de Oriente hacia el mundo germánico.
Abastecía también a
Occidente, gracias a su imperio colonial, cuyo centro era Chipre. El puerto de
Venecia era el más importante de Italia.
5.5.3 Los Principales Estados y sus Vicisitudes
5.5.3.1
Los Estados Pontificios. Incluían territorios heterogéneos, separados
por el Apenino Central. En su mayor parte el poder del Papa era tan sólo nominal,
pues en casi todas las ciudades se habían establecido “condottieri”, a los que la
Santa Sede había tenido que reconocer el título feudal.
Los Papas de este período, no se distinguieron, ciertamente, por sus
atenciones a la Iglesia; gobernaron más como soberanos políticos y movidos por
afanes temporales y familiares, practicaron ordinariamente el nepotismo.
Como resultado del Gran Cisma y del movimiento conciliarista, el Papa había
recobrado su autoridad en los Estados Pontificios y restaurado sus finanzas. Sin
embargo, desde el Siglo XV, cada vez llegaban menos recursos económicos de fuera
de Italia y fue preciso explotar los propios medios; para ello fue necesario poner
control y orden sobre la administración y expandir las fronteras del Estado. Los
Papas de este período, creyeron que era esencial mantener su poder temporal en
Italia, para ejercer su función universal, pero a costa de sus deberes como jefes
espirituales de la Iglesia.
5.5.3.2
Reino de Nápoles. Estaba regido por Ferrante I (1458-1494) hijo
bastardo y sucesor de Alfonso el Magnánimo de Aragón. A su muerte se desató la
contienda hispano-francesa, que desde 1504 puso en manos españolas el reino hasta
1715. El soberano español, ausente ordinariamente, se hizo representar por un
virrey, al que asistía un “Consejo Colateral” con competencia jurídica y financiera.
256
Venecia era la más poderosa de las
5.5.3.3
La República de Venecia.
repúblicas aristocráticas. En torno a la ciudad de San Marcos, protegida por su
laguna, se fue formando un poderoso Estado, que abarcaba gran parte de la llanura
del Po. Su constitución política era una muestra de equilibrio y ponderación.
Reservaba los derechos cívicos, exclusivamente, a la nobleza, aunque ésta nacida del
comercio, era muy abierta y fluida. La soberanía pertenecía al Gran Consejo,
integrado por representantes de las familias nobles, unas dos mil, cuya función era
elaborar las leyes y nombrar los cargos públicos. El Senado, elegido por el Gran
Consejo, dirigía la política exterior. Los órganos ejecutivos principales eran el
Consejo de los Sabios y el Consejo de los Diez. El Dux, o Dogo, era la cabeza oficial
de la “Serenísima República”, que se recubría de toda pompa y magnificencia. Su
ejército, su flota y sus recursos, hacían de Venecia una verdadera potencia.
5.5.3.4
La República de Génova. La República de Génova era muy diferente y
su territorio sensiblemente más pequeño, pues abarcaba solamente una estrecha
faja litoral; su soberanía estaba mediatizada por la lucha entre las grandes familias.
Los nobles, divididos en clanes (alberghi), en conflictos ininterrumpidos, se oponían a
los plebeyos (popolari); los burgueses a los artesanos; y las facciones rivales,
llamadas blancos y negros, luchaban entre sí. Estas constantes contiendas y
antagonismos sociales y políticos impidieron a Génova desempeñar el papel al que
estaba llamada por su prosperidad comercial, su potencialidad marítima y su sólida
banca.
Estuvo sometida a Francia entre 1499-1512, y sería después de 1528 la
aliada y tutelada de España durante más de un Siglo.
La tendencia de la
constitución genovesa fue hacia la oligarquía.
5.5.3.5
Ducado de Milán. La corona ducal de Milán fue asegurada por la Paz
de Lodi (1454) al famoso condottiero Francisco Sforza, que con prudencia y tacto de
gobernante, ayudado por la amistad con Florencia y Francia, supo constituir un gran
Estado, rico, y centro de las artes y de las ciencias. Durante le gobierno de Juan
Galeazzo (1476-1494), su cuñado, el ambicioso Ludovico el “Moro”, fue el verdadero
duque, que arrastró a Milán a toda suerte de conflictos en que creyó obtener una
ampliación del Estado.
5.5.3.6
Florencia. Florencia era una Ciudad-Estado muy convulsiva, en la que
desde 1434 se había impuesto la gran familia industrial y financiera de los Médicis.
Representada solamente por el “popolo grasso” es decir, la burguesía mercantil.
Lorenzo I el Magnífico (1469-1492) consolidó el poder de la familia sobre
Florencia. Su matrimonio con la noble romana clarisa Orsini le proporcionó el lustre
aristocrático de que antes de su familia carecía. Ayudado por sus partidarios,
incrementó la fiscalización que el “Consejo de los Ciento” ejercía sobre el gobierno,
pero cuidando mucho de conservar la fachada Repúblicana del Estado. Era una
personalidad compleja, genio versátil, a la vez que poeta, mecenas, hombre de
Estado y diplomático. Sus pretensiones de obtener el ducado de Milán y la señoría
sobre Imola, le enfrentaron con la Santa Sede, a cuya cabeza Sixto IV, que retiró los
fondos pontificios de la banca Médicis, otorgándoselos a la familia rival de los Pazzi.
Lorenzo, hábil diplomático, tras dos años de resistencia, logró apartar a Nápoles,
mientras que la toma de Otranto por los turcos (1479), decidió a Sixto IV a renunciar
al acoso florentino. Este triunfo reforzó la autoridad de los Médicis en Florencia.
Lorenzo, apodado el Magnífico, ejerció un eficaz mecenazgo de artistas, en particular
sobre Miguel Ángel, autor de los sepulcros de la familia.
257
5.5.3.7
Ducado de Saboya. El ducado de Saboya, que se extendía al otro lado
de los Alpes hasta Niza, sólo poseía en la vertiente italiana una parte del actual
Piamonte; por ello apenas puede considerarse territorio italiano. Dentro de su
espacio estaban comprendidos dos feudos independientes: los marquesados de
Saluzzo y Monteferrato. Tenía un papel estratégico fundamental, pues dominaba los
pasos de Francia a Italia. Durante la Reforma, perdió la ciudad de Ginebra y la
comarca de Vaud, que se independizaron.
5.6
LA CONSTITUCIÓN IMPERIAL
5.6.1 La constitución imperial
5.6.1.1
El territorio. Estaba limitado al oeste por el Escalda y el Mosa; al sur,
englobaba los Estados hereditarios de los Habsburgo, con Trieste; al este, incluía a
Austria y al reino de Mohemia; al norte, no rebasaba el Oder. Prusia no formaba
parte del Imperio.
5.6.1.2
Estructura del Imperio174. La persona llamada a ser emperador (rey
de romanos) debía ser elegida por siete príncipes electores, tres eclesiásticos y
cuatro laicos. La Dieta estaba formada por tres asambleas de órdenes. La asamblea
de príncipes reunía a más de trescientos miembros, divididos en tres clases. En la
asamblea de ciudades formaban parte representantes de las villas de Nuremberg,
Augsburgo, Ratisbona, Bremen, Hamburgo, Lubeck y Estrasburgo. La Dieta era la
única institución que podía ejercer derechos de soberanía175.
5.6.1.3
El Emperador y su Cancillería. Existía también la Cancillería imperial,
presidida por el arzobispo de Maguncia y un Tribunal imperial que acompañaba al
Emperador en sus viajes.
El Emperador tenía un poder meramente representativo. No disponía de
ejército, ni de ingresos fijos, ni de un cuerpo de funcionarios para hacer aplicar sus
prerrogativas y órdenes.
El auténtico poder residía en los príncipes y se expresaba
a través de las Dietas.
El Imperio comprendía numerosos Estados, dirigidos por príncipes,
eclesiásticos, o laicos, pequeños señoríos que gozaban del privilegio de ser
directamente vasallos del Emperador, y numerosas ciudades libres.
5.6.1.4
Estados Patrimoniales de los Habsburgo. Ente los Estados, el más
importante era el de los Habsburgo, formado por las posesiones hereditarias de la
familia176. Luis XI consiguió apoderarse de la Borgoña ducal que, conservaba por
Carlos VIII, debía convertirse más adelante en la manzana de discordia entre Carlos
V y Francisco I.
Desde 1526, a los territorios de los Habsburgo se añadirían las coronas
electivas de Hungría y Bohemia. Hungría, que no formaba parte del Imperio, estaba
dividida en tres porciones: una, con la capital, Buda, anexionada por el Turco; otra,
174
Según la Bula de Oro de 1356
Autorizar los impuestos, decidir la Guerra, ratificar tratados con príncipes extranjeros, levantar
ejércitos, despojar a un príncipe de sus estados, etc.
176
Archiducado de Austria, ducados de Estiria, Corintia y Carniola, condado del Tirol, territorios de
Brisgovia y la alta Alsacia.
175
258
Transilvania, que pagaba tributo a los turcos; la tercera, la Hungría real, que
reconocía a los Habsburgo como soberanos. Bohemia177 aseguraba a los Habsburgo
un voto más en la elección imperial. Pero estos nuevos territorios eran los más
expuestos al ataque del Turco.
5.6.1.5
Los siete principados electores. Los principados electorales gozaban
de una situación más estable, pues según la Bula de Oro no podían dividirse. Los
electores poseían derechos soberanos, como acuñar moneda, imponer
contribuciones, administrar justicia.
5.6.1.6
Ciudades libres. Eran más de un centenar, sobre todo en los países
romanos y en Suabia; escaseaban en Baviera, Franconia y Turingia. En el norte
estaban las grandes ciudades hanseáticas y en Lorena, tres ciudades de habla
francesa. Se administraban igualmente por un Consejo, que gozaba de amplias
prerrogativas económicas, financieras y militares. Las corporaciones ejercían en
ellas un relevante papel. Salvo algunas, como Ulm o Nuremberg, que poseían un
territorio extenso para poder afianzar su importancia, las ciudades alemanas, desde
finales del Siglo XV, estaban en declive, frente al robustecimiento del poder de los
príncipes.
5.6.2 Situación social y económica
5.6.2.1
Transformaciones en las estructuras. La penetración de los métodos
capitalistas y el rápido desarrollo comercial de algunas importantes ciudades
favorecía los cambios en la organización social y acentuaba las desigualdades.
Mientras el artesanado de Alemania del norte y del oeste se mantuvo relativamente
próspero, muy sólidamente afianzado en el cuadro de las corporaciones, en las
ciudades textiles, la intervención de firmas capitalistas en la industria, produjo
cambios y mutaciones sociales. En Ulm y Augsburgo, los tejedores de fustanes,
anteriormente libres, caían bajo la dependencia económica de comerciantes que
importaban el algodón y otras materias primas, que se los entregaban para su
elaboración, encargándose ellos de colocar en el mercado exterior los productos
acabados.
5.6.2.2
Desarrollo de la minería. En el sector minero la transformación fue
aún más importante. La explotación minera, que se desarrolla a mediados del Siglo
XV, por su misma estructura y la aplicación de progresos técnicos, imponía un
capitalismo.
Existían así grandes empresas, radicadas en Augsburgo y otras
ciudades de la Alta Alemania, como las de los Fugger, Hochstetter, Baumgartner,
Meeting, etc., que comprendían obreros especializados, bien pagados, y otros
muchos con un trabajo duro y jornales cortos.
La actividad comercial se acrecentó sobre todo: en las ciudades hanseáticas
que mantenían intercambios con los Países Bajos y la península ibérica; en la región
renana, donde el Rhin era la vía activa pro la que se conducían paños, telas y
productos metálicos de la baja Alemania y Suiza hacia los Países Bajos; y en las
villas danubianas, que servían de empalme entre la Italia norteña y la alta Alemania.
5.6.2.3
La situación del campesinato. Sin embargo, la actividad de las tres
cuartas partes de los alemanes era la agricultura. El campesinado alemán se sentía
oprimido por la nobleza y el alto clero y acechaban la ocasión de liberarse del pago
177
Comprendía Bohemia, Moravia, Silesia y Lusacia
259
de córveas y diezmos. No fueron infrecuentes las insurrecciones campesinas. Las
señas distintivas de estos movimientos revolucionarios era el “bundschuch”, basto
calzado campesino, bien diferenciado de la bota fina de los nobles. El mundo rural
estaba especialmente inquieto y no sería difícil, como lo probarían los movimientos
de 1523-1525, provocar cualquier conflicto.
Pero quizá el mayor elemento
5.6.2.4
Descontento de los Caballeros.
potencial de perturbación se hallaba en el sector social de la pequeña nobleza, de los
caballeros (Ritter), muy numerosos en Alemania occidental. Desde el Siglo XIV, se
hallaban en decadencia, tanto en su situación económica, como en su estatus social.
Como pequeños propietarios vieron reducidos sus patrimonios; y también el poder
adquisitivo de las rentas que de ellos recibían, como efecto de la inflación. Por otro
lado, la evolución de los ejércitos y de los métodos de la guerra les había dejado
prácticamente sin función directiva y sin el botín que aquella les proporcionaba.
Estos caballeros tuvieron que ponerse al servicio de príncipes y nobles más
poderosos (condottieros) o se hicieron aventureros, bandoleros y atracadores de
viajeros, villas y monasterios.
5.6.3 Tentativas de centralización
5.6.3.1
Crisis de la estructura política. La anarquía se hizo tan evidente, que
Federico III Habsburgo (1440-1493) hubo de plantearse la necesaria reforma
política. Él preparó la grandeza de los Habsburgo, al casar a su hijo Maximiliano con
una rica heredera, María, hija de Carlos el Temerario, duque de Borgoña, que aportó
la mayor parte de los Estados de su padre, entre ellos los Países Bajos.
5.6.3.2
Maximiliano I y la centralización del imperio. Maximiliano necesitaba
realizar la reforma imperial para obtener el apoyo financiero y militar del Imperio en
beneficio, ante todo, de sus territorios patrimoniales, que debía defender contra el
Turco, y para su ambiciosa política italiana. En la Dieta de 1496, reunida en Worms,
se enfrentaron manifiestamente la postura del Emperador y la de los príncipes.
Mientras éstos pretendían establecer una Confederación oligárquica, Maximiliano
consideraba que la centralización del Imperio, bajo la autoridad del Emperador era
fundamental para la defensa efectiva contra los enemigos, especialmente, franceses
y turcos. En todo caso, prefería mantener su autonomía financiera y militar, sin
subordinarse a una organización federativa.
En estas condiciones se llegó a una transacción. Se acordó la prohibición de
guerras internas (Paz perpetua) y la disolución de los ejércitos de los príncipes, y
erigir, para mantener la paz, una Cámara de Justicia Imperial. Se acordó también
otorgar al Emperador el “dinero común”, impuesto que le permitiría atender a las
necesidades imperiales. Pero los príncipes no lograron que Maximiliano aceptara un
Consejo de Gobierno del Imperio, que establecería la política imperial. Entonces,
algunos príncipes rehusaron pagar el “dinero común”.
5.6.3.3
Fracaso de estas tentativas.
Si las decisiones de la Dieta de
Augsburgo hubieran tenido efecto, el poder del Emperador hubiera quedado
notablemente reducido, y el Imperio habría vuelto a la anterior oligarquía. Pero el
Consejo de Gobierno tropezó con muchas dificultades para llevar a cabo su tarea,
por la oposición no sólo de Maximiliano, sino de los intereses de los príncipes. El
Emperador propuso en 1505 nuevos planes de reforma para establecer un gobierno
central fuerte, pero bajo su control, que no fueron aceptados. En adelante, su
260
táctica sería intentar imponer sus puntos de vista, sea directamente, o mediante
ligas con otros príncipes, sin tener en cuenta los intereses nacionales o populares.
En la Dieta de Maguncia de 1517, fracasaron definitivamente las aspiraciones
reformistas.
La situación del Emperador vino, por
5.6.3.4
Carlos V Emperador.
circunstancias bien conocidas, a plantearse de manera diferente con su nieto y
sucesor, Carlos V (1519-1556). Su misma elección imperial, en 1519, fue posible
mediante el soborno y compra de los electores, lo que implicó una limitación del
poder imperial.
Además, Carlos, antes de la elección, hubo de firmar una
capitulación por la que se comprometía, prácticamente, a no tomar decisión
importante alguna, en política exterior o en materia interna, sin consultar
previamente a los electores o a la Dieta.
Este precedente condicionaría las
posteriores elecciones del Imperio.
La cuestión esencial del programa de Carlos V sería hallar una fórmula capaz
de conciliar y hacer factible el gobierno del Imperio con el de los Estados que le
habían correspondido por herencia. En la dieta de Worms, de 1521, y aprovechando
el movimiento luterano, reorganizó el Consejo de Gobierno (Reichsregiment)
robusteciendo en él la autoridad imperial.
Pero quizá la decisión de mayor
trascendencia, y que tendría resultados muy positivos ante sus frecuentes ausencias
de Alemania, solicitado por el gobierno de España y de los Países Bajos, fue la
decisión de hacer venir de España a su hermano Fernando, tras nombrarlo su
representante en el Imperio, y cederle, por el tratado de Bruselas (1522), los
territorios de los Habsburgo, con lo que vino a reemplazarle, durante su ausencia, en
el gobierno de los asuntos austriacos e imperiales.
5.6.4 Estructura y Gobierno del Imperio Carolino
5.6.4.1
Carlos V y su gobierno personal. Además del Imperio Germánico,
Carlos V tuvo bajo su cetro otros territorios, que constituyeron un Imperio con unas
características muy peculiares, que la hacen único en la Historia. Carlos gobernó su
Imperio bajo una forma patrimonial; ninguno de ellos estaba subordinado
constitucionalmente a otro. Existía un Consejo de Estado, que incluía miembros
italianos, españoles y borgoñones, con finalidad consultiva en los asuntos tocantes al
Imperio en general, pero era poco eficaz para ser considerado como organismo
generador de un gobierno común. Es bien significativo al respecto que en 1530, a la
muerte de Mercurino Gattinara, fuera suprimido el cargo de Gran Canciller Imperial.
El Emperador asumió personalmente toda la responsabilidad política, asesorado por
los consejeros que en cada caso sería oportuno consultar. Existían, para canalizar
los asuntos y ejecutar las decisiones, dos Secretarías distintas: La Secretaría de
Estado Española178 y una Secretaría Francesa179.
La unidad del Imperio procedía de la persona del propio Emperador y
emanaba de su exclusiva responsabilidad. En cada territorio estaba representado
por un regente, miembro de su familia, o virrey, escogido entre la nobleza española.
5.6.4.2
Dificultades financieras.
La política de Carlos V se apoyó
financieramente sobre todo en España. Castilla fue sin duda el reino que contribuyó
178
179
Se ocupaba de los asuntos de España, Italia y el Mediterráneo.
Trataba los asuntos de los dominios situados al norte de los Pirineos y de los Alpes.
261
en mayor medida a la política Imperial, después de los Países Bajos. Desde 1550 el
agotamiento de las fuentes europeas, hizo que dependiera cada vez más de la plata
de las Indias españolas.
Pero como las campañas exteriores y los gastos extraordinarios fueron lo normal, los
recursos ordinarios no llegaban a cubrir aquellas necesidades. Por ello Carlos V tuvo
que servirse del préstamo. Los banqueros alemanes, genoveses, flamencos y
españoles le adelantaron grandes sumas de dinero a altos réditos, negociados sobre
todo en la plaza de Amberes.
5.6.4.3
Los Países Bajos. Importancia de la política de Carlos V. La vieja
patria de Carlos, a la que los españoles llamarían Países Bajos, comprendía los
ducados de Luxemburgo, Brabante y Limburgo, los condados de Flandes, Holanda,
Zelanda, Heano y Artois, además de otros menores (Namur, Amberes y Malinas) y
señoríos. Durante su reinado, Carlos V añadió otras provincias. Después de una
larga guerra, interrumpida por treguas que el duque de Güeldres, instigado por
Francia, volvía a romper, Carlos adquirió sucesivamente Frisia (1521), Utrecht y
Overyssel (1528) y Groninga (1536). Finalmente, en 1543, el condado de Zupthen.
Se constituyeron así las Diecisiete Provincias.
5.6.4.4
Gobierno y administración. Sin separar formalmente los Países Bajos
del Sacro Imperio, Carlos reforzó su unidad por dos actos legislativos.
La
Transacción de Augsburgo (1548) que reunió en el “círculo de Borgoña a todos los
antiguos territorios que poseía la Casa de Habsburgo y los de Flandes y Artois
sustraídos a la soberanía de Francia. Por la Pragmática Sanción instauró un sistema
sucesorio, por orden de primogenitura, constituyendo a las Diecisiete Provincias en
un verdadero Estado, cuyo soberano llevaba oficialmente el título de “señor natural”.
Cada una de las provincias tenía sus Estados, en los que la nobleza tenía
ejercida influencia preponderante. El gobierno central radicaba en Bruselas, donde
residía la gobernadora, que regía ayudada de tres consejos: Consejo de Estado,
Consejo Privado o alta corte de justicia y Consejo de Hacienda. En las provincias, la
administración incluía Consejos de Justicia y Cámaras de Cuentas, y sus respectivos
gobernadores (Stathouders) mandaban el ejército. Los ingresos procedían o del
patrimonio o de los impuestos directos votados por los Estados Generales.
5.6.4.5
La Población y la Economía. Las crecientes demandas financieras de la
política imperial serían una causa fundamental de descontento.
Pero existían
también otras circunstancias, como la formación de un proletariado urbano en las
ciudades, especialmente en Flandes.
Brujas y Gante se levantaron contra
Maximiliano, y Gante volvió a registrar desórdenes en 1539-1540 hasta el punto de
que el propio Carlos V tuvo que venir con un ejército para acabar con el gobierno
popular allí establecido.
Los Países Bajos era uno de los territorios más densamente poblados y
prósperos, con numerosas urbes de importancia. Su agricultura estaba en la
vanguardia europea y en muchas partes había desaparecido el barbecho, gracias a la
alternancia de sistemas de cultivo muy complejos. La superficie cultivada se había
acrecentado mediante el drenaje, la construcción de diques y la mejora de tierra.
Este progreso rural que tendió a la explotación bajo formas capitalistas tuvo también
su otra cara; contribuyó a la formación de un proletariado desarraigado, que acudía
a los centros urbanos en busca de trabajo.
262
5.6.4.6
Desarrollo mercantil. Amberes, mercado internacional. El comercio
alcanzó un gran desarrollo, gracias a la tupida red de canales interiores, y excelentes
puertos. Entre ellos destacará Amberes que asumió el papel desempañado por
Brujas en los Siglos anteriores. Su hegemonía radicaba, en parte en sus propias
industrias y en parte en su excepcional situación. Amberes servía de palanca de
intercambios entre el comercio del Báltico y el que alcanzaba por el Rhin el centro de
Europa e Italia; y entre Londres al oeste y la península ibérica al sur.
Desde 1511 un tratado de neutralidad con los suizos, y en 1522 con Francia,
salvaguardaron este pequeño territorio de conflictos con sus vecinos.
5.6.4.7
La Disgregación del Imperio Carolino. Hacia 1548, después de haber
creído que tenía a Alemania dominada, el Emperador, estaba envejecido y cansado.
Comenzó a reflexionar sobre la sucesión y en la conveniencia de que cuando muriera
su hermano Fernando también los dominios patrimoniales austriacos y el Imperio
pasaran a su hijo Felipe.
5.7
PAÍSES DEL NORTE
5.7.1 La Unión de Kalmar
La “Unión de las tres coronas” (Noruega, Suecia y Dinamarca), efectuada en
1397 en Kalmar, se mantuvo más o menos bien, hasta comienzos del Siglo XVI.
Dicha unión tenía más bien el sentido de un contrato de asociación entre la
monarquía danesa y los nobles de cada uno de los tres países, que conservaban una
gran independencia.
5.7.2 Características socio-políticas de estos países
En Dinamarca la Corona era electiva. La autoridad real estaba mediatizada
por la Dieta (Rigsraat), compuesta por la nobleza del clero. La aristocracia era muy
poderosa. Desde años atrás, concretamente desde 1439, había logrado reunir
importantes prerrogativas económicas y judiciales, frente al ascenso de una
burguesía urbana en las ciudades comerciales y frente al campesinado, sometido a
servidumbre.
La situación social y política era semejante en Suecia y Noruega. Pero Suecia
contaba con una asamblea muy especial, el “Riksdag”, integrada por cuatro órdenes:
nobleza, clero, burguesía y campesinado.
Dinamarca, Noruega y Suecia eran en realidad comunidades gobernadas por
la aristocracia, que tenían en común un rey débil, puramente decorativo.
5.7.3 La mediatización económica de la Hansa
Por otra parte, la Hansa hacía lo posible por mantenerse como la poderosa
Liga de ciudades mercantiles del norte del Imperio, garantía de que el paso de Sund
continuase abierto. La condición para ello estaba en la rivalidad entre Suecia y
Dinamarca, y en el mantenimiento de una monarquía débil, incapaz de cerrar aquel
paso vital para el comercio entre el Báltico y los países del Mar del Norte,
fundamento de la prosperidad de la Hansa.
263
A comienzos del Siglo XVI, aunque las ciudades de la Hansa seguían
disfrutando de una economía floreciente, la Liga Hanseática
experimentó
disensiones intestinas, agravadas por la consolidación, y consecuente competencia,
de los estados territoriales del norte de Alemania y de la monarquía en los Países
Bajos.
5.7.4 La Corona de Dinamarca-Noruega
5.7.4.1
Cristian II. El vacío de poder provocado por la debilitación política de
la Hansa, sería aprovechado por Cristian II de Dinamarca (1513-1523). Cristian
trató, emulando a los soberanos de su época, de aumentar el poder y autoridad de la
monarquía y rehacer la unidad escandinava. Apoyado en la burguesía de las
ciudades y en el campesinado, intentó quebrantar el poder de la nobleza y reducir
las inmunidades y privilegios de los eclesiásticos.
El primer revés lo experimentarían en Suecia. Hizo ejecutar traicioneramente
a los rebeldes. El “baño de sangre” de Estocolmo provocó una sublevación general
de matiz nacionalista, encabezada por el hijo de una de las víctimas, el futuro
Gustavo Vasa. La rebelión triunfó, y en 1523 Suecia se constituyó como reino
independiente.
En Dinamarca, este mismo año, Cristian II, fue destronado por un
levantamiento de la nobleza, apoyado por Lübeck, que buscaba zafarse de los peajes
del Sund, y se proclamó rey al duque de Schleswig-Holstein, Federico I.
El
destronado Cristian II se refugió en los Países Bajos, donde tejió toda clase de
intrigas para ser repuesto en el trono de Dinamarca. En 1531-1532 organizó una
invasión, con el apoyo del Emperador y de acuerdo con la ciudad de Lübeck, que
quería recobrar el control del paso del Sund.
5.7.4.2
Federico II. Por una parte tuvo que hacer frente a las intentonas del
destronado Cristian; por otra, mantenerse en Dinamarca y Noruega frente a un
mayoritario sector del clero y del pueblo que no aceptaba la expansión de las
doctrinas luteranas, toleradas y favorecidas por el rey.
Al morir Federico I en 1533, el alto clero organizó la oposición, presentando la
candidatura de Cristóbal de Oldenburgo, apoyado por la ciudad de Lübeck.
5.7.5 Suecia
5.7.5.1
Gustavo I de Vasa. Le fue mucho más difícil reinar. Su rebelión había
sido apoyada también por los campesinos, quienes ni querían ni podían pagar los
impuestos. Por otra parte, se le oponía Gustavo Trolle, depuesto obispo de Upsala,
apoyado en un sector de la nobleza, que no gustaba de la tolerancia del nuevo
monarca a la expansión de la doctrina luterana. Gustavo no vio en la riqueza de la
iglesia sueca los medios necesarios para conseguir su asentamiento y satisfacer a la
nobleza que le había apoyado.
Iniciando
la secularización de los bienes
eclesiásticos, que representaban cerca del 70% de la riqueza del país. El apoyo
prestado por el Papa a Trolle fue el pretexto de ruptura con Roma, que se produjo en
la Dieta de Vasteras, en 1527.
5.7.5.2
Política interior. Gustavo hubo de reprimir numerosas tentativas y
revueltas: las organizadas por el depuesto Cristian II, la sublevación de los
campesinos católicos de Dalecarlia, la tentativa de un grupo aristocrático, también
264
católico encabezada por el arzobispo Gustavo Trolle, en 1529, a partir de Noruega.
Desde 1532 pudo controlar enteramente el país y crear una administración y una
hacienda. Consiguió también consolidar la independencia y el asentamiento de su
dinastía. Aprovechó la guerra de Cristian III de Dinamarca contra los hanseáticos
para liberarse, en 1536, de los privilegios comerciales que había tenido que acordar
a los comerciantes de Lübeck a cambio de la ayuda prestada en la lucha de
independencia de 1523. En la Dieta de Obrero, en 1544, llegó a hacer reconocer que
la Corona sueca sería hereditaria y en su linaje.
Gustavo I, gracias a su autoridad y prestigio personales, puso los
fundamentos del desarrollo político y económico de Suecia.
Gustavo también
desarrolló la economía, impulsó la entrada de mineros alemanes que explotaron sus
grandes riquezas del subsuelo, mientras que, liberado de la hipoteca de Lübeck, el
comercio empezó a expandirse.
5.8
LOS PAÍSES DEL ESTE
5.8.1 La situación interior en estos países
5.8.1.1
Diversidad. El este de Europa estaba ocupado por tres grandes
monarquías: Polonia, Bohemia y Hungría. Estos tres reinos no pueden considerarse
como Estados, en el sentido estricto del término, sino como agrupaciones de
regiones, unidas por el lazo de un mismo monarca. Polonia incluía Lituania y esta
tenía anexa Ucrania. El rey de Bohemia gobernaba también regiones autónomas:
Moravia, Lusacia y pequeños territorios de Silesia. Croacia era también un reino
autónomo, pero sometido a la autoridad del rey de Hungría.
5.8.1.2
Avanzadilla de la cultura europea hacia el este. Estos tres reinos
formaban parte de la comunidad occidental. Eran una especie de avanzadilla de la
cultura europea hacia el este. Las universidades de Cracovia y Praga gozaban desde
tiempo atrás de mucho prestigio y habían contribuido a extender las corrientes del
Renacimiento y del Humanismo hacia el este.
Polonia
Hungría eran
mayoritariamente católicas, aunque regiones de Ucrania y Rutenia estaban influidas
por la iglesia ortodoxa. En gran parte de Bohemia se había extendido la herejía
hussita, pero se consideraba integrante de la Iglesia de Occidente.
5.8.1.3
Rasgos Diferenciales de sus Estructuras Político-Sociales Respecto a
Occidente. Polonia, Bohemia y Hungría, si bien mantenían estrechas relaciones con
el sistema político y la civilización europea, presentaban, en su estructura social y en
sus formas de gobierno, marcadas diferencias con respecto a los países occidentales.
El poder estaba en manos de la gran aristocracia y del numeroso cuerpo de la
pequeña nobleza, cuya riqueza variaba mucho, pero que poseía semejantes derechos
de independencia e influencia política. La hegemonía de la nobleza terrateniente
tenía su origen en la organización económica. Las grandes planicies del este poseían
tierras de labor de las mejores de Europa.
La producción cerealista podía
complementarse con la ganadería bovina y, especialmente en Hungría, porcina. La
gran aristocracia, que contaba con abundante mano de obra sujeta a servidumbre,
pudo poner en explotación comercial sus vastos latifundios.
Desde finales de la Edad Media, la nobleza había conseguido sujetar a
vasallaje al campesinado y formar, mediante la reunión de pequeñas explotaciones
agrícolas, grandes propiedades y latifundios. A veces, llegaron a crear vastos
territorios, casi independientes, porque el débil monarca hubo de concederles
265
derechos de gobierno y jurisdicción.
Solamente en Bohemia, y menos
marcadamente en Transilvania, existían núcleos urbanos. En ellos la vida industrial
y comercial permitía el desarrollo de una burguesía, con frecuencia de origen alemán
o judío, ajena a este sistema de relaciones político-sociales.
5.8.1.4
Influencia política de la nobleza. El arma política de la nobleza era la
Dieta, la Asamblea de Estados, o, mejor dicho, las asambleas de este tipo, pues eran
varias. Las Dietas provinciales, en los tres reinos, menoscababan, en gran manera,
la posibilidad de tomar decisiones en las Dietas generales. Estas asambleas, tanto a
nivel provincial como general, eran portavoces de los intereses de la aristocracia.
La proliferación de asambleas deliberantes podría interpretarse como un signo
de madurez política. Pero no era así, pues sus miembros no representaban los
intereses de la población general. En todo caso, significaban un equilibrio de poder
en sociedades, dominadas por la aristocracia terrateniente. Por desgracia, las
repetidas Dietas no eran sino una prueba de la incapacidad de sus miembros para
adaptarse a las nuevas circunstancias políticas y para hacer frente al peligro exterior.
La libertad e independencia política de esta aristocracia habían sido logradas
en épocas críticas, con amenaza de no luchar y no proporcionar ayuda económica al
monarca. Votaban en la Dieta, de mala gana, las ayudas financieras necesarias.
Muy pocos reconocían que el interés nacional pudiera estar por encima de sus
intereses de clase.
Este sistema político instauró una oligarquía de grandes
terratenientes, que mantuvo a la mayoría de la población, el campesinado, en estado
de servidumbre, dificultó el proceso urbano, impidió la formación de una burguesía
sólida y, en consecuencia, el desarrollo de un verdadero Estado estructurado.
5.8.2 Polonia y Lituania
5.8.2.1
La Dinastía Jagellón. En Polonia, desde 1386, reinaba la dinastía de
los Jagellón, originaria de Lituania, donde, al mismo tiempo, eran grandes duques.
En Polonia, durante doscientos años, mientras duró la dinastía Jagellón, no se
planteó el problema de la elección.
Los primeros Jagellones consiguieron reducir el poder de la Orden Teutónica,
y recuperar Pomerania y Danzig y tener con ello un acceso al Báltico.
5.8.2.2
Casimiro IV. Los Jagellones lograron también establecer un sistema
de gobierno que fue capaz de funcionar con cierta normalidad. Casimiro IV había
conseguido, al final de su reinado, que las Dietas provinciales, que anteriormente se
pronunciaban separadamente sobre las propuestas de nuevos tributos o servicios al
rey, comenzaran a elegir diputados (nuncios) a la Dieta General.
El poder de la nobleza se refuerza desde finales del XV a expensas de las
otras clases, burguesía y campesinado.
5.8.2.3
Alejandro I. Imposición, por la nobleza, del estatuto “Nihil Novi”.
Alejandro Jagellón (1501-1506) trató de utilizar la Dieta General para rebajar, en
alguna manera, el poder de los magnates, en orden al mejor gobierno nacional, pues
el monarca no disponía de tesoro, ni de ejército, ni de administración. Fue inútil.
Quedaba garantizado el poder de gobierno de la aristocracia y establecía la
impotencia del monarca.
266
5.8.2.4
Segismundo I. En el reinado de Segismundo I (1506-1548), un núcleo
de nobles reformadores, en torno al monarca, intentó reducir la importancia de los
grandes privilegiados y reforzar el poder del gobierno central. Su principal finalidad
era conseguir un sistema tributario más justo. Pero este intento de reforma
administrativa fracasó por el egoismo de la mayoría y acabó por reforzar las
prerrogativas de la aristocracia.
Rey humanista y ejemplo de mecenazgo, logró mantener un cierto equilibrio
entre los nobles representados en la Dieta y contener a los tártaros y turcos que
atacaban continuamente las provincias de Rutenia.
5.8.3 Hungría y Bohemia
5.8.3.1
Luis II. Sucedió a Luis I. Casado con María, nieta del Emperador
Maximiliano I. Este matrimonio respondía a la política de alcoba, tan cara al
Emperador, y traería, al fin, la herencia de Hungría y Bohemia a los Habsburgo, a la
muerte de Luis II, en 1526, en la Batalla de Mohacs, en lucha contra los turcos.
5.8.3.2
Fernando I de Habsburgo. Las Coronas de Hungría y de Bohemia
pasaron por elección de las respectivas Dietas a Fernando de Habsburgo, que no
pudo hacer mucho por reorganizar el reino de San Esteban. Se vio obligado a luchar
constantemente contra su rival en el trono, Juan Zapolya, vaivoda de Transilvania;
también, contra los turcos. Había sido elegido rey con la condición de que se
comprometiera a respetar todos los usos y costumbres del reino, es decir, que no
intentara poner la autoridad real por encima de la aristocracia.
En Bohemia, Fernando trató también de eliminar el principio electivo, y la
oportunidad se presentó la oportunidad en 1547.
Los planes de Fernando de centralizar el gobierno de todos los territorios de
los Habsburgo en Viena y reorganizar un poderoso Estado federal fracasaron, pues
no era el momento propicio.
5.8.4 Los inicios del estado ruso
5.8.4.1
Dispersión política en Rusia. Rusia puede decirse que se constituyó
como reino en la segunda mitad del Siglo XV, por obra de Iván III, príncipe de Moscú
(1462-1505), que unificó varios principados del entorno. Era un país totalmente
rural, escasamente poblado, con sólo tres ciudades: Moscú, la ciudad santa, sede del
metropolitano ortodoxo; Novgorod, centro comercial importante, y Pskov, lugar
comercial de tránsito.
5.8.4.2
La unificación iniciada por Iván III. Iván se propuso anexionar estos
principados y territorios. Desde el dinero a las demostraciones de fuerza, las
alianzas oportunas y la brutalidad. Primeramente dirigió su interés hacia la rica
ciudad comercial de Novgorod, debilitada por la lucha de facciones. No obstante su
gran importancia comercial, Novgorod era tributaria, para su abastecimiento en
víveres, de las tierras vecinas. Iván se valió de este talón de Aquiles. Primeramente
venció, en 1470, a los de Novgorod y obligó a aquella ciudad a romper con Lituania.
La derrota de Novgorod preparó el camino para la sumisión de Rostov (1474) y Tver
(1485). El primitivo principado de Moscú se había ampliado enormemente.
267
5.8.4.3
Luchas contra los Tártaros. Iván volvió entonces su atención hacia los
tártaros. El Khan de la Horda de Oro, en alianza con Lituania, invadió en 1480 el
territorio moscovita, pero faltó el apoyo lituano y afectado por el comienzo de la
estación invernal, tuvo que retirarse.
Desaparecida la amenaza en el sur, el zar Iván pudo dirigirse contra su
principal enemigo, Lituania. En 1494, logró anexionar un buen trozo de territorio
lituano, y seis años más tarde, después de una nueva guerra victoriosa, gran parte
del este de Lituania, lo que colocó a Rusia en situación favorable para amenazar las
importantes ciudades de Smolensko y Kiev. Iván III acentuó la autocracia. Impuso,
apoyado por su clero, la noción de su derecho divino, adoptó el ceremonial bizantino
e introdujo un primer núcleo de administración. También la Iglesia se subordinó al
monarca.
5.8.4.4
Política interior. Iván III mantuvo a los boyardos bajo su control y se
apoyó en una nueva clase de servidores, civiles y militares profesionales,
recompensados con tierras. Los campesinos quedaron bajo mayor dependencia de
los señores. La comercialización de los cereales favoreció el desarrollo de las
fortunas de los terratenientes. La economía rusa comenzó, antes de mediar el Siglo
XVI, a abrirse a Occidente.
5.8.4.5
Basilio III. Basilio III (1505-1533) menos hábil que su padre, supo, al
menos, consolidar la obra de aquél.
Mantuvo el control sobre los poderosos
boyardos y anexionó Pskov y Riazan. Invadió, en 1512, Lituania y se apoderó de
Smolensko, que además de plaza fuerte, era una puerta económica y cultural hacia
el oeste. A su muerte, en 1533, dejaba como heredero a un niño de tres años, el
futuro Iván IV, el “terrible”. La minoría, que dura hasta 1547, fue muy calamitosa.
Parecía que la obra tenazmente realizada por Iván III iba a desmoronarse.
5.9
EL IMPERIO TURCO
5.9.1 La expansión territorial por occidente. Sus consecuencias
5.9.1.1
Mahomed II y Constantinopla. Las conquistas de Mahomed (14511481) extendieron el Imperio Turco por una amplia zona de Europa meridional y
oriental. Desde la conquista de Constantinopla, los turcos comenzaron a integrarse
rápidamente en el seno de la política europea. Ello fue posible por la gran capacidad
organizadora de Mahomed II y el poder de asimilación de los otomanos. Mahomed II
tomó el título de Kaisa-i-Rus o Emperador Romano y decidió reconstruir el nuevo
imperio sobre las bases bizantinas.
5.9.1.2
Conquistas de Selim I en Oriente. Doblaron la superficie del imperio
otomano, pero, sobre todo, deslizaron la posición del Imperio Turco hacia Oriente,
con importantes consecuencias.
En efecto, en primer lugar, bajo una administración eficiente, el mundo árabe
proporcionó nuevos ingresos que hicieron del Imperio Turco uno de los estados más
poderosos y ricos del Siglo XVI. Además, la adquisición de los lugares santos del
Islam consolidó la posición del sultán otomano como el más importante gobernante
islámico.
Finalmente, los turcos heredaron la posición económica y política
económica y política del Imperio mameluco, al mismo tiempo que su tradición
cultural y administrativa. Los otomanos estaban en condiciones, sí se proponían
268
crear una flota, de ser el primer poder naval del Mediterráneo, del Mar Rojo y del
Golfo Pérsico.
5.9.1.3
Solimán el Magnífico. Durante el largo reinado de Solimán II (15201566), hijo y sucesor de Selim, serían plenamente utilizadas las bases acumuladas
para establecer un estado otomano clásico. Prueba de que la estabilidad estaba
conseguida, fue la llegada de Solimán al poder sin dificultades. Su reinado marca la
cima de la grandeza otomana y se consolida el Estado bajo la forma que le
caracterizaría en los tres Siglos siguientes.
La unidad económica impuesta por el Mediterráneo fue un factor muy
importante para configurar el nuevo carácter del Imperio otomano que se extendía a
Asia, Europa y África. La posesión de Constantinopla proporcionó a los otomanos un
poder marítimo que nunca habían tenido. Sobre la base de los bien equipados
astilleros y muelles bizantinos, con fácil acceso a los poblados bosques del Mar
Negro, los otomanos, ayudados por la técnica griega y veneciana, constituyeron
pronto una poderosa flota de galeras. Este control del mar era indispensable para la
cimentación del Imperio.
5.9.2 Administración y Estructuras Internas
El Estado otomano estaba
5.9.2.1
Las clases sociales y sus funciones.
gobernado por el Sultán, ayudado del Gran Visir y un ejército poderoso. El Sultán
era la cabeza de la iglesia musulmana y reunía por tanto poderes temporales y
espirituales.
La sociedad otomana estaba dividida en clases, horizontal y
verticalmente.
La horizontal era la existente entre un reducido grupo de
gobernantes y la vasta masa de súbditos. Los miembros de la clase dominante eran
los “osmanlis” u otomanos, que eran aquellos que reunían estas tres condiciones: 1)
profesar lealtad al Sultán, 2) practicar la religión musulmana, 3) poseer el
conocimiento del sistema de comportamiento, costumbres y lenguaje conocido como
la “manera otomana”.
5.9.2.2
El sistema de leva de funcionarios. Cada una de estas dos clases tenía
su función. La clase dirigente eran los esclavos del sultán, en el sentido de que
estaban inmediatamente a su servicio en funciones de gobierno, militares,
financieras y culturales. Su misión esencial era preservar la naturaleza islámica del
Estado, gobernar y defender el Imperio. Muchos miembros de esta clase dirigente
eran reclutados por el sistema “devsirme” o leva de niños cristianos para su
educación en la escuela de Palacio y en otras que existían en Estambul y en
provincias. Los mejores alumnos obtenían puestos en palacio y en las instituciones
imperiales.
Otros llegaban a ser administradores o soldados de infantería
(jenizaros). Cada cuatro años un grupo de oficiales imperiales era enviado a las
regiones obligadas a este tributo para seleccionar los mejores candidatos. Aunque
muchos padres cristianos no aceptaban este sistema, los había también que lo
consideraban como una oportunidad para la carrera de sus hijos. El Gran Visir de
Solimán el Magnífico, Ibrahim, es un ejemplo de promoción mediante este sistema.
5.9.2.3
Los esclavos. Los esclavos eran divididos en dos clases. Aquellos que
apuntaban cualidades intelectuales, recibían un adiestramiento completo para ocupar
altos puestos administrativos. A los que tenían mejores aptitudes físicas, se les
educaba para soldados de infantería. El Imperio turco funcionaba gracias a estos
jóvenes cristianos renegados. Este sistema permitía al Sultán agregar a su servicios
269
a los mejores entres sus súbditos y cubrir las crecientes necesidades básicas de su
Imperio.
5.9.2.4
Gobierno territorial. El Imperio fue dividido en dos partes: Turquía
europea o Rumelia y Turquía asiática o Anatolia, gobernadas por “Beylebeys”.
En los territorios sometidos, los antiguos propietarios de las tierras, fueron
reemplazados por soldados servidores del Sultán, que las llevaban en tenencia
feudal, con la estricta condición de prestar servicio militar con sus siervos y
desempeñar tareas administrativas y financieras en su jurisdicción.
Aunque la esclavitud personal significaba dependencia absoluta del soberano,
los esclavos, por gracia del sultán, llegaron a gozar de importantes ventajas, como
exención de impuestos, y con ella ciertos privilegios judiciales. Las mujeres del
harén, como sus hijos, debían obedecer la voluntad imperial. Una disposición de
Mahomed II había ordenado que el hijo que hubiere alcanzado el trono podía
ejecutar a sus hermanos lo que estaba justificado, según los teólogos del Corán, en
un versículo que declaraba que “la revolución es peor que las ejecuciones”. Esta
llamada “ley del fraticidio” tuvo el efecto de disminuir las querellas domésticas,
prevenir el ascenso de un aristócrata de sangre y proporcionar al imperio una gran
estabilidad.
5.9.2.5
Los jenízaros. Los jenízaros constituían la base del ejército turco.
Originariamente eran niños cristianos, enrolados como esclavos del Sultán entre los
diez y veinte años. Se les reclutaba mediante el “devsirme”, la captura o compra.
Los jenízaros no debían olvidar nunca que eran esclavos personales del Sultán, pero
podían alcanzar puestos importantes en el Imperio.
En las grandes batallas, los jenízaros se colocaban en el centro, y a sus alas
la caballería, y, protegiéndoles, la artillería, adquirida a los cristianos o fabricada por
artesanos especializados, capturados, a los que se ofrecían altos salarios y aun
grandes honores al convertirse al Islam.
5.9.2.6
Los tributos. La administración provincial gozaba de ciertas libertades.
Los campesinos de las tierras conquistadas, sujetos a un sistema feudal que les
oprimía con pesados tributos, encontraron a los nuevos amos más generosos y
justos, especialmente en las zonas montañosas y regiones remotas donde se podía
conservar su sistema de vida. La ley musulmana protegía a los súbditos cristianos
del sultán de la conversión forzosa mientras pagaran el “Kharaj” o impuesto personal
de los no musulmanes. Es posible que el Estado otomano no fuera ni más opresor,
dada su escasa cultura, ni más intolerante que los Estados cristianos europeos
contemporáneos.
5.9.2.7
La Corte y el Gobierno Central. Este complejo sistema de gobierno
contenía en su seno las semillas de su propia decadencia. El Sultán estaba investido
de tal autoridad que podía tanto desbaratar la obra de sus ministros como ayudarles
en su tarea.
De los cuarenta y ocho Grandes Visires, que gobernaron de 1453 a 1623,
solamente cinco fueron turcos; los demás, cristianos renegados de nacimiento. De
los nueve Grandes Visires de Solimán, sólo cuatro de ellos murieron de muerte
natural, dos fueron depuestos y ejecutados y tres privados de su cargo.
270
El cuerpo de jenízaros formaba la tercera parte de la institución militar, un
efectivo de doce mil hombres eran capaces de influir en la deposición del Sultán o
intervenir en las disputas de la sucesión.
5.9.2.8
Problemas de la administración. Faltaba una hacienda capaz; su
desarrollo cultural y económico era insuficiente para mantener este gran papel. Sus
galeras, construidas para alcanzar gran velocidad y disponibilidad de maniobra, eran
solamente aplicables al Mediterráneo. El ejército turco era un ejército de verano,
pues su caballería, tan útil para el asedio de fortalezas, no podía ser mantenida en
servicio durante el invierno, pues los caballos morían y sus propietarios desertaban.
El Estado dependía del ejército.
Los privilegios fiscales atrajeron a
5.9.2.9
Estambul, Capital Mercantil.
artesanos, mercaderes y otras categorías activas. Esta gigantesca ciudad, debía su
fortuna a su rada, el Cuerno de Oro, único puerto entre el Mar de Mármara y el Mar
Negro, y punto obligado de tránsito de las caravanas que de Asia venían al mundo
balcánico.
5.10
LA POLÍTICA INTERNACIONAL
5.10.1 Las guerras de Italia
5.10.1.1
Causas de las guerras de Italia. En el desencadenamiento de las
llamadas guerras de Italia corresponde la iniciativa a Francia, a Carlos VIII. Este
soberano proyectó una gran empresa: la conquista del reino napolitano. Carlos hizo
prevaler sus pretensiones dinásticas, legadas por Renato de Anjou, sobre el reino de
Nápoles. En el mismo reino napolitano, perturbado por las querellas nobiliarias,
existía un partido antevino, hostil a la dinastía de Aragón, refugiado en la Corte
francesa.
Preparó cuidadosamente la empresa. Para asegurarse de la neutralidad de
los Estados vecinos, firmó con Enrique VII de Inglaterra el tratado de Etaples
(octubre de 1492); con Fernando de Aragón el de Barcelona (mayo 1493), por el que
le devolvía el Rosellón y la Cerdaña, que su padre Juan II había cedido a Francia
durante la guerra civil; y aceptaron la alianza francesa, rehusada en cambio por los
Médicis de Florencia y por la Santa Sede, que apoyaban a Ferrante de Nápoles.
5.10.1.2
La expedición de Carlos VIII a Nápoles. Carlos VIII el 17 de marzo de
1494 proclamó sus derechos sobre Nápoles. Un poderoso ejército cruzó los Alpes,
entró en el Milanesado, donde fue bien acogido, y ocupó Pisa y Florencia. Un
movimiento revolucionario destronó a Pedro de Médicis, e impuso un nuevo gobierno
inspirado por Savonarola.
De Roma a Nápoles, el ejército galo no encontró apenas resistencia y el 22 de
febrero de 1495 ocupaba la capital, que abandonó su rey, Alfonso II, sucesor de
Ferrante.
5.10.1.3
La Liga Internacional Contra el Rey de Francia. Las victorias, así como
los excesos y rapiña de los soldados franceses y mercenarios suizos, provocaron una
fuerte reacción, encabezada pro Venecia. Formado bajo una apariencia puramente
defensiva, su objeto principal era expulsar a los franceses. Carlos VIII, ante el
peligro de verse aislado, decidió retirarse a Francia en busca de refuerzos. Al frente
de un ejército de unos diez mil hombres, logró abrirse paso entre las tropas de la
271
Liga y salvar el Apenino septentrional en Fornovo, aunque tuviera que dejar la
impedimenta, lo que permitió a los venecianos contra aquella jornada como una
victoria (5 de julio 1495).
La inestable Liga formada por Venecia, pronto se deshizo a causa de las
rivalidades de los miembros.
5.10.1.4
Victorias españolas. Los españoles, guiados por el “Gran Capitán”,
Gonzalo Fernández de Córdoba, atacaron las guarniciones francesas del reino
napolitano. Carlos VIII, que habían abandonado su proyecto de reconquistar los
territorios napolitanos, moría prematuramente. Luis XII, su sucesor, renovó sus
apetencias sobre Nápoles, además de reivindicar el Milanesado, como nieto de
Valentina Visconti, hija del primer duque de dicha familia, dominado ahora por
Ludovico Sforza.
5.10.1.5
Conquista de Milán por Luis XII de Francia. Ayudado por un exiliado
milanés, el mariscal Trivulcio, el ejército francés se apoderó fácilmente de Milán
(octubre de 1499).
Ludovico, que había huido al Tirol, ayudado por suizos
mercenarios, reconquistó el ducado (febrero 1500); pero cuando las tropas suizas,
que no habían cobrado su soldada, se hallaron en Novara ante la francesas de La
Tremouille, se dispersaron y entregaron a su jefe (abril 1500), que conducido a
Francia, permaneció prisionero hasta su muerte (1508).
5.10.1.6
Reparto de Nápoles entre Francia y España. Luis XII reclamó sus
derechos sobre Nápoles. Para conseguirlo entabló relaciones con Fernando de
Aragón, que también aspiraba unir Nápoles a su reino de Sicilia. El tratado de
Granada, estipuló el reparto de dicho reino, pacto que contó con la aprobación de
Alejandro VI, bajo pretexto de que el soberano napolitano se había aliado con los
turcos.
5.10.1.7
Ruptura hispano-francesa. Anexión total de Nápoles por España. En
los años siguientes, como el tratado de Granada era impreciso en la cuestión de los
límites de la conquista, surgieron entre Francia y España fricciones, que acabaron en
conflicto abierto. Gonzalo Fernández de Córdoba alcanzó una decisiva victoria en
Ceriñola (abril 1503) y se apoderó de la capital. Los franceses quedaron reducidos
en la formidable plaza de Gaeta. Luis XII decidió concluir una tregua con Fernando
de Aragón (febrero 1504). Nápoles desde entonces se vincularía a la Corona de
Aragón, con la que permanecería unida durante dos Siglos.
5.10.1.8
La Liga de Cambrai contra Venecia. En la Liga de Cambrai (diciembre
1508), en realidad se habían acordado dos tratados: uno público, propugnaba una
Liga contra el Turco; el otro, secreto, proyectaba la coalición contra los venecianos,
acusados de haberse anexionado numerosas plazas de la Santa Sede y de otros
aliados, y planeaba el reparto de su territorio peninsular (la “Tierra firme”).
El 27 de abril de 1509, Julio II lanzaba la excomunión contra la República de
San Marcos, y se iniciaba la guerra. La República Serenísima se hubiera hundido, si
Maximiliano hubiera podido ocupar los territorios que se le habían encomendado, lo
que no pudo hacer por falta de recursos.
Los venecianos aprovecharon esta
tardanza para reconquistar Papua y dividir hábilmente la coalición, mediante la firma
separada de paces con España y con Julio II, que se satisfizo con la devolución de las
ciudades que pretendía en Romaña (febrero 1510).
272
5.10.1.9
La política del Papa Julio II. Su aspiración era que la Santa Sede
controlara la política italiana, y que los extranjeros (franceses y españoles)
abandonaron la península. Luis XII tomó la decisión de combatir al Papa en el
terreno espiritual, táctica no desacertada, pues el Colegio Cardenalicio estaba
dividido y desacreditado. Varios cardenales, descontentos del Papa, abandonaron la
corte papal y, de acuerdo con el rey de Francia, y el apoyo del emperador
Maximiliano I, reunieron en Pisa un concilio cismático (conciábulo). El pretexto de la
convocatoria sería la acusación contra Julio II de no haber querido reunir un concilio
universal, contra las prescripciones del Concilio de Constanza; el conciliábulo de Pisa
en abril de 1512 tomó el acuerdo de deponer al Papa y que el concilio asumiera sus
funciones.
5.10.1.10
La guerra contra los franceses. En 1512 se desencadenó el conflicto
armado. Luis XII contaba con un excelente general, el joven, de veintidós años,
Gastón de Foix; pero su muerte en la batalla y la entrada en combate de los
mercenarios suizos, obligó a los franceses a retirarse, conservando solamente la
fortaleza de Milán.
En la frontera pirenaica, Luis XII sufría un nuevo fracaso, Fernando de
Aragón, aprovechando la situación, solicitó paso libre por Navarra para dirigirse
contra Francia. Los reyes de Navarra, Juan de Albret y Catalina de Foix entraron
entonces en negociaciones con Luis XII para llegar a una alianza defensiva. Una
contraofensiva francesa fracasó meses después. Luis XII se vio también abandonado
de su último aliado, Maximiliano I.
5.10.1.11
Nueva liga contra Luis XII de Francia. A la muerte de Julio II (febrero
1513), Luis XII se decidió a reconquistar el Milanesado. Se formó entonces una Liga
(5 abril 1513) entre el nuevo Papa León X, el Emperador Maximiliano, España e
Inglaterra. Los suizos aplastaron a las tropas francesas en Novara (5 junio 1513),
los ingleses invaden Picardía y se proclaman victoriosos en Guinegate. Luis XII
consiguió desarticular la coalición. Firmó primero la paz con León X, bajo renuncia a
apoyar el conciliábulo de Pisa, y se reconcilió con Enrique VIII, con cuya hermana
casó en terceras nupcias. A poco moría Luis XII (1 enero 1515).
5.10.1.12
Conquista de Milán por Francisco I de Francia. Francisco I decidió
proseguir la empresa de reconquistar el Milanesado. El 13-14 de septiembre de
1515, sus tropas vencieron en un combate decisivo a las venecianas en Marignano.
Esta gran batalla concedió a los franceses el Milanesado.
Maximiliano Sforza
renunció a sus derechos y el Papa admitió entablar conversaciones: en la entrevista
de Bolonia. En enero de 1516 moría Fernando de Aragón, y Maximiliano fracasó en
una ofensiva contra Lombardía. Francisco I aprovechó el momento para firmar con
el heredero de la Corona de España, Carlos I, el Tratado de Noyon en el que no se
mencionaban las reivindicaciones de los Habsburgo sobre Borgoña; a modo de
compensación, Francisco I, prometía a su hija Luisa en matrimonio al joven Carlos y
le cedía sus derechos sobre Nápoles. Maximiliano acabó por adherirse a este
acuerdo, y se llegó también a un tratado entre Venecia y el Imperio. Pero la obra
maestra de la diplomacia francesa fue la “paz perpetua” de Friburgo (29 de
noviembre 1516) con los suizos, que permitía a Francisco I reclutar mercenarios en
los cantones.
273
5.10.2 El peligro turco
5.10.2.1
Expansión de los Otomanos por Europa. Mahomed II, de 1454 a 1463,
se concentró principalmente en los Balcanes. En dos expediciones (1454 y 1455),
sometió a los serbios y los anexionó a su imperio y llegó a ocupar, temporalmente,
Belgrado (1456). Entre 1458 y 1460, conquistó estos últimos restos del viejo
imperio y eliminó a los dos principales candidatos al trono bizantino.
5.10.2.2
Conquista de toda Grecia. La anexión de Morea originó una larga
guerra veneciana-turca (1463-1479). Mientras esta guerra se desarrollaba, entre
1474-1475, se anexionó todas las colonias comerciales genovesas de la costa del
Mar Negro, en Anatolia y obligó a los Khanes tártaros de Crimen a aceptar la
soberanía turca, asegurándose para sí y sus sucesores una fuente importantísima de
guerreros y de recursos.
5.10.2.3
Ocupación de Bosnia y Albania. Por el oeste ocupó Bosnia, en gran
parte gracias a la ayuda de los “bogumilos”, secta originaria de aquel reino,
perseguida encarnizadamente por los húngaros católicos, que prefirieron el dominio
musulmán al cristiano. Con el tiempo la mayoría de los “bogumilos” se convirtió a la
religión musulmana y se transformaron en una nobleza latifundista.
Mayores
dificultades encontró el Turco en Albania, donde el príncipe Iskandesberg, apoyado
en el valor de sus hombres, en la fragosidad del suelo, y en la ayuda marítima
prestada por Venecia, resistió valerosamente. Pero al fin, hubo de sucumbir ante un
poderoso ejército regular, venido expresamente de Anatolia, que para controlar el
país, se asentó en lugares estratégicos de forma permanente (1468).
Estos
musulmanes establecidos forman la base de la comunidad musulmana albanesa que
ha perdurado hasta hoy.
5.10.2.4
Amenazas a los Turcos en Anatolia. Mahomed utilizó las divisiones
dinásticas de Karaman para anexionar este territorio (1468) y ampliar el gobierno
directo otomano hasta el Eufrates. Sin embargo, varios miembros de la dinastía
lograron huir hasta las montañas del Taurus y levantar a las tribus turcomanas
contra los otomanos. Uzun Hasan se declaró entonces protector de los príncipes
destronados de Anatolia, se le unió un buen número de turcomanos y marchó hacia
Anatolia, de acuerdo con Venecia y los caballeros de Rodas (1472), que desataron,
juntamente con los príncipes cristianos de los Balcanes, una estrategia conjunta.
Mientras Uzun Hasan penetraba en Anatolia, Venecia intensificó su ataque en Morea,
los húngaros entraban en Servia e Iskandesberg atacaba Bosnia. Se había llegado
incluso a proyectar la empresa de transportar, en galeras venecianas, una fuerza de
treinta mil tártaros para atacar Estambul. El momento parecía difícil, pero Mahomed
supo estar a la altura de las circunstancias. Dejó el cuidado de los frentes de los
Balcanes a personas de confianza y marchó personalmente a Anatolia al frente de un
nuevo ejército de casi cien mil hombres y derrotó a Uzun Hasan en Baskent, en el
oeste (1473).
Mahomed pudo dedicarse a proseguir sus conquistas europeas. Entre 1474 y
1477 sitió Scutari, la capital de Iskandenberg, y envió varias expediciones de
turcomanos a las costas del Adriático, incluida Venecia. Ante este peligro, Venecia
pidió la paz en 1479. La República cedía todas sus bases en Albania y Morea,
consentía en pagar un tributo anual y reconocía la soberanía otomana a cambio de
mantener la libertad de comercio en el imperio turco.
274
Mahomed a
5.10.2.5
Desarrollo del Ppoder Otomano en el Mediterráneo.
realizar dos campañas marítimas. Primero se dirigió contra Rodas, pero fracasó ante
la denodada resistencia de los Caballeros Templarios. La segunda, iba contra
Otranto, en el sur de Italia, fue ocupada con facilidad. En Italia cundió el pánico
hasta el punto de que el Papa se dispuso a huir hacia Francia. Afortunadamente, la
muerte de Mahomed, a comienzos de 1481, acabó con este tremendo peligro.
En el espacio de solo treinta años, Mahomed II había formado un colosal
imperio, centrado en Anatolia y en Europa sudoriental, dominio que había de durar
cuatro Siglos.
5.10.2.6
Conquista de Herzegovina.
Bayaceto II (1481-1512) conquistó
Herzegovina (1483), excepto Belgrado. Por el noroeste, se extendió el dominio
otomano al otro lado del Danubio, por primera vez, ocupando centros comerciales
muy importantes entre la Europa del norte y el Mar Negro. El príncipe Esteban de
Moldavia se vio obligado a aceptar la soberanía turca, primer paso para la
incorporación de los principados rumanos al imperio turco.
La expansión turca hacia el Mar Negro bloqueó las ambiciones de Polonia de
penetrar hacia el Mar Negro y Crimen y condujo a la primera guerra otomano-polaca.
Entre 1483 y 1489, Polonia envió tres expediciones a través del Dniester, a las que
los otomanos respondieron. Pero los polacos, preocupados por la expansión del
Príncipe de Moscú, Iván el Grande (1462-1505), hubieron de renunciar a una acción
continuada y este frente quedó tranquilo.
En Oriente surgió un conflicto son el sultán mameluco de Egipto, en el que los
otomanos hubieron de ceder. Bayaceto trató de lavar su fracaso en Oriente con una
acción contra los cristianos, utilizando las disputas dinásticas de Hungría para
arremeter contra Belgrado. Pero sin éxito. Tampoco las sucesivas expediciones
contra Transilvania, Croacia y Corintia lograron nada. En 1495 se firmó una nueva
paz en Hungría, que mantenía el statu quo. Entonces se volvió contra su otro gran
enemigo en Europa, Venecia.
5.10.2.7
Derrotas Venecianas en Levante. Venecia aceptaba las conquistas
turcas y se comprometía a pagar tributo anual al sultán. Este, por su parte aseguró
a Venecia una situación comercial privilegiada y la restituyó todas las posesiones de
que se había apoderado durante el conflicto. La paz con los reinos cristianos eslavos
se firmó unos meses más tarde.
Estas pases aseguraban las posición otomana en Europa sudoriental y
eliminaban a Venecia como gran potencia naval en el Mediterráneo. Las nuevas
bases navales adquiridas convertían al Turco en un poder mediterráneo de gran
magnitud. Además estas paces significaban propiamente la primera entrada de los
otomanos a la diplomacia europea.
5.10.3 Política Imperial de Carlos V
5.10.3.1
La Discutida “Idea Imperial” de Carlos V. Carlos V consideró siempre
el patrimonio de Estados recibidos como una herencia sagrada y procuró transmitirlo
intacto a sus sucesores. Este poderío dinástico lo vio siempre vinculado a la paz.
La política de Carlos V estuvo guiada por la idea de engrandecer la casa de
Habsburgo. Carlos apoyaba, ante todo, los derechos legítimos de sus familiares.
275
La elección imperial puede considerarse como un triunfo del nuevo canciller,
el piamontés Mercurino Gattinara, designado para el cargo en 1518. Gattinara
resucitó la ideal imperial de Dante. Para Gattinara no sería solamente la posesión de
Milán y otros territorios, sino la amistad y el apoyo del Papa y de otros príncipes
italianos, y de todos los príncipes cristianos, garantizados con el poderío militar de
los Habsburgo, lo que otorgaría al emperador rango de Cabeza de la Cristiandad,
tanto en lo político como en lo espiritual.
Lo primero que los Estados cristiano de Europa temían de Carlos V era su
poderío. Esta es la razón de la oposición de potencias menores como Inglaterra,
Dinamarca y los Estados italianos. Además de este temor, la misma insistencia con
que Carlos aludía a sus propósitos religiosos y la integración de éstos a sus planes
políticos contribuyeron a hacer insolubles dos problemas ya de sí enormemente
complicados: el de sus relaciones con los príncipes alemanes y el de sus relaciones
con el Papa.
En Alemania, para los príncipes protestantes, la política de Carlos V encerraba
una doble coerción, en lo temporal y en lo espiritual. Lógicamente los Papas
debieran haber sido los principales aliados de la política carolina, pero Clemente VII
y Paulo III, en su calidad de príncipes italianos, estaban alarmados del poderío
imperial en Italia. Por ello, nunca dejaron, como Clemente VII, de intrigar con
Francia contra la expansión del poder imperial en Italia, o, como en el caso de Paulo
III, de procurar permanecer neutral. Carlos no llegó a comprender que el Papa, en
su calidad de cabeza de la Iglesia, no se aviniera a apoyarle en sus esfuerzos por
constituirse en árbitro supremo para resolver los problemas religiosos que afligían a
la Cristiandad. Paulo III consideraba inaceptable que el emperador tratara de llegar
a un compromiso teológico con los protestantes alemanes o que tomara la iniciativa
para la reforma de la Iglesia y la convocación del concilio general. Sólo el temor a
turcos y protestantes mantenía unidos al Papa y Emperador en una alianza frágil,
quebraba la única vez en 1527, por una guerra de desastrosas consecuencias para
ambos.
5.10.4 Las Guerras Contra Francia
5.10.4.1
Las causas. Desde 1447 el ducado de Borgoña había sido incorporado
al dominio real, pero Carlos V, que se consideraba borgoñón, no había renunciado a
él. Por su parte, el rey de Francia no estaba dispuesto a ceder esta rica provincia.
En cuanto a Italia, desde 1515 al quedar Milán en manos de Francia y Nápoles en las
de España, la situación parecía estabilizada, pero la calma no era más que aparente.
De todos los problemas causantes del conflicto, este italiano era el más duradero.
Aparte de su riqueza, el Milanesado poseía un gran valor estratégico. Quien lo
mantenía, tenía Italia en sus manos, y jugaba además un papel esencial en el eje
hispano-habsburgués: cercano a Génova, representaba un eslabón vital en la cadena
de comunicaciones entre España y el Franco Condado y entre España y Tirol.
5.10.4.2
Primera Guerra (1521-1526). La rivalidad entre Carlos V y Francisco I
se puso de relieve con ocasión de su candidatura al Imperio, que se decidió a favor
de Carlos (27 junio 1519). Desde entonces la guerra parecía inevitable. Cada parte
buscó sus apoyos. Aprovechando la revolución comunera, Francisco I declaró el 22
de abril de 1521 la guerra al Emperador. Un ejército francés penetró en Navarra, en
apoyo de sus destronados monarcas, exiliados en Francia, y conquistó rápidamente
el país.
276
El nuevo canciller Gattinara deseaba hacer de Italia el centro de los intereses
del Emperador, lo que coincidía con los intereses estratégicos de los Habsburgo. Así,
una expedición imperial, en noviembre de 1521 conquistó Milán y proclamó duque a
Francisco II Sforza. En enero de 1522 era elegido Papa Adriano VI, antiguo
preceptor de Carlos V, con lo que la postura de éste en Italia se reforzaba. En
agosto de 1523, el Papa, Venecia, Florencia y Enrique de Inglaterra se aliaron con el
Emperador contra Francia.
Francisco I reaccionó: en el verano de 1523 un ejército francés pasó los Alpes
y volvió a ocupar una parte del ducado de Milán, pero sin poder conquistar la capital,
y en primavera de 1524 fue forzado a retirarse.
La última campaña de esta guerra tuvo lugar en otoño de 1524. Francisco I
tomó personalmente el mando del ejército, logró conquistar Milán (26 octubre) y
después asedió Pavía. Por un tratado firmado en 14 de enero de 1526, Francisco I
prometía renunciar a Italia, ceder Borgoña y abandonar sus derechos de soberanía
sobre Flandes y Artois.
5.10.4.3
Segunda Guerra (1526-1529). Naturalmente Francisco I no estaba
dispuesto a cumplir lo prometido. Para desquitarse, organizó la Liga de Cognac, en
la que participaron el nuevo Papa Clemente VII, Venecia, Florencia y otras ciudades,
y el propio Enrique VIII de Inglaterra (mayo 1526). El ejército imperial, compuesto
en su mayor parte de mercenarios alemanes dirigidos por un luterano, estaba bajo el
mando supremo del condestable Borbón. Descontentos porque la escasez de dinero
había impedido pagarles a tiempo, el 6 de mayo de 1527 asaltaron Roma,
entregándose a toda suerte de pillajes, violaciones y sacrilegios. Clemente VII se
constituyó prisionero en Sant’Angelo.
La noticia de este incidente provocó la entrada en la guerra de Francia e
Inglaterra (28 enero 1528). En el Milanesado el ejército francés fue vencido en
Landriano.
Carlos consiguió reconciliarse con Clemente VII por el tratado de
Barcelona (29 junio 1529), lo que obligó a Francisco I a entablar negociaciones que
abocaron a la paz de Cambrai (3 agosto 1529), que reproducía el tratado de Madrid,
salvo en lo pertinente a Borgoña; pues sin renunciar a sus derechos, Carlos no
reclamaba este territorio.
5.10.4.4
Coronación de Carlos V en Bolonia. Reconciliado con el Papa, Carlos
viajó para ser coronado por Clemente VII, ceremonia que tuvo lugar en Bolonia el 23
de febrero de 1530, en medio en un gran fastuo.
5.10.4.5
Tercera Guerra (1536-1538). Carlos, no obstante el consejo contrario
de sus consejeros, atacó Provenza y llegó hasta Aix, pero desprovisto de
avituallamiento y habiendo perdido muchos hombres por la peste decidió retirarse
(julio-septiembre 1536).
Tanto el emperador como el rey de Francia estaban
endeudados, por lo que no se acometieron campañas de mayor envergadura. La
mediación del Papa consiguió la tregua de Niza (18 junio 1538), que debería durar
diez años, bajo la idea de una Liga contra el Turco, guerra contra los protestantes y
colaboración para celebrar el Concilio General.
5.10.4.6
Cuarta Guerra (1542-1546). Cuando Carlos V se decidió a conceder la
investidura de Milán a su hijo Felipe II (octubre de 1540), el conflicto estaba
prácticamente abierto.
La guerra estalló en julio de 1542 por un incidente
277
diplomático. Francisco I envió un ejército que penetró en los Países Bajos. Carlos,
por su parte, decidió un ataque definitivo contra Francia, restauró su alianza con
Inglaterra (11 de febrero 1543) y se dirigió personalmente a Alemania, donde ciertas
concesiones a los protestantes les permitieron reclutar tropas. Al tiempo los ingleses
invadían Normandía, Carlos, partiendo de Metz, penetró por la Champaña hasta poca
distancia de París; su caballería llegó a alcanzar Meaux. Pero preocupado por la
situación de Alemania, que parecía agravarse, Carlos se apresuró a negociar con el
rey francés, sin esperar la presencia de Inglaterra. En virtud de la paz de Crépy (18
de septiembre 1544), Francisco I renunciaba a sus pretensiones sobre Milán y
Nápoles, y prometía trabajar a favor de la unidad religiosa y romper con el Turco. El
Emperador ofrecía al duque de Orleans, último hijo de Francisco I, uno de estos dos
matrimonios: su hija María, con los Países Bajos a la muerte de Carlos, o su sobrina
Ana de Hungría con Milán a su hijo, mientras del interesado. Carlos V volvió a
conceder la investidura de Milán a su hijo, mientras que Francisco I continuaba
ocupando los Estados del duque de Saboya. Con Enrique VIII, el rey de Francia
concluyó la paz de Ardres (junio de 1546), pagando una fuerte suma por la
devolución de Boulogne.
5.10.4.7
Quinta Guerra (1552-1556). Carlos V aprovechó los años de paz con
Francia para dedicar todo su esfuerzo en aplastar la fuerza militar de los luteranos.
Mientras tanto los príncipes protestantes tomaban la ofensiva contra el Emperador.
Dándose cuenta de que su intervención en Alemania levantaba suspicacias, Enrique
II no insistió en su penetración: regresó a Francia, ocupando de paso la fortaleza de
Verdun (junio 1552).
Con estas conquistas se había asegurado importantes
posiciones estratégicas en Lorena.
Carlos V no podía consentir que Francia retuviera la fortaleza de Metz, clave
para las comunicaciones entre Italia y los Países Bajos. Reunió, con grandes
dificultades, un ejército que puso sitio a aquella plaza (octubre 1552). Pero, a pesar
de los violentos bombardeos, la fortaleza resistió y las tropas imperiales hubieron de
levantar el sitio, después de más de tres meses de asedio (enero 1553).
La guerra duraría todavía tres años. La paz no llegaría sino después de que
Carlos V hubiera abdicado, sucesivamente, su soberanía sobre España y los Países
Bajos.
5.10.4.8
Última Guerra (1556-1559).
Las discusiones políticas y
jurisdiccionales con el Papa Paulo IV, feroz enemigo de España, degeneración
inesperadamente en guerra (septiembre de 1556). Enrique II de Francia envió un
ejército en socorro del Papa. La ayuda fue inútil, y en septiembre de 1557 Paulo IV
se vio forzado a aceptar la paz.
Desde los Países Bajos, Felipe II, asegurado por la alianza inglesa lanzó un
poderoso ataque hacia París. La guerra quedó en tablas, mientras que una serie de
acontecimientos facilitaban las negociaciones de paz. El 21 de septiembre de 1558
Carlos moría en Yuste y Felipe II era requerido con urgencia en España. El 17 de
noviembre falleció María Tudor, deshaciéndose repentinamente la unión de Inglaterra
con España, que tan nefasta había sido para Francia. Por la paz de Canteau
Cambrésis (2-3 de abril de 1559), Francia renunciaba a sus reivindicaciones en Italia
y devolvía Saboya y Piamonte a su duque, ratificando así la existencia de una
barrera que la hiciera desistir de cualquier intervención futura al sur de los Alpes.
278
La paz de Cateau Cambrésis, establecía un equilibrio en Europa occidental.
Mientras España conservaba el control de Italia, Francia reforzaba sus fronteras en el
norte y nordeste. Ponía fin a un ciclo de historia europea: acababa con los sueños
de la monarquía universal de Carlos V y daba paso a una nueva generación, con
nuevos ideales y nuevos problemas.
5.10.5 Guerra Contra los Infieles
5.10.5.1
El peligro Otomano en centro Europa y el Mediterráneo. La lucha
contra los infieles, respondía a la vez a la tradición caballeresca de la Corte de
Borgoña y al espíritu de Reconquista español. Con todo, no se trataba de una
política idealista, pues el infiel era un peligro real para Austria y para el Imperio y
para las costas del Mediterráneo, tanto las de Italia como las de España.
Frente el peligro musulmán, el Emperador no podía contar más que con
ayudas inciertas; en cambio tuvo en contra a la diplomacia francesa. Ya durante la
cautividad de Francisco I en Madrid, los franceses enviaron una primera misión
diplomática a la corte del sultán de Turquía.
Esta política de entendimiento con el Turco no es fácil de precisar, ante el
escándalo que pudieran producir en el mundo cristiano. En descargo de Francisco I
se podría añadir que no fue el único en negociar con los turcos: incluso el Papado lo
hizo en varias ocasiones.
5.10.5.2
El frente de Hungría. La defensa de Hungría y de Austria estaba
confiada a Fernando, representante de Carlos V en el Imperio. La aportación de
Carlos V a la defensa del frente de Hungría y del Danubio fue despreciable. Hungría
padeció, de 1520 a 1526, duros ataques turcos, que resistió con muchas dificultades.
El reino era débil y estado desunido. Su rey tenía escaso control sobre los nobles
feudales, enfrentados entre sí con frecuencia. Los nobles estaban también divididos
en cuanto a la futura sucesión.
La derrota cristiana de Mohacs inauguró una nueva etapa de relaciones entre
los Habsburgos y otomanos, que duró hasta 1529. Hungría permaneció como nación
autónoma, a modo de amortiguador entre ambos poderes, que pugnaron por
conquistarla en enfrentamientos alternativos.
Estos dramáticos acontecimientos habían reforzado, a la vez, la amenaza
turca y la posición de Fernando en el Imperio, convertido ahora en rey de Bohemia y
Hungría.
Zalpoya demostró ser para Solimán débil instrumento frente a Fernando, que
ocupó la mayor parte de Hungría central en 1528. Solimán volvió de Anatolia,
recuperó Buda y sitió Viena (1529). Era éste el mayor peligro con que habían tenido
que enfrentarse los Habsburgo. Sin embargo, su renovada capacidad de resistencia
y la dificultad de aportar suministros a las fuerzas expedicionarias turcas, tan
alejadas de sus bases, obligaron a éstas a levantar el sitio. Viena sería el límite
máximo de expansión turca hacia el oeste, pero un baluarte que no llegarían a
conquistar nunca.
Solimán realizó en 1532 una nueva campaña contra Viena. Esta vez Carlos
decidió intervenir y reunió un ejército con el cual se desplazó personalmente, pero
apenas llegado, los turcos firmaron una tregua con Fernando a base de un “statu
279
quo” (junio 1533). Fernando abandonaba sus intenciones respecto a Hungría central
y aceptaba allí a Zalpoya como vasallo otomano; el sultán reconocía a Fernando en
Hungría del norte, a cambio de pagar cierto tributo.
Habsburgo y Turcos mantuvieron conflictos fronterizos casi continuos; pero
ocupados en problemas internos quedaron limitados a incursiones. La frontera se
mantendría estabilizada hasta casi finales del Siglo.
5.10.5.3
La guerra marítima en el Mediterráneo. Los españoles, desde finales
del Siglo XV, habían conseguido conquistar una serie de plazas estratégicas
(“presidios”) en la costa: Melilla, Peñón de Vélez, Orán, Mazalquivir, el Peñón de
Argel, Burgía y Trípoli. La razón de estas fortalezas era la protección de la
navegación en la cuenca occidental del Mediterráneo. Hacia 1516 una familia de
renegados de origen griego, los Barbarroja, se instaló en la región de Argel. Uno de
los hermanos fue vencido y muerto por los españoles, pero el otro Khairedin, volvió a
conquistar la plaza en 1518 y tuvo la habilidad de colocarse bajo la protección de
sultán turco, que le nombró virrey y le facilitó la formación de un ejército con
jenízaros venidos de Turquía.
Después de la guerra de la Germanías, Carlos V impuso a los moros
valencianos el bautismo o la expulsión.
Esta situación se complicó con las
incursiones piráticas. En 1529 uno de los capitanes de Barbarroja realizó una
expedición de saqueo contra las costas de Valencia, llevándose muchos cautivos
cristianos. Los argelinos continuaron también haciendo presa sobre embarcaciones
cristianas, pues necesitaban víveres y medios para subsistir.
Carlos V a partir de 1529, en que concertó la alianza con la república de
Génova pudo iniciar una acción ofensiva. El problema era mantener, sin apoyo,
plazas lejanas por lo que hubo de abandonarlas. Esta expedición provocó la reacción
de Solimán que para mostrar su fuerza atacó las costas italianas y capturó, en
agosto de 1534, Túnez a Muley Hassan, un protegido por España. Simultáneamente
Solimán comenzó a buscar una alianza más estrecha con Francia, pues lo que ahora
se planteaba ya de manera clara era un combate por el control del Mediterráneo
central.
Con el fin de romper el frente
5.10.5.4
Conquista española de Túnez.
musulmán, Carlos V se vio obligado a una operación ofensiva. El lugar escogido fue
Túnez, y la ocasión la proporcionó la paz con Francia en 1535. Reunió en Barcelona
una poderosa escuadra y tomó rumbo al norte de África. El asalto definitivo tuvo
lugar el 14 de julio de 1535. El Emperador pudo contemplar la gran victoria, en la
que fueron capturados 80 navíos. El 21 de julio se rindió la ciudad de Túnez, que fue
devuelta a Muley Hassan, y liberados centenares de cautivos cristianos. Barbarroja
pudo escapar y refugiarse en Argel, desde donde siguió la lucha.
Este triunfo proporcionó al Emperador un gran prestigio, pero Carlos no tenía
la fuerza naval necesaria para explotar su victoria y desalojar a Barbarroja de Argel.
Este pudo organizar nuevas expediciones de saqueo a las Islas Baleares y a la costa
de Valencia, en 1537, combinadas con una nueva ofensiva de Francia, que había
concluido su primera alianza con el Turco en febrero de 1536. Ahora la República de
Venecia reclamaba su ayuda, pues la flota turca de Barbarroja trataba de apoderarse
de Corfú.
El Emperador, el Papa y Venecia concertaron una Liga Santa y
concentraron sus fuerzas navales en la zona amenazada. Venecia, interesada por su
280
comercio en el Mediterráneo oriental, firmó por su cuenta, en 1540, una paz con el
Turco, preparada por la diplomacia francesa.
5.10.5.5
Fracasada expedición de Carlos V a Argel. Después de este fracaso,
Carlos V vio claro que nada podía hacer en Oriente y concentró sus esfuerzos en el
Mediterráneo occidental. En 1541 decidió una gran expedición contra Argel. La flota
estaba mandada por Andrea Doria y las tropas de tierra por Ferrante Gonzaga. Pero
la estación estaba muy avanzada y cuando la escuadra llegó, el mar, en malas
condiciones, obligó a esperar dos días para efectuar el desembarco. La flota perdió
150 embarcaciones y el Emperador dio orden de retirada para evitar un desastre
mayor.
La de Argel fue una de las mayores catástrofes de la carrera militar del
Emperador y también su última acción naval importante. En la cuarta guerra contra
Francia (1542-1544), la alianza franco-turca se manifestó abiertamente. En 1544 la
flota turca llegó a invernar en Tolón.
281
CAPÍTULO 6. LOS DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS.
EL MUNDO EXTRAEUROPEO
6.1
DESCUBRIMIENTOS GEOGRÁFICOS
6.1.1 Significado y precedentes
Las expediciones de
6.1.1.1
El protagonismo de los pueblos ibéricos.
descubrimiento de la Tierra, que, a finales del Siglo XV y en el XVI, transformaron
completamente la imagen del mundo conocido, dieron lugar a la colonización y
evangelización de nuevos espacios, a la mutación del tráfico marítimo en un
comercio mundial, y, con todo ello a un profundo cambio de la vida del Viejo Mundo.
En este proceso, España y Portugal tuvieron un papel de protagonistas y señalaron el
camino a otras naciones.
Este hecho es clara muestra del nivel técnico y humano a que había llegado la
civilización europea occidental.
6.1.1.2
Los móviles. La búsqueda de productos preciosos, como el oro y las
especias, fueron sin duda móvil esencial de los descubrimientos geográficos. Por
otra parte, tampoco faltaban motivaciones religiosas para portugueses y españoles.
Estos descubrimientos representaban la culminación de los esfuerzos
emprendidos mucho tiempo atrás, y la recompensa de la experiencia adquirida.
En aquel tiempo eran los puertos del Mediterráneo Oriental los que
suministraban a los italianos las drogas y especias del Extremo Oriente conseguidas
por intermedio de mercaderes musulmanes.
A fines del Siglo XIV existía el
convencimiento de que las fuentes suministradoras de estos ricos productos no
podían alcanzarse sino por mar.
6.1.1.3
Precedentes medievales. El Atlántico Norte. Los italianos y catalanes,
ya desde finales del XIII se habían aventurado a traspasar las “Columnas de
Hércules”, camino del norte y hacia la costa noroccidental de África. Los navegantes
nórdicos, por su parte, se habían aventurado hacia Islandia.
6.1.2 Desarrollo de las condiciones técnicas y científicas en Occidente
6.1.2.1
La construcción naval. Desde el segundo decenio del XV, existían ya
casi todas las condiciones técnicas necesarias para la navegación de altura. Desde el
punto de vista tecnológico se mejoro el diseño de los navíos. La carabela, modelo
portugués, de alto bordo, ancho y con aguda proa para hendir las aguas, podía
alcanzar con viento de popa velocidades notables (10 millas/hora). Poco más tarde
aparece el galeón, especie de gran carabela.
6.1.2.2
Los procedimientos para la navegación de altura. Los instrumentos de
navegación (astrolabios y nocturlabios), que permitían medir el ángulo de la Polar
con el horizonte, se mejoraron extraordinariamente. Pero no bastaba para conocer
la latitud, saber la altura del astro sobre el horizonte, era preciso conocer la
declinación, ya que el sol varía en su posición cada día del año. Para ello se
utilizaron tablas astronómicas.
“La Junta de Matemáticos” resumió todos los
282
estudios realizados en un libro, bajo el titulo Regimento do
Astrolabio e do Quadrante, primer manual de navegación y
almanaque náutico de Europa. El Regimento representa la ciencia
náutica más adelantada y comprendía todos los conocimientos que
habían de permitir a Vasco de Gama llegar a la India, y regresar.
Pero estos procedimientos eran usados solamente por los
cosmógrafos. Los marinos no confiaban en estas técnicas para
determinar la posición. Utilizaban más bien el familiar compás, con
Figura 65.
el que estimaban las distancias por experiencia. Les faltaba un
Astrolabio
exacto control de la hora, imprescindible para determinar la
longitud. El reloj de arena, no era un instrumento suficientemente
preciso.
En el Siglo XV los marinos de las costas atlánticas de Portugal
y España habían aprendido a combinar la tradición mediterránea con
el procedimiento nórdico del constante sondeo de las aguas próximas
a la costa. El problema surgió al tener que orientarse a través de
océanos desconocidos, lo que exigía ya otra clase de conocimientos y
de prácticas. Antes de mediar el Siglo XV, los portugueses dieron el
paso decisivo que les llevó a la navegación de altura.
Figura 66.
Nocturlabio
6.1.2.3
Ideas acerca de la forma de la tierra y de sus
dimensiones. Hacia 1480 los geógrafos se habían centrado en la
Geografía de Ptolomeo y sus mapas habían sido elaborados
sobre este texto clásico.
De acuerdo con este mapa, se podía navegar desde África
oriental hasta la India, pero no viniendo del Atlántico. La
expedición de Marco Polo (fines del XIII) revela a Occidente la
existencia de Cipango (Japón) y Catay (China) y comprobó la
idea de que África y Asia estaban rodeadas por un mismo
Océano, y por tanto que a través de él, desde el oeste, se
podían navegar hasta allí. Cuando el Humanismo pone de moda
a Ptolomeo, sus ideas geográficas beneficiarían a la ciencia
náutica sólo de un modo indirecto.
Figura 67. Marco
Polo
6.1.2.4
Primeros Mapas Modernos. El mapa elaborado hacia 1459, por Fray
Mauro, expone una imagen bastante diferente del primitivo de Ptolomeo. Ofrecía la
silueta de África, claramente circunnavegable. Este mapa se considera generalmente
como la culminación de la cartografía académica medieval, que había logrado un hito
importante en el llamado Atlas Catalán de 1375.
Este cambio de perspectiva es el que decidió a Juan II de Portugal a no darse
por satisfecho con haber alcanzado el oro de La Mina y a proseguir en su empeño por
alcanzar las fuentes de las especias orientales. Los mapas que se hicieron en años
posteriores, revelan el conflicto que se debatía en la mente de los cartógrafos entre
las ideas geográficas de Ptolomeo y los nuevos conocimientos adquiridos en
sucesivas exploraciones.
El globo terrestre más antiguo que se conoce es el de Martín Behaim, del año
1492, que tiene escalas de latitud y longitud, pero carece de cuadrícula. Su principal
283
interés estriba en la semejanza entre las ideas geográficas que refleja y las opiniones
de Colón.
Figura 68. Mapa según Martín Behaim en 1492.
6.1.3 Los portugueses en África y en el Indico
6.1.3.1
Los comienzos de la exploración de África. Genoveses y catalanes
fueron los primeros, en torno a 1300, en lanzarse más allá de las “Columnas de
Hércules” (Estrecho de Gibraltar).
La segunda fase la constituye la lenta exploración de la costa africana por los
portugueses. Hizo la expedición Lanzarotto Malocello, con su padre, el príncipe
Enrique, el llamado después “El Navegante” y en ella se abriría su destino.
Enrique asentó las bases de los descubrimientos portugueses, en los que se
combinan, estrechamente, intereses políticos y económicos, con un auténtico deseo
de conversión de los paganos y de encontrar el fabuloso país del Preste Juan, que
tanto preocupó en la Edad Media. Don Enrique se estableció en 1434 en el
promontorio de Sagres en el Algarbe, donde se construyó la “Villa do Infante”, y en
ella vivió rodeado de cosmógrafos y marinos, dedicado, hasta su muerte, en 1460, a
sus estudios y al impulso de las exploraciones.
Aunque nunca había pasado de Ceuta, supo infundir en sus compatriotas un
verdadero interés nacional por las expediciones de descubrimiento, y, bajo su
impulso y patrocinio, navegación y descubrimiento se convirtieron en una ciencia. Él
se encargó de reunir los medios financieros y materiales para la realización de estos
proyectos y hallar los hombres, audaces y prudente al mismo tiempo, encargados de
realizarlos.
284
6.1.3.2
a.
Las etapas de la exploración de la costa africana
Entre 1415-1437 la finalidad era alcanzar el Marruecos infiel por el sur. Es el
tiempo de asentamiento en Madera y Azores.
Figura 69. Mapa de Ptolomeo
b.
c.
d.
De 1437-1460 se precisa el proyecto africano.
Ahora se busca ya
directamente el “país del oro”. En estos años se realiza la colonización de las
Azores. La construcción de la carabela permite a los navegantes abandonar
la costa, a la vuelta, con mayor facilidad. La trata de negros se añade como
incentivo a las pesquerías y al tráfico de oro. La inflexión de la costa africana
hacia el este, plantea nuevos problemas. Se había llegado a una costa llena
de peligros sin saber si aquellas condiciones iban a mejorar.
Entre 1460-1479 sobreviene cierta detención en el ritmo de las expediciones.
Desde 1480, tras el tratado de Alcacovas, y coincidiendo con la decidida
protección del nuevo rey Juan II, el proyecto de la India se pone como
objetivo primero.
6.1.3.3
La búsqueda de la ruta de la India. En 1487 Juan II envió dos
expediciones, una por tierra y otra por mar, en busca del camino de la India.
Bartolomé Díaz fue el encargado de la expedición marítima. La expedición terrestre
fue iniciada desde Venecia por Pedro de Covilha y Alfonso de Paiva, encargados de
recoger noticias sobre Abisinia y la ruta de las Indias y llevar cartas para el Preste
Juan. Desembarcaron en Egipto, y, por el mar Rojo, alcanzaron, en un barquichuelo
árabe. A su vuelta el Cairo, tuvo noticias de la muerte de su compañero.
Sus
informaciones sobre el régimen de los monzones y otras noticias obtenidas de los
comerciantes árabes, corroboraron la posibilidad de alcanzar la India contorneando
África desde el oeste.
285
La empresa
6.1.3.4
Vasco de Gama en la India.
definitiva se retrasó por la desalentadora relación, hecha por
Bartolomé Díaz y por la inesperada noticia de la expedición de
Cristóbal Colon. Cuando la Corte de Lisboa se convenció de
que las tierras descubiertas por los españoles no eran los
populosos y riquísimos países visitados por Covilha, decidieron
adelantarse a los españoles. La expedición que había sido
cuidadosamente preparada y dotada, estaba formada por
cuatro naves y 150 hombres. Al mando de Vasco de Gama,
salió en julio de 1497. Siguió a lo largo de la costa, tocó
Santa Elena, dobló el Cabo y remontó la costa oriental
africana hasta Zanzíbar.
En agosto 1499, con dos naves y 80 hombres
solamente, pudo regresar a Lisboa después de un
Figura 70. Vasco de
accidentado viaje de dos años con un cargamento de
Gama
pimienta y canela. Por entonces, Colón había realizado ya su
tercer viaje a las Indias Occidentales.
6.1.4 Los viajes de los españoles. Colón y el descubrimiento de América
6.1.4.1
La imprevista participación española en los descubrimientos. España
lograría una participación excepcional en los descubrimientos, gracias a la expedición
de Colón, una de las pocas organizadas hasta entonces por los soberanos españoles.
6.1.4.2
El viaje de descubrimiento. En Palos de la Frontera, Colón se entendió
con un armador, Martín Alonso Pinzon, que fue quien le ayudó a preparar la
expedición. Se equiparon tres carabelas: La Niña, la
Pinta, y la Santa María (pilotada por Colón). La flota
llevaba en total 90 o 120 hombres, según las fuentes.
La pequeña flota salió de Palos el 3 de agosto de
1492. El 12 de octubre un marinero de vigía en el
castillo de proa de la Pinta fue el primero en divisar el
Nuevo Mundo. Era la isla que Colón llamó San Salvador
(hoy Watling180), en el archipiélago de las Bahamas, que
los indígenas conocían por Guanahani. Siguió después
hacia el sur a lo largo del archipiélago de la Bahamas y
supo por los indios que había por aquellos lugares una
tierra muy rica en oro y especias. Era Cuba, a la que
llegó el 27 de octubre.
Estaba absolutamente
convencido de estar en Asia.
Figura 71. Cristóbal Colón
El 22 de noviembre, la Pinta a las órdenes de Pinzón, abandonó Cuba y
descubrió Haití, isla que llamó la Española. Siguió costeando al norte de esta isla y,
en la Navidad de 1492, perdió la Santa Maria en un arrecife coralífero.
El 16 de enero de 1493, la Pinta, al mando de Pinzón, se reunía a la Niña,
ahora mandada por Colón, e iniciaron el viaje de regreso. Durante tres semanas la
travesía fue fácil, pero después terribles tormentas separaron a las dos carabelas.
180
Isla en las Bahamas, en el Océano Atlántico.
286
La Niña, arrastrada hacia las Azores, el 3 de marzo arribó a Lisboa y el 15 entraba en
Palos. La Pinta había alcanzado Bayona de Galicia una semana antes y estaba en
Palos unas horas después que el Almirante.
6.1.4.3
La reacción de Portugal. El descubrimiento de las “Indias” por Colón
provocó una tensa rivalidad entre España y Portugal. Para afianzarse, los Reyes
Católicos seguían respetando el tratado de Alcacovas-Toledo, pero solicitaron del
Papa Alejandro VI un reconocimiento de su soberanía en las tierras descubiertas. El
Papa en las bulas de 3 y 4 de mayo de 1493 señaló la línea que iba de un polo a
otro, pasando cien leguas al oeste de la isla más avanzada de las Azores y se
reservaban a España las tierras de infieles que conquistase al oeste de dicha línea.
La bula de 1455 de Nicolás V había concedido a los portugueses un verdadero y
general monopolio de los descubrimientos geográficos; después del tratado de
Alcacovas atribuía a Portugal todas las tierras descubiertas hasta la fecha en el mar
Océano, salvo las Canarias.
Figura 72. Los Reyes Católicos
Demarcación tan imprecisa como la de las Bulas de 1493, y equivalente, por
otra parte, a un arbitraje que no se había pedido al Pontífice, no fue aceptado por
Juan II de Portugal, que defendía que la demarcación se trazara por el paralelo de
Canarias. Al fin se llegó a una avenencia: el Tratado de Tordesillas desvió tal línea
trescientas setenta leguas al occidente de las islas de Cabo Verde. Este tratado
reglaba momentáneamente la cuestión, pero las diferencias entre ambos países
recaerían más adelante en diversas ocasiones, especialmente al descubrir los
portugueses el Brasil y al disputarse las islas de las Especias. Los demás soberanos
europeos, entre ellos los de Francia e Inglaterra, los más tentados por las
expediciones marítimas, no aceptaron este arbitraje pontificio, si bien por el
momento no estaban preparados para disputar a los ibéricos el monopolio.
A Colón le fue fácil organizar
6.1.4.4
Posteriores viajes Colombinos.
rápidamente una escuadra de diecisiete naves y 1500 hombres. Partieron de Cádiz
el 25 de septiembre de 1493. El 3 de noviembre alcanzaron la Dominica, en el arco
meridional de las Pequeñas Antillas. Descubrió la mayor parte de las islas del
archipiélago, llego a Puerto Rico, y alcanzó la Española. Colón fundó una nueva
factoría, la Isabela, al noreste de Haití. Siempre en busca del Gran Khan, exploró las
costas de Cuba y tomó posesión de ella; después llegó a Jamaica, pero insatisfecho
de no hallar pruebas de hallarse en la costa asiática, aunque no desanimado, volvió a
la costa meridional de Cuba, tocó nuevamente en Jamaica y regresó a Isabela al
cabo de cinco meses. Después de permanecer seis meses en Isabela, dejó el mando
287
a su hermano Bartolomé y regresó a España con dos carabelas solamente, pues
otras catorce lo habían hecho ya dos años antes.
Colón hubo de esperar hasta 1498 para poder reunir suficiente dinero para el
tercer viaje. La travesía del Atlántico fue aún más meridional y más lenta. Buscaba
el paso hacia las islas asiáticas y su espíritu visionario creyó encontrar en el Orinoco
uno de los cuatro ríos del Paraíso.
A su vuelta a la Española reinaba el desorden.
Los colonos estaban descontentos y echaron sobre
Colón y sus hermanos, Bartolomé y Diego, sus
desilusiones. En octubre de 1500 un comisario real,
enviado a la Española, arrestó a los tres hermanos y
trajo a Colón encadenado a España. Aunque más
tarde se le rehabilitó, perdió su cargo de virrey, pero
conservó el título de Almirante.
Figura 73. Carabelas de Colón
En calidad de tal, emprendió el cuarto y
último viaje. En solamente tres semanas navegó de Gran Canaria a Martinico, que
descubrió el 15 de junio de 1502. El gobernador de la Española no le autorizó a
desembarcar allí. A comienzos de 1503, sus navíos estaban en tan mal estado que
hubo de abandonar dos de ellos y los dos restantes fueron deshechos por el temporal
en Jamaica.
Colón estuvo allí bloqueado un año entero, con la tripulación
amotinada, antes de que le llegara ayuda española. Siguió a la Corte con la que
sostuvo pleito en defensa de sus derechos, pleito que se fallaría después de su
muerte, a favor de su hijo Diego.
6.1.5 Otros viajes de exploración de los españoles
Año
1499-1500
1500
1499 o 1501
1500-1502
1507
Descubridor(es)
Alonso de Ojeda y Juan
De La Cosa
Américo Vespucio
Vicente Yañez Pinzón
Rodrigo de Bastidas
Martín Waldseemüller
Descubrimiento
Siguieron la costa de América del Sur,
hacia el este.
Desembocadura del Amazonas. Primer
mapa del Nuevo Mundo.
Desembarcó en la costa brasileña,
cerca del actual Recife.
Recorrió y exploró el litoral de la actual
Colombia, antes que llegara Colón.
Incorporó
las
“Quattuor
Americi
Vespucci
Navigationes”
donde
consideran
América
como
un
continente nuevo al que Vespucio llegó
antes que Colón.
6.1.6 La búsqueda del paso hacia las “Islas de las Especias”. La circunnavegación
del globo
6.1.6.1
La exploración del nuevo continente. En estos primeros años del Siglo
XVI españoles y extranjeros se afanaban por explorar la masa continental
descubierta, buscar posibles asentamientos y, sobre todo, el camino hacia las ricas
islas de la Especiería.
288
6.1.6.2
Balboa y el descubrimiento del Pacífico. Vasco Núñez de Balboa
realizó expediciones por la costa y hacia el interior. En una de estas penetraciones,
el 25 de septiembre de 1513, pudo contemplar, extasiado, la inmensa lámina de
agua, aquel día tranquila, que denominó Océano Pacifico.
6.1.6.3
Exploración del litoral del Yucatán. En 1515 Francisco Hernández de
Córdoba llego a Yucatán. 1517, siguió la costa yucateca hasta Tabasco. 1518, Juan
de Grijalva recorrió también la costa oriental del Yucatán y el golfo de México y
regresó a Cuba por Tampico, con noticias del fabuloso imperio de Moctezuma.
Faltaba conocer el trozo de costa entre Florida y Tampico, para lo cual el gobernador
de Jamaica envió, en 1518, al Francisco Álvarez de Pineda.
6.1.6.4
El Río de la Plata. El hallazgo del Pacífico por Balboa, estimuló las
preparaciones marítimas de la Corte de España para hallar el camino hacia las islas
de las Especias, Malucas, que los portugueses estimaban suyas, por pretender que
caían en la demarcación territorial que les había sido otorgada por el tratado de
Tordesillas. El encargado de la empresa fue Juan Díaz de Solís, bordeando la costa
brasileña desde Cabo Frío hacia el sur, llegó hasta el Río de la Plata, que exploró
largo trecho; pero cayó en una emboscada que la prepararon los indígenas y sus dos
naves regresaron a España.
6.1.6.5
La expedición de Magallanes. La gloria del descubrimiento del paso
del Atlántico al Pacífico correspondería a un portugués al servicio de España,
Fernando de Magallanes.
El 20 de septiembre de 1519 salió la flota de Sanlucar, con Magallanes al
mando de la Trinidad, de 110 toneladas. Se puso
rumbo al Brasil, en busca del paso del sur. Al no
encontrarlo ni en Río de Janeiro, ni en la
desembocadura del Río de la Plata, decidió invernar
en Patagonia, donde permaneció de fin de marzo a
fin de agosto de 1520. Después de haber perdido
uno de los navíos, el 21 de octubre, penetró en el
Estrecho que lleva su nombre, y, tras enormes
dificultades, a causa del mal tiempo y de las
necesarias precauciones exploratorias, el 28 de
noviembre de 1520, con sólo tres navíos, entró en
el Pacífico. Magallanes ascendió paralelo a la costa
chilena, donde empujado por los alisios, pudo hacer
rápidamente rumbo hacia el oeste y el 6 de marzo
de 1521, tras de una penosa travesía de tres
meses, llegaron a la isla de Guam, en el
archipiélago de Ladrones, llamadas después
Marianas. Diez días más tarde toco en la punta
meridional de la isla de Samar, en el archipiélago
de las Filipinas. Allí, en el islote de Mactan, aliado con un señor local, en una
expedición contra los malayos, perdería Magallanes la vida el 27 de abril de 1521.
Figura 74. Fernando de
Magallanes
6.1.6.6
Elcano circunnavega el globo. La tripulación estaba diezmada y fue
necesario quemar la Concepción y transferir los supervivientes a las restantes,
Trinidad y Victoria. El capitán de esta última, el guipuzcoano Sebastián Elcano, tomó
el mando de la flota y se dirigió a Borneo. Como la Trinidad estaba en mal estado,
289
se decidió que la Victoria se adelantara. Elcano la condujo a Timor y el 11 de febrero
de 1522, después de haber cortado enérgicamente una pendencia entre sus
hombres, levó anclas. Atravesó el Indico, avisto el cabo de Buena Esperanza a
mediado del mes de mayo, siguiendo por la costa africana, donde el escorbuto y la
fatiga hicieron presa en su gente. No pudo evitar tampoco que la mitad de su
tripulación cayera prisionera de los portugueses de Cabo Verde. Finalmente, el 7 de
septiembre de 1522, recalaba en Sanlúcar.
El navío –la Victoria- estaba
enteramente podrido y no le quedaban más que 22 hombres, la mayor parte
enfermos. Había navegado, según sus cálculos, 14460 leguas y dado por vez
primera la vuelta del mundo.
En 1537 Grijalva y Alvarado descubrirían las islas Gilbert; en 1542 Ruy López
de Villalobos llegaría nuevamente a Tidore, en las Molucas, y desde ella uno de sus
lugartenientes, Pedro de Retes, alcanzaría Nueva Guinea.
6.1.7 Ingleses y Franceses en América del Norte
El primer extranjero que se aventuró
6.1.7.1
Juan Caboto: Terranova.
después de Colón fue el veneciano Giovanni Gabotto. Solicitó del rey Enrique VII de
Inglaterra, patente de descubrimiento. En mayo de 1497, Caboto salió de Bristol.
Tras de tres meses de navegación Caboto avistó las tierras de Terranova, Cabo
Bretón, y, probablemente, Acadia. Como Colón, regresó convencido de haber tocado
Asia.
6.1.7.2
Expedición de Sebastián Caboto. En 1509 Sebastián Caboto, su hijo,
alcanzó los 67º de latitud norte y parece que entró en el estrecho de Hudson, pero
hubo de volverse a causa del amotinamiento de sus hombres y del hielo. En busca
del paso del suroeste llego al Río de la Plata, en 1521, años después de que
Magallanes hubiera encontrado el estrecho que lleva su nombre. Por estas fechas el
español Estaban Gómez recorrió desde la península de Labrador al cabo Cod y
exploró las desembocaduras de sus ríos.
6.1.7.3
Verrazzano. También la primera expedición francesa en el Atlántico
Norte fue mandada por un italiano, el florentino Giovanni Verrazzano, a quien
Francisco I, en 1523, confió la misión de encontrar el paso del noroeste hacia Asia.
Navegó la costa de la actual Carolina septentrional y de allí hizo rumbo hacia el
norte. Entró en el puerto actual de Nueva York, pasó el cabo Cod y siguió la costa
hasta Maine.
6.1.7.4
Cartier. En abril de 1534, con el apoyo financiero de
Francisco I, Jacques Cartier salió de Saint-Malo. Hubo de volver a
Francia, sin haber avistado siquiera el San Lorenzo. Pero trajo algún
indio y pudo dar noticias de la región occidental del Canadá.
En 1535 Cartier organizó un segundo viaje. Remontó el San Lorenzo
hasta las localidades indias que hoy ocupan Québec y Montreal.
Figura 75.
Cartier estableció una colonia en Cap-Rouge, un poco más allá de
Cartier
Québec, y continuó hasta la desembocadura del río Ottawa. El señor
de Roberval al no encontrar las riquezas esperadas abandonó la colonia. Así fracasó
la primera tentativa francesa de establecimiento en Canadá.
290
CAPÍTULO 7. RASGOS DEL MUNDO EUROPEO DE 1550
A 1660.
7.1
EL MARCO SOCIOECONÓMICO
7.1.1 La Evolución Demográfica
7.1.1.1
La crisis demográfica del finales del XVI. La población europea dejó
gradualmente de aumentar en el XVII. Hacia 1580, la población europea habría
alcanzado su máximo, cifrado en unos 100 millones. Después decrece lentamente,
de manera que en 1660 serán sólo 90 millones.
7.1.1.2
Diferencias entre zonas. Según el ritmo demográfico se puede dividir
Europa en cuatro grandes zonas:
Zona
Mediterránea
Países
España (incluye Portugal)
e Italia
Europa Central
Europa Noroccidental
Sacro Imperio
Inglaterra, Francia, Países
Bajos y Países
Escandinavos
Polonia y Hungría
Europa Oriental
Aumenta o Decrece
Decrece debido a la peste
y la guerra de los Treinta
años.
Decrece
Se mantiene.
Aumenta.
En conjunto, durante estos años, la población europea debió crecer en un
15%, pero la tasa anual aumento sería casi doble en el período de 1550 a 1600, y
una baja demográfica entre 1600-1660.
En la primera mitad del XVII la tendencia de crecimiento se invierte: el
descenso de población en Europa Meridional fue acusado y grave, mientras que al
norte se mantiene estable al menos, con un claro crecimiento en Inglaterra y
Holanda.
7.1.1.3
Población Urbana. Este crecimiento, por lo menos en muchas partes,
se produjo a costa de la despoblación del campo o de otras ciudades, como en Italia
o en los Países Bajos.
Todavía hasta finales del Siglo XVI, continúan creciendo aquellas ciudades
meridionales, que de tiempo atrás ya eran grandes urbes. Nápoles, Venecia, Milán,
Roma Sevilla y Lisboa. Sin embargo, en la primera mitad del XVII las ciudades
italianas y españolas habían declinado, más o menos intensamente.
Se advierte el espectacular desarrollo de dos tipos de ciudades: los centros de
gobierno y los núcleos comerciales atlánticos. Como centros de gobierno se pueden
mencionar Madrid, Paris, Londres. En cuanto a las ciudades portuarias, como
Hamburgo, Ámsterdam, Bristol, etc., continuaron creciendo.
Con todo, quizá los rasgos más significativos que se estaban iniciando desde
finales del Siglo XVI son:
291
a. El crecimiento de las ciudades del noroeste de Europa y de la costa
atlántica, en tanto que las meridionales se estancan o decrecen;
b. Que las grandes ciudades estaban aumentando a costa de las más
pequeñas.
El comercio, la actividad financiera y la vida administrativa atraían la
población hacia unos ciertos núcleos, que crecen desmesuradamente, mientras que
esos aproximadamente dos centenares de pequeñas ciudades nacidas en la sociedad
medieval y que habían persistido hasta entonces, pierden vida, haciéndose cada vez
mayor la distancia entre unas y otras.
7.1.2 Los contrastes de la economía: de la prosperidad del XVI a la depresión
7.1.2.1
La evolución agraria. Una característica esencial de este período fue la
tendencia a la extensión de la tierra labrantía dedicada, sobre todo, a cereales.
Extensión provocada por el crecimiento de la demanda, pero que en la década 16201630 parece haber llegado a su tope. Entonces de manera generalizada, los precios
de los artículos agrícolas básicos rompen su tendencia alcista –indicio de una
contracción de la demanda-, lo que produce una regresión agraria en toda Europa
que se mantendrá hasta el primer tercio del XVIII. En el este y mediodía de Europa,
la economía agraria sufrió una contracción más fuerte: se abandonan explotaciones
marginales, acaban las roturaciones, y, en muchas partes, se produce una amplia
emigración rural.
La conversión de pastos en tierra labrantía no fue demasiado intensa en
Europa occidental propiamente dicha; otra cosa sería en los países meridionales,
donde el ansia de tierra cerealista empujó al avance del arado en pastizales y tierras
comunes.
Por lo general, en el XVI había demanda de tierra de cultivo.
interés por la agricultura, que se expresa en publicaciones sobre el tema.
Existe un
7.1.2.2
Cambios en el mapa industrial. El sector industrial en este período se
caracteriza por grandes cambios en el mapa de la producción industrial.
Hubo, evidentemente, progreso industrial, si se considera el conjunto. La
difusión de nuevas técnicas, sobre todo por trabajadores que por diversas
circunstancias hubieron de hallar refugio en otros países; la actividad creciente de
algunos empresarios y capitalistas; el interés del Estado por promover ciertas
empresas; y, sobre todo, la expansión del comercio ultramarino e interior,
contribuyeron a imprimir un mayor dinamismo a la industrialización, no obstante
rutinas y dificultades. Donde se hallaron capacidades humanas y una situación social
y recursos materiales favorables, la producción industrial se desarrolla, mejora y se
diversifica. En donde, por el contrario, estas condiciones no existen la industria se
estanca y hasta se arruina, ante la competencia internacional, que se expresa más
dinámica y abierta.
A partir de 1550, una de las grandes industrias de los Países Bajos españoles,
la “nueva pañería”, que tuvo su punto culminante en Lille y mondschoote hacia
1560-1570, así como la metalurgia del Namurois, en pleno desarrollo, sufren los
estragos de la guerra. Sus técnicos se dispersan por diversos lugares de Europa. Ya
antes de 1660, Suecia era uno de los primeros países productores y exportadores de
hierro; la industrialización en Francia había realizado en algunos sectores grandes
292
progresos, pero más espectacular aún es el desarrollo industrial de las Provincias
Unidas y de Inglaterra.
7.1.2.3
El comercio, motor de la economía. El gran incremento de la actividad
financiera y de la banca no fueron sino reflejo de la expansión comercial. Toda la
energía económica de Europa Occidental se orientaba preferentemente hacia
objetivos comerciales, y el Estado, en mayor o menor grado, asume esta
preocupación en la idea de que la potencia comercial, además de riqueza,
representaba poder. La concepción de la función del Estado respecto a la actividad
mercantil –el llamado “mercantilismo”- varió de un país a otro. En este aspecto
Holanda se diferencia de los demás. Mientras en las monarquías absolutistas
(España, Francia) se tendía a fomentar el comercio bajo forma monopolística estatal,
con la preocupación por aumentar los ingresos fiscales, en Holanda se mantuvo la
idea de que la prosperidad económica procedía de la comunidad mercantil y que la
función del gobierno era simplemente ampararla y proteger sus iniciativas
monopolísticas. En Inglaterra se llegó a una especie de equilibrio entre gobierno y
súbditos, por el que los soberanos invirtieron recursos propios en el comercio y
empujaron a hacerlo a funcionarios estatales, burgueses y nobles, también bajo la
forma de sociedades monopolísticas. En el aspecto concreto del comercio, los
teóricos de la primera mitad del Siglo XVII estaban principalmente interesados en la
balanza comercial y sugerían diversos procedimientos para hacerla favorable. En
Inglaterra se dicta la primera Ley de Navegación (1651), expresión de las
motivaciones y ambiciones tanto del Estado como de los particulares respecto al
comercio. Con frecuencia este estímulo estatal al comercio fue acompañado de la
guerra. Las “compañías privilegiadas” inglesas, holandesas y francesas recurrieron
para extender sus actividades al corzo y a la violencia, lo que, naturalmente, suscitó
entre ellas guerras marítimas y rivalidades coloniales.
7.1.2.4
El sistema comercial europeo: de la fase ibérica a la holandesa. A
mediados del XVI comienza a vislumbrarse un desplazamiento de los centros
económicos de gravedad desde el sur hacia el norte, fenómeno en el que influyen
varios hechos: el desarrollo agrario en el este de Europa, la descomposición del gran
eje comercial Nuremberg-Augsburgo-Amberes.
Las guerras en los Países Bajos complicaron aún más las relaciones mercantiles
normales, ya en baja.
Por otro lado, el sistema comercial europeo, fundado en el eje Sevilla-Amberes, se
desplomó definitivamente en las dos primeras décadas del XVII. Todo ello influiría
de manera determinante en la desarticulación del sistema mercantil, y Europa, entre
1619-1622, se vio sumida en un verdadero caos.
Con Oriente, el comercio
internacional había crecido espectacularmente durante el Siglo XVI. Al irrumpir la
competencia de holandeses e ingleses en el Índico, China y Japón, el gran comercio
mundial sufrió una fuerte contracción. Otra importante causa, sin duda, fue la
utilización de los recursos de oro y plata americanos en su política bélica, en la que
estaban implicados una serie de centros económicos, como Amberes, las ciudades
del sur de Alemania y Génova, centros destinados a hundirse también con el
desplome del potencial económico español.
7.1.2.5
Los metales preciosos y la inflación de precios. En Europa hasta los
años veinte del Siglo XVII se mantuvieron en explotación las minas de plata del Tirol
y de Sajonia. Pero mucho más importante fueron la plata y el oro venidos de
América y África.
293
Este torrente metálico fue, en buena parte, responsable de la subida de los
precios que ya habían comenzado a elevarse durante la primera mitad del XVI.
El problema es que toda esta cantidad de metal precioso en manera alguna se
conservó en Europa. Aparte de la pérdida normal por atesoramiento y desgaste,
Europa tenía una balanza comercial deficitaria en dos amplias zonas: las Indias
Occidentales y el Lejano Oriente. Se sabe también que, por lo menos hasta 16701680, este desequilibrio se saldó con moneda, especialmente de plata.
7.1.2.6
Las manipulaciones monetarias. La pregunta que se plantea es si el
crecimiento del stock monetario fue suficiente para suplir la demanda de los medios
de pago, que requerían el comercio y la guerra. Especialmente después de 1600, las
cartas y documentos comerciales están llenos de lamentos sobre la escasez de
moneda y la falta de dinero. Con la excepción de Ámsterdam, parece que todos los
centros financieros padecieron escaseces transitorias, que provocaban dificultades
económicas. Y, como para aliviar sus finanzas, los gobiernos creyeron ver una
solución en acuñaciones más copiosas de cobre y en manipulaciones monetarias, se
originaron graves perturbaciones que acabaron cuando cayeron en la cuenta de que
los beneficios que habían calculado obtener por estos procedimientos eran
rápidamente devorados por la inflación.
7.1.2.7
Las finanzas y las operaciones bancarias. El desarrollo del comercio al
por mayor durante todo el año exigió la creación de grandes bancos en los que los
comerciantes pudieran depositar con seguridad sus fondos y retirarlos, cuando fuera
necesario, en un plazo de horas.
Aparte de los banqueros privados, muchos
gobiernos resolvieron el problema mediante la adaptación o creación de un banco
público. El modelo –desarrollado- de éstos serían los viejos bancos públicos italianos
y de los territorios de la Corona de Aragón. Como en los antiguos bancos públicos
italianos o de la Corona de Aragón no se autorizaban operaciones al descubierto en
cuentas privadas y no se hacían préstamos personales a los clientes.
7.1.2.8
La deuda pública. En todos los Estados de Europa el gasto público
aumentó de manera creciente.
El aumento de poder de los soberanos y la
concentración en sus manos de responsabilidades y servicios, que antes
correspondían a instancias subordinadas, condujeron al elevado incremento del gasto
público. En general, con la notable excepción de Inglaterra, los Estados de toda
Europa, recurrieron, al no poder pagar las deudas contraídas, a consolidar la deuda a
corto plazo (deuda flotante), mediante el pago de anualidades a interés fijo a los
financieros acreedores. Nació así un fenómeno nuevo: la deuda nacional. El
crecimiento de la deuda pública, cuando estuvo bien administrada, tuvo dos
consecuencias importantes. Dio lugar a la creación de una clase rentista, procedente
principalmente de la burguesía, y, paradójicamente, reforzó la estabilidad financiera
y política de los gobiernos. En efecto, el pago de los atrasos e intereses a los
acreedores obligó a mantener unas estructuras fiscales más sólidas y los mismos
acreedores se verían más ligados al gobierno.
7.1.3 La crisis económica del Siglo XVII
7.1.3.1
Alcances de la crisis. La primera mitad del Siglo XVII es una período
de estancamiento y de crisis que prenuncian181 la “gran depresión” de la segunda
181
Que anunciad de antemano.
294
mitad.
El Siglo XVII, ciertamente, es un Siglo de crisis económica y de las
consiguientes miserias. La prosperidad que desde comienzos del Siglo XV había
afectado a los países mediterráneos se acaba, mientras que despunta y progresa
más al norte. El Siglo XVII, también en lo económico, es el gran Siglo de las
Provincias Unidas, de Inglaterra, de Escandinavia, no obstante sus dificultades y
crisis temporales. Más que una crisis generalizadora, es “un período de profundos
cambios en la composición del espectro económico de Europa y de enormes
transformaciones en la distribución geográfica de la actividad económica”182.
7.1.3.2
Sus efectos, en los precios, salarios y crédito. Donde más claramente
se advierte la crisis económica es en el movimiento de los precios y en las
disponibilidades monetarias. España recibe grandes ingresos, sumas ascendentes de
metal precioso en los últimos años del Siglo XVI, las cuales decrecen en el XVII. Ello
significaba para la economía europea una alteración profunda ya que ya no se
pueden sostener los intercambios y las inversiones y tenía que sobrevivir el colapso.
Ello, como es fácilmente comprensible, significaba para la economía europea una
alteración profunda. La disminución de esta corriente de plata, obligatoria en
España, ya en 1599, a las primeras emisiones de cobre puro, y, conforme la plata
escaseaba, o desaparecía en virtud de la balanza comercial negativa, el gobierno
recurría a nuevas acuñaciones depreciadas, y a la de vellón, cuya abundancia
provocaría el agio de la buena moneda. Francia comenzó a emitir cobre a partir de
1602 y Suecia comenzaría a exportar cantidades masivas del mismo metal. Incluso
en los países de Oriente, el valor nominal de la moneda se triplicó en el mercado.
Los precios de los artículos básicos habían ascendido aceleradamente por toda
Europa, durante el Siglo XVI, hasta alcanzar su cenit en torno a 1590-1595,
duplicando en París, triplicando en Castilla y Brujas, cuadriplicándose en Inglaterra y
Munich, y más que quintuplicándose en Gdansk (Danzig).
Entre 1620-1622
descienden bruscamente y siguen haciéndolo hasta 1630 y aún más suavemente
entre 1646-1650. No es extraño que a ellos siguiera una contracción de mercados y
el colapso del crédito, primero; y una pequeña recuperación, con sobresaltos,
después, que no logra volver a la normalidad, sino que desemboca en una verdadera
recesión desde la mitad del Siglo XVII.
En los países
7.1.3.3
El declive económico de la Europa Meridional.
mediterráneos se advierte más claramente la decadencia. En Italia, la década de
1590, y después las epidemias de 1630 y 1656, fueron devastadoras. La caída de la
población contrajo, sin duda, la demanda, y estimuló los salarios al alza, con lo que
colocó a las exportaciones italianas en posición muy difícil. Alrededor de 1600 el
liderazgo económico veneciano en el Mediterráneo puede darse por acabado.
Perdieron el comercio de las especias, que pasó a manos de los ingleses y
holandeses; su industria textil, que adolecía de altos costes, decayó hacia mitad del
Siglo; la posición de la ciudad como centro de edición de libros bajó por diversas
causas; la Guerra de los Treinta Años privó a Venecia de su más importante mercado
–Alemania-, mientras que la baja de la ley de la moneda turca incrementó mucho los
costes de adquisición de la seda y del algodón en los mercados de Levante. Queda
finalmente señalar los gastos provocados por la Guerra de Candía (1645-1668). Hay
una tendencia entre los patricios a retirar su dinero del comercio, invertirlo en
propiedades agrarias y disfrutar de la vida confortable.
Pero en ninguna parte la decadencia económica es tan visible como en
Castilla. Los altos costos de su política exterior en hombres, y en dinero, bajo la
182
Domenico Sella.
295
forma de impuestos. Cuando el flujo de plata dejó de crecer y la despoblación,
después de la crisis de 1599-1600, se extiende a Castilla, aparece como una sombra
de desesperanza y desilusión. Fuera de Castilla, el trauma de la expulsión de los
moriscos (1609-1614), afectó durante gran parte del Siglo a los reinos de Valencia y
Aragón.
7.1.4 La movilidad social y las nuevas situaciones
7.1.4.1
La nobleza. La coyuntura y el desplazamiento de los polos de la
actividad económica, las relaciones con el mundo extraeuropeo, juntamente con la
política de los monarcas y otros factores del orden psicológico e ideológico, influyen
en la evolución social.
El Humanismo había subrayado la virtud, la educación y el servicio al Estado
como características del noble. De estas tres cualidades, la del servicio es la que
acabará imponiéndose, como autodefensa en el comportamiento nobiliario.
Los nobles abandonan la antigua costumbre de tomarse la justicia por su
mano y recurren a los tribunales.
El desvanecimiento de la idea de que el noble era esencialmente un guerrero
abrió paso a su moderación y a una tendencia a participar en actividades burguesas.
La actitud de la nobleza dependía de las ciudades y también de la categoría del
comercio. En general, la práctica del pequeño comercio o industria se consideró en
casi todas partes como una infamia social.
En otras regiones de Europa no se ponían objeciones a la actividad
empresarial de los nobles. Solían dedicarse más bien a la industria que al comercio.
En Europa central y oriental, la mayor parte de la nobleza tomaba parte
activa en los negocios, sin excluir el comercio. Ello era debido a que en amplias
zonas, la burguesía era inexistente o estaba en proceso de decadencia. En los países
orientales los nobles exportaban productos agrícolas e importaban otros industriales;
eran a la vez granjeros y mercaderes.
En los países occidentales, sin embargo, existía un prejuicio tan fuerte contra
las ganancias obtenidas con el comercio, que llegó a impregnar la mentalidad de
quienes descendían de mercaderes burgueses.
El distintivo esencial de la
aristocracia era la riqueza, aunque mantener esta riqueza no fue siempre posible,
sobre todo entre los segundones. Por ello, en el Siglo XVII, en Francia o en España,
abunda la nobleza provinciana empobrecida, o el hidalgo mísero, que llegó a ser uno
de los temas predominantes en la literatura y en el arte de la época.
En Europa occidental, en general, la aristocracia estaba abandonando sus
posesiones y convirtiéndose más bien en nobles absentistas que productores
agrícolas. En el este de Europa, por el contrario, se consagraban más que antes a la
explotación de la tierra. La naturaleza de la propiedad nobiliaria difería en estas dos
zonas. En Occidente, el desarrollo de una economía monetaria permitía arrendar
fincas, alquilar casas y comprar o vender cargos estatales. En Inglaterra a lo largo
del XVII el abandono de la explotación directa de la tierra fue en aumento. En la
medida que la tierra se valorizaba, dejaba de ocupar el lugar de antaño en los
ingresos de la nobleza. Muchos de los grandes nobles comenzaron a explotar otras
fuentes: rentas, pensiones y cargos públicos. En las cortes de los grandes Estados
296
(París, Madrid, Viena, Londres), la nobleza encontraba una posibilidad de vida en los
cargos oficiales y cortesanos.
La característica esencial de la burguesía fue su
7.1.4.2
La burguesía.
movilidad. A lo largo del XVII se observa un arrogarse, por los propios interesados,
denominaciones y tratamientos que tratan de expresar la consagración como
burgueses de diversos oficios y cargos, hecho perfectamente comprensible en una
sociedad celosa del título y de la prerrogativa.
Los burgueses que habían hecho su fortuna en el comercio (incluido con este
término también la industria) formaban una primera generación de la riqueza.
Según las costumbres de la sociedad en que vivían, seguían caminos diversos.
La burguesía también ofrecía préstamos a otros particulares, que a cambio de
un adelanto de dinero se comprometían a pagar al acreedor una cantidad anual en
metálico hasta la extinción de la deuda. En casi todas las regiones europeas, con la
excepción de Europa del Este, la burguesía fue pesimista. Manifiesta en todas partes
cada vez más avidez por adquirir, a costa de un campesinado independiente y de la
nobleza. La tierra daba al burgués seguridad y respetabilidad y, sobre todo, era el
fundamento para aspirar a la categoría de noble. Las tierras más atractivas para el
burgués eran las que llevaban aparejados derechos feudales y señoriales. En si la
posesión de un señorío no era fundamento para ostentar el título nobiliario, pero era
argumento a la hora de pretenderlo.
En general, los países que carecían de una burguesía fuerte sucumbieron en
el momento de la crisis y aceptaron el gobierno absolutista, no necesariamente
ejercido por el monarca, sino, a veces, compartido con la clase aristocrática. Por el
contrario, en aquellos países, donde la burguesía era fuerte (Inglaterra, Provincias
Unidas), tomó iniciativas para mantener su posesión y los logros adquiridos pudiendo
instaurar regímenes constitucionales.
7.1.4.3
El campesinado en occidente. En lo que se llama Europa occidental,
predominaba el sistema agrario de “Grundherrschaft”, en el que el propietario
confiaba la explotación de la tierra a otros. El empobrecimiento de la nobleza
terrateniente motivado por la devaluación monetaria, la devastación de las guerras,
y las luchas civiles y religiosas, contribuyeron a erosionar los derechos y
prerrogativas feudales y a hacer más fácilmente transferible la propiedad de la tierra.
Con raras excepciones, al quedar muy reducida la extensión del terreno que al señor
se reservó para su propia administración (reserva señorial), el trabajo obligatorio de
los campesinos en ella prácticamente desapareció o llegó a ser todo lo más entre dos
y cuatro semanas al año, siendo sustituido en cambio por pequeños tributos. Los
campesinos que poseían parcelas de tierra podían, en la práctica, utilizarlas como
quisieran e incluso transmitirlas a sus herederos.
De modo que la pequeña
propiedad campesina se extendió más en Francia y Alemania que en ningún otro
lugar. En el Siglo XVII, las propiedades volvieron a aumentar considerablemente de
tamaño, cuando los terratenientes procedieron a confiscar explotaciones
anteriormente poseídas por los campesinos.
El campesino libre era una clase minoritaria limitada al norte de Europa y a
las regiones bálticas. También había un sector, de espesor más o menos variable,
que no disfrutaba de tierra en arriendo, sino que trabajaban en ella como asalariados
o jornaleros. Las formas de organización feudal desaparecieron en 1606, fecha en
297
que se data la venta del último “manor” por su señor; en adelante, los colonos eran
“freeholders” o pequeños propietarios, aunque existía también un sector jornalero.
La elevación de la carga tributaria sobre el campesinado fue general en toda
Europa occidental. El resultado fue la proletarización de un gran sector campesino
en toda Europa occidental, que al endeudarse abandona la tierra en la que otros le
sustituyen. Así se explica la concentración de la propiedad rural y la apropiación de
buena parte de ella a largo plazo por la burguesía urbana.
7.1.5 Los Conflictos Sociales
Desde mediados del Siglo XVI los cambios profundos en el orden económico,
las luchas religiosas, el avance del absolutismo del Estado y de la fiscalidad,
juntamente con los efectos de la inflación, primero, y, más tarde, ya en la primera
mitad del XVII, de la depresión y de las agudas crisis económicas, se manifiestan en
un aumento de la tensión social en todos los niveles. Los géneros de vida se
diversifican; los cambios de fortuna son más frecuentes. Por ello las rivalidades,
conflictos y luchas sociales, aumentan en número y cobran mayor aspereza:
rivalidad, en el seno del Estado, entre los órdenes y corporaciones, fricciones entre
nobles y burgueses, por afianzarse en su papel político y defender sus intereses; y, a
nivel local, luchas de clanes y de poderosos entre sí, de oprimidos contra opresores.
Un tipo de estos conflictos son las llamadas “revueltas populares”, expresión
de la que se ha abusado, quizá, demasiado. En la década de 1590, que en el
aspecto rural fue catastrófico para casi toda la Europa meridional, se suscitan
revueltas en muchas partes. Quizás las más violentas fueran, en Francia.
En la primera mitad del XVII las motivaciones religiosas ceden la primacía a
razones de carácter político, económico y social. La afirmación del Estado y el
consiguiente centralismo, implican un aumento de los impuestos que se produce en
el momento en que la crisis económica se hace sentir más y ello condiciona
fuertemente las protestas.
7.2
LOS ASPECTOS Y CONFLICTOS RELIGIOSOS
7.2.1 Reforma Católica y Contra-Reforma
El término Contra-Reforma fue
7.2.1.1
El concepto de contra-reforma.
empleado para designar la vuelta a la práctica católica de un territorio protestante.
La reconquista de territorios al catolicismo, obra en la que colaboraron, con las
armas, los príncipes católicos animados por Roma.
7.2.1.2
La reforma católica: su riqueza de contenido. Tiene su fundamento en
la teología tomista y en la aportación espiritual de nuevos movimientos eclesiales,
entre ellos la ascética jesuítica, la pobreza capuchina, la mística carmelita, etc. Sus
aspectos son variadísimos: la renovación de la vida conventual y religiosa,
reflorecimiento del ministerio pastoral entre los obispos y sacerdotes, desarrollo de la
vida espiritual entre los laicos, etc. En torno a los años 1620-1640 Francia se pone a
la cabeza de este movimiento. Hacia la mitad del Siglo XVII, la pujante renovación
católica parece haber perdido vitalidad, se advierten signos de mayor conformismo y
las disputas teológicas de escuelas debilitan el afán renovador despertado un Siglo
antes.
298
La recuperación de territorios o sectores pasados a la Reforma protestante, o
simplemente sumidos en la incertidumbre se hizo, con frecuencia, en lucha contra el
protestantismo.
Lucha, no solamente en el terreno
doctrinal, sino también en el político-social.
La Contra-Reforma arranca de los últimos años del
decenio de 1560.
Es un momento de crisis del
luteranismo en Alemania y en el norte y este de Europa,
por la división entre ortodoxos y “filipistas” (seguidores
de Melanchton o cripto-calvinistas) y el avance del
calvinismo, y cuando las Iglesias de Inglaterra y Suecia
no estaban definitivamente estructuradas. Pío V animó a
este movimiento de expansión exterior, pero comienza
propiamente con Gregorio XIII, después de la afirmación
doctrinal y de las reformas realizadas por su antecesor.
Gregorio XIII estimuló la obra de reconquista sistemática
en Alemania, que ya los jesuitas habían comenzado. La
Figura 76. Gregorio XIII
Iglesia Católica cosecha éxitos considerables en Polonia e
importantes en el Imperio; fracasaron en cambio los proyectos de reconquista de
Inglaterra, de las provincias norteñas de los Países Bajos y Escandinavia. En
Francia, la lucha entre católicos y calvinistas no se decidirá definitivamente a favor
de los primeros hasta la conversión de Enrique IV, en 1594. En el Imperio, en la
primera mitad del XVII, la Contra-Reforma alcanzaría nuevos éxitos.
7.2.1.3
Las dificultades para la Reforma Católica. La puesta en obra de la
Reforma católica no fue fácil. La Reforma eclesiástica había fortalecido a la Iglesia y
reforzado su poder central, le había proporcionado la idea de unidad universal y
dotado de los recursos internos necesarios para realizarla. Pero ciertas corrientes
doctrinales y fuerzas desatadas durante el Renacimiento y la Reforma protestante
habían desintegrado la unidad europea y reforzado las tendencias nacionales, incluso
en los países católicos. Incluso en los países tradicionalmente católicos, existía una
tendencia de afirmación de las iglesias nacionales, que rechazaban la intervención
romana por diversas razones.
En países protestantes o semiprotestantizados, como en Alemania, el destino
de la renovación espiritual dependía en gran medida de los obispos o de los príncipes
territoriales. En muchas diócesis, las reformas duraderas no se llevarán a cabo antes
de finalizar el Siglo XVI y aun después. Donde quiera que intervenían los jesuitas se
daba un gran paso, pues al erigir o hacerse cargo de seminarios, escuelas,
universidades facilitaban enormemente la tarea de formación del clero y de los
laicos. Se trató de difundir, ante todo, el estudio del catecismo, de renovar la
predicación y de exhortar a los fieles a la recepción frecuente de la confesión y de la
comunión. Se revivieron prácticas piadosas populares, como el rezo del Angelus o
del Rosario y, en especial, la devoción a Nuestra Señora.
7.2.1.4
Reforzamiento de la vida interior, de la disciplina y de la acción
apostólica. La Reforma católica se resume en los decretos de Trento, publicados en
1564. Unos concernientes al dogma y otros referentes a la disciplina eclesiástica,
corrección de abusos y restauración de la liturgia.
Puede decirse que el núcleo doctrinal de la Reforma católica arranca del
decreto sobre la justificación aprobado en Trento, en 1547, donde se la definía en un
299
sentido positivo, rechazando la concepción protestante de un mero acto de fe, sin
necesidad de las obras y de los sacramentos.
La teología de la Reforma católica radica en una perfecta armonización entre
la vida interior del cristianismo, su lucha personal por la salvación, y su acción
externa, fundamentalmente en los deberes de Estado.
Trento, trató de alentar, como complemento de la oración privada, la
colectiva, a través de la liturgia, porque la oración tenía como finalidad primordial la
adoración de Dios.
Alentó la práctica más frecuente de los sacramentos: la
confesión, que no solamente servía para perdonar los pecados, sino para prevenirlos
y aumentar la gracia santificante; la participación en la comunión eucarística; la
misa, que se hizo obligatoria, semanalmente, y en los días declarados festivos. La
misa, como sacrificio redentor, y la veneración de Cristo, presente en la Eucaristía,
volvieron a ser consideradas como centro de la vida del cristiano; y para extender la
adoración del Santísimo Sacramento nacieron nuevas cofradías. Todavía en el Siglo
XVI no era muy corriente que los sacerdotes celebraran misa a diario, y la comunión
mensual, o incluso semanal, del laico, sería una práctica rara hasta entrado el Siglo
XVII.
Un cierto voluntarismo impregna la devoción, que se esfuerza por realizar
buenas obras y por el ofrecimiento de los sufrimientos como expiación. La precisión
de la doctrina sobre el Purgatorio, proyecta una nueva luz sobre el valor de los
sufrimientos como obra expiatoria, práctica que siempre la Iglesia había
recomendado.
Sin embargo, la piedad y las normas de vida cristiana establecidas después
de Trento fueron esencialmente clericales. La Iglesia después de Treno acentuó la
jerarquización.
Frente al protestantismo, la Iglesia, aunque nunca prohibió su lectura,
mantuvo sin embargo fuertes restricciones. En 1551 el Índice español prohibió la
traducción de la Biblia en lengua vulgar, y en 1559 incluso traducciones parciales a
ella.
Otro aspecto es el cambio que se produce hacia finales del Siglo XVI en
algunas corrientes espirituales surgidas de la Reforma católica. Concretamente,
entre los jesuitas. Por una parte, preocupados por los excesos a que había conducido
en algunos casos el desarrollo del misticismo, la Compañía trató de acentuar los
aspectos ascéticos del método de oración de los Ejercicios de San Ignacio. Esta
reacción, que trataba de rehabilitar el valor de la voluntad y de las obras humanas,
impregnó la enseñanza y la dirección espiritual de los jesuitas, sobre todo a los
laicos. La vida corriente del cristianismo, y en particular la de la familia, sería objeto
de especial interés para los moralistas de la Compañía de Jesús, cuyos miembros
dirigían a numerosos laicos. A comienzos del XVII, con este fin, aparecen libros o
tratados para uso de los confesores, sobre la base de casos particulares. El
procedimiento degeneró en “casuística” moral, con el riesgo de caer en compromisos
cómodos. Esta orientación de la más influyente congregación religiosa, provocaría
controversias y tensiones en el seno de la Iglesia y ayuda a comprender la
desgraciada polémica con los jansenistas.
7.2.1.5
Los Papas y el Impulso a la Reforma Católica. Durante los dos años
que le quedaban de vida, Pío IV puso todo su empeño en hacer aplicar los decretos
300
del Concilio. Instituyó una comisión de cardenales, que sería el germen de la
“Congregación del Concilio”. Uno de sus objetivos primordiales sería corregir la lista
de obras prohibidas, conocida bajo el nombre de “Índice”. Este Índice atenuó la
excesiva severidad del publicado por Paulo IV, pues determinaba que los libros allí
inscritos, podían ser retirados, una vez enmendados, y se fijaron unas reglas
generales para juzgar los libros doctrinales. Pío IV puso también en práctica una
petición del Concilio: “La Professio fidei Tridentina”, que toda persona que asumiera
funciones eclesiásticas debía suscribir, y cuyo objeto era salvaguardar la pureza de la
fe. En el aspecto administrativo, Pío IV se dedicó a la reforma de la Curia.
Reorganizó los tribunales eclesiásticos y la Cámara apostólica; derogó todos aquellos
privilegios de los curiales que estaban en contradicción con las decisiones del Concilio
y redujo la corte pontificia, despachando a más de 400 cortesanos ociosos.
Reglamentó el servicio divino en las iglesias de las que eran titulares los cardenales y
apoyó especialmente la labor apostólica de los jesuitas en Roma, cuyos comienzos
naturalmente, hallaban dificultades, no solamente económicas. Su sobrino Carlos
Borromeo, quien también cumplió las funciones de Secretario de Estado, comenzó
por reducir el lujo de su propia casa, viviendo con gran austeridad, y se dedicó a la
predicación en su iglesia titular, hasta que en 1566 consiguió arrancar a su tío la
autorización para regresar a su diócesis de Milán.
Pío V puso todo su entusiasmo en la reforma
eclesiástica y en la recuperación de la Cristiandad.
Buscaba solamente el bien de las almas y estaba
persuadido de que el medio para lograrlo era la santidad
de vida. Comenzó por la restauración de la disciplina,
de la piedad y de la justicia en la Curia y en los Estados
de la Iglesia. Llegó a cambiar la vida ligera de la propia
Roma.
Inició la práctica de sustituir a un miembro de la
familia del papa por un verdadero secretario de Estado,
desterrando el nepotismo. Creó el “Índice”, sentó el
precedente para la formación de comisiones o grupos de
cardenales que aconsejasen al papa en decisiones
importantes. Utilizó a nuncios o enviados especiales.
Figura 78. Pío V
Se consagró especialmente a una tarea que el Concilio
le había explícitamente confiado: la de fijar la doctrina y
unificar los ritos, ya que existía una enorme diversidad, y, en muchos casos
desorden, en materia de liturgia. Apareció el “Catecismo Romano”, redactado en
latín clásico. Se comenzaron los trabajos preliminares destinados a establecer el
texto definitivo de la Vulgata. Concedió gran relieve a la Inquisición.
Para asegurar, después de su muerte, la continuación del espíritu reformador
en el seno de la curia, nombró cardenales virtuosos y competentes; se esforzó por
suprimir la venalidad de los oficios y reorganizó completamente la Penitenciaría.
Instituyó una comisión cardenalicia para la reforma del clero romano.
En la política exterior, influyó sobre los soberanos católicos animándoles a
perseguir a los herejes. El 25 de febrero de 1570 pronunció la condena a Isabel de
Inglaterra, última sanción a un príncipe reinante pronunciada por la Santa Sede.
Gregorio XIII acabó la revisión de Derecho Canónico que publicó bajo el
título de “Corpus Juris Canonici”. Una medida organizativa fue la reforma del
301
calendario juliano. Una comisión se ocupó en resolver la diferencia entre el tiempo
astronómico y el del calendario, que se estimó en diez días. Los Estados católicos,
en su mayoría, acogieron esta reforma.
Favoreció especialmente a la Compañía de Jesús. Gregorio creó en Roma, en
1579, un Colegió inglés, confiado igualmente a los jesuitas. También protegió al
Colegio húngaro, que unió al Colegio germánico, que había sido fundado por Julio III,
desde 1587 se llamó oficialmente Colegio germano-húngaro. Favoreció y ayudó
también en la fundación de seminarios y centros de formación en Alemania y
Austria, encomendándose a los jesuitas.
Sixto V dio a la Iglesia una organización eficaz.
Instituyó quince congregaciones cardenalicias, nueve de ellas
para ayudar al papa en el gobierno de la Iglesia universal.
Proporcionó a la Curia un instrumento absolutamente
necesario desde que se había comenzado la obra de edición de
libros litúrgicos. Puso una especial preocupación en publicar la
nueva edición de la Vulgata, que sus dos predecesores habían
comenzado.
Exigió de las órdenes religiosas la observancia escrita de
las reglas de clausura y la residencia de los obispos. Prescribió
Figura 78. Sixto V
que los obispos vinieran regularmente a Roma y reglamentó
estas visitas “ad limina”, en las que debería presentársele un informe sobre la
situación del obispado en cuestión. La muerte de Sixto V marca el final de la primera
etapa de reforma en la Curia.
Clemente VIII estuvo preocupado por las disputas teológicas, por la
expansión del Truco y se mantuvo también muy independiente de España.
7.2.1.6
La renovación del clero secular. Los sacerdotes seculares se esfuerzan
por distinguirse de los laicos, en sus formas de vida y en sus costumbres. La
tendencia a la supresión de un clero que vive de beneficios, por un clero dedicado
esencialmente a la labor pastoral, contribuye a enaltecer las órdenes mayores y se
impone a los sacerdotes la disciplina, la preparación cultural y la dignidad.
7.2.2 La expansión del calvinismo
7.2.2.1
Los instrumentos. La Academia de Ginebra favoreció los planes de
expansión del calvinismo. El calvinismo, valiéndose sobre todo del apoyo de los
escritos, penetró en los sectores sociales medios y más alfabetizados o
semialfabetizados. En Francia se difundió especialmente en los medios urbanos: los
campesinos se mostraron generalmente hostiles.
Probablemente el calvinismo
resultaba atractivo para aquellos que buscaban el perfeccionamiento interior e
incluso la disciplina, cosas nada comunes que la Iglesia Católica apenas podía
ofrecer.
7.2.2.2
La adhesión de la aristocracia y sus consecuencias. En el decenio
1550-1560 la aristocracia europea vio con cierta simpatía el credo calvinista, y desde
Escocia a Polonia, nobles y gentes acomodadas se unieron abiertamente a la Iglesia
reformada. Fue entre la nobleza francesa donde el calvinismo logró más éxitos. Se
calcula que en el decenio de 1560, cerca de la mitad de ella se había pasado a la
302
nueva religión, aunque las adhesiones lo fueron en grado diverso y las motivaciones
muy variadas.
Gentes de espíritu liberal, en una situación de inquietud y
desconcierto, pudieron ver en el calvinismo cierto atractivo. Otros, se adhirieron por
razones políticas, ya que el derecho de resistencia a la autoridad real, tal y como lo
había formulado Calvino, tenía un gran futuro político.
Cualesquiera que sean las razones de los nobles convertidos, es
históricamente indudable el importante papel que jugó la nobleza en el cambio
radical que se produjo por la disputa del poder político en algunos Estados. Como
grupo con representación política, aprovecharía las reuniones de las asambleas
legislativas para conseguir posiciones dominantes en el gobierno central o regional.
Así se explica en el período 1550-1570, la formación de “partidos” protestantes, en
varios países europeos, respaldados por el apoyo aristocrático en sus parlamentos o
estados.
7.2.3 Las controversias doctrinales en el seno de las iglesias
7.2.3.1
Desarrollo del agustinismo y la discusión teológica sobre la gracia
entre católicos. A mediados del Siglo XVI, sobre todo con la proclamación de los
decretos de Trento, el mundo católico y el protestante se escindieron
definitivamente, mientras que, la expansión del calvinismo produjo confrontaciones y
luchas por la recuperación de adeptos. De la convivencia en ciertos países, de unos
y otros, se derivaron trasvases de doctrinas y de costumbres.
Por otra parte, los reformadores protestantes habían pretendido basarse en la
doctrina de San Agustín, tomándola en su sentido más estricto. Así, algunas de sus
tesis hacían referencia a la teología agustiniana. También amplios sectores de la
teología católica seguían adictos a las doctrinas de aquel Padre de la Iglesia. El
agustinismo predominaba especialmente en la Universidad de Lovaina, próxima a
territorios de tendencia calvinista.
Michel de Bay, más conocido como Baius o Bayo, Presidente de la facultad de
Artes de Lovaina, trató de encontrar solución de este intricado problema teológico
profundizado en la obra de San Agustín. Sus ideas se basaban en que el pecado
original introdujo en el hombre la “concupiscencia habitual”, que crea una
servidumbre interior que le hace incapaz de ser auténticamente libre. Por eso, para
Bayo, la libertad humana sólo existe en el sentido de que le hombre es libre de
coacción externa y no en el sentido de una verdadera libertad interior, pues será
siempre arrastrado por la delectación más atrayente. En definitiva, Bayo defendía
que la inocencia original había sido totalmente perdida a consecuencia del primer
pecado, de tal manera que desde entonces el hombre es arrastrado por un amor
culpable hacia las cosas de aquí abajo; solamente era bueno lo que procedía del
amor divino, don de la gracia. Naturalmente esta doctrina implicaba la negación del
libre albedrío.
Felipe II, de acuerdo con la Universidad de Lovaina, decidió acudir en 1567 al
arbitraje del Papa Pío V. Roma condenó setenta y nueve proposiciones de Bayo,
pero tratando con gran delicadeza su persona; por esta razón, la bula pontificia fue
considerada como una solución momentánea y las tesis de Bayo no fueron
enteramente desechadas.
303
Las ideas de Bayo sobrevinieron en la
7.2.3.2
La corriente jansenista.
Facultad de Teología de Lovaina, y sería otra compatriota, Cornelius Cansen
(Jansenius) (1585-1638), quien levantaría nuevamente la contienda teológica.
Se dedicaron apasionadamente al estudio de los Santos Padres,
especialmente San Agustín, tanto con el afán de refutar a los protestantes como de
renovar los métodos teológicos. Murió pronto a consecuencia de la peste (1638).
Dejaba varias obras, prestas a publicarse, en las que había trabajado largos
años.
Sus amigos publicaron primero las obras de exégesis, y después el
“Augustinus”. En su testamento había dejado constancia de que aceptaba todas las
modificaciones que la Iglesia pudiera hacer sobre su contenido. Los jesuitas,
trataron de impedir la publicación del “Augustinus”, invocando un decreto del Santo
Oficio (1611), que prohibía publicar nada sobre la gracia y libre arbitrio, sin
autorización expresa de la Santa Sede. Esta prohibición no había sido publicada en
Lovaina de forma reglamentaria y antes de que hubiera venido de Roma una
sentencia concreta de condenación, la obra estaba ya en prensa. Roma exigió la
retirada del “Augustinus”, pero Fernando de Habsburgo, gobernador de los Países
Bajos en virtud de su derecho de placet, no lo hizo ejecutar. Como la venta del libro
continuaba, los jesuitas publicaron tesis contrarias, en las que denunciaban a
Jansenius en oposición a Trento y como peligrosamente próximo a Calvino. Hubo
una agria y larga polémica y finalmente Roma prohibió tanto el “Augustinus” como
las tesis de los jesuitas.
7.2.3.3
Saint-Cyran y el monasterio de Port Royal. Saint-Cyran defendió la
espiritualidad mística de éste contra ascética de los jesuitas; y más tarde, en razón
del sacramento del orden, la superioridad del clero secular sobre las órdenes
religiosas.
En su enseñanza resaltaba la estima concedida a la Escritura y a los Padres;
ponía el acento en la infinita majestad de Dios y sobre la necesidad de una severa
penitencia para llevar al pecador a una verdadera conversión. Esta enseñanza
encontró un eco especialmente favorable en la abadía cisterciense de Port-Royal des
Champú, en el valle de La Chevreuse, donde era abadesa Angélica Arnauld,
perteneciente a una familia de parlamentarios eminentes. Dirigida primero por San
Francisco de Sales, desde 1635, Saint-Cyran como capellán de Port Royal, ejerció
una gran influencia sobre ella y sus monjas.
7.2.3.4
La cuestión de la predestinación en el seno del calvinismo.
El
protestantismo por el hecho del matrimonio de los pastores, permite la formación de
dinastías y grupos familiares de ministros del Evangelio y de teólogos, donde las
tesis originadas de un padre, de un suegro, de un tío, las prosiguen sus hijos, sus
yernos, sus sobrinos, sus allegados, como un bien familiar protegido y acrecentado”.
En el calvinismo existían también estas características sociológicas que tenían
que conducir a la división. La predestinación, núcleo de la fe, confería a cada
comunidad una posible radicalización.
La cuestión más grave que afectó al
calvinismo fue la controversia respecto a la “predestinación”, que ya tenía
antecedentes remotos.
304
7.2.4 Los extravíos y el escepticismo religioso
7.2.4.1
Brujería y hechicería. Se trata de un fenómeno general en toda
Europa, que tuvo brotes, más o menos intensos, en ciertas comarcas, y afectó tanto
a países católicos como a protestantes.
Mentes superiores, hombres de toda
adscripción religiosa –que creían en la constante intervención maléfica del diablo-,
consideraron que era preciso cortar radicalmente aquella epidemia con una
implacable persecución.
Las enormes lagunas existentes en el conocimiento científico del universo –
con mayor razón en unos momentos en que la crítica filosófica y religiosa estaba
poniendo en cuestión la gran síntesis cosmológica aristotélica- dejaban amplio
espacio para considerar como sobrenatural todo aquello que no alcanzaba a
conocerse. La fe cristiana mantiene la creencia en la intervención diabólica en la
vida del hombre y del mundo; pero en aquella época eran muchos quienes todo lo
que aparentemente conducía al bien lo atribuían a Dios y todo lo que llevaba al mal a
Satán.
Durante la Edad Media la Iglesia había considerado la brujería como una
aberración nacida de la ignorancia o como una manifestación más de la herejía. En
el Siglo XVI el temor a las brujas y a sus efectos no había cesado de aumentar y la
Iglesia reiteró sus condenas, sobre todo Sixto V, en 1586, y después los papas
sucesivos.
7.2.4.2
Las posibles causas de estos fenómenos. La investigación histórica,
por otra parte, va comprobando que es más general de lo que se venía
considerando, y que no puede atribuirse a determinadas circunstancias ambientales,
ni a grupos sociales determinados, sino que es mucho más complejo. La brujería se
manifestó tanto en lugares montañosos, prácticamente incomunicados, con espesos
bosques y clima húmedo, como en zonas abiertas y prósperas. Tampoco la miseria,
ni siquiera la ignorancia, parecen poder explicar por sí solas estos brotes, aunque es
evidente, que las condiciones ambientales, las penalidades, la escasa cultura, los
desórdenes políticos crearan condiciones favorables para avivar la creencia popular
en la brujería.
7.2.4.3
Escepticismo y racionalismo. Ya a finales del XVI aparecen algunas
actitudes escépticas, en el sentido de considerar que la razón humana fuera incapaz
de conocer las verdades metafísicas. Más o menos esta postura se expresa en
Montaigne, que mostraba innegable simpatía a las ideas estoicas.
7.2.4.4
Influjo del pensamiento clásico. La penetración del racionalismo en el
pensamiento religioso del Siglo XVII se produjo por influencia del pensamiento
clásico; el platonismo y el estoicismo tuvieron en ello particular contribución. En la
gran controversia que agita a la primera mitad del Siglo –la del libre albedrío- los
platinistas defendían, frente al agustinismo, una opción que, en alguna manera,
relativizaba la acción humana ante la gracia.
El estoicismo ejercicio su influjo en el racionalismo religioso, aunque más bien
sirvió de puente entre una religión racional y el deísmo; y, en definitiva, vino a
desembocar en el “ateísmo”. El neoestoicismo trataba de conciliar el libre albedrío
dio hombre, la posibilidad de vencer las pasiones, con una especie de predestinación
general, al disfrazar de cristianas ideas netamente paganas: la resignación, que
quería asimilar a los sufrimientos del cristiano, y la de un futuro o destino inevitable,
305
que sería la inimitable providencia divina. Venían a decir que Dios era una especie
de cautivo de su propia providencia: había creado el universo, pero lo había dejado a
su libre arbitrio, se había desentendido de él. Así es como derivaban directamente
hacia el destino.
7.2.4.5
El ateísmo de los libertinos. El ateísmo implícito en estas corrientes –
ya que se excluía a Dios de las cosas del mundo, y la resignación frente al destino
tendía a subrayar la naturaleza humana y su propia suficiencia- se manifestó ya
claramente en las ideas del poeta y cortesano francés Teófilo de Viau que partiendo
de una filosofía naturalista y panteísta, afirmaba que las pasiones del hombre eran
su verdadera expresión, con lo que abría el camino al “libertinismo”. En este período
se llamaron “libertinos” a aquellos que ridiculizaban el cristianismo y seguían
simplemente sus impulsos. En Francia, así como en Venecia, parece que fueron
relativamente numerosos, sobre todo entre jóvenes aristócratas intelectualizantes.
Lo que puede decirse daba carácter a este grupo era su independencia de
pensamiento, su escepticismo, su desdén hacia los dogmas y la moral de la Iglesia.
Ello no quiere decir que rechazaran el cristianismo de forma absoluta; normalmente
aceptaban la legitimidad de la fe como algo por encima del conocimiento, pero
pensaban que todo conocimiento, y naturalmente el sobrenatural, debía estar
sometido a las reglas de la investigación científica.
7.2.5 Las guerras de religión. Los comienzos de la “secularización” en la política
7.2.5.1
La confrontación religiosa. En el decenio de 1550-1560 se inicia un
nuevo período de conflictos bélicos, quizá más violentos aún, y que de forma más o
menos explícita alcanzaron prácticamente a toda Europa, y en los que se opusieron
no solamente católicos y protestantes, sino sectores de estos últimos entre sí. No
fue pues el catolicismo trentino la chispa que encendió estas llamaradas; también
intervino de manera importante el calvinismo. Lo que si puede aseverarse es que
estas dos corrientes espirituales, al tratar de expandirse, por su propia fuerza vital,
se enfrentaron entre sí, disputándose territorios; y una y otra, por su parte, se
opusieron a un luteranismo que había acabado por acomodarse a las estructuras
políticas y adoptado la forma de estados confesionales.
7.2.5.2
La disidencia religiosa, causa de perturbación político-social. Tanto la
estructura estatal luterana como la católica estaban concebidas sobre la íntima
relación entre la jerarquía religiosa y la autoridad civil, y como el ejercicio de ésta
descansaba sobre el principio evangélico de respeto y obediencia de los súbditos,
toda alteración del orden religioso constituía, al propio tiempo, una violación de la
paz civil. El disidente religioso era perturbador de la paz pública, un enemigo de la
convivencia y un permanente peligro de la integridad estatal, contra quien, en
consecuencia, era necesario emplear las armas y el poder del Estado. El calvinismo
significó así la oposición; recogió todas las inquietudes contra el poder establecido y
su expansión estuvo acompañada de manifestaciones revolucionarias.
Los encarnizados antagonismos religiosos que afectaron a Europa durante la
segunda mitad del Siglo XVI y buena parte del XVII fueron una realidad. Tras de
ellos se hallarían simplemente rivalidades nacionales, contiendas de clanes y
clientelas, aspiraciones de poder; en una palabra, intereses. Los tales simplifican las
cosas y olvidan los ideales que movían a los verdaderamente adheridos a sus
creencias religiosas. El calvinismo mantuvo un indudable vigor proselitista y la
Iglesia Católica, renovada en su espíritu desde Trento, volvía a mostrar su
permanente inquietud apostólica. Los Papas tratarían de dar nuevo impulso a la
306
renovación religiosa donde la práctica y la fe estaban adormecidas y a procurar
reconquistar a aquellas almas que, por diversas razones, habían pasado al
protestantismo. En este papel fueron secundados por obispos, miembros de nuevas
órdenes religiosas o reformadas, y también por los príncipes. Estos acogerían como
particular obligación el mantenimiento de la religión y la defensa de la Iglesia. Así lo
creyeron Felipe II, los archiduques de Baviera o Gustavo Adolfo de Suecia. La
espada se puso al servicio de la fe; el brazo secular acompañó a la acción espiritual.
Lo que no quiere decir que los soberanos persiguieran exclusivamente y con toda su
pureza tal finalidad espiritual, que pudo estar acompañada de intereses políticos, de
defensa o de conquista.
7.2.5.3
La tolerancia producto de la necesidad. Las guerras de religión se
fueron atenuando ante la necesidad de llegar a una convivencia, que mantuviera la
estabilidad del Estado. La tolerancia religiosa se impuso no por la vía de las ideas,
sino por la de la necesidad política. Llegó un momento en que se vio claro que los
enfrentamientos religiosos eran ya insuperables sin destruir completamente al
contrario, y en ese caso conllevaban la destrucción del Estado. Los soberanos,
preocupados por evitar las guerras civiles, llegaron a la conclusión de que se podían
conceder ciertas garantías a los disidentes a condición de que se mostraran fieles a
su autoridad.
Esta fue la postura de un cierto núcleo de personas con
responsabilidades políticas. En Francia, en el decenio de 1560 comienza a utilizarse
el término de “politique” para calificar la postura de quienes sostenían que la
represión sólo servía para agravar las tensiones, y que si el Estado quería subsistir
en paz era necesario llegar a deslindar la condición de ciudadanía civil y de ortodoxia
religiosa. Pero esta actitud no se impondrá sino a finales del Siglo, después del
cansancio de más de treinta años de guerras que no habían conseguido erradicar las
creencias protestantes.
7.2.5.4
La secularización de la política internacional. A nivel internacional, la
secularización se impondría más tarde. En este sentido, las ideas de Richelieu,
centradas ante todo en la “razón de Estado”, llegarían a justificar el apoyo o la
alianza con príncipes y Estados de diferente religión. Era una nueva tendencia,
consagrada por las paces de Westfalia, en 1648, que establecerían la secularización
de las relaciones internacionales, de acuerdo también con las nuevas concepciones
políticas y filosóficas.
7.3
LA EDUCACIÓN, EL PENSAMIENTO, LA CIENCIA
7.3.1 La educación
7.3.1.1
Las universidades y su función. Antes de mediar el Siglo XVI se
quebranta la función ecuménica de las universidades, en parte por el nacionalismo,
pero más aún por las polémicas religiosas, que contribuyeron a la disgregación del
papel universal de las universidades. Los centros universitarios se subordinan a la
defensa de la integridad filosófica y teológica. La universidad se convierte en centro
de simple transmisión de conocimientos y principios educativos, mientras que la
investigación pura, se hizo en las academias.
La expansión universitaria fue una realidad en toda Europa. En las antiguas,
se establecieron colegios nuevos y aumentó el número de estudiantes. Muchos de
estos centros nacieron por razones religiosas o políticas y tuvieron una clientela
pequeña y de carácter local. El motivo era que católicos y protestantes se negaban a
asistir a la universidad del contrario. El nivel de los estudios en casi todas partes era
307
bajo, pues tenía doctrina o un sentido esencialmente pragmático: la formación para
cargos públicos. A este respecto progresaron más los estudios de derecho civil y
canónico, que ofrecían posibilidades de empleo, que las artes liberales, y se
enseñaron más las ciencias teológicas que las ciencias naturales, matemáticas y
biológicas.
7.3.1.2
Las academias científicas. La discusión erudita y la investigación
científica tenía lugar en colegios y academias privadas. Los salones literarios y
círculos científicos se hicieron frecuentes ya antes de la segunda mitad del Siglo XVII
en Italia y Francia. En Inglaterra, en 1660 tuvo lugar el establecimiento formal de la
“Royal Society”, cuyos orígenes arrancan de un decenio antes; muchos de sus
miembros habían sido profesores en el Gresham College.
En toda Europa se puso de moda el título universitario, sin el cual no era
posible medrar. El momento de máxima concurrencia en las grandes universidades
europeas, coincide aproximadamente con el período 1550-1620, etapa en que el
ascenso social es prácticamente continuo, para decrecer rápidamente después de esa
fecha. La crisis del XVII se dejó también sentir claramente en la educación.
7.3.1.3
La enseñanza media: los colegios de jesuitas. Los luteranos ponían el
acento en la gramática latina y la memorización; los calvinistas tuvieron el acierto de
promover las lenguas vernáculas. Pero no hubo en el sistema protestante nada
parecido al excelente método de la “Ratio Studiorum” de los jesuitas. Establecía un
sistema de escolaridad primaria y secundaria con un temario amplio y más
humanista que otros similares. Sus programas contenían una gama de enseñanzas
lo bastante amplia como para hacer atractiva la asistencia a los colegios jesuíticos,
incluso a los protestantes. La disciplina escolar era rígida y hasta dura. En cuanto a
su extracción social, la nobleza era el sector más abundante.
7.3.1.4
La enseñanza primaria. En cambio, en el mundo protestante era más
alto el nivel de la enseñanza primaria. Los municipios establecieron escuelas laicas
en gran número, sobre todo a partir de 1560.
7.3.2 La Teoría Política
7.3.2.1
Divergencia entre los tratadistas políticos. Las teorías de la resistencia
a la autoridad ganaron audiencia creciente, ya que podían justificar los movimientos
revolucionarios. La autoridad monárquica, en cambio, es objeto de ataques que
proceden, según las circunstancias, de protestantes o católicos.
7.3.2.2
El “populismo” de la escuela española. El “populismo” de la escuela
española alcanza su cenit en la obra del jesuita Francisco Suárez “Tractatusde
Legibus ac Deo Legislatore”. Estos tratadistas se hacen intérpretes de la realidad de
la escisión entre la sociedad civil y religiosa, pero afirman la sujeción de la política a
los principios morales y teológicos.
7.3.2.3
La corriente de los “monarcómanos” o “pactistas”.
Frente a los
populistas, se alineaban los “monarcómanos”, más propiamente “pactistas”, que
defendían el principio de que la realeza no podía imponer su criterio al pueblo porque
había contraído con él un pacto.
Esta doctrina se define claramente en Francia al fracasar los calvinistas en su
asalto al poder, y más especialmente a partir de las matanzas de hugonotes, de
308
agosto de 1572, y trata de justificar el derecho a la resistencia, al ejercicio del poder
tiránico por el soberano.
La teoría de la resistencia contra los tiranos podía encontrar alguna
justificación de la “Institución” de Calvino, aunque éste había eludido una decisión
genérica en materia tan delicada.
Los
juristas
profesionales
7.3.2.4
Los
cesaristas.
construyeron sobre una serie de argumentos una defensa sus
prerrogativas, en la línea de acentuar la suprema majestad de los
reyes como representantes de Dios, al mismo tiempo que como
perfecta encarnación de las aspiraciones nacionales. Entre éstos, el
más prestigioso es Jean Bodin quien ejerció una gran influencia y
contribuyó a reforzar las tesis absolutistas. En sus “Seis libros de la
República” trató de formular el principio de una sociedad civil y el
fundamento de la soberanía, mediante la observación histórica,
experimental y el método comparativo, pero sin olvidar la ley moral
y, por supuesto, el derecho. La teoría de la autoridad “compartida” del soberano con
el pueblo, volvía a la tradición justinianea del derecho romano de que la soberanía no
se podía compartir jamás, sino que el núcleo de la autoridad debía estar claramente
definido. Esta autoridad era el único nexo de cohesión social; está muy por encima
de otras manifestaciones particulares, como la religión, las costumbres, los
privilegios locales o de grupo, ya que la monarquía soberana es la que hace sentirse
a los súbditos en comunidad.
Figura 79.
Jean Bodín
7.3.2.5
Las doctrinas del absolutismo de origen divino. El desarrollo de la
teoría de Bodin sobre la soberanía real, condujo al desarrollo del “derecho divino de
los reyes”. Los monarcas estaban sentados en sus tronos por mandato divino y
ejercían el poder en nombre de Dios y de forma hereditaria. Este derecho divino
incluía la prerrogativa de dominar la iglesia de su país, contra las pretensiones, tanto
de católicos como de protestantes.
Desde finales del XVI, la doctrina del derecho divino de los reyes se había
convertido en teoría común entre los gobernantes, que estaban tratando de construir
estados nacionales, y entre muchos juristas y predicadores.
Los últimos
defendieron, incluso, que el absolutismo estaba en armonía contadas las demás
obras de Dios. Estas doctrinas trataron de combinarse con la necesidad de respeto
de la moral tradicional cristiana.
7.3.2.6
El racionalismo político. Cada vez más, conforme avanza el Siglo, los
Estados se consideran objeto de investigación. Y el objeto de observación, para
muchos tratadistas, consistía en construir una ciencia política, en la que pudieran
establecerse unos principios con seguridad matemática. Lo que se buscaba era la
elaboración de un derecho “natural”. El derecho natural, no se consideraba como
una invención humana: no se halla determinado en la codificación de ningún país, ni
en las tradiciones o costumbres, ni siquiera en las leyes existentes. El rey, con todo
su poder absoluto, no puede hacer bueno lo que no lo es; ni la costumbre del pueblo
pude hacer justo lo que es injusto. Derecho y ley existen más allá y por encima de
todos los pueblos. Son principios universales, iguales para todos. Un rey bueno, un
pueblo bueno, son aquellos cuyas acciones se ajustan a ese derecho, llamado
natural.
309
Algunos consideraban la ley natural, siguiendo la filosofía cristiana, derivada
de la voluntad de Dios. Por el contrario, otros, con ideas más secularizadas, creían
que la ley natural tenía existencia en sí misma y trataron de separar el derecho
natural de su origen divino para poner el acento en cómo deberían regirse los
hombres y las comunidades en su propio interés. En este camino, es perfectamente
comprensible que el derecho natural derivara hacia soluciones pragmáticas.
7.3.2.7
El contrato como fundamento del absolutismo de Hobbes. La teoría
contractual no resolvió las discusiones respecto al poder del Estado. Con el mismo
razonamiento podían imponerse al soberano obligaciones, o librarle de ellas. Parte
de la ambigüedad procedía de lo que se suponía eran las partes contratantes.
Tampoco se encontraba base para justificar que el contrato debía depositar el poder
en manos de una mayoría; podía igualmente hacerlo en manos de uno o más
gobernantes, y de forma irrevocable o no.
Esta última versión es la que utilizó el inglés. Thomas Hobbes (1588-1679)
para justificar el absolutismo. En política se situó con el rey frente al Parlamento, y
huyó del país antes de la guerra civil. Tres de sus obras principales “De Cive”,
“Leviathan” y la que más tarde se titularía “The Elements of Law” fueron publicadas
en Inglaterra durante el “Parlamento Rabadilla” y no tardó en alegarse que eran una
justificación del gobierno de Cromwell.
Hobbes rompe con todo el pensamiento político anterior, que partía de
principios morales. Para él, la política formaba parte del estudio universal del mundo
material y había de tratarse del mismo modo que las
matemáticas o la astronomía. Su punto de partida era el de
una naturaleza humana corrompida, en cuyo estado los
hombres son poco diferentes entre sí, y, además, se
encuentran en continua lucha, movidos implacablemente
por la ambición, la desconfianza y el afán de gloria. En este
estado, el individuo está en una permanente “actitud de
preocupación”, amedrentado y, por consiguiente, incapaz de
una vida digna de ser vivida. Impulsado precisamente por
este temor, para poder lograr un estado de orden en que
vivir adecuadamente, los hombres buscan una especie de
acuerdo o contrato por el que entregan su libertad de acción
Figura 80. Thomas
Hobbes
a un jefe o a un gobierno soberano. Para Hobbes no hay
gobernante bueno ni malo: todos son malos, como los
hombres. Los gobernantes son los que buscan más poder del que necesitan para su
propia protección. He aquí la razón por la que el gobierno de una persona no resulta
tan malo como el de una asamblea: su riqueza y su gloria se identifican con las del
Estado que gobierna, y en estas condiciones sería enormemente peligroso discutir las
acciones del gobernante, pues tal actitud podría abrir nuevamente la puerta hacia el
caos. Nada es más beneficioso para los súbditos que obedecer.
Hobbes se convirtió en el principal exponente del absolutismo, sobre la nueva
base de argumentos racionales. Es de resaltar que Hobbes justifica la fidelidad al
Estado, no al rey.
7.3.3 El despertar del espíritu científico
310
7.3.3.1
La búsqueda de un nuevo método filosófico-científico. Dos figuras
influyen en el descubrimiento de una nueva vía científica, partiendo de la idea de
superar la tradición aristotélica escolástica: Francis Bacon y René Descartes, que
publicaron sus libros más influyentes entre 1620 y 1640.
7.3.3.2
Bacon y el método inductivo. La idea fundamental de Francis Bacon
(1561-1626) era la construcción de un sistema de la ciencia y de la civilización. En
su “Novum Organum” (1620) o método nuevo, alternativa al aristotelismo, señala la
necesidad de utilizar el método “inductivo”, es decir, la
observación, ir de lo particular a lo general, de lo
concreto a lo abstracto. Consideraba el silogismo, válido
y legítimo para explicar y demostrar lo que se sabe,
pero ineficaz para ampliar conocimientos. Aconsejaba
dejar de lado las ideas tradicionales, guardase de
prejuicios o preceptos, mirar al mundo, observarlo y
estudiarlo.
En una obra publicada en 1623, “The
Advancement of Learning”, insiste en el método
inductivo, pero defiende la tesis de que el verdadero
objeto de conocimiento es el conocimiento útil, y en
“The New Atlantis” (1627) presenta una utopía
Figura 81. Francis Bacon
científica: la de que los hombres gozarían en una
sociedad perfecta, gracias a que, mediante el conocimiento, conseguirían dominar la
naturaleza, a poner ésta al servicio del hombre. Sin embargo, Bacon no tuvo
ninguna influencia en el desarrollo de la ciencia. Aparte de que no se dedicó a ello,
sus escasos conocimientos y menosprecio de la matemática, no le permitieron
adivinar el papel fundamental que tendría esta disciplina en el progreso científico.
7.3.3.3
Descartes y el método deductivo. René Descartes (1596-1650) es la
gran figura filosófica de la primera mitad del Siglo XVII. En 1637 apareció su célebre
“Discurso sobre le Método”, anónimo, primera gran obra filosófica y científica escrita
en francés. Como explica en la introducción, sus reparos
respecto a la enseñanza contradictoria y mal fundada de
los escolásticos, le indujeron, no a la lectura, sino a la
reflexión. Esta le condujo al principio fundamental de no
admitir como cierto nada respecto a lo cual fuera posible
la menor duda; a dividir los problemas en “paquetes” lo
más pequeños posibles, y razonar siempre partiendo de
las cuestiones más simples a las más complejas. Así llegó
a dudar de los sentidos, del testimonio ajeno y aun de las
verdades que parecían más evidentes, quedándose con el
único punto de partida posible: el de que pensaba, y, por
consiguiente, existía; de allí la profundización sistemática,
Figura 82. René Descartes
a reconocer la existencia de Dios y de los demás.
Asimismo, siempre por reflexión, descubre la existencia de un universo material,
enteramente distinto de la mente humana. En sus últimos escritos “Meditaciones de
Prima Philosophia” (1641) y en su vasta correspondencia, expuso su famoso
“dualismo” y otras teorías, en las que se mezclaban el rigor científico con una
brillante fantasía.
Su fama deriva de haber establecido una división entre las esferas del
pensamiento y lo material. Para él había dos clases de realidades fundamentales:
las pertenecientes a la “sustancia pensante” y las correspondientes a la “sustancia
extensa”, es decir, todas aquellas cosas independientes de la mente. La cualidad
311
fundamental y universal de todas las cosas, excepto la del alma, ocupaba una
porción del espacio, al cual concebía como infinito y perfectamente geométrico. Era,
pues, solamente, mediante las matemáticas y el razonamiento como podía
comprenderse y explicarse las realidades materiales.
En la idea de Descartes, Dios era el creador del universo, una especie de
relojero que, verificada su obra creadora, ya no se inmiscuía en aquella máquina
perfecta, mecánica. Aunque fiel al catolicismo, pretendió separar los dominios de la
fe y de la ciencia, reservándose absoluta libertad en este último. El estudio del
universo, desde las estrellas hasta el minúsculo mundo de la biología, podía
realizarse mediante las matemáticas y la razón; era innecesaria o sin sentido toda
referencia a espíritus, humores y principios místicos.
Pero esta afirmación,
aparentemente correcta, no estaba claramente fundada. Descartes, hacía arrancar
su sistema filosófico del modelo matemático o geométrico, y aunque consideraba que
la autonomía de la razón humana estaba todavía ligada a la razón divina, los hilos
que consideraba la mantenían unida a ésta, perderían posteriormente su solidez
científica, con lo que abría un portillo a la incompatibilidad absoluta entre la fe y la
razón. Aunque no puede decirse que sea un idealista, en Descartes, está implícito el
grave error de todo el idealismo, como se demostraría en sus discípulos. Atacado
por los teólogos calvinistas holandeses y también por los católicos, se refugió en la
Corte de la reina Cristina de Suecia, en Estocolmo, donde murió a los pocos meses,
en la fe católica.
7.3.4 Los progresos de la ciencia
En la base de los nuevos
7.3.4.1
La persistencia de la física aristotélica.
avances científicos estuvo la revalorización, en el último cuarto de Siglo XVI, de la
obra del matemático griego Arquímedes.
El progreso en este camino fue,
primariamente, teórico y conceptual, aunque se realizaron también observaciones
prácticas. Los nuevos descubrimientos implicaban no sólo el rechazo de las teorías
aristotélicas sobre la mecánica; implicaban también, y esto es todavía mucho más
revolucionario, el rechazo del concepto aristotélico de que la composición, la cualidad
y el valor de los objetos tienen alguna relación con el problema de su movimiento en
el espacio. Sólo mediante un proceso de abstracción, dejando de lado la física
aristotélica, pudo Galileo formular sus leyes matemáticas sobre la física terrestre y
así avanzar en la compresión de la realidad física.
7.3.4.2
Galileo y el Heliocentrismo. Su idea básica era la existencia de una
armonía en el universo y en todas sus manifestaciones, por lo cual, para él el estudio
del universo y de sus leyes venía a ser lo mismo que dedicarse al estudio y a la
práctica de las artes. En esto no se apartaba de los científicos del Renacimiento. Lo
que aportaba era la aplicación de la matemática a los fenómenos
observados.
Figura 83. Galileo
Galileí
Formuló las leyes matemáticas del movimiento, que
aunque no totalmente exactas, eliminaron la mayor parte de las
falsas concepciones de la física aristotélica. A partir de 1609
cuando, provisto de un telescopio realizó aquellos sorprendentes
descubrimientos que revolucionaron el cuadro que hasta
entonces se tenía del universo, de manera más efectiva que los
cálculos matemáticos de Copérnico. En el campo de la física, no
teniendo más de dieciocho años, al observar el movimiento de la
lámpara de la catedral de Pisa, descubrió el isocronismo de las
312
oscilaciones del péndulo y en esta línea, en la torre inclinada, hizo experimentos
sobre la caída de objetos y siguió su trayectoria. Así, gradualmente llegó a descubrir
y formular el principio de inercia de los cuerpos, tan fecundo para posteriores
investigaciones en este campo, y llegó a la idea de que tanto el movimiento como el
reposo eran estados naturales de la materia, lo que superaba la idea de algunos
aristotélicos de que únicamente la fuerza continuada podía mantener el movimiento.
Con su discípulo Torricelli, demostró que el aire es pesado y puso fin a la vieja idea
de horror al vacío, por el cual se explicaba la acción de las bombas.
7.3.4.3
Los procesos inquisitoriales de Galileo. Aunque los descubrimientos de
Galileo fueron muy bien acogidos por todos no faltaron quienes le acusaron de que
su afirmación de que la tierra giraba en torno de un sol inmóvil contradecía aquel
pasaje de la Biblia en que Josué detuvo el Sol en su carrera. Galileo replicó a estos
adversarios en unas cartas en las que vertía expresiones irónicas, que les enojaron
más aún. La idea de Galileo era correcta, pues en dichas cartas sostenía que no
podía haber contradicción entre las ciencias naturales y la revelación divina, y por
consiguiente, que no se podía oponer a un dato de la ciencia física un hecho
enunciado en la Biblia. Lo que sucedía es que ésta no tenía autoridad más que en
cuestiones relativas a la fe y su lenguaje no tenía un carácter científico, sino popular.
Pero estos argumentos los expuso con mordacidad e ironía, lo que irritó a sus
oponentes, que recriminaron a Galileo su pretensión de enseñarles en la exégesis de
la Escritura. A instancias de un dominico, en 1616, la Congregación del Índice le
abrió un primer proceso, en el curso del cual Galileo hubo de retractarse de sus dos
tesis, la de que el Sor era centro inmóvil del universo y la de que la Tierra giraba en
torno a él, y prometer no defender estas teorías; con ello el proceso fue sobreseído.
En esta ocasión se incluyó en el Índice la obra de Copérnico en la confianza de que
fuera enmendada, presentando las nuevas concepciones como meras hipótesis.
Galileo aceptó esta solución a sabiendas de que la Iglesia estaba equivocada al
perseguirle y que acabaría por reconocer la validez de su descubrimiento. Era un
buen cristiano y en su mente tenía claro que Dios, autor tanto de los libros divinos
como de la Naturaleza, no podía contradecirse. Fue el sabio cardenal Belarmino,
jesuita, hombre abierto a la ciencia de su tiempo, el encargado de comunicarle la
sentencia, aconsejándole, con gran prudencia, para evitar choques con sus
oponentes, que renunciase a presentar como conclusiones científicas lo que no
dejaban de ser hipótesis de trabajo.
Galileo había expuesto argumentos, imperfectos y contradictorios a veces, en
algunos puntos, pero suficientes para destruir el sistema cosmológico aristotélico,
aunque no ofreció un sistema adecuado alternativo. Algunos de sus presupuestos,
como la creencia de que todas las órbitas son circulares, eran tan inexactos, como
aquellos que criticaba y de los que se mofaba. Muchas de sus conclusiones tienen
más carácter destructivo que constructivo. Pero Galileo había abierto el camino a la
ciencia moderna al afirmar que los fenómenos materiales obedecen a leyes bien
definidas, y que el objeto de los científicos es descubrirlas mediante observaciones
cuidadosas y experimentos controlados. Ciencia y Filosofía se separan en el XVII: el
objeto de aquella no será buscar respuestas al problema filosófico, sino hallar el
cómo de los fenómenos naturales.
7.3.4.4
Progresos en la matemática y en la medición de los fenómenos físicos.
Los avances en la astronomía y la mecánica supusieron un paralelo progreso en las
matemáticas al sentar la base de que la comprensión del universo debía realizarse
mediante las matemáticas. Por ello en el Siglo XVII, esta disciplina se convirtió en
atención preferente de los científicos y tuvo un enorme desarrollo. Los números
313
arábigos, ya familiares para los eruditos, se hicieron de uso general alrededor de
mediados del Siglo XVII. El inglés John Napier inventó los logaritmos y la regla para
calcularlos. Quizá un cambio aún más fundamental se derivará de la aplicación de la
nueva álgebra a la geometría clásica, de la que surgió la geometría analítica y el
método de las fluxiones, con Fermat, Pascal y otros.
Paralelamente a las
matemáticas superiores, estaban mejorando ininterrumpidamente los aparatos de
medición. Galileo construyó un termómetro; el principio del barómetro era conocido
mucho antes de que fuese usado para medir la presión atmosférica; la balanza llegó
en el Siglo XVII a una gran exactitud; el reloj, cuya producción era ya una industria,
fue perfeccionándose, al compás de los descubrimientos científicos. El astrónomo y
el navegante exigían instrumentos de mayor precisión: el físico holandés Christian
Huygens, logró a mediados del Siglo XVII la fabricación de relojes más exactos. El
desarrollo de la fabricación de lentes de aumento, cuenta con una similar historia de
esfuerzos.
7.3.4.5
Los avances en la medicina. En el Siglo XVII avanzó poco en la
comprensión de la química del cuerpo, al considerarlo como una máquina. Varios
anatomistas en el Siglo XVI habían estado a punto de descubrir la circulación de la
sangre, pero su aferramiento a las ideas de Galeno les impidió llegar a la explicación
de lo que veían. Sería el inglés William Harvey quien realizará el descubrimiento.
Quizá lo más importante de Harvey sea su concepción del cuerpo como algo
material, pero dotado de un elemento espiritual que le daba vida. Creía que el alma
era una especie de componente químico del cuerpo y la sangre la fuente de la vida.
7.4
LA CULTURA BARROCA
7.4.1 El arte: del manierismo al barroco
7.4.1.1
Relaciones entre manierismo y barroco. El manierismo era un arte
que gustaba por su complacencia en el estilo por el estilo. Pasada la línea central del
Siglo XVI, se imbuye de espíritu religioso y se va transformando en una arte –el
llamado barroco- a la vez religioso y cortesano, capaz de agradar tanto a los grandes
señores como a las masas. La intención de sus principales representantes es afirmar
la preeminencia, a nivel terrestre, de la Corte y de la aristocracia, gracias a los
recursos de la espectacularidad, de la magnificencia y de lo maravilloso. A la vez
que un arte de las élites sociales, es también un arte popular, ya que el pueblo
encuentra satisfacción en la grandiosidad y en la ostentación clamorosa.
Es a partir de 1630 cuando se desarrolla el barroco propiamente dicho, cuyo
valor más representativo, estilísticamente hablando, sea quizá, la búsqueda del
movimiento. La arquitectura gusta de fachadas onduladas, columnas torcidas,
tribunas, etc.; la pintura y escultura, de los temas dinámicos y atormentados, con
posibilidades de perspectivas y efectos de luces y sombras, logradas con artificio. En
el barroco no hay separación entre las funciones de pintor, arquitecto y escultor.
Cultiva el “ilusionismo”, que es su disfraz de estructura tridimensional sobre pintura
plana, con lo que trataba de irrumpir en lo celestial, en lo sobrenatural. Es ante todo
espectacular y ostentoso, en los decorados, arcos de triunfo, catafalcos y hornas
fúnebres; óperas, bailes, pastorales. Gusta de metamorfosis y disfraces, de la
expresión de sentimientos audaces, de la intriga y aventura. Exalta el triunfo de los
patético e irracional, de lo maravilloso.
314
7.4.1.2
El primer barroco en Italia. Roma, a finales del Siglo XVI, sería el gran
centro barroco. Sixto V, trató de hacer de ella una gran urbe intelectual y artística,
digna de su papel de centro de la Cristiandad, y favoreció, al igual que personajes de
la Curia, a Vignola, Fontana, Maderno y a otros artistas, como Polidoro Caravaggio,
quizá el pintor más destacado del barroco temprano, que desarrollaron el nuevo
estilo, para producir efectos dramáticos y espectaculares en superficies e interiores,
ricamente decorados, y en los que frescos y esculturales adquirirían mayor
relevancia. El otro gran centro era Venecia, donde vivieron los mayores artistas del
manierismo.
Las grandiosas y dinámicas composiciones de estos artistas, su
brillante colorido, representan el tránsito al barroco. También allí, y en Vincenza,
Palladio y su escuela, crearon una elegante arquitectura que sería muy imitada.
7.4.1.3
El barroco pleno en Italia. Bernini y Borromini. A este manierismo,
transformado al servicio de la nueva sensibilidad religiosa, sucede el estilo
propiamente barroco, que abandona ya toda traza de clasicismo y desarrolla
abiertamente el gusto por la espectacularidad, la profusión decorativa y la
grandiosidad desequilibrada. Este estilo nace propiamente en Italia, particularmente
en Roma, donde el largo pontificado de Urbano VIII fue una época de gran
patronazgo artístico. También en Venecia, a pesar de su declinar comercial, se
aprecia, como por contraste, el gusto de sus magnates por las grandes obras
artísticas. Nápoles será también otro de los centros artísticos barrocos.
7.4.1.4
Rubens. El flamenco Peter Paul Rubens, que visitó Roma y Venecia,
pasó un año en España y regresó a Amberes en 1608 con una bien ganada
reputación, expresa toda la enorme vitalidad del barroco. En su temática predomina
lo religioso, pero no faltan otros temas, como la mitología. El catálogo de sus obras
comprende más de tres mil cuadros. Rubens representa el prototipo del artista
barroco. Aunque terminaba personalmente sus obras más importantes y los retratos
cortesanos, contaba con un numeroso grupo de aprendices y ayudantes.
7.4.1.5
La Escuela Holandesa. La escuela holandesa
de pintura muestra un vigor semejante a la flamenca, pero
el ambiente burgués y calvinista no gusta de la pompa y de
la escenografía religiosa; por el contrario, se inclina a
escenas austeras, sencillas, de calle y hogar, o de paisaje
urbano o rural. No puede decirse que el estilo italiano haya
sido eliminado totalmente, pues se solicitaban también
temas bíblicos y mitológicos. Rembrandt viajó poco, pero
estudió atentamente los pintores de su época. Es un genio
inclasificable, gran pintor y también autor de grabados.
Tiene cierta influencia de Caravaggio: muchas de sus obras
ofrecen una dialéctica de luces y sombras. Admirado, pero
poco
comprendido y solicitado por sus contemporáneos,
Figura 84. Rembrandt
dejó una obra extensa y variada. Jan Vermeer de Delf pasó
inadvertido y pobre en su vida, pero ha sido después justamente valorado; logró
poderosos efectos mediante el empleo de nuevas técnicas para la creación de
luminosidad y profundidad. Otros grandes pintores holandeses, fueron Salomón y
Jacob Ruysdael.
En centroeuropa y Oriente, entrado el Siglo XVII se desarrolla un barroco
dinámico, con sus características de espectacularidad e ilusionismo. Se adaptan
315
incluso las torres flamígeras de la arquitectura eslava oriental. Los terrenos elevados
de algunos lugares, como Praga, Budapest y Kiev, así como los dominios señoriales y
centros de zonas llanas, la de construir amplias perspectivas. Se comienza a
transformar una arquitectura todavía gótica en barroca.
7.4.2 La música
7.4.2.1
La “capella” de Venecia. En 1600 se suaviza el rigor religioso impuesto
a la música. Nunca había sido mantenido en Venecia, donde el flamenco Villaert
había introducido en la “Capella” de San Marcos, desde 1527 el uso de coros
múltiples y éstos vinieron a ser pronto acompañados no sólo por el órgano, sino por
trombones y cuerdas. Hacia finales del Siglo XVI, Andrea y Giovanni Gabrieli, tío y
sobrino, dieron a la música veneciana, tanto sacra como secular, una riqueza y
variedad en su textura y tono, que la convirtieron en un paralelo de la pintura
veneciana. Así parece haberlo visto el Veronés, que en sus “Bodas de Caná”, pintó
un grupo de músicos en el centro mismo de su grandiosa composición, e
inmediatamente debajo de la figura de Cristo: Tiziano, tocando un bajo, Tintoretto y
el propio Veronés, sendas violas, y Bassano, la flauta.
En los años en torno a 1590 un
7.4.2.2
Florencia, nacimiento de la opera.
grupo de músicos florentinos, conocidos como la “Cammerata”, uno de los más
distinguidos de las cuales eran Vincenzo Galilei, padre del famoso científico, trataron
de recrear el arte musical. En un intento de resucitar el teatro polifacético de la
antigua Atenas, crearon la “ópera”, en la que la orquesta, los coros y las voces de
solistas, se combinan para conseguir un espectáculo escénico de vastas
proporciones.
El desarrollo de esta nueva forma musical fue meteórico, y el
aumento del equipo de intérpretes permitió componer otros tipos de música de
masas, como el “concierto”. Sólo diez años separan la primera ópera, Dafne, de la
más antigua, Orfeo.
7.4.3 El movimiento literario
7.4.3.1
La literatura barroca. La superestructura barroca pone su acento,
unas veces en los atrevimientos verbales, sintácticos o metafóricos; en el
refinamiento y juegos de artificio; en la descripción descarnada de los contrastes
entre lo prosaico y lo heroico, o en el eterno drama del hombre en su lucha por
alcanzar el bien y la salvación, aparece en la obra concreta.
7.4.3.2
La poesía. En España la poesía lírica, en la época de Felipe II, se
inspira fundamentalmente, aparte de los clásicos, en los libros sagrados, y el espíritu
religioso y patriótico. Poesía cortesana tiene, como toda la literatura inglesa de la
época, un sólido fondo de patriotismo, de devoción a la reina y a la Iglesia. En los
comienzos del Siglo XVII, la poesía no supo librarse de la imitación de estilos
pasados, lo que condujo a una creciente artificiosidad, no exenta de grandeza.
7.4.3.3
La novela. Nacida como obra de entretenimiento se desarrolla en la
España de la Reforma Católica. Se prefería el realismo, aparentemente verídico de
la novela, en que los malos recibían un castigo, reconocían sus errores y eran
redimidos. Este género contribuiría a difundir por Europa el prestigio literario
español.
316
7.4.3.4
El gran éxito del teatro. La piezas imitaban las tragedias y comedias
clásicas; pero el verdadero teatro popular se desarrolló sobre temas nuevos, y el
público, en algún modo, participaba en las representaciones.
CAPÍTULO 8. EUROPA EN LA ÉPOCA DE FELIPE II
8.1
LAS MONARQUÍAS OCCIDENTALES
8.1.1 La Monarquía de Felipe II
8.1.1.1
El soberano. Sus dotes personales y sus virtudes carecían ciertamente
de atractivo social: era introvertido, tímido, desconfiado, incluso celoso de las
personalidades brillantes que le rodearon. Pero fue un buen rey, preocupado por el
mejor gobierno de sus súbditos, por la equidad y la justicia y por mantener el
Imperio. De inteligencia más que mediana, tenía una gran sensibilidad, oculta por
timidez; y supo afrontar con valor y serenidad los
múltiples problemas, familiares y políticos, de su
largo reinado. Sincero y profundo cristiano, su vida
personal y familiar fue mucho más honesta que la
mayoría de los monarcas contemporáneos, y supo
anteponer siempre las obligaciones de su cargo a sus
particulares preferencias.
Felipe II, que desde 1559 no salió ya de
España, fue un rey burócrata, que prefería despachar
aislado en su gabinete de trabajo, preferentemente,
en sus últimos años, en El Escorial. Calculador, fue
un político de decisiones estudiadas, dilatadas por la
irresolución. En sus últimos años, amargado por las
tragedias familiares, los reveses políticos y su propia
enfermedad, aumentó su retraimiento en El Escorial.
Una escrita valoración de los problemas de gobierno
Figura 85. Felipe II
y de la importancia del Estado le llevó a realizar, o al
menos a consentir, hechos que, a la luz de la mentalidad de su tiempo, no pueden
considerarse anormales. Así, su actitud respecto al secretario Antonio Pérez o al
arzobispo Carranza, en los que más bien podría acusársele de especial severidad.
Más difícil de comprender es el ajusticiamiento del barón de Montigny, enviado por la
nobleza de los Países Bajos para solicitar clemencia, y que tuvo retenido en prisión
casi cinco años.
8.1.1.2
El Imperio Español y su Estructura. A comienzos de 1556, Felipe II
comenzaba su reinado.
La herencia que recibía Felipe II, a la que los
contemporáneos conocieron como “Monarquía Española”, era un verdadero imperio
mundial, que había de ampliarse aún más durante su reinado. La tarea de Felipe II
sería preservar su Imperio de los males que habían dislocado el Sacro Imperio
Romano Germánico, entre ellos principalmente el protestantismo, y prestar atención
a los problemas internos españoles, que habían sido, en alguna manera, pospuestos
por su padre en aras de su política alemana. Pero también, aunque se subrayara
ahora la preponderancia de España, Felipe II, tanto por la inercia de los problemas
creados, como por el legado de los Países Bajos, no podía abstenerse de una política
imperialista.
Los tiempos por otra parte, lo exigían así.
Esta política sería
compartida con la rama alemana de los Habsburgo.
317
El Imperio hispánico era una asociación de territorios a la manera de un
cuerpo federal. Cada uno de ellos seguían gozando de su propia autonomía, de sus
antiguas constituciones.
8.1.1.3
Castellanización del imperio. La concepción centralista y burocrática
del gobierno de Felipe II, aun cuando se revelara eficaz en algunos aspectos, confirió
al Imperio hispánico un carácter estático, cuando requería, por su misma esencia,
pluralista y dispersa, un gran dinamismo y posibilidades de adaptación. La época de
Felipe II concluye un proceso de hispanización del Imperio hispánico, que se había
venido produciendo gradualmente en los últimos años de Carlos V; pero ahora la
hispanización se restringirá en el sentido de una castellanización. La monarquía y
toda su variada problemática, incluso los asuntos específicos de los diversos
miembros integrantes, serían contemplados y atendidos desde una óptica más bien
castellana. Hay que tener en cuenta con todo que los graves problemas de su
tiempo, especialmente la política exterior y el peligro del avance del protestantismo,
parecían aconsejar esta centralización. Si no se llegó más adelante en este camino
fue por prudencia, por temor a las reacciones que podía suscitar en los territorios
afectados.
La maquinaria
8.1.1.4
Organización administrativa: la pluralidad.
administrativa española alcanzó la plenitud de su compleja estructura y perfección
del sistema de Consejos. Uno nuevo fue el de Italia, creado en 1555, cuyo objeto
era gobernar los territorios de aquella península; también se reorganizó el de
Hacienda. Para el gobierno ejecutivo de los territorios se crearon los virreinatos. En
primera época fueron nueve: Aragón, Cataluña, Valencia y Navarra, en España;
Cerdeña, Sicilia y Nápoles, en Italia; Nueva España y Perú, en América. En 1581 se
añadiría el virreinato de Portugal. Los virreinatos, cargos que tenía un importante
carácter militar, fueron desempeñados por nobles, sobre todo castellanos; para el
gobierno de los Países Bajos, Felipe II prefirió miembros cualificados de su familia.
El poder de los virreyes era variado.
Mientras que los de los reinos
peninsulares eran una especie de “alter ego” del rey, dotados solamente de poderes
administrativos y judiciales, los de América eran verdaderos gobernadores, debido a
su lejanía de la metrópoli. Los Países Bajos constituían un cuerpo completamente
aparte de esta organización. Los amplios poderes de los virreyes estaban muy
controlados por los respectivos Consejos, asentados en la Corte junto al monarca.
En estos organismos se estudiaban los asuntos planteados y se proporcionaban
consejos u órdenes a los virreyes. En los Consejos existían siempre un grupo de
personajes naturales del territorio en cuestión, y, por tanto, conocedores de sus
peculiaridades; cualquier intento de abuso de autoridad por parte del virrey
provocaba inmediatamente una reacción.
8.1.1.5
Consejeros y secretarios de estado. Entre los altos funcionarios reales
destacan los secretarios, cuya importancia fue creciendo con el despliegue de la
máquina burocrática. Su misión era delicada, ya que eran los encargados de
redactar la correspondencia real y actuar de enlaces entre los Consejos y el rey.
El Consejo de Estado adquiría especialmente relevancia. Formaban parte de
él personajes de distinta idiosincrasia, y precisamente estas diferencias, que
provocaban opiniones contrapuestas, eran muy del agrado del soberano que quería
escucharlas antes de decidirse.
318
8.1.1.6
Comienzos del declive económico. Confluyeron para ello diversas
circunstancias. Una de ellas, la apertura del mercado castellano al comercio y a las
actividades de mercaderes y financieros extranjeros, capaces de competir con
ventaja. El alza de salarios y la escasez de mano de obra, así como los altos
impuestos, hicieron a los productos de la industria española menos competitivos. Se
ha dicho también que influyó en este declive la falta de una mentalidad capitalista.
La competencia extranjera, unida a la inversión de la tendencia del comercio
con América –aparte de las crecientes dificultades y riesgos para la navegación y los
negocios- fueron probablemente las razones primordiales.
8.1.1.7
La Real Hacienda y sus apuros. Uno de los tendones de Aquiles de la
España de Felipe II fue su carencia –en ocasiones grave- de recursos financieros. Se
sabe que en el período entre 1556 y 1573 los gastos generales se doblaron y de
nuevo volvieron a multiplicarse por dos y medio hacia 1594. Los ingresos procedían
de los impuestos que gravaban a los contribuyentes españoles, más especialmente a
los castellanos.
En su momento culminante, la plata americana no sobrepasaba los recursos
proporcionados al Estado por la Iglesia española y quedaba muy por debajo de las
sumas que tenían que tributar los pacientes pecheros castellanos. Más importante
era la alcabala, impuesto sobre la compra-venta, que gravaba en 14% toda
transacción. Juntamente con las llamadas “tercias reales”, donativo proporcionado
por la Iglesia de sus propios recursos, llegaba a cubrir, en los primeros años del
reinado, más del 80 por 100 de los ingresos globales de la Corona. Desde 1558 a
estos impuestos tradicionales se añadieron otros: derechos aduaneros sobre la
exportación de lanas, monopolios diversos, rentas de minas, salinas, etc. Además en
el transcurso de su reinado, Felipe II fue arrancando a las Cortes castellanas una
elevación gradual de estos impuestos.
La Real Hacienda, además de pasar por constantes apuros, sufrió graves
colapsos. El dinero sería uno de los mayores obstáculos que encontraría Felipe II en
el despliegue de su política imperialista. A poco de llegar al trono, y recogiendo la
pesada herencia de los gastos de Carlos V, la Corona tuvo que acudir a la suspensión
de pagos a sus acreedores; a cambio ofreció títulos de la deuda a largo plazo (juros),
operación que permitía disponer de líquido en caja.
En otras dos ocasiones se vio forzada la Real Hacienda a repetir la suspensión
de pagos y a realizar la consiguiente conversión de la deuda pública. La bancarrota
de septiembre de 1575 puso en grave apuro al gobernador español en los Países
Bajos, y le impidió alcanzar los frutos de sus victorias. La última bancarrota, la de
1596, fue efecto del enorme esfuerzo financiero de los últimos años del reinado y
significaría el final de los sueños filipinos de recuperación del norte de Europa.
Desde el punto de vista
8.1.1.8
Vigilancia y persecución de la herejía.
espiritual, Felipe II mantuvo una firme vigilancia que impidió el desarrollo de
cualquier brote heterodoxo. Con todo, el descubrimiento en 1557 y 1558 de sendas
comunidades protestantes en Sevilla y Valladolid, fue un acontecimiento inesperado,
que impresionó vivamente al país. La dureza que empleó la Inquisición en esta
ocasión era índice, no sólo de que los tiempos habían cambiado, sino de que temía
que estas comunidades, con ramificaciones por Castilla y Andalucía, pudieran
significar un peligro más extenso. Se dictaron también disposiciones contra todo
posible contagio del exterior. A ello se añadió un Índice de libros prohibidos, en
319
1559, extraordinariamente severo. Estas medidas estuvieron dictadas sobre todo
por el temor, aunque también por la realidad, de la introducción de folletos y libros
heréticos, transportados desde Ginebra o Amberes.
8.1.1.9
El desgraciado caso de Carranza. La política represiva tuvo una ilustre
víctima: el cardenal Bartolomé de Carranza. Apenas llevaba un año en la sede
metropolitana de Toledo, cuando fue procesado por la Inquisición, acusado por
algunas doctrinas vertidas en su “Catechismo Christianno” (Amberes, 1558). Parece
que su apresamiento fue debido más a las envidias suscitadas por su rápida
promoción; pero, para desgracia de Carranza, el descuidado y ambiguo lenguaje de
su “Catecismo” se prestaba a interpretaciones severas o maliciosas. La enemistad
personal del Inquisidor general, Fernando de Valdés, dominico como él, costó a
Carranza permanecer encarcelado en Valladolid durante siete años.
8.1.1.10
La incorporación de Portugal.
Felipe II completó sus territorios
peninsulares con la incorporación de Portugal. La crisis sucesoria a la Corona de
Portugal arranca de la muerte del joven rey don Sebastián en la batalla de
Alcazarquivir, en Marruelos, el 4 de agosto de 1478, en una expedición de Cruzada.
Aunque las pretensiones de Felipe II eran las más sólidas, el número y la
importancia de los pretendientes y las circunstancias políticas convirtieron la
sucesión portuguesa en una cuestión de relieve internacional.
Felipe II por una vez actuó con habilidad y decisión. Contaba, desde agosto
1579, con el apreciable consejo del cardenal de Granuela, a quien había llamado
urgentemente de Italia para dirigir la cancillería real influiría de forma determinante
sobre la empresa de Portugal. En este reino, Felipe II contaba con algunos sectores
socialmente influyentes, que veían con interés la aproximación a España.
La
nobleza, deshecha en Alcazarquivir, necesitaba desesperadamente de ayuda
económica española para rescatar a sus familiares de la cautividad moral. Los
jesuitas también comenzaron a trabajar a favor de Felipe II, en quien veían un
soberano católico y un buen apoyo para sus misiones ultramarinas.
Felipe II procuró asegurarse a estos sectores y a sus representantes en las
Cortes, aunque el pueblo deseaba un rey portugués. Previendo un posible apoyo
extranjero al prior de Crato, se preparó para una intervención militar. Aconsejado
por Granuela, llamó al duque de Alba para dirigir al ejército invasor. Cuando murió
don Enrique, el 31 de enero de 1580, dejaba un Consejo de Regencia para gobernar
el país hasta que fuera elegido el sucesor. Varios de sus miembros eran totalmente
adictos a la causa española y facilitaron a Felipe II las cosas.
Como los portugueses ignoraran un ultimátum para aceptar a Felipe como
rey, pocos días después, a finales de junio, las fuerzas españolas, compuestas por
30,000 hombres, cruzaban la frontera por Badajoz, avanzando sin dificultad hasta
cerca de Lisboa. Los partidarios de don Antonio no presentaron sino una resistencia
esporádica. El Consejo de Regencia había huido a Setúbal; sus miembros se
quejaban de que Felipe II no les hubiera dado tiempo para reunir Cortes. Don
Antonio trató de apoderarse de Setúbal para influir sobre el Consejo, pero la ciudad,
barrida por la artillería, desde tierra, y bloqueada, por mar, por la flota del marqués
de Santa Cruz, se rendía el 23 de julio de 1580. Desde allí las tropas de Alba
siguieron, por Cascaes, hacia Lisboa, que, igualmente, sitiada por mar y por tierra,
no tuvo más remedio que entregarse después de la decisiva batalla de Alcántara.
Don Antonio pudo huir y refugiarse en el norte de Portugal, donde derrotado
320
nuevamente en Oporto, se embarcó hacia Francia. En poco más de cuatro meses,
Portugal había sido reducido a la obediencia de Felipe II.
8.1.1.11
Sistema de gobierno implantado. Felipe II esperaba en Badajoz los
acontecimientos. En abril de 1581, las Cortes de Tomar le reconocieron oficialmente
por rey de Portugal; a cambio hubo de comprometer su palabra de que las leyes
portuguesas permanecerían intocables; que los españoles no desempeñarían oficios
en la administración ni participarían en la actividad económica ultramarina
portuguesa; que el cargo de virrey lo desempeñaría siempre un portugués o
miembro de la familia real, y que el Consejo de Portugal estaría integrado
exclusivamente por portugueses.
Estas concesiones significaban que, aunque
Portugal quedaba unido a España bajo un mismo monarca, continuaba siendo,
incluso más que Aragón o Cataluña, un Estado con total autonomía. La unión con
España se mantendría durante sesenta años, hasta 1640.
8.1.2 Los estados de la península italiana
8.1.2.1
Los territorios españoles.
Sicilia, Nápoles, Milán.
En Sicilia, el
Parlamento conservó sus privilegios y poderes, a cambio de importantes entregas de
dinero para las necesidades de defensa en el Mediterráneo.
Nápoles, en contraste con Sicilia, presentó menos problemas a los españoles,
pues no existía allí ningún contrapeso a la autoridad de los virreyes. Los virreyes
hubieron de emplearse con dureza contra el endémico bandidismo.
En Milán la situación sería parecida, y la población, ya duramente tratada por
las guerras durante más de sesenta años, estaba dispuesta a aceptar con resignación
el gobierno español, que, al menos, garantizaba una estabilidad que permitió su
recuperación económica.
La contribución financiera del Milanesado fue mucho menor que la de
sicilianos y napolitanos, y la población de sus ciudades y la actividad económica
crecieron rápidamente con respecto a la primera mitad del Siglo.
8.1.2.2
República de Génova. Génova había unido su suerte a la monarquía
española más que ningún otro estado italiano.
Sus comerciantes-banqueros,
introducidos anteriormente en la economía española, invirtieron sus dineros en
empréstitos a Felipe II y se convirtieron en principales acreedores de la Corona
española y arrendatarios de sus ingresos fiscales.
8.1.2.3
Ducado de Saboya. Los nuevos súbditos, liberados de la ocupación
francesa y española, recibieron a su duque con entusiasmo. Instauró su capital en
Turín, impuso un gobierno personalista y escogió sus funcionarios entre la clase
media. Los nobles fueron compensados, por la pérdida de su poder político, con
títulos y cargos cortesanos, y se les dejó una gran libertad en sus estados.
8.1.2.4
Ducado de Toscana. De Toscana, los Medicis hicieron una potencia
notable. Los recursos financieros de Cosme I le permitieron agrandar sus territorios
con la conquista de la República de Siena, organizar un eficaz sistema de
administración, y crear un nuevo puerto, el de Livorno.
8.1.2.5
La República de Venecia.
El único estado verdaderamente
independiente en Italia era Venecia. Hacia mediados del XVI la República se había
321
recuperado, al menos en parte, de los efectos de la pérdida del comercio de las
especias. Los comerciantes venecianos de Alejandría y Alepo aún podían comprarlas
a las caravanas árabes a cambio de paños y suministrarlas a Europa. Fue entonces
cuando por vez primera en su historia crearon una industria de paños.
Por otra parte, el comercio levantino era precario. La guerra de Chipre y las
actividades de los piratas musulmanes y uscoques de Dalmacia lo interrumpían y
causaban constantes pérdidas.
Los patricios venecianos tendieron a dedicarse a sus tierras, a construirse
hermosas villas paladinas y, sólo cuando las condiciones parecían mejores, volvían a
invertir y a dedicarse más al comercio.
En el decenio de 1580 se impuso en el gobierno una generación de jóvenes,
procedentes sobre todo de las familias “viejas”, que procuró mantener a la República
independiente.
8.1.2.6
Los Estados Pontificios. Los Estados Pontificios se recobran en la
segunda mitad del Siglo XVI, y no sólo por el papel espiritual que jugará Roma en la
Reforma católica. En Italia buscaron, ante todo, la paz para defenderse del gran
enemigo exterior: el Turco.
8.1.3 Francia Durante las Guerras de Religión
8.1.3.1
El reinado de Francisco II. La inesperada muerte de Enrique II dejaba
el trono a un joven de quince años, Francisco II, débil y enfermizo, casado con la
escocesa María Estuardo, en un momento muy delicado para Francia, pues
comenzaba a plantearse con toda su crudeza el problema del avance del calvinismo,
en el cual estaban implicadas las rivalidades de las grandes familias.
En los primeros meses de 1560 la situación político-religiosa en Francia era ya
crítica. Desde que en mayo de 1559 se había reunido en París el primer Sínodo
calvinista francés, Enrique II había adoptado serias medidas represivas. A medida
que se intensificó la represión, los nobles calvinistas más impetuosos comenzaron a
pensar en una conspiración que derribara a los Guisa.
El golpe falló y Condé se desentendió de los conspiradores, que fueron
ajusticiados. Sin embargo, el inquieto Condé seguía conspirando, y fue arrestado,
acusado de traición. La súbita muerte de Francisco II, le salvó la vida.
8.1.3.2
Carlos IX. Regencia de Catalina de Medicis. Le sucedió su hermano,
Carlos IX, que contaba, solamente, con diez años de edad. Inmediatamente se
planteó la cuestión de la regencia, que correspondía de derecho a Antonio de
Borbón, titulado rey de Navarra por estar casado con Juana de Albret, de la legítima
dinastía navarra. Pero Catalina de Médicis, la reina, madre, que esperaba su
momento, consiguió ser nombrada, desplazando a los Guisa del poder. Catalina, que
descendía de la conocida familia florentina, por línea materna, era una mujer de gran
talento de enorme habilidad para el manejo de los hombres y de los negocios de
Estado; sensible, tenaz y enormemente pragmática. En materia religiosa se mostró
bastante indiferente; su único objetivo era conservar la paz y el trono de Francia
para sus hijos. Para ello pensaba ante todo ganar un tiempo que le permitiera el
arreglo de las querellas religiosas, o, al menos calmar los ánimos de las facciones en
disputa e impedir que una u otra dominasen a la Corona en su beneficio. Catalina
322
procuró en primer lugar atraerse a los príncipes de la sangre. A Antonio de Borbón
le nombró lugarteniente general, dignidad que seguía en rango a la del monarca, con
lo que le asociaba al gobierno. Después intentó la reconciliación entre las familias
Guisa y Borbón, exacerbada por la militancia en distintas religiones, que favorecía la
división de la nación en dos campos absolutamente hostiles. Guiada por el nuevo
canciller, Michel de L’Hôpital, acudió a la política de servirse de las facciones y
partidos, enfrentándoles unos a otros.
8.1.3.3
La Primera Guerra de Religión. El 1 de marzo de 1562, un grupo de la
escolta del duque de Guisa, a su paso por Champagne, camino hacia París, atacó a
una comunidad calvinista, que se hallaban celebrando su culto en una granja, y
causaron varios muertos y heridos. Este hecho precipitó un conflicto, que parecía ya
inevitable desde hacía meses. Los hugonotes tenían un excelente pretexto para
lanzarse a la guerra, pues podían afirmar con toda tranquilidad de conciencia que
estaban defendiendo la autoridad del rey y la paz del reino. La presencia del
Triunvirato Católico en Paría exigió a la Regente y a su Corte el asentamiento en
aquella capital, lo que hicieron de mala gana.
La acción del Triunvirato proporcionó a los protestantes el pretexto legal para
levantarse en armas, a fin de liberar al rey y a la Regente del control de los Guisa.
El 2 de abril, Condé ocupó Orleans, que se convertiría en cuartel general de los
hugonotes, mientras que éstos se rebelaban en diversas provincias y se dedicaban a
una furiosa destrucción de altares e iglesias católicas.
Esta primera guerra, por encima de las luchas de las facciones Guisa y
Borbón-Châtillon, adquirió dimensión internacional.
Las diversas comunidades
calvinistas, en las regiones en donde eran más numerosas, se colocaron bajo la
protección “formal” de sus magnates locales, que se comprometieron a defenderlas
en caso de ataque.
Los católicos también recibieron ayuda, aunque la Regente, muy celosa de
hipotecar la independencia nacional, procuró que fuera la menor posible. Felipe II
suministró tropas y dinero, tanto desde los Países Bajos como desde Navarra. La
guerra se desarrolló en el valle del Loira. Las tropas de Condé y Coligny tenían su
base en Orleans; y las de Guisa y Montmorency, su cuartel general en París fueron
eliminados algunos de los más significativos cabecillas; Antonio de Borbón murió en
el asedio de Ruan; Condé y Montmorency fueron hechos prisioneros en Dreux,
batalla en que las tropas de Guisa obtuvieron un triunfo más espectacular que
decisivo; el duque de Guisa sería días después asesinado por un fanático
protestante, mientras asediaba Orleans. Catalina aprovechó esta oportunidad para
iniciar las negociaciones, que condujeron a la paz de Amboise, en la que se ampliaba
el edicto de tolerancia de 1562, pues reconocía libertad de conciencia a todos los
súbditos y, además, absoluta libertad de culto a los nobles, en sus domicilios, y al
resto de los hugonotes, en una ciudad por cada” “bailliage”183.
8.1.3.4
Catalina de Médicis y las “entrevistas de Bayona”. Inmediatamente,
Catalina se empeñó en la difícil tarea de reconciliación nacional. Emprendió una
larga y despaciosa marcha con un vasto y magnífico cortejo celebrando
espectaculares mascaradas y festivales. Un momento culminante de esta marcha
tuvo lugar en Bayona, en el verano de 1565, donde Catalina se reunió con su hija,
Isabel de Valois, mujer de Felipe II, a la que no había visto desde 1559, cuando salió
183
Distrito
323
para España. El duque de Alba intentó convencer a la Regente del peligro que
entrañaba su política de tolerancia religiosa, que acarrearía una mayor división del
país y el debilitamiento de la autoridad real, asegurándola el incondicional apoyo
español para volver a imponer en exclusividad el culto católico.
La llamada
“Entrevista de Bayona” suscitó fundadas sospechas entre los hugonotes de que las
monarquías católicas estaban tramando un complot contra ellos, sospechas que se
convirtieron meses después en temor cuando el mismo duque de Alba pasó desde
Italia por las fronteras de Francia, a la cabeza de un formidable ejército, para acabar
con la rebelión iniciada en los Países Bajos.
Las fuerzas hugonotes
8.1.3.5
Segunda y Tercera Guerra (1567-1570).
fueron apoyadas por un fuerte contingente de caballeros protestantes alemanes.
Pero la guerra, durante la cual pereció el viejo condestable Montmorency fue breve,
ya que Catalina de Médicis, recelosa de una intervención militar española desde
Flandes, forzó la paz de Longjumeau, que restablecía el “statu quo”. La presión de
los acontecimientos de Flandes. Inclinaron a Catalina a aproximarse al sector
católico; los Guisa volvieron al poder. El hermano mayor del rey, el duque de Anjou,
heredero del trono, urgía, por interés, a la acción contra los rebeldes. Condé y
Coligny, temerosos de verse sorprendidos, se refugiaron en La Rochela, principal
plaza fuerte del calvinismo. Así se inició en septiembre de 1568 la tercera guerra.
Anjou derrotó a los hugonotes en dos importantes batallas, Jarnac y Montcontour, en
la primera de las cuales encontró la muerte de Condé. Coligny, eran un calvinista
convencido, extraordinario estratega y con dotes de mando, que supo levantar el
espíritu y los ánimos de la facción protestante, cuya admiración se ganó gracias a su
austeridad y dignidad. La escasa eficacia del ejército real, mal conducido y peor
pagado, y la fluctuante política de Catalina, que mantenía conversaciones secretas
de paz con los hugonotes, se combinaron para abocar en la paz de Saint-Germain,
en el verano de 1570. Era muy favorable a los protestantes: les concedía cuatro
“plazas de seguridad” (Cognac, La Charité, Montauban y La Rochela) y había sido
negociada por la Reina Madre con plena conciencia.
8.1.3.6
Política de Catalina de acercamiento a los Hugonotes. Este giro en la
política de Catalina de Médicis estaba dictado por la actuación del duque de Alba en
los Países Bajos, que tenía profundamente irritados a los calvinistas franceses.
Catalina creyó llegado el momento de una reconciliación religiosa, basada en los que
comenzaban a llamarse “políticos”, facción preocupada ante todo por las “razones de
Estado”, que sobreponían a las diferencias religiosas. En estos años de 1570-1571
Catalina creyó asentar la paz mediante la concertación de dos compromisos
matrimoniales entre la casa de Borbón, inclinada al calvinismo, y los Valois: el del
rey, Carlos IX, con Isabel de Austria, hija de Maximiliano II, emperador cuya
simpatía hacía los luteranos era manifiesta, y el de Margarita de Valois, hermana del
rey, con Enrique de Borbón, titulado rey de Navarra, hijo del difunto Antonio de
Borbón y de la exaltada calvinista Juana de Albret.
8.1.3.7
La “Matanza de la Noche de San Bartolomé”. Mientras tanto, los tres
hermanos, Carlos IX, los duques de Anjou y de Alençon, se dejaban arrastrar por
personales rivalidades, atizadas por las facciones religiosas en lucha. Al explotar
estas rivalidades fraternas, y al tratar de apartar a la reina madre, Coligny estaba
jugando con fuego. Catalina, al verse orillada, presa del pánico por la reacción
española, desencadenó la famosa matanza de hugonotes de la noche de San
Bartolomé. Temerosa de que se descubriese su responsabilidad, Catalina tejió una
de sus maquiavélicas operaciones: hizo creer al inestable rey que los hugonotes
324
estaban tramando meterle en una trampa, que preparaban un golpe de Estado y que
era preciso eliminar algunas cabezas.
Durante la noche de San Bartolomé, en el espacio de pocas horas, fueron
asesinados numerosos hugonotes, y en los días siguientes, el frenesí antiprotestante
se extendió a las provincias. Catalina, que poseía pocos escrúpulos al respecto, dejó
correr que aquella matanza había sido fruto de una conjuración, correctamente
trazada por ella misma, con ayuda de Felipe II y de Roma. Naturalmente, tal como
era el ambiente de aquellos tiempos, los soberanos católicos se llenaron de alegría.
8.1.3.8
Cuarta Guerra (1572-1573). La “Saint Barthèlemy” provocó el exilio
de numerosos hugonotes a Ginebra y Estrasburgo; hubo también muchas
deserciones en las filas de la nobleza, y en todo caso, contuvo aquella inclinación de
nobles hacia el calvinismo. Esto cambió totalmente el sentido del movimiento
hugonote. Desprovisto de la protección y dirección aristocráticas, el movimiento
volvió a lo puramente religioso. Pero al mismo tiempo endureció sus posturas. Era
una guerra, esta vez, de pura defensa. Los hugonotes habían tomado las armas en
todas partes. Los hugonotes eran conscientes, por vez primera, de que se trataba
de un sistema abierto al poder real. Hasta entonces habían proclamado que
luchaban para rescatar a un soberano sometido a la tiranía de los Guisa. A partir de
ahora, hubieron de manifestar el derecho a la resistencia contra una autoridad
legalmente establecida.
Montmorency-Danville, gobernador de Languedoc, aunque católico estaba
dispuesto a apoyar cualquier movimiento que terminase con las guerras religiosas.
Otros nobles manifestaron actitudes semejantes y en contra de las mismas, iniciando
guerras civiles que continuarían intermitentemente, y habían llegado a convertirse en
parte de la estructura y de los hábitos de la sociedad francesa.
Las casas
principescas (Borbón, Guisa, Montmorency) contaban con la guerra para fortalecer
su posición en el gobierno central o, al menos, en las provincias que gobernaban. La
baja nobleza, empobrecida por la inflación y la devastación de sus haciendas, trataba
de rehacer su fortuna, interviniendo en uno u otro campo.
8.1.3.9
Reinado de Enrique III. La Quinta Guerra (1574-1576). Sucesor de
Carlos IX. En su interior era una mezcla de contradicciones: los períodos de rigurosa
austeridad y manifestaciones de devoción, alternarían con otros de frivolidad, en los
que su afeminamiento se desataba en compañía de sus mimados favoritos
(mignons). Despreciado por la nobleza militar, por esto y por su desgana hacia la
guerra, no era el hombre adecuado para imponerse a las facciones en lucha.
Durante su ausencia en Polonia, Catalina se había enemistado con MontmorencyDanville, dirigente de los “políticos” en el sur. Danville reaccionó reforzando sus
lazos con los hugonotes. El hermano del rey, duque de Alençon, y Enrique de
Borbón, el titulado rey de Navarra, habían escapado al confinamiento en la Corte
para unirse también a los rebeldes del sur. Enrique III, que no contaba con medios
para combatirlos, en mayo de 1576 tuvo que aceptar las humillantes cláusulas de la
Paz de Monsieur. Esta paz, confirmada por el edicto de Beaulieu, representaba el
acuerdo más favorable que habían conseguido hasta entonces los hugonotes. Se les
concedía libertad de culto en todas las ciudades francesas, con la sola excepción de
París; ocho plazas de seguridad, y la admisión de los de la “nueva religión” en todos
los cargos, incluyendo la mitad de los asientos en los parlamentos provinciales.
Naturalmente, las hostilidades se
8.1.3.10
Sexta Guerra (1576-1577).
reanudaron, aunque una vez más también se llegó a una tregua, por el edicto de
325
Poitiers de octubre de 1577.
El rey ordenó la disolución de todas las ligas,
protestantes o católicas; pero mientras la autoridad no se mostrarse capaz de
imponerse, esto era pura letra. Por otra parte, tal solución era inviable, pues estaba
clara la imposibilidad de establecer la paz mediante una tolerancia religiosa que
nadie aceptaba.
8.1.3.11
Séptima Guerra (1578-1580). Siguieron así unos años confusos, en
los que las pasiones religiosas, la ambición del duque de Alençon y el desgobierno y
procacidades de los “mignons”, favoritos del rey, sumieron a Francia en un
verdadero caos.
Alençon se lanzó a la aventura, en la que no cosecharía más que descalabros,
y decepcionado, volvió a Francia, donde murió pocos meses después, en junio de
1584, atacado por unas fiebres malignas. Esta muerte convertía a Enrique de
Navarra en el heredero más directo de la Corona, ya que Enrique III no tenía hijos,
lo que para el duque de Guisa y los católicos significaba un inmenso peligro.
8.1.3.12
Apoyo de Felipe II a la Liga Católica. El ascenso del rey de Navarra al
trono francés significaría un golpe mortal para la causa católica y para los Países
Bajos. El 31 de diciembre de 1584, en el castillo de Joinville, residencia del de
Guisa, se firmó un tratado secreto entre el duque y el representante del rey de
España. Por ese tratado se reservaba al anciano cardenal de Borbón la sucesión al
trono, mientras Felipe II se comprometía a entregar mensualmente al de guisa
50,000 escudos para sostener la causa católica.
8.1.3.13
Octava Guerra. La Guerra de la Liga Católica. En septiembre de 1585
surgía la octava guerra, la más larga y encarnizada, pues además de jugarse la
supervivencia de los protestantes, se trataba de una guerra de sucesión. Enrique de
Borbón dirigió sus principales atenciones hacia el grupo de católicos moderados,
quienes podían proporcionarle ayuda decisiva en la causa de la unificación nacional.
Los subsidios de Isabel permitieron a Enrique de Navarra reclutar un gran ejército de
mercenarios suizos y alemanes, que cruzó la frontera de Lorena en agosto de 1587.
Con el objeto de impedir la unión de este socorro y el contingente de Navarra,
Enrique III se colocó en el Loira con el ejército real mientras enviaba a Guisa a
combatir contra los alemanes, esperando su derrota, y a su favorito Joyeuse contra
el de Navarra, el cual no creyó que le presentase batalla. Pero calculó mal las cosas.
El de Navarra derrotó y dio muerte a Joyeuse en Costras, mientras Guisa vencía a los
alemanes en Anneau. Como resultado, Guisa fue recibido como el héroe de la
Francia católica y la Liga se manifestaba en todas partes contra el rey y su nuevo
favorito, el duque de Espernon.
8.1.4 La Inglaterra Isabelina y Escocia
8.1.4.1
Personalidad de la Reina y Sistema de Gobierno. La Reina Isabel, hija
de Enrique VIII y Ana Bolena y sucesora de María Tudor, (1558-1603) asentó las
bases de la moderna Inglaterra. Había adquirido un gran coraje físico y moral. Pero
había aprendido también a no fiarse de nadie, y a tratar de alcanzar sus objetivos
mediante el disimulo supo manejar a los hombres y utilizarlos para su fines políticos.
A pesar de la insistencia de su pueblo, que deseaba asegurar la sucesión de la
dinastía, nunca accedió a casarse, aunque contara con numerosos favoritos.
Bien conciente tanto de sus deberes como de sus prerrogativas de soberana
absoluta, supo mantener su autoridad, conservar el trono, a pesar de tantas
326
amenazas, y, sobre todo, manejar hábilmente al Parlamento. Gobernó con su
Consejo privado, que se reunía casi todos los días, y formado por personas
prudentes y expertas, escogidas, en general, entre la “gentry” o pequeña nobleza.
Para controlar mejor el norte, dominio de la nobleza católica inquieta, y el
País de Gales, creó un Tribunal en Cork y otro en Ludlow Castle. Estos tribunales
hacían presente la autoridad de la reina en aquellas regiones, presencia tanto más
necesaria ya que Isabel se desplazó poco por su reino.
A pesar de que Isabel consiguió afianzar la autoridad real y hacerla popular,
el Parlamento, a lo largo del reinado se fue haciendo más influyente. Ello se explica,
principalmente, por dos razones. Isabel tenía necesidad de él para afirmar su
legitimidad, discutida y amenazada por los soberanos católicos y por el Papa; y, en
segundo lugar, requería ayudas económicas. Por tanto, y a pesar de la limitación de
las sesiones, Isabel mantuvo viva la institución parlamentaria, y hacia el final del
reinado reconoció ciertos derechos a los diputados; aunque éstos reclamaron el
poder discutir libremente todos los problemas, especialmente los financieros y
religiosos. Con todo, las relaciones entre la reina y el Parlamento puede afirmarse
que fueron buenas, pues el parlamento sabía bien que la soberana constituía el único
baluarte contra las maniobras y las perturbaciones exteriores que amenazaron el
reinado; y además, la dirección política y religiosa que impuso la soberana respondía
a los deseos de la mayoría de los diputados.
8.1.4.2
Establecimiento de la Iglesia de Inglaterra. La “Vía Media Isabelina”.
Una de las principales cuestiones con las que tuvo que enfrentarse fue la religiosa.
Isabel había facilitado el regreso de los emigrados en Suiza, Alemania y los Países
Bajos, donde habían buscado refugio contra la persecución de María, y éstos traían
doctrinas más bien calvinistas. El calvinismo instalado oficialmente en Escocia
ejercía sobre Inglaterra un gran atractivo. Para mantenerse independiente de
presiones católicas y calvinistas, puso las bases de la organización de la Iglesia
inglesa. En abril de 1559 el Parlamento votó un “Acta de su Supremacía”, en la que
Isabel, a diferencia de lo que había ocurrido con su padre, no era calificada en “only
supreme head”, sino de “only supreme Governor”. El matiz que introduce el término
“Governor” es importante, ya que disipaba toda duda sobre sus atribuciones respecto
a la Iglesia.
El mismo año se promulgó una nueva Acta de Uniformidad,
restableciendo el “Prayer Book” de 1552 con ciertas modificaciones en sentido
conservador, referentes a los ropajes litúrgicos y al ornato y decoración de los
templos; la fórmula zwingliana de la Comunión fue conservada. De acuerdo con
estos dos documentos básicos, se emprendió la reorganización de la Iglesia.
8.1.4.3
Relaciones con María Estuardo. El mayor peligro
para la estabilidad de Isabel en el trono lo representó su prima
María Estuardo, reina de Escocia y virtual heredera suya. En 1565
había vuelto a contraer matrimonio con su primo, el católico
Enrique Darnley. Darnley fue asesinado en 1576, y al casarse
María Estuardo, tres meses después, con Bothwell, el presunto
asesino, surgió un levantamiento general que obligó a María a
abdicar en su hijo Jacobo VI.
Figura 86. María
Estuardo
La presencia de María Estuardo en Inglaterra constituía un
serio peligro para Isabel, precisamente en un momento en que
los católicos, tanto en el exterior como en la propia Inglaterra,
trataban de unir fuerzas y buscar ayudas para oponerse a la
327
anglicanización del país.
“La Rebelión de los Condes”, la excomunión lanzada por Pío V el 25 de febrero
de 1570, los proyectos que se preparaban en el extranjero en favor de María
Estuardo, así como la permanente situación de rebeldía en Irlanda, hicieron cambiar
a Isabel de actitud respecto a los católicos. En Irlanda, como en los Países Bajos, el
catolicismo había cobrado fuerza al identificarse con la causa nacional, y la conexión
de sus dirigentes con el catolicismo europeo, podía proporcionarles oportunidades de
ayuda internacional. A finales de la década de los sesenta comenzaron a llegar a
Inglaterra, subrepticiamente, un creciente número de jóvenes sacerdotes, formados
en el seminario de Douai, en los Países Bajos, y poco después, los primeros jesuitas,
entre ellos Edmundo Campion, que sufrió martirio. María Estuardo, que languidecía
en prisión, era una figura que centraba las esperanzas de los católicos, ingleses y
europeos.
La excomunión pontificia, las conspiraciones en torno a María Estuardo y la
victoria naval sobre la Invencible, estimularon el patriotismo y la lealtad de los
ingleses hacia su soberana, a la vez que exacerbaron sus sentimientos
“antipapistas”.
A los ojos de la opinión pública británica, el catolicismo era
extranjero y se consideró intolerable la pretensión de que un soberano extranjero
católico reinara en su país. Casi unánimes en rechazar el catolicismo, no todos los
ingleses estaban de acuerdo en aceptar la reorganización religiosa impuesta por
Isabel. Lo que se llamaba “la vía media isabelina” no complacía a muchos. Una vez
superado el peligro católico, Isabel tuvo que extirpar tendencias protestantes
antagónicas en el interior mismo de la Iglesia inglesa. Esta oposición se manifestaba
en puntos doctrinales o en cuestiones de organización eclesiástica, ritos y
ceremonial; tanto en uno como en otro aspecto se reprochaba a la Iglesia isabelina
de estar muy próxima al catolicismo.
Los llamados “puritanos” comienzan a
8.1.4.4
La oposición puritana.
manifestarse en el decenio de 1560. Este calificativo deriva de sus deseos de
“purificar” a la Iglesia oficial de todo vestigio de prácticas “papistas”. La oposición
puritana era en cierto modo más peligrosa que la católica y contaban con simpatías
en los Comunes; pero no tenían apoyo militar ni efectivos capaces de organizar una
revuelta. Isabel, por otra parte, estaba ya identificada con la causa nacional y
protestante, sobre todo después de su excomunión de 1570. Así pues era capaz de
sujetar a sus súbditos disidentes y seguir su política religiosa moderada. Cuando la
oposición puritana se manifestó en hojas clandestinas (los famosos “Marprelate
tracts”) se reforzaron las medidas represivas. En 1593 se dictó castigo de prisión
contra toda persona que no siguiera el culto oficial y la expatriación de todos
aquellos que no hicieran profesión de “conformidad”. Desde entonces, y hasta el
final del reinado, hubo una calma relativa.
8.1.4.5
Prosperidad económica y florecimiento cultural. La evolución de la
economía de la agraria inglesa se manifiesta en la tendencia a los cercamientos de
campos, “enclosures”, de tal manera que para impedir la excesiva concentración de
tierras daños sociales hubo que dictar disposiciones; pero estas acciones legales, que
debía ser puestas en práctica por los jueces de paz, no parece resultaran eficaces,
porque ellos mismos estaban interesados en el desarrollo de “enclosures”.
Fue mayor el desarrollo industrial y comercial, favorecido por el aumento de
la demanda interior y por el relativo declive de otros centros competidores, como los
328
italianos y flamencos. El alza de precios, que no fue excesivamente intensa, y la
relativa devaluación monetaria, provocada por dicha alza, favoreció las
exportaciones. La construcción naval se intensifica y aumentó notablemente el
tonelaje de la flota.
El desarrollo demográfico y económico, y las transformaciones que estaba
experimentando el campo, afectaron a ciertos sectores sociales, y provocaron una
enorme afluencia de emigrantes pobres hacia las ciudades, sobre todo hacia Londres.
La época isabelina se traduce por nuevos gustos y brillantes formas de vida.
Pero este refinamiento concierne solamente a una parte de la sociedad,
esencialmente a la urbana. Se manifiesta en ceremonias fastuosas, cabalgatas, y en
el teatro. Gran parte de estos nuevos gustos y aficiones se centran en Londres,
entonces en pleno auge.
8.2
EL IMPERIO GERMÁNICO. LOS PAÍSES BÁLTICOS
8.2.1 El Sacro Imperio Romano Germánico
8.2.1.1
Estructura del Imperio. A mediados del Siglo XVI el Sacro Imperio
Romano Germánico estaba compuesto de unos trescientos territorios independientes
de cierta importancia. Los mayores Estados eran los electorados protestantes de
Sajonia y Brandebrugo y el ducado católico de Baviera, con un millón de habitantes
cada uno; otros podrían considerarse medios, como Würtemberg, Hesse, Palatinado
renano y el electorado eclesiástico de Tréveris, que contaban alrededor de 400,000
habitantes; pero la mayoría eran pequeños, entre ellos las ciudades libres imperiales.
Dos grandes dinastías dominaban prácticamente el Imperio: los Habsburgo, con un
compacto bloque de territorios en el sudeste y una franja de tierras en Suabia y
Alsacia, y los Wittelsbach, de Baviera.
8.2.1.2
Los Emperadores.
Los Habsburgo consiguieron ser elegidos
emperadores, aunque, previamente, tuvieron que suscribir una carta de libertades,
que fueron convirtiendo, virtualmente, al emperador, en monarca constitucional,
facultado para ejercer su autoridad sólo con el consentimiento del Reichstag o Dieta,
o por lo menos de los electores.
8.2.1.3
Los Poderosos Duques de Baviera. Baviera constituía un compacto,
pero abigarrado bloque de territorios en el alto Danubio, cuya sucesión planteó
problemas hasta 1578, en que se estableció en la primogenitura de la casa ducal de
los Wittelsbach.
8.2.1.4
Gobierno y administración. En el Imperio, los Estados expresaban su
voluntad constitucional a través de la Dieta imperial (Reichstag). Hasta 1576, la
Dieta imperial conservó su papel legislativo y hasta cierto punto pudo servir al
gobierno del Imperio.
Aunque el Imperio tenía su organización administrativa y sus tribunales de
justicia, carecía de organismos ejecutivos y de poder militar para aplicar las
disposiciones o sentencias legales. A medida que transcurre el tiempo, los príncipes
importantes fueron imponiendo su propia normativa de manera autónoma. Llegaron
a tener sus propios sistemas legales, y en virtud del “privillegium de non
appellando”, estaban protegidos contra cualquiera de sus súbditos con respecto a los
329
tribunales imperiales; tenían también su propia administración y reclutaban sus
propias fuerzas militares.
8.2.1.5
Situación económica y social. En el Imperio vivían más de quince
millones de personas, y el número crecía con rapidez. Se roturaban tierras y
recolonizaban despoblados en la mayor parte de Alemania. Desde finales del XVI, en
los territorios al este del Elba, se produjo un empeoramiento de la situación de los
campesinos, convertidos en siervos de la gleba de los señores. La situación era
mejor en el noroeste y sur, donde los pequeños campesinos libres adquirieron plenos
derechos de herencia. Pero también existía una gran masa de trabajadores sin
tierra. Austria fue agitada por una violenta rebelión campesina desde 1594 a 1597,
provocada por las gravosas cargas impuestas a raíz de la guerra contra los turcos.
8.2.1.6
División religiosa. Los luteranos gozarían de igual derecho que los
católicos; es decir, de libertad de conciencia y de culto. Las cuestiones territoriales
estuvieron sujetas a este estatuto religioso. Los luteranos conservaban los bienes
eclesiásticos de que se apoderaron antes de la transacción de Nassau y se suprimió
la jurisdicción de los arzobispos y obispos conservaban en territorios protestantes.
Dos cláusulas suplementarias resultarían fuentes de conflictos en el futuro: una, la
de “reserva eclesiástica”, establecía que los obispos o abades que abandonaran el
catolicismo renunciarían a los bienes sobre los que ejercían jurisdicción. Por una
concesión especial, llamada “Declaratio Ferdinandea”, las Ordenes podían adherirse a
la Reforma, pero esta concesión no fue registrada en las actas de Augsburgo, estos
últimos sin ser obligados a emigrar. Las dos partes protestarían contra estas
restricciones, garantizadas por la Cámara Imperial, en la que se hallaban infiltrados
protestantes.
El calvinismo apareció, introducido en 1562 por Federico III como religión
oficial del Palatinado y en años sucesivos fue adoptado por varios príncipes de menor
importancia.
Heidelberg se convirtió en refugio y fortaleza del calvinismo en
Alemania.
En las dietas de 1556, 1559 y 1576, el príncipe palatino Federico III pidió la
abolición del “Reservatum Ecclesiasticum”, pero fracasó, aunque en la práctica fuera
recusado con frecuencia: en el último tercio del XVI, todos los obispos al este del río
Weser pertenecían a la Reforma. Los protestantes no tuvieron tampoco éxito en
Estrasburgo, cuando, en 1592, por un grupo protestante fue elegido un obispo de su
tendencia; Carlos de Lorena, obispo de Metz, patrocinado por los católicos, se
impuso en 1604.
8.2.1.7
La obra de reconquista católica a finales del XVI. Entre 1576 y 1590,
apoyada por el emperador Rodolfo II y, sobre todo, por los duques de Baviera, la
Iglesia católica emprendió firme avance y los protestantes se vieron obligados a
mantenerse a la defensiva. Hacia 1571 el protestantismo había sido eliminado de
Baviera. La Contrarreforma se aplicó con singular rigor a los territorios de los
Habsburgo, en los que amplios sectores de la nobleza, ciudades y pueblos, habían
aceptado el luteranismo. El gran artífice del resurgimiento católico en Austria fue
Melchor Khlesl.
Sólo la nobleza conserva el derecho de libertad de culto. En cuanto a otros
territorios, en 1570, desechando la “Declaratio Ferdinandea”, por considerarla
carente de validez, el arzobispo de Maguncia y el abad de Fulda iniciaron la
eliminación del protestantismo; en 1581, la ciudad de Aquisgrán, llena de refugiados
330
de los Países Bajos, se manifestó protestante, pero en 1593 el Tribunal Aulico recusó
el derecho de implantar allí la Confesión de Augsburgo, y, ante la negativa de la
ciudad a aceptar esta sentencia, en 1598 se impuso, por la fuerza, la hegemonía
católica; en esta década de los noventa el protestantismo fue barrido de las
posesiones del príncipe-obispo
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