Prisión preventiva. Del dicho al hecho hay un buen trecho

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ITA IUS ESTO
PRISIÓN PREVENTIVA. DEL DICHO AL HECHO, TODAVÍA HAY BUEN TRECHO
Juan Carlos Checkley Soria
Resumen: En el presente artículo el autor realiza un estudio hermenéutico desde su posición de juez- de los requisitos contemplados en el artículo 268
del Código Procesal Penal para la aplicación de la prisión preventiva.
Estudia tanto los presupuestos materiales como procesales, haciendo
referencias a lo señalado por el Tribunal Constitucional sobre el tema.
Palabras clave: Prisión preventiva, artículo 268 Código Procesal Penal,
elementos de convicción, peligro procesal (fuga y obstaculización),
prognosis de pena.
SUMARIO: Introducción. I. El modelo actual. A. Presupuestos
materiales. 1. Fundados y graves elementos de convicción. 2. Pena superior
a cuatro años de pena privativa de la libertad. 3. Peligro procesal. a)
Peligro de fuga. b) Peligro de obstaculización. II. Conclusiones y
cuestionamientos.
Introducción
A partir del primero de abril del presente año, en el distrito Judicial de Piura, siguiendo
con la aplicación progresiva se implementó el nuevo Código Procesal Penal, en adelante
NCPP.
En cuanto a la prisión preventiva, a diferencia de lo que hasta el 31 de marzo del 2009
se hacía, dos de los cambios en mi opinión más resaltantes son: el primero, el que las
medidas de coerción procesal, entre ellas la prisión preventiva como la más intensa y
extrema, se imponen por el Juez solamente a solicitud del Fiscal, salvo las medidas de
embargo y ministración de posesión que las puede solicitar el actor civil; y el segundo,
que para determinar la prisión preventiva se requiere necesariamente de audiencia. Ello
significa un giro de 180 grados en la forma como se resolvía la prisión preventiva (antes
denominado mandato de detención) cuando bastaba la denuncia fiscal y el Juez la
imponía cual si fuera un trámite rutinario y burocrático, en su escritorio. Todo ello a
pesar que en esencia los presupuestos materiales para dictarla son los mismos. Esto
significaba no siempre, pero generalmente, que la evaluación de estos presupuestos
Presidente de la Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Piura.
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materiales (suficiencia de elementos probatorios, prognosis de pena mayor de un año y
peligro procesal) que los jueces debían hacer, efectivamente lo hacían pero en un acto
rutinario y meramente documental.
De ahí que un cambio sustancial, desde el primero de abril del actual, es que los jueces
de Piura no resuelven más la prisión preventiva por propia iniciativa (motu proprio) ni
en el recóndito de su oficina. Esto es fundamental, ya que más allá de una simple
modificación de funciones o roles y formas, implica un cambio de paradigma en la
regulación de la prisión preventiva. Primero, porque principios constitucionales a los
que entendemos perfectamente de forma teórica y siempre recurrimos nos cuesta
evidenciarlos en casos y situaciones concretas y ponerlos en práctica. Ello, en mi
opinión, por la fragilidad de nuestra instituciones y a la poca práctica de ejercicio de
derechos y obligaciones que tenemos como ciudadanos, y segundo porque el programa
constitucional de garantías ciudadanas y de principios que sustentan un nuevo modelo
procesal penal como paradigma de juzgamiento que es el modelo acusatorio, se hace
patente en el desarrollo de los sostenidos en la Constitución, esto es, el de presunción de
inocencia y de un modo más instrumental el que la privación de la libertad al inicio de
un proceso constituye una medida cautelar y no una pena. En consecuencia su
imposición requiere más que el ser una simple decisión rutinaria y burocrática
I.
El modelo actual
El NCPP establece en el artículo 268° cuáles son los presupuestos que debe el Juez
tener en cuenta para decidir una prisión preventiva. Ello si atendiendo a los primeros
recaudos es posible determinar la existencia de: a) fundados y graves elementos de
convicción para estimar razonablemente la comisión de un delito que vincule al
imputado como autor o partícipe del mismo, b) la pena a imponerse sea superior a 4
años de pena privativa de libertad, y c) si en razón a sus antecedentes y otras
circunstancias del caso concreto, es posible colegir razonablemente que tratará de eludir
la acción de la justicia (peligro de fuga) u obstaculizar la averiguación de la verdad
(peligro de obstaculización).
Debo anotar que a diferencia de la legislación anterior, este nuevo Código Procesal
Penal delinea criterios y estándares que proveen a los jueces, fiscales y abogados
evaluar y calificar el peligro de fuga y el peligro de obstaculización. Asimismo, a
diferencia de la anterior legislación que establecía un año, la pena probable o prognosis
de pena es mayor a cuatro años. En ambos casos, ello debe ser fundamentado por el
Fiscal requirente, quedando la calificación en manos del Juez.
Como era de esperarse, desde el primero de abril de este año, en Piura las primeras
audiencias de los Juzgados de Investigación Preparatoria y de la Sala Penal de
Apelaciones se centralizaron en prisión preventiva. Si bien es cierto existe un marco
normativo respecto de los presupuestos procesales y su operatividad en general, también
es verdad que los Tribunales y Juzgados así como el Tribunal Constitucional han
desarrollado una intensa y copiosa jurisprudencia a la cual se puede recurrir. Debo
recordar que los jueces resolvemos casos concretos, situaciones específicas, cada una
diferente a la otra, y si bien es factible que puedan ser parecidos, son simplemente eso
parecidos pero nunca iguales, y en ese sentido es oportuno referirme a estos
presupuestos.
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A.
Presupuestos materiales
1.
Fundados y graves elementos de convicción
Este es el primer presupuesto que debe evaluarse si se presenta al momento de requerir,
contradecir o decidir una prisión preventiva. Está relacionado, en primer lugar, con la
imputación que se pretende hacer. Ello significa que debe quedarle meridianamente
claro a cualquiera cuál es el hecho que se le atribuye realizar y constituye delito, como
señala Mir Puig1, imputación es adscripción a un sujeto, no descripción. Para ello, se
impone el estándar de fundados y graves elementos de convicción que para unos
prácticamente apunta hacia la suficiencia probatoria. Sin embargo, si hablamos de
convicción nos referimos a convencimiento, seguridad, en ese aspecto en concreto
compartimos lo señalado por el profesor Arsenio Oré entendiendo ello como “aquellas
evidencias y/o indicios obtenidos en base a la valoración del material inicial aportado
por el Fiscal. Se entiende que al no exigirse la concurrencia de pruebas, se requiere tan
solo la probabilidad y no la certeza de la comisión de un delito y de la vinculación del
imputado como autor o partícipe” y concluye que exigir un nivel de certeza (y en ese
sentido el término convicción queda cuestionado) acerca de los hechos imputados y la
vinculación del imputado en esta etapa inicial del proceso, convertiría a la prisión
preventiva en un adelanto de los efectos de la sentencia.
Concluir pues la existencia de este primer presupuesto material es fundamental debido a
que si no se presenta en ese nivel de convicción ya referido, no tiene sentido evaluar los
otros dos presupuestos. Claro está que todo dependerá del caso concreto, y así no resulta
simple.
Los argumentos para requerirla por parte de la Fiscalía deben ser motivados razonable y
proporcionalmente. Más aun hoy cuando esta información la proporciona el Fiscal a los
Jueces en la audiencia pública y oral, donde resulta de primordial importancia la
participación de la Defensa que resulta ser el único medio de control y contradicción de
los argumentos del Fiscal. Como señala en reiterada jurisprudencia el Tribunal
Constitucional debe existir una suficiente justificación descrita de manera objetiva. Los
Jueces para adoptar la decisión lo hacemos con la información proporcionada por las
partes (Fiscal y Defensa). No es posible a los Jueces fundamentar su decisión con
información que no fuera proporcionada en la audiencia. En la práctica judicial, los
Jueces deben reforzar la argumentación para la decisión.
Un caso concreto (aunque no vinculado con el Nuevo Código Procesal Penal) que
resulta válido tener en cuenta es la STC N° 5490-2007-HC/TC. Lima. Elvito Alimides
Rodríguez Domínguez, donde aún cuando se hace referencia a “existencia de suficientes
elementos probatorios”, debe señalarse objetivamente en qué consisten. Así al
imponerse el mandato de detención (equivalente hoy a la prisión preventiva) el Juez
señaló:
DE LA MEDIDA COERCITIVA[DÉCIMO] Que, en lo atinente a la
medida coercitiva, respecto de la cual ha de girar el proceso, es de
puntualizarse que en el caso presente, convergen con plenitud
1
Santiago Mir Puig. Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología. RECPC 05-05 (2003).
Significado y alcance de la imputación objetiva en derecho penal, pág. 19
http://criminet.ugr.es/recpc/05/recpc05-05.pdf
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inimpugnable los tres elementos señalados por el artículo ciento treinta y
cinco del Código de Procedimientos Penales. En efecto conforme fluye
frondosamente de autos, la existencia de suficientes elementos probatorios
de la comisión de los delitos vinculados a los imputados como partícipes del
mismo resulta insoterrable, con lo que procesalmente está cubierto este
primer inciso del numeral del Código Procesal penal antes anotado;
Desde una perspectiva de argumentación razonable, que es el estándar exigido por el
Tribunal Constitucional, me permito hacer los siguientes comentarios al texto antes
indicado:
a) convergen con plenitud inimpugnable: de inicio este razonamiento concluyente
le cierra al imputado, cual estandarte de un sistema inquisitivo medieval, la
posibilidad de recurrir ante una medida tan gravosa como lo es una medida
coercitiva como la prisión preventiva (o detención). Más aun califica su
argumento de absoluto e irrebatible.
b) frondosamente: permite asumir la existencia de numerosos, variados y copiosos
elementos probatorios, pero no señala objetivamente ninguno.
c) existencia de suficientes elementos probatorios: no señala cuáles son, como se
identifican objetivamente, como se relacionan con el imputado, etc.
Podemos colegir, en el caso concreto antes citado, que la motivación realizada, la
misma que el Tribunal Constitucional señala también no necesariamente debe ser
extensa, no alcanza el estándar para ser objetiva, razonable y proporcional, congruente
entre lo pedido y lo resuelto, y como señala el propio Tribunal exprese por si misma una
justificación suficiente de la decisión adoptada2.
2.
Pena superior a cuatro años de pena privativa de la libertad
Este es el segundo presupuesto material que se debe cumplir y en mi opinión uno que
aparentemente resulta fácil de considerar, no lo es así. Es el acto jurisdiccional por el
cual el Juez determina las consecuencias jurídicas de un delito según la clase, gravedad
y forma de ejecución del mismo y es uno de los temas más complicados a los que se
enfrenta cualquier Juez. Más aún cuando actúe con profesionalismo y responsabilidad
en el ejercicio de su cargo, pues lo que debe hacer es individualizar y concretar la pena.
En síntesis, la prognosis de pena es el criterio por el cual se prevé -a futuro- una posible
condena al imputado.
Hay mucha doctrina escrita sobre el particular, pero lo dificultoso es remitirse a ella
para su aplicación práctica. Para comenzar, las penas vienen establecidas desde la
voluntad del legislador (desde una orientación política) en el cual confluyen modelos o
paradigmas y teorías, la mayor de las veces sin sustento empírico o información
estadística seria, actual y oportuna que permita establecer, cuál es la lógica para
establecer estos mínimos y estos máximos. En este marco, si para los jueces ya resulta
un tema bastante complicado al momento de sentenciar definir una pena concreta,
podemos imaginar cuan complicado resulta establecer una prognosis de pena para el
Fiscal en una etapa inicial como la que se vincula con la prisión preventiva. Esto es, al
inicio del proceso requerimos al Fiscal calcule (pronostique) la pena probable, teniendo
2
STC 02763-2006-HC. Lima (FJ 5).
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en cuenta todos los aspectos que involucra ello (pena conminada, atenuantes,
agravantes, etc.).
Así, en la práctica, en la mayoría de los casos se hará alusión a los máximos y a los
mínimos, y se cuenta con mayor información a posibilidades de atenuación (por
responsabilidad restrictiva, etc.).
3.
Peligro procesal
Si en razón a sus antecedentes y otras circunstancias del caso concreto, es posible
colegir razonablemente que tratará de eludir la acción de la justicia (peligro de fuga) u
obstaculizar la averiguación de la verdad (peligro de obstaculización). Se le denomina
peligro procesal y es, atendiendo al objetivo fundamental de la prisión preventiva, el
presupuesto clave a considerar y por ello, el más controvertido argumentar.
El Tribunal Constitucional en reiterada jurisprudencia sostiene que este es el principal
elemento que los jueces deben considerar para el dictado de la medida (y en
consecuencia los fiscales para requerirlo). En mi opinión, ello perfectamente calza con
el objetivo de la prisión preventiva (que el imputado se presente al juicio), pero así
como los tres presupuestos deben ser concurrentes (lo dispone el artículo 268° del CPP)
su evaluación no es aislada. Evidentemente no a todos se les puede conceder la misma
ponderación. Como ya señalamos, el primer presupuesto es el que orienta a los demás.
Su inexistencia en el nivel de fundados y graves elementos de convicción que requiere
una prisión preventiva impide que se revise los otros dos.
Aquí los derechos que se ponderan son la libertad locomotora del imputado para que la
ejerza libre y plenamente con el interés general de la sociedad para reprimir conductas
que la propia sociedad (a través de su Código normativo) las considera como desvalor o
jurídicamente reprochables. Por ello el presupuesto se refiere específicamente a eludir la
acción de la justicia (peligro de fuga) u obstaculizar la averiguación de la verdad
(peligro de obstaculización). En este último aspecto el peligro concreto es el de
perturbar la actuación probatoria, pues recordemos que el modelo acusatorio propone la
búsqueda de una verdad procesal (ya no la verdad histórica).
El Tribunal Constitucional en la Sentencia del caso Rodríguez Domínguez (ya antes
citado) señaló que “tales fines deben ser evaluados en conexión con distintos elementos
que antes y durante el desarrollo del proceso puedan presentarse y, en forma
significativa, con los valores morales del procesado, su ocupación, bienes que posee,
vínculos familiares y otros que, razonablemente, le impidan ocultarse o salir del país o
sustraerse a una posible sentencia prolongada”. El nuevo Código Procesal Penal,
teniendo en consideración precisamente la importancia de este presupuesto material y su
peso para definir la prisión preventiva, en concurrencia con los otros dos presupuestos,
acota cuáles son los aspectos a considerar.
a)
Peligro de fuga
i) Debe tenerse en cuenta el arraigo en el país del imputado, determinado por el
domicilio, residencia habitual, asiento de la familia y de sus negocios o trabajo y las
facilidades para abandonar definitivamente el país o permanecer oculto. Todos estos
hechos deben ser evaluados en conjunto. El arraigo, cuando nos referimos a materia
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procesal penal, en el caso específico de nuestra legislación tiene como finalidad
presuponer que por lazos permanentes, estables y que impliquen responsabilidades, el
imputado no se sustraerá de la acción de la justicia. Se busca por este medio una manera
eficaz de asegurar su presencia en el proceso.
Varios son los temas que debe resaltarse. El primero el del domicilio, entendido éste
como residencia habitual, el lugar donde radica la persona y mantiene sus relaciones
familiares. En una lógica de sociedad donde los ciudadanos reconocen y cumplen sus
derechos y obligaciones, donde cada persona cuenta con su documento de identidad
(porque el Estado cumple con su rol de entregarlo gratuitamente sin plazo de caducidad
alguno) lo común y normal es que nuestro domicilio (entendido como arraigo) sea el
que figura en dicho documento. Sin embargo, ello no siempre es así. Primero, según
Ciudadanos al Día3 más de medio millón de peruanos no cuentan con DNI, de los cuales
57% son mujeres y Piura sigue a Lima con el más alto número de indocumentados. Es
verdad que obligación personal y ciudadana es contar con el documento de identidad, no
tenerlo implica en alto grado de objetividad que ello se considere como peligro de fuga,
dependiendo claro del caso concreto. Sin embargo, respecto del domicilio que figura en
el DNI, ello es más relativo, puesto que múltiples circunstancias abonan para que los
cambios de domicilio no se vean reflejados en dicho documento (barreras burocráticas
innecesarias, costos, pérdida de tiempo, etc.), en consecuencia señalar que el que no
figure el domicilio actual en el DNI como elemento para considerar el peligro de fuga, y
ello aisladamente, resultaría sino arbitrario fuera del sentido común.
Todo lo contrario sucedería si, por ejemplo estuviéramos en Costa Rica donde el
Código Procesal Penal (Ley N° 7594) en su artículo 240° cuando se refiere al peligro de
fuga agrega que la falsedad, la falta de información o de actualización del domicilio del
imputado constituirá presunción de fuga. Con esta regulación prácticamente más del
50% de los casos, sino más constituirían presunción de fuga en Piura.
El otro tema que en la práctica que debe evaluarse cuidadosamente es el del arraigo
laboral. ¿Cómo entendemos este arraigo en la práctica? ¿Resulta válido señalar que
solamente se tiene arraigo cuando se cuenta con un trabajo dependiente, permanente e
incluido en planilla? ¿Ello significa que un trabajador eventual, o más aun uno
independiente no lo tiene? El marco de posibilidades es ilimitado. De ahí que la
evaluación que debe hacer el Juez (y también el Fiscal para requerir la prisión
preventiva) se da caso por caso, e imputado por imputado. Deberá tenerse en cuenta sus
antecedentes laborales, su formación técnica o de oficio, la verificación que pueda hacer
la Fiscalía o la Defensa de la actividad laboral. El sentido de este arraigo es que el
imputado tenga responsabilidades laborales que cumplir para ganarse el sustento diario
y el de su familia. De ahí que, en una sociedad donde el empleo es un bien escaso, hay
altos niveles de informalidad y eventualidad, no siempre el argumento que no se tiene
trabajo fijo es uno absolutamente válido. Por el contrario, por ejemplo si para cometer
los delitos se utiliza un vehículo, una moto o una mototaxi, resultaría contraproducente
afirmar que su ocupación para ganarse la vida es conductor de moto, mototaxi o taxista.
Siguiendo la línea ya citada de comentar la STC relacionada con el caso Rodríguez
Domínguez, en la misma en cuanto al peligro procesal al imponerse la medida de
coerción se señaló:
3
http://www.ciudadanosaldia.org/press/0509/NP_Bolet%C3%ADn%20Indocumentados_Nacional_04May_09.pdf
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“… es de colegirse que existen suficientes elementos probatorios para
colegir que los imputados intentan eludir la acción de la justicia,
perturbando la acción probatoria alternativamente, encapsulando su
conducta en el peligro procesal, que la ley prevee…”
De lo anterior se concluye que no se dice absolutamente nada de cuáles son los
elementos objetivos que implican la inexistencia de arraigo. Más aún, en este caso
concreto el Tribunal Constitucional concluyó que las razones (justificaciones
argumentativas) del Juez penal para imponer una privación de la libertad (temporal
como lo es la prisión preventiva o lo era la detención preventiva judicial) se sustentó en
aspectos totalmente ajenos a una razón circunstancial respecto a la existencia del peligro
de fuga (en la vía de inexistencia de arraigo), añadiendo que por el contrario debió
considerar elementos significativos como sus valores como hombre de derecho, su
producción intelectual, su ocupación profesional en el campo del derecho (el imputado
es un notario de la ciudad de Lima), su manifiesto arraigo familiar y otros que,
razonablemente, permitirían descartar la más mínima intención de ocultarse o salir del
país.
El asiento de familia es un elemento que también debe considerarse para este efecto, y
también dependerá del caso concreto. En una sociedad como la nuestra cuyo parámetro
de vinculación familiar y de solidaridad (por temas económicos, familiares, etc.) donde
los hijos vivan con los padres, inclusive los abuelos, es un factor que debe evaluarse.
ii) La gravedad de la pena que se espera como resultado del procedimiento. Este es un
elemento que se incorpora con el nuevo Código Procesal Penal. Su explicación puede
darse por el temor natural de cualquier persona que sometida a un proceso penal, en la
posibilidad que la pena sea grave, vea la evasión como una alternativa. Por ejemplo ni
en Costa Rica ni en Bolivia se considera este elemento para determinar peligro de fuga,
mientras que en Chile sí, pero ello porque no tienen como presupuesto material
prognosis de pena. En mi opinión, si bien es una opción legislativa, si este elemento se
encuentra ya comprendido en la prognosis de pena (será necesariamente superior a 4
años), el hecho de su gravedad implica primero determinar cuál es el estándar de la
gravedad, y deja un amplio margen de criterio para el Juez. En este sentido acorde con
el estándar que señala el Tribunal Constitucional para efectos del plazo razonable de la
detención, hay un criterio que resultaría válido incorporar en este acápite, esto es, que el
delito imputado conlleve un grave peligro para la soberanía nacional, la estabilidad del
sistema democrático, la seguridad ciudadana y la sociedad en general (en el caso
concreto de referencia del TC se trataba de un delito de Tráfico Ilícito de drogas por
hechos relativos a una red internacional de tráfico ilícito de drogas) 4.
iii) La importancia del daño resarcible y la actitud que el imputado adopta,
voluntariamente, frente a él. Este es un elemento que está vinculado con el
reconocimiento de la responsabilidad. Por ejemplo si fuera un delito de lesiones o
contra el patrimonio, si asume los gastos de la víctima, devuelve lo sustraído o lo
repone, es un buen indicio de la actitud que adopta el imputado frente al daño que
ocasionó. También puede ser un elemento a considerar, la magnitud del daño cuando se
trate de numerosas víctimas, daños graves personales o patrimoniales, la magnitud de la
puesta en peligro, etc.
4
STC 07624-2005-HC. Lima Caso Buitrón Rodríguez.
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iv) El comportamiento del imputado durante el procedimiento o en otro procedimiento
anterior, en la medida que indique su voluntad de someterse a la persecución penal. Ello
está vinculado con los antecedentes del imputado, existencia de otros procesos
(concluidos o en trámite) y en los que por ejemplo si se encuentra sujeto a reglas de
conducta, las viene cumpliendo o no.
b)
Peligro de obstaculización
i) Se debe tener en cuenta el riesgo razonable. Destruirá, modificará, ocultará, suprimirá
o falsificará elementos de prueba. Ello tiene relación con el objetivo mismo del proceso
penal, esto es, que mediante actuación de la prueba en un juicio oral, público y
contradictorio se llegue a la responsabilidad o no del imputado. En consecuencia, aquí
debe evaluarse si existe riesgo razonable que la prueba se vea perturbada por cualquiera
de las circunstancias ya citadas. Ello obliga a que el argumento se concrete, sea objetivo
y valorado.
Por ejemplo deberá considerarse, a fin medir el riesgo razonable, aspectos relacionados
con la conservación de las pruebas y/o indicios materiales, evitar acuerdos fraudulentos
entre el imputado y otros partícipes del hecho ilícito e inclusive la protección del propio
imputado. Todo ello orientado a garantizar que la prueba se encuentre a disposición en
el juicio oral.
ii) Influirá para que coimputados, testigos o peritos informen falsamente o se comporten
de manera desleal o reticente. Con lo ya señalado sobre el riesgo razonable, aquí deberá
evitarse la presión sobre testigos, víctimas o peritos. Para ello resulta importante
considerar el papel del imputado en relación con los testigos (riesgo razonable que
efectivamente pueda tener alguna influencia sobre ellos). Ello dependerá del tipo de
delito, existencia relaciones entre imputado y víctimas, etc. Todo ello orientado a la
finalidad del juicio oral.
iii) Inducirá a otros a realizar tales comportamientos. Posibilidades del imputado para
influir a través de terceros, y éstos influyan en testigos o peritos. No basta con señalarlo,
pues debe identificarse en qué consiste este riesgo razonable.
En Bolivia y Chile se sigue para este efecto prácticamente el mismo texto de nuestro
Código Procesal Penal.
De lo ya señalado podemos concluir que el estándar para requerir una prisión preventiva
y para otorgarla es mayor en el actual Código Procesal Penal, porque se debe hacer un
análisis concreto para concluir que existe por ejemplo un peligro real de
obstaculización, de alteración de prueba, de intimidación de testigos y otros. La
argumentación es mayor. De ahí que el simple argumento en el sentido que falta
concluir la investigación, hay pruebas pendientes de realizar o el no localizarse a otros
partícipes o testigos, no pueden ser hechos de forma general, sin especificar en qué
consiste el riesgo razonable y la circunstancia.
Finalmente, respecto del peligro procesal, en concordancia con la abundante
jurisprudencia que sobre el particular expidió el Tribunal Constitucional, la inexistencia
de indicios razonables en torno al peligro de fuga o de obstaculización de la justicia por
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parte del imputado termina convirtiendo dicha medida coercitiva, que es excepcional y
transitoria, en arbitraria, por no encontrarse razonablemente justificada.
II.
Conclusiones y cuestionamientos
1)
El modelo de prisión preventiva propiciado por el nuevo Código Procesal Penal
difiere del modelo formal y burocrático del Código de Procedimientos Penales y
reformas posteriores.
2)
El objetivo de la prisión preventiva es asegurar la realización de un juicio oral.
Es en ese sentido una excepción y no la regla general.
3)
¿Se cumplen la razonabilidad y proporcionalidad para dictar una prisión
preventiva como exige el Tribunal Constitucional como estándar, desde una
perspectiva de necesidad de motivación formal o hay el convencimiento de los
operadores que no se trata de una pena ni sanción penal, cuando definen la
prognosis de pena?
4)
¿Hay una efectiva ponderación de intereses, tanto desde la perspectiva del
requerimiento como de la expedición de la prisión preventiva, entre el derecho a
la libertad y la garantía de un proceso eficiente para garantizar a la sociedad su
derecho a convivir en paz?
5)
¿Las decisiones de los jueces de Piura, expedidas hoy en audiencias públicas,
orales y contradictorias, reúnen los estándares mínimos de motivación razonable,
suficiente y congruente al expedirse una prisión preventiva?
6)
Nuevos conceptos como riesgo razonable, probabilidad, actitudes y
comportamientos del imputado, generalmente relacionados con aspectos
subjetivos, obligan a jueces y fiscales a construir argumentos a los que no estaba
habituado y que además deben ser consistentes, objetivos, congruentes y
proporcionados.
7)
Debe construirse indicadores que permitan evaluar y medir el comportamiento
de la prisión preventiva con los nuevos estándares del Código Procesal Penal.
Estos indicadores deben estar orientados básicamente a la congruencia de los
presupuestos materiales relacionados con los fundados y graves elementos de
convicción y peligro procesal.
8)
Cambiar la cultura inquisitiva tiene como etapa inicial un nuevo esquema de
prisión preventiva. Del dicho al hecho: la libertad como regla, la prisión como
excepción, tenemos aun un buen trecho.
9)
Una sociedad altamente sensibilizada a favorecer la prisión preventiva y el
incremento de la respuesta penal debido al incremento de la delincuencia, obliga
a las autoridades y también a la población a buscar respuestas de orden práctico
y posible que conjuguen con lo antes dicho, así, ¿es posible privilegiar la libertad
personal?
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