1 XIV JORNADAS DE COYUNTURA ECONÓMICA REGIONAL Y NACIONAL Presentación del Informe de Coyuntura Uruguay 2011 - 2012 Perspectivas económicas para el cierre de 2012 Martes 29 y miércoles 30 de mayo de 2012 Facultad de Ciencias Económicas y de Administración Aula Magna “Cr. Israel Wonsever” ____________ Estrategia del país ante el proteccionismo de la región y la crisis internacional Exposición del Ministro de Economía y Finanzas Fernando Lorenzo Agradezco a la Facultad por sostener y apostar al desarrollo de las Jornadas de Coyuntura. Esta casa, y la Universidad de la República, organizan jornadas que son un ámbito de análisis, de debate y de encuentro desde la perspectiva que la Universidad suele practicar, que es la del compromiso con los problemas del país. Vaya entonces, y en tanto asiduo visitante y participante, el saludo a la facultad y al Instituto de Economía por la organización de las Jornadas. Creo necesario establecer algunas premisas iniciales en relación al contenido específico de la temática y el título sugeridos. Adelanto que no me voy a ajustar estrictamente a la propuesta recibida. El título apela a problemas coyunturales y a amenazas proteccionistas que afectan a nuestro país y que provienen tanto de la región como de la crítica situación internacional. Invita a poner el ojo en los temas de actualidad, lo que es propio del abordaje de las Jornadas. El problema es que para responder en clave de estrategia, para responder acerca de la forma cómo el gobierno, las políticas públicas y el conjunto de la economía definen los lineamientos de su desarrollo, para responder a todo ello, previamente es relevante hacer precisiones estratégicas que van más allá de la coyuntura. Es imposible responder si no se aclaran algunos aspectos que son mucho más de fondo en términos de la estrategia de desarrollo del país. La forma cómo los acontecimientos externos impactan depende, en buena medida, de la modalidad de inserción internacional de nuestra economía. 2 Es imposible diseñar la estrategia de respuesta ante situaciones coyunturales si se carece de una visión de largo plazo. Por tanto, es absolutamente indispensable dedicar unos minutos para precisar los ejes fundamentales de la política de inserción económica internacional. De lo contrario estaríamos enfrentando los riesgos y las amenazas proteccionistas como si se tratara de responder a un problema coyuntural con un tratamiento específico circunstancial, como si la forma de resolución de esta clase de problemas no habría de tener ningún efecto en términos de la estrategia a mediano y largo plazo del país. Para entender las políticas públicas que se despliegan es fundamental tener en cuenta las características de la inserción internacional tanto en lo productivo como en lo financiero. En primer lugar, Uruguay tiene una economía crecientemente abierta e internacionalizada. En las últimas décadas, y muy especialmente en la última, la economía asistió a un proceso de apertura e internacionalización cuya amplitud y profundidad no se puede medir con los indicadores sintéticos habitualmente usados. La trayectoria de un indicador de apertura convencional, como el que mide el valor del comercio en relación a algún indicador general de nivel de actividad, ha crecido en estos últimos años. Pero ello no refleja, ni por su magnitud ni por su trayectoria, el conjunto de transformaciones relevantes en el funcionamiento de la economía que se han producido, y se continúan produciendo, como consecuencia del intenso y profundo proceso de internacionalización en curso. Actualmente, la economía tiene más sectores, más actividad económica y más transacciones en bienes y en servicios relacionadas con el exterior que nunca. No me refiero a la ampliación de la oferta de aquellos productos que siempre exportamos o a la ampliación de la capacidad de compra de los bienes que habitualmente hemos importado. No, asistimos a la profunda transformación de un conjunto de sectores que, anteriormente, no estaban afectados por las reglas de inserción internacional. Son varios y distintos los sectores de bienes y servicios que en el pasado no estaban expuestos a las reglas competitivas que derivan de los procesos de apertura. Un proceso de apertura y liberalización significa, sin duda, un cambio de escenario en la toma de decisiones económicas. El proceso al que asistimos en los últimos años, además de ser vigoroso en términos cuantitativos en relación al comercio —es decir respecto de la versión más concreta del proceso de internacionalización—, ha llevado a que cada vez más sectores, de aquellos que tradicionalmente estaban a resguardo de la competencia, 3 sean productores de bienes o, fundamentalmente, de servicios, empiecen a tener definidas sus condiciones competitivas y su capacidad de crecer en función del escenario regional o internacional. Se trata de una transformación muy relevante porque asimila los problemas competitivos del agro y de la industria, los tradicionales sectores comercializables, a un conjunto de sectores que antes estaban resguardados. Lo cual, por supuesto, tienen implicaciones para el diseño de las políticas públicas. Por tanto, subrayo un primer elemento importante: el proceso de internacionalización ha sido intenso y ha transformado radicalmente el conjunto de las transacciones económicas y financieras. Me voy a referir a un segundo elemento. Uruguay ha extendido considerablemente, diría que muy considerablemente, la proporción de exportaciones en un conjunto relevante de sectores productivos. En particular, hemos asistido a un crecimiento de los rubros más tradicionales de la oferta exportable de un orden de magnitud, en valores y en volúmenes, sin precedentes, al menos desde que se llevan estadísticas económicas. El conjunto de sectores que utilizan intensivamente los recursos naturales, aquello que podríamos llamar “actividades agropecuarias” en sentido amplio, ya eran sectores expuestos a la competencia internacional, pero la importancia que tienen actualmente los mercados externos para la inmensa mayoría de esos sectores contrasta abiertamente con lo que sucedía unas décadas atrás. Sectores que se habían agregado a la oferta exportable en las últimas décadas, que habían cambiado la anatomía de la estructura productiva y su vínculo con el exterior, fundamentalmente en la actividad industrial, sufrieron muy importantes transformaciones en los últimos años El proceso de ajuste productivo, exigido básicamente por las nuevas condiciones competitivas a nivel regional e internacional, es el resultado de dos hechos mayores en relación a la inserción internacional. Me refiero tanto al proceso de apertura y liberalización general de la economía como al proceso de avance hacia el Mercosur, con la consiguiente intensa derogación arancelaria. Hicimos un brusco e importante ajuste productivo que abarcó una parte significativa de la anatomía y la cultura industrial. En el marco del proceso de apertura y de la construcción del Mercosur una enorme cantidad de ocupados en el sector industrial y de empresas que trabajaban en el sector industrial fueron afectados. Se extinguió una buena cantidad de puestos de trabajo y se comprometió de manera significativa el nivel de producción de un importante conjunto de sectores industriales. 4 Junto con este cambio, relevante en relación a las condiciones de inserción internacional de nuestros sectores agroexportadores e industriales, Uruguay fue dando pasos muy significativos en materia de la consolidación de posiciones ofensivas en un muy amplio conjunto de sectores de servicios. Sectores tradicionales de servicios, que siempre han tenido un papel en nuestro país, como los vinculados al turismo o a la logística, se expandieron y, además, surge un abanico de sectores de servicios que comienzan a tener una proporción muy importante de sus negocios con clientes localizados fuera del país, ya sea en la región o el mundo, lo que constituye una transformación absolutamente relevante. El país ya tiene mucho más que un conjunto de anécdotas que mencionar cuando habla del desarrollo de la industria del software, de la industria de los servicios personales, de los servicios profesionales y de otro conjunto de actividades conexas. Entonces, por un lado surgen nuevos sectores y por el otro cambian considerablemente las condiciones en que operan sectores tradicionalmente no expuestos a la competencia. En este contexto de internacionalización creciente del sector productor de bienes y del sector productor de servicios ocurren algunas peculiaridades que importa tener en cuenta para razonar en términos estratégicos. Tres cuartas partes de las exportaciones de bienes, medidas por número, valor, empresas o personal ocupado vinculado a la actividad de producción, están vinculadas a clientes, esencialmente, extrarregionales. El mercado dominante, el mercado esencialmente de referencia, es el planeta, o buena parte del planeta. Y ello convive con una cuarta parte de las exportaciones de bienes, que tiene a la región como referencia casi exclusiva. La estructura de exportaciones y la modalidad de inserción internacional son, entonces, la síntesis de los múltiples factores que actuaron sobre la estructura productiva. Factores que tienen que ver con el cambio de las condiciones de oferta y con el cambio de las condiciones ambientales de la colocación de los productos. Se trata de procesos que tienen que ver tanto con políticas públicas como con oportunidades que fueron surgiendo producto de la globalización, de los cambios institucionales en el Mercosur o de los procesos de liberalización internacionales. No se trata, en esta instancia, de identificar en particular los factores que influyeron en este proceso, pero lo cierto es que la actual estructura de la oferta exportable de bienes es dual y tiene esencialmente condiciones de inserción absolutamente diferenciadas para unas y otras partes. Simplificando en términos un poco exagerados, prácticamente no hay solapamiento de estructuras, productos y mercados entre estos dos grupos, son grupos con 5 condiciones competitivas y de exportación específicas y diferenciadas el uno del otro. Por tanto, si tenemos en cuenta el enorme esfuerzo de adaptación a las nuevas condiciones competitivas, si consideramos el doloroso esfuerzo realizado —porque implicó la extinción de actividades, empleos y de realidades económicas —, y si se tiene en cuenta la cantidad de procesos de transformación productiva, mejoras de productividad e inversión tecnológica que están detrás de los procesos de expansión y de consolidación de la oferta exportable, nos damos cuenta de que ninguna política, ninguna estrategia que se quiera llevar adelante para profundizar y mejorar la inserción externa puede pensarse haciendo que uno de los mundos se imponga sobre el otro. Es imposible. Si quisiéramos elegir entre una de estas dos realidades estaríamos penalizando procesos de ajuste muy importantes y realidades de esfuerzos productivos formidables que se han realizado en el seno de la economía en estos últimos años. Si prescindiéramos de la calidad de la inserción regional estaríamos perjudicando esencialmente a una parte muy relevante de la oferta exportable, que no necesariamente tiene experiencia ni condiciones para operar fuera de ella. Y si la dejáramos a la vera del camino y nos olvidáramos de profundizar la calidad del proceso de inserción regional estaríamos negando o poniendo en tela de juicio la validez de los esfuerzos que esas empresas, proyectos y trabajadores hicieron para tener condiciones competitivas. De igual forma, tenemos que considerar las tres cuartas partes de la oferta exportable de bienes que tienen clientes extrarregionales. Para una importantísima parte de la oferta exportable, en aquella que somos más competitivos y tenemos al mundo como referencia de mercado, el universo de nuestros bienes coincide con el núcleo proteccionista más importante de las políticas de los principales compradores. Si, por tanto, no tenemos en cuenta que el 75% de las exportaciones de bienes necesita que el país mejore la inserción extrarregional, si no entendemos la relevancia que tiene la mejora de las condiciones de acceso y la consolidación de un escenario de oportunidades crecientes y cada vez más favorables, estaríamos desconociendo desde el punto de vista estratégico los enormes esfuerzos ocurridos en las mejoras de productividad tecnológica, lo que creo es la revolución productiva más importante experimentada en la producción tradicional del país. Es una producción de rubros que son tradicionales pero que ha tenido, y tiene, transformaciones tecnológicas y productivas absolutamente formidables en los últimos años. 6 Esto nos obliga, desde el punto de vista estratégico, a afirmar que defender la inserción internacional del Uruguay significa ser proactivo en relación a las condiciones de acceso a mercados en las dos realidades presentadas, que son complementarias y de ninguna manera sustitutivas. No podemos prescindir de la calidad de la inserción regional y no podemos estar de brazos cruzados en términos de lo que es el acceso a terceros mercados, a los mercados que son receptores de los principales productos de exportación de base agropecuaria y agroindustrial. Entonces, cualquier abordaje dicotómico o dual, como es el que se suele plantear cuando se pone a competir una versión de inserción internacional que prioriza solo una de las partes frente a la otra, es decididamente una estrategia fallida, una estrategia que no puede de ninguna manera catalogarse como inspirada en el bienestar nacional. Defender el interés nacional, defender la calidad del esfuerzo que se realiza en materia productiva implica reconocer que ambos conjuntos de sectores, de empresas y de trabajadores hicieron enormes esfuerzos para obtener las posiciones competitivas que tienen actualmente. Si miramos desde el punto de vista de los servicios, tenemos una proporción cada vez mayor de la actividad vinculada a demandas provenientes del exterior. Lo que cambia radicalmente la noción que teníamos acerca de las llamadas estrategias de política industrial o de inserción industrial porque, desde el punto de vista competitivo, un conjunto muy importante de servicios se ha “industrializado”. Y pasan a aplicarse a muchos sectores de servicios las mismas reglas y los mismos problemas competitivos de desarrollo tecnológico y de condiciones de viabilidad y de mejora de productividad de los sectores industriales o, más en general, de los sectores comercializables. Existe entonces, desde el punto de vista estratégico, necesidad de integrar y extender a los servicios el conjunto de reglas, de apoyos, de promoción, de estímulo a la inversión y de mejora de la inserción internacional que se aplica para los bienes. Uruguay tiene una composición de sus exportaciones que marca que un tercio son servicios y dos tercios bienes pero, hace no mucho tiempo, la proporción de bienes era muchísimo más alta. Esa transformación productiva interpela y condiciona lo que en el pasado estaba recluido básicamente a las políticas de apoyo al sector agroexportador, agroindustrial o industrial, aquellos que tenían condiciones competitivas en el mundo. Hoy en día, el problema competitivo y el diseño de las políticas públicas de inserción internacional tienen necesariamente que incorporar como sectores relevantes a un conjunto de servicios. 7 Son tantos los sectores expuestos a la realidad competitiva que cada vez son más las políticas públicas –quizás todas, en una perspectiva un poco más amplia- que importan desde el punto de vista de la inserción internacional. Porque cuando una parte tan importante de la actividad económica está vinculada e internacionalizada, todas las políticas que afectan distintos ámbitos de la actividad productiva son pasibles de afectar la inserción internacional. Y dejo para un capítulo especial lo relativo a la transformación de los vínculos financieros de Uruguay con el resto del mundo experimentada en los últimos años. Hasta hace poco tiempo, la idea predominante era que nuestro vínculo con el ámbito financiero internacional estaba regido básicamente por un conjunto de reglas muy simples. Reglas que implicaban una enorme conectividad entre los mercados financieros locales y externos y, además, que suponían la confianza en que nuestro sistema financiero, por ejemplo el bancario, estaba en condiciones de jugar un rol relevante como plaza financiera internacional, y sometida a sus reglas. De aquella idea predominante hemos pasado a una realidad completamente diferente. Actualmente tenemos un sector financiero local escasamente internacionalizado y más pequeño que en el pasado, prácticamente la mitad con relación al PBI del que teníamos 12 años atrás. El sector financiero representa algo más de 20 puntos del PBI en su operativa, cuando llegó a representar más del 40%. Pero, además, el sector financiero no está concentrado en su estrategia de desarrollo en priorizar un escenario financiero en el cual la inserción internacional ayude a los procesos de ahorro e inversión externa en el país. Una importantísima cantidad de inversión extranjera directa ha llegado y sigue llegando al país y no usa el vehículo de nuestro sector financiero. Por tanto quedó claro que aquella plaza financiera no era la plataforma requerida y que tampoco era un requisito para localizar la inversión extranjera el disponer de una estructura liberalizada, inserta en los mercados internacionales, en algunos casos desregulada. Nos encontramos con que buena parte de la inversión productiva que está agregando valor a nuestra producción llega por un vehículo financiero que no tiene nada que ver con el sector financiero interno. Ello no nos lleva a afirmar que son despreciables los vínculos del sector financiero con la inserción internacional; lo que hay que decir es que hoy la realidad es muy otra. Hace algunos años nuestra vinculación con los mercados internacionales de capitales implicaba aceptar, y se aceptaba prácticamente sin duda, que nuestra forma de utilizar los mercados internacionales, fundamentalmente 8 por parte del Estado en la realización de emisiones de mercado según reglas y legislación internacionales, implicaba usar al resto del mundo como financiador, esencialmente en moneda extranjera. Nos insertábamos en los mercados internacionales pero para tomar prestado, y para tomar prestado en moneda extranjera. También ha cambiado esa clase de inserción. El país es capaz de insertarse en los mercados regionales e internacionales, emitir títulos de deuda pública, tanto del gobierno como del Banco Central, en moneda local y extranjera y con una variedad de plazos e instrumentos que no tenía en el pasado. Por tanto, queda claro que es posible realizar de muchas maneras ese proceso de inserción financiera internacional y que aprovechar las oportunidades de la inserción financiera internacional no implica necesariamente aceptar como ineluctables la dolarización del circuito financiero y la operativa en moneda extranjera. Es indudable que la historia vivida en estos años nos ha ayudado mucho a entender, tanto en materia productiva como financiera, el valor que tiene prepararnos para enfrentar cambios de entorno, lo que también forma parte de la estrategia de inserción internacional. Una parte de la estrategia la realizan los propios particulares, las propias empresas, al punto que hoy hay mucho más resguardo y cuidado en el manejo de las estrategias empresariales. Los distintos agentes están mucho más atentos a los cambios de entorno en términos de redireccionar la producción hacia otros mercados, cambiar las estrategias de precios, cambiar los mixes de producción, introducir cambios tecnológicos. Hay mucha más capacidad de adaptación de nuestras empresas a cambios de entorno que, por otro lado, hemos aprendido que ocurren. Y en materia financiera hemos aprendido que no es automático que los circuitos siempre funcionen bien. La posición competitiva del sector financiero a nivel regional e internacional también depende de la calidad de la regulación, de la calidad de la política fiscal, de la solidez de la política fiscal y del manejo que se hace de la propia estructura de pasivos del Estado, que para un país endeudado es muy importante. Es este el conjunto de elementos que definen, en una visión muy sucinta y sintética, las características de nuestra inserción internacional y qué es lo estratégico que se deduce de cada una de las áreas. Cuando enfrentamos la coyuntura — y yendo directamente al tema propuesto en la Jornada—, nos encontramos con un escenario de crecimiento del proteccionismo, en algunos casos de amenazas y en otros de situaciones que desbordan el concepto de amenaza y se transforman en acciones concretas que ejecutan, por las razones que sean, algunos de nuestros clientes y algunos de nuestros socios. La amenaza o la realidad 9 proteccionista constituyen la clase de acciones provenientes del exterior con mayor capacidad de generarle problemas graves al Uruguay. Porque la transformación productiva, las mejoras tecnológicas, las mejoras de productividad, las conquistas de mercado, la experiencia ganada, todo aquello que implicó esfuerzos para aumentar y ampliar la oferta exportable, se bloquea cuando se distorsiona el acceso a los mercados. Y nos encontramos sin alternativas porque la capacidad de respuesta de las políticas públicas para atender esa situación es pequeña. Quedamos con una total insuficiencia de instrumentos para lidiar con esta clase de problema. Debemos tratar de evitar que el proteccionismo ocurra, pero si ocurre no tenemos mejor estrategia que activar todos los mecanismos para que las medidas proteccionistas se diluyan. No nos sirve pensar las amenazas o realidades proteccionistas como un problema que podemos sentir como injusto y entonces emprender un conjunto de acciones formales que seguramente nos conducirán a ganar contenciosos, sea en la órbita regional o internacional. Porque cuando se violan flagrantemente los acuerdos internacionales o regionales y uno apela a los órganos que dirimen las contiendas, obviamente, y con tanta razón a nuestro favor, tenemos todas las condiciones para ganar. Pero podemos ganar el diferendo y, simultáneamente, no solucionar el problema. Podemos tener un diploma adicional colgado en nuestro despacho, en nuestras empresas, ganamos un panel en la OMC o un contencioso en el tribunal del Mercosur, pero ¿y si los fallos no se cumplen? ¿Si pasan dos años antes que el fallo ocurra? Ese es el dilema. Frente a las medidas proteccionistas, una economía como la nuestra no tiene otra posibilidad que trabajar intensamente desde las empresas, desde el gobierno, desde todos los ámbitos para tratar de diluir y eliminar la presencia de las distorsiones. No hay mejor estrategia que trabajar para diluirla. Sería absolutamente absurdo e inconveniente para el interés nacional razonar en términos de represalias o de formalidades en el cumplimiento de acuerdos que si no se cumplen, o si pasa mucho tiempo para que se cumplan, no solucionan ninguno de los graves problemas de los afectados. Este es el primer abordaje a partir del cual encarar la perspectiva de la amenaza o de la realidad proteccionista. Nos puede generar, y nos está generando, problemas en la estructura productiva, y la mejor estrategia es tratar de evitar y diluir esas acciones. Ahora bien, no es lo único que podemos hacer. Probablemente debemos —y lo estamos haciendo— ayudar a nuestras empresas a redireccionarse, a encontrar alternativas a lo que hasta el momento era su inserción comercial. Se trabaja en ese sentido 10 pero los resultados son diversos según los sectores y en algunos casos es difícil que ocurran en tiempos razonables, en tiempos relativamente útiles para evitar que haya daños en el funcionamiento productivo y comercial. Tiene que quedar claro que defendernos de las prácticas proteccionistas es defender el interés nacional. No podemos hacer otra cosa. Y no únicamente para que se cumplan los compromisos asumidos – que es parte esencial del concepto y la práctica de institucionalidad – sino también porque, desde el punto de vista político y sustantivo, para el Uruguay el proteccionismo es lesivo y perjudica el interés nacional. Y el interés nacional no es una abstracción. Cuando uno habla de los impactos de medidas proteccionistas, está hablando de nombres de empresas, nombres de industrias, nombres de trabajadores y de nombres de realidades geográficas específicas. Por tanto el interés nacional es palpable, no es ninguna entelequia de libro de texto. Más allá de las amenazas proteccionistas - y de la estrategia a desarrollar frente a ellas-, hay un contexto crecientemente incierto a nivel internacional. Incluso, en estos últimos tiempos, con una novedad. Hasta hace seis o siete meses le llamábamos “incertidumbre” a aquello que estaba ocurriendo en el mundo, pero si se revisaba las predicciones de los analistas internacionales, de los organismos internacionales, no se relevaba un deterioro flagrante respecto de las trayectorias esperadas de las principales variables. Decíamos que era incertidumbre porque las trayectorias esperadas, si bien no eran mucho peores a las vigentes un año antes, ocurrían en un escenario más riesgoso. Ahora el problema es otro. Del escenario incierto hemos pasado a un escenario incierto y deteriorado, y con perspectivas menos alentadoras. Y hemos aprendido que frente a este tipo de realidades provenientes del exterior, frente a cambios más o menos abruptos, más o menos significativos en las condiciones en las cuales la economía se vincula al resto del mundo, hay tres aspectos que son estratégicos y fundamentales. En primer lugar, hay que tener una política cambiaria, un régimen cambiario apto para amortiguar los shocks externos. Esto es algo a lo cual se le pone mucho menos énfasis en el debate público de lo que se debería. Porque explicar lo acontecido en 2008-2009, explicar la forma como atravesamos aquellas enormes dificultades internacionales implica necesariamente valorar el papel que tuvo del tipo de cambio en aquellas circunstancias. Que un shock externo positivo genere presiones de apreciación, como son las observadas en muchos períodos en nuestro país, tiene como contrapartida que cuando tenemos un shock externo negativo, el 11 tipo de cambio juega en dirección contraria, juegue como un elemento de amortiguación. Cuando teníamos tipos de cambio fijos — ¡y vaya si hay todavía hinchas de los tipos de cambio fijos en nuestro país!, ¡vaya si hay gente que añora los tipos de cambio fijos! —, lo que sucedía era, según el caso, amplificar la bonanza o la crisis. Por el contrario, el papel de un sistema de cambio que endógenamente resuelva parte de los shocks externos, sobre todo cuando son reales, es absolutamente fundamental. Y creo que el país y la región tienen actualmente una gran herramienta en materia de inserción internacional y de respuesta a la crisis como es tener un régimen cambiario que va a hacer parte del trabajo necesario. En segundo lugar está el papel de contar con una macroeconomía ordenada para enfrentar una crisis. Es un papel clave porque resuelve esencialmente dos problemas que preceden la reacción de política. Porque si no existe una situación macroeconómica ordenada, uno ni siquiera se plantea cuál es la respuesta que quiere tomar, va a hacer solo aquello que puede hacer. Y nosotros sabemos, en nuestros países, lo que significa llegar a situaciones adversas en las cuales necesitamos de determinados instrumentos macroeconómicos para actuar contracíclicamente y, simplemente, no poder hacerlo. Por la sencilla razón de que no teníamos con qué, no contábamos con ellos, no teníamos una posición fiscal sólida que lo permitiera y tampoco teníamos una situación financiera que nos permitiera responder a esas realidades. La mayor parte de la correlación que se llama procíclica entre la política fiscal y el comportamiento de la actividad económica en la fase baja de los ciclos en América Latina es la combinación de políticas fiscales insustentables y restricción de acceso al financiamiento. Un cóctel explosivo de contracción a la cual la política fiscal le agregaba más contracción. Cuando uno no tiene con qué responder, se achica el conjunto de respuestas factibles. Queda otro tema vinculado a la existencia de los equilibrios macroeconómicos, que es el tipo de respuesta que se da al shock cuando ocurre. Y aquí permítanme hacer una digresión o, más bien, una precisión que considero relevante. Si nosotros creemos, aquí en Uruguay o en cualquier país de la región, y por qué no del mundo, que vamos a replicar mecánicamente, con el mismo tipo de reacción de política económica y la misma eficacia lo que ocurrió en 2008 y 2009, si creemos que vamos a comportarnos de la misma manera y vamos a ser igual de eficaces en circunstancias nuevas, estaríamos incurriendo en un grave error. Porque las condiciones en las cuales se pueden plantear las repercusiones de la crisis van a ser diametralmente diferentes de las ocurridas en 2008-2009. Esencialmente por dos razones. La primera razón es que en 2008-2009 nosotros, que fuimos exitosos atravesando las dificultades, nos 12 beneficiamos de que todos los países hicieron cosas parecidas a las que nosotros hicimos. La eficacia de nuestra acción y la del resto de los países de la región iban en el mismo sentido. Creo que no hay ninguna posibilidad de réplica de aquel escenario y, por tanto, la respuesta de política económica ante las dificultades tiene que ser mucho más afinada, mucho más pensada, mucho más específica. Y vuelvo a algo que es muy importante: cada país tendrá que encontrar la mejor forma de prepararse. En tercer lugar, y es algo que aprendimos y que tiene que ver con nuestra inserción internacional y con la forma como nuestras capacidades responden eficazmente, sabemos que carecer de financiamiento cuando hay que apelar a una respuesta de política económica significa, prácticamente, verse impedido de reaccionar. Es por ello que hemos priorizado una estrategia de preparación para las dificultades que es muy costosa, porque hemos decidido mantener elevadísimos niveles de liquidez, para lo cual nos endeudamos, pagamos tasas de interés más convenientes que en el pasado pero con un costo importante, y lo mantenemos líquido colocado esencialmente a tasa cero o a tasa bajísima. Pero es parte integrante de nuestra protección. Que el Banco Central y el gobierno tengan altos niveles de liquidez, con su costo fiscal asociado, representa el costo de protegernos de aquello que en el pasado nos salía más caro. Porque toda vez que carecimos de resguardos suficientes en lo financiero tuvimos que hacer no aquello que deseábamos, no aquello que queríamos, no aquello que se discutía políticamente; hacíamos lo que se podía o, en algunos casos peor, aquello que se nos decía que teníamos que hacer. Porque cuando uno no tiene con qué responder, cuando uno no tiene independencia en el uso de los instrumentos, deja de hacer lo mejor para hacer aquello que es estrictamente posible de llevar adelante. Por supuesto que no creemos que la forma como enfrentamos los problemas descritos es la única y que no puede haber otra. Tiene el mérito de ser consistente y de responder al tipo de problemas ex ante que nos plantean las dificultades regionales e internacionales. Muchas gracias.