La liquidación de gananciales, ¿notarial o judicial?

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PRÁCTICA NOTARIAL
LA LIQUIDACIÓN DE GANANCIALES,
¿NOTARIAL O JUDICIAL?
FERNANDO SERRANO NAVARRO
Abogado - Madrid
Una vez concluida la sociedad de
gananciales por cualquiera de las cuatro
causas que se contemplan en el artículo
1.392 del Código Civil (disolución del matrimonio, declaración de nulidad del mismo,
declaración judicial de separación o establecimiento de un nuevo régimen económico
pactado por los cónyuges), debe procederse
a la liquidación de los bienes que integren,
en cada caso, la sociedad conyugal.
La liquidación de la sociedad de gananciales puede llevarse a efecto notarial o
judicialmente -también es preciso reseñar
que nuestro Tribunal Supremo concede eficacia a los pactos alcanzados por los cónyuges en un documento privado-; y por
supuesto, la liquidación en vía judicial
puede tramitarse consensualmente o de
forma contenciosa.
Nos referiremos exclusivamente a la
liquidación de la sociedad de gananciales
consensual, y a la posibilidad de llevar a
efecto la misma notarial o judicialmente.
Según establece el artículo 1.396 del
Código Civil, la disolución del régimen económico-matrimonial de gananciales implica la
división de ganancias entre ambos cónyuges,
es decir, la liquidación; y las operaciones a
realizar son las de inventario de activo y pasivo de la comunidad, pago de deudas y división y adjudicación de los bienes gananciales.
Teniendo en cuenta la aptitud y conocimientos de los lectores de esta revista, resulta innecesaria cualquier referencia a las
peculiaridades y requisitos exigidos para la
formalización de la liquidación de gananciales en escritura pública.
Nuestra legislación permite que la
liquidación de gananciales se practique
bien en instrumento público otorgado ante
Notario, o bien en un Convenio Regulador
de separación o divorcio, ya que éste representa un efectivo negocio en cuya perfec-
ción y consolidación interviene la autoridad
judicial, que homologa y aprueba en el contenido de dicho documento mediante la
sentencia que recaiga en el procedimiento
de que se trate.
La Ley 30/1981, de 7 de julio, que modificó el Código Civil en materia de separación
y divorcio, supuso un amplio reconocimiento
de la autonomía privada de los cónyuges
para regular las cuestiones económicas o
patrimoniales entre los cónyuges, otorgándose a los Convenios Reguladores un carácter
contractualista, debiendo concurrir los requisitos que con carácter general establece el
art. 1.261 del Código Civil para toda clase de
contratos, siendo la aprobación judicial que
dispone el art. 90 de dicho Texto Legal un
requisito o conditio iuris de eficacia del
Convenio; pero no de su validez como negocio jurídico, siempre que concurran el consentimiento, el objeto y la causa.
Si bien es cierto que el propio Convenio
Regulador es un negocio jurídico de derecho de familia, en el que se expresa el principio de autonomía de los cónyuges que lo
suscriben, hay que considerar la posibilidad
de que no se apruebe judicialmente, por no
reunir o respetar los presupuestos exigidos
en el artículo 90 del Código Civil, o simplemente porque no sea ratificado por alguna
de las partes.
Ya hemos señalado que nuestro
Tribunal Supremo ha declarado en diferentes sentencias que la falta de aprobación
judicial de un Convenio Regulador no presentado o no aprobado judicialmente en un
proceso de separación o divorcio, únicamente supone que no puede ser incorporado al procedimiento y carece de eficacia
procesal, pero esta circunstancia no le hace
perder su eficacia como negocio jurídico.
También la Dirección General de
Registros y del Notariado se ha pronunciado
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en este sentido (resolución de fecha 10-111995, entre otras), declarando que la aprobación judicial únicamente priva de validez
a los acuerdos que afecten a los hijos o a los
que de modo expreso queden sustraídos a la
autonomía de la voluntad, como el eventual
derecho a alimentos.
Ahora bien, aunque admitamos que el
pacto privado de la liquidación de la sociedad de gananciales tiene plenos efectos
entre las partes, cuando se incluyan bienes
inmuebles se precisará su inscripción en el
Registro de la Propiedad para que surta
efectos frente a terceros; y en este caso sí
será necesaria la escritura pública o el
Convenio aprobado judicialmente, con el
fin de cumplir con los requisitos que para la
inscripción establecen la Ley Hipotecaria y
su Reglamento.
La única ventaja que encontramos en la
liquidación de gananciales formalizada en
una propuesta de Convenio Regulador es la
de un menor coste económico, aunque en la
actualidad ha dejado de ser un aspecto significativo, debido a que en el mes de enero
de 2006 se han modificado
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los Aranceles que regulan los derechos
de los Procuradores de los Tribunales, repercutiendo en los mismos el valor del activo de
los bienes objeto de liquidación, lo que ha
conllevado una reducción sensible de la
diferencia económica que existía respecto
de las operaciones de liquidación practicadas en instrumento público.
Por otra parte, no podemos olvidar las
mayores garantías que proporciona la
escritura notarial, pues el fedatario público
y/o sus oficiales no sólo son minuciosos en
la verificación de la descripción de los bienes y deudas que integran el inventario, sino
que además se eliminan o, al menos, reducen posibles vicios de la voluntad en el consentimiento prestado por los cónyuges,
mientras que el órgano judicial se limita a
homologar el Convenio después de comprobar que no es gravemente perjudicial
para uno de los cónyuges o para los hijos
del matrimonio (art. 90 C. Civil), pero de
ninguna manera examina la corrección
contable y valorativa de las operaciones
liquidatorias, ni mucho menos la ausencia
de vicios en el consentimiento.
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