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Una política de comunicaciones para Chile
Faride Zerán
El Programa Libertad de Expresión y Ciudadanía del Instituto de la Comunicación e Imagen de la
Universidad de Chile, fundado al alero de su Escuela de Periodismo hace casi quince años, es una
de las instancias más antiguas de nuestro país que desde la academia ha impulsado la
investigación, extensión y docencia en un tema fundamental para las sociedades democráticas de
nuestro continente como lo es la libertad de expresión y el derecho a la información.
Bajo la premisa de que la solvencia de una democracia se mide por la solidez y pluralidad de sus
medios de comunicación, nos constituimos como parte del pensamiento crítico de nuestra
sociedad aportando elementos para un debate que siempre está en construcción.
De hecho, a fines de los años noventa, Chile aparecía frecuentemente en los informes de
organismos internacionales no solo por la falta de pluralismo y diversidad informativa, sino
además por graves atentados a la libertad de expresión.
Por ello, y como parte de la deuda con la ciudadanía de los cuatro gobiernos de la Concertación,
apuntábamos al cierre sistemático de medios independientes por falta de avisaje, en un país
donde los estudios confirman el sesgo ideológico conservador del empresariado a la hora de elegir
dónde publicitar sus bienes y servicios; la creciente concentración en la propiedad –vertical,
horizontal y como conglomerados-, en la participación en el mercado publicitario y en el mercado
de audiencias, en todas las industrias (prensa, radio y televisión, a lo que se sumaron las
telecomunicaciones); y la inexistencia de medios públicos.
De ahí que en la última campaña presidencial Michelle Bachelet tomara nota del creciente
malestar de la sociedad ante el estrecho panorama mediático.
Esto ya lo venían registrando los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD) de las últimas décadas, y quedó en evidencia en las movilizaciones sociales del año 2011,
cuando diversos actores y especialistas pusieron en el banquillo de los acusados la criminalización
de la protesta por parte de las elites gobernantes, pero también a través de las imágenes y
contenidos producidos y puestos en circulación por los medios de comunicación, incluyendo
acusaciones de manipulación informativa de la protesta.
En este contexto, durante su campaña, la actual Presidenta levantó como propuesta programática
la creación de una señal de Televisión Nacional educativa y cultural, anunciando, además, su
rechazo al veto introducido por el entonces Presidente Sebastián Piñera al proyecto de ley de
Televisión Digital Terrestre –ya aprobado-que limitaba el concepto de pluralismo; anunciando
modificaciones al Consejo Nacional de Televisión, incorporándolo al Ministerio de Cultura y
Patrimonio (aún no creado) para ampliar sus atribuciones “manteniendo su rol regulador de la
televisión abierta y enfatizando su rol de fomento de la calidad de la industria televisiva”.
En esta línea también se apuntaba al envío al Congreso de un proyecto de ley con modificaciones
sobre la televisión pública, entre otros puntos.
Sin embargo, nada se ha dicho aún en torno al derecho a la información y comunicación como un
eje central para fortalecer la democracia, el pluralismo y la diversidad. Y menos acerca de la
necesidad de enriquecer el debate ciudadano a través de la creación de nuevos espacios de
información y debate; o sobre una ley de medios que efectivamente estimule la creación de otros
que den cuenta de la diversidad del país.
Una ley capaz de ver todos estos aspectos en conjunto, incluido el destino de 60 millones de
dólares que el Estado gasta anualmente en avisaje y campañas públicas. Millones que, en
definitiva, han contribuido a consolidar la existencia de un sistema de medios estrecho y de difícil
acceso para otros actores, visiones y discursos, lo que ha contribuido a empobrecer nuestra
democracia.
Pongo el acento en estos puntos porque en el análisis sobre los modelos en pugna, no somos
neutrales y abogamos por políticas públicas en estas materias. Porque si efectivamente estamos
frente al desafío de construir un país más equitativo y democrático, debemos fortalecer el
pluralismo y ampliar los estrechos límites donde transita el concepto de diversidad.
Es decir, estamos abiertos a contribuir en la discusión sobre los estándares mínimos que debería
contener una política de comunicaciones en Chile, asumiendo que ello no significa una intromisión
o dirigismo de los gobiernos de turno, sino una política de Estado que además garantice el rol
fiscalizador y la independencia de los medios.
Contribución a un debate que hoy tiene como uno de sus hitos la participación de nuestro
programa en la mesa de ciudadanía y televisión digital, que luego de la promulgación de la ley de
TV digital ha manifestado su preocupación ante la forma de adjudicación de las nuevas
concesiones, entre otros puntos.
Hablo de Chile porque para reflexionar en torno a modelos en pugna también debemos incorporar
contextos. Contextos que sin duda enriquecerán estas jornadas de análisis y conocimiento.
Bienvenidos y Buen Debate!
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