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AGUSTÍN DE HIPONA (354-430)
Wenceslao Calvo (23-03-2010)
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Evangélica Pueblo Nuevo
Agustín de Hipona (latín Augustinus, no habiendo evidencia del prenombre Aurelius dado por Orosio, Próspero
y otros, en sus propios escritos ni en las cartas dirigidas a él), obispo de Hipona, nació en Tagaste, en la
Numidia proconsular el 13 de noviembre del año 354 y murió en Hipona (Hippo Regius) el 28 de agosto del 430.
Introducción
Infancia, familia e influencias
Estudios y matrimonio
Maniqueísmo
Enseñanza en Tagaste
Rechazo del maniqueísmo. Llegada a Roma
Vida bajo Ambrosio de Milán
Atraído por el neoplatonismo
Conversión al cristianismo
Bautismo. Ordenación en África
Presbítero en Hipona
Comienzos de la actividad teológica
Obra como obispo
Percepción de Posidio sobre los servicios de Agustín
Importancia doctrinal de Agustín
Sucesos de su episcopado
Teología
Escritos anti-pelagianos
Actividad contra el donatismo
Desarrollo de sus conceptos
Escritos adicionales
Obras diversas
Introducción.
Agustín de Hipona es no sólo el más importante de los Padres de la Iglesia antigua sino al mismo tiempo el
mejor conocido, gracias a una completa variedad de fuentes. Fue uno de los más fértiles escritores de aquel
periodo y la multiplicación de sus manuscritos ha permitido que sus obras hayan llegado casi todas ellas a
nosotros. Entre ellas las Confesiones y las Retractaciones tienen un valor único para la historia de la vida de la
Iglesia antigua, mientras que otras están llenas de detalles biográficos. Además, un contemporáneo suyo, Posidio
, obispo de Calama, que estuvo en estrecho contacto con él durante cuarenta años y estuvo presente en su muerte
, nos ha dejado una biografía suya que merece un lugar de honor en la hagiografía antigua. Por lo tanto, tenemos
suficientes fuentes tanto para la vida de Agustín como para su obra literaria. Él mismo, en sus Confesiones,
(escritas entre el año 397 y el 400), ha descrito los principales sucesos de su vida en los primeros treinta y tres
años, contando para el resto con los tratados y cartas que comienzan hacia el tiempo en el que termina las
Confesiones, así como la biografía de Posidio. Para el entendimiento histórico de su obra y para fechas y crítica,
Agustín mismo nos ha dejado en las Retractaciones (terminadas hacia el año 427) una guía única. En ese repaso
ha tomado cada uno de sus escritos, menos las cartas y sermones, en orden cronológico, con el propósito de
explicar cosas que podían ser malinterpretadas o para definirlas de una manera mejor. También Posidio nos ha
dejado una lista sistemática y completa de todos sus escritos como apéndice a su biografía.
Infancia, familia e influencias.
Agustín es el primer autor eclesiástico del que podemos conocer exactamente el curso completo de su carrera y
el primero también del que podemos determinar cada periodo de su vida con exactitud. Su padre, Patricio, era
miembro del consejo y pertenecía a la clase influyente de la ciudad. Sin embargo, pasó por apuros económicos y
no parece que hubo nada extraordinario en su personalidad o carácter. Era una persona de temperamento
ardiente, sensual y vividor, volcado enteramente en sus asuntos mundanos, no teniendo una actitud amistosa
hacia el cristianismo hasta el final de su vida, cuando se hizo catecúmeno poco antes de que Agustín alcanzara
los dieciséis años de edad (369-370). A su madre Mónica (nacida en el 331 y muerta en el 387) Agustín le
atribuyó todo lo que posteriormente él llegaría a ser. Pero aunque ella fue una mujer capaz, honorable, amorosa
y sacrificada, no siempre fue el ideal de madre cristiana que la tradición ha hecho de ella. Su religión en las
primeras etapas de su vida tiene huellas de formalidad y mundanalidad, y su ambición para su hijo tuvo poca
sinceridad moral, al lamentar más su maniqueísmo que su sensualidad anterior. Parece ser que por medio de
Ambrosio y de Agustín alcanzó la madurez piadosa con la que dejó el mundo. Los padres de Agustín estaban
orgullos de él cuando era niño. Recibió su primera educación en Tagaste, aprendiendo a leer y escribir, así como
rudimentos de latín y griego de maestros que seguían los métodos paganos tradicionales. Parece que no tuvo
instrucción sistemática en la fe cristiana en ese periodo, aunque se alistó entre los catecúmenos y quiso
bautizarse por una enfermedad y sus deseos infantiles.
Fresco de Agustín en Letrán
Estudios y matrimonio.
Su padre, entusiasmado con el progreso de su hijo en los estudios, le envió primero a la vecina Madaura y luego
a Cartago, a unos dos días de viaje. Al año de estancia fuera de su hogar su vida experimentó un profundo
deterioro moral. Al comenzar sus estudios de retórica en Cartago, con la compañía de otros estudiantes
aficionados al placer, Agustín se zambulló en lo que una ciudad pagana y cosmopolita podía ofrecerle. El único
freno a sus deseos era la ambición por terminar su carrera. Tuvo un hijo, Adeodato, nacido en el verano del año
372, lo que indica que la madre de este niño tuvo que ser alguien con quien Agustín tuvo relaciones al poco de
llegar a Cartago. No obstante, él permaneció fiel a esta mujer hasta el año 385, mostrando el dolor que sintió al
separarse de ella la clase de relación que tuvo que haber entre ambos. Pero la insatisfacción con su vida iba en
aumento, produciéndole una profunda impresión la lectura del Hortensio de Cicerón. El darse cuenta de la
disparidad entre el ideal y su vida real le resultó una carga insoportable, empezando a concebir el cristianismo
desde entonces como la única doctrina capaz de proporcionarle el ideal. Pero su orgullo intelectual le impidió
abrazarlo sinceramente, pues en su opinión las Escrituras no podían compararse con Cicerón.
Maniqueísmo.
En esa búsqueda cayó bajo la influencia de los maniqueos que eran muy activos en África, a pesar de los edictos
imperiales contra sus reuniones. Dos cuestiones le atrajeron de los maniqueos: su libertad para criticar las
Sagradas Escrituras, particularmente el Antiguo Testamento, y su mantenimiento de la castidad y negación de sí
mismos. La primera cuestión se ajustaba a la impresión que Agustín había recibido de su contacto con la Biblia;
la segunda se correspondía con su estado de ánimo en aquel momento. La oración que hacía entonces era:
'Señor dame castidad y dominio propio, pero no ahora.', pudiendo también ser la fórmula que expresara el sentir
de muchos maniqueos. Con diecinueve años Agustín recibió clases de ellos, sosteniendo firmemente su
enseñanza durante nueve años, teniendo frecuentes disputas con cristianos y burlándose de los sacramentos de la
Iglesia.
Enseñanza en Tagaste.
Habiendo acabado sus estudios, volvió a Tagaste y comenzó a enseñar gramática, viviendo en la casa de
Romaniano, un prominente crítico a quien Agustín convirtió al maniqueísmo. Su madre, pues su padre ya había
muerto, estaba profundamente afligida por la herejía de su hijo, prohibiéndole entrar en su casa, hasta que fue
convencida por una visión que tuvo en la que se le prometía la salvación de su hijo. Ella se consoló por las
palabras de cierto obispo (probablemente el de Tagaste) quien le dijo que 'un hijo de tantas lágrimas no puede
perderse'. Tras pasar un año en su ciudad y deseoso de encontrar un campo más amplio, volvió, tras la muerte de
un amigo, a Cartago como maestro de retórica.
Rechazo del maniqueísmo. Llegada a Roma.
El siguiente periodo fue un tiempo de estudio diligente en el que escribió (hacia finales del año 380) un tratado
titulado De pulchro et apto. Mientras tanto su lealtad al maniqueísmo se iba debilitando. Su débil cosmología y
metafísica no le daban respuestas a sus preguntas y la credulidad astrológica de muchos de sus seguidores
ofendía su razón. Los miembros de la secta, procurando retenerlo, le arreglaron un encuentro con Fausto de
Milevi. Pero cuando éste llegó a Cartago en el otoño del año 382 él también desilusionó a Agustín, quien en su
fuero interno dejó de ser maniqueo. Sin embargo, aunque mantenía la relación externa con sus antiguos
asociados, Agustín no encontraba nada que sustituyera esa doctrina, lo cual acrecentaba en él la búsqueda de la
verdad. Tras su ruptura con los maniqueos salió para Roma, en parte también para escapar de la influencia de su
madre sobre una mente que tenía ansias de total libertad de investigación. Pero aquí, incluso más que antes, por
obligaciones de amistad y gratitud, entró en contacto con los maniqueos, que abundaban en Roma y eran no
meramente oidores sino miembros perfectamente iniciados en la secta. Mas no duró mucho su estancia en Roma
porque el prefecto Símaco le envió a Milán a principios del año 385, donde solicitaban un profesor de retórica.
Vida bajo Ambrosio de Milán.
El cambio de residencia también produjo una separación completa de los maniqueos. En Milán escucharía la
predicación de Ambrosio y por medio de ella se pondría en contacto con la interpretación alegórica de las
Escrituras y la debilidad de la crítica bíblica maniquea. Sin embargo, no estaba preparado para aceptar el
cristianismo. Su mente estaba bajo la influencia de la filosofía escéptica de la Academia. Otra vez su madre
estaba a su lado, compartiendo casa con ella y con sus amigos Alipio y Nebridio, quienes le habían seguido
hasta Milán. Su posición social estaba asegurada, lo que se demuestra por el compromiso matrimonial que hizo
con una joven de posición. Como catecúmeno asistía a los sermones de Ambrosio quien, ignorante de las luchas
internas de Agustín, le había dado la bienvenida en la manera más cordial. Pero Agustín sólo se sentía atraído
por la elocuencia de Ambrosio, no por su fe. Su vida moral estaba tal vez en su momento más bajo. En su
compromiso matrimonial había dejado a un lado a la madre de su hijo; pero ni su partida, ni la perspectiva de un
nuevo matrimonio le impidieron tomar una nueva concubina. Su idealismo no estaba muerto ni mucho menos,
declarando a Romaniano, que había llegado a Milán en ese tiempo, que deseaba vivir de acuerdo a los principios
de la filosofía, concibiendo un plan para fundar una comunidad a la que retirarse del mundo con el fin de vivir
únicamente para la búsqueda de la verdad. Con este proyecto chocaban su intención de matrimonio y su
ambición, lo que provocó en él una perturbación interna profunda.
Atraído por el neoplatonismo.
Cuando tenía treinta años se sintió intensamente atraído por el neoplatonismo por la lógica de su desarrollo. El
carácter idealista de esta filosofía le despertó gran entusiasmo, atrayéndole tanto por su exposición del ser
intelectual puro como por el origen del mal. Esa doctrina le trajo más cerca de la Iglesia, aunque todavía no
había captado la importancia central de Jesucristo. En sus primeros escritos menciona su conexión con la
enseñanza neoplatónica y su relación con el cristianismo como el punto decisivo en su vida, aunque en las
Confesiones es solamente una etapa en el largo camino del error. El contacto con el neoplatonismo hizo que su
vida le fuera insoportable, ante la discrepancia entre lo que era y lo que debería ser. Sus deseos sensuales le
parecían tan fuertes que le era imposible romper con ellos.
Conversión al cristianismo.
La ayuda le vino en una manera curiosa. Un paisano suyo, Ponticiano, le visitó y le dijo cosas que él nunca
había oído sobre la vida monástica y las maravillosas conquistas que había logrado bajo su influencia. El orgullo
de Agustín fue humillado, al comprobar que los iletrados tomaban el reino de los cielos, mientras que él y todos
los entendidos estaban cautivos por la carne. Cuando Ponticiano se fue y tras unas vehementes palabras de
Alipio, Agustín salió al jardín para expresar su luchar interior. Entonces sucedió la escena tantas veces descrita.
Vencido por sus emociones dejó a Alipio y se postró bajo una higuera arrasado en lágrimas. Desde la cercanía la
Ambrosio
de Milán,celestial y
voz de un muchacho repetía las palabras Tolle, lege, esto es 'Toma y lee'. Le pareció
una indicación
mosaico
en
la
capilla
de
Víctor, Milán
tomando una copia de las cartas de San Pablo y abriéndola en la carta a los Romanos capítulo San
13 leyó:
'Andemos como de día, honestamente, no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en
contiendas y envidias, sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.' Esta escena
sucedió a finales del verano del año 386.
Bautismo.
Ordenación
África.
Agustín
de Hipona. en
Efigie
en la iglesia de su nombre en Würzburgo
Agustín, queriendo romper
completamente
con su
vida pasada, dejó su posición y escribió a Ambrosio pidiendo
Fotografía de Wenceslao
Calvo
el bautismo. Los meses que pasaron entre el verano y la Pascua del año siguiente, fecha cuando según
costumbre ancestral quiso recibir el bautismo, los pasó en calma en una casa de campo en Casiciaco que puso a
su disposición uno de sus amigos. Allí estuvo acompañado de Mónica, Alipio, Adeodato y algunos de sus
alumnos, a los que todavía dio clase sobre Virgilio, manteniendo discusiones filosóficas. Todos ellos volvieron
a Milán para la Pascua del año 387, siendo bautizado Agustín junto con Alipio y Adeodato. Hizo planes para
marcharse a África, pero cuando estaban en Ostia para zarpar su madre Mónica murió, momento que él recogió
posteriormente con ternura en las Confesiones. Este suceso hizo que se quedara un año más en Italia, parece que
en Roma, viviendo sosegadamente, estudiando y escribiendo, en compañía de su paisano Evodio, que sería
obispo de Uzalis. Aquí comenzó su lucha literaria contra los maniqueos y también escribió sobre el libre albedrío
, aunque este libro solo fue completado en Hipona en el año 391. En el otoño del 388 pasando por Cartago
volvió a Tagaste, siendo un hombre totalmente diferente al que cinco años atrás había salido de la ciudad. Alipio
estaba todavía con él y también Adeodato, quien moriría joven, aunque no sabemos cuándo ni dónde. A
principios del año 391, habiendo encontrado un amigo en Hipona que le ayudó en la fundación de lo que él
llamó un monasterio, vendió su herencia, siendo ordenado presbítero en respuesta a la demanda general.
Presbítero en Hipona.
Los años que pasó como presbítero (391-395) fueron los últimos formativos de su periodo. Las obras que
escribió en el primer periodo de su episcopado nos muestran ya el pleno desarrollo teológico al que podemos
denominar agustinianismo. Hay poco de notorio externo en estos cuatro años formativos. Los planes para una
vida monástica que le habían traído a Hipona no se llegaron a realizar. En un jardín regalado a propósito por el
obispo Valerio, encontró su monasterio, que parece ser fue el primero en África, siendo de especial significación
porque mantuvo una escuela clerical, estableciendo de ese modo un lazo entre el monasticismo y el clero
secular. Otros detalles de este periodo son la apelación que hizo a Aurelio, obispo de Cartago, para que
suprimiera la costumbre de celebrar banquetes y diversiones en las iglesias, pudiendo por su valiente elocuencia
abolirlas en Hipona el año 395. Al año siguiente sostuvo una disputa pública con un presbítero maniqueo, de
nombre Fortunato. Preparó un tratado, De fide et symbolo, que había de ser leído en un concilio celebrado en
Hipona en octubre del año 393. Estuvo también en Cartago por un tiempo, tal vez asistiendo al sínodo celebrado
allí en el año 394.
Comienzos de la actividad teológica.
Los intereses intelectuales de esos cuatro años están principalmente concentrados en la controversia maniquea,
escribiendo los tratados De utilitate credendi (391), De duabus animabus contra Manichæos (392) y Contra
Adimantum (394 o 395). Su actividad con los donatistas también comienza en este periodo, pero estaba más
ocupado con los maniqueos, con un incremento en el estudio de las Escrituras y las enseñanzas de la Iglesia, lo
cual aparece en las obras citadas y en otras más de este periodo, tales como su exposición del Sermón del Monte
y de las cartas a los Romanos y Gálatas. En los escritos de esta época aparecen frases y términos bíblicos, como
gracia y ley, predestinación, llamamiento, justificación, regeneración y otros, en los cuales el lector que esté
familiarizado con el neoplatonismo detectará su huella, aunque con ropaje cristiano. Entre tanto ya había
entrado en contacto con la enseñanza de San Pablo de que la humanidad es una massa peccati o peccatorum
que, dejada a sí misma, sin la gracia de Dios, perece inevitablemente. Sin embargo, tal como nos recuerda el
Agustín posterior, en ese periodo él sostenía que la libre voluntad del hombre puede decidir su destino. Sabía
que había algunos que veían en Romanos 9 una predestinación incondicional que dejaba a un lado la libertad de
la voluntad, pero estaba convencido de que ésa no era la enseñanza de la Iglesia. Su posoción sobre este
particular no cambió hasta que fue obispo.
Obra como obispo.
Cuanto más conocido era Agustín, más temeroso estaba Valerio, obispo de Hipona, de perderlo en el primer
puesto que quedara vacante de alguna sede episcopal vecina. Deseando retenerlo permanentemente en Hipona lo
nombró obispo coadjutor suyo, un deseo con el que el pueblo gente también coincidía. Agustín se opuso
firmemente a la idea, aunque posiblemente ni él ni Valerio eran conscientes de que un nombramiento así podía
ser una violación del canon octavo de Nicea, que prohibía dos obispos en una misma ciudad. Sin embargo,
Valerio llevó adelante su plan y antes de Navidad del año 395 Agustín fue consagrado por Megalio, primado de
Numidia en Calama. No se sabe cuándo murió Valerio, pero durante el resto de su vida dejó la administración
en las manos de su asistente.
Percepción de Posidio sobre los servicios de Agustín.
Una narración completa de los hechos de Agustín durante los treinta y cinco años en los que fue la gloria de su
pequeña diócesis requeriría una historia de la Iglesia africana, por no decir de la Iglesia occidental. La biografía
de Agustín por su amigo Posidio muestra que su intención era levantar un memorial adecuado al hombre que
estaba destinado a tener una importancia duradera en la historia de la Iglesia. En primer lugar considera a
Agustín un autor que dejó tantas obras refutando herejías y estimulando la piedad que pocos estudiantes
diligentes pueden conocerlas todas. A continuación continúa con los servicios que Agustín prestó a la paz y
unidad de la Iglesia por sus tareas contra el donatismo, atribuyendo también al impulso de Agustín mucho del
crecimiento del monasticismo, junto con una regeneración de la vida clerical. La invasión vándala, que fue
como una helada de primavera para la Iglesia africana, y las conquistas musulmanas impidieron que el trabajo
de Agustín tuviera efecto pleno en África. Dejando a un lado por el momento la influencia de sus escritos,
parecería que la condenación del pelagianismo fue el único resultado permanente de su obra.
Importancia doctrinal de Agustín.
Pero sus escritos han continuado ejerciendo tal influencia, que no hay ningún otro Padre de la Iglesia que haya
tenido tanta desde entonces. Agustín es el padre de todo el cristianismo occidental de su tiempo. Es verdad que
el catolicismo nunca ha aceptado oficialmente su doctrina de la gracia en su totalidad, pero este hecho es de
relativa importancia cuando pensamos en la colosal influencia que sus escritos han tenido en el gradual proceso
de la doctrina en su totalidad, no existiendo un solo dogma católico que sea totalmente inteligible históricamente
sin referirse a su enseñanza. No sólo ha ejercido influencia sobre los dogmas de la Iglesia occidental; también su
desarrollo jerárquico y científico deriva de él. La gran batalla entre los jefes rivales de la cristiandad occidental,
el papa y el emperador, es explicable, en su más profundo significado, desde su De civitate Dei. Cuando la
teología medieval era más activa, lo era sobre todo por su influencia, siendo determinado por él el movimiento
escolástico, en sus especulaciones y métodos. Agustinianas son las influencias que moldearon los movimientos
precursores de la Reforma. Pero cuando hemos dicho que él fue el padre del catolicismo medieval, no se ha
dicho todo, porque aunque el efecto de su enseñanza en el Oriente ha sido indirecto, los reformadores
encontraron un aliado en él. Las características que distinguen a las iglesias reformadas de aquellas de tradición
luterana se encuentran en la tradición agustiniana. En la historia de la filosofía también ha sido una fuerza más
allá de la Edad Media, pues tanto en Descartes como Spinoza se puede oir su voz. El siguiente pasaje está
tomado de sus Confesiones, en el que indaga sobre la creación y el tiempo:
'He aquí mi respuesta a quien se pregunta qué hacia Dios antes de crear el cielo y la tierra. Mi
respuesta no será como la de aquel que, según se dice, eludió graciosamente la dificultad de la
cuestión diciendo: «Dios preparaba el infierno para aquellos que quieran indagar cuestiones
demasiado profundas». Una cosa es comprender, otra bromear. No seré yo quien responda de ese
modo. Yo afirmo que tú, oh nuestro Dios, eres el creador de toda criatura. Y si por el nombre de
cielo y por el nombre de tierra se entiende toda criatura, yo me atrevo a afirmar que, antes de crear
el cielo y la tierra, Dios no hacía nada. Y si, de hecho, estaba haciendo algo, ¿qué otra cosa podía
hacer, más que crear una criatura?
¿Cómo podían transcurrir siglos y siglos, si tú que eres el autor de todos los siglos no los habías
creado todavía? ¿Podían acaso existir tiempos no creados por ti? ¿Y cómo podían transcurrir los
tiempos si nunca habían existido? Siendo tú el creador de todos los tiempos, de existir un tiempo
anterior a la creación del cielo y de la tierra, ¿cómo podemos afirmar que permanecías inactivo?
Tú creaste el tiempo, y el tiempo no podía transcurrir antes de que tú lo crearas. Y si el tiempo no es
anterior al cielo y a la tierra, ¿por qué hay quien se pregunta qué hacías? Si no existía el tiempo, no
existía el entonces. Tampoco precedes los tiempos con el tiempo; de otro modo, no precederías
todos los tiempos.
Tú, sin embargo, precedes cada paso con la grandeza de la omnipotente eternidad, y trasciendes
todo futuro porque es futuro, y una vez arribe, el futuro se convertirá en pasado. Tú, en cambio,
siempre eres el mismo y tu tiempo de vida nunca se reducirá. Tus años ni van ni vienen; los
nuestros, en cambio, van y vienen para que todos puedan llegar. Todos tus años son estables y
permanecen inmóviles en un punto; los que se van no son atrapados por los que llegan, porque no
pasan. Los nuestros, en cambio, habrán terminado de llegar cuando no lleguen más. Tus años son
una sola jornada, y tu jornada no es cada jornada, sino la jornada porque tu hoy no da paso al
mañana y no se convierte en ayer. Tu hoy es la eternidad.'
Sucesos de su episcopado.
Estuvo presente en los sínodos de Cartago de los años 397 y 403, disputando con Félix el maniqueo en Hipona
en el 404, asistiendo al undécimo sínodo de Cartago en el 407, a la conferencia con los donatistas en Cartago en
el 411, al sínodo de Milevi en el 416, al concilio de Cartago en el 418, al viaje a Cesarea en Mauritania y la
disputa con el obispo donatista en el 418, a otro concilio general en Cartago en el 419 y finalmente a la
consagración de Heraclio como su ayudante en el 426.
Grabado en madera de la edición de 1489 de La Ciudad de Dios,
Teología.
de Agustín de Hipona
Su especial y directa oposición al maniqueísmo no se prolongó demasiado tras su consagración episcopal. Hacia
el año 397 escribió un tratado Contra epistolam [Manichæi] quam vocant fundamenti; también hacia el mismo
tiempo escribió De agone christiano y en las Confesiones abundan numerosas expresiones anti-maniqueas. Pero
tras esto solo en ocasiones especiales atacó a los maniqueos, como cuando a solicitud de sus hermanos escribió,
hacia el año 400, una detallada refutación a Fausto, un obispo maniqueo, o compuso el tratado De natura boni,
resultado de su discusión con Félix. Poco después, la carta del maniqueo Secundino le dio ocasión de escribir
Contra Secundinum, que a pesar de su brevedad comparativa, estimó como el mejor de sus escritos sobre este
asunto. En el siguiente periodo estuvo mucho más ocupado con la polémica anti-donatista, que quedó
desplazada a un segundo plano por la controversia pelagiana.
Se ha pensado que la enseñanza anti-pelagiana de Agustín surge a consecuencia de su concepción de la Iglesia y
sus sacramentos como medios de salvación, dándose atención al hecho de que antes de la controversia pelagiana
este aspecto de la Iglesia asumió, por la batalla con los donatistas, especial importancia en su mente. Pero esta
argumentación es falsa. Es cierto que en el año 395 sus conceptos sobre el pecado y la gracia, la libertad y la
predestinación no eran los mismos que después serían, pero el cambio se produjo antes del tiempo de su
controversia con los donatistas e incluso antes de que hubiera oído hablar de Pelagio. Lo que denominamos
agustinianismo no fue una reacción contra el pelagianismo sino que sería mejor decir que fue una reacción
contra los conceptos de Agustín mismo. Él mismo menciona el momento del cambio al comienzo de su
episcopado. Por lo tanto, en lo primero que escribe tras su ordenación, De diversis quæstionibus ad
Simplicianum (396 o 397), ya aparece su nueva concepción. En ninguno de sus escritos vemos tan plenamente
en cualquier punto el gradual logro de la convicción, pues como él mismo dice en las Retractaciones, mientras
estaba trabajando para la libre elección de la voluntad humana, la gracia de Dios ganó la partida. Tan
completamente la ganó que podemos extraer la enseñanza agustiniana sobre la gracia de este tratado de una
manera tan plena como de los tratados contra los pelagianos. Es cierto que mucha de la enseñanza posterior está
todavía sin desarrollar; por ejemplo todavía no ha surgido la cuestión de la predestinación (aunque usa la
palabra); tampoco está claro el término elección y nada dice del don de la perseverancia. Pero lo que tenemos
posteriormente de esos puntos no es más que la consecuencia lógica de lo expresado ahí, teniendo ante nuestros
ojos la génesis de la predestinación agustiniana. No está determinada por ninguna referencia a la cuestión del
bautismo infantil, ni tampoco por ninguna consideración sobre la concepción de la Iglesia. El impulso surge
directamente de la Escritura, con la ayuda, es verdad, de pensamientos exegéticos ajenos y no suyos propios.
Ciertamente Pablo solo no puede explicar esta doctrina de la gracia, lo cual es evidente porque la definición de
gracia no es paulina. Gracia es para Agustín no la misericordia peccata condonans (misericordia que perdona
los pecados) de los reformadores, al igual que la justificación no es la alteración de la relación con Dios
cumplida por la accipere remissionem (recepción del perdón). Gracia es más bien la misericordia que se
muestra en la inspiratio divina, siendo la justificación justum o pium fieri, su resultado. Podemos decir que esta
gracia es una interna illumiatio, tal como un estudio del neoplatonismo de Agustín nos permite fácilmente
entender, que restaura la relación con el bonum esse divino. Ya que todas las cosas buenas, grandes y pequeñas,
no pueden proceder sino de Dios, así la fe, que es una cosa buena, solo puede surgir de la operación de Dios
únicamente. Esto explica la idea de que la gracia opera como una ley de la naturaleza, atrayendo la voluntad
humana hacia Dios por medio de la omnipotencia divina. Por supuesto, esta huella neoplatónica no debe
exagerarse; se encuentra más en sus primeros escritos que en los últimos, no pudiendo haber llegado a su
enseñanza predestinacionista sin el Nuevo Testamento. Con este conocimiento estamos en posición de estimar
la fuerza de una dificultad que Agustín enfrentaba por primera vez y que nunca le dejó desde entonces, estando
presente en la enseñanza católica hasta el concilio de Trento e incluso después. Si la fe depende de una acción
nuestra, solicitada, pero no causada por el llamamiento, sólo puede salvar al hombre cuando, per fidem gratiam
accipiens, es alguien que no solo meramente cree en Dios sino también le ama. Pero si la fe ya ha sido inspirada
por la gracia y si, aunque la Escritura habla de justificación por la fe, se sostiene (de acuerdo con la definición
de gracia) que la justificación sigue a la infusio caritatis, entonces o bien la noción de la fe que es inspirada por
Dios debe sobrepasar sus fluctuantes límites y acercarse más a los de caritas, o la noción de la fe que no está
relacionada con caritas hará ininteligible el hecho de su inspiración y la justificación por la fe será imposible.
Los escritos anti-pelagianos de Agustín exponen esta doctrina de la gracia de manera más clara en algunos
puntos, tales como los términos 'elección', predestinación' 'don de perseverancia' y algunos más.
Escritos anti-pelagianos.
Son los siguientes: De peccatorum meritis et remissione (412); De spiritu et litera (412); De natura et gratia
contra Pelagium (415); De perfectione justitiæ hominis (hacia el 415); De gestis Pelagii (417); De gratia
Christi et de peccato originali (418); De nuptiis et concupiscentia (419 y 420); De anima et ejus origine (419),
que no trata directamente con el pelagianismo pero responde a la crítica pelagiana sobre la reserva de Agustín
sobre el creacionismo y el traducianismo; Contra duas epistulas Pelagianorum ad Bonifatium, romanæ ecclesiæ
episcopum (hacia el 420); Contra Julianum (hacia el 421); De gratia et libero arbitrio (426 o 427); De
correptione et gratia (426 o 427); De prædestinatione sanctorum (428 o 429); De dono perseverantiæ (428 o
429); y la obra escrita en los últimos años de su vida, Contra secundam Juliani responsionem. El siguiente texto
procede de Contra las dos epístolas de los pelagianos:
'Él (Pelagio) escribe: Nosotros defendemos que los hombres son obra de Dios, que el poder de Dios
no constriñe a nadie contra su voluntad al bien o al mal, sino que cada cual hace el bien o el mal
voluntariamente: al hacer el bien el hombre es ayudado siempre por la gracia de Dios; al mal, por el
contrario, es incitado por la sugestión del diablo. A esto nosotros respondemos: Los hombres son
obra de Dios en cuanto hombres, pero están bajo el dominio del diablo en cuanto pecadores, a
menos que sean liberados por medio de aquel que fue hecho mediador entre Dios y los hombres
para evitar que fuese pecador entre los hombres. Nadie es constreñido al mal o al bien por el poder
de Dios contra su voluntad, pero, abandonado por Dios, termina en el mal porque se lo merece y,
ayudado por Dios, se convierte al bien sin que lo merezca. El hombre no es bueno sin quererlo ser,
pero es la gracia de Dios la que le ayuda a quererlo, porque no en vano ha sido escrito: Es Dios el
que suscita en vosotros querer y obrar según sus benévolos designios; y también: La voluntad es
preparada por el Señor.
No sin razón anatematizamos a los pelagianos, los cuales son enemigos de la gracia de Dios, venida
por medio de nuestro Señor Jesucristo, al decir que ésta no nos es dada gratuitamente, sino según
nuestros méritos, de manera que la gracia no es tal gracia. Y fían tanto en el libre arbitrio, que han
lanzado al hombre al abismo al decir que los hombres merecen la gracia usando bien el libre
arbitrio, cuando nadie puede servirse bien del libre arbitrio, si no es por medio de la gracia, la cual
no es pagada por Dios como deuda, sino dada gratuitamente por la misericordia de Dios. En cuanto
a los niños, sostienen que están ya a salvo y niegan que deban ser salvados por el Salvador,'
(XVIII,36; XVIII,36 y XXIV,42).
Actividad contra el donatismo.
Para llegar a una decisión sobre la influencia que la controversia donatista tuvo sobre el desarrollo intelectual de
Agustín es preciso ver cuánto tiempo y cuán intensamente estuvo envuelto en ella. Hemos visto que antes de ser
obispo estaba defendiendo a la Iglesia católica contra los donatistas y tras su consagración tomó parte directa o
indirectamente en todas las discusiones importantes sobre la materia, algunas de las cuales ya se han
mencionado, defendiendo la causa de la Iglesia en cartas y sermones, al igual que en sus escritos polémicos
formales. El primero de ellos, que pertenece al periodo de su episcopado, Contra partem Donati, se ha perdido.
Hacia el año 400 escribió dos tratados relacionados Contra epistulam Parmeniani (obispo donatista de Cartago)
y De baptismo contra Donatistas. Los cismáticos le consideraban su principal enemigo, obligándole a
defenderse en una réplica por un ataque lanzado contra él. En los años 401 y 402 tenemos la réplica al obispo
donatista de Cirta, Contra epistulam Petiliani, y también la Epistula ad catholicos de unitate ecclesiæ. El
conflicto estaba alcanzando en ese momento su punto álgido. Tras el sínodo de Cartago del año 403 hizo los
preparativos para un debate decisivo con los donatistas, pero declinando éstos el enfrentamiento, se enconó el
enfrentamiento entre las partes. Otro sínodo de Cartago al año siguiente solicitó al emperador que decretara
leyes penales contra los donatistas. Honorio dio su acuerdo a la petición, lo que provocó un nuevo punto de
discordia entre ambos lados. Cuando esas leyes fueron abrogadas (409) el plan de celebrar una conferencia se
intentó una vez más en junio del año 411, bajo la autoridad imperial, asistiendo al encuentro casi 300 obispos de
cada bando, con Agustín y Aurelio como representantes principales de la causa católica. Al año siguiente, tras la
probada insubordinación de los donatistas, Honorio emitió un nuevo edicto más severo contra ellos, que resultó
ser el principio del fin para el cisma. Desde los años 405 al 412 tenemos veintiuna cartas de Agustín sobre la
controversia, aparte de ocho tratados formales de los cuales cuatro se han perdido. Los que existen son
Contra Cresconium grammaticum (hacia el año 406); De unico baptismo (hacia el 410 o 411), en respuesta a
una obra del mismo nombre de Petiliano; el breve informe de una conferencia (fin del 411); y el Liber contra
Donatistas post collationem (probablemente del 412). Tras esta fecha, aunque ocasionalmente trató este asunto
en cartas y sermones, no produjo más literatura polémica sobre el mismo. Sabemos de un tratado anti-donatista
perdido del año 416 y todavía existe uno escrito para una ocasión especial Contra Gaudentium, Donatistarum
episcopum, hacia el 420, pero eso es todo.
Desarrollo de sus conceptos.
Las primeras de sus obras existentes contra los donatistas muestran los mismos conceptos de la Iglesia y sus
sacramentos que los desarrollados posteriormente. Los principios que presentó en este conflicto son
básicamente los que, en una forma más simple, aparecieron en la polémica anti-donatista antes de su tiempo y
que habían sido parte de su propia creencia temprana. Lo que hizo fue formularlos con más precisión dogmática
e impregnar las tesis ordinarias de la controversia con sus propios pensamientos sobre la unitas, caritas e
inspiratio gratiæ en la Iglesia, pensamientos que de nuevo trazan su origen a sus fundamentos neoplatónicos. En
el curso del conflicto cambió su opinión sobre los métodos a ser empleados, oponiéndose al principio al empleo
de la fuerza, aunque después esgrimió el argumento de 'obligarles a entrar'. Su posición como presbítero
anteriormente y como obispo después jugó un papel fundamental en la batalla práctica que libró contra los
cismáticos. Su salud se resintió después del año 386 y su cuerpo estaba envejecido antes de tiempo. El 26 de
septiembre del año 426 solemnemente designó a Heraclio como sucesor suyo, aunque sin consagrarlo como
obispo, descargando en él tantas responsabilidades como le fue posible. Sin embargo, su lucidez mental
permaneció inalterable hasta el fin. Le vemos como Próspero le describe en su crónica, '...contestando a los
libros de Juliano en sus últimos días, cuando los vándalos estaban a las puertas, perseverando gloriosamente
en la defensa de la gracia cristiana.' En el tercer mes del sitio de Hipona murió el 28 de septiembre del año 430.
Pudo leer en su lecho de muerte los salmos penitenciales que estaban escritos sobre la pared de su habitación
donde podía verlos. Meditar en ellos era el cumplimento de lo que tantas veces había dicho antes, que incluso
los cristianos más estimados por la santidad de sus vidas no deberían dejar este mundo sin pensamientos
adecuados de penitencia.
Escritos adicionales.
Agustín mismo dividió sus escritos en tres clases: Los 232 tratados (libri) discutidos en las Retractaciones, las
cartas y 'los tratados populares que los griegos llaman homilías.' Habría querido revisar las dos últimas clases
como hizo con la primera en sus Retractaciones, pero la muerte se lo impidió. En la edición que hicieron los
benedictinos de San Mauro se incluyen 217 cartas, siendo el número de sermones mucho mayor, entre los que
destacan la serie sobre el evangelio de Juan y los comentarios sobre los Salmos.
Obras diversas.
Las obras no mencionadas, las escritas después del año 395 y no señaladas en las Retractaciones, se pueden
clasificar en tres categorías: dogmáticas menores, polémicas y prácticas, además de una clase separada
conteniendo cuatro obras extensas de especial importancia. El más antiguo de los tratados menores es
De catechizandis rudibus, del año 400, interesante por sus conexiones con la historia de la exégesis catequética
y por muchas otras razones. Una breve enumeración de los demás será suficiente: De opera monachorum, del
año 400; De bono conjugali y De sancta virginitate, del 401, dirigidas ambas contra el desprecio de Joviniano
hacia la virginidad; De divinatione dæmonum, escrita entre el 406 y 411, De fide et operibus, del año 413, un
trabajo acabado sobre el argumento en De fide et operibus, útil para un estudio de la diferencia entre las
doctrinas de la gracia agustiniana y luterana, De cura pro mortuis, interesante porque muestra su actitud hacia la
superstición en la Iglesia y unos pocos de menor interés. Las cuatro obras que le han merecido un puesto de
primera categoría son De doctrina christiana, comenzada hacia el año 397 y terminada en el 426, Enchiridion
de fide, spe, et caritate, escrita el 421, notoria por ser una exposición sistemática de su pensamiento, De trinitate
, comenzada hacia el año 400 y terminada el 416, y el De civitate Dei, comenzada hacia el 413 y terminada el
426. Este último es la historia de la Ciudad de Dios desde sus comienzos, antes de que el mundo fuera, hasta el
tiempo más allá del tiempo, hasta su meta eterna. Los últimos años de su vida, tras la terminación de las
Retractaciones en 426-427, fueron de mucha actividad. Además de las obras ya citadas escribió otras cuatro en
esos años: tres contra las herejías y Speculum de scriptura sacra, una colección de la enseñanza ética de la
Escritura para uso popular.
Mapa de los Padres de la Iglesia - Agustín de Hipona
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