La reforma al Código Civil propuesta es un acontecimiento

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La reforma al Código Civil propuesta es un acontecimiento importante porque realiza
modificaciones radicales al Código que hoy rige y da encuadre jurídico a nuevas conductas
sociales.
Todo CC no es un simple cuerpo normativo neutro, que se limita describir costumbres sociales, al
contrario, orienta la vida futura de una comunidad, por lo que manifiesta ciertas elecciones
valorativas y en este sentido se vincula a ámbitos que van más allá de lo jurídico.
Lo expuesto revela la importancia de que prestemos atención a este proyecto de reforma.
He elegido tratar cuatro aspectos:
1) la existencia de un orden moral natural (como amplio marco donde ubicamos esta
reforma)
2) la idea de persona
3) la institución familiar y la
4) Vinculación de la ley civil con la ética.
Orden moral natural: desde la filosofía cristiana decimos que es un orden vinculado a la
naturaleza humana mediada por la razón y al cual se deben sujetar los actos humanos.
Ciertamente que la consideración de la naturaleza humana como criterio normativo, esto es, como
instancia de apelación moral, cuestiona al relativismo y subjetivismo moral, en los que prevalecen
los deseos y la voluntad sin la luz ordenadora de la razón, dando paso al dominio de la certeza
subjetiva y de la utilidad práctica.
El reconocimiento de este orden moral natural –que no es como se suele decir un invento del
pensamiento aristotélico-tomista- es la fuente del Derecho Natural; para este el ser personal es la
realidad central de la sociedad, quien se presenta ante los demás como un ser digno y exigente,
portador de unos derechos que le son inherentes, y que en el caso de la reforma planteada no se
contemplan, como cuando, por ejemplo, realiza una discriminación entre seres humanos que son
personas desde la concepción y otros a los que reduce a la calidad de cosas, privados del derecho
a la vida y de todos los que de él se siguen, hasta tanto el embrión humano no sea implantado en
la mujer.
Es una clara asimetría ética, que no responde al orden moral natural, en la determinación del
“comienzo” de la existencia humana. Dos criterios éticos incompatibles, pero que coexisten
jurídicamente en la reforma propuesta.
Decimos que en la dignidad de toda vida humana se contiene el fundamento de todo derecho, de
modo que fuera del respeto a lo que el hombre es y representa no hay derecho sino prepotencia e
injusticia, aunque los instrumentos de estas tengan forma de ley.
Por eso la prevalencia del derecho natural que emana del orden moral objetivo sobre el derecho
positivo, no es otra cosa que la prevalencia de la dignidad humana sobre un voluntarismo
desbordado, de una libertad que pretende ser absoluta y sin límites, acompañada de una razón
instrumental.
Finalmente decimos que el hombre existe siempre un una cultura concreta, pero esta ni define ni
agota al hombre en lo que es, por lo que la naturaleza del hombre es la medida de la cultura y es la
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condición para que no sea prisionero de ninguna de sus culturas, sino que defienda su dignidad
personal viviendo de acuerdo a la verdad profunda de su ser. (Veritatis Splendor, 53)
Persona: cuando decimos que un hombre es una persona, estamos hablando de un ser libre y
responsable de sus actos, que posee conciencia reflexiva, que es un alguien y no un algo, como un
mero caso de múltiples casos con la misma naturaleza, que existe por sí y no en otro o como modo
de otro, que se presenta como fin y no como medio.
Ser persona no es un proceso sino un evento o acto instantáneo logrado de una vez para siempre.
Si bien hay un reconocimiento del ser personal desde la concepción no obstante establece un
doble estándar, según el ámbito en el cual tuviera lugar su concepción, lo cual resulta por de
pronto injusto e irracional (art. 19): “la existencia de la persona humana comienza con la
concepción en el seno materno. En el caso de técnicas de reproducción asistida comienza con la
implantación del embrión en la mujer”.
De ese modo se autoriza un tratamiento despersonalizante de Los embriones humanos que se
producen en laboratorios al ser manipulados y tratados como cosas. La facultad procreativa del
hombre se convierte en un puro correlato de su voluntad de transformación y dominio técnico,
como si la realidad estuviera desprovista de significado propio hasta que el hombre la hace
ingresar en su proyecto. Recordemos que en el hombre todas las etapas de su desarrollo son
humanas, que provocan cambios morfológicos, pero nunca un cambio de naturaleza.
La cosificación de la persona humana también se manifiesta, por ejemplo, en la “gestación por
sustitución”(562) (“alquiler de vientres”), que tiene por finalidad proporcionar el acceso a las
prácticas de fecundación artificial a parejas del mismo sexo; esto conlleva:
1) Cosificar a la mujer gestante;
2) Despreciar el vínculo de la madre gestante con el hijo que va a parir,
3) Privilegiar el interés de los adultos por sobre el de los niños, sujetos a la manipulación de
su corporeidad que recibe el patrimonio genético de dos personas, mientras recibe la
sangre, el alimento y la comunicación vital intrauterina de otra persona, la madre
sucedánea, a quien se le paga por u producto: el hijo por nacer.
Este tipo de legislación representa para la dignidad humana una amenaza, ya que se enfrenta
a la ley moral natural que impulsa a toda conciencia a hacer el bien y evitar el mal, y que se
concreta en el respeto a la persona humana en cualquier estadio de su desarrollo, en la
totalidad de sus valores, en su esencia y dignidad ontológica.
La institución familiar:
Respecto al orden familiar, poco o nada queda en pie del derecho de familia tutelado en el código
a reformar.
Por ejemplo establece
1) El matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo,
2) Declara nula la pretensión de celebrar civilmente un matrimonio indisoluble (436). Los
cónyuges no tendrán que cohabitar ni ser fieles solo se deberán “asistencia recíproca”;
3) El divorcio se podrá tramitar sin expresión de causa, por la decisión unilateral de unos de
los cónyuges,(437), por lo que el matrimonio gana en fragilidad.
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4) Regula la “unión convivencial”,(509), en relaciones afectivas de carácter singular, pública,
notoria, estable y permanente entre dos personas que comparten un proyecto de vida,
sean del mismo o diferente sexo;(402); en este modelo los hijos quedan insertos en
situaciones esencialmente antinaturales, cuya educación debería realizarse, en verdad,
por la acción conjunta de un padre y de una madre.
5) Da paso a “diversas formas de familia” pero, como dice la Conferencia Episcopal Argentina
no reconoce en absoluto el matrimonio indisoluble caracterizado por el compromiso de
fidelidad y de apertura al bien de los hijos;
6) Se sustituye la “patria potestad” por la “responsabilidad parental” (638); no menciona a
los padres sino a los” progenitores”, expresión genérica que evita incompatibilidades en
los casos de parejas del mismo sexo,
Y así un largo etc. en las modificaciones y propuestas de este tenor.
Es decir el Proyecto profundiza el deterioro de la institución matrimonial y de la familia, iniciado
con la mal llamada ley de “matrimonio igualitario”.
Nosotros a la familia la reconocemos como una sociedad estable que se dirige a la realización de
unos fines esenciales al hombre, como es la procreación y la educación moral y humana de los
hijos. Es una sociedad natural anterior al Estado, con fines precisos que responden a la naturaleza
de sus miembros, además núcleo central de la sociedad civil, que debería ser respetada y
protegida por el ordenamiento jurídico.
Nuestra realidad cotidiana sufre una crisis de sentido que la hace parcialmente ciega para
comprender la profundidad de las palabras que emplea: así ocurre con vocablos de nuestro uso
diario, como familia, naturaleza, persona, amor, etc. y esta tiene efectos prácticos en la elección
de las conductas.
La vinculación de la ley civil con la Ética
¿Corresponde exigirle a la ley civil contenidos morales?
¿Qué vinculación tiene esta ley, e.d. el Código, con la ley moral?
La fuente de todo derecho positivo, es decir del ordenamiento jurídico es el Derecho Natural, a su
vez manifestación de la ley moral natural, que ordena los actos de cada uno de los hombres de
acuerdo a un precepto fundamental del que surgen todos los demás: “hay que hacer el bien y
evitar el mal”.
El derecho positivo no otorga y da, sino que reconoce derechos preexistentes: como por ejemplo,
a fundar una familia, a la educación de los hijos, a la preservación de la vida en todas sus etapas,
etc.
Por lo tanto, la ley civil no se propone en forma directa a hacer buenos a los hombres, pero la
acción legislativa pública tiene una gran responsabilidad en promover y favorecer las condiciones y
el ambiente donde sea posible vivir una vida buena (nos dice Aristóteles) virtuosa y digna del
hombre.
Además: las leyes de modo directo mandan, permiten o prohíben ciertos comportamientos.
Y en ese mandato expresan una concepción del hombre y de la sociedad.
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A causa de esta función expresiva son muy pocas las leyes civiles de carácter meramente técnico y
si consideramos en su conjunto el Código este no es antropológica y éticamente neutral.
El sistema jurídico es también moralidad objetivada.
Legislar es siempre de algún modo modificar la moralidad.
Las leyes civiles dan una forma concreta a nuestra vida en común e inducen un modo de percibir y
valorar las diversas actitudes y comportamientos.
Esta fuerza educativa de la ley se muestra en que tenemos una natural tendencia a reconocernos
a nosotros mismos en el marco institucional y legal de la sociedad en que vivimos, y que nos
proporciona buena parte de las categorías con las que interpretamos la propia experiencia y
construimos nuestra identidad.
Finalmente, decimos que la reforma del viejo Código es posible que sea necesaria en algunos
aspectos, pero toda verdadera reforma debe ofrecer a la sociedad un proyecto civil y un horizonte
moral, una propuesta con principios y valores, que permitan a los miembros de nuestra sociedad
existir no sólo con derechos sino con dignidad. Que el Código vehiculice una necesaria ética civil.
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