El Divino Arte del Vivir

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El Divino Arte del Vivir – Por: Kathleen Besly
Pág. 1
El Divino Arte del
Vivir
Por:
Kathleen M. H. Besly
Traducido del inglés por:
Wilfredo J. Césare
Todos los derechos reservados de esta edición en español
© Octubre de 2009, por Wilfredo J. Césare
La publicación y descarga gratuita de este libro, en formato electrónico, no implica, de parte del editor ni del
traductor, ninguna flexibilidad de las leyes nacionales e internacionales sobre copyright. Este libro está destinado
exclusivamente al uso individual de los estudiantes y simpatizantes de la Ciencia Divina y del Movimiento del
Nuevo Pensamiento.
Por tanto, queda prohibida la venta, distribución o reproducción de este libro mediante cualquier formato o soporte
(impreso o electrónico). De lo contrario, se violarían las leyes nacionales e internacionales sobre derecho de autor
(copyright). Tampoco se autoriza ningún enlace electrónico directo a este libro.
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Pág. 2
ÍNDICE
Presentación a esta edición en español ……………………. p. 03
Prefacio ………...…………………….……………………… p. 06
Omnipresencia ……………………….……………………… p. 07
Amor ………………………………..………………………... p. 09
Fe ……………………………………………………………… p.11
Viviendo la Vida Verdadera …….………………………….. p. 13
Conocimiento y Buen Juicio …….………………………….. p. 16
Disolviendo el temor ………….….………………………….. p. 19
Sanación …………………………..………………………….. p. 21
El Poder de la Palabra …………...………………………….. p. 24
El Perdón …………………..……...………………………….. p. 27
Oración …………………….……...………………………….. p. 30
Concentración …………………..……………………………. p. 32
Cielo e infierno ….………………...………………………….. p. 34
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Pág. 3
Presentación
¿Es posible llevar una vida espiritual sin alejarnos de la vida secular? Ciertamente,
esa parece ser la apuesta de la mayoría de las religiones: Conducirnos en nuestros
quehaceres cotidianos practicando el Bien y manteniendo nuestra mente en Dios. Es decir,
convertirnos en un ejemplo vivo, en nuestros pensamientos y en nuestros actos externos, de
las Virtudes en las que creemos. Sin embargo, este deber ser un esfuerzo constante, un reto
diario y vivido a cada momento del día.
Llegado a este punto, es natural preguntarse: ¿Y cómo hacerlo?, ¿cómo lograrlo?
Existen varios aspectos que se pueden considerar al respecto. Cada religión o
sendero espiritual presenta sus propias prácticas y consideraciones para ello. Pero en todas
encontraremos algunos puntos básicos comunes.
En primer lugar, todo parte de una honesta decisión interna de vivir según la fe que
profesamos. Luego, para expresar tal decisión, existen, por lo menos, otros dos puntos
importantes e interdependientes entre sí, que son como dos caras de una misma moneda: la
auto-observación y la disciplina.
Si verdaderamente reflexionamos sobre estos dos aspectos, nos daremos cuenta que
todo debe partir desde nuestra propia mente. Es dentro de nuestra propia mente en donde
siempre haremos el primer esfuerzo voluntario por observar si lo que estamos pensando,
sintiendo o haciendo en nuestra vida cotidiana, se condice o no con la creencia que decimos
profesar. Este esfuerzo interno, de auto-observación constante, ya es en sí mismo una
disciplina. Y esta primera disciplina interna se alimenta y se fortalece con una disciplina
“externa” de prácticas diarias.
En nuestro caso, podemos recomendar algunas prácticas diarias básicas: Consagrar
por lo menos un momento del día para la contemplación silenciosa (que es nuestro modo de
comulgar silenciosamente con Dios), leer algunas afirmaciones sobre el Bien al empezar
cada jornada (lo que nos dará una “dirección” para el día que empieza), tener a la mano una
o algunas afirmaciones sobre algún asunto (aquél asunto que particularmente nos preocupa
y sobre el cual deseamos mejorar) y, por último, dedicar algunos minutos a alguna lectura
espiritual que nos resulte inspiradora.
El libro que ahora presentamos a la comunidad hispanohablante es una pequeña
guía que puede ayudarnos a vivir nuestra cotidianeidad, desde una perspectiva espiritual.
Esta edición electrónica fue traducida al español de la edición impresa de 1917,
publicada por “Rand McNally & Co.”. El Northwoods Spiritual Resource Center
mecanografió dicha edición impresa y gentilmente nos facilitó los archivos electrónicos,
para proceder a realizar esta edición en español.
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Pág. 4
La Sra. Kathleen M. H. Besly fue una destacada expositora de las conferencias de la
Alianza Internacional del Nuevo Pensamiento, realizadas en Los Ángeles y en San
Francisco, en 1912.
Sobre esta obra, el Northwoods Spiritual Resource Center nos señala:
“Aunque este libro está originalmente atribuido a la denominación Hogar
de la Verdad (‘The Home of Truth’), un anuncio publicado en la Revista
Mensual de la Ciencia Divina (Vol. XV, No. 6, Junio de 1930), indicaba que
podía ser adquirido en la Facultad de Colorado, de la Ciencia Divina de
Denver; por tanto, queda implícita su compatibilidad con nuestras
enseñanzas”.
Finalmente, recordemos la auto-observación y la disciplina cuando la autora nos
señale:
“…el amor es la combinación de nueve cualidades: paciencia, amabilidad,
generosidad, humildad, cortesía, desprendimiento, buen temperamento,
honestidad y sinceridad. Todas estas cualidades pueden ser adquiridas
mediante un serio y perseverante esfuerzo. El grado de la felicidad
resultante, depende completamente de la intensidad del esfuerzo”.
Hemos destacado algunas frases, para terminar preguntándonos: ¿Cuánto Bien
podemos empezar a obrar ¡ya!, con nosotros mismos y con quienes nos rodean día a día, si
empleamos la auto-observación y la disciplina al tratar de adquirir estas cualidades del
amor?
Lima, Octubre del 2009
Wilfredo J. Césare
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Prefacio
Aquello que le entregamos a la vida, puede retornar a nosotros. Podemos tener
felicidad si brindamos felicidad a los demás. Podemos tener dolor si extendemos el dolor a
quienes nos rodean.
La vida correcta va acompañada del pensamiento correcto. La palabra hablada es la
manifestación externa del poder del pensamiento. Como cada acto es precedido por el
pensamiento, lo que le sigue al pensamiento es real; si el pensamiento es correcto, el mal no
puede sobrevenir.
Este pequeño libro ha sido previsto como una ayuda y como una guía para aquellos
que desean tener un método de vida con el que puedan atraer más felicidad y bienestar. Si
su lectura produce la décima parte de ello, el trabajo de la autora habrá sido ricamente
recompensado.
Kathleen M. H. Besly
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Omnipresencia
En toda iglesia cristiana se sostiene la doctrina de que Dios es Omnipresente,
Omnipotente y Omnisciente.
La verdadera piedra fundamental de nuestra enseñanza es la Omnipresencia del
Espíritu Santo1, la cual aceptamos sin reservas. Aceptamos la palabra “Omnipresencia” en
su total significado, definido como: “Presencia en todo lugar y al mismo tiempo; presencia
infinita y universal; ubicuidad”.
Sabemos que el Espíritu Santo está en todas partes y en todas las cosas. Sabemos
que el Espíritu Santo es el Creador y que tiene que estar en la Creación que nunca termina.
Su Palabra es el Poder que crea todas las cosas.
En el primer capítulo del “Génesis” se registra: “Y Dios dijo haya luz, y la luz fue”.
El registro de cada acto de la Creación está precedido por las palabras: “Y Dios dijo”.
Así, la fuerza creativa está expresada por la palabra. La palabra es tan sólo la
expresión del pensamiento. El pensamiento es el poder.
Dios creó este maravilloso universo de Su propia Sustancia, de Su Espíritu. Él puso
a Su propio Ser en cada cosa que Él creó y es, por consiguiente, Omnipresente y está en
todo. Necesariamente, este Espíritu Omnipresente que está en todas las cosas es Dios; pero,
en este punto, surge la pregunta: Si Dios es el Bien Omnipresente, ¿por qué existe el mal en
el mundo? ¿Por qué –entonces, se pregunta– existe el pecado, la enfermedad y la muerte;
las guerras, la pestilencia y la miseria?
La respuesta es que esas cosas, que parecen tan espantosas para nuestros sentidos,
no son realidades. Cuando hayamos aprendido a ver tan sólo al Bien, esas manifestaciones
cesarán. Todo desaparecerá cuando lleguemos a la completa realización de la
Omnipresencia. Entonces superaremos al pecado y a sus consecuencias: la enfermedad y la
muerte.
No existe una muerte real. La Vida es Omnipresente porque Dios es Vida. Después
de que nuestros cuerpos hayan sido agotados, creemos que –de hecho– viviremos más
intensamente que antes.
La Infinita Omnipresencia es Amor. El Amor no puede existir con odio. El odio, el
miedo y todos los horrores se desvanecen con el Amor, tal como se desvanece la oscuridad
en un cuarto, cuando se enciende la luz.
1
Nota del Traductor (N. T.): A lo largo de la obra, la autora usa la expresión “Espíritu Santo” apenas como
una forma de referirse a Dios, ajena a cualquier dogma. En general, en el Nuevo Pensamiento, no se propaga
ningún tipo de creencia dogmática y no se afirma que exista una única verdad religiosa.
Por tanto, no confundir la expresión usada por la autora con el concepto trinitario propio del Catolicismo
Romano y de algunas otras denominaciones cristianas, en las que el “Espíritu Santo” es considerado como la
“Tercera Persona de la Santísima Trinidad”.
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Es tan sólo lo externo, o el hombre exterior, el que sufre los horrores de las guerras,
de la inanición y de la multitud de los males humanos. Algún día él conocerá las
bendiciones de la paz, de la armonía y del amor fraternal. Estos llegarán con el crecimiento
y la fe en el Bien Omnipresente. Mientras tanto, tal como es nuestro deber, constante y
gustosamente enviamos pensamientos de salud, además de donar dinero, alimentos y ropas,
para aliviar el sufrimiento.
Buckle2, en su “Historia de la Civilización”, afirma que Dios es tan civilizado como
la gente que lo adora. Poniendo este pensamiento en otras palabras, Ingersoll3 dijo: “El
hombre creó a Dios, a su imagen y semejanza”.
Estas palabras, que conmocionan a algunas personas, son absolutamente la verdad.
La gente dominada por las pasiones humanas, crea un dios de su mismo tipo. Si somos
crueles y requerimos sacrificios humanos, adoraremos a un dios que requiera tales
sacrificios.
Los antiguos griegos amaron el placer y la belleza y, de esta manera, crearon dioses
que caracterizaron estos deseos. Los Puritanos4, quienes vinieron a América motivados por
la libertad de creencias religiosas, adoraban a un Dios concebido para la austeridad, la
justicia severa y el trabajo duro.
Nosotros creemos que la Luz Espiritual brilla para todos y cada uno de nosotros,
pero que esta Luz sólo puede ser vista por aquellos que han abiertos sus ojos espirituales.
Dada la clara y creciente evidencia de la Omnipresencia, nos centramos en la
importancia de darnos cuenta de esta verdad (la Omnipresencia) como una base de trabajo
para la conducta de nuestras vidas. Puesto que somos criaturas del Espíritu Santo, somos
parte del Espíritu Santo. Por tanto, es nuestro deber vivir en concordancia con la ley de
nuestra creación. Esta es la piedra angular de nuestro trabajo y actuación, debemos tomarla
en cada recoveco y rincón de nuestras vidas.
2
N. T.: La autora se refiere al historiador inglés Henry Thomas Buckle (1821-1862), quien alcanzó
notoriedad en el siglo XIX con su obra “History of Civilization in England”.
3
N. T.: El Coronel Robert Green Ingersoll (1833-1899), un veterano de la Guerra Civil de EE.UU., destacó
como líder político y orador durante la llamada “Edad de Oro del Libre Pensamiento”. Ingersoll fue uno de
los más distinguidos librepensadores agnósticos de ese país. Dueño de una muy culta e ingeniosa oratoria,
Ingersoll cuestionaba las creencias religiosas en general.
4
N. T.: El Puritanismo fue una corriente religiosa que se originó en Inglaterra, en el siglo XVI, luego de la
ruptura de la Iglesia de Inglaterra con la Iglesia Católica Romana. Fue una corriente radical del
Protestantismo, que rechazaba tanto a la Iglesia Romana como a la Anglicana.
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Amor
El amor es la esencia de toda religión. Si nosotros tuviésemos el amor perfecto y
universal, habríamos realizado ya todas las enseñanzas de Jesús. El mundo se habría librado
ya de todo mal.
San Pablo nos ha proporcionado el más claro y maravilloso análisis sobre el amor,
en el décimo tercer capítulo de su Primera Epístola a los Corintios. Pablo ya era un hombre
mayor cuando la escribió. Él ya había resistido a muchas pruebas. Su alma ya había pasado
por el crisol del fuego. Él había sido el autor de masacres y torturas. Él estuvo presente
cuando apedrearon a Esteban. Sus manos estaban manchadas de sangre cuando fue
convertido en el camino a Damasco.
Debemos saber, entonces, que Pablo estuvo bastante inspirado cuando escribió esta
epístola a los Corintios y debemos concluir que su definición del amor fue el resultado de
su propia y maravillosa experiencia.
Pablo nos dice que el amor es la combinación de nueve cualidades: paciencia,
amabilidad, generosidad, humildad, cortesía, desprendimiento, buen temperamento,
honestidad y sinceridad. Todas estas cualidades pueden ser adquiridas mediante un serio y
perseverante esfuerzo. El grado de la felicidad resultante, depende completamente de la
intensidad del esfuerzo.
La paciencia, es una rara y noble cualidad, que resulta difícil para la mayoría de
nosotros. Ella puede ser adquirida por el deseo de ser paciente, acompañado de una
constante auto-vigilancia. A menudo, solemos rendirnos a la impaciencia al observar la
torpeza ajena, olvidándonos que nosotros mismos muchas veces somos torpes.
La amabilidad es, por supuesto, una parte integral del amor. Ella camina junto con
la paciencia. La amabilidad pesarosa o calculadora es de poco valor. La verdadera
amabilidad es ese reino que nos llega espontáneamente y que construye el carácter. De allí
provienen la alegría y el optimismo. Tal como ya se ha dicho, el pensamiento que precede
al acto, es el elemento vital. De este modo, cuando constantemente cultivamos
pensamientos amables, los hechos amables ocurrirán.
La generosidad no se encuentra necesariamente en las dádivas de dinero o de
especies. Podemos recordar fácilmente a aquellos hombres y mujeres que hacen grandes
donaciones filantrópicas, porque con ello se ganan un lugar para ser reconocidos en la “alta
sociedad”. Pero esto tiene un propósito completamente egoísta.
La verdadera generosidad se encuentra en el sacrificio, cuando nos entregamos a
nosotros mismos en un servicio amoroso y cuando proyectamos intensos pensamientos de
servicio a los demás.
La verdadera humildad radica en el conocimiento de que todo Poder proviene de
Dios y en darle crédito al Espíritu Infinito por todo el Bien que existe. Somos Hijos de
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Dios, pero debemos darnos cuenta de nuestras limitaciones. “Por mí mismo, nada puedo
hacer”5. Sabemos que para Dios todo es posible y sabemos que Dios es Omnipresente, en
cada uno de nosotros y en todas partes.
La cortesía es el amor manifestado en nuestras relaciones con los demás. Esto
significa gentileza en pensamientos y palabras, la ausencia de malos modales, usar la
amabilidad y la consideración en la conducción de nuestros asuntos de la vida diaria. La
falsa cortesía es aquella que proviene de una fría y entrenada forma de educación, que
opera automáticamente. El hombre o la mujer que es realmente cortés, es aquél que está
dotado del Espíritu del Amor y que siempre busca cómo ser útil a los demás.
El desprendimiento no pide nada a cambio del servicio que presta. Una persona
verdaderamente desprendida, entrega libremente cualquier cosa sin pensar en el valor de
ello, sin expectativas o esperanzas de gratitud. El acto de entregar brinda su propio gozo y
felicidad.
Un aspecto fundamental de un buen carácter es el buen temperamento. Huelga
decir que un hombre de buen temperamento es más amado y servido que uno de mal
carácter. No debemos concluir que un hombre o una mujer de buen temperamento es
alguien más fácil de engañar o de manipular. Ni tampoco que un hombre severo inspire más
respeto.
Es más, a aquél que habitualmente controla su propio temperamento le resulta más
fácil controlar a los demás y, así, le añade un lado práctico a su eficiencia general.
Honestidad y sinceridad implican rectitud, la ausencia de maldad o de
pensamientos impuros; es el esfuerzo genuino de pensar y actuar dentro de las líneas del
honor y de la verdad absoluta.
Pero además estas nueve cualidades del amor, existe un valor, que es casi
indefinible, al que podríamos comparar con la luz que hace que los colores del prisma sean
visibles. Este es el espíritu del gozo, el cual llega con las buenas obras y que es la Luz que
esparce felicidad y alegría hacia los demás.
El sendero del deber no tiene por qué dar lugar a caminos oscuros y sombríos, como
aquellos recorridos por nuestros padres Puritanos6. En vez de ello, éste debe ser iluminado
por una radiante Alegría.
El Amor ha sido descrito como la práctica constante de las virtudes simples y
acogedoras. Con ellas, se aligeran todas las cargas y es posible vivir un gozo interminable.
Si seguimos este camino, habremos aprendido la más importante lección de la vida.
5
N. T.: Cita bíblica del Evangelio de Juan, 5: 30.
6
N. T.: Muchos Puritanos emigraron a América del Norte durante la colonización de estas tierras; así, sus
creencias ejercieron gran influencia en muchos territorios que, más tarde, formarían los Estados Unidos de
América.
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Fe
Luego de transcurridos tantos siglos, la mejor definición de la fe se encuentra en las
Escrituras: “La fe”, nos dice Pablo, “es la sustancia de las cosas que se esperan, es la
evidencia de las cosas que no se ven”7.
La fe ha sido incluso definida como el consentimiento de una verdad cuya evidencia
no es completa. De este modo, Lowell8 dijo que “la ciencia una vez fue fe”. Fue la fe de
Colón la que lo condujo al descubrimiento de un nuevo mundo. Y casi todo gran invento
puede ser atribuido a la fe de su inventor.
El agricultor siembra su semilla –y su fe– en que el grano brotará maduro, pese a
que es completamente incapaz de probar la fuente de este proceso. En cambio, el hijo
escarba su semilla para ver si esta ya ha echado raíces.
Cuando somos como niños frente a la Verdad, no confiamos plenamente en el Poder
Divino; impacientemente, deseamos ver las raíces de nuestra semilla. No confiamos
suficientemente en la Palabra y buscamos otros medios para obtener la cosecha y, entonces,
fracasamos.
Es luego de muchos intentos que aprendemos a conocer el Poder del Amor Divino,
por medio de la experiencia, y aguardamos la cosecha. Aprendemos, entonces, a no ser
impacientes y a confiar completamente en el Espíritu Infinito.
Es así como nuestra fe se convierte en la tierra para la siembra y pasa a ser una parte
de nosotros mismos. Si tenemos fe, encontraremos la Sustancia y las cosas que esperamos
llegarán a nuestras conciencias.
Emily Cady9 nos dice: “La fe consolida la sustancia de las cosas que se esperan y
pone en evidencia o hace visibles las cosas que no se ven”. Tanto así, que la fe nos
acompaña cuando vamos a dormir por la noche. Tomamos la Sustancia y la ponemos en
evidencia cuando despertamos con nuevo vigor para la jornada del día siguiente. Tenemos
fe de que Dios operará este cambio.
7
N. T.: Cita bíblica de Hebreos, 11: 1.
8
N. T.: La autora cita una frase del poeta estadounidense James Russel Lowell (1819-1891).
9
N. T.: Emily Cady (1848-1941) fue una destacada escritora del Nuevo Pensamientos y una practicante
independiente de Metafísica. Durante muchos años colaboró con la Escuela Unidad de Cristianismo, más
popularmente conocida como “Unity”, publicando artículos en la revista “Unity Magazine”. Su obra más
famosa es “Lessons in Truth” (“Lecciones en la Verdad”).
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Esta es la Fe de la que habla Emerson10 cuando dice: “El hombre que conoce la Ley
está seguro de que el corazón del Ser quiere su bienestar; él cree que no puede escapar de
su Dios”.
Para manifestar los frutos de la fe, debemos tener una absoluta confianza en nuestra
creencia. Cuando Pedro tuvo la certeza de que, al igual que su Maestro, podía caminar
sobre las aguas, entonces lo logró. Pero cuando una duda asomó en su mente, empezó a
hundirse y fue ayudado por la mano del Maestro.
El actor que confía y está seguro de su éxito, es aquél que no duda ni teme fallar.
La experiencia común nos dice que alcanzamos lo que queremos cuando no
tenemos ninguna duda ni hesitación y nos sentimos seguros de nosotros mismos. Cuando
tenemos fe en una causa, conseguimos interesar y convencer a los demás. O de lo contrario,
si nuestra fe es pobre, carecemos del poder de convocar a personas que apoyen nuestra
causa.
El requisito elemental para que un vendedor sea exitoso es la fe, junto con el
entusiasmo. Cualquier gran empleador le dirá esto.
Jesús de Nazareth, cuando curaba a los enfermos, siempre dijo: “Que sea hecho de
acuerdo a tu fe”. A aquellos discípulos, un tanto autosuficientes, que le preguntaban por
qué ellos habían fallado, él les replicaba: “Por causa de tu pequeña fe”.
Sin embargo, estos mismos discípulos tenían éxito cuando se llenaban con la fuerza
dinámica de la fe de Jesús. Cuando ellos se fortalecieron en la fe, pudieron proveerse de lo
que necesitaran y realizaron maravillosas curaciones.
Los primeros cristianos, durante trescientos años, curaron a los enfermos e hicieron
todo el trabajo enseñado por Cristo, sin pensar en sí mismos o en una recompensa. Luego,
este poder fue disminuyendo hasta que finalmente desapareció, cuando la ambición por el
lujo, la codicia por el oro y las ansias del poder mundano capturaron a la iglesia cristiana.
Las enseñanzas de Cristo fueron verdaderas y vitales. Debería ser nuestra obligación
y deseo el incrementar nuestra fe, a fin de que nosotros podamos hacer el trabajo del
Maestro. Todos los esfuerzos deberían concentrarse en este propósito.
Está en camino un gran despertar mundial hacia la verdad de que el Cristianismo
práctico se concretará cuando vivamos nuestras vidas como la de Cristo.
Jesús fue un buen maestro y un sabio filósofo. Él nos entregó todas las instrucciones
completas. Si fallamos al seguir sus instrucciones, es a causa de nuestra pequeña fe.
10
N. T.: Ralph Waldo Emerson (1803-1882), escritor, filósofo y poeta estadounidense, es considerado como
uno de los precursores del “Nuevo Pensamiento” y ha ejercido una gran influencia en muchos de los
escritores de este movimiento.
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Viviendo la Vida Verdadera
Dentro de cada uno de nosotros, existe el firme deseo de llevar una vida que nos
conduzca a la mayor suma de felicidad. ¿Y cuál es esta vida? ¿Es la vida de la disipación
social, es la del estudio, es la de la satisfacción sensual? ¿O se trata de la vida espiritual?
Aquellos que han soportado muchas pruebas y pesares, y que han visto la vida desde
muchos puntos de vista, han decidido que la disipación social es vacía, que el estudio de la
ciencia material que no es elevado por la ciencia espiritual es infructuoso y que la vida de la
satisfacción sensual sólo va acompañada por la miseria y la degradación.
La conclusión a la que se llega es que la única vida que vale vivir, es la vida
espiritual. Si es así, es importante para nosotros, por encima de todas las cosas, que
aprendamos el significado de la vida espiritual y que sepamos cómo vivirla.
Para empezar, tenemos que saber que debemos vivir de la manera más elevada y
haciendo nuestros mejores esfuerzos, en medio de las circunstancia en la que nos
encontramos. Asociado a este esfuerzo, debe estar nuestra práctica de la percepción de la
Omnipresencia de Dios. Si Dios es Omnipresente, no puede haber separación entre lo
material y lo espiritual.
Habiendo aceptado este panorama, no podemos pensar que una cosa es más
maravillosa que la otra, porque Dios, la Perfección Infinita, es y está en todas las cosas.
A menudo, la gente se queja de la monotonía de la vida. La actitud hacia la vida
depende totalmente del individuo. El interés por la vida es algo que cada uno crea, por sí
mismo. Nada existe de monótono en vivir la vida cuando le encontramos interés.
Existen cosas maravillosamente interesantes para todos nosotros. La renovación de
la tierra en cada primavera, el cambio de las estaciones, la gloria de la luz y de la sombra, la
maravilla del color que cambia con la luz; todas estas cosas son de un maravilloso interés
para la mente observadora. Y por sobre todas las cosas, se encuentra el gozo de ayudar a los
amigos, a los vecinos o a los extraños.
Las posibilidades del nuevo día son infinitas. Si uno así lo elige, nada necesita ser
enojoso o monótono en nuestra existencia cotidiana. El cultivado interés en las vidas y en
las cosas que nos rodean, nos proporciona el espíritu de la jovialidad y retrasa el
envejecimiento.
Somos nosotros quienes creamos nuestras propias vidas y nuestra propia atmósfera.
La palabra hablada, que es el pensamiento expresado, es el poder creativo. Si realmente
deseamos vivir la vida verdadera, debemos vigilar cuidadosamente nuestras palabras y
enviarlas para crear las condiciones correctas. Es tonto y perjudicial darle expresión a los
pensamientos depresivos, así como referirse a la enfermedad y al miedo, porque esas
desafortunadas expresiones crean condiciones semejantes a ellas.
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Una hermosa fe es la piedra fundamental para un correcto método de vida, es la fe la
que ilumina nuestra vida diaria, nuestro hogar y nuestro ambiente. La verdadera
espiritualidad es práctica y útil en todos los inminentes y diarios asuntos de la vida. La
verdadera espiritualidad no es algo vago o borroso para ser meramente soñada, ni debe ser
vista solamente como tema para poetas o cantantes.
La espiritualidad, correctamente aplicada, nos ayuda en todos los detalles y
ocupaciones de la vida. Tenemos tantas horas a cada día. Debemos dividir nuestras
obligaciones adecuadamente entre esas horas, dando tiempo para cada cosa en nuestras
ocupaciones diarias.
El momento más importante y necesario de nuestro tiempo, es aquél que reservamos
para la silenciosa meditación espiritual. Esta debe ser una forma de preparación para
nuestras ocupaciones diarias.
Un hombre de negocios, en su oficina, puede ser un canal de poder espiritual si
consagra cada minuto de su tiempo a la mayor expresión de vida espiritual de la que sea
capaz, haciendo siempre su trabajo desde la más alta y más honorable perspectiva.
El mismo método puede ser aplicado a todo tipo de ocupación, incluso en los
quehaceres domésticos. El Hermano Lorenzo11, en su cocina, fregando sus ollas y cacerolas
o mezclando sus salsas, lo hacía todo para la Gloria de Dios y tuvo una vida
verdaderamente espiritual.
Necesitamos el sueño, la recreación y el ejercicio. Estos elementos de nuestra vida
cotidiana nos son de gran beneficio solamente cuando están consagrados al más elevado
propósito, y esto sólo puede hacerse cuando el pensamiento espiritual es el correcto.
Al vivir en este constante pensamiento de la Omnipresencia del Espíritu, nosotros
debemos, como lógica consecuencia, deshacernos de nuestros temores. No podemos
temerle a nada ni a nadie si tenemos plena conciencia de que Dios está en todas partes, de
que Dios es Amor y que el Amor es el Gran Poder de la Vida. Podemos decir aquí,
nuevamente, que es bueno leer siempre y recordar el maravilloso Capítulo 13 de la Primera
Epístola a los Corintios y actuar en nuestra vida diaria según esta enseñanza.
Si seguimos la regla del pensamiento correcto, estaremos obedeciendo al mandato
de “orar sin cesar”. Entonces, nuestra vida entera será una oración, un canto de alabanza
para el Dador de Toda Vida, será una gozosa y feliz realización de unidad con el Espíritu
Santo. Esta es la verdadera oración.
La oración es el alimento del alma y es más necesaria para nosotros que el alimento
físico.
Esta enseñanza, aunque llamada de “Nuevo Pensamiento”, no es nueva. Ella es tan
antigua como el pensamiento mismo. Ella ha sido practicada en las más antiguas religiones.
11
N. T.: Lorenzo de la Resurrección fue un monje contemplativo francés del siglo XVII, de la Orden de los
Carmelitas. Su verdadero nombre fue Nicolás Herman (1611-1691). En su convento, se desempeñó durante
años como cocinero y luego como remendón de sandalias de los demás monjes. En su época, fue conocido
por la gente de París por su gran santidad y extrema humildad, en medio de sus sencillas labores diarias. Para
el Hermano Lorenzo, el Reino de Dios podía ser vivido en la tierra, practicando la Presencia de Dios
constantemente, en cualquier actividad. Sus enseñanzas fueron compiladas por el religioso Joseph de
Beaufort, siendo publicadas en 1692 bajo el título de “La Práctica de la Presencia de Dios”, obra que llegó a
ser popular tanto entre Católicos Romanos como entre Evangélicos.
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Lo único que se ha hecho es adaptarla a las necesidades de nuestra nueva vida moderna. Se
trata de un simple Cristianismo práctico y, tal como todo lo que enseñó Jesús, es fácil y
claro para nuestro entendimiento.
Los frutos de esta enseñanza sólo pueden ser adquiridos por el esfuerzo y por la
constante práctica diaria. Si no podemos cumplir con nuestros ideales, no debemos
desanimarnos. En vez de quejarnos cada vez no lo logremos, empecemos nuevamente con
el pensamiento de que siempre se hacen progresos con cada renovado esfuerzo, aún cuando
su beneficio no siempre sea evidente.
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Conocimiento y Buen Juicio
El entendimiento espiritual es un profundo y cabal estado de conciencia, así como la
realización, de la unidad de uno mismo con el Padre.
La esencia de la Verdad viviente que rige nuestras vidas, la encontramos cuando nos
aferramos a esta gran idea de la Omnipresencia del Espíritu Santo.
El entendimiento o conocimiento por el que nos estamos esforzando, es espiritual y
no intelectual. Mucha confusión y error surgen de la falta de comprensión de esta
distinción.
En el proceso de adquirir este entendimiento espiritual, podemos empezar con cosas
externas y luego aprender a ser honestos, por ejemplo, en asuntos de dinero. Luego, damos
un paso más y aprendemos a ser honestos en nuestras almas, honestos en cada pensamiento
sobre Dios, el hombre y nosotros mismos.
Debemos aprender a estudiar nuestros deseos y nuestros pensamientos, y aprender a
ver todas las cosas desde el punto de vista espiritual. Si hacemos esto correctamente,
aprenderemos a conocer que nuestros cuerpos son templos del Espíritu.
Ser honesto con uno mismo no es fácil, y sólo se puede lograr esto mediante un
infatigable esfuerzo.
Emerson, al hablar del Infinito Poder, del Espíritu Santo, dijo: “Esta energía no
desciende a la vida individual en ninguna otra condición que no sea la de la completa
posesión. Ella llega para el modesto y el simple; llega para quienes dejan de lado lo que es
externo y vanidoso; llega como una impronta; llega como serenidad y esplendor. Cuando
vemos a aquellos en quienes habita, percibimos nuevos grados de grandeza. Partiendo de
esta inspiración, el hombre regresa cambiado. Ya no les habla a los hombres fijándose en
sus opiniones, es directo y auténtico; no se sonroja, no sanciona a los amigos, no se
aventura, no desea admiración; habita en la hora que es ahora”.
Esta parece ser una verdadera imagen de la sabiduría. Estudiémosla a menudo, a fin
de que podamos comprender su completo significado
Entre los hombres sabios que hemos señalado, se encuentra el Hermano Lorenzo,
quien fue un analfabeto que empezó su vida en una casa noble de París.
El Hermano Lorenzo fue alcanzado por el Poder de Dios. Al observar un árbol sin
hojas, él percibió, con sorpresa, cómo este podía reverdecer una y otra vez por la Bondad
del Espíritu. Le llenó el deseo de dedicar su vida al servicio de Dios y, de acuerdo a la
costumbre de su época, ingresó a un monasterio. Allí, ocupando el humilde puesto de
cocinero de una numerosa comunidad de monjes, él practicó la Presencia de Dios
constantemente y, con su tranquila manera de ser, adquirió sabiduría y se convirtió en un
gran poder.
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El abad del monasterio del Hermano Lorenzo, que fue un gran príncipe de la iglesia,
desapareció y fue olvidado; sin embargo, el poder de este humilde hermano laico, vive en
nuestros días.
Existe un registro de los dichos del Hermano Lorenzo, los cuales fueron transcritos
por un sacerdote que lo conocía y lo admiraba. Se trata de un pequeño y modesto texto
llamado “La Práctica de la Presencia de Dios”. Este texto se mantiene como una de las
mejores guías para el sendero de la verdadera sabiduría y el entendimiento.
Para adquirir el entendimiento espiritual debemos dejar de lado todos los bienes
materiales y los objetivos egoístas. El camino hacia la incertidumbre, no el de la sabiduría,
se encuentra en el exceso de introspección y en el exceso de disección de pensamientos,
acciones y motivaciones. Todo esto nos convierte meramente en críticos, cuando en
realidad deseamos ver claramente las cosas espirituales.
Debemos guiarnos por la Voz Interior. Sólo cuando nos aproximamos
humildemente a algo es cuando podemos aspirar a obtener el conocimiento de ello. Una
mente arrogante y auto-suficiente no se encuentra abierta para la instrucción. Incluso el
hombre más instruido puede aprender algo de las cosas simples sobre sí mismo.
Todos tenemos algo para darle a cada uno de los demás; a menudo, una simple
ayuda para el conocimiento. Los hombres más sabios son humildes en proporción a su
propia sabiduría.
En sus “Lecciones Esenciales de Vida Cristiana y Sanación”, la Sra. Militz12 dijo:
“La ignorancia es la causa de todas las manifestaciones del mal, y la más burda
ignorancia es atribuirles sus orígenes a Dios”.
Se nos han entregado las herramientas necesarias para resolver los problemas de la
vida, y es nuestro deber conservarlas en buen estado. No debemos sobrealimentar nuestros
cuerpo al punto de volvernos inactivos o perezosos. No debemos excedernos en la tensión
de nuestros nervios. No debemos tener pensamientos dañinos.
Ciertamente, no creemos en el uso de drogas o medicinas estimulantes, pero
creemos que debemos mantener nuestros cuerpos limpios y nuestra apariencia pulcra,
porque esas son condiciones necesarias para nuestro sentido de armonía y belleza.
Nuevamente, la Sra. Militz dijo: “Seguir las riquezas y la sabiduría de un mundo
cambiante y decadente, es la acción de alguien que trata de poseer y controlar una
sombra, sin conocer aquello que causa la sombra”.
Algunos de nosotros, luego de desembarcar de un buque, hemos experimentado la
sensación de que la tierra se mece bajo nosotros y que nos sacuden las olas. La razón nos
dice que esta sensación es una mera ilusión, pero según nos aferramos a ella, es real para
nosotros. Lo mismo ocurre con la enfermedad, la aflicción y la infelicidad. Estas son reales
12
N. T.: Annie Rix Militz (1856-1924), una destacada figura del Movimiento del Nuevo Pensamiento, fue
una de las principales colaboradoras en los inicios de la Escuela Unidad de Cristianismo (“Unity”).
Posteriormente, fundó la denominación religiosa “Hogar de la Verdad”. El título original de la obra citada de
la Sra. Militz, es: “Primary Lessons in Christian Living and Healing”.
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sólo en tanto nos aferramos a la creencia en ellas, y nos liberamos de las mismas cuando
nos dirigimos al verdadero conocimiento y entendimiento.
Es importante para nosotros obtener el verdadero conocimiento, si deseamos
despojar nuestras mentes de todo prejuicio. Aún cuando no podamos estar de acuerdo con
la creencia de nuestro prójimo, debemos respetarla. Los prejuicios y la envidia ciegan los
ojos espirituales que tanto necesitamos.
El prejuicio es uno de los males más sutiles e insidiosos. Estamos muy inclinados a
pensar que nuestros prejuicios no son tales, sino que son el simple resultado del buen juicio
y de la buena educación. Este punto de vista fue expresado por un amigo que dijo: “Yo no
tengo prejuicios, pero claro que sé qué es lo correcto”.
Sólo mediante el riguroso entrenamiento mental y la oración honesta podemos
llegar a percibir que la creencia de nuestro prójimo es tan sagrada para él como lo son para
nosotros nuestras propias creencias y que, en consecuencia, debería ser respetada.
Nuestro propio punto de vista es estrecho si nos rehusamos a ver y a respetar el
punto de vista de los demás. Mostramos falta de criterio cuando nos exaltamos al
argumentar. Cuando sintamos que estamos cediendo a tal tontería, debemos cesar la
discusión. Sólo cuando somos capaces de discutir con calma sobre nuestras creencias, es
que podemos obtener una valiosa luz sobre las cuestiones que antes no estaban
completamente claras para nosotros o es cuando podemos ser capaces de despejar dudas en
la mente del otro.
En cierta ocasión, una mujer dijo, al referirse a otra:
- “Ella no tiene ninguna religión. No es mejor que un pagano”.
A lo que se siguió esta respuesta:
- “Creo que está equivocada. Ella cree en el Nuevo Pensamiento y está tratando
de dar su mejor esfuerzo para estar a la altura de ello”.
- “Esa es una cuestión que no puedo discutir con usted”, fue la indignada réplica.
Lo que se infiere es que nosotros, que estamos intentando, con toda humildad,
practicar diariamente las enseñanzas de Jesús, no somos mejores que el pagano o el
irreligioso. Esto ilustra la facilidad con la que nos cegamos sobre nosotros mismos.
También debemos guardarnos de la envidia. Cuando lleguemos a comprender que
no existe separación, que la fuente de todo el Bien, de todo talento y de toda provisión está
abierta para todos, no tendremos ningún motivo para envidiar a nuestro hermano ni para
incentivar la envidia.
Cuando verdaderamente amemos, sin esperar recompensas y sin ningún deseo
egoísta, no tendremos envidia de los demás.
Estos asuntos de los prejuicios y la envidia son, en último análisis, asuntos de
egoísmo que serán eliminados cuando adquiramos la generosidad.
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Disolviendo el temor
El miedo es un estado de aprehensión o es la expectativa del mal. Si creemos y
practicamos la Presencia de Dios, eliminamos el miedo; porque sabemos que en donde Dios
existe no hay lugar ni espacio para el mal. En esta condición, no tenemos ni podemos tener
miedo.
Si llegamos a sentir miedo es porque en realidad no percibimos, completamente, la
Omnipresencia de Dios.
“Lo que más temía, me sobrevino”13. Naturalmente, nuestros pensamientos se
dirigen mayormente sobre los objetos de nuestro miedo. El pensamiento es el gran poder de
atracción. Atraemos las cosas que tememos, según tan continuamente pensemos en ellas.
Cuando alguien aprende a montar bicicleta, a menudo choca contra los objetos que
desea evitar, porque mantiene la mente en tales objetos. Un instructor les dice a sus
alumnos que no vean los objetos que temen, sino que mantengan sus ojos fijos en el punto
al que desean llegar.
Este consejo también es válido en el ámbito espiritual. Si queremos evitar los
errores, no debemos mantenerlos constantemente en nuestras mentes. Mantengamos
firmemente nuestra visión en el Bien que deseamos poseer.
La expectativa del mal camina junto al miedo. Si tenemos expectativa en el mal,
probablemente atraeremos al mal, en alguna forma. Si tememos que una persona esté
planeando engañarnos, probablemente expresaremos esto, de alguna manera. Entonces,
llevaremos esta sugestión hacia esta persona y, así, recaerá sobre nosotros aquello que
tememos.
Una grande y sorprendente ilustración de esta lección la encontramos en la Gran
Guerra Europea. Durante muchos años, las naciones involucradas temieron por ella y
aguardaron con expectativa esta terrible tragedia mundial. Finalmente, aquello que temían
les sobrevino. Esto ocurrió porque el pensamiento de las naciones afectadas estuvo dirigido,
durante décadas, hacia la guerra.
Muchas veces se ha demostrado que el hecho de huir de aquello que tememos,
ofrece la manera más fácil de verse aplastado por ello.
Mi padre me contó muchas veces una historia con la que él estuvo familiarizado y
que ilustra esta verdad. Hace más de cincuenta años, una epidemia de cólera asiático azotó
al país y llegó a Chicago. Un muy conocido médico de Chicago fue poseído por el temor a
esta enfermedad y se rehusó a atender a los pacientes. Apenas apareció el primer caso (en
Chicago), este médico empacó su equipaje y se marchó a Europa.
Ya cuando estaba a bordo del barco, fue sorprendido con los síntomas que él pensó
que eran de la temida enfermedad. Se quedó tan aterrorizado que falleció. El oficial-médico
del barco insistió que la enfermedad del médico fallecido no era el cólera y que tampoco se
13
N. T.: Cita Bíblica de Job, 3: 25.
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registraron casos de cólera en la nave. Fue el miedo lo que mató a este hombre. Ningún
médico de Chicago murió a causa del cólera.
No existe mejor ilustración que la de la clásica fábula de un hombre sabio que, en su
camino a Bagdad, se encontró con la peste. El hombre sabio le preguntó a la peste el
propósito de su viaje, a lo que respondió: “Voy a matar a cinco mil hombres”.
Cuando el hombre sabio se encontraba de regreso, volvió a encontrarse con la peste,
quien a su vez regresaba de Bagdad. El sabio le dijo a la peste: “Me dijiste que sólo
matarías a cinco mil hombres, pero ahora escucho que has matado a cincuenta mil”.
“¡Oh, no!” –replicó la peste. “Yo sólo maté a cinco mil. El miedo mató a los
demás”.
Existe una verdad literal en el habla popular: “Paralizado por el miedo”. Cuando un
gran temor se apodera de una persona, su poder de actuar es repentinamente removido. La
aparición del terror causa que el cerebro suspenda sus funciones y la garganta se seca de tal
modo, que no fluyen las palabras. El miedo empalidece las mejillas y hace que los pelos se
ericen. Provoca la contracción de los músculos y también varias enfermedades.
El asma es principalmente causada por el miedo. La gente que le teme a los resfríos
son más vulnerables a contraerlos que las demás personas. Cierta vez una mujer alardeó
que, a cada invierno, ella contraía hasta cuatro graves catarros, los cuales ella temía y
aguardaba, y que estos catarros nunca le habían fallado.
Inspirar el temor en los niños es malvado e innecesario. Es cruel la niñera que les
cuenta historias aterrorizantes a los niños que tiene a su cargo. Muchos niños se hicieron
cobardes ante la vida por este tipo de tratamiento. Los padres que gobiernan a sus hijos por
medio del temor, más que por amor, pierden mucha de la alegría de la vida y, a menudo,
son los que inician a sus propios hijos en el camino hacia la ruina.
Hubo una vez en que se nos enseñó que teníamos que temerle a Dios y, de esta
manera, una actitud abyecta y humillante fue considerada como religiosa y santa. Hoy,
estamos luchando por la liberación de ese pensamiento erróneo, pero su eliminación no es
fácil.
El miedo es eliminado mediante la plena percepción de la Omnipresencia, pero
antes que esta realización nos llegue, nuestros temores pueden proporcionarnos muchas
torturas.
Hay una historia sobre un monje que abrió el ataúd de un abad, para quitarle un
valioso anillo de uno de los dedos del hombre muerto. La túnica del ladrón fue capturada
por una uña del cadáver, tal como si este hubiese vuelto a la vida para dominar al pillo.
Presa del terror, el monje falleció.
Las madres que temen enviar a sus hijos a la escuela por causa de los microbios,
están haciendo mucho para atraer estos mismos microbios a sus hijos.
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Sanación
Ser curado es ser hecho íntegro. Cuando uno es hecho íntegro, es decir, cuando no
solamente el cuerpo sino también en el alma se encuentran bien, se está curado.
Existen muchos métodos de curación, pero sólo existe un Sanador. Sólo existe una
Fuente de la que proviene toda curación.
Un paciente actúa dentro de sus derechos cuando escoge a un médico o a un
cirujano, ya sea que recurra a las drogas o al escalpelo. Dios es el Sanador,
independientemente de todos los métodos. No necesitamos condenar ésos métodos ni
discrepar con quienes los usan. La Fuente de la Sanación puede ser alcanzada de
innumerables maneras.
En los primeros días del cristianismo, era común la curación a través del Espíritu.
Jesús dio instrucciones de que todos quienes le siguieran deberían “curar enfermos,
purificar a los leprosos y levantar a los muertos”14. El les dijo que hicieran exactamente lo
que él había hecho, porque él no era diferente al resto de la humanidad. Él dijo que nosotros
éramos uno con él y uno con el Padre.
Después del Cristo, durante trescientos años esta enseñanza fue fielmente seguida.
La curación fue constantemente practicada por los cristianos. No fue hasta que la ambición
por el poder y la codicia por el oro se introdujeron en la iglesia, que la curación fue
abandonada como una parte necesaria de la práctica del cristianismo. Pero incluso entonces,
surgieron grandes almas que vivieron una perfecta vida cristiana y que hicieron
exactamente los que el Maestro enseñó. La curación no fue considerada por los primeros
cristianos como un signo especial de santidad, sino más bien como una natural y legítima
consecuencia de seguir a Jesús.
El Maestro muestra muy claramente que ninguna práctica o fórmula especial es
necesaria. Él muestra que la fe, el amor, la concentración y la esperanza son
verdaderamente esenciales. Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos que se mantuvieron
con fe, esperanza y amor, estuvieron con Jesús cuan él consumó su mayor curación.
Con frecuencia, Jesús se apartaba y concentraba su pensamiento en el Espíritu,
hacia donde, de hecho, su pensamiento estaba siempre dirigido. Jesús siempre fue fiel. El
probó que es la fidelidad, y no la experiencia, la que otorga el más grande poder de
curación. Los efectos son producidos por la realización y no por el tiempo.
No se pueden dar reglas para el tratamiento de los pacientes, más allá de las reglas
generales que insisten en la pureza de pensamiento, la fe, la esperanza, el amor, la
honestidad y la sinceridad. Cada paciente debe ser tratado de modo que pueda ser
14
N. T. : La autora se refiere a lo citado en Mateo, 10: 8.
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alcanzado por estas cualidades. El Espíritu guía a ambos, tanto al sanador como al paciente.
El paciente no puede llegar a la curación espiritual si el Espíritu Santo no lo guía.
A menudo, hemos oímos decir a alguien: “Yo no tengo mucha fe en sus métodos,
pero he decidido intentar su tratamiento porque no puedo ver cómo podría perjudicarme”.
Esto no suena a fe; sin embargo, no podríamos haber ayudado a todos si no
hubiéramos tenido algo de fe, algo de esperanza y algo de amor. No debemos nunca
rehusarnos a ayudar, no importa que esta ayuda produzca pequeños frutos.
En el tratamiento, es necesario que el sanador se aquiete para concentrar todo su ser
en el Espíritu; para esperar, muy humildemente, la guía del Espíritu y seguir
obedientemente esta orientación. Entonces, las palabras que estaremos guiados a hablar, no
serán nuestras palabras; los pensamientos que tengamos, no serán nuestros pensamientos.
Estas palabras y pensamientos le pertenecen al Espíritu. En la medida en que seamos
capaces de proporcionar las palabras y los pensamientos del Espíritu, con fe y honestidad,
la curación ocurrirá.
En ocasiones, el Maestro habló la palabra estando distante de su paciente, y tal era
su poder, que la curación ocurría instantáneamente. A veces, el paciente era curado por un
toque de su mano. Muy a menudo, él le pedía al paciente que este hiciera un definido
esfuerzo por su propia voluntad.
“Levántate de tu camilla y camina”.
“Ve y no peques más”.
“Vete, muéstrate al sacerdote y cumple la ley de Moisés”15.
Se sabe que en una ocasión el Maestro mezcló barro y saliva, probablemente porque
vio que este paciente en particular necesitaba ser ayudado por medio de algo que pudiera
sentir materialmente. Muchas personas creen que no están siendo auxiliados a menos que
puedan ver, tocar o tragar algo. Son débiles en la fe. Si él Espíritu le guía de esta manera,
usted puede darles lo que ellos desean. De esta manera ellos se encontrarán satisfechos y
quedará abierto el camino hacia la verdadera curación, la cual no tiene conexión con estas
cosas externas.
Muchos médicos le han dado a sus pacientes píldoras de harina cubiertas con
azúcar, con excelentes resultados. Sólo la fe del paciente produjo la curación.
Si el toque de una mano tranquiliza a un paciente y le quita el dolor, ¿por qué
aplazar esta comodidad? La mano de una persona no cura. La curación proviene del
Espíritu Divino que llega a través de ese canal. Jesús uso con frecuencia ese método, pero
muchas de sus grandes curaciones fueron hechas por medio de tratamientos realizados
mientras él estaba ausente. El sirviente del Centurión fue sanado instantáneamente
mediante el tratamiento ausente de la palabra hablada y Jesús destacó la maravillosa fe del
soldado romano.
15
Estas tres frases corresponden, respectivamente, a las siguientes citas bíblicas: Juan, 5: 8; Juan, 8: 11; y
Mateo, 8: 4.
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Cuando los leprosos acudieron donde Jesús, este no los alivió instantáneamente de
sus problemas sino que los envió a hacer lo que la ley prescribía, a saber, mostrarse ante los
sacerdotes, bañarse y ser nuevamente recibidos entre los hombres: En el camino, mientras
obedecían a Jesús, los diez leprosos fueron curados. Pero solamente uno, un extranjero,
regresó a darle las gracias. Esto ilustra la proporción de gratitud de aquellos que fueron
ayudados y también explica porqué muchas de las personas que han sido curadas caen, más
tarde, en el mismo problema.
Si aquellos que han sido curados le agradecen al Espíritu Santo y recuerdan la gran
bendición recibida, entonces permanecerán curados y no caerán nuevamente en el mismo
error.
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El Poder de la Palabra
Al estudiar este bosquejo de método de pensamiento correcto y, consecuentemente,
de un modo correcto de vida, debemos mantener con nosotros constantemente la
realización de la Omnipresencia de Dios. Eso es la más importante. Es la base de todas las
cosas y debe ser aceptada en todo su significado.
El Salmista se pregunta: “¿A dónde iré yo lejos de tu Espíritu? ¿O a dónde he de
huir de tu presencia? Si asciendo hasta el cielo, tú estás allí; si me acuesto en el infierno,
descubro, tú estás allí”16.
Puesto que el hombre es imagen y semejanza de Dios, Dios está con él, dondequiera
que esta vaya. Dios es todo el Bien y si nosotros hacemos de Su Omnipresencia una
realidad en nuestras conciencias, no podrían existir ni el pecado, ni la enfermedad ni la
muerte.
¿Cómo podemos aplicar esta idea básica de la Omnipresencia en nuestra vida
cotidiana? Pues, si queremos tener sus beneficios, debemos aplicarla en todos los
acontecimientos, bajo toda circunstancia, condición o ambiente.
La palabra hablada crea condiciones. Le transmite sentido al que la oye y, de esta
manera, se mantiene y aparece en todo lo que hace el hombre.
Pero detrás de la palabra se encuentra el pensamiento, que es la verdadera fuerza
creadora. El pensamiento debe preceder a la palabra. La realidad debe ser primero dibujada
y elaborada en la mente del arquitecto. El pensamiento, entonces, es el motor primordial de
toda creación.
“Tal como un hombre piensa en su corazón, así es él”.17
El pecado, la enfermedad y la muerte le siguen al pensamiento imprudente.
Pensamientos de enfermedad deben ser reemplazados por pensamientos de salud. Es un
hecho establecido que la gente que lee obras médicas, especialmente los jóvenes
estudiantes de medicina, a menudo siente miedo de que las enfermedades sobre las que han
leído se manifiesten en ellos. Entonces buscan los síntomas y algún disturbio físico se
manifiesta, aunque tal disturbio no necesariamente esté relacionado con la enfermedad que
habían estudiado.
El viejo dicho que dice que ”el conocimiento limitado, es conocimiento peligroso”,
es tan cierto para la química como para el pensamiento espiritual.
Si fracasamos en la práctica cotidiana de nuestro poder del pensamiento,
probablemente actuaremos de manera tonta e irritaremos a las demás personas. Si
demostramos demasiado entusiasmo, demasiada energía y demasiada persistencia,
16
N. T.: Cita Bíblica de Salmos, 139: 7-8.
17
N. T.: Cita Bíblica de Proverbios, 23: 7.
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llevaremos a las personas a alejarse de la posibilidad de estudiar la gran Verdad y
fallaremos en el propósito de interesarlas en ello.
Si somos sinceros, debemos vivir la Verdad tanto como nos sea posible. El
momento de hablar, es cuando somos interrogados al respecto.
Si hemos de hacer que nuestras palabras sean de ayuda, debemos librar nuestras
mentes de la intolerancia. Esto es absolutamente esencial. La verdad es que uno de nosotros
no es mejor que los demás. La idea de que somos superiores, es el pensamiento más
pernicioso. Las mayores persecuciones del mundo han resultado de ella.
Algunos de nosotros estamos ciegos a la Verdad, los ojos de otros están apenas
abiertos pero, intrínsecamente, cada uno es un hijo de Dios y estamos hechos de la misma
Sustancia. Si hemos de ser canales para la curación y para divulgar la Luz Divina, debemos
librarnos de todo prejuicio.
Nuestros pensamientos deben ser sistemáticos y ordenados o, en una palabra,
científicos. La ciencia no esta completamente confinada a las cosas materiales sino que
también es aplicable a los asuntos del Espíritu. Luego de que una Verdad haya sido
demostrada a nuestra satisfacción, nuestras palabras hablarán sólo la Verdad, ya que
nuestros pensamientos la retendrán. Nuestro conocimiento de la Verdad debe estar
organizado de tal modo, que nuestras palabras lleven el poder y la convicción.
Nuestros pensamientos deben ser concentrados para que sean eficaces. Debemos
pensar clara y específicamente aquello que queremos demostrar. Todo lo demás debe ser
excluido.
Si queremos producir las condiciones adecuadas, debemos tener solamente
pensamientos puros, santos y buenos, tal como el Espíritu Divino es completamente Puro,
Santo y Bueno. Nunca alcanzaremos resultados positivos si nuestros pensamientos están
aferrados a los aspectos negativos. Esta es la razón por la que nosotros, que creemos en el
poder del pensamiento, no debemos permitir que nuestros pensamientos se concentren en la
maldad, el pecado y la enfermedad.
Los pensamientos depresivos generan enfermedad. Deje que la Luz llene su mente.
No diga que usted es estúpido, aburrido o infeliz. Dése cuenta que usted forma parte del
Gran Espíritu y que no es simplemente una personalidad insignificante. Cuando usted funda
esta personalidad suya dentro del Gran y Santo Espíritu, el Poder Creativo disolverá la
oscuridad y la vida será hermosa. Amor y Verdad, Gozo y Felicidad, son bellos porque son
la expresión de la Deidad.
Por lo tanto, las palabras son pensamientos concretos. Según el valor de los
pensamientos, será el valor de las palabras. Las oraciones son pensamientos y todos
nuestros pensamientos deben ser oraciones. Podremos orar sin cesar solamente cuando cada
pensamiento y cada respiración sea una oración.
La oración no es necesariamente una palabra hablada; no significa una actitud
especial. La oración significa tan sólo una conexión consciente con el Espíritu Santo.
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Nosotros no nos apartamos de la oración, tal como nos acusan algunos. Nosotros
simplemente aumentamos la oración hasta que ella ocupe toda nuestra vida.
¿De qué vale la repetición de palabras si estas no expresan el pensamiento? Las
palabras que son meramente repetidas, como loros, carecen de significado. Los chinos
tienen incluso ruedas de oración y creen que al girarlas tienen el favor de los dioses.
Nuestro Dios es Espíritu, debemos orar hacia Él y servirlo en espíritu y debemos venerarlo
en pensamiento y mente. Debemos percibir nuestra unidad con la gran Mente Divina para
poder usar creativamente las palabras que llevarán un mensaje.
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El Perdón
El significado de la palabra “perdonar” se hace más claro y vital si analizamos su
composición; así, “per-donar” significa, en realidad, “donar o entregarse a través de algo”.
Si entregamos amor por odio, gozo por tristeza, fuerza por debilidad o salud por
enfermedad, podremos entonces decir que estamos yendo hacia la Maestría en los asuntos
de la vida.
El perdón toma muchas formas. Debemos perdonar a nuestros semejantes, debemos
perdonarnos a nosotros mismos y debemos perdonar a las circunstancias.
Perdonar a alguien que nos ha herido, puede parecer difícil. Pero, si consideramos el
asunto desde el punto de vista espiritual, pronto nos convenceremos que no hemos sido tan
heridos como lo suponíamos. El hecho que nos hirió pudo haberse producido sin mala
intención. Lo hiriente pudo no haber sido tan grande e incluso, posiblemente, podríamos
obtener algún verdadero beneficio derivado de ello. De hecho, algo hiriente puede
conducirnos a comprender algo sobre nosotros mismos, que no podríamos haberlo
entendido sin que ocurriera. Es nuestro deber saber “liberarnos” rápidamente de cualquier
cosa que nos aflija.
Todos somos humanos. Constantemente caemos en malos hábitos y, en ocasiones,
llegamos a enojarnos con nosotros mismos debido a nuestras debilidades. Esto no es sabio.
Debemos aprender a perdonarnos a nosotros mismos y, como parte de nuestro deseo de
evitar repetir un error, debemos alejar este error de nuestro pensamiento y empezar de
nuevo.
Un error se hace diez veces peor si damos muchas vueltas sobre él. El hecho de
estar pensando en el error y la auto-condenación, son los factores que nos llevan a la
enfermedad y al malestar; debemos sustituir estas actitudes con un renovado esfuerzo por
evitar el mal.
Debemos aprender a ser tolerantes con nuestras circunstancias. No es sabio
enojarnos contra lo que nos rodea, contra las cosas de la vida que parecen difíciles de
soportar, ni contra las irritaciones que surjan, ya sean grandes o pequeñas. Si pensamos
correctamente, encontraremos algo bueno en las grandes dificultades. El mal que se
presenta en estas dificultades es el resultado del pensamiento erróneo. Si logramos entregar
paciencia a la impaciencia, calma a la irritación, enseñanza a la ignorancia y compañía
placentera a la arrogancia, seremos capaces de resolver el problema.
El elemento más importante del perdón es la buena disposición para olvidar. A
menudo se dice: “Puedo perdonar, pero no olvidar”. Quien así habla, declara una falsedad.
O se olvida y se le permite al pasado “enterrar a sus muertos” o no se perdona. Mientras
mantengamos ocupado nuestro pensamiento con un problema, no habremos perdonado a la
persona que lo haya causado.
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Tanto el enfado real como el mal imaginario, causan “mala sangre”, en un sentido
literal. Los científicos han demostrado, repetidamente, que la ira genera un verdadero
veneno. Elmer Gates18 encontró veneno en la saliva de un hombre enojado, pero también
encontró que su saliva no presentaba veneno cuando dicho sujeto estaba calmado.
El veneno que ingresa en nuestra sangre como producto de la ira, se manifiesta en
alguna forma de enfermedad en el cuerpo. Esta puede o no ser grave, pero ciertamente,
llega a producirse.
Es difícil perdonar el sarcasmo o las palabras hirientes. Para ello, debemos enviar
pensamientos de amor y decir silenciosamente: “Tú, realmente, no deseas herirme. Ahora,
te das cuenta de la divina hermandad que nos une. El Amor Divino reina entre nosotros”19
Este tratamiento funciona con una maravillosa rapidez.
Nuestro mayor ejemplo sobre el perdón lo hallamos en la manera en la que Jesús
enfrentó al pecado. El fue manso y comprensivo cuando le habló a la mujer de Samaria20.
No aprobó sus ofensas, sino que perdonó a la pecadora. Él dijo que los pecados que se
cometen con la mente son tan graves como los que se cometen con los actos, pero que todos
los pecados son perdonados cuando los hacemos a un lado y los reemplazamos por
virtudes.
A menudo, Jesús realizaba sus curaciones mediante las palabras: “Ve y no peques
más”.
Cuando los escribas y los fariseos quisieron apedrear a la mujer adúltera, Jesús
calmadamente dijo: “Quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”. Uno a
uno, estos arrogantes hombres se escabulleron cuando vieron que sus propios pecados eran
escritos en las arenas por su Maestro21.
Al quedarse la mujer a solas con el único que estaba libre de pecado, Jesús le dijo:
“¿Dónde están los que te acusaban? Ni yo te condeno. Vete en paz y no peques más”.
18
N. T.: Elmer R. Gates (1859-1923), científico y destacado inventor estadounidense de inicios del siglo XX,
incursionó también en el campo de la Psicología, realizando estudios sobre los procesos mentales durante el
desarrollo de las actividades creativas. En dichos estudios, Gates exploró los posibles cambios físicos que se
producirían en el cerebro y el resto del organismo, así como la posibilidad de que el ambiente externo afectara
los procesos mentales creativos. Gates registró 43 patentes bajo su nombre. Entre sus inventos más conocidos
figuran: la espuma del extintor de incendio, el perfeccionamiento de la plancha eléctrica y el climatizador de
aire acondicionado. También realizó abundante investigación sobre los rayos “X”, sobre aleaciones en
procesos de fundición y de dispositivos magnéticos de separación para la minería.
19
N. T.: Hemos variado la afirmación original, sin alterar su sentido, para evitar la connotación romántica que
las palabras originales tendrían en idioma español (literalmente, la afirmación original termina con la frase:
“Yo te amo y tú me amas).
20
N. T.: La autora alude a lo citado en: Juan, 4: 5-42.
21
N. T.: Seguramente, la autora alude aquí a la versión del Evangelio de Juan predicada por uno de los
primeros obispos de la iglesia cristiana: San Irineo de Lyon (125 ó 130? – 202?). Según esta versión, los
pecados de estos hombres fueron escritos en la arena. Sin embargo, las iglesias ortodoxas no consideran esta
versión del Evangelio de Juan.
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Jesús también perdonó a aquellos que lo torturaron y que mataron su cuerpo.
Ciertamente, el gran maestro enseñó el perdón en su forma más bella y elevada.
Cuando Pedro le preguntó a Jesús cuántas veces se debía perdonar, si se debía
perdonar hasta siete veces, Jesús le respondió: “'No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete"22.
Esto significa un número ilimitado de veces, porque al perdonar “setenta veces
siete” el hábito de perdonar se fija en la mente y se seguirá perdonando hasta el final.
Cuando se haya perdonado “setenta veces siete”, se habrá olvidado la naturaleza de la
ofensa original.
Es esencial que hagamos del perdón un pensamiento constante en nuestra mente.
Debemos perdonar, diariamente, a todos aquellos que nos parezcan ser los autores de
nuestros problemas y, también, olvidar los problemas.
22
N. T.: Cita Bíblica de Mateo 18: 21-22.
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Oración
Nuestra comprensión del significado de la oración difiere de la definición del
diccionario; consideramos la oración como una íntima y santa comunión con la fuente de
nuestro ser y no como un acto de ruego, pedido o súplica.
Dios es Omnipresente en nosotros y alrededor de nosotros, en todas partes y a todo
momento. A este Espíritu que todo lo incluye no le podemos dar “instrucciones” sobre
nuestras necesidades ni sobre Sus atributos. Tampoco podemos aumentar el flujo de Vida
de esta Fuente, porque ella es Infinita; entonces, ¿por qué mendigar este aumento?
Lo único que nosotros podemos hacer es aumentar nuestra propia capacidad para
“beber de esta Fuente”. Podemos dirigirnos hacia este Fuente con un recipiente más grande
y llenarlo hasta el borde, pero nadie puede disminuir ni detener el flujo de esta Vida
Infinita.
Mendigarle a Dios que nos permita conocer Su voluntad no nos permite obtener el
entendimiento que deseamos; nosotros mismos debemos hacer el esfuerzo de conocer y
entender. Cada esfuerzo nos conduce a un dar un pequeño paso en el camino de la
iluminación. Nada que valga la pena se obtiene sin esfuerzo.
La oración, en su correcto significado, es la parte más esencial de una vida valiosa.
Pero la simple repetición de una fórmula se encuentra lejos de esto. Si las palabras ayudan a
la concentración, debemos usarlas sólo para este propósito. Jesús se refirió a las vanas
repeticiones como algo sin valor.
Una mera súplica a Dios para que perdone nuestros pecados no será de ayuda. En
primer lugar, debemos renunciar al pecado. El pecado es perdonado cuando es destruido.
Dios es demasiado puro para contemplar la iniquidad.
Cada persona debe darse cuenta de las cosas que necesitan perdón y rectificación.
Cada uno debe hacer este trabajo orando para obtener más Luz, para hacer silenciosamente
el esfuerzo por obtener instrucción del Espíritu Santo y por seguir Sus instrucciones tan
perfectamente como le sea posible.
Orar para que seamos castigados por nuestros pecados es una tontería. Dios no
castiga. Cada acto es seguido por su lógica consecuencia, la cual no es un “castigo” sino el
simple y natural funcionamiento de una Ley que no es cruel, sino benéfica. Aquello que nos
puede parecer un “castigo”, a menudo nos proporciona una vía de escape de nuestra
condición pecaminosa. Como Dios es Amor y el Amor es Justo, toda Ley de Dios es Amor
y su resultado es una Bella Armonía.
Sobre todas las cosas, la sinceridad es necesaria en la oración. La seriedad y la
sinceridad constituyen el único valor de la oración.
Luis XI, rey de Francia, fue un estadista brillante, pero un hombre cruel y
despiadado. Él creía que la oración podía “cubrirlo” contra cualquier falta. Él incluso oraba
pidiendo que se le perdonaran los pecados, antes de cometerlos, diciendo: “Virgencita, si
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me ayudas a atrapar, torturar y matar a esos hombres, te compraré una nueva túnica o una
joya”.
Los fariseos ayunaban, daban limosna y oraban en las calles sólo para poder ser
vistos por los demás hombres, a tal punto que algunos los consideraron “piadosos”.
La humildad es necesaria en nuestra actitud hacia el Espíritu Santo, pero la actitud
humilde no implica encogerse y postrarse. Debemos mantener en nuestra mente aquél
hermoso pensamiento indicado en la frase: “Por mí mismo, nada puedo hacer”, con el cual
reconocemos el poder interno que todo lo puede. Se trata, más bien, de una humildad con
amor propio, porque somos hijos de Dios.
En ocasiones, el examen de conciencia es necesario, pero si la introspección nos
conduce a lo morboso, se vuelve imprudente y malsana. Es posible que nunca alcancemos
nuestros ideales, porque estos crecen a medida que avanzamos en la vida espiritual. Pero al
esforzarnos por alcanzarlos, siempre tendremos la esperanza de que ellos nos conduzcan a
una expresión superior de la expresión del Espíritu Santo.
El examen de conciencia no debe desalentarnos, no importando cuántas culpas
encontremos dentro de nosotros mismos. Debemos saber que Dios está con nosotros
brindándonos Su ayuda, la cual está siempre a nuestro alcance cuando la deseamos. No nos
desesperamos cuando recordamos las culpas de Pedro y de Pablo y las alturas que ellos
alcanzaron.
Jesús nos dijo que orásemos sin cesar, pero nunca nos dijo que hiciéramos cosas
imposibles. Obviamente, él no quiso decir que usáramos palabras especiales o una actitud
especial o un lugar especial. “Orar sin cesar”, de cualquiera de una de esas maneras, sería
imposible. Con este mandato, él nos quiso decir que debemos consagrar cada una de
nuestras palabras, cada pensamiento y cada acción, al Espíritu Santo. Para ello, debemos
vivir en el mejor y en el más elevado nivel de nuestras capacidades.
Tenemos que controlar nuestra precipitación al malhumor, controlar nuestros
apetitos; ser radiantes y felices proyectando nuestro gozo por todas partes. Debemos
cultivar la dulzura y la armonía en nuestros hogares. Debemos realizar nuestro trabajo,
dondequiera que sea, con el espíritu alegre y dando el mejor de nuestros esfuerzos.
“Orar sin cesar” es vivir siempre y conscientemente en comunión con el Espíritu
Santo. Podemos mantener nuestra comunión silente tanto en medio de la multitud como en
medio del desierto, pero debemos ser completamente honestos con nosotros mismos y con
Dios.
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Concentración
La concentración ha sido adecuadamente definida como “el divino arte de centrar
nuestra mente sobre aquello que nos place, tanto cuanto nos plazca”.
Nada hay más importante en la formación de un niño como el cultivar el poder de la
concentración. Y nada en dicha formación es tan descuidado como la concentración. La
práctica de terminar algo antes que otra persona, se realiza manteniendo la atención fija en
ello; esto es de incalculable valor.
Es muy importante la decisión sobre el objeto o el sujeto sobre el cual la mente se
concentrará. Si nos concentramos en el miedo, entonces el miedo se convertirá en un gran
pensamiento. Si nos concentramos en el Bien, entonces nos convertiremos en el Bien. En
pocas palabras, si entrenamos nuestros pensamientos para que habitualmente se concentren
en algo, nos convertiremos en ese “algo”. El pensamiento se convierte en parte de uno
mismo. Concentrar la mente en la perfección universal proporciona una visión amplia,
dirigida hacia la claridad y la perfección.
La Verdad que estamos esforzándonos por alcanzar requiere nuestra completa
devoción, nuestra total concentración. La Concentración Perfecta nos ayuda a adquirir el
poder de la concentración. Una vez que el pensamiento de la Omnipresencia toma pose de
un alma, el pensamiento es normalmente dirigido en esa dirección.
Cuando ya está completamente desarrollado, el poder de concentrar el pensamiento
nos brinda una clara visión material y espiritual; nuestros sentidos materiales y espirituales
se vuelven alertas y refinados. Este poder es de vital importancia en la curación de la
enfermedad.
Para lograr una verdadera concentración, debemos entrar en el Silencio, evitando los
abusos de esta práctica. Lo primero que debemos hacer en el Silencio, es liberar nuestra
mente de todo pensamiento de egoísmo, codicia y sensualidad. Debemos limpiar nuestras
mentes de toda escoria terrenal y preparar un lugar para que habite el Altísimo.
Emily Cady dice: “En el gran corazón de la humanidad existe una gran y terrible
nostalgia que nunca ha sido y nunca puede ser satisfecha con nada menos que una clara y
vívida conciencia de habitar la Presencia de Dios”.
Este “entrar en el Silencio” debe ser ordenado, si se desean obtener beneficios
prácticos. Al comienzo, uno no puede permanecer un largo periodo en el Silencio sin evitar
los pensamientos errantes. Es un asunto que requiere de mucha práctica.
Debemos reservar media hora diaria o algún momento en el que podamos sentarnos
tranquilamente, a solas, en un cuarto o en un ambiente externo, con el aire fresco. El
ambiente específico es una cuestión de elección personal, ya que lo que puede distraer a
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una persona puede serle útil a otra en su concentración. Para muchos, temprano por la
mañana es el mejor momento para concentrar sus pensamientos en el Silencio.
Escoja un pensamiento que evoque fuertemente ya sea al Amor, a la Vida, a la
Alegría o a la Paz. Como un auxilio a la concentración, repita palabras que le traigan a su
mente aquello en lo que desea enfocar su pensamiento. Si es paz, diga varias veces: “Paz,
Paz, que la Paz sea; que la Paz sea y sabe que Yo soy Dios”.
Poco a poco, la Paz llegará a Ud. y percibirá la gran, profunda y Santa Paz del
Espíritu. Si el sentimiento de Paz llega y dura sólo un momento, ese será un momento
precioso.
Tal vez sus pensamientos vaguen por infinidad de cosas que están más allá de
aquello en lo que está intentando concentrarse. Si esto sucede, no se irrite ni se indigne.
Sepa, desde ya, que le resultará mejor en otro momento. Si durante el día el pensamiento de
Paz regresa a su mente, Ud. será auxiliado por dicha Paz, independientemente de los
muchos pensamientos perturbadores que puedan surgir. Convierta este período de silencio
en un hábito diario; es algo que vale la pena.
Cultive el hábito de llevar todos sus problemas a este Silencio, poniéndolos ante el
Espíritu Santo, pidiendo Su Guía y, entonces, aguarde. Ciertamente, Ud. será guiado de una
u otra forma.
Dado que no existen dos personas que sean idénticas, nunca dos personas recibirán
la Guía Espiritual exactamente de la misma forma. Para la mayoría de nosotros, la Guía
Espiritual llega como un destacado impulso, tan poderoso y concreto como las palabras.
Cuando entremos al Silencio, debemos asumir un espíritu de humildad. Es necesario
que aprendamos el real significado de la frase: “Nada puedo hacer por mí mismo”23.
Necesitamos darnos cuenta que solamente cuando abandonamos nuestro pequeño y
personal sentido de individualidad, es cuando podemos hallar al Gran Ser, el Espíritu
Omnipresente. Debemos voluntariamente dejar nuestro propio y pequeño juicio para seguir
la amplia y grandiosa sabiduría del Espíritu Santo.
La Sra. Militz nos cuenta que, cuando ella estaba comenzando su carrera espiritual
como profesora y sanadora, una mujer vino a ella en busca de ayuda. En el Silencio, la Sra.
Militz oyó la instrucción de decirle a la mujer que guardara reposo en cama, que sólo
comiera algunos alimentos sanos y que se apartara de todo trabajo. La entonces joven
sanadora, sintió que esta instrucción no era algo serio, ya que este tipo de consejo era el que
cualquier médico podía haberle dado; así, ella se abstuvo de dar esta simple instrucción,
propia del sentido común.
La mujer en cuestión abandonó la consejería espiritual y retornó a su arduo trabajo.
Nunca regresó donde la sanadora y, poco tiempo después, falleció.
En el Silencio, la Sra. Militz pidió una explicación para lo sucedido y recibió la
palabra de que la obediencia era mejor que el sacrificio. Desde entonces, ella siempre ha
seguido las instrucciones y su trabajo es formidable.
La Guía del Espíritu Santo llegará para cada uno de nosotros si la buscamos con
humildad en el Secreto Lugar del Altísimo. Nunca debemos temer el seguir esta Guía.
23
N. T.: Cita Bíblica de Juan 5: 30.
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Cielo e infierno
Dado que la Omnipresencia de Dios es la piedra fundamental de nuestra fe, se nos
hace completamente imposible concebir un Dios personal que pueda hacerse presente en
todas partes. Así, la idea aceptada por muchas religiones, de un Dios personal con pasiones
humanas y deseos, también resulta incompatible con la idea de la Omnipresencia.
Como creemos que Dios es Omnipresente (en cada partícula de la materia o del
espíritu) y como creemos que Dios es una Fuerza Creadora, creemos que Dios debe ser el
Bien. Resulta imposible concebir una fuerza creativa como algo malvado; una fuerza
malvada sería destructiva, no creativa.
Dado que este Infinito Poder Creativo es necesariamente benéfico, nosotros
traducimos este pensamiento en palabras diciendo, simplemente: Dios es el Bien, Dios es
todo el Bien existente.
Si bien no existe una ciencia humana que pruebe la existencia de Dios, toda ciencia
humana se basa en los hechos. Sabemos que vivimos y que respiramos, sabemos que no es
por nuestro esfuerzo que nacemos en este mundo. Sabemos que no planificamos ingresar en
este mundo ni que escogemos a nuestros padres y nuestro ambiente. Sin embargo, todo esto
debe haber sido pensado, planificado y ejecutado en sus mínimos detalles por un Gran
Poder Creativo que debe ser Omnipresente, ya que Sus obras están en todas partes.
Dado que esta Fuerza Creativa nos hizo de la misma Sustancia de la que está hecho
Su Ser, debemos darnos cuenta que no puede haber separación entre el Espíritu y la
materia. Si Dios es omnipresente, entonces Él está presente en la materia y el hombre
espiritual y material son uno.
El Espíritu Santo creó este universo como una expresión de Su propia Vida y
Sustancia. No podemos, con toda nuestra ciencia, darle vida a nada. La Vida es algo aparte
de nuestros cuerpos. La Vida no puede morir. La Vida es Espíritu. Dios es Vida y esta Vida
vive en nosotros.
El Espíritu omnipresente que nos ha dado todas las cosas maravillosas de la vida, es
todo el Bien. Todo lo bueno no puede ser perfecto sin amor. Por ello decimos: Dios es el
Amor que impregna toda la naturaleza.
Todas las cosas trabajan bajo un maravilloso sistema de Ley y Orden. Todas las
cosas están bien y sabiamente hechas. La Fuerza Creativa de todas las cosas es
absolutamente inteligente. Esta Inteligencia comprende toda la Sabiduría, todo el
Conocimiento y todo el Entendimiento. Nuestra pequeña inteligencia humana está hecha de
la misma Sustancia que la del Espíritu, pero esta es Infinita y la otra finita. Estamos en
Dios, en la Infinita Inteligencia, y somos capaces de recibir completa y abundantemente lo
que nos brinda esta Inteligencia.
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Nosotros aceptamos el dicho “Dios es poder”, porque esta Fuerza Creativa debe
necesariamente tener un Infinito Poder. Y este Poder incluye la Fuerza; por eso, el Espíritu
Infinito es la Fuente de todo nuestro poder, de toda nuestra fortaleza.
La creación no se habría producido si no existiera un incentivo, y este incentivo es
el gozo. Por ello, esta Infinita Fuerza Creativa debe tener todo el Gozo en todo, porque está
presente en todo y todo lo incluye.
Nosotros, que creemos, estamos convencidos que Dios es toda Sustancia y Espíritu,
de toda vida y naturaleza. Dios es todo Inteligencia, la cual incluye toda la Sabiduría,
Conocimiento y Entendimiento. Dios es todo Poder y Gozo, es toda Fuerza y Realización.
¿Y, entonces, qué significa para nosotros el cielo? Si Dios es omnipresente, Él no
puede estar en un solo lugar. Por ello, nosotros concluimos que el cielo no es un lugar, sino
un estado de conciencia.
Somos nosotros los que construimos nuestro propio cielo. El cielo es un ejercicio
conciente de nuestra unidad con el Espíritu Santo, es el entender que estamos hechos de la
Sustancia del Espíritu y que toda y cada una de nuestras actividades es del Espíritu. Que el
cielo puede existir aquí y ahora.
Cuando nos encontramos en este estado espiritual que es el cielo, tenemos todo el
Poder y toda la Fuerza. Y sólo podemos usar este Poder para el Bien. Su uso nos
proporciona una sensación de paz y de felicidad. Nos conduce al gozo perfecto, a la
realización perfecta. Este es el cielo, el cual es producido por nosotros mismos.
El infierno, tal como el cielo, es un estado de conciencia y no un lugar de tortura.
Nosotros nos construimos nuestro propio infierno. El Espíritu Santo es Omnipresente, pero
si nosotros así lo decidimos, podemos aislar nuestras conciencias de la Divina Presencia. Es
un estado que puede ser comparado al de una persona que cierra los ojos y se rehúsa a ver
la luz del sol, aún cuando la luz solar lo rodee completamente.
Somos nosotros mismos los que deliberadamente nos colocamos en el infierno
cuando permitimos que nuestros pensamientos habiten en la negatividad y en la infelicidad.
Cuando pensamos en alguna afección y nos rendimos ante la negatividad es porque, en un
momento u otro, nos hemos sometido al pecado. Si el pecado fuese eliminado de la vida
humana, no existirían ni la enfermedad ni la muerte.
Cuando eliminamos al Dios personal, necesariamente estamos eliminando el cielo y
el infierno materiales. Es nuestro deber crear nuestro propio cielo y habitar en él. Si
logramos este cometido, no necesitaremos tener temor alguno del infierno.
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