Basura, territorio y sociedad. Premisas espaciales y

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Basura, territorio y sociedad. Premisas espaciales y
comunitarias para la prevención, remediación y recuperación de
espacios degradados por residuos industriales. Una iniciativa
integradora
Francisco Javier Rangel Martínez
[email protected]
Resumen
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Integrar significa completar un todo con las partes que faltaban. A menudo, las iniciativas para la
prevención, remediación y recuperación de espacios degradados por residuos industriales resultan
parciales: la prevención y remediación tienen un lugar notoriamente asignado en los estudios de
impacto y gestión ambiental, respectivamente, pero la recuperación sigue siendo un proyecto
inacabado; las decisiones prácticas para el manejo de residuos industriales carecen de una
interpretación teórica, mientras los ejercicios filosóficos no concluyen necesariamente con
enunciados normativos; la operación económica ―producción y consumo‖, orientada a la obtención
de bienes, la prestación de servicios y la satisfacción de necesidades, desatiende la respectiva
generación de residuos y sus impactos socio-espaciales; y las prácticas administrativas y
gubernamentales, limitadas al campo de los expertos, excluyen el principio de participación social,
es decir, el elemento comunitario de la gestión. Ante tal parcialidad, este documento constituye una
iniciativa sociológica integradora –teórica y metodológica– que, mediante el repaso de premisas
espaciales y comunitarias, aspira a ser útil para conocer de antemano los daños y perjuicios
vinculados a los residuos, enmendar lo que en el pasado no se ha hecho como debiera y volver a un
estado de normalidad dos de los elementos más afectados por el fenómeno de la basura tóxica: el
territorio y la sociedad.
Palabras Clave: consumo, desarrollo, desechos, gestión, medioambiente
1. Introducción: Basura, territorio y sociedad
―De las fábricas parten a diario dos tipos de camiones: un tipo de camiones se dirige a los comercios
y los grandes almacenes; el otro, a los vertederos. El cuento con el que hemos crecido nos ha
adiestrado para advertir y preocuparnos tan sólo por el primer tipo de camiones. En el segundo
pensamos exclusivamente en las ocasiones –por fortuna aún no diarias– en las que la avalancha de
residuos desciende de las montañas de basura y atraviesa las vallas destinadas a proteger nuestro
propio patio trasero‖ [1].
De esta manera Zygmunt Bauman introduce el tema de los residuos en su libro Vidas
desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Yo hubiese querido componer un preámbulo igual o
similar para lo que sigue a continuación. Pero Bauman lo hizo, y yo puedo citarlo. La revisión de la
literatura es un principio general de cualquier disciplina científica y el trabajo de Bauman es, sin
duda, un referente válido para el correcto encuadre del presente documento sociológico, cuyas ideas
y propuestas retoman una desatendida contrariedad del problema de los residuos: la guerra por el
espacio y la falta de tierras vacías que puedan servir de lugares para la destrucción de los
desechos tóxicos [2].
En esta guerra por el espacio, sacar adelante proyectos para la disposición de residuos involucra un
extenso examen público al que pocas empresas sobreviven y el territorio se convierte en campo de
batalla de una conflagración que a menudo estalla en el atropello público de los vecindarios pobres
Hacia la sustentabilidad: Los residuos sólidos como fuente de energía y materia prima
© 2011 pp 433-438 ISBN 978-607-607-015-4
y la resistencia ritual de sus habitantes contra los empresarios de la basura y las fuerzas del orden
que, generalmente, resguardan la integridad financiera y el ímpetu lucrativo de éstos últimos.
En tales condiciones, la gente común parece haber perdido la confianza en la posibilidad de que las
autoridades actúen a favor de sus intereses por lo que ha tenido que recurrir a la creación de
estructuras de autodefensa colectivas, ―muy a menudo, corriendo con la suerte de que sus actos de
oposición se clasifiquen en los archivos oficiales como violaciones de la ley y el orden, en lugar de
lo que realmente son: intentos de presentar reclamos territoriales audibles y legibles‖ [3]
Ante tal contrariedad, resulta necesario el planteamiento de iniciativas que, en respuesta a esta
nueva configuración del viejo problema, empiecen por la reflexión y el debate en torno a la disputa
territorial y social desatada por la disposición de los residuos, y ubiquen el dilema de la basura y los
desechos tóxicos en contextos más grandes, más profundos y de mayor alcance en el tiempo y el
espacio que aquellos acercamientos limitados del pasado.
Este documento rescata la encrespada relación Basura, territorio y sociedad como una evidencia
más de que, ―a diferencia de hace treinta o cien o quinientos años, el deterioro ambiental que sufre
el planeta ha pasado de ser un simple problema circunstancial a un serio problema social y político,
y como problema social y político es como debe tratársele‖ [4]; argumenta que ―la degradación
ambiental es un problema multidimensional proyectado sobre un espacio integrador (el espacio
degradado)‖ [5]; enuncia premisas espaciales y comunitarias como ―señales e indicios para obtener
conocimientos sobre el tema y crear comunidades de estudiosos a su alrededor‖ [6]; y anexa a cada
premisa una breve insinuación prescriptiva, sin afanes de receta o de remedio, sólo con el fin de
evidenciar el complejo y nuevo escenario que representan los residuos para los hombres y mujeres
del mundo actual.
2. Desarrollo: Premisas espaciales y comunitarias para la prevención, remediación y
recuperación de espacios degradados por residuos industriales
Hoy en día, cada vez es más difícil construir nuevos vertederos, y los vertederos existentes parecen
estar causando un daño significativo. Sólo en los Estados Unidos de América, un estudio nacional
realizado en 1987 divulgó que ―de 81 solicitudes para operar empresas dedicadas al manejo,
tratamiento y disposición final de residuos peligrosos, 31 habían sido rechazadas, 36 estaban bajo
revisión, y sólo 14 habían recibido permisos de operación. De las 14 que habían obtenido permiso,
seis no habían operado debido a revisiones judiciales o circunstancias de mercado. Finalmente, 16
de las solicitudes fueron rechazadas debido a la oposición pública que suscitaron, y otras tantas
estaban en examen por la misma razón‖ [7].
La experiencia ha demostrado que, con el tiempo y en distintos lapsos, los sitios de almacenaje de
residuos –basureros, tiraderos y confinamientos controlados- han fallado, o habrán de fallar: hasta
las más resistentes líneas de seguridad diseñadas para contener a los residuos se corroen; plantas y
animales agujeran los forros de protección del suelo, y la lluvia suele desplazar a los residuos de su
lugar de almacenamiento. De ahí en adelante, los desechos desplazados suelen entremezclarse,
incrementando su potencial migratorio y tóxico, contaminando lagos y arroyos, aguas subterráneas,
suelos y aire, hasta entrar en contacto con una de sus víctimas más indefensas: el ser humano.
En consecuencia, la adecuada disposición de residuos peligrosos constituye hoy una tarea global de
condición urgente. Sin embargo, la realidad económica esencial es que las medidas necesarias para
tratar adecuadamente los desechos incrementan los costos de aquellos que los producen, y quienes
arrojándolos en lugares escondidos e inseguros se ahorran el monto que representan formas más
caras, pero más seguras, de eliminar sus residuos.
El problema es enorme en tamaño, vital en términos de su impacto sobre el medioambiente, y
complejo en el ámbito de su aplicación. No obstante, para algunos interesados en el asunto, ―la
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resolución del problema parece ser una simple cuestión de voluntad política y músculo legal para
crear normas que señalen, descalifiquen e inhabiliten a los productores industriales y los grandes
generadores de residuos que no las cumplan‖ [8]. Para otros, el remedio es cuestión de ―personal
con experiencia en la gestión de residuos, mayores recursos para atender el asunto y un alto grado
de participación ciudadana‖ [9]. No faltan los que sugieren recurrir al ―criterio de demanda
solvente, de modo que sólo goce de un servicio integral de limpia aquel que pueda pagarlo‖ [10].
Afortunadamente, también están los menos, aquellos para quienes las anteriores propuestas ―sólo
reflejan maneras dominantes en que suelen identificarse y definirse problemas públicos y la
tendencia a legitimar ciertas soluciones por encima de otras‖ [11].
A tono con éstos últimos, se enuncian enseguida algunas premisas socio-espaciales dignas de
considerarse a la hora de promover estrategias de prevención, remediación y recuperación de
espacios degradados por desechos industriales.
2.1. Premisa 1ª. Residuos: El secreto sucio del capitalismo
El capitalismo es ―un sistema que tiene la necesidad imperiosa de expandirse para perseguir su
objetivo principal, la acumulación incesante de capital, y un elemento esencial de dicha
acumulación es que los capitalistas, especialmente los grandes capitalistas, no pagan sus cuentas: es
decir, no limpian los efectos y residuos negativos de su producción, ni invierten en la renovación de
los recursos naturales utilizados, pues se trata de procesos demasiado costosos que les obligarían a
reducir su producción y sus ganancias‖ [4].
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El modo principal de minimizar los costos de eliminación de residuos ha sido el de tirarlos en algún
área pública sin haberlos tratado, o con un tratamiento mínimo. Cuando un productor arroja
desperdicios en un arroyo y lo contamina, está ahorrándose el costo que representan otras formas
más caras pero más seguras para desechar los residuos. Luego, el productor siempre puede
reubicarse en un área nueva, eliminando de ese modo el problema, hasta que las nuevas áreas
limpias se agoten. ―En términos globales, esto es lo que ha estado teniendo lugar a lo largo de la
historia capitalista, pero sólo hasta la segunda mitad del Siglo XX el agotamiento potencial de los
sitios para la acumulación de desechos comenzó a percibirse como un problema social‖ [12].
Cualquiera que sea la actitud que se adopte con respecto a estas cuestiones, y sabiendo que en
general los capitalistas no harán nada al respecto, la sociedad actual se enfrenta a tres alternativas.
Una, los gobiernos podrían exigir a las empresas que internalicen todos los costos, lo que implicaría
una inmediata compresión de sus beneficios. Dos, los gobiernos podrían pagar la cuenta de las
medidas ecológicas –limpieza y restauración, más prevención– utilizando para ello el dinero de los
impuestos, lo que provocaría, por lo menos, una enorme rebelión fiscal. O tres, podría no hacerse
prácticamente nada, lo cual llevaría a las diversas catástrofes ecológicas sobre las que nos advierten
los movimientos ambientalistas. ―Hasta ahora, la tercera alternativa es la que va ganando‖ [4].
2.2. Premisa 2ª. El planeta está repleto y sin lugar para los residuos
―Que el planeta está lleno, es un enunciado de sociología y política, no de geografía física ni
humana. Decir –sociológicamente– que el planeta está lleno, indica la desaparición de la tierra de
nadie, de los territorios susceptibles de definirse y/o tratarse como exentos de habitación humana,
así como carentes de administración soberana y, por ende, abiertos. Durante la mayor parte de la
historia moderna, tales territorios –en gran medida, inexistentes hoy en día– desempeñaron el papel
crucial de vertederos para los desechos humanos, materiales e inmateriales‖ [1]. Esa situación pudo
prolongarse en tanto la modernidad seguía siendo un privilegio de pocos. Pero, una vez que la
modernidad ha alcanzado las más remotas regiones del planeta, y las prácticas de la producción y el
consumo humanos se han visto mediadas por el dinero y el mercado, como estaba destinado y
obligado que sucediera, las condiciones universales de la modernidad (la igualdad, la libertad, la
democracia, el libre mercado, los derechos humanos) se han vuelto en su contra.
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Actualmente, existe una perspectiva plausible de que la modernidad capitalista –o el capitalismo
moderno– se atragante con sus productos residuales que no puede volver a asimilar, aniquilar o
desintoxicar: por todas partes se producen residuos y se expulsan gran cantidad de desechos, en
ausencia de basureros apropiados para su almacenamiento y potencial reciclaje. Posiblemente, la
más funesta consecuencia del triunfo global de la modernidad sea la aguda crisis de la industria de
destrucción de residuos. Para abordar dicha crisis, las habituales herramientas y estrategias no
parecen suficientes ni especialmente apropiadas.
Algo ha sido mal entendido: los residuos no son simples cosas malas de las que debemos
deshacernos; son una categoría clave para entender el valor cultural de la creación y la destrucción.
Los residuos encarnan el encuentro de dos pasiones humanas: el gozo de las cosas nuevas y
diferentes, y la delicia de expulsar, apartarse y purgarse de una recurrente impureza. Este proceso
dialéctico de creación-destrucción nos lleva a considerar cuestiones tales como ―¿Cuál es, a la
postre, la producción básica de la industria humana moderna: las cosas encantadoras y
completamente nuevas recién creadas, o los montones de basura que no dejan de crecer?‖ [1].
Delicadas cuestiones, a decir verdad, y la tarea de responderlas no es menos complicada. Tal vez
por ello ―reflexionar sobre la eliminación de residuos implica hacer frente a los límites de nuestra
sociedad‖ [13].
2.3. Premisa 3ª. Guerras por el espacio (o las penurias de ser local en un mundo globalizado)
La globalización es ―el nuevo rostro del capitalismo: una red de poder centrada en los intereses
corporativos y las instituciones financieras que controla los intereses de quienes detentan el poder
en detrimento de los demás. Las estrategias de la globalización tienen que ver con la centralización
del poder, la reducción de todo el valor al dinero y el sometimiento de los gobiernos a los intereses
corporativos. Con base en ello, las grandes empresas han extendido su control sobre las
instituciones democráticas, los sistemas de comunicación y los productos básicos, en la medida en
que controlan los medios de los cuales dependen las personas para ganarse la vida‖ [14].
En este moderno proceso globalizador de gerencia empresarial, la movilidad se ha convertido en el
factor más poderoso y codiciado de todos. A los que ocupan la cima de la jerarquía –los que
producen– la libertad de movimiento les otorga muchas más ventajas que a los demás y les distancia
en un grado altísimo de las obligaciones con los empleados que provienen de la población local,
retenidos por deberes familiares y la propiedad de vivienda y que, difícilmente, pueden seguir a la
empresa cuando ésta se traslada a otra parte. ―A los dueños sólo les compete la tarea de trasladar la
empresa allí donde descubren o anticipan la posibilidad de mejorar los dividendos, y dejar a los
demás –que están atados a la localidad– las tareas de lamer las heridas, reparar los daños y
ocuparse de los desechos‖ [3]. Quien tenga libertad para escapar de la localidad, la tiene para huir
de las consecuencias. La libertad para trasladarse libera a la empresa del deber de contribuir a la
vida cotidiana y la perpetuación de la comunidad.
Esto es así, porque ―la globalización divide en la misma manera que une: lo que para unos es
globalización, para otros es localización. La libertad de movimiento es una mercancía escasa y
distribuida de manera desigual. Frente a los grandes jugadores, poco tienen que hacer el resto de
participantes en el juego, sobre todo aquellos que no pueden permitirse estar en movimiento
continuo. Los accionistas son el único factor libre en el juego. Ser local en un mundo globalizado es
una señal de penuria y degradación social‖ [3].
2.4. Premisa 4ª. Hágalo usted mismo. La privatización extravagante de los riesgos
El campo de los estudios de riesgo surgió de las necesidades prácticas de las sociedades industriales
para regular la tecnología y proteger a su ciudadanía de los desastres naturales y tecnológicos. Lo
que antes era un proceso predominantemente comunitario –la explicación del peligro, la calamidad
y la catástrofe– pasó a ser una tarea para los expertos. El soporte teórico de la sociedad del riesgo
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fue que en esta sociedad ―el riesgo se produce por procesos masivos que rebasan el control de sus
víctimas, tanto en su impacto pragmático inmediato, como aún más en los efectos didácticos de
largo plazo‖ [15].
No obstante, en un número considerable de casos, la llamada gestión de riesgos desecha este
soporte teórico y transmite la información de peligros en manuales de hágalo usted mismo –recicle,
reduzca, reutilice, cuide el agua, ahorre energía. Tal como funciona esa información, los peligros
producidos colectivamente se ajustan a los mundos privatizados de víctimas individuales y se
traducen como realidades que cada uno confronta y combate de manera individual. Es decir, los
riesgos son preseleccionados y procesados de tal manera que la conciencia de peligro viene
acompañada por la insinuación de que la culpa de la continua exposición al riesgo y de no evitarlo
es individual.
En tales condiciones, es improbable que la acción colectiva proceda. En el caso de los daños
atribuidos al mal manejo de los desechos tóxicos, las cortes alrededor del mundo han resultado
reacias a certificar demandas grupales, bajo el argumento de que los miembros de una colectividad
varían significativamente con respecto a los tipos y magnitudes de daños que cada uno de ellos han
sufrido o pueden sufrir. En este sentido, ―la sociedad del riesgo se origina allí donde los sistemas de
normas sociales fracasan en relación con la seguridad prometida a sus ciudadanos y donde las
instituciones y actores responsables de la gestión son cada vez más extraños, oscuros e inaccesibles
para las personas afectadas por los daños colaterales de la modernidad‖ [16].
3. Conclusiones. Una iniciativa integradora
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El concepto de degradación espacial es relativo. La degradación no existe para quien aprovecha el
espacio como materia prima o para quien lo utiliza como depósito de sus desechos. El propio
vertedero controlado de residuos es un ejemplo de tal relatividad: ―por más bien diseñado y
gestionado que esté, es inevitable la presencia de elementos que se perciben como negativos (olores,
desechos, fauna nociva). Y a pesar de que cumple una función positiva para la sociedad –puesto que
la situación es mejor que la que habría si no existiera tal vertedero– puede no resultar grato a un
observador frívolo o desinformado‖ [5]. Entonces, calificar de degradado a un espacio requiere
precaución y flexibilidad.
La escala de degradación de un espacio puede indicarse por la ausencia de vegetación donde
debería haberla, procesos erosivos activos, envilecimiento y uso inadecuado del suelo, presencia de
residuos, o por la acumulación de varias de estas circunstancias. Las posibilidades son variadas.
Pero en lo que no parece haber discusión es en el hecho de que ―un espacio degradado ofrece una
imagen deplorable de los tres tipos de agentes implicados en la degradación: los causantes directos,
las autoridades responsables y la población afectada –que propicia desconfianza‖ [5].
La carencia de una gestión que vele por el espacio al que se aplica, propicia la degradación, al
menos en zonas de carácter antrópico, porque la falta de vigilancia y cuidados suele llevar a
utilizaciones inadecuadas. La generación e inadecuada disposición de residuos peligrosos es un
fenómeno mundial que ha venido ocurriendo tanto en los países desarrollados como en los países
pobres. Y a pesar de ser una práctica que se estableció en tiempos de ignorancia, se ha perpetuado
durante lapsos más ilustrados, tal vez por aquello de que todo agravio se eterniza por sí mismo.
La experiencia en la materia, debería alentar a los dueños y operadores de instalaciones, a las
autoridades encargadas de la gestión, así como a los especialistas en los temas relacionados con el
asunto a que conozcan y colaboren con las comunidades desde el inicio del proceso de exploración
de un sitio, bajo el supuesto que dicha colaboración pudiera estimular soluciones creativas para la
disposición de residuos peligrosos, y que la consideración de premisas espaciales y comunitarias
podría facilitar la selección del sitio y las licencias de operación.
Hacia la sustentabilidad: Los residuos sólidos como fuente de energía y materia prima
© 2011
Referencias Bibliográficas
[1] Bauman, Z. Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. 1ª Edición. 2005. Paidós.
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[2] Con el afán único de ofrecer una buena consonancia retórica, los términos residuo, residuo
industrial y desecho tóxico aluden aquí al mismo fenómeno.
[3] Bauman, Z. La globalización. Consecuencias humanas. 1a Edición. 1999. FCE. Buenos Aires.
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[4] Wallerstein, I. Conocer el mundo, saber el mundo. El fin de lo aprendido. Una ciencia social
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[9] Cabrero, E. La nueva gestión municipal en México. Experiencias innovadoras en gobiernos
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[10] Puig Ventosa, I. ―Incentivos económicos para avanzar hacia la reducción y el reciclaje de
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[12] Wallerstein, I. Análisis de sistemas mundo. 2ª Edición 2006. Siglo XXI. México. Pp.105-122.
[13] Strasser, S. Waste and want. A social history of trash. 1a Edición. 1991. Metropolitan Books.
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[14] Chomsky, N. Profit over people. Neoliberalism and global order. 1a Edición. 1999. Seven
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[15] Beck, U. La sociedad del riesgo global. 1ª Edición. 2002. Siglo XXI. México. Pp. 11-32.
[16] Beck, U. La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad. 1ª Edición. 1998. Paidós.
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