EL BARBARISMO EN MEDEA DE EURÍPIDES O EL PARADIGMA

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EL BARBARISMO EN MEDEA DE
EURÍPIDES O EL PARADIGMA INVERTIDO
EN MEDEA DE CHRISTA WOLF
MARÍA SILVINA DELBUENO
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL CENTRO
I
nnumerables son las versiones que a partir del teatro griego de Eurípides
han reformulado la personalidad de Medea, pero quizá como ninguna la
autora alemana Christa Wolf, le ha concedido a este mítico personaje la
impronta de otra visión, de otra sintomatología al dejarla atrapada en la
red que le entretejen nuevos personajes.
En un tiempo anterior a todo tiempo “ella viene hacia nosotros”, tal las palabras liminares de la autora en esta obra. Nosotros creemos que regresa una y
otra vez cíclicamente, infinitamente. Once son las voces1, precedidas cada una
de ellas por un epígrafe revelador, que la estructuran, entre las que se hace
partícipe la voz de Medea y se repite, al igual que otras voces, como la de Jasón y Leucón.
El protagonismo femenino de la colquidense inaugura al tiempo que clausura la novela, cuya veta narrativa no está exenta de un lirismo indescriptible.
Christa Wolf ha puesto el acento en la extranjería, en la condición de ξένορ,
en el extrañamiento de su personaje respecto del otro social y a partir de él el
enfrentamiento entre dos mundos: el bárbaro, no-griego de Cólquide frente al
griego normativo de la πόλιρ, el de Corinto. Sobre este eje vertebral consoli-
CABRERO, María del Carmen. “Las voces de la Medea de Christa Wolf” en Aurora
López y Andrés Pociñas (2002) Medeas: versiones de un mito desde Grecia hasta
hoy.Universidad de Granada.Vol ll.
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María Silvina Delbueno
daremos el presente trabajo.
Abre las líneas una Medea que monologa con su madre en donde los tiempos pasado y presente se entretejen intermitentemente al igual que ocurre a lo
largo de la obra.
Nos encontramos frente a una Medea atribulada de interrogantes, sumida
en la αποπίά, en el camino sin salida. Una Medea distinta. Esta Medea dubitativa se correlaciona con la griega en algunos momentos claves, como es el caso de la μεηαβολή, el cambio de fortuna inicial, que experimenta cuando le es
anunciado su inminente destierro.
El poeta griego Eurípides consolida en Medea a la hechicera, la nieta de la
Maga Circe, suma sacerdotisa de Hécate pero adolece de la ausencia materna
cuyo rasgo clave es el anonimato.
A diferencia de él la autora alemana crea una madre, le asigna un nombre y
una función: Idía, la esposa del rey Eetes, comparada en su ethos, su carácter
con Medea y según la perspectiva de Jasón: “…una mujer bastante tosca…se
sentaba junto al rey, pero no como su sombra. Delgada y firme…” (Christa
Wolf Medea.p.55). Del mismo modo crea la ilusión del personaje de la hermana: Calcíope, desconocido en la tragedia euripidea y con la que Medea remonta a la felicidad idílica del pasado.
En el tiempo presente de esta primera voz la imagen materna habita en el
recuerdo al igual que las temibles decisiones que ha debido tomar en el pasado respecto del viaje en la nave Argos. Ahora la domina el desconcierto por no
saber acerca de su existencia. Este mismo desconcierto, aunque desde otra
dimensión, es el que le produce la ciudad de Corinto, la que ha sustituido a su
Cólquide natal.
Paradójicamente Corinto, ciudad griega comandada por el rey Creonte se
homologa en su civilidad con el barbarismo de la extranjera Cólquide desde
varias jerarquizaciones. Desde el punto de vista socio-político Medea corrobora que”…Corinto está obsesionada por el ansia de oro…miden el valor de un
ciudadano por la cantidad de oro que posee…” (Christa Wolf.p.37)
Por otra parte y desde el juego de opuestos en la esfera socio-cultural Jasón
recuerda que “…Los colquidenses tenían serpientes en sus hogares como dio-
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ses domésticos y las alimentaban con leche y con miel…” (C.W.p.53) No es
casual que estos últimos elementos pertenezcan al culto dionisíaco2.
Cabe recordar que el dios Baco en la acepción latina o Dionisos en la acepción griega no pertenece al Partenón de los dioses olímpicos sino que proviene de Oriente y desde allí trae consigo al coro de mujeres, las ménades, a las
que les provoca el enthusiasmós, la extralimitación, el canto tribal, la danza
desenfrenada, el cabello suelto en las orgías y las correrías en persecución de
caza por el bosque.
Los elementos anteriormente remarcados están presentes en la conjunción
de estos pueblos, ya desde la primera imagen que al arribar Jasón tiene de Medea y que logra seducirlo al extremo cuando la ve inclinada sobre la fuente de
palacio de la que mana leche y miel.
Son múltiples los elementos bacánticos que la autora retoma en esta obra a
los que nos referiremos posteriormente.
Desde el punto de vista religioso-cultural el entierro o no de los muertos
marca una diferencia de peso entre ambos pueblos. Es así que los corintos no
pueden comprender que los colquidenses no entierren a sus muertos. Dice Jasón:”…entre los colquidenses, sólo se enterraba a las mujeres; los cadáveres
masculinos eran colgados de los árboles, en donde las aves los limpiaban hasta
que sólo quedaba el esqueleto, y entonces esos esqueletos, eran depositados en
cavernas…” (C.W.p.59). Esta tradición disímil de la cultura griega trae aparejada la teoría de la transmigración de las almas.
Dice Medea: “…el alma no estaba ya en los muertos, se escapaba incólume
y era adorada por los colquidenses en determinados lugares destinados a ello y
para que renaciera en otros cuerpos la diosa reconstituía los cadáveres despedazados…” (ïdem).
Si pasamos del plano colectivo al individual nos encontramos en el ámbito
personal de Medea, Μήδεια, la que da buenos consejos que no solamente es
extranjera sino que los otros, los griegos hacen eco de su ξένορ, se solazan en
resaltar el barbarismo de su figura, de su otredad: “…sigo siendo salvaje, eso
EURÍPIDES. BACANTES. (2000) España Gredos. Tomo lll “Otras llevaban en sus
brazos un cervatillo o lobeznos salvajes y les daban su blanca leche (v.699)…Y de los tirsos
cubiertos de yedra, destilaban dulces surcos de miel…”(v.711).
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dicen los corintios, para ellos es salvaje la que no da su brazo a torcer. Las
mujeres de los corintios me parecen animales domésticos cuidadosamente
amansados, me miran como a un fenómeno extraño…” (C. W.p.19).
Recordemos que las mujeres griegas estaban recluidas a la esfera del οίκορ,
de la casa, en tanto que las colquidenses portaban en su voz la autoridad que
algunas veces superaba a la del esposo. Ese mismo barbarismo que ostenta
Medea, algunas veces llegó a fascinarlos. Así como fascinó a Jasón: “…me ha
embrujado pensé, y efectivamente lo hizo…” (C.W.p.45), al descender de la
nave Argos enamora a Acamante: “…Vi que era hermosa y comprendí a Jasón…” (C.w.p.111). Al tiempo Creonte como hábil conductor de la nave de
estado observa la diferencia con los otros y con ella pero limita su palabra y
aboga por la elección política de Jasón: “…Por favor Jasón, al fin y al cabo
son salvajes…” (C.W.p.56)
Desde una escala menor la plebe acude a ella, a sus artes medicinales porque les resulta benéfica y marca la diferencia con el personaje griego cuyas
artes provocan temerosidad y muerte ya sea en la colaboración inicial que le
brinda a Jasón, ya sea en su progresivo hundimiento. Reconoce el argonauta
de la autora alemana:”…ella alejó el hambre que amenazaba a Corinto, después de dos años de gran sequía. No mediante la magia…Ella difundió sus
conocimientos sobre plantas silvestres comestibles y obligó a los corintios a
comer carne de caballo...” (C.W.p.146). Pero es este derecho de otredad que
tiene el όνηορ griego el que le impide reconocer el arte curativo de esta mujer, la salvación no sobrevino de la naturaleza griega sino de la extranjera y
consecuentemente no sólo lo desconoce sino que lo vitupera: “El pueblo sobrevivió y no se lo perdonó a Medea. Desde entonces pasa por mujer perversa…” (C.W.p.47).
Esta mujer de Christa Wolf se siente acorralada pero no está sola, su compañía y confidencia está dada en el personaje de Lisa, quién fue capaz de dejar
por ella en Cólquide al padre de su hija Arinna. Está parangonada a la función
que cumple la nodriza en la obra euripídea, pues es la que sufre y clama por
las desventuras por las que atraviesa su señora.
Un tratamiento aparte merece la significación que adquiere la obtención del
vellocino de oro para ambos pueblos en la dicotomía: civilización –barbarie.
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El mito3 entronca la expedición de los argonautas, entre los que se embarcan
Jasón, Orfeo, cuyo objetivo era la posesión de esa piel de carnero. Recordemos la historia.
Jasón era el hijo de Esón (por lo tanto descendiente de Eolo), legítimo rey
de Yolcos,en Tesalia, despojado del poder por su hermano Pelias. Después de
ser educado en el monte Pelión por el centauro Quirón, regresó a Yolcos a reclamar el trono. Pelias le exigió a Jasón una prueba imposible de superar con
la intención de librarse de su rival: que le trajera el vellocino de oro que en la
tierra de Cólquide se había consagrado al dios Ares y que estaba custodiado
por una serpiente. Con el fin de cumplir la prueba que lo llevaría a Cólquide,
Jasón reunió el navío y un conjunto de célebres compañeros. Como “Argos”
era el nombre del navío, argonautas fueron nominados los que en él se embarcaron. Literalmente significaba “el veloz”, “el rápido”, “el ligero” y recordaba
también el nombre de su constructor, al tiempo que también viajero de la expedición.
Esta tradición es retomada por Eurípides ya desde el prólogo de la obra en
la lamentación de la nodriza:”…Ojalá el navío Argos no hubiera volado hasta
la tierra de Cólquide…” (Eurípides Medea.v.1-3). La necedad del héroe griego
le impide reconocer la participación benefactora de Medea para la obtención
del objetivo propuesto:”…considero, yo, en cambio, que ha sido Cipre, única
entre los dioses y los hombres, la salvadora de mi viaje… (Eurípides. Medea
v.527 -531)
Por su parte la autora alemana le confiere un giro a los hechos en lo referente a la heroicidad de Jasón. Reconoce la actuación de Medea, su presencia imprescindible, infalible su hechicería en la posesión del vellocino.
“…Sé que, sin ella, ninguno de nosotros hubiera podido salir de la Cólquida…Sin Medea, habría perecido…” (C. W.p.60). Al mismo tiempo exacerba
el perfil que le asignó el poeta trágico, en su veta denigratoria, anti-heroica. En
el presente de la novela ya ha pasado largo tiempo y “Argos” yace varada al
igual que sus tripulantes sin pena ni gloria porque perviven del pasado esplendor tal como lo está haciendo la ciudad de Corinto, sinécdoque del navío, y tal
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GRIMAL, Pierre. (1982) Diccionario de mitologia griega y romana. Bs. As., Paidós.
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como lo está haciendo Jasón, sinécdoque de la tripulación: “…Andan por las
tavernas del puerto y atacan los nervios a todo el mundo con su autoconmiseración…” (C.W .p.56)
Del mismo modo que Wolf cincela la degradación de los hombres, los argonautas, degrada la piel de cervatillo e innova a partir de ella la desacralización a la que es sometida en dos vertientes: por los colquidenses y por Jasón.
Desacralización entendida en el sentido de la posesión del oro que tanto
preocupa a los corintios, los reglados y que deja sin cuidado a los bárbaros, en
particular a Medea. Creemos ya que este paradigma mundo civilizado-mundo
barbárico, corintios-colquidenses, Jasón-Medea comienza a invertirse. La posesión del oro se transforma en lucha por el poder entre dos casas reales, la
usurpación por parte de Pelias y la restitución por parte de Jasón. He aquí el
pensamiento de Medea: “…aquella piel, como las pieles de muchos carneros
de la Cólquida, se había utilizado para obtener oro, colocándola en la primavera en alguno de los torrentes de montaña que se precipitaban en el valle a fin
de que retuviera el polvo de oro que las aguas arrastraban desde el interior de
las montañas. Los argonautas me preguntaron toda clase de detalles sobre ese
método, que me parecía totalmente corriente, pero que a ellos les producía una
viva excitación: en la Cólquida había oro”… (C.W.p.37). Asistimos a una explicación de corte científico-filosófico en palabras de Cabrero4. Ahora, en el
presente del relato es el mismo Jasón el que no le confiere el sentido de antaño, ya no parece interesado por el oro que contiene pero igualmente la desacraliza en el mecanismo de engranaje necesario de la consolidación de la fama que tanto se aviene a la cosmovisión netamente griega: “…una estúpida
piel de la que ya estaba harto, y salir del paso en nuestra patria con alguna historia…” (C.W.p.55)
Podemos hallar aún otra explicación que es la aportada por la inventiva de
la autora al hacerla eco de la simbología sexual, dadora de fertilidad masculina.
Las culturas de Corinto y de Cólquida no llegan a ensamblarse. A causa de
CABRERO, María del Carmen. “Las voces de la Medea de Christa Wolf” en Aurora
LÓPEZ y Andrés POCIÑAS (2002) Medeas: versiones de un mito desde Grecia hasta hoy.
Universidad de Granada.p.1087.
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ello los colquidenses que en el pasado han viajado junto a los argonautas, ahora viven confinados a los suburbios de la πόλιρ: “…nunca dejaron de ser unas
fugitivos…” (C.W.p.50). Por este motivo y por la incapacidad helénica del crisol de razas, afianzaron el hermetismo en la conformación de una comunidad
autóctona. Allí será confinada Medea, arrojada por conspiración a las orillas
de la ciudad, al suburbio, condenada a un semi-destierro junto a sus hijos.
Llamamos a esta situación semi-destierro pues el poder, el gran protagonista de esta obra, emanado de los hombres de estado, no la expulsa a una vida
itinerante, a la intemperie, como lo hace Eurípides con su protagonista, sino
que la confina a las afueras de la ciudad.
Si tenemos en cuenta la distribución sagrada y profana de los espacios5, debemos poner de relieve que en su interior la ciudad está protegida por los dioses mientras que en las afueras deja de estarlo.
En la tragedia griega comienza un proceso de destrucción del universo femenino que logra llevar al extremo con trazo magnífico Christa Wolf. La bárbara Medea euripidea ostenta desde el inicio de la tragedia rasgos bacánticos
que se manifiestan en su risa, en su conducta irascible, en su soberbia y en su
clamor frente al otro civilizado. Es así que la autora alemana remarca el sesgo
soberbio de la risa que Acamante recuerda y añade en la voz de Jasón la soltura del cabello que aparece como uno de sus tantos rasgos de soberbia. Disímil
es la postura de esta mujer con respecto a la griega frente al destierro y disímil
es la causa del mismo, iguales las consecuencias, a excepción de un aspecto.
Medea de Eurípides estalla al ser condenada por el temor que le ocasiona a
Creonte sus artes mágicas, su hechicería, y por no condescender con el poder
político que sustenta al rey. A causa de esto comienza a gestar una insaciable
sed de venganza hacia aquellos que la han ultrajado. Se erige en la mujer despechada, la que queda a la deriva sin lecho, sin amigos que puedan cobijarla
porque por amor ha sido capaz de destruir su casa paterna, la casa de Pelias, y
ahora Jasón se atreve a repudiarla con un nuevo himeneo, con Creusa, la joven
hija del rey. Entonces Medea en una extensa rhésis devela la situación de toda
mujer extranjera frente a la costumbre marital griega y consolida un espectro
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ELIADE, Mircea. (1984) Lo sagrado y lo profano. Baecelona, Planeta –Agostini.
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netamente femenino: “…Porque las rupturas de los convenios matrimoniales
no son respetables para las mujeres y no nos es posible repudiar al marido”6.
Y porque habiendo llegado a estar entre costumbres y leyes nuevas, una debe ser adivina, porque no aprendió desde su casa de qué modo exactamente se
vinculará con su compañero de lecho. Y si un marido convive con nosotras y
concluimos bien estos aspectos de la relación de tal modo que no lleva el yugo
con fuerza, nuestra vida es envidiable, pero si no, la muerte es una bendición.
Pues si un varón está enojado cuando convive con los de adentro de su casa,
sale, y hace cesar el disgusto en su corazón…Pero es una necesidad para nosotras mirar a una sola persona. Y los que luchan con su espada dicen de nosotras que vivimos sin peligro. ¡Son unos tontos! Porque preferiría tres veces
mantenerme firme junto a mi espada a dar a luz una sola vez…” (Eurípides.Medea.v.235-250)
Por el desaire causado, por la ruptura del vínculo a manos del hombre y no
a manos de un dios, por la desacralización de ese juramento, Medea invoca a
Temis y a Artemis como suplicante, pues estas deidades son las impartidoras
de justicia. Según Guelerman7 Temis, hija de Urano y Gea es una divinidad
muy antigua, es la diosa de las leyes eternas, segunda esposa de Zeus. Pero
luego ha sido identificada con δίκη, Justicia, una de las hijas de Zeus. Por otra
parte Artemis o Artemisa, además de ser la Flechadora diosa virgen de la caza
y de los bosques, establece las reglas de la vida en sociedad y sanciona a todo
aquel que retorna a la vida salvaje, castiga cualquier tentativa de borrar la distinción entre los dos dominios en todos los niveles de la actividad humana:
caza, guerra, política o actividad sexual. Podríamos decir que esta diosa es la
que fusionaría los dos mundos: el civilizado y el barbárico.
A razón de este nuevo desarraigo que sufre, por tener que comenzar con
una vida apátrida al igual que sus hijos, a los que Jasón les niega todo derecho
de legitimidad, comienza a urdir en el único día concedido, la trama de la fu6
EURÍPIDES. (1938) Medea. The text edited with introduction and commentary by
Denys L. Page, M.A. Oxford at the Clarendon Press. Señala que si bien un divorcio no era
respetable era legal: una mujer podía repudiar un acuerdo matrimonial por crueldad o infidelidad del marido, a pesar de que muy raramente lo hacía.
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EURÍPIDES (2008) Medea Traducción, Introducción y notas: César Guelerman,Bs As,
Editorial Biblos
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nesta venganza que recaerá escalonadamente en quienes la han ofendido, sus
enemigos, εχθπόρ,: Creusa-Creonte-Jasón. Los primeros serán muertos por sus
venenos: la hija por arrebatarle al marido, sabedora del matrimonio anterior, el
otro por conciliar a partir del matrimonio una alianza política pues al no tener
Creonte herederos masculinos, le seguiría en el trono el esposo de su hija, y
con este himeneo reestablecería la ciudadanía griega de Jasón, perdida por
estar al lado de una ξένορ, una extranjera.
Finalmente castigará a este último en una clara mostración barbárica, irracional, no exenta de manía, quitando la vida a sus hijos para que el mayor victimario, Jasón, viva sin descendencia, el peor de los castigos para un ciudadano griego, y quede expósito como quedará ella con el destierro.
Discordante es la postura de la mujer protagónica de Christa Wolf frente al
destierro. Debía suceder tarde o temprano, casi estaba preparada para ese momento. Su silencio y no sus gritos irrita a todos. No se siente amedrentada.
Tampoco ve en la futura esposa que aquí adquiere el nombre de Glauce, la
oponente, la acechanza devastadora y causa de la ruptura matrimonial por dos
causales: Jasón sostiene amoríos con algunas muchachas de palacio, y entre
ellas Arinna, la hija de Lisa. Es esta una de las tantas innovaciones que se
permite la autora alemana. Este Jasón aparece descripto armoniosamente,
hermosamente, emulado por uno de sus dos hijos. Paralelamente Medea se
refugia en Oistros, el consagrado escultor, que reside, al igual que lo hará ella,
en las afueras de la ciudad. Este personaje de Oistros podría relacionarse con
Egeo de la tragedia griega ya que llegará a ser el engranaje perfecto para la
huída espacial de la heroína, de Corinto a Atenas, una vez destruida su propia
casa. En el caso de Wolf se refugiará en sus brazos, porque todavía es capaz
de amar y es ese sentimiento el que aparece resaltado. Ya no se trata de una
huída geográfica, sino de un sistema político aniquilador.
Desde otra perspectiva aparece Glauce, ya no Creusa como en la tragedia,
débil por antonomasia. Eurípides no le confirió voz, sólo una nominación y
una función con la que hilvanó la trama de la venganza. Wolf la debilita al
extremo de la enfermedad. La epilepsia lleva en sus rasgos efectos paralelos,
como la espuma en la boca, el blanco en los ojos, a los que el personaje griego
experimenta al ser sometida al veneno letal entretejido en la tiara y el peplo
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ofrendado por los hijos de aquella Medea. Ahora Wolf la cincela de fealdad y
humillación, la degrada en la comparación que de sí misma hace con la hermana sacrificada y por ello durante mucho tiempo estuvo asistida por el arte
medicinal de Medea: “…había querido librarme del miedo a mi padre…”
(C.W.p.132).
La maga experimenta conmiseración y no rivalidad por este personaje y
quizá por ello le hizo conocer el nombre del juego, la salida del claustro del
palacio, de los límites impuestos, pudo ver otra Corinto más allá del aljibe y
del patio , pudo jugar a ser otra en otra vestimenta, pudo ver el mar.
Ninguna mujer puede competir con Medea, pero de entre todas, el término
más opuesto lo puntualiza Glauce. Medea a veces grita y clama, Glauce calla,
Medea ríe estrepitosamente, Glauce concibe la tristeza y las lágrimas.
Si tenemos en cuenta el tópico de la invocación a los dioses por los juramentos incumplidos, en la particularidad del hombre, entrevemos un distingo
entre Eurípides y Wolf.
Estas Medeas vulneradas, imploran por el quiebre de la palabra sacra, por la
profanación de la que ha sido capaz el hombre. Eurípides plasma el grito desaforado, bacántico a punto de caza de su protagonista. Wolf cristaliza la evocación, el recuerdo de aquel juramento en la que ligó su vida a la de Jasón.
Nos trae el nombre de otra diosa, no tan conocida: Macris8. Ella es una hija de
Aristeo y con su padre crió en Eubeo al pequeño Dionisos, que le había confiado Hermes. Cuando Hera que reinaba en la isla, hubo expulsado al dios,
éste se refugió en la isla de Corcira (Corfú), que entonces recibía el nombre de
Macris. Allí vivió en una cueva de doble entrada, la misma en que más tarde
celebrarían su boda Jasón y Medea.
Así como Jasón, el anti-héroe, desoye el mandato divino impartido en el juramento, de manera análoga decide no intervenir, no emitir su voz a favor de
la esposa desterrada, cuando se decreta su expulsión. Jasón no interviene, decide no acompañarla aunque la visitará intermitentemente.
El destierro se ha desprendido por un rumor que difundía que: “…sus remedios y brebajes habían dañado a la ancianísima madre del rey…”
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GRIMAL, Pierre. (1982)Diccionario de Mitología Griega y Romana, Bs. As., Paidós.
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(C.W.p.49-50). El esposo niega su actuación ya que se ha entrelazado nuevamente con la comunidad griega, a la que había dejado de pertenecer temporalmente: “Tú eres uno de los nuestros, le hace saber Creonte…” (C.W.p.56).
Pudo pulsar el pasado y el presente, la gravitación del fracaso en todos los
tiempos y se decide por la alianza política que le será sumamente favorable,
que lo coronará rey”.
“Cuando fracasó mi plan de devolver a mi padre, con ayuda del vellocino
de oro, la dignidad real en mi patria Yolco, cuando también tuve que huir, todos dependimos de la gracia del rey Creonte…” (C.W.p.62)
El ha padecido el destierro, por eso prefiere trocar el juramento por una vida burguesa, acomodaticia.
Todos saben que ese rumor fue urdido por el imperio de Acamante, el hombre de estado, como tantas otras historias convenientes para ser creídas por la
plebe y para seguir sosteniendo a una Corinto decadente.
Jasón asimila en Creonte la imagen paterna, ya que la suya propia estuvo
ausente y el precio por estar a su lado, como lindero, es el del servilismo.
Reconoce en Medea el éxito de su empresa de antaño, reconoce su poderío
que se parangona con el furor báquico. “…Para vencer a los toros…me dejé
llevar por la música salvaje de su tambor, que se metía en mis miembros y me
enfurecía…me metí entre los toros y los degollé, estaba fuera de mí y quería
estarlo…”C.W.p.61) .La matanza de los toros, uno de los obstáculos sorteados
para la obtención de la piel, es asociada a la imagen de lo irracional. La misma Medea recibe los epítetos de fiera, de leona, a lo largo del mito. Es el contorno de la naturaleza frente a la cultura, la mujer frente al hombre que debe
domeñarla. Por no perecer en la empresa Jasón consiente la cacería, es el cazador frente a las víctimas, pero debe retomar el raciocinio. Su conducta lo
hace mostrarse ambivalente, ostenta un doble discurso”…reniega en público
de ella y va a visitarla en secreto…” (C.W.p.72)
Deja atrás las cuevas de Cólquide, y retoma las habitaciones palaciegas de
Corinto, deja su comportamiento “ubraico” (de ύβπιρ) y encauza la
ζοθποζίνη. Deja la heroicidad por un devenir condenatorio. El personaje de la
obra alemana tiene todas las dubitaciones, todos los interrogantes de la tragedia pero está carente de su cinismo, del carácter satírico que envuelve al otro
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Jasón. El personaje de Eurípides conlleva la arrogancia y la necedad hasta la
ceguera, que como la edípica, solamente ve las victoriosas proezas que lo obnubilan frente a la red que finalmente se cernirá sobre él. Sin saber de lo que
es capaz el corazón de una mujer, se atreve a decirle a la desairada Medea:
“¿qué hallazgo más afortunado habría encontrado que casarme con la hija del
rey? … ¿tras haber engendrado hermanos a tus hijos, ponerlos al mismo nivel,
para que lleguemos a ser felices, después de haber enlazado nuestras familias…” (Eurípides.Medea.v.563-565)
Es otra vez un rumor, otro el que hace difundir Christa Wolf en un rasgo
más acerca del barbarismo de Medea. Pendularmente a medida que el pasado
encumbró a Jasón, a ella la está condenando. Ahora se trata de Apsirto. En la
tragedia griega la protagonista cometió fratricidio, quebró el orden de la naturaleza, la θύζιρ cósmica, al despedazar a su hermano a fin de obstaculizar la
persecución de su padre. De este desmembramiento, al modo de caza, Wolf
retoma la evocación de los huesos esparcidos por el mar. Aquí la protagonista
se conduele por un crimen que no cometió. Las consecuencias de la aberración, la inculpación a Medea son las mismas pero difiere su génesis, entroncada a la apropiación del poder. El coro de ancianas colquidenses impuso la ley
antiquísima, casi olvidada. Para ello emularon la orgía báquica y despedazaron
a la víctima. Apsirto pagó con su vida, el haber ansiado el poder paterno. Un
único día pudo probar la ornamentación y la autoridad de la que está embebida
el rey. Un único día como concedió Creonte en Eurípides en la retardación del
destierro, ignorando que con la concesión jalonaba su desgracia. Apsirto sólo
huesos esparcidos que consternan a su hermana y a su madre Idía. Con esta
muerte que empieza a pesar sobre Medea se aviene la designación de traidora
por parte del padre. Entonces da comienzo el itinerario de la fuga de la que no
podrá prescindir siquiera en Corinto.
Es el rumor con el que la πόλιρ, los hombres del rey, entretejen la red con la
que cazarán a la víctima, la fiera aún no domeñada. La cultura frente a la naturaleza extralimitada. Sin embargo las aristas se invierten: cazador-cazado; víctima-victimario.
Esta ciudad está cimentada sobre un crimen, en el filicidio que obligó a
Creonte a dar muerte, en el aljibe del palacio, a su hija mayor Ifínoe para conwww.cartapacio.edu.ar
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servar el poder. Mérope esposa de este rey en Eurípides es Idía en Wolf, en la
igual función. Se espejan en el sufrimiento por un hijo muerto a manos del
padre. No tenemos referencia de este último nombre en el mito griego. Son
varios los ejemplos en la tragedia respecto del sacrificio de un hijo, el caso de
Ifigenia a manos del rey de reyes Agamenón, es uno de tantos.
Creonte y Eetes se homologan en el acto barbárico del filicidio, sacrificio
de sus hijos como “modus operandi” en la mecánica del poder. Involucran en
ello un indirecto castigo hacia sus esposas y hacia sus hijas, hacia el universo
femenino en definitiva, que reacciona indistintamente. Una de ellas, Mérope
con el mutismo y el encierro en las bóvedas subterráneas, la otra Idía en el
orgullo. Las hijas buscan cobijo Medea en Jasón, Glauce en la alienación y en
el posterior suicidio.
De acuerdo con Rascovsky9 la matanza de los hijos perpetúa un fenómeno
primitivo que parece haber constituido una imperiosa compulsión individual,
después convertida en norma exigida por la sociedad, con determinadas regulaciones desde los albores del desarrollo cultural. Constituye la expresión
extrema de la actitud agresiva parental; la civilización atenuó sus formas.
Según Guelerman10 parecerían estar relacionados con prácticas sacrificiales
atribuidas al período cultural de la Edad de Bronce, en las que la víctima era
ofrecida para prevenir un desastre militar, para asegurar la navegación o para
aplacar la ira de algún dios, es decir para salvaguardar a la comunidad, desprendiéndose de uno de sus miembros. En su mayoría las víctimas eran recién
nacidas, infantes o muchachas vírgenes
Traición es el nombre que parece estar adosado a Medea. Su padre la calificó de traidora; su gente, Agameda, la curandera y discípula junto a Presbón, la
traicionó.
Estos últimos delatan a Medea frente a Acamante, astrónomo supremo y
consejero del rey, quien en otro tiempo se complacía en la compañía de la hechicera, por su inteligencia y sagacidad pero que en el presente del relato y por
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RASCOVSKY, Arnaldo. (1970) La matanza de los hijos y otros ensayos. Bs
As,Ediciones Kargieman.
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EURÍPIDES (2008) Medea Traducción, Introducción y notas: César Guelerman, Bs.
As., Editorial Biblos.
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la salvaguarda de la ciudad, pasará a ser su enemiga. Medea descubrió el secreto que debía permanecer sellado, que Corinto no podía develar. Descubrió
los huesitos niños en el camino de descenso que incursionó la reina Mérope.
Acamante ante el sacrificio de Ifínoe hizo correr el rumor de que la princesa
muerta había partido a tierras extrañas, ahora deberá hacer correr el rumor de
que Medea mató a su hermano Apsirto para no entregar a Jasón ni al vellocino.
Ahora Medea estará en la frontera entre dos universos igualmente bárbaros:
Cólquide, representada como la patria de la que huye y Corinto, la patria sustituta, temporal, de la que será desterrada. Ambas ciudades se esconden detrás
de los sacrificios humanos y de allí se desprende que el universo femenino, la
mujer deba ser: “maltratada, humillada, quebrada, expulsada, aniquilada”…11
En Cólquida las ancianas recordaron que los reyes podían reinar siete años
y luego debían dejar el puesto a su sucesor. El débil Eetes abdicó por un día y
proclamó rey a Apsirto pero: “eligió el poder y como medio la intimidación”…
(C.W.P.95). El coro de ancianas decidió que sólo un día podría vivir el rey o
su representante, debía ser elegido uno de ellos y por tanto en perfecta orgía
bacántica, con “sus cantos horribles” despedazaron al joven Apsirto. Por esta
razón este personaje se hermana, fuera del tiempo y del espacio con Ifínoe, ya
que ambos fueron condenados a muerte por sus padres.
Ahora Corinto se ha convertido en una especie de matadero, antes estaban
seguros de sí y de la ciudad, según lo expresado por Acamante. Ifínoe fue el
precio para salvar a Corinto. En el consejo había dos partidos: uno a favor de
la reina y otro a favor de Creonte. Este había recibido la corona de la reina, al
transmitirse la soberanía por línea materna. En ese entonces existía la posibilidad de una alianza con una ciudad vecina pero con la condición de que la hija
se casara con aquel joven rey de esa ciudad extraña. Su padre no lo permitió
porque no soportó la sucesión de su poderío político.
Medea sabe acerca del crimen, acerca de la reina y su lenta consumación y
acerca del dolor de Glauce somatizado en la enfermedad que gradualmente la
CABRERO, María del Carmen. “Las voces de la Medea de Christa Wolf” en Aurora
LÓPEZ y Andrés POCIÑAS (2002) Medeas: versiones de un mito desde Grecia hasta hoy.
Universidad de Granada Vol ll.p.1081
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El barbarismo en Medea de…
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debilita. Por este saber Medea duda, se debilita también, y no la deja prever la
trampa final, la emboscada que los otros, los ciudadanos, los griegos le tienen
preparada. Entonces se lamenta como lo hace el personaje de Eurípides:
“…No hubiera debido dejar la Cólquida, ni ayudar a Jasón a conseguir el vellocino… Ni convencer a los míos para que me acompañasen. Ni hacer aquella
travesía larga y terrible, ni vivir todos estos años en Corinto como una bárbara
semidespreciada y semitemida…” (C.W.p.105)
Es la misma dubitación, la misma inseguridad la que la hace trastabillar en
el inicio, cuando los años se han llevado las mismas razones de las que estaba
tan segura.
Como la ciudad griega se ha convertido en un matadero, igualmente ha provocado una mímesis con algunos personajes, que sólo quieren ver la destrucción, la sangre de los otros. Tal el caso de Agameda que acomete a Medea por
despecho .Nos atreveríamos a decir que actúa con la misma perversidad con la
que actúa Medea de Eurípides al anoticiarse del nuevo himeneo de Jasón. Su
deseo incumplido: vivir en su atmósfera como preferida a todas las demás.
Comienza la competencia atroz. No sólo traiciona a Medea sino también traiciona a sus colquidenses, al involucrarse con los corintios en detrimento de su
pueblo. Para ello alaba sus palacios, necesita hacerlo para introducirse en esa
comunidad que por ser extranjera le está vedada y consecuentemente al tiempo
que alaba a los otros, degrada a la Cólquida y a sus habitantes. Entabla la dicotomía: Medea siempre se movió como envuelta en una piel protectora, en un
simbólico vellocino; en cambio Agameda desde su infancia estuvo expósita y
no lo tolera. Por eso ansiaba la protección que ésta no le dio y la traiciona. Esta alta traición, esta imagen de la red, con la que empieza a ser cazada Medea
halla una igual línea en la obra griega pero a través de la figura de Jasón. Los
causales de la traición son diferentes como diferentes sus consecuencias.
Agameda traiciona por el despecho que la lleva a querer superar a su maestra
y es este un personaje que obedece a la pluma creativa de Wolf. Jasón, en esta
como en la otra obra traiciona por conveniencia política, ahora el ladero del
rey, a posteriori el monarca de Corinto. Traiciona también Acamante, por ser
un hombre de estado al que poco le importan sus sentimientos. Agameda
siembra la duda sobre qué es lo que vio Medea al seguir a la reina Mérope a
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sus aposentos. Esta duda convertida en rumor ajusta el engranaje del juicio en
el que Medea será inculpada, después de la peste que azota a la ciudad .Esa
peste, esa μιαζμα, anticipa el destino final de nuestra protagonista. En Eurípides la traición de Jasón acrecienta el mecanismo, la mechané, de destrucción
de otra casa, otros όικορ, la de Creonte y la suya propia con el asesinato de sus
hijos.
Respecto de ellos la autora alemana toma una tradición clásica en lo que
concierne a sus nombres: Feres y Mérmero.
Respecto de su muerte existen distintas versiones: en una de ellas Medea
mata a sus hijos sin intención, al fallar la fórmula que debía hacerlos inmortales. En otra los niños fueron asesinados por los corintios en venganza por la
muerte de Creonte y Glauce y, en una tercera versión Medea mató a Creonte,
abandonó a sus hijos en el templo de Hera y huyó hacia Atenas, tras lo cual los
corintios mataron a los niños y acusaron a Medea del hecho12.
Por otra parte13 Hesíodo cita un hijo de Jasón y Medea llamado Medeo ;
otros autores mencionan una hija Eriopis. Los hijos Feres y Mérmero son extraídos de la tradición clásica. Mientras tanto Diodoro cita a Tésalo, Alcímenes y Lisandro.
Crista Wolf nos perfila a una Medea acorralada por la plebe luego de la peste. Nuevamente Acamante es el dador de la red en la que será apresada
El universo femenino en Christa Wolf de los mundos griego y no griego,
ambos equitativamente bárbaros, ha sido devastado. Idía con el asesinato de
Apsirto, Mérope se condena al silencio por el asesinato de Iftía, Glauce no
puede vencer el temor que experimenta ante su padre, y ante el abandono en
que la sumió su madre ante la pérdida de la hermana. Por consecuencia psicomatiza en una enfermedad casi demencial, y decide su propia muerte. Medea
está derruída. Antes con el asesinato del hermano. Ahora con la pérdida de sus
hijos lapidados a manos de los Corintos. Destruída por el barbarismo de dos
culturas tan disímiles pero homologables ante el crimen.
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EURÍPIDES (2008) Medea Traducción, Introducción y notas: César Guelerman, Bs.
As., Editorial Biblos.
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GRIMAL, Pierre. (1982) Diccionario de Mitología Griega y Romana, Bs. As., Paidós.
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La han cazado y espera. Desoye los consejos de Arinna de huir, de llevarla
al bosque, a una vida primitiva. Sus hijos refugiados en lo que ha sido su casa,
ahora yacen muertos, a modo bacántico. Le imputan sus muertes, se dice de
ella la matadora de sus hijos. Pero incólume está a la espera.
Finalmente nos resta interrogarnos como lectores: ¿bárbara Medea o bárbaros los otros en Christa Wolf?
El paradigma se ha invertido.
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