PRINCIPIO DE IGUALDAD Valor superior del ordenamiento jurídico tal y como establece el artículo 1.1 de la CE: – “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. Valor superior que debe proyectar su eficacia no sólo desde el punto de vista de la igualdad formal o igualdad ante la ley, contenida en el artículo 14 CE (“Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”), sino también sustancial, ordenando a los poderes públicos promover las condiciones para hacerla efectiva (art.9 CE: “Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y social”), configurándose asimismo como uno de los principios basilares de la justicia tributaria (art.31.1 CE). PRINCIPIO DE IGUALDAD (continuación) Art.31 CE: “Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los principios de igualdad y...”. Sin embargo, no todos estos preceptos constitucionales en los que se contiene la referencia a la igualdad (art.1, art.9, art.14 y art.31), tienen el mismo alcance ni la misma eficacia (así lo estableció, entre otras, la STC de 17-2-1987). En efecto, en materia tributaria, ninguno de los principios recogidos en el artículo 31 CE cuenta con la protección reforzada establecida en el artículo 53.2 de la CE: “Cualquier ciudadano podrá recabar la tutela de las libertades y derechos reconocidos en el artículo 14 y la Sección primera del Capítulo II ante los Tribunales ordinarios por un procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad y, en su caso, a través del recurso de amparo ante el Tribunal Constitucional. Este último recurso será aplicable a la objeción de conciencia reconocida en el artículo 30”. PRINCIPIO DE IGUALDAD (continuación) – Por ello, cualquier vulneración de los principios contenidos en el art.31 CE no podrá servir de fundamento a posibles recursos de amparo, ya que estos principios se encuentran fuera de la órbita de dicho precepto constitucional. Por su parte, el art.14 exige igualdad en la ley y ante la ley (vid.Fundamento Jurídico 10 de la STC 76/1990, de 26 de abril.....). En este sentido, el TC ha rechazado demandas de amparo que invocaban formalmente el art.14 CE, cuando en realidad se denunciaba la vulneración de los principios contenidos en el artículo 31 CE (capacidad económica, justicia, igualdad tributaria, progresividad....) (vid.SSTC 53/1993 y 54/1994, entre otras). Por tanto podemos afirmar que el principio de igualdad tiene una triple dimensión: IGUALDAD ANTE LA LEY (mandato del constituyente al legislador), IGUALDAD EN LA APLICACIÓN DE LA NORMA (que alude a la Administración encargada de aplicarla); representando ambas una proyección del art.14 CE. Y por último, IGUALDAD COMO PRINCIPIO INSPIRADOR DEL SISTEMA TRIBUTARIO (art.31.1 CE). PRINCIPIO DE IGUALDAD (continuación) Así, el principio de igualdad tributaria supone un trato equitativo ante la ley fiscal, de modo que el reparto de la carga tributaria se haga por igual entre todos los contribuyentes; lo cual no quiere decir que conlleve a una igualdad aritmética, sino a la aplicación del clásico aforismo de igualdad entre los iguales y tratamiento desigual entre los desiguales. Para enjuiciar la operatividad real del principio de igualdad tributaria se precisa la fijación de un criterio para determinarla, que no es otro que la interrelación del mismo con los principios de capacidad económica y progresividad (STC 27/1981, de 20 de julio, en la que se manifiesta la necesidad de una cierta “desigualdad cualitativa” como forma de conseguir la progresividad global del sistema tributario). El principio de igualdad en materia tributaria adquiere su significado propio al conectarlo con los conceptos de capacidad económica y progresividad. En consecuencia, una cierta desigualdad cualitativa es indispensable para entender cumplido este principio; precisamente, la que se realiza mediante la progresividad. En definitiva, la capacidad económica es el criterio o dato desde el que se va a demandar el tratamiento en igualdad de todos los iguales. El principio de capacidad económica se erige desde esta perspectiva en el criterio para establecer si dos situaciones son iguales o diversas en orden a recibir el mismo o diferente trato. PRINCIPIO DE IGUALDAD (continuación) A pesar de todo lo dicho, el principio de igualdad tributaria no agota su contenido con el principio de capacidad económica, pues un tratamiento fiscal desigual de situaciones homogéneas puede no ser arbitrario, siempre que esa desigualdad se establezca en función de un principio amparado por el ordenamiento jurídico. En concreto, la STC 76/1990, de 26 de abril, resume la doctrina del Tribunal en relación con el principio de igualdad del siguiente modo: – “a) no toda desigualdad de trato en la Ley supone una infracción al artículo 14 de la CE, sino que dicha infracción la produce sólo aquella desigualdad que introduce una diferencia entre situaciones que pueden considerarse iguales y que carece de una justificación objetiva y razonable; – b) el principio de igualdad exige que a iguales supuestos de hecho se apliquen iguales consecuencias jurídicas, debiendo considerarse iguales dos supuestos de hecho, cuando la utilización o introducción de elementos diferenciados sea arbitraria o carezca de fundamento racional; – c) el principio de igualdad no prohíbe al legislador cualquier desigualdad de trato sino sólo aquellas desigualdades que resulten artificiosas o injustificadas, por no venir fundadas en criterios objetivos y suficientemente razonables de acuerdo con criterios o juicios de valor generalmente aceptados; – d) para que la diferenciación resulte constitucionalmente lícita no basta con que lo sea el fin que con ella se persigue, sino que es imprescindible además que las consecuencias jurídicas que resulten de tal distinción sean adecuadas y proporcionadas a dicho fin, de manera que la relación entre la medida adoptada, el resultado que se produce y el fin pretendido por el legislador superen un juicio de proporcionalidad en sede constitucional, evitando resultados especialmente gravosos o desmedidos” (FJ. 9.º; igualmente, SSTC 255/2004, FJ. 6.º; 10/2005, FJ. 5.º). PRINCIPIO DE IGUALDAD (continuación) Ejemplo de aplicación de esta doctrina del TC: la STC 134/1996 declaró inconstitucional por vulneración del principio de igualdad tributaria una norma legal por la que se suprimía la exención en el IRPF de las prestaciones por incapacidad permanente absoluta sólo para los funcionarios públicos. – Para el TC resultaba evidente que el principio de igualdad tributaria no se respetaba, pues “se declaran exentas las prestaciones por incapacidad permanente absoluta si han sido reconocidas al sujeto pasivo por la Seguridad Social y no si tal incapacidad se padece por los funcionarios de las Administraciones Públicas que están integrados en el régimen de clases pasivas”; ello constituye “un criterio de reparto de las cargas públicas carente de cualquier justificación razonable y, por tanto, incompatible con un sistema tributario justo como el que nuestra Constitución consagra en el artículo 31” (FJ. 8.º). PRINCIPIO DE IGUALDAD (continuación y fin) DIMENSIÓN TERRITORIAL DEL PRINCIPIO DE IGUALDAD. El TC ha indicado que el principio de igualdad no puede entenderse de forma tan rígida que conduzca a calificar como inconstitucional la desigualdad que pueda derivarse del ejercicio legítimo, por parte de las CCAA o de las Corporaciones Locales, de sus competencias en materia financiera y tributaria. En consecuencia, la autonomía financiera de las citadas entidades territoriales puede justificar una cierta desigualdad en la presión fiscal existente en cada territorio, sin que ello atente contra el principio de igualdad tributaria (SSTC 37/1987, FJ. 10.º; y 150/1990, FJ. 7.º). No obstante, la STC 96/2002, ha declarado contraria al principio de igualdad y, por tanto, inconstitucional una disposición legislativa que establecía ciertos beneficios fiscales para los residentes en los territorios forales (vasco y navarro) y en la Unión Europea, excluyendo a los residentes en el resto de España a quienes se aplica la normativa común. La exclusión de éstos últimos de esas ventajas fiscales les ocasiona “una situación de desventaja insuperable que degenera en discriminatoria, pues la consecuencia final es que la mayoría de los sujetos que intervienen en el mercado autonómico de referencia (residentes en dichos territorios forales y residentes en la Unión Europea que no lo sean en España) lo hacen ofreciendo bienes y servicios a precios con reducida o nula presión fiscal –lo cual mejora notablemente su posición competitiva en el mercado– mientras que otros –los españoles residentes en territorio común– se ven obligados a intervenir incorporando al precio de sus operaciones el coste fiscal correspondiente derivado de la aplicación de la normativa común”. Añade el TC que “lo que no le es dable al legislador –desde el punto de vista de la igualdad como garantía básica del sistema tributario– es localizar en una parte del territorio nacional, y para un sector o grupo de sujetos, un beneficio tributario sin una justificación plausible que haga prevalecer la quiebra del genérico deber de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos sobre los objetivos de redistribución de la renta (art. 131.1 CE) y de solidaridad (art. 138.1 CE), que la Constitución española propugna y que dotan de contenido al Estado social y democrático de Derecho (art. 1.1 CE)” (FFJ.J 8.º y 9.º).