1 LAS REFORMAS DEL SISTEMA PÚBLICO DE PENSIONES Luis

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LAS REFORMAS DEL SISTEMA PÚBLICO DE PENSIONES Luis Martínez Noval* Las reformas del sistema público de pensiones debieran tener como objetivo la eficacia en la consecución de su objetivo fundamental que no es otro que la sustitución de rentas salariales cuando llega el abandono de la vida laboral. En el contexto actual, no es necesario extenderse en demasía para incluir como objetivo a medio y largo plazo de los sistemas su propensión al equilibrio financiero, sin olvido del mandato constitucional que habla de prestaciones suficientes en casos de necesidad. La reforma de nuestra Seguridad Social mantiene ese objetivo y ha dado las espalda a quienes han defendido a lo largo del proceso, así como en los años precedentes, reformas más radicales de nuestro sistema para acercarlo bien a la capitalización, bien al giro desde la prestación definida a la contribución definida. INTRODUCCIÓN En las condiciones financieras del momento presente en el que se desenvuelve el sector público, los sistemas de pensiones públicas son objeto de permanente escrutinio por parte de los inversores con el fin de conocer su viabilidad financiera en el medio y largo plazo. Acabamos de vivir esa experiencia. El sistema de pensiones de nuestro país fue objeto de una reforma en alguno de los parámetros de su arquitectura. Los cambios fundamentales respecto de la norma anterior son tres: el incremento de la edad legal de jubilación a los 67 años; el aumento de 15 a 25 años en el período a tener en cuenta en el cálculo de la base reguladora de la pensión; y el peso relativo de los años cotizados para tener derecho al 100 por 100 de la base reguladora, que refuerza la linealidad a partir del 50% de la base reguladora para 15 años de cotización. No cabe duda de que esta reforma paramétrica que en tercera ocasión se produce desde la década de los 80 (1985, 1997 y 2011) significa un apuntalamiento del sistema público de reparto, de prestación definida. Un apuntalamiento que el propio título de la norma califica de actualización, adecuación y modernización del sistema y que pretende afrontar el reto del aumento de la esperanza media de vida, así como la intensificación de la contributividad o proporcionalidad entre lo cotizado y lo percibido. Introduce además por primera vez el compromiso de llevar a cabo a partir de 2027 una revisión quinquenal de los parámetros en función de la evolución de la esperanza de vida. 2
La reforma, que contó evidentemente con la mayoría parlamentaria, ha sido objeto de dos tipos de comentarios críticos que en definitiva abogan por reformas sistémicas y no meramente paramétricas. De una parte, como es habitual, quienes consideran que el enfoque va en la dirección correcta aun cuando entienden que las consecuencias financieras son escasas y timoratas; tal punto de vista es ya un clásico en el escenario académico español, en el que como es natural no se suelen incluir (y no tienen por qué hacerlo) las limitaciones políticas entre los criterios para llevar a cabo el análisis. De otra los que abiertamente son enemigos del sistema público que anhelarían ver sustituido por uno privado de capitalización. Por último no se debe de olvidar una propuesta que hace años suscitó importantes debates y que ahora resucitó de nuevo: un sistema mixto con parte de reparto y parte de capitalización, pero de obligado cumplimiento para todos los trabajadores. Bien es verdad que este pronunciamiento, que tiene el valor de haber partido de la patronal del seguro, puede perfectamente asimilarse al primer grupo de críticas y ambas dos ser etiquetadas como partidarias de la inspiración en el sistema sueco. Yo me propongo analizar lo que desde mi punto de vista constituyen inconvenientes en las dos posiciones críticas con la reforma y mostrar, desde luego, las razones por las cuales estoy de acuerdo con la misma. Esa es la estructura de las líneas que siguen. La reformulación de una propuesta académica Hace años diversas entidades financieras impulsaron la publicación de trabajos que pusieron el acento en la inviabilidad financiera de nuestro sistema de pensiones. A pesar de ello, nuestro sistema no sólo siguió siendo perfectamente viable, sino que pudo ir generando superávits que se acumularon en el Fondo de Reserva. Algunos de los autores de aquellos trabajos tuvieron la honestidad de reconocer sus errores de aquellos momentos y explicaron en qué había consistido su yerro. Pero en todo caso, esa experiencia de expectativas frustradas por la realidad no ha conducido a otra cosa que a la vigencia de la insistencia keynesiana en la incertidumbre, en la imposibilidad de predecir el futuro a largo plazo. La reciente reforma ha reavivado aquel debate que se extendió a buena parte de la década de los 90, si bien en esta ocasión con matices importantes respecto del pasado. El primero y más importante de todos ellos es que ya no se trata de propiciar un sistema mixto, lo que conllevaría reforma sistémica, sino meramente paramétrica. Las bases de esa reforma1son básicamente tres: 1) Utilización de toda la carrera laboral en el cálculo de la pensión. 2) La pensión de alta del sistema depende de la esperanza media de vida en el momento de la jubilación y la edad de jubilación debe de ser flexible. 3) Ante cambios demográficos o socioeconómicos, los ajustes del sistema operan de modo automático. La propuesta tiene, inevitablemente, un acusado aroma sueco, bien es verdad que sin el establecimiento de cuentas individuales. Suecia se ha dotado en la década precedente de un sistema de pensiones que fue debatido durante años y que tardó un tiempo en ponerse en práctica a la espera de un sistema informático que facilitara la gestión del mismo. Su peculiaridad estriba en que se trata de un sistema público de reparto, de cuentas nocionales individuales, de contribución definida que convive con una pequeña parte de capitalización 1
Utilizo como referencia la Propuesta de FEDEA (2010): Hacia un sistema de pensiones equitativo, sostenible y transparente.
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obligatoria que a elección del trabajador puede ser gestionada privadamente. Como valor añadido hay que significar que tiene el nihil obstat del Banco Mundial lo que le confiere la posibilidad de ser exportado a numerosos países en los que con distintos matices ha sido adoptado. ¿En qué consiste básicamente el sistema? La respuesta es inmediata: en el traslado de todos los riesgos al trabajador. Y ¿cuáles son estos? No hay duda: los demográficos y los socioeconómicos. De tal suerte que la pensión del trabajador depende crucialmente de sus cotizaciones a lo largo de toda la vida laboral (18,5% del salario), de la evolución del salario real per capita nacional, de la esperanza de vida de su cohorte en el momento de la jubilación y de la evolución de los mercados financieros. El sustrato ideológico del conjunto de ese sistema es sumamente sencillo: mantener contra viento y marea la cotización del 18,5%. Toda la estructura está diseñada en torno a esa restricción de partida que para ser cumplida precisa del mantenimiento del equilibrio financiero; si eso no ocurre, si los pasivos del sistema superan a los activos, entonces se aplica de modo automático el mecanismo de ajuste del equilibrio que restablezca la igualdad entre activos y pasivos financieros del sistema. Establecidos los perfectos fundamentos técnicos tan solo quedaba esperar su funcionamiento en la realidad. El nuevo sistema echó a andar en 2002, en un contexto europeo de expansión y crecimiento, de modo que en esos años de bonanza, el ratio activos/pasivos superaba levemente la unidad2; hasta el año 2008 en el que como consecuencia de la caída de Lehman Brothers en septiembre las cosas comenzaron a complicarse. Los nefastos resultados de los mercados financieros de 2008 afectaron muy negativamente al valor del Buffer fund (un fondo de reserva) que forma parte de los activos del sistema, reduciendo así la ratio activos/pasivos que descendió por debajo del valor crítico de la unidad. La consecuencia no era otra que la aplicación de mecanismo automático de ajuste hasta el restablecimiento del valor unitario en ese ratio. Esa era la norma hasta aquel momento, en el que los partidos que componen el Pension Group (que consensuaron la reforma sistémica) acordaron un cambio de la normativa para tratar de suavizar la evolución del valor de las pensiones3. De no haberse producido esa rectificación hubiera habido una evolución de las pensiones en diente de sierra, una situación difícilmente comprensible para el beneficiario. Esa experiencia ha sido muy ilustrativa. Por más perfecto que el sistema haya sido diseñado técnicamente, hay incertidumbres para las que el diseño no tiene respuesta; la reciente crisis financiera es una de ellas. No es por tanto aconsejable proponer mecanismos de ajuste que contengan elementos de rigidez que impidan afrontar situaciones de imposible previsión, 2
Para una mejor comprensión del sistema sueco es necesario precisar que los activos del sistema incluyen no sólo las cotizaciones del año sino también los recursos acumulados en el pasado que sobreviven en el presente con el nombre de Buffer Fund. Un fondo de reserva que, a diferencia del español, detenta activos de renta variable (60%) y, consecuentemente, está expuesto a los riesgos inherentes a los mercados bursátiles 3
En la normativa originaria los activos y pasivos distintos del Buffer fund se valoran por medio de una media móvil de tres años, excepto el valor del Buffer fund que se valora a 31 de diciembre de cada año. La corrección pactada de la norma valora también ese Buffer fund por medio de una media móvil de tres años. 4
porque las urgencias del momento aflojarán todos los corsés. Eso ha ocurrido ahora y ocurrirá siempre. Por último está el inevitable contraste entre el sistema que hoy tenemos vigente en nuestro país y el sistema de NCDs (notional contribution defined) ya implantado en Suecia, Brasil, Italia, Polonia, Letonia. Aplicadas a nuestro caso las normas de cálculo que regulan tales sistemas, el resultado en términos de ratio de cuantía de las pensiones españolas respecto de las de cualquiera de esos cinco países (para diversos años de cotización) sería en el peor de los casos muy cercano al doble del valor en el año 20024. La herencia del Averting the Old Age Crisis Cuando en 1994 el Banco Mundial publicó el Averting… dio paso a una intensa controversia que ha llegado hasta nuestros días. En esa publicación el Banco, con la fuerza de persuasión que se le supone, recomendaba a los países con sistemas públicos de reparto la sustitución de los mismos por otro sistema de tres pilares fundado en la privatización y la capitalización. Esa obra hizo fortuna en todo el mundo y aquí, en España, supuso el inicio de una pléyade de trabajos dedicados a nuestra Seguridad Social desde un punto de vista económico. Tales trabajos científicos encontraron rápidamente respaldo financiero en las entidades bancarias nacionales y calurosa acogida en todos los medios de comunicación. Desde aquellos momentos, a los españoles se les hizo ver que la Seguridad Social española estaba en peligro inminente de desequilibrio a corto plazo y de inviabilidad financiera medio y largo plazo. Posteriormente, el intenso crecimiento del empleo en la etapa de Gran Moderación en la volatilidad macroeconómica que va de 1994 a 2007, arrumbó todas aquellas sombrías predicciones y proyecciones de nuestro sistema. Hoy, hasta el momento presente, la Seguridad Social ha sorteado la tormenta de la crisis financiera que ha derivado en una cruda etapa de destrucción de empleo; lo ha hecho, por lo demás, con presupuestos equilibrados e, incluso, superavitarios. La respuesta que acompañó a la irrupción del Averting… en nuestro caso no fue homogénea. Hubo quien sostuvo la conveniencia de implantar un sistema mixto (reparto/capitalización) y quien aseguraba que la capitalización total y privatización de la gestión (el modelo chileno) solventaba los problemas per secula seculorum. Hubo también, por supuesto, quienes siguieron defendiendo el sistema en su conjunto y las reformas paramétricas necesarias para su salud financiera. En el momento en el que se redactan estas líneas tenemos, obviamente, más elementos que antaño para juzgar las proyecciones que hablaban del momento presente, pero tenemos también la seguridad de poder afirmar que de haberse convertido en realidad aquellas propuestas, las pensiones de hogaño, a igualdad de cotización o de aportaciones (reparto o capitalización), serían mucho más bajas de las que en estos momentos disfrutan los jubilados españoles y de las que disfrutaran nuestros pensionistas de las décadas venideras. Lo mismo puede decirse de quienes abogaban por un sistema mixto como de quienes se inclinaban por una sustitución total del reparto por la capitalización. De todo hubo en aquellos momentos que podemos datar en la segunda parte de la década de los 90. 4
Devesa, J.E. y Vidal, C. (2004): “Notional Defined Contribution Accounts (NDCs). What Effect Would They Have Had on the Spanish Pension System?”. Moneda y Crédito. 219. págs. 61‐103. 5
Conviene, no obstante, tener una idea más clara de lo que todo eso significa porque del mismo modo que conocemos perfectamente la historia reciente de la Seguridad Social (las pensiones públicas), conocemos también la historia completa de los planes de pensiones (las pensiones privadas) que en nuestro país comienza en 1987. Estamos por tanto en condiciones de valorar en paralelo lo que han sido las historias de ambos modos de asegurar rentas de jubilado. La Seguridad Social ha evolucionado en las décadas precedentes, tras dos reformas paramétricas (1985 y 1997), de modo muy alejado de aquel que los expertos le habían vaticinado. Nadie había imaginado que el empleo superaría con creces la cifra de veinte millones, ni que con la afiliación y los resultados excedentarios (y con ellos el Fondo de Reserva) ocurriera lo consecuente. Tal evolución, además, se desarrolló en un marco general de estabilidad de tipos de cotización y de cuasi perfecto acoplamiento de las bases medias al salario medio. El resultado para los beneficiarios de todo ese proceso es una pensión media de jubilación de 907 euros en el año 2009. Esto es: 12.700 euros anuales (14 pagas). La realidad de los planes de pensiones tiene otros registros5. “En los últimos 3, 5 y 10 años, la rentabilidad promedio de los planes de pensiones fue sensiblemente inferior a la inflación y a la inversión en bonos del Estado a cualquier plazo… El decepcionante resultado global de los fondos se debe a las elevadas comisiones, a la composición de la cartera y a la gestión activa. Las comisiones de los fondos en 2009 fueron de 1.013 millones de euros.” (Fernández y del Campo, p. 1.). Por si con eso no bastara, si los resultados se ampliaran a 2010 las cifras de rentabilidad acentuarían su sentido negativo. Llegados aquí, en el caso de las pensiones privadas habremos de distinguir entre la fase de acumulación (la etapa de empleado) y la de percepción (la etapa de jubilado). En la primera el trabajador soporta el coste de gestión de sus ahorros que se manifiesta en forma de comisiones anuales sobre el patrimonio, en una cuantía que, si bien aparentemente escasa, acaba siendo muy onerosa para al trabajador por la longitud de la carrera laboral a lo largo de la cual se acumulan los ahorros del salario (normalmente 35 años). Lo normal es que una comisión del 1,5% sobre el patrimonio acumulado a lo largo de 35 años acabe suponiendo para el trabajador al fin de su vida activa una merma del 20% del total del ahorro acumulado6. Por desgracia, los costes para el trabajador no acaban en el momento de su jubilación. ¿Quién le garantiza, como hace la Seguridad Social, que no va a sobrevivir a sus ahorros? Pues tan sólo un contrato de seguro de rentas vitalicias que el trabajador compra con sus ahorros acumulados. Entonces, en ese trance, nuestro trabajador tropieza con el problema de la selección adversa en los contratos de seguro (un problema de asimetría en la información de los mercados) que, o bien aumenta la cuantía de la prima, o bien reduce el flujo de rentas, porque la compra de ese seguro conlleva un coste para el trabajador de, aproximadamente, un 15% del valor de la prima. 5
He utilizado como referencia Fernández y Del Campo (2010): Rentabilidad de los Fondos de Pensiones en España. 1994‐2010. (Disponible en http//ssrn.com/abstract=1561522) 6
Diamond y Orszag sostienen que en una carrera laboral de 40 años una comisión de gestión del 1%, merma en un 20% el capital acumulado.(Diamond y Orszag (2004): Saving Social Security. A balanced Approach. The Brookings Institution Press).
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Al problema de los elevados costes para el trabajador deberían de añadirse dos tipos de inconvenientes a los que inevitablemente están asociados los planes de pensiones. A un sistema de pensiones un trabajador le exige dos tipos de certidumbre, una la cuantía de la renta que sustituye su salario y otra el exacto momento de su abandono del trabajo. Pues bien, ninguna de estas dos condiciones puede ser asegurada por un sistema de capitalización; la primera depende de la rentabilidad del plan de pensiones a lo largo de la vida laboral y la segunda porque el valor de los activos acumulados en el momento de la jubilación depende crucialmente de la coyuntura de los mercados financieros. Es por ello, naturalmente, por lo que estos sistemas se etiquetan como de contribución definida. La única certeza que el trabajador tiene es la de su aportación (usualmente un porcentaje del salario). Por esa razón los sistemas de capitalización de prestación definida que atribuían la asunción del riesgo al promotor han ido desapareciendo o migrando a otro de contribución definida. Llegados a este punto estamos en condiciones de preguntarnos por la prima necesaria para comprar un seguro de renta vitalicia que garantice una pensión de 907 euros mensuales (la pensión media de jubilación 2009 de la Seguridad Social) en las mismas condiciones en las que lo hace el sistema público: con una pensión de viudedad asociada del 50%, escalables ambas con la tasa de inflación y con percepción de 14 pagas (12.700 euros anuales). La calculadora7 nos dice que una pensión vitalicia con esa cuantía y esas condiciones le supone al trabajador el pago de una prima a la empresa aseguradora que está en el entorno de los 450.000 euros. Ese coste, sencillamente, es inasumible para un trabajador de un salario medio. Por consiguiente, los costes que el sistema de capitalización impone al trabajador son excesivamente onerosos. Primero en la etapa de acumulación en forma de comisiones de gestión y depósito, y posteriormente cuando se trata de convertir un capital en un flujo de rentas vitalicias y la conversión da lugar a un bajo money’s worth ratio8. Téngase presente, por lo demás, siguiendo con el contraste, que cuando el trabajador afiliado a la Seguridad Social cotizó para tener derecho a la pensión de 907 euros, no sólo estaba cubriendo la contingencia vejez sino también la de incapacidad en sus diversas intensidades, la baja por maternidad (si es mujer), la orfandad y el favor de familiares. El reverdecer del sistema mixto Quince años después la propuesta de reforma que abre la puerta del sistema público a la iniciativa privada toma forma en el trabajo de una Comisión de Estudio, muy transversal, formada por neoliberales, progresistas y sindicalistas. Por vez primera, el sistema mixto había sido propuesto por FEDEA en 19959; posteriormente el Círculo de Empresarios acogió en nuestro país al doctor Piñera, autor de la reforma chilena, y abogó por una capitalización pura, sin mixtura alguna, pero fue esa radicalidad la que hizo de su propuesta algo extravagante10. Ahora la propuesta de UNESPA, la patronal del seguro, que elabora una Comisión de Estudio, ha abandonado la radicalidad para dirigirse a una reforma 7
Calculado en www.find.co.uk El money’s worth ratio es la relación entre el flujo total de rentas percibidas a lo largo de la vida, en valor actual, y el valor de la prima que compra el seguro. 9
FEDEA El futuro de las pensiones en España: hacia un sistema mixto. 1995
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Círculo de Empresarios Hacia una reforma integral del sistema de pensiones en España. 2001.
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que propone la implantación en nuestro país de un sistema mixto11, a semejanza sueca, en el que participan el sector público y el privado y en el que el trabajador está obligado a la afiliación en ambas vertientes del seguro, la pública y la privada. La implantación de un sistema mixto en nuestro país presenta una dificultad insalvable que no es otra que el inasumible coste que supondría una operación de esa naturaleza, si el tránsito del sistema actual al futuro hubiera de hacerse respetando todos los derechos adquiridos en el pasado.12 A ello debería de añadirse otra consideración que sugiere una de las referencias a las que recurre la Comisión de Estudio: el sistema sueco. El nuevo sistema mixto sueco fue el resultado de un larguísimo y fatigoso proceso de negociación entre las mayorías parlamentarias de izquierda y derecha. Producto del acuerdo, la izquierda aceptó la inclusión como obligatoria para todos los trabajadores de una vertiente capitalizada del sistema y privatizada en su gestión. Del 18,5% de la cotización total sobre el salario, el 2,5% (es decir, un 13,5% de la cotización) ingresa en una cuenta real (no nocional) del trabajador en un organismo denominado Premium Pension Authority que ingresa ese 2,5% de las cotizaciones y el trabajador puede elegir el fondo privado que se lo gestione, o encomendarle esa tarea a un fondo público; entre tanto los partidos de la coalición de derecha impusieron en el acuerdo algunas limitaciones a la operatividad del fondo público (default fund) que consistieron en limitar la publicidad del mismo y las posibilidades de regresar al mismo una vez abandonado. La corta historia de este nuevo sistema capitalizado comenzó de modo fulgurante; en 2010 cuando la vertiente capitalizada se puso en marcha, más del 70% de los trabajadores optó por un fondo privado; sin embargo, dos años después, debido quizá a los malos resultados de los mercados financieros, y a que el fondo público había obtenido mejores resultados que los fondos privados se produjo una emigración masiva hacia el fondo público. A las razones de esa migración es preciso añadir una más que no resulta baladí: las comisiones de gestión son más reducidas en el fondo público que en los privados13. A este relato de la experiencia sueca deberíamos de añadir que la crisis financiera desatada en 2008 no sólo afectó muy negativamente a la componente del sistema de reparto al reducir el valor del Buffer fund, sino que inevitablemente habrá reducido también el valor del capital de las cuentas individuales del Premium Pension. La posición oficial y mayoritaria El ahora Ministerio de Trabajo e Inmigración, que a lo largo de estas décadas precedentes ha venido realizando múltiples proyecciones del sistema de pensiones, no ha tenido a lo largo de ese dilatado período otra posición que la defensa del reparto como instrumento financiero del sistema. Más aún, en toda la historia de la democracia española, no hay constancia de enmienda alguna a las reformas paramétricas que en las Cortes Generales se han debatido y 11
Comisión para el estudio de los efectos del envejecimiento en el futuro del Estado de Bienestar. Reflexiones para la reforma. UNESPA. Enero 2010.
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Un excelente tratamiento de este problema se encuentra en Zubiri, I. (2010): “El sistema de pensiones español ante el reto del envejecimiento”. Revista del Ministerio de Trabajo e Inmigración. Número extraordinario. 2010. págs.. 31‐57. 13
Un relato de toda esa historia y sus causas se puede encontrar en Weaver, K. (2005): Social Security Smörgasbord? Lessons from Sweden’s Individual Pension Accounts. Policy Brief 140. The Brookings Institution.
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aprobado, que contuviera un mínimo atisbo de reforma sistémica. Dicho en otros términos, las reformas paramétricas han concitado un acuerdo mayoritario. En el ámbito social tras años de noticias que anuncian la inviabilidad del sistema de pensiones, y pese a todo eso, la Seguridad Social sigue siendo una de las instituciones de nuestro país que concitan mayor confianza entre nuestros conciudadanos, con los médicos y el sistema sanitario. Es normal que así sea porque, objetivamente14, las pensiones de nuestro sistema se encuentran entre las que en mayor porcentaje sustituyen el último salario de entre los países UE y, adicionalmente, donde la pensión capitalizada constituye uno de los patrimonios fundamentales de las personas jubiladas. Los críticos del sistema, que los hay, suelen hacer hincapié en esa cuestión, la excesiva generosidad que es de imposible perpetuación a menos que los parámetros del sistema que propician tales prestaciones sean corregidos con severidad. La reforma reciente ha servido para corregir, no con severidad sino con sensatez, lo que se viene corrigiendo desde 1985 con un criterio muy claro: la búsqueda de la mayor proporcionalidad entre lo cotizado y lo percibido. Al incremento de la proporcionalidad se ha añadido el aumento de la edad de jubilación que queda establecido en los 67 años. Afrontar una de las amenazas más evidentes de los sistemas de provisión de rentas en la vejez, exige la adaptación del viejo esquema a la nueva realidad de una esperanza media de vida que, afortunadamente, crece sin cesar15. Sorprende, no obstante, la obstinación con la que algunas personas sensatas sostienen que el aumento de la esperanza de vida es una mera ilusión que obedece a la drástica reducción de la mortalidad infantil; de ahí su rechazo al aumento de la edad de jubilación. En conjunto, la reforma fue bien valorada por los organismos internacionales y en particular por la OCDE que estima que las consecuencias de la reforma en términos financieros (% de gasto en pensiones respecto del PIB) conducirá a un gasto en la perspectiva de 2050, ligeramente por debajo de Francia, Alemania e Italia y levemente por encima de la media de la OCDE16. Me permito entonces concluir con una larga cita de Peter Diamond, reciente Premio Nobel de Economía, que refiere claro está al viejo debate sobre la reforma de la Seguridad Social norteamericana, pero que a mí me sirve de conclusiones de este trabajo. El dice mejor que yo, lo que yo quiero decir: “De vez en cuando, me encuentro entre la gente que cree que uno, en sus cabales, no diseñaría un sistema de seguro de rentas de jubilación como el que tenemos. Algunos detalles del mismo me parecen apartados de lo satisfactorio. Sin embargo, observando el cuadro completo, esta estructura tiene sentido. El ahorro obligatorio tiene sentido si se piensa que muchos trabajadores no se proporcionarían a sí mismos una tasa de reposición razonable. Se trata no sólo de evitar la pobreza, sino de un asunto que tiene que ver con la distribución de la renta. Las renta vitalicias obligatorias tienen sentido si piensas que los 14
Cualquier sospecha de subjetividad se puede disipar consultando Pensions at glance 2011 de la OCDE.
(www.oecd.org)
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El embrión de Seguridad Social que alumbró el Real Decreto de 11 de marzo de 1919 por el que se intensificó el Retiro Obrero Obligatorio, establecía en su artículo 3 una pensión de 365 pesetas anuales a partir de los sesenta y cinco años. En ese momento de la historia la esperanza media de vida de los españoles era de cuarenta y un años. 16
www.ocde.org/els/social/PaL 9
trabajadores no comprenden adecuadamente el valor de las anualidades. La protección de las esposas y de los hijos tiene sentido si piensas que muchos trabajadores no harían eso adecuadamente. Relacionar las pensiones con una medida de las ganancias a lo largo de la vida, seguramente que tiene sentido. Una fórmula progresiva para determinar las prestaciones tiene sentido para proporcionar más altas tasas de reposición del último salario a las rentas bajas… Haber redistribuido en beneficio de las primeras cohortes, extendiendo el coste implícito a lo largo del indefinido futuro (Seguridad Social no completamente capitalizada) tiene sentido y, además, la capitalización incompleta contribuye a repartir los riesgos entre varias cohortes. Confiar en un sistema que es combinación de uno obligatorio, más pequeño de lo que es común en Europa, y otro voluntario, privado y suplementario, tiene sentido, aunque el sistema voluntario es incompleto en su cobertura (y necesitado de mejora en su regulación). Esto no significa que no haya otras aproximaciones que han conducido a sistemas que funcionan razonablemente bien. Es tan sólo decir que no hay necesidad de reformas radicales para tener un buen sistema‐ sólo la necesidad de mejorar las bases financieras a la vez que mejorar la estructura de las prestaciones. He preferido escribir a propósito de por qué la Seguridad Social es mejor de lo que la gente cree, que hacerlo sobre por qué una reforma radical sería peor de lo que mucha gente piensa. Una preferencia por una reforma radical puede reflejar diferentes valores y diferentes predicciones políticas de las que yo tengo. Sin embargo, pienso que buena parte del aparente atractivo que despierta la reforma radical se apoya en el improbable supuesto implícito de que la legislación será aprobada sin que las manos de los políticos la modifiquen, haciendo una imperfecta comparación con el actual sistema que tiene inconvenientes que introdujo el sistema político. Una razón fundamental de mi preocupación por una reforma radical es el potencial diseño del mismo por expertos sesgados, orientados por la ideología política, en lugar de por una valoración de los probables resultados. Un objetivo mejor que la búsqueda de una reforma radical es tratar de mejorar la altamente satisfactoria estructura actual17.” 17
Diamond, P. (2004): Social Security. American Economic Review. March, 2004. p. 22
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