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LA MEDICINA HOY
El pronóstico de los pacientes en situación terminal
C. de Miguel Sánchez y A. López Romero
Equipo de Soporte de Atención Domiciliaria Área 7 de Madrid. España.
“D
octor, ¿cuánto me queda de vida?” Todos los profesionales
que habitualmente atendemos a pacientes que padecen
enfermedades incurables nos hemos enfrentado a esta pregunta. A
la hora de establecer un pronóstico, es necesario tener en cuenta
dos aspectos fundamentales: la naturaleza de la enfermedad y las
peculiaridades propias del individuo que la padece. Sin embargo,
en la enfermedad oncológica terminal se ha comprobado que la
histología no ejerce ninguna influencia sobre la supervivencia
durante esta fase de la enfermedad1. Esto avala la decisión de
considerar todas estas situaciones bajo un mismo denominador, el
“síndrome de cáncer terminal”. Por ello, la mayoría de los estudios
sobre los factores pronósticos en la enfermedad oncológica terminal
analizan diversos índices para valorar la calidad de vida, los aspectos
clínicos y analíticos del enfermo y la impresión clínica del
profesional, sin tener en cuenta la variedad histológica del tumor.
Los parámetros con posible valor predictivo que se han
estudiado hasta la fecha se pueden agrupar en cuatro bloques
diferentes: índices para valorar la calidad de vida, síntomas
clínicos, datos analíticos e impresión clínica del profesional. No
obstante, recientemente se están publicando índices pronósticos
que no son más que modelos que integran diferentes variables
pertenecientes a estos cuatro bloques, con distinto peso específico,
como se comentará más adelante.
VALOR DE LOS ÍNDICES DE CALIDAD DE VIDA
COMO ESTIMADOR DE LA SUPERVIVENCIA
Las escalas que se han empleado con más frecuencia son el Índice
de Karnofsky (IK), la Escala del Eastern Cooperative Oncology
Group (ECOG) y el Índice QL de Spitzer (IQL).
En la serie de Reuben et al1, el IK permitió distinguir grupos de
enfermos con un pronóstico diferente en función de sus valores: si
el IK era de 10-20, que equivale a un enfermo moribundo o muy
grave, la mediana de supervivencia era de 17 días; si el IK era de
30-40, es decir, corresponde a una persona grave o moderadamente enferma, la mediana de supervivencia se situaba en 50
días; finalmente, si los valores del IK eran iguales o superiores a
50, la mediana de supervivencia ascendía a 86 días.
En el trabajo de Verger et al2, el 63% de los enfermos con un
IK superior a 40 vivían más de 3 meses, mientras que cuando éste
era inferior a 40, sólo el 25% alcanzaban esa supervivencia.
Además, se comprobó que este índice permitía precisar en el 84%
de las ocasiones si el enfermo superaba o no la barrera de los
6 meses.
Cuando se ha utilizado la escala del ECOG para valorar el
estado funcional del enfermo, también se ha detectado una cierta
relación entre puntuación y supervivencia. Mor 3, en 1987,
comprobó que el 63% de aquellos pacientes con un ECOG grado
0-2 vivían más de 44 días, mientras que sólo lo conseguían el 53%
de los enfermos con grado 3 y el 36% con grado 4.
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Algunos autores han sugerido que el indice de calidad de vida
diseñado por Spitzer et al puede ser útil para determinar el
pronóstico de los pacientes con enfermedad oncológica terminal.
De hecho, Addington-Hall et al4 observaron que los enfermos con
una puntuación baja fallecían con más frecuencia durante los
primeros 6 meses de seguimiento que los enfermos con
puntuaciones más altas. Así, por ejemplo, el 73% de los enfermos
con un IQL menor o igual a 3 fallecían durante el primer
semestre, frente al 40% con más de 3 puntos. En el extremo
opuesto, el 43% de aquellos con puntuación menor o igual a 8
fallecían dentro de los primeros 6 meses, frente a sólo el 12% de
los que presentaban una puntuación de 9 o 10.
Algunos investigadores se han detenido a analizar las variaciones
que experimenta la calidad de vida en el curso de la enfermedad.
Como cabía esperar, observaron que ésta se deteriora a medida
que progresa el tumor. Este declinar se produce a un ritmo lento
durante la mayor parte de la enfermedad, aunque es a partir de las
últimas 5 semanas cuando se evidencia su descenso5, resultando
más acusado durante las últimas 3 semanas de vida6. Aunque otros
investigadores también han detectado estas modificaciones en la
calidad de vida durante las diferentes fases de la enfermedad,
conviene señalar que existe un grupo reducido de pacientes en los
que no se aprecian modificaciones significativas en su calidad de
vida durante la fase final de la enfermedad. La importancia de este
grupo varía en función del test de calidad de vida que se aplique:
el 4% con el IK y el 17% con el IQL6.
En definitiva, los diferentes índices de calidad de vida
proporcionan una información válida, aunque no todo lo precisa
que cabría desear. Por ello, algunos autores han considerado otros
aspectos clínicos y analíticos que pueden contribuir a mejorar el
rigor de nuestros pronósticos.
VALOR DE LOS SÍNTOMAS CLÍNICOS COMO
ESTIMADOR DE LA SUPERVIVENCIA
Algunas series se han detenido a estudiar la prevalencia de los
síntomas en pacientes con enfermedad oncológica terminal y
establecer si pudieran tener un interés pronóstico.
Reuben et al1 investigaron la posibilidad de mejorar la precisión
pronóstica de los índices de calidad de vida al añadir otros datos,
como la presencia o no de ciertos síntomas clínicos. En su trabajo
analizaron la posible relación de 14 síntomas diferentes con la
supervivencia y encontraron que 5 de ellos tenían valor pronóstico:
pérdida de peso reciente, disfagia, disnea, xerostomía y anorexia.
Además, observaron que la capacidad predictiva de estos síntomas
era independiente del estado general del paciente y que su efecto
sobre el pronóstico era aditivo, de manera que cuantos más
síntomas estuvieran presentes, más corta era la supervivencia. Así,
por ejemplo, si el enfermo presentaba un único síntoma, la
supervivencia variaba entre 38 y 46 días cuando el IK era 10-20,
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entre 83 y 98 días si el IK era 30-40, y entre 125 y 191 días cuando
el IK era igual o mayor a 50. Por el contrario, si el enfermo padecía
4 síntomas, la supervivencia oscilaba entre 19 y 23 días para un IK
de 10-20, entre 41 y 49 días si el IK era de 20-40, y entre 62 y
74 días para un IK igual o mayor a 50.
La frecuencia con la que se reconocen estos síntomas en los
pacientes con enfermedad oncológica terminal varía en función de
las características de las diferentes series: anorexia (30-80%),
disfagia (9-34%), disnea (10-45%), pérdida de peso (75%) o
sequedad de boca (30-73%)1,7,8. De todos ellos, la disnea fue el
síntoma que se asoció a una supervivencia más corta. Hardy et al9
confirmaron también esta connotación pronóstica negativa. Su
presencia, a menudo, se encuentra relacionada con alguna
enfermedad cardiopulmonar, pero se ha señalado que hasta en el
24% de los enfermos terminales no existe un factor identificable
que la justifique. En estos casos su aparición suele atribuirse a
problemas de cansancio muscular y/o complicaciones médicas
como el embolismo pulmonar10. Los otros cuatro síntomas están
relacionados entre sí y representan diferentes manifestaciones del
deficiente estado de nutrición que existe en estos enfermos. Con
anterioridad al estudio de Reuben et al1, De Wys et al11 ya habían
señalado que la pérdida de peso constituía una variable pronóstica
sin relación con la histología del tumor ni con el estado clínico del
enfermo.
El dolor es otro síntoma con una elevada prevalencia en el
enfermo neoplásico. Se estima que el 25% de los pacientes
neoplásicos tienen dolor en el momento del diagnóstico, y que
entre los enfermos en fase terminal este porcentaje asciende al
50-75%. Sin embargo, su significado pronóstico es controvertido.
Reuben et al1 no detectaron que la presencia de dolor tuviera
connotaciones pronósticas. Hardy et al9 refieren que los enfermos
que tenían dolor presentaban una supervivencia superior a la de
los pacientes que padecían otros síntomas. Sin embargo, otros
autores han observado que la intensidad del dolor, al igual que
ocurre con la disnea, aumenta conforme el paciente se encuentra
más próximo a su muerte6,12.
Ventafrida et al7 observaron que el 97% de los enfermos
terminales presentaban síntomas nuevos o agravamiento de los
anteriores durante la semana previa al fallecimiento. Estos
síntomas, además del dolor, eran: disnea, delírium y vómitos. Estos hallazgos no sólo indican que durante los últimos días de vida
se agrava el sufrimiento de los enfermos, sino que estos cambios
en la sintomatología poseen un cierto significado pronóstico.
Bruera et al 13 estudiaron el significado pronóstico de 11
síntomas diferentes y establecieron que la presencia de disfagia,
pérdida de peso y alteración del nivel de conciencia implicaba una
supervivencia más breve.
Hardy et al9 indicaron que en su serie los síntomas que se
relacionaban con un pronóstico desfavorable eran disnea, astenia,
estreñimiento e inmovilidad.
Recientemente, Morita et al14, en un estudio prospectivo
realizado en 150 pacientes, encontraron cuatro síntomas con
significación pronóstica: disnea de reposo, vía oral libre, edemas y
delírium. Estos mismos autores han elaborado un índice con
significación pronóstica, que comentaremos más adelante.
También Pirovano et al15 elaboraron otro índice con significación
pronóstica, donde los síntomas clínicos que empeoran el
pronóstico son la disnea y la anorexia.
Estos autores describen diferentes síntomas clínicos con
capacidad pronóstica que aportan otra herramienta
complementaria a los índices de calidad de vida anteriormente
mencionados, pero sin que por sí mismos aporten una información
predictiva todo lo precisa que cabría esperar.
(687)
VALOR DE LOS DATOS ANALÍTICOS COMO
ESTIMADOR DE LA SUPERVIVENCIA
Existen pocos trabajos que hayan investigado la posibilidad de
utilizar datos analíticos para predecir la supervivencia del enfermo
terminal. Sin embargo, las variables de laboratorio ofrecen la
ventaja de que su determinación no está sujeta a interpretaciones
subjetivas, a diferencia de lo que ocurre con los datos clínicos
comentados anteriormente.
En un estudio realizado en enfermos terminales, por Ventafrida
et al16, se detectó que durante las últimas 2 semanas de vida la
cifra de leucocitos experimentaba un incremento del 40%.
Además, durante las 48 h que precedían al fallecimiento el
recuento de linfocitos descendía por debajo del 13% de sus valores
previos. Sin embargo, cuando el fallecimiento era secundario a un
problema agudo (p. ej., embolismo pulmonar, accidente
cerebrovascular) no se detectaban estos cambios.
Hermann et al17, en un estudio que incluyó 1.973 pacientes
ingresados con diferentes tipos de neoplasia, señalan que la
hipoalbuminemia (< 3,4 g/dl) se asociaba con una mayor
probabilidad de fallecer. Estas conclusiones eran independientes
de la edad, el estado evolutivo y el tipo histológico del tumor.
Aunque la muestra de enfermos era heterogénea desde el punto
de vista de la situación de la neoplasia, cabe pensar que estas
observaciones pueden ser válidas para el paciente con enfermedad
oncológica terminal. No obstante, convendría establecer hasta qué
punto la información que aporta es o no dependiente del estado
nutricional del enfermo ya que, como se ha comentado
previamente, la anorexia y la subsiguiente pérdida de peso son
factores pronósticos reconocidos en este grupo de pacientes.
Otros autores han detectado que la hiperbilirrubinemia total18 y
la hipercalcemia19 implicaban un peor pronóstico. Sin embargo,
son datos que están presentes en un grupo de enfermos muy
reducido, por lo que su utilidad es limitada.
Recientemente, Vigano et al20 estudiaron una cohorte de 227 pacientes con enfermedad oncológica terminal de pulmón, mama y
tracto gastrointestinal. Estos autores registraron variables
referentes a localización del tumor y tratamiento específico,
variables clínicas, de laboratorio, demográficas y socioeconómicas,
y analizaron la relación entre estas variables y la supervivencia. La
mediana de supervivencia para la muestra fue de 15,3 semanas.
Una menor supervivencia se asoció de forma independiente con
ciertas variables, como cáncer de pulmón (frente al de mama y
tracto gastrointestinal), metástasis hepáticas, pérdida de peso de
más de 8 kg en los 6 meses previos, cifras de albúmina < 35 g/l,
recuento de linfocitos < 1 109/l, valores séricos de LDH > 618
U/l, y estimaciones clínicas de supervivencia por parte del médico
responsable de menos de 2 meses (frente a 2-6 meses, o más de
6 meses). No existía asociación con la supervivencia de los
siguientes parámetros: performance status, síntomas distintos a
náuseas y vómitos, carga tumoral, variables socioeconómicas y
nivel cultural.
Aunque estos estimadores aporten la objetividad que no
contemplaban los anteriores, no superan la capacidad pronóstica
de los índices de calidad de vida, ni de los síntomas clínicos.
VALOR DE LA IMPRESIÓN CLÍNICA COMO
ESTIMADOR DE LA SUPERVIVENCIA
Han sido muchos los trabajos que se han publicado acerca de la
correlación entre la impresión clínica y la supervivencia9,13,21-27.
Todos establecen que la impresión clínica es un parámetro de
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limitada utilidad en la práctica asistencial diaria; existe una tendencia
a la sobrestimación de la supervivencia, y los pronósticos son más
exactos cuando se realizan de forma más próxima al momento de la
muerte. Oxeham y Cornbleet28 publicaron un estudio en el que son
requeridos para predecir la fecha de defunción diferentes miembros
del equipo asistencial, un médico, dos enfermeras, una auxiliar de
enfermería y un capellán. Estos autores encontraron que la
predicción no sólo mejora cuanto más nos acercamos al momento
de la muerte, sino que también la proximidad al enfermo, y no tanto
la cualificación profesional, mejoran la capacidad de predecir la
muerte cuando ésta está próxima.
Christakis et al29 realizaron un estudio de cohortes prospectivo,
cuyo objetivo era describir con qué exactitud los médicos predicen
el pronóstico de supervivencia de sus pacientes terminales y
evaluar los factores que determinan esa precisión en el pronóstico.
Un total de 343 médicos predijeron la supervivencia de 468
pacientes terminales en el momento de ser admitidos en un
hospice. Sólo un 20% de las predicciones fueron realizadas con
exactitud, un 63% fueron optimistas y un 17% pesimistas. Los
médicos sobrestimaban sistemáticamente la supervivencia de los
pacientes. La aproximación diagnóstica era mayor cuanta más
experiencia tenía el profesional, y cuanto más larga era la relación del médico con el paciente mayor era la probabilidad de
error. No existía un tipo determinado de médico que fuera el
que generalmente se equivocara, ni tampoco existían unas
características determinadas de pacientes con las que los médicos
se suelan equivocar. Aunque algún tipo de error es inevitable a la
hora de establecer un pronóstico, fallar en el mismo de una forma
sistemáticamente optimista puede afectar de modo negativo en la
calidad de la atención recibida por este tipo de pacientes.
A partir de estos datos y el análisis de la bibliografía, podemos
concluir que la estimación clínica de la supervivencia no es por sí
sola un valor exacto a la hora de cuantificar el pronóstico, pero
puede completar la información en el caso de modelos que
introduzcan, además, otras variables, como el estado funcional, los
síntomas clínicos y los datos analíticos.
NUEVAS APORTACIONES EN LA ESTIMACIÓN
DE LA SUPERVIVENCIA: ÍNDICES PRONÓSTICOS
Recientemente, han sido elaborados dos nuevos índices con
capacidad pronóstica en pacientes oncológicos terminales. Éstos
integran información sobre determinados índices de calidad de
vida, los síntomas clínicos, los datos analíticos y la impresión clínica
del profesional.
Pirovano et al15 realizaron un estudio prospectivo multicéntrico
y construyeron un índice pronóstico de supervivencia (PaP score)
para pacientes oncológicos terminales. En una muestra de 519
pacientes en situación terminal, se identificaron mediante análisis
multivariante los síntomas y parámetros hematológicos y
bioquímicos con significación estadística, construyéndose
posteriormente el PaP score. Sólo se consideraron variables
predictoras de supervivencia el IK, la predicción clínica de
supervivencia del profesional, la disnea, la anorexia, el número
total de leucocitos y el porcentaje de linfocitos. Cada una de estas
variables se multiplicaban por un coeficiente, según su peso
específico (tabla I). La suma de cada una de las variables
multiplicadas por sus coeficientes permitía clasificar a los pacientes
en tres grupos, presentando cada uno de ellos una probabilidad
diferente de sobrevivir a los 30 días. Si la puntuación obtenida era
menor o igual a 5,5, la probabilidad de sobrevivir a los 30 días era
mayor del 70%; para pacientes con una puntuación entre 5,6 y 11,
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TABLA I Valor de las puntuaciones parciales para las categorías
del PaP Score
Disnea
No
Sí
Anorexia
No
Sí
Índice de Karnofsky
≥ 50
30-40
10-20
Estimación clínica de supervivencia (semanas)
> 12
11-12
9-10
7-8
5-6
3-4
1-2
Leucocitos
Normal: 4.800-8.500 células/ml
Alto: 8.501-11.000 células/ml
Muy alto: > 11.000 células/ml
Porcentaje de linfocitos
Normal: 20-40%
Alto: 12-19,9%
Muy alto: 0-11,9%
0
1
0
1,5
0
0
2,5
0
2
2,5
2,5
4,5
6
8,5
0
0,5
1,5
0
1
2,5
TABLA II Probabilidad de supervivencia a los 30 días según el valor
del PaP Score
Grupo de riesgo
30 días de supervivencia, probabilidad > 70%
30 días de supervivencia, probabilidad 30-70%
30 días de supervivencia, probabilidad < 30%
Puntuación total
0-5,5
5,6-11
11,1-17,5
la probabilidad de sobrevivir a los 30 días se encontraba entre un
30 y un 70%; para puntuaciones superiores a 11, la probabilidad
de sobrevivir a los 30 días era menor del 30% (tabla II). Este
índice ha sido validado en una nueva serie de pacientes estudiada
por Maltoni et al30 y Glare et al31.
El grupo de Morita et al14, a partir de una muestra de 150
pacientes con cáncer en situación terminal remitidos a una unidad
de cuidados paliativos, identificaron una serie de factores
pronósticos de supervivencia de forma prospectiva, que integraron
dentro de un índice (PPI), dando a cada variable un peso
específico distinto; posteriormente, este índice fue validado en una
muestra distinta de 95 pacientes, de forma retrospectiva. Este
índice integraba la información de las siguientes variables:
palliative performance status (PPS) –descrito por Anderson et al31
en 1996 según tres categorías, 10-20, 30-50, mayor o igual a 60–,
vía oral libre según esté normal, moderada o gravemente reducida,
y si existían o no edemas, disnea de reposo y delírium, según los
criterios de la DSM-IV.
El PPS es una modificación del IK. Tiene 11 categorías y
adopta valores del 0 al 100. El IK incluye 3 categorías
(deambulación, actividad y evidencia de enfermedad, e
independencia para los autocuidados) y hace referencia a la
necesidad de hospitalización. A partir de la experiencia clínica con
pacientes moribundos, existen 2 factores importantes para medir
el performance status: ingesta oral y nivel de conciencia. Se
construye así el PPS, que tiene en cuenta 5 variables –deambulación, actividad y evidencia de enfermedad, independencia
para autocuidados, ingesta oral y nivel de conciencia–, sin hacer
referencia a la hospitalización32 (tabla III).
El índice se obtenía con la suma de cada una de las variables
previamente multiplicadas por un coeficiente según su peso
específico. Este índice puede tomar valores de 0 a 15. Por
ejemplo, para un paciente con un PPS de 10, con edemas y disnea
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TABLA III Palliative Performance Status (PPS)
%
Deambulación
100
Completa
90
Completa
80
Completa
70
60
Reducida
Reducida
50
40
Principalmante
sentado/tumbado
Principalmente
en cama
30
Totalmente en cama
Independencia
para autocuidados
Actividad y evidencia de enfermedad
Actividad normal
Sin evidencia de enfermedad
Actividad normal
Alguna evidencia de enfermedad
Actividad normal con esfuerzo
Alguna evidencia de enfermedad
Incapaz de trabajar, alguna evidencia de enfermedad
Incapaz de realizar hobbies, trabajo doméstico
Evidencia significativa de enfermedad
Incapaz de realizar cualquier trabajo
Enfermedad extendida
=
=
Ingesta oral
Completa
Normal
Normal
Completa
Normal
Normal
Completa
Normal o reducida
Normal
Completa
Necesita ayuda
ocasional
Necesita ayuda
considerable
Necesita ayuda
principalmente
Normal o reducida
Normal o reducida
Normal
Normal o confusión
Normal o reducida
Normal o confusión
Normal o reducida
Normal
Somnolencia
Necesita ayuda
para todo
Confusión
Reducida
20
=
=
=
Sorbos mínimos
10
=
=
=
–
–
Cuidados de boca
solamente
–
0
Muerte
TABLA IV Valor de las puntuaciones parciales para las distintas
categorías del PPI
Palliative Performance Status (PPS)
10-20
30-50
≥ 60
Síntomas clínicos
Vía oral libre
Normal
Moderadamente reducida
Gravemente reducida
Edema
Disnea en reposo
Delírium
4,0
2,5
0,0
0,0
1,0
2,5
1,0
3,5
4,0
TABLA V Sensibilidad y especificidad con que se predice la supervivencia
según los valores del PPI
Sensibilidad (%)
Especificidad (%)
83
85
80
77
Predicción de supervivencia
de 3 semanas (PPI > 6)
Predicción de supervivencia
de 6 semanas (PPI > 4)
de reposo, su índice pronóstico de supervivencia sería de 8,5 (4,0 +
1,0 + 3,5) (tabla IV).
Este índice permitía clasificar a los pacientes en tres grupos:
grupo A, con un índice menor o igual a 2; grupo B, con un índice mayor de 2 y menor o igual a 4, y grupo C, con un índice mayor
de 4. En el grupo B la supervivencia era significativamente mayor que en el grupo C, y en el grupo A la supervivencia era
significativamente mayor que en los grupos B y C. Un índice
mayor de 6 predecía una supervivencia de 3 semanas, con una
sensibilidad del 83% y una especificidad del 85%. Un índice
mayor de 4 predecía una supervivencia de 6 semanas, con una
sensibilidad del 80% y una especificidad del 77%. Los autores
concluyen que este índice es capaz de predecir, de una manera
aceptable, supervivencias de 3-6 semanas14 (tabla V).
CONCLUSIONES
A partir del análisis de la bibliografía, podemos concluir que los
índices de calidad de vida, los síntomas clínicos, los datos analíticos
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Nivel de conciencia
Normal
Somnolencia
Confusión
Normal
Somnolencia
Confusión
Somnolencia
Coma
–
y la impresión clínica del profesional (cada uno por separado) no
tienen un valor exacto a la hora de cuantificar el pronóstico. Las
nuevas investigaciones se orientan más a construir índices
pronósticos, que no son más que modelos que introducen
variables pertenecientes a estos cuatro grupos, con distinto peso
específico. La generalización de estos índices pronósticos, así como
la realización de próximos estudios, establecerán su verdadero
papel en la práctica clínica diaria.
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