la persecución penal de la corrupción – reflexiones y propuestas de

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LA PERSECUCIÓN PENAL DE LA CORRUPCIÓN –
reflexiones y propuestas de política criminal*
THE CRIMINAL PROSECUTION OF CORRUPTION –
REFLECTIONS AND CRIMINAL POLICY PROPOSALS
Bruno Rusca**
Resumen: Se propone, siguiendo la tesis de Kindhäuser, entender a
la corrupción no como un delito autónomo, sino como un medio de
agresión de distintos bienes jurídicos. En consecuencia, la corrupción
es analizada como un fenómeno que atraviesa todo el campo socioeconómico y no solamente al ámbito de la administración pública.
En segundo lugar, se describe el tratamiento jurídico que recibe la
corrupción en el Código Penal argentino, y se lo coteja con normas
internacionales y de Derecho Comparado. Por último, se sugiere la
implementación de distintas reformas para mejorar la eficiencia de la
persecución penal de la corrupción.
Palabras-clave: Corrupción – Cohecho - Política criminal – Derecho
comparado - Análisis económico.
Abstract: It is proposed, following Kindhäuser´s thesis, understanding
corruption not as an autonomous offense, but as a means of aggression of various legal interests. As a result, corruption is analyzed as a
phenomenon that crosses all socio-economic fields, not just the field
of public administration. Second, it describes the legal treatment that
receives corruption in the Argentine Criminal Code, and compares it
with international standards and comparative law. Finally, it suggests
the implementation of various reforms to improve the efficiency of the
criminal prosecution of corruption.
Key words: Corruption – Bribery – Criminal Policy – Comparative law
- Economic Analysis.
*
Trabajo recibido para su publicación el 9 de abril de 2012 y aceptado el 8 de junio.
Abogado (U.N.C.). Profesor Ayudante “A” interino de la asignatura “Sociología Jurídica” de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba. Correo electrónico:
[email protected]
**
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Sumario: I. El concepto jurídico-penal de corrupción. — II. La corrupción en el sector privado. — III. Algunas consideraciones de política
criminal en torno a la persecución penal de la corrupción. — IV. Conclusiones Finales. — V. Bibliografía.
I. El concepto jurídico-penal de corrupción
La mayoría de las definiciones de la corrupción vinculan este fenómeno al
ejercicio de la función pública, y básicamente la entienden como la utilización
de la autoridad para obtener beneficios personales en violación al interés público. Ahora bien, este tipo de definiciones además de ser demasiado amplias
y poco precisas, suelen circunscribir el fenómeno de la corrupción al ámbito
estatal.
Como sostiene Biscay la corrupción no es sólo un problema del sector público
sino también de la criminalidad de los actores económicos, por lo que debe ser entendida ante todo como “un poder oculto que define las relaciones recíprocas entre
la economía y la política” (1). En efecto, la corrupción no se reduce a una transferencia de recursos del ámbito público al privado o al usufructo de la autoridad pública
para obtener ventajas personales, sino que constituye en términos criminológicos
más amplios una interacción que se aparta de las expectativas normativas.
Una definición interesante del fenómeno de la corrupción, se puede encontrar
en la obra del jurista argentino Carlos S. Nino, quien la conceptualiza como:
“la conducta de quien ejerce una cierta función social que implica determinadas obligaciones activas o pasivas destinadas a satisfacer ciertos fines,
para cuya consecución fue designado en esa función, y no cumple con aquellas obligaciones o no las cumple de forma de satisfacer esos fines, de modo
de obtener un cierto beneficio para él o un tercero, así como también la conducta del tercero que lo induce o se beneficia con tal incumplimiento” (2).
La definición de Nino tiene la virtud de comprender tanto la corrupción activa
como la pasiva, y de incluir el fenómeno de la corrupción en el campo privado. Por
otra parte, contiene los elementos centrales que caracterizan a la corrupción desde una perspectiva jurídico-penal. En este sentido, el penalista alemán Kindhäuser ha definido a la corrupción como la “vinculación contraria a intereses de una
ventaja con el ejercicio de un poder de decisión transferido” (3). De su definición
pueden extraerse tres elementos característicos del intercambio corrupto.
(1) Biscay, P. “La Justicia Penal y el control de los delitos económicos y de corrupción”, en Sistemas
Judiciales, Nº 11, Buenos Aires, 2006, p. 4, disponible en http://www.sistemasjudiciales.org/content/
jud/archivos/notaarchivo/377.pdf. Consultado el 05/10/2011.
(2) Nino, C. Un país al margen de la ley, 1º edición, Ariel, Buenos Aires, 2005, p. 109.
(3) Kindhäuser, U. “Presupuestos de la corrupción punible en el Estado, la economía y la sociedad. Los delitos de corrupción en el Código penal alemán”, Traducción de Percy García Cavero,
en Política Criminal. Revista Electrónica Semestral de Políticas Públicas en Materias Penales, nº 3,
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En primer lugar, la corrupción supone una relación entre dos agentes, o más
precisamente, un intercambio irregular de prestaciones entre dos partes, el receptor de la ventaja y el otorgante de la misma. Debe existir entre ambos un verdadero
pacto o acuerdo delictivo con obligaciones recíprocas.
En segundo término, para que exista corrupción, además del intercambio irregular de prestaciones, el receptor de la ventaja debe encontrarse en una especial
posición de deber en favor de otro (4). Debe estar obligado a cumplir determinados deberes para lo cual fue designado en la función o cargo que ocupa. La corrupción supone entonces una relación trilateral, en la medida que al receptor de
la ventaja se le debe haber encargado cumplir una función en favor de un tercero.
Por último, como tercer elemento del concepto de corrupción, y tal como lo
señala Kindhäuser, debe existir una incompatibilidad de intereses entre la ventaja
obtenida y la especial posición de deber en la que se encuentra el receptor. La
ventaja debe ir en contra del interés del correcto ejercicio de la función o cargo
desempeñado.
Caracterizado el fenómeno como la conjunción de los tres elementos descriptos más arriba, se puede decir siguiendo la tesis de Kindhäuser que la corrupción
no constituye un delito autónomo, sino una particular forma de agresión de diversos intereses penalmente protegidos, como lo son por ejemplo el ardid o la violencia (5).
La principal consecuencia de esta caracterización es que, a diferencia de los
abordajes que predominan en la doctrina nacional que enfatizan más en el objeto
que en el medio de ataque (6), puede haber corrupción en distintos ámbitos de la
vida social y no solo cuando se trata de funcionarios públicos en el ejercicio de sus
funciones (7). En el derecho penal argentino la corrupción en el sector público es
2007, Universidad de Talca, Chile, p. 6, disponible en http://www.politicacriminal.cl/n_03/a_1_3.pdf.
Consultado el 12/08/2011.
(4) Kindhäuser, U. Op. Cit., p. 6.
(5) “Con ello, quisiera defender la tesis de que la corrupción, como tal, no es un delito autónomo
y, por consiguiente, tampoco puede formularse un tipo penal general del delito de corrupción.
Corrupción es, más bien, una determinada forma de agresión con la que se puede vulnerar los
más distintos intereses penalmente protegidos. Los delitos de corrupción pueden dirigirse contra
diversos bienes jurídicos. Por lo tanto, lo determinante para la legitimidad de la pena estatal es la
circunstancia de que el autor ha puesto en peligro o lesionado por la vía de la corrupción un bien
digno de protección”. Kindhäuser, U. Op. Cit., p. 2
(6) A modo de ejemplo, Clemente-Ríos manifiestan: “Así desde la perspectiva administrativa y
jurídico-política, la corrupción puede definirse como la desviación por parte de la Administración
del fundamento de la justificación política de los poderes del Estado, entendido como el ‘interés
público’ legalmente determinado, siendo éste un fenómeno heterogéneo, sistemático y complejo”.
Clemente, J. – Ríos, C. Cohecho y Tráfico de Influencias, Lerner editora, Córdoba, 2011, p. 28.
(7) El sociólogo norteamericano Edwin Sutherland fue quien por primera vez analizó detalladamente la corrupción en el campo de los negocios y cuestionó la idea ya en aquel momento generalizada
de que la corrupción era un problema exclusivo del ámbito estatal: “John Flyn escribió: El político
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sancionada a tenor de los tipos penales de cohecho activo y pasivo (artículos 256
y 258 CP). En cambio, como regla general en el ámbito privado los intercambios
corruptos no se encuentran sancionados penalmente.
II. La corrupción en el sector privado
La Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción (8), ratificada por la
República Argentina, en su artículo 21 bajo el título “Soborno en el sector privado”
establece:
“Cada Estado Parte considerará la posibilidad de adoptar las medidas legislativas y de otra índole que sean necesarias para tipificar como delito, cuando
se cometan intencionalmente en el curso de actividades económicas, financieras o comerciales:
a) La promesa, el ofrecimiento o la concesión, en forma directa o indirecta,
a una persona que dirija una entidad del sector privado o cumpla cualquier
función en ella, de un beneficio indebido que redunde en su propio provecho
o en el de otra persona, con el fin de que, faltando al deber inherente a sus
funciones, actúe o se abstenga de actuar;
b) La solicitud o aceptación, en forma directa o indirecta, por una persona
que dirija una entidad del sector privado o cumpla cualquier función en ella,
de un beneficio indebido que redunde en su propio provecho o en el de otra
persona, con el fin de que, faltando al deber inherente a sus funciones, actúe o
se abstenga de actuar”.
A pesar de haber ratificado la Convención de Naciones Unidas, nuestro país no
ha tipificado como delito la conducta del cohecho o soborno entre particulares.
En cambio, el Código Penal español ha incluido la figura en su artículo 286 bis (9)
promedio es el más simple aficionado en el gentil arte del soborno, comparado con su par en el
campo de los negocios. Y Walter Lippmann escribió: Pese a los pobres estándares de la vida pública,
resultan mucho más sociales que los del comercio, a punto tal que los financistas que ingresan a
la política se consideran a sí mismos filántropos.” Citados por Sutherland, E. Delitos de cuello
blanco, Editorial B de f., Buenos Aires, 2009, p. 12.
(8) Ratificada por ley 26097 (B.O. 9/06/2006).
(9) Artículo 286 bis. Código Penal Español.
“1. Quien por sí o por persona interpuesta prometa, ofrezca o conceda a directivos, administradores,
empleados o colaboradores de una empresa mercantil o de una sociedad, asociación, fundación u
organización un beneficio o ventaja de cualquier naturaleza no justificados para que le favorezca a él
o a un tercero frente a otros, incumpliendo sus obligaciones en la adquisición o venta de mercancías
o en la contratación de servicios profesionales, será castigado con la pena de prisión de seis meses a
cuatro años, inhabilitación especial para el ejercicio de industria o comercio por tiempo de uno a seis
años y multa del tanto al triplo del valor del beneficio o ventaja.
2. Con las mismas penas será castigado el directivo, administrador, empleado o colaborador de una
empresa mercantil, o de una sociedad, asociación, fundación u organización que, por sí o por persona
interpuesta, reciba, solicite o acepte un beneficio o ventaja de cualquier naturaleza no justificados con
el fin de favorecer frente a terceros a quien le otorga o del que espera el beneficio o ventaja, incum140
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dentro del título XIII “De los delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico”, y en el capítulo XI relativo a los delitos contra la “propiedad intelectual e
industrial, al mercado y a los consumidores”. El delito que prevé tanto la conducta
de corrupción o cohecho pasivo como activo, se aplica a los directivos, administradores, empleados o colaboradores de una empresa mercantil o de una sociedad, asociación, fundación u organización, y se castiga con pena de prisión de
seis meses a cuatro años, inhabilitación especial para el ejercicio de industria o
comercio por uno a seis años y con multa que puede llegar al triple del beneficio
o la ventaja obtenida. También el Código Penal Alemán ha tipificado el cohecho
activo y pasivo en el sector privado, aunque limitado al ámbito del intercambio de
servicios en el tráfico comercial, siempre que haya más de un oferente de bienes
o servicios (10).
Ahora bien, mientras en la corrupción del sector público el injusto del hecho
radica en la afectación de la objetividad de las decisiones de la Administración
Pública, los intereses agredidos por la corrupción comercial son completamente
diferentes (11). En efecto, la actividad estatal debe orientarse a la satisfacción del
interés público y el bien común, en cambio la economía privada se rige por el
principio de la maximización de beneficios personales, por lo que la obtención de
ventajas es completamente legítima en este ámbito (12). En definitiva, y sin perjuicio de una eventual afectación del patrimonio de la sociedad o empresa cuyos
intereses debe resguardar el receptor del soborno, el bien jurídico protegido en el
delito de cohecho comercial es la libre competencia en el tráfico mercantil.
El injusto en el cohecho comercial radica en que el receptor del soborno no se
motiva por las reglas del mercado en la contratación de ciertos bienes o servicios;
pliendo sus obligaciones en la adquisición o venta de mercancías o en la contratación de servicios
profesionales.
3. Los Jueces y Tribunales, en atención a la cuantía del beneficio o al valor de la ventaja, y la trascendencia de las funciones del culpable, podrán imponer la pena inferior en grado y reducir la de multa
a su prudente arbitrio.
4. Lo dispuesto en este artículo será aplicable, en sus respectivos casos, a los directivos, administradores, empleados o colaboradores de una entidad deportiva, cualquiera que sea la forma jurídica de ésta,
así como a los deportistas, árbitros o jueces, respecto de aquellas conductas que tengan por finalidad
predeterminar o alterar de manera deliberada y fraudulenta el resultado de una prueba, encuentro o
competición deportiva profesionales”.
(10) § 299 StGB. Cohecho pasivo y cohecho activo en el tráfico comercial
“(1) Quien como empleado o encargado de un establecimiento comercial exija, permita que le prometan o acepte en el tráfico comercial una ventaja para si o para un tercero como contraprestación
para que prefiera a otro de manera desleal en la adquisición de mercancía o servicios comerciales,
será castigado con pena privativa de la libertad hasta tres años o con multa.
(2) De igual manera será castigado quien en el tráfico comercial con fines de competencia ofrezca,
prometa o conceda a un empleado o encargado de un establecimiento comercial una ventaja para
éste o para un tercero como contraprestación para que prefiera a él u a otro de manera desleal en la
adquisición de mercancía o servicios comerciales”.
(11) Kindhäuser, U. Op. Cit., p. 11.
(12) Kindhäuser, U. Op. Cit., p. 11.
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es decir, el cohechado no contrata con el mejor oferente según las reglas de la
competencia, sino que se compromete a contratar con un tercero por el beneficio
o ventaja que se le ofrece. Con esta conducta el empleado infiel no solo puede
causar un perjuicio económico a la entidad del sector privado que administra, representa o dirige, sino que pone en riesgo el correcto y normal funcionamiento
del mercado, ya que empresas más eficientes y que realicen mejores ofertas, pero
que no estén dispuestas al pago de sobornos se encontrarán en condiciones desventajosas para contratar. Por otra parte, a largo plazo solo las empresas que estén
dispuestas a pagar sobornos estarán en condiciones de competir, por lo que las
prácticas corruptas se extenderán a otras organizaciones. De ahí que no pueda hablarse de un delito sin bien jurídico, ni menos aún de la penalización de conductas
socialmente inofensivas.
Como podrá advertirse, si bien en el ordenamiento jurídico argentino el cohecho
entre agentes comerciales no se encuentra penalmente reprimido, en muchos casos
la interacción corrupta configurará en el iter criminis el paso previo a la consumación del delito de administración infiel (artículo 173 inciso 7) CP) (13). No obstante,
la reciente Ley Nº 26733 (14) ha introducido por primera vez en el derecho penal
argentino la sanción del cohecho en el sector privado, pero limitado a la corrupción
en las instituciones financieras. El nuevo artículo 311 del Código Penal, dentro de
los delitos contra el orden económico y financiero (Título XIII), establece:
“Serán reprimidos con prisión de uno (1) a seis (6) años e inhabilitación de
hasta seis (6) años, los empleados y funcionarios de instituciones financieras y
de aquellas que operen en el mercado de valores que directa o indirectamente,
y con independencia de los cargos e intereses fijados por la institución, reciban indebidamente dinero o algún otro beneficio económico, como condición
para celebrar operaciones crediticias, financieras o bursátiles”.
Sin perjuicio de que no se realizará en este trabajo un análisis en profundidad
de este tipo delictivo, el nuevo texto legal merece algunas observaciones. En primer lugar, queda de manifiesto que el legislador argentino no ha seguido la técnica legislativa receptada en la Convención de Naciones Unidas o en el Código
Penal Español, consistente en establecer un tipo penal de carácter general, comprensivo de las conductas corruptas en el intercambio económico, financiero y
comercial, sino que ha tipificado solamente la corrupción en el campo de la actividad financiera y del mercado de valores. Por otra parte, el legislador argentino
(13) Mientras en el cohecho comercial el administrador de intereses ajenos acepta un beneficio a
cambio de la promesa de favorecer a un tercero, en el delito de administración infiel el sujeto activo
ha realizado la conducta comprometida produciendo un perjuicio patrimonial al titular de estos intereses. En este sentido, el cohecho comercial representaría un adelantamiento de la punición respecto
del delito de administración infiel. Sin embargo, los bienes jurídicos afectados por ambas conductas
son diferentes, la libre competencia comercial en el caso del cohecho privado y el patrimonio del
titular en la administración infiel. En consecuencia, lejos de producirse un supuesto de concurso
aparente por subsidiariedad, ambas conductas concurrirían en forma real (artículo 55 CP).
(14) B.O. 27/12/2011.
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solo ha tipificado el cohecho financiero pasivo, en consecuencia la conducta de
quien ofrece o promete dinero o algún otro beneficio económico como condición
para celebrar operaciones crediticias, financieras o bursátiles, resultaría a priori
atípica (15). Asimismo, y tal como fuera planteado en el debate legislativo (16), a
(15) El legislador ha creado un tipo autónomo, apartándose así del régimen del cohecho administrativo, donde el cohecho pasivo supone necesariamente el delito de cohecho activo (codelincuencia
necesaria). Durante el debate legislativo en la Cámara de Diputados se planteó la necesidad de
castigar también a quien entrega o promete el dinero: “Señor presidente: con la presente redacción,
el que entrega el dinero o lo ofrece no es penado. El cohecho reconoce dos caras: el que ofrece y el
que recibe, el que pide y el que da. Entonces, de ninguna manera este artículo podría titularse así.
Mi propuesta es que el verbo “reciba” sea reemplazado por “solicite”. Y como segundo párrafo se
agregue que en el caso que esa solicitud se concrete tenga una diferente pena a aquella que está fijada
como represión básica en el primer renglón de este tipo. De otro modo, no sería cohecho sino una
simple recepción. El corruptor, el dador o el que ofrece el dinero no sería perseguido.” Intervención
del Diputado Martínez. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación. Sesión del 15 de
diciembre de 2011. Disponible en http://www1.hcdn.gov.ar/sesionesxml/provisorias/129-13.htm.
Consultado el 20/03/2012. Desde la perspectiva que aquí se sostiene la omisión del legislador es
cuestionable. Como puede observarse la pena de prisión para el cohecho financiero pasivo (artículo
311 CP) es exactamente la misma que para el cohecho administrativo pasivo (artículo 256 CP), esto
es uno a seis años de prisión. En consecuencia, si el legislador ha considerado tan grave la conducta
de recibir sobornos por parte de los funcionarios y empleados de instituciones financieras como la
misma conducta del funcionario público, no se entiende la razón de valorar de manera distinta la
conducta de ofrecer o prometer sobornos.
No obstante, si bien resulta clara la intención del legislador de no criminalizar el cohecho financiero activo, y la adopción de una interpretación exegética conducirá indefectiblemente a la
atipicidad del ofrecimiento de soborno, la aplicación de las reglas de participación criminal llevará
a considerar al cohechador como partícipe necesario del delito de cohecho financiero pasivo. La
cuestión de si debe prevalecer una interpretación sistemática del Código Penal por sobre la voluntad
histórica del legislador, constituye un punto de partida “extra-legal”, una decisión del intérprete
previa a la ley penal, lo cual llevará en este caso a soluciones antagónicas según la perspectiva
que se adopte. Véase Bacigalupo, E., Delito y Punibilidad, Hammurabi, 2º edición ampliada,
Buenos Aires, 1999, p. 41.
(16) “Señor presidente: la redacción de este tipo penal, tal como ha quedado plasmado, se aparta
de lo que es habitual en materia de regulación del cohecho, porque no se hace referencia a la conducta indebida a la cual estaría atado el pago que se realiza.
La redacción abarca conductas que no necesariamente son indebidas o que, por lo menos, podrían
ser de escasa significación. Aquel empleado de una entidad financiera que reciba indebidamente
dinero como condición para celebrar una operación crediticia –o sea, aquel que pretende cobrar
una comisión adicional al que va a realizar una operación crediticia‑ caería en la tipicidad que se
está a punto de aprobar.
Nuestra propuesta es la de redactar este tipo penal de modo que se incrimine aquella conducta
prevista en la formulación tradicional o en las convenciones internacionales en cuanto a la aceptación de cualquier tipo de promesa, favor o ventaja. Habría que aclarar que se trataría de un acto
indebido; es decir, para hacer o retardar algo relativo a la función. Además, por lo menos, debería
preverse un monto de perjuicio o beneficio, que proponemos que sea de 500.000 pesos. De lo contrario, cualquier empleado caería dentro de esta previsión. No nos parece mal que se incrimine el
cohecho privado. De hecho, debería introducirse con una formulación mucho más amplia, siguiendo
los lineamientos de la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción. En ese aspecto, la
previsión se queda corta porque se refiere solamente a los mercados de valores, cuando debería
contemplar también a funcionarios de empresas en cualquier tipo de negociación”. Intervención
del Diputado Garrido. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados de la Nación. Sesión del 15 de
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diferencia de lo establecido por la Convención de Naciones Unidas contra la corrupción y el Código Penal Español (17), no se requiere para la configuración del
tipo que el sujeto activo prometa una conducta en violación a los deberes a su
cargo. No obstante, para que la conducta del sujeto activo quede atrapada por
el tipo penal, no bastará con demostrar que se ha recibido dinero o algún tipo
de beneficio económico, sino que deberá acreditarse además que ello ha sido el
motivo (“como condición”) para celebrar una operación crediticia, financiera o
bursátil (18).
En síntesis, y de acuerdo a la perspectiva teórica que ha orientado este capítulo, la corrupción debe ser concebida no como un injusto genuino sino como
un medio particular de afectación de distintos bienes jurídicos. En consecuencia, constituye una decisión de política criminal establecer en qué supuestos se
halla justificada su represión penal. Así entendida, la corrupción se erige en un
fenómeno que atraviesa todo el campo socio-económico y no sólo el ámbito de la
administración pública (19).
diciembre de 2011. Disponible en http://www1.hcdn.gov.ar/sesionesxml/provisorias/129-13.htm.
Consultado el 20/03/2012. Si bien es correcta la afirmación del diputado de que tradicionalmente
se exige para el cohecho privado la promesa de una conducta indebida del empleado o administrador de la entidad privada, esto no debe confundirse con la exigencia de un perjuicio concreto. En
todos los casos de tipificación penal del cohecho en el derecho comparado y en las convenciones
internacionales, tanto el cohecho público como el privado, se trata siempre de un delito de peligro
abstracto y de pura actividad.
(17) La disposición de la Convención de Naciones Unidas exige que el autor del cohecho pasivo
acepte o solicite el soborno “con el fin de que, faltando al deber inherente a sus funciones, actúe o
se abstenga de actuar”. El Código Penal Español alude al “incumpliendo sus obligaciones en la adquisición o venta de mercancías o en la contratación de servicios profesionales”. También el Código
Penal Alemán refiere a preferir a otro “de manera desleal” en la contratación.
(18) En este sentido debe interpretarse la expresión del legislador “con independencia de los cargos
e intereses fijados por la institución”. De manera tal que aún cuando la conducta del sujeto activo no
se realice en violación a los deberes a su cargo y la operación se encuentre dentro de las condiciones
fijadas por la institución, la mera recepción de una comisión adicional no quedará comprendida en
el tipo, sino que la misma debe ser la razón o el motivo que determine al sujeto activo a celebrar la
operación.
(19) Se podrían imaginar innumerables ejemplos de agresiones a bienes jurídicos por medio
de conductas corruptas. Piénsese en el caso del delegado gremial que acepta recibir una ventaja
o beneficio del empleador o representante de una entidad patronal, con el fin de desarticular
una protesta de los trabajadores a quienes representa o convencer a los mismos de aceptar cierta
medida perjudicial a sus intereses. La conducta del sindicalista cumple todos los requisitos de
la definición de corrupción sostenida por Kindhäuser: intercambio irregular de prestaciones,
especial posición de deber en favor de otro por parte del receptor e incompatibilidad de intereses
entre la ventaja obtenida y la posición de deber. Aquí la corrupción afecta como bien jurídico a la
debida representación a que tienen derecho los trabajadores (artículo 14 bis C.N.) en su relación
con el empleador. No obstante, y a pesar de los innumerables casos de corrupción de sindicalistas en nuestro país, para el legislador argentino el cohecho sindical no constituye una conducta
penalmente relevante.
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III. Algunas consideraciones de política criminal en torno a la persecución penal
de la corrupción
La persecución penal de la corrupción presenta varios obstáculos. En primer
lugar porque la mayoría de las veces los agentes involucrados ostentan un importante caudal de poder. De ahí que sea sumamente infrecuente que el aparato de
justicia logre el esclarecimiento y castigo de los responsables por hechos de corrupción, salvo cuando los actores han sufrido una importante pérdida de su posición de poder (criminalización por retiro de cobertura) (20).
En segundo lugar, los hechos de corrupción y particularmente el cohecho, consisten en un acuerdo oculto o pacto venal que trae beneficios para ambas partes,
por lo que ninguno de los intervinientes tiene a priori interés en denunciar el intercambio corrupto a las autoridades.
En consecuencia, estas particularidades de la corrupción (intervención de
agentes poderosos, ocultación y reparto de beneficios) refuerzan la certeza de impunidad característica del fenómeno, lo cual lleva a prácticamente todos los autores al señalamiento de la ineficiencia de la criminalización secundaria en la materia, producto de la alta cifra negra y el ínfimo porcentaje de casos esclarecidos
respecto de las investigaciones iniciadas (21).
A los fines de alcanzar efectos disuasivos reales es necesario tanto establecer
las sanciones adecuadas, como lograr un alto grado de probabilidad en el descubrimiento de las conductas corruptas. Partimos de la concepción que entiende
que una respuesta eficiente del aparato de justicia penal puede contribuir a lograr
un mayor nivel de conformidad a las normas. Esto implica reconocerle funciones
positivas a la respuesta punitiva estatal, como mecanismo de control social y disuasión de conductas desviadas (prevención general negativa). En efecto, y particularmente en un ámbito como el de los delitos de cohecho pasivo y activo, donde
la conducta prohibida consiste en un intercambio de prestaciones, en un contrato,
la hipótesis de la racionalidad de los agentes (homo economicus) es sumamente
plausible (22). De ahí que el establecimiento de un aparato judicial eficiente signifique para los agentes un alto grado de probabilidad de sufrir una condena y por
(20) Zaffaroni, R. - Aliaga, A. - Slokar, A. Derecho Penal. Parte General, Ediar, 2º Edición,
Buenos Aires, 2005, p. 11.
(21) Rúa, G. “Cohecho y Tráfico de influencias”, en BAIGÚN, D – ZAFFARONI, R. (Directores),
Código Penal y normas complementarias. Análisis doctrinal y jurisprudencial, Hammurabi, 1º ed.,
Vol. 10, Buenos Aires, 2011, p. 537; Barbuto, A. “Delitos de corrupción, sistema penal y prácticas
sociales. Consolidación de la institucionalidad colonial en la argentina actual”, IX Congreso Nacional
de Sociología Jurídica, Rosario, 2008, disponible en http://www.sasju.org.ar/encuentros/ix/sasju2008/
comision_03/barbuto_03.pdf. Consultado el 09/10/2011, p. 7; Biscay, P. Op. Cit., p. 5.
(22) Si bien el desarrollo del análisis económico del delito y de la pena es relativamente reciente,
su génesis se remonta a Beccaria: “Para que una pena consiga su efecto basta con que el mal de la
pena exceda al bien que nace del delito; y en ese exceso de mal debe calcularse la infalibilidad de
la pena y la posible pérdida del bien que el delito produciría”. Beccaria, C. De los delitos y de las
penas, Ediciones Libertador, Buenos Aires, 2005, p. 56.
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ende un incremento del costo del delito, lo cual se traduce desde esta perspectiva
en una importante herramienta disuasiva (23).
Ahora bien para alcanzar estos objetivos se hace necesario dotar a los organismos encargados de la investigación de herramientas que le permitan obtener evidencia en estos casos, lo cual se dificulta porque la mayoría de las veces el pacto de
corrupción sólo es conocido por los participantes, y difícilmente la prueba pueda
provenir de otra fuente. En primer lugar, es menester establecer incentivos para
que algunos de los participantes informen el hecho a las autoridades. Un ejemplo
lo encontramos en el artículo 426 del Código Penal español, el cual dispone:
“Quedará exento de pena por el delito de cohecho el particular que, habiendo
accedido ocasionalmente a la solicitud de dádiva u otra retribución realizada
por autoridad o funcionario público, denunciare el hecho a la autoridad que
tenga el deber de proceder a su averiguación antes de la apertura del procedimiento, siempre que no haya transcurrido más de dos meses desde la fecha
de los hechos”.
Esta norma del Código Penal español establece una excusa absolutoria para el
particular que denunciare el delito de cohecho en el que hubiera intervenido, fundada en razones de política criminal. No queda claro lo que ha pretendido decir
el legislador español con la expresión “ocasionalmente”. Podría aludir a quien no
tuviera antecedentes en la comisión del delito de cohecho activo. De todas formas,
el término es sumamente desafortunado por su vaguedad y podría reemplazarse
por la expresión quien hubiera accedido por primera vez a la solicitud de dádiva. Asimismo, de la lectura de la norma se desprende que para que la acción del
particular quede comprendida en la excusa absolutoria, la oferta debe partir del
funcionario público (“solicitud de dádiva realizada por autoridad o funcionario
público”). Si el pacto venal se originara en la iniciativa del particular, su arrepentimiento posterior no tendrá efecto alguno en la exclusión de la punibilidad.
La institución no es extraña al ordenamiento jurídico penal argentino, dado
que el Código Penal contiene una disposición similar para el delito de traición a la
patria (24). La utilización de excusas absolutorias para el particular que denunciare el delito, especialmente si tienen una limitación temporal como el Código Penal
español, puede ser muy útil cuando se trata de delitos en los que han intervenidos
muchos sujetos, dado que todos los partícipes se preocuparán de que los otros
puedan informar los hechos de corrupción a las autoridades como una manera de
evitar el castigo penal.
(23) Afirmar que una respuesta eficiente del aparato de justicia penal puede producir efectos
disuasivos reales respecto de los hechos de corrupción, además de ser una hipótesis teórica que
deberá corroborarse por estudios empíricos, no implica reconocerle esos mismos efectos frente a
cualquier clase de desviación, ni postular la racionalidad instrumental de los agentes en todas las
circunstancias, ni legitimar cualquier intervención punitiva.
(24) El artículo 217 del Código Penal dispone: “Quedará exento de pena el que revelare la conspiración a la autoridad, antes de haberse comenzado el procedimiento”.
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Bruno Rusca
Asimismo sería conveniente durante el transcurso del proceso concederle la
potestad al órgano jurisdiccional de reducir o eximir de pena al acusado que aportare información importante para el esclarecimiento de los hechos y sanción de
los responsables. Es lo que se conoce como la figura del arrepentido, la cual ya
se encuentra prevista en nuestro sistema jurídico para las infracciones a la ley de
estupefacientes (25).
Este tipo de medidas pueden contribuir al esclarecimiento de los delitos de cohecho, fundamentalmente cuando la promesa o la entrega de dinero o dádiva han
sido realizadas por el particular a cambio de una conducta lícita del funcionario
(cohecho impropio). En efecto, si el autor del delito de cohecho activo ha pagado
un soborno a un funcionario público a cambio de una prestación a la cual tiene
derecho, es probable que en este caso perciba el contrato como perjudicial para
sus intereses y tenga mayores incentivos para denunciar el hecho delictivo (26).
Cuando el particular ha prometido o entregado dinero o dádivas a cambio de
una conducta ilícita del funcionario público (cohecho propio), la cuestión se presenta más difícil. Es factible que los sobornadores participen también en otras
actividades ilegales, y en consecuencia, difícilmente estén dispuestos a presentar
pruebas que puedan incriminarlos en otros delitos (27). Sin embargo, no habría
que descartar en estos supuestos la concesión de facultades al órgano acusador
para negociar disminuciones o exenciones de pena respecto de otros delitos en los
que haya intervenido el imputado, a cambio de información que pueda esclarecer
el hecho de corrupción, sobre todo si la misma es útil para desbaratar estructuras
burocráticas altamente corruptas (28). Como podrá advertirse la aplicación de las
(25) El artículo 29 ter de la ley 23737 establece que: “A la persona incursa en cualquiera de los delitos
previstos en la presente ley y en el artículo 866 del Código Aduanero, el tribunal podrá reducirle las
penas hasta la mitad del mínimo y del máximo o eximirla de ellas, cuando durante la sustanciación
del proceso o con anterioridad a su iniciación: a) Revelare la identidad de coautores, partícipes o
encubridores de los hechos investigados o de otros conexos, proporcionando datos suficientes que permitan el procesamiento de los sindicados o un significativo progreso de la investigación. b) Aportare
información que permita secuestrar sustancias, materias primas precursores químicos, medios de
transporte, valores, bienes, dinero o cualquier otro activo de importancia, provenientes de los delitos
previstos en esta ley.
A los fines de la exención de pena se valorará especialmente la información que permita desbaratar
una organización dedicada a la producción, comercialización o tráfico de estupefacientes.
La reducción o eximición de pena no procederá respecto de la pena de inhabilitación”.
(26) Rose-Ackerman, S. “The law and Economics of Bribery and Extortion”, Annu. Rev. Law.
Soc. Sci., Volume 6, 2010, pp. 217-238, p. 227, disponible en http://www.annualreviews.org/eprint/
Ua4nMAMNdeCRSikgDXp9/full/10.1146/annurev-lawsocsci-102209-152942. Consultado el
06/09/2011.
(27) Rose-Ackerman, S. Op. Cit., p. 228.
(28) Podría sostenerse que es injusto y contrario a la igualdad ante la ley conceder impunidad a un
sujeto que ha participado en varios delitos con el fin de lograr una condena a un funcionario corrupto.
Sin embargo, se sostiene aquí que frente a ciertos fenómenos de corrupción de suma gravedad la
medida se justifica. En efecto cuando existen estructuras del Estado con altos niveles de corrupción
vinculadas al funcionamiento de negocios ilegales y el crimen organizado, la prioridad fundamental
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propuestas mencionadas requerirá necesariamente una serie de reformas legislativas tendientes a flexibilizar la indisponibilidad de la acción penal (principio de
legalidad).
Es que con frecuencia la obtención de las pruebas necesarias para la acreditación de hechos de corrupción de funcionarios públicos puede resultar inalcanzable si no se cuenta con el testimonio del particular cohechante, con lo cual el ordenamiento jurídico argentino presenta serias deficiencias en esta materia y deja
a los fiscales carentes de herramientas adecuadas para avanzar en la investigación
de la corrupción.
También debe tenerse en cuenta que denunciar hechos de corrupción puede
traerle graves consecuencias al denunciante. Como explica Rose Ackerman (29),
para evitar que el temor a ser sancionado por sus superiores o a sufrir otro tipo de
sanciones informales disuada a las personas de presentar denuncias, deben implementarse normas de protección a los denunciantes. Pueden servir de ejemplo
las dos leyes vigentes en Estados Unidos sobre esta materia. En primer lugar la denominada “Ley de Denuncias Falsas”, la cual establece una serie de recompensas
económicas para los particulares que denuncien irregularidades en los contratos
del Estado con empresas. Dicha recompensa consistirá en un porcentaje del monto total de las sanciones e indemnizaciones que se impongan a la empresa por
los perjuicios causados al Estado. Asimismo, la norma protege a los denunciantes
de las posibles represalias de sus empleadores (30). En segundo lugar, la “Ley de
Protección de Denunciantes-Confidentes” protege a los denunciantes al interior
de las agencias estatales, aunque no prevé recompensas económicas (31). Esta
clase de medidas pueden ser útiles para contrarrestar la formación de una cultura corporativa tanto en las empresas como en el Estado, tendiente a silenciar los
de la política criminal debe ser el saneamiento de la burocracia estatal. El éxito de determinadas
empresas criminales depende fundamentalmente de la certeza de impunidad, mercancía que solo
pueden ofrecer ciertas agencias estatales. En consecuencia, lograr bajos niveles de corrupción estatal
facilitará a largo plazo mejores resultados en la persecución penal de la delincuencia organizada.
No se ignora que estas consideraciones fundadas en razones de eficiencia pueden entrar en colisión
con perspectivas fundadas en el valor de la justicia. No obstante, siguiendo a Fix Fierro se sostiene
que existe una relación circular entre ambos valores, un reenvío recíproco entre uno y otro, y que
así como la eficiencia económica es un componente de la justicia y la legitimidad institucional, la
justicia es un componente de la eficiencia económica. Para profundizar en esta problemática, que
excede este trabajo, véase Fix Fierro, H. Tribunales, Justicia y eficiencia. Estudio sociojurídico sobre
la racionalidad económica de la función judicial, Universidad Nacional Autónoma de México, 1º Edición, México, 2006, p. 104, disponible en http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/libro.htm?l=1948.
Consultado el 17/09/2011.
(29) Rose-Ackerman, S. La corrupción y los gobiernos. Causas, consecuencias y reforma, Siglo
Veintiuno Editores, Madrid, 2001, p. 80.
(30) Una propuesta alternativa podría consistir en establecer algún tipo de indemnización agravada para los casos de trabajadores despedidos por denunciar hechos de corrupción de las empresas,
como prevé la ley laboral argentina para despidos por causa de matrimonio, maternidad o en casos
de empleo no registrado.
(31) Véase Rose-Ackerman, S. Op. Cit., Siglo Veintiuno Editores, Madrid, 2001, p. 80.
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hechos de corrupción y encubrir a sus autores; ya que el riesgo de que exista un
informante interno capaz de aportar pruebas relevantes sobre el delito puede ser
un importante incentivo para desalentar prácticas corruptas al interior de la organización (32).
Asimismo, dado que el titular del bien jurídico afectado por el delito de cohecho es la Administración Pública, es probable que el Estado no demuestre interés
ni voluntad de promover procesos penales que difundan a la opinión pública la
corrupción política y administrativa existente en su interior. Por lo tanto, es importante dotar de legitimación activa a Organizaciones No Gubernamentales (ONG)
que tengan por objeto la lucha contra la corrupción para constituirse en querellantes particulares en dichos procesos.
En la provincia de Córdoba, la ley N° 9122 en su artículo 4 otorgaba legitimidad para actuar como querellantes particulares en los procesos penales por delitos del fuero penal económico y anticorrupción administrativa (33) al afectado,
al Defensor del Pueblo y a las ONG que tuvieran como objeto la lucha contra la
corrupción. Posteriormente, la ley N° 9199 eliminó la legitimación del afectado y
de las ONG para actuar como querellantes. No obstante, el Tribunal Superior de
Justicia ha entendido que la legitimación activa de las ONG para actuar como querellantes particulares en procesos relativos a delitos contra la administración pública, emerge de la normativa constitucional y de los tratados internacionales en la
materia. Principalmente con argumentos de políticas públicas el máximo tribunal
provincial sostuvo que debe aplicarse analógicamente a la figura del querellante
particular, la legitimación activa de las ONG para interponer la acción de amparo colectivo (artículo 43 2° párrafo CN) (34). Sin embargo, dicha interpretación
extensiva resulta de dudosa legitimidad, no sólo por las diferencias sustanciales
existentes entre el proceso penal y la acción de amparo, sino por la violación de
garantías constitucionales que supone la aplicación analógica de normas en perjuicio del imputado. En consecuencia, sería aconsejable una reforma legislativa
(32) Sutherland mostró la importancia que adquiría en el delincuente de cuello blanco el respeto
por el código de los negocios. En este tipo de desviación social, el individuo generalmente no pierde
prestigio social por violar la ley, sino por el contrario al traicionar a sus socios comerciales. Véase
Sutherland, E. Op. Cit., p. 336.
(33) Los delitos de cohecho activo y pasivo se encuentran comprendidos dentro de la competencia
del fuero penal económico y anticorrupción administrativa (artículo 54 Ley 9199).
(34) “La télesis propuesta no sólo se asienta en buenos criterios de política criminal sino en una
interpretación sistemática, que posibilita, por un lado, trasvasar la directriz constitucional que surge
de las disposiciones relacionadas con la legitimación de los intereses de pertenencia colectiva en la
acción de amparo de las organizaciones no gubernamentales, que tienen como fin la defensa de esos
derechos (CN, 43). Por el otro, efectivizar uno de los fines tenidos en cuenta en la Convención Interamericana contra la Corrupción (aprobada por Ley 24759) —y que como todo tratado internacional
tiene jerarquía superior a las leyes (art. 75 inc. 22 CN)—, al referir en su Preámbulo a la necesidad de
fortalecer la participación de la sociedad civil en la prevención y lucha contra la corrupción”. TSJ Cba,
Sala Penal, “Bonfigli, Mario Alberto y otros p.ss.aa. conclusión —Recurso de Casación—” (Expte. “B”,
25/06), mayo 17-2007, disponible en http://www.justiciacordoba.gov.ar/justiciacordoba/paginas/
servicios_fallosrecientes_textocompleto.aspx?id=2758. Consultado el 20/11/2011.
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Revista de la Facultad, Vol. III N° 2 Nueva Serie II (2012) 137-154
que facultara expresamente a las ONG abocadas a la lucha contra la corrupción a
actuar como querellantes particulares en el proceso penal (35).
Las distintas sanciones que dispongan las normas penales son un aspecto importante a los fines de la disuasión de los hechos de corrupción. El Código Penal
argentino establece penas de prisión de uno a seis años e inhabilitación especial
perpetua, tanto para el autor del delito de cohecho pasivo como para el del cohecho activo. A diferencia de otros ordenamientos jurídicos el legislador no ha
previsto especialmente para este delito la pena de multa, sin embargo el tribunal
podrá imponerla hasta el monto de noventa mil pesos en virtud del artículo 22 bis
del Código Penal, si se hubiere demostrado el ánimo de lucro en los autores (36).
La imposición de multa a los funcionarios y particulares corruptos puede ser
una medida disuasiva eficaz, siempre y cuando el monto de la misma esté vinculado a los beneficios obtenidos en ambos lados de la transacción corrupta (37). Para
el autor del delito de cohecho activo, la dádiva o dinero entregado o prometido
al funcionario público representa en la mayoría de los casos un costo necesario
a los fines de obtener un beneficio mayor. En consecuencia la multa a imponer
debe calcularse en proporción al beneficio obtenido y no en relación al monto del
soborno.
Asimismo, debería utilizarse la pena de inhabilitación especial cuando el autor
del delito del cohecho activo sea una persona jurídica. En efecto, como sostiene
(35) El artículo 7 del Código de Procedimiento Penal de la provincia de Córdoba faculta al “ofendido penalmente por un delito de acción pública, sus herederos forzosos, representantes legales o
mandatarios” a constituirse en querellantes particulares en el proceso. A los fines de establecer quien
ostenta el título de “ofendido penalmente por el delito” la Cámara de Acusación de la provincia ha
propuesto algunos parámetros (CAC Cba, “Denuncia formulada por Carranza María Rosa c/ Héctor
Tizeira del Campillo” (D-32/05), agosto 28-2007). En primer lugar deben distinguirse entre los delitos
de ofensa simple y los delitos de ofensa compleja. En los primeros solo el titular del bien jurídico que
el legislador ha pretendido proteger puede erigirse en querellante; mientras que en los delitos de
ofensa compleja pueden existir también otros bienes jurídicos afectados. Ahora bien, no basta con
que el bien jurídico secundario sea afectado por la acción del sujeto activo del delito, sino que dicho
bien debe estar penalmente protegido y resultar agredido dentro del tipo (antes de la consumación).
Sólo bajo estas condiciones (titularidad de un bien jurídico penalmente protegido y afectado antes
de la consumación del tipo) el titular del bien jurídico secundario puede constituirse en querellante
particular. Por consiguiente, de acuerdo a los criterios esbozados por la Cámara de Acusación de
Córdoba sólo la Administración Pública podría actuar como querellante particular en un proceso
penal por cohecho, ya que la eventual afectación de otro bien jurídico protegido penalmente, solo
podría producirse después de la consumación del delito (vgr.: si alguien resultara perjudicado en
su propiedad por la decisión que un funcionario público hubiera tomado a raíz de un soborno, no
podría actuar como querellante ya que el cumplimiento de lo prometido por el funcionario constituye
un acto de agotamiento penalmente irrelevante).
(36) El artículo 22 bis dispone: “Si el hecho ha sido cometido con ánimo de lucro, podrá agregarse
a la pena privativa de libertad una multa, aun cuando no esté especialmente prevista o lo esté solo
en forma alternativa con aquélla. Cuando no esté prevista, la multa no podrá exceder de noventa
mil pesos”.
(37) Rose-Ackerman, S. Op. Cit, p. 223.
150
Bruno Rusca
Rose-Ackerman (38), conjuntamente con la pena de multa podría imponerse la
inhabilitación a las empresas para contratar con el Estado y participar de licitaciones públicas por un período determinado de tiempo (39).
Particular atención en este aspecto merece la nueva normativa de la República
de Chile relativa a la responsabilidad penal de las personas jurídicas. La ley 20393
sancionada en el año 2009, dispone la responsabilidad penal de las personas jurídicas, de forma autónoma e independiente de la responsabilidad de los directivos
de la organización, limitada a los delitos de financiamiento del terrorismo, lavado
de activos y cohecho a funcionarios públicos nacionales y extranjeros (artículo 1).
Para que opere la responsabilidad penal de la persona jurídica se requiere acreditar el incumplimiento de los deberes de dirección y supervisión, de lo contrario
solo podrá responsabilizarse a las personas físicas que hubieren incurrido en el
delito. Dichos deberes se consideran cumplidos cuando el ente colectivo con anterioridad a la comisión del delito: “hubiere adoptado e implementado modelos
de organización, administración y supervisión para prevenir delitos como el cometido (…)” (artículo 3).
El modelo de prevención de delitos al que se hace referencia se encuentra determinado detalladamente en la propia ley e incluye entre otras medidas la designación
de un encargado de prevención con autonomía respecto de la Administración de la
persona jurídica (40). El encargado de prevención junto con la Administración de la
entidad establecerán el sistema de prevención, el cual deberá incluir mínimamente
la identificación de las actividades o procesos donde se generen mayores riesgos de
comisión de ilícitos, protocolos y reglas de actuación para las personas que desempeñen sus labores en tales actividades y un sistema de sanciones internas y de responsabilidades pecuniarias para quienes incumplan las normas de procedimiento.
Entre las sanciones penales a aplicar a la persona jurídica se prevé entre otras la
prohibición temporal o perpetua de celebrar actos y contratos con los organismos
del Estado, multa, pérdida de beneficios fiscales y disolución (artículo 8).
(38) Rose-Ackerman, S. Op. Cit., p. 224.
(39) Esta sanción puede ser muy grave, impedir temporalmente a las empresas condenadas por
corrupción la contratación con el Estado conlleva la pérdida de importantes negocios. Más allá de las
distintas posiciones dogmáticas en torno a la posibilidad de responsabilidad penal de las personas
jurídicas, que no desarrollaremos en este trabajo, la reciente ley sobre lavado de activos (Nº 26683.
B.O. 21/06/2011) ha introducido importantes modificaciones en este punto. Así el artículo 304 establece: “Cuando los hechos delictivos previstos en el artículo precedente hubieren sido realizados en
nombre, o con la intervención, o en beneficio de una persona de existencia ideal, se impondrán a la
entidad las siguientes sanciones conjunta o alternativamente (…). c) Suspensión para participar en
concursos o licitaciones estatales de obras o servicios públicos o en cualquier otra actividad vinculada
con el Estado, que en ningún caso podrá exceder de diez (10) años”. Por primera vez se instaura la
responsabilidad penal de las personas jurídicas en el texto del Código Penal, aunque limitada a los
“Delitos contra el orden económico y financiero” (Título XIII del Código Penal).
(40) Para un análisis de la normativa chilena véase Szczaranski Cerda, C. Un asunto criminal contemporáneo. Rol de las empresas, responsabilidad penal de las personas jurídicas y corrupción,
Editorial Jurídica de Chile, 2011, disponible en http://doctrina.vlex.cl/source/5938. Consultado el
23/11/2011.
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Revista de la Facultad, Vol. III N° 2 Nueva Serie II (2012) 137-154
La previsión de un sistema de responsabilidad penal de las personas jurídicas
es un presupuesto ineludible para el logro de una persecución penal eficiente de
la corrupción. Es que las empresas devienen actores centrales tanto en los hechos
de corrupción, como en el proceso de lavados de activos producto de dichas ilicitudes. En este sentido el modelo chileno de responsabilidad penal ofrece mayores
facilidades para la persecución de este tipo de criminalidad y a su vez, la imposición de un programa de fiscalización y control del riesgo puede traducirse en una
mayor eficacia preventiva (41).
En síntesis, para que las sanciones produzcan efectos disuasivos reales deben
implementarse medidas de política criminal adecuadas que permitan un alto grado de detección de transacciones corruptas. Efectivamente, el costo que evaluará
el potencial infractor no dependerá principalmente del monto de la pena, sino de
la posibilidad de ser efectivamente sancionado, o más precisamente de la percepción de la probabilidad de ser sancionado (42). En este sentido, tan importantes
como las sanciones previstas en la ley penal, son los incentivos necesarios para
obtener la evidencia que permita el esclarecimiento de los hechos de corrupción,
recurso que se encuentra totalmente ausente en el ordenamiento jurídico argentino. Utilizando una expresión de Rose Ackerman se requiere tanto los palos como
las zanahorias adecuadas (sticks and carrots).
IV. Conclusiones
A lo largo de este trabajo se ha pretendido demostrar que la legislación argentina
presenta severas deficiencias en materia de política criminal de la corrupción. No
existen incentivos para facilitar la recolección de evidencias en delitos que presentan suma complejidad y operan en ámbitos de reserva, ya que no se ha previsto ni la
(41) Asimismo la determinación de responsabilidad de la persona jurídica por la ausencia de una
política empresarial adecuada de prevención y control de riesgos (management deficiente del riesgo) permite dejar a salvo el principio constitucional de culpabilidad. La culpabilidad de la empresa
consistiría en no haber evitado el ilícito producto del riesgo de su propia actividad, teniendo la posibilidad de mantener una política empresarial destinada a reducir el riesgo delictivo. Evidentemente
esta definición supone que el dominio del riesgo empresario no depende de decisiones individuales,
sino de la coordinación de las estructuras y funciones de la organización.
Distinta opinión merece la normativa argentina sobre responsabilidad penal de las personas jurídicas por delitos contra el orden económico y financiero, que nada ha previsto sobre la culpabilidad
del ente y parece más bien orientada a un sistema de responsabilidad objetiva. Para un análisis de
los distintos modelos teóricos de responsabilidad penal de las personas jurídicas puede verse Orce,
G. – Trovato, G. Delitos Tributarios. Estudio analítico del régimen penal de la ley 24.769, Abeledo
Perrot, Buenos Aires, 2008, p. 202 y ss.
(42) Como explica Bermejo lo que resulta relevante como mecanismo de disuasión es fundamentalmente la percepción subjetiva de la probabilidad, más que la probabilidad real de detección, dado
que es frecuente que las personas cometan errores en el cálculo de los costos y beneficios del delito.
Véase Bermejo, M. Prevención y Castigo del blanqueo de capitales. Una aproximación desde el análisis
económico del derecho, Tesis Doctoral, Universitat Pompeu Fabra, 2009, p. 65, disponible en http://www.
tdx.cat/handle/10803/7318;jsessionid=FCC5F88F259F7F9CBEC95E990B78E944.tdx2. Consultado el
07/08/2011.
152
Bruno Rusca
figura del arrepentido, ni tampoco normas de protección y recompensa a testigos
de hechos de corrupción. Con esto se ha privado de herramientas fundamentales
a los organismos encargados de la investigación penal. Tampoco se ha previsto la
responsabilidad penal de las personas jurídicas, cuando devienen actores centrales
en los hechos de corrupción. A su vez, no se ha dispuesto la utilización de sanciones
patrimoniales vinculadas a los beneficios de las transacciones corruptas.
Como ha podido advertirse, subyace a este trabajo la hipótesis de la posibilidad
de reorientar los esfuerzos del denominado “sistema penal” hacia la criminalización de la delincuencia de cuello blanco. El fracaso de las agencias del sistema
penal para alcanzar resultados satisfactorios en la lucha contra la corrupción no
responde a una suerte de mano maléfica que ordenaría no perseguir a los agentes
poderosos del orden social, sino a profundas carencias del sistema normativo, entre otros factores relevantes (43).
La República Argentina ha suscripto importantes tratados internacionales en materia de lucha contra la corrupción (44), sin embargo, las prácticas institucionales no
han acompañado este desarrollo normativo. Es prácticamente unánime el juicio sobre
la ineficiencia del aparato de justicia penal y los paupérrimos resultados de la criminalización secundaria. Este divorcio entre las aspiraciones plasmadas en las normas y las
prácticas institucionales produce profundas heridas en orden a la legitimidad de los
gobiernos democráticos y a la confianza de la ciudadanía en sus autoridades.
El compromiso con una política criminal eficiente en la lucha contra la corrupción, asumida por el Estado argentino en la propia Constitución Nacional (45) y a
través de la suscripción de los tratados internacionales en la materia, exige cuanto
antes una profunda revisión del sistema normativo.
V. Bibliografía
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Aires, 1999.
Barbuto, A. “Delitos de corrupción, sistema penal y prácticas sociales. Consolidación de la institucionalidad colonial en la argentina actual”, IX Congreso Nacional de
(43) De ninguna manera se sostiene aquí que las deficiencias normativas sean la única ni la principal
causa de esos resultados. Por el contrario, contar con un Poder Judicial independiente de factores
políticos y económicos, y dotado de los recursos financieros, humanos y tecnológicos necesarios,
constituye el presupuesto básico de toda política criminal contra la corrupción.
(44) Además de la ya citada Convención de Naciones Unidas contra la Corrupción, la Convención
Interamericana contra la Corrupción, ratificada por ley 24759 (B.O. 17/01/1997), y la Convención sobre
la Lucha contra el Cohecho de Funcionarios Públicos Extranjeros en las Transacciones Comerciales
Internacionales, ratificada por ley 25119 (B.O. 7/09/2000).
(45) El artículo 36 de la ley suprema, fruto de la reforma constitucional de 1994, en su 5º párrafo
dispone que: “Atentará asimismo contra el sistema democrático quien incurriere en grave delito
doloso contra el Estado que conlleve enriquecimiento, quedando inhabilitado por el tiempo que las
leyes determinen para ocupar cargos o empleos públicos”.
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