INDICE CORTE CONSTITUCIONAL SALA PLENA Magistrado ponente: JAIME ARAÚJO RENTERÍA Sentencia C-459/04 Referencia: expediente D-4910. Mayo 11 de 2004 La honorable Corte Constitucional declaró exequible los artículos 39 y 40 de la ley 472 de 1998 que establecer un incentivo a favor del accionante, cuyas pretensiones son acogidas en la demanda de acción popular. Agrega que el incentivo corresponde pagarlo a la persona, sea natural o jurídica que atentó o vulneró el Derecho o interés colectivo acogido en la sentencia. SALA DE REVISIÓN Magistrado ponente: RODRIGO ESCOBAR GIL Sentencia T-449/04 Bogotá, Mayo 10 de 2004 La honorable corte Constitucional aclara que a partir de la reforma introducida por la Ley 794 de 2003, el Recurso de apelación de materia civil, se puede sustentar ante el juez del conocimiento o ante el Tribunal que debe resolverlo. CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACIÓN PENAL Magistrado ponente: ALFREDO GÓMEZ QUINTERO Ref.: Proceso No 18158 de Noviembre 02 de 2004 La Honorable corte establece que los contratistas, consultores, interventores y asesores externos, son particulares que ejercen transitoriamente funciones publicas a las cuales les son extensibles algunas sanciones derivadas del Estatuto de Contratación, así como del Código Penal. SALA DE CASACIÓN CIVIL Magistrado ponente: JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR Ref.: Expediente No. C-7198 de Mayo 25 de 2005 La honorable corte dejó claro que los periodos de carencia o exclusiones temporales afectan sólo el riesgo de muerte por suicidio, cuando éste es voluntario. Magistrado ponente: CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO Ref.: Expediente No. 0832-01 de Mayo 18 de 2005 La honorable Corte concluyó, que una vez pagada la indemnización por el asegurador, adquiere éste el derecho a cobrar el saldo de los perjuicios irrogados. Magistrado ponente: JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR Ref.: Expediente No. 0832-01 de Mayo 18 de 2005 La honorable corte precisó que los herederos de la víctima están legitimados para reclamar la indemnización de perjuicios a través de la acción indirecta de reparación. LEYES, DECRETOS, RESOLUCIONES Ley 938 de diciembre 30 de 2004: Por la cual se expiden el Estatuto Orgánico de la Fiscalía General de la Nación. Ley 941 de Enero 14 de 2005: Por la cual se organiza el Sistema Nacional de Defensoría Pública. Ley 954 de Abril 27 de 2005: Por medio de la cual se modifica, adicionan y derogan algunos artículos de la Ley 446 de 1998 y el Código Contencioso administrativo, y se dictan otras disposiciones sobre competencia, descongestión, eficiencia y acceso a la Administración de Justicia. CORTE CONSTITUCIONAL SALA PLENA Demanda de inconstitucionalidad contra los artículos 39 y 40 inciso 1º de la ley 472 de 1998. Demandante: Ramiro Bejarano. Magistrado ponente: Dr. JAIME ARAÚJO RENTERÍA Bogotá, D. C., once (11) de mayo de dos mil cuatro (2004). La Sala Plena de la Corte Constitucional, en cumplimiento de sus atribuciones constitucionales y de los requisitos y trámites establecidos en el decreto 2067 de 1991, ha proferido la siguiente SENTENCIA I. ANTECEDENTES En ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad, el ciudadano RAMIRO BEJARANO GUZMÁN presentó demanda contra los artículos 39 y 40 inciso 1º de la ley 472 de 1998. Cumplidos los trámites constitucionales y legales propios de los procesos de constitucionalidad, la Corte Constitucional procede a decidir acerca de la demanda de la referencia. II. LA NORMA ACUSADA A continuación se transcribe el texto de la disposición demandada, conforme a la edición oficial. LEY 472 DE 1998 (agosto 5) Diario Oficial No. 43.357, de 6 de agosto de 1998 Por la cual se desarrolla el artículo 88 de la Constitución Política de Colombia en relación con el ejercicio de las acciones populares y de grupo y se dictan otras disposiciones. EL CONGRESO DE COLOMBIA DECRETA: ARTICULO 39. INCENTIVOS. El demandante en una acción popular tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará entre diez (10) y ciento cincuenta (150) salarios mínimos mensuales. Cuando el actor sea una entidad pública, el incentivo se destinará al Fondo de Defensa de Intereses Colectivos. ARTICULO 40. INCENTIVO ECONOMICO EN ACCIONES POPULARES SOBRE MORAL ADMINISTRATIVA. En las acciones populares que se generen en la violación del derecho colectivo a la moralidad administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el quince por ciento (15%) del valor que recupere la entidad pública en razón a (sic) la acción popular. Para los fines de este artículo y cuando se trate de sobrecostos o de otras irregularidades provenientes de la contratación, responderá patrimonialmente el representante legal del respectivo organismo o entidad contratante y contratista, en forma solidaria con quienes concurran al hecho, hasta la recuperación total de lo pagado en exceso. Para hacer viable esta acción, en materia probatoria los ciudadanos tendrán derecho a solicitar y obtener se les expida copia auténtica de los documentos referidos a la contratación, en cualquier momento. No habrá reserva sobre tales documentos. 1. LA DEMANDA Considera el demandante que los artículos 39 y 40 inciso 1º de la ley 472 de 1998 contravienen los artículos 1, 4, 13, 83 y 95 numerales 2, 5, 7, 8 y 9 de la Constitución. Sin embargo, el actor sólo formuló cargos en relación con los artículos 1 y 13, en los siguientes términos: - Con la consagración de las acciones populares en el plano constitucional se presentaron varios fenómenos, a saber: de una parte dejaron de ser acciones civiles para convertirse en acciones públicas; y de otra, su campo de acción se amplió en búsqueda de la protección de todos los derechos e intereses colectivos y no sólo el de unos pocos. Asimismo se extendió la legitimidad a cualquier persona para demandar, sin importar su interés particular. Por tanto, habiendo perdido la acción popular la condición de instrumento civilista para transformarse en una acción pública de estirpe constitucional, lo mismo debió haber ocurrido con el incentivo o recompensa fijado a favor del actor popular, el cual se justificaba en el Código de Andrés Bello, pero no en el régimen del Estado Social de Derecho adoptado en la Carta de 1991, apoyado entre otros principios, en el de la solidaridad de los ciudadanos con el bien común. - La circunstancia de que las acciones populares se hubiesen elevado a rango constitucional no fue simplemente un movimiento diseñado para maquillarlas, sino una decisión política que ha de generar consecuencias importantes, entre otras la de que el ejercicio de las mismas no tiene por qué ser premiado con incentivos o recompensas, porque tales dispositivos son propios del actuar ejercido al amparo de la normatividad privada. - Con la fijación del mencionado incentivo se contraviene la Constitución, ya que ésta ha dispuesto como principio la solidaridad de las personas que integran la Nación y su deber de buscar el interés general. Dicho incentivo desnaturaliza el verdadero sentido constitucional de la acción popular, convirtiéndola en un negocio de muchos particulares, que no la ven como una oportunidad para hacer un bien a la comunidad evitando la vulneración o amenaza de los derechos colectivos, sino como la oportunidad de enriquecerse. Lo cual está en contravía con los postulados de la Carta Política, conforme a los cuales el principio de solidaridad se desarrolla como aquel deber de conducta desinteresado, en el cual el ciudadano actúa en la búsqueda del beneficio general, olvidándose de sus intereses generales. - El asunto, pues, no deja duda alguna. El actor popular que obtiene sentencia favorable en beneficio de la comunidad, reporta también provecho como miembro de esa colectividad con el fallo proferido, pero no puede aspirar a recompensas o incentivos por su gestión, porque ésta se ejecutó en cumplimiento del deber de solidaridad que ha de advertir con los fines del Estado. Además, en lo que tiene que ver con las expensas judiciales causadas en el proceso, éstas, en todo caso, le serán reembolsadas de obtener sentencia favorable. Es decir, el actor popular que vence en su litigio se beneficia como miembro de la comunidad, sin que pierda los costos asumidos en el litigio, que le son reembolsados por la contraparte condenada al pago de las costas. - De otra parte, los dispositivos demandados violan el derecho a la igualdad en virtud de la incongruencia que media entre los dos. En efecto, pues mientras en el artículo 39 se indica que en una acción popular el demandante tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales, en el artículo 40 se establece que en aquellas acciones populares que se generen por la violación al derecho colectivo a la moralidad administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el 15% del valor que recupere la entidad pública en razón de esta acción. Con tal diferenciación se vulnera el derecho a la igualdad de las personas que actúan en ejercicio de la acción popular, pues no se justifica establecer diferencia alguna por virtud del derecho o interés colectivo que se considera quebrantado o amenazado, y finalmente protegido por una sentencia. - Adicionalmente, y aún más grave es que en el artículo 40 de la ley 471 de 1998 se obliga a pagar el incentivo a la entidad pública que sea beneficiada con las resultas de la acción popular; es decir, el ente estatal que participa del mismo interés del actor es quien debe en últimas recompensarlo por su gestión, lo que deviene ilógico, dado que quien debe recompensar al actor es la persona demandada, como quebrantadora o amenazadora de los derechos e intereses colectivos. Lo cual, indirectamente, implica condenar al Estado, y por ende a la comunidad. - Lo que recupere la entidad estatal como consecuencia de un fallo de acción popular por violación a la moralidad administrativa ha de ser sólo para ella, y no para compartirlo en un 15% con el actor popular, pues por ese camino se termina gravando al erario a propósito de su protección, entronizando además una protuberante desigualdad entre los diferentes juicios de acción popular. IV. INTERVENCIONES 1. Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial El ciudadano Remberto Quant González interviene en representación de este Ministerio para coadyuvar a la demanda de inconstitucionalidad de las disposiciones acusadas, solicitando al efecto se declare su inxequibilidad. Sus argumentos se resumen así: - A más de lo argumentado por el señor Ramiro Bejarano Guzmán, los artículos impugnados violan los artículos 8 y 95-8 de la Carta Política. En efecto, de cara a la obligación de proteger las riquezas naturales, mal podía el legislador contemplar el pago de incentivo alguno a favor de los administrados que cumplen con una obligación de estirpe constitucional. - Si el artículo 95-8 establece para los administrados un deber y una responsabilidad frente a la protección y defensa de los recursos culturales y nacionales del país y de velar por su conservación, mal podía el legislador autorizar que se pague un incentivo a favor de los administrados que cumplen con ese deber y esa responsabilidad. - Igualmente reiteramos que los artículos demandados son contrarios al derecho a la igualdad, toda vez que si las acciones populares son mecanismos constitucionales de protección de derechos, de la misma forma le correspondería incentivar a las personas que ejercitan las acciones constitucionales tales como la de hábeas corpus, la de tutela, la de cumplimiento, la de simple nulidad y la de inconstitucionalidad, dado que las mismas se hallan en igual rango de inconstitucionalidad. 2. Defensoría del Pueblo La ciudadana Karin Irina Kuhfeldt Salazar interviene en representación de esta entidad para solicitar la declaratoria de exequibilidad de los artículos demandados. Sus razones se resumen así: - Del hecho de que los incentivos de las acciones populares bebieran en las fuentes del derecho civil no se sigue que ellos sean inconstitucionales al extenderse al derecho público. Una cosa es el origen de la institución y otra su conformidad con el ordenamiento superior. - Ni las normas acusadas violan el principio de solidaridad ni las acciones populares se han convertido en un negocio particular. Hay que tener presente que así como hoy en día el derecho civil no garantiza una propiedad privada a ultranza, asimismo el derecho público no garantiza hoy una puissance publique todopoderosa, que exija ciudadanos altruistas, dispuestos a inmolarse por el interés público. Hoy se tolera el servicio militar remunerado, el pago de recompensas por delación de delincuentes, la rebaja de penas por confesión o delación, la rebaja del impuesto predial por pago anticipado, la responsabilidad patrimonial objetiva del Estado –sin falta- por violación del principio de igualdad de los ciudadanos ante las cargas públicas, etc. - El punto es que ha irrumpido en el derecho una nueva categoría de derechos: los colectivos, que se encuentran a mitad de camino entre el derecho privado y el derecho público. Y esa híbrida naturaleza jurídica de los derechos colectivos hace que participen de unas facetas del interés público y de otras facetas del interés privado. Los incentivos económicos que las reglas acusadas otorgan al actor popular hunden sus raíces en el campo de la mixta naturaleza jurídica de los derechos colectivos: como el derecho no es del Estado, sino de la colectividad, no hay que exigir un altruismo desmesurado sino una especie de "dosis personal" de solidaridad; y como el derecho no es particular sino de todos, es natural que todos se beneficien de una acción popular victoriosa. - Es más, así como la Corte Constitucional ha elaborado la teoría del derecho-deber, según la cual los derechos tienen cargas, igualmente podría predicarse la teoría del deber-derecho, según la cual algunos deberes aparejan beneficios. Al respecto resultan ilustrativos los contenidos de los artículos 95-5, 95-8 de la Carta, en concordancia con los artículos 8, 63, 79 y 80 ibídem. - Por otra parte hay que destacar que el numeral 2º del artículo 95 superior no consagra un deber absoluto de solidaridad, sino que sólo alude a la solidaridad por razones humanitarias, cuando está en peligro la vida o la salud de las personas. Recuérdese que la vida es un derecho fundamental o de primera generación y la salud es un derecho prestacional o de segunda generación, por tanto, ninguno de ellos es un derecho colectivo. - Las normas acusadas permiten cohabitar el derecho político a interponer acciones públicas con el deber de solidaridad, encajando además dentro del margen de maniobra de poder de configuración legislativa. En síntesis, el principio de solidaridad no se opone al otorgamiento de incentivos a un actor popular. El actor propone una falsa dicotomía entre solidaridad y gratuidad. Los deberes de participación pueden ser perfectamente estimulados, promovidos, remunerados. - En cuanto a lo segundo, según datos extraídos del Registro Público de Acciones Populares y de Grupo hasta la fecha se han presentado 3860 demandas de las cuales el Consejo de Estado ha reconocido incentivos en 300 casos, de los cuales 271 por 10 salarios mínimos legales mensuales. En un caso no se concedió incentivo y en 10 casos se otorgaron menos de 10 salarios mínimos. - Por otra parte, el incentivo de las acciones populares es diferente a la recompensa a las recompensas en materia penal, toda vez que el fundamento de éstas no es el de financiar la protección del denunciante sino el lograr la eficacia de la justicia. Y ese criterio aplica para la protección de los derechos colectivos. Ahora bien, la decisión de estimular al ciudadano en un sector o en otro es un asunto de política judicial, de amplia discrecionalidad para el legislador. - El incentivo previsto en el artículo 40 de la ley 472 de 1998 si bien es diferente a los establecidos en el artículo 39 no es contrario a la Constitución, sino que encaja en la facultad del legislador para establecer el alcance y límites de las autoridades en la lucha contra la corrupción al amparo de los artículos 88, 89 y 150 de la Constitución. La fijación de un incentivo al actor popular que logre efectivamente recuperar dineros públicos que se habían dilapidado por inmoralidad administrativa, es una medida que reúne con éxito todos los pasos del test de igualdad: el fin es constitucionalmente legítimo, la medida es útil y proporcional. 3. Intervención ciudadana 3.1. El ciudadano Juan Clavijo Vanegas interviene para coadyuvar la solicitud de declaratoria de inexequibilidad de los artículos demandados. Comienza solicitando la integración de la proposición jurídica completa aludiendo al artículo 34 de la ley 472 de 1998. Continúa acogiéndose a lo expuesto por el actor frente a la supuesta violación del derecho a la igualdad. Aduce que siendo la acción popular de naturaleza constitucional -como las de inexequibilidad, simple nulidad, cumplimiento o tutela- que por tanto no merece incentivo o recompensa, ya que no se ve razón que lo justifique. Desigualdad que también se aprecia en la propia regulación diferencial de tales incentivos en las mismas acciones populares. Esa desigualdad ha contribuido a que al amparo de la acción popular se congestionen los despachos judiciales con la formulación de demandas casi siempre temerarias. 3.2. El ciudadano Pablo Felipe Robledo del Castillo interviene para solicitar la inexequibilidad de las normas acusadas. Considera lesivo del derecho a la igualdad el que la defensa de un interés colectivo diferente a la moralidad administrativa implique un incentivo de 10 a 150 salarios mínimos mensuales vigentes, mientras que frente a la moralidad administrativa el incentivo es del 15% de lo recuperado por la entidad pública, que en la mayoría de los casos supera el tope de los 150 salarios mínimos. Ese trato desigual se hace más intenso frente a otras acciones públicas como la de cumplimiento, nulidad e inconstitucionalidad. En este sentido debe recordarse que a todo ciudadano le corresponde velar solidariamente por el buen funcionamiento del Estado, lo cual está emparentado con las necesidades de la vida en comunidad que implican la prevalencia del interés general sobre el particular. Por consiguiente, el incentivo económico riñe con el deber de solidaridad, pues desfigura la filosofía del mismo, dejando de ser un deber u obligación para convertirse en un negocio particular de raigambre civilista. 3.3. El ciudadano Fernando A García Matamoros interviene para solicitar la inexequibilidad de las reglas impugnadas. De acuerdo con las recompensas previstas en la ley 472 de 1998 ya los ciudadanos no tienen que denunciar por delitos de peculado, celebración indebida de contratos o actos de corrupción administrativa, pues una acción popular deja mejores dividendos. Esa recompensa no sirve para proteger el derecho colectivo sino para satisfacer el interés personal del denunciante. La recompensa constituye una manifestación de la falta de solidaridad ciudadana, pues sería aquélla y no ésta la que instaría a las personas al ejercicio de la acción. Además entraña una desigualdad en el trato para quienes denuncien violación de intereses y derechos colectivos protegidos por el Código Penal, pues quienes actúen bajo esta esfera no recibirán ningún incentivo, como sí lo recibirán quienes acudan a la acción popular. 3.4. El ciudadano Francisco Eduardo Rojas Quintero interviene para defender la constitucionalidad de los preceptos demandados. Al respecto argumenta: los jueces deben ordenar el pago de los incentivos sólo a quienes en acción popular prueben fehacientemente la amenaza o la vulneración de los derechos e intereses colectivos y que dicha acción haya sido el medio procesal a través del cual se haya hecho cesar la amenaza y la vulneración, sin que tenga que ver la forma como termine el proceso. Dichos incentivos no pueden otorgarse de manera caprichosa por el juez, pues no se trata de una concesión graciosa. Contrario a lo dicho por el actor, los incentivos sí están cumpliendo la finalidad para la que fueron establecidos, la cual no es otra que la de despertar la solidaridad de las personas para que actúen altruisticamente en defensa de los derechos e intereses colectivos. El derecho al pago de los mencionados incentivos representa un mínimo reconocimiento al actor popular, a la vez que cada éxito le incita a seguir actuando en defensa de los derechos e intereses colectivos, debiendo reinvertir parte de lo ganado en investigación y en nuevas acciones populares. Frente a la supuesta violación del derecho a la igualdad debe recordarse que los referidos incentivos no constituyen condena sino un simple reconocimiento a la eficiente labor del actor en defensa de los derechos e intereses colectivos, donde la recompensa del artículo 40 no excluye la del artículo 39. El derecho a recibir el 15% del valor recuperado es equitativo ya que es debido a la acción popular incoada que la entidad ha recuperado unas sumas de dinero que en otra forma jamás hubiera rescatado. Tampoco se puede hablar de quebranto al derecho a la igualdad arguyendo que el incentivo no está previsto para la acción de cumplimiento ni para la tutela ni para las demás acciones públicas. Eso no es cierto porque mientras en las demás acciones se persigue el reconocimiento o la protección de derechos subjetivos, en la acción popular no. El demandante, antes que estar animado por la solidaridad y el altruismo, lo que pretende es privar a las acciones populares de su fuerza motriz, de su éxito. Es evidente que los incentivos económicos cuestionados son constitucionales, porque lo que con ellos se propuso el legislador fue facilitar la participación y la solidaridad en las decisiones que nos afectan y en las más importantes expresiones de la vida en comunidad. 3.5. El ciudadano Ricardo Rodríguez Asensio interviene para defender la constitucionalidad de las normas demandadas. Dice así: la solidaridad que contempla la Constitución no desaparece, por el contrario, encuentra adecuado desarrollo en el hecho de que algunas de las personas ejerciten mecanismos judiciales para alcanzar decisiones preventivas, restitutorias e indemnizatorias de los derechos e intereses colectivos cuando quiera que resulten amenazados o vulnerados. Tampoco se infringe el artículo 13 superior por cuanto los contenidos cuestionados no representan privilegio alguno a favor de quienes mediante su trabajo y valor cívico emprenden las acciones populares, lo cual lo hacen en interés de la comunidad. No violan el artículo 83 superior porque cuando las demandas sean temerarias o evidencien mala fe, con base en el artículo 38 de la ley 472 de 1998 el juez debe aplicar los correctivos del caso. No se quebranta el artículo 95-2 ibídem porque el trabajo procesal que se despliega no pugna con la asunción de acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o salud de las personas. La fijación de incentivos es inductiva de conductas que den ejemplo ente el entorno social en pro de los intereses de la comunidad, compensando el esfuerzo material e intelectual por asumir causas sociales justas, a tiempo que se contribuye a la difusión de valores jurídicos y patrimoniales de la sociedad. 3.6. El ciudadano Felipe García Pineda interviene para defender la constitucionalidad de las reglas demandadas, expresándose así: en virtud de la legitimación en causa por activa para instaurar acciones populares, es solidario quien por iniciativa propia procede en tal sentido. En esta dirección se pronunció el Consejo de Estado al afirmar que "El incentivo constituye un estímulo para quienes se solidarizan con la sociedad, se sienten parte activa de la comunidad y velan por el respeto y preservación de los derechos colectivos". Por tanto, el reconocimiento del incentivo consagrado en el artículo acusado no es otra cosa que la valoración positiva que el legislador hace del proceder solidario con la comunidad. En relación con la diferencia que media entre los montos de los incentivos estipulados en los artículos 39 y 40 de la ley 472 de 1998 debe destacarse su justificación por la naturaleza misma del interés colectivo y su rango de importancia, sin que ello implique un manejo peyorativo de los demás intereses colectivos enunciados en la misma ley 472. Es decir, se trata de una preceptiva constitucional. V. CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACIÓN El Procurador General de la Nación, en concepto de trece (13) de enero de dos mil cuatro (2004) solicita a la Corte declarar la exequibilidad del artículo 39 de la ley 472 de 1998 y la constitucionalidad condicionada del inciso primero del artículo 40 ibídem, en el entendido de que quien debe pagar el incentivo es el actor y no la entidad pública. Sus argumentos se resumen así: - Aún en el ámbito del Código Civil las acciones populares eran acciones públicas, pues además de que podían ser incoadas por cualquier persona, perseguían la protección del interés general, aunque la defensa de éste implicara también la protección del interés privado del actor. Luego no le asiste razón al actor cuando afirma que las acciones populares nacieron a la vida jurídica como acciones de estirpe ius privatista, lo cual justificaría la existencia o el pago de una recompensa al actor exitoso, por cuanto, si bien los preceptos que regulaban tales mecanismos formaban parte del Código Civil, estos medios de defensa tenían un carácter público, por su fin y su titularidad. - La prevalencia del interés general se logra a través de la solidaridad y la participación de las personas en la vida política, cívica y comunitaria del país, lo que a su vez se constituye en deberes de los ciudadanos y de las personas, los cuales sólo pueden cumplirse si se tienen los mecanismos idóneos para ello. En tal sentido, y con el fin de proteger los derechos e intereses colectivos el Constituyente de 1991 elevó a rango constitucional las acciones populares. - Las acciones populares son instrumentos procesales que tienen un alcance mucho mayor que las acciones públicas de nulidad e inexequibilidad, pues, no sólo buscan mantener incólume el ordenamiento jurídico, sino que persiguen la protección de derechos que interesan no sólo a la comunidad nacional sino a toda la humanidad, tales como el medio ambiente, el cual forma parte del entorno vital del hombre, necesario para su supervivencia y la de las generaciones futuras. - El incentivo económico para el actor popular consagrado en las normas demandadas no vulnera el ordenamiento constitucional. En efecto, hay que destacar que entre los motivos que tuvo el Constituyente para elevar a rango constitucional las acciones populares está la necesidad de suministrar instrumentos efectivos que hagan posible la realización del principio de solidaridad y el cumplimiento del deber de participación por parte de los asociados, frente a la protección de los derechos e intereses colectivos. - El incentivo fijado por el Congreso constituye cabal realización de los principios del Estado Social de Derecho, de la primacía del interés general sobre el particular, de la solidaridad y de las disposiciones superiores que señalan los deberes de las personas y de los ciudadanos. - No existe unanimidad por parte de los intérpretes de los artículos 39 y 40, inciso primero, de la ley 472 de 1998 sobre el sentido del incentivo. Sin embargo, de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española no le asiste razón al demandante cuando afirma que el hecho de no recibir un incentivo no implica que el actor popular termine asumiendo la carga pública de adelantar un proceso, puesto que las expensas le son reembolsadas en el evento de prosperar su acción. Y no le asiste razón por cuanto incentivo y expensas tienen naturaleza diferente. El incentivo es un medio para estimular, mover, animar a las personas a defender a través de las acciones populares, los derechos colectivos. - En el derecho comparado, al igual que en Colombia, si bien existe el deber ciudadano de proteger los derechos e intereses colectivos, también se han diseñado incentivos económicos con el fin de reducir la contaminación por debajo del estándar o meta ambiental o para mejorar o estimular la tasa de cumplimiento de una obligación ambiental. Así por ejemplo se puede citar el caso de los Estados Unidos. Por tanto, el deber de protección de los derechos colectivos y los incentivos o estímulos para la defensa de tales intereses no se excluyen. Por el contrario, se complementan de manera constitucional. - En cuanto a la posibilidad de enriquecimiento con las acciones populares debe observarse que el artículo 39 acusado deja en manos del juzgador, en cada caso, la determinación del monto de los incentivos, los cuales oscilan entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales. Entonces, el juez controla esta cuantificación, tal como se desprende de la jurisprudencia del Consejo de Estado y de la información suministrada por la Defensoría del Pueblo en su intervención. De otra parte, contra el pretendido enriquecimiento obra también la circunstancia de que cuando el demandante es un ente público, y obtiene sentencia favorable, el incentivo se debe destinar al fondo de defensa de intereses colectivos. - Además, es preciso advertir que el actor no estructuró cargos frente a la posible violación de los artículos 83 y 95, numerales 7 y 9 de la Constitución. - El inciso primero del artículo 40 de la ley 472 de 1998 no vulnera el artículo 13 superior, si se tiene en cuenta que el valor que recupere la entidad pública en razón de la acción popular puede ser inclusive inferior a 10 salarios mínimos mensuales, pues la norma no establece límite alguno y, como es lógico, el 15% de ello equivale a una suma mucho menor. Ciertamente, el actor parte de una interpretación errónea de la norma para concluir que riñe con el derecho a la igualdad. - Sin restarle importancia a los demás derechos e intereses colectivos, no es un secreto que uno de los bienes más afectados por la corrupción son los recursos presupuestales de la Nación, por lo que el legislador, en ejercicio de su poder de configuración legislativa, tiene el deber de establecer mecanismos que garanticen una mayor eficacia en la defensa de este tipo de intereses, sin vulnerar el derecho de igualdad. - Asimismo debe resaltarse que el artículo 40 está fijando el monto del incentivo, pero no quién debe pagarlo. Por tanto, dada la diversidad de criterios sobre a quién le corresponde pagar el incentivo del 15% del valor que recupere la entidad pública, este Despacho, teniendo en cuenta el contenido del inciso primero del artículo 40 solicitará a la Corte que declare su exequibilidad, en el entendido de que quien debe pagar tal incentivo debe ser el demandado, pues, si el objeto de las acciones populares que se generen en el derecho colectivo a la moralidad administrativa es salvaguardar el patrimonio estatal, no estaría acorde con la Constitución que se sustrajera de éste el estímulo al actor. VI. CONSIDERACIONES Y FUNDAMENTOS 1. Competencia Esta Corporación es competente para decidir en definitiva sobre la constitucionalidad de la norma acusada, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 241, numeral 4 de la Carta Política, toda vez que ellas forman parte integrante de una ley. 2. Planteamiento del problema El demandante formula glosas contra los artículos 39 y 40 inciso primero de la ley 472 de 1998, por considerarlos contrarios a los artículos 1 y 13 de la Constitución Política. En síntesis afirmó: Con la fijación del mencionado incentivo se contraviene la Constitución, ya que ésta ha dispuesto como principio la solidaridad de las personas que integran la Nación y su deber de buscar el interés general. Dicho incentivo desnaturaliza el verdadero sentido constitucional de la acción popular, convirtiéndola en un negocio de muchos particulares, que no la ven como una oportunidad para hacer un bien a la comunidad evitando la vulneración o amenaza de los derechos colectivos, sino como la oportunidad de enriquecerse. Lo cual está en contravía con los postulados de la Carta Política, conforme a los cuales el principio de solidaridad se desarrolla como aquel deber de conducta desinteresado, en el cual el ciudadano actúa en la búsqueda del beneficio general, olvidándose de sus intereses generales. De otra parte, los dispositivos demandados violan el derecho a la igualdad en virtud de la incongruencia que media entre los dos. En efecto, pues mientras en el artículo 39 se indica que en una acción popular el demandante tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales, en el artículo 40 se establece que en aquellas acciones populares que se generen por la violación al derecho colectivo a la moralidad administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el 15% del valor que recupere la entidad pública en razón de esta acción. Adicionalmente, y aún más grave es que en el artículo 40 de la ley 471 de 1998 se obliga a pagar el incentivo a la entidad pública que sea beneficiada con las resultas de la acción popular; es decir, el ente estatal que participa del mismo interés del actor es quien debe en últimas recompensarlo por su gestión, lo que deviene ilógico, dado que quien debe recompensar al actor es la persona demandada, como quebrantadora o amenazadora de los derechos e intereses colectivos. Lo cual, indirectamente, implica condenar al Estado, y por ende a la comunidad. En orden a la resolución del presente asunto la Sala abordará el examen de los siguientes temas: (i) el principio de solidaridad en la Constitución Política; (ii) naturaleza, sentido y alcance de las acciones populares; (iii) el caso concreto. 3. El principio de solidaridad en la Constitución Política La Carta Política identifica la naturaleza de nuestra organización institucional destacando a Colombia como un Estado Social de Derecho democrático, participativo y pluralista, fundado en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general. Estos enunciados constitucionales básicos delimitan a su vez las relaciones que pueden darse entre los habitantes del país y las autoridades, al propio tiempo que el ejercicio de las acciones. Es decir, como lo ha reconocido esta Corporación, las primeras normas del ordenamiento superior condensan la filosofía política que inspira el diseño institucional previsto por la Carta, representando así los principios esenciales que irradian todo el espectro constitucional y condicionan la acción de las autoridades en general, y del Legislador en particular. De lo cual se sigue que, estos principios o fórmulas constitucionales básicos se erigen como criterios hermenéuticos esenciales para determinar el contenido propio de otras cláusulas superiores más particulares, como aquellas que regulan la organización institucional, las relaciones de las personas con las autoridades o el ejercicio de las acciones mismas. La solidaridad, en tanto valor fundante provoca una pregunta a responder en la perspectiva ética, a saber: ¿qué modelo ético tiene la Constitución Política? En principio, en un Estado laico no puede haber un modelo ético privilegiado, como sería, por ejemplo, el que obedece a una concepción utilitarista, bajo la cual se hace el bien por la retribución que se recibe; o también, aquel que se pliega a la tesis kantiana de hacer el bien por el bien mismo, en la órbita del imperativo categórico que quiere darle a la conducta humana un rol paradigmático frente a la comunidad. Al respecto, el itinerario jurisprudencial de esta Corporación ofrece significativas expresiones que contribuyen ampliamente a la concreción de una respuesta constitucional, cual es la de que nuestro ordenamiento supremo no acoge un modelo ético privilegiado; antes bien, sobre la base del pluralismo y del respeto a la diferencia las instituciones colombianas están abiertas a todas las posibilidades éticas, con la indefectible condición de que las potenciales manifestaciones éticas sean compatibles para con la existencia y desarrollo de los derechos fundamentales. En esta dimensión el principio de la solidaridad se despliega como un deber que pesa en cabeza del Estado y de todos los habitantes del país. Yendo en el primer caso de lo público hacia lo privado, a tiempo que en el segundo del núcleo familiar hacia el ámbito social, en una suerte de concatenaciones dialécticas que deben tener siempre a la persona como razón y fin último. Así las cosas: El deber de solidaridad del Estado ha de ser entendido como derivación de su carácter social y de la adopción de la dignidad humana como principio fundante del mismo. En virtud de tal deber, al Estado le corresponde garantizar unas condiciones mínimas de vida digna a todas las personas, y para ello debe prestar asistencia y protección a quienes se encuentren en circunstancias de inferioridad, bien de manera indirecta, a través de la inversión en el gasto social, o bien de manera directa, adoptando medidas en favor de aquellas personas que por razones económicas, físicas o mentales, se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta. Es claro que el Estado no tiene el carácter de benefactor, del cual dependan las personas, pues su función no se concreta en la caridad, sino en la promoción de las capacidades de los individuos, con el objeto de que cada quien pueda lograr, por sí mismo, la satisfacción de sus propias aspiraciones. Pero, el deber de solidaridad no se limita al Estado: corresponde también a los particulares, de quienes dicho deber es exigible en los términos de la ley, y de manera excepcional, sin mediación legislativa, cuando su desconocimiento comporta la violación de un derecho fundamental. Entre los particulares, dicho deber se ubica en forma primigenia en la familia, dentro de la cual cada miembro es obligado y beneficiario recíprocamente, atendiendo razones de equidad. El deber de solidaridad en cabeza del Estado Social de Derecho es inherente a su existencia y cualificación en la esfera de cumplimiento de sus fines esenciales, al paso que en cabeza de los particulares el deber de solidaridad es exigible en los términos de ley. En sentir de la Corte: Es la solidaridad social, a la cual todos estamos obligados y que todos, al mismo tiempo, podemos esperar de los demás: es obligación de todos y de cada uno proceder de conformidad con esa solidaridad; y cada uno de nosotros, lo mismo que la comunidad entera, tiene el derecho a que esa solidaridad se manifieste en su defensa. De otra parte ha sostenido esta Corporación que la solidaridad es un valor constitucional que en cuanto fundamento de la organización política presenta una triple dimensión, a saber: (i) como una pauta de comportamiento conforme a la cual deben obrar las personas en determinadas ocasiones; (ii) como un criterio de interpretación en el análisis de las acciones u omisiones de los particulares que vulneren o amenacen los derechos fundamentales; (iii) como un límite a los derechos propios. El deber – derecho de solidaridad corre a cargo y a favor de cada miembro de la comunidad, constituyéndose en patrón de conducta social de función recíproca, adquiriendo una especial relevancia en lo relativo a la cooperación de todos los asociados para la creación de condiciones favorables a la construcción y mantenimiento de una vida digna por parte de los mismos. Por donde, la solidaridad se despliega como columna vertebral para la articulación de voluntades en el propósito común de convivencia pacífica, desarrollo socio – cultural y construcción de Nación. No es de extrañar la trascendencia que la solidaridad ha tenido a través de la historia de la humanidad, propiciando mayores grados de civilización y desarrollo tecnológico, al igual que proveyendo a la solución de las imperiosas necesidades que suelen surgir de las grandes catástrofes naturales, de las enfermedades, de las hambrunas, de los incendios y de las mismas guerras. En el ámbito de nuestro ordenamiento jurídico discurren múltiples expresiones de la solidaridad, siendo pertinente destacar, entre otras las siguientes: (i) la que le corresponde asumir al Estado, a la sociedad y a la familia frente al derecho a la vida digna; (ii) la que le atañe a las personas frente al deber de contribuir al financiamiento de los gastos e inversiones del Estado dentro de conceptos de justicia y equidad; (iii) la que le corresponde al empleador frente a la dignidad del trabajador que padece de alguna enfermedad catastrófica, manteniéndolo en su cargo, o si existe posibilidad de contagio, reubicándolo en otra plaza. Finalmente, teniendo la solidaridad tanto móviles para su ocurrencia, no es de esperar que ella siempre despunte por generación espontánea, dado que, si bien la espontaneidad para dar de sí a quien lo necesita es una importante fuente de solidaridad, es de reconocer que ésta puede ser válidamente inducida, promocionada, patrocinada, premiada y estimulada por el Estado en orden a la materialización y preservación de determinados bienes jurídicos de especial connotación social. Lo cual encuentra arraigo constitucional en el hecho de que nuestra Carta Política no prohíja un modelo ético único, pues, según se vio, la pluralidad de pensamiento y el respeto a la diferencia campean cual coordenadas rectoras de las instituciones del Estado y de las relaciones entre los particulares y las autoridades públicas. 4. Acerca de las normas sobre el deber. Egoísmo, altruismo y benevolencia. Interés personal e interés público. 4.1. Acerca de las normas sobre el deber y su cumplimiento se puede considerar en primer término el planteamiento socrático (Critón), conforme al cual el ciudadano respetuoso de la ley, de la Ciudad y de su Patria no tiene otra opción más justa que la de plegarse a los dictados de la ley; sí, la misma que lo engendró, lo cuida e instruye; y de la cual sólo puede sustraerse yéndose a país extranjero. Por lo cual, en tanto se quede en la Ciudad, el ciudadano debe hacer lo que la ley manda, sin que le sea dado atentar contra ella alegando obrar según su sentido personal de justicia. De tal suerte que si el mandato legal: (…) envía a la guerra, para ser heridos o para morir, hay que hacerlo, que así es justo, sin huir el cuerpo, sin retroceder, sin abandonar la fila; y en guerra, en tribunal, en todas partes hay que hacer lo que manden Ciudad y Patria, o tratar de persuadirlas en lo que permita la justicia, mas no hacerles fuerza; Lo que equivale a decir que el ciudadano debe cumplir el mandato de la ley en todas las circunstancias, o con el posterior talante kantiano, que el deber inscrito en la ley se constituye en un imperativo ineludible para la persona en tanto regla de conducta, deseable. Postulado que se enmarca dentro de la moral deontológica, esto es, aquella que sostiene que ciertas acciones son correctas independientemente de sus resultados, y claro, en cuanto se adecuan a ciertos principios morales. Por contraste, el utilitarismo –en un sentido restringido- corresponde a una concepción teleológica específica según la cual son deseables las consecuencias de las acciones que producen utilidad. Siendo por tanto correctas esas acciones. Ahora bien, en relación con el problema lógico que suscitan las normas sobre deberes y su cumplimiento surge la tesis liberal, conforme a la cual, los deberes no se pueden imponer con prescindencia de la ley, esto es, la existencia y exigibilidad de los deberes sólo tiene validez y eficacia en tanto los preceda una ley que les permita nacer a la vida jurídica, al propio tiempo que dispone sobre la forma y oportunidad de su cumplimiento, dado que, los deberes sólo se pueden cumplir en la forma en que lo disponga la ley. Por manera que en la esfera deóntica no hay lugar para la discrecionalidad ni para la alternatividad potestativa en cabeza de los destinatarios de sus mandatos, pues, ellos deben limitarse a cumplir los respectivos deberes. Contrario a lo que ocurre con las facultades, donde la persona puede cumplir de manera alternativa, en un espectro de varias opciones. 4.2. Las personas realizan sus acciones con algún interés: individual, social o en ambos sentidos; enmarcándose, según el caso, dentro del interés personal y/o el interés público. A lo cual debe concurrir la política de interés público promoviendo el interés colectivo de las personas. Al hacer un deslinde entre fines utilitaristas y fines no utilitaristas, cabe hacer una distinción entre los primeros, según el bienestar a promover. Así: (…) hemos de distinguir entre egoísmo, altruismo y lo que John Stuart Mill denominó benevolencia. Un agente egoísta trata de promover su propio bienestar, independientemente de los efectos que su acción pueda tener sobre otros. El altruista se preocupa más del bienestar de los demás que del suyo propio. Un agente benevolente mira al bienestar de un grupo, del cual es miembro él mismo, dando a su utilidad ni más ni menos valor que a la de cualquier otro miembro del grupo. Es decir, mientras la conducta del altruista y el benevolente atienden al bienestar del grupo, en mayor o menor intesidad, según las características vistas; por su parte el egoísta privilegia su propio bienestar. 4.3. En este orden de ideas, es innegable la coexistencia que se da entre el interés personal y el interés público, donde, mientras el primero se destaca por la promoción del bienestar propio, el segundo, se erige hacia la promoción del bienestar colectivo. (…) una política irá en interés público si sus consecuencias cumplen uno o más de los valores fundamentales de la comunidad." Ahora bien, la sincronía del interés personal y del interés público depende tanto de la política de Estado como de los motivos y fines que guíen la acción de los individuos en los modelos vistos: el egoísta, el altruista y el benevolente. Siendo claro que una política que auspicie el fortalecimiento dinámico de los valores fundamentales de la comunidad se verá mejor servida con la concurrencia de múltiples voluntades benevolentes. Así las cosas, la prevalencia del interés público debe edificarse sin anular los legítimos intereses de los particulares, por lo cual, si bien éstos pueden ser limitados en virtud de los público, tal circunstancia no puede extenderse validamente hacia la negación del individuo. 5. Naturaleza, sentido y alcance de las acciones populares Sobre esta materia sostuvo la Corte en Sentencia C-215 de 1999: (...), dentro de los mecanismos de protección de los derechos constitucionales, la Carta de 1991 elevó a canon constitucional, acciones que de tiempo atrás existían en el sistema jurídico colombiano como medios de defensa de derechos e intereses colectivos: las denominadas acciones populares (art. 88, inciso primero, C.P.). Estos instrumentos buscan proteger esa categoría de derechos e intereses en cuanto se relacionan con el patrimonio, el espacio, la seguridad y la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre competencia y otros de similar naturaleza que se definan por el legislador. (...) En el Código Civil colombiano, se regulan acciones populares que se agrupan en: a) Protección de bienes de uso público (entre otros, arts. 1005, 1006, 1007, 2358 y 2360), conducentes a preservar la seguridad de los transeúntes y el interés de la comunidad respecto de obras que amenacen causar un daño; y b) Acción por daño contingente (art. 2359 y 2360), que puede derivarse de la comisión de un delito, la imprudencia o negligencia de una persona, que pongan en peligro a personas indeterminadas. De otro lado, existen acciones populares reguladas por leyes especiales: a) Defensa del consumidor (Decreto Ley 3466 de 1982 - Estatuto del Consumidor - ); b) Espacio público y ambiente (La Ley 9ª de 1989 (art. 8º) Reforma Urbana - , que remite a la acción popular establecida en el Código Civil (art. 1005) "... para la defensa de la integridad y condiciones de uso, goce y disfrute visual de dichos bienes mediante la remoción, suspensión o prevención de las conductas que comprometieren el interés público o la seguridad de los usuarios" ; c) Competencia desleal: (Ley 45 de 1990) relativa a la intermediación financiera, normas que en materia de la actividad aseguradora, hacen el reenvío a las disposiciones de protección de las personas perjudicadas con esas prácticas contenidas en el Decreto Ley 3466 de 1982. Es pertinente observar, que las situaciones enunciadas en el artículo 88 de la Carta Política no son taxativas, en la medida en que la propia norma constitucional defiere al legislador, el señalamiento de otros derechos e intereses colectivos que considere deban ser protegidos por medio de este instrumento jurídico ahora consagrado a nivel constitucional, siempre y cuando no contraríen la finalidad pública o colectiva para la que fueron concebidos. La clasificación que la Ley 472 de 1998 hace de los derechos e intereses colectivos susceptibles de ser reclamados mediante acciones populares, tampoco agota en la medida en que la misma norma dispone que, además de los que se enumeran en ese estatuto, son derechos e intereses colectivos, los definidos como tales en la Constitución, las leyes ordinarias y los tratados de Derecho Internacional celebrados por Colombia. De igual manera, señala que los derechos e intereses de ese rango enunciados en el artículo 4o. de la ley en mención, estarán definidos y regulados por las normas actualmente vigentes o las que se expidan con posterioridad a la entrada en vigencia de la presente ley (6 de agosto de 1999). Debe destacarse, que en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente hubo claridad en cuanto tiene que ver con el carácter público de las acciones populares en defensa de intereses colectivos, en cuanto "... se justifica que se dote a los particulares de una acción pública que sirva de instrumento para poner en movimiento al Estado en su misión, bien de dirimir los conflictos que pudieren presentarse, bien de evitar los perjuicios que el patrimonio común pueda sufrir". Ese carácter público, implica que el ejercicio de las acciones populares supone la protección de un derecho colectivo, es decir, de un interés que se encuentra en cabeza de un grupo de individuos, lo que excluye motivaciones meramente subjetivas o particulares. No obstante, suponen la posibilidad de que cualquier persona perteneciente a esa comunidad, pueda acudir ante el juez para defender a la colectividad afectada, con lo cual se obtiene de manera simultánea, la protección de su propio interés. Ahora bien, otra característica esencial de las acciones populares es su naturaleza preventiva, lo que significa que no es ni puede ser requisito para su ejercicio, el que exista un daño o perjuicio de los derechos o intereses que se busca amparar, sino que basta que exista la amenaza o riesgo de que se produzca, en razón de los fines públicos que las inspiran. Desde su remoto origen en el derecho romano, fueron concebidas para precaver la lesión de bienes y derechos que comprenden intereses superiores de carácter público y que por lo tanto no pueden esperar hasta la ocurrencia del daño. (...) Además, ha afirmado la Corte " ... su propia condición permite que puedan ser ejercidas contra las autoridades públicas por sus acciones y omisiones y por las mismas causas, contra los particulares; su tramitación es judicial y la ley debe proveer sobre ellas atendiendo a sus fines públicos y concretos, no subjetivos ni individuales". De igual manera, dichos mecanismos buscan el restablecimiento del uso y goce de tales derechos e intereses colectivos, por lo que también tienen un carácter restitutorio, que se debe resaltar. Finalmente debe enfatizarse que las acciones populares de que trata el artículo 88 superior constituyen un mundo diferente al de las acciones de inconstitucionalidad, de nulidad simple o de cumplimiento. Bastando al efecto observar la jerarquía jurídica de la norma que se aduce como violada en cada una de tales acciones, al igual que el sentido de cada censura y las normas y actos que se comparan en las respectivas hipótesis jurídicas. De suerte tal que al no ser equiparables dichas acciones, bien pueden soportar un tratamiento distinto por parte del legislador y de los operadores jurídicos. 6. El caso concreto 6.1. El artículo 39 de la ley 472 de 1998 establece un incentivo a favor del demandante triunfante en una acción popular, cuyo monto debe ser fijado por el juez dentro de un rango que oscila entre los diez (10) y los ciento cincuenta (150) salarios mínimos mensuales. Por lo tanto, se trata de un incentivo que no queda atado a la mera discrecionalidad del juez, toda vez que dentro de los topes fijados, en cada proceso él debe ponderar tanto la trascendencia que la sentencia a dictar puede tener en torno a los derechos e intereses colectivos reivindicados efectivamente, como la mayor o menor diligencia desplegada por el actor durante todo el proceso. A lo cual concurre eficientemente el acervo probatorio debidamente valorado por el juez. Asimismo, cuando el demandante no es una persona natural o jurídica de derecho privado, sino una entidad pública, el mencionado incentivo debe destinarse al Fondo de Defensa de los intereses colectivos. Bajo este esquema conceptual las acciones populares combinan el deber de solidaridad que a todas las personas les atañe, con la potestad del Estado para inducir, promocionar, patrocinar, premiar y, en general, estimular el ejercicio de tales acciones en orden a la materialización y preservación de determinados bienes jurídicos de especial connotación social. Lo cual encuentra arraigo constitucional en el hecho de que nuestra Carta Política no prohíja un modelo ético único, pues, según se vio, la pluralidad de pensamiento y el respeto a la diferencia campean cual coordenadas rectoras de las instituciones del Estado y de las relaciones entre los particulares y las autoridades públicas. Es decir, respetando el pensamiento que cada cual pueda tener sobre la forma de hacer efectivo su deber de solidaridad, el Congreso prevé un estímulo que resulta válido frente a la efectiva defensa de los derechos e intereses colectivos, el cual resulta proporcionado al tenor de los topes limitativos del monto del incentivo a decretar judicialmente. De suerte tal que, a tiempo que el demandante reporta un beneficio para sí, la sociedad misma se siente retribuida con la efectiva reivindicación de sus derechos e intereses colectivos. El esquema de incentivar con estímulos económicos la colaboración de los ciudadanos con la justicia no es rara y su aplicación más relevante se encuentra en el derecho penal. El incentivo económico es una manera de compensar la carga que asume el demandante, pues de no existir seria una carga desproporcionada para quien inicia la acción. Ahora bien, según se ha destacado en líneas anteriores, bajo los mismos presupuestos normativos el demandante puede ser una entidad pública, caso en el cual, el incentivo reconocido judicialmente quedará bajo la titularidad del Estado. Es decir, no se causará erogación alguna a favor de particulares, al propio tiempo que el Tesoro Público se fortalece, o cuando menos, se mantiene sin variación con referencia a las resultas de la correspondiente acción popular. De otro lado es importante señalar que el actor propone en su demanda un falso dilema entre solidaridad y gratuidad, toda vez que, según se desprende de lo expuesto en el numeral 4º de esta sentencia, la solidaridad es compatible con la benevolencia. Esto es, el interés público se puede materializar con el simultáneo beneficio del interés particular, ya que ninguna regla constitucional auspicia ni ampara la anulación de todo bienestar privado en la perspectiva del bienestar público. Consecuentemente, la Sala encuentra ajustado a la Constitución el artículo 39 de la ley 472 de 1998. 6.2. El inciso primero del artículo 40 de la ley 472 de 1998 establece un incentivo diferente para el caso de las acciones populares que se generen en la violación del derecho colectivo a la moralidad administrativa, indicando que en tal hipótesis el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el quince por ciento (15%) del valor que recupere la entidad pública en razón de la acción popular. Al respecto el actor de la presente acción de inconstitucionalidad manifiesta que los dispositivos demandados violan el derecho a la igualdad en virtud de la incongruencia que media entre los dos. Dado que, mientras en el artículo 39 se indica que en una acción popular el demandante tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales, en el artículo 40 se establece que en aquellas acciones populares que se generen por la violación al derecho colectivo a la moralidad administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el 15% del valor que recupere la entidad pública en razón de esta acción. Con tal diferenciación se vulnera el derecho a la igualdad de las personas que actúan en ejercicio de la acción popular, pues no se justifica establecer diferencia alguna por virtud del derecho o interés colectivo que se considera quebrantado o amenazado, y finalmente protegido por una sentencia. En este punto la Sala no encuentra acertada la demanda del actor, y al revés, encuentra legítima la finalidad perseguida que es preservar la moralidad de la función administrativa, consagrada en el artículo 209 de la Constitución. La distinción que se hace por el legislador es razonable ya que por esa vía se refuerza la protección al bien jurídico de la moralidad pública y el recto manejo de la administración publica y en consecuencia la diferenciación se encuentra constitucionalmente justificada. Consecuentemente, la Sala encuentra ajustado a la Constitución el artículo 40 de la ley 472 de 1998. La Corte se pregunta ahora: ¿quién debe pagar el monto del incentivo decretado por el juez de la acción popular, tanto el del articulo 39, como del 40 de la ley 472 de 1998. Sin lugar a dudas este monto debe pagarlo la persona que atentó o vulneró el correspondiente derecho o interés colectivo, pues, no sería lógico ni jurídico que en la perspectiva de proteger derechos e intereses vinculados al cumplimiento de las tareas estatales, sea el mismo Estado quien deba soportar una erogación con ocasión de un proceso en el que se demostró la responsabilidad de un tercero. Es apenas obvio que cada cual debe responder por los efectos nocivos de su propia conducta, lo cual, a más de ser justo y necesario, resulta ampliamente pedagógico en la esfera de las políticas preventivas del Estado sobre derechos e intereses colectivos. Por consiguiente, el monto total del incentivo determinado por el juez debe pagarlo la persona que atentó o vulneró el correspondiente derecho o interés colectivo. Lo que a su vez guarda consonancia con lo afirmado por esta Corporación en sentencia C-088 de 2000. En el evento del articulo 40, siendo el estado el afectado o "victima" del acto que afecta la moral administrativa, no puede además ser afectado con una disminución de lo que recupere, siendo lo razonable que el incentivo lo pague el autor o cómplice del detrimento patrimonial. Esta es la misma posición que en la interpretación y aplicación de esta norma ha hecho el Honorable Consejo de Estado y que la Corte Constitucional ahora avala, como manifestación del denominado derecho viviente. VII- DECISIÓN En mérito de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, oído el concepto del Procurador General de la Nación y cumplidos los trámites y requisitos que contempla el decreto 2067 de 1991, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución. RESUELVE 1. Declarar la EXEQUIBILIDAD de los artículo 39 y 40 de la ley 472 de 1998. 2. Cópiese, notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional, cúmplase y archívese el expediente. CLARA INES VARGAS HENANDEZ Presidenta JAIME ARAUJO RENTERIA Magistrado ALFREDO BELTRAN SIERRA Magistrado MANUEL JOSE CEPEDA ESPINOSA Magistrado JAIME CORDOBA TRIVIÑO Magistrado RODRIGO ESCOBAR GIL Magistrado MARCO GERARDO MONROY CABRA Magistrado EDUARDO MONTEALEGRE LYNETT Magistrado ALVARO TAFUR GALVIS Magistrado IVAN HUMBERTO ESCRUCERIA MAYOLO Secretario General (E) Volver índice SALA DE REVISIÓN Sentencia T-449/04 ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS excepcional por vía de hecho judicial JUDICIALES-Procedencia VIA DE HECHO-Clases de defectos en la actuación RECURSO DE APELACION-Puede sustentarse ante el juez del conocimiento o ante el Tribunal que debe resolverlo La Corte comparte íntegramente los argumentos expuestos por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, pues se acogió entre los dos entendimientos posibles de la norma, el que más se ajusta a la Carta Política, esto es, aquel según el cual, el recurso de apelación puede ser sustentado ante el juez del conocimiento o ante el tribunal que debe resolverlo. INTERPRETACION SISTEMATICA DEL ORDENAMIENTO JURIDICO-Finalidad Es pertinente recordar que el Tribunal Constitucional y los jueces ordinarios tienen la obligación de interpretar las normas de manera que todos los contenidos incursos en ellas produzcan efectos jurídicos. Dicha finalidad se alcanza mediante la interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a través de la cual se pretende otorgar un contenido armónico a todas las disposiciones que componen un sistema jurídico integral. En efecto, si en el asunto que ocupa la atención de la Sala, se hace una interpretación de conformidad con los principios que orientan el recurso de apelación, se debe concluir que al establecerse la sustentación obligatoria del recurso, so pena de la deserción del mismo, se busca facilitar la tarea del juzgador, al saber más de cerca el inconformismo del apelante. Por ello, cuando la norma en cuestión consagra que "[E] 1 apelante deberá sustentar el recurso ante el juez o tribunal que deba resolverlo ... ", es porque precisamente permite acudir ante cualquiera de ellos. Dicha interpretación se deriva del alcance de los principios de conservación del derecho y de favorabilidad. INTERPRETACION DE NORMAS - Razonabilidad Si una norma admite diversas interpretaciones, es deber del intérprete preferir aquella que más garantice el ejercicio efectivo de los derechos; en aras de preservar al máximo las disposiciones emanadas del legislador. Ahora bien, en tratándose de normas procesales y de orden público dicha interpretación debe privilegiar el acceso a la administración de justicia y los presupuestos que orientan el debido proceso. Pero, en caso contrario, es decir, cuando la interpretación dada por el juez ordinario se aparta de los citados principios y derechos constitucionales, tal decisión se introduce en el terreno de la irrazonabilidad tomando procedente el amparo tutelar. DEBIDO PROCESO - Sustentación del recurso de apelación ante el juez de conocimiento o ante el tribunal que debe resolverlo/VIA DE HECHO-Interpretación irrazonable y desproporcionada de la norma para esta sala de revisión, la posibilidad que tiene el apelante de sustentar el recurso de apelación ora ante el juez de conocimiento u ora ante el tribunal que deba resolverlo, a partir de la interpretación del artículo 352 del código de procedimiento civil, es la que más se ajusta al debido proceso. por lo mismo, al fallar el tribunal accionado, en un sentido totalmente contrario al expuesto incurre en una interpretación ostensiblemente irrazonable, desproporcionada y lesiva de los derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la administración de justicia, razón por la cual se configura una vía de hecho. en virtud de lo anterior, la acción de tutela está llamada a prosperar, toda vez que en el fallo proferido, se incurrió en una vía de hecho por interpretación irrazonable y desproporcionada del artículo 352 del código de procedimiento civil, modificado por el artículo 36 de la ley 794 de 2003. Referencia: expediente T-837596. Demandante: Angel María Sierra Mejía. Demandado: Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia. Magistrado Ponente: Dr. RODRIGO ESCOBAR GIL. Bogotá, D. C., diez (10) de mayo de dos mil cuatro (2004). La Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Rodrigo Escobar Gil, Marco Gerardo Momoy Cabra y Eduardo Montealegre Lynett, en ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, ha pronunciado la siguiente: SENTENCIA Dentro del proceso de revisión de los fallos de tutela proferidos por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil y la Sala de Casación Laboral, en relación con la acción tutelar impetrada por Angel María Sierra Mejía contra el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia. I. ANTECEDENTES 1. La solicitud. El señor Angel María Sierra Mejía, interpuso acción de tutela, el día 30 de septiembre de 2003, por estimar vulnerado su derecho fundamental al debido proceso, como consecuencia de la actuación adelantada por la entidad demandada, Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia, quien declaró desierto el recurso de apelación que se interpuso contra la Sentencia proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal, no obstante que el mismo se presentó y sustentó ante el juez de primer grado dentro de la oportunidad legal prevista. 2. Hechos relevantes. 2.1. Dentro del proceso ordinario agrario de pertenencia por prescripción extraordinaria de dominio que promovieron los señores Luis Humberto Sierra Mejía y Diego León Sierra Mejía contra el señor Angel María Sierra Mejía accionante en sede de tutela-, en el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal, se profirió sentencia que resolvió la citada instancia, el día 31 de marzo de 2003. 2.2. El 10 de abril de 2003, el apoderado del señor Angel María Sierra Mejía interpuso contra esa providencia recurso de apelación ante el juzgado de primera instancia, el cual lo remitió al Tribunal Superior del Distrito Judicial, Sala Civil-Familia, donde fue declarado desierto, al considerarse que el mismo no había sido sustentado ante dicha Sala dentro de la oportunidad que prevé el artículo 36 de la Ley 794 de 2003. 3. Fundamento de la acción. Señala el accionante, que la actuación de su apoderado siempre estuvo enmarcada en la ley. Sin embargo, el Tribunal accionado al no tener en cuenta que el memorial de sustentación del recurso de apelación fue interpuesto en tiempo ante el Juzgado de conocimiento del proceso, tal y como lo establece el Art 352, modificado por la Ley 794 de 2003, art 36°, incurrió en vía de hecho. 4. Pretensión. En el escrito de tutela, el señor Angel María Sierra Mejía, solicita la protección del derecho fundamental al debido proceso. Para lo cual, pretende que se ordene al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia, admita el recurso de apelación interpuesto contra la Sentencia proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal de fecha 31 de marzo de 2003 y continúe con el procedimiento legal. 5. Información a la entidad demandada. Mediante Auto de octubre 8 de 2003, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, admitió la acción de tutela y ordenó oficiar al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia para que se pronunciara sobre el asunto. Así mismo, dispuso que se comunicara de la iniciación de dicha acción a quienes fueron parte en el proceso ordinario agrario de pertenencia en donde ocurrió la presunta irregularidad. Sin embargo, no se allegó ningún pronunciamiento en relación con la demanda. II. TRAMITE PROCESAL 1. Primera instancia. La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, mediante Sentencia proferida el veinte (20) de octubre de 2003, concedió la tutela interpuesta con base en las siguientes consideraciones: 1.1. En relación con la interpretación que debe darse al artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, reformado por el parágrafo 10 del artículo 360 de la Ley 794 de 2003, la Corte Suprema ha considerado que la exigencia de la sustentación del recurso de apelación puede presentarse ante el juez de conocimiento del proceso o ante el tribunal que debe resolverlo. Precisamente, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, en sentencia del 7 de Octubre de 2003, señaló frente al particular: "Así las cosas, la inteligencia de la reforma en el punto no es la de que fatalmente deba sustentarse el recurso ante el superior. La norma habló, sí, de que se sustentará "ante el juez o tribunal" que deba resolverse la apelación, pero no puede echarse al olvido que enseguida añadió que 'a más tardar' dentro de la oportunidad establecida en los artículos 359 y 360". (... ) "... Enlazada una cosa con otra, no puede haber alcance diverso al de que la norma anduvo ocupándose fue de la oportunidad última para expresar la inconformidad; de no, quedaría sin sentido tal añadido, por supuesto que si en el trámite de la apelación no hay más de una oportunidad para alegar, ¿a qué agregar la expresión ha más tardar"? Por lo demás, nada justificaría semejante sacrificio al derecho de defensa, si es que de la sustentación que se haga, como aquí aconteció, al momento mismo de interponerlo, se entenderá necesariamente el superior. Ninguna diferencia sustancial, pues, hay entre alegar allá y hacerlo acá." (... ) "El enteramiento del superior, que es lo prevalente, será en todo caso igual. Con el agregado desde luego, de que si en la segunda instancia debe surtirse en sede diferente a la del juez que dictó la decisión apelada, ya tal posibilidad de sustentar ante éste, amén de armoniosa con el principio aludido, resulta por demás provechosa al principio de la economía" 1.2. Bajo esta perspectiva, señaló que la entidad accionada al interpretar de forma tan restrictiva el precepto procesal que versa sobre la sustentación del recurso de apelación vulneró el derecho de defensa y, por ende, el derecho fundamental al debido proceso del accionante. 2. Impugnación. El fallo de primera instancia fue impugnado por el Tribuna Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil- Familia, sin que se hubieran señalado las razones. 3. Segunda instancia. La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Laboral, mediante Sentencia proferida el dos (2) de diciembre de 2003, decidió revocar el fallo impugnado al considerar que el amparo constitucional impetrado es improcedente pues a su juicio, pretender que se analicen por el juez constitucional o que se modifiquen según el criterio del tutelante los fallos proferidos por otras autoridades judiciales constituye además de un desconocimiento al principio de la cosa juzgada y de la autonomía de éstos, una intromisión de un funcionario en la competencia de otro. III. FUNDAMENTOS JURÍDICOS 3.1. Competencia. De conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9° de la Constitución Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la referencia. 3.2. Derechos constitucionales violados o amenazados. El accionante solicita la protección del derecho fundamental al debido proceso. 3.3. Problema jurídico A partir de las circunstancias fácticas que dieron lugar al ejercicio de la acción de tutela y de las decisiones judiciales adoptadas en las respectivas instancias, esta Sala de Revisión debe determinar, si el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia, incurrió en una vía de hecho en el fallo de julio dieciséis (16) de 2003, al declarar desierto un recurso de apelación que fue presentado y sustentado ante el Juzgado de conocimiento dentro del término legal previsto. 3.4. Reiteración de jurisprudencia en relación con la procedencia excepcional de la acción de tutela. Como quedó señalado en el acápite de antecedentes, la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia negó el amparo tutelar bajo el argumento de que la acción de tutela no procede contra sentencias judiciales. Al respecto, vale la pena reiterar la posición fijada por la Corte Constitucional acerca de la procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias judiciales, para demostrar que los argumentos esgrimidos por dicha Sala de Casación carecen de fundamento toda vez que desconocen la naturaleza, características y el alcance de este mecanismo constitucional frente al tema. En efecto, la jurisprudencia constitucional admite la procedencia excepcional de la acción de tutela contra decisiones judiciales cuando las mismas incurren en una "vía de hecho". Concretamente la Corte ha señalado que "... la vía de hecho constituye un abuso de poder, un comportamiento que se encuentra desvinculado de fundamento normativo alguno, un acto que traduce la negación de la naturaleza reglada de todo ejercicio del poder constituido... "1 En relación con la procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias judiciales, esta Corporación dijo: "... La acción de tutela no es el mecanismo judicial idóneo para controvertir las providencias judiciales, en particular las que han hecho tránsito a cosa juzgada, salvo que las mismas sean el resultado de una actuación arbitraria e ilegítima de la autoridad judicial, contraria al orden jurídico preestablecido y violatoria de las garantías constitucionales y legales que integran los derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la administración de justicia(...)"2 Así mismo, la Corte Constitucional de manera reiterada ha sostenido que la procedencia de la acción de tutela en contra de providencias judiciales, es excepcional, en razón de que este mecanismo es de carácter subsidiario y no tiene la virtud de reemplazar los procedimientos ordinarios, ni está concebido como medio alternativo, adicional o complementario de éstos. Por lo tanto, el propósito de la tutela se limita a la protección efectiva de los derechos fundamentales cuando no existe otro mecanismo ordinario de defensa, o cuando existiendo, esta se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. En este sentido, la procedencia de la acción de tutela en contra de providencias judiciales según el criterio de este Tribunal, se sujeta a la comprobación de dos condiciones: "la violación de un derecho fundamental y la identificación plena de la existencia de alguno de los eventos que constituyen causales de procedibilidad en materia de acción de tutela contra providencias judiciales "3 Bajo esta perspectiva, la jurisprudencia constitucional ha identificado cuatro defectos que pueden dar lugar a la existencia de una "vía de hecho", a saber: Orgánico, sustantivo, fáctico o procedimental. Sobre cada uno de ellos la Corte ha expuesto que4: (i) 1 defecto sustantivo -que incluye el desconocimiento de sentencias con efectos erga omnes-, orgánico y procedimental, que corresponden a los eventos en los cuales la violación de la Constitución y la afectación de derechos fundamentales, es consecuencia del desconocimiento de normas de rango legal, (ii) defecto fáctico5, en virtud del cual se presentan graves problemas relacionados con el soporte fáctico de los procesos ya sea por omisión en la práctica o el decreto de pruebas, la indebida valoración de las mismas por juicio contraevidente o porque la prueba es nula de pleno derecho; (iii) error inducido, el cual se refiere a las situaciones en las cuales la violación de los derechos fundamentales por parte del funcionario judicial es consecuencia de su inducción en error por una circunstancia estructural del aparato de administración de justicia, lo que corresponde a lo que la jurisprudencia ha denominado vía de hecho por consecuencia6; (iv)decisión inmotiva, que representa las situaciones en las cuales la providencia judicial presenta graves e injustificados problemas en su decisión consistentes en la insuficiente sustentación o justificación del fallo7; (v) desconocimiento del precedente8; y (vi) Consultar Sentencia T-533 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño. Consultar Sentencia T-1169 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil 3 Consultar Sentencia T-056 de 2004. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra. 4 Ibid. 5 Consultar las Sentencias T-231 de 1994 y T-008 de 1998, entre otras. 6 Consultar, entre otras, la sentencia Su-014 de 2001, M.P. Martha Sáchica Méndez. 7 Consultar la Sentencia T-114 de 2002, M.P. Eduardo Montealegre Lynett. 2 violación directa de la Constitución, en los eventos en que la decisión se apoya en la interpretación de una disposición en contra de la Constitución desconociendo el, contenido de los derechos fundamentales de alguna de las partes9, o en los casos en que el juez se abstiene de aplicar la excepción de inconstitucionalidad ante una violación manifiesta de la Constitución, siempre que se presente solicitud expresa de su declaración por alguna de las partes en el proceso10. Caso Concreto De acuerdo con lo expuesto en el acápite de antecedentes, el actor reclama la protección del derecho fundamental al debido proceso, presuntamente vulnerado por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala CivilFamilia, como consecuencia de haber declarado desierto el recurso de apelación interpuesto contra la sentencia del 31 de marzo de 2003 proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal, no obstante este fue presentado y sustentado ante el juez de conocimiento dentro de la oportunidad legal prevista. Por su parte, el Tribunal accionado, sostiene que como el recurrente no sustentó la el recurso de alzada ante dicha Corporación, se desconoció lo dispuesto en el artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, generándose en consecuencia la deserción del recurso. De suerte que, lejos de tratarse de una actuación ilegal, la decisión acusada encuentra su fundamento en el ordenamiento procesal. De conformidad con lo expuesto, la Corte encuentra que existen dos posiciones en relación con el asunto objeto de litigio. En primer lugar, la del actor que sostiene que al sustentarse el recurso de apelación ante el juez de conocimiento dentro de la oportunidad legal prevista, este deberá ser admitido y, la del Tribunal accionado, quien considera que la sustentación del recurso deberá realizarse solamente ante el juez que debe resolverlo, so pena de declararse desierto el mismo. En este orden de ideas, se pregunta esta Corporación: ¿En qué forma debe llevarse a cabo la sustentación del recurso de apelación, a partir de la reforma introducida por la Ley 794 de 2003? Ello con el propósito de examinar, en el caso sub examine, la razonabilidad de la interpretación dada por el Tribunal accionado al declarar desierto dicho recurso. Al respecto, el artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, modificado por el parágrafo 10 del artículo 36 de la Ley 794 de 2003, dice que: "[e] 1 apelante deberá sustentar el recurso ante el juez o tribunal que deba resolverlo a más tardar dentro de la oportunidad establecida en los artículos 359 y 360 so pena de que se declare desierto. Para la sustentación del recurso, será suficiente que el recurrente exprese, en forma concreta, las razones de su inconformidad con la providencia. Frente al particular, esta Corporación acude a la interpretación realizada por la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, quien en un asunto similar al que ahora se plantea estableció el alcance del artículo en cuestión, a partir de la modificación efectuada por la Ley 794 de 2003, considerando que la sustentación del recurso de apelación puede presentarse ante el juez de conocimiento del proceso o ante el tribunal que debe resolverlo. En efecto, se señaló en esa oportunidad11: "(... ) 8 Consultar las Sentencias SU-640 de 1998 y SU-168 de 1999, entre otras. Consultar al respecto las Sentencias Su-1184 de 2001, T-1625 de 2000 y T-1031 de 2001. 10 Consultar la Sentencia T-522 de 2001, M.P. Manuel José Cepeda Espinosa. 11 Consultar la Sentencia 7 de octubre de 2003. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil. Expediente 110010203000200330631. 9 Al respecto, bien se conoce que la reciente reforma procesal civil dio en revivir el requisito de sustentar el recurso de apelación. Y puntualizó ciertamente que ha de sustentarse "ante el juez o tribunal que deba resolverlo", a más tardar dentro de la oportunidad establecida en los artículos 359 y 360 in fine. No conviene que el asunto sea analizado de modo aislado, porque lo que en definitiva arrojará luces sobre el particular será aquel que conectado aparezca con los principios que informan el recurso de apelación. Es forzoso memorar, por ejemplo, que aun sigue operando el artículo 357 del mismo código, y, por lo tanto, la "apelación se entiende interpuesta en lo desfavorable al apelante". Vale decir, que cuando de desatar la alzada se trate, el ad quem debe averiguar normalmente lo que perjudicado tiene al apelante, porque se supone, "o se entiende" para emplear la propia expresión de la ley, que sobre eso versa la apelación. Así ha sido siempre. Por donde se viene el pensamiento que al exigirse la sustentación con carácter obligatorio, so pena de deserción del recurso, lo que con ello se busca es facilitar, que no desplazar, aquella labor del juzgador, quien así conocerá más de cerca el inconformismo del apelante. En otras palabras, que el apelante llegue al ad quem con más expresividad. Como es fácil descubrirlo, allí lo determinante es que no se eche a perder esa posibilidad adicional de que el fallador se entere de modo expreso de lo que tácitamente está obligado a averiguar. Así las cosas, la inteligencia de la reforma en el punto no es la de que fatalmente deba sustentarse el recurso ante el superior. La norma habló, sí, de que se sustentará "ante el juez o tribunal" que deba resolver la apelación, pero no puede echarse al olvido que enseguida añadió que "a más tardar" dentro de la oportunidad establecida en los artículos 359 y 360. Enlazada una cosa con otra, no puede haber alcance diverso al de que la norma anduvo ocupándose fue de la oportunidad última para expresar la inconformidad; de no, quedaría sin sentido tal añadido, por supuesto que si en el trámite de la apelación no hay más de una oportunidad para alegar, ¿a qué agregar la expresión "a más tardar"? Por lo demás, nada justificaría semejante sacrificio al derecho de defensa, si es que de la sustentación que se haga, como aquí aconteció, al momento mismo de interponerlo, se enterará necesariamente el superior. Ninguna diferencia sustancial, pues, hay entre alegar allá y hacerlo acá. El enteramiento del superior, que es lo prevalente, será en todo caso igual. Con el agregado, desde luego, de que si la segunda instancia debe surtirse en sede diferente a la del juez que dictó la decisión apelada, ya tal posibilidad de sustentar ante éste, amén de armoniosa con el principio aludido, resulta por demás provechosa al principio de economía." La Corte comparte íntegramente los argumentos expuestos por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, pues se acogió entre los dos entendimientos posibles de la norma, el que más se ajusta a la Carta Política, esto es, aquel según el cual, el recurso de apelación puede ser sustentado ante el juez del conocimiento o ante el tribunal que debe resolverlo. Para esta Sala de Revisión, es pertinente recordar que el Tribunal Constitucional y los jueces ordinarios tienen la obligación de interpretar las normas de manera que todos los contenidos incursos en ellas produzcan efectos jurídicos. Dicha finalidad se alcanza mediante la interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a través de la cual se pretende otorgar un contenido armónico a todas las disposiciones que componen un sistema jurídico integral. Este es el propósito previsto en el inciso 10 del artículo 300 del Código Civil, el cual al señalar las reglas de interpretación de las leyes, establece que “[e]l contexto de la ley servirá para ilustrar el sentido de cada una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la debida correspondencia y armonía.” En efecto, si en el asunto que ocupa la atención de la Sala, se hace una interpretación de conformidad con los principios que orientan el recurso de apelación, se debe concluir que al establecerse la sustentación obligatoria del recurso, so pena de la deserción del mismo, se busca facilitar la tarea del juzgador, al saber más de cerca el inconformismo del apelante. Por ello, cuando la norma en cuestión consagra que "[E] 1 apelante deberá sustentar el recurso ante el juez o tribunal que deba resolverlo ... ", es porque precisamente permite acudir ante cualquiera de ellos. Dicha interpretación se deriva del alcance de los principios de conservación del derecho y de favorabilidad. Bajo esta perspectiva, si una norma admite diversas interpretaciones, es deber del intérprete preferir aquella que más garantice el ejercicio efectivo de los derechos; en aras de preservar al máximo las disposiciones emanadas del legislador. Ahora bien, en tratándose de normas procesales y de orden público dicha interpretación debe privilegiar el acceso a la administración de justicia y los presupuestos que orientan el debido proceso. Pero, en caso contrario, es decir, cuando la interpretación dada por el juez ordinario se aparta de los citados principios y derechos constitucionales, tal decisión se introduce en el terreno de la irrazonabilidad tomando procedente el amparo tutelar. Refuerza lo anterior, lo sostenido por la Sala Plena en la Sentencia SU-1185 de 2001, en donde esta Corporación consideró que los jueces ordinarios en su labor de interpretación están obligados a sujetarse a los valores, principios y derechos constitucionales. Al respecto dijo esta Corte: Así, es cierto que al juez de la causa le corresponde fijarle el alcance a la norma que aplica, pero no puede hacerlo en oposición a los valores, principios y derechos constitucionales, de manera que, debiendo seleccionar entre dos o más entendimientos posibles, debe forzosamente acoger aquél que en todo se ajuste a la Carta política. La autonomía y libertad que se le reconoce a las autoridades judiciales para interpretar y aplicar los textos jurídicos, no puede entonces comprender, en ningún caso, aquellas manifestaciones de autoridad que supongan un desconocimiento de los derechos fundamentales de las personas. Según lo ha expresado la propia jurisprudencia, toda trasgresión a esta regla Superior en el curso de un proceso constituye una vía de hecho judicial, la cual debe ser declarada por el juez constitucional cuando no existan otros medios de impugnación para reparar esta clase de actuaciones ilegítimas, contrarias a los postulados que orientan la Constitución Política. En conclusión, para esta Sala de Revisión, la posibilidad que tiene el apelante de sustentar el recurso de apelación ora ante el juez de conocimiento u ora ante el tribunal que deba resolverlo, a partir de la interpretación del artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, es la que más se ajusta al debido proceso. Por lo mismo, al fallar el Tribunal accionado, en un sentido totalmente contrario al expuesto incurre en una interpretación ostensiblemente irrazonable, desproporcionada y lesiva de los derechos fundamentales al debido proceso y al acceso a la administración de justicia, razón por la cual se configura una vía de hecho. Recuérdese que los jueces ordinarios al interpretar el ordenamiento procesal se encuentran sujetos a los principios, valores y derechos constitucionales, tal y como lo reconoce el artículo 4° del Código de Procedimiento Civil, el cual dispone: "Artículo 4°. Interpretación de las normas procesales. Al interpretar la ley procesal, el juez deberá tener en cuenta que el objeto de los procedimientos es la efectividad de los derechos reconocidos por la ley sustancial. Las dudas que surjan en la interpretación de las normas del presente código, deberán aclararse mediante la aplicación de los principios generales del derecho procesal, de manera que se cumpla la garantía constitucional del debido proceso, se respete el derecho de defensa y se mantenga la igualdad de las partes." En virtud de lo anterior, encuentra la Corte que la acción de tutela está llamada a prosperar, toda vez que en el fallo proferido por la Sala Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, se incurrió en una vía de hecho por interpretación irrazonable y desproporcionada del artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, modificado por el artículo 36 de la Ley 794 de 2003. La interpretación dada por el Tribunal accionado desconoce el derecho al debido proceso del señor Angel María Sierra Mejía. Por las razones expuestas, la Sala habrá de CONFIRMAR el fallo de primera instancia proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia el veinte 20 de octubre de 2003 en la que se dispuso CONCEDER la tutela invocada por el señor Angel María Sierra Mejía y, en consecuencia, REVOCAR el fallo proferido en segunda instancia por Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia el dos (2) de diciembre de 2003. En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución. RESUELVE: Primero. CONFIRMAR el fallo de primera instancia proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia el veinte 20 de octubre de 2003 en la que se dispuso CONCEDER la tutela invocada por el señor Angel María Sierra Mejía y, en consecuencia, REVOCAR el fallo proferido en segunda instancia por Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema- de Justicia el dos (2) de diciembre de 2003. Segundo. DEJAR SIN EFECTO la providencia proferida por la Sala Civil-Familia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira el día 16 de julio de 2003 para que proceda a resolver el recurso de apelación interpuesto por el accionante contra la sentencia del 31 de marzo de 2003 dictada por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal dentro del proceso ordinario agrario de pertenencia por prescripción extraordinaria instaurado por los señores Luis Humberto Sierra Mejía y Diego León Sierra Mejía contra el Angel María Sierra Mejía. Tercero. LÍBRENSE las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí contemplados. Cópiese, notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y Cúmplase. RODRIGO ESCOBAR GIL Magistrado MARCO GERARDO MONROY CABRA Magistrado EDUARDO MONTEALEGRE LYNETT Magistrado IVAN HUMBERTO ESCRUCERIA MAYOLO Secretario General (E) Volver índice Proceso No 18158 CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACIÓN PENAL Magistrado Ponente: Dr. ALFREDO GÓMEZ QUINTERO Aprobado Acta No. 100 Bogotá, D.C., diez (10) de noviembre de dos mil cuatro (2.004). VISTOS: Decide la Sala el recurso extraordinario de casación interpuesto por la Fiscal Doce Delegada ante los Juzgado Penales del Circuito de Neiva contra la sentencia proferida por el Tribunal Superior de dicho Distrito el 7 de noviembre de 2.000, confirmatoria del fallo de primera instancia emitido por el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de esa ciudad el 23 de junio del mismo año, por medio de la cual absolvió a los procesados CARLOS VIDAL y LUZ STELLA GONZALEZ HERRERA, por el delito de violación al régimen legal de inhabilidades e incompatibilidades por el que fueran acusados. HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL: El 11 de febrero de 1.999, el concejal del Municipio de Yaguará (Huila) Aparicio Galindo Rojas, denunció penalmente al alcalde de esa localidad Pedro Nel Galindo Yustres y al asesor jurídico de la misma, Carlos Vidal González Herrera, en razón de haberse suscrito el contrato de obra No. 023 con la ingeniera civil Luz Stella González Herrera, contando con el visto bueno del segundo de los citados, incurriéndose de ese modo en la violación al régimen de inhabilidades e incompatibilidades señalado en la Ley 80 de 1.993. Con la denuncia fueron allegados fotocopias del referido contrato No.023, aportándose de igual forma durante la investigación previamente decretada fotocopias de los diversos documentos relacionados con el mismo y del de prestación de servicios profesionales de asesoramiento jurídico celebrado por el abogado González Herrera con el municipio (fl.72 y ss), escuchándose inicialmente el testimonio de Luz Stella González Herrera (fl. 77), así como el resultado de la inspección judicia y valoración de las obras realizadas en la Casa de la Cultura del municipio de Yaguará (fl. 91 y ss). El 29 de abril de 1.999 la Fiscalía 20 Delegada ante los Jueces Penales del Circuito de Neiva abrió formal investigación (fl. 110), aportándose fotocopias de los proponentes Amanda Silva Duarte, William Parra Olaya y Luz Stella González Herrera, para el proyecto de ejecución del contrato de obra pública No. 023 (fl. 118 y ss), vinculándose mediante indagatoria a Pedro Nel Galindo Yustres en su calidad de Alcalde del municipio de Yaguará (fl. 233), Carlos Vidal González Herrera, como asesor jurídico del ente municipal (fl.237) y Luz Stella González Herrera (fl. 260), cuya situación jurídica fue resuelta el 18 de junio de 1,999, imponiéndoseles medida de aseguramiento consistente en detención preventiva como infractores del artículo 144 del Código Penal de 1.980 (fl. 290). Aportadas pruebas de diversa índole a la investigación, la misma fue clausurada calificándose su mérito el 29 de octubre de 1.999 al proferirse resolución acusatoria en contra de los hermanos González Herrera por el delito que ameritó su detención, al tiempo que se precluyó a favor del burgomaestre Galindo Yustres. (fl. 482 (c.o.2), decisión confirmada por la segunda instancia el 6 de diciembre posterior. Tramitada la etapa del juicio y rituada la audiencia pública se emitieron las sentencias de primera y segunda instancia en los términos reseñados precedentemente. LA DEMANDA: Un cargo es postulado por el Fiscal demandante con respaldo en la primera causal de casación, acusando el fallo de ser directamente violatorio de la ley sustancial, sobre la base de expresar discrepancia con la decisión del Tribunal de considerar que si bien la conducta desplegada por los hermanos González Herrera era típica y antijurídica no era culpable, al reconocérseles un error de tipo, pues a dicha conclusión se llegó al no considerar que el procesado Carlos Vidal González Herrera es un profesional del derecho especializado en penal y administrativo, al tiempo que Luz Stella González Herrera es una ingeniera civil con experiencia en la celebración de contratos sin que pudiera expresar desconocimiento de la Ley 80 de 1.993. Para el actor se aplicó el artículo 40.4 del Código Penal, con desconocimiento de su significado jurídico. Recuerda que para el 18 de septiembre de 2.000, Pedro Nel Galindo Yustres como Alcalde del Municipio de Yaguará, después de recibir las diversas cotizaciones de aspirantes a celebrar contrato con el municipio para obras menores, seleccionó a Luz Stella González Herrera, en acto para el cual colocó su visto bueno el abogado Carlos Vidal González Herrera, asesor del mencionado ente y hermano de la escogida. En la contratación directa, como lo prescribía la Ley 80 de 1.993, en acatamiento de los principios de economía, transparencia y selección objetiva, no debe participar en un contrato quien tiene un consanguíneo que puede resultar beneficiado, como no sea violando el régimen de inhabilidades e incompatibilidades, acorde con el artículo 8° de dicha codificación, estando incursos en responsabilidad penal, según así también lo dispone el artículo 56 de la citada Ley, entre otros, el contratista, el asesor, etc. Observa el demandante que Carlos Vidal González Herrera intervino en la aprobación del contrato de obra No.023 de 1.998 a favor de su pariente, lo que lo hacía incurso en causal de inhabilidad e incompatibilidad, como que la relación contractual era con su hermana Luz Stella, al tiempo que ésta sabía perfectamente que su hermano era el asesor jurídico del municipio de Yaguará, a pesar de sostener en la indagatoria que ignoraba que sería aquél quien revisaría directamente el contrato y pondría su visto bueno en él, como tampoco es admisible que se afirme el desconocimiento de la existencia de la Ley 80 de 1.993. Se opone el actor a los argumentos del Tribunal de conformidad con los cuales la asimilación que hace el Estatuto de Contratación en relación con la responsabilidad de los particulares en la contratación administrativa fue objeto de muchas confusiones, hasta cuando la Corte se pronunció el 7 de octubre de 1.998, argumentos que no comparte el censor, pues la conducta de los implicados es delictiva al margen del citado pronunciamiento. Se opone en forma enfática el libelista con la decisión del Tribunal en tanto reconoció un error de tipo a los procesados, desapercibiendo que, reitera, Carlos Vidal es abogado especialista en derecho penal y administrativo, de amplia experiencia en la contratación, como que asesoraba a los municipios de Yaguará, Tarqui y Tumaná, además de ex alcalde del municipio de Colombia -Huila-. Y, en relación con Luz Stella, asegura, es también una ingeniera civil que mantenía contratos con diversos municipios, no siendo su primer contrato estatal, además de ser conocedora de que su hermano era el asesor de Yaguará, todo lo cual hace inadmisible, según su concepto, el reconocimiento de un error de tipo en el tema en el cual se desempeñaban. Solicita, así, se case la sentencia, para que en su lugar se declare penalmente responsables a los procesados, acorde con lo expresado en precedencia. ALEGATO DE NO RECURRENTE: Carlos Vidal González Herrera, en su condición de no recurrente, solicita, en primer término, se rechace la demanda habida cuenta de los defectos de orden técnico que la misma ostenta. En todo caso, frente al problema de fondo propuesto, reitera que cuando actuó como asesor externo de la alcaldía de Yaguará no ostentaba la calidad de servidor público, no siéndole aplicables las causales de inhabilidad e incompatibilidad prevista en la ley de contratación. Insiste, por tanto, que su conducta se desarrolló estando incurso en un evidente error de prohibición, máxime cuando la revisión del contrato por él adelantada no es de la esencia del proceso de selección del contratista y se trató de un estudio meramente formal del mismo. Reclama, así, la atipicidad de la conducta sobre la base de no concurrir causal de inhabilidad alguna, además de respaldar la existencia del error que habría sustentado su conducta, todo lo cual le conduce a solicitar no se case el fallo impugnado. CONCEPTO DEL MINISTERIO PÚBLICO: Para el Procurador Tercero Delegado en lo Penal, la demanda ostenta diversas fallas en su argumentación, aun cuando nada obsta para comprender que la sentencia equivocó el entendimiento que corresponde a la causal de inhabilidad prevista en el numeral 2° del artículo 8° de la Ley 80 de 1.993, que condujo al reconocimiento de haber actuado los acusados bajo error invencible, para así excluir su responsabilidad, cuando si se valora la formación profesional de los procesados, su experiencia en la administración pública y en la contratación, no era dable reconocer la mencionada exculpante. No obstante, observa el Delegado que el estudio de la situación que en concreto se presenta en este caso ha sido abordada en forma equivocada tanto por los juzgadores como por el demandante, ya que según su concepto en realidad no concurría en la persona de Luz Stella González Herrera causal alguna de inhabilidad para contratar con el municipio de Yaguará al cual prestaba sus servicios, como contratista, su hermano Carlos Vidal González Herrera. Recuerda el carácter restrictivo que tienen las causales de inhabilidad, tal y como en términos generales lo precisó la Corte Constitucional en la sentencia C-147 de 1.998, en postulados predicables de la contratación administrativa y en concreto respecto de la consagrada en el artículo 8 de la Ley 80 de 1.993 cuyo texto, en concepto del Procurador, ofrece varias dificultades interpretativas, comenzando por la expresión “entidad respectiva” como quiera que debe existir una correspondencia entre la misma y las personas que siendo parte de ella se enuncian en el literal b), de donde para determinar la inhabilidad es preciso examinar si el contratista tiene una relación laboral o de servicio con cualquiera de los grados de parentesco que allí se mencionan. No se discute en este proceso el grado de parentesco entre los procesados como que eran hermanos, sin embargo, esto no es suficiente para determinar la concurrencia de la inhabilidad, pues la ley limitó a determinados cargos o funciones el vínculo que las personas enunciadas debían tener con la entidad contratante, toda vez que la inhabilidad concurre en relación con servidores de nivel directivo, o asesor, o del nivel ejecutivo o miembros de la junta o consejo directivo. Las tres primeras categorías suponen la pertenencia de aquellos empleados a la planta de personal de la entidad, pues solamente de ellos puede reputarse su pertenencia a nivel de la administración que es la causa de la inhabilidad descrita, es decir, que los niveles directivo, asesor o ejecutivo se remiten con exclusividad a la estructura orgánica de la entidad, tiene pues, dicha expresión un contenido eminentemente jurídico propio de la administración pública, de modo que quien mantiene una relación contractual y no ingresa a la planta de personal de la entidad no queda cobijado por la inhabilidad en referencia, conforme sucedía con Carlos Vidal González Herrera quien no era servidor público, tratándose realmente de un particular que cumple funciones públicas, sin que estas conclusiones puedan verse modificadas de acuerdo con el artículo 56 de la Ley 80 de 1.993, en la medida en que la equiparación que se hace tiene relevancia solamente para efectos penales, es decir, que para los demás efectos el asesor sigue siendo considerado como lo que es, un particular. Por tanto, el asesor particular no tiene la calidad de servidor público ni pertenece a la planta de personal de la entidad y sus parientes dentro de los grados indicados en el numeral 2° del artículo 8° de la Ley 80 de 1.993 no están inhabilitados para contratar con la entidad a la cual aquél presta sus servicios, de donde el cargo no puede prosperar. Adicionalmente, para el Delegado, al tratar el actor de demostrar que no existió un error de tipo, parte de un supuesto cual es el de que la interpretación que hace de la expresión “nivel asesor” es la adecuada al texto de la ley y a la naturaleza de la institución jurídica de las inhabilidades, presupuesto que, según se demostró, es falso, razón de más para que el reparo no pueda prosperar. CONSIDERACIONES: 1. El cargo imputado al fallo por el Fiscal recurrente está sustentado en la causal primera de casación sobre la base de haberse aplicado en forma indebida el artículo 40.4 del Código Penal, esto es, concretamente, en tanto les fue reconocido el error invencible como causal prevista de inculpabilidad de los procesados CARLOS VIDAL y LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA, cuando no podía escapar a su saber y entendimiento dado su nivel de formación profesional, su experiencia en distintos campos de la administración pública y en particular en la contratación, la regulación contenida en la Ley 80 de 1.993 y la responsabilidad que en su condición de asesor jurídico de la alcaldía municipal de Yaguará (Huila) y contratista, tenían, respectivamente, al celebrar en la denotada calidad el contrato de Obra No.023 el 18 de septiembre de 1.998. 2. Para la Sala, ciertamente CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA es un abogado especializado en derecho penal y administrativo, con gran experiencia a nivel de la administración departamental y municipal, como que en su indagatoria y audiencia pública clarificó haber prestado sus servicios como profesional del derecho en consultoría y asesoría jurídica externa en la Gobernación del Huila y los municipios de Yaguará, Tarqui y Timaná y la Empresa Social del Estado Laura Perdomo de García. A su turno, LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA es Ingeniera Civil, quien también reconoció haber celebrado varios contratos con diversos entes territoriales de ese Departamento. 3. Dada la referida condición de los imputados, es desde luego incontrovertible el imperativo que tenían de conocer en su exacto sentido y alcance aquella normatividad reguladora de su actividad relacionada con la celebración de contratos con entidades estatales, como que la procesada ha pactado diversas obras en calidad de contratista, en tanto que el incriminado ha fungido como asesor al interior de la administración. 4. Sin duda, referidos en concreto al contrato de obra No. 023 en mención, cuyo objeto era “ejecutar la terminación de los Desagües y Obra en Cemento de la Casa de la Cultura” de Yaguará, no podía escapar al conocimiento de la contratista la circunstancia de ser su hermano quien en calidad de asesor jurídico externo de la Alcaldía de dicho municipio lo revisaría, como que lo ligaba a tal ente, a su vez, un contrato de prestación de servicios profesionales, en cuya virtud se había obligado, acorde con la cláusula tercera, literal b del mismo, a ”Asesorar el sector del Municipio en materia contractual para la celebración y revisión de contratos...”, como en efecto sucedió en este caso, sabido como es que en dicha condición lo avaló con su firma. 5. La suma de estos antecedentes determinó que los incriminados fueran acusados por el delito de violación del régimen legal de inhabilidades e incompatibilidades, descrito y punido por el artículo 144 del Decreto 100 de 1.980, concretamente la prohibición que para el contratista emerge del artículo 8, numeral 2°, literal b de la Ley 80 de 1.993, esto es del Estatuto General de Contratación de la Administración Pública, acorde con la cual no podía celebrar contrato con la Alcaldía del Municipio de Yaguará por tener vínculo de parentesco hasta el segundo grado de consanguinidad “con los servidores públicos de los niveles directivo, asesor, ejecutivo”, cualificación en las funciones cumplidas que si bien se reconoce no tenía el procesado, nada impedía predicar el hecho de estar comprendido por la inhabilitación, dada la asimilación que la propia Ley 80 de 1.993 en su artículo 56 hizo de los particulares a los servidores públicos y para efectos de la responsabilidad que se les pudiera predicar. 6. Sin embargo, en la sentencia de primera instancia encontró el a quo fundamento para la absolución en la atipicidad de la conducta imputada, la ausencia de antijuridicidad y el reconocimiento de la causal de inculpabilidad del artículo 40.4 del Código Penal. A su vez, para el Tribunal no admite discusión el hecho de considerar que la actuación de los procesados encuentra adecuación típica en el estatuto represivo, como también que con la misma se infirió menoscabo a la administración pública, avalando la decisión del inferior exclusivamente en la admisión del error interpretativo en que pudieron estar incursos, merced al cual dado el carácter de particular vinculado mediante un contrato de prestación de servicios, no le era atribuible la causal de inhabilidad para contratar con la entidad municipal a su hermana LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA. 7. Así las cosas, para la Sala, ciertamente, no ofrece una alternativa distinta de solución la claridad que emerge del artículo 56 del Estatuto General de Contratación -en necesaria concordancia con los artículos 52 y 53 ibídem- y por tanto no admite las encrucijadas hermenéuticas a que alude el fallo como criterio fundamentador del reconocimiento del error que condujo a la absolución de los acriminados, tal y como lo controvierte el casacionista. El Tribunal sustentó la inculpabilidad para confirmar la absolución de los procesados -dentro del esquema analítico del delito aplicado-, en las dificultades interpretativas que eventualmente podía tener la normatividad contractual, lo que en su concepto se evidencia con el hecho de que la Corte Constitucional al pronunciarse sobre su exequibilidad lo hiciera con salvedad parcial de voto de dos de sus Magistrados. Este argumento para la Corte no sirve de apoyo a la decisión atacada en casación, como que el criterio disidente simplemente se apartó de la exequibilidad predicable del precepto 56, pero no bajo el supuesto de resultar intrincada su comprensión, sino por cuanto, precisamente, con base en el mismo a los particulares contratistas, consultores, asesores, interventores se les atribuye la responsabilidad penal predicable de los servidores públicos, constitucionalidad de la norma que fue así declarada por la Corte en la sentencia C-563/98. No mediando la posibilidad de admitir el error en los términos de la sentencia, razón asiste al demandante en la censura que da cuenta de la aplicación indebida del artículo 40.4 del Decreto 100 de 1.980 en que, consiguientemente, estaría incurso el fallador. 8. El señor Procurador Delegado tras considerar que la demanda comporta algunas fallas argumentativas, aun cuando es muy evidente el objeto que persigue con la ilegalidad acusada, estima que el enfoque para solucionar este caso dado en las instancias fue errado, toda vez que, según su criterio, en materia de inhabilidades e incompatibilidades el artículo 8° de la Ley 80 de 1.993, en su numeral 2°, literal b, no era aplicable a la contratista por no estar comprendido su hermano dentro de los servidores públicos del nivel asesor a que alude la norma, descartando al propio tiempo que el artículo 56 posibilite dicha extensión en la medida en que la equiparación que hace lo es exclusivamente para efectos penales, de donde se colige que para todos los demás propósitos sigue siendo considerado como lo que es, un particular no vinculado a ninguna entidad pública, todo lo cual le permite concluir en la atipicidad de la conducta reprochada a los procesados. Dada la observación y los consiguientes argumentos que para sugerir la ratificación de la sentencia como efecto de no ver procedente su casación expone, debe la Sala entonces ocuparse en dar respuesta a los mismos brevemente. 9. La Carta Política de 1.991 comprendió en forma general entre los servidores públicos a los miembros de las corporaciones públicas, los empleados y trabajadores del Estado y de sus entidades descentralizadas territorialmente y por servicios, señalando al propio tiempo que correspondería a la ley determinar el régimen aplicable a los particulares que desempeñaran funciones públicas (artículo 123). El artículo 20 de la Ley 599 de 2.000, actualmente vigente -en términos idénticos a como lo hacía el artículo 63 del Decreto 100 de 1.980, modificado por el artículo 18 de la Ley 190 de 1.995-, dispone: “Para todos los efectos de la ley penal, son servidores públicos los miembros de las corporaciones públicas, los empleados y trabajadores del Estado y de sus entidades descentralizadas territorialmente y por servicios. Para los mismos efectos se consideran servidores públicos los miembros de la fuerza pública, los particulares que ejerzan funciones públicas en forma permanente o transitoria, los funcionarios y trabajadores del Banco de la República, los integrantes de la Comisión Nacional Ciudadana para la lucha contra la Corrupción y las personas que administren los recursos de que trata el artículo 338 de la Constitución Política”. 10. A su turno, el Estatuto General de Contratación de la Administración Pública (Ley 80 de 1.993) previó que por regla general el mismo sería aplicable a los servidores públicos, según la denominación contenida en el artículo 2°, numeral 2°, haciendo extensiva la responsabilidad contractual, penal y civil además de éstos, a los particulares contratistas (también la disciplinaria posteriormente excluida por la Corte Constitucional mediante la sentencia C280/96), consultores, interventores y asesores externos (artículos 52 y 53), en relación con las obligaciones derivadas de la actuación contractual y del propio contrato de consultoría, interventoría o asesoría “como por los hechos u omisiones que les fueran imputables y que causen daño o perjuicio a las entidades, derivados de la celebración y ejecución de los contratos respecto de los cuales hayan ejercido o ejerzan las funciones de consultoría, interventoría o asesoría”. Normatividad ligada al artículo 56 que se relaciona específicamente con la responsabilidad penal de los particulares que intervienen en la contratación estatal y de acuerdo con el cual “Para efectos penales, el contratista, el interventor, el consultor y el asesor se consideran particulares que cumplen funciones públicas en todo lo concerniente a la celebración, ejecución y liquidación de los contratos que celebren con las entidades estatales y por tanto, estarán sujetos a la responsabilidad que en esta materia señala la ley para los servidores públicos”. 11. Dispone pues la ley que los particulares en los casos citados si bien no son evidentemente servidores públicos, dada la índole de la relación que en cada uno de sus distintos roles establece y consiguientemente la vinculación contractual que se genera con las diversas entidades estatales mediante el ejercicio de funciones públicas permanentes o transitorias, deben ser puestos en igualdad de trato y de exigencias en el marco de sus responsabilidades a aquellas predicables de los servidores públicos, sin que ello implique, desde luego, modificar la naturaleza que les es propia. 12. En efecto, la relación que establecen los contratistas con las entidades estatales -como las denomina la Ley 80- o el ejercicio de funciones públicas por los particulares a título de consultores, interventores o asesores, los sitúa en un orden jurídico distinto al de los demás sujetos no cualificados, como lo ha destacado en copiosas decisiones la Corte Constitucional, lo que justifica plenamente que les sea dado un trato igual al de los servidores públicos en materia de responsabilidad civil y penal. Dicha equiparación comporta en el ámbito penal que se pueda estar incurso, entre otras conductas punibles, en cualquiera de las infracciones propias de la contratación administrativa, tales como la violación al régimen legal -y constitucional reza el texto actualmente vigente-, de inhabilidades e incompatibilidades, e interés indebido -que el anterior estatuto calificaba de “ilícito”- en la celebración de contratos y contratos sin cumplimiento de requisitos legales (artículos 408, 409 y 410 de la Ley 599 de 2.000, artículos 141,145 y 146 del Decreto 100 de 1.980, con sus modificaciones y adiciones). 13. La Corte Constitucional al pronunciarse sobre la demanda incoada, entre otras normas, contra los artículos 52, 53 y 56 de la Ley 80 de 1.993 (C-563/98), tuvo a bien precisar el contenido y alcance de dichos preceptos bajo el imperativo de análisis que imponía considerar, entre otros aspectos, si a los contratistas, consultores, interventores y asesores -particulares-, por razón de su intervención en el proceso de contratación estatal, les era deducible responsabilidad civil y penal en términos de tal normatividad. En sus más puntuales aspectos precisó en primer orden, que es inherente a los servidores públicos el desempeño de funciones públicas, en tanto procuran la prestación oportuna y eficaz de los cometidos públicos a cargo del Estado. Advierte la doctrina constitucional que los particulares pueden también desarrollar funciones públicas, imponiéndose el trato como servidores públicos, considerando la naturaleza de la función que se les atribuye, determinante de la índole y alcance de la relación jurídica, de suerte que “Cuando se asigna al particular el cumplimiento de una función pública, éste adquiere la condición de un sujeto cualificado, en la medida en que se amplifica su capacidad jurídica, sin que por ello deje de ser un particular. Sin embargo, en este evento su situación jurídica se ve afectada en virtud de las responsabilidades que son anejas a quien cumple funciones de la indicada naturaleza” y que frente a los preceptos demandados implica afirmar que cuando el particular cumple funciones públicas, correlativamente asume las consiguientes responsabilidades públicas, con todas las consecuencias que de ella emergen, tanto en los aspectos civiles como penales. El pleno ajuste del articulado demandado con la Carta Política se expone, así: “Realmente no encuentra la Sala que la norma del art. 53, en materia de responsabilidad de los diferentes tipos de contratistas agregue algo nuevo a la noción general de responsabilidad que para todo contratista se deriva del art. 52 de la ley 80/93, porque examinada aquélla se observa que la responsabilidad de los consultores, interventores y asesores, se deduce, como es apenas lógico y normal del cumplimiento o no de sus obligaciones contractuales y de las acciones y omisiones antijurídicas en que estos puedan haber incurrido en la celebración y ejecución de los correspondientes contratos. .... En la exposición de motivos del proyecto que luego se convirtió en la ley 80/93, se justificó la responsabilidad de los particulares contratistas, asi como la de los consultores, interventores y asesores, en el sentido de que éstos "deberán responder civil y penalmente por las conductas dolosas o culposas en que incurran en su actuar contractual, tales como el participar en un proceso de selección a pesar de tener conocimiento de la inexistencia de autorizaciones para su ejecución, cuando suscriban el contrato no obstante conocer las circunstancias de inhabilidad o de incompatibilidad en que se hallan incursos; cuando no adopten las medidas o decisiones necesarias para iniciar el contrato en la época prevista o pactada; por obstaculizar las labores o actividades de vigilancia del contrato, así como cuando entregue bienes o preste servicios de calidad o especificaciones diferentes, o cuando formulen propuestas en las que se fijen condiciones económicas y de contratación artificialmente bajas con el propósito de obtener la adjudicación del contrato, entre otros casos" Por lo anterior, no encuentra la Corte motivo alguno de inconstitucionalidad en las normas de los artículos 52 y 53 de la ley 80/93, en lo relativo al establecimiento de responsabilidad civil y penal de los contratistas, consultores, interventores y asesores externos. Por consiguiente, serán declarados exequibles”. Ahora bien, al ocuparse del artículo 56, también demandado, el fallo contesta: “Las razones antes expuestas sirven para justificar la constitucionalidad de este artículo pues, de acuerdo con la Carta, nada obsta para que los consultores, interventores y asesores externos respondan penalmente en los mismos términos que los servidores públicos. Ahora bien: en contra de lo afirmado por el demandante, es claro que a dichos sujetos no se les está elevando a la categoría de servidores públicos, ni desconociendo su condición de particulares. Simplemente el legislador, como autoridad competente para definir la política criminal, ha considerado que la responsabilidad penal de las personas con las cuales el Estado ha celebrado contratos para desarrollar una obra o cometido determinados, debe ser igual a la de los miembros de las corporaciones públicas, los empleados y trabajadores del Estado, o la de funcionarios al servicio de entidades descentralizadas territorialmente y por servicios. Tal tratamiento que, se insiste, no implica convertir al particular en un servidor público, tiene una justificación objetiva y razonable, pues pretende garantizar que los fines que se persiguen con la contratación administrativa y los principios constitucionales que rigen todos los actos de la administración, se cumplan a cabalidad, sin que sean menguados o interferidos por alguien que, en principio, no está vinculado por ellos. En otras palabras, la responsabilidad que en este caso se predica de ciertos particulares, no se deriva de la calidad del actor, sino de la especial implicación envuelta en su rol, relacionado directamente con una finalidad de interés público”. 14. Ha hecho la ley la ficción según la cual no obstante que los particulares vinculados mediante una relación contractual no pierden esa condición -específicamente tratándose de los consultores, interventores y asesores externos- sobre ellos recae la responsabilidad civil y penal predicable de los servidores públicos, no solamente por incumplimiento de las obligaciones inherentes al contrato celebrado, sino las derivadas de aquella participación que tengan en los contratos que se celebren o ejecuten a partir de las funciones propias de consultoría, interventoría o asesoría. 15. Esta equiparación, que con nitidez surge de los citados artículos 52, 53 y 56 de la Ley 80 de 1.993, obedece a una sana previsión legislativa de conformidad con la cual los particulares que participan en desarrollo de la contratación administrativa, mediando a su vez un contrato de prestación de servicios, se encuentran igual de comprometidos en el deber de asegurar el cumplimiento de los principios inherentes a la contratación estatal, esto es, de transparencia, economía, responsabilidad y selección objetiva, además de los postulados que rigen la función administrativa, de modo tal que su incumplimiento conlleva el mismo orden de responsabilidad predicable de los servidores públicos por sus actuaciones u omisiones antijurídicas. 16. Cuando el artículo 8, numeral 2°, literal b, señala, entre otros supuestos, que no podrá celebrar contratos con la entidad respectiva la persona que tenga vínculos de parentesco hasta el segundo grado de consaguinidad con los servidores públicos de los niveles directivo, asesor o ejecutivo, evidentemente se está refiriendo, como no podría ser de otra manera, a servidores vinculados nominalmente al Estado y esto es así porque de ordinario las entidades públicas están integradas en cualquiera de esos órdenes por funcionarios estatales a quienes corresponde adelantar la función pública de incidir en el trámite contractual, inhabilidad que, como lo precisó la Corte Constitucional “es adecuada si realmente se dirige a los familiares de aquellas personas que gozan del poder de decisión de adjudicar contratos, o pueden tener influencias que razonablemente puedan determinar la decisión, pues en tales casos esos vínculos colocan en peligro la transparencia y seriedad del proceso de contratación administrativa” (Sentencia C-429/97). 17. Sin embargo, la equiparación que la propia Ley 80 de 1.993 hace de los particulares a servidores públicos, en los casos de contratistas, consultores, interventores y asesores externos, para destacar que cuando cumplen funciones públicas han de responder penalmente en los mismos supuestos predicables de los funcionarios, impone forzosamente que deba en cada caso valorarse si el particular responsabilizado con funciones públicas interviene en el proceso contractual en alguno de dichos órdenes, pues sin lugar a dudas, dada la finalidad que el legislador se propuso con las causales de inhibición para celebrar contratos, esto es “asegurar la imparcialidad, eficacia, eficiencia, moralidad y transparencia de la contratación administrativa, para lo cual inhabilita a los familiares de determinados servidores públicos que, conforme al criterio del Legislador pueden incidir en la contratación” (C-429/97), ningún argumento justificador es aceptable de ser responsables civil y penalmente, pero para lograr la concreción de dicha responsabilidad se les excluya de los supuestos que la hacen materialmente posible, entre otros, aquellos que conducen a que deban estar marginados de cualquier intervención contractual a través de la cual se vea afectado el proceso y los principios que lo deben regir. 18. Excluir a los contratistas, consultores, interventores y asesores externos, de aquellos preceptos a través de los cuales se procura garantizar en términos reales la imparcialidad y transparencia en la contratación administrativa cuando la propia ley previó que estarían sujetos a la responsabilidad que la ley señala para los servidores públicos, dada la predominante injerencia que en la mayoría de los casos tienen en desarrollo de esta función en materia contractual, resulta, además de contrario a los propios supuestos en que se afinca la regulación legal, cohonestador de las nóminas paralelas de las cuales se valen las distintas entidades para disolver la responsabilidad de sus agentes. 19. En el caso concreto, CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA había celebrado un contrato de asesoría externa -del 7 de enero al 30 de diciembre de 1.998-, cuyo objeto era prestar “sus servicios como asesor jurídico del Municipio de Yaguará en su Sector Central en forma exclusiva”, fijándose como sus obligaciones: “A. Absolver las consultas de tipo jurídico que se presenten en el Sector Central de la Administración Municipal. B. Asesorar el sector del Municipio en materia contractual para la celebración y revisión de contratos sin que adquiera por ello obligación de elaborar pliegos licitatorios o estudios de las propuestas derivadas de una licitación C. Asistir y/o representar al Municipio en los procesos laborales, Administrativos, Civiles y Penales, que se promuevan en su contra y agotar la vía gubernativa en los casos que se requiera”. Como ya se advirtió, LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA era conocedora de que su hermano ostentaba dicha vinculación con la Alcaldía y participó en el proceso de adjudicación del contrato de obra presentando inicialmente la cotización y propuesta del proyecto para la terminación del Centro Cultural del Pueblo, el cual le fue adjudicado y protocolizado el 18 de septiembre de 1.998. Es, por tanto deleznable que a partir de su condición de Ingeniera Civil contratista con entidades territoriales, no advirtiera que correspondía a su hermano la revisión jurídica del contrato, lo cual la inhabilitaba para contratar con el Estado dado el vínculo de parentesco con la persona que podía incidir en la celebración del mismo, por ser, insístase, el asesor jurídico de la propia entidad municipal. A su turno, no admite discusión la consideración según la cual CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA, quien efectivamente fungía como asesor jurídico externo, en desempeño de funciones públicas, como que no pueden ser de otra índole las que imponen de manera formalmente temporal pero en la práctica permanente -si se toma en cuenta que la asesoría jurídica comprendió todo el año de 1.998 y también el mismo período de 1.999-, de revisar la legalidad de los contratos celebrados por el Municipio al que servía, toda vez que mediante dicha actividad se deben ver realizadas las diversas finalidades inherentes a la contratación estatal, en los términos indicados, aspecto de suyo relevante cuando -conforme sucede en este caso- se trató de un contrato de una obra pública. 20. Como en las condiciones anteriores la claridad típica de la conducta imputada a los procesados excluye la posibilidad de que concurra el error de tal naturaleza, que sirviera de base a la absolución dictada por el ad quem y por el contrario se evidencia así que los encausados actuaron dolosamente, sin mediación de causal alguna que los exima de responsabilidad y no sin antes precisar que también se trata de una conducta antijurídica como que no ha de medirse el quebranto al bien jurídico de la administración en su concreta especie de la contratación administrativa por el menoscabo patrimonial, sino por los valores y bienes que el tipo penal en cuestión (artículo 144 del Código Penal de 1.980) protege, al margen de los recursos del Estado, sino como se dijo la transparencia, responsabilidad, imparcialidad, celeridad, economía, buena fe en dicha actividad y la función pública implícita en ella que sin duda se vieron afectadas y dada consiguientemente la prosperidad del cargo, se casará el fallo recurrido y en su lugar se condenará a los enjuiciados por la conducta que fue materia de acusación. Para tales efectos y dado que los hechos ocurrieron el 18 de septiembre de 1.998, esto es, en vigencia de la Ley 190 de 1.995, cuyo artículo 32 modificatorio del 144 del Decreto 100 de 1.980 preveía para el punible de violación del régimen legal de inhabilidades e incompatibilidades, como pena principal la prisión de 4 a 12 años, multa de 10 a 50 salarios mínimos legales mensuales vigentes, e interdicción de derechos y funciones públicas de 2 a 7 años, su confrontación con la normatividad actualmente vigente conduce a que con un criterio de favorabilidad sea aquélla la punibilidad que ha de irrogarse a los implicados. Ahora bien, como a éstos no se les imputó en la acusación circunstancia alguna de mayor o de menor punibilidad, significa que frente a los métodos legales de tasación producidos por razón del tránsito legislativo resulta más favorable el previsto en la Ley 599 de 2.000, en tanto su límite máximo lo constituye el del primer cuarto, de modo que la dosificación debe obtenerse de entre 4 a 6 años de prisión, multa de 10 a 20 salarios mínimos e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas de 2 a 3 años y 3 meses. Establecido así el cuarto de movilidad punitiva, la consideración de elementos como la mayor o menor gravedad de la conducta el daño real o potencial creado, la intensidad del dolo, la necesidad de pena y la función que ella ha de cumplir en el caso concreto, estima la Sala que la pena a imponer a los enjuiciados debe corresponder al mínimo del marco predeterminado, esto es, prisión de cuatro (4) años, multa de diez (10) salarios mínimos legales vigentes e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por dos (2) años. Implica lo anterior que por razón de la pena privativa de la libertad que se les impondrá, improcedente se hace en términos del artículo 63 del Código Penal la concesión de la suspensión condicional de la ejecución de la pena por cuanto la prisión que se impone excede de tres años. Y aunque en principio por virtud del mismo quantum punitivo pudiera considerarse viable en términos el artículo 38 ibídem, la prisión domiciliaria, en cuanto se ha sometido a juicio una conducta punible cuya pena mínima legal es inferior a cinco años de prisión, no puede menos que deducirse seria y fundadamente que por el desempeño personal, laboral, familiar o social de los sentenciados, éstos han incurrido en una conducta tal que colocan en peligro a la comunidad, como que dadas las funciones de la pena y principalmente la de prevención general, no debe quedar en la comunidad la sensación de que un comportamiento lesivo de la transparencia que debe observarse en la contratación administrativa, ha quedado impune, luego no pueden ser beneficiarios del mecanismo sustitutivo señalado, en consecuencia se dispondrá su captura. En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, RESUELVE: 1° CASAR el fallo impugnado. 2° En consecuencia, CONDENAR a cada uno de los acusados CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA y LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA, identificados con las cédulas de ciudadanía No. 79’350.833 de Bogotá y 55’155.216 de Neiva, respectivamente, a la pena principal de cuatro (4) años de prisión, multa de diez (10) salarios mínimos legales vigentes e inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por dos (2) años, como coautores responsables del delito de violación al régimen legal de inhabilidades e incompatibilidades. 3° Abstenerse de condenar a los procesados por concepto de indemnización de perjuicios. 4° NEGAR a CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA y LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA la suspensión condicional de la ejecución de la pena, así como el sustitutivo de la prisión domiciliaria. Por tanto, ordenar su captura. Contra esta decisión no procede recurso alguno. Cópiese, notifíquese, devuélvase al Tribunal y cúmplase. HERMAN GALÁN CASTELLANOS SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ EDGAR LOMBANA TRUJILLO MARINA PULIDO DE BARÓN YESID RAMÍREZ BASTIDAS ALFREDO GÓMEZ QUINTERO ÁLVARO ORLANDO PÉREZ PINZÓN JORGE LUIS QUINTERO MILANÉS MAURO SOLARTE PORTILLA Teresa Ruiz Núñez Secretaria Volver índice CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACION CIVIL Magistrado Ponente: JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR Bogotá, D. C., veinticinco (25) de mayo de dos mil cinco (2005). Referencia: Expediente No. C-7198 Decídese el recurso de casación interpuesto por Agrícola de Seguros de Vida S. A. y Seguros del Comercio S. A., contra la sentencia de 7 de abril de 1997, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogota, Sala Civil, en el proceso ordinario de María Saray García de Pachón, Hornero, Doris y Carlos Enrique Pachón García contra las recurrentes. ANTECEDENTES 1.-En la demanda que originó el proceso, los demandantes diciendo actuar en su condición de "beneficiaria y cónyuge sobreviviente" e “hijos legítimos" de Jorge Enrique Pachón, “por consiguiente herederos de éste", solicitan que se condene las sociedades demandadas a pagar a su favor las cantidades de dinero que al 30 de enero de 1991, su causante adeudaba al Banco Cafetero, junto con los perjuicios irrogados, consisten es en los intereses «causados y/o pagados" y los derivados de las "acciones de cobro" que contra el "patrimonio de la herencia, de los codeudores o de sus herederos" se instauren, todo con "corrección monetaria". 2.-Las pretensiones se fundamentan en los siguientes hechos: 2.1.-El Banco Cafetero otorgó créditos al señor Jorge Enrique Pachón, amparados, desde 1986, por la póliza de seguro de vida número 70100, hasta el 15 de abril de 1988. De ahí en adelante, hasta el 30 de enero de 1991, fecha del deceso de aquél, por la póliza D-310, expedidas por la Compañía Agrícola de Seguros de Vida S. A., quien llamó en coaseguro a Seguros de Vida del Comercio S. A., en el equivalente al 20% del riesgo asegurado. 2.2.- El seguro era tramitado por el Banco Cafetero, en representación del entonces deudor, mediante el pago de las primas que se cargaban a su cuenta corriente, figurando el citado banco en calidad de "primer beneficiario" y la esposa del asegurado como "beneficiario subsidiario". 2.3.- Jorge Enrique Pachón, a la fecha de su deceso, adeudaba al Banco Cafetero, los créditos amparados por el seguro de deudores, los cuales se encontraban representados en los pagarés números 90-5, 224-9 y 17-7, por $13.525.000.oo, $4.000.000.oo y $18.000.000.oo, respectivamente. 2.4.-Efectuado el aviso del siniestro, el Banco Cafetero, amén de remitir, el 3 de julio de 1991, a la cónyuge sobreviviente, deudora solidaria de las obligaciones, la respuesta de la Compañía Agrícola de Seguros de Vida S. A., negándose a pagar el "seguro con fundamento en la condición número 5 del anexo de la póliza de deudores", se limitó a requerir a los demandantes para que cancelaran las obligaciones, viéndose estos precisados a hacer abonos, ante el grave peligro de una acción judicial que los marginara del acceso al crédito y de sus actividades como agricultores. 3.-Notificadas de la existencia del proceso, las aseguradoras se opusieron a las pretensiones, mediante la formulación de excepciones, argumentando que los demandantes no eran parte del contrato de seguro, ni tenían la calidad de beneficiarios. Además, porque fuera de que el "suicidio" se excluye del concepto jurídico de riesgo asegurable, no se incluyó en el seguro de vida de deudores el "suicidio" de Jorge Enrique Pachón, y porque cuando éste ingresó a la póliza, omitió informar, en forma culpable, los hechos y circunstancias referentes a su estado de salud, que de haber sido conocidas por el asegurador, habrían inhibido la expedición de las pólizas. 4.- En la etapa probatoria, la señora Nelsy Viviana Pachón García, en su condición de "hija legítima" del causante y "heredera del mismo", compareció al proceso como litisconsorte "necesaria" de los demandantes, calidad que fue aceptada en auto de 25 de febrero de 1993. Con fundamento, en lo esencial, en los mismos hechos de la demanda, la interveniente solicita que se condene a las aseguradoras a pagar a la sucesión de Jorge Enrique Pachón., representada por la cónyuge sobreviviente y sus herederos, las cantidades de dinero que se determinen, principalmente, como "beneficiarios a título gratuito de los seguros que se mencionan", o en subsidio, como subrogatarios" del Banco Cafetero. 5.- Tramitado en esos términos el proceso, el Juzgado Veintidós Civil del Circuito de Bogotá en sentencia de 30 de mayo de 1995, declaró infundadas las excepciones y condenó a las sociedades demandadas, en la proporción que a cada una correspondía, a pagar a los demandantes y a la litisconsorte, "con destino a la masa herencial", los saldos insolutos que el causante Jorge Enrique Pachón tenía con el Banco Cafetero, al momento de su muerte, los cuales determina, más los intereses moratorias que cada pagaré indicaba, desde la fecha de la defunción hasta cuando se verifique su pago. Así mismo, denegó las "pretensiones relacionadas con perjuicios y corrección monetaria". En cuanto a la pretendida citación del Banco Cafetero, como "Iitisconsorte facultativo", solicitada en la demanda, inclusive por quien fuera admitida como litisconsorte necesario, para que en el caso de prosperar las excepciones, se le condenara a pagar las sumas reclamadas, consideró, en el capítulo de antecedentes, que “tal pretensión no fue estimada viable y por ello, ni el juzgado proveyó nada al respecto, ni los actores volvieron sobre el tema". 6.- Decisión que, en términos generales, el Tribunal confirmó al resolver el recurso de apelación que interpuso la parte demandada. LA SENTENCIA IMPUGNADA 1.- Como cada uno dé los integrantes de la Sala Civil de Decisión, enarboló una tesis distinta, de conformidad con lo previsto en los artículos 7° y 11 del decreto 1265 de 1970, se convocó a un cuarto magistrado, el que seguía en turno, "a efecto de lograr una resolución mayoritaria sobre una de las tres soluciones planteadas". El Tribunal finalmente confirmó la sentencia apelada, salvo lo relacionado con la fecha desde cuando debía atenderse la condena al pago de intereses, la cual reformó, para indicar que la misma no se contaba desde la data del fallecimiento del deudor, sino a partir del momento en que los demandantes habían efectuado los pagos al Banco Cafetero, “en la forma especificada en la parte motiva". 2.- En cuanto a la legitimación en causa de la parte actora, el Tribunal explicó que si bien el contrato de seguro de vida se invocó como fuerte de derechos, se podía afirmar, aceptando que la demanda reunía los requisitos formales, que las pretensiones no se fincaron única y exclusivamente en dicho contrato, pues lo que se reclamaba era el pago de las obligaciones que estaban a cargo de las aseguradoras, en virtud del seguro de vida grupo deudores, obligaciones que los demandantes se vieron compelidos a satisfacer, inicialmente, en forma parcial, y luego totalmente, una vez ocurrida la muerte del causante deudor. Conclusión que tampoco se oponía a la demanda formulada por quien fuera reconocida como litisconsorte necesario, porque en ninguna de las pretensiones ésta aduce la calidad de asegurada o beneficiaria, menos la de haber sido parte en el contrato de seguro. Podría ser discutible la condición de "beneficiaria a título gratuito" que invoca, pero no así la de "subrogataria". 3.- Al identificar que la acción propuesta era la " subrogatoria", el Tribunal expresó que por haberse cumplido la condición suspensiva, la muerte de Jorge Enrique Pachón, todo se reducía a establecer si las sociedades demandadas estaban obligadas a pagar el valor del seguro. De ser positiva la respuesta, los demandantes debían acreditar que, en calidad de terceros, pagaron "a nombre" de las aseguradoras. Si no lo estaban, por prosperar alguna excepción, como la nulidad del contrato de seguro o la exclusión del riesgo, "los pagos se habrían efectuado mar, porque en ese caso los demandantes simplemente estarían solucionando una deuda del difunto. 3.1.- Con relación a la exclusión del riesgo, el Tribunal refiriéndose al anexo No. 1 de 30 de octubre de 1987, dijo ser cierto que se había estipulado que en caso de "suicidio" de cualquier asegurado, acaecido en el año siguiente a la fecha de Iniciación del seguro, o de sus renovaciones o prórrogas, pues se trataba de un seguro automático, no había lugar a indemnización alguna. Empero, como esa cláusula se dejó sin efecto a partir del 1° de marzo de 1990, según el anexo No. 6 de la misma fecha, no era posible afirmar, como lo expresa el recurrente, que lo pretendido era excluir permanentemente el riesgo. Entre otras cosas, porque se desdibujaría la cláusula que recoge el pensamiento y la voluntad de las partes, y porque reasumir ese riesgo no era novedoso, pues en el contrato de seguro GD- 70100, se definió, con respecto al suicidio, que no obstante lo expuesto en la condición 19, éste quedaba amparado desde la iniciación del seguro. 3.2.- Sobre que el suicidio no respondía al concepto jurídico de riesgo asegurable, el Tribunal indicó, con apoyo en la doctrina, que la tesis tendría sentido tratándose del suicidio "voluntario", pero no del "involuntario", que es el que se produce en un estado donde el suicida no tiene cabal juicio del alcance y la gravedad de su acto, que precisamente fue el que acaeció, dadas las condiciones síquicas y físicas del asegurado, según el dictamen pericial y las pruebas técnicas que lo sustentan, entre ellas el testimonio del médico que lo trató en su enfermedad, medios estos que no muestran los reparos endilgados. 3.3.- Respecto de la inexactitud o reticencia, el Tribunal consideró que no estaba al alcance de las sociedades demandadas alegar esos hechos como causa de nulidad absoluta del contrato de seguro, porque atendiendo las fechas de los pagarés, 7 de marzo, 9 de mayo y 17 de octubre de 1990, las aseguradoras conocían el estado de salud del asegurado, dado que el médico de las mismas emitió un concepto que, acogido por aquéllas, autorizó amparar el riesgo como "subestandar", mediante el pago de una "extraprima del 75%". 4.- Concluye el Tribunal que como la objeción no fue seria ni razonada, las excepciones no prosperaban, razón por la cual quedaba en pie la obligación de las aseguradoras de cumplir el contrato de seguro, una vez acaecido el siniestro. Por lo tanto, los demandantes al pagar esa obligación solucionaron una deuda que no les correspondía, debiendo entenderse que actuaron como terceros y no en calidad de herederos de Jorge Enrique Pachón, porque para su seguridad, el acreedor, Banco Cafetero, había tomado con las aseguradoras el seguro por cuenta de dicho deudor. Así las cosas, los terceros que pagaron se subrogaron voluntariamente en las acciones del acreedor, circunstancia que se explica por haber sido aquéllos requeridos por éste para el pago de las obligaciones. Pago que en todo caso no pudo extinguir las obligaciones de las aseguradoras, en consideración a que los demandantes no realizaron el pago como herederos de Jorge Enrique Pachón, sencillamente porque al acaecer su muerte, éste nada debería, en virtud del contrato de seguro, caso en el que las obligaciones se trasladaron a las compañías aseguradoras, por haber éstas asumido el riesgo del siniestro. 5.- En lo demás, el Tribunal se ocupó de precisar el monto de las obligaciones y las fechas a partir de las cuales debían ser cumplidas. EL RECURSO DE CASACION Ocho cargos se formulan contra la sentencia. La Corte los resolverá en el orden lógico que corresponda, agrupando el cuarto, sexto y octavo, por impugnar en lo esencial idéntico fundamento decisorio, así como el segundo y quinto, por servirse de consideraciones comunes. CARGO PRIMERO 1.- Acúsase la sentencia por haberse incurrido en las causales de nulidad previstas en los numerales 2° y 4° del artículo 140 del Código de Procedimiento Civil. 2- En apoyo de las mismas, el recurrente manifiesta que la providencia cuestionada no se adoptó con la mayoría exigida en la ley, pues habiendo sido suscrita por cuatro magistrados, dos de los cuales salvaron el voto, debió aprobarse con el voto afirmativo de tres, tal como lo ordenan los artículos 11-3 del decreto 1265 de 1970 y 54 de la ley 270 de 1996. Además, el llamamiento del cuarto magistrado sólo procedía en caso de impedimento, recusación, empate o falta absoluta de uno cualquiera de los miembros de la Sala. 3.- Por lo mismo, "se acudió a un procedimiento distinto al que correspondía para proceder a la expedición de una sentencia con la mayoría reglamentaria". CONSIDERACIONES 1.-La falta de competencia funcional de una; Sala de Decisión para conocer de un asunto determinado, tiene lugar no sólo cuando el proceso se encuentra atribuido por ley a otra Sala de Decisión, del mismo o de otro Tribunal, sino cuando, como lo tiene dicho la Corte, la “Sala de Decisión que teniendo el conocimiento de dicho proceso no se ha integrado o no ha adoptado o suscrito legalmente dicha sentencia" (sentencia de 19 de abril de 1989, CXCVI-89). 2.- En el caso, ninguna discusión existe en torno a que el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala Civil, era el competente para resolver el recurso de apelación que se interpuso contra la sentencia del juzgado. Lo que debe elucidarse es si la Sala de Decisión que profirió el fallo recurrido estuvo debidamente integrada, porque sólo así puede afirmarse que las salas de decisión asumen la competencia para "dictar las sentencias", tal como lo prevé el artículo 29 del Código de Procedimiento Civil, o en palabras del artículo 7° del decreto 1265 de 1970, para "ejercer las funciones jurisdiccionales". El artículo 19 de la ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia, establece que los Tribunales Superiores "ejercerán sus funciones", "de acuerdo con la ley', por conducto de las "Salas de Decisión plurales e impares". En el decreto citado, en concordancia con el Acuerdo No. 108 de 22 de julio de 1997, emanado del Consejo Superior de la Judicatura, Sala Administrativa, se regula todo lo relacionado con la organización y funcionamiento de las Salas de Decisión, así como lo atinente a la forma como deben prepararse, discutirse y aprobarse las providencias. Con relación a lo primero, ,31 artículo 7° del mencionado decreto, que sería el aplicable al caso, pues el 7 de abril de 1997, fecha de la sentencia, aún no se había promulgado el citado Acuerdo No. 108, señala que las salas de decisión "se integrarán en cada asunto por el magistrado a quien le corresponda en repartimiento y por los dos que le sigan en el orden alfabético de apellidos". En caso de impedimento o recusación de un magistrado, o por otra causa legal de separación del conocimiento del proceso, el artículo 16, numeral 2°, ejusdem, prevé que su reintegración se cumple llamando “por turno a otro de los magistrados de la sala respectiva, para que integren la decisión, y solo en defecto de ellos se sortearán los conjueces necesarios. En caso de empate en la Corte, se hará sorteo de conjuez para dirimirlo”. Procedimiento que, como la misma norma lo indica, igualmente debe observase “en los Tribunales cuando no pueda obtenerse la mayoría con intervención de otro magistrado de la sala” especializada (subrayas extexto) En cuanto a la forma como se aprueban los proyectos, aspecto que también interesa al caso, el artículo 54 de la ley 270 de 1996, exige el “voto de la mayoría" de los miembros de la sala de decisión, igual a como lo establecía el artículo 11, in fine, del decreto 1265 de 1970, al decir que las "providencias que profieran las salas requieren mayoría absoluta de votos". Disposición que también impone la obligación de suscribir las decisiones por la totalidad de los magistrados y conjueces que concurrieron a dictarlas, inclusive por quienes hayan disentido, sin perjuicio del correspondiente salvamento de voto. 3.- El cargo denuncia la sentencia del Tribunal por estar afectada de nulidad, porque la sala que la dictó no estuvo debidamente integrada, pues el llamamiento del magistrado que seguía en turno, sólo procedía en los "casos de impedimento, recusación, empate o falta absoluta" de uno de sus miembros, y porque al suscribirse la decisión por cuatro magistrados, de los cuales dos salvaron el voto, la misma "debió adaptarse con el voto de tres de ellos que conforman la mayoría". 3.1.- Con relación a lo primero, si la ley exige que las decisiones del juez colegiado deben aprobarse por “mayoría" en salas "plurales e impares", fácilmente se advierte que si a ojos del Tribunal ello no fue posible, porque, según dijo, las posiciones de los magistrados no coinciden mayoritariamente, como lo hizo constar expresamente, consideró menester conforme quedó consignado, que interviniera otro magistrado de la misma sala especializada con el fin de obtener la mayoría requerida para adoptar la decisión respectiva. El caso es que, por efecto de ello, así quedó conformada la Sala, cuyo número de magistrados que, antes de estar por debajo del mínimo requerido en la ley, resultó ser superior, asunto que, por lo mismo, descarta una irregularidad que dé al traste con el trámite cumplido, y menos que hiera la competencia del Tribunal, que de todos modos residía en su cabeza. 3.2.- En cuanto que como la sentencia se encuentra suscrita por cuatro magistrados, dos de los cuales salvaron el voto, la misma debió adaptarse con el voto de tres de ellos que conforman la mayoría", observa la Corte que por dicho aspecto tampoco se configura la causal de nulidad alegada, porque las decisiones fueron adoptadas por el voto de la mayoría de los magistrados que integraron la Sala. La mayoría, en efecto, se conformó con el voto del magistrado ponente y con el voto del cuarto magistrado que suscribió la sentencia sin reserva alguna, cuya comunidad de opinión resultó numéricamente superior a la de cada uno de los votos divergentes. Como en un caso similar lo explicó la Corte, si "las salas de los tribunales en que de acuerdo con el número de sus integrantes se conforman legal y reglamentariamente para cada caso con tres de ellos, basta la mayoría de dos para que un proyecto alcance la aprobación que lo torne en sentencia, que fue lo que aquí finalmente sucedió, dándose apenas la apariencia de un empate entre cuatro magistrados" (sentencia T -2003-30417-01 de 22 de julio de 2003). Así las cosas, con el voto de dos magistrados, el fallo acogió la tesis, según la cual la solución al problema planteado debía brindarse desde la perspectiva del pago con subrogación. Los salvamentos de voto, en cambio, adujeron posiciones excluyentes entre sí, pues mientras uno argumentaba la responsabilidad contractual con la advertencia de que los demandantes no eran parte del contrato de seguro, razón por la cual debía absolverse a las sociedades demandadas, el otro proponía la condena desde la perspectiva de la responsabilidad civil extra contractual, de manera solidaria y limitada a lo que por capital e intereses recibió el Banco Cafetero. En todo caso, examinadas las posiciones vertidas en cada uno de los cuatro votos, claramente se pone de presente que en realidad uno sólo abogó por un fallo absolutorio, por falta de legitimación en la causa de los demandantes, porque dejando a un lado los dos votos coincidentes, el otro salvamento de voto, titulado así, en verdad proclamaba la condena, aunque por caminos diferentes, con algunos matices en cuanto a la extensión de la misma. 4.- El cargo, en consecuencia, no se abre paso. CARGO SEGUNDO 1.- Denúnciase la sentencia por no estar en consonancia con los hechos de la demanda. 2.- Argumenta el recurrente que en la demanda no se afirma que los demandantes, en calidad de terceros, pagaron una deuda ajena y que por eso se subrogaron en las acciones del acreedor contra las compañías de seguros, como lo creyó el Tribunal. Al contrario, la señora María Saray García de Pachón aduce la "calidad de beneficiaria y cónyuge sobreviviente" de Jorge Enrique Pachón, en tanto que los atlas demandantes, "el carácter de hijos legítimos del mismo". Expresiones que no dejan duda que en esas condiciones demandaron, fundados en el contrato de seguro y en que las compañías aseguradoras incumplieron la prestación señalada en dicho contrato. 3.- Además, el escrito de Nelsy Viviana Pachón García, donde solicita, subsidiariamente, que se acceda a las pretensiones de los demandantes en su condición de subrogatorios del Banco Cafetero frente a las aseguradoras, no puede tenerse como una demanda o como adición o reforma a la inicialmente presentada, porque fuera de ser un simple escrito de intervención, no se corrió el respectivo traslado. El Tribunal, empero, acoge la pretensión subsidiaria de la litisconsorte, pese a que no le "atribuye ninguna diferencia de fondo a los dos escritos y ciertamente no reconoce basarse para su decisión en el documento de intervención (...), sino en la demanda directamente, lo cual hace evidente la inconsonancia que se acusa". CARGO QUINTO 1.- Acúsase la sentencia por violar los artículos 1494, 1530, 1536, 1542, 1602, 1666 a 1670 del Código Civil, 822, 1080, 1037, 1137 y 1141 del Código de Comercio, como consecuencia de errores de hecho en la apreciación de la demanda, de los poderes otorgados y del escrito presentado por la litisconsorte, "al dar por probado, sin estarlo, que los demandantes obraron...en calidad de subrogatorios del Banco Cafetero". 1.1.- Con relación a la demanda, porque la cónyuge de Jorge Enrique Pachón, quien igualmente afirmó que había sido "deudora solidaria", de las obligaciones, amén de beneficiaria del seguro de vida grupo deudores, y sus hijos, "herederos de éste", dijeron actuar en esas calidades, sin que afirmen que "han pagado las deudas del fallecido al Banco Cafetero y que en consecuencia se han subrogado en su posición de acreedor”. Al contrario, cuando manifestaron que el Banco I Cafetero los requirió para que pagaran las obligaciones de su causante, esto denota que no podían actuar en esa posición, porque la "subrogación sólo se configura en el momento del pago", Igualmente, si las pretensiones se encaminaron a que se indemnizaran los daños causados por la negativa de las; aseguradoras al pago del siniestro, la subrogación se excluye, porque por definición únicamente opera para "perseguir el pago de la prestación que es objeto de la relación obligacional y sus accesorios". Súmase a lo dicho que en los fundamentos de derecho de la demanda no se cita norma alguna que aluda a la subrogación. Además, el llamamiento en el libelo del Banco Cafetero, como litisconsorte facultativo, resultaba contradictorio, porque la "subrogación supone la salida del acreedor original de la relación obligacional”. 1.2.- En cuanto a los poderes, la cónyuge sobreviviente lo otorga para que "gestione el pago del siniestro" por ser "beneficiaria a título gratuito del seguro de vida" y porque "el Banco Cafetero le está cobrando las deudas...en calidad de codeudora de las mismas". Los hijos en tanto lo conceden "para llevar a cabo hasta su terminación las gestiones tendientes a obtener de las demandadas el pago del seguro de vida de grupo deudores". 1.3.- Respecto del escrito de intervención, del que se afirma no es idóneo para alterar o modificar la relación procesal, porque si bien el Tribunal se cuidó de apreciarlo, de todas formas, al mencionarlo, pesó en su decisión, pues en la pretensión subsidiaria se manifiesta la subrogación. Fuera de esto, contradictoriamente, en él los demandantes piden para la "sucesión de Jorge Enrique Pachón", en calidad de cónyuge e hijos y como beneficiarios gratuitos del seguro de vida, siendo que el único beneficiario a título oneroso es el Banco Cafetero. 2.- Frente a todas esas expresiones, el censor concluye que los demandantes, en las condiciones dichas, ejercitaron una acción de naturaleza contractual, derivada del seguro de vida, en calidad de beneficiarios gratuitos, cuando no la tienen, porque el Banco Cafetero los excluye al ser el titular del interés asegurado a título oneroso. CONSIDERACIONES 1.- Como a partir de la reforma que el Decreto 2282 de 1989 introdujo al artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, una sentencia susceptible del recurso de casación puede acusarse por "error de hecho manifiesto en la apreciación de la demanda" (causal primera), o por no estar "en consonancia con los hechos de la demanda" causal segunda), que son los errores que, en lo esencial, en ambos cargos se denuncian, conviene precisar, como suficientemente lo tiene por averiguado la jurisprudencia, en qué casos se puede calificar el error como de juicio y en cuáles como de procedimiento. En la primera hipótesis, se comprende que al definir el pleito, el sentenciador se sujeta al principio que le impone resolverlo con arreglo a los hechos invocados, sólo que al fijarles su sentido y alcance, termina, sin embargo, alterándolos. En la segunda, se entiende que el juez se aparta de su contenido y lo sustituye por el que dicte su personal criterio. "Se trata, entonces, en el primer caso de un error de entendimiento del contenido de la demanda, mientras en el segundo, un yerro por invención o imaginación judicial, producto de la desatención o prescindencia de los hechos de la demanda" (sentencia de 27 de noviembre de 2000, expediente 5529). 2.- Si como se vio, la incongruencia fáctica tiene lugar cuando el juez se aparta de los hechos de la demanda y no cuando los interpreta, el cargo segundo se torna infundado, porque en verdad, todo se reduce a un problema de interpretación entre el recurrente y el sentenciador sobre los alcances de la causa petendi, lo cual precisamente se combate en el cargo quinto, a partir de aceptarse la existencia del seguro de vida grupo deudores y el pago de las obligaciones que tenía Jorge Enrique Pachón, al momento de su deceso, con el Banco Cafetero, por parte de su cónyuge e hijos: el Tribunal, al concluir que como el pago de las obligaciones correspondía a las aseguradoras, en virtud del seguro de vida, los demandantes al pagar, se habían subrogado en los derechos del acreedor. El recurrente, al interpretar que como aquéllos dijeron actuar en calidad de "beneficiara y cónyuge sobreviviente" e "hijos legítimos" del causante y, según el escrito de la litisconsorte, en la de "beneficiarios del seguro", nada diferente podía comprenderse que el contrato de seguros se erigió en la fuente de sus derechos, respecto del cual no eran partes, careciendo) por lo tanto, de legitimación para demandar. De otra parte, si en el cargo de incongruencia fáctica se acepta que el Tribunal basó su decisión "en la demanda directamente" y no "en el documento de intervención de la litisconsorte", no se explica la Corte cómo ese documento corrobora el vicio alegado. Si lo fue porque se acogió la pretensión subsidiaria de dicho escrito, siendo que no era idóneo para alterar o modificar la relación procesal, entre otras cosas, porque del mismo no se corrió traslado a la parte demandada, el problema sería otro, en todo caso ajeno a la causal de incongruencia. 3.- Dilucidado, entonces, que todo se reduce a un problema de interpretación de la demanda y de otros documentos relacionados con su contenido, como se denuncia en el cargo quinto, pertinente resulta señalar que el juez al interpretar dicho libelo debe hacerla dentro de un marco que no riña con su objetividad, pero sólo cuando la imprecisión o la oscuridad no sean de una magnitud tal que obstaculicen averiguar lo que el demandante quiso expresar. Tarea en la que, se tiene dicho, debe tener en cuenta que la "torpe expresión de las ideas per se no puede ser motivo de rechazo del derecho suplicado cuando éste alcanza a percibir se en su intención y en la exposición que de los presupuestos tácticos hace el demandante en su demanda" (sentencia de 16 de febrero de 1995, CCXXXIV-234). La interpretación de la demanda, en consecuencia, debe hacerse con un 'criterio jurídico' y no mecárlico, de modo racional, lógico y científico, amén de ceñido a la ley. De ahí que dentro de un contexto de respeto por los derechos fundamentales, el examen del libelo se impone de manera integral, identificando la razón y la naturaleza del derecho sustancial que se hace valer, para así superar cualquier imprecisión en que se haya podido incurrir. 3.- En ese orden, debe dejarse sentado que el contrato de seguro que encontró configurado el Tribunal en el caso, es el de "vida grupo deudores", mas no un seguro de crédito, porque el riesgo que asumió el asegurador era la pérdida de la vida del deudor y no la imposibilidad de pago de la obligación por parte del deudor dado su deceso, o por cualquier otra causa, con independencia de si el patrimonio dejado por el causante permitía pagar la obligación a la entidad bancaria acreedora. De un lado, al referirse, indistintamente, al "contrato de seguro vida grupo de deudores", y de otro, al señalar que los demandantes no habían invocado la calidades directas de "tomadores, beneficiarios o asegurados" de dicho contrato, pues lo que habían reclamado era el no pago del seguro al acaecer el siniestro, la "muerte" del deudor del Banco Cafetero, pago que dichos demandantes se vieron compelidos a efectuar frente a las objeciones que formuló la aseguradora líder. Obsérvese cómo el Tribunal dijo que en el caso las "compañías de seguros se obligaron a cancelar al Banco Cafetero los créditos que el tercero, Jorge Enrique Pachón, hubiese adquirido, ocurrida la condición que ambos determinaron (su muerte), obligación que una vez cumplida esa condición facultaba a la acreedora para trasladar el riesgo y obtener el pago de las deudas de tal forma amparadas". 4.- Siendo claro, entonces, que el riesgo que se aseguró era la pérdida de la vida del deudor, como así se aceptó a lo largo del proceso, inclusive en la demanda de casación, a tal punto que se opuso como excepción que la muerte del asegurado causada por "suicidio" no era un riesgo cubierto, para el estudio del cargo quinto no interesa examinar si desdé el punto de vista sustancial los requisitos de la "acción subrogatoria", que es la que a juicio del Tribunal "en el fondo se persigue", y no otra, se encuentran probados, porque como hecho antecedente es fundamental verificar en la demanda si los supuestos que constituyen la subrogación convencional, que fue la que se encontró probada, fueron afirmados o al menos podían deducirse inequívocamente del libelo sin alterar su contenido objetivo. La subrogación, legal o convencional, implica que los "derechos, acciones, privilegios, prendas e hipotecas" de un acreedor se transmiten "a un tercero que paga", según se declara en los artículos 1666 y 1670 del Código Civil, lo cual significa que la obligación del deudor no se extingue, sino que lo que se presenta es un simple cambio de acreedor. Por tanto, para calificar en un caso concreto como subrogatoria la acción propuesta, es intranscendente que se manifieste expresamente en la demanda, porque ese formulismo, superado desde antaño, no lo exige la ley. Se requiere sí la afirmación de los hechos que la constituyen, como que los demandantes pagaron una obligación que era de cargo del tercero que se cita como demandado, para que sea el juez quien haga la imputación jurídica, así sea equivocada la del libelista. "Son los hechos, tiene dicho la Corte, la voz del derecho", razón por la cual es al juez a quien corresponde calificarlos, "no obstante los errores de las súplica: da mihi factum, daba tibi ius" (sentencia de 17 de octubre de 1962, C-137). Como en otra ocasión se dijo, "la desacertada calificación que el libelista le dé en su demanda a las súplicas, no tiene por qué repercutir en el tratamiento jurídico del caso, puesto que corresponde al juzgador y no a los litigantes definir el derecho que se controvierte" (sentencia de 7 de mayo de 1979, CLIC-120). 5.- Frente a lo expuesto, surge diáfano que el Tribunal no incurrió en los errores que el cargo quinto denuncia, porque así no se hubiere afirmado en la demanda expresamente que los demandantes se subrogaron en los derechos y acciones del acreedor Banco Cafetero, respecto de las aseguradoras, en calidad de deudoras, de todas formas los supuestos que exponen dichos demandantes como fundamento de las pretensiones, se encuadran en las hipótesis normativas a que se hizo referencia. En efecto, amén de afirmar que los créditos que había otorgado el Banco Cafetero al señor Jorge Enrique Pachón, estaban amparados por un seguro de vida grupo de deudores, los demandantes manifestaron que al acaecer el siniestro, la muerte del deudor, las aseguradoras, ante el reclamo efectuado por el acreedor inicial, negaron el pago del seguro, motivo por el cual el BANCO CAFETERO, tomador y beneficiario del seguro de vida grupo deudores, procedió a requerirlos para que cancelaran las obligaciones, viéndose compelidos a hacer abonos ante el peligro de una acción judicial que los marginara del acceso al crédito. Cotejado lo anterior con lo que expresó el Tribunal, se observa total fidelidad, porque como ya se observó, luego de advertir que la demanda "no adolecía de oscuridad”, el sentenciador identificó que la condena solicitada es "por el no pago del seguro", pues cuando los demandantes solucionaron las obligaciones "entendieron que efectuaban un pago al que no estaban obligados por ser a las aseguradoras a quienes correspondía". Igualmente, cuando consideró que al ocurrir la muerte de Jorge Enrique Pachón, las aseguradoras y el Banco Cafetero se habían colocado en deudoras y acreedor, respectivamente, por lo que no podía sostenerse que los herederos cancelaron deudas del difunto, porque el causante "nada debía al momento de...su deceso", es decir, en virtud del contrato de seguro de vida grupo deudores las obligaciones adquirieron "un nuevo deudor, específicamente las aseguradoras", razón por la cual no podía negarse legitimación a los demandantes por no ser parte en el contrato de seguro. 6.- En lo demás, no se ve cómo la condición de "cónyuge sobreviviente" e "hijos legítimos" del causante, afirmada bien en los poderes otorgados, ya en la demanda, pueda desvirtuar la subrogación, porque amén de ser ciertas esas calidades, precisamente el Banco Cafetero, apoyado en las mismas, requirió a los demandantes para el pago de las obligaciones. En todo caso, como al inicio se dejó advertido, ni la omisión de las ideas ni la mención torpe de las mismas, como ahora, acaban por sí solas matando el derecho sustancial, menos cuando, como igualmente se vio, en los demás hechos está la médula que refleja la verdadera intención de los demandantes. De otra parte, si por la subrogación, legal o convencional, se traspasan los "derechos, acciones y privilegios" del antiguo al nuevo acreedor, no es equivocado sostener, con relación al seguro de vida grupo deudores, que los demandantes adquirieron la calidad de beneficiarios, a título oneroso, porque esa era precisamente la posición del Banco Cafetero en el contrato de seguros, que no es lo mismo a que fueran beneficiarios "directos" del citado seguro de vida grupo deudores. Por lo tanto, cualquier afirmación distinta, como que eran beneficiarios directos a título gratuito del seguro de vida grupo deudores, es intrascendente, por ser una Interpretación que no se acompasa con el derecho suplicado. La Corte, refiriéndose a un contrato de seguros de esa naturaleza, tiene explicado que "delimitada la cobertura de la póliza al pago del saldo de la deuda en el monto que tuviese a la fecha del fallecimiento del asegurado, no cabría estipular otros beneficiarios, pues nada podrían reclamar para si”, porque el "valor del seguro va a la par con el saldo de la deuda, de manera que nunca quedará remanentes. Pero además, ese valor del seguro tiene una destinación específica: ser aplicado a la deuda del asegurado fallecido” (sentencia No. 145 de 29 de agosto de 2000, expediente 6379). Lo mismo cabe predicar de la solicitud de citación del Banco Cafetero, como litisconsorte facultativo o como demandado, por haber sido el acreedor original, porque si bien, tal cual se expresa en el cargo quinto, la "subrogación supone la salida del acreedor original de la relación obligacional”, lo cierto es que esa intervención no tuvo efecto, pues como lo señaló el juzgado, la pretensión contra dicho acreedor "no fue estimada viable y por ello, ni...proveyó nada al respecto, ni los actores volvieron sobre el tema". Si se hubiera admitido, la consecuencia era negar cualquier pretensión en contra del antiguo acreedor, porque evidentemente, en palabras del recurrente, "ninguna acción en subrogación podría permitir el llamamiento como litisconsorte", "a quien era originalmente...acreedor”. Ahora, como el juez es quien debe aplicar las disposiciones que sean pertinentes al caso, así se hayan omitido, o las citadas sean equivocadas, el punto ninguna incidencia podría tener en la decisión, por ser un elemento de la demanda neutro. Ese aspecto, dice la Corte, "debe sur salvado por el funcionario judicial, puesto que el tipo de juez técnico que reconoce el sistema procesal vigente en Colombia, que lo presume conocedor de la ley, razón por la que ésta no debe ser probada, le impone el deber de aplicar la que corresponde al caso concreto, haciendo un ejercicio adecuado de subsunción" (sentencia No. 208 de 31 de octubre de 2001, expediente 5906). En cuanto a la demanda de la litisconsorte necesaria, debe decirse que si el Tribunal la estimó para concluir la subrogación, cualquier duda se despejaría al respecto, en consideración a que en ella la compareciente menciona expresamente el hecho. Otra cosa es que, según el recurrente, el escrito de intervención no se pudiera valorar por no ser idóneo para modificar o alterar la relación procesal, porque en ese evento el problema sería de contemplación jurídica. Aún así, la decisión no sufriría modificación, porque como quedó analizado, los demás errores denunciados son inexistentes. 7.- Distinto es que los demandantes o uno de ellos, hayan pagado la obligación como codeudores solidarios del causante, caso en el que el pago realizado no les otorga la calidad de beneficiarios del seguro de vida grupo deudores que tomó el acreedor inicial, porque con motivo de la solidaridad pasiva, el banco, ante la dificultad del cobro del seguro, por las circunstancias que fueren, bien había podido exigir el pago de la obligación al codeudor o codeudores solidarios sobrevivientes, efectuado el cual, sin más, quedaría extinguida la obligación para todos los deudores solidarios, sin perjuicio de la "subrogación legar, contra los herederos del obligado solidario fallecido, en el caso en que fuera el interesado en la deuda. Tratándose de un seguro de vida grupo deudores, como el del caso, y no un seguro de crédito, se reitera, recientemente se explicó que en las circunstancias especiales que ofrecía el litigio, "en el que se verifica que el acreedor beneficiario del seguro quiso hacer efectivo éste para aplicarlo a la deuda, mas no obtuvo el resultado positivo por causas ajenas a su voluntad, cuanto fue la aseguradora quien propuso una objeción que determinó en últimas que el otro deudor solidario procediera a efectuar el pago de la deuda; y en el que, además, median las relaciones internas de la solidaridad entre quien hizo ese pago y los herederos del codeudor, los que por causa de la extinción de la obligación pasaban a ser beneficiarios del seguro; debe concluirse que no hay lugar a que el demandante pueda tomar para sí igual título, beneficiario, por vía de la subrogación" (sentencia No. 025 de 23 de marzo de 2004, expediente 14576). Doctrina que desde luego no sería aplicable al caso, de un lado, porque si bien en el hecho nueve de la demanda se afirmó que, respecto de las obligaciones que tenía el causante JORGE ENRIQUE PACHON al momento de su muerte con el BANCO CAFETERO, la señora MARIA SARAY GARCIA DE PACHON, su esposa, era "deudora solidaria", lo cierto es que ninguno de los pagarés que motivaron la controversia, los cuales reposan en el expediente tanto en original como en copia auténtica, aparecen firmados físicamente por ella, y de otro, porque con independencia de la terminología utilizada, el pago que el acreedor original le exigió a dicha señora no lo fue en el grado de codeudora solidaria, sino como "cónyuge sobreviviente". 8.-En esas circunstancias, los cargos segundo y quinto no prosperan. CARGO TERCERO 1.-Acúsase la sentencia por no estar en consonancia con las pretensiones de la demanda. 2.-El cargo se fundamenta en que en la demanda se pide para los demandantes, pero el Tribunal impuso la condena con "destino a la masa herencia". Si realmente se hubiere solicitado para la herencia, al menos debió arrimarse la prueba de la calidad de herederos. 3.-De otra parte, lo pedido se contrae exclusivamente a las "deudas del fallecido en la fecha de la muerte, más intereses causados y/o pagados por los demandados al Banco" y a la "corrección monetaria". Sin embargo, la sentencia confirmó la orden de pago de intereses sobre los saldos insolutos, a la tasa indicada en los respectivos pagarés, desde la fecha de "cada uno de los pagos verificados por los demandantes", cuando respecto de esas sumas únicamente se demandó "corrección monetaria". Así se ratifica en la pretensión quinta de la reiterada inoportuna demanda de la litisconsorte. CONSIDERACIONES 1.-El artículo 305 del Código de Procedimiento Civil impone la obligación al juez de adecuar su decisión al objeto y a la causa de la pretensión, así como a la oposición que se haya planteado. Por esto, son incongruentes las sentencias que omiten pronunciarse, en cualquier sentido, sobre los temas eficazmente propuestos por las partes o cuando a pesar de haber sido resueltos, no respetan sus límites cualitativos o cuantitativos. Como la incongruencia es un vicio de actividad, la prosperidad de la causal segunda de casación no tiene otra finalidad que corregirlo, obviamente en sede de instancia, bien completando la sentencia deficiente, ya reduciendo la excesiva, ora conformando la decisión al proceso en el caso de desenfoque. 2.-Frente a lo anterior, claramente se advierte I que con relación a la primera parte de la acusación, el error no existe, porque si bien el Tribunal confirmo la sentencia apelada, esto no significa que lo fue como el juzgado redactó la parte dispositiva, es decir, que el pago debía verificarse "a favor de los demandantes y litisconsorte, con destino a la masa herencial”. Si la sentencia forma una unidad inescindible, en cuanto sus disposiciones encuentran explicación en sus motivaciones, es indiscutible que examinada en su contexto la sentencia, el Tribunal en ninguna parte confirmó que se había pedido para la sucesión de JORGE ENRIQUE PACHON, porque al concluir que la acción propuesta era la subrogatoria, estaba significando que los demandantes habían pagado deudas ajenas, las de las aseguradoras, y no las de su causante. 3.-En lo que resta del cargo como el juez no puede condenar al demandado por cantidad superior o por objeto distinto al pretendido en la demanda, la comprobación de la incongruencia objetiva, en cualquiera de sus modalidades de extra, ultra o mínima petita, supone una labor de parangón entre las decisiones de la sentencia y lo que debía ser motivo de condena, para, previa esa confrontación, verificar si se pecó por exceso o por defecto. Frente a lo anterior, lo primero que advierte la Corte es que si para comprobar o confirmar la incongruencia objetiva se acude al escrito de la litisconsorte, es claro que para ser coherentes, el recurrente no podría echar mano de esa intervención para realizar la labor de parangón a que se hizo referencia. Esto porque si a dicho escrito no se atribuye ninguna eficacia legal, es lógico que tampoco le serviría para demostrar el vicio de procedimiento denunciado. Empero, confrontadas las decisiones con las pretensiones de la demanda, se advierte que el error en cuestión; es infundado. En efecto, tres condenas, en síntesis, contiene el libelo, la primera se refiere a las "cantidades de dinero" que el "causante" adeudaba al Banco Cafetero al momento de su muerte, cuyo pago correspondía a las aseguradoras; la segunda, a los perjuicios morales y materiales causados por la "negativa al pago del siniestro", consistentes, entre otros, en los "intereses corrientes y moratorias, causados y/o pagados, con posterioridad al 30 de Enero de 1991"; y la tercera, a "la corrección monetaria a que haya lugar”. La sentencia de segunda instancia confirmó la condena al pago de intereses, pero modificada en cuanto a la fecha a partir de la cual debían cancelarse, así como la negativa al pago de la "corrección monetaria" y "perjuicios" distintos a intereses. Al no consignar consideración adicional, se colige que el Tribunal en el punto avaló la tesis del juzgado, según la cual la condena por perjuicios se circunscribía a los causados por la mora en el "pago reclamado", caso en el que "tales daños toman el denominativo de intereses moratorias", porque "ninguno otro perjuicio se ha producido, como que ni siquiera los actores tuvieron el cuidado de relacionarlos para su apreciación". De manera que si en las pretensiones se solicitó el pago de perjuicios por la "negativa al pago del siniestro", consistentes en los" intereses corrientes y moratorias, causados y/o pagados por causa de los créditos mencionados, con posterioridad al 30 de enero de 1991", en ninguna incongruencia objetiva se incurrió, porque con respecto a los "créditos mencionados" (pretensión primera), se pretendió no sólo el pago de los intereses "causados con posterioridad” a la muerte de Jorge Enrique Pachón, sino también los “y/o pagados" al Banco Cafetero por los demandantes después de esa misma fecha, amén de la desestimada corrección monetaria (subrayas extexto ). 3.- Así las cosas, el cargo no se abre paso. CARGO CUARTO 1.- Denúnciase la sentencia por violar directamente los artículos 1494, 1530, 1536, 1542, 1602, 1632, 1666 a 1670 del Código Civil, 822 y 1080 del Código de Comercio. 2.- En su desarrollo, el recurrente afirma que la sentencia consideró que los demandantes pagaron una deuda ajena, pues la obligación era de las compañías de seguros frente al Banco Cafetero, una vez ocurrido el evento previsto en la póliza de seguro de vida. Por esto concluyó que dichos demandantes se "subrogaron ocupando la posición de acreedores que antes tenía el Banco, lo cual los legitimaba para demandar el pago a las aseguradoras". También, dice, en el proceso se estableció que las sociedades demandadas "objetaron el siniestro y consideraron que no estaban obligadas a pagar”. 3.- En ese estado de cosas, el recurrente expresa que el Tribunal dejó de aplicar el artículo 1632 del Código Civil y aplicó indebidamente las demás disposiciones citadas, porque si el asegurador "no reconocía dicha deuda y desaprobaba consecuencialmente su pago", el que paga contra la "voluntad del deudor no tiene derecho para que el deudor le reembolse lo pagado; y no se entenderá subrogado por la ley en el lugar y derechos del acreedor, ni podrá compeler al acreedor a que le subrogue". CARGO SEXTO 1.- Acúsase la sentencia por haber violado las mismas normas legales que se citan en el cargo inmediatamente anterior, salvo el artículo 1632 del Código Civil, y adicionalmente, los artículos 1037, 1137 y 1141 del Código de Comercio, como consecuencia de errores probatorios de hecho, al tener por acreditado, sin estarlo, que "entre los demandantes y el Banco Cafetero había mediado una subrogación de carácter convencional”. 2.- Expresa el censor que el Tribunal no mencionó los medios que prueban la "voluntad del acreedor en la subrogación y la constancia de la misma en la carla de pago", lo cual significa que creyó verlos, en tanto ignoró las pruebas que con claridad demuestran lo contrario. En ninguna parte de la demanda, de los pagarés y de los documentos vistos en los folios 305, 328, 329 y 521 (C-1), 74, 75 y 77 a 79 (C-3), se afirma un hecho relativo a esos requisitos, únicamente el pagaré No. 389, girado por los demandantes, contiene la mención: "Crédito otorgado para refinanciar OP 00024-9 vencida en Marzo 10 de 1991". Si bien el Banco Cafetero utilizó en los citados documentos, antitécnicamente, la expresión subrogación, frecuentemente usada en los últimos años por el sistema financiero, su significado no es otro que asunción de deuda, en cuanto al ser refinanciadas las obligaciones del causante, los demandantes las asumieron. 3.- Concluye el recurrente que la subrogación convencional no se encuentra probada, pues al ser un acto "voluntario y solemne", era necesaria la "expresa...manifestación de la voluntad de subrogar al que paga en los derechos y acciones del acreedor contra el deudor original, y que ello además debe hacerse constar en la carla de pago". CARGO OCTAVO 1.-Denúnciase la sentencia por haber violado las mismas disposiciones que se citan en el cargo anterior, incluyendo el artículo 1632 del Código Civil, como consecuencia de errores de hecho que llevaron al Tribunal a suponer que "entre los demandantes y el Banco Cafetero había mediado una subrogación", legal o convencional, que los legitimaba para demandar. Sobre la subrogación convencional, el censor repite la acusación contenida en el cargo sexto. La Corte, por economía, se remite al compendio del mismo. En cuanto a la subrogación legal, el recurrente afirma que los errores probatorios se concretan en el documento del folio 24, C-1, y en la confesión del hecho octavo de la demanda, pruebas con las cuales se demuestra que las aseguradoras objetaron el pago del siniestro y que declararon abiertamente, sin género de dudas, que no se encontraban obligadas a pagar suma alguna al Banco Cafetero por la muerte de Jorge Enrique Pachón. 2.- Manifiesta el recurrente que si se hubieran examinado esos elementos probatorios, se habría concluido que el pago efectuado por los demandantes al Banco Cafetero, se hizo "contra la voluntad' de las "aseguradoras", circunstancia que impedía la subrogación. CONSIDERACIONES 1.- Ante todo cabe observar que en la sentencia se dejó sentado que los demandantes, en calidad de terceros, al solucionar una obligación que era de cargo de las aseguradoras, como deudoras principales, habían entrado a ocupar el lugar de acreedor, razón por la cual "estaban facultados para demandar la repetición del pago". El Tribunal, desde luego, entendió que la subrogación a que se refería el caso era la "convencional, señalada en el artículo 1669" del Código Civil al definirla como "un convenio celebrado entre el tercero y el acreedor que acepta recibir el pago y subrogarlo, sin que el deudor intervenga en esa convención, el cual, por lo tanto, se torna extraño a la subrogación al no tener que manifestar su consentimiento en uno u otro sentido, porque el objeto principal de la misma es un pago, el cual puede efectuarse aún contra la voluntad del deudor”. Así mismo, cuando en el análisis de los requisitos de esa especie de subrogación, es decir, (a) la calidad de terceros de quienes pagaron, (b) la voluntad del acreedor en subrogar, (c) la mención expresa en la carta de pago y (d) la sujeción a las reglas de la cesión de derechos, el sentenciador los encontró cumplidos. En su sentir, porque si" estar obligados "personalmente ni en nombre de la sucesión", los demandantes pagaron la obligación en virtud de la "comunicación del acreedor remitida el 2 de octubre de 1991 (f. 42) ‘al requerirles formalmente la cancelación inmediata’ de las obligaciones adquiridas por el causante Pachón", lo que evidentemente hicieron "conforme a la prueba emanada del propio acreedor”. 2.- Bajo esa óptica, claramente se advierte que las acusaciones contenidas en el cargo cuarto y en la segunda parte del cargo octavo, referidas a la subrogación legal, resultan desenfocadas, porque el Tribunal fundamentó su decisión en la existencia de la subrogación convencional. De ahí que para nada importaba que el pago se hubiere efectuado contra la voluntad del deudor, entendiendo por tal el hecho de haber objetado la reclamación, pues si bien esa es la regla general, la recurrente no tiene en cuenta que aún así, el tercero que paga pasa a ocupar el lugar del acreedor en el caso de que éste le "ceda voluntariamente su acción", como lo prescribe el artículo 1632 del Código Civil, mismo que se cita como violado, excepción que precisamente encontró configurada el Tribunal. 3.- Así las cosas, la controversia queda circunscrita a la subrogación convencional, que es a lo que se refiere el cargo sexto y lo que resta del cargo octavo, respecto de la cual se manifiesta que el Tribunal tuvo por demostrado, sin estarlo, los elementos relativos a la "voluntad del acreedor en la subrogación" y a la "constancia de la misma en la carta de pago", en tanto que ignoró los medios que acreditan que el acreedor "no subrogó a los demandantes en ninguna relación obligacional”, pues se limitó a "recibir el pago" y a "declarar extinguida la deuda", luego de haber "aceptado y consentido en la objeción que los aseguradores habían formulado frente a su reclamo". 3.1.- Existe acuerdo en el proceso que los demandantes pagaron al Banco Cafetero los créditos que estaban pendientes de pago cuando ocurrió la muerte del deudor, señor Jorge Enrique Pachón. Así lo acepta el recurrente al relacionar las "diferentes certificaciones y comunicaciones", amén de los pagarés con las constancias del caso, y el Tribunal al remitir a la prueba que sobre el particular emanaba del "propio acreedor”. Referente a que se supuso la prueba relativa a la "voluntad del acreedor en la subrogación" y a la "constancia de la misma en la carta de pago", y que se ignoró la que existía en contrario, conviene precisar que el Tribunal la encontró en la "comunicación del acreedor remitida el 2 de octubre de octubre de 1991 (f 42) al 'requerirles formalmente la cancelación inmediata' de las obligaciones adquiridas por el causante Pachón. Es fácil entender que así no se diga en ese contexto, el requerimiento comprendía las acciones judiciales que, como también lo han afirmado, quebraría en materia grave su crédito agrícola". Así mismo, en la "prueba emanada del propio acreedor”, que es la misma que el recurrente relaciona, pues en el expediente no existe otra. Igualmente cabe llamar la atención que el censor acepta expresamente que en la referida prueba documental "se alude al hecho de que alguna o algunas de esas obligaciones -se refiere a los pagarés que 'estaban pendientes de pago cuando sobrevino la muerte de Jorge Enrique Pachón- fueron 'subrogadas'" a "MARIA SARAY GARCIA DE PACHON”, inclusive a sus "hijos", como en efecto así se lee en algunos de esos documentos. Precisamente con relación a los citados pagarés, obsérvese cómo el BANCO CAFETERO manifiesta en algunos de las certificaciones que expidió, indistintamente, luego de recibir los pagos que se le hacían, que "subrogo el saldo de la obligación...a MARIA SARAY GARCIA DE PACHON e hijos", que la obligación "fue subrogada a nombre" de los mismos, que la obligación es "subrogada a MARIA SARAY GARCIA DE PACHON”, y que existe "subrogación a cargo de MARIA DE PACHON” (folios 305, 323, 328, cuaderno 1,74-75, cuaderno 3). Desde luego que si en concordancia con la interpretación de la demanda, según se analizó al resolver el cargo quinto, esa es la realidad objetiva que presenta la prueba documental, en ningún error probatorio de hecho por suposición u omisión de pruebas pudo incurrir el Tribunal al dejar sentada la existencia de la subrogación convencional, a partir de encontrar reunidos los requisitos relativos a la "voluntad del acreedor en la subrogación" y a la "constancia de la misma en la carta de pago", que son los que se controvierten. De ahí que el sentenciador acertó cuando I concluyó que la subrogación voluntaria se "comprendía por sí mismo, desde el momento en que el único que puede disponer de la obligación es aquél a quien pertenece, esto es al acreedor, y por lo mismo el único con capacidad para subrogar el pago. La subrogación comporta una disposición de bienes que están en el peculio de aquel”. Así mismo, cuando indicó que ese pago lo realizaron los demandantes por los requerimientos del acreedor, "bajo la presión de una acción ejecutiva, y por la cardinal razón de no atenderse el pago del siniestro" por las aseguradoras". Ahora, si la recurrente quiere significar que la carta o documento de pago no podía suplirse con ninguna otra prueba, es claro que en el punto estaba obligado a deducir otro tipo de error, el de derecho, adecuándolo de conformidad con él, como es, entre otras cosas, denunciando la norma probatoria que consideraba infringida y explicando en que consistía la infracción, como ineludiblemente lo exige el inciso final del artículo 374 del Código de Procedimiento Civil. Por lo demás, el Tribunal calificó a quienes hicieron los pagos como "terceros" con respecto a las relaciones entre las aseguradoras y el Banco Cafetero. Este requisito de la subrogación convencional, que entre otras cosas no se controvierte, desvirtúa que los demandantes hayan solucionado las deudas del difunto. Como se dijo en la sentencia recurrida, no lo es porque dicho causante "nada debía al momento de ocurrir el deceso", en consideración a que "por efectos del contrato de I seguro", esas obligaciones se trasladaron, surgiendo un nuevo deudor, "específicamente las aseguradoras, que asumían el riesgo originado el siniestro". 3.2.- Si lo anterior fuera poco, obsérvese cómo el propio recurrente acepta que en las aludidas, "certificaciones y comunicaciones", el BANCO CAFETERO evidentemente refiere, que las obligaciones fueron "subrogadas", y aunque aclara que la expresión se utilizó únicamente para significar que los "demandantes se sub rogaron en las deudas, esto es, las asumieron", la Corte se ve relevada de analizar el tema, como pasa a verse. El recurrente manifiesta que esa expresión no es técnica jurídicamente hablando, porque se ha "venido utilizando en nuestro sector financiero en los últimos años para aludir a algo que ciertamente no es subrogación, sino asunción de deuda". No diciéndose más sobre el punto, al rompe se advierte que no se trata de el ataque propiamente dicho en casación, porque si en verdad ese es el sentido que a esa expresión le confieren los Bancos, el censor se quedó a mitad de camino, porque no lo demuestra, pues ni siquiera remite a la Corte a donde así se indica, amén de que en el caso de haberse individualizado la acusación, es un tema novedoso en casación, porque en ninguna de las instancias se insinúo que la expresión "subrogación" el sistema financiero la ha entendido en los últimos años como asunción de deuda. 4.- En ese orden de ideas, los cargos cuarto, sexto y octavo no prosperan. CARGO SEPTIMO 1.- Acúsase la sentencia por haber violado los artículos 1494, 1530, 1536, 1542, 1602, 1632, 1666 a 1670 del Código Civil, 822, 1080, 1056, 1064 y 1072 del Código de Comercio, como consecuencia de errores de hecho que "llevaron al Tribunal a considerar probado que el suicidio estaba cubierto por el contrato de seguro". 2.- En cuanto a la conclusión sobre que el contrato de seguro, respecto de Jorge Enrique Pachón, se encontraba vigente desde 1986, porque no se trataba de una póliza automática, como erróneamente lo apreció el Tribunal, sino de una póliza colectiva o de grupo, respecto de la cual, uno es su marco general, y otra, distinta, cada una de las relaciones individualmente consideradas. El Tribunal tergiversó los anexos del contrato de seguro y omitió las condiciones de la póliza grupo deudores No. 0-310, relativas a los intereses individuales, particularmente que cada amparo entraría en "vigor a partir de la fecha en que la Compañía comunique por escrito su aprobación al tomador (condición 3) hasta el pago de la deuda (condición 12). Igualmente, dejó de apreciar que los pagarés de 7 de marzo, 9 de mayo y 17 de octubre de 1990, se encontraban vigentes al momento de fallecer el deudor Jorge Enrique Pachón. Así mismo, las solicitudes de seguro de vida de las mismas fechas (folios 74-76, C-1), y los documentos de 9 de abril, 8 de mayo y 17 de noviembre de 1990, mediante los cuales la aseguradora líder "aprueba el...seguro en cada caso". 3.- Respecto a que el "suicidio" "era un riesgo que se encontraba cubierto….por la póliza de seguro", porque pese a verificarse en el anexo de 30 de octubre de 1987 que el suicidio estaba amparado, siempre y cuando ocurriera "un año después de la vigencia de la póliza", el Tribunal, con fundamento en el anexo de 10 de marzo de 1990, concluyó que esa condición original de la póliza se había suprimido, por lo que "había quedado cubierto el suicidio en todo caso". Para demostrar el error, el censor insiste en que como el suicidio voluntario escapa al ámbito legal del seguro, es claro que al suprimirse la cláusula que lo amparaba, siempre que ocurriera luego de transcurrido un período de carencia, un año, significa que “el asegurador optó por NO CUBRIR EL SUICIDIO EN NINGUN CASO, para lo cual nada tendría que decirse expresamente, porque se entiende que no se pueden cubrir por el seguro los actos meramente potestativos del asegurado". 4.- Sobre que el suicidio no fue voluntario, porque fuera de no mencionar los medios que acreditan ese hecho, el Tribunal "dejó de apreciar o apreció erróneamente" las siguientes pruebas. Los interrogatorios de Homero y Gladys Pachón García, así como el de María Saray García de Pachón, aceptando “el hecho del suicidio en forma expresa", y las declaraciones rendidas por el primero y la última, además de Jaime y Rocío Pachón García, trasladadas de la investigación penal, sobre el "estado normal de depresión y angustia del enfermo ante su estado de salud” y del “uso de medicamentos paliativos usuales en esos casos", declaraciones que dejan bien claro que el fallecido llevó hasta sus últimos días “una vida norma", que “se movilizaba con libertad en su propia casa" y "tenia relaciones normales de familia con todos ,sus hijos y esposa y que en ningún momento demostró haber perdido la conciencia o la coherencia de sus actos". La actuación surtida en la misma investigación adelantada para averiguar la causa de la muerte, actuación que demuestra que Jorge Enrique Pachón falleció por "heridas de arma de fuego que se infringió por su propia mano". Particularmente, la declaración de la cónyuge sobreviviente, quien expresa que su esposo "siempre tenía tendencia a suicidarse, eso era una continua lucha escondiéndole las armas, porque él intentaba mucho acabarse la vida de esa manera". Las declaraciones de Guillermo Sánchez, médico de la familia, por sospechosas, y porque en el proceso penal "no hizo alusión alguna a estados mentales irregulares, a drogas o a otras cuestiones que hubieren eventualmente afectado el estado de conciencia del asegurado al cometer el suicidio". Además, inicialmente el testigo trató de restar importancia a la cirugía practicada al asegurado en octubre de 1989 y ocultó su alcance mediante términos técnicos que no lo revelaban. El dictamen de Medicina Legal, porque solicitado en el escrito de intervención, es inoportuno y extemporáneo, amén de no haber sido controvertido, pues de la solicitud de pruebas del litisconsorte no se corrió traslado, ni se dio la oportunidad de pedir pruebas a ese respecto. Igualmente, porque es una "prueba de oídas", en cuanto se fundamenta en lo dicho por el médico Guillermo Sánchez y en un concepto de un supuesto siquiatra que no se sabe si existe y si examinó al paciente, limitándose simplemente a decir que el fallecido se encontraba en estado depresivo. Concluye el recurrente que algunos de esos medios de prueba únicamente permiten establecer el estado depresivo del señor Pachón, pero no que su voluntad estuviera afectada, en tanto que otras lo que demuestran es que aparte del estado depresivo, el señor Pachón se encontraba en perfecto estado mental. CONSIDERACIONES 1.- Aunque ciertamente en la sentencia se I calificó de automática la póliza de seguros No. GD-310, cuando, coma se constata en su contenido, se trata de una póliza de Seguro de vida de grupo, esa calificación ninguna relevancia tiene para las resultas del proceso, porque el Tribunal no concluyó que respecto del causante Jorge Enrique Pachón, el seguro estaba vigente desde el mismo momento en que el tomador y el asegurador concertaron los lineamientos generales. Desde luego que si en esa especie de pólizas cada una de las relaciones singulares constituye un seguro independiente, el cual se rige, aparte de su marco general, por las condiciones particulares del caso, los errores habrían tenido lugar si el Tribunal hubiere desconocido que conforme a la cláusula tercera de las condiciones generales, los amparos individualmente considerados entrarían en vigor a partir de la fecha en que el asegurador comunique por escrito su aprobación al tomador. Igualmente, si hubiere omitido observar que de acuerdo con el anexo de 30 de octubre de 1987, el amparo de cada deudor de cartera cubría el "tiempo de duración de la deuda". Por supuesto que, como se resalta en el cargo, el Tribunal vio en la póliza de seguro de grupo de vida y en los anexos, que el amparo cubría a “todos los deudores" de cartera por el “tiempo de duración de la deuda" de cada asegurado. De manera que así lo señaló expresamente, los errores probatorios no existen, porque cuando el sentenciador se refirió a que no se trataba de nuevos contratos de seguro, sujetos a nuevas estipulaciones y bajo la premisa de estar vencidos los concertados inicialmente”, estaba indicando que se trataba del mismo contrato marco, sólo en virtud de las sucesivas renovaciones se había ampliado su vigencia. Por lo tanto, no es que la póliza de seguro de grupo de vida haya estado vigente, con relación al causante Jorge Enrique Pachón, desde el primer período de vigencia, o que cada; vez que a éste se le otorgara un crédito, tuviera que perfeccionarse un nuevo contrato, porque en ese evento se estaría frente a un seguro de vida individual y no de grupo. Lo que se dijo en la sentencia es que de “presentarse las condiciones requeridas en los anexos", el seguro “amparaba esos créditos o se sujetaba a exámenes médicos de superar las cuantías previamente señaladas o la edad de los asegurados". Siendo claro, entonces, que con relación a los créditos que tenía Jorge Enrique Pachón al momento de su muerte con el Banco Cafetero, el seguro de vida se encontraba vigente desde el 8 de mayo, 9 de abril y 17 de octubre de 1990, fecha en que la aseguradora líder aprobó el seguro en cada caso, todo de conformidad con lo estipulado en la condición tercera general de la póliza, según la cual los "amparos individualmente considerados sólo entrarán en vigor a partir de la fecha en que la COMPAÑÍA comunique por escrito su aprobación al tomador', pasa a examinarse si el Tribunal incurrió en los demás errores que se le imputan, al dejar por establecido que el riesgo de muerte por suicidio se encontraba cubierto y que el mismo fue involuntario. 2.-Es indiscutible que la muerte, que es un hecho futuro, pero cierto, constituye un riesgo asegurable, en los términos del artículo 1054 del Código de Comercio. Mas, como la ocurrencia de todo riesgo no debe depender "exclusivamente de la voluntad del tomador, del asegurado o del beneficiario", para que dé origen a la obligación del asegurador, surge el interrogante de si el suicidio responde al concepto jurídico de riesgo asegurable. Desde luego que si quitarse la vida depende de la "voluntad del tomador”, la muerte causada por suicidio, entonces, no sería un riesgo asegurable. Pero como una persona puede suprimir su existencia sin que la voluntad juegue ningún papel, la doctrina ha distinguido el suicidio consciente del inconsciente, según el agente tenga capacidad para comprender el acto que pretende realizar. Antígono Donati sostiene que el "suicidio la voluntariedad del acto y ésta su conciencia; sin la conciencia no hay la voluntad. De la voluntad, en cambio, se diferencia la capacidad de entender y querer, que desaparece cuando hay una enfermedad mental, pero no cuando solamente existe un estado emotivo y pasional” (Los Seguros Privados, P. 460). Joaquín Garriges, por su parte, enseña que el “suicidio deja de serlo para el contrato de seguro sobre la vida cuando la voluntad está viciada. No hay suicidio si el suicida está loco o mentalmente desequilibrado; como no lo hay tampoco cuando no existe la voluntad de quitarse la vida, como ocurre con los actos imprudentes que ocasionan, sin querer, la muerte” (El contrato de Seguro Terrestre, p. a 514). En términos generales, en igual sentido se pronuncia la doctrina nacional (J. Efrén Ossa G., Teoría General del Seguro, pp. 100-102). El mismo autor, con cita de Antonio Mejía Jaramillo, que comparte, expresa que “En cambio, el suicidio no deliberado, que es el producido en un estado en el que el asegurado no adquiere cabal juicio del alcance y la gravedad de su acto, es compartible con el seguro. Su calidad de inconsciente, o sea, la no intervención exclusiva de la voluntad del asegurado, al instante de darse la muerte, lo hace asegurable, no importa la época en que ocurra después de iniciado el seguro”. Síguese de lo dicho que como el suicidio inconsistente, el cual se ubica en el terreno de la involuntariedad, es susceptible de seguro, es claro que cuando las pólizas de seguro de vida cubren el riesgo de muerte por suicidio, luego de transcurrido un período de carencia, esa exclusión temporal no puede aplicarse el suicidio que es compatible con el seguro, en otras palabras, los períodos de carencia se aplican al suicidio voluntario y no al inconsistente, porque como quedó sin importar la época en que ocurra. Distinto es que, con independencia de su validez, acaecido el suicidio voluntario fuera del término excluido, las compañías de seguros “honren sus compromisos en ese sentido”, como se expresa en el cargo. 3.- Así entonces, cualquier discusión sobre la vigencia de la condición particular quinta contenida en el anexo de 30 de octubre de 1987 (folio 12, C-1), referida al seguro de vida de grupo 0-310, sobre que en "caso de suicidio de cualquier persona asegurada por esta póliza acaecido dentro del primer año siguiente a partir de la fecha de iniciación de su seguro, no hay lugar a indemnización por parte de la COMPAÑÍA", condición que se dejó sin efecto según anexo No. 6 de 10 de marzo de 1990 (folios 17-20), resulta estéril a todas luces. Si el Tribunal concluyó que Jorge Enrique Pachón se quitó la vida de manera inconsciente, dadas sus condiciones físicas y síquicas, debe entenderse que ese riesgo nada tenía que ver con el período de carencia, porque el amparo estaba cubierto desde la iniciación particular del seguro. Por tanto, si equivocadamente interpretó en la póliza de seguro de vida de grupo y en sus anexos, cosa distinta, al menos en lo que hace relación a la controvertida condición especial quinta, la cual, como se dijo, se dejó sin efecto posteriormente, los yerros, por lo dicho, se tornan intrascendentes, pues la Corte en sede de instancia de todas formas tendría que concluir que la muerte por suicidio inconsciente, por llamarlo de alguna manera, era un riesgo asegurable. 4.- Otra cosa es que Jorge Enrique Pachón se haya quitado la vida voluntariamente y no inconscientemente como lo concluyó el Tribunal, fundado en el "dictamen pericia en torno a las condiciones síquicas y físicas del asegurado, respaldadas en un testimonio técnico que, por provenir de quien lo tratara desde tiempo antes a su fallecimiento no ofrece ni puede ofrecer los reparos que se le han endilgado, aquél es admisible para demostrar la involuntariedad del mismo". En el proceso existe la prueba de la muerte del asegurado, inclusive causada por suicidio, como lo revelan los restantes medios que el cargo singulariza. Pero como, según lo explica el autor nacional citado, al beneficiario le incumbe probar únicamente la muerte del asegurado, al "paso que al asegurador corresponde la de la causa exceptiva: el suicidio voluntario (C. de Co., arto 1077)" (p. 102), el éxito de la casación se supeditaría a que esas pruebas demuestren la voluntariedad del suicidio. De manera que así se hubiere cometido algún error probatorio en la apreciación del dictamen pericial y en las pruebas que lo fundamentan, medios respecto de los cuales el Tribunal concluyó que el suicidio había sido inconsciente, de nada serviría remover esos errores, si ninguna otra prueba demuestra la voluntariedad del suicidio. Por supuesto que los demás elementos persuasivos que singulariza el cargo lo que acreditan es la muerte por suicidio, pero no que el suicidio haya sido voluntario al “instante" de causarse, porque así los mismos medios narren episodios que revelen una vida normal del causante, o indicativos de una tendencia al suicidio, esto no lleva necesariamente a concluir que al momento de la muerte, el señor Pachón estaba en pleno uso de sus facultades mentales. 5.- El cargo, en consecuencia, no prospera. DECISIÓN Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República, NO CASA la sentencia de 7 de abril de 1997, proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala Civil, en el proceso ordinario de María Saray García de Pachón, Homero, Doris y Carlos Enrique Pachón García contra las sociedades Agrícola de Seguros de Vida S.A. y Seguros del Comercio S.A. Costas del recurso a cargo da las demandadas recurrentes. Tásense. Cópiese, notifíquese y devuélvase al Tribunal de origen. EDGARDO VILLAMIL PORTILLA SALVEDAD DE VOTO PARCIAL MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ JAIME ALBERTO ARRABAL PAUCAR RAFAEL H. GAMBOA SERRANO Conjuez CARLOS ESTEBAN JARAMILLO SCHLOSS Conjuez PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO SALVEDAD DE VOTO Con todo respeto expreso mi disentimiento exclusivamente en lo que toca con el despacho del cargo primero, que creo debió haber prosperado, pues el órgano que expidió la sentencia no está previsto en la ley, además, por su irregular conformación al momento de votar, en las decisiones no se observaron las mayorías adecuadas. Prevé el artículo 19 de la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia que "Los Tribunales ejercerán sus funciones por conducto de... las demás salas, de decisión plurales e impares de acuerdo con la ley"(subrayas intencionales), regla de la cual se sigue que un tribunal compuesto de un número par de magistrados, no puede existir, justamente porque el equilibrio lleva a la no decisión. Se añade a lo anterior que en el mismo artículo que acaba de citarse, el legislador se ocupó de reiterar la prohibición de salas pares, en tanto dijo que sólo transitoriamente funcionarían salas duales mientras se integraban con número impar. Así las cosas, si la ley no autorizó el funcionamiento de jueces colegiados en número par, el órgano conformado para resolver este asunto sencillamente no es posible. Viene a corroborar lo anterior la previsión legislativa consagrada en el artículo 7° del Decreto Ley 1265 de 1970 que dispone la integración de la sala con el magistrado a quien sea repartido el asunto y los dos restantes. En conclusión, esta precisa acusación debió prosperar, pues un órgano compuesto de un número par de magistrados, como no puede existir, no puede ejercer ninguna competencia. Ahora, en cuanto concierne con las mayorías necesarias para aprobar un proyecto, si finalmente la sala que profirió la sentencia aquí acusada fue integrada con cuatro magistrados, dos no pueden ser la mayoría. Si dos de los cuatro jueces colegiados estaban de acuerdo con la hipótesis del pago con subrogación, otros dos no lo estaban, en particular porque si uno de los magistrados rubricó la sentencia "con salvamento de voto" la Corte no podía extraer de allí un voto positivo, como en verdad se insinúa al final del despacho del cargo del que me aparto. Dicho de otra manera, la existencia de dos salvamentos de voto, implica que la mitad de la sala no prestó su concurso a las resoluciones adoptadas. Que sólo uno de los magistrados haya abogado por la absolución en nada cambia la situación, pues más allá de los motivos que inspiran el voto disidente, lo cierto es que hay dos de ellos que impidieron formar la mayoría, a lo cual hay que agregar que no poca cosa es la diferencia entre abogar por una condena derivada de responsabilidad civil extracontractual, posición esta que no puede sumarse sin más a una condena basada en que hubo pago con subrogación. En la posición original del Tribunal, el magistrado que abogó por la absolución, una vez descartada esa posición, estaba obligado a dirimir entre el pago con subrogación y la responsabilidad extracontractual, pues lo decidido por la mayoría excluir la absolución- le obligaba. La práctica de llamar a un cuarto magistrado debe evitarse. En aras a la brevedad, y a manera de hipótesis, si en el presente caso los dos magistrados que estuvieron de acuerdo con el pago con subrogación, no lo estuvieron sobre la corrección monetaria aplicable, sería necesario llamar a un quinto componente, y si éste hiciera mayoría con el primero sobre el tema de la corrección, podrían luego disentir sobre los intereses aplicables, lo que haría necesario llamar a un sexto magistrado; y si este último se suma al quinto en punto de los intereses, pero se apartan en materia de la época desde la cual deben computarse ellos, habría que convocarse a otro magistrado, y a otro si la disparidad es sobre la tasa aplicable y sobre las costas. Lo inextricable de este procedimiento indica que el consenso debe obtenerse entre los tres magistrados integrantes de la sala y que, a manera de ejemplo, si un magistrado cree que el proceso es nulo y es derrotado, debe votar las decisiones obre absolución o condena, pues la decisión mayoritaria sobre ausencia de nulidad le obligan. Por esa circunstancia y aunque convencido estoy de que la sentencia dictada por el Tribunal es nula, como la mayoría de la Corte es de la opinión contraria, de modo expreso voto positivamente la forma como se resolvieron los otros cargos. Bogotá, D.C., 1° de junio de 2005. EDGARDO VILLAMIL PORTILLA Volver índice CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACIÓN CIVIL Magistrado Ponente CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO. Bogotá, D. C dieciocho (18) de mayo de dos mil cinco (2005).Referencia: Expediente No. 0832-01 Decídese el recurso de casación interpuesto por la ELECTRIFICADORA DE SANTANDER S.A. EMPRESA DE SERVICIOS PÚBLICOS ESSA-ESP respecto de la sentencia proferida por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga el 12 de septiembre de 2000, en el proceso ordinario promovido en contra suya por ASEGURADORA COLSEGUROS S.A., TORCOROMA y JAIRO GANDUR ABUABARA E INVERSIONES VITELLO & CÍA. LTDA. ANTECEDENTES 1. Ante el Juzgado Cuarto Civil del Circuito de Bucaramanga, la parte en su doble condición de propietaria del automotor de placas OS 0904 y empleadora de su conductor, Luis Alfredo Ordúz, era solidariamente responsable de los perjuicios causados a los señores Torcoroma y Jairo Gandur Abuabara, como propietarios del Tractocamión de placas REE-504, al igual que a Inversiones Vitello & Cía. Ltda., dueña de la carga que se transportaba en este último el 15 de septiembre de 1995, fecha en que ocurrió un accidente de tránsito, en el municipio La Esperanza, Norte de Santander, lo mismo que a la Aseguradora Colseguros, como subrogatoria de los anteriores; consecuencialmente que se condenara a la demandada a pagarle a los señores Gandur Abuabara la cantidad de $1'836.822,oo, correspondiente al deducible aplicado al arreglo del automotor, y $37'333.333,oo por lucro cesante, cantidades debidamente indexadas al día del pago; a Inversiones Vitello & Compañía Ltda. la suma de $4'528.619,oo por el deducible asumido ante la pérdida de la mercancía; y a la Aseguradora Colseguros S.A. las sumas de $15'947.895,oo y $12'527.055.oo, también indexados, por los pagos realizados en desarrollo de los contratos de seguro celebrados entre ellos. 2. Las anteriores pretensiones se soportaron en los siguientes hechos, así resumidos: a. Los señores Gandur Abuabara contrataron con Aseguradora Colseguros S.A., a partir del 8 de agosto de 1995, la protección de un vehículo de su propiedad distinguido con las placas REE-504, que fue amparado mediante la póliza número 1222008290 R-137, expedida por la aseguradora. b. Inversiones Vitello & Cía Ltda., a su turno, celebró el 5 de septiembre de 1995, un contrato de seguro con la misma aseguradora, en virtud del cual se expidió la póliza automática de transporte de mercancías número 509606-6, aclarada mediante certificado número 446117. c. El día 15 de septiembre de 1995, a las 16 horas y 30 minutos, en la carretera que de Bucaramanga conduce al Municipio de San Alberto, el tractocamión de placas REE-504 en el que se transportaban productos Bavaria, fue impactado en forma violenta por el camión de placas OS-0994, de propiedad de la demandada, conducido por el señor Luis Alfredo Ordúz, causando considerables daños en su parte delantera y la pérdida de un buen número de las bebidas que en él se transportaban. d. La Inspección Municipal de La Esperanza, mediante resolución 022 de septiembre 22 de 1995, halló responsable al señor Luis Alfredo Ordúz de la ocurrencia del accidente, por infringir varias disposiciones del Código Nacional de Tránsito, específicamente por no transitar por el carril derecho y encontrarse embriagado. e. La Aseguradora Colseguros recibió sendas reclamaciones presentadas por los señores Gandur Abuabara e Inversiones Vitello & Cía Ltda., a quienes pagó las sumas reclamadas en la demanda, previo descuento de los deducibles previstos en las pólizas, que fueron asumidos por los asegurados. f. El tractocamión REE-504 sólo fue entregado a sus propietarios el 29 de abril de 1996, generándose una pérdida por lucro cesante durante 7 meses y 14 días, tiempo durante el cual no pudo ser explotado. 3. La entidad demandada dio oportuna contestación a la demanda que le fue formulada, con oposición a las pretensiones en ella contenidas. Planteó, además, la excepción de "Ausencia absoluta de responsabilidad"; le denunció el pleito al señor Luis Alberto Reyes Castañeda, y llamó en garantía a la Previsora S.A. y a Seguros Atlas S.A., sociedad esta última que replicó el correspondiente escrito. 4. El fallo del juzgado, desestimatorio de las pretensiones, fue revocado por el Tribunal Superior de Bucaramanga, para, en su lugar, denegar la excepción propuesta; declarar civilmente responsable a la demandada por los perjuicios causados en el accidente; e imponer las siguientes condenas: a favor de la Aseguradora Colseguros S.A., la suma de $15'947.895,oo, con la correspondiente indexación; a los señores Gandur Abuabara, $1'836.822,oo, corregidos monetariamente desde abril de 1996, más $37'333.333,oo por lucro cesante, cantidad esta que indexada al 31 de mayo de 1999, ascendió a $71'206.947.oo. Finalmente, desestimó la súplica tercera de la demanda, así como las pretensiones formuladas por la sociedad Inversiones Vitello & Cía. Ltda. En relación con los terceros citados al proceso, condenó a Seguros Atlas S. A. a pagar a la demandada $15'947.895,oo, menos el deducible pactado, más las sumas que ella tuviera que pagar a los señores Gandur A.; absolvió a la Previsora S.A. y al señor Luis Alberto Reyes Castañeda. 5. Inconforme la parte demandada con el fallo del Tribunal, interpuso recurso de casación que, en su momento, le fue concedido por la Corte, el que no está llamado a prosperar. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL Circunscrito el recuento a la condena impuesta por el Tribunal, relativa a la corrección monetaria de la suma que debe cancelarse a la compañía de seguros -única decisión censurada-, se destaca que el sentenciador de segundo grado precisó que la calidad de subrogatoria de la Aseguradora Colseguros S.A. "deviene del hecho de haber cubierto en la proporción o porcentaje que le concernía, los siniestros amparados por medio de los citados contratos de seguros, pagos que efectuó según consta en el expediente y que de conformidad con lo preceptuado por el artículo 1096 del Código de Comercio, por ministerio de la ley y hasta concurrencia del importe de lo pagado, le permite subrogarse en los derechos del asegurado, para perseguir judicialmente a los responsables de la ocurrencia del siniestro"(fl. 14). Páginas adelante agregó que, "En este punto, es muy conocida la jurisprudencia de la H. Corte Suprema de Justicia de acuerdo con la cual el asegurador sólo puede cobrar, nominalmente el importe de lo pagado a la víctima". Empero, agregó que respetuosamente se apartaba de esa tesis, pues la teleología de la norma es la de proteger a la víctima, por lo que quiso el legislador dejar en claro que sí el daño es superior a la indemnización pagada por el asegurador, aquella conserva el derecho a cobrar el saldo de los perjuicios irrogados, en tanto que el asegurador sólo se subroga en la parte pagada. Remató su argumentación afirmando que, "En el caso presente, en el cual víctima y aseguradora acumularon sus pretensiones contra el victimario, se pone de manifiesto el problema planteado, pues la corrección monetaria en discusión debe ser pagada por quien causó el daño, bien a la víctima o bien a la aseguradora. Si en seguimiento de la doctrina de la H. Corte, se reconoce a la víctima, se le concedería la indemnización de un perjuicio que no sufrió; habría que negársele por esa razón a la víctima, pero si también se le niega a la aseguradora, quien resultaría ganancioso sería el causante del daño", amén de que "Al no permitirse al asegurador el cobro de la corrección monetaria., ningún favor se hace a la víctima, como quedó demostrado, sino al victimario, quien por el transcurso del tiempo resulta lucrándose, en la misma medida en que el dinero pierde valor y, estaría, por supuesto, interesado en dilatar el pleito, debido a que entre más tiempo pase, menos dinero real tendrá que pagar' (fls. 27 y 28). LA DEMANDA DE CASACION Con apoyo en el causal primera de casación, el censor formuló un sólo cargo en contra de la sentencia del Tribunal, a la que acusó de violar, en forma directa, los artículos 1096 del Código de Comercio y 27 del Código Civil. Al desarrollar el cargo, afirmó el casacionista que no se podía ordenar la corrección monetaria de las pagadas por el asegurador, toda vez que "Si con miras a la correcta interpretación del citado artículo 1096 se consultan sus antecedentes, cuya importancia en este campo reconoce el artículo 27 del Código Civil, será necesario insistir que la expresión 'hasta concurrencia de su importe' no puede tener alcance distinto al que, indica su tenor literal. Ello es así por cuanto, como lo tiene admitido la doctrina general de los autores, el asegurador, a consecuencia de un siniestro indemnizable, no puede sufrir perjuicio en la acepción jurídica de la palabra" (fl. 22). Insistió en que el Tribunal se apartó de la jurisprudencia de la Corte, por lo que pidió casar la sentencia, para que, en sede de instancia, se "revoque el numeral quinto del fallo de segunda instancia y (se) limite la condena" a la suma de $15'947.895,00 a favor de la Aseguradora Colseguros S.A. CONSIDERACIONES 1. Con el propósito de explicitar la ratio de la modificación jurisprudencial que se realizará mediante esta providencia, es útil memorar, ab ínitio, que la Corte, desde hace más de dos décadas, ha sostenido mayoritariamente que las entidades aseguradoras, cuando ejercen la acción subrogatoria de que trata el artículo 1096 del Código de Comercio, no pueden reclamar del tercero causante del daño, a posteriori, el reconocimiento de la corrección monetaria de la suma -total o parcial- cancelada en su momento por el asegurador al titular de la prestación asegurada. Dicha tesis, afirmada en diversas sentencias de las que son ejemplo las proferidas el 22 de enero de 1981 (G.J. CLXVI, pág. 156); 6 de agosto de 1985 (G.J. CLXXX, pág. 239); 23 de septiembre de 1993 (G.J. CCXXXVII, pág. 567); 13 de octubre de 1995 (G.J. CCXXXVII, pág. 1123); 25 de agosto de 2000 (exp.: 5445) y 22 de noviembre de 2001 (exp.: 7050), hoy objeto de nuevo análisis, hunde sus raíces en diversas razones, primordialmente las siguientes: a) como el contrato de seguro está gobernado por el principio indemnizatorio, el derecho del asegurador necesariamente debe circunscribirse al monto de la suma pagada por él, pues de lo contrario se generaría un enriquecimiento en su favor; b) la subrogación a que se refiere el artículo 1096 del Código de Comercio, es singular, como quiera que la aseguradora, cuando paga la indemnización, no paga como tercero, sino que cancela una deuda propia. Por eso no puede afirmarse que ella debe ser indemnizada; c) la obligación de indemnizar a cargo del causante del daño debe mirarse, enfrente del asegurador, dentro del marco del pago que éste hizo en virtud del contrato de seguro, por lo que no se entendería que la compañía de seguros pueda pedir una corrección monetaria que no satisfizo al asegurado; d) si el pago de la indemnización por la ocurrencia del siniestro no provoca desequilibrio contractual o empobrecimiento del asegurador, éste efecto tampoco se genera en cabeza suya por el reembolso nominal que haga el tercero; e) la expresión "hasta concurrencia del importe", debe ser interpretada de forma literal, como lo establece el artículo 27 del Código Civil, en cuanto se trata de un límite cuantitativo fijado por la ley; f) Aunque es posible que el monto de la condena que se imponga al tercero responsable en beneficio del asegurador que ejerce la acción subrogatoria, sea inferior al que se le habría impuesto si el demandante fuera la propia víctima, ello se explica por la presencia de un asegurador, que ha recibido una contraprestación -la prima- por asumir el riesgo. 2. Sin embargo, un nuevo y articulado reexamen de las disposiciones que regulan la materia, principalmente al amparo de los criterios literal, histórico, teleológico y sistemático de interpretación, aunado -ello es medular- a la reciente concepción prohijada por la Corte en torno a la naturaleza general de la corrección monetaria, conducen a la Sala, como se anticipó, a modificar su jurisprudencia y, por ende, a concluir de modo diverso, esto es, afirmando la procedencia del ajuste monetario de las condenas que, por concepto de la indemnización efectuada con anterioridad, lleguen a imponerse a favor de las aseguradoras, cuando hacen efectivo, recta via, el derecho a la subrogación en los términos del artículo 1096 del estatuto mercantil. Las razones de este cambio de postura, ciertamente no son pocas, y a través de su exposición, in casu, se analizará cómo los argumentos que respaldaban la tesis contraria, en opinión de la Corte, hoy no revisten la fuerza intrínseca e impeditiva que otrora les fue otorgada, muy especialmente a la luz de una jurisprudencia reiterada que, en punto tocante con la precitada naturaleza jurídica de la corrección monetaria -o indexación-, sufrió una profunda modificación, sin perjuicio de la militancia de otros argumentos adicionales de estirpe jurídica, pasibles de escrutinio panorámico, conforme se examinará a continuación, basamento de la tesis que, ex novo, mayoritariamente ha adoptado la Sala. a. El fundamento de la corrección monetaria y su proyección general en el contrato de seguro: Es criterio decantado, con arreglo a moderna y acerada doctrina, que la corrección monetaria, en sí misma considerada, no constituye un factor adicional del daño, como en el pasado se sostuvo por un sector de la jurisprudencia -incluída la colombiana- y la dogmática del ramo (daño emergente), toda vez que ella, en estrictez, no es más que lo que denota su significado semántico: la mera actualización de una determinada suma de dinero, sin que ese ajuste, per se, entrañe alteración ó mutación objetiva del quantum primigenio, pues la operación de indexar conduce, necesariamente, a una cifra que equivale cualitativamente al monto que se indexa, en cuanto reconstruye o restaura la capacidad adquisitiva del dinero, la que se puede ver minada por el transcurso implacable del tiempo, sobre todo en economías sometidas a un proceso sostenido de carácter inflacionario. Desde esta perspectiva, resulta adamantino que la corrección monetaria no se compagina con la arquitectura indemnizatoria que, ab antique, es propia de la responsabilidad civil, sea ella contractual o extracontractual, pues su propósito es uno muy otro al de reparar el daño causado por el infractor. Con ella, tan sólo se pretende preservar incólume el poder adquisitivo del dinero, sin agregarle nada a la obligación misma, lo que significa que, en puridad, la indexación es un concepto que se ubica en la periferia de aquella problemática. En palabras de la doctrina especializada, acogida por esta Corte en las postrimerías de la pasada centuria, "No estamos aquí frente a un problema de responsabilidad civil sino que, por el contrario, nos hallamos en la órbita del derecho monetario, en donde la indexación se produce en razón de haber perdido la moneda poder adquisitivo ¡Sólo eso, y nada más que eso!”1 Sobre este mismo particular, ha precisado la Sala que si "la labor de interpretación y aplicación de la ley a cargo del juzgador solamente rinde verdaderos frutos, cumpliendo a cabalidad su cometido, cuando lo conducen a decisiones razonables y justas, es decir, cuando hace de la ley un instrumento de justicia y equidad, tórnase forzoso sentar que, justamente, ante la ausencia de norma expresa que prohíje la corrección monetaria en nuestra legislación y dado que la inestabilidad económica del país y el creciente deterioro del poder adquisitivo del dinero son circunstancias reales y tangibles que no pueden pasar desapercibidas al juez a la hora de aplicar los preceptos legales que adoptan como regla general en la materia, el principio nominalista, el cual, de ser aplicado ciegamente conduciría a graves e irreparables iniquidades, ha concluido la Corte, que ineludibles criterios de justicia y equidad imponen condenar al deudor a pagar en ciertos casos, la deuda con corrección monetaria" (Se subraya; G.J. t. CCLXI, Vol. I, 280). Es por ello por lo que esa "recomposición económica lo único que busca, en reconocimiento a los principios universales de equidad e igualdad de la justicia a los que de manera reiterada alude la jurisprudencia al tratar el tema de la llamada 'corrección monetaria' (G.J, ts. CLXXXIV, pág. 25, y CC Pág. 20), es atenuar las secuelas nocivas del impacto inflacionario sobre una deuda pecuniaria sin agregarle por lo tanto, a esta última, nada equiparable a una sanción o un resarcimiento (cas. civ e 1999; exp: 5127)”, lo quiere significar que "el fundamento de la corrección monetaria no puede ubicarse en la urgencia de reparar un daño emergente, sino en obedecimiento, insístese, a principios más elevados como el de la equidad el de la plenitud del pago, o el de la preservación de la reciprocidad en los contratos bilaterales", ya que “la pérdida del poder adquisitivo del dinero no afecta la estructura intrínseca del daño, sino su cuantía” (se subraya y resalta ; cas. Civ. De 9 de septiembre de 1999; exp. 5005; Vid: caso civ. de 28 de junio de 2000; exp: 5348). Por consiguiente, al amparo de esta justiciera y novísima concepción, es necesario concluir que si la corrección monetaria no constituye un arquetípico daño -como antes expresa y categóricamente se le entendió por un sector de la doctrina y por la propia jurisprudencia-, nada le agrega al concepto de perjuicio indemnizable, razón por la cual, la circunstancia de ajustar monetariamente la suma que el tercero responsable debe cancelar al asegurador, tan sólo cumple el propósito de preservar, en su cabal y recta extensión, el poder adquisitivo de la moneda y, por reflejo, la capacidad liberatoria ínsita en los signos monetarios de curso forzoso valor puramente intrínseco), todo con meridiano apoyo en la equidad, en atención a que el daño, como tal, sigue siendo el mismo (unicidad del perjuicio), sin que, por tanto, se hubiere alterado un ápice. En tal supuesto, entonces, la compañía de seguros no recibirá un peso más del que en su momento pagó al asegurado, pero tampoco un peso menos, lo que clara y objetivamente supone equilibrio, esto es, armonía y no desequilibrio o inarmonía, situaciones éstas que no deben campear en un Estado Social de Derecho, como forma de organización política adoptada en la Constitución de 1991 (art. 1°). En palabras de A. Favré y G. Courtieu, el asegurador tiene derecho "nada más que a la indemnización pagada, pero a toda la indemnización"2, entre otras razones, en virtud del axioma de la plenitud del pago, ya esbozado por esta colegiatura. De allí que no pueda afirmarse, con acierto, que con el reconocimiento de la corrección monetaria se está cancelando, a manera de plus, un perjuicio adicional o complementario del que fue resarcido por el asegurador al asegurado, en cumplimiento del contrato de seguro, o que esa indexación, de ser admitida, comportaría un paladino enriquecimiento en cabeza del peticionario de la actualización, en este caso de la compañía de seguros, pues la indexación, per se, desde la perspectiva en comentario, no quita ni agrega daño. Hay pues que preconizar que el ajuste monetario, tratándose del perjuicio indemnizado, es incoloro; simplemente coloca las cosas en su justa medida cualitativa, sin adicionar, pero tampoco sin restar, operaciones éstas que no hacen -ni deben hacer- presencia de cara a la corrección o ajuste monetario, cuyo norte es muy otro, como se puntualizó. Al fin y al cabo, su misión es típicamente restaurativa, no expansiva, stricto sensu, como se indicó. Es más, si de equilibrio se trata, la falta de reconocimiento de la corrección monetaria, más que evitar un enriquecimiento, lo que traduce es un efecto contrario, puesto que el acreedor recibiría valores envilecidos, desequilibrio éste que no tendría una causa jurídica suficiente que lo justifique o explique, en clara contravía de granadas postulados que informan la ciencia jurídica contemporánea: uno de ellos, de acentuada valía, según el cual, en línea de principio, el derecho es bifronte y, por contera, llamado a propiciar un equilibrio en las relaciones inter-personales, el cual no debe resquebrajarse a pretexto de que el asegurador, una sociedad comercial económicamente solvente -aspecto fundamental e imprescindible para el cabal cumplimiento de su objeto social-, no se afecta si lo obtenido por la vía de la subrogación es menor, en términos reales, a lo que en su oportunidad desembolsó, a título de indemnización, pues tal suerte de entendimiento pasa por alto que si la compañía de seguros, en virtud de la subrogación, se convierte en titular del derecho a la indemnización frente al victimario, es precisamente porque ex ante le pagó al damnificado, esto es, al asegurado-beneficiario, que es, las más de las veces, la llamada "parte débil" en esa específica relación jurídica, en la que el asegurador sustituye a la víctima indemnizada, con todo lo que ello comporta. Desde luego que el derecho no puede fustigar al deudor que atiende sus compromisos contractuales, y condolerse de quien es llamado por su conducta infractora a responder por el daño que causó, quien no puede, ex gratia, resultar beneficiado, así sea indirectamente, al liberarlo del reconocimiento de la corrección monetaria. De allí que, en este punto, no tenga cabida el socorrido tema de la tensión que se suele generar entre la denominada "parte económicamente más fuerte" -o predisponente- y la precitada "parte débil", menos aún si en un representativo número de casos, el responsable del siniestro es un profesional3. En este mismo sentido, se debe memorar que otro de los fundamentos torales de la corrección monetaria, estriba en que el deudor debe hacer un pago completo a su acreedor, para liberarse de su deber de prestación (art. 1649 C.C.), por manera que quien paga parcialmente, no puede aspirar a que, in extenso, la deuda quede saldada, en claro desconocimiento del principio de integralidad -o plenitud- que informa los modos de extinguir las obligaciones. Por consiguiente, si el tercero victimario paga sin reconocer la respectiva indexación, su pago será incompleto o parcial y, por lo mismo, insuficiente para solucionar la deuda. De allí que la Corte, de tiempo atrás, haya señalado que si la obligación no es pagada oportunamente, se impone reajustarla, para representar el valor adeudado, porque esa es la única forma de cumplir con el requisito de la integridad del pago” (se subraya; CLXXVI, pág. 136)4. Tal la razón por la que ha expresado que "el deudor no puede pretender, per se, liberarse de la obligación, entregando a su acreedor especies o signos monetarios apocados" (cas. civ. de 19 de noviembre de 2001; exp.: 6094), por el flagelo inflacionario. Cumple anticipar, además, que el derecho a la corrección monetaria no conspira contra el principio indemnizatorio latente en los seguros de daños, pues lo que en realidad quiere significar tan neurálgico postulado, en su real y cristalina esencia, es otra cosa enteramente diferente: evitar que el asegurado se enriquezca a costa del asegurador y, por reflejo, de la comunidad -o masa- asegurada, bien entendida, habida cuenta que el seguro, en desarrollo de potísimas y centenarias reglas áureas, no puede constituirse en fuente de enriquecimiento. Por ello es por lo que aquél no está legitimado para recibir suma superior al monto de los perjuicios sufridos o experimentados, tanto más cuanto que la prima del seguro se calcula, como se sabe, en función del riesgo asumido (ecuación prima-riesgo). Sobre éste último tópico es categórico el artículo 1.088 del C. de Co, a cuyo tenor: "Respecto del asegurado, los seguros de daños serán contratos de mera indemnización y jamás podrán constituir para él fuente de enriquecimiento". En esta misma línea argumentativa, corresponde entonces entender que el asegurador, ex post, no pueda perseguir una suma superior a la previamente indemnizada al asegurado (circunscrita a su valor o expresión real), ya que ello sería tanto como tolerar su indebido e ilegítimo enriquecimiento y correlativamente el empobrecimiento del agente del daño, a sabiendas de que la entidad aseguradora, merced al pago realizado, sustituye jurídicamente al asegurado, quien por mandato legal no podía -ni puede- enriquecerse, a la par que por elementales reglas propias del derecho común, en la que se entronizan caros postulados de la justicia distributiva. Es en este sentido en que debe interpretarse el contenido del artículo 1.096 del C. de Co., en concreto las locuciones "...hasta concurrencia de su importe", referentes a la fijación de un límite objetivo de su pretensión, en la inteligencia, claro está, de que la actualización o ajuste monetario forma parte rigurosamente del concepto 'importe' y, por ende, no puede ser escindido y menos catalogado como un plus huérfano de ligamen, puesto que la corrección monetaria, se itera, no tiene el carácter de ganancia o de riqueza para el que la reclama, sea el asegurador, sea otro sujeto diferente, como en general lo puso de relieve esta Corporación, a partir de los fallos de 8 de junio y 9 de septiembre de 1999, según se acotó. Lo anterior explica, a manera de gran compendio, que la suma -ya- corregida, en términos reales, es igual a la que se ajustó, vale decir, al "importe" de lo pagado por concepto de "una indemnización", debidamente actualizada, como en este caso corresponde, sin que aflore enriquecimiento de especie alguna. b. El fundamento teleológico de la acción subrogatoria consagrada en el artículo 1096 del Código de Comercio. La acción personal subrogatoria consagrada en la legislación colombiana en el artículo 1096 del estatuto comercial, no obstante sus particularidades, se encuentra íntima y funcional mente enlazada con la institución de la subrogación disciplinada por el ordenamiento civil, al punto que los fundamentos y los postulados medulares que le sirven de apoyatura en este específico régimen, en general, son los que informan la figura en la esfera mercantil, corolario del acerado principio indemnizatorio que, con tanto ahínco, campea en los seguros de daños -a diferencia de los de personas -, según explícita y autorizada mención ex lege, así como la realizada en la Exposición de Motivos de Proyecto de Código de Comercio Colombiano del año 1.958 (artículos 914-916). Ello explica que se tengan por fundamentos cardinales de este instituto -entre otros- los siguientes, sin perjuicio que un sector de la doctrina se incline prevalentemente por los dos primeros: 1) Evitar, a ultranza, que el responsable del daño se exonere de responsabilidad, merced al pago efectuado por el asegurador al beneficiario del seguro, primigenio acreedor de aquél, pues en caso contrario, se le estaría libertando de un débito que trasciende la esfera del ius privatum, así la condena, en línea de principio, se limite al mero resarcimiento económico. Expresado en otros términos, es claro que el ordenamiento desea que la conducta del victimario no quede impune, ora directa, ora indirectamente y, de paso, liberado de reconocer, en el ámbito patrimonial, el daño irrogado. 2) Impedir, en diáfano desmedro del principio indemnizatorio aludido, el enriquecimiento del asegurado, en la medida en que si no existiese la subrogación ex lege, bien podría obtener, por parte de su asegurador, el resarcimiento del daño que experimentó, a la par que de manos del propio autor del mismo, lo que evidentemente repugna a los más elementales principios jurídicos y éticos. 3) Posibilitar que la compañía de seguros, conforme a las circunstancias, pueda recibir unos recursos encaminados a lograr una más adecuada explotación profesional de la actividad aseguradora, toda vez que, indirectamente, se atenúan -así sea en mínima medida- los resultados adversos de la siniestralidad, lo que debe servir para que, en el plano económico, pueda atender mejor sus compromisos de orden contractual. Desde esta perspectiva, resulta claro el origen y el carácter del derecho radicado en cabeza del asegurador, en virtud de la aludida subrogación personal, derecho que es derivados, como lo reconoce autorizada doctrina sobre la materia y, por tal motivo, ayuno de sustantividad y autonomía, como quiera que la entidad aseguradora -he ahí la importancia del fenómeno sustitutivo que aflora de la subrogación-, adquiere el mismo derecho que antes del pago residía en la órbita patrimonial del' asegurado-damnificado. Con otras palabras, aunque la acción subrogatoria tiene su manantial en el pago que el asegurador le hace al asegurado-beneficiario en cumplimiento de la obligación que contrajo en virtud del contrato de seguro, el derecho que aquel ejerce al amparo de la referida acción frente a las "...personas responsables del siniestro", no nace o deriva de la relación aseguraticia -a la que le es completamente ajena-, sino que procede de la conducta antijurídica desplegada por el victimario, autor del daño que afectó al damnificado asegurado, según el caso. Por tanto, el pago de éste tan sólo determina su legitimación en la causa para el ejercicio de la señalada acción, así como la medida del derecho que puede reclamar, pero no la naturaleza del derecho mismo, ni sus propiedades, pues éste no es otro distinto del que tenía la víctima antes de ser indemnizada por el asegurador. Ello explica por qué "El derecho adquirido por el asegurador, en virtud, de la subrogación, es un derecho derivado del que tenía el asegurado frente al tercero. Dicho en otros términos, la, acción que ejerce el asegurador contra el tercero es la misma acción que tiene el asegurado contra el autor del daño. Por esta razón gozará de todos los beneficios que esta acción tuviera y, al contrario, quedará sometida a las mismas excepciones que podrían ser opuestas al asegurado"6, lo que es apenas obvio si se tiene en cuenta que "su derecho se moldea... sobre el del asegurado" y, por consiguiente -esto es nuclear-, tiene la "misma naturaleza y la misma extensión", de suerte que tendrá "por base una responsabilidad contractual o una responsabilidad delictual, sin que el asegurador pueda modificar esa base”7. Es precisamente ese carácter derivado del derecho del asegurador, el que se erige en la piedra de toque de la problemática que ocupa la atención de la Sala, en la medida en que justifica y recrea la intangibilidad del crédito subrogado a favor suyo, que no sufre ninguna mella o alteración por migrar del asegurado a la entidad aseguradora (principio de identidad). Muy por el contrario, ese derecho permanece indeleble, al punto que los responsables del siniestro, como lo impera el artículo 1096 del Código de Comercio -en muestra de diciente acatamiento de la prenotada etiología y naturaleza-, podrán oponer al asegurador las mismas excepciones que pudieren hacer valer contra el damnificado, es decir, no una defensa precaria o limitada por el hecho de ser su demandante el asegurador, sino una que tenga el talante que reclama el derecho litigado, sin miramiento a la persona que se presenta como su titular. Es tan claro el carácter derivado del derecho del asegurador -rectamente entendido-, que el artículo 1.669 del Código Civil, como diáfano reflejo de la aludida transferencia - 'transmisión' o 'traspaso' en la terminología empleada por don Andrés Bello-, estatuye que "La subrogación, tanto legal como convencional, traspasa al nuevo acreedor todos los derechos, acciones y privilegios, prendas e hipotecas del antiguo" (se subraya).8 Y si el derecho del asegurador naciente del pago en referencia es derivado, como en efecto lo es, cuando lo ejerce y obtiene su reconocimiento, ora en el campo extrajudicial, ora en el judicial, no debe experimentar mengua de tipo alguno, menos por razones predicables únicamente del funcionamiento de la entidad aseguradora -como se examinará-, y no del damnificado, óptica que, en sana lógica, es la llamada a orientar la definición fidedigna de este tópico, pues se insiste en que el empresario en mención sustituye al damnificado originario e, ipso jure, se convierte en su nuevo titular, aun cuando la extensión y alcance de su prerrogativa jurídica, precisamente por ser derivada y no originaria o autónoma, como se indicó, están determinados a priori. Como lo afirma el mismo profesor Ossa en su referida obra, "el derecho es 'el mismo', porque la subrogación no lastima su identidad, ni modifica su naturaleza", de lo que se desprende que si la víctima tenía derecho a la corrección monetaria, su sustituto, el asegurador, también lo tendrá. Finalmente, en lo que a esta problemática atañe, cumple advertir que no se puede desconocer la naturaleza y esencia subrogatoria de la acción establecida en el artículo 1096 del Código de Comercio, so capa de que el asegurador, al cancelarle la indemnización al asegurado-beneficiario, no paga deuda ajena, sino deuda propia, pues no es posible confundir el pago por subrogación, como institución, con las causas que dan lugar a ella. Con otras palabras, la subrogación se produce -legal o convencionalmente- porque al acreedor "le paga" alguien distinto a su deudor (art, 1666 C.C.), sin que el instituto, en sí mismo considerado, pare mientes en las razones que motivan ese pago. La cancelación de deuda ajena es apenas una de las razones que dan lugar a la subrogación, como lo prevé el numeral 6° del artículo 1668 del Código Civil, pero no la única, como se pinceló y como con acierto lo pregonan la jurisprudencia y la doctrina especializada en el ramo, la que férreamente aboga por la pertinencia de la ampliación o ensanchamiento de los supuestos de la subrogación legal, en concreto cuando se paga una deuda propia9. Por tanto, que la acción subrogatoria en comentario tenga como presupuesto material el pago de la obligación condicional del asegurador, emanada del contrato de seguro, no impide considerar la acción subrogatoria a que se refiere el artículo 1096 del estatuto mercantil, bajo la égida de la subrogación establecida en el derecho común, de la que es, mutatis mutandis, una de sus aplicaciones individuales, por ministerio de la ley, esa misma que no empleó un vocablo o arquitectura diferentes a la de la "subrogación", con todo lo que ello implica, muy especialmente de cara a lo consignado en el artículo 822 del Código de Comercio, esto es, a la integración preceptiva, en lo pertinente, en el campo de las codificaciones del lus privatum. Como diáfanamente lo expresa don Luis Claro Solar, al momento de examinar el alcance y modus operandi de la subrogación en la esfera civil, quien paga "es colocado en todo y por todo en el sitio y lugar del acreedor a quien paga; puede todo lo que él podía para la satisfacción de su crédito”10 d. La mecánica de la actividad aseguradora y la acción subrogatoria. Es cierto que el asegurador, cuando paga la indemnización por la ocurrencia del siniestro, cumple con el deber de prestación que primigeniamente contrajo al asumir el riesgo amparado, a cambio del pago de una prima, en observancia del postulado de la buena fe -en su proyección objetiva-, rectamente entendida. Y es también cierto que, por regla, en esa relación contractual existe -debe existir- un equilibrio tal que le permita a la compañía de seguros, de acuerdo a los principios del "cálculo de probabilidades" y "previsión de lo imprevisible", no sufrir mengua con ocasión de dicho pago, a fin de poder explotar su objeto social en condiciones de normalidad y, por contera, satisfacer los intereses de la masa de asegurados, ratio medular de su actividad. Tales circunstancias, empero, no tienen virtualidad de impedir que el asegurador pueda obtener que la suma pagada en su oportunidad sea corregida, en la medida que el recobro -o recupero como se apellida en algunas naciones americanas- que emerge de la subrogación, que no es una acción de reembolso propiamente dicha, no persigue obtener el equilibrio de la relación asegurativa, dado que éste, en línea de principio, debe alcanzarse a través de la prima, por ello concebida -expressís verbís- como 'precio del seguro' (art. 1045, num. 3°), en asocio de un adecuado programa de reaseguros y, claro está, de su apropiada gestión empresarial (manejo de reservas, inversiones, etc.), entre otros factores más, sin que se torne, en todo caso, en despreciable o deleznable por completo, en atención a que según lo confirma un sector de la doctrina especializada, el asegurador, mediante la subrogación, indirectamente puede obtener unos recursos suplementarios que le permitan una mejor explotación del negocio del seguro11, igualmente en beneficio inequívoco de la masa asegurada. De allí que la communís opínío no dude en reconocer que la subrogación del asegurador, ontológicamente analizada, hunde sus raíces más en consideraciones de política legislativa general, en guarda de preservar caros principios que, por su significación, trascienden de la mera relación aseguraticia, al punto que interesan al orden público y a la colectividad toda, con lo que ello inexorablemente implica. Entonces, que el cumplimiento de la prestación asegurada por el asegurador no pueda ser considerado como detonante de un daño o de un perjuicio, propiamente dicho -dado el previo cobro de la prima, a su vez que el carácter aleatorio connatural al seguro-, o que el fundamento de la subrogación no sea necesariamente el de proteger los intereses económicos de aquel, entre varios argumentos, no quiere significar que la compañía de seguros, luego de haber indemnizado al asegurado damnificado, no pueda demandar del victimario el pago de la corrección monetaria, conclusión que no se deduce indefectiblemente de unas premisas que, pese a ser ciertas, son, desde una perspectiva dialéctica, absolutamente neutras. De otro lado, tampoco es óbice para reconocer la corrección monetaria al asegurador que ejerce la acción subrogatoria, el hecho de recibir, además de la prima pagada por el tomador del seguro, unos fondos de manos de su reasegurador, los cuales, según la tipología y estructura del contrato, pueden ser suficientes para cubrir la prestación asegurada, pues en caso de que medie un contrato de reaseguro, con cargo al cual el asegurador-reasegurado obtenga una indemnización o reembolso con motivo del surgimiento del siniestro respecto a la relación aseguraticia primigenia -mecanismo contractual imprescindible para la buena y equilibrada marcha de la entidad aseguradora-, el importe que se obtenga en virtud de la subrogación le corresponderá, proporcionalmente, a la sociedad reaseguradora, por manera que si el reasegurado (compañía de seguros), por cuenta propia, no retiene ninguna proporción en el -riesgo cedido-, no tendrá ningún derecho frente a la cantidad recuperada que, in toto, pertenecerá al reasegurador.12 En suma, ninguna de las razones conectadas con la mecánima propia de la entidad aseguradora (cobro de la prima del seguro, vigencia de la ley de los grandes números, carácter aleatorio del contrato, programa de reaseguros, etc.), impide que el asegurador pueda obtener la corrección monetaria de manos del agente del daño, por completo desligado de la operación del empresario, quien debe entonces reconocer la misma suma que le correspondiere a la víctima asegurada. e. La interpretación del artículo 1096 del Código de Comercio, desde la perspectiva del artículo 27 del Código Civil. Hermenéutica de la expresión "hasta concurrencia de su importe". Como se mencionó en párrafos anteriores, el derecho del asegurador es derivado -en el sentido que es el mismo que investía el asegurado-damnificado de cara al victimario- y, por tanto, en su esencia, no es ajeno al derecho que tenía aquel antes de ser resarcido por el primero en cumplimiento de las obligaciones que contrajo en virtud del contrato de seguro (principio de identidad). Por eso, además, la compañía de seguros tiene circunscrito su derecho al valor de la indemnización que satisfizo, lo que llevó al legislador a precisar en la aludida disposición mercantil, que el límite que restringe el derecho de la entidad aseguradora se extiende "hasta concurrencia de su importe", expresión ésta que no se utilizó, de ninguna manera, para indicar que el derecho en cuestión tiene como frontera infranqueable la suma nominal que fue materia de reconocimiento ex contractu, sino para evitar que por esa específica vía la compañía pueda ejercer -para sí- la acción indemnizatoria plena, procurándose un beneficio patrimonial que no le pertenece y que, además, está reservado privativamente a la víctima cuando el pago de la suma asegurada no repara íntegramente el daño, el que en este caso será superior, quedando a salvo la posibilidad de que el damnificado, judicial o extrajudicialmente, reclame la diferencia, todo como corolario del arraigado principio de reparación integral que informa la materia. En efecto, desde una perspectiva estrictamente jurídica, el vocablo 'importe' no puede ser considerado como inequívoca, amén que confesa expresión del principio nominalista, por cierto inaplicable tratándose de obligaciones de valor, como es el caso de la obligación de reparar el daño causado, según lo corrobora un amplio sector de la doctrina 13, en atención a que en el ámbito jurídico denota, precisamente, lo mismo que revela su significado en lengua corriente: “Cuantía de un precio, crédito, deuda o saldo” (Diccionario de la Lengua Española). El término "importe", por lo tanto, debe ser entendido como medida del derecho de la compañía de seguros y no como el resultado de una inexpresiva e inconexa cifra, objeto de desembolso precedente por parte de aquella como si ciertamente quedara inmutable o petrificada, para todos los efectos. Por eso no queda excluida la corrección monetaria, la cual, stricto sensu, no adiciona o agrega valor real, según se mencionó, pues simplemente propende por conservar la capacidad liberatoria del dinero (valor intrínseco), es decir del. 'importe' otrora cancelado. Nada más, por manera que esta interpretación no riñe con el contenido de artículo 1096 en comentario, siendo entonces procedente entender que no se quiebra el contenido del artículo 271 del Código Civil, ya que desde la perspectiva indicada, "el sentido de la ley" es claro, máxime cuando el legislador, recta via, no introdujo ninguna cortapisa o valladar que inexorablemente impida el reconocimiento de la corrección monetaria. En este sentido, de antaño, bien tiene precisado esta Corte, que "la hermenéutica legal no permite al Juez establecer limitaciones a un principio que la ley formula de un modo general [importe], comprensivo de todos los objetos de un mismo orden. Cualquier limitación de parte del Juez es arbitraria" (Sentencia de 29 de febrero de 1912), como en efecto tendría lugar si se efectúa una lectura restrictiva del artículo 1096, a sabiendas que en el vocablo "hasta concurrencia de su importe", rectamente entendido, queda inmersa la indexación, en guarda de un acendrado realismo monetario y de sólidos fundamentos jurídicos que escoltan la procedencia de la indexación en el derecho colombiano. Bien enseña el brocardo que "la ley, cuando quiso decir, dijo; cuando no quiso calló" (Iex, ubi voluit, dixit; ubi noluit tacuit). De ahí que la Corte no aprecie en dicha norma, específicamente en lo que atañe a la referida expresión, ninguna limitación que, sin sombra de duda, obstruya de raíz la procedencia del ajuste monetario en cuestión. Esta interpretación, por el contrario, se encuentra en consonancia con los antecedentes legislativos tomados en cuenta para la factura del precepto contenido en el artículo 1.096 del C. de Co, habida cuenta que todas las legislaciones que inspiraron -en forma prevalente- la redacción del Título V del Libro Cuarto del Código de Comercio, emplean, en lo fundamental, la misma terminología 14, sin que por ello en tales naciones se afirme que la voluntas legislatoris haya sido la de impedir que el asegurador, por la vía de la subrogación personal, obtenga la actualización monetaria, esto es que, de plano, no cuente con las herramientas jurídicas enderezadas a paliar los efectos de la inflación. Así, por vía de diciente ejemplo, la doctrina italiana, tejida alrededor del artículo 1.916 del Código Civil del año 1.942, contentivo de una redacción prácticamente idéntica a la del artículo 1.096 del cuerpo mercantil, es terminante al avalar que la acción subrogatoria y la corrección monetaria, no son en modo alguno incompatibles, al punto que el asegurador, por esta específica senda, bien puede perseguir, en caso de materializarse un proceso inflacionario, la actualización de la suma -o importe- que previamente pagó. En este sentido, el catedrático de la Universidad de Roma, profesor Antigono Donati, identificado con el parecer del doctrinante Sergio Ferrarini, observa que,”si en el lapso de tiempo comprendido entre el pago de la indemnización y su reconocimiento por parte del tercero se presenta una devaluación –de la moneda-…la subrogación tiene lugar por el importe superior al pagado por el asegurado. Y no puede ser de otra manera, porque preservándose el mismo débito, el que originariamente era de valor, no puede mudar su naturaleza para transformarse en una deuda de dinero" (Se subraya) 15. De igual manera, la doctrina argentina, sólo para auscultar dos de las cuatro legislaciones en comento, es categórica al momento de rechazar una interpretación restringida del artículo 80 de su ley del contrato de seguro de 1.967, como también lo es, se registra, la jurisprudencia de esa nación (fallo de 1976, entre varios). Así, en el plano doctrinal, los Profesores Issac Halperin y Juan Carlos F. Morandi, ponen de relieve que en virtud de la subrogación "La transferencia se produce con todas las garantías y derechos, tanto de fondo como procesales; si se considera un supuesto de subrogación la solución es idéntica conforme al principio del art. 771, C. Civil. Debe juzgarse que incluye el derecho al incremento por desvalorización”. (Se subraya) 16 Por consiguiente, no se puede negar la corrección monetaria de la suma que debe cancelar el tercero al asegurador que ejerce la acción subrogatoria, so capa de una interpretación literal del artículo 1096 del Código de Comercio, pues tal suerte de entendimiento aísla la disposición del contexto normativo en que ella se encuentra y, en general, del conjunto de normas civiles y comerciales que gobiernan la materia, pasando por alto, como bien lo aseveró el togado Celso, que "es antijurídico juzgar o dictaminar en vista de alguna pequeña parte de la ley, sin haberla examinado detenidamente en su totalidad" (Incivile est, nisi tata lege perspecta, una aliqua partícula eius proposita, iudicare vel respondere). Por lo demás, en guarda de una antigua y sapiente máxima, importa recordar que la letra mata y el espíritu vivifica (Iittera enim occidit, spiritus autem vivificat), todo lo cual hace predicar que una hermenéutica ceñida a la literalidad del texto, como lo ha observado esta misma Corporación, en diversas oportunidades, no se acompasa con los moderados postulados que signan la interpretación de la ley, muy otros a los que de antaño estereotipaban el llamado método exegético, máxime si con ella, por aferrarse desmedidamente al' textum, se socava el derecho sustancial, norte éste que, sea acotado de paso, guía el derecho contemporáneo. f. La acción subrogatoria y los principios: neminem laedere y de reparación integral del daño. Es incontestable que al ordenamiento jurídico, es la regla, le repulsa que una conducta dañosa quede impune. Por eso el legislador, inspirado en el postulado de contenido ético-jurídico que impone la conducta de no causarle daño a nadie, estableció que quien provoca un perjuicio está obligado a repararlo (arts. 1616 y 2341 C.C.), desde luego que de forma Integral, pues no de otra manera se neutralizan, en la esfera patrimonial, las secuelas del acto ilícito. Pero también es contrario a ese mismo axioma, que el agente del daño pueda derivar u obtener una ventaja del hecho de que una persona -natural o jurídica- haya pagado toda o parte de la indemnización respectiva. Al fin de cuentas, la medida de la obligación de reparar está determinada por el alcance del agravio y no por las calidades del acreedor, o por la forma cómo haya sido transferido -o traspasado- el derecho. Al margen de la legitimación, que es asunto muy otro, no se puede perder entonces de vista que la ley patria no propicia una interpretación que conduzca a que la conducta del sujeto responsable quede sin condena pecuniaria y que, por ese camino, el victimario resulte lucrado, directa o indirectamente. De allí que el pago de la indemnización correspondiente deba comprender, en línea de principio, la corrección monetaria, pues la víctima no tiene porque asumir la pérdida del poder adquisitivo del dinero, ni el victimario puede obtener ventaja de esa circunstancia. Así, por lo demás, lo ha reconocido la Corte en múltiples pronunciamientos, sin que pueda -se precisa ahora- introducirse diferencia por el hecho de que sea un asegurador el que reclame el pago de la respectiva indemnización, pues la deuda es del mismo talante. Al fin y al cabo, donde hay identidad de razón, lo enseña la célebre y antigua máxima latina, debe existir identidad de derecho (Ubí eadem ratío, íbí ídem jus debet esse), por manera que no resulta de recibo ninguna escisión, tanto más cuanto que el causante del daño, ello es basilar, debe responder con total prescindencia del contrato de seguro -como si éste no existiera-. Así, por vía de ejemplo, puede acontecer que el asegurado-damnificado demande a su victimario para que le resarza el perjuicio que le causó, en la parte que no satisfizo la compañía de seguros; y que ésta, al propio tiempo, incluso en el mismo pleito mediante acumulación de pretensiones -como aquí sucedió-, ejercite la acción subrogatoria. Más aún, supóngase que ambos demandantes acreditan los supuestos necesarios para predicar la responsabilidad de su demandado, entre ellos la cuantía del daño. ¿Qué razón jurídica válida le permitiría a los jueces concederle a la víctima la corrección monetaria y negársela al asegurador? ¿Qué argumento en estricto derecho podría ser colacionado para justificar que el monto de la condena, en el caso de la compañía aseguradora, sea distinto -mejor aún, inferiordel que se habría fijado en caso de que fuera el damnificado el titular de la totalidad del derecho? Ninguna, por la sencilla razón de que el derecho es el mismo, como idéntica, en lo cualitativo, es la obligación (principio de identidad); tanto así, que el derecho del asegurador deriva del que tiene la víctima, como se acotó, y que la obligación del victimario, en cualquiera hipótesis, consiste en reparar integralmente el daño que causó, no una parte de él (principio de la plenitud del pago). En consecuencia, le asiste razón a la doctrina y también al Tribunal, cuando afirman que no conceder la corrección monetaria al asegurador, quien de ordinario recibe el importe respectivo años después del pago originario, es lisa y llanamente auspiciar el enriquecimiento del responsable del daño, quien se vería favorecido por esta vía, sin justificación alguna. Muy por el contrario, en franca oposición de axiomas que, en la órbita de la responsabilidad jurídica y ética, proclaman que toda barrera que inhiba o morigere la obligación del responsable del daño, propicia que, en no pocas ocasiones, se sigan repitiendo las mismas conductas transgresoras, de suyo reprochables y violatorias de reglas que, en un plano superior, subliman el carácter preventivo de aquél. 3. Recapitulación general: Recapitulando, en apretada síntesis, es menester expresar, con inquebrantable apego a los principios de justicia e integridad del pago y, también en el de equidad -en la hora de ahora con grandilocuente arraigo constitucional (art. 230)-, que el reconocimiento económico que efectúe el victimario infractor a la aseguradora como consecuencia de la subrogación de ésta en los derechos del asegurado, debe materializarse en los mismos términos en que éste los detentaba, e inspirarse, por tanto, en una idea justa de realismo y equilibrio monetarios, de suerte que, al igual que acontece con las obligaciones pecuniarias, ese pago se verifique teniendo en cuenta el poder adquisitivo del dinero al momento de ser satisfecho el crédito de que es titular el asegurador, con el fin de que este reciba el mismo valor intrínseco que reconoció al asegurado en razón del siniestro, con lo cual, además, se evita que la depreciación del dinero lo afecte únicamente, en beneficio del causante del daño. De consiguiente, como quiera que en esencia la acción materia de la subrogación personal, es la misma que, originariamente, hubiera podido ejercer el asegurado-damnificado contra el responsable del daño, el tratamiento que debe otorgársele a la entidad aseguradora debería ser simétrico al que la ley y la jurisprudencia le hubieran dado a aquel, en caso de que, con prescindencia del seguro, hubiera reclamado directamente de éste la correspondiente indemnización de perjuicios. Así lo impone el derecho a la igualdad, de innegable estirpe constitucional, porque no existe, en rigor, ningún elemento diferenciador en la relación sustancial fundamental, que habilite un trato disímil frente a la pretensión resarcitoria que formule el asegurador. Antes bien, si algún criterio de distinción fuera acogido, específicamente para el caso de los derechos originados del pago con subrogación previstos en favor del asegurador, estos se convertirían, sin razón atendible, en una acción de reembolso de cara a la suma desembolsada, en vez de la que en realidad, a manera de posterius, puede ejercer -ya- como suya, en desarrollo de la inobjetable sustitución del asegurado- damnificado, situación que, además, no armoniza, en modo alguno, con el régimen legal colombiano asignado al pago por subrogación, tanto en la legislación civil, como en la comercial, sin duda articulados, en lo capital. Al fin y al cabo, la norma inmersa en el artículo 1096, para estos efectos, no puede ser analizada como un compartimento estanco, en claro desconocimiento de la convergencia de un apreciable haz de artículos que gobiernan la subrogación en el régimen civil, todo como secuela de una recta interpretación del artículo 822 del Código de Comercio, conforme ya se indicó. Esta doctrina que ahora se acoge, por lo demás, ha sido la jurisprudencia prohijada por el Honorable Consejo de Estado, que en diversos fallos ha autorizado corregir monetariamente la indemnización desembolsada par el asegurador, de cuyo pago se hace responsable el victimario cuando aquel ejerce la acción subrogatoria 17, todo en desarrollo de la hermenéutica que este alto Tribunal ha hecho de la misma norma en cuestión. Esta, también, es la postura predominante en la doctrina vernácula 18 y extranjera, como se ha anotado, así como en la jurisprudencia de países que han tenido similar evolución a la colombiana, por vía de ilustración en la República Argentina, cuya Corte Suprema de Justicia 19 , en un comienzo, le negó al asegurador el derecho a obtener la indexación de las sumas reclamadas de victimario en ejercicio acción subrogatoria, para luego aceptarlo abiertamente, al amparo de argumentos análogos a los expuestos en esta decisión. 4. Puestas de este modo las cosas, se concluye que el asegurador, en ejercicio de ,la acción subrogatoria a que se refiere el artículo 1096 del Código de Comercio, tiene derecho a que se le reconozca íntegramente la corrección monetaria de la suma a que sea condenado el agente causante del daño que, ex ante, determinó el pago de la indemnización al aseguradodamnificado, en virtud del contrato de seguro, aspecto éste expresa y privativamente sometido al escrutinio de la Sala, al que por consiguiente se limita su pronunciamiento. En este orden de ideas, es claro que el Tribunal no interpretó erróneamente la aludida disposición, de lo que se desprende que no resulta procedente atribuirle ningún yerro jurídico. Queda así entonces, en estos específicos términos, explicitado y motivado el cambio de jurisprudencia de la Corte sobre la materia. Por tal razón, no se condenará en costas al recurrente. DECISIÓN En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia proferida por el Tribunal Superior de Bucaramanga -Sala Civil- el 12 de septiembre de 2000, en el proceso ordinario de la referencia. Costas a cargo de la parte recurrente. Liquídense. Notifíquese y, en oportunidad, devuélvase al Tribunal de origen. EDGARDO VILLAMIL PORTILLA MANUEL ARDILA VELÁSQUEZ (con salvamento de voto) JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA (con salvamento de voto) SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO CESAR JULIO VALENCIA COPETE _______________________________________________________________ 1 Luis Moisset De Espanés; Ramón Daniel Pizarro y Carlos Gustavo Vallespinos. Inflación y Actualización Monetaria. Buenos Aires. Ed. Universidad. Pág. 116. 2 Le Droit du Contrat d'Assurance Terrestre. L.G.D.J. París. 1998. Pág. 270. 3 En igual sentido, con precisión, ponen de presente los profesores argentinos Nicolás Barbato y Gustavo Raúl Meilij, que si la "...suma es reajustada, nunca puede existir un enriquecimiento de dicho, asegurador, pues el reajuste no constituye un aumento de riqueza, sino, precisamente, un procedimiento por el que se evita que en razón de la pérdida de valor adquisitivo de la moneda, el acreedor reciba menos que lo que en realidad le corresponde. Hay un aumento nominal de importes, pero no un enriquecimiento, palabra que, por definición, se refiere al aumento de la riqueza". Tratado de Derecho de Seguros. Zeus Editores. Rosario. 1975. 4 Cfme: Gs. Js. CLlX, pág. 107; CLXXII, pág. 198; CLXXXIV, pág. 24; CXCII, pág. 71y CC, pág. 20). 5 Cfme : Antigono Donati, Trattato del Diritto delle Assicurazioni Prívate, Giuffré, Milán, 1.954, t.ll, p.476; Anxo Tato Plaza. La Subrogación del Asegurador en la Ley del Contrato de Seguro, Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, págs. 237 y ss.; Adriano Fiorentino, L, Assicurazione Contra I Danni, Dott, Nápoles, 1.949, p. 136; Antonio Brunetti, In Tema di Surrogazione Dell'assicuratore, en Rivísta Assicurazioni, Roma 1942, p. 29; Vittorio Salandra. Dell Assicurazioni. Commentario del Codice Civile, arts. 1861-1932, Zanichelli, Bolonia, 1966, p. 350; Joaquin Garrigues, Contrato de Seguro Terrestre, Madrid, 1.982, p.200 y Arturo Díaz Bravo, Notas Sobre la Subrogación del Asegurador en el Derecho Mexicano y Comentarios a la Sentencia de la Corte Suprema de Justicia Colombiana de fecha 23 de septiembre de 1993, en Revista Ibero-Latinoamericana de Seguros No.VII, Bogotá, 1995, p. 290. 6 Joaquín Garrigues. Contrato de Seguro Terrestre. Imprenta Aguirre. Madrid. Pág. 200. En sentido similar, César Vivante. Del Seguro Contra Los Daños. Pág. 389. 7 M. Picard y A. Besson. Les Assurances Terrestres. T. 1. Librairie Générale de Droit et de Jurisprudence. Parfs. Pág. 496. 8 Elocuente sobre el particular, es la autorizada opinión del Prof. J. Efrén Ossa G, co-redactor del Código de Comercio del año 1.971, según la cual “La subrogación legal no se halla establecida para enriquecer al asegurador y, por reflejo, a sus reaseguradores, ni para lastimar los derechos patrimoniales del asegurado, ni para aliviar o perjudicar la posición jurídicoeconómica del responsable del daño asegurado. Así se explica que solo puede operar -hasta concurrencia- de la indemnización pagada por el asegurador que la ley presupone". (Teoría General del Seguro, Vol. II, Temis, 1.991, p.p.193 y 194). 9 Marcel Fontaine, Droit des Assurances, Larcier, Bruselas, 1996, p. 255; Yvonne LambertFaivre, Droit des Assurances, Dalloz, París, 1990, p.p. 336 y 337. Antigono Donati. Trattato del Diritto delle Assicurazioni Private, Op. cit., p.471 y Anxo Tato Plaza. La Subrogación del Asegurador en la Ley del Contrato de Seguro, Op. cit, p.p. 66 y 67. 10 Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Vol. VI, Editorial Jurídica de Chile, 1979, p. 272. 11 Cfme: Fernando Sánchez Calero, Ley de Contrato de Seguro, Aranzadi, Pamplona, 1999, p.652. Walter Villa Zapata. La subrogación en el Derecho de Seguros Peruano, en Revista Ibero-Latinoamericana de Seguros, No. X, Bogotá, 1997, p.151. 12 - A este respecto, el Prof. J. Efrén Ossa, certeramente anota en su obra que "el temor de que el asegurador pueda enriquecerse por la vía de la subrogación carece de todo fundamento porque, merced al principio de la -comunidad de suerte- entre asegurador y reasegurador, el carácter indemnizatorio del reaseguro, el derecho a la subrogación que corresponde -in integrum- al asegurador ha de ser compartido por el reasegurador en proporción a la cuota en la indemnización del daño asegurado.". Teoría General del Seguro, T. II, Op.Cit, p. 185. Cfme: Ariel Fernández Dirube. Manual de Reaseguros. Biblioteca General Re. Buenos Aires. 1993. Pág. 208. 13 - Cfme: Jorge Bustamante Alsina, Teoría General de la Responsabilidad Civil, Abeledo Perrot, 1.983, p. p. 192 Y 193; Enrique C. Banchio, Obligaciones de Valor, Lerner, Buenos Aires, 1.965, p.91; Jaime Santos Briz, La Responsabilidad Civil, Montecorvo, Madrid, 1.981, p.p. 331 y s.s. y Antonio Hernández Gil, Derecho de Obligaciones, Ceura, Madrid, 1.983, p.p. 201 y s.s. 14 En orden cronológico: Francia, arto 121: "...hasta concurrencia de la indemnización pagada"; México, arto 111: "...hasta la cantidad pagada…"; Italia, arto 1.916: "...hasta la concurrencia del importe de la misma -la indemnización", y Argentina, art. 80: "...hasta el monto de la indemnización abonada". 15 Trattato del Diritto delle Assicurazioni Prívate, Vol II, op.cit, p. 479 16 Cfme: Rubén Stiglitz, Derecho de Seguros, T. II, Buenos Aires, Abeledo Perrot, p.p. 486 y s.s; Nicoiás H. Barbeto y Gustavo Raúl Meilij. Tratado de Seguros. Ob. cit. p.p. 308 y SS.; Ignacio Escuti, Efraín H. Richard, Horacio Roitman y José l. Romero, Indexación en el Derecho Argentino y Comparado, Depalma, Buenos Aires, 1.979, p. 478 y Eduardo Zannoni, Revaluación de Obligaciones Dinerarias. Indexación, Astrea, Buenos Aires, 1.977. 17 Vid: Sentencias de 19 de diciembre de 1988, 11 de agosto de 1989 y 27 de noviembre de 2002, entre otras. 18 Vid: J. Efrén Ossa. Teoría General del Seguro, T. II, Op.cit.; Hernán Fabio López Blanco. Comentarios al Contrato de Seguro. Dupré. 2004. Págs. 251 y 252; Andrés E. Ordóñez Ordóñez. Cesión del crédito del asegurado contra los terceros responsables del siniestro. Revista Jurídica. Vol. 8, No. 2, 1995. U. Externado de Colombia. Págs. 76 a 78, entre otros más. 19 Antes de 1975, la Corte Suprema de Justicia de Argentina negaba el derecho a la indexación al asegurador que ejercitaba la acción subrogatoria de que se viene tratando, por razones similares a las que afirmaba esta Corporación con anterioridad de este fallo (Sentencia de 29 de diciembre de 1975). Pero en sentencia de 12 de octubre de 1976, puntualizó que "resulta ajustado a toda lógica y al correcto juego de la equidad y al principio de igualdad, considerar que el pago efectivo de los daños resultantes de un siniestro a favor de la víctima, no puede servir para mejorar la suerte del culpable, liberándolo del incremento indemnizatorio por depreciación monetaria. De lo contrario, cuanto más grave fuese el daño e indispensable su reparación urgente..., más aliviado de sus obligaciones se vería el deudor con el consiguiente empeoramiento de las condiciones del acreedor". Y agregó:...como la aseguradora se subroga en los derechos y acciones del asegurado pasando a ocupar su lugar, es obvio que puede reclamar todo aquello que hubiese podido pretender el subrogado. No altera lo expuesto, la limitación resultante del mencionado art. 80 en cuanto concede al asegurador derecho a actuar como subrogante hasta el monto de la indemnización que abonara, ya que el plus por depreciación monetaria no significa sino una adecuación de la misma suma pagada a los fines de mantener su valor originario. Tampoco lo altera el funcionamiento por parte de la aseguradora, del fondo de reserva o el juego de la prima, ya que no se trata de aplicar el instituto del enriquecimiento sin causa ni de determinar la existencia de quebrantos en el giro de la aseguradora como condición para la procedencia de su reclamo, sino de permitirle recuperar el valor exacto de lo que pagara, sin que la posibilidad de cubrirse por las consecuencias de dicho pago sirva de motivo para aliviar la responsabilidad del culpable". Salvedad de voto Expediente 1997- 00832 ¿Es exactamente lo mismo que al autor de un daño lo persiga la víctima, a cuando lo persigue es otro que ha pagado por él, caso de las aseguradoras? Nuevamente se ocupa la Corte de cuál debe ser el monto de la subrogación prevista en el artículo 1096 del código de comercio. Vale decir, si el monto que pagó la aseguradora ha de ser escueto o, antes bien, con la respectiva corrección monetaria. La Corte venía inclinándose por aquello. Hoy ha variado. Como no veo, ni descubrir puedo, razones de peso para acompañar ese cambio, fuerza es salvar mi voto. Y todo pese a las copiosas páginas de la sentencia de ahora, generosa sí en transcripciones y citas, pero no explican en modo alguno porqué la Corte, si bien reconoce la corrección monetaria para muchos casos, no la abrazaba para este caso particular. La razón nunca ha sido larga; más bien es contundente. El asunto, pues, no era tanto en entregarse con ardor a demostrar el origen, fundamento, justificación y bondad de la indexación, cosas más que dichas, como en demostrar cómo ni aun lo particular del caso escapaba a la regla general. Porque, bien vale recalcarlo, la Corte obró en el pasado siempre sobre la base de la singularidad que denota la especial subrogación del artículo 1096 del código de comercio, señaladamente en que la triangulación que supone la subrogación en general, particularizada se hallaba aquí porque la aseguradora no paga deuda ajena sino propia. La aseguradora, en efecto, pagó lo que se comprometió a pagar por un contrato de seguro, por el cual a su vez cobró. Y claro, eso ya marca una enorme diferencia. Hoy la Corte, sin hacer cuenta de esa desemejanza dice que da lo mismo que el abono de perjuicios lo persiga la víctima o la aseguradora que le paga. Y así como a aquél habría de reconocérsele en su caso la indexación, en pie de igualdad ha de hacerlo cuando es la aseguradora la que demanda. Allá quien vea en ello cosas iguales y por ahí derecho se crea con autoridad para reclamar a voces la aplicación de la Constitución Política. La aseguradora, repítese, paga porque es su deber hacerlo so pena de incumplimiento. Y ese origen obligacional percute en que no puede reclamar lisa y llanamente por los perjuicios causados a la víctima, sino hasta cierto monto, exactamente lo que pagó. Algo así como un simple reembolso. Por eso sostuvo la Corte que en ese caso la equidad de la corrección no operaba. Es por eso y por nada más, que se ha cuidado de indexar allí; vale decir, no es porque haya dicho, como si contrariara su misma jurisprudencia, que al" indexarse se paga un perjuicio o se paga de más, como pareciera sugerirlo ahora la mayoría, desde luego si se mira el énfasis que pone en ello. Sencillamente se tergiversa a la Corte cuando así se la refuta. Y valga recordar algo que definitivamente aclara la posible tergiversación. En efecto, igualmente ha dicho la Corte, esta sí doctrina invariable hasta hoy, que tampoco opera la tal corrección, precisamente en aplicación de ese principio superior, cuando el contratante, aunque incumplido, tiene derecho a la restitución de las sumas de dinero que entregó; así en fallos de 15 de junio de 1993 y 21 de marzo de 1995, exp. 3328, doctrina precisada posteriormente en sentencia de 6 de julio de 2000, y últimamente reiterada en fallos de 15 de enero, 12 de marzo y 4 de junio de 2004 (expedientes 6913, 6759 y 7748), decisiones donde el criterio expuesto fue el de que, en caso de resolución de una promesa de compraventa, el comprador incumplido "debe recibir en su valor histórico o nominal, esto es, sin reajuste, debido a que, al serIe imputable el incumplimiento contractual que propició la resolución del contrato, no puede beneficiarse de él, porque de ser así, además de prohijarse el incumplimiento contractual, se atentaría contra los principios de justicia y equidad, razón por la cual, la doctrina de la Corporación ha sido constante en señalar, que el contratante incumplido debe soportar '...los efectos dañosos de la inflación...' y que en la misma eventualidad, tampoco hay lugar a reconocer '... deudas por intereses de origen legal…’[Cas. Civ. de 15 de junio de 1993]" (G.J. t. CCXXXIV, pág. 453). Oportuno ha sido traer a capítulo esto último, para ver de demostrar que lo decisivo en casos tan particulares es el principio de la equidad, y no el argumento de que quien paga indexado no está cancelando ni un peso de más, como con reiteración irritante lo hace la sentencia de ahora; pues entonces la pregunta obligada es: si es cierto que lo importante y definitivo es que nadie paga más cuando indexa, ¿porqué no ha obligado la Corte a que el contratante incumplido sea restituido también con indexación? Según los propios términos que hoy emplea, ¿no estaría él recibiendo exactamente lo mismo? O lo que es decir, el obligado a restituir nada agregaría con devolver indexado; o es que por dicha, ¿ese sí está autorizado para recibir un dinero con cierto poder adquisitivo y devolver otro envilecido? O es que si lo obligan a indexar, ¿estaría premiando al otro incumplido? ¿Y premiando de qué si no estaría recibiendo ningún plus? No hay duda, así, que lo relevante es la equidad. Las demás justificaciones quedan entonces fuera de lugar y lo que hacen es confundir. En la subrogación dicha, pues, es muy difícil justificar la indexación en equidad. Y de paso, sobre todo para épocas severas de inflación, subrogarse en dichos términos sería la mejor inversión, pues se cobra por pagar (contrato de seguro), y, en pagando, a cubierto queda de la desvalorización de la moneda, por ingente que ella sea. Pagar por otro, inversión segura. Por todo ello sigo hoy pensando lo mismo que antes. Razón más que suficiente para reproducir la sentencia que hoy se cambia, en donde aparece con mayor claridad explicado el asunto. "Consagra el artículo 1096 del Código de Comercio que ‘el asegurador que pague una indemnización se subrogará, por ministerio de la ley y hasta concurrencia de su importe, en los derechos del asegurado contra las personas responsables del siniestro'. "Aproximando la norma al cargo en estudio, cabe memorar que la Corte en jurisprudencia que es reiterada e invariable, ha precisado los alcances de la expresión 'hasta concurrencia de su importe', para cuya reseña basta traer, en vía de ejemplo y en orden cronológico, los siguientes pronunciamientos: "a) Dijo en 1981 que 'cuando por presentarse el siniestro la compañía aseguradora cubre el valor de la respectiva indemnización, por ministerio de la ley, o sea, sin concurrencia de las palies contratantes, el asegurador se subroga en los derechos del asegurado indemnizado contra el autor del daño, pero solo hasta el valor de la suma pagada. (…). Como ha sido rector en materia de seguros que este contrato no puede ser fuente de ganancias y menos de riqueza, sino que se caracteriza por ser indemnizatorio (artículo 1088 Código de comercio) es apenas obvio que circunscriba el derecho del asegurador que ha pagado el valor del seguro a obtener, del autor del daño, apenas el monto de la suma pagada y no una cantidad superior’1. "b) Confirmó y amplió este criterio en 1985 al puntualizar que 'en orden a precisar los alcances de la subrogación legal que consagra el artículo 1 096 del Código de Comercio, ha de tenerse en cuenta que la indemnización que paga el asegurador estará determinada por el valor del daño derivado del siniestro, evaluado al momento de su ocurrencia e indemnizado en términos del contrato, lo cual excluye, desde luego, 'los intereses o perjuicios moratorios que el artículo. 1080 impone al asegurador, en su caso, pues estos desbordan el concepto de daño asegurado. La suma que limita el derecho del asegurador, 'transmitido' ope legis por el asegurado, es la del día del pago de la indemnización, y a esa suma ha de quedar limitada también la responsabilidad del causante del siniestro. "'Si con miras a la correcta interpretación del citado artículo 1096 se consultan sus antecedentes, cuya importancia en este campo reconoce el artículo 27 del Código Civil, será necesario insistir que la expresión 'hasta concurrencia del importe' no puede tener alcance distinto al que indica su tenor literal. Ello es así por cuanto, como lo tiene admitido la doctrina general de los autores, el asegurador, a consecuencia de un siniestro indemnizable, no puede sufrir perjuicio, en la acepción jurídica de la palabra. Y no puede sufrirlo porque la indemnización que él pagó al asegurado tiene un origen contractual, y porque ha recibido con la prima la contraprestación correspondiente a su obligación y porque opera en función del cálculo de las probabilidades'2. “c) En 1993 tuvo la oportunidad de expresar que 'ha querido el legislador otorgarle al pago del seguro con subrogación una naturaleza de orden público, con la imperatividad, obligatoriedad y consecuencias allí indicadas, con cierta autonomía de lo que ha ocurrido cuantitativamente antes o después del pago. En efecto, para determinar el límite cuantitativo del objeto subrogado se toma en cuenta únicamente el valor de lo pagado por el seguro, con independencia del valor de las primas pagadas, o del mayor valor del objeto asegurado o de las circunstancias posteriores al pago, como son su deterioro monetario, improductividad financiera, etc. Luego se trata de un límite cuantitativo fijado por la ley que, a la vez que satisface los intereses privados del asegurador y el asegurado, también da seguridad jurídica al monto exacto a reclamar y garantiza certeramente derechos de terceros y, concretamente, los del autor del daño. Por eso, prescribe el artículo 1096 del Código de Comercio que la subrogación legal del asegurador en los derechos del asegurado contra el tercero responsable, tiene como límite la suma pagada de acuerdo a lo asegurado, que, por su naturaleza debe entenderse restrictivamente para los efectos cuantitativos, porque esa es la clara intención inequívoca del precepto, y que, por lo tanto, no permite extender o completar su sentido de tal manera que desborde dicho límite. (...). Por consiguiente, reitera la Sala su doctrina en el sentido de la improcedencia de corrección monetaria e intereses sobre el derecho subrogado legalmente y fundado en la suma pagada por concepto del seguro.3 "d) En 1995 reafirmó su jurisprudencia, la cual se halla vigente, al manifestar que 'la expresión ‘...hasta concurrencia del importe...’ a que alude el artículo 1096 del Código de Comercio, debe interpretarse a la luz de lo dispuesto en el artículo 27 del Código Civil, razón por la cual no puede tener un alcance distinto al que señala su tenor literal. La razón de ser de este precepto estriba en el carácter indemnizatorio de esta especie de contrato, motivo por el cual no puede ser fuente de ganancias o riqueza'. Y más adelante agrega que 'el cimiento de la subrogación no es propiamente la protección patrimonial del asegurador, al cual, de todas formas, se le abre la posibilidad de la subrogación, la cual, en verdad, tiene por objetivo básico la necesidad de evitar el enriquecimiento del causante del daño, así como enervar la posibilidad de que el asegurado obtenga un doble pago del perjuicio. El carácter indemnizatorio lo fija la ley para la prestación a favor del asegurado, desde luego, para evitar allí también que la ocurrencia del siniestro se tome en una fuente de lucro, no de restablecimiento del equilibrio patrimonial para éste. Todo lo cual se halla inspirado en nítidos principios de moral social. Y si pudiera decirse que ese carácter indemnizatorio se traslada a la pretensión del asegurador que ha pagado, en frente del directo causante del daño, sólo podrá ser dentro del marco de su propia erogación, no sólo por lo ya dicho, sino también porque no se entendería cómo si el asegurador sólo queda obligado frente al asegurado a pagarle una suma determinada por razón de la pérdida sufrida por éste, él sí pueda exigirle al causante del daño una corrección monetaria que no ha cubierto, máxime cuando no fue el directamente perjudicado. "'Luego no puede acudir el censor a la supuesta necesidad de 'mantener el equilibrio de las relaciones jurídicas" como un presupuesto para aplicar la corrección monetaria que depreca, puesto que si el pago de la indemnización no es factor de desequilibrio contractual o empobrecimiento del asegurador, sino de pago de una prestación debida, mucho menos resulta serIo el reembolso nominal de la indemnización’4. "Son tan sólidos los criterios jurisprudenciales acabados de memorar, que la Sala no puede menos de prohijarlos en esta nueva ocasión. En efecto, todos ellos a una, descubren las potísimas razones que entregan una fisonomía jurídica muy propia a la subrogación que consagra el artículo 1096 del Código de Comercio, de lo cual es diamantino reflejo el mandato por fuerza del cual la aseguradora no tiene más derecho que a la suma que efectivamente pagó por virtud del contrato de seguro. Dicha norma, pues, lejos de contener descuidadas voces legislativas, denota una ratio legis respetabilísima, y hace de su preceptiva el acuñamiento de un raciocinio sazonado, particularmente si en cuenta se tiene que acaso esa es la manera más aconsejable como se preserva el equilibrio de todas las relaciones jurídicas que se dan cita en el punto. "No es de recibo argüir, entonces, que cuando así se decide resulta desnaturalizado.' el carácter indemnizatorio de la obligación subrogada, porque, insístese, la del artículo 1096 en cita es una subrogación de estirpe singular; tanto, que no tiene la fuente común del fenómeno conocido como pago realizado por un tercero, ya que la aseguradora ha pagado deuda propia, la misma que a su cargo surgió del contrato de seguro, lo cual repugna, hay que admitirlo, si pasase por persona digna de ser indemnizada. Es claro que ella tiene derecho a ser reembolsada, mas no indemnizada, y esto mismo pone fuera de lugar la invocación del criterio de equidad que en eventos indemnizatorios ha tenido presente la Sala, atendiendo pautas como la del art. 16 de la ley 446 de 1998. "En otros términos, al pagar el asegurador, libera o extingue la obligación del autor del daño, respecto del asegurado, hasta la cuantía de lo pagado, merced a la existencia de un contrato de seguro que protegía a la persona que precisamente le trasladó el riesgo, quedando aquél subrogado, hasta esa cuantía, en los derechos del asegurado, según el imperativo legal. Es posible que de cara a esta disposición, el monto de la condena a cargo del responsable del daño no resulte igual a aquel que hubiera arrojado si el demandante fuese la propia víctima, porque para ésta no existe norma que de suyo limite, y su reclamo, ese sí indemnizatorio, podría gozar de mayor amplitud; mas, como ya se dijo, el diverso resultado se explica por la presencia de un asegurador que, con arreglo a sus fines, ayuda a paliar las pérdidas, sin que por ello adquiera la calidad de víctima o de directamente perjudicado, pues el hontanar de su obligación es muy otro, a saber, el .contrato de seguro, dentro de cuyo marco ha recibido contraprestación. Total que el asegurador no puede pretextar que la consabida limitación legal implique un empobrecimiento suyo. Ni es dable alegar, por otra parte, que sin la corrección monetaria el demandado resultaría pagando una cosa diferente a la debida, en lo que se violaría el artículo 1627 del Código civil, pues sea lo que fuere, el caso es que el censor pasa de largo ante el hecho de que es la propia norma la que deja lugar a reservas, al disponer, a renglón seguido, que todo ello es sin 'perjuicio de lo que en los casos especiales dispongan las leyes', con lo que dejó de lado explicar, como es de necesidad en un recurso dispositivo, porqué su caso lo enmarca en la regla general y no cuadra dentro de las excepciones, siendo que, como viene de verse, la subrogación del artículo 1096 es asaz particular. "Y comoquiera que la Corte estima que la solución dada por la ley es la más justa de todas, antinómico fuera reconocer la corrección monetaria que edificada sobre el postulado de la equidad ha dispuesto la Corporación en otros asuntos" Fecha utsupra Manuel Isidro Ardila Velásquez ________________________________________________________________________________________________ 1 Caso Civ. de 22 de enero de 1981, G.J. CLXVI, pág. 156 Caso Civ. de 6 de agosto de 1985, G.J. t. CLXXX, pág. 239 3 Caso Civ. de 23 de sept. 1993, G.J. t. 2464, pág. 567 4 Caso Civ. de 13 de octubre de 1995, G.J. número 2476, pág. 1123. 2 Volver índice CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACION CIVIL Magistrado Ponente Jaime Alberto Arrubla Paucar Bogotá, D.C., dieciocho (18) de mayo de dos mil cinco (2005) Referencia: Expediente No. 14415 Decídese el recurso extraordinario de casación interpuesto por los demandados CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA. y ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, contra la sentencia dictada el 27 de julio de 1999, por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, D.C., en el proceso ordinario iniciado por FLORENCIO SÁENZ PEÑA, en su propio nombre y en representación de la menor SHIRLEY SÁENZ RUGE, contra los recurrentes. ANTECEDENTES 1. Pretendieron los demandantes que, con citación de los demandados, se les declarara civil y solidariamente responsables por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, y como consecuencia, que se les condenara a indemnizarles los perjuicios materiales y morales que experimentaron por tal causa. 2. Los hechos constitutivos de la causa petendi, pueden resumirse del siguiente modo: 2.1. Por estar padeciendo fuertes y frecuentes cólicos, entre abril y mayo de 1992, MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA fue conducida a la clínica demandada, donde fue atendida por su gerente, el Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, quien previo examen, dictaminó que debía ser sometida a una colecistectomía. 2.2. El 10 de julio se le practicó, por el citado profesional, el procedimiento quirúrgico recomendado, y el 13 de los mismos mes y año se le dio de alta, debiendo ser hospitalizada de nuevo el 15, por sufrir fuertes dolores en el vientre. Pasado un día, se autorizó su salida. 2.3. Como siguió experimentando dolor "...en la región de la operación", acudió a otras instituciones para tomarse radiografías y exámenes, que no revelaron nada anormal. 2.4. En octubre de 1992, su deteriorado estado de salud se complicó porque no podía ingerir alimentos, y debido a ello fue llevada otra vez a la institución demandada, donde la atendió su gerente, quien estimó que debía ser operada nuevamente. 2.5. FLORENCIO SÁENZ PEÑA, su cónyuge, decidió hacerla auscultar por el Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO MONSALVE, médico gastroenterólogo del Hospital Militar, galeno que luego de analizar los exámenes y radiografías concluyó que debía ser intervenida de inmediato, "...por un obstáculo que se presentaba adelante del píloro, que no permitía el paso del tubo para la endoscopia". 2.6. Practicada la cirugía el 4 de noviembre de 1992, bajo la dirección del citado profesional, se le extrajo "...una compresa encapsulada por fibrosis desarrollada en la zona donde se le había practicado la Colecistectomía", elemento que de acuerdo con los resultados de patología, "...generó una PERITONITIS AGUDA CRÓNICA". 2.7. Tras una ligera recuperación, sumada a la tolerancia a los alimentos, se le dio de alta el 28 de noviembre del mismo año. 2.8. Sin embargo, la peritonitis aguda y crónica desencadenada por la compresa dejada en su vientre, le originó "...una congestión cardio-pulmonar el día 3 de diciembre de 1992", por la cual debió ser llevada de urgencia al Hospital Militar, ayudada de oxígeno, complicación que no fue posible controlar, pese a los esfuerzos médicos, falleciendo el 6 de diciembre de 1992, a la edad de 40 años, once meses. 2.9. MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA contrajo matrimonio católico con FLORENCIO SÁENZ PEÑA, y de tal unión nació SHIRLEY SÁENZ RUGE, el 20 de mayo de 1978. 2.10. En vida se dedicaba al manejo y dirección de una pequeña industria de pintura en tela, modistería infantil y tarjetería, de la cual derivaba unos ingresos mensuales promedio de ciento cincuenta mil pesos ($150.000.oo). 3. Notificados los demandados, dieron respuesta conjunta a la demanda, oponiéndose a lo pretendido. Sobre los hechos allí afirmados, aceptaron algunos, negaron otros y sobre los restantes dijeron que no les constaban. Propusieron las excepciones que denominaron ausencia de responsabilidad e inexistencia de la obligación. En relación con la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., porque el Dr. EDGAR BELTRÁN MEJÍA, jefe del equipo médico que intervino quirúrgicamente a la occisa, "...no pertenece a la nómina de la Clínica", siendo de cargo de ésta solamente "...el alojamiento, alimentación, suministro de bodegas, cuidado del paciente, realización de exámenes, control y la atención por parte de los médicos residentes y enfermeras". En cuanto al Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, porque su participación en el acto quirúrgico mencionado, se redujo a actuar como primer ayudante. 4. Adelantado el debate en los términos reseñados, la primera instancia se definió con sentencia estimatoria, confirmada por el superior al decidir el recurso de apelación interpuesto por los demandados, decisión que adicionó con la orden de actualizar las condenas impuestas, en la forma allí indicada, determinación que la misma parte impugnó mediante el recurso de casación sobre el cual se provee en esta oportunidad. LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL Verificado el recuento de los antecedentes del proceso, y constatada su validez formal, inició el Tribunal sus consideraciones identificando las diversas fuentes de la responsabilidad civil. Previas algunas reflexiones sobre el régimen de la responsabilidad extracontractual, precisó que la controversia se situó en ese marco, "…porque el supuesto fáctico no hace referencia a relación contractual alguna ni se enuncia incumplida obligación de la misma índole". Agregó que se invocó el artículo 2341 del Código Civil, precepto que reglamenta la responsabilidad civil extracontractual por el hecho propio, "...imputable a título de culpa y las pretensiones las formulan miembros de la familia, que con la muerte de su cónyuge y madre, respectivamente, sufrieron perjuicio". Tras reconstruir el íter de los hechos debatidos, consideró prioritario averiguar por la participación que en ellos tuvieron los demandados. En ese cometido observó que MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA llegó a la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., y allí fue atendida por su director y dueño, el doctor ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, quien la programó para el procedimiento quirúrgico denominado colecistectomía, en el cual debía extirpársele la vesícula biliar. Que para tal efecto contrató los servicios del Dr. EDGAR BELTRÁN MEJÍA, cirujano en vías biliares, bajo cuya dirección se efectuó, con la colaboración de Ardila Cuéllar como primer ayudante. Del interrogatorio y el testimonio de los dos profesionales mencionados, dedujo que Beltrán Mejía obró como agente de la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., hecho cuya aceptación vislumbró "...en la contestación de la demanda en donde se afirmó que el especialista doctor EDGAR BELTRAN MEJIA estaba adscrito a la clínica". Consideró debidamente comprobado que al culminar la operación se dejó una compresa en el vientre de la paciente, elemento que desencadenó una serie de consecuencias negativas en su salud, por las cuales debió ser intervenida nuevamente en el Hospital Militar, infiriendo que no se tuvo "...el cuidado que corresponde desplegar en la actividad quirúrgica ni siquiera el que hubiera desplegado una persona común y corriente colocada en las mismas condiciones externas, porque aún ésta habría tenido la elemental precaución de revisar la cavidad en la que se practicó la operación, mucho más si se trataba de la intervención a una persona obesa como lo afirma el galeno director del acto quirúrgico", descuido que imputó a todo el personal que participó en la operación, pero que consideró de mayor entidad respecto de quienes fungieron como director y primer auxiliar, por tener a su cargo la supervisión de la actividad de los demás. En relación con los sucesos desencadenados por tal omisión, refirió que el 14 de julio de 1992 MARÍA ANA LUISA RUGE regresó a la institución demandada, porque no toleraba la alimentación, aunque se mantenía hidratada, orientada, alerta, sin presión abdominal, con ruidos cardíacos rítmicos y sin soplos, y que al finalizar el mismo año, su esposo la hizo examinar del Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO MONSALVE, por las molestias gastrointestinales que venía padeciendo desde la operación. Agregó que al ser sometida a un nuevo procedimiento quirúrgico, se detectó un severo proceso inflamatorio alrededor del duodeno y parte terminal del estómago, y se retiró una compresa que había erosionado el duodeno, al succionarla, provocando su obstrucción. Observó que para ese momento la paciente presentaba un cuadro séptico gestado por el severo proceso inflamatorio experimentado, del cual empezó a recuperarse semanas después, autorizándose su salida del hospital, pero que a los pocos días regresó con dificultad respiratoria y en malas condiciones generales, para fallecer más tarde en estado séptico. Subrayó que el deceso de la paciente "...tuvo su causa inmediata en la insuficiencia respiratoria aguda, edema pulmonar y tromboembolismo pulmonar (fol. 9)", anotando que según lo explicado por el Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO, "cuando el cuadro infeccioso se deja progresar altera el sistema cardiovascular, renal, hepático y cerebral, por el compromiso de la asepsis que es un cuadro generalizado". Que el estado infeccioso es producido por bacterias o cuerpos extraños en el organismo, y compromete todos los mecanismos que éste tiene para controlarlo. Que al no ser neutralizado, progresa hasta afectar el estado general del paciente, ocasionándole malestar, fiebre, taquicardia, frecuencia respiratoria alta, problemas pulmonares, desequilibrio, ácido básico, cambios electrocardiográficos por la infección, cuadro que se denomina "estado séptico", tiene tres o cuatro grados, dependiendo de su severidad y de los órganos comprometidos, siendo el más avanzado el que se conoce como falla orgánica multisistémica, que se presenta "...cuando el paciente tiene un compromiso en su función renal, hepática, hematológica, cardíaca, pulmonar, cerebral...". Así, concluyó que "...la crisis del aparato circulatorio y el tromboembolismo pulmonar tuvieron origen en la infección generalizada que presentó la señora MARÍA ANA LUISA RUGE que se gestó como efecto nocivo de la compresa abandonada en el organismo al cerrar la cavidad abdominal después de la operación que se practicó en la CLINICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR, LTDA.", reiterando que "...La causa de la muerte de ésta, por tanto, fue el estado infeccioso que tal elemento produjo". Constatado el incumplimiento de los demandados de su "...deber general de no causar daño", indagó por el perjuicio y su extensión. Con tal propósito, memoró que por las complicaciones de salud de su esposa, FLORENCIO SÁENZ debió someterla a una serie de consultas y exámenes, cuyo costo se tasó pericialmente en la suma de $6.301.314.oo, guarismo en el que también se comprenden los gastos de funeraria y cementerio, soportados documentalmente. Destacó que a ese valor, representativo del daño emergente, "...se le aplicó un interés anual desde el momento que los pagos se realizaron". Añadió que en su condición de trabajadora independiente, MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA recibiría por lo menos unos ingresos equivalentes al salario mínimo, anotando que "...sobre esta base se proyectó lo que aquélla hubiera podido percibir durante su vida probable, es decir, el lucro cesante, que se clasificó en causado y futuro, al primero de los cuales se aplicó la tasa de interés legal". Las pautas indicadas, con base en las cuales calculó el a-quo los perjuicios sufridos por los demandantes, las acogió "...por estar de conformidad con las pruebas". Adicionó, por último, el fallo apelado, ordenando que la condena impuesta a los demandados se actualice "...teniendo en cuenta la variación del índice de precios al consumidor, ingresos medios, desde el momento que el juzgado hizo el cálculo (septiembre de 1997), hasta el momento del pago de los perjuicios". LA DEMANDA DE CASACION Cinco cargos adujo la parte recurrente contra la sentencia impugnada. El primero en el marco de la causal segunda, el segundo, tercero y cuarto con fundamento en la causal primera, y el quinto, al abrigo de la causal tercera. La Corte examinará en primer lugar y de manera conjunta, los cargos primero y segundo, por las razones que su oportunidad se expondrán. En la misma forma, los cargos tercero y cuarto, por admitir consideraciones comunes, y se ocupará por último del quinto, que aunque denuncia un error de procedimiento, tiene un alcance parcial, en cuanto está dirigido a cuestionar el patrón de actualización de las condenas impuestas a los demandados. PRIMER CARGO Con fundamento en la causal segunda de casación, se impugna la sentencia del Tribunal por no estar en consonancia con las pretensiones de la demanda. En su demostración, se remite el recurrente a las pretensiones deducidas por los demandantes y a las resoluciones de los fallos de instancia, para destacar que mientras en la demanda se solicitó declarar civilmente responsables a los demandados, por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, "...ocurrida el día 6 de diciembre de 1991", en el fallo de primer grado, prohijado por el ad-quem, se les responsabilizó de un hecho "...ocurrido el día 6 de diciembre de 1992, respecto del cual no existía postulación alguna en el petitum presentado por los demandantes". Concluye que tal decisión no armoniza con lo pedido, puesto que los actores "...se concretaron a pretender una declaración de responsabilidad y sus condenas consecuenciales sobre un pretendido fallecimiento de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA sucedido, según las súplicas de la demanda el día 6 de diciembre de 1991". Con fundamento en lo expuesto solicita la casación del fallo para que en sede de instancia se absuelva a los demandados. SEGUNDO CARGO Dentro del marco de la causal primera del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, y por el error de hecho que se le imputa al Tribunal en la interpretación de la demanda, se denuncia en este cargo la sentencia por ser indirectamente violatoria de los artículos 1494, 2341, 2343, 2344, 2347, 2349, 2356 del Código Civil, "...siendo medios de violación los artículos 75, 82, 174, 175, 177, 187, 251 y 258 del Código de Procedimiento Civil". Para fundamentar el cargo, evoca el impugnador lo pretendido por los demandantes, echándole en cara al fallador que entendiera que sus reclamaciones "...estaban referidas al año de 1992", cuando se relacionan con un "...suceso que se dice ha ocurrido el día 6 de diciembre de 1991 y sobre el cual se pregona la declaratoria de responsabilidad de los demandados y la consecuencial condena en perjuicios morales y materiales". Concluye que de no haber cometido el error denunciado, el litigio se habría dirimido en términos distintos, pues si el acervo probatorio indica que para la fecha del acontecimiento mencionado en la pretensión, la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA no había fallecido, se imponía la absolución de los demandados. Apoyado en tales razonamientos solicita casar el fallo recurrido, para que la Corte, en sede de instancia, revoque la decisión de primer grado y en su lugar desestime las pretensiones de los demandantes. CONSIDERACIONES 1. Se ligan los cargos para su solución, en consideración a que ambos giran en derredor del aspecto temporal del suceso desencadenante de la responsabilidad imputada a los demandados en la decisión impugnada. En el primero, para tildarla de disonante, en la modalidad de extra petita, por derivarla de un hecho acaecido "... el día 6 de diciembre de 1992”, cuando en la demanda se les emplazó por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, ocurrida "... el día 6 de diciembre de 1991". En el segundo, para descalificar la percepción que del mismo libelo tuvo el fallador, en relación con el citado aspecto, porque de acuerdo con lo que se plantea, las pretensiones en él postuladas se concretan "... a una circunstancia de facto ocurrida, según el libelo, el 6 de diciembre de 1991", y el juzgador erróneamente entendió que estaban vinculadas con un suceso ocurrido el 6 de diciembre de 1992. 2. Para dar una respuesta adecuada a tales predicamentos, preciso es volver sobre tales extremos para ver si, en verdad, el deber de prestación impuesto a los demandados tuvo hontanar en un evento distinto del invocado en la demanda, que es lo que en definitiva se plantea en los dos cargos. Memórase, con ese designio, que en el libelo genitor del proceso se pidió por los demandantes que se declarara civil y solidariamente responsables a los demandados "...de la muerte de quien en vida respondía al nombre de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, cuyo deceso ocurrió en la ciudad de Santafé de Bogotá D.C., el día 6 de diciembre de 1991, como consecuencia del descuido, negligencia y abandono de los galenos que le practicaron COLECISTECTOMIA, en la que le fue extraída una compresa del abdomen, lo cual le originó serias complicaciones de órganos internos que desencadenaron en la muerte de la paciente", y como consecuencia, que se les condenara a la reparación de los daños que sufrieron por causa de su fallecimiento. En la sentencia impugnada, a su vez, se avaló, la resolución del juzgador de primer grado de declarar la responsabilidad civil de los demandados por "... la muerte de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, ocurrida el 6 de diciembre de 1992", imponiéndoles la condigna obligación resarcitoria, decisión que se consideró pertinente adicionar en cuanto al método de actualización de la prestación que sobre ellos se hizo gravitar. No es preciso discernir en demasía para constatar que hay total identidad entre el hecho por el cual se convocó a juicio a los demandados y el que constituye el pilar de la declaración de responsabilidad protestada, como es la muerte de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, ocurrida en las circunstancias que la demanda narra, acontecimiento que por supuesto no se modifica porque en el fallo se afirme que tuvo lugar el 6 de diciembre de 1992, cuando en la demanda se dijo que ocurrió el 6 de diciembre de 1991, ya que la oportunidad de su acaecimiento es apenas uno de sus elementos distintivos. Si, como precisó la Corte en reciente ocasión, "…en la identificación de un "hecho" concurren múltiples circunstancias; el tiempo, entre otras más, es apenas una de ellas" (Cas. Civ. del 1º de octubre de 2003, Exp. 7615), la disparidad en uno de esos factores no lo cambia, no hace que deje de ser lo que en esencia es. Luego si en lo medular, se insiste, el hecho del cual se responsabilizó a los demandados, concuerda en un todo con el invocado en el petitum, la sinrazón de las inconformidades de la censura deviene indubitable, tanto más cuando no puede perderse de mira que la muerte es un fenómeno que sólo opera una vez, en día y fecha incambiables, y por consiguiente la disparidad recabada no pasa de ser un lapsus, sin importancia, del cual no puede emerger, como se pretende, la desviación en la identificación del objeto de la pretensión, o la discordancia entre lo que se pidió y lo que se resolvió en el pronunciamiento atacado. 3. Por las razones expuestas, los cargos se deben rechazar. TERCER CARGO Invocando la causal primera de casación, se acusa la sentencia del Tribunal por violar, en forma indirecta, los artículos 1494, 1495, 1496, 1497, 1499, 1502, 1568, 1602, 1603, 1604, 1610, 1613, 1614, 1615, 1616, 1618, 2069, 2142, 2143, 2344, 2347, 2349, y 2356 del Código, Civil, "...siendo medios de violación los artículos 75, 82, 174, 175, 176, 177, 187, 203, 207, 208, 213, 219, 220, 226, 227, 228, 232, 241, 251, 258, 279 y 281 del Código de Procedimiento Civil", como consecuencia de los errores de hecho cometidos por el sentenciador en la apreciación probatoria Tras señalar que los elementos estructurales de la responsabilidad civil extracontractual no fueron plenamente acreditados, pese a lo cual el Tribunal los tuvo por probados, el recurrente fracciona la acusación en cinco aspectos: 1. En éste controvierte la conclusión del fallador referente a "...la inexistencia de vínculo jurídico antecedente", imputándole cometer los siguientes errores: 1.1. Pretermitir los documentos que obran a folios 10 al 17 del cuaderno principal, que dan cuenta de la existencia de "...una relación jurídica subyacente entre las partes", concretamente "...un contrato de prestación de servicios profesionales de medicina, acreditados con el pago de los honorarios médicos allí demostrados, por los servicios prestados. 1.2. Pasar por alto el documento visible al folio 64 c.1., conforme al cual MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA solicitó y obtuvo de la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., la prestación de los servicios médicos solicitados. 1.3. Dejar de apreciar el interrogatorio del Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR (fls. 140 y ss. c. 1), quien aceptó haber recibido honorarios en cuantía de $200.000.oo, por la intervención quirúrgica realizada a la señora Ruge Ortega. 1.4. Ignorar el testimonio del Dr. EDGAR EDMUNDO BELTRÁN MEJÍA, en cuanto manifestó que no es empleado ni tiene contrato directo con la institución demandada, y sólo ocasionalmente, como ocurrió en el caso, "... es llamado a colaborar en algunas intervenciones quirúrgicas y que por su trabajo le son cancelados honorarios". Sostiene la censura que las pruebas omitidas evidencian que entre la señora Ruge Ortega y los demandados existía una relación contractual "...que regulaba la prestación de los servicios médicos que le fueron proporcionados a dicha señora por los mismos demandados y por un tercero subcontratado por éstos", por lo cual, cualquier falla en la prestación del servicio contratado, generadora de responsabilidad para aquéllos, sería de índole contractual, no extracontractual, como se pidió en la demanda y se aceptó en el fallo impugnado. 1.5. Malinterpretar la demanda, porque en ella "...los herederos de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, reclaman, en definitiva, los perjuicios sufridos por la misma señora, iure hereditario", y no la reparación del daño personal y directo que hubieren recibido, dado que se amparan en sus calidades de esposo e hija de la víctima para reclamar la indemnización de los perjuicios recibidos, entre ellos, los gastos efectuados por razón de exámenes y hospitalización de la misma; refieren el matrimonio de la occisa con FLORENCIO SÁENZ PEÑA, así como el nacimiento de la menor SHIRLEY SÁENZ RUGE, y enuncian los ingresos que percibía, en promedio, sin invocar la ocurrencia de un daño directo y personal para ninguno de ellos que los autorice para reclamar de los demandados una responsabilidad de carácter extracontractual. Agrega que de su texto tampoco es factible deducir el ejercicio de una acción de tal naturaleza, pues no obstante invocar los artículos 2341 y siguientes del Código Civil, "...por el principio narra mihi factum dabo tibi iure, las normas de derecho citadas en el libelo no son vinculantes para el juzgador", como si lo son, los hechos y pretensiones aducidos, en los cuales, reitera, no se postula el resarcimiento de un daño experimentado por los demandantes a título personal. 1.6. Pretermitir la contestación a la demanda, porque las excepciones aducidas en ella se basan en la existencia de una relación de tipo contractual entre la paciente y los integrantes del equipo médico. 2. Se censura en este aparte de la acusación, la apreciación de la prueba relativa a “...responsabilidad por el hecho propio” del demandado Ardila Cuéllar, atribuyéndole al Tribunal incurrir en los siguientes errores: 2.1. Tener por acreditado, sin estarlo, que el citado demandado fue quien “...realizó directa y personalmente el hecho culposo acusado”, por haber sido la persona que, en la intervención quirúrgica realizada a la señora Ruge Ortega, el 7 de julio de 1992, dejó en su cavidad abdominal la compresa que le originó complicaciones de salud que hicieron necesaria una segunda operación. Así mismo, suponer que “...tuvo acceso al vientre de la paciente para que pudiera haberla allí dejado”. 2.2. Pretermitir el documento que obra al fl. 67 c. 1, conforme al cual la cirugía fue practicada por el Dr. Beltrán, con la participación de Ardila Cuéllar como primer ayudante. 2.3. Interpretar erradamente el interrogatorio del mismo demandado, y el testimonio del Dr. EDGAR EDMUNDO BELTRÁN MEJÍA, pues el primero manifestó que "...no fue el médico cirujano en la intervención realizada el día 7 de julio de 1992 a la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA", y el segundo aceptó que fue él quien operó a la citada señora, y luego de su recuperación inmediata quedó a "...discreción" del Dr. Ardila. 2.4. No tener en cuenta los documentos que conforman la historia clínica de la paciente, y la contestación de demanda, concretamente la respuesta dada al hecho cuarto de dicho libelo, pruebas conforme a las cuales la intervención quirúrgica en la cual se dejó la compresa generadora de trastornos de salud en la paciente, se realizó el 7 de julio de 1992, yerro que llevó al juzgador a condenar "... a los demandados por un acto omisivo que según los hechos de la demanda se realizó el 10 de julio de 1992, cuando el acervo probatorio acredita que este hecho (...) ocurrió en realidad de verdad el 7 de julio de 1992". 2.5. Presumir la culpa del médico demandado, pues se dio por sentado, "...sin medio de prueba que así lo demuestre, que el Dr. ARDILA dejó la compresa en el vientre de la paciente". Anota el recurrente que en el proceso no obra ningún elemento de juicio que acredite un comportamiento indebido del citado profesional, quien por el contrario recibió a la paciente, le hizo un diagnostico acertado, y pese a ser cirujano, pero especializado en Ginecología, "...contrató los servicios de un especialista en vías biliares (...) para que fuera esta persona quien directamente realizara la intervención quirúrgica como en efecto lo hizo", luego, concluye, se supuso la prueba "...de la autoría por parte del Dr. ARMANDO ARDILA CUELLAR del hecho culposo, error de hecho que expresamente se acusa". 3. Se dirige esta sección de la acusación, en su primera parte, a impugnar la "...prueba relativa a la responsabilidad por el hecho de un tercero ". Luego de anotar que según el raciocinio del fallador, tanto el médico demandado como el Dr. EDGAR BELTRÁN MEJÍA actuaron como agentes de la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA, explica el recurrente que el Tribunal incurrió en error de hecho cuando concluyó que el segundo actuó en tal condición, pues “...el acervo probatorio no indica, de manera alguna, que este galeno estuviera vinculado contractualmente con la institución hospitalaria, ni que dependiera de la misma, ni tampoco que la persona jurídica en cita tuviese sobre dicho médico poder alguno de dirección, de control, de subordinación, como lo exigen los artículos 2347 y 2349 del Código Civil”. Concretamente censura al ad-quem por interpretar parcialmente la contestación de demanda, porque si bien dedujo de ella que el Dr. Beltrán Mejía, "...como Especialista, fue la persona que intervino quirúrgicamente a la paciente en el mes de julio de 1992", no tuvo en cuenta que allí mismo se expresó que "...no pertenece a la nómina de la clínica, vale decir, que no actúa como agente de la misma y que su vinculación esporádica con la institución, se hacía dentro del marco de un contrato de servicios, en donde dicho galeno se comportaba con absoluta autonomía e independencia en los aspectos relativos a su especialización", circunstancia que, dice, corrobora el testimonio de dicho profesional, cuyos apartes pertinentes cita. En segundo lugar, se controvierte la responsabilidad directa de la institución demandada, como entidad prestataria de servicios hospitalarios, anotando que dicha responsabilidad es de carácter contractual. Se acusa al sentenciador, de otro lado, por suponer la prueba de la responsabilidad extracontractual de dicha entidad, "...de manera directa", porque el médico que llevó a cabo la intervención quirúrgica de la señora Ruge Ortega no está subordinado "...a la persona jurídica demandada, ni tampoco esta institución tenía poder disciplinario ni de dirección, ni de control sobre dicho galeno, quien se desempeñaba con plena autonomía en el campo de su especialización". Agrega que de existir responsabilidad para la persona jurídica, ésta sería de carácter contractual. 4. En este capítulo de la acusación, se reconviene al Tribunal por suponer que "...la actividad ejercida por los demandados es peligrosa" y por ello "...puede presuponerse la culpa en los galenos y en las instituciones jurídicas que tienen por objeto la prestación de estos servicios". Explica el recurrente que ninguna de las pruebas recaudadas acredita que la medicina y la atención hospitalaria sean actividades peligrosas, connotación que, dice, no puede deducirse de las reglas de la experiencia, ni puede tenerse como un hecho notorio. 5. Se cuestiona en esta parte del cargo la conclusión del ad-quem relativa a la prueba del perjuicio. En lo referente al daño emergente, porque los documentos tenidos en cuenta para el efecto, con excepción de los que obran a folios 24, 30, 31 y 44 del cuaderno 1, acreditan que los pagos a los cuales aluden fueron efectuados por la señora Ruge Ortega. Sobre el lucro cesante, porque se supuso la prueba del mismo, “...como perjuicio directo y personal de los demandantes”. 6. Se confronta en este segmento del ataque la apreciación del juzgador referente a la prueba del nexo causal entre el hecho culposo y el daño, imputándole cometer los siguientes errores: 6.1. Malinterpretar el registro civil de defunción de la señora María Ana Luisa Ruge Ortega (fl. 5 c. 1), porque no obstante registrar que su deceso sobrevino por "...insuficiencia respiratoria aguda edema pulmonar tromboembolismo pulmonar", el Tribunal concluyó "...que la causa de la muerte era la compresa dejada en el abdomen de la occisa en la operación realizada el 7 de julio de 1992 en la CLINICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA". 6.2. Cercenar el testimonio del Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO MONSALVE, para hacerle decir que la causa del fallecimiento de la señora Ruge Ortega fue la compresa abandonada en su vientre en la intervención quirúrgica premencionada, "...cuando, en realidad de verdad, el testigo señala cuestión diferente". Para sustentar tal reparo cita los pasajes que considera pretermitidos, para hacer ver que conforme a ellos, la muerte de la señora Ruge Ortega "...no estuvo directamente relacionada con el tratamiento antecedente, que antes por el contrario el problema quirúrgico inicial ya había sido superado con la reintervención que se le hizo para retirar de su cuerpo la compresa que erosionó el píloro, que había sido superada la obstrucción intestinal, que igualmente había sido controlada la infección que presentaba y que así mismo, el soporte nutricional había funcionado eficientemente, todo ello hasta el punto de habérsele podido dar de alta del Hospital Militar, en estado de franca mejoría, admitiendo alimentación por vía oral, deambulando por sus propios medios, sin que nada hiciera prever complicación alguna, y que si ésta surgió fue por un hecho imprevisto, admitiendo este galeno, testigo técnico según el juzgado de primera instancia, que el deceso de la aludida señora ocurrió sin nexo causal con el tratamiento quirúrgico antecedente y producto de una causa extraña predicable incluso de las condiciones orgánicas e individuales de cada persona". 6.3. Pretermitir el testimonio del Dr. JAIME REY OSPINA, quien expuso que MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA "...falleció por una causa eficiente diversa, que no fue posible prever médicamente, sin que existiera nexo de causalidad, en orden de causa a efecto, con su estado clínico antecedente, es decir, con la operación quirúrgica practicada el 7 de julio de 1992". Luego de transcribir los apartes pertinentes, dice que si hubiese sido sopesado por el juzgador, necesariamente habría inferido la ausencia de nexo causal entre la muerte de la señora Ruge Ortega y la compresa dejada en su abdomen en la operación realizada el 7 de julio de 1992; "...que el fallecimiento por la causa que registra el certificado de defunción (...) no alcanza ni siquiera a la categoría de un riesgo quirúrgico, sino que es un hecho impredecible científicamente, que depende en muy buena parte de las condiciones personales de la paciente y que la ciencia médica no puede prever y que por lo tanto no puede predicarse que la paciente falleciera por causa de la compresa que se dejó en su abdomen, como equivocadamente se afirmó por el Ad-quem en la sentencia impugnada". CUARTO CARGO Invocando la causal primera de casación, se denuncia en este cargo la sentencia impugnada por ser directamente violatoria de los artículos 2341, 2342, 2343, 2344, 2347, 2349 y 2356 del Código Civil, por aplicación indebida. Concreta la acusación el recurrente señalando que el fallador aplicó indebidamente el artículo 2356 del Código Civil, pues consideró que "...la actividad médica y el servicio hospitalario son actividades peligrosas y que por ello con aplicación de la disposición en cita existe una presunción de culpa en quienes se dedican a su ejercicio, presunción que exonera al demandante de demostrar la mayoría de los presupuestos de la responsabilidad civil extracontractual". Para demostrarla, manifiesta que tales labores en sí mismas no son consideradas actividades de riesgo. Subraya que la doctrina mayoritaria cataloga la actividad médica como un servicio de seguridad con el cual se acrecienta esta condición, se corrigen los problemas de salud de los pacientes, y como un servicio positivo donde el riesgo no es creado por el médico, sino por un hecho externo, como es la afección que soporta el paciente, quien acude al galeno y al servicio hospitalario para tratar de obtener la recuperación total o parcial de su salud, y por ello sería "...inequitativo aplicar a estas actividades la presunción que consagra la disposición sustancial que trae el artículo 2356 del Código Civil, presumiendo una culpa en las personas que prestan el servicio médico". Agrega que al aplicar indebidamente el referido precepto, el sentenciador eximió a los demandantes de la prueba de la culpa de los demandados, error que lo condujo a hacer actuar sin que hubiere lugar a ello, los restantes preceptos mencionados. Con fundamento en lo expuesto aboga por la casación del fallo, solicitando que en sede de instancia la Corte revoque la sentencia de primer grado y en su lugar se profiera decisión absolutoria en favor de los demandados. CONSIDERACIONES 1. Cuando la víctima directa de un acto lesivo, fallece como consecuencia del mismo, sus herederos están legitimados para reclamar la indemnización del perjuicio por ella padecido, mediante el ejercicio de la denominada acción hereditaria o acción hereditatis, transmitida por el causante, y en la cual demandan, por cuenta de éste, la reparación del daño que hubiere recibido. Dicha acción es de índole contractual o extracontractual, según que la muerte del causante sea fruto de la infracción de compromisos previamente adquiridos con el agente del daño, o que se dé al margen de una relación de tal linaje, y como consecuencia del incumplimiento del deber genérico de no causar daño a los demás. Al lado de tal acción se encuentra la que corresponde a todas aquellas personas, herederas o no de la víctima directa, que se ven perjudicadas con su deceso, y mediante la cual pueden reclamar la reparación de sus propios daños. Trátase de una acción en la cual actúan jure proprio, pues piden por su propia cuenta la reparación del perjuicio que personalmente hayan experimentado con el fallecimiento del perjudicado inicial, y su naturaleza siempre es extracontractual, pues así la muerte de éste sobrevenga por la inobservancia de obligaciones de tipo contractual, el tercero damnificado, heredero o no, no puede ampararse en el contrato e invocar el incumplimiento de sus estipulaciones para exigir la indemnización del daño que personalmente hubiere sufrido con el fallecimiento de la víctima-contratante, debiendo situarse, para tal propósito, en el campo de la responsabilidad extracontractual. Se trata entonces de acciones diversas, por cuanto tienden a la reparación de perjuicios diferentes. La primera, puesta al alcance de los causahabientes a título universal de la víctima inicial, que se presentan en nombre del causante, para reclamar la indemnización del daño sufrido por éste, en la misma forma en que él lo habría hecho. La segunda, perteneciente a toda víctima, heredera o no del perjudicado inicial, para obtener la satisfacción de su propio daño. Sobre la última ha expuesto la doctrina de la Corte que “...cuentan con legitimación personal o propia para reclamar indemnización las víctimas mediatas o indirectas del mismo acontecimiento, es decir quienes acrediten que sin ser agraviados en su individualidad física del mismo modo en que lo fue el damnificado directo fallecido, sufrieron sin embargo un daño cierto indemnizable que puede ser: De carácter material al verse privados de la ayuda económica que esa persona muerta les procuraba o por haber atendido el pago de expensas asistenciales o mortuorias, y de carácter puramente moral, reservados estos últimos para ‘aquellas personas que, por sus estrechas vinculaciones de familia con la víctima directa del accidente, se hallan en situación que por lo regular permite presumir, con la certeza que requiere todo daño resarcible, la intensa aflicción que les causa la pérdida del cónyuge o de un pariente próximo’ (G.J. Tomo CXIX, pág. 259)” (Cas. Civ. del 10 de marzo de 1994). 2. Pretende establecerse, en el primer segmento de la acusación, que el Tribunal se equivocó cuando tuvo por demostrado el elemento de la responsabilidad extracontractual que reclama la inexistencia de vínculo jurídico antecedente entre el agresor y la víctima, porque las pruebas cuya incorrecta verificación se le atribuye, comprobarían que entre la occisa y los demandados existió una relación negocial reguladora de los servicios médicos pactados, ligamen que situaría, dentro del ámbito contractual, la responsabilidad desencadenada por cualquier falla en la prestación de los servicios contratados. Busca evidenciar, por otro lado, que tampoco fue certero al predicar el ejercicio de la acción personal o de jure proprio por parte del esposo e hija de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, al abrigo de la cual resultara pasible la reclamación de una responsabilidad extracontractual frente a los demandados. Como es apenas lógico, la viabilidad del cuestionamiento inicial presuponía demostrar que los medios de convicción presuntamente ignorados por el ad-quem, revelan la existencia de un negocio jurídico válidamente concertado entre demandantes y demandados, cuyo abandono gestara el daño objeto de la pretensión indemnizatoria. Empero, todo el discurso dialéctico del impugnador apunta a establecer que de tales medios probativos se desprende "...que entre la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA y los demandados existía, previamente, un vínculo contractual, que regulaba la prestación de los servicios médicos que le fueron proporcionados a dicha señora por los mismos demandados y por un tercero subcontratado por éstos". Por supuesto que la verificación de la relación jurídica que la censura recaba, esto es, la que se habría trabado entre la señora Ruge Ortega y los demandados, sería relevante, si los demandantes hubieran actuado jure hereditatis, puesto que en esa hipótesis sería imprescindible definir la naturaleza de la acción que a ella correspondía para la reparación de los daños que hubiere experimentado, acción que, dentro del escenario que la censura propone, evidentemente sería contractual. Empero, carece de sentido frente a terceros que actúan jure proprio para obtener la reparación del daño que personalmente recibieron por su deceso, ya que la reclamación de los terceros perjudicados mediatamente o de rebote, por el fallecimiento de aquélla, debe plantearse siempre por la vía extracontractual, porque así devenga de la defectuosa prestación de los servicios médicos por ella contratados, no pueden invocar el incumplimiento de las obligaciones resultantes de una relación negocial en la cual no fungen como parte, condición que no cabría predicar ni siquiera de los que son herederos de la difunta, porque al no presentarse al proceso en tal calidad, sino a título personal, asumen la condición de terceros frente al contrato por ella concertado, situación que impone constatar si, como se alega, el fallador se equivocó cuando concluyó que obraron jure proprio. Como se anotó con ocasión de los precedentes cargos, FLORENCIO SÁENZ PEÑA y SHIRLEY SÁENZ RUGE, pretendieron que se declarara civil y solidariamente responsables a los demandados por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, y que se les condenara al pago de los perjuicios materiales y morales irrogados con su deceso. Aunque en la relación de hechos aducidos como causa de la pretensión indemnizatoria, tan sólo mencionaron que la víctima "...se ocupaba en el manejo y dirección de una pequeña industria de pintura en tela, modistería infantil y tarjetería", actividad de la cual derivaba un ingreso mensual promedio de $150.000.oo, en el acápite de la demanda destinado a justificar tal reclamación, expusieron que por causa del fallecimiento de su esposa y madre, respectivamente, "...sufrieron perjuicios ciertos, graves e individualizados tanto de carácter material como moral", que explicaron así: En cuanto a los primeros, dijeron que las circunstancias que rodearon su muerte afectaron "... el patrimonio económico de los demandantes, ocasionándoles un empobrecimiento o disminución patrimonial, habida cuenta de las fuertes erogaciones que tuvieron para el pago de Médicos, Hospitales, Drogas, Intervenciones Quirúrgicas, etc., así como los gastos de inhumación de la occisa". Añadieron que "...se vieron privados de un aumento patrimonial que representaba la actividad económica que en vida ejercía la Sra. María Ana Luisa Ruge Ortega", de la cual devengaba aproximadamente $150.000.oo mensuales, suma "... con la cual ayudaba a su esposo a atender los gastos de su hogar y a los estudios de su hija menor de edad", y "...constituye el lucro cesante que afecta a los demandantes". Sobre los segundos sostuvieron que el fallecimiento de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA"...perjudicó sentimental y síquicamente en grado sumo a su esposo Florencio Sáenz Peña y a su hija Shirley Sáenz Ruge; pues, el dolor, la angustia y el sufrimiento que tuvieron que soportar les afectó objetivamente", al primero en sus negocios y actividades económicas diarias, y a la segunda en su rendimiento escolar, destacando que por el aspecto subjetivo, "...es incalculable la terrible incidencia del dolor moral, síquico y emocional que la muerte de la señora María Ana Luisa Ruge Ortega" les produjo, por el entendimiento, armonía, comprensión y amor que existía entre los esposos y entre éstos y su hija. De las manifestaciones precedentes se deduce nítidamente que los demandantes pretendieron la indemnización del daño que personalmente sufrieron a raíz de la muerte de su esposa y madre, y no la reparación del daño que ésta soportó por el cumplimiento defectuoso de las obligaciones emergentes del contrato de prestación de servicios médicos celebrado con la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., pues aparte de no relacionar perjuicio alguno ocasionado a la señora Ruge Ortega, cuyo resarcimiento se reclame, no se presentan como sus herederos, ni solicitan para la sucesión la indemnización respectiva, alcance que desde luego no se puede asignar a su invocación de las calidades de cónyuge e hija de aquélla, dado que sólo tiene por propósito justificar, en la relación de parentesco existente, la causación del daño cuya reparación persiguen. En ese orden, el error de hecho que se le atribuye al fallador por ignorar las pruebas demostrativas de la relación obligacional que existió entre la señora Ruge Ortega y los demandados, se descarta, porque como atrás se expuso, la existencia o inexistencia de ese vínculo obligacional entre la víctima inicial y los demandados ningún influjo tiene en la reclamación de los terceros perjudicados que actúan jure proprio, porque celebrado o no, su acción siempre es de naturaleza extracontractual. 3. En punto a la responsabilidad derivada al médico ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, protestada en otro aparte del cargo, porque en opinión del acusador no existe prueba que lo identifique como autor personal y directo del hecho culposo sobre el cual se fundamenta la responsabilidad endilgada, cumple memorar que al definir el papel que jugaron los demandados en el evento generador del daño cuya reparación se pretendió, el Tribunal observó que la señora Ruge Ortega llegó a la institución demandada, donde fue atendida por su dueño y director, el Dr. Ardila Cuéllar, quien la programó para la cirugía en la que debía extirpársele la vesícula biliar, acto para el cual contrató los servicios del doctor Beltrán Mejía, bajo cuya dirección se realizó el procedimiento quirúrgico mencionado, y dentro del cual actuó como primer ayudante. Advirtió que al culminar la operación "...se dejó una compresa en el vientre de la paciente", elemento que desencadenó una serie de consecuencias nefastas en su estado de salud, por las cuales debió ser intervenida de nuevo y falleció posteriormente, anotando que "...No se tuvo, entonces, el cuidado que corresponde desplegar en la actividad quirúrgica ni siquiera el que hubiera desplegado una persona común y corriente colocada en las mismas condiciones externas, porque aún ésta habría tenido la elemental precaución de revisar la cavidad en la que se practicó la operación, mucho más si se trataba de la intervención a una persona obesa como lo afirma el galeno director del acto quirúrgico." Y añadió: "...Desde luego, que este descuido provino de todo el equipo que intervino en la operación, pero de manera más censurable de parte de quienes actuaron como director y primer auxiliar, pues a éstos correspondía también la supervisión de la actividad del resto de personal interviniente". El hecho generador de la responsabilidad radicada en el citado galeno, como puede verse, se produjo durante el acto quirúrgico ejecutado por un grupo de profesionales de la medicina, especialistas en diferentes ramos, junto con otro personal auxiliar, que simultáneamente intervinieron en esa fase del tratamiento del padecimiento que aquejaba a la señora Ruge Ortega, que es lo que doctrinariamente se considera "equipo médico", hipótesis en la que, valga anotar, la tendencia de la doctrina actual es hacer gravitar, en principio, la responsabilidad sobre todo el equipo como tal, entendiendo que se trata de una responsabilidad “…in solidum – consorcial “en mano común”, conjunta o colectiva, exigible al grupo o equipo como tal” (Eugenio Llamas Pombo, “La responsabilidad Civil del Médico” págs. 326 a 331). En el caso, la imputación de responsabilidad al facultativo demandado, provino de su coparticipación en la acción productora del daño, como miembro del equipo médico que realizó la intervención quirúrgica en la cual se dejó un cuerpo extraño al cerrar la cavidad abdominal de la paciente, grupo a todos cuyos integrantes atribuyó el sentenciador el comportamiento culposo generador del perjuicio, al señalar que "...este descuido –se refiere a no tener la precaución de revisar la región en la que se practicó la operación- provino de todo el equipo que intervino en la operación”, hecho que además juzgó más reprochable respecto de “...quienes actuaron como director y primer auxiliar”, es decir, de los doctores Beltrán Mejía y Ardila Cuellar, por tener a su cargo “...la supervisión de la actividad del resto de personal interviniente". Es decir, partiendo del hecho indiscutido de que a la paciente se le dejó una compresa en su vientre al realizar el procedimiento quirúrgico mencionado, y con abstracción de la persona que materialmente la introdujo en él, lo que se le reprochó al citado facultativo, y en general, a todos los partícipes del acto quirúrgico, fue no haber tenido el cuidado de examinar la cavidad donde se verificó, para constatar que no quedara en ella ningún cuerpo extraño, omisión que se consideró de mayor entidad respecto del citado profesional y de quien presidió la intervención, por tener a su cargo la vigilancia del quehacer de los demás, luego si esa fue la conducta culposa que se le endilgó, para devastarla tenía el recurrente que comprobar que no incurrió en la falta que se le imputó, porque no tenía a su cargo ninguno de los deberes de conducta de cuyo abandono se desgajó, nada de lo cual ocurrió, puesto que su disentimiento a ese respecto se forjó alrededor del papel que jugó en el acto médico -primer ayudante-, que por lo demás, fue fidedignamente constatado por el sentenciador, y en la suposición de las pruebas que demostraran que fue la persona "…que dejara dentro del vientre de la paciente, la compresa que, posteriormente, se encapsuló…" y que tuvo, "…durante la intervención quirúrgica (…) acceso al vientre de la paciente, para que pudiera haber allí dejado la compresa que motivó la reintervención de la señora", esfuerzo que obviamente resulta vano, porque si la culpa por negligencia de la cual se le sindicó, no provino de haber sido quien directamente introdujo y dejó en el abdomen de la víctima el elemento en cuestión, el juicio del fallador a ese respecto permanece indemne, porque en definitiva y debido al desenfoque del ataque, quedó libre de reclamo. Por lo demás, el ad-quem no hizo obrar la presunción de culpa rechazada por el impugnador, pues no dedujo la culpa de los integrantes del equipo médico y de auxiliares que intervinieron en la operación de la señora Ruge Ortega, de la sola ocurrencia del daño y al margen de cualquier análisis sobre su comportamiento, sino que del hecho probado de que al realizarse tal acto se dejó una compresa en su abdomen, infirió que obraron negligentemente por la conducta omisiva que les atribuyó, reproche que al guardar la debida correlación con la propuesta argumentativa del fallador, no tiene vocación de prosperidad, puesto que de ese poder sólo están provistas las críticas dirigidas a echar por tierra los argumentos en los cuales se arraiga la decisión jurisdiccional objeto de impugnación. Ahora, es indudable que el juzgador se equivocó al afirmar que la intervención quirúrgica multicitada se realizó el 10 de julio de 1992, pues las pruebas cuya pretermisión denuncia el recurrente efectivamente acreditan que ese acto tuvo lugar el 7 de julio de dicha anualidad. Sin embargo, como tal circunstancia no es la que caracteriza tal episodio, puesto que lo básico en él es el acto quirúrgico en sí, sus incidencias y protagonistas, la equivocación cometida por el sentenciador en el punto a la larga carece de importancia, pues así hubiera apreciado certeramente la fecha de su ocurrencia, tal constatación carecería de entidad para modificar lo resuelto, habida cuenta que no varía, en lo fundamental, el hecho generador de la responsabilidad declarada. 4. Otro tema controvertido en el cargo, es la atribución de responsabilidad a la clínica demandada, aspecto sobre el cual aclara la Corte, ante todo, que dicho establecimiento no fue condenado con base en la responsabilidad civil por el hecho ajeno, ni por la infracción de obligaciones derivadas de un contrato de prestación de servicios hospitalarios, de modo que las acusaciones que con tales fundamentos se plantean, por su evidente desenfoque, carecen de poder infirmatorio del fallo atacado, pues de tal fuerza sólo están revestidas las acusaciones que combaten eficazmente los pilares sobre los cuales se asienta y no los que motu proprio les adjudique la impugnación Como se dejó consignado, desde un principio el fallador puso de presente que la responsabilidad demandada había sido fundamentada “...en el artículo 2341 del Código Civil, que regula la responsabilidad civil extracontractual, por el hecho propio, imputable a título de culpa”, y fue al amparo de ese régimen que le impuso la obligación de satisfacer la pretensión resarcitoria deprecada, obligación que derivó, a la sazón, del hecho perpetrado por el Dr. EDGAR EDMUNDO BELTRÁN MEJÍA, en su condición de agente de la clínica, que para tal efecto, se considera como su propio hecho. Se interpreta, porque la sentencia no contiene una motivación expresa al respecto, que para el juzgador, el referido profesional adquirió la apuntada calidad por haber sido contratado por el director del centro clínico para intervenir quirúrgicamente a la señora Ruge Ortega, pues aparte de subrayar que fue esa la circunstancia que medió para que actuara "...como cirujano de vías biliares, bajo cuya dirección se practicó la colecistectomía", es eso precisamente lo que dicen las pruebas en las cuales apoyó tal conclusión. Dijo en efecto el Dr. Ardila Cuéllar en su declaración de parte, que en el mes de julio de 1992 programó a la señora Ruge Ortega para una intervención quirúrgica (colecistectomía), acto para el cual "...se contrataron los servicios del Dr. Edgar Beltrán Mejía, como cirujano de vías biliares, y yo actué como primer ayudante de la cirugía junto con un equipo de un segundo ayudante, un anestesiólogo, una instrumentadora y un auxiliar de sala". Por su parte, el Dr. Beltrán Mejía, en su testimonio, refirió que fue "...llamado por el Dr. Ardila para que lo asistiera en forma directa en la intervención de la paciente", advirtiendo que "...no soy empleado, no tengo contrato directo con la institución sino que ocasionalmente soy llamado para colaborar en las intervenciones del Dr. Ardila". Entendió, por otro lado, que esa condición de agente de la institución de salud, había sido aceptada por los demandados porque en su respuesta a la demanda expresaron que "…el especialista doctor EDGAR BELTRÁN MEJÍA estaba adscrito a la clínica", apreciación que ningún error encarna puesto que efectivamente al pronunciarse sobre el hecho segundo de dicho libelo, negaron su contenido, pero aclararon que "…la paciente fue remitida por segunda vez por el Dr. HECTOR FLOREZ BRAVO, con estudios practicados previamente para ser intervenida quirúrgicamente (colecistectomía) por el especialista ascrito (sic) a la clínica Dr. EDGAR BELTRAN MEJÍA". La conclusión precedente, que probatoriamente no es susceptible de tacha, no se demerita por las circunstancias que la censura subraya, vale decir, porque el galeno no perteneciera a la nómina del establecimiento clínico, como se afirmó al sustentar la excepción propuesta, porque esa situación no descarta, per se, la apuntada condición, como tampoco por la ausencia de subordinación o dependencia en la relación que para ese fin se estableció entre la clínica y el facultativo en mención, ya que tal protesta está ayuna de fundamento, habida cuenta que los elementos de prueba en los que se apoya no dan razón de la "…absoluta autonomía e independencia" del médico "…en los aspectos relativos a su especialización", y la ausencia de poder de orientación y control de la clínica sobre su quehacer, que la censura realza. Ahora, si la falta de tales atributos en la susodicha relación resulta, como también se argumenta, de estar gobernado el contrato de prestación de servicios médicos, ministerio legis, por los cánones del mandato, el error del fallador, de haber existido, no sería de apreciación probatoria, sino de orden jurídico, pues devendría de la inaplicación del régimen legal inherente a tal pacto, al contrato concluido con el citado galeno, cuestión que por rebasar el marco legalmente asignado a la vía por la cual transita la acusación, no puede ser abordada por la Corporación, merced al principio dispositivo que caracteriza el recurso. Desde luego que así pudiera admitirse la fundabilidad de tal queja, de ello no se seguiría necesariamente la abrogación del fallo, en lo que a dicha institución concierne, puesto que su responsabilidad resultaría comprometida, en todo caso, por el actuar de su director, el Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, a quien el fallador señaló como coautor del hecho generador de la responsabilidad deprecada, toda vez que su criterio a ese respecto permanece invariable, dada la ineficacia del ataque blandido en su contra. 5. En lo referente a la calificación de las actividades médica y hospitalaria, como peligrosas, anótase que el juzgador no les atribuyó tal carácter, y según quedó explicado, no presumió la culpa de los demandados, apreciación en la que al parecer reside el fundamento de tal recriminación. 6. En cuanto al daño, se expone en primer lugar que conforme a la prueba documental tenida en cuenta por el fallador, los valores reconocidos a FLORENCIO SAÉNZ PEÑA, por concepto de daño emergente, en su mayoría fueron sufragados por su cónyuge. Tal objeción, sin embargo, novedosamente se plantea en el trámite del recurso, pues en el curso de las instancias ninguna inconformidad mostró la parte recurrente con los perjuicios que FLORENTINO SÁENZ PEÑA dijo haber sufrido, a tal título, con ocasión de la muerte de su esposa, conducta procesal que excluye su procedencia como fundamento plausible del recurso, pues de habilitarse su proposición a última hora, se lesionaría gravemente el derecho de defensa de la otra parte, habida cuenta que podría resultar vencida con base en planteamientos que no tuvo oportunidad de discutir. Se argumenta, además, que se supuso "...la prueba del lucro cesante, como perjuicio directo y personal de los demandantes”. Empero, tal acusación tan sólo se enunció, dejándola huérfana de la demostración exigida por el artículo 374 in-fine del Código de Procedimiento Civil, falencia que de por sí la torna formalmente inidónea e impide su examen de fondo, porque como se sabe, en la tarea de demostrar los errores no es suficiente que el impugnante ponga de manifiesto su desacuerdo con la decisión, “...sino que debe indicar las equivocaciones en que se incurrió, individualizando las apreciaciones erradas y señalando de manera precisa en qué consiste la desviación, así como su influencia en la decisión final” (Chas. IV. de 16 de abril de 2002). 7. En lo referente a la prueba del nexo causal, obsérvase liminarmente que el Tribunal reconoció que el fallecimiento de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA tuvo su causa inmediata en "...la insuficiencia respiratoria aguda, edema pulmonar y tromboembolismo pulmonar", pero consideró que a tal estado llegó como consecuencia del compromiso general provocado en su organismo por los procesos infeccioso e inflamatorio desencadenados por el elemento dejado al practicársele la colecistectomía. Dicho en sus propios términos, "...la crisis del aparato circulatorio y el tromboembolismo pulmonar tuvieron origen en la infección generalizada que presentó la señora MARÍA ANA LUISA RUGE que se gestó como efecto nocivo de la compresa abandonada en el organismo al cerrar la cavidad abdominal después de la operación que se practicó en la CLINICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR. La causa de la muerte de ésta, por tanto, fue el estado infeccioso que tal elemento produjo". A dicha conclusión arribó con base en lo atestiguado por el Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO MONSALVE, cirujano director de la intervención quirúrgica que se le realizó en el Hospital Militar, cuyo testimonio se denuncia como erróneamente apreciado. El referido galeno expuso en lo pertinente, que la compresa dejada en la cavidad abdominal de la señora Ruge Ortega le generó una obstrucción del duodeno, al ser absorbida por éste, además de un severo proceso inflamatorio alrededor del mismo órgano y de la parte terminal del estómago, con formación de una gran masa integrada en parte por el material extraño al organismo, y en parte por la "...cápsula de tejido inflamatorio que forma el organismo al tratar de envolver y aislar un cuerpo extraño dentro del cuerpo”. Que adicionalmente le provocó un proceso infeccioso, igualmente severo, que aunado al anterior, la llevaron a un cuadro séptico, descrito así por el médico: "...Cuando el organismo no puede por los medios que posee controlar la infección inicial progresa hasta comprometer el estado general de la paciente, produciéndole malestar general, fiebre, taquicardia, frecuencia respiratoria alta, problemas pulmonares, desequilibrio, ácido básico, cambios electrocardiográficos como consecuencia de todos los factores generados y desencadenados por la infección". En cuanto a los órganos que pudieron resultar afectados por causa de tal suceso, manifestó que "...La compresa actúa inicialmente por efecto compresivo externo sobre los órganos que estén a su alrededor, en este caso particular lesionó oradando (sic) el duodeno y adhiriéndose firmemente al mismo y a la parte terminal del estómago. Esto desencadena un compromiso sistémico por la reacción inflamatoria e infecciosa que compromete el estado general de la paciente sus capacidades, ya que en ella después de que instauró en forma completa la obstrucción duodenal no pudo alimentarse en forma adecuada, por lo tanto todo el organismo se afecta por una inadecuada nutrición. Todos los factores que desencadenan el cuadro de infección cuando se deja progresar alteran el sistema cardiovascular renal, hepático y cerebral por el compromiso de la asepsis, que es un cuadro generalizado". Refirió que con la cirugía realizada bajo su dirección, "...se corrigió el foco inicial al extirpar esta masa, se corrigió la obstrucción duodenal que impedía el tránsito de la comida, se controló diría que casi en el ciento por ciento la infección, se mejoró sustancialmente el estado nutricional, se controló los cambios de conducta que presentó y es probable que de pronto, corrijo, que toda la respuesta inflamatoria no haya sido completamente resuelta por la paciente, ya que la misma es parte de una respuesta biológica individual de cada individuo a pesar de todas las ayudas y soportes que se le den a una paciente". Explicó que tuvo un postoperatorio complicado, requirió manejo interdisciplinario con el grupo de soporte nutricional, cuidado intensivo y otras especialidades, y después de varias semanas "...comenzó a mostrar una recuperación lenta con tendencia a la mejoría aunque seguía mostrando parámetros de su infección inicial. Ante la mejoría que mostraba la paciente y por tratarse de una paciente particular y que su cuenta seguramente por su larga estadía en el hospital era elevada y estar tolerando en forma adecuada la vía oral se decidió dar salida para manejo ambulatorio con droga que debía seguir tomando durante el mismo". Narró que unos días después, la señora Ruge Ortega regresó al Hospital con un cuadro agudo de dificultad respiratoria que inicialmente se atribuyó a un tromboembolismo pulmonar, "... el cual es factible que se produzca en los pacientes que han estado sometidos a una prolongada quietud por causa de su enfermedad y que a pesar de todas las medidas que se realizan para controlar esta eventualidad, el sistema venoso por las complicaciones en todos los factores de coagulación pueden predisponer a que en las venas de los miembros inferiores se produzcan coágulos que en una eventualidad se puedan desprender y viajar al pulmón produciendo una catástrofe que puede llevar al paciente a la muerte como en este caso particular". Precisó que el comienzo súbito del cuadro agudo con el cual reingresó, los hizo sospechar que se trataba de un embolismo pulmonar, porque "...este es un cuadro que produce gran dificultad respiratoria con compromiso en su sistema circulatorio por la gran sobrecarga de trabajo que le viene al organismo intentando oxigenar todas las partes del cuerpo", y por tal razón iniciaron el manejo correspondiente. Señaló que este segundo reingreso "...pudo haber sido como consecuencia de su cuadro inicial séptico por un embolismo séptico o por un tromboembolismo pulmonar que le causó esta gran dificultad respiratoria y que finalmente falleció". Al preguntársele si "...la dificultad respiratoria en el caso de un paciente puede sobrevenir exclusivamente de una embolia pulmonar o puede tener causas distintas para el caso de doña MARÍA ANA LUISA RUGE independientes de las circunstancias a las que nos hemos referido en estas diligencias", respondió que "... el paciente puede tener desde un infarto tanto cardíaco como pulmonar. El paciente puede tener un proceso neumónico que pueda explicar esta sintomatología, pero en ella el episodio de dificultad respiratoria fue agudo, lo cual nos descarta inicialmente que tuviera un proceso neumónico, ya que este cuadro es de una instauración lenta y progresiva". Cuestionado por la existencia de otras causas del embolismo pulmonar, distintas del "...antecedente quirúrgico a que sometida doña MARÍA ANA LUISA RUGE", dijo que "... se puede presentar en cualquier paciente que tenga un reposo prolongado y así no tenga ningún proceso infeccioso o inflamatorio. En este caso particular pues es un agravante su compromiso inicial ya que todos los tejidos del organismo se encuentran en un proceso de regeneración de su cuadro infeccioso. No podría decir que sea una causa directa en forma contundente su proceso inicial". Inquirido por la posible causa del deceso de la paciente, expuso: "...Falla en el tratamiento no hubo, ya que el mismo pues llevó a que la paciente tuviera una recuperación aceptable y se pudiera dar de alta. Lo impredecible es lo que posiblemente sucedió en ella del embolismo pulmonar. Que a pesar del manejo que se le dio posiblemente haya desarrollado este cuadro y no es atribuible ciento por ciento al tratamiento sino a las condiciones orgánicas e individuales de cada persona". Finalmente, manifestó no recordar exactamente si a la señora Ruge Ortega se le prescribió el medicamento llamado heparinoterapia, pero anotó que "...por los protocolos que manejamos para este tipo de pacientes todos reciben esta droga como profilaxis para una eventual trombosis venosa". Visto el contenido de tal exposición, la relación de causa a efecto predicada por el fallador entre el compromiso orgánico generalizado desencadenado en MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA por los procesos inflamatorio e infeccioso gestados por el cuerpo extraño dejado en su cavidad abdominal, y su fallecimiento, no peca de contraevidencia, pues como se verá, no se sitúa por fuera de lo que razonablemente surge de su tenor. En efecto: de acuerdo con lo narrado por el citado profesional, la compresa abandonada en el vientre de la paciente le provocó los procesos mencionados, que al no ser oportunamente tratados, la llevaron a un cuadro séptico, a raíz del cual resultaron comprometidos sus sistemas cardiovascular, renal, hepático y cerebral. Aunque con la operación practicada por el declarante y el tratamiento suministrado por un grupo de especialistas del Hospital Militar, se controlaron en buena parte tales secuelas, y la paciente entró en un proceso de recuperación que hizo posible su salida del hospital, tal circunstancia no estuvo determinada exclusivamente por su restablecimiento, ni éste para entonces era total, porque como refirió, “...Después de varias semanas la paciente comenzó a mostrar una recuperación lenta con tendencia a la mejoría, aunque seguía mostrando parámetros de su infección inicial. Ante la mejoría que mostraba la paciente y por tratarse de una paciente particular y que su cuenta seguramente por su larga estadía en el hospital era elevada y estar tolerando en forma adecuada la vía oral se decidió dar salida para manejo ambulatorio con droga que debía seguir tomando durante el mismo", es decir, en su salida no sólo influyó la recuperación observada, sino también el costo de su permanencia en el hospital, y para ese momento todavía mostraba síntomas de la infección inicial, razón por la cual debía recibir tratamiento ambulatorio, además de medicación. Ahora, como causas posibles de la dificultad respiratoria con la cual reingresó al hospital, que a la postre originó su deceso, mencionó el testigo "...el cuadro inicial séptico por un embolismo séptico o por un tromboembolismo pulmonar". El cuadro inicial séptico, como quedó visto, indiscutiblemente tuvo su causa en los procesos inflamatorio e infeccioso provocados por la compresa abandonada en el cuerpo de la señora Ruge Ortega. El tromboembolismo pulmonar, aunque conforme a su relato necesariamente no está ligado a la presencia de un proceso infeccioso, en el caso concreto el declarante lo identificó como un factor condicionante de que MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA lo desarrollara, pues luego de anotar que se trata de un cuadro que se puede suscitar "...en cualquier paciente que tenga un reposo prolongado y así no tenga ningún proceso infeccioso o inflamatorio", subrayó que "...En este caso particular pues es un agravante su compromiso inicial ya que todos los tejidos del organismo se encuentran en un proceso de regeneración de su cuadro infeccioso". Por lo demás, el reposo por un extenso período, factor que según lo manifestado por el testigo contribuye a la formación del tromboembolismo pulmonar, también se dio en María Ana Luisa como consecuencia de las alteraciones ocasionadas por el elemento dejado en el procedimiento quirúrgico llevado a cabo en la clínica demandada, pues si tuvo que someterse a una nueva operación y por tal razón permaneció en estado de quietud, apto para la formación de coágulos, no fue por capricho sino para enmendar los daños orgánicos desencadenados por la compresa olvidada en la cirugía mencionada. Por otra parte, el galeno no dijo que la paciente hubiere presentado episodios de infarto pulmonar o cardíaco, que también fueron señalados por él como posibles causas de dificultad respiratoria. Tampoco dio cuenta de la preexistencia de otras condiciones que pudieran conducir al mismo resultado. Además, descartó la embolia pulmonar, que asimismo identificó como patología generadora de dificultad respiratoria, pues explicó que en tal hipótesis su desarrollo es lento y progresivo, mientras que en el caso fue súbito. Ahora, aunque reconoció el influjo de las condiciones orgánicas individuales de la paciente en el resultado final, cuando refirió que "...Lo impredecible es lo que posiblemente sucedió en ella del embolismo pulmonar. Que a pesar del manejo que se le dio posiblemente haya desarrollado este cuadro y no es atribuible ciento por ciento al tratamiento sino a las condiciones orgánicas e individuales de cada persona", de tal aserción no puede extraerse la conclusión propuesta por el censor, para quien “...el deceso de la aludida señora ocurrió sin nexo causal con el tratamiento quirúrgico antecedente y producto de una causa extraña predicable incluso de las condiciones orgánicas e individuales de cada persona”, pues su exposición, íntegramente considerada, antes que presentarlos como episodios totalmente desligados, brinda elementos de juicio más que suficientes para establecer entre ellos una relación de causalidad adecuada. Frente a tal estado de cosas, como se dijo, la conclusión del fallador sobre la incidencia causal del comportamiento culposo de los demandados en el deceso de la señora Ruge Ortega no contradice la evidencia que emerge del testimonio examinado, pues de una parte, los fenómenos que conforme al dicho del testigo pudieron conducir al episodio final de dificultad respiratoria aguda y tromboembolismo pulmonar, que en últimas provocaron su deceso, como fueron el cuadro inicial séptico por un embolismo séptico o por un tromboembolismo pulmonar, se gestaron o se condicionaron en la señora Ruge Ortega por el compromiso orgánico generalizado que le provocó el objeto dejado en su cuerpo al ser operada en la clínica demandada, como concluyó el Tribunal. De otra parte, no relaciona el testigo la existencia de otras posibles causas o circunstancias que hubiesen podido desembocar en el mismo resultado, ni en el expediente obra otra prueba determinante de una conclusión contraria, que desvirtúe la presunción de acierto que ampara la del Tribunal. Por lo demás, la referida apreciación se robustece con el testimonio del médico JAIME REY OSPINA, circunstancia que excluye el error de hecho que se denuncia por su pretermisión, pues como lo tiene definido la doctrina de la Corte, "...No se presume la ignorancia de las pruebas por el sentenciador, cuando el sentido de la decisión corresponde a lo que de ellas resulta" (Chas. IV. de 7 de junio de 1968). En efecto: narró el profesional en mención, quien por la época de los hechos se desempeñaba como Jefe del Grupo de Soporte Nutricional del Hospital Militar, que María Ana Luisa ingresó con "...un cuadro abdominal compatible con una obstrucción del tracto digestivo, un estado tóxico infeccioso y con un antecedente de una paratomía por colecistectomía, o sea cirujía (sic) de la vesícula". Señaló que el médico tratante le solicitó valorar el estado nutricional de la paciente, y como resultado de tal valoración encontró que no podía alimentarse por vía oral y necesitaba el aporte de nutrientes para su recuperación, los que se le suministraron por vía endovenosa hasta que pudo tomar su alimento por boca. Refirió que dicha señora llegó desnutrida, explicando que llegó a ese estado "...por un proceso abdominal el cual por los hallazgos de la nota quirúrgica hay una obstrucción del paso del contenido del estómago al intestino condicionado por una peritonitis que es causado por un cuerpo extraño". Precisó que "...Una nota quirúrgica o descripción quirúrgica es el relato que hace el cirujano en relación a los hallazgos de la cirugía y del procedimiento que lleva a cabo". Interrogado por la causa de la infección presentada por la paciente, dijo que "...Hay muchas causas de infecciones del peritoneo o cavidad abdominal, pero en esta paciente con el hallazgo de cuerpo extraño éste condiciona a que haya una infección y que esta se mantenga mientras el cuerpo extraño esté dentro de la cavidad abdominal". Sobre la extensión de la infección refirió que "... Cuando uno tiene un cuadro infeccioso peritoneal llámese por un absceso localizado o generalizado, el paciente hace una manifestación clínica generalizada porque independiente del sitio donde esté el foco de infección hay repercusión a todo el organismo. En esta paciente en el momento de la interconsulta había repercusión orgánica, en el momento en que cierro la interconsulta es porque la paciente ha evolucionado en forma adecuada y de ahí en adelante no tengo más conocimiento de qué pasa con la paciente". Preguntado por la incidencia del cuadro clínico presentado por la señora Ruge Ortega, en su deceso, respondió: "... un cuadro de nutrición más un proceso infeccioso, más una condición de tipo obstructivo que no se pueda reparar o mejorar, condiciona obviamente a que el paciente puede fallecer, pero en este caso la paciente tuvo un cuadro obstructivo, un cuadro infeccioso y un estado de mal nutrición del cual la paciente sobrevive porque la paciente sale, después de su postoperatorio es dada de alta hasta donde yo tengo conocimiento de la paciente". Cuestionado por la causa del compromiso pulmonar presentado por la paciente después de la segunda cirugía, expuso: "... Estos pacientes máxime cuando hay una patología crónica y un estado infeccioso crónico, agregando además todas las otras condiciones de desnutrición, inmovilidad, pueden condicionar en un momento dado en que se hagan coágulos que puede migrar o puede ir a los vasos pulmonares obstruirlos y hacer un cuadro clínico agudo que puede llevar a la muerte al paciente según la severidad y el tamaño del coágulo y que en este paciente pudo haber sucedido, lo cual no lo podría yo aseverar". Dijo por último, que "...el embolismo por trombos no es predecible, cualquier paciente puede condicionar a presentar, ya sea en forma inmediata o tardía, dicha complicación, independientemente de que el paciente esté recibiendo como es lógico lo usual tratamiento anticoagulante sobre todo en pacientes con estados tóxico infecciosos y de cirugía mayor". Como se ve, dicho profesional concuerda con el anterior en que el estado tóxico infeccioso con el cual ingresó la paciente al Hospital Militar, así como el estado de desnutrición que personalmente le tuvo que tratar, se condicionaron por la presencia de un elemento extraño en la cavidad abdominal de la paciente. Coincide también con el testigo anterior, en relacionar el compromiso pulmonar sufrido por la señora Ruge Ortega, con su sintomatología anterior, y el estado de inmovilidad, al expresar que "... Estos pacientes máxime cuando hay una patología crónica y un estado infeccioso crónico, agregando además todas las otras condiciones de desnutrición, inmovilidad, pueden condicionar en un momento dado en que se hagan coágulos que puede migrar o puede ir a los vasos pulmonares obstruirlos y hacer un cuadro clínico agudo que puede llevar a la muerte al paciente según la severidad y el tamaño del coágulo y que en este paciente pudo haber sucedido, lo cual no lo podría yo aseverar". Ahora, aunque sostuvo que "...el embolismo por trombos no es predecible, cualquier paciente puede condicionar a presentar, ya sea en forma inmediata o tardía, dicha complicación, independientemente de que el paciente esté recibiendo como es lógico lo usual tratamiento anticoagulante", también señaló su mayor predisposición en "...pacientes con estados tóxico infecciosos y de cirugía mayor" situaciones que, como quedó visto, comenzaron con el elemento extraño dejado en el cuerpo de la paciente. Además, tampoco da cuenta de la concurrencia de otros posibles eventos generadores de la deficiencia respiratoria y el tromboembolismo pulmonar diagnosticados como causa de la muerte de la paciente, de manera que, como ya indicó, su testimonio armoniza con la conclusión del fallador que viene considerándose, circunstancia que descarta el error acusado en su ponderación. Por las razones expuestas, los cargos resultan imprósperos. QUINTO CARGO Con apoyo en la causal tercera de casación, se impugna la sentencia de segundo grado por contener en su "...parte declarativa, declaraciones contradictorias". Para demostrar tal imputación, reproduce el recurrente las resoluciones del fallo impugnado para hacer ver que además de confirmar integralmente la sentencia de primer grado, la adicionó en cuanto al método que debía emplearse para actualizar las condenas impuestas, sin tener en cuenta que ya el a-quo había ordenado reajustar los perjuicios liquidados "... aplicando el procedimiento de que da cuenta la parte motiva de esta providencia", de suerte que, como el Tribunal no revocó lo decidido por el juez de primer grado, tal resolución está vigente, al igual que la del ad-quem, y por tanto existe "...una manifiesta contradicción en la parte resolutiva del fallo que ameritaría el quebrantamiento de la sentencia recurrida, para eliminar el contradictorio". Con base en lo expuesto solicita casar el fallo, para que la Corte, en sede de instancia, determine la forma de actualizar las condenas impuestas a los demandados. CONSIDERACIONES 1. La causal tercera de casación, como se sabe, se estructura sobre un típico error de procedimiento, derivado de la inobservancia de la regla impuesta al fallador por el artículo 304 inciso 2º. ejúsdem, por virtud de la cual debe pronunciar una sentencia clara y precisa, con el fin de dotar de certeza la relación material sometida a la jurisdicción. Como lo prevé el artículo 368 numeral 3º ejúsdem, el defecto preanotado, que se localiza en la estructura misma de la sentencia, se configura cuando en su parte resolutiva se funden resoluciones que se repelen entre sí, a tal extremo que la ejecución de una de ellas, por razones de lógica, deja la otra sin contenido, por cuanto no pueden coexistir a la vez, contradicción que en la práctica obstruye su ejecutabilidad, “...lesiona los principios de certeza y seguridad jurídicas, e impide, por contera, los efectos de cosa juzgada” (Chas. IV. de 30 de julio de 2001), y para cuya enmienda se instituyó la causal en mención, mediante la cual se busca eliminar la contraposición reinante en las disposiciones del fallo, con el fin de tornar expedita su ejecución. 2. De acuerdo con lo que propone el cargo, la incompatibilidad de las resoluciones adoptadas en la sentencia enjuiciada surge de haber prohijado lo decidido por el a-quo sobre la forma de actualizar la condena impuesta a los demandados, y adicionar al mismo tiempo, el citado pronunciamiento, con la orden de aplicar, para el mismo propósito, un procedimiento diverso del señalado por el inferior. 3. En el fallo recurrido, como ya se mencionó, se confirmó la sentencia apelada, agregándose que para la actualización de la obligación resarcitoria impuesta a los demandados debía procederse en la forma indicada en la parte final de las consideraciones, sección en la cual se dijo que para tal efecto se tendría "...en cuenta la variación del índice de precios al consumidor, ingresos medios, desde el momento que el juzgado hizo el cálculo (septiembre de 1997), hasta el momento del pago de los perjuicios". El fallador de primer grado, cuyas resoluciones confirmó el ad-quem, dispuso en lo pertinente, que tales perjuicios debían ser reajustados hasta el momento del pago "...aplicando el procedimiento de que da cuenta la parte motiva de esta providencia". El procedimiento al cual alude el fallador del primer grado, que es el utilizado para reajustar los valores reconocidos a FLORENCIO SÁENZ PEÑA por concepto de daño emergente y a SHIRLEY SÁENZ RUGE, por razón del lucro cesante pasado, tiene como base el índice de precios al consumidor, pues claramente se indica en relación con el primero, que como los gastos que lo representan "...fueron hechos en su mayoría en el mes de diciembre de 1992, deben actualizarse monetariamente para que su indemnización sea completa, teniendo en cuenta para ello el índice de precios al consumidor", patrón al que asimismo se acude para el segundo al expresar que "...Como quiera que esta cantidad no la percibió oportunamente esta demandante (oportunamente), como mínimo en la fecha hasta la cual tenía derecho a percibir la ayuda económica que le brindaba su progenitora, se debe actualizar la señalada suma, con base en el índice de precios al consumidor, aplicando el procedimiento ya señalado", que básicamente toma en cuenta el aludido índice en la fechas de iniciación y finalización del período de actualización. En ese orden, ninguna contradicción revisten las disposiciones del fallo que se comentan, pues en definitiva la actualización de las condenas impuestas a los demandados quedó sujeta, por obra de la adición inútilmente introducida por el ad-quem, al mismo patrón tenido en cuenta por el a-quo, condiciones en las cuales la pretendida coexistencia de procedimientos diversos para el fin indicado por obra de las resoluciones del Tribunal resulta absolutamente carente de razón. Con todo, no sobra señalar que ni siquiera en el evento de darse la incompatibilidad afirmada por el recurrente el cargo estaría llamado a prosperar, pues si la parte legitimada para alegar y propugnar por la enmienda de tal vicio es la que por causa de él ve obstaculizada la ejecución de lo resuelto, en el caso, la llamada a denunciarlo con el fin ya visto sería la parte demandante, no la recurrente, habida cuenta que es ella la que tiene derecho a exigir su cumplimiento. 4. En armonía con lo expuesto, el cargo no prospera. DECISION En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil y Agraria, administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley, NO CASA la sentencia dictada el 27 de julio de 1999, por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, D.C., en el proceso ordinario promovido por FLORENCIO SÁENZ PEÑA, en su propio nombre y como representante de la menor SHIRLEY SÁENZ RUGE, contra los recurrentes. Costas a cargo de la parte recurrente. Tásense oportunamente. NOTIFIQUESE Y CUMPLASE PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA MANUEL ISIDRO ARDILA VELASQUEZ JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO En permiso CESAR JULIO VALENCIA COPETE EDGARDO VILLAMIL PORTILLA Volver índice LEY 938 DE 2004 (diciembre 30) por la cual se expide el Estatuto Orgánico de la Fiscalía General de la Nación. El Congreso de Colombia DECRETA: TITULO I DE LA ESTRUCTURA ORGANICA, UNIDAD Y DEPENDENCIA JERARQUICA Artículo 1º. Para el cumplimiento de las funciones constitucionales y legales, la Fiscalía General de la Nación tiene la siguiente estructura: Estructura 1.1 Despacho del Fiscal General de la Nación 1 1.1. Unidad de Fiscalía Delegada ante la Corte Suprema de Justicia 1.1.2. Dirección de Asuntos Internacionales 1.1.3. Oficina de Planeación 1.1.4. Oficina Jurídica 1.1.5. Oficina de Control Interno 1.1.6. Oficina de Protección y Asistencia 1.1.7. Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno 1.1.8. Oficina de Divulgación y Prensa 1.1.9. Oficina de Informática 1.2. Despacho del Vicefiscal General de la Nación 1.3. Despacho del Secretario General 1.3.1. Oficina de Personal 1.3.2. Escuela de Estudios e Investigaciones Criminalísticas y Ciencias Forenses 1.4. Dirección Nacional de Fiscalías 1. 4.1. Direcciones Seccionales de Fiscalías 1.5. Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación 1.5.1. Direcciones Seccionales del Cuerpo Técnico de Investigación 1.6. Dirección Nacional Administrativa y Financiera 1.6.1 Direcciones Seccionales Administrativas y Financieras 1.7 Entidades Adscritas 1.7.1 Establecimiento Público-Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Parágrafo. La estructura no definida en el presente estatuto orgánico, será desarrollada por el Fiscal General de la Nación, para lograr un equilibrio racional de los recursos humanos, técnicos, financieros y logísticos en las diferentes áreas. Para ello se tendrá en cuenta entre otros principios, el de racionalización del gasto, eficiencia y fortalecimiento de la gestión administrativa e investigativa y el mejoramiento de la prestación del servicio. TITULO II DE LAS COMPETENCIAS Artículo 2º. Las funciones de la Fiscalía General de la Nación se realizan a través del Fiscal General, Vicefiscal y Fiscales Delegados, para lo cual, se conformarán Unidades de Fiscalías Delegadas. Artículo 3º. Los Fiscales Delegados tienen competencia en todo el territorio nacional. Artículo 4º. Las Unidades Delegadas de Fiscalías del nivel nacional, están adscritas al Despacho del Fiscal General de la Nación o al despacho del Director Nacional de Fiscalías, según lo determine el Fiscal General de la Nación, las demás Unidades Delegadas de Fiscalías, están adscritas a las Direcciones Seccionales. En cada una de las Unidades habrá un Fiscal a quien se le asigne la función de Jefe de Unidad. El número de Fiscales y demás cargos de cada Unidad, así como sus sedes de operación y especialidad, son determinados por el Fiscal General de la Nación. Artículo 5º. Corresponde al Fiscal General de la Nación determinar la conformación y localización de las Direcciones Seccionales y las Unidades Nacionales y Seccionales de acuerdo con las necesidades del servicio y con sujeción a la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia. Artículo 6º. Los Fiscales Delegados actúan siempre en representación de la Fiscalía General de la Nación bajo la dependencia del Fiscal General y de sus superiores jerárquicos, sin perjuicio de la autonomía de los Fiscales Delegados en los términos y condiciones fijados por la ley Estatutaria de Administración de Justicia. Artículo 7º. Para el cumplimiento de sus funciones constitucionales y legales, corresponde al Fiscal General de la Nación, los Directores de Fiscalías y los Fiscales a quienes se les asigne la función de Jefes de Unidad: 1. Dirimir los conflictos administrativos entre las Unidades de Fiscalías bajo su autoridad y las de sus inferiores jerárquicos en el ámbito de su competencia. 2. Dirimir los conflictos de competencia que se presenten entre la Fiscalía General de la Nación y los demás organismos que desempeñen funciones de Policía Judicial, en el ámbito de su competencia. 3. Efectuar el seguimiento y evaluar los resultados de las investigaciones adelantadas por las distintas Unidades de Fiscalías y Fiscales. Artículo 8º. Corresponde al Fiscal General de la Nación, a los Directores de Fiscalías, a los Fiscales a quienes se les asigne la función de Jefes de Unidad y demás Fiscales Delegados, dirigir y coordinar las investigaciones adelantadas por la Fiscalía General de la Nación y por otros cuerpos de Policía Judicial, establecidos por la Constitución o las leyes y por aquellos facultados temporalmente para el ejercicio de estas funciones. CAPITULO PRIMERO Del Fiscal General de la Nación Artículo 9º. Período. El Fiscal General de la Nación es elegido para un período institucional de cuatro (4) años. Artículo 10. Régimen disciplinario. En materia disciplinaria el Fiscal General de la Nación está sujeto al régimen previsto por los artículos 174, 175 y 178 de la Constitución Política, para lo cual el Congreso de la República adelantará el proceso disciplinario por conducto de la Cámara de Representantes en la investigación y del Senado de la República en el juzgamiento Artículo 11. Funciones. El Fiscal General de la Nación tiene la representación de la entidad y además de las funciones especiales otorgadas por la Constitución Política, tiene las siguientes funciones generales: 1. Asumir las investigaciones y acusaciones que ordena la Constitución y aquellas que en razón de su naturaleza, importancia o gravedad ameriten su atención personal. 2. Designar al Vicefiscal y a los Fiscales de las Unidades como Fiscales Delegados Especiales cuando la necesidad del servicio lo exija o la gravedad o complejidad del asunto lo requiera. 3. Dirigir, coordinar y controlar el desarrollo de la función investigativa y acusatoria contra los presuntos infractores de la ley penal, directamente o a través de sus delegados. 4. Coordinar con otros organismos que ejerzan funciones de Policía Judicial, la definición e implementación de mecanismos que racionalicen y eviten la duplicidad de esfuerzos en el desarrollo de las investigaciones, dentro de los lineamientos fijados por el Consejo Nacional de Policía Judicial. 5. Expedir los manuales de procedimientos y de normas técnicas a que se deben someter los servidores que cumplen funciones de Policía Judicial. A cuyo efecto los someterá a concepto del Consejo Nacional de Policía Judicial. 6. Expedir las resoluciones de que trata el artículo 203 del Código de Procedimiento Penal. 7. Establecer las directrices del Programa de Protección y Asistencia a Víctimas, Testigos e Intervinientes de la Fiscalía General de la Nación. 8. Suministrar al Gobierno información sobre las investigaciones que se estén adelantando, cuando sea necesaria para la preservación del orden público. 9. Dirigir el intercambio de la información y pruebas sobre nacionales o extranjeros implicados en delitos cometidos en el exterior. 10. Ser vocero y responsable por las actuaciones de la Fiscalía General de la Nación ante los demás estamentos del Estado y de la sociedad. 11. Ordenar los trámites que en materia de extradición se requieran. 12. Dirigir y coordinar la cooperación técnica internacional con los distintos gobiernos y agencias internacionales interesadas en el desarrollo de los programas que adelanta la Fiscalía General de la Nación. 13. Reglamentar la recopilación de antecedentes penales al interior de la entidad. 14. Dirigir el sistema de calidad para la Fiscalía General de la Nación. 15. Aprobar el plan de desarrollo de la Fiscalía General de la Nación y enviarlo al Consejo Superior de la Judicatura para que sea consolidado con el plan de la Rama Judicial. Aprobar el anteproyecto de presupuesto. 16. Solicitar al gobierno los traslados dentro de los respectivos programas presupuestales de la Fiscalía General de la Nación y las adiciones que considere pertinentes de conformidad con las normas generales del presupuesto. 17. Expedir reglamentos, órdenes, circulares y los manuales de organización y procedimientos conducentes a la organización administrativa y al eficaz desempeño de las funciones de la Fiscalía General de Nación. 18. Modificar la planta de personal de la Fiscalía General de la Nación. Para tal efecto podrá trasladar cargos y determinar sus funciones, de acuerdo con la necesidad del servicio y sin que ello implique cargo al tesoro u obligaciones que excedan el monto global fijado para el respectivo servicio en la ley de apropiaciones iniciales. 19. Expedir el manual de requisitos y funciones de cada uno de los empleos de la Fiscalía. 20. Nombrar y remover a los servidores públicos de la Fiscalía General de la Nación. 21. Definir las situaciones administrativas de los servidores de la entidad. 22. Diseñar e implementar un sistema de control interno que permita conocer y evaluar oportunamente la gestión de la Fiscalía General de la Nación y de sus servidores. 23. Comisionar a servidores de la Fiscalía General de la Nación en otras entidades oficiales, en desarrollo de las investigaciones que así lo ameriten. 24. Suscribir, como representante legal de la Fiscalía General de la Nación, los actos y contratos requeridos para el buen funcionamiento de la misma. 25. Representar a la Nación -Fiscalía General de la Nación-, en los procesos judiciales, para lo cual podrá constituir apoderados especiales. 26. Nombrar, remover y definir las situaciones administrativas del Director del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. 27. Ejercer control de tutela sobre los establecimientos. 28. Conceder los estímulos, reconocer los méritos y otorgar las menciones honoríficas, que procedan a los servidores de la Fiscalía General de la Nación. 29. Conocer en segunda instancia las decisiones proferidas por la Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno de la entidad. 30. Conocer y resolver los impedimentos propuestos por el jefe de la Oficina de Veeduría y Control Disciplinario de la entidad así como las recusaciones que contra el mismo se formulen. 31. Conocer y fallar en única instancia los procesos disciplinarios que se adelanten contra el Jefe de la Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno, el Secretario General y los Directores Nacionales. 32. Crear Comisiones Especiales de Fiscales Delegados designando un coordinador, cuando la gravedad, importancia o trascendencia pública del hecho lo ameriten, para lo cual podrá desplazar al funcionarlo del conocimiento. En este evento el coordinador de la comisión será quien actúe ante el juez de garantías y el juez de conocimiento. 33. Crear comités asesores y grupos de trabajo para el cumplimiento de la función de la entidad y los previstos en la ley. 34. Coordinar el funcionamiento del registro único de asuntos de Policía Judicial. 35. Las demás funciones que le señale el presente estatuto y la ley. Artículo 12. Faltas temporales y absolutas. Son faltas absolutas del Fiscal General de la Nación, su muerte, su renuncia aceptada, la destitución decretada por sentencia, la incapacidad física permanente y el abandono del cargo decretados estos dos últimos por la Corte Suprema de Justicia. En caso de falta temporal o absoluta del Fiscal General de la Nación, sus funciones las ejercerá el Vicefiscal General, quien tomará posesión del cargo según el procedimiento establecido en la Constitución, cuando se presente falta absoluta. Artículo 13. Delegación. El Fiscal General de la Nación podrá delegar en los servidores del más alto nivel de la Fiscalía General de la Nación las funciones de carácter legal que convengan al mejor cumplimiento de los objetivos de la entidad. Vigilará el desarrollo de la delegación y reasumirá las facultades delegadas cuando lo considere necesario. Parágrafo. En su condición de nominador el Fiscal General de la Nación podrá delegar la facultad de expedir los actos administrativos relacionados con la aceptación de renuncias; la vacancia por abandono del cargo; el retiro por pensión de jubilación o invalidez absoluta, muerte o retiro forzoso motivado por la edad. Así mismo podrá delegar el trámite de las situaciones administrativas, los movimientos de personal y la ejecución de las sanciones disciplinarias impuestas a servidores de la Fiscalía, por autoridad competente. CAPITULO SEGUNDO De las dependencias adscritas al Despacho del Fiscal General de la Nación Artículo 14. La Unidad Delegada ante la Corte Suprema de justicia, tiene las siguientes funciones: 1. Investigar y acusar si a ello hubiere lugar, a los servidores con fuero legal, cuyo juzgamiento esté atribuido, en única instancia, a la Corte Suprema de Justicia. 2. Adelantar, a través de los Fiscales Delegados que la integren, registros, allanamientos, incautaciones e interceptación de comunicaciones. En estos eventos comunicará al Juez o Magistrado que ejerza la función de control de garantías, para que se efectúe el control respectivo. 3. Cumplir las demás funciones que le asigne el Fiscal General de la Nación. Artículo 15. La Dirección de Asuntos Internacionales tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General en la definición de la política y diseño de los mecanismos relativos al intercambio de pruebas e información requerida por otros países u organismos internacionales y por la justicia colombiana. 2. Atender los requerimientos de las autoridades competentes en materia de cooperación judicial, en lo relativo al control de la ejecución de las solicitudes de asistencia judicial recíproca. 3. Llevar el registro sobre el estado de las investigaciones referentes a violación de derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario y atender los requerimientos formulados por organismos gubernamentales y no gubernamentales, nacionales e internacionales. 4. Gestionar bajo los lineamientos del Fiscal General de la Nación, la cooperación técnica internacional con los distintos gobiernos y agencias internacionales interesadas en el desarrollo de los programas que adelanta la Fiscalía General de la Nación. 5. Adelantar, a instancias del Fiscal General de la Nación, los trámites administrativos que en materia de extradición se requieran. 6. Hacer seguimiento a los compromisos internacionales adquiridos por Colombia en las áreas de competencia de la Fiscalía. 7. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 8. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 9. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General de la Nación y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 16. La Oficina de Planeación tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General en la planeación y programación de las actividades inherentes al desarrollo actual y futuro de la Fiscalía General. 2. Coordinar con las diferentes dependencias de la entidad, la elaboración del Plan de Desarrollo de la Fiscalía General de la Nación y, una vez aprobado, asesorar en su implementación. 3. Coordinar con las diferentes dependencias la elaboración del Proyecto Anual de Presupuesto y monitorear la ejecución del presupuesto de inversión. 4. Diseñar metodologías y procedimientos de evaluación a la gestión de la Fiscalía General de la Nación. 5. Realizar estudios sobre estructura orgánica, planta de personal, escala salarial y en general sobre todo lo relacionado con el desarrollo organizacional de la entidad en coordinación con las respectivas dependencias. 6. Asesorar a las diferentes áreas de la Fiscalía en la formulación de los proyectos de inversión y efectuar su presentación ante los organismos competentes. 7. Asesorar a las diferentes dependencias en la elaboración de sus manuales de procesos, procedimientos, su implementación y mejoramiento continuo. 8. Consolidar la información estadística necesaria para elaborar informes y estudios que apoyen la toma de decisiones en la gestión institucional y sustenten la formulación de la política del estado en materia criminal. 9. Coordinar con las diferentes dependencias del nivel central la orientación y programación de los recursos de inversión provenientes de cooperación nacional e internacional. 10. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 17. La Oficina Jurídica tiene las siguientes funciones: 1. Representar a la Fiscalía General de la Nación, mediante poder conferido por el Fiscal General o por quien este delegue, en los procesos judiciales y administrativos en que sea parte la entidad. 2. Asesorar al Fiscal General en el análisis y emisión de conceptos referidos a los aspectos jurídicos propios de la entidad o a aquellos que, siendo externos, la afecten. 3. Asesorar a las dependencias de la Fiscalía General en los distintos niveles territoriales, en asuntos jurídicos de carácter administrativo. 4. Adelantar las gestiones de cobro por jurisdicción coactiva. 5. Asesorar al Fiscal General o al ordenador del gasto en el cumplimiento de las sentencias y conciliaciones. 6. Asesorar, dirigir y controlar las actividades y procesos relativos a la contratación administrativa, cuando esta sea de competencia del Fiscal General de la Nación o de la Dirección Nacional Administrativa y Financiera. 7. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 8. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 9. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 18. La Oficina de Control Interno tiene las siguientes funciones: 1. Planear, dirigir y evaluar el Sistema de Control Interno en la Fiscalía General de la Nación y velar para que su ejercicio sea intrínseco al desarrollo de todos los cargos, en particular de aquellos que tengan responsabilidad de mando. 2. Verificar que los controles definidos para los procesos y actividades de la Fiscalía General de la Nación, se cumplan por los responsables de su ejecución y en especial, que las áreas o empleados encargados de la aplicación del régimen disciplinario ejerzan adecuadamente esta función. 3. Velar por el cumplimiento de las leyes, normas, políticas, procedimientos, planes, programas, proyectos y metas de la Fiscalía General de la Nación y recomendar los ajustes necesarios. 4. Apoyar a los directivos de la Fiscalía General de la Nación en el proceso de toma de decisiones. 5. Fomentar en toda la Fiscalía General de la Nación la formación de una cultura de control que contribuya al mejoramiento continuo, en el cumplimiento de la misión institucional. 6. Mantener permanentemente informados a los directivos de la Fiscalía General de la Nación acerca del estado del control interno dentro de la entidad, dando cuenta de las debilidades detectadas y de las fallas en su cumplimiento. 7. Asesorar a las diferentes dependencias de la Fiscalía General de la Nación en la elaboración de los planes de mejoramiento y verificar su cumplimiento. 8. Vigilar que la atención a las quejas y reclamos que formulen los ciudadanos, relacionadas con el cumplimiento de la función de la entidad, se atiendan de acuerdo con las normas legales vigentes. 9. Realizar el seguimiento y evaluación a la gestión y resultados de la Fiscalía General de la Nación y presentar los informes y recomendaciones pertinentes a los directivos de la entidad. 10. Dirigir la elaboración del Mapa de riesgos de la entidad y velar por la aplicación de las acciones requeridas para la mitigación de riesgos. 11. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 12. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 13. Las demás que le asigne el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 19. La Oficina de Protección y Asistencia tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar a la entidad en la definición de políticas de protección y asistencia social para servidores de la Fiscalía, víctimas, jurados, testigos y demás intervinientes en el proceso penal. 2. Organizar, en coordinación con las Direcciones Nacionales de Fiscalías y Cuerpo Técnico de Investigación, con el apoyo de los organismos de seguridad del Estado, la protección de víctimas, testigos, jurados, servidores e intervinientes, en las investigaciones y procesos que sean de conocimiento de la Fiscalía. 3. Desarrollar programas de asistencia social para víctimas, testigos, jurados, servidores y demás intervinientes en el proceso penal. 4. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 5. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 6. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 20. La Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en los aspectos de carácter disciplinario, que sean de su competencia de conformidad con la ley. 2. Instruir y fallar, en primera instancia, las investigaciones disciplinarias contra los empleados de la entidad. 3. Coordinar la recepción, trámite y decisión de las quejas y reclamos por violaciones a la Constitución o a la ley, en las investigaciones o procesos que adelanten los servidores de la Fiscalía, en cualquiera de sus áreas, o por la ineficiente prestación del servicio o el incumplimiento de funciones. 4. Practicar vigilancia especial a las investigaciones penales, con el fin de verificar que se adelanten conforme a los principios constitucionales y legales, sin que se le pueda oponer reserva alguna. 5. Llevar el registro de sanciones impuestas a los servidores de la Fiscalía General de la Nación e informar al nominador acerca de aquellos que cuenten con más de tres (3) sanciones disciplinarias impuestas durante los últimos cinco (5) años, para lo de su competencia. 6. Ejercer control preventivo, seguimiento y evaluación de la conducta disciplinaria de los servidores públicos de la Fiscalía General de la Nación en el desarrollo de sus funciones. 7. Conocer y resolver los impedimentos propuestos por los coordinadores de los Grupos de Control Disciplinario Interno y de las recusaciones que contra los mismos se formulen. 8. Planificar y ejecutar visitas aleatorias a las dependencias de la Fiscalía General de la Nación, con el fin de verificar que la conducta y la prestación del servido de los servidores se ciñan a los principios constitucionales y legales. 9. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 10. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 11. Las demás que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 21. La oficina de Divulgación y Prensa tiene las siguientes funciones: 1. Realizar las actividades de protocolo que se requieran en la Fiscalía General de la Nación. 2. Asesorar al Fiscal General en la definición de la política referida a la divulgación de información de interés público, o de interés de los servidores de la Fiscalía General. 3. Desarrollar estrategias de divulgación que permitan mantener informado al público y a sus servidores acerca de los servicios que presta y las actividades que realiza la Fiscalía General de la Nación. 4. Asesorar a las diferentes dependencias de la institución en la elaboración de impresos, publicaciones y documentos que deban ser divulgados por la entidad. 5. Organizar con los diferentes medios de comunicación, las entrevistas y temas a tratar por parte de los servidores autorizados, para emitir declaraciones, informes o comunicados de prensa. 6. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 7. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 8. Las demás funciones que sean asignadas por el Fiscal General de la Nación y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 22. La Oficina de Informática tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la definición de las políticas referidas a la gerencia de los recursos informáticos y telemáticos disponibles en la entidad. 2. Coordinar con la Dirección Nacional Administrativa y Financiera, Dirección Nacional de Fiscalías y la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación, las acciones tendientes al desarrollo informático y telemático que apoye la función de investigación de la Fiscalía General de la Nación. 3. Elaborar conjuntamente con los usuarios, los procesos y procedimientos que soportan los sistemas de información y estandarizar todos los requerimientos de información que la Fiscalía General de la Nación demande en cumplimiento de su misión. 4. Planear, diseñar y mantener actualizados los sistemas de información misionales y de soporte que requiera la entidad de acuerdo con los requerimientos de los usuarios y a las políticas institucionales. 5. Diseñar e implementar mecanismos de aseguramiento de la calidad de los sistemas de información y de protección a la información que manejen las distintas áreas de la Fiscalía General de la Nación. 6. Evaluar, asistir y coordinar con las diferentes dependencias de la Entidad, proyectos y convenios de cooperación interna e interinstitucional que en materia de informática adelante la entidad e implantar los mecanismos de intercambio de información que se requiera. 7. Elaborar, en coordinación con las áreas misionadas y de apoyo y la Oficina de Planeación, el Plan Maestro de Desarrollo y Sistemas, y coordinar los estudios que para ello y su documentación sean necesarios. 8. Elaborar e implantar políticas, planes y programas para el desarrollo informático y telemático de la Fiscalía General de la Nación. 9. Administrar los recursos informáticos de la Fiscalía General de la Nación y velar por su adecuado uso. 10. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 11. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 12. Adelantar procesos de investigación tecnológica, formular y elaborar proyectos y programas en el ámbito de su competencia que contribuyan a la gestión de la entidad. 13. Asesorar a la entidad en la definición de políticas referidas a la recolección, registro, análisis y difusión de la información requerida como soporte al desarrollo de las investigaciones que debe adelantar la Fiscalía. 14. Acordar mecanismos de intercambio de información con organismos de policía judicial. 15. Organizar la recolección y procesamiento de la información necesaria para soportar las investigaciones que adelante la Fiscalía General de la Nación. 16. Establecer mecanismos que faciliten la utilización oportuna de la información por parte de las unidades de policía judicial y demás autoridades judiciales. 17. Apoyar a la Oficina de Control Interno en las actividades de auditoría a los sistemas de información de la entidad. 18. Evaluar y ejercer seguimiento y control de la gestión realizada por las unidades de informática en las seccionales. 19. Las demás que le sean asignadas y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. CAPITULO TERCERO Del Vicefiscal General de la Nación Artículo 23. Del Vicefiscal General de la Nación. El Vicefiscal General de la Nación tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General en la formulación de las políticas de la entidad. 2. Representar al Fiscal General de la Nación en todas las actuaciones en las que haya sido delegado por él. 3. Realizar el seguimiento a las iniciativas legislativas que afecten o involucren los objetivos misionales de la Fiscalía General de la Nación, informar y preparar al Fiscal General de la Nación los documentos que se requieran para salvaguardar los intereses institucionales. 4. Reemplazar al Fiscal General de la Nación en sus ausencias temporales o definitivas. Tratándose de ausencias temporales no se requerirá designación especial, pero tratándose de ausencia definitiva, este ejercerá el cargo hasta cuando la autoridad nominadora efectúe la designación correspondiente. 5. Reemplazar al Fiscal General en caso de impedimento procesal. 6. Actuar como Fiscal Delegado especial, en aquellos procesos o actuaciones judiciales que directamente le asigne el Fiscal General de la Nación. 7. Las demás que le sean asignadas por la ley, o delegadas por el Fiscal General de la Nación y que guarden relación con la naturaleza de su cargo. CAPITULO CUARTO Del Secretario General Artículo 24. Del Secretario General. El Secretario General tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de las políticas de administración de la entidad. 2. Asesorar al Fiscal General en la formulación de políticas, normas y procedimientos para la administración de personal y las actividades de Bienestar Social. 3. Asesorar, dirigir y coordinar los aspectos relacionados con la administración de la carrera de la entidad. 4. Dirigir, coordinar y evaluar los planes y programas relacionados con la gestión del talento humano a nivel nacional, actuando para ello como superior administrativo de los Directores Seccionales. 5. Coordinar y evaluar los planes y programas que desarrolle la División de Bienestar Social, en beneficio de sus servidores. 6. Dirigir, coordinar y evaluar los planes y programas de bienestar social a nivel nacional. 7. Coordinar y evaluar el plan de capacitación de la Fiscalía General de la Nación. 8. Realizar el seguimiento a la ejecución del Plan de capacitación, evaluarlo y proponer los ajustes necesarios. 9. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 10. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 11. Notificar o comunicar en los términos legales y reglamentarios los actos administrativos que expidan el Fiscal General, y el Vicefiscal cuando a ello hubiere lugar. 12. Conservar y custodiar los archivos de los actos administrativos que expidan el Fiscal General y el Vicefiscal, mientras reposen en la Secretaría General. 13. Expedir copias auténticas de los actos administrativos expedidos por el Fiscal General de la Nación, Vicefiscal General y despacho de la Secretaría General. El Jefe de cada Oficina o del respectivo despacho de las demás dependencias de la Fiscalía General de la Nación, expedirá copias auténticas de los documentos que reposen en el archivo de la dependencia a su cargo. 14. Dirigir y controlar la gestión de las dependencias que conforman la Secretaría General. 15. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 25. La Oficina de Personal tiene las siguientes funciones: 1. Apoyar a la Secretaría General en el estudio y evaluación de políticas, normas y procedimientos para la administración del talento humano . 2. Administrar el sistema de carrera de la Fiscalía General de la Nación. 3. Tramitar las novedades, movimientos de personal, situaciones administrativas, nómina y prestaciones sociales, afiliación a las empresas prestadoras de salud, administradoras de pensiones y de riesgos profesionales, así como preparar, para la firma del competente, los actos administrativos relacionados con estas y con el retiro del servicio. 4. Llevar el registro y control de los documentos que se tramitan en personal, velando porque se tenga una información oportuna y veraz en cuanto a hojas de vida, nómina, salarios, novedades y prestaciones y expedir las constancias y certificaciones a que haya lugar. 5. Asegurar la correcta y oportuna liquidación de nómina y prestaciones, aplicando las normas y procedimientos vigentes. 6. Verificar el cumplimiento de los requisitos de las personas nombradas en la entidad, antes de la respectiva posesión cuando esta se surta en su despacho. 7. Apoyar a las Direcciones Seccionales en el ámbito de su competencia. 8. Notificar o comunicar en los términos legales y reglamentarios los actos administrativos que expida el Secretario General. 9. Elaborar y actualizar el manual de funciones y requisitos mínimos, a nivel de cargo, en coordinación con las dependencias de la entidad. 10. Asesorar a la Secretaría General en la formulación e implementación de políticas en asuntos relacionados con el sistema de carrera de la entidad. 11. Coordinar y realizar las actividades necesarias para llevar a cabo los procesos de convocatoria, selección, ingreso, ascenso y calificación. 12. Elaborar los proyectos de convocatorias a concurso atendiendo los requerimientos de orden técnico de conformidad con la normatividad vigente, para la aprobación del competente. 13. Llevar el registro único de inscripción en carrera de la Fiscalía General de la Nación. 14. Definir en coordinación con cada dependencia, los perfiles para los cargos de la entidad. 15. Las demás que le asigne el Fiscal General o el Secretario General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 26. La Escuela de Investigación Criminal y Ciencias Forenses tiene las siguientes funciones: 1. Definir y desarrollar programas de enseñanza en Técnicas de Investigación Criminal, para la actualización de los servidores del Cuerpo Técnico de Investigación y de los Fiscales. 2. Promover, desarrollar y divulgar investigaciones científicas y técnicas para mejorar los métodos y procedimientos de investigación penal y el ejercicio de la función acusatoria. 3. Coordinar con las entidades que adelanten funciones de Policía Judicial, que posean escuelas o academias de capacitación, la realización de eventos conjuntos de capacitación y actualización y el intercambio de información, dirigidos a mejorar el nivel de competencia de los servidores del Cuerpo Técnico de Investigación y Fiscales. 4. Prestar apoyo logístico a la Secretaría General para adelantar la capacitación de los servidores de la Fiscalía en lo de su competencia. 5. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General de la Nación o el Secretario General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. CAPITULO QUINTO De la Dirección Nacional de Fiscalías Artículo 27. Dirección Nacional de Fiscalías. La Dirección Nacional de Fiscalías tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de la política del Estado en materia criminal. 2. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de políticas referidas a las funciones de investigación y acusación. 3. Diseñar mecanismos para que los fiscales, en forma coordinada con los jueces de control de garantías, efectúen la recolección y preservación de evidencias que puedan servir como pruebas anticipadas en el proceso. 4. Dirigir a las Direcciones Seccionales y sus Unidades de Fiscalías adscritas, en todo lo pertinente a sus funciones de investigación y acusación. 5. Dirigir, coordinar y controlar las actividades de investigación y acusación adelantadas por las Unidades Nacionales de Fiscalías. 6. Formular y elaborar los proyectos y programas que apoyen la labor misional de la entidad, con asesoría de la Oficina de Planeación. 7. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la Oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 8. Diseñar programas tendientes a mejorar la gestión de los despachos de fiscalía. 9. Diseñar los programas relacionados con la evaluación y control a la gestión realizada por las dependencias adscritas. 10. Realizar el seguimiento de la gestión de las Direcciones Seccionales en lo de su competencia y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento. 11. Participar, en coordinación con la Secretaría General, la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación y la Dirección Nacional Administrativa, en la elaboración del Plan Integral de Capacitación de la Fiscalía General de la Nación. 12. Coordinar con las Direcciones Nacionales del Cuerpo Técnico de Investigación y Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de investigación en la Fiscalía General de la Nación. 13. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección Nacional de Fiscalías. 14. Ejercer el seguimiento a la gestión de las unidades de Fiscalías y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento. 15. Dirigir la obtención de la información estadística acerca de las investigaciones y acusaciones adelantadas por la Fiscalía General y realizar las evaluaciones pertinentes como soporte a la formulación de la política criminal. 16. Las demás funciones que sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 28. Dirección Seccional de Fiscalías. La Dirección Seccional de Fiscalías tiene las siguientes funciones: 1. Consolidar, analizar y reportar a la Dirección Nacional, la información pertinente para establecer la política del Estado en materia criminal, en forma periódica. 2. Dirigir, coordinar y controlar las actividades de investigación adelantadas por las Unidades de Fiscalías adscritas. 3. Consolidar y analizar la información acerca de las investigaciones y acusaciones adelantadas por las unidades adscritas y remitirlas a la Dirección Nacional de Fiscalías. 4. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección Seccional de Fiscalías. 5. Desarrollar acciones tendientes a mejorar la gestión de los despachos de fiscalía. 6. Implementar los programas y proyectos formulados por la Dirección Nacional de Fiscalías. 7. Elaborar, ejecutar y efectuar el seguimiento de los planes operativos anuales, en coordinación con los directores seccionales del cuerpo técnico de investigación y administrativo y financiero. 8. Coordinar con las Direcciones Seccionales del Cuerpo Técnico de Investigación y Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo efectivo de la investigación. 9. Las demás funciones que les sean asignadas por el Fiscal General o el Director Nacional de Fiscalías y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. CAPITULO SEXTO De la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación Artículo 29. La Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General en la definición de políticas y estrategias asociadas con las funciones de Policía Judicial, en los temas de investigación criminal, servicios forenses y de genética y en la administración de la información técnica y judicial que sea útil para la investigación penal. 2. Planear, dirigir, ejecutar y controlar las funciones de Policía Judicial de la Fiscalía General de la Nación. 3. Asesorar científica y técnicamente las actividades forenses que desarrollen las Direcciones Seccionales. 4. Organizar y controlar el cumplimiento de las políticas y estrategias de investigación, servicios forenses y de genética, y de administración de la información útil para la investigación penal en la Fiscalía General de la Nación. 5. Coordinar los servicios forenses y realizar los programas tendientes a mejorar la prestación de los mismos. 6. Organizar la prestación de servicios médicos legales en los casos en que no sea posible la intervención del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. 7. Velar porque las políticas de aseguramiento de los elementos materia de prueba y la cadena de custodia, se cumplan en su área, de acuerdo con las normas que los regulen. 8. Promover el intercambio de información entre los distintos organismos de seguridad a nivel nacional e internacional, para la programación y el desarrollo de operaciones contra la delincuencia. 9. Formular y elaborar los proyectos y programas que apoyen la labor misional de la entidad, con asesoría de la Oficina de Planeación. 10. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 11. Asesorar al Fiscal General de la Nación en el diseño y planeación de estrategias y procedimientos, en materia de seguridad y de comunicaciones requeridos en la Fiscalía General de la Nación. 12. Llevar el control estadístico sobre los aspectos relativos al desarrollo de las investigaciones adelantadas por la policía judicial de la Fiscalía General de la Nación. 13. Coordinar con la Dirección Nacional de Fiscalías y con la Dirección Nacional Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de investigación de la Fiscalía General de la Nación. 14. Participar, en coordinación con las otras Direcciones Nacionales, en la elaboración del plan integral de capacitación de la Fiscalía General de la Nación. 15. Realizar el seguimiento a las actividades forenses adelantadas a nivel nacional. 16. Gestionar ante las dependencias correspondientes los recursos necesarios para la prestación eficaz de los servicios forenses y de investigación. 17. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico. 18. Realizar el seguimiento a la gestión de las Direcciones Seccionales en lo de su competencia, y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento. 19. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 30. Dirección Seccional del Cuerpo Técnico de Investigación. Las Direcciones Seccionales del Cuerpo Técnico de Investigación tienen las siguientes funciones: 1. Apoyar a la Dirección Nacional en la formulación de la política del Estado en materia criminal. 2. Planear, dirigir, ejecutar y controlar las funciones de policía judicial, de acuerdo con las directrices establecidas por la Dirección Nacional. 3. Hacer cumplir las políticas y estrategias de investigación, servicios forenses y de genética, y de administración de la información útil para la investigación penal en la Fiscalía General de la Nación. 4. Coordinar las actividades investigativas y servicios forenses y realizar los programas tendientes a mejorar la prestación de los mismos. 5. Prestar apoyo técnico-científico en coordinación con los demás organismos de policía judicial, en ausencia del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses. 6. Velar porque las políticas del sistema de cadena de custodia se cumplan, de acuerdo con las normas que las regulen. 7. Promover el intercambio de información entre los distintos organismos de seguridad e inteligencia a nivel nacional e internacional, para la programación y el desarrollo de operaciones contra la delincuencia. 8. Elaborar los planes operativos anuales, en coordinación con la Dirección Seccional de Fiscalías y la Dirección Seccional Administrativa y Financiera, de acuerdo con las directrices de las Direcciones Nacionales y con la metodología diseñada por la Oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 9. Llevar el control estadístico sobre las actividades desarrolladas en su jurisdicción y reportar la información a la Dirección Nacional. 10. Coordinar con la Dirección Seccional de Fiscalías y con la Dirección Seccional Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de investigación de la Fiscalía General de la Nación. 11. Gestionar ante la respectiva Dirección Seccional Administrativa y Financiera, los recursos necesarios para la prestación eficaz de los servicios forenses y de investigación. 12. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección Seccional del Cuerpo Técnico. 13. Adelantar las investigaciones de los delitos de competencia de la Dirección Seccional de Fiscalías y responder por su desarrollo. 14. Velar porque los servidores del Cuerpo Técnico de Investigación cumplan con las normas constitucionales, legales y procedimentales y por el respeto de los derechos fundamentales de las personas que intervienen en el proceso. 15. Asistir, en representación de la Fiscalía General de la Nación, a los comités, juntas, sesiones y demás reuniones interinstitucionales en su respectivo departamento, que tengan que ver con el ejercicio de la función de Policía Judicial o relacionadas con la investigación penal. 16. Ejecutar las actividades que le sean ordenadas por el Director Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. 17. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. CAPITULO SEPTIMO De la Dirección Nacional Administrativa y Financiera Artículo 31. La Dirección Nacional Administrativa y Financiera tiene las siguientes funciones: 1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de las políticas para la administración de los recursos físicos y financieros y administrar tales recursos. 2. Elaborar, en coordinación con la Oficina de Planeación, el presupuesto general de la Fiscalía General de la Nación, dirigir su ejecución y efectuar su seguimiento y control. 3. Dirigir y controlar los procesos administrativos y financieros de la entidad, en todos los niveles. 4. Reconocer y ordenar gastos y pagos, conforme a la delegación que para tal efecto, le confiera el Fiscal General de la Nación. 5. Ejecutar las actividades inherentes al sistema de gestión documental en la entidad. 6. Elaborar el plan de compras de la Fiscalía General de la Nación y velar por su adecuado cumplimiento. 7. Dirigir y controlar las actividades y procesos relativos a contratación, que no sean de competencia de la Oficina Jurídica, y a las adquisiciones de la entidad. 8. Elaborar y orientar el plan de inversiones en infraestructura física. 9. Orientar y controlar la administración de las sedes de la Fiscalía General. 10. Responder por la organización operativa y el control de las actividades relacionadas con la administración de los bienes patrimoniales y de aquellos bienes puestos a disposición de la entidad y garantizar su conservación. 11. Establecer las directrices aplicables a la recolección, registro y análisis de la información administrativa y financiera de la entidad. 12. Consolidar la información administrativa y financiera para elaborar estudios e informes requeridos por la entidad y organismos externos. 13. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con asesoría de la Oficina de Planeación. 14. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la Oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión. 15. Coordinar con la Dirección Nacional de Fiscalías, la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación y la Secretaría General las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de investigación de la Fiscalía General de la Nación. 16. Participar, en coordinación con las demás Direcciones Nacionales y la Secretaría General, en la elaboración del plan integral de capacitación de la Fiscalía General de la Nación. 17. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección Nacional Administrativa y Financiera. 18. Realizar el seguimiento a la gestión de las Direcciones Seccionales en lo de su competencia, y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento. 19. Resolver los recursos de apelación interpuestos en contra de los actos administrativos suscritos por los Directores Seccionales Administrativos y Financieros. 20. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General de la Nación y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. Artículo 32. Dirección Seccional Administrativa y Financiera. La Dirección Seccional Administrativa y Financiera tiene las siguientes funciones: 1. Administrar los recursos físicos, informáticos y financieros requeridos por las distintas dependencias que se encuentren en su ámbito de competencia. 2. Elaborar el plan de compras correspondiente a su ámbito de competencia y velar por su adecuada ejecución. 3. Coordinar, desarrollar y controlar las actividades relacionadas con la administración de personal. 4. Consolidar y evaluar la información contable, presupuestal y de tesorería, de su competencia. 5. Responder por la organización operativa y control de las actividades relacionadas con la administración de los bienes de propiedad o puestos a disposición de la Fiscalía General. 6. Organizar y controlar las actividades necesarias para garantizar la conservación, buen uso y oportuno aseguramiento de los bienes que por cualquier motivo estén a disposición de la entidad. 7. Ordenar la prestación de los servicios, los reconocimientos y los gastos requeridos, de acuerdo con la delegación que para tal efecto les otorgue el Fiscal General de la Nación. 8. Coordinar con la Dirección Seccional de Fiscalías y con la Dirección Seccional del Cuerpo Técnico, las acciones tendientes al desarrollo efectivo de la función de investigación. 9. Las demás funciones que sean asignadas por el Fiscal General, o el Director Nacional Administrativo y Financiero y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia. TITULO III DE LAS ENTIDADES ADSCRITAS - ESTABLECIMIENTO PUBLICO - DEL INSTITUTO NACIONAL DE MEDICINA LEGAL Y CIENCIAS FORENSES CAPITULO PRIMERO De la naturaleza y funciones básicas Artículo 33. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses pertenece a la Rama Judicial y se encuentra adscrito a la Fiscalía General de la Nación, como establecimiento público del orden nacional, dotado de personería jurídica, patrimonio propio y autonomía administrativa. Artículo 34. El Sistema de Medicina Legal y Ciencias Forenses en todo el territorio nacional, es organizado y controlado por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Artículo 35. La misión fundamental del Instituto es prestar auxilio y soporte científico y técnico a la administración de justicia en todo el territorio nacional, en lo concerniente a medicina legal y las ciencias forenses. Artículo 36. En desarrollo d e su misión, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses tiene las siguientes funciones: 1. Organizar y dirigir el Sistema de Medicina Legal y Ciencias Forenses y controlar su funcionamiento. 2. Prestar los servicios médico-legales y de ciencias forenses que sean solicitados por los Fiscales, Jueces, Policía Judicial, Defensoría del Pueblo y demás autoridades competentes de todo el territorio nacional. 3. Desarrollar funciones asistenciales, científicas, extra-periciales y sociales en el área de la medicina legal y las ciencias forenses. 4. Prestar asesoría y absolver consultas sobre medicina legal y ciencias forenses a las unidades de fiscalías, tribunales y demás autoridades competentes. 5. Definir los reglamentos técnicos que deben cumplir los distintos organismos y personas que realicen funciones periciales asociadas con medicina legal, ciencias forenses y ejercer control sobre su desarrollo y cumplimiento. 6. Servir de organismo de verificación y control de las pruebas periciales y exámenes forenses practicados por los cuerpos de policía judicial del Estado y otros organismos a solicitud de autoridad competente. 7. Servir como centro científico de referencia nacional en asuntos relacionados con medicina legal y ciencias forenses. 8. Ser organismo de acreditación y certificación de laboratorios, pruebas periciales y peritos en medicina legal y ciencias forenses, practicadas por entidades públicas y privadas. 9. Coordinar y adelantar la promoción y ejecución de investigaciones científicas, programas de postgrado, pregrado, educación continuada y eventos educativos en el área de la medicina legal y ciencias forenses. 10. Coordinar y promover, previa la existencia de convenios, las prácticas de docencia de entidades educativas aprobadas por el ICFES. 11. Divulgar los resultados de las investigaciones, avances científicos, desarrollo de las prácticas forenses y demás información del Instituto considerada de interés para la comunidad en general. 12. Delegar o contratar en personas naturales o jurídicas la realización de algunas actividades periciales y controlar su ejecución. CAPITULO II De la estructura y funciones específicas Artículo 37. Para el cumplimiento de sus funciones, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses tiene la siguiente organización básica: 1. Junta Directiva 2. Dirección General del Instituto 2.1. Oficina de Control Interno 2.2. Oficina de Planeación 2.3. Oficina Jurídica 2.4. Oficina de Control Disciplinario Interno 3. Secretaría General 3.1 Oficina de Personal 4. Subdirección de Investigación Científica 4.1. Escuela de Medicina Legal y Ciencias Forenses 5. Subdirección de Servicios Forenses 6. Subdirección Administrativa y Financiera 7. Direcciones Regionales 7.1 Direcciones Seccionales 7.1.1 Unidades Básicas. Artículo 38. La Junta Directiva del Instituto estará conformada por el Fiscal General de la Nación o el Vicefiscal quien la presidirá, los Ministros del Interior y de Justicia y de la Protección Social o sus delegados, el Procurador General de la Nación o su Delegado, el Defensor del Pueblo o su Delegado, el Presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia o su delegado y el Presidente de la Asociación de Facultades de Medicina. Actuará como Secretario de la Junta el Secretario General del Instituto. A la Junta Directiva pertenece el Director General del Instituto quien participa con voz pero sin voto. Parágrafo. La Junta Directiva se reunirá por convocatoria del Director General del Instituto o del Fiscal General de la Nación. Artículo 39. Son funciones de la Junta Directiva: 1. Aprobar las políticas, estrategias y planes generales del Instituto, presentados por el Director General. 2. Aprobar el proyecto de Presupuesto de Gastos e Inversiones conforme a las disposiciones legales establecidas en esta ley y en el Estatuto Orgánico de Presupuesto. 3. Establecer y reglamentar el régimen administrativo y de carrera de conformidad con los lineamientos generales consagrados en esta Ley para la Fiscalía General de la Nación. 4. Desarrollar la estructura interna del Instituto en lo no previsto en esta ley, dentro de los lineamientos consignados en ella, previo proyecto presentado por el Director General. 5. Aprobar la modificación de la planta de personal del Instituto y las reformas que sean requeridas para su adecuado funcionamiento previo proyecto presentado por el Director General. 6. Examinar los balances y los informes financieros rendidos por el Director General e impartirles su aprobación. 7. Evaluar el informe de gestión anual presentado por el Director General y formular las recomendaciones necesarias. 8. Expedir su propio reglamento. 9. Desarrollar las funciones de las dependencias establecidas no estipuladas mediante la presente ley, previo proyecto presentado por el Director General. 10. Señalar el número y sede de las Direcciones Regionales, Direcciones Seccionales y Unidades Básicas. 11. Las demás funciones que sean necesarias para el adecuado cumplimiento de la misión del Instituto. Artículo 40. Además de ser el representante legal del Establecimiento Público y de procurar el cumplimiento de las funciones señaladas en la presente ley para el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el Director General debe desarrollar las siguientes: 1. Planear, dirigir y controlar el desarrollo de las actividades del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, de acuerdo con las disposiciones legales vigentes y las orientaciones de la Junta Directiva. 2. Planear, organizar y dirigir los servicios periciales en materia de medicina legal y ciencias forenses que requieran la administración de justicia y demás autoridades competentes en todo el territorio nacional. 3. Aprobar y dirigir el sistema nacional de normalización y certificación forense. 4. Aprobar el reglamento general de servicios y los manuales técnicos y científicos que sean necesarios para el adecuado funcionamiento del Instituto. 5. Dirigir y coordinar la administración de los recursos humanos, físicos, técnicos, económicos y financieros del Instituto. 6. Proyectar el desarrollo de la institución, así como formular los planes, programas y estrategias para el desarrollo de sus diferentes áreas y presentarlos a la Junta Directiva para su aprobación. 7. Formular e implantar un sistema de control de gestión que le permita conocer la situación de la Institución y el resultado de la administración de la misma, y presentar el informe correspondiente a la Junta Directiva. 8. Nombrar, remover y definir las situaciones administrativas de los servidores del Instituto. 9. Expedir los manuales de funciones, procesos y procedimientos del Instituto. 10. Presentar a la Junta Directiva el presupuesto anual de gastos e inversiones y demás informes económico-financieros que se requieran. 11. Suscribir como representante legal del Instituto los actos y contratos que sean requeridos para el desarrollo de sus actividades. 12. Conocer y fallar en segunda instancia los procesos adelantados por la Oficina de Control Disciplinario Interno. 13. Delegar en los servidores del Instituto aquellas funciones que convengan al mejor funcionamiento de la Entidad. 14. Organizar y expedir el reglamento sobre prestación de servicios a particulares y Entidades del Estado, y fijar las tarifas correspondientes. 15. Las demás funciones relacionadas con la naturaleza del cargo o que le asigne la ley o la Junta Directiva. Artículo 41. Para ser Director General del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, se requiere título profesional, especialización y acreditar ejercicio profesional mínimo por ocho (8) años o cátedra universitaria por el mismo tiempo en establecimiento reconocido oficialmente. Parágrafo. El Director General será nombrado por el Fiscal General de la Nación. TITULO IV DEL CONSEJO NACIONAL DE POLICIA JUDICIAL Artículo 42. Consejo Nacional de Policía Judicial. El Consejo Nacional de Policía Judicial está conformado por el Fiscal General de la Nación, quien lo preside, el Procurador General de la Nación, el Contralor General de la República, el Director General de la Policía Nacional, el Director del Departamento Administrativo de Seguridad y el Director del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses. Artículo 43. El Director del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General de la Nación actuará como Secretario del Consejo. Artículo 44. Corresponde al Consejo Nacional de Policía Judicial reglamentar su propio funcionamiento. Artículo 45. El Consejo Nacional de Policía Judicial tiene las siguientes funciones: 1. Con base en la política diseñada por el Estado, analizar las necesidades globales de recursos humanos, técnicos, físicos y financieros requeridos para una eficaz y eficiente investigación e identificación de los responsables de los delitos, y establecer los compromisos que en este sentido deberán asumir las distintas entidades que lo conforman. 2. Analizar periódicamente el desarrollo de las estrategias trazadas para las distintas entidades con funciones de Policía Judicial para solucionar los problemas de coordinación que puedan surgir entre ellas. 3. Asesorar a la Fiscalía General de la Nación en el establecimiento de normas, sistemas, métodos y procedimientos que deberán seguir las distintas entidades con funciones de Policía Judicial para el desarrollo de sus objetivos. 4. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la definición de competencias y responsabilidades asignadas a las diferentes entidades que conforman el Consejo Nacional de Policía Judicial, buscando el aprovechamiento de las ventajas comparativas que cada entidad tenga y la eliminación de las duplicidades y vacíos del sistema considerado como un todo. 5. Reglamentar un Registro Nacional Unico de todos los asuntos que a diario conozcan los Organismos que cumplan funciones de Policía Judicial el cual se llevará en la Fiscalía General de la Nación. Artículo 46. En desarrollo del artículo 201 y 203 del C.P.P., las entidades que tengan atribuciones de Policía Judicial ejercen las siguientes funciones: 1. Las entidades con funciones permanentes de Policía Judicial recibirán las denuncias o querellas de los delitos dentro del ámbito de su competencia y adelantarán las diligencias preliminares cuando no puedan adelantarlas el Fiscal General de la Nación o sus delegados por motivo de fuerza mayor acreditado. 2. Realizar las investigaciones de los delitos de acuerdo con el régimen de su competencia. 3. Adelantar, con estricta sujeción a las normas y al respeto de los derechos humanos, todas las actividades inherentes a la investigación de los hechos punibles que les correspondan. 4. Dar cumplimiento, de conformidad con las normas vigentes a las órdenes de captura, allanamiento, intervención telefónica, registro de correspondencia, vigilancia electrónica y demás actuaciones inherentes, requeridas en las investigaciones de los hechos delictuosos que adelanten bajo las órdenes del Fiscal o del Juez competente. 5. Garantizar la cadena de custodia de los elementos materia de prueba bajo su responsabilidad. 6. Las demás funciones que sean asignadas por la ley en los términos que ella señale o por el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la función. TITULO V DE LA ADMINISTRACION DE PERSONAL Artículo 47. Principio de excelencia. El principio de excelencia tiene por objeto garantizar la calidad y el mejoramiento continuo del trabajo y de los servidores de la Fiscalía General de la Nación. En virtud del principio de excelencia, los servidores que se rigen por el presente régimen, deberán ser seleccionados, los concursos aprobados y su trabajo desempeñado, con excelencia de méritos, procurando otorgar el ingreso al mejor candidato o servidor. Artículo 48. Principio de igualdad. El principio de igualdad tiene por objeto garantizar el ingreso y permanencia en la carrera de los servidores de la Fiscalía General de la Nación en igualdad de condiciones. Artículo 49. Principio de eficiencia. El principio de eficiencia tiene por objeto asegurar y garantizar la productividad del trabajo de los servidores de la Fiscalía General de la Nación. En virtud del principio de eficiencia, los servidores que se rigen por el presente régimen, deberán realizar y cumplir las funciones de su cargo, con alta productividad, eficiencia y rendimiento, procurando emplear medios idóneos y eficaces para la consecución objetiva del trabajo y funciones propias del cargo. Artículo 50. Principio de celeridad. El principio de celeridad pretende garantizar prontitud y oportunidad en el trabajo que cumplen los servidores de la Fiscalía General de la Nación. En virtud del principio de celeridad, los servidores que se rigen por el presente régimen, deberán ejercer las funciones de su cargo con prontitud, celeridad y oportunidad debida, sin dilatar o retardar injustificadamente los asuntos o misiones conferidas. Así mismo, la celeridad como principio del régimen de carrera, debe ser tenida en cuenta para evaluar y calificar el desempeño de los servidores. Artículo 51. Principio de publicidad. El principio de publicidad se estructura y desarrolla sobre la base de la transparencia, la igualdad y el carácter democrático del régimen de carrera. En virtud del principio de publicidad, todos los procesos de selección de candidatos y los concursos, son públicos y abiertos. Artículo 52. Principio del mérito. El principio del mérito tiene vocación constitucional, que surge del interés general y público en proveer los cargos de carrera con un sistema de méritos que garantice el ingreso y la permanencia de quienes reúnan las mejores condiciones académicas, profesionales, laborales y personales para ocupar los cargos públicos. En ese sentido, el mérito es el presupuesto y principio básico para evaluar y calificar la calidad, la excelencia y las condiciones de los aspirantes y servidores que pretendan ingresar y permanecer dentro del régimen de carrera de la Fiscalía General de la Nación. El mérito así establecido en el presente estatuto, asegura y procura la excelencia y calidad del servicio en el ejercicio de la función pública. Artículo 53. Principio de especialización. El presente estatuto señala la regla general de la especialización académica, técnica, profesional de los servidores según lo requieran las funciones, los requisitos y el perfil del cargo para el cual se concursa. Artículo 54. Principio de especialidad. La especialidad es el grado de experticio técnico, aptitud profesional y capacidad laboral que se adquiere a partir de la experiencia calificada y que resulta necesaria para ocupar un determinado cargo, en virtud del perfil y requisitos del mismo. Artículo 55. Principio de calidad y relación laboral. En virtud del principio de calidad y relación laboral, la experiencia laboral exigida para ocupar un cargo dentro del régimen de carrera, debe ser cualificada y relacionada con el cargo que se pretende ocupar. Artículo 56. Principio de valoración objetiva. El régimen de carrera tendrá valoración y carácter objetivo. En ese sentido, se desarrollarán y aplicarán sus reglas y normas jurídicas. La Comisión Nacional de Administración de carrera de la Fiscalía General de la Nación, establecerá los casos en que haya lugar a homologación o equivalencias. Artículo 57. Principio de estabilidad. En virtud de este principio se otorgan derechos, se adquieren obligaciones y responsabilidades que garantizan la permanencia o no del servidor. En ese sentido, la estabilidad en el empleo es el reconocimiento a la excelencia y calidad en el ejercicio de las funciones y no, condición natural e implícita derivada del hecho de ocupar un cargo público y estar inscrito en carrera. Artículo 58. Objeto. La carrera de la Fiscalía General de la Nación tiene por objeto la especialización, la eficiencia y la excelencia en la prestación del servicio, así como garantizar la igualdad de condiciones para el ingreso, la permanencia y el retiro de los servidores con base en sus méritos. Artículo 59. Clasificación de los empleos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 130 de la Ley 270 de 1996, los empleos de la Fiscalía se clasifican según su naturaleza y forma como deben ser provistos en: a) De libre nombramiento y remoción; b) de carrera. Son de libre nombramiento y remoción: - El Vicefiscal General de la Nación. - El Secretario General. - Los Directores Nacionales y sus asesores. -Los Directores Seccionales. - Los empleados del Despacho del Fiscal General, Vicefiscal General y Secretaría General. - Los Fiscales Delegados ante la Corte Suprema de Justicia y sus fiscales auxiliares, estos últimos tendrán los mismos derechos y garantías que los Magistrados Auxiliares de la Corte Suprema de Justicia. - El jefe de Oficina Jurídica, de Informática, de Personal, de Planeación, de Control Disciplinario Interno, de Control Interno, de Divulgación y Prensa, de Protección y Asistencia, así como el Director de Asuntos Internacionales a nivel nacional. - El Jefe de la División Criminalística y el Jefe de la División de Investigaciones de la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación. Igualmente, son de libre nombramiento y remoción los empleos cuyo ejercicio implique el manejo financiero y contable de bienes, dinero o valores de la entidad. Parágrafo. También se consideran de libre nombramiento y remoción aquellos empleos que sean creados por esta ley y señalados en la nomenclatura con una denominación distinta, siempre y cuando pertenezcan al ámbito de dirección institucional. Los demás cargos son de carrera y deberán proveerse mediante el sistema de selección por concurso. TITULO VI DEL REGIMEN DE CARRERA Artículo 60. Estructura institucional del régimen de carrera. La Fiscalía General de la Nación tiene su propio régimen de carrera el cual es administrado y reglamentado en forma autónoma, sujeta a los principios del concurso de méritos y calificación del desempeño. Su administración y reglamentación corresponde a la Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación que se integra de la siguiente manera: el Fiscal General o el Vicefiscal General quien la presidirá, el Secretario General, el Director Nacional Administrativo y Financiero, dos (2) representantes de los funcionarios y empleados elegidos por estos según el procedimiento de elección que fije el Fiscal General de la Nación. El Jefe de la Oficina de Personal actuará como Secretario de la Comisión con voz pero sin voto. La Comisión expedirá su propio reglamento. Artículo 61. Objeto del proceso de selección. Este proceso tiene por objeto seleccionar de manera objetiva y en igualdad de condiciones, los candidatos que reúnan los requisitos legales y reglamentarios mínimos de acuerdo con las funciones y el perfil del cargo para el cual pretenden concursar. En consecuencia, los resultados del proceso de selección no generan derechos de carrera, ni constituyen concurso. Artículo 62. La convocatoria. Es norma obligatoria y reguladora de todo proceso de selección y se divulgará conforme lo establezca el reglamento que expida la Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación. Se hará en forma periódica cada dos (2) años o cuando el Registro de Elegibles se agote. Artículo 63. Lista de candidatos. Con base en los resultados del proceso de selección se conformará una lista de los candidatos que podrán presentar concurso. Artículo 64. Durante el tiempo al que se refiere el artículo anterior, no se podrá realizar proceso de selección para proveer cargos para los cuales se conformó la lista. La provisión de estos deberá realizarse con las personas que figuren en la misma. Artículo 65. El concurso. Tendrá por objeto evaluar y calificar las aptitudes, capacidades, conocimientos, habilidades y experiencias de los candidatos, de acuerdo con el perfil, los requisitos y las funciones, teniendo en cuenta la valoración objetiva y ponderada de la formación académica, los antecedentes y la experiencia laboral cualificada y relacionada que demuestren los candidatos, con arreglo al reglamento que para tal efecto expida la Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación. Artículo 66. Registro de elegibles. Con base en los resultados del concurso se conformará el Registro de elegibles para la provisión de los cargos a proveer y las vacantes que se presenten durante su vigencia, la cual será de dos (2) años. La Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación reglamentará la actualización del Registro. Igualmente, la Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación podrá utilizar este Registro para proveer cargos equivalentes o de inferior grado. Artículo 67. Provisión de los cargos. Se efectúa en estricto orden descendente con quienes ocupen los primeros puestos en el Registro de elegibles. Artículo 68. Período de prueba. Con base en el puesto que se ocupe en el registro de elegibles, quien obtenga el derecho a ser nombrado, ingresará en período de prueba por tres (3) meses; transcurrido este período, se procederá a su calificación. Obtenida calificación satisfactoria, será nombrado en propiedad y escalafonado en la carrera. A partir del nombramiento en propiedad y el escalafonamiento queda inscrito en la carrera y se generan los derechos correspondientes. En el evento en que la calificación sea insatisfactoria, se retirará del servicio, sin que ello cause indemnización alguna. Artículo 69. Inducción. La Fiscalía General de la Nación proporcionará la inducción e instrucción necesarias respecto de las funciones y asuntos propios del cargo para el cual fue nombrado. Artículo 70. Nombramientos. La provisión de un cargo de carrera se efectuará mediante nombramiento en propiedad, una vez superado el período de prueba. Cuando ello no fuere posible, se procederá al nombramiento mediante la figura de encargo, atendiendo al lleno de los requisitos y al perfil del cargo respectivo. Excepcionalmente, cuando no fuere posible proveer dicho cargo en la forma anteriormente descrita, se procederá al nombramiento en provisionalidad, el cual en ningún caso generará derechos de carrera. Artículo 71. Objeto de la calificación del desempeño. El desempeño laboral de los servidores en carrera a partir del cumplimiento de las funciones y responsabilidades propias del cargo, será evaluado y calificado atendiendo los criterios de celeridad, eficiencia, calidad, oportunidad, imparcialidad y rendimiento. Se efectuará mínimo una vez al año. La Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación reglamentará de manera objetiva, imparcial y específica, el sistema de evaluación y las metas del proceso de calificación del desempeño, en término no mayor a seis (6) meses. Artículo 72. Objetivos. Son objetivos del proceso de calificación del desempeño, los siguientes: 1. Asegurar la calidad, eficiencia y excelencia en el desempeño del cargo. 2. Desempeño acorde con la misión y función institucional. 3. Determinar la permanencia y los factores de ascenso en el servicio, o su retiro. 4. Otorgar estímulos para los servidores. 5. Fomentar la cultura del mejoramiento continuo y la excelencia en el servicio público y en la administración de justicia. Artículo 73. Calificación insatisfactoria. Sin perjuicio de los efectos directos, la calificación insatisfactoria impedirá desempeñar cargos en la entidad por un término de cinco (5) años contados a partir de la misma. Artículo 74. De la calificación del desempeño. Corresponde a la Oficina de Personal coordinar la oportuna realización de las calificaciones del desempeño y al área administrativa y financiera prestar todo el apoyo que se requiera para su ejecución. Artículo 75. Términos para la evaluación del desempeño. Los responsables de realizar la calificación de servicios deberán hacerlo en los términos que señale el reglamento. El incumplimiento de este deber será sancionable disciplinariamente. Artículo 76. Retiro. Es una situación de carácter administrativo, que pone fin a la inscripción en el régimen de carrera y desvincula al servidor de la entidad en los eventos previstos como causales para tal efecto. Los demás servidores serán objeto de la facultad discrecional del nominador. El retiro de la carrera tendrá lugar mediante acto motivado, contra el cual procederán los recursos de la vía gubernativa. Artículo 77. Causales. El retiro de los servidores inscritos en el régimen de carrera, se producirá en los siguientes eventos: 1. Declaratoria de insubsistencia del nombramiento como consecuencia de calificación del desempeño no satisfactoria. 2. Declaratoria de insubsistencia cuando el servidor se niegue a cumplir traslado ordenado por necesidades del servicio o motivos de seguridad. 3. Violación del régimen de inhabilidades e incompatibilidades aplicable. 4. Renuncia aceptada con arreglo a la ley. 5. Haber cumplido requisitos para la pensión de jubilación, con arreglo a la ley. 6. Invalidez absoluta. 7. Cumplir la edad de retiro forzoso. 8. Declaratoria de vacancia del empleo por abandono del cargo. 9. No acreditar los requisitos para el nombramiento. 10. Supresión del cargo. 11. Sentencia judicial ejecutoriada que así lo disponga o declare responsabilidad penal, exceptuando los delitos culposos. 12. Desvinculación como consecuencia de sanción disciplinaria que así lo determine. 13. Desvinculación a causa de responsabilidad fiscal. 14. Cuando exista estudio de seguridad que permita establecer razonablemente la inconveniencia de la permanencia del servidor en la carrera y en el servicio, por razones de seguridad, institucionalidad o reserva de las investigaciones. 15. Las demás previstas en la Constitución y en la ley. Artículo 78. Establece la siguiente planta de cargos para la Fiscalía General de la Nación a partir del primero (1) de enero de 2009: Propuesta de nominaciones Planta 2009 Planta 2009 FISCAL GENERAL DE LA NACION 1 VICEFISCAL 1 AGENTE DE SEGURIDAD 11 ASESOR I 3 ASESOR II 11 ASISTENTE ADMINISTRATIVO I 68 ASISTENTE ADMINISTRATIVO II 117 ASISTENTE ADMINISTRATIVO III 3 ASISTENTE DE FISCAL I 663 ASISTENTE DE FISCAL II 1.302 ASISTENTE DE FISCAL III 754 ASISTENTE DE FISCAL IV 372 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I 4 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II 5 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III 63 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV 370 ASISTENTE JUDICIAL I 69 ASISTENTE JUDICIAL II 462 ASISTENTE JUDICIAL III 530 ASISTENTE JUDICIAL IV 1.388 ASISTENTE JUDICIAL V 9 AUXILIAR ADMINISTRATIVO I 42 AUXILIAR ADMINISTRATIVO II 88 AUXILIAR ADMINISTRATIVO III 44 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I 0 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II 0 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III 0 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV 0 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V 0 CELADOR 18 CONDUCTOR I 126 CONDUCTOR II 92 CONDUCTOR III 187 DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES 1 DIRECTOR ESCUELA 1 DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 1 DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS 1 Propuesta de nominaciones Planta 2009 Planta 2009 DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I. 1 DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 25 DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS 29 DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I. 24 ESCOLTA I 352 ESCOLTA II 31 ESCOLTA III 10 FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO 83 FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS 302 FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO 1.042 FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES Y PROMISCUOS 880 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I 1.011 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II 1.637 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III 8 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV 359 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V 55 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI 20 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII 768 JEFE DE DIVISION 4 JEFE DE OFICINA 8 JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL 68 PROFESIONAL ESPECIALIZADO I 109 PROFESIONAL ESPECIALIZADO II 2 PROFESIONAL UNIVERSITARIO I 210 PROFESIONAL UNIVERSITARIO II 526 PROFESIONAL UNIVERSITARIO III 225 SECRETARIO EJECUTIVO I 14 SECRETARIO EJECUTIVO II 2 SECRETARIO GENERAL 1 SECRETARIO I 0 SECRETARIO II 142 SECRETARIO III 141 SECRETARIO PRIVADO 1 TECNICO ADMINISTRATIVO I 11 TECNICO ADMINISTRATIVO II 151 TECNICO ADMINISTRATIVO III 24 TECNICO ADMINISTRATIVO IV 4 TOTAL 15.109 Artículo 79. Vigencia. La presente ley tiene vigencia a partir de la fecha de su publicación y deroga el Decreto 2699 de 1991, el Decreto-ley 261 de 2000 y las demás disposiciones que le sean contrarias. Artículo Transitorio 1. Con el objeto de dar cumplimiento a la implementación gradual del sistema penal acusatorio, previsto en el Acto Legislativo 03 de 2002 y en el Código de Procedimiento Penal, adóptese en forma gradual la planta de cargos para la Fiscalía General de la Nación, de la siguiente forma: A partir del primero de enero de 2005 se tendrá la siguiente planta de cargos: Propuesta de nominaciones Planta 2005 FISCAL GENERAL DE LA NACION 1 VICEFISCAL 1 AGENTE DE SEGURIDAD 11 Propuesta de nominaciones Planta 2009 ASESOR I 3 ASESOR II 11 ASISTENTE ADMINISTRATIVO I 68 ASISTENTE ADMINISTRATIVO II 117 ASISTENTE ADMINISTRATIVO III 3 ASISTENTE DE FISCAL I 1.257 ASISTENTE DE FISCAL II 1.981 ASISTENTE DE FISCAL III 766 ASISTENTE DE FISCAL IV 396 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I 4 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II 5 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III 63 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV 370 ASISTENTE JUDICIAL I 69 ASISTENTE JUDICIAL II 562 ASISTENTE JUDICIAL III 630 ASISTENTE JUDICIAL IV 1.488 ASISTENTE JUDICIAL V 9 AUXILIAR ADMINISTRATIVO I 42 AUXILIAR ADMINISTRATIVO II 88 AUXILIAR ADMINISTRATIVO III 44 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I 45 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II 152 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III 17 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV 22 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V 2 CELADOR 18 CONDUCTOR I 126 CONDUCTOR II 92 CONDUCTOR III 213 DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES 1 DIRECTOR ESCUELA 1 DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 1 DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS 1 DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I. 1 DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 25 DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS 29 DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I. 24 ESCOLTA I 352 ESCOLTA II 31 ESCOLTA III 10 FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO 144 FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS 322 FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO 1.608 FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES Y PROMISCUOS 1.566 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I 1.011 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II 1.637 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III 8 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV 359 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V 55 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI 20 Propuesta de nominaciones Planta 2009 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII 768 JEFE DE DIVISION 4 JEFE DE OFICINA 8 JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL 68 PROFESIONAL ESPECIALIZADO I 109 PROFESIONAL ESPECIALIZADO II 2 PROFESIONAL UNIVERSITARIO I 210 PROFESIONAL UNIVERSITARIO II 526 PROFESIONAL UNIVERSITARIO III 225 SECRETARIO EJECUTIVO I 14 SECRETARIO EJECUTIVO II 2 SECRETARIO GENERAL 1 SECRETARIO I 185 SECRETARIO II 142 SECRETARIO III 141 SECRETARIO PRIVADO 1 TECNICO ADMINISTRATIVO I 11 TECNICO ADMINISTRATIVO II 151 TECNICO ADMINISTRATIVO III 24 TECNICO ADMINISTRATIVO IV 4 TOTAL 18.500 A partir del 1° de enero de 2006, se tendrá la siguiente planta de cargos en el año 2006. Propuesta de nominaciones Planta 2006 FISCAL GENERAL DE LA NACION 1 VICEFISCAL 1 AGENTE DE SEGURIDAD 11 ASESOR I 3 ASESOR II 11 ASISTENTE ADMINISTRATIVO I 68 ASISTENTE ADMINISTRATIVO II 117 ASISTENTE ADMINISTRATIVO III 3 ASISTENTE DE FISCAL I 1.137 ASISTENTE DE FISCAL II 1.812 ASISTENTE DE FISCAL III 766 ASISTENTE DE FISCAL IV 396 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I 4 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II 5 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III 63 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV 370 ASISTENTE JUDICIAL I 69 ASISTENTE JUDICIAL II 562 ASISTENTE JUDICIAL III 630 ASISTENTE JUDICIAL IV 1.488 ASISTENTE JUDICIAL V 9 AUXILIAR ADMINISTRATIVO I 42 AUXILIAR ADMINISTRATIVO II 88 AUXILIAR ADMINISTRATIVO III 44 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I 45 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II 152 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III 17 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV 22 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V 2 CELADOR 18 CONDUCTOR I 126 Propuesta de nominaciones Planta 2006 CONDUCTOR II 92 CONDUCTOR III 213 DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES 1 DIRECTOR ESCUELA 1 DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 1 DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS 1 DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I. 1 DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 25 DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS 29 DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I. 24 ESCOLTA I 352 ESCOLTA II 31 ESCOLTA III 10 FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO 144 FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS 322 FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO 1.464 FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES Y PROMISCUOS 1.427 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I 1.011 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II 1.637 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III 8 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV 359 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V 55 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI 20 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII 768 JEFE DE DIVISION 4 JEFE DE OFICINA 8 JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL 68 PROFESIONAL ESPECIALIZADO I 109 PROFESIONAL ESPECIALIZADO II 2 PROFESIONAL UNIVERSITARIO I 210 PROFESIONAL UNIVERSITARIO II 526 PROFESIONAL UNIVERSITARIO III 225 SECRETARIO EJECUTIVO I 14 SECRETARIO EJECUTIVO II 2 SECRETARIO GENERAL 1 SECRETARIO I 185 SECRETARIO II 142 SECRETARIO III 141 SECRETARIO PRIVADO 1 TECNICO ADMINISTRATIVO I 11 TECNICO ADMINISTRATIVO II 151 TECNICO ADMINISTRATIVO III 24 TECNICO ADMINISTRATIVO IV 4 TOTAL 17.928 A partir del 1° de enero de 2007, se tendrá la siguiente planta de cargos. Propuesta de nominaciones y planta 2004 Planta 2007 FISCAL GENERAL DE LA NACION 1 VICEFISCAL 1 AGENTE DE SEGURIDAD 11 ASESOR I 3 ASESOR II 11 Propuesta de nominaciones y planta 2004 Planta 2007 ASISTENTE ADMINISTRATIVO I 68 ASISTENTE ADMINISTRATIVO II 117 ASISTENTE ADMINISTRATIVO III 3 ASISTENTE DE FISCAL I 977 ASISTENTE DE FISCAL II 1.665 ASISTENTE DE FISCAL III 766 ASISTENTE DE FISCAL IV 396 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I 4 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II 5 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III 63 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV 370 ASISTENTE JUDICIAL I 69 ASISTENTE JUDICIAL II 562 ASISTENTE JUDICIAL III 630 ASISTENTE JUDICIAL IV 1.488 ASISTENTE JUDICIAL V 9 AUXILIAR ADMINISTRATIVO I 42 AUXILIAR ADMINISTRATIVO II 88 AUXILIAR ADMINISTRATIVO III 44 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I 45 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II 152 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III 17 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV 22 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V 2 CELADOR 18 CONDUCTOR I 126 CONDUCTOR II 92 CONDUCTOR III 213 DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES 1 DIRECTOR ESCUELA 1 DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 1 DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS 1 DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I. 1 DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 25 DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS 29 DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I. 24 ESCOLTA I 352 ESCOLTA II 31 ESCOLTA III 10 FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO 144 FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIAL IZADOS 322 FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO 1.318 FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES Y PROMISCUOS 1.257 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I 1.011 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II 1.637 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III 8 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV 359 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V 55 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI 20 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII 768 JEFE DE DIVISION 4 Propuesta de nominaciones y planta 2004 Planta 2007 JEFE DE OFICINA 8 JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL 68 PROFESIONAL ESPECIALIZADO I 109 PROFESIONAL ESPECIALIZADO II 2 PROFESIONAL UNIVERSITARIO I 210 PROFESIONAL UNIVERSITARIO II 526 PROFESIONAL UNIVERSITARIO III 225 SECRETARIO EJECUTIVO I 14 SECRETARIO EJECUTIVO II 2 SECRETARIO GENERAL 1 SECRETARIO I 185 SECRETARIO II 142 SECRETARIO III 141 SECRETARIO PRIVADO 1 TECNICO ADMINISTRATIVO I 11 TECNICO ADMINISTRATIVO II 151 TECNICO ADMINISTRATIVO III 24 TECNICO ADMINISTRATIVO IV 4 TOTAL 17.305 La siguiente planta de cargos se establece para la Fiscalía General de la Nación a partir del 1° de enero de 2008. Propuesta denominaciones Planta 2008 FISCAL GENERAL DE LA NACION 1 VICEFISCAL 1 AGENTE DE SEGURIDAD 11 ASESOR I 3 ASESOR II 11 ASISTENTE ADMINISTRATIVO I 68 ASISTENTE ADMINISTRATIVO II 117 ASISTENTE ADMINISTRATIVO III 3 ASISTENTE DE FISCAL I 754 ASISTENTE DE FISCAL II 1.511 ASISTENTE DE FISCAL III 754 ASISTENTE DE FISCAL IV 372 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I 4 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II 5 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III 63 ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV 370 ASISTENTE JUDICIAL I 69 ASISTENTE JUDICIAL II 562 ASISTENTE JUDICIAL III 630 ASISTENTE JUDICIAL IV 1.488 ASISTENTE JUDICIAL V 9 AUXILIAR ADMINISTRATIVO I 42 AUXILIAR ADMINISTRATIVO II 88 AUXILIAR ADMINISTRATIVO III 44 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I 45 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II 152 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III 17 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV 22 AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V 2 CELADOR 18 CONDUCTOR I 126 CONDUCTOR II 92 CONDUCTOR III 213 Propuesta denominaciones Planta 2008 DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES 1 DIRECTOR ESCUELA 1 DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 1 DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS 1 DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I. 1 DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO 25 DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS 29 DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I. 24 ESCOLTA I 352 ESCOLTA II 31 ESCOLTA III 10 FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO 144 FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA 11 FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS 322 FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO 1.151 FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES Y PROMISCUOS 990 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I 1.011 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II 1.637 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III 8 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV 359 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI 55 20 INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII 768 JEFE DE DIVISION 4 JEFE DE OFICINA 8 JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL 68 PROFESIONAL ESPECIALIZADO I 109 PROFESIONAL ESPECIALIZADO II 2 PROFESIONAL UNIVERSITARIO I 210 PROFESIONAL UNIVERSITARIO II 526 PROFESIONAL UNIVERSITARIO III 225 SECRETARIO EJECUTIVO I 14 SECRETARIO EJECUTIVO II 2 SECRETARIO GENERAL 1 SECRETARIO I 185 SECRETARIO II 142 SECRETARIO III 141 SECRETARIO PRIVADO 1 TECNICO ADMINISTRATIVO I 11 TECNICO ADMINISTRATIVO II 151 TECNICO ADMINISTRATIVO III 24 TECNICO ADMINISTRATIVO IV 4 TOTAL 16.458 Artículo Transitorio 2. Se autoriza al Fiscal General de la Nación, con el fin de conseguir la transición hacia el sistema acusatorio previsto en el Acto Legislativo 003 de 2002, y garantizar la presencia de los servidores públicos necesarios para el adecuado funcionamiento del nuevo sistema, reubicar a los servidores de la Fiscalía General de la Nación que laboran en las dependencias ubicadas en los distritos judiciales que van ingresando al nuevo sistema, a los cargos que corresponda a la planta de personal definida para cada período, en los niveles de empleos y nomenclatura de cargos establecidos en esta ley. Artículo Transitorio 3. Establécense las siguientes equivalencias de empleo en la nomenclatura de la Fiscalía General de la Nación: Situación Anterior Situación Nueva Area ASISTENTE ADMINISTRATIVO I AUXILIAR ADMINISTRATIVO II TODAS AUXILIAR ADMINISTRATIVO II AUXILIAR ADMINISTRATIVO II TODAS ASISTENTE ADMINISTRATIVO II ASISTENTE ADMINISTRATIVO I TODAS ASISTENTE ADMINISTRATIVO III ASISTENTE ADMINISTRATIVO II TODAS ASISTENTE ADMINISTRATIVO IV ASISTENTE ADMINISTRATIVO III TODAS ASISTENTE JUDICIAL I ASISTENTE JUDICIAL IV FISCALIAS Situación Anterior Situación Nueva Area ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN CRIMINALISTICA IV C.T.I. ASISTENTE JUDICIAL II ASISTENTE JUDICIAL V FISCALIAS ASISTENTE JUDICIAL LOCAL ASISTENTE JUDICIAL III FISCALIAS ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN CRIMINALISTICA III C.T.I. AUXILIAR ADMINISTRATIVO III AUXILIAR ADMINISTRATIVO III TODAS ASISTENTE JUDICIAL II FISCALIAS ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN CRIMINALISTICA II C.T.I. AUXILIAR DE SERVICIOS AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I TODAS AUXILIAR DE SERVICIOS AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I GENERALES II TODAS AUXILIAR DE SERVICIOS AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II GENERALES III TODAS AUXILIAR DE SERVICIOS AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III GENERALES IV TODAS AUXILIAR DE SERVICIOS AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV GENERALES V TODAS AUXILIAR JUDICIAL ASIS TENTE JUDICIAL II FISCALIAS ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN CRIMINALISTICA II C.T.I. AUXILIAR JUDICIAL LOCAL ASISTENTE JUDICIAL I FISCALIAS ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN CRIMINALISTICA I C.T.I. CONDUCTOR CONDUCTOR I TODAS CONDUCTOR I CONDUCTOR II TODAS CONDUCTOR II CONDUCTOR III TODAS INVESTIGADOR JUDICIAL I INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II C.T.I. INVESTIGADOR JUDICIAL II INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII C.T.I. TÉCNICO JUDICIAL IV INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII C.T.I. JEFE DE SECCION III PROFESIONAL ESPECIALIZADO I TODAS PROFESIONALESPECIALIZADO PROFESIONAL ESPECIALIZADO I TODAS PROFESIONALESPECIALIZADO I PROFESIONAL ESPECIALIZADO II TODAS PROFESIONAL UNIVERSITARIO PROFESIONAL UNIVERSITARIO I TODAS PROFESIONAL UNIVERSITARIO I PROFESIONAL UNIVERSITARIO II TODAS PROFESIONAL UNIVERSITARIO II PROFESIONAL UNIVERSITARIO III TODAS SECRETARIO JUDICIAL I ASISTENTE DE FISCAL III FISCALIAS INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V C.T.I. SECRETARIO JUDICIAL II ASISTENTE DE FISCAL IV FISCALIAS INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI C.T.I. TÉCNICO CRIMINALISTICO INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV C.T.I. TECNICO JUDICIAL I ASISTENTE DE FISCAL I FISCALIAS INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I C.T.I. TECNICO JUDICIAL II ASISTENTE DE FISCAL II FISCALIAS INVESTIGADORCRIMINALISTICO III C.T.I. Artículo transitorio 4. Para garantizar la presencia de los servidores públicos necesarios en la implementación del nuevo sistema, la Fiscalía General de la Nación, la Rama Judicial, la Defensoría del Pueblo y organismos que cumplan funciones de policía judicial podrán celebrar acuerdos para trasladar cargos cuando se requiera. GENERALES El Presidente del honorable Senado de la República, Luis Humberto Gómez Gallo. El Secretario General del honorable Senado de la República, Emilio Ramón Otero Dajud. La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes, Zulema Jattin Corrales. El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes, Angelino Lizcano Rivera. REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL Publíquese y ejecútese. Dada en Bogotá, D. C., a 30 de diciembre de 2004. ÁLVARO URIBE VÉLEZ El Ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega. Volver índice LEY 941 DE 2005 (enero 14) por la cual se organiza el Sistema Nacional de Defensoría Pública. El Congreso de Colombia DECRETA: TITULO PRELIMINAR PRINCIPIOS DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA Artículo 1°. Finalidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública tiene como finalidad proveer el acceso de las personas a la Administración de Justicia en materia penal, en condiciones de igualdad y en los términos del debido proceso con respeto de los derechos y garantías sustanciales y procesales. Artículo 2°. Cobertura. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará sus servicios en favor de las personas que por sus condiciones económicas o sociales se encuentran en circunstancias de desigualdad manifiesta para proveerse, por sí mismas, la defensa de sus derechos. También se prestará por las necesidades del proceso previstas en el inciso 2° del artículo 43 de la presente ley, en cuyo caso el imputado o acusado pagará al Sistema la totalidad de los honorarios y gastos causados. Para los efectos de la presente ley, se entiende por persona en imposibilidad económica, aquella que carece de recursos suficientes para proveer su defensa técnica y por persona en imposibilidad social, aquella que por discriminación u otra circunstancia excluyente no pueda acceder a un defensor particular. Artículo 3°. Igualdad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con los instrumentos necesarios para intervenir en los procesos judiciales en condiciones de igualdad frente a los demás sujetos procesales. Artículo 4°. Derecho de defensa. El Sistema Nacional de Defensoría Pública garantizará el derecho a una defensa integral, ininterrumpida, técnica y competente. Artículo 5°. Oportunidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará un servicio oportuno, para lo cual se reglamentarán los procedimientos que habrán de seguirse. Artículo 6°. Gratuidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio de manera gratuita con las excepciones previstas en la presente ley. Artículo 7°. Calidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con estándares que garanticen la calidad y eficiencia en la prestación del servicio. Artículo 8°. Responsabilidad. Los abogados que presten el servicio de asistencia y representación judicial en el Sistema Nacional de Defensoría Pública estarán sujetos, según el caso, para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones, a las responsabilidades y sanciones que les impone su condición de servidores públicos o de particulares que cumplen funciones públicas y de sus faltas en el ejercicio de la profesión de abogado conocerán las Salas Jurisdiccionales Disciplinarias de los Consejos Seccionales y Superior de la Judicatura en sus respectivas instancias. Artículo 9°. Selección objetiva. Las personas jurídicas y naturales que contraten con el Sistema Nacional de Defensoría Pública serán escogidas de acuerdo con los principios de transparencia y selección objetiva. Artículo 10. Prelación de tratados internacionales. El Sistema Nacional de Defensoría Pública velará por la prevalencia en el orden interno de los Tratados y Convenios Internacionales con arreglo a los artículos 93 y 94 de la Constitución Política. TITULO I DISPOSICIONES GENERALES CAPITULO I Objeto del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 11. Objeto. La presente ley tiene por objeto desarrollar los principios, normas y procedimientos, así como regular la organización y el funcionamiento del Sistema Nacional de Defensoría Pública. La Defensoría Pública garantizará la asistencia judicial adecuada a los miembros de los pueblos indígenas y comunidades étnicas de acuerdo con los principios de diversidad cultural y pluralismo étnico señalados en la Constitución. Artículo 12. Aplicación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio en materia penal. CAPITULO II Organización y componentes del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 13. Organización. El Sistema Nacional de Defensoría Pública es un servicio público que organiza, dirige y controla el Defensor del Pueblo, en favor de las personas que lo requieren para asumir su asistencia y representación judicial y garantizar el pleno e igual acceso a la administración de justicia en materia penal. Artículo 14. Componentes del Sistema. El Sistema Nacional de Defensoría Pública está compuesto por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, los Defensores del Pueblo Regionales y Seccionales, los coordinadores administrativos y de gestión, los coordinadores académicos, los personeros municipales, los defensores públicos, los abogados particulares vinculados como Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley, los investigadores, técnicos y auxiliares, los judicantes, los estudiantes de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho, las personas y asociaciones científicas dedicadas a la investigación criminal y las organizaciones que brinden capacitación a los componentes del Sistema. También pertenecerán al Sistema los programas jurídicos que las autoridades indígenas establezcan. Artículo 15. Prestación. El servicio de defensoría pública será prestado por profesionales del Derecho vinculados al Sistema en el territorio nacional, con excepción de lo previsto en los artículos 16 y 17 de la presente ley. Artículo 16. Judicatura. Los egresados de las facultades de Derecho podrán realizar su judicatura como defensores públicos, en los términos previstos en la ley y bajo la dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Artículo 17. Estudiantes de los consultorios jurídicos. Los estudiantes de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho de las universidades legalmente reconocidas en el país, que formen parte del Sistema Nacional de Defensoría Pública, podrán prestar servicio de asistencia y representación judicial en materia penal. Artículo 18. Investigadores, técnicos y auxiliares. El Sistema Nacional de Defensoría Pública podrá vincular investigadores, técnicos, auxiliares y organizaciones científicas de investigación criminal para que presten servicios de recaudo de material probatorio, asesoría técnica y científica necesarios para la defensa. Artículo 19. Capacitación. Las organizaciones que ofrezcan servicios de capacitación a los operadores deberán observar, entre otros, los módulos y contenidos definidos por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública. CAPITULO III De la estructura de la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 20. Dirección y coordinación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública será dirigido y coordinado por el Defensor del Pueblo, quien designará al Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Para el desarrollo de su gestión, el Director contará con el apoyo del Defensor del Pueblo Regional o Seccional, según el caso, así como de un Coordinador para cada una de las siguientes Unidades Operativas del Nivel Nacional: 1. Control, vigilancia de gestión y estadística. 2. Registro y selección de los operadores de defensoría pública. 3. Capacitación e investigación. 4. Investigación criminal. La Unidad de Control, Vigilancia de Gestión y Estadística supervisará la calidad del servicio, tendrá un sistema de información para realizar el seguimiento y análisis continuo de las políticas institucionales y de las actividades desarrolladas por los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Asimismo, actuará como canal de comunicación para la difusión de las políticas y directrices relacionadas con el Sistema. La Unidad de Registro y Selección de los Operadores de Defensoría Pública mantendrá el registro actualizado de los operadores del sistema y de las personas interesadas en ingresar al mismo y apoyará a la Dirección en el proceso de selección de acuerdo con lo previsto por esta ley. Igualmente, asistirá a la Dirección en los asuntos contractuales y legales para el desarrollo de las labores asignadas. La Unidad de Capacitación e Investigación brindará formación y capacitación a los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública y realizará investigaciones sobre materias relacionadas con el servicio de defensa pública para evaluar la calidad del mismo. La Unidad de Investigación Criminal coordinará, controlará y hará seguimiento a la labor de los investigadores y técnicos que presten el servicio al Sistema Nacional de Defensoría Pública. Parágrafo. Para los efectos de este artículo se entiende por operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública los defensores públicos vinculados mediante contrato de prestación de servicios profesionales y los abogados particulares que intervengan como defensores públicos para las excepciones previstas en esta ley. También harán parte los judicantes y los estudiantes de consultorios jurídicos de las facultades de Derecho que se encuentren vinculados al servicio de defensoría pública de la Defensoría del Pueblo, siempre que hayan suscrito contratos o convenios con la Defensoría del Pueblo. CAPITULO IV De las Defensorías Regionales y Seccionales Artículo 21. Defensoría descentralizada. En las Defensorías Regionales y Seccionales el servicio se prestará a través de Unidades Operativas de Gestión, conformadas por los coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores académicos, defensores públicos, investigadores, técnicos y auxiliares administrativos que determine el Defensor del Pueblo y el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública, de acuerdo con los criterios de eficiencia que se establezcan para garantizar el cubrimiento del servicio. T I T U L O II FUNCIONES DE LOS ORGANOS DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PÚBLICA CAPITULO I Funciones del Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 22. Funciones. Además de las previstas en la Ley 24 de 1992, el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública tendrá las siguientes funciones: 1. Diseñar, dirigir y desarrollar en el ámbito nacional las políticas institucionales en materia de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, acorde con los criterios que establezca el Defensor del Pueblo. 2. Organizar, dirigir y evaluar el servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría Pública. 3. Realizar la coordinación entre los prestadores del servicio para la adecuada distribución de las labores y garantizar el cubrimiento de la demanda. 4. Conformar el cuerpo de coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores académicos, defensores públicos, abogados particulares inscritos y vinculados como Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley, investigadores, técnicos, auxiliares y judicantes al servicio de la Dirección Nacional de Defensoría Pública de la Defensoría del Pueblo de acuerdo con las previsiones legales y reglamentarias. 5. Solicitar a los consultorios jurídicos de las entidades universitarias la presentación semestral de informes estadísticos relacionados con la prestación del servicio. 6. Divulgar en el nivel nacional la estadística de prestación del servicio del Sistema Nacional de Defensoría Pública. 7. Llevar el registro actualizado de los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría Pública y de los profesionales aspirantes a ingresar al mismo. 8. Poner en conocimiento de la Procuraduría General de la Nación la conducta de los servidores públicos que hayan impedido o dificultado el desarrollo de las labores asignadas al Sistema Nacional de Defensoría Pública. 9. Formular recomendaciones a las autoridades en caso de amenaza o violación a los derechos de acceso a la justicia, al debido proceso y al derecho a la defensa. 10. Establecer estándares de calidad y eficiencia que cumplirán los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría Pública. 11. Aprobar los programas destinados a la capacitación de los operadores del Sistema, sin perjuicio de la autonomía universitaria en relación con los estudiantes de los consultorios jurídicos. 12. Expedir reglamentos, órdenes, circulares, manuales de organización y procedimiento conducentes a la organización administrativa y al eficaz desempeño del servicio de defensoría pública en todo el país. 13. Expedir las resoluciones y certificaciones de vinculación y cumplimiento de la judicatura a los egresados que presten el servicio de defensoría pública, de conformidad con los requisitos que establezca el reglamento. 14. Las demás que le asigne el Defensor del Pueblo, en desarrollo de las materias propias. CAPITULO II De las funciones del Defensor del Pueblo Regional o Seccional en el Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 23. Funciones. El Defensor del Pueblo Regional o Seccional, además de las funciones que le son propias, en el Sistema Nacional de Defensoría Pública cumplirá las siguientes: 1. Desarrollar, coordinar y supervisar la ejecución de las políticas institucionales en materia de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el ámbito de su jurisdicción, acorde con las políticas y criterios establecidos. 2. Proponer a la Dirección del Sistema medidas para mejorar la prestación del servicio, acorde con las necesidades y particularidades de la región a su cargo. 3. Llevar la estadística de prestación del servicio de Defensoría Pública de la región y remitirla a la Dirección del Sistema, de acuerdo con los formatos establecidos. 4. Realizar la coordinación entre los diferentes prestadores del servicio en la región, con el fin de lograr una adecuada distribución de las labores y obtener un eficiente cubrimiento de la demanda. 5. Orientar a los personeros municipales para el cumplimiento de las funciones asignadas en el artículo 25 de la presente ley, con base en los lineamientos establecidos. 6. Atender la reclamación que presente cualquier persona por irregularidades cometidas por alguno de los operadores del sistema y darle el trámite correspondiente. 7. Verificar las condiciones económicas y sociales del solicitante del servicio o las necesidades del proceso y asignar defensor público cuando lo encuentre viable de acuerdo con los requisitos exigidos. 8. Distribuir y/o reorganizar los operadores asignados por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública en la Regional o Seccional a su cargo, de acuerdo con las necesidades del servicio. 9. Evaluar conjuntamente con el Coordinador Administrativo y de Gestión de cada Unidad la calidad del servicio prestado por los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría Pública, de conformidad con los criterios y lineamientos que establezca la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública . 10. Las demás funciones que la Dirección del Sistema le solicite asumir y se encuentren relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública. CAPITULO III De las funciones de los coordinadores administrativos y de gestión Artículo 24. Funciones. Son funciones de los Coordinadores Administrativos y de Gestión: 1. Coordinar y controlar el desarrollo del servicio de defensoría pública de la unidad a su cargo en cada oficina regional o seccional. 2. Supervisar el cumplimiento de las obligaciones contractuales de las personas naturales o jurídicas que en la unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, hagan parte del Sistema Nacional de Defensoría Pública, de conformidad con la ley y la reglamentación que se establezca. 3. Presentar bimestralmente informe de gestión o cuando el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública lo solicite. 4. Apoyar el programa de capacitación del Sistema Nacional de Defensoría Pública de la unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, bajo la coordinación de la Unidad de Capacitación e Investigación. 5. Consolidar las estadísticas de prestación del servicio en la unidad a su cargo en cada oficina regional o seccional. 6. Las demás funciones que el Director del Sistema le solicite asumir y se encuentren relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública. CAPITULO IV De las funciones del Personero Municipal en Defensoría Pública Artículo 25. Funciones del Personero Municipal. A nivel municipal, bajo la Dirección del Defensor del Pueblo y los lineamientos establecidos por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública, el Personero Municipal velará por la prestación del servicio. En consecuencia deberá: 1. Recibir las solicitudes del servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría Pública en el municipio. 2. Solicitar la asignación de defensor público, previa verificación de la situación socioeconómica del solicitante o las necesidades del proceso, sin discriminación alguna y de conformidad con las directrices establecidas por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública y bajo la coordinación del Defensor Regional o Seccional. 3. Llevar el registro de las solicitudes de asignación de defensor público y remitir a la Defensoría Regional o Seccional de s u jurisdicción las estadísticas de atención en el municipio a su cargo, de conformidad con los lineamientos establecidos por la Dirección Nacional del Sistema. T I T U L O III DE LOS COMPONENTES DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA CAPITULO I De los defensores públicos Artículo 26. Definición. Son los abogados vinculados al servicio de Defensoría Pública que administra la Defensoría del Pueblo, previo el cumplimiento de los requisitos, mediante la figura del contrato de prestación de servicios profesionales, para proveer la asistencia técnica y la representación judicial en favor de aquellas personas que se encuentren en las condiciones previstas en el artículo 2° de la presente ley, de acuerdo con las normas previstas en el Estatuto de Contratación Estatal. Los contratos de prestación de servicios profesionales especializados podrán suscribirse con cláusula de exclusividad y no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la Institución. Artículo 27. Clasificación. Para efectos de su remuneración, los Defensores Públicos del Sistema podrán clasificarse en tres (3) categorías: 1. Defensores Públicos ante jueces penales municipales. 2. Defensores Públicos ante jueces penales del circuito y del circuito especializado. 3. Defensores Públicos ante las Salas Penales de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial y de la Corte Suprema de Justicia. Parágrafo. En caso de requerirse la sustentación de un recurso ante un funcionario superior, el defensor público deberá actuar sin que ello signifique cambiar de categoría. Artículo 28. Requisitos mínimos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento los requisitos mínimos que deberán cumplir los defensores públicos de acuerdo con las categorías a que se refiere este capítulo, así como para contratar abogados particulares en aquellas regiones apartadas del país en donde sea insuficiente o no exista oferta de servicios profesionales para la prestación del servicio de defensoría pública. Artículo 29. Remuneración. El Defensor del Pueblo establecerá el sistema de remuneración de los defensores públicos, el cual deberá atender criterios de dignidad, proporcionalidad, carga procesal o complejidad de asuntos, categoría de los funcionarios ante quienes se actúe y tarifas profesionales vigentes. Artículo 30. Derechos del Defensor Público. El defensor público tendrá derecho a: 1. Ejercer su labor con independencia. Sin embargo, podrá intercambiar opiniones técnicas en el ámbito del Sistema Nacional de Defensoría Pública a fin de lograr una defensa eficaz. 2. No ser relacionado con las causas ni con los usuarios a los que representa como consecuencia del desempeño de sus funciones. 3. Ser tratado con respeto. 4. No ser objeto de amenazas de ningún tipo. Las autoridades proporcionarán protección a los defensores públicos cuya seguridad personal sea amenazada a causa del desempeño de sus funciones. Artículo 31. Obligaciones del Defensor Público. El defensor público cumplirá las siguientes obligaciones: 1. Manifestar la existencia de cualquier impedimento. No podrá tener interés personal con la causa ni con el usuario que representa. 2. Ejercer defensa técnica, idónea y oportuna. 3. Verificar el respeto de los derechos humanos, así como el cumplimiento de las garantías judiciales por parte de las autoridades en los procesos a su cargo. En caso de violación interponer los recursos que estime pertinentes e informar por escrito a la Defensoría Regional sobre dichas violaciones y las acciones adelantadas para contrarrestarlas. 4. Asumir inmediatamente, con atención y diligencia hasta el final del proceso, la representación judicial o extrajudicial en los asuntos asignados por el Sistema Nacional de Defensoría Pública. 5. Guardar absoluta reserva y secreto sobre los hechos, informaciones o cualquier dato o evidencia conocidos en el ejercicio de su labor, salvo las excepciones establecidas por la ley. 6. Cumplir sus obligaciones de acuerdo con las normas que regulan el ejercicio de la profesión de abogado y las que reglamenten su desempeño como defensor público, y abstenerse de asumir la defensa como apoderado particular dentro de los procesos en los cuales haya actuado en calidad de defensor público o haya prestado asesoría. 7. Rendir informes al Coordinador Administrativo y de Gestión de acuerdo con los parámetros establecidos por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública. 8. Las demás que deriven de la naturaleza de su labor y las que el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública señale. Parágrafo. La Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública podrá establecer obligaciones específicas para cada uno de los programas que adelante, las que serán definidas en el reglamento respectivo. CAPITULO II De los abogados particulares vinculados al Sistema Artículo 32. Abogados particulares. Los abogados particulares que contrate la Defensoría del Pueblo con el fin de garantizar la cobertura del servicio de acuerdo con el artículo 2° de la presente ley, deberán cumplir los requisitos que el reglamento establezca; tendrán la calidad y forma de contratación de los defensores públicos para el caso que motivó la vinculación, así como los mismos derechos y obligaciones derivados de su ejercicio. Sólo hasta el 31 de diciembre de 2005 se podrá designar como defensores, sin contraprestación alguna, a los profesionales inscritos en el Registro Nacional de Abogados, cuando no existiere o no fuere posible nombrar un defensor público. El abogado designado podrá excusarse por enfermedad grave o incompatibilidad de intereses, ser servidor público o tener a su cargo tres (3) o más casos gratuitos. Para esta designación el Juez tendrá en cuenta la experiencia específica en el área penal. CAPITULO III De los egresados que realicen la judicatura en el Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 33. Judicatura. Los egresados de las facultades de derecho podrán cumplir su judicatura como defensores públicos. Asimismo, podrán desarrollar labores jurídicoadministrativas relacionadas con el servicio en la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, y en las Defensorías del Pueblo Regionales o Seccionales. Los judicantes se vincularán mediante resolución expedida por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública previo cumplimiento de los requisitos que establezca el Reglamento. La Defensoría del Pueblo podrá establecer un sistema de estímulos para los judicantes que presten su servicio al Sistema. El desempeño de la judicatura no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la institución. CAPITULO IV De los consultorios jurídicos Artículo 34. Consultorios jurídicos. Los estudiantes pertenecientes a los consultorios jurídicos de las Facultades de Derecho de las Universidades oficialmente reconocidas por el Estado apoyarán, con la coordinación de la Dirección Nacional de Defensoría Pública y la supervisión directa en cada actuación del personal académico que designe la respectiva Universidad, la prestación del servicio de defensoría pública en los asuntos penales de su competencia. La intervención de los estudiantes de los consultorios jurídicos en calidad de defensores públicos en los procesos penales se hará ante los jueces municipales cuando actúen como jueces de conocimiento o como jueces de control de garantías en los asuntos de su competencia. Artículo 35. Informe estadístico. Los directores de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho oficialmente reconocidas deberán enviar un informe estadístico semestral a la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el que se relacionen los asuntos en los cuales han actuado los estudiantes de estas instituciones, según los parámetros definidos por el Reglamento. CAPITULO V De los investigadores y técnicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 36. Investigadores y técnicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Son aquellos servidores públicos adscritos a la planta de la Defensoría del Pueblo y los contratados que colaboran con los defensores públicos en la consecución de la información y material probatorio necesario para el ejercicio real y efectivo del derecho de defensa. Las autoridades judiciales y administrativas facilitarán a los investigadores y peritos del Sistema Nacional de Defensoría Pública el acceso a la información que requieran para el cumplimiento de su función conforme a lo establecido en la Constitución Política, en los términos y oportunidades previstas por el Código de Procedimiento Penal. Parágrafo. Facúltase al Defensor del Pueblo para reglamentar la remuneración de los servicios que se puedan prestar y cobrar a usuarios y abogados particulares que lo soliciten. Artículo 37. Obligaciones. Los investigadores y técnicos desarrollarán su actividad con sujeción a la Constitución, la ley y los reglamentos que expida el Defensor del Pueblo, y respetarán en sus actuaciones los derechos fundamentales de todas las personas. Artículo 38. Convenios. La Defensoría del Pueblo podrá celebrar convenios con entidades oficiales o privadas para la designación de expertos en determinada ciencia, arte, técnica u oficio, con el fin de contar con su asesoría cuando la naturaleza de los hechos objeto de un proceso asignado a un defensor público lo requiera. Artículo 39. Requisitos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento los requisitos mínimos que deberán cumplir los investigadores y peritos para prestar el servicio al Sistema Nacional de Defensoría Pública. T I T U L O IV DE LA CAPACITACIÓN Artículo 40. Capacitación. Es deber de los defensores públicos mantener una capacitación permanente. El Sistema Nacional de Defensoría Pública promoverá la actualización de los operadores, por conducto de la Unidad de Capacitación e Investigación o de las instituciones que contraten con el Sistema, con el fin de optimizar la calidad y eficiencia del servicio. Artículo 41. Coordinador académico. Es el abogado vinculado al Sistema que aplicando su trayectoria en el campo del Derecho implementa los programas de capacitación y se encarga de facilitar a los defensores públicos, a través de las barras de abogados, los elementos de juicio suficientes para orientarlos en la definición de una estrategia de defensa técnica e idónea y proporcionarles conocimientos que complementen los que ya poseen. Parágrafo. Los coordinadores académicos serán vinculados mediante contrato de prestación de servicios profesionales y deberán reunir los requisitos que establezca el reglamento que para el efecto expida el Defensor del Pueblo. Artículo 42. Barra de defensores públicos. Es la reunión de los operadores de la Defensoría Pública, cuyo objeto es la exposición del pensamiento jurídico de sus integrantes en torno a los casos que adelantan, a las temáticas jurídicas planteadas por ellos o por su coordinador académico y el desarrollo de los módulos de capacitación que envíe la Unidad de Capacitación de Defensoría Pública. Parágrafo. Los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública deberán cumplir con los programas de capacitación que apruebe el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública. TITULO V CAPITULO UNICO De la prestación del servicio Artículo 43. Gratuidad. La defensoría pública es gratuita y se prestará en favor de aquellas personas que se encuentren en imposibilidad económica de proveer la defensa de sus derechos, con el fin de asumir su representación judicial. Excepcionalmente, la defensoría pública podrá prestarse a personas que teniendo solvencia económica, no puedan contratar un abogado particular por causas de fuerza mayor. Estos casos serán reglamentados por el Defensor del Pueblo, para lo cual se tendrán en cuenta factores como las connotaciones sociales de las personas que llegaren a solicitar la defensa, la trascendencia de los hechos del juicio criminal para la sociedad, la renuencia de los abogados particulares para representar a los implicados y las demás necesidades del proceso. En estos eventos el Defensor del Pueblo ordenará el cobro de la asistencia profesional según las tarifas que rigen el ejercicio de la profesión de abogado. Las Defensorías Regionales o Seccionales y personeros municipales deberán corroborar de manera breve y sumaria, previamente a la designación del defensor público, la imposibilidad o incapacidad económica de la persona a quien se va a prestar el servicio, así como la necesidad del mismo. Artículo 44. Suspensión. No se prestará el servicio a la persona que recurra a medios fraudulentos para tratar de acceder a la defensoría pública gratuita, sin perjuicio de las acciones judiciales a que hubiere lugar. En caso de que la defensa pública haya asumido la representación judicial y durante la actuación se comprobare la capacidad económica del usuario se retirará el servicio en forma inmediata. Artículo 45. Extensión. La defensa técnica se prestará en todas las etapas en qué sea necesaria la asistencia del defensor público de acuerdo con la ley. Artículo 46. Sanciones. El incumplimiento de los deberes y las obligaciones establecidas en la presente ley, en el Código de Procedimiento Penal, en el Estatuto Nacional del Abogado y en el Contrato de Prestación de Servicios dará lugar a las investigaciones disciplinarias, administrativas, fiscales y penales que fuere del caso y las que establezca el reglamento. Artículo 47. Mecanismo investigativo. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con los mecanismos necesarios para la obtención del material probatorio que permitan fundamentar las hipótesis de la defensa. Artículo 48. Protección. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará el apoyo técnico-científico necesario para que el defensor público pueda ejercer adecuadamente la defensa en los casos que le sean asignados. Artículo 49. Reserva. La comunicación entre el defensor público y su representado será reservada. Tal condición será garantizada por las autoridades. Artículo 50. Información al defendido. El defensor público deberá mantener personal y adecuadamente informado al representado sobre su situación jurídica y el desarrollo de su defensa, con el fin de garantizar una relación de confianza basada en la comunicación permanente. En caso de no ser posible la comunicación personal se establecerá la comunicación por otros medios. Artículo 51. Solicitud. El servicio de defensoría pública en materia penal se prestará a solicitud del interesado, del Fiscal, del Ministerio Público, del Funcionario Judicial o por iniciativa del Defensor del Pueblo, cuando lo estime pertinente por necesidades del proceso. Artículo 52. Suplentes. Con el fin de garantizar la presencia permanente de la defensa pública en las actuaciones judiciales se constituirán grupos conformados al menos por dos (2) defensores públicos que deberán ejercer la suplencia del otro cuando ocurra alguna circunstancia de fuerza mayor que no permita al principal asistir a la diligencia. Artículo 53. Conflicto de intereses en la defensa. En caso de presentarse conflicto de intereses en la defensa dentro de un mismo proceso con varios imputados que requieran el servicio del Sistema deberán asignarse distintos defensores públicos. Artículo 54. Turnos para permanencia del Sistema. Se garantizará el derecho a una defensa integral e ininterrumpida. A este efecto habrá, de acuerdo con las necesidades del servicio, turnos de atención de los defensores públicos en los lugares que se requieran. Artículo 55. Organo técnico-científico. Los componentes del Sistema Nacional de Defensoría Pública podrán acudir al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y a los laboratorios forenses de los organismos de policía judicial para recibir apoyo técnico-científico en las investigaciones que adelanten. T I T U L O VI ESTRUCTURA ORGANICA DE LA DIRECCION DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA CAPITULO UNICO Integración y clasificación de los servidores de la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 56. Nomenclatura. Adiciónese a la estructura orgánica establecida en el artículo 20 de la Ley 24 de 1992 la siguiente nomenclatura de cargos: Nivel Asesor Grado Coordinador de Unidad de la Dirección Nacional de Defensoría Pública 20 Coordinador Administrativo y de Gestión de la Regional o Seccional en Defensoría Pública 19 Nivel Profesional Profesional Especializado 19 Profesional Especializado en Criminalística 18 Profesional Especializado en Investigación 17 Nivel Técnico Técnico en Criminalística 15 Nivel Administrativo Auxiliar Administrativo 10 Parágrafo I. El Gobierno Nacional establecerá la planta de personal de la Defensoría del Pueblo teniendo en cuenta la nomenclatura contenida en esta ley con sujeción a los programas, necesidades del servicio y monto global fijado por la Ley de Apropiaciones. Parágrafo II. El Defensor del Pueblo asignará la planta de personal que corresponda a la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública o a la Unidad Operativa de Gestión, con atribuciones para variarla cuando lo considere necesario y ajustará el manual de requisitos y funciones de cada uno de los empleos. T I T U L O VII DISPOSICIONES FINALES CAPITULO I Recursos Artículo 57. Recursos. Para dar cumplimiento del parágrafo transitorio del artículo 5° del Acto Legislativo 03 de 2002 y al artículo 7º de la Ley 819 de 2003, a partir del año 2006 y durante el período de la implementación del Sistema Penal Acusatorio, defínese como la fuente de financiación los ahorros obtenidos por la Fiscalía General de la Nación como resultado de la disminución gradual de su planta de personal. En consecuencia, en cada vigencia fiscal se autorizarán nuevos gastos a la Defensoría del Pueblo hasta por una suma equivalente al ahorro que certifique la Fiscalía, el cual se causará en cada vigencia fiscal. Parágrafo. Créase un Fondo-Cuenta dentro de la Defensoría del Pueblo, como un sistema separado de cuentas para el manejo de los recursos provenientes de las donaciones, aportes, honorarios y gastos correspondientes a la remuneración de los servicios profesionales e investigaciones técnico-científicas realizadas por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, a solicitud de los usuarios o abogados particulares que dispongan de recursos para pagarlos. Artículo 58. Vigencia. Esta ley deroga todas las disposiciones que le sean contrarias y deberá aplicarse a partir del primero de enero de 2005, conforme a la gradualidad establecida en el Código de Procedimiento Penal. El Presidente del honorable Senado de la República, Luis Humberto Gómez Gallo. El Secretario General del honorable Senado de la República, Emilio Ramón Otero Dajud. La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes, Zulema del Carmen Jattin Corrales. El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes, Angelino Lizcano Rivera. REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL Publíquese y ejecútese. Dada en Bogotá, D. C., a 14 de enero de 2005. ÁLVARO URIBE VÉLEZ El Ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega. Volver índice LEY 941 DE 2005 (enero 14) por la cual se organiza el Sistema Nacional de Defensoría Pública. El Congreso de Colombia DECRETA: TITULO PRELIMINAR PRINCIPIOS DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA Artículo 1°. Finalidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública tiene como finalidad proveer el acceso de las personas a la Administración de Justicia en materia penal, en condiciones de igualdad y en los términos del debido proceso con respeto de los derechos y garantías sustanciales y procesales. Artículo 2°. Cobertura. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará sus servicios en favor de las personas que por sus condiciones económicas o sociales se encuentran en circunstancias de desigualdad manifiesta para proveerse, por sí mismas, la defensa de sus derechos. También se prestará por las necesidades del proceso previstas en el inciso 2° del artículo 43 de la presente ley, en cuyo caso el imputado o acusado pagará al Sistema la totalidad de los honorarios y gastos causados. Para los efectos de la presente ley, se entiende por persona en imposibilidad económica, aquella que carece de recursos suficientes para proveer su defensa técnica y por persona en imposibilidad social, aquella que por discriminación u otra circunstancia excluyente no pueda acceder a un defensor particular. Artículo 3°. Igualdad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con los instrumentos necesarios para intervenir en los procesos judiciales en condiciones de igualdad frente a los demás sujetos procesales. Artículo 4°. Derecho de defensa. El Sistema Nacional de Defensoría Pública garantizará el derecho a una defensa integral, ininterrumpida, técnica y competente. Artículo 5°. Oportunidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará un servicio oportuno, para lo cual se reglamentarán los procedimientos que habrán de seguirse. Artículo 6°. Gratuidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio de manera gratuita con las excepciones previstas en la presente ley. Artículo 7°. Calidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con estándares que garanticen la calidad y eficiencia en la prestación del servicio. Artículo 8°. Responsabilidad. Los abogados que presten el servicio de asistencia y representación judicial en el Sistema Nacional de Defensoría Pública estarán sujetos, según el caso, para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones, a las responsabilidades y sanciones que les impone su condición de servidores públicos o de particulares que cumplen funciones públicas y de sus faltas en el ejercicio de la profesión de abogado conocerán las Salas Jurisdiccionales Disciplinarias de los Consejos Seccionales y Superior de la Judicatura en sus respectivas instancias. Artículo 9°. Selección objetiva. Las personas jurídicas y naturales que contraten con el Sistema Nacional de Defensoría Pública serán escogidas de acuerdo con los principios de transparencia y selección objetiva. Artículo 10. Prelación de tratados internacionales. El Sistema Nacional de Defensoría Pública velará por la prevalencia en el orden interno de los Tratados y Convenios Internacionales con arreglo a los artículos 93 y 94 de la Constitución Política. TITULO I DISPOSICIONES GENERALES CAPITULO I Objeto del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 11. Objeto. La presente ley tiene por objeto desarrollar los principios, normas y procedimientos, así como regular la organización y el funcionamiento del Sistema Nacional de Defensoría Pública. La Defensoría Pública garantizará la asistencia judicial adecuada a los miembros de los pueblos indígenas y comunidades étnicas de acuerdo con los principios de diversidad cultural y pluralismo étnico señalados en la Constitución. Artículo 12. Aplicación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio en materia penal. CAPITULO II Organización y componentes del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 13. Organización. El Sistema Nacional de Defensoría Pública es un servicio público que organiza, dirige y controla el Defensor del Pueblo, en favor de las personas que lo requieren para asumir su asistencia y representación judicial y garantizar el pleno e igual acceso a la administración de justicia en materia penal. Artículo 14. Componentes del Sistema. El Sistema Nacional de Defensoría Pública está compuesto por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, los Defensores del Pueblo Regionales y Seccionales, los coordinadores administrativos y de gestión, los coordinadores académicos, los personeros municipales, los defensores públicos, los abogados particulares vinculados como Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley, los investigadores, técnicos y auxiliares, los judicantes, los estudiantes de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho, las personas y asociaciones científicas dedicadas a la investigación criminal y las organizaciones que brinden capacitación a los componentes del Sistema. También pertenecerán al Sistema los programas jurídicos que las autoridades indígenas establezcan. Artículo 15. Prestación. El servicio de defensoría pública será prestado por profesionales del Derecho vinculados al Sistema en el territorio nacional, con excepción de lo previsto en los artículos 16 y 17 de la presente ley. Artículo 16. Judicatura. Los egresados de las facultades de Derecho podrán realizar su judicatura como defensores públicos, en los términos previstos en la ley y bajo la dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Artículo 17. Estudiantes de los consultorios jurídicos. Los estudiantes de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho de las universidades legalmente reconocidas en el país, que formen parte del Sistema Nacional de Defensoría Pública, podrán prestar servicio de asistencia y representación judicial en materia penal. Artículo 18. Investigadores, técnicos y auxiliares. El Sistema Nacional de Defensoría Pública podrá vincular investigadores, técnicos, auxiliares y organizaciones científicas de investigación criminal para que presten servicios de recaudo de material probatorio, asesoría técnica y científica necesarios para la defensa. Artículo 19. Capacitación. Las organizaciones que ofrezcan servicios de capacitación a los operadores deberán observar, entre otros, los módulos y contenidos definidos por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública. CAPITULO III De la estructura de la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 20. Dirección y coordinación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública será dirigido y coordinado por el Defensor del Pueblo, quien designará al Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Para el desarrollo de su gestión, el Director contará con el apoyo del Defensor del Pueblo Regional o Seccional, según el caso, así como de un Coordinador para cada una de las siguientes Unidades Operativas del Nivel Nacional: 1. Control, vigilancia de gestión y estadística. 2. Registro y selección de los operadores de defensoría pública. 3. Capacitación e investigación. 4. Investigación criminal. La Unidad de Control, Vigilancia de Gestión y Estadística supervisará la calidad del servicio, tendrá un sistema de información para realizar el seguimiento y análisis continuo de las políticas institucionales y de las actividades desarrolladas por los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Asimismo, actuará como canal de comunicación para la difusión de las políticas y directrices relacionadas con el Sistema. La Unidad de Registro y Selección de los Operadores de Defensoría Pública mantendrá el registro actualizado de los operadores del sistema y de las personas interesadas en ingresar al mismo y apoyará a la Dirección en el proceso de selección de acuerdo con lo previsto por esta ley. Igualmente, asistirá a la Dirección en los asuntos contractuales y legales para el desarrollo de las labores asignadas. La Unidad de Capacitación e Investigación brindará formación y capacitación a los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública y realizará investigaciones sobre materias relacionadas con el servicio de defensa pública para evaluar la calidad del mismo. La Unidad de Investigación Criminal coordinará, controlará y hará seguimiento a la labor de los investigadores y técnicos que presten el servicio al Sistema Nacional de Defensoría Pública. Parágrafo. Para los efectos de este artículo se entiende por operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública los defensores públicos vinculados mediante contrato de prestación de servicios profesionales y los abogados particulares que intervengan como defensores públicos para las excepciones previstas en esta ley. También harán parte los judicantes y los estudiantes de consultorios jurídicos de las facultades de Derecho que se encuentren vinculados al servicio de defensoría pública de la Defensoría del Pueblo, siempre que hayan suscrito contratos o convenios con la Defensoría del Pueblo. CAPITULO IV De las Defensorías Regionales y Seccionales Artículo 21. Defensoría descentralizada. En las Defensorías Regionales y Seccionales el servicio se prestará a través de Unidades Operativas de Gestión, conformadas por los coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores académicos, defensores públicos, investigadores, técnicos y auxiliares administrativos que determine el Defensor del Pueblo y el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública, de acuerdo con los criterios de eficiencia que se establezcan para garantizar el cubrimiento del servicio. T I T U L O II FUNCIONES DE LOS ORGANOS DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PÚBLICA CAPITULO I Funciones del Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 22. Funciones. Además de las previstas en la Ley 24 de 1992, el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública tendrá las siguientes funciones: 1. Diseñar, dirigir y desarrollar en el ámbito nacional las políticas institucionales en materia de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, acorde con los criterios que establezca el Defensor del Pueblo. 2. Organizar, dirigir y evaluar el servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría Pública. 3. Realizar la coordinación entre los prestadores del servicio para la adecuada distribución de las labores y garantizar el cubrimiento de la demanda. 4. Conformar el cuerpo de coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores académicos, defensores públicos, abogados particulares inscritos y vinculados como Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley, investigadores, técnicos, auxiliares y judicantes al servicio de la Dirección Nacional de Defensoría Pública de la Defensoría del Pueblo de acuerdo con las previsiones legales y reglamentarias. 5. Solicitar a los consultorios jurídicos de las entidades universitarias la presentación semestral de informes estadísticos relacionados con la prestación del servicio. 6. Divulgar en el nivel nacional la estadística de prestación del servicio del Sistema Nacional de Defensoría Pública. 7. Llevar el registro actualizado de los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría Pública y de los profesionales aspirantes a ingresar al mismo. 8. Poner en conocimiento de la Procuraduría General de la Nación la conducta de los servidores públicos que hayan impedido o dificultado el desarrollo de las labores asignadas al Sistema Nacional de Defensoría Pública. 9. Formular recomendaciones a las autoridades en caso de amenaza o violación a los derechos de acceso a la justicia, al debido proceso y al derecho a la defensa. 10. Establecer estándares de calidad y eficiencia que cumplirán los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría Pública. 11. Aprobar los programas destinados a la capacitación de los operadores del Sistema, sin perjuicio de la autonomía universitaria en relación con los estudiantes de los consultorios jurídicos. 12. Expedir reglamentos, órdenes, circulares, manuales de organización y procedimiento conducentes a la organización administrativa y al eficaz desempeño del servicio de defensoría pública en todo el país. 13. Expedir las resoluciones y certificaciones de vinculación y cumplimiento de la judicatura a los egresados que presten el servicio de defensoría pública, de conformidad con los requisitos que establezca el reglamento. 14. Las demás que le asigne el Defensor del Pueblo, en desarrollo de las materias propias. CAPITULO II De las funciones del Defensor del Pueblo Regional o Seccional en el Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 23. Funciones. El Defensor del Pueblo Regional o Seccional, además de las funciones que le son propias, en el Sistema Nacional de Defensoría Pública cumplirá las siguientes: 1. Desarrollar, coordinar y supervisar la ejecución de las políticas institucionales en materia de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el ámbito de su jurisdicción, acorde con las políticas y criterios establecidos. 2. Proponer a la Dirección del Sistema medidas para mejorar la prestación del servicio, acorde con las necesidades y particularidades de la región a su cargo. 3. Llevar la estadística de prestación del servicio de Defensoría Pública de la región y remitirla a la Dirección del Sistema, de acuerdo con los formatos establecidos. 4. Realizar la coordinación entre los diferentes prestadores del servicio en la región, con el fin de lograr una adecuada distribución de las labores y obtener un eficiente cubrimiento de la demanda. 5. Orientar a los personeros municipales para el cumplimiento de las funciones asignadas en el artículo 25 de la presente ley, con base en los lineamientos establecidos. 6. Atender la reclamación que presente cualquier persona por irregularidades cometidas por alguno de los operadores del sistema y darle el trámite correspondiente. 7. Verificar las condiciones económicas y sociales del solicitante del servicio o las necesidades del proceso y asignar defensor público cuando lo encuentre viable de acuerdo con los requisitos exigidos. 8. Distribuir y/o reorganizar los operadores asignados por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública en la Regional o Seccional a su cargo, de acuerdo con las necesidades del servicio. 9. Evaluar conjuntamente con el Coordinador Administrativo y de Gestión de cada Unidad la calidad del servicio prestado por los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría Pública, de conformidad con los criterios y lineamientos que establezca la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública . 10. Las demás funciones que la Dirección del Sistema le solicite asumir y se encuentren relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública. CAPITULO III De las funciones de los coordinadores administrativos y de gestión Artículo 24. Funciones. Son funciones de los Coordinadores Administrativos y de Gestión: 1. Coordinar y controlar el desarrollo del servicio de defensoría pública de la unidad a su cargo en cada oficina regional o seccional. 2. Supervisar el cumplimiento de las obligaciones contractuales de las personas naturales o jurídicas que en la unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, hagan parte del Sistema Nacional de Defensoría Pública, de conformidad con la ley y la reglamentación que se establezca. 3. Presentar bimestralmente informe de gestión o cuando el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública lo solicite. 4. Apoyar el programa de capacitación del Sistema Nacional de Defensoría Pública de la unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, bajo la coordinación de la Unidad de Capacitación e Investigación. 5. Consolidar las estadísticas de prestación del servicio en la unidad a su cargo en cada oficina regional o seccional. 6. Las demás funciones que el Director del Sistema le solicite asumir y se encuentren relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública. CAPITULO IV De las funciones del Personero Municipal en Defensoría Pública Artículo 25. Funciones del Personero Municipal. A nivel municipal, bajo la Dirección del Defensor del Pueblo y los lineamientos establecidos por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública, el Personero Municipal velará por la prestación del servicio. En consecuencia deberá: 1. Recibir las solicitudes del servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría Pública en el municipio. 2. Solicitar la asignación de defensor público, previa verificación de la situación socioeconómica del solicitante o las necesidades del proceso, sin discriminación alguna y de conformidad con las directrices establecidas por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública y bajo la coordinación del Defensor Regional o Seccional. 3. Llevar el registro de las solicitudes de asignación de defensor público y remitir a la Defensoría Regional o Seccional de s u jurisdicción las estadísticas de atención en el municipio a su cargo, de conformidad con los lineamientos establecidos por la Dirección Nacional del Sistema. T I T U L O III DE LOS COMPONENTES DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA CAPITULO I De los defensores públicos Artículo 26. Definición. Son los abogados vinculados al servicio de Defensoría Pública que administra la Defensoría del Pueblo, previo el cumplimiento de los requisitos, mediante la figura del contrato de prestación de servicios profesionales, para proveer la asistencia técnica y la representación judicial en favor de aquellas personas que se encuentren en las condiciones previstas en el artículo 2° de la presente ley, de acuerdo con las normas previstas en el Estatuto de Contratación Estatal. Los contratos de prestación de servicios profesionales especializados podrán suscribirse con cláusula de exclusividad y no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la Institución. Artículo 27. Clasificación. Para efectos de su remuneración, los Defensores Públicos del Sistema podrán clasificarse en tres (3) categorías: 1. Defensores Públicos ante jueces penales municipales. 2. Defensores Públicos ante jueces penales del circuito y del circuito especializado. 3. Defensores Públicos ante las Salas Penales de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial y de la Corte Suprema de Justicia. Parágrafo. En caso de requerirse la sustentación de un recurso ante un funcionario superior, el defensor público deberá actuar sin que ello signifique cambiar de categoría. Artículo 28. Requisitos mínimos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento los requisitos mínimos que deberán cumplir los defensores públicos de acuerdo con las categorías a que se refiere este capítulo, así como para contratar abogados particulares en aquellas regiones apartadas del país en donde sea insuficiente o no exista oferta de servicios profesionales para la prestación del servicio de defensoría pública. Artículo 29. Remuneración. El Defensor del Pueblo establecerá el sistema de remuneración de los defensores públicos, el cual deberá atender criterios de dignidad, proporcionalidad, carga procesal o complejidad de asuntos, categoría de los funcionarios ante quienes se actúe y tarifas profesionales vigentes. Artículo 30. Derechos del Defensor Público. El defensor público tendrá derecho a: 1. Ejercer su labor con independencia. Sin embargo, podrá intercambiar opiniones técnicas en el ámbito del Sistema Nacional de Defensoría Pública a fin de lograr una defensa eficaz. 2. No ser relacionado con las causas ni con los usuarios a los que representa como consecuencia del desempeño de sus funciones. 3. Ser tratado con respeto. 4. No ser objeto de amenazas de ningún tipo. Las autoridades proporcionarán protección a los defensores públicos cuya seguridad personal sea amenazada a causa del desempeño de sus funciones. Artículo 31. Obligaciones del Defensor Público. El defensor público cumplirá las siguientes obligaciones: 1. Manifestar la existencia de cualquier impedimento. No podrá tener interés personal con la causa ni con el usuario que representa. 2. Ejercer defensa técnica, idónea y oportuna. 3. Verificar el respeto de los derechos humanos, así como el cumplimiento de las garantías judiciales por parte de las autoridades en los procesos a su cargo. En caso de violación interponer los recursos que estime pertinentes e informar por escrito a la Defensoría Regional sobre dichas violaciones y las acciones adelantadas para contrarrestarlas. 4. Asumir inmediatamente, con atención y diligencia hasta el final del proceso, la representación judicial o extrajudicial en los asuntos asignados por el Sistema Nacional de Defensoría Pública. 5. Guardar absoluta reserva y secreto sobre los hechos, informaciones o cualquier dato o evidencia conocidos en el ejercicio de su labor, salvo las excepciones establecidas por la ley. 6. Cumplir sus obligaciones de acuerdo con las normas que regulan el ejercicio de la profesión de abogado y las que reglamenten su desempeño como defensor público, y abstenerse de asumir la defensa como apoderado particular dentro de los procesos en los cuales haya actuado en calidad de defensor público o haya prestado asesoría. 7. Rendir informes al Coordinador Administrativo y de Gestión de acuerdo con los parámetros establecidos por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública. 8. Las demás que deriven de la naturaleza de su labor y las que el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública señale. Parágrafo. La Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública podrá establecer obligaciones específicas para cada uno de los programas que adelante, las que serán definidas en el reglamento respectivo. CAPITULO II De los abogados particulares vinculados al Sistema Artículo 32. Abogados particulares. Los abogados particulares que contrate la Defensoría del Pueblo con el fin de garantizar la cobertura del servicio de acuerdo con el artículo 2° de la presente ley, deberán cumplir los requisitos que el reglamento establezca; tendrán la calidad y forma de contratación de los defensores públicos para el caso que motivó la vinculación, así como los mismos derechos y obligaciones derivados de su ejercicio. Sólo hasta el 31 de diciembre de 2005 se podrá designar como defensores, sin contraprestación alguna, a los profesionales inscritos en el Registro Nacional de Abogados, cuando no existiere o no fuere posible nombrar un defensor público. El abogado designado podrá excusarse por enfermedad grave o incompatibilidad de intereses, ser servidor público o tener a su cargo tres (3) o más casos gratuitos. Para esta designación el Juez tendrá en cuenta la experiencia específica en el área penal. CAPITULO III De los egresados que realicen la judicatura en el Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 33. Judicatura. Los egresados de las facultades de derecho podrán cumplir su judicatura como defensores públicos. Asimismo, podrán desarrollar labores jurídicoadministrativas relacionadas con el servicio en la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, y en las Defensorías del Pueblo Regionales o Seccionales. Los judicantes se vincularán mediante resolución expedida por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública previo cumplimiento de los requisitos que establezca el Reglamento. La Defensoría del Pueblo podrá establecer un sistema de estímulos para los judicantes que presten su servicio al Sistema. El desempeño de la judicatura no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la institución. CAPITULO IV De los consultorios jurídicos Artículo 34. Consultorios jurídicos. Los estudiantes pertenecientes a los consultorios jurídicos de las Facultades de Derecho de las Universidades oficialmente reconocidas por el Estado apoyarán, con la coordinación de la Dirección Nacional de Defensoría Pública y la supervisión directa en cada actuación del personal académico que designe la respectiva Universidad, la prestación del servicio de defensoría pública en los asuntos penales de su competencia. La intervención de los estudiantes de los consultorios jurídicos en calidad de defensores públicos en los procesos penales se hará ante los jueces municipales cuando actúen como jueces de conocimiento o como jueces de control de garantías en los asuntos de su competencia. Artículo 35. Informe estadístico. Los directores de los consultorios jurídicos de las facultades de Derecho oficialmente reconocidas deberán enviar un informe estadístico semestral a la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el que se relacionen los asuntos en los cuales han actuado los estudiantes de estas instituciones, según los parámetros definidos por el Reglamento. CAPITULO V De los investigadores y técnicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 36. Investigadores y técnicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Son aquellos servidores públicos adscritos a la planta de la Defensoría del Pueblo y los contratados que colaboran con los defensores públicos en la consecución de la información y material probatorio necesario para el ejercicio real y efectivo del derecho de defensa. Las autoridades judiciales y administrativas facilitarán a los investigadores y peritos del Sistema Nacional de Defensoría Pública el acceso a la información que requieran para el cumplimiento de su función conforme a lo establecido en la Constitución Política, en los términos y oportunidades previstas por el Código de Procedimiento Penal. Parágrafo. Facúltase al Defensor del Pueblo para reglamentar la remuneración de los servicios que se puedan prestar y cobrar a usuarios y abogados particulares que lo soliciten. Artículo 37. Obligaciones. Los investigadores y técnicos desarrollarán su actividad con sujeción a la Constitución, la ley y los reglamentos que expida el Defensor del Pueblo, y respetarán en sus actuaciones los derechos fundamentales de todas las personas. Artículo 38. Convenios. La Defensoría del Pueblo podrá celebrar convenios con entidades oficiales o privadas para la designación de expertos en determinada ciencia, arte, técnica u oficio, con el fin de contar con su asesoría cuando la naturaleza de los hechos objeto de un proceso asignado a un defensor público lo requiera. Artículo 39. Requisitos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento los requisitos mínimos que deberán cumplir los investigadores y peritos para prestar el servicio al Sistema Nacional de Defensoría Pública. T I T U L O IV DE LA CAPACITACIÓN Artículo 40. Capacitación. Es deber de los defensores públicos mantener una capacitación permanente. El Sistema Nacional de Defensoría Pública promoverá la actualización de los operadores, por conducto de la Unidad de Capacitación e Investigación o de las instituciones que contraten con el Sistema, con el fin de optimizar la calidad y eficiencia del servicio. Artículo 41. Coordinador académico. Es el abogado vinculado al Sistema que aplicando su trayectoria en el campo del Derecho implementa los programas de capacitación y se encarga de facilitar a los defensores públicos, a través de las barras de abogados, los elementos de juicio suficientes para orientarlos en la definición de una estrategia de defensa técnica e idónea y proporcionarles conocimientos que complementen los que ya poseen. Parágrafo. Los coordinadores académicos serán vinculados mediante contrato de prestación de servicios profesionales y deberán reunir los requisitos que establezca el reglamento que para el efecto expida el Defensor del Pueblo. Artículo 42. Barra de defensores públicos. Es la reunión de los operadores de la Defensoría Pública, cuyo objeto es la exposición del pensamiento jurídico de sus integrantes en torno a los casos que adelantan, a las temáticas jurídicas planteadas por ellos o por su coordinador académico y el desarrollo de los módulos de capacitación que envíe la Unidad de Capacitación de Defensoría Pública. Parágrafo. Los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública deberán cumplir con los programas de capacitación que apruebe el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública. TITULO V CAPITULO UNICO De la prestación del servicio Artículo 43. Gratuidad. La defensoría pública es gratuita y se prestará en favor de aquellas personas que se encuentren en imposibilidad económica de proveer la defensa de sus derechos, con el fin de asumir su representación judicial. Excepcionalmente, la defensoría pública podrá prestarse a personas que teniendo solvencia económica, no puedan contratar un abogado particular por causas de fuerza mayor. Estos casos serán reglamentados por el Defensor del Pueblo, para lo cual se tendrán en cuenta factores como las connotaciones sociales de las personas que llegaren a solicitar la defensa, la trascendencia de los hechos del juicio criminal para la sociedad, la renuencia de los abogados particulares para representar a los implicados y las demás necesidades del proceso. En estos eventos el Defensor del Pueblo ordenará el cobro de la asistencia profesional según las tarifas que rigen el ejercicio de la profesión de abogado. Las Defensorías Regionales o Seccionales y personeros municipales deberán corroborar de manera breve y sumaria, previamente a la designación del defensor público, la imposibilidad o incapacidad económica de la persona a quien se va a prestar el servicio, así como la necesidad del mismo. Artículo 44. Suspensión. No se prestará el servicio a la persona que recurra a medios fraudulentos para tratar de acceder a la defensoría pública gratuita, sin perjuicio de las acciones judiciales a que hubiere lugar. En caso de que la defensa pública haya asumido la representación judicial y durante la actuación se comprobare la capacidad económica del usuario se retirará el servicio en forma inmediata. Artículo 45. Extensión. La defensa técnica se prestará en todas las etapas en qué sea necesaria la asistencia del defensor público de acuerdo con la ley. Artículo 46. Sanciones. El incumplimiento de los deberes y las obligaciones establecidas en la presente ley, en el Código de Procedimiento Penal, en el Estatuto Nacional del Abogado y en el Contrato de Prestación de Servicios dará lugar a las investigaciones disciplinarias, administrativas, fiscales y penales que fuere del caso y las que establezca el reglamento. Artículo 47. Mecanismo investigativo. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con los mecanismos necesarios para la obtención del material probatorio que permitan fundamentar las hipótesis de la defensa. Artículo 48. Protección. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará el apoyo técnico-científico necesario para que el defensor público pueda ejercer adecuadamente la defensa en los casos que le sean asignados. Artículo 49. Reserva. La comunicación entre el defensor público y su representado será reservada. Tal condición será garantizada por las autoridades. Artículo 50. Información al defendido. El defensor público deberá mantener personal y adecuadamente informado al representado sobre su situación jurídica y el desarrollo de su defensa, con el fin de garantizar una relación de confianza basada en la comunicación permanente. En caso de no ser posible la comunicación personal se establecerá la comunicación por otros medios. Artículo 51. Solicitud. El servicio de defensoría pública en materia penal se prestará a solicitud del interesado, del Fiscal, del Ministerio Público, del Funcionario Judicial o por iniciativa del Defensor del Pueblo, cuando lo estime pertinente por necesidades del proceso. Artículo 52. Suplentes. Con el fin de garantizar la presencia permanente de la defensa pública en las actuaciones judiciales se constituirán grupos conformados al menos por dos (2) defensores públicos que deberán ejercer la suplencia del otro cuando ocurra alguna circunstancia de fuerza mayor que no permita al principal asistir a la diligencia. Artículo 53. Conflicto de intereses en la defensa. En caso de presentarse conflicto de intereses en la defensa dentro de un mismo proceso con varios imputados que requieran el servicio del Sistema deberán asignarse distintos defensores públicos. Artículo 54. Turnos para permanencia del Sistema. Se garantizará el derecho a una defensa integral e ininterrumpida. A este efecto habrá, de acuerdo con las necesidades del servicio, turnos de atención de los defensores públicos en los lugares que se requieran. Artículo 55. Organo técnico-científico. Los componentes del Sistema Nacional de Defensoría Pública podrán acudir al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y a los laboratorios forenses de los organismos de policía judicial para recibir apoyo técnico-científico en las investigaciones que adelanten. T I T U L O VI ESTRUCTURA ORGANICA DE LA DIRECCION DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA CAPITULO UNICO Integración y clasificación de los servidores de la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública Artículo 56. Nomenclatura. Adiciónese a la estructura orgánica establecida en el artículo 20 de la Ley 24 de 1992 la siguiente nomenclatura de cargos: Nivel Asesor Grado Coordinador de Unidad de la Dirección Nacional de Defensoría Pública 20 Coordinador Administrativo y de Gestión de la Regional o Seccional en Defensoría Pública 19 Nivel Profesional Profesional Especializado 19 Profesional Especializado en Criminalística 18 Profesional Especializado en Investigación 17 Nivel Técnico Técnico en Criminalística 15 Nivel Administrativo Auxiliar Administrativo 10 Parágrafo I. El Gobierno Nacional establecerá la planta de personal de la Defensoría del Pueblo teniendo en cuenta la nomenclatura contenida en esta ley con sujeción a los programas, necesidades del servicio y monto global fijado por la Ley de Apropiaciones. Parágrafo II. El Defensor del Pueblo asignará la planta de personal que corresponda a la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública o a la Unidad Operativa de Gestión, con atribuciones para variarla cuando lo considere necesario y ajustará el manual de requisitos y funciones de cada uno de los empleos. T I T U L O VII DISPOSICIONES FINALES CAPITULO I Recursos Artículo 57. Recursos. Para dar cumplimiento del parágrafo transitorio del artículo 5° del Acto Legislativo 03 de 2002 y al artículo 7º de la Ley 819 de 2003, a partir del año 2006 y durante el período de la implementación del Sistema Penal Acusatorio, defínese como la fuente de financiación los ahorros obtenidos por la Fiscalía General de la Nación como resultado de la disminución gradual de su planta de personal. En consecuencia, en cada vigencia fiscal se autorizarán nuevos gastos a la Defensoría del Pueblo hasta por una suma equivalente al ahorro que certifique la Fiscalía, el cual se causará en cada vigencia fiscal. Parágrafo. Créase un Fondo-Cuenta dentro de la Defensoría del Pueblo, como un sistema separado de cuentas para el manejo de los recursos provenientes de las donaciones, aportes, honorarios y gastos correspondientes a la remuneración de los servicios profesionales e investigaciones técnico-científicas realizadas por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, a solicitud de los usuarios o abogados particulares que dispongan de recursos para pagarlos. Artículo 58. Vigencia. Esta ley deroga todas las disposiciones que le sean contrarias y deberá aplicarse a partir del primero de enero de 2005, conforme a la gradualidad establecida en el Código de Procedimiento Penal. El Presidente del honorable Senado de la República, Luis Humberto Gómez Gallo. El Secretario General del honorable Senado de la República, Emilio Ramón Otero Dajud. La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes, Zulema del Carmen Jattin Corrales. El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes, Angelino Lizcano Rivera. REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL Publíquese y ejecútese. Dada en Bogotá, D. C., a 14 de enero de 2005. ÁLVARO URIBE VÉLEZ El Ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega. Volver índice LEY 954 DE 2005 (abril 27) por medio de la cual se modifican, adicionan y derogan algunos artículos de la Ley 446 de 1998 y del Código Contencioso Administrativo, y se dictan otras disposiciones sobre competencia, descongestión, eficiencia y acceso a la administración de justicia. El Congreso de Colombia DECRETA: Artículo 1º. Readecuación temporal de competencias previstas en la Ley 446 de 1998. El parágrafo del artículo 164 de la Ley 446 de 1998, quedará así: "Parágrafo. Las normas de competencia previstas en esta ley se aplicarán, mientras entran a operar los Juzgados Administrativos, así: Los Tribunales Administrativos conocerán en única instancia de los procesos cuyas cuantías sean hasta de 100, 300, 500 y 1.500 salarios mínimos legales mensuales vigentes previstas en el artículo 42, según el caso, y en primera instancia cuando la cuantía exceda de los montos. Asimismo, en única instancia del recurso previsto en los artículos 21 y 24 de la Ley 57 de 1985, en los casos de los municipios y distritos y de los procesos descritos en el numeral 9 del artículo 134b adicionado por esta ley, salvo los relativos a la acción de nulidad electoral de los alcaldes de municipios que no sean capital de departamento, que serán revisados en primera instancia". Los Tribunales Administrativos continuarán, en única y primera instancia, con el ejercicio de las competencias de que tratan los artículos 39 y 40. Las competencias sobre jurisdicción coactiva asignadas en segunda instancia a los Tribunales Administrativos según el artículo 41, corresponderán en segunda instancia al Consejo de Estado. Y las competencias sobre jurisdicción coactiva asignadas en segunda instancia a los Jueces Administrativos según el artículo 42, corresponderán en segunda instancia a los Tribunales Administrativos. El Consejo de Estado asumirá en única y segunda instancia, las competencias asignadas en los artículos 36, 37 y 38. Las competencias por razón del territorio y por razón de la cuantía, previstas en el artículo 43 de la Ley 446 de 1998, regirán a partir de la vigencia de la presente ley. Artículo 2º. Recurso extraordinario de súplica. Derógase el artículo 194, modificado por el artículo 57 de la Ley 446 de 1998, del Código Contencioso Administrativo. Artículo 3º. Salas especiales transitorias de decisión. Adiciónase un artículo nuevo transitorio en la Sección Segunda, del Capítulo Tercero, del Título XXXIII, del Libro Cuarto del Código Contencioso Administrativo, referente al recurso de súplica, el cual quedará así: Artículo transitorio. Salas Especiales Transitorias de Decisión. Créanse en el Consejo de Estado Salas Especiales Transitorias de Decisión, encargadas de decidir los recursos extraordinarios de súplica que, a la fecha de entrada en vigencia de la presente ley, tengan proferido el respectivo auto admisorio. Estas Salas estarán conformadas por cuatro Magistrados de la Sala Contencioso Administrativa del Consejo de Estado, pertenecientes a cada una de las Secciones que integran dicha Sala, con excepción de la Sección que profirió la providencia impugnada. Su integración y funcionamiento se hará de conformidad con lo que al respecto establezca el Reglamento que para tal efecto expida el Consejo, y el fallo se adoptará dentro de los términos previstos en el mismo. En caso de presentarse empate en las Salas Especiales, se sorteará un Magistrado adicional entre los restantes Magistrados de la Sala Contencioso Administrativa con el fin de que lo dirima, excluyendo a aquellos integrantes de la Sección que produjo la providencia recurrida. La vigencia de cada una de las Salas Especiales de Decisión culminarán una vez fallados todos los asuntos a ellas entregados en el respectivo reparto. Artículo 4º. Conflictos de competencia. Adiciónase el artículo 33 del Código Contencioso Administrativo con el siguiente parágrafo: "Parágrafo. Los conflictos de competencias administrativas se resolverán de oficio, o por solicitud de la persona interesada. La entidad que se considere incompetente remitirá la actuación a la que estime competente; si esta también se declara incompetente remitirá la actuación a la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado". Si dos entidades administrativas se consideran competentes para conocer y definir un determinado asunto, remitirán la actuación a la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado. En los dos eventos descritos se observará el siguiente procedimiento: "Recibida la actuación en la Secretaría de la Sala, se fijará por tres (3) días hábiles comunes en lista a fin de que los representantes de las entidades en conflicto y las personas que tuvieren interés en el asunto puedan presentar sus alegatos o consideraciones. Vencido el anterior término, la Sala decidirá dentro de los veinte (20) días siguientes". Derógase el artículo 88 del mismo Código Contencioso Administrativo (Decreto número 01 de 1984). Artículo 5º. Impedimentos. Modifícase el numeral 4 del artículo 160A del Código Contencioso Administrativo, así: "4. Si el impedimento comprende a todo el Tribunal Administrativo, el expediente se enviará a la Sección del Consejo de Estado que conoce del tema relacionado con la materia objeto de controversia, para que decida de plano. Si se declara fundado, devolverá el expediente al Tribunal de origen para el sorteo de conjueces, quienes deberán conocer del asunto. En caso contrario, devolverá el expediente al referido Tribunal para que continúe su trámite". Artículo 6º. Recusaciones. Modifícase el numeral 5 del artículo 160B del Código Contencioso Administrativo, así: "Si la recusación comprende a todo el Tribunal Administrativo, se presentará ante los recusados para que manifiesten conjunta o separadamente si aceptan o no la recusación. El expediente se enviará a la Sección del Consejo de Estado que conoce del tema relacionado con la materia objeto de controversia, para que decida de plano. Si se declara fundada la recusación, enviará el expediente al Tribunal de origen para el sorteo de conjueces, quienes deberán conocer del asunto. En caso contrario, devolverá el expediente al referido Tribunal para que continúe su trámite". Artículo 7º. Vigencia de la ley. La presente ley rige a partir de la fecha de su promulgación, en los términos pertinentes del artículo 164 de la Ley 446 de 1998, y deroga todas las disposiciones que le sean contrarias. El Presidente del honorable Senado de la República, Luis Humberto Gómez Gallo. El Secretario General del honorable Senado de la República, Emilio Ramón Otero Dajud. La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes, Zulema Jattin Corrales. El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes, Angelino Lizcano Rivera. REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL Publíquese y ejecútese. Dada en Bogotá, D. C., a 27 de abril de 2005. ÁLVARO URIBE VÉLEZ El Ministro del Interior y de Justicia, Sabas Pretelt de la Vega. Volver índice