Sentencia C-459/04

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INDICE
CORTE CONSTITUCIONAL
SALA PLENA
Magistrado ponente: JAIME ARAÚJO RENTERÍA
Sentencia C-459/04 Referencia: expediente D-4910. Mayo 11 de 2004
La honorable Corte Constitucional declaró exequible los artículos 39 y 40 de la ley 472 de 1998
que establecer un incentivo a favor del accionante, cuyas pretensiones son acogidas en la
demanda de acción popular. Agrega que el incentivo corresponde pagarlo a la persona, sea
natural o jurídica que atentó o vulneró el Derecho o interés colectivo acogido en la sentencia.
SALA DE REVISIÓN
Magistrado ponente: RODRIGO ESCOBAR GIL
Sentencia T-449/04 Bogotá, Mayo 10 de 2004
La honorable corte Constitucional aclara que a partir de la reforma introducida por la Ley 794
de 2003, el Recurso de apelación de materia civil, se puede sustentar ante el juez del
conocimiento o ante el Tribunal que debe resolverlo.
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL
Magistrado ponente: ALFREDO GÓMEZ QUINTERO
Ref.: Proceso No 18158 de Noviembre 02 de 2004
La Honorable corte establece que los contratistas, consultores, interventores y asesores
externos, son particulares que ejercen transitoriamente funciones publicas a las cuales les son
extensibles algunas sanciones derivadas del Estatuto de Contratación, así como del Código
Penal.
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado ponente: JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
Ref.: Expediente No. C-7198 de Mayo 25 de 2005
La honorable corte dejó claro que los periodos de carencia o exclusiones temporales afectan
sólo el riesgo de muerte por suicidio, cuando éste es voluntario.
Magistrado ponente: CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
Ref.: Expediente No. 0832-01 de Mayo 18 de 2005
La honorable Corte concluyó, que una vez pagada la indemnización por el asegurador,
adquiere éste el derecho a cobrar el saldo de los perjuicios irrogados.
Magistrado ponente: JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
Ref.: Expediente No. 0832-01 de Mayo 18 de 2005
La honorable corte precisó que los herederos de la víctima están legitimados para reclamar la
indemnización de perjuicios a través de la acción indirecta de reparación.
LEYES, DECRETOS, RESOLUCIONES
Ley 938 de diciembre 30 de 2004: Por la cual se expiden el Estatuto Orgánico de la Fiscalía
General de la Nación.
Ley 941 de Enero 14 de 2005: Por la cual se organiza el Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
Ley 954 de Abril 27 de 2005: Por medio de la cual se modifica, adicionan y derogan algunos
artículos de la Ley 446 de 1998 y el Código Contencioso administrativo, y se dictan otras
disposiciones sobre competencia, descongestión, eficiencia y acceso a la Administración de
Justicia.
CORTE CONSTITUCIONAL
SALA PLENA
Demanda de inconstitucionalidad contra los artículos 39 y 40 inciso 1º de la ley 472 de 1998.
Demandante: Ramiro Bejarano.
Magistrado ponente: Dr. JAIME ARAÚJO RENTERÍA
Bogotá, D. C., once (11) de mayo de dos mil cuatro (2004).
La Sala Plena de la Corte Constitucional, en cumplimiento de sus atribuciones constitucionales
y de los requisitos y trámites establecidos en el decreto 2067 de 1991, ha proferido la siguiente
SENTENCIA
I.
ANTECEDENTES
En ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad, el ciudadano RAMIRO BEJARANO
GUZMÁN presentó demanda contra los artículos 39 y 40 inciso 1º de la ley 472 de 1998.
Cumplidos los trámites constitucionales y legales propios de los procesos de constitucionalidad,
la Corte Constitucional procede a decidir acerca de la demanda de la referencia.
II.
LA NORMA ACUSADA
A continuación se transcribe el texto de la disposición demandada, conforme a la edición oficial.
LEY 472 DE 1998
(agosto 5)
Diario Oficial No. 43.357, de 6 de agosto de 1998
Por la cual se desarrolla el artículo 88 de la Constitución Política de Colombia en relación con
el ejercicio de las acciones populares y de grupo y se dictan otras disposiciones.
EL CONGRESO DE COLOMBIA
DECRETA:
ARTICULO 39. INCENTIVOS. El demandante en una acción popular tendrá derecho a
recibir un incentivo que el juez fijará entre diez (10) y ciento cincuenta (150) salarios
mínimos mensuales.
Cuando el actor sea una entidad pública, el incentivo se destinará al Fondo de Defensa
de Intereses Colectivos.
ARTICULO 40. INCENTIVO ECONOMICO EN ACCIONES POPULARES SOBRE MORAL
ADMINISTRATIVA. En las acciones populares que se generen en la violación del derecho
colectivo a la moralidad administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a
recibir el quince por ciento (15%) del valor que recupere la entidad pública en razón a
(sic) la acción popular.
Para los fines de este artículo y cuando se trate de sobrecostos o de otras irregularidades
provenientes de la contratación, responderá patrimonialmente el representante legal del
respectivo organismo o entidad contratante y contratista, en forma solidaria con quienes
concurran al hecho, hasta la recuperación total de lo pagado en exceso.
Para hacer viable esta acción, en materia probatoria los ciudadanos tendrán derecho a solicitar
y obtener se les expida copia auténtica de los documentos referidos a la contratación, en
cualquier momento. No habrá reserva sobre tales documentos.
1. LA DEMANDA
Considera el demandante que los artículos 39 y 40 inciso 1º de la ley 472 de 1998 contravienen
los artículos 1, 4, 13, 83 y 95 numerales 2, 5, 7, 8 y 9 de la Constitución. Sin embargo, el actor
sólo formuló cargos en relación con los artículos 1 y 13, en los siguientes términos:
- Con la consagración de las acciones populares en el plano constitucional se presentaron
varios fenómenos, a saber: de una parte dejaron de ser acciones civiles para convertirse en
acciones públicas; y de otra, su campo de acción se amplió en búsqueda de la protección de
todos los derechos e intereses colectivos y no sólo el de unos pocos. Asimismo se extendió la
legitimidad a cualquier persona para demandar, sin importar su interés particular. Por tanto,
habiendo perdido la acción popular la condición de instrumento civilista para transformarse en
una acción pública de estirpe constitucional, lo mismo debió haber ocurrido con el incentivo o
recompensa fijado a favor del actor popular, el cual se justificaba en el Código de Andrés Bello,
pero no en el régimen del Estado Social de Derecho adoptado en la Carta de 1991, apoyado
entre otros principios, en el de la solidaridad de los ciudadanos con el bien común.
- La circunstancia de que las acciones populares se hubiesen elevado a rango constitucional no
fue simplemente un movimiento diseñado para maquillarlas, sino una decisión política que ha
de generar consecuencias importantes, entre otras la de que el ejercicio de las mismas no tiene
por qué ser premiado con incentivos o recompensas, porque tales dispositivos son propios del
actuar ejercido al amparo de la normatividad privada.
- Con la fijación del mencionado incentivo se contraviene la Constitución, ya que ésta ha
dispuesto como principio la solidaridad de las personas que integran la Nación y su deber de
buscar el interés general. Dicho incentivo desnaturaliza el verdadero sentido constitucional de
la acción popular, convirtiéndola en un negocio de muchos particulares, que no la ven como
una oportunidad para hacer un bien a la comunidad evitando la vulneración o amenaza de los
derechos colectivos, sino como la oportunidad de enriquecerse. Lo cual está en contravía con
los postulados de la Carta Política, conforme a los cuales el principio de solidaridad se
desarrolla como aquel deber de conducta desinteresado, en el cual el ciudadano actúa en la
búsqueda del beneficio general, olvidándose de sus intereses generales.
- El asunto, pues, no deja duda alguna. El actor popular que obtiene sentencia favorable en
beneficio de la comunidad, reporta también provecho como miembro de esa colectividad con el
fallo proferido, pero no puede aspirar a recompensas o incentivos por su gestión, porque ésta
se ejecutó en cumplimiento del deber de solidaridad que ha de advertir con los fines del
Estado. Además, en lo que tiene que ver con las expensas judiciales causadas en el proceso,
éstas, en todo caso, le serán reembolsadas de obtener sentencia favorable. Es decir, el actor
popular que vence en su litigio se beneficia como miembro de la comunidad, sin que pierda los
costos asumidos en el litigio, que le son reembolsados por la contraparte condenada al pago de
las costas.
- De otra parte, los dispositivos demandados violan el derecho a la igualdad en virtud de la
incongruencia que media entre los dos. En efecto, pues mientras en el artículo 39 se indica que
en una acción popular el demandante tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará
entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales, en el artículo 40 se establece que en aquellas
acciones populares que se generen por la violación al derecho colectivo a la moralidad
administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el 15% del valor que
recupere la entidad pública en razón de esta acción. Con tal diferenciación se vulnera el
derecho a la igualdad de las personas que actúan en ejercicio de la acción popular, pues no se
justifica establecer diferencia alguna por virtud del derecho o interés colectivo que se considera
quebrantado o amenazado, y finalmente protegido por una sentencia.
- Adicionalmente, y aún más grave es que en el artículo 40 de la ley 471 de 1998 se obliga a
pagar el incentivo a la entidad pública que sea beneficiada con las resultas de la acción
popular; es decir, el ente estatal que participa del mismo interés del actor es quien debe en
últimas recompensarlo por su gestión, lo que deviene ilógico, dado que quien debe
recompensar al actor es la persona demandada, como quebrantadora o amenazadora de los
derechos e intereses colectivos. Lo cual, indirectamente, implica condenar al Estado, y por
ende a la comunidad.
- Lo que recupere la entidad estatal como consecuencia de un fallo de acción popular por
violación a la moralidad administrativa ha de ser sólo para ella, y no para compartirlo en un
15% con el actor popular, pues por ese camino se termina gravando al erario a propósito de su
protección, entronizando además una protuberante desigualdad entre los diferentes juicios de
acción popular.
IV.
INTERVENCIONES
1. Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial
El ciudadano Remberto Quant González interviene en representación de este Ministerio para
coadyuvar a la demanda de inconstitucionalidad de las disposiciones acusadas, solicitando al
efecto se declare su inxequibilidad. Sus argumentos se resumen así:
- A más de lo argumentado por el señor Ramiro Bejarano Guzmán, los artículos impugnados
violan los artículos 8 y 95-8 de la Carta Política. En efecto, de cara a la obligación de proteger
las riquezas naturales, mal podía el legislador contemplar el pago de incentivo alguno a favor
de los administrados que cumplen con una obligación de estirpe constitucional.
- Si el artículo 95-8 establece para los administrados un deber y una responsabilidad frente a la
protección y defensa de los recursos culturales y nacionales del país y de velar por su
conservación, mal podía el legislador autorizar que se pague un incentivo a favor de los
administrados que cumplen con ese deber y esa responsabilidad.
- Igualmente reiteramos que los artículos demandados son contrarios al derecho a la igualdad,
toda vez que si las acciones populares son mecanismos constitucionales de protección de
derechos, de la misma forma le correspondería incentivar a las personas que ejercitan las
acciones constitucionales tales como la de hábeas corpus, la de tutela, la de cumplimiento, la
de simple nulidad y la de inconstitucionalidad, dado que las mismas se hallan en igual rango de
inconstitucionalidad.
2. Defensoría del Pueblo
La ciudadana Karin Irina Kuhfeldt Salazar interviene en representación de esta entidad para
solicitar la declaratoria de exequibilidad de los artículos demandados. Sus razones se resumen
así:
- Del hecho de que los incentivos de las acciones populares bebieran en las fuentes del
derecho civil no se sigue que ellos sean inconstitucionales al extenderse al derecho público.
Una cosa es el origen de la institución y otra su conformidad con el ordenamiento superior.
- Ni las normas acusadas violan el principio de solidaridad ni las acciones populares se han
convertido en un negocio particular. Hay que tener presente que así como hoy en día el
derecho civil no garantiza una propiedad privada a ultranza, asimismo el derecho público no
garantiza hoy una puissance publique todopoderosa, que exija ciudadanos altruistas,
dispuestos a inmolarse por el interés público. Hoy se tolera el servicio militar remunerado, el
pago de recompensas por delación de delincuentes, la rebaja de penas por confesión o
delación, la rebaja del impuesto predial por pago anticipado, la responsabilidad patrimonial
objetiva del Estado –sin falta- por violación del principio de igualdad de los ciudadanos ante las
cargas públicas, etc.
- El punto es que ha irrumpido en el derecho una nueva categoría de derechos: los colectivos,
que se encuentran a mitad de camino entre el derecho privado y el derecho público. Y esa
híbrida naturaleza jurídica de los derechos colectivos hace que participen de unas facetas del
interés público y de otras facetas del interés privado. Los incentivos económicos que las reglas
acusadas otorgan al actor popular hunden sus raíces en el campo de la mixta naturaleza
jurídica de los derechos colectivos: como el derecho no es del Estado, sino de la colectividad,
no hay que exigir un altruismo desmesurado sino una especie de "dosis personal" de
solidaridad; y como el derecho no es particular sino de todos, es natural que todos se
beneficien de una acción popular victoriosa.
- Es más, así como la Corte Constitucional ha elaborado la teoría del derecho-deber, según la
cual los derechos tienen cargas, igualmente podría predicarse la teoría del deber-derecho,
según la cual algunos deberes aparejan beneficios. Al respecto resultan ilustrativos los
contenidos de los artículos 95-5, 95-8 de la Carta, en concordancia con los artículos 8, 63, 79 y
80 ibídem.
- Por otra parte hay que destacar que el numeral 2º del artículo 95 superior no consagra un
deber absoluto de solidaridad, sino que sólo alude a la solidaridad por razones humanitarias,
cuando está en peligro la vida o la salud de las personas. Recuérdese que la vida es un
derecho fundamental o de primera generación y la salud es un derecho prestacional o de
segunda generación, por tanto, ninguno de ellos es un derecho colectivo.
- Las normas acusadas permiten cohabitar el derecho político a interponer acciones públicas
con el deber de solidaridad, encajando además dentro del margen de maniobra de poder de
configuración legislativa. En síntesis, el principio de solidaridad no se opone al otorgamiento de
incentivos a un actor popular. El actor propone una falsa dicotomía entre solidaridad y
gratuidad. Los deberes de participación pueden ser perfectamente estimulados, promovidos,
remunerados.
- En cuanto a lo segundo, según datos extraídos del Registro Público de Acciones Populares y
de Grupo hasta la fecha se han presentado 3860 demandas de las cuales el Consejo de
Estado ha reconocido incentivos en 300 casos, de los cuales 271 por 10 salarios mínimos
legales mensuales. En un caso no se concedió incentivo y en 10 casos se otorgaron menos de
10 salarios mínimos.
- Por otra parte, el incentivo de las acciones populares es diferente a la recompensa a las
recompensas en materia penal, toda vez que el fundamento de éstas no es el de financiar la
protección del denunciante sino el lograr la eficacia de la justicia. Y ese criterio aplica para la
protección de los derechos colectivos. Ahora bien, la decisión de estimular al ciudadano en un
sector o en otro es un asunto de política judicial, de amplia discrecionalidad para el legislador.
- El incentivo previsto en el artículo 40 de la ley 472 de 1998 si bien es diferente a los
establecidos en el artículo 39 no es contrario a la Constitución, sino que encaja en la facultad
del legislador para establecer el alcance y límites de las autoridades en la lucha contra la
corrupción al amparo de los artículos 88, 89 y 150 de la Constitución. La fijación de un incentivo
al actor popular que logre efectivamente recuperar dineros públicos que se habían dilapidado
por inmoralidad administrativa, es una medida que reúne con éxito todos los pasos del test de
igualdad: el fin es constitucionalmente legítimo, la medida es útil y proporcional.
3. Intervención ciudadana
3.1. El ciudadano Juan Clavijo Vanegas interviene para coadyuvar la solicitud de declaratoria
de inexequibilidad de los artículos demandados. Comienza solicitando la integración de la
proposición jurídica completa aludiendo al artículo 34 de la ley 472 de 1998. Continúa
acogiéndose a lo expuesto por el actor frente a la supuesta violación del derecho a la igualdad.
Aduce que siendo la acción popular de naturaleza constitucional -como las de inexequibilidad,
simple nulidad, cumplimiento o tutela- que por tanto no merece incentivo o recompensa, ya que
no se ve razón que lo justifique. Desigualdad que también se aprecia en la propia regulación
diferencial de tales incentivos en las mismas acciones populares. Esa desigualdad ha
contribuido a que al amparo de la acción popular se congestionen los despachos judiciales con
la formulación de demandas casi siempre temerarias.
3.2. El ciudadano Pablo Felipe Robledo del Castillo interviene para solicitar la inexequibilidad
de las normas acusadas. Considera lesivo del derecho a la igualdad el que la defensa de un
interés colectivo diferente a la moralidad administrativa implique un incentivo de 10 a 150
salarios mínimos mensuales vigentes, mientras que frente a la moralidad administrativa el
incentivo es del 15% de lo recuperado por la entidad pública, que en la mayoría de los casos
supera el tope de los 150 salarios mínimos. Ese trato desigual se hace más intenso frente a
otras acciones públicas como la de cumplimiento, nulidad e inconstitucionalidad. En este
sentido debe recordarse que a todo ciudadano le corresponde velar solidariamente por el buen
funcionamiento del Estado, lo cual está emparentado con las necesidades de la vida en
comunidad que implican la prevalencia del interés general sobre el particular. Por consiguiente,
el incentivo económico riñe con el deber de solidaridad, pues desfigura la filosofía del mismo,
dejando de ser un deber u obligación para convertirse en un negocio particular de raigambre
civilista.
3.3. El ciudadano Fernando A García Matamoros interviene para solicitar la inexequibilidad de
las reglas impugnadas. De acuerdo con las recompensas previstas en la ley 472 de 1998 ya los
ciudadanos no tienen que denunciar por delitos de peculado, celebración indebida de contratos
o actos de corrupción administrativa, pues una acción popular deja mejores dividendos. Esa
recompensa no sirve para proteger el derecho colectivo sino para satisfacer el interés personal
del denunciante. La recompensa constituye una manifestación de la falta de solidaridad
ciudadana, pues sería aquélla y no ésta la que instaría a las personas al ejercicio de la acción.
Además entraña una desigualdad en el trato para quienes denuncien violación de intereses y
derechos colectivos protegidos por el Código Penal, pues quienes actúen bajo esta esfera no
recibirán ningún incentivo, como sí lo recibirán quienes acudan a la acción popular.
3.4. El ciudadano Francisco Eduardo Rojas Quintero interviene para defender la
constitucionalidad de los preceptos demandados. Al respecto argumenta: los jueces deben
ordenar el pago de los incentivos sólo a quienes en acción popular prueben fehacientemente la
amenaza o la vulneración de los derechos e intereses colectivos y que dicha acción haya sido
el medio procesal a través del cual se haya hecho cesar la amenaza y la vulneración, sin que
tenga que ver la forma como termine el proceso. Dichos incentivos no pueden otorgarse de
manera caprichosa por el juez, pues no se trata de una concesión graciosa.
Contrario a lo dicho por el actor, los incentivos sí están cumpliendo la finalidad para la que
fueron establecidos, la cual no es otra que la de despertar la solidaridad de las personas para
que actúen altruisticamente en defensa de los derechos e intereses colectivos. El derecho al
pago de los mencionados incentivos representa un mínimo reconocimiento al actor popular, a
la vez que cada éxito le incita a seguir actuando en defensa de los derechos e intereses
colectivos, debiendo reinvertir parte de lo ganado en investigación y en nuevas acciones
populares.
Frente a la supuesta violación del derecho a la igualdad debe recordarse que los referidos
incentivos no constituyen condena sino un simple reconocimiento a la eficiente labor del actor
en defensa de los derechos e intereses colectivos, donde la recompensa del artículo 40 no
excluye la del artículo 39. El derecho a recibir el 15% del valor recuperado es equitativo ya que
es debido a la acción popular incoada que la entidad ha recuperado unas sumas de dinero que
en otra forma jamás hubiera rescatado.
Tampoco se puede hablar de quebranto al derecho a la igualdad arguyendo que el incentivo no
está previsto para la acción de cumplimiento ni para la tutela ni para las demás acciones
públicas. Eso no es cierto porque mientras en las demás acciones se persigue el
reconocimiento o la protección de derechos subjetivos, en la acción popular no. El
demandante, antes que estar animado por la solidaridad y el altruismo, lo que pretende es
privar a las acciones populares de su fuerza motriz, de su éxito. Es evidente que los incentivos
económicos cuestionados son constitucionales, porque lo que con ellos se propuso el
legislador fue facilitar la participación y la solidaridad en las decisiones que nos afectan y en las
más importantes expresiones de la vida en comunidad.
3.5. El ciudadano Ricardo Rodríguez Asensio interviene para defender la constitucionalidad de
las normas demandadas. Dice así: la solidaridad que contempla la Constitución no desaparece,
por el contrario, encuentra adecuado desarrollo en el hecho de que algunas de las personas
ejerciten mecanismos judiciales para alcanzar decisiones preventivas, restitutorias e
indemnizatorias de los derechos e intereses colectivos cuando quiera que resulten
amenazados o vulnerados. Tampoco se infringe el artículo 13 superior por cuanto los
contenidos cuestionados no representan privilegio alguno a favor de quienes mediante su
trabajo y valor cívico emprenden las acciones populares, lo cual lo hacen en interés de la
comunidad. No violan el artículo 83 superior porque cuando las demandas sean temerarias o
evidencien mala fe, con base en el artículo 38 de la ley 472 de 1998 el juez debe aplicar los
correctivos del caso. No se quebranta el artículo 95-2 ibídem porque el trabajo procesal que se
despliega no pugna con la asunción de acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro la vida o salud de las personas. La fijación de incentivos es inductiva de conductas que
den ejemplo ente el entorno social en pro de los intereses de la comunidad, compensando el
esfuerzo material e intelectual por asumir causas sociales justas, a tiempo que se contribuye a
la difusión de valores jurídicos y patrimoniales de la sociedad.
3.6. El ciudadano Felipe García Pineda interviene para defender la constitucionalidad de las
reglas demandadas, expresándose así: en virtud de la legitimación en causa por activa para
instaurar acciones populares, es solidario quien por iniciativa propia procede en tal sentido. En
esta dirección se pronunció el Consejo de Estado al afirmar que "El incentivo constituye un
estímulo para quienes se solidarizan con la sociedad, se sienten parte activa de la comunidad y
velan por el respeto y preservación de los derechos colectivos". Por tanto, el reconocimiento
del incentivo consagrado en el artículo acusado no es otra cosa que la valoración positiva que
el legislador hace del proceder solidario con la comunidad.
En relación con la diferencia que media entre los montos de los incentivos estipulados en los
artículos 39 y 40 de la ley 472 de 1998 debe destacarse su justificación por la naturaleza
misma del interés colectivo y su rango de importancia, sin que ello implique un manejo
peyorativo de los demás intereses colectivos enunciados en la misma ley 472. Es decir, se trata
de una preceptiva constitucional.
V.
CONCEPTO DEL PROCURADOR GENERAL DE LA NACIÓN
El Procurador General de la Nación, en concepto de trece (13) de enero de dos mil cuatro
(2004) solicita a la Corte declarar la exequibilidad del artículo 39 de la ley 472 de 1998 y la
constitucionalidad condicionada del inciso primero del artículo 40 ibídem, en el entendido de
que quien debe pagar el incentivo es el actor y no la entidad pública. Sus argumentos se
resumen así:
- Aún en el ámbito del Código Civil las acciones populares eran acciones públicas, pues
además de que podían ser incoadas por cualquier persona, perseguían la protección del
interés general, aunque la defensa de éste implicara también la protección del interés privado
del actor. Luego no le asiste razón al actor cuando afirma que las acciones populares nacieron
a la vida jurídica como acciones de estirpe ius privatista, lo cual justificaría la existencia o el
pago de una recompensa al actor exitoso, por cuanto, si bien los preceptos que regulaban tales
mecanismos formaban parte del Código Civil, estos medios de defensa tenían un carácter
público, por su fin y su titularidad.
- La prevalencia del interés general se logra a través de la solidaridad y la participación de las
personas en la vida política, cívica y comunitaria del país, lo que a su vez se constituye en
deberes de los ciudadanos y de las personas, los cuales sólo pueden cumplirse si se tienen los
mecanismos idóneos para ello. En tal sentido, y con el fin de proteger los derechos e intereses
colectivos el Constituyente de 1991 elevó a rango constitucional las acciones populares.
- Las acciones populares son instrumentos procesales que tienen un alcance mucho mayor que
las acciones públicas de nulidad e inexequibilidad, pues, no sólo buscan mantener incólume el
ordenamiento jurídico, sino que persiguen la protección de derechos que interesan no sólo a la
comunidad nacional sino a toda la humanidad, tales como el medio ambiente, el cual forma
parte del entorno vital del hombre, necesario para su supervivencia y la de las generaciones
futuras.
- El incentivo económico para el actor popular consagrado en las normas demandadas no
vulnera el ordenamiento constitucional. En efecto, hay que destacar que entre los motivos que
tuvo el Constituyente para elevar a rango constitucional las acciones populares está la
necesidad de suministrar instrumentos efectivos que hagan posible la realización del principio
de solidaridad y el cumplimiento del deber de participación por parte de los asociados, frente a
la protección de los derechos e intereses colectivos.
- El incentivo fijado por el Congreso constituye cabal realización de los principios del Estado
Social de Derecho, de la primacía del interés general sobre el particular, de la solidaridad y de
las disposiciones superiores que señalan los deberes de las personas y de los ciudadanos.
- No existe unanimidad por parte de los intérpretes de los artículos 39 y 40, inciso primero, de
la ley 472 de 1998 sobre el sentido del incentivo. Sin embargo, de acuerdo con el Diccionario
de la Lengua Española no le asiste razón al demandante cuando afirma que el hecho de no
recibir un incentivo no implica que el actor popular termine asumiendo la carga pública de
adelantar un proceso, puesto que las expensas le son reembolsadas en el evento de prosperar
su acción. Y no le asiste razón por cuanto incentivo y expensas tienen naturaleza diferente. El
incentivo es un medio para estimular, mover, animar a las personas a defender a través de las
acciones populares, los derechos colectivos.
- En el derecho comparado, al igual que en Colombia, si bien existe el deber ciudadano de
proteger los derechos e intereses colectivos, también se han diseñado incentivos económicos
con el fin de reducir la contaminación por debajo del estándar o meta ambiental o para mejorar
o estimular la tasa de cumplimiento de una obligación ambiental. Así por ejemplo se puede citar
el caso de los Estados Unidos. Por tanto, el deber de protección de los derechos colectivos y
los incentivos o estímulos para la defensa de tales intereses no se excluyen. Por el contrario,
se complementan de manera constitucional.
- En cuanto a la posibilidad de enriquecimiento con las acciones populares debe observarse
que el artículo 39 acusado deja en manos del juzgador, en cada caso, la determinación del
monto de los incentivos, los cuales oscilan entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales.
Entonces, el juez controla esta cuantificación, tal como se desprende de la jurisprudencia del
Consejo de Estado y de la información suministrada por la Defensoría del Pueblo en su
intervención. De otra parte, contra el pretendido enriquecimiento obra también la circunstancia
de que cuando el demandante es un ente público, y obtiene sentencia favorable, el incentivo se
debe destinar al fondo de defensa de intereses colectivos.
- Además, es preciso advertir que el actor no estructuró cargos frente a la posible violación de
los artículos 83 y 95, numerales 7 y 9 de la Constitución.
- El inciso primero del artículo 40 de la ley 472 de 1998 no vulnera el artículo 13 superior, si se
tiene en cuenta que el valor que recupere la entidad pública en razón de la acción popular
puede ser inclusive inferior a 10 salarios mínimos mensuales, pues la norma no establece
límite alguno y, como es lógico, el 15% de ello equivale a una suma mucho menor.
Ciertamente, el actor parte de una interpretación errónea de la norma para concluir que riñe
con el derecho a la igualdad.
- Sin restarle importancia a los demás derechos e intereses colectivos, no es un secreto que
uno de los bienes más afectados por la corrupción son los recursos presupuestales de la
Nación, por lo que el legislador, en ejercicio de su poder de configuración legislativa, tiene el
deber de establecer mecanismos que garanticen una mayor eficacia en la defensa de este tipo
de intereses, sin vulnerar el derecho de igualdad.
- Asimismo debe resaltarse que el artículo 40 está fijando el monto del incentivo, pero no quién
debe pagarlo. Por tanto, dada la diversidad de criterios sobre a quién le corresponde pagar el
incentivo del 15% del valor que recupere la entidad pública, este Despacho, teniendo en cuenta
el contenido del inciso primero del artículo 40 solicitará a la Corte que declare su exequibilidad,
en el entendido de que quien debe pagar tal incentivo debe ser el demandado, pues, si el
objeto de las acciones populares que se generen en el derecho colectivo a la moralidad
administrativa es salvaguardar el patrimonio estatal, no estaría acorde con la Constitución que
se sustrajera de éste el estímulo al actor.
VI.
CONSIDERACIONES Y FUNDAMENTOS
1. Competencia
Esta Corporación es competente para decidir en definitiva sobre la constitucionalidad de la
norma acusada, con arreglo a lo dispuesto en el artículo 241, numeral 4 de la Carta Política,
toda vez que ellas forman parte integrante de una ley.
2. Planteamiento del problema
El demandante formula glosas contra los artículos 39 y 40 inciso primero de la ley 472 de 1998,
por considerarlos contrarios a los artículos 1 y 13 de la Constitución Política. En síntesis afirmó:
Con la fijación del mencionado incentivo se contraviene la Constitución, ya que ésta ha
dispuesto como principio la solidaridad de las personas que integran la Nación y su deber de
buscar el interés general. Dicho incentivo desnaturaliza el verdadero sentido constitucional de
la acción popular, convirtiéndola en un negocio de muchos particulares, que no la ven como
una oportunidad para hacer un bien a la comunidad evitando la vulneración o amenaza de los
derechos colectivos, sino como la oportunidad de enriquecerse. Lo cual está en contravía con
los postulados de la Carta Política, conforme a los cuales el principio de solidaridad se
desarrolla como aquel deber de conducta desinteresado, en el cual el ciudadano actúa en la
búsqueda del beneficio general, olvidándose de sus intereses generales.
De otra parte, los dispositivos demandados violan el derecho a la igualdad en virtud de la
incongruencia que media entre los dos. En efecto, pues mientras en el artículo 39 se indica que
en una acción popular el demandante tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará
entre 10 y 150 salarios mínimos mensuales, en el artículo 40 se establece que en aquellas
acciones populares que se generen por la violación al derecho colectivo a la moralidad
administrativa, el demandante o demandantes tendrán derecho a recibir el 15% del valor que
recupere la entidad pública en razón de esta acción.
Adicionalmente, y aún más grave es que en el artículo 40 de la ley 471 de 1998 se obliga a
pagar el incentivo a la entidad pública que sea beneficiada con las resultas de la acción
popular; es decir, el ente estatal que participa del mismo interés del actor es quien debe en
últimas recompensarlo por su gestión, lo que deviene ilógico, dado que quien debe
recompensar al actor es la persona demandada, como quebrantadora o amenazadora de los
derechos e intereses colectivos. Lo cual, indirectamente, implica condenar al Estado, y por
ende a la comunidad.
En orden a la resolución del presente asunto la Sala abordará el examen de los siguientes
temas: (i) el principio de solidaridad en la Constitución Política; (ii) naturaleza, sentido y alcance
de las acciones populares; (iii) el caso concreto.
3. El principio de solidaridad en la Constitución Política
La Carta Política identifica la naturaleza de nuestra organización institucional destacando a
Colombia como un Estado Social de Derecho democrático, participativo y pluralista, fundado en
el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran
y en la prevalencia del interés general. Estos enunciados constitucionales básicos delimitan a
su vez las relaciones que pueden darse entre los habitantes del país y las autoridades, al
propio tiempo que el ejercicio de las acciones. Es decir, como lo ha reconocido esta
Corporación, las primeras normas del ordenamiento superior condensan la filosofía política que
inspira el diseño institucional previsto por la Carta, representando así los principios esenciales
que irradian todo el espectro constitucional y condicionan la acción de las autoridades en
general, y del Legislador en particular. De lo cual se sigue que, estos principios o fórmulas
constitucionales básicos se erigen como criterios hermenéuticos esenciales para determinar el
contenido propio de otras cláusulas superiores más particulares, como aquellas que regulan la
organización institucional, las relaciones de las personas con las autoridades o el ejercicio de
las acciones mismas.
La solidaridad, en tanto valor fundante provoca una pregunta a responder en la perspectiva
ética, a saber: ¿qué modelo ético tiene la Constitución Política?
En principio, en un Estado laico no puede haber un modelo ético privilegiado, como sería, por
ejemplo, el que obedece a una concepción utilitarista, bajo la cual se hace el bien por la
retribución que se recibe; o también, aquel que se pliega a la tesis kantiana de hacer el bien
por el bien mismo, en la órbita del imperativo categórico que quiere darle a la conducta humana
un rol paradigmático frente a la comunidad.
Al respecto, el itinerario jurisprudencial de esta Corporación ofrece significativas expresiones
que contribuyen ampliamente a la concreción de una respuesta constitucional, cual es la de
que nuestro ordenamiento supremo no acoge un modelo ético privilegiado; antes bien, sobre la
base del pluralismo y del respeto a la diferencia las instituciones colombianas están abiertas a
todas las posibilidades éticas, con la indefectible condición de que las potenciales
manifestaciones éticas sean compatibles para con la existencia y desarrollo de los derechos
fundamentales.
En esta dimensión el principio de la solidaridad se despliega como un deber que pesa en
cabeza del Estado y de todos los habitantes del país. Yendo en el primer caso de lo público
hacia lo privado, a tiempo que en el segundo del núcleo familiar hacia el ámbito social, en una
suerte de concatenaciones dialécticas que deben tener siempre a la persona como razón y fin
último. Así las cosas:
El deber de solidaridad del Estado ha de ser entendido como derivación de su
carácter social y de la adopción de la dignidad humana como principio fundante
del mismo. En virtud de tal deber, al Estado le corresponde garantizar unas
condiciones mínimas de vida digna a todas las personas, y para ello debe
prestar asistencia y protección a quienes se encuentren en circunstancias de
inferioridad, bien de manera indirecta, a través de la inversión en el gasto
social, o bien de manera directa, adoptando medidas en favor de aquellas
personas que por razones económicas, físicas o mentales, se encuentren en
circunstancias de debilidad manifiesta. Es claro que el Estado no tiene el
carácter de benefactor, del cual dependan las personas, pues su función no se
concreta en la caridad, sino en la promoción de las capacidades de los
individuos, con el objeto de que cada quien pueda lograr, por sí mismo, la
satisfacción de sus propias aspiraciones. Pero, el deber de solidaridad no se
limita al Estado: corresponde también a los particulares, de quienes dicho
deber es exigible en los términos de la ley, y de manera excepcional, sin
mediación legislativa, cuando su desconocimiento comporta la violación de un
derecho fundamental. Entre los particulares, dicho deber se ubica en forma
primigenia en la familia, dentro de la cual cada miembro es obligado y
beneficiario recíprocamente, atendiendo razones de equidad.
El deber de solidaridad en cabeza del Estado Social de Derecho es inherente a su existencia y
cualificación en la esfera de cumplimiento de sus fines esenciales, al paso que en cabeza de
los particulares el deber de solidaridad es exigible en los términos de ley. En sentir de la Corte:
Es la solidaridad social, a la cual todos estamos obligados y que todos, al
mismo tiempo, podemos esperar de los demás: es obligación de todos y de
cada uno proceder de conformidad con esa solidaridad; y cada uno de
nosotros, lo mismo que la comunidad entera, tiene el derecho a que esa
solidaridad se manifieste en su defensa.
De otra parte ha sostenido esta Corporación que la solidaridad es un valor constitucional que
en cuanto fundamento de la organización política presenta una triple dimensión, a saber: (i)
como una pauta de comportamiento conforme a la cual deben obrar las personas en
determinadas ocasiones; (ii) como un criterio de interpretación en el análisis de las acciones u
omisiones de los particulares que vulneren o amenacen los derechos fundamentales; (iii) como
un límite a los derechos propios.
El deber – derecho de solidaridad corre a cargo y a favor de cada miembro de la comunidad,
constituyéndose en patrón de conducta social de función recíproca, adquiriendo una especial
relevancia en lo relativo a la cooperación de todos los asociados para la creación de
condiciones favorables a la construcción y mantenimiento de una vida digna por parte de los
mismos. Por donde, la solidaridad se despliega como columna vertebral para la articulación de
voluntades en el propósito común de convivencia pacífica, desarrollo socio – cultural y
construcción de Nación. No es de extrañar la trascendencia que la solidaridad ha tenido a
través de la historia de la humanidad, propiciando mayores grados de civilización y desarrollo
tecnológico, al igual que proveyendo a la solución de las imperiosas necesidades que suelen
surgir de las grandes catástrofes naturales, de las enfermedades, de las hambrunas, de los
incendios y de las mismas guerras.
En el ámbito de nuestro ordenamiento jurídico discurren múltiples expresiones de la
solidaridad, siendo pertinente destacar, entre otras las siguientes: (i) la que le corresponde
asumir al Estado, a la sociedad y a la familia frente al derecho a la vida digna; (ii) la que le
atañe a las personas frente al deber de contribuir al financiamiento de los gastos e inversiones
del Estado dentro de conceptos de justicia y equidad; (iii) la que le corresponde al empleador
frente a la dignidad del trabajador que padece de alguna enfermedad catastrófica,
manteniéndolo en su cargo, o si existe posibilidad de contagio, reubicándolo en otra plaza.
Finalmente, teniendo la solidaridad tanto móviles para su ocurrencia, no es de esperar que ella
siempre despunte por generación espontánea, dado que, si bien la espontaneidad para dar de
sí a quien lo necesita es una importante fuente de solidaridad, es de reconocer que ésta puede
ser válidamente inducida, promocionada, patrocinada, premiada y estimulada por el Estado en
orden a la materialización y preservación de determinados bienes jurídicos de especial
connotación social. Lo cual encuentra arraigo constitucional en el hecho de que nuestra Carta
Política no prohíja un modelo ético único, pues, según se vio, la pluralidad de pensamiento y el
respeto a la diferencia campean cual coordenadas rectoras de las instituciones del Estado y de
las relaciones entre los particulares y las autoridades públicas.
4. Acerca de las normas sobre el deber. Egoísmo, altruismo y benevolencia. Interés
personal e interés público.
4.1. Acerca de las normas sobre el deber y su cumplimiento se puede considerar en primer
término el planteamiento socrático (Critón), conforme al cual el ciudadano respetuoso de la ley,
de la Ciudad y de su Patria no tiene otra opción más justa que la de plegarse a los dictados de
la ley; sí, la misma que lo engendró, lo cuida e instruye; y de la cual sólo puede sustraerse
yéndose a país extranjero. Por lo cual, en tanto se quede en la Ciudad, el ciudadano debe
hacer lo que la ley manda, sin que le sea dado atentar contra ella alegando obrar según su
sentido personal de justicia. De tal suerte que si el mandato legal:
(…) envía a la guerra, para ser heridos o para morir, hay que hacerlo, que así
es justo, sin huir el cuerpo, sin retroceder, sin abandonar la fila; y en guerra, en
tribunal, en todas partes hay que hacer lo que manden Ciudad y Patria, o tratar
de persuadirlas en lo que permita la justicia, mas no hacerles fuerza;
Lo que equivale a decir que el ciudadano debe cumplir el mandato de la ley en todas las
circunstancias, o con el posterior talante kantiano, que el deber inscrito en la ley se constituye
en un imperativo ineludible para la persona en tanto regla de conducta, deseable. Postulado
que se enmarca dentro de la moral deontológica, esto es, aquella que sostiene que ciertas
acciones son correctas independientemente de sus resultados, y claro, en cuanto se adecuan a
ciertos principios morales. Por contraste, el utilitarismo –en un sentido restringido- corresponde
a una concepción teleológica específica según la cual son deseables las consecuencias de las
acciones que producen utilidad. Siendo por tanto correctas esas acciones.
Ahora bien, en relación con el problema lógico que suscitan las normas sobre deberes y su
cumplimiento surge la tesis liberal, conforme a la cual, los deberes no se pueden imponer con
prescindencia de la ley, esto es, la existencia y exigibilidad de los deberes sólo tiene validez y
eficacia en tanto los preceda una ley que les permita nacer a la vida jurídica, al propio tiempo
que dispone sobre la forma y oportunidad de su cumplimiento, dado que, los deberes sólo se
pueden cumplir en la forma en que lo disponga la ley. Por manera que en la esfera deóntica no
hay lugar para la discrecionalidad ni para la alternatividad potestativa en cabeza de los
destinatarios de sus mandatos, pues, ellos deben limitarse a cumplir los respectivos deberes.
Contrario a lo que ocurre con las facultades, donde la persona puede cumplir de manera
alternativa, en un espectro de varias opciones.
4.2. Las personas realizan sus acciones con algún interés: individual, social o en ambos
sentidos; enmarcándose, según el caso, dentro del interés personal y/o el interés público. A lo
cual debe concurrir la política de interés público promoviendo el interés colectivo de las
personas.
Al hacer un deslinde entre fines utilitaristas y fines no utilitaristas, cabe hacer una distinción
entre los primeros, según el bienestar a promover. Así:
(…) hemos de distinguir entre egoísmo, altruismo y lo que John Stuart Mill
denominó benevolencia. Un agente egoísta trata de promover su propio
bienestar, independientemente de los efectos que su acción pueda tener sobre
otros. El altruista se preocupa más del bienestar de los demás que del suyo
propio. Un agente benevolente mira al bienestar de un grupo, del cual es
miembro él mismo, dando a su utilidad ni más ni menos valor que a la de
cualquier otro miembro del grupo.
Es decir, mientras la conducta del altruista y el benevolente atienden al bienestar del grupo, en
mayor o menor intesidad, según las características vistas; por su parte el egoísta privilegia su
propio bienestar.
4.3. En este orden de ideas, es innegable la coexistencia que se da entre el interés personal y
el interés público, donde, mientras el primero se destaca por la promoción del bienestar propio,
el segundo, se erige hacia la promoción del bienestar colectivo.
(…) una política irá en interés público si sus consecuencias cumplen uno o más
de los valores fundamentales de la comunidad."
Ahora bien, la sincronía del interés personal y del interés público depende tanto de la política
de Estado como de los motivos y fines que guíen la acción de los individuos en los modelos
vistos: el egoísta, el altruista y el benevolente. Siendo claro que una política que auspicie el
fortalecimiento dinámico de los valores fundamentales de la comunidad se verá mejor servida
con la concurrencia de múltiples voluntades benevolentes. Así las cosas, la prevalencia del
interés público debe edificarse sin anular los legítimos intereses de los particulares, por lo cual,
si bien éstos pueden ser limitados en virtud de los público, tal circunstancia no puede
extenderse validamente hacia la negación del individuo.
5. Naturaleza, sentido y alcance de las acciones populares
Sobre esta materia sostuvo la Corte en Sentencia C-215 de 1999:
(...), dentro de los mecanismos de protección de los derechos constitucionales,
la Carta de 1991 elevó a canon constitucional, acciones que de tiempo atrás
existían en el sistema jurídico colombiano como medios de defensa de
derechos e intereses colectivos: las denominadas acciones populares (art.
88, inciso primero, C.P.). Estos instrumentos buscan proteger esa categoría de
derechos e intereses en cuanto se relacionan con el patrimonio, el espacio, la
seguridad y la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre
competencia y otros de similar naturaleza que se definan por el legislador.
(...)
En el Código Civil colombiano, se regulan acciones populares que se agrupan
en: a) Protección de bienes de uso público (entre otros, arts. 1005, 1006,
1007, 2358 y 2360), conducentes a preservar la seguridad de los transeúntes y
el interés de la comunidad respecto de obras que amenacen causar un daño; y
b) Acción por daño contingente (art. 2359 y 2360), que puede derivarse de la
comisión de un delito, la imprudencia o negligencia de una persona, que
pongan en peligro a personas indeterminadas.
De otro lado, existen acciones populares reguladas por leyes especiales: a)
Defensa del consumidor (Decreto Ley 3466 de 1982 - Estatuto del
Consumidor - ); b) Espacio público y ambiente (La Ley 9ª de 1989 (art. 8º) Reforma Urbana - , que remite a la acción popular establecida en el Código
Civil (art. 1005) "... para la defensa de la integridad y condiciones de uso, goce
y disfrute visual de dichos bienes mediante la remoción, suspensión o
prevención de las conductas que comprometieren el interés público o la
seguridad de los usuarios" ; c) Competencia desleal: (Ley 45 de 1990) relativa
a la intermediación financiera, normas que en materia de la actividad
aseguradora, hacen el reenvío a las disposiciones de protección de las
personas perjudicadas con esas prácticas contenidas en el Decreto Ley 3466
de 1982.
Es pertinente observar, que las situaciones enunciadas en el artículo 88 de la
Carta Política no son taxativas, en la medida en que la propia norma
constitucional defiere al legislador, el señalamiento de otros derechos e
intereses colectivos que considere deban ser protegidos por medio de este
instrumento jurídico ahora consagrado a nivel constitucional, siempre y cuando
no contraríen la finalidad pública o colectiva para la que fueron concebidos.
La clasificación que la Ley 472 de 1998 hace de los derechos e intereses
colectivos susceptibles de ser reclamados mediante acciones populares,
tampoco agota en la medida en que la misma norma dispone que, además de
los que se enumeran en ese estatuto, son derechos e intereses colectivos, los
definidos como tales en la Constitución, las leyes ordinarias y los tratados de
Derecho Internacional celebrados por Colombia. De igual manera, señala que
los derechos e intereses de ese rango enunciados en el artículo 4o. de la ley
en mención, estarán definidos y regulados por las normas actualmente
vigentes o las que se expidan con posterioridad a la entrada en vigencia de la
presente ley (6 de agosto de 1999).
Debe destacarse, que en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente hubo
claridad en cuanto tiene que ver con el carácter público de las acciones
populares en defensa de intereses colectivos, en cuanto "... se justifica que se
dote a los particulares de una acción pública que sirva de instrumento para
poner en movimiento al Estado en su misión, bien de dirimir los conflictos que
pudieren presentarse, bien de evitar los perjuicios que el patrimonio común
pueda sufrir".
Ese carácter público, implica que el ejercicio de las acciones populares supone
la protección de un derecho colectivo, es decir, de un interés que se encuentra
en cabeza de un grupo de individuos, lo que excluye motivaciones meramente
subjetivas o particulares. No obstante, suponen la posibilidad de que cualquier
persona perteneciente a esa comunidad, pueda acudir ante el juez para
defender a la colectividad afectada, con lo cual se obtiene de manera
simultánea, la protección de su propio interés.
Ahora bien, otra característica esencial de las acciones populares es su
naturaleza preventiva, lo que significa que no es ni puede ser requisito para su
ejercicio, el que exista un daño o perjuicio de los derechos o intereses que se
busca amparar, sino que basta que exista la amenaza o riesgo de que se
produzca, en razón de los fines públicos que las inspiran. Desde su remoto
origen en el derecho romano, fueron concebidas para precaver la lesión de
bienes y derechos que comprenden intereses superiores de carácter público y
que por lo tanto no pueden esperar hasta la ocurrencia del daño.
(...)
Además, ha afirmado la Corte " ... su propia condición permite que puedan ser
ejercidas contra las autoridades públicas por sus acciones y omisiones y por
las mismas causas, contra los particulares; su tramitación es judicial y la ley
debe proveer sobre ellas atendiendo a sus fines públicos y concretos, no
subjetivos ni individuales".
De igual manera, dichos mecanismos buscan el restablecimiento del uso y
goce de tales derechos e intereses colectivos, por lo que también tienen un
carácter restitutorio, que se debe resaltar.
Finalmente debe enfatizarse que las acciones populares de que trata el artículo 88 superior
constituyen un mundo diferente al de las acciones de inconstitucionalidad, de nulidad simple o
de cumplimiento. Bastando al efecto observar la jerarquía jurídica de la norma que se aduce
como violada en cada una de tales acciones, al igual que el sentido de cada censura y las
normas y actos que se comparan en las respectivas hipótesis jurídicas. De suerte tal que al no
ser equiparables dichas acciones, bien pueden soportar un tratamiento distinto por parte del
legislador y de los operadores jurídicos.
6. El caso concreto
6.1. El artículo 39 de la ley 472 de 1998 establece un incentivo a favor del demandante
triunfante en una acción popular, cuyo monto debe ser fijado por el juez dentro de un rango que
oscila entre los diez (10) y los ciento cincuenta (150) salarios mínimos mensuales. Por lo tanto,
se trata de un incentivo que no queda atado a la mera discrecionalidad del juez, toda vez que
dentro de los topes fijados, en cada proceso él debe ponderar tanto la trascendencia que la
sentencia a dictar puede tener en torno a los derechos e intereses colectivos reivindicados
efectivamente, como la mayor o menor diligencia desplegada por el actor durante todo el
proceso. A lo cual concurre eficientemente el acervo probatorio debidamente valorado por el
juez.
Asimismo, cuando el demandante no es una persona natural o jurídica de derecho privado,
sino una entidad pública, el mencionado incentivo debe destinarse al Fondo de Defensa de los
intereses colectivos.
Bajo este esquema conceptual las acciones populares combinan el deber de solidaridad que a
todas las personas les atañe, con la potestad del Estado para inducir, promocionar, patrocinar,
premiar y, en general, estimular el ejercicio de tales acciones en orden a la materialización y
preservación de determinados bienes jurídicos de especial connotación social. Lo cual
encuentra arraigo constitucional en el hecho de que nuestra Carta Política no prohíja un
modelo ético único, pues, según se vio, la pluralidad de pensamiento y el respeto a la
diferencia campean cual coordenadas rectoras de las instituciones del Estado y de las
relaciones entre los particulares y las autoridades públicas. Es decir, respetando el
pensamiento que cada cual pueda tener sobre la forma de hacer efectivo su deber de
solidaridad, el Congreso prevé un estímulo que resulta válido frente a la efectiva defensa de los
derechos e intereses colectivos, el cual resulta proporcionado al tenor de los topes limitativos
del monto del incentivo a decretar judicialmente. De suerte tal que, a tiempo que el
demandante reporta un beneficio para sí, la sociedad misma se siente retribuida con la efectiva
reivindicación de sus derechos e intereses colectivos.
El esquema de incentivar con estímulos económicos la colaboración de los ciudadanos con la
justicia no es rara y su aplicación más relevante se encuentra en el derecho penal.
El incentivo económico es una manera de compensar la carga que asume el demandante, pues
de no existir seria una carga desproporcionada para quien inicia la acción.
Ahora bien, según se ha destacado en líneas anteriores, bajo los mismos presupuestos
normativos el demandante puede ser una entidad pública, caso en el cual, el incentivo
reconocido judicialmente quedará bajo la titularidad del Estado. Es decir, no se causará
erogación alguna a favor de particulares, al propio tiempo que el Tesoro Público se fortalece, o
cuando menos, se mantiene sin variación con referencia a las resultas de la correspondiente
acción popular.
De otro lado es importante señalar que el actor propone en su demanda un falso dilema entre
solidaridad y gratuidad, toda vez que, según se desprende de lo expuesto en el numeral 4º de
esta sentencia, la solidaridad es compatible con la benevolencia. Esto es, el interés público se
puede materializar con el simultáneo beneficio del interés particular, ya que ninguna regla
constitucional auspicia ni ampara la anulación de todo bienestar privado en la perspectiva del
bienestar público.
Consecuentemente, la Sala encuentra ajustado a la Constitución el artículo 39 de la ley 472 de
1998.
6.2. El inciso primero del artículo 40 de la ley 472 de 1998 establece un incentivo diferente para
el caso de las acciones populares que se generen en la violación del derecho colectivo a la
moralidad administrativa, indicando que en tal hipótesis el demandante o demandantes tendrán
derecho a recibir el quince por ciento (15%) del valor que recupere la entidad pública en razón
de la acción popular.
Al respecto el actor de la presente acción de inconstitucionalidad manifiesta que los
dispositivos demandados violan el derecho a la igualdad en virtud de la incongruencia que
media entre los dos. Dado que, mientras en el artículo 39 se indica que en una acción popular
el demandante tendrá derecho a recibir un incentivo que el juez fijará entre 10 y 150 salarios
mínimos mensuales, en el artículo 40 se establece que en aquellas acciones populares que se
generen por la violación al derecho colectivo a la moralidad administrativa, el demandante o
demandantes tendrán derecho a recibir el 15% del valor que recupere la entidad pública en
razón de esta acción. Con tal diferenciación se vulnera el derecho a la igualdad de las
personas que actúan en ejercicio de la acción popular, pues no se justifica establecer diferencia
alguna por virtud del derecho o interés colectivo que se considera quebrantado o amenazado, y
finalmente protegido por una sentencia.
En este punto la Sala no encuentra acertada la demanda del actor, y al revés, encuentra
legítima la finalidad perseguida que es preservar la moralidad de la función administrativa,
consagrada en el artículo 209 de la Constitución. La distinción que se hace por el legislador es
razonable ya que por esa vía se refuerza la protección al bien jurídico de la moralidad pública y
el recto manejo de la administración publica y en consecuencia la diferenciación se encuentra
constitucionalmente justificada.
Consecuentemente, la Sala encuentra ajustado a la Constitución el artículo 40 de la ley 472 de
1998.
La Corte se pregunta ahora: ¿quién debe pagar el monto del incentivo decretado por el juez de
la acción popular, tanto el del articulo 39, como del 40 de la ley 472 de 1998.
Sin lugar a dudas este monto debe pagarlo la persona que atentó o vulneró el correspondiente
derecho o interés colectivo, pues, no sería lógico ni jurídico que en la perspectiva de proteger
derechos e intereses vinculados al cumplimiento de las tareas estatales, sea el mismo Estado
quien deba soportar una erogación con ocasión de un proceso en el que se demostró la
responsabilidad de un tercero. Es apenas obvio que cada cual debe responder por los efectos
nocivos de su propia conducta, lo cual, a más de ser justo y necesario, resulta ampliamente
pedagógico en la esfera de las políticas preventivas del Estado sobre derechos e intereses
colectivos. Por consiguiente, el monto total del incentivo determinado por el juez debe pagarlo
la persona que atentó o vulneró el correspondiente derecho o interés colectivo. Lo que a su vez
guarda consonancia con lo afirmado por esta Corporación en sentencia C-088 de 2000.
En el evento del articulo 40, siendo el estado el afectado o "victima" del acto que afecta la
moral administrativa, no puede además ser afectado con una disminución de lo que recupere,
siendo lo razonable que el incentivo lo pague el autor o cómplice del detrimento patrimonial.
Esta es la misma posición que en la interpretación y aplicación de esta norma ha hecho el
Honorable Consejo de Estado y que la Corte Constitucional ahora avala, como manifestación
del denominado derecho viviente.
VII- DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, oído el concepto del
Procurador General de la Nación y cumplidos los trámites y requisitos que contempla el decreto
2067 de 1991, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución.
RESUELVE
1. Declarar la EXEQUIBILIDAD de los artículo 39 y 40 de la ley 472 de 1998.
2. Cópiese, notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional,
cúmplase y archívese el expediente.
CLARA INES VARGAS HENANDEZ
Presidenta
JAIME ARAUJO RENTERIA
Magistrado
ALFREDO BELTRAN SIERRA
Magistrado
MANUEL JOSE CEPEDA ESPINOSA
Magistrado
JAIME CORDOBA TRIVIÑO
Magistrado
RODRIGO ESCOBAR GIL
Magistrado
MARCO GERARDO MONROY CABRA
Magistrado
EDUARDO MONTEALEGRE LYNETT
Magistrado
ALVARO TAFUR GALVIS
Magistrado
IVAN HUMBERTO ESCRUCERIA MAYOLO
Secretario General (E)
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SALA DE REVISIÓN
Sentencia T-449/04
ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS
excepcional por vía de hecho judicial
JUDICIALES-Procedencia
VIA DE HECHO-Clases de defectos en la actuación
RECURSO DE APELACION-Puede sustentarse ante el juez del conocimiento o ante
el Tribunal que debe resolverlo
La Corte comparte íntegramente los argumentos expuestos por la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia, pues se acogió entre los dos entendimientos posibles de la norma,
el que más se ajusta a la Carta Política, esto es, aquel según el cual, el recurso de apelación
puede ser sustentado ante el juez del conocimiento o ante el tribunal que debe resolverlo.
INTERPRETACION SISTEMATICA DEL ORDENAMIENTO JURIDICO-Finalidad
Es pertinente recordar que el Tribunal Constitucional y los jueces ordinarios tienen la obligación
de interpretar las normas de manera que todos los contenidos incursos en ellas produzcan
efectos jurídicos. Dicha finalidad se alcanza mediante la interpretación sistemática del
ordenamiento jurídico, a través de la cual se pretende otorgar un contenido armónico a todas
las disposiciones que componen un sistema jurídico integral. En efecto, si en el asunto que
ocupa la atención de la Sala, se hace una interpretación de conformidad con los principios que
orientan el recurso de apelación, se debe concluir que al establecerse la sustentación
obligatoria del recurso, so pena de la deserción del mismo, se busca facilitar la tarea del
juzgador, al saber más de cerca el inconformismo del apelante. Por ello, cuando la norma en
cuestión consagra que "[E] 1 apelante deberá sustentar el recurso ante el juez o tribunal que
deba resolverlo ... ", es porque precisamente permite acudir ante cualquiera de ellos. Dicha
interpretación se deriva del alcance de los principios de conservación del derecho y de
favorabilidad.
INTERPRETACION DE NORMAS - Razonabilidad
Si una norma admite diversas interpretaciones, es deber del intérprete preferir aquella que más
garantice el ejercicio efectivo de los derechos; en aras de preservar al máximo las
disposiciones emanadas del legislador. Ahora bien, en tratándose de normas procesales y de
orden público dicha interpretación debe privilegiar el acceso a la administración de justicia y los
presupuestos que orientan el debido proceso. Pero, en caso contrario, es decir, cuando la
interpretación dada por el juez ordinario se aparta de los citados principios y derechos
constitucionales, tal decisión se introduce en el terreno de la irrazonabilidad tomando
procedente el amparo tutelar.
DEBIDO PROCESO - Sustentación del recurso de apelación ante el juez de conocimiento o
ante el tribunal que debe resolverlo/VIA DE HECHO-Interpretación irrazonable y
desproporcionada de la norma para esta sala de revisión, la posibilidad que tiene el apelante
de sustentar el recurso de apelación ora ante el juez de conocimiento u ora ante el tribunal que
deba resolverlo, a partir de la interpretación del artículo 352 del código de procedimiento civil,
es la que más se ajusta al debido proceso. por lo mismo, al fallar el tribunal accionado, en un
sentido totalmente contrario al expuesto incurre en una interpretación ostensiblemente
irrazonable, desproporcionada y lesiva de los derechos fundamentales al debido proceso y al
acceso a la administración de justicia, razón por la cual se configura una vía de hecho. en
virtud de lo anterior, la acción de tutela está llamada a prosperar, toda vez que en el fallo
proferido, se incurrió en una vía de hecho por interpretación irrazonable y desproporcionada del
artículo 352 del código de procedimiento civil, modificado por el artículo 36 de la ley 794 de
2003.
Referencia: expediente T-837596.
Demandante: Angel María Sierra Mejía.
Demandado: Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia.
Magistrado Ponente:
Dr. RODRIGO ESCOBAR GIL.
Bogotá, D. C., diez (10) de mayo de dos mil cuatro (2004).
La Sala Quinta de Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Rodrigo
Escobar Gil, Marco Gerardo Momoy Cabra y Eduardo Montealegre Lynett, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, ha pronunciado la siguiente:
SENTENCIA
Dentro del proceso de revisión de los fallos de tutela proferidos por la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil y la Sala de Casación Laboral, en relación con la acción tutelar
impetrada por Angel María Sierra Mejía contra el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Pereira, Sala Civil-Familia.
I. ANTECEDENTES
1. La solicitud.
El señor Angel María Sierra Mejía, interpuso acción de tutela, el día 30 de septiembre de 2003,
por estimar vulnerado su derecho fundamental al debido
proceso, como consecuencia de la actuación adelantada por la entidad demandada, Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia, quien declaró desierto el recurso de
apelación que se interpuso contra la Sentencia proferida por el Juzgado Civil del Circuito de
Santa Rosa de Cabal, no obstante que el mismo se presentó y sustentó ante el juez de primer
grado dentro de la oportunidad legal prevista.
2. Hechos relevantes.
2.1. Dentro del proceso ordinario agrario de pertenencia por prescripción extraordinaria de
dominio que promovieron los señores Luis Humberto Sierra Mejía y Diego León Sierra Mejía
contra el señor Angel María Sierra Mejía accionante en sede de tutela-, en el Juzgado Civil del
Circuito de Santa Rosa de Cabal, se profirió sentencia que resolvió la citada instancia, el día 31
de marzo de 2003.
2.2. El 10 de abril de 2003, el apoderado del señor Angel María Sierra Mejía interpuso contra
esa providencia recurso de apelación ante el juzgado de primera instancia, el cual lo remitió al
Tribunal Superior del Distrito Judicial, Sala Civil-Familia, donde fue declarado desierto, al
considerarse que el mismo no había sido sustentado ante dicha Sala dentro de la oportunidad
que prevé el artículo 36 de la Ley 794 de 2003.
3. Fundamento de la acción.
Señala el accionante, que la actuación de su apoderado siempre estuvo enmarcada en la ley.
Sin embargo, el Tribunal accionado al no tener en cuenta que el memorial de sustentación del
recurso de apelación fue interpuesto en tiempo ante el Juzgado de conocimiento del proceso,
tal y como lo establece el Art 352, modificado por la Ley 794 de 2003, art 36°, incurrió en vía de
hecho.
4. Pretensión.
En el escrito de tutela, el señor Angel María Sierra Mejía, solicita la protección del derecho
fundamental al debido proceso. Para lo cual, pretende que se ordene al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia, admita el recurso de apelación interpuesto contra
la Sentencia proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal de fecha 31 de
marzo de 2003 y continúe con el procedimiento legal.
5. Información a la entidad demandada.
Mediante Auto de octubre 8 de 2003, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil,
admitió la acción de tutela y ordenó oficiar al Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira,
Sala Civil-Familia para que se pronunciara sobre el asunto. Así mismo, dispuso que se
comunicara de la iniciación de dicha acción a quienes fueron parte en el proceso ordinario
agrario de pertenencia en donde ocurrió la presunta irregularidad. Sin embargo, no se allegó
ningún pronunciamiento en relación con la demanda.
II. TRAMITE PROCESAL
1. Primera instancia.
La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, mediante Sentencia proferida el veinte
(20) de octubre de 2003, concedió la tutela interpuesta con base en las siguientes
consideraciones:
1.1. En relación con la interpretación que debe darse al artículo 352 del Código de
Procedimiento Civil, reformado por el parágrafo 10 del artículo 360 de la Ley 794 de 2003, la
Corte Suprema ha considerado que la exigencia de la sustentación del recurso de apelación
puede presentarse ante el juez de conocimiento del proceso o ante el tribunal que debe
resolverlo.
Precisamente, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, en sentencia
del 7 de Octubre de 2003, señaló frente al particular:
"Así las cosas, la inteligencia de la reforma en el punto no es la de que fatalmente
deba sustentarse el recurso ante el superior. La norma habló, sí, de que se
sustentará "ante el juez o tribunal" que deba resolverse la apelación, pero no
puede echarse al olvido que enseguida añadió que 'a más tardar' dentro de la
oportunidad establecida en los artículos 359 y 360".
(... )
"... Enlazada una cosa con otra, no puede haber alcance diverso al de que la
norma anduvo ocupándose fue de la oportunidad última para expresar la
inconformidad; de no, quedaría sin sentido tal añadido, por supuesto que si en el
trámite de la apelación no hay más de una oportunidad para alegar, ¿a qué
agregar la expresión ha más tardar"? Por lo demás, nada justificaría semejante
sacrificio al derecho de defensa, si es que de la sustentación que se haga, como
aquí aconteció, al momento mismo de interponerlo, se entenderá necesariamente
el superior. Ninguna diferencia sustancial, pues, hay entre alegar allá y hacerlo
acá."
(... )
"El enteramiento del superior, que es lo prevalente, será en todo caso igual. Con el
agregado desde luego, de que si en la segunda instancia debe surtirse en sede
diferente a la del juez que dictó la decisión apelada, ya tal posibilidad de sustentar
ante éste, amén de armoniosa con el principio aludido, resulta por demás
provechosa al principio de la economía"
1.2. Bajo esta perspectiva, señaló que la entidad accionada al interpretar de forma tan
restrictiva el precepto procesal que versa sobre la sustentación del recurso de apelación
vulneró el derecho de defensa y, por ende, el derecho fundamental al debido proceso del
accionante.
2. Impugnación.
El fallo de primera instancia fue impugnado por el Tribuna Superior del
Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil- Familia, sin que se hubieran señalado las razones.
3. Segunda instancia.
La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Laboral, mediante Sentencia proferida el dos
(2) de diciembre de 2003, decidió revocar el fallo impugnado al considerar que el amparo
constitucional impetrado es improcedente pues a su juicio, pretender que se analicen por el
juez constitucional o que se modifiquen según el criterio del tutelante los fallos proferidos por
otras autoridades judiciales constituye además de un desconocimiento al principio de la cosa
juzgada y de la autonomía de éstos, una intromisión de un funcionario en la competencia de
otro.
III.
FUNDAMENTOS JURÍDICOS
3.1. Competencia.
De conformidad con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9° de la Constitución
Política y 31 a 36 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Quinta de Revisión de la Corte
Constitucional, es competente para revisar el fallo de tutela de la referencia.
3.2. Derechos constitucionales violados o amenazados.
El accionante solicita la protección del derecho fundamental al debido proceso.
3.3. Problema jurídico
A partir de las circunstancias fácticas que dieron lugar al ejercicio de la acción de tutela y de las
decisiones judiciales adoptadas en las respectivas instancias, esta Sala de Revisión debe
determinar, si el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Pereira, Sala Civil-Familia, incurrió en
una vía de hecho en el fallo de julio dieciséis (16) de 2003, al declarar desierto un recurso de
apelación que fue presentado y sustentado ante el Juzgado de conocimiento dentro del término
legal previsto.
3.4. Reiteración de jurisprudencia en relación con la procedencia excepcional de
la acción de tutela.
Como quedó señalado en el acápite de antecedentes, la Sala de Casación Laboral de la Corte
Suprema de Justicia negó el amparo tutelar bajo el argumento de que la acción de tutela no
procede contra sentencias judiciales.
Al respecto, vale la pena reiterar la posición fijada por la Corte Constitucional acerca de la
procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias judiciales, para demostrar
que los argumentos esgrimidos por dicha Sala de Casación carecen de fundamento toda vez
que desconocen la naturaleza, características y el alcance de este mecanismo constitucional
frente al tema.
En efecto, la jurisprudencia constitucional admite la procedencia excepcional de la acción de
tutela contra decisiones judiciales cuando las mismas incurren en una "vía de hecho".
Concretamente la Corte ha señalado que "... la vía de hecho constituye un abuso de poder, un
comportamiento que se encuentra desvinculado de fundamento normativo alguno, un acto que
traduce la negación de la naturaleza reglada de todo ejercicio del poder constituido... "1
En relación con la procedencia excepcional de la acción de tutela contra providencias
judiciales, esta Corporación dijo:
"... La acción de tutela no es el mecanismo judicial idóneo para controvertir las
providencias judiciales, en particular las que han hecho tránsito a cosa juzgada,
salvo que las mismas sean el resultado de una actuación arbitraria e ilegítima de la
autoridad judicial, contraria al orden jurídico preestablecido y violatoria de las
garantías constitucionales y legales que integran los derechos fundamentales al
debido proceso y al acceso a la administración de justicia(...)"2
Así mismo, la Corte Constitucional de manera reiterada ha sostenido que la procedencia de la
acción de tutela en contra de providencias judiciales, es excepcional, en razón de que este
mecanismo es de carácter subsidiario y no tiene la virtud de reemplazar los procedimientos
ordinarios, ni está concebido como medio alternativo, adicional o complementario de éstos. Por
lo tanto, el propósito de la tutela se limita a la protección efectiva de los derechos
fundamentales cuando no existe otro mecanismo ordinario de defensa, o cuando existiendo,
esta se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
En este sentido, la procedencia de la acción de tutela en contra de providencias judiciales
según el criterio de este Tribunal, se sujeta a la comprobación de dos condiciones: "la violación
de un derecho fundamental y la identificación plena de la existencia de alguno de los eventos
que constituyen causales de procedibilidad en materia de acción de tutela contra providencias
judiciales "3
Bajo esta perspectiva, la jurisprudencia constitucional ha identificado cuatro defectos que
pueden dar lugar a la existencia de una "vía de hecho", a saber: Orgánico, sustantivo, fáctico o
procedimental. Sobre cada uno de ellos la Corte ha expuesto que4:
(i)
1
defecto sustantivo -que incluye el desconocimiento de sentencias
con efectos erga omnes-, orgánico y procedimental, que
corresponden a los eventos en los cuales la violación de la
Constitución y la afectación de derechos fundamentales, es
consecuencia del desconocimiento de normas de rango legal, (ii)
defecto fáctico5, en virtud del cual se presentan graves problemas
relacionados con el soporte fáctico de los procesos ya sea por
omisión en la práctica o el decreto de pruebas, la indebida
valoración de las mismas por juicio contraevidente o porque la
prueba es nula de pleno derecho; (iii) error inducido, el cual se
refiere a las situaciones en las cuales la violación de los derechos
fundamentales por parte del funcionario judicial es consecuencia
de su inducción en error por una circunstancia estructural del
aparato de administración de justicia, lo que corresponde a lo que
la jurisprudencia ha denominado vía de hecho por consecuencia6;
(iv)decisión inmotiva, que representa las situaciones en las cuales
la providencia judicial presenta graves e injustificados problemas
en su decisión consistentes en la insuficiente sustentación o
justificación del fallo7; (v) desconocimiento del precedente8; y (vi)
Consultar Sentencia T-533 de 2001. M.P. Jaime Córdoba Triviño.
Consultar Sentencia T-1169 de 2001. M.P. Rodrigo Escobar Gil
3
Consultar Sentencia T-056 de 2004. M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra.
4
Ibid.
5
Consultar las Sentencias T-231 de 1994 y T-008 de 1998, entre otras.
6
Consultar, entre otras, la sentencia Su-014 de 2001, M.P. Martha Sáchica Méndez.
7
Consultar la Sentencia T-114 de 2002, M.P. Eduardo Montealegre Lynett.
2
violación directa de la Constitución, en los eventos en que la
decisión se apoya en la interpretación de una disposición en contra
de la Constitución desconociendo el, contenido de los derechos
fundamentales de alguna de las partes9, o en los casos en que el
juez se abstiene de aplicar la excepción de inconstitucionalidad
ante una violación manifiesta de la Constitución, siempre que se
presente solicitud expresa de su declaración por alguna de las
partes en el proceso10.
Caso Concreto
De acuerdo con lo expuesto en el acápite de antecedentes, el actor reclama la protección del
derecho fundamental al debido proceso, presuntamente vulnerado por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Pereira, Sala CivilFamilia, como consecuencia de haber declarado desierto
el recurso de apelación interpuesto contra la sentencia del 31 de marzo de 2003 proferida por
el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal, no obstante este fue presentado y
sustentado ante el juez de conocimiento dentro de la oportunidad legal prevista.
Por su parte, el Tribunal accionado, sostiene que como el recurrente no sustentó la el recurso
de alzada ante dicha Corporación, se desconoció lo dispuesto en el artículo 352 del Código de
Procedimiento Civil, generándose en consecuencia la deserción del recurso. De suerte que,
lejos de tratarse de una actuación ilegal, la decisión acusada encuentra su fundamento en el
ordenamiento procesal.
De conformidad con lo expuesto, la Corte encuentra que existen dos posiciones en relación con
el asunto objeto de litigio. En primer lugar, la del actor que sostiene que al sustentarse el
recurso de apelación ante el juez de conocimiento dentro de la oportunidad legal prevista, este
deberá ser admitido
y, la del Tribunal accionado, quien considera que la sustentación del recurso deberá realizarse
solamente ante el juez que debe resolverlo, so pena de declararse desierto el mismo.
En este orden de ideas, se pregunta esta Corporación: ¿En qué forma debe llevarse a cabo la
sustentación del recurso de apelación, a partir de la reforma introducida por la Ley 794 de
2003? Ello con el propósito de examinar, en el caso sub examine, la razonabilidad de la
interpretación dada por el Tribunal accionado al declarar desierto dicho recurso.
Al respecto, el artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, modificado por el parágrafo 10
del artículo 36 de la Ley 794 de 2003, dice que: "[e] 1 apelante deberá sustentar el recurso ante
el juez o tribunal que deba resolverlo a más tardar dentro de la oportunidad establecida en los
artículos 359 y 360 so pena de que se declare desierto. Para la sustentación del recurso, será
suficiente que el recurrente exprese, en forma concreta, las razones de su inconformidad con la
providencia.
Frente al particular, esta Corporación acude a la interpretación realizada por la Corte Suprema
de Justicia, Sala de Casación Civil, quien en un asunto similar al que ahora se plantea
estableció el alcance del artículo en cuestión, a partir de la modificación efectuada por la Ley
794 de 2003, considerando que la sustentación del recurso de apelación puede presentarse
ante el juez de conocimiento del proceso o ante el tribunal que debe resolverlo. En efecto, se
señaló en esa oportunidad11:
"(... )
8
Consultar las Sentencias SU-640 de 1998 y SU-168 de 1999, entre otras.
Consultar al respecto las Sentencias Su-1184 de 2001, T-1625 de 2000 y T-1031 de 2001.
10
Consultar la Sentencia T-522 de 2001, M.P. Manuel José Cepeda Espinosa.
11
Consultar la Sentencia 7 de octubre de 2003. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil.
Expediente 110010203000200330631.
9
Al respecto, bien se conoce que la reciente reforma procesal civil dio en revivir el
requisito de sustentar el recurso de apelación. Y puntualizó ciertamente que ha de
sustentarse "ante el juez o tribunal que deba resolverlo", a más tardar dentro de la
oportunidad establecida en los artículos 359 y 360 in fine.
No conviene que el asunto sea analizado de modo aislado, porque lo que en
definitiva arrojará luces sobre el particular será aquel que conectado aparezca con
los principios que informan el recurso de apelación. Es forzoso memorar, por
ejemplo, que aun sigue operando el artículo 357 del mismo código, y, por lo tanto,
la "apelación se entiende interpuesta en lo desfavorable al apelante". Vale decir,
que cuando de desatar la alzada se trate, el ad quem debe averiguar normalmente
lo que perjudicado tiene al apelante, porque se supone, "o se entiende" para
emplear la propia expresión de la ley, que sobre eso versa la apelación. Así ha
sido siempre. Por donde se viene el pensamiento que al exigirse la sustentación
con carácter obligatorio, so pena de deserción del recurso, lo que con ello se busca
es facilitar, que no desplazar, aquella labor del juzgador, quien así conocerá más
de cerca el inconformismo del apelante. En otras palabras, que el apelante llegue
al ad quem con más expresividad. Como es fácil descubrirlo, allí lo determinante es
que no se eche a perder esa posibilidad adicional de que el fallador se entere de
modo expreso de lo que tácitamente está obligado a averiguar.
Así las cosas, la inteligencia de la reforma en el punto no es la de que fatalmente
deba sustentarse el recurso ante el superior. La norma habló, sí, de que se
sustentará "ante el juez o tribunal" que deba resolver la apelación, pero no puede
echarse al olvido que enseguida añadió que "a más tardar" dentro de la
oportunidad establecida en los artículos 359 y 360. Enlazada una cosa con otra, no
puede haber alcance diverso al de que la norma anduvo ocupándose fue de la
oportunidad última para expresar la inconformidad; de no, quedaría sin sentido tal
añadido, por supuesto que si en el trámite de la apelación no hay más de una
oportunidad para alegar, ¿a qué agregar la expresión "a más tardar"? Por lo
demás, nada justificaría semejante sacrificio al derecho de defensa, si es que de la
sustentación que se haga, como aquí aconteció, al momento mismo de
interponerlo, se enterará necesariamente el superior. Ninguna diferencia
sustancial, pues, hay entre alegar allá y hacerlo acá. El enteramiento del superior,
que es lo prevalente, será en todo caso igual. Con el agregado, desde luego, de
que si la segunda instancia debe surtirse en sede diferente a la del juez que dictó
la decisión apelada, ya tal posibilidad de sustentar ante éste, amén de armoniosa
con el principio aludido, resulta por demás provechosa al principio de economía."
La Corte comparte íntegramente los argumentos expuestos por la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia, pues se acogió entre los dos entendimientos posibles de la norma,
el que más se ajusta a la Carta Política, esto es, aquel según el cual, el recurso de apelación
puede ser sustentado ante el juez del conocimiento o ante el tribunal que debe resolverlo.
Para esta Sala de Revisión, es pertinente recordar que el Tribunal Constitucional y los jueces
ordinarios tienen la obligación de interpretar las normas de manera que todos los contenidos
incursos en ellas produzcan efectos jurídicos. Dicha finalidad se alcanza mediante la
interpretación sistemática del ordenamiento jurídico, a través de la cual se pretende otorgar un
contenido armónico a todas las disposiciones que componen un sistema jurídico integral. Este
es el propósito previsto en el inciso 10 del artículo 300 del Código Civil, el cual al señalar las
reglas de interpretación de las leyes, establece que “[e]l contexto de la ley servirá para ilustrar
el sentido de cada una de sus partes, de manera que haya entre todas ellas la debida
correspondencia y armonía.”
En efecto, si en el asunto que ocupa la atención de la Sala, se hace una interpretación de
conformidad con los principios que orientan el recurso de apelación, se debe concluir que al
establecerse la sustentación obligatoria del recurso, so pena de la deserción del mismo, se
busca facilitar la tarea del juzgador, al saber más de cerca el inconformismo del apelante.
Por ello, cuando la norma en cuestión consagra que "[E] 1 apelante deberá sustentar el recurso
ante el juez o tribunal que deba resolverlo ... ", es porque precisamente permite acudir ante
cualquiera de ellos. Dicha interpretación se deriva del alcance de los principios de conservación
del derecho y de favorabilidad.
Bajo esta perspectiva, si una norma admite diversas interpretaciones, es deber del intérprete
preferir aquella que más garantice el ejercicio efectivo de los derechos; en aras de preservar al
máximo las disposiciones emanadas del legislador. Ahora bien, en tratándose de normas
procesales y de orden público dicha interpretación debe privilegiar el acceso a la administración
de justicia y los presupuestos que orientan el debido proceso. Pero, en caso contrario, es decir,
cuando la interpretación dada por el juez ordinario se aparta de los citados principios y
derechos constitucionales, tal decisión se introduce en el terreno de la irrazonabilidad tomando
procedente el amparo tutelar.
Refuerza lo anterior, lo sostenido por la Sala Plena en la Sentencia SU-1185 de 2001, en
donde esta Corporación consideró que los jueces ordinarios en su labor de interpretación están
obligados a sujetarse a los valores, principios y derechos constitucionales. Al respecto dijo esta
Corte:
Así, es cierto que al juez de la causa le corresponde fijarle el alcance a la norma
que aplica, pero no puede hacerlo en oposición a los valores, principios y derechos
constitucionales, de manera que, debiendo seleccionar entre dos o más
entendimientos posibles, debe forzosamente acoger aquél que en todo se ajuste a
la Carta política. La autonomía y libertad que se le reconoce a las autoridades
judiciales para interpretar y aplicar los textos jurídicos, no puede entonces
comprender, en ningún caso, aquellas manifestaciones de autoridad que supongan
un desconocimiento de los derechos fundamentales de las personas. Según lo ha
expresado la propia jurisprudencia, toda trasgresión a esta regla Superior en el
curso de un proceso constituye una vía de hecho judicial, la cual debe ser
declarada por el juez constitucional cuando no existan otros medios de
impugnación para reparar esta clase de actuaciones ilegítimas, contrarias a los
postulados que orientan la Constitución Política.
En conclusión, para esta Sala de Revisión, la posibilidad que tiene el apelante de sustentar el
recurso de apelación ora ante el juez de conocimiento u ora ante el tribunal que deba
resolverlo, a partir de la interpretación del artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, es la
que más se ajusta al debido proceso. Por lo mismo, al fallar el Tribunal accionado, en un
sentido totalmente contrario al expuesto incurre en una interpretación ostensiblemente
irrazonable, desproporcionada y lesiva de los derechos fundamentales al debido proceso y al
acceso a la administración de justicia, razón por la cual se configura una vía de hecho.
Recuérdese que los jueces ordinarios al interpretar el ordenamiento procesal se encuentran
sujetos a los principios, valores y derechos constitucionales, tal y como lo reconoce el artículo
4° del Código de Procedimiento Civil, el cual dispone:
"Artículo 4°. Interpretación de las normas procesales. Al interpretar la ley procesal,
el juez deberá tener en cuenta que el objeto de los procedimientos es la efectividad
de los derechos reconocidos por la ley sustancial. Las dudas que surjan en la
interpretación de las normas del presente código, deberán aclararse mediante la
aplicación de los principios generales del derecho procesal, de manera que se
cumpla la garantía constitucional del debido proceso, se respete el derecho de
defensa y se mantenga la igualdad de las partes."
En virtud de lo anterior, encuentra la Corte que la acción de tutela está llamada a prosperar,
toda vez que en el fallo proferido por la Sala Civil Familia del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Pereira, se incurrió en una vía de hecho por interpretación irrazonable y
desproporcionada del artículo 352 del Código de Procedimiento Civil, modificado por el artículo
36 de la Ley 794 de 2003. La interpretación dada por el Tribunal accionado desconoce el
derecho al debido proceso del señor Angel María Sierra Mejía.
Por las razones expuestas, la Sala habrá de CONFIRMAR el fallo de primera instancia
proferido por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia el veinte 20 de octubre
de 2003 en la que se dispuso CONCEDER la tutela invocada por el señor Angel María Sierra
Mejía y, en consecuencia, REVOCAR el fallo proferido en segunda instancia por Sala de
Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia el dos (2) de diciembre de 2003.
En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución.
RESUELVE:
Primero. CONFIRMAR el fallo de primera instancia proferido por la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia el veinte 20 de octubre de 2003 en la que se dispuso CONCEDER
la tutela invocada por el señor Angel María Sierra Mejía y, en consecuencia, REVOCAR el fallo
proferido en segunda instancia por Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema- de Justicia
el dos (2) de diciembre de 2003.
Segundo. DEJAR SIN EFECTO la providencia proferida por la Sala Civil-Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Pereira el día 16 de julio de 2003 para que proceda a resolver
el recurso de apelación interpuesto por el accionante contra la sentencia del 31 de marzo de
2003 dictada por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal dentro del proceso
ordinario agrario de pertenencia por prescripción extraordinaria instaurado por los señores Luis
Humberto Sierra Mejía y Diego León Sierra Mejía contra el Angel María Sierra Mejía.
Tercero. LÍBRENSE las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991,
para los efectos allí contemplados.
Cópiese, notifíquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y Cúmplase.
RODRIGO ESCOBAR GIL
Magistrado
MARCO GERARDO MONROY CABRA
Magistrado
EDUARDO MONTEALEGRE LYNETT
Magistrado
IVAN HUMBERTO ESCRUCERIA MAYOLO
Secretario General (E)
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Proceso No 18158
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN PENAL
Magistrado Ponente:
Dr. ALFREDO GÓMEZ QUINTERO
Aprobado Acta No. 100
Bogotá, D.C., diez (10) de noviembre de dos mil cuatro (2.004).
VISTOS:
Decide la Sala el recurso extraordinario de casación interpuesto por la Fiscal Doce Delegada
ante los Juzgado Penales del Circuito de Neiva contra la sentencia proferida por el Tribunal
Superior de dicho Distrito el 7 de noviembre de 2.000, confirmatoria del fallo de primera
instancia emitido por el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de esa ciudad el 23 de junio del
mismo año, por medio de la cual absolvió a los procesados CARLOS VIDAL y LUZ STELLA
GONZALEZ HERRERA, por el delito de violación al régimen legal de inhabilidades e
incompatibilidades por el que fueran acusados.
HECHOS Y ACTUACIÓN PROCESAL:
El 11 de febrero de 1.999, el concejal del Municipio de Yaguará (Huila) Aparicio Galindo Rojas,
denunció penalmente al alcalde de esa localidad Pedro Nel Galindo Yustres y al asesor jurídico
de la misma, Carlos Vidal González Herrera, en razón de haberse suscrito el contrato de obra
No. 023 con la ingeniera civil Luz Stella González Herrera, contando con el visto bueno del
segundo de los citados, incurriéndose de ese modo en la violación al régimen de inhabilidades
e incompatibilidades señalado en la Ley 80 de 1.993.
Con la denuncia fueron allegados fotocopias del referido contrato No.023, aportándose de igual
forma durante la investigación previamente decretada fotocopias de los diversos documentos
relacionados con el mismo y del de prestación de servicios profesionales de asesoramiento
jurídico celebrado por el abogado González Herrera con el municipio (fl.72 y ss), escuchándose
inicialmente el testimonio de Luz Stella González Herrera (fl. 77), así como el resultado de la
inspección judicia y valoración de las obras realizadas en la Casa de la Cultura del municipio
de Yaguará (fl. 91 y ss).
El 29 de abril de 1.999 la Fiscalía 20 Delegada ante los Jueces Penales del Circuito de Neiva
abrió formal investigación (fl. 110), aportándose fotocopias de los proponentes Amanda Silva
Duarte, William Parra Olaya y Luz Stella González Herrera, para el proyecto de ejecución del
contrato de obra pública No. 023 (fl. 118 y ss), vinculándose mediante indagatoria a Pedro Nel
Galindo Yustres en su calidad de Alcalde del municipio de Yaguará (fl. 233), Carlos Vidal
González Herrera, como asesor jurídico del ente municipal (fl.237) y Luz Stella González
Herrera (fl. 260), cuya situación jurídica fue resuelta el 18 de junio de 1,999, imponiéndoseles
medida de aseguramiento consistente en detención preventiva como infractores del artículo
144 del Código Penal de 1.980 (fl. 290).
Aportadas pruebas de diversa índole a la investigación, la misma fue clausurada calificándose
su mérito el 29 de octubre de 1.999 al proferirse resolución acusatoria en contra de los
hermanos González Herrera por el delito que ameritó su detención, al tiempo que se precluyó a
favor del burgomaestre Galindo Yustres. (fl. 482 (c.o.2), decisión confirmada por la segunda
instancia el 6 de diciembre posterior.
Tramitada la etapa del juicio y rituada la audiencia pública se emitieron las sentencias de
primera y segunda instancia en los términos reseñados precedentemente.
LA DEMANDA:
Un cargo es postulado por el Fiscal demandante con respaldo en la primera causal de
casación, acusando el fallo de ser directamente violatorio de la ley sustancial, sobre la base de
expresar discrepancia con la decisión del Tribunal de considerar que si bien la conducta
desplegada por los hermanos González Herrera era típica y antijurídica no era culpable, al
reconocérseles un error de tipo, pues a dicha conclusión se llegó al no considerar que el
procesado Carlos Vidal González Herrera es un profesional del derecho especializado en penal
y administrativo, al tiempo que Luz Stella González Herrera es una ingeniera civil con
experiencia en la celebración de contratos sin que pudiera expresar desconocimiento de la Ley
80 de 1.993. Para el actor se aplicó el artículo 40.4 del Código Penal, con desconocimiento de
su significado jurídico.
Recuerda que para el 18 de septiembre de 2.000, Pedro Nel Galindo Yustres como Alcalde del
Municipio de Yaguará, después de recibir las diversas cotizaciones de aspirantes a celebrar
contrato con el municipio para obras menores, seleccionó a Luz Stella González Herrera, en
acto para el cual colocó su visto bueno el abogado Carlos Vidal González Herrera, asesor del
mencionado ente y hermano de la escogida.
En la contratación directa, como lo prescribía la Ley 80 de 1.993, en acatamiento de los
principios de economía, transparencia y selección objetiva, no debe participar en un contrato
quien tiene un consanguíneo que puede resultar beneficiado, como no sea violando el régimen
de inhabilidades e incompatibilidades, acorde con el artículo 8° de dicha codificación, estando
incursos en responsabilidad penal, según así también lo dispone el artículo 56 de la citada Ley,
entre otros, el contratista, el asesor, etc.
Observa el demandante que Carlos Vidal González Herrera intervino en la aprobación del
contrato de obra No.023 de 1.998 a favor de su pariente, lo que lo hacía incurso en causal de
inhabilidad e incompatibilidad, como que la relación contractual era con su hermana Luz Stella,
al tiempo que ésta sabía perfectamente que su hermano era el asesor jurídico del municipio de
Yaguará, a pesar de sostener en la indagatoria que ignoraba que sería aquél quien revisaría
directamente el contrato y pondría su visto bueno en él, como tampoco es admisible que se
afirme el desconocimiento de la existencia de la Ley 80 de 1.993.
Se opone el actor a los argumentos del Tribunal de conformidad con los cuales la asimilación
que hace el Estatuto de Contratación en relación con la responsabilidad de los particulares en
la contratación administrativa fue objeto de muchas confusiones, hasta cuando la Corte se
pronunció el 7 de octubre de 1.998, argumentos que no comparte el censor, pues la conducta
de los implicados es delictiva al margen del citado pronunciamiento.
Se opone en forma enfática el libelista con la decisión del Tribunal en tanto reconoció un error
de tipo a los procesados, desapercibiendo que, reitera, Carlos Vidal es abogado especialista en
derecho penal y administrativo, de amplia experiencia en la contratación, como que asesoraba
a los municipios de Yaguará, Tarqui y Tumaná, además de ex alcalde del municipio de
Colombia -Huila-. Y, en relación con Luz Stella, asegura, es también una ingeniera civil que
mantenía contratos con diversos municipios, no siendo su primer contrato estatal, además de
ser conocedora de que su hermano era el asesor de Yaguará, todo lo cual hace inadmisible,
según su concepto, el reconocimiento de un error de tipo en el tema en el cual se
desempeñaban.
Solicita, así, se case la sentencia, para que en su lugar se declare penalmente responsables a
los procesados, acorde con lo expresado en precedencia.
ALEGATO DE NO RECURRENTE:
Carlos Vidal González Herrera, en su condición de no recurrente, solicita, en primer término, se
rechace la demanda habida cuenta de los defectos de orden técnico que la misma ostenta. En
todo caso, frente al problema de fondo propuesto, reitera que cuando actuó como asesor
externo de la alcaldía de Yaguará no ostentaba la calidad de servidor público, no siéndole
aplicables las causales de inhabilidad e incompatibilidad prevista en la ley de contratación.
Insiste, por tanto, que su conducta se desarrolló estando incurso en un evidente error de
prohibición, máxime cuando la revisión del contrato por él adelantada no es de la esencia del
proceso de selección del contratista y se trató de un estudio meramente formal del mismo.
Reclama, así, la atipicidad de la conducta sobre la base de no concurrir causal de inhabilidad
alguna, además de respaldar la existencia del error que habría sustentado su conducta, todo lo
cual le conduce a solicitar no se case el fallo impugnado.
CONCEPTO DEL MINISTERIO PÚBLICO:
Para el Procurador Tercero Delegado en lo Penal, la demanda ostenta diversas fallas en su
argumentación, aun cuando nada obsta para comprender que la sentencia equivocó el
entendimiento que corresponde a la causal de inhabilidad prevista en el numeral 2° del artículo
8° de la Ley 80 de 1.993, que condujo al reconocimiento de haber actuado los acusados bajo
error invencible, para así excluir su responsabilidad, cuando si se valora la formación
profesional de los procesados, su experiencia en la administración pública y en la contratación,
no era dable reconocer la mencionada exculpante.
No obstante, observa el Delegado que el estudio de la situación que en concreto se presenta
en este caso ha sido abordada en forma equivocada tanto por los juzgadores como por el
demandante, ya que según su concepto en realidad no concurría en la persona de Luz Stella
González Herrera causal alguna de inhabilidad para contratar con el municipio de Yaguará al
cual prestaba sus servicios, como contratista, su hermano Carlos Vidal González Herrera.
Recuerda el carácter restrictivo que tienen las causales de inhabilidad, tal y como en términos
generales lo precisó la Corte Constitucional en la sentencia C-147 de 1.998, en postulados
predicables de la contratación administrativa y en concreto respecto de la consagrada en el
artículo 8 de la Ley 80 de 1.993 cuyo texto, en concepto del Procurador, ofrece varias
dificultades interpretativas, comenzando por la expresión “entidad respectiva” como quiera que
debe existir una correspondencia entre la misma y las personas que siendo parte de ella se
enuncian en el literal b), de donde para determinar la inhabilidad es preciso examinar si el
contratista tiene una relación laboral o de servicio con cualquiera de los grados de parentesco
que allí se mencionan.
No se discute en este proceso el grado de parentesco entre los procesados como que eran
hermanos, sin embargo, esto no es suficiente para determinar la concurrencia de la inhabilidad,
pues la ley limitó a determinados cargos o funciones el vínculo que las personas enunciadas
debían tener con la entidad contratante, toda vez que la inhabilidad concurre en relación con
servidores de nivel directivo, o asesor, o del nivel ejecutivo o miembros de la junta o consejo
directivo.
Las tres primeras categorías suponen la pertenencia de aquellos empleados a la planta de
personal de la entidad, pues solamente de ellos puede reputarse su pertenencia a nivel de la
administración que es la causa de la inhabilidad descrita, es decir, que los niveles directivo,
asesor o ejecutivo se remiten con exclusividad a la estructura orgánica de la entidad, tiene
pues, dicha expresión un contenido eminentemente jurídico propio de la administración pública,
de modo que quien mantiene una relación contractual y no ingresa a la planta de personal de la
entidad no queda cobijado por la inhabilidad en referencia, conforme sucedía con Carlos Vidal
González Herrera quien no era servidor público, tratándose realmente de un particular que
cumple funciones públicas, sin que estas conclusiones puedan verse modificadas de acuerdo
con el artículo 56 de la Ley 80 de 1.993, en la medida en que la equiparación que se hace tiene
relevancia solamente para efectos penales, es decir, que para los demás efectos el asesor
sigue siendo considerado como lo que es, un particular.
Por tanto, el asesor particular no tiene la calidad de servidor público ni pertenece a la planta de
personal de la entidad y sus parientes dentro de los grados indicados en el numeral 2° del
artículo 8° de la Ley 80 de 1.993 no están inhabilitados para contratar con la entidad a la cual
aquél presta sus servicios, de donde el cargo no puede prosperar.
Adicionalmente, para el Delegado, al tratar el actor de demostrar que no existió un error de tipo,
parte de un supuesto cual es el de que la interpretación que hace de la expresión “nivel asesor”
es la adecuada al texto de la ley y a la naturaleza de la institución jurídica de las inhabilidades,
presupuesto que, según se demostró, es falso, razón de más para que el reparo no pueda
prosperar.
CONSIDERACIONES:
1. El cargo imputado al fallo por el Fiscal recurrente está sustentado en la causal primera de
casación sobre la base de haberse aplicado en forma indebida el artículo 40.4 del Código
Penal, esto es, concretamente, en tanto les fue reconocido el error invencible como causal
prevista de inculpabilidad de los procesados CARLOS VIDAL y LUZ STELLA GONZÁLEZ
HERRERA, cuando no podía escapar a su saber y entendimiento dado su nivel de formación
profesional, su experiencia en distintos campos de la administración pública y en particular en
la contratación, la regulación contenida en la Ley 80 de 1.993 y la responsabilidad que en su
condición de asesor jurídico de la alcaldía municipal de Yaguará (Huila) y contratista, tenían,
respectivamente, al celebrar en la denotada calidad el contrato de Obra No.023 el 18 de
septiembre de 1.998.
2. Para la Sala, ciertamente CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA es un abogado
especializado en derecho penal y administrativo, con gran experiencia a nivel de la
administración departamental y municipal, como que en su indagatoria y audiencia pública
clarificó haber prestado sus servicios como profesional del derecho en consultoría y asesoría
jurídica externa en la Gobernación del Huila y los municipios de Yaguará, Tarqui y Timaná y la
Empresa Social del Estado Laura Perdomo de García. A su turno, LUZ STELLA GONZÁLEZ
HERRERA es Ingeniera Civil, quien también reconoció haber celebrado varios contratos con
diversos entes territoriales de ese Departamento.
3. Dada la referida condición de los imputados, es desde luego incontrovertible el imperativo
que tenían de conocer en su exacto sentido y alcance aquella normatividad reguladora de su
actividad relacionada con la celebración de contratos con entidades estatales, como que la
procesada ha pactado diversas obras en calidad de contratista, en tanto que el incriminado ha
fungido como asesor al interior de la administración.
4. Sin duda, referidos en concreto al contrato de obra No. 023 en mención, cuyo objeto era
“ejecutar la terminación de los Desagües y Obra en Cemento de la Casa de la Cultura” de
Yaguará, no podía escapar al conocimiento de la contratista la circunstancia de ser su hermano
quien en calidad de asesor jurídico externo de la Alcaldía de dicho municipio lo revisaría, como
que lo ligaba a tal ente, a su vez, un contrato de prestación de servicios profesionales, en cuya
virtud se había obligado, acorde con la cláusula tercera, literal b del mismo, a ”Asesorar el
sector del Municipio en materia contractual para la celebración y revisión de contratos...”, como
en efecto sucedió en este caso, sabido como es que en dicha condición lo avaló con su firma.
5. La suma de estos antecedentes determinó que los incriminados fueran acusados por el
delito de violación del régimen legal de inhabilidades e incompatibilidades, descrito y punido
por el artículo 144 del Decreto 100 de 1.980, concretamente la prohibición que para el
contratista emerge del artículo 8, numeral 2°, literal b de la Ley 80 de 1.993, esto es del
Estatuto General de Contratación de la Administración Pública, acorde con la cual no podía
celebrar contrato con la Alcaldía del Municipio de Yaguará por tener vínculo de parentesco
hasta el segundo grado de consanguinidad “con los servidores públicos de los niveles directivo,
asesor, ejecutivo”, cualificación en las funciones cumplidas que si bien se reconoce no tenía el
procesado, nada impedía predicar el hecho de estar comprendido por la inhabilitación, dada la
asimilación que la propia Ley 80 de 1.993 en su artículo 56 hizo de los particulares a los
servidores públicos y para efectos de la responsabilidad que se les pudiera predicar.
6. Sin embargo, en la sentencia de primera instancia encontró el a quo fundamento para la
absolución en la atipicidad de la conducta imputada, la ausencia de antijuridicidad y el
reconocimiento de la causal de inculpabilidad del artículo 40.4 del Código Penal.
A su vez, para el Tribunal no admite discusión el hecho de considerar que la actuación de los
procesados encuentra adecuación típica en el estatuto represivo, como también que con la
misma se infirió menoscabo a la administración pública, avalando la decisión del inferior
exclusivamente en la admisión del error interpretativo en que pudieron estar incursos, merced
al cual dado el carácter de particular vinculado mediante un contrato de prestación de servicios,
no le era atribuible la causal de inhabilidad para contratar con la entidad municipal a su
hermana LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA.
7. Así las cosas, para la Sala, ciertamente, no ofrece una alternativa distinta de solución la
claridad que emerge del artículo 56 del Estatuto General de Contratación -en necesaria
concordancia con los artículos 52 y 53 ibídem- y por tanto no admite las encrucijadas
hermenéuticas a que alude el fallo como criterio fundamentador del reconocimiento del error
que condujo a la absolución de los acriminados, tal y como lo controvierte el casacionista.
El Tribunal sustentó la inculpabilidad para confirmar la absolución de los procesados -dentro
del esquema analítico del delito aplicado-, en las dificultades interpretativas que eventualmente
podía tener la normatividad contractual, lo que en su concepto se evidencia con el hecho de
que la Corte Constitucional al pronunciarse sobre su exequibilidad lo hiciera con salvedad
parcial de voto de dos de sus Magistrados.
Este argumento para la Corte no sirve de apoyo a la decisión atacada en casación, como que
el criterio disidente simplemente se apartó de la exequibilidad predicable del precepto 56, pero
no bajo el supuesto de resultar intrincada su comprensión, sino por cuanto, precisamente, con
base en el mismo a los particulares contratistas, consultores, asesores, interventores se les
atribuye la responsabilidad penal predicable de los servidores públicos, constitucionalidad de la
norma que fue así declarada por la Corte en la sentencia C-563/98.
No mediando la posibilidad de admitir el error en los términos de la sentencia, razón asiste al
demandante en la censura que da cuenta de la aplicación indebida del artículo 40.4 del Decreto
100 de 1.980 en que, consiguientemente, estaría incurso el fallador.
8. El señor Procurador Delegado tras considerar que la demanda comporta algunas fallas
argumentativas, aun cuando es muy evidente el objeto que persigue con la ilegalidad acusada,
estima que el enfoque para solucionar este caso dado en las instancias fue errado, toda vez
que, según su criterio, en materia de inhabilidades e incompatibilidades el artículo 8° de la Ley
80 de 1.993, en su numeral 2°, literal b, no era aplicable a la contratista por no estar
comprendido su hermano dentro de los servidores públicos del nivel asesor a que alude la
norma, descartando al propio tiempo que el artículo 56 posibilite dicha extensión en la medida
en que la equiparación que hace lo es exclusivamente para efectos penales, de donde se
colige que para todos los demás propósitos sigue siendo considerado como lo que es, un
particular no vinculado a ninguna entidad pública, todo lo cual le permite concluir en la
atipicidad de la conducta reprochada a los procesados.
Dada la observación y los consiguientes argumentos que para sugerir la ratificación de la
sentencia como efecto de no ver procedente su casación expone, debe la Sala entonces
ocuparse en dar respuesta a los mismos brevemente.
9. La Carta Política de 1.991 comprendió en forma general entre los servidores públicos a los
miembros de las corporaciones públicas, los empleados y trabajadores del Estado y de sus
entidades descentralizadas territorialmente y por servicios, señalando al propio tiempo que
correspondería a la ley determinar el régimen aplicable a los particulares que desempeñaran
funciones públicas (artículo 123).
El artículo 20 de la Ley 599 de 2.000, actualmente vigente -en términos idénticos a como lo
hacía el artículo 63 del Decreto 100 de 1.980, modificado por el artículo 18 de la Ley 190 de
1.995-, dispone:
“Para todos los efectos de la ley penal, son servidores públicos los miembros de las
corporaciones públicas, los empleados y trabajadores del Estado y de sus entidades
descentralizadas territorialmente y por servicios.
Para los mismos efectos se consideran servidores públicos los miembros de la fuerza pública,
los particulares que ejerzan funciones públicas en forma permanente o transitoria, los
funcionarios y trabajadores del Banco de la República, los integrantes de la Comisión Nacional
Ciudadana para la lucha contra la Corrupción y las personas que administren los recursos de
que trata el artículo 338 de la Constitución Política”.
10. A su turno, el Estatuto General de Contratación de la Administración Pública (Ley 80 de
1.993) previó que por regla general el mismo sería aplicable a los servidores públicos, según la
denominación contenida en el artículo 2°, numeral 2°, haciendo extensiva la responsabilidad
contractual, penal y civil además de éstos, a los particulares contratistas (también la
disciplinaria posteriormente excluida por la Corte Constitucional mediante la sentencia C280/96), consultores, interventores y asesores externos (artículos 52 y 53), en relación con las
obligaciones derivadas de la actuación contractual y del propio contrato de consultoría,
interventoría o asesoría “como por los hechos u omisiones que les fueran imputables y que
causen daño o perjuicio a las entidades, derivados de la celebración y ejecución de los
contratos respecto de los cuales hayan ejercido o ejerzan las funciones de consultoría,
interventoría o asesoría”.
Normatividad ligada al artículo 56 que se relaciona específicamente con la responsabilidad
penal de los particulares que intervienen en la contratación estatal y de acuerdo con el cual
“Para efectos penales, el contratista, el interventor, el consultor y el asesor se consideran
particulares que cumplen funciones públicas en todo lo concerniente a la celebración, ejecución
y liquidación de los contratos que celebren con las entidades estatales y por tanto, estarán
sujetos a la responsabilidad que en esta materia señala la ley para los servidores públicos”.
11. Dispone pues la ley que los particulares en los casos citados si bien no son evidentemente
servidores públicos, dada la índole de la relación que en cada uno de sus distintos roles
establece y consiguientemente la vinculación contractual que se genera con las diversas
entidades estatales mediante el ejercicio de funciones públicas permanentes o transitorias,
deben ser puestos en igualdad de trato y de exigencias en el marco de sus responsabilidades a
aquellas predicables de los servidores públicos, sin que ello implique, desde luego, modificar la
naturaleza que les es propia.
12. En efecto, la relación que establecen los contratistas con las entidades estatales -como las
denomina la Ley 80- o el ejercicio de funciones públicas por los particulares a título de
consultores, interventores o asesores, los sitúa en un orden jurídico distinto al de los demás
sujetos no cualificados, como lo ha destacado en copiosas decisiones la Corte Constitucional,
lo que justifica plenamente que les sea dado un trato igual al de los servidores públicos en
materia de responsabilidad civil y penal.
Dicha equiparación comporta en el ámbito penal que se pueda estar incurso, entre otras
conductas punibles, en cualquiera de las infracciones propias de la contratación administrativa,
tales como la violación al régimen legal -y constitucional reza el texto actualmente vigente-, de
inhabilidades e incompatibilidades, e interés indebido -que el anterior estatuto calificaba de
“ilícito”- en la celebración de contratos y contratos sin cumplimiento de requisitos legales
(artículos 408, 409 y 410 de la Ley 599 de 2.000, artículos 141,145 y 146 del Decreto 100 de
1.980, con sus modificaciones y adiciones).
13. La Corte Constitucional al pronunciarse sobre la demanda incoada, entre otras normas,
contra los artículos 52, 53 y 56 de la Ley 80 de 1.993 (C-563/98), tuvo a bien precisar el
contenido y alcance de dichos preceptos bajo el imperativo de análisis que imponía considerar,
entre otros aspectos, si a los contratistas, consultores, interventores y asesores -particulares-,
por razón de su intervención en el proceso de contratación estatal, les era deducible
responsabilidad civil y penal en términos de tal normatividad.
En sus más puntuales aspectos precisó en primer orden, que es inherente a los servidores
públicos el desempeño de funciones públicas, en tanto procuran la prestación oportuna y eficaz
de los cometidos públicos a cargo del Estado. Advierte la doctrina constitucional que los
particulares pueden también desarrollar funciones públicas, imponiéndose el trato como
servidores públicos, considerando la naturaleza de la función que se les atribuye, determinante
de la índole y alcance de la relación jurídica, de suerte que “Cuando se asigna al particular el
cumplimiento de una función pública, éste adquiere la condición de un sujeto cualificado, en la
medida en que se amplifica su capacidad jurídica, sin que por ello deje de ser un particular. Sin
embargo, en este evento su situación jurídica se ve afectada en virtud de las responsabilidades
que son anejas a quien cumple funciones de la indicada naturaleza” y que frente a los
preceptos demandados implica afirmar que cuando el particular cumple funciones públicas,
correlativamente asume las consiguientes responsabilidades públicas, con todas las
consecuencias que de ella emergen, tanto en los aspectos civiles como penales.
El pleno ajuste del articulado demandado con la Carta Política se expone, así:
“Realmente no encuentra la Sala que la norma del art. 53, en materia de responsabilidad de los
diferentes tipos de contratistas agregue algo nuevo a la noción general de responsabilidad que
para todo contratista se deriva del art. 52 de la ley 80/93, porque examinada aquélla se observa
que la responsabilidad de los consultores, interventores y asesores, se deduce, como es apenas
lógico y normal del cumplimiento o no de sus obligaciones contractuales y de las acciones y
omisiones antijurídicas en que estos puedan haber incurrido en la celebración y ejecución de los
correspondientes contratos.
....
En la exposición de motivos del proyecto que luego se convirtió en la ley 80/93, se justificó la
responsabilidad de los particulares contratistas, asi como la de los consultores, interventores y
asesores, en el sentido de que éstos "deberán responder civil y penalmente por las conductas
dolosas o culposas en que incurran en su actuar contractual, tales como el participar en un
proceso de selección a pesar de tener conocimiento de la inexistencia de autorizaciones para su
ejecución, cuando suscriban el contrato no obstante conocer las circunstancias de inhabilidad o
de incompatibilidad en que se hallan incursos; cuando no adopten las medidas o decisiones
necesarias para iniciar el contrato en la época prevista o pactada; por obstaculizar las labores o
actividades de vigilancia del contrato, así como cuando entregue bienes o preste servicios de
calidad o especificaciones diferentes, o cuando formulen propuestas en las que se fijen
condiciones económicas y de contratación artificialmente bajas con el propósito de obtener la
adjudicación del contrato, entre otros casos"
Por lo anterior, no encuentra la Corte motivo alguno de inconstitucionalidad en las normas de los
artículos 52 y 53 de la ley 80/93, en lo relativo al establecimiento de responsabilidad civil y penal
de los contratistas, consultores, interventores y asesores externos. Por consiguiente, serán
declarados exequibles”.
Ahora bien, al ocuparse del artículo 56, también demandado, el fallo contesta:
“Las razones antes expuestas sirven para justificar la constitucionalidad de este artículo pues,
de acuerdo con la Carta, nada obsta para que los consultores, interventores y asesores externos
respondan penalmente en los mismos términos que los servidores públicos.
Ahora bien: en contra de lo afirmado por el demandante, es claro que a dichos sujetos no se les
está elevando a la categoría de servidores públicos, ni desconociendo su condición de
particulares. Simplemente el legislador, como autoridad competente para definir la política
criminal, ha considerado que la responsabilidad penal de las personas con las cuales el Estado
ha celebrado contratos para desarrollar una obra o cometido determinados, debe ser igual a la
de los miembros de las corporaciones públicas, los empleados y trabajadores del Estado, o la de
funcionarios al servicio de entidades descentralizadas territorialmente y por servicios. Tal
tratamiento que, se insiste, no implica convertir al particular en un servidor público, tiene una
justificación objetiva y razonable, pues pretende garantizar que los fines que se persiguen con la
contratación administrativa y los principios constitucionales que rigen todos los actos de la
administración, se cumplan a cabalidad, sin que sean menguados o interferidos por alguien que,
en principio, no está vinculado por ellos.
En otras palabras, la responsabilidad que en este caso se predica de ciertos particulares, no se
deriva de la calidad del actor, sino de la especial implicación envuelta en su rol, relacionado
directamente con una finalidad de interés público”.
14. Ha hecho la ley la ficción según la cual no obstante que los particulares vinculados
mediante una relación contractual no pierden esa condición -específicamente tratándose de los
consultores, interventores y asesores externos- sobre ellos recae la responsabilidad civil y
penal predicable de los servidores públicos, no solamente por incumplimiento de las
obligaciones inherentes al contrato celebrado, sino las derivadas de aquella participación que
tengan en los contratos que se celebren o ejecuten a partir de las funciones propias de
consultoría, interventoría o asesoría.
15. Esta equiparación, que con nitidez surge de los citados artículos 52, 53 y 56 de la Ley 80
de 1.993, obedece a una sana previsión legislativa de conformidad con la cual los particulares
que participan en desarrollo de la contratación administrativa, mediando a su vez un contrato
de prestación de servicios, se encuentran igual de comprometidos en el deber de asegurar el
cumplimiento de los principios inherentes a la contratación estatal, esto es, de transparencia,
economía, responsabilidad y selección objetiva, además de los postulados que rigen la función
administrativa, de modo tal que su incumplimiento conlleva el mismo orden de responsabilidad
predicable de los servidores públicos por sus actuaciones u omisiones antijurídicas.
16. Cuando el artículo 8, numeral 2°, literal b, señala, entre otros supuestos, que no podrá
celebrar contratos con la entidad respectiva la persona que tenga vínculos de parentesco hasta
el segundo grado de consaguinidad con los servidores públicos de los niveles directivo, asesor
o ejecutivo, evidentemente se está refiriendo, como no podría ser de otra manera, a servidores
vinculados nominalmente al Estado y esto es así porque de ordinario las entidades públicas
están integradas en cualquiera de esos órdenes por funcionarios estatales a quienes
corresponde adelantar la función pública de incidir en el trámite contractual, inhabilidad que,
como lo precisó la Corte Constitucional “es adecuada si realmente se dirige a los familiares de
aquellas personas que gozan del poder de decisión de adjudicar contratos, o pueden tener
influencias que razonablemente puedan determinar la decisión, pues en tales casos esos
vínculos colocan en peligro la transparencia y seriedad del proceso de contratación
administrativa” (Sentencia C-429/97).
17. Sin embargo, la equiparación que la propia Ley 80 de 1.993 hace de los particulares a
servidores públicos, en los casos de contratistas, consultores, interventores y asesores
externos, para destacar que
cuando cumplen funciones públicas han de responder
penalmente en los mismos supuestos predicables de los funcionarios, impone forzosamente
que deba en cada caso valorarse si el particular responsabilizado con funciones públicas
interviene en el proceso contractual en alguno de dichos órdenes, pues sin lugar a dudas, dada
la finalidad que el legislador se propuso con las causales de inhibición para celebrar contratos,
esto es “asegurar la imparcialidad, eficacia, eficiencia, moralidad y transparencia de la
contratación administrativa, para lo cual inhabilita a los familiares de determinados servidores
públicos que, conforme al criterio del Legislador pueden incidir en la contratación” (C-429/97),
ningún argumento justificador es aceptable de ser responsables civil y penalmente, pero para
lograr la concreción de dicha responsabilidad se les excluya de los supuestos que la hacen
materialmente posible, entre otros, aquellos que conducen a que deban estar marginados de
cualquier intervención contractual a través de la cual se vea afectado el proceso y los principios
que lo deben regir.
18. Excluir a los contratistas, consultores, interventores y asesores externos, de aquellos
preceptos a través de los cuales se procura garantizar en términos reales la imparcialidad y
transparencia en la contratación administrativa cuando la propia ley previó que estarían sujetos
a la responsabilidad que la ley señala para los servidores públicos, dada la predominante
injerencia que en la mayoría de los casos tienen en desarrollo de esta función en materia
contractual, resulta, además de contrario a los propios supuestos en que se afinca la regulación
legal, cohonestador de las nóminas paralelas de las cuales se valen las distintas entidades
para disolver la responsabilidad de sus agentes.
19. En el caso concreto, CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA había celebrado un contrato
de asesoría externa -del 7 de enero al 30 de diciembre de 1.998-, cuyo objeto era prestar “sus
servicios como asesor jurídico del Municipio de Yaguará en su Sector Central en forma
exclusiva”, fijándose como sus obligaciones:
“A. Absolver las consultas de tipo jurídico que se presenten en el Sector Central de la
Administración Municipal. B. Asesorar el sector del Municipio en materia contractual para la
celebración y revisión de contratos sin que adquiera por ello obligación de elaborar pliegos
licitatorios o estudios de las propuestas derivadas de una licitación C. Asistir y/o representar al
Municipio en los procesos laborales, Administrativos, Civiles y Penales, que se promuevan en
su contra y agotar la vía gubernativa en los casos que se requiera”.
Como ya se advirtió, LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA era conocedora de que su hermano
ostentaba dicha vinculación con la Alcaldía y participó en el proceso de adjudicación del
contrato de obra presentando inicialmente la cotización y propuesta del proyecto para la
terminación del Centro Cultural del Pueblo, el cual le fue adjudicado y protocolizado el 18 de
septiembre de 1.998. Es, por tanto deleznable que a partir de su condición de Ingeniera Civil
contratista con entidades territoriales, no advirtiera que correspondía a su hermano la revisión
jurídica del contrato, lo cual la inhabilitaba para contratar con el Estado dado el vínculo de
parentesco con la persona que podía incidir en la celebración del mismo, por ser, insístase, el
asesor jurídico de la propia entidad municipal.
A su turno, no admite discusión la consideración según la cual CARLOS VIDAL GONZÁLEZ
HERRERA, quien efectivamente fungía como asesor jurídico externo, en desempeño de
funciones públicas, como que no pueden ser de otra índole las que imponen de manera
formalmente temporal pero en la práctica permanente -si se toma en cuenta que la asesoría
jurídica comprendió todo el año de 1.998 y también el mismo período de 1.999-, de revisar la
legalidad de los contratos celebrados por el Municipio al que servía, toda vez que mediante
dicha actividad se deben ver realizadas las diversas finalidades inherentes a la contratación
estatal, en los términos indicados, aspecto de suyo relevante cuando -conforme sucede en este
caso- se trató de un contrato de una obra pública.
20. Como en las condiciones anteriores la claridad típica de la conducta imputada a los
procesados excluye la posibilidad de que concurra el error de tal naturaleza, que sirviera de
base a la absolución dictada por el ad quem y por el contrario se evidencia así que los
encausados actuaron dolosamente, sin mediación de causal alguna que los exima de
responsabilidad y no sin antes precisar que también se trata de una conducta antijurídica como
que no ha de medirse el quebranto al bien jurídico de la administración en su concreta especie
de la contratación administrativa por el menoscabo patrimonial, sino por los valores y bienes
que el tipo penal en cuestión (artículo 144 del Código Penal de 1.980) protege, al margen de
los recursos del Estado, sino como se dijo la transparencia, responsabilidad, imparcialidad,
celeridad, economía, buena fe en dicha actividad y la función pública implícita en ella que sin
duda se vieron afectadas y dada consiguientemente la prosperidad del cargo, se casará el fallo
recurrido y en su lugar se condenará a los enjuiciados por la conducta que fue materia de
acusación.
Para tales efectos y dado que los hechos ocurrieron el 18 de septiembre de 1.998, esto es, en
vigencia de la Ley 190 de 1.995, cuyo artículo 32 modificatorio del 144 del Decreto 100 de
1.980 preveía para el punible de violación del régimen legal de inhabilidades e
incompatibilidades, como pena principal la prisión de 4 a 12 años, multa de 10 a 50 salarios
mínimos legales mensuales vigentes, e interdicción de derechos y funciones públicas de 2 a 7
años, su confrontación con la normatividad actualmente vigente conduce a que con un criterio
de favorabilidad sea aquélla la punibilidad que ha de irrogarse a los implicados.
Ahora bien, como a éstos no se les imputó en la acusación circunstancia alguna de mayor o de
menor punibilidad, significa que frente a los métodos legales de tasación producidos por razón
del tránsito legislativo resulta más favorable el previsto en la Ley 599 de 2.000, en tanto su
límite máximo lo constituye el del primer cuarto, de modo que la dosificación debe obtenerse de
entre 4 a 6 años de prisión, multa de 10 a 20 salarios mínimos e inhabilitación para el ejercicio
de derechos y funciones públicas de 2 a 3 años y 3 meses.
Establecido así el cuarto de movilidad punitiva, la consideración de elementos como la mayor o
menor gravedad de la conducta el daño real o potencial creado, la intensidad del dolo, la
necesidad de pena y la función que ella ha de cumplir en el caso concreto, estima la Sala que
la pena a imponer a los enjuiciados debe corresponder al mínimo del marco predeterminado,
esto es, prisión de cuatro (4) años, multa de diez (10) salarios mínimos legales vigentes e
inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por dos (2) años.
Implica lo anterior que por razón de la pena privativa de la libertad que se les impondrá,
improcedente se hace en términos del artículo 63 del Código Penal la concesión de la
suspensión condicional de la ejecución de la pena por cuanto la prisión que se impone excede
de tres años.
Y aunque en principio por virtud del mismo quantum punitivo pudiera considerarse viable en
términos el artículo 38 ibídem, la prisión domiciliaria, en cuanto se ha sometido a juicio una
conducta punible cuya pena mínima legal es inferior a cinco años de prisión, no puede menos
que deducirse seria y fundadamente que por el desempeño personal, laboral, familiar o social
de los sentenciados, éstos han incurrido en una conducta tal que colocan en peligro a la
comunidad, como que dadas las funciones de la pena y principalmente la de prevención
general, no debe quedar en la comunidad la sensación de que un comportamiento lesivo de la
transparencia que debe observarse en la contratación administrativa, ha quedado impune,
luego no pueden ser beneficiarios del mecanismo sustitutivo señalado, en consecuencia se
dispondrá su captura.
En mérito de lo expuesto, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia,
administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley,
RESUELVE:
1° CASAR el fallo impugnado.
2° En consecuencia, CONDENAR a cada uno de los acusados CARLOS VIDAL GONZÁLEZ
HERRERA y LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA, identificados con las cédulas de
ciudadanía No. 79’350.833 de Bogotá y 55’155.216 de Neiva, respectivamente, a la pena
principal de cuatro (4) años de prisión, multa de diez (10) salarios mínimos legales vigentes e
inhabilitación para el ejercicio de derechos y funciones públicas por dos (2) años, como
coautores responsables del delito de violación al régimen legal de inhabilidades e
incompatibilidades.
3° Abstenerse de condenar a los procesados por concepto de indemnización de perjuicios.
4° NEGAR a CARLOS VIDAL GONZÁLEZ HERRERA y LUZ STELLA GONZÁLEZ HERRERA
la suspensión condicional de la ejecución de la pena, así como el sustitutivo de la prisión
domiciliaria. Por tanto, ordenar su captura.
Contra esta decisión no procede recurso alguno.
Cópiese, notifíquese, devuélvase al Tribunal y cúmplase.
HERMAN GALÁN CASTELLANOS
SIGIFREDO ESPINOSA PÉREZ
EDGAR LOMBANA TRUJILLO
MARINA PULIDO DE BARÓN
YESID RAMÍREZ BASTIDAS
ALFREDO GÓMEZ QUINTERO
ÁLVARO ORLANDO PÉREZ PINZÓN
JORGE LUIS QUINTERO MILANÉS
MAURO SOLARTE PORTILLA
Teresa Ruiz Núñez
Secretaria
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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
Magistrado Ponente: JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
Bogotá, D. C., veinticinco (25) de mayo de dos mil cinco (2005).
Referencia: Expediente No. C-7198
Decídese el recurso de casación interpuesto por Agrícola de Seguros de Vida S. A. y Seguros
del Comercio S. A., contra la sentencia de 7 de abril de 1997, proferida por el Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Bogota, Sala Civil, en el proceso ordinario de María Saray García de
Pachón, Hornero, Doris y Carlos Enrique Pachón García contra las recurrentes.
ANTECEDENTES
1.-En la demanda que originó el proceso, los demandantes diciendo actuar en su condición de
"beneficiaria y cónyuge sobreviviente" e “hijos legítimos" de Jorge Enrique Pachón, “por
consiguiente herederos de éste", solicitan que se condene las sociedades demandadas a
pagar a su favor las cantidades de dinero que al 30 de enero de 1991, su causante adeudaba
al Banco Cafetero, junto con los perjuicios irrogados, consisten es en los intereses «causados
y/o pagados" y los derivados de las "acciones de cobro" que contra el "patrimonio de la
herencia, de los codeudores o de sus herederos" se instauren, todo con "corrección
monetaria".
2.-Las pretensiones se fundamentan en los siguientes hechos:
2.1.-El Banco Cafetero otorgó créditos al señor Jorge Enrique Pachón, amparados, desde
1986, por la póliza de seguro de vida número 70100, hasta el 15 de abril de 1988. De ahí en
adelante, hasta el 30 de enero de 1991, fecha del deceso de aquél, por la póliza D-310,
expedidas por la Compañía Agrícola de Seguros de Vida S. A., quien llamó en coaseguro a
Seguros de Vida del Comercio S. A., en el equivalente al 20% del riesgo asegurado.
2.2.- El seguro era tramitado por el Banco Cafetero, en representación del entonces deudor,
mediante el pago de las primas que se cargaban a su cuenta corriente, figurando el citado
banco en calidad de "primer beneficiario" y la esposa del asegurado como "beneficiario
subsidiario".
2.3.- Jorge Enrique Pachón, a la fecha de su deceso, adeudaba al Banco Cafetero, los créditos
amparados por el seguro de deudores, los cuales se encontraban representados en los
pagarés números 90-5, 224-9 y 17-7, por $13.525.000.oo, $4.000.000.oo y $18.000.000.oo,
respectivamente.
2.4.-Efectuado el aviso del siniestro, el Banco Cafetero, amén de remitir, el 3 de julio de 1991,
a la cónyuge sobreviviente, deudora solidaria de las obligaciones, la respuesta de la Compañía
Agrícola de Seguros de Vida S. A., negándose a pagar el "seguro con fundamento en la
condición número 5 del anexo de la póliza de deudores", se limitó a requerir a los
demandantes para que cancelaran las obligaciones, viéndose estos precisados a hacer
abonos, ante el grave peligro de una acción judicial que los marginara del acceso al crédito y
de sus actividades como agricultores.
3.-Notificadas de la existencia del proceso, las aseguradoras se opusieron a las pretensiones,
mediante la formulación de excepciones, argumentando que los demandantes no eran parte
del contrato de seguro, ni tenían la calidad de beneficiarios. Además, porque fuera de que el
"suicidio" se excluye del concepto jurídico de riesgo asegurable, no se incluyó en el seguro de
vida de deudores el "suicidio" de Jorge Enrique Pachón, y porque cuando éste ingresó a la
póliza, omitió informar, en forma culpable, los hechos y circunstancias referentes a su estado
de salud, que de haber sido conocidas por el asegurador, habrían inhibido la expedición de las
pólizas.
4.- En la etapa probatoria, la señora Nelsy Viviana Pachón García, en su condición de "hija
legítima" del causante y "heredera del mismo", compareció al proceso como litisconsorte
"necesaria" de los demandantes, calidad que fue aceptada en auto de 25 de febrero de 1993.
Con fundamento, en lo esencial, en los mismos hechos de la demanda, la interveniente solicita
que se condene a las aseguradoras a pagar a la sucesión de Jorge Enrique Pachón.,
representada por la cónyuge sobreviviente y sus herederos, las cantidades de dinero que se
determinen, principalmente, como "beneficiarios a título gratuito de los seguros que se
mencionan", o en subsidio, como subrogatarios" del Banco Cafetero.
5.- Tramitado en esos términos el proceso, el Juzgado Veintidós Civil del Circuito de Bogotá en
sentencia de 30 de mayo de 1995, declaró infundadas las excepciones y condenó a las
sociedades demandadas, en la proporción que a cada una correspondía, a pagar a los
demandantes y a la litisconsorte, "con destino a la masa herencial", los saldos insolutos que el
causante Jorge Enrique Pachón tenía con el Banco Cafetero, al momento de su muerte, los
cuales determina, más los intereses moratorias que cada pagaré indicaba, desde la fecha de la
defunción hasta cuando se verifique su pago. Así mismo, denegó las "pretensiones
relacionadas con perjuicios y corrección monetaria".
En cuanto a la pretendida citación del Banco Cafetero, como "Iitisconsorte facultativo",
solicitada en la demanda, inclusive por quien fuera admitida como litisconsorte necesario, para
que en el caso de prosperar las excepciones, se le condenara a pagar las sumas reclamadas,
consideró, en el capítulo de antecedentes, que “tal pretensión no fue estimada viable y por ello,
ni el juzgado proveyó nada al respecto, ni los actores volvieron sobre el tema".
6.- Decisión que, en términos generales, el Tribunal confirmó al resolver el recurso de
apelación que interpuso la parte demandada.
LA SENTENCIA IMPUGNADA
1.- Como cada uno dé los integrantes de la Sala Civil de Decisión, enarboló una tesis distinta,
de conformidad con lo previsto en los artículos 7° y 11 del decreto 1265 de 1970, se convocó a
un cuarto magistrado, el que seguía en turno, "a efecto de lograr una resolución mayoritaria
sobre una de las tres soluciones planteadas".
El Tribunal finalmente confirmó la sentencia apelada, salvo lo relacionado con la fecha desde
cuando debía atenderse la condena al pago de intereses, la cual reformó, para indicar que la
misma no se contaba desde la data del fallecimiento del deudor, sino a partir del momento en
que los demandantes habían efectuado los pagos al Banco Cafetero, “en la forma especificada
en la parte motiva".
2.- En cuanto a la legitimación en causa de la parte actora, el Tribunal explicó que si bien el
contrato de seguro de vida se invocó como fuerte de derechos, se podía afirmar, aceptando
que la demanda reunía los requisitos formales, que las pretensiones no se fincaron única y
exclusivamente en dicho contrato, pues lo que se reclamaba era el pago de las obligaciones
que estaban a cargo de las aseguradoras, en virtud del seguro de vida grupo deudores,
obligaciones que los demandantes se vieron compelidos a satisfacer, inicialmente, en forma
parcial, y luego totalmente, una vez ocurrida la muerte del causante deudor.
Conclusión que tampoco se oponía a la demanda formulada por quien fuera reconocida como
litisconsorte necesario, porque en ninguna de las pretensiones ésta aduce la calidad de
asegurada o beneficiaria, menos la de haber sido parte en el contrato de seguro. Podría ser
discutible la condición de "beneficiaria a título gratuito" que invoca, pero no así la de
"subrogataria".
3.- Al identificar que la acción propuesta era la " subrogatoria", el Tribunal expresó que por
haberse cumplido la condición suspensiva, la muerte de Jorge Enrique Pachón, todo se
reducía a establecer si las sociedades demandadas estaban obligadas a pagar el valor del
seguro. De ser positiva la respuesta, los demandantes debían acreditar que, en calidad de
terceros, pagaron "a nombre" de las aseguradoras. Si no lo estaban, por prosperar alguna
excepción, como la nulidad del contrato de seguro o la exclusión del riesgo, "los pagos se
habrían efectuado mar, porque en ese caso los demandantes simplemente estarían
solucionando una deuda del difunto.
3.1.- Con relación a la exclusión del riesgo, el Tribunal refiriéndose al anexo No. 1 de 30 de
octubre de 1987, dijo ser cierto que se había estipulado que en caso de "suicidio" de cualquier
asegurado, acaecido en el año siguiente a la fecha de Iniciación del seguro, o de sus
renovaciones o prórrogas, pues se trataba de un seguro automático, no había lugar a
indemnización alguna.
Empero, como esa cláusula se dejó sin efecto a partir del 1° de marzo de 1990, según el
anexo No. 6 de la misma fecha, no era posible afirmar, como lo expresa el recurrente, que lo
pretendido era excluir permanentemente el riesgo. Entre otras cosas, porque se desdibujaría la
cláusula que recoge el pensamiento y la voluntad de las partes, y porque reasumir ese riesgo
no era novedoso, pues en el contrato de seguro GD- 70100, se definió, con respecto al
suicidio, que no obstante lo expuesto en la condición 19, éste quedaba amparado desde la
iniciación del seguro.
3.2.- Sobre que el suicidio no respondía al concepto jurídico de riesgo asegurable, el Tribunal
indicó, con apoyo en la doctrina, que la tesis tendría sentido tratándose del suicidio
"voluntario", pero no del "involuntario", que es el que se produce en un estado donde el suicida
no tiene cabal juicio del alcance y la gravedad de su acto, que precisamente fue el que
acaeció, dadas las condiciones síquicas y físicas del asegurado, según el dictamen pericial y
las pruebas técnicas que lo sustentan, entre ellas el testimonio del médico que lo trató en su
enfermedad, medios estos que no muestran los reparos endilgados.
3.3.- Respecto de la inexactitud o reticencia, el Tribunal consideró que no estaba al alcance de
las sociedades demandadas alegar esos hechos como causa de nulidad absoluta del contrato
de seguro, porque atendiendo las fechas de los pagarés, 7 de marzo, 9 de mayo y 17 de
octubre de 1990, las aseguradoras conocían el estado de salud del asegurado, dado que el
médico de las mismas emitió un concepto que, acogido por aquéllas, autorizó amparar el
riesgo como "subestandar", mediante el pago de una "extraprima del 75%".
4.- Concluye el Tribunal que como la objeción no fue seria ni razonada, las excepciones no
prosperaban, razón por la cual quedaba en pie la obligación de las aseguradoras de cumplir el
contrato de seguro, una vez acaecido el siniestro. Por lo tanto, los demandantes al pagar esa
obligación solucionaron una deuda que no les correspondía, debiendo entenderse que
actuaron como terceros y no en calidad de herederos de Jorge Enrique Pachón, porque para
su seguridad, el acreedor, Banco Cafetero, había tomado con las aseguradoras el seguro por
cuenta de dicho deudor.
Así las cosas, los terceros que pagaron se subrogaron voluntariamente en las acciones del
acreedor, circunstancia que se explica por haber sido aquéllos requeridos por éste para el
pago de las obligaciones. Pago que en todo caso no pudo extinguir las obligaciones de las
aseguradoras, en consideración a que los demandantes no realizaron el pago como herederos
de Jorge Enrique Pachón, sencillamente porque al acaecer su muerte, éste nada debería, en
virtud del contrato de seguro, caso en el que las obligaciones se trasladaron a las compañías
aseguradoras, por haber éstas asumido el riesgo del siniestro.
5.- En lo demás, el Tribunal se ocupó de precisar el monto de las obligaciones y las fechas a
partir de las cuales debían ser cumplidas.
EL RECURSO DE CASACION
Ocho cargos se formulan contra la sentencia. La Corte los resolverá en el orden lógico que
corresponda, agrupando el cuarto, sexto y octavo, por impugnar en lo esencial idéntico
fundamento decisorio, así como el segundo y quinto, por servirse de consideraciones
comunes.
CARGO PRIMERO
1.- Acúsase la sentencia por haberse incurrido en las causales de nulidad previstas en los
numerales 2° y 4° del artículo 140 del Código de Procedimiento Civil.
2- En apoyo de las mismas, el recurrente manifiesta que la providencia cuestionada no se
adoptó con la mayoría exigida en la ley, pues habiendo sido suscrita por cuatro magistrados,
dos de los cuales salvaron el voto, debió aprobarse con el voto afirmativo de tres, tal como lo
ordenan los artículos 11-3 del decreto 1265 de 1970 y 54 de la ley 270 de 1996. Además, el
llamamiento del cuarto magistrado sólo procedía en caso de impedimento, recusación, empate
o falta absoluta de uno cualquiera de los miembros de la Sala.
3.- Por lo mismo, "se acudió a un procedimiento distinto al que correspondía para proceder a la
expedición de una sentencia con la mayoría reglamentaria".
CONSIDERACIONES
1.-La falta de competencia funcional de una; Sala de Decisión para conocer de un asunto
determinado, tiene lugar no sólo cuando el proceso se encuentra atribuido por ley a otra Sala
de Decisión, del mismo o de otro Tribunal, sino cuando, como lo tiene dicho la Corte, la “Sala
de Decisión que teniendo el conocimiento de dicho proceso no se ha integrado o no ha
adoptado o suscrito legalmente dicha sentencia" (sentencia de 19 de abril de 1989, CXCVI-89).
2.- En el caso, ninguna discusión existe en torno a que el Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Bogotá, Sala Civil, era el competente para resolver el recurso de apelación que se interpuso
contra la sentencia del juzgado.
Lo que debe elucidarse es si la Sala de Decisión que profirió el fallo recurrido estuvo
debidamente integrada, porque sólo así puede afirmarse que las salas de decisión asumen la
competencia para "dictar las sentencias", tal como lo prevé el artículo 29 del Código de
Procedimiento Civil, o en palabras del artículo 7° del decreto 1265 de 1970, para "ejercer las
funciones jurisdiccionales".
El artículo 19 de la ley 270 de 1996, Estatutaria de la Administración de Justicia, establece que
los Tribunales Superiores "ejercerán sus funciones", "de acuerdo con la ley', por conducto de
las "Salas de Decisión plurales e impares". En el decreto citado, en concordancia con el
Acuerdo No. 108 de 22 de julio de 1997, emanado del Consejo Superior de la Judicatura, Sala
Administrativa, se regula todo lo relacionado con la organización y funcionamiento de las Salas
de Decisión, así como lo atinente a la forma como deben prepararse, discutirse y aprobarse las
providencias.
Con relación a lo primero, ,31 artículo 7° del mencionado decreto, que sería el aplicable al
caso, pues el 7 de abril de 1997, fecha de la sentencia, aún no se había promulgado el citado
Acuerdo No. 108, señala que las salas de decisión "se integrarán en cada asunto por el
magistrado a quien le corresponda en repartimiento y por los dos que le sigan en el orden
alfabético de apellidos". En caso de impedimento o recusación de un magistrado, o por otra
causa legal de separación del conocimiento del proceso, el artículo 16, numeral 2°, ejusdem,
prevé que su reintegración se cumple llamando “por turno a otro de los magistrados de la sala
respectiva, para que integren la decisión, y solo en defecto de ellos se sortearán los conjueces
necesarios. En caso de empate en la Corte, se hará sorteo de conjuez para dirimirlo”.
Procedimiento que, como la misma norma lo indica, igualmente debe observase “en los
Tribunales cuando no pueda obtenerse la mayoría con intervención de otro magistrado de la
sala” especializada (subrayas extexto)
En cuanto a la forma como se aprueban los proyectos, aspecto que también interesa al caso,
el artículo 54 de la ley 270 de 1996, exige el “voto de la mayoría" de los miembros de la sala
de decisión, igual a como lo establecía el artículo 11, in fine, del decreto 1265 de 1970, al decir
que las "providencias que profieran las salas requieren mayoría absoluta de votos".
Disposición que también impone la obligación de suscribir las decisiones por la totalidad de los
magistrados y conjueces que concurrieron a dictarlas, inclusive por quienes hayan disentido,
sin perjuicio del correspondiente salvamento de voto.
3.- El cargo denuncia la sentencia del Tribunal por estar afectada de nulidad, porque la sala
que la dictó no estuvo debidamente integrada, pues el llamamiento del magistrado que seguía
en turno, sólo procedía en los "casos de impedimento, recusación, empate o falta absoluta" de
uno de sus miembros, y porque al suscribirse la decisión por cuatro magistrados, de los cuales
dos salvaron el voto, la misma "debió adaptarse con el voto de tres de ellos que conforman la
mayoría".
3.1.- Con relación a lo primero, si la ley exige que las decisiones del juez colegiado deben
aprobarse por “mayoría" en salas "plurales e impares", fácilmente se advierte que si a ojos del
Tribunal ello no fue posible, porque, según dijo, las posiciones de los magistrados no coinciden
mayoritariamente, como lo hizo constar expresamente, consideró menester conforme quedó
consignado, que interviniera otro magistrado de la misma sala especializada con el fin de
obtener la mayoría requerida para adoptar la decisión respectiva.
El caso es que, por efecto de ello, así quedó conformada la Sala, cuyo número de magistrados
que, antes de estar por debajo del mínimo requerido en la ley, resultó ser superior, asunto que,
por lo mismo, descarta una irregularidad que dé al traste con el trámite cumplido, y menos que
hiera la competencia del Tribunal, que de todos modos residía en su cabeza.
3.2.- En cuanto que como la sentencia se encuentra suscrita por cuatro magistrados, dos de
los cuales salvaron el voto, la misma debió adaptarse con el voto de tres de ellos que
conforman la mayoría", observa la Corte que por dicho aspecto tampoco se configura la causal
de nulidad alegada, porque las decisiones fueron adoptadas por el voto de la mayoría de los
magistrados que integraron la Sala.
La mayoría, en efecto, se conformó con el voto del magistrado ponente y con el voto del cuarto
magistrado que suscribió la sentencia sin reserva alguna, cuya comunidad de opinión resultó
numéricamente superior a la de cada uno de los votos divergentes. Como en un caso similar lo
explicó la Corte, si "las salas de los tribunales en que de acuerdo con el número de sus
integrantes se conforman legal y reglamentariamente para cada caso con tres de ellos, basta
la mayoría de dos para que un proyecto alcance la aprobación que lo torne en sentencia, que
fue lo que aquí finalmente sucedió, dándose apenas la apariencia de un empate entre cuatro
magistrados" (sentencia T -2003-30417-01 de 22 de julio de 2003).
Así las cosas, con el voto de dos magistrados, el fallo acogió la tesis, según la cual la solución
al problema planteado debía brindarse desde la perspectiva del pago con subrogación. Los
salvamentos de voto, en cambio, adujeron posiciones excluyentes entre sí, pues mientras uno
argumentaba la responsabilidad contractual con la advertencia de que los demandantes no
eran parte del contrato de seguro, razón por la cual debía absolverse a las sociedades
demandadas, el otro proponía la condena desde la perspectiva de la responsabilidad civil extra
contractual, de manera solidaria y limitada a lo que por capital e intereses recibió el Banco
Cafetero.
En todo caso, examinadas las posiciones vertidas en cada uno de los cuatro votos, claramente
se pone de presente que en realidad uno sólo abogó por un fallo absolutorio, por falta de
legitimación en la causa de los demandantes, porque dejando a un lado los dos votos
coincidentes, el otro salvamento de voto, titulado así, en verdad proclamaba la condena,
aunque por caminos diferentes, con algunos matices en cuanto a la extensión de la misma.
4.- El cargo, en consecuencia, no se abre paso.
CARGO SEGUNDO
1.- Denúnciase la sentencia por no estar en consonancia con los hechos de la demanda.
2.- Argumenta el recurrente que en la demanda no se afirma que los demandantes, en calidad
de terceros, pagaron una deuda ajena y que por eso se subrogaron en las acciones del
acreedor contra las compañías de seguros, como lo creyó el Tribunal.
Al contrario, la señora María Saray García de Pachón aduce la "calidad de beneficiaria y
cónyuge sobreviviente" de Jorge Enrique Pachón, en tanto que los atlas demandantes, "el
carácter de hijos legítimos del mismo". Expresiones que no dejan duda que en esas
condiciones demandaron, fundados en el contrato de seguro y en que las compañías
aseguradoras incumplieron la prestación señalada en dicho contrato.
3.- Además, el escrito de Nelsy Viviana Pachón García, donde solicita, subsidiariamente, que
se acceda a las pretensiones de los demandantes en su condición de subrogatorios del Banco
Cafetero frente a las aseguradoras, no puede tenerse como una demanda o como adición o
reforma a la inicialmente presentada, porque fuera de ser un simple escrito de intervención, no
se corrió el respectivo traslado.
El Tribunal, empero, acoge la pretensión subsidiaria de la litisconsorte, pese a que no le
"atribuye ninguna diferencia de fondo a los dos escritos y ciertamente no reconoce basarse
para su decisión en el documento de intervención (...), sino en la demanda directamente, lo
cual hace evidente la inconsonancia que se acusa".
CARGO QUINTO
1.- Acúsase la sentencia por violar los artículos 1494, 1530, 1536, 1542, 1602, 1666 a 1670 del
Código Civil, 822, 1080, 1037, 1137 y 1141 del Código de Comercio, como consecuencia de
errores de hecho en la apreciación de la demanda, de los poderes otorgados y del escrito
presentado por la litisconsorte, "al dar por probado, sin estarlo, que los demandantes
obraron...en calidad de subrogatorios del Banco Cafetero".
1.1.- Con relación a la demanda, porque la cónyuge de Jorge Enrique Pachón, quien
igualmente afirmó que había sido "deudora solidaria", de las obligaciones, amén de
beneficiaria del seguro de vida grupo deudores, y sus hijos, "herederos de éste", dijeron actuar
en esas calidades, sin que afirmen que "han pagado las deudas del fallecido al Banco Cafetero
y que en consecuencia se han subrogado en su posición de acreedor”.
Al contrario, cuando manifestaron que el Banco I Cafetero los requirió para que pagaran las
obligaciones de su causante, esto denota que no podían actuar en esa posición, porque la
"subrogación sólo se configura en el momento del pago",
Igualmente, si las pretensiones se encaminaron a que se indemnizaran los daños causados
por la negativa de las; aseguradoras al pago del siniestro, la subrogación se excluye, porque
por definición únicamente opera para "perseguir el pago de la prestación que es objeto de la
relación obligacional y sus accesorios".
Súmase a lo dicho que en los fundamentos de derecho de la demanda no se cita norma
alguna que aluda a la subrogación. Además, el llamamiento en el libelo del Banco Cafetero,
como litisconsorte facultativo, resultaba contradictorio, porque la "subrogación supone la salida
del acreedor original de la relación obligacional”.
1.2.- En cuanto a los poderes, la cónyuge sobreviviente lo otorga para que "gestione el pago
del siniestro" por ser "beneficiaria a título gratuito del seguro de vida" y porque "el Banco
Cafetero le está cobrando las deudas...en calidad de codeudora de las mismas". Los hijos en
tanto lo conceden "para llevar a cabo hasta su terminación las gestiones tendientes a obtener
de las demandadas el pago del seguro de vida de grupo deudores".
1.3.- Respecto del escrito de intervención, del que se afirma no es idóneo para alterar o
modificar la relación procesal, porque si bien el Tribunal se cuidó de apreciarlo, de todas
formas, al mencionarlo, pesó en su decisión, pues en la pretensión subsidiaria se manifiesta la
subrogación. Fuera de esto, contradictoriamente, en él los demandantes piden para la
"sucesión de Jorge Enrique Pachón", en calidad de cónyuge e hijos y como beneficiarios
gratuitos del seguro de vida, siendo que el único beneficiario a título oneroso es el Banco
Cafetero.
2.- Frente a todas esas expresiones, el censor concluye que los demandantes, en las
condiciones dichas, ejercitaron una acción de naturaleza contractual, derivada del seguro de
vida, en calidad de beneficiarios gratuitos, cuando no la tienen, porque el Banco Cafetero los
excluye al ser el titular del interés asegurado a título oneroso.
CONSIDERACIONES
1.- Como a partir de la reforma que el Decreto 2282 de 1989 introdujo al artículo 368 del
Código de Procedimiento Civil, una sentencia susceptible del recurso de casación puede
acusarse por "error de hecho manifiesto en la apreciación de la demanda" (causal primera), o
por no estar "en consonancia con los hechos de la demanda" causal segunda), que son los
errores que, en lo esencial, en ambos cargos se denuncian, conviene precisar, como
suficientemente lo tiene por averiguado la jurisprudencia, en qué casos se puede calificar el
error como de juicio y en cuáles como de procedimiento.
En la primera hipótesis, se comprende que al definir el pleito, el sentenciador se sujeta al
principio que le impone resolverlo con arreglo a los hechos invocados, sólo que al fijarles su
sentido y alcance, termina, sin embargo, alterándolos. En la segunda, se entiende que el juez
se aparta de su contenido y lo sustituye por el que dicte su personal criterio. "Se trata,
entonces, en el primer caso de un error de entendimiento del contenido de la demanda,
mientras en el segundo, un yerro por invención o imaginación judicial, producto de la
desatención o prescindencia de los hechos de la demanda" (sentencia de 27 de noviembre de
2000, expediente 5529).
2.- Si como se vio, la incongruencia fáctica tiene lugar cuando el juez se aparta de los hechos
de la demanda y no cuando los interpreta, el cargo segundo se torna infundado, porque en
verdad, todo se reduce a un problema de interpretación entre el recurrente y el sentenciador
sobre los alcances de la causa petendi, lo cual precisamente se combate en el cargo quinto, a
partir de aceptarse la existencia del seguro de vida grupo deudores y el pago de las
obligaciones que tenía Jorge Enrique Pachón, al momento de su deceso, con el Banco
Cafetero, por parte de su cónyuge e hijos: el Tribunal, al concluir que como el pago de las
obligaciones correspondía a las aseguradoras, en virtud del seguro de vida, los demandantes
al pagar, se habían subrogado en los derechos del acreedor. El recurrente, al interpretar que
como aquéllos dijeron actuar en calidad de "beneficiara y cónyuge sobreviviente" e "hijos
legítimos" del causante y, según el escrito de la litisconsorte, en la de "beneficiarios del
seguro", nada diferente podía comprenderse que el contrato de seguros se erigió en la fuente
de sus derechos, respecto del cual no eran partes, careciendo) por lo tanto, de legitimación
para demandar.
De otra parte, si en el cargo de incongruencia fáctica se acepta que el Tribunal basó su
decisión "en la demanda directamente" y no "en el documento de intervención de la
litisconsorte", no se explica la Corte cómo ese documento corrobora el vicio alegado. Si lo fue
porque se acogió la pretensión subsidiaria de dicho escrito, siendo que no era idóneo para
alterar o modificar la relación procesal, entre otras cosas, porque del mismo no se corrió
traslado a la parte demandada, el problema sería otro, en todo caso ajeno a la causal de
incongruencia.
3.- Dilucidado, entonces, que todo se reduce a un problema de interpretación de la demanda y
de otros documentos relacionados con su contenido, como se denuncia en el cargo quinto,
pertinente resulta señalar que el juez al interpretar dicho libelo debe hacerla dentro de un
marco que no riña con su objetividad, pero sólo cuando la imprecisión o la oscuridad no sean
de una magnitud tal que obstaculicen averiguar lo que el demandante quiso expresar. Tarea
en la que, se tiene dicho, debe tener en cuenta que la "torpe expresión de las ideas per se no
puede ser motivo de rechazo del derecho suplicado cuando éste alcanza a percibir se en su
intención y en la exposición que de los presupuestos tácticos hace el demandante en su
demanda" (sentencia de 16 de febrero de 1995, CCXXXIV-234).
La interpretación de la demanda, en consecuencia, debe hacerse con un 'criterio jurídico' y no
mecárlico, de modo racional, lógico y científico, amén de ceñido a la ley. De ahí que dentro de
un contexto de respeto por los derechos fundamentales, el examen del libelo se impone de
manera integral, identificando la razón y la naturaleza del derecho sustancial que se hace
valer, para así superar cualquier imprecisión en que se haya podido incurrir.
3.- En ese orden, debe dejarse sentado que el contrato de seguro que encontró configurado el
Tribunal en el caso, es el de "vida grupo deudores", mas no un seguro de crédito, porque el
riesgo que asumió el asegurador era la pérdida de la vida del deudor y no la imposibilidad de
pago de la obligación por parte del deudor dado su deceso, o por cualquier otra causa, con
independencia de si el patrimonio dejado por el causante permitía pagar la obligación a la
entidad bancaria acreedora.
De un lado, al referirse, indistintamente, al "contrato de seguro vida grupo de deudores", y de
otro, al señalar que los demandantes no habían invocado la calidades directas de "tomadores,
beneficiarios o asegurados" de dicho contrato, pues lo que habían reclamado era el no pago
del seguro al acaecer el siniestro, la "muerte" del deudor del Banco Cafetero, pago que dichos
demandantes se vieron compelidos a efectuar frente a las objeciones que formuló la
aseguradora líder. Obsérvese cómo el Tribunal dijo que en el caso las "compañías de seguros
se obligaron a cancelar al Banco Cafetero los créditos que el tercero, Jorge Enrique Pachón,
hubiese adquirido, ocurrida la condición que ambos determinaron (su muerte), obligación que
una vez cumplida esa condición facultaba a la acreedora para trasladar el riesgo y obtener el
pago de las deudas de tal forma amparadas".
4.- Siendo claro, entonces, que el riesgo que se aseguró era la pérdida de la vida del deudor,
como así se aceptó a lo largo del proceso, inclusive en la demanda de casación, a tal punto
que se opuso como excepción que la muerte del asegurado causada por "suicidio" no era un
riesgo cubierto, para el estudio del cargo quinto no interesa examinar si desdé el punto de vista
sustancial los requisitos de la "acción subrogatoria", que es la que a juicio del Tribunal "en el
fondo se persigue", y no otra, se encuentran probados, porque como hecho antecedente es
fundamental verificar en la demanda si los supuestos que constituyen la subrogación
convencional, que fue la que se encontró probada, fueron afirmados o al menos podían
deducirse inequívocamente del libelo sin alterar su contenido objetivo.
La subrogación, legal o convencional, implica que los "derechos, acciones, privilegios, prendas
e hipotecas" de un acreedor se transmiten "a un tercero que paga", según se declara en los
artículos 1666 y 1670 del Código Civil, lo cual significa que la obligación del deudor no se
extingue, sino que lo que se presenta es un simple cambio de acreedor. Por tanto, para
calificar en un caso concreto como subrogatoria la acción propuesta, es intranscendente que
se manifieste expresamente en la demanda, porque ese formulismo, superado desde antaño,
no lo exige la ley.
Se requiere sí la afirmación de los hechos que la constituyen, como que los demandantes
pagaron una obligación que era de cargo del tercero que se cita como demandado, para que
sea el juez quien haga la imputación jurídica, así sea equivocada la del libelista. "Son los
hechos, tiene dicho la Corte, la voz del derecho", razón por la cual es al juez a quien
corresponde calificarlos, "no obstante los errores de las súplica: da mihi factum, daba tibi ius"
(sentencia de 17 de octubre de 1962, C-137). Como en otra ocasión se dijo, "la desacertada
calificación que el libelista le dé en su demanda a las súplicas, no tiene por qué repercutir en el
tratamiento jurídico del caso, puesto que corresponde al juzgador y no a los litigantes definir el
derecho que se controvierte" (sentencia de 7 de mayo de 1979, CLIC-120).
5.- Frente a lo expuesto, surge diáfano que el Tribunal no incurrió en los errores que el cargo
quinto denuncia, porque así no se hubiere afirmado en la demanda expresamente que los
demandantes se subrogaron en los derechos y acciones del acreedor Banco Cafetero,
respecto de las aseguradoras, en calidad de deudoras, de todas formas los supuestos que
exponen dichos demandantes como fundamento de las pretensiones, se encuadran en las
hipótesis normativas a que se hizo referencia.
En efecto, amén de afirmar que los créditos que había otorgado el Banco Cafetero al señor
Jorge Enrique Pachón, estaban amparados por un seguro de vida grupo de deudores, los
demandantes manifestaron que al acaecer el siniestro, la muerte del deudor, las aseguradoras,
ante el reclamo efectuado por el acreedor inicial, negaron el pago del seguro, motivo por el
cual el BANCO CAFETERO, tomador y beneficiario del seguro de vida grupo deudores,
procedió a requerirlos para que cancelaran las obligaciones, viéndose compelidos a hacer
abonos ante el peligro de una acción judicial que los marginara del acceso al crédito.
Cotejado lo anterior con lo que expresó el Tribunal, se observa total fidelidad, porque como ya
se observó, luego de advertir que la demanda "no adolecía de oscuridad”, el sentenciador
identificó que la condena solicitada es "por el no pago del seguro", pues cuando los
demandantes solucionaron las obligaciones "entendieron que efectuaban un pago al que no
estaban obligados por ser a las aseguradoras a quienes correspondía".
Igualmente, cuando consideró que al ocurrir la muerte de Jorge Enrique Pachón, las
aseguradoras y el Banco Cafetero se habían colocado en deudoras y acreedor,
respectivamente, por lo que no podía sostenerse que los herederos cancelaron deudas del
difunto, porque el causante "nada debía al momento de...su deceso", es decir, en virtud del
contrato de seguro de vida grupo deudores las obligaciones adquirieron "un nuevo deudor,
específicamente las aseguradoras", razón por la cual no podía negarse legitimación a los
demandantes por no ser parte en el contrato de seguro.
6.- En lo demás, no se ve cómo la condición de "cónyuge sobreviviente" e "hijos legítimos" del
causante, afirmada bien en los poderes otorgados, ya en la demanda, pueda desvirtuar la
subrogación, porque amén de ser ciertas esas calidades, precisamente el Banco Cafetero,
apoyado en las mismas, requirió a los demandantes para el pago de las obligaciones. En todo
caso, como al inicio se dejó advertido, ni la omisión de las ideas ni la mención torpe de las
mismas, como ahora, acaban por sí solas matando el derecho sustancial, menos cuando,
como igualmente se vio, en los demás hechos está la médula que refleja la verdadera
intención de los demandantes.
De otra parte, si por la subrogación, legal o convencional, se traspasan los "derechos,
acciones y privilegios" del antiguo al nuevo acreedor, no es equivocado sostener, con relación
al seguro de vida grupo deudores, que los demandantes adquirieron la calidad de
beneficiarios, a título oneroso, porque esa era precisamente la posición del Banco Cafetero en
el contrato de seguros, que no es lo mismo a que fueran beneficiarios "directos" del citado
seguro de vida grupo deudores.
Por lo tanto, cualquier afirmación distinta, como que eran beneficiarios directos a título gratuito
del seguro de vida grupo deudores, es intrascendente, por ser una Interpretación que no se
acompasa con el derecho suplicado. La Corte, refiriéndose a un contrato de seguros de esa
naturaleza, tiene explicado que "delimitada la cobertura de la póliza al pago del saldo de la
deuda en el monto que tuviese a la fecha del fallecimiento del asegurado, no cabría estipular
otros beneficiarios, pues nada podrían reclamar para si”, porque el "valor del seguro va a la par
con el saldo de la deuda, de manera que nunca quedará remanentes. Pero además, ese valor
del seguro tiene una destinación específica: ser aplicado a la deuda del asegurado fallecido”
(sentencia No. 145 de 29 de agosto de 2000, expediente 6379).
Lo mismo cabe predicar de la solicitud de citación del Banco Cafetero, como litisconsorte
facultativo o como demandado, por haber sido el acreedor original, porque si bien, tal cual se
expresa en el cargo quinto, la "subrogación supone la salida del acreedor original de la relación
obligacional”, lo cierto es que esa intervención no tuvo efecto, pues como lo señaló el juzgado,
la pretensión contra dicho acreedor "no fue estimada viable y por ello, ni...proveyó nada al
respecto, ni los actores volvieron sobre el tema". Si se hubiera admitido, la consecuencia era
negar cualquier pretensión en contra del antiguo acreedor, porque evidentemente, en palabras
del recurrente, "ninguna acción en subrogación podría permitir el llamamiento como
litisconsorte", "a quien era originalmente...acreedor”.
Ahora, como el juez es quien debe aplicar las disposiciones que sean pertinentes al caso, así
se hayan omitido, o las citadas sean equivocadas, el punto ninguna incidencia podría tener en
la decisión, por ser un elemento de la demanda neutro. Ese aspecto, dice la Corte, "debe sur
salvado por el funcionario judicial, puesto que el tipo de juez técnico que reconoce el sistema
procesal vigente en Colombia, que lo presume conocedor de la ley, razón por la que ésta no
debe ser probada, le impone el deber de aplicar la que corresponde al caso concreto, haciendo
un ejercicio adecuado de subsunción" (sentencia No. 208 de 31 de octubre de 2001,
expediente 5906).
En cuanto a la demanda de la litisconsorte necesaria, debe decirse que si el Tribunal la estimó
para concluir la subrogación, cualquier duda se despejaría al respecto, en consideración a que
en ella la compareciente menciona expresamente el hecho. Otra cosa es que, según el
recurrente, el escrito de intervención no se pudiera valorar por no ser idóneo para modificar o
alterar la relación procesal, porque en ese evento el problema sería de contemplación jurídica.
Aún así, la decisión no sufriría modificación, porque como quedó analizado, los demás errores
denunciados son inexistentes.
7.- Distinto es que los demandantes o uno de ellos, hayan pagado la obligación como
codeudores solidarios del causante, caso en el que el pago realizado no les otorga la calidad
de beneficiarios del seguro de vida grupo deudores que tomó el acreedor inicial, porque con
motivo de la solidaridad pasiva, el banco, ante la dificultad del cobro del seguro, por las
circunstancias que fueren, bien había podido exigir el pago de la obligación al codeudor o
codeudores solidarios sobrevivientes, efectuado el cual, sin más, quedaría extinguida la
obligación para todos los deudores solidarios, sin perjuicio de la "subrogación legar, contra los
herederos del obligado solidario fallecido, en el caso en que fuera el interesado en la deuda.
Tratándose de un seguro de vida grupo deudores, como el del caso, y no un seguro de crédito,
se reitera, recientemente se explicó que en las circunstancias especiales que ofrecía el litigio,
"en el que se verifica que el acreedor beneficiario del seguro quiso hacer efectivo éste para
aplicarlo a la deuda, mas no obtuvo el resultado positivo por causas ajenas a su voluntad,
cuanto fue la aseguradora quien propuso una objeción que determinó en últimas que el otro
deudor solidario procediera a efectuar el pago de la deuda; y en el que, además, median las
relaciones internas de la solidaridad entre quien hizo ese pago y los herederos del codeudor,
los que por causa de la extinción de la obligación pasaban a ser beneficiarios del seguro; debe
concluirse que no hay lugar a que el demandante pueda tomar para sí igual título, beneficiario,
por vía de la subrogación" (sentencia No. 025 de 23 de marzo de 2004, expediente 14576).
Doctrina que desde luego no sería aplicable al caso, de un lado, porque si bien en el hecho
nueve de la demanda se afirmó que, respecto de las obligaciones que tenía el causante
JORGE ENRIQUE PACHON al momento de su muerte con el BANCO CAFETERO, la señora
MARIA SARAY GARCIA DE PACHON, su esposa, era "deudora solidaria", lo cierto es que
ninguno de los pagarés que motivaron la controversia, los cuales reposan en el expediente
tanto en original como en copia auténtica, aparecen firmados físicamente por ella, y de otro,
porque con independencia de la terminología utilizada, el pago que el acreedor original le
exigió a dicha señora no lo fue en el grado de codeudora solidaria, sino como "cónyuge
sobreviviente".
8.-En esas circunstancias, los cargos segundo y quinto no prosperan.
CARGO TERCERO
1.-Acúsase la sentencia por no estar en consonancia con las pretensiones de la demanda.
2.-El cargo se fundamenta en que en la demanda se pide para los demandantes, pero el
Tribunal impuso la condena con "destino a la masa herencia". Si realmente se hubiere
solicitado para la herencia, al menos debió arrimarse la prueba de la calidad de herederos.
3.-De otra parte, lo pedido se contrae exclusivamente a las "deudas del fallecido en la fecha de
la muerte, más intereses causados y/o pagados por los demandados al Banco" y a la
"corrección monetaria".
Sin embargo, la sentencia confirmó la orden de pago de intereses sobre los saldos insolutos, a
la tasa indicada en los respectivos pagarés, desde la fecha de "cada uno de los pagos
verificados por los demandantes", cuando respecto de esas sumas únicamente se demandó
"corrección monetaria". Así se ratifica en la pretensión quinta de la reiterada inoportuna
demanda de la litisconsorte.
CONSIDERACIONES
1.-El artículo 305 del Código de Procedimiento Civil impone la obligación al juez de adecuar su
decisión al objeto y a la causa de la pretensión, así como a la oposición que se haya
planteado. Por esto, son incongruentes las sentencias que omiten pronunciarse, en cualquier
sentido, sobre los temas eficazmente propuestos por las partes o cuando a pesar de haber
sido resueltos, no respetan sus límites cualitativos o cuantitativos.
Como la incongruencia es un vicio de actividad, la prosperidad de la causal segunda de
casación no tiene otra finalidad que corregirlo, obviamente en sede de instancia, bien
completando la sentencia deficiente, ya reduciendo la excesiva, ora conformando la decisión al
proceso en el caso de desenfoque.
2.-Frente a lo anterior, claramente se advierte I que con relación a la primera parte de la
acusación, el error no existe, porque si bien el Tribunal confirmo la sentencia apelada, esto no
significa que lo fue como el juzgado redactó la parte dispositiva, es decir, que el pago debía
verificarse "a favor de los demandantes y litisconsorte, con destino a la masa herencial”.
Si la sentencia forma una unidad inescindible, en cuanto sus disposiciones encuentran
explicación en sus motivaciones, es indiscutible que examinada en su contexto la sentencia, el
Tribunal en ninguna parte confirmó que se había pedido para la sucesión de JORGE
ENRIQUE PACHON, porque al concluir que la acción propuesta era la subrogatoria, estaba
significando que los demandantes habían pagado deudas ajenas, las de las aseguradoras, y
no las de su causante.
3.-En lo que resta del cargo como el juez no puede condenar al demandado por cantidad
superior o por objeto distinto al pretendido en la demanda, la comprobación de la
incongruencia objetiva, en cualquiera de sus modalidades de extra, ultra o mínima petita,
supone una labor de parangón entre las decisiones de la sentencia y lo que debía ser motivo
de condena, para, previa esa confrontación, verificar si se pecó por exceso o por defecto.
Frente a lo anterior, lo primero que advierte la Corte es que si para comprobar o confirmar la
incongruencia objetiva se acude al escrito de la litisconsorte, es claro que para ser coherentes,
el recurrente no podría echar mano de esa intervención para realizar la labor de parangón a
que se hizo referencia. Esto porque si a dicho escrito no se atribuye ninguna eficacia legal, es
lógico que tampoco le serviría para demostrar el vicio de procedimiento denunciado.
Empero, confrontadas las decisiones con las pretensiones de la demanda, se advierte que el
error en cuestión; es infundado. En efecto, tres condenas, en síntesis, contiene el libelo, la
primera se refiere a las "cantidades de dinero" que el "causante" adeudaba al Banco Cafetero
al momento de su muerte, cuyo pago correspondía a las aseguradoras; la segunda, a los
perjuicios morales y materiales causados por la "negativa al pago del siniestro", consistentes,
entre otros, en los "intereses corrientes y moratorias, causados y/o pagados, con posterioridad
al 30 de Enero de 1991"; y la tercera, a "la corrección monetaria a que haya lugar”.
La sentencia de segunda instancia confirmó la condena al pago de intereses, pero modificada
en cuanto a la fecha a partir de la cual debían cancelarse, así como la negativa al pago de la
"corrección monetaria" y "perjuicios" distintos a intereses. Al no consignar consideración
adicional, se colige que el Tribunal en el punto avaló la tesis del juzgado, según la cual la
condena por perjuicios se circunscribía a los causados por la mora en el "pago reclamado",
caso en el que "tales daños toman el denominativo de intereses moratorias", porque "ninguno
otro perjuicio se ha producido, como que ni siquiera los actores tuvieron el cuidado de
relacionarlos para su apreciación".
De manera que si en las pretensiones se solicitó el pago de perjuicios por la "negativa al pago
del siniestro", consistentes en los" intereses corrientes y moratorias, causados y/o pagados por
causa de los créditos mencionados, con posterioridad al 30 de enero de 1991", en ninguna
incongruencia objetiva se incurrió, porque con respecto a los "créditos mencionados"
(pretensión primera), se pretendió no sólo el pago de los intereses "causados con
posterioridad” a la muerte de Jorge Enrique Pachón, sino también los “y/o pagados" al Banco
Cafetero por los demandantes después de esa misma fecha, amén de la desestimada
corrección monetaria (subrayas extexto ).
3.- Así las cosas, el cargo no se abre paso.
CARGO CUARTO
1.- Denúnciase la sentencia por violar directamente los artículos 1494, 1530, 1536, 1542,
1602, 1632, 1666 a 1670 del Código Civil, 822 y 1080 del Código de Comercio.
2.- En su desarrollo, el recurrente afirma que la sentencia consideró que los demandantes
pagaron una deuda ajena, pues la obligación era de las compañías de seguros frente al Banco
Cafetero, una vez ocurrido el evento previsto en la póliza de seguro de vida. Por esto concluyó
que dichos demandantes se "subrogaron ocupando la posición de acreedores que antes tenía
el Banco, lo cual los legitimaba para demandar el pago a las aseguradoras". También, dice, en
el proceso se estableció que las sociedades demandadas "objetaron el siniestro y
consideraron que no estaban obligadas a pagar”.
3.- En ese estado de cosas, el recurrente expresa que el Tribunal dejó de aplicar el artículo
1632 del Código Civil y aplicó indebidamente las demás disposiciones citadas, porque si el
asegurador "no reconocía dicha deuda y desaprobaba consecuencialmente su pago", el que
paga contra la "voluntad del deudor no tiene derecho para que el deudor le reembolse lo
pagado; y no se entenderá subrogado por la ley en el lugar y derechos del acreedor, ni podrá
compeler al acreedor a que le subrogue".
CARGO SEXTO
1.- Acúsase la sentencia por haber violado las mismas normas legales que se citan en el cargo
inmediatamente anterior, salvo el artículo 1632 del Código Civil, y adicionalmente, los artículos
1037, 1137 y 1141 del Código de Comercio, como consecuencia de errores probatorios de
hecho, al tener por acreditado, sin estarlo, que "entre los demandantes y el Banco Cafetero
había mediado una subrogación de carácter convencional”.
2.- Expresa el censor que el Tribunal no mencionó los medios que prueban la "voluntad del
acreedor en la subrogación y la constancia de la misma en la carla de pago", lo cual significa
que creyó verlos, en tanto ignoró las pruebas que con claridad demuestran lo contrario.
En ninguna parte de la demanda, de los pagarés y de los documentos vistos en los folios 305,
328, 329 y 521 (C-1), 74, 75 y 77 a 79 (C-3), se afirma un hecho relativo a esos requisitos,
únicamente el pagaré No. 389, girado por los demandantes, contiene la mención: "Crédito
otorgado para refinanciar OP 00024-9 vencida en Marzo 10 de 1991".
Si bien el Banco Cafetero utilizó en los citados documentos, antitécnicamente, la expresión
subrogación, frecuentemente usada en los últimos años por el sistema financiero, su
significado no es otro que asunción de deuda, en cuanto al ser refinanciadas las obligaciones
del causante, los demandantes las asumieron.
3.- Concluye el recurrente que la subrogación convencional no se encuentra probada, pues al
ser un acto "voluntario y solemne", era necesaria la "expresa...manifestación de la voluntad de
subrogar al que paga en los derechos y acciones del acreedor contra el deudor original, y que
ello además debe hacerse constar en la carla de pago".
CARGO OCTAVO
1.-Denúnciase la sentencia por haber violado las mismas disposiciones que se citan en el
cargo anterior, incluyendo el artículo 1632 del Código Civil, como consecuencia de errores de
hecho que llevaron al Tribunal a suponer que "entre los demandantes y el Banco Cafetero
había mediado una subrogación", legal o convencional, que los legitimaba para demandar.
Sobre la subrogación convencional, el censor repite la acusación contenida en el cargo sexto.
La Corte, por economía, se remite al compendio del mismo.
En cuanto a la subrogación legal, el recurrente afirma que los errores probatorios se concretan
en el documento del folio 24, C-1, y en la confesión del hecho octavo de la demanda, pruebas
con las cuales se demuestra que las aseguradoras objetaron el pago del siniestro y que
declararon abiertamente, sin género de dudas, que no se encontraban obligadas a pagar suma
alguna al Banco Cafetero por la muerte de Jorge Enrique Pachón.
2.- Manifiesta el recurrente que si se hubieran examinado esos elementos probatorios, se
habría concluido que el pago efectuado por los demandantes al Banco Cafetero, se hizo
"contra la voluntad' de las "aseguradoras", circunstancia que impedía la subrogación.
CONSIDERACIONES
1.- Ante todo cabe observar que en la sentencia se dejó sentado que los demandantes, en
calidad de terceros, al solucionar una obligación que era de cargo de las aseguradoras, como
deudoras principales, habían entrado a ocupar el lugar de acreedor, razón por la cual "estaban
facultados para demandar la repetición del pago".
El Tribunal, desde luego, entendió que la subrogación a que se refería el caso era la
"convencional, señalada en el artículo 1669" del Código Civil al definirla como "un convenio
celebrado entre el tercero y el acreedor que acepta recibir el pago y subrogarlo, sin que el
deudor intervenga en esa convención, el cual, por lo tanto, se torna extraño a la subrogación al
no tener que manifestar su consentimiento en uno u otro sentido, porque el objeto principal de
la misma es un pago, el cual puede efectuarse aún contra la voluntad del deudor”.
Así mismo, cuando en el análisis de los requisitos de esa especie de subrogación, es decir, (a)
la calidad de terceros de quienes pagaron, (b) la voluntad del acreedor en subrogar, (c) la
mención expresa en la carta de pago y (d) la sujeción a las reglas de la cesión de derechos, el
sentenciador los encontró cumplidos. En su sentir, porque si" estar obligados "personalmente
ni en nombre de la sucesión", los demandantes pagaron la obligación en virtud de la
"comunicación del acreedor remitida el 2 de octubre de 1991 (f. 42) ‘al requerirles formalmente
la cancelación inmediata’ de las obligaciones adquiridas por el causante Pachón", lo que
evidentemente hicieron "conforme a la prueba emanada del propio acreedor”.
2.- Bajo esa óptica, claramente se advierte que las acusaciones contenidas en el cargo cuarto
y en la segunda parte del cargo octavo, referidas a la subrogación legal, resultan
desenfocadas, porque el Tribunal fundamentó su decisión en la existencia de la subrogación
convencional.
De ahí que para nada importaba que el pago se hubiere efectuado contra la voluntad del
deudor, entendiendo por tal el hecho de haber objetado la reclamación, pues si bien esa es la
regla general, la recurrente no tiene en cuenta que aún así, el tercero que paga pasa a ocupar
el lugar del acreedor en el caso de que éste le "ceda voluntariamente su acción", como lo
prescribe el artículo 1632 del Código Civil, mismo que se cita como violado, excepción que
precisamente encontró configurada el Tribunal.
3.- Así las cosas, la controversia queda circunscrita a la subrogación convencional, que es a lo
que se refiere el cargo sexto y lo que resta del cargo octavo, respecto de la cual se manifiesta
que el Tribunal tuvo por demostrado, sin estarlo, los elementos relativos a la "voluntad del
acreedor en la subrogación" y a la "constancia de la misma en la carta de pago", en tanto que
ignoró los medios que acreditan que el acreedor "no subrogó a los demandantes en ninguna
relación obligacional”, pues se limitó a "recibir el pago" y a "declarar extinguida la deuda",
luego de haber "aceptado y consentido en la objeción que los aseguradores habían formulado
frente a su reclamo".
3.1.- Existe acuerdo en el proceso que los demandantes pagaron al Banco Cafetero los
créditos que estaban pendientes de pago cuando ocurrió la muerte del deudor, señor Jorge
Enrique Pachón. Así lo acepta el recurrente al relacionar las "diferentes certificaciones y
comunicaciones", amén de los pagarés con las constancias del caso, y el Tribunal al remitir a
la prueba que sobre el particular emanaba del "propio acreedor”.
Referente a que se supuso la prueba relativa a la "voluntad del acreedor en la subrogación" y a
la "constancia de la misma en la carta de pago", y que se ignoró la que existía en contrario,
conviene precisar que el Tribunal la encontró en la "comunicación del acreedor remitida el 2 de
octubre de octubre de 1991 (f 42) al 'requerirles formalmente la cancelación inmediata' de las
obligaciones adquiridas por el causante Pachón. Es fácil entender que así no se diga en ese
contexto, el requerimiento comprendía las acciones judiciales que, como también lo han
afirmado, quebraría en materia grave su crédito agrícola". Así mismo, en la "prueba emanada
del propio acreedor”, que es la misma que el recurrente relaciona, pues en el expediente no
existe otra.
Igualmente cabe llamar la atención que el censor acepta expresamente que en la referida
prueba documental "se alude al hecho de que alguna o algunas de esas obligaciones -se
refiere a los pagarés que 'estaban pendientes de pago cuando sobrevino la muerte de Jorge
Enrique Pachón- fueron 'subrogadas'" a "MARIA SARAY GARCIA DE PACHON”, inclusive a
sus "hijos", como en efecto así se lee en algunos de esos documentos.
Precisamente con relación a los citados pagarés, obsérvese cómo el BANCO CAFETERO
manifiesta en algunos de las certificaciones que expidió, indistintamente, luego de recibir los
pagos que se le hacían, que "subrogo el saldo de la obligación...a MARIA SARAY GARCIA DE
PACHON e hijos", que la obligación "fue subrogada a nombre" de los mismos, que la
obligación es "subrogada a MARIA SARAY GARCIA DE PACHON”, y que existe "subrogación
a cargo de MARIA DE PACHON” (folios 305, 323, 328, cuaderno 1,74-75, cuaderno 3).
Desde luego que si en concordancia con la interpretación de la demanda, según se analizó al
resolver el cargo quinto, esa es la realidad objetiva que presenta la prueba documental, en
ningún error probatorio de hecho por suposición u omisión de pruebas pudo incurrir el Tribunal
al dejar sentada la existencia de la subrogación convencional, a partir de encontrar reunidos
los requisitos relativos a la "voluntad del acreedor en la subrogación" y a la "constancia de la
misma en la carta de pago", que son los que se controvierten.
De ahí que el sentenciador acertó cuando I concluyó que la subrogación voluntaria se
"comprendía por sí mismo, desde el momento en que el único que puede disponer de la
obligación es aquél a quien pertenece, esto es al acreedor, y por lo mismo el único con
capacidad para subrogar el pago. La subrogación comporta una disposición de bienes que
están en el peculio de aquel”. Así mismo, cuando indicó que ese pago lo realizaron los
demandantes por los requerimientos del acreedor, "bajo la presión de una acción ejecutiva, y
por la cardinal razón de no atenderse el pago del siniestro" por las aseguradoras".
Ahora, si la recurrente quiere significar que la carta o documento de pago no podía suplirse
con ninguna otra prueba, es claro que en el punto estaba obligado a deducir otro tipo de error,
el de derecho, adecuándolo de conformidad con él, como es, entre otras cosas, denunciando
la norma probatoria que consideraba infringida y explicando en que consistía la infracción,
como ineludiblemente lo exige el inciso final del artículo 374 del Código de Procedimiento Civil.
Por lo demás, el Tribunal calificó a quienes hicieron los pagos como "terceros" con respecto a
las relaciones entre las aseguradoras y el Banco Cafetero. Este requisito de la subrogación
convencional, que entre otras cosas no se controvierte, desvirtúa que los demandantes hayan
solucionado las deudas del difunto. Como se dijo en la sentencia recurrida, no lo es porque
dicho causante "nada debía al momento de ocurrir el deceso", en consideración a que "por
efectos del contrato de I seguro", esas obligaciones se trasladaron, surgiendo un nuevo
deudor, "específicamente las aseguradoras, que asumían el riesgo originado el siniestro".
3.2.- Si lo anterior fuera poco, obsérvese cómo el propio recurrente acepta que en las aludidas,
"certificaciones y comunicaciones", el BANCO CAFETERO evidentemente refiere, que las
obligaciones fueron "subrogadas", y aunque aclara que la expresión se utilizó únicamente para
significar que los "demandantes se sub rogaron en las deudas, esto es, las asumieron", la
Corte se ve relevada de analizar el tema, como pasa a verse.
El recurrente manifiesta que esa expresión no es técnica jurídicamente hablando, porque se ha
"venido utilizando en nuestro sector financiero en los últimos años para aludir a algo que
ciertamente no es subrogación, sino asunción de deuda". No diciéndose más sobre el punto, al
rompe se advierte que no se trata de el ataque propiamente dicho en casación, porque si en
verdad ese es el sentido que a esa expresión le confieren los Bancos, el censor se quedó a
mitad de camino, porque no lo demuestra, pues ni siquiera remite a la Corte a donde así se
indica, amén de que en el caso de haberse individualizado la acusación, es un tema novedoso
en casación, porque en ninguna de las instancias se insinúo que la expresión "subrogación" el
sistema financiero la ha entendido en los últimos años como asunción de deuda.
4.- En ese orden de ideas, los cargos cuarto, sexto y octavo no prosperan.
CARGO SEPTIMO
1.- Acúsase la sentencia por haber violado los artículos 1494, 1530, 1536, 1542, 1602, 1632,
1666 a 1670 del Código Civil, 822, 1080, 1056, 1064 y 1072 del Código de Comercio, como
consecuencia de errores de hecho que "llevaron al Tribunal a considerar probado que el
suicidio estaba cubierto por el contrato de seguro".
2.- En cuanto a la conclusión sobre que el contrato de seguro, respecto de Jorge Enrique
Pachón, se encontraba vigente desde 1986, porque no se trataba de una póliza automática,
como erróneamente lo apreció el Tribunal, sino de una póliza colectiva o de grupo, respecto de
la cual, uno es su marco general, y otra, distinta, cada una de las relaciones individualmente
consideradas.
El Tribunal tergiversó los anexos del contrato de seguro y omitió las condiciones de la póliza
grupo deudores No. 0-310, relativas a los intereses individuales, particularmente que cada
amparo entraría en "vigor a partir de la fecha en que la Compañía comunique por escrito su
aprobación al tomador (condición 3) hasta el pago de la deuda (condición 12).
Igualmente, dejó de apreciar que los pagarés de 7 de marzo, 9 de mayo y 17 de octubre de
1990, se encontraban vigentes al momento de fallecer el deudor Jorge Enrique Pachón. Así
mismo, las solicitudes de seguro de vida de las mismas fechas (folios 74-76, C-1), y los
documentos de 9 de abril, 8 de mayo y 17 de noviembre de 1990, mediante los cuales la
aseguradora líder "aprueba el...seguro en cada caso".
3.- Respecto a que el "suicidio" "era un riesgo que se encontraba cubierto….por la póliza de
seguro", porque pese a verificarse en el anexo de 30 de octubre de 1987 que el suicidio estaba
amparado, siempre y cuando ocurriera "un año después de la vigencia de la póliza", el
Tribunal, con fundamento en el anexo de 10 de marzo de 1990, concluyó que esa condición
original de la póliza se había suprimido, por lo que "había quedado cubierto el suicidio en todo
caso".
Para demostrar el error, el censor insiste en que como el suicidio voluntario escapa al ámbito
legal del seguro, es claro que al suprimirse la cláusula que lo amparaba, siempre que ocurriera
luego de transcurrido un período de carencia, un año, significa que “el asegurador optó por NO
CUBRIR EL SUICIDIO EN NINGUN CASO, para lo cual nada tendría que decirse
expresamente, porque se entiende que no se pueden cubrir por el seguro los actos meramente
potestativos del asegurado".
4.- Sobre que el suicidio no fue voluntario, porque fuera de no mencionar los medios que
acreditan ese hecho, el Tribunal "dejó de apreciar o apreció erróneamente" las siguientes
pruebas.
Los interrogatorios de Homero y Gladys Pachón García, así como el de María Saray García de
Pachón, aceptando “el hecho del suicidio en forma expresa", y las declaraciones rendidas por
el primero y la última, además de Jaime y Rocío Pachón García, trasladadas de la
investigación penal, sobre el "estado normal de depresión y angustia del enfermo ante su
estado de salud” y del “uso de medicamentos paliativos usuales en esos casos", declaraciones
que dejan bien claro que el fallecido llevó hasta sus últimos días “una vida norma", que “se
movilizaba con libertad en su propia casa" y "tenia relaciones normales de familia con todos
,sus hijos y esposa y que en ningún momento demostró haber perdido la conciencia o la
coherencia de sus actos".
La actuación surtida en la misma investigación adelantada para averiguar la causa de la
muerte, actuación que demuestra que Jorge Enrique Pachón falleció por "heridas de arma de
fuego que se infringió por su propia mano". Particularmente, la declaración de la cónyuge
sobreviviente, quien expresa que su esposo "siempre tenía tendencia a suicidarse, eso era una
continua lucha escondiéndole las armas, porque él intentaba mucho acabarse la vida de esa
manera".
Las declaraciones de Guillermo Sánchez, médico de la familia, por sospechosas, y porque en
el proceso penal "no hizo alusión alguna a estados mentales irregulares, a drogas o a otras
cuestiones que hubieren eventualmente afectado el estado de conciencia del asegurado al
cometer el suicidio". Además, inicialmente el testigo trató de restar importancia a la cirugía
practicada al asegurado en octubre de 1989 y ocultó su alcance mediante términos técnicos
que no lo revelaban.
El dictamen de Medicina Legal, porque solicitado en el escrito de intervención, es inoportuno y
extemporáneo, amén de no haber sido controvertido, pues de la solicitud de pruebas del
litisconsorte no se corrió traslado, ni se dio la oportunidad de pedir pruebas a ese respecto.
Igualmente, porque es una "prueba de oídas", en cuanto se fundamenta en lo dicho por el
médico Guillermo Sánchez y en un concepto de un supuesto siquiatra que no se sabe si existe
y si examinó al paciente, limitándose simplemente a decir que el fallecido se encontraba en
estado depresivo.
Concluye el recurrente que algunos de esos medios de prueba únicamente permiten
establecer el estado depresivo del señor Pachón, pero no que su voluntad estuviera afectada,
en tanto que otras lo que demuestran es que aparte del estado depresivo, el señor Pachón se
encontraba en perfecto estado mental.
CONSIDERACIONES
1.- Aunque ciertamente en la sentencia se I calificó de automática la póliza de seguros No.
GD-310, cuando, coma se constata en su contenido, se trata de una póliza de Seguro de vida
de grupo, esa calificación ninguna relevancia tiene para las resultas del proceso, porque el
Tribunal no concluyó que respecto del causante Jorge Enrique Pachón, el seguro estaba
vigente desde el mismo momento en que el tomador y el asegurador concertaron los
lineamientos generales.
Desde luego que si en esa especie de pólizas cada una de las relaciones singulares constituye
un seguro independiente, el cual se rige, aparte de su marco general, por las condiciones
particulares del caso, los errores habrían tenido lugar si el Tribunal hubiere desconocido que
conforme a la cláusula tercera de las condiciones generales, los amparos individualmente
considerados entrarían en vigor a partir de la fecha en que el asegurador comunique por
escrito su aprobación al tomador. Igualmente, si hubiere omitido observar que de acuerdo con
el anexo de 30 de octubre de 1987, el amparo de cada deudor de cartera cubría el "tiempo de
duración de la deuda".
Por supuesto que, como se resalta en el cargo, el Tribunal vio en la póliza de seguro de grupo
de vida y en los anexos, que el amparo cubría a “todos los deudores" de cartera por el “tiempo
de duración de la deuda" de cada asegurado. De manera que así lo señaló expresamente, los
errores probatorios no existen, porque cuando el sentenciador se refirió a que no se trataba de
nuevos contratos de seguro, sujetos a nuevas estipulaciones y bajo la premisa de estar
vencidos los concertados inicialmente”, estaba indicando que se trataba del mismo contrato
marco, sólo en virtud de las sucesivas renovaciones se había ampliado su vigencia.
Por lo tanto, no es que la póliza de seguro de grupo de vida haya estado vigente, con relación
al causante Jorge Enrique Pachón, desde el primer período de vigencia, o que cada; vez que a
éste se le otorgara un crédito, tuviera que perfeccionarse un nuevo contrato, porque en ese
evento se estaría frente a un seguro de vida individual y no de grupo. Lo que se dijo en la
sentencia es que de “presentarse las condiciones requeridas en los anexos", el seguro
“amparaba esos créditos o se sujetaba a exámenes médicos de superar las cuantías
previamente señaladas o la edad de los asegurados".
Siendo claro, entonces, que con relación a los créditos que tenía Jorge Enrique Pachón al
momento de su muerte con el Banco Cafetero, el seguro de vida se encontraba vigente desde
el 8 de mayo, 9 de abril y 17 de octubre de 1990, fecha en que la aseguradora líder aprobó el
seguro en cada caso, todo de conformidad con lo estipulado en la condición tercera general de
la póliza, según la cual los "amparos individualmente considerados sólo entrarán en vigor a
partir de la fecha en que la COMPAÑÍA comunique por escrito su aprobación al tomador', pasa
a examinarse si el Tribunal incurrió en los demás errores que se le imputan, al dejar por
establecido que el riesgo de muerte por suicidio se encontraba cubierto y que el mismo fue
involuntario.
2.-Es indiscutible que la muerte, que es un hecho futuro, pero cierto, constituye un riesgo
asegurable, en los términos del artículo 1054 del Código de Comercio. Mas, como la
ocurrencia de todo riesgo no debe depender "exclusivamente de la voluntad del tomador, del
asegurado o del beneficiario", para que dé origen a la obligación del asegurador, surge el
interrogante de si el suicidio responde al concepto jurídico de riesgo asegurable.
Desde luego que si quitarse la vida depende de la "voluntad del tomador”, la muerte causada
por suicidio, entonces, no sería un riesgo asegurable. Pero como una persona puede suprimir
su existencia sin que la voluntad juegue ningún papel, la doctrina ha distinguido el suicidio
consciente del inconsciente, según el agente tenga capacidad para comprender el acto que
pretende realizar.
Antígono Donati sostiene que el "suicidio la voluntariedad del acto y ésta su conciencia; sin la
conciencia no hay la voluntad. De la voluntad, en cambio, se diferencia la capacidad de
entender y querer, que desaparece cuando hay una enfermedad mental, pero no cuando
solamente existe un estado emotivo y pasional” (Los Seguros Privados, P. 460). Joaquín
Garriges, por su parte, enseña que el “suicidio deja de serlo para el contrato de seguro sobre
la vida cuando la voluntad está viciada. No hay suicidio si el suicida está loco o mentalmente
desequilibrado; como no lo hay tampoco cuando no existe la voluntad de quitarse la vida,
como ocurre con los actos imprudentes que ocasionan, sin querer, la muerte” (El contrato de
Seguro Terrestre, p. a 514).
En términos generales, en igual sentido se pronuncia la doctrina nacional (J. Efrén Ossa G.,
Teoría General del Seguro, pp. 100-102). El mismo autor, con cita de Antonio Mejía Jaramillo,
que comparte, expresa que “En cambio, el suicidio no deliberado, que es el producido en un
estado en el que el asegurado no adquiere cabal juicio del alcance y la gravedad de su acto,
es compartible con el seguro. Su calidad de inconsciente, o sea, la no intervención exclusiva
de la voluntad del asegurado, al instante de darse la muerte, lo hace asegurable, no importa la
época en que ocurra después de iniciado el seguro”.
Síguese de lo dicho que como el suicidio inconsistente, el cual se ubica en el terreno de la
involuntariedad, es susceptible de seguro, es claro que cuando las pólizas de seguro de vida
cubren el riesgo de muerte por suicidio, luego de transcurrido un período de carencia, esa
exclusión temporal no puede aplicarse el suicidio que es compatible con el seguro, en otras
palabras, los períodos de carencia se aplican al suicidio voluntario y no al inconsistente,
porque como quedó sin importar la época en que ocurra. Distinto es que, con independencia
de su validez, acaecido el suicidio voluntario fuera del término excluido, las compañías de
seguros “honren sus compromisos en ese sentido”, como se expresa en el cargo.
3.- Así entonces, cualquier discusión sobre la vigencia de la condición particular quinta
contenida en el anexo de 30 de octubre de 1987 (folio 12, C-1), referida al seguro de vida de
grupo 0-310, sobre que en "caso de suicidio de cualquier persona asegurada por esta póliza
acaecido dentro del primer año siguiente a partir de la fecha de iniciación de su seguro, no hay
lugar a indemnización por parte de la COMPAÑÍA", condición que se dejó sin efecto según
anexo No. 6 de 10 de marzo de 1990 (folios 17-20), resulta estéril a todas luces.
Si el Tribunal concluyó que Jorge Enrique Pachón se quitó la vida de manera inconsciente,
dadas sus condiciones físicas y síquicas, debe entenderse que ese riesgo nada tenía que ver
con el período de carencia, porque el amparo estaba cubierto desde la iniciación particular del
seguro. Por tanto, si equivocadamente interpretó en la póliza de seguro de vida de grupo y en
sus anexos, cosa distinta, al menos en lo que hace relación a la controvertida condición
especial quinta, la cual, como se dijo, se dejó sin efecto posteriormente, los yerros, por lo
dicho, se tornan intrascendentes, pues la Corte en sede de instancia de todas formas tendría
que concluir que la muerte por suicidio inconsciente, por llamarlo de alguna manera, era un
riesgo asegurable.
4.- Otra cosa es que Jorge Enrique Pachón se haya quitado la vida voluntariamente y no
inconscientemente como lo concluyó el Tribunal, fundado en el "dictamen pericia en torno a las
condiciones síquicas y físicas del asegurado, respaldadas en un testimonio técnico que, por
provenir de quien lo tratara desde tiempo antes a su fallecimiento no ofrece ni puede ofrecer
los reparos que se le han endilgado, aquél es admisible para demostrar la involuntariedad del
mismo".
En el proceso existe la prueba de la muerte del asegurado, inclusive causada por suicidio,
como lo revelan los restantes medios que el cargo singulariza. Pero como, según lo explica el
autor nacional citado, al beneficiario le incumbe probar únicamente la muerte del asegurado, al
"paso que al asegurador corresponde la de la causa exceptiva: el suicidio voluntario (C. de
Co., arto 1077)" (p. 102), el éxito de la casación se supeditaría a que esas pruebas
demuestren la voluntariedad del suicidio.
De manera que así se hubiere cometido algún error probatorio en la apreciación del dictamen
pericial y en las pruebas que lo fundamentan, medios respecto de los cuales el Tribunal
concluyó que el suicidio había sido inconsciente, de nada serviría remover esos errores, si
ninguna otra prueba demuestra la voluntariedad del suicidio. Por supuesto que los demás
elementos persuasivos que singulariza el cargo lo que acreditan es la muerte por suicidio, pero
no que el suicidio haya sido voluntario al “instante" de causarse, porque así los mismos medios
narren episodios que revelen una vida normal del causante, o indicativos de una tendencia al
suicidio, esto no lleva necesariamente a concluir que al momento de la muerte, el señor
Pachón estaba en pleno uso de sus facultades mentales.
5.- El cargo, en consecuencia, no prospera.
DECISIÓN
Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil, administrando justicia en
nombre de la República, NO CASA la sentencia de 7 de abril de 1997, proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, Sala Civil, en el proceso ordinario de María Saray
García de Pachón, Homero, Doris y Carlos Enrique Pachón García contra las sociedades
Agrícola de Seguros de Vida S.A. y Seguros del Comercio S.A.
Costas del recurso a cargo da las demandadas recurrentes. Tásense.
Cópiese, notifíquese y devuélvase al Tribunal de origen.
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
SALVEDAD DE VOTO PARCIAL
MANUEL ISIDRO ARDILA VELÁSQUEZ
JAIME ALBERTO ARRABAL PAUCAR
RAFAEL H. GAMBOA SERRANO
Conjuez
CARLOS ESTEBAN JARAMILLO SCHLOSS
Conjuez
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
SALVEDAD DE VOTO
Con todo respeto expreso mi disentimiento exclusivamente en lo que toca con el despacho del
cargo primero, que creo debió haber prosperado, pues el órgano que expidió la sentencia no
está previsto en la ley, además, por su irregular conformación al momento de votar, en las
decisiones no se observaron las mayorías adecuadas.
Prevé el artículo 19 de la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia que "Los Tribunales
ejercerán sus funciones por conducto de... las demás salas, de decisión plurales e impares de
acuerdo con la ley"(subrayas intencionales), regla de la cual se sigue que un tribunal
compuesto de un número par de magistrados, no puede existir, justamente porque el equilibrio
lleva a la no decisión. Se añade a lo anterior que en el mismo artículo que acaba de citarse, el
legislador se ocupó de reiterar la prohibición de salas pares, en tanto dijo que sólo
transitoriamente funcionarían salas duales mientras se integraban con número impar.
Así las cosas, si la ley no autorizó el funcionamiento de jueces colegiados en número par, el
órgano conformado para resolver este asunto sencillamente no es posible. Viene a corroborar
lo anterior la previsión legislativa consagrada en el artículo 7° del Decreto Ley 1265 de 1970
que dispone la integración de la sala con el magistrado a quien sea repartido el asunto y los
dos restantes.
En conclusión, esta precisa acusación debió prosperar, pues un órgano compuesto de un
número par de magistrados, como no puede existir, no puede ejercer ninguna competencia.
Ahora, en cuanto concierne con las mayorías necesarias para aprobar un proyecto, si
finalmente la sala que profirió la sentencia aquí acusada fue integrada con cuatro magistrados,
dos no pueden ser la mayoría. Si dos de los cuatro jueces colegiados estaban de acuerdo con
la hipótesis del pago con subrogación, otros dos no lo estaban, en particular porque si uno de
los magistrados rubricó la sentencia "con salvamento de voto" la Corte no podía extraer de allí
un voto positivo, como en verdad se insinúa al final del despacho del cargo del que me aparto.
Dicho de otra manera, la existencia de dos salvamentos de voto, implica que la mitad de la
sala no prestó su concurso a las resoluciones adoptadas. Que sólo uno de los magistrados
haya abogado por la absolución en nada cambia la situación, pues más allá de los motivos que
inspiran el voto disidente, lo cierto es que hay dos de ellos que impidieron formar la mayoría, a
lo cual hay que agregar que no poca cosa es la diferencia entre abogar por una condena
derivada de responsabilidad civil extracontractual, posición esta que no puede sumarse sin
más a una condena basada en que hubo pago con subrogación.
En la posición original del Tribunal, el magistrado que abogó por la absolución, una vez
descartada esa posición, estaba obligado a dirimir entre el pago con subrogación y la
responsabilidad extracontractual, pues lo decidido por la mayoría excluir la absolución- le
obligaba.
La práctica de llamar a un cuarto magistrado debe evitarse. En aras a la brevedad, y a manera
de hipótesis, si en el presente caso los dos magistrados que estuvieron de acuerdo con el
pago con subrogación, no lo estuvieron sobre la corrección monetaria aplicable, sería
necesario llamar a un quinto componente, y si éste hiciera mayoría con el primero sobre el
tema de la corrección, podrían luego disentir sobre los intereses aplicables, lo que haría
necesario llamar a un sexto magistrado; y si este último se suma al quinto en punto de los
intereses, pero se apartan en materia de la época desde la cual deben computarse ellos,
habría que convocarse a otro magistrado, y a otro si la disparidad es sobre la tasa aplicable y
sobre las costas. Lo inextricable de este procedimiento indica que el consenso debe obtenerse
entre los tres magistrados integrantes de la sala y que, a manera de ejemplo, si un magistrado
cree que el proceso es nulo y es derrotado, debe votar las decisiones obre absolución o
condena, pues la decisión mayoritaria sobre ausencia de nulidad le obligan.
Por esa circunstancia y aunque convencido estoy de que la
sentencia dictada por el Tribunal es nula, como la mayoría de la
Corte es de la opinión contraria, de modo expreso voto
positivamente la forma como se resolvieron los otros cargos.
Bogotá, D.C., 1° de junio de 2005.
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO.
Bogotá, D. C dieciocho (18) de mayo de dos mil cinco (2005).Referencia: Expediente No. 0832-01
Decídese el recurso de casación interpuesto por la ELECTRIFICADORA DE SANTANDER
S.A. EMPRESA DE SERVICIOS PÚBLICOS ESSA-ESP respecto de la sentencia proferida por
el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bucaramanga el 12 de septiembre de 2000, en el
proceso ordinario promovido en contra suya por ASEGURADORA COLSEGUROS S.A.,
TORCOROMA y JAIRO GANDUR ABUABARA E INVERSIONES VITELLO & CÍA. LTDA.
ANTECEDENTES
1. Ante el Juzgado Cuarto Civil del Circuito de Bucaramanga, la parte en su doble condición de
propietaria del automotor de placas OS 0904 y empleadora de su conductor, Luis Alfredo
Ordúz, era solidariamente responsable de los perjuicios causados a los señores Torcoroma y
Jairo Gandur Abuabara, como propietarios del Tractocamión de placas REE-504, al igual que a
Inversiones Vitello & Cía. Ltda., dueña de la carga que se transportaba en este último el 15 de
septiembre de 1995, fecha en que ocurrió un accidente de tránsito, en el municipio La
Esperanza, Norte de Santander, lo mismo que a la Aseguradora Colseguros, como
subrogatoria de los anteriores; consecuencialmente que se condenara a la demandada a
pagarle a los señores Gandur Abuabara la cantidad de $1'836.822,oo, correspondiente al
deducible aplicado al arreglo del automotor, y $37'333.333,oo por lucro cesante, cantidades
debidamente indexadas al día del pago; a Inversiones Vitello & Compañía Ltda. la suma de
$4'528.619,oo por el deducible asumido ante la pérdida de la mercancía; y a la Aseguradora
Colseguros S.A. las sumas de $15'947.895,oo y $12'527.055.oo, también indexados, por los
pagos realizados en desarrollo de los contratos de seguro celebrados entre ellos.
2. Las anteriores pretensiones se soportaron en los siguientes hechos, así resumidos:
a. Los señores Gandur Abuabara contrataron con Aseguradora Colseguros S.A., a partir del 8
de agosto de 1995, la protección de un vehículo de su propiedad distinguido con las placas
REE-504, que fue amparado mediante la póliza número 1222008290 R-137, expedida por la
aseguradora.
b. Inversiones Vitello & Cía Ltda., a su turno, celebró el 5 de septiembre de 1995, un contrato
de seguro con la misma aseguradora, en virtud del cual se expidió la póliza automática de
transporte de mercancías número 509606-6, aclarada mediante certificado número 446117.
c. El día 15 de septiembre de 1995, a las 16 horas y 30 minutos, en la carretera que de
Bucaramanga conduce al Municipio de San Alberto, el tractocamión de placas REE-504 en el
que se transportaban productos Bavaria, fue impactado en forma violenta por el camión de
placas OS-0994, de propiedad de la demandada, conducido por el señor Luis Alfredo Ordúz,
causando considerables daños en su parte delantera y la pérdida de un buen número de las
bebidas que en él se transportaban.
d. La Inspección Municipal de La Esperanza, mediante resolución 022 de septiembre 22 de
1995, halló responsable al señor Luis Alfredo Ordúz de la ocurrencia del accidente, por infringir
varias disposiciones del Código Nacional de Tránsito, específicamente por no transitar por el
carril derecho y encontrarse embriagado.
e. La Aseguradora Colseguros recibió sendas reclamaciones presentadas por los señores
Gandur Abuabara e Inversiones Vitello & Cía Ltda., a quienes pagó las sumas reclamadas en
la demanda, previo descuento de los deducibles previstos en las pólizas, que fueron asumidos
por los asegurados.
f. El tractocamión REE-504 sólo fue entregado a sus propietarios el 29 de abril de 1996,
generándose una pérdida por lucro cesante durante 7 meses y 14 días, tiempo durante el cual
no pudo ser explotado.
3. La entidad demandada dio oportuna contestación a la demanda que le fue formulada, con
oposición a las pretensiones en ella contenidas. Planteó, además, la excepción de "Ausencia
absoluta de responsabilidad"; le denunció el pleito al señor Luis Alberto Reyes Castañeda, y
llamó en garantía a la Previsora S.A. y a Seguros Atlas S.A., sociedad esta última que replicó
el correspondiente escrito.
4. El fallo del juzgado, desestimatorio de las pretensiones, fue revocado por el Tribunal
Superior de Bucaramanga, para, en su lugar, denegar la excepción propuesta; declarar
civilmente responsable a la demandada por los perjuicios causados en el accidente; e imponer
las siguientes condenas: a favor de la Aseguradora Colseguros S.A., la suma de
$15'947.895,oo, con la correspondiente indexación; a los señores Gandur Abuabara,
$1'836.822,oo, corregidos monetariamente desde abril de 1996, más $37'333.333,oo por lucro
cesante, cantidad esta que indexada al 31 de mayo de 1999, ascendió a $71'206.947.oo.
Finalmente, desestimó la súplica tercera de la demanda, así como las pretensiones formuladas
por la sociedad Inversiones Vitello & Cía. Ltda.
En relación con los terceros citados al proceso, condenó a Seguros Atlas S. A. a pagar a la
demandada $15'947.895,oo, menos el deducible pactado, más las sumas que ella tuviera que
pagar a los señores Gandur A.; absolvió a la Previsora S.A. y al señor Luis Alberto Reyes
Castañeda.
5. Inconforme la parte demandada con el fallo del Tribunal, interpuso recurso de casación que,
en su momento, le fue concedido por la Corte, el que no está llamado a prosperar.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
Circunscrito el recuento a la condena impuesta por el Tribunal, relativa a la corrección
monetaria de la suma que debe cancelarse a la compañía de seguros -única decisión
censurada-, se destaca que el sentenciador de segundo grado precisó que la calidad de
subrogatoria de la Aseguradora Colseguros S.A. "deviene del hecho de haber cubierto en la
proporción o porcentaje que le concernía, los siniestros amparados por medio de los citados
contratos de seguros, pagos que efectuó según consta en el expediente y que de conformidad
con lo preceptuado por el artículo 1096 del Código de Comercio, por ministerio de la ley y
hasta concurrencia del importe de lo pagado, le permite subrogarse en los derechos del
asegurado, para perseguir judicialmente a los responsables de la ocurrencia del siniestro"(fl.
14).
Páginas adelante agregó que, "En este punto, es muy conocida la jurisprudencia de la H. Corte
Suprema de Justicia de acuerdo con la cual el asegurador sólo puede cobrar, nominalmente el
importe de lo pagado a la víctima". Empero, agregó que respetuosamente se apartaba de esa
tesis, pues la teleología de la norma es la de proteger a la víctima, por lo que quiso el
legislador dejar en claro que sí el daño es superior a la indemnización pagada por el
asegurador, aquella conserva el derecho a cobrar el saldo de los perjuicios irrogados, en tanto
que el asegurador sólo se subroga en la parte pagada.
Remató su argumentación afirmando que, "En el caso presente, en el cual víctima y
aseguradora acumularon sus pretensiones contra el victimario, se pone de manifiesto el
problema planteado, pues la corrección monetaria en discusión debe ser pagada por quien
causó el daño, bien a la víctima o bien a la aseguradora. Si en seguimiento de la doctrina de la
H. Corte, se reconoce a la víctima, se le concedería la indemnización de un perjuicio que no
sufrió; habría que negársele por esa razón a la víctima, pero si también se le niega a la
aseguradora, quien resultaría ganancioso sería el causante del daño", amén de que "Al no
permitirse al asegurador el cobro de la corrección monetaria., ningún favor se hace a la
víctima, como quedó demostrado, sino al victimario, quien por el transcurso del tiempo resulta
lucrándose, en la misma medida en que el dinero pierde valor y, estaría, por supuesto,
interesado en dilatar el pleito, debido a que entre más tiempo pase, menos dinero real tendrá
que pagar' (fls. 27 y 28).
LA DEMANDA DE CASACION
Con apoyo en el causal primera de casación, el censor formuló un sólo cargo en contra de la
sentencia del Tribunal, a la que acusó de violar, en forma directa, los artículos 1096 del Código
de Comercio y 27 del Código Civil.
Al desarrollar el cargo, afirmó el casacionista que no se podía ordenar la corrección monetaria
de las pagadas por el asegurador, toda vez que "Si con miras a la correcta interpretación del
citado artículo 1096 se consultan sus antecedentes, cuya importancia en este campo reconoce
el artículo 27 del Código Civil, será necesario insistir que la expresión 'hasta concurrencia de
su importe' no puede tener alcance distinto al que, indica su tenor literal. Ello es así por cuanto,
como lo tiene admitido la doctrina general de los autores, el asegurador, a consecuencia de un
siniestro indemnizable, no puede sufrir perjuicio en la acepción jurídica de la palabra" (fl. 22).
Insistió en que el Tribunal se apartó de la jurisprudencia de la Corte, por lo que pidió casar la
sentencia, para que, en sede de instancia, se "revoque el numeral quinto del fallo de segunda
instancia y (se) limite la condena" a la suma de $15'947.895,00 a favor de la Aseguradora
Colseguros S.A.
CONSIDERACIONES
1. Con el propósito de explicitar la ratio de la modificación jurisprudencial que se realizará
mediante esta providencia, es útil memorar, ab ínitio, que la Corte, desde hace más de dos
décadas, ha sostenido mayoritariamente que las entidades aseguradoras, cuando ejercen la
acción subrogatoria de que trata el artículo 1096 del Código de Comercio, no pueden reclamar
del tercero causante del daño, a posteriori, el reconocimiento de la corrección monetaria de la
suma -total o parcial- cancelada en su momento por el asegurador al titular de la prestación
asegurada.
Dicha tesis, afirmada en diversas sentencias de las que son ejemplo las proferidas el 22 de
enero de 1981 (G.J. CLXVI, pág. 156); 6 de agosto de 1985 (G.J. CLXXX, pág. 239); 23 de
septiembre de 1993 (G.J. CCXXXVII, pág. 567); 13 de octubre de 1995 (G.J. CCXXXVII, pág.
1123); 25 de agosto de 2000 (exp.: 5445) y 22 de noviembre de 2001 (exp.: 7050), hoy objeto
de nuevo análisis, hunde sus raíces en diversas razones, primordialmente las siguientes: a)
como el contrato de seguro está gobernado por el principio indemnizatorio, el derecho del
asegurador necesariamente debe circunscribirse al monto de la suma pagada por él, pues de
lo contrario se generaría un enriquecimiento en su favor; b) la subrogación a que se refiere el
artículo 1096 del Código de Comercio, es singular, como quiera que la aseguradora, cuando
paga la indemnización, no paga como tercero, sino que cancela una deuda propia. Por eso no
puede afirmarse que ella debe ser indemnizada; c) la obligación de indemnizar a cargo del
causante del daño debe mirarse, enfrente del asegurador, dentro del marco del pago que éste
hizo en virtud del contrato de seguro, por lo que no se entendería que la compañía de seguros
pueda pedir una corrección monetaria que no satisfizo al asegurado; d) si el pago de la
indemnización por la ocurrencia del siniestro no provoca desequilibrio contractual o
empobrecimiento del asegurador, éste efecto tampoco se genera en cabeza suya por el
reembolso nominal que haga el tercero; e) la expresión "hasta concurrencia del importe", debe
ser interpretada de forma literal, como lo establece el artículo 27 del Código Civil, en cuanto se
trata de un límite cuantitativo fijado por la ley; f) Aunque es posible que el monto de la condena
que se imponga al tercero responsable en beneficio del asegurador que ejerce la acción
subrogatoria, sea inferior al que se le habría impuesto si el demandante fuera la propia víctima,
ello se explica por la presencia de un asegurador, que ha recibido una contraprestación -la
prima- por asumir el riesgo.
2. Sin embargo, un nuevo y articulado reexamen de las disposiciones que regulan la materia,
principalmente al amparo de los criterios literal, histórico, teleológico y sistemático de
interpretación, aunado -ello es medular- a la reciente concepción prohijada por la Corte en
torno a la naturaleza general de la corrección monetaria, conducen a la Sala, como se anticipó,
a modificar su jurisprudencia y, por ende, a concluir de modo diverso, esto es, afirmando la
procedencia del ajuste monetario de las condenas que, por concepto de la indemnización
efectuada con anterioridad, lleguen a imponerse a favor de las aseguradoras, cuando hacen
efectivo, recta via, el derecho a la subrogación en los términos del artículo 1096 del estatuto
mercantil.
Las razones de este cambio de postura, ciertamente no son pocas, y a través de su
exposición, in casu, se analizará cómo los argumentos que respaldaban la tesis contraria, en
opinión de la Corte, hoy no revisten la fuerza intrínseca e impeditiva que otrora les fue
otorgada, muy especialmente a la luz de una jurisprudencia reiterada que, en punto tocante
con la precitada naturaleza jurídica de la corrección monetaria -o indexación-, sufrió una
profunda modificación, sin perjuicio de la militancia de otros argumentos adicionales de estirpe
jurídica, pasibles de escrutinio panorámico, conforme se examinará a continuación, basamento
de la tesis que, ex novo, mayoritariamente ha adoptado la Sala.
a. El fundamento de la corrección monetaria y su proyección general en el contrato de seguro:
Es criterio decantado, con arreglo a moderna y acerada doctrina, que la corrección monetaria,
en sí misma considerada, no constituye un factor adicional del daño, como en el pasado se
sostuvo por un sector de la jurisprudencia -incluída la colombiana- y la dogmática del ramo
(daño emergente), toda vez que ella, en estrictez, no es más que lo que denota su significado
semántico: la mera actualización de una determinada suma de dinero, sin que ese ajuste, per
se, entrañe alteración ó mutación objetiva del quantum primigenio, pues la operación de
indexar conduce, necesariamente, a una cifra que equivale cualitativamente al monto que se
indexa, en cuanto reconstruye o restaura la capacidad adquisitiva del dinero, la que se puede
ver minada por el transcurso implacable del tiempo, sobre todo en economías sometidas a un
proceso sostenido de carácter inflacionario.
Desde esta perspectiva, resulta adamantino que la corrección monetaria no se compagina con
la arquitectura indemnizatoria que, ab antique, es propia de la responsabilidad civil, sea ella
contractual o extracontractual, pues su propósito es uno muy otro al de reparar el daño
causado por el infractor. Con ella, tan sólo se pretende preservar incólume el poder adquisitivo
del dinero, sin agregarle nada a la obligación misma, lo que significa que, en puridad, la
indexación es un concepto que se ubica en la periferia de aquella problemática. En palabras
de la doctrina especializada, acogida por esta Corte en las postrimerías de la pasada centuria,
"No estamos aquí frente a un problema de responsabilidad civil sino que, por el contrario, nos
hallamos en la órbita del derecho monetario, en donde la indexación se produce en razón de
haber perdido la moneda poder adquisitivo ¡Sólo eso, y nada más que eso!”1
Sobre este mismo particular, ha precisado la Sala que si "la labor de interpretación y aplicación
de la ley a cargo del juzgador solamente rinde verdaderos frutos, cumpliendo a cabalidad su
cometido, cuando lo conducen a decisiones razonables y justas, es decir, cuando hace de la
ley un instrumento de justicia y equidad, tórnase forzoso sentar que, justamente, ante la
ausencia de norma expresa que prohíje la corrección monetaria en nuestra legislación y dado
que la inestabilidad económica del país y el creciente deterioro del poder adquisitivo del dinero
son circunstancias reales y tangibles que no pueden pasar desapercibidas al juez a la hora de
aplicar los preceptos legales que adoptan como regla general en la materia, el principio
nominalista, el cual, de ser aplicado ciegamente conduciría a graves e irreparables
iniquidades, ha concluido la Corte, que ineludibles criterios de justicia y equidad imponen
condenar al deudor a pagar en ciertos casos, la deuda con corrección monetaria" (Se subraya;
G.J. t. CCLXI, Vol. I, 280). Es por ello por lo que esa "recomposición económica lo único que
busca, en reconocimiento a los principios universales de equidad e igualdad de la justicia a los
que de manera reiterada alude la jurisprudencia al tratar el tema de la llamada 'corrección
monetaria' (G.J, ts. CLXXXIV, pág. 25, y CC Pág. 20), es atenuar las secuelas nocivas del
impacto inflacionario sobre una deuda pecuniaria sin agregarle por lo tanto, a esta última, nada
equiparable a una sanción o un resarcimiento (cas. civ e 1999; exp: 5127)”, lo quiere significar
que "el fundamento de la corrección monetaria no puede ubicarse en la urgencia de reparar un
daño emergente, sino en obedecimiento, insístese, a principios más elevados como el de la
equidad el de la plenitud del pago, o el de la preservación de la reciprocidad en los contratos
bilaterales", ya que “la pérdida del poder adquisitivo del dinero no afecta la estructura
intrínseca del daño, sino su cuantía” (se subraya y resalta ; cas. Civ. De 9 de septiembre de
1999; exp. 5005; Vid: caso civ. de 28 de junio de 2000; exp: 5348).
Por consiguiente, al amparo de esta justiciera y novísima concepción, es necesario concluir
que si la corrección monetaria no constituye un arquetípico daño -como antes expresa y
categóricamente se le entendió por un sector de la doctrina y por la propia
jurisprudencia-, nada le agrega al concepto de perjuicio indemnizable, razón por la cual,
la circunstancia de ajustar monetariamente la suma que el tercero responsable debe
cancelar al asegurador, tan sólo cumple el propósito de preservar, en su cabal y recta
extensión, el poder adquisitivo de la moneda y, por reflejo, la capacidad liberatoria ínsita
en los signos monetarios de curso forzoso valor puramente intrínseco), todo con
meridiano apoyo en la equidad, en atención a que el daño, como tal, sigue siendo el
mismo (unicidad del perjuicio), sin que, por tanto, se hubiere alterado un ápice. En tal
supuesto, entonces, la compañía de seguros no recibirá un peso más del que en su
momento pagó al asegurado, pero tampoco un peso menos, lo que clara y
objetivamente supone equilibrio, esto es, armonía y no desequilibrio o inarmonía,
situaciones éstas que no deben campear en un Estado Social de Derecho, como forma
de organización política adoptada en la Constitución de 1991 (art. 1°). En palabras de A.
Favré y G. Courtieu, el asegurador tiene derecho "nada más que a la indemnización pagada,
pero a toda la indemnización"2, entre otras razones, en virtud del axioma de la plenitud del
pago, ya esbozado por esta colegiatura.
De allí que no pueda afirmarse, con acierto, que con el reconocimiento de la corrección
monetaria se está cancelando, a manera de plus, un perjuicio adicional o
complementario del que fue resarcido por el asegurador al asegurado, en cumplimiento
del contrato de seguro, o que esa indexación, de ser admitida, comportaría un paladino
enriquecimiento en cabeza del peticionario de la actualización, en este caso de la
compañía de seguros, pues la indexación, per se, desde la perspectiva en comentario,
no quita ni agrega daño. Hay pues que preconizar que el ajuste monetario, tratándose
del perjuicio indemnizado, es incoloro; simplemente coloca las cosas en su justa
medida cualitativa, sin adicionar, pero tampoco sin restar, operaciones éstas que no
hacen -ni deben hacer- presencia de cara a la corrección o ajuste monetario, cuyo norte
es muy otro, como se puntualizó. Al fin y al cabo, su misión es típicamente restaurativa,
no expansiva, stricto sensu, como se indicó.
Es más, si de equilibrio se trata, la falta de reconocimiento de la corrección monetaria,
más que evitar un enriquecimiento, lo que traduce es un efecto contrario, puesto que el
acreedor recibiría valores envilecidos, desequilibrio éste que no tendría una causa
jurídica suficiente que lo justifique o explique, en clara contravía de granadas
postulados que informan la ciencia jurídica contemporánea: uno de ellos, de acentuada
valía, según el cual, en línea de principio, el derecho es bifronte y, por contera, llamado
a propiciar un equilibrio en las relaciones inter-personales, el cual no debe
resquebrajarse a pretexto de que el asegurador, una sociedad comercial
económicamente solvente -aspecto fundamental e imprescindible para el cabal
cumplimiento de su objeto social-, no se afecta si lo obtenido por la vía de la
subrogación es menor, en términos reales, a lo que en su oportunidad desembolsó, a
título de indemnización, pues tal suerte de entendimiento pasa por alto que si la
compañía de seguros, en virtud de la subrogación, se convierte en titular del derecho a
la indemnización frente al victimario, es precisamente porque ex ante le pagó al
damnificado, esto es, al asegurado-beneficiario, que es, las más de las veces, la llamada
"parte débil" en esa específica relación jurídica, en la que el asegurador sustituye a la
víctima indemnizada, con todo lo que ello comporta. Desde luego que el derecho no
puede fustigar al deudor que atiende sus compromisos contractuales, y condolerse de
quien es llamado por su conducta infractora a responder por el daño que causó, quien
no puede, ex gratia, resultar beneficiado, así sea indirectamente, al liberarlo del
reconocimiento de la corrección monetaria. De allí que, en este punto, no tenga cabida
el socorrido tema de la tensión que se suele generar entre la denominada "parte
económicamente más fuerte" -o predisponente- y la precitada "parte débil", menos aún
si en un representativo número de casos, el responsable del siniestro es un
profesional3.
En este mismo sentido, se debe memorar que otro de los fundamentos torales de la
corrección monetaria, estriba en que el deudor debe hacer un pago completo a su
acreedor, para liberarse de su deber de prestación (art. 1649 C.C.), por manera que quien
paga parcialmente, no puede aspirar a que, in extenso, la deuda quede saldada, en claro
desconocimiento del principio de integralidad -o plenitud- que informa los modos de
extinguir las obligaciones. Por consiguiente, si el tercero victimario paga sin reconocer
la respectiva indexación, su pago será incompleto o parcial y, por lo mismo, insuficiente
para solucionar la deuda.
De allí que la Corte, de tiempo atrás, haya señalado que si la obligación no es pagada
oportunamente, se impone reajustarla, para representar el valor adeudado, porque esa es la
única forma de cumplir con el requisito de la integridad del pago” (se subraya; CLXXVI, pág.
136)4. Tal la razón por la que ha expresado que "el deudor no puede pretender, per se,
liberarse de la obligación, entregando a su acreedor especies o signos monetarios apocados"
(cas. civ. de 19 de noviembre de 2001; exp.: 6094), por el flagelo inflacionario.
Cumple anticipar, además, que el derecho a la corrección monetaria no conspira contra el
principio indemnizatorio latente en los seguros de daños, pues lo que en realidad quiere
significar tan neurálgico postulado, en su real y cristalina esencia, es otra cosa enteramente
diferente: evitar que el asegurado se enriquezca a costa del asegurador y, por reflejo, de la
comunidad -o masa- asegurada, bien entendida, habida cuenta que el seguro, en desarrollo de
potísimas y centenarias reglas áureas, no puede constituirse en fuente de enriquecimiento. Por
ello es por lo que aquél no está legitimado para recibir suma superior al monto de los perjuicios
sufridos o experimentados, tanto más cuanto que la prima del seguro se calcula, como se
sabe, en función del riesgo asumido (ecuación prima-riesgo). Sobre éste último tópico es
categórico el artículo 1.088 del C. de Co, a cuyo tenor: "Respecto del asegurado, los seguros
de daños serán contratos de mera indemnización y jamás podrán constituir para él fuente de
enriquecimiento".
En esta misma línea argumentativa, corresponde entonces entender que el asegurador, ex
post, no pueda perseguir una suma superior a la previamente indemnizada al asegurado
(circunscrita a su valor o expresión real), ya que ello sería tanto como tolerar su indebido e
ilegítimo enriquecimiento y correlativamente el empobrecimiento del agente del daño, a
sabiendas de que la entidad aseguradora, merced al pago realizado, sustituye jurídicamente al
asegurado, quien por mandato legal no podía -ni puede- enriquecerse, a la par que por
elementales reglas propias del derecho común, en la que se entronizan caros postulados de la
justicia distributiva. Es en este sentido en que debe interpretarse el contenido del artículo
1.096 del C. de Co., en concreto las locuciones "...hasta concurrencia de su importe",
referentes a la fijación de un límite objetivo de su pretensión, en la inteligencia, claro
está, de que la actualización o ajuste monetario forma parte rigurosamente del concepto
'importe' y, por ende, no puede ser escindido y menos catalogado como un plus
huérfano de ligamen, puesto que la corrección monetaria, se itera, no tiene el carácter
de ganancia o de riqueza para el que la reclama, sea el asegurador, sea otro sujeto
diferente, como en general lo puso de relieve esta Corporación, a partir de los fallos de 8 de
junio y 9 de septiembre de 1999, según se acotó.
Lo anterior explica, a manera de gran compendio, que la suma -ya- corregida, en
términos reales, es igual a la que se ajustó, vale decir, al "importe" de lo pagado por
concepto de "una indemnización", debidamente actualizada, como en este caso
corresponde, sin que aflore enriquecimiento de especie alguna.
b. El fundamento teleológico de la acción subrogatoria consagrada en el artículo 1096 del
Código de Comercio.
La acción personal subrogatoria consagrada en la legislación colombiana en el artículo 1096
del estatuto comercial, no obstante sus particularidades, se encuentra íntima y funcional mente
enlazada con la institución de la subrogación disciplinada por el ordenamiento civil, al punto
que los fundamentos y los postulados medulares que le sirven de apoyatura en este específico
régimen, en general, son los que informan la figura en la esfera mercantil, corolario del
acerado principio indemnizatorio que, con tanto ahínco, campea en los seguros de daños -a
diferencia de los de personas -, según explícita y autorizada mención ex lege, así como la
realizada en la Exposición de Motivos de Proyecto de Código de Comercio Colombiano del
año 1.958 (artículos 914-916).
Ello explica que se tengan por fundamentos cardinales de este instituto -entre otros- los
siguientes, sin perjuicio que un sector de la doctrina se incline prevalentemente por los dos
primeros:
1) Evitar, a ultranza, que el responsable del daño se exonere de responsabilidad, merced al
pago efectuado por el asegurador al beneficiario del seguro, primigenio acreedor de aquél,
pues en caso contrario, se le estaría libertando de un débito que trasciende la esfera del ius
privatum, así la condena, en línea de principio, se limite al mero resarcimiento económico.
Expresado en otros términos, es claro que el ordenamiento desea que la conducta del
victimario no quede impune, ora directa, ora indirectamente y, de paso, liberado de reconocer,
en el ámbito patrimonial, el daño irrogado.
2) Impedir, en diáfano desmedro del principio indemnizatorio aludido, el enriquecimiento del
asegurado, en la medida en que si no existiese la subrogación ex lege, bien podría obtener,
por parte de su asegurador, el resarcimiento del daño que experimentó, a la par que de manos
del propio autor del mismo, lo que evidentemente repugna a los más elementales principios
jurídicos y éticos.
3) Posibilitar que la compañía de seguros, conforme a las circunstancias, pueda recibir unos
recursos encaminados a lograr una más adecuada explotación profesional de la actividad
aseguradora, toda vez que, indirectamente, se atenúan -así sea en mínima medida- los
resultados adversos de la siniestralidad, lo que debe servir para que, en el plano económico,
pueda atender mejor sus compromisos de orden contractual.
Desde esta perspectiva, resulta claro el origen y el carácter del derecho radicado en cabeza
del asegurador, en virtud de la aludida subrogación personal, derecho que es derivados, como
lo reconoce autorizada doctrina sobre la materia y, por tal motivo, ayuno de sustantividad y
autonomía, como quiera que la entidad aseguradora -he ahí la importancia del fenómeno
sustitutivo que aflora de la subrogación-, adquiere el mismo derecho que antes del pago
residía en la órbita patrimonial del' asegurado-damnificado.
Con otras palabras, aunque la acción subrogatoria tiene su manantial en el pago que el
asegurador le hace al asegurado-beneficiario en cumplimiento de la obligación que
contrajo en virtud del contrato de seguro, el derecho que aquel ejerce al amparo de la
referida acción frente a las "...personas responsables del siniestro", no nace o deriva de
la relación aseguraticia -a la que le es completamente ajena-, sino que procede de la
conducta antijurídica desplegada por el victimario, autor del daño que afectó al
damnificado asegurado, según el caso. Por tanto, el pago de éste tan sólo determina su
legitimación en la causa para el ejercicio de la señalada acción, así como la medida del
derecho que puede reclamar, pero no la naturaleza del derecho mismo, ni sus
propiedades, pues éste no es otro distinto del que tenía la víctima antes de ser
indemnizada por el asegurador. Ello explica por qué "El derecho adquirido por el asegurador,
en virtud, de la subrogación, es un derecho derivado del que tenía el asegurado frente al
tercero. Dicho en otros términos, la, acción que ejerce el asegurador contra el tercero es la
misma acción que tiene el asegurado contra el autor del daño. Por esta razón gozará de todos
los beneficios que esta acción tuviera y, al contrario, quedará sometida a las mismas
excepciones que podrían ser opuestas al asegurado"6, lo que es apenas obvio si se tiene en
cuenta que "su derecho se moldea... sobre el del asegurado" y, por consiguiente -esto es
nuclear-, tiene la "misma naturaleza y la misma extensión", de suerte que tendrá "por base una
responsabilidad contractual o una responsabilidad delictual, sin que el asegurador pueda
modificar esa base”7.
Es precisamente ese carácter derivado del derecho del asegurador, el que se erige en la
piedra de toque de la problemática que ocupa la atención de la Sala, en la medida en que
justifica y recrea la intangibilidad del crédito subrogado a favor suyo, que no sufre
ninguna mella o alteración por migrar del asegurado a la entidad aseguradora (principio
de identidad). Muy por el contrario, ese derecho permanece indeleble, al punto que los
responsables del siniestro, como lo impera el artículo 1096 del Código de Comercio -en
muestra de diciente acatamiento de la prenotada etiología y naturaleza-, podrán oponer
al asegurador las mismas excepciones que pudieren hacer valer contra el damnificado,
es decir, no una defensa precaria o limitada por el hecho de ser su demandante el
asegurador, sino una que tenga el talante que reclama el derecho litigado, sin
miramiento a la persona que se presenta como su titular. Es tan claro el carácter derivado
del derecho del asegurador -rectamente entendido-, que el artículo 1.669 del Código Civil,
como diáfano reflejo de la aludida transferencia - 'transmisión' o 'traspaso' en la terminología
empleada por don Andrés Bello-, estatuye que "La subrogación, tanto legal como
convencional, traspasa al nuevo acreedor todos los derechos, acciones y privilegios, prendas e
hipotecas del antiguo" (se subraya).8
Y si el derecho del asegurador naciente del pago en referencia es derivado, como en
efecto lo es, cuando lo ejerce y obtiene su reconocimiento, ora en el campo
extrajudicial, ora en el judicial, no debe experimentar mengua de tipo alguno, menos por
razones predicables únicamente del funcionamiento de la entidad aseguradora -como se
examinará-, y no del damnificado, óptica que, en sana lógica, es la llamada a orientar la
definición fidedigna de este tópico, pues se insiste en que el empresario en mención
sustituye al damnificado originario e, ipso jure, se convierte en su nuevo titular, aun
cuando la extensión y alcance de su prerrogativa jurídica, precisamente por ser derivada
y no originaria o autónoma, como se indicó, están determinados a priori. Como lo afirma
el mismo profesor Ossa en su referida obra, "el derecho es 'el mismo', porque la subrogación
no lastima su identidad, ni modifica su naturaleza", de lo que se desprende que si la víctima
tenía derecho a la corrección monetaria, su sustituto, el asegurador, también lo tendrá.
Finalmente, en lo que a esta problemática atañe, cumple advertir que no se puede
desconocer la naturaleza y esencia subrogatoria de la acción establecida en el artículo
1096 del Código de Comercio, so capa de que el asegurador, al cancelarle la
indemnización al asegurado-beneficiario, no paga deuda ajena, sino deuda propia, pues
no es posible confundir el pago por subrogación, como institución, con las causas que
dan lugar a ella. Con otras palabras, la subrogación se produce -legal o
convencionalmente- porque al acreedor "le paga" alguien distinto a su deudor (art, 1666
C.C.), sin que el instituto, en sí mismo considerado, pare mientes en las razones que
motivan ese pago. La cancelación de deuda ajena es apenas una de las razones que dan
lugar a la subrogación, como lo prevé el numeral 6° del artículo 1668 del Código Civil,
pero no la única, como se pinceló y como con acierto lo pregonan la jurisprudencia y la
doctrina especializada en el ramo, la que férreamente aboga por la pertinencia de la
ampliación o ensanchamiento de los supuestos de la subrogación legal, en concreto
cuando se paga una deuda propia9. Por tanto, que la acción subrogatoria en comentario
tenga como presupuesto material el pago de la obligación condicional del asegurador,
emanada del contrato de seguro, no impide considerar la acción subrogatoria a que se refiere
el artículo 1096 del estatuto mercantil, bajo la égida de la subrogación establecida en el
derecho común, de la que es, mutatis mutandis, una de sus aplicaciones individuales, por
ministerio de la ley, esa misma que no empleó un vocablo o arquitectura diferentes a la de la
"subrogación", con todo lo que ello implica, muy especialmente de cara a lo consignado en el
artículo 822 del Código de Comercio, esto es, a la integración preceptiva, en lo pertinente, en
el campo de las codificaciones del lus privatum. Como diáfanamente lo expresa don Luis Claro
Solar, al momento de examinar el alcance y modus operandi de la subrogación en la esfera
civil, quien paga "es colocado en todo y por todo en el sitio y lugar del acreedor a quien paga;
puede todo lo que él podía para la satisfacción de su crédito”10
d. La mecánica de la actividad aseguradora y la acción subrogatoria.
Es cierto que el asegurador, cuando paga la indemnización por la ocurrencia del
siniestro, cumple con el deber de prestación que primigeniamente contrajo al asumir el
riesgo amparado, a cambio del pago de una prima, en observancia del postulado de la
buena fe -en su proyección objetiva-, rectamente entendida. Y es también cierto que, por
regla, en esa relación contractual existe -debe existir- un equilibrio tal que le permita a la
compañía de seguros, de acuerdo a los principios del "cálculo de probabilidades" y
"previsión de lo imprevisible", no sufrir mengua con ocasión de dicho pago, a fin de
poder explotar su objeto social en condiciones de normalidad y, por contera, satisfacer
los intereses de la masa de asegurados, ratio medular de su actividad.
Tales circunstancias, empero, no tienen virtualidad de impedir que el asegurador pueda
obtener que la suma pagada en su oportunidad sea corregida, en la medida que el
recobro -o recupero como se apellida en algunas naciones americanas- que emerge de
la subrogación, que no es una acción de reembolso propiamente dicha, no persigue
obtener el equilibrio de la relación asegurativa, dado que éste, en línea de principio,
debe alcanzarse a través de la prima, por ello concebida -expressís verbís- como 'precio
del seguro' (art. 1045, num. 3°), en asocio de un adecuado programa de reaseguros y,
claro está, de su apropiada gestión empresarial (manejo de reservas, inversiones, etc.),
entre otros factores más, sin que se torne, en todo caso, en despreciable o deleznable
por completo, en atención a que según lo confirma un sector de la doctrina
especializada, el asegurador, mediante la subrogación, indirectamente puede obtener
unos recursos suplementarios que le permitan una mejor explotación del negocio del
seguro11, igualmente en beneficio inequívoco de la masa asegurada.
De allí que la communís opínío no dude en reconocer que la subrogación del
asegurador, ontológicamente analizada, hunde sus raíces más en consideraciones de
política legislativa general, en guarda de preservar caros principios que, por su
significación, trascienden de la mera relación aseguraticia, al punto que interesan al
orden público y a la colectividad toda, con lo que ello inexorablemente implica.
Entonces, que el cumplimiento de la prestación asegurada por el asegurador no pueda
ser considerado como detonante de un daño o de un perjuicio, propiamente dicho -dado
el previo cobro de la prima, a su vez que el carácter aleatorio connatural al seguro-, o
que el fundamento de la subrogación no sea necesariamente el de proteger los intereses
económicos de aquel, entre varios argumentos, no quiere significar que la compañía de
seguros, luego de haber indemnizado al asegurado damnificado, no pueda demandar
del victimario el pago de la corrección monetaria, conclusión que no se deduce
indefectiblemente de unas premisas que, pese a ser ciertas, son, desde una perspectiva
dialéctica, absolutamente neutras.
De otro lado, tampoco es óbice para reconocer la corrección monetaria al asegurador
que ejerce la acción subrogatoria, el hecho de recibir, además de la prima pagada por el
tomador del seguro, unos fondos de manos de su reasegurador, los cuales, según la
tipología y estructura del contrato, pueden ser suficientes para cubrir la prestación
asegurada, pues en caso de que medie un contrato de reaseguro, con cargo al cual el
asegurador-reasegurado obtenga una indemnización o reembolso con motivo del
surgimiento del siniestro respecto a la relación aseguraticia primigenia -mecanismo
contractual imprescindible para la buena y equilibrada marcha de la entidad
aseguradora-, el importe que se obtenga en virtud de la subrogación le corresponderá,
proporcionalmente, a la sociedad reaseguradora, por manera que si el reasegurado
(compañía de seguros), por cuenta propia, no retiene ninguna proporción en el -riesgo cedido-,
no tendrá ningún derecho frente a la cantidad recuperada que, in toto, pertenecerá al
reasegurador.12
En suma, ninguna de las razones conectadas con la mecánima propia de la entidad
aseguradora (cobro de la prima del seguro, vigencia de la ley de los grandes números,
carácter aleatorio del contrato, programa de reaseguros, etc.), impide que el asegurador pueda
obtener la corrección monetaria de manos del agente del daño, por completo desligado de la
operación del empresario, quien debe entonces reconocer la misma suma que le
correspondiere a la víctima asegurada.
e. La interpretación del artículo 1096 del Código de Comercio, desde la perspectiva del artículo
27 del Código Civil. Hermenéutica de la expresión "hasta concurrencia de su importe".
Como se mencionó en párrafos anteriores, el derecho del asegurador es derivado -en el
sentido que es el mismo que investía el asegurado-damnificado de cara al victimario- y, por
tanto, en su esencia, no es ajeno al derecho que tenía aquel antes de ser resarcido por el
primero en cumplimiento de las obligaciones que contrajo en virtud del contrato de seguro
(principio de identidad). Por eso, además, la compañía de seguros tiene circunscrito su
derecho al valor de la indemnización que satisfizo, lo que llevó al legislador a precisar
en la aludida disposición mercantil, que el límite que restringe el derecho de la entidad
aseguradora se extiende "hasta concurrencia de su importe", expresión ésta que no se
utilizó, de ninguna manera, para indicar que el derecho en cuestión tiene como frontera
infranqueable la suma nominal que fue materia de reconocimiento ex contractu, sino
para evitar que por esa específica vía la compañía pueda ejercer -para sí- la acción
indemnizatoria plena, procurándose un beneficio patrimonial que no le pertenece y que,
además, está reservado privativamente a la víctima cuando el pago de la suma
asegurada no repara íntegramente el daño, el que en este caso será superior, quedando
a salvo la posibilidad de que el damnificado, judicial o extrajudicialmente, reclame la
diferencia, todo como corolario del arraigado principio de reparación integral que
informa la materia.
En efecto, desde una perspectiva estrictamente jurídica, el vocablo 'importe' no puede
ser considerado como inequívoca, amén que confesa expresión del principio
nominalista, por cierto inaplicable tratándose de obligaciones de valor, como es el caso
de la obligación de reparar el daño causado, según lo corrobora un amplio sector de la
doctrina 13, en atención a que en el ámbito jurídico denota, precisamente, lo mismo que revela
su significado en lengua corriente: “Cuantía de un precio, crédito, deuda o saldo” (Diccionario
de la Lengua Española).
El término "importe", por lo tanto, debe ser entendido como medida del derecho de la
compañía de seguros y no como el resultado de una inexpresiva e inconexa cifra, objeto
de desembolso precedente por parte de aquella como si ciertamente quedara inmutable
o petrificada, para todos los efectos. Por eso no queda excluida la corrección monetaria,
la cual, stricto sensu, no adiciona o agrega valor real, según se mencionó, pues
simplemente propende por conservar la capacidad liberatoria del dinero (valor
intrínseco), es decir del. 'importe' otrora cancelado. Nada más, por manera que esta
interpretación no riñe con el contenido de artículo 1096 en comentario, siendo entonces
procedente entender que no se quiebra el contenido del artículo 271 del Código Civil, ya
que desde la perspectiva indicada, "el sentido de la ley" es claro, máxime cuando el
legislador, recta via, no introdujo ninguna cortapisa o valladar que inexorablemente
impida el reconocimiento de la corrección monetaria.
En este sentido, de antaño, bien tiene precisado esta Corte, que "la hermenéutica legal no
permite al Juez establecer limitaciones a un principio que la ley formula de un modo general
[importe], comprensivo de todos los objetos de un mismo orden. Cualquier limitación de parte
del Juez es arbitraria" (Sentencia de 29 de febrero de 1912), como en efecto tendría lugar si se
efectúa una lectura restrictiva del artículo 1096, a sabiendas que en el vocablo "hasta
concurrencia de su importe", rectamente entendido, queda inmersa la indexación, en
guarda de un acendrado realismo monetario y de sólidos fundamentos jurídicos que
escoltan la procedencia de la indexación en el derecho colombiano. Bien enseña el
brocardo que "la ley, cuando quiso decir, dijo; cuando no quiso calló" (Iex, ubi voluit,
dixit; ubi noluit tacuit). De ahí que la Corte no aprecie en dicha norma, específicamente
en lo que atañe a la referida expresión, ninguna limitación que, sin sombra de duda,
obstruya de raíz la procedencia del ajuste monetario en cuestión.
Esta interpretación, por el contrario, se encuentra en consonancia con los antecedentes
legislativos tomados en cuenta para la factura del precepto contenido en el artículo
1.096 del C. de Co, habida cuenta que todas las legislaciones que inspiraron -en forma
prevalente- la redacción del Título V del Libro Cuarto del Código de Comercio, emplean,
en lo fundamental, la misma terminología 14, sin que por ello en tales naciones se afirme
que la voluntas legislatoris haya sido la de impedir que el asegurador, por la vía de la
subrogación personal, obtenga la actualización monetaria, esto es que, de plano, no
cuente con las herramientas jurídicas enderezadas a paliar los efectos de la inflación.
Así, por vía de diciente ejemplo, la doctrina italiana, tejida alrededor del artículo 1.916 del
Código Civil del año 1.942, contentivo de una redacción prácticamente idéntica a la del artículo
1.096 del cuerpo mercantil, es terminante al avalar que la acción subrogatoria y la corrección
monetaria, no son en modo alguno incompatibles, al punto que el asegurador, por esta
específica senda, bien puede perseguir, en caso de materializarse un proceso inflacionario, la
actualización de la suma -o importe- que previamente pagó. En este sentido, el catedrático de
la Universidad de Roma, profesor Antigono Donati, identificado con el parecer del doctrinante
Sergio Ferrarini, observa que,”si en el lapso de tiempo comprendido entre el pago de la
indemnización y su reconocimiento por parte del tercero se presenta una devaluación –de la
moneda-…la subrogación tiene lugar por el importe superior al pagado por el asegurado. Y no
puede ser de otra manera, porque preservándose el mismo débito, el que originariamente era
de valor, no puede mudar su naturaleza para transformarse en una deuda de dinero" (Se
subraya) 15.
De igual manera, la doctrina argentina, sólo para auscultar dos de las cuatro legislaciones en
comento, es categórica al momento de rechazar una interpretación restringida del artículo 80
de su ley del contrato de seguro de 1.967, como también lo es, se registra, la jurisprudencia de
esa nación (fallo de 1976, entre varios). Así, en el plano doctrinal, los Profesores Issac
Halperin y Juan Carlos F. Morandi, ponen de relieve que en virtud de la subrogación "La
transferencia se produce con todas las garantías y derechos, tanto de fondo como procesales;
si se considera un supuesto de subrogación la solución es idéntica conforme al principio del
art. 771, C. Civil. Debe juzgarse que incluye el derecho al incremento por desvalorización”. (Se
subraya) 16
Por consiguiente, no se puede negar la corrección monetaria de la suma que debe cancelar el
tercero al asegurador que ejerce la acción subrogatoria, so capa de una interpretación literal
del artículo 1096 del Código de Comercio, pues tal suerte de entendimiento aísla la disposición
del contexto normativo en que ella se encuentra y, en general, del conjunto de normas civiles y
comerciales que gobiernan la materia, pasando por alto, como bien lo aseveró el togado Celso,
que "es antijurídico juzgar o dictaminar en vista de alguna pequeña parte de la ley, sin haberla
examinado detenidamente en su totalidad" (Incivile est, nisi tata lege perspecta, una aliqua
partícula eius proposita, iudicare vel respondere). Por lo demás, en guarda de una antigua y
sapiente máxima, importa recordar que la letra mata y el espíritu vivifica (Iittera enim occidit,
spiritus autem vivificat), todo lo cual hace predicar que una hermenéutica ceñida a la literalidad
del texto, como lo ha observado esta misma Corporación, en diversas oportunidades, no se
acompasa con los moderados postulados que signan la interpretación de la ley, muy otros a
los que de antaño estereotipaban el llamado método exegético, máxime si con ella, por
aferrarse desmedidamente al' textum, se socava el derecho sustancial, norte éste que, sea
acotado de paso, guía el derecho contemporáneo.
f. La acción subrogatoria y los principios: neminem laedere y de reparación integral del daño.
Es incontestable que al ordenamiento jurídico, es la regla, le repulsa que una conducta dañosa
quede impune. Por eso el legislador, inspirado en el postulado de contenido ético-jurídico que
impone la conducta de no causarle daño a nadie, estableció que quien provoca un perjuicio
está obligado a repararlo (arts. 1616 y 2341 C.C.), desde luego que de forma Integral, pues no
de otra manera se neutralizan, en la esfera patrimonial, las secuelas del acto ilícito.
Pero también es contrario a ese mismo axioma, que el agente del daño pueda derivar u
obtener una ventaja del hecho de que una persona -natural o jurídica- haya pagado toda
o parte de la indemnización respectiva. Al fin de cuentas, la medida de la obligación de
reparar está determinada por el alcance del agravio y no por las calidades del acreedor,
o por la forma cómo haya sido transferido -o traspasado- el derecho. Al margen de la
legitimación, que es asunto muy otro, no se puede perder entonces de vista que la ley
patria no propicia una interpretación que conduzca a que la conducta del sujeto
responsable quede sin condena pecuniaria y que, por ese camino, el victimario resulte
lucrado, directa o indirectamente.
De allí que el pago de la indemnización correspondiente deba comprender, en línea de
principio, la corrección monetaria, pues la víctima no tiene porque asumir la pérdida del
poder adquisitivo del dinero, ni el victimario puede obtener ventaja de esa circunstancia.
Así, por lo demás, lo ha reconocido la Corte en múltiples pronunciamientos, sin que
pueda -se precisa ahora- introducirse diferencia por el hecho de que sea un asegurador
el que reclame el pago de la respectiva indemnización, pues la deuda es del mismo
talante. Al fin y al cabo, donde hay identidad de razón, lo enseña la célebre y antigua
máxima latina, debe existir identidad de derecho (Ubí eadem ratío, íbí ídem jus debet
esse), por manera que no resulta de recibo ninguna escisión, tanto más cuanto que el
causante del daño, ello es basilar, debe responder con total prescindencia del contrato
de seguro -como si éste no existiera-.
Así, por vía de ejemplo, puede acontecer que el asegurado-damnificado demande a su
victimario para que le resarza el perjuicio que le causó, en la parte que no satisfizo la
compañía de seguros; y que ésta, al propio tiempo, incluso en el mismo pleito mediante
acumulación de pretensiones -como aquí sucedió-, ejercite la acción subrogatoria. Más aún,
supóngase que ambos demandantes acreditan los supuestos necesarios para predicar la
responsabilidad de su demandado, entre ellos la cuantía del daño. ¿Qué razón jurídica válida
le permitiría a los jueces concederle a la víctima la corrección monetaria y negársela al
asegurador? ¿Qué argumento en estricto derecho podría ser colacionado para justificar que el
monto de la condena, en el caso de la compañía aseguradora, sea distinto -mejor aún, inferiordel que se habría fijado en caso de que fuera el damnificado el titular de la totalidad del
derecho? Ninguna, por la sencilla razón de que el derecho es el mismo, como idéntica, en lo
cualitativo, es la obligación (principio de identidad); tanto así, que el derecho del asegurador
deriva del que tiene la víctima, como se acotó, y que la obligación del victimario, en cualquiera
hipótesis, consiste en reparar integralmente el daño que causó, no una parte de él (principio de
la plenitud del pago).
En consecuencia, le asiste razón a la doctrina y también al Tribunal, cuando afirman que no
conceder la corrección monetaria al asegurador, quien de ordinario recibe el importe respectivo
años después del pago originario, es lisa y llanamente auspiciar el enriquecimiento del
responsable del daño, quien se vería favorecido por esta vía, sin justificación alguna. Muy por
el contrario, en franca oposición de axiomas que, en la órbita de la responsabilidad jurídica y
ética, proclaman que toda barrera que inhiba o morigere la obligación del responsable del
daño, propicia que, en no pocas ocasiones, se sigan repitiendo las mismas conductas
transgresoras, de suyo reprochables y violatorias de reglas que, en un plano superior,
subliman el carácter preventivo de aquél.
3. Recapitulación general: Recapitulando, en apretada síntesis, es menester expresar, con
inquebrantable apego a los principios de justicia e integridad del pago y, también en el de
equidad -en la hora de ahora con grandilocuente arraigo constitucional (art. 230)-, que el
reconocimiento económico que efectúe el victimario infractor a la aseguradora como
consecuencia de la subrogación de ésta en los derechos del asegurado, debe materializarse
en los mismos términos en que éste los detentaba, e inspirarse, por tanto, en una idea justa de
realismo y equilibrio monetarios, de suerte que, al igual que acontece con las obligaciones
pecuniarias, ese pago se verifique teniendo en cuenta el poder adquisitivo del dinero al
momento de ser satisfecho el crédito de que es titular el asegurador, con el fin de que este
reciba el mismo valor intrínseco que reconoció al asegurado en razón del siniestro, con lo cual,
además, se evita que la depreciación del dinero lo afecte únicamente, en beneficio del
causante del daño.
De consiguiente, como quiera que en esencia la acción materia de la subrogación personal, es
la misma que, originariamente, hubiera podido ejercer el asegurado-damnificado contra el
responsable del daño, el tratamiento que debe otorgársele a la entidad aseguradora debería
ser simétrico al que la ley y la jurisprudencia le hubieran dado a aquel, en caso de que, con
prescindencia del seguro, hubiera reclamado directamente de éste la correspondiente
indemnización de perjuicios. Así lo impone el derecho a la igualdad, de innegable estirpe
constitucional, porque no existe, en rigor, ningún elemento diferenciador en la relación
sustancial fundamental, que habilite un trato disímil frente a la pretensión resarcitoria que
formule el asegurador. Antes bien, si algún criterio de distinción fuera acogido,
específicamente para el caso de los derechos originados del pago con subrogación previstos
en favor del asegurador, estos se convertirían, sin razón atendible, en una acción de
reembolso de cara a la suma desembolsada, en vez de la que en realidad, a manera de
posterius, puede ejercer -ya- como suya, en desarrollo de la inobjetable sustitución del
asegurado- damnificado, situación que, además, no armoniza, en modo alguno, con el régimen
legal colombiano asignado al pago por subrogación, tanto en la legislación civil, como en la
comercial, sin duda articulados, en lo capital. Al fin y al cabo, la norma inmersa en el artículo
1096, para estos efectos, no puede ser analizada como un compartimento estanco, en claro
desconocimiento de la convergencia de un apreciable haz de artículos que gobiernan la
subrogación en el régimen civil, todo como secuela de una recta interpretación del artículo 822
del Código de Comercio, conforme ya se indicó.
Esta doctrina que ahora se acoge, por lo demás, ha sido la jurisprudencia prohijada por el
Honorable Consejo de Estado, que en diversos fallos ha autorizado corregir monetariamente la
indemnización desembolsada par el asegurador, de cuyo pago se hace responsable el
victimario cuando aquel ejerce la acción subrogatoria 17, todo en desarrollo de la hermenéutica
que este alto Tribunal ha hecho de la misma norma en cuestión.
Esta, también, es la postura predominante en la doctrina vernácula 18 y extranjera, como se ha
anotado, así como en la jurisprudencia de países que han tenido similar evolución a la
colombiana, por vía de ilustración en la República Argentina, cuya Corte Suprema de Justicia
19
, en un comienzo, le negó al asegurador el derecho a obtener la indexación de las sumas
reclamadas de victimario en ejercicio acción subrogatoria, para luego aceptarlo abiertamente,
al amparo de argumentos análogos a los expuestos en esta decisión.
4. Puestas de este modo las cosas, se concluye que el asegurador, en ejercicio de ,la acción
subrogatoria a que se refiere el artículo 1096 del Código de Comercio, tiene derecho a que se
le reconozca íntegramente la corrección monetaria de la suma a que sea condenado el agente
causante del daño que, ex ante, determinó el pago de la indemnización al aseguradodamnificado, en virtud del contrato de seguro, aspecto éste expresa y privativamente sometido
al escrutinio de la Sala, al que por consiguiente se limita su pronunciamiento.
En este orden de ideas, es claro que el Tribunal no interpretó erróneamente la aludida
disposición, de lo que se desprende que no resulta procedente atribuirle ningún yerro jurídico.
Queda así entonces, en estos específicos términos, explicitado y motivado el cambio de
jurisprudencia de la Corte sobre la materia.
Por tal razón, no se condenará en costas al recurrente.
DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil, administrando
justicia en nombre de la República y por autoridad de la ley, NO CASA la sentencia proferida
por el Tribunal Superior de Bucaramanga -Sala Civil- el 12 de septiembre de 2000, en el
proceso ordinario de la referencia.
Costas a cargo de la parte recurrente. Liquídense.
Notifíquese y, en oportunidad, devuélvase al Tribunal de origen.
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA MANUEL ARDILA VELÁSQUEZ
(con salvamento de voto)
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
(con salvamento de voto)
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
CESAR JULIO VALENCIA COPETE
_______________________________________________________________
1
Luis Moisset De Espanés; Ramón Daniel Pizarro y Carlos Gustavo Vallespinos. Inflación y
Actualización Monetaria. Buenos Aires. Ed. Universidad. Pág. 116.
2
Le Droit du Contrat d'Assurance Terrestre. L.G.D.J. París. 1998. Pág. 270.
3
En igual sentido, con precisión, ponen de presente los profesores argentinos Nicolás Barbato
y Gustavo Raúl Meilij, que si la "...suma es reajustada, nunca puede existir un enriquecimiento
de dicho, asegurador, pues el reajuste no constituye un aumento de riqueza, sino,
precisamente, un procedimiento por el que se evita que en razón de la pérdida de valor
adquisitivo de la moneda, el acreedor reciba menos que lo que en realidad le corresponde.
Hay un aumento nominal de importes, pero no un enriquecimiento, palabra que, por definición,
se refiere al aumento de la riqueza". Tratado de Derecho de Seguros. Zeus Editores. Rosario.
1975.
4
Cfme: Gs. Js. CLlX, pág. 107; CLXXII, pág. 198; CLXXXIV, pág. 24; CXCII, pág. 71y CC, pág.
20).
5
Cfme : Antigono Donati, Trattato del Diritto delle Assicurazioni Prívate, Giuffré, Milán, 1.954,
t.ll, p.476; Anxo Tato Plaza. La Subrogación del Asegurador en la Ley del Contrato de Seguro,
Tirant lo Blanch, Valencia, 2002, págs. 237 y ss.; Adriano Fiorentino, L, Assicurazione Contra I
Danni, Dott, Nápoles, 1.949, p. 136; Antonio Brunetti, In Tema di Surrogazione
Dell'assicuratore, en Rivísta Assicurazioni, Roma 1942, p. 29; Vittorio Salandra. Dell
Assicurazioni. Commentario del Codice Civile, arts. 1861-1932, Zanichelli, Bolonia, 1966, p.
350; Joaquin Garrigues, Contrato de Seguro Terrestre, Madrid, 1.982, p.200 y Arturo Díaz
Bravo, Notas Sobre la Subrogación del Asegurador en el Derecho Mexicano y Comentarios a
la Sentencia de la Corte Suprema de Justicia Colombiana de fecha 23 de septiembre de 1993,
en Revista Ibero-Latinoamericana de Seguros No.VII, Bogotá, 1995, p. 290.
6
Joaquín Garrigues. Contrato de Seguro Terrestre. Imprenta Aguirre. Madrid. Pág. 200. En
sentido similar, César Vivante. Del Seguro Contra Los Daños. Pág. 389.
7
M. Picard y A. Besson. Les Assurances Terrestres. T. 1. Librairie Générale de Droit et de
Jurisprudence. Parfs. Pág. 496.
8
Elocuente sobre el particular, es la autorizada opinión del Prof. J. Efrén Ossa G, co-redactor
del Código de Comercio del año 1.971, según la cual “La subrogación legal no se halla
establecida para enriquecer al asegurador y, por reflejo, a sus reaseguradores, ni para lastimar
los derechos patrimoniales del asegurado, ni para aliviar o perjudicar la posición jurídicoeconómica del responsable del daño asegurado. Así se explica que solo puede operar -hasta
concurrencia- de la indemnización pagada por el asegurador que la ley presupone". (Teoría
General del Seguro, Vol. II, Temis, 1.991, p.p.193 y 194).
9
Marcel Fontaine, Droit des Assurances, Larcier, Bruselas, 1996, p. 255; Yvonne LambertFaivre, Droit des Assurances, Dalloz, París, 1990, p.p. 336 y 337. Antigono Donati. Trattato del
Diritto delle Assicurazioni Private, Op. cit., p.471 y Anxo Tato Plaza. La Subrogación del
Asegurador en la Ley del Contrato de Seguro, Op. cit, p.p. 66 y 67.
10
Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, Vol. VI, Editorial Jurídica de Chile,
1979, p. 272.
11
Cfme: Fernando Sánchez Calero, Ley de Contrato de Seguro, Aranzadi, Pamplona, 1999,
p.652. Walter Villa Zapata. La subrogación en el Derecho de Seguros Peruano, en Revista
Ibero-Latinoamericana de Seguros, No. X, Bogotá, 1997, p.151.
12
- A este respecto, el Prof. J. Efrén Ossa, certeramente anota en su obra que "el temor de que
el asegurador pueda enriquecerse por la vía de la subrogación carece de todo fundamento
porque, merced al principio de la -comunidad de suerte- entre asegurador y reasegurador, el
carácter indemnizatorio del reaseguro, el derecho a la subrogación que corresponde -in
integrum- al asegurador ha de ser compartido por el reasegurador en proporción a la cuota en
la indemnización del daño asegurado.". Teoría General del Seguro, T. II, Op.Cit, p. 185. Cfme:
Ariel Fernández Dirube. Manual de Reaseguros. Biblioteca General Re. Buenos Aires. 1993.
Pág. 208.
13
- Cfme: Jorge Bustamante Alsina, Teoría General de la Responsabilidad Civil, Abeledo
Perrot, 1.983, p. p. 192 Y 193; Enrique C. Banchio, Obligaciones de Valor, Lerner, Buenos
Aires, 1.965, p.91; Jaime Santos Briz, La Responsabilidad Civil, Montecorvo, Madrid, 1.981,
p.p. 331 y s.s. y Antonio Hernández Gil, Derecho de Obligaciones, Ceura, Madrid, 1.983, p.p.
201 y s.s.
14
En orden cronológico: Francia, arto 121: "...hasta concurrencia de la indemnización pagada";
México, arto 111: "...hasta la cantidad pagada…"; Italia, arto 1.916: "...hasta la concurrencia del
importe de la misma -la indemnización", y Argentina, art. 80: "...hasta el monto de la
indemnización abonada".
15
Trattato del Diritto delle Assicurazioni Prívate, Vol II, op.cit, p. 479
16
Cfme: Rubén Stiglitz, Derecho de Seguros, T. II, Buenos Aires, Abeledo Perrot, p.p. 486 y
s.s; Nicoiás H. Barbeto y Gustavo Raúl Meilij. Tratado de Seguros. Ob. cit. p.p. 308 y SS.;
Ignacio Escuti, Efraín H. Richard, Horacio Roitman y José l. Romero, Indexación en el Derecho
Argentino y Comparado, Depalma, Buenos Aires, 1.979, p. 478 y Eduardo Zannoni,
Revaluación de Obligaciones Dinerarias. Indexación, Astrea, Buenos Aires, 1.977.
17
Vid: Sentencias de 19 de diciembre de 1988, 11 de agosto de 1989 y 27 de noviembre de
2002, entre otras.
18
Vid: J. Efrén Ossa. Teoría General del Seguro, T. II, Op.cit.; Hernán Fabio López Blanco.
Comentarios al Contrato de Seguro. Dupré. 2004. Págs. 251 y 252; Andrés E. Ordóñez
Ordóñez. Cesión del crédito del asegurado contra los terceros responsables del siniestro.
Revista Jurídica. Vol. 8, No. 2, 1995. U. Externado de Colombia. Págs. 76 a 78, entre otros
más.
19
Antes de 1975, la Corte Suprema de Justicia de Argentina negaba el derecho a la indexación
al asegurador que ejercitaba la acción subrogatoria de que se viene tratando, por razones
similares a las que afirmaba esta Corporación con anterioridad de este fallo (Sentencia de 29
de diciembre de 1975).
Pero en sentencia de 12 de octubre de 1976, puntualizó que "resulta ajustado a toda lógica y al
correcto juego de la equidad y al principio de igualdad, considerar que el pago efectivo de los
daños resultantes de un siniestro a favor de la víctima, no puede servir para mejorar la suerte
del culpable, liberándolo del incremento indemnizatorio por depreciación monetaria. De lo
contrario, cuanto más grave fuese el daño e indispensable su reparación urgente..., más
aliviado de sus obligaciones se vería el deudor con el consiguiente empeoramiento de las
condiciones del acreedor". Y agregó:...como la aseguradora se subroga en los derechos y
acciones del asegurado pasando a ocupar su lugar, es obvio que puede reclamar todo aquello
que hubiese podido pretender el subrogado. No altera lo expuesto, la limitación resultante del
mencionado art. 80 en cuanto concede al asegurador derecho a actuar como subrogante hasta
el monto de la indemnización que abonara, ya que el plus por depreciación monetaria no
significa sino una adecuación de la misma suma pagada a los fines de mantener su valor
originario. Tampoco lo altera el funcionamiento por parte de la aseguradora, del fondo de
reserva o el juego de la prima, ya que no se trata de aplicar el instituto del enriquecimiento sin
causa ni de determinar la existencia de quebrantos en el giro de la aseguradora como
condición para la procedencia de su reclamo, sino de permitirle recuperar el valor exacto de lo
que pagara, sin que la posibilidad de cubrirse por las consecuencias de dicho pago sirva de
motivo para aliviar la responsabilidad del culpable".
Salvedad de voto
Expediente 1997- 00832
¿Es exactamente lo mismo que al autor de un daño lo persiga la víctima, a cuando lo persigue
es otro que ha pagado por él, caso de las aseguradoras? Nuevamente se ocupa la Corte de
cuál debe ser el monto de la subrogación prevista en el artículo 1096 del código de comercio.
Vale decir, si el monto que pagó la aseguradora ha de ser escueto o, antes bien, con la
respectiva corrección monetaria. La Corte venía inclinándose por aquello. Hoy ha variado.
Como no veo, ni descubrir puedo, razones de peso para acompañar ese cambio, fuerza es
salvar mi voto. Y todo pese a las copiosas páginas de la sentencia de ahora, generosa sí en
transcripciones y citas, pero no explican en modo alguno porqué la Corte, si bien reconoce la
corrección monetaria para muchos casos, no la abrazaba para este caso particular. La razón
nunca ha sido larga; más bien es contundente.
El asunto, pues, no era tanto en entregarse con ardor a demostrar el origen, fundamento,
justificación y bondad de la indexación, cosas más que dichas, como en demostrar cómo ni
aun lo particular del caso escapaba a la regla general. Porque, bien vale recalcarlo, la Corte
obró en el pasado siempre sobre la base de la singularidad que denota la especial subrogación
del artículo 1096 del código de comercio, señaladamente en que la triangulación que supone la
subrogación en general, particularizada se hallaba aquí porque la aseguradora no paga deuda
ajena sino propia. La aseguradora, en efecto, pagó lo que se comprometió a pagar por un
contrato de seguro, por el cual a su vez cobró. Y claro, eso ya marca una enorme diferencia.
Hoy la Corte, sin hacer cuenta de esa desemejanza dice que da lo mismo que el abono de
perjuicios lo persiga la víctima o la aseguradora que le paga. Y así como a aquél habría de
reconocérsele en su caso la indexación, en pie de igualdad ha de hacerlo cuando es la
aseguradora la que demanda. Allá quien vea en ello cosas iguales y por ahí derecho se crea
con autoridad para reclamar a voces la aplicación de la Constitución Política. La aseguradora,
repítese, paga porque es su deber hacerlo so pena de incumplimiento. Y ese origen
obligacional percute en que no puede reclamar lisa y llanamente por los perjuicios causados a
la víctima, sino hasta cierto monto, exactamente lo que pagó. Algo así como un simple
reembolso. Por eso sostuvo la Corte que en ese caso la equidad de la corrección no operaba.
Es por eso y por nada más, que se ha cuidado de indexar allí; vale decir, no es porque haya
dicho, como si contrariara su misma jurisprudencia, que al" indexarse se paga un perjuicio o se
paga de más, como pareciera sugerirlo ahora la mayoría, desde luego si se mira el énfasis que
pone en ello. Sencillamente se tergiversa a la Corte cuando así se la refuta.
Y valga recordar algo que definitivamente aclara la posible tergiversación. En efecto,
igualmente ha dicho la Corte, esta sí doctrina invariable hasta hoy, que tampoco opera la tal
corrección, precisamente en aplicación de ese principio superior, cuando el contratante,
aunque incumplido, tiene derecho a la restitución de las sumas de dinero que entregó; así en
fallos de 15 de junio de 1993 y 21 de marzo de 1995, exp. 3328, doctrina precisada
posteriormente en sentencia de 6 de julio de 2000, y últimamente reiterada en fallos de 15 de
enero, 12 de marzo y 4 de junio de 2004 (expedientes 6913, 6759 y 7748), decisiones donde el
criterio expuesto fue el de que, en caso de resolución de una promesa de compraventa, el
comprador incumplido "debe recibir en su valor histórico o nominal, esto es, sin reajuste,
debido a que, al serIe imputable el incumplimiento contractual que propició la resolución del
contrato, no puede beneficiarse de él, porque de ser así, además de prohijarse el
incumplimiento contractual, se atentaría contra los principios de justicia y equidad, razón por la
cual, la doctrina de la Corporación ha sido constante en señalar, que el contratante incumplido
debe soportar '...los efectos dañosos de la inflación...' y que en la misma eventualidad,
tampoco hay lugar a reconocer '... deudas por intereses de origen legal…’[Cas. Civ. de 15 de
junio de 1993]" (G.J. t. CCXXXIV, pág. 453).
Oportuno ha sido traer a capítulo esto último, para ver de demostrar que lo decisivo en casos
tan particulares es el principio de la equidad, y no el argumento de que quien paga indexado
no está cancelando ni un peso de más, como con reiteración irritante lo hace la sentencia de
ahora; pues entonces la pregunta obligada es: si es cierto que lo importante y definitivo es que
nadie paga más cuando indexa, ¿porqué no ha obligado la Corte a que el contratante
incumplido sea restituido también con indexación? Según los propios términos que hoy
emplea, ¿no estaría él recibiendo exactamente lo mismo? O lo que es decir, el obligado a
restituir nada agregaría con devolver indexado; o es que por dicha, ¿ese sí está autorizado
para recibir un dinero con cierto poder adquisitivo y devolver otro envilecido? O es que si lo
obligan a indexar, ¿estaría premiando al otro incumplido? ¿Y premiando de qué si no estaría
recibiendo ningún plus? No hay duda, así, que lo relevante es la equidad. Las demás
justificaciones quedan entonces fuera de lugar y lo que hacen es confundir.
En la subrogación dicha, pues, es muy difícil justificar la indexación en equidad. Y de paso,
sobre todo para épocas severas de inflación, subrogarse en dichos términos sería la mejor
inversión, pues se cobra por pagar (contrato de seguro), y, en pagando, a cubierto queda de la
desvalorización de la moneda, por ingente que ella sea. Pagar por otro, inversión segura.
Por todo ello sigo hoy pensando lo mismo que antes. Razón más que suficiente para
reproducir la sentencia que hoy se cambia, en donde aparece con mayor claridad explicado el
asunto.
"Consagra el artículo 1096 del Código de Comercio que ‘el asegurador que pague una
indemnización se subrogará, por ministerio de la ley y hasta concurrencia de su importe, en los
derechos del asegurado contra las personas responsables del siniestro'.
"Aproximando la norma al cargo en estudio, cabe memorar que la Corte en jurisprudencia que
es reiterada e invariable, ha precisado los alcances de la expresión 'hasta concurrencia de su
importe', para cuya reseña basta traer, en vía de ejemplo y en orden cronológico, los
siguientes pronunciamientos:
"a) Dijo en 1981 que 'cuando por presentarse el siniestro la compañía aseguradora cubre el
valor de la respectiva indemnización, por ministerio de la ley, o sea, sin concurrencia de las
palies contratantes, el asegurador se subroga en los derechos del asegurado indemnizado
contra el autor del daño, pero solo hasta el valor de la suma pagada. (…). Como ha sido rector
en materia de seguros que este contrato no puede ser fuente de ganancias y menos de
riqueza, sino que se caracteriza por ser indemnizatorio (artículo 1088 Código de comercio) es
apenas obvio que circunscriba el derecho del asegurador que ha pagado el valor del seguro a
obtener, del autor del daño, apenas el monto de la suma pagada y no una cantidad superior’1.
"b) Confirmó y amplió este criterio en 1985 al puntualizar que 'en orden a precisar los alcances
de la subrogación legal que consagra el artículo 1 096 del Código de Comercio, ha de tenerse
en cuenta que la indemnización que paga el asegurador estará determinada por el valor del
daño derivado del siniestro, evaluado al momento de su ocurrencia e indemnizado en términos
del contrato, lo cual excluye, desde luego, 'los intereses o perjuicios moratorios que el artículo.
1080 impone al asegurador, en su caso, pues estos desbordan el concepto de daño
asegurado. La suma que limita el derecho del asegurador, 'transmitido' ope legis por el
asegurado, es la del día del pago de la indemnización, y a esa suma ha de quedar limitada
también la responsabilidad del causante del siniestro.
"'Si con miras a la correcta interpretación del citado artículo 1096 se consultan sus
antecedentes, cuya importancia en este campo reconoce el artículo 27 del Código Civil, será
necesario insistir que la expresión 'hasta concurrencia del importe' no puede tener alcance
distinto al que indica su tenor literal. Ello es así por cuanto, como lo tiene admitido la doctrina
general de los autores, el asegurador, a consecuencia de un siniestro indemnizable, no puede
sufrir perjuicio, en la acepción jurídica de la palabra. Y no puede sufrirlo porque la
indemnización que él pagó al asegurado tiene un origen contractual, y porque ha recibido con
la prima la contraprestación correspondiente a su obligación y porque opera en función del
cálculo de las probabilidades'2.
“c) En 1993 tuvo la oportunidad de expresar que 'ha querido el legislador otorgarle al pago del
seguro con subrogación una naturaleza de orden público, con la imperatividad, obligatoriedad
y consecuencias allí indicadas, con cierta autonomía de lo que ha ocurrido cuantitativamente
antes o después del pago. En efecto, para determinar el límite cuantitativo del objeto
subrogado se toma en cuenta únicamente el valor de lo pagado por el seguro, con
independencia del valor de las primas pagadas, o del mayor valor del objeto asegurado o de
las circunstancias posteriores al pago, como son su deterioro monetario, improductividad
financiera, etc. Luego se trata de un límite cuantitativo fijado por la ley que, a la vez que
satisface los intereses privados del asegurador y el asegurado, también da seguridad jurídica
al monto exacto a reclamar y garantiza certeramente derechos de terceros y, concretamente,
los del autor del daño. Por eso, prescribe el artículo 1096 del Código de Comercio que la
subrogación legal del asegurador en los derechos del asegurado contra el tercero responsable,
tiene como límite la suma pagada de acuerdo a lo asegurado, que, por su naturaleza debe
entenderse restrictivamente para los efectos cuantitativos, porque esa es la clara intención
inequívoca del precepto, y que, por lo tanto, no permite extender o completar su sentido de tal
manera que desborde dicho límite. (...). Por consiguiente, reitera la Sala su doctrina en el
sentido de la improcedencia de corrección monetaria e intereses sobre el derecho subrogado
legalmente y fundado en la suma pagada por concepto del seguro.3
"d) En 1995 reafirmó su jurisprudencia, la cual se halla vigente, al manifestar que 'la expresión
‘...hasta concurrencia del importe...’ a que alude el artículo 1096 del Código de Comercio, debe
interpretarse a la luz de lo dispuesto en el artículo 27 del Código Civil, razón por la cual no
puede tener un alcance distinto al que señala su tenor literal. La razón de ser de este precepto
estriba en el carácter indemnizatorio de esta especie de contrato, motivo por el cual no puede
ser fuente de ganancias o riqueza'. Y más adelante agrega que 'el cimiento de la subrogación
no es propiamente la protección patrimonial del asegurador, al cual, de todas formas, se le
abre la posibilidad de la subrogación, la cual, en verdad, tiene por objetivo básico la necesidad
de evitar el enriquecimiento del causante del daño, así como enervar la posibilidad de que el
asegurado obtenga un doble pago del perjuicio. El carácter indemnizatorio lo fija la ley para la
prestación a favor del asegurado, desde luego, para evitar allí también que la ocurrencia del
siniestro se tome en una fuente de lucro, no de restablecimiento del equilibrio patrimonial para
éste. Todo lo cual se halla inspirado en nítidos principios de moral social. Y si pudiera decirse
que ese carácter indemnizatorio se traslada a la pretensión del asegurador que ha pagado, en
frente del directo causante del daño, sólo podrá ser dentro del marco de su propia erogación,
no sólo por lo ya dicho, sino también porque no se entendería cómo si el asegurador sólo
queda obligado frente al asegurado a pagarle una suma determinada por razón de la pérdida
sufrida por éste, él sí pueda exigirle al causante del daño una corrección monetaria que no ha
cubierto, máxime cuando no fue el directamente perjudicado.
"'Luego no puede acudir el censor a la supuesta necesidad de 'mantener el equilibrio de las
relaciones jurídicas" como un presupuesto para aplicar la corrección monetaria que depreca,
puesto que si el pago de la indemnización no es factor de desequilibrio contractual o
empobrecimiento del asegurador, sino de pago de una prestación debida, mucho menos
resulta serIo el reembolso nominal de la indemnización’4.
"Son tan sólidos los criterios jurisprudenciales acabados de memorar, que la Sala no puede
menos de prohijarlos en esta nueva ocasión. En efecto, todos ellos a una, descubren las
potísimas razones que entregan una fisonomía jurídica muy propia a la subrogación que
consagra el artículo 1096 del Código de Comercio, de lo cual es diamantino reflejo el mandato
por fuerza del cual la aseguradora no tiene más derecho que a la suma que efectivamente
pagó por virtud del contrato de seguro. Dicha norma, pues, lejos de contener descuidadas
voces legislativas, denota una ratio legis respetabilísima, y hace de su preceptiva el
acuñamiento de un raciocinio sazonado, particularmente si en cuenta se tiene que acaso esa
es la manera más aconsejable como se preserva el equilibrio de todas las relaciones jurídicas
que se dan cita en el punto.
"No es de recibo argüir, entonces, que cuando así se decide resulta desnaturalizado.' el
carácter indemnizatorio de la obligación subrogada, porque, insístese, la del artículo 1096 en
cita es una subrogación de estirpe singular; tanto, que no tiene la fuente común del fenómeno
conocido como pago realizado por un tercero, ya que la aseguradora ha pagado deuda propia,
la misma que a su cargo surgió del contrato de seguro, lo cual repugna, hay que admitirlo, si
pasase por persona digna de ser indemnizada. Es claro que ella tiene derecho a ser
reembolsada, mas no indemnizada, y esto mismo pone fuera de lugar la invocación del criterio
de equidad que en eventos indemnizatorios ha tenido presente la Sala, atendiendo pautas
como la del art. 16 de la ley 446 de 1998.
"En otros términos, al pagar el asegurador, libera o extingue la obligación del autor del daño,
respecto del asegurado, hasta la cuantía de lo pagado, merced a la existencia de un contrato
de seguro que protegía a la persona que precisamente le trasladó el riesgo, quedando aquél
subrogado, hasta esa cuantía, en los derechos del asegurado, según el imperativo legal. Es
posible que de cara a esta disposición, el monto de la condena a cargo del responsable del
daño no resulte igual a aquel que hubiera arrojado si el demandante fuese la propia víctima,
porque para ésta no existe norma que de suyo limite, y su reclamo, ese sí indemnizatorio,
podría gozar de mayor amplitud; mas, como ya se dijo, el diverso resultado se explica por la
presencia de un asegurador que, con arreglo a sus fines, ayuda a paliar las pérdidas, sin que
por ello adquiera la calidad de víctima o de directamente perjudicado, pues el hontanar de su
obligación es muy otro, a saber, el .contrato de seguro, dentro de cuyo marco ha recibido
contraprestación. Total que el asegurador no puede pretextar que la consabida limitación legal
implique un empobrecimiento suyo. Ni es dable alegar, por otra parte, que sin la corrección
monetaria el demandado resultaría pagando una cosa diferente a la debida, en lo que se
violaría el artículo 1627 del Código civil, pues sea lo que fuere, el caso es que el censor pasa
de largo ante el hecho de que es la propia norma la que deja lugar a reservas, al disponer, a
renglón seguido, que todo ello es sin 'perjuicio de lo que en los casos especiales dispongan las
leyes', con lo que dejó de lado explicar, como es de necesidad en un recurso dispositivo,
porqué su caso lo enmarca en la regla general y no cuadra dentro de las excepciones, siendo
que, como viene de verse, la subrogación del artículo 1096 es asaz particular.
"Y comoquiera que la Corte estima que la solución dada por la ley es la más justa de todas,
antinómico fuera reconocer la corrección monetaria que edificada sobre el postulado de la
equidad ha dispuesto la Corporación en otros asuntos"
Fecha utsupra
Manuel Isidro Ardila Velásquez
________________________________________________________________________________________________
1
Caso Civ. de 22 de enero de 1981, G.J. CLXVI, pág. 156
Caso Civ. de 6 de agosto de 1985, G.J. t. CLXXX, pág. 239
3
Caso Civ. de 23 de sept. 1993, G.J. t. 2464, pág. 567
4
Caso Civ. de 13 de octubre de 1995, G.J. número 2476, pág. 1123.
2
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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACION CIVIL
Magistrado Ponente
Jaime Alberto Arrubla Paucar
Bogotá, D.C., dieciocho (18) de mayo de dos mil cinco (2005)
Referencia: Expediente No. 14415
Decídese el recurso extraordinario de casación interpuesto por los demandados CLÍNICA
NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA. y ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, contra la sentencia
dictada el 27 de julio de 1999, por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Bogotá, D.C., en el proceso ordinario iniciado por FLORENCIO SÁENZ PEÑA, en su propio
nombre y en representación de la menor SHIRLEY SÁENZ RUGE, contra los recurrentes.
ANTECEDENTES
1. Pretendieron los demandantes que, con citación de los demandados, se les declarara civil y
solidariamente responsables por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, y como
consecuencia, que se les condenara a indemnizarles los perjuicios materiales y morales que
experimentaron por tal causa.
2. Los hechos constitutivos de la causa petendi, pueden resumirse del siguiente modo:
2.1. Por estar padeciendo fuertes y frecuentes cólicos, entre abril y mayo de 1992, MARÍA ANA
LUISA RUGE ORTEGA fue conducida a la clínica demandada, donde fue atendida por su
gerente, el Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, quien previo examen, dictaminó que debía ser
sometida a una colecistectomía.
2.2. El 10 de julio se le practicó, por el citado profesional, el procedimiento quirúrgico
recomendado, y el 13 de los mismos mes y año se le dio de alta, debiendo ser hospitalizada
de nuevo el 15, por sufrir fuertes dolores en el vientre. Pasado un día, se autorizó su salida.
2.3. Como siguió experimentando dolor "...en la región de la operación", acudió a otras
instituciones para tomarse radiografías y exámenes, que no revelaron nada anormal.
2.4. En octubre de 1992, su deteriorado estado de salud se complicó porque no podía ingerir
alimentos, y debido a ello fue llevada otra vez a la institución demandada, donde la atendió su
gerente, quien estimó que debía ser operada nuevamente.
2.5. FLORENCIO SÁENZ PEÑA, su cónyuge, decidió hacerla auscultar por el Dr. LUIS
FRANCISCO DELGADO MONSALVE, médico gastroenterólogo del Hospital Militar, galeno
que luego de analizar los exámenes y radiografías concluyó que debía ser intervenida de
inmediato, "...por un obstáculo que se presentaba adelante del píloro, que no permitía el paso
del tubo para la endoscopia".
2.6. Practicada la cirugía el 4 de noviembre de 1992, bajo la dirección del citado profesional, se
le extrajo "...una compresa encapsulada por fibrosis desarrollada en la zona donde se le había
practicado la Colecistectomía", elemento que de acuerdo con los resultados de patología,
"...generó una PERITONITIS AGUDA CRÓNICA".
2.7. Tras una ligera recuperación, sumada a la tolerancia a los alimentos, se le dio de alta el 28
de noviembre del mismo año.
2.8. Sin embargo, la peritonitis aguda y crónica desencadenada por la compresa dejada en su
vientre, le originó "...una congestión cardio-pulmonar el día 3 de diciembre de 1992", por la
cual debió ser llevada de urgencia al Hospital Militar, ayudada de oxígeno, complicación que
no fue posible controlar, pese a los esfuerzos médicos, falleciendo el 6 de diciembre de 1992,
a la edad de 40 años, once meses.
2.9. MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA contrajo matrimonio católico con FLORENCIO
SÁENZ PEÑA, y de tal unión nació SHIRLEY SÁENZ RUGE, el 20 de mayo de 1978.
2.10. En vida se dedicaba al manejo y dirección de una pequeña industria de pintura en tela,
modistería infantil y tarjetería, de la cual derivaba unos ingresos mensuales promedio de ciento
cincuenta mil pesos ($150.000.oo).
3. Notificados los demandados, dieron respuesta conjunta a la demanda, oponiéndose a lo
pretendido. Sobre los hechos allí afirmados, aceptaron algunos, negaron otros y sobre los
restantes dijeron que no les constaban.
Propusieron las excepciones que denominaron ausencia de responsabilidad e inexistencia de
la obligación. En relación con la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., porque el
Dr. EDGAR BELTRÁN MEJÍA, jefe del equipo médico que intervino quirúrgicamente a la
occisa, "...no pertenece a la nómina de la Clínica", siendo de cargo de ésta solamente "...el
alojamiento, alimentación, suministro de bodegas, cuidado del paciente, realización de
exámenes, control y la atención por parte de los médicos residentes y enfermeras".
En cuanto al Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, porque su participación en el acto quirúrgico
mencionado, se redujo a actuar como primer ayudante.
4. Adelantado el debate en los términos reseñados, la primera instancia se definió con
sentencia estimatoria, confirmada por el superior al decidir el recurso de apelación interpuesto
por los demandados, decisión que adicionó con la orden de actualizar las condenas impuestas,
en la forma allí indicada, determinación que la misma parte impugnó mediante el recurso de
casación sobre el cual se provee en esta oportunidad.
LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL
Verificado el recuento de los antecedentes del proceso, y constatada su validez formal, inició el
Tribunal sus consideraciones identificando las diversas fuentes de la responsabilidad civil.
Previas algunas reflexiones sobre el régimen de la responsabilidad extracontractual, precisó
que la controversia se situó en ese marco, "…porque el supuesto fáctico no hace referencia a
relación contractual alguna ni se enuncia incumplida obligación de la misma índole". Agregó
que se invocó el artículo 2341 del Código Civil, precepto que reglamenta la responsabilidad
civil extracontractual por el hecho propio, "...imputable a título de culpa y las pretensiones las
formulan miembros de la familia, que con la muerte de su cónyuge y madre, respectivamente,
sufrieron perjuicio".
Tras reconstruir el íter de los hechos debatidos, consideró prioritario averiguar por la
participación que en ellos tuvieron los demandados. En ese cometido observó que MARÍA
ANA LUISA RUGE ORTEGA llegó a la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., y allí
fue atendida por su director y dueño, el doctor ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, quien la
programó para el procedimiento quirúrgico denominado colecistectomía, en el cual debía
extirpársele la vesícula biliar. Que para tal efecto contrató los servicios del Dr. EDGAR
BELTRÁN MEJÍA, cirujano en vías biliares, bajo cuya dirección se efectuó, con la colaboración
de Ardila Cuéllar como primer ayudante.
Del interrogatorio y el testimonio de los dos profesionales mencionados, dedujo que Beltrán
Mejía obró como agente de la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., hecho cuya
aceptación vislumbró "...en la contestación de la demanda en donde se afirmó que el
especialista doctor EDGAR BELTRAN MEJIA estaba adscrito a la clínica".
Consideró debidamente comprobado que al culminar la operación se dejó una compresa en el
vientre de la paciente, elemento que desencadenó una serie de consecuencias negativas en
su salud, por las cuales debió ser intervenida nuevamente en el Hospital Militar, infiriendo que
no se tuvo "...el cuidado que corresponde desplegar en la actividad quirúrgica ni siquiera el que
hubiera desplegado una persona común y corriente colocada en las mismas condiciones
externas, porque aún ésta habría tenido la elemental precaución de revisar la cavidad en la
que se practicó la operación, mucho más si se trataba de la intervención a una persona obesa
como lo afirma el galeno director del acto quirúrgico", descuido que imputó a todo el personal
que participó en la operación, pero que consideró de mayor entidad respecto de quienes
fungieron como director y primer auxiliar, por tener a su cargo la supervisión de la actividad de
los demás.
En relación con los sucesos desencadenados por tal omisión, refirió que el 14 de julio de 1992
MARÍA ANA LUISA RUGE regresó a la institución demandada, porque no toleraba la
alimentación, aunque se mantenía hidratada, orientada, alerta, sin presión abdominal, con
ruidos cardíacos rítmicos y sin soplos, y que al finalizar el mismo año, su esposo la hizo
examinar del Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO MONSALVE, por las molestias
gastrointestinales que venía padeciendo desde la operación. Agregó que al ser sometida a un
nuevo procedimiento quirúrgico, se detectó un severo proceso inflamatorio alrededor del
duodeno y parte terminal del estómago, y se retiró una compresa que había erosionado el
duodeno, al succionarla, provocando su obstrucción.
Observó que para ese momento la paciente presentaba un cuadro séptico gestado por el
severo proceso inflamatorio experimentado, del cual empezó a recuperarse semanas después,
autorizándose su salida del hospital, pero que a los pocos días regresó con dificultad
respiratoria y en malas condiciones generales, para fallecer más tarde en estado séptico.
Subrayó que el deceso de la paciente "...tuvo su causa inmediata en la insuficiencia
respiratoria aguda, edema pulmonar y tromboembolismo pulmonar (fol. 9)", anotando que
según lo explicado por el Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO, "cuando el cuadro infeccioso se
deja progresar altera el sistema cardiovascular, renal, hepático y cerebral, por el compromiso
de la asepsis que es un cuadro generalizado". Que el estado infeccioso es producido por
bacterias o cuerpos extraños en el organismo, y compromete todos los mecanismos que éste
tiene para controlarlo. Que al no ser neutralizado, progresa hasta afectar el estado general del
paciente, ocasionándole malestar, fiebre, taquicardia, frecuencia respiratoria alta, problemas
pulmonares, desequilibrio, ácido básico, cambios electrocardiográficos por la infección, cuadro
que se denomina "estado séptico", tiene tres o cuatro grados, dependiendo de su severidad y
de los órganos comprometidos, siendo el más avanzado el que se conoce como falla orgánica
multisistémica, que se presenta "...cuando el paciente tiene un compromiso en su función
renal, hepática, hematológica, cardíaca, pulmonar, cerebral...".
Así, concluyó que "...la crisis del aparato circulatorio y el tromboembolismo pulmonar tuvieron
origen en la infección generalizada que presentó la señora MARÍA ANA LUISA RUGE que se
gestó como efecto nocivo de la compresa abandonada en el organismo al cerrar la cavidad
abdominal después de la operación que se practicó en la CLINICA NUESTRA SEÑORA DEL
PILAR, LTDA.", reiterando que "...La causa de la muerte de ésta, por tanto, fue el estado
infeccioso que tal elemento produjo".
Constatado el incumplimiento de los demandados de su "...deber general de no causar daño",
indagó por el perjuicio y su extensión. Con tal propósito, memoró que por las complicaciones
de salud de su esposa, FLORENCIO SÁENZ debió someterla a una serie de consultas y
exámenes, cuyo costo se tasó pericialmente en la suma de $6.301.314.oo, guarismo en el que
también se comprenden los gastos de funeraria y cementerio, soportados documentalmente.
Destacó que a ese valor, representativo del daño emergente, "...se le aplicó un interés anual
desde el momento que los pagos se realizaron".
Añadió que en su condición de trabajadora independiente, MARÍA ANA LUISA RUGE
ORTEGA recibiría por lo menos unos ingresos equivalentes al salario mínimo, anotando que
"...sobre esta base se proyectó lo que aquélla hubiera podido percibir durante su vida probable,
es decir, el lucro cesante, que se clasificó en causado y futuro, al primero de los cuales se
aplicó la tasa de interés legal".
Las pautas indicadas, con base en las cuales calculó el a-quo los perjuicios sufridos por los
demandantes, las acogió "...por estar de conformidad con las pruebas".
Adicionó, por último, el fallo apelado, ordenando que la condena impuesta a los demandados
se actualice "...teniendo en cuenta la variación del índice de precios al consumidor, ingresos
medios, desde el momento que el juzgado hizo el cálculo (septiembre de 1997), hasta el
momento del pago de los perjuicios".
LA DEMANDA DE CASACION
Cinco cargos adujo la parte recurrente contra la sentencia impugnada. El primero en el marco
de la causal segunda, el segundo, tercero y cuarto con fundamento en la causal primera, y el
quinto, al abrigo de la causal tercera. La Corte examinará en primer lugar y de manera
conjunta, los cargos primero y segundo, por las razones que su oportunidad se expondrán. En
la misma forma, los cargos tercero y cuarto, por admitir consideraciones comunes, y se
ocupará por último del quinto, que aunque denuncia un error de procedimiento, tiene un
alcance parcial, en cuanto está dirigido a cuestionar el patrón de actualización de las condenas
impuestas a los demandados.
PRIMER CARGO
Con fundamento en la causal segunda de casación, se impugna la sentencia del Tribunal por
no estar en consonancia con las pretensiones de la demanda.
En su demostración, se remite el recurrente a las pretensiones deducidas por los demandantes
y a las resoluciones de los fallos de instancia, para destacar que mientras en la demanda se
solicitó declarar civilmente responsables a los demandados, por la muerte de MARÍA ANA
LUISA RUGE ORTEGA, "...ocurrida el día 6 de diciembre de 1991", en el fallo de primer grado,
prohijado por el ad-quem, se les responsabilizó de un hecho "...ocurrido el día 6 de diciembre
de 1992, respecto del cual no existía postulación alguna en el petitum presentado por los
demandantes".
Concluye que tal decisión no armoniza con lo pedido, puesto que los actores "...se concretaron
a pretender una declaración de responsabilidad y sus condenas consecuenciales sobre un
pretendido fallecimiento de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA sucedido, según las
súplicas de la demanda el día 6 de diciembre de 1991".
Con fundamento en lo expuesto solicita la casación del fallo para que en sede de instancia se
absuelva a los demandados.
SEGUNDO CARGO
Dentro del marco de la causal primera del artículo 368 del Código de Procedimiento Civil, y por
el error de hecho que se le imputa al Tribunal en la interpretación de la demanda, se denuncia
en este cargo la sentencia por ser indirectamente violatoria de los artículos 1494, 2341, 2343,
2344, 2347, 2349, 2356 del Código Civil, "...siendo medios de violación los artículos 75, 82,
174, 175, 177, 187, 251 y 258 del Código de Procedimiento Civil".
Para fundamentar el cargo, evoca el impugnador lo pretendido por los demandantes,
echándole en cara al fallador que entendiera que sus reclamaciones "...estaban referidas al
año de 1992", cuando se relacionan con un "...suceso que se dice ha ocurrido el día 6 de
diciembre de 1991 y sobre el cual se pregona la declaratoria de responsabilidad de los
demandados y la consecuencial condena en perjuicios morales y materiales".
Concluye que de no haber cometido el error denunciado, el litigio se habría dirimido en
términos distintos, pues si el acervo probatorio indica que para la fecha del acontecimiento
mencionado en la pretensión, la señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA no había
fallecido, se imponía la absolución de los demandados.
Apoyado en tales razonamientos solicita casar el fallo recurrido, para que la Corte, en sede de
instancia, revoque la decisión de primer grado y en su lugar desestime las pretensiones de los
demandantes.
CONSIDERACIONES
1. Se ligan los cargos para su solución, en consideración a que ambos giran en derredor del
aspecto temporal del suceso desencadenante de la responsabilidad imputada a los
demandados en la decisión impugnada. En el primero, para tildarla de disonante, en la
modalidad de extra petita, por derivarla de un hecho acaecido "... el día 6 de diciembre de
1992”, cuando en la demanda se les emplazó por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE
ORTEGA, ocurrida "... el día 6 de diciembre de 1991". En el segundo, para descalificar la
percepción que del mismo libelo tuvo el fallador, en relación con el citado aspecto, porque de
acuerdo con lo que se plantea, las pretensiones en él postuladas se concretan "... a una
circunstancia de facto ocurrida, según el libelo, el 6 de diciembre de 1991", y el juzgador
erróneamente entendió que estaban vinculadas con un suceso ocurrido el 6 de diciembre de
1992.
2. Para dar una respuesta adecuada a tales predicamentos, preciso es volver sobre tales
extremos para ver si, en verdad, el deber de prestación impuesto a los demandados tuvo
hontanar en un evento distinto del invocado en la demanda, que es lo que en definitiva se
plantea en los dos cargos.
Memórase, con ese designio, que en el libelo genitor del proceso se pidió por los demandantes
que se declarara civil y solidariamente responsables a los demandados "...de la muerte de
quien en vida respondía al nombre de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, cuyo deceso
ocurrió en la ciudad de Santafé de Bogotá D.C., el día 6 de diciembre de 1991, como
consecuencia del descuido, negligencia y abandono de los galenos que le practicaron
COLECISTECTOMIA, en la que le fue extraída una compresa del abdomen, lo cual le originó
serias complicaciones de órganos internos que desencadenaron en la muerte de la paciente",
y como consecuencia, que se les condenara a la reparación de los daños que sufrieron por
causa de su fallecimiento.
En la sentencia impugnada, a su vez, se avaló, la resolución del juzgador de primer grado de
declarar la responsabilidad civil de los demandados por "... la muerte de la señora MARÍA ANA
LUISA RUGE ORTEGA, ocurrida el 6 de diciembre de 1992", imponiéndoles la condigna
obligación resarcitoria, decisión que se consideró pertinente adicionar en cuanto al método de
actualización de la prestación que sobre ellos se hizo gravitar.
No es preciso discernir en demasía para constatar que hay total identidad entre el hecho por el
cual se convocó a juicio a los demandados y el que constituye el pilar de la declaración de
responsabilidad protestada, como es la muerte de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE
ORTEGA, ocurrida en las circunstancias que la demanda narra, acontecimiento que por
supuesto no se modifica porque en el fallo se afirme que tuvo lugar el 6 de diciembre de 1992,
cuando en la demanda se dijo que ocurrió el 6 de diciembre de 1991, ya que la oportunidad de
su acaecimiento es apenas uno de sus elementos distintivos. Si, como precisó la Corte en
reciente ocasión, "…en la identificación de un "hecho" concurren múltiples
circunstancias; el tiempo, entre otras más, es apenas una de ellas" (Cas. Civ. del 1º de
octubre de 2003, Exp. 7615), la disparidad en uno de esos factores no lo cambia, no hace
que deje de ser lo que en esencia es.
Luego si en lo medular, se insiste, el hecho del cual se responsabilizó a los
demandados, concuerda en un todo con el invocado en el petitum, la sinrazón de las
inconformidades de la censura deviene indubitable, tanto más cuando no puede
perderse de mira que la muerte es un fenómeno que sólo opera una vez, en día y fecha
incambiables, y por consiguiente la disparidad recabada no pasa de ser un lapsus, sin
importancia, del cual no puede emerger, como se pretende, la desviación en la
identificación del objeto de la pretensión, o la discordancia entre lo que se pidió y lo que
se resolvió en el pronunciamiento atacado.
3. Por las razones expuestas, los cargos se deben rechazar.
TERCER CARGO
Invocando la causal primera de casación, se acusa la sentencia del Tribunal por violar, en
forma indirecta, los artículos 1494, 1495, 1496, 1497, 1499, 1502, 1568, 1602, 1603, 1604,
1610, 1613, 1614, 1615, 1616, 1618, 2069, 2142, 2143, 2344, 2347, 2349, y 2356 del Código,
Civil, "...siendo medios de violación los artículos 75, 82, 174, 175, 176, 177, 187, 203, 207,
208, 213, 219, 220, 226, 227, 228, 232, 241, 251, 258, 279 y 281 del Código de Procedimiento
Civil", como consecuencia de los errores de hecho cometidos por el sentenciador en la
apreciación probatoria
Tras señalar que los elementos estructurales de la responsabilidad civil extracontractual no
fueron plenamente acreditados, pese a lo cual el Tribunal los tuvo por probados, el recurrente
fracciona la acusación en cinco aspectos:
1. En éste controvierte la conclusión del fallador referente a "...la inexistencia de vínculo
jurídico antecedente", imputándole cometer los siguientes errores:
1.1. Pretermitir los documentos que obran a folios 10 al 17 del cuaderno principal, que dan
cuenta de la existencia de "...una relación jurídica subyacente entre las partes", concretamente
"...un contrato de prestación de servicios profesionales de medicina, acreditados con el pago
de los honorarios médicos allí demostrados, por los servicios prestados.
1.2. Pasar por alto el documento visible al folio 64 c.1., conforme al cual MARÍA ANA LUISA
RUGE ORTEGA solicitó y obtuvo de la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., la
prestación de los servicios médicos solicitados.
1.3. Dejar de apreciar el interrogatorio del Dr. ARMANDO ARDILA CUÉLLAR (fls. 140 y ss. c.
1), quien aceptó haber recibido honorarios en cuantía de $200.000.oo, por la intervención
quirúrgica realizada a la señora Ruge Ortega.
1.4. Ignorar el testimonio del Dr. EDGAR EDMUNDO BELTRÁN MEJÍA, en cuanto manifestó
que no es empleado ni tiene contrato directo con la institución demandada, y sólo
ocasionalmente, como ocurrió en el caso, "... es llamado a colaborar en algunas intervenciones
quirúrgicas y que por su trabajo le son cancelados honorarios".
Sostiene la censura que las pruebas omitidas evidencian que entre la señora Ruge Ortega y
los demandados existía una relación contractual "...que regulaba la prestación de los servicios
médicos que le fueron proporcionados a dicha señora por los mismos demandados y por un
tercero subcontratado por éstos", por lo cual, cualquier falla en la prestación del servicio
contratado, generadora de responsabilidad para aquéllos, sería de índole contractual, no
extracontractual, como se pidió en la demanda y se aceptó en el fallo impugnado.
1.5. Malinterpretar la demanda, porque en ella "...los herederos de la señora MARÍA ANA
LUISA RUGE ORTEGA, reclaman, en definitiva, los perjuicios sufridos por la misma señora,
iure hereditario", y no la reparación del daño personal y directo que hubieren recibido, dado
que se amparan en sus calidades de esposo e hija de la víctima para reclamar la
indemnización de los perjuicios recibidos, entre ellos, los gastos efectuados por razón de
exámenes y hospitalización de la misma; refieren el matrimonio de la occisa con FLORENCIO
SÁENZ PEÑA, así como el nacimiento de la menor SHIRLEY SÁENZ RUGE, y enuncian los
ingresos que percibía, en promedio, sin invocar la ocurrencia de un daño directo y personal
para ninguno de ellos que los autorice para reclamar de los demandados una responsabilidad
de carácter extracontractual.
Agrega que de su texto tampoco es factible deducir el ejercicio de una acción de tal naturaleza,
pues no obstante invocar los artículos 2341 y siguientes del Código Civil, "...por el principio
narra mihi factum dabo tibi iure, las normas de derecho citadas en el libelo no son vinculantes
para el juzgador", como si lo son, los hechos y pretensiones aducidos, en los cuales, reitera,
no se postula el resarcimiento de un daño experimentado por los demandantes a título
personal.
1.6. Pretermitir la contestación a la demanda, porque las excepciones aducidas en ella se
basan en la existencia de una relación de tipo contractual entre la paciente y los integrantes
del equipo médico.
2. Se censura en este aparte de la acusación, la apreciación de la prueba relativa a
“...responsabilidad por el hecho propio” del demandado Ardila Cuéllar, atribuyéndole al
Tribunal incurrir en los siguientes errores:
2.1. Tener por acreditado, sin estarlo, que el citado demandado fue quien “...realizó directa y
personalmente el hecho culposo acusado”, por haber sido la persona que, en la intervención
quirúrgica realizada a la señora Ruge Ortega, el 7 de julio de 1992, dejó en su cavidad
abdominal la compresa que le originó complicaciones de salud que hicieron necesaria una
segunda operación. Así mismo, suponer que “...tuvo acceso al vientre de la paciente para que
pudiera haberla allí dejado”.
2.2. Pretermitir el documento que obra al fl. 67 c. 1, conforme al cual la cirugía fue practicada
por el Dr. Beltrán, con la participación de Ardila Cuéllar como primer ayudante.
2.3. Interpretar erradamente el interrogatorio del mismo demandado, y el testimonio del Dr.
EDGAR EDMUNDO BELTRÁN MEJÍA, pues el primero manifestó que "...no fue el médico
cirujano en la intervención realizada el día 7 de julio de 1992 a la señora MARÍA ANA LUISA
RUGE ORTEGA", y el segundo aceptó que fue él quien operó a la citada señora, y luego de su
recuperación inmediata quedó a "...discreción" del Dr. Ardila.
2.4. No tener en cuenta los documentos que conforman la historia clínica de la paciente, y la
contestación de demanda, concretamente la respuesta dada al hecho cuarto de dicho libelo,
pruebas conforme a las cuales la intervención quirúrgica en la cual se dejó la compresa
generadora de trastornos de salud en la paciente, se realizó el 7 de julio de 1992, yerro que
llevó al juzgador a condenar "... a los demandados por un acto omisivo que según los hechos
de la demanda se realizó el 10 de julio de 1992, cuando el acervo probatorio acredita que este
hecho (...) ocurrió en realidad de verdad el 7 de julio de 1992".
2.5. Presumir la culpa del médico demandado, pues se dio por sentado, "...sin medio de
prueba que así lo demuestre, que el Dr. ARDILA dejó la compresa en el vientre de la paciente".
Anota el recurrente que en el proceso no obra ningún elemento de juicio que acredite un
comportamiento indebido del citado profesional, quien por el contrario recibió a la paciente, le
hizo un diagnostico acertado, y pese a ser cirujano, pero especializado en Ginecología,
"...contrató los servicios de un especialista en vías biliares (...) para que fuera esta persona
quien directamente realizara la intervención quirúrgica como en efecto lo hizo", luego,
concluye, se supuso la prueba "...de la autoría por parte del Dr. ARMANDO ARDILA CUELLAR
del hecho culposo, error de hecho que expresamente se acusa".
3. Se dirige esta sección de la acusación, en su primera parte, a impugnar la "...prueba relativa
a la responsabilidad por el hecho de un tercero ".
Luego de anotar que según el raciocinio del fallador, tanto el médico demandado como el Dr.
EDGAR BELTRÁN MEJÍA actuaron como agentes de la CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL
PILAR LTDA, explica el recurrente que el Tribunal incurrió en error de hecho cuando concluyó
que el segundo actuó en tal condición, pues “...el acervo probatorio no indica, de manera
alguna, que este galeno estuviera vinculado contractualmente con la institución hospitalaria, ni
que dependiera de la misma, ni tampoco que la persona jurídica en cita tuviese sobre dicho
médico poder alguno de dirección, de control, de subordinación, como lo exigen los artículos
2347 y 2349 del Código Civil”.
Concretamente censura al ad-quem por interpretar parcialmente la contestación de demanda,
porque si bien dedujo de ella que el Dr. Beltrán Mejía, "...como Especialista, fue la persona que
intervino quirúrgicamente a la paciente en el mes de julio de 1992", no tuvo en cuenta que allí
mismo se expresó que "...no pertenece a la nómina de la clínica, vale decir, que no actúa como
agente de la misma y que su vinculación esporádica con la institución, se hacía dentro del
marco de un contrato de servicios, en donde dicho galeno se comportaba con absoluta
autonomía e independencia en los aspectos relativos a su especialización", circunstancia que,
dice, corrobora el testimonio de dicho profesional, cuyos apartes pertinentes cita.
En segundo lugar, se controvierte la responsabilidad directa de la institución demandada,
como entidad prestataria de servicios hospitalarios, anotando que dicha responsabilidad es de
carácter contractual. Se acusa al sentenciador, de otro lado, por suponer la prueba de la
responsabilidad extracontractual de dicha entidad, "...de manera directa", porque el médico
que llevó a cabo la intervención quirúrgica de la señora Ruge Ortega no está subordinado "...a
la persona jurídica demandada, ni tampoco esta institución tenía poder disciplinario ni de
dirección, ni de control sobre dicho galeno, quien se desempeñaba con plena autonomía en el
campo de su especialización". Agrega que de existir responsabilidad para la persona jurídica,
ésta sería de carácter contractual.
4. En este capítulo de la acusación, se reconviene al Tribunal por suponer que "...la actividad
ejercida por los demandados es peligrosa" y por ello "...puede presuponerse la culpa en los
galenos y en las instituciones jurídicas que tienen por objeto la prestación de estos servicios".
Explica el recurrente que ninguna de las pruebas recaudadas acredita que la medicina y la
atención hospitalaria sean actividades peligrosas, connotación que, dice, no puede deducirse
de las reglas de la experiencia, ni puede tenerse como un hecho notorio.
5. Se cuestiona en esta parte del cargo la conclusión del ad-quem relativa a la prueba del
perjuicio. En lo referente al daño emergente, porque los documentos tenidos en cuenta para el
efecto, con excepción de los que obran a folios 24, 30, 31 y 44 del cuaderno 1, acreditan que
los pagos a los cuales aluden fueron efectuados por la señora Ruge Ortega.
Sobre el lucro cesante, porque se supuso la prueba del mismo, “...como perjuicio directo y
personal de los demandantes”.
6. Se confronta en este segmento del ataque la apreciación del juzgador referente a la prueba
del nexo causal entre el hecho culposo y el daño, imputándole cometer los siguientes errores:
6.1. Malinterpretar el registro civil de defunción de la señora María Ana Luisa Ruge Ortega (fl. 5
c. 1), porque no obstante registrar que su deceso sobrevino por "...insuficiencia respiratoria
aguda edema pulmonar tromboembolismo pulmonar", el Tribunal concluyó "...que la causa de
la muerte era la compresa dejada en el abdomen de la occisa en la operación realizada el 7 de
julio de 1992 en la CLINICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA".
6.2. Cercenar el testimonio del Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO MONSALVE, para hacerle
decir que la causa del fallecimiento de la señora Ruge Ortega fue la compresa abandonada en
su vientre en la intervención quirúrgica premencionada, "...cuando, en realidad de verdad, el
testigo señala cuestión diferente". Para sustentar tal reparo cita los pasajes que considera
pretermitidos, para hacer ver que conforme a ellos, la muerte de la señora Ruge Ortega "...no
estuvo directamente relacionada con el tratamiento antecedente, que antes por el contrario el
problema quirúrgico inicial ya había sido superado con la reintervención que se le hizo para
retirar de su cuerpo la compresa que erosionó el píloro, que había sido superada la
obstrucción intestinal, que igualmente había sido controlada la infección que presentaba y que
así mismo, el soporte nutricional había funcionado eficientemente, todo ello hasta el punto de
habérsele podido dar de alta del Hospital Militar, en estado de franca mejoría, admitiendo
alimentación por vía oral, deambulando por sus propios medios, sin que nada hiciera prever
complicación alguna, y que si ésta surgió fue por un hecho imprevisto, admitiendo este galeno,
testigo técnico según el juzgado de primera instancia, que el deceso de la aludida señora
ocurrió sin nexo causal con el tratamiento quirúrgico antecedente y producto de una causa
extraña predicable incluso de las condiciones orgánicas e individuales de cada persona".
6.3. Pretermitir el testimonio del Dr. JAIME REY OSPINA, quien expuso que MARÍA ANA
LUISA RUGE ORTEGA "...falleció por una causa eficiente diversa, que no fue posible prever
médicamente, sin que existiera nexo de causalidad, en orden de causa a efecto, con su estado
clínico antecedente, es decir, con la operación quirúrgica practicada el 7 de julio de 1992".
Luego de transcribir los apartes pertinentes, dice que si hubiese sido sopesado por el juzgador,
necesariamente habría inferido la ausencia de nexo causal entre la muerte de la señora Ruge
Ortega y la compresa dejada en su abdomen en la operación realizada el 7 de julio de 1992;
"...que el fallecimiento por la causa que registra el certificado de defunción (...) no alcanza ni
siquiera a la categoría de un riesgo quirúrgico, sino que es un hecho impredecible
científicamente, que depende en muy buena parte de las condiciones personales de la
paciente y que la ciencia médica no puede prever y que por lo tanto no puede predicarse que
la paciente falleciera por causa de la compresa que se dejó en su abdomen, como
equivocadamente se afirmó por el Ad-quem en la sentencia impugnada".
CUARTO CARGO
Invocando la causal primera de casación, se denuncia en este cargo la sentencia impugnada
por ser directamente violatoria de los artículos 2341, 2342, 2343, 2344, 2347, 2349 y 2356 del
Código Civil, por aplicación indebida.
Concreta la acusación el recurrente señalando que el fallador aplicó indebidamente el artículo
2356 del Código Civil, pues consideró que "...la actividad médica y el servicio hospitalario son
actividades peligrosas y que por ello con aplicación de la disposición en cita existe una
presunción de culpa en quienes se dedican a su ejercicio, presunción que exonera al
demandante de demostrar la mayoría de los presupuestos de la responsabilidad civil
extracontractual".
Para demostrarla, manifiesta que tales labores en sí mismas no son consideradas actividades
de riesgo. Subraya que la doctrina mayoritaria cataloga la actividad médica como un servicio
de seguridad con el cual se acrecienta esta condición, se corrigen los problemas de salud de
los pacientes, y como un servicio positivo donde el riesgo no es creado por el médico, sino por
un hecho externo, como es la afección que soporta el paciente, quien acude al galeno y al
servicio hospitalario para tratar de obtener la recuperación total o parcial de su salud, y por ello
sería "...inequitativo aplicar a estas actividades la presunción que consagra la disposición
sustancial que trae el artículo 2356 del Código Civil, presumiendo una culpa en las personas
que prestan el servicio médico".
Agrega que al aplicar indebidamente el referido precepto, el sentenciador eximió a los
demandantes de la prueba de la culpa de los demandados, error que lo condujo a hacer actuar
sin que hubiere lugar a ello, los restantes preceptos mencionados.
Con fundamento en lo expuesto aboga por la casación del fallo, solicitando que en sede de
instancia la Corte revoque la sentencia de primer grado y en su lugar se profiera decisión
absolutoria en favor de los demandados.
CONSIDERACIONES
1. Cuando la víctima directa de un acto lesivo, fallece como consecuencia del mismo,
sus herederos están legitimados para reclamar la indemnización del perjuicio por ella
padecido, mediante el ejercicio de la denominada acción hereditaria o acción hereditatis,
transmitida por el causante, y en la cual demandan, por cuenta de éste, la reparación del
daño que hubiere recibido. Dicha acción es de índole contractual o extracontractual,
según que la muerte del causante sea fruto de la infracción de compromisos
previamente adquiridos con el agente del daño, o que se dé al margen de una relación
de tal linaje, y como consecuencia del incumplimiento del deber genérico de no causar
daño a los demás.
Al lado de tal acción se encuentra la que corresponde a todas aquellas personas,
herederas o no de la víctima directa, que se ven perjudicadas con su deceso, y mediante
la cual pueden reclamar la reparación de sus propios daños. Trátase de una acción en la
cual actúan jure proprio, pues piden por su propia cuenta la reparación del perjuicio que
personalmente hayan experimentado con el fallecimiento del perjudicado inicial, y su
naturaleza siempre es extracontractual, pues así la muerte de éste sobrevenga por la
inobservancia de obligaciones de tipo contractual, el tercero damnificado, heredero o
no, no puede ampararse en el contrato e invocar el incumplimiento de sus
estipulaciones para exigir la indemnización del daño que personalmente hubiere sufrido
con el fallecimiento de la víctima-contratante, debiendo situarse, para tal propósito, en el
campo de la responsabilidad extracontractual.
Se trata entonces de acciones diversas, por cuanto tienden a la reparación de perjuicios
diferentes. La primera, puesta al alcance de los causahabientes a título universal de la
víctima inicial, que se presentan en nombre del causante, para reclamar la
indemnización del daño sufrido por éste, en la misma forma en que él lo habría hecho.
La segunda, perteneciente a toda víctima, heredera o no del perjudicado inicial, para
obtener la satisfacción de su propio daño.
Sobre la última ha expuesto la doctrina de la Corte que “...cuentan con legitimación personal o
propia para reclamar indemnización las víctimas mediatas o indirectas del mismo
acontecimiento, es decir quienes acrediten que sin ser agraviados en su individualidad física
del mismo modo en que lo fue el damnificado directo fallecido, sufrieron sin embargo un daño
cierto indemnizable que puede ser: De carácter material al verse privados de la ayuda
económica que esa persona muerta les procuraba o por haber atendido el pago de expensas
asistenciales o mortuorias, y de carácter puramente moral, reservados estos últimos para
‘aquellas personas que, por sus estrechas vinculaciones de familia con la víctima directa del
accidente, se hallan en situación que por lo regular permite presumir, con la certeza que
requiere todo daño resarcible, la intensa aflicción que les causa la pérdida del cónyuge o de un
pariente próximo’ (G.J. Tomo CXIX, pág. 259)” (Cas. Civ. del 10 de marzo de 1994).
2. Pretende establecerse, en el primer segmento de la acusación, que el Tribunal se equivocó
cuando tuvo por demostrado el elemento de la responsabilidad extracontractual que reclama la
inexistencia de vínculo jurídico antecedente entre el agresor y la víctima, porque las pruebas
cuya incorrecta verificación se le atribuye, comprobarían que entre la occisa y los demandados
existió una relación negocial reguladora de los servicios médicos pactados, ligamen que
situaría, dentro del ámbito contractual, la responsabilidad desencadenada por cualquier falla
en la prestación de los servicios contratados.
Busca evidenciar, por otro lado, que tampoco fue certero al predicar el ejercicio de la acción
personal o de jure proprio por parte del esposo e hija de la señora MARÍA ANA LUISA RUGE
ORTEGA, al abrigo de la cual resultara pasible la reclamación de una responsabilidad
extracontractual frente a los demandados.
Como es apenas lógico, la viabilidad del cuestionamiento inicial presuponía demostrar que los
medios de convicción presuntamente ignorados por el ad-quem, revelan la existencia de un
negocio jurídico válidamente concertado entre demandantes y demandados, cuyo abandono
gestara el daño objeto de la pretensión indemnizatoria. Empero, todo el discurso dialéctico del
impugnador apunta a establecer que de tales medios probativos se desprende "...que entre la
señora MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA y los demandados existía, previamente, un
vínculo contractual, que regulaba la prestación de los servicios médicos que le fueron
proporcionados a dicha señora por los mismos demandados y por un tercero subcontratado
por éstos".
Por supuesto que la verificación de la relación jurídica que la censura recaba, esto es, la
que se habría trabado entre la señora Ruge Ortega y los demandados, sería relevante, si
los demandantes hubieran actuado jure hereditatis, puesto que en esa hipótesis sería
imprescindible definir la naturaleza de la acción que a ella correspondía para la
reparación de los daños que hubiere experimentado, acción que, dentro del escenario
que la censura propone, evidentemente sería contractual. Empero, carece de sentido
frente a terceros que actúan jure proprio para obtener la reparación del daño que
personalmente recibieron por su deceso, ya que la reclamación de los terceros
perjudicados mediatamente o de rebote, por el fallecimiento de aquélla, debe plantearse
siempre por la vía extracontractual, porque así devenga de la defectuosa prestación de
los servicios médicos por ella contratados, no pueden invocar el incumplimiento de las
obligaciones resultantes de una relación negocial en la cual no fungen como parte,
condición que no cabría predicar ni siquiera de los que son herederos de la difunta,
porque al no presentarse al proceso en tal calidad, sino a título personal, asumen la
condición de terceros frente al contrato por ella concertado, situación que impone
constatar si, como se alega, el fallador se equivocó cuando concluyó que obraron jure
proprio.
Como se anotó con ocasión de los precedentes cargos, FLORENCIO SÁENZ PEÑA y
SHIRLEY SÁENZ RUGE, pretendieron que se declarara civil y solidariamente responsables a
los demandados por la muerte de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA, y que se les
condenara al pago de los perjuicios materiales y morales irrogados con su deceso.
Aunque en la relación de hechos aducidos como causa de la pretensión indemnizatoria, tan
sólo mencionaron que la víctima "...se ocupaba en el manejo y dirección de una pequeña
industria de pintura en tela, modistería infantil y tarjetería", actividad de la cual derivaba un
ingreso mensual promedio de $150.000.oo, en el acápite de la demanda destinado a justificar
tal reclamación, expusieron que por causa del fallecimiento de su esposa y madre,
respectivamente, "...sufrieron perjuicios ciertos, graves e individualizados tanto de carácter
material como moral", que explicaron así:
En cuanto a los primeros, dijeron que las circunstancias que rodearon su muerte afectaron "...
el patrimonio económico de los demandantes, ocasionándoles un empobrecimiento o
disminución patrimonial, habida cuenta de las fuertes erogaciones que tuvieron para el pago
de Médicos, Hospitales, Drogas, Intervenciones Quirúrgicas, etc., así como los gastos de
inhumación de la occisa". Añadieron que "...se vieron privados de un aumento patrimonial que
representaba la actividad económica que en vida ejercía la Sra. María Ana Luisa Ruge
Ortega", de la cual devengaba aproximadamente $150.000.oo mensuales, suma "... con la cual
ayudaba a su esposo a atender los gastos de su hogar y a los estudios de su hija menor de
edad", y "...constituye el lucro cesante que afecta a los demandantes".
Sobre los segundos sostuvieron que el fallecimiento de MARÍA ANA LUISA RUGE
ORTEGA"...perjudicó sentimental y síquicamente en grado sumo a su esposo Florencio Sáenz
Peña y a su hija Shirley Sáenz Ruge; pues, el dolor, la angustia y el sufrimiento que tuvieron
que soportar les afectó objetivamente", al primero en sus negocios y actividades económicas
diarias, y a la segunda en su rendimiento escolar, destacando que por el aspecto subjetivo,
"...es incalculable la terrible incidencia del dolor moral, síquico y emocional que la muerte de la
señora María Ana Luisa Ruge Ortega" les produjo, por el entendimiento, armonía, comprensión
y amor que existía entre los esposos y entre éstos y su hija.
De las manifestaciones precedentes se deduce nítidamente que los demandantes pretendieron
la indemnización del daño que personalmente sufrieron a raíz de la muerte de su esposa y
madre, y no la reparación del daño que ésta soportó por el cumplimiento defectuoso de las
obligaciones emergentes del contrato de prestación de servicios médicos celebrado con la
CLÍNICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR LTDA., pues aparte de no relacionar perjuicio
alguno ocasionado a la señora Ruge Ortega, cuyo resarcimiento se reclame, no se presentan
como sus herederos, ni solicitan para la sucesión la indemnización respectiva, alcance que
desde luego no se puede asignar a su invocación de las calidades de cónyuge e hija de
aquélla, dado que sólo tiene por propósito justificar, en la relación de parentesco existente, la
causación del daño cuya reparación persiguen.
En ese orden, el error de hecho que se le atribuye al fallador por ignorar las pruebas
demostrativas de la relación obligacional que existió entre la señora Ruge Ortega y los
demandados, se descarta, porque como atrás se expuso, la existencia o inexistencia de ese
vínculo obligacional entre la víctima inicial y los demandados ningún influjo tiene en la
reclamación de los terceros perjudicados que actúan jure proprio, porque celebrado o no, su
acción siempre es de naturaleza extracontractual.
3. En punto a la responsabilidad derivada al médico ARMANDO ARDILA CUÉLLAR,
protestada en otro aparte del cargo, porque en opinión del acusador no existe prueba que lo
identifique como autor personal y directo del hecho culposo sobre el cual se fundamenta la
responsabilidad endilgada, cumple memorar que al definir el papel que jugaron los
demandados en el evento generador del daño cuya reparación se pretendió, el Tribunal
observó que la señora Ruge Ortega llegó a la institución demandada, donde fue atendida por
su dueño y director, el Dr. Ardila Cuéllar, quien la programó para la cirugía en la que debía
extirpársele la vesícula biliar, acto para el cual contrató los servicios del doctor Beltrán Mejía,
bajo cuya dirección se realizó el procedimiento quirúrgico mencionado, y dentro del cual actuó
como primer ayudante.
Advirtió que al culminar la operación "...se dejó una compresa en el vientre de la paciente",
elemento que desencadenó una serie de consecuencias nefastas en su estado de salud, por
las cuales debió ser intervenida de nuevo y falleció posteriormente, anotando que "...No se
tuvo, entonces, el cuidado que corresponde desplegar en la actividad quirúrgica ni siquiera el
que hubiera desplegado una persona común y corriente colocada en las mismas condiciones
externas, porque aún ésta habría tenido la elemental precaución de revisar la cavidad en la
que se practicó la operación, mucho más si se trataba de la intervención a una persona obesa
como lo afirma el galeno director del acto quirúrgico." Y añadió: "...Desde luego, que este
descuido provino de todo el equipo que intervino en la operación, pero de manera más
censurable de parte de quienes actuaron como director y primer auxiliar, pues a éstos
correspondía también la supervisión de la actividad del resto de personal interviniente".
El hecho generador de la responsabilidad radicada en el citado galeno, como puede
verse, se produjo durante el acto quirúrgico ejecutado por un grupo de profesionales de
la medicina, especialistas en diferentes ramos, junto con otro personal auxiliar, que
simultáneamente intervinieron en esa fase del tratamiento del padecimiento que
aquejaba a la señora Ruge Ortega, que es lo que doctrinariamente se considera "equipo
médico", hipótesis en la que, valga anotar, la tendencia de la doctrina actual es hacer
gravitar, en principio, la responsabilidad sobre todo el equipo como tal, entendiendo que
se trata de una responsabilidad “…in solidum – consorcial “en mano común”, conjunta
o colectiva, exigible al grupo o equipo como tal” (Eugenio Llamas Pombo, “La
responsabilidad Civil del Médico” págs. 326 a 331).
En el caso, la imputación de responsabilidad al facultativo demandado, provino de su
coparticipación en la acción productora del daño, como miembro del equipo médico que
realizó la intervención quirúrgica en la cual se dejó un cuerpo extraño al cerrar la
cavidad abdominal de la paciente, grupo a todos cuyos integrantes atribuyó el
sentenciador el comportamiento culposo generador del perjuicio, al señalar que "...este
descuido –se refiere a no tener la precaución de revisar la región en la que se practicó la
operación- provino de todo el equipo que intervino en la operación”, hecho que además
juzgó más reprochable respecto de “...quienes actuaron como director y primer
auxiliar”, es decir, de los doctores Beltrán Mejía y Ardila Cuellar, por tener a su cargo
“...la supervisión de la actividad del resto de personal interviniente".
Es decir, partiendo del hecho indiscutido de que a la paciente se le dejó una compresa
en su vientre al realizar el procedimiento quirúrgico mencionado, y con abstracción de
la persona que materialmente la introdujo en él, lo que se le reprochó al citado
facultativo, y en general, a todos los partícipes del acto quirúrgico, fue no haber tenido
el cuidado de examinar la cavidad donde se verificó, para constatar que no quedara en
ella ningún cuerpo extraño, omisión que se consideró de mayor entidad respecto del
citado profesional y de quien presidió la intervención, por tener a su cargo la vigilancia
del quehacer de los demás, luego si esa fue la conducta culposa que se le endilgó, para
devastarla tenía el recurrente que comprobar que no incurrió en la falta que se le
imputó, porque no tenía a su cargo ninguno de los deberes de conducta de cuyo
abandono se desgajó, nada de lo cual ocurrió, puesto que su disentimiento a ese
respecto se forjó alrededor del papel que jugó en el acto médico -primer ayudante-, que
por lo demás, fue fidedignamente constatado por el sentenciador, y en la suposición de
las pruebas que demostraran que fue la persona "…que dejara dentro del vientre de la
paciente, la compresa que, posteriormente, se encapsuló…" y que tuvo, "…durante la
intervención quirúrgica (…) acceso al vientre de la paciente, para que pudiera haber allí
dejado la compresa que motivó la reintervención de la señora", esfuerzo que
obviamente resulta vano, porque si la culpa por negligencia de la cual se le sindicó, no
provino de haber sido quien directamente introdujo y dejó en el abdomen de la víctima
el elemento en cuestión, el juicio del fallador a ese respecto permanece indemne,
porque en definitiva y debido al desenfoque del ataque, quedó libre de reclamo.
Por lo demás, el ad-quem no hizo obrar la presunción de culpa rechazada por el impugnador,
pues no dedujo la culpa de los integrantes del equipo médico y de auxiliares que intervinieron
en la operación de la señora Ruge Ortega, de la sola ocurrencia del daño y al margen de
cualquier análisis sobre su comportamiento, sino que del hecho probado de que al realizarse
tal acto se dejó una compresa en su abdomen, infirió que obraron negligentemente por la
conducta omisiva que les atribuyó, reproche que al guardar la debida correlación con la
propuesta argumentativa del fallador, no tiene vocación de prosperidad, puesto que de ese
poder sólo están provistas las críticas dirigidas a echar por tierra los argumentos en los cuales
se arraiga la decisión jurisdiccional objeto de impugnación.
Ahora, es indudable que el juzgador se equivocó al afirmar que la intervención quirúrgica
multicitada se realizó el 10 de julio de 1992, pues las pruebas cuya pretermisión denuncia el
recurrente efectivamente acreditan que ese acto tuvo lugar el 7 de julio de dicha anualidad.
Sin embargo, como tal circunstancia no es la que caracteriza tal episodio, puesto que lo básico
en él es el acto quirúrgico en sí, sus incidencias y protagonistas, la equivocación cometida por
el sentenciador en el punto a la larga carece de importancia, pues así hubiera apreciado
certeramente la fecha de su ocurrencia, tal constatación carecería de entidad para modificar lo
resuelto, habida cuenta que no varía, en lo fundamental, el hecho generador de la
responsabilidad declarada.
4. Otro tema controvertido en el cargo, es la atribución de responsabilidad a la clínica
demandada, aspecto sobre el cual aclara la Corte, ante todo, que dicho establecimiento no fue
condenado con base en la responsabilidad civil por el hecho ajeno, ni por la infracción de
obligaciones derivadas de un contrato de prestación de servicios hospitalarios, de modo que
las acusaciones que con tales fundamentos se plantean, por su evidente desenfoque, carecen
de poder infirmatorio del fallo atacado, pues de tal fuerza sólo están revestidas las
acusaciones que combaten eficazmente los pilares sobre los cuales se asienta y no los que
motu proprio les adjudique la impugnación
Como se dejó consignado, desde un principio el fallador puso de presente que la
responsabilidad demandada había sido fundamentada “...en el artículo 2341 del Código Civil,
que regula la responsabilidad civil extracontractual, por el hecho propio, imputable a título de
culpa”, y fue al amparo de ese régimen que le impuso la obligación de satisfacer la pretensión
resarcitoria deprecada, obligación que derivó, a la sazón, del hecho perpetrado por el Dr.
EDGAR EDMUNDO BELTRÁN MEJÍA, en su condición de agente de la clínica, que para tal
efecto, se considera como su propio hecho.
Se interpreta, porque la sentencia no contiene una motivación expresa al respecto, que para el
juzgador, el referido profesional adquirió la apuntada calidad por haber sido contratado por el
director del centro clínico para intervenir quirúrgicamente a la señora Ruge Ortega, pues
aparte de subrayar que fue esa la circunstancia que medió para que actuara "...como cirujano
de vías biliares, bajo cuya dirección se practicó la colecistectomía", es eso precisamente lo que
dicen las pruebas en las cuales apoyó tal conclusión. Dijo en efecto el Dr. Ardila Cuéllar en su
declaración de parte, que en el mes de julio de 1992 programó a la señora Ruge Ortega para
una intervención quirúrgica (colecistectomía), acto para el cual "...se contrataron los servicios
del Dr. Edgar Beltrán Mejía, como cirujano de vías biliares, y yo actué como primer ayudante
de la cirugía junto con un equipo de un segundo ayudante, un anestesiólogo, una
instrumentadora y un auxiliar de sala". Por su parte, el Dr. Beltrán Mejía, en su testimonio,
refirió que fue "...llamado por el Dr. Ardila para que lo asistiera en forma directa en la
intervención de la paciente", advirtiendo que "...no soy empleado, no tengo contrato directo con
la institución sino que ocasionalmente soy llamado para colaborar en las intervenciones del Dr.
Ardila".
Entendió, por otro lado, que esa condición de agente de la institución de salud, había sido
aceptada por los demandados porque en su respuesta a la demanda expresaron que "…el
especialista doctor EDGAR BELTRÁN MEJÍA estaba adscrito a la clínica", apreciación que
ningún error encarna puesto que efectivamente al pronunciarse sobre el hecho segundo de
dicho libelo, negaron su contenido, pero aclararon que "…la paciente fue remitida por segunda
vez por el Dr. HECTOR FLOREZ BRAVO, con estudios practicados previamente para ser
intervenida quirúrgicamente (colecistectomía) por el especialista ascrito (sic) a la clínica Dr.
EDGAR BELTRAN MEJÍA".
La conclusión precedente, que probatoriamente no es susceptible de tacha, no se demerita por
las circunstancias que la censura subraya, vale decir, porque el galeno no perteneciera a la
nómina del establecimiento clínico, como se afirmó al sustentar la excepción propuesta,
porque esa situación no descarta, per se, la apuntada condición, como tampoco por la
ausencia de subordinación o dependencia en la relación que para ese fin se estableció entre la
clínica y el facultativo en mención, ya que tal protesta está ayuna de fundamento, habida
cuenta que los elementos de prueba en los que se apoya no dan razón de la "…absoluta
autonomía e independencia" del médico "…en los aspectos relativos a su especialización", y la
ausencia de poder de orientación y control de la clínica sobre su quehacer, que la censura
realza.
Ahora, si la falta de tales atributos en la susodicha relación resulta, como también se
argumenta, de estar gobernado el contrato de prestación de servicios médicos, ministerio legis,
por los cánones del mandato, el error del fallador, de haber existido, no sería de apreciación
probatoria, sino de orden jurídico, pues devendría de la inaplicación del régimen legal
inherente a tal pacto, al contrato concluido con el citado galeno, cuestión que por rebasar el
marco legalmente asignado a la vía por la cual transita la acusación, no puede ser abordada
por la Corporación, merced al principio dispositivo que caracteriza el recurso.
Desde luego que así pudiera admitirse la fundabilidad de tal queja, de ello no se seguiría
necesariamente la abrogación del fallo, en lo que a dicha institución concierne, puesto que su
responsabilidad resultaría comprometida, en todo caso, por el actuar de su director, el Dr.
ARMANDO ARDILA CUÉLLAR, a quien el fallador señaló como coautor del hecho generador
de la responsabilidad deprecada, toda vez que su criterio a ese respecto permanece
invariable, dada la ineficacia del ataque blandido en su contra.
5. En lo referente a la calificación de las actividades médica y hospitalaria, como peligrosas,
anótase que el juzgador no les atribuyó tal carácter, y según quedó explicado, no presumió la
culpa de los demandados, apreciación en la que al parecer reside el fundamento de tal
recriminación.
6. En cuanto al daño, se expone en primer lugar que conforme a la prueba documental tenida
en cuenta por el fallador, los valores reconocidos a FLORENCIO SAÉNZ PEÑA, por concepto
de daño emergente, en su mayoría fueron sufragados por su cónyuge.
Tal objeción, sin embargo, novedosamente se plantea en el trámite del recurso, pues en el
curso de las instancias ninguna inconformidad mostró la parte recurrente con los perjuicios que
FLORENTINO SÁENZ PEÑA dijo haber sufrido, a tal título, con ocasión de la muerte de su
esposa, conducta procesal que excluye su procedencia como fundamento plausible del
recurso, pues de habilitarse su proposición a última hora, se lesionaría gravemente el derecho
de defensa de la otra parte, habida cuenta que podría resultar vencida con base en
planteamientos que no tuvo oportunidad de discutir.
Se argumenta, además, que se supuso "...la prueba del lucro cesante, como perjuicio directo y
personal de los demandantes”. Empero, tal acusación tan sólo se enunció, dejándola huérfana
de la demostración exigida por el artículo 374 in-fine del Código de Procedimiento Civil,
falencia que de por sí la torna formalmente inidónea e impide su examen de fondo, porque
como se sabe, en la tarea de demostrar los errores no es suficiente que el impugnante ponga
de manifiesto su desacuerdo con la decisión, “...sino que debe indicar las equivocaciones en
que se incurrió, individualizando las apreciaciones erradas y señalando de manera precisa en
qué consiste la desviación, así como su influencia en la decisión final” (Chas. IV. de 16 de abril
de 2002).
7. En lo referente a la prueba del nexo causal, obsérvase liminarmente que el Tribunal
reconoció que el fallecimiento de MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA tuvo su causa inmediata
en "...la insuficiencia respiratoria aguda, edema pulmonar y tromboembolismo pulmonar", pero
consideró que a tal estado llegó como consecuencia del compromiso general provocado en su
organismo por los procesos infeccioso e inflamatorio desencadenados por el elemento dejado
al practicársele la colecistectomía. Dicho en sus propios términos, "...la crisis del aparato
circulatorio y el tromboembolismo pulmonar tuvieron origen en la infección generalizada que
presentó la señora MARÍA ANA LUISA RUGE que se gestó como efecto nocivo de la
compresa abandonada en el organismo al cerrar la cavidad abdominal después de la
operación que se practicó en la CLINICA NUESTRA SEÑORA DEL PILAR. La causa de la
muerte de ésta, por tanto, fue el estado infeccioso que tal elemento produjo". A dicha
conclusión arribó con base en lo atestiguado por el Dr. LUIS FRANCISCO DELGADO
MONSALVE, cirujano director de la intervención quirúrgica que se le realizó en el Hospital
Militar, cuyo testimonio se denuncia como erróneamente apreciado.
El referido galeno expuso en lo pertinente, que la compresa dejada en la cavidad abdominal de
la señora Ruge Ortega le generó una obstrucción del duodeno, al ser absorbida por éste,
además de un severo proceso inflamatorio alrededor del mismo órgano y de la parte terminal
del estómago, con formación de una gran masa integrada en parte por el material extraño al
organismo, y en parte por la "...cápsula de tejido inflamatorio que forma el organismo al tratar
de envolver y aislar un cuerpo extraño dentro del cuerpo”. Que adicionalmente le provocó un
proceso infeccioso, igualmente severo, que aunado al anterior, la llevaron a un cuadro séptico,
descrito así por el médico: "...Cuando el organismo no puede por los medios que posee
controlar la infección inicial progresa hasta comprometer el estado general de la paciente,
produciéndole malestar general, fiebre, taquicardia, frecuencia respiratoria alta, problemas
pulmonares, desequilibrio, ácido básico, cambios electrocardiográficos como consecuencia de
todos los factores generados y desencadenados por la infección".
En cuanto a los órganos que pudieron resultar afectados por causa de tal suceso, manifestó
que "...La compresa actúa inicialmente por efecto compresivo externo sobre los órganos que
estén a su alrededor, en este caso particular lesionó oradando (sic) el duodeno y adhiriéndose
firmemente al mismo y a la parte terminal del estómago. Esto desencadena un compromiso
sistémico por la reacción inflamatoria e infecciosa que compromete el estado general de la
paciente sus capacidades, ya que en ella después de que instauró en forma completa la
obstrucción duodenal no pudo alimentarse en forma adecuada, por lo tanto todo el organismo
se afecta por una inadecuada nutrición. Todos los factores que desencadenan el cuadro de
infección cuando se deja progresar alteran el sistema cardiovascular renal, hepático y cerebral
por el compromiso de la asepsis, que es un cuadro generalizado".
Refirió que con la cirugía realizada bajo su dirección, "...se corrigió el foco inicial al extirpar
esta masa, se corrigió la obstrucción duodenal que impedía el tránsito de la comida, se
controló diría que casi en el ciento por ciento la infección, se mejoró sustancialmente el estado
nutricional, se controló los cambios de conducta que presentó y es probable que de pronto,
corrijo, que toda la respuesta inflamatoria no haya sido completamente resuelta por la
paciente, ya que la misma es parte de una respuesta biológica individual de cada individuo a
pesar de todas las ayudas y soportes que se le den a una paciente". Explicó que tuvo un postoperatorio complicado, requirió manejo interdisciplinario con el grupo de soporte nutricional,
cuidado intensivo y otras especialidades, y después de varias semanas "...comenzó a mostrar
una recuperación lenta con tendencia a la mejoría aunque seguía mostrando parámetros de su
infección inicial. Ante la mejoría que mostraba la paciente y por tratarse de una paciente
particular y que su cuenta seguramente por su larga estadía en el hospital era elevada y estar
tolerando en forma adecuada la vía oral se decidió dar salida para manejo ambulatorio con
droga que debía seguir tomando durante el mismo".
Narró que unos días después, la señora Ruge Ortega regresó al Hospital con un cuadro agudo
de dificultad respiratoria que inicialmente se atribuyó a un tromboembolismo pulmonar, "... el
cual es factible que se produzca en los pacientes que han estado sometidos a una prolongada
quietud por causa de su enfermedad y que a pesar de todas las medidas que se realizan para
controlar esta eventualidad, el sistema venoso por las complicaciones en todos los factores de
coagulación pueden predisponer a que en las venas de los miembros inferiores se produzcan
coágulos que en una eventualidad se puedan desprender y viajar al pulmón produciendo una
catástrofe que puede llevar al paciente a la muerte como en este caso particular". Precisó que
el comienzo súbito del cuadro agudo con el cual reingresó, los hizo sospechar que se trataba
de un embolismo pulmonar, porque "...este es un cuadro que produce gran dificultad
respiratoria con compromiso en su sistema circulatorio por la gran sobrecarga de trabajo que le
viene al organismo intentando oxigenar todas las partes del cuerpo", y por tal razón iniciaron el
manejo correspondiente. Señaló que este segundo reingreso "...pudo haber sido como
consecuencia de su cuadro inicial séptico por un embolismo séptico o por un tromboembolismo
pulmonar que le causó esta gran dificultad respiratoria y que finalmente falleció".
Al preguntársele si "...la dificultad respiratoria en el caso de un paciente puede sobrevenir
exclusivamente de una embolia pulmonar o puede tener causas distintas para el caso de doña
MARÍA ANA LUISA RUGE independientes de las circunstancias a las que nos hemos referido
en estas diligencias", respondió que "... el paciente puede tener desde un infarto tanto cardíaco
como pulmonar. El paciente puede tener un proceso neumónico que pueda explicar esta
sintomatología, pero en ella el episodio de dificultad respiratoria fue agudo, lo cual nos
descarta inicialmente que tuviera un proceso neumónico, ya que este cuadro es de una
instauración lenta y progresiva".
Cuestionado por la existencia de otras causas del embolismo pulmonar, distintas del
"...antecedente quirúrgico a que sometida doña MARÍA ANA LUISA RUGE", dijo que "... se
puede presentar en cualquier paciente que tenga un reposo prolongado y así no tenga ningún
proceso infeccioso o inflamatorio. En este caso particular pues es un agravante su compromiso
inicial ya que todos los tejidos del organismo se encuentran en un proceso de regeneración de
su cuadro infeccioso. No podría decir que sea una causa directa en forma contundente su
proceso inicial". Inquirido por la posible causa del deceso de la paciente, expuso: "...Falla en el
tratamiento no hubo, ya que el mismo pues llevó a que la paciente tuviera una recuperación
aceptable y se pudiera dar de alta. Lo impredecible es lo que posiblemente sucedió en ella del
embolismo pulmonar. Que a pesar del manejo que se le dio posiblemente haya desarrollado
este cuadro y no es atribuible ciento por ciento al tratamiento sino a las condiciones orgánicas
e individuales de cada persona".
Finalmente, manifestó no recordar exactamente si a la señora Ruge Ortega se le prescribió el
medicamento llamado heparinoterapia, pero anotó que "...por los protocolos que manejamos
para este tipo de pacientes todos reciben esta droga como profilaxis para una eventual
trombosis venosa".
Visto el contenido de tal exposición, la relación de causa a efecto predicada por el fallador
entre el compromiso orgánico generalizado desencadenado en MARÍA ANA LUISA RUGE
ORTEGA por los procesos inflamatorio e infeccioso gestados por el cuerpo extraño dejado en
su cavidad abdominal, y su fallecimiento, no peca de contraevidencia, pues como se verá, no
se sitúa por fuera de lo que razonablemente surge de su tenor.
En efecto: de acuerdo con lo narrado por el citado profesional, la compresa abandonada en el
vientre de la paciente le provocó los procesos mencionados, que al no ser oportunamente
tratados, la llevaron a un cuadro séptico, a raíz del cual resultaron comprometidos sus
sistemas cardiovascular, renal, hepático y cerebral.
Aunque con la operación practicada por el declarante y el tratamiento suministrado por un
grupo de especialistas del Hospital Militar, se controlaron en buena parte tales secuelas, y la
paciente entró en un proceso de recuperación que hizo posible su salida del hospital, tal
circunstancia no estuvo determinada exclusivamente por su restablecimiento, ni éste para
entonces era total, porque como refirió, “...Después de varias semanas la paciente comenzó a
mostrar una recuperación lenta con tendencia a la mejoría, aunque seguía mostrando
parámetros de su infección inicial. Ante la mejoría que mostraba la paciente y por tratarse de
una paciente particular y que su cuenta seguramente por su larga estadía en el hospital era
elevada y estar tolerando en forma adecuada la vía oral se decidió dar salida para manejo
ambulatorio con droga que debía seguir tomando durante el mismo", es decir, en su salida no
sólo influyó la recuperación observada, sino también el costo de su permanencia en el hospital,
y para ese momento todavía mostraba síntomas de la infección inicial, razón por la cual debía
recibir tratamiento ambulatorio, además de medicación.
Ahora, como causas posibles de la dificultad respiratoria con la cual reingresó al hospital, que
a la postre originó su deceso, mencionó el testigo "...el cuadro inicial séptico por un embolismo
séptico o por un tromboembolismo pulmonar".
El cuadro inicial séptico, como quedó visto, indiscutiblemente tuvo su causa en los procesos
inflamatorio e infeccioso provocados por la compresa abandonada en el cuerpo de la señora
Ruge Ortega.
El tromboembolismo pulmonar, aunque conforme a su relato necesariamente no está ligado a
la presencia de un proceso infeccioso, en el caso concreto el declarante lo identificó como un
factor condicionante de que MARÍA ANA LUISA RUGE ORTEGA lo desarrollara, pues luego
de anotar que se trata de un cuadro que se puede suscitar "...en cualquier paciente que tenga
un reposo prolongado y así no tenga ningún proceso infeccioso o inflamatorio", subrayó que
"...En este caso particular pues es un agravante su compromiso inicial ya que todos los tejidos
del organismo se encuentran en un proceso de regeneración de su cuadro infeccioso".
Por lo demás, el reposo por un extenso período, factor que según lo manifestado por el testigo
contribuye a la formación del tromboembolismo pulmonar, también se dio en María Ana Luisa
como consecuencia de las alteraciones ocasionadas por el elemento dejado en el
procedimiento quirúrgico llevado a cabo en la clínica demandada, pues si tuvo que someterse
a una nueva operación y por tal razón permaneció en estado de quietud, apto para la
formación de coágulos, no fue por capricho sino para enmendar los daños orgánicos
desencadenados por la compresa olvidada en la cirugía mencionada.
Por otra parte, el galeno no dijo que la paciente hubiere presentado episodios de infarto
pulmonar o cardíaco, que también fueron señalados por él como posibles causas de dificultad
respiratoria. Tampoco dio cuenta de la preexistencia de otras condiciones que pudieran
conducir al mismo resultado. Además, descartó la embolia pulmonar, que asimismo identificó
como patología generadora de dificultad respiratoria, pues explicó que en tal hipótesis su
desarrollo es lento y progresivo, mientras que en el caso fue súbito.
Ahora, aunque reconoció el influjo de las condiciones orgánicas individuales de la paciente en
el resultado final, cuando refirió que "...Lo impredecible es lo que posiblemente sucedió en ella
del embolismo pulmonar. Que a pesar del manejo que se le dio posiblemente haya
desarrollado este cuadro y no es atribuible ciento por ciento al tratamiento sino a las
condiciones orgánicas e individuales de cada persona", de tal aserción no puede extraerse la
conclusión propuesta por el censor, para quien “...el deceso de la aludida señora ocurrió sin
nexo causal con el tratamiento quirúrgico antecedente y producto de una causa extraña
predicable incluso de las condiciones orgánicas e individuales de cada persona”, pues su
exposición, íntegramente considerada, antes que presentarlos como episodios totalmente
desligados, brinda elementos de juicio más que suficientes para establecer entre ellos una
relación de causalidad adecuada.
Frente a tal estado de cosas, como se dijo, la conclusión del fallador sobre la incidencia causal
del comportamiento culposo de los demandados en el deceso de la señora Ruge Ortega no
contradice la evidencia que emerge del testimonio examinado, pues de una parte, los
fenómenos que conforme al dicho del testigo pudieron conducir al episodio final de dificultad
respiratoria aguda y tromboembolismo pulmonar, que en últimas provocaron su deceso, como
fueron el cuadro inicial séptico por un embolismo séptico o por un tromboembolismo pulmonar,
se gestaron o se condicionaron en la señora Ruge Ortega por el compromiso orgánico
generalizado que le provocó el objeto dejado en su cuerpo al ser operada en la clínica
demandada, como concluyó el Tribunal. De otra parte, no relaciona el testigo la existencia de
otras posibles causas o circunstancias que hubiesen podido desembocar en el mismo
resultado, ni en el expediente obra otra prueba determinante de una conclusión contraria, que
desvirtúe la presunción de acierto que ampara la del Tribunal.
Por lo demás, la referida apreciación se robustece con el testimonio del médico JAIME REY
OSPINA, circunstancia que excluye el error de hecho que se denuncia por su pretermisión,
pues como lo tiene definido la doctrina de la Corte, "...No se presume la ignorancia de las
pruebas por el sentenciador, cuando el sentido de la decisión corresponde a lo que de ellas
resulta" (Chas. IV. de 7 de junio de 1968).
En efecto: narró el profesional en mención, quien por la época de los hechos se desempeñaba
como Jefe del Grupo de Soporte Nutricional del Hospital Militar, que María Ana Luisa ingresó
con "...un cuadro abdominal compatible con una obstrucción del tracto digestivo, un estado
tóxico infeccioso y con un antecedente de una paratomía por colecistectomía, o sea cirujía
(sic) de la vesícula". Señaló que el médico tratante le solicitó valorar el estado nutricional de la
paciente, y como resultado de tal valoración encontró que no podía alimentarse por vía oral y
necesitaba el aporte de nutrientes para su recuperación, los que se le suministraron por vía
endovenosa hasta que pudo tomar su alimento por boca. Refirió que dicha señora llegó
desnutrida, explicando que llegó a ese estado "...por un proceso abdominal el cual por los
hallazgos de la nota quirúrgica hay una obstrucción del paso del contenido del estómago al
intestino condicionado por una peritonitis que es causado por un cuerpo extraño". Precisó que
"...Una nota quirúrgica o descripción quirúrgica es el relato que hace el cirujano en relación a
los hallazgos de la cirugía y del procedimiento que lleva a cabo". Interrogado por la causa de la
infección presentada por la paciente, dijo que "...Hay muchas causas de infecciones del
peritoneo o cavidad abdominal, pero en esta paciente con el hallazgo de cuerpo extraño éste
condiciona a que haya una infección y que esta se mantenga mientras el cuerpo extraño esté
dentro de la cavidad abdominal". Sobre la extensión de la infección refirió que "... Cuando uno
tiene un cuadro infeccioso peritoneal llámese por un absceso localizado o generalizado, el
paciente hace una manifestación clínica generalizada porque independiente del sitio donde
esté el foco de infección hay repercusión a todo el organismo. En esta paciente en el momento
de la interconsulta había repercusión orgánica, en el momento en que cierro la interconsulta es
porque la paciente ha evolucionado en forma adecuada y de ahí en adelante no tengo más
conocimiento de qué pasa con la paciente". Preguntado por la incidencia del cuadro clínico
presentado por la señora Ruge Ortega, en su deceso, respondió: "... un cuadro de nutrición
más un proceso infeccioso, más una condición de tipo obstructivo que no se pueda reparar o
mejorar, condiciona obviamente a que el paciente puede fallecer, pero en este caso la paciente
tuvo un cuadro obstructivo, un cuadro infeccioso y un estado de mal nutrición del cual la
paciente sobrevive porque la paciente sale, después de su postoperatorio es dada de alta
hasta donde yo tengo conocimiento de la paciente". Cuestionado por la causa del compromiso
pulmonar presentado por la paciente después de la segunda cirugía, expuso: "... Estos
pacientes máxime cuando hay una patología crónica y un estado infeccioso crónico,
agregando además todas las otras condiciones de desnutrición, inmovilidad, pueden
condicionar en un momento dado en que se hagan coágulos que puede migrar o puede ir a los
vasos pulmonares obstruirlos y hacer un cuadro clínico agudo que puede llevar a la muerte al
paciente según la severidad y el tamaño del coágulo y que en este paciente pudo haber
sucedido, lo cual no lo podría yo aseverar". Dijo por último, que "...el embolismo por trombos
no es predecible, cualquier paciente puede condicionar a presentar, ya sea en forma inmediata
o tardía, dicha complicación, independientemente de que el paciente esté recibiendo como es
lógico lo usual tratamiento anticoagulante sobre todo en pacientes con estados tóxico
infecciosos y de cirugía mayor".
Como se ve, dicho profesional concuerda con el anterior en que el estado tóxico infeccioso con
el cual ingresó la paciente al Hospital Militar, así como el estado de desnutrición que
personalmente le tuvo que tratar, se condicionaron por la presencia de un elemento extraño en
la cavidad abdominal de la paciente.
Coincide también con el testigo anterior, en relacionar el compromiso pulmonar sufrido por la
señora Ruge Ortega, con su sintomatología anterior, y el estado de inmovilidad, al expresar
que "... Estos pacientes máxime cuando hay una patología crónica y un estado infeccioso
crónico, agregando además todas las otras condiciones de desnutrición, inmovilidad, pueden
condicionar en un momento dado en que se hagan coágulos que puede migrar o puede ir a los
vasos pulmonares obstruirlos y hacer un cuadro clínico agudo que puede llevar a la muerte al
paciente según la severidad y el tamaño del coágulo y que en este paciente pudo haber
sucedido, lo cual no lo podría yo aseverar". Ahora, aunque sostuvo que "...el embolismo por
trombos no es predecible, cualquier paciente puede condicionar a presentar, ya sea en forma
inmediata o tardía, dicha complicación, independientemente de que el paciente esté recibiendo
como es lógico lo usual tratamiento anticoagulante", también señaló su mayor predisposición
en "...pacientes con estados tóxico infecciosos y de cirugía mayor" situaciones que, como
quedó visto, comenzaron con el elemento extraño dejado en el cuerpo de la paciente. Además,
tampoco da cuenta de la concurrencia de otros posibles eventos generadores de la deficiencia
respiratoria y el tromboembolismo pulmonar diagnosticados como causa de la muerte de la
paciente, de manera que, como ya indicó, su testimonio armoniza con la conclusión del fallador
que viene considerándose, circunstancia que descarta el error acusado en su ponderación.
Por las razones expuestas, los cargos resultan imprósperos.
QUINTO CARGO
Con apoyo en la causal tercera de casación, se impugna la sentencia de segundo grado por
contener en su "...parte declarativa, declaraciones contradictorias".
Para demostrar tal imputación, reproduce el recurrente las resoluciones del fallo impugnado
para hacer ver que además de confirmar integralmente la sentencia de primer grado, la
adicionó en cuanto al método que debía emplearse para actualizar las condenas impuestas,
sin tener en cuenta que ya el a-quo había ordenado reajustar los perjuicios liquidados "...
aplicando el procedimiento de que da cuenta la parte motiva de esta providencia", de suerte
que, como el Tribunal no revocó lo decidido por el juez de primer grado, tal resolución está
vigente, al igual que la del ad-quem, y por tanto existe "...una manifiesta contradicción en la
parte resolutiva del fallo que ameritaría el quebrantamiento de la sentencia recurrida, para
eliminar el contradictorio".
Con base en lo expuesto solicita casar el fallo, para que la Corte, en sede de instancia,
determine la forma de actualizar las condenas impuestas a los demandados.
CONSIDERACIONES
1. La causal tercera de casación, como se sabe, se estructura sobre un típico error de
procedimiento, derivado de la inobservancia de la regla impuesta al fallador por el artículo 304
inciso 2º. ejúsdem, por virtud de la cual debe pronunciar una sentencia clara y precisa, con el
fin de dotar de certeza la relación material sometida a la jurisdicción.
Como lo prevé el artículo 368 numeral 3º ejúsdem, el defecto preanotado, que se localiza en la
estructura misma de la sentencia, se configura cuando en su parte resolutiva se funden
resoluciones que se repelen entre sí, a tal extremo que la ejecución de una de ellas, por
razones de lógica, deja la otra sin contenido, por cuanto no pueden coexistir a la vez,
contradicción que en la práctica obstruye su ejecutabilidad, “...lesiona los principios de certeza
y seguridad jurídicas, e impide, por contera, los efectos de cosa juzgada” (Chas. IV. de 30 de
julio de 2001), y para cuya enmienda se instituyó la causal en mención, mediante la cual se
busca eliminar la contraposición reinante en las disposiciones del fallo, con el fin de tornar
expedita su ejecución.
2. De acuerdo con lo que propone el cargo, la incompatibilidad de las resoluciones adoptadas
en la sentencia enjuiciada surge de haber prohijado lo decidido por el a-quo sobre la forma de
actualizar la condena impuesta a los demandados, y adicionar al mismo tiempo, el citado
pronunciamiento, con la orden de aplicar, para el mismo propósito, un procedimiento diverso
del señalado por el inferior.
3. En el fallo recurrido, como ya se mencionó, se confirmó la sentencia apelada, agregándose
que para la actualización de la obligación resarcitoria impuesta a los demandados debía
procederse en la forma indicada en la parte final de las consideraciones, sección en la cual se
dijo que para tal efecto se tendría "...en cuenta la variación del índice de precios al consumidor,
ingresos medios, desde el momento que el juzgado hizo el cálculo (septiembre de 1997), hasta
el momento del pago de los perjuicios".
El fallador de primer grado, cuyas resoluciones confirmó el ad-quem, dispuso en lo pertinente,
que tales perjuicios debían ser reajustados hasta el momento del pago "...aplicando el
procedimiento de que da cuenta la parte motiva de esta providencia".
El procedimiento al cual alude el fallador del primer grado, que es el utilizado para reajustar los
valores reconocidos a FLORENCIO SÁENZ PEÑA por concepto de daño emergente y a
SHIRLEY SÁENZ RUGE, por razón del lucro cesante pasado, tiene como base el índice de
precios al consumidor, pues claramente se indica en relación con el primero, que como los
gastos que lo representan "...fueron hechos en su mayoría en el mes de diciembre de 1992,
deben actualizarse monetariamente para que su indemnización sea completa, teniendo en
cuenta para ello el índice de precios al consumidor", patrón al que asimismo se acude para el
segundo al expresar que "...Como quiera que esta cantidad no la percibió oportunamente esta
demandante (oportunamente), como mínimo en la fecha hasta la cual tenía derecho a percibir
la ayuda económica que le brindaba su progenitora, se debe actualizar la señalada suma, con
base en el índice de precios al consumidor, aplicando el procedimiento ya señalado", que
básicamente toma en cuenta el aludido índice en la fechas de iniciación y finalización del
período de actualización.
En ese orden, ninguna contradicción revisten las disposiciones del fallo que se comentan, pues
en definitiva la actualización de las condenas impuestas a los demandados quedó sujeta, por
obra de la adición inútilmente introducida por el ad-quem, al mismo patrón tenido en cuenta por
el a-quo, condiciones en las cuales la pretendida coexistencia de procedimientos diversos para
el fin indicado por obra de las resoluciones del Tribunal resulta absolutamente carente de
razón.
Con todo, no sobra señalar que ni siquiera en el evento de darse la incompatibilidad afirmada
por el recurrente el cargo estaría llamado a prosperar, pues si la parte legitimada para alegar y
propugnar por la enmienda de tal vicio es la que por causa de él ve obstaculizada la ejecución
de lo resuelto, en el caso, la llamada a denunciarlo con el fin ya visto sería la parte
demandante, no la recurrente, habida cuenta que es ella la que tiene derecho a exigir su
cumplimiento.
4. En armonía con lo expuesto, el cargo no prospera.
DECISION
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Civil y Agraria,
administrando justicia en nombre de la República y por autoridad de la Ley, NO CASA la
sentencia dictada el 27 de julio de 1999, por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Bogotá, D.C., en el proceso ordinario promovido por FLORENCIO SÁENZ PEÑA,
en su propio nombre y como representante de la menor SHIRLEY SÁENZ RUGE, contra los
recurrentes.
Costas a cargo de la parte recurrente. Tásense oportunamente.
NOTIFIQUESE Y CUMPLASE
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
MANUEL ISIDRO ARDILA VELASQUEZ
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
CARLOS IGNACIO JARAMILLO JARAMILLO
SILVIO FERNANDO TREJOS BUENO
En permiso
CESAR JULIO VALENCIA COPETE
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
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LEY 938 DE 2004
(diciembre 30)
por la cual se expide el Estatuto Orgánico de la Fiscalía General de la Nación.
El Congreso de Colombia
DECRETA:
TITULO I
DE LA ESTRUCTURA ORGANICA, UNIDAD Y DEPENDENCIA JERARQUICA
Artículo 1º. Para el cumplimiento de las funciones constitucionales y legales, la Fiscalía
General de la Nación tiene la siguiente estructura:
Estructura
1.1 Despacho del Fiscal General de la Nación
1 1.1. Unidad de Fiscalía Delegada ante la Corte Suprema de Justicia
1.1.2. Dirección de Asuntos Internacionales
1.1.3. Oficina de Planeación
1.1.4. Oficina Jurídica
1.1.5. Oficina de Control Interno
1.1.6. Oficina de Protección y Asistencia
1.1.7. Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno
1.1.8. Oficina de Divulgación y Prensa
1.1.9. Oficina de Informática
1.2. Despacho del Vicefiscal General de la Nación
1.3. Despacho del Secretario General
1.3.1. Oficina de Personal
1.3.2. Escuela de Estudios e Investigaciones Criminalísticas y Ciencias Forenses
1.4. Dirección Nacional de Fiscalías
1. 4.1. Direcciones Seccionales de Fiscalías
1.5. Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación
1.5.1. Direcciones Seccionales del Cuerpo Técnico de Investigación
1.6. Dirección Nacional Administrativa y Financiera
1.6.1 Direcciones Seccionales Administrativas y Financieras
1.7 Entidades Adscritas
1.7.1 Establecimiento Público-Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Parágrafo. La estructura no definida en el presente estatuto orgánico, será desarrollada por
el Fiscal General de la Nación, para lograr un equilibrio racional de los recursos humanos,
técnicos, financieros y logísticos en las diferentes áreas. Para ello se tendrá en cuenta entre
otros principios, el de racionalización del gasto, eficiencia y fortalecimiento de la gestión
administrativa e investigativa y el mejoramiento de la prestación del servicio.
TITULO II
DE LAS COMPETENCIAS
Artículo 2º. Las funciones de la Fiscalía General de la Nación se realizan a través del Fiscal
General, Vicefiscal y Fiscales Delegados, para lo cual, se conformarán Unidades de Fiscalías
Delegadas.
Artículo 3º. Los Fiscales Delegados tienen competencia en todo el territorio nacional.
Artículo 4º. Las Unidades Delegadas de Fiscalías del nivel nacional, están adscritas al
Despacho del Fiscal General de la Nación o al despacho del Director Nacional de Fiscalías,
según lo determine el Fiscal General de la Nación, las demás Unidades Delegadas de
Fiscalías, están adscritas a las Direcciones Seccionales.
En cada una de las Unidades habrá un Fiscal a quien se le asigne la función de Jefe de
Unidad. El número de Fiscales y demás cargos de cada Unidad, así como sus sedes de
operación y especialidad, son determinados por el Fiscal General de la Nación.
Artículo 5º. Corresponde al Fiscal General de la Nación determinar la conformación y
localización de las Direcciones Seccionales y las Unidades Nacionales y Seccionales de
acuerdo con las necesidades del servicio y con sujeción a la Ley Estatutaria de la
Administración de Justicia.
Artículo 6º. Los Fiscales Delegados actúan siempre en representación de la Fiscalía
General de la Nación bajo la dependencia del Fiscal General y de sus superiores jerárquicos,
sin perjuicio de la autonomía de los Fiscales Delegados en los términos y condiciones fijados
por la ley Estatutaria de Administración de Justicia.
Artículo 7º. Para el cumplimiento de sus funciones constitucionales y legales, corresponde al
Fiscal General de la Nación, los Directores de Fiscalías y los Fiscales a quienes se les asigne
la función de Jefes de Unidad:
1. Dirimir los conflictos administrativos entre las Unidades de Fiscalías bajo su autoridad y
las de sus inferiores jerárquicos en el ámbito de su competencia.
2. Dirimir los conflictos de competencia que se presenten entre la Fiscalía General de la
Nación y los demás organismos que desempeñen funciones de Policía Judicial, en el ámbito de
su competencia.
3. Efectuar el seguimiento y evaluar los resultados de las investigaciones adelantadas por
las distintas Unidades de Fiscalías y Fiscales.
Artículo 8º. Corresponde al Fiscal General de la Nación, a los Directores de Fiscalías, a los
Fiscales a quienes se les asigne la función de Jefes de Unidad y demás Fiscales Delegados,
dirigir y coordinar las investigaciones adelantadas por la Fiscalía General de la Nación y por
otros cuerpos de Policía Judicial, establecidos por la Constitución o las leyes y por aquellos
facultados temporalmente para el ejercicio de estas funciones.
CAPITULO PRIMERO
Del Fiscal General de la Nación
Artículo 9º. Período. El Fiscal General de la Nación es elegido para un período institucional
de cuatro (4) años.
Artículo 10. Régimen disciplinario. En materia disciplinaria el Fiscal General de la Nación
está sujeto al régimen previsto por los artículos 174, 175 y 178 de la Constitución Política, para
lo cual el Congreso de la República adelantará el proceso disciplinario por conducto de la
Cámara de Representantes en la investigación y del Senado de la República en el juzgamiento
Artículo 11. Funciones. El Fiscal General de la Nación tiene la representación de la entidad
y además de las funciones especiales otorgadas por la Constitución Política, tiene las
siguientes funciones generales:
1. Asumir las investigaciones y acusaciones que ordena la Constitución y aquellas que en
razón de su naturaleza, importancia o gravedad ameriten su atención personal.
2. Designar al Vicefiscal y a los Fiscales de las Unidades como Fiscales Delegados
Especiales cuando la necesidad del servicio lo exija o la gravedad o complejidad del asunto lo
requiera.
3. Dirigir, coordinar y controlar el desarrollo de la función investigativa y acusatoria contra
los presuntos infractores de la ley penal, directamente o a través de sus delegados.
4. Coordinar con otros organismos que ejerzan funciones de Policía Judicial, la definición e
implementación de mecanismos que racionalicen y eviten la duplicidad de esfuerzos en el
desarrollo de las investigaciones, dentro de los lineamientos fijados por el Consejo Nacional de
Policía Judicial.
5. Expedir los manuales de procedimientos y de normas técnicas a que se deben someter
los servidores que cumplen funciones de Policía Judicial. A cuyo efecto los someterá a
concepto del Consejo Nacional de Policía Judicial.
6. Expedir las resoluciones de que trata el artículo 203 del Código de Procedimiento Penal.
7. Establecer las directrices del Programa de Protección y Asistencia a Víctimas, Testigos e
Intervinientes de la Fiscalía General de la Nación.
8. Suministrar al Gobierno información sobre las investigaciones que se estén adelantando,
cuando sea necesaria para la preservación del orden público.
9. Dirigir el intercambio de la información y pruebas sobre nacionales o extranjeros
implicados en delitos cometidos en el exterior.
10. Ser vocero y responsable por las actuaciones de la Fiscalía General de la Nación ante
los demás estamentos del Estado y de la sociedad.
11. Ordenar los trámites que en materia de extradición se requieran.
12. Dirigir y coordinar la cooperación técnica internacional con los distintos gobiernos y
agencias internacionales interesadas en el desarrollo de los programas que adelanta la Fiscalía
General de la Nación.
13. Reglamentar la recopilación de antecedentes penales al interior de la entidad.
14. Dirigir el sistema de calidad para la Fiscalía General de la Nación.
15. Aprobar el plan de desarrollo de la Fiscalía General de la Nación y enviarlo al Consejo
Superior de la Judicatura para que sea consolidado con el plan de la Rama Judicial. Aprobar el
anteproyecto de presupuesto.
16. Solicitar al gobierno los traslados dentro de los respectivos programas presupuestales
de la Fiscalía General de la Nación y las adiciones que considere pertinentes de conformidad
con las normas generales del presupuesto.
17. Expedir reglamentos, órdenes, circulares y los manuales de organización y
procedimientos conducentes a la organización administrativa y al eficaz desempeño de las
funciones de la Fiscalía General de Nación.
18. Modificar la planta de personal de la Fiscalía General de la Nación. Para tal efecto podrá
trasladar cargos y determinar sus funciones, de acuerdo con la necesidad del servicio y sin que
ello implique cargo al tesoro u obligaciones que excedan el monto global fijado para el
respectivo servicio en la ley de apropiaciones iniciales.
19. Expedir el manual de requisitos y funciones de cada uno de los empleos de la Fiscalía.
20. Nombrar y remover a los servidores públicos de la Fiscalía General de la Nación.
21. Definir las situaciones administrativas de los servidores de la entidad.
22. Diseñar e implementar un sistema de control interno que permita conocer y evaluar
oportunamente la gestión de la Fiscalía General de la Nación y de sus servidores.
23. Comisionar a servidores de la Fiscalía General de la Nación en otras entidades oficiales,
en desarrollo de las investigaciones que así lo ameriten.
24. Suscribir, como representante legal de la Fiscalía General de la Nación, los actos y
contratos requeridos para el buen funcionamiento de la misma.
25. Representar a la Nación -Fiscalía General de la Nación-, en los procesos judiciales, para
lo cual podrá constituir apoderados especiales.
26. Nombrar, remover y definir las situaciones administrativas del Director del Instituto
Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
27. Ejercer control de tutela sobre los establecimientos.
28. Conceder los estímulos, reconocer los méritos y otorgar las menciones honoríficas, que
procedan a los servidores de la Fiscalía General de la Nación.
29. Conocer en segunda instancia las decisiones proferidas por la Oficina de Veeduría y
Control Disciplinario Interno de la entidad.
30. Conocer y resolver los impedimentos propuestos por el jefe de la Oficina de Veeduría y
Control Disciplinario de la entidad así como las recusaciones que contra el mismo se formulen.
31. Conocer y fallar en única instancia los procesos disciplinarios que se adelanten contra el
Jefe de la Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno, el Secretario General y los
Directores Nacionales.
32. Crear Comisiones Especiales de Fiscales Delegados designando un coordinador,
cuando la gravedad, importancia o trascendencia pública del hecho lo ameriten, para lo cual
podrá desplazar al funcionarlo del conocimiento. En este evento el coordinador de la comisión
será quien actúe ante el juez de garantías y el juez de conocimiento.
33. Crear comités asesores y grupos de trabajo para el cumplimiento de la función de la
entidad y los previstos en la ley.
34. Coordinar el funcionamiento del registro único de asuntos de Policía Judicial.
35. Las demás funciones que le señale el presente estatuto y la ley.
Artículo 12. Faltas temporales y absolutas. Son faltas absolutas del Fiscal General de la
Nación, su muerte, su renuncia aceptada, la destitución decretada por sentencia, la
incapacidad física permanente y el abandono del cargo decretados estos dos últimos por la
Corte Suprema de Justicia.
En caso de falta temporal o absoluta del Fiscal General de la Nación, sus funciones las
ejercerá el Vicefiscal General, quien tomará posesión del cargo según el procedimiento
establecido en la Constitución, cuando se presente falta absoluta.
Artículo 13. Delegación. El Fiscal General de la Nación podrá delegar en los servidores del
más alto nivel de la Fiscalía General de la Nación las funciones de carácter legal que
convengan al mejor cumplimiento de los objetivos de la entidad. Vigilará el desarrollo de la
delegación y reasumirá las facultades delegadas cuando lo considere necesario.
Parágrafo. En su condición de nominador el Fiscal General de la Nación podrá delegar la
facultad de expedir los actos administrativos relacionados con la aceptación de renuncias; la
vacancia por abandono del cargo; el retiro por pensión de jubilación o invalidez absoluta,
muerte o retiro forzoso motivado por la edad. Así mismo podrá delegar el trámite de las
situaciones administrativas, los movimientos de personal y la ejecución de las sanciones
disciplinarias impuestas a servidores de la Fiscalía, por autoridad competente.
CAPITULO SEGUNDO
De las dependencias adscritas al Despacho del Fiscal
General de la Nación
Artículo 14. La Unidad Delegada ante la Corte Suprema de justicia, tiene las siguientes
funciones:
1. Investigar y acusar si a ello hubiere lugar, a los servidores con fuero legal, cuyo
juzgamiento esté atribuido, en única instancia, a la Corte Suprema de Justicia.
2. Adelantar, a través de los Fiscales Delegados que la integren, registros, allanamientos,
incautaciones e interceptación de comunicaciones. En estos eventos comunicará al Juez o
Magistrado que ejerza la función de control de garantías, para que se efectúe el control
respectivo.
3. Cumplir las demás funciones que le asigne el Fiscal General de la Nación.
Artículo 15. La Dirección de Asuntos Internacionales tiene las siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General en la definición de la política y diseño de los mecanismos
relativos al intercambio de pruebas e información requerida por otros países u organismos
internacionales y por la justicia colombiana.
2. Atender los requerimientos de las autoridades competentes en materia de cooperación
judicial, en lo relativo al control de la ejecución de las solicitudes de asistencia judicial
recíproca.
3. Llevar el registro sobre el estado de las investigaciones referentes a violación de
derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario y atender los
requerimientos formulados por organismos gubernamentales y no gubernamentales,
nacionales e internacionales.
4. Gestionar bajo los lineamientos del Fiscal General de la Nación, la cooperación técnica
internacional con los distintos gobiernos y agencias internacionales interesadas en el desarrollo
de los programas que adelanta la Fiscalía General de la Nación.
5. Adelantar, a instancias del Fiscal General de la Nación, los trámites administrativos que
en materia de extradición se requieran.
6. Hacer seguimiento a los compromisos internacionales adquiridos por Colombia en las
áreas de competencia de la Fiscalía.
7. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
8. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
9. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General de la Nación y que
guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 16. La Oficina de Planeación tiene las siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General en la planeación y programación de las actividades inherentes
al desarrollo actual y futuro de la Fiscalía General.
2. Coordinar con las diferentes dependencias de la entidad, la elaboración del Plan de
Desarrollo de la Fiscalía General de la Nación y, una vez aprobado, asesorar en su
implementación.
3. Coordinar con las diferentes dependencias la elaboración del Proyecto Anual de
Presupuesto y monitorear la ejecución del presupuesto de inversión.
4. Diseñar metodologías y procedimientos de evaluación a la gestión de la Fiscalía General
de la Nación.
5. Realizar estudios sobre estructura orgánica, planta de personal, escala salarial y en
general sobre todo lo relacionado con el desarrollo organizacional de la entidad en
coordinación con las respectivas dependencias.
6. Asesorar a las diferentes áreas de la Fiscalía en la formulación de los proyectos de
inversión y efectuar su presentación ante los organismos competentes.
7. Asesorar a las diferentes dependencias en la elaboración de sus manuales de procesos,
procedimientos, su implementación y mejoramiento continuo.
8. Consolidar la información estadística necesaria para elaborar informes y estudios que
apoyen la toma de decisiones en la gestión institucional y sustenten la formulación de la política
del estado en materia criminal.
9. Coordinar con las diferentes dependencias del nivel central la orientación y programación
de los recursos de inversión provenientes de cooperación nacional e internacional.
10. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden
relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 17. La Oficina Jurídica tiene las siguientes funciones:
1. Representar a la Fiscalía General de la Nación, mediante poder conferido por el Fiscal
General o por quien este delegue, en los procesos judiciales y administrativos en que sea parte
la entidad.
2. Asesorar al Fiscal General en el análisis y emisión de conceptos referidos a los aspectos
jurídicos propios de la entidad o a aquellos que, siendo externos, la afecten.
3. Asesorar a las dependencias de la Fiscalía General en los distintos niveles territoriales,
en asuntos jurídicos de carácter administrativo.
4. Adelantar las gestiones de cobro por jurisdicción coactiva.
5. Asesorar al Fiscal General o al ordenador del gasto en el cumplimiento de las sentencias
y conciliaciones.
6. Asesorar, dirigir y controlar las actividades y procesos relativos a la contratación
administrativa, cuando esta sea de competencia del Fiscal General de la Nación o de la
Dirección Nacional Administrativa y Financiera.
7. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
8. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
9. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación
con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 18. La Oficina de Control Interno tiene las siguientes funciones:
1. Planear, dirigir y evaluar el Sistema de Control Interno en la Fiscalía General de la Nación
y velar para que su ejercicio sea intrínseco al desarrollo de todos los cargos, en particular de
aquellos que tengan responsabilidad de mando.
2. Verificar que los controles definidos para los procesos y actividades de la Fiscalía
General de la Nación, se cumplan por los responsables de su ejecución y en especial, que las
áreas o empleados encargados de la aplicación del régimen disciplinario ejerzan
adecuadamente esta función.
3. Velar por el cumplimiento de las leyes, normas, políticas, procedimientos, planes,
programas, proyectos y metas de la Fiscalía General de la Nación y recomendar los ajustes
necesarios.
4. Apoyar a los directivos de la Fiscalía General de la Nación en el proceso de toma de
decisiones.
5. Fomentar en toda la Fiscalía General de la Nación la formación de una cultura de control
que contribuya al mejoramiento continuo, en el cumplimiento de la misión institucional.
6. Mantener permanentemente informados a los directivos de la Fiscalía General de la
Nación acerca del estado del control interno dentro de la entidad, dando cuenta de las
debilidades detectadas y de las fallas en su cumplimiento.
7. Asesorar a las diferentes dependencias de la Fiscalía General de la Nación en la
elaboración de los planes de mejoramiento y verificar su cumplimiento.
8. Vigilar que la atención a las quejas y reclamos que formulen los ciudadanos, relacionadas
con el cumplimiento de la función de la entidad, se atiendan de acuerdo con las normas legales
vigentes.
9. Realizar el seguimiento y evaluación a la gestión y resultados de la Fiscalía General de la
Nación y presentar los informes y recomendaciones pertinentes a los directivos de la entidad.
10. Dirigir la elaboración del Mapa de riesgos de la entidad y velar por la aplicación de las
acciones requeridas para la mitigación de riesgos.
11. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
12. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
13. Las demás que le asigne el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de
la dependencia.
Artículo 19. La Oficina de Protección y Asistencia tiene las siguientes funciones:
1. Asesorar a la entidad en la definición de políticas de protección y asistencia social para
servidores de la Fiscalía, víctimas, jurados, testigos y demás intervinientes en el proceso penal.
2. Organizar, en coordinación con las Direcciones Nacionales de Fiscalías y Cuerpo Técnico
de Investigación, con el apoyo de los organismos de seguridad del Estado, la protección de
víctimas, testigos, jurados, servidores e intervinientes, en las investigaciones y procesos que
sean de conocimiento de la Fiscalía.
3. Desarrollar programas de asistencia social para víctimas, testigos, jurados, servidores y
demás intervinientes en el proceso penal.
4. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
5. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
6. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación
con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 20. La Oficina de Veeduría y Control Disciplinario Interno tiene las siguientes
funciones:
1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en los aspectos de carácter disciplinario, que
sean de su competencia de conformidad con la ley.
2. Instruir y fallar, en primera instancia, las investigaciones disciplinarias contra los
empleados de la entidad.
3. Coordinar la recepción, trámite y decisión de las quejas y reclamos por violaciones a la
Constitución o a la ley, en las investigaciones o procesos que adelanten los servidores de la
Fiscalía, en cualquiera de sus áreas, o por la ineficiente prestación del servicio o el
incumplimiento de funciones.
4. Practicar vigilancia especial a las investigaciones penales, con el fin de verificar que se
adelanten conforme a los principios constitucionales y legales, sin que se le pueda oponer
reserva alguna.
5. Llevar el registro de sanciones impuestas a los servidores de la Fiscalía General de la
Nación e informar al nominador acerca de aquellos que cuenten con más de tres (3) sanciones
disciplinarias impuestas durante los últimos cinco (5) años, para lo de su competencia.
6. Ejercer control preventivo, seguimiento y evaluación de la conducta disciplinaria de los
servidores públicos de la Fiscalía General de la Nación en el desarrollo de sus funciones.
7. Conocer y resolver los impedimentos propuestos por los coordinadores de los Grupos de
Control Disciplinario Interno y de las recusaciones que contra los mismos se formulen.
8. Planificar y ejecutar visitas aleatorias a las dependencias de la Fiscalía General de la
Nación, con el fin de verificar que la conducta y la prestación del servido de los servidores se
ciñan a los principios constitucionales y legales.
9. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
10. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
11. Las demás que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación con la
naturaleza de la dependencia.
Artículo 21. La oficina de Divulgación y Prensa tiene las siguientes funciones:
1. Realizar las actividades de protocolo que se requieran en la Fiscalía General de la
Nación.
2. Asesorar al Fiscal General en la definición de la política referida a la divulgación de
información de interés público, o de interés de los servidores de la Fiscalía General.
3. Desarrollar estrategias de divulgación que permitan mantener informado al público y a
sus servidores acerca de los servicios que presta y las actividades que realiza la Fiscalía
General de la Nación.
4. Asesorar a las diferentes dependencias de la institución en la elaboración de impresos,
publicaciones y documentos que deban ser divulgados por la entidad.
5. Organizar con los diferentes medios de comunicación, las entrevistas y temas a tratar por
parte de los servidores autorizados, para emitir declaraciones, informes o comunicados de
prensa.
6. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
7. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
8. Las demás funciones que sean asignadas por el Fiscal General de la Nación y que
guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 22. La Oficina de Informática tiene las siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la definición de las políticas referidas a la
gerencia de los recursos informáticos y telemáticos disponibles en la entidad.
2. Coordinar con la Dirección Nacional Administrativa y Financiera, Dirección Nacional de
Fiscalías y la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación, las acciones tendientes
al desarrollo informático y telemático que apoye la función de investigación de la Fiscalía
General de la Nación.
3. Elaborar conjuntamente con los usuarios, los procesos y procedimientos que soportan los
sistemas de información y estandarizar todos los requerimientos de información que la Fiscalía
General de la Nación demande en cumplimiento de su misión.
4. Planear, diseñar y mantener actualizados los sistemas de información misionales y de
soporte que requiera la entidad de acuerdo con los requerimientos de los usuarios y a las
políticas institucionales.
5. Diseñar e implementar mecanismos de aseguramiento de la calidad de los sistemas de
información y de protección a la información que manejen las distintas áreas de la Fiscalía
General de la Nación.
6. Evaluar, asistir y coordinar con las diferentes dependencias de la Entidad, proyectos y
convenios de cooperación interna e interinstitucional que en materia de informática adelante la
entidad e implantar los mecanismos de intercambio de información que se requiera.
7. Elaborar, en coordinación con las áreas misionadas y de apoyo y la Oficina de
Planeación, el Plan Maestro de Desarrollo y Sistemas, y coordinar los estudios que para ello y
su documentación sean necesarios.
8. Elaborar e implantar políticas, planes y programas para el desarrollo informático y
telemático de la Fiscalía General de la Nación.
9. Administrar los recursos informáticos de la Fiscalía General de la Nación y velar por su
adecuado uso.
10. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
11. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
12. Adelantar procesos de investigación tecnológica, formular y elaborar proyectos y
programas en el ámbito de su competencia que contribuyan a la gestión de la entidad.
13. Asesorar a la entidad en la definición de políticas referidas a la recolección, registro,
análisis y difusión de la información requerida como soporte al desarrollo de las investigaciones
que debe adelantar la Fiscalía.
14. Acordar mecanismos de intercambio de información con organismos de policía judicial.
15. Organizar la recolección y procesamiento de la información necesaria para soportar las
investigaciones que adelante la Fiscalía General de la Nación.
16. Establecer mecanismos que faciliten la utilización oportuna de la información por parte
de las unidades de policía judicial y demás autoridades judiciales.
17. Apoyar a la Oficina de Control Interno en las actividades de auditoría a los sistemas de
información de la entidad.
18. Evaluar y ejercer seguimiento y control de la gestión realizada por las unidades de
informática en las seccionales.
19. Las demás que le sean asignadas y que guarden relación con la naturaleza de la
dependencia.
CAPITULO TERCERO
Del Vicefiscal General de la Nación
Artículo 23. Del Vicefiscal General de la Nación. El Vicefiscal General de la Nación tiene las
siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General en la formulación de las políticas de la entidad.
2. Representar al Fiscal General de la Nación en todas las actuaciones en las que haya sido
delegado por él.
3. Realizar el seguimiento a las iniciativas legislativas que afecten o involucren los objetivos
misionales de la Fiscalía General de la Nación, informar y preparar al Fiscal General de la
Nación los documentos que se requieran para salvaguardar los intereses institucionales.
4. Reemplazar al Fiscal General de la Nación en sus ausencias temporales o definitivas.
Tratándose de ausencias temporales no se requerirá designación especial, pero tratándose de
ausencia definitiva, este ejercerá el cargo hasta cuando la autoridad nominadora efectúe la
designación correspondiente.
5. Reemplazar al Fiscal General en caso de impedimento procesal.
6. Actuar como Fiscal Delegado especial, en aquellos procesos o actuaciones judiciales que
directamente le asigne el Fiscal General de la Nación.
7. Las demás que le sean asignadas por la ley, o delegadas por el Fiscal General de la
Nación y que guarden relación con la naturaleza de su cargo.
CAPITULO CUARTO
Del Secretario General
Artículo 24. Del Secretario General. El Secretario General tiene las siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de las políticas de
administración de la entidad.
2. Asesorar al Fiscal General en la formulación de políticas, normas y procedimientos para
la administración de personal y las actividades de Bienestar Social.
3. Asesorar, dirigir y coordinar los aspectos relacionados con la administración de la carrera de
la entidad.
4. Dirigir, coordinar y evaluar los planes y programas relacionados con la gestión del talento
humano a nivel nacional, actuando para ello como superior administrativo de los Directores
Seccionales.
5. Coordinar y evaluar los planes y programas que desarrolle la División de Bienestar Social,
en beneficio de sus servidores.
6. Dirigir, coordinar y evaluar los planes y programas de bienestar social a nivel nacional.
7. Coordinar y evaluar el plan de capacitación de la Fiscalía General de la Nación.
8. Realizar el seguimiento a la ejecución del Plan de capacitación, evaluarlo y proponer los
ajustes necesarios.
9. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
10. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
11. Notificar o comunicar en los términos legales y reglamentarios los actos administrativos
que expidan el Fiscal General, y el Vicefiscal cuando a ello hubiere lugar.
12. Conservar y custodiar los archivos de los actos administrativos que expidan el Fiscal
General y el Vicefiscal, mientras reposen en la Secretaría General.
13. Expedir copias auténticas de los actos administrativos expedidos por el Fiscal General
de la Nación, Vicefiscal General y despacho de la Secretaría General. El Jefe de cada Oficina o
del respectivo despacho de las demás dependencias de la Fiscalía General de la Nación,
expedirá copias auténticas de los documentos que reposen en el archivo de la dependencia a
su cargo.
14. Dirigir y controlar la gestión de las dependencias que conforman la Secretaría General.
15. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden
relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 25. La Oficina de Personal tiene las siguientes funciones:
1. Apoyar a la Secretaría General en el estudio y evaluación de políticas, normas y
procedimientos para la administración del talento humano .
2. Administrar el sistema de carrera de la Fiscalía General de la Nación.
3. Tramitar las novedades, movimientos de personal, situaciones administrativas, nómina y
prestaciones sociales, afiliación a las empresas prestadoras de salud, administradoras de
pensiones y de riesgos profesionales, así como preparar, para la firma del competente, los
actos administrativos relacionados con estas y con el retiro del servicio.
4. Llevar el registro y control de los documentos que se tramitan en personal, velando
porque se tenga una información oportuna y veraz en cuanto a hojas de vida, nómina, salarios,
novedades y prestaciones y expedir las constancias y certificaciones a que haya lugar.
5. Asegurar la correcta y oportuna liquidación de nómina y prestaciones, aplicando las
normas y procedimientos vigentes.
6. Verificar el cumplimiento de los requisitos de las personas nombradas en la entidad,
antes de la respectiva posesión cuando esta se surta en su despacho.
7. Apoyar a las Direcciones Seccionales en el ámbito de su competencia.
8. Notificar o comunicar en los términos legales y reglamentarios los actos administrativos
que expida el Secretario General.
9. Elaborar y actualizar el manual de funciones y requisitos mínimos, a nivel de cargo, en
coordinación con las dependencias de la entidad.
10. Asesorar a la Secretaría General en la formulación e implementación de políticas en
asuntos relacionados con el sistema de carrera de la entidad.
11. Coordinar y realizar las actividades necesarias para llevar a cabo los procesos de
convocatoria, selección, ingreso, ascenso y calificación.
12. Elaborar los proyectos de convocatorias a concurso atendiendo los requerimientos de
orden técnico de conformidad con la normatividad vigente, para la aprobación del competente.
13. Llevar el registro único de inscripción en carrera de la Fiscalía General de la Nación.
14. Definir en coordinación con cada dependencia, los perfiles para los cargos de la entidad.
15. Las demás que le asigne el Fiscal General o el Secretario General y que guarden
relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 26. La Escuela de Investigación Criminal y Ciencias Forenses tiene las siguientes
funciones:
1. Definir y desarrollar programas de enseñanza en Técnicas de Investigación Criminal, para
la actualización de los servidores del Cuerpo Técnico de Investigación y de los Fiscales.
2. Promover, desarrollar y divulgar investigaciones científicas y técnicas para mejorar los
métodos y procedimientos de investigación penal y el ejercicio de la función acusatoria.
3. Coordinar con las entidades que adelanten funciones de Policía Judicial, que posean
escuelas o academias de capacitación, la realización de eventos conjuntos de capacitación y
actualización y el intercambio de información, dirigidos a mejorar el nivel de competencia de los
servidores del Cuerpo Técnico de Investigación y Fiscales.
4. Prestar apoyo logístico a la Secretaría General para adelantar la capacitación de los
servidores de la Fiscalía en lo de su competencia.
5. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General de la Nación o el
Secretario General y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
CAPITULO QUINTO
De la Dirección Nacional de Fiscalías
Artículo 27. Dirección Nacional de Fiscalías. La Dirección Nacional de Fiscalías tiene las
siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de la política del Estado en
materia criminal.
2. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de políticas referidas a las
funciones de investigación y acusación.
3. Diseñar mecanismos para que los fiscales, en forma coordinada con los jueces de control
de garantías, efectúen la recolección y preservación de evidencias que puedan servir como
pruebas anticipadas en el proceso.
4. Dirigir a las Direcciones Seccionales y sus Unidades de Fiscalías adscritas, en todo lo
pertinente a sus funciones de investigación y acusación.
5. Dirigir, coordinar y controlar las actividades de investigación y acusación adelantadas por
las Unidades Nacionales de Fiscalías.
6. Formular y elaborar los proyectos y programas que apoyen la labor misional de la
entidad, con asesoría de la Oficina de Planeación.
7. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
Oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
8. Diseñar programas tendientes a mejorar la gestión de los despachos de fiscalía.
9. Diseñar los programas relacionados con la evaluación y control a la gestión realizada por
las dependencias adscritas.
10. Realizar el seguimiento de la gestión de las Direcciones Seccionales en lo de su
competencia y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento.
11. Participar, en coordinación con la Secretaría General, la Dirección Nacional del Cuerpo
Técnico de Investigación y la Dirección Nacional Administrativa, en la elaboración del Plan
Integral de Capacitación de la Fiscalía General de la Nación.
12. Coordinar con las Direcciones Nacionales del Cuerpo Técnico de Investigación y
Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de
investigación en la Fiscalía General de la Nación.
13. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección
Nacional de Fiscalías.
14. Ejercer el seguimiento a la gestión de las unidades de Fiscalías y tomar las medidas
necesarias para su efectivo funcionamiento.
15. Dirigir la obtención de la información estadística acerca de las investigaciones y
acusaciones adelantadas por la Fiscalía General y realizar las evaluaciones pertinentes como
soporte a la formulación de la política criminal.
16. Las demás funciones que sean asignadas por el Fiscal General y que guarden relación
con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 28. Dirección Seccional de Fiscalías. La Dirección Seccional de Fiscalías tiene las
siguientes funciones:
1. Consolidar, analizar y reportar a la Dirección Nacional, la información pertinente para
establecer la política del Estado en materia criminal, en forma periódica.
2. Dirigir, coordinar y controlar las actividades de investigación adelantadas por las
Unidades de Fiscalías adscritas.
3. Consolidar y analizar la información acerca de las investigaciones y acusaciones
adelantadas por las unidades adscritas y remitirlas a la Dirección Nacional de Fiscalías.
4. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección
Seccional de Fiscalías.
5. Desarrollar acciones tendientes a mejorar la gestión de los despachos de fiscalía.
6. Implementar los programas y proyectos formulados por la Dirección Nacional de
Fiscalías.
7. Elaborar, ejecutar y efectuar el seguimiento de los planes operativos anuales, en
coordinación con los directores seccionales del cuerpo técnico de investigación y administrativo
y financiero.
8. Coordinar con las Direcciones Seccionales del Cuerpo Técnico de Investigación y
Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo efectivo de la investigación.
9. Las demás funciones que les sean asignadas por el Fiscal General o el Director Nacional
de Fiscalías y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
CAPITULO SEXTO
De la Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación
Artículo 29. La Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación tiene las siguientes
funciones:
1. Asesorar al Fiscal General en la definición de políticas y estrategias asociadas con las
funciones de Policía Judicial, en los temas de investigación criminal, servicios forenses y de
genética y en la administración de la información técnica y judicial que sea útil para la
investigación penal.
2. Planear, dirigir, ejecutar y controlar las funciones de Policía Judicial de la Fiscalía General
de la Nación.
3. Asesorar científica y técnicamente las actividades forenses que desarrollen las
Direcciones Seccionales.
4. Organizar y controlar el cumplimiento de las políticas y estrategias de investigación,
servicios forenses y de genética, y de administración de la información útil para la investigación
penal en la Fiscalía General de la Nación.
5. Coordinar los servicios forenses y realizar los programas tendientes a mejorar la
prestación de los mismos.
6. Organizar la prestación de servicios médicos legales en los casos en que no sea posible
la intervención del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
7. Velar porque las políticas de aseguramiento de los elementos materia de prueba y la
cadena de custodia, se cumplan en su área, de acuerdo con las normas que los regulen.
8. Promover el intercambio de información entre los distintos organismos de seguridad a
nivel nacional e internacional, para la programación y el desarrollo de operaciones contra la
delincuencia.
9. Formular y elaborar los proyectos y programas que apoyen la labor misional de la
entidad, con asesoría de la Oficina de Planeación.
10. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
11. Asesorar al Fiscal General de la Nación en el diseño y planeación de estrategias y
procedimientos, en materia de seguridad y de comunicaciones requeridos en la Fiscalía
General de la Nación.
12. Llevar el control estadístico sobre los aspectos relativos al desarrollo de las
investigaciones adelantadas por la policía judicial de la Fiscalía General de la Nación.
13. Coordinar con la Dirección Nacional de Fiscalías y con la Dirección Nacional
Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de
investigación de la Fiscalía General de la Nación.
14. Participar, en coordinación con las otras Direcciones Nacionales, en la elaboración del
plan integral de capacitación de la Fiscalía General de la Nación.
15. Realizar el seguimiento a las actividades forenses adelantadas a nivel nacional.
16. Gestionar ante las dependencias correspondientes los recursos necesarios para la
prestación eficaz de los servicios forenses y de investigación.
17. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección
Nacional del Cuerpo Técnico.
18. Realizar el seguimiento a la gestión de las Direcciones Seccionales en lo de su
competencia, y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento.
19. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden
relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 30. Dirección Seccional del Cuerpo Técnico de Investigación. Las Direcciones
Seccionales del Cuerpo Técnico de Investigación tienen las siguientes funciones:
1. Apoyar a la Dirección Nacional en la formulación de la política del Estado en materia
criminal.
2. Planear, dirigir, ejecutar y controlar las funciones de policía judicial, de acuerdo con las
directrices establecidas por la Dirección Nacional.
3. Hacer cumplir las políticas y estrategias de investigación, servicios forenses y de
genética, y de administración de la información útil para la investigación penal en la Fiscalía
General de la Nación.
4. Coordinar las actividades investigativas y servicios forenses y realizar los programas
tendientes a mejorar la prestación de los mismos.
5. Prestar apoyo técnico-científico en coordinación con los demás organismos de policía
judicial, en ausencia del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
6. Velar porque las políticas del sistema de cadena de custodia se cumplan, de acuerdo con
las normas que las regulen.
7. Promover el intercambio de información entre los distintos organismos de seguridad e
inteligencia a nivel nacional e internacional, para la programación y el desarrollo de
operaciones contra la delincuencia.
8. Elaborar los planes operativos anuales, en coordinación con la Dirección Seccional de
Fiscalías y la Dirección Seccional Administrativa y Financiera, de acuerdo con las directrices de
las Direcciones Nacionales y con la metodología diseñada por la Oficina de Planeación y hacer
seguimiento a la gestión.
9. Llevar el control estadístico sobre las actividades desarrolladas en su jurisdicción y
reportar la información a la Dirección Nacional.
10. Coordinar con la Dirección Seccional de Fiscalías y con la Dirección Seccional
Administrativa y Financiera, las acciones tendientes al desarrollo eficaz de la función de
investigación de la Fiscalía General de la Nación.
11. Gestionar ante la respectiva Dirección Seccional Administrativa y Financiera, los
recursos necesarios para la prestación eficaz de los servicios forenses y de investigación.
12. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección
Seccional del Cuerpo Técnico.
13. Adelantar las investigaciones de los delitos de competencia de la Dirección Seccional de
Fiscalías y responder por su desarrollo.
14. Velar porque los servidores del Cuerpo Técnico de Investigación cumplan con las
normas constitucionales, legales y procedimentales y por el respeto de los derechos
fundamentales de las personas que intervienen en el proceso.
15. Asistir, en representación de la Fiscalía General de la Nación, a los comités, juntas,
sesiones y demás reuniones interinstitucionales en su respectivo departamento, que tengan
que ver con el ejercicio de la función de Policía Judicial o relacionadas con la investigación
penal.
16. Ejecutar las actividades que le sean ordenadas por el Director Nacional del Cuerpo
Técnico de Investigación y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
17. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General y que guarden
relación con la naturaleza de la dependencia.
CAPITULO SEPTIMO
De la Dirección Nacional Administrativa y Financiera
Artículo 31. La Dirección Nacional Administrativa y Financiera tiene las siguientes funciones:
1. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la formulación de las políticas para la
administración de los recursos físicos y financieros y administrar tales recursos.
2. Elaborar, en coordinación con la Oficina de Planeación, el presupuesto general de la
Fiscalía General de la Nación, dirigir su ejecución y efectuar su seguimiento y control.
3. Dirigir y controlar los procesos administrativos y financieros de la entidad, en todos los
niveles.
4. Reconocer y ordenar gastos y pagos, conforme a la delegación que para tal efecto, le
confiera el Fiscal General de la Nación.
5. Ejecutar las actividades inherentes al sistema de gestión documental en la entidad.
6. Elaborar el plan de compras de la Fiscalía General de la Nación y velar por su adecuado
cumplimiento.
7. Dirigir y controlar las actividades y procesos relativos a contratación, que no sean de
competencia de la Oficina Jurídica, y a las adquisiciones de la entidad.
8. Elaborar y orientar el plan de inversiones en infraestructura física.
9. Orientar y controlar la administración de las sedes de la Fiscalía General.
10. Responder por la organización operativa y el control de las actividades relacionadas con
la administración de los bienes patrimoniales y de aquellos bienes puestos a disposición de la
entidad y garantizar su conservación.
11. Establecer las directrices aplicables a la recolección, registro y análisis de la información
administrativa y financiera de la entidad.
12. Consolidar la información administrativa y financiera para elaborar estudios e informes
requeridos por la entidad y organismos externos.
13. Formular y elaborar los proyectos y programas en el ámbito de su competencia, con
asesoría de la Oficina de Planeación.
14. Elaborar los planes operativos anuales, de acuerdo con la metodología diseñada por la
Oficina de Planeación y hacer seguimiento a la gestión.
15. Coordinar con la Dirección Nacional de Fiscalías, la Dirección Nacional del Cuerpo
Técnico de Investigación y la Secretaría General las acciones tendientes al desarrollo eficaz de
la función de investigación de la Fiscalía General de la Nación.
16. Participar, en coordinación con las demás Direcciones Nacionales y la Secretaría
General, en la elaboración del plan integral de capacitación de la Fiscalía General de la Nación.
17. Dirigir y controlar el funcionamiento de las dependencias que conforman la Dirección
Nacional Administrativa y Financiera.
18. Realizar el seguimiento a la gestión de las Direcciones Seccionales en lo de su
competencia, y tomar las medidas necesarias para su efectivo funcionamiento.
19. Resolver los recursos de apelación interpuestos en contra de los actos administrativos
suscritos por los Directores Seccionales Administrativos y Financieros.
20. Las demás funciones que le sean asignadas por el Fiscal General de la Nación y que
guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
Artículo 32. Dirección Seccional Administrativa y Financiera. La Dirección Seccional
Administrativa y Financiera tiene las siguientes funciones:
1. Administrar los recursos físicos, informáticos y financieros requeridos por las distintas
dependencias que se encuentren en su ámbito de competencia.
2. Elaborar el plan de compras correspondiente a su ámbito de competencia y velar por su
adecuada ejecución.
3. Coordinar, desarrollar y controlar las actividades relacionadas con la administración de
personal.
4. Consolidar y evaluar la información contable, presupuestal y de tesorería, de su
competencia.
5. Responder por la organización operativa y control de las actividades relacionadas con la
administración de los bienes de propiedad o puestos a disposición de la Fiscalía General.
6. Organizar y controlar las actividades necesarias para garantizar la conservación, buen
uso y oportuno aseguramiento de los bienes que por cualquier motivo estén a disposición de la
entidad.
7. Ordenar la prestación de los servicios, los reconocimientos y los gastos requeridos, de
acuerdo con la delegación que para tal efecto les otorgue el Fiscal General de la Nación.
8. Coordinar con la Dirección Seccional de Fiscalías y con la Dirección Seccional del Cuerpo
Técnico, las acciones tendientes al desarrollo efectivo de la función de investigación.
9. Las demás funciones que sean asignadas por el Fiscal General, o el Director Nacional
Administrativo y Financiero y que guarden relación con la naturaleza de la dependencia.
TITULO III
DE LAS ENTIDADES ADSCRITAS - ESTABLECIMIENTO PUBLICO - DEL INSTITUTO
NACIONAL DE MEDICINA LEGAL Y CIENCIAS FORENSES
CAPITULO PRIMERO
De la naturaleza y funciones básicas
Artículo 33. El Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses pertenece a la
Rama Judicial y se encuentra adscrito a la Fiscalía General de la Nación, como establecimiento
público del orden nacional, dotado de personería jurídica, patrimonio propio y autonomía
administrativa.
Artículo 34. El Sistema de Medicina Legal y Ciencias Forenses en todo el territorio nacional,
es organizado y controlado por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Artículo 35. La misión fundamental del Instituto es prestar auxilio y soporte científico y
técnico a la administración de justicia en todo el territorio nacional, en lo concerniente a
medicina legal y las ciencias forenses.
Artículo 36. En desarrollo d e su misión, el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses tiene las siguientes funciones:
1. Organizar y dirigir el Sistema de Medicina Legal y Ciencias Forenses y controlar su
funcionamiento.
2. Prestar los servicios médico-legales y de ciencias forenses que sean solicitados por los
Fiscales, Jueces, Policía Judicial, Defensoría del Pueblo y demás autoridades competentes de
todo el territorio nacional.
3. Desarrollar funciones asistenciales, científicas, extra-periciales y sociales en el área de la
medicina legal y las ciencias forenses.
4. Prestar asesoría y absolver consultas sobre medicina legal y ciencias forenses a las
unidades de fiscalías, tribunales y demás autoridades competentes.
5. Definir los reglamentos técnicos que deben cumplir los distintos organismos y personas
que realicen funciones periciales asociadas con medicina legal, ciencias forenses y ejercer
control sobre su desarrollo y cumplimiento.
6. Servir de organismo de verificación y control de las pruebas periciales y exámenes
forenses practicados por los cuerpos de policía judicial del Estado y otros organismos a
solicitud de autoridad competente.
7. Servir como centro científico de referencia nacional en asuntos relacionados con
medicina legal y ciencias forenses.
8. Ser organismo de acreditación y certificación de laboratorios, pruebas periciales y peritos
en medicina legal y ciencias forenses, practicadas por entidades públicas y privadas.
9. Coordinar y adelantar la promoción y ejecución de investigaciones científicas, programas
de postgrado, pregrado, educación continuada y eventos educativos en el área de la medicina
legal y ciencias forenses.
10. Coordinar y promover, previa la existencia de convenios, las prácticas de docencia de
entidades educativas aprobadas por el ICFES.
11. Divulgar los resultados de las investigaciones, avances científicos, desarrollo de las
prácticas forenses y demás información del Instituto considerada de interés para la comunidad
en general.
12. Delegar o contratar en personas naturales o jurídicas la realización de algunas
actividades periciales y controlar su ejecución.
CAPITULO II
De la estructura y funciones específicas
Artículo 37. Para el cumplimiento de sus funciones, el Instituto Nacional de Medicina Legal y
Ciencias Forenses tiene la siguiente organización básica:
1. Junta Directiva
2. Dirección General del Instituto
2.1. Oficina de Control Interno
2.2. Oficina de Planeación
2.3. Oficina Jurídica
2.4. Oficina de Control Disciplinario Interno
3. Secretaría General
3.1 Oficina de Personal
4. Subdirección de Investigación Científica
4.1. Escuela de Medicina Legal y Ciencias Forenses
5. Subdirección de Servicios Forenses
6. Subdirección Administrativa y Financiera
7. Direcciones Regionales
7.1 Direcciones Seccionales
7.1.1 Unidades Básicas.
Artículo 38. La Junta Directiva del Instituto estará conformada por el Fiscal General de la
Nación o el Vicefiscal quien la presidirá, los Ministros del Interior y de Justicia y de la Protección
Social o sus delegados, el Procurador General de la Nación o su Delegado, el Defensor del
Pueblo o su Delegado, el Presidente de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia o su
delegado y el Presidente de la Asociación de Facultades de Medicina.
Actuará como Secretario de la Junta el Secretario General del Instituto. A la Junta Directiva
pertenece el Director General del Instituto quien participa con voz pero sin voto.
Parágrafo. La Junta Directiva se reunirá por convocatoria del Director General del Instituto o
del Fiscal General de la Nación.
Artículo 39. Son funciones de la Junta Directiva:
1. Aprobar las políticas, estrategias y planes generales del Instituto, presentados por el
Director General.
2. Aprobar el proyecto de Presupuesto de Gastos e Inversiones conforme a las
disposiciones legales establecidas en esta ley y en el Estatuto Orgánico de Presupuesto.
3. Establecer y reglamentar el régimen administrativo y de carrera de conformidad con los
lineamientos generales consagrados en esta Ley para la Fiscalía General de la Nación.
4. Desarrollar la estructura interna del Instituto en lo no previsto en esta ley, dentro de los
lineamientos consignados en ella, previo proyecto presentado por el Director General.
5. Aprobar la modificación de la planta de personal del Instituto y las reformas que sean
requeridas para su adecuado funcionamiento previo proyecto presentado por el Director
General.
6. Examinar los balances y los informes financieros rendidos por el Director General e
impartirles su aprobación.
7. Evaluar el informe de gestión anual presentado por el Director General y formular las
recomendaciones necesarias.
8. Expedir su propio reglamento.
9. Desarrollar las funciones de las dependencias establecidas no estipuladas mediante la
presente ley, previo proyecto presentado por el Director General.
10. Señalar el número y sede de las Direcciones Regionales, Direcciones Seccionales y
Unidades Básicas.
11. Las demás funciones que sean necesarias para el adecuado cumplimiento de la misión
del Instituto.
Artículo 40. Además de ser el representante legal del Establecimiento Público y de procurar
el cumplimiento de las funciones señaladas en la presente ley para el Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses, el Director General debe desarrollar las siguientes:
1. Planear, dirigir y controlar el desarrollo de las actividades del Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses, de acuerdo con las disposiciones legales vigentes y las
orientaciones de la Junta Directiva.
2. Planear, organizar y dirigir los servicios periciales en materia de medicina legal y ciencias
forenses que requieran la administración de justicia y demás autoridades competentes en todo
el territorio nacional.
3. Aprobar y dirigir el sistema nacional de normalización y certificación forense.
4. Aprobar el reglamento general de servicios y los manuales técnicos y científicos que sean
necesarios para el adecuado funcionamiento del Instituto.
5. Dirigir y coordinar la administración de los recursos humanos, físicos, técnicos,
económicos y financieros del Instituto.
6. Proyectar el desarrollo de la institución, así como formular los planes, programas y
estrategias para el desarrollo de sus diferentes áreas y presentarlos a la Junta Directiva para
su aprobación.
7. Formular e implantar un sistema de control de gestión que le permita conocer la situación
de la Institución y el resultado de la administración de la misma, y presentar el informe
correspondiente a la Junta Directiva.
8. Nombrar, remover y definir las situaciones administrativas de los servidores del Instituto.
9. Expedir los manuales de funciones, procesos y procedimientos del Instituto.
10. Presentar a la Junta Directiva el presupuesto anual de gastos e inversiones y demás
informes económico-financieros que se requieran.
11. Suscribir como representante legal del Instituto los actos y contratos que sean
requeridos para el desarrollo de sus actividades.
12. Conocer y fallar en segunda instancia los procesos adelantados por la Oficina de Control
Disciplinario Interno.
13. Delegar en los servidores del Instituto aquellas funciones que convengan al mejor
funcionamiento de la Entidad.
14. Organizar y expedir el reglamento sobre prestación de servicios a particulares y
Entidades del Estado, y fijar las tarifas correspondientes.
15. Las demás funciones relacionadas con la naturaleza del cargo o que le asigne la ley o la
Junta Directiva.
Artículo 41. Para ser Director General del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias
Forenses, se requiere título profesional, especialización y acreditar ejercicio profesional mínimo
por ocho (8) años o cátedra universitaria por el mismo tiempo en establecimiento reconocido
oficialmente.
Parágrafo. El Director General será nombrado por el Fiscal General de la Nación.
TITULO IV
DEL CONSEJO NACIONAL DE POLICIA JUDICIAL
Artículo 42. Consejo Nacional de Policía Judicial. El Consejo Nacional de Policía Judicial
está conformado por el Fiscal General de la Nación, quien lo preside, el Procurador General de
la Nación, el Contralor General de la República, el Director General de la Policía Nacional, el
Director del Departamento Administrativo de Seguridad y el Director del Instituto Nacional de
Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Artículo 43. El Director del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General de la
Nación actuará como Secretario del Consejo.
Artículo 44. Corresponde al Consejo Nacional de Policía Judicial reglamentar su propio
funcionamiento.
Artículo 45. El Consejo Nacional de Policía Judicial tiene las siguientes funciones:
1. Con base en la política diseñada por el Estado, analizar las necesidades globales de
recursos humanos, técnicos, físicos y financieros requeridos para una eficaz y eficiente
investigación e identificación de los responsables de los delitos, y establecer los compromisos
que en este sentido deberán asumir las distintas entidades que lo conforman.
2. Analizar periódicamente el desarrollo de las estrategias trazadas para las distintas
entidades con funciones de Policía Judicial para solucionar los problemas de coordinación que
puedan surgir entre ellas.
3. Asesorar a la Fiscalía General de la Nación en el establecimiento de normas, sistemas,
métodos y procedimientos que deberán seguir las distintas entidades con funciones de Policía
Judicial para el desarrollo de sus objetivos.
4. Asesorar al Fiscal General de la Nación en la definición de competencias y
responsabilidades asignadas a las diferentes entidades que conforman el Consejo Nacional de
Policía Judicial, buscando el aprovechamiento de las ventajas comparativas que cada entidad
tenga y la eliminación de las duplicidades y vacíos del sistema considerado como un todo.
5. Reglamentar un Registro Nacional Unico de todos los asuntos que a diario conozcan los
Organismos que cumplan funciones de Policía Judicial el cual se llevará en la Fiscalía General
de la Nación.
Artículo 46. En desarrollo del artículo 201 y 203 del C.P.P., las entidades que tengan
atribuciones de Policía Judicial ejercen las siguientes funciones:
1. Las entidades con funciones permanentes de Policía Judicial recibirán las denuncias o
querellas de los delitos dentro del ámbito de su competencia y adelantarán las diligencias
preliminares cuando no puedan adelantarlas el Fiscal General de la Nación o sus delegados
por motivo de fuerza mayor acreditado.
2. Realizar las investigaciones de los delitos de acuerdo con el régimen de su competencia.
3. Adelantar, con estricta sujeción a las normas y al respeto de los derechos humanos,
todas las actividades inherentes a la investigación de los hechos punibles que les
correspondan.
4. Dar cumplimiento, de conformidad con las normas vigentes a las órdenes de captura,
allanamiento, intervención telefónica, registro de correspondencia, vigilancia electrónica y
demás actuaciones inherentes, requeridas en las investigaciones de los hechos delictuosos
que adelanten bajo las órdenes del Fiscal o del Juez competente.
5. Garantizar la cadena de custodia de los elementos materia de prueba bajo su
responsabilidad.
6. Las demás funciones que sean asignadas por la ley en los términos que ella señale o por
el Fiscal General y que guarden relación con la naturaleza de la función.
TITULO V
DE LA ADMINISTRACION DE PERSONAL
Artículo 47. Principio de excelencia. El principio de excelencia tiene por objeto garantizar la
calidad y el mejoramiento continuo del trabajo y de los servidores de la Fiscalía General de la
Nación.
En virtud del principio de excelencia, los servidores que se rigen por el presente régimen,
deberán ser seleccionados, los concursos aprobados y su trabajo desempeñado, con
excelencia de méritos, procurando otorgar el ingreso al mejor candidato o servidor.
Artículo 48. Principio de igualdad. El principio de igualdad tiene por objeto garantizar el
ingreso y permanencia en la carrera de los servidores de la Fiscalía General de la Nación en
igualdad de condiciones.
Artículo 49. Principio de eficiencia. El principio de eficiencia tiene por objeto asegurar y
garantizar la productividad del trabajo de los servidores de la Fiscalía General de la Nación.
En virtud del principio de eficiencia, los servidores que se rigen por el presente régimen,
deberán realizar y cumplir las funciones de su cargo, con alta productividad, eficiencia y
rendimiento, procurando emplear medios idóneos y eficaces para la consecución objetiva del
trabajo y funciones propias del cargo.
Artículo 50. Principio de celeridad. El principio de celeridad pretende garantizar prontitud y
oportunidad en el trabajo que cumplen los servidores de la Fiscalía General de la Nación.
En virtud del principio de celeridad, los servidores que se rigen por el presente régimen,
deberán ejercer las funciones de su cargo con prontitud, celeridad y oportunidad debida, sin
dilatar o retardar injustificadamente los asuntos o misiones conferidas. Así mismo, la celeridad
como principio del régimen de carrera, debe ser tenida en cuenta para evaluar y calificar el
desempeño de los servidores.
Artículo 51. Principio de publicidad. El principio de publicidad se estructura y desarrolla
sobre la base de la transparencia, la igualdad y el carácter democrático del régimen de carrera.
En virtud del principio de publicidad, todos los procesos de selección de candidatos y los
concursos, son públicos y abiertos.
Artículo 52. Principio del mérito. El principio del mérito tiene vocación constitucional, que
surge del interés general y público en proveer los cargos de carrera con un sistema de méritos
que garantice el ingreso y la permanencia de quienes reúnan las mejores condiciones
académicas, profesionales, laborales y personales para ocupar los cargos públicos.
En ese sentido, el mérito es el presupuesto y principio básico para evaluar y calificar la
calidad, la excelencia y las condiciones de los aspirantes y servidores que pretendan ingresar y
permanecer dentro del régimen de carrera de la Fiscalía General de la Nación.
El mérito así establecido en el presente estatuto, asegura y procura la excelencia y calidad
del servicio en el ejercicio de la función pública.
Artículo 53. Principio de especialización. El presente estatuto señala la regla general de la
especialización académica, técnica, profesional de los servidores según lo requieran las
funciones, los requisitos y el perfil del cargo para el cual se concursa.
Artículo 54. Principio de especialidad. La especialidad es el grado de experticio técnico,
aptitud profesional y capacidad laboral que se adquiere a partir de la experiencia calificada y
que resulta necesaria para ocupar un determinado cargo, en virtud del perfil y requisitos del
mismo.
Artículo 55. Principio de calidad y relación laboral. En virtud del principio de calidad y
relación laboral, la experiencia laboral exigida para ocupar un cargo dentro del régimen de
carrera, debe ser cualificada y relacionada con el cargo que se pretende ocupar.
Artículo 56. Principio de valoración objetiva. El régimen de carrera tendrá valoración y
carácter objetivo. En ese sentido, se desarrollarán y aplicarán sus reglas y normas jurídicas.
La Comisión Nacional de Administración de carrera de la Fiscalía General de la Nación,
establecerá los casos en que haya lugar a homologación o equivalencias.
Artículo 57. Principio de estabilidad. En virtud de este principio se otorgan derechos, se
adquieren obligaciones y responsabilidades que garantizan la permanencia o no del servidor.
En ese sentido, la estabilidad en el empleo es el reconocimiento a la excelencia y calidad en
el ejercicio de las funciones y no, condición natural e implícita derivada del hecho de ocupar un
cargo público y estar inscrito en carrera.
Artículo 58. Objeto. La carrera de la Fiscalía General de la Nación tiene por objeto la
especialización, la eficiencia y la excelencia en la prestación del servicio, así como garantizar la
igualdad de condiciones para el ingreso, la permanencia y el retiro de los servidores con base
en sus méritos.
Artículo 59. Clasificación de los empleos. De conformidad con lo dispuesto en el artículo 130
de la Ley 270 de 1996, los empleos de la Fiscalía se clasifican según su naturaleza y forma
como deben ser provistos en:
a) De libre nombramiento y remoción;
b) de carrera.
Son de libre nombramiento y remoción:
- El Vicefiscal General de la Nación.
- El Secretario General.
- Los Directores Nacionales y sus asesores.
-Los Directores Seccionales.
- Los empleados del Despacho del Fiscal General, Vicefiscal General y Secretaría General.
- Los Fiscales Delegados ante la Corte Suprema de Justicia y sus fiscales auxiliares, estos
últimos tendrán los mismos derechos y garantías que los Magistrados Auxiliares de la Corte
Suprema de Justicia.
- El jefe de Oficina Jurídica, de Informática, de Personal, de Planeación, de Control
Disciplinario Interno, de Control Interno, de Divulgación y Prensa, de Protección y Asistencia,
así como el Director de Asuntos Internacionales a nivel nacional.
- El Jefe de la División Criminalística y el Jefe de la División de Investigaciones de la
Dirección Nacional del Cuerpo Técnico de Investigación. Igualmente, son de libre
nombramiento y remoción los empleos cuyo ejercicio implique el manejo financiero y contable
de bienes, dinero o valores de la entidad.
Parágrafo. También se consideran de libre nombramiento y remoción aquellos empleos que
sean creados por esta ley y señalados en la nomenclatura con una denominación distinta,
siempre y cuando pertenezcan al ámbito de dirección institucional.
Los demás cargos son de carrera y deberán proveerse mediante el sistema de selección por
concurso.
TITULO VI
DEL REGIMEN DE CARRERA
Artículo 60. Estructura institucional del régimen de carrera. La Fiscalía General de la Nación
tiene su propio régimen de carrera el cual es administrado y reglamentado en forma autónoma,
sujeta a los principios del concurso de méritos y calificación del desempeño.
Su administración y reglamentación corresponde a la Comisión Nacional de Administración
de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación que se integra de la siguiente manera: el
Fiscal General o el Vicefiscal General quien la presidirá, el Secretario General, el Director
Nacional Administrativo y Financiero, dos (2) representantes de los funcionarios y empleados
elegidos por estos según el procedimiento de elección que fije el Fiscal General de la Nación.
El Jefe de la Oficina de Personal actuará como Secretario de la Comisión con voz pero sin
voto. La Comisión expedirá su propio reglamento.
Artículo 61. Objeto del proceso de selección. Este proceso tiene por objeto seleccionar de
manera objetiva y en igualdad de condiciones, los candidatos que reúnan los requisitos legales
y reglamentarios mínimos de acuerdo con las funciones y el perfil del cargo para el cual
pretenden concursar.
En consecuencia, los resultados del proceso de selección no generan derechos de carrera,
ni constituyen concurso.
Artículo 62. La convocatoria. Es norma obligatoria y reguladora de todo proceso de
selección y se divulgará conforme lo establezca el reglamento que expida la Comisión Nacional
de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación. Se hará en forma
periódica cada dos (2) años o cuando el Registro de Elegibles se agote.
Artículo 63. Lista de candidatos. Con base en los resultados del proceso de selección se
conformará una lista de los candidatos que podrán presentar concurso.
Artículo 64. Durante el tiempo al que se refiere el artículo anterior, no se podrá realizar
proceso de selección para proveer cargos para los cuales se conformó la lista. La provisión de
estos deberá realizarse con las personas que figuren en la misma.
Artículo 65. El concurso. Tendrá por objeto evaluar y calificar las aptitudes, capacidades,
conocimientos, habilidades y experiencias de los candidatos, de acuerdo con el perfil, los
requisitos y las funciones, teniendo en cuenta la valoración objetiva y ponderada de la
formación académica, los antecedentes y la experiencia laboral cualificada y relacionada que
demuestren los candidatos, con arreglo al reglamento que para tal efecto expida la Comisión
Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación.
Artículo 66. Registro de elegibles. Con base en los resultados del concurso se conformará el
Registro de elegibles para la provisión de los cargos a proveer y las vacantes que se presenten
durante su vigencia, la cual será de dos (2) años.
La Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación
reglamentará la actualización del Registro.
Igualmente, la Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de
la Nación podrá utilizar este Registro para proveer cargos equivalentes o de inferior grado.
Artículo 67. Provisión de los cargos. Se efectúa en estricto orden descendente con quienes
ocupen los primeros puestos en el Registro de elegibles.
Artículo 68. Período de prueba. Con base en el puesto que se ocupe en el registro de
elegibles, quien obtenga el derecho a ser nombrado, ingresará en período de prueba por tres
(3) meses; transcurrido este período, se procederá a su calificación.
Obtenida calificación satisfactoria, será nombrado en propiedad y escalafonado en la
carrera.
A partir del nombramiento en propiedad y el escalafonamiento queda inscrito en la carrera y
se generan los derechos correspondientes.
En el evento en que la calificación sea insatisfactoria, se retirará del servicio, sin que ello
cause indemnización alguna.
Artículo 69. Inducción. La Fiscalía General de la Nación proporcionará la inducción e
instrucción necesarias respecto de las funciones y asuntos propios del cargo para el cual fue
nombrado.
Artículo 70. Nombramientos. La provisión de un cargo de carrera se efectuará mediante
nombramiento en propiedad, una vez superado el período de prueba. Cuando ello no fuere
posible, se procederá al nombramiento mediante la figura de encargo, atendiendo al lleno de
los requisitos y al perfil del cargo respectivo.
Excepcionalmente, cuando no fuere posible proveer dicho cargo en la forma anteriormente
descrita, se procederá al nombramiento en provisionalidad, el cual en ningún caso generará
derechos de carrera.
Artículo 71. Objeto de la calificación del desempeño. El desempeño laboral de los servidores
en carrera a partir del cumplimiento de las funciones y responsabilidades propias del cargo,
será evaluado y calificado atendiendo los criterios de celeridad, eficiencia, calidad, oportunidad,
imparcialidad y rendimiento. Se efectuará mínimo una vez al año.
La Comisión Nacional de Administración de la Carrera de la Fiscalía General de la Nación
reglamentará de manera objetiva, imparcial y específica, el sistema de evaluación y las metas
del proceso de calificación del desempeño, en término no mayor a seis (6) meses.
Artículo 72. Objetivos. Son objetivos del proceso de calificación del desempeño, los
siguientes:
1. Asegurar la calidad, eficiencia y excelencia en el desempeño del cargo.
2. Desempeño acorde con la misión y función institucional.
3. Determinar la permanencia y los factores de ascenso en el servicio, o su retiro.
4. Otorgar estímulos para los servidores.
5. Fomentar la cultura del mejoramiento continuo y la excelencia en el servicio público y en
la administración de justicia.
Artículo 73. Calificación insatisfactoria. Sin perjuicio de los efectos directos, la calificación
insatisfactoria impedirá desempeñar cargos en la entidad por un término de cinco (5) años
contados a partir de la misma.
Artículo 74. De la calificación del desempeño. Corresponde a la Oficina de Personal
coordinar la oportuna realización de las calificaciones del desempeño y al área administrativa y
financiera prestar todo el apoyo que se requiera para su ejecución.
Artículo 75. Términos para la evaluación del desempeño. Los responsables de realizar la
calificación de servicios deberán hacerlo en los términos que señale el reglamento.
El incumplimiento de este deber será sancionable disciplinariamente.
Artículo 76. Retiro. Es una situación de carácter administrativo, que pone fin a la inscripción
en el régimen de carrera y desvincula al servidor de la entidad en los eventos previstos como
causales para tal efecto.
Los demás servidores serán objeto de la facultad discrecional del nominador.
El retiro de la carrera tendrá lugar mediante acto motivado, contra el cual procederán los
recursos de la vía gubernativa.
Artículo 77. Causales. El retiro de los servidores inscritos en el régimen de carrera, se
producirá en los siguientes eventos:
1. Declaratoria de insubsistencia del nombramiento como consecuencia de calificación del
desempeño no satisfactoria.
2. Declaratoria de insubsistencia cuando el servidor se niegue a cumplir traslado ordenado
por necesidades del servicio o motivos de seguridad.
3. Violación del régimen de inhabilidades e incompatibilidades aplicable.
4. Renuncia aceptada con arreglo a la ley.
5. Haber cumplido requisitos para la pensión de jubilación, con arreglo a la ley.
6. Invalidez absoluta.
7. Cumplir la edad de retiro forzoso.
8. Declaratoria de vacancia del empleo por abandono del cargo.
9. No acreditar los requisitos para el nombramiento.
10. Supresión del cargo.
11. Sentencia judicial ejecutoriada que así lo disponga o declare responsabilidad penal,
exceptuando los delitos culposos.
12. Desvinculación como consecuencia de sanción disciplinaria que así lo determine.
13. Desvinculación a causa de responsabilidad fiscal.
14. Cuando exista estudio de seguridad que permita establecer razonablemente la
inconveniencia de la permanencia del servidor en la carrera y en el servicio, por razones de
seguridad, institucionalidad o reserva de las investigaciones.
15. Las demás previstas en la Constitución y en la ley.
Artículo 78. Establece la siguiente planta de cargos para la Fiscalía General de la Nación a
partir del primero (1) de enero de 2009:
Propuesta de nominaciones Planta 2009
Planta 2009
FISCAL GENERAL DE LA NACION
1
VICEFISCAL
1
AGENTE DE SEGURIDAD
11
ASESOR I
3
ASESOR II
11
ASISTENTE ADMINISTRATIVO I
68
ASISTENTE ADMINISTRATIVO II
117
ASISTENTE ADMINISTRATIVO III
3
ASISTENTE DE FISCAL I
663
ASISTENTE DE FISCAL II
1.302
ASISTENTE DE FISCAL III
754
ASISTENTE DE FISCAL IV
372
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I
4
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II
5
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III
63
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV
370
ASISTENTE JUDICIAL I
69
ASISTENTE JUDICIAL II
462
ASISTENTE JUDICIAL III
530
ASISTENTE JUDICIAL IV
1.388
ASISTENTE JUDICIAL V
9
AUXILIAR ADMINISTRATIVO I
42
AUXILIAR ADMINISTRATIVO II
88
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
44
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I
0
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II
0
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III
0
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV
0
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V
0
CELADOR
18
CONDUCTOR I
126
CONDUCTOR II
92
CONDUCTOR III
187
DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES
1
DIRECTOR ESCUELA
1
DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO
1
DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS
1
Propuesta de nominaciones Planta 2009
Planta 2009
DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I.
1
DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO
Y FINANCIERO
25
DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS
29
DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I.
24
ESCOLTA I
352
ESCOLTA II
31
ESCOLTA III
10
FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO
83
FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS
302
FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO
1.042
FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES
Y PROMISCUOS
880
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I
1.011
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II
1.637
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III
8
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV
359
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V
55
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI
20
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
768
JEFE DE DIVISION
4
JEFE DE OFICINA
8
JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL
68
PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
109
PROFESIONAL ESPECIALIZADO II
2
PROFESIONAL UNIVERSITARIO I
210
PROFESIONAL UNIVERSITARIO II
526
PROFESIONAL UNIVERSITARIO III
225
SECRETARIO EJECUTIVO I
14
SECRETARIO EJECUTIVO II
2
SECRETARIO GENERAL
1
SECRETARIO I
0
SECRETARIO II
142
SECRETARIO III
141
SECRETARIO PRIVADO
1
TECNICO ADMINISTRATIVO I
11
TECNICO ADMINISTRATIVO II
151
TECNICO ADMINISTRATIVO III
24
TECNICO ADMINISTRATIVO IV
4
TOTAL
15.109
Artículo 79. Vigencia. La presente ley tiene vigencia a partir de la fecha de su publicación y
deroga el Decreto 2699 de 1991, el Decreto-ley 261 de 2000 y las demás disposiciones que le
sean contrarias.
Artículo Transitorio 1. Con el objeto de dar cumplimiento a la implementación gradual del
sistema penal acusatorio, previsto en el Acto Legislativo 03 de 2002 y en el Código de
Procedimiento Penal, adóptese en forma gradual la planta de cargos para la Fiscalía General
de la Nación, de la siguiente forma:
A partir del primero de enero de 2005 se tendrá la siguiente planta de cargos:
Propuesta de nominaciones
Planta 2005
FISCAL GENERAL DE LA NACION
1
VICEFISCAL
1
AGENTE DE SEGURIDAD
11
Propuesta de nominaciones
Planta 2009
ASESOR I
3
ASESOR II
11
ASISTENTE ADMINISTRATIVO I
68
ASISTENTE ADMINISTRATIVO II
117
ASISTENTE ADMINISTRATIVO III
3
ASISTENTE DE FISCAL I
1.257
ASISTENTE DE FISCAL II
1.981
ASISTENTE DE FISCAL III
766
ASISTENTE DE FISCAL IV
396
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I
4
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II
5
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III
63
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV
370
ASISTENTE JUDICIAL I
69
ASISTENTE JUDICIAL II
562
ASISTENTE JUDICIAL III
630
ASISTENTE JUDICIAL IV
1.488
ASISTENTE JUDICIAL V
9
AUXILIAR ADMINISTRATIVO I
42
AUXILIAR ADMINISTRATIVO II
88
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
44
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I
45
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II
152
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III
17
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV
22
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V
2
CELADOR
18
CONDUCTOR I
126
CONDUCTOR II
92
CONDUCTOR III
213
DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES
1
DIRECTOR ESCUELA
1
DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO
1
DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS
1
DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I.
1
DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO
Y FINANCIERO
25
DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS
29
DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I.
24
ESCOLTA I
352
ESCOLTA II
31
ESCOLTA III
10
FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO
144
FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS
322
FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO
1.608
FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES
Y PROMISCUOS
1.566
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I
1.011
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II
1.637
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III
8
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV
359
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V
55
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI
20
Propuesta de nominaciones
Planta 2009
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
768
JEFE DE DIVISION
4
JEFE DE OFICINA
8
JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL
68
PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
109
PROFESIONAL ESPECIALIZADO II
2
PROFESIONAL UNIVERSITARIO I
210
PROFESIONAL UNIVERSITARIO II
526
PROFESIONAL UNIVERSITARIO III
225
SECRETARIO EJECUTIVO I
14
SECRETARIO EJECUTIVO II
2
SECRETARIO GENERAL
1
SECRETARIO I
185
SECRETARIO II
142
SECRETARIO III
141
SECRETARIO PRIVADO
1
TECNICO ADMINISTRATIVO I
11
TECNICO ADMINISTRATIVO II
151
TECNICO ADMINISTRATIVO III
24
TECNICO ADMINISTRATIVO IV
4
TOTAL
18.500
A partir del 1° de enero de 2006, se tendrá la siguiente planta de cargos en el año 2006.
Propuesta de nominaciones
Planta 2006
FISCAL GENERAL DE LA NACION
1
VICEFISCAL
1
AGENTE DE SEGURIDAD
11
ASESOR I
3
ASESOR II
11
ASISTENTE ADMINISTRATIVO I
68
ASISTENTE ADMINISTRATIVO II
117
ASISTENTE ADMINISTRATIVO III
3
ASISTENTE DE FISCAL I
1.137
ASISTENTE DE FISCAL II
1.812
ASISTENTE DE FISCAL III
766
ASISTENTE DE FISCAL IV
396
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I
4
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II
5
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III
63
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV
370
ASISTENTE JUDICIAL I
69
ASISTENTE JUDICIAL II
562
ASISTENTE JUDICIAL III
630
ASISTENTE JUDICIAL IV
1.488
ASISTENTE JUDICIAL V
9
AUXILIAR ADMINISTRATIVO I
42
AUXILIAR ADMINISTRATIVO II
88
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
44
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I
45
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II
152
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III
17
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV
22
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V
2
CELADOR
18
CONDUCTOR I
126
Propuesta de nominaciones
Planta 2006
CONDUCTOR II
92
CONDUCTOR III
213
DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES
1
DIRECTOR ESCUELA
1
DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO
1
DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS
1
DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I.
1
DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO
Y FINANCIERO
25
DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS
29
DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I.
24
ESCOLTA I
352
ESCOLTA II
31
ESCOLTA III
10
FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO
144
FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS
322
FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO
1.464
FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES
Y PROMISCUOS
1.427
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I
1.011
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II
1.637
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III
8
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV
359
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V
55
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI
20
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
768
JEFE DE DIVISION
4
JEFE DE OFICINA
8
JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL
68
PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
109
PROFESIONAL ESPECIALIZADO II
2
PROFESIONAL UNIVERSITARIO I
210
PROFESIONAL UNIVERSITARIO II
526
PROFESIONAL UNIVERSITARIO III
225
SECRETARIO EJECUTIVO I
14
SECRETARIO EJECUTIVO II
2
SECRETARIO GENERAL
1
SECRETARIO I
185
SECRETARIO II
142
SECRETARIO III
141
SECRETARIO PRIVADO
1
TECNICO ADMINISTRATIVO I
11
TECNICO ADMINISTRATIVO II
151
TECNICO ADMINISTRATIVO III
24
TECNICO ADMINISTRATIVO IV
4
TOTAL
17.928
A partir del 1° de enero de 2007, se tendrá la siguiente planta de cargos.
Propuesta de nominaciones y planta 2004
Planta 2007
FISCAL GENERAL DE LA NACION
1
VICEFISCAL
1
AGENTE DE SEGURIDAD
11
ASESOR I
3
ASESOR II
11
Propuesta de nominaciones y planta 2004
Planta 2007
ASISTENTE ADMINISTRATIVO I
68
ASISTENTE ADMINISTRATIVO II
117
ASISTENTE ADMINISTRATIVO III
3
ASISTENTE DE FISCAL I
977
ASISTENTE DE FISCAL II
1.665
ASISTENTE DE FISCAL III
766
ASISTENTE DE FISCAL IV
396
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I
4
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II
5
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III
63
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV
370
ASISTENTE JUDICIAL I
69
ASISTENTE JUDICIAL II
562
ASISTENTE JUDICIAL III
630
ASISTENTE JUDICIAL IV
1.488
ASISTENTE JUDICIAL V
9
AUXILIAR ADMINISTRATIVO I
42
AUXILIAR ADMINISTRATIVO II
88
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
44
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I
45
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II
152
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III
17
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV
22
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V
2
CELADOR
18
CONDUCTOR I
126
CONDUCTOR II
92
CONDUCTOR III
213
DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES
1
DIRECTOR ESCUELA
1
DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO
1
DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS
1
DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I.
1
DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO
Y FINANCIERO
25
DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS
29
DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I.
24
ESCOLTA I
352
ESCOLTA II
31
ESCOLTA III
10
FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO
144
FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIAL IZADOS
322
FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO
1.318
FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES
Y PROMISCUOS
1.257
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I
1.011
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II
1.637
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III
8
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV
359
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V
55
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI
20
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
768
JEFE DE DIVISION
4
Propuesta de nominaciones y planta 2004
Planta 2007
JEFE DE OFICINA
8
JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL
68
PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
109
PROFESIONAL ESPECIALIZADO II
2
PROFESIONAL UNIVERSITARIO I
210
PROFESIONAL UNIVERSITARIO II
526
PROFESIONAL UNIVERSITARIO III
225
SECRETARIO EJECUTIVO I
14
SECRETARIO EJECUTIVO II
2
SECRETARIO GENERAL
1
SECRETARIO I
185
SECRETARIO II
142
SECRETARIO III
141
SECRETARIO PRIVADO
1
TECNICO ADMINISTRATIVO I
11
TECNICO ADMINISTRATIVO II
151
TECNICO ADMINISTRATIVO III
24
TECNICO ADMINISTRATIVO IV
4
TOTAL
17.305
La siguiente planta de cargos se establece para la Fiscalía General de la Nación a partir del
1° de enero de 2008.
Propuesta denominaciones
Planta 2008
FISCAL GENERAL DE LA NACION
1
VICEFISCAL
1
AGENTE DE SEGURIDAD
11
ASESOR I
3
ASESOR II
11
ASISTENTE ADMINISTRATIVO I
68
ASISTENTE ADMINISTRATIVO II
117
ASISTENTE ADMINISTRATIVO III
3
ASISTENTE DE FISCAL I
754
ASISTENTE DE FISCAL II
1.511
ASISTENTE DE FISCAL III
754
ASISTENTE DE FISCAL IV
372
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA I
4
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA II
5
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA III
63
ASISTENTE DE INVESTIGACION CRIMINALISTICA IV
370
ASISTENTE JUDICIAL I
69
ASISTENTE JUDICIAL II
562
ASISTENTE JUDICIAL III
630
ASISTENTE JUDICIAL IV
1.488
ASISTENTE JUDICIAL V
9
AUXILIAR ADMINISTRATIVO I
42
AUXILIAR ADMINISTRATIVO II
88
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
44
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES I
45
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES II
152
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES III
17
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES IV
22
AUXILIAR DE SERVICIOS GENERALES V
2
CELADOR
18
CONDUCTOR I
126
CONDUCTOR II
92
CONDUCTOR III
213
Propuesta denominaciones
Planta 2008
DIRECTOR DE ASUNTOS INTERNACIONALES
1
DIRECTOR ESCUELA
1
DIRECTOR NACIONAL ADMINISTRATIVO
Y FINANCIERO
1
DIRECTOR NACIONAL DE FISCALIAS
1
DIRECTOR NACIONAL DEL C.T.I.
1
DIRECTOR SECCIONAL ADMINISTRATIVO
Y FINANCIERO
25
DIRECTOR SECCIONAL DE FISCALIAS
29
DIRECTOR SECCIONAL DEL C.T.I.
24
ESCOLTA I
352
ESCOLTA II
31
ESCOLTA III
10
FISCAL ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL ANTE TRIBUNAL DE DISTRITO
144
FISCAL AUXILIAR ANTE CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
11
FISCAL DELEGADO ANTE JUECES ESPECIALIZADOS
322
FISCAL DELEGADO JUECES DE CIRCUITO
1.151
FISCAL DELEGADO JUECES MUNICIPALES
Y PROMISCUOS
990
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I
1.011
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II
1.637
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO III
8
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV
359
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI
55
20
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
768
JEFE DE DIVISION
4
JEFE DE OFICINA
8
JEFE UNIDAD DE POLICIA JUDICIAL
68
PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
109
PROFESIONAL ESPECIALIZADO II
2
PROFESIONAL UNIVERSITARIO I
210
PROFESIONAL UNIVERSITARIO II
526
PROFESIONAL UNIVERSITARIO III
225
SECRETARIO EJECUTIVO I
14
SECRETARIO EJECUTIVO II
2
SECRETARIO GENERAL
1
SECRETARIO I
185
SECRETARIO II
142
SECRETARIO III
141
SECRETARIO PRIVADO
1
TECNICO ADMINISTRATIVO I
11
TECNICO ADMINISTRATIVO II
151
TECNICO ADMINISTRATIVO III
24
TECNICO ADMINISTRATIVO IV
4
TOTAL
16.458
Artículo Transitorio 2. Se autoriza al Fiscal General de la Nación, con el fin de conseguir la
transición hacia el sistema acusatorio previsto en el Acto Legislativo 003 de 2002, y garantizar
la presencia de los servidores públicos necesarios para el adecuado funcionamiento del nuevo
sistema, reubicar a los servidores de la Fiscalía General de la Nación que laboran en las
dependencias ubicadas en los distritos judiciales que van ingresando al nuevo sistema, a los
cargos que corresponda a la planta de personal definida para cada período, en los niveles de
empleos y nomenclatura de cargos establecidos en esta ley.
Artículo Transitorio 3. Establécense las siguientes equivalencias de empleo en la
nomenclatura de la Fiscalía General de la Nación:
Situación Anterior
Situación Nueva
Area
ASISTENTE ADMINISTRATIVO I
AUXILIAR
ADMINISTRATIVO II
TODAS
AUXILIAR ADMINISTRATIVO II
AUXILIAR
ADMINISTRATIVO II
TODAS
ASISTENTE ADMINISTRATIVO II
ASISTENTE
ADMINISTRATIVO I
TODAS
ASISTENTE ADMINISTRATIVO III
ASISTENTE
ADMINISTRATIVO II
TODAS
ASISTENTE ADMINISTRATIVO IV
ASISTENTE
ADMINISTRATIVO III
TODAS
ASISTENTE JUDICIAL I
ASISTENTE JUDICIAL IV
FISCALIAS
Situación Anterior
Situación Nueva
Area
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
CRIMINALISTICA IV
C.T.I.
ASISTENTE JUDICIAL II
ASISTENTE JUDICIAL V
FISCALIAS
ASISTENTE JUDICIAL LOCAL ASISTENTE JUDICIAL III
FISCALIAS
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
CRIMINALISTICA III
C.T.I.
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
AUXILIAR ADMINISTRATIVO III
TODAS
ASISTENTE JUDICIAL II
FISCALIAS
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
CRIMINALISTICA II
C.T.I.
AUXILIAR DE SERVICIOS
AUXILIAR DE SERVICIOS
GENERALES I
TODAS
AUXILIAR DE SERVICIOS
AUXILIAR DE SERVICIOS
GENERALES I
GENERALES II
TODAS
AUXILIAR DE SERVICIOS
AUXILIAR DE SERVICIOS
GENERALES II
GENERALES III
TODAS
AUXILIAR DE SERVICIOS
AUXILIAR DE SERVICIOS
GENERALES III
GENERALES IV
TODAS
AUXILIAR DE SERVICIOS
AUXILIAR DE SERVICIOS
GENERALES IV
GENERALES V
TODAS
AUXILIAR JUDICIAL
ASIS TENTE JUDICIAL II
FISCALIAS
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
CRIMINALISTICA II
C.T.I.
AUXILIAR JUDICIAL LOCAL
ASISTENTE JUDICIAL I
FISCALIAS
ASISTENTE DE INVESTIGACIÓN
CRIMINALISTICA I
C.T.I.
CONDUCTOR
CONDUCTOR I
TODAS
CONDUCTOR I
CONDUCTOR II
TODAS
CONDUCTOR II
CONDUCTOR III
TODAS
INVESTIGADOR JUDICIAL I
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO II C.T.I.
INVESTIGADOR JUDICIAL II
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
C.T.I.
TÉCNICO JUDICIAL IV
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VII
C.T.I.
JEFE DE SECCION III
PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
TODAS
PROFESIONALESPECIALIZADO PROFESIONAL ESPECIALIZADO I
TODAS
PROFESIONALESPECIALIZADO I
PROFESIONAL
ESPECIALIZADO II
TODAS
PROFESIONAL UNIVERSITARIO
PROFESIONAL
UNIVERSITARIO I
TODAS
PROFESIONAL UNIVERSITARIO I
PROFESIONAL
UNIVERSITARIO II
TODAS
PROFESIONAL UNIVERSITARIO II
PROFESIONAL
UNIVERSITARIO III
TODAS
SECRETARIO JUDICIAL I
ASISTENTE DE FISCAL III
FISCALIAS
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO V C.T.I.
SECRETARIO JUDICIAL II
ASISTENTE DE FISCAL IV
FISCALIAS
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO VI
C.T.I.
TÉCNICO CRIMINALISTICO
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO IV
C.T.I.
TECNICO JUDICIAL I
ASISTENTE DE FISCAL I
FISCALIAS
INVESTIGADOR CRIMINALISTICO I C.T.I.
TECNICO JUDICIAL II
ASISTENTE DE FISCAL II
FISCALIAS
INVESTIGADORCRIMINALISTICO III C.T.I.
Artículo transitorio 4. Para garantizar la presencia de los servidores públicos necesarios en
la implementación del nuevo sistema, la Fiscalía General de la Nación, la Rama Judicial, la
Defensoría del Pueblo y organismos que cumplan funciones de policía judicial podrán celebrar
acuerdos para trasladar cargos cuando se requiera.
GENERALES
El Presidente del honorable Senado de la República,
Luis Humberto Gómez Gallo.
El Secretario General del honorable Senado de la República,
Emilio Ramón Otero Dajud.
La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes,
Zulema Jattin Corrales.
El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes,
Angelino Lizcano Rivera.
REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL
Publíquese y ejecútese.
Dada en Bogotá, D. C., a 30 de diciembre de 2004.
ÁLVARO URIBE VÉLEZ
El Ministro del Interior y de Justicia,
Sabas Pretelt de la Vega.
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LEY 941 DE 2005
(enero 14)
por la cual se organiza el Sistema Nacional de Defensoría Pública.
El Congreso de Colombia
DECRETA:
TITULO PRELIMINAR
PRINCIPIOS DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA
Artículo 1°. Finalidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública tiene como finalidad
proveer el acceso de las personas a la Administración de Justicia en materia penal, en
condiciones de igualdad y en los términos del debido proceso con respeto de los derechos y
garantías sustanciales y procesales.
Artículo 2°. Cobertura. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará sus servicios en
favor de las personas que por sus condiciones económicas o sociales se encuentran en
circunstancias de desigualdad manifiesta para proveerse, por sí mismas, la defensa de sus
derechos. También se prestará por las necesidades del proceso previstas en el inciso 2° del
artículo 43 de la presente ley, en cuyo caso el imputado o acusado pagará al Sistema la
totalidad de los honorarios y gastos causados.
Para los efectos de la presente ley, se entiende por persona en imposibilidad económica,
aquella que carece de recursos suficientes para proveer su defensa técnica y por persona en
imposibilidad social, aquella que por discriminación u otra circunstancia excluyente no pueda
acceder a un defensor particular.
Artículo 3°. Igualdad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con los
instrumentos necesarios para intervenir en los procesos judiciales en condiciones de igualdad
frente a los demás sujetos procesales.
Artículo 4°. Derecho de defensa. El Sistema Nacional de Defensoría Pública garantizará el
derecho a una defensa integral, ininterrumpida, técnica y competente.
Artículo 5°. Oportunidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará un servicio
oportuno, para lo cual se reglamentarán los procedimientos que habrán de seguirse.
Artículo 6°. Gratuidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio de
manera gratuita con las excepciones previstas en la presente ley.
Artículo 7°. Calidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con estándares que
garanticen la calidad y eficiencia en la prestación del servicio.
Artículo 8°. Responsabilidad. Los abogados que presten el servicio de asistencia y
representación judicial en el Sistema Nacional de Defensoría Pública estarán sujetos, según el
caso, para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones, a las
responsabilidades y sanciones que les impone su condición de servidores públicos o de
particulares que cumplen funciones públicas y de sus faltas en el ejercicio de la profesión de
abogado conocerán las Salas Jurisdiccionales Disciplinarias de los Consejos Seccionales y
Superior de la Judicatura en sus respectivas instancias.
Artículo 9°. Selección objetiva. Las personas jurídicas y naturales que contraten con el
Sistema Nacional de Defensoría Pública serán escogidas de acuerdo con los principios de
transparencia y selección objetiva.
Artículo 10. Prelación de tratados internacionales. El Sistema Nacional de Defensoría
Pública velará por la prevalencia en el orden interno de los Tratados y Convenios
Internacionales con arreglo a los artículos 93 y 94 de la Constitución Política.
TITULO I
DISPOSICIONES GENERALES
CAPITULO I
Objeto del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 11. Objeto. La presente ley tiene por objeto desarrollar los principios, normas y
procedimientos, así como regular la organización y el funcionamiento del Sistema Nacional de
Defensoría Pública.
La Defensoría Pública garantizará la asistencia judicial adecuada a los miembros de los
pueblos indígenas y comunidades étnicas de acuerdo con los principios de diversidad cultural y
pluralismo étnico señalados en la Constitución.
Artículo 12. Aplicación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio en
materia penal.
CAPITULO II
Organización y componentes del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 13. Organización. El Sistema Nacional de Defensoría Pública es un servicio público
que organiza, dirige y controla el Defensor del Pueblo, en favor de las personas que lo
requieren para asumir su asistencia y representación judicial y garantizar el pleno e igual
acceso a la administración de justicia en materia penal.
Artículo 14. Componentes del Sistema. El Sistema Nacional de Defensoría Pública está
compuesto por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, los Defensores del
Pueblo Regionales y Seccionales, los coordinadores administrativos y de gestión, los
coordinadores académicos, los personeros municipales, los defensores públicos, los abogados
particulares vinculados como Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley,
los investigadores, técnicos y auxiliares, los judicantes, los estudiantes de los consultorios
jurídicos de las facultades de Derecho, las personas y asociaciones científicas dedicadas a la
investigación criminal y las organizaciones que brinden capacitación a los componentes del
Sistema.
También pertenecerán al Sistema los programas jurídicos que las autoridades indígenas
establezcan.
Artículo 15. Prestación. El servicio de defensoría pública será prestado por profesionales del
Derecho vinculados al Sistema en el territorio nacional, con excepción de lo previsto en los
artículos 16 y 17 de la presente ley.
Artículo 16. Judicatura. Los egresados de las facultades de Derecho podrán realizar su
judicatura como defensores públicos, en los términos previstos en la ley y bajo la dirección del
Sistema Nacional de Defensoría Pública.
Artículo 17. Estudiantes de los consultorios jurídicos. Los estudiantes de los consultorios
jurídicos de las facultades de Derecho de las universidades legalmente reconocidas en el país,
que formen parte del Sistema Nacional de Defensoría Pública, podrán prestar servicio de
asistencia y representación judicial en materia penal.
Artículo 18. Investigadores, técnicos y auxiliares. El Sistema Nacional de Defensoría Pública
podrá vincular investigadores, técnicos, auxiliares y organizaciones científicas de investigación
criminal para que presten servicios de recaudo de material probatorio, asesoría técnica y
científica necesarios para la defensa.
Artículo 19. Capacitación. Las organizaciones que ofrezcan servicios de capacitación a los
operadores deberán observar, entre otros, los módulos y contenidos definidos por la Dirección
del Sistema Nacional de Defensoría Pública.
CAPITULO III
De la estructura de la Dirección del Sistema Nacional
de Defensoría Pública
Artículo 20. Dirección y coordinación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública será
dirigido y coordinado por el Defensor del Pueblo, quien designará al Director del Sistema
Nacional de Defensoría Pública.
Para el desarrollo de su gestión, el Director contará con el apoyo del Defensor del Pueblo
Regional o Seccional, según el caso, así como de un Coordinador para cada una de las
siguientes Unidades Operativas del Nivel Nacional:
1. Control, vigilancia de gestión y estadística.
2. Registro y selección de los operadores de defensoría pública.
3. Capacitación e investigación.
4. Investigación criminal.
La Unidad de Control, Vigilancia de Gestión y Estadística supervisará la calidad del servicio,
tendrá un sistema de información para realizar el seguimiento y análisis continuo de las
políticas institucionales y de las actividades desarrolladas por los operadores del Sistema
Nacional de Defensoría Pública. Asimismo, actuará como canal de comunicación para la
difusión de las políticas y directrices relacionadas con el Sistema.
La Unidad de Registro y Selección de los Operadores de Defensoría Pública mantendrá el
registro actualizado de los operadores del sistema y de las personas interesadas en ingresar al
mismo y apoyará a la Dirección en el proceso de selección de acuerdo con lo previsto por esta
ley. Igualmente, asistirá a la Dirección en los asuntos contractuales y legales para el desarrollo
de las labores asignadas.
La Unidad de Capacitación e Investigación brindará formación y capacitación a los
operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública y realizará investigaciones sobre
materias relacionadas con el servicio de defensa pública para evaluar la calidad del mismo.
La Unidad de Investigación Criminal coordinará, controlará y hará seguimiento a la labor de
los investigadores y técnicos que presten el servicio al Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
Parágrafo. Para los efectos de este artículo se entiende por operadores del Sistema
Nacional de Defensoría Pública los defensores públicos vinculados mediante contrato de
prestación de servicios profesionales y los abogados particulares que intervengan como
defensores públicos para las excepciones previstas en esta ley. También harán parte los
judicantes y los estudiantes de consultorios jurídicos de las facultades de Derecho que se
encuentren vinculados al servicio de defensoría pública de la Defensoría del Pueblo, siempre
que hayan suscrito contratos o convenios con la Defensoría del Pueblo.
CAPITULO IV
De las Defensorías Regionales y Seccionales
Artículo 21. Defensoría descentralizada. En las Defensorías Regionales y Seccionales el
servicio se prestará a través de Unidades Operativas de Gestión, conformadas por los
coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores académicos, defensores públicos,
investigadores, técnicos y auxiliares administrativos que determine el Defensor del Pueblo y el
Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública, de acuerdo con los criterios de eficiencia
que se establezcan para garantizar el cubrimiento del servicio.
T I T U L O II
FUNCIONES DE LOS ORGANOS
DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PÚBLICA
CAPITULO I
Funciones del Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 22. Funciones. Además de las previstas en la Ley 24 de 1992, el Director del
Sistema Nacional de Defensoría Pública tendrá las siguientes funciones:
1. Diseñar, dirigir y desarrollar en el ámbito nacional las políticas institucionales en materia
de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, acorde con
los criterios que establezca el Defensor del Pueblo.
2. Organizar, dirigir y evaluar el servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
3. Realizar la coordinación entre los prestadores del servicio para la adecuada distribución
de las labores y garantizar el cubrimiento de la demanda.
4. Conformar el cuerpo de coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores
académicos, defensores públicos, abogados particulares inscritos y vinculados como
Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley, investigadores, técnicos,
auxiliares y judicantes al servicio de la Dirección Nacional de Defensoría Pública de la
Defensoría del Pueblo de acuerdo con las previsiones legales y reglamentarias.
5. Solicitar a los consultorios jurídicos de las entidades universitarias la presentación
semestral de informes estadísticos relacionados con la prestación del servicio.
6. Divulgar en el nivel nacional la estadística de prestación del servicio del Sistema Nacional
de Defensoría Pública.
7. Llevar el registro actualizado de los operadores vinculados al Sistema Nacional de
Defensoría Pública y de los profesionales aspirantes a ingresar al mismo.
8. Poner en conocimiento de la Procuraduría General de la Nación la conducta de los
servidores públicos que hayan impedido o dificultado el desarrollo de las labores asignadas al
Sistema Nacional de Defensoría Pública.
9. Formular recomendaciones a las autoridades en caso de amenaza o violación a los
derechos de acceso a la justicia, al debido proceso y al derecho a la defensa.
10. Establecer estándares de calidad y eficiencia que cumplirán los operadores vinculados
al Sistema Nacional de Defensoría Pública.
11. Aprobar los programas destinados a la capacitación de los operadores del Sistema, sin
perjuicio de la autonomía universitaria en relación con los estudiantes de los consultorios
jurídicos.
12. Expedir reglamentos, órdenes, circulares, manuales de organización y procedimiento
conducentes a la organización administrativa y al eficaz desempeño del servicio de defensoría
pública en todo el país.
13. Expedir las resoluciones y certificaciones de vinculación y cumplimiento de la judicatura
a los egresados que presten el servicio de defensoría pública, de conformidad con los
requisitos que establezca el reglamento.
14. Las demás que le asigne el Defensor del Pueblo, en desarrollo de las materias propias.
CAPITULO II
De las funciones del Defensor del Pueblo Regional o Seccional
en el Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 23. Funciones. El Defensor del Pueblo Regional o Seccional, además de las
funciones que le son propias, en el Sistema Nacional de Defensoría Pública cumplirá las
siguientes:
1. Desarrollar, coordinar y supervisar la ejecución de las políticas institucionales en materia
de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el ámbito
de su jurisdicción, acorde con las políticas y criterios establecidos.
2. Proponer a la Dirección del Sistema medidas para mejorar la prestación del servicio,
acorde con las necesidades y particularidades de la región a su cargo.
3. Llevar la estadística de prestación del servicio de Defensoría Pública de la región y
remitirla a la Dirección del Sistema, de acuerdo con los formatos establecidos.
4. Realizar la coordinación entre los diferentes prestadores del servicio en la región, con el
fin de lograr una adecuada distribución de las labores y obtener un eficiente cubrimiento de la
demanda.
5. Orientar a los personeros municipales para el cumplimiento de las funciones asignadas
en el artículo 25 de la presente ley, con base en los lineamientos establecidos.
6. Atender la reclamación que presente cualquier persona por irregularidades cometidas por
alguno de los operadores del sistema y darle el trámite correspondiente.
7. Verificar las condiciones económicas y sociales del solicitante del servicio o las
necesidades del proceso y asignar defensor público cuando lo encuentre viable de acuerdo con
los requisitos exigidos.
8. Distribuir y/o reorganizar los operadores asignados por la Dirección del Sistema Nacional
de Defensoría Pública en la Regional o Seccional a su cargo, de acuerdo con las necesidades
del servicio.
9. Evaluar conjuntamente con el Coordinador Administrativo y de Gestión de cada Unidad la
calidad del servicio prestado por los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría
Pública, de conformidad con los criterios y lineamientos que establezca la Dirección del
Sistema Nacional de Defensoría Pública .
10. Las demás funciones que la Dirección del Sistema le solicite asumir y se encuentren
relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública.
CAPITULO III
De las funciones de los coordinadores administrativos y de gestión
Artículo 24. Funciones. Son funciones de los Coordinadores Administrativos y de Gestión:
1. Coordinar y controlar el desarrollo del servicio de defensoría pública de la unidad a su
cargo en cada oficina regional o seccional.
2. Supervisar el cumplimiento de las obligaciones contractuales de las personas naturales o
jurídicas que en la unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, hagan parte del
Sistema Nacional de Defensoría Pública, de conformidad con la ley y la reglamentación que se
establezca.
3. Presentar bimestralmente informe de gestión o cuando el Director del Sistema Nacional
de Defensoría Pública lo solicite.
4. Apoyar el programa de capacitación del Sistema Nacional de Defensoría Pública de la
unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, bajo la coordinación de la Unidad de
Capacitación e Investigación.
5. Consolidar las estadísticas de prestación del servicio en la unidad a su cargo en cada
oficina regional o seccional.
6. Las demás funciones que el Director del Sistema le solicite asumir y se encuentren
relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública.
CAPITULO IV
De las funciones del Personero Municipal en Defensoría Pública
Artículo 25. Funciones del Personero Municipal. A nivel municipal, bajo la Dirección del
Defensor del Pueblo y los lineamientos establecidos por el Director del Sistema Nacional de
Defensoría Pública, el Personero Municipal velará por la prestación del servicio. En
consecuencia deberá:
1. Recibir las solicitudes del servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría Pública
en el municipio.
2. Solicitar la asignación de defensor público, previa verificación de la situación
socioeconómica del solicitante o las necesidades del proceso, sin discriminación alguna y de
conformidad con las directrices establecidas por la Dirección del Sistema Nacional de
Defensoría Pública y bajo la coordinación del Defensor Regional o Seccional.
3. Llevar el registro de las solicitudes de asignación de defensor público y remitir a la
Defensoría Regional o Seccional de s u jurisdicción las estadísticas de atención en el municipio
a su cargo, de conformidad con los lineamientos establecidos por la Dirección Nacional del
Sistema.
T I T U L O III
DE LOS COMPONENTES DEL SISTEMA NACIONAL
DE DEFENSORIA PUBLICA
CAPITULO I
De los defensores públicos
Artículo 26. Definición. Son los abogados vinculados al servicio de Defensoría Pública que
administra la Defensoría del Pueblo, previo el cumplimiento de los requisitos, mediante la figura
del contrato de prestación de servicios profesionales, para proveer la asistencia técnica y la
representación judicial en favor de aquellas personas que se encuentren en las condiciones
previstas en el artículo 2° de la presente ley, de acuerdo con las normas previstas en el
Estatuto de Contratación Estatal.
Los contratos de prestación de servicios profesionales especializados podrán suscribirse
con cláusula de exclusividad y no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la
Institución.
Artículo 27. Clasificación. Para efectos de su remuneración, los Defensores Públicos del
Sistema podrán clasificarse en tres (3) categorías:
1. Defensores Públicos ante jueces penales municipales.
2. Defensores Públicos ante jueces penales del circuito y del circuito especializado.
3. Defensores Públicos ante las Salas Penales de los Tribunales Superiores de Distrito
Judicial y de la Corte Suprema de Justicia.
Parágrafo. En caso de requerirse la sustentación de un recurso ante un funcionario superior,
el defensor público deberá actuar sin que ello signifique cambiar de categoría.
Artículo 28. Requisitos mínimos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento
los requisitos mínimos que deberán cumplir los defensores públicos de acuerdo con las
categorías a que se refiere este capítulo, así como para contratar abogados particulares en
aquellas regiones apartadas del país en donde sea insuficiente o no exista oferta de servicios
profesionales para la prestación del servicio de defensoría pública.
Artículo 29. Remuneración. El Defensor del Pueblo establecerá el sistema de remuneración
de los defensores públicos, el cual deberá atender criterios de dignidad, proporcionalidad,
carga procesal o complejidad de asuntos, categoría de los funcionarios ante quienes se actúe y
tarifas profesionales vigentes.
Artículo 30. Derechos del Defensor Público. El defensor público tendrá derecho a:
1. Ejercer su labor con independencia. Sin embargo, podrá intercambiar opiniones técnicas
en el ámbito del Sistema Nacional de Defensoría Pública a fin de lograr una defensa eficaz.
2. No ser relacionado con las causas ni con los usuarios a los que representa como
consecuencia del desempeño de sus funciones.
3. Ser tratado con respeto.
4. No ser objeto de amenazas de ningún tipo. Las autoridades proporcionarán protección a
los defensores públicos cuya seguridad personal sea amenazada a causa del desempeño de
sus funciones.
Artículo 31. Obligaciones del Defensor Público. El defensor público cumplirá las siguientes
obligaciones:
1. Manifestar la existencia de cualquier impedimento. No podrá tener interés personal con la
causa ni con el usuario que representa.
2. Ejercer defensa técnica, idónea y oportuna.
3. Verificar el respeto de los derechos humanos, así como el cumplimiento de las garantías
judiciales por parte de las autoridades en los procesos a su cargo. En caso de violación
interponer los recursos que estime pertinentes e informar por escrito a la Defensoría Regional
sobre dichas violaciones y las acciones adelantadas para contrarrestarlas.
4. Asumir inmediatamente, con atención y diligencia hasta el final del proceso, la
representación judicial o extrajudicial en los asuntos asignados por el Sistema Nacional de
Defensoría Pública.
5. Guardar absoluta reserva y secreto sobre los hechos, informaciones o cualquier dato o
evidencia conocidos en el ejercicio de su labor, salvo las excepciones establecidas por la ley.
6. Cumplir sus obligaciones de acuerdo con las normas que regulan el ejercicio de la
profesión de abogado y las que reglamenten su desempeño como defensor público, y
abstenerse de asumir la defensa como apoderado particular dentro de los procesos en los
cuales haya actuado en calidad de defensor público o haya prestado asesoría.
7. Rendir informes al Coordinador Administrativo y de Gestión de acuerdo con los
parámetros establecidos por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública.
8. Las demás que deriven de la naturaleza de su labor y las que el Director del Sistema
Nacional de Defensoría Pública señale.
Parágrafo. La Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública podrá establecer
obligaciones específicas para cada uno de los programas que adelante, las que serán definidas
en el reglamento respectivo.
CAPITULO II
De los abogados particulares vinculados al Sistema
Artículo 32. Abogados particulares. Los abogados particulares que contrate la Defensoría del
Pueblo con el fin de garantizar la cobertura del servicio de acuerdo con el artículo 2° de la
presente ley, deberán cumplir los requisitos que el reglamento establezca; tendrán la calidad y
forma de contratación de los defensores públicos para el caso que motivó la vinculación, así
como los mismos derechos y obligaciones derivados de su ejercicio.
Sólo hasta el 31 de diciembre de 2005 se podrá designar como defensores, sin
contraprestación alguna, a los profesionales inscritos en el Registro Nacional de Abogados,
cuando no existiere o no fuere posible nombrar un defensor público. El abogado designado
podrá excusarse por enfermedad grave o incompatibilidad de intereses, ser servidor público o
tener a su cargo tres (3) o más casos gratuitos. Para esta designación el Juez tendrá en cuenta
la experiencia específica en el área penal.
CAPITULO III
De los egresados que realicen la judicatura
en el Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 33. Judicatura. Los egresados de las facultades de derecho podrán cumplir su
judicatura como defensores públicos. Asimismo, podrán desarrollar labores jurídicoadministrativas relacionadas con el servicio en la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría
Pública, y en las Defensorías del Pueblo Regionales o Seccionales.
Los judicantes se vincularán mediante resolución expedida por el Director del Sistema
Nacional de Defensoría Pública previo cumplimiento de los requisitos que establezca el
Reglamento.
La Defensoría del Pueblo podrá establecer un sistema de estímulos para los judicantes que
presten su servicio al Sistema.
El desempeño de la judicatura no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la
institución.
CAPITULO IV
De los consultorios jurídicos
Artículo 34. Consultorios jurídicos. Los estudiantes pertenecientes a los consultorios
jurídicos de las Facultades de Derecho de las Universidades oficialmente reconocidas por el
Estado apoyarán, con la coordinación de la Dirección Nacional de Defensoría Pública y la
supervisión directa en cada actuación del personal académico que designe la respectiva
Universidad, la prestación del servicio de defensoría pública en los asuntos penales de su
competencia.
La intervención de los estudiantes de los consultorios jurídicos en calidad de defensores
públicos en los procesos penales se hará ante los jueces municipales cuando actúen como
jueces de conocimiento o como jueces de control de garantías en los asuntos de su
competencia.
Artículo 35. Informe estadístico. Los directores de los consultorios jurídicos de las facultades
de Derecho oficialmente reconocidas deberán enviar un informe estadístico semestral a la
Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el que se relacionen los asuntos en
los cuales han actuado los estudiantes de estas instituciones, según los parámetros definidos
por el Reglamento.
CAPITULO V
De los investigadores y técnicos del Sistema Nacional
de Defensoría Pública
Artículo 36. Investigadores y técnicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Son
aquellos servidores públicos adscritos a la planta de la Defensoría del Pueblo y los contratados
que colaboran con los defensores públicos en la consecución de la información y material
probatorio necesario para el ejercicio real y efectivo del derecho de defensa.
Las autoridades judiciales y administrativas facilitarán a los investigadores y peritos del
Sistema Nacional de Defensoría Pública el acceso a la información que requieran para el
cumplimiento de su función conforme a lo establecido en la Constitución Política, en los
términos y oportunidades previstas por el Código de Procedimiento Penal.
Parágrafo. Facúltase al Defensor del Pueblo para reglamentar la remuneración de los
servicios que se puedan prestar y cobrar a usuarios y abogados particulares que lo soliciten.
Artículo 37. Obligaciones. Los investigadores y técnicos desarrollarán su actividad con
sujeción a la Constitución, la ley y los reglamentos que expida el Defensor del Pueblo, y
respetarán en sus actuaciones los derechos fundamentales de todas las personas.
Artículo 38. Convenios. La Defensoría del Pueblo podrá celebrar convenios con entidades
oficiales o privadas para la designación de expertos en determinada ciencia, arte, técnica u
oficio, con el fin de contar con su asesoría cuando la naturaleza de los hechos objeto de un
proceso asignado a un defensor público lo requiera.
Artículo 39. Requisitos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento los
requisitos mínimos que deberán cumplir los investigadores y peritos para prestar el servicio al
Sistema Nacional de Defensoría Pública.
T I T U L O IV
DE LA CAPACITACIÓN
Artículo 40. Capacitación. Es deber de los defensores públicos mantener una capacitación
permanente. El Sistema Nacional de Defensoría Pública promoverá la actualización de los
operadores, por conducto de la Unidad de Capacitación e Investigación o de las instituciones
que contraten con el Sistema, con el fin de optimizar la calidad y eficiencia del servicio.
Artículo 41. Coordinador académico. Es el abogado vinculado al Sistema que aplicando su
trayectoria en el campo del Derecho implementa los programas de capacitación y se encarga
de facilitar a los defensores públicos, a través de las barras de abogados, los elementos de
juicio suficientes para orientarlos en la definición de una estrategia de defensa técnica e idónea
y proporcionarles conocimientos que complementen los que ya poseen.
Parágrafo. Los coordinadores académicos serán vinculados mediante contrato de
prestación de servicios profesionales y deberán reunir los requisitos que establezca el
reglamento que para el efecto expida el Defensor del Pueblo.
Artículo 42. Barra de defensores públicos. Es la reunión de los operadores de la Defensoría
Pública, cuyo objeto es la exposición del pensamiento jurídico de sus integrantes en torno a los
casos que adelantan, a las temáticas jurídicas planteadas por ellos o por su coordinador
académico y el desarrollo de los módulos de capacitación que envíe la Unidad de Capacitación
de Defensoría Pública.
Parágrafo. Los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública deberán cumplir con
los programas de capacitación que apruebe el Director del Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
TITULO V
CAPITULO UNICO
De la prestación del servicio
Artículo 43. Gratuidad. La defensoría pública es gratuita y se prestará en favor de aquellas
personas que se encuentren en imposibilidad económica de proveer la defensa de sus
derechos, con el fin de asumir su representación judicial.
Excepcionalmente, la defensoría pública podrá prestarse a personas que teniendo solvencia
económica, no puedan contratar un abogado particular por causas de fuerza mayor. Estos
casos serán reglamentados por el Defensor del Pueblo, para lo cual se tendrán en cuenta
factores como las connotaciones sociales de las personas que llegaren a solicitar la defensa, la
trascendencia de los hechos del juicio criminal para la sociedad, la renuencia de los abogados
particulares para representar a los implicados y las demás necesidades del proceso. En estos
eventos el Defensor del Pueblo ordenará el cobro de la asistencia profesional según las tarifas
que rigen el ejercicio de la profesión de abogado.
Las Defensorías Regionales o Seccionales y personeros municipales deberán corroborar de
manera breve y sumaria, previamente a la designación del defensor público, la imposibilidad o
incapacidad económica de la persona a quien se va a prestar el servicio, así como la necesidad
del mismo.
Artículo 44. Suspensión. No se prestará el servicio a la persona que recurra a medios
fraudulentos para tratar de acceder a la defensoría pública gratuita, sin perjuicio de las
acciones judiciales a que hubiere lugar. En caso de que la defensa pública haya asumido la
representación judicial y durante la actuación se comprobare la capacidad económica del
usuario se retirará el servicio en forma inmediata.
Artículo 45. Extensión. La defensa técnica se prestará en todas las etapas en qué sea
necesaria la asistencia del defensor público de acuerdo con la ley.
Artículo 46. Sanciones. El incumplimiento de los deberes y las obligaciones establecidas en
la presente ley, en el Código de Procedimiento Penal, en el Estatuto Nacional del Abogado y en
el Contrato de Prestación de Servicios dará lugar a las investigaciones disciplinarias,
administrativas, fiscales y penales que fuere del caso y las que establezca el reglamento.
Artículo 47. Mecanismo investigativo. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará
con los mecanismos necesarios para la obtención del material probatorio que permitan
fundamentar las hipótesis de la defensa.
Artículo 48. Protección. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará el apoyo
técnico-científico necesario para que el defensor público pueda ejercer adecuadamente la
defensa en los casos que le sean asignados.
Artículo 49. Reserva. La comunicación entre el defensor público y su representado será
reservada. Tal condición será garantizada por las autoridades.
Artículo 50. Información al defendido. El defensor público deberá mantener personal y
adecuadamente informado al representado sobre su situación jurídica y el desarrollo de su
defensa, con el fin de garantizar una relación de confianza basada en la comunicación
permanente. En caso de no ser posible la comunicación personal se establecerá la
comunicación por otros medios.
Artículo 51. Solicitud. El servicio de defensoría pública en materia penal se prestará a
solicitud del interesado, del Fiscal, del Ministerio Público, del Funcionario Judicial o por
iniciativa del Defensor del Pueblo, cuando lo estime pertinente por necesidades del proceso.
Artículo 52. Suplentes. Con el fin de garantizar la presencia permanente de la defensa
pública en las actuaciones judiciales se constituirán grupos conformados al menos por dos (2)
defensores públicos que deberán ejercer la suplencia del otro cuando ocurra alguna
circunstancia de fuerza mayor que no permita al principal asistir a la diligencia.
Artículo 53. Conflicto de intereses en la defensa. En caso de presentarse conflicto de
intereses en la defensa dentro de un mismo proceso con varios imputados que requieran el
servicio del Sistema deberán asignarse distintos defensores públicos.
Artículo 54. Turnos para permanencia del Sistema. Se garantizará el derecho a una defensa
integral e ininterrumpida. A este efecto habrá, de acuerdo con las necesidades del servicio,
turnos de atención de los defensores públicos en los lugares que se requieran.
Artículo 55. Organo técnico-científico. Los componentes del Sistema Nacional de Defensoría
Pública podrán acudir al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y a los
laboratorios forenses de los organismos de policía judicial para recibir apoyo técnico-científico
en las investigaciones que adelanten.
T I T U L O VI
ESTRUCTURA ORGANICA DE LA DIRECCION
DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA
CAPITULO UNICO
Integración y clasificación de los servidores
de la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 56. Nomenclatura. Adiciónese a la estructura orgánica establecida en el artículo 20
de la Ley 24 de 1992 la siguiente nomenclatura de cargos:
Nivel Asesor
Grado
Coordinador de Unidad de la Dirección Nacional de Defensoría Pública
20
Coordinador Administrativo y de Gestión de la Regional
o Seccional en Defensoría Pública
19
Nivel Profesional
Profesional Especializado
19
Profesional Especializado en Criminalística
18
Profesional Especializado en Investigación
17
Nivel Técnico
Técnico en Criminalística
15
Nivel Administrativo
Auxiliar Administrativo
10
Parágrafo I. El Gobierno Nacional establecerá la planta de personal de la Defensoría del
Pueblo teniendo en cuenta la nomenclatura contenida en esta ley con sujeción a los
programas, necesidades del servicio y monto global fijado por la Ley de Apropiaciones.
Parágrafo II. El Defensor del Pueblo asignará la planta de personal que corresponda a la
Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública o a la Unidad Operativa de Gestión, con
atribuciones para variarla cuando lo considere necesario y ajustará el manual de requisitos y
funciones de cada uno de los empleos.
T I T U L O VII
DISPOSICIONES FINALES
CAPITULO I
Recursos
Artículo 57. Recursos. Para dar cumplimiento del parágrafo transitorio del artículo 5° del
Acto Legislativo 03 de 2002 y al artículo 7º de la Ley 819 de 2003, a partir del año 2006 y
durante el período de la implementación del Sistema Penal Acusatorio, defínese como la fuente
de financiación los ahorros obtenidos por la Fiscalía General de la Nación como resultado de la
disminución gradual de su planta de personal. En consecuencia, en cada vigencia fiscal se
autorizarán nuevos gastos a la Defensoría del Pueblo hasta por una suma equivalente al
ahorro que certifique la Fiscalía, el cual se causará en cada vigencia fiscal.
Parágrafo. Créase un Fondo-Cuenta dentro de la Defensoría del Pueblo, como un sistema
separado de cuentas para el manejo de los recursos provenientes de las donaciones, aportes,
honorarios y gastos correspondientes a la remuneración de los servicios profesionales e
investigaciones técnico-científicas realizadas por la Dirección del Sistema Nacional de
Defensoría Pública, a solicitud de los usuarios o abogados particulares que dispongan de
recursos para pagarlos.
Artículo 58. Vigencia. Esta ley deroga todas las disposiciones que le sean contrarias y
deberá aplicarse a partir del primero de enero de 2005, conforme a la gradualidad establecida
en el Código de Procedimiento Penal.
El Presidente del honorable Senado de la República,
Luis Humberto Gómez Gallo.
El Secretario General del honorable Senado de la República,
Emilio Ramón Otero Dajud.
La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes,
Zulema del Carmen Jattin Corrales.
El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes,
Angelino Lizcano Rivera.
REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL
Publíquese y ejecútese.
Dada en Bogotá, D. C., a 14 de enero de 2005.
ÁLVARO URIBE VÉLEZ
El Ministro del Interior y de Justicia,
Sabas Pretelt de la Vega.
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LEY 941 DE 2005
(enero 14)
por la cual se organiza el Sistema Nacional de Defensoría Pública.
El Congreso de Colombia
DECRETA:
TITULO PRELIMINAR
PRINCIPIOS DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA
Artículo 1°. Finalidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública tiene como finalidad
proveer el acceso de las personas a la Administración de Justicia en materia penal, en
condiciones de igualdad y en los términos del debido proceso con respeto de los derechos y
garantías sustanciales y procesales.
Artículo 2°. Cobertura. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará sus servicios en
favor de las personas que por sus condiciones económicas o sociales se encuentran en
circunstancias de desigualdad manifiesta para proveerse, por sí mismas, la defensa de sus
derechos. También se prestará por las necesidades del proceso previstas en el inciso 2° del
artículo 43 de la presente ley, en cuyo caso el imputado o acusado pagará al Sistema la
totalidad de los honorarios y gastos causados.
Para los efectos de la presente ley, se entiende por persona en imposibilidad económica,
aquella que carece de recursos suficientes para proveer su defensa técnica y por persona en
imposibilidad social, aquella que por discriminación u otra circunstancia excluyente no pueda
acceder a un defensor particular.
Artículo 3°. Igualdad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con los
instrumentos necesarios para intervenir en los procesos judiciales en condiciones de igualdad
frente a los demás sujetos procesales.
Artículo 4°. Derecho de defensa. El Sistema Nacional de Defensoría Pública garantizará el
derecho a una defensa integral, ininterrumpida, técnica y competente.
Artículo 5°. Oportunidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará un servicio
oportuno, para lo cual se reglamentarán los procedimientos que habrán de seguirse.
Artículo 6°. Gratuidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio de
manera gratuita con las excepciones previstas en la presente ley.
Artículo 7°. Calidad. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará con estándares que
garanticen la calidad y eficiencia en la prestación del servicio.
Artículo 8°. Responsabilidad. Los abogados que presten el servicio de asistencia y
representación judicial en el Sistema Nacional de Defensoría Pública estarán sujetos, según el
caso, para el ejercicio de sus derechos y cumplimiento de sus obligaciones, a las
responsabilidades y sanciones que les impone su condición de servidores públicos o de
particulares que cumplen funciones públicas y de sus faltas en el ejercicio de la profesión de
abogado conocerán las Salas Jurisdiccionales Disciplinarias de los Consejos Seccionales y
Superior de la Judicatura en sus respectivas instancias.
Artículo 9°. Selección objetiva. Las personas jurídicas y naturales que contraten con el
Sistema Nacional de Defensoría Pública serán escogidas de acuerdo con los principios de
transparencia y selección objetiva.
Artículo 10. Prelación de tratados internacionales. El Sistema Nacional de Defensoría
Pública velará por la prevalencia en el orden interno de los Tratados y Convenios
Internacionales con arreglo a los artículos 93 y 94 de la Constitución Política.
TITULO I
DISPOSICIONES GENERALES
CAPITULO I
Objeto del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 11. Objeto. La presente ley tiene por objeto desarrollar los principios, normas y
procedimientos, así como regular la organización y el funcionamiento del Sistema Nacional de
Defensoría Pública.
La Defensoría Pública garantizará la asistencia judicial adecuada a los miembros de los
pueblos indígenas y comunidades étnicas de acuerdo con los principios de diversidad cultural y
pluralismo étnico señalados en la Constitución.
Artículo 12. Aplicación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará su servicio en
materia penal.
CAPITULO II
Organización y componentes del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 13. Organización. El Sistema Nacional de Defensoría Pública es un servicio público
que organiza, dirige y controla el Defensor del Pueblo, en favor de las personas que lo
requieren para asumir su asistencia y representación judicial y garantizar el pleno e igual
acceso a la administración de justicia en materia penal.
Artículo 14. Componentes del Sistema. El Sistema Nacional de Defensoría Pública está
compuesto por la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, los Defensores del
Pueblo Regionales y Seccionales, los coordinadores administrativos y de gestión, los
coordinadores académicos, los personeros municipales, los defensores públicos, los abogados
particulares vinculados como Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley,
los investigadores, técnicos y auxiliares, los judicantes, los estudiantes de los consultorios
jurídicos de las facultades de Derecho, las personas y asociaciones científicas dedicadas a la
investigación criminal y las organizaciones que brinden capacitación a los componentes del
Sistema.
También pertenecerán al Sistema los programas jurídicos que las autoridades indígenas
establezcan.
Artículo 15. Prestación. El servicio de defensoría pública será prestado por profesionales del
Derecho vinculados al Sistema en el territorio nacional, con excepción de lo previsto en los
artículos 16 y 17 de la presente ley.
Artículo 16. Judicatura. Los egresados de las facultades de Derecho podrán realizar su
judicatura como defensores públicos, en los términos previstos en la ley y bajo la dirección del
Sistema Nacional de Defensoría Pública.
Artículo 17. Estudiantes de los consultorios jurídicos. Los estudiantes de los consultorios
jurídicos de las facultades de Derecho de las universidades legalmente reconocidas en el país,
que formen parte del Sistema Nacional de Defensoría Pública, podrán prestar servicio de
asistencia y representación judicial en materia penal.
Artículo 18. Investigadores, técnicos y auxiliares. El Sistema Nacional de Defensoría Pública
podrá vincular investigadores, técnicos, auxiliares y organizaciones científicas de investigación
criminal para que presten servicios de recaudo de material probatorio, asesoría técnica y
científica necesarios para la defensa.
Artículo 19. Capacitación. Las organizaciones que ofrezcan servicios de capacitación a los
operadores deberán observar, entre otros, los módulos y contenidos definidos por la Dirección
del Sistema Nacional de Defensoría Pública.
CAPITULO III
De la estructura de la Dirección del Sistema Nacional
de Defensoría Pública
Artículo 20. Dirección y coordinación. El Sistema Nacional de Defensoría Pública será
dirigido y coordinado por el Defensor del Pueblo, quien designará al Director del Sistema
Nacional de Defensoría Pública.
Para el desarrollo de su gestión, el Director contará con el apoyo del Defensor del Pueblo
Regional o Seccional, según el caso, así como de un Coordinador para cada una de las
siguientes Unidades Operativas del Nivel Nacional:
1. Control, vigilancia de gestión y estadística.
2. Registro y selección de los operadores de defensoría pública.
3. Capacitación e investigación.
4. Investigación criminal.
La Unidad de Control, Vigilancia de Gestión y Estadística supervisará la calidad del servicio,
tendrá un sistema de información para realizar el seguimiento y análisis continuo de las
políticas institucionales y de las actividades desarrolladas por los operadores del Sistema
Nacional de Defensoría Pública. Asimismo, actuará como canal de comunicación para la
difusión de las políticas y directrices relacionadas con el Sistema.
La Unidad de Registro y Selección de los Operadores de Defensoría Pública mantendrá el
registro actualizado de los operadores del sistema y de las personas interesadas en ingresar al
mismo y apoyará a la Dirección en el proceso de selección de acuerdo con lo previsto por esta
ley. Igualmente, asistirá a la Dirección en los asuntos contractuales y legales para el desarrollo
de las labores asignadas.
La Unidad de Capacitación e Investigación brindará formación y capacitación a los
operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública y realizará investigaciones sobre
materias relacionadas con el servicio de defensa pública para evaluar la calidad del mismo.
La Unidad de Investigación Criminal coordinará, controlará y hará seguimiento a la labor de
los investigadores y técnicos que presten el servicio al Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
Parágrafo. Para los efectos de este artículo se entiende por operadores del Sistema
Nacional de Defensoría Pública los defensores públicos vinculados mediante contrato de
prestación de servicios profesionales y los abogados particulares que intervengan como
defensores públicos para las excepciones previstas en esta ley. También harán parte los
judicantes y los estudiantes de consultorios jurídicos de las facultades de Derecho que se
encuentren vinculados al servicio de defensoría pública de la Defensoría del Pueblo, siempre
que hayan suscrito contratos o convenios con la Defensoría del Pueblo.
CAPITULO IV
De las Defensorías Regionales y Seccionales
Artículo 21. Defensoría descentralizada. En las Defensorías Regionales y Seccionales el
servicio se prestará a través de Unidades Operativas de Gestión, conformadas por los
coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores académicos, defensores públicos,
investigadores, técnicos y auxiliares administrativos que determine el Defensor del Pueblo y el
Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública, de acuerdo con los criterios de eficiencia
que se establezcan para garantizar el cubrimiento del servicio.
T I T U L O II
FUNCIONES DE LOS ORGANOS
DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PÚBLICA
CAPITULO I
Funciones del Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 22. Funciones. Además de las previstas en la Ley 24 de 1992, el Director del
Sistema Nacional de Defensoría Pública tendrá las siguientes funciones:
1. Diseñar, dirigir y desarrollar en el ámbito nacional las políticas institucionales en materia
de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, acorde con
los criterios que establezca el Defensor del Pueblo.
2. Organizar, dirigir y evaluar el servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
3. Realizar la coordinación entre los prestadores del servicio para la adecuada distribución
de las labores y garantizar el cubrimiento de la demanda.
4. Conformar el cuerpo de coordinadores administrativos y de gestión, coordinadores
académicos, defensores públicos, abogados particulares inscritos y vinculados como
Defensores Públicos para las excepciones previstas en esta ley, investigadores, técnicos,
auxiliares y judicantes al servicio de la Dirección Nacional de Defensoría Pública de la
Defensoría del Pueblo de acuerdo con las previsiones legales y reglamentarias.
5. Solicitar a los consultorios jurídicos de las entidades universitarias la presentación
semestral de informes estadísticos relacionados con la prestación del servicio.
6. Divulgar en el nivel nacional la estadística de prestación del servicio del Sistema Nacional
de Defensoría Pública.
7. Llevar el registro actualizado de los operadores vinculados al Sistema Nacional de
Defensoría Pública y de los profesionales aspirantes a ingresar al mismo.
8. Poner en conocimiento de la Procuraduría General de la Nación la conducta de los
servidores públicos que hayan impedido o dificultado el desarrollo de las labores asignadas al
Sistema Nacional de Defensoría Pública.
9. Formular recomendaciones a las autoridades en caso de amenaza o violación a los
derechos de acceso a la justicia, al debido proceso y al derecho a la defensa.
10. Establecer estándares de calidad y eficiencia que cumplirán los operadores vinculados
al Sistema Nacional de Defensoría Pública.
11. Aprobar los programas destinados a la capacitación de los operadores del Sistema, sin
perjuicio de la autonomía universitaria en relación con los estudiantes de los consultorios
jurídicos.
12. Expedir reglamentos, órdenes, circulares, manuales de organización y procedimiento
conducentes a la organización administrativa y al eficaz desempeño del servicio de defensoría
pública en todo el país.
13. Expedir las resoluciones y certificaciones de vinculación y cumplimiento de la judicatura
a los egresados que presten el servicio de defensoría pública, de conformidad con los
requisitos que establezca el reglamento.
14. Las demás que le asigne el Defensor del Pueblo, en desarrollo de las materias propias.
CAPITULO II
De las funciones del Defensor del Pueblo Regional o Seccional
en el Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 23. Funciones. El Defensor del Pueblo Regional o Seccional, además de las
funciones que le son propias, en el Sistema Nacional de Defensoría Pública cumplirá las
siguientes:
1. Desarrollar, coordinar y supervisar la ejecución de las políticas institucionales en materia
de prestación del servicio ofrecido por el Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el ámbito
de su jurisdicción, acorde con las políticas y criterios establecidos.
2. Proponer a la Dirección del Sistema medidas para mejorar la prestación del servicio,
acorde con las necesidades y particularidades de la región a su cargo.
3. Llevar la estadística de prestación del servicio de Defensoría Pública de la región y
remitirla a la Dirección del Sistema, de acuerdo con los formatos establecidos.
4. Realizar la coordinación entre los diferentes prestadores del servicio en la región, con el
fin de lograr una adecuada distribución de las labores y obtener un eficiente cubrimiento de la
demanda.
5. Orientar a los personeros municipales para el cumplimiento de las funciones asignadas
en el artículo 25 de la presente ley, con base en los lineamientos establecidos.
6. Atender la reclamación que presente cualquier persona por irregularidades cometidas por
alguno de los operadores del sistema y darle el trámite correspondiente.
7. Verificar las condiciones económicas y sociales del solicitante del servicio o las
necesidades del proceso y asignar defensor público cuando lo encuentre viable de acuerdo con
los requisitos exigidos.
8. Distribuir y/o reorganizar los operadores asignados por la Dirección del Sistema Nacional
de Defensoría Pública en la Regional o Seccional a su cargo, de acuerdo con las necesidades
del servicio.
9. Evaluar conjuntamente con el Coordinador Administrativo y de Gestión de cada Unidad la
calidad del servicio prestado por los operadores vinculados al Sistema Nacional de Defensoría
Pública, de conformidad con los criterios y lineamientos que establezca la Dirección del
Sistema Nacional de Defensoría Pública .
10. Las demás funciones que la Dirección del Sistema le solicite asumir y se encuentren
relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública.
CAPITULO III
De las funciones de los coordinadores administrativos y de gestión
Artículo 24. Funciones. Son funciones de los Coordinadores Administrativos y de Gestión:
1. Coordinar y controlar el desarrollo del servicio de defensoría pública de la unidad a su
cargo en cada oficina regional o seccional.
2. Supervisar el cumplimiento de las obligaciones contractuales de las personas naturales o
jurídicas que en la unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, hagan parte del
Sistema Nacional de Defensoría Pública, de conformidad con la ley y la reglamentación que se
establezca.
3. Presentar bimestralmente informe de gestión o cuando el Director del Sistema Nacional
de Defensoría Pública lo solicite.
4. Apoyar el programa de capacitación del Sistema Nacional de Defensoría Pública de la
unidad a su cargo, en cada oficina regional o seccional, bajo la coordinación de la Unidad de
Capacitación e Investigación.
5. Consolidar las estadísticas de prestación del servicio en la unidad a su cargo en cada
oficina regional o seccional.
6. Las demás funciones que el Director del Sistema le solicite asumir y se encuentren
relacionadas con la prestación del servicio de la defensoría pública.
CAPITULO IV
De las funciones del Personero Municipal en Defensoría Pública
Artículo 25. Funciones del Personero Municipal. A nivel municipal, bajo la Dirección del
Defensor del Pueblo y los lineamientos establecidos por el Director del Sistema Nacional de
Defensoría Pública, el Personero Municipal velará por la prestación del servicio. En
consecuencia deberá:
1. Recibir las solicitudes del servicio que presta el Sistema Nacional de Defensoría Pública
en el municipio.
2. Solicitar la asignación de defensor público, previa verificación de la situación
socioeconómica del solicitante o las necesidades del proceso, sin discriminación alguna y de
conformidad con las directrices establecidas por la Dirección del Sistema Nacional de
Defensoría Pública y bajo la coordinación del Defensor Regional o Seccional.
3. Llevar el registro de las solicitudes de asignación de defensor público y remitir a la
Defensoría Regional o Seccional de s u jurisdicción las estadísticas de atención en el municipio
a su cargo, de conformidad con los lineamientos establecidos por la Dirección Nacional del
Sistema.
T I T U L O III
DE LOS COMPONENTES DEL SISTEMA NACIONAL
DE DEFENSORIA PUBLICA
CAPITULO I
De los defensores públicos
Artículo 26. Definición. Son los abogados vinculados al servicio de Defensoría Pública que
administra la Defensoría del Pueblo, previo el cumplimiento de los requisitos, mediante la figura
del contrato de prestación de servicios profesionales, para proveer la asistencia técnica y la
representación judicial en favor de aquellas personas que se encuentren en las condiciones
previstas en el artículo 2° de la presente ley, de acuerdo con las normas previstas en el
Estatuto de Contratación Estatal.
Los contratos de prestación de servicios profesionales especializados podrán suscribirse
con cláusula de exclusividad y no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la
Institución.
Artículo 27. Clasificación. Para efectos de su remuneración, los Defensores Públicos del
Sistema podrán clasificarse en tres (3) categorías:
1. Defensores Públicos ante jueces penales municipales.
2. Defensores Públicos ante jueces penales del circuito y del circuito especializado.
3. Defensores Públicos ante las Salas Penales de los Tribunales Superiores de Distrito
Judicial y de la Corte Suprema de Justicia.
Parágrafo. En caso de requerirse la sustentación de un recurso ante un funcionario superior,
el defensor público deberá actuar sin que ello signifique cambiar de categoría.
Artículo 28. Requisitos mínimos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento
los requisitos mínimos que deberán cumplir los defensores públicos de acuerdo con las
categorías a que se refiere este capítulo, así como para contratar abogados particulares en
aquellas regiones apartadas del país en donde sea insuficiente o no exista oferta de servicios
profesionales para la prestación del servicio de defensoría pública.
Artículo 29. Remuneración. El Defensor del Pueblo establecerá el sistema de remuneración
de los defensores públicos, el cual deberá atender criterios de dignidad, proporcionalidad,
carga procesal o complejidad de asuntos, categoría de los funcionarios ante quienes se actúe y
tarifas profesionales vigentes.
Artículo 30. Derechos del Defensor Público. El defensor público tendrá derecho a:
1. Ejercer su labor con independencia. Sin embargo, podrá intercambiar opiniones técnicas
en el ámbito del Sistema Nacional de Defensoría Pública a fin de lograr una defensa eficaz.
2. No ser relacionado con las causas ni con los usuarios a los que representa como
consecuencia del desempeño de sus funciones.
3. Ser tratado con respeto.
4. No ser objeto de amenazas de ningún tipo. Las autoridades proporcionarán protección a
los defensores públicos cuya seguridad personal sea amenazada a causa del desempeño de
sus funciones.
Artículo 31. Obligaciones del Defensor Público. El defensor público cumplirá las siguientes
obligaciones:
1. Manifestar la existencia de cualquier impedimento. No podrá tener interés personal con la
causa ni con el usuario que representa.
2. Ejercer defensa técnica, idónea y oportuna.
3. Verificar el respeto de los derechos humanos, así como el cumplimiento de las garantías
judiciales por parte de las autoridades en los procesos a su cargo. En caso de violación
interponer los recursos que estime pertinentes e informar por escrito a la Defensoría Regional
sobre dichas violaciones y las acciones adelantadas para contrarrestarlas.
4. Asumir inmediatamente, con atención y diligencia hasta el final del proceso, la
representación judicial o extrajudicial en los asuntos asignados por el Sistema Nacional de
Defensoría Pública.
5. Guardar absoluta reserva y secreto sobre los hechos, informaciones o cualquier dato o
evidencia conocidos en el ejercicio de su labor, salvo las excepciones establecidas por la ley.
6. Cumplir sus obligaciones de acuerdo con las normas que regulan el ejercicio de la
profesión de abogado y las que reglamenten su desempeño como defensor público, y
abstenerse de asumir la defensa como apoderado particular dentro de los procesos en los
cuales haya actuado en calidad de defensor público o haya prestado asesoría.
7. Rendir informes al Coordinador Administrativo y de Gestión de acuerdo con los
parámetros establecidos por el Director del Sistema Nacional de Defensoría Pública.
8. Las demás que deriven de la naturaleza de su labor y las que el Director del Sistema
Nacional de Defensoría Pública señale.
Parágrafo. La Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública podrá establecer
obligaciones específicas para cada uno de los programas que adelante, las que serán definidas
en el reglamento respectivo.
CAPITULO II
De los abogados particulares vinculados al Sistema
Artículo 32. Abogados particulares. Los abogados particulares que contrate la Defensoría del
Pueblo con el fin de garantizar la cobertura del servicio de acuerdo con el artículo 2° de la
presente ley, deberán cumplir los requisitos que el reglamento establezca; tendrán la calidad y
forma de contratación de los defensores públicos para el caso que motivó la vinculación, así
como los mismos derechos y obligaciones derivados de su ejercicio.
Sólo hasta el 31 de diciembre de 2005 se podrá designar como defensores, sin
contraprestación alguna, a los profesionales inscritos en el Registro Nacional de Abogados,
cuando no existiere o no fuere posible nombrar un defensor público. El abogado designado
podrá excusarse por enfermedad grave o incompatibilidad de intereses, ser servidor público o
tener a su cargo tres (3) o más casos gratuitos. Para esta designación el Juez tendrá en cuenta
la experiencia específica en el área penal.
CAPITULO III
De los egresados que realicen la judicatura
en el Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 33. Judicatura. Los egresados de las facultades de derecho podrán cumplir su
judicatura como defensores públicos. Asimismo, podrán desarrollar labores jurídicoadministrativas relacionadas con el servicio en la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría
Pública, y en las Defensorías del Pueblo Regionales o Seccionales.
Los judicantes se vincularán mediante resolución expedida por el Director del Sistema
Nacional de Defensoría Pública previo cumplimiento de los requisitos que establezca el
Reglamento.
La Defensoría del Pueblo podrá establecer un sistema de estímulos para los judicantes que
presten su servicio al Sistema.
El desempeño de la judicatura no dará lugar en ningún caso a vinculación laboral con la
institución.
CAPITULO IV
De los consultorios jurídicos
Artículo 34. Consultorios jurídicos. Los estudiantes pertenecientes a los consultorios
jurídicos de las Facultades de Derecho de las Universidades oficialmente reconocidas por el
Estado apoyarán, con la coordinación de la Dirección Nacional de Defensoría Pública y la
supervisión directa en cada actuación del personal académico que designe la respectiva
Universidad, la prestación del servicio de defensoría pública en los asuntos penales de su
competencia.
La intervención de los estudiantes de los consultorios jurídicos en calidad de defensores
públicos en los procesos penales se hará ante los jueces municipales cuando actúen como
jueces de conocimiento o como jueces de control de garantías en los asuntos de su
competencia.
Artículo 35. Informe estadístico. Los directores de los consultorios jurídicos de las facultades
de Derecho oficialmente reconocidas deberán enviar un informe estadístico semestral a la
Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública, en el que se relacionen los asuntos en
los cuales han actuado los estudiantes de estas instituciones, según los parámetros definidos
por el Reglamento.
CAPITULO V
De los investigadores y técnicos del Sistema Nacional
de Defensoría Pública
Artículo 36. Investigadores y técnicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública. Son
aquellos servidores públicos adscritos a la planta de la Defensoría del Pueblo y los contratados
que colaboran con los defensores públicos en la consecución de la información y material
probatorio necesario para el ejercicio real y efectivo del derecho de defensa.
Las autoridades judiciales y administrativas facilitarán a los investigadores y peritos del
Sistema Nacional de Defensoría Pública el acceso a la información que requieran para el
cumplimiento de su función conforme a lo establecido en la Constitución Política, en los
términos y oportunidades previstas por el Código de Procedimiento Penal.
Parágrafo. Facúltase al Defensor del Pueblo para reglamentar la remuneración de los
servicios que se puedan prestar y cobrar a usuarios y abogados particulares que lo soliciten.
Artículo 37. Obligaciones. Los investigadores y técnicos desarrollarán su actividad con
sujeción a la Constitución, la ley y los reglamentos que expida el Defensor del Pueblo, y
respetarán en sus actuaciones los derechos fundamentales de todas las personas.
Artículo 38. Convenios. La Defensoría del Pueblo podrá celebrar convenios con entidades
oficiales o privadas para la designación de expertos en determinada ciencia, arte, técnica u
oficio, con el fin de contar con su asesoría cuando la naturaleza de los hechos objeto de un
proceso asignado a un defensor público lo requiera.
Artículo 39. Requisitos. El Defensor del Pueblo establecerá mediante reglamento los
requisitos mínimos que deberán cumplir los investigadores y peritos para prestar el servicio al
Sistema Nacional de Defensoría Pública.
T I T U L O IV
DE LA CAPACITACIÓN
Artículo 40. Capacitación. Es deber de los defensores públicos mantener una capacitación
permanente. El Sistema Nacional de Defensoría Pública promoverá la actualización de los
operadores, por conducto de la Unidad de Capacitación e Investigación o de las instituciones
que contraten con el Sistema, con el fin de optimizar la calidad y eficiencia del servicio.
Artículo 41. Coordinador académico. Es el abogado vinculado al Sistema que aplicando su
trayectoria en el campo del Derecho implementa los programas de capacitación y se encarga
de facilitar a los defensores públicos, a través de las barras de abogados, los elementos de
juicio suficientes para orientarlos en la definición de una estrategia de defensa técnica e idónea
y proporcionarles conocimientos que complementen los que ya poseen.
Parágrafo. Los coordinadores académicos serán vinculados mediante contrato de
prestación de servicios profesionales y deberán reunir los requisitos que establezca el
reglamento que para el efecto expida el Defensor del Pueblo.
Artículo 42. Barra de defensores públicos. Es la reunión de los operadores de la Defensoría
Pública, cuyo objeto es la exposición del pensamiento jurídico de sus integrantes en torno a los
casos que adelantan, a las temáticas jurídicas planteadas por ellos o por su coordinador
académico y el desarrollo de los módulos de capacitación que envíe la Unidad de Capacitación
de Defensoría Pública.
Parágrafo. Los operadores del Sistema Nacional de Defensoría Pública deberán cumplir con
los programas de capacitación que apruebe el Director del Sistema Nacional de Defensoría
Pública.
TITULO V
CAPITULO UNICO
De la prestación del servicio
Artículo 43. Gratuidad. La defensoría pública es gratuita y se prestará en favor de aquellas
personas que se encuentren en imposibilidad económica de proveer la defensa de sus
derechos, con el fin de asumir su representación judicial.
Excepcionalmente, la defensoría pública podrá prestarse a personas que teniendo solvencia
económica, no puedan contratar un abogado particular por causas de fuerza mayor. Estos
casos serán reglamentados por el Defensor del Pueblo, para lo cual se tendrán en cuenta
factores como las connotaciones sociales de las personas que llegaren a solicitar la defensa, la
trascendencia de los hechos del juicio criminal para la sociedad, la renuencia de los abogados
particulares para representar a los implicados y las demás necesidades del proceso. En estos
eventos el Defensor del Pueblo ordenará el cobro de la asistencia profesional según las tarifas
que rigen el ejercicio de la profesión de abogado.
Las Defensorías Regionales o Seccionales y personeros municipales deberán corroborar de
manera breve y sumaria, previamente a la designación del defensor público, la imposibilidad o
incapacidad económica de la persona a quien se va a prestar el servicio, así como la necesidad
del mismo.
Artículo 44. Suspensión. No se prestará el servicio a la persona que recurra a medios
fraudulentos para tratar de acceder a la defensoría pública gratuita, sin perjuicio de las
acciones judiciales a que hubiere lugar. En caso de que la defensa pública haya asumido la
representación judicial y durante la actuación se comprobare la capacidad económica del
usuario se retirará el servicio en forma inmediata.
Artículo 45. Extensión. La defensa técnica se prestará en todas las etapas en qué sea
necesaria la asistencia del defensor público de acuerdo con la ley.
Artículo 46. Sanciones. El incumplimiento de los deberes y las obligaciones establecidas en
la presente ley, en el Código de Procedimiento Penal, en el Estatuto Nacional del Abogado y en
el Contrato de Prestación de Servicios dará lugar a las investigaciones disciplinarias,
administrativas, fiscales y penales que fuere del caso y las que establezca el reglamento.
Artículo 47. Mecanismo investigativo. El Sistema Nacional de Defensoría Pública contará
con los mecanismos necesarios para la obtención del material probatorio que permitan
fundamentar las hipótesis de la defensa.
Artículo 48. Protección. El Sistema Nacional de Defensoría Pública prestará el apoyo
técnico-científico necesario para que el defensor público pueda ejercer adecuadamente la
defensa en los casos que le sean asignados.
Artículo 49. Reserva. La comunicación entre el defensor público y su representado será
reservada. Tal condición será garantizada por las autoridades.
Artículo 50. Información al defendido. El defensor público deberá mantener personal y
adecuadamente informado al representado sobre su situación jurídica y el desarrollo de su
defensa, con el fin de garantizar una relación de confianza basada en la comunicación
permanente. En caso de no ser posible la comunicación personal se establecerá la
comunicación por otros medios.
Artículo 51. Solicitud. El servicio de defensoría pública en materia penal se prestará a
solicitud del interesado, del Fiscal, del Ministerio Público, del Funcionario Judicial o por
iniciativa del Defensor del Pueblo, cuando lo estime pertinente por necesidades del proceso.
Artículo 52. Suplentes. Con el fin de garantizar la presencia permanente de la defensa
pública en las actuaciones judiciales se constituirán grupos conformados al menos por dos (2)
defensores públicos que deberán ejercer la suplencia del otro cuando ocurra alguna
circunstancia de fuerza mayor que no permita al principal asistir a la diligencia.
Artículo 53. Conflicto de intereses en la defensa. En caso de presentarse conflicto de
intereses en la defensa dentro de un mismo proceso con varios imputados que requieran el
servicio del Sistema deberán asignarse distintos defensores públicos.
Artículo 54. Turnos para permanencia del Sistema. Se garantizará el derecho a una defensa
integral e ininterrumpida. A este efecto habrá, de acuerdo con las necesidades del servicio,
turnos de atención de los defensores públicos en los lugares que se requieran.
Artículo 55. Organo técnico-científico. Los componentes del Sistema Nacional de Defensoría
Pública podrán acudir al Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y a los
laboratorios forenses de los organismos de policía judicial para recibir apoyo técnico-científico
en las investigaciones que adelanten.
T I T U L O VI
ESTRUCTURA ORGANICA DE LA DIRECCION
DEL SISTEMA NACIONAL DE DEFENSORIA PUBLICA
CAPITULO UNICO
Integración y clasificación de los servidores
de la Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública
Artículo 56. Nomenclatura. Adiciónese a la estructura orgánica establecida en el artículo 20
de la Ley 24 de 1992 la siguiente nomenclatura de cargos:
Nivel Asesor
Grado
Coordinador de Unidad de la Dirección Nacional de Defensoría Pública
20
Coordinador Administrativo y de Gestión de la Regional
o Seccional en Defensoría Pública
19
Nivel Profesional
Profesional Especializado
19
Profesional Especializado en Criminalística
18
Profesional Especializado en Investigación
17
Nivel Técnico
Técnico en Criminalística
15
Nivel Administrativo
Auxiliar Administrativo
10
Parágrafo I. El Gobierno Nacional establecerá la planta de personal de la Defensoría del
Pueblo teniendo en cuenta la nomenclatura contenida en esta ley con sujeción a los
programas, necesidades del servicio y monto global fijado por la Ley de Apropiaciones.
Parágrafo II. El Defensor del Pueblo asignará la planta de personal que corresponda a la
Dirección del Sistema Nacional de Defensoría Pública o a la Unidad Operativa de Gestión, con
atribuciones para variarla cuando lo considere necesario y ajustará el manual de requisitos y
funciones de cada uno de los empleos.
T I T U L O VII
DISPOSICIONES FINALES
CAPITULO I
Recursos
Artículo 57. Recursos. Para dar cumplimiento del parágrafo transitorio del artículo 5° del
Acto Legislativo 03 de 2002 y al artículo 7º de la Ley 819 de 2003, a partir del año 2006 y
durante el período de la implementación del Sistema Penal Acusatorio, defínese como la fuente
de financiación los ahorros obtenidos por la Fiscalía General de la Nación como resultado de la
disminución gradual de su planta de personal. En consecuencia, en cada vigencia fiscal se
autorizarán nuevos gastos a la Defensoría del Pueblo hasta por una suma equivalente al
ahorro que certifique la Fiscalía, el cual se causará en cada vigencia fiscal.
Parágrafo. Créase un Fondo-Cuenta dentro de la Defensoría del Pueblo, como un sistema
separado de cuentas para el manejo de los recursos provenientes de las donaciones, aportes,
honorarios y gastos correspondientes a la remuneración de los servicios profesionales e
investigaciones técnico-científicas realizadas por la Dirección del Sistema Nacional de
Defensoría Pública, a solicitud de los usuarios o abogados particulares que dispongan de
recursos para pagarlos.
Artículo 58. Vigencia. Esta ley deroga todas las disposiciones que le sean contrarias y
deberá aplicarse a partir del primero de enero de 2005, conforme a la gradualidad establecida
en el Código de Procedimiento Penal.
El Presidente del honorable Senado de la República,
Luis Humberto Gómez Gallo.
El Secretario General del honorable Senado de la República,
Emilio Ramón Otero Dajud.
La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes,
Zulema del Carmen Jattin Corrales.
El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes,
Angelino Lizcano Rivera.
REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL
Publíquese y ejecútese.
Dada en Bogotá, D. C., a 14 de enero de 2005.
ÁLVARO URIBE VÉLEZ
El Ministro del Interior y de Justicia,
Sabas Pretelt de la Vega.
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LEY 954 DE 2005
(abril 27)
por medio de la cual se modifican, adicionan y derogan algunos artículos de la Ley 446 de 1998
y del Código Contencioso Administrativo, y se dictan otras disposiciones sobre competencia,
descongestión, eficiencia y acceso a la administración de justicia.
El Congreso de Colombia
DECRETA:
Artículo 1º. Readecuación temporal de competencias previstas en la Ley 446 de 1998. El
parágrafo del artículo 164 de la Ley 446 de 1998, quedará así:
"Parágrafo. Las normas de competencia previstas en esta ley se aplicarán, mientras entran
a operar los Juzgados Administrativos, así:
Los Tribunales Administrativos conocerán en única instancia de los procesos cuyas cuantías
sean hasta de 100, 300, 500 y 1.500 salarios mínimos legales mensuales vigentes previstas en
el artículo 42, según el caso, y en primera instancia cuando la cuantía exceda de los montos.
Asimismo, en única instancia del recurso previsto en los artículos 21 y 24 de la Ley 57 de 1985,
en los casos de los municipios y distritos y de los procesos descritos en el numeral 9 del
artículo 134b adicionado por esta ley, salvo los relativos a la acción de nulidad electoral de los
alcaldes de municipios que no sean capital de departamento, que serán revisados en primera
instancia".
Los Tribunales Administrativos continuarán, en única y primera instancia, con el ejercicio de
las competencias de que tratan los artículos 39 y 40.
Las competencias sobre jurisdicción coactiva asignadas en segunda instancia a los
Tribunales Administrativos según el artículo 41, corresponderán en segunda instancia al
Consejo de Estado. Y las competencias sobre jurisdicción coactiva asignadas en segunda
instancia a los Jueces Administrativos según el artículo 42, corresponderán en segunda
instancia a los Tribunales Administrativos.
El Consejo de Estado asumirá en única y segunda instancia, las competencias asignadas
en los artículos 36, 37 y 38.
Las competencias por razón del territorio y por razón de la cuantía, previstas en el artículo
43 de la Ley 446 de 1998, regirán a partir de la vigencia de la presente ley.
Artículo 2º. Recurso extraordinario de súplica. Derógase el artículo 194, modificado por el
artículo 57 de la Ley 446 de 1998, del Código Contencioso Administrativo.
Artículo 3º. Salas especiales transitorias de decisión. Adiciónase un artículo nuevo
transitorio en la Sección Segunda, del Capítulo Tercero, del Título XXXIII, del Libro Cuarto del
Código Contencioso Administrativo, referente al recurso de súplica, el cual quedará así:
Artículo transitorio. Salas Especiales Transitorias de Decisión. Créanse en el Consejo de
Estado Salas Especiales Transitorias de Decisión, encargadas de decidir los recursos
extraordinarios de súplica que, a la fecha de entrada en vigencia de la presente ley, tengan
proferido el respectivo auto admisorio. Estas Salas estarán conformadas por cuatro
Magistrados de la Sala Contencioso Administrativa del Consejo de Estado, pertenecientes a
cada una de las Secciones que integran dicha Sala, con excepción de la Sección que profirió la
providencia impugnada. Su integración y funcionamiento se hará de conformidad con lo que al
respecto establezca el Reglamento que para tal efecto expida el Consejo, y el fallo se adoptará
dentro de los términos previstos en el mismo.
En caso de presentarse empate en las Salas Especiales, se sorteará un Magistrado
adicional entre los restantes Magistrados de la Sala Contencioso Administrativa con el fin de
que lo dirima, excluyendo a aquellos integrantes de la Sección que produjo la providencia
recurrida.
La vigencia de cada una de las Salas Especiales de Decisión culminarán una vez fallados
todos los asuntos a ellas entregados en el respectivo reparto.
Artículo 4º. Conflictos de competencia. Adiciónase el artículo 33 del Código Contencioso
Administrativo con el siguiente parágrafo:
"Parágrafo. Los conflictos de competencias administrativas se resolverán de oficio, o por
solicitud de la persona interesada. La entidad que se considere incompetente remitirá la
actuación a la que estime competente; si esta también se declara incompetente remitirá la
actuación a la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de Estado".
Si dos entidades administrativas se consideran competentes para conocer y definir un
determinado asunto, remitirán la actuación a la Sala de Consulta y Servicio Civil del Consejo de
Estado.
En los dos eventos descritos se observará el siguiente procedimiento: "Recibida la actuación
en la Secretaría de la Sala, se fijará por tres (3) días hábiles comunes en lista a fin de que los
representantes de las entidades en conflicto y las personas que tuvieren interés en el asunto
puedan presentar sus alegatos o consideraciones. Vencido el anterior término, la Sala decidirá
dentro de los veinte (20) días siguientes".
Derógase el artículo 88 del mismo Código Contencioso Administrativo (Decreto número 01
de 1984).
Artículo 5º. Impedimentos. Modifícase el numeral 4 del artículo 160A del Código
Contencioso Administrativo, así:
"4. Si el impedimento comprende a todo el Tribunal Administrativo, el expediente se enviará
a la Sección del Consejo de Estado que conoce del tema relacionado con la materia objeto de
controversia, para que decida de plano. Si se declara fundado, devolverá el expediente al
Tribunal de origen para el sorteo de conjueces, quienes deberán conocer del asunto. En caso
contrario, devolverá el expediente al referido Tribunal para que continúe su trámite".
Artículo 6º. Recusaciones. Modifícase el numeral 5 del artículo 160B del Código
Contencioso Administrativo, así:
"Si la recusación comprende a todo el Tribunal Administrativo, se presentará ante los
recusados para que manifiesten conjunta o separadamente si aceptan o no la recusación. El
expediente se enviará a la Sección del Consejo de Estado que conoce del tema relacionado
con la materia objeto de controversia, para que decida de plano. Si se declara fundada la
recusación, enviará el expediente al Tribunal de origen para el sorteo de conjueces, quienes
deberán conocer del asunto. En caso contrario, devolverá el expediente al referido Tribunal
para que continúe su trámite".
Artículo 7º. Vigencia de la ley. La presente ley rige a partir de la fecha de su promulgación,
en los términos pertinentes del artículo 164 de la Ley 446 de 1998, y deroga todas las
disposiciones que le sean contrarias.
El Presidente del honorable Senado de la República,
Luis Humberto Gómez Gallo.
El Secretario General del honorable Senado de la República,
Emilio Ramón Otero Dajud.
La Presidenta de la honorable Cámara de Representantes,
Zulema Jattin Corrales.
El Secretario General de la honorable Cámara de Representantes,
Angelino Lizcano Rivera.
REPUBLICA DE COLOMBIA - GOBIERNO NACIONAL
Publíquese y ejecútese.
Dada en Bogotá, D. C., a 27 de abril de 2005.
ÁLVARO URIBE VÉLEZ
El Ministro del Interior y de Justicia,
Sabas Pretelt de la Vega.
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