se trata de vida - Instituto Humanista Cristiano JUAN PABLO TERRA

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SE TRATA DE VIDA
Francisco José Ottonelli
En general las mujeres embarazadas revelan una alegría interior. Se les nota en la
mirada, en su disposición al diálogo ocasional – aun con desconocidos – y en la
espontánea sonrisa. Se percibe que disfrutan saber que en su interior llevan un niño
que día a día se está desarrollando. Y en la conversación con allegados comentan con
buen humor:”Me está pateando…”
Esa alegría tiene su explicación. Allí se está desarrollando una vida, un ser humano. Esa
vida no salió de la nada. Le fue trasmitida por la unión o conjunción de dos pequeñas
células también llenas de vida: una, el óvulo y otra, el espermatozoide.
El resultado de esa unión es al principio una pequeña célula que a medida que va
creciendo tomará distintos nombres (embrión, cigoto, feto) que posee el impulso vital
de alimentarse y así desarrollarse para, a los pocos meses, hacer su aparición al
mundo de los nacidos, con el género de mujer o de varón.
Ya en el seno materno estamos, tal como lo confirma la ciencia ante una vida
humana. Pero además – y sobre todo – es una persona, un “sujeto de derecho”, ya
que tiene todas las potencialidades para crecer y nacer. Es decir a continuar la
naturaleza que tenía luego de concebido, y que se prolonga con el nacimiento, la niñez
y las etapas sucesivas de toda persona humana.
El cuerpo de la madre le sirve de “habitat” y de alimentación hasta el nacimiento, pero
tiene su propia identidad, es decir no integra el cuerpo de aquella y como persona que
es, tiene sus propios derechos, entre ellos el inmediato derecho a nacer. Cuando es
concebido pasa a ser una célula diferente a la de sus progenitores y ya está
demostrado que tiene una información genética propia e intransferible contenida en
su ADN que lo señala como único e irrepetiblei.
La naturaleza de ese proceso de gestación y nacimiento si bien tiene como actores
principalísimos a los padres del concebido requiere el trabajo y la activa diligencia de la
sociedad, a la cual ya pertenece ese ser. En primer lugar asegurando la estabilidad
psíquica, moral y económica de la madre y su salud durante el embarazo, Y luego de
producido el parto apoyando y tutelando la familia, principal valor de toda sociedad
civilizada.
Por favor, no hablemos de muertes, no hablemos de abortos, que nadie quiere.
Hablemos de vida. Hablemos de pediatría, de neonatología, de juventud. Hablemos y
construyamos una sociedad solidaria, donde ninguna mujer embarazada se sienta sola.
Esa es la propuesta de nuestra Constitución que dispone proteger la vida y la
maternidad (art.42), la familia (art.40), cuidar los hijos, apoyar a los que tienen
numerosa prole (art.41) y asistir a los carentes de recursos suficientes (art.44). Y a esos
efectos declara que todas las personas (aún las que están en gestación) son iguales
ante la ley (art.8). Para que no quede duda aclara que no queda excluido ningún
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derecho inherente a la personalidad humana (art.72). Comentando esta última
expresión Jiménez de Aréchaga ii expresa:”No se puede decir que el hombre posee
derechos inherentes a su personalidad, sin admitir que, por encima del orden jurídico
positivo, existe un orden jurídico natural”.
En igual sentido la “Convención Americana de Derechos Humanos” de 1949 (Pacto de
San José de Costa Rica), ratificada por Uruguay en 1985, en su Preámbulo, párrafo
segundo, reconoce que los derechos esenciales del hombre “tienen como fundamento
los atributos de la persona humana” lo que justifica su protección internacional y en su
artículo 4 establece:”Toda persona tiene derecho a que se respete su vida. Este
derecho estará protegido por ley y, en general, a partir del momento de la concepción.
Nadie puede ser privado de la vida arbitrariamente”.
A su vez, la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948 en su primer
Considerando reconoce “la dignidad intrínseca” de los derechos iguales e inalienables
de “todos los miembros de la familia humana”. Y vaya si lo son los que están en el
seno materno.
A mayor abundamiento, los “Pactos Internacionales de 1966 sobre Derechos
Económicos, Sociales y Culturales y de Derechos Civiles y Políticos”, ambos en sus
Preámbulos, expresan el “reconocimiento de la dignidad inherente a todos los
miembros de la familia humana y de sus derechos iguales e inalienables”.
Se trata de algo trascendente: proteger y respetar la vida humana.
i
D.Loyarte y A.Rotonda:”Procreación humana artificial: un desafío bioético. Aspectos biomédicos,
bioéticos, jurídicos” Ediciones Depalma. 1995. pag.69.
ii
Jimenez de Aréchaga:”La Constitución Nacional”, T.I pag.108.
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