Boletín Cultural y Bibliográfico - Publicaciones

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~A.
CENSURA ESPAÑOLA Y LA
"RECOPILACION HISTORIAL"
DE FRAY PEDRO AGUADO
Escribe: JUAN FRIEDE
Seria digna de un estudio. más extenso. la investigación de la intervención que durante la Co.lo.nia tuvo. la censura españo.la, en las o.bras
co.nectadas co.n América. En mucho.s .caso.s so.lo. co.nsta que lo.s libro.s pasaro.n po.r la censura oficial debid9 a las licencias de impresión que aparecen en sus primeras páginas; 'Pero. nada sabemo.s de las mo.dificacio.nes
que ella intro.dujo. en el pritJ1:itivo. texto.. Aceptamo.s mucho.s manuscrito.s
co.mo. o.riginale~, . sin so.spe$!har que la mayo.ría de las veces se trata de
co.pias hechas ell limp\o. de versiQnes primitivas después que fuero.n censuradas, en las cuale!} desaparecieI'Qn las partes tachadas, enmendadas y
reco.rtadas po.r la ftensura o.ficial.. 1...a mutilación del manuscrito. de la
"Reco.pilación Histo.rial" de fray J;>eqro Aguado., co.nservado. en la Biblio.teca de la Real Academia de Histo.ria de Madrid, me indujo. a realizar un
estudio. so.mero. so.bre la. índo.le de la censura españo.la del siglo. XVI y la
influencia que tuvo. sobre el texto. de ese D\a.nuscrito. del primer cro.nista
<tel Nuevo. Reino. de Granada.
• • •
LÁS PRAGMA TICAS
La primera dispo.sición que tuvo. influencia so.bre lo.s libro.s conectado.s
co.n América, fue la pragmática general, que bajo. el no.mbre "Las diligencias que se hall de hacer en IQS libro.s de mo.lde antes que se impriman
y se vendan", fue dada po.r lo.s Reyes Católico.s en To.ledo., el 8 de julio.
de 1502.
La pragmática estaba dirigida a to.das las justicias Reales, pero. especIalmente a "lo.s librero.s y encuadernado.res, imprimido.res de mo.lde, mercaderes de dicho.s libro.s y sus facto.res, vecino.s de nuestro.s Reino.s y estanten en ellos",
Declaraba, que esto.s aco.stumbraban "imprimir y traer a vender a
esto.s nuestro.s Reino.s mucho.s libro.s de mo.lde, de muchas materias, asi en
latin Co.mo. en ro.mance, y que mucho.s de ello.s vienen faltos de las lecturas
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de que tratan, y otros viciosos, y otros de materias apócrifas y reprobadas,
y otros nuevamente hechos de cosas vanas y superticiosas".
Se prohibía la "impresión en molde" y venta de cualquier libro "pequeño o grande, en latín ni en romance", sin que precediese la licencia de
los Reyes o de los que su poder tuvieran. Para otorgar tal licencia se señalaban los presidentes de las Reales Audiencias establecidas en Valladolid
y Ciudad Real, los arzobispos de Toledo, Sevilla y Granada y los obispos
de Burgos, Salamanca y Zamora.
Sin expresa licencia de una de estas 'personas o de sus delegados no
se permitía traer' ni vender libros impresos en el exterior, ni imprimir
nuevos libros en España.
Se mandaba que los prelados examinasen o hiciesen examinar todos
los libros que se tuvieran que imprimir o vender, ordenando no se diese
licencia para la impresión de obras "de lecturas apócrifas y superticiosas
y reprobadas y cosas vanas y sin provecho"; igualmente se prohibía la
venta de semejantes libros procedentes del extranjero. Cada libro de los
"que fueren auténticos, de cosas aprobadas", .debía ser examinado por un
letrado "muy fiel y 'de buena conciencia, de la facultad que fueren tales
libros". Tal letrado debía jurar que lo "haría bien y fielmente, si tal obra
es verdadera y si es lectura auténtica y aprobada y que se permitía leer,
y en que no haya duda". .
.
Una vez ap~obado el manuscrito p~r el letrado, debía ser señalado
por el prelado que ' lo hubiera visto, después de lo cual se otorgaba~ la
licencia para su impresión con la condición de' que una vez impreso "primero lo recorra para ver si está cual debe; y así haga recorrer los ' otros
volúmenes, para ver si están ' concertados . •I " ".
Se encarecía a los prelados "tengan mucha vigilancia" y despachen
los asuntos con' brevedad, sin llevar más derechos que los que llevaban los
letrados. A estos se les señalaba un salario que no gravara demasiado al
impresor o librero.
Se ordenaba presentar los manuscritos "bien hechos y perfectos y
enteros y bien corregidos y enmendados y escritos de buena letra y tinta
y buenas y en buen papel, y no con títulos menguados, de manera que
toda la obra sea perfecta".
La pena impuesta por la pragmática a los transgresores era la pérdida del der echo de ejercer el oficio, debiendó ser públicamente quemados
todos los libros impresos. Se ordenaba además, que el librero o impresor
pagara como multa adicional el valor de los libros quemados y perdiera
el de los vendidos, incluyendo lo que se le debía por concepto de tales ventas. Las multas se repar~ían por tercera,s partes entre el delator, el juez
que dictaba la sentencia y el fisco. La pragmática debía pregonarse en las
principales plazas del Reino.
Esta ley rigió la impresión de libros por más de medio siglo y solo
pocas disposiciones adicionales ,regulaban casos especiales que se referían
a un libro o a una obra par~icular, permitiéndóla o prohibiéndola .
. .,.
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Para las Indias se expidieron pocas leyes especiales. Así, el 29 de
septiembre de 1543, se prohibía llevar a América libros "de materias profanas y fabulosas e historias fingidas", velando para que no se leyesen
libros de caballería. Otra ley ordenaba a los oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla que al despachar navíos a América pusiesen en el registro cada libro por sí, y no en bulto. Pero en general, durante el reinado
de Carlos V, había una tolerancia, aunque limitada, pues no parece que
las disposiciones se cumplian extrictamente. Así, por ejemplo, los famosos tratados de fray Bartolomé de las Casas, impresos en Sevilla en 1552-53,
no consta que tuviesen licencia formal de impresión, sin que jamás se
hiciese cargo por ello al autor o a su impresor.
• • •
Con el advenimiento de Felipe II al trono, aumenta las medidas de
precaución. Ya por Real cédula del 21 de septiembre de 1556 (reforzada
por la del 14 de agosto de 1560), se prohibe expresamente la impresión de
libros que tratan de América, sin licencia especial del Consejo de Indias,
y se ordena recoger todos aquellos que estuviesen en circulación para enviarlos al Consejo. Graves penas se imponen a los libreros que siguiesen
vendiéndolos, y por otra Real cédula, la del 9 de octubre del mismo año,
se ordena a los oficiales reales en los puertos americanos, reconozcan los
libros que llegasen en los navíos y no dejasen pasar libros prohibidos por
los expurgatorios de la Santa Inquisición. A las autotridades eclesiásticas
se encarga para que revisen en este sentido los libros que se leen en sus
diócesis.
El 17 de septiembre de 1558 Felipe II expide una nueva pragmática
sobre la impresión y venta de libros, que es la expresión legal de esta
nueva corriente censorial. En esta pragmática se deja un campo preferente a los libros impresos "en romance", es decir, en lengua castellana,
por la obvia razón de que su lectura se había ya popularizado en el
Imperio.
La citada pragmática está dirigida a todas las justicias. Alude al
Santo Oficio de la Inquisición y a los prelados que anualmente publican
listas de libros "que son reprobados y en que hay errores y herejías",
cuya lectura y venta estaba prohibida "con graves censuras y penas contra los que los tienen y encubren". Sin embargo -dice el texto de la nueva ley- ni la pragmática vigente de los Reyes Católicos, ni estas listas
bastaron para impedir la circulación en el Reino de muchos libros impresos dentro y fuera de él, en latín, en romance y en otras lenguas, donde
se' exponían "muchas herejías, el,'rores y falsas doctrinas, sospechosas y
escandalosas y de muchas novedades contra la nuestra Santa Fe Católica y religión, y que los herejes que en estos tiempos tienen pervertida y
dañada tanta parte de la cristiandad, procuran, con gran astusia, por
medio de los dichos libros, sembrando con cautela y disimulación en ellos
sus errores, derramar e imprimir en los corazones de los súbditos y naturales de estos Reinos (que por la gracia de Dios son tan católicos cristianos) sus herejías y falsas opiniones ... ".
"Otrosi-[continúa el texto de la pragmática]- somos informados
-rque]- se venden muchos libros en latín y romance ... de materias
-
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vanas, deshon estas y de mal ejempl o"; :;¡ituación que exigía
nuevas y
enérgic as medida s, que se toman de la siguien te manera :
Se manda imprim ir u~, catálog o pe todos los Íibros , proh.'i bidos
por la..
Inquisi ción, libros que debían ser quem~dos pública mente,
sea cual fuere
el lugar donde :;¡e hallaba n.
Se prohibe , bajo pena de muerte y pérdida de todos los ' bienes,
a cual~
quier librero o mercad er de libros "traiga , ni meta, ni tenga,
ni venda"
libros prohibi dos por la Inquisi ción.
Bajo la misma pena, se prohibe' imprim ir libros en lengua
cast~llana
o latin o en cualqu ier otra lengua, sin previa licencia
del consejo del
Reino; lo mismo import ar libros en rom'a nce, impres os sin
la licencia . Los
importa dos antes de la fecha de la pragmá tica, aunque precedi
ese licencia
impresa , debían entrega rse al corregi dor o alcalde del partido
, quien los
enviari a al Consejo para que este decidie se lo más conven
iente en cada
caso; pero entreta nto, no estaba permiti do ' venderl os, bajo
la pena ' de
perder todos los bienes ' y sufrir perpetu o destierro~
La censura de libros ' se declara ser de exclusi va incumb encia
del ,qonsejo Real. Este designa ría a lllos person as que en cada caso
examin asen y
aproba sen o desapro basen los libros present ados. Las obras
no provista~
de una licencia , sea cual fuere su procede ncia, serían quemad
as públicament e.
"
'
Se toman medida s especia les ' para evitar los ' fraUdes . Para
impedi r
que el manusc rito present ado y aproba do se alteras e antes
o durant e la
impresi ón, se ordenó que cada hoja .del origina l aproba do
fuera señalad a
o rubrica da "en cada plana y hoja" por uno de los es~~iba
nos de cámara .
Este secreta rio firmarí a además la última página del libro
con su nombre
comple to, señalar ía la cantida d de hojas del manusc rito censura
do y , rubricarí a cada enmien da, haciend o la corresp ondient e sa1veda
d. Una .vez
efectua das tales 'd iligenci as, el manusc rito rubrica do se entrega
ría al im~
presor, quien, impres o el libro, quedab a obligad o a entrega
rlo nuevam ente
al Consejo , junto con uno 'o dos ejempl ares, para que los textos
' de ambos
pudiese n ser compar ados. El manusc rito origina l ' quedar ía'
en el archivo
del Consejo . Cada libro deberá llevar impreso , en las primer
as página s,
la licencia , la tasa del precio de venta, el privileg io, si lo
hubiere , y el
nombre del autor e impreso r.. Las licencia s otorgad as debían
inscrib irse en
un libro especia l, encuad ernado, que se conserv ará en el archivo
del , Consejo.
La reimpre slOn de libros, aún de los provist os de licencia s
anterio res,
quedab a sujeta a nuevas licencia s, que se obtend rían median
te un ,procedimient o idéntico como si se tratase de libros nuevos . La
reimpre sión sin
tales licencia s acarrea ría al impres or la pérdida d!3 todos
sus bienes y el
destier ro perpetu o. Soló se excluía n de estas disposi ciones
los misales ,
breviar ios, diurnal es, libros de canto para las iglesias y monas,
t erios, bien
en latín o en romanc e, como tambié n las gramát ica,s , los vocabu
larios, etc.
Para su reimpre sión bastaba una licencia de 1011 prelado !!,
sin , necesid~4
de pasar por el Consejo . Pero ' nuevos libros, aunque fuesen
de similar
carácte r y conteni do, necesit aban somete rse a la :.censur a
del Consejo , al
igual qbe cualqui er libro laico..
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No se permite pasar de una persona a otra, sin licencia expresa del
Consejo, los libros manuscritos que traten de asuntos religiosos. Se ordena conceder la licencia, si el contenido fuere examinado y aprobado; de
lo contrario, el manuscrito debía se?' rasgado.
Se ordena, además, que personas diputadas especialmente , por lás
autoridades civiles y eclesiásticas conjuntamente, visiten periódicamente
las librerías, bibliotecas y libreros. Las librerías de los monasterios no
quedaron excluídas de ' tales visitas. Para visitar las bibliotecas de las
universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá, se ordena nombrar dos
doctores en cada una, para que juntamente con los diputados de las autoridades Reales procedan a las visitas. Durante estas, aún los libros provistos de licencias, si despertasen sospechas, se enviarían al Consejo, a
quien correspondería resolver en cada caso.
Las penas ' que resultasen de la 110 observancia de estas disposiciones
se dividían por terceras partes entre el denunciante, el juez que dictase la
sentencia y el fisco. Se ordenaba pregonar esta pragmática en las plazas
públicas ' de las principales ciudades, para que nadie pudiera alegar ignorancia.
• • •
Interesa, aunque sea brevemente, señalar las diferencias esenciales
que se observan entre ambas pragmáticas. Los Reyes Católicos, sin hablar
de libros de herejías (problema que entonces, no revestía la gravedad que
presentó posteriormente), designaban como censores, fuera de los presidentes de las Reales Audiencias, a los arzobispos y obispos. Característica
de las ideas de Felipe II sobre las prerrogativas del Estado es, que, aunque
haciendo un capítulo principal de estos libros de herejías, que aparecen
como causantes directos de la nueva pragmática, quita precisamente a las
dignidades eclesiást,i cas la facultad de censurarlos, concentrando todos los
poderes en el Consejo Real. Aún libros de contenido netamente religioso,
como devocionarios y misales, deben pasar por la censura del Rey, salvo
el caso de las reimpresiones. En las visitas a las bibliotecas de las universidades toman ' parte his justicias reales, y los libros sospechosos, aún los
provistos de licencia, se entregan al corregidor o alcalde, y no al obispo
ni al cura ni al Santo Oficio.
La pragmática de Felipe II no exige previa licencia de los prelados,
aún en los casos en que los autores fuesen frailes o curas. El asunto de la
censura es, pues, de incumbencia exclusiva del Consejo.
Se aumenta también sensiblemente la gravedad de las penas, con la
muerte, la pérdida de bienes y el destierro perpetuo, contra penas pecuniarias que imponía la pragmática de los Reyes Católicos.
• • •
La pragmática de Felipe II entr ó en vigor y rigió por mucho tiempo
los destinos de la vida intelectual española. Aunque se basó en el peligro
de la , herejía, de la deshonestidad e inutilidad, puso bajo Censura Real la
totalidad de los libros que se imprimían y leían en España, por lo cual
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los libros de carácter diferente de los enumerados, como, precisamente los
de historia americana, cayeron bajo la misma. Los censotes designados
por el Consejo no censuraban los libros referentes a América por su "vanidad", "falta de provecho" o por difundir herejías, que eran las causas
npminales de tan drásticas medidas, sino por circunstáncias diferentes,
como veremos más adelante
• • •
Las nuevas leyes, concebidas en forma tan ' severJ, solo necesitaban
de pocas disposiciones complementarias para producir los efectos deseados.'
Así, una pragmática fechada el 20 de noviembre' tle 1559, prohibía
la salida de los estudiantes españoles para las Universtdades extranjeras
y se ordenaba su regreso a España en el término de 4 meses. Como motivos de tal prohibición se señala la escasa asistencia de ~lumnos a las
universidades nacionales, el dinero que salía al extranjero a ~au8a de estos
estudios y los "peligros, por la comunicación con los extranjer~".,
En 1565 se expide otra pragmática, en que se ordenaba dar un salario
a los censores.
El 27 de marzo de 1569 otra pragmática ampliaba la prohibición de
traer libros eclesiásticos del exterior. Sin licencia del Consejo, se prohibía no solo su venta, sino también la introducción de libros provistos de
la licencia de los prelados, aún cuando fuesen impresos en Aragón, Valencia, Cataluña y Navarra. Su reimpresión en Castilla necesitaba de una
licencia del Consejo, no siendo suficiente la de un prelado.
La Real Cédula del 18 de enero de 1585 ordenaba a las autoridades
españolas de los puertos de mar, efectuar las visitas a los navíos, acompañados de provisores nombrados por las autoridades eclesiásticas del
lugar, para que estos reconociesen los libros que se despachaban a América.
El 4 de junio de 1610, otra pragmática prohibía imprimir en el extranjero libros "que han compuesto y escrito algunos naturales de estos Reinos, sin nuestra licencia y aprobación del Consejo". Como pena se impuso
la pérdida de naturaleza, honras y dignidad, y la mitad de los bienes. Con
referencia a los libros enviados a América, se ordenó levantar un registro
especial de todas las licencias concedidas, y el envío de las listas de libros
prohibidos a todos los prelados de América.
Parece que solo los libros que trataban de la historia natural tuvieron
más facilidad de pasar por la censura. En una consulta del 20 de marzo
de 1578 el Consejo comunicaba al Rey que el doctor Francisco Hernández,
protomédico, traía desde la Nueva España unos libros y descripciones hechas por él sobre la historia de aquel territorio, su flora y fauna. Estos
se vieron en el Consejo y se acordó publicar por cuenta del Rey. La resolución del Monarca, escrita al margen dice: "Libros de historia se verán
y se dará razón".
En una petición posterior, los herederos del médico pedían R!guna
merced Real por tales obras, sin que conste la resolución tomada por el
Consejo.
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El 28 de 1I1ayo de 1578 Juan López de Velasco informa al Consejo de
Indias, que,. según noticias recibidas del Perú, otro protomédico, el doctor
Antonio Sáncpez, está escribiendo una Historia Natural. Sugiere Velasco
que se escriba al Virrey para que envíe lo escrito hasta entonces y que,
examinado y "siendo de provecho", se anime al autor para que continúe
escribiendo su obra.
.
Muchas licencias de impresión y venta de libros en América, se otorgaban simplE:mente como mercedes, por los provechos económicos que podían reportar .a los favorecidos. Así, por ;Real Cédula de 28 de agosto de
1580, se ordena' pagar a López de Velasco el valor de su trabajo con la
impresión y venta de las ordenanzas de c~mo observar el eclipse de la luna.
El mismo cronista declaraba el 26 de agosto de 1673 "que por mandado
de la Santá Inquisición, él ha corregido la Propalabia de Bartolomé de
Torres Navarro, vida del Lazarillo de Tormes y obras de Cristóbal de •
Castillejo". En recompensa por su trabajo, se le ha dado · el privilegio de
imprimirlos y venderlos en España por ocho años y en Aragón por diez
años. Suplica se le de licencia similar para las Indias, "atento que los
dichos libros son excelentes en la propiedad y elegancia de nuestra lengua,
y estando enmendadas como están, son de entretenimiento honesto y sin
enconvenientes, ni perjuicio ninguno". La resolución del Consejo reza:
"que acuda al licenciado Gamboa".
El célebre arquitecto del Escorial; Juan de Herrera, se le dio licencia
por quince años (según Real cédula de 12 de marzo de 1584), para vender en las Indias estampas del famoso monasterio.
* * *
Una 'nueva nota introduce en esta legislación aquella Real cédula,
expedida el 5 de agosto de 1584, que prohibía el uso y publicación de libros
sobre "Arte o vocabulario de lengua de Indios", sin ser primeramente examinados por el Ordinario y las Reales Audiencias.
* * *
Nos hemos ocupado de todas estas disposiciones legales y proyectos,
para demostrar, con documentos que señalaremos en adelante, que la censura española, pretendiendo combatir la inmoralidad, vanidad e inutilidad
de algunas obras y procurando la conservación de la Fe Católica, expedía
disposiciones legales que a primera vista no solo parecen justas, sino emanadas de la necesidad. ¿ Quién negaría que en el siglo XVI la religión
cat6lica era un lazo importante, que unía espiritualmente las diferentes
provincias españolas, las que hace algunos decenios apenas, estaban divididas en varios Reinos y Estados? ¿Quién negaría a la España del siglo
XVI la necesidad de conservar este nexo puro, ·sin permitir que fuera enturbiado por doctrina heterodoxas, propagadas principalmente por sus
adversarios políticos? ¿Quién defendería la impresión de obras "inútiles,
vanas y de poco provecho"? Pero con esta legislaci6n como arma, se llevó
a cabo, como vamos a demostrarlo, una política de carácter muy distinto
al contenido de los quizá justificables preceptos legales.
* * *
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' En el siglo XVI, la politica española' referente á los problemas americanos no se caracterizaba de 'ningún ' modo por h" continuidad. Se 'sucedían medidas ' :de tehdertcias 'c ompletamente ' opuestas; 'de ~'Cuéí'do con el
ambiénte que reinaba eil la Corte.
'
,
Con referencia a la censura ocurrió lo mismo. La política cambiaba a
medida que transcurría el siglo. En 1536 Ginés de Sepúlveda no tuvo dificultad para obtener permlsó" para la impresión de su ' obra "Démócrates
Primus o de la Conformidap de la Doctrina Militar con
Religión Cristiana;' ;' peró ~ri 1550" la licencia de impresión pará un libro suyo, de contenido ideológico , semejante, el' "Demócrates Alter o de las jUstas causas
de la guerra contra los indios''', le fue negada, y adethás recogido el llbro
publicado e~ Roma, titulado "Apología pro libri de ~ustis Causis". Posteriormente se prohibió que pasaran a América sus obras "sobre el estado
• de las justicias".
la
'Én 1552-53 el obi~o Fray Battolomé de las Casas pUdo imprimir
'una serie de' tratados en qüe 'exponía su~ peligrosas y revoludonarias ideas
's obre los más graves problemas ' americanos; pero pocos añci's más tM'de,
'taie!! libros fueron r ecogidos apenas llegaron a Améri'ca .
. ,
:. '
En una época, la irifhiencia de esté' Obispo en la Corte fue tan' impor- '
tante, que su intervención ocasionó la tár danZ'a en la aprobación de la
"Historia General y Natural" de Fernández de Oviedo;, según le acusa
Gomara,; pero más tarde, una Real cédula de 24 de septiembre de 1579,
ordenó a Juan López de Velasco ~ardar en gran secreto los libros de La:s
Casas, los cuales le fueron entregados por Juan de Ovando, y se le advirtió que no los mostrara
nadie, sin licencia especial.
a
Cieza de León pudo imprimir en 1553 el primer libro de su Crónica del
Perú; _pero el 25 de junio de 1572', Rodrigo ' de Cieza, su heredero, en vano
trató de conseguir licencia para la impresión de los restantes libros y obtener una recompensa por la obra. Tales escritos, dice la petición, se habían entregado desde hacía tiempo al doctor Santillán y a Juan López de
Velasco para su examen, sin que el Consejo resolviera. (Estas tardanzas
e indecisiones fueron directamente responsables de la lamentable pérdida
dé una parte de los libros de este extraordinario historiador).
'
La obra de López de Gomara sufre , una suerte semejante : si la imp r eSlOn de 155.2 no tuvo dificultad, ya a fi,n es de 1553 se ordenó recoger
la edición, y por Real cédula del 16 de noviembre de 1572 se dispuso enviar
al Consejo todos los papeles que dejó a su muerte Gomara, ,incluyendo todo
lo relacionado con las diligencias que hizo en Soria. Se prohibió también
que sus libros pasaran a América.
J>or Real cédula de 16 de septiembre de 1560 se prohibe la circulación
en el Nuevo , Reino de Gr anada de los libros de Fray Vicente Palvecino
"De jure Belli adversus infidellius", y la segunda parte de "Instituciones
sede gobernatis", obras todas que en oposición a las teorías propagadas
por Las Casas, exaltan el derecho del Rey a las Américas y la justicia de
la guerra hecha a los indios; y, sin embargo, se prohibe y se ordena recoger las obras y manuscritos de Fray Alonso de la Vera Cruz, seguidor
de Las Casas y de ideología opuesta a la de Palvecino.
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Así observamos lo vacilante y contradictorio de la política española,
especialmente .durante la época de Carlos V, con referencia a la censura.
Solo poco a poco, a medida que avanzaba el siglo XVI, durante el reinado
de Felipe 11, se perfiló una tendencia que siguen fielmente los censores
del Consejo.
* * *
De los ejemplos arriba aducidos es evidente que en el caso de los
libros prohibidos, no se trataba de libros "inútiles" o peligrosos para la
fe, sino de aquellos que trataban de candentes problemas americanos:
cuestiones de la Conquista, justicia de la guerra que se hacía a los indios,
derecho del Rey al señorío de América, derechos de los conquistadores,
encomienda indiana, esclavitud indígena, crueldad empleada en la conquista, etc. Se observa que predomina en el Consejo de Indias, en la segunda
mitad del siglo XVI, una tendencia que también siguen los censores oficiales: velar por la quietud interior de las Colonias y suprimir los libros que
podrían suscitar críticas y discusiones, en pro o en contra de los escabrosos problemas americanos. Con tal tendencia, libros de Las Casas en
pro del indio y en contra de los conquistadores, eran tan peligrosos como
los de un Gomara, panegírico por excelencia de la Conquista; los de Sepúlveda o Palavecino, que exaltaban la legalidad de las guerras contra los
indios, eran tan peligrosos para la quietud del Imperio como las obras de
Fray Alonso de la Vera Cruz, seguidor de Las Casas. Aún historias tan
"neutrales" como las de un Cieza de León debieron parecer peligrosas.
Probablemente las tardanzas en otorgar la licencia de impresión de la
segunda parte de la obra de Fernández de Oviedo, que solo se dio en 1568,
sin que tal publicación tuviera lugar, obedeció' en gran parte a los mismos
principios.
En general, en todas las publicaciones se trataba de dejar traslucir
lo menos posible, los datos sobre cualquier problema importante que atañía
a los intereses del Imperio Español en América. Esta táctica la dictaban
no solo las complicaciones de la política interior americana, sino también
las de la misma España, rodeada de enemigos, a quienes les venía de perlas conocer cualquier noticia sobre asuntos americanos, que aquellos pudiesen utilizar para romper el cerco que la Metrópoli levantó alrededor
del Nuevo Mundo, pará cerrarlo a la penetración económica, política y
espiritual, de otras potencias europeas. Prueba de lo afirmado es el cuidado con que el Rey ordenaba guardar los ocho manuscritos originales de
la "Geografía" de Juan López de Velasco, para que sus datos fueran utilizados solo en el Consejo, "por el inconveniente que se podrían seguir, si
anduviesen ' en muchas manos ... , pues solo para las de él son a propósito".
N aturalmente, donde reinaba tal sospecha, las crónicas de América,
escritas por "amateurs" -historiadores no profesionales-, clérigos, frailes o soldados, tuvieron que despertar el recelo y desconfianza general. La
insistencia con que fray Pedro Aguado, autor de la "Recopilación Historial", se defiende, tanto en su proemio al lector como en el texto de su
obra, de haberse ocupado con escribir historia, a pesar de ser fraile; de
la misma manera como Fray Jerónimo Román y Zamora, en su "Repúblicas del Mundo", cree necesario declarar que sus ocupaciones literarias no
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son contrarias a su estado religioso, son indicios . de laC(·mala voluntad y
de la desconfianza de parte de las esferas 'oficiales hacia: estos frailes escritores. Situación que llevó a la creación del cargo de "Cronista Mayor
de las Indias"', de un historiador oficial, al que competía escribir la · historia oficial de la Conquista, así como vigilar también lo que -otros escribieran sobre ella. Cesó así, por más de medio siglo, la publicación de obras
de historia de América. No es tan solo coincidencia que los libros de Oviedo,
Cieza, Aguado, Gomara y Bernal Díaz quedaran . inéditos, mientras que se
advertía simultáneamente la .aparición de "historias" oficiales, tale;;¡ como
'í~ "Geografía y Descripción Universal de las Indias", de Juan Lóp.e z de
Velasco y "la His.t oria Gene~al d~ los hechos de los Castellanos en las Indias y Tierra Firme del Mar Océano!', de Anto~io de Herrera, ambas escritas por encargo del Rey, por cronistas oficiales, tomando como base. una
selección de documentos de los archivos del Consejo de .Indias.
Algunos casos que estudiaremos en seguida confirman plenllmertte
esta tendencia.
• • •
EL CONSEJO DE INDIAS
En 1575 aparece la obra de Fray Jerónimo Román y Zamora, fraile
agustino, intitulada : "Repúblicas del Mundo", dividida en dos tomos y
27 libros.
Ambos volúmenes llevan la licencia del Consejo de Castilla, fechada
el 25 de enero de 1574 y ot'orgada después de que por mandato del Rey
se hicieron "las diligencias -que la pragmática por N os hecha sobre la
impresión de los libros dispone .. . ", es decir, de acuerdo c9n la pragmática de 1558.
'
Estos libros, además, están provistos de la licencia del Provincial de
la Orden agustiniana, señalados por el Secretario del Consejo y. aprobados
por el censor, don Esteban de Garibay y Zamalloa, designado para este
efecto. Dentro de la extensa obra que trata de las sociedades primitiva:s,
existe en el tomo 29 fol. 352-423 un libro sobre los Estados precoloniales
de México y Perú y sus dos últimos capítulos contienen críticas de la Conquista, dignas de la pluma de un Las Casas .
Fray Jerónimo fue gran amigo de los indios y del famoso protector
y obispo Juan de Zumárraga. Por tres veces ejerció el cargo de provinc~al
en Méjico, conocía su historia y condiciones de vida. A instancia suya se
consiguió el breve (año 1567) que autorizaba a los frailes para dar la
comunión a los indios, a pesar de las decisiones contrarias del Concilio
Tridentino, por lo cual, según declara, "por ayudar con grande pecho a los
miserables y necesitados, he padecido humanas emulaciones, que - son divinos favores ... ".
En relación . con la conquista de Méjico decia el fraile agustino que
hubo muchas muertes, "por avaricia de los españoles ... ; empero lo que
más se ha de sentir -[continúa]- es ver un poderoso Rey -[Montezu-
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ma]- preso y con grillos, y echado por mano de un hombre particular,
cual fue Hernán Cortés, que aunque valeroso y digno de inmortal nombre,
no podia él, según las leyes divinas y humanas, tratarlo de esta manera,
aunque lo quiera matar, pues la tierra era suya ... ".
Sostenía Fray Jerónimo que ' Cortés dio tormento a Cuauhtemoc solo
por saber donde fueron escondidos los tesoros de Montezuma, "cosa la más
mala y más cruel, que ningún hombre hizo en el mundo, y por tal la pongo
yo aquí para memoria de los venideros".
Más graves son las acusaciones contra los hermanos Pizarro, "los más
malos hombres que salieron de otra alguna nación y más deshonra ganaron los Reyes de España con ellos y sus compañeros, que lo que se les
interesa de tan grandes, Reinos ... ".
Hablando de la ejecución de Atahualpa, describe cómo "los avarientos, codiciosos del oro, daban prisa a que se muriese, porque decían que
mientras viviese, nunca gozarían del oro y riquezas que habia en aquellas
tierras". Dios castigó a Atahualpa por sus pecados, continúa el fraile,
"pero Francisco Pizarro no tenía jurisdicción sobre él, ni el Papa Alejandro, ni' el Rey don Fernando, ni el Emperador hubieran mandado que
entrasen así en la tierra ajena. Pero Dios castigó tan gran pecado, pues
el Papa ni el Emperador no quisieron poner remedio. Porque un fraile de
Santo Domingo, llamado Fray Vicente de Valverde, que alteró a los españoles para que matasen a los indios, porque habia arrojado Atapalipa
la Biblia o sU breviario, Dios lo castigó ignominiosamente; porque a palos
lo mataron, siendo ya obispo, los mismos indios de la Isla de Puná. Y
Franciso Pizarro ya murió en las manos de sus enemigos y españoles".
La censura del Consejo de Castilla dejó pasar todos estos párrafos
severos, influenciados por la ideología de Fray Bartolomé de Las Casas.
No sabemos si tal actitud del Consejo de Castilla se debió al descuido, o
a la general mala voluntad que en él reinaba contra los conquistadores
americanos y sus descendientes. Lo cierto ' es que el Consejo de Indias
objet6 el texto publicado. Se conserva la protesta que hizo esa alta autoridad administrativa, alegando que contenía "muchas cosas al contrario
de lo que son, especialmente en los dos últimos capítulos, donde se tratan
muchas cosas de deshonor de los primeros conquistadores, y poniendo en
duda el señorío y otras cosas indecentes ... n. Pedia el Consejo de Indias
que las cosas tocantes a las Indias se remitiesen siempre a él, que, como
mejor informado, podía resolver, con más seguridad, lo conducente.
Ignoramos el fin que tuvieron estas diligencias. Lo cierto es que la
publicación incluye el libro y los dos capítulos objetados; aunque la resoluci6n Real al pie de la petición del Consejo de Indias, dice: "Que ya se
procedió". El incidente demuestra, sin embargo, la tendencia general que
reinaba, relativa a la censura en el Consejo de Indias: con referencia a la
historia de la Conquista no se permitía mancillar el honor de los primeros
conquistadores, para no indisponer a sus descendientes y revivir las , rebeliones pasadas; tampoco se permitía poner en tela de juicio del derecho
del Rey al señorío sobre las Indias, ejercido en su nombre por gobernadores, Reales Audiencias y otras entidades administrativas •
.. .
'
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JUAN LOPEZ DE 'VELASCO
Entre los censores que fueron 'n ombrados por el Consejo de Indias
para revisar libros ref~rentes a América, se enc)lentra, en muchos casos,
el cronista oficial y cosmógrafo, Juan López de Velasco. El estudio del
texto de su "Geografía" revela, con bastante claridad, su posición personal
respecto a América y deja entrever la tendencia que lo dominaría como
censor. Sin embargo, un documento conservado en · el Archivo de .Indias
demuestra sus actividades como tal; por esto lo incluímos en el. presente
trabajo.
En 1572, para conseguir la licencia de impresión, fue . presentada en
el Consejo de Indias la "Historia del Perú" escrita por Diego Hernández
de Palencia. A la publicación se opuso el primer censor, licenciado ·Santillán, tachando muchas partes de la obra de inex~ctitud histórica. Las
objeciones fueron rechazadas .por el autor en largos alegatos. El , asunto
pasó a la consideración de Juan López de Vela~co.
.
Se conservó el "parecer" emitido por éste, que es característicó . y
significativo por varios aspectos.
Declara Velasco que una obra de historia como la presentada; nece.
sitabaminuciosa investigación, pues se trataba de "muchos reprendidos
en infamia y nota de deslealtad de algunos cabildos de ciudades y perso,nas .públicas y . particulares. , , ", -refiriéndose a la popularidad que ' encontró el . levantamiento de Pizarro en el Perú. Los cargos por deslealtad
son demasiado graves, dice, para que se hagan a la ligera; por otra parte,
la controversia que surgió entre el licenéiado Santillán y Diego Hernán-dez de Palencia, con referencia a los hechos que contenía la "Historia"
--el expediente contiene muchas páginas que tratan de esta controversiademuestra que es imposible averiguar brevemente la verdad , por cuyo
motivo debe suspenderse el otorgamiento de la licencia de impresión.
Hasta aquí López de Velasco, si aceptamos que obra de buena fe, se
mantiene en una posición que podría justificarse: una obra de' historia
en la que se calumnia sin pruebas al prójimo. no vale la pena 's er impresa. Pero así sigue Velasco en su razonamiento: "Dado caso que .la
dicha averiguación se pueda hacer sin inconvenientes, aún parece· que se
debe considerar si será justicia, ahora nuevamente, que habiendo ya pasado aquellos desasosiegos y castigados los 'desleales y rebeldes , , " ahora
de nuevo se venga a inquirir y verificar la intención que tuvieron, , " etc."·,
En otras palabras: aunque se pudiera averiguar en breve plazo la
verdad de lo ocurrido, no "será justo", es decir, conveniente, discurrir
sobre un hecho que ya había recibido sanción oficial por el Estado y castigados los culpables. No importa averiguar la verdad ' de lo acontecido,
sino mantener en calma la sociedad, evitando desasO!¡iegos. La verdad que
pueda establecerse por medio de la investigación, Pasa a segundo plano.
La historia no debe remover ni poner nuevamente a prueba un acontecimiento "incómodo" para el Estado.
"Demás de esto -[continúa]- aún cuando se pueda ' averiguar lb
susodicho y sea justa y todo sea verdad, parece que se debe mirar, si 'será
servido Vuestra Alteza y convendría para la fidelidad que se debe es-
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perar en lo porvenir ... , dejar en historia pública ' y aprobada por Vuestra
Alteza, declaradas por desleales o sospechosos ... ", etc.
Así dice Velasco: aún cuando fuesen verídicas las acusaciones, si ellas
están en pugna con los intereses del Estado, no deben perpetuarse en una
"historia pública". Su divulgación en este caso pone en peligro la futura
lealtad de los súbditos. Se comprende que, donde prevalece semejante tendencia, no puede existir objetividad en una obra histórica, ni siquiera al
tiempo de escribirla: la misma investigación de la verdad es influída por
los intereses de Estado;
Como conclusión, Velasco pide se suspenda la publicación de la "Historia del Perú", se recojan los ejemplares ya publicados y ruega, "que
este parecer mío no venga a 'noticia de ninguna de las partes".
* * *
JUAN BAUTISTA GESIO
Este italiano, también cosmógrafo del Rey, aparece con alguna frecuencia en conexión con la censura de las obras de historia y geografía
americanas.
'1
:~
Para los fines de nuestro trabajo es interesante su "parecer" sobre
unas tablas geográficas de Méjico, presentadas al Consejo de Indias para su
aprobación. Se demuestra allí muy cuidadoso en defender los intereses del
Estado español. Considera peligrosa la publicación de tales mapas, sin
previa y minuciosa revisión. También en este caso su posición parece, a
primera vista, justificada: evitar que se popularicen falsedades geográficas. Empero, las razones adicionales que aduce son significativas.
Gesio alude a las diferencias de límites que existían entre España y
Portugal y apoya en ellas su "parecer", de que se debiera prohibir la
publicación de mapas, "para que [-dice-] no acontezca perjudicarnos
nos mismos, 'confesando con nuestros papeles y escrituras lo contrario de
nuestras pretendencias, y dar ocasión a los adversarios de defender y
corroborar sus razones con el testigo de los papeles castellanos, y hacer
lo que nosotros vamos haciendo ahora en ir examinando las historias,
libros y relaciones de ellos -[es decir, de los portugueses]- que en los
primeros descubrimientos, inconsideradamente escribieron según la verdad,
para fortificar nuestras razones y pretendencias [sic] y condenarlos con
la confesión y testigo de los mismos portugueses".
El rázonamiento del censor en un estilo un tanto extranjerizante es
revelador: no se debe escribir "inconsideradamente según la verdad". Hay
que tomar en cuenta otras consideraciones; y estas son las que dictan los
intereses del Estado. El interés por la verdad o por el adelanto científico,
debe ir a la zaga de tales intereses. Los portugueses han impreso cosas
verídicas, pero perjudiciales para sí mismos, y sería insensato, dice, "si
nos .dejásemos engañar y cayésemos en los yerros en que ellos han caído,
con escribir y dejar imprimir cosas que promulgan [sic] a nos mismos,
y contrarias a lo que pretendemos probar ... ".
* * *
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Hemos esbozado, a base de los escasos ·documentos que hemos localizado, la tendencia general de la censura española en el siglo XVI, referente a libros conectados con América. Nos limitamos solo a constatar los
hechos. No nos proponemos a justificarlos o denigrarlos, sino descubrir ·
la influencia práctica que tal política tuvo sobre aquellas obras.
Salta a la vista que tal tendencia no pudo favorecer de ningún modo
la investigación objetiva ni el libre desenvolvimiento de las ciencias histórica, geográfica y social en América. Se comprende la tardanza que
implicaba la simple censura de ellos, y las dificultades que hubo que vencer un autor hasta lograr, finalmente, la impresión. La censura y las
trabas que ella puso, fueron probablemente la causa inmediata d~ la pérdida lamentable de muchas obras, cuya existencia revelan documentos llegados hasta nosotros, mientras que otras permanecieron por largo tiempo
sumidas en el olvido. Y es de suponer que algunos escritos, aún cuando
no fueran suprimidos, tuvieron ·q ue sufrir graves mutilaciones, a fin de
hacerlos concordar con los intereses del Estado. Ejemplo clásico y revelador, son los manuscritos de la "Recopilación Historial" de fray Pedro
Aguado.
LA "RECOPILACION HISTORIAL" y
LA CENSURA
A fines de 1575 llega a España fray Pedro Aguado, provincial de la
Orden de San Francisco en el Nuevo Reino de Granada, con el cargo de
procurador de su Provincia.
Para acreditar su persona ante el Consejo de Indias presenta su
"probanza de servicios", hecha antes de su partida, y una "tabla", es
decir, el índice de una obra histórica que escribió sobre la Conquista del
Nuevó Reino de Granada. Esta "tabla", conservada en el Archivo General de Indias, demuestra la división de la obra en 17 libros, cada uno subdividido a su vez en sendos capítulos provistos de los respectivos títulos.
Durante los largos años que permaneció en España, en espera del
permiso de volver al Nuevo Reino de Granada, Aguado pudo arreglar y
pulir su obra histórica, que en 1579 presentó al Consejo de Indias, para
conseguir la licencia de impresión.
La obra en referencia, pasó al examen del cronista, Juan López de
Velasco. y en el mes de febrero de 1580 pide Aguado "se le mande al
cronista Juan López de Velasco que de luego su parecer como le está mandado, cerca de los libros primera y segunda parte que ha escrito sobre el
descubrimiento del Nuevo Reino de Granada, atento que ha muchos días
que los. tiene en su poder y de la dilación recibe daño".
López de Velasco emite su parecer, y la obra se entregó, para ser
examinada, a Juan Bautista Gesio, segundo censor. Así, el 5 de junio del
mismo año encontramos una nueva petición del fraile, quien afirma que
los libros "los tiene vistos Gesio, a quien se sometió que los viese, y suplica se le mande que de su parecer en ello, y a él se le de licencia para
que los pueda imprimir".
También el italiano da · su · parecer, y el Consejo de Indias ordena que
la obra pase al estudio del licenciado Hinojosa, encargado de resolver, en
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
última instancia, si debe o no darse la licencia de impresión; La resolución
del consejero es favorable, y así, el 15 de enero del año siguiente, en una
nueva petición declara Aguado, "que se proveyó que el licenciado Hinojosa
viese los pareceres que Juan López de Velasco y Juan Bautista Gesio
dieron sobre los 'libros del descubrimiento del Nuevo Reino de Granada,
y así lo ha visto. Suplica se le de licencia de imprimirlos".
La licencia se concede al fraile el 3 de septiembre de aquel año 1581,
y su texto está inclu,í do en la segunda parte de la "Recopilación Historial".
Las gestiones siguen su curso, ahora en el Consejo de Castilla, y el
6 de julio de 1582, después de las diligencias que duraban ya tres años,
recibe Aguado el permiso definitivo de imprimir y vender su obra por
diez años, con las condiciones que prescribe la pragmática de Felipe II
de 1558.
Con todo, la obra 110 se publicó. Un año después, en 1583, encontramos a su autor ya en el Nuevo Reino de Granada. Ningún documento habla de la obra que escribiera. Al igual que una parte de la de Cieza de
León, quedó también ella olvidada y perdida durante siglos. La desenterró
a fines del siglo XVIII, el gran recopilador Juan B. Muñoz, incluyéndola
en su famosa colección que reposa en la Real Academia de la Historia,
Madrid. A principios del presente siglo, en 1906, fueron publicados solo
los primeros nueve libros de la primera parte por la Academia Colombiana de Historia y otra parte de la Recopilació.n, los diez libros de la segunda
parte, por el gobierno de Venezuela en 1914. El texto íntegro solo se publicó en 1917-19 por la Real Academia de la Historia, Madrid. Todas ,e stas
publicaciones fueron hechas a base de dos volúmenes. Tomos 68 y 69 de
la Colección Muñoz, que contienen la obra de Aguado.
Estos dos tomos pertenecen indudablemente al siglo XVI; pero los
dos volúmenes demuestran grandes diferencias entre sí. El segundo, el
tomo 69, que contiene los diez últimos libros, la "Segunda Parte", o la
erróneamente llamada "Historia de Venezuela", está escrito de corrido,
nítidamente, sin que se observen enmiendas o tachaduras.
Muy distinto es el aspecto de la primera parte de la "Recopilación",
el volumen 68 de la Colección l.\fuñoz, dividido en 16 libros, numerados
de 1 al 16.
Ya a primera vista se observa que no se trata de un libro escrito de
corrido sino de vai'ios libros o t¡:ozos de manuscritos, escritos cada uno
por un amanuense distinto, con diferente tipo de letra y ortografía -[que
en sí no es una cosa desusada en manuscritos antiguos]-, en cuadernos
separados, de papel de diferente clase y, a veces, formato; cuadernos que
después, cortando las hojas que quedaron en blanco, se cosieron unos a
otros, para encuadernarlos en un solo ' volumen. En ellos abundan recortes, tachaduras y enmiendas, todo rubricado; lo mismo como lo es cada
página del libro.
Ya el título del volumen procede de un libro distinto, pues, como se
puede observar, está recortado y pegado sobre una hoja en blanco. En
cuadernillos sueltos están escritos todos los dieciséis libros de que consta
el volumen, más el índice que les precede, el proemio al lector y la dedica-
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
toria al Rey. A veces cada libro en un cuaderno aparte y, a veces, un grupo
de libros en uno o varios cuadernos. En una palabra, se trata de una verdadera recopilación material de varios manuscritos o de trozos de eBtos.
Seis libros de este volumen parecen copias de ~nmanuscrito más antiguo, copias .q ue se hicieron, suponemos, porque ~as tachaduras y enmiendas introducidas en el texto original lo volvieron confuso; pero los
diez libros restantes tienen un aspecto muy diferente. En ellos también
abundan enmiendas, tachaduras y cortes, que les dan un aspecto de verdaderos borradores; pero su texto, a p~sar de las numerosas enmiendas,
es perfectamente legible, lo cual, probablemente, hizo innecesaria una
nueva copia.
Se comprenderá la extraordinaria fuente de información que tenemos
entre manos en el caso de estos diez libros, pues no se trata solamente
del propio manuscrito presentado en el Consejo y aprobado por este -lo
que demuestra el hecho de ser rubricado en cada hoja por el secretario
Zapata de Mármol-, sino de un manuscrito qUe corresponde a la versión
primitiva, y contiene las enmiendas, añadiduras y extensas partes tachadas que en él se hicieron, muchas de las cuales son afortunadamente aún
legibles, aunque con gran dificultad. Estos lil1ros !,on, pues, aquellos que
Fray Pedro Aguado no pasó en limpio, es decir, no copió ni hizo copiar
por amanuenses, y los que presentó, en el original, en el Consejo de Indias.
Las enmiendas son de extraordinario interés, pues no son, como erróneamente creyeron algunos investigadores, tachaduras de lectores inconsiderados u otras personas irresponsables -lo que, además, se desmie~te
por el hecho de que casi todos, incluyendo los lugares de los cortes, están
rubricados por Zapata de Mármol-, sino demuestran una tendencia definida, precisamente aquella tendencia de la censura, la que hemos tratado de esbozar, basándonos en otros documentos. En esta forma, en los
libros de la "Recopilación Historial" que hemos indicado, se puede observar objetivamente el papel que jugó la censura oficial en la deformación del texto original de una historia americana, y los efectos que tuvo
su intervención para nuestros conocimientos actuales de la historia de la
Conquista del Nuevo Reino de Granada y de la antropología de las tribus
que habitaban en él, antes de la llegada de los españoles.
Ya en el primer libro encontramos que fueron suprimidos dos capítulos enteros. Su texto, de acuerdo con la "tabla" de Sevilla, fue el siguiente:
"Capítulo 1. Trata de algunas opiniones que hay y ha habido acerca
del origen de los indios y gentes naturales del Nuevo Mundo de las Indias
y de dónde proceden.
"Capítulo II. De cierta opinión que hay acerca de haber tenido noticias don Cristóbal Colón, de las Indias, y de cómo y en qué tiempo fueron por él descubiertas, y en vi~a de qué Pontífice Romano y Rey de
España y Emperador Romano".
Este corte, primero de los muchos que encontraremos, privó a la investigación histórica de unos datos y opiniones sobre el origen de los
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
indios y el descubrimiento de América; datos que, tal vez, se ceman a las
ideas tradicionales, pero posiblemente contenían también elementos nuevos
e interesantes.
Es difícil explicar a qué se debió la supreSlOn de los dos capítulos.
¿Contenian informes sobre la geografía americana, perjudiciales para los
intereses de España? ¿ Había opiniones sobre el descubrimiento que no
cuajaban dentro de la tendencia ofidal? ¿Se decía algo sobre las noticias
que pudo haber recogido Colón en Portugal? ¿Habíase aplicado para la
supresión de estos capítulos el precepto de Gesio, de que la verdad no se
debe escribir "inconsiderablemente"? Tal vez nunca lo sabremos.
Siguiendo la comparación dél texto de los títulos contenidos en la
"tabla" de Sevilla con los que aparecen en el índice del manuscl'ito de la
Colección Muñoz, encontramos otra característica interesante. Todas las
palabras como "conquistar", "conquista", "guerra", etc., que contienen los
capítulos según la "tabla" de Sevilla, están reemplazadas en el índice de
la obra por "poblar", "pacificar", "guazabara", "jornada", etc. E igualmente se hizo a lo largo de todo el marnuscrito de la Colección Muñoz.
Donde aparecen en el texto palabras conectadas con "conquista", estas
fueron tachadas y reemplazadas por palabras más suaves, derivadas del
verbo "poblar", "pacificar", "entrar", etc., puestas en el margen o entre
líneas. Se aplicó, pues, a la obra de Aguado el famoso precepto de Felipe
n, que prohibía emplear tales vocablos en relación con los problemas americanos. Al leer la versión enmendada -así como aparece en las ediciones impresas se produce muchas veces el extraño hecho de que expedi. ciones emprendidas hacia territorios jamás visitados por españoles o habitados por tribus de reconocida sumisión, se hicieron con el objeto de "pacificar" a sus pohladores, lo que en cierto modo falsifica la historia de la
Conquista, al igualar las entradas que se hicieron con fines de conquista,
es decir, para hacer la guerra a una tribu, reunir tributos o capturar esclavos, con las que se realizaron con fines de verdadera pacificación, de
una tribu sublevada o belicosa.
Más significativas son las enmiendas de otro carácter. Así, en el capítulo vn del primer libro se trata de la sublevación de algunos capitanes contra el primer gobernador de Santa Marta, Rodrigo de Bastidas, y
que le costó la vida. En el título correspondiente a tal capítulo, según la
"tabla", aparece el nombre del cabecilla de esta conspiración, que era el
capitán Villafuerte; no así en la del manuscrito, donde este apellido está
tachado y reemplazado por el de "capitán amotinado", sin indicar su
apellido.
Igualmente fue suprimido el apellido de otro amotinado, "un fulano
de Montesión (o Montecinos?), que había sido tesorero"; apellido que
iue tachado, quedando en el texto solo "uno que había sido tesorero". En
esta ocasión la palabra "traición" fue suprimida y reemplazada por otra
más suave, "motín".
El manuscrito original contenía un apellido de un tercer amotinado,
igualmente tachado varias veces y reemplazado por "tercero" o "este tercero", o "este amotinado", apellido tan tachado que no lo pudimos descifrar.
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En estos casos se advierte el precepto de López de Velasco: no se
debe perpetuar en la "historia pública y aprobada por Su Majestad", los
apellidos de desleales o sospechosos.
La tendencia de la censura a suprimir o, por lo ' menos a suavizar
algunos hechos poco edificantes que sucedían durante la conquista, tachando apellidos o renglones enteros del manuscrito original, se observa
a lo largo de la obra. Así sucede, por ejemplo, con todo aquello que se refiere a don Alonso Luis de Lugo. Su llegada al Nuevo Reino la califica
Aguado de "trabajosa aflicción", comparándola con la desastrosa jornada
de Hernán Pérez de Quesada al "Dorado". Todo esto está tachado, quedando solo en pie la simple venida de Qon Alonso.
Así mismo, al hablar de la,s encomiendas que otorgaba Lugo, fue tachada la frase en que se decía que las daba "más por precio que por méritos".
Más adelante se tacharon varios párrafos que se refieren al carácter
codicioso de este gobernador y al desasosiego que su gobierno produjo en
el Nuevo Reino. Muy cuidadosamente se tacha aquella frase del historiador, en que afirma que los colonos llegaron a tal grado de desesperación,
que "si los españoles que en el Nuevo Reino residían fueran gente insufrible y deseosa de novedades, les habría puesto y ofrecido ocasión en las
manos, con que, con quitarle a él -[a Lugo]- la vida y librarse de su
doméstica tiranía, se encendieran, etc.".
A la misma tendencia de la censura obedecen las grandes mutilaciones que se observan en el manuscrito, cuwndo Aguado relata cualquier
alboroto contra las autoridades, acaecido en el Nuevo Reino; con lo que
se tergiversa la realidad de lo sucedido. Así se hace con aquel motín que
hubo en Santafé con ocasión de la tasación de tributos de los indios por
el licenciado Villafañe y con la sublevación del oidor Juan de Montaño
contra las autoridades. En esta ocasión una página del manuscrito fue
~rrancada y se hicieron varias tachaduras en el texto de las demás páginas, para que desapareciera completamente el relato de esta rebelión.
Se observa pues, como prevalece la tendencia que demostró López de
Velasco al oponerse a la publicación de la "Historia del Perú", de Diego
Hernández de Palencia. La censura vela para que nombres españoles cubiertos por una u otra razón de infamia, no pasen a la posteridad y desaparezcan, en lo posible, rastros de sublevaciones contra la legítima autoridad, frecuentes en América durante la Colonia.
Tan importante parecía a la censura española la supresión de todo
lo relacionado con las rebeliones cüntra la Cürüna, que en ütrü lugar, hablandü del "tirano" López de Aguirre, fue tachada la .frase: "que en tüdü
génerü de maldad y desvergüenza excedió a todüs lüs tiranüs y rebeldes
que en las de esa .. . [-ilegible--] Tunja fuerün y han sidü en las
Indias ... ".
• • •
Gran extensión tienen aquellüs cürtes y tachaduras con que se quisierün suprimir lüs relatüs de las ' .crueldades cümetidas pür lüs españüles
cün lüs indiüs durante la Cünquista, y, en general, los detalles de esta
-
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lucha desigual. El corte más importante es aquel del libro 10, en que tres
capítulos, el VII, VIII Y IX, quedaro1\. suprimidos completamente, capítulos que según la "tabla" de Sevilla fueron los siguientes:
"Capítulo VII, en el cual se escribe cómo Ospina volvió a Vitoria
con socorro de españoles y otras cosas, y Antonio de Berrío salió con gente
a buscar comida y murió estacado de una caída que dio en un hoyo, y
cómo Pedro Beltrán, por ser cruel, fue electo por caudillo a pedimento
de los soldados, y de algunas crueldades que este Beltrán hizo.
"Capítulo VIII, en el cual se escribe cómo, mediante el rigor y crueldades de Beltrán, salieron algunos indios de paz y se principió la federación general entre los indios y españoles, y cómo Salinas envió a Beltrán
con cincuenta hombres a Samaná, y cierta traición que un principal llamado Chantaón hizo a los indios de Samaná, por donde murieron muchos.
"Capítulo IX, en el cual se escribe cómo los indios de Samaná, con el
temor que hubieron de los españoles, desamparando sus pueblos, se escondieron por los montes y cuevas, y las monterías que en ellos hizo Beltrán
y otras crueldades que los indios de Chontaón hicieron en los de Samaná,
con . todo lo sucedido hasta que Beltrán con los españoles se volvieron a
Vitoria, dejando los naturales de paz".
Se trataba pues, como se puede observar, de detalles de toda una expedición a las tierras pertenecientes actualmente al departamento de Antioquia, donde según consta por otros documentos, los españoles se excedieron en cometer crueldades, debido al carácter indómito de los aborígenes.
A todo lo largo de la obra hay tachaduras y enmiendas cuyo plausible objeto no era otro sino suprimir las noticias sobre las crueldades cometidas y los detalles generales sobre la lucha con los indios. Así, por
ejemplo, se tach6 media página que describía la guerra que se hizo a los
indios de Simijaca, donde leemos que "los indios que vivos escaparon fue
con piernas y brazos quebrados. Y así, a poder de sangre vertida, desbarató y gan6 Juan de Arévalo esta fuerza, con pérdida de un buen soldado
que con los indios se despeñ6, llamado fulano Varranco y otros que le
hirieron con flechas y lanzas. Pero todo fue bien pagado, porque, demás
de los indios que despeñándose murieron, estaban debajo del peñol en lo
llano cinco hombres de a caballo, que de los que por buena fortuna llegaban vivos y huían, los alanceaban ... ".
Con ocasi6n de la expedición al Valle de San Bartolomé, se lee entre
lo tachado: " ... Porque llevando Alonso González un indio de la tierra
por guia, Guernica, por cierta leve ocasi6n, se le quit6 de entre manos y
le ech6 a unos perros, que con su acostumbrada y natural crueldad lo
despedazaron y comieron sin que los demás lo pudieran remediar".
Está tachado todo lo referente a la guerra que se hizo, a los indios
que, para defenderse se encerraban en sus fuertes bobios, por lo cual los
españoles, para obligarlos a la entrega, los incendiaban. Y entre lo tachado se lee: "Pero como este acuerdo fuese tan malvado y pésimo cuanto
se verá, y cruel, de ninguna otra cosa les aprovech6 ni sirvi6, sino fue a
abrazar y quemar con él mucha cantidad de personas de todo sexo y
edades que dentro de ellos había, que con coraje de brutos estaban y de-
- 185 Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
jaban estar vivos en medio del fuego., p\>r :no ·yeni,:r. . a tJlanos :y poder . ,d:e
los ·españoles, a quienes ellos tení¡¡.n .por monstruos de la naturale~;¡. .. ,. ¡'.
Un poco más adelante se hace descripciÓn de un ataque noctti~ho y 'se
dice: , "de suerte que cuando amaneciÓ, h;¡.llaron o ,.vieron el al9jamiento
bañado de sangre y poblado de cuerpps muertos, porque c.o mo l~' cruelda.d
de . los soldados era ta~ bárbara y mala, no se ·contentaban con ¡lescalaQrar
los que encontraban, sino de hecho, chicos y grandes, .yarones . ;Y. mujere,s
los pasabal1 ~on las ' espadas departe y parte,y.entre ellos .no h~bía . ¡más
orden que espetar indios y pasar adelant~,.. ~ aunque la lu~!;lel , p~a les
enseñÓ el triste espectáéulo que con sus propias "niános '}:iabíal} hecho, no
por eso. hubo
en:
elloS ningún remordimfento
' de .. conciencia
. . . . etc."
:
.
.
.
. ' 0.
..
.
..
" ¡'
En otro lugar de ' los textos tachados ' se relata cÓ~o elcapjtán Juan
Rodríguez hizo asir de los brazos ·a 11n indio y con dos . cortadas los· separó
.del cuerpo, "para alabar su e.s pada de . buena cortad~ra: '! En .. Mérida se
empalaron dos indios "solo porque, queriendo ' consertarse .e il 'sus tierra.s
y cosas ... , habÚmatajado un camin<;> que por ~llas iba";':.
', '. .
,
La censutaespañola trató, 'pues, de hacer desaparecer ·r elatosdé hechos abominables.; pero acalló también las valerosas y temerarias protestas que tales hechos suscitaban en los pechos .de · hombres, tambiénesp·a - .
ñoles.
...
;
'. '.'
Para. los . investigadores de la obra de Aguado ' .'constituyeuD· enigriia
insoluble la falta de datos sobre la obra misionera, fundación de conventos y los comienzos de la Iglesia en el Nuevo Reino, eh est!J. 'h istoria escrita por un fraile, provincial de su Ord'e n; quién ha viajado a Espafih
con el expreso fin 'de lograr mercedes ;paTa su Provincia. Los' datos 'sobre
la Iglesia 'e n la Nueva Graml.da· fueron 'siinplémente supihnidos 'por ;la
censura'- El hecho' de esta . supresión se óbservaen varios lugares ' 'deltéxto, ya que varias páginas estan cortadas y 'algunas inC1usoarrancadas,
para evitar . cualquier alusión al papel' de la Iglesia.
.
Aunque a primera vista es difícil creer. que fue la 'cj:lDSúra españ,o~a
.quienhizo tales. cortes, el hecho .se explica si tel}emOS en cuenta Ía: tuibulenta historia de las .primeras décadas de la. Iglesia en el _Núe.~ · Remo
de Granada, por la animosidad y franca ·enemistad .que ·regi¡ln entre los
poderes eclesiásticos y civiles, entre el clero y los fraiies entre si, aún de
una ' misma Orden, .sobre . 'l o .cual hablan muchos -.documentos .históricos,
aunque callan más o'. menos completamente las historias oficiales; El deseo
.de no revelar estas luchas en Jos albores de la Iglesia del Nuevo Reino,
quepatetizan otros documentos., más otras causas que sería.largo .d e .emimerar, explica su supresión ' por :aquellos que ' se 'esforzaban en .~présentar
la h istoria de América y de la Conquista más pacífica y menos apasionante, dé lo ' que verdaderamente ' era~ .
, .
., ,
Hay supresiones :aún .,más lamentable~.. A Jos inv estigado.res :de J a, 'obra
de..,t\ guado ha llam.ado.la ~tención : el,jlep}¡o .de q'Ue,a p~!,al" . ~e· ~ i.q&i,;wI!.cia .c on . .gue,1,el , !l-.utor deci~l:~ que .el ,01:1.1 eto
qe· sp : ob~ e~. ~b4e .. es.. crJ.IJ:i.AjJ!l
. '
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
historia :de: ras ciudades, "intención que ·confirma la estructUra misma de
la Recopilación Hi¡:;torial, como · Un conjunto de los estudios monográficos
sQbre l~ fundación e hjstoria de cada una de la~ ciudades del Nuevo Reino,
son sp.~amtmte e~casos los datos sobre la bistoria de las tres ciudades
principales y de mayor importancia, fúndadas a raíz de la conquista Em
el cOJ;azón ,ffirsmo d.e riúestro · territorio: Santafé (actual Bogotá), Tunja
y. V élez.Esta omisión ·no se debe a negligencia del autor sino a la mano
de la censura .
.·Estudiando el último capítulo del 49 libro, tal como aparece· en el
manuscrito original, . observamos que la . página está cortada en la parte
inierior. En el reverso · del trozo que, quedó adherido al libro, cuyos ren~
glones están tachados, se descifra· que Aguado anuncia un relato de cosas
e~ificantes para los españoles. El texto completo del final de este capítulo. no. es conocidó, ya que, como dijimos, la página está cortada. Y este
corte se extiende, desgraciadamente, a los otros cinco capítulos que originalmente tenía este libro: capítulos XXIV al XXVIII inclusive, como se
desprende al estudiar la "tabla" conservada en Sevilla, donde el libro 49
contenía 28 · capítulos y no 23, como aparecen en la versión censurada.
Estos capítulos eran precisamente aquellos que daban noticias pormenorizadas de las tres ciudades, Santafé, Tunja y Vélez. Su contenido,
según la "Tabla", era el siguiente.:
"Capítulo XXIV, en que se cuenta la orden y manera con que se celebró
el año de sesenta y siete. la fiesta del Corpus Cristi en Santafé. Fo!.
Capítulo XXV, en el' cual se trata de la tierra y valle y rí(} de Bogotá
y de las distinciones de los tiempos de ella. Fo!.
Capítulo "XXVI, en qué' se deseribe el sitio de la ciudad de' Santafé y
los tratos y condiciones de las gentes que en ella residen. Fo!.
Capítulo XXVII, en que se trata del asiento de la ciudad de Tunja y
d~ ,la condición y templé de su comarca y ·tratos a que a ella se han dado.
Capítulo XXVIII, en que escribe el asiento de la ciudad de Vélez y de
su temple y de las minas que tiene y oro que se saca".
. Así se pu'ede observar que, debido a circunstancias que tal vez nunca
llegaremos a conocer en detalle, pero indudablemente inherentes a su contenido, fueron suprimidos, precisamente aquellos capítulos que se referían
a la fundación y primeros datos históricos sobre las tres más importantes
ciudades de la actual Colombia: Bogotá, Tunja y Vélez.
*
*. '"
Pero no acaban aquí los enormes daños que la intervención de la
censUra oficial provocÓ' en las ciencias históricas, geográfiCas y antropológicas de Colombia.
Muchos estudiosos se extrañan ante el incomprensible hecho de que
Aguado, en ·cuya obra abundan largas y minuciosas descripciones antropológicas de varias tribus menores que habitaban el territorio del Nuevo
Reino de Granada: y sus confines, tales como los guahibo, pantágora, Páez,
pijao, panche, etc., hubiera dejado completamente en el olvido la principal
tribu que habitaba la meseta chibcha: los musica; tribu numerOsa y cul-
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turalmente avanzada; una "nación", que constituía uno de los principales
núcleos culturales de la América Precolombina.
y sin embargo, salta a la vista el hecho de que en la versión final
del manuscrito de la Recopilación, no existe ninguna descripción de los
musica, salvo noticias generales y esporádicas. Aquí, una vez más, es la
"tabla" conservada en Sevilla la que ' arroja luces de tan extraño suceso.
Hojeándola, observamos que todo un libro, el 59, con 28 capítulos, fue
totalmente suprimido. En él se contenía precisamente una minuciosa descripción de los indios musica. Allí se describían las ideas de los indios
sobre el origen del mundo (Cap. II), sus ceremonias (Cap. III), sus ritos
religiosos (Cap. IV-VII), la forma de enterramientos (Cap. XXI al
XXIII), el ejercicio de la justicia (Cap_ IX), sus fiestas y regocijos (Cap.
XVII), su comercio e industria (Cap. XII al XIII), la caza y pesca (Cap.
XIX), su calendario y modo de contar (Cap. XX), la forma de sus casamientos (Cap. IX al X), sus comidas (Cap. XXVI) y sus vestidos (Cap.
VIII).
El texto de los títulos de estos capítulos que se han conservado en la
"tabla" de Sevilla, es el siguiente:
LIBRO QUINTO
Capítulo 1, en que se trata de una cédula que envió su Majestad a
los presidentes y oidores, en que dice le avisen de las ceremonias y ritos
que hacen estos indios. Fo.
Capítulo II, en que se escriben algunas opiniones varias que los indios tienen sobre quien los crió a ellos y al mundo y las otras cosas criadas
y del Diluvio. Fo.
Capítulo III, que trata de la diversidad de simulacros; a quiénes idolatran y adoran y tienen por dioses. Fo.
Capítulo IV, de los santuarios y casas de idolatría. Fo.
Capítulo V, que trata de las ofrendas y sacrificios que los indios
moxcas hacen. Fo.
Capítulo VI, en el cual se trata del oficio de los xeques y personas
dedicadas para el servicio de los santuarios. Fo.
Capitulo VII, en el cual se escribe y declara el ayuno que los indios
acostumbraban a hacer y la diferencia que hay de ellos a coyme y lo que
propiamente se llama coyme. Fo.
Capítulo VIII, en el cual [-se escribe--] por qué estos indios se
llamaron moxcas, y la manera de sus personas y el modo de vestirse y
la diversidad de naciones que cercan este Reino y la gente de él. Fo.
Capítulo IX, que trata de la orden de los casamientos que los indios
ha'c en y mujeres que tienen. Fo.
Capítulo X, en el cual se escriben las causas y efectos principales por
qué los indios se casaban con tantas mujeres, y el modo de parir, y regocijos que ellos hacen y la pena que ,a los adúlteros se da. Fo.
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Capítulo XI, de la manera de leyes y hacer justicia que entre los indios hay, y de algunas ordenanzas que algunos intérpretes han fingido
tener estos indios. Fo.
Capítulo XII, en el cual se escribe la orden de los mercados y de
las cosas que en ellos se venden, y de los oficios más señalados de artes
mecánicas que entre ellos hay. Fo.
Capítulo XIII, en el cual se tlscribe el hayo y el tabaco y yopa y los
efectos para qué usan de ello los indios, c~n algunos de los abusos y superticiones de que usan. Fo.
Capitulo XIV, en el cual se escriben los señores principales y superiores que en este Reino ha habido, que había cuando los españoles entraron en él, y quiénes son los sucesores y herederos forzosos de los cacicazgos. Fo.
Capítulo XV, en que se escribe cómo son los sucesores de los caciques
sacados de coyme y metidos en los cacicazgos. Fo.
Capítulo XVI, del modo como los señores eran servidos y respetados
de sus súbditos y les era pagado el tributo, y el modo de sus casas y servicio de ellas. Fo.
Capítulo XVII, de las fiestas y regocijos que los indios moxcas tienen
y hacen, que por otro nombre se llaman borracheras, y del modo de correr
los términos. Fo.
Capítulo XVIII, en el cual se escriben las diferencias de personas que
tienen estos indios, y la forma de saludarse con la poca caridad de que
unos con otros usan. Fo.
Capítulo XIX, de las monterías y pesquerías que usan los indios moxcas y los modos que de hacer esclavos tienen. Fo.
Capítulo XX, del modo de contar los tiempos y la manera de contar
de que estos indios usan y hasta qué número se entiende su cuenta, y lo
que tienen sobre el temblor de la tierra y la eclipse del sol y la luna. Fo.
Capítulo XXI, en que se escribe la manera cómo los indios moxcas
entierran los caciques, y las exequias que les hacen y los entierros de las
demás gentes. Fo.
Capítulo XXII, en que se escribe las opiniones que estos indios tienen
sobre dónde van a parar las ánimas de los difuntos y la forma de las
Cl'uces que siempre han usado poner sobre las sepulturas de los muertos. Fo.
Capítulo XXIII, de la manera como hablaban los indios con los demonios y en lo que los tienen, y las formas en que se les presentan. Fo.
Capítulo XXIV, de los mantenimientos, comidas y bebidas de que
usan los indios moxcas y la manera de aderezarlas, guisarlas y comerlas. Fo.
Capítulo XXV, del sueño de Bogotá y lo que declararon los jeques y
pronosticaron, la interpretación que dio el jeque Pocón, por la cual fue
desterrado de la tierra y señorío de Bogotá.
Capítulo XXVI, de dónde fue natural el jeque Pocón, y del aviso que
dio el cacique de Ubaque, y cómo Guatavita, cacique, le hurtaba su tesoro,
y de la muerte de Guatavita. Fo.
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Capitulo XXVII, de cómo el jeque' Pocón fue tomado hablando con el
demonio en un santuario, y de su conversión y buen fin que hubo. Fo.
Capítulo XXVIII, que trata de cuáles fueron lo·s primeros pUeblos de
indios que en este Reino se convirtieron a nuestra Santa Fe Católica, en
qué año, y de las mercedes que Su Majestad les mandó hacer por su Real
Cédula, por ser los primeros que en común se bautizaron.
Se ve; pues, que el libro sobre los musica . no trataba solamente de
sus creencias y arte de guerra (que naturalmente. interesaban más que
todo en aquellos tiempos), sino principalmente de la vida social, económica y familiar de la · tribu, cuya supresión nunca podrá lamentarse lo
suficiente por la ciencia antropológica, por tratarse de datos de primera
mano, formados casi a raíz de la Conquista y sobre una tribu que jugó
un papel preponderante en el mestizaje del actual pueblo colombiano.
No sabemos decir, ya que el texto del libro es desconocido, a qué
circunstancias especiales se debe esta lamentable supresión. A su prohibición ayudaron, tal vez, algunos pasajes sobre costumbres de los indios,
que no estaban de ·a cuerdo con el "pudor" o la "decencia". Aguado muestra en muchas de sus descripciones antropológicas una sorprendente libertad y una desenvoltura casi moderna en informar objetivamente de los
usos indígenas, incluyendo las prácticas de la ·iniciación sexual y otros
aspectos semejantes, que aún hace · poco tiempo le mereeieron una dura
reprimenda de parte de un historiador español. Ciertamente, a través del
manuscrito original encontramos generalmente tachados aquellos trozos
del texto que se refiere a estos usos y, a veces, hay arrancadas páginas
enteras, como sucede en el libro sobre los guahibo. En el libro 9 9 , capítulo V, fue tachado por ejemplo: "y para vivir. ... honestamente estos
guayupos y parecer que remedian algo de su rústica desvergüenza, traen
los miembros viriles atados con una madeja de algodón, con que traen algo
cubiertos y recogidos, pero no tan enteramente, que la bolsa que de allí
depende, no ande colgan<Io a vista de todos";
En otra parte fueron tachados varios renglones donde se habla sobre
la forma cómo las mujeres de la provincia de Victoria cubrían sus órganos sexuales; en otro lugar está tachado todo lo concerniente. al empleo
de tapasexos por los hombres. Podría ser que el libro de los musica abundara en paisajes semejantes.
La principal causa de la supresión del libro, debió ser, a nuestro modo de ver; la política. La notable organización social de los ·m usica, con
sus complicadas leyes hereditarias, con su intenso comercio con las tribus
circunvecinas, con grupos sociales bien definidos de artesanos especializados, sea en orfebrería, confección de mantas, construcción' de "cercados", etc., con la concentración del poder político en manos de dos "reyes",
el zipa de Bogotá y el zaque de Tunja, que tenían sus "palacios", sus residencias veraniegas, sus feudatarios, tribUtos, etc., demostraban que. no
se trataba de una tribu "salvaje", una "behetría", en el sentido utilizado
por entonces, que podría justificar en los ojos de terceros, las encomiendas
y los desmanes cometidos, sino de una nación bien organizada, con sus
propias tradiciones culturales y cierta civilización, aún a los ojos de los europeos. Llama la atención en .muchos lugares· a lo largo del manuscrito, ·que
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cuando ' a los caciques musica se llama "feudatarios" del zipa, tal denominación siempre está tachada. La descripción de figuras políticas, tales como
el zipa y el zaque, rodeados de numeroso servicio y tributarios, dispersos
por un territorio habitado de gentes industriosas y pacíficas, hubiera
podido hacer dudar a algunos teólogos y juristas de aquella época, aún
españoles, del derecho del Rey de Castilla a apoderarse simplemente del
señorío de aquel territorio, regiclo por sus leyes y costumbres, reemplazando los "señores naturales" de los indios, por gobernadores españoles,
sin que existieran aquellas condiciones que, según el derecho internacional
definido por Francisco de ' Vitoria y otros juristas, permitiese hacerlo
legalmente. Fue precisamente la época en que Felipe II trataba de legalizar su dominio sobre otras partes de América, 'esforzándose por conseguir la cesión legal de los derechos que podrían reclamar los descendientes
de Atahualpa y Montezuma. No hubiera podido hacerlo con los herederos
de los últimos zipa y zaque, tan radicalmente se procedió a la conquista
del Nuevo Reino.
En general, la época no era propICIa para que apareciera un extenso
tratado de más ' de 170 páginas en folio,- sobre los indios del Nuevo Reino.
Por entonces había mestizos que reclamaban para sí el cacicazgo, basándose en las leyes hereditarias de los musica (por haber sido hijos de hermanas de difuntos caciques, que, según el uso, heredaban los caciques),
sin que se supiera cómo resolver legalmente tales pretensiones, frente a
los inconvenientes políticos para que mestizos ascendieran a la escala
social. Otro problema legal de difícil solución aparecía con alguna frecuencia cuando a la muerte de algún indio encomendado, su mujer, de
acuerdo con las costumbres de un clan cognaticio, volvía a su familia de
origen, llevando consigo toda su descendencia y aumentando así el número
de' tributarios de un encomendero ajeno, en detrimento de los intereses
de encomendero legal, que era, según la legislación española, el de su
difunto marido.
Por otra parte, la obra evangelizadora iba a pasos muy lentos y podría parecer poco aconsejable permitir la publicación de un tratado en
que se describí~n detalladamente las "herejías" que se quería combatir;
costumbres y creencias que no eran simplemente superticiones, sino que
correspondían a una cosmogonía bien definida, a una verdadera religión,
con ritual bien organizado.
La Real Cédula de 22 de abril dé 1577, dirigida al Virrey de la Nueva
España, en que se ordena enviar los manuscritos de Fray Bernardino de
Sahagún, "sin que de ellos quede original ni traslado alguno", para que se
vean en el Consejo; la declaración "que no conviene que este libro se imprima ni ande de ninguna manera en estas partes, por algunas causas de
consideración", y el final de la cédula cuya parte dispositiva reza: "y
estáis advertido de no consentir que por ninguna manera persona alguna
escriba cosas que toquen a superticiones y manera de vivir que estos indios tenían, ' en ninguna lengua, porque así conviene al servicio de Dios,
Nuestro Señor, y nuestro", explica el ambiente que reinaba en la Corte,
adverso a libros sobre indios y su vida.
Todas estas circunstancias, a más de la tendencia que regía en la
segunda mitad del siglo XVI de relegar a las autoridades coloniales todos
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los problemas referentes a los indios, produjo el ' ambiente adverso a la
inclusión, en un ' manuscrito que iba a liIer publicado, de un ,e xtenso tratado sobre los aborígenes, en una "historia pública y aprobada por Vuestra Alteza", como decía Juan López de Velasco ' con relación a la Historia
del Perú, de Diego de Palencia. En esta forma desapareció un importantísimo e irreemplazable libro.
También la , "Rec:opilación Historial" corrió la misma suerte de otros
libros de historia. llmericana: ella quedó inédita. No poseemos docum'e ntos
directos que acusen de este hecho a la censura. Falta de fondos para pagar la impresión, o las s~verás disposiciones de la pragmática de Felipe
II, fueron tal vez las causas inmediatas. Pero posiblemente surgieron
otras dificultades tratándose de un libro escrito por un fraile que, a pesar
de su amor "al Rey y Señor natural", no estaba exento de acerbas críticas a las autoridades; c~íticas que solo podían provocar probl~m\l-s innecesarios. Nunca sabremos lo que en realidad ocurrió, mie,ntras no se encuentren documentos adicionales. Lo único que se desprende éon claridad
de todo este embrollo fraguado del caso de Aguado, es qué las numerosas
cédulas reales y las largas instrucciones con que se pedían informes verídicos sobre las cosas acaecidas en las Indias, la "libertad de palabra" que
tanto impresiona a algunos investigadores, aquel amplio permiso para
escribir al Rey abiertamente sobre todos los problemas ' americanos, era '
destinado al uso interno solamente. Era en cierto modo, un "secreto del
Estado", y no 'd e dominio público.
','
* * *
La investigación antecedente del manuscrito de Fray Pedro Aguado
está basada, es preciso repetirlo, casi exclusivamente en los diez de los
veintisiete libros de que constaba originalmente la Recopilación, pues los
otros, como hemos dicho, son copias en limpio de hasta ahora desconocidos
originales, enmendados por la censura. Queda confirmada la general tendencia con que se censuraban los libros americanos en España, en la segunda mitad del siglo XVI, El hecho invita a desconfiar de muchos manuscritos que hoy llamamos "originales" y que apenas son transcripciones en limpio de versiones primitivas, enmendadas previamente por la
censura. Abre un nuevo campo para los investigadores: la búsqueda en
aquellos archivos de los "borradores" primitivos, que, como en el caso de la
obra de, Fray Pedro Aguado, podrían ofrecer luces sobre el papel que jugó
la censura española en la historiografía y antropología americanas y enriquecer estas con nuevos e importantes datos.
* * *
En la "Biblioteca de la Presidencia de Colombia", tomos 31-34 fue
publicada la "Recopilación Historial" de Aguado, anotada y prologada por
el autor del presente estudio. La nueva edición ,incluye las partes tachadas o enmendadas del manuscrito.
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