La caverna de la memoria

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La caverna de la memoria
La memoria del pueblo había sido quemada.
Los dos hombres se miraban atentamente, sin pestañar, y luego volvían la
mirada sobre el libro. Lo habían encontrado de repente, allí en medio del barro,
como quien busca sin esperanza. Estaban atónitos, nada se sabía en aquellos
tiempos del autor.
“Sus palabras están olvidadas”, pensó el primer hombre, mientras recogía
el libro del suelo.
“José de San Martín es su nombre. La Confederación lo ha borrado de
nuestra historia.” escribía rápidamente el segundo en su anotador.
Eran tiempos difíciles para la memoria. Ya nada sabía el pueblo de aquel
General que emprendiera la gloriosa Guerra de la Independencia de la Corona
Española. Nada sabían de su valentía, de su afán de libertad o de sus lecciones
eternas. “Serás lo que debas ser, o no serás nada”, había enunciado el General
alguna vez. Pero en aquellos años ese nombre había sido borrado.
Ahora dominaban los Grandes Dictadores. Todos los libros peligrosos
habían sido quemados. Todo rastro de la vida del gran Padre de la Patria había
desaparecido. Ahora las palabras Independencia o Libertad eran desconocidas.
Argentina era una de las Unidades de la Confederación Europea del Sur, había
sido anexionada al Gran Imperio de Estados Unidos y Europa. Por eso San
Martín era peligroso para el pueblo.
Y los dos hombres se miraban, tenían miedo, sabían que no debían estar
allí. Hacia territorios desiertos y bosques inhóspitos se habían retirado de las
ciudades para emprender la búsqueda de la memoria. Sin saberlo acaso, pero
movidos por la certeza de que el sistema guardaba secretos, ocultándolos a la
gente para mantenerla ignorante. Querían conocimiento, querían saber lo que
había en los territorios prohibidos de más allá de la civilización. Habían burlado a
los agentes que custodiaban esos territorios donde se escondía la memoria.
Habían llegado, pues, a una caverna, y en ella habían encontrado un libro.
Eran algunos fragmentos escritos por un tal San Martín. Habían leído algunas
palabras y sus corazones quedaron encendidos al instante. Por eso ahora se
miraban, sin pestañear, mientras la noche caía. Tomaron el libro, y se adentraron
en lo profundo de la caverna, donde nadie los pudiera ver. Allí hicieron una fogata
y se dispusieron a leer atentamente cada palabra.
La historia de San Martín revivía mientras la contaban estos dos hombres.
La historia del General que durante treinta años peleó incansablemente por la
independencia de aquellas tierras que ahora tenían otros nombres. A través de
un mapa, los dos hombres fueron trazando su camino. Desde Orán hasta Maipú.
Se emocionaron al conocer el Cruce de Los Andes, la campaña independentista
que aquel ilustre había trazado incorruptiblemente. Y los ojos se les llenaban de
lágrimas cuando el General desobedecía las órdenes y su valentía desbordaba las
páginas amarillentas del libro. San Martín hacía caso omiso de Buenos Aires, que
le retiraba su apoyo para la lucha y lo quería peleando contra un tal Artigas. Pero
este hombre intachable sabía bien lo que hacía, tenía sus ideales claros. Y
recorría Argentina, y cruzaba a Chile, y llegaba hasta Perú. Y eran estas tres
tierras las que independizaba con su feroz ejército. Y en Perú se encontraba con
un hombre llamado Bolívar. Y desde aquella tierra partía al exilio.
Los dos hombres sintieron en sus almas la dominación que se cernía sobre
el pueblo. Ahora que la memoria había renacido, la historia cambiaba por
completo. Ahora empezaban las tierras a tener su propia vida. Y ellos no podían
evitar sentir sus corazones latiendo con una fuerza que jamás habían conocido.
En las profundidades de aquella caverna, iluminados por el fuego, uno de ellos
tomó una piedra y escribió en una pared el nombre de ese General que habían
desconocido hasta hace unos momentos. Y mientras tanto, el otro escribía con
fervor en su anotador:
“Ahora comenzamos a entender quiénes somos. Y somos herederos de este
hermoso General Don José de San Martín. Él nos pide que nos liberemos de la
opresión. Debemos luchar por nuestra independencia. Levantarnos contra la
Confederación. Es nuestra única salida para ser nosotros mismos, para comenzar
a reconstruir nuestra memoria. Con estas palabras en el pecho: Libertad e
Independencia. Estas palabras deben ser nuestras armas, las banderas de
nuestra batalla. Seremos lo que debamos ser, o no seremos nada.”
Y así, en aquella caverna, revivía la historia de San Martín, y se convertía
en el estandarte divino de una nueva generación. Y así, en aquella caverna, las
voces de la memoria hablaban.
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