El Periodismo en Antioquia 1 El Periodismo en Antioquia 2 El Periodismo en Antioquia La publicación de esta obra ha sido posible gracias a un convenio entre el Concejo de Medellín, la Alcaldía de Medellín, la Secretaría de Cultura Ciudadana del Municipio de Medellín, y la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina. Sus 1.000 ejemplares serán distribuidos de manera gratuita a bibliotecas públicas, casas de la cultura e instituciones educativas oficiales. El Periodismo en Antioquia Selección y prólogo de Juan José Hoyos Auxiliar de Investigación: Zahira María López 4 El Periodismo en Antioquia 079-86126 P445p El Periodismo en Antioquia : Selección y prólogo de Juan José Hoyos / José Félix de Restrepo … [et al] ; ilustrador Guillermo Gómez Pérez ... Medellín : Alcaldía de Medellín, Secretaría de Cultura Ciudadana, Biblioteca Pública Piloto de Medellín. 2003. Vol. 119 Fondo Editorial BPP 504 p. : il.-ISBN: 958 - 9075 - 91 - 6 © 2003 Primera edición Alcaldía de Medellín -Secretaría de Cultura Ciudadana de MedellínConcejo de Medellín Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina Esta publicación obedece al Acuerdo No. 45 de 2002 del Concejo de Medellín Asesores del Proyecto: Concejala: Martha Cecilia Castrillón Soto Jorge Alberto Velásquez Betancur, Secretario de Cultura Ciudadana Coordinación del proyecto editorial: Gloria Inés Palomino Londoño, Directora General Biblioteca Pública Piloto de Medellín Carátula: Guillermo León Gómez Pérez "Sin título". Óleo sobre lienzo, de la serie "Verdeazul", 2000. Revisión: Claire Lew Impreso por: L. Vieco e Hijas Ltda., Medellín Índice Juan José Hoyos Dos siglos de Periodismo en Antioquia 13 José Félix de Restrepo Clausura del curso de Filosofía en el Colegio de San Bartolomé 23 Francisco Antonio Zea Manifiesto 27 José Antonio Benítez (El Cojo) El presbítero homicida 30 José Manuel Restrepo Diario que hice de la ciudad de Rionegro en la provincia de Antioquia, a la de Kingston, en la Isla de Jamaica 33 José María Salazar Bosquejo político de la América antes española 40 María Martínez de Nisser Diario de los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia en los años de 1840-1841 45 Mariano Ospina Rodríguez Probabilidades sobre la marcha de la civilización en Hispanoamérica 51 Camilo Antonio Echeverri El murciélago 55 6 El Periodismo en Antioquia Francisco de Paula Muñoz (Mingrelio) El crimen de Aguacatal 59 Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos) Una aventura en el Magdalena 79 Juan de Dios Uribe La muerte de Lázaro Escobar 88 Camilo Botero Guerra Los petardistas 93 Manuel Uribe Ángel Una paila histórica 103 Demetrio Viana Una noche de angustias 108 Jorge Isaacs La asamblea trepida 113 Fidel Cano La ley de los caballos 117 Rafael Uribe Uribe La guerra de 1895 121 Lucrecio Vélez Barrientos (Gaspar Chaverra) El camino de Palonegro 125 Romualdo Gallego La hazaña de Lajas 132 Enrique Gaviria Isaza Crimen, capilla y ejecución de Tamayo 139 Carlos E. Restrepo Juan Machado, el maquinista: un héroe oscuro 156 El Periodismo en Antioquia Luis Latorre Mendoza El aeronauta Antonio Guerrero 159 Antonio José Restrepo (Ñito Restrepo) Recuerdos sobre Medellín 161 José Velásquez García (Julio Vives Guerra) Vegetarianos de camama 166 José Luna El vuelo de ayer 170 Marco Fidel Suárez La paciencia 173 Tomás Carrasquilla Del Medellín colonial 179 La Dama Negra El ventaneo Una venganza 182 185 Luis Tejada En el pueblo 189 Horacio Franco Por el apique de abajo 194 Ricardo Uribe Escobar Llamaradas y humoradas 196 Adelfa Arango Jaramillo La exposición de arte francés en Medellín y las escuelas de pintura 198 Blanca Isaza de Jaramillo El manicomio de Sibaté 204 7 8 El Periodismo en Antioquia Coronel José Ignacio Forero F. Así se viajaba en avión a Medellín 209 María Cano Una visita a la Colombiana de Tabaco 215 Libardo Parra Toro (Tartarín Moreira) Sorianita 218 Alejandro López Vías de Trasportes 220 Libardo López Cruz de oro 226 Baldomero Sanín Cano Viaje a pie, de Fernando González Juan de Dios Uribe 229 236 Jaime Barrera Parra Despedida a Rendón 244 Luis Cano La responsabilidad de la victoria 248 Tulio González Vélez Rafael Arredondo 252 Fernando González La Universidad, políticos y periodistas 262 Enrique Echavarría El cementerio San Pedro 266 Lino Gil Jaramillo Jaime Barrera Parra 271 Eladio Gónima Espantos y brujerías del viejo Medellín 275 Juan Roca Lemus El Papa de Barbosa: cómo vive y qué piensa 277 Lisandro Ochoa Primer Tranvía de Medellín 283 Otto Morales Benítez Rodrigo Arenas Betancourt 287 Alfredo Lamus Rodríguez Visión del Ártico 295 Jesús Tobón Quintero Destrucción ferrocarrilera 297 Emilio Jaramillo Antonio J. Cano 300 José Restrepo Jaramillo Argonauta de mis venas 302 Carlos Escobar Lo que fue el barrio del Contento, antes de ser Gerona 306 Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob) Murió el presidente Harding Un criterio personal El estudio de las matemáticas 311 318 320 José Gerardo Ramírez Serna (Jóse Gers) Se “suicidó” una casa 322 León de Greiff De la campaña de 1813 y de cómo era el caserío de Nare en 1826 324 Fernando Gómez Martínez Sin pasaporte sobre el Reich 328 10 El Periodismo en Antioquia Magda Moreno Tiranía de la moda 345 Nelly Posada (Susanne Ibero) Amparo Uribe, nueva soberana de la belleza en Antioquia 347 Adel López Gómez Gabriel Cano, héroe de tierra firme 349 Manuel Mejía Vallejo Mi general Somoza 351 Uriel Ospina Montparnasse, un recuerdo melancólico 364 Julio César García La Universidad de Antioquia 372 Sofía Ospina de Navarro Una noche en Tierradentro 375 Gabriel Cano El tesoro del pirata 380 Rocío Vélez de Piedrahita Los que van a morir te saludan 383 Guillermo Cano Mi personaje inolvidable 390 Mario Escobar Velásquez Fernando González, el hombre y el mito 404 Clemencia Hoyos de Montoya Recuerdos de la muerte de Eva Perón 409 Antonio Panesso Robledo De la lectura y los libros 416 El Periodismo en Antioquia 11 Rogelio Echavarría Alberto Ángel Montoya: una entrevista a ciegas 427 Oscar Hernández Monsalve Maturín 433 Antonio Mesa Jaramillo Pedro Nel Gómez: genio críptico 434 Alfonso Upegui Orozco (Don Upo) Por ser tan lindo el amor se hizo matar de su cuñado 438 Jaime Sanín Echeverri Cristos, Bolívares y dioses indígenas en Rodrigo Arenas Betancurt 440 E. Livardo Ospina Descubrimiento, conquista y población del Valle de Aburrá 449 Juan Zuleta Ferrer Clodomiro Ramírez y su tiempo 460 José Mejía y Mejía Medellín, ¿la capital del crimen? 468 Gonzalo Arango El poeta Mario Rivero de Envigado, Antioquia 471 Javier Darío Restrepo La muerte feliz de Julián Ocón 479 Autores 487 El Periodismo en Antioquia 13 Dos siglos de Periodismo en Antioquia Cuando acepté hacer una selección de los mejores escritos de los periodistas de Antioquia, no pensé que ésta fuera una tarea tan grata y tan importante. Soy periodista y me he dedicado durante varios años a estudiar la historia del periodismo en Colombia, sobre todo la historia del periodismo narrativo. Sin embargo, nunca me había dedicado a examinar con detenimiento la del periodismo de nuestra región, con excepción de un solo autor: Francisco de Paula Muñoz, el inolvidable escritor de El crimen de Aguacatal, el libro que inauguró el reportaje en nuestro país. La labor fue un poco apresurada, atendiendo la voluntad del actual Concejo Municipal de mi ciudad y de la Biblioteca Pública Piloto de recuperar la obra periodística de quienes forjaron en el pasado este periodismo vigoroso, combativo, bien escrito, que luchó por la Independencia, por la libertad de los esclavos, por la libertad de expresión, por retratar la vida cotidiana de la región y que dio figuras tan disímiles como Francisco Antonio Zea, Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos), el Indio Uribe, Luis Tejada, Fernando González, Rafael Uribe Uribe, Fidel Cano, Antonio J. Restrepo, Emilio Jaramillo, Juan Zuleta Ferrer, Fernando Gómez Martínez, José Velásquez García (Julio Vives Guerra) y hasta el propio don Tomás Carrasquilla. Más grata aún me pareció esta labor viendo la intención de quienes la crearon: que estas obras nutran el alma colectiva de las generaciones de hoy y del futuro. El Concejo Municipal y la Biblioteca Pública Piloto buscan que este libro llegue a todas las bibliotecas públicas y escolares de nuestra ciudad. Por eso, ésta no es una obra para especialistas en historia del 14 El Periodismo en Antioquia periodismo, ni en historia política, ni en historia de la literatura de nuestro país. Es una selección de algunas de las mejores páginas de nuestros periodistas y escritores más destacados. Luego de una búsqueda inicial llevada a cabo en las principales bibliotecas de Medellín, con la ayuda de la estudiante de periodismo de la Universidad de Antioquia Zahira López Quintero, fue para mí una sorpresa encontrar que hasta hoy sólo existe una antología del periodismo en Antioquia: la de Juan José Molina, publicada en 1878 y llamada Antioquia Literaria. Como el título de la obra lo indica, la selección de los autores y de los textos estuvo orientada hacia el periodismo literario. *** El periodismo de las últimas décadas ha elevado a un pedestal casi inalcanzable el concepto de actualidad noticiosa. En esta selección, por el contrario, he tratado de rescatar aquellos textos a los que el tiempo parece no haber tocado y que aún hoy, después de muchos años, continúan teniendo valor periodístico, literario e incluso histórico, porque fueron escritos por hombres de talla mayor que comprendieron su época, su región, la cultura de su pueblo. Antes de que existieran los reporteros, que comenzaron a aparecer en nuestros periódicos a fines del siglo XIX y comienzos del XX, los periodistas eran casi todos hombres de letras, de ciencia, historiadores, líderes políticos. Por esto no fue una casualidad que los partidos políticos en Colombia se incubaran y definieran sus programas y hasta su misma estructura en las redacciones de los principales periódicos de la década de 1840 a 1850. Tampoco es una casualidad que algunas de las principales obras literarias colombianas hayan sido difundidas primero en publicaciones seriadas, como los periódicos o las revistas culturales de su época. Un ejemplo de esto es María, la novela de Jorge Isaacs, que fue editada por los periodistas de El El Periodismo en Antioquia 15 Mosaico. Muchas de las tempranas novelas publicadas en Antioquia aparecieron también en periódicos y revistas de Medellín. *** El primer gran periodista de Antioquia y primero en esta selección es José Félix de Restrepo, un filósofo y hombre de ciencia que como educador formó a algunos de los principales líderes políticos e intelectuales del movimiento de Independencia, por lo cual se le llamó "Maestro y plasmador de gigantes". Fue además, el principal promotor de la primera ley de libertad de los esclavos en el Congreso de la República. Francisco Antonio Zea, el segundo autor en esta selección, fue no sólo uno de los pioneros del periodismo colombiano, al lado de Antonio Nariño, Francisco José Caldas, Jorge Tadeo Lozano y Joaquín Camacho, sino que fue además uno de los precursores del movimiento de Independencia en Colombia. Por su participación en este grupo de intelectuales que se convirtió con el tiempo en la vanguardia de la revolución de Independencia, fue con Nariño uno de los primeros periodistas perseguidos en nuestro país. En 1795 las autoridades españolas lo condenaron al destierro en Cádiz, donde estuvo preso durante tres años. La tarea periodística más importante que cumplió Zea fue dirigir y redactar el Correo del Orinoco, atendiendo la voluntad de Simón Bolívar. Este periódico es uno de los más importantes de nuestra historia y su reputación se extendió al resto de los países hispanoamericanos y a Europa, donde era leído con mucha atención por todos los dirigentes políticos de Inglaterra, Francia, España y otros países que habían puesto sus ojos sobre el destino futuro de América. También se difundía en los Estados Unidos de América. Como se puede ver en el "Manifiesto" recogido en este libro, su estilo periodístico es el de un ideólogo, el de un hombre de Estado, y es una muestra del mejor estilo que alcanzó el periodismo político en los comienzos de la República. 16 El Periodismo en Antioquia El último autor es un periodista de hoy: Javier Darío Restrepo. Esto no quiere decir que Antioquia no tenga hoy más periodistas de valía, sino que Restrepo es el mejor representante de una generación de reporteros que solo quisieron ser eso: reporteros, tal vez la labor más noble y sacrificada del periodismo. Además, su relato "La muerte feliz de Julián Ocón" es una muestra del arco que va desde el nacimiento de nuestro periodismo hasta el periodismo contemporáneo. Quiero decir que los discursos de José Félix de Restrepo, los manifiestos de Francisco Antonio Zea y las crónicas de José Antonio Benítez son el nacimiento de un estilo que tiene su culminación en el siglo XX en reportajes como el de Javier Darío Restrepo y Gonzalo Arango. Entre estos autores, podemos encontrar una gran variedad de periodistas, de estilos, de propósitos y de géneros periodísticos, desde el panfleto partidista hasta el ensayo más erudito. Desde los relatos de viaje, los cuadros de costumbres, las semblanzas y los artículos del siglo XIX hasta los reportajes del siglo XX. El cronista más antiguo de esta selección es José Antonio Benítez, "El Cojo", quien fuera un escribano oficial de Antioquia desde finales del siglo XVIII hasta mediados del siglo XIX. La causa de que sea el más antiguo es simple: nuestro periodismo se inició con la crónica, aunque todavía no existían los periódicos. Su libro El Carnero de Medellín es una obra singular que por momentos se parece a otro libro fundacional de la literatura y el periodismo de nuestro país: El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle. Otra figura fundamental de la época del nacimiento de nuestro periodismo es el historiador José Manuel Restrepo, quien aunque no dedicó mucha parte de su vida al oficio de periodista, escribió piezas narrativas como la del diario recogido en este libro. Su obra fundamental es la Historia de la revolución de Colombia, escrita pocos años después de la revuelta de Independencia, de la cual fue testigo presencial. Por este El Periodismo en Antioquia 17 motivo su punto de vista narrativo es muy similar al de un periodista. El diario de doña María Martínez de Nisser, en el que ella cuenta los sucesos de la Revolución de los Supremos y dice cómo se vistió de soldado, se rapó la cabeza después de la muerte de su esposo y se fue a la batalla a luchar en reemplazo de él por su patria, nos da una idea de la fuerza que a lo largo de dos siglos han tenido en Antioquia los relatos testimoniales. *** El abanico de géneros empleados en el periodismo en Antioquia es bastante amplio: va desde las crónicas coloniales hasta las diatribas incendiarias del Indio Uribe. Desde los artículos editoriales que marcaron una época, como "La ley de los caballos", de don Fidel Cano, que precipitó el cierre del periódico El Espectador, hasta las crónicas delicadas de mujeres como Nelly Posada o los deliciosos relatos de doña Sofía Ospina de Navarro. Ya que hablo de las mujeres, en Antioquia, la contribución de ellas al periodismo ha sido de especial significación. Las características principales del estilo de ellas son el respeto, la cautela, además de la dulzura. La Dama Negra, aunque no es muy delicada en su forma de escribir, es revolucionaria y cáustica en su estilo. Criticó mejor que como lo hacían los hombres la sociedad medellinense de principios del siglo XX. Hasta dijeron de ella que era un hombre. Rocío Vélez de Piedrahita es una muestra de la madurez, la inteligencia y la calidad del estilo alcanzado por las mujeres periodistas de esta zona del país en la época contemporánea. Clemencia Hoyos de Montoya escribió hermosamente sobre Eva Perón, al tiempo que pintaba en sus crónicas para periódicos locales la vida sencilla de las mujeres amas de casa como ella, lo mismo que de los pueblos. Uno de mis mayores esfuerzos ha sido que la obra de ellas sea por fin reconocida por todos. Para lograrlo, he contado con la ayuda de Paloma Pérez y su libro Antología de escritoras antioqueñas. 1919 - 1951. 18 El Periodismo en Antioquia El periodismo en Antioquia también ha abarcado temáticas diversas y hasta opuestas. De esto dan cuenta las crónicas judiciales de Alfonso Upegui (Don Upo), de un lado, y de otro las crónicas evocadoras de viejos tiempos de Medellín, como las de Eladio Gónima, Lisandro Ochoa, Luis Latorre Mendoza y Carlos Escobar. Algunos relatos son impresionantes, aún leídos un siglo después de ocurridos los hechos. Por ejemplo, "El camino de Palonegro", un testimonio sobre la crueldad de la Guerra de los Mil Días, en especial de su última batalla. Éste fue escrito por Lucrecio Vélez Barrientos (Gaspar Chaverra). También se pueden mencionar "Crimen, Capilla y Ejecución de Tamayo", de Enrique Gaviria Isaza, un relato conmovedor sobre la ejecución de un condenado a muerte y "La hazaña de Lajas", de Romualdo Gallego (José María Castells). *** Como puede notarse a primera vista la contribución de los escritores al desarrollo del periodismo en nuestra región ha sido antigua y profunda. La lista de escritores y los poetas vinculados al periodismo es casi interminable. Entre ellos pueden mencionarse a Juan de Dios Restrepo, Camilo Antonio Echeverri, Manuel Uribe Ángel, Camilo Botero Guerra, Antonio José Restrepo, José Velásquez García, Marco Fidel Suárez, Tomás Carrasquilla, Luis Tejada, Baldomero Sanín Cano, Tulio González Vélez, José Restrepo Jaramillo, Porfirio Barba Jacob, Manuel Mejía Vallejo, Óscar Hernández, Rocío Vélez de Piedrahita, Gonzalo Arango... A lo largo de dos siglos, estos escritores vinculados al periodismo han dado cuenta de la vida de la gente de Antioquia, de las ideas imperantes en diversas épocas, de los puntos de vista opuestos en materia política y religiosa. También han registrado, junto con los reporteros, los grandes acontecimientos, no sólo con el recuento escueto de estilo telegráfico de las noticias sino con relatos más amplios, El Periodismo en Antioquia 19 detallados y profundos, como la crónica, la entrevista y el reportaje. Los periodistas de nuestra región nos dejaron semblanzas inolvidables de algunos de los grandes personajes de Antioquia, como Tomás Carrasquilla, Juan de Dios Uribe, Ricardo Rendón, Rodrigo Arenas Betancur, Antonio J. Cano, Pedro Nel Gómez, Clodomiro Ramírez y muchos hombres y mujeres más. *** Los periodistas de Antioquia han sido en algunas ocasiones pioneros en Colombia de géneros y formas de relato que en otras regiones aparecieron muchos años más tarde. Un ejemplo de esto, como ya dije antes, es el reportaje de Francisco de Paula Muñoz, El crimen de Aguacatal, con el cual se inaugura este género en Colombia. El relato testimonial de doña María Martínez de Nisser, Diario de los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia en los años de 1840-1841, no tiene antecedentes, por lo menos en la literatura colombiana: ella fue la primera escritora del siglo XIX y una de las pocas mujeres-soldados de la época. Antioquia también dio al periodismo colombiano algunos de los más grandes cronistas, como Luis Tejada y José Velásquez García (Julio Vives Guerra). Y el que se ha considerado el más grande crítico literario y ensayista de nuestro país, Baldomero Sanín Cano. *** Esta muestra de lo que ha sido el periodismo en Antioquia a lo largo de dos siglos no ha sido hecha con un criterio parroquial. Por eso recoge el trabajo de algunos grandes periodistas que aunque no nacieron en territorio antioqueño, consumieron su vida en esta zona del país trabajando para periódicos locales, como en los casos de Mariano Ospina Rodríguez, nacido en Guasca; Jorge Isaacs, nacido en Cali, 20 El Periodismo en Antioquia según la mayoría de sus biógrafos; Juan Roca Lemus, nacido en Ocaña; Otto Morales Benítez, nacido en Riosucio; o los de Adel López Gómez, nacido en Armenia, Lino Gil Jaramillo, nacido en Pereira, y José Gerardo Ramírez (José Gers), nacido en Aranzazu. Otros, como Jaime Barrera Parra, nacido en San Gil, trabajaron para periódicos nacionales como El Tiempo y murieron en Medellín. Algunos fueron al mismo tiempo que periodistas, grandes líderes políticos como el general Rafael Uribe Uribe, Mariano Ospina Rodríguez, Carlos E. Restrepo, María Cano, Marco Fidel Suárez. Otros, grandes historiadores como José Manuel Restrepo. Otros, hombres de ciencia como Manuel Uribe Ángel. Otros, grandes poetas y escritores, como Tomás Carrasquilla, Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos), Luis Tejada, Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob), Camilo Antonio Echeverri, Camilo Botero Guerra, Antonio José Restrepo, Fernando González, Blanca Isaza de Jaramillo, Libardo Parra Toro (Tartarín Moreira), Manuel Mejía Vallejo, Rogelio Echavarría, Adel López Gómez, Rocío Vélez de Piedrahita, José Restrepo Jaramillo, Mario Escobar... Algunos de los más grandes polemistas de la prensa también se formaron en el periodismo de Antioquia como Juan de Dios Uribe (el Indio Uribe), quien murió en el destierro por esta causa; Fidel Cano, Rafael Uribe Uribe, Emilio Jaramillo, Guillermo Cano... *** Como dice Juan Luis Panero en su libro Poesía colombiana, sé de sobra que una selección de esta clase es como un crimen. Uno puede arrepentirse antes o después, pero una vez cometido -quiero decir: una vez terminado el libro- no queda sino esperar la inexorable condena. José Olivio Jiménez, un crítico que ha realizado la que para mí es la mejor antología de la poesía hispanoamericana contemporánea, también dice: "Toda antología que se comete El Periodismo en Antioquia 21 -aclaro que ésta no es una antología sino una selección- es perpetrar un atentado a la justicia". Según Jiménez, esa injusticia se manifiesta tanto por omisión como por exaltación y amor excesivo a ciertos autores. Espero que estas palabras ajenas me sirvan para decirle a todos los lectores de El periodismo en Antioquia que con este libro solo he querido recoger una obra dispersa, perdida en hemerotecas y archivos que nadie visita y que a veces las mismas bibliotecas abandonan en un rincón. Con la excepción de Javier Darío Restrepo, Mario Escobar Velásquez y Rogelio Echavarría, amigos de los que me enorgullezco por la calidad de su obra, no he incluido en ella a ningún periodista que sea mi amigo personal. Creo que para esta clase de trabajos, se necesita tomar distancia, dejar que pasen muchos años para que el tiempo muestre la verdadera importancia de un artículo, una crónica o un reportaje en la historia. Si esos escritos logran sobrevivir al tiempo, es porque sus autores se la jugaron toda a la hora de crearlos, y al mismo tiempo lo hicieron con calidad literaria, con honradez intelectual y siendo fieles a sus ideas, a sus propias emociones y a su época. Con razón dice el escritor irlandés Bernard Shaw: "El hombre que escribe sobre sí mismo y sobre su propia época es el único que escribe para todos los hombres de todos los tiempos". Espero que los textos seleccionados en este libro tengan ese destino anunciado por Bernard Shaw y que, como lo ha querido el Concejo de Medellín, nutran el alma colectiva de las presentes y nuevas generaciones. Juan José Hoyos Profesor de Periodismo de la Universidad de Antioquia El Periodismo en Antioquia 23 JOSÉ FÉLIX DE RESTREPO Clausura del curso de filosofía en el Colegio de San Bartolomé Nada hay más importante al bien de la sociedad como el establecimiento de colegios y cuerpos literarios, donde se instruya a la juventud en el estudio de las ciencias, de las artes, y de las bellas letras. Son los jóvenes la parte más preciosa del género humano, y pueden compararse a unas plantas tiernas en que están encerradas las semillas del heroísmo y de la virtud que fomentadas con el riego de la enseñanza, deben algún día producir frutos abundantes en beneficio de la religión y de la patria. Todos los padres de familia, que estiman a sus hijos con un amor sólido y juicioso, están persuadidos de que no pueden hacerles mayor beneficio, que procurarles la perfección del espíritu con el estudio de las ciencias: ellos depositan gustosos esas tiernas prendas de su cariño en los colegios con el mismo designio con que el labrador encomienda el fértil grano a la tierra en la esperanza de abundantes frutos. La historia no ha olvidado manifestarnos los cuidados y desvelos que todas las naciones civilizadas han tenido en instruir la juventud. Ellas estaban bien persuadidas de que para tener ciudadanos amantes de la equidad y de la justicia, magistrados que velasen por la seguridad de la patria, y soldados que la defendiesen, era preciso formarlos en el estudio de las letras. La sabiduría es la base y fundamento principal del gobierno de los Estados. Si se trata de formar los pactos sociales de los pueblos, de arreglar su conducta, de fijar sus límites, de establecer la paz o declarar la guerra, de 24 El Periodismo en Antioquia promover el comercio, de fomentar la agricultura, de decidir sobre la vida, honor, o interés de los particulares, la sabiduría es consultada, y su dictamen dirige todas las operaciones. En la cabaña humilde del pastor no es menos respetable su autoridad que en el supremo consejo de la nación. Hasta la gloria militar, que parece no tener cosa alguna de común con las letras, está dependiente de sus preceptos. Las grandes empresas no sólo necesitan el valor del corazón y la fuerza del brazo, sino también la eficacia del raciocinio y la penetración del discurso. No sería bastante para conseguirlas el saber pelear, si no se supiera discurrir. La gloria militar sin las letras, sería a manera de un parhelio o una exhalación muy brillante pero de corta duración. Sin la pluma de Homero el nombre de Aquiles tal vez no habría llegado hasta nosotros. La gloria militar de los romanos no habría excedido la duración de su imperio si hubieran poseído las armas y no las letras. El mismo siglo que se glorió de haber tenido a Augusto, no celebra menos a Virgilio. Las conquistas de Alejandro no habrían pasado tal vez los límites de la Grecia, si Aristóteles con sus observaciones no facilitara el concurso de sus empresas. Ni aquel monarca ambicioso habría destruido el floreciente imperio de los persas, si éstos hubieran sido más sabios que los griegos. El mismo Alejandro lloró al ver el sepulcro de Aquiles, considerándose infeliz en no encontrar otro Homero que celebrase sus acciones. Filipo, padre de Alejandro, se gloriaba más de haber dado a su hijo un maestro sabio, que de haber conquistado la Grecia, y muchas veces se vio obligado a confesar que había sido mayor estorbo a sus victorias la elocuencia sola de Demóstenes, que las armas de todos los atenienses. Escipión, Pompeyo y Julio César protegieron las ciencias como necesarias a sus empresas militares. Escipión se valía de los talentos de Polibio para levantar las cartas del Mediterráneo. Pompeyo mantenía comercio literario con el célebre Posidonio, y más de una vez se le vio humillar a la puerta de aquel filósofo las fasces insulares. César nos recuerda El Periodismo en Antioquia 25 que debió más a su pluma que a su espada, y que en medio de los combates jamás olvidó el cuidado de las estrellas. Las repúblicas más poderosas del universo, Grecia y Roma, no llegaron al mayor grado de esplendor y gloria sino cuando cultivaron las ciencias. Tan cierto es, que para lograr la protección de Marte es preciso haber obtenido primero el favor de Minerva. En fin, sea que consultemos la historia de los siglos pasados o que volvamos la vista a los presentes, quedaremos convencidos de la verdad de esta máxima importante: "La Nación sabia está destinada a mandar, y la ignorante a obedecer". La República de Colombia no ha olvidado este útil documento cuando en una de sus leyes ha encargado al Poder Ejecutivo el fomento de los estudios. Esta ley, observada con tanta puntualidad como celo por el actual Vicepresidente de la República, va produciendo los efectos más felices. No hay día en que en alguno de sus puntos no se levanten nuevos altares a Minerva. Pocos años hace que el gobierno español había fijado como último término de la sabiduría americana el haber leído las instrucciones filosóficas de Goudin: los profesores eran privados con deshonor de sus destinos y salían de este término fatal. Las leyes del movimiento, del sonido, de la luz, eran enteramente desconocidas a la juventud: el hablar del sistema copernicano, el defender el movimiento de la tierra, se tenía por una impiedad digna de los anatemas de la Iglesia; gracias a la libertad de pensar y de escribir, el colombiano para dar a luz sus producciones no necesita la aprobación de un censor ignorante o preocupado. La República de Colombia ha sido grande desde su nacimiento: semejante a Hércules, que en la cuna ahogaba las serpientes, sus primeros pasos de gigante; y se le puede aplicar lo que Lucano dice del Nilo, a quien nadie ha visto pequeño: Nullique consensum est genti parvum te Nile videre. Ella no brilla, es verdad, con la magnificencia de los palacios, ni por el lujo de los habitadores, 26 El Periodismo en Antioquia pero goza los bienes más preciosos de la naturaleza, instituciones liberales, costumbres humanas y libertad racional. El infame tormento, la tenebrosa Inquisición y la infernal esclavitud, han huído lejos de su recinto, con la celeridad con que los animales nocturnos desaparecen delante de los primeros rayos de la aurora. Yo os felicito, pues, República de Colombia, nacida como el Fénix de las cenizas del despotismo español. A vosotros hablo, Jefes de Colombia; a ti, Libertador ilustre, que rodeado de amarguras, riesgos y dificultades sinnúmero, concebisteis y llevasteis al cabo la grande obra de arrancar vuestra patria a la tiranía española; obra que habría parecido imposible a otro corazón menos valeroso o menos amante de la felicidad de sus compatriotas. Ojalá que fuera concedido a la juventud de este Colegio manejar las riendas del carro de Febo para detener el curso de vuestros preciosos días. A ti, benemérito vicepresidente, que por medio de los trabajos de gabinete, a veces no menos difíciles que los de la guerra, habéis consolidado la majestad de las leyes y el imperio de la libertad. A vosotros, militares generosos y humanos, que después de haber arrojado de su seno a los enemigos, empleáis vuestra espada en defender su Constitución. A vosotros, legisladores sabios, de cuyas luces y desvelos espera su última perfección. A vosotros, pastores vigilantes y virtuosos que enseñáis la religión y dirigís la moral de los pueblos. A vosotros, magistrados firmes, ilustrados y justos, en cuya integridad encuentra la inocencia su apoyo y el crimen su castigo. A vosotros, ciudadanos de todas clases, profesiones y oficios, que por vuestra aplicación y trabajos simultáneos, contribuís a la felicidad general; recibid el homenaje que os tributa la juventud de este Seminario, deseosa de imitar vuestros ejemplos y de sacrificarse por el engrandecimiento y perfección de la obra que con tanta gloria habéis comenzado. ("Gaceta de Colombia", número 201 del 21 de agosto de 1825, Bogotá) El Periodismo en Antioquia 27 FRANCISCO ANTONIO ZEA Presidente del Soberano Congreso, Vicepresidente de la República. Manifiesto ¡Pueblos de Colombia! Un grande acto de Política, vanamente solicitado por hombres superiores, capaces de calcular la gloria y el poder à que debeis elevaros, reunidos baxo un Gobierno representativo y enérgico: este acto divino, ya desde la eternidad decretado en vuestro favor, ha venido en fin à realisarse en medio de las antiguas selvas y vastas soleadas del Orinoco, baxo los auspicios paternales del Todo-Poderoso. Su mano se está viendo en toda obra. Es en el seno mismo de la Naturaleza que se ha formado la REPÚBLICA DE COLOMBIA; y el sello de la creación está impreso sobre la Ley Augusta que la ha constituido. ¡Pueblos de Venezuela, que os formasteis baxo el puñal de Boves, intrépidos Patriotas! ¡Pueblos de Cundinamárca, que en la atroz escuela de Morillo habeis aprendido à ser libres! ¡Pueblos de Quito, que Ruiz de Castilla, aquel precursor horrible de Morillo en sangre y en perfidia, impelió tan violentamente hacia la Independencia! Vosotros todos, PUEBLOS DE COLOMBIA, vosotros habeis en fin reconocido la necesidad de reuniros en una enorme masa, cuyo solo peso oprima y hunda vuestros tiranos. Esta obra, tan digna de vosotros, está hecha -vuestra concentración política se ha verificado, y la Ley Fundamental que la establece, y que el Congreso presenta por mi mano à vuestra sancion soberana, satisface à todos los deseos, concilia todos los intereses, funda vuestra Independencia sobre una base inmensa é incontrastable, afirma la de toda la América 28 El Periodismo en Antioquia del Sur, y os constituye en una fuerte y sólida Potencia que en el acto mismo de levantarse puede hacerse respetar. No solo vuestra elevacion política y vuestra existencia en cuerpo de nación; sino que aún la vanidad misma de los individuos se halla interesada en esta Union. Es gloria pertenecer à un grande y poderoso Pueblo, cuyo solo nombre inspire altas idéas y un sentimiento de consideración. "Yo soy Inglés" se puede decir con orgullo sobre toda la tierra, y con orgullo podrá decirse un día "Yo soy Colombiano", si vosotros todos adherís firmemente à los principios de unidad y de integridad proclamados por esta Ley, y consagrados por la experiencia y por la razon. Seria ciertamente una prueba de cortas miras y ningun conocimiento de la marcha de las naciones querer dividir en pequeñas y débiles Repúblicas, incapaces de seguir el movimiento político del Mundo, pueblos que estrechamente reunidos formarán un fuerte y opulento Estado, cuya gloria y cuya grandeza refluirá sobre todos ellos. Ninguno de vuestros tres grandes Departamentos, Quito, Venezuela, Cundinamárca, ninguno de ellos, pongo al Cielo por testigo, ninguno absolutamente, por mas vasto que sea y mas rico su territorio, puede ni en todo un siglo constituir por sí solo una Potencia firme y respetable. Pero reunidos, gran Dios! ni el Imperio de los Medos, ni el de Asyrios, el de Augusto, ni el de Alexandro pudiera jamás compararse con esa colosal República, que un pie sobre el Atlántico, y otro sobre el Pacífico, verá la Europa y el Asia multiplicar las producciones del Genio y de las Artes, y poblar de baxeles ambos mares para permutarlas por los metales y piedras preciosas de sus minas, y por los frutos aún mas preciosos de sus fecundos valles y sus selvas. No hay ciertamente situación geográfica mejor proporcionada que la suya para el comercio de toda la tierra. Colombia ocupa el centro del nuevo Continente con grandes y numerosos puertos en uno y otro Occéano -rodeada por un lado de todas las Antillas, y por el otro igualmente distante de Chile que de México- cruzada El Periodismo en Antioquia 29 toda ella por caudalosos rios, que en todas direcciones descienden de los Andes, y á veces los cortan, y á veces se encadenan unos con otros, y estenderán un dia nuestra navegación interior desde las costas opuestas hasta el centro de la República, y aún hasta los nuevos Estados del Sur, desde Guayana hasta el Perú, desde Quito y Cundinamárca hasta el Brazil, y tal vez hasta el Parraguay, y quien sabe si hasta Buenos Ayres. Ciertamente si en un pais, por la mayor parte desconocido de sus propios habitantes, se han encontrado tantas y estensas comunicaciones, ya mas ó ménos expeditas, ya mas ó ménos difíciles -¡quantas otras no serán descubiertas por el Genio de la Libertad! ¡Asombran las que reconoció ó inquirió en sus excursiones geológicas y botánicas el ilustre CALDAS, aquel sábio laborioso y modesto que Morillo sacrificó a su furor estúpido de extinguir en vuestra sangre todas las luces y las virtudes de Colombia, que él tiene por enemigas. ¡Malogrado Naturalista! las ciencias le habian erigido un monumento, y el bárbaro ¡le erigió un cadalso! Pero !quanto realce; pero ¡quanto valor no dá à tantas ventajas la posesion de ese Istmo precioso designado por la Naturaleza para el gran mercado del Universo! -Este es el centro de atracción política, ea que todas las relaciones y todos los intereses vienen à adherirse, y consolidar la República. ¿Y qué será cuando el Comercio, ese fundador magnífico de Tyro y de Cartago, levante allí populosas Ciudades, à que concurra el Mundo, abierta una vez, y facilitada la comunicacion de los dos mares?- ¡Honor à la memoria del magnánimo CORRAL, que tanto facilitó esta empresa -a la de CALDAS, que formó el plan -à la de URIBE, que verificados los reconocimientos y nivelaciones necesarias, levantaba ya la carta hidrográfica para la execucion, quando arribaron à nuestras costas la Inquisicion, y Morillo con su nueva caxa de Pandora derramando fanatismo, ferocidad, barbarie, todos los horrores del Despotismo, y su odio profundo à toda idèa grande y liberal! (Fragmento) (Correo del Orinoco, No. 50. Angostura, Sábado 29 de Enero de 1820) 30 El Periodismo en Antioquia JOSÉ ANTONIO BENÍTEZ (EL COJO) El presbítero homicida Año de 1702. Siendo Vicario Juez Eclesiástico, el Maestro Don José Molina y Toledo, y Cura el Doctor Don Lorenzo de Castrillón Bernaldo de Quiróz, día sábado a cosa de las diez u once del día, el Presbítero Juan Sánchez de Vargas, tuvo la desgracia de cometer homicidio, matando violentamente a Miguel Vásquez que vivía del otro lado de la Quebrada en casa de su suegro Lucas Morales Bocanegra; andaba el padre pidiendo la limosna que en aquel tiempo usaba pedir para la Misa de la Candelaria los días sábados; llegó a la casa de Vásquez, pidió candela a una mulatilla que tenía allí aprendiendo a coser con Gertrudis Morales, mujer de Vásquez. El Padre empezó a maltratar la mulatilla; la mujer de Vásquez a defenderla, y el padre no le atendía; en el intermedio llegó Vásquez y requirió al Padre se fuese de su casa, y que no le escandalizase más, que si no sabía que en su casa no gritaba más hombre que él; el padre se enfadó fieramente y altercando de razón, volvió el rostro a la lansera y vió la espada de Vásquez y arrebatadamente la desnudó y le acometió tirándole una violenta estocada que le pasó de costado a costado, de suerte que el herido Miguel Vásquez, sólo pudo caminar quince pies adelante, pidiendo confesión y cayó muerto; así consta de los autos criminales que he tenido a la vista obrados por el dicho Vicario Molina, por Comisión del Ilustrísimo Señor Villafañe y Panduro que se hallaba aquí en Visita; el agresor se fue, y en los Remedios otorgó poder a su Padre el Regidor Manuel Sánchez para contestar la causa; esta la sentenció el Doctor Don Carlos de Burgos Abogado de Santa Fé, quién lo condenó a degradación de Ordenes, y que sirviese en Santa Fé en el El Periodismo en Antioquia 31 Convento de San Diego por cinco años en ejercicios humildes y mecánicos. El Padre Juan Sánchez siguió su fuga desde el día de la desgracia, hasta la Corte de Roma; se presentó al Santísimo Padre, el Señor Clemente Undécimo, y su Beatitud lo acogió benignamente, le absolvió de la censura en que había incurrido y dicen le permitía celebrar, si se quedaba en los Estados Pontificios, y el padre no quiso, quien después de haber recibido la absolución solemne, y sacado el Decreto del Perdón de la Dataria o Penitenciaría, se volvió a esta Villa, vistiendo siempre los hábitos talares o clericales, pero suspenso de todos los Divinos Oficios, y trajo la reliquia de un hueso de San Félix. Estos despachos de la Curia Romana, no constan en la Causa, y juzgo los presentaría en la Curia de Popayán para que constase a su Ilustrísima; pero se sabe por tradición cierta, que trajo los tales despachos, según dicen los viejos que trataron con el padre, después que vino de Roma. La sentencia del Doctor Burgos, no tuvo efecto aunque el Obispo siguió su dictamen, porque el Despacho de Roma prevalecía al del Obispo que para definitiva consultó al expresado Doctor Burgos; últimamente ni aun en la causa consta que se le notificase. Por estos tiempos siguió dicho Vicario Molina otra causa contra el Presbítero Jerónimo Facundo de Acevedo, por haber este violentado una noche con la espada en la mano, a Jacinto de Cortés Dávila, y casándolo con una muchacha que había criado el Padre en su casa, y en ella en un cuarto fue que lo casó, y al siguiente día del casamiento puso la querella el novio para disolver los tales esponsales. Hasta aquí las noticias que he podido recoger con vista de documentos clásicos, por efecto de pura curiosidad, las que he copiado en este libro en este presente año de mil setecientos noventa y siete; pido y suplico a todas las personas que lo leyeren, que en uso de la Caridad y su estrecho vínculo que nos obliga a hacer obras espirituales en beneficio de 32 El Periodismo en Antioquia nuestros prójimos, me encomienden a Dios tanto en vida como en muerte; y a mis amados, y queridos hijos encargo vivamente no se olviden de su Padre, sino que como buenos hijos en todos los ejercicios devotos, pidan al Padre de las Misericordias, la tenga de este vil gusanillo de la tierra; y no dudo que conservaran en su Poder esta pequeña memoria, para despertar del letargo del olvido que ofrece este mundo inconstante; sobre todo, les encargo el amor de Dios y obediencia a su Santa Ley, la caridad con los prójimos, la lealtad al Soberano y respeto a sus Ministros, la cortesía y moderación con toda suerte de personas, la honesta ocupación y el amor a la Patria y Dios sobre todo. José Antonio Benítez. [Al Margen:] Con motivo de mis ocupaciones no me ha sido posible formar este libro Becerro de memorias con el orden de fechas seguidas que se requería; por eso unas noticias van adelante, otras después, así como las iba consiguiendo, y agregando después otras que copiaba. Vale. El Carnero de Medellín. Ediciones Autores Antioqueños. Vol. 40/1988. El Periodismo en Antioquia 33 JOSÉ MANUEL RESTREPO Diario del viaje que hice de la ciudad de Rionegro en la provincia de Antioquia, a la de Kingston, en la Isla de Jamaica Habiendo las armas del rey de España ocupado la Nueva Granada en mayo de 1816, después de una revolución de seis años, todos los hombres que habían figurado en ella fueron sepultados en los calabozos. El 5 de julio comenzó el degüello, por don Antonio Villavicencio, y le fueron sucediendo todos los demás jefes de la revolución, de modo que Santafé, la capital, y todas las demás provincias tuvieron que vestirse de luto, y murieron en un patíbulo, con la ignominia de criminales, hombres en quienes todo el mundo respetaba la virtud y la ciencia. ¡Funestas consecuencias de las discordias civiles!... Desde el 25 de abril en que regresé a Rionegro de la emigración que había emprendido hacia la provincia de Popayán el 28 de marzo en que a consecuencia de la derrota que sufrieron las tropas de Antioquia en la Ceja de Cancán se disolvió el gobierno revolucionario, había pasado momentos bien amargos. Es cierto que por un favor especial de la Providencia la provincia de Antioquia no vio las escenas de sangre y desolación que las demás de la Nueva Granada, el coronel don Francisco Warleta, jefe de la división española 34 El Periodismo en Antioquia que la ocupó, sin embargo de la aspereza de su carácter y de las órdenes de los generales Morillo y Enrile, no quiso enviar ningunos de sus habitantes al cuartel general, sin embargo de que se le remitieron listas de los que se juzgaban más criminales entre los revolucionarios. La misma conducta observó don Vicente Sánchez de Lima, a la cual debo sin duda el no haber muerto fusilado. Según los empleos que obtuve en la revolución, si voy al cuartel general de Santafé me habría tocado una suerte tan desgraciada. Allí murieron hombres que figuraron menos que yo. Persuadido de semejantes ideas pasé los meses de julio y agosto en las mayores ansiedades, esperando por momentos el que me pusieran preso. Una de las cosas que me daba mayor cuidado era el que en Santafé se seguía la causa de don Dionisio Tejada, último gobernador revolucionario de Antioquia, de quien yo había sido secretario; debía temer justamente que se me complicara en algo. Me hallaba en tales circunstancias, cuando en 20 de agosto me comunicó el gobernador Lima la orden de que siguiera a Sonsón a dirigir el nuevo camino que se estaba abriendo de esta parroquia a la ciudad de Mariquita. El gobernador me decía que era por orden de don Pascual Enrile, jefe del estado mayor general del ejército expedicionario, y las palabras con que se expresaba me hacían algún honor a pesar de contener la frase de que "estuviera en el camino hasta su conclusión, sin permitirme que me separara por motivo alguno". El 22 de agosto partí para aquel destino un poco tranquilizado, creyendo que los generales españoles se habrían hecho el cargo de castigarme manteniéndome en aquel desierto. Yo conseguí con más de mil hombres el romper el camino en 21 de septiembre, en que se unió con el de Honda y Mariquita. Hallándome cerca de ésta me envió a llamar don Miguel Fresno, un teniente coronel de húsares que venía con varias comisiones del señor Morillo, entre ellas la de inspeccionar el nuevo camino para Sonsón. Estuve inquieto El Periodismo en Antioquia 35 aquel día pero me presenté al mencionado oficial que era joven y me trató bien. Habiéndome hecho algunas observaciones y preguntas sobre el nuevo camino, él me dejó volver a él. En Mariquita estuve dos horas, y allí supe que las muertes y los suplicios continuaban en Santafé; que ya habían muerto Tejada, Davilla y la mayor parte de mis amigos. Afligido mi corazón e inquieto más que nunca sobre mi suerte, me volví al camino. A mi regreso hallé defectos gravísimos en lo abierto, los que era preciso enmendar. Mas los peones se me desertaban, no había víveres con qué mantenerlos y los puentes sobre los ríos Moro y Miel estaban difíciles. Yo me fijé en la mitad del camino que es en el Moro; mi compañero don Manuel Antonio Jaramillo iba a los puntos en que se necesitaba dar órdenes, etc. mi vida era llena de cuidados, de trabajo y de incomodidades, pues comía muy mal y estaba viviendo en un rancho miserable. Con todo, la idea de que aquel destierro era probablemente el castigo que me daban los españoles, me hacían llevaderos mis trabajos. Me hallaba en tal situación apurando que se construyera el puente de río Moro, cuando el 6 de octubre me dicen unos peones que llegaron del río Miel, que atrás venía un coronel español que decía estar nombrado de gobernador de Antioquia por el señor Morillo y que llegarían al siguiente día muy temprano. Un nombramiento tan repentino quitando al señor Lima me dio mucho cuidado. Se me fijó la idea de que enviaba el general a semejante gobernador para que hiciera las prisiones y remisión de reos a Santafé que no habían verificado los señores Lima y Warleta. En efecto, el 7 muy temprano llegó el nuevo gobernador al río Moro. Yo fui a recibirlo y me habló con un ceño que no era para tranquilizarme. Sin embargo en la conversación me pareció mejor y me dijo algunas expresiones que calmaron en parte mi agitación, pues me indicaban que yo permanecería abriendo aquel camino. Se llamaba don Sebastián Díaz, teniente coronel de ingenieros, joven de veinticinco a treinta años. 36 El Periodismo en Antioquia Allí permanecí lleno de amargura con tantas ideas fúnebres que me ocurrían acerca de los suplicios de Santafé, hasta que a los ocho días supe que el señor Lima se había denegado a entregar el mando a Díaz, sin primero consultar al virrey de quien también dependía. Semejante noticia me llenó de gusto lo mismo que a toda la provincia consternada con la venida del nuevo gobernador. Lima estaba empeñado en que sus habitantes no padecieren tanto como el resto del reino. El 15 de octubre me hallaba en río Moro cuando recibí orden del señor Lima para que dejando el camino bajo la dirección de don Manuel Antonio Jaramillo me presentara en Medellín a dar cuenta de mi comisión. Si al mismo tiempo no hubiera recibido otra carta de mi mujer doña Mariana Montoya, en que me decía no tuviera cuidado por aquella orden, me habría sorprendido algún poco, juzgando ser otra cosa. El 16 emprendí mi marcha para Rionegro. En cuatro días llegué a Sonsón con un tiempo muy malo; allí me detuve el domingo 20 y el 22 llegué a mi casa de Rionegro, a los dos meses completos que faltaba de ella. Estando el gobernador Lima ausente, no me detuve más que la noche y el 23 llegué a Medellín. Bajando la cuesta de Santa Elena me puse a meditar la situación critica en que me hallaba, si volvía al camino de Sonsón, sobre todo si se recibía de gobernador don Sebastián Díaz el que era muy probable trajera instrucciones de enviarme a Santafé. Yo me hallaba persuadido que perecía en un cadalso si caía en manos del señor Morillo. No porque yo hubiera cometido algún crimen en la revolución, sino por mis opiniones políticas. Con tales pensamientos vi claramente que yo no podía estar seguro en el camino de Sonsón ni en la provincia, y que lo mejor era salir cuanto antes de ella. El señor Lima me había dicho desde el mes de agosto que estuve en Antioquia, que tenía orden del general Enrile de hacerme levantar un mapa muy exacto de la provincia. Se me ocurrió decirle que estando ya casi concluido el camino de Sonsón yo quería emplearme El Periodismo en Antioquia 37 en la otra comisión de levantar el mapa, comenzando por el Cauca, desde Cáceres hasta Nechí. Consiguiendo esto me podría ir a Cartagena a presentarme al virrey quien yo sabía que estaba más benigno que Morillo. Esto en el caso de que recibiera Díaz. Luego que llegué a Medellín consulté mi proyecto con varios amigos, los que lo aprobaron y me dijeron que el mismo Díaz había dicho que mi padre y yo éramos los primeros que debían ponerse presos con más de 40 de los vecinos principales de la provincia. Con tal noticia me afirmé más en mis designios de venirme a Cartagena. En efecto hablé al gobernador Lima y convino en darme la comisión que yo pedía. Yo le di cuenta del estado del camino de Sonsón y aprobó mis procedimientos, lo mismo que algunos proyectos que le propuse para su conclusión. Sabiendo que mi padre debía ser víctima del gobierno de Díaz, le hice un peón a su mina del Cauca llamándolo para que habláramos. Como debía tardar cuatro o seis días, permanecí encerrado en mi casa de Medellín hasta el lunes 28 de octubre, en que alas 6 de la mañana fui a ver a mi padre en la otra banda en casa de mi tío don José Antonio Restrepo. Este fue uno de los momentos más amargos de mi vida, al ver a mi anciano padre lleno de las más sencillas virtudes, amenazado a los sesenta años, de ser conducido a un calabozo como un criminal. ¡Ah!, ¡qué cosa tan horrible! Y esto por hombres que se juzgan humanos... Tuve que revestirme de toda la firmeza de alma para salir de aquel lance con alguna serenidad. Allí convinimos en que nos vendríamos a Cartagena lo más pronto que fuera posible, sobre todo si don Sebastián Díaz tomaba el mando, y que si yo no me detenía en Yarumal lo esperaría en Cáceres El mismo lunes 28 de octubre seguí yo a Rionegro para arreglar mis negocios, quedando el señor Lima de que me enviaría cuanto antes la comisión. Allí impuse a mi esposa de los designios que tenía, que ella no pudo menos que aprobar 38 El Periodismo en Antioquia porque iba mi seguridad. Como se pasaron tres días sin venir la comisión, tuve que despachar un extraordinario a Antioquia, a donde había seguido el gobernador a los seis días no había regresado el peón y yo pasé aquel tiempo en las mayores agitaciones. La idea de separarme de mi familia acaso para siempre dejándola con poco dinero y expuesta a mil miserias, afligía mi corazón, principalmente hallándose mi mujer muy próxima a parir; pero mi seguridad era sobre todo y el libertarme de las humillaciones que muchos españoles querían hacerme sufrir. Ya me hallaba resuelto a seguir para Cartagena aun sin pasaporte, cuando el 8 de noviembre lo recibí. En él se decía que se me comisionaba para levantar un plano del Cauca y que después entrara por el Atrato, y que levantara otro igual de este río. Podía irme a Cartagena sin que nadie pudiera impedirlo. Como yo estaba pronto, salí el 9 a las cuatro de la mañana. Una multitud de ideas, las más tristes, se agolparon en aquellos momentos para afligir mi corazón, pero yo me resistí con toda la fuerza que un hombre daba manifestar en semejantes casos. Tomé el camino de Guarne para salir a Hatogrande; a las 4 de la tarde hice alto para dormir al pie de la cuesta del Zarzal en una casa pequeña de un pobre. Allí estaba durmiendo para seguir a Yarumal el día siguiente, cuando a las 2 de la mañana tocan a la puerta y preguntan si yo me hallaba en aquella casa. Dije que sí y entró un peón de Rionegro con una carta de mi esposa incluyéndome otra de don Rafael Caro que se hallaba de secretario del gobernador, diciéndome que éste me aguardaba sin falta en Medellín el 10, que era el siguiente día domingo. Semejante orden no dejo de sorprenderme y sentí mucho que se me detuviera mi viaje. Mas habiendo meditado la materia me resolví ir a Medellín cumpliendo con la orden del jefe. A las 6 de la mañana del 10 de noviembre hice ensillar mi mula, y dejando mi equipaje en la misma casa seguí a Medellín El Periodismo en Antioquia 39 con el peón que vino de Rionegro. A las 9 llegué y todavía el gobernador no había arribado de Antioquia. En el camino hallé a don Manuel Puerta, el que me manifestó una proclama del señor Lima en que decía a los pueblos de la provincia que eran falsos los rumores que se habían esparcido, de que el coronel Díaz iba a hacer prisiones en ella. Que el general en jefe era muy piadoso y que no derramaría la sangre de su moradores. Como yo le había oído lo contrario en conversación familiar, no pude combinar lo uno con lo otro. De Autobiografía. Año de 1816 Editorial Incunables, Bogotá, 1985. 40 El Periodismo en Antioquia JOSÉ MARÍA SALAZAR Bosquejo político de la América antes española America seems again díscovered; not to geography but to commerce, to social intercourse, to inteligence, to civilization, and to liberty. (Mr Webster´s speech in Fareuíl hall.) Tantos han sido, tan varios y tan importantes los acontecimientos de la América antes española, desde que trató de existir por sí misma en el orden político estableciendo un gobierno propio, que si hubiera de medirse por ellos el tiempo que los ha traído, no parecerían el resultado de tan corto período, sino la obra de un siglo. La posteridad, ansiosa de saber los sucesos de los antepasados, y en particular nuestros descendientes, herederos del bien y del mal de sus padres, leerán con interés la historia de esta época, ya para evitar los errores que se hayan cometido, ya para seguir los ejemplos que merezcan ser imitados. La primera cosa digna de su atención será la identidad de sentimientos y de ideas en todas las secciones de nuestro vasto continente acerca de su independencia y de sus instituciones fundamentales. Todas han obrado de concierto, sin comunicarse, como por un impulso de la naturaleza; los efectos han sido iguales a las causas que los han producido, y el sentimiento de la opresión y la común desgracia unido al deseo natural de la felicidad, han excitado en todas la misma reacción. Recta fue desde su principio la linea de conducta de la América independiente. Invadida la España por las armas El Periodismo en Antioquia 41 francesas, y cautivos los reyes de su dinastía, paso falso que causó con otros la caída de Bonaparte, parecía llegado el momento propicio a las colonias para mejorar su condición, gobernándose por sí mismas; la debilidad de la madre patria y el estado político de la Europa no hacían problemático el buen éxito de la empresa; mas no se creyó generoso añadir aflicción al afligido, rompiendo en aquel tiempo la unidad nacional; ya no se habló de agravios pasados, sino de nuevos sacrificios; se remitieron muchos millones de pesos fuertes a la Península y fue reconocida la Junta de Sevilla, que había tomado la voz de la nación, mas cuya autoridad fue luego disputada por la de Asturias, alegando en su favor una carta del rey, que le confería el mando supremo. Siendo cada día más adversa la faz de la nación, ocupada en su mayor parte por el enemigo, la América, que era por derecho una parte integrante de ella, y no colonia en el sentido que ha dado a esta palabra el mundo comercial desde el siglo décimosexto, creyó indispensable para su régimen interior y para ponerse a cubierto de los males que la amenazaban, crear gobiernos propios que supliesen el gran vacío de autoridad y de confianza que faltaba a las audiencias y virreyes. Seguía en esto el ejemplo de algunas provincias españolas que habían establecido sus juntas en conformidad de una ley del reino, y que las autorizaba "en los casos arduos y dificultosos". No se disolvía por esta medida la unidad nacional, los mutuos servicios y las relaciones quedaban subsistentes y en nombre del rey era el vínculo que ligaba las partes de un mismo todo. Difícil es creer que un acto tan legal y tan necesario excitase contra los americanos el encono de la Regencia española, y que en recompensa de sus auxilios se les declarase la guerra, bloqueados sus puertos, y tratados ellos de rebeldes por los que siendo iguales tomaban el tono de señores; pero no hay que extrañarlo: cuando se consulta el orgullo en vez de la razón, se convierte en desprecio el sentimiento de respeto y 42 El Periodismo en Antioquia de benevolencia que debe estrechar a los miembros de una sociedad, y se carece de previsión para pesar las consecuencias de pasos inconsiderados. Los diversos gobiernos que se sucedieron en la península desde la cautividad del Monarca siguieron el mismo plan de hostilidad hacia las posesiones ultramarinas; representación desigual cuando eran llamadas a los congresos nacionales, para que su voz fuese nula; manifiestos y arengas en que se les ha insultado atrozmente, faltando a la común decencia del lenguaje; decretos y declaraciones imperiosas, consecuentes a estos discursos, y, para añadir el desprecio a la injuria y excitar a la vez indignación y risa, indultos y amnistías que no sientan bien a la virtud y al heroísmo. Los americanos pensaron seriamente sobre su destino, y ventilaron con libertad cuestiones delicadas que antes hubiera sido peligroso discutir; la naturaleza y efectos legales de la conquista de América; la bula y singular donación de Alejandro VI; las antiguas leyes y privilegios concedidos a los primeros pobladores y sus descendientes; los límites de las potestades espiritual y temporal; el origen de la autoridad pública y las formas de los gobiernos; lo más conveniente a la América en su presente estado de población, luces y riqueza; las constituciones de los diferentes estados y el admirable invento del sistema representativo, que es en política lo que la atracción en la física; los derechos individuales y sociales, y los recíprocos deberes de los gobernantes y gobernados: todos estos objetos y otros muchos enlazados con ellos fueron materia de libre discusión. Al paso que las ideas se multiplicaban, eran recordados los acervos malos de tres siglos causados por el gobierno español, los cuales existían aún sin esperanza de remedio: aunque la América debía considerarse de derecho parte integrante de la nación, de hecho fue tratada bajo un régimen vigorosamente colonial. Sus puertos, cerrados al extranjero, eran otros tantos depósitos del monopolio comercial de la El Periodismo en Antioquia 43 madre patria, que recargaba las producciones y manufacturas de otros países de un aumento de precio; la tierra estaba condenada a no producir frutos preciosos como la uva, la almendra, la oliva, y la mano del hombre a no mejorar con la industria las materias primas, con infracción del pacto original celebrado con los primeros pobladores. Sus descendientes se veían privados por lo general de puestos honrosos y lucrativos; hasta para ir a España y comunicar entre sí, se necesitaba impetrar licencia real que difícilmente se obtenía; los criollos fueron siempre tratados con desconfianza, a pesar de su conocida lealtad y su constante esfuerzo en resistir las armas y tentativas de los enemigos de España, ejemplo dado en Cartagena, en Buenos Aires y otros puntos; la corrupción de los tribunales, y la distancia de dos mil leguas para los últimos recursos, eran otros tantos obstáculos a la buena administración de justicia; puede decirse que las audiencias y virreyes poseían de hecho la autoridad suprema, y que eran nulos en la práctica los reales consejos, porque a manera de los cuerpos físicos en la naturaleza, los políticos disminuyen su peso en razón directa de la distancia de su centro; más trabas tenía la prosperidad pública no sólo por el sumo atraso de la nación en la ciencia económica, sino también por restricciones y vejaciones peculiares a estos países, como estancos, aduanas interiores y otros muchos pechos y gabelas. Así es que los habitantes eran pobres en el seno de la riqueza, sirviendo sólo su trabajo para pagar el lujo de una corte inmoral y corrompida. En vano el africano arrancado de su país natal por el infame tráfico de esclavos, regaba con el sudor de su frente un suelo extraño; en vano el indio, su antiguo señor, labraba un pedazo de tierra que le había dejado la merced del conquistador, pagándole tributo por ella, o gemía en las minas encorvado bajo la servidumbre de la mita; y en vano el descendiente del europeo, mirado por éste como un ser inferior, a pesar de la excelencia de sus facultades físicas y morales, las ejercitaba en el trabajo: el consumo preciso y la 44 El Periodismo en Antioquia satisfacción del impuesto, eran casi siempre mayores que la producción: y todo era atraso y miseria; tan cierto es que si todo prospera con el aliento de la libertad nada medra bajo un sistema de trabas y de restricciones. (Fragmento) (Tomado de "Los periodistas de los albores de la república". Selección Samper Ortega. Bogotá, 1936) El Periodismo en Antioquia 45 MARÍA MARTÍNEZ DE NISSER Diario de los sucesos de la Revolución en la Provincia de Antioquia en los años de 1840-1841 Día 18. -Toda la tarde me he estado en el camino de Rionegro esperando á mi esposo, i á la oración me he vuelto desconsolada i sin la mas pequeña noticia. Ninguno de los desterrados parece, lo que me hace presumir que tal vez los han cojido á todos, i si no fuera por este tormento, miraria estos días como los mas placenteros de mi vida. Nada ha habido particular, todo están en movimiento preparándose para la marcha: se estan haciendo muchas lanzas, se ha recojido el plomo que podia encontrarse en el lugar para hacer balas, las señoras todas estan cosiendo blusas, i estas tres noches pasadas he estado cosiendo en compañía de dos hermanas hasta las dos de la mañana; pero la inquietud de ir cada momento á la plaza á ver si hay alguna novedad, no me deja estar constantemente ocupada en la costura. Dia 19. -Hoy como á las doce del dia ha llegado el P. Restrepo con don Escolástico Marulanda, uno de los patriotas mas exaltados que tiene la provincia, i á quien desde el principio de la rebelion de Córdova lo estan persiguiendo. Luego que supo que lo habian nombrado jefe político de Rionegro se escondió, por cuyo motivo lo han multado i lo tienen condenado á destierro si no se presenta, pero de ningun modo han podido conseguir á este ciudadano, quien ha 46 El Periodismo en Antioquia preferido estar mas bien en los montes, que bajo el dominio de los traidores. Yo corrí á la plaza á encontrarlo, i mi primera pregunta fue por mi esposo. El P. Restrepo me respondió: don Pedro estaba desgraciadamente en Medellín el día que llegó allí la noticia de que se acercaban tropas del gobierno; lo iban á prender, i don José M. Uribe logró esconderlo en su casa, en donde está seguro; pero U. no lo espere porque ya no es fácil pasar. No podré pintar la alteración que me causaron estas palabras, i mas cuando no era posible persuadirme fuese cierto lo que escuchaba; pues me parecia estar viendo preso á mi esposo. Por la tarde llegó don Pablo Londoño (otro de los desterrados,) i estando aun á caballo, me le acerqué i con la mayor prontitud le dije: é quién fue el que cojió á Nisser? ¿Todavía la tienen con grillos? Entonces me respondió: "No se si le han puesto grillos, ni quien lo cojió: solo sé que mas acá de Rionegro estando ya en camino para este lugar, fue detenido i conducirlo preso. ¡Qué ideas tan tristes me rodean! No se que partido tomar en este momento que será la una de la mañana. Mi ternura me aconseja que vaya á Rionegro á acompañarlo en su prision, pues mi presencia se la hará mas llevadera; mas el bien público en general, me dice que no; por que allí é de qué utilidad puedo ser para mi patria ó para mi esposo? Mañana me presentaré á Braulio, le pediré una lanza; marcharé en compañía de dos hermanos i demás patriotas de este pueblo, i contribuiré de este modo á la libertad de mi suelo. Como á las doce del día he hablado con el P. Restrepo para saber donde estaba la tropa, i me ha dicho que el C. Jaramillo está en Abejorral con treinta hombres que fueron la abansada que sorpendió el cuartel de Salamina, i que en Aguadas debia estar ya el C. Días con la demás tropa i con los fusiles; pero á un momento despues manifestó el P mucho interés en que se cojiera á Isidro, i aun pensó ir él mismo á ver si podia convencerlo, para que se entregara. Esto me ha dado mucho en que pensar, i creo que ni es tanta la jente, ni hai los El Periodismo en Antioquia 47 suficientes fusiles, pues solo por el interes de estos debe ser que se busca á Isidro. En donde esté este traidor no se sabe. Dicen que ya no está en Positos, i por esta razon el P. en lugar de ir á buscarlos, se ha ido esta tarde para Abejorral. Día 20. -Con el mayor asombro hemos visto entrar como á las ocho del día á Braulio con los voluntarios de Abejorral en número como de 25 a 30 hombres, i al C. Jaramillo con 3o que dicen ser veteranos; seguramente lo serán pero su figura es la mas miserable: son unos infelices cubiertos de andrajos, i si así son todos los demás en verdad que no es muy temible la columna de Mariquita. Una persona hoy me dijo en secreto: "que á Salamina no habian entrado sino 110 reclutas, todos de Mariquita i solo venian 9 o 10 veteranos," á lo que contesté: no hable U. con nadie acerca de esto, pues seria muy prejudicial: muchos si supieran semejante cosa, no se comprometerian por nada, i U. debe estar persuadido que aquí no se necesitan sino armas, i que en habiéndolas aunque no haya veteranos el triunfo es seguro. Yo habia pensado acompañar á U. ahora lo hago con mas gusto, tanto porque puedo ser útil, como porque en ejemplo como este arrebatará los ánimos vacilantes; porque ¿qué lumbre que tenga vergüenza se que ara, viéndome marchar en las filas de UU? Mi viaje estaba ya resuelto, i queriendo consultar este paso con alguna persona sensata antes de solicitar el consentimiento de mi familia, me dirijí á un sujeto de juicio quien me dijo: "me parece una accion demasiado heróica, pero peligrosa." Yo solo quiero saber si perjudicará á mi honor, le interrumpí, porque esto solo será capaz de contenerme; á lo que me contestó: deshonroso no es, sino al contrario, una accion virtuosa; pero U. debe hacer lo que su padre diga. Fui á la casa de mi padre i dirijiéndome primera á mi madre le dije: que esperaba de ella se interesase con mi padre, á fin de que me diera su consentimiento. Ví con placer que á ella no le desagradaba mi viaje, solamente se limitó á hacerme presente el delicado estado de mi salud. Volví un momento despues á 48 El Periodismo en Antioquia saber cual habia sido el parecer de mi padre, i con el mayor consentimiento supe que se habia opuesto abiertamente, diciendo que mi juicio en el estado de debilidad en que se encontraba á consecuencia de mis largos padecimientos i enfermedad, no podría resisitir las fatigas de una campaña, i menos en un tiempo tan lluvioso. Entonces me valí de uno de sus amigos patriota exaltado, i este logró desvanecer sus temores ahora que serán las doce de la noche, he concluido mi blusa i me la he medido, i una de mis hermanas que creía hasta ahora que todo era chanza ha llorado mucho al verme cortar el pelo i ponerme en traje de hombre. Resta decir, que esta tarde ha llegado por la via de Aguadas el C. Díaz con ochenta hombres: no lo he visto porque ya era de noche; me aseguran que son iguales á los primeros, á saber todos reclutas; pero no importa han traido algunos fusiles i esto es lo que se necesita. Día 21. -En Abejorral - Me levanté á las cinco i me vestí de militar con la agradable idea de que cuando me volviese á poner camison estariamos libres ó si no yo habria muerto con este traje. Cuando Braulio supo mi determinación, se opuso i dijo á mi padre, que no consentiria en que yo me espusiese á tantos peligros; pero cuando vió que era imposible hacerme desistir se conformó. Como á las siete monté á caballo en compañía de mi padre i de mis dos hermanos, me presenté en la plaza en donde estaban ya formados para marcha cincuenta i tantos voluntarios, i dirijiéndome al señor Enao hablé en estos términos: ¡mayor Enao! El amor á mi patria i mi esposo me han puesto en este traje: desde que los traidores comensaron á oprimir á esta amada provincia esto I resulta á ofrecer mi debil cooperación al bien de mi patria, con ansia aguardaba este momento, tanto mas, cuando he visto los oprobios i vejaciones que han sufrido algunos de mis paisanos, los que actualmente sufre mi aodrado esposo solo por ser amante de las leyes i de la constitucion. Dadme una lanza para acompañaros i seguir en medio de estos valientes de que El Periodismo en Antioquia 49 os veo rodeado. Poderosas razones me hacen ofrecer esta debil prueba de mi afecto ácia los objetos que mas amo en el mundo, la patria i mi esposo; e ¿quién no haria otro tanto en mi lugar? ¡Compañeros valientes! Resuelta estoi á acompañaros en vuestra noble lucha cuyo norte es el esterminio de nuestros enemigos i el restablecimiento del órden. Sé que vosotros como admiradores del inmortal Neira, de ese héroe privilejiado de la Nueva Granada, aspirais á imitar su ejemplo: su sombra será nuestro Angel tutelar. Vuelvo á deciros que estoi pronta á participar de vuestras fatigas i peligros, así como espero ser testigo de vuestro triunfo. El entusiásmo que inflama nuestros pechos, esta llama sagrada, estoi segura que solo se apagará con el último suspiro que ofreceremos todos por el bien de la patria, porque el amor á ella es la primera virtud. ¡Viva el gobierno i la constitución! ¡Viva el comandante Enao! Este contestó con lágrimas en los ojos, i cojiándome demasíado dijo: aunque un paso tan heróico i lleno de patriotismo solo las pájinas de los siglos pasados se habían conocido. Me mostró á los que lo rodeaban como un ejemplo digno de imitarse. Mirad á esta señora, dijo, en un traje ajeno de su sexo, que pide una lanza i está resuelta á acompañarnos en nuestras fatigas. El triunfo es nuestro. ¡Viva nuestra justa causa! ¡Vivan las leyes! ¡viva la heroína que nos acompaña! Todos respondieron mil vivas al gobierno lejítimo, i el mayor Enao me dio una lanza que yo recibí con el mayor placer. Luego me dirijí á la casa de una amiga á decirla adios, i ella asombrada me dijo: ¡María! Este es un paso muy decidido, i si por desgracia la faccion triunfara...? Seré sacrifica con mi patria, la interrumpí. ¡I tu memoria, me dijo, de cuantos insultos o aprobios será cubierta! No temas eso, la contesté con viesa, porque los pocos hombres de bien, amigos del órden que me sobrevivan la sabrán respetar, i esto me basta. La volví la espada entonces i me incorporé en las filas, i al lado de mis hermanos marchamos ácia este pueblo patriota i entuciasta por la causa legal, i en medio de alegres vivas entramos á la 50 El Periodismo en Antioquia plaza como á las tres de la tarde. Como á las cuatro llegó un posta mandado por Vezga, i á las ocho de la noche estuvieron á visitarme el comandante Enao i el capitán Jaramillo, los cuales han tenido la bondad de manifestarme la carta que el supremo Vezga dirijió al primero, aconsejándole que abandone su temeraria empresa, i que haga retirar á su casas á todos aquellos que tiene alucinados. Que de no, será responsable de la sangre que se va á derramar, añadiendo otras ridiculeses semejantes. ¡Miserable! Pronto va á conocer el valor del que trata de intimidar. En presencia han convenido en que la única respuesta que debe darse es, que se recibió, i nada mas. Este acto de desprecio tanto de los consejos, como de las amenazas del supremo, me ha gustado mucho. Editorial Incunables; Bogotá, 1983 El Periodismo en Antioquia 51 MARIANO OSPINA RODRÍGUEZ Probabilidades sobre la marcha de la civilización en Hispanoamérica Supuesto que el progreso de la civilizacion, o su paralizacion o retroceso en estos paises dependerán de la marcha que en ellos siga el estado político; para juzgar de lo primero es necesario ecsaminar las probabilidades de órden, o de anarquia i despotismo que el estado de las cosas ofrece. Si lo mas probable es que cese la fiebre de revueltas i desórdenes que han aflijido el país, i que empiece una era de paz i de seguridad, que restablezca la confianza en todos los ánimos, i haga nacer el crédito en el esterior, es fuera de duda que el vuelo de la civilizacion será rápido i seguro; por que el país encierra copiosos i ricos elementos de prosperidad. Si por el contrario las probabilidades están en favor del desórden, de ¡a violencia i de la anarquia, es tambien de suponerse que creciendo la corrupcion e inmoralidad con tal órden de cosas, los ecsesos serán de día en dia mayores, crecerán la inseguridad, el descrédito i la desconfianza, i la civilizacion retrogradará, como ha retrogradado ya en Buenos-aires, en Montevideo i en otros puntos sujetos a la delecterea influencia del despotismo militar o demagójico, Ecsaminemos las causas que, en nuestro concepto, han producido i mantienen el mal, para ver si es fácil hacer cesar su efecto. La primera de estas causas es la indiferencia de los pueblos respecto de todo lo que interesa al órden legal. Esta indiferencia es hoi tan completa como lo era diez o veinte 52 El Periodismo en Antioquia años ántes; i por lo mismo no debe esperarse que por sí misma se cure. Los pueblos detestan las revueltas, i aman la paz, pero están a oscuras respecto de la marcha de los negocios políticos; no pueden juzgar de los hechos que comprometen el órden, o que violando los fueros nacionales substituyen la fuerza a la le¡, i ponen el país en la anarquia, o lo someten a la arbitrariedad; i así lo único que los saca alguna vez de su apatía son los atentados directos e inmediatos contra sus personas i propiedades. Para que el espíritu público lustrado i recto animara a los pueblos sería necesario instruirlos, tomar un interes vivo en vencer su indiferencia í apatía; pero como los hombres del gran partido moderado i pacífico no han hecho nunca, ni ha¡ apariencias de que hagan el menor esfuerzo para ello; al paso que la secta terrorista tiene un espíritu activo de procelitismo, es mas probable que se estienda ¡a inmoralidad que el que se anime el espíritu público en favor de las vías de legalidad i de justicia. Respecto de las instituciones, como su debilidad e ineficacia no dependen de su naturaleza i forma sino de la indiferencia i apatia de los pueblos, no ha¡ reforma que pueda curar este mal; lo mas que podrá hacerse será atenuarlo con variaciones que satisfagan los deseos de los pueblos. En cuanto a la accion anarquizadora de la secta, cada día debe ser mayor, creciendo, como crecen, sus procélitos. Sin embargo en su crecimiento i pujanza es que se hallará el remedio contra sus ecsesos. Cuando tenga poder propio para realizar sus teorías i deseos despertará a la mayoría pacífica que duerme, i sus atentados darán brio a los que he¡ no quieren tenerlo; sucederá en los diferentes estados de hispano-américa lo que sucedió en Francia, i lo que está sucediendo en Venezuela; bien que allí el movimiento es acaso prematuro; i a la causa de la civilizacion convendría que la série de crímenes empezados el 24 de enero se prolongase aun mas tiempo, para que la reaccion fuese mas segura i mas eficaz. Pero hasta donde podrán llegar los ecsesos del círculo terrorista en cada estado El Periodismo en Antioquia 53 ántes de que se desarrolle la reaccion que deba anonadarle, no es fácil calcularlo aunque con probabilidad se prediga que aquel es el curso natural de los hechos. El círculo corruptor es haí poderoso en muchos estados, no tanto por su propia fuerza sino por los ausiliares, que causas diversas le han dado accidentalmente. Ecsisten en todas partes círculos o pequeños partidos rivales, que se juzgan incompatibles, i al unirse uno a las filas de alguno de los grandes bandos que luchan, el otro se arroja en las filas del opuesto sin consultar sus principios; así es como obran en las elecciones i en otros actos, en un sentido enteramente opuesto a sus deseos e intereses jenerales, una multitud de fracciones, Hai tambien una especie de partidos mecánicos que sin consultar los principios de un bando le siguen solo por el nombre que lleva. Por esta razon es que la secta violenta ha reunido en algunos estados fuerza suficiente para dominar, a pesar de lo reducido del número de sus verdaderos secuaces. Pero como estos ausiliares no tienen con ella comunidad de principios ni de intereses, sino que en realidad los tienen opuestos, es seguro que cuando los ecsesos de ¡a ecsaltacion e inmoralidad del círculo que los domina les abran los ojos, lo dejarán solo. De estas consideraciones se deduce que la causa de la civilizacion en la América española antes de adquirir la pocision ventajosa que necesita para su fácil i rápido desarrollo, tiene que correr muchos azares; i no será difícil que entronizándose en muchos estados el despotismo demagójico, se perpetue, como en Buenos-aires, en cuyo caso la civilización tendrá que retrogradar mucho del punto a que ha llegado. Ha¡ sin embargo un medio de afirmar el órden legal, de dar fuerza i eficacia a las instituciones, de consolidar la libertad i la seguridad, i de impulzar poderosamente la civilizacion; i es que lo quiera con enerjía i desicíon la gran mayoría civilizada, i que ponga al efecto en accion su influjo¡ su poder. Que considera, cada uno que la inmoralidad, la corrupcion, 54 El Periodismo en Antioquia el espíritu de violencia i de anarquia han de dar en tierra con las instituciones protectoras de seguridad, de la libertad i de la propiedad; i llevar el país al estado de Santodomingo, de Buenos-aires i de otros pueblos entregados despotismo feroz de la demagojia, tornen un interes vivo i enérjico en la buena marcha de órden legal, i en la conservacion de los principios i doctrinas que sirven de base a la sociedad: se unan, se comuniquen, i se persuada cada uno que, mientras esté calculando que los otros harán lo que él debiera hacer, nada se hará. ¿Pero hai seguridad, hai probabilidad siquiera de que los amigos del órden hagan lo que sus intereses i el bien de la sociedad ecsije de ellos? Lo dudamos; mientras se trate únicamente de no hacer daño, de respetar las leyes, de obedecer a las autoridades, en todas partes este gran partido llenará su deber; pero esto no es bastante, las circunstancias ecsijen mas actividad, mas union, mas enerjía, i no vernos en ninguna parte, sino es en Chile, ese vigor. Así pues, lo mas probable es que los hábitos de indiferencia, de apatia i de division no se curarán sino con el réjimen del terror. Es seguro que en él perecerá lo mas escojido de la porcion civilizada, pero la juventud hará entonces en América lo que hizo en Francia, le que está haciendo en Venezuela; i una jeneracion honrada i mas activa que la actual salvará la civilización. (La Civilización, Bogotá, agosto 9 de 1849) El Periodismo en Antioquia 55 CAMILO ANTONIO ECHEVERRI El murciélago La alcoba está oscura ¿Qué fue eso que medio sonó, y que pasó por mi frente como el cierzo que atraviesa las naves abandonadas de una iglesia que amenaza ruina? ¿Por qué he sentido, gran Dios, eso que sentirán los moribundos cuando bate sus alas sobre ellos el ángel alevoso de la muerte? Y otra vez, y otra, y otra, oigo el ruido mudo, parecido al del velo negro que flota en la capilla del condenado a muerte. Tengo miedo, algo como miedo. Prendo la luz y escucho. Todo pasó. Gracias a Dios, durmamos. ¡Ah! ¡murciélago maldito! ¡Eras tú! ¡Fuiste tú! Tú, monstruo físico. Tú, plagio, remedo, copia o parodia de todas las monstruosidades humanas. Entre los misterios que ofuscan mi imaginación; entre los problemas que confunden las reglas de mi cálculo; entre los imposibles que me asedian, hay uno, pequeño, pero muy grande: Es el murciélago. El murciélago hizo delirar a Aristóteles; el murciélago hizo un tonto de Escalígero; el murciélago ha jugado con todos los naturalistas, desde el primer albor del mundo hasta nuestros días; e, incógnita incomprensible, el murciélago jugará con todos, cuando la última partícula del Cosmos ruede a confundirse en el seno del Creador Eterno. El murciélago es una ecuación de mil incógnitas, sin datos; no hay a, ni b ni c en él: todas son xx. Animal maldito o problema bendecido, yo no sé qué es el murciélago. 56 El Periodismo en Antioquia Lo siento algunas veces cruzar mi estancia y batir mi frente con el mur mullo de cierto viento misterioso, mudo, incomprensible. ¿Es el vuelo del alma que, llorando mi ilusión perdida, viene a refrescar mi frente calcinada? ¿Es el lampo de un tizón maldito que viene a requemar mis sienes bajo el falso soplo de un aliento frío? ¡Murciélago! Te lo confieso: te tengo miedo. Entras a mi alcoba, callado y pavoroso como el remordimiento; visitas mis estancias como alevoso ladrón. Llegas, haces el daño, silencioso, y sólo el día que sigue dejas ver los rastros de tu alevosía. *** El murciélago es la imagen viva de todas las maldades, de cuando hay grande en el delito y de pequeño en la sutil astucia. ¡Amante que sueñas con el amor de una mujer! Tú que vestiste de luces de arrebol y azul a aquella en quien confiaste, ¿por qué la miras hoy fría y desgreñada y ojerosa y flaca? Es que el murciélago de un amor oculto, chupa calladamente la sangre del corazón en que creíste! Avaro, ¿Por qué tiemblas? ¡Es porque sientes que el murciélago del robo bate su ala helada en las cerraduras de tus arcas! ¿Por qué lloras, madre que acabas de besar a tu hijo recién nacido? ¡Es porque adivinas en el calor de sus sienes el batir frío del murciélago de la muerte! ¡Sepultura anónima! ¡Revuelto osario! ¡necrópolis callada! ¡templo solitario! ¡bosque sin ruidos! ¡caverna sin murmullos! ¿qué es eso que sin ruido suena y que habla sin voz entre vosotros? Es el ala del murciélago; el viento frío que apaga los calores de la cuna; es la representación de ese hielo que, de los albores de la infancia, vuela a perderse en la soledad del cementerio! ¡Maldito seas! Murciélago; pero no: ¡bendito seas! *** El Periodismo en Antioquia 57 Si tu ala traidora dejara un rastro en su camino; si en tu volar silencioso imprimieras en el alma humana la línea gráfica de tus evoluciones, el alma de los poetas líricos guardaría las tristes huellas de tu volar medroso. ¿Quién, sino tú, pudo llenar de luto y de resplandeciente hielo las almas de Ovidio y Byron, de Espronceda y Campoamor? ¡Murciélago! El murmullo sordo que siento cuando pasas, entre sombras, junto a mí, me da al par que miedo, una esperanza, y por eso te perdono a veces. Yo adivino en tu lúgubre volar mil voces escondidas que mi desgarrado corazón levanta. ¿Qué suena? Nada Pero yo oí algo que sonaba. ¿Es el alma del hijo pequeñuelo que murió? ¿Es el alma de la madre que se fue? ¿Es el alma de la esposa que viene a acompañarme? ¿Es el hermano que viene a repetirme sus consejos y a recordarme su ejemplo? ¿Es el ángel que visita mi alma? Es la imagen del escritor anónimo que roba los frutos de la prensa y deja sólo, junto al excremento, las semillas que ha roído; es el fullero que juega con gabela; es el espía que teme al sol; es el traidor escondido; es el hombre de partido de quita y pon. Segundo. Declaro que el murciélago no fue creado intencionalmente por Dios. De sus manos salió en definitiva, es cierto, porque ¿qué cosa existente no salió de allí?; pero tengo para mí que él no tuvo intención de hacerlo y que, talvez, hasta ignora su existencia. El murciélago se formó de piezas heterogéneas. De la materia primera necesaria para hacer al hombre, a los cuadrúpedos, a las aves, etc., quedaron algunas porciones que se atrajeron mutuamente, se unieron, se soldaron y quedó hecho el murciélago. 58 El Periodismo en Antioquia Animal formado de recortes, como ciertos sobrecamas y como ciertos partidos y programas, presenta contrastes y especialidades bien curiosos. Dije que jamás está de pie, y ahora agrego que no solamente se para de cabeza siempre, sino que jamás camina; pero si no anda, vuela, ¡más qué volar! en las tinieblas. Así son algunos escritores de artículos políticos; no andan en el camino de la investigación filosófica, porque no la conocen; mas, como es necesario escribir sobre algo para hacer ruido y crearse un nombre, se echan a volar por los extremos de las exageraciones y a cruzar las sombras de las utopías más descabelladas. El murciélago es omnívoro. Después de chupar sangre, hace sobremesa con frutas. Es todero como ciertos hombres que viven de destinos y a quienes se ve siempre con sueldo: hoy están en una oficina, y mañana estarán en otra distinta y aun opuesta. De este modo jamás emprenden cosa alguna; pero maman sueldo, que es lo que importa. Estos han sostenido, sostienen y sostendrán a todos los Gobiernos y a todos los partidos. La idea buena es la que está en moda, aun cuando no la comprendan: hoy la encomian hasta los cielos, sin perjuicio de llenarla de contumelia al primer ceño, a la primera seña oficial. Y es regular, porque ellos se llaman siempre a sí propios "los más firmes y leales apoyos del Gobierno". *** Pero comienzo a divagar, que es mi manía. Y como quiero que no me traten de maníaco por la milésima vez, suspendo este artículo, si acaso lo comencé, que de ello no estoy seguro. Colección Samper Ortega de Literatura Colombiana. Editorial Minerva, Bogotá, Colombia. El Periodismo en Antioquia 59 FRANCISCO DE PAULA MUÑOZ (MINGRELIO) El crimen de Aguacatal La noche del martes 2 de diciembre de 1873 fue una noche sumamente clara. Era la antevíspera del plenilunio y nada turbaba la habitual tranquilidad de las campiñas, tranquilidad más solemne, tal vez, por lo más silenciosa, en donde, como en Aguacatal, los campos son praderas, sin más árboles que los muy escasos que con los agavos y las zarzas, fortifican los vallados contra las invasiones del ganado del vecino. El viento corre libremente sin el murmullo que en las selvas produce por la agitación del follaje. A causa del aislamiento de la habitaciones no se sabe generalmente por las familias lo que sucede en la casa del vecino. No obstante, en la noche del 2 de diciembre sintió Manuel Antonio Botero,que dormía con su familia en una casa a cien metros de distancia de la señora Echeverri, y del otro lado del camino, como si en esta casa se golpeara la puerta a los muebles y creyó percibir al mismo tiempo un quejido. Como Botero había dormido ya por algún tiempo, no pudo precisar la hora en que esto sucediera; pero habiendo estado en la tarde y en la noche del martes en la casa de la señora Echeverri y habiendo sabido que Virginia estaba sufriendo de una muela, supuso que ésta era la del quejido, no hizo caso del incidente y volvió a dormirse. Al día siguiente, miércoles 3 de diciembre por la mañana, y de viaje para Medellín, llegó este testigo a la casa de la señora Echeverri, y habiendo hallado cerradas la puerta y la ventana del frente llamó en voz alta a Sinforiano "porque oyó un quejido", dice él, "y quería saber qué tal noche habían pasado". Ninguno contestó y los lamentos continuaron. Botero pensó abrir la ventana de la sala, pero no se atrevió a hacerlo, 60 El Periodismo en Antioquia porque creyéndolos dormidos temió ocasionarles una molestia. Los lamentos continuaban, sin embargo, y el mismo silencio contestó a otro llamamiento hecho por él a Sinforiano. Entonces se dirigió a la otra ventana,la de la alcoba, que estaba abierta, se asomó por ella "y vio como gente acostada en la sala, sin poder determinar su número porque la ventana y puerta del frente estaban cerradas" y la luz era escasa. Botero se retiró entonces, dirigiéndose a Medellín, sin hablar con nadie sobre lo que había visto y oído por no haberle llamado la atención. Sin embargo, observó en la puerta de la casa "una manchita de sangre como untada con el talón o con la planta del pie", manchita que se explicó a sí mismo, suponíendose que habían sacado la muela a Virginia y que alguno, por haber pisado en la sangre, hubiera apoyado el pie en la puerta. El segundo hombre que se acercó a la casa fue Tomás García que llegó "apuntando el sol" y que debía ejecutar un trabajo relativo a la construcción de la casa nueva. Notando que la casa no estaba abierta y que ninguno se había levantado, llamó en voz alta a doña Juana y a Sinforiano, que no le respondieron; y estando cerradas aún la puerta y la ventana del frente, se asomó por la ventana lateral que estaba abierta, y por allí distinguió el cadáver de doña Juana y a María Teresa, a la cual se le notaba aún un resto de vida, por el movimiento de la respiración. Por la casa vagaban dos niñitos, uno negro y de uno a dos años de edad, ambos llorando y llamando a sus mamás. García se dirigió a la casa más vecina a dar aviso; y a continuación, por sí mismo y por medio de los cinco o seis niños que habían concurrido ya a la escuela y a quienes encontró a su llegada llorando en el corredor de la casa nueva, puso en alarma al vecindario. El primero que acudió al llamamiento fue José María Álvarez (Carpio). Impuesto por García de lo que éste había observado, se asomó por la misma ventana de la alcoba, con mucho temor, y vio un cadáver tendido en el suelo y recostado a una batea suspendida debajo de la cama de la señora El Periodismo en Antioquia 61 Echeverri. Muy sorprendido, se dirigió a la otra ventana que estaba abierta y halló en ella, llorando y gritando, a un niñito de tres a cuatro años, hijo de Virginia Álvarez. Este niñito hacía esfuerzos como para salirse por entre los balaustres de la ventana. Álvarez distinguió dos o tres cadáveres más de los que estaban en la sala. Cada vez más asustado se dirigió inmediatamente a la puerta, le aplicó dos dedos, se entreabrió ésta y al propio tiempo el niñito que hemos dicho llama Manuel Salvador saltó a una tarima, y de ésta por sobre los cadáveres para asirse a las piernas de Álvarez y escaparse corriendo por la puerta entreabierta. Otro niño como de un año de edad, el hijo de “Marucha”, estaba sentado junto al cadáver de su madre. Después de abrir más la puerta, y de observar el número de cadáveres cuya posición explicaremos luego, tomó este otro niño, retrocedió y volvió a cerrar la puerta. Álvarez notó que al entreabrirla cedió un poco el brazo derecho de Virginia, que era la más inmediata a la puerta, brazo que la obstruía en parte. Aterrorizado con aquel espectáculo de desolación y de sangre, comenzó a pedir socorro en voz alta con los que habían concurrido ya, y se hallaban en la parte de afuera. Se tomó la precaución de no dejar penetrar a nadie en la casa, hasta que no estuviera presente la autoridad más inmediata que era el señor Inspector de policía de Aguacatal; pero antes de que éste llegara se presentó el presbítero Francisco Naranjo, capellán de la pequeña iglesia de San Blas, para cumplir con los deberes de su ministerio si aún había necesidad de ellos. Su ministerio le daba prerrogativas bastantes para penetrar sin que las autoridades llegaran, porque, siendo preciosos los instantes, podrían necesitar de su auxilio espiritual los que pudieran estar vivos o agonizantes. Penetró realmente acompañado de José María Álvarez (Carpio) y de José Ignacio Molina y hallaron aún viva a Teresa que reposaba en la sala cerca de la puerta de la alcoba. Su vitalidad se manifestaba apenas por sus lamentos y por el movimiento de la respiración. 62 El Periodismo en Antioquia El presbítero Naranjo preguntó a Teresa varias veces si quería confesarse y ella no hizo ningún movimiento; la movió tocándola por el hombro y continuó en la misma impasibilidad. Ayudado por los dos testigos presentes la enderezaron para ponerla de espaldas, le aplicó la extremaunción, le hizo dar al principio agua y después agua de panela, que ella tragó, reanimándose un poco y moviendo la mano izquierda. Por orden del sacerdote fue trasladada a la tarima de la sala en que dormía Melitón Escovar y allí murió pocos momentos después, sin haber pronunciado una palabra, y llevando a la tumba el secreto de la horrorosa escena cuyos restos estaban diseminados por toda la pequeña estancia. Si, como parece, estaba presente uno de los asesinos, cuando Teresa expiró, el último suspiro de Teresa debió inundar su alma de una alegría infernal. Álvarez (Carpio) sacó entonces al niño de pechos que dormía en la cuna de suspensión; y llegó al teatro del suceso el señor Inspector de Aguacatal. Este importante testigo notó también, lo mismo que el presbítero Naranjo, la mancha de sangre sobre el ala de la puerta; fue el primero que penetró en la casa en aquella mañana; y está seguro de que nada se extrajo de ella, hasta la llegada del señor Inspector. Fue también el que reparó en un hacha ensangrentada, puesta debajo de la tarima en que acostumbraba dormir Melitón. Esta hacha que era de la casa, como se comprobó después, estaba situada a algo menos de un metro de distancia de los cadáveres de Melitón y Sinforiano, con el cabo hacia el sur y el filo de la pala hacia la pared respectiva, es decir, hacia el oeste. No había ninguna otra arma de que pareciera haberse hecho uso en aquella atroz canicería. Aun cuando hayamos de precipitar la narración, valiéndonos de los reconocimientos hechos más tarde,en aquel mismo día 3 y en los siguientes, describamos la posición, actitud, heridas de los cadáveres, y demás rastros y señales del delito, porque ese conocimiento es necesario para El Periodismo en Antioquia 63 comprender la verosimilitud de las hipótesis que enervaron al principio la acción de a justicia, haciéndole perder las horas más preciosas de la investigación. III No había ninguna señal de fractura en ninguna de las ventanas ni en la puerta de la casa, ni rastros exteriores que señalaran la presencia de personas extrañas en la noche del día 2. La puerta estaba ajustada y el regatón que servía para atrancarla se hallaba sobre el suelo de la sala, con la pala hacia la salida y en dirección de ésta. Sobre el suelo, que no estaba enladrillado, no se notaba ninguna depresión que revelara movimientos exteriores hechos para forzar dicha puerta. El primero de los cadáveres era el de Virginia Álvarez, que se hallaba a la izquierda de la entrada y cerca de ella. Tenía la cabeza un poco quebrantada hacia atrás (dice el presbítero Naranjo), recostada al bahareque del frente de la casa y también a las patas de la tarima inmediata. El cuerpo descansaba, en su mayor parte, de la cinta para abajo, sobre el lado derecho, y la parte superior casi de espaldas, en el suelo. El traje, que era traje de dormir, estaba muy desarreglado y dejaba descubiertas varias partes del cuerpo, entre ellas los senos y la parte inferior de las piernas, por lo cual ordenó el presbítero Naranjo que la cubrieran apenas hubo entrado y observado su desnudez. "Tenía, dice uno de los médicos reconocedores, la cara hacia el cielo, los ojos abiertos y la boca entreabierta revelando en su semblante un deseo de decir algo al momento de expirar.Su brazo derecho estaba tendido en el suelo y dirigido hacia la puerta del patio o entrada, y su brazo izquierdo cruzado delante de los senos como queriendo defenderse; la pierna derecha besando el suelo y el pie correspondiente enredado en los colgajos de sus túnicas; dijérase que corría de dentro hacia afuera y que cayó contra el umbral de la puerta". "Sus ojos, dice el otro médico perito, y su boca 64 El Periodismo en Antioquia entreabierta manifestaban la sorpresa y terror de sus últimos momentos, a la vez que lo instantáneo de su muerte".Estaba cruelmente herida con un instrumento cortante y contundente a la vez, tal como el filo de un hacha. De sus heridas, la una estaba situada sobre la cima de la cabeza y otra en la porción escamosa del temporal izquierdo (un poco encima y detrás de la reja izquierda) ambas acompañadas de fractura directa del hueso; otras dos se hallaban en la línea media anteroposterior del cráneo, pero solo interesaron el cuero cabelludo, y eran hechas con instrumento cortante, y sin fractura; y sobre cada una de las regiones témporo-occipitales una herida hecha con un instrumento cortante y contundente a la vez, y con fractura. Además tenía en la parte derecha de la espalda, debajo del omoplato, una grande equimosis con enfisema y crepitación de las costillas, golpe que, según uno de los peritos, pudo haber sido dado con el lomo o parte opuesta al filo de un hacha. La situación general del cadáver de Virginia era en línea oblicua dirigida del punto en que descansaba su cabeza hacia la puerta de la alcoba. El segundo cadáver que se percibía al entrar era el de María Ana Marulanda (Marucha), cocinera de la casa. Estaba colocado frente a la puerta con la cabeza al occidente, tendida sobre el dorso (espalda) y cubriéndose el rostro con el antebrazo izquierdo. El traje estaba también un poco desarreglado, por lo cual fue cubierto por órden del presbítero Naranjo, como se había hecho con el de Virginia. Debió morir por conmoción cerebral, causada por varios golpes que recibió en la cima y en la línea media antero-posterior de la cabeza y en la extremidad externa de la ceja izquierda, con un instrumento de mal filo y de bastante masa que dividió las partes blandas (cortante y punzante como el ángulo de un hacha, dice otro de los reconocedores). Tenía además "en la parte externa de la pierna izquierda tres pequeñas incisiones casi transversales que debieron ser hechas con instrumento El Periodismo en Antioquia 65 cortante, pero muy poco afilado", dice uno de los peritos; para el otro estas tres heridas "se hallaban entre la rodilla y la garganta del pie, y eran producidas por un instrumento contundente y cortante a un mismo tiempo". La tercera de las que yacían en la sala era Teresa Ramírez, "medio idiota", que fue la única hallada viva en la mañana del miércoles. Estaba, cuando la vio el presbítero Naranjo, acostada de espaladas en el suelo, estirada, con la cabeza vuelta hacia el lado derecho y el rostro contra la tierra y vestida con un camisón morado en jirones. Su cuerpo se hallaba todo en la sala casi atravesado en la puerta de la alcoba, con la cabeza cerca del marco o borde de dicha puerta y con el traje casi a la rodilla. No estaba en su cama, que era, según parece, una estera en la alcoba, pero sobre ella había una almohada y unos trapos viejos ensangrentados.Cerca de la cabecera de la cama de esta víctima había dos instrumentos de agricultura manchados de sangre, pero superficialmente y revelando que no se había hecho uso de ellos en la matanza; indicaban sí, que Teresa fue herida primitivamente en su cama y que se trasladó por sí misma o fue trasladada al punto indicado. Presentaba una herida sobre el ojo izquierdo, en ángulo y con fractura del hueso; dos heridas sobre la región fronto-parietal (nacimiento del cabello) "con instrumento cortante, y sin fractura". Otra sobre la región temporal con fractura del hueso; y otra más sobre la parte superior de la región occipital (detrás de la cima de la cabeza) con fractura conminutiva. En la misma sala y hacia la izquierda de la entrada y al pie de la cama de Melitón se hallaban dos cadáveres: el de éste y el de su hijo Sinforiano. Es necesario fijar bien la atención en este grupo, porque el no haberla fijado el primer día hizo correr a la justicia el peligro de dejar impune el más atroz y alevoso de los crímenes que se registren en los anales de Antioquia. El cadáver de Sinforiano se hallaba a la izquierda del de Melitón, tendido sobre el vientre, con la cabeza cerca de la cama o tarima en que éste dormía. Su brazo derecho rodeaba 66 El Periodismo en Antioquia estrechamente el cuello del cadáver de Melitón "como si quisiera estrangularlo o por lo menos impedirle el levantarse", dice un perito; "su brazo derecho pasando por encima del cuello de su padre, lo hacía de tal modo que se creyera que quiso impedir el que su padre se levantara de nuevo", dice el otro. Según el presbítero Naranjo, "Melitón estaba al pie de la tarima con la cabeza para el lado de la entrada de la sala, con las piernas encogidas, yaciendo sobre el costado izquierdo; tenía la espalda un tanto descubierta, pues la camisa estaba recogida hacia los hombros. El cadáver de Sinforiano estaba completamente boca abajo con el brazo derecho abrazando el cuello del cadáver de Melitón, y las cabezas de éstos casi juntas. La camisa de Sinforiano estaba muy ensangrentada y recogida también hacia arriba, dejándole descubierta la espalda, y con un pañuelito amarrado a la cintura". Ambos reposaban sobre una gran charca de sangre y mientras sobre la cama de Melitón no había una sola mancha de sangre, las había numerosas y muy diseminadas en la de Sinforiano que está distante del lugar ocupado por los cadáves. Ya hemos indicado en otra parte la posición del hacha y más adelante, al tratar de la inspección ocular del día 4, completaremos la descripción del escenario. Una fractura en el cuerpo del húmero izquierdo con "fuerte contusión", presentando las apariencias de haber sido hecha por un "golpe directo sobre esa parte"; una herida en la parte posterior y derecha de la cabeza, hecha al parecer, con hacha; una heridita en la parte derecha del cuello, casi sobre la yugular externa; una contusión entre el omoplato izquierdo y la columna vertebral; y en el dorso de la mano derecha unas escoriaciones separadas formando entre sí un rectángulo: tales eran las heridas y maltratamientos de Melitón. Las lesiones del cadáver de Sinforiano eran: una herida pequeña y como de media pulgada de extensión y con fractura "conminutiva", es decir, partido el hueso en numerosas astillas, sobre la mitad izquierda del maxilar inferior (quijada), cerca El Periodismo en Antioquia 67 de la sínfisis; otra sobre la ceja derecha, habiendo apenas rayado el hueso; y otra sobre la región occipital superior, de bordes irregulares, "contusa" (que aplasta y desgarra los tejidos) y con fractura del hueso. Esta última herida era "transversa". Según uno de los peritos tenía también este cadáver fuertes equimosis alrededor de los párpados y desprendimiento o derrame de sangre por el conducto auditivo externo del mismo lado. El cadáver de doña Juana se hallaba en la alcoba, al pie de su cama, entre ésta y una gran caja situada al pie de la ventana, extendida de espaldas, con las piernas encogidas y el brazo izquierdo tendido sobre el pecho, y enredado en su rosario que estaba ensangrentado. No había una sola gota de sangre en la ropa de su cama, pero estaba muy salpicada de ella la parte la parte más inmediata de la cuna del menor de los niños. Las heridas que le produjeron la muerte fueron dos terribles hachazos, el uno que dividió la cabeza en línea media y vertical de la frente hasta la nariz y el otro que cortó a través del pómulo (carrillo) y el maxilar superior izquierdo; pero tenía también una herida de la "misma naturaleza" en la sien derecha y otra en el antebrazo izquierdo con dilaceración de los tejidos que dividió los huesos. Esta herida parecía producida por un instrumento contundente y cortante, lanzado oblicua y fuertemente contra el brazo. Se hicieron también reconocimientos de otro género en Teresa para averiguar si había habido algún otro móvil, y el resultado fue negativo. Hemos dicho que José María Álvarez (Carpio) sacó tres niños que sobrevivieron a la matanza, en la mañana del miércoles. Sólo uno de ellos, el menor de un año, hijo de Virginia, que fue hallado en la cuna debajo de la cama de doña Juana, estaba intacto. De los otros dos, Manuel Salvador, de 4 años, tenía una contusión en el brazo izquierdo "como si se hubiera caído sobre él"; y el otro que era un mulatico como de año y medio, hijo de "Marucha", tenía en la parte posterior 68 El Periodismo en Antioquia de la cabeza una pequeña herida contusa que había causado bastante pérdida de sangre. "Podría bien haber sido causada al caerse de espaldas sobre un cuerpo duro", opina uno de los peritos. En un reconocimiento posterior para estimar la incapacidad de este niño, reconocimiento practicado por otros peritos, se considera esta herida "transversa"y como causada con instrumento "cortante". Se notan en los reconocimientos de los dos peritos que concurrieron al teatro del suceso, con las autoridades de Medellín, en la mañana del miércoles, algunas disidencias sobre la descripción de las lesiones, inconveniente que resultará siempre que, dejándose de cumplir con las expresas prescripciones de la ley, no trabajen juntos para discutir, y no redacten su exposición sobre los lugares para rectificar las dudas en presencia de los hechos. Estos dos primeros peritos, sin ponerse de acuerdo para la redacción de su trabajo, presentaron sus exposiciones en los días 4 y 5, y además de algunas contradicciones, adoptan conclusiones diferentes, aunque en un mismo sentido. Otro reconocimiento precticado en la capital sobre los cadáveres lavados, por otros dos profesores de medicina, el día 4 por la mañana, arroja aún nuevas disidencias, aunque concluyen con resultados o apreciaciones idénticos. Se conoce en todos ellos la preocupación de que aquella matanza fue una desgracia causada por Melitón enfurecido y no un crimen ejecutado por extraños asesinos. Como es nuestro propósito hacer un estudio concienzudo de ese notable proceso, cuyo desenlace no podemos prever en el momento en que escribimos estas líneas, haremos una crítica de cada uno de los hechos que merezcan llamar la atención, para que, si acaso llegare a ver la luz pública, pueda ser útil a los que son encargados por nuestras instituciones de perseguir el delito y de impartir la justicia. Pero antes de manifestar nuestras ideas, terminemos la narración de todo lo acontecido en los días 3 y 4, para que El Periodismo en Antioquia 69 abandonando la vía reservada de la instrucción judicial, nos mezclemos por un momento en la opinión pública, a discutir y a juzgar con ella, según los hechos que llegaron a su conocimiento. Así podremos ser más justos y razonar con entera libertad. IV La noticia se difundió rápidamente por la capital, y en virtud de ella acudieron a Aguacatal, el mismo miércoles, los señores Prefecto del Departamento de Centro, Inspector de policía del Estado, Jefe municipal del distrito de Medellín, sus respectivos secretarios, dos médicos reconocedores y el señor Fiscal primero del Circuito que fue más tarde llamado por las indicadas autoridades. Practicado el reconocimiento de los cadáveres y de los niños, lavados los primeros y vestidos con dificultad, pues no se encontraban en la casa las ropas suficientes, cosa que llamó a algunos la atención, fueron asegurados en parihuelas y traídos a la capital a las cuatro de la tarde. Las autoridades de Medellín que concurrieron, habiendo sabido que Melitón era loco, adquirieron el conocimiento de que éste, en un acceso de locura, había causado, con el hacha de la casa, aquella horrorosa carnicería; convencimiento que, según un periódico, honra mucho los buenos sentimientos de aquellos jóvenes estimables, encargados de misiones tan difíciles como honrosas. Las opiniones verbales de los peritos fortificaban y excusaban su creencia. No se hizo,ni aún por los médicos que también se preocuparon, una inspección ocular en forma, y esta inspección hecha reflexivamente habría producido, como lo veremos, una opinión absolutamente distinta. Se observaron, sin embargo, los siguientes hechos: 1. Una mancha de sangre en la puerta, pero no se fijaron suficientemente en ella, atribuyéndola a impresión producida por alguno de los que habían entrado cuando ellos fueron, o no atribuyéndola a nada. 70 El Periodismo en Antioquia 2. El hacha de la casa estaba ensangrentada, cerca de los cadáveres de Melitón y Sinforiano, y no había ninguna otra arma que revelara por su estado, haber servido para matar o para herir. 3. No había la menor señal de violencia en las cerraduras ni rastros exteriores que indicaron la marcha de asesinos del exterior. 4. El regatón con que se acostumbraba atrancar la única puerta de la casa, estaba extendido y como puesto cuidadosamente en la sala, sin que el suelo en su punto de apoyo indicara fuerza del exterior hecha a la puerta. 5. Tampoco se veía fuerza hecha a los baúles, cajas y cajones, y ninguno de éstos estaba cerrado con llave. Los cadáveres de las mujeres conservaban sus alhajas; pero en toda la casa no había ni más joyas ni dinero (con excepción de tres reales diseminados en un baúl). 6. Las aciones de la silla de montar de Sinforiano estaban cortadas con instrumento muy cortante y los estribos habían desaparecido. 7. Una olla con arroz de maíz que se hallaba debajo de la mesa al frente de la puerta, estaba rota, y regado dicho arroz. 8. La cama de Sinforiano tenía sangre en las almohadas, en la ropa, en el larguero exterior, y salpicaduras abundantes en la pared correspondiente. Al pie de ella una gran charca de sangre y manchas también en las partes inferiores de la mesa y del catre próximos. 9. Sólo en la cama de Sinforiano y en la de Teresa, que fue hallada viva el miércoles, había sangre, y no la había en ninguna de las demás. Todos los cadáveres estaban fuera de su lecho. 10. Todos los muebles estában en su lugar y sin desarreglo alguno. Tales fueron los datos que conoció el público. Para juzgar mejor de las opiniones manifestadas es de advertir que los funcionarios no supieron nada en ese día ni de las costumbres El Periodismo en Antioquia 71 de la casa, ni del dinero y joyas y ropas y alhajas preexistentes, porque no había quién lo dijera, habiendo muerto todos los de la casa. El niño Manuel Salvador no había dicho entonces, ni dijo después, cosa de importancia. Se le preguntaba quién lo había maltratado, y contestaba: "Foriano con el hacha". Entre los que concurrieron a la casa de la catástrofe, llamados por García y Álvarez (Carpio), no había otro pariente de los muertos que Manuel Antonio Escovar, sobrino de la señora Echeverri y vecino de ella. Es la creencia entre los campesinos que el Diablo anda por entre los cadáveres cuando no se les alumbra con velas y Escovar en virtud de su parentezco y relaciones, dio veinte centavos para conseguirlas y escribió por medio de una boleta a Ana Joaquina Álvarez, hija de doña Juana, que estaba en Pantanillo, que en la casa había habido una desgracia llamándola precipitadamente. Han referido después los funcionarios que estuvieron en la casa del acontecimiento el miércoles por la mañana, que Escovar no se separaba de ellos ni un instante, urgiéndolos para que hicieran el inventario de los bienes de la casa, con el objeto de que no se perdieran, y que hasta lo reprendieron por su tenaz insistencia. El señor Jefe municipal, sabiendo que era acomodada la familia difunta, comisionó al mencionado Escovar, por ser pariente, para que fuera a Medellín a buscar ataúdes y medios de enterrar los cadáveres, comisión que éste cumplió. Los empleados públicos dieron instrucciones de carácter general, y escritas en un auto al señor Inspector de policía de Aguacatal, para continuar la investigación; sellaron las puertas y ventanas de la casa, y se pusieron en marcha para Medellín, acompañando los cadáveres. A última hora, y con un curioso que regresó a Medellín, fue llamado por el señor Prefecto el señor Fiscal segundo del Cicuito, que encontró el acompañamiento en el camino, no muy distante de la capilla llamada vulgarmente "San Blas", y regresó con él; se informó con algunos de los empleados sobre 72 El Periodismo en Antioquia lo que habían hecho y lo que pensaban del suceso, y supo que para ellos había sido "el loco" el autor. Al llegar a la capilla se encontró con un hombre que, muy agitado, le habló sobre la atrocidad del espantoso crimen, le dijo que las víctimas eran parientes de él, que ya venían los cadáveres a poca distancia y que se había adelantado porque el alcalde lo había mandado a buscar modo de enterrarlos pronto; y le preguntó si sería fácil hacerlo aquel mismo día. El Fiscal segundo le contestó que era fácil por medio de la agencia mortuoria, y aunque aquel hombre le pareció agitado, atribuyó su agitación a la celeridad de su marcha y al sentimiento que el hecho debía causarle; no se fijó en esto y continuó su camino sin saber su nombre ni tratar de averiguarlo. Los 6 cadáveres fueron transportados a Medellín como a las cinco de la tarde en medio de una concurrencia numerosa y aterrada. Se leía la consternación en todos los semblantes y no se desprendía de la multitud más que el murmullo de los comentarios y algunas expresiones de conmiseración y de lástima. El señor Inspector de policía del Estado tuvo la feliz inspiración de no permitir la inhumación de los cadáveres la misma tarde del miércoles; mandó depositarlos provisoriamente en bóvedas para ser reconocidos de nuevo por otros médicos, en la mañana del jueves; reconocimento preciosísimo, porque estando ya lavados, era más fácil determinar la posición,forma, dimensiones, importancia y origen de las heridas. Aunque estos nuevos peritos, que son dos distinguidos profesores de medicina, se abstuvieron en su exposición escrita de emitir concepto en un sentido o en otro, circuló, al día siguiente, por la ciudad, la especie de que ellos pensaban también que "el loco" había sido el autor. Uno de ellos, en declaración como testigo, dijo que había conocido y recetado a Melitón algunos años antes, y que éste tenía "manías suicidas y homicidas". El Periodismo en Antioquia 73 Las lenguas se desataron entonces discutiendo la cuestión: la ciudad se dividió en loquistas y antiloquistas. Decían los primeros que era imposible un asesinato ejecutado por extraños, no habiendo fractura ni señal de fuerza en las cerraduras; que no era natural que los asesinos se confiaran en armas de la casa, como lo era el hacha, único instrumento de matanza, según la inspección de las heridas, pues cuadrilleros o malhechores mancomunados hubieran usados de machetes, puñales, garrotes o armas de fuego y hubieran herido varios, siendo así que sólo había sido empleada el hacha; que era casi el plenilunio, época de acceso para los locos y que por uno de los rotos que había en la casa pasaba precisamente un rayo de luna que en la hermosa noche del 2 de diciembre pudo dar, a cierta hora, en la cabecera de la cama de Melitón; que el hacha estaba muy inmediata a los cadáveres de éste y Sinforiano, cadáveres cuya posición demostraba la lucha última en que ambos perecieron; que nada se había perdido de la casa, y otras razones más o menos poderosas. Para ellos, para los loquistas, el hecho había comenzado por doña Juana y seguido por todos los demás para acabar con Sinforiano que había logrado desarmarlo, aunque mortalmente herido, y, por no haberlo podido dominar en su furia lo había muerto. Explicaban la muerte de Virginia diciendo que al ver ella la matanza había huido, y al quitar el regatón que atrancaba la puerta, había recibido por detrás los hachazos que la arrojaron contra la puerta, pues en la noche del miércoles se decía en Medellín que su cadáver la obstruía, aseveración completamente inexacta y que no dejaba de ser un fuerte argumento en favor de esta hipótesis. No hablaban de la mancha exterior de la puerta, ni daban importancia a las aciones cortadas y a los estribos perdidos, explicando este acto con la posibilidad de que esto proviniera de un hecho anterior o posterior a la noche del 2. 74 El Periodismo en Antioquia La población había descansado con la posibilidad de que la catástrofe, por dolorosa que fuera, proviniera más bien de un demente que de un criminal, ya que era irremediable. Sin embargo, la opinión antiloquista era también numerosa y muy distinguida. Sus sectarios oponían que era imposible que un loco, en las circunstancias en que el hecho sucedió, hubiera herido tan certeramente, nada más que en la cabeza a todas sus víctimas y que no hubiera quedado viva una sola; que era imposible que entre todas ellas no hubieran podido contener a Melitón, o no despertaran los demás, después de haber muerto a los primeros, si estaban dormidos; que debió haber robo porque, siendo acomodados y teniendo en construcción una casa, lo que supone fondos, no solo no se halló ropa bastante para cubrir decentemente a los cadáveres, sino también no había en las cajas y baúles ni una joya ni un real; que no era aceptable la hipótesis loquista, sin que lograra salvarse uno solo de los que podían declarar como testigos, mientras que los niños habían sobrevivido; que la ruptura de las aciones evidenciaba un delito; y en fin, concluían con esta contundente interrogación que era el estribillo de todas las conversaciones: y al loco quién lo mató?. A esto último no se contestaba; pero como el público no conocía el carácter de las lesiones de Sinforiano, que bien podía vivir lo bastante para matar a su padre, quedaba siempre un combustible de duda suficiente para alimentar las discusiones. Todos los que conocieron a Melitón eran ardientes antiloquistas; se irritaban contra la opinión contraria; y aún en el proceso hubo quien dijera después, bajo juramento, que aun presentándole atadas las víctimas, Melitón hubiera sido incapaz de matarlas por su carácter propio y por su casi completa impotencia física. Se esperaba, por los que dudaban, la opinión de los peritos; pero como esta opinión era loquista decididamente en el uno, y dudosa en el otro, ganó él loquismo un gran número de prosélitos. El Periodismo en Antioquia 75 En Aguacatal todos estaban firmemente convencidos de la consumación de un gran crimen, si bien no tenían la más leve sospecha del autor: solamente decían que no podía ser vecino de la fracción, porque todos los vecinos querían mucho a la familia y no vivía por allí ninguno capaz de ejecutarlo. El crimen, según ellos, debió ser cometido por gentes de otra parte. La suspicacia pública, penetrando en los precedentes de la familia formuló acusaciones contra dos personas de Medellín que habían tenido cuestiones de intereses con ella y que algún tiempo antes habían sido sindicadas y enjuiciadas en el Juzgado Segundo del crimen, por estafa hecha a la señora Echeverri. El resultado del juicio criminal había sido la condenación de la una y la absolución de la otra. Es necesario, para conocer la importancia del precedente y explicar la causa de la convicción de un empleado del Ministerio público, que pronto ha de intervenir activamente en la investigación, narrar sumariamente aquella cuestión. En el mes de abril de 1871 se presentaron los mencionados individuos en la casa de la señora Echeverri con el objeto de comprarle ganado, uno de ellos. La señora, que no lo conocía, convino en la venta, en virtud de recomendaciones hechas por el otro, a quien conocía, y después de un avalúo practicado por éste. Ella vendió por la suma de 79 pesos con 20 centavos, cuatro reses y un caballo que le fueron entregados al más jóven de los dos, que era el comprador. Algunos días después, el 8 de abril, se presentó dicho comprador, solo, en la misma casa con una boleta que él llamaba "guía", necesaria, según él, para trasladar el ganado de Medellín al distrito de Caldas. Esta guía era un recibo de toda la suma debida, recibo que Sinforiano firmó también como testigo sin leerlo, y sin sospechar nada, aunque no comprendían bien por qué habrían de dar ellos una guía para llevar el ganado vendido a otra parte. 76 El Periodismo en Antioquia Conocido el hecho por la autoridad, se inició un sumario en que los sindicados desplegaron grande astucia y sagacidad. Elevado a causa contra ambos, fue absuelto el de más edad y condenado el otro a treinta días de arresto y a una multa de diez pesos, por el cargo de estafa. La fecha de la sentencia es del 6 de marzo de 1872. Contra el de más edad se formulaba también el cargo de abuso de confianza por haber recibido de la señora Echeverri una moneda de oro de veinte pesos fuertes (morrocota) con el fin de que se la cambiara, y no haberle devuelto más de 16. Faltaron en el hecho circunstancias necesarias para aplicar la sanción del Código penal y se sobreselló en cuanto a ese punto. Parece que más tarde se entabló juicio civil contra él por los cuatro pesos y fue ganado el litigio por la señora Echeverri. Después de la condenación por el asunto del ganado, quedaba a los perjudicados su acción civil, y demandaron a un hermano del de más edad, por hallarse en su poder, y pastando en su propiedad, algunas reses entregadas por el más joven. Este pleito estaba pediente el 2 de diciembre y lo está todavía. La señora Echeverri lo había ganado en primera instancia, lo había perdido en segunda y se hallaba en tercera, que es la última. No debe olvidarse que la acción de la familia Echeverri no era contra la persona de quien la opinión pública sospechaba sino contra un hermano de ésta; pero circulaba con mucho crédito por todos los labios la especie de que ese mismo día martes había perdido, según unos o había ganado, según otros, la cuestión, la persona de que nos ocupamos y cuyo nombre es inútil indicar. La murmuración pública, más malévola que juiciosa en los momentos de efervesencia, agregaba contra este hombre, injustamente acusado por ella, circustancias gravísimas. Se decía que habían hallado cerca de la casa del asesinato un pañuelo ensangrentado, con su marca; que lo habían visto dirigirse al Aguacatal en la noche o en la tarde del martes; El Periodismo en Antioquia 77 que su lavandera había lavado ropa ensangrentada; y que entre la casa de los muertos se había hallado la nariz. (Sentimos no poder explicar esto último que debe parecer muy extraño a quien no conozca la persona de quién hablamos). Todos estos rumores eran abslutamente calumniosos, y producían el mal resultado de desviar y hacer perder tiempo a las autoridades, que no deben despreciar ningún ruido por absurdo que parezca; y el no menos malo de permitir a los verdaderos culpables la obliteración de todas las huellas del delito. V Entre los que no aceptaron la hipótesis loquista se contaba el ciudadano presidente del Estado. Este funcionario, conocedor de la alarma pública, hizo llamar a sus subalternos del orden administrativo que habían estado el miércoles en el Aguacatal, y les ordenó que volvieran a él a trabajar activamente y en el supuesto de que se había cometido un crimen espantoso. A la sazón en que los empleados se preparaban para cumplir con esta orden, a las once de la mañana del jueves, buscaba el señor Prefecto del Departamento, el señor Fiscal segundo del Circuito, a quien varios amigos, entre ellos y con más insistencia el señor Juez segundo del crimen, habían excitado para que tomara por su cuenta aquella investigación que se presentaba tan tenebrosa y tan difícil. El fiscal cedió a estas insinuaciones al saber que la opinión pública le había hecho el honor de fijarse en él, como en la única esperanza de un éxito feliz. Habiendo convenido en hacerlo, y previa suspensión de un juicio por jurados que debía celebrarse aquel mismo día, se dirigió a la Prefectura en busca del señor Prefecto, a quién no halló en su despacho. Mas afortunadamente se encontraron cuando éste salía de la casa del despacho presidencial; el Prefecto le expresó su deseo de que se encargara de la dirección del sumario, él que era "su 78 El Periodismo en Antioquia paño de lágrimas", y convinieron en que el fiscal se iría inmediatamente con los otros empleados aministrativos, mientras el señor Prefecto recibía las exposiciones de los peritos que no habían sido rendidas todavía, y se preparaba para trasladarse más tarde al Aguacatal. A las once se dirigieron a este paraje el señor Inspector de policía del Estado, su secretario, el del señor Jefe municipal y el mencionado señor Fiscal. El señor Jefe municipal los alcanzó en el camino. Mucho hemos vacilado para excogitar el método más claro en la narración de lo que va a seguir. Por más que nos hemos esforzado para hacerlo del modo más impersonal posible, no hemos podido prescindir de pintar las impresiones y pensamientos de la persona en quien se personificó la investigación desde este momento hasta el 22 de diciembre. Tenemos con ella bastante intimidad para saber hasta sus más recónditos pensamientos y bastante amistad para decir con franqueza sus opiniones erróneas o sus inducciones equivocadas. Es penoso y delicado, pero su historia es la historia de esta parte del proceso por ser el único que conocía todos los hilos de la instrucción, y el que, por la confianza que en él depositaron todos los demás empleados, llegó a ser el centro a donde convergieron todos los informes y de donde partía la laudable y enérgica actividad desplegada por todos los empleados administrativos. Imprenta del Estado de Antioquia El Periodismo en Antioquia 79 JUAN DE DIOS RESTREPO (EMIRO KASTOS) Una aventura en el Magdalena Una de las cosas más difíciles que hay, con voluntarios entusiastas e impacientes es hacer campaña a lo Fabio, lentas y estratégicas. Así, a nuestro ejército en el Magdalena, lo que más lo atormentaba era el tedio: los unos recordaban las verdes praderas del Cauca, y los otros las risueñas comarcas del Funza. Todos querían abandonar esas playas ardientes, habitadas por los insectos y la fiebre. El primer toque de marcha hacía temblar de placer a jefes, oficiales y soldados, y la perspectiva de una batalla era una verdadera felicidad. Sólo la voluntad de hierro del General Mosquera podía dominar esa impaciencia belicosa y ese aburrimiento mortal. La mayor parte creía en el ejército, que era juego de niños tomar a Bogotá, defendida por las empinadas cordilleras de los Andes y seis mil soldados. El General Mosquera, sin curarse de habladurías ni de murmuraciones, plantaba la tropa largas temporadas, ora en Piedras, ora en Méndez, ora en el Raizal, y con esa poderosa actividad que nadie posee en el país sino él formaba de elementos heterogéneos un ejército compacto, disciplinado y formidable. Y ¿qué tanto me aburriría yo, que mi eterna e incurable enfermedad ha sido el tedio? Entonces no tenía posición oficial en el ejército; apenas era un beligerante aficionado, un faccioso in pártibus. Mientras llegaba el suspirado día de una batalla o de marchar sobre Bogotá, solía hacer mis escapadas a los campos o poblaciones limítrofes, en busca de distracciones, a merodear aventuras. En un poblachón de éstos, cuyo nombre interesa poco al lector, tuve algunos días de residencia, sin más diversión, al principio, que dormir de noche en cama, y de día en la hamaca, 80 El Periodismo en Antioquia bañarme, comer sancocho y responder a las interpelaciones de los calentanos que a todas horas me atosigaban pidiéndome noticias. A los tres días pensaba regresar al ejército, pues aquella monotonía era peor que el tedio de los campamentos, cuando di con un cachaco de Bogotá, que habitaba un campo vecino, y que esperaba como yo los acontecimientos para incorporarse al ejército. Pertenecía a la raza genuina de cachacos, bohemios por excelencia, que viven en Bogotá, como las aves, por la voluntad de Dios. De esos que, como Alcibíades, se entregan a los placeres en Libia y comen salsa negra en Lacedemonia: sibaritas en Bogotá, sufridos como un negro en la campaña, visten bayetón en Ambalema y ropa de lino en Santa Bárbara. -Y bien, Leopoldo, ¿qué vientos te traen por aquí? -Estaba insufrible la vida en Bogotá, y me he venido a buscar emociones por estos mundos. En la Rosa-blanca jugaba mis partidas de dominó, callado como un discípulo de Pitágoras, y no podía hacer oposición, que es mi elemento. Propalar chispas, inventar noticias, caricaturar a los Generales, reirme en los corillos de esa ilustre nulidad que llaman don Mariano Ospina, esta es mi vida. ¿Qué diablos podría yo hacer en Bogotá, metido a súbdito sumiso, a pacífico ciudadano? -Y sin convicciones ni comprometimientos anteriores, ¿vienes a buscar un balazo, nada más que por divertirte? -Cabal: cuando tenía diez y seis años acompañé al General Franco al Sur, y después de furibundos combates regresé ileso de las breñas de Pasto. Soy enemigo neto de los gobiernos y de las opiniones dominantes. En los Estados Unidos sería mormón, en Turquía, me afiliaría a la secta de Alí, en la India sería budista, y aquí soy simplemente faccioso. Maldito el entusiasmo que yo tenía en las contiendas actuales, pero de tanto oír al clero echar anatemas y rogarle a los santos contra los impíos, y a hombres y mujeres gritar ¡mueran los ladrones! resolví echar mi espada en la balanza a favor de los ladrones y de los impíos. Has de saber que a mí me desagradan todos los gobiernos, especialmente los gobiernos legítimos. El Periodismo en Antioquia 81 -¿Y no te hacen mucha falta las tertulias y las hermosas de Bogotá? -Las mujeres en Bogotá han dejado de ser mujeres para convertirse en beligerantes. Han renunciado a los placeres y hasta al amor, para dedicarse a la política. La mayor parte de mis paisanas, antes benévolas, cultas amables y compasivas, hoy tienen pasiones de infierno. Muchas de esas bellezas risueñas, que parecían inofensivas, tienen odios implacables, y no respiran sino sangre y exterminio, como si en las filas contrarias no contaran muchos amigos y no fueran todos prójimos y hermanos. Y lo gracioso es que las mujeres, criaturas esencialmente aristocráticas, hayan desarrollado un entusiasmo digno de mejor causa por sostener un gobierno de indígenas y mulatos, siendo así que el General Mosquera es patricio por sangre, gentleman por carácter. -Y tú que tienes una imaginación tan fecunda, descúbreme por Dios un pasatiempo, adivíname una distracción. -Juega tute con el cura. -Ya lo he intentado y me duermo a la segunda partida. -¿Te gustan las mujeres? -Así, así, como a todo hijo de vecino. Pero entre estas calentanas color de totuma, cotudas unas y casposas otras, no veo mujer posible que pueda tentar a un hombre honrado. -A media legua de aquí vive una muchacha que es una maravilla, pero tiene algunos inconvenientes. -¿Cuáles? -Es orgullosa y soberbia. -No me disgusta que una bonita muchacha tenga para su gusto algunos pecados capitales. -Y en política anda muy mal. -¿Es goda? -Godísima. -Esto complica la situación; pero al fin ¿qué antecedentes sabes de su vida? 82 El Periodismo en Antioquia -Tuvo amores con un oficial pastuso, que murió a consecuencia de haber sido herido en Segovia, y está muy melancólica. -¡Magnífico! Una mujer que ha perdido un amante y está triste, es como las tierras baldías, pertenece al primer ocupante. Y ¿cómo se llama ese tesoro? -Felina, y la madre Casilda. Ese mismo día como a la una de la tarde, emprendimos viaje a visitar a esas damas. La casita que habitaban estaba escondida entre palmeras, naranjos y un inmenso tamarindo. ¡Bendito sea Dios! dije para mí, que ya encontré en este Alto Magdalena alguna persona de sentido común, que comprendiera que los árboles suavizan y refrescan la atmósfera, y son la poesía y la providencia de las tierras calientes. Los calentanos se perecen por vivir a la pampa; no quieren que los árboles les defrauden ni un solo rayo de sol. La señora Casilda, que ya conocía a Leopoldo, nos recibió muy atentamente. Esta es una calentana larga como un palo de escoba, inclinada hacia adelante bajo la pesantez de un coto bastante respetable. Mostrónos la casita sumamente limpia, con el correspondiente retrato de don Mariano en la sala. Al frente de la entrada había un pequeño corredor, defendido del sol por una masa flotante de verdura, compuesta de bellísimas, la reina de las enredaderas, y de jazmines blancos, la más aromática de las flores. Allí era el costurero de Felina, por la cual preguntamos y nos dijeron que estaba en el baño. De repente se presentó en el corredor envuelta hasta más abajo de la cintura en una cabellera negra y naturalmente rizada. Sus ojos, verdaderos ojos de calentana, deslumbraban, como en una noche oscura una linterna de reverbero. El color de su cara es entre perla y cobre, terso, brillante, de esos colores, que la sabia naturaleza da a las bellas mujeres de esos climas, adorno y defensa a la vez, pues sobre ellos resbala, como sobre una lámina de metal, la picadura de los insectos y El Periodismo en Antioquia 83 los rayos del sol. Dad a una de estas mujeres el cutis delicado y el color de leche y de carmín de nuestras bellezas del Funza, y a los seis meses estaría hecha un espantajo. Ese color amortiguado de Felina, parecía causado por la acción constante de una llama interior. Tenía boca grande y labios gruesos, indicio de arrogancia y sensualidad, y para colmo de diablura, en esa boca fresca y colorada como la fruta del granado, asomaban unos dientes, que parecían gotas de rocío cristalizadas. Su ancho pecho descansaba sobre una cintura indecisa, y la riqueza plástica de sus formas, que se adivinaban al través de un ligero traje de muselina, completaban esta armónica y distinguida figura. Sea por sencillez, o talvez por refinada coquetería, no usaba crinolina, que ahoga completamente la belleza de las formas, y que en una mujer gorda es una redundancia ridícula, un pleonasmo insufrible. Esa belleza apasionada y arrogante perdida entre esos andurriales, me causó como es natural, la mayor sorpresa. Pidiónos que le dispensáramos lo descuidado del vestido, y nos ofreció para refrescar el calor, agua de coco y leche de cabra, con la sencillez pastoril de Rebecas bíblicas. Hicimos tertulia en el corredorcito de las bellísimas y de los jazmines: me sentí alegre e inspirado en medio de esas flores perfumadas, y teniendo al lado a una hermosa mujer. Lancé mi fantasía en todas direcciones y convertí la conversación en fuegos artificiales, procurando indagar a qué corriente se inclinaba esa hija de Eva. Le hablé del amor bajo las ceibas, en el desierto, a los rayos de ese sol, en medio de esa naturaleza ardiente, y este idilio salvaje no encontró en ella ninguna simpatía. -No me hable usted de países como éste, tan llenos de luz y de calor; yo detesto al sol. -Y usted que ha nacido como los diamantes para deslumbrar las miradas, para brillar al sol de nuestras ciudades, ¿no desea la vida de Bogotá? 84 El Periodismo en Antioquia -Esas bogotanas tienen mucha letra menuda, y yo soy una campesina inculta; se reirían de mí. Estoy condenada a vivir y morir bajo estos árboles, en este clima abominable. Y tenía esperanzas de irme a otra parte. -Si quiere irse para Pasto conmigo, estoy a sus órdenes. -¿Cómo es eso? -Sí, señora, yo soy pastuso. -¡Pastuso! -Hermano de Francisco Zarama. Del ejército de Jacinto Córdoba vine en comisión donde el General París, me cogieron en Segovia y estoy libre bajo palabra de honor que di al General Mosquera. Comprendí en el acto que había herido en lo vivo y me había colocado en un terreno sólido. Decididamente la niña se inclinaba por la vía de Pasto. -Me hace reir usted con sus propuestas. Y ¿es cierto que Pasto es tan bonito y tan frío? A mí sí que me gusta el frío. -¡Ah! es una tierra encantadora, fresca, abundante, donde la vida es fácil y tranquila. Me apretó la mano con efusión al despedirme, y me dirigió una mirada luminosa como la esperanza. -¡Bravo! ibravísimo! me dijo Leopoldo; has tenido una inspiración feliz. Le deseo una semejante al General Mosquera cuando se encuentre delante del enemigo. Su primer Amadís debe haberle dicho muchas tonterías sobre la vida de Pasto, que han hecho una viva impresión en esa naturaleza primitiva: Felina no cree que haya felicidad sino en la tierra clásica de Noguera y del padre Villota. -Me da pena pasar por lo que no soy, y engañar a esa pobre muchacha. -Acuérdate que su confesor le dijo a Felipe II una vez que este sintió escrúpulos de conciencia: "Si V. M. tiene conciencia, déjese de conquistas y quédese tranquilo en su palacio". Esos escrúpulos le harían honor a una monja de Santa Clara. ¿Qué es el amor? ¿Qué es la política? ¿Qué son El Periodismo en Antioquia 85 los negocios? ¿qué es la vida sino un cambio mutuo de mentiras recíprocas? Sobre el engaño y la ficción descansan todas las evoluciones sociales. Y con esa candidez de colegiala te metes a beligerante y a faccioso. ¿Por ventura un financista, un hombre de Estado, un conquistador podrían hacer algo de provecho si no engañaran a los tontos, es decir, a las multitudes, suministrándoles apenas la verdad en cantidades homeopáticas? Estas razones me parecieron tan sólidas, que resolví seguir adelante la comedia. Leopoldo me suministró toda su geografía pastusa y datos sobre las localidades, las costumbres y las personas de esas comarcas montañosas. Seguí visitando a Felina a todas horas, y con mi triple carácter de pastuso, de proscrito, y de godo encontré un acogimiento admirable. La abuela Casilda aborrecía a los rojos y formábamos exquisitos planes de guerra y destrucción contra esa raza impía. No hay como las mujeres para aborrecer con gana cuando aborrecen. Cuando las tienta el demonio de la política, se convierten en hienas. En vez de presentarse como ángeles de paz y de misericordia para mediar en estas luchas entre hermanos, renuncian al verdadero carácter de la mujer, que es la simpatía y la benevolencia, entregándose a furores insensatos por cuestiones políticas que generalmente no entienden. Felina se encantaba oyéndome contar mis aventuras de guerrillero, cuando en compañía de Patiño y de Julio Arboleda hacíamos cruda guerra al gobierno tiránico del General López. Su cabeza no comprendía felicidad ni poesía, sino en los países montañosos y helados. Por una extravagancia de esa imaginación enferma, la vegetación, los horizontes, la luz, el sol y hasta el cielo esplendoroso del Magdalena le parecían enfadosos y feos. Yo exploté aquella manía con el entusiasmo con que un minero persigue una veta de oro puro. Resolví que en Pasto jamás se veía la cara al sol, y que el árbol más 86 El Periodismo en Antioquia atrevido que se encontraba era el frailejón: que allá vivía uno envuelto en nieblas, como los héroes de Osián, oyendo rodar las avalanchas, paseándose al borde de los ventisqueros. Felina, sudando de calor, no soñaba el amor sino entre el hielo y yo hacía de Pasto y sus montañas unas descripciones capaces de hacer tiritar de frío a un calenturiento. Aquella mujer cuyo corazón estaba entero, e ignoraba la estrategia parlamentaria de las mujeres de la sociedad, amaba como las naturalezas primitivas, sin regatear su amor ni imponer condiciones. Llevarla a Pasto era la única sine qua non. Yo no tenía más que estirar la mano para coger esa flor maravillosa; pero como probablemente no he nacido para diplomático, conquistador ni hombre de Estado, volví a mis escrúpulos de marras, a la manía de la lealtad. Cómo voy a engañar a esta pobre muchacha, decía para mi: voy a decirle la verdad; si antes tenía su amor, ahora conquistaré su estimación. Cuando a uno se le ocurre una idea feliz la discute y vacila; si es una tontería, la cumple en el acto. En la misma noche en el corredor de los jazmines, después de haberla dicho mil necedades galantes, fui muy orondo a dar el golpe de gracia a su corazón revelándole el gran secreto. -Quiero ser franco con usted, la dije, no soy pastuso sino antioqueño. -¡Antioqueño! -Sí, señorita, y no creo que pierda nada en el cambio: tan adorador suyo es el uno como el otro. En Antioquia también hay montañas donde necesita uno diez cobijas para arroparse. La niña se levantó como un resorte, y corrió para donde la mamá que estaba en la sala, diciéndole con el aire más despavorido: -¡Mamá, es antioqueño! Y aquel grito tenía tal acento de admiración y de despecho que equivalía a decir: es un rinoceronte, un troglodita. El Periodismo en Antioquia 87 Tuve vértigo, y me vi perdido. ¡Mentecato! ¡mil veces mentecato! dije para mí, por creer que la verdad sirve para algo en este mundo. Quise esponsionar con la niña y no me dió audiencia. Al otro día me mandó decir con la mamá que no quería verme y estaba todo concluido entre nosotros. De esta aventura, o sea percance, saqué en limpio dos cosas. La una, de que ya tenía sospechas, es que si hay riesgo en decir la verdad a los hombres, es peligrosísimo decirla a las mujeres; y la otra, que no sospechaba absolutamente, que un pastuso vale más que un antioqueño. (De El Tiempo, número 306, de 29 de octubre de 1861). 88 El Periodismo en Antioquia JUAN DE DIOS URIBE La muerte de Lázaro Escobar Una concepción pesimista de la vida lleva al arte a la extravagancia o a la caricatura. El ingenio puede sostenerse aun así, y de ello hay ejemplo en todos los países. Lázaro Escobar era uno palpable. Visitábamos juntos el cementerio protestante después del entierro de Murillo. Ese piadoso lugar tiene un melancólico abandono, propio para inspirar pensamientos tristes. Las yerbas que se alzan al nivel de las cruces, las flores de color pálido, los humildes sepulcros, hace todo guardar silencio y evocar recuerdos dolorosos. Callados dábamos vuelta al recinto por los angostos caminos hechos con menudos guijarros sobre la yerba, cuando encontramos una bóveda más que las otras humilde y perdida entre las yedras y los rosales de flores amarillas. No tenía inscripción alguna, ni restos de una corona amiga, ni vestigios de un pensamiento de la memoria humana... -Y como ella soy yo, dijo Lázaro Escobar. Yo, vivo, he muerto. Sobre mí la indiferencia ha tejido su ramaje tupido. La miseria ha borrado las letras de mi nombre, y después de tanta lucha y tanto trabajo, por coronas he tenido el aislamiento y la soledad. Calló un momento y luego continuó como respondiendo a una cuestión interior: -Ah, sí hay su diferencia: esta tumba hace padecer, y yo hago reír. -¿Qué no haya aquí ni un recuerdo, ni una señal de cariño?, le observamos nosotros. -¿Y qué? "La ingratitud es la independencia del corazón", nos respondió y salimos del cementerio. El Periodismo en Antioquia 89 El discurría: -Yo no seré menos afortunado que ese muerto, -si en esto hay fortuna: -mi nombre no se recordará en la piedra de mi sepulcro, y si acaso el sepulturero cumple su deber, seré en breve la cifra cero en el cementerio. ¡Tanto monta! Sacó un lápiz, y sobre una hoja de papel, que apoyó al tronco de un eucalipto, principió a dibujar. Su mano corría rápida y las líneas se sucedían. -Así responderé a los hombres, nos dijo, alargando la hoja. El dibujo representaba una multitud delante de una bóveda sin nombre y un cadáver sentado dentro, vuelto hacia ella, que apoyaba el pulgar sobre la punta de la nariz y doblaba las falanges desnudas de carne, en son de burla. Sarcástica mueca dilataba las líneas de la calavera, y atrás se veía una lejanía negra, negra y sin límites. -¿Qué es eso?, le preguntamos. -¿Eso negro? Es la nada para donde todos caminan, respondió, e hizo añicos el rápido dibujo. Pintado está Lázaro en esas expresiones y en este cuadro. El artista pasó por medio del tumulto de los hombres armado de su lápiz, con una queja siempre en los labios, con una constante amargura, y sin esperanza de mejor fortuna ni de otra vida. Capaz de los éxtasis de la belleza perfecta, de la concepción hermosa en sus primeros años, el infortunio ausentó de su paleta los colores serenos, de la punta de su lápiz la línea griega, de su inspiración las figuras armónicas, de la naturaleza los modelos hermosos, para dar campo, en todas sus formas, a la sátira amarga y aun a veces a la ironía cruel. Lázaro descomponía la hermosura como puede un joyero quebrar un diamante. Ponía miedo en el valor; hipocresía en la virtud; traición en la amistad; atrevimiento en la virtud; traición en la amistad; atrevimiento en la flaqueza; resignación en los celos; abatimiento en la esperanza; esperanza en la decepción... Hacía estrecha la frente hermosa, cárdeno el labio rosado, chapín el "breve pie andaluz". Disponía a su antojo de la 90 El Periodismo en Antioquia deformidad, y estaban a su alcance todas las situaciones ridículas. Pero su lápiz, que jamás cobró salario; su lápiz independiente, no grababa la viva sátira, que condena a la burla y al desprecio, sino cuando él creía que había justicia. Sus caricaturas eran, casi siempre, la venganza solidaria de una gran parte de la sociedad herida por faltas notorias que Lázaro condenaba. Cuando de noche se recogía en su boardilla, después de un recio trabajo, por lo general infecundo, sacaba de todos los bolsillos de su vestido hojas de papel, en que apuntaba ideas en forma de líneas durante el día y las extendía sobre una mesa humilde de pino en que estaban, aquí y allí esparcidos lápices y colores. Tomado algún descanso, abría un enorme libro y trabajaba sobre hojas de grueso papel hasta la media noche. Después de consultar el último apunte y de ampliarlo en forma de caricatura, sobre una página del libro, lo cerraba y dormía. Todas las noches, durante diez años, hizo lo mismo, y a su muerte trabajaba sobre un tomo que tiene en la portada el número 10 que le corresponde. En un estante muy modesto estaban los cinco últimos tomos y nosotros preguntamos a Lázaro: -¿Qué obra es esta? -Es un secreto. -¿Para todos? -Tú puedes verla. Abrimos el último tomo y nos sorprendió el lujo de inventiva y de verdad. Ellos son la historia contemporánea del país en forma de caricaturas. Las que teníamos a la vista eran las concernientes a la evolución. Si no alcanzó el infierno de Dante al señor Otálora, le tocó por lo menos el purgatorio de Lázaro Escobar. Esa siniestra obra de perfidia está allí con sus incidentes cómicos y grotescos. Una parte, sobre todo, que se puede titular Los Misterios de la Comedia, caricaturas de los secretarios de Otálora, no tiene precio, y entre ellas la de la Laza Grau, que bien puede llevar abajo este título: Laza, el Picapedrero. El Periodismo en Antioquia 91 -¿Esto lo publicas?, le preguntamos. -Cuando tenga dinero. -¿Y si no lo consigues? -Que se pierda. -¿Pero dejas perder tanto trabajo? -Esa es mi suerte. Siempre en Lázaro la misma melancolía, el mismo desamor genial, la misma indiferencia que lo siguió hasta sus últimos momentos. El 1º se nos avisó que Lázaro estaba muy malo. Buscamos pronto un médico. La señora de la casa había salido por el cura de Las Nieves. A la una llegamos precipitadamente. La enfermedad hacía progresos inusitados. El enfermo, empero, dormía. -Y bien, doctor, ¿qué dice de nuestro enfer mo?, preguntamos al médico. -Es cosa de minutos, nos respondió. Que se le deje quieto. El doctor tomó su sombrero y se fue. -Oye usted, dijimos al cura que acababa de llegar: manda el médico que se deje quieto al enfermo. -Primero está la salvación, dijo el clérigo, y se acercó al lecho. Al ruido de sus pasos, Lázaro abrió los ojos. No se notaba en ellos turbación alguna, aunque si estaban amortiguados por las sombras de la muerte. Nos reconoció al punto y tendió su mano flaca que estrechamos llenos de emoción. -Ya ves: esto concluye, nos dijo. Su mirada giró en torno y se clavó en el clérigo: -¿Y usted qué quiere aquí?, le preguntó con voz clara. ¿Cree usted que tengo plata? ¡Ah, si soy Lázaro Escobar! Como nada contestaba, Lázaro le señaló la puerta con su mano débil: -Caballero, puede ir usted a su iglesia. No gusto de pícaros y menos a la hora de la muerte. El clérigo salió maldiciendo. 92 El Periodismo en Antioquia -Quiero papel y lápiz, dijo el moribundo. A pesar de la prescripción del médico, se le dio lo que pedía. -Será la última, murmuró, y su mano ya torpe hizo un esfuerzo sobre el papel. -Toma, nos dijo, es mi última voluntad. Recibimos aquello y recostamos al enfermo sobre altas almohadas para que respirara con menos trabajo. -Todo es inútil, balbuceó, con voz ininteligible. Eran las dos: a las tres Lázaro Escobar había muerto. Buscamos el papel que nos había dado. Era una caricatura extraña. En el cementerio solidario, un poco de tierra removida, el cadáver de Lázaro reía bajo el suelo, reía de diez generales cobardes de la República que sembraban alrededor árboles de laurel. No puede dudarse que esto era ya obra del delirio... Un modesto acompañamiento depositó en el cementerio ayer el cuerpo de este joven desgraciado con el cual pierde la Patria uno de sus verdaderos artistas. (La Actualidad, enero 3, 1884) Tomado de: Obras Completas. Editorial Montoya, Medellín, 1965 El Periodismo en Antioquia 93 CAMILO BOTERO GUERRA Casos y cosas de Medellín –Los petardistas Esto de no ahogarse en un vaso de agua y estar siempre a flote en las altas mareas de los apuros individuales y domésticos, es el arte más difícil que ha descubierto el ingenio de los hombres. ¿De qué sirve esa familia siempre contenta y dándose tono aunque es pobre? –¿Por qué Fulano de tal, en vez de reventar la víspera, -pues que no tiene un Cristo sobre qué morir, vive satisfecho y se trata a cuerpo de rey? –¿Quién protege a Zutanita, hija de padres proletarios y que sin embargo va adelante con las que llevan la bandera de la moda? Preguntas son éstas que hoy se hace todo mundo, hasta los que no nos oponemos a que cada cual haga de su capa un sayo. Y sin embargo nada de eso es un enigma. La familia aquella, Fulano y Zutanita viven del arte de petardear, arte fundado en una virtud, -la constancia, -en un vicio feo, -la desfachatez, -en otro abominable, -la maña, -y en el alarmante lema de los bandoleros y perdonavidas, -“al prójimo contra una esquina.” Con todo, para los que practican este arte diabólico, no hay Código penal, ni horca, ni cárcel, ni presidio, ni destierro: todos delinquen en la seguridad de que son inmunes, todos están convencidos de que sea cual fuere el viento político que corra, salen vencedores, porque para ellos no hay justicia humana ni tropiezo que los espante. Es ésta una partida de comunistas que ven lo ajeno como propio, pero que en vez de aire feroz y la mirada amenazadora de los petroleros, tienen un exterior amable, sonríen con encanto y acarician como los 94 El Periodismo en Antioquia gatos: sin dejarse ver las uñas. Tienen talento, mucho talento, y han comprendido que asaltar con revólveres a los pasajeros o levantar la bandera del socialismo para saquear la propiedad ajena, es obra de estúpidos que no tienen dos dedos de frente. Para ellos los históricos y célebres jefes de las gavillas de Sierra-Morena y de los beduinos son unos papanatas con babero, y Rochefort un sandio de chamarra. Velar, vivir en continua zozobra, huir, luchar, pasar trabajos, gritar como un condenado, sudar la gota gruesa...¡éste es el colmo de la crasitud! ¡Cuánto mejor no es tomar lo ajeno con la voluntad aparente de su dueño, señorear a toda una sociedad que hace vanos esfuerzos por aparentar desprecio, levantarse un palmo sobre los tímidos que por no dar cuatro dan dos, y poder decir con arrogancia: el mundo es...de los petardistas! Escribo estas líneas bajo una impresión de cien atmósferas. Tengo los nervios hechos nudos y la boca me sabe a golpe. Sabrán ustedes que D. Raimundo León ha dado en la flor de hacerme creer que somos amigos íntimos, y de vez en cuando me regala con un canasto de naranjas, con seis u ocho tomates de riñón o con un gatito de cada parto de la Niña y de la Chola, como llaman en su casa dos enormes gatas que han dado más ciudadanos efectivos que todas las Constituciones de Sur-América. En cambio, yo debo prestarle mis navajas de barba, mis periódicos, y uno que otro peso. Las navajas vuelven llenas de mellas a mi poder, y rotos, sucios e incompletos los periódicos. Cuanto al dinero, también vuelve a mi poder, pero en forma de naranjas, de tomates o de gatitos sin destetar. Para la fiesta de casamiento de una hija de D. Raimundo tuve que prestar el piano de mis sobrinas; y aunque desafinado, fue devuelto al mes. Luego lograron que un maestro enseñara gratis a la niña menor, y el piano emigró por segunda vez a la casa de D. Raimundo, en la seguridad –decía él, -de que se nos hacía un servicio, pues por estar de luto mi familia, el instrumento, a más de estorbarnos, se desmejoraba con el El Periodismo en Antioquia 95 ocio. A los diez y ocho meses logré recuperarlo con la avería del pedal roto y algunas cuerdas menos. Hace poco recibí la siguiente esquela de D. Raimundo: “Queridísimo amigo: Esta noche viene a casa Casimirito Río que viene a negociar unas barras de oro con los comerciantes del comercio, y como es muy de la casa y las muchachas lo desean ocsequiar con algunos trozos necesitamos peano y como no tenemos peano hay que conseguir un peano. Sería inrogarte una ofensa muy fea sin perdón de Dios no preferirte y te preferimos y mandamos por el peano de allá. Te abraza tu amigo que espera el peano, Raimundo.” Comprendí que la familia de D. Raimundo pretende beberse el caudaloso Río, y que ese es el objeto del obsequio con los trozos de que habla el padre y con el destrozo del piano. Devolví los peones con la noticia de que el instrumento está destemplado y que de nada servirá; pero a la media hora se presentaron aquellos con otra esquela de D. Raimundo. “No te afanes tanto por nosotros, me decía el bribonazo; vos nos apestas con tu bondad: manda ese peano así destemplado y todo”. -De ninguna manera, Tío, dijo una de las muchachas. Y metiendo en el bolsillo de mi chaleco la llave del piano, agregó: diga que se me perdió ayer en el río. Volví a despedir a los peones con la nueva noticia de la pérdida de la llave, y creo que ya está ganada esta batalla y que el piano se ha salvado. Como D. Raimundo hay millones de prójimos; porque ha llegado la época en que medio mundo, en vez de reírse del otro medio, se lo come con el feroz deleite de un canibalismo refinado. Ejemplos: -Mi amo, que ya manda por los libros de que le habló, es un recado que todos estamos acostumbrados a recibir. -“Volverán las oscuras golondrinas...pero mis libros no volverán, dice la víctima dando un suspiro. 96 El Periodismo en Antioquia * -Carlos, el domingo necesito tu caballo para mi mujer; ve que esté bien herrado. Carlos envía el caballo, que es la niña de sus ojos y que le cuesta un sentido al mes, y se queda en su casa recordando las fatigas de una semana de trabajo y matando el tiempo en buscar consonantes para una oda a la amistad. * -La niña Toribia que muchas saludes y que le vuelva a prestar otro tirito la sombrilla y las pulseras. -Dígale que lo siento en el alma; pero que Rosa salió con ellas, contesta la señorita. Y agrega para su coleto: ¡qué tal que no hubiera salido Rosa! Apenas hace ocho días que Toribia nos devolvió una pulsera dañada, y ya vuelve a mandar por ellas. Poco después vuelve la mujer y dice: Que le preste siquiera el paraguitas de su mamá, y que le mande un polvito de melutina y una untadita de pomada. Siempre me pringó Toribia, murmura la señorita. * -Va U. A la zarzuela. D. Antonio? -Si, señor. -Ya tiene palco? -Pues...hice el encargo de uno...contesta D. Antonio vislumbrando un petardo que se le viene encima. -Voy a proporcionarle una molestia: como Sinforianita está indispuesta, no podemos llevar los muchachitos a la función. Podría U. dejármeles un rinconcito en el palco? -Cómo no! Contesta D. Antonio apretando los puños entre los bolsillos de los pantalones. Los niños van temprano a casa de D. Antonio, y éste carga con el pegote, les compra boleta de entrada, los coloca en los mejores puestos y lidia dos de ellos que se duermen desde que empieza el segundo acto de la función. El Periodismo en Antioquia 97 * -Querido, necesito tu firma. -Hombre, soy enemigo de firmar manifestaciones. -No se trata de eso, hijo... -Pues tampoco firmo adhesiones. -¡Qué adhesiones ni que niño muerto! Se trata de un documento, porque necesito sacar algunas cositas del almacén de D. Roque. -Vas a abrir la pulpería? -No, hombre: los efectos son para Lucía y las muchachas: tres matillas, tres cortes de merino, tres pares de zapatilla, corbatas, guantes... -Pero yo no tengo crédito, hombre. No soy rico... -¡No seas majadero! Pon tu firma al pie de este documento y deja a mi cargo lo demás. -¿Por Dios, hombre, no ves que si no puedes pagar me lleva la trampa? -Cómo es la cosa: ¿dudas de mi honradez? -Eso no; pero ni tú ni yo tenemos con qué cubrir esa deuda. -Te equivocas, porque antes de quince días, a falta de uno, tendré dos empleos que me han prometido. Con que... firmas? Y la víctima, acosada, hostigada y vencida, firma al fin, y a los tres meses es llamada ante el Juez para exigirle que pague la fianza. * -Con que se van el domingo para el Poblado, no? -Sí, doña Ursula. -Pero sí que pasean ustedes! Y una que vive metida en aquel cucarachero... Por mí no lo siento; pero aquellas pobres muchachas sin ninguna distracción me parten el alma. -No estuvieron el domingo con las Ortices en Pandeazúcar y con la familia de doña Cruz en Santa-Helena, en Diciembre? 98 El Periodismo en Antioquia -Sí; pero lo hicieron por fuerza...porque las obligaron. Como son tan bobas y no saben estar sino con gente de confianza...A ustedes sí que les tienen confianza... Ya ve: ¡las quieren tanto! Con que es cosa resuelta que se van el Domingo? -Es muy seguro doña Ursula. -Por qué no se llevan esas muchachas? Hasta les podían servir de algo a ustedes... -Propóngales U., doña Ursula. Y doña Ursula le acomoda a aquella familia la pejiguera de sus tres hijas que son tres harpías que creen merecerlo todo, que viven de casa en casa, que se convidan a todos los paseos y que después murmuran de la familia que les soportó sus impertinencias. * -Hombre, Juancho, ¿tienes entre tus curiosidades cinco pesos que me prestes? -No tengo. -¿Cuatro? -¿No tengo nada?. -¿Tres? -¡No, hombre! -¿Dos? -¿¡Y machacas!? -¿Uno? -¡Si te digo que estoy pelado! -¿Una cincana? -¡No seas enfadoso! -¿Un real? -¡Anda al infierno! -Dame entonces un cigarro. (Histórico. Esta clase de petardistas triunfa siempre, como los revendedores de sombreros blancos). El Periodismo en Antioquia 99 * -Aquí me siento D. Andrés: U. verá si deja morir de hambre aquellas pobres mujeres o me presta dos pesos. -Pero, señor, ¿cómo puede ser eso si U. tiene un empleo? -Pues ai verá cómo son las cosas... -¿Y qué hace U. con su sueldo? -¿No sabe, D. Andrés, que esos miserables treinta pesos los pagan en billetes del Banco Nacional, que tienen un descuento de diez por ciento? -¿Bien: le quedan 27 pesos y lo que señora y su hija deben ganar? -¿Y quién le dijo a U. que los víveres están regalados? -Amigo, yo convengo en que tendrán alguna escasez, más no que les falte lo necesario. -Y sin embargo, aquí me tiene U. con el estómago silvando de hambre y resuelto a no irme sin los dos pesos. Como el hombre es terco y su presencia fastidia a D. Andrés, este suelta, al fin, algunas monedas. * Ejemplos como éstos encuentra el lector a la vuelta de cada esquina, en la calle, en la casa, en todas partes. Convengamos con D. Andrés en que hay muchas personas cuyos recursos no son abundantes; pero que bastarían para su subsistencia. ¿Entonces por qué viven petardeando? Unos porque consumen en el vicio lo que sólo alcanzaría para las necesidades domésticas; otros porque falta en sus casas el método, que es para el hogar lo que el crédito para la industria; y casi todos porque se salen de su esfera, quieren ser más de lo que son y comen, visten y viven como ricos. Esto hace que los apuros y las necesidades se multipliquen y que sea preciso poner en tormento el ingenio para salir de ellos, y he aquí a mis hombres y a mis hembras convertidos en la más atroz, la 100 El Periodismo en Antioquia más temible calamidad social, en comunistas con cubierta de azúcar, en vampiros que a la luz del sol le chupan hasta el quilo a su prójimo. Lo peor de todo es que en este ejercicio indigno pierden la vergüenza, último baluarte del honor que está en camino de capitular. ¿Hay remedio para este achaque social? Sí, lo hay y muy eficaz: a la maña, a la vileza y al cinismo de los petardistas, opóngaseles un carácter enérgico y resistente. La debilidad de carácter no les permite a las víctimas otra defensa que algunas evasivas inútiles que pronto desaparecen ante la astucia y la avilantez de los victimarios. Si todos tuvieran valor para despedir con nones gordos a cada maula que se presente a que le suplan su ineptitud y su holgazanería y a que le satisfagan sus necesidades innecesarias, pronto acabaría la comedia de lechuguinos pobres pero emperejilados y rumbosos que pretenden picar alto, de damas encopetadas que en vez de acomodarse la medianía que les cupo en suerte y halagar con la sencillez y la modestia, hacen el risible papel del grajo de la fábula, y de familia sin oficio, que jamás comen comidas calientes ni a horas, y que pasan el tiempo haciendo vanas ostentaciones, aparentando comodidad y holganza y componiéndoselas para explotar a sus amigos. ¡Basta de farsa! Acabe de un golpe la indigna fantasmagoría! Al mendigo, al pobre vergonzante, al que no puede trabajar, se les debe socorrer y prestar el apoyo que merecen; pero a los pordioseros orgullosos y disfrazados con oropeles, a la fanfarronería insolente y audaz, a la soberbia ineptitud y al ocio pretencioso, se les debe hacer frente con ánimo airado y echarles los perros. Carácter, pues, amigos míos, mucho carácter! * ¡Lectores, perdón! ¡Reñidme, escarnizadme, ultrajadme! Todo lo soportaré; pero con la cara entre el sombrero, porque ya se me cae de vergüenza. El Periodismo en Antioquia 101 ¡Cuatro hombres acaban de salir con el piano de mis sobrinas! ¿Queréis saber lo que sucedió? Los peones se presentaron por tercera vez con una boleta de D. Raimundo, en la cual me dice que estoy de buenas, que en su poder está la llave del piano, hallada por uno de los muchachos en el río, y que por tanto debo apresurarme a enviar el instrumento. La llave estaba y está aún en el bolsillo en que la puso mi sobrina. Luego D. Raimundo mintió como un bribón, y a mi no me quedaba otra salida que dejarle comprender que yo también había mentido como otro bribón, o mandarlo a la punta de un cuerno o... enviarle el piano. Me decidí por lo último (rayos del Sinaí); pero después de abrir el instrumento, para evitar que D. Raimundo lo dañe por abrirlo con alguna ganzúa. ¡“Ahórcame, lector he aquí mi cuello!” ¿No soy un hombre sin carácter, un pusilánime indigno de la confianza pública? No merezco que me descuarticen con cuchillo de palo? ¡Ah! ¿Estoy arrepentido de mi debilidad, siento que me animan la energía y el coraje, y me creo capaz de llamar a los peones y hacer que entren el piano, si están todavía descansando a la vuelta de la esquina? ¡Voy corriendo! Y ustedes verán entonces un hombre que sabe tenérselas tiesas con los petardistas! Pero allí viene uno de los peones con otra boleta. ¿Qué más querrá ese infernal D. Raimundo? Acabo de leer la boleta. Dice así: “generoso y buen amigo: La traída del peano vale a lo sumo la cantidad de un peso; pero estos pícaros de piones fueron y se plantaron en doce riales. Cuidado como les vas a darles más de un patacón. No te dejes robar y perjudicar así a sabiendas. Yo no les pago, porque estoy sin blanca. Chola está para dar a luz: ¿cuántos gaticos encargas? Es bueno que vas ir pensando si te convienen machos o hembras o al partir. Muy tuyo, Raimundo”. 102 El Periodismo en Antioquia No hay remedio: si no pago la conducción del piano, me expongo a no conseguirlo pronto, porque se enojará la familia de mi estimabilísimo amigo D. Raimundo. ¡Estamos perdido, lectores! Es más fácil que un radical contrate el empréstito de la Nación, que conseguir carácter para vencer a los petardistas. Humillémonos, pues, como gallos criollos, degradémonos, mintamos como gandules para con toda esa leña comerlo crudo. ¡Paso al comunismo zalamero! ¡Hurra, cosacos con levita! Medellín, Julio de 1886. Don Juan del Martillo. La Miscelánea año II, 1887, # 2. El Periodismo en Antioquia 103 MANUEL URIBE ÁNGEL Una paila histórica Domingo Molina se llamaba, y Domingo Gracio, llamábamos los escolares de Envigado, al único sastre que entre los años de 1828 a 1840, existía en aquella parroquia. Era el maestro Domingo un hombrecito de mediana corpulencia, moreno de rostro, de blanca dentadura, de maneras afables, risueñito y lampiño, como la más lampiña mujer del Universo. En lo que toca al oficio que ejercía, no se puede decir que fuese muy hábil, todo lo contrario: cortaba los pantalones al tanteo, y como el lujo en aquella época no pasaba de la chaqueta de cotí para los casos solemnes de Semana Santa y de certámenes públicos, resultaba que esas mismas chaquetas solían quedar de la vista del enemigo malo. Compensaba nuestro sastre la desventaja de su poca pericia, con harta habilidad para narrar episodios sobre variadísimos asuntos. Va ya para cincuenta y dos años que le oí contar lo que paso a referir. Nació, decía, el general Córdoba en el pueblo de Concepción, y fueron sus padres don Crisanto Córdoba y Doña Pascuala Muñoz. Era esta última una preciosa dama de Barbosa, formalota y gallarda, sobre toda ponderación. ¡Como que yo la vi y traté muchas veces!. Era don Crisanto un caballero sencillote, muy trabajador, muy honrado y muy querido de todos. Joven todavía hizo más de un viaje a Jamaica, de donde traía ricas anchetas que vendía muy bien en la provincia, antes de que se estableciese la Patria. Cuando no se ejercitaba en el comercio, trabajaba minas y sacaba gruesas sumas de oro, porque era muy hábil; y como su actividad no tenía límites, cuando no iba a Jamaica 104 El Periodismo en Antioquia o no trabajaba en las minas, se iba al Valle del Cauca para rescatar con mulas, cacao, cerdos y caballos. Estando pequeñuelo el niño José María, hizo don Crisanto uno de sus viajes a Roldanillo y lo llevó en su compañía. Los viajes de entonces pedían mucho trabajo y exponían a grandes peligros. Si se salía de la ciudad de Rionegro o de la villa de Medellín era preciso ir a Sabaletas, de Sabaletas al paso de Bufú, que queda casi enfrente de Marmato; y después de pasar el río, se tomaba por la banda izquierda, se llegaba a AnsermaViejo por la Vega, y de Anserma, después de atravesar el Risaralda, el Apía y el Cañaveral, ríos de difícil vado, se daba con la llanura y se iba a Roldanillo, a Cartago, a Toro, a Buga o a Cali. Algunos avanzaban hasta Popayán y hasta Pasto. Todavía en aquel tiempo la senda no estaba abierta ni fácilmente transitable: era en su mayor parte bosque espeso, lleno de culebras, de tábanos, de mosquitos, de monos y hasta de tigres. Para recorrer un camino tan pesado y agreste, era preciso hacer mil preparativos, sin los cuales el viaje hubiera sido impracticable: mulas bien gordas y con buenas albardas para traer la carga, aparejos bien acondicionados, petacas para conducir el bastimento, provisión de chocolate y de panela, de bizcocho cerrero y de cajas de dulces, de buen tasajo y de sal en cantidad suficiente. Había precisión también de llevar toldo de campaña para favorecerse contra los aguaceros. En el viaje aludido del señor Córdoba, este caballero verificó sus compras en el Valle a entera satisfacción y tomó luego el derrotero de acá. Sucedió esto a principios del año de 1813. Quiso la mala suerte de nuestro paisano que, estando ya de vuelta, encontrase en Bufú, a tiempo de pernoctar, una compañía de españoles, mandada por un cabo que se llamaba Martinillo. Este famoso chapetón, que por cierto era muy cruel y muy rapaz, despojó a nuestro viajero de todo lo que traía, artículo por artículo. Las bestias, las cargas, las petacas, los El Periodismo en Antioquia 105 víveres y hasta la simple vajilla de cocina que le servía para cocer los fríjoles y la carne, para freír el tocino y los plátanos, y para hervir y batir el chocolate, todo cayó en pena de comiso; y como cuando el saqueo se efectuaba, el rescatante pidiese por favor al oficial de la partida que le dejase siquiera una pailita de cobre, para no morir de hambre con los suyos, mientras llegaba a Rionegro, a lo cual se denegaba obstinadamente el oficial, se entabló entre los dos un rato de plática en el que uno pedía y en que el otro negaba de una manera decidida. Catorce años escasos tenía el muchachito que acompañaba a su padre en aquella ocasión, y recostado contra el tronco de un árbol, fue por un rato testigo mudo de lo que pasaba, hasta que impacientado, con la mirada encendida y las mejillas enrojecidas por la cólera, dirigió a don Crisanto estas palabras: -Déjesela llevar padre, que algún día me la pagará. Poca o ninguna consideración debió de prestar el expedicionario a las palabras del niño, porque fue lo cierto que despojados los caminantes, los hombres de la escolta siguieron su camino. Poco después de este acontecimiento, continuó el sastre, el niño José María estaba en Rionegro aprendiendo a leer y escribir, bajo la dirección de don Manuel Bravo, con la reputación de ser un poco travieso, pero despabilado y talentoso. Llegó por aquellos días a la ciudad, que así apellidaban a Rionegro, el coronel Serviez, francés a quien también conocí, con propósito de reunir algunos soldados y seguir contra Sámano, que estaba en el Alto Cauca. Bizarro sujeto era el tal Serviez: había militado bajo las ordenes de Napoleón; se contaba que era muy inteligente, muy severo para disciplinar tropas, y atrevido como un león cuando se trataba de pelear, como que en la batalla del Palo hizo tal carnicería con su espada, que uno que estuvo en ella me refería que le pendían de la barba colgajos de carne 106 El Periodismo en Antioquia humana. Pero sea de eso lo que fuere, es lo cierto que cuando ese coronel estuvo aquí en Antioquia, conoció a la familia de los Córdobas, se prendó de José María y logró llevarlo con él a hacer la guerra del Sur. Con él estuvo en El Palo, con él triunfó, y cuando acosado por un número de enemigos muy superior se vio obligado a retirarse por la montaña del Quindío a Santa Fé, con el mocito a su lado, y acompañado por muy pocos, ejecutó increíbles hazañas de valor en un punto de la Serranía llamado el Toche. Serviez no pudo detenerse en Bogotá porque las cosas de guerra andaban mal en Cundinamarca, y se dirigió a los llanos de Casanare para continuar haciendo parte del ejército patriota. En la cabuya de Cáqueza asesinaron a Serviez, y Córdoba escapó milagrosamente. Incorporado en las tropas republicanas, se desempeño con brillo y distinción en una de las campañas de Venezuela, no sin que por una falta nacida de la impetuosidad de su genio y contraria al rigor de la ordenanza, tuviese que comparecer ante un consejo de guerra, por el cual fue condenado a sufrir la pena del último suplicio. La sentencia no se ejecutó porque el jovencito era simpático a la oficialidad, por ser bello de formas, jovial en sus relaciones y temerario en sus batallas. A la intercesión de sus camaradas debió el ser perdonado por el general Páez. Hallábase en Mantecal, a principio de año de 1819, y le tocó hacer parte de la expedición dirigida por Bolívar en persona con el fin de libertar el centro de la República. Estuvo en Paya, Gámeza, Bonza, Corrales, Pantano de Vargas y Boyacá, y tanta debió ser su bizarría en aquellos combates, que sobre el campo mismo de la última batalla el Libertador lo ascendió a teniente coronel y le dio orden para que, a la cabeza de veinticinco hombres, viniese a libertar la tierra de su nacimiento. Cuando el comandante entró a la Provincia, se le unieron algunos patriotas más, hasta completar el número de noventa, El Periodismo en Antioquia 107 y con ellos entró a Rionegro a la sazón en que iba a cumplir veinte años de edad. El coronel Juan María Gómez, otro bizarro antioqueño, que dirigía operaciones militares en el Chocó, tomó varios prisioneros españoles que mandó a Antioquia, y entre ellos a Martinillo. Estos prisioneros estaban encerrados en el hospital de Rionegro en el momento en que la ciudad fue tomada por Córdoba, y como la guerra era la muerte, y como en eso de fusilar, nuestros guerreros no se anduviesen por las ramas, el jefe adolescente mandó pasar por las armas a aquellos infelices, no sin recordar a Martinillo el asunto de la paila. Lo que enseguida tocó hacer a nuestro héroe en Yaguachi, en Pichincha, en Matará y en Ayacucho, la historia lo referirá algún día. Manuel Uribe Ángel, Narrador. Editorial Universidad de Antioquia. Medellín, diciembre de 2000. 108 El Periodismo en Antioquia DEMETRIO VIANA Una noche de angustias Al señor doctor José María Quijano O. –Lector, ¿has sufrido? –No. –Este escrito no es para ti. C. Cantú. I En 1876 el Estado de Antioquia se lanzó a la guerra. Yo, actor en este sangriento drama, no soy llamado á decidir, si tuvo razón ó no para ello. Yo era enemigo de la guerra. Tengo la convicción de que la guerra no da más que soluciones transitorias; de que ella no resuelve ningun problema; y de que, por el contrario, enmaraña y complica los problemas mismos que aspira á resolver. Cuando las matanzas han cesado; cuando los nublados se deshacen, después de la tormenta; cuando el fragor de los combates se disipa y se pierde en el espacio; cuando la atmósfera se serena y deja vislumbrar en los lejanos horizontes las tibias alboradas de la paz, surgen de repente nuevos pavorosos problemas que piden una solución. Se alzan entónces en remotas lontananzas leves nubecillas que se van condensando poco á poco, hasta que forman nubarrones que se destacan á lo léjos como negros promontorios. La tempestad reaparece; la tormenta agita de nuevo y conmueve las ondas y hierve el mar como una inmensa caldera. El Periodismo en Antioquia 109 La guerra entre la Francia y Alemania no terminó con la capitulación de Paris La Francia fué vencida y humillada; se desmembró su territorio y se le arrancó una fabulosa indemnización. La paz se compró al precio del honor frances; pero esta paz no es mas que una tregua. Las heridas hechas á la Francia, no se curan ni cicatrizan, sino con el bálsamo corrosivo y deletéreo de la venganza. Un dia, -sólo Dios sabe cuando,- un dia la Francia se alzará regenerada y engrandecida por el infortunio; y retará de nuevo á su afortunada rival. Y la lucha será titánica; el fragor de la batallas conmoverá toda la tierra; la sangre formará anchurosos rios enrojecerá los mares; las tinieblas cubrirán el Continente europeo; y cualesquiera que sean los resultados de esta lucha gigantesca, quedará en pié un nuevo problema, que será preciso resolver. En 1862, fué vencido en Colombia el partido conservador, el cual quedó despues de su derrota aniquilado y disperso. Y, sin embargo, la victoria obtenida por el partido liberal, no fué definitiva. Las proporciones que alcanzó la guerra de 1876, son una prueba perentoria de esta verdad. En 1887, fué vencido el nuevo partido conservador; y tal vez hoy se siente más inseguro su afortunado vencedor, que antes de aquella lucha desastrosa. Y un dia, -sólo Dios sabe cuándo, -un dia se recomenzará la lucha; y será porfiada, y sangrienta, desoladora; y no será la última, ni asegurará la paz de la República. Véase, pues, que tengo razon para decir que la guerra no da soluciones permanentes. La guerra engendra la guerra, como la paz engendra la paz. 110 El Periodismo en Antioquia II Yo era enemigo de la guerra; pero comprometido en ella el Estado, yo debia correr la suerte de éste, y la del partido á que pertenezco. Y la corrí voluntariamente. El General en Jefe del Ejército antioqueño me señaló un puesto en el Estado mayor general de dicho Ejército; y lo acepté. Cuando regresé á esta ciudad el 29 de Agosto, despues de mi infructuosa comision y calumniado viaje á la Capital de la República, ya mis dos hijos mayores habian sido llamados al servicio militar, y destinados al Ejército del Sur. Tenia, pues, un estímulo más, para aceptar el puesto que se me habia señalado. Con el objeto de incorporarme al Ejército, emprendí viaje para el Sur el dia 3 de Septiembre, acompañado de mi hijo menor. Supe el 4, al llegar á Abejorral, el desastre de Los-Cháncos. Forzamos la marcha, y llegamos á Manizales e1 7 poco despues de medio dia. Allí permanecimos hasta el 6 de noviembre en que emprendimos marcha para el Tolima. El Éjército que hizo aquella campaña había marchado ántes. El 9 lo alcanzámos, mi hijo menor y yo, en SantoDomingo. III El Ejército llegó el 11 á Santa-Ana, y bajó el 13 al llano de Garrapata. Mis dos hijos mayores me habian precedido en esta marcha, la cual hicieron á pié. El 17 se acercó á nuestro campamento el Ejército enemigo y quedó avistado con el nuestro. Desde el centro de nuestras posiciones se veian flamear sus banderas izadas, y blanquear sus toldos de campaña. El Periodismo en Antioquia 111 De este dia en adelante, era inminente una gran batalla. Cerca de la oración de este dia, recibí una esquela escrita con lápiz, en la cual mi hijo mayor me decia: "Papá: mándenos algo que lo estamos pasando muy mal" ¡Esto queria decir que estaban pasando hambre mis dos mencionados hijos! Ellos y yo no estábamos juntos, aunque haciamos parte de un mismo Ejército. El 18 bajó á mi toldo el menor de ellos. Venia en busca de auxilios; y como yo comprase en su presencia algunas provisiones para darle, me dijo, con la melancólica sonrisa que le era habitual: "Papá ¿usted tiene con qué pagar? Y si no, yo tengo. He resultado mui rico ahora". Abrió su cartera, y me mostró el caudal de que alardeaba. Ascendía á siete reales y medio! ¡Todo sobró!! En este dia hubo un pequeño tiroteo entre las avanzadas de los dos Ejércitos, y algunas escaramuzas el 19. Departiamos en sabrosa plática al principiar la noche de este día, mis compañeros de toldo yo. La conversación tomó de repente un carácte melancólico, y hablámos de la proximidad de la batalla. -Y si da la desgracia, decia uno de ellos, de que nos derroten ¿ por dónde nos iriamos para Antioquia, caso de salvarnos? -Yo no me podría ir, le contesté. -¿Por qué no? me dijo sorprendido. -Porque tengo tres hijos en el Ejército; y no podria pensar en salvarme, sin saber qué suerte les toca. -Tienes razon! me contestó, conmovido. El 20, como á las ocho y média de la mañana, le avisó un Ayudante al General en Jefe, que el enemigo movia parte de sus fuerzas sobre la Hacienda de San-Felipe. Inmediatamente se dió la voz de alarma y poco despues, el ruido de las descargas atronaba el espacio y cansaba los ecos! 112 El Periodismo en Antioquia Luégo que hube cumplido algunas órdenes que me dió el Jefe, fui á saludar á mis dos hijos mayores, los cuales hacian parte de la fuerza que cubria el ala izquierda del "Alto de la Ametralladora" y á quienes no veia desde dos dias ántes. Estuve en festiva plática con ellos, y les llevé algunas privisiones. Mi hijo menor me acompañó á esta visita. No pasó por mi mente ni un pensamiento amargo! Medellín, noviembre 20 de 1878 El Periodismo en Antioquia 113 JORGE ISAACS La asamblea trepida La revolucion que liberales traidores pactaron con el partido conservador i que tánta sangre i tántos sacrificios costó a Antioquia desde el 25 de enero último ; aquella revolucion, enjendro de las más ruines ambiciones i felonías, está en camino de victoria. Vencida en los campos de batalla, debido a la pericia i actividad del Jeneral Renjifo, que tan eficaz i denodado esfuerzo recibió del partido liberal de Antioquia en tan peligrosa emergencia, hoi alza de nuevo pendon ; pero no ya el de la guerra, porque escarmentados los traidores, los clericales i los ambiciosos cínicos, bien saben que en ese campo volverán a ser derrotados. Acuden ahora a la intriga, cumplen el plan i mandatos de Núñez, hacen obra para él, la hacen para el partido conservador , la hacen para los verdugos de Antioquia, i así podrá cumplir el criminalmente electo Presidente de la Nacion, lo que tiene ofrecido i jurado al ultramontanismo desde 1875 : las cadenas que han de abrumar a Antioquia, de nuevo están ya forjadas ; solo se necesita conseguir, i de eso se trata, que ella presente el cuello a sus nuevos amos. La prensa radical de Antioquia, o más propiamente dicho, la prensa liberal del Estado, ha hecho tarea incesante, previsora i honrada, a fin de evitar a todo trance la division en las filas liberales de Antioquia, i ese trabajo ha sido inútil a juzgar por lo que sucede en la Asamblea lejislativa. Al saberse que el señor Jeneral Renjifo necesitaba ausentarse por algun tiempo de este pais, todas las ambiciones heridas de muerte en la última campaña, todas las vanidades meticulosas hasta ayer, se atreven a todo hoi. Por lo mismo, 114 El Periodismo en Antioquia comprendiendo los pueblos del Estado que tal calamidad sobrevendria al ausentarse el General Renjifo, le ruegan, le exigen patrióticamente que no abandone el puesto que ellos le designaron, que no los deje a merced de las intrigas i parroquiales ambiciones que hierven en torno de él desde que se supo que la sombra del glorioso Magistrado no importunaria en adelante a los que en sombra están, i que la espada vencedora en enero no estará alzada para herir como entonces hirió. El día 7 hizo el Vicepresidente del Estado renuncia de aquel empleo : considerada por la Asamblea, no se le admitió, i fué elejido unánimemente para desempeñar el mismo puesto, i entre los votos que en la eleccion figuraron, están los de los señores Fidel Cano, Alvaro Restrepo E. i Ricardo Restrepo. Tal procedimiento de la Asamblea da la medida del valor e importancia que puede atribuírsele a la hoja publicada por el señor Fidel Cano con el titulo de "Razon de un voto." De sumo interes, decisiva para el partido liberal de Antioquia es la eleccion que de los otros Vicepresidentes, o Designados para ejercer el Poder Ejecutivo, debe hacer la Asamblea, pues ademas de cualesquiera otras consideraciones, habiéndole ella concedido al señor Jeneral Renjifo licencia para ausentarse del Estado, éste puede caer torpe i cobardemente bajo la planta de Núñez i del partido conservador, si un hombre de aptitudes rarísimas i carácter mui especial no sustituye al Jeneral Renjifo. Entre esas condiciones, es la primera la reputacion verdaderamente nacional del elejido para rejir los destinos de Antioquia en las actuales circunstancias : en las horas de tormenta, el timon de la nave no se le confía a un grumete : valerosa debe ser la actitud de su Capitan, i su voz debe sobreponerse hasta al trueno de la tempestad. El hombre que al frente de Antioquia esté en adelante, debe ser conocido, admirado i amado en toda la República ; así, cuando al ser preciso, la llame él en apoyo de Antioquia, la Nacion le oirá ; El Periodismo en Antioquia 115 así, aquel hombre debe ser garantía de paz, i su entereza i corazon han de servirle de salvaguardia a Antioquia. ¿Habrá liberal verdadero que no piense como nosotros a este respecto? Tenemos certidumbre de que no lo hai. Pues bien, la Asamblea lejislativa, llamada a complementar en beneficio de los pueblos del Estado las victorias que ellos obtuvieron en la última guerra ; la Asamblea, cuyo primordial deber es, en la presente situacion, conservar unido, compacto, íntegro i vigoroso al partido liberal que la elijió i cuyos destinos quiso confiarle, no está a la altura de su mision, no está en la vía que se le señaló por los pueblos, no tiene la conciencia de sus obligaciones, ni la enerjía i coraje e de los pueblos que representa. Segun los esfuerzos de la mayoría, ella pretende que sustituya al Jeneral Renjifo algun hombre que al ocupar ese puesto le procure al partido liberal de Antioquia una de dos desgracias : cejar meticulosamente ante el partido conservador, elemento favorable al nuñismo ; o llevarnos divididos i en desaliento a derrotas seguras en el campo de batalla, Hé ahí las consecuencias indefectibles de la política débil, de emulaciones, de tristes vanidades, ciega i desatentada, que pretenden imponer hombres que en los dias de conflicto i de prueba buscaron asilo, mui en tiempo, fuera del Estado i en los hogares de los revolucionarios. Sí, esa es la verdad. ¿En dónde estaban desde que estalló la revolucion de enero los señores Fidel Cano, Alvaro Restrepo E. i Ricardo Restrepo? ¿Qué gota de sangre liberal, de la mancha que entónces corrió, vieron ellos correr? El precio a que se ha pagado la libertad de Antioquia desde 1876 hasta hoi, no está en las revistas de precios corrientes en los mercados estranjeros, no se calcula en monedas : los sacrificios por la libertad de Antioquia, en luchas donde no se contaban antioqueños ni estraños, ni las víctimas que debian ofrendársele, porque todos los buenos ambicionaban esa gloria, vale tanto como la libertad conquistada ; i los que así 116 El Periodismo en Antioquia la consiguieron, i así la aseguraron desde enero hasta hoi, se hallan en la necesidad, en la obligacion de defenderla. La minoría de la Asamblea, decididamente radical i previsora, ha aspirado a que el hombre que sustituya al Jeneral Renjifo sea el doctor César Conto, i está de sobra decir los motivos i razones incontestables que la minoría tiene para proceder así. Antioquia sabe quién es Conto, i qué será ella teniéndolo de primer Majistrado. Pero el nombre de Conto difunde el pánico en las filas conservadoras i nuñistas, i en la Asamblea, preciso es decirlo, aunque bien quisiéramos poderlo ocultar, Núñez, don Mariano Ospina i Cárlos Holguin, tienen voz, tienen obreros. Conto despues de Renjifo ; el Jeneral Rafael Toro miéntras Conto venga: tal es lo que necesitamos, tal es lo que pedimos los que vida i sangre le tenemos dada al partido liberal, los que ante la grandeza del Estado, sólo nos inclinamos ante otra grandeza, - la de la República: eso exijen los pueblos de Antioquia, cuyo reposo i bienestar se levantan mui por encima de toda ambicion criminosa, de toda vanidad ruin. La Nueva Era. 19 de Octubre de 1879. El Periodismo en Antioquia 117 FIDEL CANO La ley de los caballos Los honorables miembros del concejo nacional legislativo expidieron en su segunda reunión del presente año, la por mil títulos famosa ley 61; acto que, si hay justicia y lógica, será conocido en la historia con el nombre de "ley de los caballos". Pero apresurémonos a hacer imposible todo irrespetuoso equívoco: el apodo de la celebérrima ley tiene origen en el pretexto o motivo de ella; nace exclusivamente de esta circunstancia, y no tiene que ver con nada distinto de tal pretexto o motivo. Es el caso que el señor Juan de Dios Ulloa, gobernador del Cauca, avisó al señor ministro de gobierno por medio de un telegrama fechado el 7 de mayo último, que en Palmira y la Pradera estaban apareciendo hacía algunos días caballerías mayores degolladas; el señor ministro Holguín puso el caso en conocimiento del concejo nacional legislativo; éste designó a los honorables delegatorios Roldán (Antonio), y Roa (Jorge) para que estudiasen el punto; la respetable comisión opinó que el hecho era gravísimo y trascendental, que indudablemente tenía por causa el odio de los liberales a la constitución, y que necesitaba, como remedio o correctivo, nada menos que un acto de carácter legislativo; los honorables delegatarios presentaron el correspondiente proyecto de ley sobre autorizaciones al presidente de la república, y el consejo lo adoptó con sustanciales enmiendas, encaminadas, sin duda, así como la obra de la comisión, a asegurar la tranquilidad de los ciudadanos de Colombia, amenazada seriamente en las personas de los caballos de Palmira y la Pradera. Tal es la ley 61: un acto inconstitucional que autoriza al presidente de la república para privar a los vencidos de todo 118 El Periodismo en Antioquia derecho y de toda garantía, en nombre de unos cuantos caballos muertos violentamente, cuyo trágico fin se atribuye, de la manera más injusta y gratuita, al partido liberal. La ley 61 faculta al poder ejecutivo para prevenir y reprimir, sin formalidad alguna, los delitos y culpas contra el Estado, valiéndose para ello del confinamiento, la expulsión del territorio, la prisión y la pérdida de los derechos políticos por el tiempo que crea necesario; para prevenir y reprimir de igual suerte las conspiraciones contra el orden público y los atentados contra la propiedad pública o privada, que envuelvan, a juicio del señor presidente, amenaza o perturbación del orden o mira de infundir terror entre los ciudadanos; para borrar del escalafón a los militares que por su conducta se hagan indignos de la confianza del gobierno, a juicio de aquel magistrado; para ejercer inspección y vigilancia sobre las asociaciones científicas e institutos docentes, y para suspender, por el tiempo que juzgue conveniente, toda sociedad o establecimiento que bajo pretexto científico o doctrinal, sea foco de propaganda revolucionaria o de enseñanzas subversivas. Cualquiera diría, al ver tal suma de rigor, tantas y tan suspicaces precauciones, y los gremios sociales que han quedado especialmente sujetos a la discrecional autoridad del presidente, que las víctimas de la hecatombe de Palmira y la Pradera fueron los miembros mismos de la representación nacional; que los ciudadanos de Colombia somos caballos (de carga probablemente) que los militares de la nación se entretienen en degollar caballerías mayores, y que varios institutos científicos de nuestra patria han sido establecidos con el propósito de asesinar corceles y jamelgos. Nada de todo esto es fundado, sin embargo, y lo que hay de cierto es que cuando la justicia está ausente, cuando a falta de razones se apela a pretextos, y cuando el odio ciego se hace legislador, nada hay más fácil que tropezar con lo ridículo aunque se ande a caza de lo terrible. Por inquina contra el partido liberal, El Periodismo en Antioquia 119 ha dado el consejo de los 18 una ley que hará decir a cualquier observador imparcial: "La tal Colombia es una extensa pampa poblada de caballos y habitada por la tribu salvaje de los almirojos". Y a fe que sería enormemente injusto el extranjero que así nos juzgase. Si nos llamara numeroso rebaño de ovejas, ya sería otra cosa; ¿pero apellidar nación de caballejos a la que se ufana justamente con haber criado Caldas, Pombos, Nariños y Santanderes, Azueros y Vargas, Caros, Mallarinos, Ospinas y Murillos? Sólo un consejo nacional legislativo, lleno de nombres tan distantes de estos grandes nombres, podía dar margen a tamaño despropósito! Hay quienes hablen de la ley 61 con grandísima sorpresa: los tales son cándidos de marca o extranjeros en su propia tierra. La ley 61 es genuinamente regeneradora, y la regeneración está en Colombia hace ya diez años. Ese injusto y grave ultraje lanzado contra todo el partido liberal, a quien se trata oficialmente de matacaballos, es regenerador de cabo a rabo: el lenguaje es la comunidad, así como el estilo es el hombre. Ese completo olvido de la constitución nacional, regenerador es, esencialmente regenerador: el primer bocado del nacionalismo fue la ley fundamental que regía a tiempo que él tuvo dientes, y de entonces para acá apenas deja pasar día sin echarse al coleto algún trozo constitucional. ¿Los confinamientos, destierros y prisiones que autoriza la "ley de los caballos", serán cosa nueva, y por nueva, sorprendente? Menos: el consejo no ha hecho sino medio legalizar lo que el presidente practica de continuo, y abrirle campo para que en lo sucesivo pueda hacer de los ciudadanos liberales lo que mejor le cuadre, contando siquiera con el beneplácito de la ley, ya que le falte el de la constitución. Tampoco son para pasmar a nadie las medidas adoptadas contra los miembros del ejército que tengan alguna conexión - siquiera sea muy remota - con el aborrecido liberalismo: hace días sabe todo el mundo que el partido conservador neto quedará dueño exclusivo de la escena política, y lo raro sería que no hiciese 120 El Periodismo en Antioquia por arrinconar las espadas de sus ya inútiles aliados: si la de Payán ha sido entregada al orín, ¿qué mucho que otras de menor valía corran igual suerte? Por último, las violencias decretadas contra los colegios e institutos donde se enseñen doctrinas liberales (subversivas, dice la ley, para ser mejor entendida por el ejecutor), son cosas tan en armonía con la índole de la regeneración, que ya era sorprendente para muchos la tardanza de ésta en adoptarles: la tolerancia y la presunción no suelen andar juntas, y el partido regenerador, o - para hablar más propiamente - el conservatismo, pretende nada menos que poseer la verdad. La ley 61 regirá únicamente hasta que el congreso expida una sobre alta policía nacional, lo que acaso tardará poco; pero si su vigencia puede ser corta, su memoria será perdurable. Quiera Dios que al dictar la nueva ley sobre medidas de seguridad, los señores senadores y representantes de 1888 recuerden más que sus honorables predecesores, los preceptos de la justicia, el respeto debido a la constitución, lo que exige la dignidad nacional, los deberes que impone el propio decoro, los fueros hoy reconocidos a la conciencia en todos los pueblos cultos, y otras mil cosas que andaban lejos de la casa legislativa cuando se expidió la ley 25 de mayo. Quiera Dios, al menos, que para cuando se legisle sobre policía política, se haya borrado un tanto la impresión causada por el drama caballuno de Palmira, y que la sangre vertida allí y en la Pradera no sirva para escribir una nueva ley de los caballos! Fidel Cano. Periodistas Liberales del siglo XIX. Selección Samper Ortega; Bogotá, 1998. (De El Espectador No. 71. Julio 4 de 1888.) El Periodismo en Antioquia 121 RAFAEL URIBE URIBE La guerra de 1895 Como agradable sorpresa ofrecida a sus lectores, publica La Crónica del domingo un artículo en que declara que "jamás, desde la guerra de independencia para acá, ha habido en nuestra historia una protesta armada del oprimido más justa, más natural, más santa" que la de 95; que ella "fue un brote incontenible de desesperación; los que se alzaron en armas tenían de su parte el derecho. Sólo les faltó la fuerza"; que fueron "ciudadanos rebelados contra una tiranía, hombres generosos que pretendieron reivindicar sus derechos detentados"; que "además, otro carácter distinguió y enalteció a los revolucionarios de 1895: su patriotismo, el levantado concepto del honor militar y de la dignidad de la bandera, excelsas cualidades que les impidieron caer y envilecerse ante las más terribles pruebas que puede soportar el soldado. La desnudez, el hambre, la laceria que padecieron, fueron terribles, mas no se cuenta un acto de pillaje; la bandera fue desgarrada, nunca manchada; recibió lluvias de balas, nunca una gota de lodo. Esto enaltece, no sólo al liberalismo, sino a Colombia y a la humanidad". No nos entretendremos en buscar declaraciones -genéricas unas, concretas otras- en que La Crónica haya sostenido tesis contrarias a la que hoy defiende con entusiasmo lírico. Así como en poesía no gustamos de anotar los ripios de la forma cuando a la concepción preside una alta inspiración, tampoco en política nos esforzamos por esgrimir como argumento preferente el de opuestas declaraciones anteriores. Las contradicciones son los ripios del carácter, y si hay buena fe, deben pasarse por alto. 122 El Periodismo en Antioquia A quien el artículo de La Crónica habrá sido triplemente desagradable ha sido, sin duda, al doctor Parra; primero, porque habiendo tenido anticipada noticia de la revolución de 95 rehuyó tomar parte en su preparación; segundo, porque una vez acometida, procuró desanimarla y consiguió sembrar el desaliento en las filas de los insurrectos, y tercero, porque aún no terminada la guerra, la improbó y constantemente después la ha vendo censurando como error fecundo en males, si no como imperdonable crimen. Me supo a chicharrón de sebo, en la frase gráfica con que pinta el doctor Parra la impesión que el acometimiento de la guerra le produjo, pretendiendo, acaso, que el hecho lo sorprendió y cogió de nuevo. Pero aunque hoy el General Acosta esté ahí a la cabeza del Consejo Consultivo, bien puede testificar con cuánta antelación supo el doctor Parra de lo que se trataba. Y es que, conforme a los brillantes conceptos de La Crónica, si la guerra del 95 fue -después de la emancipaciónla más justa, la más natural y la más santa de nuestra historia política, mal hicieron todos aquellos de los oprimidos que, pudiendo, no tomaron parte en la protesta; si los guerreros de 95 fueron ciudadanos rebelados contra una tirania y hombres generosos que pretendieron reivindicar sus derechos detentados, por regla elemental de lógica hay que deducir que quienes no los acompañaron de algún modo en la demanda, fueron insensibles al yugo del despotismo, y egoístas incapaces de ir en la defensa de su derecho hasta donde el cumplimiento del deber lo exige. Si los revolucionarios fueron los patriotas, quienes no los ayudaron no tuvieron de la idea de patria y de lo que su seguimiento implica, sino un concepto incompleto; y si a despecho de las más terribles pruebas que puede soportar el soldado -desnudez, hambre y laceria-, esos gloriosos rebeldes desplegaron las más excelsas cualidades para mantener en alto el honor militar y la dignidad de la bandera, quienes no la empuñaron ni estuvieron al pie de ella, ni en El Periodismo en Antioquia 123 forma alguna procuraron su triunfo, no saben lo que el amor a una causa obliga, y al quedarse en sus casas, para evitar las penalidades de la campaña, esperando la victoria para aplaudirla y gozarla, o la derrota para criticarla y deprimirla, todo serán -hábiles, prudentes, calculadores- pero no pueden hombrearse con los revolucionaros de 95. De ninguna boca liberal había salido hasta ahora, en loor de esos revolucionarios, un himno tan elocuente como el de La Crónica. Ese himno tiene un mérito especial: el de ser cantado por qienes no fueron a la guerra. Nada más honroso para los directores de La Crónica que ensalzar acciones que ellos no ejecutaron y encomiar en las demás virtudes que ellos no supieron ejercitar. En vez de negar por envidia el mérito ajeno, reconocerlo, an no sintiéndose uno capaz de alcanzarlo, es disposición de ánimo merecedora de aplauso. También eso es belleza de alma y generosidad. ¡Y ese himno es justo! Como el General Marceliano Vélez lo dio entonces, "la causa de la libertad estuvo en los campamentos de la revolución". Sí: bajo nuestras toldas vino, aterida y angustiada, en busca de refugio, la república; y como, por nuestra mala suerte y por el abandono de nuestros copartidarios, no supimos a derechas ampararla y defenderla, pereció. Grande fue nuestra tristeza, indecible nuestra melancolía por el infortunio del vencimiento inmerecido; pero aun cayendo, había algún dejo de orgullo al compararnos con quienes no habían obrado otro tanto y nos habían dejado solos. Fuimos a batirnos por ideales, no por odios ni por medros. Lo menos que podemos decir de los que no nos acompañaron, es que se equivocaron, y de los que nos censuran, que yerran. Pudo a muchos saberles mal a revolución: a nosotros la tiranía a retama. Es cuestión de paladar. Pero si los patriotas de esa hora pudiéramos otorgarnos un distintivo, al colgarnos al pecho la medalla que dijese: Revolucionario en 95, tendríamos, sin duda, un título a la consideración y respeto de nuestros copartidarios, como hombres de previsión y de valor; y ese 124 El Periodismo en Antioquia título debería darnos entrada franca en los consejos y del partido, en vez de ser objeto de repugnancia y exclusión, como hoy lo somos. Y si está de Dios que, aun no restableciéndose el reinado de la libertad, resulte cierta la frase del General Reyes después de Enciso: "No ha sido vencida una revolución, sino la revolución; esta es la última guerra civil de nuestra historia", entonces ¡oh valientes compañeros! ¡los revolucionarios de 95 habremos sido los últimos varones de Colombia! Colección Pensadores Político Colombianos. Imprenta Nacional de Colombia. Mayo de 1979 El Periodismo en Antioquia 125 LUCRECIO VÉLEZ BARRIENTOS (GASPAR CHAVERRA) El camino de Palonegro Capítulo XI Me fui con dos miedos: el miedo de nuestra cobardía, porque después de las Lajas dimos por sentado, sin conocimiento de causa, que los antioqueños, con excepciones, que podían contarse en los dedos de las manos, éramos unos cobardes, y con el miedo, más tremendo todavía, de la idoneidad del vencedor. Me atormentaban además mis supersticiones romanas. Los liberales de aquí habían hecho una combinación de números no menos ingeniosa que las del abad Briz Martínez que daba por resultado la caída del partido conservador en 1900. la cosa era, pues, matemática. ¡Y aquella otra circunstancia de ser el viejo Secretario de Gobierno de Don Mariano Ospina el presidente de la República! Esto era como el búho de César. No faltaba sino tirar la piedra. Si no era un acto inaudito de valor, con tales antecedentes, dejar las comodidades, relativamente grandes de mi casa para irme á combatir una revolución triunfante que tenía de su parte la cábala y la magia, era un acto de locura. Yo no sé decírselo al lector. Júzguelo él imparcialmente. Si les cuento á mis lectores, dando por sentado que los tenga, que mi primer susto lo pasé en Fontidueño, podrán formarse una idea, aunque mezquina, de lo que han sido para mí estos siete meses de viajes continuos entre guerrillas enemigas, por caminos desolados, hechos a pié ó montado en malísimos bagajes, hambriento ó alimentado, con fugaces 126 El Periodismo en Antioquia intervalos, con yucas y ñervos de chivo, durmiendo á la intemperie ó en páramos desiertos, oyendo la eterna relación de horribles sufrimientos, viendo las huellas de la revolución estampada en la tristeza de los semblantes, en la ruina de las poblaciones, en el abandono de las sementeras y en la paralización del trabajo. ¡Qué presente es la guerra! Los que la hacen debían tener la fuerza material para vencer ó el ánimo bastante para hacerse matar. Fuera de estos dos caminos no les queda expedito sino el de la ignominia. Ahora busque el lector salida para aquellos que teniendo la fuerza material no vencen y salen sanos por añadidura. Al revolucionario vencido y vivo, al que ha llevado la orfandad y la miseria á tantos hogares, sí que podía preguntársele lo que cierto médico á un marido que acababa, y eso casualmente, de matar á su mujer: ¿No quedaba otra bala par ud.? Porque es el colmo de las vulgaridades un revolucionario superviviente. Cuando aparecen muertos sobre el campo de pelea ya es otra cosa, porque si el martirio no excusa el error, abona la buena fe del procedimiento. Por es son tan dignos de respeto Jerónimo de Praga como los monjes de San Pedro de Cardeña. Capítulo XII Yo salí de mi casa por la tarde y me tocó llegar á Fontidueño á la hora que anochecia. Allí alcancé á un hombre que al sentirlas pisadas de mi mula detuvo la suya. Sin más preámbulo ni saludo me preguntó muy asustado, si no había oído los tiros. Le contesté que no, porque efectivamente yo nada había oído. Resolví detenerme sin embargo para averiguar lo que era. Había salido resueltamente á guerrear y no debía sacarle el cuerpo al peligro en aquel primer lance que se me presentaba. Me puso al tanto del lado por donde había sonado los tiros y como el hombre de la noticia no quisiera El Periodismo en Antioquia 127 acompañarme pretextando que tenía afán de llegar temprano al Sitio, piqué mi mula y eché solo en la dirección que él me dijo. Anduve por la falda largo trecho sin encontrar á nadie. La noche me había al fín envuelto completamente entre sus sombras. Soplaba un viento frío de la cordillera capaz de helar un lobo y yo andaba con pasos atentos por miedo de caerme en las profundidades de un barranco. Oí de pronto un ruido entre los arbusto s de la orilla. Detuve la mula y pegué el alto quién vive. Nadie me respondió. Amenacé con hacer fuego. Fueron saliendo entonces de detrás de un vallado, uno en pos de otro, hasta cuatro hombres. Eran unos pobres campesinos con más miedo que Payo, que habían venido á pasar allí la noche por temor de la ronda. Se creyeron perdidos con mi encuentro pero yo me apresuré á tranquilizarlos y logré á fuerza de razones, que siguieran conmigo. Me llevaron al rancho de la familia que era como el asiento de la desolación y la miseria. Aquellos hombres trabajaban antes el día para comer á la noche. Ahora nadie trabajaba con excepción de una muchacha, que tendría doce años, que iba diariamente á Medellín á levar un tercio de leña á la cabeza y á traer su importe en un miserable ración de sal y dulce. Traía además gran cantidad de noticias horrorosas, que se iban agrandando en la imajinación de aquellas pobres jentes. A mí me sucedió otro tanto aquella noche con el espectáculo de esas víctimas de la revolución que no sabían siquiera que ellas eran el pueblo esclavo de las proclamas de Don Siervo Sarmiento. ¿Qué podría darles -me preguntaba yo- la revolución triunfante á estos infelices? Más revoluciones, pán más caro, contribuciones más crecidas, y el odio que pervierte á los más sanos. Estos perturbadores de la paz pública sí que podían decir razonablemente con Mounier, (que presidía la Asamblea nacional en Versalles á la sazón de la legada de los descamisados de París que iban en son de asesinarla): Que nos maten á todos. El estado ganará mucho en ellos. 128 El Periodismo en Antioquia Hay sistemas, execrados que tendrían su razón de ser en ciertos casos. Hay perros que si mordieran donde debían morder morderían bien. Pero resulta luego que muerden en la carne sana del enfermo... En la casa de aquellos campesinos pasé la noche tendido en una estera de guascas de plátano que generosamente me cedió la dueña de la casa. Los pensamientos -enemigos formidables contra el espírituy las pulgas -que lo son contra la carne- no me dejaron dormir. Tampoco durmieron los hombres de la casa, que al menor rebuzne de la mula ó á los ladridos del perro, ponían los pies puerta afuera pensando en aquella maldita ronda que esperaban hacía dos meses largos. Muy de mañana monté y me fui. Capítulo XIII Almorzando en el Caballo Blanco de Girardota me alcanzó otro viajero que hacía el mismo camino de Puerto Berrío. Iba al puerto á ver si lograba embarcar unos cueros que se le estaban pudriendo en Caracolí. Era menester -según me dijountarle la mano al capitán del buque. Sin la untura previa no había exportación posible. Después de que él me hubo puesto al tanto de estas socaliñas y como fuera conservador y conocido mío, le conté mis aventuras de la noche. Se rió mucho de la ocurrencia, prometiéndome que más me reiría yo cuando supiera lo que probablemente había dado margen al cuento de los tiros. Esta fue la relación como él me la hizo: Por el lado donde sonaron los tiros iban dos de á caballo dizque á juntarse con el enemigo, Antón García y Robinson... no recuerdo el apellido del tal Robinson. Robinson le había asegurado á Antón que por allí había jente liberal armada. Antón le creyó y juntos se vinieron de Medellín en su busca. Treparon hasta media falda sin hallar á nadie. Picado Antón, que además estaba con tragos, echó adelante dejando El Periodismo en Antioquia 129 atrás á Robinson. Este en viéndose solo se llenó de miedo y comenzó á dar voces llamando a su compañero, pero tan paso que no pudiera oírle aunque estuviera á media vara. Antón era un pillo redomado. En vez de responder lo que no oía, disparó dos veces el revólver. Oírlo Robinson y disparar loma abajo todo fue uno, y vaya que no eran parte á detenerlo las voces de Antón que corría detrás diciéndole: pará hombre, pará, fui yo, no hay nadie. Pero Robinson no oía otras voces que las de su propio miedo y Antón corrió tras él hasta la villa sin poder darle alcance. Capítulo XXVII El domingo 13 de mayo volvimos los curiosos de la víspera al campo de batalla de Palonegro, no ya como simples espectadores, sino como soldados del ejército. Ibamos á pelear y empezábamos precisamente por el día más tremendo de aquel combate. A las siete de la mañana salimos de Bucaramanga y desde los primeros pasos comenzamos á encontrar una procesión de heridos. ¡Qué espectáculo aquel! Salí de Bucaramanga bastante enfermo y, como era natural, el miedo y los dolores que iba presenciando por todo el camino, me pusieron peor. Un poco más allá del río del Oro, se me cansó el macho en términos que era imposible hacerlo andar. Me desmonté y lo eché por delante. Subí la cuesta que queda al otro lado del río, así como se vá á Palonegro, á pié, siendo el mayor de mis trabajos hacer andar el animal, pero abandonarlo era perder la montura y no llegaba hasta allá mi desprendimiento en tales circunstancias, ni aún en aquel trance en que me ponía al riesgo de perder la vida. En el viso de la cuesta se había apeado mis compañeros y me esperaban sentados en la mitad del camino. Pensé, al llegar, cómo tendría yo la cara viendo las suyas. Legado que hube al alto, desensillé el macho, tiré el galápago al camino, 130 El Periodismo en Antioquia tomé e rifle por el cañón y con todas mis fuerzas lo descargué sobre las costillas del pobre animal. Fue tremendo el trastazo. Resonaron entonces de parte de mis compañeros, como resuenan ahora en mi propia conciencia, serias protestas contra aquel acto inaudito de barbarie. En un momento de rabia había olvidado, con vituperable ingratitud, los servicios desinteresados que aquel animal hambriento venía prestándome desde Tunja. ¡Ahora pienso que si los machos tuvieran sentido común, debían por lo menos molernos a patadas a los seres que nos llamamos racionales! Me comí, pasado el coraje, dos Jénovas y un pedazo de dulce; me bebí un trago de rón encima y dizque quedé almorzado. Nos fuimos después al hospital de sangre que estaba allí cercano. No es posible imajinarse nada más tremendo que el hospital de sangre de Palonegro. "No se puede dar á la fuerza prepotente una forma más execrable; á la desesperación un aspecto más espantoso; al furor de la refriega una expresión más feroz". Cráneos partidos, caras ensangrentadas, ojos vidriados, lamentos recios, gritos de desesperación, quejidos sordos, heridos que se movían y heridos que se revolcaban entre la sangre, lágrimas de dolor, ropas en girones, pechos desnudos, piernas rotas, brazos partidos, y el movimiento incesante de los médicos y de los ayudantes, y de los que entraban á cada momento trayendo nuevas víctimas de aquella lucha salvaje donde se despedazaban con furia hombres que no se odiaban, que no se conocían siquiera y que seguramente, con excepción de los candidatos y de los ladrones, no sabían por qué habían ido á matarse á Palonegro. Con el horro del espanto pude medir de un golpe desde la puerta del hospital, donde me quedé clavado, detenido el aliento y con los ojos fuera de sus órbitas, el grado de salvajez á que la pasión política, aguijoneada con la sed de mando y de poder conduce a los hombres. El Periodismo en Antioquia 131 Pensé perder el juicio entre aquellos infelices, hacinados en el suelo de una casa estrecha, fatigados, sudorosos, sangrientos, llamando á veces á la madre, á la esposa, á los hijos y siempre al doctor. Al doctor se le llamaba allí de todos lados. Pero allí no podían dar abasto á los dolores y á la muerte ni los médicos ni los enterradores. Lo común era morir desesperado para podrirse después sobre la tierra. La caridad era incapaz de aliviar siquiera la obra del crimen. ¿Valía acaso la Presidencia de la República toda aquella sangre y aquellos infortunios? Y lo que allí pasaba era seguramente lo de menos. ¡Ah! Los pobres deudos cuando supieran todo aquello y recojieran la herencia de miseria, de prostitución acaso, que habían de recibir como legado, sufrirían más, muchísimo más, que los que de una vez perdieron la vida. La cuenta de amargura que se abría para los unos quedaba cerrada para los otros. Las desgracias se contaban en Palonegro por segundos. Las palabras se quedaban empezadas. Un "hasta la vista" era á veces un adios eterno. Lo real era la muerte. Lo efímero la vida. La bala que pasaba era el anuncio de la que venía. ¡Qué edición tan copiosa de desgracias! ¡Se prodigaba allí la sangre de un anémico con lujo de crueldad! ¡Se cortaban del árbol de la vida los ramos más robustos! ¡Dizque para nuestro bien!... El Camino de Palonegro. Edinalco, Medellín, octubre de 1991. 132 El Periodismo en Antioquia ROMUALDO GALLEGO La hazaña de Lajas Una entrevista con Ordóñez Jaramillo, último sobreviviente de la Gesta. Oír de labios de quienes los han presenciado, la narración de los grandes hechos, tiene la belleza y el interés de poder recoger los leves pormenores que colorean de vida la evocación; esos pormenores son los que, aunque nunca serán historia, reconstruyen el sabor del suceso con el precioso verismo que la Historia suele negar a los hechos destacados, como para hacérnoslos más solemnes. En esto cometen los historiadores un error. El doctor Carlos Ordóñez Jaramillo, el brillante guerrero, único sobreviviente de los doce que pasaron el puente de las Lajas; el doctor Carlos Ordónez Jaramillo, el notable abogado, aquel irreprochable caballero que a raíz de la guerra abrió su bufete en Bogotá con el aviso de "no gestiona sino ante la Corte Suprema", el que paseó sus charreteras por los mayores campos de muerte, y, después fue en la capital el brillante árbitro del prestigio y de la distinción, se albergaba cuando lo entrevistamos en una humilde casa de los alrededores de la ciudad de Medellín. -Buenos días, contestó aquel hombre, levantando hacia nosotros una cara joven casi, encuadrada bajo una frente espaciosa y aborrascada, sobre la que caían, escapados del viejo sombrero, dos o tres mechones de cabello negro. Nos descubrimos la cabeza, porque estábamos ante Carlos Ordóñez Jaramillo. Sí, era él, aunque no lo pareciese. Los El Periodismo en Antioquia 133 pies que dieron el terrible paso al frente aceptando la hazaña de Peralonso; esos pies que pisaron trémulos el legendario puente de las Lajas, ahí estaban, deformes, muertos quizá, para que no hubiera vivo ningún extraordinario pie de los que hollaron con Uribe Uribe y Saúl Zuleta aquel tablado tremendo, que se alza en nuestra tradición épica como el mayor escenario de heroísmo. ¡Era él! La mano hazañosa, digna de un romance, la mano corajuda que empuñó el revólver en aquella jornada casi fabulosa, allí estaba también, abarcando ahora un rústico palo de los que el camino brota en las orillas. La cabeza, su cabeza, esa testa de apoteosis, compareció allí sin laureles, bajo la sencilla mañana, tocada con una gorra inicua que se aposentaba en el sitio que los dioses hicieron para las ramas del triunfo. Este hombre que, de haber triunfado la revolución, sería quizá Presidente de República; este hombre que tenía derecho por su saber y su valentía a un prestigio civil como el de Urueta y a una aureola militar como la de Herrera; éste, en otros días altivo y arrojado mancebo que obsequió días de espléndido orgullo al Liberalismo, hoy, olvidado de todos, enfermo, retraído y altanero, devora sin quejarse los largos y ramplones días de ingratitud, pero tiene el agudo orgullo de saber que morirá de hambre y que su tumba se verá agobiada de necrologías inútiles, escritas bajo el clisé recordatorio en los diarios que exteriorizarán un remordimiento. Departimos sentados en una tarima de la tenducha llamada "El Rhin", en donde le tomamos una instantánea. Ordóñez Jaramillo es muy erudito, discurre maravillosamente, y tiene una retentiva y una fluidez que contrastan vivamente con su exterior cansado. -Yo deseo la muerte como un tributo a la vida. La muerte es el triunfo de la vida. La muerte es el triunfo de la vida universal sobre una de sus formas en particular -nos contestó a la primera pregunta. Y cuando le mencionamos la política: 134 El Periodismo en Antioquia -¿Ustedes son muy exaltados?- interrogó. Yo por mi parte tengo mucho del pacifista. Son consecuencias de la guerra. Créame; la guerra no resuelve nada, ni el triunfo tampoco. Los vencedores están hoy peor que los vencidos en Palonegro, porque están llenos de cargos infamantes, de pústulas políticas y de problemas internos insolubles. -...........? -La guerra es el azar más caprichoso y la suerte más absurda que se pueda tentar. Cuando Arístides desterrado llegó a la capital de Persia, Darío le hizo llamar a su palacio y de dijo: “Haré guerra a mis hermanos para consolidar el trono”. Arístides por toda contestación repuso: -"Dijo la luna a su madre: -Quiero tener un traje. -¿Cómo quieres tener un traje si cambias de forma continuamente?" Así es la guerra. Multiforme, sorpresiva. Con ella no hay cálculos ni previsión posibles. Vencedores hoy, vencidos mañana. Nadie puede hacer el traje de la guerra. Animados por el humor que revela la parábola, le preguntamos: -¿Quisiera usted relatarnos el paso del Puente de Lajas? Ordóñez se pone en pie con una vivacidad extraordinaria y apoyado en su rústico bastón habla: -El 16 de diciembre de 1899, el ejército liberal estaba hecho pedazos y sin municiones. Hacía mucho sol, lo recuerdo muy bien. Se pensó en una retirada a los altos de "Tasajero" que habíamos desocupado, pero aquello resultaba desastroso porque estábamos sin provisiones. Al frente el enemigo compuesto de once mil conservadores; a la espalda las selvas de Venezuela, despobladas e impropicias. Nos hallábamos sitiados. Rafael Uribe deliberó con los otros jefes del ejército revolucionario, para llegar otra vez a la misma terrible certeza: ¡cercados! Entonces vino hacia nosotros con las manos a la espalda, marchando lentamente. Se recostó en un vallado de piedra. Nos miraba, y en sus ojos brillaba la chispa sublime. Con una calma sorda nos exhortó a hacer un esfuerzo supremo, El Periodismo en Antioquia 135 decisivo. De pronto levantó la voz y terminó así: "No hay retirada. Voy a pasar el puente a la cabeza de los que quieran acompañarme". Un escalofrío nos recorrió a todos. Uribe estaba delante con los brazos cruzados a la espalda, erguido todo él en un gesto de serenidad olímpica, pero el rostro se le demacró repentinamente. Parecía tener la seguridad de ir a la muerte. -..............? -Durante la corta proclama su voz no tembló; su actitud era tremenda y su ademán denunciaba una resolución impresionante. Se hizo un silencio espantoso. -Den un paso al frente los que quieran acompañarme. Once lo dieron. El primero fue Saúl Zuleta. Los restantes fueron Neftalí Larriamendi, Alejandro Navas, Samuel Pérez, Guillermo Páramo, Carlos Reyes, Miguel de la Roche, Joaquín Vanegas Olarte... y...yo. No recuerdo los otros dos. Jamás llegué a suponer que los olvidara. ¡Ah, la ingratitud de la memoria...! -¿Cómo era el puente? -El Puente de las Lajas era un columpio de tablas sin barandas, sostenido por alambres. Se mecía como una hamaca. -¿Cómo iba vestido el General Uribe? -En aquel día memorable llevaba sobre la cabeza un sombrero de fieltro, gris claro; un traje color de ceniza, de saco corto le vestía, y las pantorrillas estaban ceñidas por un par de maltratadas polainas negras. -¿Llevaba espada? -No. No llevaba espada. Eso de "la bruñida y fulgurante espada de Peralonso", lugar tan socorrido en los aniversarios de la muerte del general Uribe, es pura literatura. -............? -Teníamos al frente el enemigo tras de unas tapias muy fuertes, en las que los soldados del gobierno habían practicado muchos agujeros para disparar. Nuestro animoso jefe sacó del bolsillo una cartera, que quizá contenía papeles de familia, la puso en manos del general Justo L. Durán, a quien 136 El Periodismo en Antioquia asesinaron no hace mucho y le dijo: "Le encomiendo a usted llevar a mi esposa esta cartera si yo muero en esta acción". En seguida empuñó un revólver, los once lo imitamos, y él nos dijo: "Pasaremos el puente. Una vez allá, dispararemos nuestros revólveres por los propios botafuegos del enemigo, y... lo demás lo hará la fuerza de nuestro entusiasmo". Se lanzó al columpio trágico seguido por nosotros. El miedo tan grande que a mí me dio al pasar, produjo un aturdimiento que, -aunque breve- me impidió oír si el enemigo disparó sobre nosotros en el momento mismo del paso. Creo que, sorprendidos los conservadores por la magnitud de la audacia, no dispararon. Ya pasado el puente, una bala enemiga hirió superficialmente en el vientre al general Uribe. Disparamos por los agujeros de la tapia, y en seguida se hizo otro gran silencio. Yo solo, repasé el puente, porque las tropas liberales, también aturdidas por la grandeza de la acción, no acertaban a hacer cosa alguna. -¡Pasemos, que no hay enemigo!, les dije. Entonces todos, como una manada de potros salvajes, se precipitaron corriendo por el puente. Cuando yo lo pasaba por tercera vez, fui herido en la clavícula derecha. (Nos muestra la cicatriz por entre la camisa raída). -Un dato curioso- continúa; -el sombrero gris que llevaba Uribe, me lo obsequió al día siguiente del paso, como un recuerdo de aquella jornada. Yo lo ceñí con orgullo durante muchos días. Después de Palonegro fuimos a dar a San Vicente de Chucurí, donde quedamos embotellados; Uribe salió escapado en una canoa por el Sogamoso, y el que tiene el gusto de hablarle quedó prisionero. En esa calidad me llevaron a Bogotá, y de paso, en Ubaté, una bella señorita Solano me suplicó le cediera el histórico sombrero. Yo, galante, me desprendí casi con dolor de la preciada reliquia. -¿Quiénes iban a la cabeza en el paso del puente? -El general Uribe, de brazo con el negro Saúl Zuleta. En seguida íbamos Larriamendi y yo. Detrás los otros. El Periodismo en Antioquia 137 -¿Y el enemigo? Huyó disparando. Pero eran tantos los fugitivos y resultaban tan nutridas las descargas de fusilería que nos obsequiaban al huir, que un primo mío, César Ordóñez Troncoso, en persecución del enemigo con el batallón Maceo, recibió de una vez once balazos. Llegamos al río Zulia. El enemigo que ignoraba el paso por un alterón de piedra, se echó al agua en la fuga. Es imposible calcular la cantidad de conservadores que perecieron allí ahogados. Nosotros conocíamos perfectamente el vado y muy pronto pudimos llegar triunfantes a Cúcuta. Esta población estaba cerrada totalmente, porque liberal en su gran mayoría, abrigaba la seguridad de que las tropas del gobierno eran las que habían entrado victoriosas. Yo me dirigí a casa de una antigua amiga, la señorita Adelina Serrano Villamizar, y toqué a la puerta gritando: -¡Abra, es Ordóñez! -¡Lo cogen, lo matan, Carlos! Voy a abrir para ocultarlo. -¡No se apure, Adelina! Estamos vencedores. -¿Cómo aprovechó el liberalismo esa victoria?- le preguntó. -Del modo más singular. En vez de consolidarse con el triunfo (lo que yo les decía de las sorpresas de la guerra!), el ejército de la revolución se anarquizó espantosamente, dividido en cuatro grupos amenazadores. El uno proclamaba director supremo de la guerra a Foción Soto; el otro a Rafael Uribe Uribe; el otro a Gabriel Vargas Santos y el otro a Benjamín Herrera. Como delicioso modelo de la ironía de los acontecimientos, es preciso anotar que entre los jefes y los soldados liberales empezaba la disputa por la Presidencia de la República, porque ya no se dudaba un momento por aquellos tostados guerreros de la preponderancia de las ideas liberales en el gobierno de Colombia. En Bochalema estuvimos los liberales a punto de matarnos unos con otros a causa de estas divisiones. ¡Me da vergüenza recordarlo! Créanme ustedes: estas querellas dan 138 El Periodismo en Antioquia la clave de la derrota de Palonegro. Ellas nos hicieron más daño que las balas enemigas. Los soldados liberales de Palonegro pertenecían a dos, a tres, a cuatro "bandos" opuestos en la política interna, y en aquella formidable batalla, aunque pelearon muy bien, no se batieron sin embargo como antes, cuando estábamos unidos. Creo que no será inmodestia recordar que sesenta y tres hombres al mando de Rafael Uribe Uribe, entre quienes estaba yo, hombres unidos en ese entonces por mil vínculos, realizamos la hazaña casi inverosímil de hacer prisionero al general Domínguez que disponía de cuatro mil soldados. -......? -Mandar militarmente el liberalismo en la paz, y fusilar por la espalda la reputación de quienes proclaman y practican el libre análisis de las ideas... me parece candoroso. Cada situación tiene su lógica. La espada se hizo para la guerra y la razón para la paz. Lo que sucede a veces es que nuestros queridos generales se quedan acostumbrados a la voz de mando, y resultan desenvainando el sable en tiempo frío. La disciplina y la sumisión incondicionales se toleran en la guerra, porque ésta es un trance de excepción, pero en la paz ellas no se han aclimatado nunca en el partido liberal, y siempre que se ha tratado de imponerlas el partido ha saltado en pedazos. El liberalismo es muy semejante a los arcos de los indios: cuando más se quiere encorvarlos, con mayor fuerza y rapidez se enderezan. Tomado de: Romualdo Gallego. Novelas, cuentos y crónicas. Ediciones Autores Antioqueños, Vol. 61 Medellín, 1991. El Periodismo en Antioquia 139 ENRIQUE GAVIRIA ISAZA Crimen, capilla y ejecución de Tamayo Del terrible suceso que acaba de conmover tan profundamente la sociedad he querido dar á los lectores de este periódico un relato detallado y tan minucioso como me sea posible, y para eso, violentando mi temperamento, dominado mis nervios, relegando al último rincón del alma los viejos residuos que aún me quedan de noble sensibilidad, he visitado en su Capilla á Tamayo, lo he acompañado en su doloroso vía crucis, y he tenido la desdicha de verlo morir acribillado á balazos por los soldados del Gobierno. Lisa y llana será mi narración, libre de dibujos, retóricas y literaturas, sin frases declamatorias, ni sensacionalismo de relumbrón; me limitaré á explanar un poco mis notas, tomadas á pie de fábrica, y á hacer algunas breves observaciones cuando me plazca, ó cuando los sucesos que vaya relatando así lo indiquen. Menos aún entraré en disquisiciones más ó menos filosóficas en pro ó en contra de la utilidad y eficacia de la matanza, de la destrucción de seres humanos, como castigo y como remedio. Artículos de periódicos, hojas, folletos y centenares de libros se han publicado, defediendo unos, atacando otros y la cuestión está allí tan en pie como si nadie la hubiera tocado. Sólo si declaro solemnemente, PARA HONRA MIA, que tengo la dicha de ser enemigo acérrimo de la pena de muerte, y que creo que únicamente quien puede darla tiene derecho para disponer de la vida de los hombres. Ahora, como impresión personalísima, y sin que yo pretenda con esto irrespetar la Ley, digo que el fusilamiento 140 El Periodismo en Antioquia tal como he visto que se efectúa, el hecho de que esté allí un hombre sentado, solo, indefenso, con los ojos vendados, atado como un cordero, rodeado por gente armada, teniendo al frente suyo diez y seis individuos que dirigen contra él sus fusiles, lo hieren primero y lo rematan enseguida, sin piedad y sin que ellos corran el menor peligro, digo que ese acto, así descarnado, me parece una acción baja, ruin y cobarde, que subleva el corazón. Pero... basta, que yo he prometido ser narrador insensible. Para hacer la cosa con algún método, y porque sé que muchas personas no conocen el delito que llevó á Tamayo á morir con tanta afrenta, referiré el hecho brevemente. Para ello me serviré de la brillante y lúcida vista fiscal, que tuvo la fineza de facilitarme el Dr. Jesús María Trespalacios, Agente de Ministerio Público, que fue, en este asunto. El crimen Jesús Ma. Tamayo, unió su suerte á la de él, con los lazos matrimoniales el 1° de Diciembre de 1894. Hé aquí lo que de la infeliz mujer dice la vista fiscal. "Era María Josefa Echavarría una pobre mujer antioqueña, de baja posición social, de oficios como los propios entre gentes de su clase, que se alquilan de serviciales en casas de personas pudientes, cuando les falta la manutención que otro ha de darles, según obligaciones contraídas bajo juramento solemne" Poco duró la ventura con que ella soñara el casarse; las frases de amor y las caricias se tornaron bien pronto para ella en insultos y en golpes, á los que de cerca siguió el completo abandono en que la dejó su marido, sin motivo ninguno, porque la conducta de ella era intachable en todos sentidos. Se fue Tamayo á Remedios y su mujer entró en calidad de sirvienta en una casa respetable. Triste, pero resignada, pasó la pobre mujer dada á su faenas y sin que nadie la oyera nunca una queja contra el esposo ingrato. El Periodismo en Antioquia 141 De pronto un día, el cuatro de agosto de 1898, se presentó Tamayo en la casa á invitarla, con frases melosas y con mentidas promesas, á seguirlo y á hacer de nuevo vida conyugal. Conocedora ella, sin duda, de los sentimientos de su marido se negó á sus pretensiones. Empecinado el hombre, recurrió á las autoridades, y en la tarde del citado día, acompañado por un agente de policía, la obligó á irse con él. Tomaron juntos en dirección á la carretera del Norte. En la esquina del Ciprés, en la tienda de un señor Idárraga, pidió Tamayo una botella de vino, ordenando que se la entregaran destapada. Allí mismo tomó él un trago, seguramente para quitar á su mujer toda sospecha, y le dio otro á ella. Salieron de allí con rumbo al Bermejal. Habían andado algunos pasos y él se quedó un poco atrás, destapó la botella y vació en ella el contenido de un papelito con estricnina, veneno que para el caso trajo desde Remedios, según consta en el sumario. La invitó á tomar otro trago y como ella, recelosa, se negara á sus instancias, le dijo él: "Si no se toma este trago tiene que morir en la punta de un cuchillo". Y parece que la amenaza no era en balde porque un cuchillo fue hallado en la carretera, y reconocido por Tamayo como de su propiedad. Es un hecho evidente que él quería deshacerse de su mujer (para casarse con otra con quien vivía en Remedios) y que traía meditado su crimen, porque algunos días antes había ofrecido á una muchacha unos polvos para que matara un novio que la había burlado, y porque contra su víctima había lanzado esta terrible sentencia: "Aquí (Medellín) ó en Remedios, muy pocos serán los días de ella". Tomó el trago fatal, que le produjo, en el acto, dolores intensos "No habrás llegado al Bermejal cuando te estés torciendo", dijo él cuando ella se quejó de su padecimiento. Un poco más adelante oyeron algunos, que se cruzaron con ellos, que él decía, contestando á algo que ella hablara: "No le hace que te lleve el diablo". Otros afirman haber visto que la daba bofetones. 142 El Periodismo en Antioquia Logró la pobre mujer arrimar á la casa de Antonio Mesa, donde fue presa de horribles convulsiones y donde comenzó su corta pero espantosa agonía. El Dr. Julio Restrepo A., llamado por los vecinos, declaró que aquella mujer moría envenenada con estricnina. Cuando su mujer agonizaba hizo Tamayo muchos aspavientos y alharacas queriendo parecer muy consternado, á pesar de que ella dijo á los circunstantes: "Me mató Jesús con ese trago que me dio" y de que á el mismo lo inculpó, con estas palabras: "Me mataste, Jesús; no le hace. Y fue para irte con Nepomucena; irés y te casarás con ella, pero en el Cielo nos veremos." Todavía tuvo él cinismo de brindarse á venir por los remedios prescritos por el Dr. Restrepo, pero cuando volvió con ellos ya su mujer había pasado á mejor vida. Allí mismo fue aprehendido por los Agentes de Policía, á quienes se había prevenido, y conducido á la cárcel. Tres jueces intervinieron en el proceso: El Dr. Julio Echavarría que llamó á juicio á Tamayo; el Dr. Julio Ferrer, que lo condenó á muerte y el Dr. Juan E. Martínez que presidió la ejecución. Actuó como Fiscal el Dr. Jesús María Trespalacios; como Defensor, el Dr. Nicolás Mendoza. Fueron jurados los Sres. Alejandro Arango V., Clímaco Toro V., y Germán Vélez E. Capilla El miércoles, 10 del presente, se quitaron á Tamayo las cadenas para ponerlo en Capilla. Correspondió esto al Capitán Jacinto Barón, porque estaba de jefe de día. Ya libre, se abalanzó como una fiera sobre los gendarmes y mordió á tres de ellos. Fue preciso asegurarlo con lazos para conducirlo al cuarto donde debía pasar las últimas horas de su vida. Ese primer día se negó á recibir y á escuchar al sacerdote que fue á visitarlo, y aun parece que á sus insinuaciones amistosas contestó con palabras agrias y ofensivas. El Periodismo en Antioquia 143 Más, poco á poco vino la calma y el segundo día de su capilla -jueves 11- no sólo atendió y recibió bien al sacerdote sino que se confesó. Algunas virtuosísimas señoras que lo visitaron y consolaron, le obsequiaron con manjares, vinos y cigarros, lo acompañaron en muchas de sus tremendas horas, tanto en este día como el primero y en el último. Tan conforme y tan tranquilo pasó el segundo día que hasta cantó en asocio del ordenanza que pusieron á su servicio. Esa noche, á las siete, se verificó, en la Comandancia de la Gendarmería, el sorteo para designar el oficial que debía comandar la escolta, entre los siguientes oficiales: Capitanes Cleofe Gómez, Epifanio Ramírez, José María Restrepo, Eduardo Madrid, Jacinto Barón y Juan C. Uribe; Tenientes, Luis E. González, Juan Echavarría, Adolfo Lopera, Eugenio Gómez y Luis Ortiz. La suerte designó al capitán Jacinto Barón, el mismo que los puso en Capilla. Todos estos detalles los debo á la gentileza de Sr. Coronel Marciano Madrid, así como la lista de los soldados de la escolta, que copio en seguida, como dato curioso. Los tiradores fueron: los sargentos segundos, Juan Gómez, Francisco Restrepo, Miguel.... José Díaz; Cabos primeros , Manuel A. Vélez, Mario A. Escobar; Cabos segundos, Ramón Montoya, Rodrigo Peña, Antonio Burgos, Soldados, Marco A. Pérez Antonio J. Foronda, Luis A. Uribe, Félix Rodríguez, Juan B. Córdoba, Antonio Calle, Víctor A. Adarve. El viernes trece, día de su capilla y último de su existencia, oyó misa y comulgó. Pasó las horas ya con algún sacerdote, ya con las señoras que lo visitaban. Cuando merced al permiso que en mi calidad de periodista, me concedió el Sr. Alcalde para visitar al reo, me presenté, á las cuatro y media de la tarde, en la puerta de la Cárcel, se me detuvo algún tiempo porque estaba Tamayo dando á dos señoras sus disposiciones testamentarias, para su hija y su madre. En el papel común y sin intervención de Notario hizo él la especie de testamento que copio en seguida y cuya 144 El Periodismo en Antioquia adquisición debo á las estimabilísimas Sras. Da. Mariana Díaz de Q. Y Da. Nicolasa Restrepo de U. "Digo yo, Jesús M. Tamayo, pronto ya á comparecer al Divino Tribunal de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien creo y confieso, que dejó una niña de seis años más ó menos, hija legítima mía y de mi esposa, (que en paz descanse) y la cual hija está en poder de sus tíos maternos Lisandro y Fausto Echavarría que me la negaron como al mes de haber ocurrido en mi desgracia, cuando se las pedí para entregarla a mi madre." "Dejo más una pobre madre anciana, pobre y sin quién la ayude". "Como no tengo bienes de fortuna vinculados en fincas raíces, ni muebles y sólo poseo unos pocos reales en efectivo, dispongo de ellos en vida de la manera siguiente: "De lo que poseo dejo depositarios ante testigos y con el cargo de cumplir mis últimas resoluciones á las Sras. Doña Nicolasa Restrepo de U. y Doña Mariana Díaz de Q." "Darán al Sr Juan M. Gutiérrez la suma de ($100) para que este señor me haga el servicio de arreglarle á mi pobre madre su casita." "Darán al R. P. Perea, de la orden de San Francisco, la suma de noventa pesos ($90) para que me diga las treinta misas de S. Gregorio por el descanso de mi alma". "Pondrán en un banco de la ciudad lo restante de lo que les entrego, deduciendo las dos partidas que anteceden, á favor de mi hija María del Rosario que es aquella de que hago mención al principio, cuyos intereses servirán para algunas de sus necesidades." "Es mi voluntad, y así lo pido en estos solemnes momentos en que sólo pienso en mi próximo fin y en Dios omnipotente, que esta mi pobre huérfana hija quede en poder de las señoras á quienes estos encargos hago y pido y repito á las autoridades de esta ciudad que coadyuven en este sentido, pensando sólo en el bien de mi hija y en que ésta es mi voluntad como padre, sin que me hayan ofendido y asimismo pido de todo corazón El Periodismo en Antioquia 145 y con la mayor humildad, perdón á todos aquellos á quienes voluntariamente haya ofendido." "Cuando mi hija haya cumplido su edad mayor pueden la Sra. Restrepo y Díaz entregar á mi hija la suma que quede en depósito al cuidado de dichas señoras". "Advierto que me mandé las siguientes promesas por si era la voluntad de mi Dios que me conmutaran la pena capital, pero uno de los sacerdotes que me han asistido en mi Capilla me dicen que quedo sin obligación de cumplir estas promesas, pero á pesar de esto, dejo á las señoras á su voluntad de cumplir con ellas ó no". "Para todos los encargados que dejo á estas señoras que tan buenas me han sido durante mi prisión y especialmente en estos momentos en que sólo pienso en Dios y la muerte, entrego á ellas en presencia del Sr. Alcalde, del Sr. Carcelero y cinco testigos la suma de seiscientos cuarenta y cinco pesos con diez centavos. ($ 645.10)" "Pido por último, á todos los presentes, que no maldigan mi memoria y me perdonen y que me sirvan de intérpretes para la sociedad, para que mi sacrificio redima sus faltas aquí y en la eternidad." Las promesas que mandé son: Una misa rezada al Señor de los Milagros, una misa rezada á S. Antonio, y una misa cantada á la Virgen de la Merced. "Conste que como esto no es testamento, ni depósito, ni finca y además el tiempo urge hago esto en papel común contando con que la solemnidad de los momentos en que lo hago, le dará también á este acto alguna solemnidad y hará legal en todo y conforme á todas las prácticas constitucionales ésta mi última voluntad" "Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo." "Firma por mí un testigo por no saber y los demás de que hablo para constancia, en la capilla, para se ejecutado, en la cárcel de Medellín á 11 de Septiembre de 1902" Como testigo y á ruego de Jesús M. Tamayo, 146 El Periodismo en Antioquia Juan de J. Ortiz, Secundino Henao, José Ma. Restrepo, Juan C. Uribe A. Indalecio Betancur, Nepomuceno Zapata C. "Recibimos y aceptamos, haciendo constar que el R. P. Perea prometió decir las misas de S. Gregorio sin exigir retribución ninguna y por tanto el dinero dedicado á esta obra queda para su hija." "Firma con dos testigos," Nicolasa Restrepo de Uribe. Mariana Díaz de Quintero." Avisado el Sr. Alcalde, Coronel Betancur, por el oficial de guardia, vino á la puerta y con su ingénita amabilidad, me hizo entrar, en compañía de varios caballeros que deseaban también ver á Tamayo en Capilla. En la parte del edificio que llaman allí El Hospicio, en el fondo de un pequeño patio, hacia la izquierda, cuatro centinelas guardaban la puerta del cuarto. Entramos. A nuestra llegada, las dos señoras que hablaban con Tamayo, sentadas cerca á él en un escaño, se pusieron de pie y se retiraron. Aquél, ya solo, nos invitó á sentarnos, y ocupamos una banca que había inmediata á la puerta. La pieza, de regulares dimensiones, de forma rectangular, estaba así dispuesta: á nuestra derecha la puerta y un poco más allá, una ventana con vista al patio. Entre la una y la otra, por tierra, una fuente con algo que cubría una servilleta blanca, quizá la comida ó los restos del almuerzo, un poco más allá una botella vacía. En el fondo, cerca á la ventana, una gran mesa vestida de blanco; sobre ella, hacia atrás, una bellísima imagen del Crucificado, de gran tamaño; al pie de ésta, un estuche grande de madera que contenía un altar portátil; hacia la derecha, en el extremo delantero de la mesa, una jarra blanca de loza y una vela de cera en un candelero de cobre. A los lados del Cristo algunos tiestos con matas, y atrás y á derecha é izquierda, puestos en el suelo y recostados á la pared tres grandes cuadros de santos. A nuestra izquierda, El Periodismo en Antioquia 147 partiendo de la mesa y ocupando casi todo el tramo, un escaño, en cuyo estremo inmediato á la mesa se sentó el reo cuando nosotros hubimos hecho otro tanto, atendiendo á su invitación. Hombre alto, robusto, de contextura recia, fisonomía nada atrayente; la cara, un si es no, es teñida de azulado del carate, de pómulos salientes, nariz chata y pequeña, boca grande y un algo sumida, frente ancha, ojos hundidos, mirada dura. Hélo aquí, á grandes rasgos. Vestía una entre camisa y túnica de color blanco que le bajaba hasta la caderas, y que llevaba ceñida á la cintura con un cordoncito también blanco; pantalones negros, los pies desnudos. Tenía sobre el pecho un gran escapulario de no sé qué Santo. Llevaba yo la firme intención de conducirme como periodista, no haciendo á Tamayo pregunta alguna, porque me parecía algo así como poco generoso eso de ir á molestar á un ser tan desdichado únicamente para satisfacer después la ajena curiosidad, de modo que me guardé bien -á pesar de las instancias de los que me acompañaban- de romper el embarazoso silencio que siguió á nuestra llegada. Me pareció, por la manera como chupaba el cigarro, que encendió en cuanto llegamos, por el contínuo entrelazar y soltar los dedos de entreambas manos, por el modo como hizo carrizo, por casi todo sus menores ademanes, que aquel hombre estaba haciendo una violencia suprema para aparecer tranquilo. Cuando, poco después habló, sus palabras confirmaron mi creencia. Visto que yo no cejaba en mis propósitos de mutismo uno de los caballeros le dijo: -¿Comulgó hoy Tamayo? -Sí, señor, contestó él. -¿Y quedó tranquilo? -Sí, cómo nó, mi don, dijo, frotándose las manos, y enseguida, con un ademán raro que yo no sé como explicar, levantó la cabeza y echó hacia arriba el humo de su cigarro. 148 El Periodismo en Antioquia Siguióse un breve silencio que rompió él, diciendo: -El corazón es un buen amigo. -¿Por qué dice eso? Le preguntó alguno. -Ah! Porque yo hacía días estaba aburrido con el día diez (en esa fecha comenzó su Capilla.) Se dirigió hacia él, para despedirse, uno de los caballeros y él se puso en pie y le tendió la mano. A las palabras de consuelo, de aliento, y á los ofrecimientos, contestó dando las gracias, y cuando le preguntó si estaba bien tranquilo respondió, no sé con qué resignada tristeza. -Yo más bien soy flojo para eso. -Pero Ud. va a hacer una buena muerte. -Sí, cómo nó, yo ya estoy reconciliado con Dios, dijo con lo labios temblorosos, y miró al Cristo, con ojos que mojaron las lágrimas. Y también sé, añadió volviéndose á su interlocutor y parpadeando mucho como para atajar el llanto, que todos nacimos para morirnos y lo mismo es con bala que de otro modo. Vea, caballero, dijo en seguida, apretando la mano del que se despedía, y ya muy conmovido, dígale a su señora y á sus hijitos que le pidan á Dios que me dé resignación. El terrible estado de ánimo en que estaba ese desgraciado dio pronto al traste con la sujeción en que yo había logrado mantener mis nervios, y aprovechando la confusión que produjo la entrada de otros visitantes, me escurrí, profundamente triste, abatido, pesaroso de haberme metido allí. Ya en el corredor oí que decía alguno que le hablaba de su próxima muerte. -Mi compañera hoy es la muerte. Se puede decir que ya yo no soy Jesús Tamayo sino un espectro. Esa noche -la última- durmió poco; se detuvo paseando á ratos, á ratos rezando, y sólo á eso de las tres de la mañana logró quedarse dormido, sentado en el escaño. A las cuatro lo despertaron para asistir á la misa. El Periodismo en Antioquia 149 La ejecución El señor Comandante de la Gendarmería, Coronel Marciano Madrid, fue lo bastante fino conmigo para esperarme, como me lo había prometido el día anterior, en la esquina de su cuartel á las cuatro de la mañana, con el fin de hacerme entrar á la Cárcel para asistir a Misa y á todos los preparativos de la ejecución. Decía aquélla el R.P. Orrio, Jesuíta, y le ayudaba el R. P. Perea, franciscano. Inmediato al altar, del lado del Evangelio estaba Tamayo, de rodillas, en actitud recogida y tranquila. Asistían, además, el señor Alcalde, un amigo que entró conmigo, haciéndose pasar por mi secretario, algunos empleados del establecimiento y tres ó cuatro soldados. Después del Sacerdote, en la Misa comulgó Tamayo. Dejó, entonces, el P. Perea de ayudar á la Misa, y se arrodilló á su lado para rezar con él. Terminada la misa, á las cuatro y media, el P. Perea y Tamayo, continuaron algún tiempo su rezo de rodillas. Después éste, encendió un cigarro y se puso á pasearse tranquilamente por el cuarto, á conversar y á chancearse con los empleados y oficiales que entraban y salían. Tomó con gusto el desayuno que le llevaron, después de lo cual volvió á rezar un poco con los dos sacerdotes. Concluido el rezo, á las cuatro y cuarenta y cinco minutos, entró un soldado con el vestido que debía ponerse para ser fusilado: pantalones negros, una chaquetica de igual color y una cachucha negra también. Lo recibió él, y se lo puso con entera tranquilidad. Ya ataviado así, volvió á pasearse, á conversar y á chancearse. A alguna cosa que le dijo el señor Alcalde y que yo no logré oír, contestó él, y terminó diciendo: -Yo me voy con Cristo. -Eso es, así se hace, repuso todo conmovido el Coronel Betancur. 150 El Periodismo en Antioquia A las siete menos cuarto, se presentó el Capitán Barón, espada en mano á notificarle que había llegado la hora de partir. (Antes había firmado, en la portería, un papel en que constaba que había recibido al reo Jesús Tamayo para ajusticiarlo.) Para ver lo que pasaba entonces en la calle y presenciar la salida de Tamayo, me coloqué en la puerta de la Cárcel, del lado de adentro, en seguida de la guardia que estaba formada en el zaguán. Afuera había dos coches, en medio de numerosa escolta que marcaba el paso al son del tambor con sordina y la multitud que esperaba la salida del reo. Pocos instantes después, el oficial mandó echar al hombro á la guardia, por delante de la cual pasó Tamayo, erguido y firme, aunque intensamente pálido. Iba asido del brazo del Coronel Uribe y lo seguían los R. P. Orrio, Perea y Velasco, el Coronel Marciano Madrid y el Capitán Barón. Al llegar á la puerta se quitó la cachucha para saludar diciendo: "Salud, señores" y con paso firme se dirigió al primer coche y subió á él, acompañado de los tres sacerdotes y del Coronel Uribe. Al sentarse, saludó por la portezuela, la multitud que le rodeaba. Subieron al segundo coche el señor Juez, Dr. Martínez, el médico nombrado para el caso Dr. Alberto Uribe, el Inspector del barrio, su Secretario y dos caballeros más. En medio del más profundo silencio un empleado leyó desde el balcón que está sobre la puerta de la Cárcel, el siguiente pregón: "Jesús María Tamayo, natural de Bello, vecino de Medellín, y reo del delito de envenenamiento en la persona de su mujer legítima, ha sido condenado á la pena de muerte, que va á ejecutarse. Si alguno levantare la voz pidiendo la gracia, ó de cualquiera otra manera ilegal tratare de impedirlo, será castigado con arreglo á las Leyes." Redobló el tambor... y principió esa espantosa calle de la amargura de aquel infortunado, desde allí hasta el Puente de Guayaquil, donde estaba el patíbulo. El Periodismo en Antioquia 151 Apresuré el paso hasta verme delante del séquito y seguí, con el objeto de observar bien el lugar del suplicio. Poco antes que yo había llegado el señor Comandante de la Policía y había hecho despejar á la concurrencia, formando un gran semi-círculo. Cerca á la primera pilastra del puente, á mano derecha, estaba clavado el banquillo. Consitía éste en una especie de taburete, de asiento un poco bajo, y con un espaldar alto, de tres barrotes, todo pintado de negro. En el barrote transversal del espaldar había medio envueltos algunos lazos. A las seis y cuarto llegó Tamayo. La escolta que custodiaba los coches se abrió en dos alas, desde el patíbulo, en dirección á la calle que va del puente á la llamada Calle del Medio, dejando ancho campo para la escolta que debía obrar en aquel drama. Bajó Tamayo del coche con mucha impavidez y dio algunos pasos, abrazado al R. P. Velasco y al señor Comandate de Policía. No pude saber quien, pero ví que alguno le sirvió un trago de aguardiente en un vaso, que él lo llevó á la boca sin que la mano le temblara, y que lo tomó sin hacer ni un gesto. Dio algunos pasos más hacia la derecha, siempre rodeado de los tres sacerdotes, que se interponían entre él y el patíbulo, sin duda sin el caritativo fin ocultárselos, del señor Comandante de Policía y de algunos oficiales. Uno de ellos le ofreció otro trago que recibió y tomó como el primero. Se dirigió, en seguida al terrible taburete, y ya cerca á él, tomó un tercer trago. Entre tanto la escolta que debía matarlo se había retirado algunos metros por el camino que conduce al Poblado. Ya cerca al patíbulo, de pie, hacia el lado derecho, se quedó únicamente acompañado de los tres sacerdotes: el P. Perea á su izquierda, á su derecha el P. Velasco y el P. Orrio. Tomó de manos del P. Perea un Crucifijo é hizo ademán de que iba hablar. Tocó silencio la corneta, y Tamayo con 152 El Periodismo en Antioquia voz fuerte y entera, y con ademanes enérgicos, dijo, entre otras, estas ó parecidas palabras: "Hermano míos: "Aquí tenéis un espectáculo para escarmiento" "Señoras, porque por allí he visto algunas, madre y padres de familia eduquen á sus hijos. ¡Educación! Si no quieren Uds. algún día pasar por el tormento que hoy sufre mi pobre madre." "Hoy hay mucho desgraciado, se... (no pude oír qué) y yo en este momento no me cambeo por ninguno" "Dentro de cinco ó seis minutos estaré yo delante del tribunal de Jesucristo; delante de Dios que es el dueño de todo, y ¡qué cuenta tan terrible tengo que darle!...¡qué cuenta!...¡qué cuenta!.. "Pero yo tengo confianza porque Dios no es vengativo... "Jesucristo (poniéndose el crucifijo cerca á la cara) yo he pecado, pero estoy arrepentido ¡perdón! Tres dulcísimos nombres de Jesús, María y José, perdón, tened piedad de mí... En tus manos encomiendo mi espíritu". "Por otra parte voy á explicar, si el Sr. Prefecto me lo per mite (dirigiéndose hacia donde se hallaba el Sr. Comandante de la Policía) "Hay personas que no creen en Jesucristo. Sí crean, vean yo lo tengo aquí véanlo (muy emocionado, mostrando el crucifijo á la concurrencia) Si hay algunos que no crean yo les ruego por Dios (se puso de rodillas, con los brazos abiertos) que no nieguen los Misterios de la Virgen Santísima y de su Hijo...que la Virgen (se puso de pie) es lo mejor, lo más querido lo único que tenemos en el mundo (los tres sacerdotes, con los sombreros en la mano, las cabezas inclinadas, lloraban) la verdadera Madre de nosotros...He dicho" Acabó de hablar, y se sentó resueltamente en el banquillo. Entonces pasaron por delante de él dos soldados con una mesa redonda, que colocaron á la derecha. El Periodismo en Antioquia 153 La escolta que se había retirado, volvió silenciosamente y se colocó á unos pocos pasos de Tamayo. El se puso, entonces de rodillas, lo rodearon de cerca los tres sacerdotes, rezaron algo y el P. Perea le dio la bendición. Volvió á ponerse de pie, entregó el crucifijo, estrechó la mano de cada uno de ellos y se sentó de nuevo. Por segunda vez leyó un oficial el pregón que se había leído desde el balcón de la Cárcel. Cuando Tamayo se puso de rodillas y lo rodearon, para bendecirlo, los tres sacerdotes, estaba á mi lado un canalla con saco, con botines, y con tragos, echando sapos y culebras contra "estos malditos curas," como si ellos fueran los causantes de la muerte de Tamayo, como si la hubieran ordenado, ó como si la hubieran ejecutado, cuando no hicieron otra cosa que acompañarlo día y noche en su capilla, sufrir con él, llorar con él, consolarlo, alentarlo, prepararlo -conforme a su misión á su doctrina- para el temido paso á la eternidad, y por último, llevarlo hasta el lugar de su suplicio y presenciar allí aquel tremendo espectáculo. Y todo, por amor, por interés de aquella alma, sin obtener otra ganancia que la satisfacción del deber cumplido. Ni soy mojigato, ni gusto de hacer alarde de mis creencias religiosas, porque yo no las tengo para negocio, pero me sofocan siempre las injusticias y por eso no paso ésta en silencio, y por eso hoy siento en el alma no saber el nombre y el apellido del miserable que vilipendiaba á los sacerdotes para clavarlo aquí con todas sus letras, por vía de castigo. Se siguieron unos segundos de horrible angustia, mientras llegaba quien lo amarrara. Pasó cerca á él, el señor Comandante de la Policía y le dijo, con mucha tranquilidad: -Me van á vendar ó me dejan así. -Aguárdese un momento, contestó aquél. Algo dijo después Tamayo á la escolta, pero tan paso que yo no oí, á pesar de estar colocado cerca de él. 154 El Periodismo en Antioquia Llegó Jenaro (Guasca) y lo amarró á la silla. Inmediatamente el P. Perea le puso una venda sobre los ojos, y mientras la amarraba por detrás de la cabeza, hablaba, hablaba, hablaba. Amarrada a la venda, se estuvo un momento el Padre de pie cerca á él rezando algo. De pronto se retiró ¡Que angustioso momento! Vi yo, entonces, brillar la espada en manos del capitán Barón. Los ocho soldados de la primera fila echaron un pie atrás, prepararon, tendieron sus fusiles hacia aquel desdichado... y ... sonó la descarga. Tamayo dio un ligero salto, inclinó la cabeza sobre el pecho, echó el busto hacia la derecha, con la chaquetilla desabrochada y rota por las balas, y que un poco abajo del costado derecho dejaba ver una herida grande, y con el brazo derecho colgando y la mano hecha pedazos. Boqueó dos ó tres veces. Volaron hacia él dos de los sacerdotes y lo enderezaron, al mismo tiempo que la segunda fila de la escolta reemplazaba á la primera. Breves instantes. Prepararon, apuntaron y dispararon. El desgraciado Tamayo terció violentamente el busto hacia el lado derecho, echó la cabeza hacia atrás y estiró la pierna derecha. Se acercó el doctor, lo auscultó y declaró que había muerto. Subido sobre la mesa que habían colocado hacia la derecha del patíbulo, dijo el R. P. Orrio, profundamente emocionado, una patética y elocuente oración fúnebre, terminada la cual se descubrió y rezó por el alma del ajusticiado. Pasado todo esto, y mientras los fotógrafos señores Manuel Botero Y Benjamín Calle plantaban sus máquinas delante de aquellos despojos sangrientos, pude ver los estragos de las balas en el cuerpo del infeliz Tamayo. Una bala entró en el cuello dejando descubierto el hueso que llaman de la manzana; dos en el pecho (una de ellas rompió El Periodismo en Antioquia 155 uno de los escapularios, el más pequeño, y lo introdujo en la herida. De allí lo sacó mañosamente el R. P. Perea) otras dos, un poco más debajo de las costillas. Una bala -quizá la única inofensiva- rompió el espaldar, arriba de la cabeza de Tamayo. La concurrencia al sangriento drama fue,para honor de Medellín, escasa y compuesta en su mayor parte, de mujerzuelas, de borrachines y de perdidos. Conforme lo ordena la ley, dos horas quedó expuesto el cádaver. De allí fue llevado en el "Cajón de Animas" á la Capilla de San Antonio y en seguida al cementerio. (E.P.D) 156 El Periodismo en Antioquia CARLOS E. RESTREPO Juan Machado, el maquinista: un héroe oscuro Tal vez algunos de los lectores que hayan visitado a Puerto Berrío, antes del 7 de agosto de 1.897; conocieron a Juan Machado, el Maquinista. Era un mulato listo, de un carácter avispado, simpático y servicial; tenía en aquella fecha como 25 años, era delgado, de constitución fuerte y nerviosa. Nació en la ciudad de Antioquia; de cinco años lo llevó su madre al puerto; hacía veinte que luchaba con el paludismo de esa tierra, que asistía a los trabajos del Ferrocarril y que se educaba en la escuela varonil del trabajo, del peligro y del sufrimiento. Fue uno de los primeros colonos que acompañaron al señor Cisneros a desbravar las selvas del Magdalena. Juan Machado vio armar las primeras locomotoras del Ferrocarril de Antioquia; de niño jugó con ellas, trepó sobre las ruedas y durmió sombreado por sus vientres de acero. Así se explica como, de joven, las conociera al dedillo, comprendiera hasta el último detalle de su estructura, y fuera tenido por el mejor mecánico práctico de la Empresa. Conocí a Machado cuando él tenía unos doce años; su inteligencia y su viveza me interesaron y preguntaba frecuentemente por él. Y con frecuencia se me referían acciones de energía o de carácter ejecutadas por ese mulato animoso, pero no diré sino la última, en la que rindió la vida como un héroe; como héroe de verdad, sencillo y sublime. En 1.894 lo encontré de maquinista en el Ferrocarril. En el primer leñateo en que el tren se demoró, después de la El Periodismo en Antioquia 157 Palestina, le pregunté por la causa del terrible desastre ocurrido en este punto el año anterior y me dijo: - Yo no estaba de maquinista aquel día. Lo ocurrido fue un deslizamiento del tren; y al llegar la locomotora al puente, que tenía una curva en la mitad, ésta se abrió y dejó precipitar los carros al abismo. Si yo hubiera dirigido la máquina ese día habría ordenado abrir los breques y echado la máquina a todo vapor. Verdad es que podíamos habernos estrellado pero se había evitado que la tensión de los breques abrieran la curva; esto era seguro; aquello, apenas probable. Al expresarse así, con una tranquila seguridad, se sonreía, como significándome: Si se me ocurre, lo hago, soy capaz de tomar estas resoluciones; y me dejaba ver el filo de sus dientes blancos. La leña fue recogida; Machado subió a la máquina y yo al carro de pasajeros y me puse a meditar en lo precario de la vida que llevan los trabajadores del ferrocarril, donde - según la expresión del señor Cisneros - cada polín de la línea representa un hombre muerto. Y seguí meditando en las injusticias de los gobiernos y del criterio humano: aquellos quieren ascensos y pensiones para los soldados vulgares a quienes casi siempre la indefensión de sus contratos proporciona un triunfo fácil que no ha de servir sino para empeorar la suerte de la Patria; y el criterio humano glorifica a los macheteros inútiles, y ensalza, y analiza sus hazañas las mayores simplezas de su vida. Pero los héroes humildes como Juan Machado, los zapadores del trabajo fecundo, no tienen ni una cruz que señale la oscura fosa donde yacen; no tienen más que el beso y el abrazo de la tierra que fue maestra para ellos cuando quisieron hacerla madre para otros. En la fecha apuntada - 7 de agosto de 1.897 - se inauguró la estación de Caracolí; por la noche, después de los regocijos de costumbre, la locomotora número 7, manejada por Juan Machado, conducía un tren, con numeroso pasajeros, hacía Puerto Berrío. Al empezar la pendiente del Marengo, el 158 El Periodismo en Antioquia esfuerzo de los breques fue infructuoso; el vapor contrario, estéril; la locomotora arrastraba los carros con vértigo desenfrenado. Machado gritó al fogonero: - ¡Tírate, nos vamos a estrellar! - Y tú? - Yo muero aquí en mi puesto! El fogonero se botó y se salvó. Juan Machado tomó tranquilamente las maniguetas de los frenos; se aferró a ellas y con la locomotora, fue a estrellarse en el barranco del frente. Cuando se encontró su cadáver deforme, las manos crispadas empuñaban las maniguetas. Allí estaba su puesto; allí el deber! Distritos # 35, diciembre de 1973, enero 1974. Centenario del Ferrocarril de Antioquia El Periodismo en Antioquia 159 LUIS LATORRE MENDOZA El aeronauta Antonio Guerrero En 1875 vino a Medellín un joven mejicano que respondía al nombre de Antonio Guerrero. Acróbata de alto vuelo (aquí sí cabe esa locución), de una acrobacia hasta entonces desconocida por acá, traía un enorme globo de trapo, no para echarlo solo, como lo practicara don Juan Carrasquilla y Monge, sino para elevarse al cielo con él, y de qué modo: en un trapecio colgante, haciendo zafones y volteretas... y a la buena de Dios, donde cayera... Así podía descender en una ciénaga. Como en un árbol o en una torre. Y esto si el descenso se verificaba agarrado del aparato, que si no, lo mismo venía a dar la caída en cualquier parte. En tal caso... ¡velorio!, como dicen por acá... En aquella época se elevó Guerrero cinco veces con relativa facilidad. Siguió luego su peregrinación. Periódicamente volvió a Medellín con sus compañías de acróbatas y volatines. Siguió elevándose hasta notar que escaseaban las fuerzas y entonces confió este ejercicio a sus discípulos Parra y Artiles, quienes verificaron varias ascensiones en Medellín, de 1887 a 1896. El último aeronauta de esa rara y valerosa especie fue Domingo Valencia, antioqueño, que después de 1905 en que aquí actuó, recorrió entre aplausos las repúblicas del sur. Antonio Guerrero fue un caballero en toda la extensión de la palabra. Humilde y sencillo, vivía persuadido de que sus inauditas hazañas podían ser realizadas por todos los mortales; siendo así que para poder llegar allá, es bien grande la cantidad de coraje que se 160 El Periodismo en Antioquia necesita, y sobre todo, tener muy bien, pero sumamente bien puestos los pantalones... Sabe Dios lo que suda el que se aventura en un avión moderno bien sentado y sabiendo el destino que lleva.. Pero aquello de ir colgando de un trapecio y sin tener idea de lo que al final lo aguarda... ¡al demonio! Luis Latorre Mendoza. Libro de oro de Medellín Editorial Bedout; Medellín, noviembre de 1975 El Periodismo en Antioquia 161 ANTONIO JOSÉ RESTREPO (ÑITO RESTREPO) Recuerdos sobre Medellín Mis recuerdos de esta ciudad, hoy opulenta, poblada de 100.000 almas y anhelante como siempre de progreso, bienestar y luces, cruzada por un gran ferrocarril, por varias líneas de tranvías, con magníficas carreteras sobre las cuales hormiguean centenares de automóviles y carruajes de toda suerte; mis recuerdos, digo, de la capital del Estado Soberano de Antioquia y hoy Departamento del mismo nombre, datan de 57 años... Eso hace, corno quien no dice nada, cuando, caballero en una mulita baya plomiza, que en los prados de mi pueblo natal, Concordia, se había criado y embarnecido, y que, corno yo, por primera vez pisaba a Medellín, llegamos a la posada cubiertos de pantano hasta las orejas, corno que entonces apenas si había caminos transitables entre mi distante y querido pueblucho y la incipiente Villa de la Candelaria, corno se la llama también por su patrona reverenciadísima. Vine entonces de paseo, chicuelo de 13 años, y apenas si pude darme cuenta completa del estado de la ciudad, su importancia y su empuje civilizador. Volví a ella 2 años después, en 1870, ya como estudiante de un colegio que acababa de fundar allí un bogotano muy sonado como buen institutor, Sr. D. Graciliano Acevedo. Como recuerdos singulares de aquella mi segunda estada en la reina del Valle de Aburrá, guardo los dos siguientes: el haber conocido a nuestro gran poeta regional, don Gregorio Gutiérrez González, que del brazo de dos amigos suyos, subía por la plazuela de San Roque hacia su casa, por los lados de San Francisco. 162 El Periodismo en Antioquia Admiré su rostro largo y un tanto desencajado, a que daban relieve y enmarcaban unas patillas que fueron negras de azabache, sin duda, y que a la sazón más eran blancas que sal. Ya Gregorio era célebre, ya nos había entusiasmado a todos los antioqueños con su inmortal poema del Maíz, y ya reputé siempre como una gran fortuna para mí, el haberme topado con aquel grande hombre en la hermosa plazuela por donde yo transitaba todos los días de mi posada al colegio. Fortuna que cogí por los cabellos, que en él eran luengos y en bucles de bomba por detrás. Fortuna de última hora, como que yo me volvía a mi pueblo, decepcionado del muy mediano colegio, y el gran poeta revolvería ya por todos los rincones su "Aleluya" o saludo victorioso a la muerte, que rondaba junto a él y lo hacía decir: "jAleluya!, jAleluya! Ya la muerte con su mano de hielo me tocó" El otro recuerdo, que me asalta ahora, como si lo estuviera viviendo en este instante, fue el haber visto al célebre matemático y abogado doctor Juan Esteban Zamarra, muerto cuanto uno se puede morir y estirado cuanto largo era, en una pobre tarima desvencijada, en la Calle de Guayaquil, con unos trapos sucios en forma de rollete (o cripa, como dicen aquí), levantándole un poco la cabeza, la boca desmesuradamente abierta, los gruesos labios caídos y los ojos extraviados, vuelto lo negro de la niña hacia adentro, y formando todo él un conjunto lamentable de pobreza, de abandono, de soledad y de olvido. Unos pantalones de dril aplomado, de guasca, que llamábamos, le cubrían las luengas piernas y canillas, que remataban en dos zapatos sin calcetines, tan viejos como el difunto y que por lo grandes y deshormados "pudieran ser tumba a dos filisteos", según la descripción salerosa de Quevedo sobre los del licenciado Cabra, en, su regocijado "Buscón"... El Periodismo en Antioquia 163 Este doctor Zamarra fue el defensor de Mosquera en el ruidoso proceso político que le siguieron los radicales legalistas. Fue Procurador General de la Nación a los 25 años, y fue el que habiendo encontrado alguna vez, aquí en Bogotá, a un ladronzuelo que se entró en su departamento, a vaciar una gaveta donde había mucho dinero, le dijo dulcemente: "no se azore usted por mi intempestiva llegada; coja, coja más dinero, coja todo el que necesite que usted es padre de familia; yo soy soltero y necesito poco", y le ayudó a llenar los bolsillos con los patacones que aún le quedaban en el fondo del arcón. Zamarra era nativo de la ciudad de Antioquia, vivió muchos años en la capital de la República y murió en Medellín, tan pobremente como lo hemos descrito atrás, y en ejercicio de la profesión de abogado, ya con mínima clientela, porque el demonio alcohol le había hecho perder fuerzas, reputación y vida... ...Cuando volví a Medellín, en el año de 1875, a seguir estudios en la Universidad, ya la Villa de la Candelaria comenzaba a ser una ciudad encantadora, rica y sabia, con aquel centro docente y muchísimas escuelas y colegios de primera fuerza. El doctor Berrío, que ya no era el Presidente ilustre de Antioquia, y que al comenzar aquel año yacía moribundo en el vecino pueblo de Santa Rosa de Osos, había traído para impulsar la instrucción pública en el Estado, una Misión pedagógica alemana, que había renovado en aquellas montañas todos los métodos educativos, y puesto al Estado conservador por excelencia, a mayor altura quizá que la lograda para el resto de la nación por el Presidente Salgar y su ministro incomparable. Regía ya los destinos de Antioquia un ilustre hijo de Medellín, don Recaredo de Villa... ...Muerto el doctor Berrío, subido al poder el honorable banquero y débil gobernante, señor de Villa, quedaba la guerra casada, cual suele decirse. El propio pueblo, el bajo pueblo antioqueño, que es muy inteligente, cantador y medio adivino, 164 El Periodismo en Antioquia formuló el problema político de aquellos días, en la siguiente copla, glosada en cuatro décimas que Espinel no hubiera desdeñado: Ya murió el doctor Berrío, cabeza de Medellín; quedó Recaredo Villa esperando el porvenir... En febrero de ese año de 1875, me tocó ver también el cadáver todavía caliente en su lecho mortuorio del gran gobernante de Antioquia. Fue ello en la misma calle que comunica las plazas de San Roque y San Francisco, la calle aquella por donde había de subir Gutiérrez González en vía para su casa. Apenas amanecía en un día de aquel mes, y estando de pie contra las dos alas del portón de la casa que tapa la Calle de El Palo, que era donde vivía mi condiscípulo y amigo fiel Antonio María Restrepo Cadavid, al lado de su tío, el canónigo de la Catedral, don Sebastián Emigdio Restrepo, llegó éste, como entraba en su casa, a tomar el desayuno, después de decir su misa y dar una vuelta por la ciudad, inclinándose con cierta satisfacción: "Caballeros, ha muerto el Juliano el Apóstata de Antioquia...". Fuimos inmediatamente a la casa antigua del cura de Rionegro, cuando la Convención, don Joaquincito Restrepo, y allí vimos, todas las ventanas y puertas de par en par y alguna gente llorosa por los pasillos y alcobas, al grande hombre extendido de largo a largo en una cama de negro caoba. Medellín se estremeció entonces en todos sus ámbitos, y Antioquia lloró lágrimas vivas, menos los liberales, que tenemos las vesículas de las lágrimas cansadas de llorar por los de nuestra casa. En la Catedral antigua (hoy tiene la ciudad una famosa en el barrio que llamábamos entonces de Villa Nueva) se celebraron las honras fúnebres del doctor Berrío El Periodismo en Antioquia 165 "Justo en el nombre y en los hechos justo", como dijo un poeta de los que enlutaron su lira en aquellos días por la muerte de aquel modelo de gobernantes honrados, progresistas, ni hipócritas ni farsantes... Antonio José Restrepo. Libro de Oro de Medellín. Editorial Bedout, Medellín, noviembre de 1975 166 El Periodismo en Antioquia JOSÉ VELÁSQUEZ GARCÍA (JULIO VIVES GUERRA) Vegetarianos de camama Lo del vegetarianismo me parece una filfa, una guasa, una tomadura de pelo. No hagan ustedes caso de los apóstoles del vegetarianismo, o como se llame el hecho de alimentarse uno con yerba y cogollo, que es, en suma, la teoría vegetariana. Esos propagandistas llegan al comedor de un hotel y piden vegetales á grito pelado, no se los comen, sino que á furto, se los echan al bolsillo, y luego van a sus casas y se ponen redondos como cuarteleros, a fuerza de bisteques. Todas estas sapientísimas reflexiones me las sugiere la lectura de este suelto, que copio de una revista madrileña: "Para conmemorar el sexto aniversario de su fundación, celebró un banquete la Sociedad Vegetariana Española. Sólo se comieron vegetales. Hubo elocuentes brindis". Hasta aquí, lindo aquello; pero como el vino viene de las uvas, y las uvas, estén ó no verdes, son vegetales, el alzón que los socios se arrimarían debió de ser digno de Alejandro Magno, quien, aunque no vegetarianizó, se amarraba cada magna que temblaba Macedonia. Para cuando funden aquí una sociedad vegetariana, ya me imagino el menú del primer banquete: Sopa de plátanos - Caldo de yucas - Arracachas de sopa Caldo de papas - Plátanos en caldo - Sopa de yucas - Caldo de arracacha - Sopa de papas etc. etc. Así, variadito, para que los socios no se aburran, y el que se aburra es por desigente. El Periodismo en Antioquia 167 No se tocará piano, porque las teclas son de marfil, y el marfil es animal, sin perjuicio de que pueda serlo el pianista. Todo con mucha escrupulosidad, porque, ó es uno vegetariano ó no lo es. ¡Los discursos! Aquello será de alquilar balcones: "Señores - dirá el presidente cuanto vegetariano, - nos hemos reunido como los granos de una mazorca, en torno de esta mesa de pintado fino, para comernos sobre limpio mantel de algodón, este suculento banquete preparado por una cocinera que, maguer animal, por lo flaca puede asimilarse á una caña mecida por el viento. ¡Ah, queridos cuantos vegetarianos colegas! Ved aquí la papa, cuyo redondo vientre semeja uno de esos astros que en las noches alumbran los cereales; contemplad esos plátanos, que, como el caudoso huésped de Halley, son cometas del cielo vegetariano; admirad esas yucas, pituita castísima de las gripas de Ceres; extasiaos ante ese arroz, vía láctea de la frugalidad!... ¿Y qué es vegetariano, señores? ¡Ah! Un hombre que, después de maduras papayas, digo, de maduras reflexiones, torna á la senda florecida en donde el verde de la yerba, el amarillo del plátano y el morado de la arracacha, forman como los colores de la bandera vegetariana, y... y...". Aquí el orador se le atraviesa en el gargüero un palo de yuca, y tose en medio de repetidos aplausos. ¿Los vegetarianos? ¡Bah! Por ahí anda don Ciriaco, un Tolstoy del vegetarianismo, quien siempre que me ve, me da la gran lata catequizándome. El otro día tópeme con él, de manos á boca, sin que pudiera yo sacarle dos lances y salir por los pies. -¿Qué hay? Me gritó. ¿Siempre carnívoro? - Se hace lo que se puede, contéstele. - Hombre, deje la carne. - Más bien dejo el demonio. 168 El Periodismo en Antioquia - -No. Le digo que deje de alimentarse de carne. No hay como el método vegetariano. Vea como estoy yo. Efectivamente, don Ciriaco usa unas sotabarbas nerónicas. Le pregunté: -¿Comerá usted chicharrones, mantequilla, huevos, pescados; beberá leche, en reemplazo de la carne? - Nada. Vegetales y sólo vegetales, como decía no recuerdo si Balaán o Hamlet. - Debió ser la burra, que fue vegetariana por parte de madre... ¿De modo que usted se hubiera muerto de hambre, siendo Noé? - No, eh. - Porque me supongo que habría vegetales en el Arca. - Sí, ya había yerba para los animales vegetarianos. Don Ciriaco me lanzó una mirada tan olímpica, como desde la cumbre de un saco de maíz, y se alejó, cuan vegetariano es. Anoche le vi llegar al Hotel América. - Sírvame una comida, gritó, en la cual no entra ningún animal. - Don Ciriaco, le dijo el mozo humildemente, es que tengo que servirla yo. - Por supuesto, y andando. - Es que como usted dice que no entre ningún animal... - Traé la comida vegetariana, pronto. El mozo, que no ha oído en jamás de los jamases se hizo el distraído, y chuletas van, morcillas viene, gallinas corren y pollos vuelan. - ¿Y eso es vegetarianismo? Le pregunté á D. Ciriaco, entrando de repente. - Me miró, se puso rojo de la tupa, tosió, empuñó un galápago de gallina y respondió con voz unciosa: - - Fue que... fue que... ¿Pero no se acuerda que estamos en cuaresma? Hoy es viernes y... El Periodismo en Antioquia 169 - ¿Y qué? - Pues que ustedes ayunan con carne, y nosotros los vegetarianos ayunamos los vegetales. Aquello era tan lógico, que me dejó perfectamente edificado. Fíense ustedes de los vegetarianos. A lo mejor son capaces de comerse una oreja. La Crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro. Imprenta Nacional de Colombia, Mayo de 1997. Tomado de Volanderas y Tal, 1911. 170 El Periodismo en Antioquia JOSÉ LUNA El vuelo de ayer El vuelo de ayer. De acuerdo con lo que se había enunciado, se verificó el primer vuelo del aviador Geo. Schmidt. Del patio fronterizo de la hermosa casa de campo "La Pradera" de propiedad de don Roberto Medina, quien la cedió al efecto gratuita y generosamente -salió el aviador guiando su biplano, en dirección oeste, a las once y cuarenta y cinco. Ante el impulso poderoso del motor de ochenta H.P. y sobre las dos pequeñas ruedas enllantadas en que se sostiene en tierra, recorrió vertiginosamente los primeros treinta o cuarenta metros en el declive del prado, para levantarse con cierta pausa y majestad, con las ondulaciones suaves de una ave enorme, hasta alcanzar una altura de quinientos o seiscientos metros. Iba ya al occidente del río. Tomó luego la dirección noroeste y sobre los espléndidos campos de Guayabal, Belén, América, Robledo y Belencito, hasta acercarse a Itaguí al regreso, dejó oir el martilleo potente del motor, anunciando a los labriegos espantados la prodigiosa conquista, por el ingenio humano, del espacio infinito. A las doce del día volvió con matemática precisión; después de realizar giros y movimientos diversos, que mostraban el seguro y absoluto dominio del aparato, a tocar tierra en el punto mismo de partida. Varios miles de espectadores se aglomeraron en el contorno a presenciar el espectáculo, decorando vistosamente las colinas y prados vecinos, llenando las casas y aun los árboles. La salida del aviador se hizo difícil, demorada y peligrosa por la actitud inquieta de la enorme muchedumbre. Y al remontarse Mr Schmidt, hubo en ésta un silencio ansioso, El Periodismo en Antioquia 171 que estalló en un grito delirante y unánime ante la magnificencia incomparable y emocionante del espectáculo,y ante la maestría indudable del aeronauta. Así que, al regresar éste, tranquilo y sonriente, de su excursión maravillosa, fuese objeto de una ovación tan sincera como merecida, en la que sobresalía el entusiasmo femenino por el valor sereno y la gracia varonil del joven aviador, mencebo de veinte a veintiún años, que fue obsequiado con hermosos ramos de flores. Ya que algún día habría de llegar la aviación a estas montañas, cuyo desarrollo fabuloso ha agitado tan intensamente, la mente humana en los últimos años, cábenos la satisfación de consignar aquí que el primer sportman que se ha presentado -el señor Schmidt- es un verdadero experto que ha logrado darnos una idea completa de esa maravilla del progreso moderno, que quedará siempre como una de las más grandes conquistas del siglo XX. !Vaya un aplauso para el valiente aviador! Primer vuelo de una empresa colombiana (febrero de 1920) Guillermo Echavarría Misas Listo pues,tanto el hangar como el avión F-40, procedimos a la inauguración el día 15 de febrero de 1920 con asistencia del alcalde y demás autoridades y también del arzobispo Pedro Adán Brioschi quien después de bendecir el avión con el nombre de "Cartagena", pronunció unas breves palabras elogiando mucho a los antioqueños. Luego emprendimos el vuelo de inauguración, el piloto, el alcalde de la ciudad, la reina del carnaval que se celebraba en esa época, doña Tulia Martínez Martelo a quién llamaban Tulipán primera, y mi persona. Volamos sobre la ciudad, la bahía de Cartagena y dimos varias vueltas al monumento a la bandera. El periódico El Porvenir sacó ese día una edición especial en formato 172 El Periodismo en Antioquia pequeño que lanzamos desde el aire. Este vuelo duró media hora. El día 22 del mismo mes, o sea siete días después de la inauguración resolvimos iniciar el primer vuelo de una ciudad a otra. Este se efectuó entre Cartagena y Barranquilla con correo y pasajeros, siendo el suscrito el conductor del correo, el cual iba en una valija con un peso de cuatro kilos. Conservo el original de la planilla y la etiqueta de la valija de este primer correo, cuyas cartas llevaban las primeras estampillas impresas especialmente para el correo aéreo de esta compañía. No tengo palabras para describir el entusismo de los barranquilleros al vernos llegar; el recibimiento que nos hicieron fue como el que se le hace a un héroe o a un jefe político notable. A poco de llegar y después de los efusivos saludos y consiguientes abrazos de los representantes de la autoridad y de amigos y desconocidos, organizamos unos cuantos vuelos que calificamos de vuelos de sport, pues muchos quisieran sin demora ensayar tan novedosa experiencia. Cabe anotar que en uno de estos vuelos de sport voló el general Benjamín Herrera el día 3 de marzo de 1920. En: La Organización. Medellín, enero 27 de 1913. El Periodismo en Antioquia 173 MARCO FIDEL SUÁREZ La paciencia Los periodistas más timoratos van a poner el grito en el cielo y a rasgar sus vestiduras si leen este artículo de mosaico gramatical y filosófico, porque van a imaginarse que hemos tenido que pasar varios días de turbio en turbio buscando los guijarros y preparando la argamasa para formarlo. Pero no se asusten, ni se escandalicen, ni supongan que hurtamos el tiempo a quehaceres más obligatorios y serios al dedicar nuestro descanso a estas explicaciones y defensas. Sepan que hace muchos años tiene el autor de este escrito acopiadas y dispuestas las especies de que él consta, y sepan que esto proviene de cierta persecución de que dicho autor fue entonces objeto por haber confundido el significado de los verbos sufrir y padecer. Los escritores de esa época, así liberales como conservadores, eran muy cuidadosos en puntos de lenguaje, y los políticos solían practicar aquel consejo de don Quijote a Sancho: "Los gobernadores por lo menos deben saber gramática". Hasta los más señalados publicistas vacaban entonces a estos estudios, como lo dirán los que recuerden, por ejemplo, la polémica que en este tiempo sostuvieron hombres tan ilustres como Miguel Antonio Caro y César Conto sobre la propiedad del verbo clausurar. Ahora es otra cosa; ahora el modernismo de nuestros escritores no profesa siquiera francas herejías en ningún orden de ideas, ni adolece de asoladoras dudas, sino de indolencia mental. Por obra de esa indolencia, para él es lo mismo la devoción que la impiedad, y eso se le da que digan "hubieron" o "hubo" fiestas, "conozco a París" o "conozco París". Pero a veces no paran aquí las cosas, sino que se convierten en verdadero desdén 174 El Periodismo en Antioquia antigramatical, llegando los modernistas a ser práctica y teóricamente enemigos de esta especie de ramo del derecho. Sí, el buen decir y los fueros del lenguaje tienen, aunque desvanecido, cierto tono jurídico, dado que la lengua es parte muy importante del patrimonio de los pueblos, y dado también que la sociedad tiene derecho a que no se pervierta adrede su idioma. Algunos de nuestros actuales periodistas, además de martirizar la gramática y el vocabulario, se secan de risa cuando oyen hablar de estas cosas y sienten lástima de los que todavía cultivan esas materias o les dan importancia. Protestemos contra este Kaiserismo que quebranta los preceptos y se burla de ellos. Decíamos que este escrito está preparado hace mucho tiempo, desde que nos cayó encima un diluvio de críticas por haber dicho sufrir en lugar de padecer de asma. Esta crítica y la que soportamos en materia de maquiavelismo y del propósito de que se nos atribuyó de asesinar colectivamente al partido liberal, fueron Para Nosotros en nuestra juventud motivos de desvelos y pesares. Según ciertos escritores de entonces, no quedaba duda de que nuestra hipocresía era la más redomada del mundo y de que, además de seguir al pie de la letra los consejos de Nicolás Maquiavelo, poseíamos un depósito de agua tofana y máquinas infernales destinado y adecuado a destruir en una noche el gran partido liberal. Estos cargos, incluso el de sufrir y padecer, nos hicieron gran mella y nos obligaron a escribir defensas que en su mayor parte quedaron inéditas, debido a que pronto pasó la avenida de aquellas persecuciones, como pasará la actual que tiene por objeto las cualidades de apaches que se nos atribuyen. Los apuntes relativos al sufrimiento y la paciencia son los que publicamos hoy, o mejor dicho, la materia que nos ha servido para amasar este artículo. Porque aconsejamos a un amigo que en lugar de volarse o irritarse tuviera calma y paciencia respecto de las adversidades e injusticias de ciertos políticos, deducen algunos de nuestros El Periodismo en Antioquia 175 escritores que le aconsejábamos negligencia, relente y descuido. Han asegurado, pues, estos censores que por el hecho de recomendarle paciencia a aquel sujeto, le queríamos decir: "Duerma, Amigo, y no se intranquilice ni incomode; haga usted como el último emperador de Occidente, que cuando le dieron la noticia de que los bárbaros habían tomado a Roma, el emperador se quedó muy fresco y aun se volvió en el lecho para el otro lado porque le explicaron que se trataba de la capital del imperio y no del gallo Roma, a quién amaba con grande amor". Pero el caso es que los publicistas que así piensan, piensan en desacuerdo con escritores insignes y con pensadores de lo más grande que pueda recordarse. El doctor Santos, director de El Tiempo, juzga que la paciencia no es energía ni virtud; pero el gran don Francisco de Quevedo y Villegas escribe que la paciencia endiosa en cierto modo al hombre, y que una prueba de la divinidad de Cristo es ella. La Gaceta Republicana, dirigida hoy, según dicen, por el antiguo director de la policía nacional señor don Gabriel González, considera que la paciencia es distintivo de personas dejadas, indolentes, y para poco; pero Hernando de Zárate, gran clásico y moralista, enseña que así como la moneda encierra todos los bienes materiales, así la paciencia incluye todos los bienes del alma. El doctor Nieto Caballero o quienquiera que en El Espectador trata estas materias, supone aquello mismo, esto es, que paciencia es desidia y cosa de haraganes; pero él sabe muy bien, erudito e ilustrado como es, que la Biblia al enumerar los motivos que animaron a Judas Macabeo a buscar la alianza de los romanos, dice que uno de ellos fue el saber cuánto habían hecho en España, y cómo habían puesto debajo de su poder los mineros de plata y oro, y cómo habían conquistado toda esa región con consejo y paciencia. Otros diarios, y entre ellos talvez el perseguidor de los apaches, se han escandalizado quizá también a causa de aquel consejo; pero contra ellos se levanta uno de los 176 El Periodismo en Antioquia primeros ingenios de la antigüedad, uno de los entendimientos, más valientes que han ilustrado al mundo, y cuyo apellido no nos atrevemos a citar, aunque sí su nombre propio. Tulio, en efecto, define la paciencia diciendo que es el voluntario y prolongado soportar de cosas arduas y difíciles en obsequio de fines honestos. Paciencia, pues, según el grande orador, es sobrellevar voluntaria y tenazmente las dificultades y los peligros para alcanzar un fin bueno. No es paciencia aguantar la adversidad en atención a un fin depravado; no es paciencia la del salteador que por robar sobrelleva las privaciones y las inclemencias de la naturaleza; pero es paciencia la voluntad del hombre que se tiene firme contra la fortuna y contra sus adversarios, sin aflojar ni abatirse, doblando la cabeza para que el turbión pase e irguiéndola luego para seguir ascendiendo hacia el fin que se propone. De manera que la campaña emprendida por cierta prensa muy escrupulosa contra la aconsejada paciencia de que tratamos, tiene en su contra a escritores sumamente autorizados en el análisis filosófico y moral de esta materia y también en el significado de los términos. Nosotros, salvando naturalmente las consideraciones personales, seguimos más bien a Cicerón que a cierto belicoso diario; anteponemos el libro de los Macabeos a El Espectador; juzgamos que este negocio está mejor tratado por Hernando de Zárate que por la Gaceta Republicana, y no vacilamos en poner, aunque con pena, al doctor Santos un grado por debajo del señor de la torre de Juan Abad. La paciencia no excluye el dolor ni la expresión del dolor; la paciencia no es indolencia. Por el contrario, su valor moral requiere que vaya integrada por la pena, porque la indolencia no constituye materia de sacrificio. Un tronco insensible no puede ser sujeto de resignación, de energía ni de paciencia. Luis de León, que comentó el poema más sublime que haya sobre el dolor, dice: El Periodismo en Antioquia 177 “Si Job no hiciera demostración de su dolor, su paciencia no aparecería. No está el buen sufrir en no sentir, antes lo fino de la paciencia es cuando el dolor abrasa y cuando el agravio se pone ante los ojos estar la razón con Dios firme y constante. No es ajeno del buen sufrimiento el quejarse, porque la queja es natural al dolor. Libre el hombre y sometido a los golpes de la suerte, a las saetas del prójimo, a las pruebas y castigos de Dios, puede recibirlos de tres maneras: o con indolencia, como criatura sin corazón y sin lágrimas; o con debilidad, que puede traducirse en ira o en abatimiento; o con firmeza, procurando anular los resultados de la adversidad, obrando siempre, y confiando en que cuando pase la avenida, la obra del perseguido, si es justa e inocente, resultará así ante el juicio de los hombres o ante el juicio del señor. La paciencia de los santos es el sumo posible en estas cosas, y especialmente la de los mártires. El resto de los mortales apenas puede procurar un breve grado en ese camino, interrumpido a cada paso por la flaqueza del ánimo y por las sombras de la mete. De muy contados es ascender al monte desde el cual se ve brillar la estrella consoladora de la conformidad con la voluntad divina, y desde donde se escucha muy lejano el ruido de las tempestades del corazón.” Ahora, para entender las relaciones y diferencias entre el sufrir y el padecer, citemos algunos pensamientos de ciertos libros a que puede aplicarse aquello de que lo mejor es libro viejo para leer, vino viejo para beber y amigo viejo para tratar. "Los tormentos y los tiranos padecen a quien los sufre", dijo Quevedo, y quiso significar con eso que la tolerancia y sufrimiento con que se soportan las injusticias, hacen que los autores de ellas experimenten pena. Padecer es, pues, sentir dolor; sufrir es soportarlo, sobrellevarlo, tolerarlo, pasarlo con valor y buen ánimo. No todo el que padece sufre, verbigracia, el bruto siente el dolor que le atormenta o agobia, pero faltándole el albedrío, 178 El Periodismo en Antioquia es incapaz del esfuerzo que corresponde al sufrimiento. No todo lo que sufre padece, y así el mar que sufre las tempestades, no puede decirse que se duele ni que padece. Séneca dice que el no sentir los males no es de hombres y el no sufrirlos no es de varones; de suerte que la indolencia no es cosa humana propiamente, así como la cobardía y el abatimiento no son de verdaderos varones. Esto se halla de acuerdo con el pensamiento de Valdaura cuando dice que no sentir es de insensatos y que saber sufrir es de cuerdos; y con el de Guevara, cuando hablando de un mártir escribe que sentía el dolor como animal y lo disimulaba como hombre. De lo cual se deduce que padecer significa de suyo sentir dolor, y sufrir vale llevar, sobrellevar, soportar, tolerar, pasar ese mismo dolor, términos que denotan un padecer acompañado de esfuerzo para no postrarse, sino para seguir andando bajo la carga, como lo denotan etimológicamente algunas de aquellas palabras, soportar, sobrellevar, subferre, sufrir. Pero a veces, aunque pocas y traslaticiamente, sufrir no significa dolor, como cuando se dice que el yunque sufre el martillo o que el mar sufre los vientos. (Fragamento) El Periodismo en Antioquia 179 TOMÁS CARRASQUILLA Del Medellín colonial La gente vivía encantada en este como limbo de la monotonía y la rutina. El pueblo, sometido o esclavo, sólo trataba de servir a sus señores, de aprender la doctrina y de aprender los preceptos de Nuestra Santa Madre Iglesia. Al indio o liberto que no fuese a misa se le daban azotes. La potestad paterna y la sacerdotal eran tenidas como fuero divino. Los padres concertaban los matrimonios entre sus hijos y los hijos se sometían. Acaso influyera en esta docilidad el que los hijos varones, por no tener casi ninguno una profesión que les diera independencia económica, tenían de acatar la voluntad de quien les daba todo. La vida de estos magnates, sin política, sin finanzas, sin prensa, sin espectáculos, sin clubes, sin cafés, sin parrandas, tenía que apacentarse en los remansos de la Religión y del hogar, con alguna salidilla a sociedad. En efecto: se levantaban con el alba, desayunaban, iban a misa, volvían a tomar la media mañana, se iban a bañar al río, a pie o a caballo, almorzaban a las ocho, echaban siesta hasta las once, tomaban el pisco-labis, daban otro trasiego, comían a la una, iban a visitar al Santísimo, tomaban la media tarde; se iban de caminata a las cuatro, con tertulia y paliqueo. A las seis rezaban el rosario, y si era en invierno, jugaban baraja hasta las ocho o nueve, cenaban y... a dormir. Si era en verano salían de visita casi siempre con la mujer; él envuelto en su capote; ella en su mantellina, muy custodiados de dos negros, que los alumbraban con faroles. ¿Y qué hacían aquellas señoronas, sin modas ni espectáculos? Rezar, comadrear, como ahora, y a falta de bailes y teatros, jugar día y noche que aquello era. El doble de las ocho, para pedir por las ánimas benditas o para encomendarse a ellas, era también toque de queda. A tal 180 El Periodismo en Antioquia hora salía la ronda, convenientemente armada, para evitar todo desorden y hacer retirar las gentes sospechosas. Se celebraban fiestas de santos, embarazos de las reinas, nacimientos de príncipes, jura de nuevo rey, como regocijos públicos; como regocijos privados, bautismos y casamientos, con vino legítimo, mistelas caseras o pastas monjiles. La mayor gloría de toda casa chapetona o criolla era sacar un hijo sacerdote o leguleyo, y una hija religiosa, y exhibir sus pergaminos. ¡Oh, los pergaminos! En ellos se probaba que por las venas de una familia no corría gota de sangre morisca ni judaica; que ninguno de su estirpe había sido penado por la Santa Inquisición; que el solar ilustre existía en talo cual paraje y que su escudo, como lo atestiguaba el dibujo de rúbrica, constaba de tantos y cuantos cuarteles, de estas y aquellas insignias, a cual de todas más significativa. Eso lo guardaban y veneraban, como los israelitas las tablas de la Ley. ...Sabido es que, desde fines del siglo XVIII había aquí varios comerciantes que acudían a las ferias de Cartagena, con escala en Mompós; y años después, previo testamento y arreglo de conciencia se iban por esas Antillas, españolas o no. El comercio, el aire monumental que le daban los dos monasterios, unido al crecimiento de la Villa y a la mejora de la edificación fueron poderosos a que los candelaritas pusieran muy alta la puntería, que nada estimula tanto como el vivir en casa buena, piadosa y linajuda... ...Trabajo, hidalguía, devoción y amor al rey, fueron los cuatro pilares en que se sustentaron las virtudes y el recogimiento de esta Villa, tan limpia y tan bonita, hasta el fin de la Colonia. A varios señores les entró el deseo de sacar hijos combinados de sabiduría y de virtudes y enviaron algunos a Santa Fé, a cursar Leyes, Teología y Humanidades, en esos colegios de Santo Tomás, San Bartolomé y Nuestra Señora del Rosario. Parece que unos Restrepos, un Zea, un Sa1azar, un Aranzazu, un Corral y algunos otros resultaron algo El Periodismo en Antioquia 181 entendidos. Hasta "Historia de la Revolución de Colombia" escribió uno de ellos; y la tal obra, según aseguran los que saben no ha sido superada por otra alguna en tierra colombiana... Tomás Carrasquilla Libro de Oro de Medellín. Editorial Bedout. Noviembre de 1975. (Medellín) 182 El Periodismo en Antioquia “LA DAMA NEGRA” El ventaneo El año pasado se suscitó en este mismo periódico una ardiente polémica sobre el ventaneo, motivada por el discutido y discutible "Protocolo" que publicó mi excelente amigo, doctor Tulio Ospina, que quiso poner a nuestra sociabilidad una camisa de hierro, caprichosa y arbitraria. Las antioqueñas dizque no somos sociables como las bogotanas; eso es quizá un mal, pero lo prefiero así a una sociabilidad protocolaria y pegajosa. ¡ De la gente pinchada líbranos Señor! Yo no tomé parte en esa discusión porque todavía no era escritora. (¿Lo seré ya?) Si hablo tan tarde sobre el asunto es porque en lecturas recientes he topado con algo que echa por tierra las palabras del señor Ospina al afirmar que la fea costumbre de conversar los novios por la ventana es raizal de Medellín y no originaria de España. El hallazgo consiste en una bellísima oda de don Juan Antonio Cavestany, académico de la lengua castellana, diputado de cortes, español chapado a la antigua y personaje de muchas campanillas, oda en que hace el más entusiasta elogio del ventaneo y lo proclama el símbolo hermoso que encierra la gracia divina de toda la tierra española. ¿Quién será más autoridad en estas cosas: el "Protocolo" antioqueño o el académico Cavestany? Oigamos el canto de éste en sus estrofas más significativas: ¡La reja! Sus hierros, que besa la luna, allá en la desierta calleja moruna, encierran misterios y encantos sin fin: parece que exhalan cubiertos de flores murmullos de besos, palabras de amores, promesas de citas y olor a jazmín. El Periodismo en Antioquia 183 Tras ella adivina quien pasa a su lado Un busto de nieve de nardos cuajado, Dos ojos muy negros, que acechan quizá, Y el "cuánto has tardado" y él "heme aquí ya". ¡Benditas mil veces las rejas hermosas, cubiertas de albahaca, claveles y rosas, que aromas derraman y prestan calor! ¡Qué moza garrida, que joven pareja naciendo andaluza, no puso en la reja el fin de sus ansias y el sello a su amor! ¡Cuán dulces en ellas las noches calladas! Rumor de suspiros, brillar de miradas, El largo coloquio de inmenso placer; La música extraña del blando (...) Que sabe a caricia, que suena a gorjeo Saliendo de labios de aquella mujer. Oíd ahora este pequeño poema en que con pincel de maestro se describen como típicas de España, escenas iguales a las que todas las tardes podemos presenciar en las calles solitarias de este Medellín de mis pecados: Detrás de los hierros cual banco tesoro, La bata crujiente, más limpia que el oro, Que mueve el latido de un seno vivaz; Delante, flotando ligera y galana, La capa torera, con vueltas de grana, Y el ancho sombrero que oculta la faz... Y pasan los años, los años crueles, Y hay siempre en la reja de albahaca y claveles La misma cortina de inmenso verdor: Hay siempre una mano que cuida las flores: Son otras mujeres, son otros amores... Se van los amantes, mas queda el amor. Donde hay una reja discreta y florida 184 El Periodismo en Antioquia Hay siempre una hermosa de amores herida, Que ocurre a la seña del tierno galán. Pero leed estas dos estrofitas que parecen dedicadas a don Tulio Ospina y que a cualquiera le prueban cómo el ventaneo sí es costumbre española y no invención del tenientillo de Facatativa que se descubrió mi ilustre amigo Ospina: ¡Oh reja que tienes de altar y de nido quien nunca a tus hierros llegó conmovido detrás del encanto de un rayo de sol, de un goce completo no guarda memoria, ni quiso de veras, ni sabe qué es gloria ni acaso ha debido nacer español! Mujer andaluza, cubierta de flores, Sentada a la reja y hablando de autores No es sólo una moza garrida y gentil; Es símbolo hermoso que encarna y encierra La gracia divina de toda la tierra Que el Betis fecunda, que horda el gentil. He probado, pues, con palabras de un académico sapientísimo de la lengua española, de todo un diputado a las cortes de Madrid, que quien no ha tenido con su novio coloquios a través de la reja "ni sabe qué es gloria, ni acaso ha debido nacer español". Es tan natural el ventaneo, como natural es que se amen un mozo de treinta años y una morena de veinte, de grandes ojos negros, resplandecientes como soles y como ellos deslumbradores. La Dama Negra Antología de escritoras antioqueñas 1919 - 1950. Colección de Autores Antioqueños. Imprenta departamental de Antioquia, septiembre de 2000 El Colombiano, Medellín, 5 de julio de 1920, s.p. El Periodismo en Antioquia 185 “LA DAMA NEGRA” Una venganza Tengo para mí que uno de los rasgos característicos de la mujer es su índole vengativa y rencorosa. Nosotras perdonamos, olvidamos a veces, pero siempre nos vengamos, sobre todo cuando se nos ha herido el amor propio. No creo yo que esto sea malo. La venganza, decían los antiguos, es placer de los dioses; y yo añado: la mujer que no sepa vengarse noblemente, no es mujer. En los tiempos heroicos de la andante caballería se consideraba la venganza como una virtud excelsa. Me he echado este párrafo para decir que si insisto en hablar del ventaneo es tan sólo por vengarme del autor del "Protocolo" que se permitió en una reunión reciente, según me contó mi comadre Rosalía Pava, decir que yo, La Dama Negra, soy un hermano del doctor N.N. (como si fuera permitido dudar de la identidad misma de las personas. Cuando estuve en Londres me hablaban del poder que tiene una autoridad que allá apellidan el Palermo. Dicen que puede hacer todo cuanto quiera menos cambiar el sexo de las personas. Pues bien, esa facultad inaudita la posee el culto caballero de que vengo hablando; pero, a pesar de todo, yo sigo siendo mujer, con todas las pequeñas pasioncillas y los defectos que caracterizan nuestro sexo. ¿Por qué diría mi contrincante que yo soy hermano del doctor X? ¿Se le olvidaría que el protocolo (Pág. 000) manda llamar a las personas por sus nombres y no por otras designaciones depresivas? Y no es depresivo decir que una mujer no es sino la hermana, la sobrina, la nuera, etc., de fulanito tal o cual, 186 El Periodismo en Antioquia como si una no tuviera su propia personalidad. Yo, francamente, cuando no oigo más recomendación de un hombre que el hecho de ser pariente de tal persona muy visible, empiezo a dudar de los méritos del recomendado. Y así nos pasa a todas. Tengamos cada una nuestros méritos o deméritos personales, y seamos en todo caso "nosotras mismas" para que nos conozcan por lo que hacemos y decimos y no por circunstancias de familia. Yo por ejemplo, soy La Dama Negra, y nada más que ella, aunque nadie me conozca ni tenga her manos de calidad, como los que quieren atribuírseme. Insisto, pues, en probar que el ventaneo - feo y ridículo, impropio de hombres serios y de señoritas dignas - es costumbre santafereña y española, no original de Medellín, como lo sostuvo el "Protocolo, que se la acumuló a un tenientillo de Facatativa, De hoy más célebre y benemérito en los fastos en la ventanil galantería. Para probarlo me basta reproducir un artículo chusco publicado en Bogotá por un diario bastante leído y autorizado. Dice lo siguiente con el sugestivo título de "Costumbres que se van". Del mundo bogotano están desapareciendo varias cosas, lentamente, pero visiblemente. Restos del pasado español se van destiñendo al impulso de otras costumbres, más serenas y casi siempre pintorescas. El clásico pelar la pava, típica moda española -oh encantadora madre Patria- parece que anda agonizando. Ha sido cuestión de pocos años. Nos hemos civilizado lo bastante para abandonar tal cursilería. Gentes que hablamos en dólares no es posible que andemos alimentados, ahora como antaño, de piropos tan dulzarrones como sinceros. Apenas quedan restos, en calles un poco excéntricas, de El Periodismo en Antioquia 187 aquella adorable costumbre. Son los veteranos de la vieja guardia que mantienen el campo hasta los últimos instantes. Tienen todos los encantos de los grandes heroísmos, en los momentos supremos. Parejas que aún dan colorido a ciertas calles y a ciertas horas, vosotras sois los representantes románticos de un pasado que se extingue. (La crónica, Bogotá, 19 de febrero de 1919. Para remachar el clavo, cito apenas unos lindos versos del saleroso Julio Vives Guerra llamados “Su excelencia pela la pava... ” en que el leidísimo cronista de las "Volanderas" prueba que desde los remotos tiempos de la Colonia los virreyes mismos cuchicheaban a las hermosas, palabras de amor, a través de las rejas. Oíd siquiera esta estrofilla del dulce vate montañés: La reja se entreabre pausadamente, una dama por ella su rostro avanza, avizora con una mirada ardiente y, al ver al embozado, tenue sonrisa se dibuja en sus labios... Sopla la brisa -¿Sois vos?- dice la dama; y el embozado -Yo soy, doña Violante -contesta- ahora anhelo que digáisme sí ya, en buenhora, hállase el vuestro pecho por mí acuitado. 188 El Periodismo en Antioquia * * * Y el "Protocolo" tiene el desuello de decir que la costumbre de "pelar la pava" fue inventada en Medellín hace pocos años. ¡Qué tal que los virreyes resucitaran! La Dama Negra. Antología de escritoras antioqueñas 1919 - 1950. Colección de Autores Antioqueños. Imprenta departamental de Antioquia, septiembre de 2000 El Colombiano, 13 de julio de 1920, s.p. El Periodismo en Antioquia 189 LUIS TEJADA En el pueblo Es verdad que después de muchos años de andanzas por el mundo, yo debía volver al pueblo de mis padres. Mi tío Eustaquio me había comprometido; me había dicho: -Si no quieres volver a ver los abuelos, no vayas; pero debes ir. Te mandaré a la estación a Pancho Villa, que es un macho número uno. Un macho que costó cincuenta mil pesos. ¿Quieres? No hubo más remedio; aquel sábado tomé el tren, después de envolver cuidadosamente unos pantalones de repuesto por si me tumbaba el macho en el camino. En la estación encontré puntualmente a Pancho Villa, alto, negro, con el hocico claro y peludo y las orejas nerviosas; me eché una sincera bendición, porque nunca soy tan cristiano como cuando me acerco a una mula desconocida, y la emprendí por el sendero amarillo hacia la cordillera. Era ya tarde cuando no nos encontrábamos aún en la mitad del camino solitario. La noche clara y tremenda se abrió sobre nosotros; estábamos en lo más abrupto de la montaña. Ciudadano, yo, de las ciudades vivas y encendidas, de las ciudades tentaculares, pobladas de gritos mecánicos y envueltas en ardiente ajetreo, aquella soledad, aquella soledad angustiosa poseyó mi alma. Había un olor penetrante de tierra virgen, un perfume Acre de rastrojo húmedo y denso; el piscuis cantaba incesante en el monte y las gallinas ciegas cruzaban fatídicas a uno y otro lado del sendero. Hubo un momento en que el misterio entrañable y desgarrador de la montaña se hizo tan agudo, tan palpable, alrededor, que me detuve atónito y permanecí sumido con alma y corazón en aquella soledad 190 El Periodismo en Antioquia imponderable. Creo que descendí y abracé al buen Pancho por el cuello tibio, y mirándolo a las húmedas pupilas, le dije con mi acento más loco y más profundo: -Pancho, amigo mío, ¿tú no comprendes la tristeza de la tierra? ¿No te sientes abrumado por un dolor trascendental en medio de esta cañada desolada? Quedóse callado, pero yo lloré en silencio, porque había sentido aquella noche, como nunca, el espíritu trágico de la naturaleza. En la casa. Llegué al fin. En la casa del tío había nacido un niño el día anterior y me invitaron a conocerlo. Entré a una estancia que trascendía a alhucema; las mujeres y los criados caminaban sobre la punta de los pies y hablaban paso. Alguien me dijo: entre por aquí, y entre; pero estaba encandilado y no vi nada, en absoluto. Me tomaron por los brazos y empujándome suavemente me hicieron sentar. Miré a un lado y a otro. De pronto, en un extremo fue dibujándose una forma clara; había allí un lecho, sin duda, porque percibí blancas sábanas extendidas y un almohadón grande hacia los pies; donde debía estar la barandilla, destacáronse dos brazos desnudos y albos, cruzados hacia arriba, como las dulces asas de un jarrón. Entonces me penetró el encanto tierno y casto de aquella estancia. Dije con suavidad: -María, ¿cómo estás? Una voz inefable contestó desde la cama: -Yo bien; ¿y vos? De otro rincón surgió una mujer oscura y exclamó avanzando: -¿Quiere ver al niño, Luisito? -Bueno, veámoslo. Fuese hacia la cama, trajo un envoltorio menudo entre las manos, y se colocó de lado junto a la puerta mostrándomelo: El Periodismo en Antioquia 191 -¿No le parece muy grande y muy bello? Me incliné. De la boca informe como un hueco hecho con el dedo en el barro, salía un hilillo blanco; no vi ojos, no vi varices, sino una pequeña masa roja rodeada de trapos y cruzada por delgadas arrugas. No me pareció, en realidad, ni muy bello ni muy grande, pero dije: -Sí, está precioso. María, pálida y dulcísima como las sábanas de su lecho, como un pañuelo blanco arrollado en la cabeza, miraba y esperaba. La partera interrumpió: -Así lo tuve yo a usted, Luisito. ¡Si yo lo ayudé a nacer! Un leve estremecimiento me invadió y me quedé mirando a aquella mujer misteriosa, que me sacó a la vida con sus manos gruesas. Pensé: esta señora tiene sin duda una parte de la culpa de mis pecados, una parte de culpa de mi alegría y mi dolor, en la vida grave que me ayudó a vivir. La abuela. Fué a donde la abuela muy temprano. Me arrojé contrito sobre su seno, y sin que el tío lo percibiera, dejé un beso y una lágrima conmovida sobre sus manos sarmentosas que amasaron en otro tiempo el perfumado pandequeso para que yo lo robara luego del escaparate familiar. ¡Seno confortante y casto de la abuela! Al abrazarlo con unción, nos sentimos reintegrados a la fuente de nuestra estirpe, oímos palpitar la entraña fecunda, genitora, que bautizó con su sangre nuestras venas e infundió en nosotros el espíritu divino que hoy asoma a nuestros ojos. Recostar la cabeza sobre el seno santo de la abuela, es limpiar el alma de todos los pecados, es hacerse virginal y pequeño como un niño. Yo lo sentí así. 192 El Periodismo en Antioquia Ella. Sé que en el pueblo van a decir: esa es Mercedes. Pero no, no es Mercedes la que describo, es Ana Tulia o Ana Rosa o Matilde; es en el pueblo la novia eterna del muchacho que se fue una vez por el mundo y cuando volvió la encontró casada. Ella y yo nos quisimos de pequeños aunque no nos lo dijimos nunca. Íbamos juntos a la finca de mis padres y con los pies desnudos, jugábamos caracumbé y persiguiéndonos con ramas por las mangas. Yo alcanzaba para sus cabellos las flores moradas de los siete cueros y desde los altos árboles echaba sobre su delantal frutas campesinas. Cuando nos separamos, y yo vine al colegio, solo sufrí porque la dejaba. Pero le dediqué mis primeros versos y mis primeras nostalgias. Ahora en el pueblo sé que se ha casado y voy a visitarla, nos sentamos; hablamos de cosas indiferentes; un niño entra y sale y me siento conmovido, porque pienso si será ella. Quisiera preguntarle: ¿Y ese niño? Pero me temo que me diga "sí"; me levanto despidiéndome: "Adiós, señora", tranquilo al parecer ¡y con el corazón lleno de amargura! Las primas. Esa tarde estuve en la de una dulce prima provinciana, flor que rejuvenece y refresca el alma cosmopolita con su encanto de aldea. La tía. La tía es alta y altiva. Tiene esa nariz aquilina, con un promontorio descarado, esa nariz que es el sello de mi estirpe, que yo llevo en mí y que quisiera trasmitir a mis nietos como único patrimonio de mi raza. El Periodismo en Antioquia 193 Cuando ya voy a partir, la tía me entrega dos quesitos frescos, envueltos y liados con cuidado, y me dice: para que coma en el camino. Otra vez. Abandono las últimas tapias vetustas del pueblo y me siento otra vez incorporado al mundo, me siento de nuevo ciudadano del mundo, como el caracol que ha salido de su concha para no volverla a encontrar quizá jamás. Tomado de: Dos siglos de periodismo colombiano. Coreditorial; Bogotá, julio de 1985. Crónicas 1923 194 El Periodismo en Antioquia HORACIO FRANCO Por el apique abajo Cuenta Maudsley que cuando el célebre Burke visitó por primera vez un asilo de locos, manifestó su extrañeza de no oír nada que denunciara la presencia de los poseídos y salió admirado de la tranquilidad, del silencio del recinto terrible. Aquella impresión del político inglés es cabalmente la noción vulgar que tenemos todos de la locura. Cuando se habla de los locos, necesariamente nos imaginamos a seres sombríos y gesticulantes, de ojos incendiados por fulgores del infierno; de musculaturas terribles y de instintos asesinos; oímos sus carcajadas grotescas y salvajes, y por nuestra alma, llena de una espesa cordura, corre el escalofrío del terror. El miedo inconcretable nos sobrecoge y la sabia tristeza, el doloroso sentimiento estético que fluye de todas las ruinas, es suplantado por el espanto; la gran melancolía, el pensamiento recogido y taciturno que emerge de las amarguras definitivas y de los dolores irresistibles, huye vencido por el fantasma de livideces enigmáticas... A mantener este sentimiento de inhumano pavor contribuye la áspera tradición, la huraña cepa de los antiguos tiempos que aún nos alimentan con su savia milenaria. Los endemoniados de las épocas pretéritas que eran martirizados con inauditas crueldades y eran exorcizados con rituales de brujería y ceremoniales sabálicos, se nos presentan aún a nuestros ojos modernos con sus terriblezas de misterio; y el ímpetu ancestral de la defensa propia nos impulsa a huir, a ponernos lejos de sus trágicos alcances; a esconder el espíritu, para que no lo alucine aquel aliento endemoniado. Los infelices lunáticos son los emperadores de nuestro valor; ante ellos, haraposos y vencidos como son, titubea nuestra voluntad y tiembla el corazón en los umbrales del vértigo. Ellos están verdaderamente más allá del Bien y del Mal, y en sus órbitas El Periodismo en Antioquia 195 de fuego realizan muchas de las fórmulas del gran Paralítico que engendró al Superhombre... Ellos, los locos, son los señores de los espejismos, domadores de pesadillas, reyes de ensueños solitarios y enfermos. Acaso por eso, nuestro temor es una extraña mezcla de compasión y de miedo. Y sin embargo, son hombres; son de la misma pasta, del mismo barro infatuado de los hombres cuerdos. Ellos succionaron hasta el cansancio los senos del hampa; se hundieron en los abismos lujuriosos; templaron la débil nervatura humana hasta el paroxismo; sutilizaron la emoción hasta el desfallecimiento; chuparon como murciélagos el veneno de todos los deseos. Tal vez el huracán de herencias y atavismos arrastró sus conciencias desde los claustros maternos hasta los dominios de los manicomios; tal vez el fecundo beso que les daba la vida les grababa el áspero y atormentado itinerario de la muerte. Nacieron con la conciencia dolorida y purgan en el mundo, como víctimas expiatorias, el pecado progenitor que emponzoñó las fuentes sagradas; son los grandes irresponsables del dolor. En este duro breviario que hoy inicio los veréis aparecer amigos, como yo los veo. Acaso vuestro miedo se apacigüe cuando os muestre estos socavones que voy alumbrando con mi pobre lámpara, llena aún -contraste amable y triste- de aceite de resinas y de sándalo. Acaso vuestro pavor se trueque en piedad, en una gran piedad activa por esos círculos, para recorrer los cuales ninguna Beatriz, ningún Virgilio os saldrá al encuentro... De mí sé deciros, que en la alta noche, cuando todo duerme y el silencio abre sus alas membranosas para cobijar el mundo, he creído escuchar un gemido amargo, un sollozo comprimido, una amplia queja profunda que sale de esta casa y se va por los cielos infinitos buscando el regreso de las misericordias; y he creído que la luz de las estrellas se ha opacado; que la luna, serena y misteriosa, ha dejado vagar por su cara bruja un estremecimiento de ironía que parece una sonrisa de piedad y de dolor. (Septiembre 27-1922) 196 El Periodismo en Antioquia EDUARDO URIBE ESCOBAR Llamaradas y humoradas Todas las cosas de este mundo tienen dos caras: la que provoca el llanto o la aflicción, y la que nos hace reír y aun alegrarnos en ciertas ocasiones. Claro que a veces la intensidad trágica del acontecimiento hace posible sacarle el jugo cómico, cual sucede en presencia de un agonizante a quien no podemos celebrarle los divertidos y graciosos gestos que hace. Es curioso que con ser tan viejo el espectáculo de la muerte, no le hayamos cogido confianza y no nos atrevamos a divertirnos a su costa, como ocurre, por ejemplo, cuando algún prójimo pierde el equilibrio y se da algún nalgazo o enseña partes interesantes y sonrosadas... cuando es prójimo la víctima de las cáscaras de plátano o de los alisamientos traicioneros. No es que yo vaya a buscarle risa al siniestro espantoso del último sábado, pero ni yo ni el alacrán podemos con el genio y por eso tengo que anotar los comentarios cómicos que provocó el incendio. Cuénteme mi sobrina que casi todas las mujeres de la villa acudieron al teatro del acontecimiento - como decíamos ahora tiempos - en trajes no modestos ni vestidores como quisieran los miembros de la honorable Junta de Censura. Dizque había muchas enseñando, por debajo de los abrigos, los ribetes y encajes de las camisas de dormir y tan transparentes que, a la luz del incendio, representaban espectáculos de cine que lo dejaban a uno frío, a pesar del calorazo que despedían los edificios que el fuego devastaba. Lucían otras las piernas desnuditas, porque en la precipitación olvidaron las medias, y no faltaban quienes enseñaran, bajo las gorras, trencillas apretadas y marrones multicolores. Me dice también mi sobrina que una gentilísima dama se vio de pronto como parada sobre un pedestal de blanca espuma, que El Periodismo en Antioquia 197 algunos maliciosos tomaron por un montoncillo de ropa blanca, escurrida traicioneramente hasta los pies calzados con dos botas distintas. Es seguro que muchas encontrarían novio y otras lo perderían, por la desilusión consiguiente al desarreglo. Otro caso curioso fue el de una mujercita del pueblo que decía a su vecina: -¡Qué le parece, qué gente tan mala!- No permiten pañar nada y más bien dejan que todo se vuelva chicharrones. Mi muchacho corrió a ver qué cogía, pero esos lambones policías, apenitas lo vieron pañando unos papeles, le echaron mano y se lo alzaron. ¿No es admirable esta idea simplista del pueblo, muy natural y lógica? Así dizque lo comprendió don Ismael Correa, quien les dijo a los policías y particulares que trataban de ponerle a salvo los licores de la droguería: -Bébanse eso, muchachos, antes que se queme... Me cuentan, además, que cuando el fuego paseaba sus lenguas rojas y devoradoras por todo el frente de la manzana trágica, uno de estos judíos del marco -descuadrado ahorade la plaza, ofrecía en alta voz acciones de la Cía. Colombiana de Seguros a tres pesos, y dicen que alguno ofreció pagarle a dos noventa y cinco, para no perder tiempo. Me gustó mucho también haber visto el domingo por la mañana a un curita que se paseaba frente a las ruinas, cantando suavemente aquel bambuco de Julio Flores: “Oye, bajo las ruinas de mis pasiones.” Quien sabe qué lúgubre asociación de ideas despertaba en la mente del lírico levita el espectáculo de aquellas humeantes ruinas. N. de E. Crónica motivada por el incendio que arrasó el centro de Medellín. Octubre 31 de 1921. Tomado del Almanaque de don Alfonso Ballesteros, Medellín, 1983. La crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro. Imprenta Nacional de Colombia; Mayo 1997. 198 El Periodismo en Antioquia ADELFA ARANGO JARAMILLO La exposición de arte francés en Medellín y las modernas escuelas de pintura Las obras más notables de la generación actual no tienen el móvil de agradar. Las más renombradas son precisamente las que parecen haber sido construidas para la sola satisfacción de la sensibilidad del autor. El público no tiene por tanto que identificarse con el artista, quien parece decirle: "Agrádate mi obra o no, es lo mismo, porque no puedo dejar de pintar como lo hago. Mi sensibilidad suscita mi imaginación y no es la tuya la que va a dirigir mi mano" Los artistas franceses han tenido culto por la anécdota, la psicología, la pedagogía, la religión, la historia; por todo menos por la pintura. Para ello se han regido por principios inmutables y de medios que no se habían renovado hasta que los impresionistas la llevaron por una vía conforme a su destino; y, gracias a ellos, la pintura se ha hecho pintura. Este brusco cambio de técnica hace que los que visitan las exposiciones digan que lo que se les ofrece es una partida de "mamarrachos", y no hay tal: la generación actual hace esfuerzos inauditos para que la pintura no consista en la propia copia del artista, sino en un medio de disponer sobre el lienzo formas y colores. Teniendo esto en cuenta, al valorar la selecta colección de cuadros franceses, exhibidos en los salones del Club Unión, se observa que la mayor parte de los estudios son de tanto mérito que parece imposible que obras que lleven firmas de renombre mundial puedan ser contempladas por nuestro público, a un precio tan bajo. El Periodismo en Antioquia 199 En ellos se admira cuadros de todas las escuelas, desde “La puesta del sol en Provenza”, obra antigua del clásico Ménard, hasta las constructoras que siguiendo el plasticismo de Ozenfart y Jeanneret exhibe León Vought. De sus dos cuadros, “La bailarina” que se pone afeites, aunque repugnante a la vista por lo vulgar del asunto, es de una construcción y de un plasticismo tales que tiene detalles que parecen ejecutados en madera. Lo contrario sucede con el otro “En mi jardín” que teniendo las mismas cualidades técnicas del primero, cautiva por la delicadeza y el hermoso colorido de aire libre. Gastón Balande tiene una “Procesión de Hábeas” que puede considerarse como el gran grito del impresionismo de aire libre. “La feria en el país de Avranches”, de un colorido terroso, presenta a Alberto Bergevin como a otro maestro impresionista de transición. “La Bella Dormida” de Carlos Augusto Edelmann es un cuadro naturalista de un suave colorido y de una noble verdad. “El Puente gótico” (portada de la presente edición de Sábado), presenta a Jacquemont como el virtuoso en el modo de construir. Pocos pintores de hoy serán capaces de tratar así el rojo: es rojo el puente, son rojos los árboles y las montañas, rojo el lecho del río y roja el agua que tiene un sello tal de verdad, que al acercarse el espectador al cuadro siente la impresión de que moja. En “La torre a orillas del Ródano” hay un puntillismo tal, que la luz fastidia y pocos momentos después de mirar el cuadro hay que apartar los ojos que sienten la fatiga de la vibración, pues parece que el autor se haya complacido en la danza del sol sobre las flores, sobre la torre y sobre el suelo. El polaco Juan Peské, del grupo franco-polaco, tiene dos cuadros de un impresionismo neto: “La estatua de Carlo Magno” y “Nuestra Señora de París.” Nam, autor de los cuadros de gatos, que tanto han agradado al público por ser de escuelas menos avanzadas, es un 200 El Periodismo en Antioquia humorista y animalista muy querido en Francia, y por tanto sus obras son muy solicitadas. El gato de la ventana es de aire libre, y el de “La chimenea” es de luz de taller. Ambos tienen gran verdad. Fernan Piet, que obtuvo tres medallas en la exposición de París de 1900, está representado por los simpáticos cuadros impresionistas de transición: “En el parque Monceau” y “En el barrio de Anvers”, muy semejante este último a Los gamines de María Barshkirtseft, aunque de colorido más enérgico. Marcel Bach es un constructor lineal a lo flamenco y colorista a la manera de Dominico Theopocopule (El Greco), tendencias que se notan en sus cuadros “Paisaje y Viejas casas de Tarn.” Las dos obras de naturaleza muerta de Odette Chauvert, que han gustado también mucho, son construidas con gran definición de formas y sombras, con colores neutros y a fondo de madera. De Robert Villar, constructor de marcada influencia cubista, son “La gruta de Bretaña”, de un vibrante colorido, y una magistral composición racional: “Ternura”, que produce una gran sensación de agrado. De Federico Deshayes, otro impresionista de transición, hay “Dalias y ajíes” y “Pinos en el país Vasco”. Este último inspira una grata simpatía por tener una casita muy blanca, una gran sencillez y un magnífico estudio de luz, pues está bañado en azul sobre reflejos de arrebol. Tan atrayentes como “Pinos en el país Vasco” son los dos paisajitos de Gaspar Maillol, un primitivo moderno que lo mismo que Enrique Rousseau trata de reproducir la naturaleza con frescura de una manera muy franca. A Gustavo Luis Jaulmes, que es el primer decorador francés de estos tiempos, lo hemos conocido por su gran cuadro “Mujer joven”. Es un dibujante enérgico. Warroquier presenta “La borrasca y Soledad”, con líneas enérgicas muy definidas. “El Jarrón de eucaliptus” de André El Periodismo en Antioquia 201 Jolly es el cuadro de mejor colorido que hay en la exposición. Su autor es un puntillista de transición, pues las hojas están ejecutadas con gran corrección de dibujo. Hay dos pasteles de Roger de la Broye, impresionistas, de bastante vibración azul y de un rosa pálido muy suave. El impresionista Luce se da a conocer por sus delicados paisajes “Bañistas” y “Barca chata de río en Rosny.” André Dauchez tiene dos magníficos paisajes: “La ensenada de Karadam” y “La bahía de Combrit”, cuyas cualidades son la gran perspectiva, el espacio, la sutileza y la suavidad de colorido, sobre todo en el último. Quelvée tiene un óleo puntillista místico, “La Anunciación”, y una gouache (trabajo efectuado en papel de marquilla con los colores ocres ordinarios que llamamos bolos), “Santa Genoveva y las mujeres de París” es una obra que desconcierta al más entendido impresionista, y su originalidad será talvez de las que no podamos comprender por no estar preparados. “El Gallo de Verdilhan” es una de esas obras que dejan estupefacto al que las contempla. Su perspectiva hace ver que se tomó de un punto muy alto, con formas definidas, hermoso fondo de paisaje y colorido a base de blanco. Los cuadros de Andrés Leveillé, impresionista de gran técnica, tienen el mérito de ser ejecutados a espátula. Estos son: “Las bordadoras” y “Los pinos.” En el saloncito pequeño se han seleccionado las obras de más mérito. Allí se extasía un iniciado con los Gleize, los Lothe, los Favory, los Zingg, los Kvapil, los Perdriat y los Picabia. Los dos cuadros cubistas de Gleize son una especie de engaña ojos por el juego de líneas, de ángulos y de espacios coloreados con los colores primarios y binarios solamente. A primera vista se nota en ellos el eje vertical de división y otro de rotación que han servido para colocar los objetos de formas geométricas de manera que se equilibren. Este artista no se liga de ninguna manera sensible a las formas naturales. 202 El Periodismo en Antioquia Los Zingg, “Labor y Paisaje”, son de construcción enérgica, pero de poco movimiento. Parece que este artista imitara la quietud y las inanimadas actitudes de las pinturas de Egipto. Carlos Kvapil es un construccionista lineal de grandes conocimientos anatómicos, como lo prueban sus “Paisaje” y “Mujer Joven”. El estudio de la musculatura en este último es magistral, y el suave colorido del cuadro contrasta con la energía del dibujo. Andrés Lothe, pintor a quien no pueden comprender sino los técnicos es totalista. En su cuadro, “Bajo el boscaje”, se puede notar lo que los críticos dicen de este original artista: Renunciando al encanto de los colores huye también del cubismo por temor de empobrecer su arte; y a pesar de esta desprecia las reglas, se somete a los principios constructivos para poder dar estabilidad y equilibrio a sus obras. Las caprichosas direcciones de las líneas y sus relaciones con los ángulos, concurren a la armonía general en el cuadro, y su dibujo enérgico atestigua una rara agudeza visual. Une pues al cubismo la tendencia sensual, y al adaptarse a este medio tiene encantadoras creaciones. “La aldea” y “El puente”, de Andrés Favory, son dos obras en que se nota mucho la influencia de Lothe. Es de mucha expresión “El torero”, de estilo goyista, del español Francisco Picabia. Este artista reconocido por dadaísta forma con Mauricio Denis la escuela llamada dadá. Los pintores que la forman se ríen de todas las enseñanzas del pasado, y sin embargo no han creado nada. Al gran Rembrandt lo consideran como un embadurnador cuyas obras dan náuseas. Picabia y varios otros españoles prefieren más bien seguir las enseñanzas del Greco y de Goya que las de los franceses. Su otro cuadro, “María”, es de un dibujo muy descuidado. Otro español, el gran Paul Emile Pizarro, está representado por dos incomparables paisajes. El Periodismo en Antioquia 203 En “Jacqueline”, de la decoradora lineal Héléne Perdriat, admiramos la escuela ingenua o infantilista, que es la que ejecuta las obras a la manera que loasen los niños. Esto explica el mal dibujo del pie y el desmesurado tamaño de los ojos que le critican los que no conocen esta escuela. Con todo, la obra es bellísima por la suavidad que se desprende de ella. El vaso azul, aunque de mal dibujo también por ser de la misma tendencia, es muy simpático a la vista. Antología de autoras antioqueñas. Colección Autores Antioqueños. Imprenta Departamental de Antioquia, septiembre de 2000 Sábado No. 68, Medellín, 21 de octubre de 1922, pp. 856-857. 204 El Periodismo en Antioquia BLANCA ISAZA JARAMILLO El Manicomio de Sibaté Este pueblecillo de Sibaté ha dado su nombre al gran asilo de locos adonde nos dirigimos en esta mañana. Son unas pocas casas de teja, unas callecitas pintorescas, unas cuantas tenduchas de exiguo comercio. Un sol de invierno se filtra por los resquicios de algodón de las nubes altas y da al paisaje una suave claridad opalina. A la vera de la senda, algunos gamines desharrapados desafían el frío cortante como una cuchilla y juegan con una pelota de trapo que hace las veces de balón proletario. Al pie de los cerros escuetos que muestran como cicatrices rojas los caminos en ascenso, se divisa la construcción de línea simple y severa del Manicomio. Los edificios rodeados de jardines dan la idea de una pequeña y cuidada ciudad moderna, con claras avenidas pavimentadas y huertos pródigos y pinos austeros. Esto es bien distinto de lo que yo imaginaba; no hay murallas de piedra, ni jaulas, ni gritos, ni cerrojos, ni guardianes, ni desolación, ni angustia. Esto parece un gran internado campestre, un país de calma, una ciudadela de olvido. Nos reciben con hidalga cortesía los Hermanos de San Juan de Dios, que manejan con exceso de competencia esta casa de salud. La Orden Hospitalaria a la cual pertenecen los 39 Hermanos encargados del Manicomio, fue fundada en España en el año de 1537 por aquel apóstol de la bondad que se llamó San Juan de Dios. Cuenta la tradición que el santo pedía por la noche por todos los caminos y ciudades ls monedas que procuraban un poco de alegría y de pan de abrigo a los que habían perdido la razón y andaban por el mundo solos con su tragedia, entre la sombra cruzada de alucinaciones El Periodismo en Antioquia 205 de la locura. "Hacéos bien a vosotros mismos dando limosna", decía al alargar su mano ascética en demanda de la dádiva. Desde hace varios años es superior de estos Hermanos del Manicomio el Padre Javier Gutiérrez, un antioqueño de ascendencia vasca, un hombre de una nobleza y de una actividad y de un concepto eufórico de la existencia que nos reconcilia con la época signada de egoísmo y de mediocridad. lejos de toda propaganda, aislado del mundo entre su pueblo de alienados, con abnegación, con verdadero espíritu cristiano, con evangélica constancia, realiza su imponderable labor de misericordia. Para él, todos los locos son sus hijos, sus pobres niños grandes a quienes hay que dar gusto, que seguir en sus caprichos inofensivos, que enderezar suavemente en sus aberraciones, pero sin castigos, sin gritos, sin gesto adusto, sin palabra dura. Entre su pecho de atleta, bajo su estructura de pugil, esconde un alma tan iluminada y fina que más parece una copa de alabastro tocada por un resplandor celeste. Padrecito, le dicen todos los locos, padrecito, y le cuentan con frases incoherentes sus imaginarias tragedias, sus penas calladas, sus abandonos y sus descontrolados proyectos porveniristas. Para cada uno él tiene la palabra piadosa que aplaca el ímpetu de la tormenta interior. Luis Carreño Mallarino, Síndico General de la Beneficencia de Cundinamarca, ha puesto todo su empeño y todo su entusiasmo en estas espléndidas obras de asistencia social; bajo su experta dirección, estas casas disfrutan de todas las comodidades y de todos los adelantos de la ciencia; los 1.100 locos son atendidos a diario por médicos de prestigio especializados en psiquiatría. Los tratamientos modernos han dado espléndidos resultados; ya no hay en Sibaté un loco enjaulado, ni colérico, ni peligroso; los regímenes alimenticios, las drogas calmantes, la organización interna simple y amable de dejarles hacer lo que ellos quieran, siempre que no entrañe peligro para los demás, han realizado el milagro. Cada cual es feliz con su manía, cada no vive su vida de acuerdo con el 206 El Periodismo en Antioquia ensueño que se le rompió en el alma. Por eso, esta casa está a una distancia estelar de lo que yo tenía en la imaginación, de aquellas visiones de pesadilla de los manicomios antiguos, con los locos de camisa de fuerza, y las celdas trágicas con reminiscencias de inquisición, y las duchas heladas y las cadenas y los alaridos y las torturas ignoradas. Paseando por estas avenidas bordeadas de arbusto floridos, con arrietes estrellados de margaritas, en compañía de estos religiosos fraternales, se pierde la noción de que se está en un asilo de alienados. Hay tipos originales, individuos de curiosas manías, gentes que más bien nos despiertan un sentimiento de envidia porque viven felices, completamente felices entre la niebla dorada de su ensueño; para ellos el tiempo no ha pasado, la existencia se quedó estabilizada en el mismo sitio en donde los sorprendió la locura; los observo con curiosidad buscando en su espíritu el hilo roto de su emoción; no sufren; son indiferentes a cuanto los rodea; habitantes del país de la quimera, para ellos el mundo exterior ha dejado de existir. Algunos se han quedado por siempre en mi memoria: a la sombra de un pino romántico, hace diez años que un poeta está sentado con un lápiz y un papel sobre las rodillas, puesta la mano en la frente pensativa, en espera de que surja de su mente la mariposa de oro del verso que nunca llega; hay un médico que se pasea de la mañana a la noche en un mismo punto del jardín, como si lo hiciera en su consultorio; se examina el pulso, saca la lengua, se ausculta y se toma la temperatura con lo que halla a la mano; el diagnóstico debe ser fatal, según lo grave de la mirada y lo severo de la expresión; hay un inglés alto, rubio, joven, que está siempre de viaje; hace cinco años va continuamente hasta la puerta cerrada en espera de que la abran; se mantiene de briches, con la gabardina colgada al brazo, con sombrero corcho, con un clavel en la solapa; el frustrado afán viajero no le ha quitado la sonrisa. El ministro es otro tipo feliz; mantiene bajo el brazo una revista El Periodismo en Antioquia 207 vieja; esos son los memoriales que tiene que contestar cada día; me cuenta que el país anda revuelto porque el Presidente no le entrega ligero su Ministerio de Justicia; que él, antes, estaba en el de Obras Públicas pero que se pasó a éste que es mejor; que hay que castigar a los bandidos que andan sueltos; que el Padre Javier le debe ya tres millones y que como no se los paga, no puede realizar su obra redentora; nuestro compañero Roberto Liévano le sigue la idea y conversa con el Ministro de altos problemas sociales: quisiera una grabadora para llevarme este diálogo. En un pedazo de periódico traza algunos garabatos que entrega al poeta, a quien encarga con insistencia que presente ese documento a la mayor brevedad; las cosas no pueden seguir como están. Todo en revolución y el Ministro en Sibaté. Alí está Jacintico; igual, con su abrigo color botella, siempre recordando a su Manizalitos, a sus noviecitas, a los Gomecitos, haciendo derroche de diminutivos y hablando con su vocesita de niño mimado. Tiene más blanca la cabeza y más dulces los ojos infantiles. Los locos cultivan ellos mismos los huertos espléndidos. El Manicomio consta de ocho pabellones; el patio de los intranquilos está construído en forma circular para evitar que algún enajenado pueda romperse la cabeza contra algún ángulo de las paredes, en súbito acceso de furia. Pero esto ya no sucede nunca, nos dice el Padre Javier. Las drogas nuevas son una sedante onda de aceite sobre el oleaje tumultuoso de la locura. Cuando nos asomamos a este recinto murado, todos los locos acuden a contarnos su historia; nos hacen reclamos, nos dicen de sus títulos, de sus ambiciones, de todas las cosas que les esperan fuera; todo en un lenguaje desvertebrado, todo en cortadas frases, en incoherentes cláusulas tocadas de alucinación. En este Manicomio hay personajes, figuras del alto mundo social, gentes que aparecen en las informaciones de los periódicos como viajando por Europa o residenciadas en otros 208 El Periodismo en Antioquia países. Sobre sus nombres la discreción de los religiosos echa los siete sellos del silencio. Nuestro amigo, el gran poeta Liévano, a quien le debemos las emociones de este paseo interesante, ha anunciado esta visita y el Padre Javier nos ofrece un almuerzo espléndido; se destapan en nuestro honor los viejos vinos españoles, fragantes y exquisitos; parece que todo el paisaje de Málaga y toda la gracia de Sevilla y todo el sol de Extremadura se condensaran entre el cristal labrado de las copas en el oro cálido de la manzanilla, en el coral encendido del oporto y en el rubí traslúcido del jerez. Quizás los únicos verdaderamente felices son estos habitantes de Sibaté, que pasean por los jardines, con la mente en las florestas maravillosas de su ensueño. Blanca Isaza de Jaramillo Crónicas de Ayer. Obras Completas. Tomo Séptimo. Editorial V. y Co., Manizales, Colombia El Periodismo en Antioquia 209 CORONEL JOSÉ IGNACIO FORERO F. Así se viajaba en avión a Medellín A principios de 1924 llegaron a Barranquilla dos aeroplanos Monomotores Fokker, aviones que habían sido utilizados durante la Gran Guerra como aparatos de observación. Dichas máquinas estaban provistas de un motor alemán VM-W y de una cabina para piloto, copiloto y un pasajero, o piloto y dos pasajeros. Tenían asimismo un pequeño tanque de gasolina debajo del fuselaje con combustible para dos y media horas de vuelo... Tripulantes de ellos fuimos nombrados mi grande amigo el piloto italiano Feruccio Guicciardi, de la Fuerza Aérea Italiana, como piloto, y el que escribe estos recuerdos como copiloto. Una vez que todo estuvo listo, el primero de estos aviones, bautizado "Medellín", y después de repetidos vuelos de prueba en la Costa, levantó el vuelo el 15 de diciembre de 1924 a las ocho y media de la mañana, de Barranquilla, rumbo a Puerto Wilches y a Medellín. Las cosas a bordo habían empezado perfectamente bien, pero, por desgracia, a la altura de Calamar empezó a estornudar el motor y no fue posible calmarle el resfriado. Tuvimos entonces que dedicarnos a la poco grata tarea de descubrir el sitio que nos permitiera realizar un aterrizaje de emergencia. Después de mucho buscar en los alrededores de Calamar sin encontrar nada y como nos alejábamos cada vez más de aquel puerto, resolvimos hacerlo en un pequeño claro del barranco en la orilla del Magdalena. Al llegar al borde del barranco el lado derecho del tren de aterrizaje golpeó la parte superior de un tubo de 4" que había 210 El Periodismo en Antioquia allí para amarrar los planchones de los barcos. Por suerte el tubo estaba bastante oxidado, no opuso mucho resistencia al golpe, y éste nos sirvió, al contrario, para disminuír la velocidad del avión y hacer un aterrizaje perfecto. Al examinar el motor vimos cómo los inducidos de los magnetos se habían derretido totalmente. La Tropical Oil Company dio inmediato aviso de lo que ocurría a la SCADTA en Barranquilla y dos horas más tarde teníamos en Calamar al propio von Krohn y al "Loro" Gorrochateguí con varios repuestos de magnetos nuevos. Como el claro en donde habíamos aterrizado era muy corto, Guicciardi regresó solo a Barranquilla, en tanto que yo lo hacía en el hidroavión "Cauca" con von Krohn. ....Durante cinco días el "Loro" Gorrochateguí estuvo inspeccionando el motor del "Medellín", ensayándolo repetidas ocasiones y al domingo siguiente (20 de diciembre de 1924) salimos temprano de Barranquilla... Como ya lo dije, el tanque de aquellos aviones era muy pequeño y su contenido sólo alcanzaba para dos y media horas de vuelo. Para obviar este inconveniente, los técnicos de SCADTA habían colocado en la pequeña cabina ocho latas de cinco galones cada una, la misma de la que utilizaba la Tropical en aquella época. A dichas latas se les había soldado en la parte inferior un pequeño tubo 5/16", con tapón de rosca, todo lo cual estaba destinado a reaprovisionar en pleno vuelo al avión, con la ayuda final y preciosa de una manguera de caucho... Cada media hora de vuelo yo hacía las veces de galeno en aquella "Operación Tetero" desenroscando el tapón de una lata, destapando el tanque, poniendo la manguera y transvasando gasolina en pleno vuelo. Naturalmente no contábamos con la huéspeda y antes de llegar a Puerto Wilches se acabaron las ocho latas, en el preciso momento en el que Guicciardi me decía que reaprovisionara. Me supuse que la aventura de Calamar habría de repetirse y empecé a "echarle ojo" a algún sitio que nos permitiera El Periodismo en Antioquia 211 aterrizar, cuando de repente divisamos a Puerto Wilches. Según las cuentas de Guicciardi, la gasolina del tanque estaba agotada y según las mías en las latas no quedaba con qué llenar un encendedor. Por fortuna un buen viento de cola nos empujó suavemente hasta un potrero de espinos en cuyo fondo había un vallado de altos árboles. El "Medellín" aterrizó a bastante velocidad, yendo a detenerse entre los árboles. Consecuencia: cuatro agujeros bastante grandes a cada plano. Y nosotros sin un rasguño, lo que no era poco decir. Inmediatamente nos pusimos a arreglar el daño en los planos, con los "materiales" que llevábamos a bordo para semejantes emergencias: "cola" de la que usan los carpinteros y zaraza, productos que por por previsión habíamos comprado en Barranquilla. Sin embargo nos encontrábamos lejos de Puerto Wilches y no teníamos manera de hacernos a un poco de agua caliente para diluír la cola. Al fin, pegándole a una vieja, logramos conseguirla. En seguida cortamos los parches de zaraza y los adherimos a los planos pero un nuevo tropiezo se nos presentó. Eran las doce del día, canícula tropical caía sobre Wilches como plomo derretido y nos dimos cuenta de que el pequeño potrero en donde habíamos aterrizado estaba lleno de espinos en los que la hélice, de madera, podía romperse en el despegue. Hubimos pues de ponernos a buscar campesinos que limpiaran un trayecto del potrero pero, por ser domingo, no quisieron trabajar a ningún precio. Sin amilanarnos, pero tampoco en el colmo de la felicidad por esta serie de menudos pero graves contratiempos, nos pusimos, Guicciardi y yo, a cortar espinos en un largo trayecto, tolerando un calor infernal hasta que literalmente no pudimos más. Derrotados por aquella temperatura insoportable y sin siquiera esperar a que los parches pegados se secaran, reanudamos vuelo hacia Medellín, pensando en que solo faltaría que se nos rompiese la hélice contra algún espino al levantar el vuelo. 212 El Periodismo en Antioquia Por fortuna despegamos rápidamente. Al volar sobre Barranca le puso el primer "tetero" de dos latas al tanque y a la altura de Puerto Berrío las otras dos. Cuando volábamos sobre la depresión de "La Quiebra" observé que una punta del parche del plano izquierdo empezaba a levantarse. Con la eficaz ayuda del viento aquel no tardaría en volverse hilachas. Parecía que no habíamos llegado al fin de nuestras penalidades en aquel dichoso viaje, y ésta se anunciaba como la peor de todas. Se lo indiqué a Guicciardi que me miro y me dijo indicándome con la mano: "Ahí está Medellín". ¡Ya era tiempo! Una vez sobre la capital antioqueña le pregunté me mostrase el campo puesto que yo no alcanzaba a localizarlo. Guicciardi hizo un viraje a la izquierda y me dijo: "Allí en donde está aquel gentío". El aeropuerto no era cosa distinta a una manga en la finca "El Guayabal" de propiedad de don Jesús Sierra -hijo de don Pepe-, manga que dividía de otra un cerco de altos sauces, enmarcada entre el río Medellín y la carretera que conduce a Envigado. Con los muchos vuelos de prueba que había realizado en Barranquilla me daba cuenta perfecta de la cantidad de pista que necesitaba el avión para aterrizar. Aquella me parecía pequeña y así se lo hice saber a Guicciardi. Su respuesta fue: "Este avión aterriza bien ahí". Ante esa respuesta concluyente no me quedó más que asegurarme las correas del asiento y agarrarme de un pasamanos de tubería frente a aquel. Minutos después el primer intento de aterrizaje falló, dado que los sauces eran bastante altos y cuando acabó el potrero el avión todavía estaba planeando. Dimos, en consecuencia, otra vuelta a Medellín, y repetimos la maniobra apagando el motor antes de llegar a los consabidos sauces. Esta vez la nave tocó tierra a escasos cuarenta metros del fin donde terminaba el potrero adornado con un ancho cercado de piedra, adonde llegó el Fokker "Medellín" a buena velocidad, pues en esa época los frenos en las ruedas de los aviones eran El Periodismo en Antioquia 213 desconocidos. La estrellada contra el cercado de piedra fue bastante fuerte. Yo me di un golpe contra un paral del fuselaje y quedé medio viendo estrellas. A los pocos segundos alcancé a oír, por allá entre gallos y media noche, a Guicciardi preguntándome qué me pasaba. Le contesté que nada. Cuando miré en derredor mío, ya más o menos despierto del porrazo, lo que primero vi fue la más bella colección de piernas femeninas que me haya sido dado admirar. Aquello me pareció una pesadilla. Nunca había visto tantas simultáneamente. Por fin me di cuenta de que estábamos sentados en el suelo, al estrellarse el avión, el tren de aterrizaje salió hacia atrás y el fuselaje había quedado totalmente a ras del suelo... Pocos días después de este percance Guicciardi regresó a Barranquilla para traer el segundo Fokker y a mí se me dejó en la capital antioqueña con el encargo de convencer a don Jesús Sierra, dueño de los potreros en donde se encontraba nuestro flamante "terminal aéreo" medellinita para que, a cualquier precio, nos arrendara una manga más en su hacienda "El Guayabal", a fin de que nosotros pudiéramos prolongar la pista y no darnos más de narices contra su condenado cerco de piedra. Inútil. Don Jesús, con un criterio que no hacía mucha honra, ciertamente, al proverbial espíritu emprendedor de los antioqueños, se cerró en sus trece, ¡aduciendo como razón la muy curiosa de que las ruedas de los aviones le dañaban el pasto que él reservaba a sus ganados! Y lo curioso es que en forma parecida pensaban por la época la mayoría de los colombianos para quienes eran más importantes las vacas que los aviones. Al fin don Jesús entró en razones y accedió a alquilarnos una manga más pero fue otra hazaña de diplomacia verbal convencerlo de que nos dejara tumbar los sauces que dividían los dos potreros, que, me supongo, no habrían de servirle de forraje a los novillos... A estos cortos párrafos se les podría también titular "Aunque usted no lo crea", y es así como después de cuadrar 214 El Periodismo en Antioquia a don Jesús Sierra con la nueva manga en "El Guayabal" para agrandar nuestro terminal aéreo, a este cronista de ustedes le quedaba aún en aquellos días una tarea todavía más difícil y agotadora. Mientras Guicciardi preparaba el segundo avión Fokker en Barranquilla, según nuestros planes, yo salí solo de la casa de "El Guayabal" una mañana muy temprano en un brioso caballo color azabache de propiedad de la SCADTA. En dirección a Manizales y al puerto de La Virginia, sobre el río Cauca. El lector se preguntará asombrado cuál sería mi misión en tan largo viaje. Pues sencillamente se trataba de localizar mangas de emergencia o planadas para nuestros vuelos Medellín-Manizales-Cali. Esto pasó cuando sólo había una pésima carretera de Medellín a la Pintada, el resto de la mayoría de esta vía era trocha. Recuerdo muy bien que de Medellín a Manizales en aquel fantástico caballo gasté tres largos días, casi cuatro. El regreso a Medellín lo realicé ocho días después más o menos en el mismo tiempo. En aquella época no se soñaba aún con pistas pavimentadas. Era necesario buscar pequeñas mangas o potreros lo más planos posible para asegurar los vuelos en el accidentado territorio de Antioquia, Caldas y el norte del Valle. El Periodismo en Antioquia 215 MARÍA CANO Una visita a la Colombiana de Tabaco Un galante llamamiento del Administrador de la Fábrica Colombiana de Tabaco, vino a colmar mi anhelo, que mucho tiempo hacía deseaba visitar ese gran centro de trabajo. En mis labores está como punto primordial visitar fábricas, talleres y cárceles; así, más cerca de la labor y al dolor del obrerismo. Es admirable la impresión que se recibe al penetrar en ese recinto. El edificio es imponente en su sabia construcción. Los salones, amplios y luminosos, embellecidos por un escrupuloso aseo. El señor Administrador, con una amabilidad que hizo más agradable esta visita, nos mostró la Fábrica en su totalidad, y diónos informes sobre la marcha interna del establecimiento. Las maquinarias, perfectas laboradoras, vierten cuantioso material. ¡Oh! Qué emoción. Las manos infatigables, comprensivas, construyendo incansablemente. El ojo avisor, la mente atenta; serena, matemática, la labor avanza. Admiración, respeto, amor, sintió mi alma por aquella falange incansable que con sencillez noble, empuja la palanca del progreso. El corazón siéntese oprimido dolorosamente al contemplar el esfuerzo de aquel enjambre de mujeres, abejas del gran panal del trabajo. Dolor de esos frágiles cuerpos, que la labor fatiga, esas cabezas inclinadas, atentas al mayor acopio del trabajo, esas manos en vertiginoso movimiento, persiguiendo el sumum de esfuerzo, para lograr el rendimiento de dinero que pueda cubrir sus más apremiantes necesidades. ¡Cuánta abnegación, cuánto amor entraña esta labor excedida! 216 El Periodismo en Antioquia Y qué bella misión de bondad puede llevar a cabo el señor Administrador, si comprensivo, ayuda a la faena con una sabia y serena dirección. Serena, porque es sabido que en el sistema de sensibilidad del organismo humano, pesa gravemente la forma exterior que pretende en imposición agresiva sojuzgar los hechos. La bondad ambiente es un contribuyente eficaz a todo laborar. El señor Administrador debe pensar que sus obreras no podrán continuar el trabajo sabiamente si se ha turbado su mente con una corrección dura que hiera su dignidad y maltrate su sensibilidad. ¿Cómo no pensar que un exceso de trabajo fatiga, y estorba algunas veces, la perfección acostumbrada? ¿Cómo no tener indulgencia para quien siempre ha dado su labor perfecta? Bien está la corrección para la buena marcha de los trabajos y la disciplina, pero nada estorba la suavidad de la indicación. Todo director de obras debiera comprender esta gran verdad: Lo que no se hace por amor, no se hace bien hecho por temor. Que se haga amar de sus subordinados y no le faltarán al respeto, ni en la buena marcha en los trabajos. Así mismo todo trabajador debe amar su labor y poner en su cumplimiento todo su esfuerzo consciente. La "Colombiana de Tabaco" es un bello exponente de nuestra civilización. La higiene marcha bien, sólo hay un lunar en la limpidez de su forma de salud, y es el salón donde se prepara la hoja de tabaco. Carece de ventilación suficiente, y las estufas despiden un calor excesivo que hace insoportable la atmósfera por las emanaciones del tabaco. Los cuerpos sudorosos quedan expuestos a un enfriamiento luego de salir del salón, que puede ser de gravísimas consecuencias. El señor Administrador me ha dicho que está haciendo un salón apropiado para este trabajo. Ojalá esto sea pronto. Encarezco a la Junta Directiva de la compañía recapacite sobre este delicado asunto, y sobre los siguientes: El Periodismo en Antioquia 217 Ver si por otros medios que no sean de suspensión de trabajos temporales puede corregirse a los obreros por sus faltas. Ese sistema que parece más humanitario que el de las multas, tiene el inconveniente de desorganizar los trabajadores y es de dolorosa consecuencia para las obreras, pues en vista de que ellas ganan según el trabajo elaborado, y habrá ocasiones de mucho trabajo, puede una obrera perder en una suspensión de dos a tres días cuatro ($4.00) o cinco ($5.00) pesos oro. Bien se ve que es esto peor que multas que no pueden ascender a tanto. Que se vea que esta suspensión de trabajo, caso de que deba seguir rigiendo, no se imponga sino por faltas que entrañen gravedad y sean faltas al reglamento; pues por deficiencias de trabajo, no sería esto método educativo, y sí sería una injusticia. Y por último, que la Junta mire la mejor manera de aliviar a las obreras que se ocupan en la colocación de la hoja destinada a la máquina picadora, mientras se construye el salón que se proyecta. Tiene esta fábrica una buena institución: el restaurante para proporcionar a los obreros alimentación buena y barata. El taller de litografía es muy completo, los trabajos de suma limpieza, y los operarios son verdaderamente inteligentes en la materia. Esta Fábrica es una avanzada en el movimiento de progreso de nuestro País. Se encuentran en ella, una corrección y un orden ejemplares. La impresión que traje de esta visita, perdurará tiempos en mi espíritu, por la cordialidad del señor Administrador, la fraternal acogida de los obreros y de las señoras directoras. Espero, que borrados los pequeños lunares de deficiencia, sea esta Fábrica alto ejemplo para sus compañeras. María Cano, Flor del Trabajo. El Correo Liberal. Medellín, junio 27 de 1925 Escritos: Ediciones Extensión Cultural Departamental. Colección Breve Vol. 1. Medellín 1985 218 El Periodismo en Antioquia LIBARDO PARRA TORO (TARTARÍN MOREIRA) Sorianita En estos tiempos en que la mujer, con un verdadero espíritu de emulación, ha venido asaltando el campo de las actividades masculinas en una progresión que ha llegado ha desconcertar a más de un observador puritano y restringido, nada sería motivo de asombro, si a golpe de pruebas nos han traído al convencimiento de que la mujer, como elemento de trabajo y no de mera contemplación, tiende a buscar un equilibrio social que se hacía necesario y digno del más resonante éxito. Incorporadas en labores que hasta hace poco estuvieron reservadas a los fuertes, buena cuenta han dado de su eficiencia y de su tenacidad, estableciendo competencias y dando ocasión a desplazamientos de empleados, salvando situaciones imposibles en sus propios hogares, cooperando en las erogaciones de la familia, llevando unas encima el peso de una entera, valiéndose por sí mismas a sus sostenimiento y enrostrando a los hombres la valía de su tenacidad y de su poderosa consagración en el trabajo. Pero lo que si es verdaderamente asombroso es el hecho de que una mujer se haya dedicado al arte de los toreros, campo de acción éste destinado a un valor extraño y único del hombre, a cierta clase de hombres que los siglos no arrojan en prodigalidad y que han llegado a conquistarse la admiración del mundo. No dan noticia los tiempos de que las mujeres se hayan aventurado a establecer competencia en este arriesgado sistema de ganarse la vida, y el sentido común, largamente experimentado en hechos de gran trascendencia, se resiste con denuedo a consentir este aspecto del valor femenino y que bien pudiera llamarse un airado desplante de una naturaleza considerada universalmente como pueril y enfermiza. El Periodismo en Antioquia 219 Hay maravillosos ejemplos de mujeres que se jugaron a cara y cruz sus vidas en un momento de exaltación y de locura, por un amor de tantos; mujeres que se sacrificaron impulsadas por un sentimiento de generosidad o de enervante pasión; mujeres de sacrificio y de leyenda que han merecido consagración en bellas páginas de historia. Pero estas excelsas heroínas tal vez no hubieran sido capaces de jugar con sus vidas en una plaza de toros, con esa incorregible y valiente repetición del peligro en reto valeroso a la muerte. Acaso el gran señuelo de lo definitivo sea el hacedor de ciertos héroes, y acaso lo irremediable y su cómplice. No es lo mismo saber que al otro día, sin escape, treinta arcabuces liquidarán el ritmo de un corazón, que ignorar si habrá de ser mañana o el domingo venidero, o el de más allá, cuando el cuerpo, como un pedazo de capote prendido en las astas de una res instigada y enfurecida, flotará como un guiñapo sanguinolento e inútil. Darse a una muerte segura, sin subsidio alguno, en la convicción de que es inevitable, es de menos heroicidad que aproximarse a ella con frecuencia, a sabiendas de que podía restarse al peligro con un simple trote, con una ausencia disimulada o con una claudicación a tiempo. Los toreros son jueces propios y a un tiempo eternos encapillados que no salen de su hora postrera, y es precisamente en esa serenidad con que afrontan el riesgo tremendo de donde estriba su brillante aspecto de héroes. Sorianita ha vuelto a Medellín a despedirse de su vida de riesgos, después de haber desafiado a la muerte innumerables ocasiones. Buena tarde y buena suerte le deseamos a esta valiente mujer, que ya merece por muchos títulos el descanso a que es digna, con un retiro lleno de flores y de pájaros, con huertos y fuentes, que es, por cuentas, el anhelo de toda mujer que ya no quiere participar del mundo ni de las multitudes, y que busca el amparo del silencio para el gran crepúsculo del espíritu. De: El Heraldo de Antioquia, Vol. 1 #3, Julio 13 de 1927. 220 El Periodismo en Antioquia ALEJANDRO LÓPEZ Vías de transportes Dedicado al Señor General Pedro Nel Ospina, ex-Presidente de Colombia Las cuestiones agrarias resultan del movimiento de la población en el sentido de apropiarse el suelo; las agrícolas, de la actividad de la población al explotar la tierra para satisfacer sus necesidades unas y otras están condicionadas por la de las vías de comunicación que, modificando las deficiencias o dificultades del territorio, cambian la situación de las tierras y dan valor a sus producciones. Estos problemas están, pues, tan íntimamente ligados entre sí, que ahora se hace preciso estudiar el interesante fenómeno de los esfuerzos que ha hecho o proyecta hacer nuestra población, para adecuar el suelo y poner sus productos al alcance de la demanda interna o externa. Por ser el tema demasiado extenso hay que limitarse a exponer ideas, principios y planes generales. Mirar la cuestión de los transportes en Colombia desde un punto de vista en que solamente se cuentan los productos de la industria colombiana, puede que sea criterio nacionalista, pero que se justifica al considerar que el producto extranjero no entra al País sino a suplir deficiencias de la industria actual. Lo predominante, permanente y principal es la producción nacional; el producto de origen extranjero es secundario y más o menos temporal, a la medida del progreso industrial y comercial. La deficiencia de un país en ciertos productos puede ser momentánea o temporal, o permanente de modo irremediable. La de Colombia en hierros de fundición, trigo y géneros burdos de algodón es, o debe de ser, más o menos temporal; la de azúcar y arroz es momentánea, probablemente; El Periodismo en Antioquia 221 y la de artefactos de acero puede considerarse como permanente, aunque no hay razón para creer que el País no llegue a bastarse a sí mismo en esta materia algún día. Deficiencia permanente e irremediable es, por ejemplo, a la de Inglaterra, que tendrá que importar siempre productos tropicales, como café, caucho, arroz, cacao, quina, etc. Consideradas, pues, las deficiencias de estos dos países, resulta una gran diferencia a favor de Colombia, y es claro que esa diferencia es concepto que ha de regular la dirección de nuestra sociedad en lo futuro. Se contempla en el párrafo anterior la movilización de las cosas, por considerar que la de los habitantes es secundaria y subordinada a la de los productos, que es la principal. La población no cuenta entre sus funciones la de trasladarse de un punto a otro, ni vive viajando, como el producto desde que nace hasta que se le consume; el movimiento del pasajero -en función de acción- está subordinado al de los productos, si acaso no es originado por éstos. El progreso en el sentido de los transportes consiste en darle extrema movilidad al producto de la industria humana, a menos que éste sea fijo por destinación; al contrario, el progreso en otro orden de ideas consiste en crear condiciones de extrema fijeza para la población. Si alguna explicación necesitaren estos dos postulados, bastaría mostrar el absurdo de los contrarios; es incivilizable una población a estado nómade, en que los hombres se mueven como dotados de alas; y es, también, de condiciones negativas para la civilización, si los productos de su industria se comportan como si tuviesen cien veces mayor peso del real, y están, por lo mismo, destinados a consumirse sur place. ¡Lo que valdría una manzana, del valor nutritivo conocido y de peso de un quintal! Y no otra cosa pasa a los pueblos carentes de medios de transportes: la casi inmovilidad del producto resta ganancias al productor y encarece los mantenimientos. En cambio, el hombre como trabajador, que es el aspecto considerado, sólo se desplaza momentáneamente, y casi siempre en los del producto. 222 El Periodismo en Antioquia Los españoles no eran tan solícitos como los romanos en la construcción de carreteras para el manejo y defensa de las colonias, sino que más bien se adaptaban con sorprendente facilidad a la falta de comunicaciones; de manera que, a constituirse la República, no había caminos, propiamente hablando, y si el de mayor importancia entonces, que fue el que sirvió para la huida del Virrey, a principios de Agosto de 1819, se hallaba en tan pésimo estado un sigo después, cuando se terminó la vía férrea que lo reemplazó, ya puede imaginarse lo que serían las otras vías de entonces. Estas se fueron haciendo por los rumbos hallados como de menor resistencia por el público, con el trazado que fue sancionando el vulgo con sus huellas, y que respondía bien a las exigencias, tráfico y recursos de entonces. Regularmente esos caminos seguían las crestas de las cordilleras, o de sus estribaciones, lo que prestaba diversas ventajas: la cresta marcaba el rumbo sin riesgo de pérdida; se evitaban las luces y vados, así como el movimiento inicial de tierra y las construcciones de desagües. En cambio, resultaban pendientes y contrapendientes obligadas, y se cruzaban las cordilleras por los puntos más altos, que es de donde se desprenden las estribaciones en sentido opuesto. De aquella manera el problema de las vías quedaba al alcance del vulgo, y quien mire hoy el trazado de caminos como el de Guaduas, el de islitas, o el de Cali al Pacífico, no dejará de sorprenderse de lo acertado de esos trazados empíricos, dadas las condiciones existentes en aquella época. Los ingenieros que primero entraron a prestar su concurso en los caminos, tuvieron que someterse a la obra estéril de remendar lo hecho; buen ejemplo de cómo la ciencia ha de limitarse a enmendar errores que más valiera abandonar. Pero si esos campeones hubieran negado su dirección, entonces, habrían cometido el mismo error en que ahora incurren algunos miembros de la clase dirigente, al sustraerse del todo a la función directiva, alegando un mal estado de cosas. El Periodismo en Antioquia 223 En la última cuarta parte del siglo pasado fue cuando empezó a mostrarse inconformidad con los caminos de herradura heredados de los españoles o hechos por la República. Las tres fuerzas que obran en el problema venían aumentándose; tráfico, exigencias de la opinión y recursos fiscales. Fruto de esta inconformidad fueron, por ejemplo, la carretera de Cambao, las de la Sabana, la de Medellín a Barbosa, &, aunque es muy discutible que esos caminos pudiesen llevar el nombre de carreteras. Más bien podrían llamarse caminos carreteables, nombre aplicado por el Señor Pereira Gamba a uno del Sur, de trazado suave, pero sin el afirmado que corresponde a una verdadera calzada; nombre cuyo empleo se generalizó más tarde, al aplicarlo al que transmonta La Quiebra. Para que un camino merezca el nombre de carretera o calzada no basta que tenga una gradiente adecuada al rodaje; lo más característico de ella es el afirmado, que ha de ser resistente a la erosión de las lluvias, incompresible, aunque elástico, y de un material que no haga pasta con las aguas; y el piso, antes que presentar obstáculos al rodamiento, ha de ser liso y economizar el desgaste de las llantas. Cuando el firme no responde a las características exigibles, el camino se hace con menos costo inicial, sometiendo en cambio a cada vehículo a desgaste y daños que elevan el costo de su explotación y disminuyen su vida. Cuando el tráfico es muy intenso, es claro que todos estos costes individuales sumados compensan ampliamente a la colectividad del empleo de un buen capital que se invierta en obtener un afirmado perfecto; es decir, será más económico para la sociedad tener afirmados perfectos, como los de Inglaterra. El tráfico escaso no merece la inversión de grandes capitales, como los que se gastan en las calzadas de primera y segunda clase en este país, y menos aún si el camino se ha de destinar al tráfico mixto de ruedas y de cascos de mula. Ni la mula de carga requiere un afirmado especial, ni es posible evitarle a un buen firme de degradación constante de los cascos herrados. 224 El Periodismo en Antioquia Esta parecer ser la explicación de por qué en Colombia haya sido tan ineficaz el esfuerzo por construir y sostener verdaderas carreteras; la de Cambao quedó prácticamente abandonada, aún antes que el Ferrocarril de Girardot viniera a satisfacer en gran parte la necesidad que dio ser a ese camino. Indudablemente el frecuente tráfico de mulas por éste degradaba el piso y tendía a excluir las ruedas. Es natural que en la lucha entre el tráfico de ruedas y el de mulas de carga acabe por triunfar éste, por el solo hecho de que el tránsito de la mula daña el camino para las ruedas. Eso hace el sostenimiento demasiado caro, sobre todo si es escaso el tráfico. Si aún hoy, por arte de encantamientos, se transformaran todos nuestros caminos de herradura y carreteables en carreteras de las que clasifican en la Gran Bretaña como de segundo orden, el País sería incapaz de sostenerlas en condiciones adecuadas a la explotación fácil y barata del automóvil, por dos razones: primera, porque sería imposible evitar la degradación a que está sometido todo camino de herraduras; y segundo, por el enorme costo del sostenimiento, en relación con el poco tráfico. Sin embargo, todo va cambiando; la tremenda habilidad del arriero para sortear malos caminos va siendo reemplazada por la que requiere el manejo del motor. El tráfico de los caminos ha aumentado considerablemente, y seguirá en aumento al compás de la construcción de vías férreas. Los recursos fiscales se incrementan en consonancia. El público, que es a la vez demanda del camino y contribuyente del Estado, es cada día más exigente, y reclama facilidades de traslado y de transportes, es decir, comodidad y oportunidad en las movilizaciones. Finalmente, todas estas fuerzas que intervienen en el problema de las vías de comunicación han crecido hasta salirse del alcance del vulgo, a la vez que el País ha creado toda una legión de técnicos capaces de confrontar dichas fuerzas, hoy los trazados se hacen con pendientes gobernadas y hasta compensadas, los vados no importan, las El Periodismo en Antioquia 225 luces se multiplican, se sigue en el trazado la media ladera de la montaña, y las cordilleras se cruzan por los puntos más bajos, que son aquellos en que nacen dos corrientes de agua en dirección opuesta. Es preciso insistir en mostrar todo el progreso que implica el sacar ciertas obras del alcance del vulgo, que siempre trata de poner las cosas a su alcance, refrenando el progreso. Precisamente esto es lo que no deja dar un impulso sólido ala Agricultura nacional. Ejemplo bien claro es también cierta disposición del Código de Minas de 1868, aún existente, que autoriza a medir las pertenencias mineras a cabuya pisada. El día que se disponga medir esas pertenencias por sus proyecciones horizontales, se sustraerá esa operación de Agrimensura del dominio del vulgo. Bajo los favorables auspicios revisados antes, Colombia se dispone a recobrar el tiempo perdido en la tarea de completar su equipo nacional, de que son parte muy principal las vías de comunicación. El camino de herradura ya no se construirá más, y la atención pública se fija en la construcción de carreteras, como complemento de las vías férreas y funiculares, y aún como subsidiarias de éstas. Por eso es de la mayor importancia aclarar ideas, y establecer doctrinas y principios, valiéndose para ello, hasta donde sea posible, de los datos y lecciones de la experiencia del País mismo, sin incurrir en imitaciones desastrosas, pues ya está visto que hasta los procedimientos mismos requieren una adaptación adecuada. Problemas Colombianos (Fragmento) Editorial Lealon; Medellín 1976. (Segunda edición) 226 El Periodismo en Antioquia LIBARDO LÓPEZ Cruz de oro En el concepto de que el Banco de la República había sido instituido con el solo fin de reunir, conservar y defender las reservas de la nación en un solo fondo, y sin consultar otro exponente, como unidad de medida, que la equivalencia del cambio en el comercio exterior, la dirección del banco se consagró desde sus comienzos en reunir grandes depósitos de oro en el país y en el exterior. Todos los saldos favorables, digámoslo en otra forma, las ganancias de la nación, las adquiría el Banco de la República, lo mismo que el sobrante de los empréstitos, deducido o que se invertía en el extranjero en compras para obras públicas. Como el capital del banco no alcanzaba para acaparar todo el oro del mercado, ocurrió a las emisiones de papel moneda, sin fijarse en que la rapidez era vertiginosa y en que, emitiendo a "carrera abierta", se fomentaba en la misma forma el alza de los precios. Los fondos adquiridos así de tan fácil manera, lograron afuera buenos intereses, mientras en el interior se estimularon activamente los descuentos en los bancos afiliados, consiguiendo otra buena ganancia en este lado de los mares. Ese papel moneda no tuvo la fortuna de inundar todo el país de una manera uniforme; se concentro en los grandes centros nacionales; y allí, el banquero encargado de la redistribución del papel, naturalmente lo prestó a las personas conocidas, a quienes a su vez estimuló para que emprendieran y gastaran los dineros que ociosos le estorbaban al banquero. Por este camino se operó el fenómeno de hipertrofia del crédito en dichos centros, en donde los negociantes conocidos del banquero se dedicaron a inventar negocios en qué emplear capitales tan al alcance de la mano, y a donde acudieron los El Periodismo en Antioquia 227 hombres pudientes de los campos y de los pueblos menores a establecerse para relacionarse con el banquero y entrar en la procesión de las invenciones. En todo esto no veía el Banco de la República otra cosa que progreso natural del país. La dirección de nuestro Banco de Emisión, sumido en su idea única y final de concentrar reservas de oro y de respaldar bien su billete, no se cuidó de que entre sus deberes así era cardinal el de la estabilización de los precios, o valor del numerario en el interior, como el de la estabilización del precio de cambio exterior, sino más cardinal y premioso. No observó que, mientras en los grandes lugares de la nación se producía un alza rápida de los precios por la profusión del crédito, en los lugares apartados y extraños a la acción del movimiento industrial urbano, toda clase de actividad languidecía, por la ausencia del capitalista impulsor, quien había acudido a los puntos en donde la lumbre alimentada por el Banco de la República daba luz, calor y vida. La genera despoblación de los campos se ha imputado exclusivamente a las obras públicas. Esto no es verdadero sino en parte. La hipotrofia del crédito en los grandes centros obró también la despoblación en dos formas: porque fomentó en esos centros industrias nuevas que exigían mayor números de brazos del existente, y porque detrás del capitalista campesino que venía a acercarse al banquero, salían en busca de mejor fortuna el empresario medio y el peón. Demuestra esta observación cuáles fueron las consecuencias de la política monocorde del Banco de la República, pues que uno de sus deberes -también cardinal- es la regularización del crédito y su distribución uniforme en lo posible -en toda la Nación. La concentración del crédito en unos pocos lugares produjo su expansión exagerada y, en parte considerable, el movimiento de despoblación de los campos. Por no haber atendido la regularización del crédito y a su distribución general y uniforme, el Banco mismo fue el autor 228 El Periodismo en Antioquia de la expansión exagerada en los centros favorecidos; y cuando su propia obra alcanzó proporciones alarmantes, la dirección del banco, en vez de corregir con maña sus errores, se dio a la tarea de producir alarma económica; y, valiéndose de su autoridad, tan considerable cuanto poco bien justificada, dio voz de alerta sobre la inflación general y sobre la existencia de la especulación, dos conceptos errados en razón de que la inflación era local y no general, y de que la especulación mala o agiotaje, que es quizá lo que e ha querido significar, no existía en la nación. Fue el 23 de enero de 1928 la fecha infausta en que la directiva del Banco de la República inició esa serie de fuertes restricciones del crédito y la persecución de un reajuste de los precios hacía abajo, causa primera, aunque no única e la terrible crisis que sobrevino desde entonces, la más funesta de todas las conocidas en cien años, merced quizá a la existencia del banco de reservas centralizadas, porque la centralización de las reservas ha tenido gran culpa en que en los sectores principales del país, los precios de las cosas subieran en una época desmesuradamente y ahora estén bajando, bajando, pavorosamente. Este movimiento de los precios, rápido hacia arriba y vertiginoso hacia abajo, acelerado por el Banco de la República en ambos casos, demuestra con claridad pasmosa lo que le cuesta a la nación la gracia de las reservas centralizadas con que se ha lucido el Banco de la República. Quienes no fueron arruinados cuando el numerario bajaba de precio, lo son ahora cuando sube. Debemos, sin embargo, consolarnos con que nuestro banco de emisión ha logrado llenar su misión de centralizar y de defender las reservas de oro y el respaldo de oro de los billetes. ¿Qué importa que la nación haya sido crucificada, si la cruz es de oro, según el conocido símil? Tomado de: Claridad, Vol. 1 #09, mayo 3 de 1930. El Periodismo en Antioquia 229 BALDOMERO SANÍN CANO Viaje a pie de Fernando González El curioso lector habrá notado que la mayor parte de las obras literarias universalmente difundidas y admiradas son descripciones de viajes reales o ficticios. La Odisea, la Divina Comedia, el Quijote, los Viajes de Gulliver, Erewhon, son a manera de capas geológicas en el corte de una civilización, desde sus primeros fundamentos hasta su culminación o decadencia, según queramos verla. El mundo griego antiguo se caracterizó ante la posteridad con un libro de viajes. El itinerario de Dante en el otro mundo guarda el pensamiento de la Edad Media como en un estuche de cristal y oro. Viajando por España, el caballero de la triste figura pone delante de nosotros la imagen de la conciencia humana en la imagen, para España, calamitosa época de la contrarreforma. Los Viajes de Gulliver son la interesante y apasionada visión de la política inglesa en el siglo XVIII y Erewhon esa obra genial, profética, de un filósofo naturalista, anunció en forma humorística la gran transformación por que va pasando en este momento la civilización occidental al impulso de las máquinas. No siendo la historia mera narración de sucesos, ni la biografía el catálogo de las acciones humanas, sino una y otra la ecuación de la curva trazada por las ideas y las formas a lo largo y a lo ancho de los tiempos, se puede escribir la vida del género humano haciendo el análisis literario y filosófico de unos cuantos libros de viajes. Sería curioso averiguar por qué han escogido los grandes genios de la humanidad el libro de viajes para cifrar su noción 230 El Periodismo en Antioquia de la vida. Acaso tenga esta duradera tendencia su origen en el hecho de que el hombre es inmueble por ley de la naturaleza, sedentario, enemigo del cambio y tenazmente apegado a sus ideas. Desea moverse, conocer otros mundos, pero el pasaje natal lo fija al suelo con energías telúricas desconocidas. Dejar de contemplar las colinas familiares, la pampa ligada a los recuerdos de las generaciones presentes, es para el hombre, un género de amputación. Cuando desaparece el paisaje cuotidiano, siente como si hubiera perdido una parte de su ser. La melancolía es inevitable en el viajero que se asoma a ver el poniente desde la posada solitaria, en la cumbre de las cordilleras, o al través de las ventanas del vagón ferroviario, el día que abandona por primera vez el lugar nativo. Pero con estar tan arraigado al suelo por los lazos del cuerpo y del sentimiento, el hombre se vale de la imaginación para libertarse de esas cadenas, porque teme el cambio, pero quisiera experimentarlo. El hombre escribe libros de viajes para libertarse de la atracción terrestre. Extravagancia, dirá alguno, es sostener que en la época de los grandes trasatlánticos provistos de piscinas, canchas de lawn-tennis, teatros, cines y casas de tolerancia; en el siglo de los vagones con camas y de los carros restaurantes copiosamente surtidos en las ferrovías de trocha más amplia, el hombre sea un animal inmueble. Pero esas mismas comodidades lo están probando. El buque de treinta mil toneladas y el vagón de lujo en los ferrocarriles no son sino un esfuerzo para crearle al pasajero la ilusión de que no se mueve y está en su casa. El hombre es inmueble, pero alimenta desde niño una hambre desordenada de viajar, especialmente si es antioqueño. Si le vence el anhelo se escapa del solar provinciano, con el corazón en un puño; si no logra romper las cadenas sentimentales que le tienen adherido al terruño, satisface sus instintos de nómade imaginando viajes. Unos los escriben y se atreven a publicarlos. A esta persistencia en el propósito y al anhelo estrictamente antioqueño de moverse aún sin El Periodismo en Antioquia 231 cambiar de lugar y de paisaje debemos este libro curioso, original, temerario y grandemente entretenido del señor Fernando González, nombre que algunos tomaron por seudónimo, pero que consta en el registro civil de Colombia, como yerno de un ex - presidente. "Viaje a pie" resulta ser un libro escandaloso, a todas luces imaginado para mover escándalo. No el escándalo entre los impúberes de que habla el evangelio, sino entre los hombres barbudos, las devotas con o sin bigotes y los profesores de filosofía. Es un escándalo para los que oyen en el confesionario los pecados de la gente crédula, no para ésta que nunca sabrá tesaurizar la innumerable cantidad de pensamientos contenida en 270 páginas mal contadas de este gracioso y sedicioso volumen. Cuando se dice que el autor tuvo en su ánimo suscitar el escándalo con esta publicación no hay voluntad de censura. Por el contrario los grandes libros se han escrito siempre con esa premeditada intención. Mover escándalo por el contenido o por la forma ha sido objeto de muchas obras inmortales. Los diálogos de Platón estaban encaminados a escandalizar a Atenas: "Estudiad", parecían decirles a la judiciatura, a los moralistas de reata, a los gobernantes y a los charlatanes, "estudiad en estos papiros el carácter nobilísimo, la inteligencia sin fronteras, la bondad suma que habéis destruido porque no supisteis comprenderla". Con la forma quisieron crear escándalo Víctor Hugo hace un siglo, Verlaine hace cincuenta años y Rubén Darío en época más reciente. Y lo crearon. Por eso duran todavía las obras del uno y de los otros. Es "Viaje a Pie", a más de lo dicho, un libro valentísimo. Para escribir este libro y darlo a la circulación en el departamento más devoto de la república, hace falta mucho valor. Antes de pasar adelante ocurre deliberar acerca de un incidente curioso en la historia crítica de esta obra. La primera noticia que de él tuvimos procedía de Max Grillo, fino cultor de las letras, excursionista tan apasionado como inteligente 232 El Periodismo en Antioquia al través de las ideas literarias y de las variadas formas del arte. Grillo es además un poeta delicado que sume en presencia de la vida actitudes de temor y de éxtasis. Otros le tienen miedo al dolor y a la muerte. De él se ha dicho con algún fundamento que le tiene miedo a la vida. Pavor muy justificado ante esta cosa gris, absurda, inmisericorde, resistente al análisis y a la definición, tempestuosa a veces, estancada y fría a la manera de los monstruos abismales, en otras ocasiones. Leyendo el libro de González en París, la naturaleza delicada y vibrante de Grillo experimentó una inquietud superior a su temperamento. Pensó que el nombre del autor fuese un ardid de guerra, porque no concebía cómo un ciudadano de esta nación enredadora y monástica pudiera atreverse a mostrar tanta flaqueza en el cuerpo de la patria. ¡Para qué decir, exclamaba, que vendimos a Panamá! Sin embargo, la historia de ese gran delito internacional remató en un contrato misérrimo de compra venta. Las dos partes contratantes quedaron eternamente contaminadas en la celebración de ese pacto. Decirlo es menos malo que haberlo llevado a cabo. Pero en Grillo ejerce la palabra una sugestión tan intensa, vive los períodos gramaticales con tanta fuerza y claridad que naturalmente ese vocablo le causó un doloroso estremecimiento. La noción de la patria es para él inviolable y sagrada. Para nuestra desventura hay, o a lo menos hubo en el país, gentes para quienes esa pulcra noción era, objeto de comercio aparentemente legítimo. El libro de González fue escrito por un patriota que tiene de la colombianidad un concepto libérrimo. Para él nuestro país existe con el objeto de que acerca de él diga cada uno la verdad, su verdad del momento, cualesquiera que sean las circunstancias y sin temor a las consecuencias. De lo cual ha venido a resultar un libro profético. Este hombre valerosísimo se puso a contemplar la fruta por todas partes y de su observación dedujo que estaba no solamente madura sino cerca de la putrefacción y que iba a caerse. La culpa de ese El Periodismo en Antioquia 233 lastimoso estado es la educación del pueblo, la ignorancia privada fundamental, bautizada con el título de educación pública en que han tenido a Colombia durante nueve lustros sus dirigentes políticos y sus directores espirituales. En ese viaje a pie, Fernando González estudió en sí mismo y en las gentes del tránsito la deformación operada en el cuerpo, en el espíritu de los colombianos, en las formas sociales, en las nociones más importantes como el amor, la justicia y el arte, por un sistema aplicado con tenacidad y no sin talento por los directores de la nación colombiana en las dos últimas generaciones. Se dice que ha habido una transformación. Se espera el comienzo de una nueva vida. Para mostrar la intención de cambiar el rumbo, la primera medida sería poner este libro en mano de los maestros como un agente drástico para sus conciencias débiles y opiladas. Fernando González ha hecho una cosa muy rara aquí en Colombia; un libro de pensamiento, de pensamiento leal, consecuente, no siempre metódico, aunque en la obra se ensalza con reminiscencias filosóficas y sagradas la excelencia del método. Pululan en "Viaje a pie" las nociones personales más curiosas, algunas de ellas atrevidas, y otras que no quedarían mal clasificadas con el título de trascendentales, sobre el amor, sobre el patriotismo, sobre el hombre gordo y sobre la capacidad educadora de algunas comunidades. El amor es, sin duda la preocupación más tiránica y más urgente del señor González. Si le hubiera tocado clasificar al hombre en zoología no le habría llamado "homo sapiens", porque hay, por cada Immanuel Kant millones y millones de representantes de la especie, en los cuales predomina el tipo "homo faber libidinosus" de la edad presente. Y como filósofo naturalista don Fernando estudió principalmente esa pasión en sus manifestaciones exteriores. Parece que creyera como H.L. Mencken el saxoamericano de pluma irreverente, que en tal inclinación no hay nada que no esté en los sentidos como 234 El Periodismo en Antioquia dijo cierta escuela filosófica refiriéndose a las ideas en general. Es un punto acerca del cual las disputas son ocasionadas a la divagación y al predominio de la visión personal. Sin, duda, para Mencken no existe el amor pasión, ni el amor cerebral, ni la inclinación psicología: para él todo es fisiología. Amiel y Shakespeare podrían exponer teorías opuestas con argumentos de gran profundidad y hermosura. Esto no empecé para afirmar que el autor de “Viaje a pie” tiene una gran facilidad para mover las ideas, trasegarlas y hacer con ellas las más curiosas y atractivas combinaciones. Las ama con una pasión intransigente y suspicaz. Las compara con mujeres honestas y dice de ellas: "esas señoras honestas dejaron de serlo; se entregaron a Esteban Jaramillo ministro de hacienda, se entregaron a un sobrino del padre Marulanda". Me consta que se entregaron al general Ospina, hombre de gusto, muy afecto a ellas. El doctor Jaramillo no ha dado muestras de traficar con ese género. Más bien ha tenido relaciones con las ideas"particulares", por ejemplo, con ésta de que un poseedor de bonos del 10 por ciento los cambiaría a la par por bonos del 8 por ciento; extraordinaria noción que contribuye a aumentar en el exterior la fama de nuestros hacendistas. Tampoco debe ser motivo de intranquilidad para los enamorados de las ideas generales la actividad espiritual del sobrino estadista del Padre Marulanda. De los varios tipos humanos, le creo más cercano al hombre de Neandertal, con sus grandes capacidades adquisitivas que al "homo sapiens" de Linneo. La apasionada y apasionante admiración de don Fernando por las ideas generales ha hecho nacer en él, como es lo ordinario en tal estado de espíritu, sospechas infundadas y celos tenebrosos. En la forma este libro tiene cualidades perdurables. Su autor ama la lengua española, cuyos secretos ha perseguido con ilustrado empeño en las obras de los clásicos y en los buenos escritores de los tiempos modernos. Ilumina sus imágenes con la radiante emanación de las ciencias físicas y El Periodismo en Antioquia 235 de la filosofía moderna, no sin extender sobre toda su obra el suave resplandor del humorismo, ese preservativo milenario del pensamiento humano. Cautiva además su estilo, porque entre líneas se percibe un grande entusiasmo, amor a la vida y gran complacencia en la comunicación de las ideas. Es claro en la forma y en el fondo. Podría decirse acaso que en algunos momentos el placer de comunicarse con el prójimo y el entusiasmo que pone en acoger las ideas le hacen llegar a un estado no muy remoto de exaltación, durante el cual suele su pensamiento ser menos perspicuo que de ordinario. Sin embargo, estos momentos de exaltación que son raros, repujan la obra del pensador y la pone muy lejos de ser catalogada entre las filosofías de lo obvio. El Tiempo. Bogotá, junio 20 de 1930. Letras Colombianas Colección de Autores Antioqueños, Vol. 1, 1984. Pág. 221-227 Baldomero Sanín Cano. Tomado de: Dos Siglos de Periodismo Colombiano Coreditorial; Bogotá, Julio de 1985. 236 El Periodismo en Antioquia Juan de Dios Uribe Todas las circunstancias favorables se unieron para hacer de Juan de Dios Uribe el primer escritor político de Colombia, un gran descriptor de la naturaleza y de las costumbres, un crítico de gusto refinado y el más alto representante de la invectiva justa y resonante. En su familia hubo un escritor político de altas dotes, Juan de Dios Restrepo, maestro igualmente en la descripción de las costumbres y en la observación de los móviles humanos. Fue su madre persona de talento perspicuo, de vastas lecturas y de un criterio raro entre mujeres para juzgar fríamente las acciones ajenas. Su padre amó la ciencia y las letras con desinterés y constancia. Penetró en las interioridades del cuerpo y del alma humanos, y, atento observador de las alternativas sociales, buscó el origen de las costumbres civilizadas estudiando, como los sabios de su tiempo, las costumbres de los salvajes y haciendo vida común con las tribus no sometidas aún a la vida civil. El ambiente en que empezó a crecer Juan de Dios Uribe fue en sus más señalados aspectos un ambiente literario y científico. Nació en Andes, población nueva de Antioquia, en las faldas de la Cordillera Occidental, en las vertientes del Cauca antioqueño, a la vista de farallones, profundas y estrechas quebradas y ríos tumultuosos. Estudió en la Escuela Normal de Popayán, y en los aledaños de esa villa, comparándolos inconscientemente con las abruptas apariencias de su ciudad natal, donde había observado la obra de las fuerzas indómitas del planeta, aprendió a gustar la gracia, asociada milagrosamente a la fuerza, en las lejanías del paisaje. Dos ambientes disímiles y remotos educaron su capacidad de observación ante los aspectos del paisaje. Más tarde Bogotá, suspendida entre cerros y una llanura gris y unánime, vino a enriquecer su El Periodismo en Antioquia 237 sentido moderno de la naturaleza, que poseyó en generosas y hondas proporciones, y supo verter en prosa con una delicadeza y originalidad de visión desconocidas hasta entonces en la literatura de estas partes. Vino a la vida de la razón y del combate social en un momento de la historia colombiana especialmente digno de estudio y de memoria por haberse señalado con el choque violento de las creencias, exacerbadas por el clero, contra las opiniones de los hombres imbuidos en la necesidad de analizarlo todo, que señalaban en otra banda derroteros a las inteligencias capaces de entenderlos. Asistió a la lucha tenaz, de cada día y de cada momento, de los dos partidos que defendían sus principios en una prensa de libertad absoluta, cuyas expansiones vinieron a dar por resultado una de las guerras civiles más injustas por parte de quienes la promovieron y más trágicamente fracasada en la historia de nuestras contiendas internas. Presenció la lucha, admiró a los conductores de parte gibelina y luego presenció en Bogotá las amargas e interesantes controversias políticas de prensa y parlamento, que sirvieron de prolegómenos a la guerra de 1885 y a la desventurada evolución política de que fueron resultado la represión violenta de las libertades y el retroceso político de la Nación a las horas españolas del régimen de Calomarde. La familia, el ambiente físico, el clima político convergieron como en un problema geométrico para la producción de una inteligencia literaria de primer orden y para favorecer su desarrollo en forma original y completa. Sus contemporáneos le llamaron "el Indio", sin duda por los estudios del padre sobre la raza indígena. Su tipo era blanco. Sus predilecciones naturales movieron hacia la prensa sus actividades. Amó la lucha por temperamento. Eran igualmente vivaces, agudas y sinceras sus simpatías que las repugnancias de su temperamento, y el medio en que hubo de desenvolverlas fue especialmente propicio a su desarrollo, porque el origen de la transformación política que combatió 238 El Periodismo en Antioquia durante su vida, y de que fue víctima animosa, suscitó en el país desesperadas resistencias morales y de hecho. Las virtudes más excelsas de su prosa política fueron la fuerza, la claridad, la gracia ondulante escondida entre los pliegues de un idioma sabio e intolerante, con las más leves desviaciones contra su puro genio. No era el escritor pacato, lleno de terror ante el uso de vocablos o giros que pugnasen con el código gramatical: era el prosista dueño de su instrumento, capaz de tañerlo en la generosa amplitud de sus escalas y recursos. No da la impresión del jardín erudito si no de la fronda natural acomodada al clima y a la bondadosa ferocidad del suelo. Al erudito, la dicción "indiana" le da ante todo el gusto de la corrección perfecta: en tal concepto coinciden Unamuno y Gómez Restrepo. Al lector desprevenido y de pocas letras lo avasallan la naturalidad, la fuerza, lo original y preciso de los epítetos, la armonía liberal entre el concepto y la frase, la honradez inexpugnable del pensamiento y la helénica y fugitiva gracia del conjunto. Como se ha dicho, el ambiente político favoreció en grande escala el desarrollo de sus naturales talentos y de la plenitud de sus aspiraciones. No se crea, sin embargo, que la invectiva, en que fue maestro insuperado en su tiempo, era la sola forma literaria en que su pluma se elevaba al ápice de la expresión escrita; en los retratos instantáneos hace justicia a las cualidades de algunos personajes con cuyas ideas no podía tener contactos de simpatía. En otros casos la alabanza justa, dignamente y con adecuada belleza expresada, con aplicación a personaje por él admirado, se limita con criterio despasionado y justo. De Montalvo, por ejemplo; dice: "El rollo de la palabra de Montalvo abruma: ha plantado una nueva floresta del idioma y se va por ella como un salvaje grandioso a caza de fieras y reptiles. Se requiere iniciación para comprenderlo y gusto literario para admirarlo en sus pormenores artísticos; diré también que hay que prevenirse para no caer en sus extremos porque se deja ir en el aerostático de su fantasía y El Periodismo en Antioquia 239 sin ser un ortodoxo es en ocasiones místico... Ningún escritor hizo, por otra parte, mejor uso de su talento. Azotó a los pícaros en la plaza pública, colgó a los tiranos en una horca que puso sobre los Andes y sacó a la vergüenza los vicios del clero, con un buen humor que da escalofríos". Sería de observar que la mística tiene en literatura el mismo derecho a expresarse que el seco materialismo. Quevedo es escritor de alta jerarquía lo mismo en sus obras jocosas que en sus trabajos de interpretación de las verdades teológicas. La mística de buena fe, no enseñada por encargo ni practicada para ganar distinciones o gajes, tiene su puesto en las letras de todo el mundo, como la novela o el drama. La mitad de la obra pensante de Uribe, y casi todas sus actividades y peregrinaciones, está dedicada a defender la libertad y a difundir las ideas liberales. Estaba en su temperamento el dedicarse a esa propagación. La suerte le favoreció haciéndole llegar a la plenitud del conocimiento en una época en que las libertades yacían por el suelo en Colombia y estaban amenazadas o ferozmente limitadas en otros lugares del trópico. Luchando contra esa calamidad de los tiempos su pluma, su conciencia, sus nociones de ciencia y arte se alimentaban a sí mismas. Coincidió de tal manera su temperamento de luchador con las necesidades de los tiempos en que le tocó vivir, que la notoriedad tristemente conmovedora de las administraciones colombianas de la época y algunas de sus pobres celebridades momentáneas yacerían hoy en el olvido de no haber recibido los merecidos azotes de ese vengador de la patria. Las inmortalizó en su daño. Tuvo, como ya se dijo, en sublimada calidad el sentimiento moderno de la naturaleza. Echemos la vista sobre este diálogo con uno de sus grandes amigos, cuya muerte, en defensa de la libertad y de los desvalidos proyecta aún sombras de vergüenza sobre el continente. "El último día del año de 1893, me sorprendió a orillas del mar Pacífico, por primera vez visto por mis ojos. Tenía el 240 El Periodismo en Antioquia honor de acompañar a Eloy Alfaro a una de sus empresas libertadoras. "!Oh, me dijo el viejo proscrito, señalándome el océano: amémosle mucho, que sus ondas bañan las riberas de la patria! "Los amos no vedaban el son nativo y el pan de nuestras cosechas; estábamos fuera de la ley que ampara y de la tierra que sustenta, y se atropellaban en mis labios las sílabas indómitas del odio en aquella mañana de diciembre. La naturaleza sólo es bella en la libertad de pensamiento. Buscaba hacia el sur, en vano, mi radiante Colombia de otros tiempos, la macabea, la madre de vientre fecundo, bendito tres veces por la libertad, por la república y por la ciencia. El sol naciente abría grandes y nuevos espacios sobre las aguas; las olas contra la playa aligeraban su fatiga en un gran sollozo; la brisa traía las frescuras y los olores marinos; los alcatraces desarrollaban sus escuadrones en el espacio... Buscaba en vano la patria: allá abajo el monótono océano resonante y las estériles costas. Luego aparece Colombia en mi mente, como una llama, que ya es una antorcha, que ya es una sombra, que ya es una mancha... ¡nada!" Fue también narrador de altas dotes, y en su descripción del campo de batalla de Los Chancos dejó muestras de esta milagrosa capacidad y de sus dones excelsos como poeta descriptivo. Es de retener en la literatura española esta visión del campamento y de los hombres que tomaron parte en la batalla del día anterior: "Al otro día de la batalla de Los Chancos (31 de agosto de 1876) vi a Jorge Isaac, de pie, a la entrada de una barraca de campaña. Pasaban las camillas de los heridos, las barbacoas de guadua con los muertos, grupos de mujeres en busca de sus deudos, jinetes a escape, compañías de batallón a los relevos, un ayudante, un general, los médicos con el cuchillo en la mano y los practicantes con la jofaina y las vendas, Trujillo que marcha al sur, Conto que regresa a Buga, David Peña a El Periodismo en Antioquia 241 caballo con su blusa colorada, como un jeque árabe que ha perdido el jaique y el turbante... el mundo de gente ansiosa, fatigada, febril, que se agolpa, se baraja y se confunde después de un triunfo. El sol hacía tremer las colinas, la yerba estaba arada por el rayo, el cielo incendiado por ese mediodía de septiembre, y por sobre el olor de la pólvora y los cartuchos quemados, llegaba un gran sollozo, una larguísima queja de los mil heridos que se desangraban en aquella zona abrasada, bajo aquel sol que desollaba la tierra. Isaacs reemplazó el día antes a Vinagre Neira a la cabeza del Zapadores, y como su primo hermano César Conto, estuvo donde la muerte daba sus mejores golpes. Yo le vi al otro día en la puerta de la barraca, silencioso en ese ruido de la guerra, los labios apretados, el bigote espeso, la frente alta, la melena entrecana, como el rescoldo de la hoguera; y con su rostro bronceado por el sol de agosto y por la refriega, me parecieron sus ojos negros y chispeantes como las bocas de dos fusiles". Beyle y Tolstoi dieron idea de las batallas de Waterloo y Borodino siguiendo las impresiones y las observaciones que desde varios puntos de mira hacía un participante en la batalla. La humana visión en el relato de Stendhal arrebata la curiosidad del lector y difunde su atención por todos los rincones, adonde lo lleva la capacidad descriptiva del autor. La milagrosa capacidad del genio tolstoiano parece que reflejara sobre las concavidades del firmamento la visión de la gran batalla de la Moskwa para que pudiera observarla un moribundo que empezaba a desinteresarse de las cosas humanas. Las páginas de Uribe, en la descripción de la mañana siguiente a la batalla de Los Chancos, tienen la originalidad de sugerir, en un panorama de alegría y de felicitaciones, el ambiente caldeado de la batalla ocurrida en el día anterior y la magnitud de las ideas que allí se vieron a tremenda prueba. Aunque gran narrador, como se ha dicho, no es esta la calidad fundamental de Uribe en sus hazañas de escritor; "hazañas" está bien dicho, porque cada una de sus obras 242 El Periodismo en Antioquia minúsculas deja la impresión de una estupenda aventura. Pone en cuanto escribe toda su alma, y apenas por excepción hace un esfuerzo para explicarse la situación de sus contendores. En el diálogo su pluma vacila y en ocasiones decae. Era Uribe un temperamento de escritor que anda siempre revolviendo las ideas. Tuvo muchas, las acariciaba con deleite, retozaba con ellas, pero les negaba carta de naturaleza a las opuestas. Su pensamiento estaba tan lleno a todas horas, que el diálogo le resultaba una forma de abdicación. Llevaba consigo mismo un eterno monólogo de la razón contra sus enemigos, a quienes apenas les concedía el derecho de contradecirle. Fue un perpetuo contradictor de las ideas contrarias a los principios de libertad por él aceptados como intangibles, pero careció de la estupenda mala fe de los polemistas. Jamás entabló con nadie lides contradictorias de pensamiento. Lanzaba sus ideas a la plaza pública con el fervor de la convicción y en arranque de entusiasmo, pero no tuvo la paciencia necesaria para escuchar a los disidentes ni la ingenuidad requerida para contradecirles. Por eso en sus narraciones el diálogo flaquea forzosamente. El monólogo era la forma natural de expresión para un talento que se contemplaba a sí mismo. Fue de una facilidad incomparable frente a las hojas de papel que reclamaban el talismán de su elocuencia. Me dijeron alguna vez sus amigos que, con frecuencia, cuando hacía prosa para La Siesta, eliminaba el intermedio de la maduración sobre el manuscrito. Llegaba de la calle a las dos de la mañana, iluminado artificialmente; y para atender a la premura de las circunstancias, colocaba delante de sí al cajista, con la galera en la mano, y le iba dictando febrilmente las frases que al día siguiente escandalizaban ciertos ambientes, mientras otros abrigaban el regocijo de las mentes caldeadas por la pasión de ser libres. Tuvo para ejercer la crítica literaria vocación manifiesta; gusto fir me, vastas y bien digeridas lecturas, juicio independiente, admiración documentada de lo bello El Periodismo en Antioquia 243 dondequiera que lo encontrase. Sin embargo, su temperamento de luchador se sobrepone a menudo, en sus trabajos de crítica, a la fría percepción del analista. De esto hay ejemplos en el estudio sobre “La Tierra de Córdoba”, de Isaacs, y en sus apasionadas y melancólicas excursiones por la poesía, la vida y la locura de Epifanio. Al pie del monumento que se le ha erigido podría ponerse: El genio literario de la invectiva política: la frase más natural, más pura y más graciosa entre los escritores de su tiempo. Baldomero Sanín Cano Ensayos 1942, Bogotá. 244 El Periodismo en Antioquia JAIME BARRERA PARRA Despedida a Rendón La muerte de Ricardo Rendón nos impone el deber de ser valerosos. Ahora, mientras la noche cierra sobre esta casa que fue la suya, el cuerpo del artista se enfría bajo las sábanas. La muerte serenó su sonrisa, distendió un halo de bondad sobre los párpados caídos. Frente al cadáver una viejecita solloza. Es la madre de Ricardo Rendón, que no acierta a entender su tragedia. No seremos nosotros quienes pretendan explicársela. Ricardo murió de un acceso de lógica. La mano firme, labrada por una fiebre de veinte años, empuñó la pistola con la pericia con que esgrimiera el lápiz. Él, el genio satírico más vigoroso de media América, se defendió a pistoletazos contra la vida, temeroso de morir en caricatura. Para comprender el acerbo episodio precisa haber conocido al hombre. Fue un revolucionario en tono menor. Nunca quiso entender la vida sino como un milagroso espectáculo. En él se recrearon los ojos picarescos, tendidos como un berbiquí sobre la fraudulenta solemnidad de los hombres y de las cosas. Esa concepción diagonal del mundo, esa habilidad para desdeñar el orden burgués, implica un gravamen terrible sobre la filosofía del artista. Su creación es una autofagia; se nutre de carne. Estas cosas no las entienden los apacibles ciudadanos de la República democrática. Generalmente se acepta el genio como una adhesión de talento, de equilibrio y de buen sentido. Nada más falso y más inocente. Meted al artista dentro de un ambiente de égloga y se morirá de diseña. Su labor no podrá realizarse sino a un precio de tortura y de estrago, en la El Periodismo en Antioquia 245 oxidación paulatina de las nociones y de las sensaciones fundamentales. Ni en el dinero, ni en la sastrería, ni en la higiene, reposan los estímulos para el poeta, para el compositor, para el dibujante. Muchos quisieron para Ricardo Rendón una nueva casa, muebles americanos, sustanciosos saldos bancarios. Era la forma populachera del homenaje. Entre tanto, insensible al confort, y al sistema métrico, con su corbata indócil y su exuberante chambergo negro, alimentando su sonrisa con sangre. Rendón paseó su genio por los penumbrosos rincones donde el hombre se encuentra consigo mismo. Fue un bohemio en el sentido nihilista de la palabra. No así uno de esos gozadores báquicos de la vida que acaparan el goce con criterio de ganaderos, sino un despilfarrador de centellas, un malversador de tesoros. Fue León de Greiff quien le dijo su filosofía: "Todo no vale nada y el resto vale menos..." *** Los amigos de Ricardo Rendón tenemos un deber que cumplir, y es el de no falsear su carácter. No pretendemos santificarlo mediante la hipócrita letanía, acumulando sobre él las caseras virtudes que hicieron ilustres a los generales y a los patriarcas. Él fue la excepción dentro de la regla, la individualidad dentro de lo opaco, la enfermedad, dentro de lo cuerdo. Recordémosle cómo fue, dentro de la atmósfera verdadera que lo enmarcó, no al lado de los estadistas y de los próceres, sino entre sus compañeros y camaradas. Se llaman César Uribe Uribe Piedrahita, León de Greiff, Pepe Mejía, Matoño Arboleda. Evoquémoslo por los sitios amenos que arrullaron su sed irónica, no e los pasillos de las Cámaras ni bajo el alero del capitolio, sino en la Bogotá montmartrense, en esa Bogotá turbulenta que no tiene Baedeker, en el alegre rincón del café, frente a la copa amarga irisada de luz y de catástrofe. 246 El Periodismo en Antioquia *** No es la hora de trazar el balance artístico en la milagrosa carrera de Ricardo Rendón. Su obra está viva y móvil. Muerde como una aldaba quince años de régimen político, relieva detalles que se fueron de la memoria, establece la síntesis donde el historiador se desorienta, le da sentido humano a nuestro nacional Baile de máscaras. Relator puntual y devoto de nuestras luchas interiores, en su colección de dibujos le encontramos un pulso a la historia. Rendón fue ante todo el cronista de la zambra republicana. Por sus cartones portentosos pasa un látigo enjuto que irisa de color la yerta geometría de los hechos. Rendón fue popular sin quererlo. Carente de toda patética, su arte se tiñó de sarcasmo. Donde el artista sonreía, las gentes destapaban su risa gorda. Durante mucho tiempo la carcajada fue el comentario natural de la lucha política y por eso Rendón hizo editoriales con sus dibujos. Alguna vez nos dijo Eliseo Arango: Rendón es la única fuerza de oposición de la cual deba temer algo el gobierno conservador. Dentro del desbarajuste sentimental, dentro de la laxitud de su credo, Rendón fue el más probo y el más ortodoxo de los artistas. Nunca humilló su lápiz con temblores prestados. Su óptica fue tan personal como su sombrero. Pasarán muchos años, acaso un siglo, antes de que sobre la uniforme medianía de la raza, florezcan su espiritualidad y su técnica. Rendón se sentaba sobre esta copiosa mesa de palo mientras la tertulia frativa impresiones. Bogotá ha chispeado siempre en las charlas nocturnas de El Tiempo, el tropical y el europeo reanudan su tête a tête; todas las noches Juvenal y el señor Perogrullo organizan el diálogo. Pescador de palabras y de ademanes, Rendón tiraba sus oblicuos anzuelos sobre la sala. Nunca esa pesca le satisfizo. Su silencio calificaba la El Periodismo en Antioquia 247 algarabía. Cuando la discusión iba en crescendo, Rendón tomaba el camino de la escalera. La calle le abría nuevos créditos y nuevos programas. En la moratoria total de la noche, brillaban las luces de los bares... Y había por allí una dulzarrona música de La Habana. Y en los aparadores fulgían las botellas. Y había un castizo olor de fritanga. Y un minucioso ruido de carambolas se tiraba desde los balcones al patio. ¡Bogotá nocturna, Bogotá bella que amó Ricardo y que calientas tu clima necio con el oro de las estrellas! En sus grandes sotto voce del amanecer Rendón entregaba su alma. Mediante un brinco largo sobre el conversador el caricaturista trotaba. Epigramas lentos y feroces escuchados en esas horas y que eran la combustión de un gran espíritu. El alba venía, con el pan y la leche. Sobre un río de silencio la ciudad alzaba sus muros. Edificios y estatuas imponían su mole abundante. Era la Bogotá capitalina, con sus palacios y sus cuarteles. Tranvías procelosos, atestados de obreros y de beatas, ahuyentaban las últimas sombras. La realidad derrotaba al ensueño. Rendón se marchaba a su casa masticando bondad y fastidio. *** Y ahora duermes este sueño de marfil blanco. Cuando caíste de bruces sobre la muerte, ya ella se había preparado para la cita, como una escena italiana de Casanova. Un día te veremos tomar el camino de mármol y Bogotá sonreirá con los ojos llenos de lágrimas. Ya lo ves: hemos aprendido la lección de tu vida. Al despedirte mezclamos la sonrisa y el llanto. Antología de periodistas. Colección Samper Ortega de literatura colombiana. Editorial Minerva. Bogotá, Colombia. 248 El Periodismo en Antioquia LUIS CANO La responsabilidad de la victoria Teníamos la plena seguridad de no equivocarnos al afirmar, como lo hemos hecho porfiadamente, que las naciones civilizadas acompañarían a Colombia en la reivindicación pacífica o por la fuerza de sus derechos imprescriptibles en Leticia. En el día de ayer se movilizaron en ese sentido, con una admirable uniformidad de pensamiento y de acción, las chancillerías de casi todos los países europeos y americanos y la Liga de las Naciones, para hacerle saber al gobierno del Perú que no podrá impunemente sustraerse a la obligación de permitir"el restablecimiento de las autoridades colombianas en el territorio colombiano": según la expresión breve y exacta del secretario de Estado, señor Stimson. No hay en esas declaraciones vaguedad alguna en los conceptos ni en las palabras. Cada uno de ellos tiende a ponerle término definitivo a la situación equívoca en que ha querido mantenerse el gobierno del Perú, que sucesiva o simultáneamente reconoce la validez del tratado de 1922 desautoriza la ocupación de Leticia y les da su apoyo moral y material a los usurpadores, pretendiendo - inútilmente por fortuna - que ese inhábil juego de propósitos contradictorios y de afirmaciones inconciliables sorprenda la buena fe de los demás en la misma proporción en que deshonra la suya. Es excepcional, y muy honroso para Colombia, que del análisis de la conducta internacional de dos países comprometidos en una controversia diplomática precursora de un conflicto armado, no parezca para ella la más leve El Periodismo en Antioquia 249 sugestión de culpa ni la observación siquiera de que haya omitido esfuerzo alguno en el cumplimiento estricto de sus obligaciones jurídicas y de sus deberes morales. Nuestra conducta ha merecido la aprobación universal en términos que nos enorgullecen justamente, pero que nos obligan asimismo a proceder ahora y más tarde con una exquisita precaución y en forma que aleje hasta la posibilidad remota de desmerecer el concepto honrosísimo que hemos alcanzado en la Sociedad de las Naciones. No es posible todavía descartar en absoluto la eventualidad de una resistencia armada del Perú en Leticia, y puede ser que no obstante la enérgica presión moral que sobre su gobierno ejercen actualmente las chancillerías europeas y americanas para inducirlo a aceptar los compromisos que tenazmente ha pretendido eludir, no pueda o no quiera sustraerse al veredicto de la opinión universal, y nos obligue a reivindicar por la fuerza nuestro territorio y nuestro derecho. Pero esto último es improbable, y la actitud que debemos observar por el momento es la de cooperar con un sincero sentimiento de solidaridad americana a las soluciones pacíficas y conciliadoras que se nos han ofrecido, aceptándolas por nuestra parte sin exigencia alguna que pudiera considerarse humillante para el Perú o contraria a los sentimientos generosos que las han inspirado. La honrosa victoria moral y diplomática que hemos obtenido en Ginebra y en Washington constituye por sí sola la plena realización de nuestras aspiraciones en el terreno de la controversia internacional, y requiere únicamente para que sea completa en todos sus aspectos la devolución del territorio que nos fue usurpado, sin que ello implique necesariamente la rendición por la fuerza de los usurpadores. Si el Perú consiente, como se lo aconseja su propia conveniencia y se lo exige la opinión pública universal, en permitir que las autoridades colombianas sean restablecidas en el territorio colombiano, sin oponer por su parte resistencia alguna ni dar 250 El Periodismo en Antioquia apoyo o estímulo a la que quieran intentar sus connacionales de Loreto, debe tener de antemano la seguridad de que no habrá allí ningún inútil sacrificio de vidas humanas, y la convicción también de que nuestras tropas no excederán una línea del límite de sus fronteras. A ello estamos obligados nosotros por consideraciones de humanidad y de estética mucho más imperativas que la ley de las naciones, y más obligantes todavía que los tratados públicos que señalan el límite infranqueable de nuestros derechos. No con clemencia, como lo pide la Liga de las Naciones, sino con fraternal cordialidad deben ser y serán tratados los residentes peruanos en Leticia, cuando impere nuevamente allí la soberanía de Colombia, aun en el supuesto improbable de que no sea posible su rendición pacífica, como sin duda alguna habremos de procurarlo ante todo. La clemencia con los vencidos es una recomendación innecesaria para un soldado de honor, y los nuestros no la necesitan efectivamente. Pero la generosidad después de la victoria, y sobre todo la discreción en los procedimientos para conseguirla, deben ser siempre encarecidos, y lo serán hoy principalmente en nuestro propio caso, por la circunstancia de que el mundo entero asiste con el carácter de juez a la contienda en que se nos ha asignado, por el consentimiento unánime de la opinión pública universal, el privilegio de actuar en ella como agentes del derecho, de la civilización y de la cultura. El honor que este privilegio entraña no es más grande, siendo grandísimo, que la responsabilidad que implica eventualmente, porque Colombia va a ser el primer país en el mundo que después de la constitución de la Liga de las Naciones afronta un conflicto internacional con el apoyo moral irrestricto de esa institución y al amparo de las disposiciones de su estatuto que proscriben la violencia en las relaciones de los Estados. El Periodismo en Antioquia 251 Una palabra indiscreta, un ademán inconveniente, pueden cualquier día equipararnos con el gobierno del Perú en la afrentosa condición a que lo ha reducido su elegante desprecio por las normas de la moral internacional, que es al fin y al cabo la única defensa eficaz de los pueblos inermes. Tomado de: Dos siglos de periodismo Colombiano. Coreditorial, Bogota, julio de 1985. El Espectador. 1933. Bogotá, Enero 28 252 El Periodismo en Antioquia TULIO GONZÁLEZ VÉLEZ Rafael Arredondo En todos los bandos políticos figuran en no escaso número notabilidades muy respetables que no sirven para maldita cosa. T. Carlyle. Pequeño el cuerpo fornido, desgraciado el paso como quien camina para salvar una distancia muy corta, de palabras sugestivas con el adversario, aunque entrecortadas de malicia, y discretas, blandamente severas con el amigo. Festivo el visaje, de sonrisa fisiológica, sin regocijo del alma, prendida siempre en el rostro como una flor de papel. Intencionado en las preguntas, escurrido en las respuestas y lisa de nudos ingeniosos la conversación, pero ondulante si el cálculo interviene con su astucia de animal carnicero, adiestrado en el brinco sobre la presa desprevenida. Es en extremo supersticioso como una aborigen y sólo confía en los resultados de la obra emprendida jueves. De visión portentosa para el detalle, se ofusca y enceguece ante el conjunto. Goza de todas las facultades menores del género humano en las que sobresalen la sagacidad, la porfía y la ausencia de sistema nervioso; tiene una superior que es la de saber para qué puede servirle cada amigo y cuál es el lado por donde cojea su vanidad; y otra excepcional radicada en una conciencia política labrada a su amaño, en la que no caben las mil aprensiones y desasosiegos que generalmente insisten en el hombre después de la acción. Su paso es semejante al del plantígrado, sin el arco en el aire que describe el pie entre el levantarse y el posar. Parece ir sobre arrastraderas en cuyo uso existe el temor de que se zafen. El Periodismo en Antioquia 253 En esa característica se refleja su política mañosa, ladina y sutil. Es política de a pie que camina sin grandeza pero cautelosa e insospechada como ese medroso silencio que ciñe las patas de la fiera, antes de saltar... Para hacer un estudio de Rafael Arredondo hay que limitarse de modo exclusivo a la audacia y la voluntad. Su inteligencia es más perspicacia que alcances de la mente, y va escotera de cargamento de ideas. Tiene nociones generales de las cosas pero están restringidas a lo elemental de ellas, por eso su actividad política es ninguna en la prensa o la tribuna, y borrosa en los parlamentos. Cuando sus opiniones se manifiestan públicamente es espectáculo desesperante su vuelo corto de palmípedo. La eficacia de su pensamiento se incuba en la sombra, en los pasadizos; de ahí que lo más temible en él sea su ausencia, pues que algo inesperado va a estallar. Cuando entró a la política en lo que menos pensó fue en la calificación de los medios de que debía valerse, que es lo primero en que medita un conductor de raza: se propuso simplemente triunfar, y, como una res esquiva a la querencia, le metió la cabeza a la cerca para abatirla. Yo admiro en este poderoso animal el ciego impulso que hizo su triunfo inevitable. En un instante extraordinario de su cerebro intuyó que su vida se había despeñado por el azar de los negocios, y que su vocación más íntima estaba en preparar elecciones y llegar por ese medio a tornarse árbitro de la situación. ¿Más qué hacer sin conocimientos sólidos, casi sin alfabeto y sin opinión en su partido? Eso no importaba. Los abogados y bachilleres, las gentes leídas y escribidas y los políticos de figura no han sido un fracaso para la acción? Arredondo no debía cavilar en tales necedades y dejó con generoso desdén que los intelectuales y escritores del partido comentaran su caso con sorna y menosprecio. Está bien que un jurado calificador decida en examen si el estudiante sabe las materias, pero la determinación de ser y la voluntad de un hombre tensa 254 El Periodismo en Antioquia hacia la realización de su pensamiento, nada tiene qué ver con un trivial prospecto de estudios universitarios. La historia de la civilización ha sido constantemente ultrajada por los hombres de prensa. Mientras la opinión de su partido se asombraba ante la aparición de Arredondo, cuya habilidad para combinar planchas de directorios y atraerse la dócil voluntad de los jefes de pueblo suscitaba expectativas, se dispuso a examinar y clasificar en sí mismo las facultades disponibles para la vasta empresa que intentaba, pero en vez de perfeccionar las comunes con la especie se propuso cultivar las menos contiguas al hombre, acaso para sorprenderlo más fácilmente en la lucha y evitar su propio aniquilamiento. Aguzó extremadamente la astucia y la malicia, y fue la zorra; fomentó el hábito de trabajo, sin cansancio, y fue la hormiga; estimuló el don de gentes, y fue el hombre insinuante, persuasivo, que disuelve a las pocas sonrisas y palabras amables, la prevención de los demás; buscó, no es posible saber cómo o si nació con él, el perfecto equilibrio de la sensibilidad, y fue el tahúr, el jugador que hoy se arruina, duerme bien la noche y mañana se desquita. Todo esto lo aprendió: la ciencia de contenerse, de calcular, de atraer, de disimular, de no comprometerse demasiado, de obrar sin ruido y de no enfadarse jamás. Su mejor potencia culminó en tejer, como la araña, la tela de su política en la que poco a poco fueron siendo atrapada las unidades de más alcurnia para servirle de herramienta. De tanto y tan variados ingredientes mezclados en el mortero de su naturaleza, debía saltar un ser extraño a la especie, capaz por eso mismo de dominarla, pues que conociendo sus atributos podría sorprenderla mejor en sus flaquezas, un ser de espíritu epiceno a quien fatalmente llevaría su destino a la comisión de hechos en que participaran igualmente el hombre y la calidad subhumana de sus fuerzas adventicias. Podrá decirse que ese caudillo ha deprimido a la inteligencia, a la cultura y a las ideas eliminándolas de sus hazañas, pero es aún más cierto que las ha vencido. El Periodismo en Antioquia 255 A su arribo venía la política liberal dirigida por gentes de club, incapaces de concebir la vida sin la colaboración del buen sastre y de la buena posición social. Claro es que no podía progresar así, orientada por directores ligeros e indolentes, engreídos hacía tiempo en los honores de minoría selecta, fuera de que sus condiciones distinguidas les embarazaban la proclividad anexa al desarrollo de una labor que se necesitaba fecunda de cualquier manera. Su alma indomable, de aspiraciones arrolladoras excitadas por la ambición, entrevió surgir su estrella y se preparó a seguirla. Tales fueron las energías en tensión y de tal modo dio principio a las operaciones, sin otro plan que el escrito en su voluntad y a poco de irrumpir en la escena, los intelectuales que gozaban de los favores de la opinión, toda esa intelectualidad chapucera y baladrona, hubieron de hacerse a un lado para no ser aplastados por la zarpa del caudillo. Nadie mejor que Arredondo comprendió entonces lo que debía hacerse. Dotado de magnífica disposición para trabajar desde las cinco de la mañana hasta las diez o doce de la noche, con las manos sobre la OBRA, atento a sus movimientos y primeras expresiones como hacemos con el hijo; sin vicios extenuantes y poseedor de una mentalidad corriente pero complementada con propiedades de inferiores especies animales, fácilmente debía convertirse en meridiano de la política antioqueña. Lo que primeramente enmudeció contra él a casi todos los adversarios de su bando fue la abnegación, la capacidad de trabajo, las extraordinarias dotes de organizador, y, sobre aquello, el edificante drama de un hombre que desde aquel instante en que concibe una idea no vuelve a alentar sino para realizarla. Quizás en su falta de vicios como la embriaguez, el tabaco y los malos pasos del amor no haya ansias de purificación espiritual, pero seguramente sí un plan de economía orgánica. En ello puede haber cálculo, empeño en conservar intacta su energética para sólo emplearla en los menesteres de la faena elegida. Flota de un político que se 256 El Periodismo en Antioquia ahorra una especie de halo que tradúcese en capacidad de mando emanada de una personalidad no desintegrada en escapes de sensualismo. Parece que solamente en la castidad y en la relativa avaricia de los valores orgánicos podemos crear cosas sublimes o monstruosas, pero grandes en todo caso. A quien guarda moderadamente ilesas las energías es difícil debilitarlo en una lucha prolongada, y del mismo modo que a los muñecos de plomo en los pies, se les derriba para luego levantarse. Es que cada dosis gastada en resistir es inmediatamente reemplazada con otra de las múltiples de reserva, ocultas en la red de los músculos donde esperan la hora del agotamiento. Quien apenas aprendió a quemar sensibilidad y nervios en placeres o a dispendiarlos en urgencias ajenas a la tarea impuesta por la vocación, no sabrá sino arder, arder siempre pero debajo de recipientes vacíos o rebosantes de cocidos de bajo sabor. El plan de Arredondo no era complicado, no exigía una inteligencia superior a su servicio pero llevaba un vigor incontenible. En el primer episodio se limitó a despejar con batidas laterales de los pies a los émulos influyentes o a entretener a los más peligrosos con sonrisas y alusiones en que vagamente iba envuelta la promesa de uncirlos al carro de triunfo. Todas eran gentes estorbosas a su empeño pues que hacía tiempos se habían resignado a la verdad de la mayoría conservadora de Antioquia, y a DESBARATAR tal verdad había llegado él siempre que se le permitiera intervenir con decisión de ir hasta el final de la empresa. La calidad ciertamente audaz del proyecto se fincaba en que no lucharíase con un enemigo tradicionalmente invencible en las urnas, sino en derrotarlo sin batalla, con artes inventadas para el efecto y que pondrían en vigencia de ley los hombres del gobierno. Ya se vería cómo también éstos rendirían las armas para situarse en un plano cómodo entre la justicia democrática, retráctil casi siempre, y las aspiraciones del caudillo, identificadas para el caso con las supremas del partido. El Periodismo en Antioquia 257 Y surgió el dilema lógico, brutal: o una mayoría "nuestra" que haga estable al gobierno liberal en Antioquia, o el triunfo conservador. En presencia de este argumento el gobierno hubo de entrar en la danza; se veía hábilmente comprometido en el juego si quería sobrevivir. Así se confundieron, abrazados pecaminosamente, los dos intereses en sí mismo irreconciliables. Ese fue el acierto de los partidarios de Arredondo; hacer del gobierno su mejor arma de conquista a fin de que la campaña se iniciara desde la penumbra oficial sin que aparecieran visibles los interesados. Lo demás hubiera sido elecciones perdidas honestamente en tributo a la tranquilidad social, al amor de la democracia y al respeto de la justicia. Bellos mitos para escribir editoriales y pronunciar discursos, pero no para tenerlos en cuenta si se impone violarlos para llegar. Si la voluntad se sujetara con amarras morales y consideraciones filosóficas sería imposible zarpar hacia la acción cuando se pretende subvertir con sacudidas de violencia un orden político establecido. Se propusieron llegar al fin y llegaron. En los procedimientos usados, en la facilidad con que se envolvió al gobierno en la hazaña y en el aporte animal que se le mezcló estuvo la osadía del caudillo, el relámpago de su genialidad y lo prodigiosamente ancho de su manga. Para el liberalismo fue un hallazgo ese hombre capaz de crearle una sensibilidad nueva que lo curara de la antigua y angustiosa impresión de ser menos. Eso era lo esencial una vez dominadas y atraídas las zonas oficiales. Y como la cifra electoral era inmodificable, Arredondo se dio a la brega de transformar la sicología de la masa hacia una actitud insistentemente rampante y desoladora. Había comprendido que de nada servía ser los más en número -el caso conservadorsi poco a poco iríamos sintiendo pánico de serlo. Y el fenómeno producido fue que ese partido alimentado en las ansias de su jefe, primero, y estimulado ahora por la indolencia del gobierno en reprimirlo, empezó por sentir asco físico de 258 El Periodismo en Antioquia su pequeñez aritmética y terminó por hollar los principios republicanos que hicieron estable su condición. Entonces todo sufrió un vuelco inesperado porque la justicia se tornó en arbitrariedad, la democracia en demagogia y la autoridad en persecución. Los valores de la patria, todas las cosas morales que habían sustentado la nacionalidad, hecho respetar la vida del hombre y asegurado el ejercicio libre de su confesión política, se vieron violados en homenaje a la nueva república, a la que se le puso un apellido que simboliza las aguas rojas que la bautizarán para la historia como secta de muerte. Yo quisiera aceptar la posibilidad de que todo aquello le sobrevino al país inesperadamente, y que no hubo ánimo de llegar al exceso; que las consecuencias de una campaña atrozmente impulsada en todas las regiones rebasaron el espíritu y el sentido de las causas. Y aquí se presenta el lado malo de una voluntad intensamente ofuscada en las caricias del éxito presentido, que no ve, que no se detiene porque el impulso hacia el fin es insofrenable. Detenerse entonces es volcarse. Arredondo pensaba en la política más que el gobierno seccional; sabíase fuerte y que en torno a su nombre se había formado una mística; parece que también llegó a creer en ser respetado por la misma Providencia, que llamó de la vida existencias estelares como la de Barrera Parra, pero carentes de destino. Cuando se desplomó el Alcázar ocupaba un asiento próximo a la entrada, en zona segura; al empezar el techo a crujir y a espolvorear sobre los asistentes, el caudillo se escapó, lentamente y mirando hacia atrás, pero había dejado el sombrero. En la puerta esperó los sucesos. Apenas todo hubo caído regresó al asiento a rescatarlo de los escombros. Al otro día un copartidario efusivo le dirigió desde Cali un telegrama en que lo felicitaba por la escapada, y Arredondo le contestó glorioso, triunfante: Arredondo no nació para que lo aplasten; nació para aplastar. Las gentes se desbordaron entonces por las plazas, calles y veredas unas veces bajo la especie del alcalde, de la policía El Periodismo en Antioquia 259 y el guarda, y otras en forma de inmensas oleadas zarandeadas por el frenesí, acres los labios del sabor del insulto y en las manos el entrechocarse de los huesos que se aprestan para el destrozo. El partido conservador no halló actitud distinta de temblar; era como cañas secas, vacilantes, agitadas por vientos de espanto. Llegamos a meditar seriamente en sí la profesión de nuestra fe política era cosa lícita o entrañable delito. Parecía que habían llegado al poder con la misión de recordarnos que la existencia es más pasajera de lo que enseñan la experiencia y la filosofía, y que la longevidad como premio a la salud y al ejercicio mesurado de los ímpetus mozos es cosa discutible y aleatoria. Hasta las ciencias biológicas fueron declaradas en receso. Se había decidido, pues, hacer más palpable, pero aplicada a nosotros, la sentencia bíblica de que la vida es harto perecedera y que es vano y breve el moverse el hombre sobre la tierra. Nadie pudo esquivar el sufrir la influencia de ese caudillo de voluntad sáxea que tenía bajo su mano el instinto del pueblo con su capacidad de reacción y violencia, como avenidas de río caudaloso en cuyos orígenes múltiples se vacia la tempestad. La prensa copartidaria de todas partes se hacía lenguas exaltando el prestigio de Arredondo, y la remisa se callaba discretamente. Todos fueron replegándose ante la audacia y el poder de esa política que se metía en el palacio de la gobernación, en las alcaldías, en los jurados electorales y en los organismos oficiales de influencia. Parecía más una organización secreta que una estrategia: Se brotaba en raíces innumerables, en secuelas de su alma que, semejantes a fantasmas, transponían puertas clausuradas a las más justas demandas conservadoras. Desdoblábase en legiones de Arredondos de cabezas desprendidas del cuello para escuchar, de orejas pegadas a las rendijas, de ojos de miradas como punta de cuchillo que brincan soslayadas hacia el objetivo y se ponen en fuga al sentirse sorprendidas. Solía tener circulares secretas con él, aunque tenía la seguridad de no ser atendidas. 260 El Periodismo en Antioquia Escribía diariamente cientos de telegramas y oficios en los que ordenaba la manera de proceder, de propiciar un triunfo que acaso hubiera obtenido si el conservatismo no se lo cede antes, sin discutírselo. De los pueblos recibía el dato diario de las cédulas expedidas a cada partido, y si eran más las conservadoras alguien apretaba un tornillo en la gobernación, que suspendía el envío de nuevas remesas al porfiado municipio; si eran más las adversarias los talonarios se malbarataban como dineros de calavera. Las elecciones, pues, no iban a verificarse en las poblaciones por el método abolido de las urnas, sino por un procedimiento más sencillo, seguro y simplificado, pues en lugar de ciento veinte mil electores uno o dos hombres iba a elegir. Tan perfectas fueron las estadísticas llevadas sobre la cedulación que Arredondo no se equivocó en el resultado que arrojarían los municipios del departamento, sino en dos o tres votos, en cada uno. ¡Qué capacidad matemática la de este prodigioso Pitágoras electoral! El gobierno se permitía en ocasiones dar señales de existir ante ciertos desmanes contra un adversario incapaz de quebrar los trastos. Pero lo hacía en forma taimada y cruel que aumentaba la insolencia de los agentes. Bien sabían que estaban frente a una colectividad habituada a los deliquios de la paz, que no sabe sino pedir, gritar garantías para sus ideas y para la vida. Cuando se estableció la casa conservadora de Medellín para el último debate, cada noche asistían de mil a dos mil conservadores a escuchar las conferencias. Se observó que en el patio había seis bifloras en sendas materas. La casa duró abierta catorce días y cuando pasó el debate un joven había caído pero las bifloras se florecieron. No fueron tantos conservadores en catorce días de trasegar el patio capaces de secarlas. Eran tan pacíficos, tan suaves que en su presencia no les quedó a las matas otro remedio que florecer. Pero este partido, mejor que a la biflora, hace florecer el olivo... No obstante, el gobierno El Periodismo en Antioquia 261 parecía tratar de imponerse, mas el oculto poder retenía en sus puestos a los díscolos a obedecer quedando firmes en ellos, como cosidos con alambre a la administración. Entonces aquel gobierno, tal vez impotente de buena gana, satisfecho en su debilidad y voluptuosidad descaecido como con esa íntima complacencia que nos queda después de las enfermedades largas, decidió meterse detrás de los escritorios a firmar las nóminas mientras pasaba el turbión. Es, pues, un hecho que el liberalismo necesitaba la victoria neta, brutal; y si primero fue urgencia de un grupo para simple regodeo del corazón ambicioso, concluyó por ser de todos una vez repetidos los desafueros y a fin de no ponerle el pecho al coraje de una asamblea de mayoría conservadora ultrajada en la carne y el corazón de su partido. En estas circunstancias es más que difícil reparar en los medios de triunfar, y lo importante es mantener la masa estremecida. En la determinación irrevocable de quienes pretenden imponer a toda costa una manera de gobierno no se elude jalonar el camino con el dolor espantador, con la tragedia cotidiana que sostenga la sensibilidad del pueblo en expectativa de salto. No ignoran los políticos sagaces que en períodos de exasperación social provocada para invertir violentamente viejos estados de cosas, no debe dejársele analizar la gravedad de lo que ha hecho ni reflexionar acerca de lo que ha de hacer, Un día, una hora en reposo del corazón, y los instintos se le embotarían para la acometida. Por eso ha sido preciso que en Colombia la violencia se repita constantemente y que las hazañas contra el conservatismo se sucedan de continuo. Permitírsele a la masa parar a darse cuenta de las injusticias que ha cometido y que será impelida a cometer contra los hermanos en patria, equivaldría a darle tiempo de arrepentirse y lanzarse al circo, ciega y vindicadora, a destrizar las fieras del espectáculo. El Colombiano. Medellín, jueves, octubre 31 de 1935. El último arriero y otros cuentos. Ediciones: Autores Antioqueños. Vol. 31, Medellín, 1986 262 El Periodismo en Antioquia FERNANDO GONZÁLEZ La Universidad, políticos y periodistas No hay quién forme la opinión pública, o sea, el periodismo está en Colombia en poder de hombres indignos. Hombres indignos también son los gobernantes. Repetimos que Colombia carece de clase directora, por carecer de Universidad. Las escuelas de Derecho son refugio de jóvenes que no encuentran otra cosa qué hacer; cuando resulta un haragán y vicioso en una casa, dicen: "Que entre a la escuela de derecho...". La finalidad es graduarse para ser inspectores o jueces. ¿Ciencia? ¿Amor a la ciencia? ¿Vocación? Quien amara la ciencia, allí no estudiaría; allí se gradúan... Tales escuelas son fuente de políticos y periodistas. De ellas hay en Bogotá varias; las hay en Medellín, Popayán y Cartagena. Joven que pisa allí queda inutilizado para el trabajo y la honradez. Sale vanidoso, parlanchín, empleómano, estafador. ¿Quiénes son los profesores? Los mismos jóvenes, ya graduados, los más hábiles para la intriga, o bien, ancianos fracasados en larga vida de empleos públicos, sacos de escepticismos, cabos de alma. ¿Qué disciplina, qué amor a la vida, qué formación moral puede recibir allí la juventud? Otra fuente de periodistas y políticos son las escuelas de medicina. La de Medellín es buen comienzo; allí hay sabios, como el secretario doctor Callejas, Gabriel Uribe Misas y Miguel Maria Calle, etc., pero es apenas un comienzo: no satisface eso de tres o cuatro microscopios, diez insectos, treinta conejos, una nevera para cadáveres y una taza mordida por un perro hidrófobo. El Periodismo en Antioquia 263 Los jóvenes van a las escuelas de medicina a ser médicos de formulario; su finalidad es obtener un diploma gano la vida. La prueba está en que ni una sola planta han clasificado en Colombia, ni un insecto, nada, todo es aprendido de memoria. Los graduados en Bogotá no saben sino jugar billar, ignoran en dónde está el esqueleto. Las escuelas de agricultura son nueva fuente de políticos. Allá van los que no pudieron siquiera obtener el bachillerato; hablan de cabuya, sembrar cabuya, café, plátanos y echarle cal a la tierra, pero no conocen cabuya, café, cal ni plátanos es para hablar en "la asamblea" para los que aprenden eso en las revistas, y para ser carga de los campesinos, a quienes dizque enseñan "a podar los cafetos". También están en París, bulevar Haussman, "haciendo propaganda al café y al banano". Sabemos, nos consta que su poda es a las campesinas y lo que hacen en París es propagar la sífilis. Un doctor de ésos, agricultores, no sirve para nada desde que lo gradúan. Los colegios menos malos son el seminario y los de comunidades extranjeras. Nos causó tristeza ver en Manizales El Instituto, colegio oficial, abandonado, pues es casa de corrupción, y los hermanos maristas con un palacio y mil niños. Aunque sangre el corazón, es preciso reconocer que lo nacional es un pecado contra la juventud. Respecto de las escuelas de ingeniería, la de Medellín era buena hace unos veinte años, pero desde que se dio a fabricar gerentes no sirve para nada. Todo el país se convirtió en sociedades anónimas y se roban el dinero. Gerentes prestidigitadores de veinte años es lo que sale de allí, o bien, maniáticos que investigan cuántas putas hay en Bogotá, dado el número de casas. Que la Universidad colombiana no sirve, está claro al ver que introducen expertos para todo. Abogados, médicos, policías, contabilistas... 264 El Periodismo en Antioquia ¿Qué perjudica? Pues veamos quiénes forman la opinión pública en Colombia, y principiemos por Medellín: “El Diario”: un médico, ex químico, ex radiólogo, hepático, dirige al inocente pueblo liberal de Medellín. Coge senaturías y diputaciones; cura a Colombia: para eso lo graduaron. “La Defensa”: uno graduado en la escuela, que escribía monga por moja, cuando éramos jueces: ése es el que critica al gobierno de Alfonso López, calumniado, odiando, desacreditando la oposición. “El Colombiano”: es antro de los ex congresistas del régimen pasado. Están vi-na-gra-dos, macilentos, biliosos. Su oficio es odiar y creerse católicos. Les pagan los conservadores ricos, atrincherados detrás de los mostradores. Oficio de insultar y sembrar odios. “La Defensa” es guarida también de sacerdotes jóvenes, fanatizados por Mussolini y León XIII, y que, con eso de acción católica, tan mal dirigida, no hacen otra cosa que sacar a Jesucristo a enfrentarse con los negros de Diego Luis Córdoba. ¡No, señores prelados! Ustedes pueden salvar a Colombia, pero no con esos periódicos. ¿Cómo pueden imaginar que el Jesucristo de los Evangelios podía escribir esos editoriales y formar falanges yocistas? Lo esencial en el Cristianismo es el amor. De suerte que se trata de lucha a muerte, permitidas todas las armas, por los empleos públicos. "El partido por encima de todo. Religión, moral, sentimientos, etc., todo al servicio del partido". El alma de los directores colombianos es eso únicamente. Luis Cano dizque es "la conciencia moral de Colombia". “El Tiempo”: Todos lo conocen. Todos saben que allí pagan; que de él comen Baldomero Sanín Cano, Maximiliano Grillo y todos los jóvenes que viven Bogotá. Pagan el precio de las conciencias y la libertad con ministerios, consulados y gobernaciones. El Periodismo en Antioquia 265 El engranaje es así: La SCADTA tiene el monopolio de aire para sus trimotores; ella conduce “El Tiempo” y “El Espectador” a los departamentos; el ministro de correos, salido de “El Tiempo”, desorganizó los correos nacionales, para que usen la Scadta. Alfonso López apoya a El Tiempo, con tal de que éste lo apoye a él, no obstante su tratado comercial con Estados Unidos. “El Tiempo” lo venden a diez centavos en los departamentos; de él copian los periódicos locales. Diputados, congresistas, directores políticos, etc., son de “El Tiempo”. ¡Ahí está vuestra Colombia, señores campesinos! No tenéis Universidad, ni médicos, ni abogados, ni políticos. Oídlo bien, vosotros que trabajáis de sol a sol y cuyos frutos nada valen, porque hay incertidumbre, no hay programa ni moral. 1936 266 El Periodismo en Antioquia ENRIQUE ECHAVARRÍA El Cementerio de San Pedro En vano podrían los poetas decir la bella pero vieja y cansada frase, "El solitario y triste campo santo", refiriéndose al cementerio de San Pedro. Porque éste es en verdad alegre y bonito; el lúgubre y sombrío ciprés no existe en él; por todas partes están esparcidos los pequeños y misteriosos pinos, que bien podrían ornamentar "El Jardín de las Delicias". Aparecen allí magníficos y ostentosos monumentos y mausoleos. Luz, aire y vida irradian por todas partes. Aquí se les rinde un verdadero culto a las tumbas. Nuestras viudas sobre todo desean superar en su dolor a Artemisa, reina de Caria. Todos los locales, con carísimas excepciones, viven llenos de flores y de plantas exóticas. Un extranjero, después de visitar nuestro cementerio, dijo al salir estas lacónicas pero significativas palabras: ¡Es un lugar donde se está bien! Dirijamos el recuerdo hacia Medellín antiguo. En el año de 1842 era él un pueblecito, aislado entre estas ásperas montañas, sin comunicación alguna con el resto del mundo civilizado; nueve mil ciento cuarenta (9140) eran sus habitantes; un puñado. El Dr. Pedro Uribe Restrepo, médico eminente, hombre progresista y emprendedor, y ciudadano que creía en el progreso de esta villa más que Ricardo Olano hoy, reunió cincuenta caballeros de los más notables y ricos de la población y les hizo ver que el cementerio de San Lorenzo, único existente entonces, estaba estrecho y feo, y que por lo tanto se necesitaba otro lugar más amplio y cómodo; quizás influía en el ánimo de él, además de lo dicho, el que lo enterrasen en el suelo. En vista de esto todos ellos decretaron la nueva El Periodismo en Antioquia 267 construcción del cementerio de San Pedro, según consta en el acta y escritura del 22 de septiembre de 1842. Largo tiempo fue llamado el cementerio de los ricos. Doña Sixta Fernández de Jaramillo fue la primera persona enterrada en este lugar. Fue el mismo doctor Pedro Uribe Restrepo el iniciador del teatro Bolívar, que por mucho tiempo llevó el nombre de El Coliseo. Este edificio sirvió para otros fines; por muchos años se le destinó a gallera. Me contaban que en repetidas ocasiones, a las siete de la noche, barrían plumas e inmundicias de los gallos que había en la platea, para que los concurrentes pudiesen entrar a las representaciones de la Opera. Decía alguno que esto era prosa y poesía. Pudiéramos poner a antes dicho esta alegación, que es lo mismo, tanto o más, se divertían unos como los otros. En el mundo todo es igual: donde se canta se llora, donde se gime se ríe. Tan feliz es Lázaro Díaz oyendo cantar un gallo, como el más fino diletante oyendo un trozo de Verdi. En el cementerio de San Pedro fue el patio circular lo que primero se edificó; en el sitio de la salida, donde hoy se halla la galería de San Lorenzo, se alzaba una casita de paja en la que el mayordomo vivía. Desempeñaba la mayordomía en tiempos viejos Lucio Rendón, Cuentan que él hacía grandes fiestas y francachelas. Como que no había nada malo, o tal vez bueno, que no se hiciera en esa mansión. ¡El silencio de las tumbas! ¡El holgorio en el rancho de Lucio! ¡El dolor en los restos mortales! ¡El gozo desmedido de los intemperantes! ¡Allá tristeza! ¡Aquí alegría y desenfreno! ¡Dos extremos! Una antítesis. Alguna vez la muerte de un gato sirvió de pretexto para hacer una velada, y valga la verdad, es raro ver un gato muerto; al menos en los años que llevo no he visto el primero aún. El velorio que hicieron a la pequeña fiera fue espléndido; hubo baile; las copas se chocaron unas con otras y el licor acaloró las gargantas; después de todo, y en medio de la borrachera 268 El Periodismo en Antioquia general, resolvieron dar sepultura al gato en una bóveda buena y central, y entre demostraciones de duelo y al son de cantos lúgubres y propios para el caso. Don Mariano Latorre era el entonces presidente de la Junta del Cementerio; cuando supo lo ocurrido se dirigió hacia la casa de Rendón y lo puso de vuelta y media por la atrevida profanación y resuelto a quitarle el empleo. Rendón que vio perdida su causa y en gran peligro su puesto, le dijo: "No se enoje don Mariano, vea que la cosa no vale para tanto; lo mismo es gato por dentro, que gato por fuera". Don Mariano convencido ya, amainó su cólera y dejó a Rendón gozando de su oficio por largo tiempo. Años más tarde la mayordomía pasó a manos de Juan de Dios Urquijo, y tantos años duró en ella, que muchas gentes creían que él era el dueño del cementerio. Anualmente la Sociedad de Mejoras Públicas hace una bella fiesta en honor de la Madre y premia siempre el pensamiento mejor meditado y más original, que por ella se concibe. Tal vez pueda asegurarse que el tema lo tiene ya completamente agotado. Isidro Molina, a quien todos conocemos por sus chistes y humorismos, mandó alguna vez el siguiente, que por cierto no recibió premio alguno: Madre! Desde que nací Soy tu hijo. . . . ¡ Mas cuando muera Seré de Urquijo! En aquel entonces nuestros antepasados eran más románticos que ahora. Tanto la capilla como las paredes se llenaban de versos. Por ejemplo, entre los que se veían estaba éste, que dicen ser de Horacio, y traducido por don Joaquín Gaviria, abuelo de don Joaquín y Ricardo Gaviria: El Periodismo en Antioquia 269 A todos una noche nos espera, Un día sin sol, un sueño de verdad, En que pisar debemos una vez postrera La senda del vivir que ancha y ligera Conduce a la Mansión de Eternidad. La verja de enfrente fue construida de balaustradas de madera, poseía dos puertas, y sobre el umbral de ellas se leían estos versos, que impresionaron hondamente mi espíritu y que frescos guardo en mi memoria; no he podido averiguar su autor: Pasajero: cuando llegues aquí detén tu marcha Y del Panteón las bóvedas contempla, Donde generaciones confundidas La horrible parca silenciosa ostenta. Hemos como el relámpago pasado Por el mar proceloso de la vida Y aquí en profundo y pavoroso sueño Esperamos del Ángel la venida. (A última hora me aseguran que estos versos pertenecen a un largo y bello poema del Conde de Noroña, español). Cuando mi hermano Alberto Echavarría fue presidente de la Junta, cambió la fachada por la actual, mas no quiso poner los versos, por parecerle cosa vieja y desusada. Yo, que admiro el profundo sentir de aquellas estrofas, pido a la Sociedad de Mejoras Públicas, que vuelva a colocarlas bien grabadas en losas de mármol, en la puerta principal, en lápidas bien colocadas, que todo el mundo las vea fácilmente al entrar. Verdaderamente en los muchos cementerios que he visitado no he visto letreros y versos; pero uno no está obligado a hacer lo que los demás hacen. 270 El Periodismo en Antioquia Leí, sí, que en el cementerio de un pueblecito de España había el siguiente aviso: "En este cementerio no se entierran sino los muertos de este pueblo". En materia de epitafios sí está desbordada la humanidad por todas partes; el amor y el dolor se salen de madre y se escriben sandeces sin cuento. Aquí entre nosotros, en tal sentido, somos parcos, con ligeras excepciones aisladas y sin importancia. Entre los muchos epitafios que he visto me llamó éste la atención, el que le pusieron a un negro en Jamaica: Aquí yace Jack Jonson Padre de 29 hijos Y no tuvo más Porque se le agotó el tiempo! Antes de terminar quiero que todos me acompañen a dar una voz de aplauso y un hurra a los señores Pablo Arango y don Ricardo Lalinde, que de manera tan ahincada han trabajado por el adelanto y embellecimiento del cementerio de San Pedro. Crónica. Tipografía Industrial. Medellín, 1936. El Periodismo en Antioquia 271 LINO GIL JARAMILLO Jaime Barrera Parra A Carlos Posada Gaviria Jaime Barrera Parra, cuya muerte trágica al desplomarse el Teatro "Alcázar" de Medellín en 1935 nunca le hemos perdonado al absurdo destino, ha sido el cronista colombiano más ágil y ameno de los últimos tiempos. No fue uno de esos "deracinés" que, llevados a la deriva por la corriente de la vida, ingresan en el periodismo a falta de algo peor que hacer. Tampoco fue un improvisado. Cuando llegó al oficio traía un acervo de lecturas y de viajes, de experiencias vitales y observaciones directas que le permitían ver los hombres y las cosas de una manera personal, desacostumbrada, original. Antes de él no habíamos tenido cronistas. Hacemos caso aparte de Luis Tejada, cuyas páginas de pequeño filósofo se resuelven no como crónicas sino como ensayos sintéticos de penetrante sagacidad. El autor de las "Notas del Week End" fue un cronista en el sentido más moderno de este vocablo que hasta entonces había venido sirviendo para encubrir relatos sentimentales, torpes anécdotas de políticos o simples chistes santafereños. Tenía una pupila de precisión que le permitía captar los mejores rasgos de los hombres y de las cosas, los más vivos y agudos, para escribir sus páginas que son verdaderos cartones impresionistas por su brillante colorido, por sus hábiles juegos de luces y sombras. Leyéndolo nos ponemos frente a un escritor visual cuyas páginas dan siempre una impresión de color y a veces de abigarramiento, como esos cuadros de ciertos pintores modernos que a primera vista desconciertan al espectador. No es que en el estilo de Barrera Parra se advierta el afán de buscar efectos fáciles sino que su visión de las cosas es tan rápida que sólo aparecen a veces los rasgos más sobresalientes 272 El Periodismo en Antioquia por la plástica o el colorido. Sus mejores comentarios habían podido ser escritos desde un avión de Turismo intercontinental. Desde las primeras páginas publicadas por Barrera Parra en los periódicos de Bogotá, nos dimos cuenta de que ese hombre silencioso con aspecto de "caimán parado", como decía su amigo Emilio Murillo, había estado en Europa, se había paseado por los bulevares de París y por las Ramblas de Barcelona, conocía a vuelo de pájaro la literatura contemporánea desde Bernard Shaw hasta Anatole France y desde Camus hasta Langston Hughes, era familiar a todas las fórmulas de cócteles y a todas las maneras de aburrirse, e iba a empezar a darle al público colombiano sus impresiones personales sobre el mare mágnum contemporáneo de la política, la literatura y los convencionalismos sociales. Y así fue como semana a semana empezamos a leer las cosas más deliciosas y aparentemente absurdas que nadie hubiera imaginado, en un estilo que chorreaba novedad por todos sus poros. De Armando Solano, el gran escritor desvelado por el destino de su pueblo y de su comarca boyacense, dijo que "sorbe tierra por los talones". De su suegro Emilio Mutis aseguraba que, "para no hacer ruido, atravesó por la vida en pantuflas" y que "les puso tacones de caucho a los zapatos, a los conceptos y las emociones". Sostenía que el crepúsculo era un "fraude de la óptica, simple tinterillaje de la luz". De la muerte de Rendón dijo: "Ricardo murió de un acceso de lógica. La mano firme, labrada por una fiebre de veinte años, empuñó la pistola con la pericia con que esgrimiera el lápiz. Él, el genio satírico más vigoroso de media América, se defendió a pistolazos contra la vida, temeroso de morir en caricatura". Y después: "No era la hora de trazar el balance artístico en la milagrosa carrera de Ricardo Rendón. Su obra está viva y móvil. Muerde como una aldaba". Y de sí mismo decía: "Yo debería tener un hermoso pelo largo, heredado de mis abuelos, aquellos Barreras de Mogotes El Periodismo en Antioquia 273 que lograron darle a la manufactura de la guayaba una intención artística. En cada caja de jalea pervive el paisaje de la vega mogotana. (Hay unos potreros azules, lamidos por el agua del Mogoticos. Al caer la tarde, como en los cuadros de Millet, la campana apedrea la paz lugareña). En el cementerio duermen los fundadores. Unos se dejaron morir por la viruela de 1860, otros por el heroísmo en las guerras civiles, otros ¡ay!, por el anisado... Dentro de mi alma trisca el aroma del anís verde. "Tengo el sentido de la voracidad. El amor, los libros, la política, sólo me impresionan como la expresión habitual del desafuero. Un mordisco, un poema, un manifiesto son, después de todo la misma cosa. El 'birth control' y la peluquería son el asalto de la civilización al hombre salvaje. El día en que la vida pierda su temblor animal y el guante aprisione como un cepo la mano sonora se habrá perdido la epopeya". Barrera Parra era un escritor de velocidades que se amoldaba a su época, como sabía Flaubert amoldarse al ritmo de la suya cuando empleaba una sesión de diez horas para producir una cuartilla que luego modificaba indefinidamente hasta transformarla por completo. En aquellos tiempos se escribía a la luz macilenta de un mechón aceitoso y con unas plumas gigantescas de ganso que tornaban lenta la gestación de las ideas. Pero en este siglo de contrachoques mecánicos y nerviosos, las páginas saltan asustadas de la "Remington" como pájaros locos, y el estilógrafo no sirve sino para firmar cuentas. "Mi única arma de combate - escribió Jaime alguna vez - ha sido la máquina de escribir. Con ella me defiendo de los temas, muchas veces asesinándolos". Jaime Barrera Parra fue el escritor más joven de su tiempo. Al hablar de su juventud no nos ceñimos a la apreciación arbitraria de los almanaques, naturalmente, sino a la temperatura del estilo, retozante de novedad y movimiento en las manos del glosador santandereano. Escritores más mozos que él tejían una prosa tarda y cansada como una diligencia de la Francia de Dumas y de Balzac. 274 El Periodismo en Antioquia Jaime fue el más joven de los escritores de su época, no por la distancia a que se hallara de su partida de bautismo sino por los elementos de que fabricaba sus cócteles sabatinos. Es decir, por los elementos que incorporaba en sus crónicas y por la forma en que los disponía gramaticalmente. Por lo demás, recuérdese que los escritores llamados nuevos a la sazón en las letras francesas, eran individuos como Jean Giraudoux, Paul Morand, Cocteau y otros mayores de los cuarenta o muy cercanos a esa cifra. El autor de los glosarios del Week End introdujo en sus páginas los elementos de que está integrado el mundo moderno. Y en tanto que muchos de sus colegas de oficio hablaban de cítaras griegas, de viñedos latinos o de galeras fugitivas por los mares de Ulises, él incorporaba en sus párrafos el avión y el roadster, la relatividad y el cine parlante, los gángsters y la música negra, porque los hombres de este siglo no se embriagan ya con sones de arpas y melodías de ruecas ni con uvas de Noé sino con el Whisky que burla las restricciones de Volstead y su jauría o con nuestro aguardiente agresivo que fermenta la tragedia. En su "camarote" de Bogotá y en los últimos días desde Medellín, Barrera Parra radiografiaba las peripecias políticas o literarias que se ponían al alcance de su máquina voraz. Su "Remington" era un laboratorio de ácidos decisivos. Recordando la frase de Barbusse: "En la vida unos se suicidan con veneno, otros con un cuchillo, otros con minutos y segundos", quizás soñó morir detrás de la trinchera de su máquina de escribir. Pero el destino canalla se lo llevó en una voltereta de tragedia. Desde otros planos comentará ahora las proezas y barrabasadas de la tierra en hojas que quizá arroje al espacio como las de aquella conferencia que Ramón Gómez de la Serna dictó en París montado sobre un elefante. Revista Pan, febrero 19 de 1938. La Crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro. Imprenta Nacional de Colombia, Mayo, 1997. El Periodismo en Antioquia 275 ELADIO GÓNIMA Espantos y brujerías del viejo Medellín ¡El Sombrerón! ¡El espanto y el horror de los medellinenses! ¿Qué cosa era el Sombrerón? ¿Quién lo había visto? ¿Quién era capaz de determinar con precisión las cualidades de ese personaje fantástico, que como si fuera poseedor del Anillo de Giges, aparecía y desaparecía cuando menos se esperaba? Nadie: todos hablaban de él, pero sin conciencia de lo que decían. Tratemos de enseñarlo tal como todos, sin saberlo, creían que era. La aparición del Sombrerón data, según nuestros recuerdos, del año de 1837; sus excursiones no fueron más allá del 39, y nos fundamos en esto: había en el 40 una falange numerosa de muchachos de mucho coraje que eran capaces de hacer frente, no digo a un solo espanto, a una legión; y al haber existido en aquel año habría dado con él, y lo habría conocido a pesar de sus perros, y su mula y sus cadenas. Bien sabía él lo que hacía cuando dejó o suspendió sus paseos. Al decir de las gentes, el Sombrerón estaba constituido de esta manera: una como figura de hombre con ruana negra, un gran sombrero, siempre jinete en una mula negra encasquillada (herrada) de los cuatro remos, llevando a lado y lado cogidos con gruesas cadenas, dos enormes perros negros, y acompañado de un fuerte viento que le servía de vanguardia. El endriago como que tenía su habitación fuera de la ciudad porque venía siempre del Camellón de la Alameda (Colombia) y nunca por otra calle. 276 El Periodismo en Antioquia Su salida o más bien venida era a día fijo, los viernes, de las ocho de la noche en adelante. Llegaba al galope a la esquina de San Juan de Dios, cruzaba unas veces sobre la derecha y seguía en línea recta hasta encontrar la calle de detrás del Convento del Carmen, y llegaba a la Plazuela de San Roque donde se volvía humo; otras veces continuaba su carrera hasta la Plaza, cruzaba por la calle del Comercio (Palacé), y llegaba a la Plazuela, y buenas noches. Parece que en las inmediaciones del Convento tendría el Sr. Espanto su lugar de descanso ya preparado por algún otro parecido a él, con puerta abierta, bien juntada, pues nadie había oído que se abriera o cerrara. Eladio Gónima. Libro de Oro de Medellín Editorial Bedout, Medellín, noviembre de 1975 El Periodismo en Antioquia 277 JUAN ROCA LEMUS El papa de Barbosa: cómo vive y qué piensa Es mansa la carretera que de Medellín llega a Barbosa (Antioquia), y no largo el recorrido, sobre todo cuando en el automóvil hay una garganta femenina que recita y otra masculina que canta. Es Dalia y Iñiguez, jilguerillo cubano, que va lanzándole a los árboles una canción de Antonio Machado: "A dónde el camino irá!. Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero... La tarde muriendo está!". Juan Pulido matiza esas horas de tránsito cantando "Amapola". Cerrados nuestros ojos y dilatadas las ventanillas de la nariz por donde entran los mentoles del viento, pensamos que las llantas del carro son cuatro discos de victrola que rotan musicalizando el paisaje. Llevamos cierto afán místico que nos recuerda a Erasmo porque ronda los "Caminos de Locura". Es que en Barbosa, arcádico pueblillo antioqueño, oloroso a boñiga y vestido con la greda bermeja de los tejares, hay un vaticano y en él radica un orate que reclama para sí la silla pontificia, si bien ya está algo resignado y con su misión transaccional acepta a Pacelli como Pontífice Romano. Sin embargo, afirma: "El manda en Roma. Yo mando aquí. Así como en Italia manda Mussolini y en Colombia el partido liberal". Hemos llegado a la plaza de Barbosa. El templo silba en su torre principal, porque tiene una grieta profunda, 278 El Periodismo en Antioquia consecuencia de un rayo que cayó en seco en noche de luna, y que el Papa de Barbosa considera signo de protesta por la posesión de Pacelli. Por aquella honda ranura se filtran las brisas, desatando una sinfonía que aumenta su maelstrón cuando los vientos soban a los esquilones. Hemos preguntado a un hijo del pueblo: ¡El santo papa vive allí, a la vuelta, en el Vaticano! y hace con dos dedos la señal de la cruz, sin que precisemos si su gesto se debe al deseo de espantar al diablo o si en realidad de verdad acata al loco. Estamos ya en el Vaticano. Es una mansión grande, antigua y en reparación. Sobre los techos muchos alarifes hacen sonar los palustres, suben ladrillos y preparan la mezcla. No silban ni cantan como es de usanza entre esa clase de trabajadores. Como si estuvieran laborando dentro de un templo. Parece que respetan la mística locura de Hurtado. Hemos golpeado con timidez. Abrase una pequeña ventana incrustada en el trasportón principal y asoma la testa un muchacho, pequeño "guardia suizo", amigo de reverencias. Luégo de preguntarle por el enajenado y de contestarnos que no es día de audiencias, medita, pide nuestros nombres y corre a anunciarnos. . El papa accede y nos hace conducir a su despacho. Un gabinete de cristales. En el techo un traga luz. Al centro del saloncito una silla de dentistería, pues Antonio Hurtado es odontólogo de profesión Al lateral derecho cuelga una imagen de Jesús, curando a una endemoniada. y también cuelgan retratos en colores de cómicos extranjeros. Un minuto más de espera y entra el papa en mangas de camisa. Su diestra derrama bendiciones sobre nuestras cabezas y ordena sentamos. El se sienta en la silla de dentistería y ésta cruce y el papa dice al pequeño guardia suizo: -Dígale a Felipe que acéite los resortes de esta silla. y con leve sonrisa nos explica: –Esta silla es dúplex. Lunes, miércoles y viernes sirve para mi oficio de arrancador de muelas. Yo soy dentista. y los El Periodismo en Antioquia 279 martes, jueves, sábados y domingos se convierte en silla gestatoria, en silla pontificia. –Desde cuándo sintió usted la vocación de papábile? –Hace tres años, nada más. Es decir, éste es el tercer año de mi candidatura. Pero me combaten. Pío XI enfermó hace dos años y yo desde aquí le sostuve la existencia, porque era muy santo. Sus encíclicas son geniales y trabajaba mucho por la paz de la grey. Pero como yo sabía que estaba sufriendo demasiado ordené desde aquí que muriera tranquilamente y se fue hacia Dios. Como era natural, yo debía reemplazarlo, pero en Roma no sé qué les está pasando. Mi misión es clarísima. Soy el creador de nuevos sacramentos. Estoy preparando una encíclica sobre las horas de trabajo de zapateros y sastres que se llama "Sastrorum zapaterum". La publicaré en mi semanario que se llama "El Emmanuel". –Qué finalidad tiene ese semanario? –Instruir a la grey en las cosas de la fé y probar que yo soy el escogido. Algún día seré reconocido por todas las potencias y consagrado. Ahora apenas tengo la adhesión de este rebaño. –Y qué nombre escogerá usted en su consagración? –Pedro II. –Eso es grave y peligroso! -Porqué? –Porque Malaquías, en sus profecías, sostiene que cuando sea consagrado un Papa con el nombre de Pedro II se acabará el mundo! Antonio Hurtado sonríe, alza los hombros y exclama: Que se acabe! No le hace! –Usted trabaja mucho? –En mi profesión de dentista, bastante. Tengo mucha clientela. y como papa no hago sino analizar los testamentos. Precisamente en la lectura del Apocalipsis he encontrado que sí soy yo el escogido para seguir los destinos de la catolicidad. Voy a mostrarles. Se levanta, saca de una biblioteca un tomo de la Biblia. Busca el capítulo XIII, de1 Apocalipsis y nos lee el versículo 18 que dice: 280 El Periodismo en Antioquia "Aquí hay sabiduría. Quien tiene inteligencia calcule el número de la bestia. Porque es número de hombre y el número de ella 666" –Y ese versículo qué prueba? –Que yo soy el papa, porque soy yo la bestia. Voy a comprobarlo. Si escribimos 666 en números romanos, encontramos esa cifra significando VICARIVS FILII DEI, o sea representante del Hijo de Dios, porque la primera V vale 5, la primera I vale 1, la C vale 100, la siguiente I vale 1, la siguiente V vale 5, la próxima I vale 1, la L vale 50, las dos íes que le siguen valen 2, la D vale 500 y la última I vale uno. Luégo si sumamos esas cifras romanas de VICARIVS FILII DEI, tenemos que cinco, más uno, más uno, más 100, más uno, más cinco, más uno, más 50, más dos, más 500 más uno, dan un total preciso de 666, o sea el número de la "bestia", que soy yo. Y es que como lo dice el mismo versículo, "aquí hay sabiduría". Yo soy, pues, el VICARIVS FILII DEI. –Y cuál es su programa pontificio? –Primero que todo, terminar la reparación total de este vaticano, que ya me cuesta mucho dinero. Haré una inauguración pomposa, aun cuando me cueste un ojo de la cara. En segundo lugar, la guardia vaticana no será suiza sino colombiana. No veo por qué los suizos valgan más que los colombianos. Los suizos no son sino unos pobres relojeros. Aumentaré los mandamientos a 16, seis más, de acuerdo con las necesidades presentes. Prohibiré la intervención del clero en la política. Pero también consagraré a algunos obispos extrayendo de los cuadros políticos a figuras eminentes. Por ejemplo: Berrío, el general Berrío, podría ser el obispo de Santa Rosa y Monseñor Builes el jefe del partido conservador. Sirve más Berrío para obispo que para jefe de los godos y Monseñor Builes mucho más para jefe de los godos que para obispo. Entendido? –¿Y con Laureano Gómez...? El Periodismo en Antioquia 281 –Silencio, dice quedamente Antonio Hurtado. Ruego no ofender esta mansión con nombre tan pecaminoso. El señor Suárez está en los cielos, si bien es cierto que lo está por obra y gracia de Laureano Gómez, quien lo martirizó en forma cruel como martirizado fue San Esteban, por ejemplo! –¿Y Monseñor Perdomo? –Monseñor Perdomo es un santo varón. Él y Echandía son mis candidatos para cardenales. Ese Echandía vale mucho. Sabe bastante de humanidades. Por algo es paisano de Monseñor Perdomo. De súbito, Antonio Hurtado se levanta de la gestatoria y saca de una caja en donde aparece con doce jovencitas que hacen de. El está al centro partiendo un pan. –Esta es la última cena? –No, señor, no es la última esta es la anterior. Luégo nos pasea por los jardines del vaticano. Son bellos. Más tarde pasa ante la cámara fotográfica, que él bendice dizque para que todos los retratos salgan bien. Dalia Iñíguez le solicita un autógrafo y él escribe con rapidez: "Para el pueblo de Cuba envío mis bendiciones, para que se libre de tánto bandido internacional. Antonio Hurtado, Pastor Angélico, Pedro II". Y rúbrica...masónicos. Al despedimos, el papa de Barbosa se muestra agradecido de nuestra visita. Nos bendice y nos afirma: –Dígale usted a Fernando Gómez Martínez, que ahora se dice a sí mismo "maestro", no sé de qué, que no tiemble ante las excomuniones que le tira Laureano. Que yo siempre lo apoyo y que desde aquí lo bendigo, pero con la izquierda... Y salimos. En la puerta y en el andén del vaticano hay una agrupación de curiosos. Gentes sanas, del pueblo, bondadosas, que se persignan al vernos, como si estuviéramos tocados de santidad. El automóvil arranca y a la mitad del camino, entre Barbosa y Medellín, se desinflan las cuatro llantas! 282 El Periodismo en Antioquia –Mal agüero nos ha dado el papa de Barbosa, dice Dalia. Dos horas largas reparando aquéllas maldiciones que inflaban los neumáticos. y al entrar a Medellín, se encienden las luces por Bermejal. –Ese es el manicomio, les digo. –El verdadero Vaticano de Antonio Hurtado, responde Dalia. Suenan las campanas del Angelus. Los medellinenses llevan los sombreros en la mano. La ciudad está enredada en oraciones. y huele a incienso y a palo santo. En: Estampa N° 41. Medellín, septiembre 12 de 1939. Pág.17 El Periodismo en Antioquia 283 LISANDRO OCHOA Primer Tranvía de Medellín En el año de 1886, cuando en esta Villa eran desconocidas las compañías anónimas que más tarde darían tanto prestigio a nuestra patria chica, se inició una empresa que prometía por su novedad y magnitud un gran éxito; pero por muchos factores fracasó prontamente, y a la que como a otras hubo de aplicársele aquel melancólico y popular dicho: "Tan buena y se acabó sin librarse". El general Juan Clímaco Arbeláez obtuvo privilegio, si no recuerdo mal, por el término de cincuenta años, para fundar en Medellín una empresa tranviaria, de tracción animal, contrato que otorgó el general José María Campo Serrano, en su calidad de jefe civil y militar del Estado Soberano de Antioquia. Los fines de la citada empresa eran los de prestar sus servicios no sólo en Medellín, sino los de comunicarnos en breve tiempo con las poblaciones de Copacabana e Itaguí. Al efecto se hicieron los pedidos a los Estados Unidos de los rieles y los carros; y mientras estos llegaban, se compró un local situado entre las calles de Vélez y Carabobo (éste sirvió después como aduanilla, y más tarde se edificó allí el Teatro Olimpia). Para el pastaje de los semovientes se adquirió el terreno conocido con el nombre de Llano de los Muñoz; más tarde fue cambiando su nombre por el de Llano de los Belgas; lugar ocupado en la actualidad por el Hospital de San Vicente. Muchos gastos se hicieron para acondicionar el local. Se instalaron oficinas, depósitos y pesebreras para las mulas; estas fueron traídas de las sabanas de Bogotá, así comenzaron los errores que dieron al traste con el éxito de la empresa. 284 El Periodismo en Antioquia Las mulas que eran corpulentas, enseñadas a otro clima y otros cuidados, sintieron nostalgia de su tierra y fueron muriendo prontamente. Con gran entusiasmo esperaba el público la inauguración del servicio; y el 22 de octubre del 87 con mucha solemnidad y con asistencia de varios invitados se brindó copiosamente, sin faltar los discursos de rigor en tales casos y quedando así dotado Medellín de un Tranvía. Pero éste no dio el resultado que se esperaba, pues en el servicio, cuando "no había novedad", gastábamos unos treinta y cinco minutos, desde la plazuela de la Vera Cruz, que era el punto de partida, hasta el establecimiento de recreo llamado "El Edén", situado en donde está hoy la Escuela del Bosque de la Independencia. En cuanto a presentación los carritos no dejaban qué desear; eran muy bonitos y bien acondicionados, con vistosos letreros que decían: Medellín - Itaguí, Medellín - Copacabana; pero tristemente debemos confesar que así tan lindos NUNCA LLEGARON ni siquiera una vez, a una u otra población. Tampoco se pudo hacerlos llegar al barrio de Buenos Aires, cuyo recorrido sería desde el punto de partida, la plazuela de La Vera Cruz, por la calle de Boyacá hasta el Parque de Berrío, y de allí a tomar la calle de Ayacucho. Como ésta es una de las más estrechas que tenemos, allí se lucían las mulas, protestaban de lo nuestro, subiéndose a las aceras, atravesándose con carros y todo en mitad de la calle, obligando a los pasajeros, después de inútiles protestas, a prescindir de la travesía. Cuando el tranvía llegó al punto de El Edén se inició la tendida de rieles hasta el pie de la colina de "El Bermejal", donde tenía el simpático Cipriano Alvarez (Amito) un lugar de recreo con magníficos baños; pero esto duró poco, lo mismo que el intento del servicio de Itaguí; ni siquiera se inauguró el trayecto hasta el Puente de Guayaquil y resultó que el único viaje completo que podía hacerse, naturalmente "si el cliente no tenía afán" era el de llegar hasta El Edén. El Periodismo en Antioquia 285 Los mismos resultados comerciales y deficientes para el público dio la empresa, cuando se sustituyeron las mulas grandes, sabaneras, por las pequeñas, antioqueñas; éstas sí que manifestaron su rebeldía, protestando aún en forma más violenta, llegando muchas veces en sus frecuentes resistidas hasta averiar los coches. La empresa fue trasplantada con su activo de buena voluntad y su pasivo de inconvenientes a una compañía Belga, gerenciada por el distinguido caballero don Luis Walkie a quien le tocó hacerle el entierro, y aún después de muerta siguió poniendo obstáculos, estorbando las nuevas iniciativas, porque, el tal privilegio no fue estudiado debidamente, resultando un desastre por falta de especificaciones, las que unas veces obligaban y otras no, tanto al otorgante como al privilegiado, impidiendo esto nuevas propuestas y quedando Medellín sin tranvía y con las manos amarradas. Los rieles y herrajes de los carros, sin que sus dueños los hubieran vendido u ordenado quitar, en poco tiempo se fueron convirtiendo en herraduras, chapas y otros enseres que se vendían barato, por el ningún costo de la materia prima. En muchas ocasiones veíamos las tablas de los carros empleadas como cerco en las pesebreras vecinas, ostentando los letreros semi-borrosos de Medellín - Itagui, Medellín - Copacabana. Travesía que sólo figuró en la mente de sus fundadores. De esta empresa podemos decir: Triste vida y triste muerte. Repetidas veces trató el gobierno de llegar a algún acuerdo con los poseedores del PRIVILEGIO, para impulsar otra empresa, y al fin logró cambiarlo por unos terrenos situados en las regiones del río San Jorge y así pudo el Municipio de Medellín llevar en el año de 1921 a feliz término la primera línea de Tranvía Eléctrico hasta la fracción de "La América". En aquel tiempo, el que esto escribe tuvo el honor de hacer parte del consejo y trabajar en la nueva obra en compañía de los distinguidos caballeros don Manuel María Escobar, don 286 El Periodismo en Antioquia Ricardo Olano, don Gonzalo Mejía, don Joaquín Gaviria y otros que ahora no recuerdo. Ya el público conoce el fracaso del primer tranvía; sabe el resultado de El Tranvía de Oriente y presiente la sentencia de muerte del actual, luego tenemos la seguridad de que Medellín es "de malas" para los tranvías. Colección Autores Antioqueños, volumen 8. Medellín, 1984. Noviembre - 1940 El Periodismo en Antioquia 287 OTTO MORALES BENÍTEZ Rodrigo Arenas Betancourt Arenas Betancourt es un muchacho de Fredonia. Nació en el campo y vivió en él hasta la edad de seis años. Luego vino al pueblo, después de haber jugado con la tierra haciendo figuras que creaba su sonambulismo infantil. Era ya el presentimiento, el sueño. En el pueblo que custodia un cerro y varias profecías religiosas, ingresó a la escuela. El niño era inquieto y miraba con una insistencia ansiosa. Era el arte que empezaba a reclamarlo en los caminos jubilosos de la creación. Pero todo aún era anhelo informe, inconsecuente. Después a Yarumal a otra escuela, atenazado por la repetición de las bellezas "enciclopédicas" del maestro. La creación del hombre, que le explicaron tantas veces, le dio la sensación de que el barro era un elemento que podía llegar en sencillo proceso de evolución, hasta la divinización. Las palabras no podía concebirlas constreñidas al tablero, sino como impulsoras sanas de nuevos pensamientos. Y siempre la tierra. El regreso a la tierra a los quince años. Y nuevamente el campo comunicándole la exuberante gracia de la creación. Mirando cómo brotan los arbustos, viendo la evolución de la semilla, presintió la necesidad de que su espíritu alcanzara nuevos planos. Y volvió a Fredonia a ocupar un puesto. La oficina de Estadística. Ganaba un sueldo para morir de sueños y de angustias. Llenó de barro, de maderas, de tallas esbozadas, de figuras desproporcionadas, la severa oficina de estadística, donde se enfilaban en los registros los hombres y los animales. El Concejo, viendo tal empleado, le cambió el sueldo por una beca. Y la conquista de Medellín por sus ojos y por su 288 El Periodismo en Antioquia inteligencia. Y la Escuela de Bellas Artes; y comprendió que mayores beneficios hubiera sacado de seguir de Jefe de Estadística y haciendo muñecos en su pueblo, donde el día tiene una uniformidad de padecimiento. Y luego a Bogotá y las experiencias y los trabajos y el esforzarse durante cuatro años. En el Segundo Salón de Artistas Nacionales, Arenas Betancourt conquista el primer puesto. La crítica está de acuerdo en haber señalado su obra como de innegable valor artístico. La Galería Latino Americana de Macy en Nueva York reclama, con una escultura de Rómulo Rozo -los dos únicos artistas colombianos solicitados- la oportunidad de presentar de Arenas Betancourt su escultura "La minera". De suerte que el motivo nuestro, autóctono, recuerda cómo pesa la tierra sobre el joven escultor, como si fuera un personaje de Sillampa. Y hoy aquí de profesor en la ilustre Universidad de Antioquia y en el gran centro Pascual Bravo. Y en nuestras páginas que están despertando una inquietud todos los días y mostrando una personalidad, que no un personaje, en todas las oportunidades. Y Arenas Betancourt habla "sus palabras" con encendida emoción. Y al preguntarle que cuánto se estará con nosotros, responde que un día, con manso sufrimiento, el afán de crear lo llevará a otros meridianos. Cuándo, no sabe ni necesita averiguar. Tiene su mundo interior, ese recatado lugar de nuestra vida, señor lector, que apenas le permitimos conocer fragmentariamente a usted. ¿Cuál es la realidad y el futuro de la escultura en Colombia, o mejor, en América? -¡La realidad escultórica muestra gran deficiencia! Existen cabezas, bocetos, tallitas, pero no aparece una realización escultórica autóctona y arquitectónica. El espíritu de nuestros escultores, y de nuestros artistas en general, es importado de Europa, en donde los artistas están sujetos a las voluntades burguesas, desde que el arte abandonó su único fin de ser representante de una sociedad colectivista para venir a El Periodismo en Antioquia 289 desembocar en el individualismo. Problemas que no puede afrontar Colombia, ni siquiera América, porque no se permite ni una organización burguesa ni tampoco colectivista. De esta suerte, el artista no representa en Colombia ninguna realidad, y el calificativo de "haragán" todavía conserva su apabullante realidad. El Salón de Artistas Nacionales, por ejemplo, tiene muy poco de expresión artística colombiana. En lugar de establecer un sentido de la crítica, que es un fin, lo que ha contribuido es a formar rencillas personales. La Escuela Nacional de Bellas Artes, llamada a ser el centro artístico de la juventud colombiana, por su torpe tradicionalismo, no tiene otra fuerza diferente a su burocracia. Lo demás, cuatro o cinco exposiciones con un lejano fin artístico, e inmediato económico. El futuro es más claro que el presente, porque es el alma de la lucha por la formación de esta nueva cultura que se llamará americana. Cuenta para su realización, con su presente, que es un ligero balbuceo, y aportará al porvenir el sentido puro de indigenismo que circula por todas las amplias y altas conciencias americanas. Fundido esto con las grandes enseñanzas que la agónica Europa nos entrega como fructificante experiencia, como se ve, el futuro estará forjado por una visión amplia, total, de América, del pasado y del presente de la humanidad. Hay más: el artista en este momento no es más que un puente. Ya está afirmado: estamos en una época de transición. Su valor nulo socialmente, porque nuestras buenas y gentiles gentes, no se dan cuenta que no está produciendo obra definitiva sino preparando el campo. Por lo tanto, no puede existir una expresión artística uniforme. Esto justifica las diversas tendencias que se presentan en Colombia, podemos decir en América. Aquí el artista tan fácil se sitúa más en un polo positivo que en uno negativo. El medio hace de él económicamente lo que quiere, y él hace del medio, espiritualmente, o ideológicamente, mucho más de lo que 290 El Periodismo en Antioquia alcanza a imaginarse. Eso sí, guardando una constante creadora. ¿Existe la posibilidad de aprovechar nuestra prehistoria artística por el arte contemporáneo? -La prehistoria es el elemento base sobre el cual se va a efectuar la reacción futura con los nuevos elementos, que serán: una realidad social con perfiles propios y los elementos puros adquiridos de Europa. En arte como en literatura, es una verdad de Perogrullo, somos tributarios. Todos los "ismos", con sus intentos de expresar ideas nunca representadas en ninguna forma espiritual de expresión, nos deportarán su hondo sentido humano. De allí, también, por lo cual se habla hoy día tanto del hombre, del regreso a él, de su integración. La prehistoria tiene el más puro y claro sentido de América, por lo tanto, de sus hombres, su paisaje, su sangre, su vitalidad. Influirá en gran parte en lo que se llama cultura americana, que en realidad apenas atraviesa el período de gestación. De manera que a partir de este momento, necesitamos regresar en busca de las fuentes de inspiración del arte prehistórico, aunque sea someramente, porque con la "conquista" se rompió la tradición que no ha tenido contactos muy venturosamente sino en México y algo en el centro de Suramérica. Ese rompimiento nos ha dejado viendo un "chispero", el cual apenas principiamos a interpretar y a salvar soñando un futuro. El conglomerado social prehistórico se deduce que haya tenido un sentido colectivista de la vida y que las expresiones religiosas hayan alcanzado una gran preponderancia, cosa que ocurre en todas las sociedades primitivas, a juzgar por la deshumanización total de su arte, que expresa, como todas las civilizaciones tropicales, sus hondos terrores, por incomprensión, a los fenómenos de la naturaleza. Una forma desmesurada, imponente, casi bestial, predomina en todo ese arte primitivo y esa extraña asociación de hombre y animal, El Periodismo en Antioquia 291 como, por ejemplo, para radicar el caso, en nuestro país, las esculturas de San Agustín. La arquitectura prehistórica, de acuerdo con todas las demás expresiones, tiene el mismo sentido. Estos mismos sentimientos son los que gobiernan en el fondo subconsciente de la raza, agobiada por el mismo paisaje, casi idéntica vida, no permitirán que ellos sucumban al golpe de foráneas ideas, sino que al contrario reaparecerá para tomar forma viva en el presente y en el futuro de nuestra cultura, como punto de partida, como fuente de inspiración, que no como nuevos motivos de reproducción. ¿Cómo entiende que la arquitectura debe prestar un gran servicio a la escultura? -El arte, en todas las épocas de la humanidad, ha necesitado una arquitectura social y económica que lo contenga. Formada esa arquitectura social existe una unidad artística. Por lo tanto el derrumbamiento social, generalmente, ha producido el derrumbamiento artístico, o desorientación (Humanismo total). La pintura y la escultura para su mantenimiento formal, en todos sus valores, necesita una arquitectura formada cabalmente. Tenemos ejemplos muy claros: El Egipto, Grecia, y el arte azteca. Ese fenómeno en América apenas si es una posibilidad, que todos los hechos hacen considerarla próximamente efectiva. La escultura contribuirá con su constante formación de ritmos arquitectónicos a crear un concepto de la arquitectura propia y adaptada a los cultos, ideas, y paisaje. El fenómeno de reintegración de todos los valores que entran en la formación de los grandes conjuntos artísticos (escultóricos y pictóricos) que en las grandes épocas de florecimiento en la humanidad han tenido la característica de que si no han estado subordinadas, al menos han aparecido íntimamente ligadas. Y es entonces cuando ha existido ese extraño equilibrio que es el que apenas empezamos a presentir. La unión y el equilibrio en una composición artística, la técnica, el concepto 292 El Periodismo en Antioquia histórico de la evolución del arte, y por lo tanto, ni deshumanizado por completo pero tampoco el naturalismo absoluto, que ha llegado al "retratismo caricaturesco" poco adaptable a la arquitectura. La unión de estas cualidades o condiciones empieza a notarse en la obra especialmente pictórica en América, y algo en la escultórica de Estados Unidos, (obras ya realizadas en expresiones monumentales), y bocetos escultóricos en el resto del continente. ¿Cómo se ha manifestado el arte en idénticas épocas históricas en los diferentes pueblos? -En las mismas épocas históricas en pueblos diferentes, a pesar de su mutuo desconocimiento, ha existido la relación de su obra que las hace, en su concepción semejantes. Esto explica la relación entre el arte y la sociedad, porque los conjuntos humanos, por regla general, han aparecido y desarrollado dentro del mismo concepto en todas las épocas de la humanidad. Esta igualdad que se relaciona con el concepto que de la cultura se tenga, varía en la expresión; así, por ejemplo, el arte egipcio en sus principios tiene semejanza con el arte helénico en los motivos deshumanizados que emplean, como pueblos primitivos que son, pero varían en su ejecución. El egipcio adaptó su arte a una sencillez tal como la de las pirámides y mastabas, y los griegos, en cambio, lo lleva a sus templos, adquiriendo, por lo tanto formas de expresión distintas. Aún dentro de las mismas formas de expresión, el pueblo dejó de alguna manera impresa su visión y concepto de la vida. Tal la relación de las pirámides egipcias y las de Teotihuacan en México. La relación entre sociedad y formas de ella expresarse, tales como gobierno y arte, están en un todo de acuerdo con ella. Así, después del Renacimiento, época desde la cual la humanidad ha venido individualizándose hasta el punto de querer expresar su propio y personal punto de vista, concepto que expresa a cabalidad su sociedad. Así, por ejemplo, el El Periodismo en Antioquia 293 arquitecto no tiene nada que ver con la pintura ni con la escultura ni éstas con ella, elementos que en las grandes épocas se han encontrado en perfecta y armónica relación. Teniendo todo ello por base el trabajo personal. Los artistas se dedican a producir obra para la burguesía, tales como cuadros para sala de recibo, retratos de damas distinguidas, desnudos para oficinas, cosa muy contraria a las grandes épocas de florecimiento en las cuales el arte era la expresión total de la forma de pensar de la sociedad y, por lo tanto, tenía una misión, cumpliéndose ella en los templos. Es este período en el cual el arte ha poseído, hasta donde mejor ha sido posible; el equilibrio. En cambio, en los períodos siguientes, se ha roto este equilibrio y los artistas han alcanzado insospechables sitios en el estudio de cada uno de los elementos que reúnen las grandes obras, sin lograr aglutinarlos armónicamente. Podemos citar, sin ceñirlos al valor histórico del tiempo, ejemplos cercanos al común de las gentes. Cezanne, quien se dedicó a profundizar el conocimiento del colorido y del dibujo, de la luz, y otros conceptos técnicos, descuidando la composición, que tiene muy poco de mural. Otro caso sería Rodín: sus figuras plenas de vida, de un naturalismo alucinante, no poseen ningún sentido arquitectónico y no están sujetas a ningún ritmo de composición que haga de sus obras un conjunto; por lo tanto es Rodín un genio en medio de su desequilibrio. Otro caso sería Picasso, cuya complicada creación de escuelas, desconcierta cuando no se le mira como representante de la post-guerra. Las condiciones ideológicas en que el hombre de Europa se vio colocado, su constante y propio derrumbamiento, en desconexión, y una nueva visión de las cosas, de la vida, de sus valores, hizo pintar a Picasso cuadros plenos de formas, de colores, sin ninguna conexión con una realidad material pero sí ideológica. En éste también se nota la ausencia de concepto arquitectónico, de 294 El Periodismo en Antioquia composición, y de técnica mural, y sí un gran concepto de la evolución social. ¿Esta guerra prestará algún servicio al arte? -Esta guerra producirá, en mi concepto, el fortalecimiento del sentido de la fraternidad americana y desde luego, una mayor conexión ideológica y el progresivo desarraigo de nuestro colectivo "complejo de inferioridad". Se empezará a formar una economía más propia, de acuerdo con nuestras necesidades y nuestras mismas posibilidades. El cambio de esta posición de nuestra sociedad, presentará al artista más firme y favorable ambiente y se generalizará la idea que hasta ahora parece privilegio de mentes "estratosféricas" de que tenemos que crear una América que nace y no que agoniza, como creen algunos "derrotistas" del espíritu. América está virgen culturalmente. Todas estas ideas y circunstancias empiezan a fecundarla y en prósperos días próximos dará una cultura que producirá asombro. Nosotros, los americanos, somos niños y no ancianos con extrañas manías y complicados "ismos"; amparados en las hipotéticas tesis racistas que precisamente nos colocan en una posición de inferioridad. Esta guerra, por fortuna, producirá la derrota de esos engañosos "valores". América tendrá entonces la oportunidad de mostrar su fuerza y su violencia. Páginas del Suplemento Generación, 1930-1942 El Colombiano y la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, nov. de 1991 El Periodismo en Antioquia 295 ALFREDO LAMUS RODRÍGUEZ Visión del Ártico Pocos son los colombianos que conocen los grandes espacios yermos, semidesérticos y estériles de nuestros páramos. Trabajados por el viento, la lluvia y el frío, se extienden unos entre grandes peñascales de rugoso granito que han sido muchas veces el supremo hallazgo de los guerrilleros civiles. Otros se confunden con altiplanos y campiñas y por ellos hace su curso la civilización, con su ley de gravedad y sus febriles enconos. Cuando se habla del Nevado del Cocuy, se piensa instintivamente en uno de estos lugares castigados por todos los rigores de la naturaleza. Monotonía acentuada, casuchas hechas de adobe crudo y techos de paja y escasos habitantes que tienen el andar lento y un gesto entre altanero y humilde. En un principio no se ve signo alguno de vida y es preciso un esfuerzo para sorprender los huertecillos de cultivo y las fogatas lívidas en torno a las cuales se agrupan las familias cuando la tarea ha concluido. La niebla bajo la cual se pierden las voces, instala a mañana y tarde su imperio sobrenatural en estas zonas de misterio, desveladas por el coro incansable de las ranas. Así es en líneas netas, el escenario exterior que se ofrece a los ojos de quien se aproxima a las alturas glaciales de Cocuy. Como un oasis de privilegio, la hacienda "La Esperanza", monta guardia alrededor de la Sierra, que se alza tajada a pico al ras de las aguas. ¡Seis grados bajo cero! A pocas distancias se ven las "Rocas del Purgatorio" y el "Cincho de los Gavilanes"; y arriba, más arriba, casi tocando las nubes, el famoso "Púlpito del Diablo". La leyenda dice que es un macizo de hielo sólido, profundo y maldito, que traspasa con sus agujas 296 El Periodismo en Antioquia de cristal a quien intente subir hasta él. ¡Subir! He ahí el primer pensamiento. Pero la ruta hay que dividirla cuidadosamente en etapas y a cada jornada establecer depósitos de calor concentrado. Camino inédito facilitan la ascensión y llevan a coronar la cumbre. Allí el aire azota como un látigo y una clámide de nieve viste el paisaje de nieve y hermosura. En este sitio, uno de los más bellos de Colombia, se mantiene firme el concepto idealista de la vida y se hace más ancha la visión de las causas históricas. Primeramente se advierte un valle de pozos yertos y verdes cavernas. Al sur se descubren las excelencias agrícolas de la región y desviando el paso hacia el norte, se contempla la estructuración de los hielos de variada plasticidad. Las figuras pugnan por romper los bloques soberbios y apenas si alcanzan a realizar formas perfectas de expresión que dan la pauta a geólogos impacientes. Abajo, pegado a los barrancos, va quedando el pequeño caserío cuyo nombre se confunde con la historia de sus primeros pobladores, unos hombres que vivían en medio de animales salvajes, labrando toscos instrumentos y arrastrando su pesadumbre como una cadena. Cuando se piensa en regresar, el silencio envuelve la comarca de una manera tan absoluta, que se percibe el crecimiento de la luz, una oblicua que parece salir de infinitos puntos distantes. Y sin embargo, hay algo de nostálgico y sugerente a la vez en todo este panorama de fantasía cromática de donde fluye un agresivo olor a vahos minerales. Páginas del suplemento Generación, 1930-1942 El Colombiano y la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, noviembre de 1991. El Periodismo en Antioquia 297 JESÚS TOBÓN QUINTERO Destrucción ferrocarrilera El señor Ministro de Obras Públicas llegó a Cartagena, en donde fue recibido por una inmensa multitud y con gran galantería por la sociedad y por el pueblo de la ciudad heroica. El señor Ministro entró en la ciudad indudablemente en viaje de estudio, para determinar lo que determinado tiene ya en la capital de la república, entre el Ministerio y el Concejo Nacional de Ferrocarriles, esto es, el levantamiento de los rieles del Ferrocarril de Bolívar, sector del Troncal de Occidente en un trayecto de 47 kilómetros, que costaron mucho dinero, mucha técnica, mucha porfía. Pero creíamos que la presente administración sólo aspiraba a levantar unos cuantos rieles allí donde ellos no fueran necesarios. Por ejemplo, en el ramal del ferrocarril a Leiva, en donde indudablemente prestaba mejor servicio una carretera, nosotros acompañamos a la opinión y solicitamos en la Cámara del 34, contra la obcecada persistencia del doctor Sotero Peñuela, que esos rieles fueron levantados y se dejase la trocha para una carretera, como en efecto se hizo, con admirables resultados para Boyacá y para Cundinamarca y con grande beneficio para las poblaciones comprendidas entre Tunja, Leiva y Chiquinquirá. Pero nunca aspiramos asentar teoría de levantamiento de rieles y mucho menos del abandono de las grandes ideas generales técnicas de Colombia, como son los Troncales de Occidente y de Oriente para hablar en el orden de importancia y en el de la técnica, porque en realidad el de Oriente, por sus especificaciones, por sus grandes pendientes, por su alineamiento y por otras causas, no puede denominarse troncal, porque no hace gravitar sobre él toda a carga de vastas 298 El Periodismo en Antioquia regiones, aunque sí puede obtenerlo por lo largo de su distancia, de Bogotá a un puerto en el Atlántico, en el Departamento del Magdalena bien a Santa Marta, bien a Rioacha, bien a Bahíahondo. La presente administración hábilmente secundada por el Concejo Nacional de Ferrocarriles, bajo algunos de los ministros de Obras Públicas, ha tenido como programa levantarlos rieles. Hay más, y somos más concretos y definidos en el cargo: el Concejo Nacional de Ferrocarriles, por todos los medios a su alcance se opuso a la construcción del Troncal para unir a Antioquia y a los Departamentos de Caldas y el Valle. Lo aseguramos nosotros y lo comprobamos a la hora que lo quiera, aunque el Concejo lo niegue hoy. Ese ferrocarril se debe a la opinión pública. Si la administración de Olaya, bajo el Ministerio de Obras de Fabio Lozano, emprendió trabajos de Cartagena hacia la Virginia y luego de la Virginia hacia abajo, hay que recordar que el Concejo puso indeciso no sólo al presidente López sino a su Ministro, el grande ingeniero García Álvarez, y que solamente por la terquedad de Mariano Ramos y por la persistencia de Hernando Payán, el uno como administrador y otro como ingeniero jefe del Pacifico, se logró que se adelantaran éstos rieles de la Virginia hacia Arauca y hacia Antioquia, como solamente por la persistencia de los gobernantes antioqueños y del Ferrocarril que prestó el dinero que todavía no le han pagado, se avanzó la punta de los rieles del puente de Arma, mejor dicho de la Pintada al Pintado. Ahora el Ministerio quiere levantar los rieles en Cartagena, como ya se ha informado al público debidamente sobre ello. Quiere levantarlos también en el Ferrocarril Bolombolo-Anza, la línea de sostenimiento más barata del universo, ya que se hace la limpia, con el pastaje de unas vacas que pacen sobre la carrilera, y quiere levantar también los 106 kilómetros de ferrocarril que construyó Florencio Mejía, en la pura "manigua", donde será imposible sostener carretera, de El Periodismo en Antioquia 299 Tumaco hacia Pasto. El ataque es a fondo sobre todo el Troncal de Occidente y no podemos permitir que estos rieles sean levantados. Hay algo más. Es necesaria la formación de un comité de defensa y de propulsión del Troncal de Occidente, comité que debe ser compuesto por bolivarenses, antioqueños, caldenses, vallecaucanos, caucanos y nariñenses, con residencia en cualquiera de las grandes capitales del Occidente y con subcomités en cada una de las capitales de los departamentos. Aquella obra de que se enorgullecía el general Pedro Nel Ospina debe continuarse, concluirse, coronarse, explotarse para la grandeza de Colombia y no puede ser destruida por partes y con subterfugios y engaños el sistema de silencio del Concejo Nacional de Ferrocarriles, no podrá tener su aplicación ahora. Hay qué remover a lo largo de la línea todas las poblaciones y aceptar el conflicto entre ellas y quienes pretendan al azar un solo riel. Esta es la única actitud que conforta para tomar a los pueblos cuando no se atiende la razón o cuando la pereza o la argucia reemplazan las grandes ideas generales que han de ser fuerza motriz del progreso nacional, como ocurre con los troncales que no los pensaron nuestro mayores para veros ellos, sino para que sirviera de meta y de ideal a todas estas generaciones que hoy disfrutan de ellas y a las que detrás de ellas han de venir. Tomado de: Temas, #46, junio de 1943. 300 El Periodismo en Antioquia EMILIO JARAMILLO Antonio J. Cano La violenta sacudida que experimentó ayer la ciudadanía medellinense con la noticia de la muerte repentina de don Antonio José Cano, se habrá pegado rápidamente a todo Antioquia y a todo el país según vemos hoy en la prensa y nos lo está anunciando el telégrafo. Era natural que así ocurriera porque este verdadero polígono de todas las bondades de corazón, de todas las refinadas y profundas excelencias de que es capaz el alma humana, cuando, como en este caso se orienta desde su aurora por los irisados caminos del bien, de este verdadero varón de virtudes que fuese don Antonio José Cano, puede decirse con perfecta seguridad de no caer en el ditirambo estéril o de equivocarse merced a la ternura fraterna, que poseía el secreto de cautivar inmediatamente para siempre todos los corazones y la clave para adueñarse de todos los cariños. Antonio José Cano, fue el hombre bueno de que hablara alguna vez Eduardo Santos dándole a esas palabras de apariencia baladí, insignificante y casi semi-despectiva, todo el altísimo valor que tiene cuando se aplican, como para Antonio José Cano, con la seguridad de que ningún mortal podría pretender nunca otro elogio mejor o apenas semejante. Hombre bueno, buen en el sentido en el sentido de una bondad ilimitada y en constante función de servir a todo el mundo sin distinción de clase, raza, pueblo, idioma, bandera política, aficiones filosóficas, preferencias literarias o inclinaciones religiosas, pudiendo todo ello, o algo de ello, contraponerse brutalmente con sus propias corrientes pasionales o intelectuales, hombre bueno en el más amplio y más noble de todos los sentidos, don Antonio José Cano fue El Periodismo en Antioquia 301 el verdadero escultor de su grande alma y la esculpió con un cincel de ternuras casi femeninas, con los golpes de una voluntad acerada y de un carácter templado en las ardientes fraguas de todo lo noble, de todo lo hidalgo, de todo lo generoso y de todo lo cristiano. Ningún elogio de todos lo innumerables que posee el léxico castellano está por encima de los que en cosecha abundosa recogió don Antonio José Cano durante su vida excelsa. Al contrario. Toda alabanza para Antonio José Cano resulta ahora pálida, y este idioma nuestro tan rico, resulta de una pobreza mendicante cuando se trata de decir con una sola palabra, siquiera con una sola frase, qué fue en realidad en su existencia mortal el gran caballero, el grande hidalgo, el gran corazón que todo el mundo llamaba "El Negro Cano". Hijo como los hay muy pocas veces, hermano desvelado, esposo sin igual, jefe de un hogar donde todas las virtudes tuvieron y conservan su asiento y su lugar apropiado, Antonio José Cano fue siempre paño de lagrimas para cuantos no tenían dónde derramarla, amparo para el menesteroso, consolador íntimo de todos los dolores de sus amigos y partícipe sincero de las pocas alegrías de este mundo y que a ese gran corazón llevábamos, como a su sitio natural, sus infinitos amigos. Don Antonio José Cano hizo del cumplimento del deber diario, de los diarios deberes mejor dicho, la poesía sencilla de la vida y a esa noble tarea dedicó las poderosas fuerzas de su espíritu y todo su gran talento, toda la increíble capacidad que tenía su espíritu para saber dónde estaba el bien, cómo y cuándo debía hacerlo. De ahí esta consternación general que han exteriorizado nuestra sociedad, la sociedad colombiana mejor dicho, e infinidad de extranjeros también, ante el cadáver de un hombre que supo serlo hasta legar a merecer estas palabras que ya fueron tributadas hace tiempo a otro nobilísimo ejemplar de la pobre especie humana: "tiene derecho a vivir en la memoria de los hombres". Tomado de: Progreso #46, abril de 1943. 302 El Periodismo en Antioquia JOSÉ RESTREPO JARAMILLO Argonauta de mis venas Proyectan varios intelectuales erigir en Medellín un monumento a la memoria de Rendón; y aun cuando para este amigo singular, la más torturada víctima del arte entre nosotros, bien quisiéramos algo distinto de yesos, bronces o mármoles, nuestra poca originalidad y las ganchudas raíces que el monumento visible y tangible suele echar en el alma de las gentes y en el riñón de los tiempos, nos hacen ver complacidos la idea de levantar en la cordial parcela del cariño la imagen de quien azotó con el encendido ramal de sus líneas las adversidades y flaquezas de tanto mísero muñeco hundido hoy en la sombra iluminada por su nombre. Es grato para quienes viajamos tantas veces por las oscuras bahías donde Rendón gustaba recoger el desgarrado velamen de su vida, recordar al amigo que finó en la penumbra de un añoso café. Lo vemos deambular pausado, sereno, de la mano de Poe y de Charlot, trémulo de amarga ironía, en alto el lápiz estremecido como antena donde caen rasgos de mono, de perro y de lechuzo arrancados a las caras gordas de política, de latrocinio y de discursos que tantas veces emporcaron augustos recintos nacionales. Es curiosa, para no decir miserable, esta bárbara modalidad del hombre, del hombre niño o perverso, feliz cuando Charlot es el gallo opulento que va a degollar su amigo muerto de hambre, o cuando Rendón clava en la testa del ridículo la calavera laurífera de Valencia para que allí espere el ilusorio regreso del péndulo conservador. Ríe la gente del gallo gordo y del esqueleto seco, porque le es imposible ver cómo la vida le está robando las carnes a Rendón, mientras la muerte corona con artería su pálida cabeza. Ríen de él, del esqueleto y del El Periodismo en Antioquia 303 gallo, y Rendón ríe de ellos y de él, a la vez que con recelo sospechoso de genio esconde en la manga de la americana su último dibujo y guarda cautamente el lápiz como quien oculta un peligroso bisturí. Y sale del Windsor. Por ahí cerca lo esperan Poe, Charlot y León, con cuyas almas y sombras se consubstancia en el misterio de la noche bogotana. El amargado rionegrero camina lento, suave, temeroso de que las gentes que lo admiran vayan a descubrir a Rendón bajo las alas del chambergo, entre las faldas del abrigo amigo, o en la punta de ese lápiz donde hay una tempestad de curvas y de rectas desgajadas de las caras mulatas de los grandes. En Las Cruces, en Egipto, en Las Tullerías, en Los Nueve Estados tiene amantes que lo esperan siempre, al filo de las horas que desde cien torres solitarias caen al lago de la tiniebla bogotana y luego van a ondular sobre los virgilianos trigales de Fontibón. Todas esas amantes son la misma de estos hombres de aguda hiperestesia, incapaces de aguantar el dardeo del sol y la cosquilla del parloteo humano. Todas ellas son la noche, la sinfónica noche grávida de estrellas y rumores, negra pero hermosa, de claro de luna vestida, cuyos lomos acariciaba Rendón en esos ratos sensuales de su vida, cuando ya los hombres carianimales dormían muy adentro de las calles, y cuando lentamente comenzaba a desnudar su alma tiritante de angustia y a mostrarla festiva y decidora -¡oh trágico niño!- a Poe y a León. En esas horas místicas se abrían infinitos círculos concéntricos de música y entelequia, sobre los cuales Rendón embarcaba trizas de su alma, negativos de muñecos que nadie conoció, para que más tarde fueran a esperarlo, pagado ya el barcaje y revelados, en la otra orilla; Bogotá navegaba con viento suave hacia la aurora; señora noche pacía ronroneante por la sabana; algunas lejanas estrellas se marchaban a guiar pastores por laderas dormidas bajo otros hemisferios; y Rendón seguía acariciando las ancas soberanas de su amante fugitiva. 304 El Periodismo en Antioquia No hubo para él, casto de la carne y del espíritu, cópulas más plenas de espasmo que esas con las noches de Patiasao y Rondinela. Lo habría matado un sol de veinticuatro horas. Por eso huyó de las tempestades de luz que azotan el valle de Aburrá. Cuando Otto de Greiff le contó su visión del día nortepolar de cuatro meses, Rendón, asustado, le preguntó instantáneamente: Y entonces, ¿cómo hace uno para trasnochar allá? La noche de cada día dánosla hoy, pedía a las cinco, a las seis de la tarde, cuando cualquier amañado sol de los venados insistía en pintar de oro viejo la cúpula de Santo Domingo y el costillaje térreo de Guadalupe y Menserrate. Durante el día -durante la vida- no somos por desgracia tan dueños de nosotros como creemos. Hay la inevitable dictadura de los amigos, de los cafés, los libros, las mujeres, la vida, en fin, que nos roba lentamente hacia la nada. No nos quedan por tanto sino ésta y la noche. La noche -el sueño-, "imagen espantosa de la muerte", como con pavor animal dijera el otro. Por ello es tan agradable hundirse en plena sombra, lejos de cuanto nos impide ser nosotros. Por ello y por fortuna sólo habrá tranquilidad definitiva cuando la materia, que tanto forcejea en desazón de regreso, vuelva al sitio de donde alguna vez surgió para animarse con espíritus caídos por equivocación en este absurdo paradero de la tierra. Por allá, en ese caos sin mano posible que lo organice en siete días, está Rendón. De brazo con la noche se hundió en el túnel de la muerte, entre doble fila de muñecos y esfuminos, con sus cabriolas de Charlot y su espantosa amargura poeniana. Allá está sereno, tranquilo al fin, retoñando cada día en el recuerdo de quienes desde aquí lo vemos y sentimos deshumanizado ya, vuelto apenas un inmortal copo de espíritu que vientos de eternidad bambolean suavemente en el alero de nuestras blándulas almas conturbadas, errátiles golondrinas con el ala tensa y lista para el vuelo. Para esos pocos amigos a quienes Rendón espera en la oscura e ineluctable, cita, bien quedará en la tierra, preso en El Periodismo en Antioquia 305 sencillo monumento afinado con argamasa de amor fraterno, cual empecinado argonauta de un barco fantasma que nuestro cariño sostendrá al pairo hasta que también para nosotros se enturbien las estrellas y clarezca el día. Bien quedarás en Medellín, Rendón querido, clavado para siempre a la vera de los tiempos, a doble asta el lápiz de cien puntas y cien filos que velarán soles y lunas fríos como la gloria balzaciana. Talvez allá podrás, junto a la sombra fúlgida del hermano Luis Tejada, libre al fin de los políticos que asquearon tu existencia y del fotograbado que te la exprimió, dedicarte a pintar los cuadros que soñaste en tu buhardilla del Metropolitano, cuando bajo la occidua luna el fresco monumental de la sabana, picado por la luz del lubricán, se difuminaba en tus ojos cargados con la sombra de toda la noche, con la angustia de toda tu vida. Tomado de: Obras Completas; IDEA. Medellín, 1980 306 El Periodismo en Antioquia CARLOS ESCOBAR Lo que fue el Barrio del "Contento", antes de ser "Gerona" Vamos a hablar de lo que fue el barrio del "Contento", hoy "Gerona" o "Cuchillón" de "Loreto"; el que en la época a que nos referimos, no era ni barrio, ni "contento", sino un lugar tan triste que daba hasta miedo transitar por él, ya que sólo se componía de zanjas peligrosas, pantanos profundos, de enormes piedras y de extensas mangas las que subían hasta la "Polca", finca perteneciente a don Marcelino Restrepo y la que ocupaba un gran terreno que empezaba en la dicha finca y se prolongaba hasta la cima del alto de Santa Elena; llamado todo aquel terreno el alto de las "Palmas", y de varios ranchos habitados por gente de mal gusto y hasta peligrosa, entre ella, la familia de los cojos Torres de quien se decía: que ellos fueron los asesinos de don Víctor Molina en el tiempo del Gobierno del General Tomás Rengifo. El mencionado barrio del "Contento" empezaba en la desembocadura de la quebrada "La Palencia", la que después de bañar casi todas aquellas mangas o llanura, se recogía un poco para dar salida, en el lugar en donde en la actualidad está la cantina llamada "Cambray". Seguía, de para arriba, el lugar que más tarde ocupó la "Manga del Banco" donde había un salón sobre tapias y con tejas cuyo único servicio era el de recibir, todos los sábados, a los desocupados del "Loreto", pero que fueran del mismo barrio, pues ay del forastero que entrara a ese salón sin ser invitado. Allí se bailaban vueltas al compás de la El Periodismo en Antioquia 307 guabina, el cual era rectangular, con cuatro puertas, dos adelante y dos atrás, las que daban, éstas, salida a la manga, y el que era alumbrado en la noche de parranda, con cuatro candiles, así llamados cuatro platos de barro llenos de sebo o de gordana envolviendo un mechón de trapo en medio del plato. En aquel retirado sitio separado del área de la población, se bailaba, se cantaban trovas, se bebía aguardiente de contrabando, y a la media noche apagados los candiles se peleaban a lo lindo o puro machete, de cuya reyerta, siempre resultaban tres o cuatro heridos los que eran recogidos por los empleados que componían el cuarto de ronda, cuando alguno le daba el parte de lo ocurrido; heridos que eran conducidos al único anfiteatro que había cerca al hospital de "San Juan de Dios", pues en aquel tiempo no se conocía ni había Cuerpo de Policía, ni Permanencia, ni Policlínica; después de salir con aquellos al barrio de Buenos Aires, saltando por encima de chambas y muchas veces navegando sobre las aguas de la quebrada "La Palencia". Las pocas casas de paja que había, en lo que fue el "Contento", estaban a tan larga distancia las unas de las otras que sólo se oía el sordo murmullo de la corriente de la citada "Quebrada". Lo único que, más tarde hizo notable al dicho barrio, fue el combate que en la Polca tuvo lugar en el año de 1879 entre los Conservadores de la población de Marinilla y el ejército que en la "Villa" comandaba el General Tomás Rengifo; combate que tuvo lugar así: Un lunes del citado año de 1879, se divisaron sobre el morro del "Cuchillón" varias toldas de campaña adornadas con banderolas de color amarillo, azul y rojo, distinguida Banderola del partido conservador, al tiempo que en el alto del "Ventiadero" situado al norte de la ciudad, se veían otras toldas iguales a las de la Polca o "Cuchillón"; campamentos ocupados, el primero por el ejército de los Marinillos comandado por el General Braulio Henao y por don Abraham García, y el segundo o del Ventiadero, ocupado por el que dirigían el General Rengifo que a la sazón era 308 El Periodismo en Antioquia Gobernador del Departamento y Jefe Civil y Militar de la ya ciudad de Medellín, ordenó se tocara "Generala" o sea el toque de alarma, y la mayor parte de Liberales se presentaron ante el mencionado General para ofrecerle su apoyo, pero no satisfecho con aquello el General Rengifo, dio orden para el reclutamiento para así aumentar el grueso de los combatientes hasta el punto de hacer escoger entre los alumnos de la Escuela Normal de Varones a los jóvenes capaces de poder manejar el rifle y la cartuchera. Organizado debidamente el crecido ejército, el General Rengifo resolvió atacar a los marinillos, los cuales tenían su Cuartel General en la casa de Marcelino Restrepo situada en el morro de la "Polca". Y al sábado de la misma semana, cuya fecha no recordamos, salió el dicho General Rengifo a la cabeza de su ejército, del Cuartel que quedaba en la Plazuela de "San Lorenzo" o "San Francisco", hoy de "Félix Restrepo"; pero antes de seguir a la "Polca" se dirigió a la Plaza de la Candelaria, y allí se puso a arengar a sus soldados y oficiales, pero como en aquel momento el sacristán de la Catedral daba el Ave María, pues eran las 12 del día, el General Rengifo se llenó de ira al verse interrumpido por el ruido de las campanas; y rápidamente entró a caballo hasta la nave del medio de la citada Iglesia, y desde aquella disparó su revólver sobre el campanero, pero en lugar de hacerle daño al proyectil fue a incrustarse en el cielo raso, casi encima del Coro, dejando el hueco en aquel lugar como recuerdo de aquel aciago día; hueco que fue conservado por muchos años. Y a las 12 y media de aquel día salió Rengifo con todo el grueso de su tropa con dirección a la "Polca" a combatir con los marinillos los que no recibieron al enemigo con la mansedumbre de la oveja, sino con la bravura del león. A la 1 de la tarde, de aquel mismo día, sábado, se rompieron los fuegos entre el ejército liberal y el conservador. Y a las 5 de la misma tarde, ya el General Tomás Rengifo y sus soldados estaban triunfantes, porque los "marinillos" escasos de pertrechos tuvieron que salir en El Periodismo en Antioquia 309 derrota. Entre los derrotados 100 "marinillos" quedaron prisioneros, los cuales iban a ser fusilados por el querer del General Manuel Antonio Angel, el Coronel Clímaco Uribe y el Capitán Antonio Orrego, pero sabedor de aquello el general Rengifo tuvo un rasgo de valor, y se dirigió a los cobardes militares y les dijo: "Qué van a hacer ustedes con esos prisioneros? A fusilarlos por godos. ¡No permito esa infamia!, dijo Rengifo. ¡Al cuartel con ellos con cuidado!, pues crean ustedes que con esos 100 marinillos bien armados, me entiendo con mil aguerridos veteranos". Y mucha razón tuvo aquel general al decir aquello, pues los "marinillos" pelearon con tanto arrojo que al verse sin pertrechos se lanzaron contra los liberales tirándoles con libras de panela, harina de quesito a los ojos, y a puro mordisco, de tal manera que sobre el campo de batalla fue encontrado el Capitán Paulino Barco, valiente "marinillo", muerto sobre el cuerpo de su enemigo, también muerto, pero éste con un enorme mordisco al lado derecho del rostro, es decir, pelearon cuerpo a cuerpo. También ocurrió en aquel combate un hecho, no como cosa natural, sino como un castigo de Dios contra los blasfemos, el cual fue: Como durante el mando que tuvo el General Rengifo en el Departamento de Antioquia, todos los sacerdotes habían sido desterrados y perseguidos, el padre José María Gómez Angel se hallaba escondido, según decían, en las cercanías de la finca de "La Polca", el hijo de don Teodomiro Llano, abanderado del ejército liberal, se atrevió a decir: "Hoy peleo hasta con Dios; y será mi mejor triunfo volver a la ciudad con la lengua de ese monigote del padre Gómez Angel, ensartada en la punta de la lanza de esta bandera roja". Pero tan pronto como acabó de hablar, una bala le destrozó una pierna, dejándolo completamente mocho; lesión que lo hizo sufrir por muchos años, o mejor dicho, hasta que murió, llevando sobre sí el apodo del el mocho Llano. De ese combate resultaron también, varios comentarios, siendo uno de ellos: El que algunas personas dijeron: "Que el 310 El Periodismo en Antioquia triunfo alcanzado por el liberalismo en el morro de "La Polca" se debió, más a la falta de talento y de pericia militar de los generales Macario Cárdenas quien se hallaba en el municipio de "Caldas", con buen refuerzo de hombres y de pertrechos a favor de los "marinillos", y de Marceliano Vélez, en el "Ventiadero", por no haber acudido pronto en auxilio de los atacados, picando así la retaguardia del ejército enemigo, ya que el centro de la ciudad estaba completamente desocupado y casi desierto". En resumen: El triunfo fue completo por parte de los liberales; y a las 6 de la tarde de aquel sábado, volvió, entre vítores y acordes musicales, el General Tomás Rengifo a la "Plaza de la Candelaria". Todo lo que hemos dicho sobre el barrio del "Contento", era lo único que había antes de ser "Gerona", "Loreto y Cuchillón", pues como ya lo dijimos, aquel abandonado terreno, sólo se hizo notable por el combate que tuvo lugar en el año de 1879 en el alto de la "Polca". ¡Y hoy, el barrio más pintoresco de la ciudad! Medellín hace 60 años. Instituto Tecnológico Metropolitano. Medellín, 2003 El Periodismo en Antioquia 311 MIGUEL ÁNGEL OSORIO (PORFIRIO BARBA JACOB) Murió el Presidente Harding El internacionalista que no conocíamos Aunque desde la iniciación del Gobierno del II Roosevelt, nobilísimo animador de la política de "la buena vecindad", el espíritu imperialista norteamericano parece que desapareció, por lo menos en el partido demócrata, publicamos estas jugosas páginas de Barba-Jacob, periodista, escritas hace ya varios años. La muerte le sobrevino serenamente mientras su esposa le leía los periódicos. Ella sustituye en la Casa Blanca a Mr. Harding. Desde la más alta cumbre del honor, del poder, de la humana supremacía, -que si no se cubre de púrpuras truena y relampaguea en los cañones de los acorazados, y cuyo áureo resplandor atrae las miradas del mundo, a semejanza de la columna de fuego bíblico-, acaba de caer el Presidente Harding, con la sencillez cotidiana y aterradora con que cae un labriego. El regía momentáneamente la marcha de un pueblo vasto y poderoso, unidad nueva en las renovaciones del género humano, en el momento en que ese pueblo hace sentir su influjo en la redondez de la tierra. El orgullo asirio, el persa, el de la Roma Imperial, no irradiaron tan lejos. Y Harding representaba con dignidad y con prudencia el ideal titánico de su nación: no como un Moisés que guía, sino como un delegatorio que deja la herencia incólume y perpetúa las normas mentales de sus predecesores. No tuvo la videncia de 312 El Periodismo en Antioquia una sublime marcha de naciones, borrados ya los últimos estigmas del odio y la rapiña de pueblo a pueblo, hacia la más atrevida concepción de la felicidad, por el libre desenvolvimiento de las almas libres en la distribución equitativa de las riquezas. Pero no negó cierta dosis de generoso ideal, como una concesión de la plutocracia del dólar a los imperiosos conjuros del espíritu. Fue un mandatario austero y honrado, un administrador hábil, un político de reservas oportunas; una cúspide de su raza. Que el manto de la estatua que le represente sea también austero y caiga en pliegues regulares a besar su pie cesáreo, pero que no le agite un viento de pasión en la actitud de los héroes o de los místicos, de los mártires o de los apóstoles. Y ahora está tendido entre blasones, la carne lúgubre urgiendo por ir de nuevo al limo donde se formó. La conciencia de los hombres y de los pueblos, como en la augusta ceremonia de Egipto, se ilumina con el resplandor de esos blasones y ensaya el juicio del poderoso conductor de greyes humanas. En este momento de la vida y en este paso de las generaciones ¿qué hizo Mr. Harding desde la altura de su poder? Circunscribiéndolo a la política con Europa y con la América de origen hispano, así como al desarrollo interior de la ética y de la mecánica vital en su nación ¿qué puede representar en la Historia? Europa le vio apartarse de ella, enigmático y receloso, en el acto mismo en que las naciones de aquel continente se debatían -como se debaten aún- en medio de las ruinas económicas y morales, de odios sombríos, con merma del caudal de cultura de los siglos, con dolor de almas y de cuerpos en noches en que perecen miles de niños por el frío y por el hambre. Como la Estatua de la Libertad, erguida con la antorcha que alumbra el mundo en la bahía de Nueva York, así fue para Francia, para Bélgica, para Alemania y Austria. Sólo a Rusia la distinguió con un odio privado, sin pararse a remirar imposibles utopías de justicia, como el elevado y fiel representante de la organización plutócrata de su República. El Periodismo en Antioquia 313 Quizá en el fondo de esta actitud -simultánea con un derrame continuo de la caridad organizada, la insuperable caridad yanqui, que abraza el orbe- habría un pensamiento excesivamente egoísta, pero muy profundo, semejante al que impidió a Bolívar llevar a cabo su propósito de libertar a Cuba, o al que le trastornó sus planes de formar una vasta confederación internacional con los pueblos de Hispanoamérica. "En Europa", se dijo acaso, "la gangrena es incontenible. Dejemos que ese continente se arruine solo o se redima solo: si se arruina, los Estados Unidos extenderán su poder y su civilización por sobre las razas decadentes; si se redime, bien débil quedará todavía. Nosotros, acrecentamos nuestro poder". Y lo acrecentaba decorosamente, burguesa y honradamente. Pero ¿era capaz de esa fría, de esa lúgubre y aguda concepción Mr. Harding? ¿El, modesto y laborioso ciudadano, un padre afectivo, un hombre de sencillo corazón, perfumado con suaves aromas religiosos? ¡Quien sabe! La política de Mr. Harding es un fantasma que se viste con la levita de Mr. Hughes. El rígido y punzante Secretario de Estado, de tan vigorosos relieves, de tan honda preponderancia de voluntad, no parece compartir sino que lleva sobre sí, ante la crítica perspicaz, las tremendas responsabilidades del Presidente. Harding presidía: Hughes gobernaba. Porque si a este hombre de honrado corazón, que acaba de morir, que ahora mismo yace entre cirios, le hubiera sido posible contemplar, en un sueño momentáneo, el panorama del viejo mundo, se hubiera deshecho en lágrimas, hubiera resucitado de dolor. "¡Quién me diera no haber reinado!", decíame un Rey de España, uno de los Carlos o de los Felipes, ya en el borde trémulo del abismo que a todos nos traga. El hombre contemporáneo difícilmente podría descubrir, en el horizonte de la historia, un siglo más desolador que este siglo de Europa. En medio de los inventos prodigiosos de las ciencias experimentales, con la mecánica y la química 314 El Periodismo en Antioquia industriales desarrolladas en una proporción que parece fantástica, las Naciones gimen, mueren de hambre y de peste, se prostituyen o se enfurecen y el tesoro de la inteligencia es a modo de lámpara batida por contrapuestos huracanes. Y, como una germinación dolorosa, como un alba de resplandores sangrientos, como un volverse y revolverse en el lecho incómodo de la vida, el ideal revolucionario de la Rusia, soviet, donde el terror y la necesidad cobran en cadáveres, cada día, el tributo a una justicia que no llega todavía. Frente a ese gran dolor de naciones, frente a ese peligro de la civilización, el Gobierno del Presidente Harding fue un acreedor severo y prudente. Las relaciones de este régimen con la América Hispana, durante la acción presidencial de Harding, aparejan una responsabilidad que atañe más bien a Mr. Hugues. ¡El sí que es Cesáreo: él sí que suelta día a día desde los miradores de la Casa Blanca las águilas americanas! Su primer acto, lo primero que sentimos de él en estos países de habla cervantina y paludismo agudo, fue su voluntad de imponer un nimbo de respeto a la ciudadanía americana. Soy ciudadano de los Estados Unidos, se dice, como se diría soy ciudadano de Roma. Detrás de cada una de las empresas norte o angloamericanas, está el apoyo incondicional del Departamento de Estado; y hasta una queja de un hijo del gran imperio democrático, para que su Gobierno haga vibrar un estremecimiento de disgusto a través de la red metálica y nerviosa de sus Legaciones. Y es que Harding y Hugues, o el que fuere, ha simbolizado, con este respeto al nombre americano, el respeto a los valores antiguos, al antiguo derecho, a la vieja organización capitalística e imperial de los pueblos fuertes y ávidos. El desarrollo asombroso de su pensamiento está en la política seguida con respecto a México. México es la experimentación social atrevida, la audacia intelectual, el desbordarse de sentimientos e ideales que, por líricos que se antojen, llevan El Periodismo en Antioquia 315 en sí una fuerza de magnífica eficacia. México es, pues, bolchevique, dicta leyes confiscatorias de poder retroactivo, exige equidad de impuestos a las compañías petroleras de americanos y europeos aliados que trabajan en su suelo, y, por consiguiente, al Gobierno de México no se le otorga el reconocimiento, como para aislar al gran país y que sus fuerzas lo devoren solas. Es casi al término de la vida constitucional de ese Gobierno -y de la vida de Mr. Harding-, cuando se cae en la cuenta de que hay que enmendar el error, porque México ha vivido sin devorarse, y su orgulloso aislamiento más bien le fue tónico e impulso... Santo Domingo ha recobrado su autonomía, pero ni la injusticia que con él se cometió tiene una reparación, ni auguran estabilidad de las cosas actuales los nubarrones del horizonte. Puerto Rico y Filipinas tiemblan en un gran desasosiego. Cuba siente la enmienda Plat pesar sobre ella como losa funeraria, y Colombia recibe con cierto desdén orgulloso y sabio la mínima indemnización de 25 millones, pero confía al porvenir el desquite de su justicia. En tanto Nicaragua, es asesinada día a día, y día a día se oyen resonar sus cadenas bajo el plinto de oro donde se la sujeta. Es entre las naciones, como el perro de la misericordia. ¿Por qué? Ni Mr. Harding ni su gobierno son responsables de estas injusticias, de esta falta de una comprensión más inteligente y elevada de los destinos del mundo. La iniquidad es vieja herencia de naciones; y no estuvo ni dentro de los anhelos, dentro de la inteligencia, ni dentro de voluntad del Presidente que ahora muere, suscitar un apresuramiento estrepitoso y delirante, aunque sublime, hacia las cumbres del alma, donde brilla el lucero de la justicia. La justicia cojea, y que llegue cuando pueda. En tanto, los poderosos intereses de la United Fruit, tendidos a lo largo y a lo ancho de las costas del mar de las Antillas, hasta Venezuela; los petroleros que se enriquecen en México; los sindicatos mineros, las empresas de navegación, todo lo que los yanquis poseen en 316 El Periodismo en Antioquia Hispano-América, está asegurado. En el interior de la Gran República, un proteccionismo "drástico" y riguroso cierra las puertas a muchos de los productos de nuestros países, y el régimen social americano continúa, y aún quiere sofocar el rugido de las muchedumbres proletarias, furiosas de no haber podido ser muchedumbres plutócratas. No fue otra la personalidad, no fue otra tampoco la acción de Mr. Harding, o por lo menos así le contempla hoy la conciencia del mundo, en tanto que él yace en su cámara mortuoria en medio de los postreros resplandores de su poderío. Sin duda un análisis menudo podría encontrar mil excelsitudes en su carácter y en su intención, y aún gérmenes de extraordinaria virtud, que el tiempo se encargará de cuidar. Pero mirado desde más arriba, desde esa altura que permite divisar si la nación y la raza dieron un paso hacia delante, no puede asumir otra significación que la de un mandatario circunscrito a la letra de sus leyes, que administró bien, que tuvo aptitudes de esfinge, reservas sospechosas e ímpetus conservadores. Por lo mismo que Mr. Harding representaba con tan asombrosa fidelidad la mayoría de la opiniones en el concepto de sus conciudadanos, su muerte debe haber conmovido a aquella nación profundamente. Nosotros nos asociamos al dolor de los Estados Unidos, y hacemos votos porque le suceda una edad de orgullo y alegría legítimos, basados en el ideal de la justicia y la expansión del espíritu humano. La América española cree cada día más, con el corazón de su nueva juventud, que la armonía con los Estados Unidos, bajo la égida de una purísima equidad, no sólo ha de significar un grande impulso para el desarrollo y la cultura de estas naciones, sino también espléndida oportunidad para la América sajona de guiar uno de los más bellos coros de pueblos que ha conocido la historia, de incorporar un nuevo son en la tónica del universo y aspira más bien a ser colaboradora libre y autónoma, pero activa y generosa, en el desenvolvimiento de El Periodismo en Antioquia 317 las ideas de justicia en la gran República yanqui, porque la justicia es una para todos los pueblos y todas las razas. En el nombre del juventud idealista y justiciera, una corona de laurel enlutado ante los despojos del muerto ilustre. Tomado de la Revista Universidad de Antioquia Tomo XVII, Nos. 65-68, Julio-Diciembre, 1944 318 El Periodismo en Antioquia MIGUEL ÁNGEL OSORIO (RICARDO ARENALES) Un criterio personal. Mi penacho Ni mi pluma, ni mi consejo, ni mi aprobación. Antes que dejarme llevar como una brizna por el viento de querellas que no me mueven o de pasiones que no he suscitado, me iría de nuevo por los caminos de la Aventura, mi novia de inquietos pies y dádivas imprevistas. Allá se lo halla quien provoca torneos en que la dureza y altanería de las frases a propósito de este pobre tema: "Ninguna cosa"- queda en el sitio que debió reservarse a la excelsitud de las ideas, o cuando menos a la eficacia del humilde trabajo del sembrador. "Dime lo que comes y te diré lo que eres" -prescribió una vez el filósofo Hobbes, parodiando vieja frase de la Sabiduría del Oriente. Dime con quién discutes y qué ideales te impulsan, y te diré qué nimbo ha de ceñir tu frente, qué júbilos tendrás mañana en la soledad de tu corazón -pienso yo a semejanza de Hobbes. No se me hallará, pues, en el fondo de estas polémicas que hoy se remueven: el sitio que he ambicionado está en otra parte. Quien anhele saber de mí, búsqueme junto a los estudiantes que solicitan mi palabra con el blando apremio de una amistad iluminada: en la fundación de la Universidad Popular: descubriendo sin soez vocabulario a propósito de las libertades de la prensa: llamando a crear escuelas para los adultos que no aprendieron a leer cuando niños: en fin, donde mi esfuerzo anónimo, tal vez sin trascendencia, pero sin mengua de mí orgullo y de mis ideales, sea como la faena del El Periodismo en Antioquia 319 pobre gañán, que no conoce las mínimas contiendas de los escritores ni ve brillar sus vanas aureolas, pero se regocija en cada gota de sudor que le cae de la frente y de cada hojuela de maíz que sale a coronar los terrenos. Y es que no he venido a Guatemala con el alma niña y en el viaje de las primeras experiencias, sino bien maduro por sacrificios que nadie sabe, pero cuya dureza es mi galardón. Hace tres años detenía mis pasos de peregrino en la fuerte y rica ciudad de Monterrey, en mi México inefable, y fundaba una empresa. En torno de mí, pugnando por ligarme como lianas viciosas, se agitaban los feroces odios de la política. Era en tiempo de lucha electoral, y quienes habían dado el dinero de mi periódico anhelaban puestos públicos. Un adversario imprime fétidas calumnias, acusando a uno de mis amigos de ser culpable de incesto, y mis amigos van a pedirme, con documentos auténticos en la mano, que diga yo cómo el calumniador es hijo adulterino... Negué mi voluntad a esta labor innoble y preferí marchar, dejando el negocio que representaba mis más viriles esperanzas. ¿Y hoy? Hoy la obra que yo inicié, la fábrica que yo alcé vale montones de oro, que están ahí en la casa magnífica hecha con ganancias que debieron ser mías, en la rotativa, en los linotipos, en el taller de fotograbado, en las grandes ediciones de ochenta o de cien páginas, que emulan casi a las más lujosas de la metrópoli. Perdí una fortuna, pero descubrí la América de mi independencia moral. 320 El Periodismo en Antioquia El estudio de las matemáticas Base y sustento de toda cultura seria, y necesidad indeclinable y urgente en la vida de nuestra época, por la competencia industrial que pide rigor científico, las matemáticas dan al hombre estudioso el sentido de la ponderación de la medida, y, por consiguiente, de la armonía. La obra poética de más acabada hermosura que conoce la historia, la Divina Comedia del Dante, sorprende por la justeza de su disposición: y al gran florentino se le llamaba el Poeta Geómetra. Yerran pues, quienes creen que la ciencia de la cantidad está reñida con las Musas, y en su error muestran una forma de la pereza intelectual que impide ser algo ser¡o y realmente útil en la vida. Hay, embargo, quienes dejan una clase y aun pierdan un curso de álgebra o de Astronomía, por estar haciendo versitos cursis al tramonto del sol o a los senos de una mujer a quien acaso no han amado jamás. El Imparcial, jueves 10 de agosto de 1922) *** En la ciudad de México se me llevó siempre a los puestos de mayor prez en el periodismo, y se me recompenso tan largamente como jamás pensado a ningún escritor extranjero: de ello hay testigos en Guatemala. Pero ¿qué se exigía de mi? Mi más ágil verbo de polemista, mi frase más hiriente y bravía, para vengar ofensas abatiendo entre carcajadas del público. ¿Qué hice? Atosigado por el asco dejé un empleo y otro, me quedé sin ninguno y me fui a un diario de oposición, donde a lo menos se querían ideas impersonales -no insultos decorados con soberbias retóricas. Conocía el pel¡gro, y era tan real que me trajo al destierro. Bien haya el desterrado si, a trueque de El Periodismo en Antioquia 321 la ignominia con holgura por causas ajenas, tiene hoy la pobreza con dignidad por no haber sido instrumento de venganzas estériles. Tengo, a propósito del periodismo y del deber que me corresponde como escritor, ideas que no he de exponer ahora, pero que irán apareciendo en mi trabajo de cada día. Veo claramente: veo la agricultura decaída y el esfuerzo que se hace por levantarla, veo el régimen monetario en condiciones pavorosas: veo la enseñanza en ruina después de la gran farsa de veintidós años: veo la juventud estudiantil agitada por nobles ideales, deseosa de esfuerzo, moviéndose al impulso de una gran voluntad de sacrificio en favor de los humildes ... ¿Cómo no he de preferir el empleo de mis débiles fuerzas en estos campos de la acción antes que venir a contender en batallas que ni han de ser causa de mi gloria ni han de darme la alegría del un deber cumplido lealmente, por humilde que se le suponga? No entro, pues, en dimes y diretes en que se resuelven querellas que no son mías, equiparando rencor y rencor, ni puedo callar ante los que me suponen acurrucado tras un nombre ajeno, como a un cobarde que se pone en cuclillas tras un biombo Y si no me moviesen a ser íntegro ni mi afecto a esta porción de la patria máxima ni mi esperanza en sus destinos ni la hospitalidad que me ofrece, ni el honor que me dispensan sus poetas y sus hombres de estudio, me movería mi orgullo intelectual -mí orgullo de escritor, que no vendo a hurto de nadie por un plato de lentejas. El Imparcial, miércoles 9 de agosto de 1922) Los textos anteriores fueron transcritos por Manuel Mejía Vallejo durante su estadía en Centro América y se encuentran en la Sala de Archivos Personales de escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín. 322 El Periodismo en Antioquia JOSÉ GERARDO RAMÍREZ SERNA (JOSÉ GERS) Se "suicidó" una casa De un momento a otro una vieja casa de dos pisos se derrumbó con estrépito sobre la calle. Las gentes se apretujaron alrededor de las ruinas y empezaron a hacer comentarios en voz alta. Los bomberos se presentaron posteriormente y con gruesos chorros de agua remataron la obra destructora. Paredones que aún habían quedado en pie se vinieron en grandes bloques contra postes y produjeron impresionantes vibraciones en las líneas de energía eléctrica. Una residencia que de pronto se viene a tierra es como un suicidio sensacional. Todo el mundo acude a contemplar el cadáver. ¿Por qué esa conmoción pública? Porque las casas están como entretejidas al curso de nuestras vidas. En ellas nacemos y morimos. Allí va quedando el espíritu de sus habitantes. Tienen una elocuencia cargada de sugestiones en sus muros pasadizos, vigas y rincones. Hay unas que nos hacen temblar de emoción, porque en ellas nacieron o vivieron grandes hombres o allí cerraron los ojos a la vida. Los hijos defienden la vetusta casa de los ascendientes por la tradición hogareña que emana de la alcoba nupcial, del comedor, del costurero, del salón central donde se reunía la familia. Es innegable que las casas tienen mucha personalidad. La grande de la hacienda, rumorosa a faenas de trabajo y ordeño, colmada de frutos y toda ella olorosa a tierra removida. La fresca y sencilla que se asoma a los caminos con su alegría de flores silvestres, que son como el sedante estético del viajero. Esos caserones que se quedan por allí abandonados, abrazados por las plantas trepadoras, impasibles de historia y leyendas. El Periodismo en Antioquia 323 Todas albergan mucha historia en la cual no piensan los hombres. Uno experimenta, al entrar en ellas, un rumor de voces lejanas que viene del pasado y que continúa viviendo en ellas, sin que el tiempo pueda dispersarlo. No se habla de casas malditas donde habitaron gentes perversas? ¿No se habla de otras santificadas por una vida gloriosa? ¿Podrán las casas pecar y mancharse y tener conciencia como los humanos? En todo caso, la que ayer se tiró de bruces a la vía, lo hizo en forma "voluntaria". Se suicidó, sencillamente. Quiso desaparecer de la calle, porque ya había prestado sus servicios. Por los ojos de las ventanas se asomaba a la plaza y veía el progreso de Cali y observaba que a su alrededor se iban alzando pretenciosos edificios de cemento que se burlaban de su anacrónica vestidura de tierra apisonada, de su tejado chato y calcinado, de sus puertas vetustas. Todas esas casas modernas sin tejado, de sobrias líneas, se burlaban en la mañana de la casa vieja que apenas tenía en su senectud música de alfabeto, porque allí funcionaba una escuela. Y como decirles a los educadores actuales que las escuelas no deben funcionar en edificaciones abuelescas, optó por arrojarse a la calle, a las dos de la tarde de un domingo candente, cuando no había ser viviente en su seno y cuando la habían dejado pensando en su misión terminada. Esa casa "se suicidó", porque tenía el orgullo suficiente para no sobrevivir al progreso. La Crónica en Colombia: Medio siglo de oro. Imprenta Nacional de Colombia; mayo, 1997 Tomado de Croniquillas de José Gers, Cali, 1946. 324 El Periodismo en Antioquia LEÓN DE GREIFF De la Campaña de 1813 y de cómo era el caserío de Nare en 1826 En el sitio de DESSAU fui herido, contaba el Capitán ... El año 1813 fue abundante en grandes batallas, y diariamente tuvimos combates de bastante consideración. Sirviendo en mi cuerpo estuve en la mayor parte de ellos, señor Mariscal, y recibí cuatro heridas en cuatro diferentes encuentros. Cumplí bien con mi obligación y a la edad de 18 años me dieron una compañía de 200 plazas, 200 suecos que, al mando de Alejandro, hubieran conquistado el mundo entero. En Landorff me ordenaron sostener la retirada de algunas divisiones del ejército con la compañía que comandaba y la cumplí contra fuerzas considerablemente superiores. Fui herido, perdí más de la mitad de la tropa, en una defensa desesperada de más de cuatro horas, y salvé de esta manera un parque muy abundante para un ejército de 20.000 hombres. Me mencionaron con el mayor elogio en el parte que me dio al Rey. Mis tres oficiales subalternos fueron condecorados y premiados, y no hubo nada para mí, que tenía -sin jactanciatodo el mérito. En el asalto de Dessau fui el primero que entró por un fuerte incendiado y derribando la puerta de la ciudad a hachazos; me nombraron honrosamente en el parte, pero nada más. Lo mismo sucedió en los asaltos de Lubeck y de Juliers y en las batallas de Grosbeeren y de Dennevitz, donde fui El Periodismo en Antioquia 325 herido de nuevo, y donde le vi a usted, señor Mariscal, por vez primera. -Cómo no, Capitán, y por cierto que ese maldito descalabro de Dennevitz se debió a que el Emperador olvidó que tenía que llegar allí -según sus planes-, fuera de que parte de las tropas de mis cuerpos de ejército no valían cosa. Reclutas muy bizoños y tropas auxiliares extranjeras listas a la traición ... Sinembargo, fue un mero descalabro, y las pérdidas de los, Aliados superiores a las mías. No les quedó gana de seguir tras Pedro el Rojo ..Me retiré paso a paso, contraatacando y dando destelladas ... -Combatí -siguió el Capitán- hasta el fin de la guerra. Siete meses estuve sin descanso en las avanzadas del ejército: tuve a veces, bajo mi mando, de 500 a 600 hombres. Después de hecha la paz me llevó el Jefe del Estado Mayor, el General Conde von Essen, a la presencia del Rey y lo instó para que premiara mis servicios. Yo no acepté porque me parecía ya muy tarde y para que no se creyese, que yo solicitaba distinciones, lo que se consideró, terquedad y los molesto grandemente. *** YA COMO QUE ESTAMOS LLEGANDO... Realmente, por lo menos a Nare ... El lo. de abril nos levantamos temprano para pasar a buena hora por la estrechura, los remolinos o chorros de Angostura. Es éste el primer raudal de alguna consideración que encontramos en el Río Grande de la Magdalena. El río se estrecha entre dos altas montañas y forma en medio chorro o remolino o serie de remolinos que ha hecho zozobrar innumerables embarcaciones, unas veces por mucha, otras por poca agua. Nuestro listo patrón, jefe de los bogas, MARIANO, tenía el cuidado de dar los palancazos en el momento oportuno y de dirigir el "champán" a la orilla cuando era necesario. Naturalmente el agua invadía la embarcación y 326 El Periodismo en Antioquia llovía sobre nosotros a raudales permanentemente. Los bogas le daban al canalete. Pasados los chorros felizmente, les di brandy a los tripulantes -patrón y bogas-, y el señor Mariscal y yo brindamos con ellos. Y continuamos nuestro viaje hacia Nare, a donde llegamos a las 10, más o menos ... Debíamos haber seguido para completar la jornada hasta las Juntas, o bocas del río Nus afluente del Nare. Pero como estos ríos son muy peligrosos y desconocidos de los bogas que traíamos desde Mompox, tuvimos que permanecer un día en Nare y aplazar la llegada a las Juntas. La demora de un día y el peligro real que implicaba internarse por ríos desconocidos y vías absurdas sin bogas hábiles primero y luego sin guías o peones prácticos, fueron causa de grande ansiedad y zozobra. Nare es una pequeña y muy bonita población, pero el calor es agobiador y la localidad tan malsana como casi todas las orillas del río. Hay en Nare frutas en abundancia y yo cogí en 5 minutos un saco lleno de naranjas y limones. El administrador o jefe del correo, VALDIVIESO, me entregó una carta y algún dinero de parte de mi cuñado Hauswolff, y el alcalde nos hizo muy buena acogida y nos obsequió -al señor Mariscal ya mí- con un licor cristalino y burbujeante muy agradable, llamado Aguardiente, por más señas El Alcalde me pareció muy político o un gran Político: era muy cortés o quería parecerlo. Seguimos hablando de guerras y de campañas. Con el calor que hacia en Nare, aparte de que al lado de Ney subía la temperatura, hubimos de beber unas pintas de cerveza traída desde Hamburgo, refrescada en las linfas del Nare. Hubiera preferido el señor Mariscal su vino del Sarre, seguramente o el vodka moscovita, con que se relacionara antes y después de la Retirada de Rusia ... *** El Periodismo en Antioquia 327 Intermedio, para descansar Este domingo, 16 de febrero de 1947 años, se adquirió un cuadernillo que dedícase al pergeño de moxinifadas, voz lusa, de equivalencia antiocastellana fácil de deducir o suponer. "Venías- de- tan-lejos- que-ya-olvidé-tu-nombre" lo dicen ya no sólo las No me olvides, sino también las "teresitas" de la bicoca a y de Porfirio, que no de pórfido, que son de carne y hueso. Y es temilla de proyectadas moxinifadas del moxinife y de variaciones de no mucha variedad. Y seguir con lo de Ney. Fin de Semana, No. 53, febrero 22 de 1947 328 El Periodismo en Antioquia FERNANDO GÓMEZ MARTÍNEZ Sin pasaporte sobre el Reich Un destino irónico dispuso que estos ocho periodistas latinoamericanos que viajábamos a Londres, invitados por el gobierno británico, no participáramos de la emoción popular que estremeció al mundo demócrata el día de la victoria. La gran fecha, como aquella otra de la invasión, había sido esperada por todos nosotros con vivo interés. El periodista se alimenta con la esperanza de los grandes hechos y se complace enseñándoselos a los demás. Vive de la noticia sensacional. Pero la espera para el doble objeto de sentirla él mismo y de participarla a su público. Y pues la rendición de Alemania y el gran júbilo de las naciones aliadas era el acontecimiento más sensacional de la época, los periodistas esperábamos saberla al pie de nuestras máquinas o siquiera allí donde la masa popular estallara en emoción y alegría, y se lanzara a las calles en oleadas, las banderas haciendo de velas sobre el mar de cabezas. No fue así. La noticia de la victoria la recibimos metidos en el buche de un barco, en alta mar, entre gentes frías como la racha del norte que nos azotaba, y sin detalles ni pormenores. Todo lo que la gran nueva tenía de periodístico desapareció para nosotros. Fatal destino, castigo inmenso, como si fuésemos de tal manera sancionados por querer saborear como un rico licor la noticia tantos años esperada y para ahora entrevista con certidumbre. Voy a empezar a escribir el relato de mi viaje. Nadie debe esperar grandes cosas. Ni yo pretendo decirlas. Para los que conocen lo que he visto, esta relación no tendrá ningún valor: Y los que aguardan revelaciones de fondo, entrevistas sensacionales, ensayos sociológicos, se verán defraudados. El El Periodismo en Antioquia 329 viaje has sido rápido, recargado de paisajes y de nombres, sometido a programas no siempre elaborados de acuerdo con nuestros gustos, por lo que la crónica será, entonces, cinematográfica. Todo se verá como de paso. Pero no carecerá de interés completamente, así como el viajero del avión no desprecia mirar el paisaje efímero del fondo. Y como escribo para la mayoría de las gentes, quiero decir para los que no conocen los pueblos que acabo de conocer, me parece que bien puedo describir cosas sobre las cuales han escrito ya otros, en mejor forma, más documentadamente, pero en libros o revistas que no siempre llegan a todas las manos. Y para quitarle solemnidad al relato, y hacerlo familiar, y para dar más exacta impresión de lo ligero, voy a adoptar la forma de diario. Así quienes me lean seguirán conmigo, paso a paso, el programa que cumplimos, con otros cinco sudamericanos, estos tres reyes magos que salimos juntos de Colombia y hemos regresado dispersos: don Enrique Santos (Calibán), don Eduardo Zalamea Borda (Ulises), y este servidor que antiguamente firmó A.V. Struss y que ahora ni firma. Abril 21. Un avión de la Avianca me conduce de Medellín a Barranquilla, en donde he de reunirme con mis compañeros. Es mi vuelo número 50. Llego antes que el Clípper que ha de llevarnos a Miami y antes que la nave procedente de Bogotá, en la que vienen mis amigos. Ahora en manos de la PAA. Abandonamos a Barranquilla y a poco volamos sobre mar abierto. La misma inmensa soledad conocida, donde no se ve nada si no es la leve franja de espumas que hacen las olas. En Kingston nos obsequian con un coctel de ron, que viene a tiempo. Es una atención que los productores hacen a todos los viajeros. Nuevamente el mar, para atravesar sobre Cuba tocando en Camagüey. Las plantaciones de caña alegran la vista. Dos horas más, y llega la noche. Es mi primera experiencia de viaje nocturno, que dura poco, porque en breves minutos se divisa la costa de la 330 El Periodismo en Antioquia Florida y Miami extiende ante nosotros las filas de luces de sus avenidas. Debe de ser una gran ciudad esta que éstá debajo de nosotros pero que no he de conocer ahora. No hay que ser aviador para descubrir cuál es el aeropuerto. El juego de colores y la distribución de señales luminosas sobre el suelo nos lo muestran desde muy lejos. Miami es un aeropuerto de extraordinario movimiento. Sobre el campo estaban aposentados multitud de aeroplanos, y no pasaba una hora sin que estuviera decolando una nave hacia uno de los puntos de la rosa. Abril 22. Salimos a la 1 y 30 de la mañana. La "attendant" nos provee de mantas para abrigarnos y apaga la luces. Se trata de dormir, aunque muchos no duermen. He aprendido a hacerlo. Son las siete de la mañana cuando aterrizamos en un aeropuerto cuyo nombre ignoramos. El frío es intensísimo y el viento sopla fuerte. El edificio es de una magnitud y de una suntuosidad impresionantes. Claro: estamos en Washington. Por sobre las arboledas distantes asoman el obelisco y la cúpula del capitolio. A poco volamos de nuevo, cruzando el Potomac, sobre las fastuosas avenidas y las plazas, las quintas de los diplomáticos, la Casa Blanca y los cerezos en flor. Ahora Nueva York. La estatua de la Libertad. Centenares de barcos sobre el Hudson. Los rascacielos. Todo va pasando y lo vamos reconociendo, hasta que el avión se detiene en el aeropuerto de La Guardia. Han transcurrido apenas veinticuatro horas desde el momento en que me despedí de los míos y de los amigos, también míos. En el campo de Las Playas. ¡Y todo tan lejos! Como diría Vives-Guerra. Abril 24. Deberemos permanecer en Nueva York no menos de una semana, mientras se nos encuentra acomodo en algún barco. Qué le vamos a hacer. Al fin y al cabo no es ninguna vereda para estar descontentos. Los jardines de Rockefeller Center son objeto de la curiosidad pública ¿No sabe usted, paisano, qué cosa es el El Periodismo en Antioquia 331 Centro Rockefeller? Pues es un grupo de siete edificios, muy altos, muy bellos, muy lujosos. Lo mejor en su género que existe en el mundo. Una pequeña gran ciudad moderna. Pequeña porque no ocupa sino cuatro manzanas. Grande por la magnitud de los edificios. Digamos apenas que la administración de estos bloques cuenta seis mil empleados, y entonces sabremos por qué es también una ciudad grande. Bien, por el otoño, las fuentes de la placita del centro se pueblan de peces. En el invierno conviértese en pista de patines. Ahora, en la primavera se adorna el sitio con flores. Tulipanes, lirios, azaleas. Para la gente es algo así como una exposición. Y todos los días están las flores frescas. Las matas florecidas se compran -y hay que ver lo que cuestan- y se siembran en las grandes jardineras de la plazoleta. Y las que ya han perdido sus flores se quitan. Así un día y otro día. Yo también, como los neoyorquinos, aun viviendo en Medellín que es ciudad santa de las más extrañas flores, me paro frente a las jardineras del Centro Rockefeller. ¡Si es que esto vale una interjección de Quinito! Nueva York, a pesar de la guerra, da sensación de lujo y de fiesta. Por todas partes ve uno viejas de cine y damitas lujosamente ataviadas: sedas, pieles, joyas. Los hoteles se pueblan al atardecer de personas que toman el té y que danzan. Nueva York se divierte, a pesar de todo. Están repletos los teatros y los cabarets. Confieso que por el momento sentí un choque. Pero bien, reflexioné, los Estados Unidos han dado para la guerra lo mejor, lo más valioso, lo más entrañable: su juventud, su sangre. ¿Qué más da que los que se han quedado se entregan? Hay dinero. Se trabaja duro. Cada cual cumple su deber. Sería mucho exigir que estuviesen entregados a la pena. Gran abundancia de soldados, "soldadas" y marinos. Muy amorosos y sentimentales todos. Se despiden a fondo estos chicos que pronto van a separarse. De cada cien personas, diez llevan uniforme militar. 332 El Periodismo en Antioquia Los Estados Unidos están evidentemente en guerra. Me lo dice mejor esta oscuridad casi completa de Broadway, la admirada "gran vía blanca". Abril 25. Me han echado a la suerte como la túnica de Cristo. Resulta que por la escasez de alojamientos debo recibir en mi pieza a otro periodista venezolano, de los que siguen con nosotros. Se lo dicen a ellos: "Uno de ustedes estará en la pieza con Gómez, de la delegación colombiana". ¡El horror! Parece que el apellido de Juan Vicente no es muy grato a los venezolanos. Pero parece también que estos colegas no han tratado bien, además, al doctor Laureano Gómez. Y como se ha anunciado el viaje de Álvaro Gómez Hurtado a los Estados Unidos, pues los colegas de Caracas se hicieron esta reflexión: es periodista, representa a El Siglo y es hijo de Laureano. Y aun dicen que se le parece. Un conflicto. Pero alguno ha de estar con Gómez en la pieza. Sortean cuál ha de ser la víctima. Adentro los de corrosco. Miguel Otero Silva se ha ganado la rifa. Llega. Presentación. Información. Una amistad que alborea, y Otero se lanza al ascensor en busca de sus compañeros. "Es otro Gómez", Y antioqueño por añadidura, para que no resten dudas. Abril 27. Nuestros invitantes, los ingleses, han querido entretenernos estos días de obligada estancia en Nueva York, y nos han preparado un programa. Hoy visitamos a Radio City. La National Broadcasting Company. Para ello contaron con la buena voluntad de la oficina del coordinador. Conocemos los estudios y vemos cómo se reciben y se transmiten las noticias, cómo se imitan los ruidos naturales por radio, tales como carreras de caballos, truenos, etcétera. Allí se nos da la chiva que se ha de radiar una hora más tarde y de la cual no podremos hacer uso: ya se juntaron sobre Alemania los ejércitos americanos y rusos. Se nos obligó a practicar una virtud antiperiodística: la de ser discretos. Un aparato muestra las ondas correspondientes a cada sonido y a su intensidad, por medio de rayas verdes luminosas que se El Periodismo en Antioquia 333 mezclan, ondulan, se retuercen y se agitan dentro de un tubo. Gráficamente, la voz humana es como un encaje. Un encaje tembloroso, como las ondas del mar. Y vemos los aparatos de televisión, tanto emisores como receptores. Yo paso ante tales aparatos y hablo dos palabras para que mis amigos vean la fidelidad del retrato y de la voz. Y estudiamos cómo se preparan los programas y cómo se graban, porque aquí nada es improvisado y todo es responsable. Los discos serán la prueba de lo que se dijo por radio al mundo. Así, sólo así, puede darse, pasada la guerra, una radio libre. Libre pero responsable, como reza la constitución colombiana acerca de la prensa. Abril 28. Ayer se publicó la noticia del hundimiento de un barco en el Atlántico del norte. Hoy, el torpedeamiento de un portaviones. Como nos vamos por mar, y sin escolta, estas noticias no nos caen muy bien. Todavía andan por ahí los bichos esos que llaman submarinos. Abril 29. Domingo. En la catedral de San Patricio. He venido a oír misa, entre miles y miles de católicos excelentes, como son los de Estados Unidos. El orador sagrado pide oraciones por los soldados muertos en la guerra y por "aquellos que están fundando en San Francisco una paz estable". Es espíritu de Roma en todas partes. Y Nueva York tiene luna. La he visto subir por entre la abertura que hacen los altos edificios. No es tan romántica como la que asoma por sobre Santa Elena, pero es tan grande como esa y con un carácter extraño: el que le da el estar metida entre rascacielos y el de prestar un servicio inútil. Ayer, también, fue juzgado y fusilado Mussolini. Sus últimas palabras: "!No! ¡No! Yo no amo esta justicia "rápida" y menos cuando es ejercida popularmente. El Duce, como criminal de guerra, ha debido ser juzgado por los vencedores en una audiencia realizada con todas las formalidades. La llamada justicia popular es ciega en el peor sentido de la palabra, y además rabiosa, bárbara y cobarde. Quienes lo ejecutan son asesinos solapados. 334 El Periodismo en Antioquia Triste fin el de este hombre que llenó con su gesta y su gesto un cuarto de siglo, y cuya obra política y administrativa sobrepasó los límites de lo ordinario. Condenando, como condeno, la violencia inútil y la crueldad de los primeros días del fascismo, su exclusivismo y sus fanfarronadas, y odiando, como odio, la dictadura, debo recordar que Mussolini sacó a su pueblo de un estado de anarquía más odioso que su gobierno, que realizó obras perdurables y que colocó a Italia en el pedestal de las primeras potencias. Quienes conocieron a la península antes que Mussolini y la vieron después, se hacían lenguas de la obra cumplida por este hombre en quien el amor a su patria fue un culto. Su error principal consistió en pretender agregar a su gloria de estadista la de conquistador y militar, para lo cual hubo de hacerse un segundón de Hitler, soldado éste sí. Hubiérase contentado Mussolini con su labor de político, en lo cual fue maestro del otro, y su nombre sería pronunciado con respeto en todas partes. El Duce fue, ante todo, un patriota. Creo, con el académico Rafael Sánchez Mazas, "que los niños de la Italia futura no maldecirán su nombre". "Toda nuestra disparidad posible no nos conducirá jamás a la vileza de afirmar que los hombres que amaron demasiado a su patria, sean cuales sean sus errores o sus malaventuras, deban ser propuestos a la posteridad como objetos de vilipendio". Abril 30. Los diarios traen hoy noticias gordas: han sido tomadas Munich, Milán y Venecia. El derrumbamiento del eje va tocando a su fin. Traen, también, detalles de la muerte de Mussolini y de la profanación de su cadáver. Este es el día señalado para la partida. A las siete de la noche nos hallamos en el muelle número 86. ¿En qué barco vamos? Los pasajes no lo dicen. ¿A qué hora? Tampoco. Allí está, enorme, si hemos de juzgar por el hecho de que desde el muelle no alcanzamos a ver sino su casco. Entran soldados y más soldados. Se nos ha señalado el camarote número 30, del "Deck A" y allá nos dirigimos. El confort que esperábamos El Periodismo en Antioquia 335 se ha trocado en rigidez y austeridad militares. Nuestro camarote comprende once camas de a dos puestos cada una, de estilo cuartel. Ya hemos llegado ocho clientes: los periodistas. ¿Llegarán los catorce restantes? Las caras muestran desconsuelo. Pero no. En atención a nuestra categoría civil se nos ha dejado solos. Ocho hombres solos, como en el cuento de Federico, a saber: Arturo Mantilla y Emilio Murillo, ecuatorianos; Marco Aurelio y Valmore Rodríguez y Miguel Otero Silva, venezolanos; Enrique Santos, Eduardo Zalamea Borda y Fernando Gómez Martínez, colombianos. Por unánime consentimiento tácito, don Enrique se convierte en decano de todas las delegaciones. Notamos que en el camarote no hay ni una mesa ni un asiento. Ya en la oficina de la Cunard Line se nos había advertido que bien podría no haber sino dos comidas al día. Ahora se nos da la orden de llevar en todo momento los salvavidas. La enjalma diaria y obligatoria. Mayo 1. Día de terrible bruma y brisa fría, este primero de nuestra navegación. Y apenas estamos saliendo de Nueva York, que está muy al sur del paralelo adonde nos dirigimos. Se nos permite ir a la cubierta a aguantar frío. Aquello es peor que un mercado. Miles de soldados y de "wacs" tienen ocupado el gran corredor en todas las posiciones. No hay por donde dar un paso. Calculamos que no menos de cinco mil personas lleva el barco para el frente. Nuestra vestimenta de civiles, entre tanto uniforme, resulta extraña. Como todos llevan sus salvavidas, esto parece una ciudad de jorobados. ¿En qué buque vamos, por fin? Ya lo hemos descubierto: es el Ile de France. Hurra al que habiéndolo conocido antes, lo reconozca. Digamos que es el Edificio Carré flotando. Ha sido desmantelado de todo lo que signifique adorno, lujo y decorado: se ven las vigas, las tirantas, los remaches y los tubos, como los músculos, los tendones y los vasos en un maniquí para el estudio de anatomía. Mayo 2. Desde cubierta vemos que durante este segundo día de navegación nos escoltan solemnemente un dirigible y 336 El Periodismo en Antioquia un avión Catalina. Después se nos dejará solos. Nadie contesta a nuestra curiosidad. "Yo no sé nada", es la consigna para responder. Así lo exige la seguridad de tantas vidas, aunque todos seamos de "los mesmos". Otra mala noticia interna: el agua dulce está racionada. No la hay sino en las primeras horas de la mañana y ya entrada la noche. El baño ha de ser en agua salada. Pero siguen las noticias gordas, por el altoparlante del deck: "Los rusos llegan al centro de Berlín. La bandera roja ondea sobre el Reichstag". Mayo 4. Ejercicio para tomar los botes en caso de necesidad. Un timbrazo, y todos nos ponemos en pie y alineados en la cubierta. El día es claro y tibio. Tal parece que en lugar de ir al norte, fuésemos al este. Así lo revela la posición del sol. Viajamos en zigzag, evidentemente. El locutor anuncia que ha caído Berlín. Lo celebramos con dos cognacs. De las tres capitales del eje, ya sólo falta Tokio. El personal de nuestro camarote anda disperso. Sólo permanecemos en él el compañero Murillo y yo. Cerca, don Enrique Santos. De pronto suenan timbres cortos. Es claramente una alarma. Los que están en el salón oyen que se llama a los artilleros. Nosotros no. No han pasado dos minutos cuando comienza un jaleo impresionante. El barco dispara sus cañones de popa. Las ametralladoras tabletean con furia. Es cosa para alarmarse. Pero como el sacerdote en peligro que trata de absolver a los otros, mi compañero Murillo y yo, entre temerosos y curiosos -al fin periodistas que saben que algo esperan de ellos sus lectores- nos lanzamos a la cubierta. Nadie nos impide subir. Pero al llegar la encontramos desierta, por primera vez. Los soldados han desaparecido como por milagro. Sin duda les dieron la orden de guarecerse en su camarote. Sobre el puente, y asomados a una ventana, dos meros oficiales. El jaleo sigue. Vemos caer las granadas atrás como a media milla, a tiempo que el buque continúa su marcha a toda máquina. Ya sabíamos que su defensa contra los El Periodismo en Antioquia 337 posibles submarinos que se interpusieran estaba en su velocidad. Uno de los oficiales se da cuenta de nuestra presencia y nos ordena bajar. Nos vamos al camarote, donde hallamos a don Enrique algo agitado. Es la hora en que ya no a la popa sino de nuestro lado, a estribor, abren fuego los cañones y las ametralladoras. Asomados a la escotilla vemos la zona donde caen las balas. Se encienden lucecitas rojas sobre el mar y se eleva allí mismo un pequeño grupo blanco. La cosa dura, cuando acertamos a ver a alguien por el pasillo. Don Enrique lo interroga. "Es práctica". Simplemente ejercicios para ver cómo andan las armas y los artilleros. Ya he dicho que la respuesta obligada deber ser "Yo no sé nada". Bueno, que practiquen, si de eso se trata, pienso para mi capote, pero que no vayan a gastarlas todas. Las noticias anuncian el horrible suicidio de Goebbels y de su familia. Mayo 4. Seguimos internos en lo que todos hemos dado en llamar nuestro campo de concentración flotante. Vamos al salón o a la cubierta, pero en ninguna parte hallamos espacio y comodidad. El salón está en poder de los oficiales de ambos sexos y no hay asientos para todos. El salvavidas nos presta servicios de tal, pero a la larga se resiente la espalda y se entumecen las piernas. En cuanto a la cubierta, ya sabemos que está repleta de gente. Soldados y "wacs" organizan cantos, bailes y juegos. Ya hay unos amoríos rasgados que por lo visto no se oponen al régimen militar. Pero, ¿qué son las "wacs"? Pues las mujeres del cuerpo auxiliar. Una forma moderna de nuestras cantineras de las guerras civiles. El hombre de "wac" es una sigla sacada de la iniciales (women auxiliary corp). Según noticias, el barco lleva nada menos que mil y las hay de todos los tipos: altas, bajas, rubias, morenas, negras, flacas, gordas, bonitas y feas. Algunas usan pantalón pero otras su faldita verde. Para mi gusto, están mejor las de falda, porque creo que el pantalón se hizo para las caderas enjutas (más o menos) de los hombres y no para las redondeces femeninas. 338 El Periodismo en Antioquia Y siguiendo con el tema digo que el nombre de "wac" lo fuimos castellanizando en la pronunciación. Primero eran las "wacs" lisa y llanamente como en inglés; de allí pasamos a decir "wacas", y andando el tiempo acabamos por transformar la doble U en G, diciendo "guacas". "Mire qué lapo de guaca". "Vea qué guaquita más linda". Lo mismo que los entierros de indios. Y lo peor era que muchos de los soldados se encontraron su guaca, con o sin el espanto. El buque sigue andando en zigzag, para burlar a los submarinos. Pero existe otro peligro, y es el de las minas. Al contrario de lo que le pasó a don Daniel Peláez, lo peor que a nosotros nos puede acontecer es encontrarnos una mina de Berlín. Y mucho peor hacerla estallar. Ya va para tres días que los compañeros emprendieron el juego, como manera de entretener el tiempo, pero como ni hay mesa ni hay asientos, y en el salón se encuentra excepcionalmente sitio, el tendido es sobre el suelo y los asientos son los salvavidas. Un círculo vicioso como el que se ve en nuestras montañas, a la vera de los caminos. No sé cómo resisten tantas horas en aquella posición y con aquella ocupación, o si quieren, desocupación. Desde que soy hombre formado nunca he sentido interés ni placer en el juego de cartas. Creo, con un autor, que la charla familiar es más agradable que el juego y que los libros superan a las cartas. Los demás piensan de distinta manera y en el reino femenino hay quien le reconoce al juego una virtud: la de evitar la murmuración. El mar amaneció "higadoso". Todo el día ha estado picado. La estela que deja el Ile de France es hoy más amplia y más blanca. Asomado a la borda, veo doblarse las olas sobre sí mismas, sepultando las cresta de espumas, que toma entonces un color de sulfato de cobre. Un ave vuela sobre el barco. ¿De dónde ha venido? Vaya usted a saberlo. Estamos en "un lugar del océano Atlántico". Cerca habrá alguna tierra. Mayo 7. Sin carácter oficial se anuncia por la B.B.C. la rendición incondicional. Esta era la noticia que esperábamos El Periodismo en Antioquia 339 saber y sentir al pie de nuestros receptores, cada uno en su periódico o en Londres. La mala fortuna quiso que llegara a nuestros oídos lejos del mundo habitado y del olor amigo de la tinta de imprenta. Pero, sea en donde sea, es una noticia sensacional. La noticia más sensacional en un cuarto de siglo. Los Ocho lanzamos una exclamación. Pero, para sorpresa nuestra, el pasaje del barco no se altera. Esta gente es fría como el mar que la baña. Ni un grito, ni un arranque de alegría. Ingleses, canadienses y americanos del norte desconocen lo estentóreo. Sin duda alguna nuestra emoción es mayor que la de los soldados y oficiales de a bordo. Si no, aquí está la prueba: sacamos el último resto de whisky que nos queda en el camarote, y brindamos por la victoria. He de suponer que fuimos los únicos, porque entre otras cosas en el barco no había licor. Un rato después fuimos al comedor y ninguna manifestación indicaba que ese fuera el día del triunfo. Nada decían ni los rostros ni las lenguas. ¿Control? ¿Educación? Todo lo que ustedes quieran. Pero para un latino no es sino frialdad. Mayo 8. Mañana llegaremos a puerto, según rumores. Ahora más tranquilos. Un Catalina vigila desde esta mañana nuestra marcha y en las primeras horas vespertinas divisamos sendos destructores a los costados. Vamos, pues, protegidos y escoltados, por lo que vuelve la sonrisa a los labios de muchos. A las tres, Churchill anuncia oficialmente la rendición y dice que a las doce de la noche deben cesar todos los fuegos. ¿Quién será, pienso, la última víctima ahora cuando los fuegos tienen un sentido protocolar? Recuerdo haber leído el nombre del último muerto de la guerra pasada: había caído en un puesto hasta donde no llegó a tiempo la orden de cesar fuego. El público sajón del barco tampoco se emociona esta vez. Son los mismos. Mayo 9. Hoy llegaremos a Gourock. En la mañana divisamos la costa a lo largo del estuario del Clyde. Numerosos barcos están surtos allí. La costa escocesa es verde y pintoresca 340 El Periodismo en Antioquia como lo había leído. Y es hermosa, con sus casas edificadas sobre las faldas, sus bosquecillos y sus pastizales. Aquel verde impresionaba a Taine. ¡Quién me habría dicho que iba a conocer Escocia! Desembarcamos para tomar el tren que nos lleva a Glasgow. Al llegar, la estación me da la primera impresión de todas las estaciones inglesas, enormes, obscuras y frías. Glasgow es una gran ciudad, de más de un millón de habitantes, que en Inglaterra goza inmerecida fama de fealdad. Hoy está en fiesta. El gobierno ha ordenado dos días de regocijos para celebrar la victoria. Este es el segundo, y por ello estamos contemplando la alegría que echamos de menos en el buque. Vemos con curiosidad, sin que me gusten, los vestidos típicos de los highlanders; el gorro de cinta a cuadros, la chaqueta, la faldita plegada, el carriel suspendido por delante y la media hasta la pantorrilla. Las tabernas están repletas de gentes, y Charles Square es todo animación: músicas, baile, alboroto. Los chicos, la "pipiolidad" hacen una especie de "ronda" como la que se efectúa en San José de Costa Rica a la hora de la retreta, pero con sustanciales deferencias. En la capital centroamericana se trata de verse. Las chicas giran en rueda, en un sentido, mientras los muchachos, en una rueda más amplia, y envolviendo la otra, giran en sentido contrario. Así se inician muchos amoríos. Pero aquí, en Glasgow, hoy, segundo día de la victoria, a una voz de mando se disuelven los círculos y los chicos se abrazan en parejas para besarse en la boca hasta el bagazo. Bagazo de piña. Lo leal, según me parece, es que la pareja se forme entre los que, al dar la orden, queden al frente, pero los más avispados se lanzan sobre la más bonita o sobre la más deseada. Lo más singular del cuento es que hay reclutamiento, porque entre pieza y pieza los hombres salen a coger pipiolas entre las filas de curiosos para incorporarlas a la ronda, quieran o no. Debo anotar que los morenos llamamos la atención en Glasgow. Tanto tipo de pelo negro, de tez mate, y de ojos oscuros, no debe ser muy frecuente por estas latitudes. La El Periodismo en Antioquia 341 curiosidad en torno nuestro era notoria, como la que despiertan en Medellín los indios de Urabá. Allí éramos lo extraño. Se me venía a la memoria el dicho de Pacho Pérez en Nueva York: "Aquí el mister soy yo". Mayo 10. A las siete de la mañana llegamos a Londres, después de un viaje de toda la noche en tren, durmiendo en camas corcoveadoras. La ciudad está desierta como un pueblo nuestro. No nos golpea así con su extraordinaria populosidad. Los londinenses duermen la mona de los dos días de fiesta. Están en el guayabo; o con el ratón, como dicen los venezolanos; o salientes, según los españoles; o con la perseguidora, de acuerdo con los peruanos. A nuestro paso hacia el hotel vemos algunos vacíos causados por las bombas, pero menos de los que esperábamos. La destrucción de Londres fue, en conjunto, enorme, si nos atenemos a las estadísticas. Pero recorriendo las calles la impresión es que sufrió poco. La urbe es tan vasta, tan descomunal, que la blitzkrieg estuvo muy por debajo de lo que se pensó. Nos hallamos en Park Lane Hotel, en Picadilly, frente a Green Park. Del otro lado del parque verde y fresco, lecho perenne de enamorados, está el palacio de Buckingham, residencia de los reyes. Park Lane Hotel, por su situación, por su apariencia, debe ser un buen hotel. Pero, instalados en las respectivas piezas, nos advierten que no hay toallas, ni sábanas, ni fundas de almohada. Miro a mi cama, y la almohada muestra la huellas del sudor ajeno, y las sábanas no son ciertamente albas. La memoria me transporta a mis viejas posadas de Quiñónez y de Tierra prieta, en la Loma del Tigre, donde era preciso envolver la almohada en la camisa. Qué cosas más disímiles las viejas fondas del tiempo de estudiante y un gran hotel de Londres, la más grande ciudad del mundo. Pero la guerra es la guerra y aquí la han sentido. El servicio de lavado, lo hemos sabido, toma ahora en cualquier hotel de Londres entre dos y tres semanas. Y como acaban de pasar los dos días de fiesta, en los cuales la ciudad se botó por la ventana y nadie pensó 342 El Periodismo en Antioquia en otra cosa que en divertirse, pues no ha habido quien lave. Tomo mi primer baño y me enjugo con el saco del piyama, que pongo a secar en el aparato de la calefacción. Pero no; parece que estas camareras del tiempo de guerra, como los empleados de la compañía marítima, dan la peor noticia para quedar en la menos mala. Por la tarde han sido mudadas sábanas y funda de almohada y en el baño han puesto una pequeña toalla de lienzo. El embajador de Colombia, doctor Jaramillo Arango, viene por nosotros y nos toma en su Packard, que tiene la gloria de haber sacado de Varsovia, de una vez, a catorce personas, cuando los alemanes se apoderaron de lo que yo he llamado "The pearl of love", recordando el origen de la guerra y el cuento oriental tan bellamente escrito por Wells. Y comienzan a desfilar los nombres conocidos: Picadilly, Regent Street, Hyde Park... En los parques levantan los cañones su respetabilísima trompa. Una vuelta más, y al doblar de una esquina aparece el tricolor colombiano. Estamos en nuestra embajada, 63 Cadogan Square. La patria distante cobra presencia en nuestro corazón a la vista del símbolo. Mayo 11. Se nos reúne en el ministerio de información para convenir, en mesa redonda, un programa para la gira. Ya en el ministerio tenía adoptado el suyo, que quería consultarnos, pero deseaba además que nosotros diéramos nuestra opinión e indicáramos lo que pudiera interesarnos. Se nos interroga particularmente. Este desea ver el museo británico. Este otro las universidades. Ese las obras de defensa. Aquél conocer a un gran autor -Shaw por ejemplo- o a un gran científico -Sir Alejandro Fleming, el descubridor de la penicilina- si se puede. No todo se nos acepta. Conocedores de los programas cumplidos por los invitados a los Estados Unidos, que fueron recibidos por el presidente Roosevelt y conferenciaron con Wallace, extrañamos todos que no figure en el programa una visita a Churchill, aunque no sea sino para verlo. Parecíanos que ir a Inglaterra, con carácter de invitados, y no ver a Churchill, el hombre fuerte, el héroe El Periodismo en Antioquia 343 nacional, significaba algo así como un fracaso. Cuántos irán a preguntarnos: "¿Conoció a Churchill?" Lo manifestamos así al funcionario que iba a ser nuestro compañero y cicerone, Mr. Charles Sharpe, un gran señor, en quien encontramos una negativa rotunda. "En Inglaterra -dice- el primer ministro no celebraba conferencias con los periodistas, como en los Estados Unidos. Lo que tiene que informar al público lo informa por conducto de la Cámara de los comunes". Nequaquam. Y conformarse. Siguiendo la conferencia, uno de los más audaces echó un anzuelo demasiado gordo: ¿Será posible ver a Rudolf Hess y conocer un campo de concentración? La respuesta fue relampagueante de nobleza: "El gobierno del Reino Unido considera que los prisioneros de guerra no pueden ser objeto de curiosidad pública". Al mediodía salimos a reconocer las zonas más afectadas por los bombardeos aéreos. Nos detenemos cerca de la catedral de San Pablo, en cuyos alrededores la destrucción está más concentrada. Parece que los alemanes querían arruinar el bello edificio, pero no lo consiguieron. Vamos en seguida a algunos de los barrios obreros más devastados por las bombas. El día antes habían estado los reyes, en visita de simpatía, por lo que las calles y las casas estaban adornadas con banderolas y gallardetes. Allí mismo conocimos las casas preconstruidas, erigidas ya en los sitios que habían sido arrasados. Son pequeñas viviendas de madera y cartón, que pueden montarse en uno o dos días, y que reúnen todas las comodidades apetecibles para un tipo de vivienda popular. Ahora en uno de los restaurantes comunales, de los cuales hay en Londres, aproximadamente, dos mil. Su objeto es facilitar alimentación sana, nutritiva y barata a toda clase de personas. Por quince peniques se sirve un almuerzo satisfactorio. Lo comprobamos almorzando allí, con obreros de ambos sexos. Pero debo declarar que, de nosotros, los menos satisfechos con la invitación a conocer prácticamente estas instituciones estatales, fueron los izquierdistas de la partida. Y yo pienso que este tipo de restaurante es el que 344 El Periodismo en Antioquia más puede parecerse al de los comisariatos rusos. Es que el socialismo intelectual tiene muchos atractivos, pero el práctico presenta sus desventajas. En cuanto a mí, declaro que me satisfizo esta experiencia de comer lo que come en Londres el más pobre de los pobres. De regreso al hotel, pasamos por frente a Buckingham Palace. A lo largo de la avenida que bordea al parque se hallan estacionadas miles de personas que esperan la salida y el paso de los reyes, quienes, según los diarios, continuarán hoy su visita a los barrios pobres. Se ven cuadras enteras de caras felices con la perspectiva de mirar a los soberanos, por quienes el pueblo de Londres siente sincera y noble devoción. La guerra es así. Una de las cosas más difíciles de conseguir en Londres, en un hotel, son los periódicos. La cantidad que llega es limitada y se agota en las primeras horas de la mañana. Y los periódicos mismos están reducidos a su última expresión: sacan sólo cuatro páginas, y los más importantes, como el "Times", ocho. Quiere ello decir que nuestros modestos diarios provincianos, con ocho páginas, están a la altura, en paginaje, de los más viejos y prestigiosos rotativos ingleses. Recuerdo, naturalmente, los trabajos que hemos pasado en "El Colombiano" con motivo de la escasez del papel -que nos ha impuesto limitaciones en cuanto a páginas y en cuanto a tirajes- y veo que hemos estado inmensamente mejor que aquí. Pero la crisis es tal, que una ordenanza prohíbe a los comerciantes envolver los artículos que venden. Y no se puede conseguir papel carta, pero ni siquiera un bloque ordinario, sin un permiso especial. Figúrense ustedes que nosotros no teníamos en qué escribir un apunte. ¡Periodistas sin papel! Nos es preciso acudir al ministerio de información, que nos regala algunas hojas. Hemos tenido dos días de fuerte sol y cielo azul, como si nos hubiéramos traído el trópico a esta tierra de las nieblas impenetrables. De Favor pasar a bordo (Crónicas de Viaje) Editorial Teoría. Impreso en Argentina en el año de 1946. Pág. 93-114 El Periodismo en Antioquia 345 MAGDA MORENO Tiranía de la moda Los caprichos que dictan Paris y Hollywood. Una orden que hace eco en todo el mundo. Los suplicios que causa un peinado. Lo que cuesta ser elegante. La moda - considerada como el más absurdo de todos los milagros, puesto que se realiza simplemente por efecto de una orden dada desde París o Hollywood por seis u ocho señoras libres de mimetizar sus cuerpos con los adefesios que de la noche a la mañana dan por elegantes - es, sin embargo, la dominadora y gran dictadora universal. Un jurado constituido por personas entendidas en estética -de diferentes países y climas, que no tienen idea de los tipos y siluetas de las personas que habrán de seguir sus dictadosda la línea del talle, el largo y la caída de la falda, la forma de la manga, los colores y los tejidos que primarán en trajes y accesorios. Y lo que no conseguiría el más sensato de los consejeros, lo que no se haría por nada ni por nadie, se hace simplemente porque la moda lo ordena, ¿Quién se atrevería contra esa deidad absoluta y dominadora?. Mas para que una mujer siente plaza de elegante ha de llevar en cada ocasión la prenda adecuada a la hora, al tiempo y a la circunstancia porque no es oportuno lucir un traje de mañana, primaveral y fresco, por lindo y moderno que sea su corte, cuando entumece el frío; ni un sastre o un abrigo forrado -así sean sus líneas la más alta expresión del clasicismo- cuando el calor agobia, ni un vestido de noche a la hora del cocktail. El indumento femenino ha librado a través de la historia tremendas batallas con la higiene y la lógica. Las señoras del siglo XV se desmayaban por la acción opresora del corpiño armado en varillas que les dificultaba la respiración. Aunque en aquellos románticos tiempos el accidente se atribuía al 346 El Periodismo en Antioquia amor. Las damas de la época de Luis XV lucían peinados en que las peluqueras realizaban verdaderos andamiajes arquitectónicos que las obligaban en vísperas de un baile a permanecer el día y la noche rígidas sobre las butacas para que los cimientos no se falsearan. La aurora del presente siglo alumbró todavía aquella fina silueta femenina que sujetaba las cárceles de su corsé al barrote tallado de una cama de estilo vestida de encajes para estilizar su cintura hasta lo inverosímil. En tiempos más modernos, la moda nos perdonó las orejas pero nos obligó a arrancarnos las cejas. Luego nos hizo motilar como locas y pintarnos como papagayas. En cuanto a los tacones, la moda fluctúa entre lo incómodamente estético y lo cómodamente antiestético. Los colores tiene también que ver con la higiene, además de su misión estética. Los claros - el blanco a la cabeza devuelven toda la luz que reciben, siendo por este motivo más frescos que los oscuros. Vestirse de blanco es envolverse en una aureola de pureza rutilante que aleja las malévolas intenciones. Las telas estampadas con lunares o flores sientan a las siluetas estilizadas. Para las rubias están indicados los colores: negro, rosa, rojo, verde agua, azul cenizo y malva. Las chicas de melena negra han de preferir los tonos: rojo, amarillo, rosa y violeta en todas sus combinaciones. Los accesorios -es decir el guante, la cartera y el pañuelorevelan la personalidad de quien los lleva. Para usarlos con éxito Norma Shearer da esta regla: "Sígase la moda al elegir sus modelos, pero sin afectación y acatando solamente sus caprichos dentro del terreno de una exquisita delicadeza". De este sabio consejo podemos sacar una conclusión aplicable a cada faz de la moda: La verdadera elegancia no está en el atavío sino en el buen gusto de quien lo lleva. Letras y Encajes No. 275, Medellín, junio de 1949, p. 1.180. Antología de escritoras antioqueñas, 1919-1950. Colección de Autores Antioqueños. Imprenta departamental de Antioquia; Septiembre de 2000. El Periodismo en Antioquia 347 NELLY POSADA. (SUSANNE IBERO) Amparo Uribe, nueva soberana de la belleza de Antioquia Los peritos de la montaña en achaques de belleza, se vieron precisados a decidirse en esta ocasión por las excepcionales maravillas físicas de doña Amparo Uribe para elegirla reina de la belleza del Departamento de Antioquia, entre las numerosas beldades que, como aspirantes al trono, habían sido inscritas en este certamen. No entendemos - ni mucho ni poco - de las familiaridades técnicas que los peritos deben aplicar en esta escogencia. Pero lo cierto es que, a nuestro juicio, la gentil embajadora de la belleza por esta magnífica porción de patria, merece también aspirar, como cualquiera otra de sus encantadoras competidoras, al título de soberana de la belleza colombiana. * * * Doña Amparo representa en este torneo la más gloriosa tradición de la raza, como que es resumen de una de las más rancias familias de Antioquia la grande. Tras sus grandes virtudes su belleza sólo puede compararse con la de aquellas mujeres que las leyendas traen en el embrujo maravilloso de una noche de plenilunio, coronada de estrellas. Esbelta y ágil, su silueta se perfila como la del mástil en la inquietud de la bahía. Sus grandes ojos negros navegan fulgurantes en un inmenso lago de melancolía, fresados por los pliegues de sus largas pestañas. ¡Tienen toda la belleza idílica de un atardecer en las llanuras! Su mirada, dulce y llena 348 El Periodismo en Antioquia de encanto, tiene una estremecedora timidez: es como si sus ojos se asomasen de pronto a un extraño mundo para cuya luz no estuvieran puestas sus pupilas; y huye de él, furtivamente, por entre las medias lunas asustadas de sus grandes ojeras, que tienen toda las somnolencia del paisaje. Sobre el perfil romano de su rostro, se alzan los arcos triunfales de sus cejas de tan artística perfección que parecen burilados por las manos de un experto artista. Bajo su fina y enigmática nariz, la envidia de Mona Lisa, se pasea por la roja y abierta puñalada de su boca, en donde con armonía perfecta, dos hileras de dientes con el brillo armonioso del diamante se muestran incrustados en el rosal encarnado de la encía... Su caprichosa cabellera, negra como el misterio de una noche de Valpurgis, cae sobre la redondez perfecta de sus hombros en flecos de guirnaldas desmayadas... dando a su cara morena y romántica el encanto enervador de una caricia de alborada, que muere majestuosa sobre los palmares de sus senos. Su cuerpo de gacela, fino y ondulado, es como el de una virgen errante de tiempos medioevales. Su paso, que tiene toda la rítmica cadencia del trópico, se pierde en la oquedad plomiza de los cielos, severo y majestuoso; y hay, en su dulce vagar de soberana, toda la fragancia de la raza diluida en la flor de sus ancestros castellanos. En sus manos, pues, gran milagro de Dios, ha de quedar el cetro de esta soberana como el último beso de la tarde sobre la boca de una flor. 1934 Antología de escritoras antioqueñas 1919 -1950. Colección Autores Antioqueños. Imprenta Departamental de Antioquia; Septiembre de 2000. Letras y Encajes No. 279, Medellín, octubre de 1949, pp. 1.332-1.334. Susanne Ibero es el seudónimo de Nelly Posada Tamayo. El Periodismo en Antioquia 349 ADEL LÓPEZ GÓMEZ Gabriel Cano, héroe de tierra firme La teoría de que "el hombre es un animal terrestre" no constituye, en realidad, patrimonio exclusivo de algunos. El auge tomado en los últimos años por la aviación, no ha modificado más que en mínima parte la opinión de las gentes a ese respecto. La frase sigue teniendo actualidad porque el cielo continúe poblándose de aviones y embriagándose de velocidades. El hombre seguirá estando más tranquilo al sentar los talones sobre la tierra firme y segura que remontándose a las alturas para correr la aventura rauda de las nubes. Y si esto es ahora, así, cuando más lo sería hace años, cuando los motores aéreos de la SCADTA empezaron hacia 1920 a turbar la calma de nuestros provincianos cielos, en un tiempo en que volar era, no solo hazaña de magnates sino proeza de bien bragados varones. Antes que de procurarse clientela para cubrir sus rutas, nuestra única empresa aérea de entonces - con sede en Barranquilla - hubo de poner su preocupación máxima en convencer a los colombianos de que aquello no era cosa del Diablo. Y consecuente con tales propósitos hubo de recurrir a los buenos oficios de prensa. En tres o cuatro capitales del departamento se hicieron vuelos. El más flamante y moderno de los aviones colombo-alemanes habría de llevar a bordo a los directores de los diarios candelarios, que entonces lo eran “El Espectador”, “El Colombiano” y “El Correo Liberal”. De acuerdo con las informaciones que al respecto tengo, en aquella extraordinaria aventura tomaron parte, entre otras 350 El Periodismo en Antioquia personas, los diaristas José María Yepes, Jesús Tobón Quintero, Ricardo Uribe Escobar y Gabriel Cano, director este último de “El Espectador” medellinense. Ya, desde aquel remoto tiempo, Gabriel Cano tenía verdadera fobia por los aparatos volantes, y fue muy contra su íntima y expresa voluntad que subió a la cabina después de haber ingerido en Guayaquil un par de aguardientes dobles. El avión despegó en el campo de Guayabal, y por espacio de media hora estuvo evolucionando sobre la expectante Villa, por sobre el asombro mudo de sus sesenta mil habitantes. Gabriel Cano, por su parte, resistía el miedo con la mayor dignidad posible. No quería ver nada, no quería saber más que el instante de aterrizar. Estaba allí muy pegado. A su asiento cuidadoso de su prudente inmovilidad. Cuando por fin el aparato volvió a tierra sobre el entonces apenas improvisado campo, en cuanto se abrió la portezuela y antes de que fuera colocada la escala para descender, el joven director de El Espectador saltó a tierra, y sin fórmulas, se echó de bruces sobre la esquilada grama. Había extendido los brazos para mejor sentir el amado contacto de la tierra, y hundido el rostro en la hierba, besaba las aterciopeladas y pequeñas hojas, con verdadero frenesí. Y cuando los compañeros entre conmovidos y regocijados vinieron a levantarlo, Gabriel Cano tuvo un último impulso de resistencia y respiró con asordinada vehemencia: - Déjenme... déjenme todavía un momento. He vuelto a la tierra y estoy tomando de nuevo posesión de ella para no abandonarla jamás. Si el ilustre periodista ha cumplido su promesa a lo largo de tantos años, es cosa que no está en capacidad de afirmar su ocasional anecdotista. El Tiempo, 27 de agosto de 1950 La crónica en Colombia. Medio Siglo de Oro. Imprenta Nacional de Colombia, mayo 1997. Serie Anécdotas de Escritores. El Periodismo en Antioquia 351 MANUEL MEJÍA VALLEJO Mi general Somoza El abrazo de la muerte y el asesino de Sandino. Intrigas de alcoba y quintillas para los poetas. CIUDAD DE GUATEMALA, Dic. de 1952 Cuando hace algunos meses fue operado de urgencia en los Estados Unidos el presidente de Nicaragua, Anastasio Somoza, algunos turiferarios suyos se acercaron impacientes al médico jefe del hospital de Boston para preguntarle: -¿Qué tal, doctor, el estado del ilustre enfermo? Y mientras se desabotonaba su delantal blanco, el galeno dizque respondió seco y serio como un bisturí: -Mal. Muy mal. Malísimo... para los nicaragüenses. Y todos supieron que el dictador Anastasio Somoza se había salvado de la muerte. *** Miles de personas se preguntan cómo subió al poder en 1936 este hombre alto, bien plantado y casi rubio y cómo ha logrado mantenerse por la fuerza y la intriga durante tanto tiempo en Nicaragua. Empecemos por el comienzo -o desde antes del comienzo- para que se comprendan infinidad de razones plagadas de sinrazones que contribuyeron a la entronización de Mi General Anastasio Somoza García. Dice en su Historia de Nicaragua el escritor José Dolores Gómez refiriéndose a un tío-abuelo paterno de Mi General: "Bernabé Somoza era el más terrible guerrillero y al mismo tiempo el hombre más feroz y sanguinario que pueda imaginarse". 352 El Periodismo en Antioquia Dice en su Reseña Histórica de la América Central" el escritor Lorenzo Montúfar: "... El nombre de Bernabé Somoza causaba espanto, no sólo en Nicaragua sino en los otros Estados de Centroamérica, a donde llegaban noticias de la fechorías de aquel malvado. La devastación era su enseña y el pillaje su divisa". Y si agregamos a esto el hecho de que el tío-abuelo de Mi General -así lo reafirma Gustavo Alemán Bolaños en "Sandino. El Libertador"- fue fusilado en la plaza pública de Rivas el 17 de julio de 1849 y su cadáver expuesto en la picota durante tres días, iremos comprendiendo algo de la genealogía heroica de nuestro biografiado. En Costa Rica y Guatemala hemos logrado averiguar, con parientes, amigos y enemigos suyos, detalles pintorescos y observaciones sutiles que nos sirven de colores para hacer composición de lugar y pintar la estampa de este "benemérito" del Continente de Tiranías, alias América Española. Al efecto visitamos al licenciado Guillermo Urbina Vásquez, con cuatro años de exilio en San José, 32 de edad, convaleciente aún de varios carcelazos, y quien fue delegado nicaragüense a la Conferencia Pro-Libertad y Democracia en La Habana -1950- en compañía de Eduardo Santos, Germán Arciniegas, Waldo Frank y cien exponentes más de la inteligencia americana. —Somoza -dice el doctor Urbina Vásquez- es por desgracia todavía muy joven: nació el 1o de febrero de 1896. Se casó con doña Salvadora de Bayle Sacasa, perteneciente a la más poderosa familia de mi país. Intervino en la revolución como miembro del partido liberal y sin actuación que valiera la pena -pues estuvo escondido en Nicaragua en casa del señor Narciso Lacaya salió con el título de general... —¡Con que éste es Mi General Somoza! -exclamamos como si alguien nos traicionara. —Ahora fijese usted —añade el doctor Urbina Vásquez- en la maquinaria movida por él: debido a su conocimiento de un "inglés quebrado" sirvió de El Periodismo en Antioquia 353 intérprete entre el general José María Moncada -pariente suyoy el coronel Stimson, representante del departamento de Estado de Norteamérica en la intervención yanqui de ese entonces. Al triunfar la revolución de su pariente Moncada le dio posiciones en el gobierno; así fue secretario de la comandancia general, subsecretario de relaciones exteriores y Ministro de Costa Rica. En 1932 la ocupación norteamericana iba a dejar de existir debido al pacto patriótico de Augusto César Sandino, verdadero de mi país, quien protestó con las armas contra la intervención yanqui. Entonces había que formar un director de la guardia nacional para llenar las funciones del jefe norteamericano que debía retirarse. Somoza era el candidato de mayor fuerza por las siguientes circunstancias: la elección la hacían Moncada, el ya elegido presidente Sacasa y el ministro yanqui. Sacasa, hombre débil, incapaz de una resolución varonil, era enemigo de Somoza a pesar de ser su tío carnal. Pero como Anastasio era muy bien plantado y había logrado enamorar a la señora del norteamericano Mr. Hanna, por intrigas de alcoba de la guardia nacional de Nicaragua en 1932. —¡Mi General Somoza!... -volvemos a exclamar, todavía incrédulos ante la violenta síntesis biográfica de nuestro héroe centroamericano. La ocupación americana y Augusto César Sandino Pero como debemos documentarnos para escribir este panegírico, apelamos a la voz autorizada del licenciado Arturo Velásquez Alemán, luchador por el partido liberal de su país -Nicaragua- y quien, no obstante varias oportunidades, jamás quiso desempeñar un puesto público remunerado. Fue secretario general de su partido, de ideología democrática definida y desterrado por Somoza en 1949: varios soldados lo apresaron en Managua, y en un jeep lo llevaron a la frontera; ahí, a las doce de la noche, lo abandonaron en plena selva, 354 El Periodismo en Antioquia completamente solo y sin recursos. ¡Travesuras de Mi General, pues! —Somoza es producto de la intervención armada de Norteamérica en mi país -dice-, de esos tiempos de la Política del Garrote de Teodoro Roosevelt. —¿Quiere explicarnos eso de la intervención? —Ella data de 1910, cuando los americanos se valieron de las disensiones internas de los partidos históricos -liberal y conservador-. Su mira principal en Nicaragua era la posibilidad de construir un canal interoceánico dadas las aparentes posibilidades del territorio; o, por lo menos, intentaban impedir que otra potencia lo construyera. Así, obtuvieron una bochornosa concesión a perpetuidad para hacer el canal, concesión que lleva el nombre de Tratado Chamorro-Bryan, celebrado en 1914. Después, a raíz de la guerra civil, la intervención se manifestó en forma brutal, desembarcando en Nicaragua gran cantidad de marinos perfectamente armados y entrenados. Durante cinco años -hasta 1933Sandino, el ilustre y bravo, mantuvo un inteligente sistema de guerrillas. Como consecuencia de esta lucha heroica, y el triunfo del partido demócrata en los Estados Unidos en 1932, con Roosevelt de candidato, éste proclamó la política del Buen Vecino y la de no intervención; así ocurrió que, aun antes de tomar posesión Franklin D. Roosevelt, salió el último marinero norteamericano de mi patria. Pero dejaron una herencia nefasta para Nicaragua, pues quedó al frente de la guardia nacional, organizada por ellos, el llamado general Anastasio Somoza, cuyos únicos méritos fueron -ya lo debe saber- su apuesta figura que le granjeó toda la simpatía de la esposa del ministro americano, Mr. Hanna, y al hecho de entender el inglés. Al cesar la ocupación norteamericana, el general Sandino abandonó las armas y llegó a Managua para discutir con el presidente Sacasa los términos de la paz, y sabedor de que sólo él era el hombre para manejar aquellos seres hechos para la guerra, propuso la fundación de grandes colonias agrícolas, El Periodismo en Antioquia 355 que él manejaría. Mientras discutía esto, se produjo en Managua la gran traición: con su estado mayor Sandino fue asesinado. Lo capturaron al salir de la casa presidencial, donde había estado en una comida con el presidente y con Somoza, jefe director de la guardia nacional. Este precisamente se tomó una fotografía dando un abrazo a Sandino y a que los "nicas" llaman "El Abrazo de la Muerte". Ello ocurrió el 21 de febrero de 1934... ¿Y quién era Augusto César Sandino? Leamos lo que escribe Gabriela Mistral: "... Nicaragua ya dio a Rubén Darío y a Sandino. Sólo faltó que hubiera nacido allí el Libertador Simón Bolívar". Leamos también lo que dice el escritor Gustavo Alemán Bolaños: "...Del barro en cuyo seno se formaron dos lagos y uno de ellos como un mar, y donde se levanta un coloso de piedra cuyo fuego interior inspira a Hugo, se amasaron Darío y Sandino, Sandino y Darío, los más grandes revolucionarios que salieron de pueblo alguno de América en lo que lleva de vida". Y si quitamos la exageración natural en los panegíricos, tenemos que Sandino era todo un hombre que amó la libertad y murió por ella. Más, sigamos: ya son varias las personas serias que nos han asegurado que el en ese entonces ministro americano Bliss Lane estaba de acuerdo con la muerte del general Sandino, y que el respaldo dado a Somoza por los Estados Unidos a través de todas sus actuaciones, se considera como premio por el asesinato del gran rebelde. Leamos también, para no arriesgarnos, lo que declaró Somoza en su casa de habitación el 21 de febrero de 1934, a las 7 y media de la noche a un grupo de generales, coroneles, mayores y tenientes: "Vengo de la embajada americana donde acabo de sostener una conferencia con el embajador Arthur Bliss Lane, quien me ha asegurado que el gobierno de Washington respalda y recomienda la eliminación de Augusto César Sandino, por considerarlo un perturbador de la paz en el país". El mismo general Somoza, después de perpetrado el 356 El Periodismo en Antioquia asesinato, aceptó prácticamente la responsabilidad de ese hecho increíble en un discurso pronunciado el 20 de junio de 1934 donde sostuvo: "...Fui llamado por el gobierno para liquidar una situación. Lo hice y no rehuyo las responsabilidades". y esa situación liquidada se llamaba Augusto César Sandino. —¡Ah, Mi General Somoza!... Palo arriba Muerto Sandino y su estado mayor -también fueron asesinados Sócrates Sandino, hermano del anterior; los generales Umanzor y Estrada, entre otros-, Somoza, ya el hombre fuerte de Nicaragua, bañó en sangre al país: cerca de cinco mil hombres, mujeres y niños fueron asesinados, nos asegura el doctor Urbina Vásquez. Por ser militar, la Constitución le prohibía ejercer funciones políticas y presentar su candidatura a la presidencia. Sin embargo, jefe indiscutible de la guardia nacional, atemorizando al país dio a Sacasa, el débil, un golpe de Estado muy fuerte en junio de 1936. Este salió del país y Somoza arregló el poder, se adueñó de la maquinaria política, presentó su candidatura única en las elecciones del treinta y seis, sin contrincante alguno, y tomó posesión de la presidencia conservando siempre -¡ah, Mi General Somoza!- su carácter de jefe director de la guardia nacional, el 10 de enero de 1937. Y copiemos también, al menos para consolar a algunos malos repentistas, la quintilla que caracterizó una época que aun se vive en Nicaragua: Son las cosas del destino o del destino las cosas: después de Augusto Sandino y de Rubén el divino, los Anastasios Somozas! El Periodismo en Antioquia 357 Para historiadores irrevocablemente serios y documentados como nosotros sería imperdonable acoger opiniones adversas en todo género al biografiado, y puede suceder que los doctores Urbina Vásquez y Velásquez Alemán sean un par de cretinos descontentos con las excelencias de Mi General Tacho Somoza. Por eso debemos oír asimismo opiniones de sus allegados. -¿Que no lo quiere el pueblo? -afirma un diplomático nicaragüense cuando lo visitamos en su despacho-. ¡Si hubiera visto la manifestación masiva que le hicieron cuando regresó de los Estados Unidos! Miles de personas en el campo de aviación, casi lloraban al verlo sano y salvo después de la delicada intervención quirúrgica (¡también intervención armada!, pero no por guerrilleros sino por científicos de primera categoría. Esto lo agregamos nosotros). Y no únicamente eso. En el hotel donde nos hospedamos en San José de Costa Rica nos dijeron unas señoras y unas muchachas buenas mozas y emparentadas con Mi General: -Ah, usted apenas habla con los enemigos del presidente, y así se equivoca: sepa de una vez que él es muy grande, y que los que ahora lo combaten son precisamente aquellos a quienes enriqueció él mismo... -¿Y sí estará bien por parte de un presidente enriquecer a alguien con dinero del Estado? -interrumpimos poco galantemente. -Usted no quiere entender, porque lo odia. ¡Odiar a Mi General Somoza! -Todos le tiene envidia -terció otra preciosa "nica"-, pues es inteligente y poderoso y no se ha dejado embrocar de su traidores enemigos. Y luego de entrecerrar los ojos como en éxtasis semiarcangélico, exclamó: -¡Tan buen mozo que es Anastasio! ¡Ay! Y en el suspiro feminísmiso se enredaron todos nuestros argumentos. 358 El Periodismo en Antioquia No muy a propósito recordamos lo que dijo Franklin D. Roosevelt cuando alguien le reprochó las buenas relaciones de los Estados Unidos con este dictador centroamericano: -Estamos de acuerdo: Somoza es un tal por cual, pero es un tal por cual nuestro. Sin embargo, Mi General Anastasio, ha podido comprobarse -y así nos lo confirman los doctores Urbina Vásquez y Velásquez Alemán, nuestros entrevistados- desde mucho antes del 39, cuando con la complicidad del líder conservador Carlos Cuadra Pasos reformó la Constitución e impuso a su congreso títeres que le prorrogaran el período presidencial hasta el 47, era un fervoroso partidario de Hitler y Mussolini, a quienes pretendía imitar y cuyas fotografías ampliadas tenía en su escritorio de la casa presidencial. Entonces llamaba reaccionarios a sus enemigos. Pero cuando vino la ruptura del eje Roma-Berlín contra los Estados Unidos, Somoza, que a pesar de nuestro querer ha vivido de rodillas como buen sobrino ante el Tío Sam, cambió de dirección y comenzó a acusar de nazi-fascista a sus "combatidores" políticos. Así continuó en la presidencia hasta 1947. Ofreció dar elecciones libres muchas veces para calmar la opinión pública que le demostraba absoluta repulsión. Por fin en las elecciones de ese mismo año Somoza escogió de candidato al octogenario doctor Leonardo Argüello, creyendo hallar en este una voluntad abolida. La oposición seleccionó como candidato suyo al doctor Enoc Aguado, quien obtuvo más del noventa por ciento de la votación pero no llegó a ocupar la presidencia de la república porque Somoza impuso por las armas al doctor Arguello. Tomó éste posesión el 1º.de mayo de 1947, reservándose Somoza la jefatura de la guardia nacional -jamás la abandonó-, y el control completo del ejército. Como Arguello diera muestras de querer hacer un gobierno propio, Mi General dio un magnífico Golpe de estado el 25 de mayo del 47, 25 días más tarde, y puso de presidente interino a Benjamín Lacayo Sacasa, El Periodismo en Antioquia 359 pariente del anterior presidente, y quien estuvo en el gobierno durante 80 días. El pueblo nicaragüense, irónico entre la desgracia, lo bautizó como "Benjamín Ochenta". Ahora llegamos a agosto del tántas veces citado año, fecha en la cual hizo que el congreso nombrara presidente al anciano Víctor Manuel Román y Reyes -siempre le han gustado los viejos a Mi General, al contrario de otros tiranuelos- para que desempeñara el mando hasta su muerte, ocurrida -cosa rara, en forma natural- en abril del 50. En virtud del pacto SomozaChamorro (el general Emiliano Chamorro claudicó por 17 escaños en el congreso y algunas magistraturas) se dio a Somoza el derecho a la presidencia de la república hasta 1957, y el parlamento títere a sí mismo le reconoció como Vitalicia, con mayúscula, la posición del jefe director de la guardia nacional. Tenemos, pues, que Mi General Somoza es prácticamente intumbable, como lo fue Juan Vicente Gómez en Venezuela, como lo es Rafael Leonidas Trujillo en la República Dominicana, y como lo será eternamente el Diablo en los infiernos. ¡Caray! "Érase una viejecita"... La popular fábula de Pombo sigue siendo una poesía de niños frente a la pobreza benedictina de Mi General Somoza. Leamos las declaraciones del doctor Urbina Vásquez: -Al llegar a la presidencia en el 36, Somoza era hombre pobre: todo lo ha adquirido a costa de la nación; su riqueza es incalculable; no haya un negocio en Nicaragua donde él no tenga intervención: exportaciones de café, dinero de los bancos extranjeros, ingenios de azúcar, extensas propiedades urbanas. ..Se calcula que es dueño de la cuarta parte del país. Ahora ya no le interesa comprar una hacienda aislada sino lotes de haciendas para sumarlos a sus inconmensurables latifundios. Ha enriquecido a los oficiales del ejército, a sus 360 El Periodismo en Antioquia parientes de uno y otro lado, a sus aduladores de dentro y de fuera. Tal vez por ello -y debido a una "competencia desleal"Trujillo lo trató despectivamente como al dictadorzuelo barato cuando Mi General lo visitó hace unos meses. Pero si algunos envidiosos tratan de "dictadorzuelo barato" a Somoza, nadie, absolutamente nadie, puede desconocerle su buen corazón de hijo, cuñado, padre, tío, suegro y abuelo, y el aniquilado sentido de la solidaridad familiar: es el mejor pariente que hombre alguno puede encontrar en su vida. Efectivamente, veamos quiénes mandan en su país desde hace ya años. Pero dejemos que por nosotros hable el doctor Arturo Velásquez Alemán: -En cuanto al equipo humano con que cuenta para la administración, se puede afirmar que él proviene de sólo tres familias estrictamente vinculadas por lazos de sangre y por afinidad en la rapiña: Somoza, Sacasa y de Bayle. Oiga usted historia actual: su yerno, Guillermo Sevilla Sacasa es embajador en Washington; Alberto Sevilla Sacasa, hermano de éste, embajador en México; Oscar Sevilla Sacasa, hermano de los anteriores, ministro de relaciones exteriores de Nicaragua; don Ramón Sevilla -padre de ellos- jefe de la lotería nacional y ex ministro; León de Bayle Sacasa y el cuñado de Somoza -gerente del Banco Nacional y director de toda la institución bancaria; Luis Somoza, hijo, de 29 años y sin profesión conocida, es presidente del poder legislativo (cámara de diputados y senadores); Anastasio Somoza Jr., Jefe del estado mayor y director de la Academia Militar; Crisanto -tío de doña Salvadora, esposa del general-, ministro de instrucción pública (entre paréntesis, hay un setenta y uno por ciento de analfabetos); José Dolores García -tío del dictador- es director general de comunicaciones... -No más, por Dios! Qué familia tan unida. ¡Ah, y buen muchacho era Mi General Somoza!. ¡Lo corrompieron los malos duendes del aire! El Periodismo en Antioquia 361 El hombre de las gallinas, un abuelo ejemplar Pero aun así seguiremos inconmovibles con nuestra admiración al personaje nicaragüense. Puede que todo lo anterior sea verdad, pero no creemos que sea el general un dilapidador como algunos lo pintan; y si ha pagado grandes sumas de dinero para que algunos aventureros del periodismo y las letras lo adulen, no es menos cierto que tiene en alto grado el sentido del ahorro. y no es que el amor nos ciegue en esta oportunidad, absolutamente. Se trata de que un amigo nuestro de todo crédito nos contaba hace dos o tres días que el coronel Remón, actual presidente de Panamá, era el encargado de venderle el ganado en el Istmo. En alguna ocasión Mi General Somoza supo que, debido a inconvenientes de última hora en uno de los aviones de trasporte, sería imposible enviar ese mismo día varios centenares de gallinas de uno de los 162 ranchos que aseguran- para cuidar aves tiene Somoza en Nicaragua. Entonces Mi General inmediatamente puso un telegrama a su mayordomo de turno, concebido en estos términos: "No despache gallinas a Remón antes de que ponga huevos" Además, posee igual grado de superación esa virtud tan española y tan clásica del amor a su familia, de la ternura para con sus nietecitos; cuando nació el primogénito de su hija Lilian, al bautizarlo lo nombró comodoro del aire y lo condecoró con la máxima orden del país. Un envidioso nos decía que debió habérsele nombrado más bien Comodoro del Mar... Abuelo ejemplarísimo, es también un padre excelente. ¿La muestra?: Hizo timbrar los billetes de un córdoba con el retrato de su hija Lilian, atravesándole una pluma. y no pudo impedir la gran cantidad de chistes que entonces corrían de boca en boca -de mano en mano y de bolsillo en bolsillo- a costa de la digna hija del dictador. 362 El Periodismo en Antioquia "¿Cuánto vale este cerdo?", preguntaba, por ejemplo un comprador en el mercado. "Pues vale no más treinta y siete Lilians..."-respondía maliciosamente el vendedor. Bellaca esta gente con su Benefactor, el ilustre general Anastasio Somoza García. ¡Bellaquerías de la gente contra Mi General Somoza! "Qué Cosas, Qué Cosas, Qué Cosas..." Son muchos los cigarrillos que hemos consumido y la saliva que hemos tragado mientras conversamos con Urbina Vásquez y con Velásquez Alemán. Al ver la anarquía de nuestros papeles y la pésima letra que gastamos al tomar apuntes dice el primero: -Va a tener usted que exclamar como Kant cuando un discípulo suyo le pidió una explicación de su Crítica de la Razón Pura: "Pues hijo, al escribir esto, sólo Dios y yo lo entendíamos; ahora sólo lo entiende Dios". Al menos hemos entendido algo de Mi General Somoza, de sus recursos infinitos y de su grande atracción personal que nadie discute. Hablamos luego de la huelga universitaria, ocasionada a raíz de que Somoza hizo colocar en la universidad un gran medallón con su efigie. Protestaron los estudiantes, hubo tiros de la policía, resultaron entre ellos un muerto y varios heridos, expulsaron a un gran número de jóvenes y continúa sin solución el conflicto a pesar de que Mi General dijo: -¡Si no quieren allá la medalla, colóquenla en otro sitio, pues! -Siguen las arbitrariedades -habla el doctor Urbina Vásquez-; presos políticos revueltos con presos comunes, enfermos sin mayor asistencia médica, y quebrantándolos mediante amenazas y sobornándolos por el halago. Cuando no ceden a lo uno ni a lo otro, los asesinan como ocurrió con Rito Jiménez Prado, con Uriel Sotomayor, con Ernesto Florez El Periodismo en Antioquia 363 García y muchos más que han dado su vida luchando por la libertad de mi pueblo. ¡Pero no cederemos hasta terminar con él! O muere él o moriremos nosotros, pero no claudicaremos. A su vez dice el licenciado Velásquez Alemán: -El problema actual de Nicaragua aparece de difícil solución porque Somoza sigue contando, por una parte, con la marcada simpatía del departamento de Estado, y por otra, con el apoyo de la guardia nacional que él ha estructurado en una forma sui-géneris para servir de guardián, no de las instituciones -si es que existen- sino de la cuantiosa fortuna del propio Somoza, distribuida en una gama enorme de negocios de toda índole. Conclusión innecesaria Cansados ya de la visión cinematográfica de Mi General Somoza, y de regreso al hotel, nos quedamos pensando vagamente en la posible solución al problema de Nicaragua, la sometida; el de América, la tiranizada; en el del hombre, el irresoluto. y recordando las frases de nuestros entrevistados sobre la difícil solución de la crisis nicaragüense, aun vemos asomar algunas esperanzas de hombre libre, tal vez dolorosas e imposibles como las de la vieja copla que volvemos a transcribir: Ahorcaban a un delincuente y decía su mujer: -No tengas pena, pariente; todavía puede ser que la soga se reviente! Mi General Somoza Tomado de: Magazine Dominical de El Espectador. # 247 Dic.21 de 1952. p.14 364 El Periodismo en Antioquia URIEL OSPINA Montparnasse, un recuerdo melancólico Con la muerte en la miseria de Kiki se liquida toda una época del viejo Barrio Parisiense París, Abril de 1953 Un bloc-notes de puntas arrugadas y sucias circulaba hace algunos días por los principales cafés de Montparnasse en París. A la caridad de los clientes, amigos bondadosos buscaban una suscripción pública para el entierro decoroso de una dama entrada en años, que acababa de morir en el Hospital de la Pitié. "Kiki de Montparnasse", alma y recuerdo de un agradable barrio parisiense, se apagaba miserablemente después de una intensa vida de bohemia. Con ella desaparecía el último miembro activo de Montparnasse y de su agitación internacional, liquidada oficialmente en septiembre de 1939, cuando la guerra dispersó por todos los rincones de Francia a sus integrantes. Kiki de Montparnasse había sido la modelo de Foujita y de Soutine, de Modigliani, de Van Dongen, de Kissling, de Marc Chagall. Envejecida más de lo normal, con sus ojos terriblemente sombreados, su maravillosa belleza marchita y una voz gangosa de tiempo y alcohol, recorría los cafés del barrio cantando alegres canciones francesas que nadie deseaba oír. Cuando finalizaba su actuación, recorría mesa por mesa con un platillo en la mano, recogiendo monedas con una pálida El Periodismo en Antioquia 365 sonrisa de agradecimiento en los labios. Fue la última en retirarse de la escena montparnassiana después de la decadencia del barrio y de su abandono por sus clientes de hace veinte años, los mismos que ahora gozan de una celebridad a prueba de dudas y sobre todo, de dificultades económicas. Foujita, de entre de los pintores de la "Escuela de Paris", que gozan ahora de la aureola del genio, fue el único en acompañarla hasta el cementerio de Montrouge. Algún café ha querido conservar de ella un recuerdo grato y a colgado de uno de los muros su pandereta, sobre la que ha pegado una mariposa, exactamente lo mismo que una fotografía vieja sobre la hojas de un álbum familiar. Montparnasse tuvo su época desde el tratado de Versalles hasta la entrada de la Wehrmacht en Paris. Veinte años de bohemia suficientes para lanzar a la inmortalidad a un grupo de artistas a quienes la necesidad física, la afinidad espiritual o simplemente la amistad, había reunido en sus cafés nocturnos. Montmartre y su "butte", desaparecida durante la Gran Guerra como centro intelectual pintoresco, renació al otro lado del río, en la orilla izquierda, con diferentes matices intelectuales. En Montparnasse, siguiendo el bulevar desde la Avenida desde el Observatorio hasta la estación del ferrocarril, con todas sus calles anexas, se formó un núcleo intelectual que se hizo famoso por su modo de vivir y por su concepción artística. El centro de gravedad de la vida parisiense descendía de Montmartre a Montparnasse. La emigración de los intelectuales, por consiguiente se dirigía hacía la orilla izquierda. Montparnasse debió su celebridad a los pintores inicialmente, más que a los literatos. Pero para todos los aspectos de la vida tuvo su hospitalidad. A quinientos metros de la estación, la casa de Bourdelle se ha convertido en un museo nacional. En la academia de la calle de la Chaumiére el mismo maestro tronaba todos los días contra los sistemas academizantes de la Escuela de Bellas Artes. Cerca del bulevar 366 El Periodismo en Antioquia habitó y murió Sainte Beuve, el critico omnipotente, y sobre aquél una placa recuerda la morada de Jongkind cuando el impresionismo apenas empezaba a imponerse. En su cementerio, una tumba escalofriante y tenebrosa, la de Charles Baudelaire, con el trágico rastro del poeta sombreado por las alas de un murciélago, al pie de una momia envuelta en sus ataduras, sobre las que no es raro ver un ramo de flores frescas. En ese mismo cementerio la poesía sigue representada por Theodore de Bainville, François Copée, Leconte de L'Isle, la escultura por Rude, Bartholdi, la música por César Franck y Chabrier. "La Rue de la Gaité","la calle de la alegría", insiste todavía en ser un rincón de noctámbulos. Chansonniers, cinemas, teatros (a uno de los cuales consagró Gastón Baty toda su vida), music-halls, mujeres públicas, hoteles clandestinos. Es un barrio sin "cavas" como el Latino, pero tiene en su compensación sus cafés célebres anunciados en las guías del" Bureau National au Tourisme" y a los clientes que se instalan en sus terrazas todo el día. Sin embargo, las cosas no son hoy como lo eran antes, al decir de los viejos habituales del barrio, los que gustan de evocar la "belle époque". Todo tiene ahora un aspecto postizo, aprovechado comercialmente por los dueños de bar. Los restaurantes no poseen lo pintoresco, no abren cuenta a los artistas sin dinero, ni en los bares se sirve el café a crédito sobre ilusiones de grandeza artística. Ahora la clientela pertenece a esa burguesía internacional que toma aperitivos de marca, que da amplias propinas a los mozos y que selecciona un menú caro en un restaurante de lujo, en donde para atraerlo lo han decorado con cuadros baratos y horribles, comprados a buen precio. En los cafés, que ya no permanecen abiertos toda la noche, está prohibido dormirse sobre las mesas, como lo hacían Modigliani, entrar sin corbata o hacer ruido que moleste al vecindario. Hay demasiada corrección, lo que no impide que los médicos de paso por París y las inglesas de visita, languidezcan de tedio al no encontrar artistas El Periodismo en Antioquia 367 hambreados, sin afeitar, con sus cuadros debajo del brazo y su amplio corbatín de colorines colgando del cuello como una condecoración. Hace veinte años la clientela era siempre corta de dinero pero con talento de compensación. Ahora el dinero parece abundar entre los habituales de zapatos brillantes, pero el talento se hace cada día más dudoso Después de la primera guerra, empezó a llegar a Montparnasse, desde todos los sitios del universo, un verdadero ejercito de artistas. Sin previa cita, desconociéndose los unos a los otros. Foujita venía del Japón con sus lentes de marco negro y grueso; Pascin de Bulgaria con su locura de alcohol en la garganta; Modigliani de Italia, los ojos hundidos y las ideas en desorden; Kissling de Polonia, Soutine y Chagall de Rusia. Cuando la amistad los reunió a todos bajo una misma esperanza artística, nació entonces la "Escuela de Paris". A veces Utrillo o Picasso, tránsfugas esporádicas de Montmartre, descendían hasta Montparnasse, hasta II Done, la Rotonde, la Select, la Closerie des Lilas. Sobre la mesa común, el último en llegar estaba obligado a preguntar quién podría pagar sus gastos antes de saludar al mozo y hacerlo regresar sin pedirle nada. La hora del almuerzo, o la de la cena, era para casi todos ellos una hora sin ninguna importancia. Se comía cuando se podía. Antes de ir al restaurante o al mercado, era preciso pasarse por donde el almacenista que vendía los instrumentos de trabajo y que por desgracia eran gentes que no vendían sino de religioso contado. En la época en que Montparnasse no hacía alarde de su valor artístico precisamente porque no había llegado aún la hora de la consagración oficial para nadie. La miseria fue el precio fijado para comprar la inmortalidad. En un pequeño restaurante de la calle Campagne Premiére, "Chez Rosalie", Modigliani tenía carta blanca, una cuenta corriente que hubo de hacer extensiva a los camaradas. Mme. Rosalie empezó a llenar sus muros de cuadros que ahora figuran con orgullo en los museos de París, de Londres, de Nueva York. La clientela 368 El Periodismo en Antioquia de obreros se familiarizó con las telas y con sus autores, gentes que toleraban una vida difícil. Cuando alguien vendía un cuadro, cuando lograba encontrar comprador para algo, que hoy tiene categoría de obra maestra, corría al Dôme o a la Rotonde a anunciarles a los amigos que se podía beber de firme, sin preocupaciones. Pero esto no era todos los días. Alguna vez, después de una sesión tormentosa, Foujita despidió a Kiki con la advertencia que no regresara al día siguiente. Sin embargo, la modelo se presentó, como de costumbre, a la hora indicada, a la pieza del pintor. y como éste le recordara que ese día no se trabajaría, la buena mujer le contestó que no habría venido a posar sino a saber si el artista tenía algo para comer: en una canastilla le traía vino, pan y queso... Cocteau, emigrado de la orilla derecha, fue también un contertulio de la época. Pero Cocteau empezaba a ser un burgués intelectual. Para ser admitido en la cofradía precisaba una capacidad de resistencia al hambre, al frío y a las necesidades más imperiosas, cosa que no tenía el "enfant terrible". Había que poseer una colección de necesidades sin dinero para atenderlas. Erik Satie trabajaba sentado sobre un banco del bulevar, imposibilitado para subir a su pieza del último piso porque se lo impedía la conserje instalada como un cancerbero en la puerta. Kissling hacia frecuentes "raids" por los cafés de clientela pudiente, esbozando retratos que eran pagados a bajo precio. Modigliani, después de pintar doce horas continuas, iba a un restaurante de compatriotas italianos, en donde le reservaban lo que los clientes dejaban sobre los platos. Los modelos, desde luego, no cobraban por el trabajo intenso a que se veían sometidas. Eran Aicha la Negra, la Pequeña María y Kiki de Montparnasse. Foujita y Soutine pasaban temporadas enteras viviendo juntos para ahorrarse un alquiler. Los días en que se comían no eran todos pero sí diariamente había que trabajar. Cuando colores y telas desaparecían bajo el trabajo encarnizado y no había dinero El Periodismo en Antioquia 369 para reemplazarlos, se continuaba con el dibujo en lápiz sobre papel ordinario. Luego se buscaba un paraje grato en donde se pudiera tomar un café al más bajo de los precios. Dos entre aquellos artistas, Amadeo Modigliani y Jules Pascin no alcanzaron la inmortalidad en vida que han alcanzado casi todos sus antiguos compañeros de bohemia en Montparnasse. Modigliani, con su genio terrible y su atroz vicio por la droga, se suicidó de un pistoletazo en 1920, sin que su muerte conmoviera a alguien más que al pequeño grupo de camaradas y sin que su pérdida fuera sentida por alguien más que por sus escasos amigos. Diez años después, Pascin, sensual y apasionado, desapareció súbitamente un día de los cafés habituales. Se indagó por él en sus sitios de preferencia, se le buscó en donde se suponía que pudiera estar, en los hospitales, en la Morgue; se temió que se hubiera lanzado al Sena en un momento desesperado. Tres días después de su desaparición, una amiga suya que le había prestado al pintor su departamento para descansar, lo encontró, a su regreso, ahorcado del ropero. Su muerte debió haber sido algo atroz: tenía las manos crispadas sobre la cuerda, en un posible último esfuerzo por evitar el estrangulamiento. Había sangre coagulada sobre la boca entreabierta y moscas sobre su cadáver que empezaba a descomponerse. En su buena época de esplendor, Montparnasse poseyó largamente todas las características del alma parisiense. La inquietud, la alegría espiritual, el gusto por la vida, la intensidad del trabajo eran por todas partes las mismas. En el Domo se fundó la "Universidad del Camaleón", en donde los asistentes entre copa y copa escuchaban "las conferencias" y los "cursos" de Paul Fort y de Tristán Klingsor. El "Principado de Montparnasse", entidad política de alegre constitución parlamentaria, fue algo típico dentro de la vida del barrio. Era un principado con ministerios y burocracia, y, naturalmente, con frecuentes caídas del primer ministro. La Horda, cuya principal actividad era la de hacer 370 El Periodismo en Antioquia fiestas con la mayor frecuencia posible, disponía de su periódico. En sus cafés y en sus "ateliers" se reunía una élite que poco después se hizo famosa. En el Domo Trotsky despachaba su correspondencia de refugiado político. Los dueños de café se convirtieron a fuerza de circunstancias en hábiles críticos de arte y a veces en afortunados coleccionistas, en íntimos de literatos que hoy asisten todos los jueves al Palacio Mazarino a las reuniones de la Academia Francesa. De todo cuanto hizo a Montparnasse un sitio de trascendencia universal queda muy poco auténtico desgraciadamente. Los alegres camaradas de 1920 a 1939 son hoy ricos burgueses que viven en Cannes o en Niza o en el propio París. Un simple dibujo de Modigliani se cotiza hoy por sumas fabulosas. La misma tía Rosalíe, en cuyo restaurante comían al fiado, vive en la Costa Azul una vejez burguesa. Foujita, Kissling, Van Dongen, Sautine, Chagall, son nombres imprescindibles en la historia del arte moderno pero ninguno de entre ellos a regresado a Montparnasse. Todos los que vivieron allí una juventud difícil, por no decir miserable, y que pudieron tolerar con éxito la mala fortuna, tienen hoy una recompensa que posiblemente nunca soñaron tener. Ahora hay una juventud que quiere copiar todo aquello ahorrando el esfuerzo, naturalmente. Los cafés acogedores han cedido su lugar a cabarets con nombres en inglés y clientela de norteamericanos en uniforme. Algunos patrones de café esperan la celebridad del Pere Tanguy, comprando cuadros ordinarios con los que se van enriquecer a fuerza de años. Y en esta posibilidad de marchands forzosos, todos los establecimientos se ven llenos de enjabelgaduras horrorosas. Se ha querido resucitar también el prestigio del caf conc, a base de be-popp y de jazz. Las mujeres estudian pintura "en el ambiente" porque eso puede estar de moda en la capital francesa, y los restaurantes tienen las listas de menú con sustitutos en inglés. Los establecimientos son de una seriedad que pretende ser lujosa para una clientela fingida que le "El El Periodismo en Antioquia 371 Fígaro" y toma Coca Cola mientras se aburre lentamente. Es difícil que Montparnasse sea de nuevo lo que el talento de sus habituales hasta hace quince años 10 llevó a ser. Se hace difícil, incluso, evocar el tiempo en que su originalidad era hecha a base de inconformismo artístico, necesidad económica y desdén social. De lo que se trata ahora en éste que sigue siendo un pintoresco rincón de París es de atraer una clientela que pague caro, con el señuelo de codearse con artistas y escritores de fama universal y de estar en sitios en donde Pascin se enloquecía de alcohol. Pero la guerra ha destruido todo esto y a los franceses no le quedan aminos suficientes para ser desinteresados. Es preferible venderle tabaco rubio a un G. l. que proporcionarle ambiente acogedor a un estudiante de bellas artes. Toda esta clientela burguesa que se recoge antes de la media noche liquidó a Montparnasse como sitio de bohemia. Ahora les queda a los noctámbulos el refugio de un cabaret en donde se concluye por suponer que próximamente en la vida nocturna de París el ingles será el idioma forzoso. Kiki de Montparnasse vivió también esta decadencia paralela a la suya propia. La última en hacer mutis por el foro en la escena donde se toleraron épocas de hambruna pero también de espíritu alegre y creador. Kiki era lo único que ligaba a los dos Montparnasse, al de Modigliani al de las señoras que sacan los perros a pasear por el Boulevard. Con su muerte los dos quedan definitivamente separados, roto el eslabón que los unía. Uno ha entrado a la historia del arte y el otro comienza a vivir su vida contra reloj, haciéndolo todo a horas precisas por que no se dispone de tiempo suficiente como no sea para tomar el té de las cinco sin retardo, y hablar de modas o del resultado de las carreras en Longchamp. En: Magazine Dominical de El Espectador. #263, abril 19 de 1953 372 El Periodismo en Antioquia JULIO CÉSAR GARCÍA La Universidad de Antioquia Su historia es la historia de la Patria en muchas de sus páginas más brillantes. Arranca de las gestiones iniciadas en las postrimerías del siglo XVIII para fundar en Medellín un convento y colegio de franciscanos, gestiones que culminaron en la expedición de la real cédula de 9 de febrero de 1801 y en la iniciación delas enseñanzas, el 20 de junio de 1803, bajo la dirección Fray Rafael de la Serna. Con base en lo que fue el principio Real Colegio de Franciscanos, funcionaron de 1813 a 1816 las cátedras de gramática, filosofía y matemáticas, a cargo de Miguel Uribe Restrepo, Liborio Mejía, José Féliz de Restrepo y Francisco José de Caldas. El curso de ingenieros militares que éste dirigió, constituye la génesis de la Escuela Militar y de las facultades de ingeniería del país. El congreso de Cúcuta decretó en 1821 que se destinaran para colegios los edificios y rentas de los conventos que no tuvieron siquiera ocho religiosos, y en tal virtud el 9 de octubre de 1822 decretaron la fundación del Colegio de Antioquia el general Francisco de Paula Santander, como vicepresidente encargado del poder ejecutivo y don José Manuel Restrepo, como secretario del interior. Para tal fin se terminó la construcción que se había empezado desde 1803, donde está hoy el edificio departamental que ocupa el Colegio de San Ignacio. Allí continuó funcionando hasta el año de 1885, en que la ya denominada Universidad de Antioquia se trasladó al edifico que según los planos primitivos debía haber ocupado el Colegio de Franciscanos, terminado en 1850 para la primera escuela Normal de Antioquia y destinado después para cuartel de El Periodismo en Antioquia 373 gendarmería, hasta que se concedió a los jesuítas el otro local, y éste fue adaptado para el fin a que desde entonces se destina como parte del patrimonio de la Universidad. Más tarde se construyeron los edificios especiales para las escuelas de Medicina, de Derecho y de Filosofía y letras, pero la separación material no ha roto la unidad del espíritu. Con posteridad al año de 1822 se llamó al plantel Colegio Académico, Provincial, del Estado, y en 1871 Universidad de Antioquia. Por un error de técnica en la organización de la enseñanza pública, en 1878 se llamaba Universidad el conjunto de la instrucción primaria, segundaria y profesional en el estado y Colegio Central de la Universidad, la Universidad propiamente dicha. En 1896 se llamó Colegio de Zea. La galería de nuestros rectores sería timbre de honor para cualquier instituto, pues por ella pasan no solamente los antioqueños más ilustres, sino también patricios de reputación nacional, que han pesado decisivamente en los destinos de Colombia... En las enseñanzas se ha reflejado el ritmo de las ideas que viene marcando desde la Colonia los derroteros nacionales. El primer plan de estudios fue objeto de concienzudo análisis por parte nada menos que de don Camilo Torres. Motivo de encendidas controversias fue el que en 1826 puso en vigencia el general Santander, subrogado por Bolívar y restablecido en 1835; en la vigencia de ese plan se implantaron las enseñanzas del sistema utilitario de Bentham y del sensualismo de Locke y de Tracy, combatidas por el doctor Margallo en Bogotá, por el célebre P. José María Botero en Antioquia, y posteriormente por Ospina, los dos Caros (José Eusebio y Miguel Antonio), Groot, el P. Mario Valenzuela, etc. Aquí se encuentran manifestaciones del célebre plan de estudios de don Mariano Ospina en la administración Herrán; lo mismo que las consecuencias de la llamada libertad de enseñanza en la administración López (José Hilario) y del 374 El Periodismo en Antioquia predominio de las distintas escuelas políticas en las constituciones de 1863 y 1886. Las guerras civiles ocasionaron suspensiones más o menos largas en las tareas del plantel. A su vez ha devuelto el influjo recibido en luces y en acción de cada uno de sus discípulos. Sería ejemplar el detalle de los servicios que debe la república a nuestra Alma Mater. Todos los partidos y tendencias han influído de una manera u otra en la marcha y en las orientaciones de la Universidad; en todos ha sido común el interés por su progreso y el amor entrañable con la que hayan servido. Ante el ara de la Universidad han quebrado todos los exclusivismos y todas las aberraciones. Su historia es insuperable punto de referencia para quienes buscamos en las lecciones del pasado lo que nos une y no lo que nos divide. El Periodismo en Antioquia 375 SOFIA OSPINA DE NAVARRO Una noche en Tierradentro Empezaba a atardecer cuando nuestras cabalgaduras pisaron orgullosamente la placita de Tierradentro, después de una jornada de siete leguas. Un vistoso letrero, pintado charramente sobre la pared encalada, nos hizo conocer bien pronto la casa destinada para hotel, entre las tres o cuatro que con ayuda de la iglesia, el granero y el almacén (porque el honor de oficina telegráfica no le ha cabido aún a la bodega aunque es mayor de edad) enmarcan el cuadrado de tierra roja donde se verifican mensualmente las ferias de ganado, y donde se erguirá, quizá dentro de poco, la estatua de algún héroe habilitado, que teniendo con qué pagar el bronce, no por falta de grandes personajes se han de quedar escuetas nuestras plazas... Después de atravesar el zaguán empedrado, levantando el ruido suficiente para alarmar al menguado vecindario, y atraer a la puerta un grupo de muchachos que se ofrecían gritando para llevar las bestias a la "manga", entramos en el patio. El dueño de la casa se adelantó a encontrarnos, armado de una silla de baqueta con lámina pegada al espaldar, desplegando esa amable actividad que ha distinguido siempre a los hombres del oficio: -Permítame, señora, aquí desmonta bien... deje seguir la yegua con confianza. Dos manos fuertes sostuvieron la silla con firmeza, y así, cómodamente, eché pie a tierra, mientras la buena yegua lanzaba al aire un resoplo de alivio tan expresivo como un suspiro humano. Era el patio también de tierra roja, frío y húmedo; no había en él una flor, aunque sí se veían muy cerca de la tapia, en un triste abandono, dos rosales torcidos y raquíticos que querían 376 El Periodismo en Antioquia probar a toda costa que en tiempos ya pasados, vivió en aquella casa una mujer que robó algunos ratos al fogón para pensar en ellos. Cosa rara por cierto era ver en aquellas regiones, un hogar sin jardín, que podrían más bien faltar en él las arepas de maíz "sancochado" y el muy sano cocido de vitoria, que las eras cuajadas de miosotis, los grupos de amapolas y de dalias, los frescos cortinajes de fucsia y madreselva. Y ¿quién no ha sonreído al ir por los caminos, viendo balancearse a guisa de canastas, repletos de claveles perfumados, los más íntimos y menos decorosos utensilios domésticos? Recostada la silla a un pilar del corredor, empecé a meditar, mientras oía tocar con insistencia las campanas vecinas, que llamaban al rezo del rosario, en la vida sencilla de aquellas pobres gentes que, privadas de toda diversión y lejos de la atmósfera maleante de las grandes ciudades, debían ganarse el cielo fácilmente, aunque advertí que ciertas faltas no pequeñas crecen en las montañas, abonadas por la misma ignorancia, con la inconsciente libertad del "carretón", la "prensadera" y "el poleo". Una mujer delgada, de tipo distinguido, cuya demora en salir a saludarnos atribuyo a lo muy complicado del peinado, de caprichosas moras, bien mojadas, que parecían pegadas a la frente con engrudo, me dio las buenas tardes, y observándome de pies a cabeza me preguntó curiosa: -¿Y desde dónde vienen?... Contesté a su pregunta, y ella exclamó admirada: -cómo irá de cansada, tan robusta! No pensó que su última palabra se considera hiriente en los tiempos que corren, ni lo pudo notar, afortunadamente, porque, haciendo un esfuerzo de cultura, le contesté sonriendo: -Sí, señora, vengo muy cansada. Ella siguió de largo; subió con lentitud una mala escalera que conducía al piso alto, y bajó al poco rato trayendo entre las manos, con la solemnidad de una Verónica, la sábana que había de tender en una de las camas exigidas, por lo que comprendí que el presupuesto fijo del establecimiento era el de una sábana aplanchada por cada El Periodismo en Antioquia 377 tres personas... Luego, en conversación, me contó entusiasmada que en el día anterior, con motivo de ferias, se habían visto en la plaza treinta y ocho personas a caballo y que algunas de ellas habían pernoctado en el hotel. Oyendo semejantes declaraciones pude apreciar en todo su valor la fortuna de llevar con nosotros las ropas de dormir, que no sería muy halagador soñar entre las sábanas usadas por los jinetes de la víspera. Otra señora salió de la cocina para hacerme idénticas preguntas que su hermana o amiga, aunque, un poco más considerada, no pronunció las palabras hirientes de buenas a primeras, sino que, contemplando por algunos momentos a la yegua que con buen apetito trituraba maíz cerca de nosotras, exclamó compasiva: -¿En esta vino usted?... Avemaría, qué animal tan bueno... Dos chiquillas de cara sonrosada y redonda, jugaban entre tanto a las muñecas en un rincón del mismo corredor; dueñas de dos figuras de cuerpo de aserrín, brazos desmadejados y cabeza de loza, sentíanse felices discutiendo con afán maternal el cambio de dos "batas" fabricadas a grandes y torcidas puntadas en muestras de zaraza. - Cambiemos, niña, l´amarilla por ésta, peru eso sí, pa no descambiar más- dijo una de ellas. - Bueno, pero me encima los calzones de franja. - ¿Y no la descambiás aunque te diga tu mamá? - No la descambio. - ¿Tu palabra pa quién? - Eh... pues pa Dios, querida. - Bueno, pues, ya jurates... quedó mía. A todas esas hacían las campanas su último llamamiento, y dócil al ejemplo de la señora del peinado de moras que pasó junto a mí sonando su rosario, me encaminé a la iglesia. Un humilde altarcillo de paños remendados, en el que Nuestro Amo no puede apreciar más que la buena intención, adornado con dalias y claveles en frascos de aceitunas y 378 El Periodismo en Antioquia floreros boquinetes, con la imagen de la Virgen en el centro y a un lado la de San Isidro, el labrador, conduciendo una yunta de bueyes que no alcanzaba a darle a las rodillas, atraía por entero las miradas y el corazón de aquellos campesinos. Arrodillado en frente del altar, en un desvencijado reclinatorio, y con la ruana calada, como el clima lo requiere, el señor Cura entonaba el rosario, al que la concurrencia contestaba con quejumbroso sonsonete. Terminado éste, con sus aditamentos y letanías, fueron hechas con el mismo lastimero entusiasmo las oraciones de la tarde, y algunas preces más, de tal modo que al salir a la calle, encontramos la noche ya cerrada. Con la condescendencia incomparable del que anda de viaje, saboreamos la comida frugal salpicada de los inevitables cominos, y apuramos con gusto aquel café con leche batido y espumoso, endulzado con panela raspada. En el muro del pobre comedor se veían, como cruel ironía, aquellas tentadoras oleografías que de niños nos dejaron deslumbrados, con sus ricos bizcochos empezados a partir, sus peras, uvas y manzanas, la bolsa repleta de almendras que dejaba, generosa, rodar su contenido sobre la mesa elegante, donde se veía una copa de champaña a medio llenar; o la fuente que ostentaba aquel pescado, de carne sonrosada, adornado con ramitas de crespo perejil y rodajas de limón... Luego, en son de paseo digestivo, nos dirigímos al almacén de modas que, combinado con granos y comestibles, y en inmediata afiliación con la carnicería, no se avergüenza de vender de todo, como lo declaró amablemente su dueño, cuando observamos el variado surtido: "Sí, mi señora, aquí se encuentran telas de seda, y asaduras de res". A la luz de una vela vacilante, charlamos algún rato, imponiéndonos sin esfuerzo ninguno del precio del ganado, los días de la luna, la edad del macho negro del gamonal de la comarca, y otros asuntos de innegable importancia... El Periodismo en Antioquia 379 Eran por fin las nueve de la noche, cuando después de acomodarme en el lecho, haciendo lo posible para sacar el cuerpo a los duros tumores de mi colchón de paja, cerré los ojos para atraer el sueño y un sentimiento de profunda tristeza invadía mi alma al parecerme que había ingresado para siempre en aquel monasterio al aire libre, que tan gráficamente ha sabido llamarse "Tierradentro". Tomado de: Cuentos y Crónicas. Tipografía Industrial (Medellín) 380 El Periodismo en Antioquia GABRIEL CANO El tesoro del pirata El país y nuestros lectores nos conocen, y saben que el hecho físico de que el señor Presidente de la República, por conducto de su corneta de órdenes el doctor Jorge Luis Arango, nos haya impuesto una multa de diez mil pesos por presunta y no determinada infracción de un inciso cualquiera del decreto número 2.535 de 1955, no nos duele en absoluto por el aspecto material -pecuniario digamos para halagar un poco los oídos harpagónicos del régimen- de la pena con que se nos castiga. Estamos dispuestos a satisfacerla sin la apelación de única instancia que el decreto sobre desacato a sus sacras reales majestades nos concede generosamente para ante el Director Jefe Supremo de la Oficina de Información y Propaganda del Estado, a cuyo sumo hacedor le plugo que fuese él a la par, como en el conocido caso de la conciencia de Núñez de Arce, delator, juez y verdugo de los periodistas colombianos. Si hemos de referirnos, y lo hacemos con repugnancia gástrica, a este minúsculo incidente, es tan sólo porque lo consideramos como un nuevo y no el último eslabón de la cadena de persecuciones y de agravios atada al cuello de la prensa independiente de Colombia por los gobiernos que se han sucedido en el país desde el 9 de noviembre de 1949, aunque haya sabido uno -el actual- que derrocó los de sus inmediatos antecesores dizque para establecer la legalidad proscrita, la justicia conculcada y la libertad oprimida. Y es difícilmente creíble, aunque ciertísimo, que los sistemas de represión de la imprenta implantados por el doctor Ospina, continuados por el doctor Laureano Gómez y perfeccionados por el doctor Urdaneta, resultan de una lenidad franciscana, con todo y los criminales atentados del 6 de septiembre, El Periodismo en Antioquia 381 cuando los comparamos con los que ha establecido el general Rojas del 8 y el 9 de junio de 1954 para acá. A partir de estas dos fechas de luto incancelable en el calendario histórico de Colombia -y únicamente porque después de ellas y a la vista y consideración de ellas nos hallamos los periodistas independientes ante la obligación de restringirle al gobierno de las Fuerzas Armadas y a su jefe el crédito de confianza que con plazo indefinido pero en ninguna manera ilimitado le abrimos patriótica, generosa y un poco temerariamente el 14 de junio de 1953- han sido escasos los días en que no hayamos recibido de las autoridades un agravio, sufrido en perjuicio, soportado en cualquier forma una persecución, desde la censura hasta el ultraje, el decomiso por mano militar, la amenaza de cárcel por decreto, la multa por resolución, el destierro por obra de misericordia, la expropiación por calanchín y la clausura por discurso. Aparte de la censura previa, unas veces total, otras parcial, un día civil, militar al siguiente, suprimida hoy para restablecerla mañana, tornar a suprimirla después y mantener siempre latente la amenaza de su restauración, hemos tenido los periodistas que afrontar los efectos de una legislación ejecutiva improvisada, incoherente y epiléptica, pero en todos los casos draconiana, que va desde el malogrado decreto No. 2.835 de 1954 sobre injuria y calumnia, reemplazado pocos días después con el número 3.000 del mismo año y sobre los mismos delitos, y adicionado meses más tarde con el número 1.139 sobre acusaciones a los militares en acción, hasta llegar al No. 2.525 de 1955 sobre desacato, una especie de decreto Everfit -"listo y a su medida"- que el doctor Arango no pudo resistir a la tentación de probarse, aplicándonos a “El Correo”, de Medellín, y a “El Espectador” sendas multas de a diez mil pesos, antes de pasar él de la Dirección de Propaganda del Estado a la gerencia de la Empresa nacional de Publicaciones con ochocientos pesos más de salario de un mismo tesoro, y antes de que venga a reemplazar aquel decreto -su decreto-, 382 El Periodismo en Antioquia el "inminente" estatuto de prensa cuya elaboración acaba de encomendar el Gobierno a cuatro de las llamadas "conciencias jurídicas", a plazo y precios fijos y bajo la paternal vigilancia del doctor Pabón Núñez. Todo aquello no era bastante, sin embargo, y había que agregarle una serie no interrumpida de injustos y procaces agravios al periodismo y a los periodistas, proferidos por funcionarios de todas las ramas y de todas las categorías y por oficiales de todas las armas y de graduaciones, de palabra o por escrito, impresos, radiodifundidos o televisados, al aire libre ante sesenta mil habitantes de La Palma, Cundinamarca, o en recinto cerrado ante la augusta y silenciosa presencia del Cardenal Primado de Colombia. Pero algo faltaba aún, y ya ha llegado: el ataque por el sistema típicamente estratégico de minar la base económica de la empresas periodísticas independientes. El submarino insignia del doctor Arango ha cobrado ayer una pequeña victoria, y mañana vendrán las de los guardacostas del doctor Villaveces, que desde principios de agosto pasado, en repugnante coincidencia con la clausura de "El Tiempo", atracaron en las oficinas de ese ilustre diario, en las de "El Colombiano", de Medellín, y en las de “El Espectador”, a caza de no sabemos qué monstruosos fraudes al Tesoro Nacional. Por lo que a nosotros respecta, podemos decir que las lanchas fiscales se han paseado libremente por todos los rincones de nuestra modesta heredad, han buceado hasta el fondo en nuestros libros y en nuestros archivos, y ahí están todavía con las fauces abiertas como tiburones en acecho. Lo que no conocemos aún es el monto exacto del botín que le van a llevar a Mr. Morgan. A Mr. Morgan, el banquero. Tomado de Dos siglos de Periodismo Colombiano. Coreditorial; Bogotá, julio de 1985 El Periodismo en Antioquia 383 ROCÍO VÉLEZ DE PIEDRAHITA Los que van a morir te saludan "Relato de la V Vuelta a Colombia especialmente escrito para las personas que nunca han montado en bicicleta". La vuelta a Colombia es, teóricamente, una competencia para ciclistas, que deben recorrer las carreteras colombianas en etapas de cien a doscientos kilómetros, hasta volver al punto de partida, y al ganador se le adjudica un premio. La realidad es muy diferente, mucho más compleja y apasionante, como ahora veremos: Primero que todo expliquemos qué es una "carretera colombiana", para no incurrir en el mismo error de Felipe Liñan, un azteca que al terminar la primera etapa cayó casi muerto. Aquí llamamos carretera una trocha que se abre muy lentamente para unir dos pueblos vecinos. Si es en terreno plano, se guincha una faja de seis metros de ancho y queda lista la vía. Si es una montaña, se le hace a la misma un corte zigzagueante, dejando eso sí a un lado el precipicio por donde ruedan constantemente los vehículos en añicos, y por el otro un barranco de tierra floja que se derrumba periódicamente, obstruyendo la vía y causando grandes desastres. Como Colombia es un país muy pobre y con muchísimos gastos de sostenimiento de burocracia, generalmente no sobra dinero para un procedimiento que se llama "asfaltado". Algunos trayectos, sin embargo, han sufrido este proceso, que explicado en forma culinaria es más o menos así: se pican grandes cantidades de piedra y se extiende una capa a todo lo largo y 384 El Periodismo en Antioquia ancho del camino y se deja reposar por varios meses. Luego se machaca finamente con una aplanadora, se espolvorea con un cernidito pegajoso, negro y grumoso, y se cubre con una capa lo más delgada posible de hilitos de asfalto. Con esto queda lista una autopista. Desgraciadamente, por sobre esa delicada superficie circulan constantemente buses, camiones y carros que en pocos días se llevan en las ruedas el asfalto y el camino queda lleno de huecos y zanjas más o menos profundas. Nunca falta un funcionario perjudicado con estos daños y entonces da orden a la peonada que la arreglen. Los peones, que van retozando y bostezando alrededor de una aplanadora, llenan los desperfectos con más cascajo, arena y brea y forman promontorios donde antes había hoyos. Con el calor, la poca brea que hay se derrite y se va arrinconando a los lados del camino en rizados montoncitos, con lo cual queda definitivamente lista la carretera. Como los colombianos no conocen a Colombia, hay que empezar por hacer unos mapas explicativos del recorrido, las etapas y los obstáculos. Y así es como zapateros, emboladores, campesinos, industriales, comerciantes, doctores, colegialas y vendedoras van descubriendo asombrados que existen Aipé, Guachacal, Gualanday, Chicoral, Buesaco, La Unión. Que para llegar a Bogotá y a Pasto hay que subir; que el Valle es plano; allí hay un río, más allá una cordillera, aquí está la selva y al sur limitamos con otro país llamado Ecuador. No hay escuela, pénsum, ni profesor que haya hacho conocer a un estudiante la décima de lo que la Vuelta a Colombia enseña a toda la nación en veinte días. Es un curso gratis, alegre, sano, que llega a todos los rincones de la Patria. Ahora hablemos de los ruteros. Los departamentos, que hasta hoy se han visto representados por ancianos diplomáticos, jóvenes alocados, políticos audaces, hombres sin escrúpulos unas veces, otras sin méritos, se ven de repente representados por hombres jóvenes, sanos, fuertes, honestos, que viven de su trabajo y El Periodismo en Antioquia 385 que sin artimañas de ninguna clase se convierten de la noche a la mañana en los ídolos de sus respectivas poblaciones. En un principio cuesta dificultad al espectador saber cuántos son los concursantes, pues la enumeración es bastante confusa: Ramón Hoyos, el conde de Marinilla, el Campeonazo, el Escarabajo de la Montaña y el Marqués de Hoyos, son un solo corredor... Unos van sueltos, otros en equipo. Antioquia los manda numerados como vitaminas: equipos A, B, C. Y así revueltos escarabajos, vacas, pantallas, franceses y mexicanos, se lanzan por las trochas colombianas agarrados de cincuenta centímetros de manubrio, tal y como los españoles se lanzaban en carabelas por el Atlántico a buscar "El dorado". No hay duda de que la sangre tira... Pero no son ellos solos los que dan la vuelta. En cuanto se da la señal de partida, doce millones de personas empiezan a dar tumbos por el territorio patrio. Unos en bicicleta y se llaman ruteros; otros a pie tratando de meterle a un ciclista un pedazo de panela en la boca sin perturbar con esa maniobra su carrera, y se llaman alimentadores; otros en avión y se llaman reporteros; otros por radio y se llaman cronistas deportivos; otros con radiecitos en las oficinas, en la cama, en el bolsillo, y se llaman patrocinadores, y el resto por los periódicos, las conjeturas, los radios y se llaman "la afición". En almacenes, tiendas, calles, cocinas, salas, hospitales y garajes no se oyen sino las voces atropelladas de los locutores felicitándose mutuamente por lo bien que están trasmitiendo la etapa y dando uno que otro detalle sobre la misma, detalle que repiten y repiten veinte o treinta veces, hasta que todo el mundo lo aprenda de memoria y al pie de la letra. Se pasan la voz y el micrófono de un puesto de observación a otro y los radioescuchas cambian nerviosamente de estacón y de volumen casi constantemente. Entre una etapa y otra hay una pausa, para que los ruteros descansen y la gente pueda deliberar, comentar los sucesos y prepararse a seguir. Una vez me asombré de ver en un periódico este titular: "Yugoslavia derrotó al Japón". Como yo no sabía que tuvieran 386 El Periodismo en Antioquia ninguna molestia pendiente, y como no me explicaba dónde quedaba el campo de batalla de estos dos enemigos, me dispuse con gran interés a leer los detalles de semejante disputa: se trataba de dos equipos de fútbol. Lo mismo pasa con las noticias de la Vuelta a Colombia. Es corriente leer que "el Escarabajo de la Montaña va embalado con la Vaca de México," o que "Pantalla cubrió a Sanforizado" o que "un marqués va chupándole rueda al Sastre de Envigado". Por chupar rueda se entiende que un corredor se coloca detrás de otro y no lo suelta ni un minuto, le quita el aire que respira, el impulso que lleva, la tranquilidad y el sosiego, hasta que el de adelante, efectivamente como chupado por un murciélago, o cae exánime o deja pasar al de atrás. Los caminos patrios están llenos de sorpresas: ríos sin puentes, arenales pegajosos, pantaneros, piedra suelta, rectas enervantes, subidas agotadoras, bajadas que dan vértigo, precipicios, palos estacas, zanjas, trenes en la vía, culebras, tigres, leones... Miguel Sevillano, un simpático pampero acostumbrado a mejores caminos, cayó rendido después de la primera etapa; en cambio Ramón Hoyos, que como su nombre lo indica está acostumbrado a los hoyos de por acá, cogió tanto impulso en una bajada nariñense que se pasó del lindero colombiano e irrumpió como un bólido en el Ecuador: allá lo siguieron los demás. Los reporteros aseguraron que "Hoyos se tragó la subida al Alto de Puracé"; que "el pantano se tragó a Rafael Teja"; que "Pintado cazó a 10.000", y que "Pantalla entró en la galería de los vencedores pedaleando entre las quebradas del trayecto Neiva, Natagaima". Se anuncia en una ciudad que los ciclistas llegarán esta tarde a las 4:00 p.m. Desde las tres de la tarde todas las oficinas se cierran, todos los negocios se interrumpen y las gentes se aglomeran en las calles, encabezadas por el gobernador, el alcalde y la reina de belleza. La ciudad vive horas intensas de desorden y entusiasmo y pasa una noche inolvidable. Cuando al día siguiente se van a todo correr los ciclistas, se cree que la fiesta terminó y que ahora va a renacer la calma. El Periodismo en Antioquia 387 De ninguna manera. La dosis de entusiasmo fue demasiado grande para la gente menuda, y ese mismo día empiezan a entrenarse para la próxima Vuelta a Colombia, todos los muchachitos de las boticas, las floristerías, las carnicerías y los graneros. Cruzan como cohetes por las esquinas más congestionadas y por las vías prohibidas en una bicicleta de segunda mano, con un retrato de su ídolo en la cachucha y en la canastica de la cicla una libra de carne o un tubito de pasta de dientes. Y así fueron dando la Vuelta a Colombia hasta llegar a Melgar. De allí sí que salieron con empuje, viendo tan cerca la meta, tan mejorada la carretera, tan fresquecita la sabana, tan acogedora la capital. Mientras se acercaban a ésta, sus habitantes se trasladaron en masa a recibirlos con esta idea fija: ahora verán lo que es bueno. Aquí los acabamos. En Roma el pueblo perdonaba la vida a los vencidos cuando habían peleado con valor: en la Atenas Suramericana rematan al vencedor... Los ruteros que pudieron soportar el sol, la lluvia, el pantano, la arena y ese otro sin fin de elementos que la naturaleza pródiga brindó a Colombia, se vieron casi vencidos por la arremetida bogotana. A raíz de tan lamentables sucesos, la afición de todo el país ha pedido con insistencia que se suprima a Bogotá de la próxima vuelta. Esto sería un lamentable error. En lugar de suprimir esta etapa debe dársele realce y posición, adjudicando un trofeo especial llamado "Gran Premio Entrada a Bogotá". Esta etapa, naturalmente, se correrá con casco y coraza y antes de salir los corredores deben hacer testamento y despedirse del Señor Presidente como los romanos del emperador: "Los que van a morir te saludan". A continuación me voy a permitir recordar algunos sucesos históricos relacionados con la vida de la capital de la república, que hacen imperioso que continúe siendo la etapa final de las carreras en bicicleta. 388 El Periodismo en Antioquia Don Gonzalo Jiménez de Quesada tenía noticia, entre otras cosas, de que en algún lugar de las Indias había habido un cacique que acostumbraba cubrir su cuerpo con oro, y que luego se bañaba en una laguna, en la cual naturalmente, se acumulaba el precioso metal, y tomó la resolución firme y decidida de que nadie sino él encontraría "El dorado", pues así dio en llamarse aquel fabuloso lugar. Cómo a un hombre que va buscando semejante cosa se le ocurre treparse a una meseta, en donde es absolutamente imposible bañarse al aire libre sin caer instantáneamente muerto de una pulmonía, mucho más si como dice la leyenda, "el cacique se bañaba al atardecer", es algo que ningún historiador nos ha podido explicar todavía. Tal vez el pobre don Gonzalo perdió el tiempo y no encontró nada por buscar en lugares tan absurdos... Pero lo cierto fue que fundó a Bogotá, y como era todo un caballero dejó en la ciudad y en sus habitantes un sentimiento de respeto por todo lo que fuera noble y caballeresco. Los bogotanos, por no hacer quedar mal a tan digno señor, resolvieron quedarse a vivir allá y crear una ciudad famosa por sus buenos modales, su elegancia y su corrección. La buena voluntad no les faltó, pero se presentó un enemigo inesperado y terrible: el frío. El mismo frío que detiene a las puertas de Moscú y mata lentamente a todos los ejércitos que tratan de llegar a ella. Los gentiles moradores de la meseta se cubrieron con mantas primero, luego con sacos y abrigos. Se enguantaron las manos amoratadas, se hundieron el sombrero, se pusieron bufanda, anteojos, bigote, todo lo que encontraran a la mano. El frío seguía igual. En un frío que los provincianos no podemos comprender, porque no nacimos en él y no lo tenemos en la sangre, pero sí que lo conocía Asunción Silva cuando dijo: "Era el frío de la muerte, era el frío de la nada...", y el frío lo acosó tanto que enervado, yerto, tiritando, el gran poeta se suicidó. Yo no sé si con aquella medida logró entrar en calor, pero lo cierto es que sus coterráneos decidieron seguir su ejemplo y no teniendo El Periodismo en Antioquia 389 ni el valor ni la locura para suicidarse, arremetieron contra los demás. Cuando yo leo en los periódicos que en Bogotá paramó o que hay una ola de frío, ya sé lo que va a ocurrir: prenden hogueras enormes en los edificios que darán mejor llama, y así han incendiado, por turnos, los edificios de la prensa de todos los partidos, en orden y sistemáticamente. El nueve de abril se mataron los unos a los otros, se dieron un baño en sangre tibiecita y encendieron tales hogueras que hubo una ola de calor por todo el país. Lo mismo atacan a un boxeador indefenso y a media noche (1), a un Presidente bien guarnecido en su palacio (2), o a un estudiante retozón en la calle y a pleno día (3); donde los coge el frío arremeten. De todo esto se deduce que para que haya paz y tranquilidad en la República es necesario mantener calientes a los bogotanos. Si se sigue el plan arriba propuesto, cada año los de la capital pueden salir con el entusiasmo que demostraron recientemente, y armados de lazos, piedras, botellas, etc., atacar a los ciclistas sin hacerles daño alguno, pues como queda dicho, estos tienen derecho a usar armadura. Con esta medida creo que todos quedaríamos satisfechos, inclusive los corredores, ya que esta etapa final será la más dura prueba y la ambición de todos. Ramón Hoyos nos aparece a través de lo que la prensa ha dicho de él, inclusive en el artículo burlón que le dedicó "Semana", como un muchacho honrado, serio, trabajador, que ambiciona instruirse, sin vicios ni taras. Pero lo que lo convirtió en el ídolo del pueblo, y lo que motivó el recibimiento extraordinario que le brindaron las provincias, no fueron esas cualidades, ni su velocidad en plano, ni el premio por trepar montañas, ni la organización de su equipo, ni su figura sencilla y simpática, sino su inexplicable y monumental supervivencia a la entrada a Bogotá. Tomado del libro Entre Nos. 1955. La Crónica en Colombia: Medio siglo de oro. Imprenta Nacional de Colombia, mayo, 1997. 390 El Periodismo en Antioquia GUILLERMO CANO Mi personaje inolvidable Yo tengo muy poca memoria. Una pésima memoria, una memoria torpe. Pero en cambio todo cuanto de inolvidable ha sucedido en mi vida ha ido a grabarse, para siempre, en el corazón. Por eso yo no podría decir una fecha exacta, una hora precisa, en qué lugar y en cuáles circunstancias conocí a Alvaro Pachón de la Torre, que habría de convertirse a la vuelta de unos cuantos años - tampoco puedo precisar, ni tampoco lo quiero si fueron diez o cinco o tres- es uno de aquellos amigos entrañables e inolvidables que entran a formar parte del tesoro sentimental que afortunadamente no tiene precio, ni límite, ni medida. Alvaro Pachón de laTorre, llegó un día al periódico. Venía con su paraguas negro -un paraguas inglés-, con su sombrero encocado y con un traje de impecable corte, con su profunda sonrisa y con sus bigotes únicos. Yo no conocía a Pachón de la Torre. Había leído sí, durante la guerra, con la devoción que en mis años adolescentes despertaban la Francia vencida, la Inglaterra amenazada, la revista "Contra-Ataque"- y había encontrado en ella un mensaje emocionado y permanente que acrecentaba nuestra fe en la victoria final de las democracias. Pero yo ignoraba quién dirigía la revista. Había también oído decir en mi casa, en la cual, es fácil suponerlo, se hablaba mucho de periodismo, de periodistas y de periódicos, que el día en que estalló la guerra mundial, Álvaro Pachón de la Torre, que trabajaba en ese entonces en “El Liberal” había dado la chiva antes, mucho antes que todos los demás periódicos matinales. Más tarde supe que esa era, y con justificada razón su más grande éxito periodístico. Aquella mañana en que estalló la guerra -lo contaban en mi casa- El Periodismo en Antioquia 391 Pachón de la Torre, escuchando radiodifusoras extranjeras hasta horas muy avanzadas de la madrugada, cuando ya en todos los periódicos reinaba ese silencio expectante, palpable, vivo de las salas de redacción, captó la noticia de que Inglaterra y Francia estaban en guerra con las naciones del eje. En cosa de media hora -así lo contaron en mi casa, y después volvió a referírnoslo Pachón de la Torre- la edición extraordinaria de "El Liberal" estaba en la calle. "Contra-Ataque", y una "chiva" eran, en realidad las dos referencias que yo tenía de Pachón de la Torre. Cuando él llegó al periódico, estábamos editando en condiciones no muy fáciles, un magazine -El Espectador Dominical- que por iniciativa de mi padre y con mi poquísima experiencia, queríamos convertir en una gran revista al estilo de las mejores publicaciones norteamericanas.Nosotros preparábamos el material de El Espectador Dominical, seleccionándolo de libros y revistas de éxito, y contábamos con la ayuda esporádica de uno que otro periodista de renombre. Pachón de la Torre llegó un día al periódico a las nueve de la mañana -nunca después, y sólo en muy raras oportunidadesllegó a la oficina a una más temprana de la que lo reunió por primera vez conmigo en la sala de redacción de "El Espectador". El magazine por ese entonces, era un apéndice del periódico. No tenía oficina propia. Todo se preparaba en el punto de la mesa central de la sala de redacción. Hasta ella llegó Pachón de la Torre y me entregó un original. Era, no puede estar seguro, un folletín titulado "El Retrato Macabro". Era una adaptación suya de una vieja leyenda escuchada en una de sus muchas aventuras juveniles. Era, como lo fue siempre todo lo suyo, una página de apasionante interés. No se trataba de que ese día precisamente hubiera escasez de material. Lo que sucedía era que el material no era bueno. Y "El Retrato Macabro", de Alvaro Pachón de La Torre, venía a darle a la entrega de El Espectador Dominical -quinta o 392 El Periodismo en Antioquia sexta de su vida- el interés que nosotros deseábamos. Ese día le pagamos quince pesos a Pachón de La Torre... Después, cada semana volvió hasta mi mesa. Se sentaba y charlaba conmigo, comenzaba a abrirse su corazón y a prestarme una ayuda que siempre habré de considerar extraordinaria. Los títulos de sus artículos eran llamativos hasta el asombro. Pachón era no solamente un grande escritor y un fácil cronista y un ágil comentarista, y un magnífico periodista, sino un titulador maestro. Y hacer un título y hacerlo bueno, es algo que vale mucho: sólo los que trabajamos en los periódicos sabemos cuan difícil es reunir un lingote donde solo cabe determinado número de letras, una frase feliz que sea síntesis y expresión exacta del comentario o del artículo que se escribe. Paulatinamente Pachón entró a formar parte inseparable de El Espectador Dominical. Ya no era solamente con la crónica fantástica, con el toque dramático. Lo era con el artículo de fondo, con el reportaje de interés. Siempre la misma paga. Siempre quince pesos. Y siempre una extraordinaria historia. Supe más tarde que muchas de las historias publicadas en Dominical habían sido antes preparadas para la radio por Pachón de la Torre, para un programa que nunca se efectuó. Esta era otra arista de su personalidad inigualable. Poseía Pachón todos los secretos -sin haberlos estudiado, debido solamente a su intuición excepcional- de la dramatización para radio. Como el programa se quedó escrito en papeles arrugados con anotaciones que decían: "Sonido, actor, locutor, música, efectos", etc., lo redactó nuevamente para revista y así aparecieron en Dominical durante un año. En 1948, cuando se fundó El Espectador Dominical, Pachón de la Torre ocupaba un alto cargo en la Contraloría General de la República. Al romperse la Unión Nacional, él, que fue siempre y hasta el último instante un liberal sin claudicaciones, abandonó su puesto y se retiró a su hogar, El Periodismo en Antioquia 393 desde donde escribía semanalmente su artículo para el magazine. No llegó a faltarme una sola semana y de pronto me sorprendía gratamente al entregarme una traducción de un artículo sensacional, a veces dos, buscando siempre ofrecer a los lectores de lo que comenzaba a ser para él algo más que la revista en la cual publicaban sus escritos, lo mejor y más selecto de cuanto se escribía en las publicaciones de fuera del país. Cuando en 1950 Dominical resolvió dar su grito de independencia, con la aceptación paternal de El Espectador que nos ofreció generosamente todas las armas para acometer la batalla, se resolvió que Alvaro Pachón de la Torre entrara a dirigir la revista en mi compañía. Desde ese día Alvaro fue para mí en Dominical y para todos en El Espectador, el "Doctor Pachoncito"o el "Doctor Tocichompa", como lo llamaba Darío Bautista, incansable en su tarea de hacer simpáticos los momentos hasta los más difíciles, a quienes con él compartimos las tareas del periódico. Y dejó de ser Alvaro Pachón de la Torre, para transformarse en el "Doctor Pachoncito", porque desde 1950 Pachón comenzó a llegar todos los días a las nueve de la mañana para no abandonarnos hasta cuando había caído la tarde. Dominical puso piso aparte en 1950. En una pequeña oficina -que nos costó mucho trabajo conseguir, por la cual Pachón de la Torre estuvo insistiendo durante semanas ante los gerentes del magazine y el periódico -Se instalaron Alvaro y Hernán Merino, descubrimos una mañana, asombrados a un nuevo Pachón de la Torre, a uno que permanecía inédito para nosotros, muy distinto a aquel que se presentara durante todas las semanas de 1948 y 1949 a entregarnos los originales escritos en una máquina antigua, pulcramente presentados, sin tachaduras ni borrones. La primera mañana que trabajó Pachón de la Torre en el mismo piso en que funcionaban las oficinas de El Espectador 394 El Periodismo en Antioquia principió todas las actividades. Había traído una secretaria, Flor Romero, y paseándose como un león enjaulado dentro de la oficina, comenzó a dictarle mientras traducía un artículo del "Magazine Digest". Pero no dictaba como todas las personas que hemos visto dictar: Pachón gritaba. Y frente a los vidrios de la oficina nos fuimos deteniendo uno a uno a escuchar. Suponíamos que se trataba de la elaboración de una proclama patriótica, de un discurso sensacional, de un documento extraordinario. No. Pachón de la Torre gritaba dictando las "Diez maneras de curar el cáncer". Desde esa vez, todos los días desde el lunes hasta el sábado por la mañana, la voz de Pachón de la Torre, era como el micrófono que nos anunciaba a todos que Dominical estaba en elaboración. De pronto de la misma oficina salían las palabras en tono muy alto, brotaba inconfundible, fuerte, una carcajada, una carcajada que nos hizo reír siempre y que hoy al recordarla, por ser tan suya, por ser una carcajada única, nos arranca un pedazo de nuestro ser y nos hace brotar una lágrima. Pachón de la Torre, se reía. Pero no se reía como todos, como no dictaba como todos. Se reía como si la risa saliera de una caverna, con una risa que llenaba todo en espacio. Una persona que se reía como él, le tenía sin embargo un profundo horror al humor. Al organizarse el grupo de trabajo de Dominical, Pachón de la Torre quedó encargado de elaborar semanalmente el siguiente material. Un reportaje, un artículo, o un folletín con su firma. Una historia fantástica con el pseudónimo de "El Narrador Indiscreto". Dos traducciones, una de tema científico y otra de interés general. Un cuento. La sección de humor. Muchas semanas estuvo riendo Pachón de la Torre, mientras dictaba las cuatro cuartillas de humor. Pero con el El Periodismo en Antioquia 395 pasar de los meses, el material se fue agotando y el escritor perdió el humor. Compraba todas las revistas inglesas y francesas donde pudiera aparecer un chiste publicable -porque él decía con sobrada razón que una página de humor en un periódico o revista es lo más difícil de hacer, y lo es más todavía en Colombia, porque no se pueden publicar "chistes verdes", ni chistes políticos, y el humor se nutre de "verdura" y de "politiquería". Lo encontrábamos en la oficina nervioso, fumándose en menos de una hora más de diez cigarrillos "Kool" últimamente porque la garganta ya no resistía el "Marlboro" que fue su cigarrillo preferido hasta 1950revisando página por página "Coronet", "womans", "Readers Digest", "Paris Match", etc. Y de pronto estallaba. El humor se le había ido al hígado. Yo prefiero -decía- escribir cuatro artículos que una columna de humor. Pero como en las revistas tienen que salir las páginas de humor, ésta aparecía en Dominical, llevándose cada semana un poco del sistema nervioso de nuestro Pachón de la Torre. Generalmente comenzaba a preparar el número de Dominical, los viernes de la semana anterior a su aparición. Entregaba en primer lugar el cuento y profesaba una marcada simpatía en este género por los cuentos macabros y de fantasmas. -Eso es lo que le gusta a la gente- decía cuando yo me mostraba algo reservado en publicar un cuento en que se cometían más de dos crímenes, y en que una serpiente -para completarlo todo- picaba a un niño en el rostro. El sábado traducía de una revista extranjera el artículo de medicina. Pachón de la Torre no hacía una traducción literal. Por el contrario, le imprimía al artículo algo de su estilo, creaba un artículo de donde ya existía otro. No consultaba el diccionario, sino en muy contadas ocasiones y en los artículos de medicina -que escuchaba dictar Merino desde su mesa de dibujo con una mal contenida preocupación por las dificultades que el tema presentaba para ilustrar un hígado lleno de 396 El Periodismo en Antioquia cálculos- a veces agregaba algo de lo que se había podido informar en otros "ambientes". El lunes estaban listas las dos traducciones. Y le tocaba el turno al "Humor", y por eso el lunes y el martes eran los días del mal humor. Nunca un mal humor desagradable. Apenas un mal humor que se reflejaba en el cenicero, más lleno de colillas que en los días corrientes. El miércoles comenzaba su artículo, el artículo de fondo, el artículo firmado. Entonces ocurría un fenómeno. Pachón de la Torre no podía comenzar a escribir antes de tener listo el título. Muchas veces, por las urgencias técnicas del periodismo, me tocaba solicitarle los miércoles por la mañana el título del artículo. Lo hacía por teléfono. No quería ver en su rostro la preocupación tremenda que le causaba tener que darme un título anticipado, un título que no lo hiciera feliz. A veces entraba a la oficina apresuradamente u se sentaba frente a la máquina y por una vez hacía de mecanógrafo y copiaba un título: "El Viaje de la Ostra hacia la Perla". Acababa de regresar de Cuba. Y me confesó que todo el viaje de regreso -cerca de ocho horas en avión- había estado pensando un título y que la noche anterior no había dormido. Pachón de la Torre era un hombre que se desvelaba por un título. Nunca pude conseguir que me entregara su artículo a tiempo. Dominical, como cualquier periódico o revista, tiene una hora cero. La hora cero de Dominical son las doce del día jueves. Pachón de la Torre entregaba la última cuartilla, sacada con cuenta gotas a las cinco de la tarde. Desde las ocho de la mañana de los jueves -únicos días en que llegaba antes de las nueve- comenzábamos a pedirle el artículo, primero yo, más tarde Agustín Rodríguez, jefe de armada y finalmente pulido, nuestro "malacate" quien insistía cada media hora. Pachón de la Torre acababa a las cinco de la tarde materialmente deshecho y bajaba sudoroso a la máquina, donde lo esperaban linotipistas, aramadores y prensistas, y el El Periodismo en Antioquia 397 mal humor de todos desaparecía como por encanto a su sola risa tímida de culpable. Entonces recorría los linotipos en busca de los originales. Le encantaba que fuera Maldonado el que levantara sus artículos. Y el secreto, según lo dijo mil veces, era que Maldonado le corregía los errores a la mecanotaquígrafa que, por la urgencia de las horas, copiaba apresuradamente. Si Pachón de la Torre encontraba el original: Vurro, escrito así, exclamaba: -Qué muchachita tan burra-. Pero no con dureza. Con cariño. Supo ser el patrón y el amigo, primero de Flor Romero, y ahora hasta el sábado, de Ligia Romero. Ambas sabían que sus explosiones de nervios eran pasajeras y que su carácter, en el fondo, fue siempre cordial. Un día varios empleados del periódico se sacaron la lotería. Pachón de la Torre, en cuanto se informó del golpe de suerte, nos reunió a todos los de Dominical en la oficina y nos contó que una noche se había soñado el número 2345 de la Lotería de Cundinamarca. Propuso que adquiriéramos ese billete semanalmente y para tal efecto obtuvimos de don Nazario la promesa de separarnos cada lunes el 2345. Pasó la primera semana y nada. Y la segunda y tampoco. Y la tercera, y cuarta y la quinta. Escamados todos sus compañeros le pedíamos el favor de que nos asegurara que ese número era realmente el que se había soñado. El se mantenía firme. El cinco, como terminación de Lotería, ha salido dos veces, en dos años que llevamos comprando el billete. Hace pocos días, otro lunes en que no ganamos nada, le dije: - Pachón de la Torre: No te has soñado otro número? Y me respondió: -Creo que me equivoqué. Ese número en verdad no me lo soñé yo. Se lo soñó hace mucho tiempo mi madre. Y se lo soñó al revés... En los periódicos se corre contra los relojes. Pachón de la Torre, sin embargo, no padecía como nosotros, de esa esclavitud nerviosa de los horarios. Llegaba a las nueve de la mañana y cuando se le hacía ver que era muy tarde para entregar un original, respondía: 398 El Periodismo en Antioquia - No hay agua caliente en casa. Pachón de la Torre no podía salir de su hogar si no se bañaba con agua caliente. Y no llegó a montar nunca en bus. Iba en taxi desde "El Espectador" hasta su casa, que quedaba situada, en 1950, en la calle 14 con carrera 5a. Cuando se pasó a Chapinero contrató un taxi que lo recogía siempre frente a su casa a las ocho y cuarenta y cinco minutos. Nunca viajó en bus, pero nunca tampoco dejó en casa el paraguas y el sobretodo. - Sí vivía y vestía como un oligarca. Pero cuando los jueves ya estaba cerrado Dominical, se quedaba charlando un rato en el taller de máquinas y entonces me contaba que él se había fugado de su casa y había ido a parar a Nueva York, donde lavó platos en un restaurante "automático". Cuando me relataba esas cosas, yo le decía en son de broma, que escribiera un artículo que se podría titular "Yo conocí a Alvaro Pachón de la Torre" "Por el Narrador Indiscreto". Y entonces se reía. Pero nunca quiso hacer esa biografía que hubiera sido hoy para nosotros un documento humano inestimable. Pachón de la Torre tuvo siempre una dificultad insuperable para leer al revés. Y en los periódicos, en la armada, se necesita saber leer al revés. En los momentos angustiosos del cierre de la edición, se volcaba sobre las platinas en un intento desesperado por leer lo que decían títulos y texto. A veces yo ya me había ido del periódico, había dejado cerrada la edición de Dominical, y él quedaba aún en los talleres manchando de tinta su vestido de paño inglés. Por la mañana, al día siguiente, me llamaba: -"Te salvé de una metida de pata. Habías puesto mal el lingote que señalaba la continuación de mi artículo en la página 33". Había durado leyendo el lingote cerca de media hora. Pero en realidad me había salvado de "meter la pata". Y eso lo hacía gozar insospechadamente. Pachón de la Torre conquistó en todo el personal del periódico una admiración, una amistad y una simpatía El Periodismo en Antioquia 399 superiores a todo cuanto podríamos expresar con las palabras. Desde las altas esferas directivas hasta el más modesto de nuestros trabajadores, encontrábamos en Pachón de la Torre un oasis de bondad. Por eso, porque nunca llegó a negarle a nadie ni su palabra, ni su saludo, ni su consejo, a él íbamos todos unas veces en busca de ayuda, otras a hacerlo víctima de nuestras bromas. Nunca una persona recibió tantas, ni nunca supo aceptarlas más gallardamente. Era que en Pachón de la Torre sobresalía la caballerosidad y con la infinita bondad de su corazón amable, sabía perdonar los errores de algunos y recoger los sentimientos nobles de los otros. Y si Pachón de la Torre fue para Dominical una inyección de optimismo y de vitalidad, para todos sus compañeros de trabajo fue la barrera que contenía nuestra desesperación y nuestros desfallecimientos. Y se preocupaba por las cosas grandes de la patria y por las cosas pequeñas. En el deporte fue siempre un "hincha radial" furibundo, que se sentaba los domingos en la sala de su casa, en bata y con pantuflas, a escuchar uno por uno todos los partidos de fútbol que se efectuaban en el país. No pudo nunca tener simpatía por "Millonarios" y, en cambio admiraba la escuela brasileña hasta lo increíble. Cuando yo regresé de París, después de tres meses de ausencia, completamente desadaptado de lo que sucedía en el campo deportivo, fue a visitarme a mi casa el domingo por la tarde y sintonizamos la radio. Los locutores decían nombres de jugadores que yo escuchaba por primera vez. Pachón de la Torre me iba diciendo: -Ortega del "Sporting", alero izquierdo. Cerloni del "Sporting", interior. "Manco" Gutiérrez del "Pereira". Sabía todos los nombres y los puestos de cada uno de los jugadores de los 16 equipos profesionales y si un locutor decía por ejemplo, que "pibe" Ortega corría por el ala derecha, estallaba nervioso: "No puede ser...el "pibe" Ortega es 400 El Periodismo en Antioquia izquierdo...". Siempre apostaba al fútbol y siempre perdía. Lógicamente. Porque siempre apostaba contra "Millonarios". Cuando ocurrieron los sucesos del seis de septiembre y yo tuve que abandonar la co-dirección de Dominical, Pachón de la Torre se quedó solo. Y entonces hube de asistir una vez más a otra de sus grandiosas transformaciones. Ahora ya no solamente escribía. Ahora armaba. Se lanzó con la misma valerosa impetuosidad de siempre, al laberinto de la composición tipográfica, y sentía yo un profundo dolor cuando a las nueve de la noche de los días jueves lo veía subir a los talleres, manchada la cara de tinta y el vestido de grasa. Y entre los bolsillos, al lado de un paquete de cigarrillos "Kool", prácticamente concluído, aparecían clisés, originales arrugados y hasta una interlínea, en mezcla exótica y risible. Pero Pachón de la Torre había cerrado una edición más de El Dominical, aunque su temperamento nervioso hubiera sufrido el desgaste de varias horas inenarrables. Porque Pachón de la Torre era un hombre desmedidamente nervioso. Su última semana de vida, fue por ejemplo, un martirio. Por cuestiones de organización interna y debido al día de fiesta incrustado en mitad de la semana, la edición hubo de ser adelantada y se debía editar el miércoles por la noche. A don Enrique Santos, Calibán, le había solicitado Pachón de la Torre unas declaraciones que el gran periodista ofreció para el martes en la tarde. No pudieron estar listos y entonces a Pachón de la Torre le temblaba esa tarde hasta la risa. La mañana siguiente llegó desacostumbradamente temprano, a las siete de la mañana, y escribió en la máquina hasta cuando lo llamó la secretaria. Luego trabajó todo el día y llamó cien veces a la censura, y bajó a las máquinas y revisó las páginas y se quedó media hora leyendo el lingote que decía: "Continúa en la página 33". Y cuando estuvo concluído, finalmente, volvió a reír con amplitud, con su carcajada profunda. El reportaje con Calibán era el primero de una serie en la cual Pachón de la Torre había puesto todas sus ilusiones. Iba a seguir esta semana con la semblanza y reportaje de El Periodismo en Antioquia 401 Eduardo Zalamea Borda. Y en la próxima con la de Lucas Caballero. Y después con la de Agustín Nieto, la de Manuel Mejía, etc. Se frotaba dichoso las manos. Como lo ví frotárselas cuando a su oficina llegó una vez un hombre desconocido que comenzó a contarle la historia de su vida. Antes, mucho antes de que terminara la entrevista, se había escapado un momento hasta donde mí y me había dicho: "Tengo la "chiva". Una serie que se va a titular "Yo serví a Stalin y perseguí a Mussolini". La serie fue sensacional. Y esa vez, seguramente, Pachón durmió tranquilo porque el título estuvo listo muchos días antes de que escribiera el artículo. Preparaba otra serie sobre las esmeraldas, llena de historias de fatalidad, de leyendas fantásticas, de asuntos trascendentales, de aspectos apasionantes. Cabía tanto en su imaginación fecunda!. Pero esa imaginación fecunda y esa inteligencia especialísima, y esa capacidad de trabajo, y esa adaptación rapidísima a todos los medios -escribía un artículo, una nota, un editorial, una necrología y una crónica social, con la misma buena voluntad y con el mismo acierto que planeaba tipográficamente una página del magazine- se han quedado fatalmente truncas. Y como si él hubiera tenido un trágico presentimiento de lo que le iba a ocurrir, en su serie de "Monserrate a Montparnasse", con título muy suyo, muy característico, se apresuró a denunciar a la muerte en estas palabras, que por una rara coincidencia, se grabaron indeleblemente en mi poca, en mi pésima, en mi torpe memoria: "Dentro de los designios inescrutables que rigen el curso de la frágil vida, convirtiendo en ocasiones al hombre en un simple juguete de los caprichos del azar, ninguno tan extraordinario como ese que le depara a todo ser humano, por humilde que sea y en contraste con la mediocridad de la rutina o con los sinsabores de la lucha, su momento estelar; ese minuto de la cenicienta convertida en princesa bajo el golpe de la vara mágica; o el del paralítico que sometido al 402 El Periodismo en Antioquia tratamiento de la droga milagrosa, se levanta y camina; o mejor aún el instante feliz en que el inexperto adolescente descubre deslumbrado todo el maravilloso misterio del amor. Esa sensación de deslumbramiento y de milagro al alcance de la mano, fue la que me invadió, conmoviéndome y anonadándome, hace 20 días, cuando mi buen amigo don Juan Manuel Pradilla, jefe de relaciones públicas de la Air France en Colombia, me informó que la poderosa empresa de navegación aérea que representa había tenido la gentileza de incluir mi nombre en la lista de invitados que habían de viajar a bordo de uno de sus ultramodernos "Constellations" en el vuelo inaugural del servicio Bogotá, Caracas, París. A esa amable y, desde todo punto de vista inmerecida invitación, debo la más extraordinaria de las experiencias en mi agitada vida de periodista, y diez días de aventura incomparable en el miliunachesco país de los sueños; de la belleza, del arte, de la gracia perfecta y el encanto infinito, y de dos mil años de civilización. Hasta ese momento la existencia proseguía su curso de arroyo manso, ensombrecida a veces por las nubes de la tormenta, pero encerrada en el cauce de la faena diaria y hé aquí que de pronto topaba en su camino con la piedra de la fortuna que la proyectaba hacia lo alto, haciéndola saltar en surtidor iridiscente de espumas y cristales, penacho de arco iris bajo el beso del sol. En peregrinación atropellada y febril surgieron del subconsciente y me rondaron el cerebro los sueños de la juventud, las ilusiones tantas veces alentadas y frustradas que ahora iban a convertirse en realidad esplendorosa y al escuchar las palabras del amigo no podía dar crédito a mis oídos. Esa patria espiritual a que pertenece todo el que ha leído un buen libro o ha admirado el rostro indefinible de la belleza copiado en el claroscuro de los lienzos o en los contornos delicados y perfectos de mármoles y bronces, me iba a recibir en su seno perfumado y dulce, colmando para siempre las inquietudes de mi espíritu. El Periodismo en Antioquia 403 El hada madrina con la estrella en la frente me esperaba al otro lado del Atlántico, como espera la flor a la crisálida que abandona su cárcel para convertirse en mariposa. A la premonición del gozo por cumplirse, aunábase en mí una sensación indefinible de zozobra y de temor. Surgiría a último momento, como otras tantas veces en la vida, el inconveniente inesperado, la dificultad insuperable que hiciera estallar en la nada a la burbuja de la ilusión; que echara por tierra mi castillito de naipes? Recordaba entonces, aquel apólogo que sirvió de argumento para una de las primeras películas de Carlitos Chaplin: el del niño huérfano que, recluído en un asilo y después de haber sufrido las burlas y los golpes de las celadoras todo el año, esperaba anhelante la distribución de dulces y juguetes la noche de Navidad, escogiendo entre todos esos obsequios una dorada y fragante manzana, y cuando ya la tenía en la temblorosa mano y la acercaba a sus hambrientos labios, escuchaba a su espalda la voz de la superiora que le decía: "Charlie deja esa manzana: este año no hay regalo para tí porque te has portado muy mal!". Pero a mí nada ni nadie podría quitarme la manzana de mi jardín de otoño, no obstante lo cual el proyecto del viaje continuaba siendo un sueño que sólo vi convertido en realidad el viernes 16 de enero, cuando a bordo del "Constellation" de la Air France dejé atrás el familiar paisaje de la Sabana para remontarme hacia el espacio infinito, a la conquista de lo que hasta ayer parecía un imposible, mientras en el retardado reloj de mi vida vibraban gloriosas y profundas las 12 campanadas de la felicidad. Pachón de la Torre nos estaba diciendo que París había colmado un nuevo capítulo de su vida. Casi, casi nos decía que ahora podría morir tranquilo. Ojalá ese viaje se hubiera retrasado para siempre y entonces tal vez, el curso del destino se habría torcido, y en las oficinas de Dominical estaríamos escuchando otra vez la risa maravillosa de Alvaro Pachón de la Torre, mi personaje inolvidable... 404 El Periodismo en Antioquia MARIO ESCOBAR VELÁSQUEZ Fernando González, el hombre y el mito No sabríamos definir a Fernando González. Para nosotros es más que un filósofo, porque, a más de sentir, de elucubrar o de recibir las ideas, las vive. Tal vez la mejor definición que de él pudiéramos dar sería la de decir que Fernando González es un Hombre, así con mayúscula, si entendemos que un Hombre es algo más que la estructura corporal, un ser que vive en función de eternidad, un algo que se ha hecho, que ha sabido darse sus leyes y sus preceptos, que ha sabido fijarse de antemano una noción propia del mundo con todos sus atributos; en fin, un ser que se ha hecho su camino propio, y que no ha seguido caminos trillados, que no acepta una idea sin examinarla, juzgarla, pesarla, en otras palabras un ser que ha querido, de algún modo, ser la eternidad de la idea. Canijo y desgarbado, Fernando González trasuda por todo él, pero en especial por los ojos, por la muy escasa sonrisa y por el amplio litoral de las manos, una fuerza casi desconocida en nuestro medio: personalidad. Hombre para nosotros, no importa cuán equivocados estemos, sigue siendo Personalidad; y, corolario magnificante, quien dice entre nosotros personalidad está trazando un sinónimo de Soledad. Diremos pues que Fernando González es un Hombre, es una Personalidad o es una Soledad. En el individuo, esta trilogía es una sola cosa. *** Lo conocíamos por sus libros, le habíamos observado en la calle, en el bus. Vive metido dentro de su cerebro, lo mismo El Periodismo en Antioquia 405 en la vida que en los libros. De tant0 escucharse interiormente ha terminado por oír poco lo físico. En la calle no le sobra un gesto, y en los libros una palabra. Las oraciones salen fáciles, pero escuetas, medidas. Las frases son cortas, y las premisas de los silogismos que establece o analiza son tajantes, sin extensión. Se creyera que no escribe para iniciados sino para maestros, si no supiéramos que escribe para sí mismo, para medirse y jalonarse, para definirse a sí mismo los sucesivos Fernandos González que cada minuto, es decir cada pensamiento, le trae o le descubre. De él se dicen mil cosas en la calle, entre otras que "no tiene pelos en la lengua". Cuando expresamos la idea de preguntarle algunas cosas para Lanzadera, se nos anunció un fracaso, porque él no concede reportajes. De yapa, se nos dijo, textualmente, que "recibe una sacudida de polvo en las posaderas anímicas quien vaya a perturbarle con imbecilidades, y para él las cosas comunes son eso precisamente". No importa, dijimos. Si Fernando González es el Hombre que hemos conocido en sus libros, tendrá lo que tienen todos los Hombres, sin excepción: comprensión sublimada. Y entonces comprenderá nuestros moceriles arrestos. Y no nos equivocamos. Quiso ver las preguntas que llevábamos preparadas, y con una amplia sonrisa nos dijo sin decirlo (en la sonrisa, en el gesto, en todo él) que rehusaba contestar preguntas alrededor de él mismo. Le formulamos entonces las siguientes: 1. ¿La carencia de dinero atenta contra la obra del escritor, o más bien la estimula? 2. ¿Ha dado América algún valor positivo (en las letras, artes, etc.), o por el contrario, como afirma Papini, nada ha producido? 3. ¿Sigue siendo Bolívar un hombre cósmico, o es un genioide libidino como asegura Madariaga? 4. ¿Debe la admiración ser para las ideas, o para el autor de ellas? 406 El Periodismo en Antioquia 5. ¿Porque lo atenaza un dolor, debe el filósofo dejar de filosofar? Nos respondió así, previo el siguiente preámbulo: Preámbulo "El hombre es histórico, es decir sucesión de acontecimientos que la conciencia enhila; a un mismo tiempo esa conciencia, con el nombre de Yo deviene, al sucederse el mundo de cada uno. Filosofía es la actividad humana mediante la cual cada hombre padece y medita su propia historia, y expresa con su cuerpo actitudes, y con todo, sus actividades la resultante de este proceso vivo. Por consiguiente, todos somos filósofos. Podemos ser ignorantes, pero todos filosofamos o expresamos nuestra vivencia. No hay que confundir la filosofía con las ciencias, con la lógica, con la crítica, etc. Y cómo explicar la solemne serenidad de algunos, la trágica angustia de otros, la miseria de muchos? Ahí está el quid… Se trata de la GRACIA. ¿Y qué es la gracia? No puede definirse con palabras. Es inefable. Bregaré, no obstante, por indicar algo de ella. Consiste, según Jaspers, en la comunicación con lo circunvalante o con el ser. Por sus sentidos, por su razón o inteligencia, el hombre está ubicado en el tiempo y en el espacio, en lo fenoménico. Por la GRACIA está en la eternidad. Cuando Cristo dijo a Nicodemus que era preciso renacer en otra vez, con lo que se refirió a la vivencia de lo circunvalante: que sólo en el instante que uno tenga la vivencia de la eternidad se le abrirán las puertas del Reino". Padezco, pero medito. Únicamente el que viva esa frase, está en el camino de la luz. El Periodismo en Antioquia 407 *** Ya puedo, don Mario, responder algo a sus preguntas, previo lo anterior. 1. ¿La carencia de dinero atenta contra la obra del escritor, o más bien la estimula? -La carencia de dinero es una circunstancia para la conciencia: según la padezca y asimile y reaccione ante ella, será causa de empequeñecerse o agrandarse. Pero pobreza, riqueza, amor, ira, lugar y modo, por sí solos nada pueden. Todo lo que se dé a uno que haya renacido, será causa de mayor intimidad con la eternidad, y será causa de oscuridad para los que viven apenas en lo fenoménico. La pobreza le cortará las alas y la riqueza le estimulará su euforia de animal racional. El hombre es algo más que todo lo que podemos imaginar, pero tiene que aparecer como tal mediante la experiencia de este universo mundo. Milicia es la vida del hombre. (Job). 2. ¿Ha dado América algún valor positivo (en las artes, letras, etc.), o por el contrario, como afirma Papini, nada ha producido? 3. ¿Sigue siendo Bolívar un hombre cósmico, o es un genioide libidino como asegura Madariaga? -América no ha dado hombres que tengan conciencia de eternidad. Don Simón Bolívar es su espíritu más alto, pero no tenía esa conciencia. Su espíritu aún estaba en la sociedad, en la gloria humana. Fuera de él no se ven sino lugareños, inteligentes e imaginativos muchos de ellos. En Estados Unidos de Norteamérica han vivido y actuado muchos grandes emigrados de Europa; el yankee es infantil aún. 4. ¿Debe la admiración ser para las ideas, o para el autor de ellas? -Las ideas nada valen sino en cuanto sean una vivencia. No hay ideas sino existencia, por lo menos en filosofía. Los 408 El Periodismo en Antioquia héroes valen por la lección que dejaron en sus vidas. Cristo no escribió. Tampoco Sócrates. El Evangelio de Cristo es su vida. Lo más valioso en el universo es una vida heróica. 5. ¿Porque le atenaza un dolor, debe el filósofo dejar de filosofar? -Si alguien se aminora y huye por un dolor, por la muerte de alguien o de algo, o por la imaginación de su propia muerte, no ha renacido. Puede ser un gran científico, pero no tiene parte en lo Circunvalante. *** Después nos fuimos, con la certeza de haber conocido por lo menos un Hombre. Lástima que se nos vaya. En cierta manera era un consuelo saber que en alguna parte de este Valle de Aburrá moraba Alguien, había una fuerza… Le pedimos un retrato para publicarlo con estas líneas, y nos entregó el que aparece arriba, el último de los que le han tomado, hecho para el pasaporte: hasta en él se respira personalidad. Para terminar, una frase trivial: teníamos una pregunta, que no respondió, como todas las que versaban sobre él, y reza: ¿Cuál considera su obra más acabada? Queremos nosotros responder a esa pregunta: La mejor obra de Fernando González es Fernando González. Y que nos perdone la Originalidad esta frase de cajón, pero la frase de cajón también define, señores reporteros. Lanzadera. Medellín, julio 24 de 1954 El Periodismo en Antioquia 409 CLEMENCIA HOYOS DE MONTOYA Recuerdos de la muerte de Eva Perón Ya no puede dudarse que "Evita" al morir arrastró consigo al peronismos y a su creador Juan Domingo Perón, astro falso que brillaba por reflejo con el resplandor de su esposa, verdadera estrella del peronismo. La mística que despertó entre los "descamisados" argentinos esta mujer inmensamente amada por "su pueblo", por sus "descamisados" o sus "grasitas", como ella solía llamarlos, y profundamente odiada por sus opositores, está a la vista. Quizás mujer ninguna en el mundo ha sido más cruelmente discutida ni ha alcanzado por sí sola mayor cumbre, ni ha tenido la suerte de morir en todo el apogeo de su gloria. Tal vez Perón cambiaría la Cañonera paraguaya donde se asilara y su enorme equipaje de desengaños, por la tumba de Evita. Ya las "8 y 25" no tendrían valora alguno en Argentina. El reloj del Ministerio de Trabajo y Previsión Social habrá continuado la marcha que interrumpiera el 26 de julio de 1952 a las 8 y 25 para recordarle constantemente al pueblo la hora en que Eva Perón "pasó a la inmortalidad". El caudillo presentía que la muerte de Evita implicaría la del peronismo y en realidad este acontecimiento fue el principio de su fin. Por algo al pueblo argentino se le ocultó su enfermedad y los descamisados fueron engañados hasta el último momento. Mientras moría lentamente en la residencia presidencial, incluso en los días de su agonía terrible, tanto la prensa como la radio del Estado daban boletines médicos cada vez más lacónicos. Dos días antes de su muerte, por ejemplo, se decía: "Los médicos que asisten a la señora Eva Perón han resuelto que la señora guarde completo reposo; por tal motivo la ilustre 410 El Periodismo en Antioquia enferma tendrá que permanecer por algunos días en el lecho", y el 26 de julio a las 8 y 25 de la noche, cuando se produjo el deceso reinó el más completo desconcierto. Hombres, mujeres y niños, a pesar del frío del invierno se botaron a las calles y se agolparon frente a la residencia presidencial. Lloraban y rezaban en voz alta. Las mujeres sufrían desmayos. En las calles y plazas se improvisaron altares con retratos de la extinta, cintas negras, la bandera nacional y velas encendidas, y de rodillas frente a éstos la gente oraba. Durante la noche todas las farolas del alumbrado público fueron cubiertas con crespones negros, así la ciudad tenía un aspecto tétrico y macabro que duró los quince días de la cámara ardiente. Se ha dicho que de lo sublime a lo ridículo no hay sino un paso y esto tuvo su más perfecto cumplimiento en los días que siguieron a la muerte de Eva Perón. Se le rindió un homenaje póstumo sublime, apoteósico. La ofrenda floral no tiene antecedentes en la historia ni volverá a repetirse. Todas las flores de la Argentina fueron para ella. Las más hermosas, entretejidas en las más diversas figuras, cubrieron el Ministerio de Trabajo y las calles adyacentes. Recuerdo al respecto una figura en flores que simulaba un reloj marcando las 8 y 25. Pero no se detuvo el peronismo en la sublimidad del homenaje sino que transpuso la frontera que lo separaba del ridículo, pues sus dirigentes y altos empleados oficiales, en competencia de adulación, se dedicaron a lanzar una serie de decretos y disposiciones estúpidos. El Jefe del Estado rompió fuegos decretando tres días de duelo nacional durante los cuales ni siquiera los mercados, ni las agencias de leche, ni los restaurantes abrieron sus puertas desde el domingo, día siguiente al de la muerte, a las diez de la mañana, hasta "la hora cero" del miércoles. Las gentes que no estaban preparadas para tal absurdo, tuvieron que afrontar serias dificultades durante estos días. Yo, que el día 26 de julio, ignorante de lo que pasaría me había trasladado de Buenos Aires a la ciudad de La Plata y a mi regreso no escuché programas radiales, sólo me enteré de la muerte de la primera dama a las 7 de la El Periodismo en Antioquia 411 mañana del domingo, cuando al asomarme al balcón me encontré con el espectáculo de las farolas enlutadas a todo lo largo y ancho de la avenida Callao, donde residía. Un poco más tarde me enteré del famoso decreto y haciendo un turno enorme, logré hacerme a unos escasos víveres. La leche, transportada en carros de bestia, se vendía en las calles, no era pasteurizada y dos o tres horas después se alteraba. Los niños de Buenos Aires tuvieron, pues, que sufrir hambre a pesar de que por todas partes se leía este slogan: "En la nueva Argentina de Perón los únicos privilegiados son los niños". Más tarde se leyó en la radio del Estado un decreto por medio del cual se prohibía a las estaciones radiales transmitir avisos comerciales durante nueve días, y mientras la señora de Perón estuviera en capilla ardiente deberían transmitir música de cámara exclusivamente. Al reanudar los programas comerciales, los anunciadores deberían hacerlo con "voz grave y severa". Una disposición secreta de la C.G.T. (Confederación General de Trabajadores) obligaba a todos sus afiliados (seis millones) a desfilar ante el cadáver de Eva Perón. Con tal fin gratuitamente se movilizaron todos los peronistas del interior del país, que tendrían, como siempre que se concentraban en Buenos Aires, alojamiento gratuito en los hoteles, los cuales estaban obligados en estos casos, a recibir determinado número de peronistas. Por este motivo algunos de los hoteles se vieron precisados a cerrar sus comedores, pues no todos estaban en condiciones de atender gratuitamente durante dos o tres días y varias veces al año a todas las personas que el gobierno les asignara. Las calles vecinas al Ministerio de Trabajo y Previsión Social, donde tenía lugar el velatorio de Eva Perón, fueron cerradas al tráfico vehicular y sólo se tenía acceso a ellas con salvoconducto, con el fin de facilitar la entrada a las interminables filas de gente que para poder llegar hasta el féretro de gastaban alrededor de catorce horas. Bajo la lluvia y con el intenso frío del invierno, este pueblo peronista, movido a la manera de marionetas por el señor José Espejo, secretario 412 El Periodismo en Antioquia en ese entonces de la C.G.T., aguantaba con resignación las inclemencias del tiempo para darle el último adiós a la "señora". Evita era para ellos "abogada de los pobres", "madre de los desamparados", "consuelo de los afligidos" y "el hada buena Argentina". En atención a los accidentes presentados por motivo del hambre, en cocinas motorizadas el ejército repartía alimentos en las filas y así se logró hacer más soportable la larga espera. Se distribuyó consomé, sandwiches, empanadas, pizzas, frutas, dulces, leche y mate. Vendedores ambulantes ofrecían día y noche a la venta "La Razón de Mi Vida" que todos los peronistas leyeron con avidez mientras guardaban el riguroso turno. Los primeros días, por falta de organización, arrojaron un saldo de catorce muertos y dos mil heridos en accidentes de aglomeración. Una de las víctimas fue el General Vaca, de renombre en el ejército. Aunque ideológicamente distanciada de Evita, como turista curiosa quise verla y logré entrar al Ministerio de Trabajo y Previsión Social sin someter me a las incomodidades del turno porque una enfermera de la "Fundación Eva Perón" me acompañó y me hizo pasar como accidentada ante los militares que hacían la guardia, mientras mi esposo, acompañado por un militar, entraba en atención a que era un médico colombiano que deseaba ver a la señora Perón. La cámara mortuoria era un espectáculo solemne y profano. En la parte alta de la majestuosa rotonda lucían crespones negros, y artísticamente distribuida invadía el recinto la copiosa ofrenda floral. Un equipo de granaderos hacía guardia de honor. Hombres, mujeres y niños desfilaban silenciosos y cabizbajos; los más fanáticos sollozaban. Los hombres llevaban corbatas negras y cintas de luto en el brazo. Las mujeres, sin excluirme a mí, íbamos rigurosamente enlutadas. Aquello era un verdadero santuario laico y al centro, como sagrario, hallábase el catafalco que guardaba la estilizada figura del ídolo peronista. El Periodismo en Antioquia 413 Evita era bella y la muerte no empañó este atributo; tenía discretamente maquillado el rostro, las manos alargadas, de blancura impresionante, con las uñas pintadas de rojo, sostenían una camándula de nácar; vestía túnica blanca de satín y cubría la cabeza una mantilla española, blanca también, que caía sobre la frente. A un lado del féretro dos enfermeras provistas de algodones y desinfectante limpiaban la tapa del vidrio de la caja mortuoria, donde cada persona al pasar debía depositar un beso, pues las enfermeras repetían en voz baja: "El beso, el beso". Algunas mujeres más sensibles sufrían crisis nerviosas y desmayos. Reinaba una atmósfera de Viernes Santo, tal era el silencio y la unción con que se entraba al recinto. La ceremonia del beso me recordaba la adoración de la Santa Cruz que practicamos los católicos en la tarde del Viernes Santo. El Presidente Juan Domingo Perón, quizás previendo su caída, quiso enterrar a Evita en la Catedral, al lado del General San Martín, pero no le fue concedido el permiso, lo que contribuyó al enfriamiento de las relaciones entre Perón y los altos jerarcas de la Iglesia. El presidente tenía razón en buscar para tumba de su esposa un lugar seguro, pues cuando se hablaba de que sería depositada en la C.G.T., mientras se levantaba en la Plaza de Mayo el gigantesco monumento donde reposaría definitivamente, las personas opuestas al gobierno murmuraban: "Que la entierren en la Plaza de Mayo para barrer con su cadáver a Buenos Aires el día en que el peronismo se derrumbe". Respecto a la conservación del cadáver se decía que para ello habían llegado con anticipación a la muerte dos embalsamadores japoneses. Eva Perón fue velada dos días en el Congreso y luego, al decimoquinto de su muerte, depositada en la C.G.T., como ella lo había pedido, pues quería que después de su muerte se le dejara al lado de los trabajadores. Del Ministerio de Trabajo al Congreso y de éste a la C.G.T. fue trasladada en la cureña de un cañón, honor que solamente se dispensa a los presidentes cuando mueren en el ejercicio del cargo. Los actos de traslado constituyeron 414 El Periodismo en Antioquia desfiles gigantescos organizados con máxima solemnidad en medio de muchedumbre abrumadora y al son de los acordes de la Marcha Fúnebre de Chopin. Al paso de la cureña, las gentes, conmovidas, arrojaban besos y flores. Al llegar el cortejo a la C.G.T. se dispararon veintiún cañonazos y el presbítero Hernán Jiménez, Capellán de la Fundación Eva Perón, cantó un responso por el alma de la finada. Mezclada con la muchedumbre en la Plaza del Congreso pude apreciar el dolor intenso de los descamisados. Recuerdo las expresiones de una señora que a mi lado, llorando, exclamaba: "Dios se la llevó al cielo porque era un ángel y no podía vivir en este mundo", frase que contrasta con la que escuché a otra señora, antiperonista, quien me decía: "La misericordia de Dios es grande. ¿Qué hubiera sido de la Argentina con esta mujer seis años en el poder?" Y no fue ésta la única expresión adversa, pues la oposición al gobierno, aunque amordazada por temor a las violentas sanciones, dio rienda suelta al humorismo con los chistes más crueles. Por supuesto que todos estos comentarios tenían lugar dichos al oído, porque el espionaje estaba bien organizado. A propósito, me relataron el caso de una señora que aludió a "lo cara que estaba la vida desde que la Patrona (refiriéndose a Eva) había subido al poder", comentario que le valió la llevada a una guardia de policía donde le raparon la cabeza. Se vivía un ambiente de terror. Las familias tuvieron que prescindir del servicio doméstico porque como este gremio era netamente peronista y afiliado a la C.G.T., se presentaron casos de familias que fueron detenidas al ser denunciadas por las mucamas porque hablaban mal del gobierno dentro de sus propias casas. Terminados los quince exasperantes días de la capilla ardiente, volvió la vida a normalizarse, las estaciones de radio dejaron oír nuevamente los tangos, los cabarets y teatros abrieron sus puertas y los habitantes de Buenos Aires se dieron a divertirse. Pero las disposiciones ridículas de la C.G.T. continuaron: se ordenaron paros cívicos de diez minutos cada El Periodismo en Antioquia 415 veinticuatro horas durante un mes en memoria de la "ilustre desaparecida". En virtud de esto, quien entrara a un restaurante a las doce y media del día tenía oportunidad de ver a los meseros en posición firme, observando diez minutos de silencio (éste era el paro de los "gastronómicos"). Quien tuviera la desventura de que lo sorprendieran las cuatro de la tarde en un tranvía, tenía que soportar otro paro de diez minutos (éste era el paro de los transportadores). Y así sucesivamente todos los gremios (comerciante, panaderos, barberos, lustrabotas, etc.), para evitar la sanción. Un decreto del gobierno disponía que el libro "La Razón de mi Vida" fuera texto de estudio para enseñanza secundaria. La casa donde nació Eva Perón, en la pequeña aldea de Junín, sería monumento nacional. En el Museo Histórico de la ciudad de Luján se construiría un pabellón destinado a conservar las ropas y las famosas pieles de la señora Perón (quien no era propiamente una descamisada). Y como si todo lo dispuesto fuera poco resolvió también la C.G.T. solicitar al Santo Padre la canonización de la extinta, con el resultado que bien conocemos. Cabe recordar aquí que una de las coronas llevadas al velatorio ostentaba en la cinta esta leyenda: "A la santa de América". Eva Perón, como demagoga excelente, en sus arengas al pueblo decía que había que ser "fanáticos de Perón" y estableció como slogan de sus discursos la frase "La vida por Perón". Cuando la implacable enfermedad que dio al traste con su vida la llevó a la convicción de que sus días estaban contados, concluyó uno de sus últimos discursos en la Plaza de Mayo con estas palabras: "Sé que si dejo jirones de mi vida en el camino ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria". El Honor Salvado y Otras Crónicas Editorial Lealón, Medellín, 1996 416 El Periodismo en Antioquia ANTONIO PANESSO ROBLEDO De la lectura y los libros ¿Vale la pena aprender a leer y escribir? ¿Fue realmente un beneficio la invención de la imprenta? Tales preguntas implican, naturalmente, la herejía de que es posible una respuesta negativa, ya que la afirmativa es simplemente trivial, pero por eso mismo, sospechosa. No hay nada más mentiroso que las cosas obvias. ¿Acaso no se pasó milenios la humanidad en la firme creencia de que el sol daba vueltas alrededor de la tierra? Examinemos cada proposición sobre el analfabetismo y técnica de impresión, sin prejuicios y enfrentándonos a la realidad. Parece claro que en nuestro tiempo el fenómeno más claro respecto a la cultura es la aparición del "analfabetismo ilustrado" por una parte, y por otra, la cultura de masas, o sea la desaparición casi total del gran creador asilado, del poeta en su prístino sentido de Goethe, Dante, Horacio, y su sustitución virtual por el bolero y la tarjeta postal, así como la gran novedad del siglo XIX ha cedido su lugar, como función de cultura, a la revista ilustrada y al periódico. Analfabetismo ilustrado es simplemente saber leer y escribir pero no leer ni escribir nunca. Que es justamente lo que nos pasa en nuestras sociedades nacionalistas e industrializadas. No ciertamente por culpa de la industria ni de la política sino como consecuencia de sucesos y tendencias, a veces soterraños, que inciden implacablemente sobre nuestra vida espiritual. Hoy el hombre común, aún en países de bajo alfabetismo, como el nuestro, sabe firmarse y puede leer, aunque sea trabajosamente. Lujo que no se daban los reyes en la baja Edad Media, ni las grandes damas, y menos aún los guerreros. El Periodismo en Antioquia 417 Clodoveo apenas podía escribir su nombre. Y el rey Enrique IV de Alemania, ya en el siglo XII ni siquiera eso podía, nos cuenta su cronista, al relatarnos sus virtudes. Sabemos con seguridad de dos poetas alemanes, Wolframio de Eschenbach y Ulrico de Lichtenstein, que tuvieron que dictar a otros sus obras para poder conservarlas por escrito. Lo que nos recuerda el hábito consagrado por los presidentes de los Estados Unidos, que tienen su "ghost writer" o escritor fantasma, que no es ya el escriba a quien se dicta: es el tipo que escribe los discursos para que los lea el patrón. La situación material del hombre moderno es, pues, infinitamente superior. Pero sólo aparentemente. Podría en efecto preguntarse: ¿qué se gana el hombre moderno con saber leer si lo que lee son tiras cómicas? Porque esa es la realidad de nuestra época. El hombre de negocios que se queja de falta de tiempo, en realidad lo gana en proporciones increíbles por la técnica de los transportes y por los medios de comunicación extrarrápidos. Todos ellos convierten un día antiguo en una hora. El hombre más ocupado de nuestras sociedades modernas sale de su oficina en su automóvil, resuelve sus problemas urgentes por teléfono y se gana una enorme cantidad de tiempo. Llega a su casa, a veces en el campo idílico, propicio a la maravillosa compañía de los libros. ¿Y que hace nuestro afortunado homo oeconomicus? Se repantiga en una silla, coge un lápiz y papel y emplea un tiempo precioso -de cuya falta se queja todos los días-, en resolver un crucigrama. Una mente poética, Wordsworth, presentía ya desde principios del siglo XIX, la desaparición de la atención, la pérdida de la facultad discriminatoria por parte del hombre común de su tiempo, ya sujeto a las grandes crisis de la revolución industrial del imperialismo político y de las rivalidades internacionales, todo lo cual creó la acumulación humana en las ciudades, la uniformidad de las ocupaciones y el hambre por la "noticia extraordinaria", comunicada y a veces creada por los mismos medios técnicos, como el telégrafo. 418 El Periodismo en Antioquia Cien años después, casi exactamente, el novelista norteamericano Henry James explicaba su fracaso comercial en una carta para William Dean Howells: "La facultad de la atención ha desaparecido por completo de la mente anglosajona, extinguida en su fuente por las escandalosas exigencias de las revistas ilustradas, sobre todo, que gritan: "miradme, yo soy lo que necesitáis, os puedo dar toda la información que necesitáis sin quitaros más que un minuto de tiempo...". James escribía a principios de este siglo, en 1902. Medio siglo después, se ha cumplido exactamente su profecía. En todos los países cultos, no sólo en los Estados Unidos, también en Francia y en Inglaterra y en Alemania, y en Italia proliferan las grandes revistas en colores, el tipo "Life" que no exige de sus clientes ni siquiera saber leer. Reducen las exigencias intelectuales al mínimo que se espera de un niño normal que aún no ha entrado a la escuela primaria. Un amigo resumía esa situación del hombre contemporáneo en una frase regocijada por fuera, pero trágica por dentro. Decía: "A mi siempre me han gustado las cosas serias. No estudié filosofía porque ninguno de los libros que conseguí tenía láminas". Lo más alarmante es que esa difusión de la atención, que impone en su propia raíz la formación de cultura sólida, es un hecho típico de nuestras "sociedades libres", que funcionan a base de libertad de empresa, libertad de prensa, libertad de comercio. Dos grandes escritores de nuestro días, George Orwell en su novela futurista "1984" y Aldous Huxley en "Un Mundo Feliz", anotan este fenómeno, en forma que parecía, deliberadamente caricaturesca hace veinte o treinta años, pero que ha adquirido esa realidad con las montañas de papel impreso, la técnica moderna de propaganda, la gradual desaparición del sentido crítico en las masas y aún en los individuos más diferenciados. Todos nos quejamos, como decía antes, de falta de tiempo. Pero veamos qué hacemos cuando la organización de nuestra vida deja ciertos intervalos El Periodismo en Antioquia 419 forzosos, como en los viajes y en la sala de espera del dentista: para llenar ese vacío de tiempo que nos ofrecen, ni nosotros exigimos jamás, un libro; nos contentamos con un periódico, con una revista vieja pero con láminas... Parecerá por lo menos sorprendente semejante planteamiento por parte de un periodista profesional. En realidad trato también de defender mi oficio. No hay tortura mayor para un escritor público que verse obligado todos los días a bajar al nivel, siempre descendente, de un lector que no lee libros, que no comprenderá sus alusiones literarias, que estará de acuerdo por simple pereza mental o en desacuerdo por simple prejuicio político. Un periodista que se respeta busca un diálogo con sus lectores, no el conformismo apático ni el rechazo indiscriminado. Pero la actitud crítica es incomparable con la cultura de masas, con la afición exclusiva a las láminas de colores que en nada se diferencian de las vallas gigantescas que en las carreteras nos invitan a tomar el resfresco de moda o a consumir la mejor llanta del mundo. El periódico es indispensable en una sociedad democrática, o simplemente civilizada, que exige información y guía. Pero no es incomparable con el libro ni puede pretender sustituirlo. El equilibrio entre ambas funciones podría hallarse en Inglaterra, en donde el índice de lectura de libros es el más alto del mundo y también en donde el consumo de periódicos llega a su práctica saturación. Esa tendencia a atraer la atención, pero sin ocuparla, parece ser una necesidad característica de la vida mental contemporánea. En el periodismo llamado "avanzado", en los Estados Unidos sobre todo, ya empieza a mostrarse la supremacía del fotógrafo sobre el columnista, del mismo modo como se vende más cerveza con la foto de una rubia en vestido de baño que con una erudita disertación sobre las virtudes del lúpulo y la cebada. Los propios sistemas educativos, expresión que tienen que ser, naturalmente, de nuestro tipo de sociedad, llevan el 420 El Periodismo en Antioquia germen de esta desatención, o mejor, de este desplazamiento de la atención intelectual. Los métodos "modernos" tratan de hacerle fácil al niño la aritmética, atractiva la geografía, racional la gramática. O sea, en otras palabras, que se pretende darle cultura al niño sin necesidad de que él preste atención. Todo lo contrario de la gran tradición humanista griega, que en cierta forma fue conservada durante la Edad Media. A nadie se le ocurriría entonces, ni a Sócrates ni a Alcuino, que se pudiera aprender algo sin trabajo, sin mucho trabajo. Pero se trata, como he insinuado, no tanto de una pérdida total de la atención mental, sino de un desplazamiento hacia territorios de otra índole, que no solemos identificar con la cultura. Es natural que en una sociedad industrializada, que tiende fuertemente hacia la técnica, se cambie el cauce de la cultura común humanística hacia el perfeccionamiento de la ciencia aplicada. Y dentro de la adaptación al medio, claro está que produce más rendimiento económico concertar la atención en un motor Diesel que en el Quijote. Este desplazamiento es notorio también en nuestras nuevas estructuras sociales, en las cuales el tecnicismo está ocupando el lugar que antes se reservaba a la cultura. Todavía en la sociedad victoriana el intelectual ocupaba, por derecho propio, un sitio elevado en la jerarquía social, al paso que el técnico y el productor se quedaban siempre en las filas de una burguesía considerada más o menos como filistea. Hoy es obvia la ventaja que en los altos clubes sociales, por ejemplo, les llevan los industriales a los novelistas. Por otra parte, la doctrina pragmática, utilitaria, ha permeado aún lo poco que queda de ejercicio de la lectura como ocupación distinta de lo que nos exige el ganarnos la vida. Aparte el periódico, la revista ilustrada, las "Selecciones" de libros resumidos -repugnante atentado que nunca antes se había registrado en la historia de la barbarie-, el mercado común para los lectores de la sociedad industrial se compone de un fárrago impresionante de pretextos para no pensar o de El Periodismo en Antioquia 421 manuales de toda clase que les den alguna ilusión engañosa, todo ello a base de celeridad y utilidad. De ahí ha surgido ese tipo de lecturas como "El arte de ganar dinero, en diez lecciones", escrito sin duda por alguien que se moriría de hambre si no vendiera el folleto. A este propósito, contaba Pedro Salinas lo que le pasó una vez en una de esas estupendas bibliotecas que tienen los gringos para justificar sus automóviles, y que suelen tener de todo, aunque no sea para leer. El maestro quería consultar un libro medieval, un "Ars Moriendi". La bibliotecaria, jovencita, de ojos azules estúpidos, ni siquiera entendió que se trataba de un libro: "I beg your pardon? Don Pedro le tradujo al inglés el título del viejo libro que quería. The Art of Dying… El Arte de Morir… hay que imaginar la cara de la pobre muchacha, su mirada pávida y recelosa. En aquellos días precisamente se había registrado en Nueva York una oleada de suicidios, como los que se presentan periódicamente en todas las sociedades felices. La bibliotecaria sin duda creyó que se trataba de un innovador en el arte del suicidio, pero sin suficientes ideas originales, como la de comprar media libra de totes, para llevarlo a cabo. Hay también un "arte de leer" escrito para quienes no quieren leer, así como se inventó el cigarrillo con filtro para quienes fuman pero detestan el cigarrillo. Cuenta el maestro Salinas: "Acepción de la palabra Ars es un libro que ofrece un conjunto de reglas o preceptos, para aprender a hacer bien alguna cosa. Al final de la Edad Media, las congojas que sentían los seres humanos ante la idea de la muerte, originó gran número de Artes de morir. En un Ars moriendi se hallaban los avisos para morirse como es debido, esto es, -o esto era-, con las cuentas del alma bien ajustadas, de modo que la pesadumbre de los pecados terrenales no cerrara las puertas de la salvación. En nuestros días se multiplican los Artes de leer. Ese de la velocidad, recién tratado, no es más que uno de tantos. Hay un Ars legendi para casi todo género de lecturas. 422 El Periodismo en Antioquia Un "Arte de leer novelas"; un "Arte de leer poesías"; otro, más modesto (o más ambicioso, quién sabe) "Arte de leer el periódico diario". Mortimer Adler, profesor de la Universidad de Chicago, y personalidad de mucha cuenta en el mundo intelectual americano, escribió hace algunos años su "arte de leer un libro". Y a poco I.A. Richards, el justamente profesor y crítico de Harvard, saco su "Arte de leer una página". Tentador sería seguir angostando el tema con la imaginación y después de pasar por un "Arte de leer un renglón" dar por fin con el "Arte de leer una palabra". Por qué cuánto, y cuán regalada y provechosamente podría discurrir cualquiera de los mentados críticos, u otro de equivalente altura, por ejemplo sobre la voz amor, y sus variantes sin pausa, ya levísimas, ya abismáticas, según las escribiera un Ovidio, un Dante, un Bocaccio, un San Juan de la Cruz, un Racine, un Byron, un Kierkegaard, un Bertrand Russell? Tanto se van abrumando ciertas palabras de carga significante y de sutileza de efecto, que yo agradecería una pequeña biblioteca de trataditos sobre las palabras más importantes de nuestro humano lenguaje. La copiosidad de Artes de leer, el rango intelectual de los autores de ciertos de esos tratados, -tratados que van de la charlatanería, en los peores casos, a la dignidad y decoro intelectual en los mejores-, da seña de lo vivamente presente, de lo acucioso que es el gran problema del hombre, frente a los libros. Pero el camino de estas Artes sigue confiado a la técnica del leer, adiestra en ciertas habilidades superficiales, y acaso dañinas, como la aceleración, o deseables y ventajosas, como algunas de las propuestas por los profesores Adler y Richards. Padece la obra del doctor Adler de un origen mecanicista, que se delata, por ejemplo, en la seguridad y confianza con que se brindan y detallan la reglas, en su presentación en cuadros sinópticos, en un tratamiento de la lectura peligrosamente analítico y disectivo. Por ejemplo, el doctor Adler habla de tres distintas maneras de leer un libro: El Periodismo en Antioquia 423 la estructural, la interpretativa y la crítica, cada una con sus correspondientes listas de reglas. Estos tres tipos de lectura debe hacerlos el aprendiz sucesivamente, situándose primero en la actitud del análisis estructural, luego en la interpretativa o sintética, y por último en la crítica evaluativa. Por sabio que pueda ser el consejo ¿las facultades encargadas de la lectura se resignarán a entrar en juego, a la orden, interviniendo cada una en el momento, preceptuado y retirándose a una discreta vacación, cuando así lo prescriban las reglas? ¿Sería posible a un lector filtrar sus facultades y repartirse de tal suerte en tres lecturas, que en la primera deje pasar a su ánimo sólo lo estructural de la obra, mientras tiene cerrado su juicio para la interpretación y la crítica, que estarán detrás haciendo cola, en espera de que les llegue a su vez en las lecturas segunda y tercera? Si en el leer se pone la capacidad espiritual entera del lector usándola a toda presión, lo natural es que la lectura avance llevada a la vez por la triple fuerza de la percepción de lo estructural, de la interpretación y de la crítica, simultáneamente, como corresponde a la unidad de la vida mental. No sé qué sucedería al auriga de un carro, con tiro de tres caballos, si se propusiera que ahora anduviese sólo el de la diestra, reservando las energías de los otros dos para ulteriores avances". La crítica que hace Salinas a Adler refleja el abismo que ha separado siempre el humanista del técnico, al poeta del organizador, al que crea obras de arte literario de quien simplemente las clasifica, para situar el conflicto entre intelectuales. En realidad toda la cuestión se reduce a que ya no se entiende el arte de leer, por la simple razón de que ya no se lee. Las dos grandes formas de cultura de masas, la radio y el cine, no exigen la lectura, salvo para los títulos de las películas traducidas. Y no es ninguna coincidencia que ambos, radio y cine, hayan producido su hijo natural, lo que presciende de toda exigencia intelectual, la televisión. 424 El Periodismo en Antioquia Y por el lado de la imprenta, aquella maravilla que puso el sistema de la producción en serie al servicio de los libros, ¿ha sido realmente una bendición para la cultura? Antes del siglo XV, en la Edad Media, en los siglos clásicos, en el discurso de las viejas culturas, un libro era al mismo tiempo una obra de arte, un prodigio de trabajo manual y una preciosa posesión material, por el trabajo que implicaba y el dinero invertido. Los copistas medievales no dejan nunca de expresar esa sensación de plenitud que produce terminar un arduo trabajo, al finalizar la ardua labor. Y maldicen a quien pretenda robarles su trabajo o destruir su tarea. Hombres como San Jerónimo hicieron, literalmente, su propia biblioteca, copiando a mano antiguos papiros y antiquísimos pergaminos en que se guardaba por siglos la vieja sabiduría. Es claro que cuando un libro exige semejante acopio de energías y talento, no se desperdicia en novelas rosa ni en memorias de ministros. La escasez crea calidad, como sucede con frecuencia, así como la abundancia rebaja los valores. Lo que hizo posible la floración de la mala literatura, del folleto seudocientífico, del novelón sentimental, ha sido la idea del bendito Gutenbeg, que ya se les había ocurrido antes a los chinos, quienes tuvieron la sensatez de no ponerla en circulación sino en la medida en que facilitaba su trabajo sin vulgarizarlo. En defensa del libro y de la lectura deben resucitarse y mantenerse las gentiles tradiciones de la era preatómica, particularmente la que me permito recomendarles de la manera más encarecida: leer en la cama. La almohada no es solamente la mejor consejera sino también la mejor amiga del libro. Las horas nocturnas, con su silencio cómplice, crean esa soledad que constituye el medio vital del lector, el aire mismo del libro que no abre sus pétalos blancos sino ante la luz de los soles artificiales. Montaigne decía, es verdad, que jamás subía a su torre biblioteca en horas de la noche, y Erasmo sostuvo siempre que la vida intelectual es más activa y despejada en El Periodismo en Antioquia 425 la mañana. Pero ambos maestros pertenecían al "tipo alondra", anterior a la luz neón y a la técnica moderna que ha convertido la noche en día. En día deliberado, además, cuya luz no ciega ni se riega impiadosamente, por todos los ámbitos, sino que se somete obedientemente al mandado de un botón, mucho más prodigiosa que la lámpara de Aladino. El lector moderno pertenece al tipo "búho" el ave de Minerva que deja las horas del día para aquellos que trabajan porque no tienen nada más que hacer... Los lectores de almohada se dividen en varias escuelas, no todas ellas igualmente recomendables. Hay quienes leen en la cama para poder dormir. Son los monederos falsos de la lectura, los traficantes de estupefacientes intelectuales, los que falsifican el sentido de la vida interior o simplemente carecen de ella. Se exceptúan, naturalmente, ciertos casos extremos, por ejemplo el insomnio irredimible rebelde a todo tratamiento y que sólo se doblega ante las obras completas de Echegaray. Al extremo opuesto está el lector de almohada que en realidad tiene miedo de dormir y mantiene el libro como una defensa contra el sueño. Se cuenta el caso del estudiante chino Lia Hsun que mantenía su bujía encendida de tal modo que le quemara el cabello en el momento en que inclinara la cabeza soñolienta. En estos casos, en vez de un libro se debería recurrir más bien a una espuela. Lo alarmante es que los mismos escritores han cometido algunos de estos crímenes de lesa lectura. De sí mismo cuenta Coleridge que cuando le fallaba el láudano para dormir, recurría invariablemente al remedio más fuerte de su tiempo: las odas en verso libre de su colega el poeta Southey. Esos momentos irremplazables que dividen la vigilia total del sueño profundo no pueden emplearse en cualquier género de lectura. Hay que evitar el libro que nos hace seguir trabajando, el que se refiere de manera tan directa a la actividad cotidiana que en realidad se convierte en un apéndice del día. Tal lectura es fatigante y por lo tanto desaconsejable en la 426 El Periodismo en Antioquia hora maravillosa de la tiniebla iluminada, que no se inventó para cobrar horas extras. Algunos prefieren lecturas terroríficas, por razones que escapan a las mentes normales y que no trataremos de analizar. Otros, con mejores razones, las novelas detectivescas, que absorben la atención pero no la ocupan en problemas vitales. Es género de lectura que no puede recomendarse a todo el mundo. Solamente espíritus muy especulativos, capaces de enfrentarse a un crimen por lo que tiene solamente de misterio matemático o psicológico, prescindiendo totalmente del aspecto humano, pueden entregarse a este género de escapismo. Si para algo sirve la experiencia personal y no es indiscreto citarla, yo prefiero a todo el género que ilustra y al mismo tiempo plantea problemas intemporales o tan remotos de la vida cotidiana que equivalen a la novela, sin su frivolidad. El ejemplo perfecto es la astronomía, sin matemáticas, claro está, que se acopla admirablemente con la noche, y además provee al espíritu de un alimento ligero, con poesía e infinitud prodigiosamente propicio para abrirla misteriosa puerta del sueño. Para Omar Khayám, el libro no se asocia con el sueño sino con "un pedazo de pan, la jarra de vino, y tú, cantando en la soledad". No importa el sitio que le asignemos en nuestra vida, el libro es al mismo tiempo el gran regalo y el gran olvidado de nuestro tiempo. A las minorías intelectuales toca, ahora como en todos los tiempos, dar al César lo que es del César y al libro lo que es del libro. La Patria y los Días Antología de Crónicas Instituto Colombiano de Cultura. Bogotá, 1971 El Periodismo en Antioquia 427 ROGELIO ECHAVARRÍA Alberto Angel Montoya: una entrevista a ciegas La Editorial Minerva de Bogotá acaba de publicar la obra completa en verso de Alberto Ángel Montoya, un volumen de más de 400 páginas, en el cual, bajo el título de Lección de Poesía, está la reproducción de sus cuatro libros anteriores (El alba inútil, En blanco mayor, Las vigilias del vino y Límite) de 1922 a 1947. El poeta ha querido llamar su libro Lección de Poesía porque es una "antología para mi hijo", Antonio María, a quien le dedica la obra de la siguiente manera: "He reunido en uno solo cuatro libros que alguna vez escribí, para que los puedas leer más cómodamente, si es que acaso los vas a leer. Pero no olvides lo que decía Mirabeau: "El don de poder escribir y hablar bien es indudablemente el don más grande de la naturaleza: a condición de que no se le use". El autor anuncia en una de las páginas finales de la obra que acaba de aparcer, que publicará próximamente en la Editorial Minerva los siguientes volúmenes: Hay un ciprés al fondo (últimos poemas): Ángulo (prosa, segunda edición); Minutos de espera (Escenas de conversación); Juicios y notas (prosa) y El hombre que reía solo (comedia dramática). De Alberto Ángel Montoya no son muchos los conceptos novedosos que puedan emitirse, puesto que su obra, una de las más conocidas y de más fácil acogida en los círculos intelectuales de Colombia, ha sido ya analizada larga y autorizadamente y se tiene ya como uno de los más interesantes casos de nuestra historia artística. "Un poeta que ha hecho de su vida una aventura digna de ser cantada" es 428 El Periodismo en Antioquia Ángel Montoya, según Eduardo Carranza, pero de esa vida, hoy nublada, no se conoce más que su pasado glorioso, de cortesana ascendencia, ya que desde cuando el poeta perdió la vista se aisló, entre humilde y soberbio, para no dejar acercar a su Intimidad más que a unas cuantas personas, las estrictamente necesarias para satisfacer sus necesidades espirituales. No hablaremos, pues, de la obra poética de Ángel Montoya en esta oportunidad. Pero debido a esa "cortina de hierro" que él mismo ha querido cerrar sobre su domicilio terreno, tampoco podríamos ofrecer a nuestros lectores, curiosos por conocer el presente de este hombre de leyenda, más que algunos datos que, si breves, pueden dar una idea de esta vida realmente novelesca, que palpita en medio de elegantes paredes en un barrio de Bogotá, "lejos del mundanal ruido" pero con diabólico interés por lo que su vida y su obra signifiquen para la sociedad de la cual él ha hecho parte orgullosamente. Amor ciego Alberto Ángel Montoya nació en Bogotá en el año de 1905, en una familia acaudalada y de rancias tradiciones, algunos de cuyos miembros sobreviven. Al refinamiento propio de su clase debió su primer contacto con la belleza, y sus primeras influencias, iluminadas por Versalles, lo llevaron a iniciar una obra poética de relumbrantes aspectos modernistas cuando Rubén Darío daba la pauta, y cada vez más personal, en busca de la expresión que necesitaba su concepto burgués de la vida. Se dice que su primer triunfo (y tal vez primera publicación de su obra, cuya fama explicablemente se extendió bien pronto) fue en sus tiempos de estudiante de¡ aristocrático Gimnasio Moderno, cuando se le premió "una composición". Y desde entonces, Ángel Montoya ha sido, no ha querido ser sino poeta, y sólo a la El Periodismo en Antioquia 429 vida elegante, a las aventuras galantes, a los menesteres delicados y a los vicios refinados dedicó la mayor parte de sus años, sin que gastara más que su propia fortuna heredada, que aún no toca a su fin y que, por consiguiente, será también heredada por su hijo. Contrajo matrimonio estando ya ciego (su ceguera es atribuida por él a abusos juveniles) con doña María Junguito de Ángel, a quien conoció por teléfono y de cuya voz se prendó hasta proponerle matrimonio. A su hijo dedica todos los desvelos, y buena parte de cada día la pasa el niño en las rodillas de su padre. Este no escatima gasto alguno por aquél, a quien tiene montado un gimnasio en su propia casa, y lo regala con cuanto puede, hasta el punto que hace pocos días le compró por cuatrocientos pesos un hermoso caballo ("no lo he visto pero lo he tocado para cepillarlo"), y lo mantiene en la casa, para que su pequeño llegue a ser, como él lo fue, un buen jinete... Pasión equina Ángel Montoya ha sentido toda su vida un amor extraordinario por los caballos, y por sus versos cruzan, majestuosamente, como seres divinizados. La anécdota mejor sobre su amor por ellos es la siguiente: Viendo que perdía cada día más los ojos y que no podría montar más un hermosísimo ejemplar que tenía desde tiempo atrás, resolvió pintar (pues Ángel Montoya cultivó, aunque en escala privada, la pintura) la cabeza de su animal. Una vez que hubo terminado el retrato, le dio un balazo en un oído, y con su piel carmelita mandó a forrar la silla en que permanece sentado ahora la mayor parte de las horas de¡ día. Y el retrato del caballo lo colgó (allí aparece) en la pared, precisamente sobre su cabeza y sobre el sillón forrado en la piel... Después de la pérdida total de la vista, el autor de Éramos tres los caballeros se ha sentido postrado. Si antes tenía ese "amargo sabor de soledad, ese orgulloso ademán de tedio, de 430 El Periodismo en Antioquia cansancio y de desdén" que reflejan sus versos, después vino a acentuársele de una manera trágica, hasta el punto de separarlo del mundo. Sólo algunos amigos (muy pocos, entre ellos Edmundo Rico, Felipe Lleras, Alvarez D'Orsonville, Rafael Vásquez) lo visitan continuamente y le llevan "una tarjeta del mundo". Sólo el hilo del teléfono lo conecta directamente con lo externo. Dos criadas le sir ven permanentemente y le conocen sus caprichos, y en ellas confía mucho de cuanto él no puede hacer. Torre de verdad Hace algún tiempo el poeta compró una hermosa mansión en la que reside y la cual será, según lo ha expresado, herencia para su hijo. La conoció a tientas, pero se encantó con ella, y desde cuando entró no ha vuelto a salir más. Uno de sus temores más grandes es el de que sea conocida su actual situación y comentada en términos compasivos. Y busca en el alcohol (no ya en las drogas) un permanente estado de evasión, a veces trastornado, como estos días, por el médico, que le prohibió la bebida mientras se curaba de una herida que se hizo al rodar por una de las escaleras de su casa. "La fuente está en ti mismo" Ángel Montoya no guarda hoy (después de haber poseído una de las más valiosas bibliotecas de Bogotá) ni un solo libro fuera de sus propias obras, las que, por otra parte, se sabe perfectamente de memoria, hasta el punto de que cuando las va a publicar las corrige, de oídas, y no olvida ni una coma. Sus amigos a veces le llevan algún libro o algún trozo selecto, pero generalmente interrumpe la lectura para decides: "Aprovechemos tu visita, ala: charlemos, mejor..." No gusta de los periódicos y tan sólo de ellos deja que le lean cuanto se refiera a él. Admira con extraordinario entusiasmo a León de Greiff y a Rafael Maya, y gusta de algunos poemas El Periodismo en Antioquia 431 de Jorge Rojas y de otros poetas jóvenes (hasta el piedracielismo), pero es un acerbo crítico, y su conversación está matizada siempre por una chispeante ironía. Las vigilias del pan Pero no se crea, pues, que el autor de Las vigilias del vino es tan sólo un diabólico personaje, embebido en sí mismo. Ha sido caritativo por excelencia, y cuantos se han acercado a él han recibido su apoyo. Muchos de los morfinómanos que fueron sus compañeros y hoy mendigan, y muchas otras personas que lo conocen, tocan a su puerta y reciben generosos donativos. Siendo rico y no necesitando nada de la vida, escribió su poema "La Pobreza", el cual le mereció el reproche de su madre, porque a ella le pareció injusto que cantara a la pobreza cuando nada le hacía falta. Ni una fotografía más Ninguna clase de correspondencia tiene el poeta. Y la mayor parte de sus horas las dedica a escuchar radio. Sus voces predilectas son las de Bernardo Romero Lozano y Víctor Mallarino. A pesar de que sus poemas parecen ser, en muchas ocasiones, postales de Europa, nunca ha salido de Colombia, y nadie ha hecho tertulia con él desde hace mucho tiempo como no sea en su casa. No ha permitido que se le tome, desde su reclusión, ninguna fotografía. "No quiero que me vean con estos ojos así" declara a sus amigos, y añade: "Adernás, estoy desnudo". El permanece en bata todo el día, pero siempre se cuida de que su elegancia no se menoscabe. Cuando le llevan la comida, palpa con interés si está bien servida y dispuesta, y si el charol en que se la han llevado tiene el timbre toledano característico. Ángel Montoya (como hemos tenido oportunidad de verlo en esta nota) es un elegante excéntrico. Hay muchas personas 432 El Periodismo en Antioquia que temen por su integridad mental, pero él, a pesar de todo, y fuera del daño de la vista (desprendimiento de las retinas), es un hombre sano. Su mente se mantiene siempre lúcida y audaz, y sus palabras tienen siempre viveza e ironía. Hace pocos días le escribieron algunos reclusos de Sibaté pidiéndole el envío de su libro, cuando supieron su aparición (algunos de los asilados fueron compañeros de Ángel Montoya). El resolvió inmediatamente enviárselos con una gentil dedicatoria. Luego tomó otro volumen, y ordenó se lo remitieran al Padre Gervasio, director del manicomio de Sibaté. Pero inmediatamente rectificó la orden y comentó: "¿Para qué se lo enviamos? Yo mismo Podré llevárselo personalmente muy pronto..." Magazín Dorninical de El Espectador, página de Cultura. Diciembre 30 de 1951. El Periodismo en Antioquia 433 ÓSCAR HERNÁNDEZ MONSALVE Maturín Te vas, Calle de Maturín. Allá conocí los toneles de vino que fermentaba mi abuelo y las bravas zapaterías de aquellos artesanos que todavía no se han dejado derrotar totalmente. Se acaba la tienda de don Carlos, el taller de Ramón, la panadería aquella de los amigos. -¿No van a dejar ni un recuerdo? El latonero se rasca la barba cobriza y se duele de que Maturín, en su sector realmente histórico, se vaya del mundo. Antes era vivienda de gentes buenas y laboriosas. Por esos lados y en el cruce o cercanía de Guanteros, el trabajo era la ley del día y de la noche. De los zaguanes salían docenas de zapatos. Carteras, maletas, objetos menores que daban el yantar a ese grupo humano que los sábados se refrescaba con las desmedidas duchas de aguardiente. Gente de tarea seria continuada, rota apenas su cadena de sudor y herramienta por la sirena sabatina cargada de tangos, valses, pasillo, música "de antes", que siempre ha existido la música de antes. -¿De veras, no van a dejar ni un "cachito" de Maturín para verlo cada año apuntando en su pobreza hasta el cerro de El Salvador? ¡Qué van a dejar! Allí se levantarán edificios "funcionales". Gabinetes, garajes, almacenes inmensos. ¡Sin que a nadie le importe una higa la tienda de don Carlos! ¡O el taller del pobre Sebastián! Tu entierro, Calle de Maturín, que lo hagan en nuestro recuerdo. En cada uno de nosotros que pongan un trozo de tu calle. Que nuestro corazón sirva de cementerio. Papel Sobrante Imprenta Departamental de Antioquia. Medellín, mayo de 1976. Pág. 138 434 El Periodismo en Antioquia ANTONIO MESA JARAMILLO Pedro Nel Gómez: genio críptico Todos los países enaltecen a sus genios y nosotros hacemos como si no los tuviéramos. En el genio realizado se manifiesta personificadamente la potencialidad creadora de un pueblo. "La Madona de los Andes", es el símbolo biológico de Antioquia, a permitido el doble milagro de poblar la patria con seres inteligentes y de extremarla inteligencia creadora llevándola hasta la genialidad en algunos hombres. Tenemos dos ejemplos luminosos en Fernando González y Pedro Nel Gómez, ambos artistas y pensadores. Son dos "Genios Crípticos", escondidos y fecundantes de los gérmenes espirituales antioqueños, como un vientre materno. El genio se liga inseparablemente con la creación que resulta de la fecundación: el gen lleva consigo los caracteres hereditarios. El fresco de la temática de la Central Hidroeléctrica del río Nare que el Maestro Pedro Nel Gómez pintó en el Centro Industrial del Sena en "El Pedregal", ha despertado en mí la conciencia de los significados artísticos de los "Críptico": el descubrimiento o la revelación, el fermento o la liberación de las energías biológicas; el misterio de la profecía; la concentración vital del recogimiento en la reflexión pensante que contempla el universo magnitudinalmente; el salto en el abismo del riesgo donde se realiza la plenitud del ser, la expansión existencial fuera de los límites de la simple vida. Lo "Críptico" en el arte tiene una evocación altamente religiosa. El fresco de Pedregal cubre 120 mts. cuadrados de pared. Está en una cripta. Los colores son tan luminosos que parecen El Periodismo en Antioquia 435 a veces manchas fosforescentes, particularmente las azules, que cortan dramáticamente el claroscuro del clima luminoso del salón. Los personajes activos tienen las proporciones del hombre, pero, las figuras que representan símbolos alegóricos son monumentales: el "Genio de las Aguas" y la "Madona de los Andes". Este método es utilizado frecuentemente por el maestro Pedro Nel y hace que las representaciones sean extremadamente movidas: ágiles y danzarinas. Hay un hombre flaco y desnudo a caballo, con los brazos sobre la cabeza, el cual tiene una "escala" intermedia entre lo monumental y lo humano: participa de las proporciones del hombre y del mito. Es un "don Quijote" criollo cabalgando un corcel famélico. El hombre parece listo para volar y el animal busca dónde acostarse a morir. Es, sin, duda, el antioqueño presto ya para lanzarse ala aventura de la prosperidad creativa a la cual lo invita la energía eléctrica, con ánimo de abandonar los métodos primitivos de trabajo y las costumbres inadaptadas alas condiciones de la vida moderna. Los frescos de Pedro Nel son dinámicos: movimiento, vida, acción. Es el pintor de la actividad: del trabajo. La pone de presente para inspirar la acción directa del hombre y la indirecta, la que logra con ayuda de las máquinas: "Hasta donde llegue tu mente llegará tu acción, ¡oh hombre!..." dijo alguien. Pedro Nel ha sabido evidenciar pictóricamente la energía mental que se ejerce trabajando con intensidad y prolongadamente, conoce muy bien la energía vital que expande la personalidad cuando se trabaja. Por eso la puede pintar luminosa y cromáticamente; exhala del cuadro como un aura. Pedro Nel sabe que el "genio es el resultado de un minuto de inspiración ayudada por cien años de trabajo", como alguien aseguró. Pedro Nel es maestro en el manejo de "escalas" diferentes dentro de la misma composición: la humana y la olímpica. Sus dioses siguen siendo humanos a pesar de lo fabuloso de 436 El Periodismo en Antioquia sus proporciones. Sus hombres tiene algo de arrobados por la concentración en la tarea, en la labor que diviniza. En la cripta de El Pedregal tuvo que sortear un problema espacial para poder encuadrar sus figuras alegóricas. El techo del salón es bajo. Se las arregló con pericia para que este efecto físico no comprimiera sus figuras monumentales. Pedro Nel tiene creatividad y técnica, pero también inventiva. Desvió por un momento la atención de la arquitectura interior, haciendo olvidar el techo, y creó una ilusión pictórica con ayuda de la perspectiva. El maestro es gran conocedor de esta ciencia. Por otro lado, dio a las colosales figuras, movimientos horizontales y oblicuos para alejarlos del cielorraso. En cambio, arremete en otro lugar con franqueza y decisión contra el reto del techo tan bajo, porque como arquitecto que es Pedro Nel no puede violar totalmente el sentido de la obra arquitectónica que recibe su obra artística y acentúa lo bajo del techo elevando hasta casi tocarlo la figura del "quijote" desnudo. Este "antioqueño" simbólico no piensa ya en obstáculos porque se decidió a saltar hacia la técnica, no ve las limitaciones. Los brazos de este hombre son particularmente expresivos de la fuerza interior en el momento de brotar hacia la realización de nuevas decisiones. Es un momento "críptico" como aquel en que germina la semilla. Me inclino a creer que esta figura determina el punto central de todo el significado de estos frescos; es la primera que uno ve cuando entra a la sala; representa todo el significado cultural, ideológico y simbólico. El antioqueño en el momento decisivo de su historia; ¡el momento de decidir su futuro! En la cúpula del Auditorio de la Escuela de Minas, Pedro Nel rompió el cielo con sus pinceles para mostrarnos lo que se escondía en él: el conocimiento. En el mural de El Pedregal permaneció en la tierra, pero profetizo el futuro de Antioquia, describiendo lo que los antioqueños podían hacer con la energía eléctrica que resultaría del "lago geológico". El Periodismo en Antioquia 437 Pedro Nel es un ecléctico, como tiene que serlo el hombre latinoamericano de hoy. El eclecticismo rechaza sistemáticamente el fanatismo y acepta la búsqueda dentro de todo para escoger lo mejor. El ecléctico no se satisface con lo limitado porque necesita de los grandes espacios donde pueda hacer las búsquedas que su insatisfacción reclama. El ecléctico ansía la perfección en el eterno proceso de crearse. El eclecticismo lleva a las totalidades, a las generalidades y a lo universal. Los mitos tan favorecidos por Pedro Nel son saltos hacia el abismo de lo universal, de lo general, de lo que es pertenencia de todos, siendo de cada uno sin serlo del todo. Pero, para ser ecléctico se necesita tener personalidad, juicio y valentía. Saber en el fondo de sí qué es lo que quiere. La pintura mural de Pedro Nel tiene características tan personales que vale por sí, pero es el fruto de una cultura, de una tradición y de fuertes atavismos americanizados; es el fruto de una constante preocupación, de un entusiasmo abrasador y de un alto valor que frisa en el heroísmo. Pedro Nel es un ecléctico, pone en pie en el mito y otro en la realidad terrenal; toca con sus sentimientos el espíritu y con sus manos la materia que transforma con su cincel o con su pincel; ve lo grandioso y se inspira en él, ve o normal y trabaja con ello. Domina el dibujo de lo observado en la naturaleza y se abstrae a la forma plástica por los trazos de las pinceladas tan vigorosas y varoniles. Pedro Nel junta la razón de la ciencia y la fe en el Absoluto revelado al hombre por el Arte. Se puede aplicar al maestro Pedro Nel este juicio de Wilhelm Siegler: "Como los dioses olímpicos, el hombre aparece como un ser total y unido, más allá de los conflictos y necesidades diarios". (Schiller-Filósofo. Universidad de Antioquia No. 155, Dic., 1963). Marzo 29 de 1964. Escritos Periodísticos. Editorial Lealón; Medellín, octubre de 1998. 438 El Periodismo en Antioquia ALFONSO UPEGUI OROZCO (DON UPO) Por ser tan lindo el amor, se hizo matar de su cuñado A las seis de la mañana del domingo 3 de febrero de 1963 según nos cuenta A.A.L. (Ángel Aguirre López). Julio Martín Restrepo, quien estaba encargado de la Inspección Departamental de Policía de Samaná en el municipio de Nariño, llegó a la residencia campesina de Juan Esteban Toro, situada en el paraje "Guadualito", acompañado de su secretario Gabriel Montoya y de los testigos actuarios Miguel Romero y Leonidas Pérez, y procedió, en nombre de la República y por autoridad de las leyes a levantar el cadáver de una mujer de unos 35 años quien llevó en vida el nombre de Clara Rosa León León, amargándole la vida al bueno de Pedro Luis Toro Gutiérrez. Presentaba el cadáver 18 feroces machetazos en diversas partes de su aún robusto y bien repartido organismo humano, y por esas brechas se le había escapado íntegramente el líquido vital sanguíneo. Los destrozos craneanos, causados a filo de peinilla, y la casi decapitación, fueron las causas esenciales del deceso, según dijeron los expertos legistas en el dictamen de necropsia en el cual le fijaron una supervivencia de 20 años. Contra el querer de todos sus parientes, amigos y relacionados, ese labriego Pedro Luis Toro Gutiérrez llevó a la campesina Clara Rosa León hasta el altar, porque consideró que ella, y solamente ella, era capaz de hacerlo feliz por el resto de su vida, sin parar mientes en antecedentes de ningún orden, que eran los puntales de oposición de toda su parentela. Y como sí todo lo que le dijeron antes de casarse hubiera sido un El Periodismo en Antioquia 439 pronóstico seguro, cuando la veleidosa y furtiva Clara Rosa fue madre del primer hijo alzó el vuelo, dejó el rancho y el niño solos, y se fue con otro... Esa y tres ocasiones más volvió a abandonar el hogar, cada vez con un nuevo amor y otras tantas había ido Pedro Luis a buscarla para regresarla al hogar. La última vez que la trajo a la casa, se arrimaron el alero de su hermano Juan Esteban Toro, hechas por ella mil promesas de sujeción y bondad. Juan Esteban le regaló a su hermano una parcela, en donde en convite con los vecinos levantaron un ranchito. Y la noche del sábado 2 de febrero de 1963, en una fiesta que se celebraba en la casa de Esteban, la Clara Rosa bailó apasionadamente con su nuevo amor, José de Jesús Martín Márquez, y cuando después del reclamo del burlado marido el joven galán se trabó con Pedro Luis a filo de peinilla y ambos quedaron muy heridos, Clara Rosa lloraba inconsolable al pie de su José de Jesús, que para eso es bien lindo el amor, y entonces Deogracias Toro, hermano del burlado marido, le dio 18 machetazos. Pero el criminalista Cástor Iván Correa, obtuvo la absolución de Deogracias, por "reacción de corto circuito". Editorial Palabra Viva. Medellín, diciembre de 2002. 440 El Periodismo en Antioquia JAIME SANÍN ECHEVERRI Cristos, bolívares y dioses indígenas en Rodrigo Arenas Betancourt El aprendizaje de la escultura es tan largo como la vida humana. No menosprecio algunas obras juveniles de los grandes maestros. Aun las de mi juventud tienen su valor. Pero dominar la piedra es cosa larga, nuestra materia es dura más que cualquier instrumento musical, casi tanto como la palabra. Apenas a los cincuenta años empecé a sentirme capaz de domeñar el material escultórico. Me siento, pues, en mis primeros años de escultor. Rodrigo Arenas Betancourt es también escritor y se siente escritor. No se ha dedicado con mayor ahinco a la literatura porque su ortografía es anárquica. Cuando está excitado cree que el verbo odiar también necesita una hache. Se ha ejercitado en hacer con el cincel lo que le viene en gana, y resulta incapaz de aceptar todo convencionalismo, empezando por la gramática. Así y todo le ha tocado ganarse la vida como reportero y como escritor. Periódicos y revistas importantes de Colombia y de México publican de buen grados sus colaboraciones. Arenas no burila palabras como lo haría un poeta. Prefiere martillarlas. De la impresión de que a cada una le está midiendo su dureza para sistemáticamente rechazarlas palabras blandas. El eterno Miguel Angel Claro que todos los escultores tenemos a Miguel Angel dentro. No siempre lo estamos idolatrando. En el caso mío El Periodismo en Antioquia 441 gozo peleando con el Maestro le discuto. Lo regaño. Le encuentro deslices y a veces fallas muy graves en su obra. Lo que no me resulta fácil es sacármelo de dentro. Por fortuna logré hace años no tener a Miguel Angel con su corte griega y renacentista dominado solos en mi mundo interior. Recibo desafíos de otras edades y otras tierras. He visitado las zonas arqueológicas de San Agustín y las de muy diversas culturas mejicanas, y he viajado por Ecuador, Perú y Bolivia conversando con millares de escultores anónimos. Esas piedras hablan mucho más fuerte que un maestro en clase. Frases talladas minuciosa y morosamente. Aunque con frecuencia no tengamos ideas sobre el contexto cultural y sobre el orbe de mitos que pobló al cerebro del artífice ¿qué respuesta puede ser más expresiva y concreta que el monumento mismo? En alguna manera de estos indígenas americanos son también nuestros clásicos. Con esas obras perennes, que han vencido milenios, se establece un coloquio mágico, en que la materia misma, el dios en ella plasmado y el artista desconocido presentan una trinidad idéntica. El aprendiz perpetuo Con esta clase de aprendizaje, desde Miguel Angel hasta el indio bizarro a quien las piedras le hablan, Rodrigo Arenas Betancourt se jacta de haber estudiado mucho y en muchas partes, pero no poseer un solo diploma de estudios. No le da menos importancia a sus primeras letras en la escuela, rural de El Uvital en Fredonia que a las clases formales de PHD en arquitectura del Masachusets Institute of Technology, MIT, de Boston. Hay una rebeldía congénita en el cuerpo breve y en el alma grande este campesino de ojillos vivos y cautos, con andar de guanaco decidido, voz entrecortada por la risa de si mismo, que trata de filosofar dentro del materialismo dialéctico pero se enternece ante Jesús con el mismo fervor de su adolescencia en el Seminario de Misiones de Yarumal. 442 El Periodismo en Antioquia Tengo tres o cuatro compañeros obispos. Al que más quería, el de Buenaventura, Valencia Cano, me lo mató un avión. Desde el seminario era un camarada pobre y bueno. El Cardenal Muñoz también era compañero pero mayorcito. Otro es Jesús Emilio Jaramillo, obispo misionero en Mitú, y a Heriberto López acaban de nombrarlo para Buenaventura. Con mejor aplicación al latín, hubiera sido yo obizpo como ellos. Me siento con cualidades óptimas para el epicospado. Otros compañeros de seminario, como Belisario Betancur, se dedicaron a la política. Si ahora volviera con seriedad a las letras, con el talento que tiene, llegaría más alto que su candidatura. Por los años 40 en Medellín, Jorge Montoya Toro, Hernán Marino, Eddy Torres, Belisario Betancur yo formábamos el "grupo de los seis". Arco. ¿Cuál era el sexto? RAB. El otro era notario. Cuando Otto Morales Benítez, Miguel Arbeláez Sarmiento, Octavio Gamboa o cualquier otro de tantos jóvenes estaba comulgando con nuestros ideales transitoriamente era del grupo de los seis. La vacante se producía automáticamente cuando llegaba desde Cali, Bogotá o Barranquilla un amigo ilustre a visitarnos. Creo que los seis pasamos de veinte. Antioquia dura Era duro el trabajo en Antioquia. Mis padres, campesinos y agricultores pobres. Como todas las señoras antioqueñas, mi madre siempre alardeaba de la nobleza indudable de su apellido Betancourt. Mis posteriores estudios por Europa y América me han confirmado que tenía razón. Era una santa que nunca mintió. Mi padre era un peón. En mis días buenos la ilustre familia Arenas de Santander me reconoce como pariente. Sabrá el diablo cómo fue a para algún arriero Arenas El Periodismo en Antioquia 443 a esas breñas. Caballos había en la vereda, pero no aprendía a montar porque nunca tuvimos ni siquiera un burro. Me interesaban los caballos, aunque tan ajenos. No podía montarlos, pero los poseía en otros sentidos a los que no llegaban sus dueños. Hacía míos sus ojos incansables, la marcha valiente, la majestad de sus verijas. Me fascinaba su señorio al aparearse. La intrepidez en el galope, tan sin envidia. Su serenidad en la fatiga y en la derrota. Cuando he podido en el monumento a Bolívar en Pereira, en la estatua de Córdoba en Rionegro o en el Pantano de Vargas, expresar a los caballos algo de lo que los amo, apenas les estoy pagando las horas felices que me han dado desde la infancia sólo por dejarse mirar. La imagen en el espacio En mi casa había algunas vitales y estampas de santos. Mi abuela tenía muchas más. Pero mi emoción es espacial. Los crucifijos me herían hondo. En Fredonia no teníamos la maravilla de los cristos quiteños, pero llegaban en profusión imágenes baratas compradas en La Economía, de Medellín. La otra imagen era el Bolívar en cemento, en la plaza. La gente decía que era copia del de Tennerani. De todas maneras se me insertaron esos dos grandes amores: Cristo-pueblo, Bolivarpueblo. Porque las demás imágenes eran las de mis vecinos. Por eso caminos las contemplaba siempre, y fueron tatuándome el alma. Prometeo llegó más tarde y puede ser una trasculturación. Se trata ya de estudios en el seminario de Yarumal, donde Grecia y Roma eran talvez más cercanas y familiares que Colombia. Cristos de naranjo Nací en 1919 y hasta los quince años pasé en la escuela rural, en la urbana, en el Liceo Efe Gómez, y en el seminario, 444 El Periodismo en Antioquia pero compartí también los trabajos agrícolas de mi padre. Cuando nos vinimos para el pueblo se volvió albañil. Tenía dotes de artesano. Hacía con primor sus tareas elementales de construcción. Creo que a su lado adquirí la destreza manual. Y entonces me entregué a tallar cristos en madera. Nunca distingo entre el artesano y el escultor. Descuidaba todos mis deberes de colegial por tallar cristos y más cristos. Imposible saber cuántos fueron, pero en Fredonia todos los parientes y amigos querían el suyo. Algunos se conservan. Hay diferencia entre ellos y el Cristo-Prometeo de la rectoría de la Universidad de Antioquia o el Crucifijo de la capilla de Fátima en Pereira. Lo cierto es que estas obras no hubieran sido posibles sin mis balbuceos a navaja en palitos de naranjo y de guayabo. Me colocaron como cartero y oficial de estadística, pero no entregaba las cartas ni, según mis registros, nació ni murió nadie en el pueblo, por estar tallando cristos. Al fin consideraron más provechoso darme una beca para estudiar en Medellín. La estatua más amada ARCO. Entre tantas estatuas, de tan diversas épocas, ¿cuáles son tus preferidas? ¿Cuál podíamos decir que es tu obra maestra? RAB. Se establece un inmenso apego entre el escultor y su estatua. Manera de amarse a sí mismo, que es el más arraigado de todos los amores. Y ocurre que si se manifiesta predilección por uno de estos hijos del espíritu, por dentro grita la protesta de los otros. Talvez se ama más la estatua que todavía no se ha esculpido. El muñeco que no lo deja dormir a uno. El que siempre está metamorfoseándose en nuestro interior. Cuya inquietud nos mantiene en ascuas. Se ama tiernamente la obra pequeña, la que nadie admiró sino el escultor, la maqueta que nunca encontró quien pagara su conversión en monumento, la miniatura de la colección del artista cuando nadie ha ofrecido comprarla. El Periodismo en Antioquia 445 El escultor es menos libre que el pintor, el músico o el poeta. La materialización de su obra requiere muchas veces inversiones superiores a su capacidad económica. Sin el patrocinio de los Papas no hubiera sido posible Miguel Angel. Las obras proyectadas me atormentan sin descanso hasta su realización. Hace dieciocho años, por ejemplo, hice un Proyecto de monumento a la industria y la tierra destinado a la esquina de la Avenida Junín con la carrera Palacé, de Medellín. No fue posible realizarlo, pero en él se puso toda la fuerza de la bienvenida a la ciudad en uno de sus más visibles espacios. Cuantas veces paso por ahí y contemplo el adefesio urbanístico que presenta el primer vistazo del centro desde el aeropuerto, deseo tener con qué realizar por mi cuenta ese monumento u otro que sea decoro de la capital antioqueña. Me duele también el monumento al arriero. Lo contraté con el gobernador Arizmendí. Sabemos los antioqueños cuándo le debemos a la arrieria y como fueron de heroicos esos varones rudos, abuelos nuestros, que salvaron la montaña de su aislamiento. El gobernador siguiente me pagó por no hacer el monumento. Los mecenas son necesarios A veces son posibles las obras porque las auspician los gobiernos, como el de Lleras pagó el monumento del Pantano de Vargas, o como el de México costeó el del 5 de mayo, que gané por concurso. Pero es muy grato cuando se trabaja por propia cuenta e iniciativa, como lo estoy haciendo en dibujos y esculturas en Los Amantes, serie que espero exhibir en Colombia y en México, anhelo ingenuo talvez, pero es que solamente en mi primera juventud hice una muestra de mis obras, en Fredonia. De resto solamente he exhibido en exposiciones colectivas. Mis obras predilectas en este momento son, pues, Los Amantes. A ellas estoy dedicando toda mi capacidad, todo mi trabajo, lo que antaño llamaban toda mi inspiración. 446 El Periodismo en Antioquia Bolívar, pueblo desnudo ARCO. Pero ¿quién más estas pequeñas obras que tu Bolívar de Pereira, tu Prometeo en bronce y basalto del patio de las Ciencias de la Ciudad Universitaria de México, el otro Bolivar que usa una compañía de seguros como emblema, los caballos de Rondón que disfrutan la fama de ser el mayor monumento realizado por un americano, el grupo escultórico de Córdoba en Rionegro, las grandes cabezas héroes mexicanos erigidas en tantas plazas, tu Cuauhtemoc, tu Juárez? RAB. Cuando el monumento está levantado en alguna parte ya no se mueve, tiene su vida propia, es del pueblo y no necesita cuidados del artista. Con lo que está en proceso se requiere tanta dedicación como la de la mujer con una vida intrauterina. Es claro que amo la desnudez de Bolívar, aunque las sociedades bolivarianas protesten mientras no son capaces de vestir al pueblo de Bolívar. Por años tuve la necesidad, la ilusión de expresar mi concepción sobre el Padre de la Patria. Leía y releía Mi Simón Bolívar de Fernando González. Sin la solidaridad mística de la sociedad pereirana ese inmenso anhelo no hubiera sido posible. Como he anhelado hace años esculpir un Pedro Claver. Ama a México Amo a México. Aunque algunos me hayan sentido extranjero, nunca me he sentido extranjero. Es la parte alta y ancha de la patria auténtica que empieza allá y termina en la Tierra del Fuego. La mujer mexicana me dio el amor. Allá nacieron mis hijos. Allá también muchas de mis ideas. Nunca ha habido conflicto entre mi amor inconmensurable por México y mi apasionado por Colombia. También allá sufrí. No todo ha sido fácil. Lo fácil no vale la pena. Se trata de una cultura que tiene milenios. Supera a las clásicas en cuanto tiene más misterio. Está hecha de maíz, de tomate, de tabaco, de aguacate, de pulque, de o mismo de que nosotros estamos hechos. De piedra y mito. De fuerza y de sueño. El Periodismo en Antioquia 447 Arenas en Bogotá ARCO. Has mencionado varias obras tuyas en Pereira, donde está también tu Homenaje a los Fundadores, en bronce y concreto; las esculturas de la Ciudad Universitaria de Medellín y obras de aliento como el relieve de la Beneficencia de Antioquia Largo viaje desde el vientre al corazón del fuego. Pero en Bogotá apenas he visto esculturas tuyas en interiores. ¿No tienes interés en dejar algo grande en exteriores en la primera ciudad de Colombia? RAB. Tengo La Oración del Poscrito en el aeropuerto de El Dorado. Fuera del Bolívar colocado en el edificio de Seguros Bolívar, también puede verse en la capital la obra Mercurio del Banco del Comercio y el Prometeo del Banco Industrial Colombiano. Hay perspectivas apasionantes en la capital. Me sueño con el poema de Chocano Los caballos de los conquistadores. ¡Cómo hincharían sus narices al respirar el aire fresco de la Sabana y otear ese panorama de verdor de pastos los caballos de Jiménez de Quesada, de Belalcazar y de Frederman que anunciaron ya la unión entrañable de la Nueva Granada, Venezuela y el Ecuador! La futura ciudad, que aprovechará más adecuadamente sus cerros orientales, necesita obras de aliento en ingenieria y urbanismo, como las que se están emprendiendo, pero también requiere obras de arte. A veces encuentro las mías en climas extraños, como El Cielo y la Tierra en el centro comercial de Atlanta, Georgia. Claro está que considero exaltado algo de mi barro colombiano en otras latitudes, pero en cuanto pueda deseo devolver a mi tierra lo mucho que le debo con greda suya mejorada, que esto es la escultura. El enaltecimiento de nuestros grandes valores humanos en calles y plazas es una lección permanente de patriotismo. Los niños que parecen tener por casa las calles de Bogotá son exactamente iguales a los demás. En cada uno de ellos me veo duplicado, esculpido. Tienen ellos derecho a ver esos habitantes expuestos también al agua y al sol, a la noche y al frío, que, mediante su esfuerzo, conquistaron la 448 El Periodismo en Antioquia inmortalidad, según la concepción griega. Las estatuas les hablan, los estimulan, les enseñan, los acompañan. Millares son los muchachos colombianos, inteligentes, buenos, no tienen otra maestra ni otra compañía que la estatua. El niño pobre que triunfa Basta por hoy. La obra de Rodrigo Arenas Betancourt daría para muchos libros. Se espera uno gráfico con la sucesión de más de cincuenta esculturas realizadas desde 1940, cuando talló en caoba Cargadora indigena que pertenece a Fabio Arango Mejía. Arenas que fue obrero ayudante de su pariente el escultor Ramón Elías Betancur en Medellín, de Bernardo Vieco en Bogotá y de Rómulo Rozo en México, que enseñó a moldear en el Instituto Industrial Pascual Bravo y a dibujar en el Liceo de la Universidad de Antioquia, que recorrió largo camino por los institutos de Bellas Artes de Colombia y México que se formó como arquitecto, como fotógrafo, como escritor, que hoy disfruta de fama dilatada y puede darse el lujo de renunciar a puestos diplomáticos si estorban a su labor, es la prueba de que no obstante los vicios del sistema, el esfuerzo humano, el carácter, puede llevar a la cumbre de la fama y del éxito aun al más pobre y desvalido de los colombianos, al niño a quien llamamos, con lástima, "marginado" en lugar de darle la oportunidad educativa a que tiene derecho. Arco, marzo de 1963, #16 El Periodismo en Antioquia 449 E. LIVARDO OSPINA Descubrimiento, conquista y población del Valle de Aburrá Se refiere aquí el descubrimiento, conquista y población del Valle de Aburrá, y se da noticia breve de lo que fue la heredad del capitán don Gaspar Rodas, en cuyos términos estaban las primitivas ocho cuadras en que se asentó inicialmente la Villa. Embelesado sin duda en la encantadora visión de su belleza, el Valle de Medellín lo contemplaba apenas de lejos el capitán Jerónimo Luis Tejelo, oficial de las huestes conquistadoras del Mariscal Jorge Robledo, en la luminosa mañana del 24 de agosto de 1541, desde la alta cima del Barcino, en la cordillera que lo domina por el occidente. Asomado a la cumbre de Santa Elena, al oriente, habría de exclamar una vez el notable poeta Gregorio Gutiérrez González, en malos versos cuyo único mérito literario, estriba en la sistemática y peregrina aliteración de la letra ll: Allí está Medellín, la hermosa Villa muellemente tendida en la llanura Tejelo, cuyo nombre recuerda una de las calles de Medellín, había militado primero a órdenes de don Pedro de Heredia, luego a las del oidor Juan Badillo y desde 1539 formaba parte de la expedición de Robledo, quien habiendo emprendido la exploración y conquista de Antioquia y hallándose en Murgia o Pueblo de la Sal, hoy Heliconia, lo mandaba a explorar el otro lado de la cordillera; aquí llegaba a la cabeza de 20 450 El Periodismo en Antioquia infantes y 12 jinetes por el Alto de las Cruces, Quebradalarga, Altavista y el Barcino el 5 del mes y año mentados, fecha del descubrimiento del Valle del Aburrá en su total extensión, es decir entre las actuales poblaciones de Caldas y Barbosa. Llamábase de tal suerte porque lo habitaba la tribu de los aburraes, tributarios del cacique Nutibara, quien señoreaba desde la serranía de Abibe hasta el río Cauca y tenía su sede en Guacá, en los términos de lo que al presente es Dabeiba, sujetando bajo su mano el pueblo aborigen más adelantado y fuerte de Antioquia, el más numeroso y rico en minas y cultivos. Inicialmente los españoles diéronle al valle el nombre de San Bartolomé, por haberlo ocupado el día de la fiesta de ese santo, y más tarde le dijeron también de Los Alcázares, hasta quedar finalmente bautizado del modo mismo de la ciudad que aquí se levantó a los 60° 14' 17.963" de latitud norte y 75° 34' 58.875" de longitud occidental del meridiano de Greenwich, vale 5 horas 2 minutos 20 segundos, tomando el Cerro Nutibara -punto 23 de Laplace- como referencia; la presión barométrica media es de 637,2 metros, y de 1.481,5 metros la altura sobre el nivel del mar en el Parque Berrío; de 63% la humedad relativa media, y de 23,4 centígrados la temperatura media en caseta, con oscilaciones extremas de 8°, aunque la ordinaria es de 18° abajo y 26° arriba del termómetro centígrado, pudiendo encontrarse temperaturas de 10° a corta distancia, en las montañas vecinas. Primero muertos que esclavos Ocupado sí, pero no a discreción y de grado, pues principalmente los indios yamesíes, una familia de aburraes que entonces habitaba en la parte de Guayabal, donde queda hoy el aeropuerto de Olaya Herrera, hacían tenaz resistencia y causaban algunas bajas a la gente de Tejelo, a quien Robledo en persona tenía que venir a socorrer, librándose un nuevo y furioso combate o guazabara en que los naturales armados El Periodismo en Antioquia 451 de macanas y con dardos de palma tostada, hondas y flechas despedidas de un palo llamado estólica, especie de ballesta, fueron derrotados completamente y huyeron a los montes o se ahorcaron por si mismos colgándose de los árboles con sus mantas de vara y media de largo por una de ancho. Cronistas de la Conquista explicablemente inclinados a exagerar las hazañas de sus capitanes califican esto de cobardía, como si para suicidarse no fuera menester más valor que para jugarse en singular lid la vida, e historiadores nuestros lo repiten o cuando menos lo atribuyen a temor supersticioso a la vista de los barbados hombres blancos, extrañamente vestidos, y de sus armas, caballos y hasta perros, los feroces alanos tan distintos de los perros mudos o no ladrantes que los naturales habían domesticado junto con otras alimañas del monte como los curíes de "lindo comer" que decía el escribano Sardela; cuando con las mismas razones, vale ningunas, se puede sostener que preferían la muerte a perder la libertad: Que sin armas, sin muros, sin caballos, libres conservan su valor desnudo, como dijo de otros, émulos suyos el poeta. Cierto grado de civilización aborigen Para esta época de la conquista europea las aborígenes razas americanas, que muchos etnólogos no consideran autóctonas sino amarillas de origen asiático, desde hacía siglos estaban en decadencia, según lo comprueban entre otros testimonios lo rudimentario de las técnicas del cultivo y del tejido, así como el lenguaje únicamente oral, mezquino y sin términos abstractos. En algunos pormenores estos de la rama de los caribes que eran los catíos, los principales de Antioquia, pues había otros, figuraban entre los más adelantados, "gente vestida y de entendimiento despabilado; escribían en jeroglíficos pintados en mantas; usaban peso y medida; comían 452 El Periodismo en Antioquia raíces, por la esterilidad de la tierra para el maíz; membrudos y bien dispuestos, aunque bajos y morenos, y de buen parecer las mujeres, estos indios eran muy verdaderos en sus contratos" (condición de antioqueño que acaso le venga de ellos por atavismo), como lo declara Fray Pedro Simón en sus 'Noticias Historiales'. Verlos cultivar el algodón, hilarlo, teñirlo y tejerlo, que era particular también de tahamíes y nutabes, debió de sorprender y admirar a los españoles, que del huso armado por los naturales en dos horquetas hacían derivar del nombre de tela de horcón que llevaban muchas antiguamente. Todavía en el siglo pasado los restos del pueblo de los hami o cima despertaban la curiosidad del metalurgista francés J.B. Boussingault, quien escribió y publicó un estudio sobre ellos, destacando sobre todo su aspecto grave y sus maneras discretas. Y al capitán Diego de Mendoza, otro de los tenientes de Robledo, le dejaban asombrado los caminos tajados en la roca, "más grandes que los del Cuzco", observados por él cuando habiendo partido de aquí por la vía de Las Palmas o de Rionegro en busca del Valle de Arbí o Magdalena, se devolvía temeroso de quienes lo habían abierto "porque debían ser mucha posibilidad de gente". La avanzada colonial Antes que tuviera aquí su encomienda de indios el esforzado capitán Gaspar de Rodas, uno de los estadistas más notables de los tiempos coloniales, en el Valle del Aburra se habían encontrado también al promediar el siglo XVI los conquistadores Francisco Núñez pedroso y Hernando de Cepeda hermano o primo de Santa Teresa de Jesús, el cual por entonces había puesto en esta parte su asiento. Lo que pudiera llamarse la primera conquista española de Antioquia terminaba por los años de 1580 a 1600. Medellín no empezaba a poblarse sino más adelante por peninsulares que establecían reales de minas, hatos y estancias o granjas entre 1630 y 1650; El Periodismo en Antioquia 453 eran ellos descendientes de los conquistadores y de otros españoles ya avecinados en la capital provincial y en puntos como Remedios (adonde llegaban de Mariquita), Cáceres, Zaragoza, etc., así como por nuevos emigrantes de España que traían papeles de limpia sangre y condición honrada para venir a América, lo mismo que de otras regiones del Nuevo Reino y de los demás reinos indianos. Españoles todavía seguían llegando a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, en particular comerciantes, para establecerse todos en el Valle de Aburrá. Nuevos blancos aparecían entre 1750 y 1800, radicándose aquí pocos, la mayoría de ellos en Rionegro, y algunos en la vieja ciudad de Antioquia. Cuando en 1720 la Corona española mandaba expulsar de sus colonias ultramarinas a los extranjeros, en Medellín no había sino uno, don Juan de Julianis, y otro en la ciudad de Antioquia, don Juan Andrés Botero, ambos italianos, pero se les indultaba porque habían casado y arraigado en la adoptiva tierra. En 1884 el número de extranjeros montaba ya a 117 (25 alemanes, 10 ingleses, 30 americanos del norte, 20 franceses, 12 italianos, 2 turcos, y el resto suizos, cubanos, mejicanos, venezolanos, predominando por su número las religiosas). El crisol del mestizaje No casaban ya estos pobladores primitivos del Valle del Aburra con indias o con negras (cual si lo hacían los conquistadores, cuando no se ayuntaban sin formalidades o simplemente a la mala, pues no traían consigo mujeres blancas), aunque, por su puesto si engendraban muchos en ellas. A propósito, es de notar que a la cuarta generación la raza blanca recobra su primado, según la conocida tabla siguiente: Blanco mezclado con indio da mestizo. Blanco mezclado con mestizo da cuarterón. 454 El Periodismo en Antioquia Blanco mezclado con cuarterón, da ochavón. Blanco mezclado con ochavón da puchuelo, que es blanco. Cuando el mestizo se mezcla con otro mestizo, la sangre permanece igual, es decir mestiza; pero cuando la mezcla de aquel se hace con indio, salta irremediablemente hacia atrás. Aquí el negro vino traído de África para el laboreo de las minas y el trabajo de las estancias; siempre estuvo desposeído, mas con el tiempo llegaba a ser libre y a veces gozó casi de la condición de miembro de la familia de su amo, que trabajaba al par con él rudamente, y de los pueblos aborígenes no quedan hoy sino escasos, ruines y degenerados restos. El proceso de mestizaje no ha concluido aún sin embargo, de preferencia con el tipo negro. Pero la forma y capacidad del cráneo coloca al antioqueño entre las razas superiores. En esta comarca los rasgos del indio no aparecen ni por herencia directa ni por atavismo. No obstante, todavía no puede hablarse de una raza antioqueña, y ésta es apenas una gente o quizá una nación en el sentido que se daba a las poblaciones indígenas que habitaban un mismo lugar o país y hablaban un mismo dialecto. Sin que no obstante sea completamente desdeñable la teoría expuesta por don Tulio Ospina aunque no demostrada por él mismo, no confirmada por estudios científicos serios y poco verosímil a la luz de las investigaciones antropológicas más recientes, de que los indígenas antioqueños y en general los que habitaban las cordilleras central y occidental de Colombia no eran de raza amarilla sino blancos de los llamados alófilos, hombres prehistóricos que de las costas del mar Indico llevaron la semilla de la civilización a China, Egipto y Asiria y de quienes los vascos aquí venidos para fundirse con los naturales tenían mucho también. De donde los elementos de idioma culto y avanzado aún visibles en la conquista española decaída lengua aborigen, y los rasgos morfológicos particulares de nuestros indios, con su nariz recta o aguileña, boca fina, ojos horizontales, aparte su temperamento independiente y El Periodismo en Antioquia 455 altivo y su aptitud para las artes y el comercio, todo ello injertado a la manera de planta cultivada en otra rústica de la misma especie para dar frutos armónicos y fecundos, no los anómalos y desequilibrados que otras mezclas suelen engendrar, y este es el origen del actual tipo antioqueño, tan característico y bien diferenciado, alto, esbelto, musculoso, de cara oval, nariz recta o aguileña igualmente, frente alta, ojos grandes y vivos, cabello y barba abundantes, robusto, laborioso, emprendedor, ambicioso, muy señor de sí, propio y "libre como el viento". Confesión de parte Aun los atrevidos conquistadores que aquí llegaren ya andaban cansados y cuando Medellín aparece en el mapa de América se ha producido una revolución en el mundo. La Pólvora y el arcabuz han comenzado a relegar y relevar a la espada, y las viejas armas convencionales, las pesadas armaduras, toda la estrategia y la táctica de la guerra están desapareciendo. El tiempo es menos belicoso, menos heroico, incipientemente civil. Además, no ocurría en Antioquia lo que en otras partes del mismo Nuevo Mundo. Los plantadores del Brasil y de las Antillas y las compañías cosmopolitas que explotaban los valles y las llanuras venezolanas reclutaban sus asociados y trabajadores en puertos de Europa y en los indiano recién abiertos como Río, santos, La Guaira, Cartagena; en general estas partes recibían una inmigración heterogénea. No así la comarca antioqueña, en particular Medellín, donde vinieron recios montañeses de las regiones septentrionales de España que aquí vinieron libres y señores, con la circunstancia de que no hubo propiamente separación social, pues todos eran hidalgos hijos de sus propios hechos, noble ninguno, ni los propios nacidos en cuna de padre tal, mecida ya en estas breñas por la india o la negra de cuyo seno salían, rompiendo violentamente la línea femenina en la 456 El Periodismo en Antioquia sucesión española de la gran masa de la población antioqueña en general, y en singular de la medellinense, como tácitamente lo reconocían los interesados mismos cuando se declaraban "unos descendientes de conquistadores y otros casados con nietas de ellos", por fuerza mestizos todos, en el informe y pedimento que dirigían a la reina el 23 de junio de 1676 con las firmas de los principales vecinos de la villa recién creada. Ni blanco ni de gallina. Los más y mejores de los primeros capitanes eran a lo sumo hidalgüelos de ejecutoria menguada, sin nexos con las casas ilustres de la Península; a sus órdenes militaban segundones o vástagos atravesados de la nobleza, y ya se ha visto que no traían mujeres, las cuales solo empezarían a llegar, y escasamente por allá del siglo XVIII en adelante, pues que en la propia Santa Fe de Bogotá, y eso que se trataba de nadie menos que de la familia del presidente, era novedad histórica por lo rara en 1630 la presencia del Marqués de Sofraga con su esposa e hijas, poniendo en un brete a los altos criollos para formarle círculo social competente a la esclarecida familia de don Sancho. Los escasos títulos obtenidos se consiguieron de ordinario a precio de oro, ni siquiera con la espada, y el botín y las hazañas los igualaban a todos. Un historiador español apunta al respecto, y novelistas nuestros como don Tomás Carrasquilla explotaron la vena del asunto, que los pujos particulares por ostentar apellidos y entronques linajudos del mar allende fueron tan casuales que se volvieron fuente de chacota. Aquí se extendieron genealogías convencionales y fáciles ejecutorias, a tal punto que no hubo mestizo o mulato de relativa calidad o posición que no diera en rebuscarse antepasados, más si se mira que los reyes de armas de la Península los concedían a paladar. La flaqueza del linaje oriundo de España o de Portugal se acrecentó en sus colonias, por la exageración gerundiana propia del híbrido. Según don El Periodismo en Antioquia 457 Julio de Atienza, los títulos de Castilla otorgados por servicios (en su doble acepción) en América y Filipinas andaban por los 350. ¡Judíos sí no, por Cristo! Con todo, los hidalgüelos venidos a este Valle, de preferencia vascos, castellanos, extremeños, gallegos, satures, andaluces, en fin montañeses peninsulares, no tenían ni gota de sangre judía, enrostrada a sus descendientes como un INRI, que no lo sería, no, en modo alguno. Hasta nuestro máximo poeta regional, Gregorio Gutiérrez González, en un momento de despecho se atrevió a exclamar: En esta tierra encantadora habita La razón infame de su Dios maldito. Raza de mercaderes, raza impía Que con todo y con todos especula, Y en cuyas venas sin vigor circula La sangre vil de la nación judía. Pudiéndose oponer, de poeta a poeta, esta otra estrofa, que hace relación a la gente española, principalmente la vasca, prolongada en estas partes: Un nieto de Noé le dio nobleza, Que su hidalguía no es de ejecutoria, Ni mezcla con su sangre, lengua o traje, Mosaico infamia que la suya ultraje. La heredad de Don Gaspar Casi 60 años luego de fundarse el caserío inicial el 2 de marzo de 1616 en el sitio donde queda hoy el Poblado y con el nombre de San Lorenzo de Aburrá, el 2 de Noviembre de 458 El Periodismo en Antioquia 1675 la planta primitiva de la Villa se trazaría en meras 8 cuadras que como todas las partes comprendidas entre Guayabal, donde está hoy el aeropuerto de Olaya Herrera, hasta los llanos de Niquía o Nichío en la jurisdicción del municipio de Bello al presente, y entre las dos altas cadenas de montañas bifurcadas de la cordillera central de Los Andes que dominan el Valle por el oriente y por el occidente, estaban al principio dentro de la vasta encomienda de indios dada desde 1545 al conquistador y gobernador Gaspar de Rodas, quien por 1574 pedía y obtenía del cabildo de la ciudad de Antioquia, con la aprobación del gobernador de Popayán don Jerónimo de Silva, tres leguas de tierra yerma y despoblada para fundar hatos de ganados y estancias de comidas; heredad que en lo que le correspondía a la muerte de su padre malbarataba el calavera de su hijo don Alonso de Rodas Carvajal, pícaro si los hubo, jugador, borracho y hasta ladrón sacrílego. Demoraba esta porción del todo original hacia el norte, menguada desde 1592 por voluntad del mismo Rodas, quien de una estancia de tierras de pan llevar en Hatoviejo hacía entonces mereced a su yerno don Bartolomé de Alarcón, sucesor suyo en la gobernación y casado con su hija doña María, a la cual por sucesión natural de su progenitor le tocaba de la posesión patria lo que se hallaba hacia el sur, donde ella y su marido establecieron casa y hacienda cerca de Itaguí, inmediaciones del arroyo de doña María, nombre que sin embargo no de daba la dueña, como lo han sostenido algunos, sino doña María Muñoz de Bonilla, otra antigua y famosa propietaria de esa región. El antiguo potrero en que vivimos Sucesivamente y por varios modos las tierras que la mala pécora de don Alonso había heredado pasaban al capitán Francisco Beltrán de Caicedo; de éste y en parte (menos La Culata, hoy San Cristóbal), al cura de Zaragoza don Miguel El Periodismo en Antioquia 459 de Heredia; de éste a su sobrina doña Isabel de Heredia, casada con don Juan Bueso de la Rica, quienes conservaban para sí una porción, donaban además a la Virgen de la Candelaria las históricas ocho cuadras mencionadas y objeto de largo pleito, y vendían el resto al capitán Cristóbal de Acevedo y a sus hermanos. Tenía lugar esta operación del año de 1653, más de cincuenta después de la muerte de Rodas -cuyos acreedores habían rematado la herencia en 972 castellanos y seis tomines de oro de 20 quilates-, y el precio de aquella era de mil pesos de ocho reales. El lote así traspasado iba "de la puerta del Potrero (aproximadamente donde está hoy la plazuela de San José), en línea recta hasta la quebrada de Aná (Santa Elena); siguiendo por el filo de ésta hasta el nacimiento de la quebrada Guamal (en el hoy barrio del Poblado); por esta quebrada hasta su desembocadura en el río, y de allí en línea recta hasta la Puerta del Potrero, primer lindero. Como se ve en este lote queda comprendida gran parte de la ciudad actual; y en él nacieron los dos caseríos primitivos de San Lorenzo de Aburrá, primero en el Poblado y luego a inmediaciones del Morro del Salvador, y por último el de Villanueva del Valle del Aburrá de Nuestra Señora de la Candelaria, a secas Villa de Medellín. En que la población surgiera en esos lugares antes pudo influir el gran número de sepulturas de indios que por allí había, tanto en la zona en que está hoy el barrio del Poblado como en aquella colina cuando llevaba el nombre de Las Cruces, también antes el de Las Sepulturas y aún no el de Don Rafael (por don Rafael Echavarría, quien tenía casa de campo en el llano al oriente de ella). Cronistas de la época cuentan que de esas sepulturas se sacaba el oro "por puchas", y el artesano Matías Acevedo enriqueció con el hallazgo de algunas todavía en el siglo pasado. Crónica Municipal. Edición Extraordinaria para conmemorar la fundación de la ciudad. 1616-1966. Medellín, 1967. 460 El Periodismo en Antioquia JUAN ZULETA FERRER Clodomiro Ramírez y su tiempo Abejorral ha sido cuna de brillantes figuras de la política, del gobierno y de la jurisprudencia. Este municipio resume en pequeño nivel las características de Antioquia. Tierra de vertiente, inclinada y dura, ardua para el trabajo, difícil para las cosechas. Pero, en compensación, está poblada por una raza vigorosa de patriarcas, de colonizadores, de fundadores de pueblos. Sus gentes se desbordaron hacia Caldas, El Quindío, el sur del Tolima y las altas mesetas que rodean el Valle del Cauca, y allí han levantado sus hogares, han creado riqueza, han vencido la selva con sus manos heroicas. Es una raza fuerte de clara ascendencia española. Severa en sus costumbres, honesta en sus tratos, segura en su fe cristiana. Tiene la fuerza de sus estructuras morales y la dinámica de una sangre predestinada para las altas misiones de la cultura y del progreso. De Abejorral surgieron a mediados del siglo pasado, tres ilustres colombianos, Dionisio Arango el Jurista profundo, el magistrado ejemplar, el hombre que tenía una integridad tan grande como la patria. Esteban Jaramillo, el economista, el humanista, el mago de las finanzas. Y CLODOMIRO RAMÍREZ, hombre de gobierno, profesor, juez, maestro y ejemplo de juventud. Afortunadas coincidencias me hicieron conocer íntimamente al doctor Ramírez. Fue mi profesor de derecho civil, mi consejero en la orientación profesional. Y al mismo tiempo me honró con su amistad sincera y constante. Fue en El Periodismo en Antioquia 461 una época de oro de la Escuela de Derecho de la Universidad de Antioquia. Eran profesores Mariano Ospina Pérez, Gonzalo Restrepo Jaramillo, Julio E. Botero, Los Cock, Monseñor Sierra, Pedro Pablo Betancourt y Miguel Moreno Jaramillo, quien dictaba con sabiduría y con brillo inusitados, su cátedra de derecho civil. EL PROFESOR. - El viejo Clodomiro, como le decían con sincero afecto sus discípulos, era un excelente expositor. Tenía una mente lúcida, un conocimiento profundo de la teoría y de la práctica del derecho civil y una erudición siempre renovada. Y matizaba sus conferencias con fino humor, con una gracia natural en la expresión que las hacían especialmente atractivas. Un humor noble, que no causaba heridas ni provocaba resentimientos. La Universidad en esa época era muy distinta de la actual. Los estudiantes siempre han sido inconformes, inestables, gestores del cambio. Siempre han sido amigos de la improvisación, impulsivos, dispuestos a luchar por cualquier causa noble. Aunque el espíritu es el mismo, los sistemas han cambiado. Había anteriormente confianza en el éxito, fe en la democracia, disciplina, respeto a la autoridad. A veces se presentaban desbordamientos transitorios y estallaban huelgas y se lanzaban proclamas revolucionarias. Pero sin perder la norma y la medida en los propósitos y en los actos. La violencia era ocasional y pasajera. No estaba arraigada en las mentes de los jóvenes como una estrategia constante. Y eran también los estudiantes exaltados y románticos. En las hojas del Código Civil aparecía frecuentemente el famoso soneto que tuvo un vago origen en el Colegio del Rosario: "Este es el código civil, señora, de un vagabundo y lírico estudiante, que pensando en tu amor a toda hora, no ha pensado en su libro un solo instante". Pero se estudiaba con tesón. Grandes figuras surgieron en esa época de la Universidad Gerardo Molina, José Gutiérrez Gómez, Diego Luis Córdoba, Eduardo Fernández Botero, 462 El Periodismo en Antioquia Gabriel Aramburo, el mejor de su apellido, cuya inteligencia era apenas superada por su nobleza y generosidad. Y había otros muchos, inquietos, brillantes, cuyos nombres es imposible recordar en la brevedad de una crónica. En este ambiente de innegable selección, el viejo Clodomiro ejercía una explicable influencia. Tenía las cualidades naturales del maestro. Inteligencia, cultura, equilibrio, sentido de la equidad, benevolencia y generosidad. Para él los artículos de los códigos no eran una letra muerta. Cada uno de ellos estaba animado por un principio de justicia, aplicado a la defensa de la sociedad, de la vida y de los bienes de los ciudadanos. En su mente clara se ordenaban las ideas, con seguridad, con rigor implacable, con lógica deslumbrante. Había trasegado todas las jurisprudencias. Conocía el pensamiento de los grandes civilistas franceses, desde los autores del código napoleónico hasta los modernos tratadistas de la época. Y los iba analizando y criticando con la magia de un razonamiento irrefutable. En los diálogos con los condiscípulos la imagen del viejo Clodomiro resurge matizada por los mejores recuerdos. Varias generaciones lo calificaron como maestro ejemplar, con todas las cualidades excelsas del verdadero educador. EL RECTOR. - Clodomiro Ramírez ha sido uno de los rectores más populares de la Universidad de Antioquia. Era amigo verdadero de los estudiantes. Celebraba sus éxitos, se dolía con sus frustraciones, se sentía profundamente herido con sus adversidades. No había mejor compañero, ni más leal colaborador, ni más sincero defensor del estudiantado. Por eso cuando entró a la rectoría no volvió a salir jamás. Los universitarios no lo habrían tolerado. Cuando la fatiga de los años le restó las fuerzas necesarias para regir la universidad, se quedó en ella como rector honorario, hasta cuando los propios estudiantes cargaron su féretro entre explicables manifestaciones de pena. El Periodismo en Antioquia 463 ¿Cuál era la cualidad del doctor Ramírez que le creaba vínculos tan fuertes y tan profundos con el estudiantado? Talvez una capacidad de comprensión, una identificación con los propósitos y los sentimientos de las nuevas generaciones. A pesar de su cabeza encanecida y de su rostro cansado por los años, tenía un espíritu maravillosamente joven, abierto para las ideas, para las nuevas formas del arte. Y tan sensible, que todas las alegrías y las angustias de los estudiantes cabían en su corazón. El doctor Ramírez estaba integrado con la Universidad. Y ésta es condición indispensable en un buen rector. En Colombia se han cometido errores en la escogencia de los dirigentes universitarios. Los intereses políticos han jugado un papel mezquino y ciego en la lucha por el control burocrático de los claustros. Y han llegado gentes de todos los sectores y de todas las procedencias a desempeñar una misión que se les sale de las manos. El viejo Clodomiro llegó a la Universidad como un paso natural de avance en una vida de profesor y de maestro. Por eso arraigó en ella y dejó el eco nobilísimo de su eficacia y de su comprensión. EL GOBERNANTE. -Fue también el doctor Ramírez excelente hombre de gobierno. Demócrata sincero, respetuoso como el que más de las normas vigentes, celoso defensor de los derechos civiles. Como buen profesor de la materia, realizó con eficacia todos los encargos que le fueron confiados por las altas autoridades de la República. Se vinculó al republicanismo al lado de Carlos E. Restrepo, de Eduardo Santos y de otras figuras eminentes de la generación del centenario. Fue Gobernador de Antioquia en el período del doctor Restrepo. Hostigado duramente por la oposición le envió al jefe de Estado este singular mensaje: "Estoy solo, ¿qué hago? Pero no renuncio". Carlos E. le respondió con una frase que se ha hecho célebre: "Yo también, yo tampoco". 464 El Periodismo en Antioquia Posteriormente acompañó a Olaya Herrera en su campaña presidencial. Hizo con él el famoso viaje en avión desde Barranquilla hasta Puerto Berrío. Desde Puerto Wilches envió a sus amigos el siguiente y sugestivo mensaje: "Venimos volando muy alto". Meses después algún amigo le preguntaba: "Y cómo fue el aterrizaje, doctor Ramírez? El viejo soltó su risa cordial y respondió con marrullería "Movido y a saltos". Es imposible en una crónica hacer el estudio a fondo de las actividades del doctor Ramírez como funcionario público. Pero todos, hasta sus adversarios políticos, coinciden en un mismo criterio. Fue un hombre digno de los cargos que desempeñaba. Sus estructuras morales no fallaron nunca. Y tenía el don carismático de atraer a todas las clases sociales y a todos los gremios. Y nunca sus manos se envilecieron con una injusticia o con una cobardía. Como decía alguna vez uno de sus adversarios políticos, pasó por todos los corredores de la tentación sin mancharse. EL ABOGADO. - Fue el doctor Ramírez también abogado de merecida fama. Su oficina judicial fue una de las más renombradas de Antioquia. Su integridad, su poderosa fuerza dialéctica, su conocimiento profundo de las leyes y de la jurisprudencia, su estilo de expositor directo y castizo, lo destacaron fácilmente en el mundo complejo y difícil de tribunales y juzgados. Muchas de sus tesis jurídicas fueron incorporadas a la jurisprudencia. El doctor Dionisio Arango, su ilustre coterráneo, decía alguna vez "Este Clodomiro está predestinado para el éxito. Pero no se preocupa por sacarle dividendos". Fue un gran profesional pero no hizo fortuna en la profesión. Buscaba la justicia, no el éxito monetario. Alguna vez nos decía desde su cátedra de derecho civil, "La profesión es un apostolado, no un negocio. Los que tienen alma de negociantes no deben ejercerla. Hay muchas gentes pobres que tienen la razón y no tienen dinero para defenderla. No se puede permitir que caigan en manos de los traficantes del Derecho, de los que especulan con las leyes". El Periodismo en Antioquia 465 Vivió, como él decía, congruamente. Pero este desinterés, este afán de justicia, este respeto por la verdad, lo colocaron en un nivel moral que no se puede nunca comprar con dinero. La gente se quitaba el sombrero cuando se encontraba en la calle con el doctor Ramírez. Y él recibía este homenaje con sencillez, con una serena conciencia de que era digno de respeto y de que no valía la pena de infatuarse por ello. ROSITA: - Alguna vez le preguntaron al doctor Ramírez: "Usted tan moreno y tan feo cómo tiene hijas tan bonitas? Y el viejo contestó complacido: "Yo pongo la madera y Rosita la pintura". Otra vez llegó a la clase con una media azul y otra gris. Uno de sus discípulos le dijo: "¿Doctor, qué pasa con sus medias? El viejo las miró y contestó imperturbable:"A Rosita le gustan los juegos de colores". Durante la tragedia de su hijo Carlos le oí una vez exclamar conmovido: "Rosita está con él. Eso quiere decir que no esta abandonado de la providencia". Rosita. Se le humedecían los ojos y le temblaban los labios cuando hablaba con Rosita. Y ella fue la digna compañera de este hombre excepcional. Buena, afectuosa, sacrificada, serena en las adversidades, fuerte en las grandes pruebas, llenó toda la vida de su esposo. Da pena recordar mujeres así en esta época de relajamiento general de las costumbres, cuando irrumpen en la vida del hogar los más oscuros egoísmos. El doctor Ramírez tenía en su esposa la fuerza secreta de su serenidad. ¿Cómo dudar de la providencia si a su lado estaba siempre, encarnándola, esta matrona admirable, par de otras mujeres que le dieron honor y dignidad a la raza antioqueña? EL HOMBRE.- Al hablar del "viejo" Clodomiro los estudiantes sintetizaban en esa palabra una serie de cualidades. Serenidad, comprensión, experiencia, sabiduría. Era un calificativo que desbordaba afecto. Y en realidad, el hombre estaba construido espiritualmente con las mejores cualidades humanas. Muchas veces dialogué con él fuera de la Universidad y siempre aprendí algo. 466 El Periodismo en Antioquia Su finca de veraneo en Sabaneta estaba cerca de la casa solariega de los Canos. A veces charlaba de paso con el viejo patriarca de Fidelena. Todavía me parece verlo sentado en su silla, con la noble cabeza cubierta con una cachucha oscura. - ¿Qué hay por Medellín, Clodomiro? - Nada Fidel. En este país nunca ocurre nada. Y era verdad. Después Alfonso López repetía la misma frase. Pero cuando el caudillo liberal murió, ya habían principiado a ocurrir cosas. El viejo Clodomiro era un poco filósofo. Y le gustaba meditar sobre las cosas profundas del ser. Había leído a Unamuno y comentaba a veces el sentimiento trágico de la vida. El profesor de Medellín coincidía con el profesor de Salamanca. De allí su afán de evadirse y de aislarse en su mundo interior. Alguna vez, en Puerto Berrío, el viejo pescaba a la orilla del Magdalena, bajo el amparo de un inmenso sombrero de caña. A veces cogía un pequeño pez en su anzuelo y lo volvía a arrojar al agua. Yo le pregunté: "¿No tiene usted alma de pescador?" La pesca, me respondió, es apenas un pretexto para meditar. Es bueno huir a ratos del progreso, de la congestión de las calles, del ruido de una ciudad en movimiento, del agobio de las gentes angustiadas por sus problemas. Aquí se está bien, frente a este río que parece no moverse, como un inmenso espejo bajo el sol. La única solución para las tensiones de la vida actual es el regreso a la naturaleza. Al hombre lo está destruyendo la civilización. La ciudad que es la base de su grandeza, es, también, el teatro de sus infortunios. No sé a dónde nos llevará la ciencia. Pero va a llegar un día en que el hombre va a tener que defenderse de ella para poder subsistir. A veces creo que es el monstruo de las diez mil caras de que hablaba Confucio". Sólo una inteligencia superior pudo tener esa visión anticipada del mundo moderno. El Periodismo en Antioquia 467 ¿Cuáles eran las cualidades que le dieron al doctor Ramírez su influencia y su prestigio? Era ante todo dueño de una inteligencia superior. Era sencillo y cordial. Había buscado la sabiduría de todos los libros. Y era humano. A veces casi con humildad. Su mano se tendía hacia el poderoso y hacia el pobre... Respetaba en todos la dignidad de la persona humana. Era desinteresado. Su corazón era una fuente inagotable de afecto. Se entregaba en la cátedra y en la amistad. Era una personalidad llena de carisma. ¡Ese gran viejo Clodomiro! Nació hace cien años pero todavía está vivo en la memoria y en el corazón de varias generaciones. Junio 29 de 1969 La Historia Contra la Pared 1930-1978. Pág. 68 Colección Biblioteca Publica Piloto de Medellín (Colombia) 468 El Periodismo en Antioquia JOSÉ MEJÍA Y MEJÍA Medellín, ¿la capital del crimen? "...hemos logrado mejorar un poco el problema de la vigilancia y la seguridad en la ciudad..." * "...falta mucho por hacer..." Ignacio VELEZ ESCOBAR, Alcalde de Medellín Nos ufanamos, nos vanagloriamos de la prosperidad de nuestras urbes, pero no tenemos la menor idea acerca de nuestros semejantes, con quién vivimos o entre quiénes convivimos o apenas coexistimos. El progreso citadino, urbano tiene sus complejidades y el crecimiento o desarrollo industrial atrae hacia estas ciudades populosas todo género de enjambres humanos -ordinariamente arrancados del campo-, que en un principio con los halagos de las prestaciones sociales y de los altos salarios de las grandes empresas buscan trabajo honesto para ganarse limpiamente el pan de cada día con el sudor de la frente. Ya cuando el ocio involuntario o la desocupación forzada se prolonga, no es difícil que el desempleado, el parado, se coloque más bien en las fronteras de los actos ilícitos, del crimen y la delincuencia. Aunque también existen las bandas, las pandillas criminales organizadas para consumar toda clase de asaltos, robos, atracos y pillajes a mano armada, dentro de un fácil y muelle "modus vivendi" que no exige agobiantes fatigas, mayores esfuerzos El Periodismo en Antioquia 469 y extenuantes sudores, se corran algunos riesgos. Pero como los presupuestos son precarios e insuficientes del orden -para garantizar la custodia de la vida, de la honra y bienes de los ciudadanos-, en nuestras ciudades multitudinarias el crimen anda suelto y a sus anchas por las calles centrales y singularmente por la periferia urbana, donde la vigilancia policiva no logra, aún con la más alerta, abnegada y acuciosa de las diligencias, cubrir los frentes de acción de los malhechores. Ya que los gobiernos -el de Carlos Lleras, y el próximo que presidirá Misael Pastrana Borrero-, poseen los mejores propósitos para dar la más resuelta y eficaz batalla contra el desempleo, hay que empezar por el principio como se dice, es decir, hay que realizar censos, empadronamientos y estadísticas acerca de los ejércitos de varados que surten copiosamente al país, lo que presta así mismo un enorme servicio a las autoridades para conocer a los integrantes de nuestras comunidades sociales, cuyas gamas y matices son muy variados, son múltiples y plurales, lo mismo por fuera que por dentro, en la piel externa y en la del alma. Las fuerzas organizadas del delito -las cuadrillas criminales-, son notoriamente raudas y muy ágiles en sus movimientos, en el traslado de sus sedes y teatros de operaciones, y naturalmente cuando son acorraladas por las policías secretas o uniformadas, mudan sin pérdida de tiempo el escenario de sus granujerías, de su bandidaje y filibusterismo. El doctor Ignacio Vélez Escobar -dentro de un vastísimo plan de urgentes tareas administrativas-, afirmaba el año pasado ante el Cabildo distrital algo relativo al mayúsculo problema de la seguridad en la capital de Antioquia, y éstas fueron sus fieles palabras: "Entre otras cosas creo que hemos logrado mejorar un poco el problema de la vigilancia y la seguridad en la ciudad. Falta mucho por hacer, pero con la estrecha colaboración de todas las fuerzas armadas y la incansable labor de las 470 El Periodismo en Antioquia autoridades dirigidas por el secretario de gobierno, hemos logrado controlar el desorden y los robos, y recuperar el orden en la ciudad. No desmayaremos en la labor. Parte esencial de esta labor recae sobre el Honorable concejo Municipal, ya que de la legislación sobre aires y cantinas, música, control de hospedajes y pensiones, etc., deriva en muy buena parte el éxito de las autoridades". Todos quisiéramos que Medellín fuera -como la adulan sus ditirambistas, sus líricos de cabecera-, la capital de las flores, la patria de las orquídeas y de las rosas, la primera ciudad industrial de Colombia y también la ciudad de la eterna primavera. Pero si las autoridades distritales no hacen el máximo esfuerzo presupuestal para invertir erario en la guarda y seguridad de los ciudadanos, esto más bien será en adelante la ciudad de la eterna primavera delictiva, la capital del crimen, con millares de protagonistas y actores impunes y a la carga contra la capital de Antioquia. “Rúbrica de Jota” Julio Y 1970 El Periodismo en Antioquia 471 GONZALO ARANGO El Poeta Mario Rivero de Envigado, Antioquia Mario Rivero nació a veinte kilómetros del Parque de Berrío, en Envigado. Aunque tiene treinta y tres años, sólo confiesa veintinueve. Cree que la juventud es muy importante para la poesía y el amor. En la plaza de su pueblo hay un monumento con dos grandes placas de bronce donde están inscritos los personajes famosos de la parroquia. Casi todos son curas y benefactores. Pero también está el último de los muertos, que en realidad es el primero de los colombianos: Fernando González. Mario tiene la ilusión de que un día de estos sus paisanos se decidirán por fin a visitar al herrero para encargarle su nombre en letras de plomo con un barnicito de plata encima. Pues figurar debajo de Fernando González es una de sus más altas aspiraciones. Para que duerma tranquilo, profetizo que su sueño de gloria será una verdad en el futuro. Mario sin duda ocupará ese lugar en nombre de la poesía, pues es el envigadeño más meritorio de los tiempos que corren, con perdón de los fabricantes de carrieles y morcillas. Mario, cuando estaba chiquito, dejó la escuela pública para trabajar de obrero en Rosellón. Después se aburrió de trabajar y se dedicó a vivir. En el bello sentido de la palabra es un gran "vividor": fue atleta, trapecista, cantante de tangos, mistificador, parásito, gigoló, galán joven, mitómano, conferenciante, etc. Actualmente es poeta, crítico de arte, vendedor de libros, y conserva inmaculada su mitomanía. 472 El Periodismo en Antioquia He tenido el lujo de ser su amigo y admirar su fabulosa personalidad que él enriquece y renueva con sorpresas y leyendas insólitas. Una mañana que no tenía nada qué decir, me dijo que era contrabandista de esmeraldas. Yo sabía que era falso, pero eso no me impidió desearle buena suerte en su nueva actividad. El me compensa con magnanimidad estas adhesiones con sus aventuras imaginarias, que inventa cada que siente que el mito de su personalidad está en decadencia. Odia que sus amigos se acostumbren a ver en él una imagen rutinaria de vendedor de libros. El mismo no se resigna a soportar su gastada cotidianidad. Cuando lo conocía en Medellín hace 154 años, me dijo que se llamaba "Mario Rivero", que era argentino, más exactamente cantante de tangos, y que acababa de regresar de una gira triunfal por Europa y París. Como yo era bachiller y existencialista, le pregunté por Sartre en francés, y él me contesto cantando un tango de Gardel, ese que dice: "Che madame que parlás en francés"... y con eso se salió del lío. Entonces supe que Mario no sólo era un "vividor", sino también un impostor y un poeta milongo, bailongo y tanguero. Esa tarde, para celebrar el encuentro de nuestras vidas, me invitó a un bar especializado en tangos de la vieja guardia. Pidió dos cervezas y marcó su ídolo en el traganíquel. A mí no me gustan los tangos llorones, pero ese me gustó mucho porque se llamaba "Muñeca brava". Cuando terminó, mi amigo estalló de furia y frenesí y gritó para todas las mesas: "A mí que no me vengan con vainas...después de Gardel ¿cómo pueden decir que Beethoven era músico?". Así fue como lo conocí. Después lo seguí viendo en circos ambulantes, esos de carpa, donde hacía "extras" de galán joven, acróbata, levantador de pesas, prestidigitador, fakir, recitador. Combinaba su estrellato de barrio bajo con líos sentimentales que, por pasarse del límite, lo encerraban en la cárcel de La Ladera inculpado de seductor, secuestrador y falsas promesas. Yo creo que cantando tangos o recitando El Periodismo en Antioquia 473 poemas de Asunción Silva, este avivato lograba evadir la culpa y el presidio. Cuando estaba varado y sin idilios iba a la biblioteca de la Universidad de Antioquia donde yo trabajaba, y me pedía algún libro que tratara de discursos y conferencias. Le presté las Oraciones Fúnebres de Fenelón que le pareció aburridor y taciturno, y otro de Rafael Maya, Alabanzas del hombre y de la tierra. Al hojearlo exclamó jubiloso: "Aquí está mi salvación". Y se puso a la ingrata tarea de copiar a mano las barbaridades líricas del vate payanés. Como tenía una memoria prodigiosa se aprendió varios discursos y emprendió una gira de conferenciante por los pueblos de Antioquia, ofreciendo veladas culturales donde alternaba las ideas estéticas, las recitaciones románticas, y el tango milonguero. Entre los discursos de Maya había uno de coronación, y de él vivió dos años, pues se hacía contratar en los pueblos para coronar la reina del civismo, de la bondad, de la cebolla, del huevo. Sólo tenía que cambiar el nombre de la reina que coronó Rafael, por la de turno. Todo esto lo hacía con candorosa inocencia, con genial inocencia. Aún no había escrito sus primeros versos, pero ya era un poeta, el poeta épico de su propia vida. Pues este joven se defendía de la miseria con las uñas, con la poesía de otros. En su feroz batalla por subsistir legitimaba todas las armas. Su mayor triunfo, creo yo, es haber sobrevivido a las adversidades y tentaciones de una existencia conformista. Pero la naturaleza y la raza lo habían dotado de una prodigiosa imaginación que usaba contra la penuria y los límites. También la naturaleza lo había dotado -como su amigo y contemporáneo Rojas Herazo- de un cuerpo para gozar todos los apetitos. Son un par de golosos. "Soy un tragacosas", afirma Mario de sí mismo. Luego, en la plenitud del goce, en el éxtasis de su epicureismo, exclama con fatiga y desolación: "Todo 474 El Periodismo en Antioquia esto sería tan bello si no se acabara, si uno no llevara la muerte bajo el zapato". Pues Mario, en su aparente frivolidad, es un espíritu dramático. Dice cosas metafísicas y solemnes mientras come maní, o se atraganta con una chuleta de cerdo. Yo le aconsejo que no hay que pensar en la muerte, que la muerte estorba hacer las cosas, que esa idea quita el apetito. Entonces dice obediente como un niño: "Tienes razón, lo mejor será engordar a esta maldita para que no se ponga celosa". Y traga como un antropófago. Hace ocho años se sintió frustrado en Medellín y vino a probar "fortuna" a la capital. El hambre y la soledad lo arrojaron en las tinieblas de la poesía y se operó en él una conversión. Pasó del infierno de la imaginación al de la creación, y se volvió poeta con sus propias manos. Desde que llegó, todas las mañanas amanece con el plan de irse para Europa o para alguna parte que sea cualquier parte exótica que le suene a felicidad. Pero nunca se va. Lo que pasa es que le encanta hacer el Jeremías y sentirse desdichado. Es un mártir metafísico que está convencido de que el mundo es redondo; que no hay a dónde emigrar; que la tierra es la capital del dolor, que la vida es una mezcla de excrementos, rosas, besos y pequeñas dichas. Mario, estoy seguro, terminará por morir en Envigado, jubilado de haber vivido, y haciéndole trampa a la inmortalidad para que le pongan su bronce antes de estirar la pata. Lo veré tomando kumis en los parasoles de la plaza, evocando sus idilios y truhanerías, y corrigiendo sus crepusculares poemas urbanos. Encima tendrá el cielo más azul y un enjambre de palomas parroquiales. Quizás le haga versos al sacristán y corone a las reinas de la morcilla y el carriel con discursos de su propia cosecha. Quizás, a esa edad de guerrero en reposo y en uso de buen retiro, se decida por fin a tener cincuenta años. Eso será posible cuando cumpla los setenta, por allá en el año dos mil. El Periodismo en Antioquia 475 Me confesó un secreto: hoy día tiene sesenta mil pesos en acciones de Coltejer que le dan mil doscientos de renta. Este platal se lo ganó vendiendo colecciones de premios Nobel a las secretarias de todos los rascacielos de Bogotá. Antes se cansaba una barbaridad subiendo escaleras, entrando de oficina en oficina. Si su gestión fracasaba con los primeros clientes, el ascenso se hacía penoso como un calvario. Luego cambió de técnica: hoy sube de un tiro a la terraza del rascacielos. Allá toma un poco de aire fresco, se engomina, ensancha su platónico pecho, se encomienda a los dioses de la mañana, y se lanza de arriba abajo en la ardua jornada de convencer secretarias para que no lean a Corín Tellado, sino a Faulkner o Pär Lagerkvist. En esta forma ahorra energías, y si fracasa en las ventas, no se inmuta. Pero casi nunca fracasa, pues Mario lleva los bolsillos llenos de chocolates para endulzar el humor de las secretarias, a quienes recita Penas y alegrías de amor, o los Claveles rojos. Si por casualidad la secretaria no tiene nada que hacer después de las seis, la invita a un Monte Blanco a tomar el té, o a una vespertina del Agente 007. Después de todas estas promesas y coqueteos, las compradoras se rinden a la evidencia de este romántico e irresistible vendedor de sabiduría, que por lo demás se parece a Oscar Wilde. Le pregunto si sus clientes saben que es poeta. Me contesta maliciosamente: - Con esas vainas no hay que asustar a mis muchachas. A ellas hay que entrarles con Julio Flórez o Gardel: son infalibles. Mario utiliza la cursilería como técnica comercial. "En el fondo son unas maternales, hay que enternecerlas, inspirarles piedad". Para completar su seducción "espiritual", Mario no olvida su figura que considera clave. Para eso, se peina por la mañana con brillantina Palmolive, y en la solapa unas gotas de loción extrafina. Sale oliendo a Elizabeth Arden y a polvo coqueta, lo cual ejerce una voluptuosidad desfalleciente en su clientela 476 El Periodismo en Antioquia -generalmente femenina- pues los hombres no creen en sus payasadas, y a la hora de pagar las cuotas lo mandan al carajo. Como si fuera poco, él mismo fabrica los muebles en que exhibe sus colecciones de libros. O sea que, nocturnamente, hace de carpintero. Justifica su oficio orgullosamente: "Tú sabes, la carpintería es trabajo de poetas desde la Biblia". Es curioso que aquellos de mis amigos que lo conocieron en su juventud pirata y vagabunda, piensen que Mario sigue siendo un trovador de circo, un impostor lírico, un poeta milonguero. Nada más falso. Yo, y todos los poetas de mi generación nadaísta que rivalizan con él por los honores de una supremacía estética, creemos que Mario es uno de los más netos y puros poetas actuales; que es uno de los grandes poetas colombianos que se pueden contar en los dedos de la mano. Sucede que su simplicidad es desconcertante; que la aparente frivolidad de sus temas niega su profundidad; que su claridad está divorciada de una bella expresión lírica. Pero en ser simple, en ser cotidiana, en ser transparente radica lo mejor de sus virtudes estéticas. Opone esa claridad al brumoso formalismo de la Academia y la retórica literaria. Es la suya una poesía que comunica a la carne con los últimos y más secretos reductos del espíritu. Sus fulgores resplandecen sobre la piel, preceden a las vibraciones del alma, funden en la misma emoción el alma y la vida. Es una poesía que puede sentir cualquiera, pero que muy pocos pueden escribir. Tal es su pureza y su depuración. Por eso su aparente sencillez es engañosa, pues para ganar ese paraíso de claridad, hay un proceso de digestión, de asimilación, de elaboración lenta de síntesis finalmente triunfal. Mario es algo así como Charles Atlas lírico de mi generación. Corpulento por fuera, por dentro es alma leve, sutil y sensitivo como una rosa, pero también abonado para las más hondas turbaciones metafísicas. Apto para el heroísmo y el ensueño; para la contemplación y el coraje. Un lúcido El Periodismo en Antioquia 477 testigo de nuestro tiempo en sus aspectos más tiernos y aterradores. Actor en el duro oficio de vivir, de roer el pan de cada día como si fuera un hueso, pero sin amargura: con desbordante alegría, exaltación y frenesí. Su poesía está elaborada con los hechos y los desechos de la vida cotidiana: Con la corbata raída que estrangula el alma del burócrata... Con los recolectores de basura... Con los ojos de tecla de las mecanógrafas, tan tristes y Manchados de tinta... Con los zapatos rotos del vendedor ambulante. Con la agonía diaria del vendedor de seguros de vida... Con el corazón reseco y las manos insensibles del Técnico electrónico, en cuya redacción de infinitas Ecuaciones se olvidó de los besos y la suma de las Caricias... Con el rudo peso de la miseria en el bolsillo del contador De banco... Con el buen Dios que no está arriba ni abajo según Comunicaron los astronautas en un boletín de la Agenda Tass... Con el desocupado que se rompe los dedos en el mundo De la indiferencia donde hay un cartelito que dice: "No Hay vacantes"... Con la florista campesina que seduce un canalla para Desflorarla en un sórdido hotelucho de suburbio... Con el limpiador de vidrios que flota en el abismo Colgado del hilo de la vida para que entre el paisaje por La ventana del gerente... Con las últimas estrellas del cine y del ciclismo en el Firmamento de las marquesinas que irradian una luz Artificial... 478 El Periodismo en Antioquia Con el vendedor de espejismo y de específicos: de Truhanes y serenateros: de atorrantes, prostitutas y milagreros de feria... en fin, con todo lo que hiede, ofende, contagia, apesta, y es sombrío para las estéticas deidades del Parnaso. Así es la poesía de Mario: maravillosa y humana; rutilante y contingente; tierna y despiadada. Poeta del devenir, de la truhanería, de las cosas humildes, de los despojos del festín de la Academia y la literatura oficial. En una palabra: poeta de lo antipoético. Es tan puro que, si no fuera por la necesidad humana de la comunicación, su poesía sería el silencio. Es tan humano que ha rescatado la dignidad del arte de la ignominia de la moral, y ha hecho del cuerpo una canción. Celebro con júbilo la aparición en nuestro continente de su libro Poemas urbanos. Abre un horizonte nuevo a la poesía de nuestra generación. Ella misma será por un tiempo el horizonte. Esta poesía de Mario Rivero no sólo abrirá el camino y lo alumbrará sino que será el camino en la crisis y el eclipse del arte deshumanizado de nuestro tiempo. Saludo en su voz al poeta urbano que esparcirá resonancias de una belleza nueva en las avenidas del porvenir. Poesía que no aspira a la eternidad, que no está hecha de eternidades, sino del sudor del día; y que por eso, de espaldas a lo eterno, permanecerá entre nosotros mientras la sangre sea más dulce que la muerte. Cromos, No. 2.562. Bogotá. 7 de noviembre de 1966, pp. 68-69. Tomado del libro Reportajes. Editorial Universidad de Antioquia, 2003 El Periodismo en Antioquia 479 JAVIER DARÍO RESTREPO La muerte feliz de Julián Ocón A sus doce años, Horacio Ocón, vivió una dramática experiencia que de una vez lo convirtió en hombre. En su pueblo, una aldea de pescadores sobre el Golfo de Morrosquillo, es considerado como un héroe. Los periodistas que han ido en su busca no han necesitado preguntar. Los habitantes de El Rincón saben desde hace dos semanas que ahora tienen un personaje para mostar. Este es el recuento de su hazaña. Soñó que un perro negro de ojos brillantes, como de fuego, lo perseguía. El quería correr pero no podía, como si una fuerza invisible le atara e inmovilizara las piernas. De pronto se vió en un pozo oscuro del que no podía salir por más que agitara sus brazos como si estuviera remando de prisa para hacerle el quite al oleaje. El perro había desaparecido, pero una oscuridad espesa y sin término lo rodeaba y lo oprimía. Un grito agudo que venía desde afuera lo despertó y, aliviado, se halló en su hamaca lejos de perros negros y de túneles oscuros. "Debió ser el arroz que estaba agrio", pensó. Una luz rojiza, de atardecer, se filtraba por entre las junturas de las cañas de que estaban hechas las paredes de su cuarto. Fue entonces cuando Julián Ocón recordó que esa noche, sin falta, tendría que ir a pescar. Mientras amarraba la vela que se había templado con un fresco viento del nordeste, le contó el extraño sueño a su hijo Horacio, un pequeño hombrecito de doce años que invariablemente se le "pegaba" cada vez que salía de pesca. 480 El Periodismo en Antioquia El muchacho lo oyó con esa expresión seria que siempre ponía cuando una historia le interesaba y luego, reflexivamente, concluyó que el sueño era un mal augurio y que mejor sería no salir a pescar. A él también se le había venido como una premonición, el recuerdo de la abuela que esa tarde había dicho que le daba miedo verlos salir. Pero el viejo no hizo caso: la abuela siempre decía lo mismo cuando lo veía alistando su red de nylon, los malos sueños eran cosas de la mala digestión y, además, si no salía a pescar no habría comida ni dinero al día siguiente. Por el norte se veía un temporal lleno de malas intenciones, pero la situación no estaba como para ponerse con cálculos. Desde que el río Sinú había echado por la boca de Tinajones por allá en los años 40s, ya se sabía: todo había cambiado en este Golfo de Morrosquillo. Por eso estaba ahí otra vez con la vela escurrida en el palo y sin avanzar un palmo. La brisa había cesado de repente y tendrían que echar canalete parejo hasta que volviera el nordeste y los empujara más adentro en donde otras veces había hecho buenas pescas de pargos, rubios y roncos. Remaron en silencio un buen rato, sintiendo apenas el apagado golpeteo del agua contra los costados de la chalupa. Cuando llegó la media noche sólo tenían cinco peces que destellaban como joyas bruñidas desde el fondo de la estiba. Fue a esa hora cuando se levantó una brisa fresca que erizó la superficie del mar. El viejo se puso de pié para templar la vela en el palo, pero no pudo hacerlo porque la muerte se le había instalado en el lado izquierdo: la pierna y el brazo dejaron de obedecerle, como si de repente se hubieran convertido en extremidades de otra persona. El muchacho lo sintió quejarse y dejó a un lado el canalete. - ¿Qué pasa, papi? - No siento el brazo, ni la pierna. No me sirven para nada. - No se preocupe, lo consoló el muchacho, si se siente mal, papi, asiéntese en el plan de la chalupa. El Periodismo en Antioquia 481 El chico estaba pensando con el fuerte deseo de que sólo fuera un desfallecimiento momentáneo. Pero no tuvieron tiempo de comprobarlo porque de pronto se levantó una fuerte brisa y una ola que no esperaban se precipitó sobre la chalupa como una montaña oscura coronada de espumas plateadas. El muchacho apenas si tuvo tiempo de ver a su padre cuando caía por la borda, arrastrado por la fuerza de la ola que lo había golpeado de lleno cuando estaba de pie. En una reacción instintiva se arrojó al agua tras él, con una cuerda en la mano. Se la amarró a la cintura y comenzó a patear en el agua, sumergiéndose, con los ojos desmesuradamente abiertos y sintiendo en el silencio repentino del abismo submarino la palpitación acelerada de su propio corazón. No había pensado en su propio riesgo ni en la dificultad de un salvamento entre esas aguas oscuras como la tinta. Sin embargo, después de varias brazadas a tientas lo sintió ahí pegado junto a él. Tuvo la sensación de que se estaba dejando hundir, como si fuera una vieja ancla, en busca del fondo del mar. Lo agarró del suéter y ayudándose con la cuerda comenzó a subirlo antes que se le acabara la respiración. Era increíble lo poco que pesaba en el agua; como si estuviera hecho de plumas leves, igual que un gran pájaro mojado, lo sacó del agua y los dos se quedaron un rato resollando, agarrados a la quilla de la chalupa que se había volteado. - "Saca la vela para que la chalupa se dé la vuelta" le dijo entre el ruido del agua que golpeaba implacable. Estaba ahí, agarrado con su mano derecha, el rostro lavado y el agua choreándole todavía de los cabellos que se le habían pegado al cráneo como algas oscuras. Esta vez la trepada a la barca por la borda no fue como en tantas veces antes en que el paso del agua al interior de la chalupa se hacía de un salto, o izándose limpiamente con una flexión de los dos brazos, como si hiciera ejercicio en una barra fija. Ese pescador fuerte y brioso que nunca había admitido ayuda, ahora parecía haber envejecido 482 El Periodismo en Antioquia dolorosamente mientras con su único brazo sano y su pierna libre trataba de ganar la borda. El muchacho intentó ayudarlo, pero ahora, fuera del agua, esa parte muerta de su padre era indócil y pesada como el plomo. Viéndolo así, mientras arrastraba la mitad de su propio cuerpo, se acordó de Pedro Blanco, el viejo pescador al que una sarda le había inmovilizado un brazo y que insistía en pescar de esa extremidad rígida como una garra embalsamada. Ganando centímetro a centímetro el viejo cayó al fin, jadeante y cubierto por un sudor helado, al fondo de la chalupa en medio de los cinco pescados que resplandecían en la estiba, milagrosamente salvados del naufragio. El muchacho, tembloroso aún por el esfuerzo, comenzó a hacer un inventario del desastre: los remos habían desaparecido, junto con ellos la vela y la olla de la comida y el botellón de agua. Se habían salvado los pescados y una chapa. La embarcación, al garete, iba y venía entre el oleaje que en medio de la oscuridad se presentía amenazante y destructor. Lo sacaron de sus lúgubres pensamientos los gemidos de su padre que había comenzado a vomitar, apoyado sobre su brazo sano. Entre uno y otro espasmo le dijo con voz agónica: -"Me muero, hijo, me muero." Sólo en ese momento, ante ese hombre desgonzado y semiparalizado, el muchacho creyó que su padre se podía morir. Entonces, por un instante, dejó de ser el pequeño hombre protector de su padre y capitán prematuro de su chalupa, para volver a ser niño y se echó a llorar. "Papi, sollozó, papi, no te vayas a morir." Se secó las lágrimas con rabia como si con ellas perdiera autoridad, para gritar imperioso: - "No te mueras. Si te mueres vas a dejar solos a mis hermanitos chiquitos. Tú que tanto quieres al Neco, el más chiquito, no te vayas a morir." Aun estaba convencido de que eso de morirse era un asunto que uno podía decidir de El Periodismo en Antioquia 483 modo caprichoso. Por eso agregó: "Si tu te mueres, me mato aquí mismo." Se quedó en silencio sintiendo cómo se mecía la chalupa, igual que una hamaca o una cuna, según el capricho de las olas. Llegó a creer que su padre dormía entre los pescados muertos. Al cabo de un rato largo se decidió a hablarle, temeroso de que no le fuera a responder. - Papi, quieres que sigamos pescando? Como volviendo de un sueño profundo oyó que le decía: no, ahora no. Y después, con esa pausa y énfasis con que se dicen las cosas definitivas, le dijo: - "Nunca debes ser pescador. No cojas este arte que es demasiado duro. Mejor, estudia para que puedas trabajar en otra forma; pero así como yo, no." No lo oyó hablar más. Trató de dormir, pues se sentía molido por el cansancio y por el frío. Lo despertaron las primeras y lejanas luces del amanecer. Entonces se acercó a su padre que aún permanecía en el mismo lugar en que lo había dejado. -"Papi, papi, le dijo en un susurro como si temiera despertar a alguien más, allí en la inmensidad del mar. Levántese que ya estamos llegando." El silencio largo y frío que siguió lo asustó. Entonces se inclinó sobre él y lo halló rígido y mojado por la brisa, con los ojos abiertos y fijos en el cielo color de plomo que se abría sobre sus cabezas. La muerte se los había vuelto azules. Intensamente azules. Sólo en el mar, sobre una chalupa al garete, sin alimentos ni agua y, además, responsable del cadáver de su padre, Horacio Ocón González, de doce años y alumno de 4 año de primaria, se sintió el niño más desválido, solo y desdichado del mundo y comenzó a llorar a grito herido. Todavía no había resuelto qué iba a hacer cuando vió venir a lo lejos una embarcación grande. Primero fue sólo una figura fantasmagórica que emergía de entre la neblina del amanecer. Después distinguió la proa elevada y desafiante, como 484 El Periodismo en Antioquia inmovilizada sobre el oleaje. En su impaciencia creyó que se había detenido y comenzó a agitar un tablón. De pronto ese punto brillante e inmóvil pareció entrar en movimiento y precipitarse sobre él. Cruzó a unos pocos metros de distancia sin moderar su velocidad endemoniada y se alejó dejando la chalupa envuelta en el oleaje que agitó a su paso. Instantáneamente, y ante la inminencia de un volcamiento, se abrazó al cadáver de su padre, resuelto a impedir que el mar se lo fuera a quitar. Era su cadáver, era su padre, nadie podría arrebatárselo. Ese pensamiento fortaleció su decisión de sobrevivir. De pronto se halló increpando a Dios con el mismo lenguaje espontáneo con que se dirigía a su padre. Sin necesidad de muchas teologías ni aspavientos, él acostumbraba hacerlo así. Cuando todos los demás interlocutores le resultaban pequeños o impotentes, Dios era el recurso. A El le podía decir todo con la seguridad de ser escuchado en medio de un silencio comprensivo. Por eso lo retó: " Dios, ya que me lo quitaste, ahora me tienes que ayudar a llevarlo para enterrarlo y que tenga una muerte feliz." Se sintió acompañado y decidido: él tomaría el gobierno de su chalupa. Con la chapa tomó la tabla principal de un banco que iba en la mitad de la embarcación y se fabricó un canalete para guiar su chalupa a tierra. Estaba remando en la misma dirección de vuelo de los alcatraces cuando vió una embarcación en el horizonte. Hoy no podría decir si aquello fue realidad o apariencia, pero un primo suyo iba ahí, de pie. Le hizo señas con el canalete, pero él siguió de largo, sin verlo. Debió ser al mediodía porque el sol no hacía sombra, cuando sintió más agudo que nunca el acoso del hambre y la sed: " no tenía ni agua ni comida, ya me dolía el ombligo porque yo soy herniao y el bazo me estaba doliendo. Yo dije, ojalá Dios mío me ayude." El Periodismo en Antioquia 485 Entonces las vió: las inconfundibles aletas triangulares que se deslizaban rompiendo las aguas en silencio. Las contó: una, dos, tres, cuatro, cinco. Su padre le había dicho que había que dejarlas pasar si uno no tenía un buen arpón en la mano y no sabía manejarlo bien. Pero esta vez las ominosas aletas tenían una definida dirección: su chalupa. Con la respiración contenida por el asombro y por el miedo las vió cruzar por un lado: las hubiera podido tocar con el canalete. Pasaron cuatro. El quinto tiburón, el más grande de todos, se quedó dando vueltas alrededor. Cuando se acercó tánto que pensó que se proponía partir a dentelladas el casco de la chalupa, el muchacho se afirmó en el borde dispuesto a romperle el canalete en la nariz. Alguien le había dicho que esa es la parte más sensible de estas temibles bestias marinas. Pero no podía dejar que un tiburón le arrebatara el cadáver de su padre. En ese momento vió centellear en el fondo de la estiba las escamas de uno de los peces muertos. Lo agarró y como si estuviera haciendo un lanzamiento de pitcher, arrojó el pescado lejos de la barca. El tiburón se lanzó como un rayo en su busca; pero minutos después estaba de regreso, merodeando alrededor de la chalupa. Entonces repitió la operación. Fueron cinco lanzamientos, para distraer al animal que, para alivio suyo, después de la quinta vez no regresó. " Ves, papi, de este también nos libramos." El cuerpo de su padre yacía rígido, como un pez enorme en el fondo de la embarcación. Una vez habían llevado allí un pez grande, el de mayor tamaño jamás pescado por su padre. El asunto había dado para fiestas y comentarios en el Rincón, su pueblo, durante largo tiempo. Pero claro, nunca del tamaño de su padre. Ese pez era más pequeño. Había seguido canaleteando, pero sus brazos no le daban más. Decidió descansar y pensar en sus hermanos y en su madre que a esa hora estarían preguntándose, preocupados, por su suerte. Por primera vez se le ocurrió que su regreso sería triste y rodeado de llanto porque en vez de peces para 486 El Periodismo en Antioquia comer y para vender, en su barca sólo llevaría el rígido cadáver de su padre. Ahí fue cuando apareció la corbeta. Agitó con desesperación su canalete hasta que vió con alivio que emparejaba con su chalupa y que por la borda le miraban asombrados los marinos. - "Qué le pasa?" preguntaron señalando el cuerpo de su padre. - "Está muerto." - ¿ "Y por qué no lo echas al mar?" - " Porque sería un cargo de conciencia. Sería como decir que yo lo maté." - ¿ "Qué vas a hacer?" - "Llevarlo a enterrar." Lo subieron a bordo, le dieron bebidas, le preguntaron qué ayuda quería y, como capitán de su nave pidió que lo remolcaran hasta el Rincón. Cuando el sol ya se ocultaba en el horizonte fondeó en el muelle del Rincón, cerca del lugar en donde su padre tendría, según su expresión, una muerte feliz. Publicado en: El Nuevo Siglo, domingo 7 de junio de 1992. El Periodismo en Antioquia 487 Autores José Félix de Restrepo Nació en Sabaneta, poblado entonces perteneciente al municipio de Envigado, en 1760 y murió en Bogotá en 1732. Fue profesor de Filosofía y de Física, además de Jurisconsulto y hombre de Estado. Como Presidente del Congreso de Cúcuta sancionó en 1821 la ley sobre libertad de los esclavos. Fue el formador de muchos líderes de la Independencia colombiana. También se ganó la vida como periodista. Francisco Antonio Zea Nació en Medellín en 1766 y murió en Londres, en 1822. Fue uno de los pioneros del periodismo en Colombia en la época de la Independencia. También fue científico, catedrático y diplomático. Estuvo vinculado a la Expedición Botánica. Fue redactor y director del Correo del Orinoco, por encargo de Simón Bolívar. También fue Vicepresidente de la Gran Colombia. José Antonio Benítez (El Cojo) Nació alrededor del año 1770, pero no se conoce la fecha exacta de su nacimiento. Primer cronista de Medellín. Fue Escribano Oficial de Antioquia desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX y un destacado hombre público en el periodo de nuestra independencia. Murió en Medellín el 13 de octubre de 1841. José Manuel Restrepo Nació en Envigado el 30 de diciembre de 1781. Abogado e historiador. Diputado al Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada. Nombrado Gobernador Civil de Antioquia. Director de La Casa de la Moneda. Escribió Historia de la revolución de Colombia. Murió en Bogotá en abril de 1863. José María Salazar Nació en Rionegro en 1784 y murió en París en 1827. Fue educador, abogado, diplomático y escritor. Fue autor de las primeras obras teatrales que se presentaron en Santafé de Bogotá. 488 El Periodismo en Antioquia María Martínez de Nisser Nació en Sonsón el 6 de diciembre de 1812. Fue la primera escritora colombiana del siglo XVIII. Esposa del ingeniero sueco Pedro Nisser. Doña María Martínez de Nisser decidió vestir uniforme militar, empuñar una lanza y acudir al campo de batalla en defensa del gobierno constituido y en rescate de su esposo cautivo, durante la "revolución de los supremos". Murió en Medellín el 18 de septiembre de 1872. Mariano Ospina Rodríguez Nació en Guasca, Cundinamarca, en 1805 y murió en Medellín en 1885. Fue periodista, ensayista, parlamentario, Gobernador de la provincia de Antioquia y Presidente de la República. Fundó el periódico La Civilización, en Bogotá, junto con José Eusebio Caro. Se le considera uno de los padres del Partido Conservador. En Medellín, donde pasó buena parte de su vida, dirigió el periódico La Sociedad. Camilo Antonio Echeverri Nació en Medellín el 14 de julio de 1828. Fue abogado y periodista de renombre. Fundador de El Pueblo, El Índice y La Balanza. Colaborador de El Neogranadino, El Tiempo, El Oasis y otros periódicos. Gobernador de la Provincia de Antioquia en 1855 y delegado a la Convención de Rionegro. Murió en Medellín en abril de 1887. Francisco de Paula Muñoz (Mingrelio) Nació en Medellín el 22 de marzo de 1840. Profesor, periodista, parlamentario y escritor. Fundó el periódico literario El Álbum, fue redactor de La Voz de Antioquia y colaboró en El Cóndor, La Justicia, La Tarde, El Fénix, El Esfuerzo, El Trabajo, El Mensajero Noticioso y La Miscelánea. Murió en Medellín el 12 de febrero de 1914. Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos) Nació en Amagá en 1825 y murió en Ibague en 1894. Fue el primer gran narrador que tuvo Antioquia en el siglo XIX. Sus artículos de costumbres, publicados en los periódicos, algunas de sus crónicas y su estilo literario dominaron la década de 1850 a 1860, una de las El Periodismo en Antioquia 489 más importantes en la literatura y el periodismo de Antioquia. El punto culminante de su obra fue la publicación de sus Artículos escogidos, en 1859. A partir de ese momento, el autor asumió un silencio voluntario. Por esto fue olvidado por las siguientes generaciones. Además de la obra mencionada también publicó Mi compadre Facundo. Se considera que Tomás Carrasquilla es el continuador de su línea narrativa, ya a finales del siglo. Juan de Dios Uribe (El Indio Uribe) Nació en Andes en octubre de 1859. Periodista, panfletario y orador. En 1887, publicó su semanario El Correo Liberal que lo llevó al destierro. Siguió escribiendo en Venezuela y Ecuador, en cuya capital (Quito) murió en enero de 1900. Camilo Botero Guerra Nació en Medellín en enero de 1853. Trabajó en varios periódicos. Dirigió La Palestra, El Mensajero, El Cartel y El Movimiento. Miembro de la Academia Antioqueña de Historia. Murió en Medellín en diciembre de 1942. Manuel Uribe Ángel Nació en Envigado en 1822 y murió en Medellín en 1904. Fue uno de los más importantes científicos y hombres públicos de Antioquia en el siglo XIX, además de su profesión de médico, también cultivó las letras y la historia. A él se le debe la primera Geografía general y compendio histórico del estado de Antioquia en Colombia, publicado en París en 1885. También escribió libros de memorias y de viajes. Recientemente se ha descubierto y estudiado su importante obra narrativa. Demetrio Viana De su vida se conocen pocos datos, porque pasó buena parte de su vida en Guatemala. Además de escritor, fue hombre público. Escribió ensayos para revistas y periódicos como Alborada, Oasis y Occidente. También publicó en libros y revistas literarias algunas narraciones como "Con la vara que midas", en 1876, y "Una noche de angustias". 490 El Periodismo en Antioquia Jorge Isaacs Nació en Cali en 1837. Algunos investigadores del Chocó sostienen que nació en Quibdó por la misma época. Es descendiente de una familia judío-inglesa de Jamaica y de una familia colombiana. Fue jefe militar, primero en las filas de los ejércitos conservadores y después de una transformación completa de sus ideas y de su vida, se pasó a las filas de los ejércitos liberales radicales. Es el autor de María, una de las novelas colombianas más importantes de todos los tiempos. Fue periodista combativo y en Antioquia fundó el periódico La Nueva Era. En esta provincia derrocó al gobierno al frente de las tropas liberales del Cauca y se autonombró gobernador. Murió de paludismo, en medio de la pobreza, en Ibagué en 1895. Antes de morir pidió que sus restos reposaran en Antioquia. Fidel Cano Nació en San Pedro en 1854. Se inició como periodista en La Palestra. Dirigió la Revista Industrial, El Trabajo, La Correspondencia, La Idea, Mesa Revuelta, La Disciplina, La Unión y La Consigna. Fue Diputado, Senador de la República y rector de la Universidad de Antioquia. También escribió poesía y crítica literaria. Fundó en 1887 el periódico El Espectador, en Medellín. Desde sus hojas libró la batalla más dura y más resonante contra el gobierno de la Regeneración, liderado por el presidente Rafael Núñez. Por sus artículos defendiendo la libertad de expresión, su periódico fue cerrado por el gobierno incontables veces. Murió en Medellín en 1919. Rafael Uribe Uribe Nació en Valparaíso en 1859. Fue abogado, orador, polemista, periodista, diplomático y jefe del Partido Liberal. También colaborador de El Autonomista y El Liberal y fundador de La Consigna y El Trabajo. En la Guerra de los Mil Días fue el principal jefe militar de las tropas liberales y junto con el general Benjamín Herrera firmó la paz con el gobierno conservador. En 1914, cuando era el principal líder de la oposición, fue asesinado a hachazos en las gradas del Capitolio Nacional. El Periodismo en Antioquia 491 Lucrecio Vélez Barrientos (Gaspar Chaverra) Nació en Bello el 4 de febrero de 1850. Parlamentario, cuentista, poeta, cronista y novelista. Fue colaborador de El Montañés, Alpha y La Miscelánea. Murió en Medellín el 5 de noviembre de 1925. Romualdo Gallego (José María Castells) Nació en Cáceres en febrero de 1895. Abogado, cuentista y novelista. Diputado a la Asamblea. Escribió cuentos y crónicas en los principales periódicos y revistas. Murió en Medellín en abril de 1931. Enrique Gaviria Isaza Nació en Medellín en 1828. Cuentista y cronista. Secretario de Hacienda de Antioquia. Obras publicadas: Apuntes para la historia del teatro de Medellín, Vejeces y Así fueron nuestros mayores. Murió en 1904. Carlos E. Restrepo Nació en Medellín en septiembre de 1867. Hombre público y periodista. Dirigió El Correo de Antioquia y Vida Nueva. Fundó los periódicos La República y Colombia. Presidente de la República en el período de 1910-1914. Murió en Medellín en septiembre de 1937. Luis Latorre Mendoza Autor del libro Historia e historias de Medellín, publicado en 1934. Antonio José Restrepo (Ñito Restrepo) Nació en Concordia en marzo de 1855. Abogado, parlamentario diplomático, internacionalista, escritor, Diputado a la Asamblea, representante al Congreso, Procurador General del Estado de Antioquia; Procurador General de la Nación; Plenipotenciario de Colombia en Suiza en la Liga de las Naciones. Fundador de los periódicos La Lechuza, El Estado, La Región de Medellín, La República, El Heraldo, La Tribuna, El Sagitario de Bogotá. Murió en Barcelona (España) en marzo de 1933. José Velásquez García (Julio Vives Guerra) Nació en Santa Fé de Antioquia en julio de 1873. Periodista, cuentista, poeta y cronista. Dirigió El Dúo, La Bohemia Alegre, Pierrot y Gaceta Republicana. Colaboró en El Tiempo y en El Espectador. Fue 492 El Periodismo en Antioquia cronista de Semana Cómica, Bogotá Cómico y Fantaches. Fue jefe de redacción de Cromos y El Grafico. Murió en Bogotá en 1950. José Luna Uno de los primeros reporteros de Antioquia de comienzos del siglo XX. Sus reportajes se publicaron en el periódico La Organización, en la década de 1910. Marco Fidel Suárez (Luciano Pulgar) Nació en Bello en abril de 1855. Educador, periodista, filólogo y Presidente de la República durante el periodo de 1918- 1921. Director del periódico El Nacionalista. Murió en Bogotá en abril de 1927. Tomás Carrasquilla Nació en Santo Domingo en 1858 y murió en Medellín en 1940. Es considerado uno de los mayores narradores de Antioquia a lo largo de toda la historia. Su libro Frutos de mi tierra, publicada en 1896, inauguró la novela moderna en Antioquia. También fue periodista y escribió centenares de crónicas en distintos periódicos de Medellín y de Bogotá. Aunque se le consideró por su lenguaje un escritor de valor meramente regional, algunos de los críticos más importantes de España y de América lo consideraron el más castizo de los escritores de idioma castellano del siglo XIX. Don Miguel de Unamuno dijo de él que su obra "sabe a tierra, sabe a lugar, sabe a tiempo y a eternidad". Desde 1896 hasta poco antes de su muerte, escribió muchas novelas y cuentos. Entre ellos vale la pena destacar La marquesa de Yolombó, considerada una de las grandes novelas colombianas, lo mismo que la trilogía Hace Tiempos, con la cual puso fin a su obra pocos años antes de morir, en medio del reconocimiento nacional e internacional a su condición de gran narrador. La Dama Negra Cronista y articulista que colaboró en el periódico El Colombiano, entre 1921 y 1923, y nunca quiso revelar su verdadera identidad. Por la agudeza de sus textos, por su ironía y por su erudición, casi todas las colaboraciones que publicaba generaban polémica. Sus críticos llegaron a decir que detrás del seudónimo se escondía la El Periodismo en Antioquia 493 pluma de un hombre, sin embargo los estudiosos de su obra están seguros de que ella era una mujer de una inteligencia y una erudición desacostumbradas entre las mujeres de su época. Luis Tejada Nació en Barbosa en 1898 y murió en Girardot en 1924. Fue el cronista más importante de Colombia desde que empezó a colaborar en El Espectador, en Medellín, y luego en la edición del mismo periódico en Bogotá. Pertenece al grupo cultural llamado "Los Nuevos", que revolucionó el periodismo y la literatura en Colombia en la década de 1920. Su obra está reunida en Libro de crónicas, 1924, Gotas de tinta, 1971, y Mesa de redacción, 1990. También trabajó como cronista en El Sol, El Correo Liberal, El Gráfico y Cromos. Fue el cronista más ágil, agudo y humano que ha dado la prensa colombiana hasta hoy. Horacio Franco Nació en Yarumal en agosto de 1898. Periodista y ensayista. Colaborador de los principales periódicos de Medellín y Bogotá. Murió en Medellín en febrero de 1965. Ricardo Uribe Escobar Nació en Medellín en agosto de 1892. Abogado, profesor y ensayista. Magistrado del Tribunal Superior de Antioquia, Rector de la Universidad de Antioquia. Colaboró en El Heraldo de Antioquia, fue director de El Correo Liberal. Murió en Medellín en agosto de 1968. Adelfa Arango Jaramillo Nació en Concepción. Consagró su vida al profesorado. En su viaje de estudio a La Habana publicó varios reportajes acerca del adelanto en que se encontraba Colombia en materias educativas. Blanca Isaza de Jaramillo Nació en Abejorral en enero de 1898. Poetisa, cuentista y ensayista. Directora de la revista Manizales. En 1961 recibió la medalla al "Mérito Periodístico" del departamento de Caldas. 494 El Periodismo en Antioquia Coronel José Ignacio Forero Autor del libro Historia de la aviación en Colombia. María Cano Nació en Medellín en agosto de 1887. Fundó la Revista Cyrano y colaboró en algunos periódicos. Fue la primera mujer que en Colombia luchó por las reivindicaciones obreras. Murió en Medellín en abril de 1967. Libardo Parra Toro. (Tartarín Moreira) Nació en Valparaíso en mayo de 1898. Colaboró en El Correo Liberal, El Diario y El Heraldo de Antioquia. Murió en Medellín en 1954. Alejandro López Nació en Medellín en junio de 1876. Ingeniero, catedrático y escritor. Ingeniero del Ferrocarril de Antioquia. Colaborador en los periódicos La Organización y El Correo Liberal. A él se le debe la construcción del túnel de La Quiebra. Murió en Fusagasugá en marzo de 1940. Libardo López Nació en Medellín en agosto de 1870. Abogado, parlamentario y escritor. Fue director de La Organización. Diputado a la Asambleas y Senador de la República. Publicaciones: La raza antioqueña, 1919; Proyecto de ley y ensayos que tratan asuntos económicos, 1931; Comentarios políticos y comentarios económicos, 1950. Baldomero Sanín Cano Nació en Rionegro, Antioquia, en 1861. Ensayista, crítico literario, lingüista, periodista, catedrático. Trabajó en periódicos como Times, de Londres; La Nación, de Buenos Aires; El Tiempo, de Bogotá y en varias revistas como El Repertorio Americano, de San José (Costa Rica); Hispania, de Londres, y Revista de las Indias, de Colombia. Murió en Bogotá en 1957. Es considerado el mayor crítico y ensayista colombiano de todos los tiempos. El Periodismo en Antioquia 495 Jaime Barrera Parra Nació en San Gil, Santander, en 1890. En Bucaramanga dirigió las revistas Vida y Arte y Motivos, y, en Bogotá, las Lecturas Dominicales de El Tiempo, donde aparecieron sus célebres "Notas del Week-end". Falleció trágicamente en Medellín al desplomarse el Teatro Alcázar el 28 de enero de 1935. Casi toda su obra periodística fue escrita en Medellín como corresponsal de El Tiempo. Luis Cano Nació en Envigado en agosto 1885. Dirigió El Espectador durante 35 años. Delegado de Colombia a la Conferencia de Río de Janeiro en 1934 y ministro plenipotenciario en Suiza. Murió en Bogotá en julio de 1950. Tulio González Vélez Nació en Bolívar, Antioquia, en 1906. Narrador vigoroso y autóctono, cuentista. Autor de cuentos como "Nadie", "De vuelta al yunque" y "El último arriero". Murió en Bogotá en 1968. Fernando González Ochoa Nació en Envigado en 1895 y murió en ese mismo lugar en 1964. Es, junto con Tomás Carrasquilla, uno de los dos escritores más grandes que ha dado Antioquia. Fue Cónsul de Colombia en Europa, donde publicó parte de su obra. También ejerció como abogado y es el autor del Estatuto del impuesto de valorización en Medellín. Escribió ensayos filosóficos, libros de viaje, novelas. Es un autor inclasificable en la literatura colombiana por su estilo, por su hondura y por su sinceridad. Desde muy joven leyó muchos libros orientales, pero después también leyó muchísimos grandes libros de todas las culturas que influenciaron su escritura. "Nos pensó a nosotros mismos", dijo de él el poeta José Manuel Arango. Escribió Pensamientos de un viejo, 1916, Viaje a pie, 1929, El remordimiento, 1935, y más de diez libros más. Como periodista, su labor fue singular. Al estilo de Fedor Dostoyevski con sus Carnets de un escritor, Fernando González publicó la Revista Antioquia, redactada enteramente por él. 496 El Periodismo en Antioquia Enrique Echavarría Nació en Medellín en agosto de 1875. Miembro de la Academia Antioqueña de Historia y Miembro Fundador del Centro Bolivariano de Antioquia. Murió en Miami en abril de 1958. Lino Gil Jaramillo Nació en Pereira en 1908. Muy joven se inició como redactor del diario El Espectador. Fue redactor de La Prensa, de Barranquilla; de El Siglo, de Santiago de Chile; y de Relator, de Cali, ciudad donde murió en 1976. Eladio Gónima Cuentista, cronista. Desempeñó la Secretaría de Hacienda y colaboró en varios periódicos y revistas. Juan Roca Lemus (Rubayata) Juan Roca Lemus nació en Ocaña, Norte de Santander el 30 de julio de 1908. Poeta, pintor, ensayista, cuentista, novelista, biógrafo, panfletario, diplomático y periodista. Colaboró en El País, Clarín, El Debate, El Espectador, El Tiempo, El Colombiano, La Nación, El Siglo, El Nuevo Tempo, El Norte, El Popular, Cromos y El Faro. Escribió las novelas El diablo tiene la vela y Cuando baja la marea. Lisandro Ochoa Nació en Medellín en noviembre de 1867. Cronista, comerciante e industrial. Concejal de Medellín. Fundó el periódico Actualidades. Murió en Medellín noviembre de 1948. Otto Morales Benítez Nació en Riosucio en agosto de 1920. Abogado, crítico, ensayista, historiador, sociólogo, político y parlamentario. Se hizo periodista en El Colombiano, La Defensa y El Diario. Alfredo Lamus Rodríguez Fue colaborador del suplemento Generación, del periódico El Colombiano, en su época más brillante, entre 1939 y 1942. En los periódicos y las antologías consultadas para esta selección no aparece ningún dato biográfico suyo. El Periodismo en Antioquia 497 Jesús Tobón Quintero Nació en Copacabana en 1885. Educador y periodista. Colaboró en Vanguardia, y en La Organización, Fue director de El Heraldo de Antioquia. Diputado a la Asamblea y Representante al Congreso. Emilio Jaramillo Médico, político, periodista. Fundador, en asocio de don Eduardo Uribe Escobar, del periódico El Diario en 1930. José Restrepo Jaramillo Nació en Jericó en 1896. Cuentista y novelista. Escribió: La novela de los tres, David hijo de Palestina, Veinte cuentos, Dinero para los Peces, Ventarrón. Murió en Panamá en 1945. Carlos Escobar Nació en 1901. Ejerció el magisterio en Medellín y colaboró en varios periódicos. Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob y Ricardo Arenales) Nació en Santa Rosa de Osos en julio de 1883. Maestro de escuela, periodista, ensayista, poeta dramaturgo, ensayista y novelista. Fundó los periódicos El Trabajo y El Estudio en Angostura Antioquia. Vivió en Centroamérica, Cuba y México, país donde murió en enero de 1942. José Gerardo Ramírez Serna (José Gers) Nació en Aranzazu en 1914. Escribió crónicas y reportajes en La Patria, de Manizales; Relator y El País, de Cali; El Espectador y Sábado, de Bogotá. Su libro Croniquillas se publicó en 1946 y Crónicas y reportajes en 1983. Murió en Cali en 1986. León de Greiff Nació en Medellín en 1895 y murió en Bogotá en 1976. Se destacó como uno de los grandes poetas colombianos y de Hispanoamérica. También fue diplomático, estadígrafo y director de revistas como Panida y la Revista de las Indias. Como periodista mantuvo una columna titulada "La Columna de Leo". Entre sus libros más conocidos están Tergiversaciones de Leo Legris-Matías Aldecoa y Gaspar (1925), y Nova et 498 El Periodismo en Antioquia vetera (1973). La última edición de sus Obras Completas la publicó la Editorial Tercer Mundo, en Bogotá, en 1980. Fernando Gómez Martínez Nació en Santa Fe de Antioquia en marzo de 1827. Abogado, periodista, historiador y político. Dirigió el periódico El Colombiano durante varias décadas. Fue parlamentario y canciller. Murió en Medellín en diciembre de 1985. Magdalena Moreno (Magda Morero) Nació en Santo Domingo a finales del siglo XIX. Fue una de las primeras escritoras modernas de Antioquia. Estuvo vinculada a la tertulia del maestro Tomás Carrasquilla. Fue radioperiodista en La Voz de Antioquia y Emisora Claridad. Colaboró en los principales diarios de Medellín, ciudad donde murió en 1964. Nelly Posada (Susanne Ibero) Nació en Yarumal en 1927. Poetisa. Murió en Medellín en 1957. Adel López Gómez Nació en Armenia en octubre de 1901. Novelista, cuentista, periodista. Colaborador de los principales periódicos y revistas de Medellín, Manizales y Bogotá. Murió en Manizales en 1989. Manuel Mejía Vallejo Nació en Jericó en 1923. Poeta y novelista. Ganó el premio de novela Rómulo Gallegos con La casa de las dos palmas. Otras obras suyas son: La tierra éramos nosotros, Aire de tango, El día señalado y Los invocados. Fue corresponsal viajero de El Espectador y de El Nacional de Venezuela. Su obra periodística se publicó casi toda en Venezuela y Centroamérica y ocasionalmente en el periódico El Espectador. Murió en 1998. Uriel Ospina Nació en Medellín el 3 de noviembre de 1925. Periodista, cronista, biógrafo traductor, profesor y ensayista. Durante más de 30 años fue periodista y editorialista de El Tiempo en Bogotá. Colaboró en los suplementos literarios de El Colombiano y El Espectador. Murió en Bogotá el 23 de octubre de 1991. El Periodismo en Antioquia 499 Julio César García Nació en Fredonia en agosto de 1894. historiador, periodista y catedrático, doctorado en Filosofía y Letras. Fue director de El Colombiano, y colaborador de varios periódicos. Miembro de la Academia Antioqueña de Historia y de la Academia Colombiana de la Lengua. Rector encargado de la Universidad de Antioquia, y Rector de la Universidad La Gran Colombia, fundada por él. Murió en Bogotá en junio de 1959. Sofía Ospina de Navarro Nació en Medellín el 15 de abril de 1892. Cronista y cuentista. Colaboró en El Colombiano, El Espectador y El Tiempo. Fue directora y fundadora de la revista Letras y Encajes. En 1920 obtuvo el primer premio del concurso literario de la Sociedad de Mejoras Públicas con el cuento "¿Milagro?" Murió en 1974. Gabriel Cano Nació en Medellín en mayo de 1892. Dirigió La Mesa Redonda, Sábado, y el suplemento literario de El Espectador. En 1919 dirigió El Espectador de Medellín. Recibió varios premios, entre ellos, el premio nacional de Periodismo y Ciencias Sociales otorgado por parte de la Fundación Centenario Banco de Colombia. Murió en Bogotá en febrero de 1981. Rocío Vélez de Piedrahita Nació en Medellín en 1926. Novelista, cronista. Su primera crónica fue publicada en El Colombiano a principios de los cincuenta. Durante cerca de veinte años publicó crónicas en el Magazín Literario de El Espectador. Cuyas piezas fueron recopiladas en dos volúmenes titulados Entre nos (1955 y 1972). Guillermo Cano Nació en Medellín en 1925 y murió asesinado en Bogotá, por sicarios del narcotráfico, en 1986, cuando como director de El Espectador adelantaba una valiente campaña para denunciar la infiltración de la mafia de las drogas en la vida política nacional. Fue uno de los últimos grandes periodistas de la familia de Fidel Cano, fundadora de El Espectador. Como periodista, se desempeñó como 500 El Periodismo en Antioquia cronista taurino, deportivo, hípico, cultural y político. Fue el fundador del Magazín Dominical, en el cual trabajó hombro a hombro con Álvaro Pachón de la Torre. Dirigió El Espectador desde 1952 hasta el día de su muerte. En los últimos años se hizo famosa su columna dominical "Libreta de Apuntes". Mario Escobar Velásquez Nació en Támesis en 1928. Desde que ganó el Premio Nacional de Novela Vivencias en 1979, con su obra Cuando pase el ánima sola, ha publicado más de quince libros, casi todos ellos de ficción. Sin embargo, fue periodista en la década de 1950 cuando dirigió la revista Lanzadera, publicada por Coltejer. Luego ha colaborado ocasionalmente con la revista La Hoja, de Medellín, en donde ha publicado reportajes y crónicas. Clemencia Hoyos de Montoya Nació en Urrao el primero de enero de 1919. Ha publicado, en el transcurso de 37 años, crónicas y artículos de diversos temas en los diarios El Colombiano, El Correo, El Espectador y El Mundo; también colaboró en la revista El Carmen, editada en Cali por los Padres Carmelitas, y en los periódicos locales El Camino y El Penderisco. Autora de los libros Ayer y Vida Inquieta y Loca. Antonio Panesso Robledo Nació en Sonsón en 1918. Literato, filólogo y cronista. Su carrera periodística empezó, en 1949, en El Correo de Medellín, a donde llegó como jefe de redacción y luego se convirtió en director. Colaboró en La Defensa. Rogelio Echavarría Nació en Santa Rosa de Osos en 1924. Se vinculó tempranamente al periodismo en el diario El Pueblo, de Medellín, en la década de 1940. Luego viajó a Bogotá y se vinculó a El Siglo. Dedicó la mayor parte de su vida como periodista a su trabajo como editor y jefe de redacción en los periódicos El Espectador y El Tiempo. Como poeta empezó a ser conocido desde 1948, cuando publicó Edad sin tiempo y, años más tarde, cuando fue colaborador de la revista Mito. Su obra principal es El Transeúnte, donde ha reunido El Periodismo en Antioquia 501 la mayor parte de su producción poética. En los últimos años ha sido muy destacada su labor como el principal antologista de la poesía colombiana. También ha recibido los dos principales premios de poesía del país: el de la Universidad de Antioquia y el de la Casa de Poesía Silva. Óscar Hernández Nació en Medellín en noviembre de 1925. Periodista, poeta, cuentista y novelista. Colaboró en los principales diarios de Antioquia: El Colombiano, El Diario y El Correo. Antonio Mesa Jaramillo Nació en Girardota el 5 de diciembre de 1911. Se destacó como periodista, arquitecto y pedagogo. Trabajó en El Diario de Medellín. Murió en El Hatillo el 15 de diciembre de 1971. Alfonso Upegui Orozco (Don Upo) Nació en Valparaíso el 3 de abril de 1909. Cronista judicial de El Colombiano. Murió en 1972. Jaime Sanín Echeverri Nació en Rionegro en abril de 1922. Fue redactor de El Colombiano y El Pueblo. Director de la revista Arco. E. Livardo Ospina Nació en Andes en febrero de 1912. colaborador de El Diario, El Colombiano, El Mundo, El Espectador, El Correo, y El Relator. Juan Zuleta Ferrer Nació en Medellín en noviembre de 1908. Abogado, parlamentario, diplomático y periodista, autor de estupendos editoriales. Director de El Colombiano entre los años 1947-1950. Recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en julio de 1978. Murió en Medellín en octubre de 1984. José Mejía y Mejía (Jota) Nació en Yarumal en abril de 1911. Abogado, Periodista y parlamentario. Fue jefe de redacción de La Defensa; subdirector y director de El Colombiano, donde publicaba su famosa "Rúbrica". Murió en Medellín en 1974. 502 El Periodismo en Antioquia Gonzalo Arango Nació en Andes en enero de 1931. Cuentista, reportero, ensayista y poeta. Colaboró en El Colombiano, El Tiempo, El Espectador y Cromos. Fue fundador del Nadaismo en 1958. Murió en Tocancipá en septiembre de 1976. Javier Darío Restrepo Nació en Jericó en 1932. Ha ejercido el periodismo en prensa y televisión por más de cuarenta años. Profesor de posgrados de periodismo en la Universidad de los Andes y la Universidad Javeriana. Premio de Periodismo Simón Bolívar a la mejor crónica en televisión en 1985. Premio de Periodismo a la mejor Investigación en televisión 1986. Premio de Periodismo del Círculo de Periodistas en la categoría prensa 1993. Premio Germán Arciniegas de Periodismo 1995. Este libro se terminó de imprimir en L. Vieco e Hijas Ltda. en octubre 2003 Medellín