El Periodismo en Antioquía

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El Periodismo en Antioquia
1
El Periodismo
en Antioquia
2
El Periodismo en Antioquia
La publicación de esta obra ha
sido posible gracias a un
convenio entre el Concejo de
Medellín, la Alcaldía de
Medellín, la Secretaría de
Cultura Ciudadana del Municipio
de Medellín, y la Biblioteca
Pública Piloto de Medellín para
América Latina. Sus 1.000
ejemplares serán distribuidos de
manera gratuita a bibliotecas
públicas, casas de la cultura e
instituciones
educativas
oficiales.
El Periodismo
en Antioquia
Selección y prólogo de
Juan José Hoyos
Auxiliar de Investigación:
Zahira María López
4
El Periodismo en Antioquia
079-86126
P445p
El Periodismo en Antioquia : Selección y prólogo
de Juan José Hoyos / José Félix de Restrepo …
[et al] ; ilustrador Guillermo Gómez
Pérez ... Medellín : Alcaldía de Medellín, Secretaría
de Cultura Ciudadana, Biblioteca Pública Piloto
de Medellín. 2003. Vol. 119 Fondo Editorial BPP
504 p. : il.-ISBN: 958 - 9075 - 91 - 6
© 2003
Primera edición
Alcaldía de Medellín
-Secretaría de Cultura Ciudadana de MedellínConcejo de Medellín
Biblioteca Pública Piloto
de Medellín para América Latina
Esta publicación obedece al
Acuerdo No. 45 de 2002
del Concejo de Medellín
Asesores del Proyecto:
Concejala: Martha Cecilia Castrillón Soto
Jorge Alberto Velásquez Betancur,
Secretario de Cultura Ciudadana
Coordinación del proyecto editorial:
Gloria Inés Palomino Londoño,
Directora General
Biblioteca Pública Piloto de Medellín
Carátula: Guillermo León Gómez Pérez
"Sin título". Óleo sobre lienzo,
de la serie "Verdeazul", 2000.
Revisión: Claire Lew
Impreso por:
L. Vieco e Hijas Ltda., Medellín
Índice
Juan José Hoyos
Dos siglos de Periodismo en Antioquia
13
José Félix de Restrepo
Clausura del curso de Filosofía en el
Colegio de San Bartolomé
23
Francisco Antonio Zea
Manifiesto
27
José Antonio Benítez (El Cojo)
El presbítero homicida
30
José Manuel Restrepo
Diario que hice de la ciudad de Rionegro en la
provincia de Antioquia, a la de Kingston, en la Isla
de Jamaica
33
José María Salazar
Bosquejo político de la América antes española
40
María Martínez de Nisser
Diario de los sucesos de la revolución en la
provincia de Antioquia en los años de 1840-1841
45
Mariano Ospina Rodríguez
Probabilidades sobre la marcha de la
civilización en Hispanoamérica
51
Camilo Antonio Echeverri
El murciélago
55
6
El Periodismo en Antioquia
Francisco de Paula Muñoz (Mingrelio)
El crimen de Aguacatal
59
Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos)
Una aventura en el Magdalena
79
Juan de Dios Uribe
La muerte de Lázaro Escobar
88
Camilo Botero Guerra
Los petardistas
93
Manuel Uribe Ángel
Una paila histórica
103
Demetrio Viana
Una noche de angustias
108
Jorge Isaacs
La asamblea trepida
113
Fidel Cano
La ley de los caballos
117
Rafael Uribe Uribe
La guerra de 1895
121
Lucrecio Vélez Barrientos (Gaspar Chaverra)
El camino de Palonegro
125
Romualdo Gallego
La hazaña de Lajas
132
Enrique Gaviria Isaza
Crimen, capilla y ejecución de Tamayo
139
Carlos E. Restrepo
Juan Machado, el maquinista: un héroe oscuro
156
El Periodismo en Antioquia
Luis Latorre Mendoza
El aeronauta Antonio Guerrero
159
Antonio José Restrepo (Ñito Restrepo)
Recuerdos sobre Medellín
161
José Velásquez García (Julio Vives Guerra)
Vegetarianos de camama
166
José Luna
El vuelo de ayer
170
Marco Fidel Suárez
La paciencia
173
Tomás Carrasquilla
Del Medellín colonial
179
La Dama Negra
El ventaneo
Una venganza
182
185
Luis Tejada
En el pueblo
189
Horacio Franco
Por el apique de abajo
194
Ricardo Uribe Escobar
Llamaradas y humoradas
196
Adelfa Arango Jaramillo
La exposición de arte francés en Medellín
y las escuelas de pintura
198
Blanca Isaza de Jaramillo
El manicomio de Sibaté
204
7
8
El Periodismo en Antioquia
Coronel José Ignacio Forero F.
Así se viajaba en avión a Medellín
209
María Cano
Una visita a la Colombiana de Tabaco
215
Libardo Parra Toro (Tartarín Moreira)
Sorianita
218
Alejandro López
Vías de Trasportes
220
Libardo López
Cruz de oro
226
Baldomero Sanín Cano
Viaje a pie, de Fernando González
Juan de Dios Uribe
229
236
Jaime Barrera Parra
Despedida a Rendón
244
Luis Cano
La responsabilidad de la victoria
248
Tulio González Vélez
Rafael Arredondo
252
Fernando González
La Universidad, políticos y periodistas
262
Enrique Echavarría
El cementerio San Pedro
266
Lino Gil Jaramillo
Jaime Barrera Parra
271
Eladio Gónima
Espantos y brujerías del viejo Medellín
275
Juan Roca Lemus
El Papa de Barbosa: cómo vive y qué piensa
277
Lisandro Ochoa
Primer Tranvía de Medellín
283
Otto Morales Benítez
Rodrigo Arenas Betancourt
287
Alfredo Lamus Rodríguez
Visión del Ártico
295
Jesús Tobón Quintero
Destrucción ferrocarrilera
297
Emilio Jaramillo
Antonio J. Cano
300
José Restrepo Jaramillo
Argonauta de mis venas
302
Carlos Escobar
Lo que fue el barrio del Contento,
antes de ser Gerona
306
Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob)
Murió el presidente Harding
Un criterio personal
El estudio de las matemáticas
311
318
320
José Gerardo Ramírez Serna (Jóse Gers)
Se “suicidó” una casa
322
León de Greiff
De la campaña de 1813 y de cómo era el
caserío de Nare en 1826
324
Fernando Gómez Martínez
Sin pasaporte sobre el Reich
328
10
El Periodismo en Antioquia
Magda Moreno
Tiranía de la moda
345
Nelly Posada (Susanne Ibero)
Amparo Uribe, nueva soberana
de la belleza en Antioquia
347
Adel López Gómez
Gabriel Cano, héroe de tierra firme
349
Manuel Mejía Vallejo
Mi general Somoza
351
Uriel Ospina
Montparnasse, un recuerdo melancólico
364
Julio César García
La Universidad de Antioquia
372
Sofía Ospina de Navarro
Una noche en Tierradentro
375
Gabriel Cano
El tesoro del pirata
380
Rocío Vélez de Piedrahita
Los que van a morir te saludan
383
Guillermo Cano
Mi personaje inolvidable
390
Mario Escobar Velásquez
Fernando González, el hombre y el mito
404
Clemencia Hoyos de Montoya
Recuerdos de la muerte de Eva Perón
409
Antonio Panesso Robledo
De la lectura y los libros
416
El Periodismo en Antioquia
11
Rogelio Echavarría
Alberto Ángel Montoya: una entrevista a ciegas
427
Oscar Hernández Monsalve
Maturín
433
Antonio Mesa Jaramillo
Pedro Nel Gómez: genio críptico
434
Alfonso Upegui Orozco (Don Upo)
Por ser tan lindo el amor se hizo matar
de su cuñado
438
Jaime Sanín Echeverri
Cristos, Bolívares y dioses indígenas en
Rodrigo Arenas Betancurt
440
E. Livardo Ospina
Descubrimiento, conquista y población
del Valle de Aburrá
449
Juan Zuleta Ferrer
Clodomiro Ramírez y su tiempo
460
José Mejía y Mejía
Medellín, ¿la capital del crimen?
468
Gonzalo Arango
El poeta Mario Rivero de Envigado, Antioquia
471
Javier Darío Restrepo
La muerte feliz de Julián Ocón
479
Autores
487
El Periodismo en Antioquia
13
Dos siglos
de Periodismo en Antioquia
Cuando acepté hacer una selección de los mejores escritos de
los periodistas de Antioquia, no pensé que ésta fuera una tarea
tan grata y tan importante. Soy periodista y me he dedicado
durante varios años a estudiar la historia del periodismo en
Colombia, sobre todo la historia del periodismo narrativo. Sin
embargo, nunca me había dedicado a examinar con
detenimiento la del periodismo de nuestra región, con
excepción de un solo autor: Francisco de Paula Muñoz, el
inolvidable escritor de El crimen de Aguacatal, el libro que
inauguró el reportaje en nuestro país.
La labor fue un poco apresurada, atendiendo la voluntad
del actual Concejo Municipal de mi ciudad y de la Biblioteca
Pública Piloto de recuperar la obra periodística de quienes
forjaron en el pasado este periodismo vigoroso, combativo,
bien escrito, que luchó por la Independencia, por la libertad
de los esclavos, por la libertad de expresión, por retratar la
vida cotidiana de la región y que dio figuras tan disímiles como
Francisco Antonio Zea, Juan de Dios Restrepo (Emiro
Kastos), el Indio Uribe, Luis Tejada, Fernando González,
Rafael Uribe Uribe, Fidel Cano, Antonio J. Restrepo, Emilio
Jaramillo, Juan Zuleta Ferrer, Fernando Gómez Martínez, José
Velásquez García (Julio Vives Guerra) y hasta el propio don
Tomás Carrasquilla.
Más grata aún me pareció esta labor viendo la intención
de quienes la crearon: que estas obras nutran el alma colectiva
de las generaciones de hoy y del futuro. El Concejo Municipal
y la Biblioteca Pública Piloto buscan que este libro llegue a
todas las bibliotecas públicas y escolares de nuestra ciudad.
Por eso, ésta no es una obra para especialistas en historia del
14
El Periodismo en Antioquia
periodismo, ni en historia política, ni en historia de la literatura
de nuestro país. Es una selección de algunas de las mejores
páginas de nuestros periodistas y escritores más destacados.
Luego de una búsqueda inicial llevada a cabo en las
principales bibliotecas de Medellín, con la ayuda de la estudiante
de periodismo de la Universidad de Antioquia Zahira López
Quintero, fue para mí una sorpresa encontrar que hasta hoy
sólo existe una antología del periodismo en Antioquia: la de
Juan José Molina, publicada en 1878 y llamada Antioquia
Literaria. Como el título de la obra lo indica, la selección de los
autores y de los textos estuvo orientada hacia el periodismo
literario.
***
El periodismo de las últimas décadas ha elevado a un
pedestal casi inalcanzable el concepto de actualidad noticiosa.
En esta selección, por el contrario, he tratado de rescatar
aquellos textos a los que el tiempo parece no haber tocado y
que aún hoy, después de muchos años, continúan teniendo
valor periodístico, literario e incluso histórico, porque fueron
escritos por hombres de talla mayor que comprendieron su
época, su región, la cultura de su pueblo. Antes de que
existieran los reporteros, que comenzaron a aparecer en
nuestros periódicos a fines del siglo XIX y comienzos del XX,
los periodistas eran casi todos hombres de letras, de ciencia,
historiadores, líderes políticos. Por esto no fue una casualidad
que los partidos políticos en Colombia se incubaran y
definieran sus programas y hasta su misma estructura en las
redacciones de los principales periódicos de la década de 1840
a 1850.
Tampoco es una casualidad que algunas de las principales
obras literarias colombianas hayan sido difundidas primero
en publicaciones seriadas, como los periódicos o las revistas
culturales de su época. Un ejemplo de esto es María, la novela
de Jorge Isaacs, que fue editada por los periodistas de El
El Periodismo en Antioquia
15
Mosaico. Muchas de las tempranas novelas publicadas en
Antioquia aparecieron también en periódicos y revistas de
Medellín.
***
El primer gran periodista de Antioquia y primero en esta
selección es José Félix de Restrepo, un filósofo y hombre de
ciencia que como educador formó a algunos de los principales
líderes políticos e intelectuales del movimiento de
Independencia, por lo cual se le llamó "Maestro y plasmador
de gigantes". Fue además, el principal promotor de la primera
ley de libertad de los esclavos en el Congreso de la República.
Francisco Antonio Zea, el segundo autor en esta selección,
fue no sólo uno de los pioneros del periodismo colombiano,
al lado de Antonio Nariño, Francisco José Caldas, Jorge Tadeo
Lozano y Joaquín Camacho, sino que fue además uno de los
precursores del movimiento de Independencia en Colombia.
Por su participación en este grupo de intelectuales que se
convirtió con el tiempo en la vanguardia de la revolución de
Independencia, fue con Nariño uno de los primeros periodistas
perseguidos en nuestro país. En 1795 las autoridades
españolas lo condenaron al destierro en Cádiz, donde estuvo
preso durante tres años.
La tarea periodística más importante que cumplió Zea fue
dirigir y redactar el Correo del Orinoco, atendiendo la voluntad
de Simón Bolívar. Este periódico es uno de los más
importantes de nuestra historia y su reputación se extendió al
resto de los países hispanoamericanos y a Europa, donde era
leído con mucha atención por todos los dirigentes políticos
de Inglaterra, Francia, España y otros países que habían puesto
sus ojos sobre el destino futuro de América. También se
difundía en los Estados Unidos de América. Como se puede
ver en el "Manifiesto" recogido en este libro, su estilo
periodístico es el de un ideólogo, el de un hombre de Estado,
y es una muestra del mejor estilo que alcanzó el periodismo
político en los comienzos de la República.
16
El Periodismo en Antioquia
El último autor es un periodista de hoy: Javier Darío
Restrepo. Esto no quiere decir que Antioquia no tenga hoy
más periodistas de valía, sino que Restrepo es el mejor
representante de una generación de reporteros que solo
quisieron ser eso: reporteros, tal vez la labor más noble y
sacrificada del periodismo. Además, su relato "La muerte feliz
de Julián Ocón" es una muestra del arco que va desde el
nacimiento de nuestro periodismo hasta el periodismo
contemporáneo. Quiero decir que los discursos de José Félix
de Restrepo, los manifiestos de Francisco Antonio Zea y las
crónicas de José Antonio Benítez son el nacimiento de un
estilo que tiene su culminación en el siglo XX en reportajes
como el de Javier Darío Restrepo y Gonzalo Arango.
Entre estos autores, podemos encontrar una gran variedad
de periodistas, de estilos, de propósitos y de géneros
periodísticos, desde el panfleto partidista hasta el ensayo más
erudito. Desde los relatos de viaje, los cuadros de costumbres,
las semblanzas y los artículos del siglo XIX hasta los reportajes
del siglo XX.
El cronista más antiguo de esta selección es José Antonio
Benítez, "El Cojo", quien fuera un escribano oficial de
Antioquia desde finales del siglo XVIII hasta mediados del
siglo XIX. La causa de que sea el más antiguo es simple:
nuestro periodismo se inició con la crónica, aunque todavía
no existían los periódicos. Su libro El Carnero de Medellín es
una obra singular que por momentos se parece a otro libro
fundacional de la literatura y el periodismo de nuestro país:
El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle.
Otra figura fundamental de la época del nacimiento de
nuestro periodismo es el historiador José Manuel Restrepo,
quien aunque no dedicó mucha parte de su vida al oficio de
periodista, escribió piezas narrativas como la del diario
recogido en este libro. Su obra fundamental es la Historia de la
revolución de Colombia, escrita pocos años después de la revuelta
de Independencia, de la cual fue testigo presencial. Por este
El Periodismo en Antioquia
17
motivo su punto de vista narrativo es muy similar al de un
periodista.
El diario de doña María Martínez de Nisser, en el que ella
cuenta los sucesos de la Revolución de los Supremos y dice
cómo se vistió de soldado, se rapó la cabeza después de la
muerte de su esposo y se fue a la batalla a luchar en reemplazo
de él por su patria, nos da una idea de la fuerza que a lo largo
de dos siglos han tenido en Antioquia los relatos testimoniales.
***
El abanico de géneros empleados en el periodismo en
Antioquia es bastante amplio: va desde las crónicas coloniales
hasta las diatribas incendiarias del Indio Uribe. Desde los
artículos editoriales que marcaron una época, como "La ley
de los caballos", de don Fidel Cano, que precipitó el cierre
del periódico El Espectador, hasta las crónicas delicadas de
mujeres como Nelly Posada o los deliciosos relatos de doña
Sofía Ospina de Navarro.
Ya que hablo de las mujeres, en Antioquia, la contribución
de ellas al periodismo ha sido de especial significación. Las
características principales del estilo de ellas son el respeto, la
cautela, además de la dulzura. La Dama Negra, aunque no es
muy delicada en su forma de escribir, es revolucionaria y
cáustica en su estilo. Criticó mejor que como lo hacían los
hombres la sociedad medellinense de principios del siglo XX.
Hasta dijeron de ella que era un hombre. Rocío Vélez de
Piedrahita es una muestra de la madurez, la inteligencia y la
calidad del estilo alcanzado por las mujeres periodistas de
esta zona del país en la época contemporánea. Clemencia
Hoyos de Montoya escribió hermosamente sobre Eva Perón,
al tiempo que pintaba en sus crónicas para periódicos locales
la vida sencilla de las mujeres amas de casa como ella, lo
mismo que de los pueblos. Uno de mis mayores esfuerzos ha
sido que la obra de ellas sea por fin reconocida por todos.
Para lograrlo, he contado con la ayuda de Paloma Pérez y su
libro Antología de escritoras antioqueñas. 1919 - 1951.
18
El Periodismo en Antioquia
El periodismo en Antioquia también ha abarcado
temáticas diversas y hasta opuestas. De esto dan cuenta las
crónicas judiciales de Alfonso Upegui (Don Upo), de un lado,
y de otro las crónicas evocadoras de viejos tiempos de
Medellín, como las de Eladio Gónima, Lisandro Ochoa, Luis
Latorre Mendoza y Carlos Escobar.
Algunos relatos son impresionantes, aún leídos un siglo
después de ocurridos los hechos. Por ejemplo, "El camino de
Palonegro", un testimonio sobre la crueldad de la Guerra de
los Mil Días, en especial de su última batalla. Éste fue escrito
por Lucrecio Vélez Barrientos (Gaspar Chaverra). También
se pueden mencionar "Crimen, Capilla y Ejecución de
Tamayo", de Enrique Gaviria Isaza, un relato conmovedor
sobre la ejecución de un condenado a muerte y "La hazaña
de Lajas", de Romualdo Gallego (José María Castells).
***
Como puede notarse a primera vista la contribución de
los escritores al desarrollo del periodismo en nuestra región
ha sido antigua y profunda. La lista de escritores y los poetas
vinculados al periodismo es casi interminable. Entre ellos
pueden mencionarse a Juan de Dios Restrepo, Camilo Antonio
Echeverri, Manuel Uribe Ángel, Camilo Botero Guerra,
Antonio José Restrepo, José Velásquez García, Marco Fidel
Suárez, Tomás Carrasquilla, Luis Tejada, Baldomero Sanín
Cano, Tulio González Vélez, José Restrepo Jaramillo, Porfirio
Barba Jacob, Manuel Mejía Vallejo, Óscar Hernández, Rocío
Vélez de Piedrahita, Gonzalo Arango...
A lo largo de dos siglos, estos escritores vinculados al
periodismo han dado cuenta de la vida de la gente de
Antioquia, de las ideas imperantes en diversas épocas, de los
puntos de vista opuestos en materia política y religiosa.
También han registrado, junto con los reporteros, los grandes
acontecimientos, no sólo con el recuento escueto de estilo
telegráfico de las noticias sino con relatos más amplios,
El Periodismo en Antioquia
19
detallados y profundos, como la crónica, la entrevista y el
reportaje.
Los periodistas de nuestra región nos dejaron semblanzas
inolvidables de algunos de los grandes personajes de
Antioquia, como Tomás Carrasquilla, Juan de Dios Uribe,
Ricardo Rendón, Rodrigo Arenas Betancur, Antonio J. Cano,
Pedro Nel Gómez, Clodomiro Ramírez y muchos hombres y
mujeres más.
***
Los periodistas de Antioquia han sido en algunas ocasiones
pioneros en Colombia de géneros y formas de relato que en
otras regiones aparecieron muchos años más tarde. Un ejemplo
de esto, como ya dije antes, es el reportaje de Francisco de
Paula Muñoz, El crimen de Aguacatal, con el cual se inaugura
este género en Colombia. El relato testimonial de doña María
Martínez de Nisser, Diario de los sucesos de la revolución en la
provincia de Antioquia en los años de 1840-1841, no tiene
antecedentes, por lo menos en la literatura colombiana: ella
fue la primera escritora del siglo XIX y una de las pocas
mujeres-soldados de la época.
Antioquia también dio al periodismo colombiano algunos
de los más grandes cronistas, como Luis Tejada y José
Velásquez García (Julio Vives Guerra). Y el que se ha
considerado el más grande crítico literario y ensayista de
nuestro país, Baldomero Sanín Cano.
***
Esta muestra de lo que ha sido el periodismo en Antioquia
a lo largo de dos siglos no ha sido hecha con un criterio
parroquial. Por eso recoge el trabajo de algunos grandes
periodistas que aunque no nacieron en territorio antioqueño,
consumieron su vida en esta zona del país trabajando para
periódicos locales, como en los casos de Mariano Ospina
Rodríguez, nacido en Guasca; Jorge Isaacs, nacido en Cali,
20
El Periodismo en Antioquia
según la mayoría de sus biógrafos; Juan Roca Lemus, nacido
en Ocaña; Otto Morales Benítez, nacido en Riosucio; o los
de Adel López Gómez, nacido en Armenia, Lino Gil Jaramillo,
nacido en Pereira, y José Gerardo Ramírez (José Gers), nacido
en Aranzazu. Otros, como Jaime Barrera Parra, nacido en
San Gil, trabajaron para periódicos nacionales como El
Tiempo y murieron en Medellín.
Algunos fueron al mismo tiempo que periodistas, grandes
líderes políticos como el general Rafael Uribe Uribe, Mariano
Ospina Rodríguez, Carlos E. Restrepo, María Cano, Marco
Fidel Suárez. Otros, grandes historiadores como José Manuel
Restrepo. Otros, hombres de ciencia como Manuel Uribe
Ángel. Otros, grandes poetas y escritores, como Tomás
Carrasquilla, Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos), Luis
Tejada, Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob), Camilo
Antonio Echeverri, Camilo Botero Guerra, Antonio José
Restrepo, Fernando González, Blanca Isaza de Jaramillo,
Libardo Parra Toro (Tartarín Moreira), Manuel Mejía Vallejo,
Rogelio Echavarría, Adel López Gómez, Rocío Vélez de
Piedrahita, José Restrepo Jaramillo, Mario Escobar...
Algunos de los más grandes polemistas de la prensa
también se formaron en el periodismo de Antioquia como
Juan de Dios Uribe (el Indio Uribe), quien murió en el destierro
por esta causa; Fidel Cano, Rafael Uribe Uribe, Emilio
Jaramillo, Guillermo Cano...
***
Como dice Juan Luis Panero en su libro Poesía colombiana,
sé de sobra que una selección de esta clase es como un crimen.
Uno puede arrepentirse antes o después, pero una vez
cometido -quiero decir: una vez terminado el libro- no queda
sino esperar la inexorable condena.
José Olivio Jiménez, un crítico que ha realizado la que
para mí es la mejor antología de la poesía hispanoamericana
contemporánea, también dice: "Toda antología que se comete
El Periodismo en Antioquia
21
-aclaro que ésta no es una antología sino una selección- es
perpetrar un atentado a la justicia". Según Jiménez, esa
injusticia se manifiesta tanto por omisión como por exaltación
y amor excesivo a ciertos autores.
Espero que estas palabras ajenas me sirvan para decirle a
todos los lectores de El periodismo en Antioquia que con este
libro solo he querido recoger una obra dispersa, perdida en
hemerotecas y archivos que nadie visita y que a veces las
mismas bibliotecas abandonan en un rincón.
Con la excepción de Javier Darío Restrepo, Mario Escobar
Velásquez y Rogelio Echavarría, amigos de los que me
enorgullezco por la calidad de su obra, no he incluido en ella
a ningún periodista que sea mi amigo personal.
Creo que para esta clase de trabajos, se necesita tomar
distancia, dejar que pasen muchos años para que el tiempo
muestre la verdadera importancia de un artículo, una crónica
o un reportaje en la historia. Si esos escritos logran sobrevivir
al tiempo, es porque sus autores se la jugaron toda a la hora
de crearlos, y al mismo tiempo lo hicieron con calidad literaria,
con honradez intelectual y siendo fieles a sus ideas, a sus
propias emociones y a su época. Con razón dice el escritor
irlandés Bernard Shaw: "El hombre que escribe sobre sí mismo
y sobre su propia época es el único que escribe para todos los
hombres de todos los tiempos".
Espero que los textos seleccionados en este libro tengan
ese destino anunciado por Bernard Shaw y que, como lo ha
querido el Concejo de Medellín, nutran el alma colectiva de
las presentes y nuevas generaciones.
Juan José Hoyos
Profesor de Periodismo
de la Universidad de Antioquia
El Periodismo en Antioquia
23
JOSÉ FÉLIX DE RESTREPO
Clausura del curso
de filosofía en el
Colegio de San Bartolomé
Nada hay más importante al bien de la sociedad como el
establecimiento de colegios y cuerpos literarios, donde se
instruya a la juventud en el estudio de las ciencias, de las
artes, y de las bellas letras. Son los jóvenes la parte más preciosa
del género humano, y pueden compararse a unas plantas tiernas
en que están encerradas las semillas del heroísmo y de la virtud
que fomentadas con el riego de la enseñanza, deben algún día
producir frutos abundantes en beneficio de la religión y de la
patria. Todos los padres de familia, que estiman a sus hijos
con un amor sólido y juicioso, están persuadidos de que no
pueden hacerles mayor beneficio, que procurarles la perfección
del espíritu con el estudio de las ciencias: ellos depositan
gustosos esas tiernas prendas de su cariño en los colegios con
el mismo designio con que el labrador encomienda el fértil
grano a la tierra en la esperanza de abundantes frutos.
La historia no ha olvidado manifestarnos los cuidados y
desvelos que todas las naciones civilizadas han tenido en
instruir la juventud. Ellas estaban bien persuadidas de que
para tener ciudadanos amantes de la equidad y de la justicia,
magistrados que velasen por la seguridad de la patria, y
soldados que la defendiesen, era preciso formarlos en el
estudio de las letras. La sabiduría es la base y fundamento
principal del gobierno de los Estados. Si se trata de formar
los pactos sociales de los pueblos, de arreglar su conducta, de
fijar sus límites, de establecer la paz o declarar la guerra, de
24
El Periodismo en Antioquia
promover el comercio, de fomentar la agricultura, de decidir
sobre la vida, honor, o interés de los particulares, la sabiduría
es consultada, y su dictamen dirige todas las operaciones. En
la cabaña humilde del pastor no es menos respetable su
autoridad que en el supremo consejo de la nación. Hasta la
gloria militar, que parece no tener cosa alguna de común con
las letras, está dependiente de sus preceptos. Las grandes
empresas no sólo necesitan el valor del corazón y la fuerza
del brazo, sino también la eficacia del raciocinio y la
penetración del discurso. No sería bastante para conseguirlas
el saber pelear, si no se supiera discurrir. La gloria militar sin
las letras, sería a manera de un parhelio o una exhalación muy
brillante pero de corta duración. Sin la pluma de Homero el
nombre de Aquiles tal vez no habría llegado hasta nosotros.
La gloria militar de los romanos no habría excedido la duración
de su imperio si hubieran poseído las armas y no las letras. El
mismo siglo que se glorió de haber tenido a Augusto, no celebra
menos a Virgilio. Las conquistas de Alejandro no habrían
pasado tal vez los límites de la Grecia, si Aristóteles con sus
observaciones no facilitara el concurso de sus empresas. Ni
aquel monarca ambicioso habría destruido el floreciente
imperio de los persas, si éstos hubieran sido más sabios que
los griegos. El mismo Alejandro lloró al ver el sepulcro de
Aquiles, considerándose infeliz en no encontrar otro Homero
que celebrase sus acciones. Filipo, padre de Alejandro, se
gloriaba más de haber dado a su hijo un maestro sabio, que de
haber conquistado la Grecia, y muchas veces se vio obligado
a confesar que había sido mayor estorbo a sus victorias la
elocuencia sola de Demóstenes, que las armas de todos los
atenienses. Escipión, Pompeyo y Julio César protegieron las
ciencias como necesarias a sus empresas militares. Escipión
se valía de los talentos de Polibio para levantar las cartas del
Mediterráneo. Pompeyo mantenía comercio literario con el
célebre Posidonio, y más de una vez se le vio humillar a la
puerta de aquel filósofo las fasces insulares. César nos recuerda
El Periodismo en Antioquia
25
que debió más a su pluma que a su espada, y que en medio de
los combates jamás olvidó el cuidado de las estrellas. Las
repúblicas más poderosas del universo, Grecia y Roma, no
llegaron al mayor grado de esplendor y gloria sino cuando
cultivaron las ciencias. Tan cierto es, que para lograr la
protección de Marte es preciso haber obtenido primero el favor
de Minerva. En fin, sea que consultemos la historia de los
siglos pasados o que volvamos la vista a los presentes,
quedaremos convencidos de la verdad de esta máxima
importante:
"La Nación sabia está destinada a mandar, y la ignorante
a obedecer".
La República de Colombia no ha olvidado este útil
documento cuando en una de sus leyes ha encargado al Poder
Ejecutivo el fomento de los estudios. Esta ley, observada con
tanta puntualidad como celo por el actual Vicepresidente de
la República, va produciendo los efectos más felices. No hay
día en que en alguno de sus puntos no se levanten nuevos
altares a Minerva. Pocos años hace que el gobierno español
había fijado como último término de la sabiduría americana
el haber leído las instrucciones filosóficas de Goudin: los
profesores eran privados con deshonor de sus destinos y salían
de este término fatal. Las leyes del movimiento, del sonido,
de la luz, eran enteramente desconocidas a la juventud: el
hablar del sistema copernicano, el defender el movimiento de
la tierra, se tenía por una impiedad digna de los anatemas de
la Iglesia; gracias a la libertad de pensar y de escribir, el
colombiano para dar a luz sus producciones no necesita la
aprobación de un censor ignorante o preocupado. La República
de Colombia ha sido grande desde su nacimiento: semejante
a Hércules, que en la cuna ahogaba las serpientes, sus primeros
pasos de gigante; y se le puede aplicar lo que Lucano dice del
Nilo, a quien nadie ha visto pequeño: Nullique consensum est
genti parvum te Nile videre. Ella no brilla, es verdad, con la
magnificencia de los palacios, ni por el lujo de los habitadores,
26
El Periodismo en Antioquia
pero goza los bienes más preciosos de la naturaleza,
instituciones liberales, costumbres humanas y libertad racional.
El infame tormento, la tenebrosa Inquisición y la infernal
esclavitud, han huído lejos de su recinto, con la celeridad con
que los animales nocturnos desaparecen delante de los
primeros rayos de la aurora.
Yo os felicito, pues, República de Colombia, nacida como
el Fénix de las cenizas del despotismo español. A vosotros
hablo, Jefes de Colombia; a ti, Libertador ilustre, que rodeado
de amarguras, riesgos y dificultades sinnúmero, concebisteis
y llevasteis al cabo la grande obra de arrancar vuestra patria a
la tiranía española; obra que habría parecido imposible a otro
corazón menos valeroso o menos amante de la felicidad de
sus compatriotas. Ojalá que fuera concedido a la juventud de
este Colegio manejar las riendas del carro de Febo para detener
el curso de vuestros preciosos días. A ti, benemérito
vicepresidente, que por medio de los trabajos de gabinete, a
veces no menos difíciles que los de la guerra, habéis
consolidado la majestad de las leyes y el imperio de la libertad.
A vosotros, militares generosos y humanos, que después de
haber arrojado de su seno a los enemigos, empleáis vuestra
espada en defender su Constitución. A vosotros, legisladores
sabios, de cuyas luces y desvelos espera su última perfección.
A vosotros, pastores vigilantes y virtuosos que enseñáis la
religión y dirigís la moral de los pueblos. A vosotros,
magistrados firmes, ilustrados y justos, en cuya integridad
encuentra la inocencia su apoyo y el crimen su castigo. A
vosotros, ciudadanos de todas clases, profesiones y oficios,
que por vuestra aplicación y trabajos simultáneos, contribuís
a la felicidad general; recibid el homenaje que os tributa la
juventud de este Seminario, deseosa de imitar vuestros
ejemplos y de sacrificarse por el engrandecimiento y perfección
de la obra que con tanta gloria habéis comenzado.
("Gaceta de Colombia", número 201 del 21 de agosto de 1825, Bogotá)
El Periodismo en Antioquia
27
FRANCISCO ANTONIO ZEA
Presidente del Soberano Congreso, Vicepresidente de la República.
Manifiesto
¡Pueblos de Colombia!
Un grande acto de Política, vanamente solicitado por hombres
superiores, capaces de calcular la gloria y el poder à que debeis
elevaros, reunidos baxo un Gobierno representativo y
enérgico: este acto divino, ya desde la eternidad decretado en
vuestro favor, ha venido en fin à realisarse en medio de las
antiguas selvas y vastas soleadas del Orinoco, baxo los
auspicios paternales del Todo-Poderoso. Su mano se está
viendo en toda obra. Es en el seno mismo de la Naturaleza
que se ha formado la REPÚBLICA DE COLOMBIA; y el
sello de la creación está impreso sobre la Ley Augusta que la
ha constituido.
¡Pueblos de Venezuela, que os formasteis baxo el puñal
de Boves, intrépidos Patriotas!
¡Pueblos de Cundinamárca, que en la atroz escuela de
Morillo habeis aprendido à ser libres!
¡Pueblos de Quito, que Ruiz de Castilla, aquel precursor
horrible de Morillo en sangre y en perfidia, impelió tan
violentamente hacia la Independencia!
Vosotros todos, PUEBLOS DE COLOMBIA, vosotros
habeis en fin reconocido la necesidad de reuniros en una
enorme masa, cuyo solo peso oprima y hunda vuestros
tiranos. Esta obra, tan digna de vosotros, está hecha -vuestra
concentración política se ha verificado, y la Ley Fundamental
que la establece, y que el Congreso presenta por mi mano à
vuestra sancion soberana, satisface à todos los deseos, concilia
todos los intereses, funda vuestra Independencia sobre una
base inmensa é incontrastable, afirma la de toda la América
28
El Periodismo en Antioquia
del Sur, y os constituye en una fuerte y sólida Potencia que en
el acto mismo de levantarse puede hacerse respetar. No solo
vuestra elevacion política y vuestra existencia en cuerpo de
nación; sino que aún la vanidad misma de los individuos se
halla interesada en esta Union. Es gloria pertenecer à un
grande y poderoso Pueblo, cuyo solo nombre inspire altas idéas
y un sentimiento de consideración. "Yo soy Inglés" se puede
decir con orgullo sobre toda la tierra, y con orgullo podrá
decirse un día "Yo soy Colombiano", si vosotros todos adherís
firmemente à los principios de unidad y de integridad
proclamados por esta Ley, y consagrados por la experiencia y
por la razon.
Seria ciertamente una prueba de cortas miras y ningun
conocimiento de la marcha de las naciones querer dividir en
pequeñas y débiles Repúblicas, incapaces de seguir el
movimiento político del Mundo, pueblos que estrechamente
reunidos formarán un fuerte y opulento Estado, cuya gloria y
cuya grandeza refluirá sobre todos ellos.
Ninguno de vuestros tres grandes Departamentos, Quito,
Venezuela, Cundinamárca, ninguno de ellos, pongo al Cielo
por testigo, ninguno absolutamente, por mas vasto que sea y
mas rico su territorio, puede ni en todo un siglo constituir por
sí solo una Potencia firme y respetable. Pero reunidos, gran
Dios! ni el Imperio de los Medos, ni el de Asyrios, el de
Augusto, ni el de Alexandro pudiera jamás compararse con
esa colosal República, que un pie sobre el Atlántico, y otro
sobre el Pacífico, verá la Europa y el Asia multiplicar las
producciones del Genio y de las Artes, y poblar de baxeles
ambos mares para permutarlas por los metales y piedras
preciosas de sus minas, y por los frutos aún mas preciosos de
sus fecundos valles y sus selvas. No hay ciertamente situación
geográfica mejor proporcionada que la suya para el comercio
de toda la tierra. Colombia ocupa el centro del nuevo
Continente con grandes y numerosos puertos en uno y otro
Occéano -rodeada por un lado de todas las Antillas, y por el
otro igualmente distante de Chile que de México- cruzada
El Periodismo en Antioquia
29
toda ella por caudalosos rios, que en todas direcciones
descienden de los Andes, y á veces los cortan, y á veces se
encadenan unos con otros, y estenderán un dia nuestra
navegación interior desde las costas opuestas hasta el centro
de la República, y aún hasta los nuevos Estados del Sur, desde
Guayana hasta el Perú, desde Quito y Cundinamárca hasta el
Brazil, y tal vez hasta el Parraguay, y quien sabe si hasta
Buenos Ayres. Ciertamente si en un pais, por la mayor parte
desconocido de sus propios habitantes, se han encontrado
tantas y estensas comunicaciones, ya mas ó ménos expeditas,
ya mas ó ménos difíciles -¡quantas otras no serán descubiertas
por el Genio de la Libertad! ¡Asombran las que reconoció ó
inquirió en sus excursiones geológicas y botánicas el ilustre
CALDAS, aquel sábio laborioso y modesto que Morillo
sacrificó a su furor estúpido de extinguir en vuestra sangre
todas las luces y las virtudes de Colombia, que él tiene por
enemigas. ¡Malogrado Naturalista! las ciencias le habian erigido
un monumento, y el bárbaro ¡le erigió un cadalso!
Pero !quanto realce; pero ¡quanto valor no dá à tantas
ventajas la posesion de ese Istmo precioso designado por la
Naturaleza para el gran mercado del Universo! -Este es el centro
de atracción política, ea que todas las relaciones y todos los
intereses vienen à adherirse, y consolidar la República. ¿Y qué
será cuando el Comercio, ese fundador magnífico de Tyro y de
Cartago, levante allí populosas Ciudades, à que concurra el
Mundo, abierta una vez, y facilitada la comunicacion de los
dos mares?- ¡Honor à la memoria del magnánimo CORRAL,
que tanto facilitó esta empresa -a la de CALDAS, que formó el
plan -à la de URIBE, que verificados los reconocimientos y
nivelaciones necesarias, levantaba ya la carta hidrográfica para
la execucion, quando arribaron à nuestras costas la Inquisicion,
y Morillo con su nueva caxa de Pandora derramando fanatismo,
ferocidad, barbarie, todos los horrores del Despotismo, y su
odio profundo à toda idèa grande y liberal!
(Fragmento)
(Correo del Orinoco, No. 50. Angostura, Sábado 29 de Enero de 1820)
30
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ ANTONIO BENÍTEZ (EL COJO)
El presbítero homicida
Año de 1702. Siendo Vicario Juez Eclesiástico, el Maestro
Don José Molina y Toledo, y Cura el Doctor Don Lorenzo
de Castrillón Bernaldo de Quiróz, día sábado a cosa de las
diez u once del día, el Presbítero Juan Sánchez de Vargas,
tuvo la desgracia de cometer homicidio, matando
violentamente a Miguel Vásquez que vivía del otro lado de
la Quebrada en casa de su suegro Lucas Morales Bocanegra;
andaba el padre pidiendo la limosna que en aquel tiempo
usaba pedir para la Misa de la Candelaria los días sábados;
llegó a la casa de Vásquez, pidió candela a una mulatilla
que tenía allí aprendiendo a coser con Gertrudis Morales,
mujer de Vásquez. El Padre empezó a maltratar la mulatilla;
la mujer de Vásquez a defenderla, y el padre no le atendía;
en el intermedio llegó Vásquez y requirió al Padre se fuese
de su casa, y que no le escandalizase más, que si no sabía
que en su casa no gritaba más hombre que él; el padre se
enfadó fieramente y altercando de razón, volvió el rostro a
la lansera y vió la espada de Vásquez y arrebatadamente la
desnudó y le acometió tirándole una violenta estocada que
le pasó de costado a costado, de suerte que el herido Miguel
Vásquez, sólo pudo caminar quince pies adelante, pidiendo
confesión y cayó muerto; así consta de los autos criminales
que he tenido a la vista obrados por el dicho Vicario Molina,
por Comisión del Ilustrísimo Señor Villafañe y Panduro que
se hallaba aquí en Visita; el agresor se fue, y en los Remedios
otorgó poder a su Padre el Regidor Manuel Sánchez para
contestar la causa; esta la sentenció el Doctor Don Carlos
de Burgos Abogado de Santa Fé, quién lo condenó a
degradación de Ordenes, y que sirviese en Santa Fé en el
El Periodismo en Antioquia
31
Convento de San Diego por cinco años en ejercicios humildes
y mecánicos.
El Padre Juan Sánchez siguió su fuga desde el día de la
desgracia, hasta la Corte de Roma; se presentó al Santísimo
Padre, el Señor Clemente Undécimo, y su Beatitud lo acogió
benignamente, le absolvió de la censura en que había incurrido
y dicen le permitía celebrar, si se quedaba en los Estados
Pontificios, y el padre no quiso, quien después de haber
recibido la absolución solemne, y sacado el Decreto del Perdón
de la Dataria o Penitenciaría, se volvió a esta Villa, vistiendo
siempre los hábitos talares o clericales, pero suspenso de todos
los Divinos Oficios, y trajo la reliquia de un hueso de San
Félix. Estos despachos de la Curia Romana, no constan en la
Causa, y juzgo los presentaría en la Curia de Popayán para
que constase a su Ilustrísima; pero se sabe por tradición cierta,
que trajo los tales despachos, según dicen los viejos que
trataron con el padre, después que vino de Roma. La sentencia
del Doctor Burgos, no tuvo efecto aunque el Obispo siguió
su dictamen, porque el Despacho de Roma prevalecía al del
Obispo que para definitiva consultó al expresado Doctor
Burgos; últimamente ni aun en la causa consta que se le
notificase.
Por estos tiempos siguió dicho Vicario Molina otra causa
contra el Presbítero Jerónimo Facundo de Acevedo, por haber
este violentado una noche con la espada en la mano, a Jacinto
de Cortés Dávila, y casándolo con una muchacha que había
criado el Padre en su casa, y en ella en un cuarto fue que lo
casó, y al siguiente día del casamiento puso la querella el
novio para disolver los tales esponsales.
Hasta aquí las noticias que he podido recoger con vista
de documentos clásicos, por efecto de pura curiosidad, las
que he copiado en este libro en este presente año de mil
setecientos noventa y siete; pido y suplico a todas las personas
que lo leyeren, que en uso de la Caridad y su estrecho vínculo
que nos obliga a hacer obras espirituales en beneficio de
32
El Periodismo en Antioquia
nuestros prójimos, me encomienden a Dios tanto en vida como
en muerte; y a mis amados, y queridos hijos encargo vivamente
no se olviden de su Padre, sino que como buenos hijos en
todos los ejercicios devotos, pidan al Padre de las
Misericordias, la tenga de este vil gusanillo de la tierra; y no
dudo que conservaran en su Poder esta pequeña memoria,
para despertar del letargo del olvido que ofrece este mundo
inconstante; sobre todo, les encargo el amor de Dios y
obediencia a su Santa Ley, la caridad con los prójimos, la
lealtad al Soberano y respeto a sus Ministros, la cortesía y
moderación con toda suerte de personas, la honesta ocupación
y el amor a la Patria y Dios sobre todo. José Antonio Benítez.
[Al Margen:] Con motivo de mis ocupaciones no me ha
sido posible formar este libro Becerro de memorias con el
orden de fechas seguidas que se requería; por eso unas noticias
van adelante, otras después, así como las iba consiguiendo, y
agregando después otras que copiaba. Vale.
El Carnero de Medellín.
Ediciones Autores Antioqueños.
Vol. 40/1988.
El Periodismo en Antioquia
33
JOSÉ MANUEL RESTREPO
Diario del viaje que hice de la
ciudad de Rionegro en la
provincia de Antioquia, a la de
Kingston, en la
Isla de Jamaica
Habiendo las armas del rey de España ocupado la Nueva
Granada en mayo de 1816, después de una revolución de seis
años, todos los hombres que habían figurado en ella fueron
sepultados en los calabozos. El 5 de julio comenzó el degüello,
por don Antonio Villavicencio, y le fueron sucediendo todos
los demás jefes de la revolución, de modo que Santafé, la
capital, y todas las demás provincias tuvieron que vestirse de
luto, y murieron en un patíbulo, con la ignominia de
criminales, hombres en quienes todo el mundo respetaba la
virtud y la ciencia. ¡Funestas consecuencias de las discordias
civiles!...
Desde el 25 de abril en que regresé a Rionegro de la
emigración que había emprendido hacia la provincia de
Popayán el 28 de marzo en que a consecuencia de la derrota
que sufrieron las tropas de Antioquia en la Ceja de Cancán se
disolvió el gobierno revolucionario, había pasado momentos
bien amargos. Es cierto que por un favor especial de la
Providencia la provincia de Antioquia no vio las escenas de
sangre y desolación que las demás de la Nueva Granada, el
coronel don Francisco Warleta, jefe de la división española
34
El Periodismo en Antioquia
que la ocupó, sin embargo de la aspereza de su carácter y de
las órdenes de los generales Morillo y Enrile, no quiso enviar
ningunos de sus habitantes al cuartel general, sin embargo de
que se le remitieron listas de los que se juzgaban más criminales
entre los revolucionarios. La misma conducta observó don
Vicente Sánchez de Lima, a la cual debo sin duda el no haber
muerto fusilado. Según los empleos que obtuve en la
revolución, si voy al cuartel general de Santafé me habría
tocado una suerte tan desgraciada. Allí murieron hombres que
figuraron menos que yo.
Persuadido de semejantes ideas pasé los meses de julio y
agosto en las mayores ansiedades, esperando por momentos
el que me pusieran preso. Una de las cosas que me daba mayor
cuidado era el que en Santafé se seguía la causa de don
Dionisio Tejada, último gobernador revolucionario de
Antioquia, de quien yo había sido secretario; debía temer
justamente que se me complicara en algo.
Me hallaba en tales circunstancias, cuando en 20 de agosto
me comunicó el gobernador Lima la orden de que siguiera a
Sonsón a dirigir el nuevo camino que se estaba abriendo de
esta parroquia a la ciudad de Mariquita. El gobernador me
decía que era por orden de don Pascual Enrile, jefe del estado
mayor general del ejército expedicionario, y las palabras con
que se expresaba me hacían algún honor a pesar de contener
la frase de que "estuviera en el camino hasta su conclusión,
sin permitirme que me separara por motivo alguno".
El 22 de agosto partí para aquel destino un poco
tranquilizado, creyendo que los generales españoles se habrían
hecho el cargo de castigarme manteniéndome en aquel
desierto. Yo conseguí con más de mil hombres el romper el
camino en 21 de septiembre, en que se unió con el de Honda
y Mariquita. Hallándome cerca de ésta me envió a llamar don
Miguel Fresno, un teniente coronel de húsares que venía con
varias comisiones del señor Morillo, entre ellas la de
inspeccionar el nuevo camino para Sonsón. Estuve inquieto
El Periodismo en Antioquia
35
aquel día pero me presenté al mencionado oficial que era joven
y me trató bien. Habiéndome hecho algunas observaciones y
preguntas sobre el nuevo camino, él me dejó volver a él. En
Mariquita estuve dos horas, y allí supe que las muertes y los
suplicios continuaban en Santafé; que ya habían muerto
Tejada, Davilla y la mayor parte de mis amigos.
Afligido mi corazón e inquieto más que nunca sobre mi
suerte, me volví al camino. A mi regreso hallé defectos
gravísimos en lo abierto, los que era preciso enmendar. Mas
los peones se me desertaban, no había víveres con qué
mantenerlos y los puentes sobre los ríos Moro y Miel estaban
difíciles. Yo me fijé en la mitad del camino que es en el Moro;
mi compañero don Manuel Antonio Jaramillo iba a los puntos
en que se necesitaba dar órdenes, etc. mi vida era llena de
cuidados, de trabajo y de incomodidades, pues comía muy
mal y estaba viviendo en un rancho miserable. Con todo, la
idea de que aquel destierro era probablemente el castigo que
me daban los españoles, me hacían llevaderos mis trabajos.
Me hallaba en tal situación apurando que se construyera
el puente de río Moro, cuando el 6 de octubre me dicen unos
peones que llegaron del río Miel, que atrás venía un coronel
español que decía estar nombrado de gobernador de Antioquia
por el señor Morillo y que llegarían al siguiente día muy
temprano. Un nombramiento tan repentino quitando al señor
Lima me dio mucho cuidado. Se me fijó la idea de que enviaba
el general a semejante gobernador para que hiciera las
prisiones y remisión de reos a Santafé que no habían verificado
los señores Lima y Warleta.
En efecto, el 7 muy temprano llegó el nuevo gobernador
al río Moro. Yo fui a recibirlo y me habló con un ceño que no
era para tranquilizarme. Sin embargo en la conversación me
pareció mejor y me dijo algunas expresiones que calmaron en
parte mi agitación, pues me indicaban que yo permanecería
abriendo aquel camino. Se llamaba don Sebastián Díaz,
teniente coronel de ingenieros, joven de veinticinco a treinta
años.
36
El Periodismo en Antioquia
Allí permanecí lleno de amargura con tantas ideas fúnebres
que me ocurrían acerca de los suplicios de Santafé, hasta que
a los ocho días supe que el señor Lima se había denegado a
entregar el mando a Díaz, sin primero consultar al virrey de
quien también dependía. Semejante noticia me llenó de gusto
lo mismo que a toda la provincia consternada con la venida
del nuevo gobernador. Lima estaba empeñado en que sus
habitantes no padecieren tanto como el resto del reino.
El 15 de octubre me hallaba en río Moro cuando recibí
orden del señor Lima para que dejando el camino bajo la
dirección de don Manuel Antonio Jaramillo me presentara en
Medellín a dar cuenta de mi comisión. Si al mismo tiempo no
hubiera recibido otra carta de mi mujer doña Mariana
Montoya, en que me decía no tuviera cuidado por aquella
orden, me habría sorprendido algún poco, juzgando ser otra
cosa. El 16 emprendí mi marcha para Rionegro. En cuatro
días llegué a Sonsón con un tiempo muy malo; allí me detuve
el domingo 20 y el 22 llegué a mi casa de Rionegro, a los dos
meses completos que faltaba de ella.
Estando el gobernador Lima ausente, no me detuve más
que la noche y el 23 llegué a Medellín. Bajando la cuesta de
Santa Elena me puse a meditar la situación critica en que me
hallaba, si volvía al camino de Sonsón, sobre todo si se recibía
de gobernador don Sebastián Díaz el que era muy probable
trajera instrucciones de enviarme a Santafé. Yo me hallaba
persuadido que perecía en un cadalso si caía en manos del
señor Morillo. No porque yo hubiera cometido algún crimen
en la revolución, sino por mis opiniones políticas.
Con tales pensamientos vi claramente que yo no podía
estar seguro en el camino de Sonsón ni en la provincia, y que
lo mejor era salir cuanto antes de ella. El señor Lima me había
dicho desde el mes de agosto que estuve en Antioquia, que
tenía orden del general Enrile de hacerme levantar un mapa
muy exacto de la provincia. Se me ocurrió decirle que estando
ya casi concluido el camino de Sonsón yo quería emplearme
El Periodismo en Antioquia
37
en la otra comisión de levantar el mapa, comenzando por el
Cauca, desde Cáceres hasta Nechí. Consiguiendo esto me
podría ir a Cartagena a presentarme al virrey quien yo sabía
que estaba más benigno que Morillo. Esto en el caso de que
recibiera Díaz.
Luego que llegué a Medellín consulté mi proyecto con
varios amigos, los que lo aprobaron y me dijeron que el mismo
Díaz había dicho que mi padre y yo éramos los primeros que
debían ponerse presos con más de 40 de los vecinos
principales de la provincia. Con tal noticia me afirmé más en
mis designios de venirme a Cartagena. En efecto hablé al
gobernador Lima y convino en darme la comisión que yo
pedía. Yo le di cuenta del estado del camino de Sonsón y
aprobó mis procedimientos, lo mismo que algunos proyectos
que le propuse para su conclusión.
Sabiendo que mi padre debía ser víctima del gobierno de
Díaz, le hice un peón a su mina del Cauca llamándolo para
que habláramos. Como debía tardar cuatro o seis días,
permanecí encerrado en mi casa de Medellín hasta el lunes
28 de octubre, en que alas 6 de la mañana fui a ver a mi padre
en la otra banda en casa de mi tío don José Antonio Restrepo.
Este fue uno de los momentos más amargos de mi vida, al
ver a mi anciano padre lleno de las más sencillas virtudes,
amenazado a los sesenta años, de ser conducido a un calabozo
como un criminal. ¡Ah!, ¡qué cosa tan horrible! Y esto por
hombres que se juzgan humanos...
Tuve que revestirme de toda la firmeza de alma para salir
de aquel lance con alguna serenidad. Allí convinimos en que
nos vendríamos a Cartagena lo más pronto que fuera posible,
sobre todo si don Sebastián Díaz tomaba el mando, y que si
yo no me detenía en Yarumal lo esperaría en Cáceres
El mismo lunes 28 de octubre seguí yo a Rionegro para
arreglar mis negocios, quedando el señor Lima de que me
enviaría cuanto antes la comisión. Allí impuse a mi esposa de
los designios que tenía, que ella no pudo menos que aprobar
38
El Periodismo en Antioquia
porque iba mi seguridad. Como se pasaron tres días sin venir
la comisión, tuve que despachar un extraordinario a
Antioquia, a donde había seguido el gobernador a los seis
días no había regresado el peón y yo pasé aquel tiempo en las
mayores agitaciones. La idea de separarme de mi familia acaso
para siempre dejándola con poco dinero y expuesta a mil
miserias, afligía mi corazón, principalmente hallándose mi
mujer muy próxima a parir; pero mi seguridad era sobre todo
y el libertarme de las humillaciones que muchos españoles
querían hacerme sufrir.
Ya me hallaba resuelto a seguir para Cartagena aun sin
pasaporte, cuando el 8 de noviembre lo recibí. En él se decía
que se me comisionaba para levantar un plano del Cauca y
que después entrara por el Atrato, y que levantara otro igual
de este río. Podía irme a Cartagena sin que nadie pudiera
impedirlo.
Como yo estaba pronto, salí el 9 a las cuatro de la mañana.
Una multitud de ideas, las más tristes, se agolparon en aquellos
momentos para afligir mi corazón, pero yo me resistí con toda
la fuerza que un hombre daba manifestar en semejantes casos.
Tomé el camino de Guarne para salir a Hatogrande; a las 4 de
la tarde hice alto para dormir al pie de la cuesta del Zarzal en
una casa pequeña de un pobre.
Allí estaba durmiendo para seguir a Yarumal el día
siguiente, cuando a las 2 de la mañana tocan a la puerta y
preguntan si yo me hallaba en aquella casa. Dije que sí y entró
un peón de Rionegro con una carta de mi esposa incluyéndome
otra de don Rafael Caro que se hallaba de secretario del
gobernador, diciéndome que éste me aguardaba sin falta en
Medellín el 10, que era el siguiente día domingo. Semejante
orden no dejo de sorprenderme y sentí mucho que se me
detuviera mi viaje. Mas habiendo meditado la materia me
resolví ir a Medellín cumpliendo con la orden del jefe.
A las 6 de la mañana del 10 de noviembre hice ensillar mi
mula, y dejando mi equipaje en la misma casa seguí a Medellín
El Periodismo en Antioquia
39
con el peón que vino de Rionegro. A las 9 llegué y todavía el
gobernador no había arribado de Antioquia. En el camino
hallé a don Manuel Puerta, el que me manifestó una proclama
del señor Lima en que decía a los pueblos de la provincia que
eran falsos los rumores que se habían esparcido, de que el
coronel Díaz iba a hacer prisiones en ella. Que el general en
jefe era muy piadoso y que no derramaría la sangre de su
moradores. Como yo le había oído lo contrario en conversación
familiar, no pude combinar lo uno con lo otro.
De Autobiografía. Año de 1816
Editorial Incunables, Bogotá, 1985.
40
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ MARÍA SALAZAR
Bosquejo político de la
América antes española
America seems again díscovered; not to geography but to
commerce, to social intercourse, to inteligence,
to civilization, and to liberty.
(Mr Webster´s speech in Fareuíl hall.)
Tantos han sido, tan varios y tan importantes los
acontecimientos de la América antes española, desde que trató
de existir por sí misma en el orden político estableciendo un
gobierno propio, que si hubiera de medirse por ellos el tiempo
que los ha traído, no parecerían el resultado de tan corto
período, sino la obra de un siglo. La posteridad, ansiosa de
saber los sucesos de los antepasados, y en particular nuestros
descendientes, herederos del bien y del mal de sus padres,
leerán con interés la historia de esta época, ya para evitar los
errores que se hayan cometido, ya para seguir los ejemplos
que merezcan ser imitados.
La primera cosa digna de su atención será la identidad de
sentimientos y de ideas en todas las secciones de nuestro vasto
continente acerca de su independencia y de sus instituciones
fundamentales. Todas han obrado de concierto, sin
comunicarse, como por un impulso de la naturaleza; los
efectos han sido iguales a las causas que los han producido, y
el sentimiento de la opresión y la común desgracia unido al
deseo natural de la felicidad, han excitado en todas la misma
reacción.
Recta fue desde su principio la linea de conducta de la
América independiente. Invadida la España por las armas
El Periodismo en Antioquia
41
francesas, y cautivos los reyes de su dinastía, paso falso que
causó con otros la caída de Bonaparte, parecía llegado el
momento propicio a las colonias para mejorar su condición,
gobernándose por sí mismas; la debilidad de la madre patria y
el estado político de la Europa no hacían problemático el
buen éxito de la empresa; mas no se creyó generoso añadir
aflicción al afligido, rompiendo en aquel tiempo la unidad
nacional; ya no se habló de agravios pasados, sino de nuevos
sacrificios; se remitieron muchos millones de pesos fuertes a
la Península y fue reconocida la Junta de Sevilla, que había
tomado la voz de la nación, mas cuya autoridad fue luego
disputada por la de Asturias, alegando en su favor una carta
del rey, que le confería el mando supremo.
Siendo cada día más adversa la faz de la nación, ocupada
en su mayor parte por el enemigo, la América, que era por
derecho una parte integrante de ella, y no colonia en el sentido
que ha dado a esta palabra el mundo comercial desde el siglo
décimosexto, creyó indispensable para su régimen interior y
para ponerse a cubierto de los males que la amenazaban,
crear gobiernos propios que supliesen el gran vacío de
autoridad y de confianza que faltaba a las audiencias y virreyes.
Seguía en esto el ejemplo de algunas provincias españolas
que habían establecido sus juntas en conformidad de una ley
del reino, y que las autorizaba "en los casos arduos y
dificultosos". No se disolvía por esta medida la unidad
nacional, los mutuos servicios y las relaciones quedaban
subsistentes y en nombre del rey era el vínculo que ligaba las
partes de un mismo todo.
Difícil es creer que un acto tan legal y tan necesario excitase
contra los americanos el encono de la Regencia española, y
que en recompensa de sus auxilios se les declarase la guerra,
bloqueados sus puertos, y tratados ellos de rebeldes por los
que siendo iguales tomaban el tono de señores; pero no hay
que extrañarlo: cuando se consulta el orgullo en vez de la
razón, se convierte en desprecio el sentimiento de respeto y
42
El Periodismo en Antioquia
de benevolencia que debe estrechar a los miembros de una
sociedad, y se carece de previsión para pesar las consecuencias
de pasos inconsiderados.
Los diversos gobiernos que se sucedieron en la península
desde la cautividad del Monarca siguieron el mismo plan de
hostilidad hacia las posesiones ultramarinas; representación
desigual cuando eran llamadas a los congresos nacionales,
para que su voz fuese nula; manifiestos y arengas en que se
les ha insultado atrozmente, faltando a la común decencia
del lenguaje; decretos y declaraciones imperiosas,
consecuentes a estos discursos, y, para añadir el desprecio a
la injuria y excitar a la vez indignación y risa, indultos y
amnistías que no sientan bien a la virtud y al heroísmo.
Los americanos pensaron seriamente sobre su destino, y
ventilaron con libertad cuestiones delicadas que antes hubiera
sido peligroso discutir; la naturaleza y efectos legales de la
conquista de América; la bula y singular donación de
Alejandro VI; las antiguas leyes y privilegios concedidos a los
primeros pobladores y sus descendientes; los límites de las
potestades espiritual y temporal; el origen de la autoridad
pública y las formas de los gobiernos; lo más conveniente a la
América en su presente estado de población, luces y riqueza;
las constituciones de los diferentes estados y el admirable
invento del sistema representativo, que es en política lo que
la atracción en la física; los derechos individuales y sociales,
y los recíprocos deberes de los gobernantes y gobernados:
todos estos objetos y otros muchos enlazados con ellos fueron
materia de libre discusión.
Al paso que las ideas se multiplicaban, eran recordados
los acervos malos de tres siglos causados por el gobierno
español, los cuales existían aún sin esperanza de remedio:
aunque la América debía considerarse de derecho parte
integrante de la nación, de hecho fue tratada bajo un régimen
vigorosamente colonial. Sus puertos, cerrados al extranjero,
eran otros tantos depósitos del monopolio comercial de la
El Periodismo en Antioquia
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madre patria, que recargaba las producciones y manufacturas
de otros países de un aumento de precio; la tierra estaba
condenada a no producir frutos preciosos como la uva, la
almendra, la oliva, y la mano del hombre a no mejorar con la
industria las materias primas, con infracción del pacto original
celebrado con los primeros pobladores. Sus descendientes se
veían privados por lo general de puestos honrosos y lucrativos;
hasta para ir a España y comunicar entre sí, se necesitaba
impetrar licencia real que difícilmente se obtenía; los criollos
fueron siempre tratados con desconfianza, a pesar de su
conocida lealtad y su constante esfuerzo en resistir las armas
y tentativas de los enemigos de España, ejemplo dado en
Cartagena, en Buenos Aires y otros puntos; la corrupción de
los tribunales, y la distancia de dos mil leguas para los últimos
recursos, eran otros tantos obstáculos a la buena
administración de justicia; puede decirse que las audiencias y
virreyes poseían de hecho la autoridad suprema, y que eran
nulos en la práctica los reales consejos, porque a manera de
los cuerpos físicos en la naturaleza, los políticos disminuyen
su peso en razón directa de la distancia de su centro; más
trabas tenía la prosperidad pública no sólo por el sumo atraso
de la nación en la ciencia económica, sino también por
restricciones y vejaciones peculiares a estos países, como
estancos, aduanas interiores y otros muchos pechos y gabelas.
Así es que los habitantes eran pobres en el seno de la riqueza,
sirviendo sólo su trabajo para pagar el lujo de una corte
inmoral y corrompida. En vano el africano arrancado de su
país natal por el infame tráfico de esclavos, regaba con el
sudor de su frente un suelo extraño; en vano el indio, su
antiguo señor, labraba un pedazo de tierra que le había dejado
la merced del conquistador, pagándole tributo por ella, o
gemía en las minas encorvado bajo la servidumbre de la mita;
y en vano el descendiente del europeo, mirado por éste como
un ser inferior, a pesar de la excelencia de sus facultades físicas
y morales, las ejercitaba en el trabajo: el consumo preciso y la
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El Periodismo en Antioquia
satisfacción del impuesto, eran casi siempre mayores que la
producción: y todo era atraso y miseria; tan cierto es que si
todo prospera con el aliento de la libertad nada medra bajo
un sistema de trabas y de restricciones.
(Fragmento)
(Tomado de "Los periodistas de los albores de la república".
Selección Samper Ortega. Bogotá, 1936)
El Periodismo en Antioquia
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MARÍA MARTÍNEZ DE NISSER
Diario de los sucesos de la
Revolución en la Provincia de
Antioquia en los años de
1840-1841
Día 18. -Toda la tarde me he estado en el camino de Rionegro
esperando á mi esposo, i á la oración me he vuelto
desconsolada i sin la mas pequeña noticia. Ninguno de los
desterrados parece, lo que me hace presumir que tal vez los
han cojido á todos, i si no fuera por este tormento, miraria
estos días como los mas placenteros de mi vida. Nada ha
habido particular, todo están en movimiento preparándose
para la marcha: se estan haciendo muchas lanzas, se ha recojido
el plomo que podia encontrarse en el lugar para hacer balas,
las señoras todas estan cosiendo blusas, i estas tres noches
pasadas he estado cosiendo en compañía de dos hermanas
hasta las dos de la mañana; pero la inquietud de ir cada
momento á la plaza á ver si hay alguna novedad, no me deja
estar constantemente ocupada en la costura.
Dia 19. -Hoy como á las doce del dia ha llegado el P.
Restrepo con don Escolástico Marulanda, uno de los patriotas
mas exaltados que tiene la provincia, i á quien desde el
principio de la rebelion de Córdova lo estan persiguiendo.
Luego que supo que lo habian nombrado jefe político de
Rionegro se escondió, por cuyo motivo lo han multado i lo
tienen condenado á destierro si no se presenta, pero de ningun
modo han podido conseguir á este ciudadano, quien ha
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El Periodismo en Antioquia
preferido estar mas bien en los montes, que bajo el dominio
de los traidores. Yo corrí á la plaza á encontrarlo, i mi primera
pregunta fue por mi esposo. El P. Restrepo me respondió:
don Pedro estaba desgraciadamente en Medellín el día que
llegó allí la noticia de que se acercaban tropas del gobierno;
lo iban á prender, i don José M. Uribe logró esconderlo en su
casa, en donde está seguro; pero U. no lo espere porque ya no
es fácil pasar. No podré pintar la alteración que me causaron
estas palabras, i mas cuando no era posible persuadirme fuese
cierto lo que escuchaba; pues me parecia estar viendo preso á
mi esposo. Por la tarde llegó don Pablo Londoño (otro de los
desterrados,) i estando aun á caballo, me le acerqué i con la
mayor prontitud le dije: é quién fue el que cojió á Nisser?
¿Todavía la tienen con grillos? Entonces me respondió: "No
se si le han puesto grillos, ni quien lo cojió: solo sé que mas
acá de Rionegro estando ya en camino para este lugar, fue
detenido i conducirlo preso. ¡Qué ideas tan tristes me rodean!
No se que partido tomar en este momento que será la una de
la mañana. Mi ternura me aconseja que vaya á Rionegro á
acompañarlo en su prision, pues mi presencia se la hará mas
llevadera; mas el bien público en general, me dice que no; por
que allí é de qué utilidad puedo ser para mi patria ó para mi
esposo? Mañana me presentaré á Braulio, le pediré una lanza;
marcharé en compañía de dos hermanos i demás patriotas de
este pueblo, i contribuiré de este modo á la libertad de mi
suelo.
Como á las doce del día he hablado con el P. Restrepo
para saber donde estaba la tropa, i me ha dicho que el C.
Jaramillo está en Abejorral con treinta hombres que fueron la
abansada que sorpendió el cuartel de Salamina, i que en
Aguadas debia estar ya el C. Días con la demás tropa i con los
fusiles; pero á un momento despues manifestó el P mucho
interés en que se cojiera á Isidro, i aun pensó ir él mismo á ver
si podia convencerlo, para que se entregara. Esto me ha dado
mucho en que pensar, i creo que ni es tanta la jente, ni hai los
El Periodismo en Antioquia
47
suficientes fusiles, pues solo por el interes de estos debe ser
que se busca á Isidro. En donde esté este traidor no se sabe.
Dicen que ya no está en Positos, i por esta razon el P. en lugar
de ir á buscarlos, se ha ido esta tarde para Abejorral.
Día 20. -Con el mayor asombro hemos visto entrar como
á las ocho del día á Braulio con los voluntarios de Abejorral
en número como de 25 a 30 hombres, i al C. Jaramillo con 3o
que dicen ser veteranos; seguramente lo serán pero su figura
es la mas miserable: son unos infelices cubiertos de andrajos,
i si así son todos los demás en verdad que no es muy temible
la columna de Mariquita. Una persona hoy me dijo en secreto:
"que á Salamina no habian entrado sino 110 reclutas, todos
de Mariquita i solo venian 9 o 10 veteranos," á lo que contesté:
no hable U. con nadie acerca de esto, pues seria muy
prejudicial: muchos si supieran semejante cosa, no se
comprometerian por nada, i U. debe estar persuadido que aquí
no se necesitan sino armas, i que en habiéndolas aunque no
haya veteranos el triunfo es seguro. Yo habia pensado
acompañar á U. ahora lo hago con mas gusto, tanto porque
puedo ser útil, como porque en ejemplo como este arrebatará
los ánimos vacilantes; porque ¿qué lumbre que tenga
vergüenza se que ara, viéndome marchar en las filas de UU?
Mi viaje estaba ya resuelto, i queriendo consultar este paso
con alguna persona sensata antes de solicitar el consentimiento
de mi familia, me dirijí á un sujeto de juicio quien me dijo:
"me parece una accion demasiado heróica, pero peligrosa."
Yo solo quiero saber si perjudicará á mi honor, le interrumpí,
porque esto solo será capaz de contenerme; á lo que me
contestó: deshonroso no es, sino al contrario, una accion
virtuosa; pero U. debe hacer lo que su padre diga. Fui á la
casa de mi padre i dirijiéndome primera á mi madre le dije:
que esperaba de ella se interesase con mi padre, á fin de que
me diera su consentimiento. Ví con placer que á ella no le
desagradaba mi viaje, solamente se limitó á hacerme presente
el delicado estado de mi salud. Volví un momento despues á
48
El Periodismo en Antioquia
saber cual habia sido el parecer de mi padre, i con el mayor
consentimiento supe que se habia opuesto abiertamente,
diciendo que mi juicio en el estado de debilidad en que se
encontraba á consecuencia de mis largos padecimientos i
enfermedad, no podría resisitir las fatigas de una campaña, i
menos en un tiempo tan lluvioso.
Entonces me valí de uno de sus amigos patriota exaltado,
i este logró desvanecer sus temores ahora que serán las doce
de la noche, he concluido mi blusa i me la he medido, i una de
mis hermanas que creía hasta ahora que todo era chanza ha
llorado mucho al verme cortar el pelo i ponerme en traje de
hombre. Resta decir, que esta tarde ha llegado por la via de
Aguadas el C. Díaz con ochenta hombres: no lo he visto
porque ya era de noche; me aseguran que son iguales á los
primeros, á saber todos reclutas; pero no importa han traido
algunos fusiles i esto es lo que se necesita.
Día 21. -En Abejorral - Me levanté á las cinco i me vestí
de militar con la agradable idea de que cuando me volviese á
poner camison estariamos libres ó si no yo habria muerto con
este traje. Cuando Braulio supo mi determinación, se opuso i
dijo á mi padre, que no consentiria en que yo me espusiese á
tantos peligros; pero cuando vió que era imposible hacerme
desistir se conformó. Como á las siete monté á caballo en
compañía de mi padre i de mis dos hermanos, me presenté en
la plaza en donde estaban ya formados para marcha cincuenta
i tantos voluntarios, i dirijiéndome al señor Enao hablé en
estos términos: ¡mayor Enao! El amor á mi patria i mi esposo
me han puesto en este traje: desde que los traidores
comensaron á oprimir á esta amada provincia esto I resulta á
ofrecer mi debil cooperación al bien de mi patria, con ansia
aguardaba este momento, tanto mas, cuando he visto los
oprobios i vejaciones que han sufrido algunos de mis paisanos,
los que actualmente sufre mi aodrado esposo solo por ser
amante de las leyes i de la constitucion. Dadme una lanza
para acompañaros i seguir en medio de estos valientes de que
El Periodismo en Antioquia
49
os veo rodeado. Poderosas razones me hacen ofrecer esta debil
prueba de mi afecto ácia los objetos que mas amo en el mundo,
la patria i mi esposo; e ¿quién no haria otro tanto en mi lugar?
¡Compañeros valientes! Resuelta estoi á acompañaros en
vuestra noble lucha cuyo norte es el esterminio de nuestros
enemigos i el restablecimiento del órden. Sé que vosotros como
admiradores del inmortal Neira, de ese héroe privilejiado de
la Nueva Granada, aspirais á imitar su ejemplo: su sombra
será nuestro Angel tutelar. Vuelvo á deciros que estoi pronta
á participar de vuestras fatigas i peligros, así como espero ser
testigo de vuestro triunfo. El entusiásmo que inflama nuestros
pechos, esta llama sagrada, estoi segura que solo se apagará
con el último suspiro que ofreceremos todos por el bien de la
patria, porque el amor á ella es la primera virtud. ¡Viva el
gobierno i la constitución! ¡Viva el comandante Enao! Este
contestó con lágrimas en los ojos, i cojiándome demasíado
dijo: aunque un paso tan heróico i lleno de patriotismo solo
las pájinas de los siglos pasados se habían conocido. Me mostró
á los que lo rodeaban como un ejemplo digno de imitarse.
Mirad á esta señora, dijo, en un traje ajeno de su sexo, que
pide una lanza i está resuelta á acompañarnos en nuestras
fatigas. El triunfo es nuestro. ¡Viva nuestra justa causa! ¡Vivan
las leyes! ¡viva la heroína que nos acompaña! Todos
respondieron mil vivas al gobierno lejítimo, i el mayor Enao
me dio una lanza que yo recibí con el mayor placer. Luego me
dirijí á la casa de una amiga á decirla adios, i ella asombrada
me dijo: ¡María! Este es un paso muy decidido, i si por
desgracia la faccion triunfara...? Seré sacrifica con mi patria,
la interrumpí. ¡I tu memoria, me dijo, de cuantos insultos o
aprobios será cubierta! No temas eso, la contesté con viesa,
porque los pocos hombres de bien, amigos del órden que me
sobrevivan la sabrán respetar, i esto me basta. La volví la
espada entonces i me incorporé en las filas, i al lado de mis
hermanos marchamos ácia este pueblo patriota i entuciasta
por la causa legal, i en medio de alegres vivas entramos á la
50
El Periodismo en Antioquia
plaza como á las tres de la tarde. Como á las cuatro llegó un
posta mandado por Vezga, i á las ocho de la noche estuvieron
á visitarme el comandante Enao i el capitán Jaramillo, los
cuales han tenido la bondad de manifestarme la carta que el
supremo Vezga dirijió al primero, aconsejándole que abandone
su temeraria empresa, i que haga retirar á su casas á todos
aquellos que tiene alucinados. Que de no, será responsable
de la sangre que se va á derramar, añadiendo otras ridiculeses
semejantes. ¡Miserable! Pronto va á conocer el valor del que
trata de intimidar. En presencia han convenido en que la única
respuesta que debe darse es, que se recibió, i nada mas. Este
acto de desprecio tanto de los consejos, como de las amenazas
del supremo, me ha gustado mucho.
Editorial Incunables; Bogotá, 1983
El Periodismo en Antioquia
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MARIANO OSPINA RODRÍGUEZ
Probabilidades sobre la
marcha de la civilización
en Hispanoamérica
Supuesto que el progreso de la civilizacion, o su paralizacion
o retroceso en estos paises dependerán de la marcha que en
ellos siga el estado político; para juzgar de lo primero es
necesario ecsaminar las probabilidades de órden, o de anarquia
i despotismo que el estado de las cosas ofrece. Si lo mas
probable es que cese la fiebre de revueltas i desórdenes que
han aflijido el país, i que empiece una era de paz i de seguridad,
que restablezca la confianza en todos los ánimos, i haga nacer
el crédito en el esterior, es fuera de duda que el vuelo de la
civilizacion será rápido i seguro; por que el país encierra
copiosos i ricos elementos de prosperidad. Si por el contrario
las probabilidades están en favor del desórden, de ¡a violencia
i de la anarquia, es tambien de suponerse que creciendo la
corrupcion e inmoralidad con tal órden de cosas, los ecsesos
serán de día en dia mayores, crecerán la inseguridad, el
descrédito i la desconfianza, i la civilizacion retrogradará,
como ha retrogradado ya en Buenos-aires, en Montevideo i
en otros puntos sujetos a la delecterea influencia del
despotismo militar o demagójico,
Ecsaminemos las causas que, en nuestro concepto, han
producido i mantienen el mal, para ver si es fácil hacer cesar
su efecto. La primera de estas causas es la indiferencia de los
pueblos respecto de todo lo que interesa al órden legal. Esta
indiferencia es hoi tan completa como lo era diez o veinte
52
El Periodismo en Antioquia
años ántes; i por lo mismo no debe esperarse que por sí misma
se cure. Los pueblos detestan las revueltas, i aman la paz,
pero están a oscuras respecto de la marcha de los negocios
políticos; no pueden juzgar de los hechos que comprometen
el órden, o que violando los fueros nacionales substituyen la
fuerza a la le¡, i ponen el país en la anarquia, o lo someten a la
arbitrariedad; i así lo único que los saca alguna vez de su
apatía son los atentados directos e inmediatos contra sus
personas i propiedades. Para que el espíritu público lustrado i
recto animara a los pueblos sería necesario instruirlos, tomar
un interes vivo en vencer su indiferencia í apatía; pero como
los hombres del gran partido moderado i pacífico no han hecho
nunca, ni ha¡ apariencias de que hagan el menor esfuerzo para
ello; al paso que la secta terrorista tiene un espíritu activo de
procelitismo, es mas probable que se estienda ¡a inmoralidad
que el que se anime el espíritu público en favor de las vías de
legalidad i de justicia.
Respecto de las instituciones, como su debilidad e
ineficacia no dependen de su naturaleza i forma sino de la
indiferencia i apatia de los pueblos, no ha¡ reforma que pueda
curar este mal; lo mas que podrá hacerse será atenuarlo con
variaciones que satisfagan los deseos de los pueblos.
En cuanto a la accion anarquizadora de la secta, cada día
debe ser mayor, creciendo, como crecen, sus procélitos. Sin
embargo en su crecimiento i pujanza es que se hallará el
remedio contra sus ecsesos. Cuando tenga poder propio para
realizar sus teorías i deseos despertará a la mayoría pacífica
que duerme, i sus atentados darán brio a los que he¡ no quieren
tenerlo; sucederá en los diferentes estados de hispano-américa
lo que sucedió en Francia, i lo que está sucediendo en
Venezuela; bien que allí el movimiento es acaso prematuro; i
a la causa de la civilizacion convendría que la série de crímenes
empezados el 24 de enero se prolongase aun mas tiempo, para
que la reaccion fuese mas segura i mas eficaz. Pero hasta donde
podrán llegar los ecsesos del círculo terrorista en cada estado
El Periodismo en Antioquia
53
ántes de que se desarrolle la reaccion que deba anonadarle,
no es fácil calcularlo aunque con probabilidad se prediga que
aquel es el curso natural de los hechos. El círculo corruptor
es haí poderoso en muchos estados, no tanto por su propia
fuerza sino por los ausiliares, que causas diversas le han dado
accidentalmente. Ecsisten en todas partes círculos o pequeños
partidos rivales, que se juzgan incompatibles, i al unirse uno
a las filas de alguno de los grandes bandos que luchan, el otro
se arroja en las filas del opuesto sin consultar sus principios;
así es como obran en las elecciones i en otros actos, en un
sentido enteramente opuesto a sus deseos e intereses
jenerales, una multitud de fracciones, Hai tambien una especie
de partidos mecánicos que sin consultar los principios de un
bando le siguen solo por el nombre que lleva. Por esta razon
es que la secta violenta ha reunido en algunos estados fuerza
suficiente para dominar, a pesar de lo reducido del número
de sus verdaderos secuaces. Pero como estos ausiliares no
tienen con ella comunidad de principios ni de intereses, sino
que en realidad los tienen opuestos, es seguro que cuando los
ecsesos de ¡a ecsaltacion e inmoralidad del círculo que los
domina les abran los ojos, lo dejarán solo.
De estas consideraciones se deduce que la causa de la
civilizacion en la América española antes de adquirir la
pocision ventajosa que necesita para su fácil i rápido
desarrollo, tiene que correr muchos azares; i no será difícil
que entronizándose en muchos estados el despotismo
demagójico, se perpetue, como en Buenos-aires, en cuyo caso
la civilización tendrá que retrogradar mucho del punto a que
ha llegado.
Ha¡ sin embargo un medio de afirmar el órden legal, de
dar fuerza i eficacia a las instituciones, de consolidar la libertad
i la seguridad, i de impulzar poderosamente la civilizacion; i
es que lo quiera con enerjía i desicíon la gran mayoría
civilizada, i que ponga al efecto en accion su influjo¡ su poder.
Que considera, cada uno que la inmoralidad, la corrupcion,
54
El Periodismo en Antioquia
el espíritu de violencia i de anarquia han de dar en tierra con
las instituciones protectoras de seguridad, de la libertad i de
la propiedad; i llevar el país al estado de Santodomingo, de
Buenos-aires i de otros pueblos entregados despotismo feroz
de la demagojia, tornen un interes vivo i enérjico en la buena
marcha de órden legal, i en la conservacion de los principios
i doctrinas que sirven de base a la sociedad: se unan, se
comuniquen, i se persuada cada uno que, mientras esté
calculando que los otros harán lo que él debiera hacer, nada
se hará.
¿Pero hai seguridad, hai probabilidad siquiera de que los
amigos del órden hagan lo que sus intereses i el bien de la
sociedad ecsije de ellos? Lo dudamos; mientras se trate
únicamente de no hacer daño, de respetar las leyes, de obedecer
a las autoridades, en todas partes este gran partido llenará su
deber; pero esto no es bastante, las circunstancias ecsijen mas
actividad, mas union, mas enerjía, i no vernos en ninguna
parte, sino es en Chile, ese vigor. Así pues, lo mas probable es
que los hábitos de indiferencia, de apatia i de division no se
curarán sino con el réjimen del terror. Es seguro que en él
perecerá lo mas escojido de la porcion civilizada, pero la
juventud hará entonces en América lo que hizo en Francia, le
que está haciendo en Venezuela; i una jeneracion honrada i
mas activa que la actual salvará la civilización.
(La Civilización, Bogotá, agosto 9 de 1849)
El Periodismo en Antioquia
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CAMILO ANTONIO ECHEVERRI
El murciélago
La alcoba está oscura
¿Qué fue eso que medio sonó, y que pasó por mi frente
como el cierzo que atraviesa las naves abandonadas de una
iglesia que amenaza ruina?
¿Por qué he sentido, gran Dios, eso que sentirán los
moribundos cuando bate sus alas sobre ellos el ángel alevoso
de la muerte?
Y otra vez, y otra, y otra, oigo el ruido mudo, parecido al
del velo negro que flota en la capilla del condenado a muerte.
Tengo miedo, algo como miedo. Prendo la luz y escucho.
Todo pasó. Gracias a Dios, durmamos.
¡Ah! ¡murciélago maldito! ¡Eras tú!
¡Fuiste tú! Tú, monstruo físico. Tú, plagio, remedo, copia
o parodia de todas las monstruosidades humanas.
Entre los misterios que ofuscan mi imaginación; entre los
problemas que confunden las reglas de mi cálculo; entre los
imposibles que me asedian, hay uno, pequeño, pero muy
grande:
Es el murciélago.
El murciélago hizo delirar a Aristóteles; el murciélago hizo
un tonto de Escalígero; el murciélago ha jugado con todos
los naturalistas, desde el primer albor del mundo hasta nuestros
días; e, incógnita incomprensible, el murciélago jugará con
todos, cuando la última partícula del Cosmos ruede a
confundirse en el seno del Creador Eterno.
El murciélago es una ecuación de mil incógnitas, sin datos;
no hay a, ni b ni c en él: todas son xx.
Animal maldito o problema bendecido, yo no sé qué es el
murciélago.
56
El Periodismo en Antioquia
Lo siento algunas veces cruzar mi estancia y batir mi frente
con el mur mullo de cierto viento misterioso, mudo,
incomprensible.
¿Es el vuelo del alma que, llorando mi ilusión perdida,
viene a refrescar mi frente calcinada?
¿Es el lampo de un tizón maldito que viene a requemar
mis sienes bajo el falso soplo de un aliento frío?
¡Murciélago! Te lo confieso: te tengo miedo.
Entras a mi alcoba, callado y pavoroso como el
remordimiento; visitas mis estancias como alevoso ladrón.
Llegas, haces el daño, silencioso, y sólo el día que sigue dejas
ver los rastros de tu alevosía.
***
El murciélago es la imagen viva de todas las maldades, de
cuando hay grande en el delito y de pequeño en la sutil astucia.
¡Amante que sueñas con el amor de una mujer! Tú que
vestiste de luces de arrebol y azul a aquella en quien confiaste,
¿por qué la miras hoy fría y desgreñada y ojerosa y flaca? Es
que el murciélago de un amor oculto, chupa calladamente la
sangre del corazón en que creíste!
Avaro, ¿Por qué tiemblas? ¡Es porque sientes que el
murciélago del robo bate su ala helada en las cerraduras de
tus arcas!
¿Por qué lloras, madre que acabas de besar a tu hijo recién
nacido? ¡Es porque adivinas en el calor de sus sienes el batir
frío del murciélago de la muerte!
¡Sepultura anónima! ¡Revuelto osario! ¡necrópolis callada!
¡templo solitario! ¡bosque sin ruidos! ¡caverna sin murmullos!
¿qué es eso que sin ruido suena y que habla sin voz entre
vosotros? Es el ala del murciélago; el viento frío que apaga
los calores de la cuna; es la representación de ese hielo que,
de los albores de la infancia, vuela a perderse en la soledad
del cementerio! ¡Maldito seas! Murciélago; pero no: ¡bendito
seas!
***
El Periodismo en Antioquia
57
Si tu ala traidora dejara un rastro en su camino; si en tu
volar silencioso imprimieras en el alma humana la línea gráfica
de tus evoluciones, el alma de los poetas líricos guardaría las
tristes huellas de tu volar medroso.
¿Quién, sino tú, pudo llenar de luto y de resplandeciente
hielo las almas de Ovidio y Byron, de Espronceda y
Campoamor?
¡Murciélago! El murmullo sordo que siento cuando pasas,
entre sombras, junto a mí, me da al par que miedo, una
esperanza, y por eso te perdono a veces.
Yo adivino en tu lúgubre volar mil voces escondidas que
mi desgarrado corazón levanta.
¿Qué suena?
Nada
Pero yo oí algo que sonaba.
¿Es el alma del hijo pequeñuelo que murió?
¿Es el alma de la madre que se fue?
¿Es el alma de la esposa que viene a acompañarme?
¿Es el hermano que viene a repetirme sus consejos y a
recordarme su ejemplo?
¿Es el ángel que visita mi alma?
Es la imagen del escritor anónimo que roba los frutos de
la prensa y deja sólo, junto al excremento, las semillas que ha
roído; es el fullero que juega con gabela; es el espía que teme
al sol; es el traidor escondido; es el hombre de partido de
quita y pon.
Segundo. Declaro que el murciélago no fue creado
intencionalmente por Dios. De sus manos salió en definitiva,
es cierto, porque ¿qué cosa existente no salió de allí?; pero
tengo para mí que él no tuvo intención de hacerlo y que, talvez,
hasta ignora su existencia.
El murciélago se formó de piezas heterogéneas. De la
materia primera necesaria para hacer al hombre, a los
cuadrúpedos, a las aves, etc., quedaron algunas porciones que
se atrajeron mutuamente, se unieron, se soldaron y quedó
hecho el murciélago.
58
El Periodismo en Antioquia
Animal formado de recortes, como ciertos sobrecamas y
como ciertos partidos y programas, presenta contrastes y
especialidades bien curiosos.
Dije que jamás está de pie, y ahora agrego que no
solamente se para de cabeza siempre, sino que jamás camina;
pero si no anda, vuela, ¡más qué volar! en las tinieblas. Así
son algunos escritores de artículos políticos; no andan en el
camino de la investigación filosófica, porque no la conocen;
mas, como es necesario escribir sobre algo para hacer ruido y
crearse un nombre, se echan a volar por los extremos de las
exageraciones y a cruzar las sombras de las utopías más
descabelladas.
El murciélago es omnívoro. Después de chupar sangre,
hace sobremesa con frutas. Es todero como ciertos hombres
que viven de destinos y a quienes se ve siempre con sueldo:
hoy están en una oficina, y mañana estarán en otra distinta y
aun opuesta. De este modo jamás emprenden cosa alguna;
pero maman sueldo, que es lo que importa. Estos han
sostenido, sostienen y sostendrán a todos los Gobiernos y a
todos los partidos. La idea buena es la que está en moda, aun
cuando no la comprendan: hoy la encomian hasta los cielos,
sin perjuicio de llenarla de contumelia al primer ceño, a la
primera seña oficial. Y es regular, porque ellos se llaman
siempre a sí propios "los más firmes y leales apoyos del
Gobierno".
***
Pero comienzo a divagar, que es mi manía. Y como quiero
que no me traten de maníaco por la milésima vez, suspendo
este artículo, si acaso lo comencé, que de ello no estoy seguro.
Colección Samper Ortega de Literatura Colombiana.
Editorial Minerva, Bogotá, Colombia.
El Periodismo en Antioquia
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FRANCISCO DE PAULA MUÑOZ (MINGRELIO)
El crimen de Aguacatal
La noche del martes 2 de diciembre de 1873 fue una noche
sumamente clara. Era la antevíspera del plenilunio y nada
turbaba la habitual tranquilidad de las campiñas, tranquilidad
más solemne, tal vez, por lo más silenciosa, en donde, como
en Aguacatal, los campos son praderas, sin más árboles que
los muy escasos que con los agavos y las zarzas, fortifican los
vallados contra las invasiones del ganado del vecino. El viento
corre libremente sin el murmullo que en las selvas produce
por la agitación del follaje.
A causa del aislamiento de la habitaciones no se sabe
generalmente por las familias lo que sucede en la casa del
vecino. No obstante, en la noche del 2 de diciembre sintió
Manuel Antonio Botero,que dormía con su familia en una
casa a cien metros de distancia de la señora Echeverri, y del
otro lado del camino, como si en esta casa se golpeara la puerta
a los muebles y creyó percibir al mismo tiempo un quejido.
Como Botero había dormido ya por algún tiempo, no pudo
precisar la hora en que esto sucediera; pero habiendo estado
en la tarde y en la noche del martes en la casa de la señora
Echeverri y habiendo sabido que Virginia estaba sufriendo
de una muela, supuso que ésta era la del quejido, no hizo
caso del incidente y volvió a dormirse.
Al día siguiente, miércoles 3 de diciembre por la mañana,
y de viaje para Medellín, llegó este testigo a la casa de la
señora Echeverri, y habiendo hallado cerradas la puerta y la
ventana del frente llamó en voz alta a Sinforiano "porque
oyó un quejido", dice él, "y quería saber qué tal noche habían
pasado". Ninguno contestó y los lamentos continuaron. Botero
pensó abrir la ventana de la sala, pero no se atrevió a hacerlo,
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El Periodismo en Antioquia
porque creyéndolos dormidos temió ocasionarles una molestia.
Los lamentos continuaban, sin embargo, y el mismo silencio
contestó a otro llamamiento hecho por él a Sinforiano.
Entonces se dirigió a la otra ventana,la de la alcoba, que estaba
abierta, se asomó por ella "y vio como gente acostada en la
sala, sin poder determinar su número porque la ventana y
puerta del frente estaban cerradas" y la luz era escasa. Botero
se retiró entonces, dirigiéndose a Medellín, sin hablar con
nadie sobre lo que había visto y oído por no haberle llamado
la atención. Sin embargo, observó en la puerta de la casa "una
manchita de sangre como untada con el talón o con la planta del pie",
manchita que se explicó a sí mismo, suponíendose que habían
sacado la muela a Virginia y que alguno, por haber pisado en
la sangre, hubiera apoyado el pie en la puerta.
El segundo hombre que se acercó a la casa fue Tomás
García que llegó "apuntando el sol" y que debía ejecutar un
trabajo relativo a la construcción de la casa nueva. Notando
que la casa no estaba abierta y que ninguno se había levantado,
llamó en voz alta a doña Juana y a Sinforiano, que no le
respondieron; y estando cerradas aún la puerta y la ventana
del frente, se asomó por la ventana lateral que estaba abierta,
y por allí distinguió el cadáver de doña Juana y a María Teresa,
a la cual se le notaba aún un resto de vida, por el movimiento
de la respiración. Por la casa vagaban dos niñitos, uno negro
y de uno a dos años de edad, ambos llorando y llamando a sus
mamás. García se dirigió a la casa más vecina a dar aviso; y a
continuación, por sí mismo y por medio de los cinco o seis
niños que habían concurrido ya a la escuela y a quienes
encontró a su llegada llorando en el corredor de la casa nueva,
puso en alarma al vecindario.
El primero que acudió al llamamiento fue José María
Álvarez (Carpio). Impuesto por García de lo que éste había
observado, se asomó por la misma ventana de la alcoba, con
mucho temor, y vio un cadáver tendido en el suelo y recostado
a una batea suspendida debajo de la cama de la señora
El Periodismo en Antioquia
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Echeverri. Muy sorprendido, se dirigió a la otra ventana que
estaba abierta y halló en ella, llorando y gritando, a un niñito
de tres a cuatro años, hijo de Virginia Álvarez.
Este niñito hacía esfuerzos como para salirse por entre
los balaustres de la ventana. Álvarez distinguió dos o tres
cadáveres más de los que estaban en la sala. Cada vez más
asustado se dirigió inmediatamente a la puerta, le aplicó dos
dedos, se entreabrió ésta y al propio tiempo el niñito que
hemos dicho llama Manuel Salvador saltó a una tarima, y de
ésta por sobre los cadáveres para asirse a las piernas de Álvarez
y escaparse corriendo por la puerta entreabierta.
Otro niño como de un año de edad, el hijo de “Marucha”,
estaba sentado junto al cadáver de su madre. Después de abrir
más la puerta, y de observar el número de cadáveres cuya
posición explicaremos luego, tomó este otro niño, retrocedió
y volvió a cerrar la puerta. Álvarez notó que al entreabrirla
cedió un poco el brazo derecho de Virginia, que era la más
inmediata a la puerta, brazo que la obstruía en parte.
Aterrorizado con aquel espectáculo de desolación y de
sangre, comenzó a pedir socorro en voz alta con los que habían
concurrido ya, y se hallaban en la parte de afuera. Se tomó la
precaución de no dejar penetrar a nadie en la casa, hasta que
no estuviera presente la autoridad más inmediata que era el
señor Inspector de policía de Aguacatal; pero antes de que
éste llegara se presentó el presbítero Francisco Naranjo,
capellán de la pequeña iglesia de San Blas, para cumplir con
los deberes de su ministerio si aún había necesidad de ellos.
Su ministerio le daba prerrogativas bastantes para penetrar
sin que las autoridades llegaran, porque, siendo preciosos los
instantes, podrían necesitar de su auxilio espiritual los que
pudieran estar vivos o agonizantes. Penetró realmente
acompañado de José María Álvarez (Carpio) y de José Ignacio
Molina y hallaron aún viva a Teresa que reposaba en la sala
cerca de la puerta de la alcoba. Su vitalidad se manifestaba
apenas por sus lamentos y por el movimiento de la respiración.
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El Periodismo en Antioquia
El presbítero Naranjo preguntó a Teresa varias veces si quería
confesarse y ella no hizo ningún movimiento; la movió
tocándola por el hombro y continuó en la misma impasibilidad.
Ayudado por los dos testigos presentes la enderezaron para
ponerla de espaldas, le aplicó la extremaunción, le hizo dar al
principio agua y después agua de panela, que ella tragó,
reanimándose un poco y moviendo la mano izquierda. Por
orden del sacerdote fue trasladada a la tarima de la sala en
que dormía Melitón Escovar y allí murió pocos momentos
después, sin haber pronunciado una palabra, y llevando a la
tumba el secreto de la horrorosa escena cuyos restos estaban
diseminados por toda la pequeña estancia. Si, como parece,
estaba presente uno de los asesinos, cuando Teresa expiró, el
último suspiro de Teresa debió inundar su alma de una alegría
infernal. Álvarez (Carpio) sacó entonces al niño de pechos
que dormía en la cuna de suspensión; y llegó al teatro del
suceso el señor Inspector de Aguacatal.
Este importante testigo notó también, lo mismo que el
presbítero Naranjo, la mancha de sangre sobre el ala de la
puerta; fue el primero que penetró en la casa en aquella
mañana; y está seguro de que nada se extrajo de ella, hasta la
llegada del señor Inspector. Fue también el que reparó en un
hacha ensangrentada, puesta debajo de la tarima en que
acostumbraba dormir Melitón. Esta hacha que era de la casa,
como se comprobó después, estaba situada a algo menos de
un metro de distancia de los cadáveres de Melitón y
Sinforiano, con el cabo hacia el sur y el filo de la pala hacia la
pared respectiva, es decir, hacia el oeste.
No había ninguna otra arma de que pareciera haberse
hecho uso en aquella atroz canicería.
Aun cuando hayamos de precipitar la narración,
valiéndonos de los reconocimientos hechos más tarde,en aquel
mismo día 3 y en los siguientes, describamos la posición,
actitud, heridas de los cadáveres, y demás rastros y señales
del delito, porque ese conocimiento es necesario para
El Periodismo en Antioquia
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comprender la verosimilitud de las hipótesis que enervaron
al principio la acción de a justicia, haciéndole perder las horas
más preciosas de la investigación.
III
No había ninguna señal de fractura en ninguna de las
ventanas ni en la puerta de la casa, ni rastros exteriores que
señalaran la presencia de personas extrañas en la noche del
día 2. La puerta estaba ajustada y el regatón que servía para
atrancarla se hallaba sobre el suelo de la sala, con la pala
hacia la salida y en dirección de ésta. Sobre el suelo, que no
estaba enladrillado, no se notaba ninguna depresión que
revelara movimientos exteriores hechos para forzar dicha
puerta.
El primero de los cadáveres era el de Virginia Álvarez,
que se hallaba a la izquierda de la entrada y cerca de ella.
Tenía la cabeza un poco quebrantada hacia atrás (dice el
presbítero Naranjo), recostada al bahareque del frente de la
casa y también a las patas de la tarima inmediata. El cuerpo
descansaba, en su mayor parte, de la cinta para abajo, sobre
el lado derecho, y la parte superior casi de espaldas, en el
suelo. El traje, que era traje de dormir, estaba muy desarreglado
y dejaba descubiertas varias partes del cuerpo, entre ellas los
senos y la parte inferior de las piernas, por lo cual ordenó el
presbítero Naranjo que la cubrieran apenas hubo entrado y
observado su desnudez. "Tenía, dice uno de los médicos
reconocedores, la cara hacia el cielo, los ojos abiertos y la
boca entreabierta revelando en su semblante un deseo de decir algo
al momento de expirar.Su brazo derecho estaba tendido en el
suelo y dirigido hacia la puerta del patio o entrada, y su brazo
izquierdo cruzado delante de los senos como queriendo
defenderse; la pierna derecha besando el suelo y el pie
correspondiente enredado en los colgajos de sus túnicas;
dijérase que corría de dentro hacia afuera y que cayó contra el umbral
de la puerta". "Sus ojos, dice el otro médico perito, y su boca
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El Periodismo en Antioquia
entreabierta manifestaban la sorpresa y terror de sus últimos
momentos, a la vez que lo instantáneo de su muerte".Estaba
cruelmente herida con un instrumento cortante y contundente
a la vez, tal como el filo de un hacha. De sus heridas, la una
estaba situada sobre la cima de la cabeza y otra en la porción
escamosa del temporal izquierdo (un poco encima y detrás
de la reja izquierda) ambas acompañadas de fractura directa
del hueso; otras dos se hallaban en la línea media anteroposterior del cráneo, pero solo interesaron el cuero cabelludo,
y eran hechas con instrumento cortante, y sin fractura; y sobre
cada una de las regiones témporo-occipitales una herida hecha
con un instrumento cortante y contundente a la vez, y con
fractura. Además tenía en la parte derecha de la espalda,
debajo del omoplato, una grande equimosis con enfisema y
crepitación de las costillas, golpe que, según uno de los peritos,
pudo haber sido dado con el lomo o parte opuesta al filo de
un hacha.
La situación general del cadáver de Virginia era en línea
oblicua dirigida del punto en que descansaba su cabeza hacia
la puerta de la alcoba.
El segundo cadáver que se percibía al entrar era el de María
Ana Marulanda (Marucha), cocinera de la casa. Estaba
colocado frente a la puerta con la cabeza al occidente, tendida
sobre el dorso (espalda) y cubriéndose el rostro con el
antebrazo izquierdo. El traje estaba también un poco
desarreglado, por lo cual fue cubierto por órden del presbítero
Naranjo, como se había hecho con el de Virginia. Debió morir
por conmoción cerebral, causada por varios golpes que recibió
en la cima y en la línea media antero-posterior de la cabeza y
en la extremidad externa de la ceja izquierda, con un
instrumento de mal filo y de bastante masa que dividió las
partes blandas (cortante y punzante como el ángulo de un
hacha, dice otro de los reconocedores). Tenía además "en la
parte externa de la pierna izquierda tres pequeñas incisiones
casi transversales que debieron ser hechas con instrumento
El Periodismo en Antioquia
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cortante, pero muy poco afilado", dice uno de los peritos;
para el otro estas tres heridas "se hallaban entre la rodilla y la
garganta del pie, y eran producidas por un instrumento
contundente y cortante a un mismo tiempo".
La tercera de las que yacían en la sala era Teresa Ramírez,
"medio idiota", que fue la única hallada viva en la mañana
del miércoles. Estaba, cuando la vio el presbítero Naranjo,
acostada de espaladas en el suelo, estirada, con la cabeza vuelta
hacia el lado derecho y el rostro contra la tierra y vestida con
un camisón morado en jirones. Su cuerpo se hallaba todo en
la sala casi atravesado en la puerta de la alcoba, con la cabeza
cerca del marco o borde de dicha puerta y con el traje casi a la
rodilla. No estaba en su cama, que era, según parece, una
estera en la alcoba, pero sobre ella había una almohada y unos
trapos viejos ensangrentados.Cerca de la cabecera de la cama de
esta víctima había dos instrumentos de agricultura manchados
de sangre, pero superficialmente y revelando que no se había
hecho uso de ellos en la matanza; indicaban sí, que Teresa
fue herida primitivamente en su cama y que se trasladó por sí
misma o fue trasladada al punto indicado. Presentaba una
herida sobre el ojo izquierdo, en ángulo y con fractura del
hueso; dos heridas sobre la región fronto-parietal (nacimiento
del cabello) "con instrumento cortante, y sin fractura". Otra sobre
la región temporal con fractura del hueso; y otra más sobre la
parte superior de la región occipital (detrás de la cima de la
cabeza) con fractura conminutiva.
En la misma sala y hacia la izquierda de la entrada y al pie
de la cama de Melitón se hallaban dos cadáveres: el de éste y
el de su hijo Sinforiano. Es necesario fijar bien la atención en
este grupo, porque el no haberla fijado el primer día hizo correr
a la justicia el peligro de dejar impune el más atroz y alevoso
de los crímenes que se registren en los anales de Antioquia.
El cadáver de Sinforiano se hallaba a la izquierda del de
Melitón, tendido sobre el vientre, con la cabeza cerca de la
cama o tarima en que éste dormía. Su brazo derecho rodeaba
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El Periodismo en Antioquia
estrechamente el cuello del cadáver de Melitón "como si quisiera
estrangularlo o por lo menos impedirle el levantarse", dice un perito;
"su brazo derecho pasando por encima del cuello de su padre,
lo hacía de tal modo que se creyera que quiso impedir el que su
padre se levantara de nuevo", dice el otro.
Según el presbítero Naranjo, "Melitón estaba al pie de la
tarima con la cabeza para el lado de la entrada de la sala, con
las piernas encogidas, yaciendo sobre el costado izquierdo;
tenía la espalda un tanto descubierta, pues la camisa estaba
recogida hacia los hombros. El cadáver de Sinforiano estaba
completamente boca abajo con el brazo derecho abrazando
el cuello del cadáver de Melitón, y las cabezas de éstos casi
juntas. La camisa de Sinforiano estaba muy ensangrentada y
recogida también hacia arriba, dejándole descubierta la
espalda, y con un pañuelito amarrado a la cintura". Ambos
reposaban sobre una gran charca de sangre y mientras sobre
la cama de Melitón no había una sola mancha de sangre, las
había numerosas y muy diseminadas en la de Sinforiano que
está distante del lugar ocupado por los cadáves. Ya hemos
indicado en otra parte la posición del hacha y más adelante,
al tratar de la inspección ocular del día 4, completaremos la
descripción del escenario.
Una fractura en el cuerpo del húmero izquierdo con "fuerte
contusión", presentando las apariencias de haber sido hecha
por un "golpe directo sobre esa parte"; una herida en la parte
posterior y derecha de la cabeza, hecha al parecer, con hacha;
una heridita en la parte derecha del cuello, casi sobre la yugular
externa; una contusión entre el omoplato izquierdo y la
columna vertebral; y en el dorso de la mano derecha unas
escoriaciones separadas formando entre sí un rectángulo: tales
eran las heridas y maltratamientos de Melitón.
Las lesiones del cadáver de Sinforiano eran: una herida
pequeña y como de media pulgada de extensión y con fractura
"conminutiva", es decir, partido el hueso en numerosas astillas,
sobre la mitad izquierda del maxilar inferior (quijada), cerca
El Periodismo en Antioquia
67
de la sínfisis; otra sobre la ceja derecha, habiendo apenas
rayado el hueso; y otra sobre la región occipital superior, de
bordes irregulares, "contusa" (que aplasta y desgarra los
tejidos) y con fractura del hueso. Esta última herida era
"transversa". Según uno de los peritos tenía también este
cadáver fuertes equimosis alrededor de los párpados y
desprendimiento o derrame de sangre por el conducto auditivo
externo del mismo lado.
El cadáver de doña Juana se hallaba en la alcoba, al pie de
su cama, entre ésta y una gran caja situada al pie de la ventana,
extendida de espaldas, con las piernas encogidas y el brazo
izquierdo tendido sobre el pecho, y enredado en su rosario
que estaba ensangrentado. No había una sola gota de sangre
en la ropa de su cama, pero estaba muy salpicada de ella la
parte la parte más inmediata de la cuna del menor de los niños.
Las heridas que le produjeron la muerte fueron dos terribles
hachazos, el uno que dividió la cabeza en línea media y vertical
de la frente hasta la nariz y el otro que cortó a través del
pómulo (carrillo) y el maxilar superior izquierdo; pero tenía
también una herida de la "misma naturaleza" en la sien derecha
y otra en el antebrazo izquierdo con dilaceración de los tejidos
que dividió los huesos. Esta herida parecía producida por un
instrumento contundente y cortante, lanzado oblicua y
fuertemente contra el brazo.
Se hicieron también reconocimientos de otro género en
Teresa para averiguar si había habido algún otro móvil, y el
resultado fue negativo.
Hemos dicho que José María Álvarez (Carpio) sacó tres
niños que sobrevivieron a la matanza, en la mañana del
miércoles. Sólo uno de ellos, el menor de un año, hijo de
Virginia, que fue hallado en la cuna debajo de la cama de
doña Juana, estaba intacto. De los otros dos, Manuel Salvador,
de 4 años, tenía una contusión en el brazo izquierdo "como si
se hubiera caído sobre él"; y el otro que era un mulatico como
de año y medio, hijo de "Marucha", tenía en la parte posterior
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El Periodismo en Antioquia
de la cabeza una pequeña herida contusa que había causado
bastante pérdida de sangre. "Podría bien haber sido causada
al caerse de espaldas sobre un cuerpo duro", opina uno de los
peritos. En un reconocimiento posterior para estimar la
incapacidad de este niño, reconocimiento practicado por otros
peritos, se considera esta herida "transversa"y como causada
con instrumento "cortante".
Se notan en los reconocimientos de los dos peritos que
concurrieron al teatro del suceso, con las autoridades de
Medellín, en la mañana del miércoles, algunas disidencias
sobre la descripción de las lesiones, inconveniente que
resultará siempre que, dejándose de cumplir con las expresas
prescripciones de la ley, no trabajen juntos para discutir, y no
redacten su exposición sobre los lugares para rectificar las
dudas en presencia de los hechos. Estos dos primeros peritos,
sin ponerse de acuerdo para la redacción de su trabajo,
presentaron sus exposiciones en los días 4 y 5, y además de
algunas contradicciones, adoptan conclusiones diferentes,
aunque en un mismo sentido.
Otro reconocimiento precticado en la capital sobre los
cadáveres lavados, por otros dos profesores de medicina, el
día 4 por la mañana, arroja aún nuevas disidencias, aunque
concluyen con resultados o apreciaciones idénticos. Se conoce
en todos ellos la preocupación de que aquella matanza fue
una desgracia causada por Melitón enfurecido y no un crimen
ejecutado por extraños asesinos.
Como es nuestro propósito hacer un estudio concienzudo
de ese notable proceso, cuyo desenlace no podemos prever
en el momento en que escribimos estas líneas, haremos una
crítica de cada uno de los hechos que merezcan llamar la
atención, para que, si acaso llegare a ver la luz pública, pueda
ser útil a los que son encargados por nuestras instituciones de
perseguir el delito y de impartir la justicia.
Pero antes de manifestar nuestras ideas, terminemos la
narración de todo lo acontecido en los días 3 y 4, para que
El Periodismo en Antioquia
69
abandonando la vía reservada de la instrucción judicial, nos
mezclemos por un momento en la opinión pública, a discutir
y a juzgar con ella, según los hechos que llegaron a su
conocimiento.
Así podremos ser más justos y razonar con entera libertad.
IV
La noticia se difundió rápidamente por la capital, y en
virtud de ella acudieron a Aguacatal, el mismo miércoles, los
señores Prefecto del Departamento de Centro, Inspector de
policía del Estado, Jefe municipal del distrito de Medellín,
sus respectivos secretarios, dos médicos reconocedores y el
señor Fiscal primero del Circuito que fue más tarde llamado
por las indicadas autoridades.
Practicado el reconocimiento de los cadáveres y de los
niños, lavados los primeros y vestidos con dificultad, pues no
se encontraban en la casa las ropas suficientes, cosa que llamó
a algunos la atención, fueron asegurados en parihuelas y
traídos a la capital a las cuatro de la tarde.
Las autoridades de Medellín que concurrieron, habiendo
sabido que Melitón era loco, adquirieron el conocimiento de
que éste, en un acceso de locura, había causado, con el hacha
de la casa, aquella horrorosa carnicería; convencimiento que,
según un periódico, honra mucho los buenos sentimientos de
aquellos jóvenes estimables, encargados de misiones tan
difíciles como honrosas. Las opiniones verbales de los peritos
fortificaban y excusaban su creencia.
No se hizo,ni aún por los médicos que también se
preocuparon, una inspección ocular en forma, y esta
inspección hecha reflexivamente habría producido, como lo
veremos, una opinión absolutamente distinta. Se observaron,
sin embargo, los siguientes hechos:
1. Una mancha de sangre en la puerta, pero no se fijaron
suficientemente en ella, atribuyéndola a impresión producida
por alguno de los que habían entrado cuando ellos fueron, o
no atribuyéndola a nada.
70
El Periodismo en Antioquia
2. El hacha de la casa estaba ensangrentada, cerca de los
cadáveres de Melitón y Sinforiano, y no había ninguna otra
arma que revelara por su estado, haber servido para matar o
para herir.
3. No había la menor señal de violencia en las cerraduras ni
rastros exteriores que indicaron la marcha de asesinos del
exterior.
4. El regatón con que se acostumbraba atrancar la única
puerta de la casa, estaba extendido y como puesto
cuidadosamente en la sala, sin que el suelo en su punto de
apoyo indicara fuerza del exterior hecha a la puerta.
5. Tampoco se veía fuerza hecha a los baúles, cajas y
cajones, y ninguno de éstos estaba cerrado con llave. Los
cadáveres de las mujeres conservaban sus alhajas; pero en
toda la casa no había ni más joyas ni dinero (con excepción de
tres reales diseminados en un baúl).
6. Las aciones de la silla de montar de Sinforiano estaban
cortadas con instrumento muy cortante y los estribos habían
desaparecido.
7. Una olla con arroz de maíz que se hallaba debajo de la
mesa al frente de la puerta, estaba rota, y regado dicho arroz.
8. La cama de Sinforiano tenía sangre en las almohadas,
en la ropa, en el larguero exterior, y salpicaduras abundantes
en la pared correspondiente. Al pie de ella una gran charca de
sangre y manchas también en las partes inferiores de la mesa
y del catre próximos.
9. Sólo en la cama de Sinforiano y en la de Teresa, que fue
hallada viva el miércoles, había sangre, y no la había en
ninguna de las demás. Todos los cadáveres estaban fuera de
su lecho.
10. Todos los muebles estában en su lugar y sin desarreglo
alguno.
Tales fueron los datos que conoció el público. Para juzgar
mejor de las opiniones manifestadas es de advertir que los
funcionarios no supieron nada en ese día ni de las costumbres
El Periodismo en Antioquia
71
de la casa, ni del dinero y joyas y ropas y alhajas preexistentes,
porque no había quién lo dijera, habiendo muerto todos los
de la casa. El niño Manuel Salvador no había dicho entonces,
ni dijo después, cosa de importancia. Se le preguntaba quién
lo había maltratado, y contestaba: "Foriano con el hacha".
Entre los que concurrieron a la casa de la catástrofe,
llamados por García y Álvarez (Carpio), no había otro pariente
de los muertos que Manuel Antonio Escovar, sobrino de la
señora Echeverri y vecino de ella. Es la creencia entre los
campesinos que el Diablo anda por entre los cadáveres cuando
no se les alumbra con velas y Escovar en virtud de su
parentezco y relaciones, dio veinte centavos para conseguirlas
y escribió por medio de una boleta a Ana Joaquina Álvarez,
hija de doña Juana, que estaba en Pantanillo, que en la casa
había habido una desgracia llamándola precipitadamente. Han
referido después los funcionarios que estuvieron en la casa del
acontecimiento el miércoles por la mañana, que Escovar no
se separaba de ellos ni un instante, urgiéndolos para que
hicieran el inventario de los bienes de la casa, con el objeto
de que no se perdieran, y que hasta lo reprendieron por su
tenaz insistencia.
El señor Jefe municipal, sabiendo que era acomodada la
familia difunta, comisionó al mencionado Escovar, por ser
pariente, para que fuera a Medellín a buscar ataúdes y medios
de enterrar los cadáveres, comisión que éste cumplió.
Los empleados públicos dieron instrucciones de carácter
general, y escritas en un auto al señor Inspector de policía de
Aguacatal, para continuar la investigación; sellaron las puertas
y ventanas de la casa, y se pusieron en marcha para Medellín,
acompañando los cadáveres.
A última hora, y con un curioso que regresó a Medellín,
fue llamado por el señor Prefecto el señor Fiscal segundo del
Cicuito, que encontró el acompañamiento en el camino, no
muy distante de la capilla llamada vulgarmente "San Blas", y
regresó con él; se informó con algunos de los empleados sobre
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El Periodismo en Antioquia
lo que habían hecho y lo que pensaban del suceso, y supo que
para ellos había sido "el loco" el autor. Al llegar a la capilla se
encontró con un hombre que, muy agitado, le habló sobre la
atrocidad del espantoso crimen, le dijo que las víctimas eran
parientes de él, que ya venían los cadáveres a poca distancia
y que se había adelantado porque el alcalde lo había mandado
a buscar modo de enterrarlos pronto; y le preguntó si sería
fácil hacerlo aquel mismo día. El Fiscal segundo le contestó
que era fácil por medio de la agencia mortuoria, y aunque
aquel hombre le pareció agitado, atribuyó su agitación a la
celeridad de su marcha y al sentimiento que el hecho debía
causarle; no se fijó en esto y continuó su camino sin saber su
nombre ni tratar de averiguarlo.
Los 6 cadáveres fueron transportados a Medellín como a
las cinco de la tarde en medio de una concurrencia numerosa
y aterrada. Se leía la consternación en todos los semblantes y
no se desprendía de la multitud más que el murmullo de los
comentarios y algunas expresiones de conmiseración y de
lástima.
El señor Inspector de policía del Estado tuvo la feliz
inspiración de no permitir la inhumación de los cadáveres la
misma tarde del miércoles; mandó depositarlos
provisoriamente en bóvedas para ser reconocidos de nuevo
por otros médicos, en la mañana del jueves; reconocimento
preciosísimo, porque estando ya lavados, era más fácil
determinar la posición,forma, dimensiones, importancia y
origen de las heridas. Aunque estos nuevos peritos, que son
dos distinguidos profesores de medicina, se abstuvieron en
su exposición escrita de emitir concepto en un sentido o en
otro, circuló, al día siguiente, por la ciudad, la especie de que
ellos pensaban también que "el loco" había sido el autor. Uno
de ellos, en declaración como testigo, dijo que había conocido
y recetado a Melitón algunos años antes, y que éste tenía
"manías suicidas y homicidas".
El Periodismo en Antioquia
73
Las lenguas se desataron entonces discutiendo la cuestión:
la ciudad se dividió en loquistas y antiloquistas.
Decían los primeros que era imposible un asesinato
ejecutado por extraños, no habiendo fractura ni señal de fuerza
en las cerraduras; que no era natural que los asesinos se
confiaran en armas de la casa, como lo era el hacha, único
instrumento de matanza, según la inspección de las heridas,
pues cuadrilleros o malhechores mancomunados hubieran
usados de machetes, puñales, garrotes o armas de fuego y
hubieran herido varios, siendo así que sólo había sido empleada
el hacha; que era casi el plenilunio, época de acceso para los
locos y que por uno de los rotos que había en la casa pasaba
precisamente un rayo de luna que en la hermosa noche del 2
de diciembre pudo dar, a cierta hora, en la cabecera de la
cama de Melitón; que el hacha estaba muy inmediata a los
cadáveres de éste y Sinforiano, cadáveres cuya posición
demostraba la lucha última en que ambos perecieron; que
nada se había perdido de la casa, y otras razones más o menos
poderosas.
Para ellos, para los loquistas, el hecho había comenzado
por doña Juana y seguido por todos los demás para acabar
con Sinforiano que había logrado desarmarlo, aunque
mortalmente herido, y, por no haberlo podido dominar en su
furia lo había muerto. Explicaban la muerte de Virginia
diciendo que al ver ella la matanza había huido, y al quitar el
regatón que atrancaba la puerta, había recibido por detrás los
hachazos que la arrojaron contra la puerta, pues en la noche
del miércoles se decía en Medellín que su cadáver la obstruía,
aseveración completamente inexacta y que no dejaba de ser
un fuerte argumento en favor de esta hipótesis. No hablaban
de la mancha exterior de la puerta, ni daban importancia a las
aciones cortadas y a los estribos perdidos, explicando este
acto con la posibilidad de que esto proviniera de un hecho
anterior o posterior a la noche del 2.
74
El Periodismo en Antioquia
La población había descansado con la posibilidad de que
la catástrofe, por dolorosa que fuera, proviniera más bien de
un demente que de un criminal, ya que era irremediable. Sin
embargo, la opinión antiloquista era también numerosa y muy
distinguida. Sus sectarios oponían que era imposible que un
loco, en las circunstancias en que el hecho sucedió, hubiera
herido tan certeramente, nada más que en la cabeza a todas sus
víctimas y que no hubiera quedado viva una sola; que era
imposible que entre todas ellas no hubieran podido contener
a Melitón, o no despertaran los demás, después de haber
muerto a los primeros, si estaban dormidos; que debió haber
robo porque, siendo acomodados y teniendo en construcción
una casa, lo que supone fondos, no solo no se halló ropa
bastante para cubrir decentemente a los cadáveres, sino
también no había en las cajas y baúles ni una joya ni un real;
que no era aceptable la hipótesis loquista, sin que lograra
salvarse uno solo de los que podían declarar como testigos,
mientras que los niños habían sobrevivido; que la ruptura de
las aciones evidenciaba un delito; y en fin, concluían con esta
contundente interrogación que era el estribillo de todas las
conversaciones: y al loco quién lo mató?.
A esto último no se contestaba; pero como el público no
conocía el carácter de las lesiones de Sinforiano, que bien
podía vivir lo bastante para matar a su padre, quedaba siempre
un combustible de duda suficiente para alimentar las
discusiones.
Todos los que conocieron a Melitón eran ardientes
antiloquistas; se irritaban contra la opinión contraria; y aún en
el proceso hubo quien dijera después, bajo juramento, que
aun presentándole atadas las víctimas, Melitón hubiera sido
incapaz de matarlas por su carácter propio y por su casi
completa impotencia física.
Se esperaba, por los que dudaban, la opinión de los peritos;
pero como esta opinión era loquista decididamente en el uno, y
dudosa en el otro, ganó él loquismo un gran número de prosélitos.
El Periodismo en Antioquia
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En Aguacatal todos estaban firmemente convencidos de la
consumación de un gran crimen, si bien no tenían la más leve
sospecha del autor: solamente decían que no podía ser vecino
de la fracción, porque todos los vecinos querían mucho a la
familia y no vivía por allí ninguno capaz de ejecutarlo. El
crimen, según ellos, debió ser cometido por gentes de otra
parte.
La suspicacia pública, penetrando en los precedentes de
la familia formuló acusaciones contra dos personas de
Medellín que habían tenido cuestiones de intereses con ella y
que algún tiempo antes habían sido sindicadas y enjuiciadas
en el Juzgado Segundo del crimen, por estafa hecha a la señora
Echeverri. El resultado del juicio criminal había sido la
condenación de la una y la absolución de la otra. Es necesario,
para conocer la importancia del precedente y explicar la causa
de la convicción de un empleado del Ministerio público, que
pronto ha de intervenir activamente en la investigación, narrar
sumariamente aquella cuestión.
En el mes de abril de 1871 se presentaron los mencionados
individuos en la casa de la señora Echeverri con el objeto de
comprarle ganado, uno de ellos. La señora, que no lo conocía,
convino en la venta, en virtud de recomendaciones hechas
por el otro, a quien conocía, y después de un avalúo practicado
por éste.
Ella vendió por la suma de 79 pesos con 20 centavos,
cuatro reses y un caballo que le fueron entregados al más
jóven de los dos, que era el comprador.
Algunos días después, el 8 de abril, se presentó dicho
comprador, solo, en la misma casa con una boleta que él
llamaba "guía", necesaria, según él, para trasladar el ganado
de Medellín al distrito de Caldas. Esta guía era un recibo de
toda la suma debida, recibo que Sinforiano firmó también
como testigo sin leerlo, y sin sospechar nada, aunque no
comprendían bien por qué habrían de dar ellos una guía para
llevar el ganado vendido a otra parte.
76
El Periodismo en Antioquia
Conocido el hecho por la autoridad, se inició un sumario
en que los sindicados desplegaron grande astucia y sagacidad.
Elevado a causa contra ambos, fue absuelto el de más edad y
condenado el otro a treinta días de arresto y a una multa de
diez pesos, por el cargo de estafa. La fecha de la sentencia es
del 6 de marzo de 1872.
Contra el de más edad se formulaba también el cargo de
abuso de confianza por haber recibido de la señora Echeverri
una moneda de oro de veinte pesos fuertes (morrocota) con
el fin de que se la cambiara, y no haberle devuelto más de 16.
Faltaron en el hecho circunstancias necesarias para aplicar la
sanción del Código penal y se sobreselló en cuanto a ese punto.
Parece que más tarde se entabló juicio civil contra él por los
cuatro pesos y fue ganado el litigio por la señora Echeverri.
Después de la condenación por el asunto del ganado,
quedaba a los perjudicados su acción civil, y demandaron a
un hermano del de más edad, por hallarse en su poder, y pastando
en su propiedad, algunas reses entregadas por el más joven.
Este pleito estaba pediente el 2 de diciembre y lo está
todavía. La señora Echeverri lo había ganado en primera
instancia, lo había perdido en segunda y se hallaba en tercera,
que es la última.
No debe olvidarse que la acción de la familia Echeverri
no era contra la persona de quien la opinión pública
sospechaba sino contra un hermano de ésta; pero circulaba con
mucho crédito por todos los labios la especie de que ese mismo
día martes había perdido, según unos o había ganado, según
otros, la cuestión, la persona de que nos ocupamos y cuyo
nombre es inútil indicar.
La murmuración pública, más malévola que juiciosa en
los momentos de efervesencia, agregaba contra este hombre,
injustamente acusado por ella, circustancias gravísimas. Se
decía que habían hallado cerca de la casa del asesinato un
pañuelo ensangrentado, con su marca; que lo habían visto
dirigirse al Aguacatal en la noche o en la tarde del martes;
El Periodismo en Antioquia
77
que su lavandera había lavado ropa ensangrentada; y que entre
la casa de los muertos se había hallado la nariz. (Sentimos no
poder explicar esto último que debe parecer muy extraño a
quien no conozca la persona de quién hablamos).
Todos estos rumores eran abslutamente calumniosos, y
producían el mal resultado de desviar y hacer perder tiempo a
las autoridades, que no deben despreciar ningún ruido por
absurdo que parezca; y el no menos malo de permitir a los
verdaderos culpables la obliteración de todas las huellas del
delito.
V
Entre los que no aceptaron la hipótesis loquista se contaba
el ciudadano presidente del Estado. Este funcionario,
conocedor de la alarma pública, hizo llamar a sus subalternos
del orden administrativo que habían estado el miércoles en
el Aguacatal, y les ordenó que volvieran a él a trabajar
activamente y en el supuesto de que se había cometido un
crimen espantoso.
A la sazón en que los empleados se preparaban para
cumplir con esta orden, a las once de la mañana del jueves,
buscaba el señor Prefecto del Departamento, el señor Fiscal
segundo del Circuito, a quien varios amigos, entre ellos y con
más insistencia el señor Juez segundo del crimen, habían
excitado para que tomara por su cuenta aquella investigación
que se presentaba tan tenebrosa y tan difícil. El fiscal cedió a
estas insinuaciones al saber que la opinión pública le había
hecho el honor de fijarse en él, como en la única esperanza de
un éxito feliz. Habiendo convenido en hacerlo, y previa
suspensión de un juicio por jurados que debía celebrarse aquel
mismo día, se dirigió a la Prefectura en busca del señor
Prefecto, a quién no halló en su despacho. Mas
afortunadamente se encontraron cuando éste salía de la casa
del despacho presidencial; el Prefecto le expresó su deseo de
que se encargara de la dirección del sumario, él que era "su
78
El Periodismo en Antioquia
paño de lágrimas", y convinieron en que el fiscal se iría
inmediatamente con los otros empleados aministrativos,
mientras el señor Prefecto recibía las exposiciones de los
peritos que no habían sido rendidas todavía, y se preparaba
para trasladarse más tarde al Aguacatal.
A las once se dirigieron a este paraje el señor Inspector de
policía del Estado, su secretario, el del señor Jefe municipal y
el mencionado señor Fiscal. El señor Jefe municipal los
alcanzó en el camino.
Mucho hemos vacilado para excogitar el método más claro
en la narración de lo que va a seguir. Por más que nos hemos
esforzado para hacerlo del modo más impersonal posible, no
hemos podido prescindir de pintar las impresiones y
pensamientos de la persona en quien se personificó la
investigación desde este momento hasta el 22 de diciembre.
Tenemos con ella bastante intimidad para saber hasta sus más
recónditos pensamientos y bastante amistad para decir con
franqueza sus opiniones erróneas o sus inducciones
equivocadas. Es penoso y delicado, pero su historia es la
historia de esta parte del proceso por ser el único que conocía
todos los hilos de la instrucción, y el que, por la confianza
que en él depositaron todos los demás empleados, llegó a ser
el centro a donde convergieron todos los informes y de donde
partía la laudable y enérgica actividad desplegada por todos
los empleados administrativos.
Imprenta del Estado de Antioquia
El Periodismo en Antioquia
79
JUAN DE DIOS RESTREPO (EMIRO KASTOS)
Una aventura en el Magdalena
Una de las cosas más difíciles que hay, con voluntarios
entusiastas e impacientes es hacer campaña a lo Fabio, lentas
y estratégicas. Así, a nuestro ejército en el Magdalena, lo que
más lo atormentaba era el tedio: los unos recordaban las verdes
praderas del Cauca, y los otros las risueñas comarcas del
Funza. Todos querían abandonar esas playas ardientes,
habitadas por los insectos y la fiebre. El primer toque de
marcha hacía temblar de placer a jefes, oficiales y soldados, y
la perspectiva de una batalla era una verdadera felicidad.
Sólo la voluntad de hierro del General Mosquera podía
dominar esa impaciencia belicosa y ese aburrimiento mortal.
La mayor parte creía en el ejército, que era juego de niños
tomar a Bogotá, defendida por las empinadas cordilleras de
los Andes y seis mil soldados. El General Mosquera, sin curarse
de habladurías ni de murmuraciones, plantaba la tropa largas
temporadas, ora en Piedras, ora en Méndez, ora en el Raizal,
y con esa poderosa actividad que nadie posee en el país sino
él formaba de elementos heterogéneos un ejército compacto,
disciplinado y formidable.
Y ¿qué tanto me aburriría yo, que mi eterna e incurable
enfermedad ha sido el tedio? Entonces no tenía posición oficial
en el ejército; apenas era un beligerante aficionado, un faccioso
in pártibus. Mientras llegaba el suspirado día de una batalla o
de marchar sobre Bogotá, solía hacer mis escapadas a los
campos o poblaciones limítrofes, en busca de distracciones,
a merodear aventuras.
En un poblachón de éstos, cuyo nombre interesa poco al
lector, tuve algunos días de residencia, sin más diversión, al
principio, que dormir de noche en cama, y de día en la hamaca,
80
El Periodismo en Antioquia
bañarme, comer sancocho y responder a las interpelaciones
de los calentanos que a todas horas me atosigaban pidiéndome
noticias. A los tres días pensaba regresar al ejército, pues
aquella monotonía era peor que el tedio de los campamentos,
cuando di con un cachaco de Bogotá, que habitaba un campo
vecino, y que esperaba como yo los acontecimientos para
incorporarse al ejército.
Pertenecía a la raza genuina de cachacos, bohemios por
excelencia, que viven en Bogotá, como las aves, por la
voluntad de Dios. De esos que, como Alcibíades, se entregan
a los placeres en Libia y comen salsa negra en Lacedemonia:
sibaritas en Bogotá, sufridos como un negro en la campaña,
visten bayetón en Ambalema y ropa de lino en Santa Bárbara.
-Y bien, Leopoldo, ¿qué vientos te traen por aquí?
-Estaba insufrible la vida en Bogotá, y me he venido a
buscar emociones por estos mundos. En la Rosa-blanca jugaba
mis partidas de dominó, callado como un discípulo de
Pitágoras, y no podía hacer oposición, que es mi elemento.
Propalar chispas, inventar noticias, caricaturar a los Generales,
reirme en los corillos de esa ilustre nulidad que llaman don
Mariano Ospina, esta es mi vida. ¿Qué diablos podría yo hacer
en Bogotá, metido a súbdito sumiso, a pacífico ciudadano?
-Y sin convicciones ni comprometimientos anteriores,
¿vienes a buscar un balazo, nada más que por divertirte?
-Cabal: cuando tenía diez y seis años acompañé al General
Franco al Sur, y después de furibundos combates regresé ileso
de las breñas de Pasto. Soy enemigo neto de los gobiernos y
de las opiniones dominantes. En los Estados Unidos sería
mormón, en Turquía, me afiliaría a la secta de Alí, en la India
sería budista, y aquí soy simplemente faccioso. Maldito el
entusiasmo que yo tenía en las contiendas actuales, pero de
tanto oír al clero echar anatemas y rogarle a los santos contra
los impíos, y a hombres y mujeres gritar ¡mueran los ladrones!
resolví echar mi espada en la balanza a favor de los ladrones
y de los impíos. Has de saber que a mí me desagradan todos
los gobiernos, especialmente los gobiernos legítimos.
El Periodismo en Antioquia
81
-¿Y no te hacen mucha falta las tertulias y las hermosas
de Bogotá?
-Las mujeres en Bogotá han dejado de ser mujeres para
convertirse en beligerantes. Han renunciado a los placeres y
hasta al amor, para dedicarse a la política. La mayor parte de
mis paisanas, antes benévolas, cultas amables y compasivas,
hoy tienen pasiones de infierno. Muchas de esas bellezas
risueñas, que parecían inofensivas, tienen odios implacables,
y no respiran sino sangre y exterminio, como si en las filas
contrarias no contaran muchos amigos y no fueran todos
prójimos y hermanos. Y lo gracioso es que las mujeres,
criaturas esencialmente aristocráticas, hayan desarrollado un
entusiasmo digno de mejor causa por sostener un gobierno
de indígenas y mulatos, siendo así que el General Mosquera
es patricio por sangre, gentleman por carácter.
-Y tú que tienes una imaginación tan fecunda, descúbreme
por Dios un pasatiempo, adivíname una distracción.
-Juega tute con el cura.
-Ya lo he intentado y me duermo a la segunda partida.
-¿Te gustan las mujeres?
-Así, así, como a todo hijo de vecino. Pero entre estas
calentanas color de totuma, cotudas unas y casposas otras,
no veo mujer posible que pueda tentar a un hombre honrado.
-A media legua de aquí vive una muchacha que es una
maravilla, pero tiene algunos inconvenientes.
-¿Cuáles?
-Es orgullosa y soberbia.
-No me disgusta que una bonita muchacha tenga para su
gusto algunos pecados capitales.
-Y en política anda muy mal.
-¿Es goda?
-Godísima.
-Esto complica la situación; pero al fin ¿qué antecedentes
sabes de su vida?
82
El Periodismo en Antioquia
-Tuvo amores con un oficial pastuso, que murió a
consecuencia de haber sido herido en Segovia, y está muy
melancólica.
-¡Magnífico! Una mujer que ha perdido un amante y está
triste, es como las tierras baldías, pertenece al primer
ocupante. Y ¿cómo se llama ese tesoro?
-Felina, y la madre Casilda.
Ese mismo día como a la una de la tarde, emprendimos
viaje a visitar a esas damas.
La casita que habitaban estaba escondida entre palmeras,
naranjos y un inmenso tamarindo. ¡Bendito sea Dios! dije para
mí, que ya encontré en este Alto Magdalena alguna persona
de sentido común, que comprendiera que los árboles suavizan
y refrescan la atmósfera, y son la poesía y la providencia de
las tierras calientes. Los calentanos se perecen por vivir a la
pampa; no quieren que los árboles les defrauden ni un solo
rayo de sol.
La señora Casilda, que ya conocía a Leopoldo, nos recibió
muy atentamente. Esta es una calentana larga como un palo
de escoba, inclinada hacia adelante bajo la pesantez de un
coto bastante respetable. Mostrónos la casita sumamente
limpia, con el correspondiente retrato de don Mariano en la
sala. Al frente de la entrada había un pequeño corredor,
defendido del sol por una masa flotante de verdura, compuesta
de bellísimas, la reina de las enredaderas, y de jazmines blancos,
la más aromática de las flores. Allí era el costurero de Felina,
por la cual preguntamos y nos dijeron que estaba en el baño.
De repente se presentó en el corredor envuelta hasta más
abajo de la cintura en una cabellera negra y naturalmente
rizada. Sus ojos, verdaderos ojos de calentana, deslumbraban,
como en una noche oscura una linterna de reverbero. El color
de su cara es entre perla y cobre, terso, brillante, de esos
colores, que la sabia naturaleza da a las bellas mujeres de
esos climas, adorno y defensa a la vez, pues sobre ellos resbala,
como sobre una lámina de metal, la picadura de los insectos y
El Periodismo en Antioquia
83
los rayos del sol. Dad a una de estas mujeres el cutis delicado
y el color de leche y de carmín de nuestras bellezas del Funza,
y a los seis meses estaría hecha un espantajo. Ese color
amortiguado de Felina, parecía causado por la acción
constante de una llama interior. Tenía boca grande y labios
gruesos, indicio de arrogancia y sensualidad, y para colmo de
diablura, en esa boca fresca y colorada como la fruta del
granado, asomaban unos dientes, que parecían gotas de rocío
cristalizadas. Su ancho pecho descansaba sobre una cintura
indecisa, y la riqueza plástica de sus formas, que se adivinaban
al través de un ligero traje de muselina, completaban esta
armónica y distinguida figura. Sea por sencillez, o talvez por
refinada coquetería, no usaba crinolina, que ahoga
completamente la belleza de las formas, y que en una mujer
gorda es una redundancia ridícula, un pleonasmo insufrible.
Esa belleza apasionada y arrogante perdida entre esos
andurriales, me causó como es natural, la mayor sorpresa.
Pidiónos que le dispensáramos lo descuidado del vestido, y
nos ofreció para refrescar el calor, agua de coco y leche de
cabra, con la sencillez pastoril de Rebecas bíblicas. Hicimos
tertulia en el corredorcito de las bellísimas y de los jazmines:
me sentí alegre e inspirado en medio de esas flores perfumadas,
y teniendo al lado a una hermosa mujer. Lancé mi fantasía en
todas direcciones y convertí la conversación en fuegos
artificiales, procurando indagar a qué corriente se inclinaba
esa hija de Eva. Le hablé del amor bajo las ceibas, en el
desierto, a los rayos de ese sol, en medio de esa naturaleza
ardiente, y este idilio salvaje no encontró en ella ninguna
simpatía.
-No me hable usted de países como éste, tan llenos de luz
y de calor; yo detesto al sol.
-Y usted que ha nacido como los diamantes para
deslumbrar las miradas, para brillar al sol de nuestras ciudades,
¿no desea la vida de Bogotá?
84
El Periodismo en Antioquia
-Esas bogotanas tienen mucha letra menuda, y yo soy una
campesina inculta; se reirían de mí. Estoy condenada a vivir
y morir bajo estos árboles, en este clima abominable. Y tenía
esperanzas de irme a otra parte.
-Si quiere irse para Pasto conmigo, estoy a sus órdenes.
-¿Cómo es eso?
-Sí, señora, yo soy pastuso.
-¡Pastuso!
-Hermano de Francisco Zarama. Del ejército de Jacinto
Córdoba vine en comisión donde el General París, me cogieron
en Segovia y estoy libre bajo palabra de honor que di al General
Mosquera.
Comprendí en el acto que había herido en lo vivo y me
había colocado en un terreno sólido. Decididamente la niña
se inclinaba por la vía de Pasto.
-Me hace reir usted con sus propuestas. Y ¿es cierto que
Pasto es tan bonito y tan frío? A mí sí que me gusta el frío.
-¡Ah! es una tierra encantadora, fresca, abundante, donde
la vida es fácil y tranquila.
Me apretó la mano con efusión al despedirme, y me dirigió
una mirada luminosa como la esperanza.
-¡Bravo! ibravísimo! me dijo Leopoldo; has tenido una
inspiración feliz. Le deseo una semejante al General Mosquera
cuando se encuentre delante del enemigo. Su primer Amadís
debe haberle dicho muchas tonterías sobre la vida de Pasto,
que han hecho una viva impresión en esa naturaleza primitiva:
Felina no cree que haya felicidad sino en la tierra clásica de
Noguera y del padre Villota.
-Me da pena pasar por lo que no soy, y engañar a esa pobre
muchacha.
-Acuérdate que su confesor le dijo a Felipe II una vez que
este sintió escrúpulos de conciencia: "Si V. M. tiene
conciencia, déjese de conquistas y quédese tranquilo en su
palacio". Esos escrúpulos le harían honor a una monja de
Santa Clara. ¿Qué es el amor? ¿Qué es la política? ¿Qué son
El Periodismo en Antioquia
85
los negocios? ¿qué es la vida sino un cambio mutuo de mentiras
recíprocas? Sobre el engaño y la ficción descansan todas las
evoluciones sociales. Y con esa candidez de colegiala te metes
a beligerante y a faccioso. ¿Por ventura un financista, un
hombre de Estado, un conquistador podrían hacer algo de
provecho si no engañaran a los tontos, es decir, a las
multitudes, suministrándoles apenas la verdad en cantidades
homeopáticas?
Estas razones me parecieron tan sólidas, que resolví seguir
adelante la comedia.
Leopoldo me suministró toda su geografía pastusa y datos
sobre las localidades, las costumbres y las personas de esas
comarcas montañosas.
Seguí visitando a Felina a todas horas, y con mi triple
carácter de pastuso, de proscrito, y de godo encontré un
acogimiento admirable. La abuela Casilda aborrecía a los rojos
y formábamos exquisitos planes de guerra y destrucción contra
esa raza impía. No hay como las mujeres para aborrecer con
gana cuando aborrecen. Cuando las tienta el demonio de la
política, se convierten en hienas. En vez de presentarse como
ángeles de paz y de misericordia para mediar en estas luchas
entre hermanos, renuncian al verdadero carácter de la mujer,
que es la simpatía y la benevolencia, entregándose a furores
insensatos por cuestiones políticas que generalmente no
entienden.
Felina se encantaba oyéndome contar mis aventuras de
guerrillero, cuando en compañía de Patiño y de Julio Arboleda
hacíamos cruda guerra al gobierno tiránico del General López.
Su cabeza no comprendía felicidad ni poesía, sino en los países
montañosos y helados. Por una extravagancia de esa
imaginación enferma, la vegetación, los horizontes, la luz, el
sol y hasta el cielo esplendoroso del Magdalena le parecían
enfadosos y feos. Yo exploté aquella manía con el entusiasmo
con que un minero persigue una veta de oro puro. Resolví
que en Pasto jamás se veía la cara al sol, y que el árbol más
86
El Periodismo en Antioquia
atrevido que se encontraba era el frailejón: que allá vivía uno
envuelto en nieblas, como los héroes de Osián, oyendo rodar
las avalanchas, paseándose al borde de los ventisqueros. Felina,
sudando de calor, no soñaba el amor sino entre el hielo y yo
hacía de Pasto y sus montañas unas descripciones capaces de
hacer tiritar de frío a un calenturiento.
Aquella mujer cuyo corazón estaba entero, e ignoraba la
estrategia parlamentaria de las mujeres de la sociedad, amaba
como las naturalezas primitivas, sin regatear su amor ni
imponer condiciones. Llevarla a Pasto era la única sine qua
non. Yo no tenía más que estirar la mano para coger esa flor
maravillosa; pero como probablemente no he nacido para
diplomático, conquistador ni hombre de Estado, volví a mis
escrúpulos de marras, a la manía de la lealtad.
Cómo voy a engañar a esta pobre muchacha, decía para
mi: voy a decirle la verdad; si antes tenía su amor, ahora
conquistaré su estimación.
Cuando a uno se le ocurre una idea feliz la discute y vacila;
si es una tontería, la cumple en el acto. En la misma noche en
el corredor de los jazmines, después de haberla dicho mil
necedades galantes, fui muy orondo a dar el golpe de gracia a
su corazón revelándole el gran secreto.
-Quiero ser franco con usted, la dije, no soy pastuso sino
antioqueño.
-¡Antioqueño!
-Sí, señorita, y no creo que pierda nada en el cambio: tan
adorador suyo es el uno como el otro. En Antioquia también
hay montañas donde necesita uno diez cobijas para arroparse.
La niña se levantó como un resorte, y corrió para donde la
mamá que estaba en la sala, diciéndole con el aire más
despavorido:
-¡Mamá, es antioqueño!
Y aquel grito tenía tal acento de admiración y de despecho
que equivalía a decir: es un rinoceronte, un troglodita.
El Periodismo en Antioquia
87
Tuve vértigo, y me vi perdido. ¡Mentecato! ¡mil veces
mentecato! dije para mí, por creer que la verdad sirve para
algo en este mundo.
Quise esponsionar con la niña y no me dió audiencia. Al
otro día me mandó decir con la mamá que no quería verme y
estaba todo concluido entre nosotros.
De esta aventura, o sea percance, saqué en limpio dos
cosas. La una, de que ya tenía sospechas, es que si hay riesgo
en decir la verdad a los hombres, es peligrosísimo decirla a
las mujeres; y la otra, que no sospechaba absolutamente, que
un pastuso vale más que un antioqueño.
(De El Tiempo, número 306, de 29 de octubre de 1861).
88
El Periodismo en Antioquia
JUAN DE DIOS URIBE
La muerte de Lázaro Escobar
Una concepción pesimista de la vida lleva al arte a la
extravagancia o a la caricatura. El ingenio puede sostenerse
aun así, y de ello hay ejemplo en todos los países. Lázaro
Escobar era uno palpable.
Visitábamos juntos el cementerio protestante después del
entierro de Murillo. Ese piadoso lugar tiene un melancólico
abandono, propio para inspirar pensamientos tristes. Las yerbas
que se alzan al nivel de las cruces, las flores de color pálido,
los humildes sepulcros, hace todo guardar silencio y evocar
recuerdos dolorosos. Callados dábamos vuelta al recinto por
los angostos caminos hechos con menudos guijarros sobre la
yerba, cuando encontramos una bóveda más que las otras
humilde y perdida entre las yedras y los rosales de flores
amarillas. No tenía inscripción alguna, ni restos de una corona
amiga, ni vestigios de un pensamiento de la memoria
humana...
-Y como ella soy yo, dijo Lázaro Escobar. Yo, vivo, he
muerto. Sobre mí la indiferencia ha tejido su ramaje tupido.
La miseria ha borrado las letras de mi nombre, y después de
tanta lucha y tanto trabajo, por coronas he tenido el aislamiento
y la soledad.
Calló un momento y luego continuó como respondiendo
a una cuestión interior:
-Ah, sí hay su diferencia: esta tumba hace padecer, y yo
hago reír.
-¿Qué no haya aquí ni un recuerdo, ni una señal de cariño?,
le observamos nosotros.
-¿Y qué? "La ingratitud es la independencia del corazón",
nos respondió y salimos del cementerio.
El Periodismo en Antioquia
89
El discurría: -Yo no seré menos afortunado que ese muerto,
-si en esto hay fortuna: -mi nombre no se recordará en la piedra
de mi sepulcro, y si acaso el sepulturero cumple su deber,
seré en breve la cifra cero en el cementerio. ¡Tanto monta!
Sacó un lápiz, y sobre una hoja de papel, que apoyó al
tronco de un eucalipto, principió a dibujar. Su mano corría
rápida y las líneas se sucedían.
-Así responderé a los hombres, nos dijo, alargando la hoja.
El dibujo representaba una multitud delante de una
bóveda sin nombre y un cadáver sentado dentro, vuelto hacia
ella, que apoyaba el pulgar sobre la punta de la nariz y doblaba
las falanges desnudas de carne, en son de burla. Sarcástica
mueca dilataba las líneas de la calavera, y atrás se veía una
lejanía negra, negra y sin límites.
-¿Qué es eso?, le preguntamos.
-¿Eso negro? Es la nada para donde todos caminan,
respondió, e hizo añicos el rápido dibujo.
Pintado está Lázaro en esas expresiones y en este cuadro.
El artista pasó por medio del tumulto de los hombres armado
de su lápiz, con una queja siempre en los labios, con una
constante amargura, y sin esperanza de mejor fortuna ni de
otra vida. Capaz de los éxtasis de la belleza perfecta, de la
concepción hermosa en sus primeros años, el infortunio
ausentó de su paleta los colores serenos, de la punta de su
lápiz la línea griega, de su inspiración las figuras armónicas,
de la naturaleza los modelos hermosos, para dar campo, en
todas sus formas, a la sátira amarga y aun a veces a la ironía
cruel. Lázaro descomponía la hermosura como puede un joyero
quebrar un diamante. Ponía miedo en el valor; hipocresía en
la virtud; traición en la amistad; atrevimiento en la virtud;
traición en la amistad; atrevimiento en la flaqueza; resignación
en los celos; abatimiento en la esperanza; esperanza en la
decepción...
Hacía estrecha la frente hermosa, cárdeno el labio rosado,
chapín el "breve pie andaluz". Disponía a su antojo de la
90
El Periodismo en Antioquia
deformidad, y estaban a su alcance todas las situaciones
ridículas. Pero su lápiz, que jamás cobró salario; su lápiz
independiente, no grababa la viva sátira, que condena a la
burla y al desprecio, sino cuando él creía que había justicia.
Sus caricaturas eran, casi siempre, la venganza solidaria de
una gran parte de la sociedad herida por faltas notorias que
Lázaro condenaba.
Cuando de noche se recogía en su boardilla, después de
un recio trabajo, por lo general infecundo, sacaba de todos
los bolsillos de su vestido hojas de papel, en que apuntaba
ideas en forma de líneas durante el día y las extendía sobre
una mesa humilde de pino en que estaban, aquí y allí
esparcidos lápices y colores. Tomado algún descanso, abría
un enorme libro y trabajaba sobre hojas de grueso papel hasta
la media noche. Después de consultar el último apunte y de
ampliarlo en forma de caricatura, sobre una página del libro,
lo cerraba y dormía. Todas las noches, durante diez años,
hizo lo mismo, y a su muerte trabajaba sobre un tomo que
tiene en la portada el número 10 que le corresponde.
En un estante muy modesto estaban los cinco últimos
tomos y nosotros preguntamos a Lázaro:
-¿Qué obra es esta?
-Es un secreto.
-¿Para todos?
-Tú puedes verla.
Abrimos el último tomo y nos sorprendió el lujo de
inventiva y de verdad. Ellos son la historia contemporánea
del país en forma de caricaturas. Las que teníamos a la vista
eran las concernientes a la evolución. Si no alcanzó el infierno
de Dante al señor Otálora, le tocó por lo menos el purgatorio
de Lázaro Escobar. Esa siniestra obra de perfidia está allí con
sus incidentes cómicos y grotescos. Una parte, sobre todo,
que se puede titular Los Misterios de la Comedia, caricaturas
de los secretarios de Otálora, no tiene precio, y entre ellas la
de la Laza Grau, que bien puede llevar abajo este título: Laza,
el Picapedrero.
El Periodismo en Antioquia
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-¿Esto lo publicas?, le preguntamos.
-Cuando tenga dinero.
-¿Y si no lo consigues?
-Que se pierda.
-¿Pero dejas perder tanto trabajo?
-Esa es mi suerte.
Siempre en Lázaro la misma melancolía, el mismo desamor
genial, la misma indiferencia que lo siguió hasta sus últimos
momentos.
El 1º se nos avisó que Lázaro estaba muy malo. Buscamos
pronto un médico. La señora de la casa había salido por el
cura de Las Nieves. A la una llegamos precipitadamente. La
enfermedad hacía progresos inusitados. El enfermo, empero,
dormía.
-Y bien, doctor, ¿qué dice de nuestro enfer mo?,
preguntamos al médico.
-Es cosa de minutos, nos respondió. Que se le deje quieto.
El doctor tomó su sombrero y se fue.
-Oye usted, dijimos al cura que acababa de llegar: manda
el médico que se deje quieto al enfermo.
-Primero está la salvación, dijo el clérigo, y se acercó al
lecho.
Al ruido de sus pasos, Lázaro abrió los ojos. No se notaba
en ellos turbación alguna, aunque si estaban amortiguados
por las sombras de la muerte. Nos reconoció al punto y tendió
su mano flaca que estrechamos llenos de emoción.
-Ya ves: esto concluye, nos dijo.
Su mirada giró en torno y se clavó en el clérigo:
-¿Y usted qué quiere aquí?, le preguntó con voz clara.
¿Cree usted que tengo plata? ¡Ah, si soy Lázaro Escobar!
Como nada contestaba, Lázaro le señaló la puerta con su
mano débil:
-Caballero, puede ir usted a su iglesia. No gusto de pícaros
y menos a la hora de la muerte.
El clérigo salió maldiciendo.
92
El Periodismo en Antioquia
-Quiero papel y lápiz, dijo el moribundo.
A pesar de la prescripción del médico, se le dio lo que
pedía.
-Será la última, murmuró, y su mano ya torpe hizo un
esfuerzo sobre el papel.
-Toma, nos dijo, es mi última voluntad.
Recibimos aquello y recostamos al enfermo sobre altas
almohadas para que respirara con menos trabajo.
-Todo es inútil, balbuceó, con voz ininteligible.
Eran las dos: a las tres Lázaro Escobar había muerto.
Buscamos el papel que nos había dado. Era una caricatura
extraña. En el cementerio solidario, un poco de tierra
removida, el cadáver de Lázaro reía bajo el suelo, reía de diez
generales cobardes de la República que sembraban alrededor
árboles de laurel. No puede dudarse que esto era ya obra del
delirio...
Un modesto acompañamiento depositó en el cementerio
ayer el cuerpo de este joven desgraciado con el cual pierde la
Patria uno de sus verdaderos artistas.
(La Actualidad, enero 3, 1884)
Tomado de:
Obras Completas. Editorial Montoya, Medellín, 1965
El Periodismo en Antioquia
93
CAMILO BOTERO GUERRA
Casos y cosas de Medellín
–Los petardistas
Esto de no ahogarse en un vaso de agua y estar siempre a
flote en las altas mareas de los apuros individuales y
domésticos, es el arte más difícil que ha descubierto el ingenio
de los hombres.
¿De qué sirve esa familia siempre contenta y dándose tono
aunque es pobre? –¿Por qué Fulano de tal, en vez de reventar
la víspera, -pues que no tiene un Cristo sobre qué morir, vive satisfecho y se trata a cuerpo de rey? –¿Quién protege a
Zutanita, hija de padres proletarios y que sin embargo va
adelante con las que llevan la bandera de la moda? Preguntas
son éstas que hoy se hace todo mundo, hasta los que no nos
oponemos a que cada cual haga de su capa un sayo.
Y sin embargo nada de eso es un enigma. La familia aquella,
Fulano y Zutanita viven del arte de petardear, arte fundado
en una virtud, -la constancia, -en un vicio feo, -la desfachatez,
-en otro abominable, -la maña, -y en el alarmante lema de los
bandoleros y perdonavidas, -“al prójimo contra una esquina.”
Con todo, para los que practican este arte diabólico, no
hay Código penal, ni horca, ni cárcel, ni presidio, ni destierro:
todos delinquen en la seguridad de que son inmunes, todos
están convencidos de que sea cual fuere el viento político
que corra, salen vencedores, porque para ellos no hay justicia
humana ni tropiezo que los espante. Es ésta una partida de
comunistas que ven lo ajeno como propio, pero que en vez
de aire feroz y la mirada amenazadora de los petroleros, tienen
un exterior amable, sonríen con encanto y acarician como los
94
El Periodismo en Antioquia
gatos: sin dejarse ver las uñas. Tienen talento, mucho talento,
y han comprendido que asaltar con revólveres a los pasajeros
o levantar la bandera del socialismo para saquear la propiedad
ajena, es obra de estúpidos que no tienen dos dedos de frente.
Para ellos los históricos y célebres jefes de las gavillas de
Sierra-Morena y de los beduinos son unos papanatas con
babero, y Rochefort un sandio de chamarra. Velar, vivir en
continua zozobra, huir, luchar, pasar trabajos, gritar como un
condenado, sudar la gota gruesa...¡éste es el colmo de la
crasitud! ¡Cuánto mejor no es tomar lo ajeno con la voluntad
aparente de su dueño, señorear a toda una sociedad que hace
vanos esfuerzos por aparentar desprecio, levantarse un palmo
sobre los tímidos que por no dar cuatro dan dos, y poder decir
con arrogancia: el mundo es...de los petardistas!
Escribo estas líneas bajo una impresión de cien atmósferas.
Tengo los nervios hechos nudos y la boca me sabe a golpe.
Sabrán ustedes que D. Raimundo León ha dado en la flor
de hacerme creer que somos amigos íntimos, y de vez en
cuando me regala con un canasto de naranjas, con seis u ocho
tomates de riñón o con un gatito de cada parto de la Niña y
de la Chola, como llaman en su casa dos enormes gatas que
han dado más ciudadanos efectivos que todas las
Constituciones de Sur-América. En cambio, yo debo prestarle
mis navajas de barba, mis periódicos, y uno que otro peso.
Las navajas vuelven llenas de mellas a mi poder, y rotos, sucios
e incompletos los periódicos. Cuanto al dinero, también vuelve
a mi poder, pero en forma de naranjas, de tomates o de gatitos
sin destetar.
Para la fiesta de casamiento de una hija de D. Raimundo
tuve que prestar el piano de mis sobrinas; y aunque desafinado,
fue devuelto al mes. Luego lograron que un maestro enseñara
gratis a la niña menor, y el piano emigró por segunda vez a la
casa de D. Raimundo, en la seguridad –decía él, -de que se
nos hacía un servicio, pues por estar de luto mi familia, el
instrumento, a más de estorbarnos, se desmejoraba con el
El Periodismo en Antioquia
95
ocio. A los diez y ocho meses logré recuperarlo con la avería
del pedal roto y algunas cuerdas menos.
Hace poco recibí la siguiente esquela de D. Raimundo:
“Queridísimo amigo: Esta noche viene a casa Casimirito Río
que viene a negociar unas barras de oro con los comerciantes
del comercio, y como es muy de la casa y las muchachas lo
desean ocsequiar con algunos trozos necesitamos peano y
como no tenemos peano hay que conseguir un peano. Sería
inrogarte una ofensa muy fea sin perdón de Dios no preferirte
y te preferimos y mandamos por el peano de allá. Te abraza
tu amigo que espera el peano, Raimundo.”
Comprendí que la familia de D. Raimundo pretende
beberse el caudaloso Río, y que ese es el objeto del obsequio
con los trozos de que habla el padre y con el destrozo del
piano. Devolví los peones con la noticia de que el instrumento
está destemplado y que de nada servirá; pero a la media hora
se presentaron aquellos con otra esquela de D. Raimundo.
“No te afanes tanto por nosotros, me decía el bribonazo; vos
nos apestas con tu bondad: manda ese peano así destemplado
y todo”.
-De ninguna manera, Tío, dijo una de las muchachas. Y
metiendo en el bolsillo de mi chaleco la llave del piano, agregó:
diga que se me perdió ayer en el río.
Volví a despedir a los peones con la nueva noticia de la
pérdida de la llave, y creo que ya está ganada esta batalla y
que el piano se ha salvado.
Como D. Raimundo hay millones de prójimos; porque ha
llegado la época en que medio mundo, en vez de reírse del
otro medio, se lo come con el feroz deleite de un canibalismo
refinado.
Ejemplos:
-Mi amo, que ya manda por los libros de que le habló, es
un recado que todos estamos acostumbrados a recibir.
-“Volverán las oscuras golondrinas...pero mis libros no
volverán, dice la víctima dando un suspiro.
96
El Periodismo en Antioquia
*
-Carlos, el domingo necesito tu caballo para mi mujer; ve
que esté bien herrado.
Carlos envía el caballo, que es la niña de sus ojos y que le
cuesta un sentido al mes, y se queda en su casa recordando
las fatigas de una semana de trabajo y matando el tiempo en
buscar consonantes para una oda a la amistad.
*
-La niña Toribia que muchas saludes y que le vuelva a
prestar otro tirito la sombrilla y las pulseras.
-Dígale que lo siento en el alma; pero que Rosa salió con
ellas, contesta la señorita. Y agrega para su coleto: ¡qué tal
que no hubiera salido Rosa! Apenas hace ocho días que Toribia
nos devolvió una pulsera dañada, y ya vuelve a mandar por
ellas.
Poco después vuelve la mujer y dice: Que le preste siquiera
el paraguitas de su mamá, y que le mande un polvito de
melutina y una untadita de pomada.
Siempre me pringó Toribia, murmura la señorita.
*
-Va U. A la zarzuela. D. Antonio?
-Si, señor.
-Ya tiene palco?
-Pues...hice el encargo de uno...contesta D. Antonio
vislumbrando un petardo que se le viene encima.
-Voy a proporcionarle una molestia: como Sinforianita está
indispuesta, no podemos llevar los muchachitos a la función.
Podría U. dejármeles un rinconcito en el palco?
-Cómo no! Contesta D. Antonio apretando los puños entre
los bolsillos de los pantalones.
Los niños van temprano a casa de D. Antonio, y éste carga
con el pegote, les compra boleta de entrada, los coloca en los
mejores puestos y lidia dos de ellos que se duermen desde
que empieza el segundo acto de la función.
El Periodismo en Antioquia
97
*
-Querido, necesito tu firma.
-Hombre, soy enemigo de firmar manifestaciones.
-No se trata de eso, hijo...
-Pues tampoco firmo adhesiones.
-¡Qué adhesiones ni que niño muerto! Se trata de un
documento, porque necesito sacar algunas cositas del almacén
de D. Roque.
-Vas a abrir la pulpería?
-No, hombre: los efectos son para Lucía y las muchachas:
tres matillas, tres cortes de merino, tres pares de zapatilla,
corbatas, guantes...
-Pero yo no tengo crédito, hombre. No soy rico...
-¡No seas majadero! Pon tu firma al pie de este documento
y deja a mi cargo lo demás.
-¿Por Dios, hombre, no ves que si no puedes pagar me
lleva la trampa?
-Cómo es la cosa: ¿dudas de mi honradez?
-Eso no; pero ni tú ni yo tenemos con qué cubrir esa deuda.
-Te equivocas, porque antes de quince días, a falta de
uno, tendré dos empleos que me han prometido. Con que...
firmas?
Y la víctima, acosada, hostigada y vencida, firma al fin, y
a los tres meses es llamada ante el Juez para exigirle que pague
la fianza.
*
-Con que se van el domingo para el Poblado, no?
-Sí, doña Ursula.
-Pero sí que pasean ustedes! Y una que vive metida en
aquel cucarachero... Por mí no lo siento; pero aquellas pobres
muchachas sin ninguna distracción me parten el alma.
-No estuvieron el domingo con las Ortices en Pandeazúcar
y con la familia de doña Cruz en Santa-Helena, en Diciembre?
98
El Periodismo en Antioquia
-Sí; pero lo hicieron por fuerza...porque las obligaron.
Como son tan bobas y no saben estar sino con gente de
confianza...A ustedes sí que les tienen confianza... Ya ve: ¡las
quieren tanto! Con que es cosa resuelta que se van el
Domingo?
-Es muy seguro doña Ursula.
-Por qué no se llevan esas muchachas? Hasta les podían
servir de algo a ustedes...
-Propóngales U., doña Ursula.
Y doña Ursula le acomoda a aquella familia la pejiguera
de sus tres hijas que son tres harpías que creen merecerlo
todo, que viven de casa en casa, que se convidan a todos los
paseos y que después murmuran de la familia que les soportó
sus impertinencias.
*
-Hombre, Juancho, ¿tienes entre tus curiosidades cinco
pesos que me prestes?
-No tengo.
-¿Cuatro?
-¿No tengo nada?.
-¿Tres?
-¡No, hombre!
-¿Dos?
-¿¡Y machacas!?
-¿Uno?
-¡Si te digo que estoy pelado!
-¿Una cincana?
-¡No seas enfadoso!
-¿Un real?
-¡Anda al infierno!
-Dame entonces un cigarro.
(Histórico. Esta clase de petardistas triunfa siempre, como
los revendedores de sombreros blancos).
El Periodismo en Antioquia
99
*
-Aquí me siento D. Andrés: U. verá si deja morir de hambre
aquellas pobres mujeres o me presta dos pesos.
-Pero, señor, ¿cómo puede ser eso si U. tiene un empleo?
-Pues ai verá cómo son las cosas...
-¿Y qué hace U. con su sueldo?
-¿No sabe, D. Andrés, que esos miserables treinta pesos
los pagan en billetes del Banco Nacional, que tienen un
descuento de diez por ciento?
-¿Bien: le quedan 27 pesos y lo que señora y su hija deben
ganar?
-¿Y quién le dijo a U. que los víveres están regalados?
-Amigo, yo convengo en que tendrán alguna escasez, más
no que les falte lo necesario.
-Y sin embargo, aquí me tiene U. con el estómago silvando
de hambre y resuelto a no irme sin los dos pesos.
Como el hombre es terco y su presencia fastidia a D.
Andrés, este suelta, al fin, algunas monedas.
*
Ejemplos como éstos encuentra el lector a la vuelta de
cada esquina, en la calle, en la casa, en todas partes.
Convengamos con D. Andrés en que hay muchas personas
cuyos recursos no son abundantes; pero que bastarían para
su subsistencia.
¿Entonces por qué viven petardeando? Unos porque
consumen en el vicio lo que sólo alcanzaría para las
necesidades domésticas; otros porque falta en sus casas el
método, que es para el hogar lo que el crédito para la industria;
y casi todos porque se salen de su esfera, quieren ser más de
lo que son y comen, visten y viven como ricos. Esto hace que
los apuros y las necesidades se multipliquen y que sea preciso
poner en tormento el ingenio para salir de ellos, y he aquí a
mis hombres y a mis hembras convertidos en la más atroz, la
100
El Periodismo en Antioquia
más temible calamidad social, en comunistas con cubierta de
azúcar, en vampiros que a la luz del sol le chupan hasta el
quilo a su prójimo. Lo peor de todo es que en este ejercicio
indigno pierden la vergüenza, último baluarte del honor que
está en camino de capitular.
¿Hay remedio para este achaque social? Sí, lo hay y muy
eficaz: a la maña, a la vileza y al cinismo de los petardistas,
opóngaseles un carácter enérgico y resistente. La debilidad
de carácter no les permite a las víctimas otra defensa que
algunas evasivas inútiles que pronto desaparecen ante la
astucia y la avilantez de los victimarios.
Si todos tuvieran valor para despedir con nones gordos a
cada maula que se presente a que le suplan su ineptitud y su
holgazanería y a que le satisfagan sus necesidades innecesarias,
pronto acabaría la comedia de lechuguinos pobres pero
emperejilados y rumbosos que pretenden picar alto, de damas
encopetadas que en vez de acomodarse la medianía que les
cupo en suerte y halagar con la sencillez y la modestia, hacen
el risible papel del grajo de la fábula, y de familia sin oficio,
que jamás comen comidas calientes ni a horas, y que pasan el
tiempo haciendo vanas ostentaciones, aparentando comodidad
y holganza y componiéndoselas para explotar a sus amigos.
¡Basta de farsa! Acabe de un golpe la indigna
fantasmagoría! Al mendigo, al pobre vergonzante, al que no
puede trabajar, se les debe socorrer y prestar el apoyo que
merecen; pero a los pordioseros orgullosos y disfrazados con
oropeles, a la fanfarronería insolente y audaz, a la soberbia
ineptitud y al ocio pretencioso, se les debe hacer frente con
ánimo airado y echarles los perros. Carácter, pues, amigos míos,
mucho carácter!
*
¡Lectores, perdón! ¡Reñidme, escarnizadme, ultrajadme!
Todo lo soportaré; pero con la cara entre el sombrero, porque
ya se me cae de vergüenza.
El Periodismo en Antioquia
101
¡Cuatro hombres acaban de salir con el piano de mis
sobrinas!
¿Queréis saber lo que sucedió? Los peones se presentaron
por tercera vez con una boleta de D. Raimundo, en la cual me
dice que estoy de buenas, que en su poder está la llave del piano,
hallada por uno de los muchachos en el río, y que por tanto
debo apresurarme a enviar el instrumento.
La llave estaba y está aún en el bolsillo en que la puso mi
sobrina. Luego D. Raimundo mintió como un bribón, y a mi
no me quedaba otra salida que dejarle comprender que yo
también había mentido como otro bribón, o mandarlo a la
punta de un cuerno o... enviarle el piano. Me decidí por lo
último (rayos del Sinaí); pero después de abrir el instrumento,
para evitar que D. Raimundo lo dañe por abrirlo con alguna
ganzúa.
¡“Ahórcame, lector he aquí mi cuello!” ¿No soy un hombre
sin carácter, un pusilánime indigno de la confianza pública?
No merezco que me descuarticen con cuchillo de palo? ¡Ah!
¿Estoy arrepentido de mi debilidad, siento que me animan la
energía y el coraje, y me creo capaz de llamar a los peones y
hacer que entren el piano, si están todavía descansando a la
vuelta de la esquina? ¡Voy corriendo! Y ustedes verán
entonces un hombre que sabe tenérselas tiesas con los
petardistas! Pero allí viene uno de los peones con otra boleta.
¿Qué más querrá ese infernal D. Raimundo?
Acabo de leer la boleta. Dice así: “generoso y buen amigo:
La traída del peano vale a lo sumo la cantidad de un peso;
pero estos pícaros de piones fueron y se plantaron en doce
riales. Cuidado como les vas a darles más de un patacón.
No te dejes robar y perjudicar así a sabiendas. Yo no les
pago, porque estoy sin blanca. Chola está para dar a luz:
¿cuántos gaticos encargas? Es bueno que vas ir pensando si
te convienen machos o hembras o al partir. Muy tuyo,
Raimundo”.
102
El Periodismo en Antioquia
No hay remedio: si no pago la conducción del piano, me
expongo a no conseguirlo pronto, porque se enojará la familia
de mi estimabilísimo amigo D. Raimundo.
¡Estamos perdido, lectores! Es más fácil que un radical
contrate el empréstito de la Nación, que conseguir carácter
para vencer a los petardistas. Humillémonos, pues, como
gallos criollos, degradémonos, mintamos como gandules para
con toda esa leña comerlo crudo.
¡Paso al comunismo zalamero!
¡Hurra, cosacos con levita!
Medellín, Julio de 1886.
Don Juan del Martillo.
La Miscelánea año II, 1887, # 2.
El Periodismo en Antioquia
103
MANUEL URIBE ÁNGEL
Una paila histórica
Domingo Molina se llamaba, y Domingo Gracio, llamábamos
los escolares de Envigado, al único sastre que entre los años
de 1828 a 1840, existía en aquella parroquia.
Era el maestro Domingo un hombrecito de mediana
corpulencia, moreno de rostro, de blanca dentadura, de
maneras afables, risueñito y lampiño, como la más lampiña
mujer del Universo.
En lo que toca al oficio que ejercía, no se puede decir que
fuese muy hábil, todo lo contrario: cortaba los pantalones al
tanteo, y como el lujo en aquella época no pasaba de la
chaqueta de cotí para los casos solemnes de Semana Santa y
de certámenes públicos, resultaba que esas mismas chaquetas
solían quedar de la vista del enemigo malo. Compensaba
nuestro sastre la desventaja de su poca pericia, con harta
habilidad para narrar episodios sobre variadísimos asuntos.
Va ya para cincuenta y dos años que le oí contar lo que
paso a referir. Nació, decía, el general Córdoba en el pueblo
de Concepción, y fueron sus padres don Crisanto Córdoba y
Doña Pascuala Muñoz. Era esta última una preciosa dama de
Barbosa, formalota y gallarda, sobre toda ponderación. ¡Como
que yo la vi y traté muchas veces!.
Era don Crisanto un caballero sencillote, muy trabajador,
muy honrado y muy querido de todos. Joven todavía hizo
más de un viaje a Jamaica, de donde traía ricas anchetas que
vendía muy bien en la provincia, antes de que se estableciese
la Patria. Cuando no se ejercitaba en el comercio, trabajaba
minas y sacaba gruesas sumas de oro, porque era muy hábil; y
como su actividad no tenía límites, cuando no iba a Jamaica
104
El Periodismo en Antioquia
o no trabajaba en las minas, se iba al Valle del Cauca para
rescatar con mulas, cacao, cerdos y caballos.
Estando pequeñuelo el niño José María, hizo don Crisanto
uno de sus viajes a Roldanillo y lo llevó en su compañía. Los
viajes de entonces pedían mucho trabajo y exponían a grandes
peligros. Si se salía de la ciudad de Rionegro o de la villa de
Medellín era preciso ir a Sabaletas, de Sabaletas al paso de
Bufú, que queda casi enfrente de Marmato; y después de pasar
el río, se tomaba por la banda izquierda, se llegaba a AnsermaViejo por la Vega, y de Anserma, después de atravesar el
Risaralda, el Apía y el Cañaveral, ríos de difícil vado, se daba
con la llanura y se iba a Roldanillo, a Cartago, a Toro, a Buga
o a Cali. Algunos avanzaban hasta Popayán y hasta Pasto.
Todavía en aquel tiempo la senda no estaba abierta ni
fácilmente transitable: era en su mayor parte bosque espeso,
lleno de culebras, de tábanos, de mosquitos, de monos y hasta
de tigres.
Para recorrer un camino tan pesado y agreste, era preciso
hacer mil preparativos, sin los cuales el viaje hubiera sido
impracticable: mulas bien gordas y con buenas albardas para
traer la carga, aparejos bien acondicionados, petacas para
conducir el bastimento, provisión de chocolate y de panela,
de bizcocho cerrero y de cajas de dulces, de buen tasajo y de
sal en cantidad suficiente. Había precisión también de llevar
toldo de campaña para favorecerse contra los aguaceros.
En el viaje aludido del señor Córdoba, este caballero
verificó sus compras en el Valle a entera satisfacción y tomó
luego el derrotero de acá. Sucedió esto a principios del año
de 1813.
Quiso la mala suerte de nuestro paisano que, estando ya
de vuelta, encontrase en Bufú, a tiempo de pernoctar, una
compañía de españoles, mandada por un cabo que se llamaba
Martinillo. Este famoso chapetón, que por cierto era muy cruel
y muy rapaz, despojó a nuestro viajero de todo lo que traía,
artículo por artículo. Las bestias, las cargas, las petacas, los
El Periodismo en Antioquia
105
víveres y hasta la simple vajilla de cocina que le servía para
cocer los fríjoles y la carne, para freír el tocino y los plátanos,
y para hervir y batir el chocolate, todo cayó en pena de comiso;
y como cuando el saqueo se efectuaba, el rescatante pidiese
por favor al oficial de la partida que le dejase siquiera una
pailita de cobre, para no morir de hambre con los suyos,
mientras llegaba a Rionegro, a lo cual se denegaba
obstinadamente el oficial, se entabló entre los dos un rato de
plática en el que uno pedía y en que el otro negaba de una
manera decidida.
Catorce años escasos tenía el muchachito que acompañaba
a su padre en aquella ocasión, y recostado contra el tronco de
un árbol, fue por un rato testigo mudo de lo que pasaba, hasta
que impacientado, con la mirada encendida y las mejillas
enrojecidas por la cólera, dirigió a don Crisanto estas palabras:
-Déjesela llevar padre, que algún día me la pagará.
Poca o ninguna consideración debió de prestar el
expedicionario a las palabras del niño, porque fue lo cierto
que despojados los caminantes, los hombres de la escolta
siguieron su camino.
Poco después de este acontecimiento, continuó el sastre,
el niño José María estaba en Rionegro aprendiendo a leer y
escribir, bajo la dirección de don Manuel Bravo, con la
reputación de ser un poco travieso, pero despabilado y
talentoso.
Llegó por aquellos días a la ciudad, que así apellidaban a
Rionegro, el coronel Serviez, francés a quien también conocí,
con propósito de reunir algunos soldados y seguir contra
Sámano, que estaba en el Alto Cauca.
Bizarro sujeto era el tal Serviez: había militado bajo las
ordenes de Napoleón; se contaba que era muy inteligente,
muy severo para disciplinar tropas, y atrevido como un león
cuando se trataba de pelear, como que en la batalla del Palo
hizo tal carnicería con su espada, que uno que estuvo en ella
me refería que le pendían de la barba colgajos de carne
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El Periodismo en Antioquia
humana. Pero sea de eso lo que fuere, es lo cierto que cuando
ese coronel estuvo aquí en Antioquia, conoció a la familia de
los Córdobas, se prendó de José María y logró llevarlo con él
a hacer la guerra del Sur. Con él estuvo en El Palo, con él
triunfó, y cuando acosado por un número de enemigos muy
superior se vio obligado a retirarse por la montaña del Quindío
a Santa Fé, con el mocito a su lado, y acompañado por muy
pocos, ejecutó increíbles hazañas de valor en un punto de la
Serranía llamado el Toche.
Serviez no pudo detenerse en Bogotá porque las cosas de
guerra andaban mal en Cundinamarca, y se dirigió a los llanos
de Casanare para continuar haciendo parte del ejército
patriota.
En la cabuya de Cáqueza asesinaron a Serviez, y Córdoba
escapó milagrosamente. Incorporado en las tropas
republicanas, se desempeño con brillo y distinción en una de
las campañas de Venezuela, no sin que por una falta nacida
de la impetuosidad de su genio y contraria al rigor de la
ordenanza, tuviese que comparecer ante un consejo de guerra,
por el cual fue condenado a sufrir la pena del último suplicio.
La sentencia no se ejecutó porque el jovencito era simpático
a la oficialidad, por ser bello de formas, jovial en sus relaciones
y temerario en sus batallas. A la intercesión de sus camaradas
debió el ser perdonado por el general Páez.
Hallábase en Mantecal, a principio de año de 1819, y le
tocó hacer parte de la expedición dirigida por Bolívar en
persona con el fin de libertar el centro de la República. Estuvo
en Paya, Gámeza, Bonza, Corrales, Pantano de Vargas y
Boyacá, y tanta debió ser su bizarría en aquellos combates,
que sobre el campo mismo de la última batalla el Libertador
lo ascendió a teniente coronel y le dio orden para que, a la
cabeza de veinticinco hombres, viniese a libertar la tierra de
su nacimiento.
Cuando el comandante entró a la Provincia, se le unieron
algunos patriotas más, hasta completar el número de noventa,
El Periodismo en Antioquia
107
y con ellos entró a Rionegro a la sazón en que iba a cumplir
veinte años de edad.
El coronel Juan María Gómez, otro bizarro antioqueño,
que dirigía operaciones militares en el Chocó, tomó varios
prisioneros españoles que mandó a Antioquia, y entre ellos a
Martinillo. Estos prisioneros estaban encerrados en el hospital
de Rionegro en el momento en que la ciudad fue tomada por
Córdoba, y como la guerra era la muerte, y como en eso de
fusilar, nuestros guerreros no se anduviesen por las ramas, el
jefe adolescente mandó pasar por las armas a aquellos
infelices, no sin recordar a Martinillo el asunto de la paila.
Lo que enseguida tocó hacer a nuestro héroe en Yaguachi,
en Pichincha, en Matará y en Ayacucho, la historia lo referirá
algún día.
Manuel Uribe Ángel, Narrador.
Editorial Universidad de Antioquia.
Medellín, diciembre de 2000.
108
El Periodismo en Antioquia
DEMETRIO VIANA
Una noche de angustias
Al señor doctor José María Quijano O.
–Lector, ¿has sufrido?
–No.
–Este escrito no es para ti.
C. Cantú.
I
En 1876 el Estado de Antioquia se lanzó a la guerra.
Yo, actor en este sangriento drama, no soy llamado á
decidir, si tuvo razón ó no para ello.
Yo era enemigo de la guerra.
Tengo la convicción de que la guerra no da más que
soluciones transitorias; de que ella no resuelve ningun
problema; y de que, por el contrario, enmaraña y complica los
problemas mismos que aspira á resolver.
Cuando las matanzas han cesado; cuando los nublados se
deshacen, después de la tormenta; cuando el fragor de los
combates se disipa y se pierde en el espacio; cuando la
atmósfera se serena y deja vislumbrar en los lejanos horizontes
las tibias alboradas de la paz, surgen de repente nuevos
pavorosos problemas que piden una solución.
Se alzan entónces en remotas lontananzas leves nubecillas
que se van condensando poco á poco, hasta que forman
nubarrones que se destacan á lo léjos como negros
promontorios.
La tempestad reaparece; la tormenta agita de nuevo y
conmueve las ondas y hierve el mar como una inmensa caldera.
El Periodismo en Antioquia
109
La guerra entre la Francia y Alemania no terminó con la
capitulación de Paris
La Francia fué vencida y humillada; se desmembró su
territorio y se le arrancó una fabulosa indemnización.
La paz se compró al precio del honor frances; pero esta
paz no es mas que una tregua.
Las heridas hechas á la Francia, no se curan ni cicatrizan,
sino con el bálsamo corrosivo y deletéreo de la venganza.
Un dia, -sólo Dios sabe cuando,- un dia la Francia se alzará
regenerada y engrandecida por el infortunio; y retará de nuevo
á su afortunada rival.
Y la lucha será titánica; el fragor de la batallas conmoverá
toda la tierra; la sangre formará anchurosos rios enrojecerá
los mares; las tinieblas cubrirán el Continente europeo; y
cualesquiera que sean los resultados de esta lucha gigantesca,
quedará en pié un nuevo problema, que será preciso resolver.
En 1862, fué vencido en Colombia el partido conservador,
el cual quedó despues de su derrota aniquilado y disperso.
Y, sin embargo, la victoria obtenida por el partido liberal,
no fué definitiva.
Las proporciones que alcanzó la guerra de 1876, son una
prueba perentoria de esta verdad.
En 1887, fué vencido el nuevo partido conservador; y tal
vez hoy se siente más inseguro su afortunado vencedor, que
antes de aquella lucha desastrosa.
Y un dia, -sólo Dios sabe cuándo, -un dia se recomenzará
la lucha; y será porfiada, y sangrienta, desoladora; y no será la
última, ni asegurará la paz de la República.
Véase, pues, que tengo razon para decir que la guerra no
da soluciones permanentes.
La guerra engendra la guerra, como la paz engendra la
paz.
110
El Periodismo en Antioquia
II
Yo era enemigo de la guerra; pero comprometido en ella
el Estado, yo debia correr la suerte de éste, y la del partido á
que pertenezco.
Y la corrí voluntariamente.
El General en Jefe del Ejército antioqueño me señaló un
puesto en el Estado mayor general de dicho Ejército; y lo
acepté. Cuando regresé á esta ciudad el 29 de Agosto, despues
de mi infructuosa comision y calumniado viaje á la Capital
de la República, ya mis dos hijos mayores habian sido llamados
al servicio militar, y destinados al Ejército del Sur.
Tenia, pues, un estímulo más, para aceptar el puesto que
se me habia señalado.
Con el objeto de incorporarme al Ejército, emprendí viaje
para el Sur el dia 3 de Septiembre, acompañado de mi hijo
menor.
Supe el 4, al llegar á Abejorral, el desastre de Los-Cháncos.
Forzamos la marcha, y llegamos á Manizales e1 7 poco
despues de medio dia.
Allí permanecimos hasta el 6 de noviembre en que
emprendimos marcha para el Tolima. El Éjército que hizo
aquella campaña había marchado ántes.
El 9 lo alcanzámos, mi hijo menor y yo, en SantoDomingo.
III
El Ejército llegó el 11 á Santa-Ana, y bajó el 13 al llano de
Garrapata.
Mis dos hijos mayores me habian precedido en esta marcha,
la cual hicieron á pié.
El 17 se acercó á nuestro campamento el Ejército enemigo
y quedó avistado con el nuestro.
Desde el centro de nuestras posiciones se veian flamear
sus banderas izadas, y blanquear sus toldos de campaña.
El Periodismo en Antioquia
111
De este dia en adelante, era inminente una gran batalla.
Cerca de la oración de este dia, recibí una esquela escrita
con lápiz, en la cual mi hijo mayor me decia: "Papá: mándenos
algo que lo estamos pasando muy mal"
¡Esto queria decir que estaban pasando hambre mis dos
mencionados hijos!
Ellos y yo no estábamos juntos, aunque haciamos parte
de un mismo Ejército.
El 18 bajó á mi toldo el menor de ellos. Venia en busca de
auxilios; y como yo comprase en su presencia algunas
provisiones para darle, me dijo, con la melancólica sonrisa
que le era habitual: "Papá ¿usted tiene con qué pagar? Y si
no, yo tengo. He resultado mui rico ahora".
Abrió su cartera, y me mostró el caudal de que alardeaba.
Ascendía á siete reales y medio!
¡Todo sobró!!
En este dia hubo un pequeño tiroteo entre las avanzadas
de los dos Ejércitos, y algunas escaramuzas el 19.
Departiamos en sabrosa plática al principiar la noche de
este día, mis compañeros de toldo yo. La conversación tomó
de repente un carácte melancólico, y hablámos de la
proximidad de la batalla.
-Y si da la desgracia, decia uno de ellos, de que nos
derroten ¿ por dónde nos iriamos para Antioquia, caso de
salvarnos?
-Yo no me podría ir, le contesté.
-¿Por qué no? me dijo sorprendido.
-Porque tengo tres hijos en el Ejército; y no podria pensar
en salvarme, sin saber qué suerte les toca.
-Tienes razon! me contestó, conmovido.
El 20, como á las ocho y média de la mañana, le avisó un
Ayudante al General en Jefe, que el enemigo movia parte de
sus fuerzas sobre la Hacienda de San-Felipe.
Inmediatamente se dió la voz de alarma y poco despues,
el ruido de las descargas atronaba el espacio y cansaba los
ecos!
112
El Periodismo en Antioquia
Luégo que hube cumplido algunas órdenes que me dió el
Jefe, fui á saludar á mis dos hijos mayores, los cuales hacian
parte de la fuerza que cubria el ala izquierda del "Alto de la
Ametralladora" y á quienes no veia desde dos dias ántes.
Estuve en festiva plática con ellos, y les llevé algunas
privisiones.
Mi hijo menor me acompañó á esta visita.
No pasó por mi mente ni un pensamiento amargo!
Medellín, noviembre 20 de 1878
El Periodismo en Antioquia
113
JORGE ISAACS
La asamblea trepida
La revolucion que liberales traidores pactaron con el partido
conservador i que tánta sangre i tántos sacrificios costó a
Antioquia desde el 25 de enero último ; aquella revolucion,
enjendro de las más ruines ambiciones i felonías, está en
camino de victoria.
Vencida en los campos de batalla, debido a la pericia i
actividad del Jeneral Renjifo, que tan eficaz i denodado
esfuerzo recibió del partido liberal de Antioquia en tan
peligrosa emergencia, hoi alza de nuevo pendon ; pero no ya
el de la guerra, porque escarmentados los traidores, los
clericales i los ambiciosos cínicos, bien saben que en ese
campo volverán a ser derrotados.
Acuden ahora a la intriga, cumplen el plan i mandatos de
Núñez, hacen obra para él, la hacen para el partido
conservador , la hacen para los verdugos de Antioquia, i así
podrá cumplir el criminalmente electo Presidente de la Nacion,
lo que tiene ofrecido i jurado al ultramontanismo desde 1875
: las cadenas que han de abrumar a Antioquia, de nuevo están
ya forjadas ; solo se necesita conseguir, i de eso se trata, que
ella presente el cuello a sus nuevos amos.
La prensa radical de Antioquia, o más propiamente dicho,
la prensa liberal del Estado, ha hecho tarea incesante,
previsora i honrada, a fin de evitar a todo trance la division
en las filas liberales de Antioquia, i ese trabajo ha sido inútil
a juzgar por lo que sucede en la Asamblea lejislativa.
Al saberse que el señor Jeneral Renjifo necesitaba
ausentarse por algun tiempo de este pais, todas las ambiciones
heridas de muerte en la última campaña, todas las vanidades
meticulosas hasta ayer, se atreven a todo hoi. Por lo mismo,
114
El Periodismo en Antioquia
comprendiendo los pueblos del Estado que tal calamidad
sobrevendria al ausentarse el General Renjifo, le ruegan, le
exigen patrióticamente que no abandone el puesto que ellos
le designaron, que no los deje a merced de las intrigas i
parroquiales ambiciones que hierven en torno de él desde
que se supo que la sombra del glorioso Magistrado no
importunaria en adelante a los que en sombra están, i que la
espada vencedora en enero no estará alzada para herir como
entonces hirió.
El día 7 hizo el Vicepresidente del Estado renuncia de
aquel empleo : considerada por la Asamblea, no se le admitió,
i fué elejido unánimemente para desempeñar el mismo puesto,
i entre los votos que en la eleccion figuraron, están los de los
señores Fidel Cano, Alvaro Restrepo E. i Ricardo Restrepo.
Tal procedimiento de la Asamblea da la medida del valor e
importancia que puede atribuírsele a la hoja publicada por el
señor Fidel Cano con el titulo de "Razon de un voto."
De sumo interes, decisiva para el partido liberal de
Antioquia es la eleccion que de los otros Vicepresidentes, o
Designados para ejercer el Poder Ejecutivo, debe hacer la
Asamblea, pues ademas de cualesquiera otras consideraciones,
habiéndole ella concedido al señor Jeneral Renjifo licencia
para ausentarse del Estado, éste puede caer torpe i
cobardemente bajo la planta de Núñez i del partido
conservador, si un hombre de aptitudes rarísimas i carácter
mui especial no sustituye al Jeneral Renjifo.
Entre esas condiciones, es la primera la reputacion
verdaderamente nacional del elejido para rejir los destinos de
Antioquia en las actuales circunstancias : en las horas de
tormenta, el timon de la nave no se le confía a un grumete :
valerosa debe ser la actitud de su Capitan, i su voz debe
sobreponerse hasta al trueno de la tempestad. El hombre que
al frente de Antioquia esté en adelante, debe ser conocido,
admirado i amado en toda la República ; así, cuando al ser
preciso, la llame él en apoyo de Antioquia, la Nacion le oirá ;
El Periodismo en Antioquia
115
así, aquel hombre debe ser garantía de paz, i su entereza i
corazon han de servirle de salvaguardia a Antioquia. ¿Habrá
liberal verdadero que no piense como nosotros a este
respecto? Tenemos certidumbre de que no lo hai.
Pues bien, la Asamblea lejislativa, llamada a complementar
en beneficio de los pueblos del Estado las victorias que ellos
obtuvieron en la última guerra ; la Asamblea, cuyo primordial
deber es, en la presente situacion, conservar unido, compacto,
íntegro i vigoroso al partido liberal que la elijió i cuyos destinos
quiso confiarle, no está a la altura de su mision, no está en la
vía que se le señaló por los pueblos, no tiene la conciencia de
sus obligaciones, ni la enerjía i coraje e de los pueblos que
representa.
Segun los esfuerzos de la mayoría, ella pretende que
sustituya al Jeneral Renjifo algun hombre que al ocupar ese
puesto le procure al partido liberal de Antioquia una de dos
desgracias : cejar meticulosamente ante el partido
conservador, elemento favorable al nuñismo ; o llevarnos
divididos i en desaliento a derrotas seguras en el campo de
batalla, Hé ahí las consecuencias indefectibles de la política
débil, de emulaciones, de tristes vanidades, ciega i
desatentada, que pretenden imponer hombres que en los dias
de conflicto i de prueba buscaron asilo, mui en tiempo, fuera
del Estado i en los hogares de los revolucionarios. Sí, esa es
la verdad. ¿En dónde estaban desde que estalló la revolucion
de enero los señores Fidel Cano, Alvaro Restrepo E. i Ricardo
Restrepo? ¿Qué gota de sangre liberal, de la mancha que
entónces corrió, vieron ellos correr?
El precio a que se ha pagado la libertad de Antioquia desde
1876 hasta hoi, no está en las revistas de precios corrientes
en los mercados estranjeros, no se calcula en monedas : los
sacrificios por la libertad de Antioquia, en luchas donde no
se contaban antioqueños ni estraños, ni las víctimas que debian
ofrendársele, porque todos los buenos ambicionaban esa
gloria, vale tanto como la libertad conquistada ; i los que así
116
El Periodismo en Antioquia
la consiguieron, i así la aseguraron desde enero hasta hoi, se
hallan en la necesidad, en la obligacion de defenderla.
La minoría de la Asamblea, decididamente radical i
previsora, ha aspirado a que el hombre que sustituya al Jeneral
Renjifo sea el doctor César Conto, i está de sobra decir los
motivos i razones incontestables que la minoría tiene para
proceder así. Antioquia sabe quién es Conto, i qué será ella
teniéndolo de primer Majistrado.
Pero el nombre de Conto difunde el pánico en las filas
conservadoras i nuñistas, i en la Asamblea, preciso es decirlo,
aunque bien quisiéramos poderlo ocultar, Núñez, don Mariano
Ospina i Cárlos Holguin, tienen voz, tienen obreros.
Conto despues de Renjifo ; el Jeneral Rafael Toro miéntras
Conto venga: tal es lo que necesitamos, tal es lo que pedimos
los que vida i sangre le tenemos dada al partido liberal, los
que ante la grandeza del Estado, sólo nos inclinamos ante
otra grandeza, - la de la República: eso exijen los pueblos de
Antioquia, cuyo reposo i bienestar se levantan mui por encima
de toda ambicion criminosa, de toda vanidad ruin.
La Nueva Era. 19 de Octubre de 1879.
El Periodismo en Antioquia
117
FIDEL CANO
La ley de los caballos
Los honorables miembros del concejo nacional legislativo
expidieron en su segunda reunión del presente año, la por mil
títulos famosa ley 61; acto que, si hay justicia y lógica, será
conocido en la historia con el nombre de "ley de los caballos".
Pero apresurémonos a hacer imposible todo irrespetuoso
equívoco: el apodo de la celebérrima ley tiene origen en el
pretexto o motivo de ella; nace exclusivamente de esta
circunstancia, y no tiene que ver con nada distinto de tal
pretexto o motivo.
Es el caso que el señor Juan de Dios Ulloa, gobernador
del Cauca, avisó al señor ministro de gobierno por medio de
un telegrama fechado el 7 de mayo último, que en Palmira y
la Pradera estaban apareciendo hacía algunos días caballerías
mayores degolladas; el señor ministro Holguín puso el caso
en conocimiento del concejo nacional legislativo; éste designó
a los honorables delegatorios Roldán (Antonio), y Roa (Jorge)
para que estudiasen el punto; la respetable comisión opinó
que el hecho era gravísimo y trascendental, que
indudablemente tenía por causa el odio de los liberales a la
constitución, y que necesitaba, como remedio o correctivo,
nada menos que un acto de carácter legislativo; los honorables
delegatarios presentaron el correspondiente proyecto de ley
sobre autorizaciones al presidente de la república, y el consejo
lo adoptó con sustanciales enmiendas, encaminadas, sin duda,
así como la obra de la comisión, a asegurar la tranquilidad de
los ciudadanos de Colombia, amenazada seriamente en las
personas de los caballos de Palmira y la Pradera.
Tal es la ley 61: un acto inconstitucional que autoriza al
presidente de la república para privar a los vencidos de todo
118
El Periodismo en Antioquia
derecho y de toda garantía, en nombre de unos cuantos
caballos muertos violentamente, cuyo trágico fin se atribuye,
de la manera más injusta y gratuita, al partido liberal.
La ley 61 faculta al poder ejecutivo para prevenir y
reprimir, sin formalidad alguna, los delitos y culpas contra el
Estado, valiéndose para ello del confinamiento, la expulsión
del territorio, la prisión y la pérdida de los derechos políticos
por el tiempo que crea necesario; para prevenir y reprimir de
igual suerte las conspiraciones contra el orden público y los
atentados contra la propiedad pública o privada, que
envuelvan, a juicio del señor presidente, amenaza o
perturbación del orden o mira de infundir terror entre los
ciudadanos; para borrar del escalafón a los militares que por
su conducta se hagan indignos de la confianza del gobierno, a
juicio de aquel magistrado; para ejercer inspección y vigilancia
sobre las asociaciones científicas e institutos docentes, y para
suspender, por el tiempo que juzgue conveniente, toda
sociedad o establecimiento que bajo pretexto científico o
doctrinal, sea foco de propaganda revolucionaria o de
enseñanzas subversivas.
Cualquiera diría, al ver tal suma de rigor, tantas y tan
suspicaces precauciones, y los gremios sociales que han
quedado especialmente sujetos a la discrecional autoridad del
presidente, que las víctimas de la hecatombe de Palmira y la
Pradera fueron los miembros mismos de la representación
nacional; que los ciudadanos de Colombia somos caballos
(de carga probablemente) que los militares de la nación se
entretienen en degollar caballerías mayores, y que varios
institutos científicos de nuestra patria han sido establecidos
con el propósito de asesinar corceles y jamelgos. Nada de
todo esto es fundado, sin embargo, y lo que hay de cierto es
que cuando la justicia está ausente, cuando a falta de razones
se apela a pretextos, y cuando el odio ciego se hace legislador,
nada hay más fácil que tropezar con lo ridículo aunque se
ande a caza de lo terrible. Por inquina contra el partido liberal,
El Periodismo en Antioquia
119
ha dado el consejo de los 18 una ley que hará decir a cualquier
observador imparcial: "La tal Colombia es una extensa pampa
poblada de caballos y habitada por la tribu salvaje de los almirojos". Y a fe que sería enormemente injusto el extranjero
que así nos juzgase. Si nos llamara numeroso rebaño de ovejas,
ya sería otra cosa; ¿pero apellidar nación de caballejos a la
que se ufana justamente con haber criado Caldas, Pombos,
Nariños y Santanderes, Azueros y Vargas, Caros, Mallarinos,
Ospinas y Murillos? Sólo un consejo nacional legislativo, lleno
de nombres tan distantes de estos grandes nombres, podía
dar margen a tamaño despropósito!
Hay quienes hablen de la ley 61 con grandísima sorpresa:
los tales son cándidos de marca o extranjeros en su propia
tierra. La ley 61 es genuinamente regeneradora, y la
regeneración está en Colombia hace ya diez años. Ese injusto
y grave ultraje lanzado contra todo el partido liberal, a quien
se trata oficialmente de matacaballos, es regenerador de cabo
a rabo: el lenguaje es la comunidad, así como el estilo es el
hombre. Ese completo olvido de la constitución nacional,
regenerador es, esencialmente regenerador: el primer bocado
del nacionalismo fue la ley fundamental que regía a tiempo
que él tuvo dientes, y de entonces para acá apenas deja pasar
día sin echarse al coleto algún trozo constitucional. ¿Los
confinamientos, destierros y prisiones que autoriza la "ley de
los caballos", serán cosa nueva, y por nueva, sorprendente?
Menos: el consejo no ha hecho sino medio legalizar lo que el
presidente practica de continuo, y abrirle campo para que en
lo sucesivo pueda hacer de los ciudadanos liberales lo que
mejor le cuadre, contando siquiera con el beneplácito de la
ley, ya que le falte el de la constitución. Tampoco son para
pasmar a nadie las medidas adoptadas contra los miembros
del ejército que tengan alguna conexión - siquiera sea muy
remota - con el aborrecido liberalismo: hace días sabe todo el
mundo que el partido conservador neto quedará dueño
exclusivo de la escena política, y lo raro sería que no hiciese
120
El Periodismo en Antioquia
por arrinconar las espadas de sus ya inútiles aliados: si la de
Payán ha sido entregada al orín, ¿qué mucho que otras de
menor valía corran igual suerte? Por último, las violencias
decretadas contra los colegios e institutos donde se enseñen
doctrinas liberales (subversivas, dice la ley, para ser mejor
entendida por el ejecutor), son cosas tan en armonía con la
índole de la regeneración, que ya era sorprendente para
muchos la tardanza de ésta en adoptarles: la tolerancia y la
presunción no suelen andar juntas, y el partido regenerador,
o - para hablar más propiamente - el conservatismo, pretende
nada menos que poseer la verdad.
La ley 61 regirá únicamente hasta que el congreso expida
una sobre alta policía nacional, lo que acaso tardará poco;
pero si su vigencia puede ser corta, su memoria será
perdurable. Quiera Dios que al dictar la nueva ley sobre
medidas de seguridad, los señores senadores y representantes
de 1888 recuerden más que sus honorables predecesores, los
preceptos de la justicia, el respeto debido a la constitución,
lo que exige la dignidad nacional, los deberes que impone el
propio decoro, los fueros hoy reconocidos a la conciencia en
todos los pueblos cultos, y otras mil cosas que andaban lejos
de la casa legislativa cuando se expidió la ley 25 de mayo.
Quiera Dios, al menos, que para cuando se legisle sobre policía
política, se haya borrado un tanto la impresión causada por el
drama caballuno de Palmira, y que la sangre vertida allí y en
la Pradera no sirva para escribir una nueva ley de los caballos!
Fidel Cano.
Periodistas Liberales del siglo XIX.
Selección Samper Ortega; Bogotá, 1998.
(De El Espectador No. 71. Julio 4 de 1888.)
El Periodismo en Antioquia
121
RAFAEL URIBE URIBE
La guerra de 1895
Como agradable sorpresa ofrecida a sus lectores, publica La
Crónica del domingo un artículo en que declara que "jamás,
desde la guerra de independencia para acá, ha habido en
nuestra historia una protesta armada del oprimido más justa,
más natural, más santa" que la de 95; que ella "fue un brote
incontenible de desesperación; los que se alzaron en armas
tenían de su parte el derecho. Sólo les faltó la fuerza"; que
fueron "ciudadanos rebelados contra una tiranía, hombres
generosos que pretendieron reivindicar sus derechos
detentados"; que "además, otro carácter distinguió y enalteció
a los revolucionarios de 1895: su patriotismo, el levantado
concepto del honor militar y de la dignidad de la bandera,
excelsas cualidades que les impidieron caer y envilecerse ante
las más terribles pruebas que puede soportar el soldado. La
desnudez, el hambre, la laceria que padecieron, fueron
terribles, mas no se cuenta un acto de pillaje; la bandera fue
desgarrada, nunca manchada; recibió lluvias de balas, nunca
una gota de lodo. Esto enaltece, no sólo al liberalismo, sino a
Colombia y a la humanidad".
No nos entretendremos en buscar declaraciones -genéricas
unas, concretas otras- en que La Crónica haya sostenido tesis
contrarias a la que hoy defiende con entusiasmo lírico. Así
como en poesía no gustamos de anotar los ripios de la forma
cuando a la concepción preside una alta inspiración, tampoco
en política nos esforzamos por esgrimir como argumento
preferente el de opuestas declaraciones anteriores. Las
contradicciones son los ripios del carácter, y si hay buena fe,
deben pasarse por alto.
122
El Periodismo en Antioquia
A quien el artículo de La Crónica habrá sido triplemente
desagradable ha sido, sin duda, al doctor Parra; primero,
porque habiendo tenido anticipada noticia de la revolución
de 95 rehuyó tomar parte en su preparación; segundo, porque
una vez acometida, procuró desanimarla y consiguió sembrar
el desaliento en las filas de los insurrectos, y tercero, porque
aún no terminada la guerra, la improbó y constantemente
después la ha vendo censurando como error fecundo en males,
si no como imperdonable crimen.
Me supo a chicharrón de sebo, en la frase gráfica con que
pinta el doctor Parra la impesión que el acometimiento de la
guerra le produjo, pretendiendo, acaso, que el hecho lo
sorprendió y cogió de nuevo. Pero aunque hoy el General
Acosta esté ahí a la cabeza del Consejo Consultivo, bien puede
testificar con cuánta antelación supo el doctor Parra de lo
que se trataba.
Y es que, conforme a los brillantes conceptos de La
Crónica, si la guerra del 95 fue -después de la emancipaciónla más justa, la más natural y la más santa de nuestra historia
política, mal hicieron todos aquellos de los oprimidos que,
pudiendo, no tomaron parte en la protesta; si los guerreros de
95 fueron ciudadanos rebelados contra una tirania y hombres
generosos que pretendieron reivindicar sus derechos
detentados, por regla elemental de lógica hay que deducir que
quienes no los acompañaron de algún modo en la demanda,
fueron insensibles al yugo del despotismo, y egoístas incapaces
de ir en la defensa de su derecho hasta donde el cumplimiento
del deber lo exige. Si los revolucionarios fueron los patriotas,
quienes no los ayudaron no tuvieron de la idea de patria y de
lo que su seguimiento implica, sino un concepto incompleto;
y si a despecho de las más terribles pruebas que puede soportar
el soldado -desnudez, hambre y laceria-, esos gloriosos
rebeldes desplegaron las más excelsas cualidades para
mantener en alto el honor militar y la dignidad de la bandera,
quienes no la empuñaron ni estuvieron al pie de ella, ni en
El Periodismo en Antioquia
123
forma alguna procuraron su triunfo, no saben lo que el amor
a una causa obliga, y al quedarse en sus casas, para evitar las
penalidades de la campaña, esperando la victoria para
aplaudirla y gozarla, o la derrota para criticarla y deprimirla,
todo serán -hábiles, prudentes, calculadores- pero no pueden
hombrearse con los revolucionaros de 95.
De ninguna boca liberal había salido hasta ahora, en loor
de esos revolucionarios, un himno tan elocuente como el de
La Crónica. Ese himno tiene un mérito especial: el de ser
cantado por qienes no fueron a la guerra. Nada más honroso
para los directores de La Crónica que ensalzar acciones que
ellos no ejecutaron y encomiar en las demás virtudes que ellos
no supieron ejercitar. En vez de negar por envidia el mérito
ajeno, reconocerlo, an no sintiéndose uno capaz de alcanzarlo,
es disposición de ánimo merecedora de aplauso. También eso
es belleza de alma y generosidad.
¡Y ese himno es justo! Como el General Marceliano Vélez
lo dio entonces, "la causa de la libertad estuvo en los
campamentos de la revolución". Sí: bajo nuestras toldas vino,
aterida y angustiada, en busca de refugio, la república; y como,
por nuestra mala suerte y por el abandono de nuestros
copartidarios, no supimos a derechas ampararla y defenderla,
pereció. Grande fue nuestra tristeza, indecible nuestra
melancolía por el infortunio del vencimiento inmerecido; pero
aun cayendo, había algún dejo de orgullo al compararnos con
quienes no habían obrado otro tanto y nos habían dejado solos.
Fuimos a batirnos por ideales, no por odios ni por medros.
Lo menos que podemos decir de los que no nos acompañaron,
es que se equivocaron, y de los que nos censuran, que yerran.
Pudo a muchos saberles mal a revolución: a nosotros la tiranía
a retama. Es cuestión de paladar. Pero si los patriotas de esa
hora pudiéramos otorgarnos un distintivo, al colgarnos al
pecho la medalla que dijese: Revolucionario en 95, tendríamos,
sin duda, un título a la consideración y respeto de nuestros
copartidarios, como hombres de previsión y de valor; y ese
124
El Periodismo en Antioquia
título debería darnos entrada franca en los consejos y del
partido, en vez de ser objeto de repugnancia y exclusión, como
hoy lo somos.
Y si está de Dios que, aun no restableciéndose el reinado
de la libertad, resulte cierta la frase del General Reyes después
de Enciso: "No ha sido vencida una revolución, sino la
revolución; esta es la última guerra civil de nuestra historia",
entonces ¡oh valientes compañeros! ¡los revolucionarios de
95 habremos sido los últimos varones de Colombia!
Colección Pensadores Político Colombianos.
Imprenta Nacional de Colombia. Mayo de 1979
El Periodismo en Antioquia
125
LUCRECIO VÉLEZ BARRIENTOS
(GASPAR CHAVERRA)
El camino de Palonegro
Capítulo XI
Me fui con dos miedos: el miedo de nuestra cobardía,
porque después de las Lajas dimos por sentado, sin
conocimiento de causa, que los antioqueños, con excepciones,
que podían contarse en los dedos de las manos, éramos unos
cobardes, y con el miedo, más tremendo todavía, de la
idoneidad del vencedor. Me atormentaban además mis
supersticiones romanas. Los liberales de aquí habían hecho
una combinación de números no menos ingeniosa que las del
abad Briz Martínez que daba por resultado la caída del partido
conservador en 1900. la cosa era, pues, matemática. ¡Y aquella
otra circunstancia de ser el viejo Secretario de Gobierno de
Don Mariano Ospina el presidente de la República! Esto era
como el búho de César. No faltaba sino tirar la piedra.
Si no era un acto inaudito de valor, con tales antecedentes,
dejar las comodidades, relativamente grandes de mi casa para
irme á combatir una revolución triunfante que tenía de su
parte la cábala y la magia, era un acto de locura. Yo no sé
decírselo al lector. Júzguelo él imparcialmente.
Si les cuento á mis lectores, dando por sentado que los
tenga, que mi primer susto lo pasé en Fontidueño, podrán
formarse una idea, aunque mezquina, de lo que han sido para
mí estos siete meses de viajes continuos entre guerrillas
enemigas, por caminos desolados, hechos a pié ó montado en
malísimos bagajes, hambriento ó alimentado, con fugaces
126
El Periodismo en Antioquia
intervalos, con yucas y ñervos de chivo, durmiendo á la
intemperie ó en páramos desiertos, oyendo la eterna relación
de horribles sufrimientos, viendo las huellas de la revolución
estampada en la tristeza de los semblantes, en la ruina de las
poblaciones, en el abandono de las sementeras y en la
paralización del trabajo.
¡Qué presente es la guerra! Los que la hacen debían tener
la fuerza material para vencer ó el ánimo bastante para hacerse
matar. Fuera de estos dos caminos no les queda expedito sino
el de la ignominia.
Ahora busque el lector salida para aquellos que teniendo
la fuerza material no vencen y salen sanos por añadidura.
Al revolucionario vencido y vivo, al que ha llevado la
orfandad y la miseria á tantos hogares, sí que podía
preguntársele lo que cierto médico á un marido que acababa,
y eso casualmente, de matar á su mujer: ¿No quedaba otra
bala par ud.? Porque es el colmo de las vulgaridades un
revolucionario superviviente. Cuando aparecen muertos sobre
el campo de pelea ya es otra cosa, porque si el martirio no
excusa el error, abona la buena fe del procedimiento. Por es
son tan dignos de respeto Jerónimo de Praga como los monjes
de San Pedro de Cardeña.
Capítulo XII
Yo salí de mi casa por la tarde y me tocó llegar á Fontidueño
á la hora que anochecia. Allí alcancé á un hombre que al
sentirlas pisadas de mi mula detuvo la suya. Sin más preámbulo
ni saludo me preguntó muy asustado, si no había oído los
tiros. Le contesté que no, porque efectivamente yo nada había
oído. Resolví detenerme sin embargo para averiguar lo que
era. Había salido resueltamente á guerrear y no debía sacarle
el cuerpo al peligro en aquel primer lance que se me
presentaba. Me puso al tanto del lado por donde había sonado
los tiros y como el hombre de la noticia no quisiera
El Periodismo en Antioquia
127
acompañarme pretextando que tenía afán de llegar temprano
al Sitio, piqué mi mula y eché solo en la dirección que él me
dijo. Anduve por la falda largo trecho sin encontrar á nadie.
La noche me había al fín envuelto completamente entre sus
sombras. Soplaba un viento frío de la cordillera capaz de helar
un lobo y yo andaba con pasos atentos por miedo de caerme
en las profundidades de un barranco. Oí de pronto un ruido
entre los arbusto s de la orilla. Detuve la mula y pegué el alto
quién vive. Nadie me respondió. Amenacé con hacer fuego.
Fueron saliendo entonces de detrás de un vallado, uno en pos
de otro, hasta cuatro hombres. Eran unos pobres campesinos
con más miedo que Payo, que habían venido á pasar allí la
noche por temor de la ronda. Se creyeron perdidos con mi
encuentro pero yo me apresuré á tranquilizarlos y logré á
fuerza de razones, que siguieran conmigo. Me llevaron al
rancho de la familia que era como el asiento de la desolación
y la miseria. Aquellos hombres trabajaban antes el día para
comer á la noche. Ahora nadie trabajaba con excepción de
una muchacha, que tendría doce años, que iba diariamente á
Medellín á levar un tercio de leña á la cabeza y á traer su
importe en un miserable ración de sal y dulce. Traía además
gran cantidad de noticias horrorosas, que se iban agrandando
en la imajinación de aquellas pobres jentes. A mí me sucedió
otro tanto aquella noche con el espectáculo de esas víctimas
de la revolución que no sabían siquiera que ellas eran el pueblo
esclavo de las proclamas de Don Siervo Sarmiento.
¿Qué podría darles -me preguntaba yo- la revolución
triunfante á estos infelices? Más revoluciones, pán más caro,
contribuciones más crecidas, y el odio que pervierte á los
más sanos.
Estos perturbadores de la paz pública sí que podían decir
razonablemente con Mounier, (que presidía la Asamblea
nacional en Versalles á la sazón de la legada de los
descamisados de París que iban en son de asesinarla): Que
nos maten á todos. El estado ganará mucho en ellos.
128
El Periodismo en Antioquia
Hay sistemas, execrados que tendrían su razón de ser en
ciertos casos. Hay perros que si mordieran donde debían
morder morderían bien. Pero resulta luego que muerden en la
carne sana del enfermo...
En la casa de aquellos campesinos pasé la noche tendido
en una estera de guascas de plátano que generosamente me
cedió la dueña de la casa.
Los pensamientos -enemigos formidables contra el espírituy las pulgas -que lo son contra la carne- no me dejaron dormir.
Tampoco durmieron los hombres de la casa, que al menor
rebuzne de la mula ó á los ladridos del perro, ponían los pies
puerta afuera pensando en aquella maldita ronda que
esperaban hacía dos meses largos.
Muy de mañana monté y me fui.
Capítulo XIII
Almorzando en el Caballo Blanco de Girardota me alcanzó
otro viajero que hacía el mismo camino de Puerto Berrío. Iba
al puerto á ver si lograba embarcar unos cueros que se le
estaban pudriendo en Caracolí. Era menester -según me dijountarle la mano al capitán del buque. Sin la untura previa no
había exportación posible. Después de que él me hubo puesto
al tanto de estas socaliñas y como fuera conservador y
conocido mío, le conté mis aventuras de la noche.
Se rió mucho de la ocurrencia, prometiéndome que más
me reiría yo cuando supiera lo que probablemente había dado
margen al cuento de los tiros. Esta fue la relación como él me
la hizo: Por el lado donde sonaron los tiros iban dos de á
caballo dizque á juntarse con el enemigo, Antón García y
Robinson... no recuerdo el apellido del tal Robinson. Robinson
le había asegurado á Antón que por allí había jente liberal
armada. Antón le creyó y juntos se vinieron de Medellín en
su busca. Treparon hasta media falda sin hallar á nadie. Picado
Antón, que además estaba con tragos, echó adelante dejando
El Periodismo en Antioquia
129
atrás á Robinson. Este en viéndose solo se llenó de miedo y
comenzó á dar voces llamando a su compañero, pero tan paso
que no pudiera oírle aunque estuviera á media vara. Antón
era un pillo redomado. En vez de responder lo que no oía,
disparó dos veces el revólver.
Oírlo Robinson y disparar loma abajo todo fue uno, y vaya
que no eran parte á detenerlo las voces de Antón que corría
detrás diciéndole: pará hombre, pará, fui yo, no hay nadie.
Pero Robinson no oía otras voces que las de su propio miedo
y Antón corrió tras él hasta la villa sin poder darle alcance.
Capítulo XXVII
El domingo 13 de mayo volvimos los curiosos de la víspera
al campo de batalla de Palonegro, no ya como simples
espectadores, sino como soldados del ejército. Ibamos á pelear
y empezábamos precisamente por el día más tremendo de
aquel combate. A las siete de la mañana salimos de
Bucaramanga y desde los primeros pasos comenzamos á
encontrar una procesión de heridos. ¡Qué espectáculo aquel!
Salí de Bucaramanga bastante enfermo y, como era natural,
el miedo y los dolores que iba presenciando por todo el
camino, me pusieron peor.
Un poco más allá del río del Oro, se me cansó el macho
en términos que era imposible hacerlo andar. Me desmonté y
lo eché por delante. Subí la cuesta que queda al otro lado del
río, así como se vá á Palonegro, á pié, siendo el mayor de mis
trabajos hacer andar el animal, pero abandonarlo era perder
la montura y no llegaba hasta allá mi desprendimiento en tales
circunstancias, ni aún en aquel trance en que me ponía al
riesgo de perder la vida.
En el viso de la cuesta se había apeado mis compañeros y
me esperaban sentados en la mitad del camino. Pensé, al
llegar, cómo tendría yo la cara viendo las suyas. Legado que
hube al alto, desensillé el macho, tiré el galápago al camino,
130
El Periodismo en Antioquia
tomé e rifle por el cañón y con todas mis fuerzas lo descargué
sobre las costillas del pobre animal. Fue tremendo el trastazo.
Resonaron entonces de parte de mis compañeros, como
resuenan ahora en mi propia conciencia, serias protestas
contra aquel acto inaudito de barbarie. En un momento de
rabia había olvidado, con vituperable ingratitud, los servicios
desinteresados que aquel animal hambriento venía
prestándome desde Tunja. ¡Ahora pienso que si los machos
tuvieran sentido común, debían por lo menos molernos a
patadas a los seres que nos llamamos racionales!
Me comí, pasado el coraje, dos Jénovas y un pedazo de
dulce; me bebí un trago de rón encima y dizque quedé
almorzado. Nos fuimos después al hospital de sangre que
estaba allí cercano. No es posible imajinarse nada más
tremendo que el hospital de sangre de Palonegro. "No se
puede dar á la fuerza prepotente una forma más execrable;
á la desesperación un aspecto más espantoso; al furor de la
refriega una expresión más feroz". Cráneos partidos, caras
ensangrentadas, ojos vidriados, lamentos recios, gritos de
desesperación, quejidos sordos, heridos que se movían y
heridos que se revolcaban entre la sangre, lágrimas de dolor,
ropas en girones, pechos desnudos, piernas rotas, brazos
partidos, y el movimiento incesante de los médicos y de los
ayudantes, y de los que entraban á cada momento trayendo
nuevas víctimas de aquella lucha salvaje donde se
despedazaban con furia hombres que no se odiaban, que no
se conocían siquiera y que seguramente, con excepción de
los candidatos y de los ladrones, no sabían por qué habían
ido á matarse á Palonegro.
Con el horro del espanto pude medir de un golpe desde la
puerta del hospital, donde me quedé clavado, detenido el
aliento y con los ojos fuera de sus órbitas, el grado de salvajez
á que la pasión política, aguijoneada con la sed de mando y
de poder conduce a los hombres.
El Periodismo en Antioquia
131
Pensé perder el juicio entre aquellos infelices, hacinados
en el suelo de una casa estrecha, fatigados, sudorosos,
sangrientos, llamando á veces á la madre, á la esposa, á los
hijos y siempre al doctor. Al doctor se le llamaba allí de todos
lados. Pero allí no podían dar abasto á los dolores y á la muerte
ni los médicos ni los enterradores. Lo común era morir
desesperado para podrirse después sobre la tierra. La caridad
era incapaz de aliviar siquiera la obra del crimen.
¿Valía acaso la Presidencia de la República toda aquella
sangre y aquellos infortunios?
Y lo que allí pasaba era seguramente lo de menos. ¡Ah!
Los pobres deudos cuando supieran todo aquello y recojieran
la herencia de miseria, de prostitución acaso, que habían de
recibir como legado, sufrirían más, muchísimo más, que los
que de una vez perdieron la vida. La cuenta de amargura que
se abría para los unos quedaba cerrada para los otros.
Las desgracias se contaban en Palonegro por segundos.
Las palabras se quedaban empezadas. Un "hasta la vista" era
á veces un adios eterno. Lo real era la muerte. Lo efímero la
vida. La bala que pasaba era el anuncio de la que venía. ¡Qué
edición tan copiosa de desgracias! ¡Se prodigaba allí la sangre
de un anémico con lujo de crueldad! ¡Se cortaban del árbol
de la vida los ramos más robustos! ¡Dizque para nuestro
bien!...
El Camino de Palonegro.
Edinalco, Medellín, octubre de 1991.
132
El Periodismo en Antioquia
ROMUALDO GALLEGO
La hazaña de Lajas
Una entrevista con Ordóñez Jaramillo, último sobreviviente
de la Gesta.
Oír de labios de quienes los han presenciado, la narración de
los grandes hechos, tiene la belleza y el interés de poder recoger
los leves pormenores que colorean de vida la evocación; esos
pormenores son los que, aunque nunca serán historia,
reconstruyen el sabor del suceso con el precioso verismo que
la Historia suele negar a los hechos destacados, como para
hacérnoslos más solemnes. En esto cometen los historiadores
un error.
El doctor Carlos Ordóñez Jaramillo, el brillante guerrero,
único sobreviviente de los doce que pasaron el puente de las
Lajas; el doctor Carlos Ordónez Jaramillo, el notable abogado,
aquel irreprochable caballero que a raíz de la guerra abrió su
bufete en Bogotá con el aviso de "no gestiona sino ante la
Corte Suprema", el que paseó sus charreteras por los mayores
campos de muerte, y, después fue en la capital el brillante
árbitro del prestigio y de la distinción, se albergaba cuando lo
entrevistamos en una humilde casa de los alrededores de la
ciudad de Medellín.
-Buenos días, contestó aquel hombre, levantando hacia
nosotros una cara joven casi, encuadrada bajo una frente
espaciosa y aborrascada, sobre la que caían, escapados del
viejo sombrero, dos o tres mechones de cabello negro.
Nos descubrimos la cabeza, porque estábamos ante Carlos
Ordóñez Jaramillo. Sí, era él, aunque no lo pareciese. Los
El Periodismo en Antioquia
133
pies que dieron el terrible paso al frente aceptando la hazaña
de Peralonso; esos pies que pisaron trémulos el legendario
puente de las Lajas, ahí estaban, deformes, muertos quizá,
para que no hubiera vivo ningún extraordinario pie de los que
hollaron con Uribe Uribe y Saúl Zuleta aquel tablado
tremendo, que se alza en nuestra tradición épica como el mayor
escenario de heroísmo. ¡Era él! La mano hazañosa, digna de
un romance, la mano corajuda que empuñó el revólver en
aquella jornada casi fabulosa, allí estaba también, abarcando
ahora un rústico palo de los que el camino brota en las orillas.
La cabeza, su cabeza, esa testa de apoteosis, compareció allí
sin laureles, bajo la sencilla mañana, tocada con una gorra
inicua que se aposentaba en el sitio que los dioses hicieron
para las ramas del triunfo.
Este hombre que, de haber triunfado la revolución, sería
quizá Presidente de República; este hombre que tenía derecho
por su saber y su valentía a un prestigio civil como el de Urueta
y a una aureola militar como la de Herrera; éste, en otros días
altivo y arrojado mancebo que obsequió días de espléndido
orgullo al Liberalismo, hoy, olvidado de todos, enfermo,
retraído y altanero, devora sin quejarse los largos y ramplones
días de ingratitud, pero tiene el agudo orgullo de saber que
morirá de hambre y que su tumba se verá agobiada de
necrologías inútiles, escritas bajo el clisé recordatorio en los
diarios que exteriorizarán un remordimiento.
Departimos sentados en una tarima de la tenducha llamada
"El Rhin", en donde le tomamos una instantánea. Ordóñez
Jaramillo es muy erudito, discurre maravillosamente, y tiene
una retentiva y una fluidez que contrastan vivamente con su
exterior cansado.
-Yo deseo la muerte como un tributo a la vida. La muerte
es el triunfo de la vida. La muerte es el triunfo de la vida
universal sobre una de sus formas en particular -nos contestó
a la primera pregunta.
Y cuando le mencionamos la política:
134
El Periodismo en Antioquia
-¿Ustedes son muy exaltados?- interrogó. Yo por mi parte
tengo mucho del pacifista. Son consecuencias de la guerra.
Créame; la guerra no resuelve nada, ni el triunfo tampoco.
Los vencedores están hoy peor que los vencidos en Palonegro,
porque están llenos de cargos infamantes, de pústulas políticas
y de problemas internos insolubles.
-...........?
-La guerra es el azar más caprichoso y la suerte más absurda
que se pueda tentar. Cuando Arístides desterrado llegó a la
capital de Persia, Darío le hizo llamar a su palacio y de dijo:
“Haré guerra a mis hermanos para consolidar el trono”.
Arístides por toda contestación repuso: -"Dijo la luna a su
madre: -Quiero tener un traje. -¿Cómo quieres tener un traje
si cambias de forma continuamente?" Así es la guerra.
Multiforme, sorpresiva. Con ella no hay cálculos ni previsión
posibles. Vencedores hoy, vencidos mañana. Nadie puede
hacer el traje de la guerra.
Animados por el humor que revela la parábola, le
preguntamos: -¿Quisiera usted relatarnos el paso del Puente
de Lajas?
Ordóñez se pone en pie con una vivacidad extraordinaria
y apoyado en su rústico bastón habla:
-El 16 de diciembre de 1899, el ejército liberal estaba hecho
pedazos y sin municiones. Hacía mucho sol, lo recuerdo muy
bien. Se pensó en una retirada a los altos de "Tasajero" que
habíamos desocupado, pero aquello resultaba desastroso
porque estábamos sin provisiones. Al frente el enemigo
compuesto de once mil conservadores; a la espalda las selvas
de Venezuela, despobladas e impropicias. Nos hallábamos
sitiados. Rafael Uribe deliberó con los otros jefes del ejército
revolucionario, para llegar otra vez a la misma terrible certeza:
¡cercados! Entonces vino hacia nosotros con las manos a la
espalda, marchando lentamente. Se recostó en un vallado de
piedra. Nos miraba, y en sus ojos brillaba la chispa sublime.
Con una calma sorda nos exhortó a hacer un esfuerzo supremo,
El Periodismo en Antioquia
135
decisivo. De pronto levantó la voz y terminó así: "No hay
retirada. Voy a pasar el puente a la cabeza de los que quieran
acompañarme". Un escalofrío nos recorrió a todos. Uribe
estaba delante con los brazos cruzados a la espalda, erguido
todo él en un gesto de serenidad olímpica, pero el rostro se le
demacró repentinamente. Parecía tener la seguridad de ir a la
muerte.
-..............?
-Durante la corta proclama su voz no tembló; su actitud
era tremenda y su ademán denunciaba una resolución
impresionante. Se hizo un silencio espantoso. -Den un paso
al frente los que quieran acompañarme. Once lo dieron. El
primero fue Saúl Zuleta. Los restantes fueron Neftalí
Larriamendi, Alejandro Navas, Samuel Pérez, Guillermo
Páramo, Carlos Reyes, Miguel de la Roche, Joaquín Vanegas
Olarte... y...yo. No recuerdo los otros dos. Jamás llegué a
suponer que los olvidara. ¡Ah, la ingratitud de la memoria...!
-¿Cómo era el puente?
-El Puente de las Lajas era un columpio de tablas sin
barandas, sostenido por alambres. Se mecía como una hamaca.
-¿Cómo iba vestido el General Uribe?
-En aquel día memorable llevaba sobre la cabeza un
sombrero de fieltro, gris claro; un traje color de ceniza, de
saco corto le vestía, y las pantorrillas estaban ceñidas por un
par de maltratadas polainas negras.
-¿Llevaba espada?
-No. No llevaba espada. Eso de "la bruñida y fulgurante
espada de Peralonso", lugar tan socorrido en los aniversarios
de la muerte del general Uribe, es pura literatura.
-............?
-Teníamos al frente el enemigo tras de unas tapias muy
fuertes, en las que los soldados del gobierno habían practicado
muchos agujeros para disparar. Nuestro animoso jefe sacó
del bolsillo una cartera, que quizá contenía papeles de familia,
la puso en manos del general Justo L. Durán, a quien
136
El Periodismo en Antioquia
asesinaron no hace mucho y le dijo: "Le encomiendo a usted
llevar a mi esposa esta cartera si yo muero en esta acción".
En seguida empuñó un revólver, los once lo imitamos, y él
nos dijo: "Pasaremos el puente. Una vez allá, dispararemos
nuestros revólveres por los propios botafuegos del enemigo,
y... lo demás lo hará la fuerza de nuestro entusiasmo".
Se lanzó al columpio trágico seguido por nosotros. El miedo
tan grande que a mí me dio al pasar, produjo un aturdimiento
que, -aunque breve- me impidió oír si el enemigo disparó sobre
nosotros en el momento mismo del paso. Creo que,
sorprendidos los conservadores por la magnitud de la audacia,
no dispararon. Ya pasado el puente, una bala enemiga hirió
superficialmente en el vientre al general Uribe. Disparamos
por los agujeros de la tapia, y en seguida se hizo otro gran
silencio. Yo solo, repasé el puente, porque las tropas liberales,
también aturdidas por la grandeza de la acción, no acertaban
a hacer cosa alguna.
-¡Pasemos, que no hay enemigo!, les dije.
Entonces todos, como una manada de potros salvajes, se
precipitaron corriendo por el puente. Cuando yo lo pasaba
por tercera vez, fui herido en la clavícula derecha. (Nos
muestra la cicatriz por entre la camisa raída).
-Un dato curioso- continúa; -el sombrero gris que llevaba
Uribe, me lo obsequió al día siguiente del paso, como un
recuerdo de aquella jornada. Yo lo ceñí con orgullo durante
muchos días. Después de Palonegro fuimos a dar a San Vicente
de Chucurí, donde quedamos embotellados; Uribe salió
escapado en una canoa por el Sogamoso, y el que tiene el
gusto de hablarle quedó prisionero. En esa calidad me llevaron
a Bogotá, y de paso, en Ubaté, una bella señorita Solano me
suplicó le cediera el histórico sombrero. Yo, galante, me
desprendí casi con dolor de la preciada reliquia.
-¿Quiénes iban a la cabeza en el paso del puente?
-El general Uribe, de brazo con el negro Saúl Zuleta. En
seguida íbamos Larriamendi y yo. Detrás los otros.
El Periodismo en Antioquia
137
-¿Y el enemigo?
Huyó disparando. Pero eran tantos los fugitivos y
resultaban tan nutridas las descargas de fusilería que nos
obsequiaban al huir, que un primo mío, César Ordóñez
Troncoso, en persecución del enemigo con el batallón Maceo,
recibió de una vez once balazos. Llegamos al río Zulia. El
enemigo que ignoraba el paso por un alterón de piedra, se
echó al agua en la fuga. Es imposible calcular la cantidad de
conservadores que perecieron allí ahogados. Nosotros
conocíamos perfectamente el vado y muy pronto pudimos
llegar triunfantes a Cúcuta. Esta población estaba cerrada
totalmente, porque liberal en su gran mayoría, abrigaba la
seguridad de que las tropas del gobierno eran las que habían
entrado victoriosas. Yo me dirigí a casa de una antigua amiga,
la señorita Adelina Serrano Villamizar, y toqué a la puerta
gritando:
-¡Abra, es Ordóñez!
-¡Lo cogen, lo matan, Carlos! Voy a abrir para ocultarlo.
-¡No se apure, Adelina! Estamos vencedores.
-¿Cómo aprovechó el liberalismo esa victoria?- le preguntó.
-Del modo más singular. En vez de consolidarse con el
triunfo (lo que yo les decía de las sorpresas de la guerra!), el
ejército de la revolución se anarquizó espantosamente, dividido
en cuatro grupos amenazadores. El uno proclamaba director
supremo de la guerra a Foción Soto; el otro a Rafael Uribe
Uribe; el otro a Gabriel Vargas Santos y el otro a Benjamín
Herrera. Como delicioso modelo de la ironía de los
acontecimientos, es preciso anotar que entre los jefes y los
soldados liberales empezaba la disputa por la Presidencia de
la República, porque ya no se dudaba un momento por
aquellos tostados guerreros de la preponderancia de las ideas
liberales en el gobierno de Colombia.
En Bochalema estuvimos los liberales a punto de
matarnos unos con otros a causa de estas divisiones. ¡Me da
vergüenza recordarlo! Créanme ustedes: estas querellas dan
138
El Periodismo en Antioquia
la clave de la derrota de Palonegro. Ellas nos hicieron más
daño que las balas enemigas. Los soldados liberales de
Palonegro pertenecían a dos, a tres, a cuatro "bandos" opuestos
en la política interna, y en aquella formidable batalla, aunque
pelearon muy bien, no se batieron sin embargo como antes,
cuando estábamos unidos. Creo que no será inmodestia
recordar que sesenta y tres hombres al mando de Rafael Uribe
Uribe, entre quienes estaba yo, hombres unidos en ese
entonces por mil vínculos, realizamos la hazaña casi
inverosímil de hacer prisionero al general Domínguez que
disponía de cuatro mil soldados.
-......?
-Mandar militarmente el liberalismo en la paz, y fusilar
por la espalda la reputación de quienes proclaman y practican
el libre análisis de las ideas... me parece candoroso. Cada
situación tiene su lógica. La espada se hizo para la guerra y la
razón para la paz. Lo que sucede a veces es que nuestros
queridos generales se quedan acostumbrados a la voz de
mando, y resultan desenvainando el sable en tiempo frío. La
disciplina y la sumisión incondicionales se toleran en la guerra,
porque ésta es un trance de excepción, pero en la paz ellas no
se han aclimatado nunca en el partido liberal, y siempre que
se ha tratado de imponerlas el partido ha saltado en pedazos.
El liberalismo es muy semejante a los arcos de los indios:
cuando más se quiere encorvarlos, con mayor fuerza y rapidez
se enderezan.
Tomado de:
Romualdo Gallego. Novelas, cuentos y crónicas.
Ediciones Autores Antioqueños, Vol. 61 Medellín, 1991.
El Periodismo en Antioquia
139
ENRIQUE GAVIRIA ISAZA
Crimen, capilla
y ejecución de Tamayo
Del terrible suceso que acaba de conmover tan profundamente
la sociedad he querido dar á los lectores de este periódico un
relato detallado y tan minucioso como me sea posible, y para
eso, violentando mi temperamento, dominado mis nervios,
relegando al último rincón del alma los viejos residuos que
aún me quedan de noble sensibilidad, he visitado en su Capilla
á Tamayo, lo he acompañado en su doloroso vía crucis, y he
tenido la desdicha de verlo morir acribillado á balazos por los
soldados del Gobierno.
Lisa y llana será mi narración, libre de dibujos, retóricas y
literaturas, sin frases declamatorias, ni sensacionalismo de
relumbrón; me limitaré á explanar un poco mis notas, tomadas
á pie de fábrica, y á hacer algunas breves observaciones
cuando me plazca, ó cuando los sucesos que vaya relatando
así lo indiquen.
Menos aún entraré en disquisiciones más ó menos
filosóficas en pro ó en contra de la utilidad y eficacia de la
matanza, de la destrucción de seres humanos, como castigo y
como remedio. Artículos de periódicos, hojas, folletos y
centenares de libros se han publicado, defediendo unos,
atacando otros y la cuestión está allí tan en pie como si nadie
la hubiera tocado. Sólo si declaro solemnemente, PARA
HONRA MIA, que tengo la dicha de ser enemigo acérrimo
de la pena de muerte, y que creo que únicamente quien puede
darla tiene derecho para disponer de la vida de los hombres.
Ahora, como impresión personalísima, y sin que yo
pretenda con esto irrespetar la Ley, digo que el fusilamiento
140
El Periodismo en Antioquia
tal como he visto que se efectúa, el hecho de que esté allí un
hombre sentado, solo, indefenso, con los ojos vendados, atado
como un cordero, rodeado por gente armada, teniendo al
frente suyo diez y seis individuos que dirigen contra él sus
fusiles, lo hieren primero y lo rematan enseguida, sin piedad y
sin que ellos corran el menor peligro, digo que ese acto, así
descarnado, me parece una acción baja, ruin y cobarde, que
subleva el corazón.
Pero... basta, que yo he prometido ser narrador insensible.
Para hacer la cosa con algún método, y porque sé que
muchas personas no conocen el delito que llevó á Tamayo á
morir con tanta afrenta, referiré el hecho brevemente. Para
ello me serviré de la brillante y lúcida vista fiscal, que tuvo la
fineza de facilitarme el Dr. Jesús María Trespalacios, Agente
de Ministerio Público, que fue, en este asunto.
El crimen
Jesús Ma. Tamayo, unió su suerte á la de él, con los lazos
matrimoniales el 1° de Diciembre de 1894.
Hé aquí lo que de la infeliz mujer dice la vista fiscal. "Era
María Josefa Echavarría una pobre mujer antioqueña, de baja
posición social, de oficios como los propios entre gentes de
su clase, que se alquilan de serviciales en casas de personas
pudientes, cuando les falta la manutención que otro ha de
darles, según obligaciones contraídas bajo juramento
solemne"
Poco duró la ventura con que ella soñara el casarse; las
frases de amor y las caricias se tornaron bien pronto para ella
en insultos y en golpes, á los que de cerca siguió el completo
abandono en que la dejó su marido, sin motivo ninguno, porque
la conducta de ella era intachable en todos sentidos.
Se fue Tamayo á Remedios y su mujer entró en calidad de
sirvienta en una casa respetable. Triste, pero resignada, pasó
la pobre mujer dada á su faenas y sin que nadie la oyera nunca
una queja contra el esposo ingrato.
El Periodismo en Antioquia
141
De pronto un día, el cuatro de agosto de 1898, se presentó
Tamayo en la casa á invitarla, con frases melosas y con
mentidas promesas, á seguirlo y á hacer de nuevo vida
conyugal. Conocedora ella, sin duda, de los sentimientos de
su marido se negó á sus pretensiones. Empecinado el hombre,
recurrió á las autoridades, y en la tarde del citado día,
acompañado por un agente de policía, la obligó á irse con él.
Tomaron juntos en dirección á la carretera del Norte. En
la esquina del Ciprés, en la tienda de un señor Idárraga, pidió
Tamayo una botella de vino, ordenando que se la entregaran
destapada. Allí mismo tomó él un trago, seguramente para
quitar á su mujer toda sospecha, y le dio otro á ella. Salieron
de allí con rumbo al Bermejal. Habían andado algunos pasos
y él se quedó un poco atrás, destapó la botella y vació en ella
el contenido de un papelito con estricnina, veneno que para
el caso trajo desde Remedios, según consta en el sumario. La
invitó á tomar otro trago y como ella, recelosa, se negara á
sus instancias, le dijo él: "Si no se toma este trago tiene que
morir en la punta de un cuchillo". Y parece que la amenaza
no era en balde porque un cuchillo fue hallado en la carretera,
y reconocido por Tamayo como de su propiedad. Es un hecho
evidente que él quería deshacerse de su mujer (para casarse
con otra con quien vivía en Remedios) y que traía meditado
su crimen, porque algunos días antes había ofrecido á una
muchacha unos polvos para que matara un novio que la había
burlado, y porque contra su víctima había lanzado esta terrible
sentencia: "Aquí (Medellín) ó en Remedios, muy pocos serán
los días de ella".
Tomó el trago fatal, que le produjo, en el acto, dolores
intensos "No habrás llegado al Bermejal cuando te estés
torciendo", dijo él cuando ella se quejó de su padecimiento.
Un poco más adelante oyeron algunos, que se cruzaron
con ellos, que él decía, contestando á algo que ella hablara:
"No le hace que te lleve el diablo". Otros afirman haber
visto que la daba bofetones.
142
El Periodismo en Antioquia
Logró la pobre mujer arrimar á la casa de Antonio Mesa,
donde fue presa de horribles convulsiones y donde comenzó
su corta pero espantosa agonía. El Dr. Julio Restrepo A.,
llamado por los vecinos, declaró que aquella mujer moría
envenenada con estricnina.
Cuando su mujer agonizaba hizo Tamayo muchos
aspavientos y alharacas queriendo parecer muy consternado,
á pesar de que ella dijo á los circunstantes: "Me mató Jesús
con ese trago que me dio" y de que á el mismo lo inculpó, con
estas palabras: "Me mataste, Jesús; no le hace. Y fue para irte
con Nepomucena; irés y te casarás con ella, pero en el Cielo
nos veremos."
Todavía tuvo él cinismo de brindarse á venir por los
remedios prescritos por el Dr. Restrepo, pero cuando volvió
con ellos ya su mujer había pasado á mejor vida.
Allí mismo fue aprehendido por los Agentes de Policía, á
quienes se había prevenido, y conducido á la cárcel.
Tres jueces intervinieron en el proceso: El Dr. Julio
Echavarría que llamó á juicio á Tamayo; el Dr. Julio Ferrer,
que lo condenó á muerte y el Dr. Juan E. Martínez que presidió
la ejecución. Actuó como Fiscal el Dr. Jesús María
Trespalacios; como Defensor, el Dr. Nicolás Mendoza. Fueron
jurados los Sres. Alejandro Arango V., Clímaco Toro V., y
Germán Vélez E.
Capilla
El miércoles, 10 del presente, se quitaron á Tamayo las
cadenas para ponerlo en Capilla. Correspondió esto al Capitán
Jacinto Barón, porque estaba de jefe de día. Ya libre, se
abalanzó como una fiera sobre los gendarmes y mordió á tres
de ellos. Fue preciso asegurarlo con lazos para conducirlo al
cuarto donde debía pasar las últimas horas de su vida. Ese
primer día se negó á recibir y á escuchar al sacerdote que fue
á visitarlo, y aun parece que á sus insinuaciones amistosas
contestó con palabras agrias y ofensivas.
El Periodismo en Antioquia
143
Más, poco á poco vino la calma y el segundo día de su
capilla -jueves 11- no sólo atendió y recibió bien al sacerdote
sino que se confesó. Algunas virtuosísimas señoras que lo
visitaron y consolaron, le obsequiaron con manjares, vinos y
cigarros, lo acompañaron en muchas de sus tremendas horas,
tanto en este día como el primero y en el último. Tan conforme
y tan tranquilo pasó el segundo día que hasta cantó en asocio
del ordenanza que pusieron á su servicio.
Esa noche, á las siete, se verificó, en la Comandancia de
la Gendarmería, el sorteo para designar el oficial que debía
comandar la escolta, entre los siguientes oficiales: Capitanes
Cleofe Gómez, Epifanio Ramírez, José María Restrepo,
Eduardo Madrid, Jacinto Barón y Juan C. Uribe; Tenientes,
Luis E. González, Juan Echavarría, Adolfo Lopera, Eugenio
Gómez y Luis Ortiz. La suerte designó al capitán Jacinto
Barón, el mismo que los puso en Capilla.
Todos estos detalles los debo á la gentileza de Sr. Coronel
Marciano Madrid, así como la lista de los soldados de la escolta,
que copio en seguida, como dato curioso. Los tiradores fueron:
los sargentos segundos, Juan Gómez, Francisco Restrepo,
Miguel.... José Díaz; Cabos primeros , Manuel A. Vélez, Mario
A. Escobar; Cabos segundos, Ramón Montoya, Rodrigo Peña,
Antonio Burgos, Soldados, Marco A. Pérez Antonio J.
Foronda, Luis A. Uribe, Félix Rodríguez, Juan B. Córdoba,
Antonio Calle, Víctor A. Adarve.
El viernes trece, día de su capilla y último de su existencia,
oyó misa y comulgó. Pasó las horas ya con algún sacerdote,
ya con las señoras que lo visitaban. Cuando merced al permiso
que en mi calidad de periodista, me concedió el Sr. Alcalde
para visitar al reo, me presenté, á las cuatro y media de la
tarde, en la puerta de la Cárcel, se me detuvo algún tiempo
porque estaba Tamayo dando á dos señoras sus disposiciones
testamentarias, para su hija y su madre.
En el papel común y sin intervención de Notario hizo él
la especie de testamento que copio en seguida y cuya
144
El Periodismo en Antioquia
adquisición debo á las estimabilísimas Sras. Da. Mariana Díaz
de Q. Y Da. Nicolasa Restrepo de U.
"Digo yo, Jesús M. Tamayo, pronto ya á comparecer al
Divino Tribunal de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, en quien creo y confieso, que dejó una niña
de seis años más ó menos, hija legítima mía y de mi esposa,
(que en paz descanse) y la cual hija está en poder de sus tíos
maternos Lisandro y Fausto Echavarría que me la negaron
como al mes de haber ocurrido en mi desgracia, cuando se las
pedí para entregarla a mi madre."
"Dejo más una pobre madre anciana, pobre y sin quién la
ayude". "Como no tengo bienes de fortuna vinculados en
fincas raíces, ni muebles y sólo poseo unos pocos reales en
efectivo, dispongo de ellos en vida de la manera siguiente:
"De lo que poseo dejo depositarios ante testigos y con el
cargo de cumplir mis últimas resoluciones á las Sras. Doña
Nicolasa Restrepo de U. y Doña Mariana Díaz de Q."
"Darán al Sr Juan M. Gutiérrez la suma de ($100) para
que este señor me haga el servicio de arreglarle á mi pobre
madre su casita."
"Darán al R. P. Perea, de la orden de San Francisco, la
suma de noventa pesos ($90) para que me diga las treinta
misas de S. Gregorio por el descanso de mi alma".
"Pondrán en un banco de la ciudad lo restante de lo que
les entrego, deduciendo las dos partidas que anteceden, á favor
de mi hija María del Rosario que es aquella de que hago
mención al principio, cuyos intereses servirán para algunas
de sus necesidades."
"Es mi voluntad, y así lo pido en estos solemnes momentos
en que sólo pienso en mi próximo fin y en Dios omnipotente,
que esta mi pobre huérfana hija quede en poder de las señoras
á quienes estos encargos hago y pido y repito á las autoridades
de esta ciudad que coadyuven en este sentido, pensando sólo
en el bien de mi hija y en que ésta es mi voluntad como padre,
sin que me hayan ofendido y asimismo pido de todo corazón
El Periodismo en Antioquia
145
y con la mayor humildad, perdón á todos aquellos á quienes
voluntariamente haya ofendido."
"Cuando mi hija haya cumplido su edad mayor pueden la
Sra. Restrepo y Díaz entregar á mi hija la suma que quede en
depósito al cuidado de dichas señoras".
"Advierto que me mandé las siguientes promesas por si
era la voluntad de mi Dios que me conmutaran la pena capital,
pero uno de los sacerdotes que me han asistido en mi Capilla
me dicen que quedo sin obligación de cumplir estas promesas,
pero á pesar de esto, dejo á las señoras á su voluntad de
cumplir con ellas ó no".
"Para todos los encargados que dejo á estas señoras que
tan buenas me han sido durante mi prisión y especialmente
en estos momentos en que sólo pienso en Dios y la muerte,
entrego á ellas en presencia del Sr. Alcalde, del Sr. Carcelero
y cinco testigos la suma de seiscientos cuarenta y cinco pesos
con diez centavos. ($ 645.10)"
"Pido por último, á todos los presentes, que no maldigan
mi memoria y me perdonen y que me sirvan de intérpretes
para la sociedad, para que mi sacrificio redima sus faltas aquí
y en la eternidad."
Las promesas que mandé son:
Una misa rezada al Señor de los Milagros, una misa rezada
á S. Antonio, y una misa cantada á la Virgen de la Merced.
"Conste que como esto no es testamento, ni depósito, ni
finca y además el tiempo urge hago esto en papel común
contando con que la solemnidad de los momentos en que lo
hago, le dará también á este acto alguna solemnidad y hará
legal en todo y conforme á todas las prácticas constitucionales
ésta mi última voluntad"
"Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo."
"Firma por mí un testigo por no saber y los demás de que
hablo para constancia, en la capilla, para se ejecutado, en la
cárcel de Medellín á 11 de Septiembre de 1902"
Como testigo y á ruego de Jesús M. Tamayo,
146
El Periodismo en Antioquia
Juan de J. Ortiz, Secundino Henao, José Ma. Restrepo,
Juan C. Uribe A. Indalecio Betancur, Nepomuceno Zapata
C.
"Recibimos y aceptamos, haciendo constar que el R. P.
Perea prometió decir las misas de S. Gregorio sin exigir
retribución ninguna y por tanto el dinero dedicado á esta obra
queda para su hija."
"Firma con dos testigos,"
Nicolasa Restrepo de Uribe. Mariana Díaz de Quintero."
Avisado el Sr. Alcalde, Coronel Betancur, por el oficial de
guardia, vino á la puerta y con su ingénita amabilidad, me
hizo entrar, en compañía de varios caballeros que deseaban
también ver á Tamayo en Capilla. En la parte del edificio que
llaman allí El Hospicio, en el fondo de un pequeño patio,
hacia la izquierda, cuatro centinelas guardaban la puerta del
cuarto.
Entramos.
A nuestra llegada, las dos señoras que hablaban con
Tamayo, sentadas cerca á él en un escaño, se pusieron de pie
y se retiraron. Aquél, ya solo, nos invitó á sentarnos, y
ocupamos una banca que había inmediata á la puerta.
La pieza, de regulares dimensiones, de forma rectangular,
estaba así dispuesta: á nuestra derecha la puerta y un poco
más allá, una ventana con vista al patio. Entre la una y la
otra, por tierra, una fuente con algo que cubría una servilleta
blanca, quizá la comida ó los restos del almuerzo, un poco
más allá una botella vacía. En el fondo, cerca á la ventana,
una gran mesa vestida de blanco; sobre ella, hacia atrás, una
bellísima imagen del Crucificado, de gran tamaño; al pie de
ésta, un estuche grande de madera que contenía un altar
portátil; hacia la derecha, en el extremo delantero de la mesa,
una jarra blanca de loza y una vela de cera en un candelero de
cobre. A los lados del Cristo algunos tiestos con matas, y
atrás y á derecha é izquierda, puestos en el suelo y recostados
á la pared tres grandes cuadros de santos. A nuestra izquierda,
El Periodismo en Antioquia
147
partiendo de la mesa y ocupando casi todo el tramo, un escaño,
en cuyo estremo inmediato á la mesa se sentó el reo cuando
nosotros hubimos hecho otro tanto, atendiendo á su
invitación.
Hombre alto, robusto, de contextura recia, fisonomía nada
atrayente; la cara, un si es no, es teñida de azulado del carate,
de pómulos salientes, nariz chata y pequeña, boca grande y
un algo sumida, frente ancha, ojos hundidos, mirada dura.
Hélo aquí, á grandes rasgos. Vestía una entre camisa y túnica
de color blanco que le bajaba hasta la caderas, y que llevaba
ceñida á la cintura con un cordoncito también blanco;
pantalones negros, los pies desnudos. Tenía sobre el pecho
un gran escapulario de no sé qué Santo.
Llevaba yo la firme intención de conducirme como
periodista, no haciendo á Tamayo pregunta alguna, porque
me parecía algo así como poco generoso eso de ir á molestar
á un ser tan desdichado únicamente para satisfacer después
la ajena curiosidad, de modo que me guardé bien -á pesar de
las instancias de los que me acompañaban- de romper el
embarazoso silencio que siguió á nuestra llegada.
Me pareció, por la manera como chupaba el cigarro, que
encendió en cuanto llegamos, por el contínuo entrelazar y
soltar los dedos de entreambas manos, por el modo como
hizo carrizo, por casi todo sus menores ademanes, que aquel
hombre estaba haciendo una violencia suprema para aparecer
tranquilo. Cuando, poco después habló, sus palabras
confirmaron mi creencia.
Visto que yo no cejaba en mis propósitos de mutismo uno
de los caballeros le dijo:
-¿Comulgó hoy Tamayo?
-Sí, señor, contestó él.
-¿Y quedó tranquilo?
-Sí, cómo nó, mi don, dijo, frotándose las manos, y
enseguida, con un ademán raro que yo no sé como explicar,
levantó la cabeza y echó hacia arriba el humo de su cigarro.
148
El Periodismo en Antioquia
Siguióse un breve silencio que rompió él, diciendo:
-El corazón es un buen amigo.
-¿Por qué dice eso? Le preguntó alguno.
-Ah! Porque yo hacía días estaba aburrido con el día diez
(en esa fecha comenzó su Capilla.)
Se dirigió hacia él, para despedirse, uno de los caballeros
y él se puso en pie y le tendió la mano. A las palabras de
consuelo, de aliento, y á los ofrecimientos, contestó dando
las gracias, y cuando le preguntó si estaba bien tranquilo
respondió, no sé con qué resignada tristeza.
-Yo más bien soy flojo para eso.
-Pero Ud. va a hacer una buena muerte.
-Sí, cómo nó, yo ya estoy reconciliado con Dios, dijo con
lo labios temblorosos, y miró al Cristo, con ojos que mojaron
las lágrimas. Y también sé, añadió volviéndose á su interlocutor
y parpadeando mucho como para atajar el llanto, que todos
nacimos para morirnos y lo mismo es con bala que de otro
modo.
Vea, caballero, dijo en seguida, apretando la mano del que
se despedía, y ya muy conmovido, dígale a su señora y á sus
hijitos que le pidan á Dios que me dé resignación.
El terrible estado de ánimo en que estaba ese desgraciado
dio pronto al traste con la sujeción en que yo había logrado
mantener mis nervios, y aprovechando la confusión que
produjo la entrada de otros visitantes, me escurrí,
profundamente triste, abatido, pesaroso de haberme metido
allí.
Ya en el corredor oí que decía alguno que le hablaba de su
próxima muerte.
-Mi compañera hoy es la muerte. Se puede decir que ya
yo no soy Jesús Tamayo sino un espectro.
Esa noche -la última- durmió poco; se detuvo paseando á
ratos, á ratos rezando, y sólo á eso de las tres de la mañana
logró quedarse dormido, sentado en el escaño. A las cuatro
lo despertaron para asistir á la misa.
El Periodismo en Antioquia
149
La ejecución
El señor Comandante de la Gendarmería, Coronel
Marciano Madrid, fue lo bastante fino conmigo para
esperarme, como me lo había prometido el día anterior, en la
esquina de su cuartel á las cuatro de la mañana, con el fin de
hacerme entrar á la Cárcel para asistir a Misa y á todos los
preparativos de la ejecución.
Decía aquélla el R.P. Orrio, Jesuíta, y le ayudaba el R. P.
Perea, franciscano.
Inmediato al altar, del lado del Evangelio estaba Tamayo,
de rodillas, en actitud recogida y tranquila.
Asistían, además, el señor Alcalde, un amigo que entró
conmigo, haciéndose pasar por mi secretario, algunos
empleados del establecimiento y tres ó cuatro soldados.
Después del Sacerdote, en la Misa comulgó Tamayo. Dejó,
entonces, el P. Perea de ayudar á la Misa, y se arrodilló á su
lado para rezar con él. Terminada la misa, á las cuatro y
media, el P. Perea y Tamayo, continuaron algún tiempo su
rezo de rodillas. Después éste, encendió un cigarro y se puso
á pasearse tranquilamente por el cuarto, á conversar y á
chancearse con los empleados y oficiales que entraban y salían.
Tomó con gusto el desayuno que le llevaron, después de
lo cual volvió á rezar un poco con los dos sacerdotes.
Concluido el rezo, á las cuatro y cuarenta y cinco minutos,
entró un soldado con el vestido que debía ponerse para ser
fusilado: pantalones negros, una chaquetica de igual color y
una cachucha negra también. Lo recibió él, y se lo puso con
entera tranquilidad. Ya ataviado así, volvió á pasearse, á
conversar y á chancearse. A alguna cosa que le dijo el señor
Alcalde y que yo no logré oír, contestó él, y terminó diciendo:
-Yo me voy con Cristo.
-Eso es, así se hace, repuso todo conmovido el Coronel
Betancur.
150
El Periodismo en Antioquia
A las siete menos cuarto, se presentó el Capitán Barón,
espada en mano á notificarle que había llegado la hora de
partir. (Antes había firmado, en la portería, un papel en que
constaba que había recibido al reo Jesús Tamayo para
ajusticiarlo.)
Para ver lo que pasaba entonces en la calle y presenciar la
salida de Tamayo, me coloqué en la puerta de la Cárcel, del
lado de adentro, en seguida de la guardia que estaba formada
en el zaguán. Afuera había dos coches, en medio de numerosa
escolta que marcaba el paso al son del tambor con sordina y
la multitud que esperaba la salida del reo.
Pocos instantes después, el oficial mandó echar al hombro
á la guardia, por delante de la cual pasó Tamayo, erguido y
firme, aunque intensamente pálido. Iba asido del brazo del
Coronel Uribe y lo seguían los R. P. Orrio, Perea y Velasco, el
Coronel Marciano Madrid y el Capitán Barón. Al llegar á la
puerta se quitó la cachucha para saludar diciendo: "Salud,
señores" y con paso firme se dirigió al primer coche y subió á
él, acompañado de los tres sacerdotes y del Coronel Uribe.
Al sentarse, saludó por la portezuela, la multitud que le
rodeaba.
Subieron al segundo coche el señor Juez, Dr. Martínez, el
médico nombrado para el caso Dr. Alberto Uribe, el Inspector
del barrio, su Secretario y dos caballeros más.
En medio del más profundo silencio un empleado leyó
desde el balcón que está sobre la puerta de la Cárcel, el
siguiente pregón:
"Jesús María Tamayo, natural de Bello, vecino de Medellín,
y reo del delito de envenenamiento en la persona de su mujer
legítima, ha sido condenado á la pena de muerte, que va á
ejecutarse. Si alguno levantare la voz pidiendo la gracia, ó de
cualquiera otra manera ilegal tratare de impedirlo, será
castigado con arreglo á las Leyes."
Redobló el tambor... y principió esa espantosa calle de la
amargura de aquel infortunado, desde allí hasta el Puente de
Guayaquil, donde estaba el patíbulo.
El Periodismo en Antioquia
151
Apresuré el paso hasta verme delante del séquito y seguí,
con el objeto de observar bien el lugar del suplicio.
Poco antes que yo había llegado el señor Comandante de
la Policía y había hecho despejar á la concurrencia, formando
un gran semi-círculo.
Cerca á la primera pilastra del puente, á mano derecha,
estaba clavado el banquillo. Consitía éste en una especie de
taburete, de asiento un poco bajo, y con un espaldar alto, de
tres barrotes, todo pintado de negro. En el barrote transversal
del espaldar había medio envueltos algunos lazos.
A las seis y cuarto llegó Tamayo. La escolta que custodiaba
los coches se abrió en dos alas, desde el patíbulo, en dirección
á la calle que va del puente á la llamada Calle del Medio,
dejando ancho campo para la escolta que debía obrar en aquel
drama.
Bajó Tamayo del coche con mucha impavidez y dio
algunos pasos, abrazado al R. P. Velasco y al señor Comandate
de Policía. No pude saber quien, pero ví que alguno le sirvió
un trago de aguardiente en un vaso, que él lo llevó á la boca
sin que la mano le temblara, y que lo tomó sin hacer ni un
gesto.
Dio algunos pasos más hacia la derecha, siempre rodeado
de los tres sacerdotes, que se interponían entre él y el patíbulo,
sin duda sin el caritativo fin ocultárselos, del señor
Comandante de Policía y de algunos oficiales. Uno de ellos le
ofreció otro trago que recibió y tomó como el primero. Se
dirigió, en seguida al terrible taburete, y ya cerca á él, tomó
un tercer trago.
Entre tanto la escolta que debía matarlo se había retirado
algunos metros por el camino que conduce al Poblado.
Ya cerca al patíbulo, de pie, hacia el lado derecho, se quedó
únicamente acompañado de los tres sacerdotes: el P. Perea á
su izquierda, á su derecha el P. Velasco y el P. Orrio.
Tomó de manos del P. Perea un Crucifijo é hizo ademán
de que iba hablar. Tocó silencio la corneta, y Tamayo con
152
El Periodismo en Antioquia
voz fuerte y entera, y con ademanes enérgicos, dijo, entre
otras, estas ó parecidas palabras:
"Hermano míos:
"Aquí tenéis un espectáculo para escarmiento"
"Señoras, porque por allí he visto algunas, madre y padres
de familia eduquen á sus hijos. ¡Educación! Si no quieren
Uds. algún día pasar por el tormento que hoy sufre mi pobre
madre."
"Hoy hay mucho desgraciado, se... (no pude oír qué) y yo
en este momento no me cambeo por ninguno"
"Dentro de cinco ó seis minutos estaré yo delante del
tribunal de Jesucristo; delante de Dios que es el dueño de
todo, y ¡qué cuenta tan terrible tengo que darle!...¡qué
cuenta!...¡qué cuenta!..
"Pero yo tengo confianza porque Dios no es vengativo...
"Jesucristo (poniéndose el crucifijo cerca á la cara) yo he
pecado, pero estoy arrepentido ¡perdón! Tres dulcísimos
nombres de Jesús, María y José, perdón, tened piedad de mí...
En tus manos encomiendo mi espíritu".
"Por otra parte voy á explicar, si el Sr. Prefecto me lo
per mite (dirigiéndose hacia donde se hallaba el Sr.
Comandante de la Policía)
"Hay personas que no creen en Jesucristo. Sí crean, vean
yo lo tengo aquí véanlo (muy emocionado, mostrando el
crucifijo á la concurrencia) Si hay algunos que no crean yo les
ruego por Dios (se puso de rodillas, con los brazos abiertos)
que no nieguen los Misterios de la Virgen Santísima y de su
Hijo...que la Virgen (se puso de pie) es lo mejor, lo más querido
lo único que tenemos en el mundo (los tres sacerdotes, con
los sombreros en la mano, las cabezas inclinadas, lloraban) la
verdadera Madre de nosotros...He dicho"
Acabó de hablar, y se sentó resueltamente en el banquillo.
Entonces pasaron por delante de él dos soldados con una
mesa redonda, que colocaron á la derecha.
El Periodismo en Antioquia
153
La escolta que se había retirado, volvió silenciosamente y
se colocó á unos pocos pasos de Tamayo. El se puso, entonces
de rodillas, lo rodearon de cerca los tres sacerdotes, rezaron
algo y el P. Perea le dio la bendición. Volvió á ponerse de pie,
entregó el crucifijo, estrechó la mano de cada uno de ellos y
se sentó de nuevo.
Por segunda vez leyó un oficial el pregón que se había
leído desde el balcón de la Cárcel.
Cuando Tamayo se puso de rodillas y lo rodearon, para
bendecirlo, los tres sacerdotes, estaba á mi lado un canalla
con saco, con botines, y con tragos, echando sapos y culebras
contra "estos malditos curas," como si ellos fueran los
causantes de la muerte de Tamayo, como si la hubieran
ordenado, ó como si la hubieran ejecutado, cuando no hicieron
otra cosa que acompañarlo día y noche en su capilla, sufrir
con él, llorar con él, consolarlo, alentarlo, prepararlo -conforme
a su misión á su doctrina- para el temido paso á la eternidad,
y por último, llevarlo hasta el lugar de su suplicio y presenciar
allí aquel tremendo espectáculo. Y todo, por amor, por interés
de aquella alma, sin obtener otra ganancia que la satisfacción
del deber cumplido.
Ni soy mojigato, ni gusto de hacer alarde de mis creencias
religiosas, porque yo no las tengo para negocio, pero me sofocan
siempre las injusticias y por eso no paso ésta en silencio, y
por eso hoy siento en el alma no saber el nombre y el apellido
del miserable que vilipendiaba á los sacerdotes para clavarlo
aquí con todas sus letras, por vía de castigo.
Se siguieron unos segundos de horrible angustia, mientras
llegaba quien lo amarrara.
Pasó cerca á él, el señor Comandante de la Policía y le
dijo, con mucha tranquilidad:
-Me van á vendar ó me dejan así.
-Aguárdese un momento, contestó aquél.
Algo dijo después Tamayo á la escolta, pero tan paso que
yo no oí, á pesar de estar colocado cerca de él.
154
El Periodismo en Antioquia
Llegó Jenaro (Guasca) y lo amarró á la silla.
Inmediatamente el P. Perea le puso una venda sobre los ojos,
y mientras la amarraba por detrás de la cabeza, hablaba,
hablaba, hablaba. Amarrada a la venda, se estuvo un
momento el Padre de pie cerca á él rezando algo.
De pronto se retiró
¡Que angustioso momento!
Vi yo, entonces, brillar la espada en manos del capitán
Barón. Los ocho soldados de la primera fila echaron un pie
atrás, prepararon, tendieron sus fusiles hacia aquel
desdichado... y ... sonó la descarga.
Tamayo dio un ligero salto, inclinó la cabeza sobre el pecho,
echó el busto hacia la derecha, con la chaquetilla desabrochada
y rota por las balas, y que un poco abajo del costado derecho
dejaba ver una herida grande, y con el brazo derecho colgando
y la mano hecha pedazos. Boqueó dos ó tres veces.
Volaron hacia él dos de los sacerdotes y lo enderezaron,
al mismo tiempo que la segunda fila de la escolta reemplazaba
á la primera.
Breves instantes.
Prepararon, apuntaron y dispararon.
El desgraciado Tamayo terció violentamente el busto hacia
el lado derecho, echó la cabeza hacia atrás y estiró la pierna
derecha. Se acercó el doctor, lo auscultó y declaró que había
muerto.
Subido sobre la mesa que habían colocado hacia la derecha
del patíbulo, dijo el R. P. Orrio, profundamente emocionado,
una patética y elocuente oración fúnebre, terminada la cual
se descubrió y rezó por el alma del ajusticiado.
Pasado todo esto, y mientras los fotógrafos señores Manuel
Botero Y Benjamín Calle plantaban sus máquinas delante de
aquellos despojos sangrientos, pude ver los estragos de las
balas en el cuerpo del infeliz Tamayo.
Una bala entró en el cuello dejando descubierto el hueso
que llaman de la manzana; dos en el pecho (una de ellas rompió
El Periodismo en Antioquia
155
uno de los escapularios, el más pequeño, y lo introdujo en la
herida. De allí lo sacó mañosamente el R. P. Perea) otras dos,
un poco más debajo de las costillas. Una bala -quizá la única
inofensiva- rompió el espaldar, arriba de la cabeza de Tamayo.
La concurrencia al sangriento drama fue,para honor de
Medellín, escasa y compuesta en su mayor parte, de
mujerzuelas, de borrachines y de perdidos.
Conforme lo ordena la ley, dos horas quedó expuesto el
cádaver. De allí fue llevado en el "Cajón de Animas" á la
Capilla de San Antonio y en seguida al cementerio. (E.P.D)
156
El Periodismo en Antioquia
CARLOS E. RESTREPO
Juan Machado, el maquinista:
un héroe oscuro
Tal vez algunos de los lectores que hayan visitado a Puerto
Berrío, antes del 7 de agosto de 1.897; conocieron a Juan
Machado, el Maquinista.
Era un mulato listo, de un carácter avispado, simpático y
servicial; tenía en aquella fecha como 25 años, era delgado,
de constitución fuerte y nerviosa.
Nació en la ciudad de Antioquia; de cinco años lo llevó
su madre al puerto; hacía veinte que luchaba con el paludismo
de esa tierra, que asistía a los trabajos del Ferrocarril y que se
educaba en la escuela varonil del trabajo, del peligro y del
sufrimiento. Fue uno de los primeros colonos que
acompañaron al señor Cisneros a desbravar las selvas del
Magdalena.
Juan Machado vio armar las primeras locomotoras del
Ferrocarril de Antioquia; de niño jugó con ellas, trepó sobre
las ruedas y durmió sombreado por sus vientres de acero.
Así se explica como, de joven, las conociera al dedillo,
comprendiera hasta el último detalle de su estructura, y fuera
tenido por el mejor mecánico práctico de la Empresa.
Conocí a Machado cuando él tenía unos doce años; su
inteligencia y su viveza me interesaron y preguntaba
frecuentemente por él. Y con frecuencia se me referían
acciones de energía o de carácter ejecutadas por ese mulato
animoso, pero no diré sino la última, en la que rindió la vida
como un héroe; como héroe de verdad, sencillo y sublime.
En 1.894 lo encontré de maquinista en el Ferrocarril. En
el primer leñateo en que el tren se demoró, después de la
El Periodismo en Antioquia
157
Palestina, le pregunté por la causa del terrible desastre ocurrido
en este punto el año anterior y me dijo:
- Yo no estaba de maquinista aquel día. Lo ocurrido fue
un deslizamiento del tren; y al llegar la locomotora al puente,
que tenía una curva en la mitad, ésta se abrió y dejó precipitar
los carros al abismo. Si yo hubiera dirigido la máquina ese día
habría ordenado abrir los breques y echado la máquina a todo
vapor. Verdad es que podíamos habernos estrellado pero se
había evitado que la tensión de los breques abrieran la curva;
esto era seguro; aquello, apenas probable.
Al expresarse así, con una tranquila seguridad, se sonreía,
como significándome: Si se me ocurre, lo hago, soy capaz de
tomar estas resoluciones; y me dejaba ver el filo de sus dientes
blancos.
La leña fue recogida; Machado subió a la máquina y yo al
carro de pasajeros y me puse a meditar en lo precario de la
vida que llevan los trabajadores del ferrocarril, donde - según
la expresión del señor Cisneros - cada polín de la línea
representa un hombre muerto. Y seguí meditando en las
injusticias de los gobiernos y del criterio humano: aquellos
quieren ascensos y pensiones para los soldados vulgares a
quienes casi siempre la indefensión de sus contratos
proporciona un triunfo fácil que no ha de servir sino para
empeorar la suerte de la Patria; y el criterio humano glorifica
a los macheteros inútiles, y ensalza, y analiza sus hazañas las
mayores simplezas de su vida. Pero los héroes humildes como
Juan Machado, los zapadores del trabajo fecundo, no tienen
ni una cruz que señale la oscura fosa donde yacen; no tienen
más que el beso y el abrazo de la tierra que fue maestra para
ellos cuando quisieron hacerla madre para otros.
En la fecha apuntada - 7 de agosto de 1.897 - se inauguró
la estación de Caracolí; por la noche, después de los regocijos
de costumbre, la locomotora número 7, manejada por Juan
Machado, conducía un tren, con numeroso pasajeros, hacía
Puerto Berrío. Al empezar la pendiente del Marengo, el
158
El Periodismo en Antioquia
esfuerzo de los breques fue infructuoso; el vapor contrario,
estéril; la locomotora arrastraba los carros con vértigo
desenfrenado. Machado gritó al fogonero:
- ¡Tírate, nos vamos a estrellar!
- Y tú?
- Yo muero aquí en mi puesto!
El fogonero se botó y se salvó. Juan Machado tomó
tranquilamente las maniguetas de los frenos; se aferró a ellas
y con la locomotora, fue a estrellarse en el barranco del frente.
Cuando se encontró su cadáver deforme, las manos
crispadas empuñaban las maniguetas. Allí estaba su puesto;
allí el deber!
Distritos # 35, diciembre de 1973, enero 1974.
Centenario del Ferrocarril de Antioquia
El Periodismo en Antioquia
159
LUIS LATORRE MENDOZA
El aeronauta
Antonio Guerrero
En 1875 vino a Medellín un joven mejicano que respondía al
nombre de Antonio Guerrero. Acróbata de alto vuelo (aquí sí
cabe esa locución), de una acrobacia hasta entonces
desconocida por acá, traía un enorme globo de trapo, no para
echarlo solo, como lo practicara don Juan Carrasquilla y
Monge, sino para elevarse al cielo con él, y de qué modo: en
un trapecio colgante, haciendo zafones y volteretas... y a la
buena de Dios, donde cayera... Así podía descender en una
ciénaga. Como en un árbol o en una torre. Y esto si el descenso
se verificaba agarrado del aparato, que si no, lo mismo venía
a dar la caída en cualquier parte. En tal caso... ¡velorio!, como
dicen por acá...
En aquella época se elevó Guerrero cinco veces con
relativa facilidad. Siguió luego su peregrinación.
Periódicamente volvió a Medellín con sus compañías de
acróbatas y volatines. Siguió elevándose hasta notar que
escaseaban las fuerzas y entonces confió este ejercicio a sus
discípulos Parra y Artiles, quienes verificaron varias
ascensiones en Medellín, de 1887 a 1896. El último aeronauta
de esa rara y valerosa especie fue Domingo Valencia,
antioqueño, que después de 1905 en que aquí actuó, recorrió
entre aplausos las repúblicas del sur. Antonio Guerrero fue
un caballero en toda la extensión de la palabra. Humilde y
sencillo, vivía persuadido de que sus inauditas hazañas podían
ser realizadas por todos los mortales; siendo así que para
poder llegar allá, es bien grande la cantidad de coraje que se
160
El Periodismo en Antioquia
necesita, y sobre todo, tener muy bien, pero sumamente bien
puestos los pantalones...
Sabe Dios lo que suda el que se aventura en un avión
moderno bien sentado y sabiendo el destino que lleva.. Pero
aquello de ir colgando de un trapecio y sin tener idea de lo
que al final lo aguarda... ¡al demonio!
Luis Latorre Mendoza. Libro de oro de Medellín
Editorial Bedout; Medellín, noviembre de 1975
El Periodismo en Antioquia
161
ANTONIO JOSÉ RESTREPO
(ÑITO RESTREPO)
Recuerdos sobre Medellín
Mis recuerdos de esta ciudad, hoy opulenta, poblada de
100.000 almas y anhelante como siempre de progreso,
bienestar y luces, cruzada por un gran ferrocarril, por varias
líneas de tranvías, con magníficas carreteras sobre las cuales
hormiguean centenares de automóviles y carruajes de toda
suerte; mis recuerdos, digo, de la capital del Estado Soberano
de Antioquia y hoy Departamento del mismo nombre, datan
de 57 años...
Eso hace, corno quien no dice nada, cuando, caballero en
una mulita baya plomiza, que en los prados de mi pueblo
natal, Concordia, se había criado y embarnecido, y que, corno
yo, por primera vez pisaba a Medellín, llegamos a la posada
cubiertos de pantano hasta las orejas, corno que entonces
apenas si había caminos transitables entre mi distante y
querido pueblucho y la incipiente Villa de la Candelaria, corno
se la llama también por su patrona reverenciadísima.
Vine entonces de paseo, chicuelo de 13 años, y apenas si
pude darme cuenta completa del estado de la ciudad, su
importancia y su empuje civilizador. Volví a ella 2 años
después, en 1870, ya como estudiante de un colegio que
acababa de fundar allí un bogotano muy sonado como buen
institutor, Sr. D. Graciliano Acevedo. Como recuerdos
singulares de aquella mi segunda estada en la reina del Valle
de Aburrá, guardo los dos siguientes: el haber conocido a
nuestro gran poeta regional, don Gregorio Gutiérrez González,
que del brazo de dos amigos suyos, subía por la plazuela de
San Roque hacia su casa, por los lados de San Francisco.
162
El Periodismo en Antioquia
Admiré su rostro largo y un tanto desencajado, a que daban
relieve y enmarcaban unas patillas que fueron negras de
azabache, sin duda, y que a la sazón más eran blancas que
sal. Ya Gregorio era célebre, ya nos había entusiasmado a
todos los antioqueños con su inmortal poema del Maíz, y ya
reputé siempre como una gran fortuna para mí, el haberme
topado con aquel grande hombre en la hermosa plazuela por
donde yo transitaba todos los días de mi posada al colegio.
Fortuna que cogí por los cabellos, que en él eran luengos y en
bucles de bomba por detrás. Fortuna de última hora, como
que yo me volvía a mi pueblo, decepcionado del muy mediano
colegio, y el gran poeta revolvería ya por todos los rincones
su "Aleluya" o saludo victorioso a la muerte, que rondaba
junto a él y lo hacía decir:
"jAleluya!, jAleluya! Ya la muerte con su mano de hielo
me tocó"
El otro recuerdo, que me asalta ahora, como si lo estuviera
viviendo en este instante, fue el haber visto al célebre
matemático y abogado doctor Juan Esteban Zamarra, muerto
cuanto uno se puede morir y estirado cuanto largo era, en una
pobre tarima desvencijada, en la Calle de Guayaquil, con unos
trapos sucios en forma de rollete (o cripa, como dicen aquí),
levantándole un poco la cabeza, la boca desmesuradamente
abierta, los gruesos labios caídos y los ojos extraviados, vuelto
lo negro de la niña hacia adentro, y formando todo él un
conjunto lamentable de pobreza, de abandono, de soledad y
de olvido. Unos pantalones de dril aplomado, de guasca, que
llamábamos, le cubrían las luengas piernas y canillas, que
remataban en dos zapatos sin calcetines, tan viejos como el
difunto y que por lo grandes y deshormados "pudieran ser
tumba a dos filisteos", según la descripción salerosa de
Quevedo sobre los del licenciado Cabra, en, su regocijado
"Buscón"...
El Periodismo en Antioquia
163
Este doctor Zamarra fue el defensor de Mosquera en el
ruidoso proceso político que le siguieron los radicales
legalistas. Fue Procurador General de la Nación a los 25 años,
y fue el que habiendo encontrado alguna vez, aquí en Bogotá,
a un ladronzuelo que se entró en su departamento, a vaciar
una gaveta donde había mucho dinero, le dijo dulcemente:
"no se azore usted por mi intempestiva llegada; coja, coja
más dinero, coja todo el que necesite que usted es padre de
familia; yo soy soltero y necesito poco", y le ayudó a llenar
los bolsillos con los patacones que aún le quedaban en el
fondo del arcón. Zamarra era nativo de la ciudad de Antioquia,
vivió muchos años en la capital de la República y murió en
Medellín, tan pobremente como lo hemos descrito atrás, y en
ejercicio de la profesión de abogado, ya con mínima clientela,
porque el demonio alcohol le había hecho perder fuerzas,
reputación y vida...
...Cuando volví a Medellín, en el año de 1875, a seguir
estudios en la Universidad, ya la Villa de la Candelaria
comenzaba a ser una ciudad encantadora, rica y sabia, con
aquel centro docente y muchísimas escuelas y colegios de
primera fuerza. El doctor Berrío, que ya no era el Presidente
ilustre de Antioquia, y que al comenzar aquel año yacía
moribundo en el vecino pueblo de Santa Rosa de Osos, había
traído para impulsar la instrucción pública en el Estado, una
Misión pedagógica alemana, que había renovado en aquellas
montañas todos los métodos educativos, y puesto al Estado
conservador por excelencia, a mayor altura quizá que la
lograda para el resto de la nación por el Presidente Salgar y su
ministro incomparable. Regía ya los destinos de Antioquia
un ilustre hijo de Medellín, don Recaredo de Villa...
...Muerto el doctor Berrío, subido al poder el honorable
banquero y débil gobernante, señor de Villa, quedaba la guerra
casada, cual suele decirse. El propio pueblo, el bajo pueblo
antioqueño, que es muy inteligente, cantador y medio adivino,
164
El Periodismo en Antioquia
formuló el problema político de aquellos días, en la siguiente
copla, glosada en cuatro décimas que Espinel no hubiera
desdeñado:
Ya murió el doctor Berrío,
cabeza de Medellín;
quedó Recaredo Villa
esperando el porvenir...
En febrero de ese año de 1875, me tocó ver también el
cadáver todavía caliente en su lecho mortuorio del gran
gobernante de Antioquia. Fue ello en la misma calle que
comunica las plazas de San Roque y San Francisco, la calle
aquella por donde había de subir Gutiérrez González en vía
para su casa. Apenas amanecía en un día de aquel mes, y
estando de pie contra las dos alas del portón de la casa que
tapa la Calle de El Palo, que era donde vivía mi condiscípulo
y amigo fiel Antonio María Restrepo Cadavid, al lado de su
tío, el canónigo de la Catedral, don Sebastián Emigdio
Restrepo, llegó éste, como entraba en su casa, a tomar el
desayuno, después de decir su misa y dar una vuelta por la
ciudad, inclinándose con cierta satisfacción: "Caballeros, ha
muerto el Juliano el Apóstata de Antioquia...". Fuimos
inmediatamente a la casa antigua del cura de Rionegro, cuando
la Convención, don Joaquincito Restrepo, y allí vimos, todas
las ventanas y puertas de par en par y alguna gente llorosa por
los pasillos y alcobas, al grande hombre extendido de largo a
largo en una cama de negro caoba.
Medellín se estremeció entonces en todos sus ámbitos, y
Antioquia lloró lágrimas vivas, menos los liberales, que
tenemos las vesículas de las lágrimas cansadas de llorar por
los de nuestra casa. En la Catedral antigua (hoy tiene la ciudad
una famosa en el barrio que llamábamos entonces de Villa
Nueva) se celebraron las honras fúnebres del doctor Berrío
El Periodismo en Antioquia
165
"Justo en el nombre y en los hechos justo", como dijo un
poeta de los que enlutaron su lira en aquellos días por la muerte
de aquel modelo de gobernantes honrados, progresistas, ni
hipócritas ni farsantes...
Antonio José Restrepo. Libro de Oro de Medellín.
Editorial Bedout, Medellín, noviembre de 1975
166
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ VELÁSQUEZ GARCÍA
(JULIO VIVES GUERRA)
Vegetarianos de camama
Lo del vegetarianismo me parece una filfa, una guasa, una
tomadura de pelo.
No hagan ustedes caso de los apóstoles del vegetarianismo,
o como se llame el hecho de alimentarse uno con yerba y
cogollo, que es, en suma, la teoría vegetariana.
Esos propagandistas llegan al comedor de un hotel y piden
vegetales á grito pelado, no se los comen, sino que á furto, se
los echan al bolsillo, y luego van a sus casas y se ponen
redondos como cuarteleros, a fuerza de bisteques.
Todas estas sapientísimas reflexiones me las sugiere la
lectura de este suelto, que copio de una revista madrileña:
"Para conmemorar el sexto aniversario de su fundación,
celebró un banquete la Sociedad Vegetariana Española. Sólo
se comieron vegetales. Hubo elocuentes brindis".
Hasta aquí, lindo aquello; pero como el vino viene de las
uvas, y las uvas, estén ó no verdes, son vegetales, el alzón
que los socios se arrimarían debió de ser digno de Alejandro
Magno, quien, aunque no vegetarianizó, se amarraba cada
magna que temblaba Macedonia.
Para cuando funden aquí una sociedad vegetariana, ya me
imagino el menú del primer banquete:
Sopa de plátanos - Caldo de yucas - Arracachas de sopa Caldo de papas - Plátanos en caldo - Sopa de yucas - Caldo
de arracacha - Sopa de papas etc. etc.
Así, variadito, para que los socios no se aburran, y el que
se aburra es por desigente.
El Periodismo en Antioquia
167
No se tocará piano, porque las teclas son de marfil, y el
marfil es animal, sin perjuicio de que pueda serlo el pianista.
Todo con mucha escrupulosidad, porque, ó es uno
vegetariano ó no lo es.
¡Los discursos!
Aquello será de alquilar balcones:
"Señores - dirá el presidente cuanto vegetariano, - nos
hemos reunido como los granos de una mazorca, en torno de
esta mesa de pintado fino, para comernos sobre limpio mantel
de algodón, este suculento banquete preparado por una
cocinera que, maguer animal, por lo flaca puede asimilarse á
una caña mecida por el viento.
¡Ah, queridos cuantos vegetarianos colegas! Ved aquí la
papa, cuyo redondo vientre semeja uno de esos astros que en
las noches alumbran los cereales; contemplad esos plátanos,
que, como el caudoso huésped de Halley, son cometas del
cielo vegetariano; admirad esas yucas, pituita castísima de
las gripas de Ceres; extasiaos ante ese arroz, vía láctea de la
frugalidad!...
¿Y qué es vegetariano, señores? ¡Ah! Un hombre que,
después de maduras papayas, digo, de maduras reflexiones,
torna á la senda florecida en donde el verde de la yerba, el
amarillo del plátano y el morado de la arracacha, forman como
los colores de la bandera vegetariana, y... y...".
Aquí el orador se le atraviesa en el gargüero un palo de
yuca, y tose en medio de repetidos aplausos.
¿Los vegetarianos? ¡Bah!
Por ahí anda don Ciriaco, un Tolstoy del vegetarianismo,
quien siempre que me ve, me da la gran lata catequizándome.
El otro día tópeme con él, de manos á boca, sin que
pudiera yo sacarle dos lances y salir por los pies.
-¿Qué hay? Me gritó. ¿Siempre carnívoro?
- Se hace lo que se puede, contéstele.
- Hombre, deje la carne.
- Más bien dejo el demonio.
168
El Periodismo en Antioquia
- -No. Le digo que deje de alimentarse de carne. No hay
como el método vegetariano. Vea como estoy yo.
Efectivamente, don Ciriaco usa unas sotabarbas nerónicas.
Le pregunté:
-¿Comerá usted chicharrones, mantequilla, huevos,
pescados; beberá leche, en reemplazo de la carne?
- Nada. Vegetales y sólo vegetales, como decía no
recuerdo si Balaán o Hamlet.
- Debió ser la burra, que fue vegetariana por parte de
madre... ¿De modo que usted se hubiera muerto de hambre,
siendo Noé?
- No, eh. - Porque me supongo que habría vegetales en el
Arca.
- Sí, ya había yerba para los animales vegetarianos.
Don Ciriaco me lanzó una mirada tan olímpica, como
desde la cumbre de un saco de maíz, y se alejó, cuan
vegetariano es.
Anoche le vi llegar al Hotel América.
- Sírvame una comida, gritó, en la cual no entra ningún
animal.
- Don Ciriaco, le dijo el mozo humildemente, es que tengo
que servirla yo.
- Por supuesto, y andando.
- Es que como usted dice que no entre ningún animal...
- Traé la comida vegetariana, pronto.
El mozo, que no ha oído en jamás de los jamases se hizo
el distraído, y chuletas van, morcillas viene, gallinas corren y
pollos vuelan.
- ¿Y eso es vegetarianismo? Le pregunté á D. Ciriaco,
entrando de repente.
- Me miró, se puso rojo de la tupa, tosió, empuñó un
galápago de gallina y respondió con voz unciosa:
- - Fue que... fue que... ¿Pero no se acuerda que estamos
en cuaresma? Hoy es viernes y...
El Periodismo en Antioquia
169
- ¿Y qué?
- Pues que ustedes ayunan con carne, y nosotros los
vegetarianos ayunamos los vegetales.
Aquello era tan lógico, que me dejó perfectamente
edificado.
Fíense ustedes de los vegetarianos.
A lo mejor son capaces de comerse una oreja.
La Crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro.
Imprenta Nacional de Colombia, Mayo de 1997.
Tomado de Volanderas y Tal, 1911.
170
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ LUNA
El vuelo de ayer
El vuelo de ayer. De acuerdo con lo que se había enunciado,
se verificó el primer vuelo del aviador Geo. Schmidt.
Del patio fronterizo de la hermosa casa de campo "La
Pradera" de propiedad de don Roberto Medina, quien la cedió
al efecto gratuita y generosamente -salió el aviador guiando
su biplano, en dirección oeste, a las once y cuarenta y cinco.
Ante el impulso poderoso del motor de ochenta H.P. y
sobre las dos pequeñas ruedas enllantadas en que se sostiene
en tierra, recorrió vertiginosamente los primeros treinta o
cuarenta metros en el declive del prado, para levantarse con
cierta pausa y majestad, con las ondulaciones suaves de una
ave enorme, hasta alcanzar una altura de quinientos o
seiscientos metros.
Iba ya al occidente del río. Tomó luego la dirección noroeste
y sobre los espléndidos campos de Guayabal, Belén, América,
Robledo y Belencito, hasta acercarse a Itaguí al regreso, dejó
oir el martilleo potente del motor, anunciando a los labriegos
espantados la prodigiosa conquista, por el ingenio humano,
del espacio infinito.
A las doce del día volvió con matemática precisión;
después de realizar giros y movimientos diversos, que
mostraban el seguro y absoluto dominio del aparato, a tocar
tierra en el punto mismo de partida.
Varios miles de espectadores se aglomeraron en el contorno
a presenciar el espectáculo, decorando vistosamente las colinas
y prados vecinos, llenando las casas y aun los árboles.
La salida del aviador se hizo difícil, demorada y peligrosa
por la actitud inquieta de la enorme muchedumbre. Y al
remontarse Mr Schmidt, hubo en ésta un silencio ansioso,
El Periodismo en Antioquia
171
que estalló en un grito delirante y unánime ante la
magnificencia incomparable y emocionante del espectáculo,y
ante la maestría indudable del aeronauta.
Así que, al regresar éste, tranquilo y sonriente, de su
excursión maravillosa, fuese objeto de una ovación tan sincera
como merecida, en la que sobresalía el entusiasmo femenino
por el valor sereno y la gracia varonil del joven aviador,
mencebo de veinte a veintiún años, que fue obsequiado con
hermosos ramos de flores.
Ya que algún día habría de llegar la aviación a estas
montañas, cuyo desarrollo fabuloso ha agitado tan
intensamente, la mente humana en los últimos años, cábenos
la satisfación de consignar aquí que el primer sportman que
se ha presentado -el señor Schmidt- es un verdadero experto
que ha logrado darnos una idea completa de esa maravilla del
progreso moderno, que quedará siempre como una de las más
grandes conquistas del siglo XX.
!Vaya un aplauso para el valiente aviador!
Primer vuelo de una empresa colombiana (febrero de 1920)
Guillermo Echavarría Misas
Listo pues,tanto el hangar como el avión F-40, procedimos
a la inauguración el día 15 de febrero de 1920 con asistencia
del alcalde y demás autoridades y también del arzobispo Pedro
Adán Brioschi quien después de bendecir el avión con el
nombre de "Cartagena", pronunció unas breves palabras
elogiando mucho a los antioqueños. Luego emprendimos el
vuelo de inauguración, el piloto, el alcalde de la ciudad, la
reina del carnaval que se celebraba en esa época, doña Tulia
Martínez Martelo a quién llamaban Tulipán primera, y mi
persona. Volamos sobre la ciudad, la bahía de Cartagena y
dimos varias vueltas al monumento a la bandera. El periódico
El Porvenir sacó ese día una edición especial en formato
172
El Periodismo en Antioquia
pequeño que lanzamos desde el aire. Este vuelo duró media
hora.
El día 22 del mismo mes, o sea siete días después de la
inauguración resolvimos iniciar el primer vuelo de una ciudad
a otra. Este se efectuó entre Cartagena y Barranquilla con
correo y pasajeros, siendo el suscrito el conductor del correo,
el cual iba en una valija con un peso de cuatro kilos. Conservo
el original de la planilla y la etiqueta de la valija de este primer
correo, cuyas cartas llevaban las primeras estampillas impresas
especialmente para el correo aéreo de esta compañía.
No tengo palabras para describir el entusismo de los
barranquilleros al vernos llegar; el recibimiento que nos
hicieron fue como el que se le hace a un héroe o a un jefe
político notable.
A poco de llegar y después de los efusivos saludos y
consiguientes abrazos de los representantes de la autoridad y
de amigos y desconocidos, organizamos unos cuantos vuelos
que calificamos de vuelos de sport, pues muchos quisieran
sin demora ensayar tan novedosa experiencia. Cabe anotar
que en uno de estos vuelos de sport voló el general Benjamín
Herrera el día 3 de marzo de 1920.
En: La Organización. Medellín, enero 27 de 1913.
El Periodismo en Antioquia
173
MARCO FIDEL SUÁREZ
La paciencia
Los periodistas más timoratos van a poner el grito en el cielo
y a rasgar sus vestiduras si leen este artículo de mosaico
gramatical y filosófico, porque van a imaginarse que hemos
tenido que pasar varios días de turbio en turbio buscando los
guijarros y preparando la argamasa para formarlo. Pero no se
asusten, ni se escandalicen, ni supongan que hurtamos el
tiempo a quehaceres más obligatorios y serios al dedicar
nuestro descanso a estas explicaciones y defensas. Sepan que
hace muchos años tiene el autor de este escrito acopiadas y
dispuestas las especies de que él consta, y sepan que esto
proviene de cierta persecución de que dicho autor fue entonces
objeto por haber confundido el significado de los verbos sufrir
y padecer.
Los escritores de esa época, así liberales como
conservadores, eran muy cuidadosos en puntos de lenguaje,
y los políticos solían practicar aquel consejo de don Quijote a
Sancho: "Los gobernadores por lo menos deben saber
gramática". Hasta los más señalados publicistas vacaban
entonces a estos estudios, como lo dirán los que recuerden,
por ejemplo, la polémica que en este tiempo sostuvieron
hombres tan ilustres como Miguel Antonio Caro y César Conto
sobre la propiedad del verbo clausurar. Ahora es otra cosa;
ahora el modernismo de nuestros escritores no profesa siquiera
francas herejías en ningún orden de ideas, ni adolece de
asoladoras dudas, sino de indolencia mental. Por obra de esa
indolencia, para él es lo mismo la devoción que la impiedad,
y eso se le da que digan "hubieron" o "hubo" fiestas, "conozco
a París" o "conozco París". Pero a veces no paran aquí las
cosas, sino que se convierten en verdadero desdén
174
El Periodismo en Antioquia
antigramatical, llegando los modernistas a ser práctica y
teóricamente enemigos de esta especie de ramo del derecho.
Sí, el buen decir y los fueros del lenguaje tienen, aunque
desvanecido, cierto tono jurídico, dado que la lengua es parte
muy importante del patrimonio de los pueblos, y dado también
que la sociedad tiene derecho a que no se pervierta adrede su
idioma. Algunos de nuestros actuales periodistas, además de
martirizar la gramática y el vocabulario, se secan de risa cuando
oyen hablar de estas cosas y sienten lástima de los que todavía
cultivan esas materias o les dan importancia. Protestemos
contra este Kaiserismo que quebranta los preceptos y se burla
de ellos.
Decíamos que este escrito está preparado hace mucho
tiempo, desde que nos cayó encima un diluvio de críticas por
haber dicho sufrir en lugar de padecer de asma. Esta crítica y
la que soportamos en materia de maquiavelismo y del
propósito de que se nos atribuyó de asesinar colectivamente
al partido liberal, fueron Para Nosotros en nuestra juventud
motivos de desvelos y pesares. Según ciertos escritores de
entonces, no quedaba duda de que nuestra hipocresía era la
más redomada del mundo y de que, además de seguir al pie
de la letra los consejos de Nicolás Maquiavelo, poseíamos un
depósito de agua tofana y máquinas infernales destinado y
adecuado a destruir en una noche el gran partido liberal. Estos
cargos, incluso el de sufrir y padecer, nos hicieron gran mella
y nos obligaron a escribir defensas que en su mayor parte
quedaron inéditas, debido a que pronto pasó la avenida de
aquellas persecuciones, como pasará la actual que tiene por
objeto las cualidades de apaches que se nos atribuyen. Los
apuntes relativos al sufrimiento y la paciencia son los que
publicamos hoy, o mejor dicho, la materia que nos ha servido
para amasar este artículo.
Porque aconsejamos a un amigo que en lugar de volarse o
irritarse tuviera calma y paciencia respecto de las adversidades
e injusticias de ciertos políticos, deducen algunos de nuestros
El Periodismo en Antioquia
175
escritores que le aconsejábamos negligencia, relente y
descuido. Han asegurado, pues, estos censores que por el hecho
de recomendarle paciencia a aquel sujeto, le queríamos decir:
"Duerma, Amigo, y no se intranquilice ni incomode; haga
usted como el último emperador de Occidente, que cuando
le dieron la noticia de que los bárbaros habían tomado a Roma,
el emperador se quedó muy fresco y aun se volvió en el lecho
para el otro lado porque le explicaron que se trataba de la
capital del imperio y no del gallo Roma, a quién amaba con
grande amor".
Pero el caso es que los publicistas que así piensan, piensan
en desacuerdo con escritores insignes y con pensadores de lo
más grande que pueda recordarse.
El doctor Santos, director de El Tiempo, juzga que la
paciencia no es energía ni virtud; pero el gran don Francisco
de Quevedo y Villegas escribe que la paciencia endiosa en
cierto modo al hombre, y que una prueba de la divinidad de
Cristo es ella. La Gaceta Republicana, dirigida hoy, según
dicen, por el antiguo director de la policía nacional señor don
Gabriel González, considera que la paciencia es distintivo de
personas dejadas, indolentes, y para poco; pero Hernando de
Zárate, gran clásico y moralista, enseña que así como la
moneda encierra todos los bienes materiales, así la paciencia
incluye todos los bienes del alma. El doctor Nieto Caballero
o quienquiera que en El Espectador trata estas materias,
supone aquello mismo, esto es, que paciencia es desidia y
cosa de haraganes; pero él sabe muy bien, erudito e ilustrado
como es, que la Biblia al enumerar los motivos que animaron
a Judas Macabeo a buscar la alianza de los romanos, dice que
uno de ellos fue el saber cuánto habían hecho en España, y
cómo habían puesto debajo de su poder los mineros de plata
y oro, y cómo habían conquistado toda esa región con consejo
y paciencia. Otros diarios, y entre ellos talvez el perseguidor
de los apaches, se han escandalizado quizá también a causa
de aquel consejo; pero contra ellos se levanta uno de los
176
El Periodismo en Antioquia
primeros ingenios de la antigüedad, uno de los entendimientos,
más valientes que han ilustrado al mundo, y cuyo apellido no
nos atrevemos a citar, aunque sí su nombre propio. Tulio, en
efecto, define la paciencia diciendo que es el voluntario y
prolongado soportar de cosas arduas y difíciles en obsequio
de fines honestos. Paciencia, pues, según el grande orador, es
sobrellevar voluntaria y tenazmente las dificultades y los
peligros para alcanzar un fin bueno. No es paciencia aguantar
la adversidad en atención a un fin depravado; no es paciencia
la del salteador que por robar sobrelleva las privaciones y las
inclemencias de la naturaleza; pero es paciencia la voluntad
del hombre que se tiene firme contra la fortuna y contra sus
adversarios, sin aflojar ni abatirse, doblando la cabeza para
que el turbión pase e irguiéndola luego para seguir ascendiendo
hacia el fin que se propone.
De manera que la campaña emprendida por cierta prensa
muy escrupulosa contra la aconsejada paciencia de que
tratamos, tiene en su contra a escritores sumamente
autorizados en el análisis filosófico y moral de esta materia y
también en el significado de los términos. Nosotros, salvando
naturalmente las consideraciones personales, seguimos más
bien a Cicerón que a cierto belicoso diario; anteponemos el
libro de los Macabeos a El Espectador; juzgamos que este
negocio está mejor tratado por Hernando de Zárate que por
la Gaceta Republicana, y no vacilamos en poner, aunque con
pena, al doctor Santos un grado por debajo del señor de la
torre de Juan Abad.
La paciencia no excluye el dolor ni la expresión del dolor;
la paciencia no es indolencia. Por el contrario, su valor moral
requiere que vaya integrada por la pena, porque la indolencia
no constituye materia de sacrificio. Un tronco insensible no
puede ser sujeto de resignación, de energía ni de paciencia.
Luis de León, que comentó el poema más sublime que haya
sobre el dolor, dice:
El Periodismo en Antioquia
177
“Si Job no hiciera demostración de su dolor, su paciencia
no aparecería. No está el buen sufrir en no sentir, antes lo
fino de la paciencia es cuando el dolor abrasa y cuando el
agravio se pone ante los ojos estar la razón con Dios firme y
constante. No es ajeno del buen sufrimiento el quejarse,
porque la queja es natural al dolor.
Libre el hombre y sometido a los golpes de la suerte, a las
saetas del prójimo, a las pruebas y castigos de Dios, puede
recibirlos de tres maneras: o con indolencia, como criatura
sin corazón y sin lágrimas; o con debilidad, que puede
traducirse en ira o en abatimiento; o con firmeza, procurando
anular los resultados de la adversidad, obrando siempre, y
confiando en que cuando pase la avenida, la obra del
perseguido, si es justa e inocente, resultará así ante el juicio
de los hombres o ante el juicio del señor. La paciencia de los
santos es el sumo posible en estas cosas, y especialmente la
de los mártires. El resto de los mortales apenas puede procurar
un breve grado en ese camino, interrumpido a cada paso por
la flaqueza del ánimo y por las sombras de la mete. De muy
contados es ascender al monte desde el cual se ve brillar la
estrella consoladora de la conformidad con la voluntad divina,
y desde donde se escucha muy lejano el ruido de las
tempestades del corazón.”
Ahora, para entender las relaciones y diferencias entre el
sufrir y el padecer, citemos algunos pensamientos de ciertos
libros a que puede aplicarse aquello de que lo mejor es libro
viejo para leer, vino viejo para beber y amigo viejo para tratar.
"Los tormentos y los tiranos padecen a quien los sufre",
dijo Quevedo, y quiso significar con eso que la tolerancia y
sufrimiento con que se soportan las injusticias, hacen que los
autores de ellas experimenten pena. Padecer es, pues, sentir
dolor; sufrir es soportarlo, sobrellevarlo, tolerarlo, pasarlo con
valor y buen ánimo.
No todo el que padece sufre, verbigracia, el bruto siente
el dolor que le atormenta o agobia, pero faltándole el albedrío,
178
El Periodismo en Antioquia
es incapaz del esfuerzo que corresponde al sufrimiento. No
todo lo que sufre padece, y así el mar que sufre las
tempestades, no puede decirse que se duele ni que padece.
Séneca dice que el no sentir los males no es de hombres y
el no sufrirlos no es de varones; de suerte que la indolencia
no es cosa humana propiamente, así como la cobardía y el
abatimiento no son de verdaderos varones. Esto se halla de
acuerdo con el pensamiento de Valdaura cuando dice que no
sentir es de insensatos y que saber sufrir es de cuerdos; y con
el de Guevara, cuando hablando de un mártir escribe que
sentía el dolor como animal y lo disimulaba como hombre.
De lo cual se deduce que padecer significa de suyo sentir
dolor, y sufrir vale llevar, sobrellevar, soportar, tolerar, pasar
ese mismo dolor, términos que denotan un padecer
acompañado de esfuerzo para no postrarse, sino para seguir
andando bajo la carga, como lo denotan etimológicamente
algunas de aquellas palabras, soportar, sobrellevar, subferre,
sufrir. Pero a veces, aunque pocas y traslaticiamente, sufrir
no significa dolor, como cuando se dice que el yunque sufre
el martillo o que el mar sufre los vientos.
(Fragamento)
El Periodismo en Antioquia
179
TOMÁS CARRASQUILLA
Del Medellín colonial
La gente vivía encantada en este como limbo de la monotonía
y la rutina. El pueblo, sometido o esclavo, sólo trataba de
servir a sus señores, de aprender la doctrina y de aprender los
preceptos de Nuestra Santa Madre Iglesia. Al indio o liberto
que no fuese a misa se le daban azotes. La potestad paterna y
la sacerdotal eran tenidas como fuero divino. Los padres
concertaban los matrimonios entre sus hijos y los hijos se
sometían. Acaso influyera en esta docilidad el que los hijos
varones, por no tener casi ninguno una profesión que les diera
independencia económica, tenían de acatar la voluntad de
quien les daba todo. La vida de estos magnates, sin política,
sin finanzas, sin prensa, sin espectáculos, sin clubes, sin cafés,
sin parrandas, tenía que apacentarse en los remansos de la
Religión y del hogar, con alguna salidilla a sociedad. En efecto:
se levantaban con el alba, desayunaban, iban a misa, volvían
a tomar la media mañana, se iban a bañar al río, a pie o a
caballo, almorzaban a las ocho, echaban siesta hasta las once,
tomaban el pisco-labis, daban otro trasiego, comían a la una,
iban a visitar al Santísimo, tomaban la media tarde; se iban de
caminata a las cuatro, con tertulia y paliqueo. A las seis rezaban
el rosario, y si era en invierno, jugaban baraja hasta las ocho o
nueve, cenaban y... a dormir. Si era en verano salían de visita
casi siempre con la mujer; él envuelto en su capote; ella en su
mantellina, muy custodiados de dos negros, que los
alumbraban con faroles. ¿Y qué hacían aquellas señoronas,
sin modas ni espectáculos? Rezar, comadrear, como ahora, y
a falta de bailes y teatros, jugar día y noche que aquello era.
El doble de las ocho, para pedir por las ánimas benditas o
para encomendarse a ellas, era también toque de queda. A tal
180
El Periodismo en Antioquia
hora salía la ronda, convenientemente armada, para evitar
todo desorden y hacer retirar las gentes sospechosas. Se
celebraban fiestas de santos, embarazos de las reinas,
nacimientos de príncipes, jura de nuevo rey, como regocijos
públicos; como regocijos privados, bautismos y casamientos,
con vino legítimo, mistelas caseras o pastas monjiles. La mayor
gloría de toda casa chapetona o criolla era sacar un hijo
sacerdote o leguleyo, y una hija religiosa, y exhibir sus
pergaminos.
¡Oh, los pergaminos! En ellos se probaba que por las venas
de una familia no corría gota de sangre morisca ni judaica;
que ninguno de su estirpe había sido penado por la Santa
Inquisición; que el solar ilustre existía en talo cual paraje y
que su escudo, como lo atestiguaba el dibujo de rúbrica,
constaba de tantos y cuantos cuarteles, de estas y aquellas
insignias, a cual de todas más significativa. Eso lo guardaban
y veneraban, como los israelitas las tablas de la Ley.
...Sabido es que, desde fines del siglo XVIII había aquí
varios comerciantes que acudían a las ferias de Cartagena,
con escala en Mompós; y años después, previo testamento y
arreglo de conciencia se iban por esas Antillas, españolas o
no. El comercio, el aire monumental que le daban los dos
monasterios, unido al crecimiento de la Villa y a la mejora de
la edificación fueron poderosos a que los candelaritas pusieran
muy alta la puntería, que nada estimula tanto como el vivir
en casa buena, piadosa y linajuda...
...Trabajo, hidalguía, devoción y amor al rey, fueron los
cuatro pilares en que se sustentaron las virtudes y el
recogimiento de esta Villa, tan limpia y tan bonita, hasta el
fin de la Colonia. A varios señores les entró el deseo de sacar
hijos combinados de sabiduría y de virtudes y enviaron algunos
a Santa Fé, a cursar Leyes, Teología y Humanidades, en esos
colegios de Santo Tomás, San Bartolomé y Nuestra Señora
del Rosario. Parece que unos Restrepos, un Zea, un Sa1azar,
un Aranzazu, un Corral y algunos otros resultaron algo
El Periodismo en Antioquia
181
entendidos. Hasta "Historia de la Revolución de Colombia"
escribió uno de ellos; y la tal obra, según aseguran los que
saben no ha sido superada por otra alguna en tierra
colombiana...
Tomás Carrasquilla
Libro de Oro de Medellín. Editorial Bedout.
Noviembre de 1975. (Medellín)
182
El Periodismo en Antioquia
“LA DAMA NEGRA”
El ventaneo
El año pasado se suscitó en este mismo periódico una ardiente
polémica sobre el ventaneo, motivada por el discutido y
discutible "Protocolo" que publicó mi excelente amigo, doctor
Tulio Ospina, que quiso poner a nuestra sociabilidad una
camisa de hierro, caprichosa y arbitraria. Las antioqueñas
dizque no somos sociables como las bogotanas; eso es quizá
un mal, pero lo prefiero así a una sociabilidad protocolaria y
pegajosa. ¡ De la gente pinchada líbranos Señor! Yo no tomé
parte en esa discusión porque todavía no era escritora. (¿Lo
seré ya?) Si hablo tan tarde sobre el asunto es porque en
lecturas recientes he topado con algo que echa por tierra las
palabras del señor Ospina al afirmar que la fea costumbre de
conversar los novios por la ventana es raizal de Medellín y no
originaria de España. El hallazgo consiste en una bellísima
oda de don Juan Antonio Cavestany, académico de la lengua
castellana, diputado de cortes, español chapado a la antigua
y personaje de muchas campanillas, oda en que hace el más
entusiasta elogio del ventaneo y lo proclama el símbolo
hermoso que encierra la gracia divina de toda la tierra
española. ¿Quién será más autoridad en estas cosas: el
"Protocolo" antioqueño o el académico Cavestany? Oigamos
el canto de éste en sus estrofas más significativas:
¡La reja! Sus hierros, que besa la luna,
allá en la desierta calleja moruna,
encierran misterios y encantos sin fin:
parece que exhalan cubiertos de flores
murmullos de besos, palabras de amores,
promesas de citas y olor a jazmín.
El Periodismo en Antioquia
183
Tras ella adivina quien pasa a su lado
Un busto de nieve de nardos cuajado,
Dos ojos muy negros, que acechan quizá,
Y el "cuánto has tardado" y él "heme aquí ya".
¡Benditas mil veces las rejas hermosas,
cubiertas de albahaca, claveles y rosas,
que aromas derraman y prestan calor!
¡Qué moza garrida, que joven pareja
naciendo andaluza, no puso en la reja
el fin de sus ansias y el sello a su amor!
¡Cuán dulces en ellas las noches calladas!
Rumor de suspiros, brillar de miradas,
El largo coloquio de inmenso placer;
La música extraña del blando (...)
Que sabe a caricia, que suena a gorjeo
Saliendo de labios de aquella mujer.
Oíd ahora este pequeño poema en que con pincel de
maestro se describen como típicas de España, escenas iguales
a las que todas las tardes podemos presenciar en las calles
solitarias de este Medellín de mis pecados:
Detrás de los hierros cual banco tesoro,
La bata crujiente, más limpia que el oro,
Que mueve el latido de un seno vivaz;
Delante, flotando ligera y galana,
La capa torera, con vueltas de grana,
Y el ancho sombrero que oculta la faz...
Y pasan los años, los años crueles,
Y hay siempre en la reja de albahaca y claveles
La misma cortina de inmenso verdor:
Hay siempre una mano que cuida las flores:
Son otras mujeres, son otros amores...
Se van los amantes, mas queda el amor.
Donde hay una reja discreta y florida
184
El Periodismo en Antioquia
Hay siempre una hermosa de amores herida,
Que ocurre a la seña del tierno galán.
Pero leed estas dos estrofitas que parecen dedicadas a don
Tulio Ospina y que a cualquiera le prueban cómo el ventaneo
sí es costumbre española y no invención del tenientillo de
Facatativa que se descubrió mi ilustre amigo Ospina:
¡Oh reja que tienes de altar y de nido
quien nunca a tus hierros llegó conmovido
detrás del encanto de un rayo de sol,
de un goce completo no guarda memoria,
ni quiso de veras, ni sabe qué es gloria
ni acaso ha debido nacer español!
Mujer andaluza, cubierta de flores,
Sentada a la reja y hablando de autores
No es sólo una moza garrida y gentil;
Es símbolo hermoso que encarna y encierra
La gracia divina de toda la tierra
Que el Betis fecunda, que horda el gentil.
He probado, pues, con palabras de un académico
sapientísimo de la lengua española, de todo un diputado a las
cortes de Madrid, que quien no ha tenido con su novio
coloquios a través de la reja "ni sabe qué es gloria, ni acaso
ha debido nacer español".
Es tan natural el ventaneo, como natural es que se amen
un mozo de treinta años y una morena de veinte, de grandes
ojos negros, resplandecientes como soles y como ellos
deslumbradores.
La Dama Negra
Antología de escritoras antioqueñas 1919 - 1950.
Colección de Autores Antioqueños.
Imprenta departamental de Antioquia, septiembre de 2000
El Colombiano, Medellín, 5 de julio de 1920, s.p.
El Periodismo en Antioquia
185
“LA DAMA NEGRA”
Una venganza
Tengo para mí que uno de los rasgos característicos de la
mujer es su índole vengativa y rencorosa. Nosotras
perdonamos, olvidamos a veces, pero siempre nos vengamos,
sobre todo cuando se nos ha herido el amor propio. No creo
yo que esto sea malo. La venganza, decían los antiguos, es
placer de los dioses; y yo añado: la mujer que no sepa
vengarse noblemente, no es mujer. En los tiempos heroicos
de la andante caballería se consideraba la venganza como
una virtud excelsa.
Me he echado este párrafo para decir que si insisto en
hablar del ventaneo es tan sólo por vengarme del autor del
"Protocolo" que se permitió en una reunión reciente, según
me contó mi comadre Rosalía Pava, decir que yo, La Dama
Negra, soy un hermano del doctor N.N. (como si fuera
permitido dudar de la identidad misma de las personas.
Cuando estuve en Londres me hablaban del poder que tiene
una autoridad que allá apellidan el Palermo. Dicen que puede
hacer todo cuanto quiera menos cambiar el sexo de las
personas. Pues bien, esa facultad inaudita la posee el culto
caballero de que vengo hablando; pero, a pesar de todo, yo
sigo siendo mujer, con todas las pequeñas pasioncillas y los
defectos que caracterizan nuestro sexo. ¿Por qué diría mi
contrincante que yo soy hermano del doctor X? ¿Se le
olvidaría que el protocolo (Pág. 000) manda llamar a las
personas por sus nombres y no por otras designaciones
depresivas? Y no es depresivo decir que una mujer no es sino
la hermana, la sobrina, la nuera, etc., de fulanito tal o cual,
186
El Periodismo en Antioquia
como si una no tuviera su propia personalidad. Yo,
francamente, cuando no oigo más recomendación de un
hombre que el hecho de ser pariente de tal persona muy visible,
empiezo a dudar de los méritos del recomendado. Y así nos
pasa a todas.
Tengamos cada una nuestros méritos o deméritos
personales, y seamos en todo caso "nosotras mismas" para
que nos conozcan por lo que hacemos y decimos y no por
circunstancias de familia. Yo por ejemplo, soy La Dama
Negra, y nada más que ella, aunque nadie me conozca ni
tenga her manos de calidad, como los que quieren
atribuírseme.
Insisto, pues, en probar que el ventaneo - feo y ridículo,
impropio de hombres serios y de señoritas dignas - es costumbre
santafereña y española, no original de Medellín, como lo
sostuvo el "Protocolo, que se la acumuló a un tenientillo de
Facatativa, De hoy más célebre y benemérito en los fastos en
la ventanil galantería.
Para probarlo me basta reproducir un artículo chusco
publicado en Bogotá por un diario bastante leído y autorizado.
Dice lo siguiente con el sugestivo título de "Costumbres que
se van".
Del mundo bogotano están desapareciendo varias cosas,
lentamente, pero visiblemente. Restos del pasado español se
van destiñendo al impulso de otras costumbres, más serenas
y casi siempre pintorescas.
El clásico pelar la pava, típica moda española -oh
encantadora madre Patria- parece que anda agonizando.
Ha sido cuestión de pocos años. Nos hemos civilizado lo
bastante para abandonar tal cursilería. Gentes que hablamos
en dólares no es posible que andemos alimentados, ahora
como antaño, de piropos tan dulzarrones como sinceros.
Apenas quedan restos, en calles un poco excéntricas, de
El Periodismo en Antioquia
187
aquella adorable costumbre. Son los veteranos de la vieja
guardia que mantienen el campo hasta los últimos instantes.
Tienen todos los encantos de los grandes heroísmos, en
los momentos supremos.
Parejas que aún dan colorido a ciertas calles y a ciertas
horas, vosotras sois los representantes románticos de un
pasado que se extingue.
(La crónica, Bogotá, 19 de febrero de 1919.
Para remachar el clavo, cito apenas unos lindos versos del
saleroso Julio Vives Guerra llamados “Su excelencia pela la
pava... ” en que el leidísimo cronista de las "Volanderas"
prueba que desde los remotos tiempos de la Colonia los
virreyes mismos cuchicheaban a las hermosas, palabras de
amor, a través de las rejas. Oíd siquiera esta estrofilla del
dulce vate montañés:
La reja se entreabre pausadamente,
una dama por ella su rostro avanza,
avizora con una mirada ardiente
y, al ver al embozado, tenue sonrisa
se dibuja en sus labios... Sopla la brisa
-¿Sois vos?- dice la dama;
y el embozado
-Yo soy, doña Violante
-contesta- ahora
anhelo que digáisme sí
ya, en buenhora,
hállase el vuestro pecho
por mí acuitado.
188
El Periodismo en Antioquia
* * *
Y el "Protocolo" tiene el desuello de decir que la
costumbre de "pelar la pava" fue inventada en Medellín hace
pocos años. ¡Qué tal que los virreyes resucitaran!
La Dama Negra.
Antología de escritoras antioqueñas 1919 - 1950.
Colección de Autores Antioqueños.
Imprenta departamental de Antioquia, septiembre de 2000
El Colombiano, 13 de julio de 1920, s.p.
El Periodismo en Antioquia
189
LUIS TEJADA
En el pueblo
Es verdad que después de muchos años de andanzas por el
mundo, yo debía volver al pueblo de mis padres. Mi tío
Eustaquio me había comprometido; me había dicho:
-Si no quieres volver a ver los abuelos, no vayas; pero
debes ir. Te mandaré a la estación a Pancho Villa, que es un
macho número uno. Un macho que costó cincuenta mil pesos.
¿Quieres?
No hubo más remedio; aquel sábado tomé el tren, después
de envolver cuidadosamente unos pantalones de repuesto por
si me tumbaba el macho en el camino.
En la estación encontré puntualmente a Pancho Villa, alto,
negro, con el hocico claro y peludo y las orejas nerviosas; me
eché una sincera bendición, porque nunca soy tan cristiano
como cuando me acerco a una mula desconocida, y la
emprendí por el sendero amarillo hacia la cordillera.
Era ya tarde cuando no nos encontrábamos aún en la mitad
del camino solitario. La noche clara y tremenda se abrió sobre
nosotros; estábamos en lo más abrupto de la montaña.
Ciudadano, yo, de las ciudades vivas y encendidas, de las
ciudades tentaculares, pobladas de gritos mecánicos y
envueltas en ardiente ajetreo, aquella soledad, aquella soledad
angustiosa poseyó mi alma. Había un olor penetrante de tierra
virgen, un perfume Acre de rastrojo húmedo y denso; el piscuis
cantaba incesante en el monte y las gallinas ciegas cruzaban
fatídicas a uno y otro lado del sendero. Hubo un momento en
que el misterio entrañable y desgarrador de la montaña se
hizo tan agudo, tan palpable, alrededor, que me detuve atónito
y permanecí sumido con alma y corazón en aquella soledad
190
El Periodismo en Antioquia
imponderable. Creo que descendí y abracé al buen Pancho
por el cuello tibio, y mirándolo a las húmedas pupilas, le dije
con mi acento más loco y más profundo:
-Pancho, amigo mío, ¿tú no comprendes la tristeza de la
tierra? ¿No te sientes abrumado por un dolor trascendental
en medio de esta cañada desolada?
Quedóse callado, pero yo lloré en silencio, porque había
sentido aquella noche, como nunca, el espíritu trágico de la
naturaleza.
En la casa.
Llegué al fin. En la casa del tío había nacido un niño el
día anterior y me invitaron a conocerlo. Entré a una estancia
que trascendía a alhucema; las mujeres y los criados caminaban
sobre la punta de los pies y hablaban paso.
Alguien me dijo: entre por aquí, y entre; pero estaba
encandilado y no vi nada, en absoluto. Me tomaron por los
brazos y empujándome suavemente me hicieron sentar. Miré
a un lado y a otro. De pronto, en un extremo fue dibujándose
una forma clara; había allí un lecho, sin duda, porque percibí
blancas sábanas extendidas y un almohadón grande hacia los
pies; donde debía estar la barandilla, destacáronse dos brazos
desnudos y albos, cruzados hacia arriba, como las dulces asas
de un jarrón. Entonces me penetró el encanto tierno y casto
de aquella estancia. Dije con suavidad:
-María, ¿cómo estás?
Una voz inefable contestó desde la cama:
-Yo bien; ¿y vos?
De otro rincón surgió una mujer oscura y exclamó
avanzando:
-¿Quiere ver al niño, Luisito?
-Bueno, veámoslo.
Fuese hacia la cama, trajo un envoltorio menudo entre las
manos, y se colocó de lado junto a la puerta mostrándomelo:
El Periodismo en Antioquia
191
-¿No le parece muy grande y muy bello?
Me incliné. De la boca informe como un hueco hecho
con el dedo en el barro, salía un hilillo blanco; no vi ojos, no
vi varices, sino una pequeña masa roja rodeada de trapos y
cruzada por delgadas arrugas.
No me pareció, en realidad, ni muy bello ni muy grande,
pero dije:
-Sí, está precioso.
María, pálida y dulcísima como las sábanas de su lecho,
como un pañuelo blanco arrollado en la cabeza, miraba y
esperaba. La partera interrumpió:
-Así lo tuve yo a usted, Luisito. ¡Si yo lo ayudé a nacer!
Un leve estremecimiento me invadió y me quedé mirando
a aquella mujer misteriosa, que me sacó a la vida con sus
manos gruesas. Pensé: esta señora tiene sin duda una parte
de la culpa de mis pecados, una parte de culpa de mi alegría y
mi dolor, en la vida grave que me ayudó a vivir.
La abuela.
Fué a donde la abuela muy temprano. Me arrojé contrito
sobre su seno, y sin que el tío lo percibiera, dejé un beso y una
lágrima conmovida sobre sus manos sarmentosas que
amasaron en otro tiempo el perfumado pandequeso para que
yo lo robara luego del escaparate familiar.
¡Seno confortante y casto de la abuela! Al abrazarlo con
unción, nos sentimos reintegrados a la fuente de nuestra
estirpe, oímos palpitar la entraña fecunda, genitora, que bautizó
con su sangre nuestras venas e infundió en nosotros el espíritu
divino que hoy asoma a nuestros ojos. Recostar la cabeza
sobre el seno santo de la abuela, es limpiar el alma de todos
los pecados, es hacerse virginal y pequeño como un niño. Yo
lo sentí así.
192
El Periodismo en Antioquia
Ella.
Sé que en el pueblo van a decir: esa es Mercedes. Pero no,
no es Mercedes la que describo, es Ana Tulia o Ana Rosa o
Matilde; es en el pueblo la novia eterna del muchacho que se
fue una vez por el mundo y cuando volvió la encontró casada.
Ella y yo nos quisimos de pequeños aunque no nos lo
dijimos nunca. Íbamos juntos a la finca de mis padres y con
los pies desnudos, jugábamos caracumbé y persiguiéndonos
con ramas por las mangas. Yo alcanzaba para sus cabellos las
flores moradas de los siete cueros y desde los altos árboles
echaba sobre su delantal frutas campesinas. Cuando nos
separamos, y yo vine al colegio, solo sufrí porque la dejaba.
Pero le dediqué mis primeros versos y mis primeras nostalgias.
Ahora en el pueblo sé que se ha casado y voy a visitarla,
nos sentamos; hablamos de cosas indiferentes; un niño entra
y sale y me siento conmovido, porque pienso si será ella.
Quisiera preguntarle: ¿Y ese niño? Pero me temo que me diga
"sí"; me levanto despidiéndome: "Adiós, señora", tranquilo
al parecer ¡y con el corazón lleno de amargura!
Las primas.
Esa tarde estuve en la de una dulce prima provinciana,
flor que rejuvenece y refresca el alma cosmopolita con su
encanto de aldea.
La tía.
La tía es alta y altiva. Tiene esa nariz aquilina, con un
promontorio descarado, esa nariz que es el sello de mi estirpe,
que yo llevo en mí y que quisiera trasmitir a mis nietos como
único patrimonio de mi raza.
El Periodismo en Antioquia
193
Cuando ya voy a partir, la tía me entrega dos quesitos
frescos, envueltos y liados con cuidado, y me dice: para que
coma en el camino.
Otra vez.
Abandono las últimas tapias vetustas del pueblo y me
siento otra vez incorporado al mundo, me siento de nuevo
ciudadano del mundo, como el caracol que ha salido de su
concha para no volverla a encontrar quizá jamás.
Tomado de: Dos siglos de periodismo colombiano.
Coreditorial; Bogotá, julio de 1985.
Crónicas 1923
194
El Periodismo en Antioquia
HORACIO FRANCO
Por el apique abajo
Cuenta Maudsley que cuando el célebre Burke visitó por
primera vez un asilo de locos, manifestó su extrañeza de no
oír nada que denunciara la presencia de los poseídos y salió
admirado de la tranquilidad, del silencio del recinto terrible.
Aquella impresión del político inglés es cabalmente la
noción vulgar que tenemos todos de la locura.
Cuando se habla de los locos, necesariamente nos
imaginamos a seres sombríos y gesticulantes, de ojos
incendiados por fulgores del infierno; de musculaturas terribles
y de instintos asesinos; oímos sus carcajadas grotescas y
salvajes, y por nuestra alma, llena de una espesa cordura, corre
el escalofrío del terror. El miedo inconcretable nos sobrecoge
y la sabia tristeza, el doloroso sentimiento estético que fluye
de todas las ruinas, es suplantado por el espanto; la gran
melancolía, el pensamiento recogido y taciturno que emerge
de las amarguras definitivas y de los dolores irresistibles, huye
vencido por el fantasma de livideces enigmáticas...
A mantener este sentimiento de inhumano pavor
contribuye la áspera tradición, la huraña cepa de los antiguos
tiempos que aún nos alimentan con su savia milenaria. Los
endemoniados de las épocas pretéritas que eran martirizados
con inauditas crueldades y eran exorcizados con rituales de
brujería y ceremoniales sabálicos, se nos presentan aún a
nuestros ojos modernos con sus terriblezas de misterio; y el
ímpetu ancestral de la defensa propia nos impulsa a huir, a
ponernos lejos de sus trágicos alcances; a esconder el espíritu,
para que no lo alucine aquel aliento endemoniado. Los infelices
lunáticos son los emperadores de nuestro valor; ante ellos,
haraposos y vencidos como son, titubea nuestra voluntad y
tiembla el corazón en los umbrales del vértigo. Ellos están
verdaderamente más allá del Bien y del Mal, y en sus órbitas
El Periodismo en Antioquia
195
de fuego realizan muchas de las fórmulas del gran Paralítico
que engendró al Superhombre... Ellos, los locos, son los
señores de los espejismos, domadores de pesadillas, reyes de
ensueños solitarios y enfermos.
Acaso por eso, nuestro temor es una extraña mezcla de
compasión y de miedo. Y sin embargo, son hombres; son de
la misma pasta, del mismo barro infatuado de los hombres
cuerdos. Ellos succionaron hasta el cansancio los senos del
hampa; se hundieron en los abismos lujuriosos; templaron la
débil nervatura humana hasta el paroxismo; sutilizaron la
emoción hasta el desfallecimiento; chuparon como
murciélagos el veneno de todos los deseos. Tal vez el huracán
de herencias y atavismos arrastró sus conciencias desde los
claustros maternos hasta los dominios de los manicomios; tal
vez el fecundo beso que les daba la vida les grababa el áspero
y atormentado itinerario de la muerte. Nacieron con la
conciencia dolorida y purgan en el mundo, como víctimas
expiatorias, el pecado progenitor que emponzoñó las fuentes
sagradas; son los grandes irresponsables del dolor.
En este duro breviario que hoy inicio los veréis aparecer
amigos, como yo los veo. Acaso vuestro miedo se apacigüe
cuando os muestre estos socavones que voy alumbrando con
mi pobre lámpara, llena aún -contraste amable y triste- de
aceite de resinas y de sándalo. Acaso vuestro pavor se trueque
en piedad, en una gran piedad activa por esos círculos, para
recorrer los cuales ninguna Beatriz, ningún Virgilio os saldrá
al encuentro...
De mí sé deciros, que en la alta noche, cuando todo
duerme y el silencio abre sus alas membranosas para cobijar
el mundo, he creído escuchar un gemido amargo, un sollozo
comprimido, una amplia queja profunda que sale de esta casa
y se va por los cielos infinitos buscando el regreso de las
misericordias; y he creído que la luz de las estrellas se ha
opacado; que la luna, serena y misteriosa, ha dejado vagar
por su cara bruja un estremecimiento de ironía que parece
una sonrisa de piedad y de dolor. (Septiembre 27-1922)
196
El Periodismo en Antioquia
EDUARDO URIBE ESCOBAR
Llamaradas y humoradas
Todas las cosas de este mundo tienen dos caras: la que provoca
el llanto o la aflicción, y la que nos hace reír y aun alegrarnos
en ciertas ocasiones. Claro que a veces la intensidad trágica
del acontecimiento hace posible sacarle el jugo cómico, cual
sucede en presencia de un agonizante a quien no podemos
celebrarle los divertidos y graciosos gestos que hace. Es
curioso que con ser tan viejo el espectáculo de la muerte, no
le hayamos cogido confianza y no nos atrevamos a divertirnos
a su costa, como ocurre, por ejemplo, cuando algún prójimo
pierde el equilibrio y se da algún nalgazo o enseña partes
interesantes y sonrosadas... cuando es prójimo la víctima de
las cáscaras de plátano o de los alisamientos traicioneros.
No es que yo vaya a buscarle risa al siniestro espantoso
del último sábado, pero ni yo ni el alacrán podemos con el
genio y por eso tengo que anotar los comentarios cómicos
que provocó el incendio. Cuénteme mi sobrina que casi todas
las mujeres de la villa acudieron al teatro del acontecimiento
- como decíamos ahora tiempos - en trajes no modestos ni
vestidores como quisieran los miembros de la honorable Junta
de Censura. Dizque había muchas enseñando, por debajo de
los abrigos, los ribetes y encajes de las camisas de dormir y
tan transparentes que, a la luz del incendio, representaban
espectáculos de cine que lo dejaban a uno frío, a pesar del
calorazo que despedían los edificios que el fuego devastaba.
Lucían otras las piernas desnuditas, porque en la precipitación
olvidaron las medias, y no faltaban quienes enseñaran, bajo
las gorras, trencillas apretadas y marrones multicolores. Me
dice también mi sobrina que una gentilísima dama se vio de
pronto como parada sobre un pedestal de blanca espuma, que
El Periodismo en Antioquia
197
algunos maliciosos tomaron por un montoncillo de ropa blanca,
escurrida traicioneramente hasta los pies calzados con dos
botas distintas. Es seguro que muchas encontrarían novio y
otras lo perderían, por la desilusión consiguiente al desarreglo.
Otro caso curioso fue el de una mujercita del pueblo que
decía a su vecina: -¡Qué le parece, qué gente tan mala!- No
permiten pañar nada y más bien dejan que todo se vuelva
chicharrones. Mi muchacho corrió a ver qué cogía, pero esos
lambones policías, apenitas lo vieron pañando unos papeles,
le echaron mano y se lo alzaron.
¿No es admirable esta idea simplista del pueblo, muy
natural y lógica? Así dizque lo comprendió don Ismael Correa,
quien les dijo a los policías y particulares que trataban de
ponerle a salvo los licores de la droguería:
-Bébanse eso, muchachos, antes que se queme...
Me cuentan, además, que cuando el fuego paseaba sus
lenguas rojas y devoradoras por todo el frente de la manzana
trágica, uno de estos judíos del marco -descuadrado ahorade la plaza, ofrecía en alta voz acciones de la Cía. Colombiana
de Seguros a tres pesos, y dicen que alguno ofreció pagarle a
dos noventa y cinco, para no perder tiempo.
Me gustó mucho también haber visto el domingo por la
mañana a un curita que se paseaba frente a las ruinas, cantando
suavemente aquel bambuco de Julio Flores:
“Oye, bajo las ruinas de mis pasiones.”
Quien sabe qué lúgubre asociación de ideas despertaba
en la mente del lírico levita el espectáculo de aquellas
humeantes ruinas.
N. de E. Crónica motivada por el incendio que arrasó el centro de Medellín.
Octubre 31 de 1921.
Tomado del Almanaque de don Alfonso Ballesteros, Medellín, 1983.
La crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro.
Imprenta Nacional de Colombia; Mayo 1997.
198
El Periodismo en Antioquia
ADELFA ARANGO JARAMILLO
La exposición de arte francés
en Medellín y las modernas
escuelas de pintura
Las obras más notables de la generación actual no tienen el
móvil de agradar. Las más renombradas son precisamente las
que parecen haber sido construidas para la sola satisfacción
de la sensibilidad del autor. El público no tiene por tanto que
identificarse con el artista, quien parece decirle: "Agrádate
mi obra o no, es lo mismo, porque no puedo dejar de pintar
como lo hago. Mi sensibilidad suscita mi imaginación y no es
la tuya la que va a dirigir mi mano"
Los artistas franceses han tenido culto por la anécdota, la
psicología, la pedagogía, la religión, la historia; por todo menos
por la pintura. Para ello se han regido por principios inmutables
y de medios que no se habían renovado hasta que los
impresionistas la llevaron por una vía conforme a su destino;
y, gracias a ellos, la pintura se ha hecho pintura. Este brusco
cambio de técnica hace que los que visitan las exposiciones
digan que lo que se les ofrece es una partida de "mamarrachos",
y no hay tal: la generación actual hace esfuerzos inauditos
para que la pintura no consista en la propia copia del artista,
sino en un medio de disponer sobre el lienzo formas y colores.
Teniendo esto en cuenta, al valorar la selecta colección
de cuadros franceses, exhibidos en los salones del Club Unión,
se observa que la mayor parte de los estudios son de tanto
mérito que parece imposible que obras que lleven firmas de
renombre mundial puedan ser contempladas por nuestro
público, a un precio tan bajo.
El Periodismo en Antioquia
199
En ellos se admira cuadros de todas las escuelas, desde
“La puesta del sol en Provenza”, obra antigua del clásico
Ménard, hasta las constructoras que siguiendo el plasticismo
de Ozenfart y Jeanneret exhibe León Vought. De sus dos
cuadros, “La bailarina” que se pone afeites, aunque repugnante
a la vista por lo vulgar del asunto, es de una construcción y
de un plasticismo tales que tiene detalles que parecen
ejecutados en madera. Lo contrario sucede con el otro “En
mi jardín” que teniendo las mismas cualidades técnicas del
primero, cautiva por la delicadeza y el hermoso colorido de
aire libre.
Gastón Balande tiene una “Procesión de Hábeas” que
puede considerarse como el gran grito del impresionismo de
aire libre. “La feria en el país de Avranches”, de un colorido
terroso, presenta a Alberto Bergevin como a otro maestro
impresionista de transición.
“La Bella Dormida” de Carlos Augusto Edelmann es un
cuadro naturalista de un suave colorido y de una noble verdad.
“El Puente gótico” (portada de la presente edición de
Sábado), presenta a Jacquemont como el virtuoso en el modo
de construir. Pocos pintores de hoy serán capaces de tratar
así el rojo: es rojo el puente, son rojos los árboles y las
montañas, rojo el lecho del río y roja el agua que tiene un
sello tal de verdad, que al acercarse el espectador al cuadro
siente la impresión de que moja. En “La torre a orillas del
Ródano” hay un puntillismo tal, que la luz fastidia y pocos
momentos después de mirar el cuadro hay que apartar los
ojos que sienten la fatiga de la vibración, pues parece que el
autor se haya complacido en la danza del sol sobre las flores,
sobre la torre y sobre el suelo.
El polaco Juan Peské, del grupo franco-polaco, tiene dos
cuadros de un impresionismo neto: “La estatua de Carlo
Magno” y “Nuestra Señora de París.”
Nam, autor de los cuadros de gatos, que tanto han agradado
al público por ser de escuelas menos avanzadas, es un
200
El Periodismo en Antioquia
humorista y animalista muy querido en Francia, y por tanto
sus obras son muy solicitadas. El gato de la ventana es de aire
libre, y el de “La chimenea” es de luz de taller. Ambos tienen
gran verdad.
Fernan Piet, que obtuvo tres medallas en la exposición de
París de 1900, está representado por los simpáticos cuadros
impresionistas de transición: “En el parque Monceau” y “En
el barrio de Anvers”, muy semejante este último a Los gamines
de María Barshkirtseft, aunque de colorido más enérgico.
Marcel Bach es un constructor lineal a lo flamenco y
colorista a la manera de Dominico Theopocopule (El Greco),
tendencias que se notan en sus cuadros “Paisaje y Viejas casas
de Tarn.”
Las dos obras de naturaleza muerta de Odette Chauvert,
que han gustado también mucho, son construidas con gran
definición de formas y sombras, con colores neutros y a fondo
de madera.
De Robert Villar, constructor de marcada influencia
cubista, son “La gruta de Bretaña”, de un vibrante colorido, y
una magistral composición racional: “Ternura”, que produce
una gran sensación de agrado.
De Federico Deshayes, otro impresionista de transición,
hay “Dalias y ajíes” y “Pinos en el país Vasco”. Este último
inspira una grata simpatía por tener una casita muy blanca,
una gran sencillez y un magnífico estudio de luz, pues está
bañado en azul sobre reflejos de arrebol. Tan atrayentes como
“Pinos en el país Vasco” son los dos paisajitos de Gaspar
Maillol, un primitivo moderno que lo mismo que Enrique
Rousseau trata de reproducir la naturaleza con frescura de
una manera muy franca.
A Gustavo Luis Jaulmes, que es el primer decorador francés
de estos tiempos, lo hemos conocido por su gran cuadro
“Mujer joven”. Es un dibujante enérgico.
Warroquier presenta “La borrasca y Soledad”, con líneas
enérgicas muy definidas. “El Jarrón de eucaliptus” de André
El Periodismo en Antioquia
201
Jolly es el cuadro de mejor colorido que hay en la exposición.
Su autor es un puntillista de transición, pues las hojas están
ejecutadas con gran corrección de dibujo.
Hay dos pasteles de Roger de la Broye, impresionistas, de
bastante vibración azul y de un rosa pálido muy suave.
El impresionista Luce se da a conocer por sus delicados
paisajes “Bañistas” y “Barca chata de río en Rosny.”
André Dauchez tiene dos magníficos paisajes: “La
ensenada de Karadam” y “La bahía de Combrit”, cuyas
cualidades son la gran perspectiva, el espacio, la sutileza y la
suavidad de colorido, sobre todo en el último.
Quelvée tiene un óleo puntillista místico, “La
Anunciación”, y una gouache (trabajo efectuado en papel de
marquilla con los colores ocres ordinarios que llamamos
bolos), “Santa Genoveva y las mujeres de París” es una obra
que desconcierta al más entendido impresionista, y su
originalidad será talvez de las que no podamos comprender
por no estar preparados.
“El Gallo de Verdilhan” es una de esas obras que dejan
estupefacto al que las contempla. Su perspectiva hace ver
que se tomó de un punto muy alto, con formas definidas,
hermoso fondo de paisaje y colorido a base de blanco.
Los cuadros de Andrés Leveillé, impresionista de gran
técnica, tienen el mérito de ser ejecutados a espátula. Estos
son: “Las bordadoras” y “Los pinos.”
En el saloncito pequeño se han seleccionado las obras de
más mérito. Allí se extasía un iniciado con los Gleize, los
Lothe, los Favory, los Zingg, los Kvapil, los Perdriat y los
Picabia.
Los dos cuadros cubistas de Gleize son una especie de
engaña ojos por el juego de líneas, de ángulos y de espacios
coloreados con los colores primarios y binarios solamente. A
primera vista se nota en ellos el eje vertical de división y otro
de rotación que han servido para colocar los objetos de formas
geométricas de manera que se equilibren. Este artista no se
liga de ninguna manera sensible a las formas naturales.
202
El Periodismo en Antioquia
Los Zingg, “Labor y Paisaje”, son de construcción
enérgica, pero de poco movimiento. Parece que este artista
imitara la quietud y las inanimadas actitudes de las pinturas
de Egipto.
Carlos Kvapil es un construccionista lineal de grandes
conocimientos anatómicos, como lo prueban sus “Paisaje” y
“Mujer Joven”. El estudio de la musculatura en este último
es magistral, y el suave colorido del cuadro contrasta con la
energía del dibujo.
Andrés Lothe, pintor a quien no pueden comprender sino
los técnicos es totalista. En su cuadro, “Bajo el boscaje”, se
puede notar lo que los críticos dicen de este original artista:
Renunciando al encanto de los colores huye también del
cubismo por temor de empobrecer su arte; y a pesar de esta
desprecia las reglas, se somete a los principios constructivos
para poder dar estabilidad y equilibrio a sus obras. Las
caprichosas direcciones de las líneas y sus relaciones con los
ángulos, concurren a la armonía general en el cuadro, y su
dibujo enérgico atestigua una rara agudeza visual. Une pues
al cubismo la tendencia sensual, y al adaptarse a este medio
tiene encantadoras creaciones.
“La aldea” y “El puente”, de Andrés Favory, son dos obras
en que se nota mucho la influencia de Lothe.
Es de mucha expresión “El torero”, de estilo goyista, del
español Francisco Picabia. Este artista reconocido por
dadaísta forma con Mauricio Denis la escuela llamada dadá.
Los pintores que la forman se ríen de todas las enseñanzas
del pasado, y sin embargo no han creado nada. Al gran
Rembrandt lo consideran como un embadurnador cuyas obras
dan náuseas. Picabia y varios otros españoles prefieren más
bien seguir las enseñanzas del Greco y de Goya que las de los
franceses. Su otro cuadro, “María”, es de un dibujo muy
descuidado. Otro español, el gran Paul Emile Pizarro, está
representado por dos incomparables paisajes.
El Periodismo en Antioquia
203
En “Jacqueline”, de la decoradora lineal Héléne Perdriat,
admiramos la escuela ingenua o infantilista, que es la que
ejecuta las obras a la manera que loasen los niños. Esto explica
el mal dibujo del pie y el desmesurado tamaño de los ojos que
le critican los que no conocen esta escuela. Con todo, la obra
es bellísima por la suavidad que se desprende de ella. El vaso
azul, aunque de mal dibujo también por ser de la misma
tendencia, es muy simpático a la vista.
Antología de autoras antioqueñas. Colección Autores Antioqueños.
Imprenta Departamental de Antioquia, septiembre de 2000
Sábado No. 68, Medellín, 21 de octubre de 1922, pp. 856-857.
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El Periodismo en Antioquia
BLANCA ISAZA JARAMILLO
El Manicomio de Sibaté
Este pueblecillo de Sibaté ha dado su nombre al gran asilo de
locos adonde nos dirigimos en esta mañana. Son unas pocas
casas de teja, unas callecitas pintorescas, unas cuantas
tenduchas de exiguo comercio. Un sol de invierno se filtra
por los resquicios de algodón de las nubes altas y da al paisaje
una suave claridad opalina. A la vera de la senda, algunos
gamines desharrapados desafían el frío cortante como una
cuchilla y juegan con una pelota de trapo que hace las veces
de balón proletario. Al pie de los cerros escuetos que muestran
como cicatrices rojas los caminos en ascenso, se divisa la
construcción de línea simple y severa del Manicomio. Los
edificios rodeados de jardines dan la idea de una pequeña y
cuidada ciudad moderna, con claras avenidas pavimentadas
y huertos pródigos y pinos austeros. Esto es bien distinto de
lo que yo imaginaba; no hay murallas de piedra, ni jaulas, ni
gritos, ni cerrojos, ni guardianes, ni desolación, ni angustia.
Esto parece un gran internado campestre, un país de calma,
una ciudadela de olvido.
Nos reciben con hidalga cortesía los Hermanos de San
Juan de Dios, que manejan con exceso de competencia esta
casa de salud. La Orden Hospitalaria a la cual pertenecen los
39 Hermanos encargados del Manicomio, fue fundada en
España en el año de 1537 por aquel apóstol de la bondad que
se llamó San Juan de Dios. Cuenta la tradición que el santo
pedía por la noche por todos los caminos y ciudades ls
monedas que procuraban un poco de alegría y de pan de abrigo
a los que habían perdido la razón y andaban por el mundo
solos con su tragedia, entre la sombra cruzada de alucinaciones
El Periodismo en Antioquia
205
de la locura. "Hacéos bien a vosotros mismos dando limosna",
decía al alargar su mano ascética en demanda de la dádiva.
Desde hace varios años es superior de estos Hermanos
del Manicomio el Padre Javier Gutiérrez, un antioqueño de
ascendencia vasca, un hombre de una nobleza y de una
actividad y de un concepto eufórico de la existencia que nos
reconcilia con la época signada de egoísmo y de mediocridad.
lejos de toda propaganda, aislado del mundo entre su pueblo
de alienados, con abnegación, con verdadero espíritu cristiano,
con evangélica constancia, realiza su imponderable labor de
misericordia. Para él, todos los locos son sus hijos, sus pobres
niños grandes a quienes hay que dar gusto, que seguir en sus
caprichos inofensivos, que enderezar suavemente en sus
aberraciones, pero sin castigos, sin gritos, sin gesto adusto,
sin palabra dura. Entre su pecho de atleta, bajo su estructura
de pugil, esconde un alma tan iluminada y fina que más parece
una copa de alabastro tocada por un resplandor celeste.
Padrecito, le dicen todos los locos, padrecito, y le cuentan
con frases incoherentes sus imaginarias tragedias, sus penas
calladas, sus abandonos y sus descontrolados proyectos
porveniristas. Para cada uno él tiene la palabra piadosa que
aplaca el ímpetu de la tormenta interior.
Luis Carreño Mallarino, Síndico General de la Beneficencia
de Cundinamarca, ha puesto todo su empeño y todo su
entusiasmo en estas espléndidas obras de asistencia social;
bajo su experta dirección, estas casas disfrutan de todas las
comodidades y de todos los adelantos de la ciencia; los 1.100
locos son atendidos a diario por médicos de prestigio
especializados en psiquiatría. Los tratamientos modernos han
dado espléndidos resultados; ya no hay en Sibaté un loco
enjaulado, ni colérico, ni peligroso; los regímenes alimenticios,
las drogas calmantes, la organización interna simple y amable
de dejarles hacer lo que ellos quieran, siempre que no entrañe
peligro para los demás, han realizado el milagro. Cada cual es
feliz con su manía, cada no vive su vida de acuerdo con el
206
El Periodismo en Antioquia
ensueño que se le rompió en el alma. Por eso, esta casa está a
una distancia estelar de lo que yo tenía en la imaginación, de
aquellas visiones de pesadilla de los manicomios antiguos,
con los locos de camisa de fuerza, y las celdas trágicas con
reminiscencias de inquisición, y las duchas heladas y las
cadenas y los alaridos y las torturas ignoradas. Paseando por
estas avenidas bordeadas de arbusto floridos, con arrietes
estrellados de margaritas, en compañía de estos religiosos
fraternales, se pierde la noción de que se está en un asilo de
alienados.
Hay tipos originales, individuos de curiosas manías, gentes
que más bien nos despiertan un sentimiento de envidia porque
viven felices, completamente felices entre la niebla dorada
de su ensueño; para ellos el tiempo no ha pasado, la existencia
se quedó estabilizada en el mismo sitio en donde los
sorprendió la locura; los observo con curiosidad buscando en
su espíritu el hilo roto de su emoción; no sufren; son
indiferentes a cuanto los rodea; habitantes del país de la
quimera, para ellos el mundo exterior ha dejado de existir.
Algunos se han quedado por siempre en mi memoria: a la
sombra de un pino romántico, hace diez años que un poeta
está sentado con un lápiz y un papel sobre las rodillas, puesta
la mano en la frente pensativa, en espera de que surja de su
mente la mariposa de oro del verso que nunca llega; hay un
médico que se pasea de la mañana a la noche en un mismo
punto del jardín, como si lo hiciera en su consultorio; se
examina el pulso, saca la lengua, se ausculta y se toma la
temperatura con lo que halla a la mano; el diagnóstico debe
ser fatal, según lo grave de la mirada y lo severo de la expresión;
hay un inglés alto, rubio, joven, que está siempre de viaje;
hace cinco años va continuamente hasta la puerta cerrada en
espera de que la abran; se mantiene de briches, con la gabardina
colgada al brazo, con sombrero corcho, con un clavel en la
solapa; el frustrado afán viajero no le ha quitado la sonrisa.
El ministro es otro tipo feliz; mantiene bajo el brazo una revista
El Periodismo en Antioquia
207
vieja; esos son los memoriales que tiene que contestar cada
día; me cuenta que el país anda revuelto porque el Presidente
no le entrega ligero su Ministerio de Justicia; que él, antes,
estaba en el de Obras Públicas pero que se pasó a éste que es
mejor; que hay que castigar a los bandidos que andan sueltos;
que el Padre Javier le debe ya tres millones y que como no se
los paga, no puede realizar su obra redentora; nuestro
compañero Roberto Liévano le sigue la idea y conversa con
el Ministro de altos problemas sociales: quisiera una grabadora
para llevarme este diálogo. En un pedazo de periódico traza
algunos garabatos que entrega al poeta, a quien encarga con
insistencia que presente ese documento a la mayor brevedad;
las cosas no pueden seguir como están. Todo en revolución y
el Ministro en Sibaté. Alí está Jacintico; igual, con su abrigo
color botella, siempre recordando a su Manizalitos, a sus
noviecitas, a los Gomecitos, haciendo derroche de diminutivos
y hablando con su vocesita de niño mimado. Tiene más blanca
la cabeza y más dulces los ojos infantiles.
Los locos cultivan ellos mismos los huertos espléndidos.
El Manicomio consta de ocho pabellones; el patio de los
intranquilos está construído en forma circular para evitar que
algún enajenado pueda romperse la cabeza contra algún ángulo
de las paredes, en súbito acceso de furia. Pero esto ya no
sucede nunca, nos dice el Padre Javier. Las drogas nuevas
son una sedante onda de aceite sobre el oleaje tumultuoso de
la locura. Cuando nos asomamos a este recinto murado, todos
los locos acuden a contarnos su historia; nos hacen reclamos,
nos dicen de sus títulos, de sus ambiciones, de todas las cosas
que les esperan fuera; todo en un lenguaje desvertebrado, todo
en cortadas frases, en incoherentes cláusulas tocadas de
alucinación.
En este Manicomio hay personajes, figuras del alto mundo
social, gentes que aparecen en las informaciones de los
periódicos como viajando por Europa o residenciadas en otros
208
El Periodismo en Antioquia
países. Sobre sus nombres la discreción de los religiosos echa
los siete sellos del silencio.
Nuestro amigo, el gran poeta Liévano, a quien le debemos
las emociones de este paseo interesante, ha anunciado esta
visita y el Padre Javier nos ofrece un almuerzo espléndido; se
destapan en nuestro honor los viejos vinos españoles, fragantes
y exquisitos; parece que todo el paisaje de Málaga y toda la
gracia de Sevilla y todo el sol de Extremadura se condensaran
entre el cristal labrado de las copas en el oro cálido de la
manzanilla, en el coral encendido del oporto y en el rubí
traslúcido del jerez.
Quizás los únicos verdaderamente felices son estos
habitantes de Sibaté, que pasean por los jardines, con la mente
en las florestas maravillosas de su ensueño.
Blanca Isaza de Jaramillo
Crónicas de Ayer. Obras Completas. Tomo Séptimo.
Editorial V. y Co., Manizales, Colombia
El Periodismo en Antioquia
209
CORONEL JOSÉ IGNACIO FORERO F.
Así se viajaba
en avión a Medellín
A principios de 1924 llegaron a Barranquilla dos aeroplanos
Monomotores Fokker, aviones que habían sido utilizados
durante la Gran Guerra como aparatos de observación.
Dichas máquinas estaban provistas de un motor alemán VM-W y de una cabina para piloto, copiloto y un pasajero, o
piloto y dos pasajeros. Tenían asimismo un pequeño tanque
de gasolina debajo del fuselaje con combustible para dos y
media horas de vuelo... Tripulantes de ellos fuimos nombrados
mi grande amigo el piloto italiano Feruccio Guicciardi, de la
Fuerza Aérea Italiana, como piloto, y el que escribe estos
recuerdos como copiloto.
Una vez que todo estuvo listo, el primero de estos aviones,
bautizado "Medellín", y después de repetidos vuelos de prueba
en la Costa, levantó el vuelo el 15 de diciembre de 1924 a las
ocho y media de la mañana, de Barranquilla, rumbo a Puerto
Wilches y a Medellín. Las cosas a bordo habían empezado
perfectamente bien, pero, por desgracia, a la altura de Calamar
empezó a estornudar el motor y no fue posible calmarle el
resfriado. Tuvimos entonces que dedicarnos a la poco grata
tarea de descubrir el sitio que nos permitiera realizar un
aterrizaje de emergencia. Después de mucho buscar en los
alrededores de Calamar sin encontrar nada y como nos
alejábamos cada vez más de aquel puerto, resolvimos hacerlo
en un pequeño claro del barranco en la orilla del Magdalena.
Al llegar al borde del barranco el lado derecho del tren de
aterrizaje golpeó la parte superior de un tubo de 4" que había
210
El Periodismo en Antioquia
allí para amarrar los planchones de los barcos. Por suerte el
tubo estaba bastante oxidado, no opuso mucho resistencia al
golpe, y éste nos sirvió, al contrario, para disminuír la velocidad
del avión y hacer un aterrizaje perfecto.
Al examinar el motor vimos cómo los inducidos de los
magnetos se habían derretido totalmente. La Tropical Oil
Company dio inmediato aviso de lo que ocurría a la SCADTA
en Barranquilla y dos horas más tarde teníamos en Calamar al
propio von Krohn y al "Loro" Gorrochateguí con varios
repuestos de magnetos nuevos. Como el claro en donde
habíamos aterrizado era muy corto, Guicciardi regresó solo a
Barranquilla, en tanto que yo lo hacía en el hidroavión "Cauca"
con von Krohn.
....Durante cinco días el "Loro" Gorrochateguí estuvo
inspeccionando el motor del "Medellín", ensayándolo
repetidas ocasiones y al domingo siguiente (20 de diciembre
de 1924) salimos temprano de Barranquilla... Como ya lo dije,
el tanque de aquellos aviones era muy pequeño y su contenido
sólo alcanzaba para dos y media horas de vuelo. Para obviar
este inconveniente, los técnicos de SCADTA habían colocado
en la pequeña cabina ocho latas de cinco galones cada una, la
misma de la que utilizaba la Tropical en aquella época. A
dichas latas se les había soldado en la parte inferior un pequeño
tubo 5/16", con tapón de rosca, todo lo cual estaba destinado
a reaprovisionar en pleno vuelo al avión, con la ayuda final y
preciosa de una manguera de caucho... Cada media hora de
vuelo yo hacía las veces de galeno en aquella "Operación
Tetero" desenroscando el tapón de una lata, destapando el
tanque, poniendo la manguera y transvasando gasolina en
pleno vuelo.
Naturalmente no contábamos con la huéspeda y antes de
llegar a Puerto Wilches se acabaron las ocho latas, en el preciso
momento en el que Guicciardi me decía que reaprovisionara.
Me supuse que la aventura de Calamar habría de repetirse y
empecé a "echarle ojo" a algún sitio que nos permitiera
El Periodismo en Antioquia
211
aterrizar, cuando de repente divisamos a Puerto Wilches.
Según las cuentas de Guicciardi, la gasolina del tanque estaba
agotada y según las mías en las latas no quedaba con qué
llenar un encendedor. Por fortuna un buen viento de cola nos
empujó suavemente hasta un potrero de espinos en cuyo fondo
había un vallado de altos árboles. El "Medellín" aterrizó a
bastante velocidad, yendo a detenerse entre los árboles.
Consecuencia: cuatro agujeros bastante grandes a cada plano.
Y nosotros sin un rasguño, lo que no era poco decir.
Inmediatamente nos pusimos a arreglar el daño en los
planos, con los "materiales" que llevábamos a bordo para
semejantes emergencias: "cola" de la que usan los carpinteros
y zaraza, productos que por por previsión habíamos comprado
en Barranquilla. Sin embargo nos encontrábamos lejos de
Puerto Wilches y no teníamos manera de hacernos a un poco
de agua caliente para diluír la cola. Al fin, pegándole a una
vieja, logramos conseguirla. En seguida cortamos los parches
de zaraza y los adherimos a los planos pero un nuevo tropiezo
se nos presentó. Eran las doce del día, canícula tropical caía
sobre Wilches como plomo derretido y nos dimos cuenta de
que el pequeño potrero en donde habíamos aterrizado estaba
lleno de espinos en los que la hélice, de madera, podía romperse
en el despegue. Hubimos pues de ponernos a buscar
campesinos que limpiaran un trayecto del potrero pero, por
ser domingo, no quisieron trabajar a ningún precio.
Sin amilanarnos, pero tampoco en el colmo de la felicidad
por esta serie de menudos pero graves contratiempos, nos
pusimos, Guicciardi y yo, a cortar espinos en un largo trayecto,
tolerando un calor infernal hasta que literalmente no pudimos
más. Derrotados por aquella temperatura insoportable y sin
siquiera esperar a que los parches pegados se secaran,
reanudamos vuelo hacia Medellín, pensando en que solo
faltaría que se nos rompiese la hélice contra algún espino al
levantar el vuelo.
212
El Periodismo en Antioquia
Por fortuna despegamos rápidamente. Al volar sobre
Barranca le puso el primer "tetero" de dos latas al tanque y a
la altura de Puerto Berrío las otras dos. Cuando volábamos
sobre la depresión de "La Quiebra" observé que una punta
del parche del plano izquierdo empezaba a levantarse. Con
la eficaz ayuda del viento aquel no tardaría en volverse
hilachas. Parecía que no habíamos llegado al fin de nuestras
penalidades en aquel dichoso viaje, y ésta se anunciaba como
la peor de todas. Se lo indiqué a Guicciardi que me miro y me
dijo indicándome con la mano: "Ahí está Medellín". ¡Ya era
tiempo!
Una vez sobre la capital antioqueña le pregunté me
mostrase el campo puesto que yo no alcanzaba a localizarlo.
Guicciardi hizo un viraje a la izquierda y me dijo: "Allí en
donde está aquel gentío". El aeropuerto no era cosa distinta
a una manga en la finca "El Guayabal" de propiedad de don
Jesús Sierra -hijo de don Pepe-, manga que dividía de otra un
cerco de altos sauces, enmarcada entre el río Medellín y la
carretera que conduce a Envigado.
Con los muchos vuelos de prueba que había realizado en
Barranquilla me daba cuenta perfecta de la cantidad de pista
que necesitaba el avión para aterrizar. Aquella me parecía
pequeña y así se lo hice saber a Guicciardi. Su respuesta fue:
"Este avión aterriza bien ahí". Ante esa respuesta concluyente
no me quedó más que asegurarme las correas del asiento y
agarrarme de un pasamanos de tubería frente a aquel. Minutos
después el primer intento de aterrizaje falló, dado que los
sauces eran bastante altos y cuando acabó el potrero el avión
todavía estaba planeando. Dimos, en consecuencia, otra
vuelta a Medellín, y repetimos la maniobra apagando el motor
antes de llegar a los consabidos sauces. Esta vez la nave tocó
tierra a escasos cuarenta metros del fin donde terminaba el
potrero adornado con un ancho cercado de piedra, adonde
llegó el Fokker "Medellín" a buena velocidad, pues en esa
época los frenos en las ruedas de los aviones eran
El Periodismo en Antioquia
213
desconocidos. La estrellada contra el cercado de piedra fue
bastante fuerte. Yo me di un golpe contra un paral del fuselaje
y quedé medio viendo estrellas. A los pocos segundos alcancé
a oír, por allá entre gallos y media noche, a Guicciardi
preguntándome qué me pasaba. Le contesté que nada.
Cuando miré en derredor mío, ya más o menos despierto
del porrazo, lo que primero vi fue la más bella colección de
piernas femeninas que me haya sido dado admirar. Aquello
me pareció una pesadilla. Nunca había visto tantas
simultáneamente. Por fin me di cuenta de que estábamos
sentados en el suelo, al estrellarse el avión, el tren de aterrizaje
salió hacia atrás y el fuselaje había quedado totalmente a ras
del suelo...
Pocos días después de este percance Guicciardi regresó a
Barranquilla para traer el segundo Fokker y a mí se me dejó
en la capital antioqueña con el encargo de convencer a don
Jesús Sierra, dueño de los potreros en donde se encontraba
nuestro flamante "terminal aéreo" medellinita para que, a
cualquier precio, nos arrendara una manga más en su hacienda
"El Guayabal", a fin de que nosotros pudiéramos prolongar
la pista y no darnos más de narices contra su condenado cerco
de piedra. Inútil. Don Jesús, con un criterio que no hacía
mucha honra, ciertamente, al proverbial espíritu emprendedor
de los antioqueños, se cerró en sus trece, ¡aduciendo como
razón la muy curiosa de que las ruedas de los aviones le
dañaban el pasto que él reservaba a sus ganados! Y lo curioso
es que en forma parecida pensaban por la época la mayoría
de los colombianos para quienes eran más importantes las
vacas que los aviones. Al fin don Jesús entró en razones y
accedió a alquilarnos una manga más pero fue otra hazaña de
diplomacia verbal convencerlo de que nos dejara tumbar los
sauces que dividían los dos potreros, que, me supongo, no
habrían de servirle de forraje a los novillos...
A estos cortos párrafos se les podría también titular
"Aunque usted no lo crea", y es así como después de cuadrar
214
El Periodismo en Antioquia
a don Jesús Sierra con la nueva manga en "El Guayabal" para
agrandar nuestro terminal aéreo, a este cronista de ustedes le
quedaba aún en aquellos días una tarea todavía más difícil y
agotadora. Mientras Guicciardi preparaba el segundo avión
Fokker en Barranquilla, según nuestros planes, yo salí solo de
la casa de "El Guayabal" una mañana muy temprano en un
brioso caballo color azabache de propiedad de la SCADTA.
En dirección a Manizales y al puerto de La Virginia, sobre el
río Cauca. El lector se preguntará asombrado cuál sería mi
misión en tan largo viaje. Pues sencillamente se trataba de
localizar mangas de emergencia o planadas para nuestros
vuelos Medellín-Manizales-Cali. Esto pasó cuando sólo había
una pésima carretera de Medellín a la Pintada, el resto de la
mayoría de esta vía era trocha. Recuerdo muy bien que de
Medellín a Manizales en aquel fantástico caballo gasté tres
largos días, casi cuatro. El regreso a Medellín lo realicé ocho
días después más o menos en el mismo tiempo. En aquella
época no se soñaba aún con pistas pavimentadas. Era
necesario buscar pequeñas mangas o potreros lo más planos
posible para asegurar los vuelos en el accidentado territorio
de Antioquia, Caldas y el norte del Valle.
El Periodismo en Antioquia
215
MARÍA CANO
Una visita a la
Colombiana de Tabaco
Un galante llamamiento del Administrador de la Fábrica
Colombiana de Tabaco, vino a colmar mi anhelo, que mucho
tiempo hacía deseaba visitar ese gran centro de trabajo. En
mis labores está como punto primordial visitar fábricas, talleres
y cárceles; así, más cerca de la labor y al dolor del obrerismo.
Es admirable la impresión que se recibe al penetrar en ese
recinto. El edificio es imponente en su sabia construcción.
Los salones, amplios y luminosos, embellecidos por un
escrupuloso aseo.
El señor Administrador, con una amabilidad que hizo más
agradable esta visita, nos mostró la Fábrica en su totalidad, y
diónos informes sobre la marcha interna del establecimiento.
Las maquinarias, perfectas laboradoras, vierten cuantioso
material.
¡Oh! Qué emoción. Las manos infatigables, comprensivas,
construyendo incansablemente. El ojo avisor, la mente atenta;
serena, matemática, la labor avanza.
Admiración, respeto, amor, sintió mi alma por aquella
falange incansable que con sencillez noble, empuja la palanca
del progreso. El corazón siéntese oprimido dolorosamente al
contemplar el esfuerzo de aquel enjambre de mujeres, abejas
del gran panal del trabajo.
Dolor de esos frágiles cuerpos, que la labor fatiga, esas
cabezas inclinadas, atentas al mayor acopio del trabajo, esas
manos en vertiginoso movimiento, persiguiendo el sumum
de esfuerzo, para lograr el rendimiento de dinero que pueda
cubrir sus más apremiantes necesidades. ¡Cuánta abnegación,
cuánto amor entraña esta labor excedida!
216
El Periodismo en Antioquia
Y qué bella misión de bondad puede llevar a cabo el señor
Administrador, si comprensivo, ayuda a la faena con una sabia
y serena dirección.
Serena, porque es sabido que en el sistema de sensibilidad
del organismo humano, pesa gravemente la forma exterior
que pretende en imposición agresiva sojuzgar los hechos. La
bondad ambiente es un contribuyente eficaz a todo laborar.
El señor Administrador debe pensar que sus obreras no
podrán continuar el trabajo sabiamente si se ha turbado su
mente con una corrección dura que hiera su dignidad y maltrate
su sensibilidad.
¿Cómo no pensar que un exceso de trabajo fatiga, y estorba
algunas veces, la perfección acostumbrada? ¿Cómo no tener
indulgencia para quien siempre ha dado su labor perfecta?
Bien está la corrección para la buena marcha de los trabajos y
la disciplina, pero nada estorba la suavidad de la indicación.
Todo director de obras debiera comprender esta gran
verdad: Lo que no se hace por amor, no se hace bien hecho
por temor.
Que se haga amar de sus subordinados y no le faltarán al
respeto, ni en la buena marcha en los trabajos.
Así mismo todo trabajador debe amar su labor y poner en
su cumplimiento todo su esfuerzo consciente.
La "Colombiana de Tabaco" es un bello exponente de
nuestra civilización. La higiene marcha bien, sólo hay un lunar
en la limpidez de su forma de salud, y es el salón donde se
prepara la hoja de tabaco. Carece de ventilación suficiente, y
las estufas despiden un calor excesivo que hace insoportable
la atmósfera por las emanaciones del tabaco.
Los cuerpos sudorosos quedan expuestos a un enfriamiento
luego de salir del salón, que puede ser de gravísimas
consecuencias.
El señor Administrador me ha dicho que está haciendo
un salón apropiado para este trabajo. Ojalá esto sea pronto.
Encarezco a la Junta Directiva de la compañía recapacite
sobre este delicado asunto, y sobre los siguientes:
El Periodismo en Antioquia
217
Ver si por otros medios que no sean de suspensión de
trabajos temporales puede corregirse a los obreros por sus
faltas. Ese sistema que parece más humanitario que el de las
multas, tiene el inconveniente de desorganizar los trabajadores
y es de dolorosa consecuencia para las obreras, pues en vista
de que ellas ganan según el trabajo elaborado, y habrá
ocasiones de mucho trabajo, puede una obrera perder en una
suspensión de dos a tres días cuatro ($4.00) o cinco ($5.00)
pesos oro. Bien se ve que es esto peor que multas que no
pueden ascender a tanto.
Que se vea que esta suspensión de trabajo, caso de que
deba seguir rigiendo, no se imponga sino por faltas que
entrañen gravedad y sean faltas al reglamento; pues por
deficiencias de trabajo, no sería esto método educativo, y sí
sería una injusticia.
Y por último, que la Junta mire la mejor manera de aliviar
a las obreras que se ocupan en la colocación de la hoja
destinada a la máquina picadora, mientras se construye el
salón que se proyecta.
Tiene esta fábrica una buena institución: el restaurante
para proporcionar a los obreros alimentación buena y barata.
El taller de litografía es muy completo, los trabajos de suma
limpieza, y los operarios son verdaderamente inteligentes en
la materia.
Esta Fábrica es una avanzada en el movimiento de
progreso de nuestro País. Se encuentran en ella, una corrección
y un orden ejemplares.
La impresión que traje de esta visita, perdurará tiempos
en mi espíritu, por la cordialidad del señor Administrador, la
fraternal acogida de los obreros y de las señoras directoras.
Espero, que borrados los pequeños lunares de deficiencia,
sea esta Fábrica alto ejemplo para sus compañeras.
María Cano, Flor del Trabajo. El Correo Liberal. Medellín, junio 27 de 1925
Escritos: Ediciones Extensión Cultural Departamental.
Colección Breve Vol. 1. Medellín 1985
218
El Periodismo en Antioquia
LIBARDO PARRA TORO (TARTARÍN MOREIRA)
Sorianita
En estos tiempos en que la mujer, con un verdadero espíritu
de emulación, ha venido asaltando el campo de las actividades
masculinas en una progresión que ha llegado ha desconcertar
a más de un observador puritano y restringido, nada sería
motivo de asombro, si a golpe de pruebas nos han traído al
convencimiento de que la mujer, como elemento de trabajo y
no de mera contemplación, tiende a buscar un equilibrio social
que se hacía necesario y digno del más resonante éxito.
Incorporadas en labores que hasta hace poco estuvieron
reservadas a los fuertes, buena cuenta han dado de su
eficiencia y de su tenacidad, estableciendo competencias y
dando ocasión a desplazamientos de empleados, salvando
situaciones imposibles en sus propios hogares, cooperando
en las erogaciones de la familia, llevando unas encima el peso
de una entera, valiéndose por sí mismas a sus sostenimiento
y enrostrando a los hombres la valía de su tenacidad y de su
poderosa consagración en el trabajo.
Pero lo que si es verdaderamente asombroso es el hecho
de que una mujer se haya dedicado al arte de los toreros,
campo de acción éste destinado a un valor extraño y único
del hombre, a cierta clase de hombres que los siglos no arrojan
en prodigalidad y que han llegado a conquistarse la admiración
del mundo. No dan noticia los tiempos de que las mujeres se
hayan aventurado a establecer competencia en este arriesgado
sistema de ganarse la vida, y el sentido común, largamente
experimentado en hechos de gran trascendencia, se resiste
con denuedo a consentir este aspecto del valor femenino y
que bien pudiera llamarse un airado desplante de una
naturaleza considerada universalmente como pueril y
enfermiza.
El Periodismo en Antioquia
219
Hay maravillosos ejemplos de mujeres que se jugaron a
cara y cruz sus vidas en un momento de exaltación y de locura,
por un amor de tantos; mujeres que se sacrificaron impulsadas
por un sentimiento de generosidad o de enervante pasión;
mujeres de sacrificio y de leyenda que han merecido
consagración en bellas páginas de historia. Pero estas excelsas
heroínas tal vez no hubieran sido capaces de jugar con sus
vidas en una plaza de toros, con esa incorregible y valiente
repetición del peligro en reto valeroso a la muerte. Acaso el
gran señuelo de lo definitivo sea el hacedor de ciertos héroes,
y acaso lo irremediable y su cómplice. No es lo mismo saber
que al otro día, sin escape, treinta arcabuces liquidarán el
ritmo de un corazón, que ignorar si habrá de ser mañana o el
domingo venidero, o el de más allá, cuando el cuerpo, como
un pedazo de capote prendido en las astas de una res instigada
y enfurecida, flotará como un guiñapo sanguinolento e inútil.
Darse a una muerte segura, sin subsidio alguno, en la
convicción de que es inevitable, es de menos heroicidad que
aproximarse a ella con frecuencia, a sabiendas de que podía
restarse al peligro con un simple trote, con una ausencia
disimulada o con una claudicación a tiempo. Los toreros son
jueces propios y a un tiempo eternos encapillados que no salen
de su hora postrera, y es precisamente en esa serenidad con
que afrontan el riesgo tremendo de donde estriba su brillante
aspecto de héroes.
Sorianita ha vuelto a Medellín a despedirse de su vida de
riesgos, después de haber desafiado a la muerte innumerables
ocasiones.
Buena tarde y buena suerte le deseamos a esta valiente
mujer, que ya merece por muchos títulos el descanso a que es
digna, con un retiro lleno de flores y de pájaros, con huertos y
fuentes, que es, por cuentas, el anhelo de toda mujer que ya
no quiere participar del mundo ni de las multitudes, y que
busca el amparo del silencio para el gran crepúsculo del
espíritu.
De: El Heraldo de Antioquia, Vol. 1 #3, Julio 13 de 1927.
220
El Periodismo en Antioquia
ALEJANDRO LÓPEZ
Vías de transportes
Dedicado al Señor General Pedro Nel Ospina,
ex-Presidente de Colombia
Las cuestiones agrarias resultan del movimiento de la
población en el sentido de apropiarse el suelo; las agrícolas,
de la actividad de la población al explotar la tierra para
satisfacer sus necesidades unas y otras están condicionadas
por la de las vías de comunicación que, modificando las
deficiencias o dificultades del territorio, cambian la situación
de las tierras y dan valor a sus producciones. Estos problemas
están, pues, tan íntimamente ligados entre sí, que ahora se
hace preciso estudiar el interesante fenómeno de los esfuerzos
que ha hecho o proyecta hacer nuestra población, para adecuar
el suelo y poner sus productos al alcance de la demanda interna
o externa. Por ser el tema demasiado extenso hay que limitarse
a exponer ideas, principios y planes generales.
Mirar la cuestión de los transportes en Colombia desde
un punto de vista en que solamente se cuentan los productos
de la industria colombiana, puede que sea criterio nacionalista,
pero que se justifica al considerar que el producto extranjero
no entra al País sino a suplir deficiencias de la industria actual.
Lo predominante, permanente y principal es la producción
nacional; el producto de origen extranjero es secundario y
más o menos temporal, a la medida del progreso industrial y
comercial. La deficiencia de un país en ciertos productos puede
ser momentánea o temporal, o permanente de modo
irremediable. La de Colombia en hierros de fundición, trigo y
géneros burdos de algodón es, o debe de ser, más o menos
temporal; la de azúcar y arroz es momentánea, probablemente;
El Periodismo en Antioquia
221
y la de artefactos de acero puede considerarse como
permanente, aunque no hay razón para creer que el País no
llegue a bastarse a sí mismo en esta materia algún día.
Deficiencia permanente e irremediable es, por ejemplo, a la
de Inglaterra, que tendrá que importar siempre productos
tropicales, como café, caucho, arroz, cacao, quina, etc.
Consideradas, pues, las deficiencias de estos dos países, resulta
una gran diferencia a favor de Colombia, y es claro que esa
diferencia es concepto que ha de regular la dirección de nuestra
sociedad en lo futuro.
Se contempla en el párrafo anterior la movilización de las
cosas, por considerar que la de los habitantes es secundaria y
subordinada a la de los productos, que es la principal. La
población no cuenta entre sus funciones la de trasladarse de
un punto a otro, ni vive viajando, como el producto desde
que nace hasta que se le consume; el movimiento del pasajero
-en función de acción- está subordinado al de los productos,
si acaso no es originado por éstos. El progreso en el sentido
de los transportes consiste en darle extrema movilidad al
producto de la industria humana, a menos que éste sea fijo
por destinación; al contrario, el progreso en otro orden de
ideas consiste en crear condiciones de extrema fijeza para la
población. Si alguna explicación necesitaren estos dos
postulados, bastaría mostrar el absurdo de los contrarios; es
incivilizable una población a estado nómade, en que los
hombres se mueven como dotados de alas; y es, también, de
condiciones negativas para la civilización, si los productos
de su industria se comportan como si tuviesen cien veces
mayor peso del real, y están, por lo mismo, destinados a
consumirse sur place. ¡Lo que valdría una manzana, del valor
nutritivo conocido y de peso de un quintal! Y no otra cosa
pasa a los pueblos carentes de medios de transportes: la casi
inmovilidad del producto resta ganancias al productor y
encarece los mantenimientos. En cambio, el hombre como
trabajador, que es el aspecto considerado, sólo se desplaza
momentáneamente, y casi siempre en los del producto.
222
El Periodismo en Antioquia
Los españoles no eran tan solícitos como los romanos en
la construcción de carreteras para el manejo y defensa de las
colonias, sino que más bien se adaptaban con sorprendente
facilidad a la falta de comunicaciones; de manera que, a
constituirse la República, no había caminos, propiamente
hablando, y si el de mayor importancia entonces, que fue el
que sirvió para la huida del Virrey, a principios de Agosto de
1819, se hallaba en tan pésimo estado un sigo después, cuando
se terminó la vía férrea que lo reemplazó, ya puede imaginarse
lo que serían las otras vías de entonces.
Estas se fueron haciendo por los rumbos hallados como
de menor resistencia por el público, con el trazado que fue
sancionando el vulgo con sus huellas, y que respondía bien a
las exigencias, tráfico y recursos de entonces. Regularmente
esos caminos seguían las crestas de las cordilleras, o de sus
estribaciones, lo que prestaba diversas ventajas: la cresta
marcaba el rumbo sin riesgo de pérdida; se evitaban las luces
y vados, así como el movimiento inicial de tierra y las
construcciones de desagües. En cambio, resultaban pendientes
y contrapendientes obligadas, y se cruzaban las cordilleras
por los puntos más altos, que es de donde se desprenden las
estribaciones en sentido opuesto. De aquella manera el
problema de las vías quedaba al alcance del vulgo, y quien
mire hoy el trazado de caminos como el de Guaduas, el de
islitas, o el de Cali al Pacífico, no dejará de sorprenderse de lo
acertado de esos trazados empíricos, dadas las condiciones
existentes en aquella época.
Los ingenieros que primero entraron a prestar su concurso
en los caminos, tuvieron que someterse a la obra estéril de
remendar lo hecho; buen ejemplo de cómo la ciencia ha de
limitarse a enmendar errores que más valiera abandonar. Pero
si esos campeones hubieran negado su dirección, entonces,
habrían cometido el mismo error en que ahora incurren algunos
miembros de la clase dirigente, al sustraerse del todo a la
función directiva, alegando un mal estado de cosas.
El Periodismo en Antioquia
223
En la última cuarta parte del siglo pasado fue cuando
empezó a mostrarse inconformidad con los caminos de
herradura heredados de los españoles o hechos por la
República. Las tres fuerzas que obran en el problema venían
aumentándose; tráfico, exigencias de la opinión y recursos
fiscales. Fruto de esta inconformidad fueron, por ejemplo, la
carretera de Cambao, las de la Sabana, la de Medellín a
Barbosa, &, aunque es muy discutible que esos caminos
pudiesen llevar el nombre de carreteras. Más bien podrían
llamarse caminos carreteables, nombre aplicado por el Señor
Pereira Gamba a uno del Sur, de trazado suave, pero sin el
afirmado que corresponde a una verdadera calzada; nombre
cuyo empleo se generalizó más tarde, al aplicarlo al que
transmonta La Quiebra. Para que un camino merezca el
nombre de carretera o calzada no basta que tenga una
gradiente adecuada al rodaje; lo más característico de ella es
el afirmado, que ha de ser resistente a la erosión de las lluvias,
incompresible, aunque elástico, y de un material que no haga
pasta con las aguas; y el piso, antes que presentar obstáculos
al rodamiento, ha de ser liso y economizar el desgaste de las
llantas. Cuando el firme no responde a las características
exigibles, el camino se hace con menos costo inicial,
sometiendo en cambio a cada vehículo a desgaste y daños
que elevan el costo de su explotación y disminuyen su vida.
Cuando el tráfico es muy intenso, es claro que todos estos
costes individuales sumados compensan ampliamente a la
colectividad del empleo de un buen capital que se invierta en
obtener un afirmado perfecto; es decir, será más económico
para la sociedad tener afirmados perfectos, como los de
Inglaterra. El tráfico escaso no merece la inversión de grandes
capitales, como los que se gastan en las calzadas de primera y
segunda clase en este país, y menos aún si el camino se ha de
destinar al tráfico mixto de ruedas y de cascos de mula. Ni la
mula de carga requiere un afirmado especial, ni es posible
evitarle a un buen firme de degradación constante de los cascos
herrados.
224
El Periodismo en Antioquia
Esta parecer ser la explicación de por qué en Colombia
haya sido tan ineficaz el esfuerzo por construir y sostener
verdaderas carreteras; la de Cambao quedó prácticamente
abandonada, aún antes que el Ferrocarril de Girardot viniera
a satisfacer en gran parte la necesidad que dio ser a ese camino.
Indudablemente el frecuente tráfico de mulas por éste
degradaba el piso y tendía a excluir las ruedas. Es natural que
en la lucha entre el tráfico de ruedas y el de mulas de carga
acabe por triunfar éste, por el solo hecho de que el tránsito de
la mula daña el camino para las ruedas. Eso hace el
sostenimiento demasiado caro, sobre todo si es escaso el tráfico.
Si aún hoy, por arte de encantamientos, se transformaran todos
nuestros caminos de herradura y carreteables en carreteras de
las que clasifican en la Gran Bretaña como de segundo orden,
el País sería incapaz de sostenerlas en condiciones adecuadas
a la explotación fácil y barata del automóvil, por dos razones:
primera, porque sería imposible evitar la degradación a que
está sometido todo camino de herraduras; y segundo, por el
enorme costo del sostenimiento, en relación con el poco
tráfico.
Sin embargo, todo va cambiando; la tremenda habilidad
del arriero para sortear malos caminos va siendo reemplazada
por la que requiere el manejo del motor. El tráfico de los
caminos ha aumentado considerablemente, y seguirá en
aumento al compás de la construcción de vías férreas. Los
recursos fiscales se incrementan en consonancia. El público,
que es a la vez demanda del camino y contribuyente del
Estado, es cada día más exigente, y reclama facilidades de
traslado y de transportes, es decir, comodidad y oportunidad
en las movilizaciones. Finalmente, todas estas fuerzas que
intervienen en el problema de las vías de comunicación han
crecido hasta salirse del alcance del vulgo, a la vez que el País
ha creado toda una legión de técnicos capaces de confrontar
dichas fuerzas, hoy los trazados se hacen con pendientes
gobernadas y hasta compensadas, los vados no importan, las
El Periodismo en Antioquia
225
luces se multiplican, se sigue en el trazado la media ladera de
la montaña, y las cordilleras se cruzan por los puntos más
bajos, que son aquellos en que nacen dos corrientes de agua
en dirección opuesta.
Es preciso insistir en mostrar todo el progreso que implica
el sacar ciertas obras del alcance del vulgo, que siempre trata
de poner las cosas a su alcance, refrenando el progreso.
Precisamente esto es lo que no deja dar un impulso sólido ala
Agricultura nacional. Ejemplo bien claro es también cierta
disposición del Código de Minas de 1868, aún existente, que
autoriza a medir las pertenencias mineras a cabuya pisada. El
día que se disponga medir esas pertenencias por sus
proyecciones horizontales, se sustraerá esa operación de
Agrimensura del dominio del vulgo.
Bajo los favorables auspicios revisados antes, Colombia
se dispone a recobrar el tiempo perdido en la tarea de
completar su equipo nacional, de que son parte muy principal
las vías de comunicación. El camino de herradura ya no se
construirá más, y la atención pública se fija en la construcción
de carreteras, como complemento de las vías férreas y
funiculares, y aún como subsidiarias de éstas. Por eso es de la
mayor importancia aclarar ideas, y establecer doctrinas y
principios, valiéndose para ello, hasta donde sea posible, de
los datos y lecciones de la experiencia del País mismo, sin
incurrir en imitaciones desastrosas, pues ya está visto que
hasta los procedimientos mismos requieren una adaptación
adecuada.
Problemas Colombianos (Fragmento)
Editorial Lealon; Medellín 1976. (Segunda edición)
226
El Periodismo en Antioquia
LIBARDO LÓPEZ
Cruz de oro
En el concepto de que el Banco de la República había sido
instituido con el solo fin de reunir, conservar y defender las
reservas de la nación en un solo fondo, y sin consultar otro
exponente, como unidad de medida, que la equivalencia del
cambio en el comercio exterior, la dirección del banco se
consagró desde sus comienzos en reunir grandes depósitos
de oro en el país y en el exterior. Todos los saldos favorables,
digámoslo en otra forma, las ganancias de la nación, las
adquiría el Banco de la República, lo mismo que el sobrante
de los empréstitos, deducido o que se invertía en el extranjero
en compras para obras públicas. Como el capital del banco
no alcanzaba para acaparar todo el oro del mercado, ocurrió a
las emisiones de papel moneda, sin fijarse en que la rapidez
era vertiginosa y en que, emitiendo a "carrera abierta", se
fomentaba en la misma forma el alza de los precios.
Los fondos adquiridos así de tan fácil manera, lograron
afuera buenos intereses, mientras en el interior se estimularon
activamente los descuentos en los bancos afiliados,
consiguiendo otra buena ganancia en este lado de los mares.
Ese papel moneda no tuvo la fortuna de inundar todo el
país de una manera uniforme; se concentro en los grandes
centros nacionales; y allí, el banquero encargado de la
redistribución del papel, naturalmente lo prestó a las personas
conocidas, a quienes a su vez estimuló para que emprendieran
y gastaran los dineros que ociosos le estorbaban al banquero.
Por este camino se operó el fenómeno de hipertrofia del crédito
en dichos centros, en donde los negociantes conocidos del
banquero se dedicaron a inventar negocios en qué emplear
capitales tan al alcance de la mano, y a donde acudieron los
El Periodismo en Antioquia
227
hombres pudientes de los campos y de los pueblos menores a
establecerse para relacionarse con el banquero y entrar en la
procesión de las invenciones. En todo esto no veía el Banco
de la República otra cosa que progreso natural del país.
La dirección de nuestro Banco de Emisión, sumido en su
idea única y final de concentrar reservas de oro y de respaldar
bien su billete, no se cuidó de que entre sus deberes así era
cardinal el de la estabilización de los precios, o valor del
numerario en el interior, como el de la estabilización del precio
de cambio exterior, sino más cardinal y premioso.
No observó que, mientras en los grandes lugares de la
nación se producía un alza rápida de los precios por la
profusión del crédito, en los lugares apartados y extraños a la
acción del movimiento industrial urbano, toda clase de
actividad languidecía, por la ausencia del capitalista impulsor,
quien había acudido a los puntos en donde la lumbre
alimentada por el Banco de la República daba luz, calor y
vida.
La genera despoblación de los campos se ha imputado
exclusivamente a las obras públicas. Esto no es verdadero
sino en parte. La hipotrofia del crédito en los grandes centros
obró también la despoblación en dos formas: porque fomentó
en esos centros industrias nuevas que exigían mayor números
de brazos del existente, y porque detrás del capitalista
campesino que venía a acercarse al banquero, salían en busca
de mejor fortuna el empresario medio y el peón.
Demuestra esta observación cuáles fueron las
consecuencias de la política monocorde del Banco de la
República, pues que uno de sus deberes -también cardinal- es
la regularización del crédito y su distribución uniforme en lo
posible -en toda la Nación. La concentración del crédito en
unos pocos lugares produjo su expansión exagerada y, en parte
considerable, el movimiento de despoblación de los campos.
Por no haber atendido la regularización del crédito y a su
distribución general y uniforme, el Banco mismo fue el autor
228
El Periodismo en Antioquia
de la expansión exagerada en los centros favorecidos; y cuando
su propia obra alcanzó proporciones alarmantes, la dirección
del banco, en vez de corregir con maña sus errores, se dio a la
tarea de producir alarma económica; y, valiéndose de su
autoridad, tan considerable cuanto poco bien justificada, dio
voz de alerta sobre la inflación general y sobre la existencia
de la especulación, dos conceptos errados en razón de que la
inflación era local y no general, y de que la especulación mala
o agiotaje, que es quizá lo que e ha querido significar, no
existía en la nación.
Fue el 23 de enero de 1928 la fecha infausta en que la
directiva del Banco de la República inició esa serie de fuertes
restricciones del crédito y la persecución de un reajuste de
los precios hacía abajo, causa primera, aunque no única e la
terrible crisis que sobrevino desde entonces, la más funesta
de todas las conocidas en cien años, merced quizá a la
existencia del banco de reservas centralizadas, porque la
centralización de las reservas ha tenido gran culpa en que en
los sectores principales del país, los precios de las cosas
subieran en una época desmesuradamente y ahora estén
bajando, bajando, pavorosamente. Este movimiento de los
precios, rápido hacia arriba y vertiginoso hacia abajo, acelerado
por el Banco de la República en ambos casos, demuestra con
claridad pasmosa lo que le cuesta a la nación la gracia de las
reservas centralizadas con que se ha lucido el Banco de la
República. Quienes no fueron arruinados cuando el numerario
bajaba de precio, lo son ahora cuando sube. Debemos, sin
embargo, consolarnos con que nuestro banco de emisión ha
logrado llenar su misión de centralizar y de defender las
reservas de oro y el respaldo de oro de los billetes. ¿Qué
importa que la nación haya sido crucificada, si la cruz es de
oro, según el conocido símil?
Tomado de: Claridad, Vol. 1 #09, mayo 3 de 1930.
El Periodismo en Antioquia
229
BALDOMERO SANÍN CANO
Viaje a pie
de Fernando González
El curioso lector habrá notado que la mayor parte de las obras
literarias universalmente difundidas y admiradas son
descripciones de viajes reales o ficticios. La Odisea, la Divina
Comedia, el Quijote, los Viajes de Gulliver, Erewhon, son a
manera de capas geológicas en el corte de una civilización,
desde sus primeros fundamentos hasta su culminación o
decadencia, según queramos verla. El mundo griego antiguo
se caracterizó ante la posteridad con un libro de viajes. El
itinerario de Dante en el otro mundo guarda el pensamiento
de la Edad Media como en un estuche de cristal y oro. Viajando
por España, el caballero de la triste figura pone delante de
nosotros la imagen de la conciencia humana en la imagen,
para España, calamitosa época de la contrarreforma. Los
Viajes de Gulliver son la interesante y apasionada visión de
la política inglesa en el siglo XVIII y Erewhon esa obra genial,
profética, de un filósofo naturalista, anunció en forma
humorística la gran transformación por que va pasando en
este momento la civilización occidental al impulso de las
máquinas. No siendo la historia mera narración de sucesos,
ni la biografía el catálogo de las acciones humanas, sino una y
otra la ecuación de la curva trazada por las ideas y las formas
a lo largo y a lo ancho de los tiempos, se puede escribir la
vida del género humano haciendo el análisis literario y
filosófico de unos cuantos libros de viajes.
Sería curioso averiguar por qué han escogido los grandes
genios de la humanidad el libro de viajes para cifrar su noción
230
El Periodismo en Antioquia
de la vida. Acaso tenga esta duradera tendencia su origen en
el hecho de que el hombre es inmueble por ley de la naturaleza,
sedentario, enemigo del cambio y tenazmente apegado a sus
ideas. Desea moverse, conocer otros mundos, pero el pasaje
natal lo fija al suelo con energías telúricas desconocidas. Dejar
de contemplar las colinas familiares, la pampa ligada a los
recuerdos de las generaciones presentes, es para el hombre,
un género de amputación. Cuando desaparece el paisaje
cuotidiano, siente como si hubiera perdido una parte de su
ser. La melancolía es inevitable en el viajero que se asoma a
ver el poniente desde la posada solitaria, en la cumbre de las
cordilleras, o al través de las ventanas del vagón ferroviario,
el día que abandona por primera vez el lugar nativo. Pero con
estar tan arraigado al suelo por los lazos del cuerpo y del
sentimiento, el hombre se vale de la imaginación para libertarse
de esas cadenas, porque teme el cambio, pero quisiera
experimentarlo. El hombre escribe libros de viajes para
libertarse de la atracción terrestre. Extravagancia, dirá alguno,
es sostener que en la época de los grandes trasatlánticos
provistos de piscinas, canchas de lawn-tennis, teatros, cines
y casas de tolerancia; en el siglo de los vagones con camas y
de los carros restaurantes copiosamente surtidos en las
ferrovías de trocha más amplia, el hombre sea un animal
inmueble. Pero esas mismas comodidades lo están probando.
El buque de treinta mil toneladas y el vagón de lujo en los
ferrocarriles no son sino un esfuerzo para crearle al pasajero
la ilusión de que no se mueve y está en su casa.
El hombre es inmueble, pero alimenta desde niño una
hambre desordenada de viajar, especialmente si es antioqueño.
Si le vence el anhelo se escapa del solar provinciano, con el
corazón en un puño; si no logra romper las cadenas
sentimentales que le tienen adherido al terruño, satisface sus
instintos de nómade imaginando viajes. Unos los escriben y
se atreven a publicarlos. A esta persistencia en el propósito y
al anhelo estrictamente antioqueño de moverse aún sin
El Periodismo en Antioquia
231
cambiar de lugar y de paisaje debemos este libro curioso,
original, temerario y grandemente entretenido del señor
Fernando González, nombre que algunos tomaron por
seudónimo, pero que consta en el registro civil de Colombia,
como yerno de un ex - presidente.
"Viaje a pie" resulta ser un libro escandaloso, a todas luces
imaginado para mover escándalo. No el escándalo entre los
impúberes de que habla el evangelio, sino entre los hombres
barbudos, las devotas con o sin bigotes y los profesores de
filosofía. Es un escándalo para los que oyen en el confesionario
los pecados de la gente crédula, no para ésta que nunca sabrá
tesaurizar la innumerable cantidad de pensamientos contenida
en 270 páginas mal contadas de este gracioso y sedicioso
volumen. Cuando se dice que el autor tuvo en su ánimo
suscitar el escándalo con esta publicación no hay voluntad
de censura. Por el contrario los grandes libros se han escrito
siempre con esa premeditada intención. Mover escándalo por
el contenido o por la forma ha sido objeto de muchas obras
inmortales. Los diálogos de Platón estaban encaminados a
escandalizar a Atenas: "Estudiad", parecían decirles a la
judiciatura, a los moralistas de reata, a los gobernantes y a los
charlatanes, "estudiad en estos papiros el carácter nobilísimo,
la inteligencia sin fronteras, la bondad suma que habéis
destruido porque no supisteis comprenderla". Con la forma
quisieron crear escándalo Víctor Hugo hace un siglo, Verlaine
hace cincuenta años y Rubén Darío en época más reciente. Y
lo crearon. Por eso duran todavía las obras del uno y de los
otros. Es "Viaje a Pie", a más de lo dicho, un libro valentísimo.
Para escribir este libro y darlo a la circulación en el
departamento más devoto de la república, hace falta mucho
valor.
Antes de pasar adelante ocurre deliberar acerca de un
incidente curioso en la historia crítica de esta obra. La primera
noticia que de él tuvimos procedía de Max Grillo, fino cultor
de las letras, excursionista tan apasionado como inteligente
232
El Periodismo en Antioquia
al través de las ideas literarias y de las variadas formas del
arte. Grillo es además un poeta delicado que sume en
presencia de la vida actitudes de temor y de éxtasis. Otros le
tienen miedo al dolor y a la muerte. De él se ha dicho con
algún fundamento que le tiene miedo a la vida. Pavor muy
justificado ante esta cosa gris, absurda, inmisericorde,
resistente al análisis y a la definición, tempestuosa a veces,
estancada y fría a la manera de los monstruos abismales, en
otras ocasiones. Leyendo el libro de González en París, la
naturaleza delicada y vibrante de Grillo experimentó una
inquietud superior a su temperamento. Pensó que el nombre
del autor fuese un ardid de guerra, porque no concebía cómo
un ciudadano de esta nación enredadora y monástica pudiera
atreverse a mostrar tanta flaqueza en el cuerpo de la patria.
¡Para qué decir, exclamaba, que vendimos a Panamá! Sin
embargo, la historia de ese gran delito internacional remató
en un contrato misérrimo de compra venta. Las dos partes
contratantes quedaron eternamente contaminadas en la
celebración de ese pacto. Decirlo es menos malo que haberlo
llevado a cabo. Pero en Grillo ejerce la palabra una sugestión
tan intensa, vive los períodos gramaticales con tanta fuerza y
claridad que naturalmente ese vocablo le causó un doloroso
estremecimiento. La noción de la patria es para él inviolable
y sagrada. Para nuestra desventura hay, o a lo menos hubo en
el país, gentes para quienes esa pulcra noción era, objeto de
comercio aparentemente legítimo.
El libro de González fue escrito por un patriota que tiene
de la colombianidad un concepto libérrimo. Para él nuestro
país existe con el objeto de que acerca de él diga cada uno la
verdad, su verdad del momento, cualesquiera que sean las
circunstancias y sin temor a las consecuencias. De lo cual ha
venido a resultar un libro profético. Este hombre valerosísimo
se puso a contemplar la fruta por todas partes y de su
observación dedujo que estaba no solamente madura sino
cerca de la putrefacción y que iba a caerse. La culpa de ese
El Periodismo en Antioquia
233
lastimoso estado es la educación del pueblo, la ignorancia
privada fundamental, bautizada con el título de educación
pública en que han tenido a Colombia durante nueve lustros
sus dirigentes políticos y sus directores espirituales. En ese
viaje a pie, Fernando González estudió en sí mismo y en las
gentes del tránsito la deformación operada en el cuerpo, en el
espíritu de los colombianos, en las formas sociales, en las
nociones más importantes como el amor, la justicia y el arte,
por un sistema aplicado con tenacidad y no sin talento por
los directores de la nación colombiana en las dos últimas
generaciones.
Se dice que ha habido una transformación. Se espera el
comienzo de una nueva vida. Para mostrar la intención de
cambiar el rumbo, la primera medida sería poner este libro en
mano de los maestros como un agente drástico para sus
conciencias débiles y opiladas.
Fernando González ha hecho una cosa muy rara aquí en
Colombia; un libro de pensamiento, de pensamiento leal,
consecuente, no siempre metódico, aunque en la obra se
ensalza con reminiscencias filosóficas y sagradas la excelencia
del método. Pululan en "Viaje a pie" las nociones personales
más curiosas, algunas de ellas atrevidas, y otras que no
quedarían mal clasificadas con el título de trascendentales,
sobre el amor, sobre el patriotismo, sobre el hombre gordo y
sobre la capacidad educadora de algunas comunidades. El
amor es, sin duda la preocupación más tiránica y más urgente
del señor González. Si le hubiera tocado clasificar al hombre
en zoología no le habría llamado "homo sapiens", porque hay,
por cada Immanuel Kant millones y millones de representantes
de la especie, en los cuales predomina el tipo "homo faber
libidinosus" de la edad presente. Y como filósofo naturalista
don Fernando estudió principalmente esa pasión en sus
manifestaciones exteriores. Parece que creyera como H.L.
Mencken el saxoamericano de pluma irreverente, que en tal
inclinación no hay nada que no esté en los sentidos como
234
El Periodismo en Antioquia
dijo cierta escuela filosófica refiriéndose a las ideas en general.
Es un punto acerca del cual las disputas son ocasionadas a la
divagación y al predominio de la visión personal. Sin, duda,
para Mencken no existe el amor pasión, ni el amor cerebral,
ni la inclinación psicología: para él todo es fisiología. Amiel y
Shakespeare podrían exponer teorías opuestas con argumentos
de gran profundidad y hermosura.
Esto no empecé para afirmar que el autor de “Viaje a pie”
tiene una gran facilidad para mover las ideas, trasegarlas y
hacer con ellas las más curiosas y atractivas combinaciones.
Las ama con una pasión intransigente y suspicaz. Las compara
con mujeres honestas y dice de ellas: "esas señoras honestas
dejaron de serlo; se entregaron a Esteban Jaramillo ministro
de hacienda, se entregaron a un sobrino del padre Marulanda".
Me consta que se entregaron al general Ospina, hombre de
gusto, muy afecto a ellas. El doctor Jaramillo no ha dado
muestras de traficar con ese género. Más bien ha tenido
relaciones con las ideas"particulares", por ejemplo, con ésta
de que un poseedor de bonos del 10 por ciento los cambiaría
a la par por bonos del 8 por ciento; extraordinaria noción que
contribuye a aumentar en el exterior la fama de nuestros
hacendistas. Tampoco debe ser motivo de intranquilidad para
los enamorados de las ideas generales la actividad espiritual
del sobrino estadista del Padre Marulanda. De los varios tipos
humanos, le creo más cercano al hombre de Neandertal, con
sus grandes capacidades adquisitivas que al "homo sapiens"
de Linneo. La apasionada y apasionante admiración de don
Fernando por las ideas generales ha hecho nacer en él, como
es lo ordinario en tal estado de espíritu, sospechas infundadas
y celos tenebrosos.
En la forma este libro tiene cualidades perdurables. Su
autor ama la lengua española, cuyos secretos ha perseguido
con ilustrado empeño en las obras de los clásicos y en los
buenos escritores de los tiempos modernos. Ilumina sus
imágenes con la radiante emanación de las ciencias físicas y
El Periodismo en Antioquia
235
de la filosofía moderna, no sin extender sobre toda su obra el
suave resplandor del humorismo, ese preservativo milenario
del pensamiento humano. Cautiva además su estilo, porque
entre líneas se percibe un grande entusiasmo, amor a la vida y
gran complacencia en la comunicación de las ideas. Es claro
en la forma y en el fondo. Podría decirse acaso que en algunos
momentos el placer de comunicarse con el prójimo y el
entusiasmo que pone en acoger las ideas le hacen llegar a un
estado no muy remoto de exaltación, durante el cual suele su
pensamiento ser menos perspicuo que de ordinario. Sin
embargo, estos momentos de exaltación que son raros, repujan
la obra del pensador y la pone muy lejos de ser catalogada
entre las filosofías de lo obvio.
El Tiempo. Bogotá, junio 20 de 1930.
Letras Colombianas
Colección de Autores Antioqueños,
Vol. 1, 1984. Pág. 221-227
Baldomero Sanín Cano.
Tomado de: Dos Siglos de Periodismo Colombiano
Coreditorial; Bogotá, Julio de 1985.
236
El Periodismo en Antioquia
Juan de Dios Uribe
Todas las circunstancias favorables se unieron para hacer
de Juan de Dios Uribe el primer escritor político de Colombia,
un gran descriptor de la naturaleza y de las costumbres, un
crítico de gusto refinado y el más alto representante de la
invectiva justa y resonante. En su familia hubo un escritor
político de altas dotes, Juan de Dios Restrepo, maestro
igualmente en la descripción de las costumbres y en la
observación de los móviles humanos. Fue su madre persona
de talento perspicuo, de vastas lecturas y de un criterio raro
entre mujeres para juzgar fríamente las acciones ajenas. Su
padre amó la ciencia y las letras con desinterés y constancia.
Penetró en las interioridades del cuerpo y del alma humanos,
y, atento observador de las alternativas sociales, buscó el
origen de las costumbres civilizadas estudiando, como los
sabios de su tiempo, las costumbres de los salvajes y haciendo
vida común con las tribus no sometidas aún a la vida civil. El
ambiente en que empezó a crecer Juan de Dios Uribe fue en
sus más señalados aspectos un ambiente literario y científico.
Nació en Andes, población nueva de Antioquia, en las
faldas de la Cordillera Occidental, en las vertientes del Cauca
antioqueño, a la vista de farallones, profundas y estrechas
quebradas y ríos tumultuosos.
Estudió en la Escuela Normal de Popayán, y en los
aledaños de esa villa, comparándolos inconscientemente con
las abruptas apariencias de su ciudad natal, donde había
observado la obra de las fuerzas indómitas del planeta,
aprendió a gustar la gracia, asociada milagrosamente a la
fuerza, en las lejanías del paisaje. Dos ambientes disímiles y
remotos educaron su capacidad de observación ante los
aspectos del paisaje. Más tarde Bogotá, suspendida entre
cerros y una llanura gris y unánime, vino a enriquecer su
El Periodismo en Antioquia
237
sentido moderno de la naturaleza, que poseyó en generosas y
hondas proporciones, y supo verter en prosa con una
delicadeza y originalidad de visión desconocidas hasta
entonces en la literatura de estas partes.
Vino a la vida de la razón y del combate social en un
momento de la historia colombiana especialmente digno de
estudio y de memoria por haberse señalado con el choque
violento de las creencias, exacerbadas por el clero, contra las
opiniones de los hombres imbuidos en la necesidad de
analizarlo todo, que señalaban en otra banda derroteros a las
inteligencias capaces de entenderlos. Asistió a la lucha tenaz,
de cada día y de cada momento, de los dos partidos que
defendían sus principios en una prensa de libertad absoluta,
cuyas expansiones vinieron a dar por resultado una de las
guerras civiles más injustas por parte de quienes la
promovieron y más trágicamente fracasada en la historia de
nuestras contiendas internas. Presenció la lucha, admiró a los
conductores de parte gibelina y luego presenció en Bogotá
las amargas e interesantes controversias políticas de prensa y
parlamento, que sirvieron de prolegómenos a la guerra de 1885
y a la desventurada evolución política de que fueron resultado
la represión violenta de las libertades y el retroceso político
de la Nación a las horas españolas del régimen de Calomarde.
La familia, el ambiente físico, el clima político
convergieron como en un problema geométrico para la
producción de una inteligencia literaria de primer orden y para
favorecer su desarrollo en forma original y completa. Sus
contemporáneos le llamaron "el Indio", sin duda por los
estudios del padre sobre la raza indígena. Su tipo era blanco.
Sus predilecciones naturales movieron hacia la prensa sus
actividades. Amó la lucha por temperamento. Eran igualmente
vivaces, agudas y sinceras sus simpatías que las repugnancias
de su temperamento, y el medio en que hubo de
desenvolverlas fue especialmente propicio a su desarrollo,
porque el origen de la transformación política que combatió
238
El Periodismo en Antioquia
durante su vida, y de que fue víctima animosa, suscitó en el
país desesperadas resistencias morales y de hecho.
Las virtudes más excelsas de su prosa política fueron la
fuerza, la claridad, la gracia ondulante escondida entre los
pliegues de un idioma sabio e intolerante, con las más leves
desviaciones contra su puro genio. No era el escritor pacato,
lleno de terror ante el uso de vocablos o giros que pugnasen
con el código gramatical: era el prosista dueño de su
instrumento, capaz de tañerlo en la generosa amplitud de sus
escalas y recursos. No da la impresión del jardín erudito si no
de la fronda natural acomodada al clima y a la bondadosa
ferocidad del suelo. Al erudito, la dicción "indiana" le da ante
todo el gusto de la corrección perfecta: en tal concepto
coinciden Unamuno y Gómez Restrepo. Al lector
desprevenido y de pocas letras lo avasallan la naturalidad, la
fuerza, lo original y preciso de los epítetos, la armonía liberal
entre el concepto y la frase, la honradez inexpugnable del
pensamiento y la helénica y fugitiva gracia del conjunto.
Como se ha dicho, el ambiente político favoreció en grande
escala el desarrollo de sus naturales talentos y de la plenitud
de sus aspiraciones. No se crea, sin embargo, que la invectiva,
en que fue maestro insuperado en su tiempo, era la sola forma
literaria en que su pluma se elevaba al ápice de la expresión
escrita; en los retratos instantáneos hace justicia a las
cualidades de algunos personajes con cuyas ideas no podía
tener contactos de simpatía. En otros casos la alabanza justa,
dignamente y con adecuada belleza expresada, con aplicación
a personaje por él admirado, se limita con criterio despasionado
y justo. De Montalvo, por ejemplo; dice: "El rollo de la palabra
de Montalvo abruma: ha plantado una nueva floresta del
idioma y se va por ella como un salvaje grandioso a caza de
fieras y reptiles. Se requiere iniciación para comprenderlo y
gusto literario para admirarlo en sus pormenores artísticos;
diré también que hay que prevenirse para no caer en sus
extremos porque se deja ir en el aerostático de su fantasía y
El Periodismo en Antioquia
239
sin ser un ortodoxo es en ocasiones místico... Ningún escritor
hizo, por otra parte, mejor uso de su talento. Azotó a los
pícaros en la plaza pública, colgó a los tiranos en una horca
que puso sobre los Andes y sacó a la vergüenza los vicios del
clero, con un buen humor que da escalofríos". Sería de observar
que la mística tiene en literatura el mismo derecho a expresarse
que el seco materialismo. Quevedo es escritor de alta jerarquía
lo mismo en sus obras jocosas que en sus trabajos de
interpretación de las verdades teológicas. La mística de buena
fe, no enseñada por encargo ni practicada para ganar
distinciones o gajes, tiene su puesto en las letras de todo el
mundo, como la novela o el drama.
La mitad de la obra pensante de Uribe, y casi todas sus
actividades y peregrinaciones, está dedicada a defender la
libertad y a difundir las ideas liberales. Estaba en su
temperamento el dedicarse a esa propagación. La suerte le
favoreció haciéndole llegar a la plenitud del conocimiento en
una época en que las libertades yacían por el suelo en Colombia
y estaban amenazadas o ferozmente limitadas en otros lugares
del trópico. Luchando contra esa calamidad de los tiempos
su pluma, su conciencia, sus nociones de ciencia y arte se
alimentaban a sí mismas. Coincidió de tal manera su
temperamento de luchador con las necesidades de los tiempos
en que le tocó vivir, que la notoriedad tristemente
conmovedora de las administraciones colombianas de la época
y algunas de sus pobres celebridades momentáneas yacerían
hoy en el olvido de no haber recibido los merecidos azotes de
ese vengador de la patria. Las inmortalizó en su daño.
Tuvo, como ya se dijo, en sublimada calidad el sentimiento
moderno de la naturaleza. Echemos la vista sobre este diálogo
con uno de sus grandes amigos, cuya muerte, en defensa de la
libertad y de los desvalidos proyecta aún sombras de vergüenza
sobre el continente.
"El último día del año de 1893, me sorprendió a orillas
del mar Pacífico, por primera vez visto por mis ojos. Tenía el
240
El Periodismo en Antioquia
honor de acompañar a Eloy Alfaro a una de sus empresas
libertadoras.
"!Oh, me dijo el viejo proscrito, señalándome el océano:
amémosle mucho, que sus ondas bañan las riberas de la patria!
"Los amos no vedaban el son nativo y el pan de nuestras
cosechas; estábamos fuera de la ley que ampara y de la tierra
que sustenta, y se atropellaban en mis labios las sílabas
indómitas del odio en aquella mañana de diciembre. La
naturaleza sólo es bella en la libertad de pensamiento. Buscaba
hacia el sur, en vano, mi radiante Colombia de otros tiempos,
la macabea, la madre de vientre fecundo, bendito tres veces
por la libertad, por la república y por la ciencia. El sol naciente
abría grandes y nuevos espacios sobre las aguas; las olas contra
la playa aligeraban su fatiga en un gran sollozo; la brisa traía
las frescuras y los olores marinos; los alcatraces desarrollaban
sus escuadrones en el espacio... Buscaba en vano la patria:
allá abajo el monótono océano resonante y las estériles costas.
Luego aparece Colombia en mi mente, como una llama, que
ya es una antorcha, que ya es una sombra, que ya es una
mancha... ¡nada!"
Fue también narrador de altas dotes, y en su descripción
del campo de batalla de Los Chancos dejó muestras de esta
milagrosa capacidad y de sus dones excelsos como poeta
descriptivo. Es de retener en la literatura española esta visión
del campamento y de los hombres que tomaron parte en la
batalla del día anterior:
"Al otro día de la batalla de Los Chancos (31 de agosto de
1876) vi a Jorge Isaac, de pie, a la entrada de una barraca de
campaña.
Pasaban las camillas de los heridos, las barbacoas de
guadua con los muertos, grupos de mujeres en busca de sus
deudos, jinetes a escape, compañías de batallón a los relevos,
un ayudante, un general, los médicos con el cuchillo en la
mano y los practicantes con la jofaina y las vendas, Trujillo
que marcha al sur, Conto que regresa a Buga, David Peña a
El Periodismo en Antioquia
241
caballo con su blusa colorada, como un jeque árabe que ha
perdido el jaique y el turbante... el mundo de gente ansiosa,
fatigada, febril, que se agolpa, se baraja y se confunde después
de un triunfo. El sol hacía tremer las colinas, la yerba estaba
arada por el rayo, el cielo incendiado por ese mediodía de
septiembre, y por sobre el olor de la pólvora y los cartuchos
quemados, llegaba un gran sollozo, una larguísima queja de
los mil heridos que se desangraban en aquella zona abrasada,
bajo aquel sol que desollaba la tierra. Isaacs reemplazó el día
antes a Vinagre Neira a la cabeza del Zapadores, y como su
primo hermano César Conto, estuvo donde la muerte daba
sus mejores golpes. Yo le vi al otro día en la puerta de la
barraca, silencioso en ese ruido de la guerra, los labios
apretados, el bigote espeso, la frente alta, la melena entrecana,
como el rescoldo de la hoguera; y con su rostro bronceado
por el sol de agosto y por la refriega, me parecieron sus ojos
negros y chispeantes como las bocas de dos fusiles".
Beyle y Tolstoi dieron idea de las batallas de Waterloo y
Borodino siguiendo las impresiones y las observaciones que
desde varios puntos de mira hacía un participante en la batalla.
La humana visión en el relato de Stendhal arrebata la
curiosidad del lector y difunde su atención por todos los
rincones, adonde lo lleva la capacidad descriptiva del autor.
La milagrosa capacidad del genio tolstoiano parece que
reflejara sobre las concavidades del firmamento la visión de
la gran batalla de la Moskwa para que pudiera observarla un
moribundo que empezaba a desinteresarse de las cosas
humanas. Las páginas de Uribe, en la descripción de la mañana
siguiente a la batalla de Los Chancos, tienen la originalidad
de sugerir, en un panorama de alegría y de felicitaciones, el
ambiente caldeado de la batalla ocurrida en el día anterior y
la magnitud de las ideas que allí se vieron a tremenda prueba.
Aunque gran narrador, como se ha dicho, no es esta la
calidad fundamental de Uribe en sus hazañas de escritor;
"hazañas" está bien dicho, porque cada una de sus obras
242
El Periodismo en Antioquia
minúsculas deja la impresión de una estupenda aventura. Pone
en cuanto escribe toda su alma, y apenas por excepción hace
un esfuerzo para explicarse la situación de sus contendores.
En el diálogo su pluma vacila y en ocasiones decae. Era Uribe
un temperamento de escritor que anda siempre revolviendo
las ideas. Tuvo muchas, las acariciaba con deleite, retozaba
con ellas, pero les negaba carta de naturaleza a las opuestas.
Su pensamiento estaba tan lleno a todas horas, que el diálogo
le resultaba una forma de abdicación. Llevaba consigo mismo
un eterno monólogo de la razón contra sus enemigos, a quienes
apenas les concedía el derecho de contradecirle. Fue un
perpetuo contradictor de las ideas contrarias a los principios
de libertad por él aceptados como intangibles, pero careció
de la estupenda mala fe de los polemistas. Jamás entabló con
nadie lides contradictorias de pensamiento. Lanzaba sus ideas
a la plaza pública con el fervor de la convicción y en arranque
de entusiasmo, pero no tuvo la paciencia necesaria para
escuchar a los disidentes ni la ingenuidad requerida para
contradecirles. Por eso en sus narraciones el diálogo flaquea
forzosamente. El monólogo era la forma natural de expresión
para un talento que se contemplaba a sí mismo.
Fue de una facilidad incomparable frente a las hojas de
papel que reclamaban el talismán de su elocuencia. Me dijeron
alguna vez sus amigos que, con frecuencia, cuando hacía prosa
para La Siesta, eliminaba el intermedio de la maduración sobre
el manuscrito. Llegaba de la calle a las dos de la mañana,
iluminado artificialmente; y para atender a la premura de las
circunstancias, colocaba delante de sí al cajista, con la galera
en la mano, y le iba dictando febrilmente las frases que al día
siguiente escandalizaban ciertos ambientes, mientras otros
abrigaban el regocijo de las mentes caldeadas por la pasión
de ser libres.
Tuvo para ejercer la crítica literaria vocación manifiesta;
gusto fir me, vastas y bien digeridas lecturas, juicio
independiente, admiración documentada de lo bello
El Periodismo en Antioquia
243
dondequiera que lo encontrase. Sin embargo, su temperamento
de luchador se sobrepone a menudo, en sus trabajos de crítica,
a la fría percepción del analista. De esto hay ejemplos en el
estudio sobre “La Tierra de Córdoba”, de Isaacs, y en sus
apasionadas y melancólicas excursiones por la poesía, la vida
y la locura de Epifanio.
Al pie del monumento que se le ha erigido podría ponerse:
El genio literario de la invectiva política: la frase más
natural, más pura y más graciosa entre los escritores de su
tiempo.
Baldomero Sanín Cano
Ensayos 1942, Bogotá.
244
El Periodismo en Antioquia
JAIME BARRERA PARRA
Despedida a Rendón
La muerte de Ricardo Rendón nos impone el deber de ser
valerosos. Ahora, mientras la noche cierra sobre esta casa que
fue la suya, el cuerpo del artista se enfría bajo las sábanas. La
muerte serenó su sonrisa, distendió un halo de bondad sobre
los párpados caídos. Frente al cadáver una viejecita solloza.
Es la madre de Ricardo Rendón, que no acierta a entender su
tragedia.
No seremos nosotros quienes pretendan explicársela.
Ricardo murió de un acceso de lógica. La mano firme, labrada
por una fiebre de veinte años, empuñó la pistola con la pericia
con que esgrimiera el lápiz. Él, el genio satírico más vigoroso
de media América, se defendió a pistoletazos contra la vida,
temeroso de morir en caricatura.
Para comprender el acerbo episodio precisa haber conocido
al hombre. Fue un revolucionario en tono menor. Nunca quiso
entender la vida sino como un milagroso espectáculo. En él
se recrearon los ojos picarescos, tendidos como un berbiquí
sobre la fraudulenta solemnidad de los hombres y de las cosas.
Esa concepción diagonal del mundo, esa habilidad para
desdeñar el orden burgués, implica un gravamen terrible sobre
la filosofía del artista. Su creación es una autofagia; se nutre
de carne.
Estas cosas no las entienden los apacibles ciudadanos de
la República democrática. Generalmente se acepta el genio
como una adhesión de talento, de equilibrio y de buen sentido.
Nada más falso y más inocente. Meted al artista dentro de un
ambiente de égloga y se morirá de diseña. Su labor no podrá
realizarse sino a un precio de tortura y de estrago, en la
El Periodismo en Antioquia
245
oxidación paulatina de las nociones y de las sensaciones
fundamentales.
Ni en el dinero, ni en la sastrería, ni en la higiene, reposan
los estímulos para el poeta, para el compositor, para el
dibujante. Muchos quisieron para Ricardo Rendón una nueva
casa, muebles americanos, sustanciosos saldos bancarios. Era
la forma populachera del homenaje. Entre tanto, insensible
al confort, y al sistema métrico, con su corbata indócil y su
exuberante chambergo negro, alimentando su sonrisa con
sangre. Rendón paseó su genio por los penumbrosos rincones
donde el hombre se encuentra consigo mismo.
Fue un bohemio en el sentido nihilista de la palabra. No
así uno de esos gozadores báquicos de la vida que acaparan
el goce con criterio de ganaderos, sino un despilfarrador de
centellas, un malversador de tesoros. Fue León de Greiff quien
le dijo su filosofía: "Todo no vale nada y el resto vale menos..."
***
Los amigos de Ricardo Rendón tenemos un deber que
cumplir, y es el de no falsear su carácter. No pretendemos
santificarlo mediante la hipócrita letanía, acumulando sobre
él las caseras virtudes que hicieron ilustres a los generales y a
los patriarcas. Él fue la excepción dentro de la regla, la
individualidad dentro de lo opaco, la enfermedad, dentro de
lo cuerdo.
Recordémosle cómo fue, dentro de la atmósfera verdadera
que lo enmarcó, no al lado de los estadistas y de los próceres,
sino entre sus compañeros y camaradas. Se llaman César Uribe
Uribe Piedrahita, León de Greiff, Pepe Mejía, Matoño
Arboleda.
Evoquémoslo por los sitios amenos que arrullaron su sed
irónica, no e los pasillos de las Cámaras ni bajo el alero del
capitolio, sino en la Bogotá montmartrense, en esa Bogotá
turbulenta que no tiene Baedeker, en el alegre rincón del café,
frente a la copa amarga irisada de luz y de catástrofe.
246
El Periodismo en Antioquia
***
No es la hora de trazar el balance artístico en la milagrosa
carrera de Ricardo Rendón. Su obra está viva y móvil. Muerde
como una aldaba quince años de régimen político, relieva
detalles que se fueron de la memoria, establece la síntesis
donde el historiador se desorienta, le da sentido humano a
nuestro nacional Baile de máscaras.
Relator puntual y devoto de nuestras luchas interiores, en
su colección de dibujos le encontramos un pulso a la historia.
Rendón fue ante todo el cronista de la zambra republicana.
Por sus cartones portentosos pasa un látigo enjuto que irisa
de color la yerta geometría de los hechos.
Rendón fue popular sin quererlo. Carente de toda patética,
su arte se tiñó de sarcasmo. Donde el artista sonreía, las gentes
destapaban su risa gorda. Durante mucho tiempo la carcajada
fue el comentario natural de la lucha política y por eso Rendón
hizo editoriales con sus dibujos.
Alguna vez nos dijo Eliseo Arango: Rendón es la única
fuerza de oposición de la cual deba temer algo el gobierno
conservador.
Dentro del desbarajuste sentimental, dentro de la laxitud
de su credo, Rendón fue el más probo y el más ortodoxo de
los artistas. Nunca humilló su lápiz con temblores prestados.
Su óptica fue tan personal como su sombrero.
Pasarán muchos años, acaso un siglo, antes de que sobre
la uniforme medianía de la raza, florezcan su espiritualidad y
su técnica.
Rendón se sentaba sobre esta copiosa mesa de palo
mientras la tertulia frativa impresiones. Bogotá ha chispeado
siempre en las charlas nocturnas de El Tiempo, el tropical y el
europeo reanudan su tête a tête; todas las noches Juvenal y el
señor Perogrullo organizan el diálogo. Pescador de palabras y
de ademanes, Rendón tiraba sus oblicuos anzuelos sobre la
sala. Nunca esa pesca le satisfizo. Su silencio calificaba la
El Periodismo en Antioquia
247
algarabía. Cuando la discusión iba en crescendo, Rendón
tomaba el camino de la escalera. La calle le abría nuevos
créditos y nuevos programas. En la moratoria total de la noche,
brillaban las luces de los bares...
Y había por allí una dulzarrona música de La Habana. Y
en los aparadores fulgían las botellas. Y había un castizo olor
de fritanga. Y un minucioso ruido de carambolas se tiraba
desde los balcones al patio. ¡Bogotá nocturna, Bogotá bella
que amó Ricardo y que calientas tu clima necio con el oro de
las estrellas!
En sus grandes sotto voce del amanecer Rendón entregaba
su alma. Mediante un brinco largo sobre el conversador el
caricaturista trotaba. Epigramas lentos y feroces escuchados
en esas horas y que eran la combustión de un gran espíritu.
El alba venía, con el pan y la leche. Sobre un río de silencio
la ciudad alzaba sus muros. Edificios y estatuas imponían su
mole abundante. Era la Bogotá capitalina, con sus palacios y
sus cuarteles. Tranvías procelosos, atestados de obreros y de
beatas, ahuyentaban las últimas sombras. La realidad derrotaba
al ensueño. Rendón se marchaba a su casa masticando bondad
y fastidio.
***
Y ahora duermes este sueño de marfil blanco. Cuando
caíste de bruces sobre la muerte, ya ella se había preparado
para la cita, como una escena italiana de Casanova.
Un día te veremos tomar el camino de mármol y Bogotá
sonreirá con los ojos llenos de lágrimas.
Ya lo ves: hemos aprendido la lección de tu vida. Al
despedirte mezclamos la sonrisa y el llanto.
Antología de periodistas.
Colección Samper Ortega de literatura colombiana.
Editorial Minerva. Bogotá, Colombia.
248
El Periodismo en Antioquia
LUIS CANO
La responsabilidad
de la victoria
Teníamos la plena seguridad de no equivocarnos al afirmar,
como lo hemos hecho porfiadamente, que las naciones
civilizadas acompañarían a Colombia en la reivindicación
pacífica o por la fuerza de sus derechos imprescriptibles en
Leticia. En el día de ayer se movilizaron en ese sentido, con
una admirable uniformidad de pensamiento y de acción, las
chancillerías de casi todos los países europeos y americanos y
la Liga de las Naciones, para hacerle saber al gobierno del
Perú que no podrá impunemente sustraerse a la obligación de
permitir"el restablecimiento de las autoridades colombianas
en el territorio colombiano": según la expresión breve y exacta
del secretario de Estado, señor Stimson.
No hay en esas declaraciones vaguedad alguna en los
conceptos ni en las palabras. Cada uno de ellos tiende a ponerle
término definitivo a la situación equívoca en que ha querido
mantenerse el gobierno del Perú, que sucesiva o
simultáneamente reconoce la validez del tratado de 1922
desautoriza la ocupación de Leticia y les da su apoyo moral y
material a los usurpadores, pretendiendo - inútilmente por
fortuna - que ese inhábil juego de propósitos contradictorios
y de afirmaciones inconciliables sorprenda la buena fe de los
demás en la misma proporción en que deshonra la suya.
Es excepcional, y muy honroso para Colombia, que del
análisis de la conducta internacional de dos países
comprometidos en una controversia diplomática precursora
de un conflicto armado, no parezca para ella la más leve
El Periodismo en Antioquia
249
sugestión de culpa ni la observación siquiera de que haya
omitido esfuerzo alguno en el cumplimiento estricto de sus
obligaciones jurídicas y de sus deberes morales. Nuestra
conducta ha merecido la aprobación universal en términos
que nos enorgullecen justamente, pero que nos obligan
asimismo a proceder ahora y más tarde con una exquisita
precaución y en forma que aleje hasta la posibilidad remota
de desmerecer el concepto honrosísimo que hemos alcanzado
en la Sociedad de las Naciones.
No es posible todavía descartar en absoluto la eventualidad
de una resistencia armada del Perú en Leticia, y puede ser
que no obstante la enérgica presión moral que sobre su
gobierno ejercen actualmente las chancillerías europeas y
americanas para inducirlo a aceptar los compromisos que
tenazmente ha pretendido eludir, no pueda o no quiera
sustraerse al veredicto de la opinión universal, y nos obligue
a reivindicar por la fuerza nuestro territorio y nuestro derecho.
Pero esto último es improbable, y la actitud que debemos
observar por el momento es la de cooperar con un sincero
sentimiento de solidaridad americana a las soluciones pacíficas
y conciliadoras que se nos han ofrecido, aceptándolas por
nuestra parte sin exigencia alguna que pudiera considerarse
humillante para el Perú o contraria a los sentimientos
generosos que las han inspirado.
La honrosa victoria moral y diplomática que hemos
obtenido en Ginebra y en Washington constituye por sí sola
la plena realización de nuestras aspiraciones en el terreno de
la controversia internacional, y requiere únicamente para que
sea completa en todos sus aspectos la devolución del territorio
que nos fue usurpado, sin que ello implique necesariamente
la rendición por la fuerza de los usurpadores. Si el Perú
consiente, como se lo aconseja su propia conveniencia y se lo
exige la opinión pública universal, en permitir que las
autoridades colombianas sean restablecidas en el territorio
colombiano, sin oponer por su parte resistencia alguna ni dar
250
El Periodismo en Antioquia
apoyo o estímulo a la que quieran intentar sus connacionales
de Loreto, debe tener de antemano la seguridad de que no
habrá allí ningún inútil sacrificio de vidas humanas, y la
convicción también de que nuestras tropas no excederán una
línea del límite de sus fronteras.
A ello estamos obligados nosotros por consideraciones
de humanidad y de estética mucho más imperativas que la
ley de las naciones, y más obligantes todavía que los tratados
públicos que señalan el límite infranqueable de nuestros
derechos. No con clemencia, como lo pide la Liga de las
Naciones, sino con fraternal cordialidad deben ser y serán
tratados los residentes peruanos en Leticia, cuando impere
nuevamente allí la soberanía de Colombia, aun en el supuesto
improbable de que no sea posible su rendición pacífica, como
sin duda alguna habremos de procurarlo ante todo.
La clemencia con los vencidos es una recomendación
innecesaria para un soldado de honor, y los nuestros no la
necesitan efectivamente. Pero la generosidad después de la
victoria, y sobre todo la discreción en los procedimientos para
conseguirla, deben ser siempre encarecidos, y lo serán hoy
principalmente en nuestro propio caso, por la circunstancia
de que el mundo entero asiste con el carácter de juez a la
contienda en que se nos ha asignado, por el consentimiento
unánime de la opinión pública universal, el privilegio de actuar
en ella como agentes del derecho, de la civilización y de la
cultura.
El honor que este privilegio entraña no es más grande,
siendo grandísimo, que la responsabilidad que implica
eventualmente, porque Colombia va a ser el primer país en el
mundo que después de la constitución de la Liga de las
Naciones afronta un conflicto internacional con el apoyo moral
irrestricto de esa institución y al amparo de las disposiciones
de su estatuto que proscriben la violencia en las relaciones de
los Estados.
El Periodismo en Antioquia
251
Una palabra indiscreta, un ademán inconveniente, pueden
cualquier día equipararnos con el gobierno del Perú en la
afrentosa condición a que lo ha reducido su elegante desprecio
por las normas de la moral internacional, que es al fin y al
cabo la única defensa eficaz de los pueblos inermes.
Tomado de: Dos siglos de periodismo Colombiano.
Coreditorial, Bogota, julio de 1985.
El Espectador. 1933. Bogotá, Enero 28
252
El Periodismo en Antioquia
TULIO GONZÁLEZ VÉLEZ
Rafael Arredondo
En todos los bandos políticos
figuran en no escaso número
notabilidades muy respetables
que no sirven para maldita cosa.
T. Carlyle.
Pequeño el cuerpo fornido, desgraciado el paso como quien
camina para salvar una distancia muy corta, de palabras
sugestivas con el adversario, aunque entrecortadas de malicia,
y discretas, blandamente severas con el amigo. Festivo el
visaje, de sonrisa fisiológica, sin regocijo del alma, prendida
siempre en el rostro como una flor de papel. Intencionado en
las preguntas, escurrido en las respuestas y lisa de nudos
ingeniosos la conversación, pero ondulante si el cálculo
interviene con su astucia de animal carnicero, adiestrado en
el brinco sobre la presa desprevenida. Es en extremo
supersticioso como una aborigen y sólo confía en los resultados
de la obra emprendida jueves. De visión portentosa para el
detalle, se ofusca y enceguece ante el conjunto. Goza de todas
las facultades menores del género humano en las que
sobresalen la sagacidad, la porfía y la ausencia de sistema
nervioso; tiene una superior que es la de saber para qué puede
servirle cada amigo y cuál es el lado por donde cojea su
vanidad; y otra excepcional radicada en una conciencia política
labrada a su amaño, en la que no caben las mil aprensiones y
desasosiegos que generalmente insisten en el hombre después
de la acción. Su paso es semejante al del plantígrado, sin el
arco en el aire que describe el pie entre el levantarse y el
posar. Parece ir sobre arrastraderas en cuyo uso existe el temor
de que se zafen.
El Periodismo en Antioquia
253
En esa característica se refleja su política mañosa, ladina
y sutil. Es política de a pie que camina sin grandeza pero
cautelosa e insospechada como ese medroso silencio que ciñe
las patas de la fiera, antes de saltar...
Para hacer un estudio de Rafael Arredondo hay que
limitarse de modo exclusivo a la audacia y la voluntad. Su
inteligencia es más perspicacia que alcances de la mente, y va
escotera de cargamento de ideas. Tiene nociones generales
de las cosas pero están restringidas a lo elemental de ellas,
por eso su actividad política es ninguna en la prensa o la
tribuna, y borrosa en los parlamentos. Cuando sus opiniones
se manifiestan públicamente es espectáculo desesperante su
vuelo corto de palmípedo. La eficacia de su pensamiento se
incuba en la sombra, en los pasadizos; de ahí que lo más
temible en él sea su ausencia, pues que algo inesperado va a
estallar. Cuando entró a la política en lo que menos pensó fue
en la calificación de los medios de que debía valerse, que es
lo primero en que medita un conductor de raza: se propuso
simplemente triunfar, y, como una res esquiva a la querencia,
le metió la cabeza a la cerca para abatirla. Yo admiro en este
poderoso animal el ciego impulso que hizo su triunfo
inevitable.
En un instante extraordinario de su cerebro intuyó que su
vida se había despeñado por el azar de los negocios, y que su
vocación más íntima estaba en preparar elecciones y llegar
por ese medio a tornarse árbitro de la situación.
¿Más qué hacer sin conocimientos sólidos, casi sin alfabeto
y sin opinión en su partido? Eso no importaba. Los abogados
y bachilleres, las gentes leídas y escribidas y los políticos de
figura no han sido un fracaso para la acción? Arredondo no
debía cavilar en tales necedades y dejó con generoso desdén
que los intelectuales y escritores del partido comentaran su
caso con sorna y menosprecio. Está bien que un jurado
calificador decida en examen si el estudiante sabe las materias,
pero la determinación de ser y la voluntad de un hombre tensa
254
El Periodismo en Antioquia
hacia la realización de su pensamiento, nada tiene qué ver
con un trivial prospecto de estudios universitarios. La historia
de la civilización ha sido constantemente ultrajada por los
hombres de prensa.
Mientras la opinión de su partido se asombraba ante la
aparición de Arredondo, cuya habilidad para combinar
planchas de directorios y atraerse la dócil voluntad de los
jefes de pueblo suscitaba expectativas, se dispuso a examinar
y clasificar en sí mismo las facultades disponibles para la vasta
empresa que intentaba, pero en vez de perfeccionar las
comunes con la especie se propuso cultivar las menos
contiguas al hombre, acaso para sorprenderlo más fácilmente
en la lucha y evitar su propio aniquilamiento. Aguzó
extremadamente la astucia y la malicia, y fue la zorra; fomentó
el hábito de trabajo, sin cansancio, y fue la hormiga; estimuló
el don de gentes, y fue el hombre insinuante, persuasivo, que
disuelve a las pocas sonrisas y palabras amables, la prevención
de los demás; buscó, no es posible saber cómo o si nació con
él, el perfecto equilibrio de la sensibilidad, y fue el tahúr, el
jugador que hoy se arruina, duerme bien la noche y mañana
se desquita. Todo esto lo aprendió: la ciencia de contenerse,
de calcular, de atraer, de disimular, de no comprometerse
demasiado, de obrar sin ruido y de no enfadarse jamás. Su
mejor potencia culminó en tejer, como la araña, la tela de su
política en la que poco a poco fueron siendo atrapada las
unidades de más alcurnia para servirle de herramienta. De
tanto y tan variados ingredientes mezclados en el mortero de
su naturaleza, debía saltar un ser extraño a la especie, capaz
por eso mismo de dominarla, pues que conociendo sus
atributos podría sorprenderla mejor en sus flaquezas, un ser
de espíritu epiceno a quien fatalmente llevaría su destino a la
comisión de hechos en que participaran igualmente el hombre
y la calidad subhumana de sus fuerzas adventicias. Podrá
decirse que ese caudillo ha deprimido a la inteligencia, a la
cultura y a las ideas eliminándolas de sus hazañas, pero es
aún más cierto que las ha vencido.
El Periodismo en Antioquia
255
A su arribo venía la política liberal dirigida por gentes de
club, incapaces de concebir la vida sin la colaboración del
buen sastre y de la buena posición social. Claro es que no
podía progresar así, orientada por directores ligeros e
indolentes, engreídos hacía tiempo en los honores de minoría
selecta, fuera de que sus condiciones distinguidas les
embarazaban la proclividad anexa al desarrollo de una labor
que se necesitaba fecunda de cualquier manera. Su alma
indomable, de aspiraciones arrolladoras excitadas por la
ambición, entrevió surgir su estrella y se preparó a seguirla.
Tales fueron las energías en tensión y de tal modo dio
principio a las operaciones, sin otro plan que el escrito en su
voluntad y a poco de irrumpir en la escena, los intelectuales
que gozaban de los favores de la opinión, toda esa
intelectualidad chapucera y baladrona, hubieron de hacerse a
un lado para no ser aplastados por la zarpa del caudillo.
Nadie mejor que Arredondo comprendió entonces lo que
debía hacerse. Dotado de magnífica disposición para trabajar
desde las cinco de la mañana hasta las diez o doce de la noche,
con las manos sobre la OBRA, atento a sus movimientos y
primeras expresiones como hacemos con el hijo; sin vicios
extenuantes y poseedor de una mentalidad corriente pero
complementada con propiedades de inferiores especies
animales, fácilmente debía convertirse en meridiano de la
política antioqueña. Lo que primeramente enmudeció contra
él a casi todos los adversarios de su bando fue la abnegación,
la capacidad de trabajo, las extraordinarias dotes de
organizador, y, sobre aquello, el edificante drama de un hombre
que desde aquel instante en que concibe una idea no vuelve a
alentar sino para realizarla. Quizás en su falta de vicios como
la embriaguez, el tabaco y los malos pasos del amor no haya
ansias de purificación espiritual, pero seguramente sí un plan
de economía orgánica. En ello puede haber cálculo, empeño
en conservar intacta su energética para sólo emplearla en los
menesteres de la faena elegida. Flota de un político que se
256
El Periodismo en Antioquia
ahorra una especie de halo que tradúcese en capacidad de
mando emanada de una personalidad no desintegrada en
escapes de sensualismo. Parece que solamente en la castidad
y en la relativa avaricia de los valores orgánicos podemos
crear cosas sublimes o monstruosas, pero grandes en todo
caso. A quien guarda moderadamente ilesas las energías es
difícil debilitarlo en una lucha prolongada, y del mismo modo
que a los muñecos de plomo en los pies, se les derriba para
luego levantarse. Es que cada dosis gastada en resistir es
inmediatamente reemplazada con otra de las múltiples de
reserva, ocultas en la red de los músculos donde esperan la
hora del agotamiento. Quien apenas aprendió a quemar
sensibilidad y nervios en placeres o a dispendiarlos en
urgencias ajenas a la tarea impuesta por la vocación, no sabrá
sino arder, arder siempre pero debajo de recipientes vacíos o
rebosantes de cocidos de bajo sabor.
El plan de Arredondo no era complicado, no exigía una
inteligencia superior a su servicio pero llevaba un vigor
incontenible. En el primer episodio se limitó a despejar con
batidas laterales de los pies a los émulos influyentes o a
entretener a los más peligrosos con sonrisas y alusiones en
que vagamente iba envuelta la promesa de uncirlos al carro
de triunfo. Todas eran gentes estorbosas a su empeño pues
que hacía tiempos se habían resignado a la verdad de la
mayoría conservadora de Antioquia, y a DESBARATAR tal
verdad había llegado él siempre que se le permitiera intervenir
con decisión de ir hasta el final de la empresa.
La calidad ciertamente audaz del proyecto se fincaba en
que no lucharíase con un enemigo tradicionalmente invencible
en las urnas, sino en derrotarlo sin batalla, con artes inventadas
para el efecto y que pondrían en vigencia de ley los hombres
del gobierno. Ya se vería cómo también éstos rendirían las
armas para situarse en un plano cómodo entre la justicia
democrática, retráctil casi siempre, y las aspiraciones del
caudillo, identificadas para el caso con las supremas del partido.
El Periodismo en Antioquia
257
Y surgió el dilema lógico, brutal: o una mayoría "nuestra"
que haga estable al gobierno liberal en Antioquia, o el triunfo
conservador. En presencia de este argumento el gobierno hubo
de entrar en la danza; se veía hábilmente comprometido en el
juego si quería sobrevivir. Así se confundieron, abrazados
pecaminosamente, los dos intereses en sí mismo
irreconciliables. Ese fue el acierto de los partidarios de
Arredondo; hacer del gobierno su mejor arma de conquista a
fin de que la campaña se iniciara desde la penumbra oficial
sin que aparecieran visibles los interesados. Lo demás hubiera
sido elecciones perdidas honestamente en tributo a la
tranquilidad social, al amor de la democracia y al respeto de
la justicia. Bellos mitos para escribir editoriales y pronunciar
discursos, pero no para tenerlos en cuenta si se impone
violarlos para llegar. Si la voluntad se sujetara con amarras
morales y consideraciones filosóficas sería imposible zarpar
hacia la acción cuando se pretende subvertir con sacudidas
de violencia un orden político establecido. Se propusieron
llegar al fin y llegaron. En los procedimientos usados, en la
facilidad con que se envolvió al gobierno en la hazaña y en el
aporte animal que se le mezcló estuvo la osadía del caudillo,
el relámpago de su genialidad y lo prodigiosamente ancho de
su manga.
Para el liberalismo fue un hallazgo ese hombre capaz de
crearle una sensibilidad nueva que lo curara de la antigua y
angustiosa impresión de ser menos. Eso era lo esencial una
vez dominadas y atraídas las zonas oficiales. Y como la cifra
electoral era inmodificable, Arredondo se dio a la brega de
transformar la sicología de la masa hacia una actitud
insistentemente rampante y desoladora. Había comprendido
que de nada servía ser los más en número -el caso conservadorsi poco a poco iríamos sintiendo pánico de serlo. Y el
fenómeno producido fue que ese partido alimentado en las
ansias de su jefe, primero, y estimulado ahora por la indolencia
del gobierno en reprimirlo, empezó por sentir asco físico de
258
El Periodismo en Antioquia
su pequeñez aritmética y terminó por hollar los principios
republicanos que hicieron estable su condición. Entonces todo
sufrió un vuelco inesperado porque la justicia se tornó en
arbitrariedad, la democracia en demagogia y la autoridad en
persecución. Los valores de la patria, todas las cosas morales
que habían sustentado la nacionalidad, hecho respetar la vida
del hombre y asegurado el ejercicio libre de su confesión
política, se vieron violados en homenaje a la nueva república,
a la que se le puso un apellido que simboliza las aguas rojas
que la bautizarán para la historia como secta de muerte. Yo
quisiera aceptar la posibilidad de que todo aquello le sobrevino
al país inesperadamente, y que no hubo ánimo de llegar al
exceso; que las consecuencias de una campaña atrozmente
impulsada en todas las regiones rebasaron el espíritu y el
sentido de las causas. Y aquí se presenta el lado malo de una
voluntad intensamente ofuscada en las caricias del éxito
presentido, que no ve, que no se detiene porque el impulso
hacia el fin es insofrenable. Detenerse entonces es volcarse.
Arredondo pensaba en la política más que el gobierno
seccional; sabíase fuerte y que en torno a su nombre se había
formado una mística; parece que también llegó a creer en ser
respetado por la misma Providencia, que llamó de la vida
existencias estelares como la de Barrera Parra, pero carentes
de destino. Cuando se desplomó el Alcázar ocupaba un asiento
próximo a la entrada, en zona segura; al empezar el techo a
crujir y a espolvorear sobre los asistentes, el caudillo se escapó,
lentamente y mirando hacia atrás, pero había dejado el
sombrero. En la puerta esperó los sucesos. Apenas todo hubo
caído regresó al asiento a rescatarlo de los escombros. Al otro
día un copartidario efusivo le dirigió desde Cali un telegrama
en que lo felicitaba por la escapada, y Arredondo le contestó
glorioso, triunfante: Arredondo no nació para que lo aplasten;
nació para aplastar.
Las gentes se desbordaron entonces por las plazas, calles
y veredas unas veces bajo la especie del alcalde, de la policía
El Periodismo en Antioquia
259
y el guarda, y otras en forma de inmensas oleadas zarandeadas
por el frenesí, acres los labios del sabor del insulto y en las
manos el entrechocarse de los huesos que se aprestan para el
destrozo. El partido conservador no halló actitud distinta de
temblar; era como cañas secas, vacilantes, agitadas por vientos
de espanto. Llegamos a meditar seriamente en sí la profesión
de nuestra fe política era cosa lícita o entrañable delito. Parecía
que habían llegado al poder con la misión de recordarnos que
la existencia es más pasajera de lo que enseñan la experiencia
y la filosofía, y que la longevidad como premio a la salud y al
ejercicio mesurado de los ímpetus mozos es cosa discutible y
aleatoria. Hasta las ciencias biológicas fueron declaradas en
receso. Se había decidido, pues, hacer más palpable, pero
aplicada a nosotros, la sentencia bíblica de que la vida es
harto perecedera y que es vano y breve el moverse el hombre
sobre la tierra.
Nadie pudo esquivar el sufrir la influencia de ese caudillo
de voluntad sáxea que tenía bajo su mano el instinto del
pueblo con su capacidad de reacción y violencia, como
avenidas de río caudaloso en cuyos orígenes múltiples se vacia
la tempestad. La prensa copartidaria de todas partes se hacía
lenguas exaltando el prestigio de Arredondo, y la remisa se
callaba discretamente. Todos fueron replegándose ante la
audacia y el poder de esa política que se metía en el palacio
de la gobernación, en las alcaldías, en los jurados electorales
y en los organismos oficiales de influencia. Parecía más una
organización secreta que una estrategia: Se brotaba en raíces
innumerables, en secuelas de su alma que, semejantes a
fantasmas, transponían puertas clausuradas a las más justas
demandas conservadoras. Desdoblábase en legiones de
Arredondos de cabezas desprendidas del cuello para escuchar,
de orejas pegadas a las rendijas, de ojos de miradas como
punta de cuchillo que brincan soslayadas hacia el objetivo y
se ponen en fuga al sentirse sorprendidas. Solía tener circulares
secretas con él, aunque tenía la seguridad de no ser atendidas.
260
El Periodismo en Antioquia
Escribía diariamente cientos de telegramas y oficios en los
que ordenaba la manera de proceder, de propiciar un triunfo
que acaso hubiera obtenido si el conservatismo no se lo cede
antes, sin discutírselo. De los pueblos recibía el dato diario
de las cédulas expedidas a cada partido, y si eran más las
conservadoras alguien apretaba un tornillo en la gobernación,
que suspendía el envío de nuevas remesas al porfiado
municipio; si eran más las adversarias los talonarios se
malbarataban como dineros de calavera. Las elecciones, pues,
no iban a verificarse en las poblaciones por el método abolido
de las urnas, sino por un procedimiento más sencillo, seguro
y simplificado, pues en lugar de ciento veinte mil electores
uno o dos hombres iba a elegir. Tan perfectas fueron las
estadísticas llevadas sobre la cedulación que Arredondo no
se equivocó en el resultado que arrojarían los municipios del
departamento, sino en dos o tres votos, en cada uno. ¡Qué
capacidad matemática la de este prodigioso Pitágoras
electoral!
El gobierno se permitía en ocasiones dar señales de existir
ante ciertos desmanes contra un adversario incapaz de quebrar
los trastos.
Pero lo hacía en forma taimada y cruel que aumentaba la
insolencia de los agentes. Bien sabían que estaban frente a una
colectividad habituada a los deliquios de la paz, que no sabe
sino pedir, gritar garantías para sus ideas y para la vida. Cuando
se estableció la casa conservadora de Medellín para el último
debate, cada noche asistían de mil a dos mil conservadores a
escuchar las conferencias. Se observó que en el patio había
seis bifloras en sendas materas. La casa duró abierta catorce
días y cuando pasó el debate un joven había caído pero las
bifloras se florecieron. No fueron tantos conservadores en
catorce días de trasegar el patio capaces de secarlas. Eran tan
pacíficos, tan suaves que en su presencia no les quedó a las
matas otro remedio que florecer. Pero este partido, mejor que a
la biflora, hace florecer el olivo... No obstante, el gobierno
El Periodismo en Antioquia
261
parecía tratar de imponerse, mas el oculto poder retenía en sus
puestos a los díscolos a obedecer quedando firmes en ellos,
como cosidos con alambre a la administración. Entonces aquel
gobierno, tal vez impotente de buena gana, satisfecho en su
debilidad y voluptuosidad descaecido como con esa íntima
complacencia que nos queda después de las enfermedades
largas, decidió meterse detrás de los escritorios a firmar las
nóminas mientras pasaba el turbión.
Es, pues, un hecho que el liberalismo necesitaba la victoria
neta, brutal; y si primero fue urgencia de un grupo para simple
regodeo del corazón ambicioso, concluyó por ser de todos
una vez repetidos los desafueros y a fin de no ponerle el pecho
al coraje de una asamblea de mayoría conservadora ultrajada
en la carne y el corazón de su partido. En estas circunstancias
es más que difícil reparar en los medios de triunfar, y lo
importante es mantener la masa estremecida. En la
determinación irrevocable de quienes pretenden imponer a
toda costa una manera de gobierno no se elude jalonar el
camino con el dolor espantador, con la tragedia cotidiana que
sostenga la sensibilidad del pueblo en expectativa de salto.
No ignoran los políticos sagaces que en períodos de
exasperación social provocada para invertir violentamente
viejos estados de cosas, no debe dejársele analizar la gravedad
de lo que ha hecho ni reflexionar acerca de lo que ha de hacer,
Un día, una hora en reposo del corazón, y los instintos se le
embotarían para la acometida. Por eso ha sido preciso que en
Colombia la violencia se repita constantemente y que las
hazañas contra el conservatismo se sucedan de continuo.
Permitírsele a la masa parar a darse cuenta de las injusticias
que ha cometido y que será impelida a cometer contra los
hermanos en patria, equivaldría a darle tiempo de arrepentirse
y lanzarse al circo, ciega y vindicadora, a destrizar las fieras
del espectáculo.
El Colombiano. Medellín, jueves, octubre 31 de 1935.
El último arriero y otros cuentos.
Ediciones: Autores Antioqueños. Vol. 31, Medellín, 1986
262
El Periodismo en Antioquia
FERNANDO GONZÁLEZ
La Universidad,
políticos y periodistas
No hay quién forme la opinión pública, o sea, el periodismo
está en Colombia en poder de hombres indignos. Hombres
indignos también son los gobernantes.
Repetimos que Colombia carece de clase directora, por
carecer de Universidad.
Las escuelas de Derecho son refugio de jóvenes que no
encuentran otra cosa qué hacer; cuando resulta un haragán y
vicioso en una casa, dicen: "Que entre a la escuela de
derecho...". La finalidad es graduarse para ser inspectores o
jueces. ¿Ciencia? ¿Amor a la ciencia? ¿Vocación? Quien amara
la ciencia, allí no estudiaría; allí se gradúan...
Tales escuelas son fuente de políticos y periodistas.
De ellas hay en Bogotá varias; las hay en Medellín, Popayán
y Cartagena. Joven que pisa allí queda inutilizado para el
trabajo y la honradez. Sale vanidoso, parlanchín, empleómano,
estafador. ¿Quiénes son los profesores? Los mismos jóvenes,
ya graduados, los más hábiles para la intriga, o bien, ancianos
fracasados en larga vida de empleos públicos, sacos de
escepticismos, cabos de alma. ¿Qué disciplina, qué amor a la
vida, qué formación moral puede recibir allí la juventud?
Otra fuente de periodistas y políticos son las escuelas de
medicina. La de Medellín es buen comienzo; allí hay sabios,
como el secretario doctor Callejas, Gabriel Uribe Misas y
Miguel Maria Calle, etc., pero es apenas un comienzo: no
satisface eso de tres o cuatro microscopios, diez insectos,
treinta conejos, una nevera para cadáveres y una taza mordida
por un perro hidrófobo.
El Periodismo en Antioquia
263
Los jóvenes van a las escuelas de medicina a ser médicos
de formulario; su finalidad es obtener un diploma gano la
vida. La prueba está en que ni una sola planta han clasificado
en Colombia, ni un insecto, nada, todo es aprendido de
memoria. Los graduados en Bogotá no saben sino jugar billar,
ignoran en dónde está el esqueleto.
Las escuelas de agricultura son nueva fuente de políticos.
Allá van los que no pudieron siquiera obtener el bachillerato;
hablan de cabuya, sembrar cabuya, café, plátanos y echarle
cal a la tierra, pero no conocen cabuya, café, cal ni plátanos
es para hablar en "la asamblea" para los que aprenden eso en
las revistas, y para ser carga de los campesinos, a quienes
dizque enseñan "a podar los cafetos". También están en París,
bulevar Haussman, "haciendo propaganda al café y al
banano". Sabemos, nos consta que su poda es a las campesinas
y lo que hacen en París es propagar la sífilis.
Un doctor de ésos, agricultores, no sirve para nada desde
que lo gradúan.
Los colegios menos malos son el seminario y los de
comunidades extranjeras. Nos causó tristeza ver en Manizales
El Instituto, colegio oficial, abandonado, pues es casa de
corrupción, y los hermanos maristas con un palacio y mil
niños. Aunque sangre el corazón, es preciso reconocer que lo
nacional es un pecado contra la juventud.
Respecto de las escuelas de ingeniería, la de Medellín era
buena hace unos veinte años, pero desde que se dio a fabricar
gerentes no sirve para nada. Todo el país se convirtió en
sociedades anónimas y se roban el dinero. Gerentes
prestidigitadores de veinte años es lo que sale de allí, o bien,
maniáticos que investigan cuántas putas hay en Bogotá, dado
el número de casas.
Que la Universidad colombiana no sirve, está claro al ver
que introducen expertos para todo. Abogados, médicos,
policías, contabilistas...
264
El Periodismo en Antioquia
¿Qué perjudica? Pues veamos quiénes forman la opinión
pública en Colombia, y principiemos por Medellín:
“El Diario”: un médico, ex químico, ex radiólogo,
hepático, dirige al inocente pueblo liberal de Medellín. Coge
senaturías y diputaciones; cura a Colombia: para eso lo
graduaron.
“La Defensa”: uno graduado en la escuela, que escribía
monga por moja, cuando éramos jueces: ése es el que critica
al gobierno de Alfonso López, calumniado, odiando,
desacreditando la oposición.
“El Colombiano”: es antro de los ex congresistas del
régimen pasado. Están vi-na-gra-dos, macilentos, biliosos.
Su oficio es odiar y creerse católicos. Les pagan los
conservadores ricos, atrincherados detrás de los mostradores.
Oficio de insultar y sembrar odios.
“La Defensa” es guarida también de sacerdotes jóvenes,
fanatizados por Mussolini y León XIII, y que, con eso de acción
católica, tan mal dirigida, no hacen otra cosa que sacar a
Jesucristo a enfrentarse con los negros de Diego Luis Córdoba.
¡No, señores prelados! Ustedes pueden salvar a Colombia,
pero no con esos periódicos. ¿Cómo pueden imaginar que el
Jesucristo de los Evangelios podía escribir esos editoriales y
formar falanges yocistas? Lo esencial en el Cristianismo es el
amor.
De suerte que se trata de lucha a muerte, permitidas todas
las armas, por los empleos públicos.
"El partido por encima de todo. Religión, moral,
sentimientos, etc., todo al servicio del partido". El alma de
los directores colombianos es eso únicamente.
Luis Cano dizque es "la conciencia moral de Colombia".
“El Tiempo”: Todos lo conocen. Todos saben que allí
pagan; que de él comen Baldomero Sanín Cano, Maximiliano
Grillo y todos los jóvenes que viven Bogotá. Pagan el precio
de las conciencias y la libertad con ministerios, consulados y
gobernaciones.
El Periodismo en Antioquia
265
El engranaje es así: La SCADTA tiene el monopolio de
aire para sus trimotores; ella conduce “El Tiempo” y “El
Espectador” a los departamentos; el ministro de correos,
salido de “El Tiempo”, desorganizó los correos nacionales,
para que usen la Scadta. Alfonso López apoya a El Tiempo,
con tal de que éste lo apoye a él, no obstante su tratado
comercial con Estados Unidos. “El Tiempo” lo venden a diez
centavos en los departamentos; de él copian los periódicos
locales. Diputados, congresistas, directores políticos, etc.,
son de “El Tiempo”.
¡Ahí está vuestra Colombia, señores campesinos!
No tenéis Universidad, ni médicos, ni abogados, ni
políticos. Oídlo bien, vosotros que trabajáis de sol a sol y
cuyos frutos nada valen, porque hay incertidumbre, no hay
programa ni moral.
1936
266
El Periodismo en Antioquia
ENRIQUE ECHAVARRÍA
El Cementerio de San Pedro
En vano podrían los poetas decir la bella pero vieja y cansada
frase, "El solitario y triste campo santo", refiriéndose al
cementerio de San Pedro. Porque éste es en verdad alegre y
bonito; el lúgubre y sombrío ciprés no existe en él; por todas
partes están esparcidos los pequeños y misteriosos pinos, que
bien podrían ornamentar "El Jardín de las Delicias". Aparecen
allí magníficos y ostentosos monumentos y mausoleos. Luz,
aire y vida irradian por todas partes.
Aquí se les rinde un verdadero culto a las tumbas. Nuestras
viudas sobre todo desean superar en su dolor a Artemisa, reina
de Caria. Todos los locales, con carísimas excepciones, viven
llenos de flores y de plantas exóticas.
Un extranjero, después de visitar nuestro cementerio, dijo
al salir estas lacónicas pero significativas palabras: ¡Es un lugar
donde se está bien!
Dirijamos el recuerdo hacia Medellín antiguo. En el año
de 1842 era él un pueblecito, aislado entre estas ásperas
montañas, sin comunicación alguna con el resto del mundo
civilizado; nueve mil ciento cuarenta (9140) eran sus
habitantes; un puñado.
El Dr. Pedro Uribe Restrepo, médico eminente, hombre
progresista y emprendedor, y ciudadano que creía en el
progreso de esta villa más que Ricardo Olano hoy, reunió
cincuenta caballeros de los más notables y ricos de la población
y les hizo ver que el cementerio de San Lorenzo, único
existente entonces, estaba estrecho y feo, y que por lo tanto
se necesitaba otro lugar más amplio y cómodo; quizás influía
en el ánimo de él, además de lo dicho, el que lo enterrasen en
el suelo. En vista de esto todos ellos decretaron la nueva
El Periodismo en Antioquia
267
construcción del cementerio de San Pedro, según consta en
el acta y escritura del 22 de septiembre de 1842.
Largo tiempo fue llamado el cementerio de los ricos.
Doña Sixta Fernández de Jaramillo fue la primera persona
enterrada en este lugar.
Fue el mismo doctor Pedro Uribe Restrepo el iniciador
del teatro Bolívar, que por mucho tiempo llevó el nombre de
El Coliseo. Este edificio sirvió para otros fines; por muchos
años se le destinó a gallera. Me contaban que en repetidas
ocasiones, a las siete de la noche, barrían plumas e inmundicias
de los gallos que había en la platea, para que los concurrentes
pudiesen entrar a las representaciones de la Opera. Decía
alguno que esto era prosa y poesía. Pudiéramos poner a antes
dicho esta alegación, que es lo mismo, tanto o más, se divertían
unos como los otros. En el mundo todo es igual: donde se
canta se llora, donde se gime se ríe. Tan feliz es Lázaro Díaz
oyendo cantar un gallo, como el más fino diletante oyendo un
trozo de Verdi.
En el cementerio de San Pedro fue el patio circular lo que
primero se edificó; en el sitio de la salida, donde hoy se halla
la galería de San Lorenzo, se alzaba una casita de paja en la
que el mayordomo vivía. Desempeñaba la mayordomía en
tiempos viejos Lucio Rendón, Cuentan que él hacía grandes
fiestas y francachelas. Como que no había nada malo, o tal
vez bueno, que no se hiciera en esa mansión. ¡El silencio de
las tumbas! ¡El holgorio en el rancho de Lucio! ¡El dolor en
los restos mortales! ¡El gozo desmedido de los intemperantes!
¡Allá tristeza! ¡Aquí alegría y desenfreno! ¡Dos extremos! Una
antítesis.
Alguna vez la muerte de un gato sirvió de pretexto para
hacer una velada, y valga la verdad, es raro ver un gato muerto;
al menos en los años que llevo no he visto el primero aún. El
velorio que hicieron a la pequeña fiera fue espléndido; hubo
baile; las copas se chocaron unas con otras y el licor acaloró
las gargantas; después de todo, y en medio de la borrachera
268
El Periodismo en Antioquia
general, resolvieron dar sepultura al gato en una bóveda buena
y central, y entre demostraciones de duelo y al son de cantos
lúgubres y propios para el caso.
Don Mariano Latorre era el entonces presidente de la Junta
del Cementerio; cuando supo lo ocurrido se dirigió hacia la
casa de Rendón y lo puso de vuelta y media por la atrevida
profanación y resuelto a quitarle el empleo. Rendón que vio
perdida su causa y en gran peligro su puesto, le dijo: "No se
enoje don Mariano, vea que la cosa no vale para tanto; lo
mismo es gato por dentro, que gato por fuera". Don Mariano
convencido ya, amainó su cólera y dejó a Rendón gozando de
su oficio por largo tiempo.
Años más tarde la mayordomía pasó a manos de Juan de
Dios Urquijo, y tantos años duró en ella, que muchas gentes
creían que él era el dueño del cementerio.
Anualmente la Sociedad de Mejoras Públicas hace una
bella fiesta en honor de la Madre y premia siempre el
pensamiento mejor meditado y más original, que por ella se
concibe. Tal vez pueda asegurarse que el tema lo tiene ya
completamente agotado.
Isidro Molina, a quien todos conocemos por sus chistes y
humorismos, mandó alguna vez el siguiente, que por cierto
no recibió premio alguno:
Madre! Desde que nací
Soy tu hijo. . . . ¡
Mas cuando muera
Seré de Urquijo!
En aquel entonces nuestros antepasados eran más
románticos que ahora. Tanto la capilla como las paredes se
llenaban de versos. Por ejemplo, entre los que se veían estaba
éste, que dicen ser de Horacio, y traducido por don Joaquín
Gaviria, abuelo de don Joaquín y Ricardo Gaviria:
El Periodismo en Antioquia
269
A todos una noche nos espera,
Un día sin sol, un sueño de verdad,
En que pisar debemos una vez postrera
La senda del vivir que ancha y ligera
Conduce a la Mansión de Eternidad.
La verja de enfrente fue construida de balaustradas de
madera, poseía dos puertas, y sobre el umbral de ellas se leían
estos versos, que impresionaron hondamente mi espíritu y
que frescos guardo en mi memoria; no he podido averiguar su
autor:
Pasajero: cuando llegues aquí detén tu marcha
Y del Panteón las bóvedas contempla,
Donde generaciones confundidas
La horrible parca silenciosa ostenta.
Hemos como el relámpago pasado
Por el mar proceloso de la vida
Y aquí en profundo y pavoroso sueño
Esperamos del Ángel la venida.
(A última hora me aseguran que estos versos pertenecen
a un largo y bello poema del Conde de Noroña, español).
Cuando mi hermano Alberto Echavarría fue presidente
de la Junta, cambió la fachada por la actual, mas no quiso
poner los versos, por parecerle cosa vieja y desusada.
Yo, que admiro el profundo sentir de aquellas estrofas,
pido a la Sociedad de Mejoras Públicas, que vuelva a colocarlas
bien grabadas en losas de mármol, en la puerta principal, en
lápidas bien colocadas, que todo el mundo las vea fácilmente
al entrar.
Verdaderamente en los muchos cementerios que he
visitado no he visto letreros y versos; pero uno no está obligado
a hacer lo que los demás hacen.
270
El Periodismo en Antioquia
Leí, sí, que en el cementerio de un pueblecito de España
había el siguiente aviso: "En este cementerio no se entierran
sino los muertos de este pueblo".
En materia de epitafios sí está desbordada la humanidad
por todas partes; el amor y el dolor se salen de madre y se
escriben sandeces sin cuento. Aquí entre nosotros, en tal
sentido, somos parcos, con ligeras excepciones aisladas y sin
importancia.
Entre los muchos epitafios que he visto me llamó éste la
atención, el que le pusieron a un negro en Jamaica:
Aquí yace Jack Jonson
Padre de 29 hijos
Y no tuvo más
Porque se le agotó el tiempo!
Antes de terminar quiero que todos me acompañen a dar
una voz de aplauso y un hurra a los señores Pablo Arango y
don Ricardo Lalinde, que de manera tan ahincada han
trabajado por el adelanto y embellecimiento del cementerio
de San Pedro.
Crónica.
Tipografía Industrial. Medellín, 1936.
El Periodismo en Antioquia
271
LINO GIL JARAMILLO
Jaime Barrera Parra
A Carlos Posada Gaviria
Jaime Barrera Parra, cuya muerte trágica al desplomarse el
Teatro "Alcázar" de Medellín en 1935 nunca le hemos
perdonado al absurdo destino, ha sido el cronista colombiano
más ágil y ameno de los últimos tiempos.
No fue uno de esos "deracinés" que, llevados a la deriva
por la corriente de la vida, ingresan en el periodismo a falta
de algo peor que hacer. Tampoco fue un improvisado. Cuando
llegó al oficio traía un acervo de lecturas y de viajes, de
experiencias vitales y observaciones directas que le permitían
ver los hombres y las cosas de una manera personal,
desacostumbrada, original. Antes de él no habíamos tenido
cronistas. Hacemos caso aparte de Luis Tejada, cuyas páginas
de pequeño filósofo se resuelven no como crónicas sino como
ensayos sintéticos de penetrante sagacidad.
El autor de las "Notas del Week End" fue un cronista en
el sentido más moderno de este vocablo que hasta entonces
había venido sirviendo para encubrir relatos sentimentales,
torpes anécdotas de políticos o simples chistes santafereños.
Tenía una pupila de precisión que le permitía captar los
mejores rasgos de los hombres y de las cosas, los más vivos y
agudos, para escribir sus páginas que son verdaderos cartones
impresionistas por su brillante colorido, por sus hábiles juegos
de luces y sombras. Leyéndolo nos ponemos frente a un escritor
visual cuyas páginas dan siempre una impresión de color y a
veces de abigarramiento, como esos cuadros de ciertos pintores
modernos que a primera vista desconciertan al espectador.
No es que en el estilo de Barrera Parra se advierta el afán
de buscar efectos fáciles sino que su visión de las cosas es tan
rápida que sólo aparecen a veces los rasgos más sobresalientes
272
El Periodismo en Antioquia
por la plástica o el colorido. Sus mejores comentarios habían
podido ser escritos desde un avión de Turismo
intercontinental.
Desde las primeras páginas publicadas por Barrera Parra
en los periódicos de Bogotá, nos dimos cuenta de que ese
hombre silencioso con aspecto de "caimán parado", como
decía su amigo Emilio Murillo, había estado en Europa, se
había paseado por los bulevares de París y por las Ramblas de
Barcelona, conocía a vuelo de pájaro la literatura
contemporánea desde Bernard Shaw hasta Anatole France y
desde Camus hasta Langston Hughes, era familiar a todas las
fórmulas de cócteles y a todas las maneras de aburrirse, e iba
a empezar a darle al público colombiano sus impresiones
personales sobre el mare mágnum contemporáneo de la
política, la literatura y los convencionalismos sociales.
Y así fue como semana a semana empezamos a leer las
cosas más deliciosas y aparentemente absurdas que nadie
hubiera imaginado, en un estilo que chorreaba novedad por
todos sus poros.
De Armando Solano, el gran escritor desvelado por el
destino de su pueblo y de su comarca boyacense, dijo que
"sorbe tierra por los talones". De su suegro Emilio Mutis
aseguraba que, "para no hacer ruido, atravesó por la vida en
pantuflas" y que "les puso tacones de caucho a los zapatos, a
los conceptos y las emociones". Sostenía que el crepúsculo
era un "fraude de la óptica, simple tinterillaje de la luz". De
la muerte de Rendón dijo: "Ricardo murió de un acceso de
lógica. La mano firme, labrada por una fiebre de veinte años,
empuñó la pistola con la pericia con que esgrimiera el lápiz.
Él, el genio satírico más vigoroso de media América, se
defendió a pistolazos contra la vida, temeroso de morir en
caricatura". Y después: "No era la hora de trazar el balance
artístico en la milagrosa carrera de Ricardo Rendón. Su obra
está viva y móvil. Muerde como una aldaba".
Y de sí mismo decía: "Yo debería tener un hermoso pelo
largo, heredado de mis abuelos, aquellos Barreras de Mogotes
El Periodismo en Antioquia
273
que lograron darle a la manufactura de la guayaba una intención
artística. En cada caja de jalea pervive el paisaje de la vega
mogotana. (Hay unos potreros azules, lamidos por el agua
del Mogoticos. Al caer la tarde, como en los cuadros de Millet,
la campana apedrea la paz lugareña). En el cementerio
duermen los fundadores. Unos se dejaron morir por la viruela
de 1860, otros por el heroísmo en las guerras civiles, otros
¡ay!, por el anisado... Dentro de mi alma trisca el aroma del
anís verde.
"Tengo el sentido de la voracidad. El amor, los libros, la
política, sólo me impresionan como la expresión habitual del
desafuero. Un mordisco, un poema, un manifiesto son, después
de todo la misma cosa. El 'birth control' y la peluquería son el
asalto de la civilización al hombre salvaje. El día en que la
vida pierda su temblor animal y el guante aprisione como un
cepo la mano sonora se habrá perdido la epopeya".
Barrera Parra era un escritor de velocidades que se
amoldaba a su época, como sabía Flaubert amoldarse al ritmo
de la suya cuando empleaba una sesión de diez horas para
producir una cuartilla que luego modificaba indefinidamente
hasta transformarla por completo. En aquellos tiempos se
escribía a la luz macilenta de un mechón aceitoso y con unas
plumas gigantescas de ganso que tornaban lenta la gestación
de las ideas. Pero en este siglo de contrachoques mecánicos y
nerviosos, las páginas saltan asustadas de la "Remington"
como pájaros locos, y el estilógrafo no sirve sino para firmar
cuentas. "Mi única arma de combate - escribió Jaime alguna
vez - ha sido la máquina de escribir. Con ella me defiendo de
los temas, muchas veces asesinándolos".
Jaime Barrera Parra fue el escritor más joven de su tiempo.
Al hablar de su juventud no nos ceñimos a la apreciación
arbitraria de los almanaques, naturalmente, sino a la
temperatura del estilo, retozante de novedad y movimiento
en las manos del glosador santandereano. Escritores más
mozos que él tejían una prosa tarda y cansada como una
diligencia de la Francia de Dumas y de Balzac.
274
El Periodismo en Antioquia
Jaime fue el más joven de los escritores de su época, no
por la distancia a que se hallara de su partida de bautismo
sino por los elementos de que fabricaba sus cócteles sabatinos.
Es decir, por los elementos que incorporaba en sus crónicas y
por la forma en que los disponía gramaticalmente.
Por lo demás, recuérdese que los escritores llamados
nuevos a la sazón en las letras francesas, eran individuos como
Jean Giraudoux, Paul Morand, Cocteau y otros mayores de
los cuarenta o muy cercanos a esa cifra.
El autor de los glosarios del Week End introdujo en sus
páginas los elementos de que está integrado el mundo
moderno. Y en tanto que muchos de sus colegas de oficio
hablaban de cítaras griegas, de viñedos latinos o de galeras
fugitivas por los mares de Ulises, él incorporaba en sus párrafos
el avión y el roadster, la relatividad y el cine parlante, los
gángsters y la música negra, porque los hombres de este siglo
no se embriagan ya con sones de arpas y melodías de ruecas
ni con uvas de Noé sino con el Whisky que burla las
restricciones de Volstead y su jauría o con nuestro aguardiente
agresivo que fermenta la tragedia.
En su "camarote" de Bogotá y en los últimos días desde
Medellín, Barrera Parra radiografiaba las peripecias políticas
o literarias que se ponían al alcance de su máquina voraz. Su
"Remington" era un laboratorio de ácidos decisivos.
Recordando la frase de Barbusse: "En la vida unos se
suicidan con veneno, otros con un cuchillo, otros con minutos
y segundos", quizás soñó morir detrás de la trinchera de su
máquina de escribir.
Pero el destino canalla se lo llevó en una voltereta de
tragedia. Desde otros planos comentará ahora las proezas y
barrabasadas de la tierra en hojas que quizá arroje al espacio
como las de aquella conferencia que Ramón Gómez de la
Serna dictó en París montado sobre un elefante.
Revista Pan, febrero 19 de 1938.
La Crónica en Colombia: Medio Siglo de Oro.
Imprenta Nacional de Colombia, Mayo, 1997.
El Periodismo en Antioquia
275
ELADIO GÓNIMA
Espantos y brujerías
del viejo Medellín
¡El Sombrerón! ¡El espanto y el horror de los medellinenses!
¿Qué cosa era el Sombrerón? ¿Quién lo había visto? ¿Quién
era capaz de determinar con precisión las cualidades de ese
personaje fantástico, que como si fuera poseedor del Anillo
de Giges, aparecía y desaparecía cuando menos se esperaba?
Nadie: todos hablaban de él, pero sin conciencia de lo que
decían.
Tratemos de enseñarlo tal como todos, sin saberlo, creían
que era.
La aparición del Sombrerón data, según nuestros
recuerdos, del año de 1837; sus excursiones no fueron más
allá del 39, y nos fundamos en esto: había en el 40 una falange
numerosa de muchachos de mucho coraje que eran capaces
de hacer frente, no digo a un solo espanto, a una legión; y al
haber existido en aquel año habría dado con él, y lo habría
conocido a pesar de sus perros, y su mula y sus cadenas. Bien
sabía él lo que hacía cuando dejó o suspendió sus paseos.
Al decir de las gentes, el Sombrerón estaba constituido de
esta manera: una como figura de hombre con ruana negra, un
gran sombrero, siempre jinete en una mula negra encasquillada
(herrada) de los cuatro remos, llevando a lado y lado cogidos
con gruesas cadenas, dos enormes perros negros, y
acompañado de un fuerte viento que le servía de vanguardia.
El endriago como que tenía su habitación fuera de la
ciudad porque venía siempre del Camellón de la Alameda
(Colombia) y nunca por otra calle.
276
El Periodismo en Antioquia
Su salida o más bien venida era a día fijo, los viernes, de
las ocho de la noche en adelante. Llegaba al galope a la esquina
de San Juan de Dios, cruzaba unas veces sobre la derecha y
seguía en línea recta hasta encontrar la calle de detrás del
Convento del Carmen, y llegaba a la Plazuela de San Roque
donde se volvía humo; otras veces continuaba su carrera hasta
la Plaza, cruzaba por la calle del Comercio (Palacé), y llegaba
a la Plazuela, y buenas noches.
Parece que en las inmediaciones del Convento tendría el
Sr. Espanto su lugar de descanso ya preparado por algún otro
parecido a él, con puerta abierta, bien juntada, pues nadie
había oído que se abriera o cerrara.
Eladio Gónima. Libro de Oro de Medellín
Editorial Bedout, Medellín, noviembre de 1975
El Periodismo en Antioquia
277
JUAN ROCA LEMUS
El papa de Barbosa:
cómo vive y qué piensa
Es mansa la carretera que de Medellín llega a Barbosa
(Antioquia), y no largo el recorrido, sobre todo cuando en el
automóvil hay una garganta femenina que recita y otra
masculina que canta. Es Dalia y Iñiguez, jilguerillo cubano,
que va lanzándole a los árboles una canción de Antonio
Machado:
"A dónde el camino irá!.
Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero...
La tarde muriendo está!".
Juan Pulido matiza esas horas de tránsito cantando
"Amapola". Cerrados nuestros ojos y dilatadas las ventanillas
de la nariz por donde entran los mentoles del viento, pensamos
que las llantas del carro son cuatro discos de victrola que
rotan musicalizando el paisaje. Llevamos cierto afán místico
que nos recuerda a Erasmo porque ronda los "Caminos de
Locura". Es que en Barbosa, arcádico pueblillo antioqueño,
oloroso a boñiga y vestido con la greda bermeja de los tejares,
hay un vaticano y en él radica un orate que reclama para sí la
silla pontificia, si bien ya está algo resignado y con su misión
transaccional acepta a Pacelli como Pontífice Romano. Sin
embargo, afirma: "El manda en Roma. Yo mando aquí. Así
como en Italia manda Mussolini y en Colombia el partido
liberal".
Hemos llegado a la plaza de Barbosa. El templo silba en
su torre principal, porque tiene una grieta profunda,
278
El Periodismo en Antioquia
consecuencia de un rayo que cayó en seco en noche de luna,
y que el Papa de Barbosa considera signo de protesta por la
posesión de Pacelli. Por aquella honda ranura se filtran las
brisas, desatando una sinfonía que aumenta su maelstrón
cuando los vientos soban a los esquilones. Hemos preguntado
a un hijo del pueblo: ¡El santo papa vive allí, a la vuelta, en el
Vaticano! y hace con dos dedos la señal de la cruz, sin que
precisemos si su gesto se debe al deseo de espantar al diablo
o si en realidad de verdad acata al loco.
Estamos ya en el Vaticano. Es una mansión grande, antigua
y en reparación. Sobre los techos muchos alarifes hacen sonar
los palustres, suben ladrillos y preparan la mezcla.
No silban ni cantan como es de usanza entre esa clase de
trabajadores. Como si estuvieran laborando dentro de un
templo. Parece que respetan la mística locura de Hurtado.
Hemos golpeado con timidez. Abrase una pequeña ventana
incrustada en el trasportón principal y asoma la testa un
muchacho, pequeño "guardia suizo", amigo de reverencias.
Luégo de preguntarle por el enajenado y de contestarnos que
no es día de audiencias, medita, pide nuestros nombres y corre
a anunciarnos. . El papa accede y nos hace conducir a su
despacho. Un gabinete de cristales. En el techo un traga luz.
Al centro del saloncito una silla de dentistería, pues Antonio
Hurtado es odontólogo de profesión Al lateral derecho cuelga
una imagen de Jesús, curando a una endemoniada. y también
cuelgan retratos en colores de cómicos extranjeros.
Un minuto más de espera y entra el papa en mangas de
camisa. Su diestra derrama bendiciones sobre nuestras cabezas
y ordena sentamos. El se sienta en la silla de dentistería y ésta
cruce y el papa dice al pequeño guardia suizo: -Dígale a Felipe
que acéite los resortes de esta silla. y con leve sonrisa nos
explica:
–Esta silla es dúplex. Lunes, miércoles y viernes sirve para
mi oficio de arrancador de muelas. Yo soy dentista. y los
El Periodismo en Antioquia
279
martes, jueves, sábados y domingos se convierte en silla
gestatoria, en silla pontificia.
–Desde cuándo sintió usted la vocación de papábile?
–Hace tres años, nada más. Es decir, éste es el tercer año
de mi candidatura. Pero me combaten. Pío XI enfermó hace
dos años y yo desde aquí le sostuve la existencia, porque era
muy santo. Sus encíclicas son geniales y trabajaba mucho por
la paz de la grey. Pero como yo sabía que estaba sufriendo
demasiado ordené desde aquí que muriera tranquilamente y
se fue hacia Dios. Como era natural, yo debía reemplazarlo,
pero en Roma no sé qué les está pasando. Mi misión es
clarísima. Soy el creador de nuevos sacramentos. Estoy
preparando una encíclica sobre las horas de trabajo de
zapateros y sastres que se llama "Sastrorum zapaterum". La
publicaré en mi semanario que se llama "El Emmanuel".
–Qué finalidad tiene ese semanario?
–Instruir a la grey en las cosas de la fé y probar que yo soy
el escogido. Algún día seré reconocido por todas las potencias
y consagrado. Ahora apenas tengo la adhesión de este rebaño.
–Y qué nombre escogerá usted en su consagración?
–Pedro II.
–Eso es grave y peligroso! -Porqué?
–Porque Malaquías, en sus profecías, sostiene que cuando
sea consagrado un Papa con el nombre de Pedro II se acabará
el mundo!
Antonio Hurtado sonríe, alza los hombros y exclama: Que se acabe! No le hace!
–Usted trabaja mucho?
–En mi profesión de dentista, bastante. Tengo mucha
clientela. y como papa no hago sino analizar los testamentos.
Precisamente en la lectura del Apocalipsis he encontrado que
sí soy yo el escogido para seguir los destinos de la catolicidad.
Voy a mostrarles.
Se levanta, saca de una biblioteca un tomo de la Biblia.
Busca el capítulo XIII, de1 Apocalipsis y nos lee el versículo
18 que dice:
280
El Periodismo en Antioquia
"Aquí hay sabiduría. Quien tiene inteligencia calcule el
número de la bestia. Porque es número de hombre y el número
de ella 666"
–Y ese versículo qué prueba?
–Que yo soy el papa, porque soy yo la bestia. Voy a
comprobarlo. Si escribimos 666 en números romanos,
encontramos esa cifra significando VICARIVS FILII DEI, o
sea representante del Hijo de Dios, porque la primera V vale
5, la primera I vale 1, la C vale 100, la siguiente I vale 1, la
siguiente V vale 5, la próxima I vale 1, la L vale 50, las dos íes
que le siguen valen 2, la D vale 500 y la última I vale uno.
Luégo si sumamos esas cifras romanas de VICARIVS FILII
DEI, tenemos que cinco, más uno, más uno, más 100, más
uno, más cinco, más uno, más 50, más dos, más 500 más uno,
dan un total preciso de 666, o sea el número de la "bestia",
que soy yo. Y es que como lo dice el mismo versículo, "aquí
hay sabiduría". Yo soy, pues, el VICARIVS FILII DEI.
–Y cuál es su programa pontificio?
–Primero que todo, terminar la reparación total de este
vaticano, que ya me cuesta mucho dinero. Haré una
inauguración pomposa, aun cuando me cueste un ojo de la
cara. En segundo lugar, la guardia vaticana no será suiza sino
colombiana. No veo por qué los suizos valgan más que los
colombianos. Los suizos no son sino unos pobres relojeros.
Aumentaré los mandamientos a 16, seis más, de acuerdo con
las necesidades presentes. Prohibiré la intervención del clero
en la política. Pero también consagraré a algunos obispos
extrayendo de los cuadros políticos a figuras eminentes. Por
ejemplo: Berrío, el general Berrío, podría ser el obispo de Santa
Rosa y Monseñor Builes el jefe del partido conservador. Sirve
más Berrío para obispo que para jefe de los godos y Monseñor
Builes mucho más para jefe de los godos que para obispo.
Entendido?
–¿Y con Laureano Gómez...?
El Periodismo en Antioquia
281
–Silencio, dice quedamente Antonio Hurtado. Ruego no
ofender esta mansión con nombre tan pecaminoso. El señor
Suárez está en los cielos, si bien es cierto que lo está por obra
y gracia de Laureano Gómez, quien lo martirizó en forma
cruel como martirizado fue San Esteban, por ejemplo!
–¿Y Monseñor Perdomo?
–Monseñor Perdomo es un santo varón. Él y Echandía
son mis candidatos para cardenales. Ese Echandía vale mucho.
Sabe bastante de humanidades. Por algo es paisano de
Monseñor Perdomo.
De súbito, Antonio Hurtado se levanta de la gestatoria y
saca de una caja en donde aparece con doce jovencitas que
hacen de. El está al centro partiendo un pan.
–Esta es la última cena?
–No, señor, no es la última esta es la anterior.
Luégo nos pasea por los jardines del vaticano. Son bellos.
Más tarde pasa ante la cámara fotográfica, que él bendice
dizque para que todos los retratos salgan bien. Dalia Iñíguez
le solicita un autógrafo y él escribe con rapidez:
"Para el pueblo de Cuba envío mis bendiciones, para que
se libre de tánto bandido internacional. Antonio Hurtado,
Pastor Angélico, Pedro II". Y rúbrica...masónicos.
Al despedimos, el papa de Barbosa se muestra agradecido
de nuestra visita. Nos bendice y nos afirma:
–Dígale usted a Fernando Gómez Martínez, que ahora se
dice a sí mismo "maestro", no sé de qué, que no tiemble ante
las excomuniones que le tira Laureano. Que yo siempre lo
apoyo y que desde aquí lo bendigo, pero con la izquierda...
Y salimos. En la puerta y en el andén del vaticano hay
una agrupación de curiosos. Gentes sanas, del pueblo,
bondadosas, que se persignan al vernos, como si estuviéramos
tocados de santidad. El automóvil arranca y a la mitad del
camino, entre Barbosa y Medellín, se desinflan las cuatro
llantas!
282
El Periodismo en Antioquia
–Mal agüero nos ha dado el papa de Barbosa, dice Dalia.
Dos horas largas reparando aquéllas maldiciones que
inflaban los neumáticos. y al entrar a Medellín, se encienden
las luces por Bermejal.
–Ese es el manicomio, les digo.
–El verdadero Vaticano de Antonio Hurtado, responde
Dalia.
Suenan las campanas del Angelus. Los medellinenses
llevan los sombreros en la mano.
La ciudad está enredada en oraciones. y huele a incienso y
a palo santo.
En: Estampa N° 41. Medellín, septiembre 12 de 1939. Pág.17
El Periodismo en Antioquia
283
LISANDRO OCHOA
Primer Tranvía de Medellín
En el año de 1886, cuando en esta Villa eran desconocidas
las compañías anónimas que más tarde darían tanto prestigio
a nuestra patria chica, se inició una empresa que prometía
por su novedad y magnitud un gran éxito; pero por muchos
factores fracasó prontamente, y a la que como a otras hubo
de aplicársele aquel melancólico y popular dicho: "Tan buena
y se acabó sin librarse".
El general Juan Clímaco Arbeláez obtuvo privilegio, si no
recuerdo mal, por el término de cincuenta años, para fundar
en Medellín una empresa tranviaria, de tracción animal,
contrato que otorgó el general José María Campo Serrano, en
su calidad de jefe civil y militar del Estado Soberano de
Antioquia.
Los fines de la citada empresa eran los de prestar sus
servicios no sólo en Medellín, sino los de comunicarnos en
breve tiempo con las poblaciones de Copacabana e Itaguí. Al
efecto se hicieron los pedidos a los Estados Unidos de los
rieles y los carros; y mientras estos llegaban, se compró un
local situado entre las calles de Vélez y Carabobo (éste sirvió
después como aduanilla, y más tarde se edificó allí el Teatro
Olimpia).
Para el pastaje de los semovientes se adquirió el terreno
conocido con el nombre de Llano de los Muñoz; más tarde
fue cambiando su nombre por el de Llano de los Belgas; lugar
ocupado en la actualidad por el Hospital de San Vicente.
Muchos gastos se hicieron para acondicionar el local. Se
instalaron oficinas, depósitos y pesebreras para las mulas; estas
fueron traídas de las sabanas de Bogotá, así comenzaron los
errores que dieron al traste con el éxito de la empresa.
284
El Periodismo en Antioquia
Las mulas que eran corpulentas, enseñadas a otro clima y
otros cuidados, sintieron nostalgia de su tierra y fueron
muriendo prontamente.
Con gran entusiasmo esperaba el público la inauguración
del servicio; y el 22 de octubre del 87 con mucha solemnidad
y con asistencia de varios invitados se brindó copiosamente,
sin faltar los discursos de rigor en tales casos y quedando así
dotado Medellín de un Tranvía. Pero éste no dio el resultado
que se esperaba, pues en el servicio, cuando "no había
novedad", gastábamos unos treinta y cinco minutos, desde la
plazuela de la Vera Cruz, que era el punto de partida, hasta el
establecimiento de recreo llamado "El Edén", situado en
donde está hoy la Escuela del Bosque de la Independencia.
En cuanto a presentación los carritos no dejaban qué desear;
eran muy bonitos y bien acondicionados, con vistosos letreros
que decían: Medellín - Itaguí, Medellín - Copacabana; pero
tristemente debemos confesar que así tan lindos NUNCA
LLEGARON ni siquiera una vez, a una u otra población.
Tampoco se pudo hacerlos llegar al barrio de Buenos Aires,
cuyo recorrido sería desde el punto de partida, la plazuela de
La Vera Cruz, por la calle de Boyacá hasta el Parque de Berrío,
y de allí a tomar la calle de Ayacucho. Como ésta es una de
las más estrechas que tenemos, allí se lucían las mulas,
protestaban de lo nuestro, subiéndose a las aceras,
atravesándose con carros y todo en mitad de la calle, obligando
a los pasajeros, después de inútiles protestas, a prescindir de
la travesía.
Cuando el tranvía llegó al punto de El Edén se inició la
tendida de rieles hasta el pie de la colina de "El Bermejal",
donde tenía el simpático Cipriano Alvarez (Amito) un lugar
de recreo con magníficos baños; pero esto duró poco, lo mismo
que el intento del servicio de Itaguí; ni siquiera se inauguró el
trayecto hasta el Puente de Guayaquil y resultó que el único
viaje completo que podía hacerse, naturalmente "si el cliente
no tenía afán" era el de llegar hasta El Edén.
El Periodismo en Antioquia
285
Los mismos resultados comerciales y deficientes para el
público dio la empresa, cuando se sustituyeron las mulas
grandes, sabaneras, por las pequeñas, antioqueñas; éstas sí
que manifestaron su rebeldía, protestando aún en forma más
violenta, llegando muchas veces en sus frecuentes resistidas
hasta averiar los coches.
La empresa fue trasplantada con su activo de buena
voluntad y su pasivo de inconvenientes a una compañía Belga,
gerenciada por el distinguido caballero don Luis Walkie a quien
le tocó hacerle el entierro, y aún después de muerta siguió
poniendo obstáculos, estorbando las nuevas iniciativas,
porque, el tal privilegio no fue estudiado debidamente,
resultando un desastre por falta de especificaciones, las que
unas veces obligaban y otras no, tanto al otorgante como al
privilegiado, impidiendo esto nuevas propuestas y quedando
Medellín sin tranvía y con las manos amarradas.
Los rieles y herrajes de los carros, sin que sus dueños los
hubieran vendido u ordenado quitar, en poco tiempo se fueron
convirtiendo en herraduras, chapas y otros enseres que se
vendían barato, por el ningún costo de la materia prima. En
muchas ocasiones veíamos las tablas de los carros empleadas
como cerco en las pesebreras vecinas, ostentando los letreros
semi-borrosos de Medellín - Itagui, Medellín - Copacabana.
Travesía que sólo figuró en la mente de sus fundadores. De
esta empresa podemos decir: Triste vida y triste muerte.
Repetidas veces trató el gobierno de llegar a algún acuerdo
con los poseedores del PRIVILEGIO, para impulsar otra
empresa, y al fin logró cambiarlo por unos terrenos situados
en las regiones del río San Jorge y así pudo el Municipio de
Medellín llevar en el año de 1921 a feliz término la primera
línea de Tranvía Eléctrico hasta la fracción de "La América".
En aquel tiempo, el que esto escribe tuvo el honor de hacer
parte del consejo y trabajar en la nueva obra en compañía de
los distinguidos caballeros don Manuel María Escobar, don
286
El Periodismo en Antioquia
Ricardo Olano, don Gonzalo Mejía, don Joaquín Gaviria y
otros que ahora no recuerdo.
Ya el público conoce el fracaso del primer tranvía; sabe el
resultado de El Tranvía de Oriente y presiente la sentencia
de muerte del actual, luego tenemos la seguridad de que
Medellín es "de malas" para los tranvías.
Colección Autores Antioqueños, volumen 8.
Medellín, 1984.
Noviembre - 1940
El Periodismo en Antioquia
287
OTTO MORALES BENÍTEZ
Rodrigo Arenas Betancourt
Arenas Betancourt es un muchacho de Fredonia. Nació en el
campo y vivió en él hasta la edad de seis años. Luego vino al
pueblo, después de haber jugado con la tierra haciendo figuras
que creaba su sonambulismo infantil. Era ya el presentimiento,
el sueño. En el pueblo que custodia un cerro y varias profecías
religiosas, ingresó a la escuela. El niño era inquieto y miraba
con una insistencia ansiosa. Era el arte que empezaba a
reclamarlo en los caminos jubilosos de la creación. Pero todo
aún era anhelo informe, inconsecuente.
Después a Yarumal a otra escuela, atenazado por la
repetición de las bellezas "enciclopédicas" del maestro. La
creación del hombre, que le explicaron tantas veces, le dio la
sensación de que el barro era un elemento que podía llegar en
sencillo proceso de evolución, hasta la divinización. Las
palabras no podía concebirlas constreñidas al tablero, sino
como impulsoras sanas de nuevos pensamientos. Y siempre
la tierra. El regreso a la tierra a los quince años. Y nuevamente
el campo comunicándole la exuberante gracia de la creación.
Mirando cómo brotan los arbustos, viendo la evolución de la
semilla, presintió la necesidad de que su espíritu alcanzara
nuevos planos.
Y volvió a Fredonia a ocupar un puesto. La oficina de
Estadística. Ganaba un sueldo para morir de sueños y de
angustias. Llenó de barro, de maderas, de tallas esbozadas, de
figuras desproporcionadas, la severa oficina de estadística,
donde se enfilaban en los registros los hombres y los animales.
El Concejo, viendo tal empleado, le cambió el sueldo por una
beca. Y la conquista de Medellín por sus ojos y por su
288
El Periodismo en Antioquia
inteligencia. Y la Escuela de Bellas Artes; y comprendió que
mayores beneficios hubiera sacado de seguir de Jefe de
Estadística y haciendo muñecos en su pueblo, donde el día
tiene una uniformidad de padecimiento. Y luego a Bogotá y
las experiencias y los trabajos y el esforzarse durante cuatro
años.
En el Segundo Salón de Artistas Nacionales, Arenas
Betancourt conquista el primer puesto. La crítica está de
acuerdo en haber señalado su obra como de innegable valor
artístico. La Galería Latino Americana de Macy en Nueva
York reclama, con una escultura de Rómulo Rozo -los dos
únicos artistas colombianos solicitados- la oportunidad de
presentar de Arenas Betancourt su escultura "La minera". De
suerte que el motivo nuestro, autóctono, recuerda cómo pesa
la tierra sobre el joven escultor, como si fuera un personaje
de Sillampa. Y hoy aquí de profesor en la ilustre Universidad
de Antioquia y en el gran centro Pascual Bravo. Y en nuestras
páginas que están despertando una inquietud todos los días y
mostrando una personalidad, que no un personaje, en todas
las oportunidades. Y Arenas Betancourt habla "sus palabras"
con encendida emoción. Y al preguntarle que cuánto se estará
con nosotros, responde que un día, con manso sufrimiento, el
afán de crear lo llevará a otros meridianos. Cuándo, no sabe
ni necesita averiguar. Tiene su mundo interior, ese recatado
lugar de nuestra vida, señor lector, que apenas le permitimos
conocer fragmentariamente a usted.
¿Cuál es la realidad y el futuro de la escultura en Colombia, o
mejor, en América?
-¡La realidad escultórica muestra gran deficiencia! Existen
cabezas, bocetos, tallitas, pero no aparece una realización
escultórica autóctona y arquitectónica. El espíritu de nuestros
escultores, y de nuestros artistas en general, es importado de
Europa, en donde los artistas están sujetos a las voluntades
burguesas, desde que el arte abandonó su único fin de ser
representante de una sociedad colectivista para venir a
El Periodismo en Antioquia
289
desembocar en el individualismo. Problemas que no puede
afrontar Colombia, ni siquiera América, porque no se permite
ni una organización burguesa ni tampoco colectivista.
De esta suerte, el artista no representa en Colombia
ninguna realidad, y el calificativo de "haragán" todavía
conserva su apabullante realidad. El Salón de Artistas
Nacionales, por ejemplo, tiene muy poco de expresión artística
colombiana. En lugar de establecer un sentido de la crítica,
que es un fin, lo que ha contribuido es a formar rencillas
personales. La Escuela Nacional de Bellas Artes, llamada a
ser el centro artístico de la juventud colombiana, por su torpe
tradicionalismo, no tiene otra fuerza diferente a su burocracia.
Lo demás, cuatro o cinco exposiciones con un lejano fin
artístico, e inmediato económico.
El futuro es más claro que el presente, porque es el alma
de la lucha por la formación de esta nueva cultura que se
llamará americana. Cuenta para su realización, con su presente,
que es un ligero balbuceo, y aportará al porvenir el sentido
puro de indigenismo que circula por todas las amplias y altas
conciencias americanas. Fundido esto con las grandes
enseñanzas que la agónica Europa nos entrega como
fructificante experiencia, como se ve, el futuro estará forjado
por una visión amplia, total, de América, del pasado y del
presente de la humanidad.
Hay más: el artista en este momento no es más que un
puente. Ya está afirmado: estamos en una época de transición.
Su valor nulo socialmente, porque nuestras buenas y gentiles
gentes, no se dan cuenta que no está produciendo obra
definitiva sino preparando el campo. Por lo tanto, no puede
existir una expresión artística uniforme. Esto justifica las
diversas tendencias que se presentan en Colombia, podemos
decir en América. Aquí el artista tan fácil se sitúa más en un
polo positivo que en uno negativo. El medio hace de él
económicamente lo que quiere, y él hace del medio,
espiritualmente, o ideológicamente, mucho más de lo que
290
El Periodismo en Antioquia
alcanza a imaginarse. Eso sí, guardando una constante
creadora.
¿Existe la posibilidad de aprovechar nuestra prehistoria artística
por el arte contemporáneo?
-La prehistoria es el elemento base sobre el cual se va a
efectuar la reacción futura con los nuevos elementos, que
serán: una realidad social con perfiles propios y los elementos
puros adquiridos de Europa. En arte como en literatura, es
una verdad de Perogrullo, somos tributarios. Todos los
"ismos", con sus intentos de expresar ideas nunca
representadas en ninguna forma espiritual de expresión, nos
deportarán su hondo sentido humano. De allí, también, por
lo cual se habla hoy día tanto del hombre, del regreso a él, de
su integración.
La prehistoria tiene el más puro y claro sentido de América,
por lo tanto, de sus hombres, su paisaje, su sangre, su vitalidad.
Influirá en gran parte en lo que se llama cultura americana,
que en realidad apenas atraviesa el período de gestación.
De manera que a partir de este momento, necesitamos
regresar en busca de las fuentes de inspiración del arte
prehistórico, aunque sea someramente, porque con la
"conquista" se rompió la tradición que no ha tenido contactos
muy venturosamente sino en México y algo en el centro de
Suramérica. Ese rompimiento nos ha dejado viendo un
"chispero", el cual apenas principiamos a interpretar y a salvar
soñando un futuro.
El conglomerado social prehistórico se deduce que haya
tenido un sentido colectivista de la vida y que las expresiones
religiosas hayan alcanzado una gran preponderancia, cosa que
ocurre en todas las sociedades primitivas, a juzgar por la
deshumanización total de su arte, que expresa, como todas
las civilizaciones tropicales, sus hondos terrores, por
incomprensión, a los fenómenos de la naturaleza. Una forma
desmesurada, imponente, casi bestial, predomina en todo ese
arte primitivo y esa extraña asociación de hombre y animal,
El Periodismo en Antioquia
291
como, por ejemplo, para radicar el caso, en nuestro país, las
esculturas de San Agustín.
La arquitectura prehistórica, de acuerdo con todas las
demás expresiones, tiene el mismo sentido. Estos mismos
sentimientos son los que gobiernan en el fondo subconsciente
de la raza, agobiada por el mismo paisaje, casi idéntica vida,
no permitirán que ellos sucumban al golpe de foráneas ideas,
sino que al contrario reaparecerá para tomar forma viva en el
presente y en el futuro de nuestra cultura, como punto de
partida, como fuente de inspiración, que no como nuevos
motivos de reproducción.
¿Cómo entiende que la arquitectura debe prestar un gran servicio a
la escultura?
-El arte, en todas las épocas de la humanidad, ha
necesitado una arquitectura social y económica que lo
contenga. Formada esa arquitectura social existe una unidad
artística. Por lo tanto el derrumbamiento social, generalmente,
ha producido el derrumbamiento artístico, o desorientación
(Humanismo total). La pintura y la escultura para su
mantenimiento formal, en todos sus valores, necesita una
arquitectura formada cabalmente. Tenemos ejemplos muy
claros: El Egipto, Grecia, y el arte azteca. Ese fenómeno en
América apenas si es una posibilidad, que todos los hechos
hacen considerarla próximamente efectiva.
La escultura contribuirá con su constante formación de
ritmos arquitectónicos a crear un concepto de la arquitectura
propia y adaptada a los cultos, ideas, y paisaje. El fenómeno
de reintegración de todos los valores que entran en la
formación de los grandes conjuntos artísticos (escultóricos y
pictóricos) que en las grandes épocas de florecimiento en la
humanidad han tenido la característica de que si no han estado
subordinadas, al menos han aparecido íntimamente ligadas.
Y es entonces cuando ha existido ese extraño equilibrio que
es el que apenas empezamos a presentir. La unión y el
equilibrio en una composición artística, la técnica, el concepto
292
El Periodismo en Antioquia
histórico de la evolución del arte, y por lo tanto, ni
deshumanizado por completo pero tampoco el naturalismo
absoluto, que ha llegado al "retratismo caricaturesco" poco
adaptable a la arquitectura. La unión de estas cualidades o
condiciones empieza a notarse en la obra especialmente
pictórica en América, y algo en la escultórica de Estados
Unidos, (obras ya realizadas en expresiones monumentales),
y bocetos escultóricos en el resto del continente.
¿Cómo se ha manifestado el arte en idénticas épocas históricas en
los diferentes pueblos?
-En las mismas épocas históricas en pueblos diferentes, a
pesar de su mutuo desconocimiento, ha existido la relación
de su obra que las hace, en su concepción semejantes. Esto
explica la relación entre el arte y la sociedad, porque los
conjuntos humanos, por regla general, han aparecido y
desarrollado dentro del mismo concepto en todas las épocas
de la humanidad. Esta igualdad que se relaciona con el
concepto que de la cultura se tenga, varía en la expresión; así,
por ejemplo, el arte egipcio en sus principios tiene semejanza
con el arte helénico en los motivos deshumanizados que
emplean, como pueblos primitivos que son, pero varían en su
ejecución.
El egipcio adaptó su arte a una sencillez tal como la de las
pirámides y mastabas, y los griegos, en cambio, lo lleva a sus
templos, adquiriendo, por lo tanto formas de expresión
distintas. Aún dentro de las mismas formas de expresión, el
pueblo dejó de alguna manera impresa su visión y concepto
de la vida. Tal la relación de las pirámides egipcias y las de
Teotihuacan en México.
La relación entre sociedad y formas de ella expresarse,
tales como gobierno y arte, están en un todo de acuerdo con
ella. Así, después del Renacimiento, época desde la cual la
humanidad ha venido individualizándose hasta el punto de
querer expresar su propio y personal punto de vista, concepto
que expresa a cabalidad su sociedad. Así, por ejemplo, el
El Periodismo en Antioquia
293
arquitecto no tiene nada que ver con la pintura ni con la
escultura ni éstas con ella, elementos que en las grandes épocas
se han encontrado en perfecta y armónica relación. Teniendo
todo ello por base el trabajo personal.
Los artistas se dedican a producir obra para la burguesía,
tales como cuadros para sala de recibo, retratos de damas
distinguidas, desnudos para oficinas, cosa muy contraria a las
grandes épocas de florecimiento en las cuales el arte era la
expresión total de la forma de pensar de la sociedad y, por lo
tanto, tenía una misión, cumpliéndose ella en los templos. Es
este período en el cual el arte ha poseído, hasta donde mejor
ha sido posible; el equilibrio. En cambio, en los períodos
siguientes, se ha roto este equilibrio y los artistas han
alcanzado insospechables sitios en el estudio de cada uno de
los elementos que reúnen las grandes obras, sin lograr
aglutinarlos armónicamente.
Podemos citar, sin ceñirlos al valor histórico del tiempo,
ejemplos cercanos al común de las gentes. Cezanne, quien se
dedicó a profundizar el conocimiento del colorido y del dibujo,
de la luz, y otros conceptos técnicos, descuidando la
composición, que tiene muy poco de mural. Otro caso sería
Rodín: sus figuras plenas de vida, de un naturalismo
alucinante, no poseen ningún sentido arquitectónico y no están
sujetas a ningún ritmo de composición que haga de sus obras
un conjunto; por lo tanto es Rodín un genio en medio de su
desequilibrio.
Otro caso sería Picasso, cuya complicada creación de
escuelas, desconcierta cuando no se le mira como
representante de la post-guerra. Las condiciones ideológicas
en que el hombre de Europa se vio colocado, su constante y
propio derrumbamiento, en desconexión, y una nueva visión
de las cosas, de la vida, de sus valores, hizo pintar a Picasso
cuadros plenos de formas, de colores, sin ninguna conexión
con una realidad material pero sí ideológica. En éste también
se nota la ausencia de concepto arquitectónico, de
294
El Periodismo en Antioquia
composición, y de técnica mural, y sí un gran concepto de la
evolución social.
¿Esta guerra prestará algún servicio al arte?
-Esta guerra producirá, en mi concepto, el fortalecimiento
del sentido de la fraternidad americana y desde luego, una
mayor conexión ideológica y el progresivo desarraigo de
nuestro colectivo "complejo de inferioridad". Se empezará a
formar una economía más propia, de acuerdo con nuestras
necesidades y nuestras mismas posibilidades. El cambio de
esta posición de nuestra sociedad, presentará al artista más
firme y favorable ambiente y se generalizará la idea que hasta
ahora parece privilegio de mentes "estratosféricas" de que
tenemos que crear una América que nace y no que agoniza,
como creen algunos "derrotistas" del espíritu. América está
virgen culturalmente. Todas estas ideas y circunstancias
empiezan a fecundarla y en prósperos días próximos dará una
cultura que producirá asombro. Nosotros, los americanos,
somos niños y no ancianos con extrañas manías y complicados
"ismos"; amparados en las hipotéticas tesis racistas que
precisamente nos colocan en una posición de inferioridad.
Esta guerra, por fortuna, producirá la derrota de esos
engañosos "valores". América tendrá entonces la oportunidad
de mostrar su fuerza y su violencia.
Páginas del Suplemento Generación, 1930-1942
El Colombiano y la Biblioteca Pública Piloto de Medellín, nov. de 1991
El Periodismo en Antioquia
295
ALFREDO LAMUS RODRÍGUEZ
Visión del Ártico
Pocos son los colombianos que conocen los grandes espacios
yermos, semidesérticos y estériles de nuestros páramos.
Trabajados por el viento, la lluvia y el frío, se extienden unos
entre grandes peñascales de rugoso granito que han sido
muchas veces el supremo hallazgo de los guerrilleros civiles.
Otros se confunden con altiplanos y campiñas y por ellos
hace su curso la civilización, con su ley de gravedad y sus
febriles enconos. Cuando se habla del Nevado del Cocuy, se
piensa instintivamente en uno de estos lugares castigados por
todos los rigores de la naturaleza. Monotonía acentuada,
casuchas hechas de adobe crudo y techos de paja y escasos
habitantes que tienen el andar lento y un gesto entre altanero
y humilde. En un principio no se ve signo alguno de vida y es
preciso un esfuerzo para sorprender los huertecillos de cultivo
y las fogatas lívidas en torno a las cuales se agrupan las familias
cuando la tarea ha concluido.
La niebla bajo la cual se pierden las voces, instala a
mañana y tarde su imperio sobrenatural en estas zonas de
misterio, desveladas por el coro incansable de las ranas. Así
es en líneas netas, el escenario exterior que se ofrece a los
ojos de quien se aproxima a las alturas glaciales de Cocuy.
Como un oasis de privilegio, la hacienda "La Esperanza",
monta guardia alrededor de la Sierra, que se alza tajada a pico
al ras de las aguas. ¡Seis grados bajo cero! A pocas distancias
se ven las "Rocas del Purgatorio" y el "Cincho de los
Gavilanes"; y arriba, más arriba, casi tocando las nubes, el
famoso "Púlpito del Diablo". La leyenda dice que es un macizo
de hielo sólido, profundo y maldito, que traspasa con sus agujas
296
El Periodismo en Antioquia
de cristal a quien intente subir hasta él. ¡Subir! He ahí el primer
pensamiento. Pero la ruta hay que dividirla cuidadosamente
en etapas y a cada jornada establecer depósitos de calor
concentrado.
Camino inédito facilitan la ascensión y llevan a coronar la
cumbre. Allí el aire azota como un látigo y una clámide de
nieve viste el paisaje de nieve y hermosura. En este sitio, uno
de los más bellos de Colombia, se mantiene firme el concepto
idealista de la vida y se hace más ancha la visión de las causas
históricas.
Primeramente se advierte un valle de pozos yertos y verdes
cavernas. Al sur se descubren las excelencias agrícolas de la
región y desviando el paso hacia el norte, se contempla la
estructuración de los hielos de variada plasticidad. Las figuras
pugnan por romper los bloques soberbios y apenas si alcanzan
a realizar formas perfectas de expresión que dan la pauta a
geólogos impacientes. Abajo, pegado a los barrancos, va
quedando el pequeño caserío cuyo nombre se confunde con
la historia de sus primeros pobladores, unos hombres que
vivían en medio de animales salvajes, labrando toscos
instrumentos y arrastrando su pesadumbre como una cadena.
Cuando se piensa en regresar, el silencio envuelve la
comarca de una manera tan absoluta, que se percibe el
crecimiento de la luz, una oblicua que parece salir de infinitos
puntos distantes. Y sin embargo, hay algo de nostálgico y
sugerente a la vez en todo este panorama de fantasía cromática
de donde fluye un agresivo olor a vahos minerales.
Páginas del suplemento Generación, 1930-1942
El Colombiano y la Biblioteca Pública Piloto de Medellín,
noviembre de 1991.
El Periodismo en Antioquia
297
JESÚS TOBÓN QUINTERO
Destrucción ferrocarrilera
El señor Ministro de Obras Públicas llegó a Cartagena, en
donde fue recibido por una inmensa multitud y con gran
galantería por la sociedad y por el pueblo de la ciudad heroica.
El señor Ministro entró en la ciudad indudablemente en viaje
de estudio, para determinar lo que determinado tiene ya en la
capital de la república, entre el Ministerio y el Concejo
Nacional de Ferrocarriles, esto es, el levantamiento de los
rieles del Ferrocarril de Bolívar, sector del Troncal de
Occidente en un trayecto de 47 kilómetros, que costaron
mucho dinero, mucha técnica, mucha porfía.
Pero creíamos que la presente administración sólo aspiraba
a levantar unos cuantos rieles allí donde ellos no fueran
necesarios. Por ejemplo, en el ramal del ferrocarril a Leiva,
en donde indudablemente prestaba mejor servicio una
carretera, nosotros acompañamos a la opinión y solicitamos
en la Cámara del 34, contra la obcecada persistencia del
doctor Sotero Peñuela, que esos rieles fueron levantados y se
dejase la trocha para una carretera, como en efecto se hizo,
con admirables resultados para Boyacá y para Cundinamarca
y con grande beneficio para las poblaciones comprendidas
entre Tunja, Leiva y Chiquinquirá.
Pero nunca aspiramos asentar teoría de levantamiento de
rieles y mucho menos del abandono de las grandes ideas
generales técnicas de Colombia, como son los Troncales de
Occidente y de Oriente para hablar en el orden de importancia
y en el de la técnica, porque en realidad el de Oriente, por sus
especificaciones, por sus grandes pendientes, por su
alineamiento y por otras causas, no puede denominarse
troncal, porque no hace gravitar sobre él toda a carga de vastas
298
El Periodismo en Antioquia
regiones, aunque sí puede obtenerlo por lo largo de su
distancia, de Bogotá a un puerto en el Atlántico, en el
Departamento del Magdalena bien a Santa Marta, bien a
Rioacha, bien a Bahíahondo.
La presente administración hábilmente secundada por el
Concejo Nacional de Ferrocarriles, bajo algunos de los
ministros de Obras Públicas, ha tenido como programa
levantarlos rieles.
Hay más, y somos más concretos y definidos en el cargo:
el Concejo Nacional de Ferrocarriles, por todos los medios a
su alcance se opuso a la construcción del Troncal para unir a
Antioquia y a los Departamentos de Caldas y el Valle. Lo
aseguramos nosotros y lo comprobamos a la hora que lo quiera,
aunque el Concejo lo niegue hoy. Ese ferrocarril se debe a la
opinión pública. Si la administración de Olaya, bajo el
Ministerio de Obras de Fabio Lozano, emprendió trabajos de
Cartagena hacia la Virginia y luego de la Virginia hacia abajo,
hay que recordar que el Concejo puso indeciso no sólo al
presidente López sino a su Ministro, el grande ingeniero García
Álvarez, y que solamente por la terquedad de Mariano Ramos
y por la persistencia de Hernando Payán, el uno como
administrador y otro como ingeniero jefe del Pacifico, se logró
que se adelantaran éstos rieles de la Virginia hacia Arauca y
hacia Antioquia, como solamente por la persistencia de los
gobernantes antioqueños y del Ferrocarril que prestó el dinero
que todavía no le han pagado, se avanzó la punta de los rieles
del puente de Arma, mejor dicho de la Pintada al Pintado.
Ahora el Ministerio quiere levantar los rieles en Cartagena,
como ya se ha informado al público debidamente sobre ello.
Quiere levantarlos también en el Ferrocarril Bolombolo-Anza,
la línea de sostenimiento más barata del universo, ya que se
hace la limpia, con el pastaje de unas vacas que pacen sobre
la carrilera, y quiere levantar también los 106 kilómetros de
ferrocarril que construyó Florencio Mejía, en la pura
"manigua", donde será imposible sostener carretera, de
El Periodismo en Antioquia
299
Tumaco hacia Pasto. El ataque es a fondo sobre todo el
Troncal de Occidente y no podemos permitir que estos rieles
sean levantados.
Hay algo más. Es necesaria la formación de un comité de
defensa y de propulsión del Troncal de Occidente, comité
que debe ser compuesto por bolivarenses, antioqueños,
caldenses, vallecaucanos, caucanos y nariñenses, con
residencia en cualquiera de las grandes capitales del Occidente
y con subcomités en cada una de las capitales de los
departamentos.
Aquella obra de que se enorgullecía el general Pedro Nel
Ospina debe continuarse, concluirse, coronarse, explotarse
para la grandeza de Colombia y no puede ser destruida por
partes y con subterfugios y engaños el sistema de silencio del
Concejo Nacional de Ferrocarriles, no podrá tener su
aplicación ahora. Hay qué remover a lo largo de la línea todas
las poblaciones y aceptar el conflicto entre ellas y quienes
pretendan al azar un solo riel.
Esta es la única actitud que conforta para tomar a los
pueblos cuando no se atiende la razón o cuando la pereza o la
argucia reemplazan las grandes ideas generales que han de
ser fuerza motriz del progreso nacional, como ocurre con los
troncales que no los pensaron nuestro mayores para veros
ellos, sino para que sirviera de meta y de ideal a todas estas
generaciones que hoy disfrutan de ellas y a las que detrás de
ellas han de venir.
Tomado de: Temas, #46, junio de 1943.
300
El Periodismo en Antioquia
EMILIO JARAMILLO
Antonio J. Cano
La violenta sacudida que experimentó ayer la ciudadanía
medellinense con la noticia de la muerte repentina de don
Antonio José Cano, se habrá pegado rápidamente a todo
Antioquia y a todo el país según vemos hoy en la prensa y nos
lo está anunciando el telégrafo. Era natural que así ocurriera
porque este verdadero polígono de todas las bondades de
corazón, de todas las refinadas y profundas excelencias de
que es capaz el alma humana, cuando, como en este caso se
orienta desde su aurora por los irisados caminos del bien, de
este verdadero varón de virtudes que fuese don Antonio José
Cano, puede decirse con perfecta seguridad de no caer en el
ditirambo estéril o de equivocarse merced a la ternura fraterna,
que poseía el secreto de cautivar inmediatamente para siempre
todos los corazones y la clave para adueñarse de todos los
cariños.
Antonio José Cano, fue el hombre bueno de que hablara
alguna vez Eduardo Santos dándole a esas palabras de
apariencia baladí, insignificante y casi semi-despectiva, todo
el altísimo valor que tiene cuando se aplican, como para
Antonio José Cano, con la seguridad de que ningún mortal
podría pretender nunca otro elogio mejor o apenas semejante.
Hombre bueno, buen en el sentido en el sentido de una
bondad ilimitada y en constante función de servir a todo el
mundo sin distinción de clase, raza, pueblo, idioma, bandera
política, aficiones filosóficas, preferencias literarias o
inclinaciones religiosas, pudiendo todo ello, o algo de ello,
contraponerse brutalmente con sus propias corrientes
pasionales o intelectuales, hombre bueno en el más amplio y
más noble de todos los sentidos, don Antonio José Cano fue
El Periodismo en Antioquia
301
el verdadero escultor de su grande alma y la esculpió con un
cincel de ternuras casi femeninas, con los golpes de una
voluntad acerada y de un carácter templado en las ardientes
fraguas de todo lo noble, de todo lo hidalgo, de todo lo generoso
y de todo lo cristiano.
Ningún elogio de todos lo innumerables que posee el léxico
castellano está por encima de los que en cosecha abundosa
recogió don Antonio José Cano durante su vida excelsa. Al
contrario. Toda alabanza para Antonio José Cano resulta ahora
pálida, y este idioma nuestro tan rico, resulta de una pobreza
mendicante cuando se trata de decir con una sola palabra,
siquiera con una sola frase, qué fue en realidad en su existencia
mortal el gran caballero, el grande hidalgo, el gran corazón
que todo el mundo llamaba "El Negro Cano".
Hijo como los hay muy pocas veces, hermano desvelado,
esposo sin igual, jefe de un hogar donde todas las virtudes
tuvieron y conservan su asiento y su lugar apropiado, Antonio
José Cano fue siempre paño de lagrimas para cuantos no tenían
dónde derramarla, amparo para el menesteroso, consolador
íntimo de todos los dolores de sus amigos y partícipe sincero
de las pocas alegrías de este mundo y que a ese gran corazón
llevábamos, como a su sitio natural, sus infinitos amigos.
Don Antonio José Cano hizo del cumplimento del deber
diario, de los diarios deberes mejor dicho, la poesía sencilla
de la vida y a esa noble tarea dedicó las poderosas fuerzas de
su espíritu y todo su gran talento, toda la increíble capacidad
que tenía su espíritu para saber dónde estaba el bien, cómo y
cuándo debía hacerlo. De ahí esta consternación general que
han exteriorizado nuestra sociedad, la sociedad colombiana
mejor dicho, e infinidad de extranjeros también, ante el cadáver
de un hombre que supo serlo hasta legar a merecer estas
palabras que ya fueron tributadas hace tiempo a otro
nobilísimo ejemplar de la pobre especie humana: "tiene
derecho a vivir en la memoria de los hombres".
Tomado de: Progreso #46, abril de 1943.
302
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ RESTREPO JARAMILLO
Argonauta de mis venas
Proyectan varios intelectuales erigir en Medellín un
monumento a la memoria de Rendón; y aun cuando para este
amigo singular, la más torturada víctima del arte entre
nosotros, bien quisiéramos algo distinto de yesos, bronces o
mármoles, nuestra poca originalidad y las ganchudas raíces
que el monumento visible y tangible suele echar en el alma
de las gentes y en el riñón de los tiempos, nos hacen ver
complacidos la idea de levantar en la cordial parcela del cariño
la imagen de quien azotó con el encendido ramal de sus líneas
las adversidades y flaquezas de tanto mísero muñeco hundido
hoy en la sombra iluminada por su nombre.
Es grato para quienes viajamos tantas veces por las oscuras
bahías donde Rendón gustaba recoger el desgarrado velamen
de su vida, recordar al amigo que finó en la penumbra de un
añoso café. Lo vemos deambular pausado, sereno, de la mano
de Poe y de Charlot, trémulo de amarga ironía, en alto el lápiz
estremecido como antena donde caen rasgos de mono, de perro
y de lechuzo arrancados a las caras gordas de política, de
latrocinio y de discursos que tantas veces emporcaron
augustos recintos nacionales.
Es curiosa, para no decir miserable, esta bárbara modalidad
del hombre, del hombre niño o perverso, feliz cuando Charlot
es el gallo opulento que va a degollar su amigo muerto de
hambre, o cuando Rendón clava en la testa del ridículo la
calavera laurífera de Valencia para que allí espere el ilusorio
regreso del péndulo conservador. Ríe la gente del gallo gordo
y del esqueleto seco, porque le es imposible ver cómo la vida
le está robando las carnes a Rendón, mientras la muerte corona
con artería su pálida cabeza. Ríen de él, del esqueleto y del
El Periodismo en Antioquia
303
gallo, y Rendón ríe de ellos y de él, a la vez que con recelo
sospechoso de genio esconde en la manga de la americana su
último dibujo y guarda cautamente el lápiz como quien oculta
un peligroso bisturí.
Y sale del Windsor. Por ahí cerca lo esperan Poe, Charlot
y León, con cuyas almas y sombras se consubstancia en el
misterio de la noche bogotana. El amargado rionegrero camina
lento, suave, temeroso de que las gentes que lo admiran vayan
a descubrir a Rendón bajo las alas del chambergo, entre las
faldas del abrigo amigo, o en la punta de ese lápiz donde hay
una tempestad de curvas y de rectas desgajadas de las caras
mulatas de los grandes.
En Las Cruces, en Egipto, en Las Tullerías, en Los Nueve
Estados tiene amantes que lo esperan siempre, al filo de las
horas que desde cien torres solitarias caen al lago de la tiniebla
bogotana y luego van a ondular sobre los virgilianos trigales
de Fontibón. Todas esas amantes son la misma de estos
hombres de aguda hiperestesia, incapaces de aguantar el
dardeo del sol y la cosquilla del parloteo humano. Todas ellas
son la noche, la sinfónica noche grávida de estrellas y rumores,
negra pero hermosa, de claro de luna vestida, cuyos lomos
acariciaba Rendón en esos ratos sensuales de su vida, cuando
ya los hombres carianimales dormían muy adentro de las
calles, y cuando lentamente comenzaba a desnudar su alma
tiritante de angustia y a mostrarla festiva y decidora -¡oh trágico
niño!- a Poe y a León. En esas horas místicas se abrían infinitos
círculos concéntricos de música y entelequia, sobre los cuales
Rendón embarcaba trizas de su alma, negativos de muñecos
que nadie conoció, para que más tarde fueran a esperarlo,
pagado ya el barcaje y revelados, en la otra orilla; Bogotá
navegaba con viento suave hacia la aurora; señora noche pacía
ronroneante por la sabana; algunas lejanas estrellas se
marchaban a guiar pastores por laderas dormidas bajo otros
hemisferios; y Rendón seguía acariciando las ancas soberanas
de su amante fugitiva.
304
El Periodismo en Antioquia
No hubo para él, casto de la carne y del espíritu, cópulas
más plenas de espasmo que esas con las noches de Patiasao y
Rondinela. Lo habría matado un sol de veinticuatro horas.
Por eso huyó de las tempestades de luz que azotan el valle de
Aburrá. Cuando Otto de Greiff le contó su visión del día
nortepolar de cuatro meses, Rendón, asustado, le preguntó
instantáneamente: Y entonces, ¿cómo hace uno para
trasnochar allá? La noche de cada día dánosla hoy, pedía a las
cinco, a las seis de la tarde, cuando cualquier amañado sol de
los venados insistía en pintar de oro viejo la cúpula de Santo
Domingo y el costillaje térreo de Guadalupe y Menserrate.
Durante el día -durante la vida- no somos por desgracia
tan dueños de nosotros como creemos. Hay la inevitable
dictadura de los amigos, de los cafés, los libros, las mujeres,
la vida, en fin, que nos roba lentamente hacia la nada. No nos
quedan por tanto sino ésta y la noche. La noche -el sueño-,
"imagen espantosa de la muerte", como con pavor animal
dijera el otro. Por ello es tan agradable hundirse en plena
sombra, lejos de cuanto nos impide ser nosotros. Por ello y
por fortuna sólo habrá tranquilidad definitiva cuando la
materia, que tanto forcejea en desazón de regreso, vuelva al
sitio de donde alguna vez surgió para animarse con espíritus
caídos por equivocación en este absurdo paradero de la tierra.
Por allá, en ese caos sin mano posible que lo organice en
siete días, está Rendón. De brazo con la noche se hundió en
el túnel de la muerte, entre doble fila de muñecos y esfuminos,
con sus cabriolas de Charlot y su espantosa amargura poeniana.
Allá está sereno, tranquilo al fin, retoñando cada día en el
recuerdo de quienes desde aquí lo vemos y sentimos
deshumanizado ya, vuelto apenas un inmortal copo de espíritu
que vientos de eternidad bambolean suavemente en el alero
de nuestras blándulas almas conturbadas, errátiles golondrinas
con el ala tensa y lista para el vuelo.
Para esos pocos amigos a quienes Rendón espera en la
oscura e ineluctable, cita, bien quedará en la tierra, preso en
El Periodismo en Antioquia
305
sencillo monumento afinado con argamasa de amor fraterno,
cual empecinado argonauta de un barco fantasma que nuestro
cariño sostendrá al pairo hasta que también para nosotros se
enturbien las estrellas y clarezca el día.
Bien quedarás en Medellín, Rendón querido, clavado para
siempre a la vera de los tiempos, a doble asta el lápiz de cien
puntas y cien filos que velarán soles y lunas fríos como la
gloria balzaciana. Talvez allá podrás, junto a la sombra fúlgida
del hermano Luis Tejada, libre al fin de los políticos que
asquearon tu existencia y del fotograbado que te la exprimió,
dedicarte a pintar los cuadros que soñaste en tu buhardilla
del Metropolitano, cuando bajo la occidua luna el fresco
monumental de la sabana, picado por la luz del lubricán, se
difuminaba en tus ojos cargados con la sombra de toda la
noche, con la angustia de toda tu vida.
Tomado de:
Obras Completas; IDEA. Medellín, 1980
306
El Periodismo en Antioquia
CARLOS ESCOBAR
Lo que fue el
Barrio del "Contento",
antes de ser "Gerona"
Vamos a hablar de lo que fue el barrio del "Contento", hoy
"Gerona" o "Cuchillón" de "Loreto"; el que en la época a
que nos referimos, no era ni barrio, ni "contento", sino un
lugar tan triste que daba hasta miedo transitar por él, ya que
sólo se componía de zanjas peligrosas, pantanos profundos,
de enormes piedras y de extensas mangas las que subían hasta
la "Polca", finca perteneciente a don Marcelino Restrepo y la
que ocupaba un gran terreno que empezaba en la dicha finca
y se prolongaba hasta la cima del alto de Santa Elena; llamado
todo aquel terreno el alto de las "Palmas", y de varios ranchos
habitados por gente de mal gusto y hasta peligrosa, entre ella,
la familia de los cojos Torres de quien se decía: que ellos
fueron los asesinos de don Víctor Molina en el tiempo del
Gobierno del General Tomás Rengifo. El mencionado barrio
del "Contento" empezaba en la desembocadura de la quebrada
"La Palencia", la que después de bañar casi todas aquellas
mangas o llanura, se recogía un poco para dar salida, en el
lugar en donde en la actualidad está la cantina llamada
"Cambray". Seguía, de para arriba, el lugar que más tarde
ocupó la "Manga del Banco" donde había un salón sobre tapias
y con tejas cuyo único servicio era el de recibir, todos los
sábados, a los desocupados del "Loreto", pero que fueran del
mismo barrio, pues ay del forastero que entrara a ese salón
sin ser invitado. Allí se bailaban vueltas al compás de la
El Periodismo en Antioquia
307
guabina, el cual era rectangular, con cuatro puertas, dos
adelante y dos atrás, las que daban, éstas, salida a la manga, y
el que era alumbrado en la noche de parranda, con cuatro
candiles, así llamados cuatro platos de barro llenos de sebo o
de gordana envolviendo un mechón de trapo en medio del
plato. En aquel retirado sitio separado del área de la población,
se bailaba, se cantaban trovas, se bebía aguardiente de
contrabando, y a la media noche apagados los candiles se
peleaban a lo lindo o puro machete, de cuya reyerta, siempre
resultaban tres o cuatro heridos los que eran recogidos por
los empleados que componían el cuarto de ronda, cuando
alguno le daba el parte de lo ocurrido; heridos que eran
conducidos al único anfiteatro que había cerca al hospital de
"San Juan de Dios", pues en aquel tiempo no se conocía ni
había Cuerpo de Policía, ni Permanencia, ni Policlínica;
después de salir con aquellos al barrio de Buenos Aires,
saltando por encima de chambas y muchas veces navegando
sobre las aguas de la quebrada "La Palencia". Las pocas casas
de paja que había, en lo que fue el "Contento", estaban a tan
larga distancia las unas de las otras que sólo se oía el sordo
murmullo de la corriente de la citada "Quebrada".
Lo único que, más tarde hizo notable al dicho barrio, fue
el combate que en la Polca tuvo lugar en el año de 1879 entre
los Conservadores de la población de Marinilla y el ejército
que en la "Villa" comandaba el General Tomás Rengifo;
combate que tuvo lugar así: Un lunes del citado año de 1879,
se divisaron sobre el morro del "Cuchillón" varias toldas de
campaña adornadas con banderolas de color amarillo, azul y
rojo, distinguida Banderola del partido conservador, al tiempo
que en el alto del "Ventiadero" situado al norte de la ciudad,
se veían otras toldas iguales a las de la Polca o "Cuchillón";
campamentos ocupados, el primero por el ejército de los
Marinillos comandado por el General Braulio Henao y por
don Abraham García, y el segundo o del Ventiadero, ocupado
por el que dirigían el General Rengifo que a la sazón era
308
El Periodismo en Antioquia
Gobernador del Departamento y Jefe Civil y Militar de la ya
ciudad de Medellín, ordenó se tocara "Generala" o sea el toque
de alarma, y la mayor parte de Liberales se presentaron ante
el mencionado General para ofrecerle su apoyo, pero no
satisfecho con aquello el General Rengifo, dio orden para el
reclutamiento para así aumentar el grueso de los combatientes
hasta el punto de hacer escoger entre los alumnos de la Escuela
Normal de Varones a los jóvenes capaces de poder manejar
el rifle y la cartuchera.
Organizado debidamente el crecido ejército, el General
Rengifo resolvió atacar a los marinillos, los cuales tenían su
Cuartel General en la casa de Marcelino Restrepo situada en
el morro de la "Polca". Y al sábado de la misma semana, cuya
fecha no recordamos, salió el dicho General Rengifo a la cabeza
de su ejército, del Cuartel que quedaba en la Plazuela de "San
Lorenzo" o "San Francisco", hoy de "Félix Restrepo"; pero
antes de seguir a la "Polca" se dirigió a la Plaza de la Candelaria,
y allí se puso a arengar a sus soldados y oficiales, pero como
en aquel momento el sacristán de la Catedral daba el Ave
María, pues eran las 12 del día, el General Rengifo se llenó de
ira al verse interrumpido por el ruido de las campanas; y
rápidamente entró a caballo hasta la nave del medio de la
citada Iglesia, y desde aquella disparó su revólver sobre el
campanero, pero en lugar de hacerle daño al proyectil fue a
incrustarse en el cielo raso, casi encima del Coro, dejando el
hueco en aquel lugar como recuerdo de aquel aciago día; hueco
que fue conservado por muchos años. Y a las 12 y media de
aquel día salió Rengifo con todo el grueso de su tropa con
dirección a la "Polca" a combatir con los marinillos los que
no recibieron al enemigo con la mansedumbre de la oveja,
sino con la bravura del león. A la 1 de la tarde, de aquel mismo
día, sábado, se rompieron los fuegos entre el ejército liberal y
el conservador. Y a las 5 de la misma tarde, ya el General
Tomás Rengifo y sus soldados estaban triunfantes, porque
los "marinillos" escasos de pertrechos tuvieron que salir en
El Periodismo en Antioquia
309
derrota. Entre los derrotados 100 "marinillos" quedaron
prisioneros, los cuales iban a ser fusilados por el querer del
General Manuel Antonio Angel, el Coronel Clímaco Uribe y
el Capitán Antonio Orrego, pero sabedor de aquello el general
Rengifo tuvo un rasgo de valor, y se dirigió a los cobardes
militares y les dijo: "Qué van a hacer ustedes con esos
prisioneros? A fusilarlos por godos. ¡No permito esa infamia!,
dijo Rengifo. ¡Al cuartel con ellos con cuidado!, pues crean
ustedes que con esos 100 marinillos bien armados, me
entiendo con mil aguerridos veteranos". Y mucha razón tuvo
aquel general al decir aquello, pues los "marinillos" pelearon
con tanto arrojo que al verse sin pertrechos se lanzaron contra
los liberales tirándoles con libras de panela, harina de quesito
a los ojos, y a puro mordisco, de tal manera que sobre el campo
de batalla fue encontrado el Capitán Paulino Barco, valiente
"marinillo", muerto sobre el cuerpo de su enemigo, también
muerto, pero éste con un enorme mordisco al lado derecho
del rostro, es decir, pelearon cuerpo a cuerpo.
También ocurrió en aquel combate un hecho, no como
cosa natural, sino como un castigo de Dios contra los
blasfemos, el cual fue: Como durante el mando que tuvo el
General Rengifo en el Departamento de Antioquia, todos los
sacerdotes habían sido desterrados y perseguidos, el padre
José María Gómez Angel se hallaba escondido, según decían,
en las cercanías de la finca de "La Polca", el hijo de don
Teodomiro Llano, abanderado del ejército liberal, se atrevió
a decir: "Hoy peleo hasta con Dios; y será mi mejor triunfo
volver a la ciudad con la lengua de ese monigote del padre
Gómez Angel, ensartada en la punta de la lanza de esta
bandera roja". Pero tan pronto como acabó de hablar, una
bala le destrozó una pierna, dejándolo completamente mocho;
lesión que lo hizo sufrir por muchos años, o mejor dicho, hasta
que murió, llevando sobre sí el apodo del el mocho Llano.
De ese combate resultaron también, varios comentarios,
siendo uno de ellos: El que algunas personas dijeron: "Que el
310
El Periodismo en Antioquia
triunfo alcanzado por el liberalismo en el morro de "La Polca"
se debió, más a la falta de talento y de pericia militar de los
generales Macario Cárdenas quien se hallaba en el municipio
de "Caldas", con buen refuerzo de hombres y de pertrechos a
favor de los "marinillos", y de Marceliano Vélez, en el
"Ventiadero", por no haber acudido pronto en auxilio de los
atacados, picando así la retaguardia del ejército enemigo, ya
que el centro de la ciudad estaba completamente desocupado
y casi desierto". En resumen: El triunfo fue completo por
parte de los liberales; y a las 6 de la tarde de aquel sábado,
volvió, entre vítores y acordes musicales, el General Tomás
Rengifo a la "Plaza de la Candelaria". Todo lo que hemos
dicho sobre el barrio del "Contento", era lo único que había
antes de ser "Gerona", "Loreto y Cuchillón", pues como ya
lo dijimos, aquel abandonado terreno, sólo se hizo notable
por el combate que tuvo lugar en el año de 1879 en el alto de
la "Polca". ¡Y hoy, el barrio más pintoresco de la ciudad!
Medellín hace 60 años.
Instituto Tecnológico Metropolitano.
Medellín, 2003
El Periodismo en Antioquia
311
MIGUEL ÁNGEL OSORIO
(PORFIRIO BARBA JACOB)
Murió el Presidente Harding
El internacionalista que no conocíamos
Aunque desde la iniciación del Gobierno del II Roosevelt,
nobilísimo animador de la política de "la buena vecindad", el
espíritu imperialista norteamericano parece que desapareció,
por lo menos en el partido demócrata, publicamos estas
jugosas páginas de Barba-Jacob, periodista, escritas hace ya
varios años.
La muerte le sobrevino serenamente mientras su esposa
le leía los periódicos. Ella sustituye en la Casa Blanca a Mr.
Harding.
Desde la más alta cumbre del honor, del poder, de la
humana supremacía, -que si no se cubre de púrpuras truena y
relampaguea en los cañones de los acorazados, y cuyo áureo
resplandor atrae las miradas del mundo, a semejanza de la
columna de fuego bíblico-, acaba de caer el Presidente
Harding, con la sencillez cotidiana y aterradora con que cae
un labriego. El regía momentáneamente la marcha de un
pueblo vasto y poderoso, unidad nueva en las renovaciones
del género humano, en el momento en que ese pueblo hace
sentir su influjo en la redondez de la tierra. El orgullo asirio,
el persa, el de la Roma Imperial, no irradiaron tan lejos. Y
Harding representaba con dignidad y con prudencia el ideal
titánico de su nación: no como un Moisés que guía, sino como
un delegatorio que deja la herencia incólume y perpetúa las
normas mentales de sus predecesores. No tuvo la videncia de
312
El Periodismo en Antioquia
una sublime marcha de naciones, borrados ya los últimos
estigmas del odio y la rapiña de pueblo a pueblo, hacia la más
atrevida concepción de la felicidad, por el libre
desenvolvimiento de las almas libres en la distribución
equitativa de las riquezas. Pero no negó cierta dosis de
generoso ideal, como una concesión de la plutocracia del dólar
a los imperiosos conjuros del espíritu. Fue un mandatario
austero y honrado, un administrador hábil, un político de
reservas oportunas; una cúspide de su raza. Que el manto de
la estatua que le represente sea también austero y caiga en
pliegues regulares a besar su pie cesáreo, pero que no le agite
un viento de pasión en la actitud de los héroes o de los
místicos, de los mártires o de los apóstoles.
Y ahora está tendido entre blasones, la carne lúgubre
urgiendo por ir de nuevo al limo donde se formó. La conciencia
de los hombres y de los pueblos, como en la augusta ceremonia
de Egipto, se ilumina con el resplandor de esos blasones y
ensaya el juicio del poderoso conductor de greyes humanas.
En este momento de la vida y en este paso de las generaciones
¿qué hizo Mr. Harding desde la altura de su poder?
Circunscribiéndolo a la política con Europa y con la América
de origen hispano, así como al desarrollo interior de la ética y
de la mecánica vital en su nación ¿qué puede representar en
la Historia?
Europa le vio apartarse de ella, enigmático y receloso, en
el acto mismo en que las naciones de aquel continente se
debatían -como se debaten aún- en medio de las ruinas
económicas y morales, de odios sombríos, con merma del
caudal de cultura de los siglos, con dolor de almas y de cuerpos
en noches en que perecen miles de niños por el frío y por el
hambre. Como la Estatua de la Libertad, erguida con la
antorcha que alumbra el mundo en la bahía de Nueva York,
así fue para Francia, para Bélgica, para Alemania y Austria.
Sólo a Rusia la distinguió con un odio privado, sin pararse a
remirar imposibles utopías de justicia, como el elevado y fiel
representante de la organización plutócrata de su República.
El Periodismo en Antioquia
313
Quizá en el fondo de esta actitud -simultánea con un
derrame continuo de la caridad organizada, la insuperable
caridad yanqui, que abraza el orbe- habría un pensamiento
excesivamente egoísta, pero muy profundo, semejante al que
impidió a Bolívar llevar a cabo su propósito de libertar a Cuba,
o al que le trastornó sus planes de formar una vasta
confederación internacional con los pueblos de
Hispanoamérica. "En Europa", se dijo acaso, "la gangrena es
incontenible. Dejemos que ese continente se arruine solo o
se redima solo: si se arruina, los Estados Unidos extenderán
su poder y su civilización por sobre las razas decadentes; si se
redime, bien débil quedará todavía. Nosotros, acrecentamos
nuestro poder". Y lo acrecentaba decorosamente, burguesa y
honradamente.
Pero ¿era capaz de esa fría, de esa lúgubre y aguda
concepción Mr. Harding? ¿El, modesto y laborioso ciudadano,
un padre afectivo, un hombre de sencillo corazón, perfumado
con suaves aromas religiosos? ¡Quien sabe! La política de Mr.
Harding es un fantasma que se viste con la levita de Mr.
Hughes. El rígido y punzante Secretario de Estado, de tan
vigorosos relieves, de tan honda preponderancia de voluntad,
no parece compartir sino que lleva sobre sí, ante la crítica
perspicaz, las tremendas responsabilidades del Presidente.
Harding presidía: Hughes gobernaba.
Porque si a este hombre de honrado corazón, que acaba
de morir, que ahora mismo yace entre cirios, le hubiera sido
posible contemplar, en un sueño momentáneo, el panorama
del viejo mundo, se hubiera deshecho en lágrimas, hubiera
resucitado de dolor. "¡Quién me diera no haber reinado!", decíame un Rey de España, uno de los Carlos o de los Felipes,
ya en el borde trémulo del abismo que a todos nos traga.
El hombre contemporáneo difícilmente podría descubrir,
en el horizonte de la historia, un siglo más desolador que este
siglo de Europa. En medio de los inventos prodigiosos de las
ciencias experimentales, con la mecánica y la química
314
El Periodismo en Antioquia
industriales desarrolladas en una proporción que parece
fantástica, las Naciones gimen, mueren de hambre y de peste,
se prostituyen o se enfurecen y el tesoro de la inteligencia es
a modo de lámpara batida por contrapuestos huracanes. Y,
como una germinación dolorosa, como un alba de resplandores
sangrientos, como un volverse y revolverse en el lecho
incómodo de la vida, el ideal revolucionario de la Rusia, soviet,
donde el terror y la necesidad cobran en cadáveres, cada día,
el tributo a una justicia que no llega todavía. Frente a ese
gran dolor de naciones, frente a ese peligro de la civilización,
el Gobierno del Presidente Harding fue un acreedor severo y
prudente.
Las relaciones de este régimen con la América Hispana,
durante la acción presidencial de Harding, aparejan una
responsabilidad que atañe más bien a Mr. Hugues. ¡El sí que
es Cesáreo: él sí que suelta día a día desde los miradores de la
Casa Blanca las águilas americanas! Su primer acto, lo primero
que sentimos de él en estos países de habla cervantina y
paludismo agudo, fue su voluntad de imponer un nimbo de
respeto a la ciudadanía americana. Soy ciudadano de los
Estados Unidos, se dice, como se diría soy ciudadano de
Roma. Detrás de cada una de las empresas norte o
angloamericanas, está el apoyo incondicional del
Departamento de Estado; y hasta una queja de un hijo del
gran imperio democrático, para que su Gobierno haga vibrar
un estremecimiento de disgusto a través de la red metálica y
nerviosa de sus Legaciones.
Y es que Harding y Hugues, o el que fuere, ha simbolizado,
con este respeto al nombre americano, el respeto a los valores
antiguos, al antiguo derecho, a la vieja organización
capitalística e imperial de los pueblos fuertes y ávidos. El
desarrollo asombroso de su pensamiento está en la política
seguida con respecto a México. México es la experimentación
social atrevida, la audacia intelectual, el desbordarse de
sentimientos e ideales que, por líricos que se antojen, llevan
El Periodismo en Antioquia
315
en sí una fuerza de magnífica eficacia. México es, pues,
bolchevique, dicta leyes confiscatorias de poder retroactivo,
exige equidad de impuestos a las compañías petroleras de
americanos y europeos aliados que trabajan en su suelo, y,
por consiguiente, al Gobierno de México no se le otorga el
reconocimiento, como para aislar al gran país y que sus fuerzas
lo devoren solas. Es casi al término de la vida constitucional
de ese Gobierno -y de la vida de Mr. Harding-, cuando se cae
en la cuenta de que hay que enmendar el error, porque México
ha vivido sin devorarse, y su orgulloso aislamiento más bien
le fue tónico e impulso...
Santo Domingo ha recobrado su autonomía, pero ni la
injusticia que con él se cometió tiene una reparación, ni
auguran estabilidad de las cosas actuales los nubarrones del
horizonte. Puerto Rico y Filipinas tiemblan en un gran
desasosiego. Cuba siente la enmienda Plat pesar sobre ella
como losa funeraria, y Colombia recibe con cierto desdén
orgulloso y sabio la mínima indemnización de 25 millones,
pero confía al porvenir el desquite de su justicia. En tanto
Nicaragua, es asesinada día a día, y día a día se oyen resonar
sus cadenas bajo el plinto de oro donde se la sujeta. Es entre
las naciones, como el perro de la misericordia.
¿Por qué? Ni Mr. Harding ni su gobierno son responsables
de estas injusticias, de esta falta de una comprensión más
inteligente y elevada de los destinos del mundo. La iniquidad
es vieja herencia de naciones; y no estuvo ni dentro de los
anhelos, dentro de la inteligencia, ni dentro de voluntad del
Presidente que ahora muere, suscitar un apresuramiento
estrepitoso y delirante, aunque sublime, hacia las cumbres
del alma, donde brilla el lucero de la justicia. La justicia cojea,
y que llegue cuando pueda. En tanto, los poderosos intereses
de la United Fruit, tendidos a lo largo y a lo ancho de las
costas del mar de las Antillas, hasta Venezuela; los petroleros
que se enriquecen en México; los sindicatos mineros, las
empresas de navegación, todo lo que los yanquis poseen en
316
El Periodismo en Antioquia
Hispano-América, está asegurado. En el interior de la Gran
República, un proteccionismo "drástico" y riguroso cierra las
puertas a muchos de los productos de nuestros países, y el
régimen social americano continúa, y aún quiere sofocar el
rugido de las muchedumbres proletarias, furiosas de no haber
podido ser muchedumbres plutócratas.
No fue otra la personalidad, no fue otra tampoco la acción
de Mr. Harding, o por lo menos así le contempla hoy la
conciencia del mundo, en tanto que él yace en su cámara
mortuoria en medio de los postreros resplandores de su
poderío. Sin duda un análisis menudo podría encontrar mil
excelsitudes en su carácter y en su intención, y aún gérmenes
de extraordinaria virtud, que el tiempo se encargará de cuidar.
Pero mirado desde más arriba, desde esa altura que permite
divisar si la nación y la raza dieron un paso hacia delante, no
puede asumir otra significación que la de un mandatario
circunscrito a la letra de sus leyes, que administró bien, que
tuvo aptitudes de esfinge, reservas sospechosas e ímpetus
conservadores.
Por lo mismo que Mr. Harding representaba con tan
asombrosa fidelidad la mayoría de la opiniones en el concepto
de sus conciudadanos, su muerte debe haber conmovido a
aquella nación profundamente. Nosotros nos asociamos al
dolor de los Estados Unidos, y hacemos votos porque le suceda
una edad de orgullo y alegría legítimos, basados en el ideal de
la justicia y la expansión del espíritu humano. La América
española cree cada día más, con el corazón de su nueva
juventud, que la armonía con los Estados Unidos, bajo la
égida de una purísima equidad, no sólo ha de significar un
grande impulso para el desarrollo y la cultura de estas naciones,
sino también espléndida oportunidad para la América sajona
de guiar uno de los más bellos coros de pueblos que ha
conocido la historia, de incorporar un nuevo son en la tónica
del universo y aspira más bien a ser colaboradora libre y
autónoma, pero activa y generosa, en el desenvolvimiento de
El Periodismo en Antioquia
317
las ideas de justicia en la gran República yanqui, porque la
justicia es una para todos los pueblos y todas las razas.
En el nombre del juventud idealista y justiciera, una
corona de laurel enlutado ante los despojos del muerto ilustre.
Tomado de la Revista Universidad de Antioquia
Tomo XVII, Nos. 65-68, Julio-Diciembre, 1944
318
El Periodismo en Antioquia
MIGUEL ÁNGEL OSORIO
(RICARDO ARENALES)
Un criterio personal.
Mi penacho
Ni mi pluma, ni mi consejo, ni mi aprobación. Antes que
dejarme llevar como una brizna por el viento de querellas
que no me mueven o de pasiones que no he suscitado, me iría
de nuevo por los caminos de la Aventura, mi novia de
inquietos pies y dádivas imprevistas. Allá se lo halla quien
provoca torneos en que la dureza y altanería de las frases a
propósito de este pobre tema: "Ninguna cosa"- queda en el
sitio que debió reservarse a la excelsitud de las ideas, o cuando
menos a la eficacia del humilde trabajo del sembrador. "Dime
lo que comes y te diré lo que eres" -prescribió una vez el
filósofo Hobbes, parodiando vieja frase de la Sabiduría del
Oriente. Dime con quién discutes y qué ideales te impulsan,
y te diré qué nimbo ha de ceñir tu frente, qué júbilos tendrás
mañana en la soledad de tu corazón -pienso yo a semejanza
de Hobbes.
No se me hallará, pues, en el fondo de estas polémicas
que hoy se remueven: el sitio que he ambicionado está en
otra parte. Quien anhele saber de mí, búsqueme junto a los
estudiantes que solicitan mi palabra con el blando apremio
de una amistad iluminada: en la fundación de la Universidad
Popular: descubriendo sin soez vocabulario a propósito de
las libertades de la prensa: llamando a crear escuelas para los
adultos que no aprendieron a leer cuando niños: en fin, donde
mi esfuerzo anónimo, tal vez sin trascendencia, pero sin
mengua de mí orgullo y de mis ideales, sea como la faena del
El Periodismo en Antioquia
319
pobre gañán, que no conoce las mínimas contiendas de los
escritores ni ve brillar sus vanas aureolas, pero se regocija en
cada gota de sudor que le cae de la frente y de cada hojuela
de maíz que sale a coronar los terrenos.
Y es que no he venido a Guatemala con el alma niña y en
el viaje de las primeras experiencias, sino bien maduro por
sacrificios que nadie sabe, pero cuya dureza es mi galardón.
Hace tres años detenía mis pasos de peregrino en la fuerte y
rica ciudad de Monterrey, en mi México inefable, y fundaba
una empresa. En torno de mí, pugnando por ligarme como
lianas viciosas, se agitaban los feroces odios de la política.
Era en tiempo de lucha electoral, y quienes habían dado el
dinero de mi periódico anhelaban puestos públicos. Un
adversario imprime fétidas calumnias, acusando a uno de mis
amigos de ser culpable de incesto, y mis amigos van a pedirme,
con documentos auténticos en la mano, que diga yo cómo el
calumniador es hijo adulterino... Negué mi voluntad a esta
labor innoble y preferí marchar, dejando el negocio que
representaba mis más viriles esperanzas. ¿Y hoy? Hoy la obra
que yo inicié, la fábrica que yo alcé vale montones de oro,
que están ahí en la casa magnífica hecha con ganancias que
debieron ser mías, en la rotativa, en los linotipos, en el taller
de fotograbado, en las grandes ediciones de ochenta o de cien
páginas, que emulan casi a las más lujosas de la metrópoli.
Perdí una fortuna, pero descubrí la América de mi
independencia moral.
320
El Periodismo en Antioquia
El estudio de las matemáticas
Base y sustento de toda cultura seria, y necesidad indeclinable
y urgente en la vida de nuestra época, por la competencia
industrial que pide rigor científico, las matemáticas dan al
hombre estudioso el sentido de la ponderación de la medida,
y, por consiguiente, de la armonía. La obra poética de más
acabada hermosura que conoce la historia, la Divina Comedia
del Dante, sorprende por la justeza de su disposición: y al
gran florentino se le llamaba el Poeta Geómetra.
Yerran pues, quienes creen que la ciencia de la cantidad
está reñida con las Musas, y en su error muestran una forma
de la pereza intelectual que impide ser algo ser¡o y realmente
útil en la vida. Hay, embargo, quienes dejan una clase y aun
pierdan un curso de álgebra o de Astronomía, por estar
haciendo versitos cursis al tramonto del sol o a los senos de
una mujer a quien acaso no han amado jamás.
El Imparcial, jueves 10 de agosto de 1922)
***
En la ciudad de México se me llevó siempre a los puestos
de mayor prez en el periodismo, y se me recompenso tan
largamente como jamás pensado a ningún escritor extranjero:
de ello hay testigos en Guatemala. Pero ¿qué se exigía de mi?
Mi más ágil verbo de polemista, mi frase más hiriente y bravía,
para vengar ofensas abatiendo entre carcajadas del público.
¿Qué hice? Atosigado por el asco dejé un empleo y otro, me
quedé sin ninguno y me fui a un diario de oposición, donde a
lo menos se querían ideas impersonales -no insultos decorados
con soberbias retóricas. Conocía el pel¡gro, y era tan real que
me trajo al destierro. Bien haya el desterrado si, a trueque de
El Periodismo en Antioquia
321
la ignominia con holgura por causas ajenas, tiene hoy la
pobreza con dignidad por no haber sido instrumento de
venganzas estériles.
Tengo, a propósito del periodismo y del deber que me
corresponde como escritor, ideas que no he de exponer ahora,
pero que irán apareciendo en mi trabajo de cada día. Veo
claramente: veo la agricultura decaída y el esfuerzo que se
hace por levantarla, veo el régimen monetario en condiciones
pavorosas: veo la enseñanza en ruina después de la gran farsa
de veintidós años: veo la juventud estudiantil agitada por
nobles ideales, deseosa de esfuerzo, moviéndose al impulso
de una gran voluntad de sacrificio en favor de los humildes ...
¿Cómo no he de preferir el empleo de mis débiles fuerzas en
estos campos de la acción antes que venir a contender en
batallas que ni han de ser causa de mi gloria ni han de darme
la alegría del un deber cumplido lealmente, por humilde que
se le suponga?
No entro, pues, en dimes y diretes en que se resuelven
querellas que no son mías, equiparando rencor y rencor, ni
puedo callar ante los que me suponen acurrucado tras un
nombre ajeno, como a un cobarde que se pone en cuclillas
tras un biombo Y si no me moviesen a ser íntegro ni mi afecto
a esta porción de la patria máxima ni mi esperanza en sus
destinos ni la hospitalidad que me ofrece, ni el honor que me
dispensan sus poetas y sus hombres de estudio, me movería
mi orgullo intelectual -mí orgullo de escritor, que no vendo a
hurto de nadie por un plato de lentejas.
El Imparcial, miércoles 9 de agosto de 1922)
Los textos anteriores fueron transcritos por Manuel Mejía Vallejo durante
su estadía en Centro América y se encuentran en la Sala de Archivos Personales
de escritores de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín.
322
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ GERARDO RAMÍREZ SERNA
(JOSÉ GERS)
Se "suicidó" una casa
De un momento a otro una vieja casa de dos pisos se derrumbó
con estrépito sobre la calle. Las gentes se apretujaron alrededor
de las ruinas y empezaron a hacer comentarios en voz alta.
Los bomberos se presentaron posteriormente y con gruesos
chorros de agua remataron la obra destructora. Paredones que
aún habían quedado en pie se vinieron en grandes bloques
contra postes y produjeron impresionantes vibraciones en las
líneas de energía eléctrica.
Una residencia que de pronto se viene a tierra es como un
suicidio sensacional. Todo el mundo acude a contemplar el
cadáver. ¿Por qué esa conmoción pública? Porque las casas
están como entretejidas al curso de nuestras vidas. En ellas
nacemos y morimos. Allí va quedando el espíritu de sus
habitantes. Tienen una elocuencia cargada de sugestiones en
sus muros pasadizos, vigas y rincones. Hay unas que nos hacen
temblar de emoción, porque en ellas nacieron o vivieron
grandes hombres o allí cerraron los ojos a la vida. Los hijos
defienden la vetusta casa de los ascendientes por la tradición
hogareña que emana de la alcoba nupcial, del comedor, del
costurero, del salón central donde se reunía la familia.
Es innegable que las casas tienen mucha personalidad. La
grande de la hacienda, rumorosa a faenas de trabajo y ordeño,
colmada de frutos y toda ella olorosa a tierra removida. La
fresca y sencilla que se asoma a los caminos con su alegría de
flores silvestres, que son como el sedante estético del viajero.
Esos caserones que se quedan por allí abandonados, abrazados
por las plantas trepadoras, impasibles de historia y leyendas.
El Periodismo en Antioquia
323
Todas albergan mucha historia en la cual no piensan los
hombres. Uno experimenta, al entrar en ellas, un rumor de
voces lejanas que viene del pasado y que continúa viviendo
en ellas, sin que el tiempo pueda dispersarlo. No se habla de
casas malditas donde habitaron gentes perversas? ¿No se habla
de otras santificadas por una vida gloriosa? ¿Podrán las casas
pecar y mancharse y tener conciencia como los humanos?
En todo caso, la que ayer se tiró de bruces a la vía, lo hizo
en forma "voluntaria". Se suicidó, sencillamente. Quiso
desaparecer de la calle, porque ya había prestado sus servicios.
Por los ojos de las ventanas se asomaba a la plaza y veía el
progreso de Cali y observaba que a su alrededor se iban
alzando pretenciosos edificios de cemento que se burlaban
de su anacrónica vestidura de tierra apisonada, de su tejado
chato y calcinado, de sus puertas vetustas. Todas esas casas
modernas sin tejado, de sobrias líneas, se burlaban en la
mañana de la casa vieja que apenas tenía en su senectud
música de alfabeto, porque allí funcionaba una escuela. Y
como decirles a los educadores actuales que las escuelas no
deben funcionar en edificaciones abuelescas, optó por arrojarse
a la calle, a las dos de la tarde de un domingo candente, cuando
no había ser viviente en su seno y cuando la habían dejado
pensando en su misión terminada. Esa casa "se suicidó",
porque tenía el orgullo suficiente para no sobrevivir al
progreso.
La Crónica en Colombia: Medio siglo de oro.
Imprenta Nacional de Colombia; mayo, 1997
Tomado de Croniquillas de José Gers, Cali, 1946.
324
El Periodismo en Antioquia
LEÓN DE GREIFF
De la Campaña de 1813 y de
cómo era el caserío de Nare
en 1826
En el sitio de DESSAU fui herido, contaba el Capitán ... El
año 1813 fue abundante en grandes batallas, y diariamente
tuvimos combates de bastante consideración. Sirviendo en
mi cuerpo estuve en la mayor parte de ellos, señor Mariscal, y
recibí cuatro heridas en cuatro diferentes encuentros. Cumplí
bien con mi obligación y a la edad de 18 años me dieron una
compañía de 200 plazas, 200 suecos que, al mando de
Alejandro, hubieran conquistado el mundo entero.
En Landorff me ordenaron sostener la retirada de algunas
divisiones del ejército con la compañía que comandaba y la
cumplí contra fuerzas considerablemente superiores. Fui
herido, perdí más de la mitad de la tropa, en una defensa
desesperada de más de cuatro horas, y salvé de esta manera
un parque muy abundante para un ejército de 20.000 hombres.
Me mencionaron con el mayor elogio en el parte que me dio
al Rey. Mis tres oficiales subalternos fueron condecorados y
premiados, y no hubo nada para mí, que tenía -sin jactanciatodo el mérito.
En el asalto de Dessau fui el primero que entró por un
fuerte incendiado y derribando la puerta de la ciudad a
hachazos; me nombraron honrosamente en el parte, pero nada
más. Lo mismo sucedió en los asaltos de Lubeck y de Juliers
y en las batallas de Grosbeeren y de Dennevitz, donde fui
El Periodismo en Antioquia
325
herido de nuevo, y donde le vi a usted, señor Mariscal, por
vez primera.
-Cómo no, Capitán, y por cierto que ese maldito descalabro
de Dennevitz se debió a que el Emperador olvidó que tenía
que llegar allí -según sus planes-, fuera de que parte de las
tropas de mis cuerpos de ejército no valían cosa. Reclutas
muy bizoños y tropas auxiliares extranjeras listas a la traición
... Sinembargo, fue un mero descalabro, y las pérdidas de los,
Aliados superiores a las mías. No les quedó gana de seguir
tras Pedro el Rojo ..Me retiré paso a paso, contraatacando y
dando destelladas ...
-Combatí -siguió el Capitán- hasta el fin de la guerra. Siete
meses estuve sin descanso en las avanzadas del ejército: tuve
a veces, bajo mi mando, de 500 a 600 hombres. Después de
hecha la paz me llevó el Jefe del Estado Mayor, el General
Conde von Essen, a la presencia del Rey y lo instó para que
premiara mis servicios. Yo no acepté porque me parecía ya
muy tarde y para que no se creyese, que yo solicitaba
distinciones, lo que se consideró, terquedad y los molesto
grandemente.
***
YA COMO QUE ESTAMOS LLEGANDO...
Realmente, por lo menos a Nare ...
El lo. de abril nos levantamos temprano para pasar a buena
hora por la estrechura, los remolinos o chorros de Angostura.
Es éste el primer raudal de alguna consideración que
encontramos en el Río Grande de la Magdalena. El río se
estrecha entre dos altas montañas y forma en medio chorro o
remolino o serie de remolinos que ha hecho zozobrar
innumerables embarcaciones, unas veces por mucha, otras
por poca agua. Nuestro listo patrón, jefe de los bogas,
MARIANO, tenía el cuidado de dar los palancazos en el
momento oportuno y de dirigir el "champán" a la orilla cuando
era necesario. Naturalmente el agua invadía la embarcación y
326
El Periodismo en Antioquia
llovía sobre nosotros a raudales permanentemente. Los bogas
le daban al canalete. Pasados los chorros felizmente, les di
brandy a los tripulantes -patrón y bogas-, y el señor Mariscal
y yo brindamos con ellos.
Y continuamos nuestro viaje hacia Nare, a donde llegamos
a las 10, más o menos ...
Debíamos haber seguido para completar la jornada hasta
las Juntas, o bocas del río Nus afluente del Nare. Pero como
estos ríos son muy peligrosos y desconocidos de los bogas
que traíamos desde Mompox, tuvimos que permanecer un
día en Nare y aplazar la llegada a las Juntas. La demora de un
día y el peligro real que implicaba internarse por ríos
desconocidos y vías absurdas sin bogas hábiles primero y luego
sin guías o peones prácticos, fueron causa de grande ansiedad
y zozobra.
Nare es una pequeña y muy bonita población, pero el calor
es agobiador y la localidad tan malsana como casi todas las
orillas del río. Hay en Nare frutas en abundancia y yo cogí en
5 minutos un saco lleno de naranjas y limones. El
administrador o jefe del correo, VALDIVIESO, me entregó
una carta y algún dinero de parte de mi cuñado Hauswolff, y
el alcalde nos hizo muy buena acogida y nos obsequió -al
señor Mariscal ya mí- con un licor cristalino y burbujeante
muy agradable, llamado Aguardiente, por más señas El Alcalde
me pareció muy político o un gran Político: era muy cortés o
quería parecerlo.
Seguimos hablando de guerras y de campañas. Con el calor
que hacia en Nare, aparte de que al lado de Ney subía la
temperatura, hubimos de beber unas pintas de cerveza traída
desde Hamburgo, refrescada en las linfas del Nare. Hubiera
preferido el señor Mariscal su vino del Sarre, seguramente o
el vodka moscovita, con que se relacionara antes y después
de la Retirada de Rusia ...
***
El Periodismo en Antioquia
327
Intermedio, para descansar
Este domingo, 16 de febrero de 1947 años, se adquirió un
cuadernillo que dedícase al pergeño de moxinifadas, voz lusa,
de equivalencia antiocastellana fácil de deducir o suponer.
"Venías- de- tan-lejos- que-ya-olvidé-tu-nombre" lo dicen
ya no sólo las No me olvides, sino también las "teresitas" de
la bicoca a y de Porfirio, que no de pórfido, que son de carne
y hueso. Y es temilla de proyectadas moxinifadas del moxinife
y de variaciones de no mucha variedad.
Y seguir con lo de Ney.
Fin de Semana, No. 53, febrero 22 de 1947
328
El Periodismo en Antioquia
FERNANDO GÓMEZ MARTÍNEZ
Sin pasaporte sobre el Reich
Un destino irónico dispuso que estos ocho periodistas
latinoamericanos que viajábamos a Londres, invitados por el
gobierno británico, no participáramos de la emoción popular
que estremeció al mundo demócrata el día de la victoria. La
gran fecha, como aquella otra de la invasión, había sido
esperada por todos nosotros con vivo interés. El periodista
se alimenta con la esperanza de los grandes hechos y se
complace enseñándoselos a los demás. Vive de la noticia
sensacional. Pero la espera para el doble objeto de sentirla él
mismo y de participarla a su público. Y pues la rendición de
Alemania y el gran júbilo de las naciones aliadas era el
acontecimiento más sensacional de la época, los periodistas
esperábamos saberla al pie de nuestras máquinas o siquiera
allí donde la masa popular estallara en emoción y alegría, y se
lanzara a las calles en oleadas, las banderas haciendo de velas
sobre el mar de cabezas.
No fue así. La noticia de la victoria la recibimos metidos
en el buche de un barco, en alta mar, entre gentes frías como
la racha del norte que nos azotaba, y sin detalles ni
pormenores. Todo lo que la gran nueva tenía de periodístico
desapareció para nosotros. Fatal destino, castigo inmenso,
como si fuésemos de tal manera sancionados por querer
saborear como un rico licor la noticia tantos años esperada y
para ahora entrevista con certidumbre.
Voy a empezar a escribir el relato de mi viaje. Nadie debe
esperar grandes cosas. Ni yo pretendo decirlas. Para los que
conocen lo que he visto, esta relación no tendrá ningún valor:
Y los que aguardan revelaciones de fondo, entrevistas
sensacionales, ensayos sociológicos, se verán defraudados. El
El Periodismo en Antioquia
329
viaje has sido rápido, recargado de paisajes y de nombres,
sometido a programas no siempre elaborados de acuerdo con
nuestros gustos, por lo que la crónica será, entonces,
cinematográfica. Todo se verá como de paso. Pero no carecerá
de interés completamente, así como el viajero del avión no
desprecia mirar el paisaje efímero del fondo. Y como escribo
para la mayoría de las gentes, quiero decir para los que no
conocen los pueblos que acabo de conocer, me parece que
bien puedo describir cosas sobre las cuales han escrito ya otros,
en mejor forma, más documentadamente, pero en libros o
revistas que no siempre llegan a todas las manos.
Y para quitarle solemnidad al relato, y hacerlo familiar, y
para dar más exacta impresión de lo ligero, voy a adoptar la
forma de diario. Así quienes me lean seguirán conmigo, paso
a paso, el programa que cumplimos, con otros cinco
sudamericanos, estos tres reyes magos que salimos juntos de
Colombia y hemos regresado dispersos: don Enrique Santos
(Calibán), don Eduardo Zalamea Borda (Ulises), y este
servidor que antiguamente firmó A.V. Struss y que ahora ni
firma.
Abril 21. Un avión de la Avianca me conduce de Medellín
a Barranquilla, en donde he de reunirme con mis compañeros.
Es mi vuelo número 50. Llego antes que el Clípper que ha de
llevarnos a Miami y antes que la nave procedente de Bogotá,
en la que vienen mis amigos.
Ahora en manos de la PAA. Abandonamos a Barranquilla
y a poco volamos sobre mar abierto. La misma inmensa soledad
conocida, donde no se ve nada si no es la leve franja de
espumas que hacen las olas. En Kingston nos obsequian con
un coctel de ron, que viene a tiempo. Es una atención que los
productores hacen a todos los viajeros. Nuevamente el mar,
para atravesar sobre Cuba tocando en Camagüey. Las
plantaciones de caña alegran la vista. Dos horas más, y llega
la noche. Es mi primera experiencia de viaje nocturno, que
dura poco, porque en breves minutos se divisa la costa de la
330
El Periodismo en Antioquia
Florida y Miami extiende ante nosotros las filas de luces de
sus avenidas. Debe de ser una gran ciudad esta que éstá debajo
de nosotros pero que no he de conocer ahora. No hay que ser
aviador para descubrir cuál es el aeropuerto. El juego de
colores y la distribución de señales luminosas sobre el suelo
nos lo muestran desde muy lejos.
Miami es un aeropuerto de extraordinario movimiento.
Sobre el campo estaban aposentados multitud de aeroplanos,
y no pasaba una hora sin que estuviera decolando una nave
hacia uno de los puntos de la rosa.
Abril 22. Salimos a la 1 y 30 de la mañana. La "attendant"
nos provee de mantas para abrigarnos y apaga la luces. Se
trata de dormir, aunque muchos no duermen. He aprendido
a hacerlo. Son las siete de la mañana cuando aterrizamos en
un aeropuerto cuyo nombre ignoramos. El frío es intensísimo
y el viento sopla fuerte. El edificio es de una magnitud y de
una suntuosidad impresionantes. Claro: estamos en
Washington. Por sobre las arboledas distantes asoman el
obelisco y la cúpula del capitolio. A poco volamos de nuevo,
cruzando el Potomac, sobre las fastuosas avenidas y las plazas,
las quintas de los diplomáticos, la Casa Blanca y los cerezos
en flor.
Ahora Nueva York. La estatua de la Libertad. Centenares
de barcos sobre el Hudson. Los rascacielos. Todo va pasando
y lo vamos reconociendo, hasta que el avión se detiene en el
aeropuerto de La Guardia. Han transcurrido apenas
veinticuatro horas desde el momento en que me despedí de
los míos y de los amigos, también míos. En el campo de Las
Playas. ¡Y todo tan lejos! Como diría Vives-Guerra.
Abril 24. Deberemos permanecer en Nueva York no
menos de una semana, mientras se nos encuentra acomodo
en algún barco. Qué le vamos a hacer. Al fin y al cabo no es
ninguna vereda para estar descontentos.
Los jardines de Rockefeller Center son objeto de la
curiosidad pública ¿No sabe usted, paisano, qué cosa es el
El Periodismo en Antioquia
331
Centro Rockefeller? Pues es un grupo de siete edificios, muy
altos, muy bellos, muy lujosos. Lo mejor en su género que
existe en el mundo. Una pequeña gran ciudad moderna.
Pequeña porque no ocupa sino cuatro manzanas. Grande por
la magnitud de los edificios. Digamos apenas que la
administración de estos bloques cuenta seis mil empleados, y
entonces sabremos por qué es también una ciudad grande.
Bien, por el otoño, las fuentes de la placita del centro se
pueblan de peces. En el invierno conviértese en pista de
patines. Ahora, en la primavera se adorna el sitio con flores.
Tulipanes, lirios, azaleas. Para la gente es algo así como una
exposición. Y todos los días están las flores frescas. Las matas
florecidas se compran -y hay que ver lo que cuestan- y se
siembran en las grandes jardineras de la plazoleta. Y las que
ya han perdido sus flores se quitan. Así un día y otro día. Yo
también, como los neoyorquinos, aun viviendo en Medellín
que es ciudad santa de las más extrañas flores, me paro frente
a las jardineras del Centro Rockefeller. ¡Si es que esto vale
una interjección de Quinito!
Nueva York, a pesar de la guerra, da sensación de lujo y
de fiesta. Por todas partes ve uno viejas de cine y damitas
lujosamente ataviadas: sedas, pieles, joyas. Los hoteles se
pueblan al atardecer de personas que toman el té y que danzan.
Nueva York se divierte, a pesar de todo. Están repletos los
teatros y los cabarets. Confieso que por el momento sentí un
choque. Pero bien, reflexioné, los Estados Unidos han dado
para la guerra lo mejor, lo más valioso, lo más entrañable: su
juventud, su sangre. ¿Qué más da que los que se han quedado
se entregan? Hay dinero. Se trabaja duro. Cada cual cumple
su deber. Sería mucho exigir que estuviesen entregados a la
pena.
Gran abundancia de soldados, "soldadas" y marinos. Muy
amorosos y sentimentales todos. Se despiden a fondo estos
chicos que pronto van a separarse. De cada cien personas,
diez llevan uniforme militar.
332
El Periodismo en Antioquia
Los Estados Unidos están evidentemente en guerra. Me
lo dice mejor esta oscuridad casi completa de Broadway, la
admirada "gran vía blanca".
Abril 25. Me han echado a la suerte como la túnica de
Cristo. Resulta que por la escasez de alojamientos debo recibir
en mi pieza a otro periodista venezolano, de los que siguen
con nosotros. Se lo dicen a ellos: "Uno de ustedes estará en la
pieza con Gómez, de la delegación colombiana". ¡El horror!
Parece que el apellido de Juan Vicente no es muy grato a los
venezolanos. Pero parece también que estos colegas no han
tratado bien, además, al doctor Laureano Gómez. Y como se
ha anunciado el viaje de Álvaro Gómez Hurtado a los Estados
Unidos, pues los colegas de Caracas se hicieron esta reflexión:
es periodista, representa a El Siglo y es hijo de Laureano. Y
aun dicen que se le parece. Un conflicto. Pero alguno ha de
estar con Gómez en la pieza. Sortean cuál ha de ser la víctima.
Adentro los de corrosco. Miguel Otero Silva se ha ganado la
rifa. Llega. Presentación. Información. Una amistad que
alborea, y Otero se lanza al ascensor en busca de sus
compañeros. "Es otro Gómez", Y antioqueño por añadidura,
para que no resten dudas.
Abril 27. Nuestros invitantes, los ingleses, han querido
entretenernos estos días de obligada estancia en Nueva York,
y nos han preparado un programa. Hoy visitamos a Radio
City. La National Broadcasting Company. Para ello contaron
con la buena voluntad de la oficina del coordinador.
Conocemos los estudios y vemos cómo se reciben y se
transmiten las noticias, cómo se imitan los ruidos naturales
por radio, tales como carreras de caballos, truenos, etcétera.
Allí se nos da la chiva que se ha de radiar una hora más tarde
y de la cual no podremos hacer uso: ya se juntaron sobre
Alemania los ejércitos americanos y rusos. Se nos obligó a
practicar una virtud antiperiodística: la de ser discretos. Un
aparato muestra las ondas correspondientes a cada sonido y a
su intensidad, por medio de rayas verdes luminosas que se
El Periodismo en Antioquia
333
mezclan, ondulan, se retuercen y se agitan dentro de un tubo.
Gráficamente, la voz humana es como un encaje. Un encaje
tembloroso, como las ondas del mar. Y vemos los aparatos de
televisión, tanto emisores como receptores. Yo paso ante tales
aparatos y hablo dos palabras para que mis amigos vean la
fidelidad del retrato y de la voz. Y estudiamos cómo se
preparan los programas y cómo se graban, porque aquí nada
es improvisado y todo es responsable. Los discos serán la
prueba de lo que se dijo por radio al mundo. Así, sólo así,
puede darse, pasada la guerra, una radio libre. Libre pero
responsable, como reza la constitución colombiana acerca de
la prensa.
Abril 28. Ayer se publicó la noticia del hundimiento de
un barco en el Atlántico del norte. Hoy, el torpedeamiento de
un portaviones. Como nos vamos por mar, y sin escolta, estas
noticias no nos caen muy bien. Todavía andan por ahí los
bichos esos que llaman submarinos.
Abril 29. Domingo. En la catedral de San Patricio. He
venido a oír misa, entre miles y miles de católicos excelentes,
como son los de Estados Unidos. El orador sagrado pide
oraciones por los soldados muertos en la guerra y por "aquellos
que están fundando en San Francisco una paz estable". Es
espíritu de Roma en todas partes.
Y Nueva York tiene luna. La he visto subir por entre la
abertura que hacen los altos edificios. No es tan romántica
como la que asoma por sobre Santa Elena, pero es tan grande
como esa y con un carácter extraño: el que le da el estar metida
entre rascacielos y el de prestar un servicio inútil.
Ayer, también, fue juzgado y fusilado Mussolini. Sus
últimas palabras: "!No! ¡No! Yo no amo esta justicia "rápida"
y menos cuando es ejercida popularmente. El Duce, como
criminal de guerra, ha debido ser juzgado por los vencedores
en una audiencia realizada con todas las formalidades. La
llamada justicia popular es ciega en el peor sentido de la
palabra, y además rabiosa, bárbara y cobarde. Quienes lo
ejecutan son asesinos solapados.
334
El Periodismo en Antioquia
Triste fin el de este hombre que llenó con su gesta y su
gesto un cuarto de siglo, y cuya obra política y administrativa
sobrepasó los límites de lo ordinario. Condenando, como
condeno, la violencia inútil y la crueldad de los primeros días
del fascismo, su exclusivismo y sus fanfarronadas, y odiando,
como odio, la dictadura, debo recordar que Mussolini sacó a
su pueblo de un estado de anarquía más odioso que su
gobierno, que realizó obras perdurables y que colocó a Italia
en el pedestal de las primeras potencias. Quienes conocieron
a la península antes que Mussolini y la vieron después, se
hacían lenguas de la obra cumplida por este hombre en quien
el amor a su patria fue un culto. Su error principal consistió
en pretender agregar a su gloria de estadista la de conquistador
y militar, para lo cual hubo de hacerse un segundón de Hitler,
soldado éste sí. Hubiérase contentado Mussolini con su labor
de político, en lo cual fue maestro del otro, y su nombre sería
pronunciado con respeto en todas partes. El Duce fue, ante
todo, un patriota. Creo, con el académico Rafael Sánchez
Mazas, "que los niños de la Italia futura no maldecirán su
nombre". "Toda nuestra disparidad posible no nos conducirá
jamás a la vileza de afirmar que los hombres que amaron
demasiado a su patria, sean cuales sean sus errores o sus
malaventuras, deban ser propuestos a la posteridad como
objetos de vilipendio".
Abril 30. Los diarios traen hoy noticias gordas: han sido
tomadas Munich, Milán y Venecia. El derrumbamiento del
eje va tocando a su fin. Traen, también, detalles de la muerte
de Mussolini y de la profanación de su cadáver.
Este es el día señalado para la partida. A las siete de la
noche nos hallamos en el muelle número 86. ¿En qué barco
vamos? Los pasajes no lo dicen. ¿A qué hora? Tampoco. Allí
está, enorme, si hemos de juzgar por el hecho de que desde el
muelle no alcanzamos a ver sino su casco. Entran soldados y
más soldados. Se nos ha señalado el camarote número 30, del
"Deck A" y allá nos dirigimos. El confort que esperábamos
El Periodismo en Antioquia
335
se ha trocado en rigidez y austeridad militares. Nuestro
camarote comprende once camas de a dos puestos cada una,
de estilo cuartel. Ya hemos llegado ocho clientes: los
periodistas. ¿Llegarán los catorce restantes? Las caras
muestran desconsuelo. Pero no. En atención a nuestra
categoría civil se nos ha dejado solos. Ocho hombres solos,
como en el cuento de Federico, a saber: Arturo Mantilla y
Emilio Murillo, ecuatorianos; Marco Aurelio y Valmore
Rodríguez y Miguel Otero Silva, venezolanos; Enrique Santos,
Eduardo Zalamea Borda y Fernando Gómez Martínez,
colombianos. Por unánime consentimiento tácito, don Enrique
se convierte en decano de todas las delegaciones. Notamos
que en el camarote no hay ni una mesa ni un asiento. Ya en la
oficina de la Cunard Line se nos había advertido que bien
podría no haber sino dos comidas al día. Ahora se nos da la
orden de llevar en todo momento los salvavidas. La enjalma
diaria y obligatoria.
Mayo 1. Día de terrible bruma y brisa fría, este primero de
nuestra navegación. Y apenas estamos saliendo de Nueva
York, que está muy al sur del paralelo adonde nos dirigimos.
Se nos permite ir a la cubierta a aguantar frío. Aquello es peor
que un mercado. Miles de soldados y de "wacs" tienen ocupado
el gran corredor en todas las posiciones. No hay por donde
dar un paso. Calculamos que no menos de cinco mil personas
lleva el barco para el frente. Nuestra vestimenta de civiles,
entre tanto uniforme, resulta extraña. Como todos llevan sus
salvavidas, esto parece una ciudad de jorobados. ¿En qué
buque vamos, por fin? Ya lo hemos descubierto: es el Ile de
France. Hurra al que habiéndolo conocido antes, lo reconozca.
Digamos que es el Edificio Carré flotando. Ha sido
desmantelado de todo lo que signifique adorno, lujo y
decorado: se ven las vigas, las tirantas, los remaches y los
tubos, como los músculos, los tendones y los vasos en un
maniquí para el estudio de anatomía.
Mayo 2. Desde cubierta vemos que durante este segundo
día de navegación nos escoltan solemnemente un dirigible y
336
El Periodismo en Antioquia
un avión Catalina. Después se nos dejará solos. Nadie contesta
a nuestra curiosidad. "Yo no sé nada", es la consigna para
responder. Así lo exige la seguridad de tantas vidas, aunque
todos seamos de "los mesmos". Otra mala noticia interna: el
agua dulce está racionada. No la hay sino en las primeras
horas de la mañana y ya entrada la noche. El baño ha de ser
en agua salada.
Pero siguen las noticias gordas, por el altoparlante del
deck: "Los rusos llegan al centro de Berlín. La bandera roja
ondea sobre el Reichstag".
Mayo 4. Ejercicio para tomar los botes en caso de
necesidad. Un timbrazo, y todos nos ponemos en pie y
alineados en la cubierta. El día es claro y tibio. Tal parece que
en lugar de ir al norte, fuésemos al este. Así lo revela la
posición del sol. Viajamos en zigzag, evidentemente. El
locutor anuncia que ha caído Berlín. Lo celebramos con dos
cognacs. De las tres capitales del eje, ya sólo falta Tokio.
El personal de nuestro camarote anda disperso. Sólo
permanecemos en él el compañero Murillo y yo. Cerca, don
Enrique Santos. De pronto suenan timbres cortos. Es
claramente una alarma. Los que están en el salón oyen que se
llama a los artilleros. Nosotros no. No han pasado dos minutos
cuando comienza un jaleo impresionante. El barco dispara
sus cañones de popa. Las ametralladoras tabletean con furia.
Es cosa para alarmarse. Pero como el sacerdote en peligro
que trata de absolver a los otros, mi compañero Murillo y yo,
entre temerosos y curiosos -al fin periodistas que saben que
algo esperan de ellos sus lectores- nos lanzamos a la cubierta.
Nadie nos impide subir. Pero al llegar la encontramos desierta,
por primera vez. Los soldados han desaparecido como por
milagro. Sin duda les dieron la orden de guarecerse en su
camarote. Sobre el puente, y asomados a una ventana, dos
meros oficiales. El jaleo sigue. Vemos caer las granadas atrás
como a media milla, a tiempo que el buque continúa su marcha
a toda máquina. Ya sabíamos que su defensa contra los
El Periodismo en Antioquia
337
posibles submarinos que se interpusieran estaba en su
velocidad. Uno de los oficiales se da cuenta de nuestra
presencia y nos ordena bajar. Nos vamos al camarote, donde
hallamos a don Enrique algo agitado. Es la hora en que ya no
a la popa sino de nuestro lado, a estribor, abren fuego los
cañones y las ametralladoras. Asomados a la escotilla vemos
la zona donde caen las balas. Se encienden lucecitas rojas
sobre el mar y se eleva allí mismo un pequeño grupo blanco.
La cosa dura, cuando acertamos a ver a alguien por el pasillo.
Don Enrique lo interroga. "Es práctica". Simplemente
ejercicios para ver cómo andan las armas y los artilleros. Ya
he dicho que la respuesta obligada deber ser "Yo no sé nada".
Bueno, que practiquen, si de eso se trata, pienso para mi
capote, pero que no vayan a gastarlas todas.
Las noticias anuncian el horrible suicidio de Goebbels y
de su familia.
Mayo 4. Seguimos internos en lo que todos hemos dado
en llamar nuestro campo de concentración flotante. Vamos
al salón o a la cubierta, pero en ninguna parte hallamos espacio
y comodidad. El salón está en poder de los oficiales de ambos
sexos y no hay asientos para todos. El salvavidas nos presta
servicios de tal, pero a la larga se resiente la espalda y se
entumecen las piernas. En cuanto a la cubierta, ya sabemos
que está repleta de gente. Soldados y "wacs" organizan cantos,
bailes y juegos. Ya hay unos amoríos rasgados que por lo visto
no se oponen al régimen militar. Pero, ¿qué son las "wacs"?
Pues las mujeres del cuerpo auxiliar. Una forma moderna de
nuestras cantineras de las guerras civiles. El hombre de "wac"
es una sigla sacada de la iniciales (women auxiliary corp).
Según noticias, el barco lleva nada menos que mil y las hay
de todos los tipos: altas, bajas, rubias, morenas, negras, flacas,
gordas, bonitas y feas. Algunas usan pantalón pero otras su
faldita verde. Para mi gusto, están mejor las de falda, porque
creo que el pantalón se hizo para las caderas enjutas (más o
menos) de los hombres y no para las redondeces femeninas.
338
El Periodismo en Antioquia
Y siguiendo con el tema digo que el nombre de "wac" lo fuimos
castellanizando en la pronunciación. Primero eran las "wacs"
lisa y llanamente como en inglés; de allí pasamos a decir
"wacas", y andando el tiempo acabamos por transformar la
doble U en G, diciendo "guacas". "Mire qué lapo de guaca".
"Vea qué guaquita más linda". Lo mismo que los entierros de
indios. Y lo peor era que muchos de los soldados se
encontraron su guaca, con o sin el espanto.
El buque sigue andando en zigzag, para burlar a los
submarinos. Pero existe otro peligro, y es el de las minas. Al
contrario de lo que le pasó a don Daniel Peláez, lo peor que a
nosotros nos puede acontecer es encontrarnos una mina de
Berlín. Y mucho peor hacerla estallar. Ya va para tres días
que los compañeros emprendieron el juego, como manera de
entretener el tiempo, pero como ni hay mesa ni hay asientos,
y en el salón se encuentra excepcionalmente sitio, el tendido
es sobre el suelo y los asientos son los salvavidas. Un círculo
vicioso como el que se ve en nuestras montañas, a la vera de
los caminos. No sé cómo resisten tantas horas en aquella
posición y con aquella ocupación, o si quieren, desocupación.
Desde que soy hombre formado nunca he sentido interés ni
placer en el juego de cartas. Creo, con un autor, que la charla
familiar es más agradable que el juego y que los libros superan
a las cartas. Los demás piensan de distinta manera y en el
reino femenino hay quien le reconoce al juego una virtud: la
de evitar la murmuración.
El mar amaneció "higadoso". Todo el día ha estado
picado. La estela que deja el Ile de France es hoy más amplia
y más blanca. Asomado a la borda, veo doblarse las olas sobre
sí mismas, sepultando las cresta de espumas, que toma
entonces un color de sulfato de cobre. Un ave vuela sobre el
barco. ¿De dónde ha venido? Vaya usted a saberlo. Estamos
en "un lugar del océano Atlántico". Cerca habrá alguna tierra.
Mayo 7. Sin carácter oficial se anuncia por la B.B.C. la
rendición incondicional. Esta era la noticia que esperábamos
El Periodismo en Antioquia
339
saber y sentir al pie de nuestros receptores, cada uno en su
periódico o en Londres. La mala fortuna quiso que llegara a
nuestros oídos lejos del mundo habitado y del olor amigo de
la tinta de imprenta. Pero, sea en donde sea, es una noticia
sensacional. La noticia más sensacional en un cuarto de siglo.
Los Ocho lanzamos una exclamación. Pero, para sorpresa
nuestra, el pasaje del barco no se altera. Esta gente es fría
como el mar que la baña. Ni un grito, ni un arranque de alegría.
Ingleses, canadienses y americanos del norte desconocen lo
estentóreo. Sin duda alguna nuestra emoción es mayor que la
de los soldados y oficiales de a bordo. Si no, aquí está la
prueba: sacamos el último resto de whisky que nos queda en
el camarote, y brindamos por la victoria. He de suponer que
fuimos los únicos, porque entre otras cosas en el barco no
había licor. Un rato después fuimos al comedor y ninguna
manifestación indicaba que ese fuera el día del triunfo. Nada
decían ni los rostros ni las lenguas. ¿Control? ¿Educación?
Todo lo que ustedes quieran. Pero para un latino no es sino
frialdad.
Mayo 8. Mañana llegaremos a puerto, según rumores. Ahora
más tranquilos. Un Catalina vigila desde esta mañana nuestra
marcha y en las primeras horas vespertinas divisamos sendos
destructores a los costados. Vamos, pues, protegidos y
escoltados, por lo que vuelve la sonrisa a los labios de muchos.
A las tres, Churchill anuncia oficialmente la rendición y dice
que a las doce de la noche deben cesar todos los fuegos. ¿Quién
será, pienso, la última víctima ahora cuando los fuegos tienen
un sentido protocolar? Recuerdo haber leído el nombre del
último muerto de la guerra pasada: había caído en un puesto
hasta donde no llegó a tiempo la orden de cesar fuego. El
público sajón del barco tampoco se emociona esta vez. Son
los mismos.
Mayo 9. Hoy llegaremos a Gourock. En la mañana
divisamos la costa a lo largo del estuario del Clyde. Numerosos
barcos están surtos allí. La costa escocesa es verde y pintoresca
340
El Periodismo en Antioquia
como lo había leído. Y es hermosa, con sus casas edificadas
sobre las faldas, sus bosquecillos y sus pastizales. Aquel verde
impresionaba a Taine. ¡Quién me habría dicho que iba a
conocer Escocia! Desembarcamos para tomar el tren que nos
lleva a Glasgow. Al llegar, la estación me da la primera
impresión de todas las estaciones inglesas, enormes, obscuras
y frías. Glasgow es una gran ciudad, de más de un millón de
habitantes, que en Inglaterra goza inmerecida fama de fealdad.
Hoy está en fiesta. El gobierno ha ordenado dos días de
regocijos para celebrar la victoria. Este es el segundo, y por
ello estamos contemplando la alegría que echamos de menos
en el buque. Vemos con curiosidad, sin que me gusten, los
vestidos típicos de los highlanders; el gorro de cinta a cuadros,
la chaqueta, la faldita plegada, el carriel suspendido por delante
y la media hasta la pantorrilla. Las tabernas están repletas de
gentes, y Charles Square es todo animación: músicas, baile,
alboroto. Los chicos, la "pipiolidad" hacen una especie de
"ronda" como la que se efectúa en San José de Costa Rica a
la hora de la retreta, pero con sustanciales deferencias. En la
capital centroamericana se trata de verse. Las chicas giran en
rueda, en un sentido, mientras los muchachos, en una rueda
más amplia, y envolviendo la otra, giran en sentido contrario.
Así se inician muchos amoríos. Pero aquí, en Glasgow, hoy,
segundo día de la victoria, a una voz de mando se disuelven
los círculos y los chicos se abrazan en parejas para besarse en
la boca hasta el bagazo. Bagazo de piña. Lo leal, según me
parece, es que la pareja se forme entre los que, al dar la orden,
queden al frente, pero los más avispados se lanzan sobre la
más bonita o sobre la más deseada. Lo más singular del cuento
es que hay reclutamiento, porque entre pieza y pieza los
hombres salen a coger pipiolas entre las filas de curiosos para
incorporarlas a la ronda, quieran o no.
Debo anotar que los morenos llamamos la atención en
Glasgow. Tanto tipo de pelo negro, de tez mate, y de ojos
oscuros, no debe ser muy frecuente por estas latitudes. La
El Periodismo en Antioquia
341
curiosidad en torno nuestro era notoria, como la que despiertan
en Medellín los indios de Urabá. Allí éramos lo extraño. Se
me venía a la memoria el dicho de Pacho Pérez en Nueva
York: "Aquí el mister soy yo".
Mayo 10. A las siete de la mañana llegamos a Londres,
después de un viaje de toda la noche en tren, durmiendo en
camas corcoveadoras. La ciudad está desierta como un pueblo
nuestro. No nos golpea así con su extraordinaria populosidad.
Los londinenses duermen la mona de los dos días de fiesta.
Están en el guayabo; o con el ratón, como dicen los
venezolanos; o salientes, según los españoles; o con la
perseguidora, de acuerdo con los peruanos. A nuestro paso
hacia el hotel vemos algunos vacíos causados por las bombas,
pero menos de los que esperábamos. La destrucción de
Londres fue, en conjunto, enorme, si nos atenemos a las
estadísticas. Pero recorriendo las calles la impresión es que
sufrió poco. La urbe es tan vasta, tan descomunal, que la
blitzkrieg estuvo muy por debajo de lo que se pensó. Nos
hallamos en Park Lane Hotel, en Picadilly, frente a Green
Park. Del otro lado del parque verde y fresco, lecho perenne
de enamorados, está el palacio de Buckingham, residencia de
los reyes. Park Lane Hotel, por su situación, por su apariencia,
debe ser un buen hotel. Pero, instalados en las respectivas
piezas, nos advierten que no hay toallas, ni sábanas, ni fundas
de almohada. Miro a mi cama, y la almohada muestra la huellas
del sudor ajeno, y las sábanas no son ciertamente albas. La
memoria me transporta a mis viejas posadas de Quiñónez y
de Tierra prieta, en la Loma del Tigre, donde era preciso
envolver la almohada en la camisa. Qué cosas más disímiles
las viejas fondas del tiempo de estudiante y un gran hotel de
Londres, la más grande ciudad del mundo. Pero la guerra es la
guerra y aquí la han sentido. El servicio de lavado, lo hemos
sabido, toma ahora en cualquier hotel de Londres entre dos y
tres semanas. Y como acaban de pasar los dos días de fiesta,
en los cuales la ciudad se botó por la ventana y nadie pensó
342
El Periodismo en Antioquia
en otra cosa que en divertirse, pues no ha habido quien lave.
Tomo mi primer baño y me enjugo con el saco del piyama,
que pongo a secar en el aparato de la calefacción. Pero no;
parece que estas camareras del tiempo de guerra, como los
empleados de la compañía marítima, dan la peor noticia para
quedar en la menos mala. Por la tarde han sido mudadas
sábanas y funda de almohada y en el baño han puesto una
pequeña toalla de lienzo.
El embajador de Colombia, doctor Jaramillo Arango, viene
por nosotros y nos toma en su Packard, que tiene la gloria de
haber sacado de Varsovia, de una vez, a catorce personas,
cuando los alemanes se apoderaron de lo que yo he llamado
"The pearl of love", recordando el origen de la guerra y el
cuento oriental tan bellamente escrito por Wells. Y comienzan
a desfilar los nombres conocidos: Picadilly, Regent Street,
Hyde Park... En los parques levantan los cañones su
respetabilísima trompa. Una vuelta más, y al doblar de una
esquina aparece el tricolor colombiano. Estamos en nuestra
embajada, 63 Cadogan Square. La patria distante cobra
presencia en nuestro corazón a la vista del símbolo.
Mayo 11. Se nos reúne en el ministerio de información
para convenir, en mesa redonda, un programa para la gira. Ya
en el ministerio tenía adoptado el suyo, que quería
consultarnos, pero deseaba además que nosotros diéramos
nuestra opinión e indicáramos lo que pudiera interesarnos. Se
nos interroga particularmente. Este desea ver el museo
británico. Este otro las universidades. Ese las obras de defensa.
Aquél conocer a un gran autor -Shaw por ejemplo- o a un
gran científico -Sir Alejandro Fleming, el descubridor de la
penicilina- si se puede. No todo se nos acepta. Conocedores
de los programas cumplidos por los invitados a los Estados
Unidos, que fueron recibidos por el presidente Roosevelt y
conferenciaron con Wallace, extrañamos todos que no figure
en el programa una visita a Churchill, aunque no sea sino
para verlo. Parecíanos que ir a Inglaterra, con carácter de
invitados, y no ver a Churchill, el hombre fuerte, el héroe
El Periodismo en Antioquia
343
nacional, significaba algo así como un fracaso. Cuántos irán a
preguntarnos: "¿Conoció a Churchill?" Lo manifestamos así
al funcionario que iba a ser nuestro compañero y cicerone,
Mr. Charles Sharpe, un gran señor, en quien encontramos una
negativa rotunda. "En Inglaterra -dice- el primer ministro no
celebraba conferencias con los periodistas, como en los
Estados Unidos. Lo que tiene que informar al público lo
informa por conducto de la Cámara de los comunes".
Nequaquam. Y conformarse. Siguiendo la conferencia, uno
de los más audaces echó un anzuelo demasiado gordo: ¿Será
posible ver a Rudolf Hess y conocer un campo de
concentración? La respuesta fue relampagueante de nobleza:
"El gobierno del Reino Unido considera que los prisioneros
de guerra no pueden ser objeto de curiosidad pública".
Al mediodía salimos a reconocer las zonas más afectadas
por los bombardeos aéreos. Nos detenemos cerca de la catedral
de San Pablo, en cuyos alrededores la destrucción está más
concentrada. Parece que los alemanes querían arruinar el bello
edificio, pero no lo consiguieron. Vamos en seguida a algunos
de los barrios obreros más devastados por las bombas. El día
antes habían estado los reyes, en visita de simpatía, por lo
que las calles y las casas estaban adornadas con banderolas y
gallardetes. Allí mismo conocimos las casas preconstruidas,
erigidas ya en los sitios que habían sido arrasados. Son
pequeñas viviendas de madera y cartón, que pueden montarse
en uno o dos días, y que reúnen todas las comodidades
apetecibles para un tipo de vivienda popular.
Ahora en uno de los restaurantes comunales, de los cuales
hay en Londres, aproximadamente, dos mil. Su objeto es
facilitar alimentación sana, nutritiva y barata a toda clase de
personas. Por quince peniques se sirve un almuerzo
satisfactorio. Lo comprobamos almorzando allí, con obreros
de ambos sexos. Pero debo declarar que, de nosotros, los
menos satisfechos con la invitación a conocer prácticamente
estas instituciones estatales, fueron los izquierdistas de la
partida. Y yo pienso que este tipo de restaurante es el que
344
El Periodismo en Antioquia
más puede parecerse al de los comisariatos rusos. Es que el
socialismo intelectual tiene muchos atractivos, pero el
práctico presenta sus desventajas. En cuanto a mí, declaro
que me satisfizo esta experiencia de comer lo que come en
Londres el más pobre de los pobres.
De regreso al hotel, pasamos por frente a Buckingham
Palace. A lo largo de la avenida que bordea al parque se hallan
estacionadas miles de personas que esperan la salida y el paso
de los reyes, quienes, según los diarios, continuarán hoy su
visita a los barrios pobres. Se ven cuadras enteras de caras
felices con la perspectiva de mirar a los soberanos, por quienes
el pueblo de Londres siente sincera y noble devoción.
La guerra es así. Una de las cosas más difíciles de conseguir
en Londres, en un hotel, son los periódicos. La cantidad que
llega es limitada y se agota en las primeras horas de la mañana.
Y los periódicos mismos están reducidos a su última expresión:
sacan sólo cuatro páginas, y los más importantes, como el
"Times", ocho. Quiere ello decir que nuestros modestos
diarios provincianos, con ocho páginas, están a la altura, en
paginaje, de los más viejos y prestigiosos rotativos ingleses.
Recuerdo, naturalmente, los trabajos que hemos pasado en
"El Colombiano" con motivo de la escasez del papel -que
nos ha impuesto limitaciones en cuanto a páginas y en cuanto
a tirajes- y veo que hemos estado inmensamente mejor que
aquí. Pero la crisis es tal, que una ordenanza prohíbe a los
comerciantes envolver los artículos que venden. Y no se
puede conseguir papel carta, pero ni siquiera un bloque
ordinario, sin un permiso especial. Figúrense ustedes que
nosotros no teníamos en qué escribir un apunte. ¡Periodistas
sin papel! Nos es preciso acudir al ministerio de información,
que nos regala algunas hojas.
Hemos tenido dos días de fuerte sol y cielo azul, como si
nos hubiéramos traído el trópico a esta tierra de las nieblas
impenetrables.
De Favor pasar a bordo (Crónicas de Viaje)
Editorial Teoría. Impreso en Argentina en el año de 1946. Pág. 93-114
El Periodismo en Antioquia
345
MAGDA MORENO
Tiranía de la moda
Los caprichos que dictan Paris y Hollywood. Una orden que
hace eco en todo el mundo. Los suplicios que causa un peinado.
Lo que cuesta ser elegante.
La moda - considerada como el más absurdo de todos los
milagros, puesto que se realiza simplemente por efecto de
una orden dada desde París o Hollywood por seis u ocho
señoras libres de mimetizar sus cuerpos con los adefesios que
de la noche a la mañana dan por elegantes - es, sin embargo,
la dominadora y gran dictadora universal.
Un jurado constituido por personas entendidas en estética
-de diferentes países y climas, que no tienen idea de los tipos
y siluetas de las personas que habrán de seguir sus dictadosda la línea del talle, el largo y la caída de la falda, la forma de
la manga, los colores y los tejidos que primarán en trajes y
accesorios. Y lo que no conseguiría el más sensato de los
consejeros, lo que no se haría por nada ni por nadie, se hace
simplemente porque la moda lo ordena, ¿Quién se atrevería
contra esa deidad absoluta y dominadora?.
Mas para que una mujer siente plaza de elegante ha de
llevar en cada ocasión la prenda adecuada a la hora, al tiempo
y a la circunstancia porque no es oportuno lucir un traje de
mañana, primaveral y fresco, por lindo y moderno que sea su
corte, cuando entumece el frío; ni un sastre o un abrigo forrado
-así sean sus líneas la más alta expresión del clasicismo- cuando
el calor agobia, ni un vestido de noche a la hora del cocktail.
El indumento femenino ha librado a través de la historia
tremendas batallas con la higiene y la lógica. Las señoras del
siglo XV se desmayaban por la acción opresora del corpiño
armado en varillas que les dificultaba la respiración. Aunque
en aquellos románticos tiempos el accidente se atribuía al
346
El Periodismo en Antioquia
amor. Las damas de la época de Luis XV lucían peinados en
que las peluqueras realizaban verdaderos andamiajes
arquitectónicos que las obligaban en vísperas de un baile a
permanecer el día y la noche rígidas sobre las butacas para
que los cimientos no se falsearan. La aurora del presente siglo
alumbró todavía aquella fina silueta femenina que sujetaba
las cárceles de su corsé al barrote tallado de una cama de
estilo vestida de encajes para estilizar su cintura hasta lo
inverosímil. En tiempos más modernos, la moda nos perdonó
las orejas pero nos obligó a arrancarnos las cejas. Luego nos
hizo motilar como locas y pintarnos como papagayas. En
cuanto a los tacones, la moda fluctúa entre lo incómodamente
estético y lo cómodamente antiestético.
Los colores tiene también que ver con la higiene, además
de su misión estética. Los claros - el blanco a la cabeza devuelven toda la luz que reciben, siendo por este motivo
más frescos que los oscuros. Vestirse de blanco es envolverse
en una aureola de pureza rutilante que aleja las malévolas
intenciones. Las telas estampadas con lunares o flores sientan
a las siluetas estilizadas. Para las rubias están indicados los
colores: negro, rosa, rojo, verde agua, azul cenizo y malva.
Las chicas de melena negra han de preferir los tonos: rojo,
amarillo, rosa y violeta en todas sus combinaciones.
Los accesorios -es decir el guante, la cartera y el pañuelorevelan la personalidad de quien los lleva. Para usarlos con
éxito Norma Shearer da esta regla: "Sígase la moda al elegir
sus modelos, pero sin afectación y acatando solamente sus
caprichos dentro del terreno de una exquisita delicadeza".
De este sabio consejo podemos sacar una conclusión aplicable
a cada faz de la moda: La verdadera elegancia no está en el
atavío sino en el buen gusto de quien lo lleva.
Letras y Encajes No. 275, Medellín, junio de 1949, p. 1.180.
Antología de escritoras antioqueñas, 1919-1950.
Colección de Autores Antioqueños.
Imprenta departamental de Antioquia; Septiembre de 2000.
El Periodismo en Antioquia
347
NELLY POSADA. (SUSANNE IBERO)
Amparo Uribe,
nueva soberana de la
belleza de Antioquia
Los peritos de la montaña en achaques de belleza, se vieron
precisados a decidirse en esta ocasión por las excepcionales
maravillas físicas de doña Amparo Uribe para elegirla reina
de la belleza del Departamento de Antioquia, entre las
numerosas beldades que, como aspirantes al trono, habían
sido inscritas en este certamen.
No entendemos - ni mucho ni poco - de las familiaridades
técnicas que los peritos deben aplicar en esta escogencia. Pero
lo cierto es que, a nuestro juicio, la gentil embajadora de la
belleza por esta magnífica porción de patria, merece también
aspirar, como cualquiera otra de sus encantadoras
competidoras, al título de soberana de la belleza colombiana.
* * *
Doña Amparo representa en este torneo la más gloriosa
tradición de la raza, como que es resumen de una de las más
rancias familias de Antioquia la grande. Tras sus grandes
virtudes su belleza sólo puede compararse con la de aquellas
mujeres que las leyendas traen en el embrujo maravilloso de
una noche de plenilunio, coronada de estrellas.
Esbelta y ágil, su silueta se perfila como la del mástil en la
inquietud de la bahía. Sus grandes ojos negros navegan
fulgurantes en un inmenso lago de melancolía, fresados por
los pliegues de sus largas pestañas. ¡Tienen toda la belleza
idílica de un atardecer en las llanuras! Su mirada, dulce y llena
348
El Periodismo en Antioquia
de encanto, tiene una estremecedora timidez: es como si sus
ojos se asomasen de pronto a un extraño mundo para cuya
luz no estuvieran puestas sus pupilas; y huye de él,
furtivamente, por entre las medias lunas asustadas de sus
grandes ojeras, que tienen toda las somnolencia del paisaje.
Sobre el perfil romano de su rostro, se alzan los arcos
triunfales de sus cejas de tan artística perfección que parecen
burilados por las manos de un experto artista. Bajo su fina y
enigmática nariz, la envidia de Mona Lisa, se pasea por la
roja y abierta puñalada de su boca, en donde con armonía
perfecta, dos hileras de dientes con el brillo armonioso del
diamante se muestran incrustados en el rosal encarnado de la
encía...
Su caprichosa cabellera, negra como el misterio de una
noche de Valpurgis, cae sobre la redondez perfecta de sus
hombros en flecos de guirnaldas desmayadas... dando a su
cara morena y romántica el encanto enervador de una caricia
de alborada, que muere majestuosa sobre los palmares de sus
senos.
Su cuerpo de gacela, fino y ondulado, es como el de una
virgen errante de tiempos medioevales. Su paso, que tiene
toda la rítmica cadencia del trópico, se pierde en la oquedad
plomiza de los cielos, severo y majestuoso; y hay, en su dulce
vagar de soberana, toda la fragancia de la raza diluida en la
flor de sus ancestros castellanos.
En sus manos, pues, gran milagro de Dios, ha de quedar
el cetro de esta soberana como el último beso de la tarde
sobre la boca de una flor.
1934
Antología de escritoras antioqueñas 1919 -1950.
Colección Autores Antioqueños.
Imprenta Departamental de Antioquia; Septiembre de 2000.
Letras y Encajes No. 279, Medellín, octubre de 1949, pp. 1.332-1.334.
Susanne Ibero es el seudónimo de Nelly Posada Tamayo.
El Periodismo en Antioquia
349
ADEL LÓPEZ GÓMEZ
Gabriel Cano,
héroe de tierra firme
La teoría de que "el hombre es un animal terrestre" no
constituye, en realidad, patrimonio exclusivo de algunos. El
auge tomado en los últimos años por la aviación, no ha
modificado más que en mínima parte la opinión de las gentes
a ese respecto. La frase sigue teniendo actualidad porque el
cielo continúe poblándose de aviones y embriagándose de
velocidades. El hombre seguirá estando más tranquilo al
sentar los talones sobre la tierra firme y segura que
remontándose a las alturas para correr la aventura rauda de
las nubes.
Y si esto es ahora, así, cuando más lo sería hace años,
cuando los motores aéreos de la SCADTA empezaron hacia
1920 a turbar la calma de nuestros provincianos cielos, en un
tiempo en que volar era, no solo hazaña de magnates sino
proeza de bien bragados varones.
Antes que de procurarse clientela para cubrir sus rutas,
nuestra única empresa aérea de entonces - con sede en
Barranquilla - hubo de poner su preocupación máxima en
convencer a los colombianos de que aquello no era cosa del
Diablo. Y consecuente con tales propósitos hubo de recurrir
a los buenos oficios de prensa. En tres o cuatro capitales del
departamento se hicieron vuelos. El más flamante y moderno
de los aviones colombo-alemanes habría de llevar a bordo a
los directores de los diarios candelarios, que entonces lo eran
“El Espectador”, “El Colombiano” y “El Correo Liberal”.
De acuerdo con las informaciones que al respecto tengo, en
aquella extraordinaria aventura tomaron parte, entre otras
350
El Periodismo en Antioquia
personas, los diaristas José María Yepes, Jesús Tobón Quintero,
Ricardo Uribe Escobar y Gabriel Cano, director este último
de “El Espectador” medellinense.
Ya, desde aquel remoto tiempo, Gabriel Cano tenía
verdadera fobia por los aparatos volantes, y fue muy contra
su íntima y expresa voluntad que subió a la cabina después
de haber ingerido en Guayaquil un par de aguardientes dobles.
El avión despegó en el campo de Guayabal, y por espacio de
media hora estuvo evolucionando sobre la expectante Villa,
por sobre el asombro mudo de sus sesenta mil habitantes.
Gabriel Cano, por su parte, resistía el miedo con la mayor
dignidad posible. No quería ver nada, no quería saber más
que el instante de aterrizar. Estaba allí muy pegado. A su
asiento cuidadoso de su prudente inmovilidad.
Cuando por fin el aparato volvió a tierra sobre el entonces
apenas improvisado campo, en cuanto se abrió la portezuela
y antes de que fuera colocada la escala para descender, el
joven director de El Espectador saltó a tierra, y sin fórmulas,
se echó de bruces sobre la esquilada grama. Había extendido
los brazos para mejor sentir el amado contacto de la tierra, y
hundido el rostro en la hierba, besaba las aterciopeladas y
pequeñas hojas, con verdadero frenesí. Y cuando los
compañeros entre conmovidos y regocijados vinieron a
levantarlo, Gabriel Cano tuvo un último impulso de resistencia
y respiró con asordinada vehemencia:
- Déjenme... déjenme todavía un momento. He vuelto a
la tierra y estoy tomando de nuevo posesión de ella para no
abandonarla jamás.
Si el ilustre periodista ha cumplido su promesa a lo largo
de tantos años, es cosa que no está en capacidad de afirmar
su ocasional anecdotista.
El Tiempo, 27 de agosto de 1950
La crónica en Colombia. Medio Siglo de Oro.
Imprenta Nacional de Colombia, mayo 1997.
Serie Anécdotas de Escritores.
El Periodismo en Antioquia
351
MANUEL MEJÍA VALLEJO
Mi general Somoza
El abrazo de la muerte y el asesino de Sandino. Intrigas
de alcoba y quintillas para los poetas.
CIUDAD DE GUATEMALA, Dic. de 1952
Cuando hace algunos meses fue operado de urgencia en los
Estados Unidos el presidente de Nicaragua, Anastasio
Somoza, algunos turiferarios suyos se acercaron impacientes
al médico jefe del hospital de Boston para preguntarle:
-¿Qué tal, doctor, el estado del ilustre enfermo?
Y mientras se desabotonaba su delantal blanco, el galeno
dizque respondió seco y serio como un bisturí:
-Mal. Muy mal. Malísimo... para los nicaragüenses.
Y todos supieron que el dictador Anastasio Somoza se
había salvado de la muerte.
***
Miles de personas se preguntan cómo subió al poder en
1936 este hombre alto, bien plantado y casi rubio y cómo ha
logrado mantenerse por la fuerza y la intriga durante tanto
tiempo en Nicaragua. Empecemos por el comienzo -o desde
antes del comienzo- para que se comprendan infinidad de
razones plagadas de sinrazones que contribuyeron a la
entronización de Mi General Anastasio Somoza García.
Dice en su Historia de Nicaragua el escritor José Dolores
Gómez refiriéndose a un tío-abuelo paterno de Mi General:
"Bernabé Somoza era el más terrible guerrillero y al mismo
tiempo el hombre más feroz y sanguinario que pueda
imaginarse".
352
El Periodismo en Antioquia
Dice en su Reseña Histórica de la América Central" el
escritor Lorenzo Montúfar: "... El nombre de Bernabé Somoza
causaba espanto, no sólo en Nicaragua sino en los otros
Estados de Centroamérica, a donde llegaban noticias de la
fechorías de aquel malvado. La devastación era su enseña y
el pillaje su divisa".
Y si agregamos a esto el hecho de que el tío-abuelo de Mi
General -así lo reafirma Gustavo Alemán Bolaños en
"Sandino. El Libertador"- fue fusilado en la plaza pública de
Rivas el 17 de julio de 1849 y su cadáver expuesto en la picota
durante tres días, iremos comprendiendo algo de la genealogía
heroica de nuestro biografiado.
En Costa Rica y Guatemala hemos logrado averiguar, con
parientes, amigos y enemigos suyos, detalles pintorescos y
observaciones sutiles que nos sirven de colores para hacer
composición de lugar y pintar la estampa de este "benemérito"
del Continente de Tiranías, alias América Española.
Al efecto visitamos al licenciado Guillermo Urbina
Vásquez, con cuatro años de exilio en San José, 32 de edad,
convaleciente aún de varios carcelazos, y quien fue delegado
nicaragüense a la Conferencia Pro-Libertad y Democracia en
La Habana -1950- en compañía de Eduardo Santos, Germán
Arciniegas, Waldo Frank y cien exponentes más de la
inteligencia americana.
—Somoza -dice el doctor Urbina Vásquez- es por
desgracia todavía muy joven: nació el 1o de febrero de 1896.
Se casó con doña Salvadora de Bayle Sacasa, perteneciente a
la más poderosa familia de mi país. Intervino en la revolución
como miembro del partido liberal y sin actuación que valiera
la pena -pues estuvo escondido en Nicaragua en casa del señor
Narciso Lacaya salió con el título de general...
—¡Con que éste es Mi General Somoza! -exclamamos
como si alguien nos traicionara. —Ahora fijese usted —añade
el doctor Urbina Vásquez- en la maquinaria movida por él:
debido a su conocimiento de un "inglés quebrado" sirvió de
El Periodismo en Antioquia
353
intérprete entre el general José María Moncada -pariente suyoy el coronel Stimson, representante del departamento de
Estado de Norteamérica en la intervención yanqui de ese
entonces. Al triunfar la revolución de su pariente Moncada le
dio posiciones en el gobierno; así fue secretario de la
comandancia general, subsecretario de relaciones exteriores
y Ministro de Costa Rica. En 1932 la ocupación
norteamericana iba a dejar de existir debido al pacto patriótico
de Augusto César Sandino, verdadero de mi país, quien
protestó con las armas contra la intervención yanqui.
Entonces había que formar un director de la guardia nacional
para llenar las funciones del jefe norteamericano que debía
retirarse. Somoza era el candidato de mayor fuerza por las
siguientes circunstancias: la elección la hacían Moncada, el
ya elegido presidente Sacasa y el ministro yanqui. Sacasa,
hombre débil, incapaz de una resolución varonil, era enemigo
de Somoza a pesar de ser su tío carnal. Pero como Anastasio
era muy bien plantado y había logrado enamorar a la señora
del norteamericano Mr. Hanna, por intrigas de alcoba de la
guardia nacional de Nicaragua en 1932.
—¡Mi General Somoza!... -volvemos a exclamar, todavía
incrédulos ante la violenta síntesis biográfica de nuestro héroe
centroamericano.
La ocupación americana y Augusto César Sandino
Pero como debemos documentarnos para escribir este
panegírico, apelamos a la voz autorizada del licenciado Arturo
Velásquez Alemán, luchador por el partido liberal de su país
-Nicaragua- y quien, no obstante varias oportunidades, jamás
quiso desempeñar un puesto público remunerado. Fue
secretario general de su partido, de ideología democrática
definida y desterrado por Somoza en 1949: varios soldados
lo apresaron en Managua, y en un jeep lo llevaron a la frontera;
ahí, a las doce de la noche, lo abandonaron en plena selva,
354
El Periodismo en Antioquia
completamente solo y sin recursos. ¡Travesuras de Mi General,
pues!
—Somoza es producto de la intervención armada de
Norteamérica en mi país -dice-, de esos tiempos de la Política
del Garrote de Teodoro Roosevelt.
—¿Quiere explicarnos eso de la intervención?
—Ella data de 1910, cuando los americanos se valieron
de las disensiones internas de los partidos históricos -liberal y
conservador-. Su mira principal en Nicaragua era la posibilidad
de construir un canal interoceánico dadas las aparentes
posibilidades del territorio; o, por lo menos, intentaban
impedir que otra potencia lo construyera. Así, obtuvieron una
bochornosa concesión a perpetuidad para hacer el canal,
concesión que lleva el nombre de Tratado Chamorro-Bryan,
celebrado en 1914. Después, a raíz de la guerra civil, la
intervención se manifestó en forma brutal, desembarcando
en Nicaragua gran cantidad de marinos perfectamente
armados y entrenados. Durante cinco años -hasta 1933Sandino, el ilustre y bravo, mantuvo un inteligente sistema de
guerrillas. Como consecuencia de esta lucha heroica, y el
triunfo del partido demócrata en los Estados Unidos en 1932,
con Roosevelt de candidato, éste proclamó la política del Buen
Vecino y la de no intervención; así ocurrió que, aun antes de
tomar posesión Franklin D. Roosevelt, salió el último marinero
norteamericano de mi patria. Pero dejaron una herencia nefasta
para Nicaragua, pues quedó al frente de la guardia nacional,
organizada por ellos, el llamado general Anastasio Somoza,
cuyos únicos méritos fueron -ya lo debe saber- su apuesta
figura que le granjeó toda la simpatía de la esposa del ministro
americano, Mr. Hanna, y al hecho de entender el inglés.
Al cesar la ocupación norteamericana, el general Sandino
abandonó las armas y llegó a Managua para discutir con el
presidente Sacasa los términos de la paz, y sabedor de que
sólo él era el hombre para manejar aquellos seres hechos para
la guerra, propuso la fundación de grandes colonias agrícolas,
El Periodismo en Antioquia
355
que él manejaría. Mientras discutía esto, se produjo en
Managua la gran traición: con su estado mayor Sandino fue
asesinado. Lo capturaron al salir de la casa presidencial, donde
había estado en una comida con el presidente y con Somoza,
jefe director de la guardia nacional. Este precisamente se tomó
una fotografía dando un abrazo a Sandino y a que los "nicas"
llaman "El Abrazo de la Muerte". Ello ocurrió el 21 de febrero
de 1934...
¿Y quién era Augusto César Sandino? Leamos lo que
escribe Gabriela Mistral: "... Nicaragua ya dio a Rubén Darío
y a Sandino. Sólo faltó que hubiera nacido allí el Libertador
Simón Bolívar". Leamos también lo que dice el escritor
Gustavo Alemán Bolaños: "...Del barro en cuyo seno se
formaron dos lagos y uno de ellos como un mar, y donde se
levanta un coloso de piedra cuyo fuego interior inspira a Hugo,
se amasaron Darío y Sandino, Sandino y Darío, los más grandes
revolucionarios que salieron de pueblo alguno de América en
lo que lleva de vida".
Y si quitamos la exageración natural en los panegíricos,
tenemos que Sandino era todo un hombre que amó la libertad
y murió por ella. Más, sigamos: ya son varias las personas
serias que nos han asegurado que el en ese entonces ministro
americano Bliss Lane estaba de acuerdo con la muerte del
general Sandino, y que el respaldo dado a Somoza por los
Estados Unidos a través de todas sus actuaciones, se
considera como premio por el asesinato del gran rebelde.
Leamos también, para no arriesgarnos, lo que declaró Somoza
en su casa de habitación el 21 de febrero de 1934, a las 7 y
media de la noche a un grupo de generales, coroneles, mayores
y tenientes: "Vengo de la embajada americana donde acabo
de sostener una conferencia con el embajador Arthur Bliss
Lane, quien me ha asegurado que el gobierno de Washington
respalda y recomienda la eliminación de Augusto César
Sandino, por considerarlo un perturbador de la paz en el país".
El mismo general Somoza, después de perpetrado el
356
El Periodismo en Antioquia
asesinato, aceptó prácticamente la responsabilidad de ese
hecho increíble en un discurso pronunciado el 20 de junio de
1934 donde sostuvo: "...Fui llamado por el gobierno para
liquidar una situación. Lo hice y no rehuyo las
responsabilidades". y esa situación liquidada se llamaba
Augusto César Sandino.
—¡Ah, Mi General Somoza!...
Palo arriba
Muerto Sandino y su estado mayor -también fueron
asesinados Sócrates Sandino, hermano del anterior; los
generales Umanzor y Estrada, entre otros-, Somoza, ya el
hombre fuerte de Nicaragua, bañó en sangre al país: cerca de
cinco mil hombres, mujeres y niños fueron asesinados, nos
asegura el doctor Urbina Vásquez.
Por ser militar, la Constitución le prohibía ejercer
funciones políticas y presentar su candidatura a la presidencia.
Sin embargo, jefe indiscutible de la guardia nacional,
atemorizando al país dio a Sacasa, el débil, un golpe de Estado
muy fuerte en junio de 1936. Este salió del país y Somoza
arregló el poder, se adueñó de la maquinaria política, presentó
su candidatura única en las elecciones del treinta y seis, sin
contrincante alguno, y tomó posesión de la presidencia
conservando siempre -¡ah, Mi General Somoza!- su carácter
de jefe director de la guardia nacional, el 10 de enero de 1937.
Y copiemos también, al menos para consolar a algunos
malos repentistas, la quintilla que caracterizó una época que
aun se vive en Nicaragua:
Son las cosas del destino
o del destino las cosas:
después de Augusto Sandino
y de Rubén el divino,
los Anastasios Somozas!
El Periodismo en Antioquia
357
Para historiadores irrevocablemente serios y
documentados como nosotros sería imperdonable acoger
opiniones adversas en todo género al biografiado, y puede
suceder que los doctores Urbina Vásquez y Velásquez Alemán
sean un par de cretinos descontentos con las excelencias de
Mi General Tacho Somoza. Por eso debemos oír asimismo
opiniones de sus allegados.
-¿Que no lo quiere el pueblo? -afirma un diplomático
nicaragüense cuando lo visitamos en su despacho-. ¡Si hubiera
visto la manifestación masiva que le hicieron cuando regresó
de los Estados Unidos! Miles de personas en el campo de
aviación, casi lloraban al verlo sano y salvo después de la
delicada intervención quirúrgica (¡también intervención
armada!, pero no por guerrilleros sino por científicos de primera
categoría. Esto lo agregamos nosotros).
Y no únicamente eso. En el hotel donde nos hospedamos
en San José de Costa Rica nos dijeron unas señoras y unas
muchachas buenas mozas y emparentadas con Mi General:
-Ah, usted apenas habla con los enemigos del presidente,
y así se equivoca: sepa de una vez que él es muy grande, y
que los que ahora lo combaten son precisamente aquellos a
quienes enriqueció él mismo...
-¿Y sí estará bien por parte de un presidente enriquecer a
alguien con dinero del Estado? -interrumpimos poco
galantemente.
-Usted no quiere entender, porque lo odia. ¡Odiar a Mi
General Somoza!
-Todos le tiene envidia -terció otra preciosa "nica"-, pues
es inteligente y poderoso y no se ha dejado embrocar de su
traidores enemigos.
Y luego de entrecerrar los ojos como en éxtasis semiarcangélico, exclamó:
-¡Tan buen mozo que es Anastasio! ¡Ay!
Y en el suspiro feminísmiso se enredaron todos nuestros
argumentos.
358
El Periodismo en Antioquia
No muy a propósito recordamos lo que dijo Franklin D.
Roosevelt cuando alguien le reprochó las buenas relaciones
de los Estados Unidos con este dictador centroamericano:
-Estamos de acuerdo: Somoza es un tal por cual, pero es
un tal por cual nuestro.
Sin embargo, Mi General Anastasio, ha podido
comprobarse -y así nos lo confirman los doctores Urbina
Vásquez y Velásquez Alemán, nuestros entrevistados- desde
mucho antes del 39, cuando con la complicidad del líder
conservador Carlos Cuadra Pasos reformó la Constitución e
impuso a su congreso títeres que le prorrogaran el período
presidencial hasta el 47, era un fervoroso partidario de Hitler
y Mussolini, a quienes pretendía imitar y cuyas fotografías
ampliadas tenía en su escritorio de la casa presidencial.
Entonces llamaba reaccionarios a sus enemigos. Pero cuando
vino la ruptura del eje Roma-Berlín contra los Estados Unidos,
Somoza, que a pesar de nuestro querer ha vivido de rodillas
como buen sobrino ante el Tío Sam, cambió de dirección y
comenzó a acusar de nazi-fascista a sus "combatidores"
políticos. Así continuó en la presidencia hasta 1947. Ofreció
dar elecciones libres muchas veces para calmar la opinión
pública que le demostraba absoluta repulsión. Por fin en las
elecciones de ese mismo año Somoza escogió de candidato al
octogenario doctor Leonardo Argüello, creyendo hallar en este
una voluntad abolida.
La oposición seleccionó como candidato suyo al doctor
Enoc Aguado, quien obtuvo más del noventa por ciento de la
votación pero no llegó a ocupar la presidencia de la república
porque Somoza impuso por las armas al doctor Arguello. Tomó
éste posesión el 1º.de mayo de 1947, reservándose Somoza
la jefatura de la guardia nacional -jamás la abandonó-, y el
control completo del ejército. Como Arguello diera muestras
de querer hacer un gobierno propio, Mi General dio un
magnífico Golpe de estado el 25 de mayo del 47, 25 días más
tarde, y puso de presidente interino a Benjamín Lacayo Sacasa,
El Periodismo en Antioquia
359
pariente del anterior presidente, y quien estuvo en el gobierno
durante 80 días. El pueblo nicaragüense, irónico entre la
desgracia, lo bautizó como "Benjamín Ochenta".
Ahora llegamos a agosto del tántas veces citado año, fecha
en la cual hizo que el congreso nombrara presidente al anciano
Víctor Manuel Román y Reyes -siempre le han gustado los
viejos a Mi General, al contrario de otros tiranuelos- para que
desempeñara el mando hasta su muerte, ocurrida -cosa rara,
en forma natural- en abril del 50. En virtud del pacto SomozaChamorro (el general Emiliano Chamorro claudicó por 17
escaños en el congreso y algunas magistraturas) se dio a
Somoza el derecho a la presidencia de la república hasta 1957,
y el parlamento títere a sí mismo le reconoció como Vitalicia,
con mayúscula, la posición del jefe director de la guardia
nacional.
Tenemos, pues, que Mi General Somoza es prácticamente
intumbable, como lo fue Juan Vicente Gómez en Venezuela,
como lo es Rafael Leonidas Trujillo en la República
Dominicana, y como lo será eternamente el Diablo en los
infiernos. ¡Caray!
"Érase una viejecita"...
La popular fábula de Pombo sigue siendo una poesía de
niños frente a la pobreza benedictina de Mi General Somoza.
Leamos las declaraciones del doctor Urbina Vásquez:
-Al llegar a la presidencia en el 36, Somoza era hombre
pobre: todo lo ha adquirido a costa de la nación; su riqueza es
incalculable; no haya un negocio en Nicaragua donde él no
tenga intervención: exportaciones de café, dinero de los
bancos extranjeros, ingenios de azúcar, extensas propiedades
urbanas. ..Se calcula que es dueño de la cuarta parte del país.
Ahora ya no le interesa comprar una hacienda aislada sino
lotes de haciendas para sumarlos a sus inconmensurables
latifundios. Ha enriquecido a los oficiales del ejército, a sus
360
El Periodismo en Antioquia
parientes de uno y otro lado, a sus aduladores de dentro y de
fuera. Tal vez por ello -y debido a una "competencia desleal"Trujillo lo trató despectivamente como al dictadorzuelo barato
cuando Mi General lo visitó hace unos meses.
Pero si algunos envidiosos tratan de "dictadorzuelo
barato" a Somoza, nadie, absolutamente nadie, puede
desconocerle su buen corazón de hijo, cuñado, padre, tío,
suegro y abuelo, y el aniquilado sentido de la solidaridad
familiar: es el mejor pariente que hombre alguno puede
encontrar en su vida. Efectivamente, veamos quiénes mandan
en su país desde hace ya años. Pero dejemos que por nosotros
hable el doctor Arturo Velásquez Alemán:
-En cuanto al equipo humano con que cuenta para la
administración, se puede afirmar que él proviene de sólo tres
familias estrictamente vinculadas por lazos de sangre y por
afinidad en la rapiña: Somoza, Sacasa y de Bayle. Oiga usted
historia actual: su yerno, Guillermo Sevilla Sacasa es
embajador en Washington; Alberto Sevilla Sacasa, hermano
de éste, embajador en México; Oscar Sevilla Sacasa, hermano
de los anteriores, ministro de relaciones exteriores de
Nicaragua; don Ramón Sevilla -padre de ellos- jefe de la lotería
nacional y ex ministro; León de Bayle Sacasa y el cuñado de
Somoza -gerente del Banco Nacional y director de toda la
institución bancaria; Luis Somoza, hijo, de 29 años y sin
profesión conocida, es presidente del poder legislativo (cámara
de diputados y senadores); Anastasio Somoza Jr., Jefe del
estado mayor y director de la Academia Militar; Crisanto -tío
de doña Salvadora, esposa del general-, ministro de instrucción
pública (entre paréntesis, hay un setenta y uno por ciento de
analfabetos); José Dolores García -tío del dictador- es director
general de comunicaciones...
-No más, por Dios! Qué familia tan unida. ¡Ah, y buen
muchacho era Mi General Somoza!. ¡Lo corrompieron los
malos duendes del aire!
El Periodismo en Antioquia
361
El hombre de las gallinas, un abuelo ejemplar
Pero aun así seguiremos inconmovibles con nuestra
admiración al personaje nicaragüense. Puede que todo lo
anterior sea verdad, pero no creemos que sea el general un
dilapidador como algunos lo pintan; y si ha pagado grandes
sumas de dinero para que algunos aventureros del periodismo
y las letras lo adulen, no es menos cierto que tiene en alto
grado el sentido del ahorro. y no es que el amor nos ciegue en
esta oportunidad, absolutamente. Se trata de que un amigo
nuestro de todo crédito nos contaba hace dos o tres días que
el coronel Remón, actual presidente de Panamá, era el
encargado de venderle el ganado en el Istmo. En alguna
ocasión Mi General Somoza supo que, debido a
inconvenientes de última hora en uno de los aviones de
trasporte, sería imposible enviar ese mismo día varios
centenares de gallinas de uno de los 162 ranchos que aseguran- para cuidar aves tiene Somoza en Nicaragua.
Entonces Mi General inmediatamente puso un telegrama a
su mayordomo de turno, concebido en estos términos:
"No despache gallinas a Remón antes de que ponga
huevos"
Además, posee igual grado de superación esa virtud tan
española y tan clásica del amor a su familia, de la ternura para
con sus nietecitos; cuando nació el primogénito de su hija
Lilian, al bautizarlo lo nombró comodoro del aire y lo
condecoró con la máxima orden del país. Un envidioso nos
decía que debió habérsele nombrado más bien Comodoro del
Mar...
Abuelo ejemplarísimo, es también un padre excelente. ¿La
muestra?: Hizo timbrar los billetes de un córdoba con el retrato
de su hija Lilian, atravesándole una pluma. y no pudo impedir
la gran cantidad de chistes que entonces corrían de boca en
boca -de mano en mano y de bolsillo en bolsillo- a costa de la
digna hija del dictador.
362
El Periodismo en Antioquia
"¿Cuánto vale este cerdo?", preguntaba, por ejemplo un
comprador en el mercado.
"Pues vale no más treinta y siete Lilians..."-respondía
maliciosamente el vendedor.
Bellaca esta gente con su Benefactor, el ilustre general
Anastasio Somoza García. ¡Bellaquerías de la gente contra
Mi General Somoza!
"Qué Cosas, Qué Cosas, Qué Cosas..."
Son muchos los cigarrillos que hemos consumido y la saliva
que hemos tragado mientras conversamos con Urbina Vásquez
y con Velásquez Alemán. Al ver la anarquía de nuestros
papeles y la pésima letra que gastamos al tomar apuntes dice
el primero:
-Va a tener usted que exclamar como Kant cuando un
discípulo suyo le pidió una explicación de su Crítica de la
Razón Pura: "Pues hijo, al escribir esto, sólo Dios y yo lo
entendíamos; ahora sólo lo entiende Dios".
Al menos hemos entendido algo de Mi General Somoza,
de sus recursos infinitos y de su grande atracción personal
que nadie discute. Hablamos luego de la huelga universitaria,
ocasionada a raíz de que Somoza hizo colocar en la
universidad un gran medallón con su efigie. Protestaron los
estudiantes, hubo tiros de la policía, resultaron entre ellos un
muerto y varios heridos, expulsaron a un gran número de
jóvenes y continúa sin solución el conflicto a pesar de que Mi
General dijo:
-¡Si no quieren allá la medalla, colóquenla en otro sitio,
pues! -Siguen las arbitrariedades -habla el doctor Urbina
Vásquez-; presos políticos revueltos con presos comunes,
enfermos sin mayor asistencia médica, y quebrantándolos
mediante amenazas y sobornándolos por el halago. Cuando
no ceden a lo uno ni a lo otro, los asesinan como ocurrió con
Rito Jiménez Prado, con Uriel Sotomayor, con Ernesto Florez
El Periodismo en Antioquia
363
García y muchos más que han dado su vida luchando por la
libertad de mi pueblo. ¡Pero no cederemos hasta terminar con
él! O muere él o moriremos nosotros, pero no claudicaremos.
A su vez dice el licenciado Velásquez Alemán: -El
problema actual de Nicaragua aparece de difícil solución
porque Somoza sigue contando, por una parte, con la marcada
simpatía del departamento de Estado, y por otra, con el apoyo
de la guardia nacional que él ha estructurado en una forma
sui-géneris para servir de guardián, no de las instituciones -si
es que existen- sino de la cuantiosa fortuna del propio Somoza,
distribuida en una gama enorme de negocios de toda índole.
Conclusión innecesaria
Cansados ya de la visión cinematográfica de Mi General
Somoza, y de regreso al hotel, nos quedamos pensando
vagamente en la posible solución al problema de Nicaragua,
la sometida; el de América, la tiranizada; en el del hombre, el
irresoluto. y recordando las frases de nuestros entrevistados
sobre la difícil solución de la crisis nicaragüense, aun vemos
asomar algunas esperanzas de hombre libre, tal vez dolorosas
e imposibles como las de la vieja copla que volvemos a
transcribir:
Ahorcaban a un delincuente
y decía su mujer:
-No tengas pena, pariente;
todavía puede ser
que la soga se reviente!
Mi General Somoza
Tomado de:
Magazine Dominical de El Espectador. # 247 Dic.21 de 1952. p.14
364
El Periodismo en Antioquia
URIEL OSPINA
Montparnasse,
un recuerdo melancólico
Con la muerte en la miseria de Kiki se liquida toda una
época del viejo Barrio Parisiense
París, Abril de 1953
Un bloc-notes de puntas arrugadas y sucias circulaba hace
algunos días por los principales cafés de Montparnasse en
París. A la caridad de los clientes, amigos bondadosos
buscaban una suscripción pública para el entierro decoroso
de una dama entrada en años, que acababa de morir en el
Hospital de la Pitié. "Kiki de Montparnasse", alma y recuerdo
de un agradable barrio parisiense, se apagaba miserablemente
después de una intensa vida de bohemia. Con ella desaparecía
el último miembro activo de Montparnasse y de su agitación
internacional, liquidada oficialmente en septiembre de 1939,
cuando la guerra dispersó por todos los rincones de Francia a
sus integrantes.
Kiki de Montparnasse había sido la modelo de Foujita y
de Soutine, de Modigliani, de Van Dongen, de Kissling, de
Marc Chagall. Envejecida más de lo normal, con sus ojos
terriblemente sombreados, su maravillosa belleza marchita y
una voz gangosa de tiempo y alcohol, recorría los cafés del
barrio cantando alegres canciones francesas que nadie deseaba
oír. Cuando finalizaba su actuación, recorría mesa por mesa
con un platillo en la mano, recogiendo monedas con una pálida
El Periodismo en Antioquia
365
sonrisa de agradecimiento en los labios. Fue la última en
retirarse de la escena montparnassiana después de la
decadencia del barrio y de su abandono por sus clientes de
hace veinte años, los mismos que ahora gozan de una
celebridad a prueba de dudas y sobre todo, de dificultades
económicas. Foujita, de entre de los pintores de la "Escuela
de Paris", que gozan ahora de la aureola del genio, fue el único
en acompañarla hasta el cementerio de Montrouge. Algún café
ha querido conservar de ella un recuerdo grato y a colgado de
uno de los muros su pandereta, sobre la que ha pegado una
mariposa, exactamente lo mismo que una fotografía vieja sobre
la hojas de un álbum familiar.
Montparnasse tuvo su época desde el tratado de Versalles
hasta la entrada de la Wehrmacht en Paris. Veinte años de
bohemia suficientes para lanzar a la inmortalidad a un grupo
de artistas a quienes la necesidad física, la afinidad espiritual
o simplemente la amistad, había reunido en sus cafés
nocturnos. Montmartre y su "butte", desaparecida durante la
Gran Guerra como centro intelectual pintoresco, renació al
otro lado del río, en la orilla izquierda, con diferentes matices
intelectuales. En Montparnasse, siguiendo el bulevar desde
la Avenida desde el Observatorio hasta la estación del
ferrocarril, con todas sus calles anexas, se formó un núcleo
intelectual que se hizo famoso por su modo de vivir y por su
concepción artística. El centro de gravedad de la vida
parisiense descendía de Montmartre a Montparnasse. La
emigración de los intelectuales, por consiguiente se dirigía
hacía la orilla izquierda.
Montparnasse debió su celebridad a los pintores
inicialmente, más que a los literatos. Pero para todos los
aspectos de la vida tuvo su hospitalidad. A quinientos metros
de la estación, la casa de Bourdelle se ha convertido en un
museo nacional. En la academia de la calle de la Chaumiére
el mismo maestro tronaba todos los días contra los sistemas
academizantes de la Escuela de Bellas Artes. Cerca del bulevar
366
El Periodismo en Antioquia
habitó y murió Sainte Beuve, el critico omnipotente, y sobre
aquél una placa recuerda la morada de Jongkind cuando el
impresionismo apenas empezaba a imponerse. En su
cementerio, una tumba escalofriante y tenebrosa, la de Charles
Baudelaire, con el trágico rastro del poeta sombreado por las
alas de un murciélago, al pie de una momia envuelta en sus
ataduras, sobre las que no es raro ver un ramo de flores frescas.
En ese mismo cementerio la poesía sigue representada por
Theodore de Bainville, François Copée, Leconte de L'Isle, la
escultura por Rude, Bartholdi, la música por César Franck y
Chabrier. "La Rue de la Gaité","la calle de la alegría", insiste
todavía en ser un rincón de noctámbulos. Chansonniers,
cinemas, teatros (a uno de los cuales consagró Gastón Baty
toda su vida), music-halls, mujeres públicas, hoteles
clandestinos. Es un barrio sin "cavas" como el Latino, pero
tiene en su compensación sus cafés célebres anunciados en
las guías del" Bureau National au Tourisme" y a los clientes
que se instalan en sus terrazas todo el día.
Sin embargo, las cosas no son hoy como lo eran antes, al
decir de los viejos habituales del barrio, los que gustan de
evocar la "belle époque". Todo tiene ahora un aspecto postizo,
aprovechado comercialmente por los dueños de bar. Los
restaurantes no poseen lo pintoresco, no abren cuenta a los
artistas sin dinero, ni en los bares se sirve el café a crédito
sobre ilusiones de grandeza artística. Ahora la clientela
pertenece a esa burguesía internacional que toma aperitivos
de marca, que da amplias propinas a los mozos y que
selecciona un menú caro en un restaurante de lujo, en donde
para atraerlo lo han decorado con cuadros baratos y horribles,
comprados a buen precio. En los cafés, que ya no permanecen
abiertos toda la noche, está prohibido dormirse sobre las mesas,
como lo hacían Modigliani, entrar sin corbata o hacer ruido
que moleste al vecindario. Hay demasiada corrección, lo que
no impide que los médicos de paso por París y las inglesas de
visita, languidezcan de tedio al no encontrar artistas
El Periodismo en Antioquia
367
hambreados, sin afeitar, con sus cuadros debajo del brazo y
su amplio corbatín de colorines colgando del cuello como
una condecoración. Hace veinte años la clientela era siempre
corta de dinero pero con talento de compensación. Ahora el
dinero parece abundar entre los habituales de zapatos
brillantes, pero el talento se hace cada día más dudoso
Después de la primera guerra, empezó a llegar a
Montparnasse, desde todos los sitios del universo, un
verdadero ejercito de artistas. Sin previa cita, desconociéndose
los unos a los otros. Foujita venía del Japón con sus lentes de
marco negro y grueso; Pascin de Bulgaria con su locura de
alcohol en la garganta; Modigliani de Italia, los ojos hundidos
y las ideas en desorden; Kissling de Polonia, Soutine y Chagall
de Rusia. Cuando la amistad los reunió a todos bajo una misma
esperanza artística, nació entonces la "Escuela de Paris". A
veces Utrillo o Picasso, tránsfugas esporádicas de Montmartre,
descendían hasta Montparnasse, hasta II Done, la Rotonde,
la Select, la Closerie des Lilas. Sobre la mesa común, el último
en llegar estaba obligado a preguntar quién podría pagar sus
gastos antes de saludar al mozo y hacerlo regresar sin pedirle
nada. La hora del almuerzo, o la de la cena, era para casi
todos ellos una hora sin ninguna importancia. Se comía cuando
se podía. Antes de ir al restaurante o al mercado, era preciso
pasarse por donde el almacenista que vendía los instrumentos
de trabajo y que por desgracia eran gentes que no vendían
sino de religioso contado.
En la época en que Montparnasse no hacía alarde de su
valor artístico precisamente porque no había llegado aún la
hora de la consagración oficial para nadie. La miseria fue el
precio fijado para comprar la inmortalidad. En un pequeño
restaurante de la calle Campagne Premiére, "Chez Rosalie",
Modigliani tenía carta blanca, una cuenta corriente que hubo
de hacer extensiva a los camaradas. Mme. Rosalie empezó a
llenar sus muros de cuadros que ahora figuran con orgullo en
los museos de París, de Londres, de Nueva York. La clientela
368
El Periodismo en Antioquia
de obreros se familiarizó con las telas y con sus autores, gentes
que toleraban una vida difícil. Cuando alguien vendía un
cuadro, cuando lograba encontrar comprador para algo, que
hoy tiene categoría de obra maestra, corría al Dôme o a la
Rotonde a anunciarles a los amigos que se podía beber de
firme, sin preocupaciones. Pero esto no era todos los días.
Alguna vez, después de una sesión tormentosa, Foujita
despidió a Kiki con la advertencia que no regresara al día
siguiente. Sin embargo, la modelo se presentó, como de
costumbre, a la hora indicada, a la pieza del pintor. y como
éste le recordara que ese día no se trabajaría, la buena mujer
le contestó que no habría venido a posar sino a saber si el
artista tenía algo para comer: en una canastilla le traía vino,
pan y queso...
Cocteau, emigrado de la orilla derecha, fue también un
contertulio de la época. Pero Cocteau empezaba a ser un
burgués intelectual. Para ser admitido en la cofradía precisaba
una capacidad de resistencia al hambre, al frío y a las
necesidades más imperiosas, cosa que no tenía el "enfant
terrible". Había que poseer una colección de necesidades sin
dinero para atenderlas. Erik Satie trabajaba sentado sobre un
banco del bulevar, imposibilitado para subir a su pieza del
último piso porque se lo impedía la conserje instalada como
un cancerbero en la puerta. Kissling hacia frecuentes "raids"
por los cafés de clientela pudiente, esbozando retratos que
eran pagados a bajo precio. Modigliani, después de pintar doce
horas continuas, iba a un restaurante de compatriotas italianos,
en donde le reservaban lo que los clientes dejaban sobre los
platos. Los modelos, desde luego, no cobraban por el trabajo
intenso a que se veían sometidas. Eran Aicha la Negra, la
Pequeña María y Kiki de Montparnasse. Foujita y Soutine
pasaban temporadas enteras viviendo juntos para ahorrarse
un alquiler. Los días en que se comían no eran todos pero sí
diariamente había que trabajar. Cuando colores y telas
desaparecían bajo el trabajo encarnizado y no había dinero
El Periodismo en Antioquia
369
para reemplazarlos, se continuaba con el dibujo en lápiz sobre
papel ordinario. Luego se buscaba un paraje grato en donde
se pudiera tomar un café al más bajo de los precios.
Dos entre aquellos artistas, Amadeo Modigliani y Jules
Pascin no alcanzaron la inmortalidad en vida que han
alcanzado casi todos sus antiguos compañeros de bohemia
en Montparnasse. Modigliani, con su genio terrible y su atroz
vicio por la droga, se suicidó de un pistoletazo en 1920, sin
que su muerte conmoviera a alguien más que al pequeño grupo
de camaradas y sin que su pérdida fuera sentida por alguien
más que por sus escasos amigos. Diez años después, Pascin,
sensual y apasionado, desapareció súbitamente un día de los
cafés habituales. Se indagó por él en sus sitios de preferencia,
se le buscó en donde se suponía que pudiera estar, en los
hospitales, en la Morgue; se temió que se hubiera lanzado al
Sena en un momento desesperado. Tres días después de su
desaparición, una amiga suya que le había prestado al pintor
su departamento para descansar, lo encontró, a su regreso,
ahorcado del ropero. Su muerte debió haber sido algo atroz:
tenía las manos crispadas sobre la cuerda, en un posible último
esfuerzo por evitar el estrangulamiento. Había sangre
coagulada sobre la boca entreabierta y moscas sobre su cadáver
que empezaba a descomponerse.
En su buena época de esplendor, Montparnasse poseyó
largamente todas las características del alma parisiense. La
inquietud, la alegría espiritual, el gusto por la vida, la intensidad
del trabajo eran por todas partes las mismas. En el Domo se
fundó la "Universidad del Camaleón", en donde los asistentes
entre copa y copa escuchaban "las conferencias" y los "cursos"
de Paul Fort y de Tristán Klingsor.
El "Principado de Montparnasse", entidad política de
alegre constitución parlamentaria, fue algo típico dentro de
la vida del barrio. Era un principado con ministerios y
burocracia, y, naturalmente, con frecuentes caídas del primer
ministro. La Horda, cuya principal actividad era la de hacer
370
El Periodismo en Antioquia
fiestas con la mayor frecuencia posible, disponía de su
periódico. En sus cafés y en sus "ateliers" se reunía una élite
que poco después se hizo famosa. En el Domo Trotsky
despachaba su correspondencia de refugiado político. Los
dueños de café se convirtieron a fuerza de circunstancias en
hábiles críticos de arte y a veces en afortunados coleccionistas,
en íntimos de literatos que hoy asisten todos los jueves al
Palacio Mazarino a las reuniones de la Academia Francesa.
De todo cuanto hizo a Montparnasse un sitio de
trascendencia universal queda muy poco auténtico
desgraciadamente. Los alegres camaradas de 1920 a 1939 son
hoy ricos burgueses que viven en Cannes o en Niza o en el
propio París. Un simple dibujo de Modigliani se cotiza hoy
por sumas fabulosas. La misma tía Rosalíe, en cuyo restaurante
comían al fiado, vive en la Costa Azul una vejez burguesa.
Foujita, Kissling, Van Dongen, Sautine, Chagall, son nombres
imprescindibles en la historia del arte moderno pero ninguno
de entre ellos a regresado a Montparnasse. Todos los que
vivieron allí una juventud difícil, por no decir miserable, y
que pudieron tolerar con éxito la mala fortuna, tienen hoy
una recompensa que posiblemente nunca soñaron tener.
Ahora hay una juventud que quiere copiar todo aquello
ahorrando el esfuerzo, naturalmente. Los cafés acogedores
han cedido su lugar a cabarets con nombres en inglés y clientela
de norteamericanos en uniforme. Algunos patrones de café
esperan la celebridad del Pere Tanguy, comprando cuadros
ordinarios con los que se van enriquecer a fuerza de años. Y
en esta posibilidad de marchands forzosos, todos los
establecimientos se ven llenos de enjabelgaduras horrorosas.
Se ha querido resucitar también el prestigio del caf conc, a
base de be-popp y de jazz. Las mujeres estudian pintura "en
el ambiente" porque eso puede estar de moda en la capital
francesa, y los restaurantes tienen las listas de menú con
sustitutos en inglés. Los establecimientos son de una seriedad
que pretende ser lujosa para una clientela fingida que le "El
El Periodismo en Antioquia
371
Fígaro" y toma Coca Cola mientras se aburre lentamente. Es
difícil que Montparnasse sea de nuevo lo que el talento de
sus habituales hasta hace quince años 10 llevó a ser.
Se hace difícil, incluso, evocar el tiempo en que su
originalidad era hecha a base de inconformismo artístico,
necesidad económica y desdén social. De lo que se trata ahora
en éste que sigue siendo un pintoresco rincón de París es de
atraer una clientela que pague caro, con el señuelo de codearse
con artistas y escritores de fama universal y de estar en sitios
en donde Pascin se enloquecía de alcohol. Pero la guerra ha
destruido todo esto y a los franceses no le quedan aminos
suficientes para ser desinteresados. Es preferible venderle
tabaco rubio a un G. l. que proporcionarle ambiente acogedor
a un estudiante de bellas artes. Toda esta clientela burguesa
que se recoge antes de la media noche liquidó a Montparnasse
como sitio de bohemia. Ahora les queda a los noctámbulos el
refugio de un cabaret en donde se concluye por suponer que
próximamente en la vida nocturna de París el ingles será el
idioma forzoso.
Kiki de Montparnasse vivió también esta decadencia
paralela a la suya propia. La última en hacer mutis por el foro
en la escena donde se toleraron épocas de hambruna pero
también de espíritu alegre y creador. Kiki era lo único que
ligaba a los dos Montparnasse, al de Modigliani al de las
señoras que sacan los perros a pasear por el Boulevard. Con
su muerte los dos quedan definitivamente separados, roto el
eslabón que los unía.
Uno ha entrado a la historia del arte y el otro comienza a
vivir su vida contra reloj, haciéndolo todo a horas precisas
por que no se dispone de tiempo suficiente como no sea para
tomar el té de las cinco sin retardo, y hablar de modas o del
resultado de las carreras en Longchamp.
En: Magazine Dominical de El Espectador. #263, abril 19 de 1953
372
El Periodismo en Antioquia
JULIO CÉSAR GARCÍA
La Universidad de Antioquia
Su historia es la historia de la Patria en muchas de sus páginas
más brillantes. Arranca de las gestiones iniciadas en las
postrimerías del siglo XVIII para fundar en Medellín un
convento y colegio de franciscanos, gestiones que culminaron
en la expedición de la real cédula de 9 de febrero de 1801 y
en la iniciación delas enseñanzas, el 20 de junio de 1803,
bajo la dirección Fray Rafael de la Serna.
Con base en lo que fue el principio Real Colegio de
Franciscanos, funcionaron de 1813 a 1816 las cátedras de
gramática, filosofía y matemáticas, a cargo de Miguel Uribe
Restrepo, Liborio Mejía, José Féliz de Restrepo y Francisco
José de Caldas. El curso de ingenieros militares que éste
dirigió, constituye la génesis de la Escuela Militar y de las
facultades de ingeniería del país.
El congreso de Cúcuta decretó en 1821 que se destinaran
para colegios los edificios y rentas de los conventos que no
tuvieron siquiera ocho religiosos, y en tal virtud el 9 de octubre
de 1822 decretaron la fundación del Colegio de Antioquia el
general Francisco de Paula Santander, como vicepresidente
encargado del poder ejecutivo y don José Manuel Restrepo,
como secretario del interior.
Para tal fin se terminó la construcción que se había
empezado desde 1803, donde está hoy el edificio
departamental que ocupa el Colegio de San Ignacio. Allí
continuó funcionando hasta el año de 1885, en que la ya
denominada Universidad de Antioquia se trasladó al edifico
que según los planos primitivos debía haber ocupado el Colegio
de Franciscanos, terminado en 1850 para la primera escuela
Normal de Antioquia y destinado después para cuartel de
El Periodismo en Antioquia
373
gendarmería, hasta que se concedió a los jesuítas el otro local,
y éste fue adaptado para el fin a que desde entonces se destina
como parte del patrimonio de la Universidad. Más tarde se
construyeron los edificios especiales para las escuelas de
Medicina, de Derecho y de Filosofía y letras, pero la
separación material no ha roto la unidad del espíritu.
Con posteridad al año de 1822 se llamó al plantel Colegio
Académico, Provincial, del Estado, y en 1871 Universidad
de Antioquia. Por un error de técnica en la organización de la
enseñanza pública, en 1878 se llamaba Universidad el
conjunto de la instrucción primaria, segundaria y profesional
en el estado y Colegio Central de la Universidad, la
Universidad propiamente dicha. En 1896 se llamó Colegio
de Zea.
La galería de nuestros rectores sería timbre de honor para
cualquier instituto, pues por ella pasan no solamente los
antioqueños más ilustres, sino también patricios de reputación
nacional, que han pesado decisivamente en los destinos de
Colombia...
En las enseñanzas se ha reflejado el ritmo de las ideas que
viene marcando desde la Colonia los derroteros nacionales.
El primer plan de estudios fue objeto de concienzudo
análisis por parte nada menos que de don Camilo Torres.
Motivo de encendidas controversias fue el que en 1826 puso
en vigencia el general Santander, subrogado por Bolívar y
restablecido en 1835; en la vigencia de ese plan se implantaron
las enseñanzas del sistema utilitario de Bentham y del
sensualismo de Locke y de Tracy, combatidas por el doctor
Margallo en Bogotá, por el célebre P. José María Botero en
Antioquia, y posteriormente por Ospina, los dos Caros (José
Eusebio y Miguel Antonio), Groot, el P. Mario Valenzuela,
etc. Aquí se encuentran manifestaciones del célebre plan de
estudios de don Mariano Ospina en la administración Herrán;
lo mismo que las consecuencias de la llamada libertad de
enseñanza en la administración López (José Hilario) y del
374
El Periodismo en Antioquia
predominio de las distintas escuelas políticas en las
constituciones de 1863 y 1886. Las guerras civiles
ocasionaron suspensiones más o menos largas en las tareas
del plantel.
A su vez ha devuelto el influjo recibido en luces y en acción
de cada uno de sus discípulos. Sería ejemplar el detalle de los
servicios que debe la república a nuestra Alma Mater.
Todos los partidos y tendencias han influído de una manera
u otra en la marcha y en las orientaciones de la Universidad;
en todos ha sido común el interés por su progreso y el amor
entrañable con la que hayan servido.
Ante el ara de la Universidad han quebrado todos los
exclusivismos y todas las aberraciones.
Su historia es insuperable punto de referencia para quienes
buscamos en las lecciones del pasado lo que nos une y no lo
que nos divide.
El Periodismo en Antioquia
375
SOFIA OSPINA DE NAVARRO
Una noche en Tierradentro
Empezaba a atardecer cuando nuestras cabalgaduras pisaron
orgullosamente la placita de Tierradentro, después de una
jornada de siete leguas. Un vistoso letrero, pintado
charramente sobre la pared encalada, nos hizo conocer bien
pronto la casa destinada para hotel, entre las tres o cuatro
que con ayuda de la iglesia, el granero y el almacén (porque el
honor de oficina telegráfica no le ha cabido aún a la bodega
aunque es mayor de edad) enmarcan el cuadrado de tierra
roja donde se verifican mensualmente las ferias de ganado, y
donde se erguirá, quizá dentro de poco, la estatua de algún
héroe habilitado, que teniendo con qué pagar el bronce, no
por falta de grandes personajes se han de quedar escuetas
nuestras plazas...
Después de atravesar el zaguán empedrado, levantando
el ruido suficiente para alarmar al menguado vecindario, y
atraer a la puerta un grupo de muchachos que se ofrecían
gritando para llevar las bestias a la "manga", entramos en el
patio.
El dueño de la casa se adelantó a encontrarnos, armado
de una silla de baqueta con lámina pegada al espaldar,
desplegando esa amable actividad que ha distinguido siempre
a los hombres del oficio: -Permítame, señora, aquí desmonta
bien... deje seguir la yegua con confianza. Dos manos fuertes
sostuvieron la silla con firmeza, y así, cómodamente, eché
pie a tierra, mientras la buena yegua lanzaba al aire un resoplo
de alivio tan expresivo como un suspiro humano.
Era el patio también de tierra roja, frío y húmedo; no había
en él una flor, aunque sí se veían muy cerca de la tapia, en un
triste abandono, dos rosales torcidos y raquíticos que querían
376
El Periodismo en Antioquia
probar a toda costa que en tiempos ya pasados, vivió en aquella
casa una mujer que robó algunos ratos al fogón para pensar
en ellos. Cosa rara por cierto era ver en aquellas regiones, un
hogar sin jardín, que podrían más bien faltar en él las arepas
de maíz "sancochado" y el muy sano cocido de vitoria, que
las eras cuajadas de miosotis, los grupos de amapolas y de
dalias, los frescos cortinajes de fucsia y madreselva. Y ¿quién
no ha sonreído al ir por los caminos, viendo balancearse a
guisa de canastas, repletos de claveles perfumados, los más
íntimos y menos decorosos utensilios domésticos?
Recostada la silla a un pilar del corredor, empecé a meditar,
mientras oía tocar con insistencia las campanas vecinas, que
llamaban al rezo del rosario, en la vida sencilla de aquellas
pobres gentes que, privadas de toda diversión y lejos de la
atmósfera maleante de las grandes ciudades, debían ganarse
el cielo fácilmente, aunque advertí que ciertas faltas no
pequeñas crecen en las montañas, abonadas por la misma
ignorancia, con la inconsciente libertad del "carretón", la
"prensadera" y "el poleo".
Una mujer delgada, de tipo distinguido, cuya demora en
salir a saludarnos atribuyo a lo muy complicado del peinado,
de caprichosas moras, bien mojadas, que parecían pegadas a
la frente con engrudo, me dio las buenas tardes, y
observándome de pies a cabeza me preguntó curiosa: -¿Y
desde dónde vienen?... Contesté a su pregunta, y ella exclamó
admirada: -cómo irá de cansada, tan robusta! No pensó que
su última palabra se considera hiriente en los tiempos que
corren, ni lo pudo notar, afortunadamente, porque, haciendo
un esfuerzo de cultura, le contesté sonriendo: -Sí, señora,
vengo muy cansada. Ella siguió de largo; subió con lentitud
una mala escalera que conducía al piso alto, y bajó al poco
rato trayendo entre las manos, con la solemnidad de una
Verónica, la sábana que había de tender en una de las camas
exigidas, por lo que comprendí que el presupuesto fijo del
establecimiento era el de una sábana aplanchada por cada
El Periodismo en Antioquia
377
tres personas... Luego, en conversación, me contó
entusiasmada que en el día anterior, con motivo de ferias, se
habían visto en la plaza treinta y ocho personas a caballo y
que algunas de ellas habían pernoctado en el hotel. Oyendo
semejantes declaraciones pude apreciar en todo su valor la
fortuna de llevar con nosotros las ropas de dormir, que no
sería muy halagador soñar entre las sábanas usadas por los
jinetes de la víspera.
Otra señora salió de la cocina para hacerme idénticas
preguntas que su hermana o amiga, aunque, un poco más
considerada, no pronunció las palabras hirientes de buenas a
primeras, sino que, contemplando por algunos momentos a
la yegua que con buen apetito trituraba maíz cerca de nosotras,
exclamó compasiva: -¿En esta vino usted?... Avemaría, qué
animal tan bueno...
Dos chiquillas de cara sonrosada y redonda, jugaban entre
tanto a las muñecas en un rincón del mismo corredor; dueñas
de dos figuras de cuerpo de aserrín, brazos desmadejados y
cabeza de loza, sentíanse felices discutiendo con afán maternal
el cambio de dos "batas" fabricadas a grandes y torcidas
puntadas en muestras de zaraza.
- Cambiemos, niña, l´amarilla por ésta, peru eso sí, pa no
descambiar más- dijo una de ellas.
- Bueno, pero me encima los calzones de franja.
- ¿Y no la descambiás aunque te diga tu mamá?
- No la descambio.
- ¿Tu palabra pa quién?
- Eh... pues pa Dios, querida.
- Bueno, pues, ya jurates... quedó mía.
A todas esas hacían las campanas su último llamamiento,
y dócil al ejemplo de la señora del peinado de moras que pasó
junto a mí sonando su rosario, me encaminé a la iglesia.
Un humilde altarcillo de paños remendados, en el que
Nuestro Amo no puede apreciar más que la buena intención,
adornado con dalias y claveles en frascos de aceitunas y
378
El Periodismo en Antioquia
floreros boquinetes, con la imagen de la Virgen en el centro y
a un lado la de San Isidro, el labrador, conduciendo una yunta
de bueyes que no alcanzaba a darle a las rodillas, atraía por
entero las miradas y el corazón de aquellos campesinos.
Arrodillado en frente del altar, en un desvencijado
reclinatorio, y con la ruana calada, como el clima lo requiere,
el señor Cura entonaba el rosario, al que la concurrencia
contestaba con quejumbroso sonsonete. Terminado éste, con
sus aditamentos y letanías, fueron hechas con el mismo
lastimero entusiasmo las oraciones de la tarde, y algunas
preces más, de tal modo que al salir a la calle, encontramos la
noche ya cerrada.
Con la condescendencia incomparable del que anda de
viaje, saboreamos la comida frugal salpicada de los inevitables
cominos, y apuramos con gusto aquel café con leche batido y
espumoso, endulzado con panela raspada. En el muro del
pobre comedor se veían, como cruel ironía, aquellas tentadoras
oleografías que de niños nos dejaron deslumbrados, con sus
ricos bizcochos empezados a partir, sus peras, uvas y
manzanas, la bolsa repleta de almendras que dejaba, generosa,
rodar su contenido sobre la mesa elegante, donde se veía una
copa de champaña a medio llenar; o la fuente que ostentaba
aquel pescado, de carne sonrosada, adornado con ramitas de
crespo perejil y rodajas de limón...
Luego, en son de paseo digestivo, nos dirigímos al almacén
de modas que, combinado con granos y comestibles, y en
inmediata afiliación con la carnicería, no se avergüenza de
vender de todo, como lo declaró amablemente su dueño,
cuando observamos el variado surtido: "Sí, mi señora, aquí
se encuentran telas de seda, y asaduras de res". A la luz de
una vela vacilante, charlamos algún rato, imponiéndonos sin
esfuerzo ninguno del precio del ganado, los días de la luna, la
edad del macho negro del gamonal de la comarca, y otros
asuntos de innegable importancia...
El Periodismo en Antioquia
379
Eran por fin las nueve de la noche, cuando después de
acomodarme en el lecho, haciendo lo posible para sacar el
cuerpo a los duros tumores de mi colchón de paja, cerré los
ojos para atraer el sueño y un sentimiento de profunda tristeza
invadía mi alma al parecerme que había ingresado para siempre
en aquel monasterio al aire libre, que tan gráficamente ha
sabido llamarse "Tierradentro".
Tomado de: Cuentos y Crónicas.
Tipografía Industrial (Medellín)
380
El Periodismo en Antioquia
GABRIEL CANO
El tesoro del pirata
El país y nuestros lectores nos conocen, y saben que el hecho
físico de que el señor Presidente de la República, por conducto
de su corneta de órdenes el doctor Jorge Luis Arango, nos
haya impuesto una multa de diez mil pesos por presunta y no
determinada infracción de un inciso cualquiera del decreto
número 2.535 de 1955, no nos duele en absoluto por el aspecto
material -pecuniario digamos para halagar un poco los oídos
harpagónicos del régimen- de la pena con que se nos castiga.
Estamos dispuestos a satisfacerla sin la apelación de única
instancia que el decreto sobre desacato a sus sacras reales
majestades nos concede generosamente para ante el Director
Jefe Supremo de la Oficina de Información y Propaganda del
Estado, a cuyo sumo hacedor le plugo que fuese él a la par,
como en el conocido caso de la conciencia de Núñez de Arce,
delator, juez y verdugo de los periodistas colombianos.
Si hemos de referirnos, y lo hacemos con repugnancia
gástrica, a este minúsculo incidente, es tan sólo porque lo
consideramos como un nuevo y no el último eslabón de la
cadena de persecuciones y de agravios atada al cuello de la
prensa independiente de Colombia por los gobiernos que se
han sucedido en el país desde el 9 de noviembre de 1949,
aunque haya sabido uno -el actual- que derrocó los de sus
inmediatos antecesores dizque para establecer la legalidad
proscrita, la justicia conculcada y la libertad oprimida. Y es
difícilmente creíble, aunque ciertísimo, que los sistemas de
represión de la imprenta implantados por el doctor Ospina,
continuados por el doctor Laureano Gómez y perfeccionados
por el doctor Urdaneta, resultan de una lenidad franciscana,
con todo y los criminales atentados del 6 de septiembre,
El Periodismo en Antioquia
381
cuando los comparamos con los que ha establecido el general
Rojas del 8 y el 9 de junio de 1954 para acá. A partir de estas
dos fechas de luto incancelable en el calendario histórico de
Colombia -y únicamente porque después de ellas y a la vista
y consideración de ellas nos hallamos los periodistas
independientes ante la obligación de restringirle al gobierno
de las Fuerzas Armadas y a su jefe el crédito de confianza
que con plazo indefinido pero en ninguna manera ilimitado le
abrimos patriótica, generosa y un poco temerariamente el 14
de junio de 1953- han sido escasos los días en que no hayamos
recibido de las autoridades un agravio, sufrido en perjuicio,
soportado en cualquier forma una persecución, desde la
censura hasta el ultraje, el decomiso por mano militar, la
amenaza de cárcel por decreto, la multa por resolución, el
destierro por obra de misericordia, la expropiación por
calanchín y la clausura por discurso.
Aparte de la censura previa, unas veces total, otras parcial,
un día civil, militar al siguiente, suprimida hoy para
restablecerla mañana, tornar a suprimirla después y mantener
siempre latente la amenaza de su restauración, hemos tenido
los periodistas que afrontar los efectos de una legislación
ejecutiva improvisada, incoherente y epiléptica, pero en todos
los casos draconiana, que va desde el malogrado decreto No.
2.835 de 1954 sobre injuria y calumnia, reemplazado pocos
días después con el número 3.000 del mismo año y sobre los
mismos delitos, y adicionado meses más tarde con el número
1.139 sobre acusaciones a los militares en acción, hasta llegar
al No. 2.525 de 1955 sobre desacato, una especie de decreto
Everfit -"listo y a su medida"- que el doctor Arango no pudo
resistir a la tentación de probarse, aplicándonos a “El Correo”,
de Medellín, y a “El Espectador” sendas multas de a diez mil
pesos, antes de pasar él de la Dirección de Propaganda del
Estado a la gerencia de la Empresa nacional de Publicaciones
con ochocientos pesos más de salario de un mismo tesoro, y
antes de que venga a reemplazar aquel decreto -su decreto-,
382
El Periodismo en Antioquia
el "inminente" estatuto de prensa cuya elaboración acaba de
encomendar el Gobierno a cuatro de las llamadas "conciencias
jurídicas", a plazo y precios fijos y bajo la paternal vigilancia
del doctor Pabón Núñez.
Todo aquello no era bastante, sin embargo, y había que
agregarle una serie no interrumpida de injustos y procaces
agravios al periodismo y a los periodistas, proferidos por
funcionarios de todas las ramas y de todas las categorías y
por oficiales de todas las armas y de graduaciones, de palabra
o por escrito, impresos, radiodifundidos o televisados, al aire
libre ante sesenta mil habitantes de La Palma, Cundinamarca,
o en recinto cerrado ante la augusta y silenciosa presencia del
Cardenal Primado de Colombia.
Pero algo faltaba aún, y ya ha llegado: el ataque por el
sistema típicamente estratégico de minar la base económica
de la empresas periodísticas independientes. El submarino
insignia del doctor Arango ha cobrado ayer una pequeña
victoria, y mañana vendrán las de los guardacostas del doctor
Villaveces, que desde principios de agosto pasado, en
repugnante coincidencia con la clausura de "El Tiempo",
atracaron en las oficinas de ese ilustre diario, en las de "El
Colombiano", de Medellín, y en las de “El Espectador”, a
caza de no sabemos qué monstruosos fraudes al Tesoro
Nacional. Por lo que a nosotros respecta, podemos decir que
las lanchas fiscales se han paseado libremente por todos los
rincones de nuestra modesta heredad, han buceado hasta el
fondo en nuestros libros y en nuestros archivos, y ahí están
todavía con las fauces abiertas como tiburones en acecho. Lo
que no conocemos aún es el monto exacto del botín que le
van a llevar a Mr. Morgan. A Mr. Morgan, el banquero.
Tomado de Dos siglos de Periodismo Colombiano.
Coreditorial; Bogotá, julio de 1985
El Periodismo en Antioquia
383
ROCÍO VÉLEZ DE PIEDRAHITA
Los que van a morir
te saludan
"Relato de la V Vuelta a Colombia especialmente escrito
para las personas que nunca han montado en bicicleta".
La vuelta a Colombia es, teóricamente, una competencia para
ciclistas, que deben recorrer las carreteras colombianas en
etapas de cien a doscientos kilómetros, hasta volver al punto
de partida, y al ganador se le adjudica un premio. La realidad
es muy diferente, mucho más compleja y apasionante, como
ahora veremos:
Primero que todo expliquemos qué es una "carretera
colombiana", para no incurrir en el mismo error de Felipe
Liñan, un azteca que al terminar la primera etapa cayó casi
muerto.
Aquí llamamos carretera una trocha que se abre muy
lentamente para unir dos pueblos vecinos. Si es en terreno
plano, se guincha una faja de seis metros de ancho y queda
lista la vía. Si es una montaña, se le hace a la misma un corte
zigzagueante, dejando eso sí a un lado el precipicio por donde
ruedan constantemente los vehículos en añicos, y por el otro
un barranco de tierra floja que se derrumba periódicamente,
obstruyendo la vía y causando grandes desastres. Como
Colombia es un país muy pobre y con muchísimos gastos de
sostenimiento de burocracia, generalmente no sobra dinero
para un procedimiento que se llama "asfaltado". Algunos
trayectos, sin embargo, han sufrido este proceso, que explicado
en forma culinaria es más o menos así: se pican grandes
cantidades de piedra y se extiende una capa a todo lo largo y
384
El Periodismo en Antioquia
ancho del camino y se deja reposar por varios meses. Luego
se machaca finamente con una aplanadora, se espolvorea con
un cernidito pegajoso, negro y grumoso, y se cubre con una
capa lo más delgada posible de hilitos de asfalto. Con esto
queda lista una autopista. Desgraciadamente, por sobre esa
delicada superficie circulan constantemente buses, camiones
y carros que en pocos días se llevan en las ruedas el asfalto y
el camino queda lleno de huecos y zanjas más o menos
profundas. Nunca falta un funcionario perjudicado con estos
daños y entonces da orden a la peonada que la arreglen. Los
peones, que van retozando y bostezando alrededor de una
aplanadora, llenan los desperfectos con más cascajo, arena y
brea y forman promontorios donde antes había hoyos. Con el
calor, la poca brea que hay se derrite y se va arrinconando a
los lados del camino en rizados montoncitos, con lo cual queda
definitivamente lista la carretera.
Como los colombianos no conocen a Colombia, hay que
empezar por hacer unos mapas explicativos del recorrido, las
etapas y los obstáculos. Y así es como zapateros, emboladores,
campesinos, industriales, comerciantes, doctores, colegialas
y vendedoras van descubriendo asombrados que existen Aipé,
Guachacal, Gualanday, Chicoral, Buesaco, La Unión. Que para
llegar a Bogotá y a Pasto hay que subir; que el Valle es plano;
allí hay un río, más allá una cordillera, aquí está la selva y al
sur limitamos con otro país llamado Ecuador. No hay escuela,
pénsum, ni profesor que haya hacho conocer a un estudiante
la décima de lo que la Vuelta a Colombia enseña a toda la
nación en veinte días. Es un curso gratis, alegre, sano, que
llega a todos los rincones de la Patria.
Ahora hablemos de los ruteros.
Los departamentos, que hasta hoy se han visto
representados por ancianos diplomáticos, jóvenes alocados,
políticos audaces, hombres sin escrúpulos unas veces, otras
sin méritos, se ven de repente representados por hombres
jóvenes, sanos, fuertes, honestos, que viven de su trabajo y
El Periodismo en Antioquia
385
que sin artimañas de ninguna clase se convierten de la noche
a la mañana en los ídolos de sus respectivas poblaciones.
En un principio cuesta dificultad al espectador saber
cuántos son los concursantes, pues la enumeración es bastante
confusa: Ramón Hoyos, el conde de Marinilla, el Campeonazo,
el Escarabajo de la Montaña y el Marqués de Hoyos, son un
solo corredor... Unos van sueltos, otros en equipo. Antioquia
los manda numerados como vitaminas: equipos A, B, C. Y
así revueltos escarabajos, vacas, pantallas, franceses y
mexicanos, se lanzan por las trochas colombianas agarrados
de cincuenta centímetros de manubrio, tal y como los
españoles se lanzaban en carabelas por el Atlántico a buscar
"El dorado". No hay duda de que la sangre tira...
Pero no son ellos solos los que dan la vuelta. En cuanto
se da la señal de partida, doce millones de personas empiezan
a dar tumbos por el territorio patrio. Unos en bicicleta y se
llaman ruteros; otros a pie tratando de meterle a un ciclista
un pedazo de panela en la boca sin perturbar con esa maniobra
su carrera, y se llaman alimentadores; otros en avión y se llaman
reporteros; otros por radio y se llaman cronistas deportivos;
otros con radiecitos en las oficinas, en la cama, en el bolsillo,
y se llaman patrocinadores, y el resto por los periódicos, las
conjeturas, los radios y se llaman "la afición". En almacenes,
tiendas, calles, cocinas, salas, hospitales y garajes no se oyen
sino las voces atropelladas de los locutores felicitándose
mutuamente por lo bien que están trasmitiendo la etapa y
dando uno que otro detalle sobre la misma, detalle que repiten
y repiten veinte o treinta veces, hasta que todo el mundo lo
aprenda de memoria y al pie de la letra. Se pasan la voz y el
micrófono de un puesto de observación a otro y los
radioescuchas cambian nerviosamente de estacón y de
volumen casi constantemente. Entre una etapa y otra hay
una pausa, para que los ruteros descansen y la gente pueda
deliberar, comentar los sucesos y prepararse a seguir.
Una vez me asombré de ver en un periódico este titular:
"Yugoslavia derrotó al Japón". Como yo no sabía que tuvieran
386
El Periodismo en Antioquia
ninguna molestia pendiente, y como no me explicaba dónde
quedaba el campo de batalla de estos dos enemigos, me
dispuse con gran interés a leer los detalles de semejante
disputa: se trataba de dos equipos de fútbol. Lo mismo pasa
con las noticias de la Vuelta a Colombia. Es corriente leer
que "el Escarabajo de la Montaña va embalado con la Vaca
de México," o que "Pantalla cubrió a Sanforizado" o que "un
marqués va chupándole rueda al Sastre de Envigado". Por
chupar rueda se entiende que un corredor se coloca detrás de
otro y no lo suelta ni un minuto, le quita el aire que respira, el
impulso que lleva, la tranquilidad y el sosiego, hasta que el de
adelante, efectivamente como chupado por un murciélago, o
cae exánime o deja pasar al de atrás.
Los caminos patrios están llenos de sorpresas: ríos sin
puentes, arenales pegajosos, pantaneros, piedra suelta, rectas
enervantes, subidas agotadoras, bajadas que dan vértigo,
precipicios, palos estacas, zanjas, trenes en la vía, culebras,
tigres, leones... Miguel Sevillano, un simpático pampero
acostumbrado a mejores caminos, cayó rendido después de
la primera etapa; en cambio Ramón Hoyos, que como su
nombre lo indica está acostumbrado a los hoyos de por acá,
cogió tanto impulso en una bajada nariñense que se pasó del
lindero colombiano e irrumpió como un bólido en el Ecuador:
allá lo siguieron los demás. Los reporteros aseguraron que
"Hoyos se tragó la subida al Alto de Puracé"; que "el pantano
se tragó a Rafael Teja"; que "Pintado cazó a 10.000", y que
"Pantalla entró en la galería de los vencedores pedaleando
entre las quebradas del trayecto Neiva, Natagaima".
Se anuncia en una ciudad que los ciclistas llegarán esta
tarde a las 4:00 p.m. Desde las tres de la tarde todas las oficinas
se cierran, todos los negocios se interrumpen y las gentes se
aglomeran en las calles, encabezadas por el gobernador, el
alcalde y la reina de belleza. La ciudad vive horas intensas de
desorden y entusiasmo y pasa una noche inolvidable.
Cuando al día siguiente se van a todo correr los ciclistas,
se cree que la fiesta terminó y que ahora va a renacer la calma.
El Periodismo en Antioquia
387
De ninguna manera. La dosis de entusiasmo fue demasiado
grande para la gente menuda, y ese mismo día empiezan a
entrenarse para la próxima Vuelta a Colombia, todos los
muchachitos de las boticas, las floristerías, las carnicerías y
los graneros. Cruzan como cohetes por las esquinas más
congestionadas y por las vías prohibidas en una bicicleta de
segunda mano, con un retrato de su ídolo en la cachucha y en
la canastica de la cicla una libra de carne o un tubito de pasta
de dientes.
Y así fueron dando la Vuelta a Colombia hasta llegar a
Melgar. De allí sí que salieron con empuje, viendo tan cerca
la meta, tan mejorada la carretera, tan fresquecita la sabana,
tan acogedora la capital. Mientras se acercaban a ésta, sus
habitantes se trasladaron en masa a recibirlos con esta idea
fija: ahora verán lo que es bueno. Aquí los acabamos. En Roma
el pueblo perdonaba la vida a los vencidos cuando habían
peleado con valor: en la Atenas Suramericana rematan al
vencedor...
Los ruteros que pudieron soportar el sol, la lluvia, el
pantano, la arena y ese otro sin fin de elementos que la
naturaleza pródiga brindó a Colombia, se vieron casi vencidos
por la arremetida bogotana. A raíz de tan lamentables sucesos,
la afición de todo el país ha pedido con insistencia que se
suprima a Bogotá de la próxima vuelta. Esto sería un
lamentable error. En lugar de suprimir esta etapa debe dársele
realce y posición, adjudicando un trofeo especial llamado
"Gran Premio Entrada a Bogotá". Esta etapa, naturalmente,
se correrá con casco y coraza y antes de salir los corredores
deben hacer testamento y despedirse del Señor Presidente
como los romanos del emperador: "Los que van a morir te
saludan".
A continuación me voy a permitir recordar algunos sucesos
históricos relacionados con la vida de la capital de la república,
que hacen imperioso que continúe siendo la etapa final de las
carreras en bicicleta.
388
El Periodismo en Antioquia
Don Gonzalo Jiménez de Quesada tenía noticia, entre
otras cosas, de que en algún lugar de las Indias había habido
un cacique que acostumbraba cubrir su cuerpo con oro, y que
luego se bañaba en una laguna, en la cual naturalmente, se
acumulaba el precioso metal, y tomó la resolución firme y
decidida de que nadie sino él encontraría "El dorado", pues
así dio en llamarse aquel fabuloso lugar. Cómo a un hombre
que va buscando semejante cosa se le ocurre treparse a una
meseta, en donde es absolutamente imposible bañarse al aire
libre sin caer instantáneamente muerto de una pulmonía,
mucho más si como dice la leyenda, "el cacique se bañaba al
atardecer", es algo que ningún historiador nos ha podido
explicar todavía. Tal vez el pobre don Gonzalo perdió el tiempo
y no encontró nada por buscar en lugares tan absurdos... Pero
lo cierto fue que fundó a Bogotá, y como era todo un caballero
dejó en la ciudad y en sus habitantes un sentimiento de
respeto por todo lo que fuera noble y caballeresco. Los
bogotanos, por no hacer quedar mal a tan digno señor,
resolvieron quedarse a vivir allá y crear una ciudad famosa
por sus buenos modales, su elegancia y su corrección. La buena
voluntad no les faltó, pero se presentó un enemigo inesperado
y terrible: el frío. El mismo frío que detiene a las puertas de
Moscú y mata lentamente a todos los ejércitos que tratan de
llegar a ella. Los gentiles moradores de la meseta se cubrieron
con mantas primero, luego con sacos y abrigos. Se enguantaron
las manos amoratadas, se hundieron el sombrero, se pusieron
bufanda, anteojos, bigote, todo lo que encontraran a la mano.
El frío seguía igual.
En un frío que los provincianos no podemos comprender,
porque no nacimos en él y no lo tenemos en la sangre, pero sí
que lo conocía Asunción Silva cuando dijo: "Era el frío de la
muerte, era el frío de la nada...", y el frío lo acosó tanto que
enervado, yerto, tiritando, el gran poeta se suicidó. Yo no sé
si con aquella medida logró entrar en calor, pero lo cierto es
que sus coterráneos decidieron seguir su ejemplo y no teniendo
El Periodismo en Antioquia
389
ni el valor ni la locura para suicidarse, arremetieron contra
los demás.
Cuando yo leo en los periódicos que en Bogotá paramó o
que hay una ola de frío, ya sé lo que va a ocurrir: prenden hogueras enormes en los edificios que darán mejor llama, y así
han incendiado, por turnos, los edificios de la prensa de todos
los partidos, en orden y sistemáticamente. El nueve de abril se
mataron los unos a los otros, se dieron un baño en sangre
tibiecita y encendieron tales hogueras que hubo una ola de calor por todo el país. Lo mismo atacan a un boxeador indefenso
y a media noche (1), a un Presidente bien guarnecido en su
palacio (2), o a un estudiante retozón en la calle y a pleno día
(3); donde los coge el frío arremeten. De todo esto se deduce
que para que haya paz y tranquilidad en la República es necesario mantener calientes a los bogotanos. Si se sigue el plan
arriba propuesto, cada año los de la capital pueden salir con el
entusiasmo que demostraron recientemente, y armados de lazos, piedras, botellas, etc., atacar a los ciclistas sin hacerles
daño alguno, pues como queda dicho, estos tienen derecho a
usar armadura. Con esta medida creo que todos quedaríamos
satisfechos, inclusive los corredores, ya que esta etapa final
será la más dura prueba y la ambición de todos.
Ramón Hoyos nos aparece a través de lo que la prensa ha
dicho de él, inclusive en el artículo burlón que le dedicó "Semana", como un muchacho honrado, serio, trabajador, que
ambiciona instruirse, sin vicios ni taras. Pero lo que lo convirtió en el ídolo del pueblo, y lo que motivó el recibimiento
extraordinario que le brindaron las provincias, no fueron esas
cualidades, ni su velocidad en plano, ni el premio por trepar
montañas, ni la organización de su equipo, ni su figura sencilla y simpática, sino su inexplicable y monumental supervivencia a la entrada a Bogotá.
Tomado del libro Entre Nos. 1955.
La Crónica en Colombia: Medio siglo de oro.
Imprenta Nacional de Colombia, mayo, 1997.
390
El Periodismo en Antioquia
GUILLERMO CANO
Mi personaje inolvidable
Yo tengo muy poca memoria. Una pésima memoria, una
memoria torpe. Pero en cambio todo cuanto de inolvidable
ha sucedido en mi vida ha ido a grabarse, para siempre, en el
corazón. Por eso yo no podría decir una fecha exacta, una
hora precisa, en qué lugar y en cuáles circunstancias conocí a
Alvaro Pachón de la Torre, que habría de convertirse a la
vuelta de unos cuantos años - tampoco puedo precisar, ni
tampoco lo quiero si fueron diez o cinco o tres- es uno de
aquellos amigos entrañables e inolvidables que entran a formar
parte del tesoro sentimental que afortunadamente no tiene
precio, ni límite, ni medida.
Alvaro Pachón de laTorre, llegó un día al periódico. Venía
con su paraguas negro -un paraguas inglés-, con su sombrero
encocado y con un traje de impecable corte, con su profunda
sonrisa y con sus bigotes únicos. Yo no conocía a Pachón de
la Torre. Había leído sí, durante la guerra, con la devoción
que en mis años adolescentes despertaban la Francia vencida,
la Inglaterra amenazada, la revista "Contra-Ataque"- y había
encontrado en ella un mensaje emocionado y permanente que
acrecentaba nuestra fe en la victoria final de las democracias.
Pero yo ignoraba quién dirigía la revista. Había también oído
decir en mi casa, en la cual, es fácil suponerlo, se hablaba
mucho de periodismo, de periodistas y de periódicos, que el
día en que estalló la guerra mundial, Álvaro Pachón de la
Torre, que trabajaba en ese entonces en “El Liberal” había
dado la chiva antes, mucho antes que todos los demás
periódicos matinales. Más tarde supe que esa era, y con
justificada razón su más grande éxito periodístico. Aquella
mañana en que estalló la guerra -lo contaban en mi casa-
El Periodismo en Antioquia
391
Pachón de la Torre, escuchando radiodifusoras extranjeras
hasta horas muy avanzadas de la madrugada, cuando ya en
todos los periódicos reinaba ese silencio expectante, palpable,
vivo de las salas de redacción, captó la noticia de que
Inglaterra y Francia estaban en guerra con las naciones del
eje. En cosa de media hora -así lo contaron en mi casa, y
después volvió a referírnoslo Pachón de la Torre- la edición
extraordinaria de "El Liberal" estaba en la calle.
"Contra-Ataque", y una "chiva" eran, en realidad las dos
referencias que yo tenía de Pachón de la Torre. Cuando él
llegó al periódico, estábamos editando en condiciones no muy
fáciles, un magazine -El Espectador Dominical- que por
iniciativa de mi padre y con mi poquísima experiencia,
queríamos convertir en una gran revista al estilo de las mejores
publicaciones norteamericanas.Nosotros preparábamos el
material de El Espectador Dominical, seleccionándolo de
libros y revistas de éxito, y contábamos con la ayuda
esporádica de uno que otro periodista de renombre.
Pachón de la Torre llegó un día al periódico a las nueve de
la mañana -nunca después, y sólo en muy raras oportunidadesllegó a la oficina a una más temprana de la que lo reunió por
primera vez conmigo en la sala de redacción de "El
Espectador".
El magazine por ese entonces, era un apéndice del
periódico. No tenía oficina propia. Todo se preparaba en el
punto de la mesa central de la sala de redacción. Hasta ella
llegó Pachón de la Torre y me entregó un original. Era, no
puede estar seguro, un folletín titulado "El Retrato Macabro".
Era una adaptación suya de una vieja leyenda escuchada en
una de sus muchas aventuras juveniles. Era, como lo fue
siempre todo lo suyo, una página de apasionante interés.
No se trataba de que ese día precisamente hubiera escasez
de material. Lo que sucedía era que el material no era bueno.
Y "El Retrato Macabro", de Alvaro Pachón de La Torre, venía
a darle a la entrega de El Espectador Dominical -quinta o
392
El Periodismo en Antioquia
sexta de su vida- el interés que nosotros deseábamos. Ese día
le pagamos quince pesos a Pachón de La Torre...
Después, cada semana volvió hasta mi mesa. Se sentaba
y charlaba conmigo, comenzaba a abrirse su corazón y a
prestarme una ayuda que siempre habré de considerar
extraordinaria. Los títulos de sus artículos eran llamativos
hasta el asombro. Pachón era no solamente un grande escritor
y un fácil cronista y un ágil comentarista, y un magnífico
periodista, sino un titulador maestro. Y hacer un título y
hacerlo bueno, es algo que vale mucho: sólo los que
trabajamos en los periódicos sabemos cuan difícil es reunir
un lingote donde solo cabe determinado número de letras,
una frase feliz que sea síntesis y expresión exacta del
comentario o del artículo que se escribe.
Paulatinamente Pachón entró a formar parte inseparable
de El Espectador Dominical. Ya no era solamente con la
crónica fantástica, con el toque dramático. Lo era con el
artículo de fondo, con el reportaje de interés. Siempre la misma
paga. Siempre quince pesos. Y siempre una extraordinaria
historia.
Supe más tarde que muchas de las historias publicadas en
Dominical habían sido antes preparadas para la radio por
Pachón de la Torre, para un programa que nunca se efectuó.
Esta era otra arista de su personalidad inigualable. Poseía
Pachón todos los secretos -sin haberlos estudiado, debido
solamente a su intuición excepcional- de la dramatización para
radio. Como el programa se quedó escrito en papeles arrugados
con anotaciones que decían: "Sonido, actor, locutor, música,
efectos", etc., lo redactó nuevamente para revista y así
aparecieron en Dominical durante un año.
En 1948, cuando se fundó El Espectador Dominical,
Pachón de la Torre ocupaba un alto cargo en la Contraloría
General de la República. Al romperse la Unión Nacional, él,
que fue siempre y hasta el último instante un liberal sin
claudicaciones, abandonó su puesto y se retiró a su hogar,
El Periodismo en Antioquia
393
desde donde escribía semanalmente su artículo para el
magazine. No llegó a faltarme una sola semana y de pronto
me sorprendía gratamente al entregarme una traducción de
un artículo sensacional, a veces dos, buscando siempre ofrecer
a los lectores de lo que comenzaba a ser para él algo más que
la revista en la cual publicaban sus escritos, lo mejor y más
selecto de cuanto se escribía en las publicaciones de fuera del
país.
Cuando en 1950 Dominical resolvió dar su grito de
independencia, con la aceptación paternal de El Espectador
que nos ofreció generosamente todas las armas para acometer
la batalla, se resolvió que Alvaro Pachón de la Torre entrara a
dirigir la revista en mi compañía. Desde ese día Alvaro fue
para mí en Dominical y para todos en El Espectador, el
"Doctor Pachoncito"o el "Doctor Tocichompa", como lo
llamaba Darío Bautista, incansable en su tarea de hacer
simpáticos los momentos hasta los más difíciles, a quienes
con él compartimos las tareas del periódico.
Y dejó de ser Alvaro Pachón de la Torre, para
transformarse en el "Doctor Pachoncito", porque desde 1950
Pachón comenzó a llegar todos los días a las nueve de la
mañana para no abandonarnos hasta cuando había caído la
tarde.
Dominical puso piso aparte en 1950. En una pequeña
oficina -que nos costó mucho trabajo conseguir, por la cual
Pachón de la Torre estuvo insistiendo durante semanas ante
los gerentes del magazine y el periódico -Se instalaron Alvaro
y Hernán Merino, descubrimos una mañana, asombrados a
un nuevo Pachón de la Torre, a uno que permanecía inédito
para nosotros, muy distinto a aquel que se presentara durante
todas las semanas de 1948 y 1949 a entregarnos los originales
escritos en una máquina antigua, pulcramente presentados,
sin tachaduras ni borrones.
La primera mañana que trabajó Pachón de la Torre en el
mismo piso en que funcionaban las oficinas de El Espectador
394
El Periodismo en Antioquia
principió todas las actividades. Había traído una secretaria,
Flor Romero, y paseándose como un león enjaulado dentro
de la oficina, comenzó a dictarle mientras traducía un artículo
del "Magazine Digest". Pero no dictaba como todas las
personas que hemos visto dictar: Pachón gritaba. Y frente a
los vidrios de la oficina nos fuimos deteniendo uno a uno a
escuchar. Suponíamos que se trataba de la elaboración de una
proclama patriótica, de un discurso sensacional, de un
documento extraordinario. No. Pachón de la Torre gritaba
dictando las "Diez maneras de curar el cáncer". Desde esa
vez, todos los días desde el lunes hasta el sábado por la
mañana, la voz de Pachón de la Torre, era como el micrófono
que nos anunciaba a todos que Dominical estaba en
elaboración.
De pronto de la misma oficina salían las palabras en tono
muy alto, brotaba inconfundible, fuerte, una carcajada, una
carcajada que nos hizo reír siempre y que hoy al recordarla,
por ser tan suya, por ser una carcajada única, nos arranca un
pedazo de nuestro ser y nos hace brotar una lágrima.
Pachón de la Torre, se reía. Pero no se reía como todos,
como no dictaba como todos. Se reía como si la risa saliera de
una caverna, con una risa que llenaba todo en espacio.
Una persona que se reía como él, le tenía sin embargo un
profundo horror al humor. Al organizarse el grupo de trabajo
de Dominical, Pachón de la Torre quedó encargado de elaborar
semanalmente el siguiente material.
Un reportaje, un artículo, o un folletín con su firma.
Una historia fantástica con el pseudónimo de "El Narrador
Indiscreto".
Dos traducciones, una de tema científico y otra de interés
general.
Un cuento. La sección de humor.
Muchas semanas estuvo riendo Pachón de la Torre,
mientras dictaba las cuatro cuartillas de humor. Pero con el
El Periodismo en Antioquia
395
pasar de los meses, el material se fue agotando y el escritor
perdió el humor. Compraba todas las revistas inglesas y
francesas donde pudiera aparecer un chiste publicable -porque
él decía con sobrada razón que una página de humor en un
periódico o revista es lo más difícil de hacer, y lo es más
todavía en Colombia, porque no se pueden publicar "chistes
verdes", ni chistes políticos, y el humor se nutre de "verdura"
y de "politiquería". Lo encontrábamos en la oficina nervioso,
fumándose en menos de una hora más de diez cigarrillos "Kool" últimamente porque la garganta ya no resistía el
"Marlboro" que fue su cigarrillo preferido hasta 1950revisando página por página "Coronet", "womans", "Readers
Digest", "Paris Match", etc. Y de pronto estallaba. El humor
se le había ido al hígado.
Yo prefiero -decía- escribir cuatro artículos que una
columna de humor.
Pero como en las revistas tienen que salir las páginas de
humor, ésta aparecía en Dominical, llevándose cada semana
un poco del sistema nervioso de nuestro Pachón de la Torre.
Generalmente comenzaba a preparar el número de
Dominical, los viernes de la semana anterior a su aparición.
Entregaba en primer lugar el cuento y profesaba una marcada
simpatía en este género por los cuentos macabros y de
fantasmas.
-Eso es lo que le gusta a la gente- decía cuando yo me
mostraba algo reservado en publicar un cuento en que se
cometían más de dos crímenes, y en que una serpiente -para
completarlo todo- picaba a un niño en el rostro.
El sábado traducía de una revista extranjera el artículo de
medicina. Pachón de la Torre no hacía una traducción literal.
Por el contrario, le imprimía al artículo algo de su estilo, creaba
un artículo de donde ya existía otro. No consultaba el
diccionario, sino en muy contadas ocasiones y en los artículos
de medicina -que escuchaba dictar Merino desde su mesa de
dibujo con una mal contenida preocupación por las dificultades
que el tema presentaba para ilustrar un hígado lleno de
396
El Periodismo en Antioquia
cálculos- a veces agregaba algo de lo que se había podido
informar en otros "ambientes".
El lunes estaban listas las dos traducciones. Y le tocaba el
turno al "Humor", y por eso el lunes y el martes eran los días
del mal humor. Nunca un mal humor desagradable. Apenas
un mal humor que se reflejaba en el cenicero, más lleno de
colillas que en los días corrientes.
El miércoles comenzaba su artículo, el artículo de fondo,
el artículo firmado.
Entonces ocurría un fenómeno. Pachón de la Torre no
podía comenzar a escribir antes de tener listo el título. Muchas
veces, por las urgencias técnicas del periodismo, me tocaba
solicitarle los miércoles por la mañana el título del artículo.
Lo hacía por teléfono. No quería ver en su rostro la
preocupación tremenda que le causaba tener que darme un
título anticipado, un título que no lo hiciera feliz.
A veces entraba a la oficina apresuradamente u se sentaba
frente a la máquina y por una vez hacía de mecanógrafo y
copiaba un título: "El Viaje de la Ostra hacia la Perla".
Acababa de regresar de Cuba. Y me confesó que todo el
viaje de regreso -cerca de ocho horas en avión- había estado
pensando un título y que la noche anterior no había dormido.
Pachón de la Torre era un hombre que se desvelaba por un
título.
Nunca pude conseguir que me entregara su artículo a
tiempo. Dominical, como cualquier periódico o revista, tiene
una hora cero. La hora cero de Dominical son las doce del día
jueves. Pachón de la Torre entregaba la última cuartilla, sacada
con cuenta gotas a las cinco de la tarde.
Desde las ocho de la mañana de los jueves -únicos días en
que llegaba antes de las nueve- comenzábamos a pedirle el
artículo, primero yo, más tarde Agustín Rodríguez, jefe de
armada y finalmente pulido, nuestro "malacate" quien insistía
cada media hora. Pachón de la Torre acababa a las cinco de la
tarde materialmente deshecho y bajaba sudoroso a la máquina,
donde lo esperaban linotipistas, aramadores y prensistas, y el
El Periodismo en Antioquia
397
mal humor de todos desaparecía como por encanto a su sola
risa tímida de culpable. Entonces recorría los linotipos en
busca de los originales. Le encantaba que fuera Maldonado el
que levantara sus artículos. Y el secreto, según lo dijo mil
veces, era que Maldonado le corregía los errores a la
mecanotaquígrafa que, por la urgencia de las horas, copiaba
apresuradamente. Si Pachón de la Torre encontraba el original:
Vurro, escrito así, exclamaba:
-Qué muchachita tan burra-. Pero no con dureza. Con
cariño. Supo ser el patrón y el amigo, primero de Flor Romero,
y ahora hasta el sábado, de Ligia Romero. Ambas sabían que
sus explosiones de nervios eran pasajeras y que su carácter,
en el fondo, fue siempre cordial.
Un día varios empleados del periódico se sacaron la lotería.
Pachón de la Torre, en cuanto se informó del golpe de suerte,
nos reunió a todos los de Dominical en la oficina y nos contó
que una noche se había soñado el número 2345 de la Lotería
de Cundinamarca. Propuso que adquiriéramos ese billete
semanalmente y para tal efecto obtuvimos de don Nazario la
promesa de separarnos cada lunes el 2345.
Pasó la primera semana y nada. Y la segunda y tampoco.
Y la tercera, y cuarta y la quinta. Escamados todos sus
compañeros le pedíamos el favor de que nos asegurara que
ese número era realmente el que se había soñado. El se
mantenía firme. El cinco, como terminación de Lotería, ha
salido dos veces, en dos años que llevamos comprando el
billete. Hace pocos días, otro lunes en que no ganamos nada,
le dije: - Pachón de la Torre: No te has soñado otro número?
Y me respondió: -Creo que me equivoqué. Ese número en
verdad no me lo soñé yo. Se lo soñó hace mucho tiempo mi
madre. Y se lo soñó al revés...
En los periódicos se corre contra los relojes. Pachón de la
Torre, sin embargo, no padecía como nosotros, de esa
esclavitud nerviosa de los horarios. Llegaba a las nueve de la
mañana y cuando se le hacía ver que era muy tarde para
entregar un original, respondía:
398
El Periodismo en Antioquia
- No hay agua caliente en casa.
Pachón de la Torre no podía salir de su hogar si no se
bañaba con agua caliente. Y no llegó a montar nunca en bus.
Iba en taxi desde "El Espectador" hasta su casa, que quedaba
situada, en 1950, en la calle 14 con carrera 5a. Cuando se
pasó a Chapinero contrató un taxi que lo recogía siempre frente
a su casa a las ocho y cuarenta y cinco minutos.
Nunca viajó en bus, pero nunca tampoco dejó en casa el
paraguas y el sobretodo.
- Sí vivía y vestía como un oligarca. Pero cuando los jueves
ya estaba cerrado Dominical, se quedaba charlando un rato
en el taller de máquinas y entonces me contaba que él se
había fugado de su casa y había ido a parar a Nueva York,
donde lavó platos en un restaurante "automático".
Cuando me relataba esas cosas, yo le decía en son de
broma, que escribiera un artículo que se podría titular "Yo
conocí a Alvaro Pachón de la Torre" "Por el Narrador
Indiscreto". Y entonces se reía. Pero nunca quiso hacer esa
biografía que hubiera sido hoy para nosotros un documento
humano inestimable.
Pachón de la Torre tuvo siempre una dificultad insuperable
para leer al revés. Y en los periódicos, en la armada, se necesita
saber leer al revés. En los momentos angustiosos del cierre
de la edición, se volcaba sobre las platinas en un intento
desesperado por leer lo que decían títulos y texto. A veces yo
ya me había ido del periódico, había dejado cerrada la edición
de Dominical, y él quedaba aún en los talleres manchando de
tinta su vestido de paño inglés.
Por la mañana, al día siguiente, me llamaba: -"Te salvé de
una metida de pata. Habías puesto mal el lingote que señalaba
la continuación de mi artículo en la página 33". Había durado
leyendo el lingote cerca de media hora. Pero en realidad me
había salvado de "meter la pata". Y eso lo hacía gozar
insospechadamente.
Pachón de la Torre conquistó en todo el personal del
periódico una admiración, una amistad y una simpatía
El Periodismo en Antioquia
399
superiores a todo cuanto podríamos expresar con las palabras.
Desde las altas esferas directivas hasta el más modesto de
nuestros trabajadores, encontrábamos en Pachón de la Torre
un oasis de bondad. Por eso, porque nunca llegó a negarle a
nadie ni su palabra, ni su saludo, ni su consejo, a él íbamos
todos unas veces en busca de ayuda, otras a hacerlo víctima
de nuestras bromas. Nunca una persona recibió tantas, ni
nunca supo aceptarlas más gallardamente. Era que en Pachón
de la Torre sobresalía la caballerosidad y con la infinita bondad
de su corazón amable, sabía perdonar los errores de algunos y
recoger los sentimientos nobles de los otros.
Y si Pachón de la Torre fue para Dominical una inyección
de optimismo y de vitalidad, para todos sus compañeros de
trabajo fue la barrera que contenía nuestra desesperación y
nuestros desfallecimientos.
Y se preocupaba por las cosas grandes de la patria y por
las cosas pequeñas. En el deporte fue siempre un "hincha
radial" furibundo, que se sentaba los domingos en la sala de
su casa, en bata y con pantuflas, a escuchar uno por uno todos
los partidos de fútbol que se efectuaban en el país. No pudo
nunca tener simpatía por "Millonarios" y, en cambio admiraba
la escuela brasileña hasta lo increíble. Cuando yo regresé de
París, después de tres meses de ausencia, completamente
desadaptado de lo que sucedía en el campo deportivo, fue a
visitarme a mi casa el domingo por la tarde y sintonizamos la
radio.
Los locutores decían nombres de jugadores que yo
escuchaba por primera vez. Pachón de la Torre me iba
diciendo:
-Ortega del "Sporting", alero izquierdo. Cerloni del
"Sporting", interior. "Manco" Gutiérrez del "Pereira".
Sabía todos los nombres y los puestos de cada uno de los
jugadores de los 16 equipos profesionales y si un locutor decía
por ejemplo, que "pibe" Ortega corría por el ala derecha,
estallaba nervioso: "No puede ser...el "pibe" Ortega es
400
El Periodismo en Antioquia
izquierdo...". Siempre apostaba al fútbol y siempre perdía.
Lógicamente. Porque siempre apostaba contra "Millonarios".
Cuando ocurrieron los sucesos del seis de septiembre y yo
tuve que abandonar la co-dirección de Dominical, Pachón de
la Torre se quedó solo. Y entonces hube de asistir una vez
más a otra de sus grandiosas transformaciones. Ahora ya no
solamente escribía. Ahora armaba. Se lanzó con la misma
valerosa impetuosidad de siempre, al laberinto de la
composición tipográfica, y sentía yo un profundo dolor cuando
a las nueve de la noche de los días jueves lo veía subir a los
talleres, manchada la cara de tinta y el vestido de grasa. Y
entre los bolsillos, al lado de un paquete de cigarrillos "Kool",
prácticamente concluído, aparecían clisés, originales arrugados
y hasta una interlínea, en mezcla exótica y risible. Pero Pachón
de la Torre había cerrado una edición más de El Dominical,
aunque su temperamento nervioso hubiera sufrido el desgaste
de varias horas inenarrables.
Porque Pachón de la Torre era un hombre desmedidamente
nervioso. Su última semana de vida, fue por ejemplo, un
martirio. Por cuestiones de organización interna y debido al
día de fiesta incrustado en mitad de la semana, la edición
hubo de ser adelantada y se debía editar el miércoles por la
noche. A don Enrique Santos, Calibán, le había solicitado
Pachón de la Torre unas declaraciones que el gran periodista
ofreció para el martes en la tarde. No pudieron estar listos y
entonces a Pachón de la Torre le temblaba esa tarde hasta la
risa. La mañana siguiente llegó desacostumbradamente
temprano, a las siete de la mañana, y escribió en la máquina
hasta cuando lo llamó la secretaria. Luego trabajó todo el día
y llamó cien veces a la censura, y bajó a las máquinas y revisó
las páginas y se quedó media hora leyendo el lingote que decía:
"Continúa en la página 33". Y cuando estuvo concluído,
finalmente, volvió a reír con amplitud, con su carcajada
profunda. El reportaje con Calibán era el primero de una serie
en la cual Pachón de la Torre había puesto todas sus ilusiones.
Iba a seguir esta semana con la semblanza y reportaje de
El Periodismo en Antioquia
401
Eduardo Zalamea Borda. Y en la próxima con la de Lucas
Caballero. Y después con la de Agustín Nieto, la de Manuel
Mejía, etc. Se frotaba dichoso las manos. Como lo ví
frotárselas cuando a su oficina llegó una vez un hombre
desconocido que comenzó a contarle la historia de su vida.
Antes, mucho antes de que terminara la entrevista, se había
escapado un momento hasta donde mí y me había dicho:
"Tengo la "chiva". Una serie que se va a titular "Yo serví a
Stalin y perseguí a Mussolini".
La serie fue sensacional. Y esa vez, seguramente, Pachón
durmió tranquilo porque el título estuvo listo muchos días
antes de que escribiera el artículo.
Preparaba otra serie sobre las esmeraldas, llena de historias
de fatalidad, de leyendas fantásticas, de asuntos
trascendentales, de aspectos apasionantes. Cabía tanto en su
imaginación fecunda!.
Pero esa imaginación fecunda y esa inteligencia
especialísima, y esa capacidad de trabajo, y esa adaptación
rapidísima a todos los medios -escribía un artículo, una nota,
un editorial, una necrología y una crónica social, con la misma
buena voluntad y con el mismo acierto que planeaba
tipográficamente una página del magazine- se han quedado
fatalmente truncas. Y como si él hubiera tenido un trágico
presentimiento de lo que le iba a ocurrir, en su serie de
"Monserrate a Montparnasse", con título muy suyo, muy
característico, se apresuró a denunciar a la muerte en estas
palabras, que por una rara coincidencia, se grabaron
indeleblemente en mi poca, en mi pésima, en mi torpe
memoria: "Dentro de los designios inescrutables que rigen el
curso de la frágil vida, convirtiendo en ocasiones al hombre
en un simple juguete de los caprichos del azar, ninguno tan
extraordinario como ese que le depara a todo ser humano,
por humilde que sea y en contraste con la mediocridad de la
rutina o con los sinsabores de la lucha, su momento estelar;
ese minuto de la cenicienta convertida en princesa bajo el
golpe de la vara mágica; o el del paralítico que sometido al
402
El Periodismo en Antioquia
tratamiento de la droga milagrosa, se levanta y camina; o mejor
aún el instante feliz en que el inexperto adolescente descubre
deslumbrado todo el maravilloso misterio del amor.
Esa sensación de deslumbramiento y de milagro al alcance
de la mano, fue la que me invadió, conmoviéndome y
anonadándome, hace 20 días, cuando mi buen amigo don Juan
Manuel Pradilla, jefe de relaciones públicas de la Air France
en Colombia, me informó que la poderosa empresa de
navegación aérea que representa había tenido la gentileza de
incluir mi nombre en la lista de invitados que habían de viajar
a bordo de uno de sus ultramodernos "Constellations" en el
vuelo inaugural del servicio Bogotá, Caracas, París. A esa
amable y, desde todo punto de vista inmerecida invitación,
debo la más extraordinaria de las experiencias en mi agitada
vida de periodista, y diez días de aventura incomparable en el
miliunachesco país de los sueños; de la belleza, del arte, de la
gracia perfecta y el encanto infinito, y de dos mil años de
civilización.
Hasta ese momento la existencia proseguía su curso de
arroyo manso, ensombrecida a veces por las nubes de la
tormenta, pero encerrada en el cauce de la faena diaria y hé
aquí que de pronto topaba en su camino con la piedra de la
fortuna que la proyectaba hacia lo alto, haciéndola saltar en
surtidor iridiscente de espumas y cristales, penacho de arco
iris bajo el beso del sol.
En peregrinación atropellada y febril surgieron del
subconsciente y me rondaron el cerebro los sueños de la
juventud, las ilusiones tantas veces alentadas y frustradas que
ahora iban a convertirse en realidad esplendorosa y al escuchar
las palabras del amigo no podía dar crédito a mis oídos. Esa
patria espiritual a que pertenece todo el que ha leído un buen
libro o ha admirado el rostro indefinible de la belleza copiado
en el claroscuro de los lienzos o en los contornos delicados y
perfectos de mármoles y bronces, me iba a recibir en su seno
perfumado y dulce, colmando para siempre las inquietudes
de mi espíritu.
El Periodismo en Antioquia
403
El hada madrina con la estrella en la frente me esperaba
al otro lado del Atlántico, como espera la flor a la crisálida
que abandona su cárcel para convertirse en mariposa.
A la premonición del gozo por cumplirse, aunábase en mí
una sensación indefinible de zozobra y de temor. Surgiría a
último momento, como otras tantas veces en la vida, el inconveniente inesperado, la dificultad insuperable que hiciera
estallar en la nada a la burbuja de la ilusión; que echara por
tierra mi castillito de naipes? Recordaba entonces, aquel apólogo que sirvió de argumento para una de las primeras películas de Carlitos Chaplin: el del niño huérfano que, recluído en
un asilo y después de haber sufrido las burlas y los golpes de
las celadoras todo el año, esperaba anhelante la distribución
de dulces y juguetes la noche de Navidad, escogiendo entre
todos esos obsequios una dorada y fragante manzana, y cuando
ya la tenía en la temblorosa mano y la acercaba a sus hambrientos labios, escuchaba a su espalda la voz de la superiora
que le decía: "Charlie deja esa manzana: este año no hay regalo para tí porque te has portado muy mal!". Pero a mí nada
ni nadie podría quitarme la manzana de mi jardín de otoño,
no obstante lo cual el proyecto del viaje continuaba siendo
un sueño que sólo vi convertido en realidad el viernes 16 de
enero, cuando a bordo del "Constellation" de la Air France
dejé atrás el familiar paisaje de la Sabana para remontarme
hacia el espacio infinito, a la conquista de lo que hasta ayer
parecía un imposible, mientras en el retardado reloj de mi
vida vibraban gloriosas y profundas las 12 campanadas de la
felicidad.
Pachón de la Torre nos estaba diciendo que París había
colmado un nuevo capítulo de su vida. Casi, casi nos decía
que ahora podría morir tranquilo. Ojalá ese viaje se hubiera
retrasado para siempre y entonces tal vez, el curso del destino se habría torcido, y en las oficinas de Dominical estaríamos escuchando otra vez la risa maravillosa de Alvaro Pachón de la Torre, mi personaje inolvidable...
404
El Periodismo en Antioquia
MARIO ESCOBAR VELÁSQUEZ
Fernando González,
el hombre y el mito
No sabríamos definir a Fernando González. Para nosotros es
más que un filósofo, porque, a más de sentir, de elucubrar o
de recibir las ideas, las vive. Tal vez la mejor definición que
de él pudiéramos dar sería la de decir que Fernando González
es un Hombre, así con mayúscula, si entendemos que un
Hombre es algo más que la estructura corporal, un ser que
vive en función de eternidad, un algo que se ha hecho, que ha
sabido darse sus leyes y sus preceptos, que ha sabido fijarse
de antemano una noción propia del mundo con todos sus
atributos; en fin, un ser que se ha hecho su camino propio, y
que no ha seguido caminos trillados, que no acepta una idea
sin examinarla, juzgarla, pesarla, en otras palabras un ser que
ha querido, de algún modo, ser la eternidad de la idea.
Canijo y desgarbado, Fernando González trasuda por todo
él, pero en especial por los ojos, por la muy escasa sonrisa y
por el amplio litoral de las manos, una fuerza casi desconocida
en nuestro medio: personalidad. Hombre para nosotros, no
importa cuán equivocados estemos, sigue siendo
Personalidad; y, corolario magnificante, quien dice entre
nosotros personalidad está trazando un sinónimo de Soledad.
Diremos pues que Fernando González es un Hombre, es
una Personalidad o es una Soledad. En el individuo, esta
trilogía es una sola cosa.
***
Lo conocíamos por sus libros, le habíamos observado en
la calle, en el bus. Vive metido dentro de su cerebro, lo mismo
El Periodismo en Antioquia
405
en la vida que en los libros. De tant0 escucharse interiormente
ha terminado por oír poco lo físico. En la calle no le sobra un
gesto, y en los libros una palabra. Las oraciones salen fáciles,
pero escuetas, medidas. Las frases son cortas, y las premisas
de los silogismos que establece o analiza son tajantes, sin
extensión. Se creyera que no escribe para iniciados sino para
maestros, si no supiéramos que escribe para sí mismo, para
medirse y jalonarse, para definirse a sí mismo los sucesivos
Fernandos González que cada minuto, es decir cada
pensamiento, le trae o le descubre.
De él se dicen mil cosas en la calle, entre otras que "no
tiene pelos en la lengua". Cuando expresamos la idea de
preguntarle algunas cosas para Lanzadera, se nos anunció un
fracaso, porque él no concede reportajes. De yapa, se nos dijo,
textualmente, que "recibe una sacudida de polvo en las
posaderas anímicas quien vaya a perturbarle con
imbecilidades, y para él las cosas comunes son eso
precisamente".
No importa, dijimos. Si Fernando González es el Hombre
que hemos conocido en sus libros, tendrá lo que tienen todos
los Hombres, sin excepción: comprensión sublimada. Y
entonces comprenderá nuestros moceriles arrestos. Y no nos
equivocamos.
Quiso ver las preguntas que llevábamos preparadas, y con
una amplia sonrisa nos dijo sin decirlo (en la sonrisa, en el
gesto, en todo él) que rehusaba contestar preguntas alrededor
de él mismo. Le formulamos entonces las siguientes:
1. ¿La carencia de dinero atenta contra la obra del escritor,
o más bien la estimula?
2. ¿Ha dado América algún valor positivo (en las letras,
artes, etc.), o por el contrario, como afirma Papini, nada ha
producido?
3. ¿Sigue siendo Bolívar un hombre cósmico, o es un
genioide libidino como asegura Madariaga?
4. ¿Debe la admiración ser para las ideas, o para el autor
de ellas?
406
El Periodismo en Antioquia
5. ¿Porque lo atenaza un dolor, debe el filósofo dejar de
filosofar?
Nos respondió así, previo el siguiente preámbulo:
Preámbulo
"El hombre es histórico, es decir sucesión de
acontecimientos que la conciencia enhila; a un mismo tiempo
esa conciencia, con el nombre de Yo deviene, al sucederse el
mundo de cada uno.
Filosofía es la actividad humana mediante la cual cada
hombre padece y medita su propia historia, y expresa con su
cuerpo actitudes, y con todo, sus actividades la resultante de
este proceso vivo.
Por consiguiente, todos somos filósofos. Podemos ser
ignorantes, pero todos filosofamos o expresamos nuestra
vivencia.
No hay que confundir la filosofía con las ciencias, con la
lógica, con la crítica, etc.
Y cómo explicar la solemne serenidad de algunos, la trágica
angustia de otros, la miseria de muchos? Ahí está el quid…
Se trata de la GRACIA.
¿Y qué es la gracia? No puede definirse con palabras. Es
inefable. Bregaré, no obstante, por indicar algo de ella.
Consiste, según Jaspers, en la comunicación con lo
circunvalante o con el ser.
Por sus sentidos, por su razón o inteligencia, el hombre
está ubicado en el tiempo y en el espacio, en lo fenoménico.
Por la GRACIA está en la eternidad.
Cuando Cristo dijo a Nicodemus que era preciso renacer
en otra vez, con lo que se refirió a la vivencia de lo
circunvalante: que sólo en el instante que uno tenga la vivencia
de la eternidad se le abrirán las puertas del Reino".
Padezco, pero medito. Únicamente el que viva esa frase,
está en el camino de la luz.
El Periodismo en Antioquia
407
***
Ya puedo, don Mario, responder algo a sus preguntas,
previo lo anterior.
1. ¿La carencia de dinero atenta contra la obra del escritor,
o más bien la estimula?
-La carencia de dinero es una circunstancia para la
conciencia: según la padezca y asimile y reaccione ante ella,
será causa de empequeñecerse o agrandarse. Pero pobreza,
riqueza, amor, ira, lugar y modo, por sí solos nada pueden.
Todo lo que se dé a uno que haya renacido, será causa de
mayor intimidad con la eternidad, y será causa de oscuridad
para los que viven apenas en lo fenoménico. La pobreza le
cortará las alas y la riqueza le estimulará su euforia de animal
racional.
El hombre es algo más que todo lo que podemos imaginar,
pero tiene que aparecer como tal mediante la experiencia de
este universo mundo. Milicia es la vida del hombre. (Job).
2. ¿Ha dado América algún valor positivo (en las artes,
letras, etc.), o por el contrario, como afirma Papini, nada ha
producido?
3. ¿Sigue siendo Bolívar un hombre cósmico, o es un
genioide libidino como asegura Madariaga?
-América no ha dado hombres que tengan conciencia de
eternidad. Don Simón Bolívar es su espíritu más alto, pero no
tenía esa conciencia. Su espíritu aún estaba en la sociedad,
en la gloria humana. Fuera de él no se ven sino lugareños,
inteligentes e imaginativos muchos de ellos.
En Estados Unidos de Norteamérica han vivido y actuado
muchos grandes emigrados de Europa; el yankee es infantil
aún.
4. ¿Debe la admiración ser para las ideas, o para el autor
de ellas?
-Las ideas nada valen sino en cuanto sean una vivencia.
No hay ideas sino existencia, por lo menos en filosofía. Los
408
El Periodismo en Antioquia
héroes valen por la lección que dejaron en sus vidas. Cristo
no escribió. Tampoco Sócrates. El Evangelio de Cristo es su
vida. Lo más valioso en el universo es una vida heróica.
5. ¿Porque le atenaza un dolor, debe el filósofo dejar de
filosofar?
-Si alguien se aminora y huye por un dolor, por la muerte
de alguien o de algo, o por la imaginación de su propia muerte,
no ha renacido. Puede ser un gran científico, pero no tiene
parte en lo Circunvalante.
***
Después nos fuimos, con la certeza de haber conocido
por lo menos un Hombre. Lástima que se nos vaya. En cierta
manera era un consuelo saber que en alguna parte de este
Valle de Aburrá moraba Alguien, había una fuerza…
Le pedimos un retrato para publicarlo con estas líneas, y
nos entregó el que aparece arriba, el último de los que le han
tomado, hecho para el pasaporte: hasta en él se respira
personalidad.
Para terminar, una frase trivial: teníamos una pregunta,
que no respondió, como todas las que versaban sobre él, y
reza: ¿Cuál considera su obra más acabada? Queremos
nosotros responder a esa pregunta: La mejor obra de Fernando
González es Fernando González. Y que nos perdone la
Originalidad esta frase de cajón, pero la frase de cajón también
define, señores reporteros.
Lanzadera. Medellín, julio 24 de 1954
El Periodismo en Antioquia
409
CLEMENCIA HOYOS DE MONTOYA
Recuerdos de la
muerte de Eva Perón
Ya no puede dudarse que "Evita" al morir arrastró consigo al
peronismos y a su creador Juan Domingo Perón, astro falso
que brillaba por reflejo con el resplandor de su esposa,
verdadera estrella del peronismo. La mística que despertó entre
los "descamisados" argentinos esta mujer inmensamente
amada por "su pueblo", por sus "descamisados" o sus
"grasitas", como ella solía llamarlos, y profundamente odiada
por sus opositores, está a la vista. Quizás mujer ninguna en el
mundo ha sido más cruelmente discutida ni ha alcanzado por
sí sola mayor cumbre, ni ha tenido la suerte de morir en todo
el apogeo de su gloria. Tal vez Perón cambiaría la Cañonera
paraguaya donde se asilara y su enorme equipaje de
desengaños, por la tumba de Evita.
Ya las "8 y 25" no tendrían valora alguno en Argentina.
El reloj del Ministerio de Trabajo y Previsión Social habrá
continuado la marcha que interrumpiera el 26 de julio de 1952
a las 8 y 25 para recordarle constantemente al pueblo la hora
en que Eva Perón "pasó a la inmortalidad". El caudillo
presentía que la muerte de Evita implicaría la del peronismo
y en realidad este acontecimiento fue el principio de su fin.
Por algo al pueblo argentino se le ocultó su enfermedad y los
descamisados fueron engañados hasta el último momento.
Mientras moría lentamente en la residencia presidencial,
incluso en los días de su agonía terrible, tanto la prensa como
la radio del Estado daban boletines médicos cada vez más
lacónicos. Dos días antes de su muerte, por ejemplo, se decía:
"Los médicos que asisten a la señora Eva Perón han resuelto
que la señora guarde completo reposo; por tal motivo la ilustre
410
El Periodismo en Antioquia
enferma tendrá que permanecer por algunos días en el lecho",
y el 26 de julio a las 8 y 25 de la noche, cuando se produjo el
deceso reinó el más completo desconcierto. Hombres, mujeres
y niños, a pesar del frío del invierno se botaron a las calles y
se agolparon frente a la residencia presidencial. Lloraban y
rezaban en voz alta. Las mujeres sufrían desmayos. En las
calles y plazas se improvisaron altares con retratos de la extinta,
cintas negras, la bandera nacional y velas encendidas, y de
rodillas frente a éstos la gente oraba. Durante la noche todas
las farolas del alumbrado público fueron cubiertas con
crespones negros, así la ciudad tenía un aspecto tétrico y
macabro que duró los quince días de la cámara ardiente.
Se ha dicho que de lo sublime a lo ridículo no hay sino un
paso y esto tuvo su más perfecto cumplimiento en los días
que siguieron a la muerte de Eva Perón. Se le rindió un
homenaje póstumo sublime, apoteósico. La ofrenda floral no
tiene antecedentes en la historia ni volverá a repetirse. Todas
las flores de la Argentina fueron para ella. Las más hermosas,
entretejidas en las más diversas figuras, cubrieron el Ministerio
de Trabajo y las calles adyacentes. Recuerdo al respecto una
figura en flores que simulaba un reloj marcando las 8 y 25.
Pero no se detuvo el peronismo en la sublimidad del homenaje
sino que transpuso la frontera que lo separaba del ridículo,
pues sus dirigentes y altos empleados oficiales, en competencia
de adulación, se dedicaron a lanzar una serie de decretos y
disposiciones estúpidos. El Jefe del Estado rompió fuegos
decretando tres días de duelo nacional durante los cuales ni
siquiera los mercados, ni las agencias de leche, ni los
restaurantes abrieron sus puertas desde el domingo, día
siguiente al de la muerte, a las diez de la mañana, hasta "la
hora cero" del miércoles. Las gentes que no estaban preparadas
para tal absurdo, tuvieron que afrontar serias dificultades
durante estos días. Yo, que el día 26 de julio, ignorante de lo
que pasaría me había trasladado de Buenos Aires a la ciudad
de La Plata y a mi regreso no escuché programas radiales,
sólo me enteré de la muerte de la primera dama a las 7 de la
El Periodismo en Antioquia
411
mañana del domingo, cuando al asomarme al balcón me
encontré con el espectáculo de las farolas enlutadas a todo lo
largo y ancho de la avenida Callao, donde residía. Un poco
más tarde me enteré del famoso decreto y haciendo un turno
enorme, logré hacerme a unos escasos víveres. La leche,
transportada en carros de bestia, se vendía en las calles, no
era pasteurizada y dos o tres horas después se alteraba. Los
niños de Buenos Aires tuvieron, pues, que sufrir hambre a
pesar de que por todas partes se leía este slogan: "En la nueva
Argentina de Perón los únicos privilegiados son los niños".
Más tarde se leyó en la radio del Estado un decreto por medio
del cual se prohibía a las estaciones radiales transmitir avisos
comerciales durante nueve días, y mientras la señora de Perón
estuviera en capilla ardiente deberían transmitir música de
cámara exclusivamente. Al reanudar los programas
comerciales, los anunciadores deberían hacerlo con "voz grave
y severa". Una disposición secreta de la C.G.T.
(Confederación General de Trabajadores) obligaba a todos
sus afiliados (seis millones) a desfilar ante el cadáver de Eva
Perón. Con tal fin gratuitamente se movilizaron todos los
peronistas del interior del país, que tendrían, como siempre
que se concentraban en Buenos Aires, alojamiento gratuito
en los hoteles, los cuales estaban obligados en estos casos, a
recibir determinado número de peronistas. Por este motivo
algunos de los hoteles se vieron precisados a cerrar sus
comedores, pues no todos estaban en condiciones de atender
gratuitamente durante dos o tres días y varias veces al año a
todas las personas que el gobierno les asignara.
Las calles vecinas al Ministerio de Trabajo y Previsión
Social, donde tenía lugar el velatorio de Eva Perón, fueron
cerradas al tráfico vehicular y sólo se tenía acceso a ellas con
salvoconducto, con el fin de facilitar la entrada a las
interminables filas de gente que para poder llegar hasta el
féretro de gastaban alrededor de catorce horas. Bajo la lluvia
y con el intenso frío del invierno, este pueblo peronista, movido
a la manera de marionetas por el señor José Espejo, secretario
412
El Periodismo en Antioquia
en ese entonces de la C.G.T., aguantaba con resignación las
inclemencias del tiempo para darle el último adiós a la
"señora". Evita era para ellos "abogada de los pobres", "madre
de los desamparados", "consuelo de los afligidos" y "el hada
buena Argentina".
En atención a los accidentes presentados por motivo del
hambre, en cocinas motorizadas el ejército repartía alimentos
en las filas y así se logró hacer más soportable la larga espera.
Se distribuyó consomé, sandwiches, empanadas, pizzas,
frutas, dulces, leche y mate. Vendedores ambulantes ofrecían
día y noche a la venta "La Razón de Mi Vida" que todos los
peronistas leyeron con avidez mientras guardaban el riguroso
turno. Los primeros días, por falta de organización, arrojaron
un saldo de catorce muertos y dos mil heridos en accidentes
de aglomeración. Una de las víctimas fue el General Vaca, de
renombre en el ejército.
Aunque ideológicamente distanciada de Evita, como
turista curiosa quise verla y logré entrar al Ministerio de
Trabajo y Previsión Social sin someter me a las
incomodidades del turno porque una enfermera de la
"Fundación Eva Perón" me acompañó y me hizo pasar como
accidentada ante los militares que hacían la guardia, mientras
mi esposo, acompañado por un militar, entraba en atención
a que era un médico colombiano que deseaba ver a la señora
Perón.
La cámara mortuoria era un espectáculo solemne y profano.
En la parte alta de la majestuosa rotonda lucían crespones
negros, y artísticamente distribuida invadía el recinto la
copiosa ofrenda floral. Un equipo de granaderos hacía guardia
de honor. Hombres, mujeres y niños desfilaban silenciosos y
cabizbajos; los más fanáticos sollozaban. Los hombres
llevaban corbatas negras y cintas de luto en el brazo. Las
mujeres, sin excluirme a mí, íbamos rigurosamente enlutadas.
Aquello era un verdadero santuario laico y al centro, como
sagrario, hallábase el catafalco que guardaba la estilizada figura
del ídolo peronista.
El Periodismo en Antioquia
413
Evita era bella y la muerte no empañó este atributo; tenía
discretamente maquillado el rostro, las manos alargadas, de
blancura impresionante, con las uñas pintadas de rojo,
sostenían una camándula de nácar; vestía túnica blanca de
satín y cubría la cabeza una mantilla española, blanca también,
que caía sobre la frente. A un lado del féretro dos enfermeras
provistas de algodones y desinfectante limpiaban la tapa del
vidrio de la caja mortuoria, donde cada persona al pasar debía
depositar un beso, pues las enfermeras repetían en voz baja:
"El beso, el beso". Algunas mujeres más sensibles sufrían crisis
nerviosas y desmayos. Reinaba una atmósfera de Viernes
Santo, tal era el silencio y la unción con que se entraba al
recinto. La ceremonia del beso me recordaba la adoración de
la Santa Cruz que practicamos los católicos en la tarde del
Viernes Santo.
El Presidente Juan Domingo Perón, quizás previendo su
caída, quiso enterrar a Evita en la Catedral, al lado del General
San Martín, pero no le fue concedido el permiso, lo que
contribuyó al enfriamiento de las relaciones entre Perón y los
altos jerarcas de la Iglesia. El presidente tenía razón en buscar
para tumba de su esposa un lugar seguro, pues cuando se
hablaba de que sería depositada en la C.G.T., mientras se
levantaba en la Plaza de Mayo el gigantesco monumento
donde reposaría definitivamente, las personas opuestas al
gobierno murmuraban: "Que la entierren en la Plaza de Mayo
para barrer con su cadáver a Buenos Aires el día en que el
peronismo se derrumbe". Respecto a la conservación del
cadáver se decía que para ello habían llegado con anticipación
a la muerte dos embalsamadores japoneses. Eva Perón fue
velada dos días en el Congreso y luego, al decimoquinto de su
muerte, depositada en la C.G.T., como ella lo había pedido,
pues quería que después de su muerte se le dejara al lado de
los trabajadores. Del Ministerio de Trabajo al Congreso y de
éste a la C.G.T. fue trasladada en la cureña de un cañón, honor
que solamente se dispensa a los presidentes cuando mueren
en el ejercicio del cargo. Los actos de traslado constituyeron
414
El Periodismo en Antioquia
desfiles gigantescos organizados con máxima solemnidad en
medio de muchedumbre abrumadora y al son de los acordes
de la Marcha Fúnebre de Chopin. Al paso de la cureña, las
gentes, conmovidas, arrojaban besos y flores. Al llegar el
cortejo a la C.G.T. se dispararon veintiún cañonazos y el
presbítero Hernán Jiménez, Capellán de la Fundación Eva
Perón, cantó un responso por el alma de la finada.
Mezclada con la muchedumbre en la Plaza del Congreso
pude apreciar el dolor intenso de los descamisados. Recuerdo
las expresiones de una señora que a mi lado, llorando,
exclamaba: "Dios se la llevó al cielo porque era un ángel y no
podía vivir en este mundo", frase que contrasta con la que
escuché a otra señora, antiperonista, quien me decía: "La
misericordia de Dios es grande. ¿Qué hubiera sido de la
Argentina con esta mujer seis años en el poder?" Y no fue
ésta la única expresión adversa, pues la oposición al gobierno,
aunque amordazada por temor a las violentas sanciones, dio
rienda suelta al humorismo con los chistes más crueles. Por
supuesto que todos estos comentarios tenían lugar dichos al
oído, porque el espionaje estaba bien organizado.
A propósito, me relataron el caso de una señora que aludió
a "lo cara que estaba la vida desde que la Patrona (refiriéndose
a Eva) había subido al poder", comentario que le valió la
llevada a una guardia de policía donde le raparon la cabeza.
Se vivía un ambiente de terror. Las familias tuvieron que
prescindir del servicio doméstico porque como este gremio
era netamente peronista y afiliado a la C.G.T., se presentaron
casos de familias que fueron detenidas al ser denunciadas por
las mucamas porque hablaban mal del gobierno dentro de sus
propias casas.
Terminados los quince exasperantes días de la capilla
ardiente, volvió la vida a normalizarse, las estaciones de radio
dejaron oír nuevamente los tangos, los cabarets y teatros
abrieron sus puertas y los habitantes de Buenos Aires se dieron
a divertirse. Pero las disposiciones ridículas de la C.G.T.
continuaron: se ordenaron paros cívicos de diez minutos cada
El Periodismo en Antioquia
415
veinticuatro horas durante un mes en memoria de la "ilustre
desaparecida". En virtud de esto, quien entrara a un
restaurante a las doce y media del día tenía oportunidad de
ver a los meseros en posición firme, observando diez minutos
de silencio (éste era el paro de los "gastronómicos"). Quien
tuviera la desventura de que lo sorprendieran las cuatro de la
tarde en un tranvía, tenía que soportar otro paro de diez
minutos (éste era el paro de los transportadores). Y así
sucesivamente todos los gremios (comerciante, panaderos,
barberos, lustrabotas, etc.), para evitar la sanción.
Un decreto del gobierno disponía que el libro "La Razón
de mi Vida" fuera texto de estudio para enseñanza secundaria.
La casa donde nació Eva Perón, en la pequeña aldea de Junín,
sería monumento nacional. En el Museo Histórico de la ciudad
de Luján se construiría un pabellón destinado a conservar las
ropas y las famosas pieles de la señora Perón (quien no era
propiamente una descamisada). Y como si todo lo dispuesto
fuera poco resolvió también la C.G.T. solicitar al Santo Padre
la canonización de la extinta, con el resultado que bien
conocemos. Cabe recordar aquí que una de las coronas
llevadas al velatorio ostentaba en la cinta esta leyenda: "A la
santa de América".
Eva Perón, como demagoga excelente, en sus arengas al
pueblo decía que había que ser "fanáticos de Perón" y estableció como slogan de sus discursos la frase "La vida por Perón".
Cuando la implacable enfermedad que dio al traste con su vida
la llevó a la convicción de que sus días estaban contados, concluyó uno de sus últimos discursos en la Plaza de Mayo con
estas palabras: "Sé que si dejo jirones de mi vida en el camino
ustedes recogerán mi nombre y lo llevarán como bandera a la
victoria".
El Honor Salvado y Otras Crónicas
Editorial Lealón, Medellín, 1996
416
El Periodismo en Antioquia
ANTONIO PANESSO ROBLEDO
De la lectura y los libros
¿Vale la pena aprender a leer y escribir? ¿Fue realmente un
beneficio la invención de la imprenta?
Tales preguntas implican, naturalmente, la herejía de que
es posible una respuesta negativa, ya que la afirmativa es
simplemente trivial, pero por eso mismo, sospechosa. No hay
nada más mentiroso que las cosas obvias.
¿Acaso no se pasó milenios la humanidad en la firme
creencia de que el sol daba vueltas alrededor de la tierra?
Examinemos cada proposición sobre el analfabetismo y
técnica de impresión, sin prejuicios y enfrentándonos a la
realidad. Parece claro que en nuestro tiempo el fenómeno
más claro respecto a la cultura es la aparición del
"analfabetismo ilustrado" por una parte, y por otra, la cultura
de masas, o sea la desaparición casi total del gran creador
asilado, del poeta en su prístino sentido de Goethe, Dante,
Horacio, y su sustitución virtual por el bolero y la tarjeta postal,
así como la gran novedad del siglo XIX ha cedido su lugar,
como función de cultura, a la revista ilustrada y al periódico.
Analfabetismo ilustrado es simplemente saber leer y escribir
pero no leer ni escribir nunca. Que es justamente lo que nos
pasa en nuestras sociedades nacionalistas e industrializadas.
No ciertamente por culpa de la industria ni de la política sino
como consecuencia de sucesos y tendencias, a veces
soterraños, que inciden implacablemente sobre nuestra vida
espiritual. Hoy el hombre común, aún en países de bajo
alfabetismo, como el nuestro, sabe firmarse y puede leer,
aunque sea trabajosamente. Lujo que no se daban los reyes
en la baja Edad Media, ni las grandes damas, y menos aún los
guerreros.
El Periodismo en Antioquia
417
Clodoveo apenas podía escribir su nombre. Y el rey Enrique
IV de Alemania, ya en el siglo XII ni siquiera eso podía, nos
cuenta su cronista, al relatarnos sus virtudes. Sabemos con
seguridad de dos poetas alemanes, Wolframio de Eschenbach
y Ulrico de Lichtenstein, que tuvieron que dictar a otros sus
obras para poder conservarlas por escrito. Lo que nos recuerda
el hábito consagrado por los presidentes de los Estados
Unidos, que tienen su "ghost writer" o escritor fantasma, que
no es ya el escriba a quien se dicta: es el tipo que escribe los
discursos para que los lea el patrón. La situación material del
hombre moderno es, pues, infinitamente superior. Pero sólo
aparentemente. Podría en efecto preguntarse: ¿qué se gana el
hombre moderno con saber leer si lo que lee son tiras cómicas?
Porque esa es la realidad de nuestra época. El hombre de
negocios que se queja de falta de tiempo, en realidad lo gana
en proporciones increíbles por la técnica de los transportes y
por los medios de comunicación extrarrápidos.
Todos ellos convierten un día antiguo en una hora. El
hombre más ocupado de nuestras sociedades modernas sale
de su oficina en su automóvil, resuelve sus problemas urgentes
por teléfono y se gana una enorme cantidad de tiempo. Llega
a su casa, a veces en el campo idílico, propicio a la maravillosa
compañía de los libros. ¿Y que hace nuestro afortunado homo
oeconomicus? Se repantiga en una silla, coge un lápiz y papel
y emplea un tiempo precioso -de cuya falta se queja todos los
días-, en resolver un crucigrama.
Una mente poética, Wordsworth, presentía ya desde
principios del siglo XIX, la desaparición de la atención, la
pérdida de la facultad discriminatoria por parte del hombre
común de su tiempo, ya sujeto a las grandes crisis de la
revolución industrial del imperialismo político y de las
rivalidades internacionales, todo lo cual creó la acumulación
humana en las ciudades, la uniformidad de las ocupaciones y
el hambre por la "noticia extraordinaria", comunicada y a
veces creada por los mismos medios técnicos, como el
telégrafo.
418
El Periodismo en Antioquia
Cien años después, casi exactamente, el novelista
norteamericano Henry James explicaba su fracaso comercial
en una carta para William Dean Howells: "La facultad de la
atención ha desaparecido por completo de la mente
anglosajona, extinguida en su fuente por las escandalosas
exigencias de las revistas ilustradas, sobre todo, que gritan:
"miradme, yo soy lo que necesitáis, os puedo dar toda la
información que necesitáis sin quitaros más que un minuto
de tiempo...". James escribía a principios de este siglo, en
1902. Medio siglo después, se ha cumplido exactamente su
profecía. En todos los países cultos, no sólo en los Estados
Unidos, también en Francia y en Inglaterra y en Alemania, y
en Italia proliferan las grandes revistas en colores, el tipo "Life"
que no exige de sus clientes ni siquiera saber leer. Reducen
las exigencias intelectuales al mínimo que se espera de un
niño normal que aún no ha entrado a la escuela primaria. Un
amigo resumía esa situación del hombre contemporáneo en
una frase regocijada por fuera, pero trágica por dentro. Decía:
"A mi siempre me han gustado las cosas serias. No estudié
filosofía porque ninguno de los libros que conseguí tenía
láminas".
Lo más alarmante es que esa difusión de la atención, que
impone en su propia raíz la formación de cultura sólida, es un
hecho típico de nuestras "sociedades libres", que funcionan
a base de libertad de empresa, libertad de prensa, libertad de
comercio. Dos grandes escritores de nuestro días, George
Orwell en su novela futurista "1984" y Aldous Huxley en
"Un Mundo Feliz", anotan este fenómeno, en forma que
parecía, deliberadamente caricaturesca hace veinte o treinta
años, pero que ha adquirido esa realidad con las montañas de
papel impreso, la técnica moderna de propaganda, la gradual
desaparición del sentido crítico en las masas y aún en los
individuos más diferenciados. Todos nos quejamos, como
decía antes, de falta de tiempo. Pero veamos qué hacemos
cuando la organización de nuestra vida deja ciertos intervalos
El Periodismo en Antioquia
419
forzosos, como en los viajes y en la sala de espera del dentista:
para llenar ese vacío de tiempo que nos ofrecen, ni nosotros
exigimos jamás, un libro; nos contentamos con un periódico,
con una revista vieja pero con láminas...
Parecerá por lo menos sorprendente semejante
planteamiento por parte de un periodista profesional. En
realidad trato también de defender mi oficio. No hay tortura
mayor para un escritor público que verse obligado todos los
días a bajar al nivel, siempre descendente, de un lector que
no lee libros, que no comprenderá sus alusiones literarias,
que estará de acuerdo por simple pereza mental o en
desacuerdo por simple prejuicio político. Un periodista que
se respeta busca un diálogo con sus lectores, no el
conformismo apático ni el rechazo indiscriminado. Pero la
actitud crítica es incomparable con la cultura de masas, con
la afición exclusiva a las láminas de colores que en nada se
diferencian de las vallas gigantescas que en las carreteras nos
invitan a tomar el resfresco de moda o a consumir la mejor
llanta del mundo.
El periódico es indispensable en una sociedad
democrática, o simplemente civilizada, que exige información
y guía. Pero no es incomparable con el libro ni puede pretender
sustituirlo. El equilibrio entre ambas funciones podría hallarse
en Inglaterra, en donde el índice de lectura de libros es el más
alto del mundo y también en donde el consumo de periódicos
llega a su práctica saturación.
Esa tendencia a atraer la atención, pero sin ocuparla,
parece ser una necesidad característica de la vida mental
contemporánea. En el periodismo llamado "avanzado", en
los Estados Unidos sobre todo, ya empieza a mostrarse la
supremacía del fotógrafo sobre el columnista, del mismo modo
como se vende más cerveza con la foto de una rubia en
vestido de baño que con una erudita disertación sobre las
virtudes del lúpulo y la cebada.
Los propios sistemas educativos, expresión que tienen que
ser, naturalmente, de nuestro tipo de sociedad, llevan el
420
El Periodismo en Antioquia
germen de esta desatención, o mejor, de este desplazamiento
de la atención intelectual. Los métodos "modernos" tratan
de hacerle fácil al niño la aritmética, atractiva la geografía,
racional la gramática. O sea, en otras palabras, que se pretende
darle cultura al niño sin necesidad de que él preste atención.
Todo lo contrario de la gran tradición humanista griega, que
en cierta forma fue conservada durante la Edad Media. A
nadie se le ocurriría entonces, ni a Sócrates ni a Alcuino, que
se pudiera aprender algo sin trabajo, sin mucho trabajo.
Pero se trata, como he insinuado, no tanto de una pérdida
total de la atención mental, sino de un desplazamiento hacia
territorios de otra índole, que no solemos identificar con la
cultura. Es natural que en una sociedad industrializada, que
tiende fuertemente hacia la técnica, se cambie el cauce de la
cultura común humanística hacia el perfeccionamiento de la
ciencia aplicada. Y dentro de la adaptación al medio, claro
está que produce más rendimiento económico concertar la
atención en un motor Diesel que en el Quijote. Este
desplazamiento es notorio también en nuestras nuevas
estructuras sociales, en las cuales el tecnicismo está ocupando
el lugar que antes se reservaba a la cultura. Todavía en la
sociedad victoriana el intelectual ocupaba, por derecho propio,
un sitio elevado en la jerarquía social, al paso que el técnico y
el productor se quedaban siempre en las filas de una burguesía
considerada más o menos como filistea. Hoy es obvia la
ventaja que en los altos clubes sociales, por ejemplo, les llevan
los industriales a los novelistas.
Por otra parte, la doctrina pragmática, utilitaria, ha
permeado aún lo poco que queda de ejercicio de la lectura
como ocupación distinta de lo que nos exige el ganarnos la
vida. Aparte el periódico, la revista ilustrada, las "Selecciones"
de libros resumidos -repugnante atentado que nunca antes se
había registrado en la historia de la barbarie-, el mercado
común para los lectores de la sociedad industrial se compone
de un fárrago impresionante de pretextos para no pensar o de
El Periodismo en Antioquia
421
manuales de toda clase que les den alguna ilusión engañosa,
todo ello a base de celeridad y utilidad. De ahí ha surgido ese
tipo de lecturas como "El arte de ganar dinero, en diez
lecciones", escrito sin duda por alguien que se moriría de
hambre si no vendiera el folleto. A este propósito, contaba
Pedro Salinas lo que le pasó una vez en una de esas estupendas
bibliotecas que tienen los gringos para justificar sus
automóviles, y que suelen tener de todo, aunque no sea para
leer. El maestro quería consultar un libro medieval, un "Ars
Moriendi". La bibliotecaria, jovencita, de ojos azules
estúpidos, ni siquiera entendió que se trataba de un libro: "I
beg your pardon? Don Pedro le tradujo al inglés el título del
viejo libro que quería. The Art of Dying… El Arte de Morir…
hay que imaginar la cara de la pobre muchacha, su mirada
pávida y recelosa. En aquellos días precisamente se había
registrado en Nueva York una oleada de suicidios, como los
que se presentan periódicamente en todas las sociedades
felices. La bibliotecaria sin duda creyó que se trataba de un
innovador en el arte del suicidio, pero sin suficientes ideas
originales, como la de comprar media libra de totes, para
llevarlo a cabo.
Hay también un "arte de leer" escrito para quienes no
quieren leer, así como se inventó el cigarrillo con filtro para
quienes fuman pero detestan el cigarrillo. Cuenta el maestro
Salinas: "Acepción de la palabra Ars es un libro que ofrece
un conjunto de reglas o preceptos, para aprender a hacer bien
alguna cosa. Al final de la Edad Media, las congojas que
sentían los seres humanos ante la idea de la muerte, originó
gran número de Artes de morir. En un Ars moriendi se hallaban
los avisos para morirse como es debido, esto es, -o esto era-,
con las cuentas del alma bien ajustadas, de modo que la
pesadumbre de los pecados terrenales no cerrara las puertas
de la salvación. En nuestros días se multiplican los Artes de
leer. Ese de la velocidad, recién tratado, no es más que uno
de tantos. Hay un Ars legendi para casi todo género de lecturas.
422
El Periodismo en Antioquia
Un "Arte de leer novelas"; un "Arte de leer poesías"; otro,
más modesto (o más ambicioso, quién sabe) "Arte de leer el
periódico diario". Mortimer Adler, profesor de la Universidad
de Chicago, y personalidad de mucha cuenta en el mundo
intelectual americano, escribió hace algunos años su "arte de
leer un libro". Y a poco I.A. Richards, el justamente profesor
y crítico de Harvard, saco su "Arte de leer una página".
Tentador sería seguir angostando el tema con la imaginación
y después de pasar por un "Arte de leer un renglón" dar por
fin con el "Arte de leer una palabra". Por qué cuánto, y cuán
regalada y provechosamente podría discurrir cualquiera de
los mentados críticos, u otro de equivalente altura, por
ejemplo sobre la voz amor, y sus variantes sin pausa, ya
levísimas, ya abismáticas, según las escribiera un Ovidio, un
Dante, un Bocaccio, un San Juan de la Cruz, un Racine, un
Byron, un Kierkegaard, un Bertrand Russell? Tanto se van
abrumando ciertas palabras de carga significante y de sutileza
de efecto, que yo agradecería una pequeña biblioteca de
trataditos sobre las palabras más importantes de nuestro
humano lenguaje.
La copiosidad de Artes de leer, el rango intelectual de los
autores de ciertos de esos tratados, -tratados que van de la
charlatanería, en los peores casos, a la dignidad y decoro
intelectual en los mejores-, da seña de lo vivamente presente,
de lo acucioso que es el gran problema del hombre, frente a
los libros. Pero el camino de estas Artes sigue confiado a la
técnica del leer, adiestra en ciertas habilidades superficiales,
y acaso dañinas, como la aceleración, o deseables y ventajosas,
como algunas de las propuestas por los profesores Adler y
Richards. Padece la obra del doctor Adler de un origen
mecanicista, que se delata, por ejemplo, en la seguridad y
confianza con que se brindan y detallan la reglas, en su
presentación en cuadros sinópticos, en un tratamiento de la
lectura peligrosamente analítico y disectivo. Por ejemplo, el
doctor Adler habla de tres distintas maneras de leer un libro:
El Periodismo en Antioquia
423
la estructural, la interpretativa y la crítica, cada una con sus
correspondientes listas de reglas. Estos tres tipos de lectura
debe hacerlos el aprendiz sucesivamente, situándose primero
en la actitud del análisis estructural, luego en la interpretativa
o sintética, y por último en la crítica evaluativa. Por sabio
que pueda ser el consejo ¿las facultades encargadas de la
lectura se resignarán a entrar en juego, a la orden, interviniendo
cada una en el momento, preceptuado y retirándose a una
discreta vacación, cuando así lo prescriban las reglas? ¿Sería
posible a un lector filtrar sus facultades y repartirse de tal
suerte en tres lecturas, que en la primera deje pasar a su ánimo
sólo lo estructural de la obra, mientras tiene cerrado su juicio
para la interpretación y la crítica, que estarán detrás haciendo
cola, en espera de que les llegue a su vez en las lecturas segunda
y tercera? Si en el leer se pone la capacidad espiritual entera
del lector usándola a toda presión, lo natural es que la lectura
avance llevada a la vez por la triple fuerza de la percepción
de lo estructural, de la interpretación y de la crítica,
simultáneamente, como corresponde a la unidad de la vida
mental. No sé qué sucedería al auriga de un carro, con tiro de
tres caballos, si se propusiera que ahora anduviese sólo el de
la diestra, reservando las energías de los otros dos para
ulteriores avances".
La crítica que hace Salinas a Adler refleja el abismo que
ha separado siempre el humanista del técnico, al poeta del
organizador, al que crea obras de arte literario de quien
simplemente las clasifica, para situar el conflicto entre
intelectuales.
En realidad toda la cuestión se reduce a que ya no se
entiende el arte de leer, por la simple razón de que ya no se
lee. Las dos grandes formas de cultura de masas, la radio y el
cine, no exigen la lectura, salvo para los títulos de las películas
traducidas. Y no es ninguna coincidencia que ambos, radio y
cine, hayan producido su hijo natural, lo que presciende de
toda exigencia intelectual, la televisión.
424
El Periodismo en Antioquia
Y por el lado de la imprenta, aquella maravilla que puso
el sistema de la producción en serie al servicio de los libros,
¿ha sido realmente una bendición para la cultura? Antes del
siglo XV, en la Edad Media, en los siglos clásicos, en el
discurso de las viejas culturas, un libro era al mismo tiempo
una obra de arte, un prodigio de trabajo manual y una preciosa
posesión material, por el trabajo que implicaba y el dinero
invertido. Los copistas medievales no dejan nunca de expresar
esa sensación de plenitud que produce terminar un arduo
trabajo, al finalizar la ardua labor. Y maldicen a quien pretenda
robarles su trabajo o destruir su tarea. Hombres como San
Jerónimo hicieron, literalmente, su propia biblioteca, copiando
a mano antiguos papiros y antiquísimos pergaminos en que
se guardaba por siglos la vieja sabiduría.
Es claro que cuando un libro exige semejante acopio de
energías y talento, no se desperdicia en novelas rosa ni en
memorias de ministros. La escasez crea calidad, como sucede
con frecuencia, así como la abundancia rebaja los valores. Lo
que hizo posible la floración de la mala literatura, del folleto
seudocientífico, del novelón sentimental, ha sido la idea del
bendito Gutenbeg, que ya se les había ocurrido antes a los
chinos, quienes tuvieron la sensatez de no ponerla en
circulación sino en la medida en que facilitaba su trabajo sin
vulgarizarlo.
En defensa del libro y de la lectura deben resucitarse y
mantenerse las gentiles tradiciones de la era preatómica,
particularmente la que me permito recomendarles de la manera
más encarecida: leer en la cama. La almohada no es solamente
la mejor consejera sino también la mejor amiga del libro. Las
horas nocturnas, con su silencio cómplice, crean esa soledad
que constituye el medio vital del lector, el aire mismo del
libro que no abre sus pétalos blancos sino ante la luz de los
soles artificiales. Montaigne decía, es verdad, que jamás subía
a su torre biblioteca en horas de la noche, y Erasmo sostuvo
siempre que la vida intelectual es más activa y despejada en
El Periodismo en Antioquia
425
la mañana. Pero ambos maestros pertenecían al "tipo
alondra", anterior a la luz neón y a la técnica moderna que ha
convertido la noche en día. En día deliberado, además, cuya
luz no ciega ni se riega impiadosamente, por todos los ámbitos,
sino que se somete obedientemente al mandado de un botón,
mucho más prodigiosa que la lámpara de Aladino. El lector
moderno pertenece al tipo "búho" el ave de Minerva que deja
las horas del día para aquellos que trabajan porque no tienen
nada más que hacer...
Los lectores de almohada se dividen en varias escuelas,
no todas ellas igualmente recomendables. Hay quienes leen
en la cama para poder dormir. Son los monederos falsos de la
lectura, los traficantes de estupefacientes intelectuales, los
que falsifican el sentido de la vida interior o simplemente
carecen de ella. Se exceptúan, naturalmente, ciertos casos
extremos, por ejemplo el insomnio irredimible rebelde a todo
tratamiento y que sólo se doblega ante las obras completas
de Echegaray. Al extremo opuesto está el lector de almohada
que en realidad tiene miedo de dormir y mantiene el libro
como una defensa contra el sueño. Se cuenta el caso del
estudiante chino Lia Hsun que mantenía su bujía encendida
de tal modo que le quemara el cabello en el momento en que
inclinara la cabeza soñolienta. En estos casos, en vez de un
libro se debería recurrir más bien a una espuela.
Lo alarmante es que los mismos escritores han cometido
algunos de estos crímenes de lesa lectura. De sí mismo cuenta
Coleridge que cuando le fallaba el láudano para dormir,
recurría invariablemente al remedio más fuerte de su tiempo:
las odas en verso libre de su colega el poeta Southey.
Esos momentos irremplazables que dividen la vigilia total
del sueño profundo no pueden emplearse en cualquier género
de lectura. Hay que evitar el libro que nos hace seguir
trabajando, el que se refiere de manera tan directa a la actividad
cotidiana que en realidad se convierte en un apéndice del día.
Tal lectura es fatigante y por lo tanto desaconsejable en la
426
El Periodismo en Antioquia
hora maravillosa de la tiniebla iluminada, que no se inventó
para cobrar horas extras. Algunos prefieren lecturas
terroríficas, por razones que escapan a las mentes normales
y que no trataremos de analizar. Otros, con mejores razones,
las novelas detectivescas, que absorben la atención pero no
la ocupan en problemas vitales. Es género de lectura que no
puede recomendarse a todo el mundo. Solamente espíritus
muy especulativos, capaces de enfrentarse a un crimen por lo
que tiene solamente de misterio matemático o psicológico,
prescindiendo totalmente del aspecto humano, pueden
entregarse a este género de escapismo. Si para algo sirve la
experiencia personal y no es indiscreto citarla, yo prefiero a
todo el género que ilustra y al mismo tiempo plantea
problemas intemporales o tan remotos de la vida cotidiana
que equivalen a la novela, sin su frivolidad. El ejemplo perfecto
es la astronomía, sin matemáticas, claro está, que se acopla
admirablemente con la noche, y además provee al espíritu de
un alimento ligero, con poesía e infinitud prodigiosamente
propicio para abrirla misteriosa puerta del sueño.
Para Omar Khayám, el libro no se asocia con el sueño
sino con "un pedazo de pan, la jarra de vino, y tú, cantando
en la soledad". No importa el sitio que le asignemos en nuestra
vida, el libro es al mismo tiempo el gran regalo y el gran
olvidado de nuestro tiempo. A las minorías intelectuales toca,
ahora como en todos los tiempos, dar al César lo que es del
César y al libro lo que es del libro.
La Patria y los Días
Antología de Crónicas
Instituto Colombiano de Cultura.
Bogotá, 1971
El Periodismo en Antioquia
427
ROGELIO ECHAVARRÍA
Alberto Angel Montoya:
una entrevista a ciegas
La Editorial Minerva de Bogotá acaba de publicar la obra
completa en verso de Alberto Ángel Montoya, un volumen
de más de 400 páginas, en el cual, bajo el título de Lección de
Poesía, está la reproducción de sus cuatro libros anteriores
(El alba inútil, En blanco mayor, Las vigilias del vino y Límite) de
1922 a 1947. El poeta ha querido llamar su libro Lección de
Poesía porque es una "antología para mi hijo", Antonio María,
a quien le dedica la obra de la siguiente manera:
"He reunido en uno solo cuatro libros que alguna vez
escribí, para que los puedas leer más cómodamente, si es que
acaso los vas a leer. Pero no olvides lo que decía Mirabeau:
"El don de poder escribir y hablar bien es indudablemente el
don más grande de la naturaleza: a condición de que no se le
use".
El autor anuncia en una de las páginas finales de la obra
que acaba de aparcer, que publicará próximamente en la
Editorial Minerva los siguientes volúmenes: Hay un ciprés al
fondo (últimos poemas): Ángulo (prosa, segunda edición);
Minutos de espera (Escenas de conversación); Juicios y notas
(prosa) y El hombre que reía solo (comedia dramática).
De Alberto Ángel Montoya no son muchos los conceptos
novedosos que puedan emitirse, puesto que su obra, una de
las más conocidas y de más fácil acogida en los círculos
intelectuales de Colombia, ha sido ya analizada larga y
autorizadamente y se tiene ya como uno de los más
interesantes casos de nuestra historia artística. "Un poeta que
ha hecho de su vida una aventura digna de ser cantada" es
428
El Periodismo en Antioquia
Ángel Montoya, según Eduardo Carranza, pero de esa vida,
hoy nublada, no se conoce más que su pasado glorioso, de
cortesana ascendencia, ya que desde cuando el poeta perdió
la vista se aisló, entre humilde y soberbio, para no dejar acercar
a su Intimidad más que a unas cuantas personas, las
estrictamente necesarias para satisfacer sus necesidades
espirituales.
No hablaremos, pues, de la obra poética de Ángel Montoya
en esta oportunidad. Pero debido a esa "cortina de hierro"
que él mismo ha querido cerrar sobre su domicilio terreno,
tampoco podríamos ofrecer a nuestros lectores, curiosos por
conocer el presente de este hombre de leyenda, más que
algunos datos que, si breves, pueden dar una idea de esta
vida realmente novelesca, que palpita en medio de elegantes
paredes en un barrio de Bogotá, "lejos del mundanal ruido"
pero con diabólico interés por lo que su vida y su obra
signifiquen para la sociedad de la cual él ha hecho parte
orgullosamente.
Amor ciego
Alberto Ángel Montoya nació en Bogotá en el año de
1905, en una familia acaudalada y de rancias tradiciones,
algunos de cuyos miembros sobreviven. Al refinamiento
propio de su clase debió su primer contacto con la belleza, y
sus primeras influencias, iluminadas por Versalles, lo llevaron
a iniciar una obra poética de relumbrantes aspectos
modernistas cuando Rubén Darío daba la pauta, y cada vez
más personal, en busca de la expresión que necesitaba su
concepto burgués de la vida. Se dice que su primer triunfo (y
tal vez primera publicación de su obra, cuya fama
explicablemente se extendió bien pronto) fue en sus tiempos
de estudiante de¡ aristocrático Gimnasio Moderno, cuando
se le premió "una composición". Y desde entonces, Ángel
Montoya ha sido, no ha querido ser sino poeta, y sólo a la
El Periodismo en Antioquia
429
vida elegante, a las aventuras galantes, a los menesteres
delicados y a los vicios refinados dedicó la mayor parte de
sus años, sin que gastara más que su propia fortuna heredada,
que aún no toca a su fin y que, por consiguiente, será también
heredada por su hijo. Contrajo matrimonio estando ya ciego
(su ceguera es atribuida por él a abusos juveniles) con doña
María Junguito de Ángel, a quien conoció por teléfono y de
cuya voz se prendó hasta proponerle matrimonio. A su hijo
dedica todos los desvelos, y buena parte de cada día la pasa
el niño en las rodillas de su padre. Este no escatima gasto
alguno por aquél, a quien tiene montado un gimnasio en su
propia casa, y lo regala con cuanto puede, hasta el punto que
hace pocos días le compró por cuatrocientos pesos un hermoso
caballo ("no lo he visto pero lo he tocado para cepillarlo"), y
lo mantiene en la casa, para que su pequeño llegue a ser, como
él lo fue, un buen jinete...
Pasión equina
Ángel Montoya ha sentido toda su vida un amor
extraordinario por los caballos, y por sus versos cruzan,
majestuosamente, como seres divinizados. La anécdota mejor
sobre su amor por ellos es la siguiente: Viendo que perdía
cada día más los ojos y que no podría montar más un
hermosísimo ejemplar que tenía desde tiempo atrás, resolvió
pintar (pues Ángel Montoya cultivó, aunque en escala privada,
la pintura) la cabeza de su animal. Una vez que hubo
terminado el retrato, le dio un balazo en un oído, y con su piel
carmelita mandó a forrar la silla en que permanece sentado
ahora la mayor parte de las horas de¡ día. Y el retrato del
caballo lo colgó (allí aparece) en la pared, precisamente sobre
su cabeza y sobre el sillón forrado en la piel...
Después de la pérdida total de la vista, el autor de Éramos
tres los caballeros se ha sentido postrado. Si antes tenía ese
"amargo sabor de soledad, ese orgulloso ademán de tedio, de
430
El Periodismo en Antioquia
cansancio y de desdén" que reflejan sus versos, después vino
a acentuársele de una manera trágica, hasta el punto de
separarlo del mundo. Sólo algunos amigos (muy pocos, entre
ellos Edmundo Rico, Felipe Lleras, Alvarez D'Orsonville,
Rafael Vásquez) lo visitan continuamente y le llevan "una
tarjeta del mundo". Sólo el hilo del teléfono lo conecta
directamente con lo externo. Dos criadas le sir ven
permanentemente y le conocen sus caprichos, y en ellas confía
mucho de cuanto él no puede hacer.
Torre de verdad
Hace algún tiempo el poeta compró una hermosa mansión
en la que reside y la cual será, según lo ha expresado, herencia
para su hijo. La conoció a tientas, pero se encantó con ella, y
desde cuando entró no ha vuelto a salir más. Uno de sus
temores más grandes es el de que sea conocida su actual
situación y comentada en términos compasivos. Y busca en
el alcohol (no ya en las drogas) un permanente estado de
evasión, a veces trastornado, como estos días, por el médico,
que le prohibió la bebida mientras se curaba de una herida
que se hizo al rodar por una de las escaleras de su casa.
"La fuente está en ti mismo"
Ángel Montoya no guarda hoy (después de haber poseído
una de las más valiosas bibliotecas de Bogotá) ni un solo libro
fuera de sus propias obras, las que, por otra parte, se sabe
perfectamente de memoria, hasta el punto de que cuando las
va a publicar las corrige, de oídas, y no olvida ni una coma.
Sus amigos a veces le llevan algún libro o algún trozo selecto,
pero generalmente interrumpe la lectura para decides:
"Aprovechemos tu visita, ala: charlemos, mejor..." No
gusta de los periódicos y tan sólo de ellos deja que le lean
cuanto se refiera a él. Admira con extraordinario entusiasmo
a León de Greiff y a Rafael Maya, y gusta de algunos poemas
El Periodismo en Antioquia
431
de Jorge Rojas y de otros poetas jóvenes (hasta el
piedracielismo), pero es un acerbo crítico, y su conversación
está matizada siempre por una chispeante ironía.
Las vigilias del pan
Pero no se crea, pues, que el autor de Las vigilias del vino
es tan sólo un diabólico personaje, embebido en sí mismo.
Ha sido caritativo por excelencia, y cuantos se han acercado
a él han recibido su apoyo. Muchos de los morfinómanos que
fueron sus compañeros y hoy mendigan, y muchas otras
personas que lo conocen, tocan a su puerta y reciben
generosos donativos. Siendo rico y no necesitando nada de la
vida, escribió su poema "La Pobreza", el cual le mereció el
reproche de su madre, porque a ella le pareció injusto que
cantara a la pobreza cuando nada le hacía falta.
Ni una fotografía más
Ninguna clase de correspondencia tiene el poeta. Y la
mayor parte de sus horas las dedica a escuchar radio. Sus voces
predilectas son las de Bernardo Romero Lozano y Víctor
Mallarino. A pesar de que sus poemas parecen ser, en muchas
ocasiones, postales de Europa, nunca ha salido de Colombia,
y nadie ha hecho tertulia con él desde hace mucho tiempo
como no sea en su casa. No ha permitido que se le tome,
desde su reclusión, ninguna fotografía. "No quiero que me
vean con estos ojos así" declara a sus amigos, y añade:
"Adernás, estoy desnudo". El permanece en bata todo el día,
pero siempre se cuida de que su elegancia no se menoscabe.
Cuando le llevan la comida, palpa con interés si está bien
servida y dispuesta, y si el charol en que se la han llevado
tiene el timbre toledano característico.
Ángel Montoya (como hemos tenido oportunidad de verlo
en esta nota) es un elegante excéntrico. Hay muchas personas
432
El Periodismo en Antioquia
que temen por su integridad mental, pero él, a pesar de todo,
y fuera del daño de la vista (desprendimiento de las retinas),
es un hombre sano. Su mente se mantiene siempre lúcida y
audaz, y sus palabras tienen siempre viveza e ironía.
Hace pocos días le escribieron algunos reclusos de Sibaté
pidiéndole el envío de su libro, cuando supieron su aparición
(algunos de los asilados fueron compañeros de Ángel
Montoya). El resolvió inmediatamente enviárselos con una
gentil dedicatoria. Luego tomó otro volumen, y ordenó se lo
remitieran al Padre Gervasio, director del manicomio de
Sibaté. Pero inmediatamente rectificó la orden y comentó:
"¿Para qué se lo enviamos? Yo mismo Podré llevárselo
personalmente muy pronto..."
Magazín Dorninical de El Espectador, página de Cultura.
Diciembre 30 de 1951.
El Periodismo en Antioquia
433
ÓSCAR HERNÁNDEZ MONSALVE
Maturín
Te vas, Calle de Maturín. Allá conocí los toneles de vino que
fermentaba mi abuelo y las bravas zapaterías de aquellos
artesanos que todavía no se han dejado derrotar totalmente.
Se acaba la tienda de don Carlos, el taller de Ramón, la
panadería aquella de los amigos.
-¿No van a dejar ni un recuerdo?
El latonero se rasca la barba cobriza y se duele de que
Maturín, en su sector realmente histórico, se vaya del mundo.
Antes era vivienda de gentes buenas y laboriosas. Por esos
lados y en el cruce o cercanía de Guanteros, el trabajo era la
ley del día y de la noche. De los zaguanes salían docenas de
zapatos. Carteras, maletas, objetos menores que daban el
yantar a ese grupo humano que los sábados se refrescaba con
las desmedidas duchas de aguardiente.
Gente de tarea seria continuada, rota apenas su cadena
de sudor y herramienta por la sirena sabatina cargada de
tangos, valses, pasillo, música "de antes", que siempre ha
existido la música de antes.
-¿De veras, no van a dejar ni un "cachito" de Maturín
para verlo cada año apuntando en su pobreza hasta el cerro
de El Salvador?
¡Qué van a dejar! Allí se levantarán edificios "funcionales".
Gabinetes, garajes, almacenes inmensos. ¡Sin que a nadie le
importe una higa la tienda de don Carlos!
¡O el taller del pobre Sebastián!
Tu entierro, Calle de Maturín, que lo hagan en nuestro
recuerdo. En cada uno de nosotros que pongan un trozo de
tu calle. Que nuestro corazón sirva de cementerio.
Papel Sobrante
Imprenta Departamental de Antioquia. Medellín, mayo de 1976. Pág. 138
434
El Periodismo en Antioquia
ANTONIO MESA JARAMILLO
Pedro Nel Gómez:
genio críptico
Todos los países enaltecen a sus genios y nosotros hacemos
como si no los tuviéramos. En el genio realizado se manifiesta
personificadamente la potencialidad creadora de un pueblo.
"La Madona de los Andes", es el símbolo biológico de
Antioquia, a permitido el doble milagro de poblar la patria
con seres inteligentes y de extremarla inteligencia creadora
llevándola hasta la genialidad en algunos hombres. Tenemos
dos ejemplos luminosos en Fernando González y Pedro Nel
Gómez, ambos artistas y pensadores. Son dos "Genios
Crípticos", escondidos y fecundantes de los gérmenes
espirituales antioqueños, como un vientre materno.
El genio se liga inseparablemente con la creación que
resulta de la fecundación: el gen lleva consigo los caracteres
hereditarios.
El fresco de la temática de la Central Hidroeléctrica del
río Nare que el Maestro Pedro Nel Gómez pintó en el Centro
Industrial del Sena en "El Pedregal", ha despertado en mí la
conciencia de los significados artísticos de los "Críptico": el
descubrimiento o la revelación, el fermento o la liberación de
las energías biológicas; el misterio de la profecía; la
concentración vital del recogimiento en la reflexión pensante
que contempla el universo magnitudinalmente; el salto en el
abismo del riesgo donde se realiza la plenitud del ser, la
expansión existencial fuera de los límites de la simple vida.
Lo "Críptico" en el arte tiene una evocación altamente
religiosa.
El fresco de Pedregal cubre 120 mts. cuadrados de pared.
Está en una cripta. Los colores son tan luminosos que parecen
El Periodismo en Antioquia
435
a veces manchas fosforescentes, particularmente las azules,
que cortan dramáticamente el claroscuro del clima luminoso
del salón. Los personajes activos tienen las proporciones del
hombre, pero, las figuras que representan símbolos alegóricos
son monumentales: el "Genio de las Aguas" y la "Madona de
los Andes". Este método es utilizado frecuentemente por el
maestro Pedro Nel y hace que las representaciones sean
extremadamente movidas: ágiles y danzarinas.
Hay un hombre flaco y desnudo a caballo, con los brazos
sobre la cabeza, el cual tiene una "escala" intermedia entre lo
monumental y lo humano: participa de las proporciones del
hombre y del mito. Es un "don Quijote" criollo cabalgando
un corcel famélico. El hombre parece listo para volar y el
animal busca dónde acostarse a morir. Es, sin, duda, el
antioqueño presto ya para lanzarse ala aventura de la
prosperidad creativa a la cual lo invita la energía eléctrica,
con ánimo de abandonar los métodos primitivos de trabajo y
las costumbres inadaptadas alas condiciones de la vida
moderna.
Los frescos de Pedro Nel son dinámicos: movimiento, vida,
acción. Es el pintor de la actividad: del trabajo. La pone de
presente para inspirar la acción directa del hombre y la
indirecta, la que logra con ayuda de las máquinas: "Hasta
donde llegue tu mente llegará tu acción, ¡oh hombre!..." dijo
alguien. Pedro Nel ha sabido evidenciar pictóricamente la
energía mental que se ejerce trabajando con intensidad y
prolongadamente, conoce muy bien la energía vital que
expande la personalidad cuando se trabaja. Por eso la puede
pintar luminosa y cromáticamente; exhala del cuadro como
un aura. Pedro Nel sabe que el "genio es el resultado de un
minuto de inspiración ayudada por cien años de trabajo", como
alguien aseguró.
Pedro Nel es maestro en el manejo de "escalas" diferentes
dentro de la misma composición: la humana y la olímpica.
Sus dioses siguen siendo humanos a pesar de lo fabuloso de
436
El Periodismo en Antioquia
sus proporciones. Sus hombres tiene algo de arrobados por la
concentración en la tarea, en la labor que diviniza.
En la cripta de El Pedregal tuvo que sortear un problema
espacial para poder encuadrar sus figuras alegóricas. El techo
del salón es bajo. Se las arregló con pericia para que este
efecto físico no comprimiera sus figuras monumentales. Pedro
Nel tiene creatividad y técnica, pero también inventiva.
Desvió por un momento la atención de la arquitectura interior,
haciendo olvidar el techo, y creó una ilusión pictórica con
ayuda de la perspectiva. El maestro es gran conocedor de
esta ciencia. Por otro lado, dio a las colosales figuras,
movimientos horizontales y oblicuos para alejarlos del
cielorraso.
En cambio, arremete en otro lugar con franqueza y
decisión contra el reto del techo tan bajo, porque como
arquitecto que es Pedro Nel no puede violar totalmente el
sentido de la obra arquitectónica que recibe su obra artística
y acentúa lo bajo del techo elevando hasta casi tocarlo la
figura del "quijote" desnudo. Este "antioqueño" simbólico
no piensa ya en obstáculos porque se decidió a saltar hacia la
técnica, no ve las limitaciones. Los brazos de este hombre
son particularmente expresivos de la fuerza interior en el
momento de brotar hacia la realización de nuevas decisiones.
Es un momento "críptico" como aquel en que germina la
semilla. Me inclino a creer que esta figura determina el punto
central de todo el significado de estos frescos; es la primera
que uno ve cuando entra a la sala; representa todo el significado
cultural, ideológico y simbólico. El antioqueño en el momento
decisivo de su historia; ¡el momento de decidir su futuro!
En la cúpula del Auditorio de la Escuela de Minas, Pedro
Nel rompió el cielo con sus pinceles para mostrarnos lo que
se escondía en él: el conocimiento. En el mural de El Pedregal
permaneció en la tierra, pero profetizo el futuro de Antioquia,
describiendo lo que los antioqueños podían hacer con la
energía eléctrica que resultaría del "lago geológico".
El Periodismo en Antioquia
437
Pedro Nel es un ecléctico, como tiene que serlo el hombre
latinoamericano de hoy. El eclecticismo rechaza
sistemáticamente el fanatismo y acepta la búsqueda dentro
de todo para escoger lo mejor. El ecléctico no se satisface
con lo limitado porque necesita de los grandes espacios donde
pueda hacer las búsquedas que su insatisfacción reclama. El
ecléctico ansía la perfección en el eterno proceso de crearse.
El eclecticismo lleva a las totalidades, a las generalidades y a
lo universal. Los mitos tan favorecidos por Pedro Nel son
saltos hacia el abismo de lo universal, de lo general, de lo que
es pertenencia de todos, siendo de cada uno sin serlo del todo.
Pero, para ser ecléctico se necesita tener personalidad, juicio
y valentía. Saber en el fondo de sí qué es lo que quiere. La
pintura mural de Pedro Nel tiene características tan personales
que vale por sí, pero es el fruto de una cultura, de una tradición
y de fuertes atavismos americanizados; es el fruto de una
constante preocupación, de un entusiasmo abrasador y de un
alto valor que frisa en el heroísmo.
Pedro Nel es un ecléctico, pone en pie en el mito y otro en
la realidad terrenal; toca con sus sentimientos el espíritu y
con sus manos la materia que transforma con su cincel o con
su pincel; ve lo grandioso y se inspira en él, ve o normal y
trabaja con ello. Domina el dibujo de lo observado en la
naturaleza y se abstrae a la forma plástica por los trazos de
las pinceladas tan vigorosas y varoniles. Pedro Nel junta la
razón de la ciencia y la fe en el Absoluto revelado al hombre
por el Arte.
Se puede aplicar al maestro Pedro Nel este juicio de
Wilhelm Siegler: "Como los dioses olímpicos, el hombre
aparece como un ser total y unido, más allá de los conflictos
y necesidades diarios". (Schiller-Filósofo. Universidad de
Antioquia No. 155, Dic., 1963).
Marzo 29 de 1964. Escritos Periodísticos.
Editorial Lealón; Medellín, octubre de 1998.
438
El Periodismo en Antioquia
ALFONSO UPEGUI OROZCO (DON UPO)
Por ser tan lindo el amor,
se hizo matar de su cuñado
A las seis de la mañana del domingo 3 de febrero de 1963
según nos cuenta A.A.L. (Ángel Aguirre López). Julio Martín
Restrepo, quien estaba encargado de la Inspección
Departamental de Policía de Samaná en el municipio de
Nariño, llegó a la residencia campesina de Juan Esteban Toro,
situada en el paraje "Guadualito", acompañado de su
secretario Gabriel Montoya y de los testigos actuarios Miguel
Romero y Leonidas Pérez, y procedió, en nombre de la
República y por autoridad de las leyes a levantar el cadáver
de una mujer de unos 35 años quien llevó en vida el nombre
de Clara Rosa León León, amargándole la vida al bueno de
Pedro Luis Toro Gutiérrez. Presentaba el cadáver 18 feroces
machetazos en diversas partes de su aún robusto y bien
repartido organismo humano, y por esas brechas se le había
escapado íntegramente el líquido vital sanguíneo.
Los destrozos craneanos, causados a filo de peinilla, y la
casi decapitación, fueron las causas esenciales del deceso,
según dijeron los expertos legistas en el dictamen de necropsia
en el cual le fijaron una supervivencia de 20 años. Contra el
querer de todos sus parientes, amigos y relacionados, ese
labriego Pedro Luis Toro Gutiérrez llevó a la campesina Clara
Rosa León hasta el altar, porque consideró que ella, y
solamente ella, era capaz de hacerlo feliz por el resto de su
vida, sin parar mientes en antecedentes de ningún orden, que
eran los puntales de oposición de toda su parentela. Y como
sí todo lo que le dijeron antes de casarse hubiera sido un
El Periodismo en Antioquia
439
pronóstico seguro, cuando la veleidosa y furtiva Clara Rosa
fue madre del primer hijo alzó el vuelo, dejó el rancho y el
niño solos, y se fue con otro... Esa y tres ocasiones más volvió
a abandonar el hogar, cada vez con un nuevo amor y otras
tantas había ido Pedro Luis a buscarla para regresarla al hogar.
La última vez que la trajo a la casa, se arrimaron el alero de su
hermano Juan Esteban Toro, hechas por ella mil promesas de
sujeción y bondad. Juan Esteban le regaló a su hermano una
parcela, en donde en convite con los vecinos levantaron un
ranchito. Y la noche del sábado 2 de febrero de 1963, en una
fiesta que se celebraba en la casa de Esteban, la Clara Rosa
bailó apasionadamente con su nuevo amor, José de Jesús
Martín Márquez, y cuando después del reclamo del burlado
marido el joven galán se trabó con Pedro Luis a filo de peinilla
y ambos quedaron muy heridos, Clara Rosa lloraba
inconsolable al pie de su José de Jesús, que para eso es bien
lindo el amor, y entonces Deogracias Toro, hermano del
burlado marido, le dio 18 machetazos. Pero el criminalista
Cástor Iván Correa, obtuvo la absolución de Deogracias, por
"reacción de corto circuito".
Editorial Palabra Viva.
Medellín, diciembre de 2002.
440
El Periodismo en Antioquia
JAIME SANÍN ECHEVERRI
Cristos, bolívares y
dioses indígenas en
Rodrigo Arenas Betancourt
El aprendizaje de la escultura es tan largo como la vida
humana. No menosprecio algunas obras juveniles de los
grandes maestros. Aun las de mi juventud tienen su valor.
Pero dominar la piedra es cosa larga, nuestra materia es dura
más que cualquier instrumento musical, casi tanto como la
palabra. Apenas a los cincuenta años empecé a sentirme capaz
de domeñar el material escultórico. Me siento, pues, en mis
primeros años de escultor.
Rodrigo Arenas Betancourt es también escritor y se siente
escritor. No se ha dedicado con mayor ahinco a la literatura
porque su ortografía es anárquica. Cuando está excitado cree
que el verbo odiar también necesita una hache. Se ha ejercitado
en hacer con el cincel lo que le viene en gana, y resulta incapaz
de aceptar todo convencionalismo, empezando por la
gramática. Así y todo le ha tocado ganarse la vida como
reportero y como escritor. Periódicos y revistas importantes
de Colombia y de México publican de buen grados sus
colaboraciones. Arenas no burila palabras como lo haría un
poeta. Prefiere martillarlas. De la impresión de que a cada
una le está midiendo su dureza para sistemáticamente
rechazarlas palabras blandas.
El eterno Miguel Angel
Claro que todos los escultores tenemos a Miguel Angel
dentro. No siempre lo estamos idolatrando. En el caso mío
El Periodismo en Antioquia
441
gozo peleando con el Maestro le discuto. Lo regaño. Le
encuentro deslices y a veces fallas muy graves en su obra. Lo
que no me resulta fácil es sacármelo de dentro.
Por fortuna logré hace años no tener a Miguel Angel con
su corte griega y renacentista dominado solos en mi mundo
interior. Recibo desafíos de otras edades y otras tierras. He
visitado las zonas arqueológicas de San Agustín y las de muy
diversas culturas mejicanas, y he viajado por Ecuador, Perú y
Bolivia conversando con millares de escultores anónimos.
Esas piedras hablan mucho más fuerte que un maestro en
clase. Frases talladas minuciosa y morosamente. Aunque con
frecuencia no tengamos ideas sobre el contexto cultural y sobre
el orbe de mitos que pobló al cerebro del artífice ¿qué
respuesta puede ser más expresiva y concreta que el
monumento mismo? En alguna manera de estos indígenas
americanos son también nuestros clásicos. Con esas obras
perennes, que han vencido milenios, se establece un coloquio
mágico, en que la materia misma, el dios en ella plasmado y el
artista desconocido presentan una trinidad idéntica.
El aprendiz perpetuo
Con esta clase de aprendizaje, desde Miguel Angel hasta
el indio bizarro a quien las piedras le hablan, Rodrigo Arenas
Betancourt se jacta de haber estudiado mucho y en muchas
partes, pero no poseer un solo diploma de estudios. No le da
menos importancia a sus primeras letras en la escuela, rural
de El Uvital en Fredonia que a las clases formales de PHD
en arquitectura del Masachusets Institute of Technology, MIT,
de Boston. Hay una rebeldía congénita en el cuerpo breve y
en el alma grande este campesino de ojillos vivos y cautos,
con andar de guanaco decidido, voz entrecortada por la risa
de si mismo, que trata de filosofar dentro del materialismo
dialéctico pero se enternece ante Jesús con el mismo fervor
de su adolescencia en el Seminario de Misiones de Yarumal.
442
El Periodismo en Antioquia
Tengo tres o cuatro compañeros obispos. Al que más
quería, el de Buenaventura, Valencia Cano, me lo mató un
avión. Desde el seminario era un camarada pobre y bueno. El
Cardenal Muñoz también era compañero pero mayorcito. Otro
es Jesús Emilio Jaramillo, obispo misionero en Mitú, y a
Heriberto López acaban de nombrarlo para Buenaventura.
Con mejor aplicación al latín, hubiera sido yo obizpo como
ellos. Me siento con cualidades óptimas para el epicospado.
Otros compañeros de seminario, como Belisario Betancur, se
dedicaron a la política. Si ahora volviera con seriedad a las
letras, con el talento que tiene, llegaría más alto que su
candidatura.
Por los años 40 en Medellín, Jorge Montoya Toro, Hernán
Marino, Eddy Torres, Belisario Betancur yo formábamos el
"grupo de los seis".
Arco. ¿Cuál era el sexto?
RAB. El otro era notario. Cuando Otto Morales Benítez,
Miguel Arbeláez Sarmiento, Octavio Gamboa o cualquier otro
de tantos jóvenes estaba comulgando con nuestros ideales
transitoriamente era del grupo de los seis. La vacante se
producía automáticamente cuando llegaba desde Cali, Bogotá
o Barranquilla un amigo ilustre a visitarnos. Creo que los seis
pasamos de veinte.
Antioquia dura
Era duro el trabajo en Antioquia. Mis padres, campesinos
y agricultores pobres. Como todas las señoras antioqueñas,
mi madre siempre alardeaba de la nobleza indudable de su
apellido Betancourt. Mis posteriores estudios por Europa y
América me han confirmado que tenía razón. Era una santa
que nunca mintió. Mi padre era un peón. En mis días buenos
la ilustre familia Arenas de Santander me reconoce como
pariente. Sabrá el diablo cómo fue a para algún arriero Arenas
El Periodismo en Antioquia
443
a esas breñas. Caballos había en la vereda, pero no aprendía a
montar porque nunca tuvimos ni siquiera un burro. Me
interesaban los caballos, aunque tan ajenos. No podía
montarlos, pero los poseía en otros sentidos a los que no
llegaban sus dueños. Hacía míos sus ojos incansables, la
marcha valiente, la majestad de sus verijas. Me fascinaba su
señorio al aparearse. La intrepidez en el galope, tan sin envidia.
Su serenidad en la fatiga y en la derrota. Cuando he podido
en el monumento a Bolívar en Pereira, en la estatua de
Córdoba en Rionegro o en el Pantano de Vargas, expresar a
los caballos algo de lo que los amo, apenas les estoy pagando
las horas felices que me han dado desde la infancia sólo por
dejarse mirar.
La imagen en el espacio
En mi casa había algunas vitales y estampas de santos. Mi
abuela tenía muchas más. Pero mi emoción es espacial. Los
crucifijos me herían hondo. En Fredonia no teníamos la
maravilla de los cristos quiteños, pero llegaban en profusión
imágenes baratas compradas en La Economía, de Medellín. La
otra imagen era el Bolívar en cemento, en la plaza. La gente
decía que era copia del de Tennerani. De todas maneras se
me insertaron esos dos grandes amores: Cristo-pueblo, Bolivarpueblo. Porque las demás imágenes eran las de mis vecinos.
Por eso caminos las contemplaba siempre, y fueron
tatuándome el alma. Prometeo llegó más tarde y puede ser
una trasculturación. Se trata ya de estudios en el seminario
de Yarumal, donde Grecia y Roma eran talvez más cercanas
y familiares que Colombia.
Cristos de naranjo
Nací en 1919 y hasta los quince años pasé en la escuela
rural, en la urbana, en el Liceo Efe Gómez, y en el seminario,
444
El Periodismo en Antioquia
pero compartí también los trabajos agrícolas de mi padre.
Cuando nos vinimos para el pueblo se volvió albañil. Tenía
dotes de artesano. Hacía con primor sus tareas elementales
de construcción. Creo que a su lado adquirí la destreza manual.
Y entonces me entregué a tallar cristos en madera. Nunca
distingo entre el artesano y el escultor. Descuidaba todos mis
deberes de colegial por tallar cristos y más cristos. Imposible
saber cuántos fueron, pero en Fredonia todos los parientes y
amigos querían el suyo. Algunos se conservan. Hay diferencia
entre ellos y el Cristo-Prometeo de la rectoría de la Universidad
de Antioquia o el Crucifijo de la capilla de Fátima en Pereira.
Lo cierto es que estas obras no hubieran sido posibles sin mis
balbuceos a navaja en palitos de naranjo y de guayabo. Me
colocaron como cartero y oficial de estadística, pero no
entregaba las cartas ni, según mis registros, nació ni murió
nadie en el pueblo, por estar tallando cristos. Al fin
consideraron más provechoso darme una beca para estudiar
en Medellín.
La estatua más amada
ARCO. Entre tantas estatuas, de tan diversas épocas, ¿cuáles son
tus preferidas? ¿Cuál podíamos decir que es tu obra maestra?
RAB. Se establece un inmenso apego entre el escultor y
su estatua. Manera de amarse a sí mismo, que es el más
arraigado de todos los amores. Y ocurre que si se manifiesta
predilección por uno de estos hijos del espíritu, por dentro
grita la protesta de los otros. Talvez se ama más la estatua
que todavía no se ha esculpido. El muñeco que no lo deja
dormir a uno. El que siempre está metamorfoseándose en
nuestro interior. Cuya inquietud nos mantiene en ascuas. Se
ama tiernamente la obra pequeña, la que nadie admiró sino el
escultor, la maqueta que nunca encontró quien pagara su
conversión en monumento, la miniatura de la colección del
artista cuando nadie ha ofrecido comprarla.
El Periodismo en Antioquia
445
El escultor es menos libre que el pintor, el músico o el
poeta. La materialización de su obra requiere muchas veces
inversiones superiores a su capacidad económica. Sin el
patrocinio de los Papas no hubiera sido posible Miguel Angel.
Las obras proyectadas me atormentan sin descanso hasta su
realización. Hace dieciocho años, por ejemplo, hice un Proyecto
de monumento a la industria y la tierra destinado a la esquina de
la Avenida Junín con la carrera Palacé, de Medellín. No fue
posible realizarlo, pero en él se puso toda la fuerza de la
bienvenida a la ciudad en uno de sus más visibles espacios.
Cuantas veces paso por ahí y contemplo el adefesio urbanístico
que presenta el primer vistazo del centro desde el aeropuerto,
deseo tener con qué realizar por mi cuenta ese monumento u
otro que sea decoro de la capital antioqueña. Me duele también
el monumento al arriero. Lo contraté con el gobernador
Arizmendí. Sabemos los antioqueños cuándo le debemos a la
arrieria y como fueron de heroicos esos varones rudos, abuelos
nuestros, que salvaron la montaña de su aislamiento. El
gobernador siguiente me pagó por no hacer el monumento.
Los mecenas son necesarios
A veces son posibles las obras porque las auspician los
gobiernos, como el de Lleras pagó el monumento del Pantano
de Vargas, o como el de México costeó el del 5 de mayo, que
gané por concurso. Pero es muy grato cuando se trabaja por
propia cuenta e iniciativa, como lo estoy haciendo en dibujos
y esculturas en Los Amantes, serie que espero exhibir en
Colombia y en México, anhelo ingenuo talvez, pero es que
solamente en mi primera juventud hice una muestra de mis
obras, en Fredonia. De resto solamente he exhibido en
exposiciones colectivas.
Mis obras predilectas en este momento son, pues, Los
Amantes. A ellas estoy dedicando toda mi capacidad, todo mi
trabajo, lo que antaño llamaban toda mi inspiración.
446
El Periodismo en Antioquia
Bolívar, pueblo desnudo
ARCO. Pero ¿quién más estas pequeñas obras que tu Bolívar de
Pereira, tu Prometeo en bronce y basalto del patio de las Ciencias de
la Ciudad Universitaria de México, el otro Bolivar que usa una compañía de seguros como emblema, los caballos de Rondón que disfrutan
la fama de ser el mayor monumento realizado por un americano, el
grupo escultórico de Córdoba en Rionegro, las grandes cabezas héroes
mexicanos erigidas en tantas plazas, tu Cuauhtemoc, tu Juárez?
RAB. Cuando el monumento está levantado en alguna
parte ya no se mueve, tiene su vida propia, es del pueblo y no
necesita cuidados del artista. Con lo que está en proceso se
requiere tanta dedicación como la de la mujer con una vida
intrauterina. Es claro que amo la desnudez de Bolívar, aunque
las sociedades bolivarianas protesten mientras no son capaces
de vestir al pueblo de Bolívar. Por años tuve la necesidad, la
ilusión de expresar mi concepción sobre el Padre de la Patria.
Leía y releía Mi Simón Bolívar de Fernando González. Sin la
solidaridad mística de la sociedad pereirana ese inmenso
anhelo no hubiera sido posible. Como he anhelado hace años
esculpir un Pedro Claver.
Ama a México
Amo a México. Aunque algunos me hayan sentido
extranjero, nunca me he sentido extranjero. Es la parte alta y
ancha de la patria auténtica que empieza allá y termina en la
Tierra del Fuego. La mujer mexicana me dio el amor. Allá
nacieron mis hijos. Allá también muchas de mis ideas. Nunca
ha habido conflicto entre mi amor inconmensurable por
México y mi apasionado por Colombia. También allá sufrí.
No todo ha sido fácil. Lo fácil no vale la pena. Se trata de una
cultura que tiene milenios. Supera a las clásicas en cuanto
tiene más misterio. Está hecha de maíz, de tomate, de tabaco,
de aguacate, de pulque, de o mismo de que nosotros estamos
hechos. De piedra y mito. De fuerza y de sueño.
El Periodismo en Antioquia
447
Arenas en Bogotá
ARCO. Has mencionado varias obras tuyas en Pereira, donde
está también tu Homenaje a los Fundadores, en bronce y concreto;
las esculturas de la Ciudad Universitaria de Medellín y obras de aliento
como el relieve de la Beneficencia de Antioquia Largo viaje desde el
vientre al corazón del fuego. Pero en Bogotá apenas he visto
esculturas tuyas en interiores. ¿No tienes interés en dejar algo grande
en exteriores en la primera ciudad de Colombia?
RAB. Tengo La Oración del Poscrito en el aeropuerto de El
Dorado. Fuera del Bolívar colocado en el edificio de Seguros
Bolívar, también puede verse en la capital la obra Mercurio del
Banco del Comercio y el Prometeo del Banco Industrial
Colombiano. Hay perspectivas apasionantes en la capital. Me
sueño con el poema de Chocano Los caballos de los conquistadores.
¡Cómo hincharían sus narices al respirar el aire fresco de la
Sabana y otear ese panorama de verdor de pastos los caballos
de Jiménez de Quesada, de Belalcazar y de Frederman que
anunciaron ya la unión entrañable de la Nueva Granada,
Venezuela y el Ecuador! La futura ciudad, que aprovechará
más adecuadamente sus cerros orientales, necesita obras de
aliento en ingenieria y urbanismo, como las que se están
emprendiendo, pero también requiere obras de arte. A veces
encuentro las mías en climas extraños, como El Cielo y la Tierra
en el centro comercial de Atlanta, Georgia. Claro está que
considero exaltado algo de mi barro colombiano en otras
latitudes, pero en cuanto pueda deseo devolver a mi tierra lo
mucho que le debo con greda suya mejorada, que esto es la
escultura. El enaltecimiento de nuestros grandes valores
humanos en calles y plazas es una lección permanente de
patriotismo. Los niños que parecen tener por casa las calles
de Bogotá son exactamente iguales a los demás. En cada uno
de ellos me veo duplicado, esculpido. Tienen ellos derecho a
ver esos habitantes expuestos también al agua y al sol, a la
noche y al frío, que, mediante su esfuerzo, conquistaron la
448
El Periodismo en Antioquia
inmortalidad, según la concepción griega. Las estatuas les
hablan, los estimulan, les enseñan, los acompañan. Millares
son los muchachos colombianos, inteligentes, buenos, no
tienen otra maestra ni otra compañía que la estatua.
El niño pobre que triunfa
Basta por hoy. La obra de Rodrigo Arenas Betancourt daría
para muchos libros. Se espera uno gráfico con la sucesión de
más de cincuenta esculturas realizadas desde 1940, cuando
talló en caoba Cargadora indigena que pertenece a Fabio Arango
Mejía. Arenas que fue obrero ayudante de su pariente el
escultor Ramón Elías Betancur en Medellín, de Bernardo
Vieco en Bogotá y de Rómulo Rozo en México, que enseñó a
moldear en el Instituto Industrial Pascual Bravo y a dibujar
en el Liceo de la Universidad de Antioquia, que recorrió largo
camino por los institutos de Bellas Artes de Colombia y México
que se formó como arquitecto, como fotógrafo, como escritor,
que hoy disfruta de fama dilatada y puede darse el lujo de
renunciar a puestos diplomáticos si estorban a su labor, es la
prueba de que no obstante los vicios del sistema, el esfuerzo
humano, el carácter, puede llevar a la cumbre de la fama y del
éxito aun al más pobre y desvalido de los colombianos, al
niño a quien llamamos, con lástima, "marginado" en lugar de
darle la oportunidad educativa a que tiene derecho.
Arco, marzo de 1963, #16
El Periodismo en Antioquia
449
E. LIVARDO OSPINA
Descubrimiento,
conquista y población
del Valle de Aburrá
Se refiere aquí el descubrimiento, conquista y población del Valle
de Aburrá, y se da noticia breve de lo que fue la heredad del
capitán don Gaspar Rodas, en cuyos términos estaban las
primitivas ocho cuadras en que se asentó inicialmente la Villa.
Embelesado sin duda en la encantadora visión de su belleza,
el Valle de Medellín lo contemplaba apenas de lejos el capitán
Jerónimo Luis Tejelo, oficial de las huestes conquistadoras
del Mariscal Jorge Robledo, en la luminosa mañana del 24 de
agosto de 1541, desde la alta cima del Barcino, en la cordillera
que lo domina por el occidente. Asomado a la cumbre de
Santa Elena, al oriente, habría de exclamar una vez el notable
poeta Gregorio Gutiérrez González, en malos versos cuyo
único mérito literario, estriba en la sistemática y peregrina
aliteración de la letra ll:
Allí está Medellín, la hermosa Villa muellemente tendida
en la llanura
Tejelo, cuyo nombre recuerda una de las calles de Medellín,
había militado primero a órdenes de don Pedro de Heredia,
luego a las del oidor Juan Badillo y desde 1539 formaba parte
de la expedición de Robledo, quien habiendo emprendido la
exploración y conquista de Antioquia y hallándose en Murgia
o Pueblo de la Sal, hoy Heliconia, lo mandaba a explorar el
otro lado de la cordillera; aquí llegaba a la cabeza de 20
450
El Periodismo en Antioquia
infantes y 12 jinetes por el Alto de las Cruces, Quebradalarga,
Altavista y el Barcino el 5 del mes y año mentados, fecha del
descubrimiento del Valle del Aburrá en su total extensión, es
decir entre las actuales poblaciones de Caldas y Barbosa.
Llamábase de tal suerte porque lo habitaba la tribu de los
aburraes, tributarios del cacique Nutibara, quien señoreaba
desde la serranía de Abibe hasta el río Cauca y tenía su sede
en Guacá, en los términos de lo que al presente es Dabeiba,
sujetando bajo su mano el pueblo aborigen más adelantado y
fuerte de Antioquia, el más numeroso y rico en minas y
cultivos. Inicialmente los españoles diéronle al valle el nombre
de San Bartolomé, por haberlo ocupado el día de la fiesta de
ese santo, y más tarde le dijeron también de Los Alcázares,
hasta quedar finalmente bautizado del modo mismo de la
ciudad que aquí se levantó a los 60° 14' 17.963" de latitud
norte y 75° 34' 58.875" de longitud occidental del meridiano
de Greenwich, vale 5 horas 2 minutos 20 segundos, tomando
el Cerro Nutibara -punto 23 de Laplace- como referencia; la
presión barométrica media es de 637,2 metros, y de 1.481,5
metros la altura sobre el nivel del mar en el Parque Berrío; de
63% la humedad relativa media, y de 23,4 centígrados la
temperatura media en caseta, con oscilaciones extremas de
8°, aunque la ordinaria es de 18° abajo y 26° arriba del
termómetro centígrado, pudiendo encontrarse temperaturas
de 10° a corta distancia, en las montañas vecinas.
Primero muertos que esclavos
Ocupado sí, pero no a discreción y de grado, pues
principalmente los indios yamesíes, una familia de aburraes
que entonces habitaba en la parte de Guayabal, donde queda
hoy el aeropuerto de Olaya Herrera, hacían tenaz resistencia
y causaban algunas bajas a la gente de Tejelo, a quien Robledo
en persona tenía que venir a socorrer, librándose un nuevo y
furioso combate o guazabara en que los naturales armados
El Periodismo en Antioquia
451
de macanas y con dardos de palma tostada, hondas y flechas
despedidas de un palo llamado estólica, especie de ballesta,
fueron derrotados completamente y huyeron a los montes o
se ahorcaron por si mismos colgándose de los árboles con sus
mantas de vara y media de largo por una de ancho. Cronistas
de la Conquista explicablemente inclinados a exagerar las
hazañas de sus capitanes califican esto de cobardía, como si
para suicidarse no fuera menester más valor que para jugarse
en singular lid la vida, e historiadores nuestros lo repiten o
cuando menos lo atribuyen a temor supersticioso a la vista de
los barbados hombres blancos, extrañamente vestidos, y de
sus armas, caballos y hasta perros, los feroces alanos tan
distintos de los perros mudos o no ladrantes que los naturales
habían domesticado junto con otras alimañas del monte como
los curíes de "lindo comer" que decía el escribano Sardela;
cuando con las mismas razones, vale ningunas, se puede
sostener que preferían la muerte a perder la libertad:
Que sin armas, sin muros, sin caballos,
libres conservan su valor desnudo,
como dijo de otros, émulos suyos el poeta.
Cierto grado de civilización aborigen
Para esta época de la conquista europea las aborígenes
razas americanas, que muchos etnólogos no consideran
autóctonas sino amarillas de origen asiático, desde hacía siglos
estaban en decadencia, según lo comprueban entre otros
testimonios lo rudimentario de las técnicas del cultivo y del
tejido, así como el lenguaje únicamente oral, mezquino y sin
términos abstractos. En algunos pormenores estos de la rama
de los caribes que eran los catíos, los principales de Antioquia,
pues había otros, figuraban entre los más adelantados, "gente
vestida y de entendimiento despabilado; escribían en
jeroglíficos pintados en mantas; usaban peso y medida; comían
452
El Periodismo en Antioquia
raíces, por la esterilidad de la tierra para el maíz; membrudos
y bien dispuestos, aunque bajos y morenos, y de buen parecer
las mujeres, estos indios eran muy verdaderos en sus
contratos" (condición de antioqueño que acaso le venga de
ellos por atavismo), como lo declara Fray Pedro Simón en
sus 'Noticias Historiales'. Verlos cultivar el algodón, hilarlo,
teñirlo y tejerlo, que era particular también de tahamíes y
nutabes, debió de sorprender y admirar a los españoles, que
del huso armado por los naturales en dos horquetas hacían
derivar del nombre de tela de horcón que llevaban muchas
antiguamente. Todavía en el siglo pasado los restos del pueblo
de los hami o cima despertaban la curiosidad del metalurgista
francés J.B. Boussingault, quien escribió y publicó un estudio
sobre ellos, destacando sobre todo su aspecto grave y sus
maneras discretas. Y al capitán Diego de Mendoza, otro de
los tenientes de Robledo, le dejaban asombrado los caminos
tajados en la roca, "más grandes que los del Cuzco",
observados por él cuando habiendo partido de aquí por la vía
de Las Palmas o de Rionegro en busca del Valle de Arbí o
Magdalena, se devolvía temeroso de quienes lo habían abierto
"porque debían ser mucha posibilidad de gente".
La avanzada colonial
Antes que tuviera aquí su encomienda de indios el
esforzado capitán Gaspar de Rodas, uno de los estadistas más
notables de los tiempos coloniales, en el Valle del Aburra se
habían encontrado también al promediar el siglo XVI los
conquistadores Francisco Núñez pedroso y Hernando de
Cepeda hermano o primo de Santa Teresa de Jesús, el cual
por entonces había puesto en esta parte su asiento. Lo que
pudiera llamarse la primera conquista española de Antioquia
terminaba por los años de 1580 a 1600. Medellín no empezaba
a poblarse sino más adelante por peninsulares que establecían
reales de minas, hatos y estancias o granjas entre 1630 y 1650;
El Periodismo en Antioquia
453
eran ellos descendientes de los conquistadores y de otros
españoles ya avecinados en la capital provincial y en puntos
como Remedios (adonde llegaban de Mariquita), Cáceres,
Zaragoza, etc., así como por nuevos emigrantes de España
que traían papeles de limpia sangre y condición honrada para
venir a América, lo mismo que de otras regiones del Nuevo
Reino y de los demás reinos indianos. Españoles todavía
seguían llegando a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII,
en particular comerciantes, para establecerse todos en el Valle
de Aburrá. Nuevos blancos aparecían entre 1750 y 1800,
radicándose aquí pocos, la mayoría de ellos en Rionegro, y
algunos en la vieja ciudad de Antioquia. Cuando en 1720 la
Corona española mandaba expulsar de sus colonias
ultramarinas a los extranjeros, en Medellín no había sino uno,
don Juan de Julianis, y otro en la ciudad de Antioquia, don
Juan Andrés Botero, ambos italianos, pero se les indultaba
porque habían casado y arraigado en la adoptiva tierra. En
1884 el número de extranjeros montaba ya a 117 (25
alemanes, 10 ingleses, 30 americanos del norte, 20 franceses,
12 italianos, 2 turcos, y el resto suizos, cubanos, mejicanos,
venezolanos, predominando por su número las religiosas).
El crisol del mestizaje
No casaban ya estos pobladores primitivos del Valle del
Aburra con indias o con negras (cual si lo hacían los
conquistadores, cuando no se ayuntaban sin formalidades o
simplemente a la mala, pues no traían consigo mujeres
blancas), aunque, por su puesto si engendraban muchos en
ellas. A propósito, es de notar que a la cuarta generación la
raza blanca recobra su primado, según la conocida tabla
siguiente:
Blanco mezclado con indio da mestizo.
Blanco mezclado con mestizo da cuarterón.
454
El Periodismo en Antioquia
Blanco mezclado con cuarterón, da ochavón.
Blanco mezclado con ochavón da puchuelo, que es blanco.
Cuando el mestizo se mezcla con otro mestizo, la sangre
permanece igual, es decir mestiza; pero cuando la mezcla de
aquel se hace con indio, salta irremediablemente hacia atrás.
Aquí el negro vino traído de África para el laboreo de las
minas y el trabajo de las estancias; siempre estuvo desposeído,
mas con el tiempo llegaba a ser libre y a veces gozó casi de la
condición de miembro de la familia de su amo, que trabajaba
al par con él rudamente, y de los pueblos aborígenes no quedan
hoy sino escasos, ruines y degenerados restos. El proceso de
mestizaje no ha concluido aún sin embargo, de preferencia
con el tipo negro. Pero la forma y capacidad del cráneo coloca
al antioqueño entre las razas superiores. En esta comarca los
rasgos del indio no aparecen ni por herencia directa ni por
atavismo. No obstante, todavía no puede hablarse de una raza
antioqueña, y ésta es apenas una gente o quizá una nación en
el sentido que se daba a las poblaciones indígenas que
habitaban un mismo lugar o país y hablaban un mismo dialecto.
Sin que no obstante sea completamente desdeñable la
teoría expuesta por don Tulio Ospina aunque no demostrada
por él mismo, no confirmada por estudios científicos serios y
poco verosímil a la luz de las investigaciones antropológicas
más recientes, de que los indígenas antioqueños y en general
los que habitaban las cordilleras central y occidental de
Colombia no eran de raza amarilla sino blancos de los llamados
alófilos, hombres prehistóricos que de las costas del mar Indico
llevaron la semilla de la civilización a China, Egipto y Asiria
y de quienes los vascos aquí venidos para fundirse con los
naturales tenían mucho también. De donde los elementos de
idioma culto y avanzado aún visibles en la conquista española
decaída lengua aborigen, y los rasgos morfológicos particulares
de nuestros indios, con su nariz recta o aguileña, boca fina,
ojos horizontales, aparte su temperamento independiente y
El Periodismo en Antioquia
455
altivo y su aptitud para las artes y el comercio, todo ello
injertado a la manera de planta cultivada en otra rústica de la
misma especie para dar frutos armónicos y fecundos, no los
anómalos y desequilibrados que otras mezclas suelen
engendrar, y este es el origen del actual tipo antioqueño, tan
característico y bien diferenciado, alto, esbelto, musculoso,
de cara oval, nariz recta o aguileña igualmente, frente alta,
ojos grandes y vivos, cabello y barba abundantes, robusto,
laborioso, emprendedor, ambicioso, muy señor de sí, propio y
"libre como el viento".
Confesión de parte
Aun los atrevidos conquistadores que aquí llegaren ya
andaban cansados y cuando Medellín aparece en el mapa de
América se ha producido una revolución en el mundo. La
Pólvora y el arcabuz han comenzado a relegar y relevar a la
espada, y las viejas armas convencionales, las pesadas
armaduras, toda la estrategia y la táctica de la guerra están
desapareciendo. El tiempo es menos belicoso, menos heroico,
incipientemente civil. Además, no ocurría en Antioquia lo
que en otras partes del mismo Nuevo Mundo. Los plantadores
del Brasil y de las Antillas y las compañías cosmopolitas que
explotaban los valles y las llanuras venezolanas reclutaban
sus asociados y trabajadores en puertos de Europa y en los
indiano recién abiertos como Río, santos, La Guaira,
Cartagena; en general estas partes recibían una inmigración
heterogénea. No así la comarca antioqueña, en particular
Medellín, donde vinieron recios montañeses de las regiones
septentrionales de España que aquí vinieron libres y señores,
con la circunstancia de que no hubo propiamente separación
social, pues todos eran hidalgos hijos de sus propios hechos,
noble ninguno, ni los propios nacidos en cuna de padre tal,
mecida ya en estas breñas por la india o la negra de cuyo seno
salían, rompiendo violentamente la línea femenina en la
456
El Periodismo en Antioquia
sucesión española de la gran masa de la población antioqueña
en general, y en singular de la medellinense, como tácitamente
lo reconocían los interesados mismos cuando se declaraban
"unos descendientes de conquistadores y otros casados con
nietas de ellos", por fuerza mestizos todos, en el informe y
pedimento que dirigían a la reina el 23 de junio de 1676 con
las firmas de los principales vecinos de la villa recién creada.
Ni blanco ni de gallina.
Los más y mejores de los primeros capitanes eran a lo
sumo hidalgüelos de ejecutoria menguada, sin nexos con las
casas ilustres de la Península; a sus órdenes militaban
segundones o vástagos atravesados de la nobleza, y ya se ha
visto que no traían mujeres, las cuales solo empezarían a llegar,
y escasamente por allá del siglo XVIII en adelante, pues que
en la propia Santa Fe de Bogotá, y eso que se trataba de nadie
menos que de la familia del presidente, era novedad histórica
por lo rara en 1630 la presencia del Marqués de Sofraga con
su esposa e hijas, poniendo en un brete a los altos criollos
para formarle círculo social competente a la esclarecida familia
de don Sancho. Los escasos títulos obtenidos se consiguieron
de ordinario a precio de oro, ni siquiera con la espada, y el
botín y las hazañas los igualaban a todos. Un historiador
español apunta al respecto, y novelistas nuestros como don
Tomás Carrasquilla explotaron la vena del asunto, que los
pujos particulares por ostentar apellidos y entronques linajudos
del mar allende fueron tan casuales que se volvieron fuente
de chacota. Aquí se extendieron genealogías convencionales
y fáciles ejecutorias, a tal punto que no hubo mestizo o mulato
de relativa calidad o posición que no diera en rebuscarse
antepasados, más si se mira que los reyes de armas de la
Península los concedían a paladar. La flaqueza del linaje
oriundo de España o de Portugal se acrecentó en sus colonias,
por la exageración gerundiana propia del híbrido. Según don
El Periodismo en Antioquia
457
Julio de Atienza, los títulos de Castilla otorgados por servicios
(en su doble acepción) en América y Filipinas andaban por
los 350.
¡Judíos sí no, por Cristo!
Con todo, los hidalgüelos venidos a este Valle, de
preferencia vascos, castellanos, extremeños, gallegos, satures,
andaluces, en fin montañeses peninsulares, no tenían ni gota
de sangre judía, enrostrada a sus descendientes como un INRI,
que no lo sería, no, en modo alguno. Hasta nuestro máximo
poeta regional, Gregorio Gutiérrez González, en un momento
de despecho se atrevió a exclamar:
En esta tierra encantadora habita
La razón infame de su Dios maldito.
Raza de mercaderes, raza impía
Que con todo y con todos especula,
Y en cuyas venas sin vigor circula
La sangre vil de la nación judía.
Pudiéndose oponer, de poeta a poeta, esta otra estrofa,
que hace relación a la gente española, principalmente la vasca,
prolongada en estas partes:
Un nieto de Noé le dio nobleza,
Que su hidalguía no es de ejecutoria,
Ni mezcla con su sangre, lengua o traje,
Mosaico infamia que la suya ultraje.
La heredad de Don Gaspar
Casi 60 años luego de fundarse el caserío inicial el 2 de
marzo de 1616 en el sitio donde queda hoy el Poblado y con
el nombre de San Lorenzo de Aburrá, el 2 de Noviembre de
458
El Periodismo en Antioquia
1675 la planta primitiva de la Villa se trazaría en meras 8
cuadras que como todas las partes comprendidas entre
Guayabal, donde está hoy el aeropuerto de Olaya Herrera,
hasta los llanos de Niquía o Nichío en la jurisdicción del
municipio de Bello al presente, y entre las dos altas cadenas
de montañas bifurcadas de la cordillera central de Los Andes
que dominan el Valle por el oriente y por el occidente, estaban
al principio dentro de la vasta encomienda de indios dada
desde 1545 al conquistador y gobernador Gaspar de Rodas,
quien por 1574 pedía y obtenía del cabildo de la ciudad de
Antioquia, con la aprobación del gobernador de Popayán don
Jerónimo de Silva, tres leguas de tierra yerma y despoblada
para fundar hatos de ganados y estancias de comidas; heredad
que en lo que le correspondía a la muerte de su padre
malbarataba el calavera de su hijo don Alonso de Rodas
Carvajal, pícaro si los hubo, jugador, borracho y hasta ladrón
sacrílego. Demoraba esta porción del todo original hacia el
norte, menguada desde 1592 por voluntad del mismo Rodas,
quien de una estancia de tierras de pan llevar en Hatoviejo
hacía entonces mereced a su yerno don Bartolomé de Alarcón,
sucesor suyo en la gobernación y casado con su hija doña
María, a la cual por sucesión natural de su progenitor le tocaba
de la posesión patria lo que se hallaba hacia el sur, donde ella
y su marido establecieron casa y hacienda cerca de Itaguí,
inmediaciones del arroyo de doña María, nombre que sin
embargo no de daba la dueña, como lo han sostenido algunos,
sino doña María Muñoz de Bonilla, otra antigua y famosa
propietaria de esa región.
El antiguo potrero en que vivimos
Sucesivamente y por varios modos las tierras que la mala
pécora de don Alonso había heredado pasaban al capitán
Francisco Beltrán de Caicedo; de éste y en parte (menos La
Culata, hoy San Cristóbal), al cura de Zaragoza don Miguel
El Periodismo en Antioquia
459
de Heredia; de éste a su sobrina doña Isabel de Heredia,
casada con don Juan Bueso de la Rica, quienes conservaban
para sí una porción, donaban además a la Virgen de la
Candelaria las históricas ocho cuadras mencionadas y objeto
de largo pleito, y vendían el resto al capitán Cristóbal de
Acevedo y a sus hermanos. Tenía lugar esta operación del
año de 1653, más de cincuenta después de la muerte de Rodas
-cuyos acreedores habían rematado la herencia en 972
castellanos y seis tomines de oro de 20 quilates-, y el precio
de aquella era de mil pesos de ocho reales. El lote así
traspasado iba "de la puerta del Potrero (aproximadamente
donde está hoy la plazuela de San José), en línea recta hasta
la quebrada de Aná (Santa Elena); siguiendo por el filo de
ésta hasta el nacimiento de la quebrada Guamal (en el hoy
barrio del Poblado); por esta quebrada hasta su desembocadura
en el río, y de allí en línea recta hasta la Puerta del Potrero,
primer lindero.
Como se ve en este lote queda comprendida gran parte de
la ciudad actual; y en él nacieron los dos caseríos primitivos
de San Lorenzo de Aburrá, primero en el Poblado y luego a
inmediaciones del Morro del Salvador, y por último el de
Villanueva del Valle del Aburrá de Nuestra Señora de la
Candelaria, a secas Villa de Medellín. En que la población
surgiera en esos lugares antes pudo influir el gran número de
sepulturas de indios que por allí había, tanto en la zona en
que está hoy el barrio del Poblado como en aquella colina
cuando llevaba el nombre de Las Cruces, también antes el de
Las Sepulturas y aún no el de Don Rafael (por don Rafael
Echavarría, quien tenía casa de campo en el llano al oriente
de ella). Cronistas de la época cuentan que de esas sepulturas
se sacaba el oro "por puchas", y el artesano Matías Acevedo
enriqueció con el hallazgo de algunas todavía en el siglo
pasado.
Crónica Municipal. Edición Extraordinaria
para conmemorar la fundación de la ciudad. 1616-1966.
Medellín, 1967.
460
El Periodismo en Antioquia
JUAN ZULETA FERRER
Clodomiro Ramírez
y su tiempo
Abejorral ha sido cuna de brillantes figuras de la política, del
gobierno y de la jurisprudencia. Este municipio resume en
pequeño nivel las características de Antioquia. Tierra de
vertiente, inclinada y dura, ardua para el trabajo, difícil para
las cosechas. Pero, en compensación, está poblada por una
raza vigorosa de patriarcas, de colonizadores, de fundadores
de pueblos. Sus gentes se desbordaron hacia Caldas, El
Quindío, el sur del Tolima y las altas mesetas que rodean el
Valle del Cauca, y allí han levantado sus hogares, han creado
riqueza, han vencido la selva con sus manos heroicas.
Es una raza fuerte de clara ascendencia española. Severa
en sus costumbres, honesta en sus tratos, segura en su fe
cristiana. Tiene la fuerza de sus estructuras morales y la
dinámica de una sangre predestinada para las altas misiones
de la cultura y del progreso.
De Abejorral surgieron a mediados del siglo pasado, tres
ilustres colombianos, Dionisio Arango el Jurista profundo, el
magistrado ejemplar, el hombre que tenía una integridad tan
grande como la patria. Esteban Jaramillo, el economista, el
humanista, el mago de las finanzas. Y CLODOMIRO
RAMÍREZ, hombre de gobierno, profesor, juez, maestro y
ejemplo de juventud.
Afortunadas coincidencias me hicieron conocer
íntimamente al doctor Ramírez. Fue mi profesor de derecho
civil, mi consejero en la orientación profesional. Y al mismo
tiempo me honró con su amistad sincera y constante. Fue en
El Periodismo en Antioquia
461
una época de oro de la Escuela de Derecho de la Universidad
de Antioquia. Eran profesores Mariano Ospina Pérez,
Gonzalo Restrepo Jaramillo, Julio E. Botero, Los Cock,
Monseñor Sierra, Pedro Pablo Betancourt y Miguel Moreno
Jaramillo, quien dictaba con sabiduría y con brillo inusitados,
su cátedra de derecho civil.
EL PROFESOR. - El viejo Clodomiro, como le decían
con sincero afecto sus discípulos, era un excelente expositor.
Tenía una mente lúcida, un conocimiento profundo de la teoría
y de la práctica del derecho civil y una erudición siempre
renovada. Y matizaba sus conferencias con fino humor, con
una gracia natural en la expresión que las hacían especialmente
atractivas. Un humor noble, que no causaba heridas ni
provocaba resentimientos.
La Universidad en esa época era muy distinta de la actual.
Los estudiantes siempre han sido inconformes, inestables,
gestores del cambio. Siempre han sido amigos de la
improvisación, impulsivos, dispuestos a luchar por cualquier
causa noble. Aunque el espíritu es el mismo, los sistemas han
cambiado. Había anteriormente confianza en el éxito, fe en la
democracia, disciplina, respeto a la autoridad. A veces se
presentaban desbordamientos transitorios y estallaban huelgas
y se lanzaban proclamas revolucionarias. Pero sin perder la
norma y la medida en los propósitos y en los actos. La
violencia era ocasional y pasajera. No estaba arraigada en las
mentes de los jóvenes como una estrategia constante.
Y eran también los estudiantes exaltados y románticos.
En las hojas del Código Civil aparecía frecuentemente el
famoso soneto que tuvo un vago origen en el Colegio del
Rosario: "Este es el código civil, señora, de un vagabundo y
lírico estudiante, que pensando en tu amor a toda hora, no ha
pensado en su libro un solo instante".
Pero se estudiaba con tesón. Grandes figuras surgieron en
esa época de la Universidad Gerardo Molina, José Gutiérrez
Gómez, Diego Luis Córdoba, Eduardo Fernández Botero,
462
El Periodismo en Antioquia
Gabriel Aramburo, el mejor de su apellido, cuya inteligencia
era apenas superada por su nobleza y generosidad. Y había
otros muchos, inquietos, brillantes, cuyos nombres es
imposible recordar en la brevedad de una crónica.
En este ambiente de innegable selección, el viejo
Clodomiro ejercía una explicable influencia. Tenía las
cualidades naturales del maestro. Inteligencia, cultura,
equilibrio, sentido de la equidad, benevolencia y generosidad.
Para él los artículos de los códigos no eran una letra muerta.
Cada uno de ellos estaba animado por un principio de justicia,
aplicado a la defensa de la sociedad, de la vida y de los bienes
de los ciudadanos. En su mente clara se ordenaban las ideas,
con seguridad, con rigor implacable, con lógica deslumbrante.
Había trasegado todas las jurisprudencias. Conocía el
pensamiento de los grandes civilistas franceses, desde los
autores del código napoleónico hasta los modernos tratadistas
de la época. Y los iba analizando y criticando con la magia de
un razonamiento irrefutable.
En los diálogos con los condiscípulos la imagen del viejo
Clodomiro resurge matizada por los mejores recuerdos. Varias
generaciones lo calificaron como maestro ejemplar, con todas
las cualidades excelsas del verdadero educador.
EL RECTOR. - Clodomiro Ramírez ha sido uno de los
rectores más populares de la Universidad de Antioquia. Era
amigo verdadero de los estudiantes. Celebraba sus éxitos, se
dolía con sus frustraciones, se sentía profundamente herido
con sus adversidades. No había mejor compañero, ni más leal
colaborador, ni más sincero defensor del estudiantado. Por
eso cuando entró a la rectoría no volvió a salir jamás. Los
universitarios no lo habrían tolerado. Cuando la fatiga de los
años le restó las fuerzas necesarias para regir la universidad,
se quedó en ella como rector honorario, hasta cuando los
propios estudiantes cargaron su féretro entre explicables
manifestaciones de pena.
El Periodismo en Antioquia
463
¿Cuál era la cualidad del doctor Ramírez que le creaba
vínculos tan fuertes y tan profundos con el estudiantado?
Talvez una capacidad de comprensión, una identificación con
los propósitos y los sentimientos de las nuevas generaciones.
A pesar de su cabeza encanecida y de su rostro cansado por
los años, tenía un espíritu maravillosamente joven, abierto
para las ideas, para las nuevas formas del arte. Y tan sensible,
que todas las alegrías y las angustias de los estudiantes cabían
en su corazón.
El doctor Ramírez estaba integrado con la Universidad.
Y ésta es condición indispensable en un buen rector. En
Colombia se han cometido errores en la escogencia de los
dirigentes universitarios. Los intereses políticos han jugado
un papel mezquino y ciego en la lucha por el control
burocrático de los claustros. Y han llegado gentes de todos
los sectores y de todas las procedencias a desempeñar una
misión que se les sale de las manos. El viejo Clodomiro llegó
a la Universidad como un paso natural de avance en una vida
de profesor y de maestro. Por eso arraigó en ella y dejó el eco
nobilísimo de su eficacia y de su comprensión.
EL GOBERNANTE. -Fue también el doctor Ramírez
excelente hombre de gobierno. Demócrata sincero, respetuoso
como el que más de las normas vigentes, celoso defensor de
los derechos civiles. Como buen profesor de la materia, realizó
con eficacia todos los encargos que le fueron confiados por
las altas autoridades de la República.
Se vinculó al republicanismo al lado de Carlos E. Restrepo,
de Eduardo Santos y de otras figuras eminentes de la
generación del centenario. Fue Gobernador de Antioquia en
el período del doctor Restrepo. Hostigado duramente por la
oposición le envió al jefe de Estado este singular mensaje:
"Estoy solo, ¿qué hago? Pero no renuncio". Carlos E. le
respondió con una frase que se ha hecho célebre: "Yo también,
yo tampoco".
464
El Periodismo en Antioquia
Posteriormente acompañó a Olaya Herrera en su campaña
presidencial. Hizo con él el famoso viaje en avión desde
Barranquilla hasta Puerto Berrío. Desde Puerto Wilches envió
a sus amigos el siguiente y sugestivo mensaje: "Venimos
volando muy alto". Meses después algún amigo le preguntaba:
"Y cómo fue el aterrizaje, doctor Ramírez? El viejo soltó su
risa cordial y respondió con marrullería "Movido y a saltos".
Es imposible en una crónica hacer el estudio a fondo de
las actividades del doctor Ramírez como funcionario público.
Pero todos, hasta sus adversarios políticos, coinciden en un
mismo criterio. Fue un hombre digno de los cargos que
desempeñaba. Sus estructuras morales no fallaron nunca. Y
tenía el don carismático de atraer a todas las clases sociales y
a todos los gremios. Y nunca sus manos se envilecieron con
una injusticia o con una cobardía. Como decía alguna vez
uno de sus adversarios políticos, pasó por todos los corredores
de la tentación sin mancharse.
EL ABOGADO. - Fue el doctor Ramírez también
abogado de merecida fama. Su oficina judicial fue una de las
más renombradas de Antioquia. Su integridad, su poderosa
fuerza dialéctica, su conocimiento profundo de las leyes y de
la jurisprudencia, su estilo de expositor directo y castizo, lo
destacaron fácilmente en el mundo complejo y difícil de
tribunales y juzgados. Muchas de sus tesis jurídicas fueron
incorporadas a la jurisprudencia. El doctor Dionisio Arango,
su ilustre coterráneo, decía alguna vez "Este Clodomiro está
predestinado para el éxito. Pero no se preocupa por sacarle
dividendos".
Fue un gran profesional pero no hizo fortuna en la
profesión. Buscaba la justicia, no el éxito monetario. Alguna
vez nos decía desde su cátedra de derecho civil, "La profesión
es un apostolado, no un negocio. Los que tienen alma de
negociantes no deben ejercerla. Hay muchas gentes pobres
que tienen la razón y no tienen dinero para defenderla. No se
puede permitir que caigan en manos de los traficantes del
Derecho, de los que especulan con las leyes".
El Periodismo en Antioquia
465
Vivió, como él decía, congruamente. Pero este desinterés,
este afán de justicia, este respeto por la verdad, lo colocaron
en un nivel moral que no se puede nunca comprar con dinero.
La gente se quitaba el sombrero cuando se encontraba en la
calle con el doctor Ramírez. Y él recibía este homenaje con
sencillez, con una serena conciencia de que era digno de
respeto y de que no valía la pena de infatuarse por ello.
ROSITA: - Alguna vez le preguntaron al doctor Ramírez:
"Usted tan moreno y tan feo cómo tiene hijas tan bonitas? Y
el viejo contestó complacido: "Yo pongo la madera y Rosita
la pintura".
Otra vez llegó a la clase con una media azul y otra gris.
Uno de sus discípulos le dijo: "¿Doctor, qué pasa con sus
medias? El viejo las miró y contestó imperturbable:"A Rosita
le gustan los juegos de colores".
Durante la tragedia de su hijo Carlos le oí una vez exclamar
conmovido: "Rosita está con él. Eso quiere decir que no esta
abandonado de la providencia".
Rosita. Se le humedecían los ojos y le temblaban los labios
cuando hablaba con Rosita. Y ella fue la digna compañera de
este hombre excepcional. Buena, afectuosa, sacrificada, serena
en las adversidades, fuerte en las grandes pruebas, llenó toda
la vida de su esposo. Da pena recordar mujeres así en esta
época de relajamiento general de las costumbres, cuando
irrumpen en la vida del hogar los más oscuros egoísmos. El
doctor Ramírez tenía en su esposa la fuerza secreta de su
serenidad. ¿Cómo dudar de la providencia si a su lado estaba
siempre, encarnándola, esta matrona admirable, par de otras
mujeres que le dieron honor y dignidad a la raza antioqueña?
EL HOMBRE.- Al hablar del "viejo" Clodomiro los
estudiantes sintetizaban en esa palabra una serie de cualidades.
Serenidad, comprensión, experiencia, sabiduría. Era un
calificativo que desbordaba afecto.
Y en realidad, el hombre estaba construido espiritualmente
con las mejores cualidades humanas. Muchas veces dialogué
con él fuera de la Universidad y siempre aprendí algo.
466
El Periodismo en Antioquia
Su finca de veraneo en Sabaneta estaba cerca de la casa
solariega de los Canos. A veces charlaba de paso con el viejo
patriarca de Fidelena. Todavía me parece verlo sentado en su
silla, con la noble cabeza cubierta con una cachucha oscura.
- ¿Qué hay por Medellín, Clodomiro? - Nada Fidel. En
este país nunca ocurre nada.
Y era verdad. Después Alfonso López repetía la misma
frase. Pero cuando el caudillo liberal murió, ya habían
principiado a ocurrir cosas.
El viejo Clodomiro era un poco filósofo. Y le gustaba
meditar sobre las cosas profundas del ser. Había leído a
Unamuno y comentaba a veces el sentimiento trágico de la
vida. El profesor de Medellín coincidía con el profesor de
Salamanca. De allí su afán de evadirse y de aislarse en su
mundo interior.
Alguna vez, en Puerto Berrío, el viejo pescaba a la orilla
del Magdalena, bajo el amparo de un inmenso sombrero de
caña. A veces cogía un pequeño pez en su anzuelo y lo volvía
a arrojar al agua. Yo le pregunté: "¿No tiene usted alma de
pescador?" La pesca, me respondió, es apenas un pretexto
para meditar. Es bueno huir a ratos del progreso, de la
congestión de las calles, del ruido de una ciudad en
movimiento, del agobio de las gentes angustiadas por sus
problemas. Aquí se está bien, frente a este río que parece no
moverse, como un inmenso espejo bajo el sol. La única
solución para las tensiones de la vida actual es el regreso a la
naturaleza. Al hombre lo está destruyendo la civilización. La
ciudad que es la base de su grandeza, es, también, el teatro de
sus infortunios. No sé a dónde nos llevará la ciencia. Pero va
a llegar un día en que el hombre va a tener que defenderse de
ella para poder subsistir. A veces creo que es el monstruo de
las diez mil caras de que hablaba Confucio". Sólo una
inteligencia superior pudo tener esa visión anticipada del
mundo moderno.
El Periodismo en Antioquia
467
¿Cuáles eran las cualidades que le dieron al doctor Ramírez
su influencia y su prestigio? Era ante todo dueño de una
inteligencia superior. Era sencillo y cordial. Había buscado la
sabiduría de todos los libros. Y era humano. A veces casi con
humildad. Su mano se tendía hacia el poderoso y hacia el
pobre... Respetaba en todos la dignidad de la persona humana.
Era desinteresado. Su corazón era una fuente inagotable de
afecto. Se entregaba en la cátedra y en la amistad. Era una
personalidad llena de carisma.
¡Ese gran viejo Clodomiro! Nació hace cien años pero
todavía está vivo en la memoria y en el corazón de varias
generaciones.
Junio 29 de 1969
La Historia Contra la Pared 1930-1978. Pág. 68
Colección Biblioteca Publica Piloto de Medellín (Colombia)
468
El Periodismo en Antioquia
JOSÉ MEJÍA Y MEJÍA
Medellín,
¿la capital del crimen?
"...hemos logrado mejorar un poco el problema
de la vigilancia y la seguridad en la ciudad..."
*
"...falta mucho por hacer..."
Ignacio VELEZ ESCOBAR,
Alcalde de Medellín
Nos ufanamos, nos vanagloriamos de la prosperidad de
nuestras urbes, pero no tenemos la menor idea acerca de
nuestros semejantes, con quién vivimos o entre quiénes
convivimos o apenas coexistimos. El progreso citadino,
urbano tiene sus complejidades y el crecimiento o desarrollo
industrial atrae hacia estas ciudades populosas todo género
de enjambres humanos -ordinariamente arrancados del
campo-, que en un principio con los halagos de las
prestaciones sociales y de los altos salarios de las grandes
empresas buscan trabajo honesto para ganarse limpiamente
el pan de cada día con el sudor de la frente. Ya cuando el ocio
involuntario o la desocupación forzada se prolonga, no es
difícil que el desempleado, el parado, se coloque más bien en
las fronteras de los actos ilícitos, del crimen y la delincuencia.
Aunque también existen las bandas, las pandillas criminales
organizadas para consumar toda clase de asaltos, robos, atracos
y pillajes a mano armada, dentro de un fácil y muelle "modus
vivendi" que no exige agobiantes fatigas, mayores esfuerzos
El Periodismo en Antioquia
469
y extenuantes sudores, se corran algunos riesgos. Pero como
los presupuestos son precarios e insuficientes del orden -para
garantizar la custodia de la vida, de la honra y bienes de los
ciudadanos-, en nuestras ciudades multitudinarias el crimen
anda suelto y a sus anchas por las calles centrales y
singularmente por la periferia urbana, donde la vigilancia
policiva no logra, aún con la más alerta, abnegada y acuciosa
de las diligencias, cubrir los frentes de acción de los
malhechores.
Ya que los gobiernos -el de Carlos Lleras, y el próximo
que presidirá Misael Pastrana Borrero-, poseen los mejores
propósitos para dar la más resuelta y eficaz batalla contra el
desempleo, hay que empezar por el principio como se dice, es
decir, hay que realizar censos, empadronamientos y estadísticas
acerca de los ejércitos de varados que surten copiosamente al
país, lo que presta así mismo un enorme servicio a las
autoridades para conocer a los integrantes de nuestras
comunidades sociales, cuyas gamas y matices son muy
variados, son múltiples y plurales, lo mismo por fuera que
por dentro, en la piel externa y en la del alma. Las fuerzas
organizadas del delito -las cuadrillas criminales-, son
notoriamente raudas y muy ágiles en sus movimientos, en el
traslado de sus sedes y teatros de operaciones, y naturalmente
cuando son acorraladas por las policías secretas o uniformadas,
mudan sin pérdida de tiempo el escenario de sus granujerías,
de su bandidaje y filibusterismo.
El doctor Ignacio Vélez Escobar -dentro de un vastísimo
plan de urgentes tareas administrativas-, afirmaba el año
pasado ante el Cabildo distrital algo relativo al mayúsculo
problema de la seguridad en la capital de Antioquia, y éstas
fueron sus fieles palabras:
"Entre otras cosas creo que hemos logrado mejorar un
poco el problema de la vigilancia y la seguridad en la ciudad.
Falta mucho por hacer, pero con la estrecha colaboración de
todas las fuerzas armadas y la incansable labor de las
470
El Periodismo en Antioquia
autoridades dirigidas por el secretario de gobierno, hemos
logrado controlar el desorden y los robos, y recuperar el orden
en la ciudad. No desmayaremos en la labor. Parte esencial de
esta labor recae sobre el Honorable concejo Municipal, ya
que de la legislación sobre aires y cantinas, música, control
de hospedajes y pensiones, etc., deriva en muy buena parte el
éxito de las autoridades".
Todos quisiéramos que Medellín fuera -como la adulan
sus ditirambistas, sus líricos de cabecera-, la capital de las
flores, la patria de las orquídeas y de las rosas, la primera
ciudad industrial de Colombia y también la ciudad de la eterna
primavera. Pero si las autoridades distritales no hacen el
máximo esfuerzo presupuestal para invertir erario en la guarda
y seguridad de los ciudadanos, esto más bien será en adelante
la ciudad de la eterna primavera delictiva, la capital del crimen,
con millares de protagonistas y actores impunes y a la carga
contra la capital de Antioquia.
“Rúbrica de Jota”
Julio Y 1970
El Periodismo en Antioquia
471
GONZALO ARANGO
El Poeta Mario Rivero
de Envigado, Antioquia
Mario Rivero nació a veinte kilómetros del Parque de Berrío,
en Envigado. Aunque tiene treinta y tres años, sólo confiesa
veintinueve. Cree que la juventud es muy importante para la
poesía y el amor.
En la plaza de su pueblo hay un monumento con dos
grandes placas de bronce donde están inscritos los personajes
famosos de la parroquia. Casi todos son curas y benefactores.
Pero también está el último de los muertos, que en realidad
es el primero de los colombianos: Fernando González.
Mario tiene la ilusión de que un día de estos sus paisanos
se decidirán por fin a visitar al herrero para encargarle su
nombre en letras de plomo con un barnicito de plata encima.
Pues figurar debajo de Fernando González es una de sus más
altas aspiraciones.
Para que duerma tranquilo, profetizo que su sueño de gloria
será una verdad en el futuro. Mario sin duda ocupará ese lugar
en nombre de la poesía, pues es el envigadeño más meritorio
de los tiempos que corren, con perdón de los fabricantes de
carrieles y morcillas.
Mario, cuando estaba chiquito, dejó la escuela pública para
trabajar de obrero en Rosellón. Después se aburrió de trabajar
y se dedicó a vivir. En el bello sentido de la palabra es un
gran "vividor": fue atleta, trapecista, cantante de tangos,
mistificador, parásito, gigoló, galán joven, mitómano,
conferenciante, etc. Actualmente es poeta, crítico de arte,
vendedor de libros, y conserva inmaculada su mitomanía.
472
El Periodismo en Antioquia
He tenido el lujo de ser su amigo y admirar su fabulosa
personalidad que él enriquece y renueva con sorpresas y
leyendas insólitas. Una mañana que no tenía nada qué decir,
me dijo que era contrabandista de esmeraldas. Yo sabía que
era falso, pero eso no me impidió desearle buena suerte en su
nueva actividad. El me compensa con magnanimidad estas
adhesiones con sus aventuras imaginarias, que inventa cada
que siente que el mito de su personalidad está en decadencia.
Odia que sus amigos se acostumbren a ver en él una imagen
rutinaria de vendedor de libros. El mismo no se resigna a
soportar su gastada cotidianidad.
Cuando lo conocía en Medellín hace 154 años, me dijo
que se llamaba "Mario Rivero", que era argentino, más
exactamente cantante de tangos, y que acababa de regresar
de una gira triunfal por Europa y París. Como yo era bachiller
y existencialista, le pregunté por Sartre en francés, y él me
contesto cantando un tango de Gardel, ese que dice: "Che
madame que parlás en francés"... y con eso se salió del lío.
Entonces supe que Mario no sólo era un "vividor", sino
también un impostor y un poeta milongo, bailongo y tanguero.
Esa tarde, para celebrar el encuentro de nuestras vidas,
me invitó a un bar especializado en tangos de la vieja guardia.
Pidió dos cervezas y marcó su ídolo en el traganíquel. A mí
no me gustan los tangos llorones, pero ese me gustó mucho
porque se llamaba "Muñeca brava". Cuando terminó, mi
amigo estalló de furia y frenesí y gritó para todas las mesas:
"A mí que no me vengan con vainas...después de Gardel
¿cómo pueden decir que Beethoven era músico?".
Así fue como lo conocí. Después lo seguí viendo en circos
ambulantes, esos de carpa, donde hacía "extras" de galán
joven, acróbata, levantador de pesas, prestidigitador, fakir,
recitador. Combinaba su estrellato de barrio bajo con líos
sentimentales que, por pasarse del límite, lo encerraban en la
cárcel de La Ladera inculpado de seductor, secuestrador y
falsas promesas. Yo creo que cantando tangos o recitando
El Periodismo en Antioquia
473
poemas de Asunción Silva, este avivato lograba evadir la culpa
y el presidio.
Cuando estaba varado y sin idilios iba a la biblioteca de la
Universidad de Antioquia donde yo trabajaba, y me pedía
algún libro que tratara de discursos y conferencias. Le presté
las Oraciones Fúnebres de Fenelón que le pareció aburridor y
taciturno, y otro de Rafael Maya, Alabanzas del hombre y de la
tierra. Al hojearlo exclamó jubiloso: "Aquí está mi salvación".
Y se puso a la ingrata tarea de copiar a mano las barbaridades
líricas del vate payanés.
Como tenía una memoria prodigiosa se aprendió varios
discursos y emprendió una gira de conferenciante por los
pueblos de Antioquia, ofreciendo veladas culturales donde
alternaba las ideas estéticas, las recitaciones románticas, y el
tango milonguero.
Entre los discursos de Maya había uno de coronación, y
de él vivió dos años, pues se hacía contratar en los pueblos
para coronar la reina del civismo, de la bondad, de la cebolla,
del huevo. Sólo tenía que cambiar el nombre de la reina que
coronó Rafael, por la de turno.
Todo esto lo hacía con candorosa inocencia, con genial
inocencia. Aún no había escrito sus primeros versos, pero ya
era un poeta, el poeta épico de su propia vida. Pues este joven
se defendía de la miseria con las uñas, con la poesía de otros.
En su feroz batalla por subsistir legitimaba todas las armas.
Su mayor triunfo, creo yo, es haber sobrevivido a las
adversidades y tentaciones de una existencia conformista.
Pero la naturaleza y la raza lo habían dotado de una prodigiosa
imaginación que usaba contra la penuria y los límites.
También la naturaleza lo había dotado -como su amigo y
contemporáneo Rojas Herazo- de un cuerpo para gozar todos
los apetitos. Son un par de golosos. "Soy un tragacosas", afirma
Mario de sí mismo. Luego, en la plenitud del goce, en el éxtasis
de su epicureismo, exclama con fatiga y desolación: "Todo
474
El Periodismo en Antioquia
esto sería tan bello si no se acabara, si uno no llevara la muerte
bajo el zapato".
Pues Mario, en su aparente frivolidad, es un espíritu
dramático. Dice cosas metafísicas y solemnes mientras come
maní, o se atraganta con una chuleta de cerdo. Yo le aconsejo
que no hay que pensar en la muerte, que la muerte estorba
hacer las cosas, que esa idea quita el apetito. Entonces dice
obediente como un niño: "Tienes razón, lo mejor será engordar
a esta maldita para que no se ponga celosa". Y traga como un
antropófago.
Hace ocho años se sintió frustrado en Medellín y vino a
probar "fortuna" a la capital. El hambre y la soledad lo
arrojaron en las tinieblas de la poesía y se operó en él una
conversión. Pasó del infierno de la imaginación al de la
creación, y se volvió poeta con sus propias manos.
Desde que llegó, todas las mañanas amanece con el plan
de irse para Europa o para alguna parte que sea cualquier
parte exótica que le suene a felicidad. Pero nunca se va. Lo
que pasa es que le encanta hacer el Jeremías y sentirse
desdichado. Es un mártir metafísico que está convencido de
que el mundo es redondo; que no hay a dónde emigrar; que la
tierra es la capital del dolor, que la vida es una mezcla de
excrementos, rosas, besos y pequeñas dichas.
Mario, estoy seguro, terminará por morir en Envigado,
jubilado de haber vivido, y haciéndole trampa a la inmortalidad
para que le pongan su bronce antes de estirar la pata. Lo veré
tomando kumis en los parasoles de la plaza, evocando sus
idilios y truhanerías, y corrigiendo sus crepusculares poemas
urbanos.
Encima tendrá el cielo más azul y un enjambre de palomas
parroquiales. Quizás le haga versos al sacristán y corone a las
reinas de la morcilla y el carriel con discursos de su propia
cosecha. Quizás, a esa edad de guerrero en reposo y en uso de
buen retiro, se decida por fin a tener cincuenta años. Eso será
posible cuando cumpla los setenta, por allá en el año dos mil.
El Periodismo en Antioquia
475
Me confesó un secreto: hoy día tiene sesenta mil pesos en
acciones de Coltejer que le dan mil doscientos de renta. Este
platal se lo ganó vendiendo colecciones de premios Nobel a
las secretarias de todos los rascacielos de Bogotá.
Antes se cansaba una barbaridad subiendo escaleras,
entrando de oficina en oficina. Si su gestión fracasaba con los
primeros clientes, el ascenso se hacía penoso como un calvario.
Luego cambió de técnica: hoy sube de un tiro a la terraza del
rascacielos. Allá toma un poco de aire fresco, se engomina,
ensancha su platónico pecho, se encomienda a los dioses de
la mañana, y se lanza de arriba abajo en la ardua jornada de
convencer secretarias para que no lean a Corín Tellado, sino
a Faulkner o Pär Lagerkvist.
En esta forma ahorra energías, y si fracasa en las ventas,
no se inmuta. Pero casi nunca fracasa, pues Mario lleva los
bolsillos llenos de chocolates para endulzar el humor de las
secretarias, a quienes recita Penas y alegrías de amor, o los
Claveles rojos. Si por casualidad la secretaria no tiene nada que
hacer después de las seis, la invita a un Monte Blanco a tomar
el té, o a una vespertina del Agente 007. Después de todas
estas promesas y coqueteos, las compradoras se rinden a la
evidencia de este romántico e irresistible vendedor de
sabiduría, que por lo demás se parece a Oscar Wilde.
Le pregunto si sus clientes saben que es poeta. Me contesta
maliciosamente:
- Con esas vainas no hay que asustar a mis muchachas. A
ellas hay que entrarles con Julio Flórez o Gardel: son infalibles.
Mario utiliza la cursilería como técnica comercial. "En el
fondo son unas maternales, hay que enternecerlas, inspirarles
piedad".
Para completar su seducción "espiritual", Mario no olvida
su figura que considera clave. Para eso, se peina por la mañana
con brillantina Palmolive, y en la solapa unas gotas de loción
extrafina. Sale oliendo a Elizabeth Arden y a polvo coqueta,
lo cual ejerce una voluptuosidad desfalleciente en su clientela
476
El Periodismo en Antioquia
-generalmente femenina- pues los hombres no creen en sus
payasadas, y a la hora de pagar las cuotas lo mandan al carajo.
Como si fuera poco, él mismo fabrica los muebles en que
exhibe sus colecciones de libros. O sea que, nocturnamente,
hace de carpintero. Justifica su oficio orgullosamente: "Tú
sabes, la carpintería es trabajo de poetas desde la Biblia".
Es curioso que aquellos de mis amigos que lo conocieron
en su juventud pirata y vagabunda, piensen que Mario sigue
siendo un trovador de circo, un impostor lírico, un poeta
milonguero. Nada más falso.
Yo, y todos los poetas de mi generación nadaísta que
rivalizan con él por los honores de una supremacía estética,
creemos que Mario es uno de los más netos y puros poetas
actuales; que es uno de los grandes poetas colombianos que
se pueden contar en los dedos de la mano.
Sucede que su simplicidad es desconcertante; que la
aparente frivolidad de sus temas niega su profundidad; que
su claridad está divorciada de una bella expresión lírica. Pero
en ser simple, en ser cotidiana, en ser transparente radica lo
mejor de sus virtudes estéticas. Opone esa claridad al brumoso
formalismo de la Academia y la retórica literaria. Es la suya
una poesía que comunica a la carne con los últimos y más
secretos reductos del espíritu. Sus fulgores resplandecen sobre
la piel, preceden a las vibraciones del alma, funden en la misma
emoción el alma y la vida. Es una poesía que puede sentir
cualquiera, pero que muy pocos pueden escribir. Tal es su
pureza y su depuración. Por eso su aparente sencillez es
engañosa, pues para ganar ese paraíso de claridad, hay un
proceso de digestión, de asimilación, de elaboración lenta de
síntesis finalmente triunfal.
Mario es algo así como Charles Atlas lírico de mi
generación. Corpulento por fuera, por dentro es alma leve,
sutil y sensitivo como una rosa, pero también abonado para
las más hondas turbaciones metafísicas. Apto para el heroísmo
y el ensueño; para la contemplación y el coraje. Un lúcido
El Periodismo en Antioquia
477
testigo de nuestro tiempo en sus aspectos más tiernos y
aterradores.
Actor en el duro oficio de vivir, de roer el pan de cada día
como si fuera un hueso, pero sin amargura: con desbordante
alegría, exaltación y frenesí. Su poesía está elaborada con los
hechos y los desechos de la vida cotidiana:
Con la corbata raída que estrangula el alma del
burócrata...
Con los recolectores de basura...
Con los ojos de tecla de las mecanógrafas, tan tristes y
Manchados de tinta...
Con los zapatos rotos del vendedor ambulante.
Con la agonía diaria del vendedor de seguros de vida...
Con el corazón reseco y las manos insensibles del
Técnico electrónico, en cuya redacción de infinitas
Ecuaciones se olvidó de los besos y la suma de las
Caricias...
Con el rudo peso de la miseria en el bolsillo del contador
De banco...
Con el buen Dios que no está arriba ni abajo según
Comunicaron los astronautas en un boletín de la
Agenda Tass...
Con el desocupado que se rompe los dedos en el mundo
De la indiferencia donde hay un cartelito que dice: "No
Hay vacantes"...
Con la florista campesina que seduce un canalla para
Desflorarla en un sórdido hotelucho de suburbio...
Con el limpiador de vidrios que flota en el abismo
Colgado del hilo de la vida para que entre el paisaje por
La ventana del gerente...
Con las últimas estrellas del cine y del ciclismo en el
Firmamento de las marquesinas que irradian una luz
Artificial...
478
El Periodismo en Antioquia
Con el vendedor de espejismo y de específicos: de
Truhanes y serenateros: de atorrantes, prostitutas
y milagreros de feria...
en fin, con todo lo que hiede, ofende, contagia, apesta,
y es sombrío para las estéticas deidades del Parnaso.
Así es la poesía de Mario: maravillosa y humana; rutilante
y contingente; tierna y despiadada. Poeta del devenir, de la
truhanería, de las cosas humildes, de los despojos del festín
de la Academia y la literatura oficial. En una palabra: poeta
de lo antipoético.
Es tan puro que, si no fuera por la necesidad humana de
la comunicación, su poesía sería el silencio.
Es tan humano que ha rescatado la dignidad del arte de la
ignominia de la moral, y ha hecho del cuerpo una canción.
Celebro con júbilo la aparición en nuestro continente de
su libro Poemas urbanos. Abre un horizonte nuevo a la poesía
de nuestra generación. Ella misma será por un tiempo el
horizonte. Esta poesía de Mario Rivero no sólo abrirá el
camino y lo alumbrará sino que será el camino en la crisis y el
eclipse del arte deshumanizado de nuestro tiempo.
Saludo en su voz al poeta urbano que esparcirá resonancias
de una belleza nueva en las avenidas del porvenir.
Poesía que no aspira a la eternidad, que no está hecha de
eternidades, sino del sudor del día; y que por eso, de espaldas
a lo eterno, permanecerá entre nosotros mientras la sangre
sea más dulce que la muerte.
Cromos, No. 2.562. Bogotá. 7 de noviembre de 1966, pp. 68-69.
Tomado del libro Reportajes.
Editorial Universidad de Antioquia, 2003
El Periodismo en Antioquia
479
JAVIER DARÍO RESTREPO
La muerte feliz
de Julián Ocón
A sus doce años, Horacio Ocón, vivió una dramática
experiencia que de una vez lo convirtió en hombre. En su
pueblo, una aldea de pescadores sobre el Golfo de
Morrosquillo, es considerado como un héroe. Los periodistas
que han ido en su busca no han necesitado preguntar. Los
habitantes de El Rincón saben desde hace dos semanas que
ahora tienen un personaje para mostar. Este es el recuento de
su hazaña.
Soñó que un perro negro de ojos brillantes, como de fuego,
lo perseguía. El quería correr pero no podía, como si una fuerza
invisible le atara e inmovilizara las piernas. De pronto se vió
en un pozo oscuro del que no podía salir por más que agitara
sus brazos como si estuviera remando de prisa para hacerle el
quite al oleaje. El perro había desaparecido, pero una oscuridad
espesa y sin término lo rodeaba y lo oprimía. Un grito agudo
que venía desde afuera lo despertó y, aliviado, se halló en su
hamaca lejos de perros negros y de túneles oscuros. "Debió
ser el arroz que estaba agrio", pensó.
Una luz rojiza, de atardecer, se filtraba por entre las
junturas de las cañas de que estaban hechas las paredes de su
cuarto. Fue entonces cuando Julián Ocón recordó que esa
noche, sin falta, tendría que ir a pescar.
Mientras amarraba la vela que se había templado con un
fresco viento del nordeste, le contó el extraño sueño a su hijo
Horacio, un pequeño hombrecito de doce años que
invariablemente se le "pegaba" cada vez que salía de pesca.
480
El Periodismo en Antioquia
El muchacho lo oyó con esa expresión seria que siempre ponía
cuando una historia le interesaba y luego, reflexivamente,
concluyó que el sueño era un mal augurio y que mejor sería
no salir a pescar. A él también se le había venido como una
premonición, el recuerdo de la abuela que esa tarde había
dicho que le daba miedo verlos salir. Pero el viejo no hizo
caso: la abuela siempre decía lo mismo cuando lo veía alistando
su red de nylon, los malos sueños eran cosas de la mala
digestión y, además, si no salía a pescar no habría comida ni
dinero al día siguiente.
Por el norte se veía un temporal lleno de malas intenciones,
pero la situación no estaba como para ponerse con cálculos.
Desde que el río Sinú había echado por la boca de Tinajones
por allá en los años 40s, ya se sabía: todo había cambiado en
este Golfo de Morrosquillo.
Por eso estaba ahí otra vez con la vela escurrida en el palo
y sin avanzar un palmo. La brisa había cesado de repente y
tendrían que echar canalete parejo hasta que volviera el
nordeste y los empujara más adentro en donde otras veces
había hecho buenas pescas de pargos, rubios y roncos.
Remaron en silencio un buen rato, sintiendo apenas el
apagado golpeteo del agua contra los costados de la chalupa.
Cuando llegó la media noche sólo tenían cinco peces que
destellaban como joyas bruñidas desde el fondo de la estiba.
Fue a esa hora cuando se levantó una brisa fresca que erizó la
superficie del mar. El viejo se puso de pié para templar la
vela en el palo, pero no pudo hacerlo porque la muerte se le
había instalado en el lado izquierdo: la pierna y el brazo
dejaron de obedecerle, como si de repente se hubieran
convertido en extremidades de otra persona. El muchacho lo
sintió quejarse y dejó a un lado el canalete.
- ¿Qué pasa, papi?
- No siento el brazo, ni la pierna. No me sirven para nada.
- No se preocupe, lo consoló el muchacho, si se siente
mal, papi, asiéntese en el plan de la chalupa.
El Periodismo en Antioquia
481
El chico estaba pensando con el fuerte deseo de que sólo
fuera un desfallecimiento momentáneo. Pero no tuvieron
tiempo de comprobarlo porque de pronto se levantó una fuerte
brisa y una ola que no esperaban se precipitó sobre la chalupa
como una montaña oscura coronada de espumas plateadas.
El muchacho apenas si tuvo tiempo de ver a su padre cuando
caía por la borda, arrastrado por la fuerza de la ola que lo
había golpeado de lleno cuando estaba de pie. En una reacción
instintiva se arrojó al agua tras él, con una cuerda en la mano.
Se la amarró a la cintura y comenzó a patear en el agua,
sumergiéndose, con los ojos desmesuradamente abiertos y
sintiendo en el silencio repentino del abismo submarino la
palpitación acelerada de su propio corazón. No había pensado
en su propio riesgo ni en la dificultad de un salvamento entre
esas aguas oscuras como la tinta. Sin embargo, después de
varias brazadas a tientas lo sintió ahí pegado junto a él. Tuvo
la sensación de que se estaba dejando hundir, como si fuera
una vieja ancla, en busca del fondo del mar. Lo agarró del
suéter y ayudándose con la cuerda comenzó a subirlo antes
que se le acabara la respiración. Era increíble lo poco que
pesaba en el agua; como si estuviera hecho de plumas leves,
igual que un gran pájaro mojado, lo sacó del agua y los dos se
quedaron un rato resollando, agarrados a la quilla de la chalupa
que se había volteado.
- "Saca la vela para que la chalupa se dé la vuelta" le dijo
entre el ruido del agua que golpeaba implacable. Estaba ahí,
agarrado con su mano derecha, el rostro lavado y el agua
choreándole todavía de los cabellos que se le habían pegado
al cráneo como algas oscuras.
Esta vez la trepada a la barca por la borda no fue como en
tantas veces antes en que el paso del agua al interior de la
chalupa se hacía de un salto, o izándose limpiamente con una
flexión de los dos brazos, como si hiciera ejercicio en una
barra fija. Ese pescador fuerte y brioso que nunca había
admitido ayuda, ahora parecía haber envejecido
482
El Periodismo en Antioquia
dolorosamente mientras con su único brazo sano y su pierna
libre trataba de ganar la borda. El muchacho intentó ayudarlo,
pero ahora, fuera del agua, esa parte muerta de su padre era
indócil y pesada como el plomo. Viéndolo así, mientras
arrastraba la mitad de su propio cuerpo, se acordó de Pedro
Blanco, el viejo pescador al que una sarda le había
inmovilizado un brazo y que insistía en pescar de esa
extremidad rígida como una garra embalsamada. Ganando
centímetro a centímetro el viejo cayó al fin, jadeante y cubierto
por un sudor helado, al fondo de la chalupa en medio de los
cinco pescados que resplandecían en la estiba, milagrosamente
salvados del naufragio.
El muchacho, tembloroso aún por el esfuerzo, comenzó a
hacer un inventario del desastre: los remos habían
desaparecido, junto con ellos la vela y la olla de la comida y el
botellón de agua. Se habían salvado los pescados y una chapa.
La embarcación, al garete, iba y venía entre el oleaje que en
medio de la oscuridad se presentía amenazante y destructor.
Lo sacaron de sus lúgubres pensamientos los gemidos de su
padre que había comenzado a vomitar, apoyado sobre su brazo
sano.
Entre uno y otro espasmo le dijo con voz agónica: -"Me
muero, hijo, me muero."
Sólo en ese momento, ante ese hombre desgonzado y
semiparalizado, el muchacho creyó que su padre se podía
morir. Entonces, por un instante, dejó de ser el pequeño
hombre protector de su padre y capitán prematuro de su
chalupa, para volver a ser niño y se echó a llorar.
"Papi, sollozó, papi, no te vayas a morir."
Se secó las lágrimas con rabia como si con ellas perdiera
autoridad, para gritar imperioso:
- "No te mueras. Si te mueres vas a dejar solos a mis
hermanitos chiquitos. Tú que tanto quieres al Neco, el más
chiquito, no te vayas a morir." Aun estaba convencido de
que eso de morirse era un asunto que uno podía decidir de
El Periodismo en Antioquia
483
modo caprichoso. Por eso agregó: "Si tu te mueres, me mato
aquí mismo."
Se quedó en silencio sintiendo cómo se mecía la chalupa,
igual que una hamaca o una cuna, según el capricho de las
olas. Llegó a creer que su padre dormía entre los pescados
muertos. Al cabo de un rato largo se decidió a hablarle,
temeroso de que no le fuera a responder.
- Papi, quieres que sigamos pescando?
Como volviendo de un sueño profundo oyó que le decía:
no, ahora no. Y después, con esa pausa y énfasis con que se
dicen las cosas definitivas, le dijo:
- "Nunca debes ser pescador. No cojas este arte que es
demasiado duro. Mejor, estudia para que puedas trabajar en
otra forma; pero así como yo, no."
No lo oyó hablar más. Trató de dormir, pues se sentía
molido por el cansancio y por el frío.
Lo despertaron las primeras y lejanas luces del amanecer.
Entonces se acercó a su padre que aún permanecía en el mismo
lugar en que lo había dejado. -"Papi, papi, le dijo en un susurro
como si temiera despertar a alguien más, allí en la inmensidad
del mar. Levántese que ya estamos llegando."
El silencio largo y frío que siguió lo asustó. Entonces se
inclinó sobre él y lo halló rígido y mojado por la brisa, con los
ojos abiertos y fijos en el cielo color de plomo que se abría
sobre sus cabezas. La muerte se los había vuelto azules.
Intensamente azules.
Sólo en el mar, sobre una chalupa al garete, sin alimentos
ni agua y, además, responsable del cadáver de su padre,
Horacio Ocón González, de doce años y alumno de 4 año de
primaria, se sintió el niño más desválido, solo y desdichado
del mundo y comenzó a llorar a grito herido.
Todavía no había resuelto qué iba a hacer cuando vió venir
a lo lejos una embarcación grande. Primero fue sólo una figura
fantasmagórica que emergía de entre la neblina del amanecer.
Después distinguió la proa elevada y desafiante, como
484
El Periodismo en Antioquia
inmovilizada sobre el oleaje. En su impaciencia creyó que se
había detenido y comenzó a agitar un tablón. De pronto ese
punto brillante e inmóvil pareció entrar en movimiento y
precipitarse sobre él. Cruzó a unos pocos metros de distancia
sin moderar su velocidad endemoniada y se alejó dejando la
chalupa envuelta en el oleaje que agitó a su paso.
Instantáneamente, y ante la inminencia de un volcamiento,
se abrazó al cadáver de su padre, resuelto a impedir que el
mar se lo fuera a quitar. Era su cadáver, era su padre, nadie
podría arrebatárselo.
Ese pensamiento fortaleció su decisión de sobrevivir. De
pronto se halló increpando a Dios con el mismo lenguaje
espontáneo con que se dirigía a su padre. Sin necesidad de
muchas teologías ni aspavientos, él acostumbraba hacerlo así.
Cuando todos los demás interlocutores le resultaban pequeños
o impotentes, Dios era el recurso. A El le podía decir todo
con la seguridad de ser escuchado en medio de un silencio
comprensivo. Por eso lo retó: " Dios, ya que me lo quitaste,
ahora me tienes que ayudar a llevarlo para enterrarlo y que
tenga una muerte feliz."
Se sintió acompañado y decidido: él tomaría el gobierno
de su chalupa. Con la chapa tomó la tabla principal de un
banco que iba en la mitad de la embarcación y se fabricó un
canalete para guiar su chalupa a tierra.
Estaba remando en la misma dirección de vuelo de los
alcatraces cuando vió una embarcación en el horizonte. Hoy
no podría decir si aquello fue realidad o apariencia, pero un
primo suyo iba ahí, de pie. Le hizo señas con el canalete, pero
él siguió de largo, sin verlo.
Debió ser al mediodía porque el sol no hacía sombra,
cuando sintió más agudo que nunca el acoso del hambre y la
sed: " no tenía ni agua ni comida, ya me dolía el ombligo
porque yo soy herniao y el bazo me estaba doliendo. Yo dije,
ojalá Dios mío me ayude."
El Periodismo en Antioquia
485
Entonces las vió: las inconfundibles aletas triangulares
que se deslizaban rompiendo las aguas en silencio. Las contó:
una, dos, tres, cuatro, cinco. Su padre le había dicho que había
que dejarlas pasar si uno no tenía un buen arpón en la mano y
no sabía manejarlo bien. Pero esta vez las ominosas aletas
tenían una definida dirección: su chalupa. Con la respiración
contenida por el asombro y por el miedo las vió cruzar por un
lado: las hubiera podido tocar con el canalete. Pasaron cuatro.
El quinto tiburón, el más grande de todos, se quedó dando
vueltas alrededor. Cuando se acercó tánto que pensó que se
proponía partir a dentelladas el casco de la chalupa, el
muchacho se afirmó en el borde dispuesto a romperle el
canalete en la nariz. Alguien le había dicho que esa es la parte
más sensible de estas temibles bestias marinas. Pero no podía
dejar que un tiburón le arrebatara el cadáver de su padre. En
ese momento vió centellear en el fondo de la estiba las escamas
de uno de los peces muertos. Lo agarró y como si estuviera
haciendo un lanzamiento de pitcher, arrojó el pescado lejos
de la barca. El tiburón se lanzó como un rayo en su busca;
pero minutos después estaba de regreso, merodeando
alrededor de la chalupa. Entonces repitió la operación. Fueron
cinco lanzamientos, para distraer al animal que, para alivio
suyo, después de la quinta vez no regresó.
" Ves, papi, de este también nos libramos." El cuerpo de
su padre yacía rígido, como un pez enorme en el fondo de la
embarcación. Una vez habían llevado allí un pez grande, el
de mayor tamaño jamás pescado por su padre. El asunto había
dado para fiestas y comentarios en el Rincón, su pueblo,
durante largo tiempo. Pero claro, nunca del tamaño de su padre.
Ese pez era más pequeño.
Había seguido canaleteando, pero sus brazos no le daban
más. Decidió descansar y pensar en sus hermanos y en su
madre que a esa hora estarían preguntándose, preocupados,
por su suerte. Por primera vez se le ocurrió que su regreso
sería triste y rodeado de llanto porque en vez de peces para
486
El Periodismo en Antioquia
comer y para vender, en su barca sólo llevaría el rígido cadáver
de su padre.
Ahí fue cuando apareció la corbeta. Agitó con
desesperación su canalete hasta que vió con alivio que
emparejaba con su chalupa y que por la borda le miraban
asombrados los marinos.
- "Qué le pasa?" preguntaron señalando el cuerpo de su
padre.
- "Está muerto."
- ¿ "Y por qué no lo echas al mar?"
- " Porque sería un cargo de conciencia. Sería como decir
que yo lo maté."
- ¿ "Qué vas a hacer?"
- "Llevarlo a enterrar."
Lo subieron a bordo, le dieron bebidas, le preguntaron
qué ayuda quería y, como capitán de su nave pidió que lo
remolcaran hasta el Rincón.
Cuando el sol ya se ocultaba en el horizonte fondeó en el
muelle del Rincón, cerca del lugar en donde su padre tendría,
según su expresión, una muerte feliz.
Publicado en: El Nuevo Siglo, domingo 7 de junio de 1992.
El Periodismo en Antioquia
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Autores
José Félix de Restrepo
Nació en Sabaneta, poblado entonces perteneciente al municipio
de Envigado, en 1760 y murió en Bogotá en 1732. Fue profesor de
Filosofía y de Física, además de Jurisconsulto y hombre de Estado.
Como Presidente del Congreso de Cúcuta sancionó en 1821 la ley
sobre libertad de los esclavos. Fue el formador de muchos líderes
de la Independencia colombiana. También se ganó la vida como
periodista.
Francisco Antonio Zea
Nació en Medellín en 1766 y murió en Londres, en 1822. Fue
uno de los pioneros del periodismo en Colombia en la época de la
Independencia. También fue científico, catedrático y diplomático.
Estuvo vinculado a la Expedición Botánica. Fue redactor y director
del Correo del Orinoco, por encargo de Simón Bolívar. También fue
Vicepresidente de la Gran Colombia.
José Antonio Benítez (El Cojo)
Nació alrededor del año 1770, pero no se conoce la fecha exacta
de su nacimiento. Primer cronista de Medellín. Fue Escribano Oficial
de Antioquia desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX
y un destacado hombre público en el periodo de nuestra
independencia. Murió en Medellín el 13 de octubre de 1841.
José Manuel Restrepo
Nació en Envigado el 30 de diciembre de 1781. Abogado e
historiador. Diputado al Congreso de las Provincias Unidas de la
Nueva Granada. Nombrado Gobernador Civil de Antioquia.
Director de La Casa de la Moneda. Escribió Historia de la revolución
de Colombia. Murió en Bogotá en abril de 1863.
José María Salazar
Nació en Rionegro en 1784 y murió en París en 1827. Fue
educador, abogado, diplomático y escritor. Fue autor de las primeras
obras teatrales que se presentaron en Santafé de Bogotá.
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El Periodismo en Antioquia
María Martínez de Nisser
Nació en Sonsón el 6 de diciembre de 1812. Fue la primera
escritora colombiana del siglo XVIII. Esposa del ingeniero sueco
Pedro Nisser. Doña María Martínez de Nisser decidió vestir uniforme
militar, empuñar una lanza y acudir al campo de batalla en defensa
del gobierno constituido y en rescate de su esposo cautivo, durante
la "revolución de los supremos". Murió en Medellín el 18 de
septiembre de 1872.
Mariano Ospina Rodríguez
Nació en Guasca, Cundinamarca, en 1805 y murió en Medellín
en 1885. Fue periodista, ensayista, parlamentario, Gobernador de la
provincia de Antioquia y Presidente de la República. Fundó el
periódico La Civilización, en Bogotá, junto con José Eusebio Caro.
Se le considera uno de los padres del Partido Conservador. En
Medellín, donde pasó buena parte de su vida, dirigió el periódico
La Sociedad.
Camilo Antonio Echeverri
Nació en Medellín el 14 de julio de 1828. Fue abogado y
periodista de renombre. Fundador de El Pueblo, El Índice y La Balanza.
Colaborador de El Neogranadino, El Tiempo, El Oasis y otros
periódicos. Gobernador de la Provincia de Antioquia en 1855 y
delegado a la Convención de Rionegro. Murió en Medellín en abril
de 1887.
Francisco de Paula Muñoz (Mingrelio)
Nació en Medellín el 22 de marzo de 1840. Profesor, periodista,
parlamentario y escritor. Fundó el periódico literario El Álbum, fue
redactor de La Voz de Antioquia y colaboró en El Cóndor, La Justicia,
La Tarde, El Fénix, El Esfuerzo, El Trabajo, El Mensajero Noticioso y La
Miscelánea. Murió en Medellín el 12 de febrero de 1914.
Juan de Dios Restrepo (Emiro Kastos)
Nació en Amagá en 1825 y murió en Ibague en 1894. Fue el
primer gran narrador que tuvo Antioquia en el siglo XIX. Sus artículos
de costumbres, publicados en los periódicos, algunas de sus crónicas
y su estilo literario dominaron la década de 1850 a 1860, una de las
El Periodismo en Antioquia
489
más importantes en la literatura y el periodismo de Antioquia. El
punto culminante de su obra fue la publicación de sus Artículos
escogidos, en 1859. A partir de ese momento, el autor asumió un
silencio voluntario. Por esto fue olvidado por las siguientes
generaciones. Además de la obra mencionada también publicó Mi
compadre Facundo. Se considera que Tomás Carrasquilla es el
continuador de su línea narrativa, ya a finales del siglo.
Juan de Dios Uribe (El Indio Uribe)
Nació en Andes en octubre de 1859. Periodista, panfletario y
orador. En 1887, publicó su semanario El Correo Liberal que lo
llevó al destierro. Siguió escribiendo en Venezuela y Ecuador, en
cuya capital (Quito) murió en enero de 1900.
Camilo Botero Guerra
Nació en Medellín en enero de 1853. Trabajó en varios periódicos.
Dirigió La Palestra, El Mensajero, El Cartel y El Movimiento. Miembro
de la Academia Antioqueña de Historia. Murió en Medellín en
diciembre de 1942.
Manuel Uribe Ángel
Nació en Envigado en 1822 y murió en Medellín en 1904. Fue
uno de los más importantes científicos y hombres públicos de
Antioquia en el siglo XIX, además de su profesión de médico,
también cultivó las letras y la historia. A él se le debe la primera
Geografía general y compendio histórico del estado de Antioquia en Colombia,
publicado en París en 1885. También escribió libros de memorias y
de viajes. Recientemente se ha descubierto y estudiado su importante
obra narrativa.
Demetrio Viana
De su vida se conocen pocos datos, porque pasó buena parte
de su vida en Guatemala. Además de escritor, fue hombre público.
Escribió ensayos para revistas y periódicos como Alborada, Oasis y
Occidente. También publicó en libros y revistas literarias algunas
narraciones como "Con la vara que midas", en 1876, y "Una noche
de angustias".
490
El Periodismo en Antioquia
Jorge Isaacs
Nació en Cali en 1837. Algunos investigadores del Chocó
sostienen que nació en Quibdó por la misma época. Es descendiente
de una familia judío-inglesa de Jamaica y de una familia colombiana.
Fue jefe militar, primero en las filas de los ejércitos conservadores y
después de una transformación completa de sus ideas y de su vida,
se pasó a las filas de los ejércitos liberales radicales. Es el autor de
María, una de las novelas colombianas más importantes de todos
los tiempos. Fue periodista combativo y en Antioquia fundó el
periódico La Nueva Era. En esta provincia derrocó al gobierno al
frente de las tropas liberales del Cauca y se autonombró gobernador.
Murió de paludismo, en medio de la pobreza, en Ibagué en 1895.
Antes de morir pidió que sus restos reposaran en Antioquia.
Fidel Cano
Nació en San Pedro en 1854. Se inició como periodista en La
Palestra. Dirigió la Revista Industrial, El Trabajo, La Correspondencia, La
Idea, Mesa Revuelta, La Disciplina, La Unión y La Consigna. Fue Diputado,
Senador de la República y rector de la Universidad de Antioquia.
También escribió poesía y crítica literaria. Fundó en 1887 el periódico
El Espectador, en Medellín. Desde sus hojas libró la batalla más dura
y más resonante contra el gobierno de la Regeneración, liderado
por el presidente Rafael Núñez. Por sus artículos defendiendo la
libertad de expresión, su periódico fue cerrado por el gobierno
incontables veces. Murió en Medellín en 1919.
Rafael Uribe Uribe
Nació en Valparaíso en 1859. Fue abogado, orador, polemista,
periodista, diplomático y jefe del Partido Liberal. También colaborador
de El Autonomista y El Liberal y fundador de La Consigna y El Trabajo.
En la Guerra de los Mil Días fue el principal jefe militar de las tropas
liberales y junto con el general Benjamín Herrera firmó la paz con el
gobierno conservador. En 1914, cuando era el principal líder de la
oposición, fue asesinado a hachazos en las gradas del Capitolio
Nacional.
El Periodismo en Antioquia
491
Lucrecio Vélez Barrientos (Gaspar Chaverra)
Nació en Bello el 4 de febrero de 1850. Parlamentario, cuentista,
poeta, cronista y novelista. Fue colaborador de El Montañés, Alpha y
La Miscelánea. Murió en Medellín el 5 de noviembre de 1925.
Romualdo Gallego (José María Castells)
Nació en Cáceres en febrero de 1895. Abogado, cuentista y
novelista. Diputado a la Asamblea. Escribió cuentos y crónicas en
los principales periódicos y revistas. Murió en Medellín en abril de
1931.
Enrique Gaviria Isaza
Nació en Medellín en 1828. Cuentista y cronista. Secretario de
Hacienda de Antioquia. Obras publicadas: Apuntes para la historia del
teatro de Medellín, Vejeces y Así fueron nuestros mayores. Murió en 1904.
Carlos E. Restrepo
Nació en Medellín en septiembre de 1867. Hombre público y
periodista. Dirigió El Correo de Antioquia y Vida Nueva. Fundó los
periódicos La República y Colombia. Presidente de la República en el
período de 1910-1914. Murió en Medellín en septiembre de 1937.
Luis Latorre Mendoza
Autor del libro Historia e historias de Medellín, publicado en 1934.
Antonio José Restrepo (Ñito Restrepo)
Nació en Concordia en marzo de 1855. Abogado, parlamentario
diplomático, internacionalista, escritor, Diputado a la Asamblea,
representante al Congreso, Procurador General del Estado de
Antioquia; Procurador General de la Nación; Plenipotenciario de
Colombia en Suiza en la Liga de las Naciones. Fundador de los
periódicos La Lechuza, El Estado, La Región de Medellín, La República,
El Heraldo, La Tribuna, El Sagitario de Bogotá. Murió en Barcelona
(España) en marzo de 1933.
José Velásquez García (Julio Vives Guerra)
Nació en Santa Fé de Antioquia en julio de 1873. Periodista,
cuentista, poeta y cronista. Dirigió El Dúo, La Bohemia Alegre, Pierrot
y Gaceta Republicana. Colaboró en El Tiempo y en El Espectador. Fue
492
El Periodismo en Antioquia
cronista de Semana Cómica, Bogotá Cómico y Fantaches. Fue jefe de
redacción de Cromos y El Grafico. Murió en Bogotá en 1950.
José Luna
Uno de los primeros reporteros de Antioquia de comienzos
del siglo XX. Sus reportajes se publicaron en el periódico La
Organización, en la década de 1910.
Marco Fidel Suárez (Luciano Pulgar)
Nació en Bello en abril de 1855. Educador, periodista, filólogo
y Presidente de la República durante el periodo de 1918- 1921.
Director del periódico El Nacionalista. Murió en Bogotá en abril de
1927.
Tomás Carrasquilla
Nació en Santo Domingo en 1858 y murió en Medellín en 1940.
Es considerado uno de los mayores narradores de Antioquia a lo
largo de toda la historia. Su libro Frutos de mi tierra, publicada en
1896, inauguró la novela moderna en Antioquia. También fue
periodista y escribió centenares de crónicas en distintos periódicos
de Medellín y de Bogotá. Aunque se le consideró por su lenguaje un
escritor de valor meramente regional, algunos de los críticos más
importantes de España y de América lo consideraron el más castizo
de los escritores de idioma castellano del siglo XIX. Don Miguel de
Unamuno dijo de él que su obra "sabe a tierra, sabe a lugar, sabe a
tiempo y a eternidad". Desde 1896 hasta poco antes de su muerte,
escribió muchas novelas y cuentos. Entre ellos vale la pena destacar
La marquesa de Yolombó, considerada una de las grandes novelas
colombianas, lo mismo que la trilogía Hace Tiempos, con la cual puso
fin a su obra pocos años antes de morir, en medio del reconocimiento
nacional e internacional a su condición de gran narrador.
La Dama Negra
Cronista y articulista que colaboró en el periódico El Colombiano,
entre 1921 y 1923, y nunca quiso revelar su verdadera identidad.
Por la agudeza de sus textos, por su ironía y por su erudición, casi
todas las colaboraciones que publicaba generaban polémica. Sus
críticos llegaron a decir que detrás del seudónimo se escondía la
El Periodismo en Antioquia
493
pluma de un hombre, sin embargo los estudiosos de su obra están
seguros de que ella era una mujer de una inteligencia y una erudición
desacostumbradas entre las mujeres de su época.
Luis Tejada
Nació en Barbosa en 1898 y murió en Girardot en 1924. Fue el
cronista más importante de Colombia desde que empezó a colaborar
en El Espectador, en Medellín, y luego en la edición del mismo
periódico en Bogotá. Pertenece al grupo cultural llamado "Los
Nuevos", que revolucionó el periodismo y la literatura en Colombia
en la década de 1920. Su obra está reunida en Libro de crónicas,
1924, Gotas de tinta, 1971, y Mesa de redacción, 1990. También
trabajó como cronista en El Sol, El Correo Liberal, El Gráfico y Cromos.
Fue el cronista más ágil, agudo y humano que ha dado la prensa
colombiana hasta hoy.
Horacio Franco
Nació en Yarumal en agosto de 1898. Periodista y ensayista.
Colaborador de los principales periódicos de Medellín y Bogotá.
Murió en Medellín en febrero de 1965.
Ricardo Uribe Escobar
Nació en Medellín en agosto de 1892. Abogado, profesor y
ensayista. Magistrado del Tribunal Superior de Antioquia, Rector de
la Universidad de Antioquia. Colaboró en El Heraldo de Antioquia,
fue director de El Correo Liberal. Murió en Medellín en agosto de
1968.
Adelfa Arango Jaramillo
Nació en Concepción. Consagró su vida al profesorado. En su
viaje de estudio a La Habana publicó varios reportajes acerca del
adelanto en que se encontraba Colombia en materias educativas.
Blanca Isaza de Jaramillo
Nació en Abejorral en enero de 1898. Poetisa, cuentista y ensayista.
Directora de la revista Manizales. En 1961 recibió la medalla al "Mérito
Periodístico" del departamento de Caldas.
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El Periodismo en Antioquia
Coronel José Ignacio Forero
Autor del libro Historia de la aviación en Colombia.
María Cano
Nació en Medellín en agosto de 1887. Fundó la Revista Cyrano
y colaboró en algunos periódicos. Fue la primera mujer que en
Colombia luchó por las reivindicaciones obreras. Murió en Medellín
en abril de 1967.
Libardo Parra Toro. (Tartarín Moreira)
Nació en Valparaíso en mayo de 1898. Colaboró en El Correo
Liberal, El Diario y El Heraldo de Antioquia. Murió en Medellín en
1954.
Alejandro López
Nació en Medellín en junio de 1876. Ingeniero, catedrático y
escritor. Ingeniero del Ferrocarril de Antioquia. Colaborador en los
periódicos La Organización y El Correo Liberal. A él se le debe la
construcción del túnel de La Quiebra. Murió en Fusagasugá en marzo
de 1940.
Libardo López
Nació en Medellín en agosto de 1870. Abogado, parlamentario
y escritor. Fue director de La Organización. Diputado a la Asambleas
y Senador de la República. Publicaciones: La raza antioqueña, 1919;
Proyecto de ley y ensayos que tratan asuntos económicos, 1931; Comentarios
políticos y comentarios económicos, 1950.
Baldomero Sanín Cano
Nació en Rionegro, Antioquia, en 1861. Ensayista, crítico literario,
lingüista, periodista, catedrático. Trabajó en periódicos como Times,
de Londres; La Nación, de Buenos Aires; El Tiempo, de Bogotá y en
varias revistas como El Repertorio Americano, de San José (Costa Rica);
Hispania, de Londres, y Revista de las Indias, de Colombia. Murió en
Bogotá en 1957. Es considerado el mayor crítico y ensayista
colombiano de todos los tiempos.
El Periodismo en Antioquia
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Jaime Barrera Parra
Nació en San Gil, Santander, en 1890. En Bucaramanga dirigió
las revistas Vida y Arte y Motivos, y, en Bogotá, las Lecturas
Dominicales de El Tiempo, donde aparecieron sus célebres "Notas
del Week-end". Falleció trágicamente en Medellín al desplomarse el
Teatro Alcázar el 28 de enero de 1935. Casi toda su obra periodística
fue escrita en Medellín como corresponsal de El Tiempo.
Luis Cano
Nació en Envigado en agosto 1885. Dirigió El Espectador durante
35 años. Delegado de Colombia a la Conferencia de Río de Janeiro
en 1934 y ministro plenipotenciario en Suiza. Murió en Bogotá en
julio de 1950.
Tulio González Vélez
Nació en Bolívar, Antioquia, en 1906. Narrador vigoroso y
autóctono, cuentista. Autor de cuentos como "Nadie", "De vuelta
al yunque" y "El último arriero". Murió en Bogotá en 1968.
Fernando González Ochoa
Nació en Envigado en 1895 y murió en ese mismo lugar en
1964. Es, junto con Tomás Carrasquilla, uno de los dos escritores
más grandes que ha dado Antioquia. Fue Cónsul de Colombia en
Europa, donde publicó parte de su obra. También ejerció como
abogado y es el autor del Estatuto del impuesto de valorización en Medellín.
Escribió ensayos filosóficos, libros de viaje, novelas. Es un autor
inclasificable en la literatura colombiana por su estilo, por su hondura
y por su sinceridad. Desde muy joven leyó muchos libros orientales,
pero después también leyó muchísimos grandes libros de todas las
culturas que influenciaron su escritura. "Nos pensó a nosotros
mismos", dijo de él el poeta José Manuel Arango. Escribió Pensamientos
de un viejo, 1916, Viaje a pie, 1929, El remordimiento, 1935, y más de
diez libros más. Como periodista, su labor fue singular. Al estilo de
Fedor Dostoyevski con sus Carnets de un escritor, Fernando González
publicó la Revista Antioquia, redactada enteramente por él.
496
El Periodismo en Antioquia
Enrique Echavarría
Nació en Medellín en agosto de 1875. Miembro de la Academia
Antioqueña de Historia y Miembro Fundador del Centro Bolivariano
de Antioquia. Murió en Miami en abril de 1958.
Lino Gil Jaramillo
Nació en Pereira en 1908. Muy joven se inició como redactor
del diario El Espectador. Fue redactor de La Prensa, de Barranquilla;
de El Siglo, de Santiago de Chile; y de Relator, de Cali, ciudad donde
murió en 1976.
Eladio Gónima
Cuentista, cronista. Desempeñó la Secretaría de Hacienda y
colaboró en varios periódicos y revistas.
Juan Roca Lemus (Rubayata)
Juan Roca Lemus nació en Ocaña, Norte de Santander el 30 de
julio de 1908. Poeta, pintor, ensayista, cuentista, novelista, biógrafo,
panfletario, diplomático y periodista. Colaboró en El País, Clarín, El
Debate, El Espectador, El Tiempo, El Colombiano, La Nación, El Siglo, El
Nuevo Tempo, El Norte, El Popular, Cromos y El Faro. Escribió las
novelas El diablo tiene la vela y Cuando baja la marea.
Lisandro Ochoa
Nació en Medellín en noviembre de 1867. Cronista, comerciante
e industrial. Concejal de Medellín. Fundó el periódico Actualidades.
Murió en Medellín noviembre de 1948.
Otto Morales Benítez
Nació en Riosucio en agosto de 1920. Abogado, crítico, ensayista,
historiador, sociólogo, político y parlamentario. Se hizo periodista
en El Colombiano, La Defensa y El Diario.
Alfredo Lamus Rodríguez
Fue colaborador del suplemento Generación, del periódico El
Colombiano, en su época más brillante, entre 1939 y 1942. En los
periódicos y las antologías consultadas para esta selección no aparece
ningún dato biográfico suyo.
El Periodismo en Antioquia
497
Jesús Tobón Quintero
Nació en Copacabana en 1885. Educador y periodista. Colaboró
en Vanguardia, y en La Organización, Fue director de El Heraldo de
Antioquia. Diputado a la Asamblea y Representante al Congreso.
Emilio Jaramillo
Médico, político, periodista. Fundador, en asocio de don
Eduardo Uribe Escobar, del periódico El Diario en 1930.
José Restrepo Jaramillo
Nació en Jericó en 1896. Cuentista y novelista. Escribió: La
novela de los tres, David hijo de Palestina, Veinte cuentos, Dinero para los
Peces, Ventarrón. Murió en Panamá en 1945.
Carlos Escobar
Nació en 1901. Ejerció el magisterio en Medellín y colaboró en
varios periódicos.
Miguel Ángel Osorio (Porfirio Barba Jacob y Ricardo
Arenales)
Nació en Santa Rosa de Osos en julio de 1883. Maestro de
escuela, periodista, ensayista, poeta dramaturgo, ensayista y novelista.
Fundó los periódicos El Trabajo y El Estudio en Angostura Antioquia.
Vivió en Centroamérica, Cuba y México, país donde murió en enero
de 1942.
José Gerardo Ramírez Serna (José Gers)
Nació en Aranzazu en 1914. Escribió crónicas y reportajes en
La Patria, de Manizales; Relator y El País, de Cali; El Espectador y Sábado,
de Bogotá. Su libro Croniquillas se publicó en 1946 y Crónicas y reportajes
en 1983. Murió en Cali en 1986.
León de Greiff
Nació en Medellín en 1895 y murió en Bogotá en 1976. Se destacó
como uno de los grandes poetas colombianos y de Hispanoamérica.
También fue diplomático, estadígrafo y director de revistas como
Panida y la Revista de las Indias. Como periodista mantuvo una columna
titulada "La Columna de Leo". Entre sus libros más conocidos están
Tergiversaciones de Leo Legris-Matías Aldecoa y Gaspar (1925), y Nova et
498
El Periodismo en Antioquia
vetera (1973). La última edición de sus Obras Completas la publicó la
Editorial Tercer Mundo, en Bogotá, en 1980.
Fernando Gómez Martínez
Nació en Santa Fe de Antioquia en marzo de 1827. Abogado,
periodista, historiador y político. Dirigió el periódico El Colombiano
durante varias décadas. Fue parlamentario y canciller. Murió en
Medellín en diciembre de 1985.
Magdalena Moreno (Magda Morero)
Nació en Santo Domingo a finales del siglo XIX. Fue una de las
primeras escritoras modernas de Antioquia. Estuvo vinculada a la
tertulia del maestro Tomás Carrasquilla. Fue radioperiodista en La
Voz de Antioquia y Emisora Claridad. Colaboró en los principales diarios
de Medellín, ciudad donde murió en 1964.
Nelly Posada (Susanne Ibero)
Nació en Yarumal en 1927. Poetisa. Murió en Medellín en 1957.
Adel López Gómez
Nació en Armenia en octubre de 1901. Novelista, cuentista,
periodista. Colaborador de los principales periódicos y revistas de
Medellín, Manizales y Bogotá. Murió en Manizales en 1989.
Manuel Mejía Vallejo
Nació en Jericó en 1923. Poeta y novelista. Ganó el premio de
novela Rómulo Gallegos con La casa de las dos palmas. Otras obras
suyas son: La tierra éramos nosotros, Aire de tango, El día señalado y Los
invocados. Fue corresponsal viajero de El Espectador y de El Nacional
de Venezuela. Su obra periodística se publicó casi toda en Venezuela
y Centroamérica y ocasionalmente en el periódico El Espectador.
Murió en 1998.
Uriel Ospina
Nació en Medellín el 3 de noviembre de 1925. Periodista,
cronista, biógrafo traductor, profesor y ensayista. Durante más de
30 años fue periodista y editorialista de El Tiempo en Bogotá.
Colaboró en los suplementos literarios de El Colombiano y El
Espectador. Murió en Bogotá el 23 de octubre de 1991.
El Periodismo en Antioquia
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Julio César García
Nació en Fredonia en agosto de 1894. historiador, periodista y
catedrático, doctorado en Filosofía y Letras. Fue director de El
Colombiano, y colaborador de varios periódicos. Miembro de la
Academia Antioqueña de Historia y de la Academia Colombiana
de la Lengua. Rector encargado de la Universidad de Antioquia, y
Rector de la Universidad La Gran Colombia, fundada por él. Murió
en Bogotá en junio de 1959.
Sofía Ospina de Navarro
Nació en Medellín el 15 de abril de 1892. Cronista y cuentista.
Colaboró en El Colombiano, El Espectador y El Tiempo. Fue directora y
fundadora de la revista Letras y Encajes. En 1920 obtuvo el primer
premio del concurso literario de la Sociedad de Mejoras Públicas
con el cuento "¿Milagro?" Murió en 1974.
Gabriel Cano
Nació en Medellín en mayo de 1892. Dirigió La Mesa Redonda,
Sábado, y el suplemento literario de El Espectador. En 1919 dirigió El
Espectador de Medellín. Recibió varios premios, entre ellos, el premio
nacional de Periodismo y Ciencias Sociales otorgado por parte de
la Fundación Centenario Banco de Colombia. Murió en Bogotá en
febrero de 1981.
Rocío Vélez de Piedrahita
Nació en Medellín en 1926. Novelista, cronista. Su primera
crónica fue publicada en El Colombiano a principios de los cincuenta.
Durante cerca de veinte años publicó crónicas en el Magazín Literario
de El Espectador. Cuyas piezas fueron recopiladas en dos volúmenes
titulados Entre nos (1955 y 1972).
Guillermo Cano
Nació en Medellín en 1925 y murió asesinado en Bogotá, por
sicarios del narcotráfico, en 1986, cuando como director de El
Espectador adelantaba una valiente campaña para denunciar la
infiltración de la mafia de las drogas en la vida política nacional. Fue
uno de los últimos grandes periodistas de la familia de Fidel Cano,
fundadora de El Espectador. Como periodista, se desempeñó como
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El Periodismo en Antioquia
cronista taurino, deportivo, hípico, cultural y político. Fue el fundador
del Magazín Dominical, en el cual trabajó hombro a hombro con
Álvaro Pachón de la Torre. Dirigió El Espectador desde 1952 hasta
el día de su muerte. En los últimos años se hizo famosa su columna
dominical "Libreta de Apuntes".
Mario Escobar Velásquez
Nació en Támesis en 1928. Desde que ganó el Premio Nacional
de Novela Vivencias en 1979, con su obra Cuando pase el ánima sola, ha
publicado más de quince libros, casi todos ellos de ficción. Sin embargo,
fue periodista en la década de 1950 cuando dirigió la revista Lanzadera,
publicada por Coltejer. Luego ha colaborado ocasionalmente con la
revista La Hoja, de Medellín, en donde ha publicado reportajes y
crónicas.
Clemencia Hoyos de Montoya
Nació en Urrao el primero de enero de 1919. Ha publicado, en
el transcurso de 37 años, crónicas y artículos de diversos temas en
los diarios El Colombiano, El Correo, El Espectador y El Mundo; también
colaboró en la revista El Carmen, editada en Cali por los Padres
Carmelitas, y en los periódicos locales El Camino y El Penderisco. Autora
de los libros Ayer y Vida Inquieta y Loca.
Antonio Panesso Robledo
Nació en Sonsón en 1918. Literato, filólogo y cronista. Su carrera
periodística empezó, en 1949, en El Correo de Medellín, a donde
llegó como jefe de redacción y luego se convirtió en director.
Colaboró en La Defensa.
Rogelio Echavarría
Nació en Santa Rosa de Osos en 1924. Se vinculó
tempranamente al periodismo en el diario El Pueblo, de Medellín, en
la década de 1940. Luego viajó a Bogotá y se vinculó a El Siglo.
Dedicó la mayor parte de su vida como periodista a su trabajo
como editor y jefe de redacción en los periódicos El Espectador y El
Tiempo. Como poeta empezó a ser conocido desde 1948, cuando
publicó Edad sin tiempo y, años más tarde, cuando fue colaborador
de la revista Mito. Su obra principal es El Transeúnte, donde ha reunido
El Periodismo en Antioquia
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la mayor parte de su producción poética. En los últimos años ha
sido muy destacada su labor como el principal antologista de la
poesía colombiana. También ha recibido los dos principales premios
de poesía del país: el de la Universidad de Antioquia y el de la Casa
de Poesía Silva.
Óscar Hernández
Nació en Medellín en noviembre de 1925. Periodista, poeta,
cuentista y novelista. Colaboró en los principales diarios de Antioquia:
El Colombiano, El Diario y El Correo.
Antonio Mesa Jaramillo
Nació en Girardota el 5 de diciembre de 1911. Se destacó como
periodista, arquitecto y pedagogo. Trabajó en El Diario de Medellín.
Murió en El Hatillo el 15 de diciembre de 1971.
Alfonso Upegui Orozco (Don Upo)
Nació en Valparaíso el 3 de abril de 1909. Cronista judicial de
El Colombiano. Murió en 1972.
Jaime Sanín Echeverri
Nació en Rionegro en abril de 1922. Fue redactor de El Colombiano
y El Pueblo. Director de la revista Arco.
E. Livardo Ospina
Nació en Andes en febrero de 1912. colaborador de El Diario,
El Colombiano, El Mundo, El Espectador, El Correo, y El Relator.
Juan Zuleta Ferrer
Nació en Medellín en noviembre de 1908. Abogado,
parlamentario, diplomático y periodista, autor de estupendos
editoriales. Director de El Colombiano entre los años 1947-1950.
Recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en
julio de 1978. Murió en Medellín en octubre de 1984.
José Mejía y Mejía (Jota)
Nació en Yarumal en abril de 1911. Abogado, Periodista y
parlamentario. Fue jefe de redacción de La Defensa; subdirector y
director de El Colombiano, donde publicaba su famosa "Rúbrica".
Murió en Medellín en 1974.
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El Periodismo en Antioquia
Gonzalo Arango
Nació en Andes en enero de 1931. Cuentista, reportero, ensayista
y poeta. Colaboró en El Colombiano, El Tiempo, El Espectador y Cromos.
Fue fundador del Nadaismo en 1958. Murió en Tocancipá en
septiembre de 1976.
Javier Darío Restrepo
Nació en Jericó en 1932. Ha ejercido el periodismo en prensa y
televisión por más de cuarenta años. Profesor de posgrados de
periodismo en la Universidad de los Andes y la Universidad Javeriana.
Premio de Periodismo Simón Bolívar a la mejor crónica en televisión
en 1985. Premio de Periodismo a la mejor Investigación en televisión
1986. Premio de Periodismo del Círculo de Periodistas en la
categoría prensa 1993. Premio Germán Arciniegas de Periodismo
1995.
Este libro se terminó de imprimir en
L. Vieco e Hijas Ltda.
en octubre 2003
Medellín
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