ADOLESCENTES QUE AGREDEN A SUS PADRES. UN ANÁLISIS

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Psicopatología Clínica Legal y Forense, Vol. 10, 2010, pp. 37-53.
ISSN: 1576-9941
ADOLESCENTES QUE AGREDEN A SUS PADRES. UN
ANÁLISIS DESCRIPTIVO DE LOS MENORES AGRESORES
María González-Álvarez, Clara Gesteira Santos,
Ignacio Fernández-Arias y María Paz García-Vera
Clínica Universitaria de Psicología
Universidad Complutense de Madrid
Resumen
El fenómeno de violencia ascendente está cobrando una importancia cada vez
mayor en nuestro país, según los datos aportados por la Fiscalía General del
Estado. Sin embargo, el estudio de la población de referencia en España ha sido
escaso hasta ahora, condicionando, además, la falta de intervenciones
específicas al respecto. En el presente estudio se examinan las variables
sociodemográficas más relevantes en base a una muestra de 97 jóvenes de hasta
21 años y 194 padres que acuden a consulta en la Clínica Universitaria de
Psicología UCM durante los años 2007-2009. Los resultados del estudio,
obtenidos mediante el uso de entrevista clínica semiestructurada, muestran una
congruencia clara con investigaciones previas en lo que se refiere al tipo de
conducta agresiva (54,3% física y verbal) y a la asociación entre violencia y
variables como el pobre ajuste escolar (76,2%). Existe, asimismo una
congruencia parcial respecto al género (el 70,1 % son varones) y edad (el 70%
tienen edades entre 13-17 años). Por último, no existiría coincidencia en cuanto
al trastorno predominante (Trastorno Negativista Desafiante), ni en cuanto a la
consideración de la madre como principal víctima (43,3% de las víctimas son
ambos padres, que están, además casados en su mayoría).
PALABRAS CLAVE: violencia ascendente, características sociodemográfica,
víctimas, agresión verbal y física.
Abstract
According to the data provided by Fiscalía General del Estado (Spanish
National Prosecution Service), in our country, the phenomenon of violence
towards parents is becoming increasingly significant. However, an in-depth
research of the reference population has not yet been carried out, thus
conditioning the lack of interventions in this issue. In the present study, all the
relevant sociodemographic variables are examined in a sample of 97 young
Correspondencia: Mª González-Álvarez. Clínica Universitaria de Psicología de la UCM. Campus
de Somosaguas, 28223, Madrid.
Fecha de recepción del artículo: 18-02-2010.
Fecha de aceptación del artículo: 22-04-2010.
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
people up to 21 years old and 194 parents who visited the Clínica Universitaria
de Psicología UCM during the years 2007 to 2009. The results, obtained by
means of semi-structured clinical interviews, are clearly congruent with
previous research of the this type of aggressive behaviour (both physical and
verbal in 52.6% of all cases) and the association between violence and variables
such as poor school adjustment (76.2%). The data are also partially congruent
with minors’ gender (70.1% are males) and age (70% from 13 to 17 years). In
contrast, our data do not coincide either in the predominant disorder
(Oppositional Defiant Disorder) or in the consideration of the mother as main
victim (43.3% of the victims are both the parents, most of whom are married).
KEY WORDS: violence-toward-parents, sociodemographic features, victims,
verbal and physical aggression.
Introducción
Parece que hoy día es de consenso el considerar el fenómeno de la
violencia infanto-juvenil como un problema social de actualidad y de un
creciente interés investigador y clínico. Sin embargo, las formas en que esta
violencia ejercida por menores se expresa pueden ser de muy diversa índole. A
este respecto, algunos autores han diferenciado la violencia intrafamiliar
ascendente como un fenómeno específico y con entidad propia dentro del campo
que nos ocupa (Harbin y Madden, 1979; Sears, Maccoby y Levin, 1957; citados
por Walsh y Krienert, 2007; Cottrel, 2001; Paterson, Luntz y Perlesz, 2002), que
haría referencia a aquellos actos de violencia y agresión que los menores ejercen
hacia sus familiares ascendentes y, en especial, hacia sus progenitores.
Al hilo de lo anterior, la Fiscalía General del Estado, en su memoria de
2009, plantea que un 13,46% de los procedimientos incoados en el año 2008
relativos a violencia doméstica se referían a hijos que habían agredido a sus
padres, constatándose, además, una tendencia ascendente en comparación con
años anteriores (3088 casos en 2008 frente a los 2013 registrados en el 2007).
Por otro lado, es importante destacar que estas cifras únicamente hacen
referencia a aquellos casos que han sido objeto de actuación judicial y que, por
tanto, se suponen de una mayor gravedad, por lo que sería consecuente pensar
que existe en este campo un efecto iceberg, según el cual, existiría un grueso
importante de casos más leves de violencia ascendente, que no aparecerían
reflejados en los datos oficiales.
Dada la tendencia al alza que acaba de observarse, el llegar a un
conocimiento exhaustivo y reflexivo de las características más particulares de
este tipo de violencia, parece un trabajo imperativo en el momento actual. Y es
que conocer la tipología de esta clase de problema, es decir, las características
sociodemográficas y clínicas de la población de referencia, parece el paso previo
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
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fundamental para llegar hasta un abordaje integral de este fenómeno y, en
definitiva, para plantear protocolos de actuación eficaces desde el ámbito
preventivo y terapéutico.
Son múltiples los estudios de tipo descriptivo, mayoritariamente de
naturaleza anglosajona, que han intentado cubrir esta necesidad de conocimiento
específico, aunque en muchas ocasiones, las conclusiones a las que han llegado
aparecen de manera contradictoria. Respecto a variables sociodemográficas
como el sexo, por ejemplo, Walsh y Krienert (2007) encontraron que la agresión
familiar ascendente es más frecuente en varones (un 63,3% de la muestra total),
mientras que otros estudios argumentan que son las mujeres las que más
violencia ejercen hacia sus progenitores (Agnew y Huguley, 1989; Nock y
Kazdin, 2002; citados por Walsh y Krienert, 2007). No obstante, y dado que
estas desigualdades, sean en el sentido que sean, no parecen darse de una manera
estadísticamente significativa, otros autores han abogado por establecer
diferencias en cuanto a género, no tanto en lo que se refiere a la frecuencia de los
actos violentos, sino de su tipología. En este sentido, Paulson, de Coombs y
Landsverk, (1990; citados por Micucci, 1995) planteaban que la violencia
cometida por las mujeres suele ser de naturaleza más “leve” y circunscrita al
ámbito emocional, financiero y psicológico. Los varones en cambio, serían más
propensos a violencia de tipo físico (OMS, 2000; citado por Bobic, 2004). Sin
embargo, tampoco en este sentido hay acuerdo ya que existen otros estudios que
defienden la no diferenciación del tipo de agresión en función del género
(Cottrell, 2003; citado por Crichton-Hill, Evans y Meadows, 2006).
En lo que se refiere a la edad de los menores que comenten actos
agresivos hacia sus padres, igualmente se encuentran datos divergentes (Walsh y
Krienert, 2007). Ulman y Strauss, (2003; citados por Walsh y Krienert, 2007),
encontraron que los niños de entre 3 y 5 años agreden más a sus padres. Nock y
Kazdin (2002; citados por Gallagher, 2004), sin embargo, ampliaron este rango,
situando la mayor incidencia entre 4 y 14 años. Ambos estudios coinciden, no
obstante, en señalar que los más jóvenes ejercen un mayor número de episodios
agresivos hacia sus padres que los adolescentes. En contra de lo anterior,
Paulson, Coombs y Landsverk, (1990; citados por Micucci, 1995) planteaban
que son los mayores los que mostraban más probabilidades de cometer este tipo
de violencia. Como ocurría en el caso anterior, existe, además, otro otros autores
que prefieren relacionar la edad y el sexo con el tipo de violencia emitida así,
Kethineni (2003; citado por Walsh y Krienert, 2007), por ejemplo, considera que
las mujeres ejercerían violencia hacia sus padres a una edad más temprana que
los varones. En cambio, éstos serían más proclives a agredir a sus padres
conforme avanzan en edad.
Además de las variables anteriormente descritas, existen otras como el
consumo de alcohol y otras sustancias y el pobre rendimiento escolar que
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configurarían también elementos fundamentales. En este caso, los estudios son
consistentes al relacionar una mayor probabilidad de agresión hacia sus
progenitores en aquellos menores que abusan de alcohol y otras sustancias, así
como en aquellos cuyo ajuste escolar no es el idóneo, tanto a nivel de
rendimiento académico como de socialización en el centro de estudios (Pelletier
y Coutu, 1992; citados por Micucci, 1995; Charles, 1986; Ellickson y
McGuigan, 2000; Jackson 2003; citados por Walsh y Krienert, 2007). Este tipo
de jóvenes, además, llevarían a cabo conductas violentas más allá del ámbito
familiar, muy reforzadas por su grupo de iguales (Elliot et al., 1985; Hirschi,
1969; Huba y Bentler, 1983; Kandel, 1973; citados por Patterson DeBaryshe y
Ramsey, 1989).
Por otro lado, hay autores que hacen un mayor hincapié en el estudio de
la violencia ascendente desde una perspectiva familiar, es decir, incluyendo el
análisis de la totalidad de los miembros que componen el núcleo familiar en el
que se desarrolla el problema. Así, existen autores que defienden que la mayoría
de las familias en las que existe violencia de tipo ascendente, son
monoparentales (Gallagher, 2004; Ibabe, 2007; citados por Pereira y Bertino,
2009; Cottrell 2001; Stewart, Burns y Leonard, 2007), mientras que otros
autores, como Laurent y Derry (1999) (citados por Bobic, 2002) y Perera (2006)
aportan datos que muestran una mayoría de familias compuestas por ambos
progenitores (64% y 84% respectivamente). Por último, existen autores que
defienden a este respecto la posición intermedia, considerando una distribución
similar de la muestra entre ambos grupos (Paterson et al., 2002).
Por otro lado, existen pocos estudios que centran su atención en la
psicopatología comórbida en los menores que agreden a sus padres, aunque
existe cierto consenso en afirmar que la presencia de patología psiquiátrica
incrementa la probabilidad de ocurrencia de este problema y empeora su
pronóstico, prevaleciendo los diagnósticos de Trastorno negativista desafiante
(81,3%), estado de ánimo deprimido (50%), Trastornos de ansiedad y obsesivos
(55%) y TDA-H (12,5%) (Perera, 2006). No obstante, los datos encontrados
acerca de la presencia de estas psicopatologías son divergentes.
Tal y como se ha podido observar hasta ahora, existen grandes
contradicciones en cuanto al conocimiento sobre la población de jóvenes que
agreden a sus padres. De manera consonante, el abordaje terapéutico de este
fenómeno ha resultado ser también complejo y controvertido, con resultados
poco satisfactorios.
Pese a la existencia de numerosas propuestas de tratamiento específicas
(véase cuadro 1), se puede concluir que existen numerosos déficits en el
desarrollo de cada uno de ellas. De hecho, únicamente uno de los tratamientos
(el propuesto por Paterson et al., 2002) aporta datos estadísticos sobre los
resultados de la intervención, si bien el tamaño muestral del mismo impide una
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interpretación apropiada de dichos resultados. El resto de las intervenciones se
basarían más bien en la aportación de ciertas recomendaciones a la práctica
clínica, sin que en ningún momento aparezcan protocolos específicos de
tratamiento, de modo que resulta sumamente complicado conocer las técnicas y
procesos intervinientes en el cambio, impidiéndose entonces la posibilidad de
medida de las variables dependientes de la intervención e imposibilitándose, por
tanto, una evaluación formal de la eficacia de las diferentes terapias.
Cuadro 1. Tratamientos específicos centrados en la violencia ascendente
Tratamiento
Jenkins (1990; citado por Bobic,
2002)
Micucci (1995)
Sheehan (1997)
Cottrel (2001)
Paterson et al. (2002)
Características
Técnicas narrativas
Apoyo, refuerzo, contención de conflictos y
mejora de relaciones
Técnicas narrativas y teoría psicoanalítica
Recomendaciones para el menor y los padres
Grupos de discusión y roleplaying
Por su parte, la mayoría de los tratamientos con resultados a nivel
empírico que se ofrecen para el abordaje de este problema se basan en el
tratamiento de la conducta delictiva y violenta en general, lo cual, aunque
incluiría la violencia de tipo ascendente, no prestaría especial atención a ninguna
de las características específicas mencionadas anteriormente. No obstante,
teniendo en cuenta este déficit de especificidad, sí es importante señalar que una
gran parte de los estudios metaanalíticos realizados al respecto no han
encontrado significación clínica en los tratamientos examinados, mostrando
posturas “pesimistas” en referencia a la utilidad clínica de las intervenciones
existentes en el campo de la delincuencia juvenil. En este sentido, en el ámbito
europeo, Sanchez-Meca et al., (2002) plantean que la población juvenil
delincuente es muy resistente a cualquier tipo de tratamiento. No obstante,
consideran que los programas conductuales son los que muestran mayores
índices de eficacia, con tamaños del efecto que se sitúan en un nivel medio de
magnitud. Por otro lado, la evidencia metaanalítica aboga por la intervención de
la familia en su conjunto, concluyéndose que la terapia familiar, en general y la
basada en el modelo conductual, en particular, presenta unas estimaciones de
eficacia de magnitud media-alta (Sánchez-Meca et al., 2002) y que la mejora en
las relaciones familiares predice el decremento en los problemas individuales
(Huey et al., 2000; Mann et al., 1990; citados por Curtis, Ronan y Borduin,
2004).
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
En definitiva, como ha podido observarse, las investigaciones realizadas
hasta la fecha a cerca del fenómeno de violencia ascendente adolecen de ciertos
déficits. En primer lugar, existen contradicciones importantes en cuanto a las
características de la población de referencia, contradicciones éstas que quizás
repercutan, en un segundo término, en la falta de tratamientos específicos
rigurosos sobre el tema y en el hecho de que los tratamientos de corte más
general den lugar a unos resultados que pueden ser calificados de modestos.
Estas problemáticas, además, son si cabe, más acuciantes en lo que se refiere a
nuestro país, dada la práctica inexistencia de estudios relacionados con la
violencia ascendente teniendo en cuenta la población española. Por ello, parece
de vital importancia el estudio pormenorizado en nuestro país de este problema,
de sus características particulares, tanto a nivel sociodemográfico como clínico,
como paso previo necesario para la confección de programas de prevención y
tratamiento eficaces, que permitan un abordaje integral del fenómeno.
El presente estudio, por tanto, pretende arrojar algo más de luz acerca de
las características definitorias de la población española de menores que agreden
a sus padres y lo hace, en un primer acercamiento, mediante el análisis de un
tipo concreto de variables que, tal y como ha podido observarse, se han mostrado
relevantes en la aproximación al problema: las variables sociodemográficas. Se
intentará, además, superar el reduccionismo que supone considerar únicamente
al menor como objeto de tratamiento, incluyendo en el análisis que nos ocupa las
particularidades del núcleo familiar en general, como entidad interactiva, todo
ello con el fin de llegar al diseño de tratamientos específicos más útiles y
eficaces para los menores españoles que agreden a sus padres.
Método
Diseño
Se trata de un estudio descriptivo y transversal a partir de los datos
obtenidos de la evaluación de aquellos menores y padres que acuden a la Clínica
Universitaria de Psicología cuyo motivo de consulta es relativo a problemas
relacionados con la violencia ascendente en el ámbito familiar. Se estudiaron las
variables sociodemógraficas (sexo, edad, rendimiento académico, tipo de
familia…) tanto de los menores como de los padres.
Participantes
La muestra del presente estudio está compuesta por 97 familias
constituidas por 97 jóvenes de hasta 21 años y 194 padres que acudieron en
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
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busca de tratamiento psicológico a la Clínica Universitaria de Psicología de la
Universidad Complutense de Madrid, entre los años 2007 y 2009.
En concreto, la muestra estuvo compuesta por familias en las que se
daba una presencia de conductas agresivas por parte del menor hacia sus padres
(conductas agresivas verbales y/o físicas), sin que existiera retraso mental,
lesiones o enfermedades orgánicas y psicológicas graves.
Respecto a las fuentes de derivación empleadas, se colaboró tanto con
los Servicios Sociales de diversos municipios de la Comunidad de Madrid,
Centros de Atención Familiar, consultas privadas, centros escolares, medios de
comunicación y prensa, entre otros.
Instrumentos de evaluación
Con el fin de favorecer la obtención de información relativa a las variables
sociodemográficas que se pretenden analizar, se elaboraron dos entrevistas de
evaluación que se presentan a continuación:
-
Entrevista para Adolescentes. Se trata de una entrevista de naturaleza
semi-estructurada creada ad hoc para el estudio y cuyos objetivos
principales son la delimitación de los aspectos más importantes de la
conducta violenta de los adolescentes y de las variables personales del
menor que pudieran resultar relevantes para la formulación y posterior
abordaje del problema. La entrevista está estructurada en las siguientes
áreas: datos del menor, entorno próximo, diagnóstico diferencial,
caracterización de la conducta problema y consecuencias, aprendizaje de
la conducta problema y análisis funcional de la misma.
-
Entrevista para Padres de Adolescentes con Comportamientos
Agresivos. Se trata nuevamente de una entrevista de naturaleza semiestructurada creada ad hoc para este programa y que tiene como
objetivos recabar información de los padres sobre la conducta violenta
de sus hijos así como examinar la relación que mantienen con ellos y la
percepción que tienen de los mismos. La entrevista está estructurada en
las siguientes áreas: datos de los padres, datos relativos a su estado civil
y legal, convivencia familiar, derivación, variables antecedentes de la
conducta problema, evolución, caracterización de la conducta problema
y sus consecuencias y análisis funcional del comportamiento de los
padres.
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
Procedimiento
El proceso completo de evaluación consistió en el desarrollo de dos
sesiones de evaluación con los padres y otra dos con el menor que contemplaron
la administración de las entrevistas presentadas en el anterior apartado. De los 97
menores que iniciaron el proceso, 5 de ellos (5,15%) no acudieron a la segunda
cita de evaluación, igual sucedió con 4 de los 194 padres (2,06%). Sin embargo,
sus datos se incluyeron en los análisis realizados por disponer de datos
relevantes suficientes para múltiples variables, a pesar de la ausencia de datos en
determinadas variables, por no haber sido posible finalizar el proceso de
evaluación.
Dichas sesiones, fueron llevadas a cabo por los psicólogos residentes de
la Clínica Universitaria de Psicología. La evaluación, además, se enmarcó dentro
de un contexto clínico en el que, los terapeutas encargados de la evaluación del
caso, posteriormente se encargaban del tratamiento psicológico del mismo. Éstos
eran psicólogos con dos años o más de formación clínica bajo supervisión de
expertos.
Análisis estadísticos
Los resultados de este estudio descriptivo se obtendrán a través del
análisis de frecuencias en cada una de las variables incluidas en el modelo.
Resultados
A continuación, se presentan los resultados obtenidos tras el análisis de
los datos correspondientes a la muestra de pacientes que acudieron a la Clínica
Universitaria de Psicología durante los años 2007 y 2009.
Tal y como ya se ha especificado con anterioridad, el análisis se realizó
teniendo en cuenta las variables sociodemográficas más representativas de la
muestra. En este sentido y respecto a las variables referidas al menor de edad,
encontramos en primer lugar, que existe una mayoría de varones en la muestra
analizada. En concreto, se encuentra que de los 97 menores, los varones suponen
más del doble que las mujeres (68 varones, frente a 29 mujeres). En concreto,
sobre el total, existe un 70,1% de varones, mientras que el porcentaje de mujeres
supone solamente un 29,9%, tal y como puede observarse en la siguiente tabla.
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
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Tabla 1. Género de los agresores (N= 97)
Género
Varones
Mujeres
N
68
29
(%)
70,1
29,9
Por otra parte, se puede observar una tendencia general ascendente
respecto a la edad. Aunque no ocurre de manera uniforme, sí puede apreciarse
un aumento de la tasa de menores agresores a medida que va aumentando
también la edad. Este aumento, además, encuentra su tasa más elevada entre las
edades de 13 y 16 años, con un porcentaje de prevalencia que se sitúa entre el
10, 3% y el 24,7% de la población, a la edad de 16 años. Después de esta edad,
parece que la tendencia es decreciente.
Tabla 2. Edad de los agresores (N= 97)
Edad
5
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
N
1
3
3
1
2
6
6
11
10
10
24
13
2
2
2
1
(%)
1,0
3,1
3,1
1,0
2,1
6,2
6,2
11,3
10,3
10,3
24,7
13,4
2,1
2,1
2,1
1,0
Por otra parte, respecto al rendimiento académico, es importante resaltar
que, de entre los 97 sujetos analizados, la mayoría muestran dificultades en sus
estudios. En concreto, el 35,9% de sujetos suspenden entre 3 y 6 asignaturas de
manera sistemática y un 26,1% suspende hasta 3 asignaturas. Los menores que
aprueban o suspenden la totalidad de asignaturas ostentan, por su parte,
porcentajes más pequeños, aunque también significativos (16,3% y 18,5%,
respectivamente). Por último, además, es importante tener en cuenta un
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
porcentaje pequeño aunque ciertamente relevante, de menores atendidos que se
encuentran sin escolarizar (3,2%).
Tabla 3. Situación académica de los menores (N= 92)
Aprueba todas las asignaturas sistemáticamente
Suspende menos de 3 asignaturas
sistemáticamente
Suspende entre 3 y 6 asignaturas
sistemáticamente
Suspende todas las asignaturas
sistemáticamente
Sin escolarizar
N
15
24
(%)
16,3
26,1
33
35,9
17
18,5
3
3,2
En lo que se refiere al tipo de conducta agresiva problemática, se
encuentra una amplia mayoría, compuesta por el 54,3% de la muestra que
ejercen conductas agresivas tanto a nivel verbal como físico. A continuación,
encontraríamos un 37,2% de sujetos que ejercerían la violencia solamente a
nivel verbal, mientras que una violencia exclusivamente física, es mucho menos
frecuente (6,4%). Por último, se situarían aquellos jóvenes que no reconocen
ejercer ningún tipo de conducta, agresiva, aunque, estos representarían en todo
caso, una minoría (2,1%).
Tabla 4. Tipo de conductas emitidas por los menores (N= 94)
No reconoce emitir conductas agresivas
Conductas agresivas a nivel verbal
Conductas agresivas a nivel físico
Ambas
N
2
35
6
51
(%)
2,1
37,2
6,4
54,3
Por otra parte, poniendo en correspondencia la categorización descrita
con anterioridad sobre la tipología de la conducta problemática con criterios
diagnósticos del DSM-IV, se encuentra que la categoría diagnóstica del Eje I
más prevalente es la de Trastorno Negativista desafiante (32%), seguida, aunque
a mucha distancia por el Trastorno Explosivo Intermitente (7,2%), el Trastorno
Disocial (4,1%), TDAH (2,1%) y otros trastornos menos relacionados, como la
enuresis (1%). No obstante, es importante tener en cuenta también
consideraciones respecto a otros ejes que componen el diagnóstico multiaxial.
De esta manera, un 16,6% de sujetos son categorizados dentro del grupo de
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
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pacientes con “problemas paterno-filiales”, sin que pueda existir consideración
de trastornos de personalidad en el eje II, debido a la minoría de edad en la
mayoría de los sujetos analizados. Por último, existe un último grupo de
participantes que no son incluidos en ninguna categoría diagnóstica (36%),
constituyendo éste el grupo de mayor prevalencia.
Tabla 5. Diagnósticos principales DSM-IV en los menores agresores (N= 97)
T. Antisocial de la Personalidad
Explosivo-intermitente
TDAH
T. Negativista Desafiante
T. Disocial
Enuresis
Sin diagnóstico
Problemas paterno-filiales
N
1
7
2
31
4
1
35
16
(%)
1,0
7,2
2,1
32,0
4,1
1,0
36
16,6
Por otra parte, en lo que se refiere al tipo de víctimas, existe un único
caso (1,1%) en el que no se describe ningún tipo de víctima de la conducta
agresiva de los menores. Del resto, casi la mitad de la muestra, un 44,7%
describen un maltrato a ambos padres, mientras que otro porcentaje importante
de la muestra, un 41,5% está compuesto por aquellas familias en que la conducta
agresiva de los menores está dirigida solamente a la madre, siendo el porcentaje
de casos en los que la víctima es sólo el padre, mucho menor y equiparable al
fijado para otros familiares (4,2%). Además, se observa que, en un porcentaje
bajo de los casos, las agresiones se dirigen a otras personas fuera del ámbito
familiar (2,1%), recibiendo el mismo porcentaje la opción de “varios de los
anteriores”.
Tabla 6. Tipo de víctimas (N= 94)
No existen víctimas
Madre
Padre
Ambos
Otros familiares
Otras personas
Varios de los anteriores
N
1
39
4
42
4
2
2
(%)
1,1
41,5
4,2
44,7
4,2
2,1
2,1
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
La edad de las víctimas, no obstante, es bastante similar entre padres y
madres, aunque existe un porcentaje de la muestra de la cual no se tienen datos
al respecto (7,2%). Del resto, la media de edad de los padres que se consideran
víctimas de las agresiones de sus hijos es de 43,76 años, una edad muy similar a
la de las madres que también se consideran víctimas de sus hijos que rondan los
44,90 años.
Tabla 7. Edad de los padres víctimas (N= 194)
N
97
97
Padres
Madres
Media
43,76
44,90
El estado civil de los padres es mayoritariamente el de casados (64,2%).
No obstante, existe también un elevado porcentaje de padres separados o
divorciados (31,6%), siendo una minoría los padres que se encuentran solteros
en el momento de la evaluación (4,2% sobre el total).
Tabla 8. Estado civil de los padres (N= 95)
Solteros
Casados
Separados/ Divorciados
N
4
61
30
(%)
4,2
64,2
31,6
Por otra parte, ante el estudio de variables relacionadas con padres y
menores en su conjunto, la situación de la convivencia paterno-filial es
susceptible de aportar información en este sentido. En lo que a ello se refiere,
podemos decir que de manera prevalente, los menores suelen convivir con
ambos padres (59,8%). No obstante, también tiene cierto peso la convivencia del
menor solamente con su madre (22,7%) o con la madre y la pareja de ésta
(11,32%), encontrándose porcentajes mucho menores para el resto de
condiciones (3% de menores que no convive con nadie y un 7% de menores que
conviven solamente con su padre o con el padre y la pareja de éste).
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
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Tabla 9. Situación de la convivencia paterno-filial (N= 97)
Vive con los dos padres
Vive sólo con la madre
Vive sólo con el padre
Vive con la madre y la pareja de ésta
Vive con el padre y la pareja de éste
N
58
22
5
11
1
(%)
59,8
22,7
5,18
11,32
1
Discusión
Tras el análisis de frecuencias de las distintas variables explicitadas
anteriormente, es posible encontrar datos congruentes con la investigación
previa así como resultados que difieren de manera significativa de los resultados
obtenidos anteriormente.
En cuanto al género de los menores agresores, los datos indican que los
niños son más propensos a emitir conductas agresivas hacia sus padres que las
niñas, siendo estos datos congruentes con una amplia variedad de
investigaciones (Langhinrichsen-Rohling y Neidig, 1995; citado por Bobic,
2002; Evans y Warren-Sohlberg, 1988; citado por Micucci, 1995; Pagani et al.,
2004; citado por Walsh y Krienert, 2007). Los datos obtenidos en el presente
estudio (70,1% de varones), coinciden con los aportados por Stewart et al.,
(2007) que muestran las mismas cifras, y son, además, similares a otros estudios
como los de Walsh y Krienert (2007) o Romero et al., (2005; citado por Alonso
y Castellanos, 2006) que hablan del 63,3% y 79,3% de agresores varones
respectivamente.
El rango de edad con una mayor presencia de violencia ascendente
según el análisis de los datos se ubicaría en el rango de menores entre 13 y 16
años, los cuales conformaran el 70% de la muestra, siendo por tanto en estas
edades en las que se acumula un mayor riesgo de desarrollar este tipo de
comportamientos. Los datos indican que, a partir de os 16 años, la frecuencia de
menores que agreden a sus padres desciende lo que sugiere que la relación entre
la edad de los agresores y la prevalencia de la conducta agresiva describe la
forma de una “u” invertida, al menos, en la muestra que nos ocupa en el presente
estudio. Estos datos, se muestran congruentes con un gran número de
investigaciones (Evans y Warren-Sohlberg, 1988; Staruss et al., 1988; Wilson,
1996 citado por Bobic, 2002; Harbin y Madden, 1979; citados por Perera, 2006;
Kethineni, 2004; Paulson, Coombs y Landsverk, 1990; citado por Walsh y
Krienert, 2007; Cochran, Brown, Adams, y Doherty, 1994; Cottrell, 2001;
Psicopatología Clínica Legal y Forense, Vol.10, 2010, pp. 37-53.
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
Walsh Krienert, 2007). No obstante, y en base a la discordancia de los resultados
obtenidos en las investigaciones ya mencionadas, es posible encontrar también
autores que defenderían edades más temprana para la emisión de este tipo de
comportamientos, en contra de los resultados obtenidos en este estudio. Tal es el
caso de Ulman y Strauss (2003; citado por Gallagher, 2004) o Nock y Kazdin
(2002; citados por Gallagher, 2004) que hablan de rangos entre 3 y 5 años y 4 y
14, respectivamente.
Otra de las variables estudiadas que muestra una elevada congruencia
con los datos obtenidos hasta la fecha por diversos investigadores es el
rendimiento académico que presentan los menores. En este sentido, se ha
caracterizado el rendimiento en base al número de suspensos que se producen de
manera sistemática (entre 3 asignaturas y todas suspensas de manera
sistemática). Así, los menores con bajo rendimiento constituyen el 80,5% de la
muestra de este estudio, observándose, como se comentaba, congruencia con
investigaciones previas (Hawkins y Lisher, 1987; Wilson y Herrnstein, 1985;
citados por Patterson et al., 1989; Pelletier y Coutu, 1992; citados por Micucci,
1995; Romero et al., 2005; citados por Alonso y Castellanos, 2006; Ellickson y
McGuigan, 2000).
En cuanto a la tipología de la conducta agresiva emitida por los menores,
igualmente parece existir cierta similitud con los datos obtenidos hasta el
momento. En este estudio, el 54,3% de menores emplearon conductas agresivas
verbales y físicas, mientras que aquellos menores que únicamente emplearon
comportamientos agresivos a nivel verbal fueron el 37,2%. Los datos obtenidos
por otros autores informan de entre un 68% y un 78,4% de los casos en los que
existen agresiones físicas (Cochran et al., 1994; Romero et al., 2005; citados por
Alonso y Castellanos, 2006) y un 21,6% de insultos y vejaciones (Romero et al.,
2005; citados por Alonso y Castellanos, 2006). Únicamente un 6,4% presenta
agresiones físicas aisladas lo que confirma que la agresión verbal se sitúa como
antesala prácticamente necesaria para la ocurrencia de conductas violentas a
nivel físico.
En cuanto al diagnóstico recibido por los emisores de este tipo de
comportamientos, cabe destacar la escasa investigación al respecto y la poca
coincidencia de los datos obtenidos en el presente estudio con las
investigaciones previas. Perera (2006) sugiere que el diagnóstico con más
prevalencia en esta población sería el de Trastorno Obsesivo-Compulsivo,
representado por un 25% de su muestra, seguido del Trastorno de Conducta
(15,6%), e igualados en la tercera posición el Trastorno por Déficit de Atención
con Hiperactividad y los Trastornos de Ansiedad, con un porcentaje de 12,5%
ambos grupos. Sin embargo, en los datos examinados se encuentra como
diagnóstico más frecuente el T. Negativista desafiante (32%), seguido de los
problemas paterno-filiales (16,6%), el T. Explosivo- intermitente (7,2%), T.
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
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Disocial (4,1%), recibiendo el TDAH (2,1%) una cifra muy inferior a la
presentada por Perera (2006), y no apareciendo el Trastorno Obsesivocompulsivo como categoría diagnóstica empleada. Sin embargo, es importante
resaltar a su vez, que en el presente estudio el 36% de los casos no recibió un
diagnóstico, según el criterio de los terapeutas, conformando por tanto el grupo
de mayor prevalencia.
Respecto a los datos relativos a las víctimas de este fenómeno, cabe
destacar que las madres serían las receptoras más frecuentes de agresiones por
parte de los menores (41,5%), siendo este dato congruente con el mayor grueso
de investigación al respecto (Huguley y Agnew, 1989; citados por Crichton-Hill
et al., 2006; Evans y Warren-Sohlberg, 1988; citado por Micucci, 1995; Cornell
y Gelles, 1982; Pelletier y Coutu, 1992; citados por Paterson et al., 2002; Ibabe,
2007; citado por Pereira y Bertino, 2009; Harbin y Madden, 1979; citados por
Perera, 2006; Gallagher, 2004; Garrido, 2005). Si bien, el mayor porcentaje de
agresiones es dirigida a ambos padres (44,7%), siendo la cifra de padres como
únicas víctimas muy inferior (4,2%).
En cuanto a la edad de las víctimas, éstas suelen tener una edad media de
43,76 años frente al 44,9 de las madres, siendo nuevamente congruentes estos
datos con los aportados por Walsh y Krienert, (2007) que hablan de una edad
media de 40 años.
Los datos relativos al estado civil de los padres hablan de una mayoría
de padres casados 64,2% frente a los padres separados 31,6%, siendo esto
congruente con los resultados obtenidos en cuanto a la composición familiar de
la muestra de este estudio. En este sentido, parece que en la mayoría de las
familias (59,8%) existe una convivencia de ambos padres con el menor,
constituyendo las familias monoparentales el 27,8% de los casos (22,7%
convivencia solo con la madre y 5,18% con el padre) y las familias
reconstituidas, el 12,32%. Estos datos, parecen mostrar congruencia con
investigaciones recientes, como las realizadas por Laurent et al., (1999) (citado
por Bobic, 2002) y Perera (2006) que aportan datos similares con una mayoría
de familias compuestas por ambos progenitores. Así, estos autores encuentran un
64% de familias con dos padres frente al 36% de familias monoparentales y un
84,4% de casos en que ambos padres vivían juntos con el menor,
respectivamente.
Finalmente, a la luz del análisis de datos realizado, es importante
recalcar que el presente estudio pone de manifiesto la necesidad de incrementar
la investigación del fenómeno de la violencia ascendente en nuestro país. Como
se ha expuesto, los resultados obtenidos muestran congruencia con los aportados
por otros estudios. Sin embargo, la realización de investigaciones con muestras
más amplias enmarcadas dentro de nuestro país se vuelve necesaria.
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González-Álvarez, M., Gesteira, C., Fernández-Arias, I. y García-Vera, M.P.
Uno de los inconvenientes con respecto a la muestra de este estudio es
que no recoge a las víctimas ocultas que no buscan ayuda terapéutica. Así pues,
emerge como necesaria la realización de un trabajo exploratorio más exhaustivo
que permita conocer de manera más extensa este fenómeno y las características
que lo definen y así poder extraer datos epidemiológicos basados no únicamente
en resultados parciales tales como el número de denuncias de padres a hijos (que
nuevamente representarían los casos extremos del fenómeno).
No obstante, este estudio aporta algo más de luz sobre las características
que definen este tipo de violencia en la población española y podrá servir,
entonces, como base para futuros trabajos en este campo que pasarían por
conocer las variables clínicas que definen a estos menores y a sus padres así
como aquellas variables que nos permitan predecir la aparición de este tipo de
comportamientos para, finalmente, llevar a cabo el diseño de tratamientos
específicos que cubran las necesidades y particularidades de este problema y, a
la postre, poder evaluar su eficacia.
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