Tema 12. El régimen franquista

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Tema 12. El régimen franquista (1939-1959)
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Fundamentos ideológicos y bases sociales. Las instituciones.
1.1 Fundamentos ideológicos:
• El pensamiento político del general franco.- Franco era un militar africanista, católico,
que profesaba un nacionalismo español de signo agresivo y excluyente. Sus sentimientos
religiosos se intensificaron, sobre todo durante la Guerra Civil, gracias al apoyo de la
jerarquía de la Iglesia, que calificó la insurrección militar de cruzada. Franco se vio a sí
mismo como un personaje providencial, elegido por Dios para salvar a la patria.
• El nacional-sindicalismo falangista.- El franquismo, especialmente durante los
primeros años, constituyó una versión del fascismo en España. Se trataba de construir un
Estado nuevo, esencialmente antidemocrático y totalitario, caracterizado por los siguientes
rasgos: la sumisión a un caudillo; la negación de las libertades básicas (de reunión, de
expresión y de asociación) y la falta de garantías jurídicas; la exaltación del nacionalismo
español frente a los nacionalismos periféricos; la existencia de un partido único y la
representación orgánica (familia, sindicato, municipio) frente a la división de los partidos
políticos y el régimen democrático; la integración forzosa de todos los sectores económicos
y sociales en una única organización sindical (los sindicatos verticales) como alternativa al
capitalismo y al marxismo; el control social e ideológico de todos los españoles mediante
organizaciones e instituciones de encuadramiento político e ideológico (el Frente de
Juventudes, Sección Femenina); y el adoctrinamiento ideológico a través de la enseñanza
obligatoria de los principios básicos de la doctrina falangista (Formación del Espíritu
Nacional).
• El nacional-catolicismo.- Tras la derrota de la Alemania nazi y de la Italia fascista en
1945, el Régimen franquista tuvo que disimular su imagen totalitaria resaltando su
identificación con los valores católicos y monárquicos. El nacional-catolicismo, que
identificaba la nación española con la religión católica, permitió a la Iglesia católica, con el
apoyo del Estado, ejercer un control sobre determinadas parcelas de la vida política y social
española. La Iglesia ejerció el monopolio de la educación y de la moral. Dentro de la familia,
la mujer volvió al papel doméstico tradicional de madre que cuida el hogar y a sus hijos y se
mantiene sumisa al marido.
• El monarquismo tradicional.- Por su parte, el monarquismo tradicional defendía un
orden político monárquico que rechazaba la concepción liberal de la monarquía
parlamentaria y proponía un Estado Nuevo, católico y corporativo.
1.2 Bases sociales.
Los apoyos más destacados que tuvo la dictadura franquista fueron el Ejército, la Iglesia,
la Falange, los tradicionalistas (o carlistas) y la derecha más conservadora. Pero ninguno de
estos grupos tuvo la suficiente fuerza para imponerse sobre los demás, e incluso hubo
discrepancias y tensiones entre ellos. Franco distribuyó hábilmente los cargos políticos, con
lo que pudo arbitrar con eficacia el juego político de las diversas familias del régimen, sin
comprometerse nunca del todo con ninguna y haciendo la vista gorda ante la corrupción,
que no podía denunciarse por la falta de libertad de prensa.
Los militares fueron el apoyo más decidido y fiel de la dictadura franquista, ocupando
ministerios, gobiernos civiles y altos cargos burocráticos del régimen.
La jerarquía eclesiástica y buena parte del clero constituyeron el “poder legitimador” de
la dictadura ante la opinión católica nacional e internacional. A cambio de este apoyo, la
Iglesia obtuvo importantes concesiones.
La Falange, predominante en la primera etapa del régimen, constituía un cuerpo
burocrático del Estado, con funciones de propaganda y de organización en el sindicato
vertical. A partir de 1958 se impuso la denominación de Movimiento Nacional, que
desplazaba la anterior de FET y de las JONS. Los carlistas y especialmente la Falange
constituyeron el poder organizador social y sindical del régimen franquista.
El franquismo también contó con el apoyo social de los terratenientes, los financieros, los
empresarios, los pequeños y medianos propietarios agrarios.
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1.3 Las instituciones franquistas.
Las instituciones del franquismo comenzaron a forjarse en el transcurso de la Guerra
civil. En septiembre de 1936 el general Franco fue nombrado Jefe del gobierno del Estado
español y Generalísimo de los ejércitos y se le otorgaban todos los poderes del nuevo Estado.
En enero de 1938, se creaba el Gobierno de la nación formado por los ministros y presidido
por el Jefe del Estado a quien se le atribuía, además, la suprema potestad de dictar normas
jurídicas de carácter general. Por otro lado, la prohibición de los partidos políticos fue seguida
por la unificación de los dos principales grupos políticos de la zona nacional en un solo partido
o Movimiento, que adoptó el nombre de Falange Española Tradicionalista y de las J.O.N.S.
Esta unificación reforzó la concentración de poderes en el Jefe del Estado, que era nombrado
Jefe del Movimiento. Bajo la autoridad del Caudillo funcionaba el Consejo Nacional de la
F.E.T y de las J.O.N.S., órgano esencialmente consultivo.
En 1938, el Fuero del Trabajo (completado con las leyes de Unidad Sindical y de Bases
de la Organización Sindical y declarado posteriormente, 1947, Ley Fundamental) declaraba
que el nuevo Estado representaba una reacción contra el capitalismo liberal y el materialismo
marxista, mantenía la propiedad privada de las empresas; establecía la intervención del Estado
en la economía y en las relaciones laborales; prohibía los sindicatos obreros de clase
sustituidos por una estructura sindical de tipo corporativo, en la que debían encuadrarse todos
los productores (patronos y obreros) por ramas de producción o servicios (sindicatos
verticales); también prohibía las huelgas obreras y todas las acciones de resistencia.
Tras la guerra y debido a las presiones internacionales, la dictadura pretendió dar una
imagen de legalidad con la promulgación de una serie de Leyes Fundamentales que
suplieran a una verdadera constitución. Estas Leyes Fundamentales fueron completando y
definiendo las principales instituciones del régimen.
- Las Cortes Españolas (1942) eran un “instrumento de colaboración” en la tarea
legislativa, que continuaba atribuida al Jefe del Estado. Estaban compuestas por
procuradores natos (la gran mayoría) o electos (elección indirecta); además unos 50 eran
nombrados directamente por Franco. La tarea específica de las Cortes era conocer actos o
leyes de carácter general o proyectos que le sometiese el Gobierno.
- El Fuero de los Españoles (1945) era una especie de declaración de derechos de los
españoles. Pero el artículo 33 especificaba que ninguno de estos derechos se podía
aprovechar para atacar la unidad espiritual, nacional y social de España, y en el artículo 35
se daban poderes al régimen para suspenderlos. De hecho, en la práctica estos derechos
fueron papel mojado.
- La Ley del Referéndum (1945) permitía al Jefe del Estado someter a referéndum popular
un proyecto de ley elaborado por las Cortes.
- La Ley de Bases del Régimen Local (1945) establecía que las corporaciones locales
estarían compuestas por concejales agrupados en tres “tercios”: el familiar, el sindical y el
corporativo (personas destacadas en las entidades económicas, profesionales o culturales de
la localidad). Los alcaldes era designados por el Ministerio de la Gobernación: el ministro
nombraba a los alcaldes de las principales ciudades españolas, y el gobernador de cada
provincia el de las localidades de menor población.
Al frente de cada provincia se halla un gobernador civil y la administración de los intereses
particulares de cada provincia corresponde a la Diputación Provincial
- La Ley de Sucesión (1947) pretendía borrar la imagen fascista de dictadura personal
convirtiendo a España en un reino. Sin embargo, el jefe del Estado continuaba siendo
Franco a perpetuidad, quien quedaba facultado para designar a su sucesor, a título de rey,
cuando lo creyera oportuno. La ley regulaba la sucesión en la Jefatura del Estado y creaba
nuevos órganos asesores, como el Consejo del Reino y el Conejo de Regencia, dotados
de importantes atribuciones constitucionales en caso de sucesión.
- La Ley Fundamental de Principios del Movimiento Nacional (1958) recogía los que
se consideraban principios permanentes e inalterables del Régimen y sobre los que
cualquier persona que accedía a un cargo público tenía que jurar su acatamiento:
nacionalismo español, catolicismo, representación orgánica (familia, municipio y sindicato),
monarquía, etc.
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Represión, guerrilla y exilio.
El régimen franquista mostró desde el comienzo una de sus características principales
que no abandonó nunca: la represión contra los movimientos democráticos y de izquierdas,
frente a todos los valores que representó la República y ante cualquier manifestación
nacionalista (lingüística, cultural o política), sin dejar ninguna esperanza a la reconciliación.
La represión contra los movimientos democráticos y de izquierdas se articuló mediante
dos leyes: la Ley de Responsabilidades Políticas (1939) y la Ley de Represión de la
Masonería y el Comunismo (1940). Según estas leyes, los presuntos delitos quedaban
sometidos a la jurisdicción militar. Aunque los principales dirigentes políticos, sindicales y
culturales partieron al exilio, miles de personas de diversas condiciones (campesinos,
líderes sindicales, obreros, abogados, rectores de universidad, escritores, etc.) fueron
encarceladas por sus ideas políticas. El franquismo continuó aplicando la pena de muerte a
sus opositores políticos hasta el final.
Junto a este “terror caliente”, un “terror frío” se cebó en el mundo administrativo, docente
y cultural mediante las depuraciones. El mecanismo más utilizado fue la delación, a menudo
forzada por las autoridades. La arbitrariedad y la aberración jurídica se hicieron, en este
caso, más evidentes, ya que muchos funcionarios y profesores tenían que demostrar su
inocencia sin conocer de qué se les acusaba. Decenas de miles de funcionarios fueron
separados de sus puestos.
La represión cultural para imponer los valores de los vencedores se practicó por medio
de los libros de texto, en los que se enaltecía de manera desmesurada al general Franco, se
tergiversaba la historia y solo se propagaban valores conservadores y mediante la censura.
2.1 Los frentes de oposición al régimen.
La actividad clandestina de pequeños grupos del PCE, del PSOE y de la CNT nunca se
interrumpió, como prueba la serie de encarcelamientos y de ejecuciones de militantes de
estas organizaciones que se produjeron desde 1939. La presión de estos grupos sobre el
régimen se incrementó en la fase de aislamiento con actos como las huelgas en Cataluña
(1945) y en el País Vasco (1947), pero disminuyó durante la década de 1950.
Los grupos monárquicos, cuya base social eran la nobleza y la alta burguesía,
practicaron una oposición basada en la conspiración. En 1943, los tenientes generales
dirigieron una carta colectiva a Franco en la que le pedían la restauración de la monarquía.
Dos años más tarde, el conde de Barcelona, Juan de Borbón, hijo de Alfonso XIII, hizo
público en Lausana (Suiza) un manifiesto en el que solicitaba a Franco que se retirara para
restaurar la monarquía en su persona.
El maquis o guerrilla se constituyó a partir de dos grupos diferentes. El primero de ellos
se formó a partir de núcleos que subsistían diseminados por zonas de montaña desde
finales de la Guerra Civil. Su objetivo era continuar la guerra, que no daban por acabada,
esperando el momento oportuno que permitiera una ofensiva exterior contra la dictadura. El
segundo grupo lo constituían las unidades que habían luchado victoriosa mente contra los
alemanes en Francia, que intentaban trasplantar aquella experiencia a España. Entre 1944 y
1950 intervinieron en varias zonas, y su acción más espectacular fue la ocupación del valle
de Arán. Pero el aislamiento entre los diferentes grupos de guerrilleros, la represión militar y
de la Guardia Civil, y el recuerdo de la guerra, experiencia que la población civil no quería
repetir, explican su fracaso. Además, no hay que olvidar que en 1948 el PCE renunció a
continuar la lucha armada.
En la década de 1950, la oposición interior se orientó en la actuación en las
universidades y en el seno de los sindicatos franquistas, para aprovechar las elecciones a
enlaces sindicales y jurados de empresa, embriones del sindicato Comisiones Obreras. Las
acciones más frecuentes de la oposición eran las convocatorias de huelga, aunque eran
ilegales, en las que se reivindicaban mejoras económicas. Frente a estas acciones el
régimen franquista reaccionó de dos maneras: de una parte, endureció la represión
mediante la Ley contra el Bandidaje y el Terrorismo (1958) y la Ley de Orden Público (1959),
y, de otra, aceptó cierta flexibilidad respecto a las demandas salariales con la Ley de
Convenios Colectivos (1958).
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2.2 El exilio.
El drama del exilio de decenas de miles de españoles ha constituido una herida profunda
en muchas familias españolas. Los exiliados españoles se dirigieron sobre todo a Europa y
América. México fue el país que mejor aceptó a los que huían de la represión, de la
persecución y del miedo y su capital se convirtió en la sede política de la República en el
exilio. Algunos exiliados lucharon en la Segunda Guerra Mundial y un buen número murió en
los campos de exterminio nazi.
El exilio republicano "permanente" quedó constituido por unas 220 000 personas de las
cuales muchas eran ex-combatientes, políticos o funcionarios comprometidos directamente
con la causa republicana pero entre las que había también miles de parientes y civiles, junto
con un número significativo de niños, intelectuales, personalidades de la cultura y artistas,
científicos y docentes, y personas de profesiones cualificadas.
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La coyuntura internacional.
3.1 La Segunda Guerra Mundial.
La evolución de la Segunda Guerra Mundial condicionó la política interior del régimen
franquista. Cuando estalló la guerra, España se declaró neutral; pero, ante los triunfos
espectaculares de Alemania en 1939 y 1940, pasó de la neutralidad a la no-beligerancia, sin
esconder así su abierta simpatía por las potencias del Eje. Franco envió a la División Azul a
luchar en el frente oriental contra la URSS y, durante este período, se multiplicaron los
signos externos que identificaban el franquismo con el fascismo. La División Azul fue creada
en 1941 y estaba compuesta por 50.000 civiles bajo el mando del general Muñoz Grandes.
Combatió en Novgorod y Leningrado, y fue repatriada en 1945. El nombre proviene de la
camisa azul que llevaban los combatientes falangistas, que constituían una cuarta parte del
contingente.
A partir de 1942, cuando las potencias del Eje empezaron a tener dificultades en la
guerra, España volvió a proclamarse neutral y lentamente comenzó a entablar contactos con
los países aliados. En este contexto internacional, la dictadura promulgó la Ley de Cortes y
el Fuero de los Españoles para mostrar una imagen más representativa.
3.2 El aislamiento internacional.
Al final de la Segunda Guerra Mundial (1945) la dictadura franquista quedó aislada
internacionalmente. Las grandes potencias que ganaron la guerra (Francia, Reino Unido,
Estados Unidos y la URSS) consideraban España como el último reducto europeo del
fascismo. En 1946, la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU) no admitió
que el régimen del general Franco formase parte de ella y el gobierno francés cerró la
frontera con España. Además, por recomendación de la ONU, los países miembros retiraron
los embajadores de España. Solo Argentina mantuvo su representante.
Franco presentó este aislamiento ante la opinión pública española como una conjura
internacional de los enemigos de España. También tomó algunas medidas para mejorar la
imagen del régimen, como la eliminación del saludo con el brazo alzado, oficial desde 1937,
y la promulgación de la Ley de Sucesión.
3.3 La guerra fría.
La tensión creciente entre Estados Unidos y la URSS dio un valor político importante al
anticomunismo del régimen español, ya que la situación estratégica de España le
proporcionaba un alto interés militar. Eso comportó un cambio de actitud de Estados Unidos
hacia la dictadura franquista. Así, en 1949, año de la creación de la OTAN, la banca
estadounidense concedió un préstamo al gobierno español. En 1950 la ONU anuló el
aislamiento diplomático del régimen español. En 1952, España era admitida en la UNESCO
y en 1953 Estados Unidos firmaba con el gobierno español el pacto de Madrid, por el que se
creaban bases militares estadounidenses en España a cambio de ayuda militar y
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económica. El mismo año, el Vaticano, que nunca había roto las relaciones diplomáticas con
el régimen franquista, firmó con España el concordato.
El régimen franquista quedaba de esta forma legitimado por la máxima autoridad política
y militar occidental y por la principal autoridad religiosa católica. En 1955 España era
admitida en la ONU como miembro de pleno derecho. La visita oficial a España del
presidente estadounidense Dwight Eisenhower, en 1959, fue la manifestación externa del
afianzamiento del poder de Franco.
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La autarquía económica.
4.1 Los años del hambre
Todos los testimonios de la década de 1940 recuerdan aquella época como el tiempo de
las restricciones eléctricas, el hambre y la miseria. La obsesión de la población era obtener
alimentos guardando largas colas en las tiendas o bien intentando conseguir algún producto
de estraperlo. Las insuficientes cantidades de alimentos garantizadas por la cartilla de
racionamiento y los elevados precios de los productos en el mercado negro provocaron hambre
para la mayoría de la población, sobre todo en las grandes ciudades. Por otro lado, la abolición
de los sindicatos, la prohibición del derecho a la huelga o a la afiliación obligatoria al
sindicato franquista redujo la capacidad de compra de los trabajadores al no poder exigir un
aumento salarial que compensara la subida real de los precios; mientras tanto, bastantes
empresarios se beneficiaron de la paz social impuesta por el régimen.
Los años cuarenta pueden ser denominados como la «noche» de la economía española.
La guerra civil abrió un tajo muy profundo en el incipiente, pero innegable, proceso de
modernización de la economía española durante el primer tercio de este siglo, ensanchando
asimismo la brecha existente entre España y el resto de Europa.
En el plano industrial el estancamiento fue completo: el máximo productivo de preguerra
(1930) no es recuperado, en términos per cápita, hasta 1952. Este estancamiento industrial de
los años cuarenta determinó que la población activa en la agricultura se incrementara en casi
un millón más de trabajadores entre 1913 y 1950.
También la agricultura española entró en una fase depresiva. Las superficies cultivadas de
las principales producciones agrarias disminuyeron (en relación con los niveles de preguerra), y
más lo hicieron aún las producciones, con el consiguiente menoscabo de los rendimientos, sin
excepción, inferiores a los alcanzados en el período republicano.
Los indicadores del nivel de vida de la población española en esos años son muy
expresivos de dónde estaba la economía española al iniciarse el decenio de 1950: el consumo
de carne per cápita en 1950 había descendido a la mitad en relación al nivel de 1926; las
restricciones eléctricas, intensísimas en los años cuarenta, mantuvieron igualmente al primer
franquismo en la mayor penumbra económica. Entre 1939 y 1954, la mayor parte de la
población española trabajó más que antes de la guerra, pero las condiciones laborales eran
peores y su nivel de vida, más bajo: los salarios reales retrocedieron hasta el nivel de 1913,
a pesar del aumento constante de los precios.
Pero la situación económica en España no se debía solo a las consecuencias de la
guerra. No era lógico que el estancamiento y la depresión económica perdurasen durante
casi veinte años. Los países europeos que participaron en la Segunda Guerra Mundial (que
fue mucho más destructiva que la española), entre 1948 y 1950 ya habían recuperado los
índices económicos anteriores al conflicto bélico, y poco después iniciaban una etapa de
expansión económica extraordinaria. El estancamiento económico español estaba
provocado, sobre todo, por la política económica franquista, además de por los efectos de la
Segunda Guerra Mundial y el aislamiento político de España (hasta 1950).
4.2 La política intervencionista.
Ante la situación catastrófica de la economía española al finalizar la Guerra Civil, el primer
franquismo, fiel a la ideología fascista, optó por la autarquía económica, que en España se
caracterizó fundamentalmente por dos hechos: La voluntad de aislarse económicamente del
exterior, que era patente en el rechazo a la entrada de capital extranjero y en la limitación de
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las importaciones y las exportaciones, y la intervención del Estado en la producción y la
distribución de bienes
La intervención del Estado en la producción tenía como finalidad el fomento de la industria,
sobre todo de interés estratégico con el fin de que cubriera las necesidades de las Fuerzas
Armadas y, en esa medida, salvaguardase la independencia nacional. En 1941, el mismo año
en que se nacionalizó la red de ferrocarriles con la creación de RENFE, se fundó el Instituto
Nacional de Industria (INI), con el objetivo de crear numerosas empresas públicas, que
deberían producir los bienes que el sector privado no producía por falta de rentabilidad o por
excesivos gastos de inversión.
El Estado controlaba también el mercado interior y los productores estaban obligados a
venderle toda la producción a un precio de tasa fijado previamente. Posteriormente, la
Administración era la única que podía vender los productos al consumidor a un precio también
regulado. La tasación de los precios de los alimentos por debajo de su valor provocó que
muchos productores prefiriesen esconder la producción para venderla en el mercado negro, del
cual obtenían unas ganancias más elevadas. El resultado fue el desabastecimiento
generalizado de los alimentos, su racionamiento y la existencia de un mercado negro en el
que los productos se vendían a unos precios mucho más altos que los fijados oficialmente,
de lo que se beneficiaban las personas dedicadas al estraperlo y los funcionarios corruptos.
En resumen, el objetivo de aprovechar los recursos propios se demostró imposible, ya
que España no producía materias primas imprescindibles, como el algodón (tan importante
para la industria textil), ni poseía suficientes fuentes de energía, como por ejemplo petróleo.
Tampoco producía los alimentos suficientes para toda la población, que se racionaban por
medio de cupos del Estado. En definitiva, la época de la autarquía supuso un incremento de
las desigualdades sociales, un empobrecimiento general de la mayoría de la población, una
progresiva corrupción de la Administración pública y una falta de estímulo para el progreso
de la producción industrial.
4.3 Los primeros reajustes.
Entre 1951 y 1957, España empezó a recuperar la situación económica de 1935.
Aunque el régimen no abandonó la autarquía de forma explícita, sí que suprimió algunas
medidas intervencionistas. Esto, junto con el fin del aislamiento internacional y el inicio de la
ayuda norteamericana, permitió un crecimiento económico moderado. Las movilizaciones
sociales y obreras espontáneas de protesta por la carestía de la vida, como las que se
produjeron en Cataluña en 1951 y en el País Vasco en 1957, permitieron conseguir mejoras
salariales, que a su vez incrementaron ligeramente la demanda interior.
La nueva política agraria (Plan de Intensificación, Red Nacional de Silos, concentración
parcelaria, reforestación, compra de abonos, semillas y maquinaria etc.) generó un aumentó
de la producción y permitió que fueran desapareciendo los mercados negros.
La industria se benefició de este auge del campo en la década de 1950. La mayor
producción agraria permitía, en primer lugar, liberar divisas para otros usos, como los de
importaciones industriales básicas. En segundo lugar, la capitalización agraria requería bienes
de equipos industriales crecientes, una parte traídos del exterior, pero también suministrados
por la industria nacional. Finalmente, las industrias comenzaron a recibir del campo la mano de
obra que precisaba el progreso fabril. El crecimiento del índice español de producción industrial
se sitúa en el 80% entre 1950 y 1960, equivalente a una tasa media acumulativa del 7% anual.
El crecimiento económico de la década de 1950 no fue equilibrado y tuvo dos
consecuencias destacadas: por una parte, un aumento importante de la inflación a raíz de
los incrementos salariales, que repercutían inmediatamente en el aumento de los precios;
por otra, el pago de las importaciones, cada vez más numerosas y caras, que hacían
disminuir las reservas de divisas del Estado hasta llegar prácticamente, en los albores de
1957, a la insolvencia, situación que planteó la necesidad urgente de un plan de
estabilización.
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