DOMINGOS CICLO “C” ADVIENTO DOMINGO 1º «Jesús dijo a sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre”» Lc 21,25-28. 34-36 «... Ningún hombre vio ni conoció a Dios, sino que fue Él mismo quien se manifestó. Ahora bien, se manifestó por la fe, única a quien se le concede ver a Dios. Y, en efecto, aquel Dios, que es Dueño soberano y Artífice del universo, el que creó todas las cosas y las distinguió según su orden, no sólo se mostró benigno con el hombre, sino también paciente. En verdad, Él siempre fue tal y lo sigue siendo y lo será, a saber: clemente y bueno y manso y veraz; es más: sólo Él es bueno. Y habiendo concebido un grande e inefable designio, lo comunicó sólo con su Hijo. Ahora bien, en tanto mantenía en secreto y se guardaba su sabio consejo, parecía que no se cuidaba y que nada se le importaba de nosotros; pero cuando nos lo reveló por medio de su Hijo amado y nos manifestó lo que tenía preparado desde el principio, todo nos lo dio juntamente; no sólo tener parte en su beneficio, sino ver y entender cosas cuales nadie de nosotros hubiera jamás esperado. ... Así, pues, habiéndonos Dios convencido en el tiempo pasado de la imposibilidad, por parte de nuestra naturaleza, para alcanzar la vida, y habiéndonos mostrado ahora al Salvador que puede salvar aun lo imposible, por ambos lados quiso que tuviéramos fe en su bondad y le miráramos como a nuestro sustentador, padre, maestro, consejero, médico, inteligencia, luz, honor, gloria, fuerza, vida, y no andemos preocupados por el vestido y la comida»1. “¡DIME A QUIÉN ESPERAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES!” 1 Carta a Diogneto, VIII,5-11. IX,6. Esta obra de autor anónimo, perteneciente tal vez a los medios alejandrinos puede ubicarse a fines del siglo II, o bien -según ciertos estudiosos- a inicios del III. No se sabe quién sea el tal Diogneto, y puede pensarse que incluso se trate de una ficción, a la cual recurre el autor para escribir esta apología del cristianismo. La obra fue hallada en Constantinopla el año 1436. Formaba parte de un manuscrito designado con la letra F, que contenía cinco textos erróneamente atribuidos a san Justino, entre ellos figuraba la epístola A Diogneto. El Adviento es el tiempo en que nos preparamos con corazón pobre y disponible, al nacimiento y a la llegada de Jesús el Salvador. Se prolonga durante cuatro semanas impregnadas de esperanza, de una esperanza activa, que será siempre la pasión por lo posible. En nuestras tierras, el Adviento nos visita al final de la primavera e inicios del verano, con un trasfondo de flores, de perfumes y de rumor de pájaros, que prestan el marco adecuado para celebrar en la alegría, una verdadera liturgia de la vida Cuando todos los valores parecen derrumbarse en nuestro mundo y la gente se siente atenaceada por la angustia e invadida por la depresión, se escucha desde la fe una reiterada promesa de vida: “Cuando sucedan estas cosas, alcen la cabeza, que la salvación esta cerca”. Pero ¿cómo estar preparados para discernir este sacramento de salvación que es la celebración de la Navidad, en medio del cotillón y del estrépito de una sociedad capitalista, que le propone al hombre antivalores que lo deshumaniza? Estar preparados, no significa andar en permanente búsqueda de señales o acontecimientos extraordinarios. Supone estar despiertos y lúcidos, para poder interpretar los signos de los tiempos que se suceden en el gran teatro del mundo, sin dejarnos seducir por el torbellino de las emociones y de los sentimientos egoístas, que pretenden apropiarse de nuestros corazones. Tenemos hoy que preguntarnos si todavía esperamos a Alguien que pueda cambiar nuestra, como cambia la vida de una familia, al nacer un niño. Este Niño Dios podrá también cambiar la nuestra, siempre que estemos dispuestos a dejárnosla cambiar. DOMINGO 2º «El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el Pontificado de Anás y Caifás, Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres verán la Salvación de Dios”» Lc 3,1-6 «... El Señor quiere encontrar una senda por donde pueda entrar en sus corazones y caminar por ellos. Prepárenle este camino del que se ha dicho: allanen sus senderos. La voz clama: En el desierto preparen el camino. Esta voz llega primeramente a los oídos y luego con ella la palabra penetra el entendimiento. En este sentido fue Cristo anunciado por Juan. ... ¿Qué camino vamos a abrirle al Señor? ¿Es un camino material? Pero, ¿acaso la Palabra de Dios puede servirse de tal camino? ¿No sería necesario más bien preparar al Señor un camino interior y trazar en nuestro corazón sendas derechas y seguidas? Sí, ese es el camino por el cual entra la Palabra de Dios para instalarse en el corazón humano capaz de recibirla. ¡Qué grande es el corazón del hombre! ¡Qué anchura y qué capacidad, con tal que sea puro! ¿Quieres conocer su grandeza y su amplitud? Fíjate en la extensión de los conocimientos divinos que abarca... Por consiguiente, si el corazón no es pequeño y si puede abarcar tantas cosas, se puede preparar en él un camino al Señor y trazar una senda derecha por donde camine la Palabra, la Sabiduría de Dios. Prepara un camino al Señor por medio de una buena conciencia, allana la senda para que el Verbo de Dios marche por ti sin tropiezos y te conceda el conocimiento de sus misterios y de su venida»2. ACERCA DE LA CONVERSIÓN Juan el Precursor fue un auténtico “fronterizo”. Pasó su vida en la frontera del desierto, en los límites con la Palestina, al borde del río Jordán, y viviendo en una geografía espiritual. Desde ella bautizaba y llamaba con insistencia a la conversión del corazón. Pero ¿qué es la conversión del corazón? La conversión es un viaje de vuelta, un permanente retomar el seguimiento de Cristo. 2 Orígenes, Homilía 21 sobre san Lucas; PG 13,1855-1856 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, A 21). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. En torno al 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los escritores de lengua griega. Su producción literaria es muy abundante. Muchos piensan ingenuamente que uno se convierte por “decreto ley” de “necesidad y urgencia”, y de una vez para todas. No sucede siempre así. Tenemos que tener en cuenta que la conversión es una gracia que Dios nos regala. El desearla, el pedirla, y el recibirla es pura gratuidad. Porque Dios no retribuye sino regala. El espíritu de conversión, lo necesitamos todos cada día. No podemos guardarlo celosamente como quien compra un paquete de yerba. Convertirnos significa volver cada mañana a empezar a practicar las virtudes y a combatir los vicios de nuestra débil naturaleza humana. Pero todo esto, en un clima navideño de alegre expectativa, como cuando preparamos la fiesta en la que recibiremos la visita de nuestro mejor amigo. DOMINGO 3º «Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: “¿Qué debemos hacer entonces?”. El les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”. Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. Él les respondió: “No exijan más de lo estipulado”. A su vez, unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego inextinguible”. Y por medio de muchas otras exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Noticia» Lc 3,2b-3.10-18 «Vino la Palabra, para que San Juan Bautista predicase la penitencia. Y de este hecho muchos aplican a san Juan la figura de la Ley, porque la Ley ha podido denunciar el pecado, pero no perdonarlo; pues la Ley, a los que van por los caminos de los gentiles, los aparta del error, los preserva del crimen, les aconseja la penitencia, para que consigan la gracia. Luego la Ley y los Profetas han durado hasta Juan (Lc 16,16), y Juan es el Precursor de Cristo. Así la Ley anuncia a la Iglesia, como la penitencia a la gracia. Bien ha hecho san Lucas en ser breve para proclamar a Juan como profeta, al decir que sobre él descendió la palabra de Dios, sin añadir otra cosa: pues no hay ninguna necesidad de traer pruebas de uno mismo cuando abunda en él la palabra de Dios. No ha dicho más que una palabra que lo explica todo»3. PROFETA DE VERDADES Juan el Precursor fue un auténtico “fronterizo”. Pasó su vida en la frontera del desierto, en los límites con la Palestina, al borde del río Jordán, y configurando una geografía espiritual. Desde ella bautizaba y llamaba con insistencia a la conversión del corazón. Pero Juan el Bautista fue también un hombre humilde, y por eso fue un hombre veraz. Era la voz del que proclamaba verdades. Dijo la verdad sobre Cristo, la verdad sobre él mismo, y les dijo la verdad a los hombres necesitados de ella. ¡Y esto le costó la cabeza! 3 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, II,68; trad. en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 125-126 (BAC 257). San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. Cristo en cambio fue, es y será, la Palabra de Vida, anunciada a una humanidad vocinglera, saturada con voces vacías de contenido. Él vino a darle sentido a un mundo que había perdido la alegría de la esperanza. Por eso, el tema de la Buena Noticia impregna el tiempo del Adviento, que está dedicado a actualizar la alegría de la salvación. De este mensaje, fue Juan el Precursor el portavoz. Anunciando el cambio de rumbo de la historia de la gran familia humana, que no encontraba salida. “Oráculo del hombre de mirada penetrante, que escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que contempla visiones del Todopoderoso, en éxtasis, con los ojos abiertos. Todavía no sucede, pero ya lo veo; no será pronto, pero ya lo contemplo” (Nm 24, 15-17). Cuando en un hogar se está esperando un nacimiento, todos están atentos y contentos. Y en un clima de alegría serena y respetuosa, se rodea y se festeja a la que está por ser madre. De igual modo, la iglesia en los inicios de este nuevo milenio, fija la mirada en Cristo, el esperado, y no deja de contemplar sonriente y expectante a María, la agraciada, la tierra de Dios, la grávida de Cristo. DOMINGO 4º «Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”» Lc 1,39-45 «Veneramos a María, que devino madre, y sierva, y nube, y tálamo, y arca del Señor. Como madre, engendró a aquél que quería nacer. Como sierva, confesó la naturaleza y proclamó la gracia. Como nube, concibió del Espíritu Santo al que dio a luz sin dolor. Como tálamo, en ella habitó como en cámara nupcial el Dios Verbo. Como arca, no llevó dentro de sí la ley, sino gestó al Legislador. Por eso digámosle: “Bendita tú entre las mujeres”, porque sólo tú curaste el sufrimiento de Eva; sólo tú secaste las lágrimas de la que sufría; sólo tú llevaste el rescate del mundo; a ti sola se confió el tesoro de la perla preciosa; sólo tú quedaste preñada sin placer; sólo tú diste a luz al Emmanuel, del modo como él dispuso. “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42): un fruto, no una semilla; una flor, no una pasión; al resplandor, no a la criatura; al que está sentado en el trono con el Padre, no al siervo; al sol, no la arena; al que es adorado, no a la creatura; al precio del rescate, no al deudor. “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”»4. LA REINA DEL ADVIENTO El Adviento nos visita al final de la primavera e inicios del verano, con un trasfondo de flores, de perfumes y de rumor de pájaros, que prestan el marco adecuado para celebrar en la alegría, una verdadera liturgia de la vida. Adviento es un tiempo femenino. En las lecturas bíblicas previas a la Navidad, desfilan distintas mujeres que se preparan a ser madres. Algunas de edad avanzada, como Isabel; otras estériles, como las madres de Sansón y de Samuel. Es todo un entorno femenino, que con fragancia a jazmines florecidos, centra la escena en la figura de María, la reina del Adviento. Aquella que le dijo al indio Juan Diego: “Acaso, yo no soy tu madre, ¿no soy la fuente de tu alegría?; ¿tienes necesidad de alguna otra cosa?”. 4 Proclo de Constatinopla, Sermón V. Encomio a la Santísima Virgen y Madre de Dios, 3 (PG 65,716-721; trad. de Carlos Ignacio González, sj, María en los Padres griegos, México, Conferencia del Episcopado Mexicano, 1993, p. 565). Proclo nació, probablemente, en Constantinopla antes del año 390, donde fue diácono y presbítero durante el episcopado de Ático, pretendiendo tenazmente esta sede. Luego de una bastante prolongada espera, en el año 434, finalmente pudo ver realizado su sueño. Durante su episcopado, que duró hasta el 446, Proclo trabajó de varias maneras por extender el ámbito de la autoridad patriarcal de Constantinopla desde la Capadocia hasta el Ilírico, y en enero del 437 hizo transportar a la capital las reliquias de Juan Crisóstomo, que había muerto en el destierro. Proclo fue un brillante predicador, del que nos han llegado varios discursos, más de veinte, de los que tres están sólo en traducción siríaca. Esta dimensión femenina, le da a esta última semana una dimensión muy especial, la de una madre que está por dar a luz. Después vendrá el tiempo navideño, en que nuestra atención se desplazará hacia el Niño recién nacido. En nuestras latitudes, llegando al fin del año, un ambiente de cansancio y nerviosismo conspira contra el espíritu del Adviento. Tendremos que rescatar su dimensión contemplativa. En medio de sueños, silencios y misterios, como los que vivieron José y María, la esperanza lo madura, y lo convierte en tiempo de acogida y de escucha receptiva al don de un Dios que salva. NAVIDAD NOCHEBUENA «Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar para ellos. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él!”» Lc 2,1-14 «El ángel anuncia al Rey nacido, y a su voz cantan acordes los coros de los ángeles y, mutuamente regocijados, claman: Gloria a Dios en lo más alto de los cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad; porque antes de que nuestro Redentor naciera en la carne, estábamos en desacuerdo con los ángeles, de cuya claridad y pureza distábamos mucho, por merecerlo así la primera culpa y nuestros diarios delitos; porque como pecando nos habíamos alejado de Dios, los ángeles, ciudadanos de Dios, nos consideraban también como extraños a su compañía; pero, cuando ya reconocimos a nuestro Rey, los ángeles nos reconocieron como ciudadanos suyos, porque, habiendo tomado el Rey del cielo la tierra de nuestra carne, la celsitud angélica ya no desprecia nuestra pequeñez: los ángeles hacen las paces con nosotros; dejan a un lado los motivos de la antigua discordia y respetan ya como compañeros a los que antes, por enfermos y abyectos, habían despreciado»5. NOCHE DE REGALOS 5 San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, I,8,2; trad. enObras de san Gregorio Magno, Madrid 1958, p. 565 (BAC 170). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval. Hoy nos ha nacido un Salvador, que nos sonríe con: ¡rostro de Niño y corazón de Dios! La Nochebuena es la noche de los niños y de los que han venido esperando su llegada con corazón de niños. Es la noche de los que hemos venido preparando el pobre pesebre de nuestro corazón. No teniendo otra cosa que ofrecerle más que pasto. Por eso, es la noche de los pobres, que agradecen recibiendo la salvación; porque saben que la gloria de Dios es el pobre. Es la noche de los que vigilan despiertos, porque no pueden dormir. De los niños de la calle, de los enfermos, de los presos, de los desesperados y de los marginados. Pero, sobre todo, la Nochebuena, ¡es la noche de los regalos! “¡Dime qué regalas, y te diré quién eres!”. Cada uno de nosotros se manifiesta por lo que regala. A Dios le pasa lo mismo. No solo nos hace un gran regalo, sino que se nos regala en la persona de su Hijo muy querido, que se nos presenta como un niño envuelto en pañales y con aroma de pesebre. Es un regalo difícil de rechazar. ¡Quién rechaza a un niño, por más que sepa que ese Niño le cambiará la vida! DÍA DE NAVIDAD «Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, llena de gracia y de verdad». Jn 1,1-5.9-14 «... Esto celebramos hoy: la venida de Dios a los hombres para que nosotros nos acerquemos a Dios o más propiamente, para que volvamos a Él, para que despojados del hombre viejo nos revistamos del nuevo y muertos en Adán, vivamos en Cristo. Con Cristo, también nosotros nacemos, somos también crucificados, con Él somos sepultados y resucitamos con Él. Es menester que yo siga el camino inverso, lleno de hermosura: porque como de las dotes más altas proviene el dolor, del dolor dimanarán las dotes más altas. Allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20) y si gustar el árbol fue nuestra condenación ¿cuánto más no habrá de justificarnos la pasión de Cristo? Celebramos la fiesta. No una fiesta pública, sino divina, no mundana, sino por encima del mundo. No las cosas de nuestra enfermedad, sino las de nuestra curación, no las de nuestra creación, sino las de nuestra restauración»6. LUZ Y SONIDO Cuando uno se encuentra sumergido en un ambiente oscuro, pierde la noción de la distancia y la del tiempo. Pero al accionar la llave eléctrica e iluminarse el recinto, todo cambia con la luz. En realidad, nada ha cambiado, las cosas siguen siendo las mismas, pero han adquirido una nueva dimensión. Esto mismo se puede comprobar en los espectáculos llamados: “luz y sonido”. Con la iluminación y comentarios vocales y musicales, se recrean ambientes geográficos, históricos y culturales. Todo esto resulta una vaga y pálida imagen, de lo que nos viene a narrar en esta Navidad, el prólogo de San Juan. El prólogo de san Juan, es un grandioso espectáculo cósmico de “luz y de sonido”. Nos quiere hacer reinterpretar la historia de la humanidad, desde Cristo, la Palabra encarnada y Luz del mundo. Por eso, al celebrar el misterio de la Encarnación y al recibir su luminoso mensaje, nuestra vida entona con vibrante tono festivo, un cántico nuevo. Porque: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visita el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y sombras de muerte”. 6 San Gregorio de Nacianzo, Homilía 38,4; trad. en: Gregorio Nacianceno. Homilías sobre la Natividad, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1986, p. 45 (Biblioteca de patrística, 2). Gregorio nació hacia el año 330. Tras cursar brillantemente sus estudios en Cesárea de Capadocia, en Cesárea de Palestina, Alejandría y Atenas, recibió el bautismo hacia el 358 y decidió consagrarse a la “filosofía monástica”, pero sin decidirse, contra lo que había prometido, a dejar su familia para unirse a Basilio, con excepción de breves períodos, en los que se dedicó con su amigo al estudio de la obra de Orígenes. Por navidades del 361 fue ordenado sacerdote por su padre; en el 372, san Basilio, como parte de su plan de política religiosa, lo obligó a aceptar la sede episcopal de Sásima, una estación postal a la que Gregorio se negó luego a trasladarse. El 374, tras la muerte del padre, gobierna por poco tiempo la diócesis de Nacianzo, pero se retira en seguida a Seleucia de Isauria. Cuando a la muerte del emperador Valente (378) los nicenos cobran nuevas esperanzas de prevalecer, la sede de Constantinopla estaba en manos de los arrianos (desde el 351); para reagrupar la pequeña comunidad ortodoxa según la línea trazada por Basilio (que ya había fallecido) se recurre a Gregorio, que implanta su sede en casa de un pariente (capilla de la Anástasis). Las dotes humanas y religiosas de Gregorio y los 22 memorables discursos que pronuncia durante estos años le granjean una espléndida notoriedad, no exenta sin embargo de críticas de una y otra parte. En 381, se convocó un concilio en Constantinopla (el concilio que luego será catalogado como segundo ecuménico). Tras la muerte repentina de Melecio, Gregorio, elegido como presidente del concilio, mostró su desacuerdo con la fórmula de fe que se proponía. Gregorio propugnaba una declaración inequívoca de la divinidad y de la consubstancialidad del Espíritu santo. Hubiera querido, por otra parte, satisfacer los deseos de los occidentales que lo querían sucesor de Melecio, pero no logró sino disgustar a unos y otros. Gregorio no tardó en comunicar con gran amargura su dimisión al emperador y, al cabo de dos años pasados en Nacianzo, hizo elegir como obispo de esta sede a su primo Eulalio (383) y se retiró a su propiedad de Arianzo. Murió en el año 390. SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ «Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acababa la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que los oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?”. Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia, delante de Dios y de los hombres» Lc 2,41-52 «Cuando el Señor tenía doce años -en cuanto hombre se entiende, pues en cuanto Dios es anterior y exterior al tiempo-, separándose de ellos, se quedó en el templo, y discutía con los ancianos, quienes se admiraban de su doctrina. Ellos, los padres, al regresar de Jerusalén, lo buscaron en la caravana, es decir, en medio de aquellos con quienes caminaban; al no encontrarlo, llenos de preocupación, volvieron a Jerusalén, donde le hallaron discutiendo en el templo con los ancianos. Todo ello cuando tenía sólo doce años, como dije. ¿Por qué extrañarse de ello? El Verbo de Dios nunca calla, aunque no siempre se le escuche. Es hallado en el templo; su madre le dice: ¿Por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo con dolor te estábamos buscando. Y él responde: ¿No sabían que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Esto lo dijo porque, como Hijo de Dios, estaba en el templo de Dios. Aquel templo, en efecto, no era de José, sino de Dios. “He aquí, dirá alguien, que admitió no ser hijo de José”. Pongan atención y tengan un poco más de paciencia... Cuando le dijo María: Tu padre y yo con dolor te estábamos buscando, él contestó: ¿No sabían que conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Aunque era hijo de ellos, no quería serlo en forma que excluyese el ser Hijo de Dios. Hijo de Dios, en efecto; Hijo de Dios desde siempre, el que los creó a ellos. Hijo del hombre, en cambio, en el tiempo, nacido de una virgen sin semen marital; a uno y otro, sin embargo, tenía como padres. ¿Cómo lo probamos? Ya lo dijo María: Tu padre y yo con dolor te estábamos buscando»7. UN DIOS FAMILIERO 7 San Agustín, Sermón, 51,17; trad. en: Obras completas de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. X, pp. 24-25 (BAC 441). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. La familia está padeciendo una grave crisis de identidad. Y la familia cristiana, está asediada por una sociedad que como en los tiempos de Herodes y Arquelao, desconoce o combate los genuinos valores del humanismo cristiano. Nos estamos olvidando de que la familia sigue siendo el espacio libre para crecer en todos los aspectos, la célula vital de la sociedad, y el patrimonio espiritual de la humanidad. Ésta, al ignorarla, corre serio peligro de desencadenar un suicidio moral a escala mundial. Frente a este momento histórico tan delicado, celebrar la fiesta de la Sagrada Familia, significa apostar una vez más a la vigencia y permanencia de la institución familiar como iglesia doméstica y verdadera obra de Dios. El Adviento nos habló de una madre embarazada, María, y de su esposo José, que estuvo firme junto a ella. Y en la Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, el Hijo Dios. Hoy, la iglesia festeja a los tres, como modelos de unión íntima con Dios y de estrecha comunión de amor entre ellos. Todo esto vivido en el mutuo respeto por el misterio de cada uno. José, padre adoptivo de Jesús, hombre justo y soñador. No lo engendró, pero lo reconoció y le otorgó identidad filial, a través de la homilía de su vida. María, reflejo del rostro materno de Dios, que aportó como madre la ternura de un Dios cercano que nos acaricia el alma. Y Jesús, que obediente al proyecto del Padre, es el portador del insondable misterio de nuestra salvación. DOMINGO 2º DESPUÉS DE NAVIDAD «Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, llena de gracia y de verdad» Jn 1,1-5.9-14 «El Verbo de Dios nació una vez para siempre según la carne. Pero, por su amor a los hombres, desea nacer constantemente según el espíritu para aquellos que le buscan. Se hace niño y se va formando en ellos al mismo tiempo que las virtudes; se manifiesta según la capacidad del que le recibe. No es que atenúe, por celos, la eclosión de su propia grandeza, sino que calibra y mide las posibilidades de los que desean verle. De esta forma, el Verbo de Dios se nos revela constantemente como más nos conviene, aunque permanece invisible para todos a causa de la inmensidad de su misterio. Por eso el Apóstol por excelencia, considerando el poder de este misterio, exclama sabiamente: Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos (Hb 13, 8). El Apóstol contemplaba este misterio siempre nuevo, que la inteligencia jamás terminará de escrutar. (...) Es cierto que la encarnación de Dios es un misterio... ¿Cómo puede el Verbo estar sustancialmente en la carne, si permanece enteramente unido al Padre esencial y sustancialmente? ¿Cómo es posible que el que es enteramente Dios por naturaleza haya podido llegar a ser hombre por naturaleza, sin desconocer ninguna de las dos naturalezas, ni la divina por la que es Dios ni la humana por la que es hombre? Sólo la fe puede penetrar este misterio, que permanece en el fondo de todo lo que supera la inteligencia y desafía toda posibilidad de expresión»8. 8 San Máximo el Confesor, Capita Theologica, 1, 8-13; PG 90,1182-1186 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, C 3). Máximo nació el 579/580 en Palestina, hijo de un samaritano y de una esclava persa bautizados por un sacerdote de Hesfin en la región del Golán. Recibió el nombre de Moschion y a los diez años fue encomendado al abad Pantaleón del monasterio de San Garitón, que le impuso el nombre de Máximo y lo encaminó al estudio de Orígenes. Huyendo de Jerusalén el 614 ante la invasión persa, se refugió en Cízico, cerca de Constantinopla, y entabló estrechas relaciones con la corte imperial. Hacia el 626 empujado por las invasiones de persas y avaros, Máximo se refugió en África. El 645 sostuvo en Cartago una disputa pública con Pirro, de la que nos han llegado las actas transcritas por taquígrafos. Poco antes del 647 Máximo llegó a Roma y aquí tomó parte, el 649, en el concilio Lateranense convocado por el papa Martín I en defensa de las dos voluntades en Cristo. Volvió a Constantinopla el 653, donde fue arrestado, procesado y, el 654, condenado a exilio LA NAVIDAD: SACRAMENTO DE SALVACIÓN Hace pocos días oí decir a un amigo: “Llego a la Navidad con el canasto=corazón vacío”. Y alguien le respondió: “Mejor, así Dios te lo puede llenar”. Es posible que Dios no lo colme con los tradicionales regalos de una sociedad de consumo, que consume los valores morales, pero sí puede llenarlo con una sencilla “tarjeta navideña”. La Biblia, nos enseña que una buena palabra, vale más que el mejor regalo. Esta tarjeta navideña, dirigida a cada uno de nosotros, está rubricada por Dios con su Palabra hecha tinta y hecha letra. En ella nos desea una ¡Feliz Navidad!, recordándonos entre muchas otras cosas, que: La Navidad es claridad. Cristo es la Luz del mundo; su Palabra todo lo ilumina, dando sentido a nuestra vida, y las tinieblas jamás podrán apagarla. La Navidad es gratuidad. Dios no solamente regala, sino que se regala en la persona de Jesús. “De su plenitud hemos recibido gracia sobre gracia”. La Navidad es solidaria. Porque: “La Palabra se hizo carne”, y habitó entre nosotros manifestándose en la ternura de un niño con corazón de Dios. ¿Cómo debemos nosotros responder a este mensaje de la Navidad? Compartiendo lo que somos, lo que tenemos y lo que creemos. Somos hombres y no podemos desentendernos de nuestros hermanos, “cerrándonos a nuestra propia carne”. La iglesia debe ser experta en humanidad. Tenemos deseos de paz y de justicia, por lo tanto debemos luchar por la verdad y la transparencia. La Palabra de Cristo, que es la Verdad, ha de ser siempre nuestro gran referente. Creemos que Cristo es el Señor de la historia, y por eso anunciaremos, que a quienes confiesen su Nombre, se les ha regalado el poder llegar a ser hijos de Dios. temporal a Byzia en Tracia. El 655 murió en exilio el papa Martín I y Máximo, no contando con el apoyo de sus sucesores los papas Eugenio y Vitaliano, sufrió un segundo proceso el 622, en el que, con su discípulo Anastasio, fue condenado a la pena iraní de la mutilación de la lengua y de la mano derecha, por ser éstos los órganos con que se había opuesto al edicto imperial y al monotelismo, y le fue intimado definitivamente el exilio a Lazika, en la lejana Cólquida, a orillas del Mar Negro, donde murió acabado por los sufrimientos el 13 de agosto del mismo año 662. De Máximo se han conservado unos 90 escritos que se suelen dividir siguiendo las etapas de su accidentada existencia. CUARESMA DOMINGO 1º «Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días, y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: “Si tú eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”. Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: ‘El hombre no vive solamente de pan’”. Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto, le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: “Te daré todo este poder y esplendor de estos reinos, porque me han sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras delante de mí, todo eso te pertenecerá”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: ‘Adorarás al Señor, tu Dios, y a él solo rendirás culto’”. Después el demonio lo condujo a Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Él dará órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden”. Y también: Ellos te llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”. Una vez agotadas todas las formas de tentación, el demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno» Lc 4,1-13 «Ustedes saben, hermanos, por ser discípulos fieles de Cristo y también por encarecéroslo a menudo en nuestras pláticas, que la humildad del Señor es la medicina de la soberbia del hombre. El hombre no habría, en efecto, perecido de no haberse ensoberbecido; porque, como dice la Escritura, la soberbia es principio de todo pecado (Si 10,15); y al principio de todo pecado fue necesidad oponer el principio de toda justicia. Siendo, por tanto, la soberbia principio de todo pecado, ¿qué medicina podría sanar la hinchazón del orgullo, si Dios no se hubiera dignado hacerse humilde? ¡Avergüéncese de ser soberbio el hombre, pues humilde se hizo Dios!... Saben que, cuando fue tentado el Señor Cristo, le incitaba el diablo a esto. Tuvo hambre, y la tuvo por dignación y porque también eso era humillarse. Estuvo hambriento el Pan, fatigado el Camino, herida la Salud, muerta la Vida. Teniendo, pues, hambre, como saben, le dijo el tentador: Si eres el Hijo de Dios, di que se hagan pan estas piedras; al que respondió él para enseñarte a ti a responderle, como lucha el emperador para que los soldados se adiestren en luchar. ¿Qué le respondió? No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra de Dios. Y no hizo panes de las piedras él, que cierto pudo hacer eso, cual hizo del agua vino. Tanto le costaba, en efecto, hacer pan de una piedra; pero no lo hizo para darle al tentador con la puerta en el hocico; pues al tentador no se le vence si no se le desprecia. En venciendo que venció al diablo tentador, vinieron los ángeles y le sirvieron de comer. Pudiendo como podía tanto, ¿por qué no hizo aquello e hizo esto?... No obstante su gran poder, tuvo hambre, tuvo sed, tuvo cansancio, tuvo sueño, fue aprisionado, fue azotado, fue crucificado, fue muerto. Tal es el camino: camina por la humildad para llegar a la eternidad. Dios-Cristo es la patria adonde vamos; Cristo-hombre, el camino por donde vamos; vamos a él, vamos por él; ¿cómo temer extraviarnos?...»9. EL SACRAMENTO DE LA CUARESMA La cuaresma es un tiempo de cuarenta días en el que peregrinamos, impulsados por el Espíritu de Jesús, hacia la meta de la Pascua. No es un fin absoluto, sino un trampolín que nos zambulle en la alegría de la resurrección y en la comunión con el resucitado. Aunque nos cueste comprenderlo, la cuaresma es un sacramento, es decir una fuente de bendiciones y de gracias, que nos introduce de forma gradual, en un mejor conocimiento del misterio de Cristo. Y desplazando el pecado de nuestras vidas “gota a gota”, nos va humanizando y cristianizando. Este caminar cuaresmal presenta una dimensión comunitaria y solidaria. Son cuarenta días dedicados a aprender a amar, amando a nuestros hermanos. Iniciando el entrenamiento de la cuaresma, los tres evangelios sinópticos nos muestran a Jesús acosado por el demonio de las tentaciones (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13). En la primera tentación, frente a un mesianismo barato y muchas veces demagógico, el Señor nos invita a alimentarnos con el pan de la palabra de Dios, para convertirla así en pan de la solidaridad. En la segunda tentación, asediado por un triunfalismo fácil y barato, Jesús apuesta con su vida a un Dios que no defrauda; misterioso pero no mágico. En la tercera tentación, en lugar del servilismo obsecuente de aquellos que venden su alma a cualquier precio, el Señor nos propone la actitud abnegada del servidor sufriente, que no vino a ser servido, y tampoco a servirse de un Dios de bolsillo. “Dios todopoderoso, concédenos que el sacramento anual de la Cuaresma nos conduzca a un mejor conocimiento del misterio de Cristo y a una vida cristiana más digna”. 9 San Agustín de Hipona, Sermón 123,1. 2. 3; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. XXIII, pp. 51-54 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. DOMINGO 2º «Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “¡Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía: “Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz, Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo no dijeron a nadie lo que habían visto» Lc 9,28b-36 «Subamos al monte, imploremos al Verbo de Dios, que, ya que es fuerte y avanza majestuosamente y reina (Sal 44,3), se nos aparezca en su esplendor y belleza. Sin embargo, todo esto es un misterio y encierra en sí mismo una realidad más profunda; es decir, que para ti, el Verbo aumenta o decrece según tu capacidad, y, si no subes a lo más alto de la prudencia, no se te aparecerá la Sabiduría ni entenderás los misterios, ni cuánta gloria y hermosura se encuentra escondida en el Verbo de Dios, sino que para ti este Verbo de Dios será como un cuerpo desprovisto de todo esplendor y hermosura (Is 53,2ss), o un hombre hecho una llaga, que soporta nuestras enfermedades, o, finalmente, una especie de palabra pronunciada por un hombre que, aunque vestida con el ropaje de las letras, no tiene ningún fulgor, propio del poder del Espíritu. Pero, por el contrario, si, mientras contemplas al hombre, crees firmemente que ese cuerpo fue engendrado por la Virgen, poco a poco, la fe va penetrando en su procedencia del Espíritu de Dios, entonces es cuando comienzas a subir el monte. Si comprendes que el que pende de la cruz está como dominador de la muerte, y no como vencido, sino como vencedor, y que la tierra tembló, el sol se ocultó, las tinieblas invadieron los ojos de los incrédulos, los sepulcros se abrieron, los muertos resucitaron, y todo esto para que fuera una señal de que aquel pueblo gentil, que estaba muerto para Dios, procede, por así decirlo, de las llagas abiertas de su cuerpo, y que Él después resucitó, bañado por la luz de la cruz; si te das cuenta plena de este misterio, has subido a un monte muy alto y, allí, contemplarás otras grandezas del Verbo»10. MUERTE Y TRANSFIGURACIÓN 10 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, VII,12; trad. de M. Garrido Bonaño en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 351-352 (BAC 257). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. Los amantes de la música clásica, tal vez hayan escuchado un hermoso poema sinfónico titulado: “Muerte y transfiguración”. En esta partitura, el autor se identifica con el drama de un artista, que recién durante su agonía y a última hora, alcanza a percibir la realización del ideal por el que había luchado toda su vida. Esto puede ayudarnos, salvando distancias, a meditar en el misterio de la Transfiguración del Señor; sin olvidarnos que los misterios son más para ser contemplados que para ser penetrados. Jesús, no les ocultó a sus discípulos el anuncio de la cruz; que asumió hasta las últimas consecuencias. Pero quiso en un cuarto intermedio, transmitirles un mensaje de consuelo; es decir, garantizarles que el fin no sería la cruz sino la luz. Avanzada del triunfo de Jesús sobre la muerte, y promesa de resurrección para los que aún peregrinamos. Nosotros en el camino de la vida hemos tenido chispazos de luz o nos hemos sentido iluminados por personas que se nos han cruzado en diversas circunstancias. Ellas se convirtieron en mojones preferenciales de nuestra historia. Cuentan que un joven novicio fue a visitar a un viejo monje para preguntarle qué debía hacer para progresar en la virtud. El anciano le habló largamente de las exigencias y sacrificios que tendría que asumir. El novicio estuvo conforme con el desafío, pero le pidió un signo que lo motivara y les asegurara que valía la pena jugarse la vida. El monje, poniéndose de pie, y guardando silencio, abrió sus brazos en cruz, y abrazando el horizonte, se fue convirtiendo en una antorcha de fuego, radiante de luz. El joven entonces comprendió, que: “El Señor es como llama de fuego, que arde en la zarza sin consumirla”. DOMINGO 3º «En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió: “¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera”. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás’”» Lc 13,1-9 «La higuera es el género humano. Los tres años son los tres tiempos: uno antes de la ley, otro durante la ley y el tercero bajo la gracia. No es desacertado entender simbolizado en la higuera al género humano, pues el primer hombre, al pecar, cubrió sus vergüenzas con hojas de higuera, ocultando de esta manera los miembros de donde nacimos. Los miembros que antes del pecado eran motivo de gloria, después de él se convirtieron en ocasión de vergüenza. En efecto, estaban desnudos y no se avergonzaban (Gn 2,25), pues no tenían de qué antes de haber cometido el pecado. No podían avergonzarse tampoco de las obras de su creador, porque ningún mal procedente de sus obras había contaminado aún las obras buenas del Creador. De ahí nació, por tanto, el género humano: el hombre del hombre, el culpable del deudor, el mortal del mortal y el pecador del pecador. Este árbol simboliza a aquellos que se negaron siempre a dar fruto. La segur amenazaba las raíces de tal árbol. Intercede el colono, se aplaza, el castigo, ofreciendo en cambio una ayuda. El colono que intercede es todo santo que dentro de la Iglesia ruega por cuantos están fuera de ella. ¿Y qué significa: Señor, perdónale también por este año? Es decir, en este tiempo de gracia perdona a los pecadores, perdona a los infieles, perdona a los estériles, perdona a los infructuosos. Cavaré alrededor, le echaré un cesto de abono; y si diere fruto, bien; si no, vendrás y lo cortarás (Lc 13,8-9). Vendrás, pero ¿cuándo? En el juicio. Vendrás, pero ¿cuándo? Entonces vendrá a juzgar a vivos y a muertos. En el entretiempo se concede el perdón. ¿Qué significado tiene cavar un hoyo alrededor, sino enseñar la humildad y la penitencia? El hoyo es tierra de abajo. El cesto de abono has de entenderlo en buen sentido. Es estiércol, pero produce fruto. El estiércol del agricultor es el dolor del pecador. Los que hacen penitencia, sí lo entienden bien y la hacen de verdad, la hacen en el estiércol. Así, pues, a este árbol se le dice: Hagan penitencia; llegó el reino de los cielos (Mt 3,2)»11. 11 San Agustín de Hipona, Sermón 110 (= Morin 13), 1; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. X, pp. 782-783 (BAC 441). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo “EL LIBRO DE LOS “PORQUÉ” Frente a situaciones dramáticas o trágicas, buscamos instintivamente encontrar al o a los responsables de ellas. A menudo y de manera simplista, decimos que la o las víctimas de estas situaciones, son culpables o al menos se las tenían merecidas. Sino, por el contrario, nos rebelamos contra Dios, reprochándole esa injusticia para con víctimas inocentes. Años atrás, estaba muy difundida una colección de volúmenes que tenía en cada tomo una sección titulada: “El libro de los porqué”. En ella se presentaban interrogantes de todas clases. Pero ya siglos antes de Cristo, un autor desconocido había escrito el Libro de Job, el genial libro de los porqué, que planteaba porqué al honrado muchas veces las cosas le salen mal, y porqué en cambio, a los sinvergüenzas tantas veces las cosas les salen bien. Este dilema impacientó y desesperó a Job, que encarnó a los contestatarios de todos los tiempos, agresivos ante el desesperante silencio de Dios. Pero Dios dio su respuesta haciéndose hombre. Frente a los reiterados porqué de Job, el silencio de Dios se hace palabra en la persona y en el ejemplo de Cristo, el verdadero Job, el Inocente, que asumiendo libremente su muerte por amor, redime a la humanidad agobiada por el pecado. Jesús en el evangelio de hoy, nos quiere recordar que las desgracias son un toque de alarma, un alerta rojo, más que un castigo, y que existe una responsabilidad solidaria frente al pecado. Nadie debe considerarse exento de pecado y todos sin excepción estamos llamados a convertirnos de corazón. de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. DOMINGO 4º «Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo entonces esta parábola: Jesús: «Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia que m me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: ‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!’. Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: ‘Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado’ ” » Lc 15,1-3. 11-32 «Volveré a la casa de mi Padre como el pródigo, y seré recibido. Como hizo él, haré yo: ¿es que no va a escucharme? A tu puerta. Padre misericordioso, estoy llamando; ábreme, que yo entre, no vaya a perderme y me aleje y perezca. Tú me has hecho tu heredero, y yo he abandonado mi herencia y disipado mis bienes; sea yo en adelante como un jornalero, como un sirviente. Ten piedad de mí como del publicano, y viviré por tu gracia. Perdóname mis pecados como a la pecadora, Hijo de Dios. Como a Pedro, sácame de en medio de las olas. Como con el ladrón, ten piedad de mi malicia y acuérdate de mí . Como a la oveja que se extravió, búscame, Señor, y me encontrarás; y llévame sobre tus hombros, Señor, a la casa de tu Padre. Como al ciego, ábreme los ojos, para que yo vea tu luz. Como al sordo ábreme los oídos, para que yo escuche tu voz. Como al paralítico, cura mi enfermedad, para que yo alabe tu nombre. Como al leproso con tu hisopo, purifícame de mis manchas. Como a la jovencita hija de Jairo, dame la vida, Señor. Como a la suegra de san Pedro, cúrame porque estoy enfermo. Como al hijo de la viuda, haz que me levante. Como a Lázaro, llámame con tu voz y desata mis vendas... Porque estoy muerto por el pecado como por una enfermedad; levántame de mi ruina para que alabe tu nombre. Te suplico, Señor de la tierra y del cielo, que vengas en mi ayuda y me muestres tu camino para que yo me dirija a ti. Condúceme hacia ti, Hijo del Bondadoso, y lléname de tu misericordia. Tritura para mí el trigo de vida en este momento en que me encuentro agotado. (…) Señor, yo deseo ser tuyo y caminar contigo. Medito tus mandamientos día y noche. Concédeme lo que te pido y acoge mis oraciones, oh Misericordioso, Señor, no acabes con la esperanza de tu siervo que está esperando»12. “TOBIT CONTABA UNO POR UNO LOS DÍAS QUE DEBÍA DURAR EL VIAJE DE IDA Y VUELTA” (Tb 10,1) Si nos ponemos a meditar esta célebre parábola, nos encontraremos con un hijo menor, que sin ningún derecho exige su parte de herencia en vida de su padre. Herencia que derrochará en el extranjero, donde permanecerá alejado de su familia, de su patria y de su fe, cuidando cerdos y pasando hambre. Un ejemplo típico de “transculturación”, en un país extraño que lo ignora. Aunque nos cueste aceptarlo, decide volver a su casa por la hambruna que padece, descartando sus derechos de hijo. Lo que no deja de ser un consuelo para nosotros, los que recurrimos a Dios solo cuando estamos en apuros. En primer lugar, observamos una serie de actitudes afines con las de una madre: la espera, como la iniciativa en la acogida, la profunda conmoción, los abrazos y los besos. “¡Ahora sí que puedo morir, porque te he vuelto a ver, hijo mío!” (Tb 11,9). En segundo lugar, reparemos en la conducta del padre, que con tónica masculina y muy sobrio en palabras, responde con tres gestos explícitos e impactantes a las desmañadas excusas del hijo. Comienza por recibirlo como a un huésped de honor, luego le hace colocar el anillo como símbolo de poder, y termina haciéndolo calzar con sandalias, signo de libertad. Finalmente, ordena los preparativos para la fiesta. 12 Santiago de Sarug, Poema; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1974, D 36. Santiago es uno de los mayores doctores de la Iglesia siria, que vivió aproximadamente entre el 450 y el 520, cuya fiesta celebran los sirios el 29 de noviembre y los maronitas el 5 de abril. Natural de Hawra, del distrito de Sarug, en las cercanías de Edesa, estudió en la célebre escuela de está ciudad. Mucho se ha discutido sobre su ortodoxia, pero consta con certeza que Santiago compartió la posición doctrinal de Severo de Antioquía y después de ejercer como periodeuta (una especie de inspector del clero) al final de su vida fue elegido obispo (519) por su condición de monofisita moderado y capaz por ello de reconciliar los ánimos. Fue fecundo poeta, cuyas obras (sobre todo sus homilías rítmicas) no están aún suficientemente estudiadas. Sabía griego pero escribió sólo en siríaco. Es que por fidelidad a sí mismo, no puede recibir o tratar a su hijo como un peón, por mas sinvergüenza que haya sido. No puede renegar de su paternidad. Hoy en día muchas madres hacen de padres y muchos padres hacen de madres, por ausencia con aviso o sin aviso de sus progenitores. En el caso de Dios, la misericordia es una, pero su expresión es doble. Por un lado, la firmeza de un padre responsable, que comprometido para siempre con sus hijos, los reconoce cada día, más con gestos que con palabras. Por el otro, la ternura e inagotable capacidad de perdón de una madre, que siempre estará dispuesta a comprender. DOMINGO 5º «Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió: “Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante”» Jn 8,1-11 «Sola aquella mujer y habiéndose ido todos, levantó (el Señor) sus ojos y los fijó en ella. Ya hemos oído, la voz de la justicia; oigamos ahora también la voz de la mansedumbre. ¡Qué aterrada debió quedar aquella mujer cuando oyó decir al Señor: Quien de ustedes esté sin pecado, que lance contra ella la piedra el primero! Pero ellos se miran a sí mismos y, con su fuga confesándose reos, dejan sola a aquella mujer con su gran pecado en presencia de aquél que no tenía pecado. Y como le había ella oído decir: El que esté sin pecado, que arroje contra ella la piedra el primero, temía ser castigada por aquel en el que no podía hallarse pecado alguno. Pero el que había alejado de sí a sus enemigos con las palabras de la justicia, clava en ella los ojos de la misericordia y la pregunta: ¿No te ha condenado nadie? Contesta ella: Señor, nadie. Y Él: Ni yo mismo te condeno; yo mismo, de quién tal vez temiste ser castigada, porque no hallaste en mí pecado alguno. Ni yo mismo te condeno. -Señor, ¿qué es esto? ¿Favoreces tú a los pecados? Es claro que no es así. Mira lo que sigue: Vete y no quieras pecar más en adelante. Luego el Señor dio sentencia de condenación, pero contra el pecado, no contra el hombre. Pues, si fuera Él favorecedor de los pecados, le habría dicho: Ni yo mismo te condeno, vete y vive a tus anchas; bien segura puedes estar de mi absolución; yo mismo, peques lo que peques, te libraré de todas las penas, aun de las del infierno, y de sus verdugos. No fue ésta su sentencia. Que se fijen en esto quienes aman en el Señor la mansedumbre y teman la justicia; porque dulce y recto es el Señor. Tú lo amas porque es dulce; témelo también porque es recto… Manso y magnánimo y misericordioso es el Señor, pero también es el Señor justo y veraz. Él te da tiempo para la corrección; pero tú amas la dilación más que la enmienda. ¿Fuiste ayer malo? Sé hoy bueno. ¿Has pasado el día de hoy en pecado? No sigas así mañana. Tú siempre esperando y prometiéndote muchísimo de la misericordia de Dios, como si el que te promete el perdón si te arrepientes, te hubiera prometido también vida más larga…»13. “QUEDARON: LA MISERICORDIA Y LA MISERIA” Los estudiosos de la Sagrada Escritura concuerdan en que este texto originariamente no pertenecía al evangelio de s. Juan. Piensan que por su vocabulario y estilo, mas bien correspondería al evangelio de san Lucas, que se caracteriza por ser el evangelista de la misericordia. De todas, maneras desde la antigüedad, ha sido considerado como palabra de Dios y se la dado una importancia relevante al colocarlo en la liturgia de este domingo previo a la Semana Santa. En contraste con el pueblo que acudía a Jesús para escucharlo, los escribas y fariseos, los “duros” de la ley, se acercaron para probarlo. Pero en cambio comprobaron, que la justicia humana era desbordada una vez más por la misericordia divina. Jesús se inclinó hacia el suelo, para no mirar a la mujer avergonzada. Al contrario, se incorporó, para avergonzar a sus acusadores y condenar el pecado, pero no a la pecadora humillada. «Cuentan de un viejo monje, que visitando un día un monasterio, vio pecando a un hermano y lo condenó. Cuando volvió a su ermita, un ángel del Señor se le cruzó delante la puerta de su celda y le dijo: “No te voy a dejar entrar”. El monje le respondió: “¿Porqué? ¿Qué pasa?”. Y el ángel le contestó: “Dios me ha mandado a preguntarte: ¿Dónde quieres que ponga al hermano que tú has condenado?”. El viejo monje se arrepintió y le dijo: “Perdóname, he pecado”. El ángel le respondió: “Levántate, Dios te ha perdonado, pero en adelante nunca condenes a nadie, antes de que Dios lo haya hecho”». 13 San Agustín de Hipona, Tratados sobre el evangelio de san Juan 33,6-7; trad. en Obras de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1955, t. XIII, pp. 767-769 (BAC 139). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR «Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: ‘¿Por qué lo desatan?’, respondan: ‘El Señor lo necesita’”. Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo desatan?”. Y ellos respondieron: “El Señor lo necesita”. Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”.Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Pero él respondió: “Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras”» Lc 19,28-40 «Aprende… a llevar sobre ti a Cristo, ya que Él te llevó a ti primero cuando, haciendo de pastor, te atrajo hacia Sí a ti, que eras una oveja descarriada. Aprende a prestar de buen grado las espaldas de tu alma, aprende a llevar sobre ti a Cristo, para que puedas tú estar sobre el mundo. No todos son capaces de llevar a Cristo con facilidad, sino sólo el que puede decir: Estoy desfallecido y sobremanera humillado, y la conmoción de mi corazón me hacía rugir (Sal 37,7). Pero si no quieres ser víctima de esta conmoción, debes poner sobre los vestidos de los santos tus pasos ya purificados; ten cuidado de no caminar con los pies llenos de barro, no pretendas ir por sendas falsas, para que no tengas que abandonar los caminos que te muestran los profetas. Ya que todos los que sirvieron de precursores de Jesús, cubrieron todo el camino hasta el templo de Dios con sus vestidos, con el fin de preparar una marcha más segura a los pueblos que habían de venir después. Y para que tú pudieras caminar sin dificultad, los discípulos del Señor, despojándose del vestido de su propio cuerpo y por medio de su martirio, te han trazado un camino por entre medio de turbas hostiles… ¿Qué significan los trozos de ramos? De vez en cuando éstos entorpecen la marcha de los caminantes. Yo, ciertamente, habría permanecido perplejo si antes el buen jardinero de todo mundo no me hubiese enseñado que el hacha ya está puesta a raíz del árbol (Lc 3,9), la cual cortará los árboles infecundos cuando venga el Señor de la salvación y cubrirá con la gloria vana de aquellas naciones que no dieron fruto el suelo por donde han de pasar los fieles, de suerte que esos pueblos, renovados en su alma y en su espíritu, puedan brotar sobre los viejos troncos como retoños de nuevas plantas»14. 14 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, IX,11-12; trad. en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 534-535 (BAC 257). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el LOS PENÚLTIMOS CAPÍTULOS En el Domingo de Ramos, la liturgia nos presenta una doble vertiente, no siempre bien iluminada y esclarecida entre los fieles que asisten a su celebración. La primera, corresponde a la celebración alegre y festiva de la procesión de los Ramos, y la segunda está representada por la evocación de los grandes temas vinculados con la Pasión; que nos ayudarán a preparar la celebración del Triduo Pascual. Vamos a reflexionar sobre la segunda vertiente. El tema de las envidias y de los celos por parte de los fariseos, que decidieron matar a Jesús, porque la gente los abandonaba para seguir al Maestro, puede ayudarnos a comprender nuestras actitudes críticas y agresivas frente a la conducta de nuestros hermanos. Con frecuencia, responden a disimulados resentimientos y complejos de superioridad. El tema de la traición de Judas, nos introduce en un misterio de iniquidad, del que no podemos quedar ajenos. La figura de Judas trasciende lo meramente individual, para asumir una dimensión corporativa. Él va a resultar “el chivo expiatorio” de los discípulos, que poco después van a abandonar y a renegar del Señor, por temor y cobardía. Tenemos que ser suficientemente sinceros para reconocer nuestra corresponsabilidad, sobre todo, en lo que al pecado de omisión social se refiere. El tema de la falta de compromiso, está bien reflejado en la persona de Pilatos. A menudo, nuestra búsqueda de la verdad se reduce a una aséptica especulación filosófica o ideológica. Y olvidamos que la Verdad tiene un Nombre, y es el de Cristo. Esa Verdad es la única que nos hará plenamente libres; y cada uno de los cristianos somos portadores de un fragmento de ella. El tema del Servidor Sufriente, alcanza su sentido pleno en el árbol de la Cruz de Luz. El poder y la gloria que irradia el misterio pascual, está enraizado en el vaciamiento y en el anonadamiento de Jesús, que vino a servir y no a servirse de los demás. Por eso, los cristianos tendríamos que interrogarnos acerca de nuestra vocación de servicio. ¿Podríamos afirmar con convicción y de verdad, que es “porque servimos que existimos”? 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECIÓN «El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos» Jn, 20,1-9 «La resurrección de nuestro Señor Jesucristo delimita nuestra fe. Viven si viven; es decir, vivirán por siempre si han vivido bien. No teman morir mal; teman, sí, pero vivir mal. ¡Extraña perversidad! Todo hombre teme lo que nadie puede evitar y deja de hacer lo que puede hacer. No puedes evitar el morir; puedes, en cambio, vivir bien. Haz lo que puedes, y dejarás de temer lo que no puedes evitar. Nada tiene el hombre más cierto que la muerte. Comienza desde el principio. Un hombre es concebido en el seno; quizá nazca, quizá no. Ya ha nacido; quizá crezca, quizá no; quizá aprenda a leer, quizá no; quizá se case, quizá no; quizá tenga hijos, quizá no; es posible que sean buenos y es posible que sean malos… Quizá sea rico, quizá sea pobre... Puesto que el morir es una necesidad, y ni siquiera se permite a la vida del hombre ser larga aunque pase de la infancia a la decrepitud senil, no queda más solución que acudir a quien murió por nosotros y resucitando nos abrió la esperanza, para que, como en esta vida en que nos encontramos no tenemos más salida que la muerte y no podemos hacerla perpetua por mucho que la amemos, nos refugiemos en quien nos prometió la vida eterna. Consideren, hermanos, lo que nos prometió el Señor: vida eterna y feliz al mismo tiempo. Esta vida es, evidentemente, miserable; ¿quién lo ignora, quién no lo confiesa? ¡Cuántas cosas nos suceden en esta vida; cuántas tenemos que soportar sin desearlo! Riñas, disensiones, pruebas, la ignorancia recíproca de nuestro corazón, de forma que a veces abrazamos sin querer a un enemigo y sentimos temor de un amigo; hambre, desnudez, frío, calor, cansancio, enfermedades, celos. Evidentemente, esta vida es miserable. Y, con todo, si, aunque miserable, nos la concedieran para siempre, ¿quién no se felicitaría? ¿Quién no diría: “Quiero ser como soy; morir es lo único que no quiero”? Si quieres poseer esta mala vida, ¿cómo será quien te la dé eterna y feliz? Pero, si quieres llegar a la vida eterna y feliz, sea buena la temporal. Será buena en el momento de obrar, y feliz en el momento de la recompensa. Si te niegas a trabajar, ¿con qué cara vas a pedir el salario? Si no has de poder decir a Cristo: “Hice lo que me mandaste”, ¿cómo te atreverás a decirle: “Dame lo que me prometiste”?»15. 15 San Agustín de Hipona, Sermón 229 H (=Guelf. 12)3; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. XXIV, pp. 336-337 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año UN INTERROGANTE Y UNA VERDAD DE FE ¿Valdrá la pena que hayamos preparado una vez más la celebración de la Pascua de Resurrección? ¿No quedaremos frustrados en nuestras expectativas? La humanidad está cansada de esperar contra toda esperanza. ¿Acaso no habría resultado mejor, aprovechar los días de la Semana Santa, para pasar unas buenas vacaciones, distraernos y divertirnos con algo más gratificante? Visto desde nuestro punto de vista, hasta podría resultar comprensible. Pero no desde la óptica de un Dios defensor de las causas perdidas. Él nos garantiza por la fe en la resurrección de su Hijo, que todo ha de terminar bien en nuestras vidas; siempre que aceptemos que él tendrá la última palabra en la historia de los hombres; y que esta palabra será de salvación. Por eso, los cristianos seguimos celebrando la fiesta de la Vida, convertida en nuestra común esperanza de gloria. Y como gesto de gratitud por el triunfo de Cristo sobre la muerte, le cantamos a corazón abierto el Aleluya pascual, porque nos ha devuelto la alegría de la salvación. Inmersos como estamos en una verdadera cultura de la muerte, que niega otra vida más allá del horizonte; Cristo, con su resurrección, viene una vez más a recordarnos que: “¡Tú no puedes morir!”. Y esta Vida, recibida gratuitamente desde el momento del bautismo, nosotros debemos ser capaces de irradiarla a nuestros hermanos, repitiéndoles con s. Pablo: “¡Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos!”. El hombre de nuestros días se muestra displicente y desconfiado frente al acontecimiento de la resurrección de Jesús. La ignora o distorsiona como si se tratara de una película de ciencia ficción. Así sucedió con Pablo cuando les habló sobre ella a los intelectuales atenienses, que lo tomaron por un charlatán y se burlaron diciéndole: “Otro día te oiremos hablar sobre esto”. Es cierto, el momento exacto en que el Señor resucitó, nadie pudo conocerlo; está sumergido en el misterio. Solo llegó a contemplarlo la radiante y tres veces santa noche de la resurrección. Ahora bien, entonces, ¿en qué y sobre quienes se apoya nuestra fe pascual? Lo hace en dos acontecimientos fundantes y objetivos. El primero, es la constatación por parte de los discípulos del sepulcro vacío. El segundo, las multiformes apariciones de Jesús resucitado a sus discípulos y en especial a los Apóstoles, en distintos tiempos y circunstancias. Por tanto, nuestra fe debe afirmarse en la fe apostólica, que nos viene siendo transmitida de generación en generación y a través de los siglos por la Iglesia: la comunidad pascual fundada por Cristo. 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. Esta fe pascual, los Apóstoles la proclamaron en forma unánime con su vida y sobre todo con su muerte. Anunciando que en verdad el Señor había resucitado y se les había aparecido ¡Aleluya! DOMINGO 2º DE PASCUA «Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió y añadió: “Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”. Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: “!La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”» Jn 20,19-29 «Así como el creer con simplicidad y sin motivo es propio de la ligereza, así el andar investigando y examinando con exceso es propio de una cabeza muy dura. Y de esto se acusa a Tomás. Pues como los apóstoles le dijeran: Hemos visto al Señor, él no les creyó. No únicamente a ellos no les dio fe, sino que pensó ser la resurrección de los muertos cosa imposible. Porque no dijo: Yo no os creo, sino: Si no meto mi mano no creo. ¿Cómo es que estando ya todos juntos sólo él estaba ausente? Es verosímil que aún no regresara de la dispersión precedente. Pero tú cuando ves al discípulo que no cree, fíjate en la clemencia del Señor, y cómo por sola una alma manifiesta las llagas que recibió; y acude a la salvación de sola ella, aun teniendo Tomás un ánimo más cerrado que otros. Y está fue la causa de que buscara la fe por el testimonio del más craso de los sentidos y ni a sus ojos diera su asentimiento. Porque no dijo únicamente si no veo, sino además: Si no palpo, si no toco; temiendo que lo que viera se redujera a simple fantasía. Los discípulos que le anunciaban la resurrección y también el Señor que había prometido resucitar eran fidedignos. Y sin embargo, aun habiendo él exigido muchas más pruebas, Cristo no se las negó. Pero ¿por qué no se le apareció inmediatamente, sino hasta ocho días después? Para que instruido y enseñado por los otros discípulos, cobrara mayor anhelo y quedara para lo futuro más confirmado. ¿Cómo supo que a Cristo le había sido abierto el costado? Lo oyó de los otros discípulos. Entonces ¿por qué una cosa sí la creyó y otra no? Porque lo segundo sobre todo era admirable. Advierte además con cuánto amor a la verdad hablan los apóstoles y no ocultan sus propios defectos ni los ajenos, sino que escriben sumamente apegados a lo que era verdad. Se presenta de nuevo Jesús y no espera a que Tomás le ruegue ni a oír lo que quería decirle; sino que cuando Tomás aún nada decía se le adelanta y le llena sus anhelos, dándole a entender que estaba presente cuando Tomás decía lo que les dijo a los discípulos; puesto que usó de sus mismas palabras y con vehemencia lo increpa y lo instruye para adelante. Pues habiéndole dicho: Trae acá tu dedo y mira mis manos; y mete tu mano en mi costado, añadió: Y no seas incrédulo sino fiel. ¿Adviertes cómo Tomás dudaba por falta de fe? Pero esto sucedió antes de que recibieran el Espíritu Santo. Después de recibido ya no procedieron así, pues habían llegado a la perfección»16. UN COMPÁS DE ESPERA El Señor resucitado es el Dios de los imprevistos. Siempre toma las iniciativas más insospechadas, en vista a suscitar o resucitar nuestra fe. Todo había sido previsto por los apóstoles antes de la muerte de Jesús, menos que se les manifestaría como: “el Viviente”. Los relatos evangélicos atestiguan con transparencia, el escepticismo y la incredulidad de sus discípulos frente a esta inesperada realidad. Sencillamente, no entraba en sus esquemas mentales, ni en las creencias religiosas de esa época, una resurrección antes del fin de los tiempos. Pero las palabras y los gestos del resucitado se mostraron distintivas e inconfundibles. Por eso, ellos no se atrevieron a preguntarle quién era, porque sabían muy bien que era “el Señor”. La fe pascual en el resucitado no es una realidad que habitualmente se evidencie de golpe. Necesita de tiempos y distancias, que el Señor programa con soberana libertad. No se pueden violentar las agujas de un reloj. Cada uno tiene su propio tiempo, y a cada uno le llega su propia: “hora de Dios”. En todos nosotros se da como ocurrió con el apóstol Tomás, un compás de espera, entre la fe que proclamaron los discípulos el día de la resurrección, y la que nosotros como él asumimos, “ocho días más tarde...”. Solo Cristo puede atravesar las puertas temerosamente cerradas de nuestros corazones, colmándolos de paz y de alegría en el Espíritu. Solo él puede regalarnos la fe de su presencia resucitada y resucitadora. Nosotros no hemos sido favorecidos con signos sensibles y palpables como los recibió el apóstol Tomás ocho días después, pero sí creemos en su tardío testimonio pascual; y con él repetimos cada día: “Señor mío y Dios mío”. 16 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el evangelio de san Juan, LXXVII (LXXXVI); trad. en: San Juan Crisóstomo. Explicación del Evangelio de San Juan, t. 2, México, Ed. Tradición, 1981, pp. 375-376. San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI. DOMINGO 3º DE PASCUA «Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo: “Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado. Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos» Jn 21,1-14 «¿Qué piensan que significa el pez asado sino el mismo Mediador entre Dios y los hombres después de su pasión, ya que Él se dignó ocultarse en las aguas del género humano, quiso quedar capturado en el lazo de nuestra mortalidad y como asado en la tribulación al tiempo de su pasión? Pero el que sé dignó hacerse como pez asado en la pasión, en la resurrección se hizo para nosotros como panal de miel… Él comió pan y pez, es decir, que quien como pez pudo ser asado por razón de la humanidad, se nos da a comer como pan por razón de la divinidad, pues Él mismo dice: Yo soy el pan vivo que descendí del cielo (Jn 6). De manera que comió pez asado y pan, para manifestarnos, en lo mismo que come, que Él soportó la pasión en nuestra humanidad y que por su divinidad nos procuró nuestra resurrección. Si consideramos atentamente todo esto, vemos, además, de qué manera nos conviene imitarlo, ya que el Redentor pone de manifiesto sus obras para allanar el camino de su imitación a los que le seguimos. Miren: nuestro Señor quiso juntar en su comida el pez asado con el panal, sin duda, porque recibe en su cuerpo, para el descanso eterno, a los que, cuando padecen aquí tribulaciones por Él, no dejan de desear la dulzura interior; se come el panal con el pez asado, porque los que aquí son afligidos por causa de la verdad, son allá saciados con la verdadera dulcedumbre»17. 17 San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,4 (24),5; trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 650-651 (BAC 170). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió ENCUENTROS CERCANOS… La novedad de la Pascua, con su radicalidad, une y separa. ¡Qué opacos y lejanos nos resultan ahora los encuentros anteriores, en contraste con la experiencia pascual totalmente otra del resucitado a orillas del lago Tiberíades! Ellos nos han ido preparando para ésta, pero la distancia recorrida es tan grande que no se puede medir. Juan es el primero en reconocer al Señor, es el que lo señala a sus hermanos. Significativa e irreemplazable dimensión contemplativa de la iglesia de todas las épocas: con la mirada más allá del horizonte, atisbando los signos de los tiempos, descubrir a Cristo hecho transparencia en la humanidad, acompañando a los hermanos hacia el encuentro pascual. Pedro y los demás apóstoles también han tenido su pascua. Han pasado por las penosas e inevitables etapas previas del miedo que paraliza y del pecado que aísla. Pero ahora la actitud ha cambiado, ya no hay lugar para la desconfianza y la inhibición. No se encuentran con un fantasma ni se sienten marginados del Señor. Pedro se precipita hacia el agua sin temor de hundirse. Todo lo impulsa hacia el encuentro con Aquel que, al llorar su pecado, lo perdonó. El temor se ha transformado en amor. Las palabras sobran y se hacen innecesarias. Finalmente se ha producido un auténtico encuentro del tercer tipo, en un clima de comunión y de fiesta. ¡La novedad de la Pascua, se ha hecho realidad! el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval. DOMINGO 4º DE PASCUA «Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”» Jn 10,27-30 «… Si Dios Padre es amor y el Hijo es también amor y, por otra parte, amor y amor son una sola cosa y en nada se diferencian, se sigue que el Padre y el Hijo son justamente una sola cosa. Y por esta razón es pertinente que Cristo, igual que se llama sabiduría, fuerza, palabra y verdad, se llame también amor (...). Efectivamente, por naturaleza todos somos prójimos unos de otros; sin embargo, por las obras del amor, el que puede hacer bien se convierte en prójimo del que no puede. De ahí que también nuestro Salvador se hiciera prójimo nuestro, y que no pasara de largo cuando yacíamos medio muertos por las heridas de los salteadores [...]. Sin embargo, es de saber que de este amor se debieran decir tantas cosas cuantas se dicen de Dios, puesto que él mismo es amor. Efectivamente, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar (Mt 11,23), así también al amor nadie lo conoce sino el Hijo. Y, de modo parecido, puesto que también él es amor, al Hijo mismo nadie lo conoce sino el Padre. Y por el hecho de llamarse amor, sólo es santo el Espíritu que procede del Padre y, por eso, conoce lo que hay en Dios, igual que el espíritu del hombre conoce lo que hay en el hombre»18 LA VOZ DEL PASTOR En la Palestina de los tiempos de Jesús, la figura del pastor de ovejas, tenía mucho relieve y respondía a un contexto geográfico, cultural y religioso, no siempre familiar al hombre urbano. Sin embargo, su simbología y el mensaje que transmite, mantendrá siempre actualidad. Los textos del Antiguo Testamento que hablan de Yahveh como pastor de su pueblo, alcanzan ahora su plenitud a la luz de la pascua; presentándonos a Jesús como El Buen Pastor. Jesucristo muere por amor a sus ovejas, en un último y supremo acto de libertad. Su vida, libremente entregada y recuperada, se ha convertido para nosotros, en fuente de la que mana Vida en abundancia. Años atrás, una conocida empresa fonográfica, usaba como emblema la imagen de un perro frente a un antiguo gramófono, escuchando con las orejas erguidas, perplejo y asombrado, la voz de su dueño reproducida en el disco de pasta. 18 Orígenes, Comentario al Cantar de los Cantares, Prólogo, 2, 26-27. 31 (SCh 375 [Paris 1991], pp. 110-111. 114115). Trad. en: La predicación en los Padres de la Iglesia. Antología de textos patrísticos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1992, p. 35 (BAC 519). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. Hacia el 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante. Por eso, es bueno y necesario, recalcar la diferencia existente entre: el oír y el escuchar. Podemos estar oyendo distraídamente radio y al mismo tiempo estar hablando con una persona. Pero la Sagrada Escritura no basta con ser oída, sino que hay que escucharla; es decir, interiorizarla; obedeciendo de corazón el mensaje que nos transmite, y tratando de ponerlo en práctica. María Magdalena, reconoció la voz del maestro en la mañana de la resurrección. Era la voz del amado; la misma del Cantar de los Cantares. De igual manera, como el rebaño conoce la voz de su pastor, nosotros escuchando con fe el sacramento de su Palabra, vamos pasando cada día de la muerte del pecado a la vida de la gracia. DOMINGO 5º DE PASCUA «Después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”» Jn 13,31-33a. 34-35 «Cristo nos dio el mandato nuevo de amarnos como Él nos amó. Este amor nos renueva para ser hombres nuevos, herederos del Nuevo Testamento y cantores del nuevo cántico. Este amor, carísimos hermanos, renovó ya entonces a los justos de la antigüedad, a los patriarcas y profetas, como renovó después a los apóstoles, y es el que también ahora renueva a todas las gentes; y el que de todo el género humano, difundido por todo el orbe, forma y congrega un pueblo nuevo, cuerpo de la nueva Esposa del Hijo unigénito de Dios, de la que se dice en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es esta que sube blanca?(Ct 8,5). Blanca, sí, porque está renovada, y. ¿por quién sino por el mandato nuevo? Por esto en ella los miembros se atienden unos a otros, y si un miembro sufre, con él sufren los otros; y si un miembro es honrado, con él se alegran todos los miembros»19. “LO NUEVO Y LO VIEJO” En cada Pascua es todo novedad en el Espíritu. No se trata de algo “novedoso” como ciertas modas, que por paradoja, pronto pasan de moda y no dejan en su frivolidad ningún recuerdo. Se las lleva el viento como a espuma de jabón. Ya en la Sagrada Escritura, el profeta Isaías decía que el Señor lo haría todo nuevo y lo confirma el Apocalipsis cuando dice “El que estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”. El hombre pascual es un hombre renovado y rejuvenecido por la gracia, que todo lo contempla con mirada profunda y transparente. Se siente otro hombre, y redescubre su vocación para amar. Se da cuenta que al pecar por egoísmo, ha envejecido en su capacidad de amar. Necesita imperiosamente volver a practicar el mandamiento del amor, con renovada capacidad de entrega y de servicio. De manera de convertirlo en un mandamiento nuevo. Pero ¿cómo es posible que esto ocurra? ¿Cómo es posible que el hombre viejo vuelva a nacer y pueda recuperar su capacidad de amar en espíritu y en verdad. Solamente iluminado por el bautismo de sangre de Cristo. La película “La Pasión”, que se está exhibiendo en estos días, nos recuerda que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, y 19 San Agustín de Hipona, Tratados sobre el evangelio de san Juan 65,1; trad. en Obras de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1957, t. XIV, pp. 357-359 (BAC 165). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. que por amor también se muere. Solo siguiendo el ejemplo del Señor, podrán reconocer los hombres nuestro hermanos, a través de gestos y palabras de amor, nuestra condición de cristianos rejuvenecidos por la gracia y testigos de la alegría pascual. DOMINGO 6º DE PASCUA «Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz, les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda, para que cuando se cumpla, ustedes crean”» Jn 14,23-29 «Consideren, hermanos carísimos, cuán grande dignidad sea ésta, el tener a Dios, que ha venido a hospedarse en el corazón. En verdad que, si algún amigo rico y poderoso viniera a nuestra casa, rápidamente se limpiaría toda la casa para que no hubiera tal vez en ella algo que molestara a la vista del amigo que viene. Pues quien prepara a Dios la casa de su alma, haga desaparecer de ella las inmundicias de sus malas obras. Pero vean lo que dice la Verdad: Vendremos y habitaremos dentro de él. Y es que viene a los corazones de algunos, pero no hace mansión; porque ante la presencia de Dios, sí, llegan a compungirse; pero al tiempo de la tentación se olvidan de aquello de que se habían compungido, y así vuelven a cometer los pecados como si no los hubieran llorado. Por consiguiente, quien de veras ama a Dios, quien guarda sus mandamientos, a su corazón viene Dios y, además, hace mansión; porque el amor de su divinidad le penetra de tal modo, que no se aparta de él al tiempo de la tentación. Aquel, pues, le ama de verdad a cuya alma no la arranca el consentimiento la mala delectación; porque tanto más se aparta uno del amor divino cuanto más se deleita en los amores de abajo. Por eso todavía añade: Pero el que no me ama no es fiel a mis palabras. Entren, pues, hermanos queridísimos, dentro de ustedes mismos y pregúntense si aman de veras a Dios; pero que nadie se fíe de sí mismo, sea lo que fuere lo que su alma le respondiere, si le falta el testimonio de las buenas obras. Acerca de si ama al Creador pregúntese a las palabras, a los pensamientos y a las obras. El amor de Dios jamás está ocioso; porque, si existe, hace cosas grandes; pero, si rehuye el obrar, no es amor»20. HOSPEDAJE PARA TRES Resultaría muy difícil comprender el misterio de la Santísima Trinidad sin la ayuda del evangelista san Juan, que hace una clara 20 San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II, 10 (30), 2; trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 684-685 (BAC 170). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval. distinción entre la persona del Padre, y las personas del Hijo y del Espíritu. Un solo Dios verdadero en tres personas distintas. Como análogamente en el A. T., los tres ángeles había visitado a Abraham y a Sara. Ahora realmente y en una santa comunión, las tres personas divinas desembarcan en el corazón de cada creyente, afincándose en él y convirtiéndolo en un verdadero santuario del Dios viviente, que participa e irradia la vida de Dios. Jesucristo, la Palabra reveladora del Padre, ha concluido su misión en medio de los hombres. Ahora vendrá el otro enviado del Padre en nombre de Cristo. El Espíritu Santo, el Paráclito, que cumplirá el rol de Testigo, de Abogado y de Maestro. Él nos recordará todo lo que Cristo nos enseñó. Ya no habrá necesidad de esperar otras revelaciones. El Espíritu Santo nos hará penetrar plenamente y de manera definitiva en el mensaje del Evangelio, de manera que no se limite a ser pura letra, sino que se convierta en espíritu y vida. “Espíritu por quien he conocido a Dios, tú que eres Dios y me haces Dios. Fuerza de Dios, autor de los dones, ven a suscitar nuestra oración. Tú que inspiras a los profetas y que enseñas a los apóstoles, tú que instruyes a todos los santos, ven a enseñarnos todas las cosas. Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu, un solo Dios y tres Luminarias, que vive y reina por todos los tiempos y a lo largo de toda la eternidad” (Gregorio de Nazianzo). ASCENCIÓN DEL SEÑOR «Jesús dijo a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido. Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo. Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el Templo alabando a Dios» Lc 24,46-53 «Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; que nuestro corazón suba al cielo con él… Así como Cristo ha subido al cielo sin por eso alejarse de nosotros, de la misma manera nosotros estamos ya allá arriba con él, incluso no realizándose todavía en nuestra carne lo que nos ha sido prometido. Él ha sido elevado por encima de los cielos; y sin embargo sufre sobre la tierra todas las penalidades que nosotros sentimos… ¿Por qué no nos esforzamos en esta tierra, de suerte que, por la fe, la esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya desde ahora con él en el cielo? Él, que está allí, está también con nosotros; y nosotros, que estamos aquí, estamos con él. Él puede hacer esto por su divinidad, su poder, su amor; y nosotros, si no lo podemos como él por la divinidad, lo podemos en él por el amor. Él no abandonó el cielo cuando vino a nosotros, ni nos dejó cuando subió al cielo…»21. ¡MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE…! “El espíritu burgués triunfa cada vez que entre los cristianos se toma la ciudad terrenal por celestial y cuando los cristianos ya no se sienten peregrinos en este mundo” (Nicolás Berdaieff ). La vida de Jesús fue un camino sin retorno hacia Jerusalén, en donde debía morir y resucitar. Pero Jerusalén no era un fin absoluto para él. Era el trampolín hacia más allá del horizonte, hacia la derecha del Padre, soberanamente libre, sin límites de tiempos y de espacios. Jesús era también el precursor de un camino que todos los que nos sentimos peregrinos de absoluto, los discípulos del Camino, de igual manera tendremos que recorrer. Pero lamentablemente, muchos confunden esta dinámica espiritual, con permanecer con la mirada clavada en el cielo. A ellos los ángeles les repiten: “¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha 21 San Agustín de Hipona, Sermón 263 A, 1 (=MAI 98); trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, G 2. (cf. Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. XXIV, pp. 659-660 [BAC 447]). Este sermón fue pronunciado entre los años 396-400. Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir” (Hch 1,11). Jerusalén era por tanto, un jalón en un plan de salvación universal que se iba a extender e irradiar hasta los confines de la humanidad. Se planteaba a los apóstoles el desafío de una nueva etapa, pero con un mismo compromiso. Los discípulos habían compartido sus historias contrastantes, con la historia subyugante del Maestro de Nazaret, del Jesús histórico. La resurrección venía a establecer una discontinuidad. Permanecía, es verdad, el mismo compromiso, pero vivido ahora en una nueva etapa de crecimiento en la fe, que implicaba desprenderse de ciertas ataduras sentimentales del pasado. El regreso de Jesús al seno del Padre: “Salí del Padre y vuelvo al Padre”, conducirá a los apóstoles y también a nosotros hoy en día, a entrar en contacto con el Cristo de la Pascua, gracias la comunión con su palabra, con sus sacramentos y a través de los hombres, a quienes somos enviados; todo esto activado y sellado por la presencia del Espíritu. PENTECOSTÉS «Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: “Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”». Jn 20,19-23 «… Del Espíritu (Santo) nos dice San Lucas que después de la Ascensión del Señor descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con poder sobre todos las naciones para introducirlos en la vida y abrirles el Nuevo Testamento: también los discípulos, animados del mismo sentimiento, celebraban en todas las lenguas las alabanzas de Dios, mientras que el Espíritu conducía a la unidad a las tribus separadas y ofrecían al Padre las primicias de todas las naciones. Por eso también el Señor había prometido enviarnos un Paráclito que nos conciliara con Dios. Porque, como de la harina seca, sin agua, no puede hacerse una sola pasta ni un solo pan, lo mismo nosotros, que éramos una multitud, no podíamos llegar a ser uno en Jesucristo sin el Agua venida del cielo. Y como la tierra árida, si no recibe agua, no fructifica, tampoco nosotros, que no éramos al principio más que leños secos, hubiéramos producido frutos de vida sin la Lluvia generosamente venida desde lo alto»22. EL BESO DEL FUEGO Para el evangelista Juan, el Espíritu Santo, es claramente Alguien; es una persona, y ella es la tercera persona de la Santísima Trinidad. Es interesante recordar que el término espíritu, en el idioma originario: rûah, es femenino; es neutro en la lengua griega: neuma; y es masculino en el latín: spiritus. ¿Tal vez será porque al amor se lo vincula más íntimamente con lo femenino? En la solemnidad de Pentecostés, el soplo del Espíritu ocupa el papel protagónico. Con rumor de aguas vivas, agita el agua bautismal depositada en la cisterna de nuestros corazones. Saciando así, la sed 22 Ireneo de Lyon, Contra los herejes, III,17,2; PG 7,929-930 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1974, H 9). Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre los años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Es hacia el año 177 cuando las iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma (174-189?). Es una epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino) en la sede episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una carta suya al papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a mediados del pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años 178-195. de oración que sentimos los que, sabiéndonos hijos en el Hijo, necesitamos invocar a Dios como Padre. Los hombres solemos olvidar fácilmente las enseñanzas evangélicas recibidas, y nos cuesta testimoniarlas con la homilía de nuestras vidas. El Espíritu de la Verdad, comportándose como la memoria activa de Dios, viene en nuestra ayuda para curar nuestros olvidos. La perfección de la ley de Cristo es el amor. Por esta razón, los monjes de la antigüedad, insistían en que para llegar a ser plenamente monje, había que convertirse en fuego, como la zarza ardiente de Moisés, que ardía pero no se consumía. El Espíritu Santo es el Amor convertido en un beso espiritual del fuego que nos acaricia el alma. Él nos impulsa a los cristianos, en todo momento y desde cada vocación, a colaborar activamente en la anhelada construcción de la civilización del amor. DOMINGOS DURANTE EL AÑO DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR «Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”» Lc 3,15-16. 21-22 «El Señor Jesús ha venido hoy a recibir el bautismo. Ha querido lavar su cuerpo con el agua del Jordán. Quizá alguno diga: “¿Por qué quiso ser bautizado, él que era Santo?”. Cristo se bautiza, no para ser santificado por las aguas, sino para santificar él las aguas y purificar con su acción personal las olas que toca. Se trata más bien de la consagración del agua que de la consagración de Cristo. Desde el momento en que Cristo se lavó, todas las aguas se volvieron puras con vistas a nuestro bautismo. Así quedó purificada la fuente para que se otorgara la gracia a los pueblos que vendrían después. Cristo va el primero al bautismo para que los pueblos cristianos le sigan sin vacilar. Aquí se vislumbra el misterio. ¿No fue la columna de fuego por delante a través de todo el Mar Rojo para animar a los hijos de Israel a que la siguiesen? Atravesó la primera las aguas para abrir camino a los que la seguían. Según el testimonio del Apóstol (cf. 1 Co 10,1 ss.), este acontecimiento fue una figura anticipada del bautismo. Se trataba sin duda de una especie de bautismo en el que los hombres estaban cubiertos por la nube y llevados por las aguas. Todo esto se ha cumplido en Cristo nuestro Señor, que ahora precede en el bautismo a todos los pueblos cristianos en la columna de su cuerpo, lo mismo que había precedido a los hijos de Israel a través del mar en la columna de fuego. La misma columna que en otro tiempo esclareció los ojos de los caminantes, ilumina ahora el corazón de los creyentes. Entonces trazó sobre las olas una ruta firme; ahora vigoriza en este baño los pasos de la fe. Quien marcha con fe, sin titubear, lo mismo que los hijos de Israel, no temerá en absoluto la persecución de los egipcios»23. REASUMIENDO NUESTRA IDENTIDAD 23 San Máximo de Turín, Sermón para la fiesta de Epifanía (n. 100,3; Scriptores circa Ambrosius, 4, Milano-Roma 1991, p. 450; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, C 4). Genadio de Marsella se refiere a Máximo como obispo de Turín y nos hace saber que murió “mientras reinaban Honorio y Teodosio el Joven” (408-423). No era oriundo de Turín y se desconoce de dónde y cuándo llegó a la ciudad. Depende en gran parte de Ambrosio de Milán (+ 397), y algunos han querido verlo discípulo de Eusebio de Vercelli (+ 370-371). Con seguridad era obispo de Turín en septiembre de 398, cuando allí se realizó un sínodo de obispos de Italia del Norte y de Galia. Parece que aún estaba con vida en 412, año en que ocurrió un eclipse de luna del que habla en sus Sermones. Hacia el fin del siglo V, sus restos fueron depositados en una basílica cercana a Turín. Máximo es un buen predicador, de estilo claro y fluido. Su predicación es un claro ejemplo de ministerio pastoral litúrgico en el norte de Italia a comienzos del siglo V. El relato del bautismo de Jesús que hoy nos presenta la liturgia dominical, nos debe llevar a reflexionar en el sentido de nuestro propio bautismo. Lamentablemente, muchos de nosotros hemos olvidado o desconocemos la fecha en que recibimos este sacramento, que hasta los cristianos menos practicantes, se obstinan en pedir para sus hijos. En primer lugar sería bueno recordar que el bautismo del Señor, tiene un papel ejemplar y solidario con la humanidad. Jesús no necesitaba recibirlo, porque en él no se encontraba vestigio de pecado. Por el contrario, él se iba a convertir en “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. En segundo lugar, no podemos desconocer que la escena ocurrida en el Jordán repercutió hondamente en el interior de Jesús. A partir de este momento único, Jesús debe haber sentido y vivido su bautismo, como una experiencia extraordinaria en su relación con su Padre, junto a una plena toma de conciencia de su mesianismo y de su filiación divina. Consciente de que todo se le había dado, y que a partir de ahora disponía soberanamente del Reino, sintió que en su propia persona se transparentaba lo absoluto de Dios. Y experimentó una proximidad maravillosa e inaudita de Dios. ¡Ingresó en el misterio de Dios! En la intimidad de un “Nosotros”: “Tú eres mi Hijo…”. Fue un momento de iluminación interior, en el que como en un pantallazo, pudo esclarecer toda su vida y su misión, centrada en hacer partícipes a los hombres sus hermanos, la revelación plena y definitiva de un Dios cercano de los más alejados, excluidos y marginados. También nosotros, bautizados en el misterio pascual de Cristo; hijos en el Hijo, y de manera análoga, debemos reasumir nuestra identidad de hijos de Dios, tomando conciencia de nuestra misión y del compromiso que supone comportarnos ante los hombres, como verdaderos profetas del Reino de Dios. DOMINGO 2 «Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes: “Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”. Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: “Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento”. Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él» Jn 2,1-11 «Preguntarás: ¿por qué, habiendo dicho: “Mi hora no ha llegado aún”, y habiéndose negado a obrar el milagro, sin embargo luego llevó a cabo lo que su Madre le había pedido? Fue para demostrar a quienes piensan que estaba sujeto a horas y tiempos, que no lo estaba. Si hubiera estado así sujeto ¿cómo habría podido convenientemente llevar a cabo un milagro cuya hora aún no había llegado? También lo hizo para honrar a su Madre, a fin de no parecer que en absoluto la rechazaba; y además para que no pareciera que por debilidad y falta de poder no lo hacía; y para no ruborizar a su Madre en presencia de tan grande concurso, pues ella le había presentado ya a los sirvientes. Igual procedió con la mujer cananea. Habiéndole dicho: No es bueno tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorros, sin embargo luego le concedió todo, movido de la constancia de la mujer. También había dicho en esa ocasión: Sólo he sido enviado a las ovejas que perecieron de la casa de Israel (Mt 15,26 y 24), y sin embargo, tras de haberlo dicho, libró del demonio a la hija. Aprendemos de aquí que nosotros, aun cuando seamos indignos, con frecuencia nos volvemos dignos de recibir los beneficios, mediante la constancia. Por tal motivo la Madre de Jesús esperó y prudentemente movió a los sirvientes a fin de que fueran muchos los que rogaran a Jesús. Y así continuó diciendo: Hagan cuanto él les dijere. Sabía ella que Él no se había negado por impotencia, sino porque rehuía la fastuosidad y así no quería sin más ni más proceder a obrar un milagro. Por tal motivo ella le llevó los sirvientes»24. A LA HORA SEÑALADA 24 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el evangelio de san Juan, LXXVII, 22 (21); trad. en: San Juan Crisóstomo. Explicación del Evangelio de San Juan, t. 1, México, Ed. Tradición, 1981, pp. 183-184. San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI. Este texto evangélico tan escuchado en las celebraciones matrimoniales tiene resonancias que trascienden la pura alegría de una fiesta familiar, si bien no la excluyen. Todos estamos invitados a participar de la gran fiesta de la vida y tenemos en ella destinada una hora señalada. En el evangelio de Juan, María sólo aparece en dos momentos importantes, en el de las bodas y al pie de la cruz. La respuesta y las palabras de Jesús no se relacionan restrictivamente, como muchas veces se ha pensado, al hecho de “anticipar un milagro”, sino que se refieren prioritariamente al momento culminante en que Jesús se va a “jugar la vida”, a la hora de su pasión pero también de su glorificación. Es que al comenzar su vida pública, Jesús inicia la cuenta regresiva de un camino que va ir recorriendo, hasta desembocar inexorablemente en la Hora señalada. Cuando hablamos de “adelantar” el horario solar, no queremos decir que el sol esté “atrasado” y que haya ¡cambiado de rumbo o modificado su órbita! San Juan en sus escritos gusta de hablar en doble sentido y siempre ve más allá de lo inmediato y lo contingente. Las bodas de Caná son un anticipo del festín mesiánico en el que el agua de las lágrimas se ha de convertir en el vino de la alegría de la salvación. Si bien no había llegado aun la hora de Jesús, María la gran intercesora, en cierto sentido la adelanta, y anticipa proféticamente su misión de Madre nuestra que le fue encomendada por el Señor al pie de la Cruz. “En Caná manifiesta su gloria, con el cambio del agua en el vino, esperando esa hora fijada en que habrá de explicar este signo” (Himno de Epifanía). DOMINGO 3 «Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido. Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan. Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor". Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”» Lc 1,1-4; 4,14-21 «El Salvador encarnado es rey y sacerdote; sin embargo la unción que recibió no fue material, sino espiritual. Entre los israelitas, los reyes y los sacerdotes eran consagrados con una unción material. Además, una misma persona no podía ser ambas cosas a la vez, sino que uno era el sacerdote y otro el rey. Solamente sobre Cristo revierte en todo la perfección y la plenitud; él vino a dar a la Ley su culminación. Aunque antiguamente ninguno podía ser a la vez rey y sacerdote, a unos y otros se les llamaba cristos por razón de su unción corporal. Nuestro Salvador, que es con toda verdad el Cristo, recibió la unción del Espíritu Santo para que se cumpliese lo que sobre esto dice la Escritura: Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros (Sal 44,8). Sí, la unción que él ha recibido supera a la de sus compañeros del mismo nombre, porque él ha sido ungido con el óleo de la alegría, que significa nada menos que el Espíritu Santo. Conocemos esta verdad por el mismo Salvador. Habiendo tomado y abierto el libro de Isaías, dio lectura a este pasaje: El espíritu del Señor Yahveh está sobre mí, por cuanto me ha ungido Yahveh (Is 61,1), y declaró que esta profecía se estaba cumpliendo ante su auditorio (Lc 4, 21). Pedro, el príncipe de los apóstoles, enseña también que la unción por la cual el Salvador se hacía reconocer como Cristo era el mismo Espíritu Santo que es la fuerza de Dios. (...) Jesús es, pues, el Cristo que por la unción del Espíritu Santo se ha convertido en rey y sacerdote eterno»25. 25 Faustino presbítero, Tratado sobre la Trinidad, 39-40; CCL 69, 340-341 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, R 12). Lo poco que se sabe de Faustino hay que buscarlo en sus escritos. Hacia el 380, en Roma era sacerdote del grupo de los luciferianos y mantuvo alguna relación con Flacila, mujer del emperador Teodosio, a cuyas instancias, y por ello antes del 386, en que muere el emperador, Faustino escribió un De Trinitate, que nos ha llegado junto con otros dos escritos suyos. La obra no destaca por su originalidad; Faustino se ha inspirado en Gregorio de Elvira, que era entonces en Occidente el líder indiscutible de todos los luciferianos, y en Hilario. No parece, en cambio, muy subsidiario de Ambrosio y otros. En el ámbito de LA HOMILÍA DE JESÚS Para el evangelista Lucas, Jesús recorre un camino que se inicia en Nazaret y concluye en Jerusalén, lugar de su muerte y de su resurrección. Nada ni nadie podrá modificar esta determinación. En el episodio evangélico de este domingo, se cumple lo que podríamos llamar la solemne inauguración del camino a recorrer. Y esto lo proclama el Señor con su primera homilía oficial. Esta homilía tiene características programáticas de importancia fundamental. Está impulsada por el dinamismo del Espíritu que ha ungido a Jesús. Anuncia el comienzo del reinado de Dios hoy, y es portadora de un mensaje salvífico de liberación para los excluidos y los marginados. En ella se da una clara opción por los más necesitados de consuelo y de misericordia. Y todo lo anunciado y proclamado por Jesús, va a quedar sellado con ¡la homilía de su propia vida! Las palabras del Señor pronunciadas en la sinagoga de Nazaret pueden ayudarnos en nuestra reflexión como cristianos, como hombres y mujeres de iglesia. En primer lugar: la fuente principal de toda homilía está en la Sagrada Escritura, interpretada en espíritu y en verdad, como lo hizo Jesús al leer y comentar al profeta Isaías. En segundo lugar: el mensaje debe ser claro, breve y comprensible. No se convence a un auditorio con largas y tediosas disquisiciones. En tercer lugar: y por encima de todo, debe prioritariamente anunciarse una Buena Noticia de salvación. ¡Somos hijos del amor y no del temor! En cuarto lugar: somos simplemente instrumentos del Espíritu que nos convoca y nos impulsa a transmitir una buena noticia en el hoy de Dios. En quinto lugar: debemos optar claramente en nuestras palabras por los más pobres y necesitados, sin excluir lógicamente a nadie, ya que todos somos hijos de Dios. Y todo esto de nada serviría, si en nuestro camino, no corroboráramos nuestras palabras con el evangelio de nuestras propias vidas. estas fuentes, Faustino se mueve con competencia y desenvoltura. Junto a ésta, que es la obra más seria de Faustino bajo el aspecto doctrinal, hay que poner una breve profesión de fe enviada al emperador Teodosio. El otro escrito, compuesto en el 384, con un sacerdote luciferiano llamado Marcelino, y del que nada más sabemos, es una petición bastante extensa que Faustino elevó a Teodosio. DOMINGO 4 «Entonces Jesús comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”. Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún”. Después agregó: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías, cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón. También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”. Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad, hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio de ellos, continuó su camino» Lc 4,21-30 «Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad... El Señor se modera sobre su conducta: Él ha enseñado con su ejemplo a los apóstoles cómo hacerse todo a todos: no desecha a los de buena voluntad ni coacciona a los recalcitrantes; no resiste cuando se le expulsa ni está ausente de quien le invoca. Así en otro lugar, a los gerasenos, no pudiendo soportar sus milagros, los deja como enfermos e ingratos. Entiende al mismo tiempo que su pasión en su cuerpo no ha sido obligada, sino voluntaria; no ha sido apresado por los judíos, sino que Él se ha ofrecido. Cuando quiere, es arrestado; cuando quiere, cae; cuando quiere, es crucificado; cuando quiere, nadie le retiene. En esta ocasión subió a la cima de la montaña para ser precipitado; pero descendió en medio de ellos, cambiando repentinamente y quedando estupefactos aquellos espíritus furiosos, pues no había llegado aún la hora de su pasión. Él quería mejor salvar a los judíos que perderlos, a fin de que el resultado ineficaz de su furor los hiciese renunciar a querer lo que no podían realizar. Observa, pues, que aquí obra por su divinidad y allí se entrega voluntariamente; ¿cómo, en efecto, pudo ser arrestado por un puñado de hombres si antes no pudo hacerlo una multitud? Pero no quiso que el sacrilegio fuese obra de muchos, para que el odio de la cruz recayese sobre algunos: fue crucificado por unos cuantos, pero murió por todo el mundo»26. EL CAMINO DE JESÚS 26 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 4,55-56 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 217-218 [BAC 257]). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. Todos en la vida tenemos que recorrer un camino y asumir una historia, lo que implica opciones muchas veces duras y exigentes. No se puede recorrer un camino sin afrontar las despedidas, los riesgos y los sacrificios que puedan irse presentando. Así se va configurando una verdadera “geografía espiritual” del camino. A medida que se va avanzando, la experiencia del caminante se va acrecentando. Y se va acumulando lo que habitualmente entendemos como la sabiduría de la vida. Y así pasan los años y los plazos se van cumpliendo y la meta se va acercando… Porque todo camino y todo caminar supone una promesa y una meta… De lo contrario nuestra vida perdería todo su sentido. Al final del camino y mirando hacia atrás, las cosas se hacen más claras, los juicios y las apreciaciones más objetivas y matizadas, las motivaciones más transparentes. “Se han de encontrar un día, quién sabe dónde, el camino más ancho, más hondo el hombre” (A. Yupanqui). Estas experiencias del camino adquieren todo su sentido iluminadas por el ejemplo y el seguimiento de Cristo. Él fue el gran caminante que pasó por el mundo con corazón de atleta, haciendo el bien y peregrinando hacia la casa del Padre. Por eso, Aunque nos parezca sorprendente, es a partir de su muerte y resurrección en Jerusalén que se puede comprender el episodio inicial en su patria chica. El evangelista Lucas proyecta premeditadamente hacia atrás los últimos momentos de Jesús. Quiere recordarnos que ya desde el principio en la sinagoga de Nazaret, Jesús fue un motivo de contradicción y un signo de escándalo para sus coetáneos. Unos estaban a su favor y otros en su contra. Pero él debía seguir su camino: “Debo seguir mi camino, hoy, mañana y pasado, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc 13,33). DOMINGO 5 «En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron» Lc 5,1-11 «¡Cuán grande ha sido la bondad de Cristo! Este Pedro, que así habla, fue pescador, y ahora recibe no pequeña gloria el orador si es capaz de comprender al pescador. (...) Si Cristo hubiese elegido primeramente al orador, diría éste: “He sido elegido por mi elocuencia”. Si hubiese elegido a un senador, diría: “He sido elegido por el mérito de mi dignidad”. Por fin, si hubiese elegido emperador, podría decir: “He sido elegido en atención a mi poder”. Estén tranquilos los tales y aguarden un poco; estén tranquilos, no se les rechaza, no se les desprecia, pero aguarden un poco, para que no puedan gloriarse de sí mismos en sí mismos. Denme, dijo, a aquel pescador, a aquel ignorante, a aquel analfabeto; denme aquel con quien no se digna hablar el senador ni cuando le compra el pescado. Denme al tal, dijo. Si le lleno, quedará claro que he sido yo quien lo ha hecho. También he de hacerlo con el senador, con el orador y con el emperador; alguna vez he de hacerlo con el senador, pero ahora es más seguro con el pescador. El senador puede gloriarse de sí mismo; también el orador y el emperador. El pescador, en cambio, no puede gloriarse sino en Cristo. Venga el pescador para enseñar la salutífera humildad. Venga primero el pescador. Por medio de él será mejor atraído el emperador. Piensen, pues, en este pescador santo, justo, bueno, lleno de Cristo, en cuyas redes, echadas por todo el mundo, había de ser pescado este pueblo»27. 27 San Agustín de Hipona, Sermón 43,6-7; trad. en: Obras de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1981, t. VII, pp. 593-594 (BAC 53). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. “NO TENGAS MIEDO” El temor es un mal consejero en la vida espiritual. Nos quita libertad y naturalidad en nuestra relación con Dios. Lamentablemente existen muchas religiones hijas del rigor, que hacen de sus seguidores, esclavos temerosos y desconfiados. En el cristianismo en ciertas épocas y sectores, se ha insistido machacona y unilateralmente, en el temor al castigo. Se han olvidado los educadores en su escala de valores, que la palabra evangelio significa: BUENA NOTICIA, y que este es el mensaje fundamental que deben transmitir con la homilía de su vida. En los años en que se editaron por vez primera en la Argentina los cuatro evangelios con el título: “La Buena Noticia”, le pedí a un sacerdote religioso amigo que me consiguiera el libro. Días después, cuando regresó, fui a preguntarle si se había acordado de traerme la “buena noticia”, pero él perplejo me respondió: “no tengo ninguna buena noticia para darte”. Sin darse cuenta¡ había perdido la dimensión del evangelio como buena noticia de Dios! Ante la grandeza de la santidad de Dios nos sentimos inducidos automáticamente a alejarnos del Señor que nos pregunta: “¿Dónde estás?” (Gn 3,9). Es cierto que él no pacta con el pecado, pero es verdad también, que se acerca para rehabilitarnos. Por eso, reconocernos pecadores es una gracia que no tiene precio, y es el comienzo del regreso hacia él por la senda de una vida nueva. Nos parece mentira que Jesús nos necesite y que pueda servirse de nosotros para obrar milagros en su nombre. Sin embargo, él nos reitera su confianza, en la medida en que lo dejemos todo y lo sigamos. El temor se ha convertido en amor, la distancia en cercanía. DOMINGO 6 «Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo: “¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre! ¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas! Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas¡ Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los falsos profetas!”» Lc 6, 17.20-26 «Cada palabra de la Sagrada Escritura nos invita a la imitación del Señor que nos ha creado por su beneficencia. Sin embargo, lo miramos todo bajo nuestra propia utilidad, lo medimos todo según nuestros gustos. Nos apropiamos de algunos bienes para nuestra propia vida y reservamos otros para nuestros herederos. Y no nos planteamos el problema de las gentes que están en la miseria. Y no nos preocupamos lo más mínimo de los pobres. ¡Oh corazones sin misericordia! Ve un hombre a su prójimo que no tiene pan ni medios para procurarse el alimento indispensable y en vez de apresurarse a ofrecerle su ayuda para rescatarle de la miseria, lo observa como quien observa una planta verde que se está secando lastimosamente por falta de agua. Y sin embargo, este hombre abunda en riquezas y podría ayudar a muchos con sus bienes. Lo mismo que el caudal de una sola fuente puede regar una vasta extensión de terreno, así la abundancia de un solo hogar puede librar de la miseria a un gran número de pobres, si no lo impiden la tacañería y la avaricia del hombre, como acontece con una roca que cae en el arroyo y desvía la corriente. No vivamos únicamente según la carne; vivamos según Dios. La misericordia y la beneficencia son las amigas de Dios. Si se establecen en el corazón del hombre, lo divinizan y lo modelan a semejanza del soberano Bien, para que sea imagen de la esencia primera y simplicísima que supera todo conocimiento»28. 28 San Gregorio de Nisa, Sermón 1 sobre el amor a los pobres (PG 46,463-466; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, X 4). Cf. R. Sierra Bravo, El mensaje social de los Padres de la Iglesia. Selección de textos, Madrid, de. Ciudad Nueva, 1989, p. 190. Ignoramos la fecha del nacimiento de Gregorio (no antes del 331) y de su muerte, pues perdemos su rastro tras el 394. Fueron su madre y, aún más, su abuela Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos asimismo que guió sus estudios su hermano Basilio. Gregorio ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y debió pasar temporadas con los miembros de su familia que habían abrazado la vida monástica. Sin embargo abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica. Se discute si contrajo matrimonio con una tal Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la UN PROYECTO DE FELICIDAD Nuestros proyectos habituales de vida difieren muchas veces del proyecto que Dios nos tiene destinado. Esto ocurre análogamente con los adolescentes y los jóvenes, que con una personalidad en proceso de maduración, se proyectan hacia el futuro con planes que los sumergen en un mundo de ilusiones y fantasías, ajenas a su propia realidad. Evidentemente todos queremos ser felices y todos deseamos ser dichosos. Pero nos cuesta creer que la felicidad en parámetros evangélicos, no pueda prescindir nunca del evangelio de la cruz. La enseñanza de Jesús está configurada en el mensaje de las bienaventuranzas, el decálogo del Nuevo Testamento. Nos gustaría suprimir algunos versículos, o ponerlos a otros en letra pequeña… Nos parece que Dios se ha mostrado injusto al proclamar ciertas afirmaciones y arbitrario al condenar tan duramente ciertas conductas de vida. Nos olvidamos que ellas trazan el perfil del hombre evangélico con el cual ingresaremos al Reino de Dios. Es verdad que a veces nos desmoralizamos; parece que el programa de vida que nos proponen, nos desborda y nos supera. Pero debemos procurar meditar en cada una de estas bienaventuranzas. Ir avanzando de a poco en el mensaje que nos van transmitiendo. Tal vez no podamos abarcarlas a todas de entrada y practicarlas con la misma intensidad. ¡Solo Jesús pudo vivirlas en plenitud total! Posiblemente y con el tiempo, unos sentirán el llamado a la pobreza más radicalizado, otros sufrirán la dimensión martirial con mayor intensidad, y finalmente muchos tendrán un fuerte llamado a la solidaridad con los que lloran, los marginados y los que padecen soledad e incomprensión. Pero en todo caso, lo que tendremos que evitar a toda costa, será caer en la adicción al dinero, en la burla “sobradora” del prepotente y en la idolatría de vanagloria del autosuficiente. virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo obispo. Gregorio, pese a su reluctancia, recibió la ordenación episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el año 372. DOMINGO 7 «Jesús les dijo a sus discípulos: “Pero yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por lo demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”» Lc 6,27-38 «... A ningún cristiano le está permitido tener odio a nadie: nadie puede salvarse si no es por el perdón de los pecados y no sabemos hasta qué punto la gracia del Espíritu Santo puede dar valor a lo que es despreciado por la sabiduría del mundo. Que el pueblo de Dios sea santo y bueno: santo para apartarse de lo que está prohibido, bueno para obrar según los mandamientos. Aunque es algo muy grande tener una fe recta y una doctrina sana, y aunque sean muy dignas de alabanza la sobriedad, la dulzura y la pureza, todas estas virtudes, sin embargo, no valen nada sin la caridad. Y ninguna conducta es fecunda, por muy excelente que parezca, si no está engendrada por el amor... Hagan, pues, los creyentes la crítica de su propio estado de espíritu y examinen atentamente los íntimos sentimientos de sus corazones. Si encuentran en el fondo de sus conciencias algún fruto de caridad, no duden que Dios está en ellos. Y para hacerse cada vez más capaces de recibir a un huésped tan grande, que perseveren y crezcan en la misericordia, practicándola. En efecto, el amor es Dios, la caridad no debe conocer ningún límite, porque la divinidad no puede quedar encerrada nunca»29. 29 San León el Grande, Homilía 48,2-3; Sch 49bis, 1969, pp. 174-177 (trad. castellana en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, D 16). León, que ostenta el título de Grande, sobre todo por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas. ¿QUIÉN ES MI HERMANO? Las simpatías y las simpatías suelen ser la debilidad de la fraternidad. Hay que amar a la gente con un amor exclusivo, lo que no significa, excluyente. Exclusivo, implica amar al hermano como realmente es en el momento, por más limitado que sea, sabiendo que será el mejor camino para que el otro pueda llegar a ser lo mejor que deseo para él. Hay que amar al pecador y no al pecado. El amor excluyente en cambio, hace acepción de personas y las discrimina. Busca el propio interés y a menudo no ayuda a crecer a ninguno de los protagonistas. Además inevitablemente conduce a divisiones, a sectarismos y a enfrentamientos, que tarde o temprano desembocan en las guerras frías de la indiferencia o en las ardientes de la violencia. «Entró una vez el abad Agatón en la ciudad para vender algunos objetos y encontró en el camino a un leproso. El leproso le dijo: “¿Adónde vas?”. Le respondió Agatón: “A la ciudad a vender los objetos fruto de mi trabajos”. Le dijo: “Hazme la caridad de llevarme hasta allí”. Agatón lo alzó cargando con él y lo llevó a la ciudad. Entonces le dijo el leproso: “Déjame donde sueles vender tus artículos”. Así lo hizo. Cuando vendió uno, le dijo: “¿Por cuánto has vendido?”. Respondió: “Por tanto”. Le dijo entonces: “Cómprame un chocolate”. Y se lo compró. Cuando hubo vendido todo lo que había llevado y quería ya volverse, el leproso le preguntó: “¿Te vas?”. Respondió: “Sí”. Le dijo entonces: “Haz nuevamente una caridad y llévame al lugar donde me encontraste”. Lo levantó y lo dejó en ese lugar. Entonces el leproso le dijo: “Bendito seas, Agatón, por el Señor en los cielos y en la tierra”. Levantó lo ojos y no vio a nadie. Era un ángel del Señor que había sido enviado para probarlo». DOMINGO 8 «Jesús les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú, que no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano. No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su corazón. El malo saca el mal de maldad, porque de la abundancia del corazón habla la boca» Lc 6,39-45 «Un discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine el aprendizaje, será como su maestro. Bienaventurados discípulos, que estaban llamados a ser los iniciadores y maestros del mundo entero. Por eso era conveniente que aventajasen a los demás en una sólida formación religiosa: necesitaban conocer el camino de la vida evangélica, ser maestros consumados en toda obra buena, impartir a sus alumnos una doctrina clara, sana y ceñida a las reglas de la verdad; como quienes ya antes habían fijado su mirada en la Verdad y poseían una mente ilustrada por la luz divina. Sólo así evitarían convertirse en ciegos, guías de ciegos. En efecto, los que están envueltos en las tinieblas de la ignorancia, no podrán conducir al conocimiento de la verdad a quienes se encuentran en idénticas y calamitosas condiciones. Pues de intentarlo, ambos acabarán cayendo en el hoyo de las pasiones. A continuación y para cortar de raíz el tan difundido morbo de la jactancia, de modo que en ningún momento intenten superar el prestigio de los maestros, añade: Un discípulo no es más que su maestro. Y si ocurriera alguna vez que algunos discípulos hicieran tales progresos, que llegaran a equipararse en mérito a sus antecesores, incluso entonces deben permanecer dentro de los límites de la modestia de los maestros y convertirse en sus imitadores»30. 30 San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Lucas, cap. 6; PG 72,602-603. Trad. en: http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_08.htm. Son escasas las noticias que tenemos sobre la vida de Cirilo antes del episcopado. Al parecer nació entre los años 370-378/80 en una localidad llamada Theodosius (actual El Mahalla el Kubra en Egipto), distante algo más de 120 kms. (hacia el este) de Alejandría. Su madre probablemente era originaria de Memphis, hermana del patriarca Teófilo (mayor que ella), quien ocupó la sede de Alejandría a partir del año 385. La primera aparición pública de Cirilo sobre la cual tenemos información, fue su participación -siendo aún muy joven (unos 25 años?)- en el tristemente célebre sínodo de «La Encina» (Ad Quercum). En efecto, en agosto del año 403, acompañó a su tío a este “seudo concilio” donde se depuso al obispo de Constantinopla, Juan Crisóstomo. El 18 de octubre del 412, tres días después de la muerte de Teófilo, su sobrino accede a la sede patriarcal de Alejandría. Los primeros años de su gobierno episcopal se vieron ensombrecidos por la persecución desencadenada contra paganos y judíos. Después de estos acontecimientos Cirilo parece haberse llamado a sosiego, para dedicarse de lleno a sus tareas pastorales. De hecho, el período que va entre el 415/16 hasta el 428, es el más fecundo en la producción literaria del joven y fogoso patriarca. Más tarde, entre los años 428-431, estuvo directamente implicado en la controversia con Nestorio, siendo decisiva su participación en el concilio de Éfeso (431). Los años subsiguientes al concilio los dedicó el obispo de Alejandría a defender y aclarar, contra sus adversarios e incluso delante de aliados no muy convencidos de su forma de proceder, su posición y pensamiento cristológico. Entre 438-440, favoreció los ataques contra Teodoro de Mopsuestia y Diodoro de Tarso, a quienes acusaba de ser “precursores de Nestorio”. Sin embargo, ante la airada protesta ACERCA DE LAS CORRECCIONES Cuando la gallina se alimenta y mientras picotea para alimentarse, sacude y desparrama hacia los costados la tierra con sus patas. Así puede ocurrir con nosotros. Muchas de las limitaciones y defectos nuestros que no hemos acabado de asumir, los proyectamos en los demás. Y si un ciego pretende guiar a otro ciego, corren peligro de caer en el pozo! Es buena y necesaria la corrección fraterna pero deberá costar hacerla. Los antiguos padres del desierto recordaban que era mal síntoma corregir con facilidad y cierta complacencia. Silvano del Monte Athos, un santo monje, relatan sus escritos, hablando de su padre un rudo campesino ruso, decía: “No he llegado a la altura de mi padre, él era un verdadero “staretz” (anciano espiritual), como a mi me hubiera gustado serlo. Una vez esperó seis meses para corregirme!”. Cuando se vive en comunidad y en familia, todo se transparenta con mayor facilidad y se comprueba con sorpresa que muchas virtudes que resaltaban desde lejos, no eran más que defectos maquillados y por lo contrario, defectos vistos a distancia, en la cercanía se revelaban como sorprendentes virtudes. Cuenta santa Teresita que estando encargada de la portería, se dio cuenta que otra hermana estaba deseando atender a las visitas. Y cuando sonó la campana de la portería, a propósito tardó en levantarse. La otra hermana se levantó velozmente y criticándola por su tardanza partió a atender la puerta. La actitud de Santa Teresita pasó como defecto, y en cambio el comportamiento de la hermana que la criticó , desde afuera impresionó como virtud. de Juan de Antioquía, optó por no seguir en esa dirección. Cirilo murió el 27 de junio del año 444. Su producción literaria fue copiosa. DOMINGO 9 «Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: “Él merece que le hagas este favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga”. Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo a uno: ‘Ve’, él va; y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi sirviente: ‘¡Tienes que hacer esto!’, él lo hace”. Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguí, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe”. Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente sano» Lc 7,1-10 «Mientras se nos leía el evangelio, hemos oído el elogio de nuestra fe en base a su humildad. Habiendo prometido el Señor Jesús ir a casa del centurión para curar a su criado, él respondió: “No soy yo quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra y quedará sano” (Mt 8,8). Confesándose indigno, se hizo digno de que Jesús entrase, no entre las cuatro paredes de su casa, sino en su corazón. Porque no hubiese hablado con tanta fe y humildad, si no albergase ya en su corazón a aquel a quien no se creía digno de recibir en su casa. Menguada habría sido la dicha si el Señor Jesús hubiera entrado dentro de sus cuatro paredes, y no estuviera aposentado en su corazón. Efectivamente, Jesús, maestro de humildad de palabra y con su ejemplo, se recostó asimismo a la mesa en casa de un soberbio fariseo, llamado Simón (Lc 7,36). Pero aun estando recostado en su casa, el Hijo del hombre no encontraba en su corazón dónde reclinar su cabeza... Estaba, pues, recostado el Señor en casa del fariseo soberbio. Estaba en su casa, como acabo de decir, pero no estaba en su corazón. En cambio, no entró en la casa de este centurión, pero se posesionó de su corazón»31. ¡ACTUANDO A DISTANCIA! La oración no tiene límites de tiempos ni distancias cuando es producto de una fe confiada y esperanzada. No es tampoco privativa 31 San Agustín de Hipona, Sermón 62,1. 3 (trad. en: Obras completas de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. X, pp. 197-199 [BAC 441]). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. de una confesión religiosa, ni hace acepción entre personas dignas e indignas. Todos los hombres tienen el derecho a servirse de ella para comunicarse con Dios y plantearle sus necesidades. A nadie se le puede privar del “derecho al pataleo”. Jesús admirado por la fe del centurión cura a distancia con el poder de su palabra al servidor del oficial subalterno, haciendo realidad las palabras del salmista: “Envió su palabra para curarlos, para salvarlos de la perdición”. A imagen y semejanza del Salvador, todo creyente puede curar desde lejos a sus hermanos invocando el Nombre de Jesús, a través de lo que podríamos entender como “la diaconía (el servicio) de la oración”. Las órdenes contemplativas a veces poco consideradas dentro y fuera de la Iglesia, asumen ese rol vicariante de manera específica y regular. Abrazan a distancia con su oración a toda la humanidad doliente sin ningún tipo de discriminación. El poder de la oración en el Nombre de Jesús es enorme e invalorable. Ella se mueve en el invisible plano de la fe. Es el pulmón que oxigena a la Iglesia. Podríamos afirmar que el mundo de los hombres perdería su sentido más trascendente cuando el último orante dejara de existir. DOMINGO 10 «Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”. Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se detuvieron y Jesús dijo: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”. El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo”. El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina» Lc 7,11-17 «Los milagros de nuestro Señor y Salvador Jesucristo sorprender a quienes los escuchan y los cree, pero a unos y a otros de muy diversa manera. Algunos, impresionados por los milagros corporales, no aciertan a dirigir su mirada a realidades superiores; otros, en cambio, admiran ahora en las almas lo que oyen que hecho por los cuerpos... Al cristiano no ha de caberle la menor duda de que también ahora son resucitados los muertos. Pero si bien es verdad que todo hombre tiene unos ojos capaces de ver resucitar muertos, como resucitó el hijo de esta viuda de que hace un momento nos hablaba el evangelio; en cambio, no todos tienen ojos para ver cómo resucitan los muertos en el corazón, a no ser los que previamente ya han resucitado en su propio corazón. Es más importante resucitar a quien vivirá para siempre que resucitar al que ha de volver a morir. De la resurrección de aquel joven se alegró su madre viuda; de los hombres que cada día resucitan espiritualmente se regocija la Madre Iglesia. Aquél estaba muerto en el cuerpo; éstos, en el espíritu. La muerte visible del joven visiblemente era llorada; la muerte invisible de éstos ni se la buscaba ni se la veía. La buscó quien conocía a los muertos. Sólo conocía quiénes estaban muertos aquel que podía devolverles la vida...»32. ¡NO HAY DOLOR MÁS GRANDE…! Unos de los dolores más grandes que puede tener una madre es la pérdida prematura de un hijo y sobre todo si se trata de un joven. Y si es hijo único de una madre viuda, el dolor se multiplica. Frente a sus lágrimas uno se siente una impotente, y el silencio o un abrazo solidario a veces pueden más que palabras repetidas. 32 San Agustín de Hipona, Sermón 98,1-2 (trad. en: Obras completas de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. X, pp. 654-655 [BAC 441]). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. Un gran escritor moderno escribe en los últimos renglones de uno de sus libros: “¿Cómo podrás morirte un día si no tienes madre? Sin madre no es posible amar. Sin madre no es posible morir”. Tal vez, estos pensamientos puedan ayudarnos a ubicarnos frente al evangelio de este domingo en que el Señor se encuentra con la procesión funeraria, y su ser se estremece (literalmente: se le retuercen las entrañas) frente a la escena que contempla. Él Sale a su encuentro, sin escrúpulos de impureza, dirigiéndose al muchacho le ordena que se incorpore. Y “se lo entregó a su madre”. Estas ultimas palabras resultan como un mensaje en clave que puede ser descifrado desde el evangelio de san Juan, cuando le dice al discípulo amado: “Aquí tienes a tu madre”. También María, como Madre y Figura de la Iglesia, presenta a la humanidad, victima del pecado y de la muerte, para que Jesús la resucite y pueda así proclamar a un Señor que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. DOMINGO 11 «Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”, pero Jesús le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. “Di Maestro”, respondió él. “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios, el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso que aquél a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Haz juzgado bien”, y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquél a quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron: “¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”. Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”». Lc 7, 36-50 «Cristo -que no se pronuncia sobre el pecado, pero alaba la penitencia; que no castiga el pasado, sino que sondea el porvenir-, haciendo caso omiso de las maldades pasadas, honra a la mujer, encomia su conversión, justifica sus lágrimas y premia su buen propósito; en cambio, el fariseo, al ver el milagro queda desconcertado y, trabajado por la envidia, se niega a admitir la conversión de aquella mujer: más aún, se desata en improperios contra la que así honraba al Señor, arroja el descrédito contra la dignidad del que era honrado, tachándolo de ignorante: “Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando”. Jesús, tomando la palabra, se dirige al fariseo enfrascado en tal tipo de murmuraciones: “Simón, tengo algo que decirte”. ¡Oh gracia inefable!, ¡oh inenarrable bondad! Dios y el hombre dialogan: Cristo plantea un problema y traza una norma de bondad, para vencer la maldad del fariseo. El respondió: “Dímelo, maestro. Un prestamista tenía dos deudores”. Fíjate en la sabiduría de Dios: ni siquiera nombra a la mujer, para que el fariseo no falsee intencionadamente la respuesta. “Uno -dice- le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, les perdonó a los dos”. Perdonó a los que no tenían, no a los que no querían: una cosa es no tener y otra muy distinta no querer. Un ejemplo: Dios no nos pide otra cosa que la conversión: por eso quiere que estemos siempre alegres y nos demos prisa en acudir a la penitencia. Ahora bien, si teniendo voluntad de convertirnos, la multitud de nuestros pecados pone de manifiesto lo inadecuado de nuestro arrepentimiento, no porque no queremos sino porque no podemos, entonces nos perdona la deuda. “Como no tenían con qué pagar, les perdonó a los dos”...»33. EL AMOR ES MÁS FUERTE QUE EL PECADO La espiritualidad cristiana fue incorporando a su lenguaje el término: “puntada de costado”, como un equivalente al dolor del alma ocasionado por la conciencia de pecado. Decía san Gregorio de Nisa, que: “Las lágrimas son como la sangre en las heridas del alma”. Es que las lágrimas han sido la expresión gráfica y patente de los estados emocionales que aquejan al hombre, tanto de tristeza como también de alegría. Como las lágrimas tienen un papel beneficioso en el plano fisiológico, de igual manera lo tienen en las penas y en las alegrías del corazón. Por eso, “la puntada del corazón”, es un don misterioso y salvífico, que purifica las intenciones y posibilita una vez más convertirse a Dios. Porque responden a una doble realidad: la toma de conciencia de la salud perdida por el pecado, y la sufrida y paciente esperanza de salvación. Esta es la razón porque las lágrimas conducen a la alegría en la certeza de que el amor es más fuerte que el pecado. De esta experiencia de fe y de amor, de pecado y de perdón, impregnada con las lágrimas de la pecadora, nos habla Jesús en el Evangelio de hoy. “Señor, que hiciste brotar de la piedra para tu pueblo sediento, una fuente de agua viva. Tú que eres misericordioso, haz brotar lágrimas de compunción de la dureza de nuestro corazón, para que podamos llorar nuestros pecados y así merecer tu perdón” (Oración del Misal para pedir el don de lágrimas). 33 Anfiloquio de Iconio, Homilía sobre la mujer pecadora (PG 39,65-89 = PG 61,745-752; traducción en: http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_11.htm). Anfiloquio nació entre 340/345, y fue obispo de Iconio (hoy Konia, Turquía), entre 373/374-398/404. Antes de ser obispo fue rétor en Constantinopla. Desplegó una gran actividad antiherética. Su patrimonio literario es todavía objeto de discusión entre los especialistas. DOMINGO 12 «Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie. “El Hijo del hombre, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará”» Lc 9,18-24 «Esfuérzate también tú en ser piedra. Y así, no busques la piedra fuera de ti, sino dentro de ti. Tu piedra es tu acción; tu piedra es tu espíritu. Sobre esta piedra se edifique tu casa, para que ninguna borrasca de los malos espíritus puedan tirarla, fu piedra es la fe; la fe es el fundamento de la Iglesia. Si eres piedra, estarás en la Iglesia, porque la Iglesia está fundada sobre piedra. Si estás en la Iglesia, las puertas del infierno no prevalecerán sobre ti: las puertas del infierno son las puertas de la muerte, y las puertas de la muerte no pueden ser las puertas de la Iglesia. Pero ¿qué son las puertas de la muerte, es decir, las puertas del infierno, sino las diversas especies de pecados? (...) Pero Dios tiene poder de abrirte las puertas de la muerte, para que proclames sus alabanzas en las puertas de la hija de Sión (Sal 9,14). En cuanto a las puertas de la Iglesia, éstas son las puertas de la castidad, las puertas de la justicia, que el justo acostumbra a franquear: Ábreme, dice, las puertas de la justicia, y, habiendo pasado por ellas, alabaré al Señor (Sal 117,19)- Pero como la puerta de la muerte es la puerta del infierno, la puerta de la justicia es la puerta de Dios; pues he aquí la, puerta del Señor, los justos entrarán por ella (Sal 117,20). Por eso, huye de la obstinación en el pecado, para que las puertas del infierno no triunfen sobre ti; porque, si el pecado se adueña en ti, ha triunfado la puerta de la muerte. Huye, pues, de las riñas, disensiones, de las estrepitosas y tumultuosas discordias, para que no llegues a traspasar las puertas de la muerte. Pues el Señor no ha querido al principio ser proclamado, para que no se levantase ningún tumulto. Exhortaba sus discípulos que a nadie digan: El Hijo del hombre ha de padecer mucho, ser rechazado de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, ser muerto, y resucitar al tercer día (Lc 9,22). Tal vez el Señor ha añadido esto porque sabía que sus discípulos difícilmente habían de creer en su pasión y en su resurrección. Por eso ha preferido afirmar Él mismo su pasión y su resurrección, para que naciese la fe del hecho y no la discordia del anuncio. Luego Cristo no ha querido glorificarse, sino que ha deseado aparecer sin gloria para padecer el sufrimiento; y tú, que has nacido sin gloria, ¿quieres glorificarte? Por el camino que ha recorrido Cristo es por donde tú has de caminar…»34. 34 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 6,98-100 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 337-338 [BAC 257]). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente ¿QUÉ DICE LA GENTE Y QUÉ DICE EL CREYENTE? El hombre va recorriendo un camino gradual y cada vez más hondo en su experiencia de Cristo, siempre que lo haga como Jesús a través de la oración. Pero a veces puede quedarse a mitad de camino, y limitarse a repetir “lo que dice la gente”. Para muchos, Jesús es un personaje seductor, un auténtico profeta de verdades, con un multitudinario poder de convocatoria y una coherencia que practicó hasta a las últimas consecuencias, entregando su vida por los demás. Todo esto no se puede negar, si se analiza con objetividad la persona de Cristo. Sin embargo, para el cristiano esto no basta; no es suficiente. Falta el plus que significa invocar a Jesús desde la fe, como al Hijo de Dios. Y nadie puede hacerlo sino está inspirado por el Espíritu del Padre. Sin este plus, nuestra experiencia cristiana quedará limitada al plano restrictivamente humano. Y Jesús pasará a ser un gran líder carismático; un gran referente, pero no el interlocutor válido, que desde su divinidad, da sentido pleno a nuestra vida y también a nuestra muerte. Mucha gente anda hoy en día a la búsqueda de emociones y sensaciones pasajeras. De allí el éxito de tantos ídolos de moda, que como otros tantos artículos de descarte, crecen por la mañana y por la tarde se secan y apagan. En lo profundo, los hombres se sienten insatisfechos y defraudados frente a un verdadero aluvión de mesianismos demagógicos y alienantes. Es por eso, que la figura de Jesús no pasará de moda. Siempre y en última instancia, surge incomparable, transparentando la presencia de un Dios que se muestra como Padre y nos ama en el Espíritu de su Hijo. Cristo es el verdadero referente válido, capaz de responder a nuestros interrogantes existenciales. Es más que un líder o un profeta. Resume y trasciende a todos los hombres de buena voluntad, escalonados a lo largo de la historia de la humanidad. para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. DOMINGO 13 «Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto le dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?” Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré adonde vayas” Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Y dijo a otro: “Sígueme”. Él respondió: “Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios”». Lc 9,5162 «Cada uno de nosotros es su propio agricultor puesto que posee como tierra su alma, que debe rejuvenecer trabajándola con el arado espiritual y guiando los bueyes que trabajan a partir de la Escritura perfectamente pura. Así rejuvenecerá su alma envejecida por causa de la mucha pereza del pasado, que produjo cantidad de mal y de obras estériles; una vez arrancado todo eso con el arado del Verbo y después de haber dejado su alma en barbecho, entonces sembrará tomando de la enseñanza divina las semillas de la Ley, de los Profetas, del Evangelio, lo que acontece cuando repasa la Escritura en su memoria e intenta ponerla en práctica. Es por eso que el Dios de todas las cosas dice asimismo por boca de Jeremías: “Rejuvenezcan su tierra con nuevos cultivos y no siembren espinas” (Jr 4,3)...»35. ¡VIVIMOS DESPIDIÉNDONOS! El hombre es tierra que anda, es tierra que camina hacia un destino de plenitud feliz. Cuando el recorrido lo hace con fe, se convierte en peregrino. Y el hecho de seguir a Jesús, lo identifica como peregrino cristiano. La dinámica espiritual de la peregrinación, le irá exigiendo reiteradas despedidas a lo largo de su vida, en distintos tiempos y 35 Orígenes, Homilías sobre san Lucas, fragmento 68 (SCh 62, 1962, p. 517). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. Hacia el 216, se instaló en Cesárea de Palestina, donde el obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante. circunstancias. Muchas de estas despedidas le resultarán difíciles y dolorosas de asumir. Pero son el precio de una opción sincera por los valores del Reino. Este caminar gradual y progresivo, es el único que puede garantizar una auténtica cristianización en espíritu y en verdad, al ir trazando un derrotero jalonado con situaciones críticas, que pondrán a prueba la sinceridad de nuestras intenciones. No se trata de deshumanizarnos, renegando de nuestra naturaleza humana, pero sí de madurarla desde la fe, a través de un compromiso progresivo y sin condiciones. Estos mojones que se suceden en el seguimiento de Jesús hacia Jerusalén, nos ayudarán poco a poco, durante el trayecto de la vida, a llegar una conclusión final: “Sólo Dios es absoluto, y lo demás es absolutamente relativo”. DOMINGO 14 «El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados, que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”» Lc 10,1-9 «Debemos considerar que somos enviados como corderos en medio de lobos, para que, guardando los sentimientos de la inocencia, no llegue a hacer presa en nosotros la malicia; porque quien ocupa el puesto de predicador debe, no causar males, sino tolerarlos, a fin de que con su mansedumbre se aplaque la ira de los crueles, y él mismo, herido por las aflicciones, cure en los otros las heridas de los pecados. Y si alguna vez el celo de la rectitud le exige tratar severamente a los súbditos, esa misma severidad nazca de amor, no de crueldad…»36. LA HORA DEL LAICADO Hasta no hace mucho tiempo, existía entre los laicos y en algunos ambientes de iglesia, el criterio de que la vocación misionera era algo vinculado, aunque no de modo restrictivo, a clérigos y religiosoas. Y un puñado de laico-as, con abnegación y coraje, colaboraban con ellos en las tareas misioneras de las llamadas tierras de paganos, tierras de misión. Pero poco a poco, y en especial después del Concilio Vaticano y de la publicación de importantes documentos de los últimos papas, se inició una progresiva toma de conciencia en el sentido de que todos sin excepciones, formamos parte de una iglesia esencialmente misionera, y somos enviados como los setenta y dos discípulos del evangelio a preparar la venida del Señor. Esto se ha comprobado fehacientemente en los últimos años con la aparición de las nuevas generaciones de jóvenes. Son miles los jóvenes que se reúnen en grupo para rezar y para ir luego a misionar 36 San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, I,17,4 (trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid 1958, p. 602 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval. en distintas geografías carenciadas de nuestro país, y no solamente en tierras lejanas. Desde el comienzo de este milenio, Juan Pablo II nos recuerda y repite en sus alocuciones, que han de ser los laicos: los grandes evangelizadores de este siglo. DOMINGO 15 «Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús, para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?” Él le respondió: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo”. “Has respondido exactamente -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás la vida”. Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”. ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?” “El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”» Lc 10,25-37 «Nadie es tan verdaderamente nuestro prójimo como el que ha curado nuestras heridas, amémosle, viendo en él a nuestro Señor, y querámosle como a nuestro prójimo; pues nada hay tan próximo a los miembros como la cabeza. Y amemos también al que es imitador de Cristo, y a todo aquel que se asocia al sufrimiento del necesitado por la unidad del cuerpo. No es la relación de parentesco la que hace a otro hombre nuestro prójimo, sino la misericordia, porque ésta se hace una segunda naturaleza; ya que nada hay tan conforme con la naturaleza como ayudar al que tiene nuestra misma realidad natural»37. TODO HOMBRE ES MI HERMANO 37 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7,84 (SCh 52, 1958, p. 36). Nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. En esta impactante parábola de fuerte contenido anticlerical se contrapone la conducta de dos “eclesiásticos” con la de un samaritano; uno de los tantos marginados por la sociedad civil y religiosa de ese tiempo. El planteo no se reduce a preguntarnos: “¿Quién es mi hermano?”, sino también a interrogarnos sobre: “¿Quién se comportó como un hermano?”. Porque sabemos que de nuestro hermano depende nuestra propia vida. Hoy en día se va extendiendo la llamada xenofobia y sus diversas actitudes discriminatorias, no solo en el primer mundo, sino también en medio de nosotros. La egoísta acepción de personas adoptada frente a migrantes de nuestro país, de naciones limítrofes, o ante hermanos de otras latitudes o continentes, no es humana y menos aún cristiana. Esta parábola, iluminada por el ejemplo de Jesús, identificado despectivamente por sus enemigos como un samaritano, debe conducirnos a reconocer nuestros prejuicios y a modificar nuestras actitudes hacia tantos heridos por la vida, necesitados con urgencia de nuestra solidaridad. DOMINGO 16 «En aquel tiempo: Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude”. Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”» Lc 10,38-42 «... Que no se le reproche a Marta sus buenos oficios; pero María es preferida por haber elegido la mejor parte. Porque Jesús tiene muchas riquezas y hace muchos regalos; así, la más sabia eligió aquello que reconoció ser lo más importante. Por su parte, los apóstoles no juzgaron que fuera mejor dejar la palabra de Dios para servir las mesas (Hch 6,2); sin embargo, ambas cosas son obra de la sabiduría, pues Esteban también estaba lleno de sabiduría y fue elegido como servidor. Por tanto, el que sirva que obedezca al doctor, y que el doctor exhorte y anime al que sirve. Porque el cuerpo de la Iglesia es uno, aunque los miembros son variados; y uno tiene necesidad del otro; “el ojo no le dirá a la mano: no deseo tus servicios, ni tampoco la cabeza a los pies” (1 Co 12,12 ss.), y la oreja no se atreverá a negar que es parte del cuerpo. La sabiduría reside en la cabeza, la actividad en las manos; porque “los ojos del sabio están en la cabeza” (Qo 2,14), ya que el verdadero sabio es aquel cuyo espíritu está en Cristo, y su ojo interior está levantado hacia las alturas; asimismo, los ojos del sabio están en la cabeza, los del necio en su talón»38. LAS DOS CARAS DE LA MONEDA En la vida cristiana se corre el peligro de enfrentar dos realidades necesarias y complementarias: la escucha receptiva de la palabra de Dios; y el servicio a los hermanos, que es fruto del compromiso con esa misma palabra. Los antiguos monjes lo resumían en dos palabras: ora y trabaja. Jesús destaca en esta parábola la profunda capacidad de recibir el mensaje evangélico por parte de la mujer. Poniéndola como destinataria válida de su palabra, en un tiempo en que los valores femeninos eran subestimados por los maestros de la religión. Debemos tomar conciencia de que en cada uno de nosotros, la figura de María y de Marta no se excluyen, y como buenas hermanas, se abrazan y se besan. ¡Por eso, no conviene separar lo que Dios ha unido! 38 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7,86 (SCh 52, 1958, p. 37). Nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. Cuentan de un joven monje que se negó a trabajar, argumentando que debía dedicarse como los ángeles solamente a la oración y a la contemplación. Cuando llegó la hora de la comida, no encontrando ningún alimento servido, lo reclamó. Entonces sus hermanos le replicaron diciéndole, que si él era como los ángeles que solo rezaban y contemplaban a Dios, ¡no tenía necesidad de alimentarse! DOMINGO 17 «Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar y, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”. Él les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación”. Jesús agregó: “supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo levantarme para dártelos'. Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará todo lo necesario. También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca encuentra, y al que llama se le abre. ¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan”» Lc 11,1-13 «Cuando le llamamos Padre, decimos también Dios. El término Padre indica ternura y autoridad. Por otra parte, en el Padre, nosotros invocamos al Hijo. Dice, en efecto: “Yo y el Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30). Y ni siquiera descartamos a la madre, es decir, a la Iglesia; porque en el Hijo y el Padre es reconocible la madre. Por ella, en efecto, el nombre del Padre y del Hijo queda garantizado auténticamente. Con un solo término de amplio significado, con una sola palabra honramos a un tiempo a Dios y a los que están con él; recordamos un precepto evangélico y denunciamos a cuantos se han olvidado del Padre»39. APRENDIENDO A REZAR A rezar se aprende rezando, y el único maestro de oración es el Espíritu de Jesús. Nuestro Dios no es un Dios mudo. Como ser personal desea conversar con nosotros en un diálogo de amor. Tenemos que 39 Tertuliano, La Oración, II,4-7; ed. en: Fuentes Patrísticas, 18, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2006, pp..266 y 268. Quinto Septimio Florencio Tertuliano, natural de Cartago, nació hacia el año 155. Eran paganos tanto su padre como su madre. Tertuliano tenía una sólida formación jurídica y adquirió gran fama como abogado. Después de su conversión, ocurrida hacia el 193, se estableció en Cartago, e inmediatamente puso toda su cultura jurídica, literaria y filosófica al servicio de la fe cristiana. Fue entre los años 195-220 cuando desplegó su actividad literaria. Se desconoce el año de su muerte, que debió ocurrir después del año 220. comunicamos con él “cara a cara”, sin prejuicios ni desconfianzas; como lo hacen los amigos en la plenitud de la intimidad. En la frecuencia modulada de la fe -no rezan los que no creen-, poco importan las formulaciones que irá adquiriendo nuestra oración. Se dará de acuerdo a tiempos y circunstancias; y hasta se darán espacios para la protesta y la rebeldía. Si hemos rezado en espíritu y en verdad, posiblemente nuestras angustias y tensiones no habrán desaparecido, pero sí en cambio las reasumiremos desde una experiencia de Dios, integrada en el misterio pascual de Cristo. Podríamos concluir afirmando que la garantía de una oración auténtica, se medirá siempre por la capacidad de compromiso solidario con los hombres nuestros hermanos. Y que el día que no haya más creyentes y por tanto orantes, la tierra habrá dejado de existir. DOMINGO 18 «En aquel tiempo uno de la multitud le dijo: “Maestro, dile a mi hermano que comparta conmigo la herencia”. Jesús le respondió: “Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?”. Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus riquezas”. Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo: “¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo que has amontonado?”. Esto es lo que sucede al que acumula riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios”» Lc 12,13-21 «El rico aquel tuvo el fin que merecían sus malos consejos; pero ustedes, si me hacen caso, abrirán de par en par sus graneros y darán abundante salida a sus riquezas; como un río que atraviesa tierra fecunda por muchos canales, así ustedes distribuyan las riquezas dándoles salida, por múltiples caminos, hacia las casas de los pobres. Si de los pozos se saca toda el agua, sale luego más abundante y limpia; pero si se abandonan se corrompen. Así la riqueza, estancada, resulta inútil; en cambio si se mueve y pasa de mano en mano, es bien y fruto común. ¡Oh, cuánta alabanza te vendrá de quienes hubieras tú favorecido, alabanza que no es bien que desdeñes! ¡Cuán grande galardón de parte de aquel Juez justo, del que no debes desconfiar! (...) ¿Quién es avaro? El que no se contenta con las cosas necesarias. ¿Quién es ladrón? El que quita lo suyo a los otros. ¿Con que no eres tú avaro, no eres tú ladrón, cuando te apropias lo que recibiste a título de administración? ¿Con que hay que llamar ladrón al que desnuda al que va vestido, y habrá que dar otro nombre al que no viste a un desnudo, si lo puede hacer? Del hambriento es el pan que tú retienes; del que va desnudo es el manto que tú guardas en tus arcas; del descalzo, el calzado que en tu casa se pudre. En resolución, a tantos haces agravios, a cuantos puedes socorrer»40. UN SEGURO CONTRA LA MUERTE 40 San Basilio de Cesarea, Homilía “Destruam horra mea” (destruiré mis graneros), ns. 5 y 7 (PG 31,261ss.; trad. castellana en R. Sierra Bravo, El mensaje social de los Padres de la Iglesia, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1989, pp. 115 y 117). Nació Basilio hacia el 329/330. Realizó luego brillantes estudios en la ciudad de Cesarea y, más tarde, en Constantinopla y Atenas. En esta última conoció al que será el amigo de su vida: Gregorio, hijo del obispo de Nacianzo. Bastante probablemente hacia el 356 efectuó un viaje de reflexión y estudio por los centros monásticos de Egipto y Siria, donde se hallaba en plena formación "el fenómeno" monástico. En el 358 recibió el bautismo y se retiró a un lugar apartado del Ponto. En el año 362. En 370 el pueblo fiel lo proclama obispo de Cesarea de Capadocia, a pesar de la oposición de algunos obispos de la región y de una buena parte del clero. Despliega entonces una intensa actividad caritativa, recurriendo incluso a sus bienes personales y familiares. Murió el 1º de enero del año 379. La acumulación de riquezas no garantiza nuestro porvenir. Es verdad que existen seguros de vida, pero no se han podido encontrar hasta ahora seguros contra la muerte. La riqueza alcanza su pleno destino, cuando se transforma en una fuente de vida para los demás, y se convierte en un seguro de vida contra la muerte en el más allá. El misterio de la encarnación nos habla de un Dios que siendo rico se hace pobre en la persona de Jesús, para poder enriquecernos a su cuenta y cargo. Todos sabemos que “no podemos pedirle frutos al olmo”. Sin embargo, cuando el olmo sirve de sostén a la vid para que esta se entrelace; la vid, da fruto para ella, y desborda para el olmo. Así ocurre también con los pobres. Cuando interceden ante el Señor por los ricos, ruegan para que estos le encuentren sentido a sus riquezas. A su vez los ricos, al brindarles como el olmo la ayuda y el apoyo necesarios, contribuyen a que los pobres puedan celebrar la vida. Ambos cumplen su misión. El pobre que es rico en la fe, reza por el rico necesitado de oración; mientras que este último comparte con el pobre las riquezas que Dios le regaló. Bienaventurados los que son ricos delante de Dios; porque han llegado a comprender que el valor de la riquezas se encuentra en compartirlas. DOMINGO 19 «En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Estén preparados, ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las paredes de la casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”» Lc 12,35-40 «Se nos exhorta a vencer el sueño, a buscar la vida de arriba, a tener nuestro espíritu despierto sin cesar, a quitar de nuestros ojos el entorpecimiento de las cosas engañadoras y mentirosas. Hablo de ese entorpecimiento y de ese sueño que clavan a los hombres en el error, y les forjan imágenes de sueños: honores, riquezas, poder, grandezas, placeres, éxito, ventajas, notoriedad, metas ruines que persiguen aturdidamente con una rabia y una testarudez ridículas. Esos pretendidos bienes, tan fugitivos como el tiempo, no tienen más que fachada de realidad, y la ilusión misma se desmorona aprisa: parece que nacen nada más que para morir, como las olas que levantan las aguas, hinchadas por una ráfaga de viento yerguen por un instante la cresta que el aire había levantado; después vuelven a caer con él, y entonces la mirada no ve nada más que el tranquilo espejo del mar. Para aniquilar tales sueños, el Señor nos pide superar ese pesado sueño. Así ya no dejaremos escapar la firmeza de las realidades persiguiendo frenéticamente la nada. El Señor nos compromete a velar en estos términos: “Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas” (Lc 12,35)...»41. PREPARANDO LA VENIDA El mundo de hoy está ansioso de fenómenos mágicos y extraordinarios, y los vincula también con la venida del Señor en los últimos tiempos. Frente a esta actitud ingenua y temerosa, la palabra de Dios resuena serena y esclarecedora. Nos insiste en el tema de la vigilancia. Pero esta vigilancia no consiste en estar asomándonos a un futuro que solo a Dios pertenece, ni en otear expectantes como vigías nocturnos, signos que nos lleguen del más allá. 41 San Gregorio de Nisa, Homilía 11 sobre el Cantar de los Cantares (cf. San Gregorio de Nisa. Comentario al Cantar de los Cantares, Salamanca, Eds. Sígueme, 1993, pp. 169-170 [Ichthys 16]). Ignoramos la fecha de su nacimiento (no antes del 331) y de su muerte; pues perdemos su rastro tras el 394. Fueron su madre y, aún más, su abuela Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos asimismo que guió sus estudios su hermano Basilio. Gregorio ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y debió pasar temporadas con los miembros de su familia que habían abrazado la vida monástica. Sin embargo abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica. Se discute si contrajo matrimonio con una tal Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo obispo. Gregorio, pese a su reluctancia, recibió la ordenación episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el año 372. La verdadera vigilancia consiste preocuparse por generar ya en el más acá gestos de fraternidad. No es posible desvincularse de manera egoísta de la realidad concreta y cotidiana escapando hacia el futuro. Este se construirá de verdad, en la medida en que reconciliados con el pasado, asumamos el desafío del presente. Sabemos bien que el Señor vendrá como un ladrón y de manera imprevista. Pero la mejor manera de prepararnos a su venida, consiste en aprovechar lo más posible este tiempo de alargue que el Señor nos regala, para construir con los hombres nuestros hermanos el Reino de Dios. Reinado de justicia, de paz y de alegría en el Espíritu, hasta que Él vuelva. DOMINGO 20 «En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia siento hasta que esto se cumpla plenamente! ¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra”» Lc 12, 49-53 «Si alguien desea instruirse sobre el Señor, que rechace los pensamientos de su propio corazón y mantenga despierta la mirada purificada de su espíritu. El propósito de Dios, al enviar a su Hijo, era salvar a los hombres. Y la misión que él debía cumplir era establecer la paz en el cielo y en la tierra. ¿Por qué desde entonces no hay paz? Por razón de la debilidad de los que no han podido aceptar el resplandor de la luz verdadera. Cristo proclama la paz; así lo afirma el apóstol Pablo cuando dice: “Él es nuestra paz” (Ef 2,14), es decir, la paz de aquellos únicamente que tienen una actitud de fe y de recepción. Pero ¿cómo es posible que Cristo no haya traído la paz a la tierra? (...) La misma predicación de la paz obra la división... Proclamó la paz, sí, pero la tierra no la aceptó. No era ese el propósito del sembrador, sino que esperaba el fruto de la tierra»42. HAY QUE DEJARSE QUEMAR En el lenguaje de nuestro días se suelen oír estas palabras: “¡qué quemo!”; o: “¡cuidado, no te dejes quemar!” En el vocabulario evangélico el fuego tiene otro sentido, y encierra otro mensaje. Sobre todo, cuando lo escuchamos mencionar por boca de Jesús. El Antiguo Testamento, habla del sacrificio de holocausto como el de una ofrenda en que la víctima era consumida totalmente por el fuego. Es decir, no quedaban restos del sacrificio, sino únicamente las cenizas. Conocemos también la escena de la zarza ardiente en el monte Sinaí, cuando Moisés contempla asombrado cómo esta ardía sin consumirse. El mensaje proclamado y vivido por Jesús, es puro fuego. Y el que se acerca a Jesús no puede evitar el quemarse. No caben las medias tintas; supone un doble bautismo. El del espíritu de Pentecostés, y el bautismo que implica beber el cáliz de la cruz. 42 Eusebio de Cesarea, Sobre la palabra del Señor: “No he venido a traer paz a la tierra” (PG 24,1176-1177; trad. en Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, i 41). Nació hacia el 263 en Cesarea de Palestina. Huyó a Tiro durante la persecución de Diocleciano y de allí al desierto de la Tebaida, donde fue capturado y encarcelado. En el 313 fue nombrado obispo de Cesarea. En el concilio de Nicea (325) trató de mantener una política conciliadora que proponía el reconocimiento de la divinidad de Cristo en términos bíblicos y el rechazo de la doctrina de san Atanasio. Aunque firmó el símbolo conciliar pesó en ello más el deseo imperial que la convicción. Amigo íntimo del emperador, influyó posiblemente en él para que dictara medidas contra los obispos ortodoxos después del concilio. Murió hacia el 339 ó 340. Cuentan de un joven novicio que fue a contarle a su maestro que cumplía discretamente con sus obligaciones; pero sin embargo, deseaba agregar una observancia más. El anciano en silencio, respondiendo con un gesto a su pregunta; abrió los brazos en cruz hacia el oriente, y se fue convirtiendo en antorcha de fuego. ¡El que pueda entender, que entienda! DOMINGO 21 «En aquel tiempo Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos, mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: ‘Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?’. Él respondió: “Traten de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a golpear la puerta, diciendo:‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá: ‘No sé de dónde son ustedes’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que hacen el mal!’. Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”» Lc 13,22-30 «No debe parecer ni extraño ni fuera de lugar que quien camina por una vía angosta se sienta apretado. Es propio de la virtud el que esté llena de fatigas, sudores, insidias y peligros. Pero si este es el camino, después vendrá la corona, el premio y los bienes arcanos, que no tendrán fin. Nos consuela, pues, este pensamiento: las alegrías y las adversidades de esta vida vendrán juntas con la vida presente y con ella terminarán. Que ninguna alegría entonces infle vanamente tu corazón, pero que tampoco ninguna adversidad te deprima. El buen timonel está siempre atento aunque el mar se encuentre tranquilo, y no se turba cuando la tempestad arrecia...»43. LA PUERTA ESTRECHA Para ingresar en la antigua basílica de la Natividad en Belén es necesario sortear una puerta baja y estrecha. Dicen algunos que estuvo pensada para impedir la entrada de las cabalgaduras de las tropas musulmanas de hace tiempo y a lo lejos. También nosotros los cristianos tenemos que atravesar la puerta estrecha, que nos permitirá asomar al horizonte sin límites del reinado de Dios. Todos sin excepción estamos invitados a sortearla para alcanzar la salvación. Lo que ocurre es que no todos nos mantenemos en “línea”ni sabemos “inclinar”la cabeza en su momento. 43 San Juan Crisóstomo, Epístola 45 (al presbítero Simaco; ed. B. de Montfaucon, Paris 21837, t. 3, pp. 743-744). San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y el sector de la comunidad que se le mantuvo fiel. El poderoso y autosuficiente, es descrito en los salmos paseándose muy orondo, luciendo su orgullo como collar, cubierto con un vestido de violencia, y con el corazón rebosante de malas ideas. El orgulloso no sabe detenerse e inclinarse para escuchar con corazón humilde la palabra de Dios; aunque porfía de haberla conocido: “¡tú enseñaste en nuestras plazas!”; y se vanagloria de haber comido y bebido el sacramento eucarístico: “¡Hemos comido y bebido contigo!”. Pero sólo los humildes de corazón, aquellos que no se sienten dignos de poseerlo, serán los agraciados con el Reino. “Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43). DOMINGO 22 «Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales Fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: “Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: ‘Déjale el sitio’, y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: ‘Amigo acércate más’, y así quedarás bien delante de todos los invitados. Porque todo el que se exalta será humillado, y el que se humilla será exaltado”. Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos más ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”» Lc 14,1. 714 «Mostremos cuáles son las dos especies de humildad. La primera consiste en considerar a su hermano como más inteligente que uno mismo y superior en todo; es decir, como decía un santo: “Colocarse por debajo de todos”; la segunda especie de humildad consiste en atribuir a Dios las buenas obras. Esa es la perfecta humildad de los santos. Ella nace naturalmente en el alma como consecuencia de la práctica de los mandamientos. En efecto, miremos hermanos los árboles cargados de frutos: son los frutos los que doblegan y hacen bajar las ramas. Al contrario, la rama que no tiene frutos se yergue en el espacio y crece derecha. Incluso hay ciertos árboles cuyas ramas no dan frutos mientras se mantienen erguidas hacia el cielo, pero si se les cuelga una piedra para guiarlas hacia abajo, entonces dan fruto. Lo mismo sucede con el alma: cuando se humilla da fruto, y cuanto más produce, más se humilla. Porque cuanto más se acerca a Dios, más pecadora se ve»44. PARA SUBIR HAY QUE BAJAR En parámetros evangélicos, la humildad es el fundamento de todo genuino crecimiento en espíritu y en verdad. Es a partir de ella que podremos construir en orden y armonía el edificio de nuestra personalidad humana y cristiana. Todo lo demás vendrá por añadidura. 44 Doroteo de Gaza, Conferencias, II,32-33; trad. en: Doroteo de Gaza. Conferencias, Luján, ECUAM, 1990, pp. 2021 (Col. Nepsis, 2). Doroteo de Gaza fue discípulo, hacia el 525, de los reclusos Barsanufio y Juan en el monasterio de Seridos, de los cuales recibió un precioso grupo de cartas. Posteriormente pasó a gobernar un monasterio y dejó a sus monjes las Instrucciones, Cartas y Sentencias. Realizó una bella síntesis de los Apotegmas, de los Capadocios, de Crisóstomo, de Marcos el Eremita y de Isaías, es decir, de las tradiciones del monacato palestinense. En los escritos que se conservan intenta mantenerse al margen de las controversias cristológicas. Gozó de gran prestigio en el monacato griego, ruso y árabe. Lo contrario de la humildad es el orgullo, que puede manifestarse como un complejo de superioridad, pero también, como un complejo de inferioridad, que no es más que una falsa humildad. El orgullo desplaza a Dios como centro de equilibrio de nuestra vida. Y lo sustituye por la idolatría del yo. De esta manera, el orgulloso se desestabiliza y comienza a tambalearse en su vida espiritual, por haberse tomado demasiado en serio. El humilde es verdadero frente a Dios, frente a sí mismo, y frente a los demás. Y es transparente, porque demuestra que la única realidad es la es la verdad. El orgulloso pretende ingenuamente convertir su mentira en realidad. Tendremos que recordar también, que no se es humilde por “decreto ley”, sino que se llegará a serlo en la medida que vayamos asumiendo en el camino de nuestra historia, las humillaciones que la vida nos irá acercando. DOMINGO 23 «En aquel tiempo, junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo:"Este comenzó a edificar y no pudo terminar". ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”» Lc 14,25-33 «Tú, que renuncias a lo que se ve, no preguntes cómo es la riqueza que recibirás a cambio de tu pobreza..., sino escucha las llamadas divinas que te empujan al seguimiento de Jesús y a la renuncia perfecta; entonces serás un discípulo perfecto: “Quien no renuncia a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo” (Lc 14,33). Después de esto, ¿qué tienes tú que decir o responder? Todas tus curiosidades y todos tus enigmas son barridos por una sola palabra. La Palabra de verdad es el sendero sublime por donde tú avanzarás. También él dijo en otro pasaje: “Quien no abandona todo cuanto tiene y no toma su cruz y viene tras de mí, no puede ser mi discípulo” (Mt 10,38). Y para enseñarnos a renunciar no sólo a nuestro bienes para darle gloria y al mundo para confesarle, sino también a nuestra vida pasajera, nos ha dicho: “Si alguno no se renuncia a sí mismo, no puede ser mi discípulo” (Lc 14,26)»45. EL EVANGELIO DEL CORAZÓN El evangelio no es un mero sentimiento ni una madeja de emociones. Tampoco se resigna a ser una pura y fría ideología. Es una vivencia totalizadora, que mal se compagina con un corazón dividido. El seguimiento de Jesús nos exige un corazón grande, capaz de integrar y no de enfrentar afectos. Es verdad que cuando se entreveran los sentimientos, ¡el corazón nos duele!, y corremos peligro de perder la libertad y la objetividad necesarias. Por eso, siempre necesitaremos de un aprendizaje 45 Filoxeno de Mabbug, Homilía IX,329-330; SCh 44bis, 2007, pp. 302-303. Filoxeno nació en la provincia persa de Beit Garmai hacia el año 440, y recibió el nombre de Xenaias (quizás José); probablemente siendo todavía muy joven fue enviado a la escuela teológica de los Persas en Edesa. Residió luego en los monasterio de Siria-Mesopotamia y Siria occidental. En torno al año 470, marchó a Antioquia (por entonces debió adoptar la forma griega de su nombre), y se granjeó la estima del patriarca Pedro el Curtidor. Quien lo ordenó, el 16 de agosto de 485, para la sede metropolitana de Mabbug (Hierápolis). Murió a edad muy avanzada en Filipópolis de Tracia. Lo que queda de su obra nos muestra una síntesis teológica original, expresada en un lenguaje muy hermoso, que se coloca en la confluencia entre la tradición siria y la alejandrina. progresivo, que nos enseñe a amar en espíritu y en verdad, es decir: “no anteponiendo nada al amor de Cristo”. Pero es precisamente: en el nombre de Cristo, que tendremos también que amar a nuestros seres queridos; haciendo abstracción de interpretaciones ajenas al genuino espíritu evangélico. En lugar de ir dejando atrás afectos a lo largo del camino de la vida, los iremos recogiendo e incluyendo en un corazón transformado en fiel reflejo de ese corazón universal de Cristo, que lo asume y lo resume todo. DOMINGO 24 «En aquel tiempo todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los Fariseos y los escribas murmuraban diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse”. Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido ". Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”» Lc 15,1-10 «No sin razón san Lucas ha narrado por orden tres parábolas: la de la oveja perdida y hallada después, la de la dracma que se había extraviado y fue encontrada, y el hijo que había muerto y volvió a la vida46; y todo esto para que aleccionados con este triple remedio, podamos curarnos nuestras heridas, porque una cuerda triple no se rompe, dice el Eclesiastés (Qo 4,12). ¿Quién es este padre, ese pastor y esa mujer? ¿Acaso no representan a Dios Padre, a Cristo y a la Iglesia? Cristo te lleva en su cuerpo, habiendo cargado sobre sí nuestros pecados; te busca la Iglesia y te recibe el Padre. El Pastor te lleva; la madre te busca, y el Padre te vuelve a vestir. El primero, por obra de su misericordia; la segunda, cuidándote, y el tercero, reconciliándote con Él. A cada uno de ellos le cuadra perfectamente una de esas cualidades: el Redentor viene a salvar, la Iglesia asiste y el Padre reconcilia. En todo actuar divino está presente la misma misericordia, aunque la gracia varía según nuestros méritos. El Pastor recoge a la oveja cansada, es encontrada la dracma que se había perdido, y el hijo, por sus propios pasos, vuelve al padre, y regresa a él plenamente arrepentido del error que condena...»47. UNA PARIENTA POBRE La parábola de la moneda perdida y encontrada, es “la parienta pobre” del capítulo quince de las parábolas de la misericordia. En ella se nos habla de un Dios empeñado a toda costa en recuperar a una humanidad que se ha comportado como“la otra cara de la moneda”. 46 Lc 15,11-32. 47 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7,207-208; SCh 52, 1958, p. 87. San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió la ordenación episcopal, probablemente, el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Fue un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. Muchas veces vivimos perdidos y alejados de Dios. Nos sentimos excluidos y olvidados por él. Pensamos que ha dejado de buscarnos, y nos parece formar parte de alguna oscura y larga lista de desaparecidos. Pero de repente, la presencia del Señor se hace cercana. No nos había abandonado, siempre nos anduvo buscando. ¡Sólo habíamos tardado en encontrarnos! Dios esta vez con rostro de mujer, celebra como el padre del hijo pródigo, la fiesta de la alegría; porque “nunca es tarde cuando la dicha es buena”. La alegría que Dios nos regala con su salvación, proviene de él, y debemos irradiarla por un mundo que ha perdido el sentido del humor, porque absolutizando lo relativo, ha relativizado la absoluto. Si la buena noticia del evangelio cambió nuestra historia, de la misma manera, nosotros con sonrisa evangélica, tendremos que festejar la alegría de haber creído en Dios. DOMINGO 25 «En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará los que les pertenece a ustedes? Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero”» Lc 16,9-13 «Mientras que estemos en la tierra, arrepintámonos. Porque somos barro en la mano del Artífice. Como el alfarero, cuando modela un vaso y éste se tuerce o se rompe en sus manos, lo vuelve a modelar de nuevo, pero, si ya lo ha echado al horno de fuego, ya no lo puede arreglar, así también nosotros, mientras estemos en este mundo, arrepintámonos de todo corazón de las maldades que cometimos en la carne, para que seamos salvados por el Señor mientras tenemos tiempo de conversión. En efecto, después de salir de este mundo, ya no le podremos confesar ni convertirnos. Hermanos, alcanzaremos la vida eterna haciendo la voluntad del Padre, guardando pura la carne y observando los mandamientos del Señor. Pues dice el Señor en el evangelio: “Si no cumplieron lo pequeño, ¿quién les dará lo grande? Porque les digo que el que es fiel en lo pequeño, también es fiel en lo mucho” (Lc 16,10-12). Lo que significa: guarden pura la carne, e inmaculado el sello48, para recibir la vida eterna?»49. UNA SANTA OBSESIÓN El evangelista Lucas, inspirado por el Espíritu, subraya algunos temas grabados en su cabeza y en su corazón, y que desarrolla hasta las últimas consecuencias. Entre los más importantes, podemos mencionar, junto al evangelio de María, el de la mujer, el de la oración, y el de los pobres. La pobreza y los pobres, lo tienen preocupado de un modo especial. Piensa que la única riqueza del pobre es la fe.“Acaso Dios no ha elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe” (St 2,5). Para Lucas el problema de las riquezas es un problema de fidelidad y de buena administración. Realidades hoy de gran actualidad social. 48 Es decir, el bautismo. 49 Segunda carta de Clemente a los Corintios, VIII,1-5 (trad. en la colección “Fuentes Patrísticas”, vol. 4, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1994, pp. 186-189). Esta obra no es una epístola ni es de Clemente. Se trata de una de las primera homilías cristianas que han llegado hasta nosotros. La forma literaria y el estilo demuestran que se trata de una homilía. Resulta difícil fijar la fecha y el lugar de composición, en virtud de la falta total de datos que ofrece el texto. La hipótesis más probable, por lo que toca al lugar, es que la homilía habría sido pronunciada en Corinto; aunque otras hipótesis la colocan en Siria o en Egipto. La fecha: hacia el año 150. Fidelidad en lo poco, significa administrar con responsabilidad solidaria, los bienes materiales que se nos han confiado, y que para el evangelista, al fin de cuentas, ¡no son mucha cosa! Fidelidad en lo mucho, se refiere a la administración de los bienes espirituales del Reino que se nos ha regalado, y que aunque no se cotizan en los mercados de valores, paradojalmente, ¡no son poca cosa! Por tanto, ¡ser fieles en lo poco, nos conducirá necesariamente a ser fieles en lo mucho! DOMINGO 26 «En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: “Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan". "Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí". El rico contestó: "Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento". Abraham respondió: "Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen". "No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán". Pero Abraham respondió: "Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán"”» Lc 16,19-31 «... Observen ahora a aquel pobre. Hablamos ya de de los pensamientos del rico impío, preclaro, que se vestía de púrpura y lino y que banqueteaba espléndidamente cada día; con su muerte, perecieron todos sus planes. Al contrario, el mendigo Lázaro estaba echado en el portal del rico, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Aquí quiero verte, cristiano. Se han expuesto las vidas de ambos. Poderoso es ciertamente Dios para dar la salud en esta vida, eliminar la pobreza y conceder lo necesario al cristiano. Pero si esto no existiese, qué elegirías: ¿ser como el mendigo o como el rico? No te dejes engañar. Escucha el final y advierte cuál es la elección equivocada. Sin duda, aquel pobre, piadoso como era y agobiado por las fatigas temporales, pensaba que un día se acabaría aquella vida y alcanzaría el eterno descanso. Murieron ambos, pero en ese día no perecieron los planes de aquel mendigo. A su muerte sucedió que fue llevado al seno de Abrahán. En ese día se curaron todos sus padecimientos. Y puesto que Lázaro, palabra hebrea, traducida al latín significa “ayudado”, con razón advierte el salmo: “Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob” (Sal 145,5). Cuando su espíritu salga y la carne regrese a la tierra de donde salió, no perecerán sus pensamientos, puesto que espera en el Señor su Dios (Sal 145,5). Esto es lo que se aprende en la escuela de Cristo maestro, esto es lo que espera al ánimo del fiel oyente, ésta es la auténtica recompensa del Salvador»50. ¡DOS PARÁBOLAS EN UNA! Esta parábola en dos actos, es la única que menciona el nombre de uno de los protagonistas, el del mendigo Lázaro, que significa: “Dios ayuda”. El primer acto nos sitúa en la escena contrastante y pasajera de este mundo, donde abunda el pecado de omisión, frente a las necesidades primarias de los pobres. Desde una óptica comunitaria, es de sugestiva y dolorosa actualidad en nuestros países del tercer mundo. Al segundo acto, podríamos llamarlo: la parábola de los cinco hermanos. En su desarrollo, el evangelista Lucas nos recuerda que la fe debe afirmarse en la palabra de Dios, y no en fugas hacia delante, como puede entenderse la reencarnación, o en el sensacionalismo de los milagros. La reencarnación no soluciona nada. La única garantía de salvación consiste en convertirse aquí y ahora. Cristo es el único resucitado de entre los muertos. Es el Cristo de la Pascua, que eternamente joven, abraza nuestra historia desde el más acá, para proyectarla luminosamente hacia el más allá. 50 San Agustín de Hipona, Sermón 33A,4; trad. en: Obras de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1981, t. VII, pp. 501-502 (BAC 53). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. DOMINGO 27 «En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa?”. No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después?”. ¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”» Lc 17,5-10 «Lo mismo ustedes: Cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos unos pobres servidores”. ¿Lo mismo ustedes? Pero, ¿dónde está el punto de semejanza? ¿No hay, más bien, diferencia? ¡Y qué diferencia! ¿Debe el hombre a Dios el mismo servicio que a un hombre? Evidentemente que no. La relación de las situaciones no es la misma; la fuente de obligación es diferente; el compromiso de la persona es muy distinto. Dios ha hecho existir al hombre; le ha dado la vida; le ha concedido el conocimiento; le ha regalado el tiempo, repartido en períodos con miras a la gloria. Además, Dios ha hecho al hombre criatura abierta al honor; lo ha colocado a la cabeza de los vivientes. Le ha hecho señor de la tierra entera según las leyes y tiempos por Él determinados. Como perdió estos grandes dones originales, Dios se los ha devuelto ampliándolos hasta lo divino y elevándolos hasta el cielo: de este hombre, a quien entregó la tierra como su morada, ha hecho un ciudadano del cielo... Así, en esta nueva situación, asegurada ya para el porvenir podrá guardar todo lo que su incierta libertad perdió. Libre de este modo el hombre ante el universo, sólo tendrá que servir a Dios. Este servicio que el hombre debe al autor de su primera condición humana y de su misma existencia, lo debe ahora, según san Pablo, porque Dios lo ha rescatado, le ha adquirido para sí. “Han sido rescatados, dice e1 Apóstol, a buen precio, no se hagan esclavos de los hombres” (1 Co 7,23)»51. ¿SERVIDORES INÚTILES? ¿Qué podemos “añadir” nosotros los hombres a un Dios todopoderoso, que al hacerse hombre optó por el servicio? Tal vez nos ayude hacer memoria de la escena de la Última Cena, cuando Jesús, ciñéndose una toalla a la cintura, comenzó como lo hacían los esclavos de su época, a lavar los pies a los Apóstoles. 51 San Pedro Crisólogo, Sermón 161,1-2; ed. Scriptores circa Ambrosium, 3, Milano-Roma 1997, p. 226. La vida de Pedro, arzobispo de Ravena (Italia), llamado Crisólogo (= Palabra de oro) desde el siglo IX, permanece bastante oscura. Nació en Imola hacia 380. Entre 425 y 429, con seguridad antes de 431, fue nombrado metropolita de Ravena. En 445 asistió al fallecimiento de Germán de Auxerre. Tres o cuatro años después escribió a Eutiques (+ 454?), archimandrita de Constantinopla, que había acudido a él después de su condena por parte de Flaviano (+ 449), y lo invitó a someterse a las decisiones del papa León Magno (440-461). Falleció entre 449 y 458, probablemente el 3 de diciembre de 450, tal vez en Imola. Se le atribuyen actualmente una Carta y unos ciento ochenta y tres Sermones. ¡En ese momento nació la autoridad interpretada como servicio! Cuenta una antigua historia, que un obispo que visitó un monasterio y preguntó cuál era el hermano más servicial. El Superior le presentó a un joven novicio, que enseguida se puso a lavarle los pies y a servirle la mesa. Cuando terminó de comer, el obispo llamó al joven, y lo invitó a sentarse en su lugar, y se puso él a su vez a lavarle los pies y a servirle la mesa. El joven aceptó este gesto con toda naturalidad. Y al final, el obispo lo felicitó por servir y por dejarse servir. Es que el servicio está íntimamente vinculado con el amor. Cristo, el servidor sufriente, no tuvo empacho en servirnos, y nos invita a que, desde la libertad, nos pongamos a disposición de nuestros hermanos. DOMINGO 28 «Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan, a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un Samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”» Lc 17,11-19 «El Apóstol nos propone la ciencia del agradecimiento. Recuerden lo que hemos oído en la lectura evangélica: cómo el Señor Jesús alaba al agradecido, reprueba a los ingratos, limpios en la piel, pero leprosos en el corazón. ¿Qué dice el Apóstol? Es palabra fiel y digna de todo crédito. ¿De qué palabra se trata? Que Jesucristo vino al mundo. ¿Para qué? Para salvar a los pecadores. ¿Qué dices de ti? El primero de los cuales soy yo52. Quien dice: “No soy pecador?”, o: “No lo fui” es ingrato para con el Salvador. No hay hombre de esta masa de los mortales que proceden de Adán, no hay absolutamente ninguno, que no esté enfermo; ninguno está sano sin la gracia de Cristo... No pierdan la esperanza. Si están enfermos, acérquense a él y reciban la curación; si están ciegos, acérquense a él y sean iluminados. Los que están sanos, denle gracias, y los que están enfermos corran a él para que los sane; digan todos: “Vengan, adorémosle, postrémonos ante él y lloremos en presencia del Señor, que nos hizo” (Sal 94,6) no sólo hombres, sino también hombres salvados. Pues si él nos hizo hombres y la salvación, en cambio, fue obra nuestra, algo hicimos nosotros mejor que él. En efecto, mejor es un hombre salvado que un cualquiera. Si, pues, Dios te hizo hombre y tú te hiciste bueno, tu obra es superior. No te pongas por encima de Dios; sométete a él, adórale, póstrate ante él, confiesa a quien te hizo, pues nadie re-crea sino quien crea, ni nadie re-hace sino quien hizo. Esto mismo se dice en otro salmo: “Él nos hizo y no nosotros mismos” (Sal 99,3). Ciertamente, cuando él te hizo nada podías hacer tú; pero ahora que ya existes, también tú puedes hacer algo: correr hacia el médico, que está en todas partes, e implorarle. Y para que le implores, ha despertado tu corazón; don suyo es el que puedas implorarle: “Dios es quien obra en nosotros el querer y el obrar según la buena voluntad” (Flp 2,13), porque para que tuvieras buena voluntad, te precedió su llamada. Clama: “Dios mío; su misericordia me prevendrá” (Sal 58,11). Su misericordia te previene para que existas, sientas, escuches y consientas. Te previene en todo; prevén también tú en algo su ira. “¿En qué, dices, en qué?”. Confiesa que todo el bien que tienes procede de Dios y de ti todo el mal. No le desprecies alabándote a ti en tus bienes, ni le acuses en tus males excusándote a ti: en esto consiste la auténtica confesión»53. 52 Todos los textos precedentes en cursiva son cita de 1 Tm 1,15. 53 San Agustín de Hipona, Sermón 176,2. 5; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1983, t. XXIII, pp. 718 y 722-723 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. LA MEMORIA DEL CORAZÓN Un conocido maestro de la medicina, de raigambre humanista y cristiana, honraba en su clase inaugural de cada año, a sus antecesores en la cátedra, y repetía a los alumnos esta frase: “El agradecimiento es la memoria del corazón”. En el relato evangélico de los diez leprosos, Jesús se compadece y cura a estos enfermos, que podríamos asociar con los que padecen hoy el terrible flagelo de Sida. Sólo un samaritano, que pertenecía a una etnia religiosa despreciada por los judíos de su tiempo, regresa a agradecerle. Era un pecador que no había perdido lo que los antiguos llamaban: la “memoria de Dios”. Nosotros los hombres, podemos en asuntos materiales y espirituales, ser desmemoriados e ingratos con quienes nos dieron una mano. Pero, con asombro y algo de vergüenza, comprobamos que después de años y distancias, siguen existiendo personas que se acercan a darnos una lección de gratitud. No olvidemos nunca que la Eucaristía es el gran memorial de acción de gracias del Hijo al Padre en el Espíritu. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. El Sermón 176 fue pronunciado el año 414. DOMINGO 29 «En aquel tiempo Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: “En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario’. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme’”. Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”» Lc 18,1-8 «¿Cómo podría Dios negar algo a la oración que se eleva hacia él en espíritu y en verdad, cuando él mismo la ha exigido? ¡Hemos leído y oído tantos testimonios verídicos de su eficacia! La oración antigua era capaz de librar del fuego, de las fieras y del hambre; y eso que no había recibido la forma que le dio Cristo. Por consiguiente, la eficacia de la oración cristiana ha de ser mucho mayor. Ella no envía ángeles que apaguen las llamas, ni mantiene cerradas las fauces de los leones, ni trae pan a los hambrientos, ni suprime ninguna impresión de los sentidos por un don de la gracia; sino que enseña paciencia a los que experimentan dolor y concede la fe que hace comprender lo que el Señor reserva a los que sufren por el nombre de Dios. (...) Solamente la oración puede vencer a Dios. Cristo ha querido que sea impotente para causar mal, pero todopoderosa para lograr el bien... Toda criatura ora. Los animales domésticos y las bestias salvajes oran y doblan sus rodillas. Cuando salen de sus establos o de sus madrigueras, no en vano hacen resonar el aire con sus voces. Los mismos pájaros que vuelan por el cielo extienden sus alas en forma de cruz y musitan algo que se parece a una oración. ¿Qué más se puede decir en alabanza de la oración? El mismo Señor oró. A él el honor y el poder por los siglos de los siglos»54. LA VIOLENCIA DE LOS PACÍFICOS Hoy en día se podrían relatar numerosas historias de jueces y de juicios, precisamente no ejemplares. La interminable bibliografía cotidiana, alimenta nuestros recelos y suspicacias. Las víctimas de la injusticia, esperando contra toda esperanza y con paciente valentía, 54 Tertuliano, Tratado sobre la oración, 29,1. 2. 4; ed. en: Fuentes Patrísticas, 18, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2006, pp..354 ss. (trad. en Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1972, U 13). Quinto Septimio Florencio Tertuliano nació en Cartago alrededor del año 155. Su padre era centurión de la cohorte proconsular. Ambos progenitores eran paganos. Procuraron a Tertuliano una sólida formación cultural, que le permitió hablar y escribir no sólo el latín sino también el griego. Contrajo matrimonio y no llevó una vida demasiado edificante hasta el momento de su conversión, en la que debe haber influido no poco el ejemplo de los mártires cristianos. Pareciera haber recibido el bautismo entre los años 193-195, casi con toda seguridad antes del 197. Inmediatamente puso todo su talento y cultura jurídica, literaria y filosófica al servicio del cristianismo. San Jerónimo afirma que floreció como escritor entre los años 193-217. Sostiene asimismo que era presbítero. Nada más sabemos de Tertuliano después del 220, fecha en que parece haber compuesto su última obra. luchan para que se escuchen sus reclamos y se haga justicia con sus seres queridos. En el contexto de esta parábola, afincada en la realidad de la vida e interpretada con el evangelio en la mano, nos encontramos también con un juez injusto y con una viuda indigente, que sin darse por vencida y con insistencia exasperante, lo acosa pidiéndole justicia. Por otra parte, y en contraposición con los antivalores de la injusticia y de la insolidaridad, contemplamos al protagonista real: un Dios justo y solidario, vivamente interesado por los suyos, y siempre dispuesto a escuchar, aunque se haga esperar y tarde en responder. Pero no se trata de un Dios voluble, que cambie de opinión por nuestros reclamos y oraciones frente a situaciones desesperadas. Nada de eso. Sino que dentro de un plan misterioso, quiere templar nuestra fe, para conducirnos a una mayor comunión con él, y recordarnos que es y será siempre: ¡el defensor de las causas perdidas! Al final, la última palabra la tendrá un Dios leal, que haciendo justicia, salvará. DOMINGO 30 «En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era Fariseo y el otro, publicano. El Fariseo, de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas’. En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”» Lc 18,9-14 «Si uno es pecador, no es humildad reconocerlo. Existe sin embargo humildad cuando quien tiene conciencia de haber realizado grandes cosas no por ello concibe una alta idea de sí mismo... En esto consiste la humildad: a pesar de la grandeza de nuestros actos, estimarnos en poco en nuestro espíritu. Sin embargo Dios, por razón de su inefable amor a los hombres, no sólo acepta al que se humilla de esta manera, sino también a los que confiesan francamente sus faltas, y se muestra favorable y benévolo con los que tienen tal disposición. Para que te des cuenta de lo bueno que es no tener una alta idea de sí mismo, represéntate dos carros. Engancha a uno la virtud y el orgullo, al otro el pecado y la humildad. Verás que el tiro del pecado adelanta al de la virtud, no precisamente por su propio poder, sino por la fuerza de la humildad que le acompaña, y aquella se queda atrás no por la debilidad de la virtud, sino por el peso y la enormidad del orgullo. En efecto, así como la humildad, gracias a su inmensa fuerza de elevación, triunfa de la pesadez del pecado y es la primera en subir al cielo, así el orgullo, por razón de su gran peso y de su enormidad consigue prevalecer sobre la agilidad de la virtud y arrastrarla hacia abajo. (...) El fariseo presentó su justicia, sus ayunos y sus diezmos, mientras que el publicano solamente decía palabras y quedó descargado de sus pecados. Y es que Dios no había escuchado únicamente las palabras, había visto también el corazón del que las decía, y hallándolo humilde y contrito, le concedió su misericordia y su amor»55. BAJO PERFIL Cuenta una antigua historia, que un ángel de Dios le hizo ver de un pantallazo a un piadoso monje, todas las pruebas, tentaciones y dificultades que le esperaban en la vida. Espantado por el espectáculo, el monje le preguntó: “¿cómo haré entonces para 55 San Juan Crisóstomo, Sobre la incomprensibilidad de Dios, V,6-7; SCh, 28bis, 1970, pp. 512-517 (trad. en Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, D32). San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI. superarlas?”. El ángel le respondió: “sólo practicando la humildad alcanzarás la salvación”. En un mundo poco evangélico, soberbio y autosuficiente, no resulta fácil oír hablar de la humildad. Se la confunde con el apocamiento y la minusvaloración. A pesar de todo, en la conciencia colectiva, sigue presente, y se busca traducirla con el término bajo perfil. Otro tanto ocurre con el concepto de pecado. Se lo confunde con un falso complejo de culpa fácilmente extirpable con un tratamiento psicológico. La parábola del fariseo y del publicano nos habla de un fariseo rebosante de su propio yo, que se compara y juzga al hermano, dando gracias por no ser pecador como los demás. Por el contrario, el publicano, un pecador abrumado por sus miserias, recurre a la misericordia del Dios de los desesperados. ¿Qué ha hecho de malo el fariseo y qué ha hecho de bueno el publicano para reparar sus culpas? Jesús no responde a estas preguntas. Dice sencillamente: ¡así juzga Dios! “Un Dios que no retribuye sino que regala”. DOMINGO 31 «En aquel tiempo Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a una higuera para poder verlo, porque iba a pasar por allí. al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: ‘Se ha ido a alojar en casa de un pecador’. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: ‘Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más’. Y Jesús le dijo: Hoy la llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”» Lc 19,1-10 «¿Qué querrá decir el hecho de que la Escritura no da la estatura de ningún otro, sino la de éste: porque era pequeño de estatura? Examina a ver si tal vez era pequeño en malicia o de muy poca estatura en la fe, porque, cuando decidió subirse (al sicómoro), nada había prometido todavía, aún no había visto a Cristo, y por eso entonces era pequeño... (...) Zaqueo, mientras estuvo confundido entre la gente, no vio a Cristo; pero cuando se elevó sobre la multitud, le vio, con lo que nos indica que, cuando trascendió la ignorancia propia del hombre, mereció ver al que deseaba. Vio, pues, a Zaqueo, en lo alto; y es que, por la elevación de su fe, sobresalía entre los frutos de las nuevas obras, a la manera que el fruto maduro brota en lo alto de un árbol fecundo... Zaqueo en el sicómoro es esa figura del fruto nuevo del nuevo tiempo; en él se realiza aquello de que la higuera produjo sus primeros frutos (Ct 2,13). Esta es, pues, la misión de Cristo: que de los árboles nazcan no frutos, sino hombres. En otro lugar hemos leído: “Cuando estabas bajo la higuera, Yo te vi” (Jn 1,48). Natanael estaba bajo el árbol, es decir, sobre la raíz, porque era justo -y la raíz es santa (Rm 11,16)-, en otras palabras, Natanael estaba bajo el árbol porque militaba bajo la Ley, Zaqueo, por el contrario, estaba sobre el árbol, ya que había sido constituido sobre la Ley; (...) el primero buscaba todavía a Cristo en la Ley; el segundo, militando ya sobre la ley, abandonaba sus bienes y seguía al Señor?» 56. DEFENSOR DE CAUSAS PERDIDAS Cristo visita a la humanidad en la persona de Zaqueo, y siempre que encuentra la puerta de un corazón dispuesto a recibirlo, ingresa como palabra de salvación. 56 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 8,87-90 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 526-527 [BAC 257]). San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió la ordenación episcopal, probablemente, el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Fue un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia. No importa que la casa esté deteriorada y en malas condiciones; lo que interesa es que la puerta esté abierta y el corazón dispuesto a la acogida. El Prólogo del evangelio de Juan nos reprocha “que vino a los suyos, y los suyos no lo recibieron”. Jesús en la parábola de Zaqueo, no responde a una invitación, sino que él mismo toma la iniciativa, y esto se ha venido repitiendo de manera semejante en la historia de la salvación. Nosotros también muchas veces por curiosidad o necesidad, buscamos acercarnos para verlo. Pero él nos gana de mano y se nos anticipa. Claro está: su visita nos comprometerá y nos impulsará a poner la casa en orden, convirtiéndonos de corazón. Se cuenta que vinieron a denunciarle a un anciano ermitaño, que un joven hermano, recibía a una mujer y mantenía relaciones con ella; y le pidieron que los acompañara para sorprenderlo pecando. Al entrar en la ermita, el anciano intuyó que el joven había escondido a la mujer en una gran tinaja. Entonces, disimuladamente, se sentó sobre la tapa de la tinaja, y comenzó a retar a los otros hermanos por haber actuado con tan poco espíritu de caridad. Luego que se retiraron cabizbajos, y ya a solas con el avergonzado joven, le dijo al despedirse: “Hermano, cuídate de no escandalizar a tus hermanos, y no vuelvas a pecar”. DOMINGO 32 «En aquel tiempo se le acercaron a Jesús algunos Saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?”. Jesús les respondió: “En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo del futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él”» Lc 20, 27-38 «Nuestro Señor y Maestro respondiendo a los saduceos que niegan la resurrección y por eso deshonran a Dios y falsifican la Ley, al mismo tiempo les reveló a resurrección y les manifestó a Dios... Mediante esto les hizo manifiesto que aquel que había hablado a Moisés desde la zarza, y se había revelado el Dios de los padres, él mismo es el Dios de los vivientes. ¿Y quién puede ser Dios de los que viven, sino aquel que es Dios sobre el cual no hay ningún otro Dios? (...) Luego el mismo Dios viviente que adoraron los profetas, es el Dios de los vivientes, y es su mismo Verbo el que habló a Moisés, que reprendió a los saduceos y que dio la resurrección: éste es aquel que a aquellos enceguecidos reveló al mismo tiempo la resurrección y Dios. Porque si no es Dios de muertos sino de vivos, entonces se dice que es también el Dios de los padres que durmieron, y no perecieron sino que sin duda viven en Dios, siendo hijos de la resurrección. Pues el mismo Señor nuestro es la resurrección, según nos dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25). Y los patriarcas son sus hijos, pues el profeta ha dicho: “En lugar de tus padres, son tus hijos” (Sal 44,17)57. Luego el mismo Cristo es, con el Padre, Dios de los vivientes, el que habló a Moisés, el que se manifestó a los padres?»58. 57 San “Ireneo interpreta este pasaje, en el contexto de que el Verbo (encarnado) que de los antiguos padres ha tomado su ascendencia, por su resurrección se ha manifestado padre para ellos. Cristo es, en su humanidad, hijo de los patriarcas; por su divinidad (como Verbo) se muestra su padre, es decir el autor de la vida” (nota de C. I. González, p. 304, en la obra citada en la nota siguiente). 58 Ireneo de Lyon, Contra los herejes, IV,5,2 (trad. de Carlos Ignacio González, SJ, en San Ireneo de Lyon. Contra los Herejes. Exposición y refutación de la falsa gnosis, Lima, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2000, pp. 303-304 [Revista Teológica Límense. Vol. 34 – N° 1/2]). Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre los años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Es hacia el año 177 cuando las iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma (174-189?). Es una epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino) en la sede episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una carta suya al papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a mediados del pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años 178-195. MÁS FUERTE QUE LA MUERTE Todos los hombres estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios que es Amor. De ese amor brota la vocación a la vida«. Todos, sin límites de tiempo ni de espacio, hemos sido invitados a celebrar la vida y a compartirla con él. El amor no hace buenas migas con la muerte; lucha con ella y un día acabará por derrotarla, porque que el amor es más fuerte que la muerte. Sin embargo, para que esto suceda, será antes necesario, morir de amor, como ocurrió con el Señor Jesús. En una sala de una clínica estaban agonizando dos madres de familia: una joven y anciana la otra. Las dos enfrentadas a una misma realidad inevitable: la muerte. La pobre joven, murió rechazándola hasta las últimos momentos. La anciana, la aceptó serenamente, en comunión y participación de amor con el Cristo crucificado. Dios es un Dios de vivientes, no es un Dios de muertos. Él, al amarnos en su Hijo, nos ha convertido en hijos de la inmortalidad. Por tanto todo amor en la tierra, forjado en la fe, es como llamarada divina, que no se pierde sino que se transforma. Más allá del horizonte, y luego de “un cuarto intermedio” en el más acá, se dará el reencuentro definitivo con nuestros seres queridos, en continuidad con lo vivido aquí en el planeta tierra, pero ahora ya como hijos de la resurrección. En otra longitud de onda, la mirada amorosa de Dios, lo abarcará y lo colmará todo, trascendiendo y superando nuestras limitadas categorías mentales y nuestros interrogantes más dramáticos. DOMINGO 33 «En aquel tiempo como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a suceder?”. Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: ‘Soy yo’, y también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”. Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo. Pero antes de todo, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán antes reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán presentar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas”» Lc 21,5-19 «Como oyendo estas cosas tan terribles podían turbarse los corazones de los débiles, por eso también se agrega el consuelo. (...) Como si claramente el Señor dijera a sus miembros débiles: “No se asusten, no teman; ustedes van a la lucha, pero yo combato; ustedes dicen palabras, pero yo hablo”. (...) Pero, como son cosas duras estas que se predicen de la aflicción de la muerte, en seguida se agrega el consuelo del gozo de la resurrección, diciendo: “Ni un cabello de sus cabezas se perderá”. Sabemos, hermanos, que, cuando se corta la carne, duele, y que, cuando se corta el cabello, no duele. Por consiguiente, cuando dice a sus mártires: “Ni un cabello de sus cabezas se perderá”, es como decirles claramente: “¿Por qué temen que se pierda lo que, cortado, duele, cuando no se perderá lo que, cortado, no duele?”. Prosigue: “Mediante la paciencia poseerán sus almas”. La posesión del alma se atribuye a la virtud de la paciencia, porque la paciencia es raíz y guardiana de todas las virtudes. Ahora bien, la paciencia consiste en soportar ecuánimes el mal que nos causan los otros y no murmurar queja alguna contra quien nos hace mal; porque quien sobrelleva el mal que le causa el prójimo, pero de modo que interiormente se queja y aguarda el tiempo oportuno para devolverle, este tal no tiene paciencia, sino que la aparenta pues escrito está: “La caridad es paciente, es benigna” (1 Co 13,4); porque es paciente para tolerar los males ajenos, y es benigna para amar a los mismos a quienes soporta. Por eso dice la misma Verdad: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen y oren por los que los persiguen y calumnian” (Mt 5,44). De manera que, ante los hombres, esta virtud consiste en soportar a los enemigos; pero ante Dios, en amarlos; porque Dios sólo acepta el sacrificio que ante sus ojos enciende la llama de la caridad en el altar de las buenas obras»59. TIEMPOS DE CRISIS En esta época de crisis a todo nivel, emergen a diestra y siniestra profetas de calamidades, que acentúan la angustia y la desesperanza del pueblo. Asociado al momento de incertidumbre que atraviesa la humanidad, surgen curiosamente en algunos ambientes cristianos “practicantes”, una avalancha de vaticinios y predicciones de acontecimientos extraordinarios, que acentúan el pánico y el temor. Todo esto en gran parte, es consecuencia de una falta de encuentro regular, amoroso y confiado, con el sacramento de la palabra de Dios. Se pretende llenar este vacío de formación espiritual, con anuncios apocalípticos, sacados fuera del contexto y del mensaje global de la Escritura. Porque: “Así habla el Señor, el Santo de Israel: En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes; en la serenidad y la confianza está su fuerza” (Is 30,15). Es precisamente en estos tiempos, en que tenemos que mantener la serenidad y la calma. La vida es demasiado seria para dramatizarla aún más. Debemos ser conscientes desde nuestra fe pascual, que la última palabra la tendrá nuestro Dios, y que es un Dios que salva. Estas son situaciones en que hay que esperar contra toda esperanza. Recordando que las crisis por más largas que parezcan, son transitorias, y que deben vivirse y asumirse con una paciencia activa, apostando una vez más al Señor de la historia, que nos recuerda una vez más que: “Por la constancia salvarán sus vidas” (Lc 21,19). 59 San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,15 (35), 3.4 (trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid 1958, pp. 726-728 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval. NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO «En aquel tiempo el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes, burlándose, decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido!”. También los soldados se burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si eres el Rey de los Judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza había una inscripción: “Este es el Rey de los Judíos”. Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios?, tú que sufres la misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Él le respondió: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”» Lc 23,35-43 «El Salvador es múltiple, según lo que es necesario a cada uno: para los que tienen necesidad de alegría es la Viña (Jn 15,1); para los que tienen necesidad de entrar es la Puerta (Jn 10,7); y para los que tienen necesidad de ofrecer oraciones es el Sumo Sacerdote mediador (Hb 7,26). También es Oveja (Hch 8,32) para los que tienen pecados, para que sea degollada en favor de ellos. Se hace todo a todos (1 Co 9,22), permaneciendo siempre el mismo que es. Permaneciendo y teniendo verdaderamente la invariable dignidad de Hijo, como médico excelente y maestro compasivo, se somete a nuestras mismas debilidades. Siendo Señor en verdad y no adquiriendo el señorío por promoción, sino teniendo la dignidad de Señor por naturaleza, y no llamado Señor en forma amplia como nosotros, sino siendo Señor en verdad, por designio del Padre, domina sobre todas las obras que él mismo ha creado. Nosotros dominamos sobre hombres que tienen nuestra misma dignidad y nuestras mismas pasiones, y muchas veces sobre personas que tienen mayor edad, ya que muchas veces un patrón joven manda sobre sirvientes ancianos. Pero en Nuestro Señor Jesucristo el mandato no se presenta de esta manera, porque primero es Creador y luego Señor. Por voluntad del Padre, primero hizo todas las cosas, y después gobierna sobre las cosas hechas por él mismo»60. UN DISCURSO PROGRAMÁTICO 60 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis X,5 (trad. de L. H. Rivas en San Cirilo de Jerusalén. Catequesis, Buenos Aires, Eds. Paulinas, 1985, pp. 124-125 [Col. Orígenes cristianos, 2]). Se ignora la fecha de su nacimiento, probablemente en los años 314 ó 315. Cirilo debe haber nacido en la misma ciudad de Jerusalén o en sus alrededores. Pertenecía al clero de la diócesis de Jerusalén. En el año 343 fue ordenado presbítero por Máximo, el obispo de Jerusalén que lo hizo su colaborador. Desempeñaba su ministerio sacerdotal en la Iglesia de Jerusalén cuando en el año 348 fue elegido obispo de esa misma Iglesia. Tres veces debió abandonar su sede episcopal para marchar al destierro. La primera vez fue en el año 357, cuando un concilio reunido en Jerusalén por el obispo Acacio y compuesto por arrianos lo privó de su sede y lo envió al destierro. Nuevamente fue desterrado en el año 360, pero también por poco tiempo. En el año 367 lo desterró el emperador Valente, y esta vez su alejamiento se prolongó por unos once años, regresando a Jerusalén recién en el año 378. Después del retorno de su último destierro participó en el Segundo Concilio Ecuménico, el II de Constantinopla. Murió en su sede en el año 386. Tanto la Iglesia de Oriente como la de Occidente celebran su fiesta el 18 de marzo, que es el día de su fallecimiento. Además de las Catequesis, su obra principal, se conservan una carta al emperador Constancio y una homilía sobre el paralítico de Juan 5 (Rivas, op. cit., pp. 5-6). La realeza hoy en día no goza de mucho prestigio y no tiene demasiados seguidores. Entonces, ¿qué significado guarda para nosotros, la fiesta de Cristo Rey, que la iglesia celebra con tanta solemnidad, al concluir cada año litúrgico? Debemos ser sinceros en reconocer que el término rey, todavía nos recuerda épocas pretéritas, en la que la monarquía se ejercía con un poder absoluto, entre pompas y circunstancias. Pero para nosotros los cristianos, adquiere otro significado y resonancia. La realeza de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, está en función de hombres libres, y al servicio del amor. Tanto es así, que desde antiguo, venimos repitiendo el conocido dicho: “servir es reinar”. Sin embargo, el poder y la gloria de Cristo, el Hijo de Dios, se manifiesta prioritariamente, en su autoridad para perdonar el pecado del hombre y en la promesa de garantizarle la participación en su reinado. De este modo, en el evangelio de Lucas, entronizado en el leño de la Cruz, Jesús da a conocer en su “discurso programático”, que ha venido al mundo sólo para aquellos que no se consideran dignos del Reino. La Iglesia es el cuerpo de Jesucristo, y los autosuficientes rechazan y se escandalizan ante el misterio de la encarnación. Sólo un ladrón reconoció en este hombre crucificado a su lado, al Señor de la Gloria.