Jesús dijo a sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en

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DOMINGOS
CICLO “C”
ADVIENTO
DOMINGO 1º
«Jesús dijo a sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y
en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la
angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los
hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que
sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces
se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de
gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la
cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de
no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las
preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso
sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los
hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente,
para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán
comparecer seguros ante del Hijo del hombre”» Lc 21,25-28. 34-36
«... Ningún hombre vio ni conoció a Dios, sino que fue Él mismo quien se
manifestó. Ahora bien, se manifestó por la fe, única a quien se le concede ver a
Dios. Y, en efecto, aquel Dios, que es Dueño soberano y Artífice del universo, el
que creó todas las cosas y las distinguió según su orden, no sólo se mostró
benigno con el hombre, sino también paciente. En verdad, Él siempre fue tal y lo
sigue siendo y lo será, a saber: clemente y bueno y manso y veraz; es más: sólo
Él es bueno. Y habiendo concebido un grande e inefable designio, lo comunicó
sólo con su Hijo. Ahora bien, en tanto mantenía en secreto y se guardaba su
sabio consejo, parecía que no se cuidaba y que nada se le importaba de nosotros;
pero cuando nos lo reveló por medio de su Hijo amado y nos manifestó lo que
tenía preparado desde el principio, todo nos lo dio juntamente; no sólo tener
parte en su beneficio, sino ver y entender cosas cuales nadie de nosotros hubiera
jamás esperado.
... Así, pues, habiéndonos Dios convencido en el tiempo pasado de la
imposibilidad, por parte de nuestra naturaleza, para alcanzar la vida, y
habiéndonos mostrado ahora al Salvador que puede salvar aun lo imposible, por
ambos lados quiso que tuviéramos fe en su bondad y le miráramos como a
nuestro sustentador, padre, maestro, consejero, médico, inteligencia, luz, honor,
gloria, fuerza, vida, y no andemos preocupados por el vestido y la comida»1.
“¡DIME A QUIÉN ESPERAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES!”
1
Carta a Diogneto, VIII,5-11. IX,6. Esta obra de autor anónimo, perteneciente tal vez a los medios alejandrinos
puede ubicarse a fines del siglo II, o bien -según ciertos estudiosos- a inicios del III. No se sabe quién sea el tal
Diogneto, y puede pensarse que incluso se trate de una ficción, a la cual recurre el autor para escribir esta apología
del cristianismo. La obra fue hallada en Constantinopla el año 1436. Formaba parte de un manuscrito designado con
la letra F, que contenía cinco textos erróneamente atribuidos a san Justino, entre ellos figuraba la epístola A Diogneto.
El Adviento es el tiempo en que nos preparamos con corazón pobre y
disponible, al nacimiento y a la llegada de Jesús el Salvador. Se
prolonga durante cuatro semanas impregnadas de esperanza, de una
esperanza activa, que será siempre la pasión por lo posible.
En nuestras tierras, el Adviento nos visita al final de la primavera e
inicios del verano, con un trasfondo de flores, de perfumes y de
rumor de pájaros, que prestan el marco adecuado para celebrar en
la alegría, una verdadera liturgia de la vida
Cuando todos los valores parecen derrumbarse en nuestro mundo y
la gente se siente atenaceada por la angustia e invadida por la
depresión, se escucha desde la fe una reiterada promesa de vida:
“Cuando sucedan estas cosas, alcen la cabeza, que la salvación esta
cerca”.
Pero ¿cómo estar preparados para discernir este sacramento de
salvación que es la celebración de la Navidad, en medio del cotillón y
del estrépito de una sociedad capitalista, que le propone al hombre
antivalores que lo deshumaniza?
Estar preparados, no significa andar en permanente búsqueda de
señales o acontecimientos extraordinarios. Supone estar despiertos
y lúcidos, para poder interpretar los signos de los tiempos que se
suceden en el gran teatro del mundo, sin dejarnos seducir por el
torbellino de las emociones y de los sentimientos egoístas, que
pretenden apropiarse de nuestros corazones.
Tenemos hoy que preguntarnos si todavía esperamos a Alguien que
pueda cambiar nuestra, como cambia la vida de una familia, al nacer
un niño. Este Niño Dios podrá también cambiar la nuestra, siempre
que estemos dispuestos a dejárnosla cambiar.
DOMINGO 2º
«El año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, cuando
Poncio Pilato gobernaba la Judea, siendo Herodes tetrarca de
Galilea, su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide, y
Lisanias tetrarca de Abilene, bajo el Pontificado de Anás y Caifás,
Dios dirigió su palabra a Juan, hijo de Zacarías, que estaba en el
desierto. Éste comenzó entonces a recorrer toda la región del río
Jordán, anunciando un bautismo de conversión para el perdón de
los pecados, como está escrito en el libro del profeta Isaías: “Una
voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus
senderos. Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas
serán aplanadas. Serán enderezados los senderos sinuosos y
nivelados los caminos desparejos. Entonces, todos los hombres
verán la Salvación de Dios”» Lc 3,1-6
«... El Señor quiere encontrar una senda por donde pueda entrar en sus
corazones y caminar por ellos. Prepárenle este camino del que se ha dicho:
allanen sus senderos. La voz clama: En el desierto preparen el camino. Esta voz
llega primeramente a los oídos y luego con ella la palabra penetra el
entendimiento. En este sentido fue Cristo anunciado por Juan.
... ¿Qué camino vamos a abrirle al Señor? ¿Es un camino material? Pero, ¿acaso
la Palabra de Dios puede servirse de tal camino? ¿No sería necesario más bien
preparar al Señor un camino interior y trazar en nuestro corazón sendas
derechas y seguidas? Sí, ese es el camino por el cual entra la Palabra de Dios
para instalarse en el corazón humano capaz de recibirla.
¡Qué grande es el corazón del hombre! ¡Qué anchura y qué capacidad, con tal
que sea puro! ¿Quieres conocer su grandeza y su amplitud? Fíjate en la
extensión de los conocimientos divinos que abarca...
Por consiguiente, si el corazón no es pequeño y si puede abarcar tantas cosas,
se puede preparar en él un camino al Señor y trazar una senda derecha por
donde camine la Palabra, la Sabiduría de Dios. Prepara un camino al Señor por
medio de una buena conciencia, allana la senda para que el Verbo de Dios
marche por ti sin tropiezos y te conceda el conocimiento de sus misterios y de su
venida»2.
ACERCA DE LA CONVERSIÓN
Juan el Precursor fue un auténtico “fronterizo”. Pasó su vida en la
frontera del desierto, en los límites con la Palestina, al borde del río
Jordán, y viviendo en una geografía espiritual. Desde ella bautizaba
y llamaba con insistencia a la conversión del corazón.
Pero ¿qué es la conversión del corazón? La conversión es un viaje de
vuelta, un permanente retomar el seguimiento de Cristo.
2
Orígenes, Homilía 21 sobre san Lucas; PG 13,1855-1856 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo,
Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, A 21). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido
de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. En torno al 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el
obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante
la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos
sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los
escritores de lengua griega. Su producción literaria es muy abundante.
Muchos piensan ingenuamente que uno se convierte por “decreto
ley” de “necesidad y urgencia”, y de una vez para todas. No sucede
siempre así.
Tenemos que tener en cuenta que la conversión es una gracia que
Dios nos regala. El desearla, el pedirla, y el recibirla es pura
gratuidad. Porque Dios no retribuye sino regala.
El espíritu de conversión, lo necesitamos todos cada día. No
podemos guardarlo celosamente como quien compra un paquete de
yerba.
Convertirnos significa volver cada mañana a empezar a practicar las
virtudes y a combatir los vicios de nuestra débil naturaleza humana.
Pero todo esto, en un clima navideño de alegre expectativa, como
cuando preparamos la fiesta en la que recibiremos la visita de
nuestro mejor amigo.
DOMINGO 3º
«Dios dirigió su palabra a Juan Bautista, el hijo de Zacarías, que
estaba en el desierto. Este comenzó entonces a recorrer toda la
región del río Jordán, anunciando un bautismo de conversión para
el perdón de los pecados. La gente le preguntaba: “¿Qué debemos
hacer entonces?”. El les respondía: “El que tenga dos túnicas, dé
una al que no tiene; y el que tenga qué comer, haga otro tanto”.
Algunos publicanos vinieron también a hacerse bautizar y le
preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos hacer?”. Él les respondió:
“No exijan más de lo estipulado”. A su vez, unos soldados le
preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les
respondió: “No extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y
conténtense con su sueldo”. Como el pueblo estaba a la expectativa
y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la
palabra y les dijo: “Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es
más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la
correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el
fuego. Tiene en su mano la horquilla para limpiar su era y recoger
el trigo en su granero. Pero consumirá la paja en el fuego
inextinguible”. Y por medio de muchas otras exhortaciones,
anunciaba al pueblo la Buena Noticia» Lc 3,2b-3.10-18
«Vino la Palabra, para que San Juan Bautista predicase la penitencia. Y de este
hecho muchos aplican a san Juan la figura de la Ley, porque la Ley ha podido
denunciar el pecado, pero no perdonarlo; pues la Ley, a los que van por los
caminos de los gentiles, los aparta del error, los preserva del crimen, les
aconseja la penitencia, para que consigan la gracia. Luego la Ley y los Profetas
han durado hasta Juan (Lc 16,16), y Juan es el Precursor de Cristo. Así la Ley
anuncia a la Iglesia, como la penitencia a la gracia. Bien ha hecho san Lucas en
ser breve para proclamar a Juan como profeta, al decir que sobre él descendió la
palabra de Dios, sin añadir otra cosa: pues no hay ninguna necesidad de traer
pruebas de uno mismo cuando abunda en él la palabra de Dios. No ha dicho
más que una palabra que lo explica todo»3.
PROFETA DE VERDADES
Juan el Precursor fue un auténtico “fronterizo”. Pasó su vida en la
frontera del desierto, en los límites con la Palestina, al borde del río
Jordán, y configurando una geografía espiritual. Desde ella
bautizaba y llamaba con insistencia a la conversión del corazón.
Pero Juan el Bautista fue también un hombre humilde, y por eso fue
un hombre veraz. Era la voz del que proclamaba verdades. Dijo la
verdad sobre Cristo, la verdad sobre él mismo, y les dijo la verdad a
los hombres necesitados de ella. ¡Y esto le costó la cabeza!
3
San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, II,68; trad. en: Obras de san Ambrosio, I, Madrid
1966, pp. 125-126 (BAC 257). San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera
política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para
ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el
01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente
dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
Cristo en cambio fue, es y será, la Palabra de Vida, anunciada a una
humanidad vocinglera, saturada con voces vacías de contenido. Él
vino a darle sentido a un mundo que había perdido la alegría de la
esperanza.
Por eso, el tema de la Buena Noticia impregna el tiempo del
Adviento, que está dedicado a actualizar la alegría de la salvación.
De este mensaje, fue Juan el Precursor el portavoz. Anunciando el
cambio de rumbo de la historia de la gran familia humana, que no
encontraba salida. “Oráculo del hombre de mirada penetrante, que
escucha palabras de Dios y conoce los planes del Altísimo, que
contempla visiones del Todopoderoso, en éxtasis, con los ojos
abiertos. Todavía no sucede, pero ya lo veo; no será pronto, pero ya
lo contemplo” (Nm 24, 15-17).
Cuando en un hogar se está esperando un nacimiento, todos están
atentos y contentos. Y en un clima de alegría serena y respetuosa, se
rodea y se festeja a la que está por ser madre.
De igual modo, la iglesia en los inicios de este nuevo milenio, fija la
mirada en Cristo, el esperado, y no deja de contemplar sonriente y
expectante a María, la agraciada, la tierra de Dios, la grávida de
Cristo.
DOMINGO 4º
«Durante su embarazo, María partió y fue sin demora a un pueblo
de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a
Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría
en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres
bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti
por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte
del Señor”» Lc 1,39-45
«Veneramos a María, que devino madre, y sierva, y nube, y tálamo, y arca del
Señor. Como madre, engendró a aquél que quería nacer. Como sierva, confesó la
naturaleza y proclamó la gracia. Como nube, concibió del Espíritu Santo al que
dio a luz sin dolor. Como tálamo, en ella habitó como en cámara nupcial el Dios
Verbo. Como arca, no llevó dentro de sí la ley, sino gestó al Legislador. Por eso
digámosle: “Bendita tú entre las mujeres”, porque sólo tú curaste el sufrimiento
de Eva; sólo tú secaste las lágrimas de la que sufría; sólo tú llevaste el rescate del
mundo; a ti sola se confió el tesoro de la perla preciosa; sólo tú quedaste
preñada sin placer; sólo tú diste a luz al Emmanuel, del modo como él dispuso.
“Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1,42): un fruto,
no una semilla; una flor, no una pasión; al resplandor, no a la criatura; al que
está sentado en el trono con el Padre, no al siervo; al sol, no la arena; al que es
adorado, no a la creatura; al precio del rescate, no al deudor. “Bendita tú entre
las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre”»4.
LA REINA DEL ADVIENTO
El Adviento nos visita al final de la primavera e inicios del verano,
con un trasfondo de flores, de perfumes y de rumor de pájaros, que
prestan el marco adecuado para celebrar en la alegría, una
verdadera liturgia de la vida.
Adviento es un tiempo femenino. En las lecturas bíblicas previas a la
Navidad, desfilan distintas mujeres que se preparan a ser madres.
Algunas de edad avanzada, como Isabel; otras estériles, como las
madres de Sansón y de Samuel.
Es todo un entorno femenino, que con fragancia a jazmines
florecidos, centra la escena en la figura de María, la reina del
Adviento. Aquella que le dijo al indio Juan Diego: “Acaso, yo no soy
tu madre, ¿no soy la fuente de tu alegría?; ¿tienes necesidad de
alguna otra cosa?”.
4
Proclo de Constatinopla, Sermón V. Encomio a la Santísima Virgen y Madre de Dios, 3 (PG 65,716-721; trad. de
Carlos Ignacio González, sj, María en los Padres griegos, México, Conferencia del Episcopado Mexicano, 1993, p.
565). Proclo nació, probablemente, en Constantinopla antes del año 390, donde fue diácono y presbítero durante el
episcopado de Ático, pretendiendo tenazmente esta sede. Luego de una bastante prolongada espera, en el año 434,
finalmente pudo ver realizado su sueño. Durante su episcopado, que duró hasta el 446, Proclo trabajó de varias
maneras por extender el ámbito de la autoridad patriarcal de Constantinopla desde la Capadocia hasta el Ilírico, y en
enero del 437 hizo transportar a la capital las reliquias de Juan Crisóstomo, que había muerto en el destierro. Proclo
fue un brillante predicador, del que nos han llegado varios discursos, más de veinte, de los que tres están sólo en
traducción siríaca.
Esta dimensión femenina, le da a esta última semana una dimensión
muy especial, la de una madre que está por dar a luz. Después
vendrá el tiempo navideño, en que nuestra atención se desplazará
hacia el Niño recién nacido.
En nuestras latitudes, llegando al fin del año, un ambiente de
cansancio y nerviosismo conspira contra el espíritu del Adviento.
Tendremos que rescatar su dimensión contemplativa.
En medio de sueños, silencios y misterios, como los que vivieron
José y María, la esperanza lo madura, y lo convierte en tiempo de
acogida y de escucha receptiva al don de un Dios que salva.
NAVIDAD
NOCHEBUENA
«Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se
realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar
cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a
su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad
de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para
inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y
María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar
para ellos.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno
sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel
del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos
sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque
les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el
Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño
recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y
junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él!”» Lc 2,1-14
«El ángel anuncia al Rey nacido, y a su voz cantan acordes los coros de los
ángeles y, mutuamente regocijados, claman: Gloria a Dios en lo más alto de los
cielos y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad; porque antes de que
nuestro Redentor naciera en la carne, estábamos en desacuerdo con los ángeles,
de cuya claridad y pureza distábamos mucho, por merecerlo así la primera culpa
y nuestros diarios delitos; porque como pecando nos habíamos alejado de Dios,
los ángeles, ciudadanos de Dios, nos consideraban también como extraños a su
compañía; pero, cuando ya reconocimos a nuestro Rey, los ángeles nos
reconocieron como ciudadanos suyos, porque, habiendo tomado el Rey del cielo
la tierra de nuestra carne, la celsitud angélica ya no desprecia nuestra pequeñez:
los ángeles hacen las paces con nosotros; dejan a un lado los motivos de la
antigua discordia y respetan ya como compañeros a los que antes, por enfermos
y abyectos, habían despreciado»5.
NOCHE DE REGALOS
5
San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, I,8,2; trad. enObras de san Gregorio Magno, Madrid 1958, p.
565 (BAC 170). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572,
fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida
monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible
para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al
regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede
romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia,
hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval.
Hoy nos ha nacido un Salvador, que nos sonríe con: ¡rostro de Niño
y corazón de Dios!
La Nochebuena es la noche de los niños y de los que han venido
esperando su llegada con corazón de niños.
Es la noche de los que hemos venido preparando el pobre pesebre de
nuestro corazón. No teniendo otra cosa que ofrecerle más que pasto.
Por eso, es la noche de los pobres, que agradecen recibiendo la
salvación; porque saben que la gloria de Dios es el pobre.
Es la noche de los que vigilan despiertos, porque no pueden dormir.
De los niños de la calle, de los enfermos, de los presos, de los
desesperados y de los marginados.
Pero, sobre todo, la Nochebuena, ¡es la noche de los regalos! “¡Dime
qué regalas, y te diré quién eres!”.
Cada uno de nosotros se manifiesta por lo que regala. A Dios le pasa
lo mismo. No solo nos hace un gran regalo, sino que se nos regala en
la persona de su Hijo muy querido, que se nos presenta como un
niño envuelto en pañales y con aroma de pesebre.
Es un regalo difícil de rechazar. ¡Quién rechaza a un niño, por más
que sepa que ese Niño le cambiará la vida!
DÍA DE NAVIDAD
«Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no
se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y
el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que
la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de
llegar a ser hijos Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros
hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo
único, llena de gracia y de verdad». Jn 1,1-5.9-14
«... Esto celebramos hoy: la venida de Dios a los hombres para que nosotros nos
acerquemos a Dios o más propiamente, para que volvamos a Él, para que
despojados del hombre viejo nos revistamos del nuevo y muertos en Adán,
vivamos en Cristo. Con Cristo, también nosotros nacemos, somos también
crucificados, con Él somos sepultados y resucitamos con Él. Es menester que yo
siga el camino inverso, lleno de hermosura: porque como de las dotes más altas
proviene el dolor, del dolor dimanarán las dotes más altas. Allí donde abundó el
pecado sobreabundó la gracia (Rm 5,20) y si gustar el árbol fue nuestra
condenación ¿cuánto más no habrá de justificarnos la pasión de Cristo?
Celebramos la fiesta. No una fiesta pública, sino divina, no mundana, sino por
encima del mundo. No las cosas de nuestra enfermedad, sino las de nuestra
curación, no las de nuestra creación, sino las de nuestra restauración»6.
LUZ Y SONIDO
Cuando uno se encuentra sumergido en un ambiente oscuro, pierde
la noción de la distancia y la del tiempo. Pero al accionar la llave
eléctrica e iluminarse el recinto, todo cambia con la luz. En realidad,
nada ha cambiado, las cosas siguen siendo las mismas, pero han
adquirido una nueva dimensión.
Esto mismo se puede comprobar en los espectáculos llamados: “luz y
sonido”. Con la iluminación y comentarios vocales y musicales, se
recrean ambientes geográficos, históricos y culturales.
Todo esto resulta una vaga y pálida imagen, de lo que nos viene a
narrar en esta Navidad, el prólogo de San Juan.
El prólogo de san Juan, es un grandioso espectáculo cósmico de “luz
y de sonido”. Nos quiere hacer reinterpretar la historia de la
humanidad, desde Cristo, la Palabra encarnada y Luz del mundo.
Por eso, al celebrar el misterio de la Encarnación y al recibir su
luminoso mensaje, nuestra vida entona con vibrante tono festivo, un
cántico nuevo. Porque: “Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios, nos visita el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que
viven en tinieblas y sombras de muerte”.
6
San Gregorio de Nacianzo, Homilía 38,4; trad. en: Gregorio Nacianceno. Homilías sobre la Natividad, Madrid, Ed.
Ciudad Nueva, 1986, p. 45 (Biblioteca de patrística, 2). Gregorio nació hacia el año 330. Tras cursar brillantemente
sus estudios en Cesárea de Capadocia, en Cesárea de Palestina, Alejandría y Atenas, recibió el bautismo hacia el 358
y decidió consagrarse a la “filosofía monástica”, pero sin decidirse, contra lo que había prometido, a dejar su familia
para unirse a Basilio, con excepción de breves períodos, en los que se dedicó con su amigo al estudio de la obra de
Orígenes. Por navidades del 361 fue ordenado sacerdote por su padre; en el 372, san Basilio, como parte de su plan
de política religiosa, lo obligó a aceptar la sede episcopal de Sásima, una estación postal a la que Gregorio se negó
luego a trasladarse. El 374, tras la muerte del padre, gobierna por poco tiempo la diócesis de Nacianzo, pero se retira
en seguida a Seleucia de Isauria. Cuando a la muerte del emperador Valente (378) los nicenos cobran nuevas
esperanzas de prevalecer, la sede de Constantinopla estaba en manos de los arrianos (desde el 351); para reagrupar la
pequeña comunidad ortodoxa según la línea trazada por Basilio (que ya había fallecido) se recurre a Gregorio, que
implanta su sede en casa de un pariente (capilla de la Anástasis). Las dotes humanas y religiosas de Gregorio y los 22
memorables discursos que pronuncia durante estos años le granjean una espléndida notoriedad, no exenta sin
embargo de críticas de una y otra parte. En 381, se convocó un concilio en Constantinopla (el concilio que luego será
catalogado como segundo ecuménico). Tras la muerte repentina de Melecio, Gregorio, elegido como presidente del
concilio, mostró su desacuerdo con la fórmula de fe que se proponía. Gregorio propugnaba una declaración
inequívoca de la divinidad y de la consubstancialidad del Espíritu santo. Hubiera querido, por otra parte, satisfacer los
deseos de los occidentales que lo querían sucesor de Melecio, pero no logró sino disgustar a unos y otros. Gregorio
no tardó en comunicar con gran amargura su dimisión al emperador y, al cabo de dos años pasados en Nacianzo, hizo
elegir como obispo de esta sede a su primo Eulalio (383) y se retiró a su propiedad de Arianzo. Murió en el año 390.
SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
«Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de
la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de
costumbre, y acababa la fiesta, María y José regresaron, pero
Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta.
Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y
después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos.
Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al
tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la
Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que los
oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al
verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: “Hijo
mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te
buscábamos angustiados”. Jesús les respondió: “¿Por qué me
buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi
Padre?”. Ellos no entendieron lo que les decía. Él regresó con sus
padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas
cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y
en gracia, delante de Dios y de los hombres» Lc 2,41-52
«Cuando el Señor tenía doce años -en cuanto hombre se entiende, pues en
cuanto Dios es anterior y exterior al tiempo-, separándose de ellos, se quedó en
el templo, y discutía con los ancianos, quienes se admiraban de su doctrina.
Ellos, los padres, al regresar de Jerusalén, lo buscaron en la caravana, es decir,
en medio de aquellos con quienes caminaban; al no encontrarlo, llenos de
preocupación, volvieron a Jerusalén, donde le hallaron discutiendo en el templo
con los ancianos. Todo ello cuando tenía sólo doce años, como dije. ¿Por qué
extrañarse de ello? El Verbo de Dios nunca calla, aunque no siempre se le
escuche. Es hallado en el templo; su madre le dice: ¿Por qué nos has hecho esto?
Tu padre y yo con dolor te estábamos buscando. Y él responde: ¿No sabían que
conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Esto lo dijo porque, como
Hijo de Dios, estaba en el templo de Dios. Aquel templo, en efecto, no era de
José, sino de Dios. “He aquí, dirá alguien, que admitió no ser hijo de José”.
Pongan atención y tengan un poco más de paciencia... Cuando le dijo María: Tu
padre y yo con dolor te estábamos buscando, él contestó: ¿No sabían que
conviene que yo me ocupe de las cosas de mi Padre? Aunque era hijo de ellos,
no quería serlo en forma que excluyese el ser Hijo de Dios. Hijo de Dios, en
efecto; Hijo de Dios desde siempre, el que los creó a ellos. Hijo del hombre, en
cambio, en el tiempo, nacido de una virgen sin semen marital; a uno y otro, sin
embargo, tenía como padres. ¿Cómo lo probamos? Ya lo dijo María: Tu padre y
yo con dolor te estábamos buscando»7.
UN DIOS FAMILIERO
7
San Agustín, Sermón, 51,17; trad. en: Obras completas de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
1983, t. X, pp. 24-25 (BAC 441). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por
momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo
este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el
ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la
sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
La familia está padeciendo una grave crisis de identidad. Y la familia
cristiana, está asediada por una sociedad que como en los tiempos
de Herodes y Arquelao, desconoce o combate los genuinos valores
del humanismo cristiano.
Nos estamos olvidando de que la familia sigue siendo el espacio libre
para crecer en todos los aspectos, la célula vital de la sociedad, y el
patrimonio espiritual de la humanidad. Ésta, al ignorarla, corre
serio peligro de desencadenar un suicidio moral a escala mundial.
Frente a este momento histórico tan delicado, celebrar la fiesta de la
Sagrada Familia, significa apostar una vez más a la vigencia y
permanencia de la institución familiar como iglesia doméstica y
verdadera obra de Dios.
El Adviento nos habló de una madre embarazada, María, y de su
esposo José, que estuvo firme junto a ella. Y en la Navidad
celebramos el nacimiento de Jesús, el Hijo Dios. Hoy, la iglesia
festeja a los tres, como modelos de unión íntima con Dios y de
estrecha comunión de amor entre ellos. Todo esto vivido en el mutuo
respeto por el misterio de cada uno.
José, padre adoptivo de Jesús, hombre justo y soñador. No lo
engendró, pero lo reconoció y le otorgó identidad filial, a través de la
homilía de su vida. María, reflejo del rostro materno de Dios, que
aportó como madre la ternura de un Dios cercano que nos acaricia el
alma. Y Jesús, que obediente al proyecto del Padre, es el portador
del insondable misterio de nuestra salvación.
DOMINGO 2º DESPUÉS DE NAVIDAD
«Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no
se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y
el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que
la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de
llegar a ser hijos Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros
hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo
único, llena de gracia y de verdad» Jn 1,1-5.9-14
«El Verbo de Dios nació una vez para siempre según la carne. Pero, por su amor
a los hombres, desea nacer constantemente según el espíritu para aquellos que
le buscan. Se hace niño y se va formando en ellos al mismo tiempo que las
virtudes; se manifiesta según la capacidad del que le recibe. No es que atenúe,
por celos, la eclosión de su propia grandeza, sino que calibra y mide las
posibilidades de los que desean verle. De esta forma, el Verbo de Dios se nos
revela constantemente como más nos conviene, aunque permanece invisible
para todos a causa de la inmensidad de su misterio. Por eso el Apóstol por
excelencia, considerando el poder de este misterio, exclama sabiamente:
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos (Hb 13, 8). El Apóstol
contemplaba este misterio siempre nuevo, que la inteligencia jamás terminará
de escrutar. (...)
Es cierto que la encarnación de Dios es un misterio... ¿Cómo puede el Verbo
estar sustancialmente en la carne, si permanece enteramente unido al Padre
esencial y sustancialmente? ¿Cómo es posible que el que es enteramente Dios
por naturaleza haya podido llegar a ser hombre por naturaleza, sin desconocer
ninguna de las dos naturalezas, ni la divina por la que es Dios ni la humana por
la que es hombre? Sólo la fe puede penetrar este misterio, que permanece en el
fondo de todo lo que supera la inteligencia y desafía toda posibilidad de
expresión»8.
8
San Máximo el Confesor, Capita Theologica, 1, 8-13; PG 90,1182-1186 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, C 3). Máximo nació el 579/580 en Palestina, hijo de un
samaritano y de una esclava persa bautizados por un sacerdote de Hesfin en la región del Golán. Recibió el nombre
de Moschion y a los diez años fue encomendado al abad Pantaleón del monasterio de San Garitón, que le impuso el
nombre de Máximo y lo encaminó al estudio de Orígenes. Huyendo de Jerusalén el 614 ante la invasión persa, se
refugió en Cízico, cerca de Constantinopla, y entabló estrechas relaciones con la corte imperial. Hacia el 626
empujado por las invasiones de persas y avaros, Máximo se refugió en África. El 645 sostuvo en Cartago una disputa
pública con Pirro, de la que nos han llegado las actas transcritas por taquígrafos. Poco antes del 647 Máximo llegó a
Roma y aquí tomó parte, el 649, en el concilio Lateranense convocado por el papa Martín I en defensa de las dos
voluntades en Cristo. Volvió a Constantinopla el 653, donde fue arrestado, procesado y, el 654, condenado a exilio
LA NAVIDAD: SACRAMENTO DE SALVACIÓN
Hace pocos días oí decir a un amigo: “Llego a la Navidad con el
canasto=corazón vacío”. Y alguien le respondió: “Mejor, así Dios te
lo puede llenar”.
Es posible que Dios no lo colme con los tradicionales regalos de una
sociedad de consumo, que consume los valores morales, pero sí
puede llenarlo con una sencilla “tarjeta navideña”. La Biblia, nos
enseña que una buena palabra, vale más que el mejor regalo.
Esta tarjeta navideña, dirigida a cada uno de nosotros, está
rubricada por Dios con su Palabra hecha tinta y hecha letra. En ella
nos desea una ¡Feliz Navidad!, recordándonos entre muchas otras
cosas, que:
La Navidad es claridad. Cristo es la Luz del mundo; su Palabra todo
lo ilumina, dando sentido a nuestra vida, y las tinieblas jamás
podrán apagarla.
La Navidad es gratuidad. Dios no solamente regala, sino que se
regala en la persona de Jesús. “De su plenitud hemos recibido gracia
sobre gracia”.
La Navidad es solidaria. Porque: “La Palabra se hizo carne”, y
habitó entre nosotros manifestándose en la ternura de un niño con
corazón de Dios.
¿Cómo debemos nosotros responder a este mensaje de la Navidad?
Compartiendo lo que somos, lo que tenemos y lo que creemos.
Somos hombres y no podemos desentendernos de nuestros
hermanos, “cerrándonos a nuestra propia carne”. La iglesia debe ser
experta en humanidad.
Tenemos deseos de paz y de justicia, por lo tanto debemos luchar por
la verdad y la transparencia. La Palabra de Cristo, que es la Verdad,
ha de ser siempre nuestro gran referente.
Creemos que Cristo es el Señor de la historia, y por eso
anunciaremos, que a quienes confiesen su Nombre, se les ha
regalado el poder llegar a ser hijos de Dios.
temporal a Byzia en Tracia. El 655 murió en exilio el papa Martín I y Máximo, no contando con el apoyo de sus
sucesores los papas Eugenio y Vitaliano, sufrió un segundo proceso el 622, en el que, con su discípulo Anastasio, fue
condenado a la pena iraní de la mutilación de la lengua y de la mano derecha, por ser éstos los órganos con que se
había opuesto al edicto imperial y al monotelismo, y le fue intimado definitivamente el exilio a Lazika, en la lejana
Cólquida, a orillas del Mar Negro, donde murió acabado por los sufrimientos el 13 de agosto del mismo año 662. De
Máximo se han conservado unos 90 escritos que se suelen dividir siguiendo las etapas de su accidentada existencia.
CUARESMA
DOMINGO 1º
«Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y
fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el
demonio durante cuarenta días. No comió nada durante esos días,
y al cabo de ellos tuvo hambre. El demonio le dijo entonces: “Si tú
eres Hijo de Dios, manda a esta piedra que se convierta en pan”.
Pero Jesús le respondió: “Dice la Escritura: ‘El hombre no vive
solamente de pan’”. Luego el demonio lo llevó a un lugar más alto,
le mostró en un instante todos los reinos de la tierra y le dijo: “Te
daré todo este poder y esplendor de estos reinos, porque me han
sido entregados, y yo los doy a quien quiero. Si tú te postras
delante de mí, todo eso te pertenecerá”.
Pero Jesús le respondió: “Está escrito: ‘Adorarás al Señor, tu Dios,
y a él solo rendirás culto’”. Después el demonio lo condujo a
Jerusalén, lo puso en la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú
eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Él dará
órdenes a sus ángeles para que ellos te cuiden”. Y también: Ellos te
llevarán en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna
piedra”. Pero Jesús le respondió: “Está escrito: No tentarás al
Señor, tu Dios”. Una vez agotadas todas las formas de tentación, el
demonio se alejó de él, hasta el momento oportuno» Lc 4,1-13
«Ustedes saben, hermanos, por ser discípulos fieles de Cristo y también por
encarecéroslo a menudo en nuestras pláticas, que la humildad del Señor es la
medicina de la soberbia del hombre. El hombre no habría, en efecto, perecido de
no haberse ensoberbecido; porque, como dice la Escritura, la soberbia es
principio de todo pecado (Si 10,15); y al principio de todo pecado fue necesidad
oponer el principio de toda justicia. Siendo, por tanto, la soberbia principio de
todo pecado, ¿qué medicina podría sanar la hinchazón del orgullo, si Dios no se
hubiera dignado hacerse humilde? ¡Avergüéncese de ser soberbio el hombre,
pues humilde se hizo Dios!...
Saben que, cuando fue tentado el Señor Cristo, le incitaba el diablo a esto. Tuvo
hambre, y la tuvo por dignación y porque también eso era humillarse. Estuvo
hambriento el Pan, fatigado el Camino, herida la Salud, muerta la Vida.
Teniendo, pues, hambre, como saben, le dijo el tentador: Si eres el Hijo de Dios,
di que se hagan pan estas piedras; al que respondió él para enseñarte a ti a
responderle, como lucha el emperador para que los soldados se adiestren en
luchar. ¿Qué le respondió? No de solo pan vive el hombre, sino de toda palabra
de Dios. Y no hizo panes de las piedras él, que cierto pudo hacer eso, cual hizo
del agua vino. Tanto le costaba, en efecto, hacer pan de una piedra; pero no lo
hizo para darle al tentador con la puerta en el hocico; pues al tentador no se le
vence si no se le desprecia. En venciendo que venció al diablo tentador, vinieron
los ángeles y le sirvieron de comer. Pudiendo como podía tanto, ¿por qué no
hizo aquello e hizo esto?...
No obstante su gran poder, tuvo hambre, tuvo sed, tuvo cansancio, tuvo sueño,
fue aprisionado, fue azotado, fue crucificado, fue muerto. Tal es el camino:
camina por la humildad para llegar a la eternidad. Dios-Cristo es la patria
adonde vamos; Cristo-hombre, el camino por donde vamos; vamos a él, vamos
por él; ¿cómo temer extraviarnos?...»9.
EL SACRAMENTO DE LA CUARESMA
La cuaresma es un tiempo de cuarenta días en el que peregrinamos,
impulsados por el Espíritu de Jesús, hacia la meta de la Pascua. No
es un fin absoluto, sino un trampolín que nos zambulle en la alegría
de la resurrección y en la comunión con el resucitado.
Aunque nos cueste comprenderlo, la cuaresma es un sacramento, es
decir una fuente de bendiciones y de gracias, que nos introduce de
forma gradual, en un mejor conocimiento del misterio de Cristo. Y
desplazando el pecado de nuestras vidas “gota a gota”, nos va
humanizando y cristianizando.
Este caminar cuaresmal presenta una dimensión comunitaria y
solidaria. Son cuarenta días dedicados a aprender a amar, amando a
nuestros hermanos.
Iniciando el entrenamiento de la cuaresma, los tres evangelios
sinópticos nos muestran a Jesús acosado por el demonio de las
tentaciones (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13).
En la primera tentación, frente a un mesianismo barato y muchas
veces demagógico, el Señor nos invita a alimentarnos con el pan de
la palabra de Dios, para convertirla así en pan de la solidaridad.
En la segunda tentación, asediado por un triunfalismo fácil y barato,
Jesús apuesta con su vida a un Dios que no defrauda; misterioso
pero no mágico.
En la tercera tentación, en lugar del servilismo obsecuente de
aquellos que venden su alma a cualquier precio, el Señor nos
propone la actitud abnegada del servidor sufriente, que no vino a ser
servido, y tampoco a servirse de un Dios de bolsillo.
“Dios todopoderoso, concédenos que el sacramento anual de la
Cuaresma nos conduzca a un mejor conocimiento del misterio de
Cristo y a una vida cristiana más digna”.
9
San Agustín de Hipona, Sermón 123,1. 2. 3; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 1983, t. XXIII, pp. 51-54 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354.
Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387
recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo
de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y
a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
DOMINGO 2º
«Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para
orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras
se volvieron de una blancura deslumbrante. Y dos hombres
conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos
de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en
Jerusalén. Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero
permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos
hombres que estaban con él.
Mientras éstos se alejaban, Pedro dijo a Jesús: “¡Maestro, ¡qué bien
estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés
y otra para Elías”. Él no sabía lo que decía. Mientras hablaba, una
nube los cubrió con su sombra y al entrar en ella, los discípulos se
llenaron de temor. Desde la nube se oyó entonces una voz que decía:
“Este es mi Hijo, el Elegido, escúchenlo”. Y cuando se oyó la voz,
Jesús estaba solo. Los discípulos callaron y durante todo ese tiempo
no dijeron a nadie lo que habían visto» Lc 9,28b-36
«Subamos al monte, imploremos al Verbo de Dios, que, ya que es fuerte y
avanza majestuosamente y reina (Sal 44,3), se nos aparezca en su esplendor y
belleza. Sin embargo, todo esto es un misterio y encierra en sí mismo una
realidad más profunda; es decir, que para ti, el Verbo aumenta o decrece según
tu capacidad, y, si no subes a lo más alto de la prudencia, no se te aparecerá la
Sabiduría ni entenderás los misterios, ni cuánta gloria y hermosura se encuentra
escondida en el Verbo de Dios, sino que para ti este Verbo de Dios será como un
cuerpo desprovisto de todo esplendor y hermosura (Is 53,2ss), o un hombre
hecho una llaga, que soporta nuestras enfermedades, o, finalmente, una especie
de palabra pronunciada por un hombre que, aunque vestida con el ropaje de las
letras, no tiene ningún fulgor, propio del poder del Espíritu. Pero, por el
contrario, si, mientras contemplas al hombre, crees firmemente que ese cuerpo
fue engendrado por la Virgen, poco a poco, la fe va penetrando en su
procedencia del Espíritu de Dios, entonces es cuando comienzas a subir el
monte. Si comprendes que el que pende de la cruz está como dominador de la
muerte, y no como vencido, sino como vencedor, y que la tierra tembló, el sol se
ocultó, las tinieblas invadieron los ojos de los incrédulos, los sepulcros se
abrieron, los muertos resucitaron, y todo esto para que fuera una señal de que
aquel pueblo gentil, que estaba muerto para Dios, procede, por así decirlo, de las
llagas abiertas de su cuerpo, y que Él después resucitó, bañado por la luz de la
cruz; si te das cuenta plena de este misterio, has subido a un monte muy alto y,
allí, contemplarás otras grandezas del Verbo»10.
MUERTE Y TRANSFIGURACIÓN
10
San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, VII,12; trad. de M. Garrido Bonaño en: Obras
de san Ambrosio, I, Madrid 1966, pp. 351-352 (BAC 257). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia
noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido
intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de
diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de
pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
Los amantes de la música clásica, tal vez hayan escuchado un
hermoso poema sinfónico titulado: “Muerte y transfiguración”. En
esta partitura, el autor se identifica con el drama de un artista, que
recién durante su agonía y a última hora, alcanza a percibir la
realización del ideal por el que había luchado toda su vida.
Esto puede ayudarnos, salvando distancias, a meditar en el misterio
de la Transfiguración del Señor; sin olvidarnos que los misterios son
más para ser contemplados que para ser penetrados.
Jesús, no les ocultó a sus discípulos el anuncio de la cruz; que
asumió hasta las últimas consecuencias. Pero quiso en un cuarto
intermedio, transmitirles un mensaje de consuelo; es decir,
garantizarles que el fin no sería la cruz sino la luz. Avanzada del
triunfo de Jesús sobre la muerte, y promesa de resurrección para los
que aún peregrinamos.
Nosotros en el camino de la vida hemos tenido chispazos de luz o nos
hemos sentido iluminados por personas que se nos han cruzado en
diversas circunstancias. Ellas se convirtieron en mojones
preferenciales de nuestra historia.
Cuentan que un joven novicio fue a visitar a un viejo monje para
preguntarle qué debía hacer para progresar en la virtud. El anciano
le habló largamente de las exigencias y sacrificios que tendría que
asumir.
El novicio estuvo conforme con el desafío, pero le pidió un signo que
lo motivara y les asegurara que valía la pena jugarse la vida. El
monje, poniéndose de pie, y guardando silencio, abrió sus brazos en
cruz, y abrazando el horizonte, se fue convirtiendo en una antorcha
de fuego, radiante de luz. El joven entonces comprendió, que: “El
Señor es como llama de fuego, que arde en la zarza sin consumirla”.
DOMINGO 3º
«En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a
Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la
de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió: “¿Creen ustedes que
esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los
demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos
acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas
que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé, eran más
culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que
no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma
manera”. Les dijo también esta parábola: “Un hombre tenía una
higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró.
Dijo entonces al viñador: ‘Hace tres años que vengo a buscar frutos
en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la
tierra?”. Pero él respondió: ‘Señor, déjala todavía este año; yo
removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así
dé frutos en adelante. Si no, la cortarás’”» Lc 13,1-9
«La higuera es el género humano. Los tres años son los tres tiempos: uno antes
de la ley, otro durante la ley y el tercero bajo la gracia. No es desacertado
entender simbolizado en la higuera al género humano, pues el primer hombre,
al pecar, cubrió sus vergüenzas con hojas de higuera, ocultando de esta manera
los miembros de donde nacimos. Los miembros que antes del pecado eran
motivo de gloria, después de él se convirtieron en ocasión de vergüenza. En
efecto, estaban desnudos y no se avergonzaban (Gn 2,25), pues no tenían de
qué antes de haber cometido el pecado. No podían avergonzarse tampoco de las
obras de su creador, porque ningún mal procedente de sus obras había
contaminado aún las obras buenas del Creador. De ahí nació, por tanto, el
género humano: el hombre del hombre, el culpable del deudor, el mortal del
mortal y el pecador del pecador. Este árbol simboliza a aquellos que se negaron
siempre a dar fruto. La segur amenazaba las raíces de tal árbol. Intercede el
colono, se aplaza, el castigo, ofreciendo en cambio una ayuda. El colono que
intercede es todo santo que dentro de la Iglesia ruega por cuantos están fuera de
ella. ¿Y qué significa: Señor, perdónale también por este año? Es decir, en este
tiempo de gracia perdona a los pecadores, perdona a los infieles, perdona a los
estériles, perdona a los infructuosos. Cavaré alrededor, le echaré un cesto de
abono; y si diere fruto, bien; si no, vendrás y lo cortarás (Lc 13,8-9). Vendrás,
pero ¿cuándo? En el juicio. Vendrás, pero ¿cuándo? Entonces vendrá a juzgar a
vivos y a muertos. En el entretiempo se concede el perdón. ¿Qué significado
tiene cavar un hoyo alrededor, sino enseñar la humildad y la penitencia? El hoyo
es tierra de abajo. El cesto de abono has de entenderlo en buen sentido. Es
estiércol, pero produce fruto. El estiércol del agricultor es el dolor del pecador.
Los que hacen penitencia, sí lo entienden bien y la hacen de verdad, la hacen en
el estiércol. Así, pues, a este árbol se le dice: Hagan penitencia; llegó el reino de
los cielos (Mt 3,2)»11.
11
San Agustín de Hipona, Sermón 110 (= Morin 13), 1; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca
de Autores Cristianos, 1983, t. X, pp. 782-783 (BAC 441). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354.
Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387
recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo
“EL LIBRO DE LOS “PORQUÉ”
Frente
a
situaciones
dramáticas
o
trágicas,
buscamos
instintivamente encontrar al o a los responsables de ellas. A menudo
y de manera simplista, decimos que la o las víctimas de estas
situaciones, son culpables o al menos se las tenían merecidas. Sino,
por el contrario, nos rebelamos contra Dios, reprochándole esa
injusticia para con víctimas inocentes.
Años atrás, estaba muy difundida una colección de volúmenes que
tenía en cada tomo una sección titulada: “El libro de los porqué”. En
ella se presentaban interrogantes de todas clases.
Pero ya siglos antes de Cristo, un autor desconocido había escrito el
Libro de Job, el genial libro de los porqué, que planteaba porqué al
honrado muchas veces las cosas le salen mal, y porqué en cambio, a
los sinvergüenzas tantas veces las cosas les salen bien.
Este dilema impacientó y desesperó a Job, que encarnó a los
contestatarios de todos los tiempos, agresivos ante el desesperante
silencio de Dios.
Pero Dios dio su respuesta haciéndose hombre. Frente a los
reiterados porqué de Job, el silencio de Dios se hace palabra en la
persona y en el ejemplo de Cristo, el verdadero Job, el Inocente, que
asumiendo libremente su muerte por amor, redime a la humanidad
agobiada por el pecado.
Jesús en el evangelio de hoy, nos quiere recordar que las desgracias
son un toque de alarma, un alerta rojo, más que un castigo, y que
existe una responsabilidad solidaria frente al pecado.
Nadie debe considerarse exento de pecado y todos sin excepción
estamos llamados a convertirnos de corazón.
de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y
a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
DOMINGO 4º
«Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para
escucharlo. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
“Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos. Jesús les dijo
entonces esta parábola: Jesús: «Un hombre tenía dos hijos. El
menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte de herencia
que m me corresponde’. Y el padre les repartió sus bienes. Pocos
días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un
país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida inmoral. Ya
había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel
país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces se puso al servicio de
uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para
cuidar cerdos.
Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían
los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo:
‘¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo
estoy aquí muriéndome de hambre!’. Ahora mismo iré a la casa de
mi padre y le diré: ‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no
merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
jornaleros’. Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando
todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente,
corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo: ‘Padre,
pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’.
Pero el padre dijo a sus servidores: ‘Traigan enseguida la mejor
ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los
pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y
festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y fue encontrado’. Y comenzó la fiesta. El hijo mayor
estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y
los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los
sirvientes, le preguntó qué significaba eso. Él le respondió: ‘Tu
hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero engordado,
porque lo ha recobrado sano y salvo’. Él se enojó y no quiso entrar.
Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: ‘Hace
tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola
de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta
con mis amigos. ¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de
haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el
ternero engordado!’. Pero el padre le dijo: ‘Hijo mío, tú estás
siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y
alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida,
estaba perdido y ha sido encontrado’ ” » Lc 15,1-3. 11-32
«Volveré a la casa de mi Padre como el pródigo, y seré recibido. Como hizo él,
haré yo: ¿es que no va a escucharme? A tu puerta. Padre misericordioso, estoy
llamando; ábreme, que yo entre, no vaya a perderme y me aleje y perezca. Tú me
has hecho tu heredero, y yo he abandonado mi herencia y disipado mis bienes;
sea yo en adelante como un jornalero, como un sirviente.
Ten piedad de mí como del publicano, y viviré por tu gracia. Perdóname mis
pecados como a la pecadora, Hijo de Dios. Como a Pedro, sácame de en medio
de las olas. Como con el ladrón, ten piedad de mi malicia y acuérdate de mí .
Como a la oveja que se extravió, búscame, Señor, y me encontrarás; y llévame
sobre tus hombros, Señor, a la casa de tu Padre.
Como al ciego, ábreme los ojos, para que yo vea tu luz. Como al sordo ábreme
los oídos, para que yo escuche tu voz. Como al paralítico, cura mi enfermedad,
para que yo alabe tu nombre. Como al leproso con tu hisopo, purifícame de mis
manchas. Como a la jovencita hija de Jairo, dame la vida, Señor. Como a la
suegra de san Pedro, cúrame porque estoy enfermo. Como al hijo de la viuda,
haz que me levante. Como a Lázaro, llámame con tu voz y desata mis vendas...
Porque estoy muerto por el pecado como por una enfermedad; levántame de mi
ruina para que alabe tu nombre. Te suplico, Señor de la tierra y del cielo, que
vengas en mi ayuda y me muestres tu camino para que yo me dirija a ti.
Condúceme hacia ti, Hijo del Bondadoso, y lléname de tu misericordia. Tritura
para mí el trigo de vida en este momento en que me encuentro agotado. (…)
Señor, yo deseo ser tuyo y caminar contigo. Medito tus mandamientos día y
noche. Concédeme lo que te pido y acoge mis oraciones, oh Misericordioso,
Señor, no acabes con la esperanza de tu siervo que está esperando»12.
“TOBIT CONTABA UNO POR UNO LOS DÍAS QUE DEBÍA DURAR EL
VIAJE DE IDA Y VUELTA” (Tb 10,1)
Si nos ponemos a meditar esta célebre parábola, nos encontraremos
con un hijo menor, que sin ningún derecho exige su parte de
herencia en vida de su padre. Herencia que derrochará en el
extranjero, donde permanecerá alejado de su familia, de su patria y
de su fe, cuidando cerdos y pasando hambre. Un ejemplo típico de
“transculturación”, en un país extraño que lo ignora.
Aunque nos cueste aceptarlo, decide volver a su casa por la
hambruna que padece, descartando sus derechos de hijo. Lo que no
deja de ser un consuelo para nosotros, los que recurrimos a Dios
solo cuando estamos en apuros.
En primer lugar, observamos una serie de actitudes afines con las de
una madre: la espera, como la iniciativa en la acogida, la profunda
conmoción, los abrazos y los besos. “¡Ahora sí que puedo morir,
porque te he vuelto a ver, hijo mío!” (Tb 11,9).
En segundo lugar, reparemos en la conducta del padre, que con
tónica masculina y muy sobrio en palabras, responde con tres gestos
explícitos e impactantes a las desmañadas excusas del hijo.
Comienza por recibirlo como a un huésped de honor, luego le hace
colocar el anillo como símbolo de poder, y termina haciéndolo calzar
con sandalias, signo de libertad. Finalmente, ordena los
preparativos para la fiesta.
12
Santiago de Sarug, Poema; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa,
1974, D 36. Santiago es uno de los mayores doctores de la Iglesia siria, que vivió aproximadamente entre el 450 y el
520, cuya fiesta celebran los sirios el 29 de noviembre y los maronitas el 5 de abril. Natural de Hawra, del distrito de
Sarug, en las cercanías de Edesa, estudió en la célebre escuela de está ciudad. Mucho se ha discutido sobre su
ortodoxia, pero consta con certeza que Santiago compartió la posición doctrinal de Severo de Antioquía y después de
ejercer como periodeuta (una especie de inspector del clero) al final de su vida fue elegido obispo (519) por su
condición de monofisita moderado y capaz por ello de reconciliar los ánimos. Fue fecundo poeta, cuyas obras (sobre
todo sus homilías rítmicas) no están aún suficientemente estudiadas. Sabía griego pero escribió sólo en siríaco.
Es que por fidelidad a sí mismo, no puede recibir o tratar a su hijo
como un peón, por mas sinvergüenza que haya sido. No puede
renegar de su paternidad.
Hoy en día muchas madres hacen de padres y muchos padres hacen
de madres, por ausencia con aviso o sin aviso de sus progenitores.
En el caso de Dios, la misericordia es una, pero su expresión es
doble. Por un lado, la firmeza de un padre responsable, que
comprometido para siempre con sus hijos, los reconoce cada día,
más con gestos que con palabras. Por el otro, la ternura e inagotable
capacidad de perdón de una madre, que siempre estará dispuesta a
comprender.
DOMINGO 5º
«Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y
todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a
enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que
había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de
todos, dijeron a Jesús: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta
clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?”. Decían esto para ponerlo a
prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó
a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les
dijo: “Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera
piedra”. E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando
por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que
permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: “Mujer, ¿dónde
están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?”. Ella le respondió:
“Nadie, Señor”. “Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no
peques más en adelante”» Jn 8,1-11
«Sola aquella mujer y habiéndose ido todos, levantó (el Señor) sus ojos y los fijó
en ella. Ya hemos oído, la voz de la justicia; oigamos ahora también la voz de la
mansedumbre. ¡Qué aterrada debió quedar aquella mujer cuando oyó decir al
Señor: Quien de ustedes esté sin pecado, que lance contra ella la piedra el
primero! Pero ellos se miran a sí mismos y, con su fuga confesándose reos,
dejan sola a aquella mujer con su gran pecado en presencia de aquél que no
tenía pecado. Y como le había ella oído decir: El que esté sin pecado, que arroje
contra ella la piedra el primero, temía ser castigada por aquel en el que no
podía hallarse pecado alguno. Pero el que había alejado de sí a sus enemigos con
las palabras de la justicia, clava en ella los ojos de la misericordia y la pregunta:
¿No te ha condenado nadie? Contesta ella: Señor, nadie. Y Él: Ni yo mismo te
condeno; yo mismo, de quién tal vez temiste ser castigada, porque no hallaste en
mí pecado alguno. Ni yo mismo te condeno. -Señor, ¿qué es esto? ¿Favoreces tú
a los pecados? Es claro que no es así. Mira lo que sigue: Vete y no quieras pecar
más en adelante. Luego el Señor dio sentencia de condenación, pero contra el
pecado, no contra el hombre. Pues, si fuera Él favorecedor de los pecados, le
habría dicho: Ni yo mismo te condeno, vete y vive a tus anchas; bien segura
puedes estar de mi absolución; yo mismo, peques lo que peques, te libraré de
todas las penas, aun de las del infierno, y de sus verdugos. No fue ésta su
sentencia.
Que se fijen en esto quienes aman en el Señor la mansedumbre y teman la
justicia; porque dulce y recto es el Señor. Tú lo amas porque es dulce; témelo
también porque es recto… Manso y magnánimo y misericordioso es el Señor,
pero también es el Señor justo y veraz. Él te da tiempo para la corrección; pero
tú amas la dilación más que la enmienda. ¿Fuiste ayer malo? Sé hoy bueno.
¿Has pasado el día de hoy en pecado? No sigas así mañana. Tú siempre
esperando y prometiéndote muchísimo de la misericordia de Dios, como si el
que te promete el perdón si te arrepientes, te hubiera prometido también vida
más larga…»13.
“QUEDARON: LA MISERICORDIA Y LA MISERIA”
Los estudiosos de la Sagrada Escritura concuerdan en que este texto
originariamente no pertenecía al evangelio de s. Juan. Piensan que
por su vocabulario y estilo, mas bien correspondería al evangelio de
san Lucas, que se caracteriza por ser el evangelista de la
misericordia.
De todas, maneras desde la antigüedad, ha sido considerado como
palabra de Dios y se la dado una importancia relevante al colocarlo
en la liturgia de este domingo previo a la Semana Santa.
En contraste con el pueblo que acudía a Jesús para escucharlo, los
escribas y fariseos, los “duros” de la ley, se acercaron para probarlo.
Pero en cambio comprobaron, que la justicia humana era
desbordada una vez más por la misericordia divina.
Jesús se inclinó hacia el suelo, para no mirar a la mujer
avergonzada. Al contrario, se incorporó, para avergonzar a sus
acusadores y condenar el pecado, pero no a la pecadora humillada.
«Cuentan de un viejo monje, que visitando un día un monasterio, vio
pecando a un hermano y lo condenó. Cuando volvió a su ermita, un
ángel del Señor se le cruzó delante la puerta de su celda y le dijo: “No
te voy a dejar entrar”. El monje le respondió: “¿Porqué? ¿Qué
pasa?”. Y el ángel le contestó: “Dios me ha mandado a preguntarte:
¿Dónde quieres que ponga al hermano que tú has condenado?”. El
viejo monje se arrepintió y le dijo: “Perdóname, he pecado”. El ángel
le respondió: “Levántate, Dios te ha perdonado, pero en adelante
nunca condenes a nadie, antes de que Dios lo haya hecho”».
13
San Agustín de Hipona, Tratados sobre el evangelio de san Juan 33,6-7; trad. en Obras de san Agustín, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1955, t. XIII, pp. 767-769 (BAC 139). Agustín nació en Tagaste, África del norte,
el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del
año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el
pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su
coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
«Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén. Cuando se acercó a
Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a
dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan al pueblo que está
enfrente y, al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha
montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta:
‘¿Por qué lo desatan?’, respondan: ‘El Señor lo necesita’”. Los
enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho.
Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: “¿Por qué lo
desatan?”. Y ellos respondieron: “El Señor lo necesita”. Luego
llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus
mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente
extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la
pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de
alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los
milagros que habían visto. Y decían: “¡Bendito sea el Rey que viene
en nombre del Señor! ¡Paz en el cielo y gloria en las
alturas!”.Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le
dijeron: “Maestro, reprende a tus discípulos”. Pero él respondió:
“Les aseguro que si ellos callan, gritarán las piedras”» Lc 19,28-40
«Aprende… a llevar sobre ti a Cristo, ya que Él te llevó a ti primero cuando,
haciendo de pastor, te atrajo hacia Sí a ti, que eras una oveja descarriada.
Aprende a prestar de buen grado las espaldas de tu alma, aprende a llevar sobre
ti a Cristo, para que puedas tú estar sobre el mundo. No todos son capaces de
llevar a Cristo con facilidad, sino sólo el que puede decir: Estoy desfallecido y
sobremanera humillado, y la conmoción de mi corazón me hacía rugir (Sal
37,7). Pero si no quieres ser víctima de esta conmoción, debes poner sobre los
vestidos de los santos tus pasos ya purificados; ten cuidado de no caminar con
los pies llenos de barro, no pretendas ir por sendas falsas, para que no tengas
que abandonar los caminos que te muestran los profetas. Ya que todos los que
sirvieron de precursores de Jesús, cubrieron todo el camino hasta el templo de
Dios con sus vestidos, con el fin de preparar una marcha más segura a los
pueblos que habían de venir después. Y para que tú pudieras caminar sin
dificultad, los discípulos del Señor, despojándose del vestido de su propio
cuerpo y por medio de su martirio, te han trazado un camino por entre medio de
turbas hostiles…
¿Qué significan los trozos de ramos? De vez en cuando éstos entorpecen la
marcha de los caminantes. Yo, ciertamente, habría permanecido perplejo si
antes el buen jardinero de todo mundo no me hubiese enseñado que el hacha ya
está puesta a raíz del árbol (Lc 3,9), la cual cortará los árboles infecundos
cuando venga el Señor de la salvación y cubrirá con la gloria vana de aquellas
naciones que no dieron fruto el suelo por donde han de pasar los fieles, de
suerte que esos pueblos, renovados en su alma y en su espíritu, puedan brotar
sobre los viejos troncos como retoños de nuevas plantas»14.
14
San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, IX,11-12; trad. en: Obras de san Ambrosio, I,
Madrid 1966, pp. 534-535 (BAC 257). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la
carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente
para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el
LOS PENÚLTIMOS CAPÍTULOS
En el Domingo de Ramos, la liturgia nos presenta una doble
vertiente, no siempre bien iluminada y esclarecida entre los fieles
que asisten a su celebración. La primera, corresponde a la
celebración alegre y festiva de la procesión de los Ramos, y la
segunda está representada por la evocación de los grandes temas
vinculados con la Pasión; que nos ayudarán a preparar la
celebración del Triduo Pascual. Vamos a reflexionar sobre la
segunda vertiente.
El tema de las envidias y de los celos por parte de los fariseos, que
decidieron matar a Jesús, porque la gente los abandonaba para
seguir al Maestro, puede ayudarnos a comprender nuestras
actitudes críticas y agresivas frente a la conducta de nuestros
hermanos. Con frecuencia, responden a disimulados resentimientos
y complejos de superioridad.
El tema de la traición de Judas, nos introduce en un misterio de
iniquidad, del que no podemos quedar ajenos. La figura de Judas
trasciende lo meramente individual, para asumir una dimensión
corporativa. Él va a resultar “el chivo expiatorio” de los discípulos,
que poco después van a abandonar y a renegar del Señor, por temor
y cobardía.
Tenemos que ser suficientemente sinceros para reconocer nuestra
corresponsabilidad, sobre todo, en lo que al pecado de omisión
social se refiere.
El tema de la falta de compromiso, está bien reflejado en la persona
de Pilatos. A menudo, nuestra búsqueda de la verdad se reduce a una
aséptica especulación filosófica o ideológica. Y olvidamos que la
Verdad tiene un Nombre, y es el de Cristo. Esa Verdad es la única
que nos hará plenamente libres; y cada uno de los cristianos somos
portadores de un fragmento de ella.
El tema del Servidor Sufriente, alcanza su sentido pleno en el árbol
de la Cruz de Luz. El poder y la gloria que irradia el misterio pascual,
está enraizado en el vaciamiento y en el anonadamiento de Jesús,
que vino a servir y no a servirse de los demás. Por eso, los cristianos
tendríamos que interrogarnos acerca de nuestra vocación de
servicio. ¿Podríamos afirmar con convicción y de verdad, que es
“porque servimos que existimos”?
01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente
dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECIÓN
«El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba
oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había
sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro
discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los
dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que
Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el
suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y
entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario
que había cubierto su cabeza; éste no estaba con las vendas, sino
enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que
había antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían
comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los
muertos» Jn, 20,1-9
«La resurrección de nuestro Señor Jesucristo delimita nuestra fe. Viven si viven;
es decir, vivirán por siempre si han vivido bien. No teman morir mal; teman, sí,
pero vivir mal. ¡Extraña perversidad! Todo hombre teme lo que nadie puede
evitar y deja de hacer lo que puede hacer. No puedes evitar el morir; puedes, en
cambio, vivir bien. Haz lo que puedes, y dejarás de temer lo que no puedes
evitar. Nada tiene el hombre más cierto que la muerte. Comienza desde el
principio. Un hombre es concebido en el seno; quizá nazca, quizá no. Ya ha
nacido; quizá crezca, quizá no; quizá aprenda a leer, quizá no; quizá se case,
quizá no; quizá tenga hijos, quizá no; es posible que sean buenos y es posible
que sean malos… Quizá sea rico, quizá sea pobre... Puesto que el morir es una
necesidad, y ni siquiera se permite a la vida del hombre ser larga aunque pase de
la infancia a la decrepitud senil, no queda más solución que acudir a quien
murió por nosotros y resucitando nos abrió la esperanza, para que, como en esta
vida en que nos encontramos no tenemos más salida que la muerte y no
podemos hacerla perpetua por mucho que la amemos, nos refugiemos en quien
nos prometió la vida eterna. Consideren, hermanos, lo que nos prometió el
Señor: vida eterna y feliz al mismo tiempo. Esta vida es, evidentemente,
miserable; ¿quién lo ignora, quién no lo confiesa? ¡Cuántas cosas nos suceden
en esta vida; cuántas tenemos que soportar sin desearlo! Riñas, disensiones,
pruebas, la ignorancia recíproca de nuestro corazón, de forma que a veces
abrazamos sin querer a un enemigo y sentimos temor de un amigo; hambre,
desnudez, frío, calor, cansancio, enfermedades, celos. Evidentemente, esta vida
es miserable. Y, con todo, si, aunque miserable, nos la concedieran para
siempre, ¿quién no se felicitaría? ¿Quién no diría: “Quiero ser como soy; morir
es lo único que no quiero”? Si quieres poseer esta mala vida, ¿cómo será quien
te la dé eterna y feliz? Pero, si quieres llegar a la vida eterna y feliz, sea buena la
temporal. Será buena en el momento de obrar, y feliz en el momento de la
recompensa. Si te niegas a trabajar, ¿con qué cara vas a pedir el salario? Si no
has de poder decir a Cristo: “Hice lo que me mandaste”, ¿cómo te atreverás a
decirle: “Dame lo que me prometiste”?»15.
15
San Agustín de Hipona, Sermón 229 H (=Guelf. 12)3; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca
de Autores Cristianos, 1983, t. XXIV, pp. 336-337 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año
354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año
UN INTERROGANTE Y UNA VERDAD DE FE
¿Valdrá la pena que hayamos preparado una vez más la celebración
de la Pascua de Resurrección? ¿No quedaremos frustrados en
nuestras expectativas?
La humanidad está cansada de esperar contra toda esperanza.
¿Acaso no habría resultado mejor, aprovechar los días de la Semana
Santa, para pasar unas buenas vacaciones, distraernos y divertirnos
con algo más gratificante?
Visto desde nuestro punto de vista, hasta podría resultar
comprensible. Pero no desde la óptica de un Dios defensor de las
causas perdidas. Él nos garantiza por la fe en la resurrección de su
Hijo, que todo ha de terminar bien en nuestras vidas; siempre que
aceptemos que él tendrá la última palabra en la historia de los
hombres; y que esta palabra será de salvación.
Por eso, los cristianos seguimos celebrando la fiesta de la Vida,
convertida en nuestra común esperanza de gloria. Y como gesto de
gratitud por el triunfo de Cristo sobre la muerte, le cantamos a
corazón abierto el Aleluya pascual, porque nos ha devuelto la
alegría de la salvación.
Inmersos como estamos en una verdadera cultura de la muerte, que
niega otra vida más allá del horizonte; Cristo, con su resurrección,
viene una vez más a recordarnos que: “¡Tú no puedes morir!”.
Y esta Vida, recibida gratuitamente desde el momento del bautismo,
nosotros debemos ser capaces de irradiarla a nuestros hermanos,
repitiéndoles con s. Pablo: “¡Acuérdate de Jesucristo, que resucitó
de entre los muertos!”.
El hombre de nuestros días se muestra displicente y desconfiado
frente al acontecimiento de la resurrección de Jesús. La ignora o
distorsiona como si se tratara de una película de ciencia ficción. Así
sucedió con Pablo cuando les habló sobre ella a los intelectuales
atenienses, que lo tomaron por un charlatán y se burlaron
diciéndole: “Otro día te oiremos hablar sobre esto”.
Es cierto, el momento exacto en que el Señor resucitó, nadie pudo
conocerlo; está sumergido en el misterio. Solo llegó a contemplarlo
la radiante y tres veces santa noche de la resurrección.
Ahora bien, entonces, ¿en qué y sobre quienes se apoya nuestra fe
pascual? Lo hace en dos acontecimientos fundantes y objetivos.
El primero, es la constatación por parte de los discípulos del
sepulcro vacío.
El segundo, las multiformes apariciones de Jesús resucitado a sus
discípulos y en especial a los Apóstoles, en distintos tiempos y
circunstancias.
Por tanto, nuestra fe debe afirmarse en la fe apostólica, que nos
viene siendo transmitida de generación en generación y a través de
los siglos por la Iglesia: la comunidad pascual fundada por Cristo.
387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el
pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su
coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
Esta fe pascual, los Apóstoles la proclamaron en forma unánime con
su vida y sobre todo con su muerte. Anunciando que en verdad el
Señor había resucitado y se les había aparecido ¡Aleluya!
DOMINGO 2º DE PASCUA
«Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando
cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos,
por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos,
les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró
sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando
vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes!
Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes”.
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió y añadió: “Reciban el
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se
los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con
ellos cuando llegó Jesús. los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos
visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos en
sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en
su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los
discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces
apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de
ellos y les dijo: “!La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a Tomás:
“Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela
en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe”.
Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo: “Ahora
crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!”»
Jn 20,19-29
«Así como el creer con simplicidad y sin motivo es propio de la ligereza, así el
andar investigando y examinando con exceso es propio de una cabeza muy dura.
Y de esto se acusa a Tomás. Pues como los apóstoles le dijeran: Hemos visto al
Señor, él no les creyó. No únicamente a ellos no les dio fe, sino que pensó ser la
resurrección de los muertos cosa imposible. Porque no dijo: Yo no os creo, sino:
Si no meto mi mano no creo.
¿Cómo es que estando ya todos juntos sólo él estaba ausente? Es verosímil que
aún no regresara de la dispersión precedente. Pero tú cuando ves al discípulo
que no cree, fíjate en la clemencia del Señor, y cómo por sola una alma
manifiesta las llagas que recibió; y acude a la salvación de sola ella, aun teniendo
Tomás un ánimo más cerrado que otros. Y está fue la causa de que buscara la fe
por el testimonio del más craso de los sentidos y ni a sus ojos diera su
asentimiento. Porque no dijo únicamente si no veo, sino además: Si no palpo, si
no toco; temiendo que lo que viera se redujera a simple fantasía.
Los discípulos que le anunciaban la resurrección y también el Señor que había
prometido resucitar eran fidedignos. Y sin embargo, aun habiendo él exigido
muchas más pruebas, Cristo no se las negó. Pero ¿por qué no se le apareció
inmediatamente, sino hasta ocho días después? Para que instruido y enseñado
por los otros discípulos, cobrara mayor anhelo y quedara para lo futuro más
confirmado. ¿Cómo supo que a Cristo le había sido abierto el costado? Lo oyó de
los otros discípulos. Entonces ¿por qué una cosa sí la creyó y otra no? Porque lo
segundo sobre todo era admirable. Advierte además con cuánto amor a la
verdad hablan los apóstoles y no ocultan sus propios defectos ni los ajenos, sino
que escriben sumamente apegados a lo que era verdad.
Se presenta de nuevo Jesús y no espera a que Tomás le ruegue ni a oír lo que
quería decirle; sino que cuando Tomás aún nada decía se le adelanta y le llena
sus anhelos, dándole a entender que estaba presente cuando Tomás decía lo que
les dijo a los discípulos; puesto que usó de sus mismas palabras y con
vehemencia lo increpa y lo instruye para adelante. Pues habiéndole dicho: Trae
acá tu dedo y mira mis manos; y mete tu mano en mi costado, añadió: Y no
seas incrédulo sino fiel. ¿Adviertes cómo Tomás dudaba por falta de fe? Pero
esto sucedió antes de que recibieran el Espíritu Santo. Después de recibido ya
no procedieron así, pues habían llegado a la perfección»16.
UN COMPÁS DE ESPERA
El Señor resucitado es el Dios de los imprevistos. Siempre toma las
iniciativas más insospechadas, en vista a suscitar o resucitar
nuestra fe.
Todo había sido previsto por los apóstoles antes de la muerte de
Jesús, menos que se les manifestaría como: “el Viviente”. Los relatos
evangélicos atestiguan con transparencia, el escepticismo y la
incredulidad de sus discípulos frente a esta inesperada realidad.
Sencillamente, no entraba en sus esquemas mentales, ni en las
creencias religiosas de esa época, una resurrección antes del fin de
los tiempos.
Pero las palabras y los gestos del resucitado se mostraron distintivas
e inconfundibles. Por eso, ellos no se atrevieron a preguntarle quién
era, porque sabían muy bien que era “el Señor”.
La fe pascual en el resucitado no es una realidad que habitualmente
se evidencie de golpe. Necesita de tiempos y distancias, que el Señor
programa con soberana libertad. No se pueden violentar las agujas
de un reloj. Cada uno tiene su propio tiempo, y a cada uno le llega su
propia: “hora de Dios”.
En todos nosotros se da como ocurrió con el apóstol Tomás, un
compás de espera, entre la fe que proclamaron los discípulos el día
de la resurrección, y la que nosotros como él asumimos, “ocho días
más tarde...”.
Solo Cristo puede atravesar las puertas temerosamente cerradas de
nuestros corazones, colmándolos de paz y de alegría en el Espíritu.
Solo él puede regalarnos la fe de su presencia resucitada y
resucitadora.
Nosotros no hemos sido favorecidos con signos sensibles y palpables
como los recibió el apóstol Tomás ocho días después, pero sí
creemos en su tardío testimonio pascual; y con él repetimos cada
día: “Señor mío y Dios mío”.
16
San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el evangelio de san Juan, LXXVII (LXXXVI); trad. en: San Juan
Crisóstomo. Explicación del Evangelio de San Juan, t. 2, México, Ed. Tradición, 1981, pp. 375-376. San Juan
Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero
en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de
tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y
muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial
que se le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue
dado en el siglo VI.
DOMINGO 3º DE PASCUA
«Jesús resucitado se apareció otra vez a los discípulos a orillas del
mar de Tiberíades. Sucedió así: estaban junto Simón Pedro, Tomás,
llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de
Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a
pescar”. Ellos le respondieron: “Vamos también nosotros”. Salieron
y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al
amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no
sabían que era él. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tienen algo para
comer?”. Ellos respondieron: “No”. Él les dijo: “Tiren la red a la
derecha de la barca y encontrarán”. Ellos la tiraron y se llenó tanto
de peces que no podían arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba
dijo a Pedro: “¡Es el Señor!”. Cuando Simón Pedro oyó que era el
Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se
tiró al agua. Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la
red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la
orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un
pescado sobre las brasas y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos de
los pescados que acaban de sacar”. Simón Pedro subió a la barca y
sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y
tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió. Jesús les dijo:
“Vengan a comer”. Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: “¿Quién eres?”, porque sabían que era el Señor. Jesús
se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus
discípulos» Jn 21,1-14
«¿Qué piensan que significa el pez asado sino el mismo Mediador entre Dios y
los hombres después de su pasión, ya que Él se dignó ocultarse en las aguas del
género humano, quiso quedar capturado en el lazo de nuestra mortalidad y
como asado en la tribulación al tiempo de su pasión? Pero el que sé dignó
hacerse como pez asado en la pasión, en la resurrección se hizo para nosotros
como panal de miel… Él comió pan y pez, es decir, que quien como pez pudo ser
asado por razón de la humanidad, se nos da a comer como pan por razón de la
divinidad, pues Él mismo dice: Yo soy el pan vivo que descendí del cielo (Jn 6).
De manera que comió pez asado y pan, para manifestarnos, en lo mismo que
come, que Él soportó la pasión en nuestra humanidad y que por su divinidad
nos procuró nuestra resurrección.
Si consideramos atentamente todo esto, vemos, además, de qué manera nos
conviene imitarlo, ya que el Redentor pone de manifiesto sus obras para allanar
el camino de su imitación a los que le seguimos. Miren: nuestro Señor quiso
juntar en su comida el pez asado con el panal, sin duda, porque recibe en su
cuerpo, para el descanso eterno, a los que, cuando padecen aquí tribulaciones
por Él, no dejan de desear la dulzura interior; se come el panal con el pez asado,
porque los que aquí son afligidos por causa de la verdad, son allá saciados con la
verdadera dulcedumbre»17.
17
San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,4 (24),5; trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 650-651 (BAC 170). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia
romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo
después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió
ENCUENTROS CERCANOS…
La novedad de la Pascua, con su radicalidad, une y separa. ¡Qué
opacos y lejanos nos resultan ahora los encuentros anteriores, en
contraste con la experiencia pascual totalmente otra del resucitado a
orillas del lago Tiberíades! Ellos nos han ido preparando para ésta,
pero la distancia recorrida es tan grande que no se puede medir.
Juan es el primero en reconocer al Señor, es el que lo señala a sus
hermanos. Significativa e irreemplazable dimensión contemplativa
de la iglesia de todas las épocas: con la mirada más allá del
horizonte, atisbando los signos de los tiempos, descubrir a Cristo
hecho transparencia en la humanidad, acompañando a los
hermanos hacia el encuentro pascual.
Pedro y los demás apóstoles también han tenido su pascua. Han
pasado por las penosas e inevitables etapas previas del miedo que
paraliza y del pecado que aísla. Pero ahora la actitud ha cambiado,
ya no hay lugar para la desconfianza y la inhibición. No se
encuentran con un fantasma ni se sienten marginados del Señor.
Pedro se precipita hacia el agua sin temor de hundirse. Todo lo
impulsa hacia el encuentro con Aquel que, al llorar su pecado, lo
perdonó. El temor se ha transformado en amor. Las palabras sobran
y se hacen innecesarias. Finalmente se ha producido un auténtico
encuentro del tercer tipo, en un clima de comunión y de fiesta. ¡La
novedad de la Pascua, se ha hecho realidad!
el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a
Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y
a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en
un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el
rumbo de la espiritualidad medieval.
DOMINGO 4º DE PASCUA
«Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me
siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las
arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es
superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi
Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”» Jn 10,27-30
«… Si Dios Padre es amor y el Hijo es también amor y, por otra parte, amor y
amor son una sola cosa y en nada se diferencian, se sigue que el Padre y el Hijo
son justamente una sola cosa. Y por esta razón es pertinente que Cristo, igual
que se llama sabiduría, fuerza, palabra y verdad, se llame también amor (...).
Efectivamente, por naturaleza todos somos prójimos unos de otros; sin
embargo, por las obras del amor, el que puede hacer bien se convierte en
prójimo del que no puede. De ahí que también nuestro Salvador se hiciera
prójimo nuestro, y que no pasara de largo cuando yacíamos medio muertos por
las heridas de los salteadores [...].
Sin embargo, es de saber que de este amor se debieran decir tantas cosas
cuantas se dicen de Dios, puesto que él mismo es amor. Efectivamente, así como
nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar
(Mt 11,23), así también al amor nadie lo conoce sino el Hijo. Y, de modo
parecido, puesto que también él es amor, al Hijo mismo nadie lo conoce sino el
Padre. Y por el hecho de llamarse amor, sólo es santo el Espíritu que procede del
Padre y, por eso, conoce lo que hay en Dios, igual que el espíritu del hombre
conoce lo que hay en el hombre»18
LA VOZ DEL PASTOR
En la Palestina de los tiempos de Jesús, la figura del pastor de
ovejas, tenía mucho relieve y respondía a un contexto geográfico,
cultural y religioso, no siempre familiar al hombre urbano. Sin
embargo, su simbología y el mensaje que transmite, mantendrá
siempre actualidad.
Los textos del Antiguo Testamento que hablan de Yahveh como
pastor de su pueblo, alcanzan ahora su plenitud a la luz de la pascua;
presentándonos a Jesús como El Buen Pastor. Jesucristo muere por
amor a sus ovejas, en un último y supremo acto de libertad. Su vida,
libremente entregada y recuperada, se ha convertido para nosotros,
en fuente de la que mana Vida en abundancia.
Años atrás, una conocida empresa fonográfica, usaba como
emblema la imagen de un perro frente a un antiguo gramófono,
escuchando con las orejas erguidas, perplejo y asombrado, la voz de
su dueño reproducida en el disco de pasta.
18
Orígenes, Comentario al Cantar de los Cantares, Prólogo, 2, 26-27. 31 (SCh 375 [Paris 1991], pp. 110-111. 114115). Trad. en: La predicación en los Padres de la Iglesia. Antología de textos patrísticos, Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 1992, p. 35 (BAC 519). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido de su
obispo, de la escuela catequética de Alejandría. Hacia el 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el obispo del
lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante la
persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos
sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los
escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante.
Por eso, es bueno y necesario, recalcar la diferencia existente entre:
el oír y el escuchar. Podemos estar oyendo distraídamente radio y al
mismo tiempo estar hablando con una persona. Pero la Sagrada
Escritura no basta con ser oída, sino que hay que escucharla; es
decir, interiorizarla; obedeciendo de corazón el mensaje que nos
transmite, y tratando de ponerlo en práctica.
María Magdalena, reconoció la voz del maestro en la mañana de la
resurrección. Era la voz del amado; la misma del Cantar de los
Cantares. De igual manera, como el rebaño conoce la voz de su
pastor, nosotros escuchando con fe el sacramento de su Palabra,
vamos pasando cada día de la muerte del pecado a la vida de la
gracia.
DOMINGO 5º DE PASCUA
«Después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha
sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido
glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy
pronto. Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes. Les doy
un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo
los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto
todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se
tengan los unos a los otros”» Jn 13,31-33a. 34-35
«Cristo nos dio el mandato nuevo de amarnos como Él nos amó. Este amor nos
renueva para ser hombres nuevos, herederos del Nuevo Testamento y cantores
del nuevo cántico. Este amor, carísimos hermanos, renovó ya entonces a los
justos de la antigüedad, a los patriarcas y profetas, como renovó después a los
apóstoles, y es el que también ahora renueva a todas las gentes; y el que de todo
el género humano, difundido por todo el orbe, forma y congrega un pueblo
nuevo, cuerpo de la nueva Esposa del Hijo unigénito de Dios, de la que se dice
en el Cantar de los Cantares: ¿Quién es esta que sube blanca?(Ct 8,5). Blanca, sí,
porque está renovada, y. ¿por quién sino por el mandato nuevo? Por esto en ella
los miembros se atienden unos a otros, y si un miembro sufre, con él sufren los
otros; y si un miembro es honrado, con él se alegran todos los miembros»19.
“LO NUEVO Y LO VIEJO”
En cada Pascua es todo novedad en el Espíritu. No se trata de algo
“novedoso” como ciertas modas, que por paradoja, pronto pasan de
moda y no dejan en su frivolidad ningún recuerdo. Se las lleva el
viento como a espuma de jabón.
Ya en la Sagrada Escritura, el profeta Isaías decía que el Señor lo
haría todo nuevo y lo confirma el Apocalipsis cuando dice “El que
estaba sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”.
El hombre pascual es un hombre renovado y rejuvenecido por la
gracia, que todo lo contempla con mirada profunda y transparente.
Se siente otro hombre, y redescubre su vocación para amar.
Se da cuenta que al pecar por egoísmo, ha envejecido en su
capacidad de amar. Necesita imperiosamente volver a practicar el
mandamiento del amor, con renovada capacidad de entrega y de
servicio. De manera de convertirlo en un mandamiento nuevo.
Pero ¿cómo es posible que esto ocurra? ¿Cómo es posible que el
hombre viejo vuelva a nacer y pueda recuperar su capacidad de amar
en espíritu y en verdad. Solamente iluminado por el bautismo de
sangre de Cristo.
La película “La Pasión”, que se está exhibiendo en estos días, nos
recuerda que no hay mayor amor que dar la vida por los amigos, y
19
San Agustín de Hipona, Tratados sobre el evangelio de san Juan 65,1; trad. en Obras de san Agustín, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1957, t. XIV, pp. 357-359 (BAC 165). Agustín nació en Tagaste, África del norte,
el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del
año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el
pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su
coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
que por amor también se muere. Solo siguiendo el ejemplo del
Señor, podrán reconocer los hombres nuestro hermanos, a través de
gestos y palabras de amor, nuestra condición de cristianos
rejuvenecidos por la gracia y testigos de la alegría pascual.
DOMINGO 6º DE PASCUA
«Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me
ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y
habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La
palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.
Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el
Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les
enseñará todo y les recordará lo que les he dicho. Les dejo la paz,
les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni
teman! Me han oído decir: ‘Me voy y volveré a ustedes’. Si me
amaran, se alegrarían de que vuelva junto al Padre, porque el
Padre es más grande que yo. Les he dicho esto antes que suceda,
para que cuando se cumpla, ustedes crean”» Jn 14,23-29
«Consideren, hermanos carísimos, cuán grande dignidad sea ésta, el tener a
Dios, que ha venido a hospedarse en el corazón. En verdad que, si algún amigo
rico y poderoso viniera a nuestra casa, rápidamente se limpiaría toda la casa
para que no hubiera tal vez en ella algo que molestara a la vista del amigo que
viene. Pues quien prepara a Dios la casa de su alma, haga desaparecer de ella las
inmundicias de sus malas obras.
Pero vean lo que dice la Verdad: Vendremos y habitaremos dentro de él. Y es
que viene a los corazones de algunos, pero no hace mansión; porque ante la
presencia de Dios, sí, llegan a compungirse; pero al tiempo de la tentación se
olvidan de aquello de que se habían compungido, y así vuelven a cometer los
pecados como si no los hubieran llorado. Por consiguiente, quien de veras ama a
Dios, quien guarda sus mandamientos, a su corazón viene Dios y, además, hace
mansión; porque el amor de su divinidad le penetra de tal modo, que no se
aparta de él al tiempo de la tentación. Aquel, pues, le ama de verdad a cuya alma
no la arranca el consentimiento la mala delectación; porque tanto más se aparta
uno del amor divino cuanto más se deleita en los amores de abajo.
Por eso todavía añade: Pero el que no me ama no es fiel a mis palabras. Entren,
pues, hermanos queridísimos, dentro de ustedes mismos y pregúntense si aman
de veras a Dios; pero que nadie se fíe de sí mismo, sea lo que fuere lo que su
alma le respondiere, si le falta el testimonio de las buenas obras. Acerca de si
ama al Creador pregúntese a las palabras, a los pensamientos y a las obras. El
amor de Dios jamás está ocioso; porque, si existe, hace cosas grandes; pero, si
rehuye el obrar, no es amor»20.
HOSPEDAJE PARA TRES
Resultaría muy difícil comprender el misterio de la Santísima
Trinidad sin la ayuda del evangelista san Juan, que hace una clara
20
San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II, 10 (30), 2; trad. en: Obras de san Gregorio Magno,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 684-685 (BAC 170). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de
una familia romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco
tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le
confirió el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado
papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de
Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la
Iglesia, en un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras
marcó el rumbo de la espiritualidad medieval.
distinción entre la persona del Padre, y las personas del Hijo y del
Espíritu. Un solo Dios verdadero en tres personas distintas.
Como análogamente en el A. T., los tres ángeles había visitado a
Abraham y a Sara. Ahora realmente y en una santa comunión, las
tres personas divinas desembarcan en el corazón de cada creyente,
afincándose en él y convirtiéndolo en un verdadero santuario del
Dios viviente, que participa e irradia la vida de Dios.
Jesucristo, la Palabra reveladora del Padre, ha concluido su misión
en medio de los hombres. Ahora vendrá el otro enviado del Padre en
nombre de Cristo. El Espíritu Santo, el Paráclito, que cumplirá el rol
de Testigo, de Abogado y de Maestro. Él nos recordará todo lo que
Cristo nos enseñó.
Ya no habrá necesidad de esperar otras revelaciones. El Espíritu
Santo nos hará penetrar plenamente y de manera definitiva en el
mensaje del Evangelio, de manera que no se limite a ser pura letra,
sino que se convierta en espíritu y vida.
“Espíritu por quien he conocido a Dios, tú que eres Dios y me haces
Dios. Fuerza de Dios, autor de los dones, ven a suscitar nuestra
oración. Tú que inspiras a los profetas y que enseñas a los apóstoles,
tú que instruyes a todos los santos, ven a enseñarnos todas las cosas.
Gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu, un solo Dios y tres Luminarias,
que vive y reina por todos los tiempos y a lo largo de toda la
eternidad” (Gregorio de Nazianzo).
ASCENCIÓN DEL SEÑOR
«Jesús dijo a sus discípulos: “Así está escrito: el Mesías debía sufrir
y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por
Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la
conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de
todo esto. Y yo les enviaré lo que mi Padre les ha prometido.
Permanezcan en la ciudad, hasta que sean revestidos con la fuerza
que viene de lo alto”. Después Jesús los llevó hasta las
proximidades de Betania y, elevando sus manos, los bendijo.
Mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Los
discípulos, que se habían postrado delante de él, volvieron a
Jerusalén con gran alegría, y permanecían continuamente en el
Templo alabando a Dios» Lc 24,46-53
«Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; que nuestro corazón suba al
cielo con él…
Así como Cristo ha subido al cielo sin por eso alejarse de nosotros, de la misma
manera nosotros estamos ya allá arriba con él, incluso no realizándose todavía
en nuestra carne lo que nos ha sido prometido. Él ha sido elevado por encima de
los cielos; y sin embargo sufre sobre la tierra todas las penalidades que nosotros
sentimos… ¿Por qué no nos esforzamos en esta tierra, de suerte que, por la fe, la
esperanza y la caridad que nos unen a él, descansemos ya desde ahora con él en
el cielo? Él, que está allí, está también con nosotros; y nosotros, que estamos
aquí, estamos con él. Él puede hacer esto por su divinidad, su poder, su amor; y
nosotros, si no lo podemos como él por la divinidad, lo podemos en él por el
amor. Él no abandonó el cielo cuando vino a nosotros, ni nos dejó cuando subió
al cielo…»21.
¡MÁS ALLÁ DEL HORIZONTE…!
“El espíritu burgués triunfa cada vez que entre los cristianos se toma
la ciudad terrenal por celestial y cuando los cristianos ya no se
sienten peregrinos en este mundo” (Nicolás Berdaieff ).
La vida de Jesús fue un camino sin retorno hacia Jerusalén, en
donde debía morir y resucitar. Pero Jerusalén no era un fin absoluto
para él. Era el trampolín hacia más allá del horizonte, hacia la
derecha del Padre, soberanamente libre, sin límites de tiempos y de
espacios. Jesús era también el precursor de un camino que todos los
que nos sentimos peregrinos de absoluto, los discípulos del Camino,
de igual manera tendremos que recorrer.
Pero lamentablemente, muchos confunden esta dinámica espiritual,
con permanecer con la mirada clavada en el cielo. A ellos los ángeles
les repiten: “¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha
21
San Agustín de Hipona, Sermón 263 A, 1 (=MAI 98); trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid,
Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, G 2. (cf. Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1983, t. XXIV, pp. 659-660 [BAC 447]). Este sermón fue pronunciado entre los años 396-400. Agustín
nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de
la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una
influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395,
el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de
430.
sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que
lo han visto partir” (Hch 1,11).
Jerusalén era por tanto, un jalón en un plan de salvación universal
que se iba a extender e irradiar hasta los confines de la humanidad.
Se planteaba a los apóstoles el desafío de una nueva etapa, pero con
un mismo compromiso.
Los discípulos habían compartido sus historias contrastantes, con la
historia subyugante del Maestro de Nazaret, del Jesús histórico. La
resurrección venía a establecer una discontinuidad. Permanecía, es
verdad, el mismo compromiso, pero vivido ahora en una nueva
etapa de crecimiento en la fe, que implicaba desprenderse de ciertas
ataduras sentimentales del pasado.
El regreso de Jesús al seno del Padre: “Salí del Padre y vuelvo al
Padre”, conducirá a los apóstoles y también a nosotros hoy en día,
a entrar en contacto con el Cristo de la Pascua, gracias la comunión
con su palabra, con sus sacramentos y a través de los hombres, a
quienes somos enviados; todo esto activado y sellado por la
presencia del Espíritu.
PENTECOSTÉS
«Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando
cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos,
por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos,
les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Mientras decía esto, les mostró
sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me
envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló
sobre ellos y añadió:
“Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan”». Jn 20,19-23
«… Del Espíritu (Santo) nos dice San Lucas que después de la Ascensión del
Señor descendió sobre los discípulos el día de Pentecostés, con poder sobre
todos las naciones para introducirlos en la vida y abrirles el Nuevo Testamento:
también los discípulos, animados del mismo sentimiento, celebraban en todas
las lenguas las alabanzas de Dios, mientras que el Espíritu conducía a la unidad
a las tribus separadas y ofrecían al Padre las primicias de todas las naciones.
Por eso también el Señor había prometido enviarnos un Paráclito que nos
conciliara con Dios. Porque, como de la harina seca, sin agua, no puede hacerse
una sola pasta ni un solo pan, lo mismo nosotros, que éramos una multitud, no
podíamos llegar a ser uno en Jesucristo sin el Agua venida del cielo. Y como la
tierra árida, si no recibe agua, no fructifica, tampoco nosotros, que no éramos al
principio más que leños secos, hubiéramos producido frutos de vida sin la
Lluvia generosamente venida desde lo alto»22.
EL BESO DEL FUEGO
Para el evangelista Juan, el Espíritu Santo, es claramente Alguien; es
una persona, y ella es la tercera persona de la Santísima Trinidad.
Es interesante recordar que el término espíritu, en el idioma
originario: rûah, es femenino; es neutro en la lengua griega: neuma;
y es masculino en el latín: spiritus. ¿Tal vez será porque al amor se lo
vincula más íntimamente con lo femenino?
En la solemnidad de Pentecostés, el soplo del Espíritu ocupa el papel
protagónico. Con rumor de aguas vivas, agita el agua bautismal
depositada en la cisterna de nuestros corazones. Saciando así, la sed
22
Ireneo de Lyon, Contra los herejes, III,17,2; PG 7,929-930 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo,
Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1974, H 9). Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre los
años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de
Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la
persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Es hacia
el año 177 cuando las iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma
(174-189?). Es una epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino)
en la sede episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una
carta suya al papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a
mediados del pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años
178-195.
de oración que sentimos los que, sabiéndonos hijos en el Hijo,
necesitamos invocar a Dios como Padre.
Los hombres solemos olvidar fácilmente las enseñanzas evangélicas
recibidas, y nos cuesta testimoniarlas con la homilía de nuestras
vidas. El Espíritu de la Verdad, comportándose como la memoria
activa de Dios, viene en nuestra ayuda para curar nuestros olvidos.
La perfección de la ley de Cristo es el amor. Por esta razón, los
monjes de la antigüedad, insistían en que para llegar a ser
plenamente monje, había que convertirse en fuego, como la zarza
ardiente de Moisés, que ardía pero no se consumía.
El Espíritu Santo es el Amor convertido en un beso espiritual del
fuego que nos acaricia el alma. Él nos impulsa a los cristianos, en
todo momento y desde cada vocación, a colaborar activamente en la
anhelada construcción de la civilización del amor.
DOMINGOS DURANTE EL AÑO
DOMINGO DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
«Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si
Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: “Yo los
bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo
ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los
bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. Todo el pueblo se hacía
bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando,
se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma
corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: “Tú
eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi
predilección”» Lc 3,15-16. 21-22
«El Señor Jesús ha venido hoy a recibir el bautismo. Ha querido lavar su cuerpo
con el agua del Jordán. Quizá alguno diga: “¿Por qué quiso ser bautizado, él que
era Santo?”. Cristo se bautiza, no para ser santificado por las aguas, sino para
santificar él las aguas y purificar con su acción personal las olas que toca. Se
trata más bien de la consagración del agua que de la consagración de Cristo.
Desde el momento en que Cristo se lavó, todas las aguas se volvieron puras con
vistas a nuestro bautismo. Así quedó purificada la fuente para que se otorgara la
gracia a los pueblos que vendrían después. Cristo va el primero al bautismo para
que los pueblos cristianos le sigan sin vacilar.
Aquí se vislumbra el misterio. ¿No fue la columna de fuego por delante a través
de todo el Mar Rojo para animar a los hijos de Israel a que la siguiesen?
Atravesó la primera las aguas para abrir camino a los que la seguían. Según el
testimonio del Apóstol (cf. 1 Co 10,1 ss.), este acontecimiento fue una figura
anticipada del bautismo. Se trataba sin duda de una especie de bautismo en el
que los hombres estaban cubiertos por la nube y llevados por las aguas. Todo
esto se ha cumplido en Cristo nuestro Señor, que ahora precede en el bautismo a
todos los pueblos cristianos en la columna de su cuerpo, lo mismo que había
precedido a los hijos de Israel a través del mar en la columna de fuego. La
misma columna que en otro tiempo esclareció los ojos de los caminantes,
ilumina ahora el corazón de los creyentes. Entonces trazó sobre las olas una ruta
firme; ahora vigoriza en este baño los pasos de la fe. Quien marcha con fe, sin
titubear, lo mismo que los hijos de Israel, no temerá en absoluto la persecución
de los egipcios»23.
REASUMIENDO NUESTRA IDENTIDAD
23 San Máximo de Turín, Sermón para la fiesta de Epifanía (n. 100,3; Scriptores circa Ambrosius, 4, Milano-Roma
1991, p. 450; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, C 4).
Genadio de Marsella se refiere a Máximo como obispo de Turín y nos hace saber que murió “mientras reinaban
Honorio y Teodosio el Joven” (408-423). No era oriundo de Turín y se desconoce de dónde y cuándo llegó a la
ciudad. Depende en gran parte de Ambrosio de Milán (+ 397), y algunos han querido verlo discípulo de Eusebio de
Vercelli (+ 370-371). Con seguridad era obispo de Turín en septiembre de 398, cuando allí se realizó un sínodo de
obispos de Italia del Norte y de Galia. Parece que aún estaba con vida en 412, año en que ocurrió un eclipse de luna
del que habla en sus Sermones. Hacia el fin del siglo V, sus restos fueron depositados en una basílica cercana a Turín.
Máximo es un buen predicador, de estilo claro y fluido. Su predicación es un claro ejemplo de ministerio pastoral
litúrgico en el norte de Italia a comienzos del siglo V.
El relato del bautismo de Jesús que hoy nos presenta la liturgia
dominical, nos debe llevar a reflexionar en el sentido de nuestro
propio bautismo. Lamentablemente, muchos de nosotros hemos
olvidado o desconocemos la fecha en que recibimos este sacramento,
que hasta los cristianos menos practicantes, se obstinan en pedir
para sus hijos.
En primer lugar sería bueno recordar que el bautismo del Señor,
tiene un papel ejemplar y solidario con la humanidad. Jesús no
necesitaba recibirlo, porque en él no se encontraba vestigio de
pecado. Por el contrario, él se iba a convertir en “el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo”.
En segundo lugar, no podemos desconocer que la escena ocurrida en
el Jordán repercutió hondamente en el interior de Jesús. A partir de
este momento único, Jesús debe haber sentido y vivido su bautismo,
como una experiencia extraordinaria en su relación con su Padre,
junto a una plena toma de conciencia de su mesianismo y de su
filiación divina.
Consciente de que todo se le había dado, y que a partir de ahora
disponía soberanamente del Reino, sintió que en su propia persona
se transparentaba lo absoluto de Dios. Y experimentó una
proximidad maravillosa e inaudita de Dios. ¡Ingresó en el misterio
de Dios! En la intimidad de un “Nosotros”: “Tú eres mi Hijo…”.
Fue un momento de iluminación interior, en el que como en un
pantallazo, pudo esclarecer toda su vida y su misión, centrada en
hacer partícipes a los hombres sus hermanos, la revelación plena y
definitiva de un Dios cercano de los más alejados, excluidos y
marginados.
También nosotros, bautizados en el misterio pascual de Cristo; hijos
en el Hijo, y de manera análoga, debemos reasumir nuestra
identidad de hijos de Dios, tomando conciencia de nuestra misión y
del compromiso que supone comportarnos ante los hombres, como
verdaderos profetas del Reino de Dios.
DOMINGO 2
«Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y
la madre de Jesús estaba allí. Jesús también fue invitado con sus
discípulos. Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: “No
tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿qué tenemos que ver
nosotros? Mi hora no ha llegado todavía”. Pero su madre dijo a los
sirvientes: “Hagan todo lo que él les diga”. Había allí seis tinajas de
piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que
contenían unos cien litros cada una. Jesús dijo a los sirvientes:
“Llenen de agua estas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde.
“Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete”.
Así lo hicieron. El encargado probó el agua cambiada en vino y
como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que
habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: “Siempre se sirve
primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de
inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta
este momento”. Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo
en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos
creyeron en él» Jn 2,1-11
«Preguntarás: ¿por qué, habiendo dicho: “Mi hora no ha llegado aún”, y
habiéndose negado a obrar el milagro, sin embargo luego llevó a cabo lo que su
Madre le había pedido? Fue para demostrar a quienes piensan que estaba sujeto
a horas y tiempos, que no lo estaba. Si hubiera estado así sujeto ¿cómo habría
podido convenientemente llevar a cabo un milagro cuya hora aún no había
llegado? También lo hizo para honrar a su Madre, a fin de no parecer que en
absoluto la rechazaba; y además para que no pareciera que por debilidad y falta
de poder no lo hacía; y para no ruborizar a su Madre en presencia de tan grande
concurso, pues ella le había presentado ya a los sirvientes. Igual procedió con la
mujer cananea. Habiéndole dicho: No es bueno tomar el pan de los hijos y
echarlo a los cachorros, sin embargo luego le concedió todo, movido de la
constancia de la mujer. También había dicho en esa ocasión: Sólo he sido
enviado a las ovejas que perecieron de la casa de Israel (Mt 15,26 y 24), y sin
embargo, tras de haberlo dicho, libró del demonio a la hija.
Aprendemos de aquí que nosotros, aun cuando seamos indignos, con frecuencia
nos volvemos dignos de recibir los beneficios, mediante la constancia. Por tal
motivo la Madre de Jesús esperó y prudentemente movió a los sirvientes a fin de
que fueran muchos los que rogaran a Jesús. Y así continuó diciendo: Hagan
cuanto él les dijere. Sabía ella que Él no se había negado por impotencia, sino
porque rehuía la fastuosidad y así no quería sin más ni más proceder a obrar un
milagro. Por tal motivo ella le llevó los sirvientes»24.
A LA HORA SEÑALADA
24 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el evangelio de san Juan, LXXVII, 22 (21); trad. en: San Juan Crisóstomo.
Explicación del Evangelio de San Juan, t. 1, México, Ed. Tradición, 1981, pp. 183-184. San Juan Crisóstomo (nació
hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía;
después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a
serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407)
en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo
fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI.
Este texto evangélico tan escuchado en las celebraciones
matrimoniales tiene resonancias que trascienden la pura alegría de
una fiesta familiar, si bien no la excluyen. Todos estamos invitados a
participar de la gran fiesta de la vida y tenemos en ella destinada una
hora señalada.
En el evangelio de Juan, María sólo aparece en dos momentos
importantes, en el de las bodas y al pie de la cruz. La respuesta y las
palabras de Jesús no se relacionan restrictivamente, como muchas
veces se ha pensado, al hecho de “anticipar un milagro”, sino que se
refieren prioritariamente al momento culminante en que Jesús se va
a “jugar la vida”, a la hora de su pasión pero también de su
glorificación. Es que al comenzar su vida pública, Jesús inicia la
cuenta regresiva de un camino que va ir recorriendo, hasta
desembocar inexorablemente en la Hora señalada.
Cuando hablamos de “adelantar” el horario solar, no queremos
decir que el sol esté “atrasado” y que haya ¡cambiado de rumbo o
modificado su órbita! San Juan en sus escritos gusta de hablar en
doble sentido y siempre ve más allá de lo inmediato y lo contingente.
Las bodas de Caná son un anticipo del festín mesiánico en el que el
agua de las lágrimas se ha de convertir en el vino de la alegría de la
salvación.
Si bien no había llegado aun la hora de Jesús, María la gran
intercesora, en cierto sentido la adelanta, y anticipa proféticamente
su misión de Madre nuestra que le fue encomendada por el Señor al
pie de la Cruz.
“En Caná manifiesta su gloria,
con el cambio del agua en el vino,
esperando esa hora fijada
en que habrá de explicar este signo”
(Himno de Epifanía).
DOMINGO 3
«Muchos
han
tratado
de
relatar
ordenadamente
los
acontecimientos que se cumplieron entre nosotros, tal como nos
fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo
testigos oculares y servidores de la Palabra. Por eso, después de
informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo
también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un
relato ordenado, a fin de que conozcas bien la solidez de las
enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con el poder el Espíritu y su fama se extendió
en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de
costumbre en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le
presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el
pasaje donde estaba escrito: "El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque me ha consagrado por la unción. El me envió a llevar la
Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y
la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar
un año de gracia del Señor". Jesús cerró el Libro, lo devolvió al
ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la
Escritura que acaban de oír”» Lc 1,1-4; 4,14-21
«El Salvador encarnado es rey y sacerdote; sin embargo la unción que recibió no
fue material, sino espiritual. Entre los israelitas, los reyes y los sacerdotes eran
consagrados con una unción material. Además, una misma persona no podía ser
ambas cosas a la vez, sino que uno era el sacerdote y otro el rey. Solamente
sobre Cristo revierte en todo la perfección y la plenitud; él vino a dar a la Ley su
culminación. Aunque antiguamente ninguno podía ser a la vez rey y sacerdote, a
unos y otros se les llamaba cristos por razón de su unción corporal. Nuestro
Salvador, que es con toda verdad el Cristo, recibió la unción del Espíritu Santo
para que se cumpliese lo que sobre esto dice la Escritura: Por eso Dios, tu Dios,
te ha ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros (Sal 44,8). Sí, la
unción que él ha recibido supera a la de sus compañeros del mismo nombre,
porque él ha sido ungido con el óleo de la alegría, que significa nada menos que
el Espíritu Santo.
Conocemos esta verdad por el mismo Salvador. Habiendo tomado y abierto el
libro de Isaías, dio lectura a este pasaje: El espíritu del Señor Yahveh está sobre
mí, por cuanto me ha ungido Yahveh (Is 61,1), y declaró que esta profecía se
estaba cumpliendo ante su auditorio (Lc 4, 21). Pedro, el príncipe de los
apóstoles, enseña también que la unción por la cual el Salvador se hacía
reconocer como Cristo era el mismo Espíritu Santo que es la fuerza de Dios. (...)
Jesús es, pues, el Cristo que por la unción del Espíritu Santo se ha convertido en
rey y sacerdote eterno»25.
25 Faustino presbítero, Tratado sobre la Trinidad, 39-40; CCL 69, 340-341 (trad. en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, R 12). Lo poco que se sabe de Faustino hay que buscarlo
en sus escritos. Hacia el 380, en Roma era sacerdote del grupo de los luciferianos y mantuvo alguna relación con
Flacila, mujer del emperador Teodosio, a cuyas instancias, y por ello antes del 386, en que muere el emperador,
Faustino escribió un De Trinitate, que nos ha llegado junto con otros dos escritos suyos. La obra no destaca por su
originalidad; Faustino se ha inspirado en Gregorio de Elvira, que era entonces en Occidente el líder indiscutible de
todos los luciferianos, y en Hilario. No parece, en cambio, muy subsidiario de Ambrosio y otros. En el ámbito de
LA HOMILÍA DE JESÚS
Para el evangelista Lucas, Jesús recorre un camino que se inicia en
Nazaret y concluye en Jerusalén, lugar de su muerte y de su
resurrección. Nada ni nadie podrá modificar esta determinación. En
el episodio evangélico de este domingo, se cumple lo que podríamos
llamar la solemne inauguración del camino a recorrer. Y esto lo
proclama el Señor con su primera homilía oficial.
Esta homilía tiene características programáticas de importancia
fundamental. Está impulsada por el dinamismo del Espíritu que ha
ungido a Jesús. Anuncia el comienzo del reinado de Dios hoy, y es
portadora de un mensaje salvífico de liberación para los excluidos y
los marginados. En ella se da una clara opción por los más
necesitados de consuelo y de misericordia. Y todo lo anunciado y
proclamado por Jesús, va a quedar sellado con ¡la homilía de su
propia vida!
Las palabras del Señor pronunciadas en la sinagoga de Nazaret
pueden ayudarnos en nuestra reflexión como cristianos, como
hombres y mujeres de iglesia.
En primer lugar: la fuente principal de toda homilía está en la
Sagrada Escritura, interpretada en espíritu y en verdad, como lo
hizo Jesús al leer y comentar al profeta Isaías.
En segundo lugar: el mensaje debe ser claro, breve y comprensible.
No se convence a un auditorio con largas y tediosas disquisiciones.
En tercer lugar: y por encima de todo, debe prioritariamente
anunciarse una Buena Noticia de salvación. ¡Somos hijos del amor y
no del temor!
En cuarto lugar: somos simplemente instrumentos del Espíritu que
nos convoca y nos impulsa a transmitir una buena noticia en el hoy
de Dios.
En quinto lugar: debemos optar claramente en nuestras palabras
por los más pobres y necesitados, sin excluir lógicamente a nadie, ya
que todos somos hijos de Dios.
Y todo esto de nada serviría, si en nuestro camino, no
corroboráramos nuestras palabras con el evangelio de nuestras
propias vidas.
estas fuentes, Faustino se mueve con competencia y desenvoltura. Junto a ésta, que es la obra más seria de Faustino
bajo el aspecto doctrinal, hay que poner una breve profesión de fe enviada al emperador Teodosio. El otro escrito,
compuesto en el 384, con un sacerdote luciferiano llamado Marcelino, y del que nada más sabemos, es una petición
bastante extensa que Faustino elevó a Teodosio.
DOMINGO 4
«Entonces Jesús comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este
pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Todos daban testimonio
a favor de él y estaban llenos de admiración por las palabras de
gracia que salían de su boca. Y decían: “¿No es este el hijo de José?”.
Pero él les respondió: “Sin duda ustedes me citarán el refrán:
‘Médico, cúrate a ti mismo’. Realiza también aquí, en tu patria, todo
lo que hemos oído que sucedió en Cafarnaún”. Después agregó: “Les
aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra. Yo les
aseguro que había muchas viudas en Israel en el tiempo de Elías,
cuando durante tres años y seis meses no hubo lluvia del cielo y el
hambre azotó a todo el país. Sin embargo, a ninguna de ellas fue
enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en Israel, en el tiempo del profeta
Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado, sino Naamán, el sirio”. Al
oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se
enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad,
hasta un lugar escarpado de la colina sobre la que se levantaba la
ciudad, con intención de despeñarlo. Pero Jesús, pasando en medio
de ellos, continuó su camino» Lc 4,21-30
«Al oír estas palabras, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y,
levantándose, lo empujaron fuera de la ciudad... El Señor se modera sobre su
conducta: Él ha enseñado con su ejemplo a los apóstoles cómo hacerse todo a
todos: no desecha a los de buena voluntad ni coacciona a los recalcitrantes; no
resiste cuando se le expulsa ni está ausente de quien le invoca. Así en otro lugar,
a los gerasenos, no pudiendo soportar sus milagros, los deja como enfermos e
ingratos.
Entiende al mismo tiempo que su pasión en su cuerpo no ha sido obligada, sino
voluntaria; no ha sido apresado por los judíos, sino que Él se ha ofrecido.
Cuando quiere, es arrestado; cuando quiere, cae; cuando quiere, es crucificado;
cuando quiere, nadie le retiene. En esta ocasión subió a la cima de la montaña
para ser precipitado; pero descendió en medio de ellos, cambiando
repentinamente y quedando estupefactos aquellos espíritus furiosos, pues no
había llegado aún la hora de su pasión. Él quería mejor salvar a los judíos que
perderlos, a fin de que el resultado ineficaz de su furor los hiciese renunciar a
querer lo que no podían realizar. Observa, pues, que aquí obra por su divinidad
y allí se entrega voluntariamente; ¿cómo, en efecto, pudo ser arrestado por un
puñado de hombres si antes no pudo hacerlo una multitud? Pero no quiso que el
sacrilegio fuese obra de muchos, para que el odio de la cruz recayese sobre
algunos: fue crucificado por unos cuantos, pero murió por todo el mundo»26.
EL CAMINO DE JESÚS
26 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 4,55-56 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I,
Madrid 1966, pp. 217-218 [BAC 257]). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la
carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente
para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el
01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente
dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
Todos en la vida tenemos que recorrer un camino y asumir una
historia, lo que implica opciones muchas veces duras y exigentes. No
se puede recorrer un camino sin afrontar las despedidas, los riesgos
y los sacrificios que puedan irse presentando. Así se va configurando
una verdadera “geografía espiritual” del camino.
A medida que se va avanzando, la experiencia del caminante se va
acrecentando. Y se va acumulando lo que habitualmente
entendemos como la sabiduría de la vida. Y así pasan los años y los
plazos se van cumpliendo y la meta se va acercando… Porque todo
camino y todo caminar supone una promesa y una meta… De lo
contrario nuestra vida perdería todo su sentido.
Al final del camino y mirando hacia atrás, las cosas se hacen más
claras, los juicios y las apreciaciones más objetivas y matizadas, las
motivaciones más transparentes. “Se han de encontrar un día, quién
sabe dónde, el camino más ancho, más hondo el hombre” (A.
Yupanqui).
Estas experiencias del camino adquieren todo su sentido iluminadas
por el ejemplo y el seguimiento de Cristo. Él fue el gran caminante
que pasó por el mundo con corazón de atleta, haciendo el bien y
peregrinando hacia la casa del Padre.
Por eso, Aunque nos parezca sorprendente, es a partir de su muerte
y resurrección en Jerusalén que se puede comprender el episodio
inicial en su patria chica.
El evangelista Lucas proyecta premeditadamente hacia atrás los
últimos momentos de Jesús. Quiere recordarnos que ya desde el
principio en la sinagoga de Nazaret, Jesús fue un motivo de
contradicción y un signo de escándalo para sus coetáneos. Unos
estaban a su favor y otros en su contra. Pero él debía seguir su
camino: “Debo seguir mi camino, hoy, mañana y pasado, porque no
puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén” (Lc 13,33).
DOMINGO 5
«En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de
Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla
del lago de Genesaret.
Desde allí vio dos barcas junto a la orilla del lago; los pescadores
habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de
las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de
la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Navega mar adentro, y
echen las redes”. Simón le respondió: “Maestro, hemos trabajado la
noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las
redes”. Así lo hicieron, y sacaron tal cantidad de peces, que las
redes estaban a punto de romperse. Entonces hicieron señas a los
compañeros de la otra barca para que fueran a ayudarlos. Ellos
acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían. Al
ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le dijo: “Aléjate
de mí, Señor, porque soy un pecador”. El temor se había apoderado
de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que
habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos
de Zebedeo, compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón: “No
temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres”. Ellos
atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo
siguieron» Lc 5,1-11
«¡Cuán grande ha sido la bondad de Cristo! Este Pedro, que así habla, fue
pescador, y ahora recibe no pequeña gloria el orador si es capaz de comprender
al pescador. (...) Si Cristo hubiese elegido primeramente al orador, diría éste:
“He sido elegido por mi elocuencia”. Si hubiese elegido a un senador, diría: “He
sido elegido por el mérito de mi dignidad”. Por fin, si hubiese elegido
emperador, podría decir: “He sido elegido en atención a mi poder”. Estén
tranquilos los tales y aguarden un poco; estén tranquilos, no se les rechaza, no
se les desprecia, pero aguarden un poco, para que no puedan gloriarse de sí
mismos en sí mismos. Denme, dijo, a aquel pescador, a aquel ignorante, a aquel
analfabeto; denme aquel con quien no se digna hablar el senador ni cuando le
compra el pescado. Denme al tal, dijo. Si le lleno, quedará claro que he sido yo
quien lo ha hecho. También he de hacerlo con el senador, con el orador y con el
emperador; alguna vez he de hacerlo con el senador, pero ahora es más seguro
con el pescador. El senador puede gloriarse de sí mismo; también el orador y el
emperador. El pescador, en cambio, no puede gloriarse sino en Cristo. Venga el
pescador para enseñar la salutífera humildad. Venga primero el pescador. Por
medio de él será mejor atraído el emperador.
Piensen, pues, en este pescador santo, justo, bueno, lleno de Cristo, en cuyas
redes, echadas por todo el mundo, había de ser pescado este pueblo»27.
27 San Agustín de Hipona, Sermón 43,6-7; trad. en: Obras de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
1981, t. VII, pp. 593-594 (BAC 53). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por
momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo
este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el
ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la
sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
“NO TENGAS MIEDO”
El temor es un mal consejero en la vida espiritual. Nos quita libertad
y naturalidad en nuestra relación con Dios.
Lamentablemente existen muchas religiones hijas del rigor, que
hacen de sus seguidores, esclavos temerosos y desconfiados.
En el cristianismo en ciertas épocas y sectores, se ha insistido
machacona y unilateralmente, en el temor al castigo. Se han
olvidado los educadores en su escala de valores, que la palabra
evangelio significa: BUENA NOTICIA, y que este es el mensaje
fundamental que deben transmitir con la homilía de su vida.
En los años en que se editaron por vez primera en la Argentina los
cuatro evangelios con el título: “La Buena Noticia”, le pedí a un
sacerdote religioso amigo que me consiguiera el libro. Días después,
cuando regresó, fui a preguntarle si se había acordado de traerme la
“buena noticia”, pero él perplejo me respondió: “no tengo ninguna
buena noticia para darte”. Sin darse cuenta¡ había perdido la
dimensión del evangelio como buena noticia de Dios!
Ante la grandeza de la santidad de Dios nos sentimos inducidos
automáticamente a alejarnos del Señor que nos pregunta: “¿Dónde
estás?” (Gn 3,9). Es cierto que él no pacta con el pecado, pero es
verdad también, que se acerca para rehabilitarnos. Por eso,
reconocernos pecadores es una gracia que no tiene precio, y es el
comienzo del regreso hacia él por la senda de una vida nueva.
Nos parece mentira que Jesús nos necesite y que pueda servirse de
nosotros para obrar milagros en su nombre. Sin embargo, él nos
reitera su confianza, en la medida en que lo dejemos todo y lo
sigamos.
El temor se ha convertido en amor, la distancia en cercanía.
DOMINGO 6
«Al bajar con ellos se detuvo en una llanura. Estaban allí muchos de
sus discípulos y una gran muchedumbre que había llegado de toda
la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón.
Entonces Jesús, fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
“¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán
saciados!
¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán! ¡Felices
ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y
los proscriban, considerándolos infames a causa del Hijo del
hombre!
¡Alégrense y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de
ustedes será grande en el cielo. De la misma manera los padres de
ellos trataban a los profetas!
Pero ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán
hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la
aflicción y las lágrimas¡
Ay de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los
padres de ellos trataban a los falsos profetas!”» Lc 6, 17.20-26
«Cada palabra de la Sagrada Escritura nos invita a la imitación del Señor que
nos ha creado por su beneficencia. Sin embargo, lo miramos todo bajo nuestra
propia utilidad, lo medimos todo según nuestros gustos. Nos apropiamos de
algunos bienes para nuestra propia vida y reservamos otros para nuestros
herederos. Y no nos planteamos el problema de las gentes que están en la
miseria. Y no nos preocupamos lo más mínimo de los pobres. ¡Oh corazones sin
misericordia!
Ve un hombre a su prójimo que no tiene pan ni medios para procurarse el
alimento indispensable y en vez de apresurarse a ofrecerle su ayuda para
rescatarle de la miseria, lo observa como quien observa una planta verde que se
está secando lastimosamente por falta de agua. Y sin embargo, este hombre
abunda en riquezas y podría ayudar a muchos con sus bienes. Lo mismo que el
caudal de una sola fuente puede regar una vasta extensión de terreno, así la
abundancia de un solo hogar puede librar de la miseria a un gran número de
pobres, si no lo impiden la tacañería y la avaricia del hombre, como acontece
con una roca que cae en el arroyo y desvía la corriente.
No vivamos únicamente según la carne; vivamos según Dios. La misericordia y
la beneficencia son las amigas de Dios. Si se establecen en el corazón del
hombre, lo divinizan y lo modelan a semejanza del soberano Bien, para que sea
imagen de la esencia primera y simplicísima que supera todo conocimiento»28.
28 San Gregorio de Nisa, Sermón 1 sobre el amor a los pobres (PG 46,463-466; trad. en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, X 4). Cf. R. Sierra Bravo, El mensaje social de los
Padres de la Iglesia. Selección de textos, Madrid, de. Ciudad Nueva, 1989, p. 190. Ignoramos la fecha del nacimiento
de Gregorio (no antes del 331) y de su muerte, pues perdemos su rastro tras el 394. Fueron su madre y, aún más, su
abuela Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos
asimismo que guió sus estudios su hermano Basilio. Gregorio ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y
debió pasar temporadas con los miembros de su familia que habían abrazado la vida monástica. Sin embargo
abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica. Se discute si contrajo matrimonio con una tal
Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la
UN PROYECTO DE FELICIDAD
Nuestros proyectos habituales de vida difieren muchas veces del
proyecto que Dios nos tiene destinado. Esto ocurre análogamente
con los adolescentes y los jóvenes, que con una personalidad en
proceso de maduración, se proyectan hacia el futuro con planes que
los sumergen en un mundo de ilusiones y fantasías, ajenas a su
propia realidad.
Evidentemente todos queremos ser felices y todos deseamos ser
dichosos. Pero nos cuesta creer que la felicidad en parámetros
evangélicos, no pueda prescindir nunca del evangelio de la cruz.
La enseñanza de Jesús está configurada en el mensaje de las
bienaventuranzas, el decálogo del Nuevo Testamento. Nos gustaría
suprimir algunos versículos, o ponerlos a otros en letra pequeña…
Nos parece que Dios se ha mostrado injusto al proclamar ciertas
afirmaciones y arbitrario al condenar tan duramente ciertas
conductas de vida.
Nos olvidamos que ellas trazan el perfil del hombre evangélico con el
cual ingresaremos al Reino de Dios. Es verdad que a veces nos
desmoralizamos; parece que el programa de vida que nos proponen,
nos desborda y nos supera. Pero debemos procurar meditar en cada
una de estas bienaventuranzas. Ir avanzando de a poco en el mensaje
que nos van transmitiendo. Tal vez no podamos abarcarlas a todas
de entrada y practicarlas con la misma intensidad. ¡Solo Jesús pudo
vivirlas en plenitud total!
Posiblemente y con el tiempo, unos sentirán el llamado a la pobreza
más radicalizado, otros sufrirán la dimensión martirial con mayor
intensidad, y finalmente muchos tendrán un fuerte llamado a la
solidaridad con los que lloran, los marginados y los que padecen
soledad e incomprensión.
Pero en todo caso, lo que tendremos que evitar a toda costa, será
caer en la adicción al dinero, en la burla “sobradora” del prepotente
y en la idolatría de vanagloria del autosuficiente.
virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo
obispo. Gregorio, pese a su reluctancia, recibió la ordenación episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el año
372.
DOMINGO 7
«Jesús les dijo a sus discípulos: “Pero yo les digo a ustedes que me
escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por lo que los difaman. Al
que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te
quite el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y
al que tome lo tuyo no se lo reclames. Hagan por lo demás lo que
quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que
los aman, ¿qué mérito tienen? Porque hasta los pecadores aman a
aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a
ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y
si prestan a aquellos de quienes esperan recibir, ¿qué mérito
tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para
recibir de ellos lo mismo. Amen a sus enemigos, hagan el bien y
presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de
ustedes será grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno
con los desagradecidos y los malos. Sean misericordiosos, como el
Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán
juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán
perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una
buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la
medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”» Lc
6,27-38
«... A ningún cristiano le está permitido tener odio a nadie: nadie puede salvarse
si no es por el perdón de los pecados y no sabemos hasta qué punto la gracia del
Espíritu Santo puede dar valor a lo que es despreciado por la sabiduría del
mundo.
Que el pueblo de Dios sea santo y bueno: santo para apartarse de lo que está
prohibido, bueno para obrar según los mandamientos. Aunque es algo muy
grande tener una fe recta y una doctrina sana, y aunque sean muy dignas de
alabanza la sobriedad, la dulzura y la pureza, todas estas virtudes, sin embargo,
no valen nada sin la caridad. Y ninguna conducta es fecunda, por muy excelente
que parezca, si no está engendrada por el amor...
Hagan, pues, los creyentes la crítica de su propio estado de espíritu y examinen
atentamente los íntimos sentimientos de sus corazones. Si encuentran en el
fondo de sus conciencias algún fruto de caridad, no duden que Dios está en
ellos. Y para hacerse cada vez más capaces de recibir a un huésped tan grande,
que perseveren y crezcan en la misericordia, practicándola. En efecto, el amor es
Dios, la caridad no debe conocer ningún límite, porque la divinidad no puede
quedar encerrada nunca»29.
29 San León el Grande, Homilía 48,2-3; Sch 49bis, 1969, pp. 174-177 (trad. castellana en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, D 16). León, que ostenta el título de Grande, sobre todo
por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma
entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las
invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de
Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma
y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en
la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró
preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de
pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.
¿QUIÉN ES MI HERMANO?
Las simpatías y las simpatías suelen ser la debilidad de la
fraternidad. Hay que amar a la gente con un amor exclusivo, lo que
no significa, excluyente. Exclusivo, implica amar al hermano como
realmente es en el momento, por más limitado que sea, sabiendo que
será el mejor camino para que el otro pueda llegar a ser lo mejor que
deseo para él. Hay que amar al pecador y no al pecado.
El amor excluyente en cambio, hace acepción de personas y las
discrimina. Busca el propio interés y a menudo no ayuda a crecer a
ninguno de los protagonistas. Además inevitablemente conduce a
divisiones, a sectarismos y a enfrentamientos, que tarde o temprano
desembocan en las guerras frías de la indiferencia o en las ardientes
de la violencia.
«Entró una vez el abad Agatón en la ciudad para vender algunos
objetos y encontró en el camino a un leproso. El leproso le dijo:
“¿Adónde vas?”. Le respondió Agatón: “A la ciudad a vender los
objetos fruto de mi trabajos”. Le dijo: “Hazme la caridad de llevarme
hasta allí”. Agatón lo alzó cargando con él y lo llevó a la ciudad.
Entonces le dijo el leproso: “Déjame donde sueles vender tus
artículos”. Así lo hizo. Cuando vendió uno, le dijo: “¿Por cuánto has
vendido?”. Respondió: “Por tanto”. Le dijo entonces: “Cómprame un
chocolate”. Y se lo compró. Cuando hubo vendido todo lo que había
llevado y quería ya volverse, el leproso le preguntó: “¿Te vas?”.
Respondió: “Sí”. Le dijo entonces: “Haz nuevamente una caridad y
llévame al lugar donde me encontraste”. Lo levantó y lo dejó en ese
lugar. Entonces el leproso le dijo: “Bendito seas, Agatón, por el
Señor en los cielos y en la tierra”. Levantó lo ojos y no vio a nadie.
Era un ángel del Señor que había sido enviado para probarlo».
DOMINGO 8
«Jesús les hizo también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a
otro ciego? ¿No caerán los dos en un pozo? El discípulo no es
superior al maestro; cuando el discípulo llegue a ser perfecto, será
como su maestro. ¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu
hermano y no ves la viga que está en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a
tu hermano: “Hermano, deja que te saque la paja de tu ojo”, tú, que
no ves la viga que tienes en el tuyo? ¡Hipócrita, saca primero la
viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de
tu hermano.
No hay árbol bueno que dé frutos malos, ni árbol malo que dé frutos
buenos: cada árbol se reconoce por su fruto. No se recogen higos de
los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas.
El hombre bueno saca el bien del tesoro de bondad que tiene en su
corazón. El malo saca el mal de maldad, porque de la abundancia
del corazón habla la boca» Lc 6,39-45
«Un discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine el aprendizaje,
será como su maestro. Bienaventurados discípulos, que estaban llamados a ser
los iniciadores y maestros del mundo entero. Por eso era conveniente que
aventajasen a los demás en una sólida formación religiosa: necesitaban conocer
el camino de la vida evangélica, ser maestros consumados en toda obra buena,
impartir a sus alumnos una doctrina clara, sana y ceñida a las reglas de la
verdad; como quienes ya antes habían fijado su mirada en la Verdad y poseían
una mente ilustrada por la luz divina. Sólo así evitarían convertirse en ciegos,
guías de ciegos. En efecto, los que están envueltos en las tinieblas de la
ignorancia, no podrán conducir al conocimiento de la verdad a quienes se
encuentran en idénticas y calamitosas condiciones. Pues de intentarlo, ambos
acabarán cayendo en el hoyo de las pasiones.
A continuación y para cortar de raíz el tan difundido morbo de la jactancia, de
modo que en ningún momento intenten superar el prestigio de los maestros,
añade: Un discípulo no es más que su maestro. Y si ocurriera alguna vez que
algunos discípulos hicieran tales progresos, que llegaran a equipararse en
mérito a sus antecesores, incluso entonces deben permanecer dentro de los
límites de la modestia de los maestros y convertirse en sus imitadores»30.
30 San Cirilo de Alejandría, Comentario sobre el evangelio de san Lucas, cap. 6; PG 72,602-603. Trad. en:
http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_08.htm. Son escasas las noticias que
tenemos sobre la vida de Cirilo antes del episcopado. Al parecer nació entre los años 370-378/80 en una localidad llamada
Theodosius (actual El Mahalla el Kubra en Egipto), distante algo más de 120 kms. (hacia el este) de Alejandría. Su madre
probablemente era originaria de Memphis, hermana del patriarca Teófilo (mayor que ella), quien ocupó la sede de
Alejandría a partir del año 385. La primera aparición pública de Cirilo sobre la cual tenemos información, fue su
participación -siendo aún muy joven (unos 25 años?)- en el tristemente célebre sínodo de «La Encina» (Ad Quercum). En
efecto, en agosto del año 403, acompañó a su tío a este “seudo concilio” donde se depuso al obispo de Constantinopla,
Juan Crisóstomo. El 18 de octubre del 412, tres días después de la muerte de Teófilo, su sobrino accede a la sede patriarcal
de Alejandría. Los primeros años de su gobierno episcopal se vieron ensombrecidos por la persecución desencadenada
contra paganos y judíos. Después de estos acontecimientos Cirilo parece haberse llamado a sosiego, para dedicarse de
lleno a sus tareas pastorales. De hecho, el período que va entre el 415/16 hasta el 428, es el más fecundo en la producción
literaria del joven y fogoso patriarca. Más tarde, entre los años 428-431, estuvo directamente implicado en la controversia
con Nestorio, siendo decisiva su participación en el concilio de Éfeso (431). Los años subsiguientes al concilio los dedicó
el obispo de Alejandría a defender y aclarar, contra sus adversarios e incluso delante de aliados no muy convencidos de su
forma de proceder, su posición y pensamiento cristológico. Entre 438-440, favoreció los ataques contra Teodoro de
Mopsuestia y Diodoro de Tarso, a quienes acusaba de ser “precursores de Nestorio”. Sin embargo, ante la airada protesta
ACERCA DE LAS CORRECCIONES
Cuando la gallina se alimenta y mientras picotea para alimentarse,
sacude y desparrama hacia los costados la tierra con sus patas. Así
puede ocurrir con nosotros. Muchas de las limitaciones y defectos
nuestros que no hemos acabado de asumir, los proyectamos en los
demás. Y si un ciego pretende guiar a otro ciego, corren peligro de
caer en el pozo!
Es buena y necesaria la corrección fraterna pero deberá costar
hacerla. Los antiguos padres del desierto recordaban que era mal
síntoma corregir con facilidad y cierta complacencia.
Silvano del Monte Athos, un santo monje, relatan sus escritos,
hablando de su padre un rudo campesino ruso, decía: “No he llegado
a la altura de mi padre, él era un verdadero “staretz” (anciano
espiritual), como a mi me hubiera gustado serlo. Una vez esperó seis
meses para corregirme!”.
Cuando se vive en comunidad y en familia, todo se transparenta con
mayor facilidad y se comprueba con sorpresa que muchas virtudes
que resaltaban desde lejos, no eran más que defectos maquillados y
por lo contrario, defectos vistos a distancia, en la cercanía se
revelaban como sorprendentes virtudes.
Cuenta santa Teresita que estando encargada de la portería, se dio
cuenta que otra hermana estaba deseando atender a las visitas. Y
cuando sonó la campana de la portería, a propósito tardó en
levantarse. La otra hermana se levantó velozmente y criticándola
por su tardanza partió a atender la puerta. La actitud de Santa
Teresita pasó como defecto, y en cambio el comportamiento de la
hermana que la criticó , desde afuera impresionó como virtud.
de Juan de Antioquía, optó por no seguir en esa dirección. Cirilo murió el 27 de junio del año 444. Su producción literaria
fue copiosa.
DOMINGO 9
«Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró
en Cafarnaúm. Había allí un centurión que tenía un sirviente
enfermo, a punto de morir, al que estimaba mucho. Como había
oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que
viniera a curar a su servidor. Cuando estuvieron cerca de Jesús, le
suplicaron con insistencia, diciéndole: “Él merece que le hagas este
favor, porque ama a nuestra nación y nos ha construido la
sinagoga”.
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el
centurión le mandó decir por unos amigos: “Señor, no te molestes,
porque no soy digno de que entres en mi casa; por eso no me
consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una
palabra y mi sirviente se sanará. Porque yo -que no soy más que un
oficial subalterno, pero tengo soldados a mis órdenes- cuando digo
a uno: ‘Ve’, él va; y a otro: ‘Ven’, él viene; y cuando digo a mi
sirviente: ‘¡Tienes que hacer esto!’, él lo hace”.
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la
multitud que lo seguí, dijo: “Yo les aseguro que ni siquiera en Israel
he encontrado tanta fe”.
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente
completamente sano» Lc 7,1-10
«Mientras se nos leía el evangelio, hemos oído el elogio de nuestra fe en base a
su humildad. Habiendo prometido el Señor Jesús ir a casa del centurión para
curar a su criado, él respondió: “No soy yo quién para que entres bajo mi techo.
Basta que lo digas de palabra y quedará sano” (Mt 8,8). Confesándose indigno,
se hizo digno de que Jesús entrase, no entre las cuatro paredes de su casa, sino
en su corazón. Porque no hubiese hablado con tanta fe y humildad, si no
albergase ya en su corazón a aquel a quien no se creía digno de recibir en su
casa. Menguada habría sido la dicha si el Señor Jesús hubiera entrado dentro de
sus cuatro paredes, y no estuviera aposentado en su corazón. Efectivamente,
Jesús, maestro de humildad de palabra y con su ejemplo, se recostó asimismo a
la mesa en casa de un soberbio fariseo, llamado Simón (Lc 7,36). Pero aun
estando recostado en su casa, el Hijo del hombre no encontraba en su corazón
dónde reclinar su cabeza...
Estaba, pues, recostado el Señor en casa del fariseo soberbio. Estaba en su casa,
como acabo de decir, pero no estaba en su corazón. En cambio, no entró en la
casa de este centurión, pero se posesionó de su corazón»31.
¡ACTUANDO A DISTANCIA!
La oración no tiene límites de tiempos ni distancias cuando es
producto de una fe confiada y esperanzada. No es tampoco privativa
31 San Agustín de Hipona, Sermón 62,1. 3 (trad. en: Obras completas de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1983, t. X, pp. 197-199 [BAC 441]). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un
largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el
bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona
lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su
muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
de una confesión religiosa, ni hace acepción entre personas dignas e
indignas. Todos los hombres tienen el derecho a servirse de ella para
comunicarse con Dios y plantearle sus necesidades.
A nadie se le puede privar del “derecho al pataleo”.
Jesús admirado por la fe del centurión cura a distancia con el poder
de su palabra al servidor del oficial subalterno, haciendo realidad las
palabras del salmista: “Envió su palabra para curarlos, para
salvarlos de la perdición”.
A imagen y semejanza del Salvador, todo creyente puede curar desde
lejos a sus hermanos invocando el Nombre de Jesús, a través de lo
que podríamos entender como “la diaconía (el servicio) de la
oración”.
Las órdenes contemplativas a veces poco consideradas dentro y
fuera de la Iglesia, asumen ese rol vicariante de manera específica y
regular.
Abrazan a distancia con su oración a toda la humanidad doliente sin
ningún tipo de discriminación.
El poder de la oración en el Nombre de Jesús es enorme e
invalorable. Ella se mueve en el invisible plano de la fe. Es el pulmón
que oxigena a la Iglesia.
Podríamos afirmar que el mundo de los hombres perdería su
sentido más trascendente cuando el último orante dejara de existir.
DOMINGO 10
«Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus
discípulos y de una gran multitud.
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a
enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar
la acompañaba.
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: “No llores”.
Después se acercó y tocó el féretro. Los que los llevaban se
detuvieron y Jesús dijo: “Joven, yo te lo ordeno, levántate”.
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a
su madre.
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios,
diciendo: “Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y
Dios ha visitado a su Pueblo”.
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la
Judea y en toda la región vecina» Lc 7,11-17
«Los milagros de nuestro Señor y Salvador Jesucristo sorprender a quienes los
escuchan y los cree, pero a unos y a otros de muy diversa manera. Algunos,
impresionados por los milagros corporales, no aciertan a dirigir su mirada a
realidades superiores; otros, en cambio, admiran ahora en las almas lo que oyen
que hecho por los cuerpos...
Al cristiano no ha de caberle la menor duda de que también ahora son
resucitados los muertos. Pero si bien es verdad que todo hombre tiene unos ojos
capaces de ver resucitar muertos, como resucitó el hijo de esta viuda de que
hace un momento nos hablaba el evangelio; en cambio, no todos tienen ojos
para ver cómo resucitan los muertos en el corazón, a no ser los que previamente
ya han resucitado en su propio corazón. Es más importante resucitar a quien
vivirá para siempre que resucitar al que ha de volver a morir.
De la resurrección de aquel joven se alegró su madre viuda; de los hombres que
cada día resucitan espiritualmente se regocija la Madre Iglesia. Aquél estaba
muerto en el cuerpo; éstos, en el espíritu. La muerte visible del joven
visiblemente era llorada; la muerte invisible de éstos ni se la buscaba ni se la
veía. La buscó quien conocía a los muertos. Sólo conocía quiénes estaban
muertos aquel que podía devolverles la vida...»32.
¡NO HAY DOLOR MÁS GRANDE…!
Unos de los dolores más grandes que puede tener una madre es la
pérdida prematura de un hijo y sobre todo si se trata de un joven. Y
si es hijo único de una madre viuda, el dolor se multiplica.
Frente a sus lágrimas uno se siente una impotente, y el silencio o un
abrazo solidario a veces pueden más que palabras repetidas.
32 San Agustín de Hipona, Sermón 98,1-2 (trad. en: Obras completas de San Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1983, t. X, pp. 654-655 [BAC 441]). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un
largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el
bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona
lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su
muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
Un gran escritor moderno escribe en los últimos renglones de uno
de sus libros: “¿Cómo podrás morirte un día si no tienes madre? Sin
madre no es posible amar. Sin madre no es posible morir”.
Tal vez, estos pensamientos puedan ayudarnos a ubicarnos frente al
evangelio de este domingo en que el Señor se encuentra con la
procesión funeraria, y su ser se estremece (literalmente: se le
retuercen las entrañas) frente a la escena que contempla. Él Sale a su
encuentro, sin escrúpulos de impureza, dirigiéndose al muchacho le
ordena que se incorpore. Y “se lo entregó a su madre”.
Estas ultimas palabras resultan como un mensaje en clave que puede
ser descifrado desde el evangelio de san Juan, cuando le dice al
discípulo amado: “Aquí tienes a tu madre”.
También María, como Madre y Figura de la Iglesia, presenta a la
humanidad, victima del pecado y de la muerte, para que Jesús la
resucite y pueda así proclamar a un Señor que no quiere la muerte
del pecador, sino que se convierta y viva.
DOMINGO 11
«Un fariseo invitó a Jesús a comer con él. Jesús entró en la casa y se
sentó a la mesa. Entonces una mujer pecadora que vivía en la
ciudad, al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del
fariseo, se presentó con un frasco de perfume. Y colocándose detrás
de él, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus
lágrimas; los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los
ungía con perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado
pensó: “Si este hombre fuera profeta, sabría quién es la mujer que
lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”, pero Jesús le dijo: “Simón,
tengo algo que decirte”. “Di Maestro”, respondió él. “Un
prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios,
el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, perdonó a ambos
la deuda. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Pienso
que aquél a quien perdonó más”. Jesús le dijo: “Haz juzgado bien”,
y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer?
Entré en tu casa y tú no derramaste agua sobre mis pies; en
cambio, ella los bañó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no cesó de besar
mis pies. Tú no ungiste mi cabeza; ella derramó perfume sobre mis
pies. Por eso te digo que sus pecados, sus numerosos pecados, le
han sido perdonados. Por eso demuestra mucho amor. Pero aquél a
quien se le perdona poco, demuestra poco amor”. Después dijo a la
mujer: “Tus pecados te son perdonados”. Los invitados pensaron:
“¿Quién es este hombre, que llega hasta perdonar los pecados?”.
Pero Jesús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”». Lc 7,
36-50
«Cristo -que no se pronuncia sobre el pecado, pero alaba la penitencia; que no
castiga el pasado, sino que sondea el porvenir-, haciendo caso omiso de las
maldades pasadas, honra a la mujer, encomia su conversión, justifica sus
lágrimas y premia su buen propósito; en cambio, el fariseo, al ver el milagro
queda desconcertado y, trabajado por la envidia, se niega a admitir la
conversión de aquella mujer: más aún, se desata en improperios contra la que
así honraba al Señor, arroja el descrédito contra la dignidad del que era
honrado, tachándolo de ignorante: “Si éste fuera profeta, sabría quién es esta
mujer que le está tocando”.
Jesús, tomando la palabra, se dirige al fariseo enfrascado en tal tipo de
murmuraciones: “Simón, tengo algo que decirte”. ¡Oh gracia inefable!, ¡oh
inenarrable bondad! Dios y el hombre dialogan: Cristo plantea un problema y
traza una norma de bondad, para vencer la maldad del fariseo. El respondió:
“Dímelo, maestro. Un prestamista tenía dos deudores”. Fíjate en la sabiduría de
Dios: ni siquiera nombra a la mujer, para que el fariseo no falsee
intencionadamente la respuesta. “Uno -dice- le debía quinientos denarios y el
otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, les perdonó a los dos”. Perdonó a
los que no tenían, no a los que no querían: una cosa es no tener y otra muy
distinta no querer. Un ejemplo: Dios no nos pide otra cosa que la conversión:
por eso quiere que estemos siempre alegres y nos demos prisa en acudir a la
penitencia. Ahora bien, si teniendo voluntad de convertirnos, la multitud de
nuestros pecados pone de manifiesto lo inadecuado de nuestro arrepentimiento,
no porque no queremos sino porque no podemos, entonces nos perdona la
deuda. “Como no tenían con qué pagar, les perdonó a los dos”...»33.
EL AMOR ES MÁS FUERTE QUE EL PECADO
La espiritualidad cristiana fue incorporando a su lenguaje el
término: “puntada de costado”, como un equivalente al dolor del
alma ocasionado por la conciencia de pecado. Decía san Gregorio de
Nisa, que: “Las lágrimas son como la sangre en las heridas del alma”.
Es que las lágrimas han sido la expresión gráfica y patente de los
estados emocionales que aquejan al hombre, tanto de tristeza como
también de alegría.
Como las lágrimas tienen un papel beneficioso en el plano
fisiológico, de igual manera lo tienen en las penas y en las alegrías
del corazón.
Por eso, “la puntada del corazón”, es un don misterioso y salvífico,
que purifica las intenciones y posibilita una vez más convertirse a
Dios.
Porque responden a una doble realidad: la toma de conciencia de la
salud perdida por el pecado, y la sufrida y paciente esperanza de
salvación.
Esta es la razón porque las lágrimas conducen a la alegría en la
certeza de que el amor es más fuerte que el pecado.
De esta experiencia de fe y de amor, de pecado y de perdón,
impregnada con las lágrimas de la pecadora, nos habla Jesús en el
Evangelio de hoy.
“Señor, que hiciste brotar de la piedra para tu pueblo sediento, una
fuente de agua viva. Tú que eres misericordioso, haz brotar lágrimas
de compunción de la dureza de nuestro corazón, para que podamos
llorar nuestros pecados y así merecer tu perdón” (Oración del Misal
para pedir el don de lágrimas).
33 Anfiloquio de Iconio, Homilía sobre la mujer pecadora (PG 39,65-89 = PG 61,745-752; traducción en:
http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_11.htm). Anfiloquio nació entre
340/345, y fue obispo de Iconio (hoy Konia, Turquía), entre 373/374-398/404. Antes de ser obispo fue rétor en
Constantinopla. Desplegó una gran actividad antiherética. Su patrimonio literario es todavía objeto de discusión entre
los especialistas.
DOMINGO 12
«Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él,
les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le
respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y
otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero
ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro, tomando la
palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó
terminantemente que no lo anunciaran a nadie. “El Hijo del
hombre, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los
sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y
resucitar al tercer día”. Después dijo a todos: “El que quiera
seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día
y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que
pierda su vida por mí, la salvará”» Lc 9,18-24
«Esfuérzate también tú en ser piedra. Y así, no busques la piedra fuera de ti,
sino dentro de ti. Tu piedra es tu acción; tu piedra es tu espíritu. Sobre esta
piedra se edifique tu casa, para que ninguna borrasca de los malos espíritus
puedan tirarla, fu piedra es la fe; la fe es el fundamento de la Iglesia. Si eres
piedra, estarás en la Iglesia, porque la Iglesia está fundada sobre piedra. Si estás
en la Iglesia, las puertas del infierno no prevalecerán sobre ti: las puertas del
infierno son las puertas de la muerte, y las puertas de la muerte no pueden ser
las puertas de la Iglesia.
Pero ¿qué son las puertas de la muerte, es decir, las puertas del infierno, sino las
diversas especies de pecados? (...) Pero Dios tiene poder de abrirte las puertas
de la muerte, para que proclames sus alabanzas en las puertas de la hija de Sión
(Sal 9,14). En cuanto a las puertas de la Iglesia, éstas son las puertas de la
castidad, las puertas de la justicia, que el justo acostumbra a franquear: Ábreme,
dice, las puertas de la justicia, y, habiendo pasado por ellas, alabaré al Señor
(Sal 117,19)- Pero como la puerta de la muerte es la puerta del infierno, la puerta
de la justicia es la puerta de Dios; pues he aquí la, puerta del Señor, los justos
entrarán por ella (Sal 117,20). Por eso, huye de la obstinación en el pecado,
para que las puertas del infierno no triunfen sobre ti; porque, si el pecado se
adueña en ti, ha triunfado la puerta de la muerte. Huye, pues, de las riñas,
disensiones, de las estrepitosas y tumultuosas discordias, para que no llegues a
traspasar las puertas de la muerte. Pues el Señor no ha querido al principio ser
proclamado, para que no se levantase ningún tumulto. Exhortaba sus discípulos
que a nadie digan: El Hijo del hombre ha de padecer mucho, ser rechazado de
los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, ser muerto,
y resucitar al tercer día (Lc 9,22).
Tal vez el Señor ha añadido esto porque sabía que sus discípulos difícilmente
habían de creer en su pasión y en su resurrección. Por eso ha preferido afirmar
Él mismo su pasión y su resurrección, para que naciese la fe del hecho y no la
discordia del anuncio. Luego Cristo no ha querido glorificarse, sino que ha
deseado aparecer sin gloria para padecer el sufrimiento; y tú, que has nacido sin
gloria, ¿quieres glorificarte? Por el camino que ha recorrido Cristo es por donde
tú has de caminar…»34.
34 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 6,98-100 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I,
Madrid 1966, pp. 337-338 [BAC 257]). Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la
carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente
¿QUÉ DICE LA GENTE Y QUÉ DICE EL CREYENTE?
El hombre va recorriendo un camino gradual y cada vez más hondo
en su experiencia de Cristo, siempre que lo haga como Jesús a través
de la oración. Pero a veces puede quedarse a mitad de camino, y
limitarse a repetir “lo que dice la gente”. Para muchos, Jesús es un
personaje seductor, un auténtico profeta de verdades, con un
multitudinario poder de convocatoria y una coherencia que practicó
hasta a las últimas consecuencias, entregando su vida por los demás.
Todo esto no se puede negar, si se analiza con objetividad la persona
de Cristo. Sin embargo, para el cristiano esto no basta; no es
suficiente. Falta el plus que significa invocar a Jesús desde la fe,
como al Hijo de Dios. Y nadie puede hacerlo sino está inspirado por
el Espíritu del Padre. Sin este plus, nuestra experiencia cristiana
quedará limitada al plano restrictivamente humano. Y Jesús pasará
a ser un gran líder carismático; un gran referente, pero no el
interlocutor válido, que desde su divinidad, da sentido pleno a
nuestra vida y también a nuestra muerte.
Mucha gente anda hoy en día a la búsqueda de emociones y
sensaciones pasajeras. De allí el éxito de tantos ídolos de moda, que
como otros tantos artículos de descarte, crecen por la mañana y por
la tarde se secan y apagan.
En lo profundo, los hombres se sienten insatisfechos y defraudados
frente a un verdadero aluvión de mesianismos demagógicos y
alienantes. Es por eso, que la figura de Jesús no pasará de moda.
Siempre
y
en
última
instancia,
surge
incomparable,
transparentando la presencia de un Dios que se muestra como Padre
y nos ama en el Espíritu de su Hijo. Cristo es el verdadero referente
válido, capaz de responder a nuestros interrogantes existenciales. Es
más que un líder o un profeta. Resume y trasciende a todos los
hombres de buena voluntad, escalonados a lo largo de la historia de
la humanidad.
para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el
01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente
dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
DOMINGO 13
«Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo,
Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió
mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo
de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron,
porque se dirigía a Jerusalén.
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto le dijeron:
“Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para
consumirlos?” Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a
otro pueblo.
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: “Te seguiré
adonde vayas”
Jesús le respondió: “Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo
sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza”.
Y dijo a otro: “Sígueme”. Él respondió: “Permíteme que vaya
primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de
Dios”.
Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme
de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el
arado y mira hacia atrás no sirve para el Reino de Dios”». Lc 9,5162
«Cada uno de nosotros es su propio agricultor puesto que posee como tierra su
alma, que debe rejuvenecer trabajándola con el arado espiritual y guiando los
bueyes que trabajan a partir de la Escritura perfectamente pura. Así
rejuvenecerá su alma envejecida por causa de la mucha pereza del pasado, que
produjo cantidad de mal y de obras estériles; una vez arrancado todo eso con el
arado del Verbo y después de haber dejado su alma en barbecho, entonces
sembrará tomando de la enseñanza divina las semillas de la Ley, de los Profetas,
del Evangelio, lo que acontece cuando repasa la Escritura en su memoria e
intenta ponerla en práctica. Es por eso que el Dios de todas las cosas dice
asimismo por boca de Jeremías: “Rejuvenezcan su tierra con nuevos cultivos y
no siembren espinas” (Jr 4,3)...»35.
¡VIVIMOS DESPIDIÉNDONOS!
El hombre es tierra que anda, es tierra que camina hacia un destino
de plenitud feliz.
Cuando el recorrido lo hace con fe, se convierte en peregrino. Y el
hecho de seguir a Jesús, lo identifica como peregrino cristiano.
La dinámica espiritual de la peregrinación, le irá exigiendo
reiteradas despedidas a lo largo de su vida, en distintos tiempos y
35 Orígenes, Homilías sobre san Lucas, fragmento 68 (SCh 62, 1962, p. 517). Orígenes nació hacia el 185. A los 18
años se hizo cargo, a pedido de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. Hacia el 216, se instaló en Cesárea
de Palestina, donde el obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más
de 20 años. Durante la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa
de los tormentos sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al
menos entre los escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante.
circunstancias. Muchas de estas despedidas le resultarán difíciles y
dolorosas de asumir. Pero son el precio de una opción sincera por
los valores del Reino.
Este caminar gradual y progresivo, es el único que puede garantizar
una auténtica cristianización en espíritu y en verdad, al ir trazando
un derrotero jalonado con situaciones críticas, que pondrán a
prueba la sinceridad de nuestras intenciones.
No se trata de deshumanizarnos, renegando de nuestra naturaleza
humana, pero sí de madurarla desde la fe, a través de un
compromiso progresivo y sin condiciones.
Estos mojones que se suceden en el seguimiento de Jesús hacia
Jerusalén, nos ayudarán poco a poco, durante el trayecto de la vida,
a llegar una conclusión final: “Sólo Dios es absoluto, y lo demás es
absolutamente relativo”.
DOMINGO 14
«El Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos
para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él
debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores
son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados, que envíe
trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven
dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie
por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre
esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz
reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que
haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en
casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que
les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de
Dios está cerca de ustedes”» Lc 10,1-9
«Debemos considerar que somos enviados como corderos en medio de lobos,
para que, guardando los sentimientos de la inocencia, no llegue a hacer presa en
nosotros la malicia; porque quien ocupa el puesto de predicador debe, no causar
males, sino tolerarlos, a fin de que con su mansedumbre se aplaque la ira de los
crueles, y él mismo, herido por las aflicciones, cure en los otros las heridas de
los pecados. Y si alguna vez el celo de la rectitud le exige tratar severamente a
los súbditos, esa misma severidad nazca de amor, no de crueldad…»36.
LA HORA DEL LAICADO
Hasta no hace mucho tiempo, existía entre los laicos y en algunos
ambientes de iglesia, el criterio de que la vocación misionera era
algo vinculado, aunque no de modo restrictivo, a clérigos y religiosoas. Y un puñado de laico-as, con abnegación y coraje, colaboraban
con ellos en las tareas misioneras de las llamadas tierras de paganos,
tierras de misión.
Pero poco a poco, y en especial después del Concilio Vaticano y de la
publicación de importantes documentos de los últimos papas, se
inició una progresiva toma de conciencia en el sentido de que todos
sin excepciones, formamos parte de una iglesia esencialmente
misionera, y somos enviados como los setenta y dos discípulos del
evangelio a preparar la venida del Señor.
Esto se ha comprobado fehacientemente en los últimos años con la
aparición de las nuevas generaciones de jóvenes. Son miles los
jóvenes que se reúnen en grupo para rezar y para ir luego a misionar
36 San Gregorio Magno, Homilías sobre los Evangelios, I,17,4 (trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid
1958, p. 602 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición acomodada. Hacia
el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se convirtió a la vida
monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó estar disponible
para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde residió hasta 585. Al
regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo sucedió en la sede
romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy difícil de la historia,
hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la espiritualidad medieval.
en distintas geografías carenciadas de nuestro país, y no solamente
en tierras lejanas.
Desde el comienzo de este milenio, Juan Pablo II nos recuerda y
repite en sus alocuciones, que han de ser los laicos: los grandes
evangelizadores de este siglo.
DOMINGO 15
«Un doctor de la Ley se levantó y le preguntó a Jesús, para ponerlo
a prueba: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida
eterna?”
Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees
en ella?”
Él le respondió: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu
prójimo como a ti mismo”.
“Has respondido exactamente -le dijo Jesús-; obra así y alcanzarás
la vida”.
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta
pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?”
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: “Un hombre bajaba
de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo
despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio
muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo
vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió
su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto
a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas,
cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia
montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día
siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue,
diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver”.
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre
asaltado por los ladrones?”
“El que tuvo compasión de él”, le respondió el doctor.
Y Jesús le dijo: “Ve, y procede tú de la misma manera”» Lc 10,25-37
«Nadie es tan verdaderamente nuestro prójimo como el que ha curado nuestras
heridas, amémosle, viendo en él a nuestro Señor, y querámosle como a nuestro
prójimo; pues nada hay tan próximo a los miembros como la cabeza. Y amemos
también al que es imitador de Cristo, y a todo aquel que se asocia al sufrimiento
del necesitado por la unidad del cuerpo. No es la relación de parentesco la que
hace a otro hombre nuestro prójimo, sino la misericordia, porque ésta se hace
una segunda naturaleza; ya que nada hay tan conforme con la naturaleza como
ayudar al que tiene nuestra misma realidad natural»37.
TODO HOMBRE ES MI HERMANO
37 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7,84 (SCh 52, 1958, p. 36). Nació hacia 339.
Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año
374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la
ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el
año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la
fe de la Iglesia.
En esta impactante parábola de fuerte contenido anticlerical se
contrapone la conducta de dos “eclesiásticos” con la de un
samaritano; uno de los tantos marginados por la sociedad civil y
religiosa de ese tiempo.
El planteo no se reduce a preguntarnos: “¿Quién es mi hermano?”,
sino también a interrogarnos sobre: “¿Quién se comportó como un
hermano?”. Porque sabemos que de nuestro hermano depende
nuestra propia vida.
Hoy en día se va extendiendo la llamada xenofobia y sus diversas
actitudes discriminatorias, no solo en el primer mundo, sino
también en medio de nosotros.
La egoísta acepción de personas adoptada frente a migrantes de
nuestro país, de naciones limítrofes, o ante hermanos de otras
latitudes o continentes, no es humana y menos aún cristiana.
Esta parábola, iluminada por el ejemplo de Jesús, identificado
despectivamente por sus enemigos como un samaritano, debe
conducirnos a reconocer nuestros prejuicios y a modificar nuestras
actitudes hacia tantos heridos por la vida, necesitados con urgencia
de nuestra solidaridad.
DOMINGO 16
«En aquel tiempo:
Jesús entró en un pueblo, y una mujer que se llamaba Marta lo
recibió en su casa. Tenía una hermana llamada María, que, sentada
a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, que estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, dijo
a Jesús: “Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con
todo el trabajo? Dile que me ayude”.
Pero el Señor le respondió: “Marta, Marta, te inquietas y te agitas
por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola
es necesaria. María eligió la mejor parte, que no le será quitada”»
Lc 10,38-42
«... Que no se le reproche a Marta sus buenos oficios; pero María es preferida
por haber elegido la mejor parte. Porque Jesús tiene muchas riquezas y hace
muchos regalos; así, la más sabia eligió aquello que reconoció ser lo más
importante. Por su parte, los apóstoles no juzgaron que fuera mejor dejar la
palabra de Dios para servir las mesas (Hch 6,2); sin embargo, ambas cosas son
obra de la sabiduría, pues Esteban también estaba lleno de sabiduría y fue
elegido como servidor. Por tanto, el que sirva que obedezca al doctor, y que el
doctor exhorte y anime al que sirve. Porque el cuerpo de la Iglesia es uno,
aunque los miembros son variados; y uno tiene necesidad del otro; “el ojo no le
dirá a la mano: no deseo tus servicios, ni tampoco la cabeza a los pies” (1 Co
12,12 ss.), y la oreja no se atreverá a negar que es parte del cuerpo. La sabiduría
reside en la cabeza, la actividad en las manos; porque “los ojos del sabio están
en la cabeza” (Qo 2,14), ya que el verdadero sabio es aquel cuyo espíritu está en
Cristo, y su ojo interior está levantado hacia las alturas; asimismo, los ojos del
sabio están en la cabeza, los del necio en su talón»38.
LAS DOS CARAS DE LA MONEDA
En la vida cristiana se corre el peligro de enfrentar dos realidades
necesarias y complementarias: la escucha receptiva de la palabra de
Dios; y el servicio a los hermanos, que es fruto del compromiso con
esa misma palabra. Los antiguos monjes lo resumían en dos
palabras: ora y trabaja.
Jesús destaca en esta parábola la profunda capacidad de recibir el
mensaje evangélico por parte de la mujer. Poniéndola como
destinataria válida de su palabra, en un tiempo en que los valores
femeninos eran subestimados por los maestros de la religión.
Debemos tomar conciencia de que en cada uno de nosotros, la figura
de María y de Marta no se excluyen, y como buenas hermanas, se
abrazan y se besan. ¡Por eso, no conviene separar lo que Dios ha
unido!
38 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7,86 (SCh 52, 1958, p. 37). Nació hacia 339.
Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año
374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió probablemente la
ordenación episcopal el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el
año 397. Es un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la
fe de la Iglesia.
Cuentan de un joven monje que se negó a trabajar, argumentando
que debía dedicarse como los ángeles solamente a la oración y a la
contemplación. Cuando llegó la hora de la comida, no encontrando
ningún alimento servido, lo reclamó. Entonces sus hermanos le
replicaron diciéndole, que si él era como los ángeles que solo
rezaban y contemplaban a Dios, ¡no tenía necesidad de alimentarse!
DOMINGO 17
«Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar y, cuando terminó, uno
de sus discípulos le dijo: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan
enseñó a sus discípulos”.
Él les dijo entonces: “Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu
nombre, que venga tu Reino; danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a
aquellos que nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación”.
Jesús agregó: “supongamos que alguno de ustedes tiene un amigo y
recurre a él a medianoche, para decirle: 'Amigo, préstame tres
panes, porque uno de mis amigos llegó de viaje y no tengo nada que
ofrecerle', y desde adentro él le responde: 'No me fastidies; ahora la
puerta está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados. No puedo
levantarme para dártelos'.
Yo les aseguro que aunque él no se levante para dárselos por ser su
amigo, se levantará al menos a causa de su insistencia y le dará
todo lo necesario.
También les aseguro: pidan y se les dará, busquen y encontrarán,
llamen y se les abrirá. Porque el que pide recibe, el que busca
encuentra, y al que llama se le abre.
¿Hay entre ustedes algún padre que da a su hijo una piedra cuando
le pide pan? ¿Y si le pide un pescado, le dará en su lugar una
serpiente? ¿Y si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos,
cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a aquellos que
se lo pidan”» Lc 11,1-13
«Cuando le llamamos Padre, decimos también Dios. El término Padre indica
ternura y autoridad.
Por otra parte, en el Padre, nosotros invocamos al Hijo. Dice, en efecto: “Yo y el
Padre somos una sola cosa” (Jn 10,30).
Y ni siquiera descartamos a la madre, es decir, a la Iglesia; porque en el Hijo y el
Padre es reconocible la madre. Por ella, en efecto, el nombre del Padre y del Hijo
queda garantizado auténticamente.
Con un solo término de amplio significado, con una sola palabra honramos a un
tiempo a Dios y a los que están con él; recordamos un precepto evangélico y
denunciamos a cuantos se han olvidado del Padre»39.
APRENDIENDO A REZAR
A rezar se aprende rezando, y el único maestro de oración es el
Espíritu de Jesús.
Nuestro Dios no es un Dios mudo. Como ser personal desea
conversar con nosotros en un diálogo de amor. Tenemos que
39 Tertuliano, La Oración, II,4-7; ed. en: Fuentes Patrísticas, 18, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2006, pp..266 y 268.
Quinto Septimio Florencio Tertuliano, natural de Cartago, nació hacia el año 155. Eran paganos tanto su padre como
su madre. Tertuliano tenía una sólida formación jurídica y adquirió gran fama como abogado. Después de su
conversión, ocurrida hacia el 193, se estableció en Cartago, e inmediatamente puso toda su cultura jurídica, literaria y
filosófica al servicio de la fe cristiana. Fue entre los años 195-220 cuando desplegó su actividad literaria. Se
desconoce el año de su muerte, que debió ocurrir después del año 220.
comunicamos con él “cara a cara”, sin prejuicios ni desconfianzas;
como lo hacen los amigos en la plenitud de la intimidad.
En la frecuencia modulada de la fe -no rezan los que no creen-, poco
importan las formulaciones que irá adquiriendo nuestra oración. Se
dará de acuerdo a tiempos y circunstancias; y hasta se darán
espacios para la protesta y la rebeldía.
Si hemos rezado en espíritu y en verdad, posiblemente nuestras
angustias y tensiones no habrán desaparecido, pero sí en cambio las
reasumiremos desde una experiencia de Dios, integrada en el
misterio pascual de Cristo.
Podríamos concluir afirmando que la garantía de una oración
auténtica, se medirá siempre por la capacidad de compromiso
solidario con los hombres nuestros hermanos. Y que el día que no
haya más creyentes y por tanto orantes, la tierra habrá dejado de
existir.
DOMINGO 18
«En aquel tiempo uno de la multitud le dijo: “Maestro, dile a mi
hermano que comparta conmigo la herencia”. Jesús le respondió:
“Amigo, ¿quién me ha constituido juez o árbitro entre ustedes?”.
Después les dijo: “Cuídense de toda avaricia, porque aun en medio
de la abundancia, la vida de un hombre no está asegurada por sus
riquezas”.
Les dijo entonces una parábola: “Había un hombre rico, cuyas
tierras habían producido mucho, y se preguntaba a sí mismo:
“¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha”. Después
pensó: “Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros
más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a
mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años;
descansa, come, bebe y date buena vida”. Pero Dios le dijo:
“Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será lo
que has amontonado?”. Esto es lo que sucede al que acumula
riquezas para sí, y no es rico a los ojos de Dios”» Lc 12,13-21
«El rico aquel tuvo el fin que merecían sus malos consejos; pero ustedes, si me
hacen caso, abrirán de par en par sus graneros y darán abundante salida a sus
riquezas; como un río que atraviesa tierra fecunda por muchos canales, así
ustedes distribuyan las riquezas dándoles salida, por múltiples caminos, hacia
las casas de los pobres. Si de los pozos se saca toda el agua, sale luego más
abundante y limpia; pero si se abandonan se corrompen. Así la riqueza,
estancada, resulta inútil; en cambio si se mueve y pasa de mano en mano, es
bien y fruto común. ¡Oh, cuánta alabanza te vendrá de quienes hubieras tú
favorecido, alabanza que no es bien que desdeñes! ¡Cuán grande galardón de
parte de aquel Juez justo, del que no debes desconfiar! (...)
¿Quién es avaro? El que no se contenta con las cosas necesarias. ¿Quién es
ladrón? El que quita lo suyo a los otros. ¿Con que no eres tú avaro, no eres tú
ladrón, cuando te apropias lo que recibiste a título de administración? ¿Con que
hay que llamar ladrón al que desnuda al que va vestido, y habrá que dar otro
nombre al que no viste a un desnudo, si lo puede hacer? Del hambriento es el
pan que tú retienes; del que va desnudo es el manto que tú guardas en tus arcas;
del descalzo, el calzado que en tu casa se pudre. En resolución, a tantos haces
agravios, a cuantos puedes socorrer»40.
UN SEGURO CONTRA LA MUERTE
40 San Basilio de Cesarea, Homilía “Destruam horra mea” (destruiré mis graneros), ns. 5 y 7 (PG 31,261ss.; trad.
castellana en R. Sierra Bravo, El mensaje social de los Padres de la Iglesia, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1989, pp.
115 y 117). Nació Basilio hacia el 329/330. Realizó luego brillantes estudios en la ciudad de Cesarea y, más tarde, en
Constantinopla y Atenas. En esta última conoció al que será el amigo de su vida: Gregorio, hijo del obispo de
Nacianzo. Bastante probablemente hacia el 356 efectuó un viaje de reflexión y estudio por los centros monásticos de
Egipto y Siria, donde se hallaba en plena formación "el fenómeno" monástico. En el 358 recibió el bautismo y se
retiró a un lugar apartado del Ponto. En el año 362. En 370 el pueblo fiel lo proclama obispo de Cesarea de
Capadocia, a pesar de la oposición de algunos obispos de la región y de una buena parte del clero. Despliega entonces
una intensa actividad caritativa, recurriendo incluso a sus bienes personales y familiares. Murió el 1º de enero del año
379.
La acumulación de riquezas no garantiza nuestro porvenir. Es
verdad que existen seguros de vida, pero no se han podido encontrar
hasta ahora seguros contra la muerte.
La riqueza alcanza su pleno destino, cuando se transforma en una
fuente de vida para los demás, y se convierte en un seguro de vida
contra la muerte en el más allá.
El misterio de la encarnación nos habla de un Dios que siendo rico se
hace pobre en la persona de Jesús, para poder enriquecernos a su
cuenta y cargo.
Todos sabemos que “no podemos pedirle frutos al olmo”. Sin
embargo, cuando el olmo sirve de sostén a la vid para que esta se
entrelace; la vid, da fruto para ella, y desborda para el olmo.
Así ocurre también con los pobres. Cuando interceden ante el Señor
por los ricos, ruegan para que estos le encuentren sentido a sus
riquezas. A su vez los ricos, al brindarles como el olmo la ayuda y el
apoyo necesarios, contribuyen a que los pobres puedan celebrar la
vida.
Ambos cumplen su misión. El pobre que es rico en la fe, reza por el
rico necesitado de oración; mientras que este último comparte con el
pobre las riquezas que Dios le regaló.
Bienaventurados los que son ricos delante de Dios; porque han
llegado a comprender que el valor de la riquezas se encuentra en
compartirlas.
DOMINGO 19
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Estén preparados,
ceñidos y con las lámparas encendidas. Sean como los hombres que
esperan el regreso de su señor, que fue a una boda, para abrirle
apenas llegue y llame a la puerta. ¡Felices los servidores a quienes
el señor encuentra velando a su llegada! Les aseguro que él mismo
recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a
servirlos.¡Felices ellos, si el señor llega a medianoche o antes del
alba y los encuentra así! Entiéndanlo bien: si el dueño de casa
supiera a qué hora va a llegar el ladrón, no dejaría perforar las
paredes de la casa. Ustedes también estén preparados, porque el
Hijo del hombre llegará a la hora menos pensada”» Lc 12,35-40
«Se nos exhorta a vencer el sueño, a buscar la vida de arriba, a tener nuestro
espíritu despierto sin cesar, a quitar de nuestros ojos el entorpecimiento de las
cosas engañadoras y mentirosas. Hablo de ese entorpecimiento y de ese sueño
que clavan a los hombres en el error, y les forjan imágenes de sueños: honores,
riquezas, poder, grandezas, placeres, éxito, ventajas, notoriedad, metas ruines
que persiguen aturdidamente con una rabia y una testarudez ridículas. Esos
pretendidos bienes, tan fugitivos como el tiempo, no tienen más que fachada de
realidad, y la ilusión misma se desmorona aprisa: parece que nacen nada más
que para morir, como las olas que levantan las aguas, hinchadas por una ráfaga
de viento yerguen por un instante la cresta que el aire había levantado; después
vuelven a caer con él, y entonces la mirada no ve nada más que el tranquilo
espejo del mar. Para aniquilar tales sueños, el Señor nos pide superar ese
pesado sueño. Así ya no dejaremos escapar la firmeza de las realidades
persiguiendo frenéticamente la nada. El Señor nos compromete a velar en estos
términos: “Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas” (Lc 12,35)...»41.
PREPARANDO LA VENIDA
El mundo de hoy está ansioso de fenómenos mágicos y
extraordinarios, y los vincula también con la venida del Señor en los
últimos tiempos.
Frente a esta actitud ingenua y temerosa, la palabra de Dios resuena
serena y esclarecedora. Nos insiste en el tema de la vigilancia.
Pero esta vigilancia no consiste en estar asomándonos a un futuro
que solo a Dios pertenece, ni en otear expectantes como vigías
nocturnos, signos que nos lleguen del más allá.
41 San Gregorio de Nisa, Homilía 11 sobre el Cantar de los Cantares (cf. San Gregorio de Nisa. Comentario al
Cantar de los Cantares, Salamanca, Eds. Sígueme, 1993, pp. 169-170 [Ichthys 16]). Ignoramos la fecha de su
nacimiento (no antes del 331) y de su muerte; pues perdemos su rastro tras el 394. Fueron su madre y, aún más, su
abuela Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos
asimismo que guió sus estudios su hermano Basilio. Gregorio ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y
debió pasar temporadas con los miembros de su familia que habían abrazado la vida monástica. Sin embargo
abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica. Se discute si contrajo matrimonio con una tal
Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la
virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo
obispo. Gregorio, pese a su reluctancia, recibió la ordenación episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el año
372.
La verdadera vigilancia consiste preocuparse por generar ya en el
más acá gestos de fraternidad.
No es posible desvincularse de manera egoísta de la realidad
concreta y cotidiana escapando hacia el futuro. Este se construirá de
verdad, en la medida en que reconciliados con el pasado, asumamos
el desafío del presente.
Sabemos bien que el Señor vendrá como un ladrón y de manera
imprevista. Pero la mejor manera de prepararnos a su venida,
consiste en aprovechar lo más posible este tiempo de alargue que el
Señor nos regala, para construir con los hombres nuestros
hermanos el Reino de Dios. Reinado de justicia, de paz y de alegría
en el Espíritu, hasta que Él vuelva.
DOMINGO 20
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
“Yo he venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya
estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y qué angustia
siento hasta que esto se cumpla plenamente!
¿Piensan ustedes que he venido a traer la paz a la tierra? No, les
digo que he venido a traer la división. De ahora en adelante, cinco
miembros de una familia estarán divididos, tres contra dos y dos
contra tres: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la
madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la
nuera y la nuera contra la suegra”» Lc 12, 49-53
«Si alguien desea instruirse sobre el Señor, que rechace los pensamientos de su
propio corazón y mantenga despierta la mirada purificada de su espíritu. El
propósito de Dios, al enviar a su Hijo, era salvar a los hombres. Y la misión que
él debía cumplir era establecer la paz en el cielo y en la tierra. ¿Por qué desde
entonces no hay paz? Por razón de la debilidad de los que no han podido aceptar
el resplandor de la luz verdadera. Cristo proclama la paz; así lo afirma el apóstol
Pablo cuando dice: “Él es nuestra paz” (Ef 2,14), es decir, la paz de aquellos
únicamente que tienen una actitud de fe y de recepción.
Pero ¿cómo es posible que Cristo no haya traído la paz a la tierra? (...) La misma
predicación de la paz obra la división... Proclamó la paz, sí, pero la tierra no la
aceptó. No era ese el propósito del sembrador, sino que esperaba el fruto de la
tierra»42.
HAY QUE DEJARSE QUEMAR
En el lenguaje de nuestro días se suelen oír estas palabras: “¡qué
quemo!”; o: “¡cuidado, no te dejes quemar!” En el vocabulario
evangélico el fuego tiene otro sentido, y encierra otro mensaje. Sobre
todo, cuando lo escuchamos mencionar por boca de Jesús.
El Antiguo Testamento, habla del sacrificio de holocausto como el de
una ofrenda en que la víctima era consumida totalmente por el
fuego. Es decir, no quedaban restos del sacrificio, sino únicamente
las cenizas.
Conocemos también la escena de la zarza ardiente en el monte Sinaí,
cuando Moisés contempla asombrado cómo esta ardía sin
consumirse.
El mensaje proclamado y vivido por Jesús, es puro fuego. Y el que se
acerca a Jesús no puede evitar el quemarse. No caben las medias
tintas; supone un doble bautismo. El del espíritu de Pentecostés, y el
bautismo que implica beber el cáliz de la cruz.
42 Eusebio de Cesarea, Sobre la palabra del Señor: “No he venido a traer paz a la tierra” (PG 24,1176-1177; trad.
en Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, i 41). Nació hacia el 263 en
Cesarea de Palestina. Huyó a Tiro durante la persecución de Diocleciano y de allí al desierto de la Tebaida, donde fue
capturado y encarcelado. En el 313 fue nombrado obispo de Cesarea. En el concilio de Nicea (325) trató de mantener
una política conciliadora que proponía el reconocimiento de la divinidad de Cristo en términos bíblicos y el rechazo
de la doctrina de san Atanasio. Aunque firmó el símbolo conciliar pesó en ello más el deseo imperial que la
convicción. Amigo íntimo del emperador, influyó posiblemente en él para que dictara medidas contra los obispos
ortodoxos después del concilio. Murió hacia el 339 ó 340.
Cuentan de un joven novicio que fue a contarle a su maestro que
cumplía discretamente con sus obligaciones; pero sin embargo,
deseaba agregar una observancia más. El anciano en silencio,
respondiendo con un gesto a su pregunta; abrió los brazos en cruz
hacia el oriente, y se fue convirtiendo en antorcha de fuego. ¡El que
pueda entender, que entienda!
DOMINGO 21
«En aquel tiempo Jesús iba enseñando por las ciudades y pueblos,
mientras se dirigía a Jerusalén. Una persona le preguntó: ‘Señor,
¿es verdad que son pocos los que se salvan?’. Él respondió: “Traten
de entrar por la puerta estrecha, porque les aseguro que muchos
querrán entrar y no lo conseguirán. En cuanto el dueño de casa se
levante y cierre la puerta, ustedes, desde afuera, se pondrán a
golpear la puerta, diciendo:‘Señor, ábrenos’. Y él les responderá:
‘No sé de dónde son ustedes’. Entonces comenzarán a decir: ‘Hemos
comido y bebido contigo, y tú enseñaste en nuestras plazas’. Pero él
les dirá: ‘No sé de dónde son ustedes; ¡apártense de mí todos los que
hacen el mal!’.
Allí habrá llantos y rechinar de dientes, cuando vean a Abraham, a
Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes
sean arrojados afuera. Y vendrán muchos de Oriente y de
Occidente, del Norte y del Sur, a ocupar su lugar en el banquete del
Reino de Dios. Hay algunos que son los últimos y serán los
primeros, y hay otros que son los primeros y serán los últimos”» Lc
13,22-30
«No debe parecer ni extraño ni fuera de lugar que quien camina por una vía
angosta se sienta apretado. Es propio de la virtud el que esté llena de fatigas,
sudores, insidias y peligros. Pero si este es el camino, después vendrá la corona,
el premio y los bienes arcanos, que no tendrán fin. Nos consuela, pues, este
pensamiento: las alegrías y las adversidades de esta vida vendrán juntas con la
vida presente y con ella terminarán. Que ninguna alegría entonces infle
vanamente tu corazón, pero que tampoco ninguna adversidad te deprima. El
buen timonel está siempre atento aunque el mar se encuentre tranquilo, y no se
turba cuando la tempestad arrecia...»43.
LA PUERTA ESTRECHA
Para ingresar en la antigua basílica de la Natividad en Belén es
necesario sortear una puerta baja y estrecha. Dicen algunos que
estuvo pensada para impedir la entrada de las cabalgaduras de las
tropas musulmanas de hace tiempo y a lo lejos.
También nosotros los cristianos tenemos que atravesar la puerta
estrecha, que nos permitirá asomar al horizonte sin límites del
reinado de Dios.
Todos sin excepción estamos invitados a sortearla para alcanzar la
salvación. Lo que ocurre es que no todos nos mantenemos en
“línea”ni sabemos “inclinar”la cabeza en su momento.
43 San Juan Crisóstomo, Epístola 45 (al presbítero Simaco; ed. B. de Montfaucon, Paris 21837, t. 3, pp. 743-744).
San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y
presbítero en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su
falta de tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus
tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y el sector de la
comunidad que se le mantuvo fiel.
El poderoso y autosuficiente, es descrito en los salmos paseándose
muy orondo, luciendo su orgullo como collar, cubierto con un
vestido de violencia, y con el corazón rebosante de malas ideas.
El orgulloso no sabe detenerse e inclinarse para escuchar con
corazón humilde la palabra de Dios; aunque porfía de haberla
conocido: “¡tú enseñaste en nuestras plazas!”; y se vanagloria de
haber comido y bebido el sacramento eucarístico: “¡Hemos comido y
bebido contigo!”.
Pero sólo los humildes de corazón, aquellos que no se sienten dignos
de poseerlo, serán los agraciados con el Reino. “Hoy estarás
conmigo en el Paraíso” (Lc 23,43).
DOMINGO 22
«Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales
Fariseos. Ellos lo observaban atentamente. Y al notar cómo los
invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola: “Si
te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer
lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona
más importante que tú, y cuando llegue el que los invitó a los dos,
tenga que decirte: ‘Déjale el sitio’, y así, lleno de vergüenza, tengas
que ponerte en el último lugar. Al contrario, cuando te inviten, ve a
colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te
invitó, te diga: ‘Amigo acércate más’, y así quedarás bien delante de
todos los invitados. Porque todo el que se exalta será humillado, y
el que se humilla será exaltado”.
Después dijo al que lo había invitado: “Cuando des un almuerzo o
una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus
parientes, ni a los vecinos más ricos, no sea que ellos te inviten a su
vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un
banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los
ciegos. ¡Feliz de ti porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así
tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!”» Lc 14,1. 714
«Mostremos cuáles son las dos especies de humildad. La primera consiste en
considerar a su hermano como más inteligente que uno mismo y superior en
todo; es decir, como decía un santo: “Colocarse por debajo de todos”; la segunda
especie de humildad consiste en atribuir a Dios las buenas obras. Esa es la
perfecta humildad de los santos. Ella nace naturalmente en el alma como
consecuencia de la práctica de los mandamientos. En efecto, miremos hermanos
los árboles cargados de frutos: son los frutos los que doblegan y hacen bajar las
ramas. Al contrario, la rama que no tiene frutos se yergue en el espacio y crece
derecha. Incluso hay ciertos árboles cuyas ramas no dan frutos mientras se
mantienen erguidas hacia el cielo, pero si se les cuelga una piedra para guiarlas
hacia abajo, entonces dan fruto. Lo mismo sucede con el alma: cuando se
humilla da fruto, y cuanto más produce, más se humilla. Porque cuanto más se
acerca a Dios, más pecadora se ve»44.
PARA SUBIR HAY QUE BAJAR
En parámetros evangélicos, la humildad es el fundamento de todo
genuino crecimiento en espíritu y en verdad. Es a partir de ella que
podremos construir en orden y armonía el edificio de nuestra
personalidad humana y cristiana. Todo lo demás vendrá por
añadidura.
44 Doroteo de Gaza, Conferencias, II,32-33; trad. en: Doroteo de Gaza. Conferencias, Luján, ECUAM, 1990, pp. 2021 (Col. Nepsis, 2). Doroteo de Gaza fue discípulo, hacia el 525, de los reclusos Barsanufio y Juan en el monasterio
de Seridos, de los cuales recibió un precioso grupo de cartas. Posteriormente pasó a gobernar un monasterio y dejó a
sus monjes las Instrucciones, Cartas y Sentencias. Realizó una bella síntesis de los Apotegmas, de los Capadocios, de
Crisóstomo, de Marcos el Eremita y de Isaías, es decir, de las tradiciones del monacato palestinense. En los escritos
que se conservan intenta mantenerse al margen de las controversias cristológicas. Gozó de gran prestigio en el
monacato griego, ruso y árabe.
Lo contrario de la humildad es el orgullo, que puede manifestarse
como un complejo de superioridad, pero también, como un
complejo de inferioridad, que no es más que una falsa humildad.
El orgullo desplaza a Dios como centro de equilibrio de nuestra vida.
Y lo sustituye por la idolatría del yo. De esta manera, el orgulloso se
desestabiliza y comienza a tambalearse en su vida espiritual, por
haberse tomado demasiado en serio.
El humilde es verdadero frente a Dios, frente a sí mismo, y frente a
los demás. Y es transparente, porque demuestra que la única
realidad es la es la verdad. El orgulloso pretende ingenuamente
convertir su mentira en realidad.
Tendremos que recordar también, que no se es humilde por “decreto
ley”, sino que se llegará a serlo en la medida que vayamos
asumiendo en el camino de nuestra historia, las humillaciones que la
vida nos irá
acercando.
DOMINGO 23
«En aquel tiempo, junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose
vuelta, les dijo: “Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a
su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y
hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El
que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero
a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea
que una
vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean
se rían de él, diciendo:"Este comenzó a edificar y no pudo
terminar".
¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes
a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene
contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está
todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la
misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que
posee, no puede ser mi discípulo”» Lc 14,25-33
«Tú, que renuncias a lo que se ve, no preguntes cómo es la riqueza que recibirás
a cambio de tu pobreza..., sino escucha las llamadas divinas que te empujan al
seguimiento de Jesús y a la renuncia perfecta; entonces serás un discípulo
perfecto: “Quien no renuncia a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo” (Lc
14,33). Después de esto, ¿qué tienes tú que decir o responder? Todas tus
curiosidades y todos tus enigmas son barridos por una sola palabra. La Palabra
de verdad es el sendero sublime por donde tú avanzarás. También él dijo en otro
pasaje: “Quien no abandona todo cuanto tiene y no toma su cruz y viene tras de
mí, no puede ser mi discípulo” (Mt 10,38). Y para enseñarnos a renunciar no
sólo a nuestro bienes para darle gloria y al mundo para confesarle, sino también
a nuestra vida pasajera, nos ha dicho: “Si alguno no se renuncia a sí mismo, no
puede ser mi discípulo” (Lc 14,26)»45.
EL EVANGELIO DEL CORAZÓN
El evangelio no es un mero sentimiento ni una madeja de emociones.
Tampoco se resigna a ser una pura y fría ideología. Es una vivencia
totalizadora, que mal se compagina con un corazón dividido.
El seguimiento de Jesús nos exige un corazón grande, capaz de
integrar y no de enfrentar afectos.
Es verdad que cuando se entreveran los sentimientos, ¡el corazón
nos duele!, y corremos peligro de perder la libertad y la objetividad
necesarias. Por eso, siempre necesitaremos de un aprendizaje
45 Filoxeno de Mabbug, Homilía IX,329-330; SCh 44bis, 2007, pp. 302-303. Filoxeno nació en la provincia persa de
Beit Garmai hacia el año 440, y recibió el nombre de Xenaias (quizás José); probablemente siendo todavía muy joven
fue enviado a la escuela teológica de los Persas en Edesa. Residió luego en los monasterio de Siria-Mesopotamia y
Siria occidental. En torno al año 470, marchó a Antioquia (por entonces debió adoptar la forma griega de su nombre),
y se granjeó la estima del patriarca Pedro el Curtidor. Quien lo ordenó, el 16 de agosto de 485, para la sede
metropolitana de Mabbug (Hierápolis). Murió a edad muy avanzada en Filipópolis de Tracia. Lo que queda de su
obra nos muestra una síntesis teológica original, expresada en un lenguaje muy hermoso, que se coloca en la
confluencia entre la tradición siria y la alejandrina.
progresivo, que nos enseñe a amar en espíritu y en verdad, es decir:
“no anteponiendo nada al amor de Cristo”.
Pero es precisamente: en el nombre de Cristo, que tendremos
también que amar a nuestros seres queridos; haciendo abstracción
de interpretaciones ajenas al genuino espíritu evangélico.
En lugar de ir dejando atrás afectos a lo largo del camino de la
vida, los iremos recogiendo e incluyendo en un corazón
transformado en fiel reflejo de ese corazón universal de Cristo, que
lo asume y lo resume todo.
DOMINGO 24
«En aquel tiempo todos los publicanos y pecadores se acercaban a
Jesús para escucharlo. Los Fariseos y los escribas murmuraban
diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola: “Si alguien tiene cien ovejas y
pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a
buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la
encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar
a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense
conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". Les
aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por
un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos
que no necesitan convertirse”.
Y les dijo también: “Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una,
¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado
hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y
vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma
que se me había perdido ". Les aseguro que, de la misma manera, se
alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte”»
Lc 15,1-10
«No sin razón san Lucas ha narrado por orden tres parábolas: la de la oveja
perdida y hallada después, la de la dracma que se había extraviado y fue
encontrada, y el hijo que había muerto y volvió a la vida46; y todo esto para que
aleccionados con este triple remedio, podamos curarnos nuestras heridas,
porque una cuerda triple no se rompe, dice el Eclesiastés (Qo 4,12).
¿Quién es este padre, ese pastor y esa mujer? ¿Acaso no representan a Dios
Padre, a Cristo y a la Iglesia? Cristo te lleva en su cuerpo, habiendo cargado
sobre sí nuestros pecados; te busca la Iglesia y te recibe el Padre. El Pastor te
lleva; la madre te busca, y el Padre te vuelve a vestir. El primero, por obra de su
misericordia; la segunda, cuidándote, y el tercero, reconciliándote con Él. A
cada uno de ellos le cuadra perfectamente una de esas cualidades: el Redentor
viene a salvar, la Iglesia asiste y el Padre reconcilia. En todo actuar divino está
presente la misma misericordia, aunque la gracia varía según nuestros méritos.
El Pastor recoge a la oveja cansada, es encontrada la dracma que se había
perdido, y el hijo, por sus propios pasos, vuelve al padre, y regresa a él
plenamente arrepentido del error que condena...»47.
UNA PARIENTA POBRE
La parábola de la moneda perdida y encontrada, es “la parienta
pobre” del capítulo quince de las parábolas de la misericordia. En
ella se nos habla de un Dios empeñado a toda costa en recuperar a
una humanidad que se ha comportado como“la otra cara de la
moneda”.
46 Lc 15,11-32.
47 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 7,207-208; SCh 52, 1958, p. 87. San Ambrosio
nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la carrera política, ocupando cargos importantes, hasta
que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió la
ordenación episcopal, probablemente, el 7 de diciembre de 374 (o el 01.12.373?), ocho días después de haber sido
bautizado. Murió el año 397. Fue un modelo de pastor solícito totalmente dedicado a atender los fieles a él
encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
Muchas veces vivimos perdidos y alejados de Dios. Nos sentimos
excluidos y olvidados por él. Pensamos que ha dejado de buscarnos,
y nos parece formar parte de alguna oscura y larga lista de
desaparecidos.
Pero de repente, la presencia del Señor se hace cercana. No nos
había abandonado, siempre nos anduvo buscando. ¡Sólo habíamos
tardado en encontrarnos!
Dios esta vez con rostro de mujer, celebra como el padre del hijo
pródigo, la fiesta de la alegría; porque “nunca es tarde cuando la
dicha es buena”.
La alegría que Dios nos regala con su salvación, proviene de él, y
debemos irradiarla por un mundo que ha perdido el sentido del
humor, porque absolutizando lo relativo, ha relativizado la absoluto.
Si la buena noticia del evangelio cambió nuestra historia, de la
misma manera, nosotros con sonrisa evangélica, tendremos que
festejar la alegría de haber creído en Dios.
DOMINGO 25
«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Gánense amigos con
el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos
los reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es
deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho. Si
ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará
el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará
los que les pertenece a ustedes?
Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a
uno y amará al otro, o bien se interesará por el primero y
menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al dinero”»
Lc 16,9-13
«Mientras que estemos en la tierra, arrepintámonos. Porque somos barro en la
mano del Artífice. Como el alfarero, cuando modela un vaso y éste se tuerce o se
rompe en sus manos, lo vuelve a modelar de nuevo, pero, si ya lo ha echado al
horno de fuego, ya no lo puede arreglar, así también nosotros, mientras estemos
en este mundo, arrepintámonos de todo corazón de las maldades que
cometimos en la carne, para que seamos salvados por el Señor mientras
tenemos tiempo de conversión. En efecto, después de salir de este mundo, ya no
le podremos confesar ni convertirnos.
Hermanos, alcanzaremos la vida eterna haciendo la voluntad del Padre,
guardando pura la carne y observando los mandamientos del Señor. Pues dice el
Señor en el evangelio: “Si no cumplieron lo pequeño, ¿quién les dará lo grande?
Porque les digo que el que es fiel en lo pequeño, también es fiel en lo mucho” (Lc
16,10-12). Lo que significa: guarden pura la carne, e inmaculado el sello48, para
recibir la vida eterna?»49.
UNA SANTA OBSESIÓN
El evangelista Lucas, inspirado por el Espíritu, subraya algunos
temas grabados en su cabeza y en su corazón, y que desarrolla hasta
las últimas consecuencias. Entre los más importantes, podemos
mencionar, junto al evangelio de María, el de la mujer, el de la
oración, y el de los pobres.
La pobreza y los pobres, lo tienen preocupado de un modo especial.
Piensa que la única riqueza del pobre es la fe.“Acaso Dios no ha
elegido a los pobres de este mundo para enriquecerlos en la fe” (St
2,5).
Para Lucas el problema de las riquezas es un problema de fidelidad y
de buena administración. Realidades hoy de gran actualidad social.
48 Es decir, el bautismo.
49 Segunda carta de Clemente a los Corintios, VIII,1-5 (trad. en la colección “Fuentes Patrísticas”, vol. 4, Madrid,
Ed. Ciudad Nueva, 1994, pp. 186-189). Esta obra no es una epístola ni es de Clemente. Se trata de una de las primera
homilías cristianas que han llegado hasta nosotros. La forma literaria y el estilo demuestran que se trata de una
homilía. Resulta difícil fijar la fecha y el lugar de composición, en virtud de la falta total de datos que ofrece el texto.
La hipótesis más probable, por lo que toca al lugar, es que la homilía habría sido pronunciada en Corinto; aunque
otras hipótesis la colocan en Siria o en Egipto. La fecha: hacia el año 150.
Fidelidad en lo poco, significa administrar con responsabilidad
solidaria, los bienes materiales que se nos han confiado, y que para
el evangelista, al fin de cuentas, ¡no son mucha cosa!
Fidelidad en lo mucho, se refiere a la administración de los bienes
espirituales del Reino que se nos ha regalado, y que aunque no se
cotizan en los mercados de valores, paradojalmente, ¡no son poca
cosa!
Por tanto, ¡ser fieles en lo poco, nos conducirá necesariamente a ser
fieles en lo mucho!
DOMINGO 26
«En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: “Había un hombre rico
que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía
espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un
pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la
mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre
murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico
también murió y fue sepultado.
En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los
ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces
exclamó: "Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para
que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua,
porque estas llamas me atormentan". "Hijo mío, respondió
Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en
cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el
tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran
abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no
pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí". El
rico contestó: "Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a casa
de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no
sea que ellos también caigan en este lugar de tormento". Abraham
respondió: "Tienen a Moisés y a los Profetas; que los escuchen".
"No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos
va a verlos, se arrepentirán". Pero Abraham respondió: "Si no
escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre
los muertos, tampoco se convencerán"”» Lc 16,19-31
«... Observen ahora a aquel pobre. Hablamos ya de de los pensamientos del rico
impío, preclaro, que se vestía de púrpura y lino y que banqueteaba
espléndidamente cada día; con su muerte, perecieron todos sus planes. Al
contrario, el mendigo Lázaro estaba echado en el portal del rico, cubierto de
llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie
se lo daba. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Aquí quiero
verte, cristiano. Se han expuesto las vidas de ambos. Poderoso es ciertamente
Dios para dar la salud en esta vida, eliminar la pobreza y conceder lo necesario
al cristiano. Pero si esto no existiese, qué elegirías: ¿ser como el mendigo o
como el rico? No te dejes engañar. Escucha el final y advierte cuál es la elección
equivocada. Sin duda, aquel pobre, piadoso como era y agobiado por las fatigas
temporales, pensaba que un día se acabaría aquella vida y alcanzaría el eterno
descanso. Murieron ambos, pero en ese día no perecieron los planes de aquel
mendigo. A su muerte sucedió que fue llevado al seno de Abrahán. En ese día se
curaron todos sus padecimientos. Y puesto que Lázaro, palabra hebrea,
traducida al latín significa “ayudado”, con razón advierte el salmo: “Dichoso a
quien auxilia el Dios de Jacob” (Sal 145,5). Cuando su espíritu salga y la carne
regrese a la tierra de donde salió, no perecerán sus pensamientos, puesto que
espera en el Señor su Dios (Sal 145,5). Esto es lo que se aprende en la escuela de
Cristo maestro, esto es lo que espera al ánimo del fiel oyente, ésta es la auténtica
recompensa del Salvador»50.
¡DOS PARÁBOLAS EN UNA!
Esta parábola en dos actos, es la única que menciona el nombre de
uno de los protagonistas, el del mendigo Lázaro, que significa: “Dios
ayuda”.
El primer acto nos sitúa en la escena contrastante y pasajera de este
mundo, donde abunda el pecado de omisión, frente a las
necesidades primarias de los pobres. Desde una óptica comunitaria,
es de sugestiva y dolorosa actualidad en nuestros países del tercer
mundo.
Al segundo acto, podríamos llamarlo: la parábola de los cinco
hermanos. En su desarrollo, el evangelista Lucas nos recuerda que la
fe debe afirmarse en la palabra de Dios, y no en fugas hacia delante,
como puede entenderse la reencarnación, o en el sensacionalismo de
los milagros.
La reencarnación no soluciona nada. La única garantía de salvación
consiste en convertirse aquí y ahora.
Cristo es el único resucitado de entre los muertos. Es el Cristo de la
Pascua, que eternamente joven, abraza nuestra historia desde el
más acá, para proyectarla luminosamente hacia el más allá.
50 San Agustín de Hipona, Sermón 33A,4; trad. en: Obras de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos,
1981, t. VII, pp. 501-502 (BAC 53). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por
momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo
este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el
ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la
sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
DOMINGO 27
«En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor: “Auméntanos la
fe”. Él respondió: “Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de
mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y
plántate en el mar”, ella les obedecería.
Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o
cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá:
“Ven pronto y siéntate a la mesa?”. No le dirá más bien:
“Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que
yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después?”.
¿Deberá mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se
le mandó? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se
les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más
que cumplir con nuestro deber”» Lc 17,5-10
«Lo mismo ustedes: Cuando hayan hecho todo lo mandado, digan: “Somos unos
pobres servidores”. ¿Lo mismo ustedes? Pero, ¿dónde está el punto de
semejanza? ¿No hay, más bien, diferencia? ¡Y qué diferencia! ¿Debe el hombre a
Dios el mismo servicio que a un hombre? Evidentemente que no.
La relación de las situaciones no es la misma; la fuente de obligación es
diferente; el compromiso de la persona es muy distinto. Dios ha hecho existir al
hombre; le ha dado la vida; le ha concedido el conocimiento; le ha regalado el
tiempo, repartido en períodos con miras a la gloria. Además, Dios ha hecho al
hombre criatura abierta al honor; lo ha colocado a la cabeza de los vivientes. Le
ha hecho señor de la tierra entera según las leyes y tiempos por Él
determinados. Como perdió estos grandes dones originales, Dios se los ha
devuelto ampliándolos hasta lo divino y elevándolos hasta el cielo: de este
hombre, a quien entregó la tierra como su morada, ha hecho un ciudadano del
cielo...
Así, en esta nueva situación, asegurada ya para el porvenir podrá guardar todo
lo que su incierta libertad perdió. Libre de este modo el hombre ante el
universo, sólo tendrá que servir a Dios. Este servicio que el hombre debe al
autor de su primera condición humana y de su misma existencia, lo debe ahora,
según san Pablo, porque Dios lo ha rescatado, le ha adquirido para sí. “Han sido
rescatados, dice e1 Apóstol, a buen precio, no se hagan esclavos de los hombres”
(1 Co 7,23)»51.
¿SERVIDORES INÚTILES?
¿Qué podemos “añadir” nosotros los hombres a un Dios
todopoderoso, que al hacerse hombre optó por el servicio?
Tal vez nos ayude hacer memoria de la escena de la Última Cena,
cuando Jesús, ciñéndose una toalla a la cintura, comenzó como lo
hacían los esclavos de su época, a lavar los pies a los Apóstoles.
51 San Pedro Crisólogo, Sermón 161,1-2; ed. Scriptores circa Ambrosium, 3, Milano-Roma 1997, p. 226. La vida de
Pedro, arzobispo de Ravena (Italia), llamado Crisólogo (= Palabra de oro) desde el siglo IX, permanece bastante
oscura. Nació en Imola hacia 380. Entre 425 y 429, con seguridad antes de 431, fue nombrado metropolita de
Ravena. En 445 asistió al fallecimiento de Germán de Auxerre. Tres o cuatro años después escribió a Eutiques (+
454?), archimandrita de Constantinopla, que había acudido a él después de su condena por parte de Flaviano (+ 449),
y lo invitó a someterse a las decisiones del papa León Magno (440-461). Falleció entre 449 y 458, probablemente el 3
de diciembre de 450, tal vez en Imola. Se le atribuyen actualmente una Carta y unos ciento ochenta y tres Sermones.
¡En ese momento nació la autoridad interpretada como servicio!
Cuenta una antigua historia, que un obispo que visitó un monasterio
y preguntó cuál era el hermano más servicial. El Superior le
presentó a un joven novicio, que enseguida se puso a lavarle los pies
y a servirle la mesa. Cuando terminó de comer, el obispo llamó al
joven, y lo invitó a sentarse en su lugar, y se puso él a su vez a lavarle
los pies y a servirle la mesa. El joven aceptó este gesto con toda
naturalidad. Y al final, el obispo lo felicitó por servir y por dejarse
servir.
Es que el servicio está íntimamente vinculado con el amor. Cristo, el
servidor sufriente, no tuvo empacho en servirnos, y nos invita a
que, desde la libertad, nos pongamos a disposición de nuestros
hermanos.
DOMINGO 28
«Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba través de Samaría y
Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez
leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle:
“¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les
dijo: “Vayan, a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino
quedaron purificados.
Uno de ellos, al comprobar que estaba curado, volvió atrás
alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el
rostro en tierra, dándole gracias. Era un Samaritano. Jesús le dijo
entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros
nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino
este extranjero?. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”»
Lc 17,11-19
«El Apóstol nos propone la ciencia del agradecimiento. Recuerden lo que hemos
oído en la lectura evangélica: cómo el Señor Jesús alaba al agradecido, reprueba
a los ingratos, limpios en la piel, pero leprosos en el corazón. ¿Qué dice el
Apóstol? Es palabra fiel y digna de todo crédito. ¿De qué palabra se trata? Que
Jesucristo vino al mundo. ¿Para qué? Para salvar a los pecadores. ¿Qué dices
de ti? El primero de los cuales soy yo52. Quien dice: “No soy pecador?”, o: “No
lo fui” es ingrato para con el Salvador. No hay hombre de esta masa de los
mortales que proceden de Adán, no hay absolutamente ninguno, que no esté
enfermo; ninguno está sano sin la gracia de Cristo...
No pierdan la esperanza. Si están enfermos, acérquense a él y reciban la
curación; si están ciegos, acérquense a él y sean iluminados. Los que están
sanos, denle gracias, y los que están enfermos corran a él para que los sane;
digan todos: “Vengan, adorémosle, postrémonos ante él y lloremos en presencia
del Señor, que nos hizo” (Sal 94,6) no sólo hombres, sino también hombres
salvados. Pues si él nos hizo hombres y la salvación, en cambio, fue obra
nuestra, algo hicimos nosotros mejor que él. En efecto, mejor es un hombre
salvado que un cualquiera. Si, pues, Dios te hizo hombre y tú te hiciste bueno, tu
obra es superior. No te pongas por encima de Dios; sométete a él, adórale,
póstrate ante él, confiesa a quien te hizo, pues nadie re-crea sino quien crea, ni
nadie re-hace sino quien hizo. Esto mismo se dice en otro salmo: “Él nos hizo y
no nosotros mismos” (Sal 99,3). Ciertamente, cuando él te hizo nada podías
hacer tú; pero ahora que ya existes, también tú puedes hacer algo: correr hacia
el médico, que está en todas partes, e implorarle. Y para que le implores, ha
despertado tu corazón; don suyo es el que puedas implorarle: “Dios es quien
obra en nosotros el querer y el obrar según la buena voluntad” (Flp 2,13),
porque para que tuvieras buena voluntad, te precedió su llamada. Clama: “Dios
mío; su misericordia me prevendrá” (Sal 58,11). Su misericordia te previene
para que existas, sientas, escuches y consientas. Te previene en todo; prevén
también tú en algo su ira. “¿En qué, dices, en qué?”. Confiesa que todo el bien
que tienes procede de Dios y de ti todo el mal. No le desprecies alabándote a ti
en tus bienes, ni le acuses en tus males excusándote a ti: en esto consiste la
auténtica confesión»53.
52 Todos los textos precedentes en cursiva son cita de 1 Tm 1,15.
53 San Agustín de Hipona, Sermón 176,2. 5; trad. en Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1983, t. XXIII, pp. 718 y 722-723 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354.
LA MEMORIA DEL CORAZÓN
Un conocido maestro de la medicina, de raigambre humanista y
cristiana, honraba en su clase inaugural de cada año, a sus
antecesores en la cátedra, y repetía a los alumnos esta frase: “El
agradecimiento es la memoria del corazón”.
En el relato evangélico de los diez leprosos, Jesús se compadece y
cura a estos enfermos, que podríamos asociar con los que padecen
hoy el terrible flagelo de Sida.
Sólo un samaritano, que pertenecía a una etnia religiosa despreciada
por los judíos de su tiempo, regresa a agradecerle. Era un pecador
que no había perdido lo que los antiguos llamaban: la “memoria de
Dios”.
Nosotros los hombres, podemos en asuntos materiales y
espirituales, ser desmemoriados e ingratos con quienes nos dieron
una mano. Pero, con asombro y algo de vergüenza, comprobamos
que después de años y distancias, siguen existiendo personas que se
acercan a darnos una lección de gratitud.
No olvidemos nunca que la Eucaristía es el gran memorial de acción
de gracias del Hijo al Padre en el Espíritu.
Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387
recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo un influencia determinante. El obispo y el pueblo
de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y
a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. El Sermón 176 fue pronunciado el año
414.
DOMINGO 29
«En aquel tiempo Jesús les enseñó con una parábola que era
necesario orar siempre sin desanimarse: “En una ciudad había un
juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y en la
misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: ‘Te
ruego que me hagas justicia contra mi adversario’. Durante mucho
tiempo el juez se negó, pero después dijo: ‘Yo no temo a Dios ni me
importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré
justicia para que no venga continuamente a fastidiarme’”.
Y el Señor dijo: “Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará
justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los
haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará
justicia. pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe
sobre la tierra?”» Lc 18,1-8
«¿Cómo podría Dios negar algo a la oración que se eleva hacia él en espíritu y en
verdad, cuando él mismo la ha exigido? ¡Hemos leído y oído tantos testimonios
verídicos de su eficacia! La oración antigua era capaz de librar del fuego, de las
fieras y del hambre; y eso que no había recibido la forma que le dio Cristo. Por
consiguiente, la eficacia de la oración cristiana ha de ser mucho mayor. Ella no
envía ángeles que apaguen las llamas, ni mantiene cerradas las fauces de los
leones, ni trae pan a los hambrientos, ni suprime ninguna impresión de los
sentidos por un don de la gracia; sino que enseña paciencia a los que
experimentan dolor y concede la fe que hace comprender lo que el Señor reserva
a los que sufren por el nombre de Dios. (...)
Solamente la oración puede vencer a Dios. Cristo ha querido que sea impotente
para causar mal, pero todopoderosa para lograr el bien...
Toda criatura ora. Los animales domésticos y las bestias salvajes oran y doblan
sus rodillas. Cuando salen de sus establos o de sus madrigueras, no en vano
hacen resonar el aire con sus voces. Los mismos pájaros que vuelan por el cielo
extienden sus alas en forma de cruz y musitan algo que se parece a una oración.
¿Qué más se puede decir en alabanza de la oración? El mismo Señor oró. A él el
honor y el poder por los siglos de los siglos»54.
LA VIOLENCIA DE LOS PACÍFICOS
Hoy en día se podrían relatar numerosas historias de jueces y de
juicios, precisamente no ejemplares. La interminable bibliografía
cotidiana, alimenta nuestros recelos y suspicacias. Las víctimas de la
injusticia, esperando contra toda esperanza y con paciente valentía,
54 Tertuliano, Tratado sobre la oración, 29,1. 2. 4; ed. en: Fuentes Patrísticas, 18, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2006,
pp..354 ss. (trad. en Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1972, U 13).
Quinto Septimio Florencio Tertuliano nació en Cartago alrededor del año 155. Su padre era centurión de la cohorte
proconsular. Ambos progenitores eran paganos. Procuraron a Tertuliano una sólida formación cultural, que le
permitió hablar y escribir no sólo el latín sino también el griego. Contrajo matrimonio y no llevó una vida demasiado
edificante hasta el momento de su conversión, en la que debe haber influido no poco el ejemplo de los mártires
cristianos. Pareciera haber recibido el bautismo entre los años 193-195, casi con toda seguridad antes del 197.
Inmediatamente puso todo su talento y cultura jurídica, literaria y filosófica al servicio del cristianismo. San Jerónimo
afirma que floreció como escritor entre los años 193-217. Sostiene asimismo que era presbítero. Nada más sabemos
de Tertuliano después del 220, fecha en que parece haber compuesto su última obra.
luchan para que se escuchen sus reclamos y se haga justicia con sus
seres queridos.
En el contexto de esta parábola, afincada en la realidad de la vida e
interpretada con el evangelio en la mano, nos encontramos también
con un juez injusto y con una viuda indigente, que sin darse por
vencida y con insistencia exasperante, lo acosa pidiéndole justicia.
Por otra parte, y en contraposición con los antivalores de la
injusticia y de la insolidaridad, contemplamos al protagonista real:
un Dios justo y solidario, vivamente interesado por los suyos, y
siempre dispuesto a escuchar, aunque se haga esperar y tarde en
responder.
Pero no se trata de un Dios voluble, que cambie de opinión por
nuestros reclamos y oraciones frente a situaciones desesperadas.
Nada de eso. Sino que dentro de un plan misterioso, quiere templar
nuestra fe, para conducirnos a una mayor comunión con él, y
recordarnos que es y será siempre: ¡el defensor de las causas
perdidas!
Al final, la última palabra la tendrá un Dios leal, que haciendo
justicia, salvará.
DOMINGO 30
«En aquel tiempo dijo Jesús esta parábola a algunos que se tenían
por justos y despreciaban a los demás: “Dos hombres subieron al
Templo para orar; uno era Fariseo y el otro, publicano. El Fariseo,
de pie, oraba así: ‘Dios mío, te doy gracias porque no soy como los
demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco
como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima
parte de todas mis entradas’. En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los
ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘¡Dios mío, ten
piedad de mí, que soy un pecador!’. Les aseguro que este último
volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que
se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”» Lc
18,9-14
«Si uno es pecador, no es humildad reconocerlo. Existe sin embargo humildad
cuando quien tiene conciencia de haber realizado grandes cosas no por ello
concibe una alta idea de sí mismo... En esto consiste la humildad: a pesar de la
grandeza de nuestros actos, estimarnos en poco en nuestro espíritu.
Sin embargo Dios, por razón de su inefable amor a los hombres, no sólo acepta
al que se humilla de esta manera, sino también a los que confiesan francamente
sus faltas, y se muestra favorable y benévolo con los que tienen tal disposición.
Para que te des cuenta de lo bueno que es no tener una alta idea de sí mismo,
represéntate dos carros. Engancha a uno la virtud y el orgullo, al otro el pecado
y la humildad. Verás que el tiro del pecado adelanta al de la virtud, no
precisamente por su propio poder, sino por la fuerza de la humildad que le
acompaña, y aquella se queda atrás no por la debilidad de la virtud, sino por el
peso y la enormidad del orgullo. En efecto, así como la humildad, gracias a su
inmensa fuerza de elevación, triunfa de la pesadez del pecado y es la primera en
subir al cielo, así el orgullo, por razón de su gran peso y de su enormidad
consigue prevalecer sobre la agilidad de la virtud y arrastrarla hacia abajo. (...)
El fariseo presentó su justicia, sus ayunos y sus diezmos, mientras que el
publicano solamente decía palabras y quedó descargado de sus pecados. Y es
que Dios no había escuchado únicamente las palabras, había visto también el
corazón del que las decía, y hallándolo humilde y contrito, le concedió su
misericordia y su amor»55.
BAJO PERFIL
Cuenta una antigua historia, que un ángel de Dios le hizo ver de un
pantallazo a un piadoso monje, todas las pruebas, tentaciones y
dificultades que le esperaban en la vida. Espantado por el
espectáculo, el monje le preguntó: “¿cómo haré entonces para
55 San Juan Crisóstomo, Sobre la incomprensibilidad de Dios, V,6-7; SCh, 28bis, 1970, pp. 512-517 (trad. en
Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, D32). San Juan Crisóstomo
(nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en
Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le
llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte
(14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se
le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en
el siglo VI.
superarlas?”. El ángel le respondió: “sólo practicando la humildad
alcanzarás la salvación”.
En un mundo poco evangélico, soberbio y autosuficiente, no resulta
fácil oír hablar de la humildad. Se la confunde con el apocamiento y
la minusvaloración. A pesar de todo, en la conciencia colectiva, sigue
presente, y se busca traducirla con el término bajo perfil.
Otro tanto ocurre con el concepto de pecado. Se lo confunde con un
falso complejo de culpa fácilmente extirpable con un tratamiento
psicológico.
La parábola del fariseo y del publicano nos habla de un fariseo
rebosante de su propio yo, que se compara y juzga al hermano,
dando gracias por no ser pecador como los demás. Por el contrario,
el publicano, un pecador abrumado por sus miserias, recurre a la
misericordia del Dios de los desesperados.
¿Qué ha hecho de malo el fariseo y qué ha hecho de bueno el
publicano para reparar sus culpas? Jesús no responde a estas
preguntas. Dice sencillamente: ¡así juzga Dios! “Un Dios que no
retribuye sino que regala”.
DOMINGO 31
«En aquel tiempo Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí
vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los
publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de
la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y
subió a una higuera para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: “Zaqueo,
baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. Zaqueo
bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: ‘Se ha ido a alojar en casa
de un pecador’. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: ‘Señor,
voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a
alguien, le daré cuatro veces más’. Y Jesús le dijo:
Hoy la llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre
es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a
salvar lo que estaba perdido”» Lc 19,1-10
«¿Qué querrá decir el hecho de que la Escritura no da la estatura de ningún
otro, sino la de éste: porque era pequeño de estatura? Examina a ver si tal vez
era pequeño en malicia o de muy poca estatura en la fe, porque, cuando decidió
subirse (al sicómoro), nada había prometido todavía, aún no había visto a
Cristo, y por eso entonces era pequeño...
(...) Zaqueo, mientras estuvo confundido entre la gente, no vio a Cristo; pero
cuando se elevó sobre la multitud, le vio, con lo que nos indica que, cuando
trascendió la ignorancia propia del hombre, mereció ver al que deseaba.
Vio, pues, a Zaqueo, en lo alto; y es que, por la elevación de su fe, sobresalía
entre los frutos de las nuevas obras, a la manera que el fruto maduro brota en lo
alto de un árbol fecundo... Zaqueo en el sicómoro es esa figura del fruto nuevo
del nuevo tiempo; en él se realiza aquello de que la higuera produjo sus
primeros frutos (Ct 2,13). Esta es, pues, la misión de Cristo: que de los árboles
nazcan no frutos, sino hombres. En otro lugar hemos leído: “Cuando estabas
bajo la higuera, Yo te vi” (Jn 1,48). Natanael estaba bajo el árbol, es decir, sobre
la raíz, porque era justo -y la raíz es santa (Rm 11,16)-, en otras palabras,
Natanael estaba bajo el árbol porque militaba bajo la Ley, Zaqueo, por el
contrario, estaba sobre el árbol, ya que había sido constituido sobre la Ley; (...)
el primero buscaba todavía a Cristo en la Ley; el segundo, militando ya sobre la
ley, abandonaba sus bienes y seguía al Señor?» 56.
DEFENSOR DE CAUSAS PERDIDAS
Cristo visita a la humanidad en la persona de Zaqueo, y siempre que
encuentra la puerta de un corazón dispuesto a recibirlo, ingresa
como palabra de salvación.
56 San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 8,87-90 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I,
Madrid 1966, pp. 526-527 [BAC 257]). San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la
carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente
para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió la ordenación episcopal, probablemente, el 7 de diciembre de 374 (o
el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Fue un modelo de pastor solícito
totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
No importa que la casa esté deteriorada y en malas condiciones; lo
que interesa es que la puerta esté abierta y el corazón dispuesto a la
acogida. El Prólogo del evangelio de Juan nos reprocha “que vino a
los suyos, y los suyos no lo recibieron”.
Jesús en la parábola de Zaqueo, no responde a una invitación, sino
que él mismo toma la iniciativa, y esto se ha venido repitiendo de
manera semejante en la historia de la salvación.
Nosotros también muchas veces por curiosidad o necesidad,
buscamos acercarnos para verlo. Pero él nos gana de mano y se nos
anticipa. Claro está: su visita nos comprometerá y nos impulsará a
poner la casa en orden, convirtiéndonos de corazón.
Se cuenta que vinieron a denunciarle a un anciano ermitaño, que un
joven hermano, recibía a una mujer y mantenía relaciones con ella; y
le pidieron que los acompañara para sorprenderlo pecando. Al
entrar en la ermita, el anciano intuyó que el joven había escondido a
la mujer en una gran tinaja. Entonces, disimuladamente, se sentó
sobre la tapa de la tinaja, y comenzó a retar a los otros hermanos por
haber actuado con tan poco espíritu de caridad. Luego que se
retiraron cabizbajos, y ya a solas con el avergonzado joven, le dijo al
despedirse: “Hermano, cuídate de no escandalizar a tus hermanos, y
no vuelvas a pecar”.
DOMINGO 32
«En aquel tiempo se le acercaron a Jesús algunos Saduceos, que
niegan la resurrección, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos ha
ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su
hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora
bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener
hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así
murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también
murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será
esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?”.
Jesús les respondió: “En este mundo los hombres y las mujeres se
casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo
del futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir,
porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos
de la resurrección. Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha
dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, el
Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no
es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven
para él”» Lc 20, 27-38
«Nuestro Señor y Maestro respondiendo a los saduceos que niegan la
resurrección y por eso deshonran a Dios y falsifican la Ley, al mismo tiempo les
reveló a resurrección y les manifestó a Dios... Mediante esto les hizo manifiesto
que aquel que había hablado a Moisés desde la zarza, y se había revelado el Dios
de los padres, él mismo es el Dios de los vivientes. ¿Y quién puede ser Dios de
los que viven, sino aquel que es Dios sobre el cual no hay ningún otro Dios? (...)
Luego el mismo Dios viviente que adoraron los profetas, es el Dios de los
vivientes, y es su mismo Verbo el que habló a Moisés, que reprendió a los
saduceos y que dio la resurrección: éste es aquel que a aquellos enceguecidos
reveló al mismo tiempo la resurrección y Dios. Porque si no es Dios de muertos
sino de vivos, entonces se dice que es también el Dios de los padres que
durmieron, y no perecieron sino que sin duda viven en Dios, siendo hijos de la
resurrección. Pues el mismo Señor nuestro es la resurrección, según nos dijo:
“Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11,25). Y los patriarcas son sus hijos, pues
el profeta ha dicho: “En lugar de tus padres, son tus hijos” (Sal 44,17)57. Luego el
mismo Cristo es, con el Padre, Dios de los vivientes, el que habló a Moisés, el
que se manifestó a los padres?»58.
57 San “Ireneo interpreta este pasaje, en el contexto de que el Verbo (encarnado) que de los antiguos padres ha
tomado su ascendencia, por su resurrección se ha manifestado padre para ellos. Cristo es, en su humanidad, hijo de
los patriarcas; por su divinidad (como Verbo) se muestra su padre, es decir el autor de la vida” (nota de C. I.
González, p. 304, en la obra citada en la nota siguiente).
58 Ireneo de Lyon, Contra los herejes, IV,5,2 (trad. de Carlos Ignacio González, SJ, en San Ireneo de Lyon. Contra
los Herejes. Exposición y refutación de la falsa gnosis, Lima, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2000,
pp. 303-304 [Revista Teológica Límense. Vol. 34 – N° 1/2]). Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido
entre los años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la
vida de Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la
persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Es hacia
el año 177 cuando las iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma
(174-189?). Es una epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino)
en la sede episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una
carta suya al papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a
mediados del pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años
178-195.
MÁS FUERTE QUE LA MUERTE
Todos los hombres estamos hechos a imagen y semejanza de un Dios
que es Amor. De ese amor brota la vocación a la vida«. Todos, sin
límites de tiempo ni de espacio, hemos sido invitados a celebrar la
vida y a compartirla con él.
El amor no hace buenas migas con la muerte; lucha con ella y un día
acabará por derrotarla, porque que el amor es más fuerte que la
muerte. Sin embargo, para que esto suceda, será antes necesario,
morir de amor, como ocurrió con el Señor Jesús.
En una sala de una clínica estaban agonizando dos madres de
familia: una joven y anciana la otra. Las dos enfrentadas a una
misma realidad inevitable: la muerte. La pobre joven, murió
rechazándola hasta las últimos momentos. La anciana, la aceptó
serenamente, en comunión y participación de amor con el Cristo
crucificado.
Dios es un Dios de vivientes, no es un Dios de muertos. Él, al
amarnos en su Hijo, nos ha convertido en hijos de la inmortalidad.
Por tanto todo amor en la tierra, forjado en la fe, es como llamarada
divina, que no se pierde sino que se transforma.
Más allá del horizonte, y luego de “un cuarto intermedio” en el más
acá, se dará el reencuentro definitivo con nuestros seres queridos,
en continuidad con lo vivido aquí en el planeta tierra, pero ahora ya
como hijos de la resurrección. En otra longitud de onda, la mirada
amorosa de Dios, lo abarcará y lo colmará todo, trascendiendo y
superando nuestras limitadas categorías mentales y nuestros
interrogantes más dramáticos.
DOMINGO 33
«En aquel tiempo como algunos, hablando del Templo, decían que
estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús
dijo: “De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra
sobre piedra: todo será destruido”. Ellos le preguntaron: “Maestro,
¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va a
suceder?”.
Jesús respondió: “Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque
muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: ‘Soy yo’, y
también: ‘El tiempo está cerca’. No los sigan. Cuando oigan hablar
de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto
ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin”.
Después les dijo: “Se levantará nación contra nación y reino contra
reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas
partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales
en el cielo.
Pero antes de todo, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a
las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán antes reyes y
gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que
puedan dar testimonio de mí. Tengan bien presente que no deberán
presentar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y
una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni
contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y
hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los
matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni
siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la
constancia salvarán sus vidas”» Lc 21,5-19
«Como oyendo estas cosas tan terribles podían turbarse los corazones de los
débiles, por eso también se agrega el consuelo. (...) Como si claramente el Señor
dijera a sus miembros débiles: “No se asusten, no teman; ustedes van a la lucha,
pero yo combato; ustedes dicen palabras, pero yo hablo”. (...)
Pero, como son cosas duras estas que se predicen de la aflicción de la muerte, en
seguida se agrega el consuelo del gozo de la resurrección, diciendo: “Ni un
cabello de sus cabezas se perderá”.
Sabemos, hermanos, que, cuando se corta la carne, duele, y que, cuando se corta
el cabello, no duele. Por consiguiente, cuando dice a sus mártires: “Ni un cabello
de sus cabezas se perderá”, es como decirles claramente: “¿Por qué temen que se
pierda lo que, cortado, duele, cuando no se perderá lo que, cortado, no duele?”.
Prosigue: “Mediante la paciencia poseerán sus almas”. La posesión del alma se
atribuye a la virtud de la paciencia, porque la paciencia es raíz y guardiana de
todas las virtudes. Ahora bien, la paciencia consiste en soportar ecuánimes el
mal que nos causan los otros y no murmurar queja alguna contra quien nos hace
mal; porque quien sobrelleva el mal que le causa el prójimo, pero de modo que
interiormente se queja y aguarda el tiempo oportuno para devolverle, este tal no
tiene paciencia, sino que la aparenta pues escrito está: “La caridad es paciente,
es benigna” (1 Co 13,4); porque es paciente para tolerar los males ajenos, y es
benigna para amar a los mismos a quienes soporta. Por eso dice la misma
Verdad: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen y oren por
los que los persiguen y calumnian” (Mt 5,44). De manera que, ante los hombres,
esta virtud consiste en soportar a los enemigos; pero ante Dios, en amarlos;
porque Dios sólo acepta el sacrificio que ante sus ojos enciende la llama de la
caridad en el altar de las buenas obras»59.
TIEMPOS DE CRISIS
En esta época de crisis a todo nivel, emergen a diestra y siniestra
profetas de calamidades, que acentúan la angustia y la desesperanza
del pueblo.
Asociado al momento de incertidumbre que atraviesa la humanidad,
surgen
curiosamente
en
algunos
ambientes
cristianos
“practicantes”, una avalancha de vaticinios y predicciones de
acontecimientos extraordinarios, que acentúan el pánico y el temor.
Todo esto en gran parte, es consecuencia de una falta de encuentro
regular, amoroso y confiado, con el sacramento de la palabra de
Dios. Se pretende llenar este vacío de formación espiritual, con
anuncios apocalípticos, sacados fuera del contexto y del mensaje
global de la Escritura. Porque: “Así habla el Señor, el Santo de
Israel: En la conversión y en la calma está la salvación de ustedes;
en la serenidad y la confianza está su fuerza” (Is 30,15).
Es precisamente en estos tiempos, en que tenemos que mantener la
serenidad y la calma. La vida es demasiado seria para dramatizarla
aún más. Debemos ser conscientes desde nuestra fe pascual, que la
última palabra la tendrá nuestro Dios, y que es un Dios que salva.
Estas son situaciones en que hay que esperar contra toda esperanza.
Recordando que las crisis por más largas que parezcan, son
transitorias, y que deben vivirse y asumirse con una paciencia activa,
apostando una vez más al Señor de la historia, que nos recuerda una
vez más que: “Por la constancia salvarán sus vidas” (Lc 21,19).
59 San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,15 (35), 3.4 (trad. en: Obras de san Gregorio Magno,
Madrid 1958, pp. 726-728 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de posición
acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre 574-575, se
convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y le solicitó
estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla, donde
residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de éste lo
sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento muy
difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la
espiritualidad medieval.
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
«En aquel tiempo el pueblo permanecía allí y miraba. Sus jefes,
burlándose, decían: “Ha salvado a otros: ¡que se salve a sí mismo,
si es el Mesías de Dios, el Elegido!”. También los soldados se
burlaban de él y, acercándose para ofrecerle vinagre, le decían: “Si
eres el Rey de los Judíos, ¡sálvate a ti mismo!”. Sobre su cabeza
había una inscripción: “Este es el Rey de los Judíos”.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: “¿No
eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”. Pero el otro lo
increpaba, diciéndole: “¿No tienes temor de Dios?, tú que sufres la
misma pena que él? Nosotros la sufrimos justamente, porque
pagamos nuestras culpas, pero él no ha hecho nada malo”. Y decía:
“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino”. Él le respondió:
“Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”» Lc 23,35-43
«El Salvador es múltiple, según lo que es necesario a cada uno: para los que
tienen necesidad de alegría es la Viña (Jn 15,1); para los que tienen necesidad de
entrar es la Puerta (Jn 10,7); y para los que tienen necesidad de ofrecer
oraciones es el Sumo Sacerdote mediador (Hb 7,26).
También es Oveja (Hch 8,32) para los que tienen pecados, para que sea
degollada en favor de ellos. Se hace todo a todos (1 Co 9,22), permaneciendo
siempre el mismo que es. Permaneciendo y teniendo verdaderamente la
invariable dignidad de Hijo, como médico excelente y maestro compasivo, se
somete a nuestras mismas debilidades. Siendo Señor en verdad y no
adquiriendo el señorío por promoción, sino teniendo la dignidad de Señor por
naturaleza, y no llamado Señor en forma amplia como nosotros, sino siendo
Señor en verdad, por designio del Padre, domina sobre todas las obras que él
mismo ha creado.
Nosotros dominamos sobre hombres que tienen nuestra misma dignidad y
nuestras mismas pasiones, y muchas veces sobre personas que tienen mayor
edad, ya que muchas veces un patrón joven manda sobre sirvientes ancianos.
Pero en Nuestro Señor Jesucristo el mandato no se presenta de esta manera,
porque primero es Creador y luego Señor. Por voluntad del Padre, primero hizo
todas las cosas, y después gobierna sobre las cosas hechas por él mismo»60.
UN DISCURSO PROGRAMÁTICO
60 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis X,5 (trad. de L. H. Rivas en San Cirilo de Jerusalén. Catequesis, Buenos
Aires, Eds. Paulinas, 1985, pp. 124-125 [Col. Orígenes cristianos, 2]). Se ignora la fecha de su nacimiento,
probablemente en los años 314 ó 315. Cirilo debe haber nacido en la misma ciudad de Jerusalén o en sus alrededores.
Pertenecía al clero de la diócesis de Jerusalén. En el año 343 fue ordenado presbítero por Máximo, el obispo de
Jerusalén que lo hizo su colaborador. Desempeñaba su ministerio sacerdotal en la Iglesia de Jerusalén cuando en el
año 348 fue elegido obispo de esa misma Iglesia. Tres veces debió abandonar su sede episcopal para marchar al
destierro. La primera vez fue en el año 357, cuando un concilio reunido en Jerusalén por el obispo Acacio y
compuesto por arrianos lo privó de su sede y lo envió al destierro. Nuevamente fue desterrado en el año 360, pero
también por poco tiempo. En el año 367 lo desterró el emperador Valente, y esta vez su alejamiento se prolongó por
unos once años, regresando a Jerusalén recién en el año 378. Después del retorno de su último destierro participó en
el Segundo Concilio Ecuménico, el II de Constantinopla. Murió en su sede en el año 386. Tanto la Iglesia de Oriente
como la de Occidente celebran su fiesta el 18 de marzo, que es el día de su fallecimiento. Además de las Catequesis,
su obra principal, se conservan una carta al emperador Constancio y una homilía sobre el paralítico de Juan 5 (Rivas,
op. cit., pp. 5-6).
La realeza hoy en día no goza de mucho prestigio y no tiene
demasiados seguidores. Entonces, ¿qué significado guarda para
nosotros, la fiesta de Cristo Rey, que la iglesia celebra con tanta
solemnidad, al concluir cada año litúrgico?
Debemos ser sinceros en reconocer que el término rey, todavía nos
recuerda épocas pretéritas, en la que la monarquía se ejercía con un
poder absoluto, entre pompas y circunstancias.
Pero para nosotros los cristianos, adquiere otro significado y
resonancia. La realeza de Dios tanto en el Antiguo como en el Nuevo
Testamento, está en función de hombres libres, y al servicio del
amor. Tanto es así, que desde antiguo, venimos repitiendo el
conocido dicho: “servir es reinar”.
Sin embargo, el poder y la gloria de Cristo, el Hijo de Dios, se
manifiesta prioritariamente, en su autoridad para perdonar el
pecado del hombre y en la promesa de garantizarle la participación
en su reinado.
De este modo, en el evangelio de Lucas, entronizado en el leño de la
Cruz, Jesús da a conocer en su “discurso programático”, que ha
venido al mundo sólo para aquellos que no se consideran dignos del
Reino.
La Iglesia es el cuerpo de Jesucristo, y los autosuficientes rechazan y
se escandalizan ante el misterio de la encarnación. Sólo un ladrón
reconoció en este hombre crucificado a su lado, al Señor de la
Gloria.
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