ius et veritas

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Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización de la Asociación Civil ius et veritas.
Año XV No. 31
Presentación
C
on la intención de aportar a la discusión de temas de actualidad jurídica,
que contribuyan al desarrollo de nuestra sociedad, ius et veritas
presenta una nueva edición con artículos de renombrados autores nacionales
y extranjeros.
Así, en esta edición contamos con artículos aportados por autores nacionales
sobresalientes: Humberto Medrano, Pierino Stucchi, Baldo Kresalja, Eduardo
Quintana, Javier Neves, Alfredo Villavicencio, Mario Pasco Cosmópolis, Enrique
Palacios, Javier Alva Orlandini, entre otros.
Así también, participan en esta edición destacados autores extranjeros: Adolfo
Di Majo, Mike McCurley y Kim W. Mercier (analizando las estrategias adecuadas
para un contra interrogatorio efectivo) y Cass R. Sunstein (con un artículo sobre el
Derecho Administrativo rumbo a la guerra, a raíz del uso de la fuerza militar por
parte de Estados Unidos por los ataques del 11 de setiembre).
Por otro lado, destaca en nuestra sección Puntos de Vista, la participación de
Rafael Muente Schwartz, Luis Vinatea Recoba, Juan Rivadeneyra Sánchez y José
Juan Haro Seijas en una mesa redonda sobre la telefonía móvil y regulación en
base a las recientes ventas y fusiones de las empresas de telecomunicaciones.
Asimismo, el grupo de investigación de ius et veritas presenta el trabajo de
investigación denominado: Minería: ¿fuente de esperanza o víctima de sí misma?
Una aproximación a la licencia social para operar y los conflictos sociales mineros.
Por otro lado, comentando el trabajo de investigación de nuestra edición anterior
-en torno a la figura del Project Finance-, encontramos los artículos de Javier Tovar
Gil y Miguel Ángel Ronceros.
Finalmente, contamos con la nota de alumno de Edwin Bustinza sobre el TLC y
la propiedad intelectual, así como un interesante artículo, en nuestra sección
interdisciplinarias, de John Gitlitz, quien analiza la justicia rondera y los derechos
humanos en Cajamarca.
De esta manera, cumplimos con entregar una edición más, esperando que sea
de su agrado y cumplir con sus expectativas.
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Año XV No. 31
Editorial
E
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n el último mes hemos sido testigos de una serie de acontecimientos que,
en teoría, son de vital importancia para nuestro país: la detención del ex
presidente Fujimori, los problemas limítrofes marítimos con Chile y el fracaso
del referéndum de integración regional. Sin embargo, la falta de reacción de los
ciudadanos ha sido la respuesta constante ante cada uno de estos hechos. Si bien
estamos acostumbrados a intentar desvincularnos de los asuntos de la política, no
es saludable para el desarrollo del Perú tomar una actitud impávida frente a temas
trascendentales de nuestro entorno.
A pesar de que resulta indignante que la estrategia del ex dictador Alberto
Fujimori para librarse de los cargos en su contra, consista -en gran medida- en
confiar en que el Poder Judicial de nuestro país no logrará armar un proceso de
extradición coherente, debemos admitir que dicha estrategia se sustenta en la
actuación poco eficaz de nuestro órgano jurisdiccional. La mayoría de ciudadanos
considera que el Poder Judicial no es una garantía de justicia. Sin embargo, a pesar
de una reforma anunciada desde hace muchos años, seguimos esperando que ello
se lleve a cabo, resignándonos al status quo.
Consideramos por ello que la principal culpable de la mayoría de problemas es
la pasividad, tanto de nuestros gobernantes como de la población, respecto de
cambios sustanciales que deben darse para poder desarrollarnos y lograr ser una
nación que otorgue una calidad de vida satisfactoria para la mayoría. La incapacidad
de los gobernantes para lograr reformas a distintos niveles es la responsable directa
de que el tiempo pase y no se vislumbren cambios. Pero no es suficiente adjudicar
responsabilidad a los gobernantes y desvincularnos, puesto que si bien la población
no puede “tomar las riendas” del país, sí tiene a su disposición las herramientas
necesarias para hacer sentir su descontento con la situación actual.
Sin embargo, la proactividad en el debate de temas de nuestro entorno no
parece ser una preocupación del común de los ciudadanos. En efecto, la generalidad
de las personas se contenta con quejarse de los sucesivos gobiernos, en la creencia
de que las soluciones a todos los problemas deben provenir del Estado. Ante
cuestiones trascendentales que implican su participación, como el Referéndum
que se realizó el 30 de octubre -paso fundamental hacia la configuración de espacios
físicos integrados que hagan posible un desarrollo económico y social sustentable
y descentralizado- se presenta la misma pasividad. La tan ansiada regionalización
no se logró, principalmente porque las reglas no estaban claras y los electores no
se encontraban bien informados, a tal punto que algunos votaron por no integrarse
pensando que ello implicaría que para hacer gestiones ante la administración pública
tendrían que trasladarse a un departamento lejano.
Lo más lamentable es que ello se veía venir, y no se tomaron las medidas
adecuadas para evitarlo. Es esa impavidez la que condenamos, la misma impavidez
que observamos en todos los acontecimientos importantes de nuestra nación. Esa
actitud de esperar y observar que alguien más solucione nuestros problemas, como
si el ignorarlos los hiciera desaparecer.
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Lo mismo puede observarse frente a los problemas limítrofes con Chile, tema
sobre el que existe gran ignorancia. La mayoría de la población no conoce las
consecuencias de adherirse a la Convención del Mar, y se deja llevar por los discursos
de políticos más interesados en conseguir votos que informar a los ciudadanos.
Por ello, hacemos un llamado a la población en general, para despertar de la
inacción y participar directamente de la construcción de un país mejor, ya sea
mediante una actuación activa o la discusión grupal. Este llamado está
principalmente dirigido al sector de la población que tiene el privilegio de poder
acceder a un nivel de educación superior, con lo cual también tienen la obligación
de explotar dicho privilegio para informar al resto acerca de los sucesos más
importantes y sus consecuencias. De colaborar para disipar la nube de ignorancia
frente a temas como la adhesión a la Convención del Mar o la integración regional.
Hagamos que el debate público se incremente, puesto que lo importante no es
tanto la postura que se toma con relación a un asunto, sino que dicha postura se
base en información correcta. Y ello se logra mediante la discusión, discusión en la
cual ius et veritas intenta formar parte, coadyuvando a la difusión de temas
jurídicos y de interés general, con la finalidad de incentivar el debate y la discusión,
contribuyendo de esta manera al desarrollo de la nación.
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Año XV No. 31
Consejo Directivo
Manuel Rivera Silva
Luis Esteban Delgado Sigüeñas
Luis Fernando Edwards Ríos
Katherine Torres Sobenes
Johanna Holz Rincón
Armando de la Flor Olavide
Luis Alberto Chang Rodríguez
Director Ejecutivo
Director de Economía
Director de Eventos
Directora de Imprenta
Directora de Publicaciones
Director de Imagen Institucional
Director de Ventas
Comisión de Economía
Roberto Benavides Pontex
Bruno Debenedetti Luján
Yésica Del Carpio Castro
Reyna Silva-Santisteban Rottiers
Claudia Vargas Villanueva
Comisión de Eventos
Sandra Alencastre Vega
Gabriela Dañino Sinclair
Anthony Lizárraga Vera-Portocarrero
Augusto Rey Hernández de Agüero
Denisse Rodríguez Olivari
Luis Angel Ramos Blanco
Lorena Sarmiento Aguirre
Comisión de Publicaciones
Miguel Ángel Campos Noriega
Eduardo Cueva Vieira
Luis Felipe Del Risco Sotil
Luis Felipe Gamboa Lozada
David Grández Carrasco
Isabel Ruidias Heredia
Comisión de Imagen Institucional
Edward Dyer Cruzado
Klever Espinoza Ratto
Luis Miguel Sambuceti Rubio
Emi Yamamura Kinjo
Comisión de Ventas
Lorena Bazay Dulanto
Nicolás Bellido Clavijo
Manuel Garcés Lozada
Paola García Necochea
Comité Consultivo Nacional
Jorge Avendaño Valdez
Alfredo Bullard González
Carlos Cárdenas Quirós
Juan Carlos Cortés Carcelén
Javier De Belaunde López de Romaña
Fernando de Trazegnies Granda
Francisco Eguiguren Praeli
Luis Hernández Berenguel
Juan Monroy Gálvez
Javier Neves Mujica
Mario Pasco Cosmópolis
Wilfredo Sanguineti Raymond
Beatriz Ramaccioti de Cubas
José Ugaz Sánchez- Moreno
Comité Consultivo Internacional
Richard A. Epstein (Estados Unidos)
Oscar Ermida Uriarte (Uruguay)
Jorge Walter Peyrano (Argentina)
Néstor Pedro Sagüés (Argentina)
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Comisión de Imprenta
Mariana Chacón Lozano
Giovanna Otiniano Campos
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Miembros de la Asociación Civil ius et veritas
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Daniel Abramovich Ackerman
Karim Abuid Chejade
Luis Carlos Adrianzén Rodriguez
Chiara Aimone Woolcot
Fernando Almenara Hernández
Jorge Luis Alva Luperdi
Luis Enrique Alvarez Aranda
Paula Alvarez Tola
Mariana Alegre Escorza
Joseph Fiat Andrade Gartner
Roxana Arellano García
Silvia Arispe Bazán
Rafael Arribas Velasco
Gabriel Arrisueño Fajardo
Liliana Avellaneda Rojas
Ursula Baertl Espinoza
Juan José Ballén Rosselló
Bruce Barnaby Rubio
Sofía Bazán Pereyra
Oscar Enrique Benavides Cavero
Giuliana Bonelli Urquiaga
María Esther Caballero Marión
Juan José Cabello Arce
Gonzalo Cabrera Nieri
Claudia Canales Mayorga
Mariela Candela Véliz
Javier Caravedo Chocano
Juan José Cárdenas Mares
Italo Carrano Tarrillo
Santiago Carrillo Tejada
Amalia Casas De las Peñas del Corral
Luis Fernando Castellanos Sánchez
Mariateresa Castro Lengua
Juan Antonio Castro Molina
Edgardo Cavalié Fiedler
José Chiarella Privette
Juan Carlos Cornejo Cuzzi
Fernando Correa Salas
Ada Gabriela Dávila Aguinaga
Gonzalo De Bracamonte Melgar
Juan Pablo De la Puente Brunke
Rocio De la Puente León
Juan Diego De Vinatea Piazza
Paolo Del Aguila Ruíz de Somocurcio
Salvador Del Solar Labarthe
Alvaro Díaz Bedregal
Lizza Domínguez Pastor
Jaime Dupuy Ortíz de Zevallos
Paola Eléspuru Xamin
Liana Encinas Cáceres
Diego Escalante Arrunátegui
Mónica Esparza Patiño
Claudia Espejo Barthelmes
Huáscar Ezcurra Rivero
Moraima Ferradas Reyes
Raúl Ferreyra Martínez
Javier Flores Ligarda
Carla Fosca Bakula
Eric Franco Regjo
Héctor Gadea Benavides
Miguel Galluccio Tonder
Francisco Gálvez Ruiz Huidobro
Diego García Belaunde Saldías
Juan Garret Vargas
Karla Gaviño Masías
Gino Ghersi Pozzuoli
Pierre Giannoni Melosevich
Maria Fernanda Gómez de la Torre
Barrera
Luis Gabriel González Delgado
Mauricio Gonzales del Rosario
Angela Grossheim Barrientos
Juan Luis Hernández Gazzo
Claudia Hokama Kuwae
Luz Virginia Israel Llave
Silvia La Torre Matuk
Erika Lizardo Guzmán
Ginnette Lumbroso Batievsky
Mario Angelo Madau Martinez
Jessica Maeda Jeri
Rocío Malpica Valera
Julissa Mantilla Falcón
Jaime Martinez Cachay
Percy Masías Ramos
Jorge Massa Carrillo de Albornoz
Liliana Mavila Ríos
Renato Mejía Madrid
Marjorie Mellet Portocarrero
Ana Julia Mendoza Chiappori
Milagros Miranda Rojas
Erickson Molina Pradel
Victorhugo Montoya Chávez
Alfonso Montoya Stahl
Macarena Morales Mailhe
María Moreno Sánchez
Mariana Moreyra Mujica
Rossana Natteri Vílchez
Cecilia Noriega Febres
Melissa Nuñez Santti
Fernando Ocampo Vásquez
Luis Enrique Palacios Cisneros
Gillian Paredes Guerrero
José Luis Parodi Sifuentes
Adrián Pastor Torres
Juan Pablo Porto Urrutia
Ricardo Postigo Bazán
Giancarlo Price Passalacqua
Giovanni Francesco Priori Posada
Juan Pulgar Vidal de Rojas
Gonzalo Quijandría Fernández
Sergio Quiñones Infante
Rubén Martín Quispe Luyo
Isaias Reátegui Ruiz-Eldredge
Erika Reátegui Soto
Mario Reggiardo Saavedra
Carolina Rendón Andía
Michelle Reyes Milk
Carlos Alberto Rivera Salazar
Carlos Enrique Rodriguez Manrique
Ana Rodríguez Riva
Julio Andrés Rojas Lara
Guiselle Romero Lora
Augusto Ruiloba Morante
Martín Ruíz Andía
Paola Sáenz Ramírez
Efraín Salazar Echegaray
Ernesto Salazar Campos
Viviana Sanchez Alfaro
Dante Sanguinetti Marroquín
Gisella Santivañez Anto
Glauco Seoane Byrne
Ximena Sierralta Patrón
Luis Miguel Silva Nuñez
Fernando Silva La Rosa
Jorge Ignacio Sinfón Phum
Guelly Solar Alvarez
Jimena Solar Alvarez
Romina Stucchi López - Raygada
Arturo Tolmos Bustamante
Jorge Luis Toyama Miyagusuku
Lorena Troncoso Heros
Mauro Ugaz Olivares
Marco Antonio Valencia Arroyo
Margarita Valladares López
Máximo Luis Vargas León
Gonzalo Varillas Cueto
Maria Inés Vasquez Rossi
Gina Vega Ponce de León
Alejandra Verdera Chonati
Santiago Verdera Chonati
Valery Vicente Valcárcel
Julio Alejandro Vilchez Pereyra
Julio Villalobos Huerta
Vanessa Watanabe Sisniegas
Miguel Yagi Higa
Luis Miguel Yrivarren Celi
Mario Zúñiga Palomino
Índice
Año XV No. 31
ARTÍCULOS
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
Humberto Medrano
17
Introducción al régimen jurídico de la marca notoria y la marca renombrada en
la nueva ley española de marcas
Anxo Tato Plaza
32
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena como actos de
competencia desleal y como infracciones publicitarias
Pierino Stucchi López Raygada
41
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
59
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General
del Sistema Concursal peruana a partir de una aplicación del Análisis Económico
del Derecho
Ernesto Salazar Campos
90
102
Tomando la propiedad en serio: las expropiaciones regulatorias o indirectas
Enrique Pasquel R.
114
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
Adolfo Di Majo
129
La responsabilidad precontractual en debate: panorama de la doctrina jurídica nacional
Renzo Saavedra Velazco
144
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo? Reflexiones acerca de
esta aparente contradicción
Romy Chang Kcomt
169
Derecho Internacional del Trabajo
Javier Neves Mujica
187
La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del
siglo XXI
Alfredo Villavicencio Ríos
205
En torno al principio de irrenunciabilidad
Mario Pasco Cosmópolis
217
Reflexiones sobre tutela preventiva
Enrique Palacios Pareja
231
La contra interrogación
Mike McCurley y Kim W. Mercier
241
El Derecho Administrativo rumbo a la guerra
Cass R. Sunstein
265
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La capacidad de la persona jurídica: apuntes indiciarios
Javier Pazos Hayashida
9
El Tribunal Constitucional
Javier Alva Orlandini
272
La implementacion del nuevo proceso penal peruano y las técnicas de litigación oral
Mario Pablo Rodríguez Hurtado
288
El antejuicio, el juicio político y la vacancia presidencial analizados a partir de la
sentencia de inconstitucionalidad del inciso j del artículo 89 del reglamento del Congreso
Omar Sar
296
PUNTOS DE VISTA
Telefonía móvil y regulación: a propósito de las recientes ventas y fusiones de las
empresas de telecomunicaciones
Mesa redonda con Rafael Muente Schwartz, Luis Vinatea Recoba,
Juan Rivadeneyra Sánchez y José Juan Haro Seijas
308
INTERDISCIPLINARIAS
Justicia rondera y Derechos Humanos en Cajamarca: entendiendo la resolución de
conflictos en las rondas del norte del Perú
John S. Gitlitz
322
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
Minería: ¿fuente de esperanza o víctima de sí misma?
Una aproximación a la licencia social para operar y los conflictos sociales mineros
Grupo de investigación de ius et veritas
334
COMENTANDO EL TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
Arquímides y el Project Finance: comentario al trabajo del grupo de investigación de ius et veritas
Javier Tovar Gil
363
Aproximaciones al Project Finance: comentarios al tema de investigación
Miguel Ángel Ronceros
366
NOTAS DE ALUMNOS
Firmar o no firmar: la propiedad intelectual en las negociaciones del TLC andino
Edwin Bustinza Lozada
373
RESEÑA DE LIBROS
380
RESEÑA DE EVENTOS
382
12
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Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
Artículos
Límites a la fiscalización:
prescripción e intangibilidad de
las acotaciones notificadas
Humberto Medrano Cornejo (*)
1 . Introducción
ius et veritas 31
El simple enunciado del mandato legal no
significa que, necesariamente, será cumplido por
los destinatarios de la norma. Cuando la
determinación de la obligación tributaria debe ser
efectuada directamente por el propio deudor (como
ocurre en la mayoría de los impuestos
significativos), la Administración tiene que estar
facultada para comprobar que, en efecto, el tributo
ha sido satisfecho en la oportunidad y forma
previstas en el ordenamiento. El conjunto de actos
que integran el procedimiento para llevar a cabo
tal comprobación es lo que denominamos
“fiscalización”.
En el ejercicio de sus atribuciones, la
Administración puede exigir a contribuyentes o
terceros la presentación de libros, registros y
documentación sustentatoria. Los adelantos
técnicos de los últimos años han hecho que la
fiscalización comprenda también el derecho de
solicitar y revisar los elementos de cómputo en
los que constan las operaciones del administrado,
copia de los soportes magnéticos, programas
fuente, diseño y programación utilizados por el
contribuyente, entre otras múltiples facultades.
Estas atribuciones se ejercen en forma
discrecional.
Sin embargo, el derecho de la Administración
a fiscalizar no puede implicar el desconocimiento
de los derechos de los administrados consagrados
en la Constitución que pueden incluir el secreto
bancario, el secreto profesional, la inviolabilidad
de la correspondencia y el derecho al debido
proceso, entre otros.
Las normas tributarias deben establecer que
los requerimientos del Fisco y las respuestas del
contribuyente tienen que ser expresadas por
escrito, a fin de que la resolución de determinación
se emita con base en lo actuado. El contribuyente
debe estar autorizado para presentar en cualquier
momento las pruebas que respaldan su posición,
por lo que no cabría aplicar ningún recorte a este
derecho esencial. La ley tiene que prever que
cumplido el proceso de fiscalización, la
Administración resulta obligada a emitir una
resolución de determinación, inclusive en aquellos
casos en que no haya lugar al giro de una suma
adicional, ya que por razones de seguridad jurídica
es necesario que el contribuyente tenga la forma
de acreditar la conformidad de las autoridades.
Por lo tanto, la fiscalización debería tener un
procedimiento reglado, donde se precise cómo y
cuándo se inicia, la forma en que ello debe
comunicarse al interesado, la duración máxima del
procedimiento y los derechos del obligado,
incluyendo su facultad de oponerse a la
intervención de la Administración. Esto es
importante porque no debe mantenerse al
contribuyente en zozobra ante la posibilidad de
fiscalizaciones ilimitadas o modificación de las
resoluciones ya cursadas.
Los sujetos pasivos deben tener la certeza que
debido al transcurso del tiempo, a la falta de
cuestionamiento por la Administración y a la
intangibilidad de las resoluciones determinativas
notificadas, su situación tributaria ha quedado firme
y que no existe posibilidad de que, repentinamente,
sean fiscalizados por el mismo tributo y período o
considerados como deudores.
15
(*)
Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Humberto Medrano Cornejo
Por otra parte, debe respetarse el principio de
legalidad, en cuya virtud ese mismo contribuyente
está obligado a cumplir con la prestación tributaria
exactamente en la forma establecida por la ley. Lo
contrario implicaría, en los hechos, una
discriminación porque de no mediar una correcta
fiscalización, dos sujetos con la misma capacidad
contributiva podrían estar tributando de manera
diferente.
Dentro de ese marco nos proponemos destacar
algunos casos en los cuales la legislación no es
muy precisa respecto de la facultad de fiscalización
de la Administración y del derecho de los
contribuyentes a oponerse a su intervención.
2. Fiscalización y ejercicios prescritos
¿Es jurídicamente admisible que la
Administración requiera a los contribuyentes
informes y documentos relativos a ejercicios
prescritos, argumentando que no los utilizará para
fiscalizar esos ejercicios sino los que aún están
abiertos? El tema tiene trascendencia en el caso
específico del Impuesto a la Renta y de otros
tributos de periodicidad anual, donde los hechos
producidos en un determinado periodo pueden
proyectarse en el tiempo e incidir en el cálculo del
tributo correspondiente a ejercicios del futuro, como
ocurre en los supuestos que señalamos a
continuación.
ius et veritas 31
2.1. La depreciación de los bienes del activo fijo
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Usualmente, la adquisición de estos bienes
tiene naturaleza de inversión, de modo que en los
resultados solo incide el porcentaje que la norma
permite deducir por la pérdida de valor que sufre el
activo, como consecuencia de su uso y desgaste.
La deducción por depreciación se inicia en el
ejercicio en que los bienes se destinan a la
producción y se prolonga por varios años,
dependiendo de su naturaleza del activo. Si, por
ejemplo, el costo computable de un activo (100)
quedó configurado en un cierto ejercicio (1), es
depreciable en diez años y el plazo de prescripción
es de cuatro años, ello significa que la depreciación
continuará afectando diversos periodos (5 al 10)
que exceden del término prescriptorio respecto de
(1).
Dentro de ese escenario podría ocurrir que en
el ejercicio (5) y siguientes, el Fisco considere que
es excesiva la depreciación anual que se viene
aplicando por cuanto en (1) el costo computable
del bien era inferior al monto (100) considerado
por el contribuyente. La Administración podría
sostener que la única manera de establecer si la
amortización es correcta en (5) y años siguientes
es fiscalizar el ejercicio (1), aun cuando con
relación a él ya hubiera transcurrido todo el plazo
de prescripción.
Cabe preguntarse si habiendo prescrito ese
remoto año (1) puede, sin embargo, ser fiscalizado
para verificar si es correcta la depreciación en el
ejercicio (5) y posteriores o está el Fisco impedido
de solicitar documentación correspondiente a
periodos prescritos aun cuando ello tenga la
finalidad de establecer su incidencia en otros
respecto de los cuales no ha transcurrido el plazo
prescriptorio o, por el contrario, en esa hipótesis,
¿el contribuyente puede deducir prescripción y
oponerse a tal revisión?
La cuestión puede resultar aún más ardua en
aquellos países cuya legislación faculta a los
contribuyentes para destruir la documentación
relativa a ejercicios prescritos. En este supuesto,
es claro que la Administración no podría obligar a
exhibir documentos que el sujeto tenía derecho a
eliminar (aunque no lo hubiera ejercido) porque si
otro contribuyente, en la misma condición, hubiera
destruido los elementos sustentatorios, no podría
ser revisado. Pretender fiscalizar al primero llevaría
a la insalvable contradicción de que la actuación
del Fisco dependería de si el contribuyente hubiera
hecho uso o no de su atribución, con lo cual se
llegaría a la inadmisible tesis de que en iguales
circunstancias unas empresas podrían ser
fiscalizadas y otras no.
2.2. La compensación de pérdidas
Como se sabe, en materia del Impuesto a la
Renta, cada ejercicio constituye un compartimento
estanco y, de ordinario, se exige el tributo por los
beneficios devengados entre el inicio y el fin del
periodo establecido por la ley. Sin embargo, existen
algunas excepciones donde lo que se plantea es,
más bien, la existencia de “vasos comunicantes”
entre diversos ejercicios, cuando el legislador
permite que los hechos acontecidos en un periodo
afecten otro u otros del futuro.
Este es el caso de las pérdidas (100) sufridas
en un determinado ejercicio (1), que eliminan o
reducen la renta gravable de los periodos fiscales
posteriores (2 y siguientes), de donde resulta que
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
lo acontecido en (1) sigue influyendo en el futuro.
Esto es particularmente importante en los países
cuya legislación permite que la compensación de
pérdidas se efectúe sin límite de tiempo.
En tal escenario, si el plazo de prescripción
fuera cuatro años y el Fisco sostuviera en (5) que
la pérdida que se ha ido considerando era, en
realidad, de un monto menor al que declaró el
contribuyente en (1), ello podría significar que la
compensación solo era factible, por ejemplo, hasta
el ejercicio (4) en que debió darse por recuperada
la pérdida. Para esa eventualidad se plantea si la
Administración podría fiscalizar el ejercicio (1)
prescrito, argumentando que no determinará
obligación alguna por ese periodo sino que solo
busca establecer si la obligación ha sido
correctamente calculada en los ejercicios no
prescritos.
2.3. La repetición por el contribuyente y su
incidencia en la fiscalización
(1)
(2)
3. Derecho a fiscalizar ejercicios prescritos por
su conexión con períodos abiertos
Si respecto del ejercicio (1) ha prescrito el
derecho de la Administración a fiscalizar al
contribuyente, puede considerarse que ella no está
facultada para solicitar la documentación referida
al mismo, aun cuando se afirme que solo se
pretende analizar un periodo que todavía se
encuentra abierto.
La razón para ello es obvia: la Administración
Tributaria contó con el tiempo necesario, previsto
en la ley, para revisar y eventualmente impugnar
aquellas operaciones realizadas por la empresa
durante el año (1). Si no se efectuó la fiscalización
o, habiéndose realizado no dio lugar a reparos, debe
asumirse que quedó firme el derecho del
contribuyente a considerar inmodificable tanto la
renta declarada en dicho ejercicio como los factores
que sirvieron para determinarla, incluyendo la
deducción de los gastos contabilizados. Lo contrario
significaría violentar la seguridad jurídica pues, por
vía indirecta, la Administración estaría atribuyéndose
la facultad de impugnar hechos que son legalmente
irrevisables en razón del transcurso del tiempo.
En eso consiste precisamente la prescripción
en todos los ámbitos del Derecho, como señala
Ferreiro Lapatza(1): “La prescripción en la obligación
tributaria responde al mismo fundamento y sirve al
mismo principio (el de seguridad en las relaciones
jurídicas) que la prescripción en general(...)”.
Para Giuliani Fonrouge(2) la prescripción es una
“(...) contribución a la certeza del derecho, y
aunque no puede ser declarada de oficio, se
produce de pleno derecho por el simple transcurso
del tiempo (...)”.
FERREIRO LAPATZA, José Juan. Curso de derecho financiero español. 14ta. edición. Madrid: Marcial Pons, 1992. p. 419.
GIULIANI FONROUGE, Carlos M. Derecho Financiero. Volumen I. 4ta. edición. Buenos Aires: Depalma, 1987. p. 609.
ius et veritas 31
Si el contribuyente sostiene que en el ejercicio
(5) ha pagado en exceso un impuesto de
periodicidad anual y solicita su devolución,
basándose en la declaración jurada y
documentación sustentatoria correspondiente a
ese ejercicio, podría ocurrir que hechos sucedidos
en años anteriores (ya prescritos) tengan
repercusión en el específico período por el que se
pide la devolución.
Así, es frecuente que las leyes de Impuesto a
la Renta permitan u obliguen a “amortizar”
determinados gastos. Es decir que, no obstante
que el egreso se ha “devengado” en un cierto lapso,
su importe afecta los resultados de los ejercicios
siguientes, con arreglo a principios contables que
la legislación recoge. En otros casos, los ingresos
deben atribuirse a más de un ejercicio, como
sucede cuando se enajenan bienes (generalmente
inmuebles), mediante contratos en los que se ha
pactado largos plazos para el pago.
En tales circunstancias, lo acontecido en un
periodo continúa influyendo en los posteriores. Por
lo tanto, cuando el contribuyente presenta una
solicitud de repetición, ¿podría el Fisco argumentar
que el eventual derecho del sujeto solo puede
determinarse con precisión si se revisan los años
remotos, en que puede encontrarse el origen del
presunto pago en exceso?
Se plantea si, en ese supuesto, el
contribuyente podría oponer prescripción y exigir
que el Fisco proceda a la devolución sin necesidad
de fiscalizar los ejercicios ya prescritos,
entendiendo que los resultados declarados en los
periodos abiertos se basan en cifras originadas en
los anteriores que no fueron cuestionados en su
oportunidad y que, por lo tanto, son inmodificables.
17
ius et veritas 31
Humberto Medrano Cornejo
18
Del mismo modo, Belaunde Guinassi(3) precisa
que “El fundamento jurídico para admitir la
prescripción (...) se encuentra en que las
obligaciones están condicionadas por el tiempo
y si no se ejecutó en un lapso determinado por
el titular del derecho, se debe presumir que hay
abandono de este, y como no es posible
mantener la incertidumbre frente a un derecho
no exigido, frente a la inacción se aceptó la
prescripción (...)”.
En consecuencia, si de acuerdo con el
ordenamiento legal el término prescriptorio es de
cuatro años, la Administración se encuentra
impedida de exigir en el ejercicio (5) y siguientes
la presentación de la documentación relativa al año
(1), por tratarse de un periodo respecto al cual ha
perdido su facultad para determinar la obligación y
exigir el pago, de tal manera que sus atribuciones
solo pueden ejercerse respecto de los años que
aún no han prescrito. Es con relación a estos que
puede solicitar y analizar la documentación, libros
y registros correspondientes, entendiendo que los
saldos que provienen de ejercicios anteriores son
correctos por no haber sido cuestionados y,
además, ser irrevisables.
Si bien es cierto que la fiscalización tiene por
objeto establecer si el contribuyente ha cumplido
con el mandato legal, también es verdad que para
ello existe un plazo específico fijado por la Ley,
solo dentro del cual puede efectuarse la
intervención de la Administración, de manera que
vencido ese término esta no tendría razón
habilitante para la revisión. Por lo tanto, si se
produjo la fiscalización de un determinado ejercicio
sin objetar el costo computable que una empresa
atribuyó al activo fijo adquirido, o no se cuestionó
una suma cargada al gasto o, simplemente, no se
examinaron estos extremos, no resulta posible
advertir el fundamento que podría tener para hacerlo
muchos años después y pretender alterar un valor
que se configuró en un ejercicio no reparado.
Dicho de otro modo, si hasta el momento en
que caduca el derecho de la Administración a
fiscalizar al contribuyente aquella no ha efectuado
ninguna observación, puede concluirse que por
razones de seguridad jurídica todos los elementos
que legalmente confluyen para establecer la base
imponible y el tributo, han quedado definitivamente
fijados. Ello incluye el costo computable de los
(3)
bienes del activo, la pertinencia de las sumas
cargadas a gasto, el importe de las inversiones
realizadas, las pérdidas declaradas y los demás
conceptos que suelen ser materia de determinación
cuando se examina un ejercicio.
Sostener lo contrario podría llevar a la zozobra
permanente y a la inseguridad absoluta, pues los
sujetos obligados no sabrían si pueden o no utilizar
en determinado ejercicio los valores referenciales
originados en periodos prescritos. Asimismo,
estarían imposibilitados de destruir declaraciones,
formularios y documentos de décadas anteriores,
por el temor de que en algún momento ellos
pudieran ser solicitados por la Administración.
No obstante, frente a la posición expuesta
podría contraargumentarse que lo importante es
que la obligación se cumpla en la forma prevista
en la ley, de manera que no puede objetarse la
revisión de años prescritos, cuando el único
propósito es establecer si el tributo correspondiente
a periodos abiertos ha sido o no pagado de la forma
querida por el legislador. La prescripción es un
medio de defensa para oponerse a una pretensión
de la Administración, como consecuencia de la
inacción de esta. Por ello, solo puede esgrimirse
si el Fisco lo que pretende es revisar un ejercicio
prescrito para determinar el tributo de ese período.
Según el Tribunal Fiscal, en su Resolución 1005-2004 “la prescripción, como mecanismo de
defensa, solo acarrea la imposibilidad de fijar el
monto de la deuda tributaria del ejercicio prescrito,
fase previa de la cobranza, por ser esa la
consecuencia del principio de seguridad jurídica
que fundamenta la institución, sin que ello implique
ninguna validación de los efectos tributarios de las
operaciones realizadas”.
Adicionalmente, el Tribunal Fiscal considera que
“los deudores tributarios deben guardar y mantener
su documentación contable de las operaciones
relacionadas con tributos cuya determinación aún
no ha prescrito, incluyendo la documentación que
corresponda a situaciones anteriores al ejercicio
fiscalizado pero que guarden una relación ‘directa,
lógica y temporal’ con la determinación de la
obligación tributaria no prescrita (…)”.
Nosotros disentimos de tales apreciaciones,
pues -según hemos expresado- consideramos que
la ley otorga a la Administración un plazo más que
razonable para llevar a cabo la fiscalización y
BELAUNDE GUINASSI, Manuel. Código Tributario concordado y comentado. Lima: Desarrollo. p. 595.
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
(...) el contribuyente no es
responsable de la ineficacia de los
empleados del fisco pues la
reapertura de acotaciones solo
puede admitirse si el obligado ha
ocultado a la Administración
algunos elementos básicos
establecer si, en efecto, se adeuda o no algún
tributo. Vencido que sea ese plazo, todas las cifras
consignadas en los balances y declaraciones
juradas deben considerarse firmes, de modo que
no resulta válido sostener que los ejercicios
prescritos pueden revisarse para efectuar
determinaciones en los años abiertos.
Obsérvese que en el caso de construcciones
la depreciación toma 33 años y si no se admitiera
el límite señalado, ello podría significar que hacia
el final de la vida útil de ese bien podría solicitarse
la revisión de los libros, registros y documentación
de hace tres décadas. La respuesta obvia es
negativa y, jurídicamente no existe ninguna
discrepancia entre ese plazo y uno menos pues lo
que importa es el aspecto conceptual. Los
ejercicios prescritos son irrevisables tanto en lo
que respecta a ellos en forma endógena, como a
sus consecuencias exógenas.
4. La modificación del artículo 45 del Código
Tributario
(4)
Manual del Código Tributario. Tomo I. Lima: Economía y Finanzas, 2004. p. 100.3.
ius et veritas 31
El artículo 45 del Código Tributario establece las
diversas causales de interrupción de la prescripción
y, en la versión original, su último párrafo, señalaba:
“El nuevo término prescriptorio para exigir el pago
de la deuda tributaria se computará desde el día
siguiente al acaecimiento del acto interruptorio”.
La norma transcrita materializa lo que resulta
obvio. Al interrumpirse la prescripción por cualquiera
de las causales previstas en la norma no surge un
nuevo plazo para permitir otra fiscalización. Lo único
que ocurre es que se inicia el cómputo del lapso
dentro del cual puede exigirse el pago de la deuda
previamente determinada, materia de la
notificación. En consecuencia, si al efectuarse la
fiscalización se formulan ciertos reparos y se
notifica la correspondiente resolución que
establece una suma por pagar, se inicia de
inmediato un nuevo plazo pero que está dirigido
única y exclusivamente a fijar el límite temporal
del derecho del Fisco a cobrar esa suma. Tal
notificación no habilita para llevar a cabo nuevas
verificaciones y formular otros reparos que
conduzcan a exigencias distintas de las que se
establecieron cuando el valor original se puso en
conocimiento del deudor.
El Tribunal Fiscal en su Resolución 4697-1-2005
ha recogido este criterio que, a su vez, fue objeto
de una decisión adoptada por la Sala Plena, como
consta en el acta de dicha reunión de 19 de julio
de 2005, donde se indica: “(...) la notificación de la
resolución de determinación agota la acción de la
Administración para determinar la deuda tributaria,
interrumpe la prescripción de la acción para su
cobro, dando inicio a un nuevo término prescriptorio
de la acción para exigir el pago de la deuda
acotada en dicho valor, situación reconocida en el
último párrafo del texto original del artículo 45 del
Texto Único Ordenado del Código Tributario
aprobado por Decreto Supremo 135-99-EF(...)”.
La misma resolución del Tribunal Fiscal alude al
Acuerdo de Sala Plena 2002-10 de 17 de setiembre
de 2002, donde se establece lo siguiente:
“(...) están sujetas a plazos de prescripción la
acción de la Administración para determinar la
deuda tributaria, la acción para exigir su pago y la
acción para aplicar sanciones. Así lo establece el
artículo 43 del Código Tributario. Por su parte el
artículo 45 de dicho cuerpo de leyes, establece
las causales de interrupción de la prescripción,
entre las cuales se encuentra la notificación de la
resolución de determinación, las que dan lugar al
cómputo de un nuevo plazo de prescripción, el que
por disposición expresa del segundo párrafo del
artículo 45 del cuerpo de leyes en comentario, está
referido a la acción de la Administración para exigir
el pago de la deuda tributaria contenida en la
resolución de determinación notificada”.
En similar sentido se pronuncia un sector de la
doctrina: “Una vez que la deuda ha sido determinada
mediante la resolución de la Administración, corre
nuevamente su prescripción desde el día siguiente
a la notificación de ese acto (artículo 45). Esta vez
la prescripción cuyo curso se inicia es la de la acción
para cobrar la deuda tributaria”(4).
19
ius et veritas 31
Humberto Medrano Cornejo
20
Planteamientos similares habían sido
expuestos previamente por el Tribunal Fiscal, en
la Resolución del Tribunal Fiscal 4638-1-2005 del
22 de julio de 2005, a la que se dio el carácter de
jurisprudencia de observancia obligatoria.
Coincidimos con las conclusiones a las que
llega el Tribunal Fiscal. La interrupción del término
prescriptorio con la notificación de la resolución
de determinación solo supone el nacimiento de un
plazo para la cobranza de la suma notificada y de
ninguna manera implica que se ha abierto para la
Administración el derecho a emitir nuevas
acotaciones.
Pero tales conclusiones se basan en la
naturaleza de las cosas y no solo en el mandato
de la versión original del citado último párrafo del
artículo 45 del Código Tributario.
La seguridad jurídica que debe rodear las
relaciones entre el Fisco y los contribuyentes,
impide que la Administración pueda estar facultada
ilimitadamente para llevar a cabo fiscalizaciones y
exigir pagos respecto del mismo tributo y período
en forma indefinida. Si ello fuera así, el
contribuyente jamás podría tener la certeza de que
se encuentra al día en el cumplimiento de sus
obligaciones tributarias. Tal incertidumbre resulta
inadmisible pues “la seguridad jurídica constituye
un principio a cuyo respecto aspira toda sociedad
democrática”, como lo destacaron las XVI Jornadas
Latinoamericanas del Derecho Tributario.
Por lo tanto, una vez notificada la determinación
ella no puede ser modificada sino media un recurso
impugnativo. Solo es exigible la obligación que
consta en el instrumento que se alcance al
contribuyente, aun cuando después pudiera
considerarse que existían reparos adicionales. En
efecto, “la prescripción que se interrumpe con la
notificación de la resolución de determinación y
de la orden de pago es la de la deuda liquidada. Si
por algún motivo esta es diminuta, la parte no
liquidada de la deuda sigue su curso
prescriptorio”(5).
Cuando en la ya citada Resolución del Tribunal
Fiscal 4697-1-2005, el Tribunal Fiscal sustenta su
posición centralmente en el derogado texto del
último párrafo artículo 45 del Código Tributario, lo
hace porque ello resultaba suficiente para abordar
la cuestión controvertida en el específico caso del
expediente a que dio lugar dicha resolución. Allí
(5)
Ibid.; p. 100.1
se expresa: “Que no resulta aceptable la
pretensión de la Administración de amparar su tesis
interpretativa en el texto del artículo 45 del Código
Tributario, modificado por el Decreto Legislativo
953, vigente a partir del 7 de febrero de 2004, toda
vez que ello supondría una aplicación retroactiva
de dicho texto, el mismo que no tiene alcances
aclaratorios sino modificatorios del texto del
artículo 45 (...)”.
Del párrafo transcrito parecería desprenderse
que, al haberse modificado el referido artículo, ahora
sería posible que la Administración considerara que
al notificar una resolución de determinación, está
habilitada para fiscalizar nuevamente el mismo
tributo y periodo. Evidentemente, ese no puede
haber sido el propósito de tal resolución, pues ello
conduciría a conclusiones jurídicamente atroces,
como admitir la imprescriptibilidad de la facultad
de fiscalizar, lo que resulta inaceptable en un
estado de derecho.
En la nueva versión del último párrafo del citado
artículo 45 del Código Tributario se establece: “el
nuevo término prescriptorio se computará desde
el día siguiente al acaecimiento del acto
interruptorio”. La circunstancia de que ahora no se
consigne expresamente que dicho nuevo término
es “para exigir el pago de la deuda tributaria”, no
altera en absoluto las seguridades que el Derecho
debe ofrecer a los contribuyentes.
Cuando el texto indica la relación de causales
de interrupción de la prescripción, solo quiere
significar que el contribuyente ya no puede oponer
este medio de defensa frente a los requerimientos
del fisco, pues la notificación ha ocurrido dentro
del plazo hábil. La regla no tiene otro alcance. No
significa que se faculta automáticamente a la
Administración para intentar nuevas fiscalizaciones
y emitir resoluciones de determinación adicionales
por el mismo tributo y período. Notificada la
acotación el Fisco solo puede cobrar la suma
expresada en ella. Si esta se calculó en función
de determinados reparos sin que los revisores se
percataran de que existían otros, ello no puede
conducir a practicar acotaciones complementarias.
Prueba de ello es que no se ha introducido
ninguna modificación en el artículo 108 del Código
Tributario, que consagra la intangibilidad de las
resoluciones de determinación notificadas. Esta
garantía carecería en absoluto de contenido si se
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
(6)
(7)
(8)
sujeto pasivo a quien se dirige, sino solo las del
derecho que se hace valer o se reconoce”.
Cuando se produce una causal de interrupción
del término prescriptorio, ella incide únicamente
en la deuda determinada por la Administración, (o,
en su caso, por el contribuyente), de modo que el
plazo original no sigue corriendo sino que se inicia
uno nuevo vinculado con la cobranza de esa
específica deuda. Ello no afecta en forma alguna
el término prescriptorio respecto de la eventual
deuda no determinada; es decir de aquella que
surgiría en caso que, en realidad, existieran otros
reparos que hicieran surgir una mayor obligación.
Este temperamento es compartido por
Octavio(8) cuando señala: “En nuestro concepto,
dada la naturaleza divisible de la obligación
tributaria, el efecto de la interrupción solo se refiere
al monto indicado en el acto interruptivo, bien sea
una exigencia de cumplimiento de parte del fisco
acreedor, o una renuncia expresa o tácita del sujeto
pasivo. En apoyo de esta posición, consideramos
que atribuirle al acto interruptivo del acreedor un
efecto sobre la totalidad de la obligación, por
encima de la cuantía exigida, implicaría atribuirle
al Fisco una voluntad no expresada y tendría la
consecuencia de extender el lapso de prescripción,
respecto al excedente no exigido a un tiempo
mayor que el fijado en la ley (...)”.
La jurisprudencia del Tribunal Fiscal coincide
con la doctrina citada. En la Resolución del Tribunal
Fiscal 01089-2-2003 del 27 de febrero de 2003, se
expresa: “(...) como consecuencia de la
fiscalización realizada al recurrente por el ejercicio
1992, entre otros, se le notificó la resolución de
determinación (...) sobre intereses devengados por
omisiones a los pagos a cuenta del Impuesto a la
Renta (...) la deuda tributaria cuyo pago fue
requerido mediante la citada resolución de
determinación fue reclamada por el recurrente,
siendo desestimado su recurso por la
Administración mediante resolución de intendencia
(...) la cual fue apelada y declarada nula e
insubsistente por este Tribunal (...) que el importe
materia de la presente solicitud de devolución no
fue materia de impugnación en el procedimiento
contencioso tributario descrito en el párrafo
anterior, dado que, como se indicó, fue materia de
Ibid.; p. 100.1.
FERREIRO LAPATZA, José Juan. Op. cit.; p. 422.
OCTAVIO, José Andrés. La Prescripción Extintiva de la Obligación Tributaria. En: Estudios en Memoria de Ramón
Valdés Costa. Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria, 1999. p. 1247.
ius et veritas 31
permitiera, por la vía del nuevo texto del artículo 45
de dicho Código, la emisión de resoluciones
provisionales y resoluciones complementarias de
acotación, que sería la consecuencia indirecta de
la interpretación que recusamos.
Una posición distinta causaría un daño
irreparable, pues pretender que por el solo hecho
de notificar una resolución de determinación, la
Administración puede efectuar una nueva
fiscalización integral, equivale a sostener que
resultaría posible realizar notificaciones periódicas
sucesivas sobre cualquier extremo del mismo
tributo y ejercicio, para que el órgano acotador
pueda llevar a cabo fiscalizaciones reiteradas, ad
infinitum, de manera que el contribuyente jamás
podría oponer prescripción. Obviamente se trata
de una interpretación que no puede admitirse.
El órgano administrador del tributo debe
determinar la obligación tributaria y exigir su pago,
así como aplicar sanciones, dentro de un específico
periodo previsto en la ley. A tal efecto, el Código
Tributario concede a la Administración todas las
facultades necesarias para que ejerza sus
atribuciones dentro del término señalado.
No existe posibilidad de efectuar una
interpretación que conduzca, aunque sea en forma
oblicua, a la conclusión de que el derecho de la
Administración a fiscalizar no tiene un marco
temporal. En tal sentido, “la prescripción que se
interrumpe con la notificación de la resolución de
determinación y de la orden de pago es la de la
deuda liquidada. Si por algún motivo esta es
diminuta, la parte no liquidada de la deuda sigue
su curso prescriptorio (...). La observación también
es importante respecto de los casos en que por
mediar los hechos a que se refiere el artículo 178,
inciso 1 y los de connivencia entre el personal de
la Administración y el deudor tributario, procede
reabrir la determinación según el artículo 108,
inciso 1, así como en los de notificación de la orden
de pago, la cual siempre deja abierta la posibilidad
de formular la determinación definitiva (...)”(6).
De la misma manera, Ferreiro Lapatza(7) señala
que “Como es lógico, y esto es válido para todos
los actos interruptivos (...) un acto de la
Administración no interrumpe la prescripción de
todas las demás deudas que con ella tenga el
21
ius et veritas 31
Humberto Medrano Cornejo
22
análisis el reparo referido a los intereses
devengados por omisiones a los pagos a cuenta
del Impuesto a la Renta (...) pero no así, el saldo a
favor del Impuesto a la Renta correspondiente al
ejercicio 1992 declarado por el recurrente (...) Por
tal motivo, en el caso de autos no se ha configurado
ninguna de las causales de interrupción o
suspensión del término prescriptorio contempladas
en el mencionado Código (...)”.
Del mismo modo, la Resolución del Tribunal
Fiscal 713-5-2000 del 20 de setiembre de 2000,
estableció que: “(...) cuando el mencionado artículo
45 (del Código Tributario) señala que la prescripción
se interrumpe por la notificación de la resolución
de determinación, de multa y de la orden de pago,
en realidad establece el inicio del cómputo de la
prescripción de la acción para exigir el cobro, ya
que al haberse determinado la deuda tributaria,
carece de sentido que se inicie un nuevo cómputo
de la prescripción de dicha acción, lo que se inicia
es el cómputo del plazo de prescripción de la
acción para exigir el pago de tales deudas (...)”.
Igual criterio ha seguido el Tribunal Fiscal en la
Resolución del Tribunal Fiscal 536-3-98 del 17 de
junio de 1998, donde se señala: “Que según el
literal a del artículo 45 del Código Tributario, la
prescripción se interrumpe con la notificación de
la resolución de determinación o de multa, con lo
que el nuevo término prescriptorio, para exigir el
pago de la deuda, se computará desde el día
siguiente al acaecimiento del acto interruptorio”.
Obsérvese que los fundamentos expuestos
resultan válidos por sí mismos, es decir no es
necesario que se basen en el texto original del
último párrafo del artículo 45 del Código Tributario,
pues la interrupción de la prescripción no puede
referirse a una deuda inexistente, que se
desconoce, que no ha sido establecida.
Cuando la Administración cursa una resolución
de determinación respecto de un tributo por monto
y periodo específico, el término prescriptorio se
interrumpe única y exclusivamente respecto de la
deuda así notificada, con relación a cuya cobranza
empieza a correr un nuevo término prescriptorio.
En cambio, por la eventual deuda no incluida en la
determinación no se interrumpe el cómputo del
plazo de prescripción, por la obvia razón de que
sobre ella no se ha producido ninguna exigencia.
A dicha conclusión debe llegarse, sin importar la
modificación introducida en el último párrafo del
artículo 45 del Código Tributario.
Si se permitiera que la notificación por cualquier
monto o concepto interrumpa la prescripción del
íntegro del tributo -aunque no se conozca su
cuantía- bastaría que la Administración
periódicamente, atribuyera a un sujeto cualquier
deuda, por pequeña que sea, para conseguir que
no se agote nunca su posibilidad de girar nuevas
acotaciones.
No es necesario mayor esfuerzo de imaginación
para comprender de inmediato la atroz conclusión
que surgiría de esa tesis. De aceptarse esa
ilegítima posición, se habría extinguido para el
contribuyente la posibilidad de invocar prescripción.
Ello pone evidencia que estaríamos frente a un
procedimiento para conculcar uno de los derechos
esenciales de cualquier contribuyente: la seguridad
de que, por el transcurso del tiempo, no tiene
obligaciones frente al Fisco respecto de un
determinado ejercicio. Se violentaría, así, la certeza
del derecho y desaparecería la seguridad jurídica,
pues la prescripción resulta esencial para no
mantener la incertidumbre sobre la existencia o
no de una obligación.
5. Intangibilidad de las resoluciones de
determinación notificadas
Al hacer uso de sus atribuciones, la
Administración puede revisar las declaraciones
juradas, libros y documentación relativos a un
tributo y ejercicio determinados. En esa operación
puede formular ciertos reparos (A y B) los que
darían lugar a la correspondiente resolución de
determinación.
Ahora bien, podría ocurrir que en el periodo
analizado existieran otras observaciones (C y D),
de las que no se percataron los revisores fiscales
durante el examen al contribuyente, pero que son
detectadas posteriormente. En ese supuesto, cabe
preguntarse si la Administración estaría facultada
para volver a fiscalizar al mismo contribuyente por
el mismo periodo, con el propósito de confirmar
que existe mérito para ampliar la resolución de
determinación original.
En nuestra opinión, la respuesta es negativa.
Las resoluciones determinativas de la obligación
tributaria una vez notificadas son intangibles, de
modo que no puede volver a fiscalizarse un ejercicio
que ya fue revisado (con la excepción de la
hipótesis de delito tributario). Por ello, el
contribuyente tiene derecho a negarse a un nuevo
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
Según este planteamiento, que rechazamos,
bastaría que la Administración cada cierto tiempo
atribuyera al contribuyente cualquier deuda, por
diminuta que sea, para conseguir que no caduque
nunca su derecho a seguir fiscalizando a ese sujeto
y a continuar exigiéndole sucesivas prestaciones,
sin que pueda tenerse nunca la certeza de que la
obligación ha sido íntegramente cumplida.
No es necesario mayor esfuerzo de imaginación
para comprender de inmediato la conclusión que
surgiría de esa tesis. Se trataría de un medio
indirecto para impedir al contribuyente invocar
prescripción, conculcando uno de los derechos
esenciales de cualquier persona: la seguridad de
que no tiene prestaciones pendientes frente al Fisco
respecto de un determinado periodo y tributo.
La resolución de determinación tiene que ser
única, integral y definitiva. Una vez notificada, sin
que el contribuyente interponga recursos
impugnatorios, la misma ya no puede ser
modificada, pues como sostiene Villegas “(…) los
efectos de la resolución determinativa deben ser
diferentes para el Fisco que para el sujeto pasivo,
debiendo quedar el primero ligado en mayor medida
que el segundo a dicha resolución (...). Mientras
los derechos impugnativos del sujeto pasivo son
amplios y solo se encuentran limitados por el
principio de legitimidad del acto determinado, la
administración queda vinculada al resultado
arribado, y si el acto fue notificado al determinado
y reunió las condiciones esenciales para su validez
(forma y competencia), la decisión determinativa
tendrá efectos preclusivos para la administración
en cuanto a su evaluación de los elementos para
ella conocidos al momento de determinar”(9).
Por su parte, Lago Montero señala que: “Como
todos los actos administrativos -refiriéndose a las
liquidaciones definitivas- se beneficia de la
presunción de legalidad, así como de los caracteres
que esta acarrea: es ejecutivo y ejecutorio, vincula
a sus destinatarios a su cumplimiento (…)”(10).
De la Garza enseña que: “Dictada y notificada
la liquidación esta no puede modificarse en perjuicio
del contribuyente, por aplicación del principio de
‘irrevocabilidad’
de
las
resoluciones
administrativas”(11).
(9) VILLEGAS, Héctor. Curso de Finanzas, Derecho Financiero y Tributario. Buenos Aires: Depalma, 1997. p. 346.
(10) LAGO MONTERO, José María. El Procedimiento de Liquidación. Tratado de Derecho Tributario. Tomo II. Bogotá:
TEMIS, 2001. pp. 399-411.
(11) DE LA GARZA, Sergio. Derecho Financiero Mexicano. p. 750.
ius et veritas 31
examen, sosteniendo que un mismo ejercicio no
puede inspeccionarse más de una vez con relación
al mismo tributo, si es que ya se notificó la
acotación correspondiente.
En el ejemplo planteado, la no formulación de
determinados reparos (C y D), por la Administración
no impide que el término prescriptorio siga corriendo
respecto del mayor tributo que podría derivarse de
estos. En efecto, si bien es cierto que la resolución
determinativa interrumpe el término prescriptorio,
ello es así única y exclusivamente respecto del
tributo generado por los específicos
cuestionamientos (A y B) contenidos en dicha
resolución, pero no del que se derivaría de otros
que pudieran existir, pero que no han sido incluidos
en el documento notificado al contribuyente. Dicho
de otro modo, como la resolución notificada es
intangible y no cabe una nueva fiscalización,
continúa corriendo la prescripción por el eventual
mayor impuesto que pudiera derivarse de los
reparos no evidenciados.
La situación adquiere algunos matices
diferentes si el contribuyente impugna la liquidación
ya que, en tal hipótesis, la Administración está
apta para reexaminar todos los aspectos del asunto
controvertido. En algunos casos ello podría dar
lugar a una exigencia mayor que la prevista
inicialmente.
En cambio, la resolución de determinación
original es inmodificable si el sujeto expresa su
conformidad con ella y cumple con pagar el monto
establecido por la Administración. Los mismos
efectos se producen si tal instrumento se limita a
confirmar que no existe ninguna exigencia
adicional, porque el sujeto ha satisfecho
plenamente su obligación.
Permitir que se emita una nueva resolución de
determinación para incluir reparos que no se
hicieron al informarse la resolución original, llevaría
a la incertidumbre absoluta, pues a pesar de
haberse notificado deuda por un cierto monto que
el contribuyente acepta expresamente, el Fisco
podría ampliar su exigencia en función de
objeciones que no hizo en la ocasión anterior. Esta
operación podría repetirse de manera indefinida,
con lo cual desaparecería por completo la seguridad
jurídica.
23
ius et veritas 31
Humberto Medrano Cornejo
24
Por tales razones, nosotros consideramos que
no deben admitirse las resoluciones “provisionales”
pues ello permitiría fiscalizar una y otra vez al
mismo periodo con relación al mismo tributo. La
Administración no puede cursar nuevas
resoluciones de determinación por periodos que
ya fueron revisados y que dieron lugar a previas
acotaciones cuyo contenido fue aceptado por el
contribuyente. Para ello debe entenderse que la
fiscalización tiene que abarcar todos los extremos
contemplados en la ley, de manera que una vez
notificados los resultados, estos adquieren carácter
definitivo. Tales resultados son vinculantes para la
Administración y la resolución en que ellos consten
es inmodificable.
Lo contrario implicaría ingresar en el reino de
la inseguridad y la indefensión, ya que al no
garantizarse este derecho se iniciaría un círculo
de reiteradas exigencias que podrían prolongarse
hasta el infinito, sin que el obligado tenga la
posibilidad de impugnar la actitud del Fisco. Con
ello se eliminaría cualquier viso de certeza respecto
del cumplimiento de las obligaciones impositivas.
Se trata de un planteamiento inaceptable que
otorgaría a la Administración la facultad de dejar
sin efecto las notificaciones previamente cursadas
para modificarlas cuantas veces considere
conveniente.
Si la Administración ha dispuesto del tiempo
adecuado para proceder a la fiscalización del
contribuyente y ha tenido ocasión de revisar libros,
registros y documentación, emitiendo al final la
pertinente resolución de determinación, sería
contrario a la seguridad jurídica que se permitiera
una nueva fiscalización sobre el mismo lapso e
igual materia. El contribuyente tiene derecho a
saber que la determinación efectuada es definitiva
e inmodificable. A partir de este hecho puede tomar
decisiones importantes (distribuir dividendos,
aumentar el capital, transferir activos, etcétera) lo
que sería imposible si el Fisco pudiera modificar
sus exigencias una y otra vez.
La fiscalización realizada tiene que dar al
contribuyente la seguridad de que el monto del
adeudo notificado constituye el importe definitivo
de la obligación que le atribuye el Fisco, salvo que
interponga recursos impugnatorios.
Al respecto, Bocchiardo(12) nos recuerda que
“(...) ningún tipo de relación jurídica tributaria que
surge entre el fisco y los sujetos pasivos luego de
creado el tributo es una relación de poder, pues en
todas, aun cuando sea de naturaleza
administrativa, el Estado actúa sometido al
derecho, su actividad es una actividad reglada,
característica que se da en forma más nítida en la
obligación tributaria porque esa relación de poder
que está en la génesis del tributo se agota con el
dictado de la ley para dar paso a una relación de
equilibrio, de igualdad de las partes”.
Los funcionarios no pueden sustituir al
legislador. Una vez notificada la resolución de
determinación ya no puede variarse su contenido,
pues conforme al artículo 107 del Código Tributario:
“Los actos de la Administración Tributaria podrán
ser revocados, modificados o sustituidos por otros,
antes de su notificación”.
Tal actividad reglada no puede ser alterada
unilateralmente por la Administración pues, como
se ha dicho la determinación tributaria debe ser
única, integral y definitiva, de modo que, una vez
notificada si el contribuyente no interpone
(12) BOCCHIARDO, José Carlos. Derecho tributario sustantivo o material. En: Tratado de Tributación. Tomo I. Volumen II.
Buenos Aires: Astrea, 2003. pp. 130 y 131.
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
estableció que la Administración Tributaria solo
puede revocar, modificar, sustituir o complementar
un valor emitido como consecuencia de una
fiscalización, cuando se presenten algunos de los
supuestos del mencionado artículo 108 del Código
Tributario. Esta apreciación es complementada por
las importantes consideraciones que aparecen en
la Resolución del Tribunal Fiscal 04265-4-2004,
según la cual:
“(...) la detección de hechos que constituyen
el supuesto de las referidas normas y que puede
motivar la revocación, modificación, sustitución o
complementación de resoluciones de
determinación que han puesto fin a una
fiscalización, conlleva a que la Administración haya
examinado situaciones nuevas respecto de las que
dieron lugar al inicio de la fiscalización culminada,
pues de otra manera se infringiría el principio de
seguridad jurídica, toda vez que se autorizaría a la
Administración para revocar, modificar, sustituir o
complementar sus actos en cualquier
circunstancia (...) toda vez que es principio jurídico
de carácter general el de la inmutabilidad de las
resoluciones no impugnadas, constituyendo
supuestos de excepción, los previstos por los
artículos 108 y 109 del Código Tributario (este último
para la nulidad), siendo que un caso de excepción
no puede resultar en uno de alcance general, como
ocurriría si se permitiese a la Administración
revocar, modificar, sustituir o complementar
cualquier resolución de determinación respecto de
los mismos hechos que ya han sido materia de un
examen anterior (...). Que de lo actuado, no se
aprecia que la fiscalización iniciada a la recurrente
(...) se deba a que la Administración haya
examinado situaciones o hechos posteriores a los
observados en la fiscalización efectuada (...)”.
La modificación no puede justificarse por el
simple hecho de que el contribuyente haya
cometido un error de cálculo o efectuado una
equivocada interpretación de la norma. Tales
circunstancias no tienen la “entidad” suficiente para
violentar el principio de intangibilidad de las
acotaciones, ya que para llegar a una
consecuencia tan grave tiene que existir tener una
causa muy significativa, porque de lo contrario la
garantía que otorga el artículo 108 del Código
Tributario resultaría meramente ilusoria.
En efecto, una interpretación indebida del
artículo 178 de dicho Código podría conducir a
modificar una acotación notificada si
ius et veritas 31
reclamación contra ella, la misma ya no puede
ser modificada.
El artículo 108 del Código Tributario establece
algunas excepciones al principio de intangibilidad,
señalando que: “Después de la notificación, la
Administración Tributaria solo podrá revocar,
modificar, sustituir o complementar sus actos en
los siguientes casos:
1. Cuando se detecten los hechos
contemplados en el numeral 1 del artículo 178, así
como en los casos de connivencia entre el personal
de la Administración Tributaria y el deudor tributario;
2. Cuando la Administración detecte que se
han presentado circunstancias posteriores a su
emisión que demuestran su improcedencia o
cuando se trate de errores materiales, tales como
los de redacción o cálculo (...)”.
Entre las razones que permiten modificar las
acotaciones cursadas, interesa remitirse al numeral
1 del artículo 178 del Código Tributario, que tipifica
como infracción: “No incluir en las declaraciones
ingresos y/o remuneraciones y/o retribuciones (...) o
declarar cifras o datos falsos u omitir circunstancias
en las declaraciones, que influyan en la determinación
de la obligación tributaria; y/o que generen aumentos
indebidos de saldos o pérdidas tributarias o créditos
a favor del deudor tributario y/o que generen la
obtención indebida de notas de crédito negociables
u otros valores similares”.
La remisión al referido texto no puede suponer
que se precipita la causal de modificación de la
resolución determinativa, si la interpretación de los
mismos hechos por la Administración Tributaria es
ahora distinta de la que efectuó durante la
fiscalización que condujo a la resolución de
determinación notificada.
Dicho de otro modo, tiene que tratarse de
circunstancias nuevas, antes desconocidas por el
Fisco. Si no existe ninguna de tales
circunstancias, el eventual cambio de criterio de
la Administración no puede llevar a variar la
determinación ya notificada.
En resumen, no procede la revocación o cambio
de la resolución cursada así los hechos
examinados durante la fiscalización no hayan
sufrido modificación alguna ni se haya descubierto
que, en la realidad, tenían un contenido distinto
del que aparecía en los libros registros o
documentación sustentatoria del contribuyente.
Este es el temperamento que adoptó el Tribunal
Fiscal en su Resolución 2058-5-2002, donde
25
ius et veritas 31
Humberto Medrano Cornejo
26
posteriormente se “detecta” un reparo que obliga
al pago de una suma irrisoria para, a partir de allí,
efectuar una nueva fiscalización integral.
Evidentemente no existiría proporción entre la
razón invocada y el efecto. Una interpretación de
tal naturaleza desvirtuaría por completo la garantía
establecida por el legislador. Esta posición
implicaría que, en la práctica, el Fisco tendría
siempre la posibilidad de modificar una acotación
notificada ya cursada, siendo así que todos los
reparos deberían haberse establecido durante la
fiscalización que dio origen a la misma.
Por ello, los hechos habilitantes para la
modificación deben originarse en una actuación
del contribuyente que hubiera impedido al Fisco
tomar conocimiento de la existencia de la
obligación o liquidar con exactitud el monto del
tributo. Es decir que tales hechos deben consistir
en actos que para la Administración son nuevos, y
que, por razones imputables al contribuyente, le
resultó imposible conocer.
Por las consideraciones expuestas, resulta
preocupante que el Tribunal Fiscal no haya
adoptado claramente esta posición, como parece
desprenderse de la Resolución del Tribunal Fiscal
4697-1-2005 donde se expresa:
“que respecto a (...) que las nuevas situaciones
detectadas deben haber sido ocasionadas por el
proceder del contribuyente, corresponde indicar
que los numerales 1 y 2 del artículo 178 del Código
Tributario, consideran como uno de los supuestos
de infracción la sola omisión de circunstancias que
influyan en la determinación de la obligación
tributaria, independientemente de la intencionalidad
de dicha omisión, siendo que (diversas
resoluciones del Tribunal Fiscal) si bien han
destacado la necesidad que se hayan examinado
nuevas situaciones o hechos respecto de los
observados en la primera fiscalización a efectos
que proceda la emisión de resoluciones de
determinación complementarias, no se ha
establecido en ninguna de ellas que las nuevas
situaciones detectadas deben haber sido
ocasionadas por el proceder del contribuyente, en
tanto ello no se desprende de lo señalado por el
numeral 2 del artículo 108 del Código Tributario,
toda vez que resulta de interés público la correcta
determinación de la obligación tributaria de los
contribuyentes(...)”.
Una interpretación literal del citado
pronunciamiento, permitiría modificar cualquier
resolución de determinación respecto de un período
no prescrito argumentando que se han “detectado”
nuevas situaciones, a pesar de tratarse de
extremos específicos que han sido ampliamente
conocidos por la Administración durante un examen
previo. Con esta tesis, las revisiones podrían
prolongarse hasta el infinito, sin que el
contribuyente tuviera el menor derecho a reclamar.
Estaríamos, así, generando inseguridad jurídica
y eliminando cualquier viso de certeza respecto
del cumplimiento de las obligaciones. Esta tesis
haría desaparecer el concepto de “cosa decidida”
y el contribuyente se encontraría en absoluta
indefensión frente al órgano acotador, con lo cual
se habría producido un retroceso en materia de
las garantías que el ordenamiento otorga a los
contribuyentes en sus relaciones con el Fisco.
En cambio la doctrina considera que la
modificación de resoluciones de determinación ya
notificadas, solo puede efectuarse si los hechos
nuevos invocando no han sido conocidos por la
Administración debido a la actitud del contribuyente.
En efecto, como señala Giuliani Fonrouge(13):
“Aunque la determinación de la obligación fiscal
no es un acto de índole jurisdiccional y, por lo tanto,
no puede hablarse de cosa juzgada a su respecto,
la certeza del derecho -que es uno de sus finesexige que una vez considerados los elementos
informativos del caso y exteriorizada la opinión de
la autoridad administrativa, ella no pueda ser
alterada discrecionalmente si fue puesta en
conocimiento del deudor o responsable y aceptada
por este. El acto puede ser modificado antes, pero
no después de la notificación, pues una vez puesto
en conocimiento del particular afectado, el acto
ha salido del campo unilateral de la administración,
engendrando un derecho por parte de aquel al
mantenimiento de la situación creada, salvo
situaciones anómalas que examinaremos (...). Es
incuestionable el derecho del Fisco a modificar la
determinación, cuando se descubren nuevas
circunstancias o antecedentes que fueron
sustraídos al conocimiento de la Administración
o, mejor dicho, cuando por acción u omisión del
deudor o responsable (culpa o dolo), el órgano
estatal no pudo disponer de todos los elementos
necesarios para la correcta determinación del
(13) GIULIANI FONROUGE, Carlos M. Op. cit.; pp. 562 y siguientes.
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
que acrediten elementos del hecho imponible
íntegramente ignorados por la Administración al
dictar el acto objeto de la revisión”.
Si no existe nada que se haya ocultado a los
revisores cuando se efectuó la fiscalización que
dio lugar a la resolución de determinación original,
esta es intangible. La reapertura de la revisión solo
sería posible si el desconocimiento de hechos
esenciales se debe a razones atribuibles al
contribuyente. En nuestra opinión es a ello a lo
que se refiere el artículo 108 del Código Tributario,
que permite la modificación: “cuando se detecten
los hechos contemplados en el numeral 1 del
artículo 178” (no incluir en las declaraciones [...]
rentas, patrimonio o actos gravados [...]).
La remisión a un artículo que considera como
circunstancia habilitante para la modificación el
“detectar” determinados hechos, pone de
manifiesto que el propósito del legislador ha sido
circunscribir la reapertura solo a casos en que,
como señala la doctrina, se haya producido el
ocultamiento de actos, información o
documentación esenciales para una adecuada
fijación del tributo a pagar.
En efecto, por “detectar” se entiende “poner de
manifiesto, por métodos físicos o químicos, lo que
no puede ser observado directamente”; “descubrir”.
Ambas acepciones nos descubren que el sentido
de la norma alcanza solo a aquellos casos en los
cuales es necesario poner de manifiesto lo que
estaba oculto, descubrir lo que no se conocía. Por
lo tanto, si ninguno de los elementos necesarios
para acotar eran desconocidos para la
Administración, esta no puede pretender la
reapertura invocando el artículo 108 del Código
Tributario pues, en tal supuesto, no se habrían
“detectado” determinados hechos, sino solo
habrían sido negligentemente omitidos, en razón
de impericia, descuido, indiferencia o falta de
aplicación del funcionario encargado de la
fiscalización original.
Por lo tanto, si el contribuyente ha actuado con
transparencia, proporcionando toda la información
y documentación sustentatoria requerida, la
reapertura no resulta jurídicamente viable.
A esta misma conclusión llega Ziccardi(15) al
referirse a la intangibilidad de las resoluciones de
(14) FERREIRO LAPATZA, José Juan. Op. cit.; p. 513.
(15) ZICCARDI, Horacio. Derecho tributario administrativo o formal. En: Tratado de Tributación. Tomo I. Volumen 2. Buenos
Aires: Astrea, 2003. p. 236.
ius et veritas 31
tributo; como es el caso del contribuyente que
oculta bienes afectados por el impuesto sucesorio
o abulta deudas; que omite denunciar réditos o
comunicar documentos que influyen en el monto
imponible (...). En consecuencia, para modificar
la determinación firme, es necesario que el error
haya sido ocasionado por el proceder del
contribuyente o responsable o que razonablemente
pueda imputársele (...). Consideramos inadmisible
la revisión del acto de determinación consentido,
por la circunstancia de que los funcionarios
administrativos hayan incurrido en errónea
apreciación de datos y elementos conocidos en
oportunidad, pues como ha dicho la Corte Suprema,
no es obligación de los particulares fiscalizar,
controlar o apercibir al Estado por el descuido o
ineficacia de sus empleados (...). Con el mismo
propósito de certeza del derecho y estabilidad de
los negocios jurídicos (...) el contribuyente no debe
satisfacer ningún suplemento de impuesto en tanto
la deficiencia no obedezca a mala fe, culpa o dolo
de su parte (...) únicamente es admisible la
rectificación de errores materiales o aritméticos (no
de concepto) que no pudieron pasar inadvertidos
para el particular, como sería el caso -por ejemplode que en los fundamentos del acto se haga
mención de una cifra y en la parte dispositiva se
consigne un importe menor del que aritméticamente
corresponda, o exista un error de suma o
transposición de números”.
De lo expuesto se sigue, que el contribuyente
no es responsable de la ineficacia de los
empleados del Fisco pues la reapertura de
acotaciones solo puede admitirse si el obligado
ha ocultado a la Administración algunos elementos
básicos. Si todos los documentos, libros e
información necesarios estuvieron a disposición de
los inspectores, estos no pueden alegar que no
se percataron de determinado aspecto para, en
base a su propia negligencia, pretender que tienen
derecho a modificar la acotación ya notificada. Así,
dentro de esta tesis, los inspectores estarían
invocando su culpa como fundamento para el
ejercicio de un derecho, lo que resulta inaceptable.
Al respecto, Ferreiro Lapatza(14) señala que la
Administración puede hacer una revisión de oficio
de sus actos “cuando se aporten nuevas pruebas
27
Humberto Medrano Cornejo
determinación y la restringida posibilidad de
modificarlas por parte del Fisco, cuando señala:
“En este aspecto es importante destacar la
autorización que la ley le otorga a la Administración
de alterar ese precepto cuando han surgido nuevos
elementos de juicio o se compruebe la existencia
de error, omisión o dolo en la exhibición o
consideración de los que sirvieron de base a la
determinación anterior”.
Agrega este autor que la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia argentina “consideró que admitir
la modificabilidad de la determinación significaría no
solo desvirtuar el principio de la eficacia de la
determinación para definir la obligación tributaria, sino
también el principio de la estabilidad jurídica,
eliminando la firmeza de la determinación”. En
consecuencia, la modificación de las resoluciones
de determinación solo puede admitirse “para el caso
en que la Administración se haya visto inducida al
error por el dolo del administrado. En caso contrario
rige el principio de que el organismo recaudador debe
cargar con sus propios errores”.
Es importante no coincidir con tales
apreciaciones. Si el contribuyente ha
proporcionado todo lo solicitado en los
requerimientos de los revisores, y estos han
contado con el amplio plazo que les otorga la ley,
no resulta admisible que luego de notificada la
acotación se pretende efectuar nuevas
fiscalizaciones por el mismo tributo y periodo para
modificar los términos de dicha acotación.
Sobre este extremo también se pronuncia
Jarach(16) señalando: “Debe excluirse en cambio la
posibilidad de revisión con modificación de la
determinación, cuando la Administración misma
sin la existencia de hechos imputables a los
administrados, haya cometido errores de hecho o
de derecho en su pronunciamiento. En otras
palabras la norma en cuestión no permite (al Fisco)
modificar posteriormente sus decisiones para
subsanar sus propias deficiencias. Si así no fuera
no habría determinación firme con respecto a la
administración tributaria”.
Una posición contraria, además de la
inseguridad que supone, no constituye incentivo
alguno para que los inspectores fiscales actúen
con diligencia en el cumplimiento de sus labores,
pues sabiendo que la reapertura es factible cuantas
veces se desee, no tendrían el apremio de actuar
con minuciosidad.
ESTUDIO GHERSI
ius et veritas 31
ABOGADOS
28
(16) JARACH, Dino. Finanzas Públicas y Derecho Tributario. Buenos Aires: Cangallo, 1983. p. 449.
Límites a la fiscalización: prescripción e intangibilidad de las acotaciones notificadas
ius et veritas 31
29
Anxo Tato Plaza
Introducción al régimen jurídico
de la marca notoria y de la marca
renombrada en la nueva ley
española de marcas
ius et veritas 31
Anxo Tato Plaza(*)
30
Aunque pueda parecer una obviedad, debemos
comenzar nuestra intervención recordando que las
marcas nacen para ser usadas. Como ya afirmaba
el profesor Fernández Nóvoa en un pionero trabajo
sobre el relieve jurídico de la notoriedad de la marca
publicado a finales de la década de los sesenta, el
destino normal de la marca es su utilización; esto
es, el empleo del signo en el mercado para
diferenciar los productos o servicios del
empresario.
Ahora bien, el uso de la marca puede revestir
diversos grados: junto a las marcas escasamente
utilizadas, existen en el tráfico económico marcas
medianamente utilizadas y marcas intensamente
utilizadas. En este último sentido, cabe afirmar
que una marca se usará intensamente cuando en
el mercado se introduce un elevado número de
artículos dotados de tal marca, o bien cuando la
marca es objeto de amplias y reiteradas campañas
publicitarias.
En cualquiera de los dos supuestos, lo normal
es que el uso intenso de la marca por parte de su
titular acabe provocando un amplio conocimiento
de aquella entre los sectores interesados. Así las
cosas, cuando la marca alcanza un alto grado de
conocimiento entre los sectores interesados,
puede hablarse de marca notoriamente conocida
o, de manera más simple, de marca notoria. En
efecto, el artículo 8.2 de la vigente Ley de Marcas
define la marca notoria como aquella que, por su
volumen de ventas, duración, intensidad o alcance
geográfico de su uso, valoración o prestigio
(*)
alcanzado en el mercado o por cualquier otra
causa, sea generalmente conocida por el sector
pertinente del público al que se destinan los
productos, servicios, o actividades que distinguen
dicha marca o nombre comercial.
Obsérvese pues, que para calificar una marca
como marca notoria es suficiente con acreditar el
conocimiento de aquella dentro del sector
pertinente del público al que se destinan los
productos, servicios o actividades que se
distinguen con aquella marca. Dicho de otro modo,
no se exige el conocimiento de la marca por parte
de todos los consumidores o del público en
general, bastando el conocimiento de la marca por
parte dentro del círculo de los consumidores
interesados en la adquisición de productos
idénticos o semejantes a aquellos que se
distinguen con la marca.
Ahora bien, es evidente que un uso intenso de
la marca (tanto en el ámbito de la venta de los
productos o servicios que con aquella se distinguen
como en el marco de las campañas publicitarias
que se difundan para promocionar estos productos)
puede acabar provocando que la marca sea
ampliamente conocida, no solo por los
consumidores de los correspondientes productos
o servicios, sino por el público en general. Cuando
esto sucede, la vigente Ley de Marcas de 2001
atribuye a la marca el calificativo de marca
renombrada. Así se desprende del artículo 8.3 tras
definir la marca notoria, este precepto añade lo
siguiente: “cuando la marca o nombre comercial
Catedrático de Derecho Mercantil de la Universidad de Vigo.
Introducción al régimen jurídico de la marca notoria y de la marca renombrada en la nueva ley española de marcas
significativa del público interesado por los productos
o servicios amparados por la marca anterior conoce
esa marca”.
Obsérvese pues, que el alto Tribunal
Comunitario no exige -para la calificación de una
marca como marca renombrada- que esta sea
conocida por el público en general y no solo por
los sectores interesados. De donde se desprende
que, al exigir el conocimiento de la marca entre el
público en general, el artículo 8.3 de la Ley de
Marcas excede las exigencias que plantea la
jurisprudencia comunitaria para la calificación de
una marca como marca renombrada.
Frente al concepto de marca renombrada que
acuña el artículo 8.3 de la Ley de Marcas, por lo
demás, podría realizarse también una segunda
crítica. Y es que, aquel precepto apoya el concepto
de marca renombrada en un único criterio
cuantitativo. De suerte que, para calificar una marca
como marca renombrada, es suficiente con
acreditar el conocimiento de aquella entre el público
en general.
Sin embargo, la tesis que construye el concepto
de marca renombrada exclusivamente a partir de
un criterio cuantitativo fue completamente superada
a finales de la década de los cincuenta. De suerte
que, en la actualidad, tiende a considerarse que,
para la calificación de una marca como marca
renombrada, deben combinarse dos criterios
diversos: un criterio cuantitativo (el nivel de
conocimiento de la marca por parte de los
consumidores) y un criterio cualitativo (el nivel de
reputación o goodwill del que goce la marca). Como
afirma en la actualidad la doctrina más autorizada,
la marca renombrada es aquella marca que,
además de ser conocida por los círculos
interesados correspondientes, suscita en los
mismos fundadas y razonables expectativas
acerca de la calidad de los productos o servicios
diferenciados por la marca. La marca renombrada,
en otras palabras, se caracteriza precisamente por
ser portadora de un elevado goodwill o renombre.
Al margen ya de estas precisiones
terminológicas y conceptuales, lo cierto es que la
notoriedad de una marca incide de manera relevante
en el nivel de protección de esta. De suerte que
las marcas notorias y las marcas renombradas
disfrutan de una protección reforzada. Esta
protección reforzada de las marcas notoriamente
conocidas se manifiesta, a su vez, en dos planos
diversos: en primer término, la posibilidad de
ius et veritas 31
sean conocidos por el público en general, se
considerará que los mismos son renombrados”.
Frente a este concepto de marca renombrada
que establece el artículo 8.3 de la vigente Ley de
marcas, por lo demás, pueden realizarse dos
críticas diversas. Así, en primer término, cabe
señalar que el concepto de marca renombrada que
acuña el artículo 8.3 de la vigente Ley de Marcas
es difícilmente compatible con el concepto de
marca renombrada que ha elaborado la
jurisprudencia comunitaria al interpretar la Directiva
Comunitaria de Marcas y el Reglamento sobre la
Marca Comunitaria. En efecto, en sus conclusiones
en el caso General Motors, el abogado general
Jacobs afirmó, entre otras cosas, lo siguiente: “una
marca poseedora de una reputación en el sentido
del artículo 5.2 de la Directiva debe ser definida
como una marca que es conocida por una parte
significativa de los sectores relevantes del público,
pero que no necesita lograr el mismo grado de
renombre que posee una marca que es
notoriamente conocida en el sentido del Convenio
de París”.
Estas conclusiones, por lo demás, fueron
posteriormente aceptadas por el Tribunal de Justicia
de la Comunidad Europea en su sentencia del 14
de setiembre de 1999, en la que se afirma lo
siguiente: “En la medida en que, a diferencia del
artículo 5, apartado primero, el artículo 5, apartado
segundo de la Directiva protege las marcas
registradas para productos o servicios no similares,
el primer requisito que impone implica un cierto
grado de conocimiento de la marca anterior entre
el público. En efecto, solo en el supuesto de que
la marca sea conocida en grado suficiente, el
público, confrontado con la marca posterior, podrá
en su caso, incluso para productos o servicios no
similares, establecer una relación entre ambas
marcas y, como consecuencia de ello, podrá
resultar perjudicada la marca anterior. El público
entre el cual la marca anterior debe haber adquirido
renombre es el interesado por esta marca, es decir,
dependiendo del producto o servicio
comercializado, podrá tratarse del gran público o
de un público más especializado, por ejemplo, un
sector profesional determinado. Ni la letra ni el
espíritu del artículo 5.2 de la Directiva permiten
exigir el conocimiento de la marca por un
determinado porcentaje del público así definido.
El grado de conocimiento requerido debe
considerarse alcanzado cuando una parte
31
ius et veritas 31
Anxo Tato Plaza
32
proteger la marca notoria al margen del registro; y,
en segundo lugar, la posibilidad de proteger las
marcas notorias y renombradas al margen del
principio de especialidad.
Como es bien sabido, existen tres diversos
sistemas en punto al nacimiento del derecho de
exclusiva sobre la marca: sistemas apoyados en
el principio de registro, sistemas apoyados en el
principio del uso, y, finalmente, sistemas de
carácter mixto.
En los primeros, el derecho de exclusiva sobre
la marca se adquiere exclusivamente a través del
registro de la misma en la oficina correspondiente.
De modo que, en los sistemas apoyados en el
principio de registro, no es posible adquirir un
derecho de exclusiva sobre la marca al margen
del registro. Un buen ejemplo a este respecto lo
encontramos en el Reglamento sobre la Marca
Comunitaria, cuyo artículo 6 se muestra terminante
al afirmar que “la marca comunitaria se adquiere
por el registro”.
Junto a los sistemas apoyados en el principio
de registro, también existen otros sistemas en los
que el derecho de exclusiva sobre la marca se
adquiere a través del uso de la misma en el
mercado. Dicho en otros términos, el derecho de
exclusiva sobre la marca se adquiere -en esta
segunda clase de sistemas- a través del uso de la
misma, de modo que el registro de la marca en la
oficina correspondiente tiene carácter potestativo
y solo produce efectos declarativos y probatorios,
pero nunca constitutivos. En los sistemas
apoyados en el principio del uso, en definitiva, la
marca pertenece a quien primero la ocupa.
Finalmente, existe un tercer grupo de sistemas
de carácter mixto. Estos sistemas mixtos se
aproximan en buena medida a los sistemas
apoyados en el principio de registro en la medida
en que en aquellos, el derecho de exclusiva sobre
la marca se adquiere, en línea de principio, a través
del registro de la marca en la oficina
correspondiente. No obstante, en estos sistemas
mixtos también se reconoce al usuario de la marca
no registrada ciertas facultades, que impiden que
pueda hablarse de un sistema de registro puro.
Por lo demás, tanto la Ley de Marcas de 1988
como la vigente Ley de 2001 instauran un sistema
mixto en punto al nacimiento del derecho de
exclusiva sobre la marca. Ambos textos, en efecto,
partían del principio general en virtud del cual el
derecho de exclusiva sobre la marca se adquiere
a través del registro de la misma. Resulta muy
significativo, a este respecto, el artículo 2.1 de la
vigente Ley de Marcas, conforme al cual, “el
derecho de propiedad sobre la marca y el nombre
comercial se adquiere por el registro válidamente
efectuado de conformidad con las disposiciones
de la presente Ley”.
No obstante, tanto la Ley de Marcas de 1988
como la vigente Ley de Marcas de 2001 reconocían
ciertas facultades al usuario de una marca no
registrada siempre y cuando esta fuese una marca
notoriamente conocida entre los sectores
interesados. De hecho, podríamos afirmar que la
vigente Ley de Marcas equipara la marca no
registrada pero notoriamente conocida con la
marca registrada. Equiparación esta última que se
manifiesta -a nuestro modo de ver- en un triple
plano. Así, al usuario de una marca no registrada
pero notoriamente conocida en España se le
reconocen tres facultades diversas: la facultad de
oponerse al registro de una marca posterior
confundible, la facultad de ejercer el ius prohibendi
frente al uso de un signo confundible, y, finalmente,
la facultad de ejercer la acción de nulidad frente a
la marca registrada con posterioridad que resulte
ser confundible con la marca notoriamente
conocida.
Al usuario de la marca notoriamente conocida
en España pero no registrada se le reconoce, en
primer término, la facultad de oponerse al registro
de una marca posterior confundible. Así se
desprende del tenor literal del artículo 6 de la Ley
de Marcas. Este precepto, como es bien sabido,
impide el registro como marcas de aquellos signos
que, por ser idénticos o similares a otras marcas
anteriores, y por ser idénticos o similares los
productos o servicios que pretenden ser
distinguidos con ellos, puedan generar un riesgo
de confusión o un riesgo de asociación. Pues bien,
al señalar lo que ha de entenderse por marcas
anteriores que pueden impedir el registro de una
marca posterior confundible, el párrafo segundo,
letra d del artículo 6 señala lo siguiente: “por
marcas anteriores se entenderá a los efectos del
apartado 1 las marcas no registradas que en la
fecha de presentación o prioridad de la solicitud
de la marca en examen sean notoriamente
conocidas en España en el sentido del artículo 6
bis del Convenio de París”. De donde se desprende
que el usuario de una marca no registrada pero
notoriamente conocida en España puede oponerse
Introducción al régimen jurídico de la marca notoria y de la marca renombrada en la nueva ley española de marcas
España en el sentido del artículo 6 bis del Convenio
de París”. Por consiguiente, el usuario
extrarregistral de una marca notoriamente conocida
en España pero no registrada ostenta -al igual que
el titular de la marca registrada- un derecho de
exclusiva que le permite impedir la utilización por
terceros de cualquier signo confundible.
Podemos comprobar, así pues, que la vigente
Ley de Marcas reconoce un amplio elenco de
facultades al usuario de una marca no registrada
pero notoriamente conocida en España, lo que
permitiría hablar de una práctica equiparación entre
el estatuto jurídico de la marca notoria no registrada
y el de las marcas registradas. No obstante, la
Ley de Marcas es precisa al subrayar que estas
facultades se reconocen solo al usuario
extrarregistral de una marca notoriamente conocida
“en el sentido del artículo 6 bis del Convenio de la
Unión de París”. En principio, pues, podría pensarse
que las disposiciones de la Ley de Marcas relativas
a las marcas no registradas pero notoriamente
conocidas en España solo podrían ser invocadas
por los beneficiarios del Convenio, lo que excluiría
su aplicación a los españoles. No obstante, el
artículo 3.3 de la Ley de Marcas despeja cualquier
duda que pudiese surgir a este respecto al señalar
lo siguiente: “las personas mencionadas en el
apartado 1 (entre las que se incluyen las personas
de nacionalidad española) podrán invocar la
aplicación en su beneficio de las disposiciones del
Convenio de París y las de cualquier otro tratado
internacional ratificado por España, en cuanto les
fuere de aplicación directa, en todo lo que les sea
más favorable respecto de lo dispuesto en la
presente ley”.
Sin duda alguna, uno de los principios
esenciales sobre los que se apoya y descansa el
Derecho de Marcas es el principio de especialidad.
De suerte que el titular del derecho de marca no
goza de un derecho de exclusiva de carácter
absoluto, que le permita impedir la utilización o el
registro de cualquier signo confundible en relación
con cualquier clase de productos o servicios. Antes
bien, la marca se registra para una o varias clases
concretas de productos o servicios. Y el derecho
de exclusiva que obtiene su titular se extiende solo
en relación con los productos o servicios para los
cuales la marca ha sido registrada y en relación
con otros productos o servicios similares. De
manera que el titular del derecho de exclusiva sobre
la marca, si bien puede impedir la utilización de
ius et veritas 31
al registro de una marca posterior confundible.
Al igual que el usuario de una marca no
registrada pero notoriamente conocida en España
puede oponerse al registro de una marca posterior
confundible, también puede ejercer frente a ella en el caso de que sea registrada- la
correspondiente acción de nulidad. En efecto, al
regular las causas de nulidad relativa de la marca
registrada, el artículo 52 de la Ley de Marcas remite
a lo dispuesto en el artículo 6. Según se establece
en este precepto, “el registro de la marca podrá
declararse nulo mediante sentencia firme y ser
objeto de cancelación cuando contravenga lo
dispuesto en los artículos 6, 7, 8, 9 y 10”. En la
medida en que el artículo 6 prohíbe el registro como
marca de aquellos signos que resulten confundibles
con marcas notoriamente conocidas en España
(aunque no estén registradas) es obvio que el
usuario extrarregistral de una marca notoriamente
conocida en España puede ejercer una acción de
nulidad frente a la marca confundible registrada
con posterioridad.
Por último, el usuario extrarregistral de una
marca notoriamente conocida en España también
puede ejercer acciones por violación del derecho
de marca frente a aquellos terceros que, sin su
consentimiento, utilicen en el tráfico un signo
confundible. En efecto, el artículo 34 de la vigente
Ley de Marcas delimita el contenido del derecho
de exclusiva que corresponde al titular de la marca
en los siguientes términos: “el registro de la marca
confiere a su titular el derecho exclusivo a utilizarla
en el tráfico económico. El titular de la marca
registrada podrá prohibir que los terceros, sin su
consentimiento, utilicen en el tráfico económico:
a) cualquier signo idéntico a la marca para
productos o servicios idénticos a aquellos para los
que la marca esté registrada; b) cualquier signo
que por ser idéntico o semejante a la marca y por
ser idénticos o similares los productos o servicios
implique un riesgo de confusión del público; el
riesgo de confusión incluye el riesgo de asociación
entre el signo y la marca”.
Obsérvese, así pues, que el artículo 34 concede
un ius prohibendi (esto es, un derecho a impedir
el uso en el tráfico de signos confundibles)
exclusivamente al titular de la marca registrada.
No obstante, es el propio párrafo quinto del mismo
artículo 34 el que establece lo siguiente: “las
disposiciones de este artículo se aplicarán a la
marca no registrada notoriamente conocida en
33
Anxo Tato Plaza
ius et veritas 31
(…) en la actualidad, tiende a
considerarse que, para la
calificación de una marca como
marca renombrada, deben
combinarse dos criterios diversos:
un criterio cuantitativo (el nivel de
conocimiento de la marca por parte
de los consumidores) y un criterio
cualitativo (el nivel de reputación o
goodwill del que goce la marca)
34
un signo idéntico o semejante en relación con
productos idénticos o similares, no puede -en línea
de principio- impedir el registro o la utilización de
un signo idéntico o similar para productos
diferentes de aquellos para los cuales la marca ha
sido registrada. Así se desprende, tanto del artículo
6 como del artículo 34 de la vigente Ley de Marcas.
El primero de estos preceptos, al regular las
prohibiciones relativas de registro, establece lo
siguiente: “no podrán registrarse como marcas los
signos: a) que sean idénticos a una marca anterior
que designe productos o servicios idénticos; b) que,
por ser idénticos o semejantes a una marca
anterior, y por ser idénticos o semejantes los
productos o servicios que designan, exista un
riesgo de confusión en el público”.
De igual modo, el artículo 34, establece lo
siguiente: “el titular de la marca registrada podrá
prohibir que los terceros, sin su consentimiento,
utilicen en el tráfico económico: a) cualquier signo
idéntico a la marca para productos o servicios
idénticos a aquellos para los que la marca está
registrada; b) cualquier signo que por ser idéntico
o semejante a la marca y por ser idénticos o
similares los productos o servicios implique un
riesgo de confusión en el público”.
Así pues, el titular de la marca registrada no
ostenta un derecho de exclusiva de perfiles
absolutos. Antes bien, el derecho de exclusiva que
ostenta el titular de la marca registrada solo le
permite impedir el registro o la utilización de un
signo confundible en relación con productos o
servicios idénticos o similares a aquellos para los
que fue registrada la marca.
Una vez llegados a este punto, debemos
subrayar que la aplicación estricta del principio
de especialidad en el ámbito de las marcas
notorias y renombradas expone a estas a un doble
riesgo: el riesgo de envilecimiento y el riesgo de
dilución o de debilitamiento de su carácter
distintivo.
En efecto, si se permite la utilización por
terceros de la marca renombrada en relación con
productos o servicios diferentes de aquellos para
los cuales fue registrada la marca, y estos
productos o servicios no responden a los criterios
de calidad que permitieron a la marca renombrada
adquirir su prestigio, se corre el riesgo de que este
se pierda. Se corre el riesgo, en definitiva, de que,
como consecuencia de la utilización de la marca
en productos o servicios de menor calidad, el
público deje de atribuir a la marca renombrada el
nivel de goodwill o prestigio que esta poseía. A este
fenómeno nos referimos con el nombre de riesgo
de envilecimiento.
Por otra parte, es evidente que la utilización de
una misma marca por personas diferentes en
relación con productos o servicios también diversos
puede hacer que la marca pierda su carácter
distintivo. Por carácter distintivo, en efecto,
entendemos la capacidad de la marca para
identificar el origen empresarial de los productos;
esto es, la capacidad de la marca para sugerir al
consumidor que todos los productos o servicios
provistos de una misma marca proceden de un
único origen empresarial. En estas circunstancias,
es claro que la utilización de una misma marca
por distintas personas (aunque sea en relación con
productos o servicios diferentes) puede obstaculizar
aquella función informativa que la marca
desempeña en el mercado. Al ser utilizada la
marca por distintas personas, se puede diluir su
carácter distintivo, de forma que la marca pierda
su capacidad para atestiguar ante los ojos de los
consumidores que todos los productos o servicios
que la portan proceden de un único origen
empresarial.
Por lo demás, constituye una afirmación común
en la doctrina aquella según la cual, pese a la
existencia de los riesgos descritos, la anterior Ley
de Marcas de 1988 no dotaba a la marca
renombrada de una protección eficaz.
Circunstancia esta que obligaba al titular de la
marca renombrada a buscar el amparo de la Ley
de Competencia Desleal cuando la marca -o un
Introducción al régimen jurídico de la marca notoria y de la marca renombrada en la nueva ley española de marcas
en general, cuando ese uso pueda implicar un
aprovechamiento indebido o un menoscabo del
carácter distintivo o de la notoriedad o renombre
de dicha marca registrada”.
Podemos comprobar, así pues, que la vigente
Ley de Marcas deroga el principio de especialidad
en relación con las marcas notorias y
renombradas. De suerte que el titular de una marca
notoria o renombrada puede impedir el registro o
el uso de un signo idéntico o confundible aun
cuando este tenga lugar en relación con productos
o servicios distintos de aquellos para los cuales
fue registrada la marca.
Ahora bien, una vez llegados a este punto
debemos advertir que la derogación del principio
de especialidad tiene un alcance distinto en
relación con las marcas notorias y con las marcas
renombradas. Cabe recordar, en este sentido, que
la Ley de Marcas hace pivotar el concepto de
marca notoria y renombrada exclusivamente sobre
un criterio cuantitativo. De suerte que la calificación
de una marca como marca notoria o marca
renombrada dependerá, únicamente, del grado de
conocimiento de la marca entre el público de los
consumidores. Así las cosas, el alcance de la
derogación del principio de especialidad dependerá
también del grado de conocimiento de la marca
notoria. Por consiguiente, el alcance del derecho
de exclusiva del titular de la marca notoria (o, si
se prefiere, el ámbito de aplicación de su ius
prohibendi) dependerá del grado de conocimiento
de la marca por los consumidores. Y el límite, por
supuesto, lo encontraremos en las marcas
renombradas. Puesto que estas, por definición, son
marcas ampliamente conocidas por el público en
general, el titular podrá prohibir su registro o
utilización en relación con cualesquiera clase de
productos. Así lo disponen los párrafos 2 y 3 del
artículo 6, que establecen lo siguiente: “la
protección otorgada en el apartado 1, cuando
concurran los requisitos previstos en el mismo,
alcanzará a productos, servicios o actividades de
naturaleza tanto más diferente cuanto mayor sea
el grado de conocimiento de la marca o nombre
comercial notorios en el sector pertinente del
público o en otros sectores relacionados. Cuando
la marca o nombre comercial sean conocidos por
el público en general, se considerará que los
mismos son renombrados y el alcance de la
protección se extenderá a cualquier género de
productos, servicios o actividades”.
ius et veritas 31
signo confundible- era utilizado en relación con
productos o servicios diferentes a aquellos para
los cuales había sido registrada la marca.
Esta grave laguna de la Ley de 1988 fue
oportunamente denunciada por la más autorizada
doctrina. Subrayaba esta que la protección de la
marca renombrada a través de la vía del derecho
contra la competencia desleal debía considerarse
una solución provisional que tenía que ser acogida
transitoriamente en tanto no se reformase el
derecho español de marcas.
Así las cosas, no debe extrañarnos que, al
promulgarse la nueva Ley de Marcas de 2001, el
nuevo texto legal colme la laguna de la que adolecía
la anterior Ley de Marcas y dote a las marcas
notorias y renombradas de una protección
reforzada más allá del principio de especialidad.
Así se desprende, una vez más, de los artículos 6
y 34 de la nueva Ley de Marcas.
Según el primero de estos dos preceptos, “no
podrá registrarse como marca un signo que sea
idéntico o semejante a una marca o nombre
comercial anteriores aunque se solicite su registro
para productos o servicios que no sean similares
a los protegidos por dichos signos anteriores
cuando, por ser estos notorios o renombrados en
España, el uso de esa marca pueda indicar una
conexión entre los productos o servicios amparados
por la misma y el titular de aquellos signos o, en
general, cuando ese uso, realizado sin justa causa,
pueda implicar un aprovechamiento indebido o un
menoscabo del carácter distintivo de la notoriedad
o renombre de dichos signos anteriores (…).
Cuando la marca o nombre comercial sean
conocidos por el público en general, se considerará
que los mismos son renombrados y el alcance de
la protección se extenderá a cualquier género de
productos, servicios o actividades”.
De igual modo, el artículo 34, al perfilar el
alcance del ius prohibendi que corresponde al titular
de la marca, establece lo siguiente en relación con
las marcas notorias y renombradas: “el titular de
la marca registrada podrá prohibir que los terceros,
sin su consentimiento, utilicen en el tráfico
económico (…) cualquier signo idéntico o
semejante para productos o servicios que no sean
similares a aquellos para los que esté registrada
la marca, cuando esta sea notoria o renombrada
en España, y con la utilización del signo realizada
sin justa causa se pueda indicar una conexión entre
dichos bienes o servicios y el titular de la marca o,
35
ius et veritas 31
Anxo Tato Plaza
36
En todo caso, la derogación del principio de
especialidad en relación con las marcas notorias
y renombradas no reviste tampoco un carácter
absoluto. Antes bien, el reforzamiento del ámbito
de protección de las marcas notorias o
renombradas (y la consiguiente derogación del
principio de especialidad en relación con las
mismas) solo procederá cuando concurra alguna
de las siguientes cuatro circunstancias: (i) cuando
el uso de un signo idéntico o similar por un tercero
(en relación con productos o servicios distintos)
pueda indicar una conexión entre estos productos
o servicios y el titular de la marca renombrada; (ii)
cuando el uso de un signo idéntico o similar por
un tercero pueda implicar un aprovechamiento
indebido del prestigio o renombre de la marca
renombrada; (iii) cuando el uso de un signo idéntico
o similar pueda implicar un menoscabo del
renombre de la marca renombrada; y, finalmente,
(iv) cuando el uso de un signo idéntico o similar
por un tercero (en relación con productos o servicios
diferentes) pueda implicar un aprovechamiento
indebido o un menoscabo del carácter distintivo
de marca renombrada. A continuación
analizaremos por separado cada uno de estos
supuestos.
El titular de la marca notoria o renombrada
puede impedir el registro o la utilización de un signo
confundible en relación con productos o servicios
distintos -en primer término- cuando con él se
pueda indicar una conexión entre estos productos
o servicios y el titular de la marca renombrada.
Para comprender adecuadamente este primer
supuesto, por lo demás, debemos adentrarnos en
el análisis del riesgo de confusión y sus diversas
modalidades. Al hablar del riesgo de confusión
entre dos marcas, en efecto, suele distinguirse
entre un riesgo de confusión en sentido estricto y
un riesgo de confusión en sentido amplio o riesgo
de asociación. Estaremos en presencia de un
riesgo de confusión en sentido estricto cuando,
dada la similitud de las marcas, el público de los
consumidores concluye que ambas distinguen un
mismo producto o, al menos, productos distintos
pero que proceden de una misma empresa. En
cambio, estaremos en presencia de un riesgo de
confusión en sentido amplio o riesgo de asociación
cuando el público de los consumidores, pese a
diferenciar adecuadamente los productos y
atribuirles un distinto origen empresarial, puede
concluir -por la similitud de las marcas enfrentadasque entre las empresas de las que proceden existe
algún tipo de vínculo jurídico o económico.
Pues bien, cuando el artículo 6 de la Ley de
Marcas se refiere a la posibilidad de que el uso
de la marca renombrada por un tercero (en
relación con productos o servicios similares)
pueda indicar una conexión entre estos y el titular
de la marca renombrada está haciendo referencia,
en puridad, al riesgo de asociación. De suerte el
titular de la marca renombrada podrá ampararse
en su derecho de exclusiva para impedir la
utilización de un signo idéntico o similar (aún
cuando este se utilice para productos diferentes)
cuando con la utilización de este signo por un
tercero se genere un riesgo de asociación. Esto
es, cuando exista el riesgo de que el público de
los consumidores concluya que entre el titular de
la marca notoria o renombrada y el tercero que
utiliza un signo idéntico o similar existe algún tipo
de vínculo jurídico o económico.
El titular de la marca renombrada también podrá
ampararse en su derecho de exclusiva para impedir
la utilización de un signo idéntico o similar en
relación con productos diferentes cuando esta
utilización implique un indebido aprovechamiento
del renombre o goodwill de la marca.
Introducción al régimen jurídico de la marca notoria y de la marca renombrada en la nueva ley española de marcas
generaba una imagen de salud, dinamismo y
juventud. En estas circunstancias, procedía
rechazar el registro de la nueva marca para
cigarrillos, tabaco y productos derivados del
tabaco. En cambio, la segunda marca Hollywood
podía ser registrada para encendedores y cerillas.
A este respecto, la Sala de Recursos argumentó
lo siguiente: “ha quedado debidamente acreditado
que el registro de la marca solicitada para cigarrillos
y productos del tabaco permitiría un
aprovechamiento indebido del renombre de la marca
Hollywood, incluida su imagen tal como se ha
descrito. Por lo tanto, el solicitante tiene un gran
interés en introducirse en esta línea de política
comercial y publicitaria mediante la evocación del
renombre y de la imagen asociada a la marca
Hollywood de la parte recurrente. En cambio, no
se ha demostrado la existencia de tal interés para
los encendedores de bolsillo y las cerillas. La parte
recurrente no ha logrado demostrar que el registro
del signo solicitado para esos productos podría
dar lugar a un aprovechamiento indebido”.
En tercer lugar, el titular de la marca notoria o
renombrada también puede ampararse en su
derecho de exclusiva para impedir el registro o la
utilización de un signo confundible -en relación con
productos o servicios diversos- cuando la utilización
de aquel por un tercero pueda implicar un
menoscabo del renombre o de la notoriedad de la
marca.
Como ya hemos tenido ocasión de señalar, la
utilización de la marca renombrada por un tercero
en relación con productos o servicios diferentes
de aquellos para los cuales la marca fue registrada
puede provocar un riesgo de envilecimiento; esto
es, un riesgo de pérdida del renombre o goodwill
que los consumidores asocian a la marca. Las
hipótesis en las que se puede plantear este riesgo,
por lo demás, han sido perfectamente delimitadas
por la Sala de Recursos de la OAMI en su ya citada
resolución de 25 de abril de 2001. Se afirma en
ella lo siguiente: “es importante demostrar que la
marca queda desacreditada o degradada por su
asociación con algo inconveniente. Esto puede
ocurrir cuando la marca se utiliza, por un lado, en
un contexto desagradable, obsceno o degradante,
o por el otro en un contexto que no es
intrínsecamente desagradable, pero que resulta
incompatible con la imagen de la marca. En todos
los casos se efectúa una aproximación nociva a la
imagen de la marca y una pérdida del prestigio de
ius et veritas 31
En este sentido, ya hemos tenido ocasión de
señalar que, aun cuando la Ley de Marcas define
las marcas notorias y renombradas en base a un
criterio exclusivamente cuantitativo, las marcas
notorias y renombradas, por regla general, poseen
una imagen positiva entre los consumidores.
Poseen, en otras palabras, un cierto nivel de
goodwill o reputación entre los consumidores. Y
esta imagen positiva puede transferirse a otros
productos o servicios diferentes cuando estos se
distinguen en el mercado a través de un signo
idéntico o similar. Razón esta por la cual la Ley de
Marcas refuerza el ámbito de protección de la
marca renombrada en aquellas hipótesis en las
que con la utilización de un signo idéntico o similar
para productos diferentes se pueda transferir a
estos la totalidad o parte del goodwill o renombre
del que goce la marca.
Por lo demás, la existencia de un indebido
aprovechamiento de la notoriedad o renombre de
la marca debe ser probada por el titular de esta.
Así las cosas, el titular de la marca notoria o
renombrada que quiera acogerse a este segundo
supuesto de protección deberá estar en
condiciones de aportar una doble prueba. Deberá
acreditar -en primer término- que su marca goza
de un cierto nivel de prestigio o reputación entre
los consumidores. Y deberá probar también -en
segundo lugar- que con el uso de una marca
idéntica o similar en productos diferentes se
transfiere a estos la totalidad o parte del renombre
del que goza la marca.
Obvia decir, por último, que esta segunda prueba
resultará tanto más sencilla cuanto más conexión
exista entre los productos o servicios para los que
se utiliza un signo confundible y los productos o
servicios para los cuales fue registrada la marca
renombrada. Resulta muy significativa, a este
respecto, la resolución de la Tercera Sala de
Recursos de la OAMI de 25 de abril de 2001 en el
caso Hollywood. En este caso, una compañía
brasileña había solicitado el registro de la marca
Hollywood como marca comunitaria para designar
los siguientes productos: cigarrillos, tabaco,
productos derivados del tabaco, artículos para
fumadores, encendedores de bolsillo y cerillas. A
esta solicitud se opuso la compañía francesa titular
de la marca Hollywood, que había sido registrada
para designar chicles. En su resolución, la Sala
de Recursos constata que la marca Hollywood
había adquirido un cierto nivel de renombre, ya que
37
ius et veritas 31
Anxo Tato Plaza
38
la marca, lo que la terminología inglesa denomina
dilution by tarnishment. Una marca quedará
empañada de este modo cuando la capacidad del
consumidor de asociarla con los productos o
servicios para los cuales se ha registrada queda
disminuida por el hecho de que: (i) se la vincule
con productos de mala calidad o que dan lugar a
asociaciones mentales indeseables o dudosas que
chocan con las asociaciones o la imagen
generadas por el uso legítimo de la marca por su
propietario; (ii) se la vincule con productos
incompatibles con la calidad y el prestigio del que
goza la marca, aunque no se trate de un uso
inadecuado de la marca en si mismo considerado;
(iii) su parte denominativa o figurativa se modifique
o altere de forma negativa”.
En todos estos supuestos, en los que la
utilización de la marca notoria o renombrada por
un tercero (en relación con productos o servicios
diferentes) genera un riesgo de envilecimiento de
aquella, el titular puede ampararse en su ius
prohibendi para impedir el registro o la utilización
de la marca en relación con productos diversos.
Un buen ejemplo a este respecto, en fin, lo
encontramos en la propia resolución de la Sala de
Recursos de la OAMI de 25 de abril de 2001. Como
ya hemos tenido ocasión de exponer, en este caso
se discutía en torno a la posibilidad de inscribir la
marca Hollywood (que era una marca renombrada
previamente registrada para chicles) en relación
con tabaco y productos derivados del tabaco. Pues
bien, la Sala de Recursos rechazó la posibilidad
de registrar la marca Hollywood, apoyándose -entre
otros- en el siguiente razonamiento: “la
connotación negativa que posee el tabaco contrasta
con la imagen de la marca Hollywood. No es posible
imaginar una aproximación más negativa para un
fabricante de golosinas que la que se hace con
artículos que pueden causar la muerte. El uso de
la marca Hollywood en relación con productos del
tabaco establecería una acción indeseable con los
riesgos para la salud y los demás sentimientos
negativos que la Sala de Recursos acaba de
recordar”.
Por último, el titular de la marca renombrada
también puede ampararse en su derecho de
exclusiva para impedir la utilización de la marca
por un tercero -en relación con productos o servicios
diferentes- cuando la utilización de la marca por el
tercero implique un indebido aprovechamiento o
un menoscabo del carácter distintivo de la marca.
A este respecto, debemos recordar que tanto
las marcas notorias como las marcas renombradas
son marcas ampliamente conocidas, bien por los
sectores interesados (en el caso de la marca
notoria) bien por el público en general (en el caso
de la marca renombrada). El amplio conocimiento
de las marcas notorias y renombradas por el
público de los consumidores provoca, las más de
las veces, que las aquellas sean marcas con una
elevada capacidad distintiva. De ahí que la
utilización de la marca por un tercero (en relación
con productos o servicios diferentes) pueda, por
regla general, implicar un aprovechamiento indebido
del carácter distintivo de la marca notoria o
renombrada. Al utilizar la marca notoria o
renombrada en relación con productos diferentes,
en efecto, el tercero aprovecha para si el alto
carácter distintivo de aquellas, facilitando así la
penetración de sus nuevos productos en el
mercado.
Por otro lado, la utilización de la marca notoria
o renombrada por un tercero y en relación con
productos diferentes de aquellos para los cuales
la marca ha sido registrada también puede implicar
un menoscabo del carácter distintivo de la marca.
Ya hemos tenido ocasión de exponer, en este
sentido, que uno de los riesgos que
tradicionalmente acechan a las marcas notorias y
renombradas es el riesgo de dilución o
debilitamiento. En efecto, en la medida en que la
marca sea utilizada (para productos diferentes) por
empresas distintas del titular de la marca, la marca
verá seriamente obstaculizada la función
informativa que desarrolla en el mercado. De suerte
que, al poderse encontrar en el mercado diferentes
productos -procedentes de empresas diferentescon marcas sustancialmente idénticas, la marca
dejará de cumplir su función de indicación del
origen empresarial, al no poder ya atestiguar ante
los ojos de los consumidores que todos los
productos o servicios que se distinguen con la
marca proceden de un único origen o de una única
empresa.
Introducción al régimen jurídico de la marca notoria y de la marca renombrada en la nueva ley española de marcas
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Los miembros de la Asociación Civil IUS ET VERITAS, con motivo de nuestros
quince años de vida institucional, tenemos el agrado de presentar a la comunidad
jurídica y universitaria la traducción y edición del libro “Reglas simples para un
mundo complejo” de Richard A. Epstein, coeditado con el Fondo Editorial de la
ius et veritas 31
Pontificia Universidad Católica del Perú.
Nuestro más sincero agradecimiento a las personas que colaboraron con la
realización de este importante proyecto, el cual es una muestra de nuestro
creciente compromiso con la difusión de la cultura jurídica,
39
ius et veritas 31
Anxo Tato Plaza
40
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
El engaño, la confusión y la
explotación de la reputación ajena
como actos de competencia desleal
y como infracciones publicitarias
Pierino Stucchi López Raygada(*)
1. El Derecho ordenador del mercado
La experiencia nacional en materia de represión
de la competencia desleal constituye un destacado
paradigma en la región andina y en Latinoamérica.
Las reformas liberales de inicios de la década de
los noventa impulsaron el establecimiento de
sistemas normativos dirigidos a conformar las
disciplinas jurídicas esenciales para contar con un
Derecho del mercado que permitiera a nuestro país
acercarse a un sendero de crecimiento y
desarrollo, bajo las fórmulas del sistema
competitivo que genera una economía social de
mercado(1).
En consecuencia, en nuestro país no solo se
estableció el Instituto Nacional de Defensa de la
Competencia y de la Protección de la Propiedad
Intelectual (en adelante, Indecopi), sino que
además se diseñaron y pusieron en marcha cuatro
sistemas para tutelar el mercado, complementarios
entre sí:
de dominio de la que puedan gozar; o, acuerden
no competir entre sí estableciendo precios,
calidades concertadas o repartiéndose el mercado.
Este sistema que debería contar con un
mecanismo para evitar que algunas fusiones
empresariales representen un obstáculo para el
libre desenvolvimiento del proceso competitivo y
para que el sistema de mercado genere los
beneficios de la eficiencia competitiva, solamente
cuenta con este mecanismo en el sector eléctrico.
1.2. Sistema de acceso al mercado
Cuyo objetivo es evitar que el Estado sea
generador de dificultades, a través de normas o
actos administrativos que supongan exigencias
burocráticas ilegales o irracionales (en forma de
cobros, requisitos o exigencias en general) que
significan restricciones u obstáculos para iniciar,
desarrollar o continuar determinada actividad
empresarial.
1.1. Sistema de defensa de la libre competencia
1.3. Sistema de represión de la competencia
desleal
Cuyo objetivo es impedir y sancionar que los
concurrentes en el mercado abusen de la posición
Cuyo objetivo es evitar y sancionar que las
empresas concurrentes en el mercado logren o
(1)
Secretario Técnico de la Comisión de Represión de la Competencia Desleal del Indecopi. Profesor del curso Integración
Económica y Comercial y Tratados Internacionales en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas - UPC, así como del
curso Derecho Empresarial en la misma casa de estudios. Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. El
autor señala que toda opinión vertida en el presente artículo le es atribuible únicamente a título personal y que de ningún
modo involucra parecer alguno de las instituciones en las que participa como profesional. El autor agradece especialmente
los comentarios de Gabriel González Delgado, Claudia Núñez Motta y Romina Stucchi López Raygada por haber
enriquecido el presente artículo.
La Constitución Política del Perú establece expresamente nuestro sistema económico: “Artículo 58: La iniciativa privada
es libre. Se ejerce en una economía social de mercado”.
ius et veritas 31
(*)
41
Pierino Stucchi López Raygada
persigan lograr la preferencia de los demandantes
de bienes y servicios por medios contrarios a la
buena fe comercial objetiva en un sistema
competitivo por eficiencias.
ius et veritas 31
1.4. Sistema de protección al consumidor
42
Cuyo objetivo es impedir que el consumidor
vea defraudadas sus expectativas por defectos en
la información que recibe de las empresas que le
proveen de bienes y servicios, así como por su
falta de idoneidad.
Estos cuatro sistemas permiten al Derecho
velar porque los postulados competitivos se
acerquen al modelo de competencia perfecta y
generen las condiciones necesarias para que los
excedentes sociales se incrementen mediante la
asignación de los bienes y servicios, según las
decisiones descentralizadas de oferta y demanda
que se encuentran en el mercado.
Para acercarnos a tener una mejor idea de
cuál es la función del Derecho en esta tarea, es
preciso conocer que el modelo de competencia
perfecta supone la concurrencia de un significativo
número de demandantes y oferentes de los cuales
ninguno puede decidir unilateralmente precios o
calidad, debido a que un exceso o defecto
significativo en el contenido de la oferta o de la
demanda generaría una corrección automática del
mercado pues nadie elegiría contratar con un
agente “autoritario” del mercado que se decidiera
alejarse del equilibrio de los demás oferentes o
demandantes.
Asimismo, el modelo de competencia perfecta
asume que los agentes que participan en el mercado:
(i) son racionales; (ii) tienen por finalidad maximizar
sus beneficios al menor costo posible; (iii) gozan de
información absoluta y transparente sobre todas las
ofertas disponibles y su calidad, lo que les permite
asignarle un valor a los bienes o servicios en el mercado;
(iv) poseen preferencias constantes; y, (v) tienen a su
disposición en el mercado bienes homogéneos que
son sustitutos entre sí. Adicionalmente, supone que
no existen barreras de entrada o de salida para que
un agente se coloque en cualquier actividad o posición
(2)
de oferente o demandante, por lo que la posición de
cualquier agente “autoritario” puede ser cubierta
inmediatamente(2). Además, implícitamente, en este
modelo se ignora la existencia de costos de
transacción.
En consecuencia, por ejemplo, si veinte
oferentes en el mercado ofrecen un kilo de arroz de
calidad homogénea entre US$ 0.9 y US$ 1, será
muy difícil que un demandante le compre a un
oferente “autoritario” un kilo de arroz al precio de
US$ 1.5 que exige. En principio, ningún consumidor
pagará más por algo que puede encontrar en el
mercado a menor precio. Reconociendo la
existencia de costos de transacción, es posible que
la mayoría de consumidores acepte la diferencia
de US$ 0.1 que existe entre US$ 0.9 y US$ 1 si es
que sus costos de energía por el traslado al lugar
donde le venden el arroz a US$ 0.9, supera el valor
de US$ 0.1. Sin embargo, dependiendo de cada
mercado será más difícil que dicho costo de energía
supere el 50% del precio de mercado para que sea
aceptado por los consumidores.
Será también difícil que un consumidor compre
a un precio entre US$ 0.9 y US$ 1 un kilo de arroz
de una calidad muy inferior a la que se vende en el
mercado por dicho precio. En el modelo de
competencia perfecta nadie puede actuar con
prescindencia de la actuación de los otros, es decir,
cada actor es disciplinado por el resto de actores,
siendo obligado por las fuerzas de la oferta y la
demanda a acercarse al equilibro, bajo sanción de
no ser elegido para realizar transacción alguna.
En este punto, lamentamos revelar
expresamente lo que el lector ya habrá adivinado.
No existe posibilidad alguna de que el modelo de
competencia perfecta exista plenamente en la
realidad. Sin embargo, mientras sea menor el
alejamiento que la realidad tenga respecto de este,
los postulados de eficiencia y bienestar social que
este modelo promete podrán verificarse en mayor
medida. Bajo una economía de mercado, la
existencia del Derecho ordenador del Mercado se
justifica en la necesidad de corregir algunas fallas
que se verifican respecto del modelo.
Por ejemplo, sobre el modelo de competencia perfecta, Robert H. Frank considera que “son cuatro las condiciones que
definen la existencia de un mercado perfectamente competitivo (…) 1. Las empresas venden un producto estandarizado
(…) 2. Las empresas son precio aceptantes (…) 3. Los factores de producción son perfectamente móviles a largo
plazo (…) 4. Las empresas y los consumidores tienen información perfecta”. Cita textual tomada de la siguiente obra
a la que se recomienda acudir para mayor profundización sobre este tema: FRANK, Robert H. Microeconomía y
Conducta. Madrid: McGraw-Hill/Interamerica de España, 1992. p. 379.
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
En particular, en la presente entrega, nos
dedicaremos a presentar una introducción de por
qué el Sistema de Represión de la Competencia
Desleal prohíbe y sanciona los actos de engaño,
los actos de confusión y los actos de explotación
de la reputación ajena, incluso a través de actos
publicitarios. Asimismo, identificaremos cómo la
realización de dichos actos provoca un alejamiento
del modelo de competencia perfecta, al distorsionar
la información sobre las ofertas, lo que genera que
los demandantes asignen valores a los bienes o
servicios en el mercado que no se corresponden
con sus expectativas.
2. El excedente del consumidor
(3)
3. El excedente del consumidor en el proceso
competitivo real
En el proceso competitivo real que genera la
economía de mercado, los oferentes competirán
por la preferencia del consumidor y en este sentido,
frente a sus requerimientos, lucharán por ofrecerle
bienes o servicios a mejores combinaciones de
precio y calidad para diferenciar su oferta de la de
sus competidores. El objetivo de una empresa será
que su oferta en el mercado sea percibida como
más valiosa que otra similar, distanciándose de la
homogeneidad, para que resulte la preferida por el
consumidor.
Es importante considerar que la valoración del
consumidor respecto de los bienes o servicios que
desea adquirir se realiza con base en la
información que tiene a su disposición.
Naturalmente, en la realidad, un consumidor no
tendrá a su disposición información absoluta y
comprehensiva sobre todas las ofertas que se
encuentran en el mercado tal como lo señala el
modelo de competencia perfecta. Sin embargo, el
consumidor razonable intentará corregir dicha
carencia de información y, si desea comprar el
automóvil compacto que describimos en el punto
Es preciso notar que el oferente de bienes o servicios también tiene un precio de reserva que es el precio mínimo al que
estará dispuesto a transar en el mercado, el cuál tendrá como límite los costos en los que ha incurrido para colocar
determinado bien o servicio en el mercado. Su excedente será la diferencia entre el precio al que vende en el mercado
y su precio de reserva. Esta será la medida de su bienestar por cada transacción.
ius et veritas 31
El excedente del consumidor es el valor que
existe entre el precio del mercado de un bien o un
servicio y el precio de reserva sobre dicho bien o
servicio que le asigna el consumidor. El precio de
reserva del consumidor es el precio máximo que
este estaría dispuesto realmente a pagar por su
adquisición.
Para explicar con mayor claridad estos
conceptos que pretenden describir la realidad de
las transacciones, propondremos un ejemplo que
nos acompañará en gran parte de la presente
entrega. Pensemos en un consumidor determinado,
llamándolo A, que se encuentra dispuesto a pagar
US$ 11,000 por un automóvil compacto de cuatro
puertas, de cuatro cilindros, de interior de polietileno,
con asientos forrados con tela de poliester, de
aceleración de cero a cien kilómetros/hora en no
más de diez segundos y de origen japonés. El precio
de reserva de A es US$ 11,000, pues este refleja la
valoración máxima que A otorga a dicho bien. En
este sentido, a un precio de US$ 11,001, A no
compraría un automóvil como el descrito.
¿Qué pasaría si el precio de mercado de un
automóvil como el descrito es de US$ 9,500? ¿Cuál
sería el valor del beneficio de A por pagar menos
dinero que el que estaba dispuesto? La teoría de
la economía del bienestar nos dice que el valor del
beneficio de A, si decide comprar el automóvil
descrito a precio de mercado, sería de US$ 1,500.
El valor de su beneficio se calcula en US$ 1,500
pues este es el monto de valor que A no ha
entregado para adquirir el bien, pese a haber estado
dispuesto a ello. Ese es el excedente del
consumidor en la transacción.
En una economía de mercado, conforme al
modelo de competencia perfecta, los precios se
deben establecer por la oferta y la demanda,
asegurando que cada vez que se realiza una
transacción entre un consumidor y un oferente de
bienes o servicios, el primero pueda mantener un
excedente que sea resultado de la diferencia de lo
que estaba dispuesto a pagar y de lo que pagó en
la realidad. El razonamiento planteado asume que,
en muchos casos, la decisión del consumidor para
adquirir se fundamenta en que el valor que percibe
sobre el dinero que entrega por la adquisición es
menor que el valor que percibe sobre el bien o el
servicio que adquiere, pues si fuera al revés no
realizaría transacción alguna y si el valor percibido
fuera equivalente le daría lo mismo transar o no
transar y no haría esfuerzo alguno para ello(3).
43
Pierino Stucchi López Raygada
anterior, observará, en la medida de lo posible, todas
las ofertas que se le presentan como alternativas
en el mercado para determinar cuáles se ajustan
a sus necesidades.
Imaginemos que, luego de revisar las
especificaciones técnicas que le presentaban
piezas publicitarias y luego de recibir información,
en citas de atención personalizada, en cada
establecimiento de venta de automóviles, A apreció
que tres empresas afirmaban contar con
automóviles que cumplían con los atributos que
requería. Además, apreció que dichos automóviles
contaban con atributos adicionales, conforme se
aprecia en el cuadro 1.
Cuadro 1: Atributos adicionales y precio de los automóviles que cumplen con los atributos requeridos por A
ius et veritas 31
Marcas
44
Topong
Kyowanga
Nisann
Afirmaciones
publicitarias
"El mejor valor de reventa
en los automóviles de su
categoría"
"Diseño de sus líneas en
el taller alemán de Audi"
"Cinco velocidades"
"Garantía de tres años"
“Diseño italiano”
"Frenos ABS"
”Frenos ABS”
"Lunas de gobierno ”Aire acondicionado”
eléctrico"
Afirmaciones del
consultor de ventas
"Garantía de dos años"
"Frenos ABS "
"Con lunas eléctricas"
Inscripciones en el
vehículo
Precio en el mercado
"Aire acondicionado"
US$ 10,000
"Posee cinco velocidades" “La conservación del
"Con Airbag"
valor de reventa se
e n c u e n t r a
Inscripción
en
la asegurada”
carrocería del automóvil:
By Ford Technology.
Inscripción en el
US$ 9,500
motor: The engine was
supervised by GM.
“Nisann - Japan”.
US$ 9,300
De hecho, como habíamos precisado, la realidad
del mercado supera al modelo de competencia
perfecta, pues pese a que los automóviles de las
tres marcas cumplen, conforme a su información
publicitaria y comercial con ser compactos de
cuatro puertas, de cuatro cilindros, de interior de
polietileno, con asientos forrados con tela de
poliester, de aceleración de cero a cien kilómetros/
hora en no más de diez segundos y de origen
japonés; no estrictamente son homogéneos. Cada
automóvil como oferta presenta atributos adicionales
que podrían significar mayor valor para A.
Corresponde determinar, cuánto valora A cada uno
de los atributos adicionales que ha identificado
conforme a la información que ha recibido de las
empresas sobre los automóviles que cumplen con
sus requerimientos. Según las preferencias de A (que
no cuestionaremos), cada atributo adicional posee
un valor individual y, en consecuencia, un precio de
reserva propio, conforme al cuadro 2.
Cuadro 2: Precios de reserva asignados por A
respecto de cada atributo adicional
Valoración máxima de atributos adicionales
Atributos adicionales
Respaldo de un fabricante
estadounidense
Diseño europeo
Garantía de más de un año
Cinco velocidades
Bolsa de aire (Airbag)
Frenos ABS
Lunas eléctricas
Aire acondicionado
Precio de reserva
por cada atributo
adicional
US$ 500
US$ 200
US$ 1,000
US$ 200
US$
50
US$ 300
US$ 300
US$ 1,000
En consecuencia, para que A halle el automóvil
que le permitirá lograr el mayor excedente para sí,
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
“Lo importante es identificar qué es
lo que el consumidor podría
interpretar de cada mensaje, de
modo razonable, para determinar si
es posible que se le induzca a error
(…) bastará la posibilidad para que
se configure la infracción
sancionable, no será necesario
acreditar la existencia de
consumidor alguno efectivamente
inducido a error”.
deberá añadir, a su precio de reserva estándar de
US$ 11,000 respecto de un vehículo como lo había
definido en términos homogéneos, el precio de
reserva para cada atributo adicional que ha
valorado, luego de haber analizado la información
que recibió en piezas publicitarias y en la atención
personalizada que recibió en cada establecimiento.
Como consecuencia de dicha añadidura, estos
fueron los valores que asignó a cada automóvil para
hallar su precio de reserva para cada uno, como
precio máximo que estaría dispuesto a pagar ver
Cuadro 3.
Hemos asumido que A es un hombre
contractual (contractual man)(4) que ha podido
valorar en dinero sus preferencias sobre cada
atributo adicional, tal como se ha presentado en
el cuadro anterior. En consecuencia, su decisión
de consumo deberá dirigirse, para maximizar sus
beneficios de modo racional, a adquirir aquel
automóvil que le permite conservar un mayor
excedente para sí mismo. Su excedente como
consumidor será hallado de una sencilla resta entre
los precios de reserva calculados para cada
automóvil en el cuadro anterior y el precio de
mercado de cada automóvil.
Hasta aquí nuestro ejemplo fue pacífico y
perfecto, pues pudimos esquematizar el proceso
de decisión de adquisición de un consumidor
razonable, basado en su valoración máxima de
bienes y sus atributos, para hallar aquel que
satisface su necesidad y, a la vez, le reporta el
mayor excedente.
Cuadro 3: Precios de reserva asignados por A para cada automóvil
Marcas
Precio de reserva estándar (homogéneo)
Prestigio y trayectoria de la marca
Respaldo de un fabricante estadounidense
Diseño europeo
Garantía de más de un año
Cinco velocidades
Bolsa de aire (Airbag)
Frenos ABS
Lunas eléctricas
Aire acondicionado
Precio de reserva total
Topong
US$ 11,000
US$
200
US$ 1,000
US$
200
US$
300
US$
300
US$ 1,000
US$ 14,000
Kyowanga
US$ 11,000
US$
500
US$ 1,000
US$
200
US$
50
US$
300
US$
300
US$ 13,350
Nisann
US$ 11,000
US$
500
US$
200
US$
300
US$ 1,000
US$ 13,000
Cuadro 4: Excedente de A por cada automóvil
Precio de reserva total
Precio en el mercado
Excedente del consumidor
(4)
Topong
US$ 14,000
US$ 10,000
US$ 4,000
Kyowanga
US$ 13,350
US$ 9,500
US$ 3,850
Nisann
US$ 13,000
US$ 9,300
US$ 3,700
La economía institucional identifica al hombre contractual como aquella persona que: (i) sabe lo que le conviene; (ii)
sabe calcular el valor de lo que le conviene; y, (iii) está dispuesto a intercambiar.
ius et veritas 31
Marcas
45
Pierino Stucchi López Raygada
A habrá elegido el automóvil de marca Topong
(pues, por todos los atributos que ofrecía, conforme
a su precio de mercado, es aquel que le permitía
obtener el excedente mayor y, en consecuencia,
el mayor beneficio).
ius et veritas 31
4. El problema de la inducción a error en el engaño,
la confusión y la explotación de la reputación
ajena
46
¿Pero qué pasaría si la afirmación publicitaria:
“Diseño de sus líneas en el taller alemán de Audi”;
y la afirmación: “Frenos ABS” del consultor de
ventas, sobre los automóviles Topong fueran falsas?
Si fueran falsas, A, sin saberlo, habría sobre
valorado su precio de reserva por este automóvil
en un orden de US$ 500 (que resulta de sumar
US$ 200 por la valoración del diseño europeo que
el automóvil Topong en realidad no posee y US$
300 por la valoración de los frenos ABS que dicho
automóvil tampoco posee). En consecuencia, el
excedente que le ofrecía este bien no era de US$
4,000, sino de US$ 3,500, beneficio inferior al
excedente que le hubieran permitido los
automóviles Kyowanga con US$ 3,850 y Nisann
con US$ 3,700, conforme al cuadro 4.
Debido a un engaño concurrencial y publicitario,
en este caso, A habría perdido otras posibilidades
de consumo que le hubieran permitido un mayor
excedente y, en consecuencia, un mayor bienestar.
Este engaño también habría generado que la
empresa que vende automóviles Kyowanga
perdiera una transacción puesto que, con
información verdadera sobre automóviles Topong,
A lo hubiera descartado como mejor opción, y
hubiera elegido un automóvil Kyowanga que le
otorgaba un mayor excedente, en un orden de US$
3,850.
Sigamos imaginando, ¿qué pasaría si la
inscripción “By Ford Technology”, ubicada en la
carrocería del automóvil Kyowanga no tuviera
sustento en tecnología producida por la compañía
estadounidense Ford, afincada en Detroit, sino en
la técnica de pintado de carrocerías de Ford Pedro
Vivanco García, un mexicano experto en pintado
de superficies metálicas? Si A desconociera esta
circunstancia, mantendría también sobre este
vehículo una sobre valoración del orden de US$
500 que es el monto de valoración que otorgó al
respaldo de un fabricante estadounidense,
conforme al cuadro 3. El real precio de reserva
sobre los vehículos Kyowanga para A, con
información no distorsionada, sería de US$ 3,350.
En este último caso, lo que se habría producido
es una explotación indebida o aprovechamiento de
la reputación que en el mercado de automóviles
corresponde a Ford Motor Company, realizada con
el fin de que algún consumidor, como A, otorgue
valor a un respaldo como este y ello pueda
aumentar su precio de reserva y otorgue
aparentemente un mayor excedente y bienestar
por su adquisición, al precio que se ofrece en el
mercado.
En este escenario de actos de engaño y de
explotación indebida de la reputación ajena,
descritos antes, la elección que maximizaría el
bienestar de A, conforme a la información que
recibió sería la adquisición del automóvil Nisann,
que le reportaría un excedente de US$ 3,700,
superior a los demás.
¿Pero, finalmente, que pasaría si Nisann, no
tuviera nada que ver con Nissan (con doble “s” y
con una “n” al final), ni tuviera relación empresarial
alguna con la empresa que detenta dicha marca?
Nuevamente, A se encontraría en problemas y
su asignación de valor y de precios de reserva se
habría visto distorsionada como efecto de un acto
de confusión respecto al origen empresarial del
automóvil de marca Nisann. Es muy probable que
A hubiera asignado los US$ 500 de precio de
reserva que asignó a este bien en el rubro “prestigio
y trayectoria de la marca”, conforme al cuadro 3,
asumiendo que Nisann: (i) era Nissan; (ii) que era
un automóvil producido por el mismo fabricante que
fabrica Nissan; o, cuando menos, (iii) que existía
alguna asociación contractual o de transferencia
de know how del fabricante de Nissan al fabricante
de Nisann.
En todos los casos problemáticos presentados,
ocurre que, tanto por actos de engaño, por actos
de explotación de la reputación ajena, como actos
de confusión, originados en los mensajes que las
empresas comunicaron al consumidor, se produjo
en A una inducción a error que tuvo como efecto
que generara una sobre valoración que le impidió
escoger aquel bien que le pudiera producir el mayor
excedente y, en consecuencia, el mayor bienestar.
Para agravar las condiciones problemáticas sobre
la elección del consumidor y su bienestar, bastaría
imaginar qué pasaría si hubiera existido un engaño
sobre el origen de fabricación de alguno de los
automóviles.
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
La evitación de estos problemas en el sistema
competitivo son encargados al sistema de
represión de la competencia desleal que conforma
el derecho ordenador del mercado, a través del
establecimiento de sanciones que disuadan a los
agentes del mercado y de la orden a los infractores
de medidas complementarias destinadas a que
cesen los actos de engaño, de explotación de la
reputación ajena o de confusión. Además, en la
dimensión de solucionar la afectación a un
consumidor individualmente considerado tendrá un
papel preponderante el sistema de protección al
consumidor.
5 . El sistema de represión de la competencia
desleal como medio para evitar y sancionar
la inducción a error al consumidor
El régimen actual de represión de la
competencia desleal mantiene un cuerpo normativo
que aparece como especial para actos de
competencia desleal realizados a través de la
publicidad, que es el Decreto Legislativo 691 Normas de la Publicidad en Defensa del
Consumidor- y un cuerpo normativo que aparece
como general para actos realizados a través de
otras vías, que es el Decreto Ley 26122 - Ley sobre
Represión de la Competencia Desleal.
En el cuadro presentado se aprecia el mandato
general que existe en el Decreto Legislativo 691 Normas de la Publicidad en Defensa del
Consumidor- para que la actividad publicitaria
respete la leal competencia, previendo
expresamente en su artículo 7 una remisión a las
normas de competencia desleal en lo que fuere
aplicable, de modo complementario y general,
conforme se desarrollará con más detalle en un
punto siguiente.
Por su parte, en el Decreto Ley 26122 -Ley
sobre Represión de la Competencia Desleal-, el
planteamiento de la cláusula general permite
considerar como infracción administrativa a toda
Prohibición de actos de
competencia desleal en
las normas vigentes
Decreto Legislativo
691 - Normas de la
Publicidad en
Defensa del
Consumidor
Artículo 7. Todo anuncio
debe respetar la libre y leal
competencia mercantil
(…).
Decreto Ley 26122 Ley sobre Represión
de la Competencia
Desleal
Artículo 6. Se considera
acto de competencia
desleal y, en consecuencia,
ilícito y prohibido, toda
conducta que resulte
contraria a la buena fe
comercial, al normal
desenvolvimiento
de
actividades económicas y,
en general, a las normas
de corrección que deben
regir en las actividades
económicas.
conducta que no se ajuste a la buena fe comercial.
Esta ley se refiere a una buena fe de índole objetivo
que emana de identificar lo esperable de un agente
del mercado honesto que: (i) desea que su oferta
sea elegida sobre otras; y, (ii) que concurre en
sistema competitivo. En este sentido, será desleal
todo acto concurrencial que tenga como efecto
actual o potencial, lograr o intentar lograr la
preferencia de un demandante de bienes o servicios
por medios distintos a un actuar eficiente que
genere valor a los demandantes de bienes y
servicios(5).
Así, será lícito y ajustado a la buena fe
comercial lograr o intentar lograr la preferencia de
un demandante de bienes o servicios por ofrecerle
bienes o servicios que conformen un conjunto de
“La doctrina alemana ha desarrollado fundamentalmente dos teorías para la concepción de la deslealtad. La primera de
ellas es la concreción con arreglo al principio de ‘competencia eficiente’ (Leistungswetthewerb). Para esta postura la
competencia se basa en la eficiencia de las prestaciones. La eliminación del competidor menos eficiente no constituye
un comportamiento desleal. La deslealtad o contrariedad con la buena fe se pone de manifiesto cuando la ventaja
obtenida por el competidor no se basa en su propia eficiencia sino en la obstaculización de otros competidores.
La otra teoría suele denominarse ‘concepción funcional de la competencia’. Esta teoría de marcado corte social,
propugna que la deslealtad y la contrariedad a la buena fe objetiva se producen cuando un acto contradice los fines
perseguidos por las normas de competencia desleal”.
Citas textuales tomadas de GARCÍA MENÉNDEZ, Sebastián Alfredo. Competencia Desleal. Actos de desorganización
del competidor. Buenos Aires: Lexis Nexis, 2004. pp. 63 y 64.
ius et veritas 31
(5)
Cuadro 5: Prohibiciones de actos de
competencia desleal el sistema de represión
de la competencia desleal
47
ius et veritas 31
Pierino Stucchi López Raygada
48
atributos que este pueda apreciar como más
valiosos para satisfacer una necesidad determinada.
No será leal, por el contrario, lograr o intentar
lograr la preferencia de un demandante como
consecuencia de inducirlo a error respecto de los
atributos que conforman la calidad de un bien o un
servicio, o sobre su precio. Tampoco será leal lograr
o intentar lograr dicha preferencia como
consecuencia de inducirlo a error respecto de su
origen empresarial; o, como consecuencia de
inducirlo a error respecto de la tenencia u
ostentación de una reputación que no corresponde
realmente a lo ofrecido.
En este punto, cabe señalar que la Sala de
Defensa de la Competencia del Tribunal del
Indecopi ha considerado que:
“Puede observarse que el artículo 6 de la Ley
sobre Represión de la Competencia Desleal
considera acto de competencia desleal y, por
tanto, reprimible y sancionable de conformidad con
lo dispuesto por el artículo 1 de la misma Ley, a
toda conducta que resulte contraria a la buena fe
comercial, al normal desenvolvimiento de
actividades económicas y a las normas de
corrección que deben regir en las actividades
económicas. La norma no excluye de ninguna
manera a la actividad publicitaria (…); por el
contrario, el texto expreso y el sentido de la norma
están dirigidos a incluir dicha conducta dentro de
su ámbito de aplicación.
(…)
En consecuencia, esta Sala considera que los
cuerpos legales de represión de la competencia desleal
y las normas de publicidad en defensa del consumidor
no son excluyentes ni incompatibles, sino que, por el
contrario, existe entre ellos una relación de género a
especie en virtud de la cual los vacíos legales que
pudieran presentarse o las necesidades de
complementariedad en la interpretación en las normas
de publicidad deben llenarse con las normas de
represión de la competencia desleal”(6).
Finalmente, en este punto, cabe señalar que
los actos de competencia desleal son ilícitos de
(6)
(7)
peligro y no de lesión, por lo que no será necesario
para la autoridad administrativa competente, la
Comisión de Represión de la Competencia Desleal
del Indecopi, deba acreditar la existencia de un
consumidor inducido efectivamente a error, pues
bastará solamente que ello sea posible para que
se configure el acto sancionable. En este sentido
el artículo 5 del Decreto Ley 26122 -Ley sobre
Represión de la Competencia Desleal- señala que
“para la calificación del acto de competencia desleal
no se requerirá acreditar un daño efectivo o un
comportamiento doloso, bastando el perjuicio
potencial e ilícito al competidor, a los consumidores
o al orden público”(7).
5.1. El engaño como acto de competencia desleal
Como veremos en el cuadro que se presenta a
continuación, tanto el Decreto Legislativo 691 Normas de la Publicidad en Defensa del
Consumidor- como el Decreto Ley 26122 -Ley sobre
Represión de la Competencia Desleal- proscriben
el engaño, guardando coincidencia material en la
exigencia a las empresas de no inducir a error al
consumidor respecto de los atributos que conforman
la calidad de determinado producto ni de su precio.
Como aprecia el lector, en ambos cuerpos
normativos se formula como un acto concurrencial
prohibido comunicar información que sea capaz
de generar en el destinatario una impresión que
se aparte de la realidad respecto de los productos
que se ponen a su disposición en el mercado.
Las referencias sobre: (i) características,
fabricación, aptitud para utilización, certificados o
distinciones, procedencia geográfica, entre otras
que pueden ser resumidas en condiciones de
calidad; (ii) precio; y, (iii) condiciones de venta y
distribución, entre otras que pueden ser resumidas
en condiciones contractuales; son aquellas que
han preocupado especialmente al legislador, sin
descartar naturalmente que se prohíban engaños
sobre otros extremos no enumerados.
Esta consideración legal guarda coincidencia
con lo considerado en puntos precedentes y por
Cita textual tomada de la Resolución 0547-2004/TDC-INDECOPI emitida en el procedimiento iniciado por denuncia de The
Coca-Cola Company contra Embotelladora Don Jorge S.A.C. y contra Panorama Internacional S.A., tramitado bajo
expediente 051-2002/CCD.
Este precepto legal es coincidente con lo considerado por la doctrina mayoritaria cuando señala que “para que exista
un acto de engaño no es necesario que el engaño se realice, sino (…) que la práctica sea ‘susceptible de inducir a
error’ ”. Cita textual tomada de VERGEZ, Mercedes. Competencia desleal por actos de engaño, obsequios, primas y
otros supuestos análogos. En: BERCOVITZ, Alberto (Coordinador). La regulación contra la competencia desleal en la
Ley de 10 de Enero de 1991. Madrid: Cámara de Comercio e Industria de Madrid, 1992. p. 95.
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
Cuadro 6: Prohibiciones de engaño en el sistema de represión de la competencia desleal
Señalamiento del engaño como un acto de competencia desleal en las normas
vigentes
Decreto Legislativo
691 - Normas de la
Publicidad en
Defensa del
Consumidor -
Artículo 4. Los anuncios no deben contener informaciones ni imágenes que directa
o indirectamente, o por omisión, ambigüedad, o exageración, puedan inducir a error
al consumidor, especialmente en cuanto a las características del producto, el precio
y las condiciones de venta.
Los anuncios de productos peligrosos deberán prevenir a los consumidores contra los
correspondientes riesgos.
Los anuncios que expresen precios deberán consignar el precio total del bien o servicio,
incluido el Impuesto General a las Ventas que corresponda. Cuando se anuncie precios
de ventas al crédito deberá incluirse, además el importe de la cuota inicial, el monto
total de los intereses y la tasa de interés efectiva anual, el monto y detalle de
cualquier cargo adicional, el número de cuotas o pagos a realizar y su periodicidad.
Decreto Ley 26122 Ley sobre Represión
de la Competencia
Desleal
Artículo 9. Actos de engaño: Se considera desleal la utilización o difusión de
indicaciones incorrectas o falsas, la omisión de las verdaderas y cualquier otro tipo
de práctica que por las circunstancias en que tenga lugar, sea susceptible de
inducir a error a las personas a las que se dirige o alcance respecto a la naturaleza,
modo de fabricación o distribución, características, aptitud para el uso, calidad y
cantidad, y en general, las ventajas realmente ofrecidas por los productos o
prestaciones.En especial, se considera desleal ostentar o afirmar la posesión de
premios, distinciones, medallas o certificados de cualquier naturaleza que no se
han obtenido o no tuvieran vigencia, particularmente en publicidad o en etiquetas,
envases, recipientes o envolturas.
Artículo 10. Actos prohibidos respecto a la procedencia geográfica: Se considera
desleal la realización de actos o la utilización de expresiones que puedan inducir a
error sobre la procedencia geográfica de un producto o de un servicio.En particular,
se reputa desleal el empleo de falsas indicaciones de procedencia y de falsas
denominaciones de origen, así como el empleo no autorizado de denominaciones
de origen, aun cuando se acompañen expresiones tales como tipo, modelo, sistema,
clase, variedad u otro similar.
(8)
Competencia del Tribunal del Indecopi, en segunda
instancia, sancionaron a un empresario al
acreditarse que había importado, desde China
como país de origen, gafas de sol que tenían la
inscripción Italy design en el brazo derecho. Para
tal efecto, en segunda instancia, la Sala consideró:
“(…) particularmente grave el empleo de falsas
indicaciones de procedencia, es decir, el uso de
una expresión -por ejemplo, Italy design- que
designe o evoque un país determinado -en este
caso, Italia - cuando aquella expresión fuera falsa
con respecto a su origen verdadero -en este caso,
China.
(…)
Citas textuales tomadas de BERCOVITZ RODRÍGUEZ - CANO, Alberto. Apuntes de Derecho Mercantil. 2da. edición.
Navarra: Aranzadi, 2001. p. 355.
ius et veritas 31
la doctrina mayoritaria que reconoce que: “existe
engaño siempre que las indicaciones que se
destinan a atraer a los clientes potenciales inducen
a error sobre las características de la prestación
que se ofrece” y que “los actos de engaño
perjudican a todos los que participan en el
mercado, tanto a competidores como a
consumidores, en la medida en que se provoca
una decisión de la clientela basada no en las
prestaciones que realmente se ofrecen, sino en
una presentación que induce a error (…)”(8).
Como ejemplo al caso, en aplicación de las
normas antes citadas, tanto la Comisión de
Represión de la Competencia Desleal, en primera
instancia, como la Sala de Defensa de la
49
Pierino Stucchi López Raygada
ius et veritas 31
Por lo expuesto, (…) corresponde confirmar
la referida resolución en los extremos apelados en
los que: (i) ordenó al señor Castro, como medida
complementaria, el cese definitivo e inmediato de
la importación y/o comercialización de los
productos investigados, utilizando expresiones que
puedan inducir a error sobre la procedencia
geográfica que realmente tienen; y, (ii) ordenó al
señor Castro, como medida complementaria, el
comiso definitivo de las mil ochocientas (1,800)
unidades de gafas (anteojos) de sol S/M
decomisadas de manera preventiva (…)”(9).
En este caso, el señor Castro tenía la
intención de introducir en el mercado gafas que
tenían inscritas una atribución que comunicaba al
consumidor una vinculación con Italia que podría
generar la creencia de que estas podían proceder
de allí. Esta circunstancia, de haber sido valorada
por el consumidor, podría generar que este
incrementara su precio de reserva respecto de este
producto y lo prefiriera por sobre otros de su
categoría o por sobre otros que tuvieran similar
precio y no contaran con dicho atributo.
Incluso, notará el lector que podría ser cierto
que el señor Castro importara desde China gafas
fabricadas en dicho país pero cuyo diseño
procediera de Italia. Sin embargo, igualmente sería
considerado por las normas vigentes una infracción.
El artículo 10 de la Ley sobre Represión de la
Competencia Desleal señala que “en particular, se
reputa desleal (…) el empleo no autorizado de
denominaciones de origen, aun cuando se
acompañen expresiones tales como tipo, modelo,
sistema, clase, variedad u otro similar”. Asume el
legislador que incluso dichas atribuciones relativas
podrían inducir a error al consumidor sobre el
verdadero origen empresarial de un producto y ello
podría llevarlo a atribuir valores no coincidentes con
la realidad(10).
Cabe poner como ejemplo uno de los casos
en los que la Sala de Defensa de la Competencia
50
(9)
consideró que una omisión de información relevante
era una inducción a error capaz de defraudar al
consumidor, a través de la publicidad. Ocurrió que
se difundió una campaña publicitaria en la que una
empresa dedicada a prestar servicios de
telecomunicaciones. En el anuncio de televisión
que conformaba dicha campaña se presentaba que
el minuto de larga distancia nacional costaba S/. 0.18
y que el minuto de larga distancia internacional
costaba S/. 0.50. Al final de dicho anuncio se
presentaba, en menos de un segundo, una pantalla
negra con letras blancas que el consumidor no
podía leer por lo fugaz de su exposición. Esta
pantalla decía:
“Los 3 primeros minutos se pagan a tarifa
normal de horario reducido. Promoción válida de
7:59 p.m. a 7:59 a.m. del 6 de setiembre al 20 de
setiembre de 2003. Solo para llamadas nacionales
desde y hacia Piura, La Libertad, Lambayeque,
Cajamarca, Ancash, Lima, Ica, Junín, Arequipa,
Cusco, Tacna, Loreto, Ucayali, Madre de Dios, y
Puno e internacionales hacia Sudamérica,
Norteamérica y Europa. A partir del 4to. minuto la
tarifa es de S/. 0.18 LDN y S/. 0.50 LDI. Las
llamadas LDNI hacia teléfonos móviles serán
tasadas a las tarifas vigentes en cada horario. Las
tarifas promocionales no aplican a descuentos por
volumen, tarjetas prepago, planes de larga
distancia ni telefonía pública. Se aplican
restricciones”.
Estas restricciones eran desconocidas para
el consumidor que conocía la oferta del servicio de
la empresa de telecomunicaciones a través del
anuncio de televisión y decidía utilizar el servicio
ofrecido.
Imaginemos qué podría haber ocurrido con el
excedente del consumidor si este lo hubiera
proyectado para realizar una llamada a Abancay
(destino no incluido en la promoción), guiado por
la información inicial del anuncio de televisión que
le informaba que el precio del minuto de larga
Cita textual tomada de la Resolución 0241-2004/TDC-INDECOPI, emitida en el procedimiento iniciado de oficio por la
Comisión de Represión de la Competencia Desleal contra el señor José Luis Castro Rodríguez, tramitado bajo expediente
089-2003/CCD.
(10) Ello es coincidente con lo señalado por la doctrina en cuanto reconoce que “se entiende por indicación de procedencia
la designación de un nombre geográfico en una marca o fuera de ella como lugar de fabricación, elaboración o
extracción del producto. Todos los fabricantes, productores, extractores y prestadores de servicios tienen derecho al
uso del nombre de la misma localidad como indicación de procedencia, por consiguiente nadie puede servirse del
nombre de un lugar geográfico para aplicarlo a productos o servicios procedentes de otro lugar distinto”. Cita textual
tomada de HOLGUÍN NÚÑEZ DEL PRADO, Oscar. Tratado sobre competencia desleal. Volumen III. Lima: Jurista
Editores, 2002. p. 125.
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
equivale a su no presentación, lo cual es susceptible
de inducir a error a los consumidores sobre las
características del servicio ofertado. En tal sentido,
la presentación fugaz de la información relacionada
con las restricciones de la promoción de Telmex
es equivalente a una falta de información esencial
para la toma de una decisión de consumo
adecuada por parte de los consumidores,
constituyendo una afectación del contenido
esencial del derecho a la información de los
consumidores que es susceptible de inducirlos a
error y, por tanto, significa una vulneración del
principio de veracidad publicitaria”(11).
En este mismo caso, la Sala de Defensa de
la Competencia estableció como precedente de
observancia obligatoria, entre otros principios
interpretativos, que:
“5. En el caso de campañas publicitarias, la
exigencia del respeto al contenido esencial del
derecho a la información de los consumidores
alcanza a cada uno de los medios en los que se
difunde la campaña. Los perfiles particulares de
cada medio de comunicación empleado en la
campaña no pueden ser utilizados como
justificación para dejar de brindar a los
consumidores, de manera clara, efectiva y
comprensible, todos aquellos elementos necesarios
para que este tome una decisión de consumo
adecuada en la adquisición de bienes o servicios.
6. En el Derecho de la Publicidad, la
existencia de una afectación al contenido esencial
del derecho a la información de los consumidores
determina una inducción a error al consumidor y,
por tanto, una vulneración del principio de veracidad.
7. La difusión de advertencias, restricciones
o limitaciones, cuando el medio utilizado sea la
televisión o la radio, deberá tener una exposición
al consumidor no menor del tiempo que demore
una lectura ininterrumpida de todo el texto o la
escucha de la lectura del mismo en el caso de la
radio”(12).
Ante estas consideraciones, hay quienes han
querido interpretar que el Indecopi exige a los
anunciantes que deben hacer permanecer
interminables segundos las restricciones de una
promoción. Sin embargo, dichas interpretaciones
no aprecian con claridad que: (i) cualquier
(11) Cita textual tomada de la Resolución 0901-2004/TDC-INDECOPI, emitida en el procedimiento iniciado por denuncia de
Robert Aguilar Rivas contra Telmex Perú S.A. y TGC Publicidad S.A.C, tramitado bajo expediente 107-2003/CCD.
(12) Cita textual tomada de la Resolución 0901-2004/TDC-INDECOPI, emitida en el procedimiento iniciado por denuncia de
Robert Aguilar Rivas contra Telmex Perú S.A. y TGC Publicidad S.A.C, tramitado bajo expediente 107-2003/CCD.
ius et veritas 31
distancia nacional era S/. 0.18. Probablemente, el
precio que pagaría luego de llamar a Abancay sería
mayor que su precio de reserva, con lo que no
solamente no habría obtenido beneficios sino que
su bienestar resultante sería negativo. Podría haber
ocurrido lo mismo con quien decidió comunicarse
por teléfono durante dos minutos a la ciudad de
Piura (pues los dos primeros minutos de cada
llamada no se calculaban a la tarifa anunciada) o
a la ciudad del Cairo o a Tel Aviv (destinos tampoco
incluidos en la promoción).
La distorsión en el cálculo del excedente del
consumidor en estos casos se debería a la carencia
de información relevante que le permitiera conocer
el verdadero precio de una llamada telefónica de
larga distancia realizada a través del servicio de la
empresa que difundió el anuncio. En suma, el
consumidor que percibe el anuncio de televisión
referido carece de información completa sobre la
cobertura de la promoción anunciada.
Ante el caso antes descrito, la Sala de
Defensa de la Competencia del Tribunal del
Indecopi, para sancionar a la empresa anunciante
y a la agencia de publicidad consideró:
“(…) el anuncio difundido en televisión
presentaba las restricciones de la promoción
únicamente por espacio de un (1) segundo al final
del mismo, a pesar que la lectura de las
restricciones no toma menos de treinta (30)
segundos. Considerando que la información sobre
los costos de las llamadas -precios de oferta en
llamadas de larga distancia- constituye el centro
de la campaña publicitaria de Telmex, es evidente
que la información relacionada con las restricciones
para acceder a la promoción -es decir, para acceder
a los precios de oferta- es parte integrante del
contenido esencial del derecho a la información
de los consumidores.
En efecto, significaría convalidar un acto
indebido aceptar que las restricciones relacionadas
con el costo de la promoción no deben ser
difundidas para el cabal conocimiento de los
consumidores.
La presentación fugaz (es decir, de manera
no clara, ni efectiva y tampoco comprensible por
los consumidores) de la información relacionada
con las restricciones para acceder a la promoción,
51
ius et veritas 31
Pierino Stucchi López Raygada
52
complejidad que pueda existir en una oferta es
únicamente imputable a la empresa que la
configura y decide promocionarla; (ii) no es eficiente
que el consumidor vea deteriorado su excedente
por no transmitirle información relevante en un
anuncio publicitario; y, (iii) siempre es posible
transmitir la información relevante a menores
costos, tal como apreciamos en televisión
actualmente, luego de establecido el precedente
citado, al notar que los anunciantes presentan la
información en banners, scrolls o estrellas de
información, entre otras opciones creativas.
En esta entrega, por limitantes de extensión,
no será posible analizar todas las modalidades de
engaño que las normas vigentes contemplan ni
aludir casos ocurridos en la realidad para cada
una, pese a lo cual con los dos casos antes
reseñados hemos pretendido notar como el engaño
sobre un atributo de calidad de un bien y sobre el
precio de un servicio afectan el excedente del
consumidor, castigando su magnitud y, en algunos
casos, colocándolo en un nivel negativo. A través
de estos ejemplos, hemos visto también como el
engaño se puede manifestar a través de
comunicaciones publicitarias y no publicitarias.
Finalmente, no queremos dejar de mencionar
que, incluso, la difusión de anuncios con “ganchos
publicitarios” puede perjudicar la valoración que el
consumidor realiza sobre su propio excedente.
Imaginemos por ejemplo que se anuncia un par de
zapatillas a US$ 10 y que, ante la calidad
anunciada, el consumidor establece un precio de
reserva de US$ 10.5 y acude al establecimiento
del anunciante para adquirirlas. Si al llegar
encuentra las zapatillas realmente a un precio de
US$ 11 y fue víctima de un “gancho publicitario”,
es posible aún que las compre pues a su precio
de reserva inicial añadirá el valor de no gastar en
transporte para acudir a otro establecimiento, lo
cual podría ascender a US$ 1 y elevar su precio
de reserva inicial a US$ 11.5, luego de haber sufrido
una contingencia que no deseaba. Por esta razón,
el sistema de represión de la competencia desleal
actúa en casos en los que incluso un consumidor
podría notar el engaño antes de la adquisición de
un bien o un servicio anunciado engañosamente.
5.2. La confusión y la explotación de la reputación
ajena como actos de competencia desleal
Como veremos en el cuadro que se presenta
a continuación, el Decreto Legislativo 691 -Normas
de la Publicidad en Defensa del Consumidor- no
contiene una determinación propia sobre la
prohibición genérica de los actos de confusión y
de explotación de la reputación ajena. De un lado,
los actos de confusión poseen solamente una
determinación de ilicitud específica si se produce
la imitación de los anuncios publicitarios de otro
concurrente de modo tal que, se puede configurar
una confusión sobre el origen empresarial de los
bienes y servicios anunciados. Sin embargo, sobre
otras modalidades de actos de confusión y sobre
actos de explotación de la reputación ajena, el
Decreto Legislativo 691 -Normas de la Publicidad
en Defensa del Consumidor- guarda silencio
absoluto.
¿Esta constatación nos lleva a considerar que
en publicidad no se puede sancionar un acto de
confusión o un acto de explotación de la reputación
ajena como un acto de competencia desleal? Por
supuesto que no. Las normas que regulan la
publicidad guardan una relación de especie género con las normas que reprimen la
competencia desleal, ello permite entenderlas no
como excluyentes, sino como complementarias
en su aplicación.
Lo anterior se sustenta no solamente en una
visión teórica, a nuestro juicio, adecuada, sino
además en la voluntad del legislador que, en cada
instrumento normativo colocó normas que
sustentan la relación especie género señalada.
Existe, como referimos antes, la cláusula general
que contiene el artículo 6 del Decreto Ley 26122 Ley sobre Represión de la Competencia Deslealque genera un efecto absorbente de los actos
desleales contrarios a la buena fe comercial no
enunciados expresamente, al señalar que se aplica
a toda conducta. Existe además en el Decreto
Legislativo 691 -Normas de la Publicidad en
Defensa del Consumidor- una norma en el artículo
7 que remite al cumplimiento de leal competencia
mercantil a todo acto publicitario, complementando
con un efecto remisivo propio el efecto absorbente
de la cláusula general.
En este sentido, un acto de confusión en
términos generales o de explotación de la
reputación ajena realizado a través de la difusión
de anuncios publicitarios, será sancionado
conforme al artículo 7 del Decreto Legislativo 691 Normas de la Publicidad en Defensa del
Consumidor- que señala que “todo anuncio debe
respetar la (…) leal competencia mercantil” y será
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
Cuadro 7: Prohibiciones de confusión y explotación de la reputación ajena en el sistema de
represión de la competencia desleal
Señalamiento de la confusión y la explotación de la reputación ajena
como actos de competencia desleal en las normas vigentes
Decreto Legislativo 691 Normas
de la Publicidad en Defensa del
Consumidor
Artículo 7. Todo anuncio debe respetar la libre y leal competencia
mercantil.(…)Los anuncios no deberán imitar el esquema general,
el texto, el eslogan, la presentación visual, la música o efectos sonoros
que otros mensajes publicitarios nacionales o extranjeros cuando la
imitación pueda dar lugar a error o confusión.
Decreto Ley 26122 Ley sobre
Represión de la Competencia
Desleal
Artículo 8. Actos de confusión: Se considera desleal toda conducta
destinada a crear confusión con la actividad, las prestaciones, los
productos o el establecimiento ajeno.El riesgo de confusión a que
se vean expuestos los consumidores respecto de la procedencia
empresarial de la actividad, producto, establecimiento o prestación
es suficiente para determinar la deslealtad de una práctica.
Artículo 14. Explotación de la reputación ajena: Se considera desleal
el aprovechamiento indebido, en beneficio propio o ajeno, de las
ventajas de la reputación industrial, comercial o profesional adquirida
por otro en el mercado. En particular, se reputa desleal el empleo o
imitación de signos distintivos ajenos, así como el empleo de
etiquetas, envases, recipientes u otros medios de identificación que
en el mercado se asocien a un tercero.
vinculación entre él y otro u otros competidores,
induciendo a confusión a los consumidores o a
otros agentes dentro de la cadena de
comercialización respecto de su producto u origen
empresarial, con la finalidad de aprovecharse del
prestigio o la reputación que han obtenido sus
competidores en el mercado, “la explotación de la
reputación ajena (…) podría servir de rótulo
genérico para todos los supuestos de confusión e
imitación, pues en todos ellos se da ese
aprovechamiento indebido de la reputación y
esfuerzo ajenos”(13).
Como ejemplo, referimos un caso resuelto por
la Comisión de Represión de la Competencia
Desleal en el que esta sancionó a una empresa
dedicada al expendio pollos a la brasa por imitar
la apariencia externa e interna del establecimiento
de Bembos (otro concurrente en el mercado,
dedicado al expendio de hamburguesas con papas
fritas). La Comisión consideró que la imitación
referida fue realizada de modo tal que el consumidor
(13) En este pasaje citado textualmente de la Resolución 013-2005/CCD-INDECOPI, emitida en el procedimiento iniciado por
denuncia de Nestlé Perú S.A. contra Industrias Oro Verde S.A.C., tramitado bajo expediente 095-2004/CCD, cita a su
vez como doctrina que sustenta la posición de la Comisión a: DE LA CUESTA RUTE, José María. Supuestos de
competencia desleal por confusión, imitación y aprovechamiento de la reputación ajena. en: la regulación contra la
competencia desleal en la Ley de 10 de enero de 1991. Madrid, 1992, p. 46.
ius et veritas 31
analizado bajo lo dispuesto en los artículos 8 y 14
del Decreto Ley 26122 -Ley sobre Represión de la
Competencia Desleal- que desarrollan en detalle
las características de los actos señalados.
Asimismo, cabe enfatizar que, en aplicación
de las normas que identifican los actos de
confusión y los actos de explotación de la
reputación ajena, la jurisprudencia ha considerado
tradicionalmente que, generalmente, cuando se
verifica la existencia de un acto de confusión sobre
el origen empresarial, existe un concurso ideal de
infracciones con un acto de explotación de la
reputación ajena. Incluso, la Comisión de
Represión de la Competencia Desleal ha
considerado, conforme se lo permite el texto
vigente del Decreto Ley 26122 -Ley sobre
Represión de la Competencia Desleal-, guardando
adecuación con un sector de la doctrina que:
“Siendo que en los casos de aprovechamiento
de la reputación ajena el infractor busca, mediante
la realización de diversos actos, establecer una
53
Pierino Stucchi López Raygada
ius et veritas 31
podría pensar frente al primer establecimiento,
cuando menos, que se encontraba ante un servicio
prestado bajo alguna asociación contractual o de
transferencia de knowhow en la preparación de los
alimentos o en el servicio de calidad reconocido a
Bembos. La Comisión consideró en este caso,
entre otros fundamentos, que:
“El segundo límite al denominado ‘derecho a
imitar ’ está constituido por el ‘deber de
diferenciación’ que se exige a los proveedores que
emplean formas que son comunes en el mercado.
Este límite se refiere a que si bien los concurrentes
en el mercado tienen derecho a imitar, tienen sin
embargo el deber jurídico de evitar, en observancia
de la buena fe comercial, que alguna imitación que
desarrollen genere: (i) confusión respecto del origen
empresarial de los productos o servicios que
colocan en el mercado o de los establecimientos
utilizados para tal fin; (…) y, (iii) un aprovechamiento
indebido de la reputación que corresponde a otro
concurrente en el mercado. Estas tres conductas
son consideradas contrarias a la buena fe
comercial que rige las actividades comerciales y
son ejemplificadas como tales, respectivamente,
en los artículos 8, (…) y 14 de la Ley sobre
Represión de la Competencia Desleal.
(…).
1. La disposición de los colores rojo, azul y
amarillo, aplicados en diferentes formas geométricas,
en la parte externa de los establecimientos de
Bembos, ha devenido por su uso en el mercado, por
sí mismo, en poderoso elemento que atribuye un
determinado origen empresarial a sus
establecimientos. Este elemento le permite a
Bembos identificarse ante los consumidores y
diferenciarse de sus competidores en el mercado.
54
2. La decoración interna de los locales de
Bembos responde a un patrón de diseño y
disposición de elementos tales como lámparas,
mesas, pisos y colores que individualmente no
permiten la atribución de origen empresarial, pero
que en conjunto y aunados a la disposición de los
colores rojo, azul y amarillo, en diferentes formas
geométricas, en la parte externa de los
establecimientos de Bembos, ha permitido reforzar
la atribución de un determinado origen empresarial,
conforme se ha referido en el numeral precedente.
3. La disposición de los colores rojo, azul y
amarillo, aplicados en diferentes formas
geométricas en la parte externa del establecimiento
de Renzos, aunada a su decoración interna que
sigue un patrón de diseño y disposición de
elementos tales como lámparas, mesas, pisos y
colores, conforme se encontraban al momento de
la denuncia, configuran una apariencia del
establecimiento de la denunciada que es similar a
la apariencia general que corresponde a los
establecimientos de Bembos y que es capaz de
comunicar a los consumidores cierto origen
empresarial vinculado a este, de algún modo
(…)”(14).
En este caso, a juicio de la Comisión, es
posible que el establecimiento de la empresa
considerada infractora haya podido proyectar una
imagen vinculada con la empresa que conduce los
establecimientos de Bembos y con la calidad del
servicio que se presta en estos. La Comisión
consideró que en el referido caso concurría con la
confusión una explotación indebida del caudal de
crédito que en el mercado correspondía a Bembos,
es decir de su reputación. En este sentido, no solo
impuso una sanción a la empresa denunciada sino
(14) Cita textual tomada de la Resolución 030-2005/CCD-INDECOPI, emitida en el procedimiento iniciado por denuncia de
Bembos S.A.C. contra Renzo´s Pollería Restaurant Snack S.R.L., tramitado bajo expediente 104-2004/CCD. Cabe
señalar que esta resolución citada, emitida por la Comisión de Represión de la Competencia Desleal, se encuentra en
proceso de apelación, pese a lo cual se alude por la importancia que posee al contener un precedente de observancia
obligatoria, que quedaría pendiente de confirmación por la segunda instancia administrativa del Indecopi, al respecto de
cómo se analiza un supuesto de confusión sobre el origen empresarial y en que casos se considera que existe un acto
de competencia desleal en la modalidad de confusión: (i) directa; (ii) indirecta; y, (iii) de riesgo asociativo. En este
precedente la Comisión señala: “a efectos de evaluar si se produce un acto de confusión respecto de elementos sobre
los que no recae derecho de propiedad intelectual alguno, la autoridad administrativa, para determinar si un concurrente
ha infringido el “deber de diferenciación” que le es exigible, debe evaluar fundamentalmente que los signos, presentación
y/o apariencia general de los bienes, servicios o establecimientos que corresponden al concurrente presuntamente
afectado por la imitación, cuando menos: (i) sean capaces individualmente o en conjunto de generar un efecto
identificador del origen empresarial y diferenciador de la oferta de este concurrente frente a los demás concurrentes
en el mercado; (ii) no sean una respuesta a necesidades propias de la actividad económica que este concurrente
realiza; (iii) no sean un estándar en el mercado; y, (iv) conformen una apariencia que pueda ser evitada por los demás
concurrentes sin incurrir en elevados costos de diferenciación”.
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
vehículos, cuando en realidad no existe ningún
vínculo”(15).
En este caso, también podemos constatar una
posible reducción del excedente de los
consumidores si es que estos valoran para los
servicios de sus vehículos de la marca Susuki,
que estos sean realizados por una empresa que
tiene alguna vinculación con el fabricante de los
vehículos de dicha marca. Como en este y todos
los casos de inducción a error, uno se llevará
siempre la idea de que los casos de confusión y
de explotación de la reputación ajena se producen
respecto de atributos que son, generalmente,
valorados significativamente por los consumidores.
6. Algunas conclusiones y comentarios sobre la
propuesta de reforma legislativa
Así, como hemos pretendido introducir al lector
en esta entrega, los actos de engaño, los actos
de confusión y los actos de explotación indebida
de la reputación ajena pueden ser realizados tanto
a través de actividad publicitaria como a través de
comunicación de información que de cualquier otra
índole, tal como puede ocurrir con las inscripciones
que se hallan en el bien mismo o en la indumentaria
de un establecimiento que es escenario de la
prestación de un servicio.
Estos tres tipos de actos, en cuanto significan
una distorsión de la información que tiene
disponible el consumidor sobre las ofertas de las
que dispone en el mercado, son capaces de
afectar su excedente y, en consecuencia, su
bienestar. Deberemos notar que cuando en el
sistema de represión de la competencia desleal
nos referimos a consumidor, no nos referimos
solamente al consumidor final, sino también al
consumidor intermedio que demanda y adquiere
bienes y servicios como parte de su cadena
productiva.
Al respecto habrá que notar que el excedente
de un consumidor intermedio cuando realiza una
adquisición en el mercado condiciona sus costos
y, en consecuencia, su precio de reserva de
oferente cuando se dispone a realizar una
transacción como vendedor de un bien o un servicio.
Por tanto, la eficiencia sistémica del proceso
(15) Cita textual tomada de la Resolución 1041-2005/TDC-INDECOPI, emitida en el procedimiento iniciado por denuncia de
Sociedad Unificada Automotriz del Perú S.A. contra estación de Servicios Forestales S.A., tramitado bajo expediente
074-2004/CCD.
ius et veritas 31
que también ordenó el cese del uso de la apariencia
del establecimiento denunciado.
En este caso, el consumidor también habría
podido establecer un precio de reserva superior
para decidir consumir los servicios de Renzos al
valorarlos más por vincularlos con la calidad y
prestigio de Bembos, estando dispuesto a pagar
un precio mayor en el mercado, al percibir un nivel
de excedente mayor en su consumo y, en
consecuencia, mayor bienestar. Así, el consumidor
podría haber realizado un acto de consumo que
no se adecuaba con sus expectativas y valoración,
circunstancia que reduciría su bienestar dado que
el fundamento de dicha valoración no tendría
sustento alguno en la realidad.
Otro caso conocido por la Comisión de
Represión de la Competencia Desleal y por la Sala
de Defensa de la Competencia del Tribunal del
Indecopi fue el caso iniciado por denuncia de una
factoría contra otra factoría que difundía en el
mercado piezas publicitarias tales como volantes
y ambientadores que presentaban las siguientes
afirmaciones “Suzuki Forestales S.A. Factory” y
“Suzuki Factory (...) Servicios Forestales S.A.”.
La Sala de Defensa de la Competencia,
confirmando el pronunciamiento de la primera
instancia señaló:
“De una apreciación superficial de las piezas
publicitarias sobre las cuales versa el
procedimiento, la Sala coincide con la Comisión
en que la inclusión destacada de la denominación
y logotipo de Suzuki, junto con la palabra “Factory”
y la denominación “Forestales S.A.”, transmiten a
quien pudiera apreciar ambas piezas publicitarias
que la empresa es un taller autorizado de esa
marca de vehículos o guarda alguna relación
comercial con el fabricante.
(…).
Distinto hubiera sido el caso si la marca y/o
logo de Suzuki hubieran sido empleados por sí
solos o junto con los logotipos de otras marcas de
vehículos, para hacer referencia a que el taller
conducido por la denunciada se especializa en la
reparación de vehículos de tales marcas, pero no
en forma destacada, tal como lo hace la
denunciada, dando a entender que existe alguna
relación entre “forestales” y el fabricante de los
55
ius et veritas 31
Pierino Stucchi López Raygada
56
competitivo también se ve afectada cuando se
induce a error a un consumidor intermedio.
Debemos notar, asimismo, que el sistema de
represión de la competencia desleal mantiene una
tensión positiva con las estrategias de marketing
que aplican las empresas en el mercado. Dichas
estrategias tienen por objetivo lograr que una
empresa pueda realizar la cantidad de
transacciones necesarias para lograr rentabilidad
y las utilidades que sus accionistas requieren para
no destinar el capital colocado en la empresa a
otras actividades. En la consecución de este
objetivo, la empresa aplica estrategias que tengan
por efecto transmitir al consumidor, a través de
diferentes medios incluidos los publicitarios, la idea
de que sus bienes o servicios son aquellos que le
presentan mayor valor que otros por el precio al
que se encuentran en el mercado. En dicho afán
la libertad es un principio y la creatividad una
herramienta que, como vimos, son limitadas por
la posibilidad de inducir a error al consumidor.
De hecho, la inducción a error puede producirse
a través de medios directos o indirectos, mensajes
explícitos o implícitos, afirmaciones categóricas,
sugerencias, ambigüedades o exageraciones. Lo
importante es identificar qué es lo que el
consumidor podría interpretar de cada mensaje,
de modo razonable, para determinar si es posible
que se le induzca a error. Según nuestro sistema
de represión de la competencia desleal, bastará
la posibilidad para que se configure la infracción
sancionable, no será necesario acreditar la
existencia de consumidor alguno efectivamente
inducido a error.
Al respecto de los temas tratados en esta
entrega, el Indecopi presentó hace algunos meses
a debate abierto el Proyecto de la nueva Ley de
Represión de la Competencia Desleal, cuyo
objetivo principal es la unificación de los cuerpos
normativos de normas de la publicidad en defensa
del consumidor y de represión de la competencia
desleal, además de mejorar algunos aspectos de
las normas vigentes según la experiencia obtenida
en los últimos diez años de su aplicación.
Esta propuesta de unificación parte de la
consideración de que por sí misma la publicidad
no es un acto especial en cuanto al fondo de su
naturaleza, siendo que por el contrario es un
vehículo de comunicación que puede ser utilizado,
entre otros, para cometer actos de competencia
desleal que tengan como esencia inducir a error al
consumidor sobre determinada información relativa
a las ofertas que tiene a su disposición en el
mercado.
El proyecto de Ley contiene las siguientes
normas que vale la pena anotar respecto del tema
que nos ocupa:
Como se aprecia en el proyecto, uno de los
puntos principales de su dogmática es eliminar en
el texto de la Ley de Represión de la Competencia
Desleal que se propone, cualquier rendija normativa
que permita una interpretación tal que considere a
los actos de confusión y a los actos de explotación
de la reputación ajena como actos concurrentes
necesariamente. En este sentido, la consideración
textual de que “en particular, se reputa desleal el
empleo o imitación de signos distintivos ajenos,
así como el empleo de etiquetas, envases,
recipientes u otros medios de identificación que
en el mercado se asocien a un tercero” pasaría de
ser el segundo párrafo del artículo vigente referido
a los actos de explotación de la reputación ajena
a ser el segundo párrafo del articulo referido a los
actos de confusión de la nueva ley que se propone.
Coincidimos con la pertinencia de esta
propuesta, pues esta permite una autonomía en la
descripción de las modalidades de actos de
competencia desleal que pueden inducir a error al
consumidor sobre atributos del bien o del servicio
que se le ofrece en el mercado. Esta autonomía
ha sido puesta de manifiesto ya bajo el marco
vigente actual, en actos de competencia desleal a
través de la difusión de la publicidad, tal como
ocurre en la realización de publicidad comparativa
que se lleva a cabo sobre elementos subjetivos y
que se encuentra prohibida bajo nuestro
ordenamiento jurídico(16).
Finalmente, sobre los puntos tratados en esta
entrega, la propuesta legislativa de nueva Ley de
Represión de la Competencia Desleal trae
diferentes perfeccionamientos en la materia
sustantiva y procesal que invitamos a revisar y que
permitirán al Indecopi supervisar con mayor
eficiencia que los concurrentes coloquen
(16) Al respecto ver la Resolución 0547-2004/TDC-INDECOPI emitida en el procedimiento iniciado por denuncia de The CocaCola Company contra Embotelladora Don Jorge S.A.C. y contra Panorama Internacional S.A., tramitado bajo expediente
051-2002/CCD.
El engaño, la confusión y la explotación de la reputación ajena
Cuadro 8: Prohibiciones de actos de competencia desleal capaces de inducir a error en el Proyecto de
nueva Ley de Represión de la Competencia
Señalamiento de la confusión como un acto de competencia desleal en las
normas vigentes
Artículo 2. Ámbito de aplicación objetivo.
La Ley es de aplicación a las conductas que se realicen en el mercado y con
fines concurrenciales, incluyendo aquellas conductas realizadas en la
actividad publicitaria.
(…)
Artículo 6. Cláusula general prohibitoria.
Están prohibidos y serán sancionados los actos de competencia desleal,
cualquiera sea la forma que adopten y cualquiera sea la actividad económica
en la que se manifiesten.
Es acto de competencia desleal todo comportamiento que resulte
objetivamente contrario a las exigencias de la buena fe.
Actos de engaño
Artículo 8. Actos de engaño.
Se considera desleal toda conducta que tenga por objeto o como efecto, real
o potencial, inducir a error al público, inclusive por omisión, sobre la
naturaleza, modo de fabricación o distribución, características, aptitud para
el uso, calidad y cantidad, precio, condiciones de venta, procedencia
geográfica y en general, las ventajas realmente ofrecidas por los productos
o prestaciones.
Los actos de engaño podrán consistir, enunciativamente en:
Afirmar la posesión de premios, distinciones, medallas, respaldos
institucionales o certificados de cualquier naturaleza que no se han obtenido
o no tuvieran vigencia.
Emplear falsas indicaciones de procedencia o falsas denominaciones de
origen, aun cuando se acompañen expresiones tales como tipo, modelo,
sistema, clase, variedad u otro similar.
No advertir a los consumidores contra los correspondientes riesgos en la
publicidad de productos peligrosos.
No consignar el precio total del producto, incluido el Impuesto General a las
Ventas, en aquella publicidad que exprese precios.
No consignar el importe de la cuota inicial, el monto total de los intereses y
la tasa de interés efectiva anual, el monto y detalle de cualquier cargo
adicional, el número de cuotas o pagos a realizar y su periodicidad, en
aquella publicidad que exprese precios de ventas al crédito.
Difundir publicidad testimonial sin la autorización expresa y escrita del testigo.
Difundir, bajo la apariencia de publicidad testimonial, anuncios no
sustentados en experiencias auténticas y recientes del presunto testigo.
Difundir publicidad bajo la apariencia de noticias, opiniones periodísticas o
material recreativo, sin advertir de manera clara su naturaleza publicitaria,
es decir, sin consignar expresamente que se trata de un publirreportaje o
anuncio contratado.
Actos de confusión
Artículo 7. Actos de confusión.
Se considera desleal toda conducta que tenga por objeto o como efecto, real
o potencial, crear confusión con la actividad, las prestaciones, los productos
o el establecimiento ajeno.
En particular, se reputa desleal el empleo o imitación de signos distintivos
ajenos, así como el empleo de etiquetas, envases, recipientes u otros
medios de identificación que en el mercado se asocien a un tercero.
Actos de explotación de
la reputación ajena
Artículo 12. Explotación de la reputación ajena.
Se considera desleal el aprovechamiento indebido, en beneficio propio o
ajeno, de las ventajas de la reputación industrial, comercial o profesional
adquirida por otro en el mercado.
ius et veritas 31
Prohibición general
57
Pierino Stucchi López Raygada
información en el mercado que no sea capaz de
inducir a error a los consumidores. Ello, no
solamente para contribuir con evitar que el
excedente del consumidor se vea perjudicado y
que los concurrentes honestos se vean
desplazados por otro que indujo a error al
Compromiso | Commitment
Confianza | Trust
Creatividad | Creativity
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La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
La doctrina de las facilidades
esenciales y su recepción en el
Perú
Baldo Kresalja Rosselló(*)
Eduardo Quintana Sánchez(**)
1. Introducción
(*) Profesor principal de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
(**) Profesor de la Maestría de Derecho de la Empresa de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
(1) La Comisión definió que el puerto británico más cercano era el de Liverpool, pero que el viaje entre Dublín y Liverpool
duraba aproximadamente el doble del viaje entre Dublín y Holyhead, por lo que consideró que esta diferencia de tiempos
hacía que el puerto de Liverpool no fuera sustituto para el transporte de pasajeros y vehículos.
(2) IV/34.689 - Sea Containers Ltd v. Stena Sealink Line - Interim Measures. 1994. O.J. L 15/08.
ius et veritas 31
En 1993 la empresa Sea Container, dedicada
a la venta y arrendamiento de contenedores para
transporte marítimo así como al transporte marítimo
de pasajeros, vehículos y mercancías, presentó
ante la Comisión Europea una denuncia por abuso
de posición de dominio contra Stena Sealink,
propietaria del puerto de Holyhead ubicado en
Gales. La conducta denunciada fue la aplicación
de condiciones no razonables para el acceso a
determinadas infraestructuras del referido puerto,
cuyo uso requería la denunciante para brindar el
servicio de trasbordador rápido de pasajeros y
vehículos ferry hacia el puerto de Dun Laoghaire
en Irlanda. Dentro del procedimiento, Sea
Container solicitó a la Comisión que dicte una
medida cautelar ordenando, entre otras cosas, que
Stena Sealink le permitiese utilizar las
instalaciones requeridas en los términos
planteados por aquella.
La Comisión Europea determinó que el puerto
de Holyhead era el único puerto británico que
permitía un adecuado acceso a los puertos de
Dublín y Dun Laoghaire, en la ruta central entre
Gran Bretaña e Irlanda, por lo cual no tenía
sustitutos para brindar el servicio de trasbordador
rápido que pretendía ofrecer Sea Container(1). Por
ello, concluyó que las infraestructuras del puerto
de Holyhead a las que requería acceder la
denunciante constituían instalaciones básicas o
esenciales, cuya propiedad otorgaba posición de
dominio a Stena Sealink. Asimismo, verificó que
una empresa del mismo grupo económico de Stena
Sealink había logrado acceder a instalaciones del
puerto de Holyhead que le permitieron iniciar
operaciones del servicio de trasbordador rápido
hacia Dublín antes que Sea Containers.
Adicionalmente, se consideró que hasta comienzos
de octubre de 1993 la denunciada había impuesto
obstáculos para llegar a un acuerdo satisfactorio
con la denunciante, impidiéndole así el inicio de
operaciones; en particular, al ofrecerle horarios
inadecuados que impedían que sus servicios de
transporte pudieran ser vistos como atractivos.
Como consecuencia, la Comisión Europea
concluyó que existían indicios razonables de abuso
de posición de dominio, pero denegó la medida
cautelar porque al momento de resolver sobre este
pedido Stena Sealink ya había ofrecido condiciones
de acceso aceptadas por Sea Container, lo que le
permitiría iniciar operaciones(2).
Los hechos posteriores indicarían que la
apreciación de la Comisión Europea en cuanto a
la falta de alternativas para el puerto de Holyhead
y sobre su calidad de instalación esencial para
brindar el servicio de trasbordador rápido hacia
Irlanda, había sido inadecuada. En efecto, Sea
Container decidió finalmente no operar desde el
puerto de Holyhead sino desde el puerto de
59
ius et veritas 31
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
Liverpool, que pese a encontrarse a mayor distancia
ofrecía a los pasajeros del servicio de trasbordador
rápido mejores oportunidades en términos de
conexiones con la red de transporte terrestre(3).
El ejemplo anterior da cuenta de la denominada
doctrina de las facilidades esenciales (en adelante
DFE). Esta figura se presenta cuando una empresa
no puede proveerse de un recurso que solo tiene un
tercero -usualmente competidor suyo- por lo que se
requiere que este comparta su utilización con la
primera para que pueda operar en el mercado. La
calificación de una infraestructura o recurso como
esencial no es tarea fácil, sino por el contrario, una
labor llena de complejidades derivadas de la necesidad
de comprobar el carácter insustituible e indispensable
que deben tener tales bienes. Además, dicha tarea
tampoco se encuentra libre de errores, como muestra
el caso previamente comentado.
En tal sentido, la aplicación de la DFE puede
permitir el ingreso de competidores adicionales al
mercado, a través de órdenes de acceso al recurso
en cuestión, incrementando así la competencia y
posiblemente mejorando las condiciones de la oferta
en el corto plazo. Sin embargo, un uso indiscriminado
de la misma no solo puede llevar a errores de
calificación, sino que también puede ocasionar que
los propietarios de dichas infraestructuras o recursos
opten por no volver a invertir en ese tipo de bienes en
el futuro al saber que luego se les obligará a
compartirlos con sus competidores.
Es mucho lo que se ha escrito respecto de la
DFE en otras latitudes, existiendo opiniones
encontradas y una considerable jurisprudencia en
sentidos diversos y a veces opuestos. Si bien
inicialmente se mantuvo restringida para grandes
o costosas infraestructuras y redes, propias de
las industrias de servicios públicos, rápidamente
se ha ido extendiendo a nuevos activos o bienes,
incluyendo servicios. Pese a lo anterior, aún no
existe consenso sobre su validez o necesidad,
dado que las normas de defensa de la competencia
ya contemplan una prohibición general de
negativas injustificadas de trato que ha sido
utilizada para investigar y sancionar los supuestos
comprendidos por la DFE.
En el Perú la DFE no ha tenido hasta el
momento el desarrollo que ha alcanzado en otros
países, ni en términos de producción académica
(3)
60
ni jurisprudencial. Las decisiones administrativas
que tratan o recogen la DFE son muy pocas y
están referidas casi en su totalidad a
infraestructuras, en particular a redes de postes
para colocar cables de servicios de
telecomunicaciones. No obstante, la DFE ya ha
comenzado a extenderse y se ha utilizado en un
caso en que se calificó como facilidad esencial un
servicio bancario. Sin embargo, la reducida
experiencia en esta materia no ha impedido que
se incluya la DFE en el proyecto de ley de defensa
de la competencia que se encuentra actualmente
en debate, como una novedad dentro de los
supuestos de abuso de posición de dominio
tipificados.
Si bien no puede realizarse aún una evaluación
concluyente sobre sus virtudes o defectos, es
necesario un estudio de la DFE que ofrezca luces
en la difícil tarea de interpretación de esta figura,
que permitan mantenerla dentro de linderos que
garanticen un uso razonable y otorguen certeza
jurídica a los agentes económicos. Este es el
objetivo del presente artículo.
Para ello, se describe primero el marco legal y
el contexto en el que nació la DFE. Luego se
revisa, a través de los casos más importantes en
la materia, cómo se desarrolló la DFE dentro de
las dos corrientes actualmente más importantes
en materia de Derecho de la Competencia, es decir,
en la Comunidad Europea y en Estados Unidos.
Asimismo, se describen los principales
argumentos esgrimidos a favor y en contra en el
ámbito académico. Acto seguido y en función a lo
anterior, se identifican los componentes básicos
de la DFE, así como otros aspectos importantes
para su estudio. Finalmente, se hace un examen
crítico de la DFE en el Perú, incluyendo su
dimensión legal y jurisprudencial, así como algunos
comentarios finales sobre los aciertos y debilidades
que ha presentado su aplicación.
2. Ámbito en que nace la DFE
2.1. Marco constitucional y legal
2.1.1. Bienes privados y públicos
La propiedad privada está garantizada por
la Constitución Política frente al Estado y si llega
Este comentario sobre los hechos posteriores al caso en referencia se encuentra en: CAPOBIANCO, Antonio. The
essential facility doctrine: similarities and differences between the american and the european approach. En: European
Law Review. Volumen XXVI. Número 6. Diciembre 2001. pp. 557 y 558.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
a ser expropiada su titular debe recibir una
compensación adecuada (artículo 70 de la
Constitución). Se presume que la mayoría de los
bienes de propiedad del Estado sirven a alguna
finalidad de interés general. Pero ello no significa
que los bienes de los particulares sean ajenos a
la satisfacción de intereses públicos, pues, con
frecuencia la ley señala que tienen una función
social, lo que impone a sus titulares determinadas
obligaciones, bajo amenaza de sanción. Así, la
legislación puede establecer obligaciones de
producción, limitaciones a la transmisibilidad,
determinados usos urbanísticos, etcétera. En
estos casos, dice bien Ramón Parada “los bienes
de los particulares sirven, sin perjuicio de la utilidad
privada que a sus propietarios reportan, a un fin de
interés público de forma directa (de cultura,
ecológico, de producción, etcétera)”(4).
Por cierto que estas vinculaciones de la
propiedad privada a los fines públicos deben estar
determinadas en la ley, lo que es una garantía adicional a la constitucional ya citada- frente a la
progresión del dominio público sobre la propiedad
privada. Pues si esa progresión avanza en demasía
vaciaría poco a poco de su contenido económico
a la propiedad privada convirtiéndola -dice Paradaen “un animal disecado que tiene la apariencia de
los vivos, pero al que se le ha privado de todas sus
vísceras y facultades”(5).
La DFE es de aplicación a los bienes que
caen en el dominio privado, sea su titularidad de
particulares o de empresas estatales; es decir,
sobre bienes que están en el comercio o, si se
quiere, en el mercado, que son valorizables y cuyo
uso tiene efectos económicos.
2.1.2. Libertad de contratar
El derecho a contratar libremente y con fines
lícitos, mientras no se contravengan leyes de orden
público, se encuentra específicamente reconocido
por el artículo 2.14 de la Constitución Política.
(8)
PARADA, Ramón. Derecho administrativo. Tomo III. 15ta. edición. Madrid: Marcial Pons, 2002. p. 12.
Ibid.; p. 13.
BULLARD, Alfredo. Derecho y Economía. Lima: Palestra Editores, 2003. pp. 191 y siguientes.
Al respecto, Bullard señala que: “(...) el diseño de nuestro sistema contractual va dirigido a permitir a las personas
alcanzar sus objetivos privados. El derecho de los contratos le da efecto a nuestras acciones. El hacer que las
promesas sean jurídicamente exigibles ayuda a las personas a alcanzar sus objetivos privados permitiéndoles confiar
entre ellos y, por tanto, permitiéndoles coordinar sus actos”. Ibid.; p. 194.
Sobre la libertad de contratar y sus manifestaciones puede consultarse: DE LA PUENTE, Manuel. La libertad de
contratar. En: Thémis. Número 33. Lima, 1996. p. 8; y, DE LA PUENTE, Manuel. El contrato en general, comentarios a
la sección primera del libro VII del Código Civil. Tomo I. Lima: Palestra Editores, 2001. p. 197.
ius et veritas 31
(4)
(5)
(6)
(7)
Asimismo, el artículo 62 de la Constitución
garantiza que las partes puedan pactar válidamente
según las normas vigentes al tiempo del contrato.
Este derecho constituye un elemento esencial para
la existencia de un régimen democrático y de una
economía de mercado.
Para que sea posible el funcionamiento de
una economía de mercado -más allá de sus
imperfecciones o fallas- los ciudadanos deben tener
propiedad, es decir, bienes de cuyo uso puedan
disfrutar y excluir a los demás. Pero
adicionalmente a ello, debe poder movilizarse estos
bienes, transmitirlos a otros a título oneroso o
gratuito, dirigirlos hacia donde se les considere
más valiosos. Y es aquí donde aparece con claridad
cuál es la función de los contratos: hacer posible
y seguro el intercambio de bienes y servicios(6). El
Derecho de los contratos persigue determinar qué
acuerdos son de cumplimiento obligatorio, reducir
costos mediante la creación de un conjunto de
reglas estándares, en parte contenidas en los
Códigos,
determinar
sanciones
por
incumplimientos, etcétera(7).
Así, la libertad de contratar -entendida como
la capacidad de todo agente económico de
contratar con otro según sus necesidades e
intereses- es un principio básico de los sistemas
legales que sustentan una economía de mercado.
La libertad de contratar facilita el funcionamiento
del mercado, ya que se asume que permite que
los bienes se trasladen hacia sus usos más valiosos
(a través de múltiples transacciones
contractuales). Una de las manifestaciones de esta
libertad es que los ciudadanos o empresas cuentan
con el derecho de negarse a contratar sin
expresión de causa(8).
Es precisamente la posibilidad de que una
parte se niegue a contratar con otra la que da lugar
al problema de la DFE, pues al negarse a contratar
una empresa puede impedir que otra ingrese o
permanezca en el mercado y compita. Se considera
61
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
que la contratación fallida habría permitido que haya
un competidor adicional operando en el mercado,
ofreciendo sus bienes y, en último término,
beneficiando a los consumidores. En dicho
contexto, y para comprender a cabalidad la DFE,
debe recordarse que en una economía de mercado
no solo existe el derecho sino también la obligación
de competir.
ius et veritas 31
2.1.3. Obligación de competir
62
Una vez reconocidos constitucionalmente
los derechos de propiedad y a contratar, resulta
lógico que el ciudadano pueda trabajar libremente
(artículo 2.15 de la Constitución) y participar, en
forma individual o asociada, en la vida económica
del país (artículo 2.17 de la Constitución). Así, el
ciudadano tiene iniciativa reconocida en un régimen
de economía social de mercado, en el cual si bien
es cierto que el Estado orienta al desarrollo del
país (artículo 58 de la Constitución), el sostén del
sistema se encuentra en la actividad privada. De
ello se deriva que el Estado solo pueda realizar
actividad empresarial autorizado por ley expresa,
con carácter subsidiario y por razón de alto interés
público o de manifiesta conveniencia nacional
(artículo 60 de la Constitución).
El modelo económico “constitucionalizado”,
cuya base es la libertad de empresa(9), ha optado
por un sistema en el que la competencia tenga, a
pesar de sus limitaciones e imperfecciones, plena
vigencia. Pero la participación de los agentes
económicos en el mercado, fundamentalmente
privada, no puede realizarse de cualquier forma;
debe hacerse con libertad, es cierto, pero en
competencia con otros. La Constitución asume que
los consumidores y usuarios estarían mejor
servidos si las empresas luchan entre sí (en
calidad, precio, distribución y publicidad) para ganar
el favor de sus clientes. Por eso dice el artículo 61
de la Constitución Política que “el Estado facilita y
vigila la libre competencia”, y que combate toda
práctica que la limite así como el abuso de
posiciones dominantes, que es una situación
(9)
especialmente importante para el propósito de este
artículo.
De esta forma, el sistema legal reconoce el
derecho de los agentes económicos de actuar en
el mercado, luchar entre ellos por la clientela y,
eventualmente, ocasionar un daño concurrencial
a los competidores. Pero si bien los individuos y
las empresas tienen reconocido el derecho a
intervenir en la batalla económica, no pueden
ponerse de acuerdo con otros para no competir ni
podrán tratar de impedir que otros lo hagan. Es
decir, el marco legal también les impone
obligaciones que suponen un deber de conducta
adecuado para que la competencia económica, en
sí imperfecta, no quede abandonada a una actitud
de laissez faire que probablemente desembocaría
en una situación de monopolio u oligopolio. De ello
se deduce que los individuos y empresas no solo
tienen el derecho a competir sino que están
obligados a hacerlo(10).
En tal sentido, esta dualidad genera dos
tipos de manifestaciones empresariales en el
mercado, “las primeras son la esencia misma del
sistema competitivo, el triunfo en el mercado de
quien ofrece las mejores prestaciones, mientras
que las segundas son la auténtica perversión del
sistema y constituye el objeto del Derecho
antitrust”(11).
La obligación de competir se desarrolla en
una adecuada regulación que permita evitar que
las empresas realicen acuerdos destinados a
limitar la competencia, controlar los intentos de
las empresas dominantes para abusar de su
posición, controlar los procesos de concentración
que reduzcan la competencia, entre otros. Este
sistema normativo protector de la competencia
encuentra expresión en el Perú a través del Decreto
Legislativo 701, Ley de Defensa de la Libre
Competencia, y del Decreto Ley 26122, Ley de
Represión de la Competencia Desleal. El Instituto
Nacional de Defensa de la Competencia y de la
Protección de la Propiedad Intelectual - Indecopi,
es la instancia administrativa más importante
KRESALJA, Baldo. La libertad de empresa: fundamento del sistema económico constitucionalizado. En: Libro
homenaje a Jorge Avendaño. Tomo I. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004.
(10) En la economía de mercado todos los procesos económicos se orientan hacia el consumo, y es el comportamiento de
este el que transmite a los agentes y productores información esencial expresada en los precios. La libre competencia
-derecho y obligación- es el motor de ese sistema, la lucha en el mercado para obtener el mayor beneficio posible. Y
esta libertad constituye también la principal amenaza del sistema, pues los participantes en ocasiones buscan obtener
beneficios en una forma tal que debilitan o impiden que el sistema funcione.
(11) FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, Fernando. Precios predatorios y derecho antitrust. Madrid: Marcial Pons,1997. p. 24.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
encargada de solucionar los conflictos que puedan
presentarse y tiene como objetivo defender la
vigencia
del
régimen
económico
“constitucionalizado”(12).
Finalmente, cabe recordar que, junto con
los impuestos y los gastos presupuestales del
gobierno de turno, la competencia es un asunto
con una alta carga política. Y que los intentos para
introducir o quitar restricciones y trabas a la
competencia ponen a prueba el funcionamiento del
sistema político, porque buscar modificar una
situación de monopolio o de falta de competencia,
da y quita dinero, da y quita poder. Y es en este
terreno donde el papel de los grupos de presión,
de los burócratas y los políticos es de gran
importancia, “porque aunque se intente disfrazar
de una discusión sobre el interés general, lo que
siempre existe es una lucha, que se decide
políticamente, entre intereses particulares y los
intereses generales”(13). Pero la competencia no
es un fin en sí mismo, sino un medio para que
funcionen mejor los mercados, para satisfacer
mejor a los consumidores y usuarios, para hacer
que la vida sea más llevadera.
2.1.4. Prohibición de negativas injustificadas a
contratar
El Decreto Legislativo 701 prohíbe las
negativas injustificadas de trato por empresas con
gran poder de mercado(14). En otras palabras, las
empresas más importantes del mercado, o con
posición de dominio como las denomina dicha
norma, solo pueden negarse a contratar con un
tercero si tienen una razón válida para hacerlo.
Considerando la lógica existente detrás del
principio de libertad de contratar, la prohibición de
negativas injustificadas de trato parecería una
intromisión innecesaria dentro de las negociaciones
(...) lo importante es la
complementariedad entre la
regulación ex ante y la norma de
libre competencia, de modo que la
calificación de ciertos bienes como
facilidades esenciales venga dada
directamente por la primera o a
través de la aplicación de la
segunda, dependiendo de cuál sea
la vía más efectiva.
privadas y el funcionamiento del sistema
contractual. En particular, debido a que tal
prohibición limita la libre iniciativa privada de
aquellas empresas que son o podrían llegar a ser
las más importantes del mercado, precisamente
por eficiencias derivadas de la elección correcta
de clientes o proveedores con quienes contratar.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que
las empresas con posición de dominio pueden
ejercer su libertad de contratar con fines
anticompetitivos, generando ineficiencias en el
mercado y efectos negativos para el
consumidor(15). En efecto, las empresas con gran
poder de mercado pueden utilizar las negativas de
trato ya sea para excluir a los competidores
existentes elevando sus costos o impedir la entrada
de competidores potenciales (foreclosure theory),
como para tratar de extender su posición de
dominio a actividades relacionadas verticalmente
(leverage theory). En tales casos los beneficios
que podrían derivarse de la libertad de contratar
son superados por los perjuicios resultantes de
ius et veritas 31
(12) Cabe agregar que si bien el Indecopi es la autoridad de defensa de la competencia en todos los sectores económicos,
el marco legal vigente en el Perú reconoce un caso especial en que otorga dichas facultades al Organismo Supervisor
de la Inversión Privada en Telecomunicaciones - OSIPTEL, que es la entidad administrativa encargada de aplicar las dos
normas citadas en el ámbito de los servicios públicos de telecomunicaciones.
(13) FERNÁNDEZ, O. M. La competencia. Madrid: Alianza, 2000. p. 18.
(14) Se entiende que las demás empresas, es decir las que no ostentan posición de dominio en el mercado, se encuentran
en libertad de negarse a contratar sin expresión de causa, debido a que carecen de poder de mercado suficiente como
para que su negativa pueda afectar la asignación eficiente de recursos.
(15) El monopolio tiende a elevar los precios y a restringir la oferta con la finalidad de maximizar sus ingresos, lo cual sucede
a costa del bienestar del consumidor, que debe pagar precios mayores a los que arrojaría un mercado en condiciones
de competencia. Existen diversos tipos de comportamientos monopólicos que, en determinadas circunstancias, pueden
ocasionar fallas en el funcionamiento del sistema de mercado, entre los que se encuentra la negativa injustificada de
trato.
63
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
las negativas de trato por parte de dichas
empresas. Esta es la racionalidad que explica la
prohibición de negativas injustificadas de trato.
Cabe agregar que las negativas de trato
también pueden ser concertadas, supuesto en el
que varios competidores se ponen de acuerdo para
negarse a contratar con una empresa en particular
o con un grupo de agentes económicos que no
cumple determinadas condiciones. Este tipo de
negativas puede tener racionalidad y efectos
válidos, por ejemplo, cuando los productores se
ponen de acuerdo para negarse a suministrar el
bien que producen a aquellos distribuidores que
no ofrecen una garantía post-venta. No obstante,
esta práctica también puede tener efectos
restrictivos de la competencia, como sucede
cuando está dirigida a impedir el acceso de
competidores al mercado. La literatura jurídica y
económica sobre libre competencia denomina
usualmente este supuesto como boicot. Si bien la
DFE podría aplicarse a casos de boicots, por
ejemplo, si un grupo de competidores controla un
recurso esencial y decide negar el acceso de sus
rivales al mismo, lo cierto es que -como indica
Hovenkamp- la DFE presenta sus características
más saltantes en casos de negativas unilaterales
de trato, es decir, cuando el recurso es controlado
por una empresa con poder de mercado
sustancial(16). En tal virtud, el análisis posterior hará
énfasis en este último tipo de casos, sin perjuicio
de que sea aplicable también a los boicots.
En resumen, la DFE surge dentro del marco
constitucional y legal antes señalado, bajo el
paraguas de la dualidad entre derecho y obligación
de competir anotada y adscribiéndose a la lógica
de la prohibición de negativas injustificadas a
contratar.
ius et veritas 31
2.2. Contexto propicio para su nacimiento
64
Para ubicar mejor el surgimiento e importancia
de la DFE debe recordarse que en la década de
1980 se inicia un proceso de liberalización de
sectores económicos muy importantes, algunos
de ellos vinculados a servicios públicos ofrecidos
en monopolio por empresas del Estado, proceso
que llega a nosotros en la década de 1990, y que
da lugar a una nueva regulación que busca el
ingreso de nuevas empresas en esos sectores.
Estas empresas traen consigo importantes
inversiones y novedosas tecnologías, pero en
numerosos casos requieren compartir redes o
infraestructura del operador ya establecido.
Ello se debe a que la posibilidad de duplicar
dichos recursos puede resultar muy complicada,
ya sea por razones técnicas o porque hacerlo
supondría inversiones innecesarias desde una
perspectiva económica. Adicionalmente, acceder
a tales componentes, cuya característica usual
es imponer una alta inversión fija inicial, constituye
un “insumo” sin el cual los nuevos operadores no
podrían siquiera entrar en el mercado(17). Tal es el
caso, por ejemplo, de los sectores de energía o
telecomunicaciones, en los que los nuevos
generadores de electricidad requieren acceder a
las redes de transmisión para transportar su
producto o las empresas prestadoras de servicios
de larga distancia cuando deben acceder a la red
de telefonía fija para terminar las llamadas
provenientes del extranjero. Bajo tales supuestos,
dichos recursos -infraestructuras o redesfundamentales para el ingreso y permanencia de
nuevos agentes, se denominaron como facilidades
esenciales.
Entonces, para que se concrete la introducción
de competencia en las industrias de servicios
públicos resultaba necesario que las partes
interesadas negocien libremente las condiciones
del acceso para el uso de ese componente esencial
que permitiera a los nuevos agentes empezar a
competir. Como no es difícil imaginar, es muy
distinto el poder de negociación de un entrante
frente al operador ya establecido. Para limitar ese
poder la ley utiliza dos instrumentos: la regulación
económica que impone un control ex ante y las
normas de libre competencia que permiten un
control ex post.
Con la regulación se impone al operador ya
establecido e integrado verticalmente un conjunto
de obligaciones, entre otras, que permita el libre
acceso a las infraestructuras o redes y que negocie
el precio respectivo por su utilización, otorgando a
los interesados el derecho de acudir al Estado en
(16) HOVENKAMP, Herbert. Federal antitrust policy, the Law of Competition and its practice. St. Paul, Minnesota: ThomsonWest, 2005. p. 310.
(17) PETITBÓ, A. e I. HERGUERA. Infraestructuras y libre competencia en España. En: Anuario de la Competencia 1999.
Madrid: Marcial Pons, 2000. p. 32.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
caso se produzca una negativa a negociar o si las
condiciones exigidas por el establecido no son
adecuadas, a fin que el ente regulador ordene el
acceso y fije las condiciones aplicables, entre ellas,
el precio correspondiente. Las normas de libre
competencia se aplican en los casos en que no
existe regulación específica que establezca
obligaciones expresas al operador ya establecido,
de modo que sirve como válvula de escape en
casos no previstos legalmente, pero que impliquen
la negativa de acceso a un recurso esencial que
dificulte o impida la entrada al mercado de nuevos
agentes. En este último caso, la referida negativa
se considera un supuesto de abuso de posición
de dominio y por lo general el control o disfrute de
dicho recurso se considera razón suficiente para
declarar la existencia de una posición de
dominio(18).
En resumen, el concepto de facilidades
esenciales adquirió importancia creciente como
consecuencia de la corriente de liberalización de
servicios públicos y de privatización de empresas
estatales prestadoras de servicios con
características de monopolio natural (19) . La
introducción de competencia en ciertos segmentos
de las industrias de redes se consideraba
deseable, pero enfrentaba complicaciones por la
existencia de operadores dominantes en tales
mercados, pues la entrada de competidores se
encontraba condicionada a que lograran acceder
a las infraestructuras necesarias, las que eran
operadas por empresas monopólicas o
dominantes. Tratándose de infraestructuras que no
podían ser duplicadas, estas empresas podían
negar el acceso a competidores a pesar que fueran
necesarias para participar en el mercado, creando
así los denominados “cuellos de botella”
(bottlenecks). Fue en este contexto que la DFE
encontró un campo propicio para desarrollarse(20).
En términos generales, puede señalarse que
la DFE se enmarca dentro del ámbito de las
negativas injustificadas de trato. Un bien es
calificado como una facilidad esencial cuando es
necesario para participar en determinada actividad
productiva, pero es de propiedad de un competidor
y, por tanto, este tiene incentivos o argumentos
para negarse a ofrecerlo a las demás empresas.
De esta manera, la calificación de un bien como
facilidad esencial conduce a que su propietario o
poseedor se encuentre obligado a compartir su
utilización con sus competidores, puesto que estos
no tienen otra forma de acceder a dichos bienes.
Consecuentemente, la negativa de acceso a
facilidades esenciales se considera como una
práctica perjudicial para la competencia.
Esta DFE se presenta comúnmente en el
contexto de dos actividades productivas
relacionadas en las que se requieren varios
componentes que conforman el producto final que
adquiere el consumidor. En tal sentido, la DFE
supone generalmente una relación vertical en la
que uno de los bienes (bien A) se considera
esencial para producir otro bien o realizar otra
actividad (bien o actividad B). Adicionalmente, el
propietario o poseedor del bien A participa también
en el mercado del bien B y sus competidores en
este mercado no participan en el mercado del bien
A. El siguiente gráfico muestra el problema
considerando la etapa productiva en que podría
encontrarse la facilidad esencial.
Facilidad Etapa
Previa
Actividad
A
Actividad
B
Producto
Final
Facilidad Etapa
Posterior
Empresa 1
Empresa 1
Empresa 1
Competidor
Consumidor
Competidor
Empresa 1
Consumidor
Actividad
B
Actividad
A
Producto
Final
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(18) HERGUERA I. y A. PETITBÓ. La determinación del mercado relevante y de las barreras de entrada, piezas clave del
Derecho de la Competencia. En: Anuario de la Competencia 2000. Madrid: Marcial Pons, 2001. pp. 75 y 76.
(19) Los monopolios naturales se generan cuando lo más adecuado, en términos de precios al consumidor y eficiencia, es
que solo haya una empresa en el mercado debido a que se requiere una elevada inversión en infraestructura con un
período de recuperación bastante largo y se generan economías de escala (a mayor producción menor costo unitario).
En tales casos, el ingreso de una nueva empresa competidora al mercado no resultaría beneficioso porque incurriría
en los mismos o mayores costos de entrada que la firma ya existente, sin generar con ello mayor bienestar para el
consumidor ni ser rentable para el entrante. Por ejemplo, un nuevo distribuidor de agua potable tendría que instalar una
segunda red de tuberías dentro de una misma zona y no podría ofrecer un precio menor que el proveedor ya
establecido puesto que tendría que ir recuperando su inversión y, a la vez, competir.
(20) WHISH, Richard. Competition law. 5ta. edición. Reino Unido: Lexis Nexis, 2003. pp. 668 y 669.
65
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
La DFE considera que la negativa de acceso
a una facilidad esencial constituye una conducta
ilícita, en tanto que impide la competencia a través
del control de un bien necesario para los rivales.
Los argumentos centrales esgrimidos
usualmente por la empresa propietaria o poseedora
de una facilidad esencial y por los competidores
que pretenden tener acceso a la misma, son los
siguientes:
a) El propietario o poseedor de la facilidad
esencial sostiene que existen eficiencias
vinculadas intrínsecamente con el mantenimiento
de la facilidad esencial y de la actividad relacionada
en manos de una sola firma (economías de
alcance) y que los beneficios que el competidor
señala que podría ofrecer al consumidor si accede
a la facilidad esencial, solo corresponde ofrecerlos
al propietario o poseedor como recompensa por
haber creado el bien que se considera esencial.
b) Los competidores afirman que la negativa
de acceso a la facilidad esencial evita su ingreso
al mercado u obstaculiza su permanencia en el
mismo, lo cual reduce las opciones del consumidor,
protege de la competencia al propietario o poseedor
de la facilidad y mantiene los precios del producto
final elevados. Asimismo señala que los costos
de crear su propia facilidad son prohibitivos(21).
ius et veritas 31
3. Gestación y desarrollo de la DFE en la
jurisprudencia extranjera
66
Si bien existen varias referencias a la DFE en
la jurisprudencia de autoridades de defensa de la
competencia, tales como las Cortes de Apelación
de Estados Unidos o la Comisión Europea, la DFE
no ha sido avalada expresamente por las máximas
autoridades jurisdiccionales en la materia. Tanto
la Corte Suprema de Estados Unidos como la
Corte Europea de Justicia han sido cautelosas al
tratar casos relacionados con la DFE y han sido
escépticas en utilizarla para sustentar una
obligación de trato (22) . No obstante, dichas
autoridades reconocen que bajo determinadas
circunstancias las empresas dominantes o con
poder monopólico deben quedar limitadas en su
capacidad de negar el acceso a ciertos bienes
necesarios para la competencia.
Los precedentes más antiguos en que se hizo
mención a bienes con características de facilidades
esenciales y cuyos criterios han guiado
posteriormente el análisis de casos referidos a la
DFE, tanto en Estados Unidos como en la Comunidad
Europea, se refieren a negativas injustificadas de
trato. Sin embargo, el desarrollo conceptual y
jurisprudencial de la DFE ha sido diferente en Estados
Unidos y en la Comunidad Europea, aunque
recientemente ambas posiciones se han acercado.
En Estados Unidos la libertad de contratar es
respetada ampliamente, incluso tratándose de
empresas monopólicas. Además, se considera que
estas empresas no tienen una obligación especial
de trato con los rivales, aunque se acepta que su
negativa a brindar acceso a un bien que es vital
para la competencia puede constituir una violación
de las normas antitrust. De esta forma, en Estados
Unidos la DFE constituye una excepción al principio
general de libertad de comercio y, por ello, es
aplicada restrictivamente por las Cortes según los
criterios correspondientes a las negativas de trato
(refusals to deal). La aplicación de la DFE se ha
ido limitando a casos en que la facilidad sea
esencial para la competencia -y no únicamente
para los competidores- y, a la vez, en los que la
duplicación del bien sea impracticable.
En Europa, por el contrario, las normas se han
interpretado en sentido más estricto considerando
que las empresas dominantes tienen obligaciones
especiales de cooperar con los rivales, producto
de su particular situación en el mercado. La DFE
ha sido construida como una aplicación especial
de la obligación de trato de la empresa dominante,
aunque también se guía por los criterios aplicables
a las negativas de trato. En esta línea, la Comisión
Europea ha aplicado la DFE a un ámbito bastante
extenso de casos en que el propietario o
administrador que utiliza para sí mismo una
facilidad, sin la cual los competidores estarían
imposibilitados de ofrecer sus productos o
servicios, se rehúsa a brindarles acceso a la
misma. Recientemente se han establecido como
(21) RIDYARD, Derek. Essential facilities and the obligation to supply competitors under UK and EC competition law. En:
European Competition Law Review. Número 8. 1996. pp. 439 y 440.
(22) DOHERTY, Barry. Just what are essential facilities? En: Common Market Law Review. Volumen XXXVIII. Número 2. Abril
2001. pp. 398 y 405. GAVIL y otros. Antitrust law in perspective: cases, concepts and problems in competition policy.
St. Paul, Minnesota: Thomson-West, 2002. p. 654.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
requisitos para la DFE que el bien sea
indispensable para la competencia y no hayan
sustitutos actuales o potenciales para el mismo,
acercándose así a la posición existente en
Estados Unidos(23).
A continuación se describen los casos que han
sido considerados como origen de la DFE, así
como diversos ejemplos en los que las autoridades
de defensa de la competencia se han pronunciado
al respecto, o donde la DFE ha sido invocada por
las partes. Los casos típicos de facilidades
esenciales se refieren a infraestructuras
controladas por una empresa y que son necesarias
para que los competidores ofrezcan servicios en
mercados relacionados; no obstante, los casos
desarrollados muestran la expansión de la DFE a
diversos tipos de mercados, así como los criterios
tomados en cuenta en su análisis.
3.1. Estados Unidos
3.1.1. United States contra Terminal Railroad
Association of St. Louis
(23)
(24)
(i)
(25)
CAPOBIANCO, Antonio. Op. cit.; pp. 555-560.
224 U.S. 383, 56 L. Ed. 810, 32 S.Ct. 507 (1912).
Traducción libre.
708 F.2d 1081, 1132-33 7th Cir. (1983).
3.1.2. MCI Communications Corp. contra AT&T
El caso más citado en Estados Unidos
respecto a la DFE y que ha influenciado los
siguientes pronunciamientos de las Cortes es el
de MCI Communications Corp. v AT&T. En este
caso, una empresa de equipos terminales para
telecomunicaciones requirió que AT&T, propietaria
de la red telefónica, permitiera la utilización de
dichos equipos por los usuarios de su red; sin
embargo AT&T se negó a ello. En este caso se
consideró que la negativa de compatibilizar los
equipos terminales con la red telefónica -un recurso
imposible de duplicar- no se encontraba justificada
y que permitía a AT&T restringir la competencia en
el mercado de los equipos terminales en el que
también participaba.
En este caso se definieron cuatro elementos
característicos de la DFE: (i) el control de un
recurso esencial por parte de un monopolista; (ii)
la imposibilidad práctica o razonable de un
competidor de duplicar dicho recurso; (iii) la
negativa a autorizar el uso de tal recurso por el
competidor; y, (iv) la posibilidad de dar acceso al
recurso o la falta de justificaciones comerciales
para ofrecerlo(25).
No obstante, existen muchos otros casos
en que la DFE se ha considerado para bienes de
diversa naturaleza, incluyendo servicios.
3.1.3. Aspen Highlands Skiing Corp. contra Aspen
Skiing Co.
En Aspen Highlands Skiing Corp. v Aspen
Skiing Co., dos centros de deportes de invierno
ubicados en Aspen, Colorado, tenían un mecanismo
de venta conjunta según el cual los esquiadores
podían utilizar las instalaciones (montañas) de
cualquiera de dichas empresas adquiriendo un solo
boleto, pero la más grande de ellas que controlaba
3 de las 4 montañas- abandonó el esquema
negándose a aceptar los pases emitidos por la
otra.
ius et veritas 31
El primer caso generalmente citado en la
tradición norteamericana data de 1912 y es el de
United States v Terminal Railroad Association of
St. Louis, en el cual se discutía el acceso a la red
de ferrocarriles y terminal de St. Louis, que estaban
controlados por una empresa de propiedad de 14
de las 24 compañías de trenes que convergían en
dicha región. La Corte Suprema de Estados Unidos
consideró que la negativa de acceso a una red
vital por parte de su propietario en perjuicio de
competidores podía restringir el comercio entre los
estados norteamericanos y constituía un intento
de monopolización, por lo que ordenó que se
ofrezca acceso obligatorio a las empresas de
trenes no propietarias de dicha red(24). En este caso
la Corte Suprema de ese país señaló el siguiente
criterio:
“El resultado de la situación geográfica y
topográfica es tal que, a efectos prácticos, es
imposible para cualquier compañía de trenes
atravesar o incluso entrar a St. Louis, para atender
a las industrias o al comercio, sin utilizar las
facilidades controladas enteramente por la
propietaria del terminal”(i).
Como se advierte, este caso involucraba
una negativa concertada de acceso entre
competidores, no obstante los supuestos en que
la DFE se presenta con mayor nitidez son aquellos
derivados de negativas de trato unilaterales.
67
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
La Corte de Apelaciones del Distrito de
Colorado consideró que el boleto múltiple para
esquiar en varias montañas -que solo podía ofrecer
Aspen Skiing Co. por controlar 3 montañas- era
una facilidad esencial porque no podía ser replicada
por el competidor y, por tanto, que debía ser
compartida en tanto que era evidente que los
usuarios preferirían ese esquema que comprar un
boleto para esquiar solo en una montaña -es decir,
la controlada por Aspen Highlands Skiing Corp. La
Corte Suprema de Estados Unidos no utilizó el
concepto de facilidad esencial, pero trató a Aspen
Skiing Co. como un monopolio y consideró que no
existía una justificación de negocios válida para
negarse a aceptar un mecanismo boleto único
previamente empleado, lo que implicaba una
intención de excluir al competidor(26).
Se ha criticado esta decisión debido a que
el criterio utilizado resulta bastante riesgoso, ya
que la sola intención de excluir a una empresa de
un mercado sería considerada anticompetitiva por
sí misma, lo cual proscribiría comportamientos
válidos como la negativa del titular de una patente
de otorgar licencia sobre la misma a su competidor
o que un editor de diarios decida distribuirlos a
través de sus propios medios debido a que los
canales de distribución le cobran demasiado -en
este caso se plantea que los distribuidores podrían
llegar al extremo de argumentar que el editor
pretende excluirlos del mercado y que está
obligado a vender sus diarios utilizando sus
servicios(27).
ius et veritas 31
3.1.4. Alaska Airlines, Inc. contra United Airlines, Inc.
68
En Alaska Airlines, Inc. v United Airlines,
Inc. las dos empresas más grandes del mercado
aéreo de Estados Unidos, es decir American
Airlines y United Airlines, crearon sus propios
sistemas de reservas computarizados (SRC),
denominados SABRE y Apollo respectivamente,
y otras aerolíneas también crearon sus propios
SRC (28). El funcionamiento de los SRC es el
siguiente: las aerolíneas introducen la información
sobre vuelos en el sistema, las agencias de viaje
reciben dicha información y con ella venden los
pasajes a los usuarios; al igual que las agencias
de viaje, las aerolíneas también pueden suscribirse
a los SRC de otras aerolíneas. Los SRC cobran
un derecho por pasaje vendido a través del sistema
a las aerolíneas suscriptoras. SABRE y Apollo se
convirtieron rápidamente en los sistemas más
importantes del mercado. Alaska y otras aerolíneas
denunciaron que los SRC de American y United
eran facilidades esenciales y que estas empresas
se negaban a otorgarles un acceso “razonable” a
los sistemas (porque consideraban que el derecho
por pasaje vendido era muy elevado).
La Corte de Apelaciones descartó la
denuncia señalando que para calificar un bien como
facilidad esencial no es suficiente demostrar que
es inconveniente para la empresa denunciante
buscar o crear un bien alternativo o que utilizar el
bien ajeno es menos costoso, sino que se debe
probar que no es factible encontrar una alternativa;
asimismo, la Corte consideró que American y
United no tenían el poder de eliminar la
competencia en el mercado de transporte aéreo a
través del control de los SRC, lo cual también se
requería para considerar dicho sistema como
esencial(29).
3.1.5. Verizon Communications, Inc. contra Law
Offices of Curtis V. Trinko, LLP
En este caso, Trinko, un cliente de AT&T proveedor de servicios de larga distancia- ubicado
en Nueva York, requería acceder a las facilidades
de la empresa de telefonía fija local, denominada
Bell Atlantic y posteriormente cambiada por Verizon
Communications. Frente a su negativa de
interconexión de Verizon, Trinko la denunció
sosteniendo que su comportamiento afectaba a
los clientes de AT&T. El caso analizado desde dos
perspectivas, de un lado, como una violación a la
Telecommunications Act de 1996 y, de otro, como
una conducta anticompetitiva que infringía la
Sherman Act.
(26) 472 US 585, 86 L. Ed. 2d 467, 105 S. Ct. 2874 (1985).
(27) AREEDA, Phillip. Essential facilities: an epithet in need of limiting principles. En: Antitrust Law Journal. Número 58.
1989. p. 849.
(28) La desregulación del mercado de transporte aéreo en Estados Unidos incrementó la demanda por información sobre
tarifas y disponibilidad de pasajes, y un porcentaje sustancial de las reservas comenzó a realizarse a través de
sistemas computarizados.
(29) 948 F. 2d. 536 9th Ct. (1991).
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
En una importante decisión final, la Corte
Suprema de Estados Unidos decidió que la
negativa de interconexión denunciada se
encontraba prevista expresamente como infracción
a la Telecommunications Act, por lo que debía
considerarse como tal, y que para dar lugar
adicionalmente a una violación de las normas de
competencia se requería evidencia independiente
que demostrara una conducta anticompetitiva, la
misma que no se presentaba en el caso bajo
análisis. Al respecto, si bien la Corte no se
pronunció a favor o en contra de la aplicación de la
DFE, definió requisitos bastante exigentes para
que se configurara una infracción a la Sherman
Act(30). Al respecto, se ha señalado que la Corte
Suprema ha impuesto severas restricciones a la
aplicación de la DFE, por lo que no muchas
alegaciones o demandas que la invoquen tendrán
éxito, pues se requiere concurrentemente: (i) que
los rivales no puedan proveerse el recurso en
cuestión por sí mismos; (ii) que el denunciado
posea la facilidad y se encuentre ofreciéndola a
terceros; (iii) que ofrecerla a estos terceros sea
igualmente rentable que ofrecerla a sus
competidores; y, (iv) que no exista una obligación
de compartir el recurso mencionado establecida
en la regulación y cuyo cumplimiento sea
supervisado por una agencia reguladora(31).
3.2. Comunidad Europea
3.2.1. Commercial Solvents
(30)
(31)
(32)
(ii)
3.2.2. Magill
En el caso Magill, tres empresas
programadoras de radio y televisión publicaban su
propia revista con la programación semanal, siendo
las únicas fuentes de información de esta
naturaleza con ese período de avance, ya que otras
publicaciones -como los diarios- solo ofrecían
información sobre la programación del mismo día.
Una empresa decidió publicar una guía semanal
con la programación de todas las empresas
programadoras, pero estas se negaron a darle sus
listines de programación argumentando que se
trataba de información protegida por las normas
de derechos de autor.
En este caso, se planteó que los listines
de programación constituían una facilidad esencial
y la Corte Europea de Justicia concluyó que la
negativa era un abuso de posición de dominio, y
que las programadoras se encontraban obligadas
a permitir el acceso a los listines de programación
a pesar de estar protegidos por derechos de autor.
Para ello, la Corte sustentó su decisión en las
siguientes razones: (i) la información sobre
programación era indispensable para la publicación
que se pretendía crear, sin ella era imposible
hacerlo; (ii) existía demanda por el producto que
540 U.S. 398, 124 S.Ct. 872, 881 (2004).
HOVENKAMP, Herbert. Op. cit.; p. 310.
Joined cases 6/73 y 7/73, Istituto Chemioterapico Italiano Spa and Commercial Solvents Corp. v Commission. 1974.
Traducción libre.
ius et veritas 31
El precedente más antiguo en la Comunidad
Europea data de 1974 y es conocido como el caso
Commercial Solvents. En este caso, la empresa
que tenía el monopolio en la producción mundial
de un químico utilizado para elaborar, entre otros,
un medicamento contra la tuberculosis, decidió
cortar el suministro a su cliente original al momento
en que empezó a producir tal medicamento el
mismo, impidiendo así que su futuro competidor
pudiera continuar produciendo(32). En este caso,
se entendió que la empresa que controlaba el
insumo impedía la competencia con su negativa y
trasladaba un monopolio en una actividad a otra
actividad relacionada. Como última instancia en
procesos de libre competencia, la Corte Europea
de Justicia expresó lo siguiente sobre la conducta
analizada: “(…) una empresa que tiene posición
dominante en el mercado de un insumo y que,
con el objeto de preservar dicho insumo para
elaborar sus propios derivados, se niega a proveerlo
a un cliente, que también es productor de tales
derivados, y por ello crea el riesgo de eliminar toda
la competencia de parte de este cliente, está
abusando de su posición de dominio en infracción
del Artículo 86 (del Tratado de Roma)”(ii).
El caso Commercial Solvents es
considerado como el origen de la DFE en Europa
y se cita continuamente como precedente obligado
en esta materia.
69
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
se trataba de ofrecer, la misma que no era
satisfecha por las empresas programadoras; (iii)
no había justificación de negocios válida para la
negativa; y (iv) la negativa eliminaría la competencia
en el mercado de guías de programación(33).
Respecto de esta decisión, se ha señalado
que la posición de dominio no se debía a la
exclusividad conferida por los derechos de autor
sobre los listines de programación, sino por el poder
de mercado que tenían los programadores en el
mercado de televisión. En otras palabras, que los
programadores tenían la posibilidad de impedir el
acceso de un competidor al mercado de guías de
programas de televisión por ser los únicos que
producían la información requerida en dicho
mercado. Para Magill resultaba imposible producir
información alternativa a la que tenían las
programadoras, salvo que hubiera ingresado
también al mercado de programación de televisión,
lo cual no era razonable considerando que su
objetivo era participar solo en el mercado
secundario de publicación de guías(34).
ius et veritas 31
3.2.3. Tiercé Ladbroke
70
En el caso Tiercé Ladbroke, una empresa
propietaria de establecimientos de apuestas en
Bélgica deseaba presentar en vivo por televisión
las carreras de caballos realizadas en Francia, pero
los propietarios de los derechos correspondientes
se negaron a permitirlo. La denunciante planteó
que los propietarios de tales derechos habían
accedido a venderlos a editores de libros en
Alemania y, apoyándose en el precedente del caso
Magill, sostuvo que la negativa impedía la
emergencia de un nuevo producto.
La Corte de Primera Instancia señaló que
para considerarse esencial no debía existir
sustituto actual o potencial para el bien requerido
y, además, debía ser de tal naturaleza que su no
utilización impidiera realizar la actividad
relacionada. En tal sentido, la Corte concluyó que
las imágenes en vivo de las carreras de caballos
francesas no eran indispensables para el negocio
de la denunciante y que esta había ingresado y se
mantenía en el mercado de apuestas a pesar de
no contar con el bien requerido(35).
3.2.4. Oscar Bronner
En el caso Oscar Bronner, el editor del diario
Der Standard, con una participación de mercado
austriaco pequeña (3.6% por difusión y 6% por
ingresos de publicidad), requería del grupo
Mediaprint, editor de dos periódicos de ámbito
nacional con una participación de mercado
importante (46.8% por difusión y 42% por
publicidad), que incluyera a Der Standard en su
sistema de reparto a domicilio. Según Bronner,
este era el único sistema de reparto a domicilio a
nivel nacional económicamente rentable y no era
viable establecer un sistema alternativo; por ello, el
grupo Mediaprint se encontraba obligado a
compartirlo con sus competidores. Ante la negativa
del grupo Mediaprint, Bronner presentó una denuncia
ante la autoridad de defensa de la competencia
austriaca. Esta solicitó la opinión previa de la Corte
Europea de Justicia sobre la DFE.
El mayor desarrollo sobre la DFE en este
caso se debe al abogado general Jacobs,
funcionario de la Corte Europea de Justicia
encargado de emitir opinión para efectos de que la
Corte adoptara una decisión. Jacobs desarrolló
minuciosamente sus argumentos y concluyó que
para considerar esencial el recurso en cuestión
no solo debía resultar indispensable para la
competencia, sino que era necesario demostrar
que la duplicación del mismo era imposible o
“enormemente difícil” debido a obstáculos técnicos,
reglamentarios o económicos.
La Corte Europea de Justicia se abstuvo de
referirse expresamente a la DFE y evaluó el caso
como uno de abuso de posición de dominio en la
modalidad de negativa injustificada de trato. En tal
sentido, estableció como principios generales que
en este caso la prueba debía estar dirigida a
demostrar que la negativa podía ocasionar que se
elimine toda la competencia en el mercado y que
el producto en cuestión era indispensable, es decir,
que no existía sustituto actual o potencial para el
mismo. Adicionalmente, la Corte señaló que no
bastaba con afirmar que no era rentable el
establecimiento de un segundo sistema de
distribución de diarios por la reducida tirada del
diario Der Standard, sino que debía acreditarse
(33) Asuntos “Magill”. Comisión v. Magill TV Guide/ITP, BBC y RTE. 1988.
(34) RIDYARD, Derek. Op. cit.; p. 446.
(35) Case T-504/93, Tiercé Ladbroke SA v Commission (1997).
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
cuando menos que no era rentable para la
distribución de diarios comparables a los que
editaba Mediaprint(36).
Los comentarios sobre esta decisión han
sido muchos. Se ha sostenido, por ejemplo, que
dados los criterios definidos en este caso, el papel
de la DFE pasará a ser residual, pues resulta más
difícil argumentar y probar que un activo es
esencial, en casos de negativa injustificada de
trato(37). Asimismo, se ha indicado que el criterio
adoptado en este caso enfatiza la predictibilidad
en las decisiones de la autoridad de competencia
y demuestra una clara preocupación por los
incentivos de las empresas para invertir en activos
valiosos, puesto que solo excepcionalmente se las
obligaría a compartirlos con el competidor (38).
Finalmente, se ha enfatizado que luego de este
caso se exigirá demostrar que el acceso al recurso
en cuestión sea imprescindible para cualquier
competidor y no solo para el reclamante, es decir,
que cualquier empresa prudente se inhiba de
ingresar al mercado si no cuenta con dicho
recurso(39).
3.3. Ámbito de los derechos exclusivos por
mandato legal
Un aspecto adicional en que la DFE adquiere
relevancia es el caso de los llamados Derechos
de la Propiedad Industrial y los Derechos de Autor,
que no será tratado aquí por exceder a los
propósitos de este artículo. Al respecto, y solo para
efectos informativos, puede mencionarse que el
sistema legal otorga a los titulares de estos
derechos la explotación de los mismos con
carácter exclusivo, por lo que pueden asimilarse a
la idea de una facilidad esencial en circunstancias
en las cuales acceder a su uso resulte
imprescindible para las operaciones de otras
empresas competidoras. Por ello, la DFE ha sido
considerada una vía para lograr el otorgamiento de
licencia sobre tales derechos y mantener o proteger
el proceso competitivo.
No obstante, debe agregarse que, en
determinados supuestos, pueden utilizarse otras vías
para lograr el uso compartido de tales derechos. Este
es el caso de las licencias obligatorias contempladas
por el Derecho de Patentes, en virtud de las cuales
se obliga al titular de la patente a permitir su uso por
terceros en casos debidamente tipificados en la ley.
La racionalidad de este mecanismo ya no es
únicamente proteger el proceso de competencia y
tampoco, claro está, a competidores específicos, sino
que la intervención administrativa -de carácter
discrecional y técnico- se produce para salvaguardar
principalmente intereses generales vinculados a
derechos
fundamentales
reconocidos
constitucionalmente, como sería el caso de la
fabricación de medicamentos para atender la salud
de los ciudadanos, ante la imposibilidad de acceder
a ellos por limitaciones físicas o económicas del (los)
fabricante(s) o por negativa del titular de la patente
de invención.
4. Polémica sobre la vitalidad de la DFE
La DFE ha generado una diversidad de
posiciones, desde quienes abogan por su
abandono, hasta quienes señalan que esa doctrina
contribuye especialmente al desarrollo de
mercados que recién se abren al proceso
competitivo.
Algunos autores plantean reducir lo más
posible el ámbito de aplicación de la DFE o incluso
dejarla de lado. En Estados Unidos, por ejemplo,
Werden sostiene que la DFE debería aplicarse solo
en aquellos casos en que las características del
mercado hacen que lo más eficiente sea que exista
una sola empresa (monopolios naturales) y, acto
seguido, señala que en tales casos lo más
recomendable para ordenar el acceso obligatorio
son los mecanismos regulatorios y no los
procedimientos por infracción a las normas de
competencia (40). Por su parte, Hovenkamp ha
señalado muy recientemente que se trata de una
ius et veritas 31
(36) Case 7/97, Oscar Bronner GMBH & Co. KG v Mediaprint Zeitungs – und Zeitschriftenverlag GMBH & Co. KG (1998).
(37) GIPPINI, Eric. Essential facilities y aplicación del artículo 82 CE a la negativa unilateral a contratar. Algunas
consideraciones tras la sentencia Bronner. En: Gaceta Jurídica de la Unión Europea y de la Competencia. Número
205. 2000. pp. 85-95.
(38) BERGMAN, Mats. The Bronner case – a turning point for the essential facilities doctrine? En: European Competition
Law Review. Número 2. 2000. p. 63. CAPOBIANCO, Antonio. Op. cit.; p. 560.
(39) HANCHER, Leigh. Case note: case C-7/97 Oscar Bronner v Medianprint. En: Utilities Regulation Law Review. Volumen
10. Número 2. Marzo-Abril 1999. p. 49.
(40) WERDEN, Gregory. The law and economics of the essential facility doctrine. En: Saint Louis University Law Journal.
Número 32. 1987. pp. 452-480.
71
ius et veritas 31
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
72
de las figuras más problemáticas, incoherentes e
inmanejables para sustentar un caso de
monopolización, y que sería mejor afinar la doctrina
general de las negativas injustificadas de venta para
cubrir todos los supuestos, en vez de recurrir a la
DFE(41).
En la Comunidad Europea, Doherty señala que
las principales autoridades de defensa de la
competencia han preferido no sustentarse en la
DFE y que el Derecho Comunitario no contempla
esta doctrina de forma expresa, por lo que concluye
que debe descartarse en tanto no aporta nada
relevante a la prohibición general de negativas
injustificadas de trato, ni tampoco introduce
deberes adicionales dentro de las especiales
obligaciones que ya deben cumplir las empresas
dominantes según la práctica comunitaria
europea(42).
También están quienes afirman que la DFE debe
ser redimensionada y colocada nuevamente en el
lugar que le corresponde dentro del análisis del
mercado relevante, en particular, del producto
relevante y tomando en cuenta el criterio de
sustitución. Esta línea de razonamiento fue expuesta
por Hovenkamp hace poco más de una década:
“En el fondo, una facilidad esencial no es más
que el mercado relevante para un determinado
insumo que es crucial para la producción de otro
bien. (…) Si uno considera la definición económica
de un mercado relevante como cualquier ‘grupo de
ventas’ cuya elasticidad de demanda y oferta es
suficientemente baja como para hacer rentable el
establecimiento de precios por encima del nivel
competitivo, entonces es difícil encontrar una
distinción significativa entre una facilidad esencial
y un mercado relevante correctamente definido. Por
supuesto que uno puede insistir en calificar una
facilidad esencial como algo más que un simple
mercado relevante. Esto podría ser muy apropiado
si es que la ley impone mayores obligaciones a
quienes controlan facilidades esenciales que a un
monopolista en general”(43).
Otros autores consideran que la DFE tiene
aplicación en supuestos que no pueden enfrentarse
apropiadamente con la prohibición de negativas
injustificadas de trato. Por ejemplo, Capobianco
opina que la DFE sirve como una poderosa
herramienta para la creación de mercados
competitivos en donde existían monopolios legales
o estructurales. Según este autor, la DFE tiene
dos diferencias fundamentales con la prohibición
de negativas de trato:
a) La DFE resulta más adecuada cuando la
empresa dominante no ha otorgado acceso a
empresa alguna y se requiere una vía para que
dicho acceso sea otorgado, fijándose además las
condiciones aplicables; mientras que la prohibición
de negativas de trato se aplica cuando la empresa
dominante ya otorgó acceso a unos pero se niega
a darlo a otros.
b) La DFE se aplica solo cuando el bien es
esencial para competir, mientras que la obligación
de trato genérica puede aplicarse a cualquier bien
controlado por una empresa dominante, aunque
no sea esencial.
Capobianco termina señalando que tales
diferencias justifican la intervención de la autoridad
de competencia para abrir camino al acceso de
(41) HOVENKAMP, Herbert. Op. cit.; p. 309.
(42) DOHERTY, Barry. Op. cit.; p. 435.
(43) Traducción libre de: HOVENKAMP, Herbert. Federal antitrust policy, the law of competition and its practice. St. Paul,
Minnesota: West Group, 1994. pp. 274 y 275.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
(44) CAPOBIANCO, Antonio. Op. cit.; pp. 560 y 561.
(45) Traducción libre: AREEDA, Phillip. Op. cit.; p. 841.
(46) Ibid.; pp. 847, 852 y 853.
obligatorio desincentiva actividades deseables
(como podría ser la futura inversión para crear
activos valiosos).
d) La negativa de acceso a un activo que
cumple las características previamente señaladas
no es ilegal per se, ya que podrían existir
justificaciones válidas de negocios. La carga de la
prueba sobre la invalidez de la justificación
corresponde a quien solicita el acceso.
e) La negativa a compartir un activo con un
rival puede tener el objetivo de mejorar la propia
posición en el mercado, por lo cual la
intencionalidad solo sirve como criterio para juzgar
la negativa si es que puede demostrarse que la
intención es excluir al competidor a través de
medios impropios.
f) Ningún Tribunal o Corte debe imponer una
obligación de trato que no pueda justificar y luego
supervisar; y si ello implica que la autoridad de
competencia asuma funciones de control propias
de una agencia reguladora no debería imponer tal
obligación(46).
5. Esencia y contornos de la DFE
Como se advierte de los casos previamente
descritos y de las posiciones existentes frente a
la DFE, paulatinamente el ámbito de aplicación
de esta doctrina se fue extendiendo, invocándose
supuestos distintos a los de infraestructuras, que
son los que mejor explican su origen. Con ello, los
contornos de la doctrina se fueron haciendo más
difusos, dando lugar a cuestionamientos. La
principal razón es que, en los hechos, todo bien
que se ofrece al consumidor final pasa por varias
etapas productivas y podría argumentarse que
cualquiera de los insumos utilizados en dichas
etapas es esencial. Así, la DFE sería aplicable
potencialmente en cualquier mercado o actividad
comercial. Una aplicación extendida de esta
doctrina llevaría a que cuanto más valiosos sean
los activos -es decir cuanto más ventajas
competitivas otorguen- mayor sea la probabilidad
de que se consideren facilidades esenciales y se
ordene compartir su uso con terceros.
Esto resultaría pernicioso no solo porque, en
el extremo, la DFE podría llegar a tener una
ius et veritas 31
terceros a esos bienes esenciales, mediante un
test más estricto como el que se requiere en la
DFE(44).
Un punto medio entre las distintas opiniones
sobre la DFE fue planteado hace ya varios años
por Phillip Areeda en un equilibrado e influyente
artículo. En esa oportunidad, el profesor Areeda
señaló que en ningún caso seguido en Estados
Unidos se había desarrollado una lógica
consistente para la DFE y tampoco se habían
analizado los costos y beneficios derivados de
obligar al propietario o poseedor de un activo a
compartirlo con sus competidores. Al respecto,
este autor indicó que:
“Como en la mayoría de instancias en que se
juzga en función de un concepto, la ley evolucionó
en tres etapas: (i) Un caso extremo aparece en el
cual las Corte debe dar una respuesta apropiada.
(ii) El lenguaje de esa respuesta es luego aplicado
-muy seguido mecánicamente, a veces
brillantemente- para expandir su aplicación. Con
muy pocos jueces con la suficiente experiencia
en la materia como para resistir, la doctrina se
expande hasta los límites que permite el lenguaje
y con poca relación con la política que le dio origen.
(iii) Los alcances de dicha expansión finalmente
devienen en ridículos y el proceso de retroceso
comienza”(45).
Adicionalmente, buscando ofrecer mayores
luces para el debate, Areeda planteó los siguientes
principios para evitar una aplicación desmedida de
la DFE:
a) No existe obligación de compartir un activo
y una orden de otorgar acceso obligatorio al mismo
debe ser excepcional.
b) Un activo es esencial solo cuando es crítico
para la vitalidad del competidor y el competidor es
esencial para que exista competencia en el
mercado. El activo es crítico si el competidor no
puede competir sin dicho activo y no puede
duplicarlo ni encuentra alternativas disponibles para
el mismo.
c) Nadie debe ser forzado a compartir un activo
si con ello no se mejora sustancialmente la
competencia a través de la reducción de precios,
el incremento de la oferta o la innovación. Tal mejora
no se produce, por ejemplo, cuando el acceso
73
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
naturaleza expropiatoria de activos valiosos, sino
también porque admitiría un comportamiento de
free rider, es decir, que una empresa aproveche
los bienes correspondientes a un tercero sin incurrir
en la inversión requerida para crearlos. Si esto fuera
así, se estaría enviando una señal equivocada al
mercado. De un lado, con la DFE podrían ingresar
competidores ineficientes, evitando invertir lo mismo
que las empresas ya establecidas y teniendo
garantizado el acceso a los activos más valiosos
del competidor. Igualmente, la DFE podría inhibir a
las empresas ya establecidas de invertir en activos
valiosos, puesto que si la ventaja competitiva que
estos bienes ofrecen tuviera que ser compartida con
terceros, no rendirían los frutos esperados.
De acuerdo con lo señalado, la conservación
de la DFE como herramienta efectiva del Derecho
de la Competencia depende, por un lado, de que
se definan los requisitos necesarios para su
aplicación y, por otro, de que se tengan en cuenta
ciertos aspectos complementarios que garanticen
el uso razonable de la misma. Con ello se otorga
mayor certeza jurídica a los agentes económicos
y se garantiza que la doctrina se preserve dentro
de linderos apropiados. A continuación se precisan
tres componentes básicos para que la DFE sea
aplicable según diversos autores que han tratado
extensamente el tema, así como dos aspectos
complementarios que deben estudiarse con el
debido cuidado al momento de aplicarla.
5.1. Componentes básicos de la DFE(47)
ius et veritas 31
5.1.1. Imposibilidad de duplicar el recurso
74
Encontrar un bien alternativo al recurso en
cuestión debe ser imposible o muy difícil, por
razones de índole física, legal o económica; es
decir, no debe ser factible replicar el bien por medio
razonable alguno. No debe existir un sustituto
actual ni potencial para el recurso o, visto de otra
forma, quien lo controla no debe enfrentar
competencia de parte de empresas que provean
bienes alternativos.
Entre las razones físicas antes
mencionadas podrían considerarse, por ejemplo,
los casos de infraestructuras que no pueden ser
replicadas por que no existe espacio para instalar
otra similar (un puerto por ejemplo). La
imposibilidad de índole legal podría deberse, entre
otros, a derechos de propiedad intelectual o a
monopolios establecidos por norma legal.
Finalmente, están las razones económicas, que
deben ser tratadas con mucho cuidado. Ello se
debe a que la imposibilidad de duplicar un activo
en términos económicos puede ser muy
controversial, en tanto que no basta que el
interesado no pueda afrontar la inversión requerida
para crear el activo cuyo uso solicita, sino que ello
debería ser imposible para cualquier empresa
prudente en materia de inversiones.
En principio, la identificación de este
elemento tendría que realizarse como parte de la
definición del producto relevante, en tanto supone
la evaluación de sustitutos del bien en cuestión.
También puede ser conveniente distinguir a este
nivel del análisis cuál es el mercado relevante, es
decir, el correspondiente al bien calificado como
recurso esencial, y el mercado afectado, o sea
aquel cuyas condiciones de competencia podrían
verse afectadas si no se logra el acceso a dicho
recurso.
5.1.2. Acceso imprescindible al recurso
Asimismo, debe ser imprescindible acceder
al activo en cuestión, lo cual no significa solamente
que el mismo sea importante o útil para mejorar la
posición competitiva del interesado, sino que sea
indispensable para ingresar o mantenerse en el
mercado. Ello implica que si el interesado no logra
acceder al referido bien abandonaría el mercado o
no podría ingresar a él.
No basta que un competidor no pueda
ingresar al mercado sin acceder al recurso, sino
que se debe demostrar que ninguna otra empresa
puede hacerlo. Esta es la única forma de garantizar
que la DFE se utilice para proteger el proceso
competitivo, representado por el conjunto de las
empresas participantes, y no a un competidor en
particular. Si solo uno o algunos de los que
pretenden entrar al mercado se ven imposibilitados
pero otros podrían hacerlo sin acceder al
mencionado recurso, no debería considerarse que
el acceso al mismo es esencial para la
competencia.
(47) CAPOBIANCO, Antonio. Op. cit.: p. 556. DOHERTY, Barry. Op. cit.; pp. 423-433. GAVIL y otros. Op. cit.; p. 661.
RIDYARD, Derek. Op. cit.; pp. 447-450. WHISH, Richard. Op. cit.; pp. 674, 675 y 677.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
La caracterización de este segundo
elemento debería efectuarse al evaluar los efectos
perjudiciales derivados la negativa de acceso al
recurso. En otras palabras, el carácter
imprescindible del recurso tendría que identificarse
considerando los efectos restrictivos de la
competencia ocasionados en el mercado afectado.
se puede mencionar, por ejemplo: (i) la decisión
de ingresar a operar en un mercado relacionado al
de la facilidad esencial y competir con el ex-cliente
a quien se niega el acceso; o, (ii) la necesidad de
proteger el negocio en un mercado relacionado al
de la facilidad esencial frente a un nuevo proveedor
que pretende ingresar a dicho mercado haciendo
uso de esta facilidad.
5.1.3. Inexistencia de justificación para la negativa
5.2. Aspectos complementarios de estudio
5.2.1. Alcances de la orden de acceso y condiciones
aplicables
Según se ha señalado, la DFE es aplicable
cuando se determina que sin tener justificación
válida se negó el acceso a un bien muy difícil
duplicar e imprescindible para la competencia. En
dicho contexto resulta necesario evaluar el alcance
-o el límite- de las medidas que pueden adoptarse
para remediar tal situación. Una alternativa podría
ser ordenar que se otorgue acceso al recurso
esencial o se comparta su uso con terceros,
dejando que las partes negocien los términos en
que se otorgará el acceso o se permitirá el uso del
bien en cuestión (precio, oportunidad, calidad del
servicio, etcétera). Otra alternativa más audaz
podría ser ordenar el acceso o uso compartido y,
además, establecer directamente las condiciones
aplicables, sin dar lugar a negociación entre las
partes. En este caso la idea sería que el acceso
no debe ser gratuito sino remunerar
adecuadamente por el uso del recurso esencial,
debiendo la autoridad de competencia encargarse
de que ello sea así. Cada alternativa supone
distintos grados de protección para quien requiere
acceder a la facilidad y, en contrapartida, menores
o mayores exigencias para la autoridad de defensa
de la competencia.
La primera opción -orden de acceso que
deja la definición de condiciones aplicables al
acuerdo entre las partes- otorga menor grado de
protección al interesado en acceder a la facilidad,
pero también las deja en libertad para acordar las
condiciones que más les acomoden e impone
menores cargas a la autoridad de competencia.
Si bien este supuesto privilegia la libertad de
negociación, el beneficiario de la orden de acceso
podría quedar desprotegido frente a la imposibilidad
de llegar a un acuerdo por causas imputables al
propietario del recurso esencial, tales como
dilaciones indebidas en la negociación o el
ius et veritas 31
Incluso si el recurso en cuestión es
calificado como esencial -no duplicable e
imprescindible para la competencia una negativa
de acceso al mismo podría encontrarse justificada.
Esto significa que la aplicación de la DFE requiere
también que la negativa no tenga justificación válida
o, en otras palabras, que negar el acceso a un
recurso esencial no es ilícito per se.
La calificación de un bien como facilidad esencial
no implica que el interesado adquiera un derecho
ilimitado de acceder al mismo. En determinadas
circunstancias no permitir el uso de dicho bien por
terceros puede ser razonable y, por tanto, la negativa
de acceso puede ser válida. Un supuesto evidente
es que la facilidad esencial esté siendo utilizada a
plena capacidad por su propietario. La justificación
en este caso sería la falta de capacidad disponible.
En tal caso, un tema en debate es si el propietario
de la facilidad esencial está obligado a ampliar la
capacidad para atender los requerimientos de
terceros. De concluirse, luego del examen
correspondiente, que tal obligación existe, queda
claro que los costos de ampliación tendrían que ser
asumidos por el interesado en acceder a la facilidad.
Finalmente, si existe capacidad adicional disponible
pero es limitada, pueden justificarse algunas
restricciones en los términos de acceso al recurso
esencial; y si son varios los interesados en acceder,
sería razonable que se elija solo a uno o a algunos
de ellos a través de procesos de selección
transparentes, negándose el uso a los demás.
Otra justificación válida para negar el acceso a
la facilidad esencial podría ser que su utilización
por terceros ponga en peligro su normal
funcionamiento, o que lo afecte negativamente si,
por ejemplo, ocasiona una degradación de la
calidad del servicio que se brinda al usuario a
través del uso de la facilidad o altera la oportunidad
con que dicho servicio se ofrece.
Algunas justificaciones para negar el acceso a
facilidades esenciales han sido desechadas debido
a sus connotaciones anticompetitivas. Entre ellas
75
ius et veritas 31
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
76
establecimiento de condiciones excesivamente
onerosas (precios muy elevados, turnos
inaceptables para el acceso, etcétera). De otro
lado, la participación de la autoridad de
competencia se limita a dictar la orden
correspondiente sujetando su cumplimiento a
principios generales como el acceso no
discriminatorio y, eventualmente, también incluye
el monitoreo posterior del cumplimiento, pero sin
que ello implique definir los términos de la
negociación.
El mayor cuestionamiento a esta opción es
que no ofrecería una solución frente a la posibilidad
de que el beneficiario vea truncadas sus
expectativas si el propietario del recurso esencial
crea trabas en la negociación o exige condiciones
excesivas. Por ello, se plantea que estos remedios
podrían ser insuficientes para promover la
competencia efectiva en el mercado.
La segunda opción -orden de acceso y
definición de las condiciones aplicables- ofrece
mayor seguridad al beneficiario de la orden de
acceso, pero impone grandes exigencias a la
autoridad de competencia. Al definirse ex ante las
condiciones en que se brinda el acceso la
probabilidad de que el beneficiario no logre su
objetivo se reduce. Sin embargo, en este escenario
la autoridad de competencia debe identificar el
precio adecuado -que cubra los costos y una
ganancia razonable- y posiblemente también
condiciones adicionales como la calidad y
oportunidad del acceso, entre otras.
Los cuestionamientos a esta opción radican
principalmente en tres aspectos. En primer lugar,
se la critica por una cuestión de principio, en tanto
que lleva a la autoridad de competencia a
transformarse en una suerte de regulador y, más
aún, de parte en un contrato. Al respecto, se señala
que es probable que por esta razón las autoridades
hayan sido renuentes a enfrascarse en procesos
que las obliguen a determinar precios o que las
conviertan en agencias reguladoras. En segundo
lugar, se plantea que la autoridad de competencia
tendría que contar no solo con la especialización
necesaria en materia de fijación de precios u otras
condiciones de acceso, sino además con la
información requerida para hacerlo en cada caso
concreto. No obstante, este tipo de
especialización e información es muy costosa y
resulta propia de agencias reguladoras de servicios
públicos. En tercer lugar, se sostiene que aun
cuando las limitaciones anteriores hubieran sido
superadas, la autoridad de competencia tendría
que realizar acciones de control constantes para
verificar el cumplimiento de las condiciones de
acceso que hubiera establecido, generándose así
una mayor carga en sus labores(48).
Si bien ambas alternativas presentan
debilidades, la viabilidad de segunda de ellas
parece generar mayores dudas. En tal sentido, la
regla debería ser que la autoridad de competencia
se limite a ordenar el acceso dejando la definición
de las condiciones al acuerdo entre las partes y,
solo en casos excepcionales, también defina las
condiciones de acceso, estudiando previa y
cuidadosamente si ello es imprescindible.
Para efectos de hacer de la primera
alternativa la regla, debe tenerse en cuenta que lo
que se busca proteger es el proceso de
competencia y no a competidores específicos.
Asimismo, debe considerarse que las normas de
competencia deben orientarse a promover la
entrada de competidores eficientes. En tal sentido,
no debe asumirse como dado que se está
produciendo una negativa indirecta de trato si el
beneficiario de la orden de acceso no puede entrar
al mercado con el precio o las condiciones que le
ofrece el propietario del recurso esencial; en otras
palabras, no debe presumirse que son condiciones
abusivas y que hubiera sido mejor que la autoridad
de competencia las definiera desde un inicio. El
tema es más complejo, ya que el precio o las
condiciones planteadas por el propietario del
recurso podrían permitir que ingresen algunas
empresas pero no otras, por ejemplo, aquellas que
operan a menores costos y están en mejores
condiciones de cubrir el precio que se les pide por
dicho recurso. Por tanto, la principal cuestión a
definir debería ser si las condiciones que ofrece el
propietario del recurso esencial permiten el ingreso
de competidores eficientes(49).
(48) DOHERTY, Barry. Op. cit.; pp. 431-435. GAVIL y otros. Op. cit.; p. 661. SULLIVAN, L. y W. GRIMES. The law of antitrust:
an integrated handbook. St. Paul, Minnesota: West Group, 2000. p. 111. WHISH, Richard. Op. cit.; p. 693.
(49) RUBINOVITZ, Robert. The economics of refusals to deal. En: Antitrust Insights. NERA, Mayo/Junio 2004. p. 7.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
5.2.2. Equilibrio entre efectos de corto y largo plazo
La consecuencia de la aplicación de la DFE
es que el propietario del recurso esencial comparta
su uso con terceros. A su vez, este uso permite el
ingreso de nuevas empresas y puede facilitar la
competencia al nivel del producto elaborado con
dicho insumo. No obstante, la obligación de
compartir el uso del recurso también puede inhibir
a su propietario -o a otras empresas- de invertir en
el futuro en ese tipo de bienes, en tanto que existe
el riesgo de que luego se le obligue a permitir su
aprovechamiento por quienes no corrieron con
aquel gasto inicial.
En tal sentido, se ha sostenido que al evaluar
la aplicación de la DFE debería sopesarse
correctamente las ventajas y desventajas de
ordenar el uso compartido. En el corto plazo la
competencia en el mercado donde operan los
terceros que acceden a la facilidad puede verse
beneficiada, lográndose por ejemplo reducciones
de precios o incrementos de la oferta. No obstante,
en el largo plazo se podría estar facilitando la
entrada de empresas ineficientes y reduciendo los
incentivos de inversión futura en activos valiosos,
generándose finalmente un perjuicio para los
consumidores(50).
Así, balancear los objetivos de corto y largo
plazo de las normas de competencia se convierte
en un aspecto necesario al estudiar la aplicación
de la DFE. Ello supone una comparación dinámica
entre el incremento inmediato de la competencia
y los incentivos de inversión. Este balance debe
inspirar, por ejemplo, la evaluación de las
justificaciones que puedan existir para la negativa
de otorgar acceso al recurso esencial.
Este aspecto es de particular importancia
en aquellas industrias donde la innovación es parte
inherente de la actividad en cuestión o donde se
requieren infraestructuras que significan elevados
“costos hundidos”. Al respecto, como se ha visto
en secciones previas, decisiones recientes en el
terreno de la DFE han hecho especial énfasis al
considerar los incentivos para la innovación e
inversión.
6. Arribo y manifestaciones de la DFE en el Perú
6.1. Sistema legal peruano y DFE
El ordenamiento legal peruano contempla el
derecho de toda empresa a la negativa de trato sin
expresión de causa, pero solo permite que las
empresas con posición de dominio se nieguen a
contratar si cuentan con una razón válida para
hacerlo. En efecto, la Ley de Libre Competencia,
Decreto Legislativo 701 (en adelante DL 701)
prohíbe la negativa injustificada de trato por parte
de empresas con posición de dominio en el
mercado (51) . Es decir, que una empresa con
posición de dominio debe tener una justificación
para negarse a contratar, de lo contrario, su
negativa resultaría ilícita.
Esta intervención del DL 701 sobre la libre
iniciativa privada es válida dentro del ordenamiento
legal peruano, en tanto que las normas que
reconocen la libertad de contratar condicionan la
validez de su ejercicio al cumplimiento del marco
legal vigente, en especial, las normas de orden
público. Entre estas normas se encuentra el DL 701.
Así, la prohibición de negativas injustificadas de
trato por parte de empresas con posición de dominio
funciona como un punto de equilibrio entre el derecho
a la libertad de contratar y la protección de la libre
competencia, aunque se trata de una excepción a
la regla general(52). Adicionalmente, la norma permite
ius et veritas 31
(50) RIDYARD, Derek. Op. cit.; p. 440. RUBINOVITZ, Robert. Op. cit.; pp. 5 y 6. WHISH, Richard. Op. cit.; p. 670.
(51) Decreto Legislativo 701, Ley contra las Prácticas Monopólicas, Controlistas y Restrictivas de la Libre Competencia.
Artículo 4: “Se entiende que una o varias empresas gozan de una posición de dominio en el mercado, cuando pueden
actuar de modo independiente con prescindencia de sus competidores, compradores, clientes o proveedores, debido
a factores tales como la participación significativa de las empresas en los mercados respectivos, las características
de la oferta y la demanda de los bienes o servicios, el desarrollo tecnológico o servicios involucrados, el acceso de
competidores a fuentes de financiamiento y suministros, así como redes de distribución”.
Artículo 5: “Se considera que existe abuso de posición de dominio en el mercado, cuando una o más empresas que se
encuentran en la situación descrita en el artículo anterior, actúan de manera indebida, con el fin de obtener beneficios
y causar perjuicios a otros, que no hubieran sido posibles, de no existir la posición de dominio. Son casos de abuso de
posición de dominio: a) La negativa injustificada de satisfacer las demandas de compra o adquisición, o las ofertas de
venta o prestación, de productos o servicios”.
(52) QUINTANA, Eduardo. Prohibición de negativas injustificadas de trato: ¿equilibrando la libertad de contratar y la libre
competencia? En: ius et veritas. Año XIII. Número 25. 2002. p. 381.
77
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
ius et veritas 31
que se justifique una negativa a contratar, por lo
que debe concluirse que las negativas de trato de
empresas dominantes no son ilegales per se en el
sistema legal peruano, sino que su análisis se rige
por la denominada regla de la razón.
No obstante, el DL 701 no contiene referencia
alguna a la DFE, por lo que su evaluación debe
enmarcarse dentro de las normas que prohíben la
negativa injustificada de trato unilateral por parte
de empresas dominantes, como sucede en otras
latitudes donde las normas de libre competencia
no se pronuncian sobre la DFE (por ejemplo en la
Comunidad Europea y Estados Unidos)(53).
La identificación de una facilidad esencial sería
parte de la definición de mercado relevante y serviría
para determinar si la empresa que controla dicha
facilidad cuenta con posición de dominio en el
mercado. La negativa de dar acceso también
debería analizarse según la regla de la razón.
Al respecto, puede señalarse que la única
definición de facilidades esenciales prevista por el
marco normativo peruano relacionado con el DL
701 se encuentra en los Lineamientos de Libre
Competencia del OSIPTEL. Estos lineamientos
consideran el control de facilidades esenciales
como uno de los aspectos para definir si una
empresa cuenta con posición de dominio. Los
criterios para identificar una facilidad esencial
según los referidos Lineamientos son:
a) que el bien en cuestión sea suministrado
de modo exclusivo o de manera predominante por
78
uno o pocos proveedores; y,
b) que la sustitución del mismo no sea factible
en lo económico o en lo técnico(54).
Adicionalmente, también debe comentarse que
el Indecopi ha elaborado un proyecto de ley
difundido actualmente ya en su tercera versión- en
el que se incluye expresamente la DFE como un
supuesto de abuso de posición de dominio, cuyo
texto se transcribe a continuación:
“Artículo 10: Abuso de posición de dominio en
el mercado. De conformidad con lo dispuesto en el
artículo 61 de la Constitución Política del Perú, el
Estado combate toda práctica que limite la
competencia y el abuso de posiciones de dominio
en el mercado. En consecuencia, está prohibido y
será sancionado, de conformidad con las normas
de la Ley, el abuso, por parte de una o más
empresas, de la posición de dominio que ostenten
en el mercado. El abuso de la posición de dominio
en el mercado podrá consistir, en particular, en:
(...)
g) La negativa a otra empresa del acceso a
sus propias redes u otra infraestructura a cambio
de una remuneración razonable, siempre que
dichas redes o infraestructura constituyan una
facilidad esencial y no exista un organismo
regulador en dicho mercado”(55).
Lamentablemente, la exposición de motivos
del proyecto solo contiene una breve mención al
respecto, que no expresa las razones por las que
se consideró conveniente introducir expresamente
(53) Cabe señalar que el artículo 6 literal g del Decreto Legislativo 701 prohíbe las negativas concertadas e injustificadas de
trato, es decir, los boicots. En tal sentido, la DFE también podría contemplarse como un supuesto de práctica concertada,
cuando es un grupo de competidores el propietario o poseedor del recurso esencial, aunque como ya se ha señalado
al inicio del presente artículo lo común es que se aplique en casos de negativas unilaterales.
(54) Lineamientos Generales para la Aplicación de las Normas de Libre Competencia en el Ámbito de las Telecomunicaciones,
aprobados mediante Resolución 003-2000-CD/OSIPTEL, publicada en el Diario Oficial El Peruano con fecha 8 de
febrero de 2000.
4.1.1. “Determinación del nivel de competencia en el mercado relevante y del poder de mercado de la empresa. Algunas
de las variables que OSIPTEL podrá tomar en consideración para determinar si una firma exhibe posición de dominio en
un mercado relevante determinado son: (…); c) El control de recursos esenciales reviste particular relevancia en
telecomunicaciones o en tecnologías de red en general. Un recurso esencial se define como aquél servicio o
infraestructura que: (i) es suministrado de modo exclusivo o de manera predominante por un solo proveedor o por un
número limitado de proveedores, y (ii) cuya sustitución con miras al suministro de un servicio no sea factible en lo
económico o en lo técnico”.
(55) La tercera versión de este proyecto puede verse en su integridad en: http://www.indecopi.gob.pe/upload/tribunal/sdc/
2005/ProyectoLeyDefensaCompetencia.pdf (visitada el 11 de agosto de 2005).
Cabe señalar que esta tercera versión incluye expresamente tanto el concepto de facilidad esencial no planteado en
la versión inicial, como la aplicación de esta figura prohibida solo en aquellos casos en que no haya una agencia
reguladora. De otro lado, esta nueva versión elimina la referencia inicial a las razones que podían justificar la negativa
de acceso. A continuación se transcribe el texto de la disposición en referencia contenido en la primera versión:
“Artículo 9: Abuso de posición de dominio en el mercado. Está prohibida y será sancionada de conformidad con las
normas de la presente Ley, la explotación abusiva, por parte de una o más empresas, de la posición de dominio que
ostenten en el mercado. La explotación abusiva de la posición de dominio en el mercado podrá consistir, en particular,
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
esta nueva prohibición(56). En particular, no se
explica cuál sería la necesidad de agregar esta
figura si ya se ha contemplado en el proyecto una
prohibición general de negativas injustificadas de
trato(57).
La introducción de la DFE como supuesto
prohibido expresamente por el proyecto de ley
parece innecesaria. De un lado, se trata de una
figura que no ha sido reconocida expresamente
por máximas autoridades en materia de defensa
de la competencia tales como la Corte Europea
de Justicia o la Corte Suprema de Estados Unidos,
quienes ha preferido recurrir a la prohibición general
de negativas injustificadas de trato. De otro lado,
las propias autoridades peruanas de defensa de la
competencia -Indecopi y OSIPTEL- han manejado
los casos relativos al acceso a recursos calificados
como esenciales a través de la prohibición general
de negativas injustificadas de trato, según se
demuestra en los siguientes apartados. Además,
incluir esta figura expresamente podría representar
una manifestación de un afán desmedido por
tipificar conductas prohibidas.
En cuanto a las críticas que pueden plantearse
sobre el texto de la referida propuesta, está primero
la duda sobre el criterio de interpretación aplicable
a las negativas de acceso a facilidades esenciales.
Al no exigirse que tal negativa sea “injustificada”,
como sucede con la prohibición general de
negativas de trato, podría considerarse que aquel
tipo de negativas es ilegal per se. Sin embargo,
este no debería ser el criterio adoptado, pues
según se ha explicado en las secciones previas
del presente artículo tratándose de una restricción
al derecho de propiedad debería contemplarse
siempre la posibilidad de sustentar las razones
que justifican la negativa.
En segundo lugar, la norma no resultaría
aplicable si el mercado se encuentra bajo el ámbito
de una agencia reguladora. En otras palabras, la
regla sería que en las industrias reguladas no se
aplica esta porción de las normas de libre
competencia. La racionalidad parecería ser que en
esos casos puede utilizarse la regulación para
resolver el problema de acceso a recursos
esenciales, por lo que no sería necesaria la
aplicación de la ley de defensa de la competencia.
No obstante, como es bien sabido, la regulación
no puede prever todas las modalidades en que las
empresas pueden negarse a otorgar el acceso a
facilidades esenciales o, aun de preverlas, puede
requerir un proceso bastante largo de aprobación.
En consecuencia, la vía regulatoria -si bien
adecuada- no siempre es la más efectiva para
resolver este tipo de problemas. En reconocimiento
de este hecho, la regulación peruana de todas las
industrias de redes establece el denominado
“principio de supletoriedad” para definir que las
normas de competencia se aplican en aquellos
casos no previstos por la normativa del sector(58).
De acuerdo con lo anterior, aun de considerarse
válida su inclusión, el texto de la norma propuesta
debería ser objeto de cuidadosa revisión.
Finalmente, otro tema que cabe señalar es
que el sistema legal peruano también incluye
regulación ex ante que define expresamente como
facilidades
esenciales
determinadas
infraestructuras y/o recursos. Como se trata de
un aspecto que excede los propósitos del presente
artículo, solo se indica a manera referencial que la
ius et veritas 31
en: (...) f) La negativa a otra empresa del acceso a sus propias redes u otra infraestructura a cambio de una
remuneración adecuada, siempre que la otra empresa sin tal acceso sea incapaz por motivos legales o fácticos de
competir con la empresa dominante en los mercados anterior y/o posterior. Esta disposición no se aplicará si la
empresa dominante demuestra que existen razones operativas u otras que imposibilitan tal acceso, o que tal acceso
no puede tener lugar en circunstancias razonables”.
(56) El referido comentario es el siguiente: “El literal g del artículo 10 del proyecto también representa una novedad respecto
del Decreto Legislativo 701, en virtud de la cual la agencia de competencia puede sancionar la negativa de acceso a
redes o infraestructura esenciales para el desarrollo de determinada actividad. En estos casos, según cuida de
precisar el proyecto, la agencia de competencia solo podrá sancionar dicha negativa si la facilidad en cuestión no está
sometida ya a una regulación específica”.
(57) En efecto, el inciso d del artículo 10 del proyecto prohíbe: “La negativa injustificada a satisfacer las demandas de
compra o adquisición, o las ofertas de venta o prestación, de bienes o servicios”.
(58) Sirva como ejemplo el artículo 12 del Reglamento General del OSIPTEL, Decreto Supremo 008-2001-PCM, que establece
lo siguiente: “Principio de supletoriedad. Las normas de libre competencia son supletorias a las disposiciones normativas
y/o regulatorias que dicte el OSIPTEL en el ámbito de su competencia. En caso de conflicto primarán las disposiciones
dictadas por el OSIPTEL”. Para un análisis más detallado sobre el tema, véase: QUINTANA, Eduardo. ¿Es la política de
competencia “supletoria” de la regulación de telecomunicaciones? En: ius et veritas. Año XIV. Número 27. 2003.
79
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
regulación de telecomunicaciones contempla un
listado de recursos y servicios calificado como
instalaciones esenciales para efectos de la
interconexión de redes, tales como la terminación
de llamadas, la conmutación y señalización de
llamadas, los servicios de facturación y cobranza,
entre otros(59). De igual manera, la regulación de
infraestructura de transporte de uso público califica
un grupo de bienes como facilidades esenciales
para el acceso de terceros operadores de servicios
a las infraestructuras en cuestión. Así, tratándose
de aeropuertos, se consideran facilidades
esenciales la pista de aterrizaje, la rampa o los
puentes de embarque; en el caso de puertos tienen
dicha calificación la poza de maniobras y rada
interior, los muelles y amarraderos, etcétera; similar
enumeración se hace para las carreteras y las vías
férreas (60). En ambos casos la definición de
instalaciones o facilidades esenciales otorga a
terceros el derecho de solicitar al regulador
correspondiente la emisión de un mandato de
interconexión o de acceso, respectivamente, en
caso de no llegar a un acuerdo satisfactorio con la
empresa que controla dichos recursos.
6.2. Jurisprudencia referida a la DFE
ius et veritas 31
Dentro de los casos en que se ha hecho
referencia a la DFE se encuentran, en primer lugar,
aquellos relacionados con infraestructuras
utilizadas para la prestación de servicios públicos
de telecomunicaciones. Al respecto, tanto el
Indecopi como el OSIPTEL han conocido denuncias
por abuso de posición de dominio, en la modalidad
de negativa injustificada de trato, dentro del
mercado de arrendamiento o uso de
infraestructuras para prestar el servicio de
distribución de radiodifusión por cable (televisión
por cable). De otro lado, Indecopi también ha
aplicado la DFE a un caso referido a negativa
injustificada de trato en el mercado de servicios
bancarios.
80
6.2.1. Indecopi
El Indecopi ha conocido dos casos
relacionados con la DFE y en ambos resolvió
señalando que existía una facilidad esencial, tal
como se detalla a continuación.
6.2.1.1. Cab Cable contra Electrocentro
El primer caso sobre la materia fue la
denuncia presentada ante Indecopi por la empresa
Cab Cable S.A. contra Electrocentro S.A. La
denunciante era concesionaria del servicio de
distribución de televisión por cable en la ciudad de
Huancayo y pretendía utilizar los postes de la red
de distribución eléctrica de la denunciada para
instalar su red de cables. A pesar de haber contratado
previamente el uso de sus postes con la empresa
que transfirió el negocio a la denunciante,
Electrocentro se negó a permitir el acceso de Cab
Cable a su red de postes en Huancayo.
En este caso, la Sala de Defensa de la
Competencia del Tribunal del Indecopi (en adelante
SDC) señaló los siguientes criterios para aplicar
la DFE:
“(…) un recurso esencial es aquella
infraestructura que es indispensable para la
producción de un determinado producto en otro
mercado, por lo que, la negativa a proporcionar
dicho bien perjudica la competencia. En ese
sentido, si una empresa que tiene un recurso o
servicio considerado esencial, se niega
injustificadamente a contratar con otra y dicha
conducta perjudica el interés económico general,
en especial, a los consumidores, será objeto de
sanción por la autoridad de libre competencia.
Para que se configure la obligación de
permitir el acceso a una facilidad esencial, es
necesaria la concurrencia de cuatro elementos: (i)
el control de la facilidad esencial debe encontrarse
en poder de un monopolista (o una empresa con
posición de dominio); (ii) incapacidad o
irrazonabilidad para duplicar la facilidad esencial;
(iii) el rechazo del uso de la facilidad esencial; y,
(iv) la posibilidad de proveer la facilidad.
Es importante tener presente que la
obligación de permitir el acceso a una facilidad
esencial tiene como finalidad proteger la
competencia y no a un competidor en especial”.
A continuación, la SDC calificó los postes
de Electrocentro como facilidades esenciales para
el servicio de televisión por cable, considerando
que la otra empresa que tenía una red de postes
instalada en Huancayo -Telefónica del Perú S.A.A.no cubría las mismas zonas que la denunciada y
(59) Texto Único Ordenado de las Normas de Interconexión, Resolución 043-2003-CD/OSIPTEL (artículo 6 y anexo II).
(60) Reglamento Marco de Acceso a la Infraestructura de Transporte de Uso Público, Resolución 014-2003-CD/OSITRAN
(artículo 9 y anexo I).
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
no alcanzaba las áreas donde Cab Cable pretendía
operar. Igualmente, la SDC consideró que otros
medios no constituían sustitutos efectivos de la
red de postes de Electrocentro debido a que eran
demasiado costosos y no permitirían a Cab Cable
competir. Así, por ejemplo, descartó que la
instalación de postes propios por Cab Cable fuera
un sustituto, ya que existían restricciones de
espacio en dicha ciudad que podían limitar la
posibilidad de instalar una red de postes paralela
a la de Electrocentro, los costos involucrados eran
elevados y existía la posibilidad de compartir la
infraestructura de Electrocentro, que de otro modo
no se utilizaría en su integridad.
Además, la SDC concluyó que las
justificaciones planteadas por la denunciada no
eran válidas. En efecto, Electrocentro sostuvo que
la instalación de los cables de la denunciante
retardarían las labores de operación y
mantenimiento de sus instalaciones para el
suministro de energía eléctrica y, adicionalmente,
que tales cables podrían generar riesgos de cruce
y paralelismos con los cables eléctricos. La SDC
consideró que la instalación de cables de televisión
por cable no tenía porqué generar interrupciones
en el suministro de energía eléctrica, como lo
demostraba el hecho de que previamente hubieran
estado instalados los cables de otra empresa de
televisión por cable en los postes de Electrocentro.
Asimismo, concluyó que los riesgos de cruce y
paralelismo solo se producirían si se incumplían
las normas del Código Nacional de Electricidad,
lo cual tampoco era un hecho que necesariamente
fuera a ocurrir.
En tal virtud, la SDC decidió que la negativa
de Electrocentro constituía un acto de abuso de
posición de dominio, en la modalidad de negativa
injustificada de acceso a una facilidad esencial.
Por ello, se ordenó que la distribuidora eléctrica
proceda a atender el pedido de alquiler de postes
efectuado y, además, se le impuso una multa de 5
Unidades Impositivas Tributarias (UIT)(61).
El Indecopi también aplicó la DFE en el
procedimiento iniciado por denuncia de Aero
(61) Resolución 00869-2002-TDC/INDECOPI, emitida el 11 de diciembre de 2002. Como se sabe, la UIT es un concepto legal
creado para efectos de las normas tributarias, pero se utiliza también como unidad referencial para efectos de la
aplicación de sanciones en el ámbito administrativo. Actualmente, la UIT es equivalente a S/. 3300,00 nuevos soles
(S/. 3.30 = US$ 1.00).
ius et veritas 31
6.2.1.2. Aero Continente contra Banco de Crédito
Continente S.A. contra el Banco de Crédito del
Perú. En este caso, la denunciante planteó que
requería abrir una cuenta corriente para que su
agente autorizado en la ciudad de Puerto
Maldonado depositara el importe correspondiente
a la venta de sus servicios en dicha ciudad, es
decir, para transferir el dinero hacia Lima. Sin
embargo, pese a ser la única entidad bancaria
privada que operaba en Puerto Maldonado, la
denunciada le negaba la apertura de una cuenta,
causándole un grave perjuicio.
La SDC definió como mercado relevante
la utilización de una cuenta corriente para transferir
dinero de Puerto Maldonado a Lima. Luego entendió
que el Banco de Crédito ostentaba posición de
dominio en tanto que en Puerto Maldonado no
existían agencias, sucursales u oficinas de otras
entidades bancarias facultadas para prestar el
servicio de cuenta corriente; descartando así como
sustitutos efectivos los medios alternativos a la
transferencia de dinero a través de una cuenta
corriente. En efecto, la SDC consideró que el
servicio de corresponsalía ofrecido en Puerto
Maldonado por el Banco de la Nación no era
comparable al de transferencia vía cuenta corriente,
ya que solo permitía un depósito a la vez con un
costo financiero distinto. Adicionalmente, la SDC
desechó que el traslado del dinero en el avión de
Aero Continente que volaba a Lima fuera un
sustituto, pese a que ese había sido el medio
utilizado por la denunciante en varias oportunidades.
Lo anterior no fue suficiente para la SDC,
que continuó su análisis argumentando que el
servicio relevante era esencial para las actividades
comerciales de Aero Continente en Puerto
Maldonado (venta de pasajes aéreos, cobros por
transporte de carga, cobros por exceso de equipaje,
etcétera) y que no existía servicio idóneo similar
al de la denunciada, ni evidencia de que otros
bancos tuvieran la intención de establecerse en
dicha ciudad.
Finalmente, la SDC concluyó que las
razones del Banco de Crédito no justificaban la
negativa de abrir una cuenta corriente a la
denunciante y, en consecuencia, que dicha
empresa había cometido abuso de posición de
81
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
dominio. Al respecto, el Banco sostuvo que las
normas del sistema financiero lo facultan para
negarse a abrir una cuenta según la idoneidad y
solvencia moral y económica del potencial cliente.
Adicionalmente, afirmó que el manual interno de
prevención de lavado de dinero del Banco le permitía
excluir de la contratación a personas de honestidad
cuestionable, razón por la cual había negado la
apertura de una cuenta a Aero Continente ante la
sospecha de que se trataba de una entidad que
“lavaba” dinero.
Si bien la SDC admitió que el marco legal
otorgaba discrecionalidad a los bancos para evaluar
la idoneidad moral y económica de sus posibles
clientes, señaló que tal discrecionalidad se reducía
cuando el banco tenía la capacidad de impedir que
una persona se viera privada del servicio en absoluto
(es decir, tuviera posición de dominio), caso en el
cual la selección y exclusión de potenciales
clientes tenía que sustentarse en condiciones de
máxima objetividad y según criterios contemplados
expresamente en la ley. Seguidamente, afirmó que
la negativa de trato no podía sustentarse en criterios
contenidos en un documento elaborado
internamente por el Banco y que las normas
legales aplicables no permitían excluir a un cliente
en base a sospechas.
En conclusión, basándose en los mismos
criterios de análisis utilizados en el caso de Cab
Cable contra Electrocentro, la SDC consideró que
en el caso de las cuentas corrientes del Banco de
Crédito también se había producido una negativa
de trato respecto de una facilidad esencial. Por
ello, ordenó que el Banco de Crédito evalúe la
información necesaria que Aero Continente le
proporcione a su requerimiento y proceda a la
apertura de las cuentas corrientes cuyo servicio
se había solicitado. Asimismo, se impuso al Banco
una multa de 2 UIT(62).
ius et veritas 31
6.2.2. OSIPTEL
82
OSIPTEL ha conocido cuatro procedimientos
en los que se planteó la existencia de una facilidad
esencial, concluyendo solo en uno de ellos que existía
una facilidad esencial. Además, resolvió un caso en
el que, pese a tratarse de la misma infraestructura
de los cuatro anteriores, no se argumentó que la
misma tuviera dicho carácter. A continuación se
describen los tres casos más representativos.
6.2.2.1. Pedro Laca Buendía contra Electronorte
En este caso, el Sr. Pedro Laca Buendía,
concesionario del servicio de televisión por cable
en la ciudad de Lambayeque, denunció a
Electronorte S.A., distribuidora de electricidad en
esa ciudad, por abuso de posición de dominio en
la modalidad de negativa de trato. El denunciante
señaló que había estado en uso de los postes de
Electronorte en virtud de un contrato en el cual
esta empresa le había impuesto un precio excesivo.
Según el Sr. Laca Buendía, los postes de
Electronorte constituían una facilidad esencial para
la prestación del servicio de televisión por cable.
Posteriormente, cuando el Sr. Laca solicitó la
renovación del contrato Electronorte se negó
injustificadamente a renovarlo.
El Cuerpo Colegiado de Osiptel (CCO) instancia de solución de controversias del organismo
regulador- determinó que el mercado relevante era
el uso de postes en la ciudad de Lambayeque y
estableció la siguiente metodología para determinar
si los postes constituían una facilidad esencial:
“(...) el Cuerpo Colegiado considera que a
fin de determinar si en un mercado relevante
determinado los postes instalados constituyen una
facilidad esencial la evaluación debe seguir los
siguientes niveles de análisis de forma consecutiva:
a) Existencia de restricciones legales o
administrativas
El primer aspecto a analizar está
referido a la existencia de limitaciones
generadas por el marco legal que dificultan la
duplicación del bien al que se desea acceder.
Dichas limitaciones se encuentran constituidas
por las restricciones legales o administrativas
que pueden ser ejecutadas o impuestas por las
autoridades competentes dentro del mercado
relevante, de forma que se debe analizar caso
por caso si en la zona donde se tendría que
duplicar el bien requerido -es decir donde se
instalarían postes adicionales- existe alguna
disposición legal o administrativa que restrinja
dicha posibilidad. Al respecto, pueden
presentarse dos supuestos:
a.1. que la restricción sea relativa, es decir
que la autoridad permita la instalación de postes
adicionales bajo determinadas condiciones o bien
únicamente en determinadas zonas del mercado
relevante (por ejemplo, en carreteras o avenidas
(62) Resolución 00870-2002-TDC/INDECOPI, emitida el 11 de diciembre de 2002.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
no es considerable, resulta más probable que la
facilidad pueda ser calificada como esencial.
Asimismo, en ambos casos debe tomarse
en cuenta la presencia de las empresas en el
mercado relevante, es decir, la cantidad del recurso
que es controlado por una empresa respecto de
las otras que también lo ostentan”(notas a pie de
página omitidas).
Aplicando esta metodología al caso
concreto, el CCO encontró que si bien existían
restricciones municipales para la instalación de
postes, las mismas solo afectaban algunas zonas
de la ciudad. Asimismo, consideró que no se había
logrado comprobar que fuera prácticamente
imposible para el Sr. Laca Buendía instalar su propia
red de postes y que, además, existía evidencia de
una empresa de televisión por cable que había
instalado postes propios en otra ciudad. En tal virtud,
el CCO concluyó que no podía afirmarse que los
postes de Electronorte fueran una facilidad esencial,
como afirmaba el denunciante.
No obstante lo anterior, y considerando que
el control de una facilidad esencial no era la única
forma de tener posición de dominio, el CCO concluyó
que Electronorte contaba con posición de dominio
en el mercado, dada su elevada participación y las
barreras de acceso existentes. Acto seguido, el CCO
analizó si la negativa estaba justificada y determinó
que el Sr. Laca había incurrido en incumplimientos
contractuales de relevancia, tales como la falta de
pago de varias mensualidades y la ampliación no
autorizada del número de postes utilizados. Es decir,
encontró evidencia de que la negativa de trato se
encontraba justificada. En consecuencia, la
denuncia fue declarada infundada(63).
6.2.2.2. Tele Cable Motupe contra Electronorte
Este es otro ejemplo de negativa de trato
en el uso de postes. Tele Cable Motupe S.R.L.,
concesionaria del servicio de televisión por cable
en la ciudad de Motupe, denunció a Electronorte
S.A., distribuidora de electricidad en esa ciudad,
por negarse a renovar el contrato previamente
existente entre las partes, pese a que los postes
eran una facilidad esencial.
Lo particular en este caso es que el CCO
encargado de la controversia también utilizó la
metodología citada previamente y encontró que la
(63) Resolución 041-2002-CCO/OSIPTEL, emitida el 25 de marzo de 2002. Esta decisión fue confirmada por el Tribunal de
Solución de Controversias del OSIPTEL mediante Resolución 017-2003-TSC/OSIPTEL, del 24 de junio de 2003.
ius et veritas 31
amplias en las que se considere que el ornato de
la ciudad no se vería afectado).
a.2. que la restricción sea absoluta, es
decir cuando la autoridad no permite que se instalen
postes adicionales dentro de toda la extensión del
mercado relevante.
b) Costos involucrados en la instalación
En caso de verificarse que no existen
restricciones legales o administrativas absolutas
que impidan duplicar el bien requerido en el mercado
relevante, debe procederse a analizar los costos
involucrados en dicha instalación. Es decir, las
empresas deben demostrar que en términos
económicos resulta prácticamente imposible
duplicar los postes requeridos. De cumplirse esta
condición, podría considerarse que los postes ya
existentes constituyen una facilidad esencial.
Los costos que deben ser considerados
en este nivel de análisis son aquellos en los que
incurren las empresas que tendrían que instalar
sus propios postes -costos privados- y aquellos
que se generan al resto de agentes económicos
-costos sociales. En tal sentido, la naturaleza de
facilidad esencial de los postes ya existentes no
dependerá de un análisis costo-beneficio
puramente privado, sino que también deberá
considerar los costos sociales involucrados.
c) Empresas que ostentan la facilidad y
presencia en el mercado
Finalmente, de existir restricciones legales
o administrativas absolutas o, a falta de ellas,
habiéndose demostrado que por los costos
involucrados, la duplicación de los postes es
prácticamente imposible, debe procederse a
analizar la cantidad de empresas que se
encuentran en posibilidad de permitir el uso de los
postes ya existentes (o de alguno de los medios
sustitutos) por parte de un tercero, analizándose
su presencia en el mercado relevante en términos
de cobertura.
En caso de existir múltiples empresas que
se encuentren en capacidad de permitir el uso de
sus postes (o de uno de los medios sustitutos)
por parte de un tercero, entonces es menos
probable que los postes puedan ser calificados
como una facilidad esencial, por cuanto podría
existir competencia en la prestación de dicha
facilidad. Sin embargo, si el número de proveedores
83
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
Municipalidad de Motupe había establecido una
prohibición general de instalar nuevos postes en
la referida ciudad. De esta forma, se cumplía lo
requerido en el primer nivel de análisis de la
metodología, esto es, que existiera una restricción
legal absoluta que impidiera a la denunciante
instalar su propia red de postes. En tal virtud, el
CCO concluyó que Electronorte controlaba una
facilidad esencial y que, por ello, tenía posición de
dominio en el mercado relevante. Sin embargo, al
evaluar la negativa el CCO determinó que la
denunciada no se había negado a renovar el
contrato y, adicionalmente, que aún de haberlo
hecho Tele Cable Motupe había incumplido con su
obligación de pago por el uso de postes, hecho
que hubiera justificado tal negativa(64).
ius et veritas 31
6.2.2.3. Alfatel contra Telefónica del Perú
84
Este caso se sustentó en argumentos
muy similares a los utilizados en las denuncias
previamente comentadas, aunque no se planteó
que los postes fueran una facilidad esencial para
prestar el servicio de televisión por cable. La
relevancia de este caso radica, en primer lugar,
en que se concluyó que la denunciada contaba
con posición de dominio en el mercado de postes
-sin necesidad de analizar si los mismos eran
una facilidad esencial- y, en segundo lugar, en
que se determinó que la negativa de trato era
injustificada, ordenándose el acceso a los
postes.
La denuncia también fue planteada por una
concesionaria del servicio de televisión por cable,
Alfatel E.I.R.L., pero en este caso contra Telefónica
del Perú S.A.A., concesionaria del servicio de
telefonía fija en la ciudad de Lima. La denunciante
planteó que pese a haberle solicitado hasta en dos
oportunidades el uso de sus postes en el distrito
de Huaycán, la denunciada no había dado
respuesta alguna por escrito, sin que existiera una
razón válida para ello dado que contaba con
espacio suficiente en los postes para atender a
sus pedidos.
En el análisis de sustitución se evaluó si
el uso de postes podía sustituirse por el servicio
de transporte de señal utilizado por Cable Mágico
-empresa vinculada a Telefónica y a la cual esta
brindaba el referido servicio- para ofrecer el servicio
de televisión por cable. A través de dicho servicio
la empresa de cable entregaba sus señales de
programación a la operadora de telefonía fija y esta
las transportaba hasta el domicilio del abonado,
haciendo uso de toda su infraestructura, es decir
incluyendo postes, cables y otros elementos de
red. En tal sentido, se concluyó que si la operadora
de televisión por cable no había efectuado aún la
inversión en cables y otros equipos -como sucedía
con Alfatel que recién estaba por iniciar sus
operaciones- el transporte de señal podía ser un
sustituto del uso de postes. Como se ha señalado,
en este caso los postes no fueron calificados como
facilidad esencial y aun así se consideró que
Telefónica ostentaba posición de domino en el
mercado, pues era la única que podía ofrecer el
servicio sustituto identificado.
Para justificar la demora en responder a
los pedidos de la denunciante, Telefónica
argumentó una supuesta falta de capacidad,
señalando que no contaba con espacio adicional
para colgar los cables de Alfatel, pues estaba
reservado para la expansión futura de la red de
telefonía fija. Luego de la evaluación
correspondiente, se concluyó que existían
suficientes espacios libres en los postes y que la
posible expansión futura de Telefónica no los
requeriría. En efecto, se demostró que ni en
distritos con mayores poblaciones o de sectores
con un nivel socioeconómico mayor la empresa
había tenido un crecimiento siquiera cercano a los
porcentajes que planteaba para Huaycán(65).
En consecuencia, se ordenó a Telefónica
que satisfaga el requerimiento de acceso a sus
postes ubicados en el distrito de Huaycán y se le
impuso una multa de 25 UIT.
6.3. Aciertos y debilidades de la DFE en el Perú
El primer aspecto a destacar es que, al igual
que en otras latitudes, la jurisprudencia peruana
ha tomado en cuenta la DFE pero como parte de
la prohibición general de negativas injustificadas
de trato, prohibidas por el artículo 5 literal a del DL
701. En consecuencia, los casos han sido
evaluados según la denominada regla de la razón,
es decir, examinando si la negativa de acceso se
(64) Resolución 035-2002-CCO/OSIPTEL, emitida el 08 de abril de 2002. Esta decisión fue confirmada por el Tribunal de
Solución de Controversias del OSIPTEL mediante Resolución 018-2003-TSC/OSIPTEL, del 24 de junio de 2003.
(65) Resolución 039-2003-CCO/OSIPTEL, emitida el 20 de enero de 2003. Esta decisión fue confirmada por el Tribunal de
Solución de Controversias del OSIPTEL mediante Resolución 019-2003-TSC/OSIPTEL, del 30 de junio de 2003.
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
los aspectos complementarios de estudio
previamente definidos.
6.3.1. Énfasis en la imposibilidad de duplicación
La jurisprudencia referida a la DFE en el Perú
muestra su mayor intensidad de análisis en este
componente, dando menor importancia o incluso
dejando de lado el estudio de los otros.
Las decisiones en que se concluyó que los
postes de las distribuidoras eléctricas constituían
una facilidad esencial indican que la principal razón
para ello fue la existencia de limitaciones legales
que impedían a las operadoras de televisión por
cable instalar postes propios. Así, tanto en el caso
de Cab Cable como en el de Tele Cable Motupe se
constató que existían normas municipales que
prohibían la instalación de nuevos postes a las
operadoras de televisión por cable, lo cual
ocasionaba que la red de postes existente no
pudiera ser replicada.
También se tuvieron en cuenta razones
económicas que podían influir en la imposibilidad
de duplicar el activo en referencia. En el caso de
Alfatel, por ejemplo, se consideró que existía
posibilidad de sustituir el uso de los postes a través
del servicio de transporte de señal, siempre que la
empresa solicitante recién fuera a iniciar sus
operaciones y no hubiera invertido en cables y otros
equipos, pues si ya lo había hecho la referida
sustitución ya no parecía económicamente viable.
El ejemplo más discutible en materia de
imposibilidad de sustitución es el de Aero
Continente, pues se consideró que el servicio de
cuenta corriente no podía replicarse pese a existir
opciones como el servicio de corresponsalía del
Banco de la Nación o el traslado físico del dinero
en el avión que volaba de Puerto Maldonado a
Lima, mecanismo este último que había estado
utilizando previamente la aerolínea sin mayores
inconvenientes. Por ello se ha sostenido que el
Indecopi descartó opciones de sustitución válidas
en base a un somero análisis que tuvo en cuenta
solamente las características del servicio en
cuestión, cuando lo principal para definir la
posibilidad de sustitución es tener en cuenta la
finalidad del servicio y no sus características. En
tal sentido, se ha afirmado que la interpretación
de este caso denotaría un excesivo margen de
discrecionalidad(66).
(66) BULLARD, Alfredo. El regreso del jedi (o de la discrecionalidad en la aplicación de las normas de libre competencia).
En: Thémis. Número 47. 2003. pp. 140 y 141.
ius et veritas 31
encontraba justificada por las razones planteadas
por las empresas denunciadas como sustento para
negarse a contratar.
En cuanto a las metodologías utilizadas, se
advierte que la del Indecopi recoge, en términos
generales, los componentes básicos de la DFE
antes definidos, pues requiere que la infraestructura
no pueda duplicarse, que sea indispensable para
producir un bien en otro mercado y que la negativa
sea injustificada. No obstante, debe reconocerse
que no hace el debido énfasis en exigir que el acceso
al recurso sea imprescindible para ingresar o
permanecer en el mercado, característica ineludible
para que puede otorgársele el calificativo de esencial.
Como se ha explicado, no basta que el recurso sea
indispensable para que una empresa produzca un
bien en otro mercado, sino que se requiere que no
acceder a tal recurso impida su entrada al mercado
o la obligue a retirarse del mismo.
Un detalle que merece comentario es que si
bien el marco conceptual definido por el Indecopi
para la DFE hace referencia expresa a una
“infraestructura” -activo típico para la aplicación de
la DFE sus pronunciamientos no se han limitado
a este tipo de bienes, sino que se han extendido a
servicios. Este hecho es una señal de que para el
Indecopi la doctrina se encuentra en etapa de
expansión. En consecuencia, conviene llamar a la
reflexión para mantener la prudencia necesaria al
calificar otros bienes distintos a las infraestructuras
como recursos esenciales.
En el caso de OSIPTEL, la metodología define
principalmente cuándo existe una facilidad esencial
más que la DFE como tal. Los criterios utilizados
se enfocan principalmente en la imposibilidad de
duplicar la facilidad, sea en razón de barreras
legales o por los costos involucrados. Sin embargo,
su definición no hace referencia a que el acceso al
recurso sea imprescindible, elemento de
importancia para darle carácter de esencial.
La mayoría de casos analizados involucró el
mismo supuesto, es decir, el acceso a postes para
el tendido de redes de televisión por cable, siendo
la única excepción el caso de Aero Continente
contra el Banco de Crédito, relacionado con el
acceso al servicio de cuentas corrientes. A
continuación se comenta sintéticamente cómo ha
sido tratado por el Indecopi y OSIPTEL cada uno
de los componentes básicos de la DFE, así como
85
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
De otro lado, es importante resaltar que si
bien la jurisprudencia ha puesto su mayor esfuerzo
en examinar la imposibilidad de sustitución, no ha
sido muy exigente en verificar si cualquier empresa
prudente en materia de inversiones se vería
imposibilitada de duplicar el recurso o si ello solo
ocurre con la solicitante. El único caso comentado
en que se hizo algún análisis al respecto fue el del
Sr. Pedro Laca. En este se descartó que los postes
fueran una facilidad esencial porque existía
evidencia de que otra empresa había realizado la
inversión necesaria para instalar postes propios
en otra ciudad, motivo por el cual no podía
afirmarse que la imposibilidad de sustitución
afectara a todas las empresas por igual.
Por último, debe señalarse que el Indecopi
ha sido bastante más permisible que OSIPTEL al
momento de definir la imposibilidad de duplicación.
Como ya se ha mencionado, si bien el
pronunciamiento del Indecopi puede considerarse
adecuado en el caso de Cab Cable -por existir una
limitación legal- resulta discutible en el caso de
Aero Continente. En cuanto al OSIPTEL, la cautela
demostrada para declarar la imposibilidad de
duplicación puede explicarse por las
consecuencias que ello tendría, pues la calificación
de una infraestructura o recurso como esencial en
una industria regulada, como la de servicios públicos
de telecomunicaciones, conllevaría casi
automáticamente a que se establezca una
regulación de acceso.
ius et veritas 31
6.3.2. Mínima o inexistente comprobación del
carácter imprescindible
86
Según se ha explicado, la jurisprudencia
peruana se ha concentrado en el componente
anterior, prestando menor o ninguna atención a que
el recurso sea imprescindible para acceder al
mercado o para permanecer en él. Para ello tendría
que evaluarse los efectos de la negativa en el mercado
donde se utiliza el recurso calificado de esencial como
insumo. OSIPTEL no se pronuncia al respecto e
Indecopi lo toma en cuenta pero no hace una
evaluación adecuada del mismo, pese a que entiende
que el bien en cuestión debe ser indispensable para
la producción de un determinado producto en otro
mercado y que la DFE busca proteger la competencia
y no a un competidor en particular.
En ninguno de los casos mencionados se
comprobó que las empresas solicitantes no habrían
ingresado al mercado o lo habrían dejado si no
contaban con el acceso a los postes o al servicio
de cuenta corriente. Tendría que haberse definido
en qué medida la negativa afectaba la competencia
en el mercado de servicios de televisión por cable
y de transporte aéreo, para considerar que el
acceso a dichos recursos era imprescindible.
Si bien en los casos sobre acceso a postes
podría existir sustento para afirmar que eran bienes
imprescindibles, por tratarse de infraestructuras de
gran relevancia para prestar el servicio de televisión
por cable, no puede sostenerse lo mismo respecto
del servicio de cuenta corriente para ofrecer el
servicio de transporte aéreo. Sin prejuzgar si existió
abuso de posición de dominio o no en el caso de
Aero Continente, resulta poco probable que dicha
aerolínea hubiera dejado de brindar servicios en la
ruta Lima-Puerto Maldonado si no accedía a una
cuenta corriente del Banco de Crédito. Asimismo,
es poco probable que no acceder al servicio de
cuenta corriente mencionado hubiera impedido que
cualquier otra aerolínea -es decir la competenciaingrese al mercado.
No bastaba con demostrar que la sustitución
del servicio de cuenta corriente del Banco de
Crédito era muy difícil de sustituir, sino que además
se requerían pruebas de que el acceso a dicho
servicio era imprescindible para la permanencia de
Aero Continente en el mercado o, más aún, para
el ingreso de cualquier otra aerolínea. Es la
concurrencia de ambos componentes, es decir,
imposibilidad de duplicación del recurso y acceso
imprescindible al mismo, lo que le otorga el
carácter de facilidad esencial. Si no se comprueba
el carácter imprescindible, bastaría utilizar la figura
general de abuso de posición de dominio en la
modalidad de negativa injustificada de trato
respecto de bienes de difícil sustitución, sin
necesidad de recurrir a la DFE.
El caso Aero Continente es muestra de una
etapa de expansión de la DFE cuyo sustento puede
ser muy discutible y que, en los hechos, puede
terminar ocasionando que las normas de libre
competencia sirvan para defender a un competidor
en particular y no al proceso competitivo.
6.3.3. Análisis de justificaciones disperso
El análisis de las justificaciones ha sido
disperso y los argumentos de calidad desigual,
pero satisfactoria en la mayoría de casos. En
algunos de ellos se definió que los postes eran
una facilidad esencial, pero el resultado fue distinto
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
que los bancos se encuentran en mejor posición
para desarrollar las figuras sospechosas en sus
directivas internas, dada su experiencia en la
materia. Tal vez, lo que una autoridad de defensa
de la competencia podría haber cuestionado era
que tales directivas fueran discriminatorias o que
se hubieran aplicado de esa forma. No obstante,
Indecopi no cuestionó este tema, sino que el banco
hubiera identificado una conducta como
sospechosa. No obstante, la información a la que
se hace referencia en las resoluciones del Indecopi
-en particular la de primera instancia- demostraba
que Aero Continente había registrado movimientos
bancarios bastante fuera de lo común.
6.3.4. Órdenes de acceso que han privilegiado el
acuerdo de partes
En los tres casos en que se concluyó que
se había producido una negativa injustificada de
trato y que acarrearon la imposición de multas para
las empresas denunciadas, tanto el Indecopi como
OSIPTEL emitieron una orden de acceso pero sin
definir las condiciones aplicables, dejando este
aspecto al acuerdo entre las partes. De la
jurisprudencia en cuestión no queda claro si ello
se debió a que la autoridad respectiva consideraba
que no tenía las facultades para establecer dichas
condiciones, si no contaba con la experiencia
necesaria para hacerlo o si no lo consideró
necesario.
Cualquiera fuera el caso, en ninguno de
estos pronunciamientos el beneficiario requirió que
la autoridad dictara órdenes adicionales para lograr
el acceso efectivo a la facilidad. Esto indicaría que
la empresa responsable no creó inconvenientes ni
realizó acciones dilatorias para impedir el acceso.
En otras palabras, aparentemente la orden de
acceso fue incentivo suficiente para el
cumplimiento por parte del obligado, sin necesidad
de que la autoridad definiera también las
condiciones de acceso.
De acuerdo con ello, la opción de ordenar
el acceso dejando la definición de las condiciones
al acuerdo entre las partes ha resultado efectiva,
por lo que no debe desecharse de plano como una
medida insuficiente. En la misma línea de
razonamiento, la autoridad de defensa de la
competencia debería evaluar con detenimiento si
resulta totalmente necesario fijar tales condiciones,
pues en lo posible debería restringir tal opción a
supuestos excepcionales.
ius et veritas 31
al analizar las razones de la supuesta negativa.
Así, por ejemplo, en el caso de Tele Cable Motupe
se consideró que no se había producido una
negativa de alquiler y que, aun de haberse
producido, la misma hubiera sido válida porque la
denunciante tenía un mal récord por incumplimiento
de las obligaciones contractuales adquiridas. En
el caso de Cab Cable, por el contrario, se definió
que las razones esgrimidas por la denunciada no
eran justificadas, pues las mismas no impedían
realmente el alquiler de los postes.
En cuanto al nivel de los argumentos, la
evaluación de las justificaciones ha sido bastante
sólida por lo general. Por ejemplo, en el
procedimiento seguido por Alfatel se estudió con
minuciosidad primero si existía capacidad
disponible en los postes de la empresa denunciada
y, segundo, si dicha capacidad iba a ser utilizada
efectivamente por Telefónica, considerando las
proyecciones de expansión de sus servicios en
Huaycán, en comparación con el crecimiento que
tuvo en otros distritos con mayor población y de
poder adquisitivo más elevado.
No obstante, un ejemplo de que la
evaluación realizada puede ser insuficiente para
las conclusiones a que se llega se encuentra en
el caso de Aero Continente, en el cual se concluyó
que la negativa de acceso a una cuenta corriente
era injustificada, en base a una interpretación de
la ley. En efecto, si bien se admitió que el marco
legal otorgaba discrecionalidad a los bancos para
evaluar la idoneidad moral y económica de sus
posibles clientes, se entendió que si el banco tenía
posición de dominio la evaluación debía sustentarse
en condiciones de máxima objetividad y, además,
que tales condiciones no podían derivarse de un
documento interno del banco sino encontrarse
expresamente definidas en la ley. Acto seguido,
se concluyó que la evaluación realizada por el
banco no cumplía tales requisitos y por tanto que
la negativa no estaba justificada.
Al respecto, puede señalarse que la
regulación de servicios financieros y bancarios
busca que los bancos informen sobre
comportamientos irregulares y que no faciliten
movimientos de dinero anormales, siendo poco
probable que identifiquen al detalle las “condiciones
de máxima objetividad” que menciona Indecopi
para que un banco con posición de dominio pueda
definir cuándo puede negarse a abrir una cuenta.
Además, al evaluar el caso el Indecopi no consideró
87
Baldo Kresalja Rosselló y Eduardo Quintana Sánchez
6.3.5. Insuficiente análisis de los efectos de corto y
largo plazo
Si bien el balance entre los efectos de corto
y largo plazo de la DFE no es un componente
básico de la doctrina, es un aspecto de evaluación
que viene adquiriendo mayor relevancia, en
particular en los pronunciamientos más recientes
que se han emitido sobre la materia en otras
realidades. Estas decisiones han destacado la
importancia de estudiar no solamente los efectos
de corto plazo de la DFE, derivados del ingreso de
nuevos agentes al mercado, sino también los
efectos negativos que podría tener a futuro por los
desincentivos a la inversión en activos valiosos o
por el ingreso de competidores ineficientes.
La jurisprudencia peruana no presenta una
evaluación directa de este tema. De un lado, el
Indecopi parece estar concentrado en los efectos
de corto plazo, asumiendo que lo relevante es el
acceso de más competidores al mercado. De otro
lado, OSIPTEL considera aspectos distintos a la
competencia al evaluar la imposibilidad de
duplicación del recurso, como por ejemplo, el ornato
público o el impacto ambiental, pero no incluye un
balance de tales aspectos con los incentivos a la
inversión o la eficiencia de los nuevos entrantes.
No
puede
afirmarse
que
los
pronunciamientos existentes hasta la fecha hayan
ocasionado efectos negativos sobre las decisiones
de inversión de las empresas obligadas a brindar
el recurso en cuestión. No obstante, parece
razonable que a futuro se incluya, en alguna
medida, la evaluación sobre los efectos de corto y
largo plazo de la DFE en cada caso concreto, de
forma que se cree un balance adecuado entre los
mismos.
ius et veritas 31
6.4. Reflexiones finales
88
La puerta de entrada para la DFE en el Perú
fue el procedimiento iniciado por Cab Cable. En
este caso, el Indecopi otorgó la calidad de recurso
esencial a una infraestructura -la red de postes de
una distribuidora eléctrica- requerida para brindar
un servicio público de telecomunicaciones. Los
casos posteriores, que involucraron el acceso a la
misma infraestructura para brindar igual servicio,
fueron conocidos por OSIPTEL. Este organismo
regulador fue más reacio a considerar los postes
como una facilidad esencial, rechazando tal
calificación en la mayoría de casos y solo
admitiéndola cuando resultó evidente la
imposibilidad de sustitución a través de postes
propios debido a una prohibición legal para
instalarlos.
Lo anterior podría llevar a pensar que la DFE
se ha mantenido en el ámbito que le es más
característico, es decir, aquel de las
infraestructuras, y que la evaluación de la misma
ha sido suficientemente rigurosa como para limitar
su campo de acción solo a aquellos supuestos
que realmente lo ameritan. No obstante, al otorgar
la calidad de bien esencial al servicio bancario de
cuenta corriente el Indecopi ha dado un salto
bastante largo que indica el inicio de una etapa de
expansión de la DFE, con el riesgo inherente de
que se trate de extender a supuestos bastante
discutibles, como ha sucedido en otras realidades.
La DFE tiene un campo propicio en las
industrias de redes o sectores regulados que
incluyen segmentos de mercado con
características de monopolio natural. En este
ámbito, lo importante es la complementariedad
entre la regulación ex ante y la norma de libre
competencia, de modo que la calificación de
ciertos bienes como facilidades esenciales venga
dada directamente por la primera o a través de la
aplicación de la segunda, dependiendo de cuál sea
la vía más efectiva. De otro lado, están las industrias
o actividades económicas donde existen mayores
condiciones de competencia y una menor
probabilidad de que la DFE sea aplicable. En este
terreno parece más adecuada la aplicación de la
prohibición general de las negativas injustificadas
de trato, reservando la DFE solo para casos
excepcionales, si se pretende que siga siendo una
herramienta útil de las normas de libre
competencia.
Una manera de enfocar la DFE solo hacia los
supuestos en que es realmente necesaria es
limitando su aplicación a aquellos casos en que
se encuentren presentes los tres componentes
básicos ya mencionados y estudiando además los
dos aspectos adicionales ya referidos. En tal
sentido, además de dar énfasis a la imposibilidad
de duplicación de recurso, también debería
estudiarse con mayor profundidad si el acceso al
mismo resulta imprescindible. No debe olvidarse
que es la conjunción de ambos componentes lo
que da el carácter de esencial a un determinado
bien. Asimismo, es necesario hilar más fino en la
evaluación de las justificaciones para las negativas
de acceso a recursos esenciales. Adicionalmente,
La doctrina de las facilidades esenciales y su recepción en el Perú
parece correcta y efectiva la práctica actual de
ordenar el acceso dejando al acuerdo entre las
partes las condiciones aplicables; pero antes de
ordenar dicho acceso también sería relevante
considerar, en alguna medida, el balance entre los
efectos de corto y largo plazo de tal orden.
Adicionalmente, no debe olvidarse que el
debate existente sobre la vitalidad de la DFE aún
se encuentra lejos de haber llegado a una fase de
consenso y que el Perú es receptor de una doctrina
no admitida oficialmente por importantes
autoridades en la materia, tales como la Corte
Europea de Justicia o la Corte Suprema de Estados
Unidos. Por ello, también resulta importante en el
contexto nacional preguntarse si el tema puede
ser cubierto a través de la prohibición de negativas
injustificadas de trato, sin necesidad de recurrir a
una figura aún en discusión. Ello sin perjuicio de
que la regulación ex ante pueda identificar algunos
recursos como esenciales para promover la
competencia en industrias de redes, de manera
que se garantice la penetración de los servicios
públicos a zonas o segmentos que aún no cuentan
con ellos.
Para terminar, debe agregarse que aún no
existe suficiente riqueza jurisprudencial para
realizar una evaluación concluyente ni para
prejuzgar la aplicación futura de la DFE. Sin
embargo, ello no es motivo para dejar de poner de
manifiesto los aciertos e inconsistencias
encontradas, lo cual puede ser de utilidad para
que la doctrina se mantenga dentro de linderos
que garanticen un uso razonable y que otorguen
certeza jurídica a los agentes económicos.
NOTARIO PUBLICO
Telf. 271-8236
271-0379
ius et veritas 31
Av. Paseo de la Castellana 229 - Surco
Tlfs. 449-7608 – 449-7250
89
Ernesto Salazar Campos
Las sanciones impuestas por la
declaración de quiebra en la Ley
General del Sistema Concursal
peruana a partir de una
aplicación del Análisis
Económico del Derecho(*)
Ernesto Salazar Campos(**)
“El Derecho debe limitarse exclusivamente a garantizar la
seguridad y libertad y no debe, por lo tanto, realizar más
función de regulación o intervención. Desde la perspectiva
neoclásica, en condiciones de competencia perfecta,
alcanzada la eficiencia social mediante la búsqueda individual
de la máxima eficacia, el Derecho no es más que una
estructura redundante”.
Mitchell Polinsky (1974)
1. Introducción
ius et veritas 31
“Papá lo sabe todo” (Father Knows Best) fue
una popular comedia familiar de situaciones emitida
originalmente en la televisión norteamericana entre
1954 y 1963. Su trama mostraba los avatares de
una familia prototípica de clase media en la
Norteamérica de la posguerra. Pocos saben que
dicha serie debutó como comedia en radio en 1949
y que el nombre del show en la versión radial se
presentaba como una pregunta y no como una
afirmación. Pero si usted vio en televisión cualquiera
de sus 203 capítulos, esto no lo sorprenderá. De
cualquiera de ellos puede desprenderse que los
90
(*)
productores de la serie en realidad cuestionaban
el rol de los padres como líderes y árbitros al interior
del núcleo familiar. Su título era más metafórico
que literal, pues el personaje del padre en la serie
con frecuencia no encontraba una respuesta
adecuada a las situaciones de conflicto que se le
presentaban y era común que tomara decisiones
poco convenientes. Aunque cabe admitir que el
averiguar que determinada decisión produce un
resultado insatisfactorio constituye también una
información valiosa para cualquiera, es claro que
lo que el objetivo principal de la comedia buscaba
era parodiar aspectos cotidianos para entretener
a la teleaudiencia.
Una versión preliminar del presente trabajo contó con la gentil revisión de los doctores Ricardo Guevara Bringas,
Huáscar Ezcurra Rivero, Francisco Gálvez Ruiz-Huidobro, Rafael Arribas Velasco, así como también recibió los
acertados comentarios de Gerardo Solís Visscher, Luis Fernando Castellanos Sánchez y Allen Roca Varela. A ellos y
a todos los que de una u otra manera contribuyeron con este artículo les agradezco por compartir conmigo sus
valiosos puntos de vista sobre el tema materia de discusión. Mas quiero brindar un agradecimiento especial al doctor
Paolo del Aguila Ruiz de Somocurcio por su constante apoyo a lo largo de la realización de este trabajo. Como resulta
evidente, las apreciaciones y conclusiones vertidas son estrictamente personales y no comprometen de ninguna
manera a los aquí nombrados.
(**) Abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Miembro de la Asociación Civil ius et veritas.
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General del Sistema Concursal
(1)
(2)
2. Economía y Derecho en el Perú
Es notorio que durante algo más de diez años
el sistema jurídico peruano ha sido arremetido (con
resultados diversos, en su mayor parte positivos
aunque incompletos) por una ola de cambios
radicales que han modificado en forma sustancial
la visión que todos los operadores teníamos del
Derecho. La embestida aludida no ha sido del todo
inesperada al considerar que ya que se contaba
con la voluntad política necesaria, el Derecho ha
actuado simplemente como lo que es: una
creación humana orientada a ser un mecanismo
de control. Parte, realmente, como consecuencia
de la transformación de exigencias planteadas en
el mundo desde la economía a las estructuras de
las más diversas instituciones jurídicas.
Aunque resultaría lógico pensar que un
problema hoy en día sería imposible de resolver
apelando a una visión anterior a la de la modernidad,
estimo que todos conocemos por lo menos a
algunos abogados (entre otros profesionales) que
gozan llevando a las aulas universitarias, a las salas
de conferencia, a libros y revistas especializadas
o a los tribunales, el absurdo ejercicio de pretender
hacer creer al público que el mundo no ha variado
desde la era romana, e insistir en los beneficios
de la aplicación a nuestra realidad de instituciones
anacrónicas hasta el hartazgo, sin mayor
modificación sustancial. En el caso del Derecho,
la lucha contra esta forma de análisis de la materia
se ha llevado cuesta arriba y se ha llegado a decir
que “el aporte (de los abogados) a una comprensión
apropiada de las instituciones legales fue opacado
por su insistencia en ser anticuarios y su
aceptación de la ley romana como un producto
acabado”(1). No obstante, por ejemplo en Europa a
diferencia de otros lugares se reconoce que los
operadores han encontrado la forma de adaptarse
claramente porque: “se volvieron expertos en los
recovecos de la ley romana, y en cerciorarse de
que ella se moviera con los tiempos”(2).
El Derecho aquí en el Perú (como en el resto
del globo) se hace y se deshace con la misma
facilidad. Este no parece ser el problema central.
STEIN, Peter. Legal evolution. The Story of an Idea. Cambridge: Cambridge University Press, 1980. p. 53. Citado por: DE
SOTO, Hernando. El misterio del capital. Lima: El Comercio, 2000. p. 224.
Ibid.; p. 55.
ius et veritas 31
Sin duda la información es un bien valioso en
cualquier grupo. Como podrá imaginar, un
hipotético sujeto que “sepa todo” resultará
altamente deseable en cualquier mercado. La lógica
de inmediato nos dice que ningún miembro de
grupo alguno (en el caso de la serie, el grupo
familiar) puede saberlo todo. Es probable que los
niños en una edad temprana sean de los pocos
sujetos que pueden tener la convicción que sus
padres lo saben todo. A pesar de ello en el
agregado, al interior de una familia, los padres si
bien no lo saben todo sí suelen saber más que los
hijos y pueden tomar mejores decisiones que ellos
ante los problemas cotidianos. Ello es así porque
cuentan con bienes valiosos: (i) experiencia,
formada en base a haber tomado en el pasado o
haber tenido noticias de otros sujetos que han
enfrentado problemas idénticos; y, (ii) criterio,
formado básicamente en base a comparación con
decisiones tomadas extraídas de un contexto
similar, ya sean propias o de terceros.
Así, los padres conocen usualmente en cierto
modo cómo atraer situaciones que consideran
beneficiosas para sus familias como resultado de
tomar decisiones en determinado sentido y se
orientarán a ellas (o en todo caso, atraerán aquellas
que consideran menos perjudiciales que otras
posibles, como podría ocurrir con frecuencia en
aquellas familias que cuentan con muy escasos
recursos económicos). Con ello evitan tomar
decisiones en un sentido que acarree situaciones
que consideren perjudiciales para su familia (o más
perjudiciales que otras posibles como hemos
señalado en el segundo caso).
Hasta aquí no hemos manifestado nada que el
lector no sepa. En realidad, nuestra intención en
este artículo es que el lector no encuentre ninguna
opinión que no haya podido desprender
previamente de su propio sentido común. No
obstante (o más bien, precisamente por ello) lo
invitamos a seguir leyendo las líneas que siguen
para que descubra una obligación legal, impuesta
por el Estado, que claramente escapa al sentido
común de un agente razonable y que por tanto
planteamos que se elimine de nuestro sistema.
91
Ernesto Salazar Campos
Conseguir un Derecho que responda de forma
eficiente(3) a los problemas reales de las personas
es lo que realmente está muy lejos de ser una
tarea fácil.
Una manera diferente de aquellas a las que
estamos acostumbrados a pensar el Derecho y
que resulta sumamente interesante por sus
alcances la trae el Análisis Económico del Derecho.
Reflexionar sobre cualquier área del Derecho
desde la perspectiva económica es muy útil, pues
la economía brinda una teoría científica que trabaja
con modelos que nos permiten predecir
razonablemente en el agregado como se
desenvolverá el comportamiento humano en el
futuro. Nos orienta en la distribución de recursos
que son escasos, otorga información valiosa al
legislador y a todos los operadores jurídicos ya
que una vez que se vislumbran parámetros objetivos
facilita la toma de decisiones sobre cómo deben
satisfacerse necesidades determinadas.
Como resulta evidente, la incidencia de las
modificaciones referidas no se ha presentado en
igual proporción en todas las áreas del Derecho y
todavía no termina de filtrarse en los principales
dispositivos del ordenamiento. En realidad, es
lamentable que el proceso de acoplamiento del
Derecho a la realidad no opere de un modo más
(3)
ius et veritas 31
(4)
92
ágil y eficaz. Si consideramos que ello resulta
lamentable, no faltaría quien podría calificar como
una tragedia jurídica no menor el hecho que una
vez que se decide modificar la norma fundamental
de un sector específico, el legislador acabe
trasladando al interior del sistema entidades
provenientes de modelos anticuados que no hacen
más que aumentar los costos de entender hacia
dónde nos está llevando una norma. Consideramos
que no le faltaría razón a quien postule ello, ya
que puede deducirse que el aceptar el retroceso
termina perjudicando más a una sociedad que el
defender la inacción.
3. Análisis de las sanciones impuestas por la
declaración de quiebra en la Ley General del
Sistema Concursal peruana
Creemos que lo expresado inicialmente es lo
que mejor se ajusta para explicar lo ocurrido (por
lo menos en cuanto a la circunstancia determinada
que reseñaremos) en el caso de nuestra reciente
Ley General del Sistema Concursal -Ley 27809,
publicada en el Diario Oficial El Peruano el 8 de
agosto de 2002- en lo que se refiere a sus artículos
100 y 101(4), sobre las sanciones a agentes una
vez declarada la quiebra(5).
Insatisfechos con el denominado criterio de Pareto, los economistas desarrollaron la noción de una mejora potencial en
términos de Pareto -llamada también eficiencia de Kaldor-Hicks. COOTER, Robert y Thomas ULEN. Derecho y economía.
México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1999. p. 66. Una situación sería eficiente si alguien mejora su situación al
interior de un universo determinado, siempre y cuando obtenga un beneficio mayor al costo que asume aquel que
dentro del mismo grupo empeora la suya. Al respecto consúltese POSNER, Richard. El análisis económico del
derecho. México D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2000. p. 21.
“Artículo 100. Efectos de la quiebra.
100.1. El quebrado, mientras dure ese estado, está impedido de:
a) Constituir sociedades o personas jurídicas, en general, o de formar parte de las ya constituidas;
b) Ejercer cargos de director, gerente, apoderado o representante de sociedades o personas jurídicas, en general;
c) Ser tutor o curador, o representante legal de personas naturales;
d) Ser administrador o liquidador de deudores en los procedimientos regulados en la Ley.
100.2. El quebrado no deviene en incapaz por razón de la quiebra, por lo que puede ejercer sus derechos civiles sin
más limitaciones que las señaladas en el párrafo anterior.
100.3. Al Presidente del Directorio de la empresa concursada así como al titular de esta se le aplican los mismos efectos
señalados en el numeral primero del presente artículo.
100.4. Corresponde al liquidador o a cualquier interesado inscribir la quiebra en el Registro Personal.
Artículo 101. Rehabilitación del quebrado.
101.1. Transcurrido el plazo de cinco (5) años contado desde la fecha de expedición de la resolución judicial que
declara la quiebra, cesará el estado de quiebra, aun cuando los créditos no se hubieran alcanzado a pagar con los
bienes del quebrado, siempre que se acredite que el deudor no ha sido condenado por los delitos previstos en los
artículos 209, 211, 212 y/o 213 del Código Penal, así como que no tiene procedimiento penal abierto por dichos delitos.
101.2. Producido el cese del estado de quiebra, cualquier interesado podrá solicitar la cancelación de las inscripciones
que se hubiesen realizado en el Registro Personal y en los registros correspondientes, para lo cual bastará con la
presentación del certificado expedido por la autoridad competente que acredite no haber sido condenado por los
delitos previstos en los artículos mencionados en el párrafo anterior, así como que no tiene procedimiento penal abierto
por los mismos.
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General del Sistema Concursal
Estos dos dispositivos no tienen un
antecedente directo -en cuanto a los términos que
se van a discutir- en legislación nacional, salvo lo
relativo a impedimentos para la administración de
sociedades en nuestra Ley General de Sociedades,
Ley 26887. Tampoco se analizan de manera
detallada en la exposición de motivos de la ley
concursal vigente, ni se tratan en directivas,
precedentes de observancia obligatoria del Instituto
Nacional de Defensa de la Competencia y de
Protección de la Propiedad Intelectual (Indecopi)
o en jurisprudencia reiterada.
De tal manera, la ley peruana vigente del
sistema concursal sostiene que por cinco años la
persona natural quebrada estará impedida de
constituir sociedades o personas jurídicas o de
formar parte de las constituidas, ejercer cargos de
director, gerente, apoderado o representante de
sociedades o personas jurídicas en general, actuar
como tutor, curador o representante legal de
personas naturales y como administrador o
liquidador en los procedimientos que forman parte
del sistema concursal. Lo mismo para el presidente
del directorio así como el titular de la empresa que
quiebre, como si se tratara de nuevos quebrados.
Respecto a la quiebra, el artículo 99 de la Ley
General del Sistema Concursal(6) (al igual que en
el artículo 88 de la Ley de Reestructuración
Patrimonial, la ley hoy derogada, inmediatamente
anterior a la actual) determina que el procedimiento
judicial de quiebra debe iniciarse con la solicitud
de la declaración respectiva por parte del liquidador,
la misma que se presenta ante el juez en el plazo
de treinta días, contados a partir de que se haya
(5)
(7)
extinguido el patrimonio del deudor y existan
acreedores concursales pendientes de ser
pagados. Posteriormente se cursan los partes
respectivos al Registro Público para inscribir la
extinción de la empresa.
En suma, la quiebra se presenta, de acuerdo a
ley, como una situación jurídica que se declara
judicialmente, una vez que es solicitada por el
liquidador ante el juez civil competente (al igual
que se declara la extinción de patrimonio y la
incobrabilidad de las deudas).
No pretendemos aquí entrar al debate acerca de
si resultaba necesario adoptar una nueva ley(7),
verificar cuál debe ser el contenido del término “titular”
101.3. Cuando el deudor haya sido condenado, el Juez Penal ordenara la inscripción en el Registro Personal de la
resolución consentida o ejecutoriada que establece la responsabilidad penal por dichos delitos. En este caso, solo
podrá obtenerse la rehabilitación una vez cumplida la pena impuesta.
101.4. El plazo de rehabilitación para los representantes a que se refiere el artículo 101.1 se computa desde la fecha
en que quede firme o consentida la resolución que declara la quiebra de la persona jurídica que representan.
101.5. En estos casos, también procede la inscripción en los términos del artículo 100.4".
La atribución de responsabilidad a agentes en un sistema, en realidad, debería funcionar como un instrumento que
incentive la generación de eficiencia. Un interesante ejercicio en este sentido puede consultarse, PAZ-ARES, Cándido. La
responsabilidad de los administradores como instrumento de gobierno corporativo. En: ius et veritas. Número 27. Lima,
2003. pp. 202-246. De acuerdo a cómo asignemos las titularidades que están implicadas en este ejercicio los efectos
producidos varían en la práctica, en todo nivel, al igual que cuando nos inclinamos por uno u otro estándar. Consúltese
BULLARD, Alfredo. Responsabilidad y subdesarrollo. En: BULLARD, Alfredo y Gastón FERNÁNDEZ (editores). Derecho
civil patrimonial. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 1997. pp. 237-253.
“Artículo 99. Procedimiento judicial de quiebra.
99.1. Cuando en los procedimientos de disolución y liquidación se verifique el supuesto previsto en el artículo 88.7. (extinción
de patrimonio del deudor al realizar uno o más pagos de créditos, quedando acreedores pendientes de ser pagados) el
Liquidador deberá solicitar la declaración judicial de quiebra del deudor ante el Juez Especializado en lo Civil (...)”.
Un comentario al respecto puede verse en EZCURRA, Huáscar. Sobre la Ley General del Sistema Concursal. ¿Era
necesaria una nueva Ley? En: EZCURRA, Huáscar. Derecho Concursal. Estudios previos y posteriores a la nueva Ley
Concursal. Análisis Económico del Derecho. Lima: Palestra, 2002. pp. 243-245.
ius et veritas 31
(6)
Es ineficiente por los altos costos
que requiere atenuar absolutamente
todos (en realidad casi todos) los
riesgos que podrían afectar a un
negocio reduciendo los mismos a
un número cercano a cero e
idealmente desapareciéndolos
-más aún si los costos se elevan
excesivamente a causa de
imposición estatal de sanciones
drásticas
93
Ernesto Salazar Campos
o delimitar imprecisiones semánticas,
procedimentales o de forma que existen en el
dispositivo en cuestión(8). Lo que primordialmente nos
proponemos es analizar aquella que consideramos
la principal falla de dicho dispositivo específico:
instaurar un marco en el que se elevan de forma
innecesaria los costos de transacción(9) y se afecta
de manera significativa la generación de eficiencia.
Cabe mencionar que esta falla no implica
desconocer por nuestra parte en forma alguna los
claros aciertos de la reciente normativa concursal
respecto a aquellas que han existido en nuestro
país en el pasado(10). En el presente trabajo nuestra
propuesta está íntegramente orientada a preservar
y maximizar o extender las principales ventajas del
mismo.
Nuestro sistema está fundamentado en una
filosofía abiertamente moderna y liberal y ello se
refleja con nitidez en su estructura general. Al igual
que en la Ley de Reestructuración Empresarial
(Decreto Ley 26116), la Ley de Reestructuración
Patrimonial (Decreto Legislativo 845), así como sus
normas modificatorias(11), y a diferencia de la Ley
Procesal de Quiebras (Ley 7566 de 1932), en la
nueva norma concursal peruana la participación de
los particulares se presenta como un factor vital y
la participación del Estado es mínima. Las
principales decisiones son tomadas por particulares
y el concurso se tramita (a diferencia de como ocurre
en la gran mayoría de países en el mundo) en la vía
ius et veritas 31
(8)
94
administrativa, lo que consideramos un acierto dados
los múltiples problemas por todos conocidos que
enfrenta la administración de justicia en nuestro
Poder Judicial.
Resultaría absurdo no reconocer que el Estado
(a diferencia de otros sectores) en la rama
concursal ha dejado en términos generales de ser
en gran parte la figura paternal que impide elegir
en libertad al particular o que interviene
pretendiendo asumir un amplio control sobre la
elección del privado (en los dos últimos casos no
le resulta relevante analizar a cabalidad si es que
la premisa de que “el privado ignora o tiene muy
poca información sobre cómo tomar una decisión
que lo beneficie” es cierta o no).
Lo que pretendemos es que se organicen las
instituciones que se desarrollan de forma tal que
el sistema se mantenga coherente sin perder la
integridad que le es inherente, manteniendo firme
la convicción de que los problemas de crisis
empresarial son problemas entre entes privados y
que son ellos mismos, los propios privados, quienes
mejor pueden resolverlos.
Por supuesto, tal como lo sugiere Gary Becker,
el enfoque económico no supone necesariamente
que todos los partícipes del mercado poseen
información completa o que realicen sus
transacciones sin costos(12).
Las sanciones del artículo 100 de la ley
concursal tienen consecuencias radicales porque
Al respecto puede consultarse FLINT, Pinkas. Tratado de Derecho Concursal. Tomo I. Lima: Grijley, 2003. pp. 533-536.
También EZCURRA, Huáscar. La nueva Ley General del Sistema Concursal. ¿Hacia dónde vamos? ¿Avance o
retroceso? En: Advocatus. Nueva Época. Número 7. pp. 419 y 420. Pinkas Flint, por ejemplo, cuestiona que se haya
extendido la responsabilidad únicamente a algunos de los administradores de la sociedad y que se apunte a determinados
órganos que son facultativos en ciertas sociedades. Postula que pueden darse renuncias de última hora en la práctica
que impedirán que se vuelvan efectivas las sanciones impuestas y que surjan preocupaciones en administradores que
trabajaron en la empresa en periodos diversos.
(9) Costos del intercambio. Una de las traducciones al español del famoso artículo del distinguido Premio Nobel de
Economía Ronald Coase “The problem of the social cost”, originalmente publicado en Journal of Law and Economics
en octubre de 1960, se halla en COASE, Ronald. El problema del costo social. En: BREIT, William y Harold HOCHMAN
(compiladores). Microeconomía. México D.F.: Interamericana, 1973. pp. 400-402.
(10) En ese sentido junto a Juan Francisco Rojas consideramos que “La norma ha logrado de alguna manera ser disuasiva
en los efectos fraudulentos que existían, hoy hay una sensación generalizada de que las empresas que vienen al
sistema concursal vienen a utilizarlo bien. Los sistemas de fiscalización y control han mejorado, la autoridad también
se ha robustecido y eso puede estar dejando fuera a algunas empresas que hemos tenido que pretendían utilizar el
camino del fraude”. Sin embargo, también creemos que tal como plantea Hugo Silva “con esa tendencia un poco
patológica de la ley, se ha reprimido y se ha buscado eliminar esa suerte de privilegios. Es positivista en ese sentido,
pero en otros aspectos el legislador se ha ido más allá de su línea”. Ambas expresiones en EZCURRA, Huáscar y otros.
Apreciaciones de un debate Inconcluso. Los múltiples objetivos de una ley concursal con una única finalidad. En: ius
et veritas. Número 27. Lima, 2003. p. 303.
(11) Es decir, la Ley de Fortalecimiento del Sistema de Reestructuración Patrimonial (Ley 27146) y las Normas de Saneamiento
y Fortalecimiento Patrimonial (Decreto de Urgencia 064-99).
(12) BECKER, Gary. El enfoque económico del comportamiento humano. En: Información Comercial Española. Número
557. p. 13.
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General del Sistema Concursal
se parte de una rígida premisa: el Estado asume
que en este mercado específico es bastante
frecuente encontrar agentes con aversión al
riesgo(13) e información incompleta. Plantea que
nos encontramos ante casos de asimetría de
información, una de las fuentes de fallas del
mercado(14) (al igual que lo son el monopolio, las
externalidades (15) y la presencia de bienes
públicos).
De tal modo, el Estado impone las sanciones
mencionadas porque contempla un desbalance tan
pronunciado de la información entre los
involucrados que podrían llegar a impedirse
intercambios efectivamente(16).
Ciertamente hubo varias titularidades en juego
antes de que se adoptara la norma. ¿Sería la
asignación de titularidades por la que se ha
inclinado el Estado -al adoptar la norma concursal
discutida de manera rígida- la más eficiente
posible? En el agregado ¿de haberse tomado
cualquier otra decisión los entes económicos
involucrados se hubieran visto desprotegidos o
inadecuadamente protegidos? La doctrina de la
materia nos propone que un buen ejercicio para
evaluar las funciones que cumplen las normas es
cuestionarnos acerca del panorama que se
presentaría si es que se hubiera impuesto una
norma que asigna titularidades en un sentido
totalmente opuesto al establecido realmente.
Comparando el escenario actual con el universo
hipotético inverso (donde impera la norma opuesta)
estableceremos los costos y beneficios que la
asignación de titularidades de la normativa nos
traslada en cada uno de los casos posibles.
Teniendo en cuenta lo anterior, cabe recordar
que en estricto una buena norma se plantea como
una respuesta efectiva que promueve eficiencia y
que al mismo tiempo incrementa una forma de
libertad del hombre mediante la producción de
resultados que las personas toman en general
como positivo y que no podrían obtener por sí
mismas(17).
La norma concursal, con buenas intenciones
probablemente pero valiéndose de un análisis de
condiciones de mercado que consideramos -por
lo menos- cuestionable, pretende evitar que las
personas naturales quebradas, los presidentes de
directorios y los titulares de empresas quebradas
sancionados reingresen al mercado de inmediato
a competir con otros. Así, ex ante, la
Administración Pública busca evitar que se
perjudiquen más empresas y acreedores,
potenciales víctimas de la incompetencia de los
sujetos arriba mencionados.
De esta manera, el Estado mediante una ficción
legal pretende creer que lo sabe todo y elimina
competencia al impedir la participación de quienes
quebraron o de quienes estuvieron vinculados a
quiebras. Sanciona cuando no debería sancionar.
En suma, el Estado olvida que -tal como lo plantea
Douglas Baird- lo ideal sería formar un sistema
legal que garantice que la decisión quede en manos
de alguien que vaya a sufrir las consecuencias
derivadas de haber tomado una buena o mala
decisión. En otros términos, que lo adecuado es
realinear los incentivos que se envían al mercado
de forma tal que se consiga generar la mayor
eficiencia posible(18).
ius et veritas 31
(13) Hay riesgo en toda operación donde pueda producirse más de un resultado posible. Una persona puede tener aversión,
ser neutral o amante del riesgo. Alguien con aversión al riesgo no es indiferente ante la disyuntiva de la seguridad de ganar
quinientos nuevos soles y una posibilidad de 50% de ganar mil nuevos soles, preferirá la seguridad de ganar los
quinientos nuevos soles. Un individuo neutral al riesgo es indiferente ante tal disyuntiva. Los sujetos amantes del riesgo
preferirán la posibilidad de 50% de ganar mil nuevos soles antes que la certeza de ganar quinientos nuevos soles.
Consúltese: POLINSKY, Mitchell Introducción al Análisis Económico del Derecho. Barcelona: Ariel, 1985. pp. 68 y 69.
(14) Al respecto, véase COOTER, Robert y Thomas ULEN. Op. cit.; pp. 61-66.
(15) Costos externos o costos no contratados. En ciertos casos, puede ser incluso un beneficio externo. Al respecto,
véase COASE, Ronald. Op. cit.; pp. 396-400.
(16 ) Cuando una parte sabe más que la otra acerca del producto de intercambio se plantea que la información se distribuye
asimétricamente en el mercado. COOTER, Robert y Thomas ULEN. Op. cit.; p. 65. La Administración Pública refiere que
la información se presentaría como un bien escaso. De acuerdo a cómo se distribuya -y conforme a la Ley de
Rendimientos Marginales Decrecientes- la información tendría costos elevados.
(17) SUNSTEIN, Cass. Normas sociales y roles sociales. En: POSNER, Eric (compilador). El Análisis Económico del
Derecho y la Escuela de Chicago. Lecturas en honor de Ronald Coase. Lima: Universidad Peruana de Ciencias
Aplicadas, 2002. pp. 239 y 240.
(18) Así lo postula Douglas Baird en BAIRD, Douglas y otros. Cambiando estructuras: cultura empresarial y reestructuración
patrimonial. En: ius et veritas. Número 21. p. 292.
95
Ernesto Salazar Campos
ius et veritas 31
La asignación de titularidades sobre los
derechos más adecuada (en tanto cumple con el
supuesto general) involucra levantar la restricción
a los agentes que representan al mercado y
permitir que ejerzan nuevamente con libertad su
capacidad de decidir contratar con quien deseen,
sin que exista impedimento alguno relativo a
posibles vinculaciones con quebrados. Quien juega
con fuego no siempre se quema, algunas veces
únicamente se divierte.
En estricto, si analizamos el hipotético
escenario o universo inverso al que hemos hecho
alusión en el ejercicio propuesto creemos que es
absurdo sostener la premisa de la que parte el
Estado dentro de nuestro sistema de mercado(19).
De tal forma, consideramos que el costo de la
información para quienes quieren invertir en una
empresa no resulta prohibitivo de ninguna manera.
Ello no solo porque este mercado sea muy
probablemente en el agregado uno de los que
cuenta con uno de los mayores índices medios de
especialidad en el manejo de información por
agente(20) sino además porque por definición los
involucrados son o neutrales o amantes del riesgo
en tanto esto implique potencialmente obtener
mayores ganancias(21). No pretendemos aquí, sin
embargo, pronunciarnos acerca de la relatividad
práctica que presenta la relación de la persona
con el riesgo tal como postula Cass Sunstein. En
todo caso lo alineamos, a efectos de continuar
96
con nuestro análisis, con las preferencias que
determinen una conducta empresarialmente
razonable en el agregado(22).
Se considera que la eficiencia exige que los
bienes privados (en sentido económico, no jurídico)
sean de propiedad privada y los bienes públicos
(también en sentido económico) sean de propiedad
pública (23). El mercado está en capacidad de
responder a las preferencias específicas con el
suministro directo para cada ciudadano, cuenta
con una gran capacidad de corrección de errores
y faculta a los partícipes para influir en los agentes
proveedores(24). No debe utilizarse el sistema de
generación de bienes públicos para la generación
de bienes privados y viceversa.
De acuerdo a lo expuesto, creemos que
corresponde también al propio mercado afrontar el
riesgo originado desarrollando sistemas privados
de registro de información empresarial (como ya
lo ha venido haciendo en nuestro país a través de
diversos registros), cuyos mayores beneficiados
serían
probablemente
pequeños
y
microempresarios cuyos ingresos son más
limitados, en tanto se les permita el acceso(25).
Creemos que aquellos empresarios que se
encuentran en la obligación de satisfacer una gran
cantidad de necesidades accediendo a una
cantidad muy escasa de recursos tienen incentivos
económicos para desarrollar una aguda
racionalidad en el uso de los mismos -al igual que
(19) HAVEMAN, Robert Henry y Kenyon KNOPF. The market system. Nueva York: John Wiley and sons, 1970. pp. 2-4. Una
traducción al español realizada por Fernando de Trazegnies se halla en DE TRAZEGNIES, Fernando. Introducción a la
Filosofía del Derecho y a la Teoría General del Derecho. Lima: Oficina de Publicaciones para la Docencia de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, 1997. pp. 30-32.
(20) Puede considerarse un mercado muy competitivo en este sentido.
(21) Con la fórmula propuesta incluso en el modelo de reglas de propiedad, responsabilidad e inalienabilidad de Guido
Calabresi y Douglas Melamed volveríamos al mundo cousiano (dejando atrás a Pigou), pues asumimos nuevamente una
regla de propiedad. Sobre la definición de estas reglas y la función que cumplen revísese CALABRESI, Guido y Douglas
MELAMED. Reglas de propiedad, reglas de la responsabilidad e inalienabilidad. Un vistazo a la Catedral. En:
Themis. Segunda Época. Número 21. pp. 73-79. Por otro lado, Coase demuestra la insuficiencia de aquello que
denomina “la tradición de Pigou” (relacionada a la intervención estatal a través de dispositivos legales) demostrando
que tanto su análisis como las conclusiones de política que sustenta son incorrectas. Véase COASE, Ronald. Op. cit.;
pp. 414-416.
(22) SUNSTEIN, Cass. Op. cit.; pp. 226-230. El autor relativiza los términos relacionados con riesgo ya que considera que
en cada caso podrían haber diversas preferencias indistintamente detrás de las elecciones realizadas, sin un parámetro
determinado.
(23) COOTER, Robert y Thomas ULEN. Op. cit.; p. 144. Los autores en la página 64 refieren a los bienes públicos como
aquellos cuyo consumo es rival y que presentan bajos costos de exclusión.
(24) Ibid.; p. 132.
(25) BERKOWITZ, Jeremy y Michelle WHITE. Bankruptcy and small firms access to credit. En: http://papers.ssrn.com/
paper.taf?abstract_id=233248. Una solución distinta la plantean EZCURRA, Huáscar y Gerardo SOLÍS. El Estado
Contraataca. La “múltiple personalidad” de un sistema concursal de ciencia ficción. En: Themis. Segunda Época.
Número 45. p. 162.
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General del Sistema Concursal
cualquier grupo de personas de bajos recursos- y
se ven llevados por la necesidad a asignar sus
riesgos de manera más adecuada y eficiente que
los que tienen mayores ingresos.
Que la Administración Pública considere
incapaz a quien puede de esta manera administrar
con eficiencia sus recursos escasos resulta
abiertamente discriminatorio. No se justifica, por
lo menos en estos casos, la intervención de la
Administración Pública.
Además, debe tenerse en cuenta que la razón
de la existencia de un derecho de crisis es que
las causas de una crisis pueden ser de lo más
diversas(26). En algunos casos podrán asociarse a
administración errada (no delictiva, pues a tales
correspondería la aplicación de Derecho Penal
Económico)(27). Pero gran parte de las veces se
relacionan al propio riesgo que supone emprender
un negocio en el Perú o en cualquier otra parte del
mundo(28). Por lo menos en lo que refiere a este
tema, resultaría cierta la afirmación que plantea
que con la nueva norma estaríamos retrocediendo
en el tiempo y reinstaurando un concepto de
quiebra punitiva propio de la Edad Media(29).
Es ineficiente por los altos costos que requiere
atenuar absolutamente todos (en realidad casi
todos) los riesgos que podrían afectar a un negocio
reduciendo los mismos a un número cercano a
cero e idealmente desapareciéndolos -más aún si
los costos se elevan excesivamente a causa de
imposición estatal de sanciones drásticas(30).
Entre otras, las anteriores pueden ser:
económicas, financieras, de competencia en el
mercado. Todas ellas estructurales y/o funcionales
que se dan en el desarrollo de las empresas.
Evitarlas demandaría de la capacidad de poder
prever con exactitud desastres naturales, golpes
de estado, guerras, devaluaciones, crisis de
contagio financiero, entre otras eventualidades
externas cuyas repercusiones pueden ocasionar
la quiebra de una empresa(31). Tal como refiere la
doctrina nacional, resultaría difícil señalar que las
causas de la crisis empresarial generada en Perú
luego de la Guerra del Pacífico, o la crisis generada
como producto de la denominada Reforma Agraria
en la época del Gobierno Militar, o la crisis generada
en el sector pesquero por la aparición del
“Fenómeno del Niño”, son las mismas, tienen las
mismas causas y presentaron los mismos
ius et veritas 31
(26) Para un análisis de los elementos principales que repercuten en las crisis empresariales en nuestro medio puede
consultarse JIMÉNEZ, José Antonio. Conociendo las causas de las crisis empresariales, un primer paso para
resolverlas (más allá de la Ley de Reestructuración). En: Advocatus. Nueva Época. Número 5. pp. 303-315.
(27) En relación a una clasificación de los tipos de quiebra, por ejemplo, la derogada Ley de Quiebras y Suspensión de
Pagos mexicana del 20 de abril de 1943 ya distinguía en sus artículos 92, 93 y 96 que podíamos encontrarnos ante un
supuesto de quiebra fortuita, culpable o fraudulenta, respectivamente, asignando diversas consecuencias jurídicas
para cada uno de aquellos quienes intervinieran en ellas. Al respecto puede consultarse, DÁVALOS, Carlos Felipe.
Títulos y contratos de crédito, quiebras. Tomo III. Quiebra y suspensión de pagos. 2da. edición. México D.F.: Harla,
1991. pp. 35-67, 173 y 174.
(28) Cabe revisar BAIRD, Douglas y otros. Op. cit.; p. 287.
(29) Al respecto, EZCURRA, Huáscar. Op. cit.; pp. 419 y 420.
(30) Asimismo, en materia contractual para las contingencias que se consideran improbables, o que no afectan de manera
considerable a los costos y/o beneficios de las partes, no se justifica tomarse el trabajo de especificar previamente lo
que se ha de hacer si alguna de ellas se produce. Véase POLINSKY, Mitchell. Op. cit.; pp. 39 y 40.
(31) Ejemplos extraídos del artículo de JIMÉNEZ, José Antonio. Op. cit.; p. 306.
97
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ius et veritas 31
síntomas. En suma, la norma en todo caso estaría
incentivando el estudio y la difusión de las ciencias
ocultas.
El compromiso económico de quien se quiere
aventurar en una empresa parte por asumir ciertos
riesgos. Ciertamente ningún empresario tiene
alguna vez plena seguridad de que su inversión le
reportará utilidades.
Gary Becker llegó a establecer como
presupuesto del Análisis Económico del Derecho
que el comportamiento humano puede considerarse
realizado por participantes que maximizan su
utilidad a partir de un conjunto estable de
preferencias y que acumulan una cantidad óptima
de información y de otros factores en una variedad
de mercados (32) . En tal medida, el enfoque
económico es tan general que resulta aplicable a
cualquier comportamiento de la persona(33).
Consideramos que no resulta saludable para
la economía que una ficción legal determine que
“quiebra” debe entenderse en un sentido como
sinónimo de incompetencia de la persona natural
quebrada, del presidente del directorio o del titular
de la empresa y, lo que es peor aun, que estas
personas (producto de una decisión arbitraria y
carente de motivación de parte del Estado) deban
ser sancionadas por ello. ¿Están todos los que
son y son todos los que están? Ni lo uno ni lo otro.
Es más, consideramos que el problema central
existente escapa a esta cuestión.
En realidad, la función principal de toda ley
debería ser facilitar a las partes el desarrollo pleno
de su autonomía privada(34). La Administración
Pública no debe limitar la autonomía de voluntad
de los agentes económicos solo por el hecho de
que en esta forma aumenta la posibilidad de que
se pueda producir cierto daño. Es un hecho que
en nuestra ciudad ocurren muchos accidentes de
tránsito diariamente. Pero para evitarlos, al Estado
no se le ocurriría adoptar una norma que prohíba
conducir a todos aquellos que hayan participado,
de una u otra forma, en un accidente de tránsito,
98
ya sea que lo hayan hecho en calidad de pilotos
(culpables o no), copilotos o pasajeros de
cualquier clase.
Mientras más facultades y poderes posea el
Estado para intervenir en las elecciones de las
entidades privadas, menor libertad tendrá cada
persona para elegir lo que más le conviene(35). Los
empresarios no tienen información perfecta, pero
¿por ello se verán engañados permanentemente?
Uno puede engañar a todo el mundo algunas veces
o engañar a algunas personas todo el tiempo, pero
no puede engañar a todo el mundo todo el
tiempo(36).
Si aplicamos la norma concursal efectivamente,
el Estado deberá afrontar inmediatamente altos
costos de transacción provenientes de accionar el
sistema de sanciones, ya sea en actividades de
implementación, ejecución o fiscalización. Los
costos de recurrir a estos muy probablemente al
final los terminen asumiendo las propias partes (a
través del pago de impuestos, por ejemplo) así
como terceros no involucrados. Ello implica una
pérdida significativa de recursos(37).
En tal caso, se distraerían recursos de la
economía y disminuirían las perspectivas de
desarrollo de la sociedad, ya que lo empleado no
podrá recuperarse y gastarse en una actividad
distinta que podría generar mayores beneficios. Al
dejar de satisfacer otras necesidades se reducen
las oportunidades de la población en su conjunto.
Esto se presentaría como una clara muestra de
cómo una mala decisión estatal puede afectar a
un gran número de miembros de la sociedad (lo
peor del caso es que puede incidir incluso sobre
los primeros -y únicos- nuevos soles de un gran
sector de la población que no participa activamente
en ese mercado específico).
En lugar de que la Administración Pública brinde
a través de la imposición de normas más opciones
para que los agentes económicos informados y
racionales tengan a su disposición más medios
para decidir por sí mismos lo que es mejor para
(32) BECKER, Gary. Op. cit.; p. 18.
(33) Ibid.; p. 14.
(34) BULLARD, Alfredo. Sobre el Código Civil y los dinosaurios. En: Universidad de Ciencias Aplicadas (editor). ¿Por qué
hay que cambiar el Código Civil? Lima: Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, 2001. p. 33.
(35) Véase la referencia a los límites del Derecho según Mitchell Polinsky al inicio del presente trabajo.
(36) La autoría de dicha frase le es atribuida por algunos autores a Abraham Lincoln, aunque no sin cierta discusión dentro
del ámbito académico.
(37) Los bajos costos de la opción alternativa presentada hacen que sea perfectamente posible lograr un uso eficiente de
recursos escasos a través de la negociación privada. COASE, Ronald. Op. cit.; pp. 416 y 417.
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General del Sistema Concursal
ellos, reducen su campo de acción(38) y desalientan
la inversión productiva en nuestro mercado. La
asignación realizada por la norma es a todas luces
sumamente cuestionable, más aún si recordamos
una vez más, que tal como establece Guido
Calabresi, en una sociedad donde los recursos son
escasos, desperdiciar resulta tremendamente
injusto(39).
En el peor de los supuestos -proclive a
presentarse en vista a los radicales términos en
que nuestra norma se expresa- pueden volverse
prohibitivas aquellas actividades que impliquen
muy altos riesgos, las que de no generarse
externalidades excesivas, podrían recompensar
con enormes utilidades(40).
Es notorio que la imposición de estas
sanciones afecta directamente la competencia
existente al impedir la intervención de agentes
económicos determinados en el mercado
(probablemente quienes presentaban un mayor
interés por participar en negocios que involucrarán
mayores riesgos), lo que perjudica principalmente
a los consumidores, al sistema en general(41). No
olvidemos que en el análisis tradicional de los
mercados realizado por los economistas, uno de
los principales efectos de la competencia en el
mercado es que ocasiona que los precios se
reduzcan hasta el costo de producción, incluyendo
las ganancias normales.
En suma, se impide que el mercado fluya libre
y ello termina lesionando intereses, sobre todo los
de aquellos que supuestamente se quiso proteger
desde el principio. ¿Tiene alguna utilidad por lo
tanto interpretar que el objetivo del nuevo sistema
concursal peruano es proteger el crédito(42) cuando
su norma marco empíricamente produce fallas que
perturban el mercado y restringen el desarrollo de
los sectores que más beneficios podrían generar
en términos de eficiencia? La respuesta es
evidente.
4. Reflexión final (a pesar de la sui generis “teoría
tradicional del Derecho”(43) arraigada en el Perú)
A decir de Fernando de Trazegnies la “teoría
tradicional del Derecho” no es el pensamiento
medieval ni las ideas de Aristóteles, ni aun las
primeras formas del Derecho liberal, sino “esa
mezcla extraña y a veces un poco informe que ha
constituido el telón de fondo del mundo jurídico
peruano de los últimos cincuenta años y que se
encuentra presidida por una aproximación
autotitulada como ‘positivista’ aunque diste mucho
de los grandes discursos positivistas. Esa teoría
tradicional se funda en el principio ingenuo de que
la aplicación del Derecho solo puede basarse en
la ley y nada más que en la ley; y que la ley tiene
siempre una interpretación válida y solo una. De
ius et veritas 31
(38) BULLARD, Alfredo. Sobre el Código Civil y los dinosaurios. Op. cit.; pp. 32-34.
(39) CALABRESI, Guido. Seguro de primera persona, de tercera persona y responsabilidad por productos: ¿Puede el
Análisis Económico del Derecho decirnos algo al respecto? En: ius et veritas. Número 4. p. 90.
(40) Como, por ejemplo, el mercado de valores en determinadas circunstancias.
(41) BECKER, Gary. La naturaleza de la competencia. En: Themis. Segunda Época. Número 44. pp. 55-57. Este autor
sostiene en la página 61 que la competencia no solo es la sangre vital de cualquier sistema económico dinámico sino
que es el fundamento de la calidad de vida de los individuos y está vinculada a los aspectos más trascendentales de
la existencia humana.
(42) Una interesante discusión entre autores nacionales sobre este tema puede encontrarse en EZCURRA, Huáscar y
Gerardo SOLÍS. Op. cit.; pp. 155-163; ROJAS, Juan Francisco. De la supuesta esquizofrenia del sistema concursal
al maniqueísmo de sus detractores. En: ius et veritas. Número 26. Lima, 2003. pp. 176-181; y, EZCURRA, Huáscar y
otros. Op. cit.; pp. 291-303.
Al respecto, consideramos que es importante resaltar el hecho de que el texto del artículo I del Título Preliminar del
proyecto de norma concursal presentado al Congreso establecía que “el objetivo del Sistema Concursal es la protección
del crédito. Los agentes del mercado procurarán una asignación eficiente de sus recursos durante los procedimientos
concursales, orientando sus esfuerzos a conseguir el máximo valor del patrimonio en crisis”, así como lo es confrontar
el texto del actual artículo I del Título Preliminar al de los artículos II y III del mismo Título Preliminar, tal como se plantea en
DEL AGUILA, Paolo. Poniendo los puntos sobre las íes: objetivos, principios y líneas matrices del sistema concursal.
En: Foro Jurídico. Número 2. Lima, 2003. pp. 66-72.
Adicionalmente, un análisis general sobre los fines del sistema concursal aplicado a la experiencia española, de corte
similar a la nuestra en este aspecto, puede revisarse en BISBAL, Joaquín. La empresa en crisis y el derecho de
quiebras. Zaragoza: Publicaciones del Real Colegio de España, 1986. pp. 25-57, 73-77.
(43) DE TRAZEGNIES, Fernando. Pensando insolentemente. Tres perspectivas académicas sobre el Derecho seguidas
de otras insolencias jurídicas. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001. pp. 239 y 240.
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Ernesto Salazar Campos
ius et veritas 31
esta manera, aunque en las conversaciones sobre
el Derecho se pudiera reconocer la necesidad de
contar con la justicia y quizá con algunos otros
elementos extralegales, en el ejercicio profesional
el abogado se ha reducido exclusivamente al marco
que le brinda la ley; y, al hacer sus propias
interpretaciones, ese jurista tradicional está
convencido de que se limita a aplicar la voluntad
del legislador al margen de toda otra
consideración”. Es cierto que una de las labores
del intérprete del Derecho es encontrar un sentido
coherente a las normas jurídicas(44), pero también
es razonable apreciar que con reglas simples se
obtiene un sistema de decisiones más rápidas y
con mayor predictibilidad(45) y que, finalmente, es
mejor en el agregado incentivar a los agentes
económicos para que busquen solucionar sus
conflictos por sí mismos, sin tener que encontrarse
obligados a intervenir sobre recursos de terceros.
De lo contrario, bajo el esquema planteado la
protección que proclama el sistema concursal
distorsionaría su alcance real y pretendería
proteger incluso en aquellos supuestos en que,
como hemos sostenido en el presente trabajo,
resulta ineficiente la presencia estatal, limitando a
los agentes del mercado y generando desincentivos
a partir de una regla de inalienabilidad(46).
Tal como se refería en la introducción del
presente trabajo es evidente que los padres no lo
saben todo, tal como se evidenciaba claramente
incluso en las comedias de situaciones
norteamericanas de los años cincuenta. Sin duda
el Estado tampoco lo sabe todo. Lo que en el
presente trabajo hemos buscado demostrar es que
además resulta inadecuado pretender asumir que
100
el Estado sabe más que cualquier particular, así
como que tampoco es razonable asumir que el
Estado resulta un sustituto adecuado de los
privados en la toma de las decisiones que afectaran
a estos últimos, en lo que a esta materia respecta.
De esta manera, en una entrevista periodística
el secretario técnico de la Comisión de
Procedimientos Concursales del Indecopi admitió
que las sanciones en casos de quiebra son un
tema a perfeccionar en la ley concursal peruana.
Declaró que la quiebra debería generar efecto de
inhabilitación solo en caso de que exista una clara
responsabilidad de los funcionarios involucrados,
pues advirtió expresamente que a veces las
empresas salen del mercado no por una acción
dolosa o notablemente diligente sino por los
cambios que se dan en las estructuras del
mercado(47).
En estricto, los artículos 100 y 101 de la Ley
General del Sistema Concursal peruana incentivan
a que los agentes se trasladen de ser -en el
supuesto más conservador- partícipes neutrales a
entidades con aversión al riesgo. La clave para
conseguir una reasignación eficiente de las
titularidades sobre los derechos en juego, dada la
naturaleza de la norma, está en permitir
expresamente que los interesados puedan resolver
los conflictos que se generen al amparo de las
reglas del mercado(48), lo que consideramos que
resulta mucho más conveniente para la
sociedad(49).
De permitir la modificación propuesta, por lo
menos en lo referido a estos dispositivos,
impediremos que el Estado produzca
externalidades negativas(49) excesivas sobre los
(44) ROJAS, Juan Francisco. Op. cit.; p. 179.
(45) EPSTEIN, Richard. Las virtudes de las reglas “simples” y su relación con el desarrollo económico. En: ius et veritas.
Número 27. Lima, 2003. pp. 284 y 285.
(46) Las reglas de inalienabilidad son aquellas que implican el mayor grado de intervención estatal dentro del esquema
propuesto por Calabresi y Melamed. Véase: CALABRESI, Guido y Douglas MELAMED. Op. cit.; pp. 76-79.
(47) INDECOPI plantea modificar sanciones a empresarios en casos de quiebra. Entrevista a Daniel Schmerler. En:
Gestión. Lima, 4 de agosto de 2004. p. 10. No obstante, no tenemos conocimiento de que se hayan emitido
pronunciamientos sobre el asunto materia de discusión en dicho organismo, a diferencia de lo ocurrido en otros temas
como los créditos concursales y post-concursales, sobre el que puede hacerse la revisión del interesante artículo DEL
AGUILA, Paolo. Créditos concursales y post-concursales. En: ius et veritas. Número 28. Lima, 2004. pp. 12-28.
(48) HAVEMAN, Robert Henry y Kenyon KNOPF. Op. cit.; pp. 2-8; IMMENGA, Ulrich. El derecho del mercado. En: Revista
de Derecho Mercantil. Número 235. pp. 12-16.
(49) Acerca de la búsqueda de reducción de costos y el ajuste de las relaciones de intercambio en diversos sectores
revísese el interesante trabajo de MACAULAY, Stewart. Non-contractual relations in Business. A preliminary Study.
En: FRIEDMAN, Lawrence y Stewart MACAULAY. Law and the behavioral sciences. Indianapolis: Bobbs-Merrill, 1969.
pp. 154-161. Parte de este estudio se puede encuentra traducido por Fernando de Trazegnies en DE TRAZEGNIES,
Fernando. Introducción a la Filosofía del Derecho y a la Teoría General del Derecho. Op. cit.; pp. 135-141.
Las sanciones impuestas por la declaración de quiebra en la Ley General del Sistema Concursal
particulares cuyos intereses se encuentran en juego
en el mercado, dejaremos que cada agente
económico elija libremente con quién contrata, lo que
puede finalmente implicar el respeto por el derecho
del particular a perder recursos cuando previó
razonablemente la posibilidad de ganar más, y
reforzaremos en cierta medida el marco institucional
al emitir una señal de confianza en el sistema.
Lo que los agentes buscan al competir es ganar.
Por supuesto, existen reglas para que la
competencia se desarrolle lealmente y como es
lógico unos ganan y otros no. Todo conflicto una
vez que finaliza inevitablemente presenta
ganadores y perdedores. No pretendemos exigir
que se rescate a insalvables y se termine afectando
a aquellos que sí tienen notorias posibilidad de
vivir. Muy por el contrario, reclamamos, siguiendo
a Douglas Baird(50), que las reglas de juego no se
vean distorsionadas para que en cada caso como
resulta natural gane quien deba ganar y pierda
quien deba perder. Solo alentamos para que se
preserve un sistema jurídico coherente, donde los
privados puedan decidir libremente sobre lo que
es suyo, salvo mejor parecer.
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ius et veritas 31
(50) Debe entenderse esta calificación en términos netamente económicos.
(51) Baird plantea que lo que uno debe procurar es tener un sistema legal que permita, frente a esta realidad, dar a cada uno
lo que le corresponde. Al respecto, véase BAIRD, Douglas y otros. Op. cit.; p. 290. También puede consultarse BAIRD,
Douglas y Robert RASMUSSEN. The end of bankruptcy. En: http://ssrn.com/abstract_id=355320.
101
Javier Pazos Hayashida
La capacidad de la persona jurídica
Apuntes indiciarios
Javier Pazos Hayashida(*)
1. Prolegómeno: La referencia al sujeto de
derecho llamado “persona jurídica” y los
problemas generados por su comparación con
la persona strictu sensu
La necesidad de atribuir ciertas consecuencias
jurídicas a una colectividad, allí cuando los
intereses sociales no puedan verse satisfechos con
la mera atribución de titularidades a individuos
humanos, ha determinado la creación de un centro
de imputaciones jurídicas conformado por una
pluralidad de sujetos pero que, finalmente, es
entendido como una unidad(1).
Sabemos que la categoría de sujetos de
derecho, en líneas generales, centros de
imputación jurídica, engloba a diversas entidades
a las que se les puede asignar derechos y
obligaciones. Así, por ejemplo, tenemos al
concebido, cuya naturaleza propia lo hace distinto
(aun siendo también un ser humano) de la persona
(en nuestro ordenamiento, persona natural).
Ciertamente, cada categoría de sujetos de derecho
comparte atributos propios del género pero,
(*)
(1)
ius et veritas 31
(2)
(3)
102
(4)
(5)
(6)
(7)
lógicamente, tiene aspectos que la distinguen de
las demás. Entonces, un concebido no es una
persona, y viceversa.
Siguiendo la idea anterior, una persona (como
sujeto de derecho, como centro de imputación
jurídica) no puede ser igual que aquella unidad
jurídica conformada por una colectividad de
individuos concentrados en un fin común.
Obviamente, los atributos, derechos, obligaciones
(o la categoría que prefiramos) no pueden ser los
mismos entre uno y otro sujeto de derecho. Así,
no comparten sino las características generales
de cualquier centro de imputación jurídica pero,
en esencia, son distintos.
Ya el hecho de nominar “persona jurídica”(2),
“persona colectiva”(3), “persona ficta”(4) o “persona
moral”(5) a este sujeto de derecho genera un grave
problema por cuanto la única persona es, en
estricto (y aunque suene tautológico), la persona(6).
Un falso humanismo, nos ha llevado a entender
que esta colectividad viene a ser algo parecido al
ser humano. Sin embargo, nada resulta más
alejado de la realidad(7).
Abogado, graduado en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Doctorando en Derecho por la Universidad Pablo de
Olavide, Sevilla, España. Profesor de Derecho Civil en la Pontificia Universidad Católica del Perú.
FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos. Derecho de las personas. Lima: Grijley, 1999. pp. 185 y siguientes; y FERRARA, F.
Teoría de las Personas Jurídicas. Madrid: Reus, 1929. pp. 4 y siguientes.
DE CASTRO, F. La Persona Jurídica. Madrid: Civitas, 1981. p. 147.
BIGLIAZZI, L. Derecho Civil. Tomo I. Volumen 1. Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 1992. p. 97. Véase:
ESPINOZA, Juan. Derecho de las personas. Lima: Huallaga, 2001. pp. 411 y siguientes.
El término se atribuye al Papa Inocencio IV, a propósito de los procedimientos de excomunión de ciudades enteras.
Véase: CAPILLA, F. La persona Jurídica. Funciones y disfunciones. Madrid: Tecnos, 1984. p. 34. También véase: DE
CASTRO, F. Op. cit.; p. 144.
DE CASTRO, F. Op. cit.; p. 164.
Afirmamos esto, conscientes de que la categoría “persona” es una construcción jurídica y no natural. Como tal, en
teoría, se podría utilizar para designar a distintas entidades. Sin embargo, es precisamente esto lo observable ya que,
dada la existencia de la categoría “sujeto de derecho” resultaría totalmente ociosa la equiparación de esta categoría
con aquella. La subjetividad de los diversos centros de imputación jurídica no se pierde por el hecho de no considerárseles
personas (naturales o artificiales -o casi- personas, como se podría entender en el caso del concebido). Cfr. DE
CASTRO, F. Op. cit.; pp. 143 y siguientes.
Véase: HERNANDEZ MARÍN, R. Sujetos jurídicos, capacidad jurídica y personalidad jurídica. En: Persona y Derecho.
Número 36. Pamplona, 1997. p. 113.
La capacidad de la persona jurídica
La persona jurídica no es una persona. Se
asemeja a ella no más que al concebido, por
mencionar a otro sujeto de derecho. Todos los
mencionados tienen en común lo que cada especie
tiene del género, nada más. Cada uno de los
sujetos indicados tiene características particulares
que lo hacen pasible de una fenomenología propia.
Ciertamente, estamos ante sujetos reales, pero
distintos.
Empero, no nos encontramos tan solo ante un
problema de nominación. Más bien, el haber
llamado persona jurídica al sujeto en cuestión es
lo que ha contribuido (porque no es causa única) a
generar los diversos problemas que ha planteado
la dogmática jurídica(8).
Hablar de personas jurídicas ha llevado a
considerar que, como personas, estos sujetos
cuentan con los atributos propios de estas,
ciertamente mediatizados o adaptados a su
estructura, pero no por esto menos reales. Para
ello ha contribuido la doctrina que plantea, como
contraposición a la teoría de la ficción(9), la realidad
de la “personalidad” jurídica (o, de manera más
curiosa: la realidad de la personalidad de la
“persona jurídica”)(10).
A lo anterior podemos agregar la discusión
relativa a si estos sujetos, en cuanto personas,
tienen derechos fundamentales. Dada la
nominación, dada la ambigüedad doctrinaria, podría
afirmarse, grosso modo y sin reticencia alguna,
que a la persona jurídica le es aplicable, dentro de
los límites entendibles y naturales, el contenido
del artículo 2 de la Constitución, por citar un
ejemplo.
Probablemente, el mayor cómplice de los
problemas generados por la nominación otorgada
al sujeto que actualmente conocemos como
persona jurídica en la pretendida labor
“humanizadora”, es la confusión de categorías
jurídicas(11). La mayor de todas, en esta materia,
estaría dada por la confusión entre las
Ibid.; pp. 121 y siguientes.
Durante mucho tiempo, la explicación generalmente aceptada fue que las personas jurídicas constituían una ficción del
Derecho. Al respecto, véase: SAVIGNY. Sistema de Derecho Romano Actual. Tomo II. Madrid: Góngora y Compañía,
1879. pp. 60 y siguientes.
(10) Pueden verse referencias de este proceso en: ESPINOZA, J. Op. cit.; pp. 473 y siguientes.
(11) Véase: HERNANDEZ MARÍN, R. Op. cit.; pp. 123 y siguientes.
(12) Véase: ESPINOZA, J. La capacidad de los sujetos de derecho. Comentario al artículo 3 del Código Civil. En: Código
Civil Comentado. Tomo I. Lima: Gaceta Jurídica, 2003. p. 110. También véase: FERNÁNDEZ SESSAREGO, C. Persona,
personalidad, capacidad, sujeto de derecho: un reiterado y necesario deslinde conceptual en el umbral del siglo XXI.
En: Revista Jurídica del Perú. Número 28. Trujillo: 2001. pp. 59 y siguientes.
ius et veritas 31
(8)
(9)
concepciones de sujeto de derecho, persona (su
discutible contraposición con la idea de
personalidad) y, finalmente, la capacidad del
ente(12).
Este panorama nos ha llevado a razonamientos
exagerados. La persona jurídica tendría, en este
entendido, un nombre, un domicilio, un patrimonio,
hasta honor, todo de manera similar a la llamada
persona natural. Se dice que, incluso, tiene
órganos que existen y funcionan de manera similar
a los órganos del cuerpo humano(13). Repárese en
que este exceso de humanización llevaría a
considerar que, al ser ambos sujetos personas (una
natural y la otra, por contraposición, artificial, ficta,
creada por el derecho), las titularidades que pueden
ostentar son, en líneas generales, las mismas salvo
que la propia naturaleza del ente las haga
distinguirse (como ocurre en todos aquellos casos
en que se requiere que medie una corporeidad para
asumir un derecho o, desde la otra perspectiva,
cuando se requiera un trasfondo colectivo para
hacerlo).
No se dice nada que no sea obvio cuando se
afirma que el ser humano es el centro del Derecho
(finalmente, este viene a constituir el medio a través
del cual se regula la interrelación humana). Todo
sistema jurídico se construye pensando en él (en
su concepción, en su vida como persona, y en los
entes colectivos de los cuales forma parte). El
problema radica, más bien, al considerar que lo
que es una creación social (o, si se prefiere, una
creación del Derecho) se puede equiparar con el
ser humano.
Este “síndrome humanista” nos ha llevado a
forzar la forma en que se entienden las categorías
jurídicas y la forma en que se aplican estas a las
personas, consideradas en estricto, para aplicarlas
al caso de los sujetos colectivos. Esto ha llevado
a establecer argumentos artificiosos a propósito
de temas como la capacidad de la persona jurídica,
entendiendo desde que esta no tiene capacidad,
103
Javier Pazos Hayashida
ius et veritas 31
dado que se manifiesta a través de representantes
(lo que, en el caso de las personas naturales, viene
a ser reflejo de la propia incapacidad), hasta
entender que, al ser el representante un órgano
del ente (o, si se prefiere, una persona órgano parte
del mismo), es este último el que se manifiesta a
través de aquel.
No debemos olvidar que las instituciones
jurídicas son medios y no fines en sí mismos. Por
ello, en tanto sirvan al hombre con cierta
coherencia, serán bienvenidas. La creación de
categorías jurídicas se justifica en la utilidad de
las mismas. Y es nuevamente la historia, y no la
dogmática jurídica, la que nos ha demostrado que
la tergiversación de las categorías jurídicas
ensombrece su utilidad.
Hemos visto que llamar persona a un sujeto de
derecho que no tiene tal condición (y que, en
estricto, de persona solo tiene lo referido a los
individuos que lo conforman) ha generado más de
un problema. Sin embargo, sería muy costoso
pretender, de manera seria, rebautizar al
mencionado ente teniendo en cuenta, entre otras
cosas, que la historia ha adherido el término a la
existencia del referido ente. Más bien, esto
resultaría ocioso porque no es un asunto de
“etiquetado”. No es tan importante el nomen iuris
que se le otorgue sino, más bien, el contenido que
se le pretenda dar(14).
De conformidad con lo expresado, lo que queda
por hacer, entonces, es entender (aunque resulte
obvio pero, en estricto, distinto a lo que
normalmente ocurre) que la persona jurídica no es
una persona sino un sujeto de derecho diferente,
de una naturaleza distinta, lo que hace que sus
titularidades se reflejen de una manera especial,
propia de su caso. No cuenta con personalidad,
pero sí con subjetividad, lo que es suficiente para
considerarla una entidad real.
104
Cuestión distinta a hacer una remisión simplista
a todas las particularidades de las personas
llamadas naturales es considerarlas,
sencillamente, como un marco referencial para
entender cómo se manifiestan el conjunto de
derechos y obligaciones de la persona jurídica. Así,
es distinto afirmar que esta última tiene un conjunto
de atributos similares a los de la persona natural,
que considerar que el ente colectivo tiene atributos
que se manifiestan siempre de una forma acorde
a su propia naturaleza, por lo que no tienen por
qué ser similares a los de la referida persona
aunque, sin perjuicio de eso, utilicemos las
categorías ya existentes con fines ilustrativos, para
entender cómo se desarrollan los diversos
fenómenos jurídicos propios de la persona
colectiva.
Es en función de estos parámetros que
debemos repensar la estructura del Código Civil,
que cuenta con un libro relativo al Derecho de las
Personas que no solo se refiere a estas sino a
diversos sujetos de derecho, regulando de manera
prioritaria, como es natural, a la persona humana
lo que, finalmente, sirve como una guía, y no como
un dogma, para entender mejor las particularidades
de sujetos de derecho distintos a esta, como el
concebido y la persona jurídica.
2. Sobre la capacidad y la adaptación de las ideas
a la naturaleza de la persona jurídica
Podemos entender la capacidad como la
aptitud, natural, consustancial y necesaria de todo
sujeto de derecho, para asumir titularidades
jurídicas(15). Cualquier sujeto, en cuanto centro de
imputación jurídica, asume una diversidad de
derechos en relación a su propia naturaleza. La
capacidad, entonces, está ligada a la idea de
subjetividad(16).
(13) Apréciese, por ejemplo el planteamiento de Gierke (GIERKE. Op. cit.) En: BIGLIAZZI, L. y otros. Op. cit.; p. 98.
(14) Ya hemos hecho referencia, en otro trabajo, al problema del uso equivocado de las categorías jurídicas y a los
problemas, o falsos problemas, que puede traer consigo la nominación. Véase: PAZOS, J. Indemnización del daño Moral,
comentario al Artículo 1322 del Código Civil. En: AA.VV. Código Civil Comentado. Tomo VI. pp. 925 y siguientes.
(15) La concepción de capacidad, tradicionalmente limitada a la persona natural, ciertamente se refiere a la aptitud que se
le otorga a esta de ser sujeto de derechos y obligaciones. Véase: ESPINOZA, J. Derecho de las Personas. pp. 321 y
siguientes. GARCÍA AMIGO, M. Instituciones de Derecho Civil I. Parte General. Madrid: Revista de Derecho Privado,
1979. p. 399. y PUIG I. FERRIOL, L. Sujeto y Objeto del Derecho. En: PUIG BRUTAU, J. Fundamentos de Derecho Civil.
Barcelona: Bosch, 1979. pp. 259 y siguientes.
(16) Al respecto, véase: ESPINOZA, J. Op. cit.; p. 322. El referido autor establece que capacidad y subjetividad jurídica son
conceptos equivalentes. Se indica, en este sentido, que al ser el sujeto de derecho un centro de referencia normativo,
es titular de diversos derechos y deberes. Agrega el citado que, por el hecho de ser humano, se es sujeto de derecho
y, como tal, destinatario de tales derechos y deberes. Por ello, considera que la concepción de capacidad de goce, o
de derecho, deviene en innecesaria.
La capacidad de la persona jurídica
Se puede hacer referencia a la distinción entre
la capacidad entendida como la mencionada
aptitud de todo sujeto de derecho, para algunos
capacidad de goce, que determinaría el momento
estático de la capacidad, en contraposición con la
capacidad de obrar entendida como aquella aptitud
del sujeto de derecho para dar vida a las diversas
relaciones jurídicas que le afectan, esto es, el
momento dinámico de la capacidad, para algunos
capacidad de ejercicio(17). Es claro que, para que
se manifieste la capacidad de obrar, se hace
necesario que el sujeto cuente con cierto carácter,
ciertas cualidades.
Apreciamos de lo anterior que la capacidad
jurídica viene a ser, en líneas generales, igual para
todos los sujetos de derecho pertenecientes a una
categoría particular. Por el contrario, la capacidad
de obrar es, de por sí, variable. Esta última depende,
primeramente, de la naturaleza del sujeto de
derecho en cuestión y, dentro de cada una de las
múltiples especies que conforman la categoría en
referencia, de las cualidades particulares de los
sujetos, por ejemplo, las personas, dado que las
mencionadas cualidades se dan de manera
diferente en cada ente. Así, la capacidad de obrar
es relativa al sujeto(18).
La persona jurídica, dado su estatus de sujeto
de derecho, tiene capacidad jurídica. Esto es lo
que determina que los derechos, y las obligaciones,
que surjan en relación a ella le sean imputados
directamente, y no a sus miembros individualmente
considerados, lo que conlleva, en lo que refiere a
sus obligaciones, que su responsabilidad se limite,
en principio, a su patrimonio y no al que
corresponde a aquellos(19).
La capacidad jurídica de la persona natural,
considerando lo ya indicado, es distinta de aquella
que corresponde a la persona jurídica. No es que
sea mayor o menor, simplemente es diferente por
el hecho de que nos encontramos ante dos sujetos
distintos.
El sujeto de derecho que conocemos como
persona jurídica puede tener, entonces, todos los
derechos que correspondan a su naturaleza, esto
es, aquellos que correspondan a su subjetividad
(digamos, su condición de sujeto no persona). Por
su parte, la persona natural tendría todos los
derechos que corresponderían a su condición de
persona (si se prefiere, los derechos inmanentes
a su personalidad). Ergo, las personas naturales,
en estricto, son las únicas que pueden ser titulares
de los derechos de la persona (como pueden ser,
la vida, la integridad corporal, etcétera).
El problema surge cuando, dado que al sujeto
en cuestión se le ha otorgado el nomen iuris de
persona (artificial, jurídica, colectiva, ficta, o como
fuere) y, más importante, dado que se ha pretendido
otorgarle dicho estatus, se pretende concluir que
la persona jurídica cuenta con los derechos
correspondientes a la persona. Y ahí es donde se
inician las contradicciones ya que, si bien se
asume que son personas, se entiende que no
pueden tener casi ningún derecho correspondiente
a estas. Por supuesto, el razonamiento no es tan
ingenuo ya que presupone una adaptación de las
categorías a la naturaleza de esta particular
persona. Aun así, esta persona no tiene vida (sino
jurídica, entiéndase, existencia) ni tiene integridad
corporal (sino, estructura organizacional, categoría
extra jurídica), no tiene derechos familiares ni le
son aplicables todas las reglas correspondientes
al Derecho de sucesiones (sería exagerado
considerar que una persona jurídica pueda suceder
a otra)(20).
ius et veritas 31
(17) Véase PUIG I. FERRIOL, L. Op. cit.
(18) Ibid.
(19) En este orden de ideas, véase: ARGUETA PINTO, M. La Desestimación de la Personalidad Jurídica de la Sociedad en
Guatemala. En: Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad de Marroquín. Año XIII. Número 22. Guatemala,
Diciembre de 2003. pp. 29 y siguientes.
(20) Puede discutirse que la idea de sucesión equivalga, por ejemplo, a la aplicación del haber neto resultante, disuelta la
persona jurídica y concluido el proceso liquidatorio, con la finalidad incrementar el patrimonio de otras personas
jurídicas, supuesto que podría insertarse en el contenido del artículo 98 del Código Civil (para el caso de las asociaciones)
y que está expresamente contemplado en el artículo 110 (para el caso de las fundaciones). Lo mismo se podría decir
de la regla contemplada en el artículo 122 del código (para el caso de los comités). Regla similar encontramos en el
artículo 420 de la Ley General de Sociedades. Estos supuestos, sin embargo, distan mucho de ser casos propios de
sucesión, dado que no llevan consigo el presupuesto del derecho sucesorio: la muerte (ya que no podría afirmarse que
en nuestro sistema el proceso liquidatorio equivalga a la muerte del sujeto, más aun cuando este concepto está ligado
al ser humano). Nótese, entonces, que la persona jurídica no puede ser causante. Sin embargo, puede suceder, pero
no a una persona jurídica sino a una persona individual. Respecto a esto último se puede hacer referencia a aquellos
supuestos en que la persona jurídica recibe un legado o, incluso, al supuesto denominado por el Código Civil sucesión
del Estado y de las beneficencias públicas contemplado en el artículo 830 del referido cuerpo legal.
105
ius et veritas 31
Javier Pazos Hayashida
106
Lo anterior podría llevarnos a concluir que el
espectro de derechos de la persona jurídica,
preponderantemente, estaría vinculado al ámbito
patrimonial(21), terreno en el que, aparentemente,
no se manifiestan las complicaciones anteriores y
que está cimentado, primero, en la no confusión
del patrimonio de la persona jurídica con aquel que
corresponde a sus miembros y, segundo, en la
limitación de la responsabilidad del ente. Sin
embargo, la capacidad de la persona jurídica
trasciende a la esfera patrimonial, por cuanto este
sujeto de derecho no es una entidad que existe
solo para afectar patrimonios o escindir
responsabilidades(22).
De manera más certera, y siendo coherentes
con lo que hemos expresado líneas arriba, cabe
concluir que la persona jurídica tiene, o puede tener,
derechos acordes a su esencia que,
coyunturalmente, pueden coincidir con aquellos
derechos asignados a las personas naturales. En
este sentido sería posible, entonces, hacer
referencia a estos últimos pero solo para entender
cómo funcionan las titularidades propias de la
persona jurídica y no para tratar de adaptar las
categorías existentes de modo forzado y artificial.
No interesa, en este sentido, afirmar si la
persona jurídica cuenta o no con derechos de la
personalidad, por cuanto, strictu sensu, no es
persona. Esto no es óbice para considerar que
tiene derecho al honor, a la intimidad, al secreto
de la correspondencia y de sus comunicaciones,
que puede suceder a una persona natural, e incluso
que tenga derechos fundamentales, todo conforme
a su naturaleza y sin que medie ningún proceso
de adaptación de categorías. La lista anterior, por
supuesto, es claramente referencial.
El que la persona jurídica tenga derechos
patrimoniales, situación que, aparentemente,
causa menos encono, también debe entenderse
de acuerdo a la naturaleza del sujeto de análisis.
Así, por ejemplo, se discute si la persona jurídica
puede ser titular de los derechos de uso y
habitación(23).
Por supuesto, ya que la persona jurídica es
una entidad incorpórea no podrá asumir derechos,
Este “síndrome humanista” nos ha
llevado a forzar la forma en que se
entienden las categorías jurídicas y
la forma en que se aplican estas a
las personas, consideradas en
estricto, para aplicarlas al caso de
los sujetos colectivos. Esto ha
llevado a establecer argumentos
artificiosos a propósito de temas
como la capacidad de la persona
jurídica, entendiendo desde que
esta no tiene capacidad, (...) hasta
entender que, al ser el representante
un órgano del ente (...), es este
último el que se manifiesta a través
de aquel.
patrimoniales o extrapatrimoniales, que
presupongan la existencia de una corporeidad
(como ocurre en el caso de la persona natural).
Hay que agregar a todo lo dicho que el conjunto
de titularidades que pueden asumir las personas
jurídicas no es uniforme. Depende del tipo de
persona jurídica ante la que nos encontramos, sea
pública o privada, tenga fines de lucro o no, todo
en función de los parámetros que el propio sistema
jurídico establezca en cada caso(24).
3. La capacidad de obrar de la persona jurídica
Se ha discutido, por su parte, si la persona
jurídica tiene capacidad para ejercer por sí misma
los derechos de los que es titular, esto es, si tiene
capacidad de obrar o capacidad de ejercicio.
En el caso de las personas naturales, la
actuación por medio de representantes deviene en
un indicio para apreciar la incapacidad del sujeto
en cuestión. Los incapaces, personas naturales,
(21) Véase: VÁSQUEZ, A. Derecho de las personas. Tomo II. Lima: San Marcos, 1988. p. 23.
(22) Véase: FERRARA, F. Op. cit.; pp. 777 y siguientes.
(23) Véase: COVIELLO, N. Doctrina General del Derecho Civil. México: Unión Tipográfica Editorial Hispano-Americana,
1938. pp. 237 y siguientes. También, véase: DE CASTRO, F. Op. cit.; pp. 284 y siguientes.
(24) Véase: FERRARA, F. Loc. cit. También véase: LEÓN BARANDIARÁN, J. Tratado de Derecho civil peruano. Lima: WG
Editor, 1991. pp. 218 y siguientes.
La capacidad de la persona jurídica
manifestar su voluntad o disponer de sus derechos
de una manera totalmente distinta a la otra, pero
no por esto menos válida.
La segunda cuestión también es observable.
Considerar que la capacidad de obrar está limitada
a la existencia de un sustrato físico es, resulta
claro, limitar la categoría a las personas naturales.
Esto, nuevamente, no es más que el resultado de
un falso humanismo. Si en nuestro ordenamiento
jurídico hay diversos sujetos de derecho y, dado
que cada uno de ellos tiene una naturaleza distinta,
es lógico que se manifiesten también de una
manera particular (este razonamiento sería válido
aun si se considerase que ambos sujetos,
personas naturales y jurídicas, corresponden a la
categoría de personas)(26). Así, la capacidad de
obrar de la persona jurídica puede no requerir de
un sustrato físico. Y de hecho no lo requiere.
Se ha pretendido justificar la capacidad de
actuación de la persona jurídica mediante figuras
artificiosas que apuntan, entre otras cosas, a
enervar el planteamiento base del supuesto
problema: que al ser la persona jurídica un sujeto
distinto de aquel que ostenta la representación no
tendría, en estricto, capacidad de obrar. Al efecto,
la teoría del órgano parte de considerar que el
representante constituye una parte de la persona
jurídica (un órgano) a través de la cual se expresa
su voluntad. Se pretende considerar, de este modo,
que no nos encontramos ante la representación
de un sujeto efectuada por otro sino ante un caso
de declaración de voluntad directa, en el que el
sujeto, la persona jurídica, se manifiesta a través
del referido órgano(27).
Consideramos que no es necesario acudir a
este tipo de interpretaciones que, finalmente,
siguen negando que la capacidad de los sujetos
pueda manifestarse de manera distinta a aquella
establecida para el caso de las personas naturales,
ya que lo que se busca con razonamientos como
el anteriormente indicado es concluir que no
estamos ante un supuesto de representación.
Creemos que es más sencillo partir de entender
la verdadera naturaleza de la llamada persona
jurídica, como ente distinto de la persona natural.
(25) Véase: COVIELLO, N. Op. cit.
(26) Véase: SEOANE, M. Personas Jurídicas (Principios generales y su regulación en el Código Civil Peruano). Lima:
Cultural Cuzco, 2001. p. 53.
(27) Para una referencia a este proceso interpretativo véase: ESPINOZA, J. Op. cit.; p. 423. También, del mismo autor,
véase: Capacidad y responsabilidad de la persona jurídica. En: Revista Jurídica del Perú. Número 17. Trujillo, 1998.
pp. 195 y siguientes.
ius et veritas 31
actúan por medio de sus padres, de tutores o de
curadores, según el caso.
Lo anterior, ha generado una conclusión
curiosa: dado que la persona jurídica no actúa sino
por medio de representantes entonces no tiene
capacidad de obrar. Esta idea, acorde con una
posición que entiende a la persona jurídica como
una abstracción, surge al considerar que la
capacidad de obrar presupone un organismo físico.
En este sentido, dada la diferencia entre la persona
jurídica y los sujetos que la integran, la actuación
de estos últimos no constituiría en ningún caso la
actuación del ente ni siquiera en el caso en el que
los referidos miembros actúen en conjunto. Así,
se concluye que la capacidad de obrar no es propia
de estos sujetos de derecho(25).
Volvemos a efectuar, a este nivel, las
observaciones basadas en nuestro planteamiento
primigenio.
El error argumentativo parte, nuevamente, de
apreciar con un solo conjunto de categorías a dos
entidades completamente distintas, entiéndase, la
persona natural, por un lado, y la persona jurídica,
por otro. Dicho error puede tener su base en la
premisa, ya mentada, que establece que el sujeto
de derecho llamado persona jurídica tiene, en
estricto, la calidad de persona. El razonamiento
puede ser el siguiente: si consideramos que ambos
sujetos son personas, les corresponderían las
mismas reglas que sobre capacidad de obrar
contempla un ordenamiento particular. Con esta
idea puede concurrir, aunque en sí misma (e
independientemente considerada) es razón
suficiente para llevarnos al error, el planteamiento
que considera que la capacidad de obrar está
condicionada a la existencia de una corporeidad.
Ya nos hemos referido a lo primero, la persona
jurídica y la persona natural son dos sujetos de
derecho radicalmente diferentes que, por supuesto,
comparten el hecho de pertenecer a la misma
categoría (aclaramos: la de sujetos de derecho,
no la de personas). En este entendido no podemos
utilizar las mismas reglas para evaluar su
capacidad de obrar dado que no comparten una
misma naturaleza. Así, una puede expresarse,
107
Javier Pazos Hayashida
Este sujeto de derecho, debido a su particular
naturaleza, manifiesta su voluntad de la única
forma que le es posible: por medio de un
representante o de sus dependientes. Sin embargo,
esto en nada determina incapacidad ni mucho
menos(28). La idea de incapacidad se encuentra
en la superposición arbitraria de categorías jurídicas
y no en la esencia del sujeto en cuestión. En este
entendido, así como no podemos negar la
existencia real de la persona jurídica, tampoco
podemos negar su capacidad de obrar.
4. El objeto como supuesto límite a la capacidad
de la persona jurídica. La problemática de los
actos ultra vires
Sabemos que la persona jurídica cuenta, por
un lado, con capacidad jurídica y, por otro, con
capacidad de obrar. Una y otra, se conforman,
estructuran y manifiestan de manera acorde a la
naturaleza del sujeto en cuestión. Corresponde
evaluar en qué medida la determinación del objeto
de la persona jurídica influye en la fenomenología
referida.
ius et veritas 31
4.1. La importancia de la determinación del objeto
de la persona jurídica
108
Toda persona jurídica se crea para hacer
efectivas determinadas actividades económicas.
El objeto, en líneas generales, viene a describir
las mismas. Es alrededor de él que los sujetos
deciden unirse. De ahí su importancia, ya que, en
primer lugar, delimita la voluntad de los miembros
de la persona jurídica (no cabe duda que la decisión
de asociarse, de aportar un patrimonio, de asumir
-en su caso- los riesgos del negocio, está sujeta a
esto); en segundo lugar, especifica el marco de
actuación de la persona jurídica (y he aquí lo que
nos interesa para efectos de la problemática que
venimos analizando: ¿delimita su capacidad?); y,
en tercer lugar, deviene en garantía para la
colectividad, en general, debido a que una vez
declaradas las actividades resulta verificable su
licitud y porque facilita la supervisión de la entidad
en casos particulares (como en el de las
fundaciones) y, específicamente, es una garantía
para aquellos sujetos interesados en, por ejemplo,
contratar con la persona jurídica que podrán
apreciar, gracias a la determinación del objeto, los
parámetros dentro de los cuales contratan(29).
Nótese que, finalmente, lo que se hace
mediante la determinación del objeto es especificar
las actividades que la persona jurídica pretende
desarrollar incluidos, por supuesto, todos aquellos
actos que, natural y ordinariamente, coadyuven a
la realización de sus fines. Se aclara, sin embargo,
que determinar el objeto no quiere decir que este
tenga que ser único. Así, podemos referirnos a un
objeto plural que incluya una diversidad de
actividades aunque, por supuesto, dentro de
determinados parámetros, que serían:
teóricamente, las ideas de genericidad y
universalidad (no podríamos hablar de un objeto
genérico o que englobe todas las actividades
posibles); legalmente, el veto a las actividades
contrarias al orden público o a las buenas
costumbres (definitivamente, no podría aceptarse
una actividad ilícita) (30); y, en la práctica, las
posibilidades materiales de la persona jurídica
(económicamente, por ejemplo, cada sujeto estará
preparado para dedicarse a un número limitado de
actividades).
Hablar de objeto implica hablar de actividades
específicas que se determinan según el interés de
los miembros de la persona jurídica. Entendemos
que estas deben ser debidamente descritas y
detalladas, descartándose, por ello, aquellas
indicaciones ambiguas o generales. Solo así
podremos entender debidamente manifestado el
objeto de la entidad.
En nuestro ordenamiento, respecto a la
materia, encontramos el artículo 11 de la Ley
General de Sociedades que, en el orden de ideas
que hemos expresado, contempla que la sociedad
circunscribe sus actividades a aquellos negocios
u operaciones lícitos. La referida norma establece
(28) Véase: LLAMBÍAS, J. Tratado del Derecho Civil. Tomo 2. Buenos Aires: Perrot, 1996. pp. 59 y siguientes.
(29) En este sentido, para el caso de las sociedades, véase: ELÍAS, E. El objeto social, los alcances de la representación
y los actos ultra vires en la nueva Ley General de Sociedades. En: Derecho y Sociedad. Número 13. Lima, 1998. pp.
7 y siguientes. También véase: FERRERO, A. La función e importancia del objeto social en las sociedades mercantiles.
En: ius et veritas. Número 13. Lima, 1996. pp. 164 y siguientes.
(30) Lo que se manifiesta, incluso, en determinadas reglas de Derecho internacional privado. Véase: MAC LEAN, R. Las
personas jurídicas en el Derecho Internacional Privado (con especial referencia al Derecho Peruano). Lima: Minerva,
1963. pp. 52 y siguientes.
La capacidad de la persona jurídica
que la descripción detallada de estos constituye
el objeto social, agregándose que se incluyen los
actos relacionados que coadyuven a la realización
del mismo, aún cuando no estén indicados de
manera expresa en el pacto social o en el estatuto.
Podemos apreciar que el artículo de referencia
establece que el objeto queda circunscrito a las
actividades detalladas en el pacto social o en el
estatuto, incluyendo a todos aquellos actos
relacionados y que contribuyan a su realización.
En este entendido, los actos ajenos al referido
objeto se considerarían actos ultra vires(31).
No hay una norma puntual en el Código Civil,
relativa al objeto de las personas jurídicas sin fines
de lucro, que tenga un contenido similar al artículo
11 de la Ley General de Sociedades. El artículo
76 del código menciona que esta materia
(curiosamente, se refiere a los fines de la persona
jurídica) es regulada por las disposiciones
contenidas en el mismo. No se hace, sin embargo,
mención alguna a estas. Las definiciones
contenidas en los artículos 80, 99 y 111 del referido
cuerpo legal no contienen nada más allá de meras
definiciones de obvio contenido general.
Sin perjuicio de lo indicado, el hecho que en
los artículos 82, 101 y 113 se haga referencia a
que el estatuto de la persona jurídica (o el acto
fundacional, en su caso) deba contener
expresamente los fines para los que ha sido
constituido el sujeto en cuestión es un indicio de
la importancia de la determinación del objeto.
Naturalmente, al igual que en cualquier persona
jurídica, el objeto describirá la intención de los
miembros (o, en su caso, de los fundadores) y las
actividades a las que se dedicará la entidad (en
estos casos, siempre fines no lucrativos)(32). Así,
aun cuando no haya una norma en el Código Civil
relativa a la función e importancia del objeto, para
el caso de las personas jurídicas sin fines de lucro,
esto no es obstáculo para reconocer su real papel,
común a toda persona jurídica.
4.2. El objeto, la capacidad del sujeto y los actos
ultra vires
Queda por establecer qué significa que el
objeto determine las actividades que desarrollará
la persona jurídica o, como lo dice la Ley General
de Sociedades, que las circunscriba. Porque, si
bien no quedan dudas acerca de que el objeto
cumple una función descriptiva, la cuestión está
en apreciar su supuesto papel delimitador.
Precisamente, el punto de partida de la
discusión está en evaluar si el objeto de la persona
jurídica delimita la posibilidad de actuación de este
sujeto o si se constituye en una medida de su
capacidad. Se ha afirmado que admitir lo anterior
nos llevaría a asumir la existencia de diversos
grados o matices en la noción de capacidad, idea
que estaría contradiciéndose con la propia esencia
de la categoría referida, por cuanto la capacidad
se tiene o no se tiene(33). Pero esto no es tan cierto.
La persona jurídica, dada su naturaleza particular,
lleva consigo una capacidad propia que se
manifiesta de una manera especial. Esto dista
mucho de constituir una medida de la capacidad,
o ser un grado de la misma. No es que haya grados
o medidas. Cada categoría de sujetos de derecho
lleva consigo la idea de capacidad, expresada en
relación a su esencia.
Entonces, el objeto no delimita sino, más
bien, estructura la capacidad de la persona
jurídica. El objeto es parte de la esencia de esta,
justifica su propia existencia. Naturalmente,
entonces, configura la capacidad del sujeto en
cuestión(34).
La idea de especialidad, entonces, trae
consigo que la capacidad de la persona jurídica
esté determinada por su objeto. Así, en principio,
puede realizar el conjunto de actividades para las
que ha sido creada. Es con respecto a los actos
que se realizan excediendo los alcances del objeto
que cada ordenamiento jurídico ha dado una
respuesta diferente.
ius et veritas 31
(31) Véase: HUNDSKOPF, O. Las Personas Jurídicas con fin económico. En: Revista Jurídica del Perú. Número 24.
Trujillo, 2001. p. 91.
(32) Una referencia al papel de las personas jurídicas sin fines de lucro y a la importancia de su objeto puede verse en
BOZA, B. La persona jurídica sin fines de lucro: su regulación a la luz del nuevo rol que desempeña. En: Themis.
Número 12. Lima, 1988. pp. 78 y siguientes.
(33) Véase: RAMOS, C. Reflexiones sobre el objeto social. En: Revista de Derecho y Ciencias Políticas. Volumen 59,
Número 2. Lima, 2002. p. 121.
(34) Asumiendo, incluso que los conceptos de subjetividad y capacidad se refieren a la misma idea este argumento sería
válido por cuanto el objeto seguiría constituyendo la esencia del sujeto de derecho.
109
ius et veritas 31
Javier Pazos Hayashida
110
La llamada teoría de los actos ultra vires, que
tiene su origen en el Derecho anglosajón, sostiene
que los actos que exceden el objeto de la persona
jurídica (nominalmente, actos ultra vires) son
sancionados con nulidad absoluta. Dichos actos
ni siquiera podrían ser convalidados o ratificados(35).
Para esto, se parte de considerar que la capacidad
de la persona jurídica está limitada a su objeto. Lo
anterior podría llevarnos a una conclusión curiosa:
si la capacidad se encuentra limitada, la
subjetividad también. En otras palabras, la persona
jurídica no podría actuar más allá de su objeto
debido a que en ese terreno no habría, en estricto,
un sujeto.
En el ordenamiento germánico se ha planteado
una solución distinta en lo que refiere a la
problemática de los actos que exceden el objeto
de la persona jurídica. En este sistema se ha
entendido que la capacidad de la persona jurídica
es general, abarcando no solo los actos propios
del objeto sino, también, aquellos que lo exceden.
En este orden de ideas, la capacidad de la persona
jurídica tendría un alcance natural pero no limitado
o restringido(36).
Optar por una posición u otra traería
consecuencias ciertamente divergentes.
Asumir la primera postura no es sino
establecer un marco de protección para la propia
persona jurídica y sus miembros. Porque, cuando
nos encontremos ante la realización de un acto
que exceda el objeto, este nunca vinculará a la
persona jurídica, no afectándose su esfera ni la de
sus miembros (y esto no solo se limita a los
fenómenos propios de la responsabilidad civil). Sin
embargo, no se garantizan los intereses de
terceros ni de aquellos que se han vinculado con
la entidad. Así, por ejemplo, un sujeto puede creer
que contrata bien, incurrir en gastos para ejecutar
el contrato y luego encontrarse con que el acto es
nulo. Para evitar esto, no solo tendría que estudiar
el poder que ostenta el representante sino hacer
una evaluación concienzuda de la persona jurídica
y de su objeto acudiendo, por ejemplo, a la
información que consta en Registros Públicos. En
otras palabras, el costo generado por los problemas
de información es asumido por este sujeto. Si
generalizamos, en este sistema los costos serían
asumidos por la colectividad a pesar que el llamado
a asumirlos debería ser la propia persona jurídica.
Por su parte, asumir una postura similar a la
germánica trae como consecuencia la protección
al tercero de buena fe que, por ejemplo, contrata
con la persona jurídica. A diferencia de lo que
ocurría en el ejemplo antes referido, el contratante
solo tendría que evaluar el poder del representante
y apreciar que este tenga las facultades del caso
para contratar válidamente, independientemente de
que el acto en cuestión se corresponda con el
objeto o lo exceda. No será necesario incurrir en
una evaluación más costosa. En este entendido,
cualquier problema de información es asumido por
quien, en principio, tiene un mejor control de la
misma: la persona jurídica. Este es un sistema
que prioriza la seguridad en el tráfico, fomentándolo.
Corresponde, a un capitalismo avanzado en el que
se busca que la persona jurídica asuma los costos
de su inserción en la sociedad(37).
De acuerdo a nuestros planteamientos,
consideramos que lo ideal es entender que la
capacidad de la persona jurídica está determinada
por su objeto pero no restringida a las actividades
en él expresadas. Cabe así que el propio sujeto
se obligue más allá de estas. A lo anterior, se
suman las claras ventajas de un sistema de
capacidad general. Por supuesto, somos
conscientes de que esta última idea es meramente
teórica ya que la opción, por lo menos en lo que
concierne a este último punto, corresponde
exclusivamente al legislador.
4.3. La opción del legislador peruano en materia
de capacidad de la persona jurídica
En lo que concierne a la temática en cuestión,
para el caso de las personas jurídicas con fines
de lucro, el legislador peruano ha tomado partido
por la idea germana de la capacidad general. Así
se desprende del contenido del primer párrafo del
artículo 12 de la Ley General de Sociedades que
dispone que la sociedad está obligada frente a
aquellos sujetos con quienes ha contratado, así
(35) Véase: ELÍAS, E. Op. cit.; pp. 8 y siguientes. Para apreciar una evolución de las bases de esta teoría, véase: SEOANE,
M. Op. cit.; pp. 56 y siguientes.
(36) Véase: SEOANE, M. Op. cit.; p. 57.
(37) Véase: ESPINOZA, J. Op. cit.; p. 195.
La capacidad de la persona jurídica
como frente a los terceros de buena fe, por los
actos de sus representantes celebrados dentro de
los límites de las facultades que les haya conferido,
aun cuando tales actos comprometan a la sociedad
a negocios u operaciones no comprendidos dentro
de su objeto social.
Conforme a lo anterior, en nuestro sistema
jurídico los actos celebrados por los representantes
de la sociedad dentro de los límites de sus
facultades pero excediendo el objeto social (siendo,
entonces, actos ultra vires) serán válidos y surtirán
efectos frente a esta última. Apreciamos, por su
parte, que los actos que realice el representante
excediendo los límites de sus facultades (también
actos ultra vires) no obligarán a la persona jurídica
conforme al artículo 13 de la Ley General de
Sociedades. Sin embargo, estos actos no serán
nulos, dado que ninguna norma los declara así,
sino ineficaces frente a la sociedad conforme a la
regla general de representación contenida en el
artículo 161 del Código Civil(38).
En este contexto, los eventuales problemas
que conlleva asumir la validez y eficacia frente a la
persona jurídica de determinados actos ultra vires
son asumidos por esta. Así se desprende del
segundo párrafo del artículo 12 de la Ley General
de Sociedades que contempla el derecho de la
persona jurídica de dirigirse contra sus
administradores o representantes, según el caso,
para que respondan por los daños y perjuicios que
se hayan generado en su esfera jurídica como
consecuencia de la celebración de acuerdos en
virtud de los cuales se autorizaron actos que
extralimitan el objeto social y que la obligan frente
a una eventual contraparte o frente a terceros de
buena fe.
En nuestro sistema jurídico, entonces, para
el caso de las sociedades, se opta por la seguridad
en el tráfico, protegiéndose con esto al tercero de
buena fe que se relaciona con la persona jurídica,
dentro de los parámetros indicados(39).
A diferencia de lo que ocurre en el caso de las
personas jurídicas con fines de lucro, en el
ordenamiento peruano no hay una norma que
indique cómo afrontar la problemática de la
capacidad en supuestos en que medien personas
jurídicas sin fines de lucro. Contrariamente a lo
que parece indicar el artículo 76 del Código Civil,
no hay ninguna norma en dicho cuerpo normativo
que se aproxime siquiera a la referida cuestión(40).
Podría entenderse que la problemática de la
capacidad de las personas jurídicas sin fines de
lucro estaría contemplada en el artículo 93 del
Código Civil(41). Sin embargo, el supuesto de hecho
que regula la referida norma no apunta a este
problema. Más bien, se refiere a las reglas de la
responsabilidad de los asociados que desempeñen
cargos directivos(42). En esta medida, surge como
una norma encaminada, en principio, a regular
todos los casos en que haya responsabilidad de
estos últimos frente a la persona jurídica(43). Por
ello, no podría compararse, a priori, el contenido
de este artículo con el que corresponde al segundo
párrafo del artículo 12 de la Ley General de
Sociedades, norma que regula un caso puntual de
responsabilidad de los socios o administradores
estrictamente vinculado al problema de la capacidad
de la persona jurídica(44). Reiteramos, entonces,
que la vocación primaria del artículo 9 del Código
Civil no es solucionar el problema de la capacidad
de las personas jurídicas sin fines de lucro.
Si asumiésemos, que el objeto viene a
constituir un límite a la capacidad de la persona
jurídica, lo que ya hemos negado, se podría concluir
que las personas jurídicas sin fines de lucro, en
nuestro sistema jurídico, solo tendrían capacidad
ius et veritas 31
(38) Véase: ESPINOZA, J. Algunas consideraciones respecto de la responsabilidad de los directores y gerentes de una
sociedad y el problema del denominado abuso de la mayoría. En: Themis. Número 24. Lima , 1998. pp. 47 y siguientes.
Por su parte, Cfr. RAMOS, C. Op. cit.; p. 123.
(39) Véase: HUNDSKOPF, O. Op. cit.; pp. 93 y siguientes.
(40) Cfr. DE BELAÚNDE, J. Régimen legal de las personas jurídicas. Comentario al artículo 76 del Código Civil. En: AA.VV.
Código Civil Comentado. Tomo I. pp. 383 y siguientes.
(41) Así parece entenderlo Espinoza. Véase: ESPINOZA, J. Derecho de las Personas. p. 423.
(42) Entendemos que dichas reglas, pueden aplicarse también a los casos en que medie una fundación o un comité.
(43) La norma no regula, por tanto, un supuesto de responsabilidad de la persona jurídica, situación que es reconocida por
Espinoza. Sin embargo, el referido autor, luego de afirmar esto, procede a plantear diversos supuestos de responsabilidad
del referido sujeto. Cfr. ESPINOZA, J. Responsabilidad de los directivos. Comentario al artículo 93 del Código Civil.
En: AA.VV. Código Civil Comentado. Tomo I. p. 457.
(44) A mayor abundamiento, puede apreciarse que el rango de los sujetos a los que apunta una y otra norma es distinto,
siendo en esta medida, curiosamente, más limitada la norma del Código Civil, dirigida exclusivamente a los asociados
que desempeñen cargos directivos y no a la generalidad de miembros o administradores.
111
ius et veritas 31
Javier Pazos Hayashida
112
limitada. En otras palabras, si no hay un mandato
legal que amplíe el marco de actuación de la
persona jurídica (como, supuestamente, aquel
contemplado en el primer párrafo del artículo 12
de la Ley General de Sociedades), se entendería
que el referido sujeto solo podría realizar las
actividades contempladas en su objeto por lo que
todo acto ultra vires sería nulo.
Nótese que no podría asumirse el argumento
anterior, primero, debido a su errada premisa;
segundo, porque, aun asumiendo el planteamiento
como cierto, esto es, que hay una capacidad
limitada, los actos ultra vires en nuestro
ordenamiento no podrían ser nulos, sencillamente
porque no hay una norma que contemple su
nulidad(45); y, tercero, lo más importante, asumir
una posición como esta determinaría una
contradicción en el sistema jurídico peruano: que
las personas jurídicas con fines de lucro tengan
capacidad general y aquellas sin dichos fines
tengan capacidad limitada, cuando la verdad es
que ambos tipos de personas jurídicas comparten
una misma naturaleza siendo que no hay causa
alguna que justifique la diferencia en lo que atañe
a su capacidad.
Por el contrario, entendemos que la capacidad
de las personas jurídicas sin fines de lucro también
es general por varias razones: primero, debido a
que no hay en el Código Civil sanción de nulidad
para los actos ultra vires; segundo, porque del
artículo 93 se desprende una intención del legislador
similar a la contenida en el artículo 12 de la Ley
General de Sociedades en lo que refiere a su
principio rector (lo que es distinto a afirmar que el
Código Civil regula puntualmente el problema de
la capacidad); tercero, porque, ya sea que medien
personas jurídicas con o sin fines de lucro, las
reglas de representación, a las que se refiere el
artículo 93, serán las mismas (por lo que se
sancionan con ineficacia, en relación a la persona
jurídica, los actos de los representantes que
excedan los límites del poder que se les ha
otorgado, conforme a lo contemplado en el artículo
161); cuarto, porque asumir esta posición
determinaría una unidad de criterio en el tratamiento
de la capacidad de las personas jurídicas en
nuestro sistema, criterio único encaminado a
garantizar la seguridad en el tráfico lo que,
finalmente, resulta acorde con el régimen
económico consagrado en la propia Constitución.
Concluimos, entonces, que la opción
legislativa peruana es asumir que la capacidad de
las personas jurídicas de Derecho privado es
general. En este sistema, la persona jurídica puede
realizar actividades más allá de las contempladas
en su objeto. Para ello, por supuesto, sus
representantes deberán tener facultades expresas
para actuar de ese modo. En caso contrario, sus
actos serán ineficaces respecto al ente
representado. Así, en el primer supuesto, nos
encontraremos ante actos ultra vires válidos y
plenamente eficaces mientras que, en el segundo,
estaremos también ante actos ultra vires válidos
pero ineficaces frente a la persona jurídica.
5. Colofón
El estudio de cualquier categoría, jurídica o no,
debe efectuarse con coherencia y unicidad de
criterio. Al abordar el problema de la capacidad
hemos intentado respetar eso, teniendo siempre
presentes las particularidades de la naturaleza del
sujeto de derecho denominado “persona jurídica”.
Esto nos ha llevado a apreciar, obviando meras
nominaciones, dogmas y planteamientos
escolásticos, que este sujeto de derecho asume
y ejerce sus derechos de una forma acorde a su
esencia, lo que se manifiesta en nuestro
ordenamiento de una forma particular.
Es clara la implicancia práctica de todo lo
anterior. Entender la capacidad del sujeto es
entender cómo se relaciona con los demás sujetos
de derecho, cómo contrata, cómo responde,
etcétera. Solo apreciando la esencia de la persona
jurídica podremos comprender íntegramente el rol
que desempeña en nuestra sociedad.
(45) No hay una norma jurídica que contemple expresamente la nulidad de los mismos, conforme al numeral 7 del artículo 219
del Código Civil. Por su parte, el fenómeno de los actos ultra vires, tampoco se puede insertar en ninguno de los otros
numerales de la mencionada norma.
La capacidad de la persona jurídica
ESTUDIO
FERNANDEZ, PORTOCARRERO, CARPIO & TORRES
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113
Enrique Pasquel R.
Tomando la propiedad en serio
Las expropiaciones regulatorias o indirectas
Enrique Pasquel R.(*)(**)
1. ¿Qué son las expropiaciones regulatorias o
indirectas?
ius et veritas 31
En 1986, David Lucas pagó US$ 975,000 por
dos lotes residenciales ubicados en un malecón
en Carolina del Sur con la intención de construir
casas similares a las existentes en predios
vecinos. En 1988, el Congreso del Estado de
Carolina del Sur emitió una norma que impedía
que David Lucas y los demás propietarios de tierras
adyacentes construyeran cualquier vivienda
permanente en tales lotes, con la supuesta finalidad
de prevenir la erosión de las dunas y playas del
Estado, promover el turismo, el acceso a las playas
y ofrecer un hábitat importante para plantas y
animales(1).
Para efectos prácticos era como si a Lucas lo
hubiesen expropiado. Es cierto que formalmente
seguía siendo propietario, pero luego de la
regulación estatal su propiedad prácticamente
carecía de cualquier valor económico. De hecho,
probablemente, Lucas hubiese preferido haber sido
expropiado, pues en ese caso siquiera hubiese
recibido el justiprecio que el Estado se ve obligado
a pagar.
Lucas interpuso una demanda sosteniendo que
se trataba de un caso de expropiación regulatoria.
La figura de la expropiación regulatoria abarca las
regulaciones mediante las cuales se priva (total o
114
(*)
parcialmente) al propietario de uno o todos los
atributos de su propiedad, ya sea del uso, del
disfrute o de la disposición. La Corte Suprema de
los Estados Unidos le dio la razón a Lucas. El
juez Scalia, citando al juez Brennan, señaló que
una regulación que priva al propietario del derecho
a usar su propiedad de tal forma que le impide
obtener beneficios de la misma es equivalente a
una apropiación física, pues ¿para qué sirve la tierra
si no para obtener ganancias de ella(2)? Finalmente,
el Estado de Carolina del Sur y Lucas llegaron a
un acuerdo por el que el primero adquirió la
propiedad de los lotes por el precio de US$
1’500,000. Lo más curioso es que poco tiempo
después el Estado terminó yendo contra su propia
política de zonificación. Vendió cada lote por la
suma de US$ 392,500 para que en los mismos se
construyesen viviendas. Ello, a pesar que uno de
los vecinos quiso pagar por uno de los lotes por la
suma de US$ 315,000 para conservarlo como área
libre y preservar la vista de su casa(3).
El caso Lucas es una clara muestra de cómo
una regulación puede tener efectos muy similares
a los de una expropiación: privar a un individuo de
su propiedad. Por esta razón es que el Derecho
norteamericano contempla dos tipos de
expropiaciones, las expropiaciones físicas y las
expropiaciones regulatorias. Y de forma similar en
el Derecho Internacional se habla de
Catedrático de la Facultad de Derecho de la UPC. Profesor de los cursos de Análisis Económico del Derecho, Propiedad
y Contratos.
(**) Agradezco especialmente a mi querido amigo Alejandro Manayale por el tiempo robado para la lectura del presente
trabajo y por los precisos comentarios recibidos.
(1) Véase: Lucas v. South Carolina Coastal Council. 304 S.C. 1992.
(2) La cita original es: “Perhaps it is simply, as Justice Brennan suggested, that total deprivation of beneficial use is, from
the landowner’s point of view, the equivalent of a physical appropriation. (…) ‘For what is the land but the profits
thereof[?]’”. Véase: Lucas v. South Carolina Coastal Council. 304 S.C. 1992.
(3) SIEGAN, Bernard. Property and Freedom. Transaction publishers. 1997. p. 130.
Tomando la propiedad en serio
expropiaciones directas e indirectas. Si bien no
existe una terminología unívoca para referirse a esta
figura, nosotros utilizaremos los términos
expropiaciones regulatorias o indirectas como
sinónimos.
La finalidad del presente trabajo es definir cómo
debería regularse esta figura y explicar las razones
por las que los tribunales peruanos están obligados
a aplicarla. Para ello, empezaremos explicando la
lógica de compensar al propietario afectado por
una expropiación regulatoria y los casos en los
que consideramos debe proceder dicha
compensación. Luego analizaremos cómo el
Estado peruano protege solo a algunos individuos
de las expropiaciones regulatorias y finalizaremos
explicando las razones constitucionales por las
que todas las personas deberían recibir esta
protección.
2. ¿Por qué el Estado debe compensar cuando
expropia regulatoriamente?
(4)
(5)
(6)
Este tema lo hemos desarrollado en: PASQUEL, Enrique. Expropiación: Una visión económica alternativa. En: Themis.
Número 48. p. 132.
Ibid.; p. 132.
BRUNETTI, Aymo y otros. Institutional obstacles to doing business: Region by region results from a worldwide survey
of the private sector. En: World Bank Policy Research Working Paper Number 1759. 1997. p. 70.
ius et veritas 31
La lógica económica para que la propiedad goce
de protección frente a expropiaciones físicas es
también fundamento de la protección frente a
expropiaciones regulatorias. Por esto estas últimas
deberían encontrarse sujetas a los mismos límites
constitucionales: (i) que la finalidad de la
expropiación sea seguridad nacional o necesidad
pública declarada por ley; y, (ii) que se pague una
indemnización.
Si dos personas intercambian voluntariamente
será porque ambas saldrán ganando. Pero si una
obliga a la otra (ya sea mediante violencia privada o
utilizando para ello al Estado) a transferirle su
propiedad en contra de su voluntad, tendremos una
transacción en la que uno gane a costa de la pérdida
del otro. El Derecho debe promover las
transacciones en las que ambas partes salgan
ganando y desincentivar aquellas en las que esto
no suceda. Por ello es que la Constitución exige
que la finalidad de la expropiación sea seguridad
nacional o necesidad pública, prohibiendo que la
misma sirva para transferir forzosamente bienes
entre privados. De esta forma, se evita que un
particular presione al Estado para que le permita
tomar la propiedad de otro individuo en contra de su
voluntad eludiendo los mecanismos de mercado(4).
Y ya que mediante el establecimiento de
regulaciones también es posible lograr transferir
parte de los atributos de la propiedad privada de
un individuo al otro, es necesario asegurarnos que
las mismas solamente se aplican en beneficio del
público en general y no de un particular específico.
Por otro lado la exigencia constitucional de
compensación busca mantener los incentivos que
genera la propiedad privada en los individuos(5). Al
saber que podrán recuperar los frutos de sus
inversiones, los individuos tienen incentivos para
invertir trabajo, tiempo y dinero en sus bienes, lo
cual generará beneficios para ellos y para la
sociedad. La privación de la propiedad privada sin
compensación crea inseguridad en los individuos
y los desincentiva a invertir. Por ello -en la medida
de lo posible- la compensación frente a una
expropiación tiene como objetivo asegurar a los
individuos que no se les privará de los beneficios
de sus inversiones, manteniendo los incentivos
necesarios para que inviertan.
Y tenemos que tomar en cuenta que el riesgo
de perder los frutos de las inversiones se encuentra
presente ya sea que la amenaza provenga de una
expropiación física o de una regulatoria. De hecho,
de acuerdo con un estudio realizado por el Banco
Mundial entre 3,685 empresas en 69 países, uno
de los principales obstáculos para invertir y hacer
negocios es precisamente la incertidumbre del
costo de las regulaciones(6). Por ello, si queremos
mantener los incentivos que genera la propiedad
privada, es necesario que se compense toda
privación de la misma.
Hay a quienes les preocupa que si el Estado
debe pagar por sus numerosas regulaciones, las
actividades de este se verían considerablemente
restringidas. El problema de esta visión es que
confunde con un problema a lo que realmente es
una solución. Hoy en día el Estado establece
múltiples regulaciones como si no supusieran
costo alguno, por la sencilla razón que los costos
los sufre uno o unos cuantos privados. Así, el Estado
115
Enrique Pasquel R.
ius et veritas 31
establece regulaciones cuyo costo es mayor que
su beneficio, por el simple hecho de que no tiene
que pagar por ellas. Precisamente, obligarlo a
asumir los costos de sus acciones sería una forma
de disciplinarlo, creándole incentivos para que
regule solo cuando los beneficios de la regulación
sean mayores que los costos.
En este sentido, Fischel indica que la exigencia
de compensar las expropiaciones regulatorias
tiene como objetivo crear incentivos para que los
funcionarios públicos tomen en cuenta las
consecuencias de sus acciones(7). Las agencias
públicas cuentan con presupuestos limitados y,
para poder cumplir con los fines perseguidos por
quienes las dirigen, tienen que priorizar la compra
de ciertos bienes frente a otros. Por ello, si los
funcionarios públicos -para llevar adelante un
determinado proyecto- pueden elegir entre
expropiar (lo cual les cuesta) y regular (lo cual les
sale gratis), es esperable que escojan lo segundo(8).
Esto, como relata Epstein, es precisamente lo
que sucedió en el caso Agis v. City of Tiburón(9).
Los demandantes eran propietarios de cinco acres
en una zona residencial que tenía vista a la bahía
de San Francisco. El gobierno local desarrolló un
plan que buscaba conservar más áreas libres, por
lo que decidió rezonificar tales predios y restringir
a cinco el número de casas que podían ser
construidas. El gobierno tenía dos opciones,
expropiar dichos terrenos o regularlos.
Evidentemente, optó por la opción que no le costaba
nada: regularlos.
El problema de ello es que la agencia
gubernamental puede escoger regular a pesar que
socialmente hubiese sido menos costoso
expropiar, por la sencilla razón que ella no asumirá
el costo. Y aún cuando no exista la posibilidad de
expropiar, no tener que compensar las regulaciones
puede llevar a las agencias a regular aun cuando
los beneficios sean menores que los costos. El
Estado, por ejemplo, podría impedir la construcción
de terrenos en una determinada área alegando que
116
(7)
(8)
de esa forma planea proteger el medio ambiente.
Pero si se le fuerza a pagar una indemnización
por ello, tendría que poner en la balanza el costo
de dicha protección (por ejemplo, un menor
presupuesto para carreteras, hospitales, policías
y, en consecuencia, menos comercio, más
muertes y más delincuencia) y es probable que
su decisión fuese distinta.
Esto es precisamente lo que pasó en el caso
Lucas. Como señala Fischel, este es un caso que
demuestra que cuando el Estado tiene que pagar
un precio por las cosas, su comportamiento
cambia. Cuando creyó que no le iba a costar la
regulación, decidió optar por preservar el hábitat.
Pero cuando se le obligó a asumir el costo de
preservarlo y tuvo que pagar una compensación,
decidió que el costo de ello era demasiado elevado
y optó por vender los terrenos para la construcción
de casas que su propia regulación prohibió en un
primer momento. Fischel señala que “(e)l Estado
no ha cambiado sus valores intrínsecos. Asignaba
el mismo valor al medio ambiente antes y después
de la resolución del caso. El Estado simplemente
respondió al mayor precio de preservar esta
diminuta parte de la playa (...)”(10).
Adicionalmente, la compensación de cualquier
privación de la propiedad privada tiene como
fundamento uno de los principios básicos de
cualquier democracia. Y este es que la mayoría
no tiene derecho a imponer toda la carga de la
provisión de un bien común a un solo individuo. De
permitirse ello, convertiríamos a la democracia en
un régimen totalitarista, donde la mayoría puede
disponer absolutamente de los derechos de los
individuos. Una compensación adecuada permite
que la carga de la provisión de un bien común no
sea colocada en los hombros de un solo individuo,
sino que la comparta toda la sociedad, que a través
de sus tributos le paga una indemnización al
afectado por el perjuicio causado(11).
Otra consecuencia negativa de no compensar
las expropiaciones regulatorias es que se incentiva
FISCHEL, William. Expropiaciones y elección pública: La persuasión del precio. En: Themis. Número 48. pp. 117-122.
Evidentemente, esto se logrará solamente si el dinero de la compensación es pagado por el organismo público que se
beneficia con ella.
(9) EPSTEIN, Richard. Takings. En: Harvard University Press, 1985. p. 272.
(10) FISCHEL, William. Op. cit.; p. 122.
(11) Rothbard, con su característica elocuencia, demuestra con un ejemplo lo absurdo de sostener posiciones utilitaristas
en las que cualquier restricción de los derechos de las minorías se justifica por la voluntad mayoritaria. Así, él nos dice:
“Para empezar, ¿por qué [el bien] para el ‘mayor número’? ¿por qué es éticamente mejor seguir los deseos de la mayoría
que los de la minoría? ¿qué es lo que tiene de excepcional el ‘mayor número’? Imaginemos que en una determinada
Tomando la propiedad en serio
a los grupos de interés a presionar al poder político.
Los individuos tienen dos vías para lograr que el
Estado satisfaga sus intereses. La primera es
convencer a un juez que proteja los mismos. La
segunda es convencer a los políticos que lo hagan.
Si el servicio de justicia no protege a los
propietarios, creamos incentivos para que ellos
busquen protección en el sistema político. Los
afectados por una regulación, por ejemplo,
buscarán influir en ministros o congresistas para
lograr no ser afectados por la regulación. En primer
lugar, ello genera espacios para la corrupción, pues
no faltarán personas dispuestas a comprar el favor
estatal ni funcionarios públicos dispuestos a
venderlo. En segundo lugar, este tipo de medidas
afectarán a los sectores más dispersos y de
menores recursos de la sociedad. Ellos son
quienes tienen mayores dificultades para
constituirse en un grupo de presión que influya en
el Estado, por lo que es esperable que tengan
pocas posibilidades de conseguir que los políticos
defiendan su propiedad, a diferencia de las
pequeñas minorías bien organizadas. De esta
forma, si los tribunales no compensan las
expropiaciones regulatorias terminarán
construyendo un sistema que discrimina en contra
de los grupos grandes, desorganizados y de
menos recursos, pues derivan la protección de la
propiedad hacia el sistema político en el que estos
cuentan con menores ventajas(12).
Finalmente, no olvidemos que si se le priva al
propietario del uso, disposición o disfrute de sus
bienes, nada importa que formalmente conserve
un título que solo le sirve para colgarlo en la pared.
Los derechos de propiedad tienen sentido porque
Como hemos visto, nuestro país
protege a un grupo de las
expropiaciones regulatorias, mas no
a otro, aparentemente porque para
el caso de los nacionales esta
protección no se encuentra
establecida expresamente. Sin
embargo, creemos que una
correcta interpretación de nuestro
Derecho llevaría a los tribunales a
reconocer a todo individuo
protección frente expropiaciones
regulatorias.
permiten extraerle un mayor provecho a los bienes.
Y si no se pueden disponer de los bienes, usarlos
o disfrutarlos, gozar de su titularidad carece de
sentido. El título que conserva el propietario termina
siendo no más que un cascarón vacío sin valor ni
significado alguno.
3. ¿En qué casos se debe compensar y en cuáles no?
La jurisprudencia norteamericana considera
que el Estado está obligado a compensar por los
perjuicios causados por una regulación solo en
aquellos casos en los que se priva al bien
prácticamente de todo valor(13). La jurisprudencia
internacional, por su lado, sigue una línea similar.
ius et veritas 31
sociedad la mayoría aborrece y vilipendia a los pelirrojos y que le gustaría enormemente acabar con ellos; imaginemos
además que en cada periodo concreto solo existe un corto número de pelirrojos. ¿Deberemos decir, en tales
circunstancias, que es ‘bueno’ para la inmensa mayoría degollar a los pocos individuos de rojizos cabellos? Y si no,
¿por qué no? Así, pues, a la hora de la verdad el utilitarismo no ofrece argumentos convincentes en favor de la libertad
y del laissez-faire”. Véase: ROTHBARD, Murray. Algunas Teorías Alternativas sobre la Libertad. En: http://
www.eumed.net/cursecon/textos/.
(12) Fischel desarrolla otras conclusiones interesantes basadas en la teoría de los grupos de interés. Él señala que donde
las expropiaciones regulatorias despiertan más preocupaciones es a nivel de los gobiernos locales. Fischel indica que
los grupos de interés suelen tener mayor éxito a nivel de la política nacional, pues los políticos que compiten a nivel
nacional necesitan mayores recursos y en consecuencia mayor apoyo de grupos de interés y su fiscalización es más
difícil. En consecuencia, es esperable que los grupos de interés obtengan una mayor protección de su propiedad por
parte del Congreso o el Gobierno Central que por parte de los Gobiernos Locales, a quienes les puede ser más
complicado influenciar para que protejan sus derechos. Véase: FISCHEL, William. Regulatory Takings. Law, Economics
and Politics. En: Harvard University Press, 1995.
(13) En los Estados Unidos se han presentado ciertas iniciativas para que se establezcan criterios más claros sobre
cuándo debe compensarse por una expropiación regulatoria. En 1994 el partido republicano presentó una propuesta
de reforma constitucional llamada Contract with America, que obligaba al gobierno a compensar cuando una expropiación
regulatoria privaba al propietario de más del 70% del valor del bien. Esta propuesta, sin embargo, fracasó.
117
ius et veritas 31
Enrique Pasquel R.
118
Si bien no requiere una privación casi absoluta del
valor del bien, sí demanda que esta sea
considerable. Como señala Appleton, los distintos
tribunales internacionales que se han pronunciado
sobre este tema, han coincidido en señalar que
solamente las privaciones “sustanciales” o
“significativas” son reconocidas como
expropiaciones(14).
Esta limitación jurisprudencial no solo es
tremendamente imprecisa (pues, por ejemplo, no
señala cuándo se considerará significativa una
expropiación), sino que a nuestro parecer es
injustificada. El Estado me paga cuando decide
expropiar físicamente la décima parte de mi terreno.
¿Por qué, entonces, no debería pagarme si me
impone una regulación que tenga como efecto que
mi terreno pierda el 10% de su valor?
En este sentido se pronuncia Fischel, quien
critica la decisión del caso Lucas en el extremo
que exige que para ser considerada expropiatoria
la regulación debe privar al bien de todo beneficio
económico. Fishel señala que “(l)a decisión de
Lucas es criticada en la medida que solamente
puede ser invocada como precedente contra
regulaciones que son tan extremas como para dejar
a los propietarios sin ningún uso económico para
el bien afectado. Pocos reguladores son tan
obtusos como para ser incapaces de satisfacer
este criterio y lo que hacen es, por ejemplo, permitir
la construcción de unas cuantas tiendas en
terrenos que son más apropiados para residencias,
impidiendo de esta forma su desarrollo. El
propietario que puede obtener algún provecho
económico construyendo tiendas y no hogares no
obtiene nada bajo el precedente de Lucas”(15).
Epstein también se pronuncia en este sentido
y señala que una regla constitucional que no obliga
compensar sino hasta el último paso hace a este
último uno muy costoso, tan costoso que ningún
gobierno se animará a darlo(16).
Por otro lado, si una de las razones por las que
protegemos la propiedad privada es para incentivar
las inversiones, entonces debe compensarse su
afectación independientemente de la porción del
derecho afectada. El Estado compensa a una
empresa a la que se le expropia físicamente el
100% de su propiedad para -en la medida de lo
posible- no desincentivar las inversiones. No tendría
sentido entonces no compensarlos si se les
expropia solo el 80% o 50% de su propiedad. Si
queremos asegurar las inversiones, debemos
garantizar que cualquier privación de la propiedad
sea compensada.
Casi toda acción del Estado, sin embargo, tiene
algún impacto en el valor de las propiedades de
los individuos. ¿Esto significa que toda acción
estatal supone una compensación a alguna
persona? Creemos que no. Hay algunos supuestos
en los que la acción estatal no requiere la
compensación de los individuos cuyas propiedades
hayan disminuido de valor.
Los poderes del Estado derivan de los derechos
de los individuos y es en estos en los que
encuentran las limitaciones del primero. El poder
básico del Estado es el poder de policía. Este es
el poder de limitar la libertad y la propiedad de un
grupo de individuos en situaciones en las que a
través del fraude o la coacción estos pongan en
riesgo la libertad y propiedad ajena. En otras
palabras, es el poder estatal de evitar que unos
individuos dañen a otros. Siguiendo a Epstein,
como cada individuo tiene el derecho de limitar la
propiedad ajena en nombre de la autodefensa, el
Estado tiene el derecho (y el deber) de evitar que
unos individuos dañen al prójimo(17).
Cuando el Estado utiliza su poder de policía cuando regula para evitar el daño que un privado le
puede causar a otro- no se encuentra obligado a
compensar por la privación recaída sobre la
propiedad ajena. Por ejemplo, si el Estado emite
una resolución prohibiendo una actividad
contaminante, al contaminador se le estará
privando de parte del derecho a usar su propiedad.
Sin embargo, ello no lo hará acreedor a una
reparación pues el límite de su derecho a hacer
uso de un bien es el no hacer daño a los demás.
En este caso, el Estado simplemente estaría
defendiendo el derecho del resto a no sufrir daños
(14) APPLETON, Barry. Regulatory Takings: The International Law Perspective. En: New York University Environmental
Law Journal. Volumen XI, 2003. p. 46.
(15) FISCHEL, William. Op. cit.; p. 121.
(16) EPSTEIN, Richard. Simple Rules for a Complex World. Harvard University Press, 1995. p. 131.
(17) Véase: EPSTEIN, Richard. Takings. En: Harvard University Press, 1985. p. 108; y, EPSTEIN, Richard. Simple Rules for
a Complex World. Harvard University Press, 1995. p. 133.
Tomando la propiedad en serio
estos casos, si se establece una regulación que
reduzca el valor de la propiedad del “primero en
llegar”, este deberá ser compensado pues se le
está privando de un uso al que tenía derecho(18).
Otro caso en el que el propietario no debe ser
acreedor de una compensación es cuando la acción
estatal tiene como efecto que disminuya el valor
del bien pero sin restringir su derecho de propiedad.
Si nuestro vecino pinta su casa de color violeta
salpicado de manchas amarillas es muy probable
que baje el valor de mi propiedad. Por un lado, vivir
en nuestra casa nos gustará menos pues
tendremos una vista espantosa. Por otro, el valor
de venta de la misma se reducirá pues poca gente
querrá comprar un inmueble con una vista tan
odiosa. Si bien el valor de la propiedad se reduce,
no se ha violado nuestro derecho de propiedad,
pues el uso que le da el vecino a su casa es
completamente legítimo. De la misma forma,
cuando el Estado -sin alterar los derechos de
propiedad existentes- realiza alguna obra que
impacta negativamente en el valor de mi propiedad,
no debe compensarme. Por ejemplo, si el Estado
construye una escuela pública al lado de nuestra
casa no debería estar obligado a compensarme si
es que las normas de zonificación lo permitían, a
pesar que ello disminuya el valor de mi propiedad.
Si cuando adquirimos nuestra casa sabíamos que
las reglas de zonificación permitían la existencia
de un colegio en el predio vecino, no podemos
quejarnos si luego efectivamente se construye
dicho colegio. Así, por ejemplo, el derecho de
propiedad que adquiere alguien que compra un
predio en una zona comercial supone el derecho
de no ser molestado por actividades industriales,
pero no el de no serlo por actividades comerciales.
Por ello, a pesar que el Estado o un privado
convierta una casa contigua en un local comercial
que disminuya el valor de nuestra propiedad, no
tendremos nada que reclamarle en este escenario.
Por el contrario, tendré derecho a ser
compensado si disminuye el valor de mi propiedad
como consecuencia de un cambio en las reglas
(18) Esta no es sino otra aplicación de la sencilla regla de la adquisición de la propiedad por primera posesión. Al respecto,
puede verse: EPSTEIN, Richard. Possession as the root of title. En: Georgia Law Review. Número 13, 1979. Este tema
ha sido discutido en WITTMAN, Donald. Coming to the nuisance. En: WITMMAN, Donald (Editor). Economic Analysis of
the Law. Blackwell Publishing, 2003. pp. 53-58. Él, en pocas palabras, sostiene que quien debería tener el derecho no
es quien llegó primero sino quien hubiese sido más eficiente que llegase primero. No es nuestra intención discutir esta
posición en el presente trabajo, pero debe notarse que las reglas propuestas por Wittman asumen la inexistente
capacidad de los individuos de predecir quién llegará al lado de ellos el día de mañana.
ius et veritas 31
debido a la contaminación. Obligar al Estado a
pagar en estos casos sería absurdo, pues
equivaldría a decir que los agresores tienen derecho
a exigir un pago por dejar de agredir.
Así, para determinar si merece una
compensación el individuo privado de su propiedad
mediante una regulación, lo que habrá que
preguntarse es si la finalidad de esta era evitar
que un individuo dañe a otro. Solo si dicha respuesta
es negativa deberá proceder la compensación. En
este sentido, debe compensarse la privación cada
vez que la finalidad de la regulación no sea proteger
los derechos de los individuos, sino generar un
determinado bien público. Por ejemplo, si la
regulación impide las construcciones en
determinados predios para mejorar la vista del
distrito o si impide el desarrollo de actividades
industriales para crear una reserva animal. Si el
Estado busca generar un bien que la sociedad
disfrute, el costo de su provisión no debería
asumirlo un solo individuo, sino debería ser
repartido equitativamente. Por ello, la sociedad, a
través de sus impuestos, deberá compensar al
afectado por la regulación. Si la sociedad quiere
disfrutar de un bien público, que pague por él.
Debería existir, sin embargo, una excepción a
este principio. Hay casos en que los usos dañinos
de la propiedad privada son legítimos. Nos
referimos al caso conocido dentro de la
jurisprudencia norteamericana como coming to the
nuisance. Cuando yo utilizo mi propiedad
públicamente en un lugar en el que no perjudico a
nadie, no tengo el deber de detener mi actividad si
posteriormente llega alguien a quien mi actividad
perjudica. Por ejemplo, si una empresa que produce
humos tóxicos se ubica fuera de la ciudad donde
no contamina a nadie, debería mantener su
derecho a seguir funcionando si posteriormente se
ubica a su lado un grupo de familias. La razón es
que así se crean incentivos para que las personas
no se ubiquen en un lugar en el que saben que
sufrirán daños -pudiendo haberlo evitado- y por los
que habrá que privar a alguien de su propiedad. En
119
Enrique Pasquel R.
de zonificación que permita construir algo que
anteriormente no estaba permitido. Por ejemplo,
si se permite la construcción -al lado de nuestra
casa- de un terminal terrestre cuya construcción
se encontraba anteriormente prohibida. En este
escenario sí se recortan nuestros derechos de
propiedad. Ellos incluían el derecho a no ser
perturbado por actividades como aquellas, derecho
que ha sido restringido. Por ello, en estos casos
sí deberá compensarse al propietario.
4. ¿El Derecho peruano reconoce las
expropiaciones regulatorias o indirectas?
Sorprendentemente, en el Perú se reconoce
protección frente a una expropiación regulatoria solo
a un grupo de inversionistas extranjeros. El Estado
peruano reconoce su obligación de compensar en
estos casos solamente en el ámbito del Derecho
Internacional, concretamente dentro de los Tratados
Bilaterales de Promoción y Protección Recíproca
de Inversiones (BIT). Lamentablemente -dentro del
Derecho interno- ni nuestro Derecho positivo ni
nuestra jurisprudencia han hecho suya la figura de
las expropiaciones regulatorias o indirectas. En
esta sección describimos la manera en la que se
presenta, contradictoriamente, esta situación.
4.1. El reconocimiento dentro de los BIT
ius et veritas 31
El Perú reconoce a numerosos inversionistas
extranjeros el derecho a ser indemnizados si son
expropiados regulatoriamente. Esta protección se
encuentra reconocida en los 29 BIT que el Perú ha
celebrado con países de América, Asia, Europa y
Oceanía (y se encuentra negociando la celebración
de tratados similares con doce países
adicionales)(19). De acuerdo a Cantuarias, “de todas
120
las cláusulas especiales contenidas en los BIT,
probablemente la más importante sea aquella
referida a las condiciones para una expropiación o
nacionalización”(20). Y estas, con fraseos similares,
contemplan que dichas condiciones se aplican a
todas las medidas que afecten las inversiones, ya
sea que se trate de una expropiación,
nacionalización u otras que en sus efectos sean
equivalentes.
De esta forma, si el Perú expropia
regulatoriamente a un inversionista extranjero
protegido por un BIT, se verá obligado a
compensarlo de acuerdo al desarrollo de esta figura
en el Derecho Internacional, el cual resumiremos
brevemente.
Como mencionamos antes, en el Derecho
Internacional, la figura de las expropiaciones
regulatorias es ampliamente reconocida bajo el
nombre de “expropiaciones indirectas”. Como ha
señalado la United Nations Conference on Trade
and Development (UNCTAD) siguiendo múltiples
resoluciones de tribunales internacionales(21), las
expropiaciones (takings) pueden ser de dos tipos:
(i) actos legislativos o administrativos que
transfieren el título y la posesión física de un bien;
y, (ii) actos estatales que en la práctica producen
una pérdida de la administración, el uso o el control
de un recurso, o una significativa depreciación en
el valor de los bienes. La primera forma de
expropiación puede ser clasificada como “directa”
y la segunda como “indirecta”. Asimismo, la
UNCTAD reconoce que dentro de las
expropiaciones indirectas se encuentra la creeping
expropriation y las expropiaciones regulatorias
(regulatory takings) ( 22). Si bien no existe una
terminología uniforme para nombrar el fenómeno,
existe un amplio acuerdo dentro del Derecho
(19) Véase. CANTUARIAS, Fernando. Los Tratados Bilaterales de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones y el
Acceso al Arbitraje. En: Revista de Economía y Derecho. Volumen I. Número 2. 2004. p. 30. Esta información también
puede encontrarse en la página web del Ministerio de Relaciones Exteriores (http://www.rree.gob.pe/portal/Pbilateral.nsf/
DD957CB673AFB91A05256C0C005E6BB5) y en la página web de Proinversión (http://www.proinversion.gob.pe/
english/peruvista/cont_3.htm).
(20) CANTUARIAS, Fernando. Op. cit.; p. 33.
(21) UNCTAD. Taking of Property. UNCTAD Series on issues in international investment agreements. United Nations
Publication. 2000. p. 6.
(22) Ibid.; pp. 4 y 10-12. Por creeping expropriation se entiende la lenta y paulatina privación de los derechos de propiedad
de un inversionista, lo que disminuye el valor de sus activos. Si bien el inversionista mantiene el título, su derecho a usar
su propiedad se reduce debido a la interferencia estatal. De acuerdo a Abdala y Spiller, se entiende que esta categoría,
además, supone una estrategia deliberada del Estado de apropiarse de los bienes del afectado. (Véase: ABDALA,
Manuel y Pablo SPILLER. Damage Valuation of Indirect Expropriation on Internacional Arbitration Cases. The American
Review of International Arbitration. Volumen 14). En la expropiación regulatoria, de acuerdo a la terminología del
Derecho Internacional, por su parte, la privación de la propiedad se efectúa a través de una regulación estatal,
supuestamente en ejercicio de su poder de policía.
Tomando la propiedad en serio
Internacional respecto a que una regulación puede
calificar como expropiatoria y estar sujeta a una
compensación.
Así, por ejemplo, en el caso CME Czech
Republic B.V. (The Netherlands) v. Czech Republic,
el Tribunal -citando a Sacerdoti- señaló que “La
expropiación de facto o indirecta, por ejemplo
medidas que no suponen una expropiación física
pero que efectivamente neutralizan los beneficios
que la propiedad le reporta al propietario extranjero,
son sujetas a demandas de expropiación. Esto es
indiscutible dentro del Derecho Internacional”(23).
Dentro de esta línea también resolvió el IranUnited States Claims Tribunal en el caso Starrett
Housing Corp. v. Iran, donde señaló que “es
reconocido por el Derecho Internacional que
medidas tomadas por un Estado pueden interferir
con los derechos de propiedad a tal nivel que los
mismos se conviertan en tan inútiles que deban
ser considerados expropiados, a pesar que el
Estado no haya tenido el propósito de expropiarlos
y que el título legal formalmente siga perteneciendo
al propietario original”(24).
En efecto, como ha reconocido la UNCTAD,
en la jurisprudencia internacional los casos de
expropiación indirecta parecen estarse convirtiendo
en más frecuentes y más importantes que los de
expropiación directa(25). Y como señala Rudolf
Dolzer, dentro del desarrollo del Derecho
Internacional sobre expropiación, la práctica estatal
que ha tenido un desarrollo más importante es la
de la expropiación indirecta(26).
Otro caso representativo es Metalclad Corp.
v. Estados Unidos de México (27). En este, la
demandante había invertido en la construcción y
operación de una planta para el tratamiento de
residuos peligrosos. Diversas autoridades estatales
habían dado las autorizaciones correspondientes
y le habían asegurado a Metalclad que el Municipio
de Guadalcázar no tendría por qué negarle el
permiso de construcción. Sin embargo, el
Municipio –actuando fuera de su autoridad- negó
dicho permiso. Por otro lado, el 20 de setiembre
de 1997 el estado Mexicano de San Luis Potosí
dictó un decreto ecológico que tuvo como efecto
impedir para siempre la operación de la planta.
Todo ello, a pesar que el Gobierno Federal había
otorgado los permisos correspondientes con
anterioridad. Esto, de acuerdo al Tribunal,
constituiría por sí mismo un acto equivalente a una
expropiación.
El Tribunal señaló que sobre la base del
artículo 1110 del Tratado de Libre Comercio para
América del Norte (NAFTA), la expropiación
también puede consistir en “una interferencia
disimulada o incidental del uso de la propiedad
que tenga el efecto de privar, totalmente o en parte
significativa, al propietario del uso o beneficio
económico que razonablemente se esperaría de
la propiedad, aunque no necesariamente en
beneficio obvio del Estado receptor. (...) Al permitir
o tolerar la conducta de Guadalcázar en relación
con Metalclad (...) tiene que interpretarse en el
sentido de que México adoptó una medida
equivalente a una expropiación”(28).
Otro caso similar fue el de Biloune v. Ghana
Investment Centre (29) . En este caso, un
inversionista estaba renovando un restaurante en
ius et veritas 31
(23) La traducción es nuestra. La cita original es: “De facto expropriation or indirect expropriation, i.e. measures that do
not involve an overt taking but that effectively neutralize the benefit of property of the foreign owner, are subject to
expropriation claims. This is undisputed under international law”. Véase: CME Czech Republic B.V. (The Netherlands)
v. Czech Republic, Partial Award, 13 setiembre 2001, p. 170. Disponible en: http://www.investmentclaims.com/
decisions/CME-Czech-PartialAward-13Sept2001.pdf.
(24) La traducción es nuestra. La cita original puede encontrarse en: Starrett Housing Corp. v. Iran. Interlocutory Award
Número ITL 32-21-1 (19 de Diciembre de 1983). Sobre cómo esta resolución se funda en la costumbre internacional,
véase: BRUNETTI, Mauricio. The Iran-United States Claims Tribunal, NAFTA Chapter 11, and the Doctrine of Indirect
Expropriation. En: Chicago Journal of International Law. Volumen 2. p. 206.
(25) UNCTAD. Taking of Property. UNCTAD Series on issues in international investment agreements. United Nations
Publication. 2000. p. 6.
(26) DOLZER, Rudolf. Indirect Expropiations: New Developments? En: New York University School of Law Enviromental
Law Journal. Volumen 11. p. 65.
(27) Metalclad Corporation v. Estados Unidos Mexicanos, ICSID Caso ARB (AF)/97/1. Laudo del 30 de agosto 2000. Puede
Véase http://www.worldbank.org/icsid/cases/mm-award-s.pdf.
(28) Op. cit.; p. 30.
(29) Biloune and Marine Drive Complex Ltd. v. Ghana Investments Centre and the Government of Ghana. La información
fue tomada de un extracto de las decisiones del 27 de octubre de 1989 y del 30 de junio de 1990 en:
www.kluwerarbitration.com/arbitration/arb/home/search/default.asp?view=Search+results. Dicho extracto fue tomado,
a su vez, de: BERG, Van den A.J. Yearbook Comercial Arbitration. Volumen XIX. 1994. pp. 11-32.
121
Enrique Pasquel R.
Ghana. Confiando en la información brindada por
una entidad gubernamental, concluyó que no habría
problemas en iniciar la construcción antes de
contar con un permiso. Luego de que el gobierno
no objetó que se llevara a cabo una parte sustancial
de los trabajos, dictó una orden de clausura,
debido a la falta del permiso de construcción. Este
último había sido solicitado, pero nunca se
concedió o negó expresamente. De acuerdo al
Tribunal, en este caso existió una expropiación
indirecta, pues impedía definitivamente continuar
con el proyecto(30).
No obstante, como indicamos antes, en el
Derecho Internacional los criterios para establecer
cuándo existe una expropiación indirecta no son
claros. Amado y Amiel, citando a Brunetti, indican
que los factores que normalmente son tomados
en cuenta por los tribunales internacionales para
establecer que se ha violado la garantía contra la
expropiación indirecta son los siguientes: “(i) las
legítimas expectativas del inversionista extranjero
y la interferencia con los derechos de propiedad;
(ii) la gravedad del impacto de la medida adoptada
por el Estado en el inversionista; (iii) la duración
de la medida; (iv) la relación entre la medida y el
objetivo público que el Estado alegue pretender
alcanzar; y (v) la real intención del Estado al
implementar la medida supuestamente violatoria
de la garantía contra la expropiación indirecta”(31).
Si bien los criterios para determinar cuándo
debe existir compensación no son pacíficos dentro
del Derecho Internacional, es claro que el Perú -a
través de los BIT- reconoce la posibilidad de
compensar a un inversionista extranjero que es
privado de su propiedad por una regulación estatal.
Veamos ahora cómo no reconoce esta protección
al resto de individuos que son propietarios en este
país.
ius et veritas 31
4.2. El Derecho interno
122
Como señalamos anteriormente, dentro de
nuestro Derecho interno no se recoge la figura de
la expropiación regulatoria, a pesar de que son
múltiples los campos en los que ella se presenta.
Casos comunes los podemos encontrar cuando
se emiten normas que buscan proteger el hábitat
de determinadas especies o ciertos lugares
arqueológicos. Hemos podido analizar casos en
los que mineras han sido despojadas de sus
concesiones debido a la creación de reservas
naturales en las que se prohíbe las actividades
que las mismas realizaban. A pesar de ello, no
son compensadas por las enormes pérdidas
sufridas a raíz de la regulación.
Asimismo -con motivo de una investigación
anterior- tuvimos oportunidad de examinar la
jurisprudencia de nuestro Tribunal Constitucional
sobre limitaciones de la propiedad por normas de
zonificación(32). Como es evidente, el cambio de
normas de zonificación constituye un supuesto
típico de regulación expropiatoria. Ello,
precisamente, es lo que sucedió en el caso Lucas,
a quien se le privó del valor económico de su
propiedad cambiando dicha normativa e
impidiéndole la gran mayoría de usos de su predio.
La jurisprudencia constitucional peruana,
lamentablemente, ha realizado una interpretación
sumamente restrictiva de la protección del derecho
de propiedad privada, a pesar que el principio que
rige la interpretación de los derechos
fundamentales es, precisamente, que los mismos
se interpretan de manera extensiva. Así, la
jurisprudencia de nuestro Tribunal Constitucional el máximo intérprete de la Constitución- no
contempla la posibilidad de una expropiación
regulatoria.
Veamos varios casos que dan fe de esto. En
el expediente 2153-2002-AA, la academia de
preparación pre-universitaria medicina 2001
interpuso una demanda de amparo por haber sido
afectada por un cambio de zonificación establecido
por la Ordenanza Municipal 062-94-MML
(Reglamento de la Administración del Centro
Histórico de Lima). Al haber cambiado la
zonificación, la academia no podía seguir
funcionando en el local en el que lo venía haciendo.
El Tribunal, mediante resolución del 7 de enero de
2003, consideró que la única protección que tiene
(30) Otros casos similares son Tippets, Abbett, McCarthy v. TAMS-AFFA, Compañía de Desarrollo Santa Elena S.A. v.
Costa Rica y Pope & Talbot, Inc. v. Government of Canada.
(31) AMADO, José Daniel y AMIEL, Bruno. La expropiación indirecta y la protección de las inversiones extranjeras. En:
Themis. Número 50. p. 64.
(32) Véase: PASQUEL, Enrique. Lima, la horrible: propiedad, zonificación y el mito del planeamiento urbano. En: Revista
de Economía y Derecho. Número 7. 2005. pp. 67-82.
Tomando la propiedad en serio
“ejercer todos los derechos inherentes como
propietaria de un bien como transferir bajo cualquier
título, hipotecarlo, etcétera”.
Finalmente, encontramos un caso en el que
la afectación de la propiedad privada nacía del
cambio de zonificación de un predio vecino que,
aparentemente, afectaba el valor del inmueble del
demandante.
En el expediente 18-95-AA/TC, el demandante
interpuso una acción de amparo contra el Concejo
Distrital de Surco y otros debido a que se había
cambiado la zonificación de sus vecinos, lo que
les permitía construir edificios de cuatro pisos.
Ello, de acuerdo al demandante, afectaba su
propiedad privada. Si bien en la sentencia del
Tribunal Constitucional no se menciona
expresamente, entendemos que la afectación que
debe haber alegado era la desvalorización de su
casa y terreno. El lugar donde esto sucedió fue en
la urbanización Valle Hermoso de Monterrico. En
esta zona, desde hace varios años se ha venido
cambiando progresivamente la zonificación de la
mayoría de predios. Anteriormente, era una
urbanización de medianas y grandes casas
residenciales. A partir de estos cambios, las casas
se han ido convirtiendo en edificios y el número de
habitantes y tránsito vehicular ha aumentado
significativamente. Ello ha hecho que varios vecinos
consideren que el valor de sus casas de la zona
se reduzca y que bastantes de dichos inmuebles
sean vendidos al precio del terreno para la
construcción de edificios.
El Tribunal Constitucional, sin embargo, no
consideró que la disminución del valor del predio
sea una afectación del derecho de propiedad. En
su resolución señaló que “no se ha probado en
autos que la propiedad del demandante esté
amenazada, o que se haya vulnerado de modo
alguno su derecho de propiedad, ya que puede
ejercer libremente los atributos inherentes al
derecho de propiedad aludidos”. Siguiendo el
razonamiento del Tribunal, si la zonificación de mi
vecino es cambiada de residencial a una que
permita el establecimiento de un depósito de
basura en el mismo, mi derecho de propiedad no
se vería afectado dado que todavía puedo usar,
disfrutar y disponer del bien.
En todos estos casos, el Tribunal Constitucional
consideró que el derecho de propiedad privada de
los afectados por los cambios de la regulación no
había sido dañado. Ello, a pesar que sus predios
ius et veritas 31
un propietario contra un cambio de zonificación es
la consagrada en el artículo 74 de la Ley de
Tributación Municipal (Decreto Legislativo 776).
Este señala que un cambio de zonificación no es
oponible al titular de una licencia de funcionamiento
dentro de los primeros cinco años de producido el
cambio. Fuera de ello, según el Tribunal, cualquier
afectación a la propiedad privada es legítima y no
compensable.
Dicha ordenanza también afectó al señor
Oscar Enrique Morello Silva, quien interpuso su
propia acción de amparo (expediente 541-1999AA). Él era propietario de un grifo en la cuadra 8
de la Avenida 28 de Julio. Como consecuencia del
cambio de zonificación impuesto por la mencionada
ordenanza, el señor Morello se vio forzado a
clausurar su negocio. El Tribunal Constitucional,
mediante resolución del 30 de enero de 2003,
decidió que al haber transcurrido más de cinco
años de haber sido expedida la ordenanza, su
propiedad ya no gozaba de protección legal alguna.
Este mismo criterio fue aplicado en la
sentencia del Tribunal del 9 de septiembre de 2002,
en el expediente 1497-2001-AA-TC. En este caso,
la compañía de transporte Expreso Cruz del Sur
S.A. fue afectada por el cambio de zonificación
establecido por la Ordenanza 003-2000-MPT, la
cual forzó a la empresa a cerrar uno de sus
terminales terrestres. El Tribunal Constitucional,
nuevamente, solo reconoció la limitada protección
legal de cinco años de inoponibilidad al cambio de
zonificación. De esta forma, el Tribunal permitió
que sea una ley la que llene (o mejor dicho que
prive) de contenido al derecho constitucional a la
propiedad privada.
Otro caso ejemplificador del criterio del Tribunal
es el de la Compañía Minera Agregados Calcáreos
S.A. (COMACSA). La planta de producción de cal
y cemento blanco de esta compañía venía
funcionando desde alrededor de cuarenta años
atrás en una zona declarada industrial. Dicha zona,
a través de los años, empezó a poblarse debido a
las numerosas invasiones, lo que llevó a la
Municipalidad de Lima a declararla zona
residencial. Por veintisiete años COMACSA logró
prorrogar su licencia de funcionamiento, hasta que
finalmente se le obligó a clausurar su propiedad.
El Tribunal Constitucional, mediante resolución del
1 de enero de 1998 en el expediente 203-96-AA,
consideró que el derecho de propiedad de
COMACSA no se veía afectado, pues aún podía
123
Enrique Pasquel R.
e inmuebles hubiesen perdido el valor que tenían
para ellos. Para la mayoría de los casos, es algo
así como si el municipio le prohibiera vivir en su
casa y luego el Tribunal Constitucional le dijese
que, como formalmente sigue siendo propietario,
su derecho no ha sido afectado. El Tribunal,
desconociendo la doctrina y jurisprudencia
internacional -y la misma Constitución-, pasa por
alto que parte esencial del derecho de propiedad
privada es la facultad de usar el bien para los fines
deseados por el propietario. En esa medida, cada
vez que se limita la posibilidad de uso de un bien,
se afecta el derecho de propiedad. Y el hecho de
que aun sea posible enajenar o gravar el bien no
es excusa para sostener lo contrario.
Principalmente, porque si, por ejemplo, el dueño
del grifo ganase más vendiendo su terreno para
que se construyan viviendas en el mismo, lo
hubiese vendido hace tiempo. La razón evidente
por la que no lo hizo fue porque tener un grifo le
reportaba mayores ingresos. Así, es bastante obvio
que la regulación lo privó de una parte de los
ingresos que dicho predio le permitía obtener. De
hecho, es esperable que un grifo en el centro de
Lima sea un gran negocio, mientras que la venta
de dicho terreno para vivienda puede ser un negocio
malísimo. El Tribunal Constitucional no repara en
que, como señaló el juez Brennan en los Estados
Unidos, ¿para qué sirve la propiedad, sino para
obtener ganancias de ella?
ius et veritas 31
5. ¿Por qué los tribunales peruanos deben aplicar
esta figura?
124
Como hemos visto, nuestro país protege a un
grupo de las expropiaciones regulatorias, mas no
a otro, aparentemente porque para el caso de los
nacionales esta protección no se encuentra
establecida expresamente. Sin embargo, creemos
que una correcta interpretación de nuestro Derecho
llevaría a los tribunales a reconocer a todo individuo
protección frente expropiaciones regulatorias.
Hasta donde hemos tenido oportunidad de
investigar, los únicos que han discutido la
aplicación de esta figura en nuestro ordenamiento
son Amado y Amiel (33). Ellos, correctamente,
sostienen que si bien la figura no ha sido recogida
(33) AMADO, José Daniel y AMIEL, Bruno. Op. cit.; pp. 59-68.
(34) Ibid.; p. 67.
de manera expresa en la legislación peruana, debe
ser aplicada por nuestros tribunales.
De acuerdo a Amado y Amiel, la Constitución,
los Decretos Legislativos 662 y 757 y el Decreto
Supremo 162-92-EF, al proteger la propiedad privada
y a los inversionistas, contemplan implícitamente
la garantía contra las expropiaciones regulatorias
o indirectas, ocurriendo lo mismo con varios
Tratados Internacionales de los que Perú es
parte(34).
Efectivamente, la Constitución, adecuadamente
entendida, ofrece ese tipo de protección a la
propiedad privada. El artículo 70 de la Constitución
señala que “(...) A nadie puede privarse de su
propiedad sino, exclusivamente, por causas de
seguridad nacional o necesidad pública, declarada
por ley, y previo pago en efectivo de indemnización
justipreciada que incluya compensación por el
eventual perjuicio(...)”. La norma constitucional no
restringe la aplicación de esta protección de la
propiedad privada a las expropiaciones físicas (a
pesar que lo más probable es que ese tipo de
expropiaciones fue en la que pensaron los
constituyentes). Y siendo el caso que la
interpretación de los derechos fundamentales debe
ser favorable a una mayor amplitud del derecho,
debería entenderse que la protección que ofrece
la Constitución a la propiedad privada se extiende
a todo acto estatal que la limite, más allá de las
expropiaciones físicas.
Adicionalmente, consideramos que en nuestro
país el derecho constitucional a la igualdad
también sirve como fundamento para exigir que
las expropiaciones regulatorias reciban el mismo
trato que las expropiaciones físicas: si el Estado
le reconoce a empresas extranjeras que invierten
en nuestro país -a través de BIT- el derecho a ser
indemnizadas frente a una expropiación regulatoria,
también deberían gozar de ese derecho las
empresas nacionales.
El artículo 2, inciso 2, de la Constitución
establece que toda persona tiene derecho a la
igualdad ante la ley. Ello quiere decir que en el
Perú el sistema jurídico no puede otorgar distintos
derechos a distintas personas, especialmente
sobre la base de factores arbitrarios como la
nacionalidad o el origen. Esta precisión se ve
Tomando la propiedad en serio
la actividad de la Administración -como es la
actividad de policía o reglamentación- en el que
los inversionistas extranjeros pueden reclamar
daños y perjuicios en situaciones en que los
administrados chilenos –sujetos al Derecho
Administrativo interno- no pueden. (...) A nuestro
juicio, esta situación constituye una desigualdad
ante la ley no permitida por la Constitución (...)”(35).
Asimismo, Montt indica que “lo que nos parece
inaceptable no es que un inversionista extranjero
esté bien protegido frente a las actuaciones lícitas
e ilícitas del Estado, sino que un administrado
nacional no lo esté. (...) Si el Derecho Internacional
otorga más que el Derecho chileno, entonces el
Derecho chileno debe modificarse e igualar al
primero, sobre todo cuando se trata de creaciones
meramente jurisprudenciales construidas frente a
textos legales más o menos ambiguos”(36).
Adicionalmente, debemos tener en cuenta que
otorgar distintos derechos a distintos inversionistas
sobre la base de su nacionalidad atentaría contra
(35) MONTT, Santiago. Aplicación de los Tratados Bilaterales de Protección de Inversiones por Tribunales Chilenos.
Responsabilidad del Estado y expropiaciones regulatorias en un mundo crecientemente globalizado. Borrador a ser
publicado en la Revista de Derecho de la Universidad Católica de Chile. p. 46.
(36) Ibid.; p. 53.
ius et veritas 31
reforzada por dos disposiciones constitucionales
adicionales. Primero, por el artículo 63 de la
Constitución que establece que la inversión
nacional y la extranjera se sujetan a las mismas
condiciones. Segundo, por el artículo 71, que indica
que respecto a la propiedad, los extranjeros están
en la misma condición que los peruanos.
Evidentemente, estas normas constitucionales
deben funcionar de dos maneras. Por un lado,
garantizan a los inversionistas extranjeros que sus
derechos serán equivalentes a los nacionales. Y,
por otro lado, deben garantizar a los inversionistas
nacionales que a ningún extranjero se le
concederán derechos mayores que los suyos. Lo
contrario afectaría el principio general de igualdad
enunciado en el artículo 2 de la Constitución. De
lo contrario, como en la granja de Orwell, viviríamos
en una sociedad donde todos somos iguales, pero
algunos más iguales que otros.
Así, si el ordenamiento jurídico peruano le
reconoce a los inversionistas de numerosos países
extranjeros protección frente a una expropiación
regulatoria, también se vería obligado a
reconocérsela a los inversionistas nacionales. Ello
pues reconocer dicho derecho -por ejemplo- a una
empresa alemana o británica y no a una peruana,
atentaría frontalmente contra las disposiciones
constitucionales que resguardan el principio de
igualdad ante la ley.
Ello, evidentemente, no quiere decir que los
inversionistas extranjeros no merezcan la
protección que les ofrece el Estado peruano frente
a las expropiaciones regulatorias. Dicha protección
es completamente razonable en un país que ofrece
tantos riesgos a los inversionistas. Lo que
sostenemos es que todos debemos de gozar de
la misma garantía -por lo que a los peruanos se
les debe colocar en el mismo nivel que los
extranjeros.
Hace un tiempo tuvimos la oportunidad de
intercambiar opiniones con el profesor Santiago
Montt quien, coincidentemente, estaba trabajando
una tesis similar aplicable al Derecho chileno, en
el que se presenta la misma situación. El señala
que “(...) existe actualmente un enorme ámbito de
125
Enrique Pasquel R.
ius et veritas 31
el deber estatal de proteger la libre competencia,
establecido por el artículo 61 de la
Constitución (37).
Un requisito esencial para que exista libre
competencia es que las ventajas que obtienen las
empresas se deriven del propio proceso competitivo.
Si el Estado beneficia a unas empresas sobre otras
afecta, precisamente, la competencia que la
Constitución le ha encomendado proteger.
Justamente, la razón por la que dicha norma
constitucional le impide al Estado establecer
monopolios legales es que un mercado competitivo
es aquél en el que las empresas triunfan o pierden
sobre la base de las preferencias de los
consumidores y no sobre la base de las
preferencias del Estado. Para que exista libre
competencia el Estado no puede ofrecer beneficios
especiales a un grupo de empresas en desmedro
de sus competidores.
Si, por ejemplo, el Estado le niega licencias de
funcionamiento a las empresas chilenas solo por
el hecho de serlo, distorsiona la competencia pues
les impone un obstáculo que no tienen que sortear
sus competidoras. Asimismo, si les cobra un
tributo especial a las empresas ecuatorianas
también entorpece el proceso competitivo.
Permitiendo estos favores políticos no se garantiza
que quienes triunfen en el mercado sean las
empresas productivamente más eficientes, sino las
más eficientes en ganarse la protección estatal. Y
lo mismo sucede si solo a un grupo de empresas
se le ofrece una protección que no se le ofrece al
resto, como ocurre cuando se protege a un grupo
126
de inversionistas extranjeros de las expropiaciones
regulatorias, mas no se hace los mismo con sus
competidores nacionales.
Así, hoy en día, el Estado puede borrar del
mercado -con un solo plumazo regulatorio- a una
empresa peruana mas no a una suiza, pues
mientras la primera perderá su inversión la segunda
será compensada sobre la base de lo establecido
en un BIT. Así, a pesar que la empresa extranjera
pudiese ser menos eficiente, podría triunfar sobre
su competidora nacional debido a la regulación
estatal que solo perjudicará a esta última.
Es por estas razones que los tribunales
peruanos, para respetar nuestra Constitución,
deben obligar al Estado a indemnizar a las víctimas
de una regulación expropiatoria.
6. Conclusión
Ronald Reagan decía que el gobierno es como
un bebé. Un canal alimenticio con gran apetito en
un extremo y ningún sentido de la responsabilidad
en el otro. Y todo ello porque quienes toman las
decisiones no pagan por las consecuencias de las
mismas. Obligar al Estado a compensarnos
cuando nos expropia regulatoriamente es,
precisamente, una forma de disciplinarlo en este
sentido. Lo contrario tiene graves consecuencias
en el crecimiento y las oportunidades de nuestro
país. Por ello, es hora que nuestros tribunales
empiecen a tomar en serio a la propiedad privada
y permitan que se convierta en un mecanismo para
generar riqueza y desarrollo.
(37) Artículo 70 de la Constitución: “El Estado facilita y vigila la libre competencia. Combate toda práctica que la limite y el
abuso de posiciones dominantes o monopólicas. Ninguna ley ni concertación puede autorizar ni establecer monopolios
(...)”.
Tomando la propiedad en serio
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ius et veritas 31
127
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
El sistema de tutelas en el
Derecho Civil(*)(**)
Adolfo Di Majo(***)
1. Premisa
2. Transversalidad de la tutela
No resulta sencillo para quien ronda los 80 años
y ha tenido la oportunidad de ocuparse de la tutela
civil de los derechos, ser convocado hoy, en los
inicios del siglo XXI, para reflexionar nuevamente
sobre este tema. La alternativa que el autor tiene
frente a sí resulta bastante previsible: o reformular
ideas ya dichas, naturalmente con los necesarios
ajustes, debido a la inevitable evolución del
denominado “Derecho vivo”, o bien, para usar una
imagen ya célebre de los investigadores
norteamericanos Guido Calabresi y Douglas
Melamed, colocarse “desde lo alto de la catedral”
(a view from a Cathedral)(i) para evaluar, con mirada
casi de principiante, el estado del arte sobre el
ámbito de la tutela. Naturalmente es esta segunda
aproximación la más estimulante, pero también
resulta la más incierta, al menos en cuanto a
términos reconstructivos se refiere, porque puede
desembocar más en resultados apreciables en el
terreno de las impresiones que sobre el de la
reconstrucción del Derecho positivo.
“Desde lo alto de la catedral” resulta necesario,
en primer lugar, preguntarse dónde se ubica
exactamente el tema de la tutela y cuál resulta su
leit motiv y/o, mejor dicho, el núcleo duro que sea
capaz de justificar, desde el punto de vista de la
sistemática jurídica, el uso del enunciado tutela
civil de los derechos. Desde el propio enunciado
podría discutirse el complemento especificativo de
los derechos, dado que la tutela, como demuestra
hoy la reciente afirmación de la resarcibilidad de
los intereses legítimos, tiende cada vez más a
exceder el campo designado por la titularidad de
los derechos, para enviarnos al desierto de los
intereses.
La labor de brindar una actio finium regundorum
respecto a la tutela de los derechos (y/o de los
intereses) ha sido indudablemente la más ardua
labor, porque si existe un tema o un argumento
que caracteriza la transversalidad es aquel de la
tutela, donde se colocan enunciados tales como
la protección de los derechos(1)(ii), el principio de
(*)
ius et veritas 31
El presente ensayo constituye la reelaboración de la ponencia presentada en el contexto del “Convegno di studio in
onore del professore Ángelo Falzea” realizado en la Universidad de Messina, del 4 al 7 de junio de 2002.
(**) Publicado originalmente bajo el título de Il sistema delle tutele nel diritto civile. En: Scienza e insegnamento del diritto
civile in Italia. Milán: Giuffrè, 2004. pp. 171-195. La traducción del presente texto, con autorización expresa del autor,
estuvo a cargo de Renzo Saavedra Velazco, Bachiller de Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú,
asistente de docencia de Derecho Civil en la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Universidad de Lima. Asociado
fundador de la Asociación de Estudios de Derecho Privado. En algunos casos, se ha mantenido en italiano y en cursiva
los términos traducidos. En casos en los que una mayor explicación resultó necesaria, se ha incluido notas de
traducción señaladas con números romanos, a efectos de facilitar y enriquecer la lectura del texto. En las notas a pie
de página se ha mantenido el formato de citación de la versión original del artículo. Agradecemos al doctor Leysser L.
León, profesor de Derecho Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú, doctorado en Derecho Civil por la Scuola
Superiore Sant’Anna di Studi Universitari e di Perfezionamento, por haber gestionado la autorización de la presente
traducción.
(***) Profesor Ordinario de la Universidad de Roma III.
(i)
Se refiere al ya famoso trabajo de CALABRESI, Guido y Douglas MELAMED. Reglas de propiedad, reglas de
responsabilidad e inalienabilidad: un vistazo a la Catedral. Traducción de Ximena Zavala y Eduardo Sotelo. En:
Themis. Segunda época. Número 21. Lima: 1992. pp. 63 y siguientes.
(1) Véase: Relazione al codice civile.
(ii) La Relazione al codice civile equivale, en cierta medida, a una exposición de motivos.
129
ius et veritas 31
Adolfo Di Majo
130
efectividad de las normas atributivas de derechos,
la exigencia de que el proceso “debe brindar por
cuanto resulta posible, en los hechos, que quien
tiene un derecho reciba todo aquello y solo aquello
a que tiene derecho de obtener” (Chiovenda).
De allí, siguiendo el enfoque de los juristas del
Common Law, se tiende a invertir el orden de los
factores, haciendo proceder los (denominados)
remedios (remedies) a los derechos (y/o a los
Entitlement), se puede decir que el íntegro del
Derecho Civil se torna un Derecho remedial
(Lawson), es decir un Derecho que se compone
nada más que de remedios y donde la titularidad
de un derecho subjetivo no es otra cosa que la
consecuencia de lo primero. Este punto ha sido
resaltado con anterioridad por la jurisprudencia de
la década de los 80 en materia de providencias de
urgencia (artículo 700 del Codice di procedura
civile)(iii).
Las sugerencias son tantas, quizá demasiadas,
al organizar un discurso sobre las tutelas, donde
una de ellas es la que se coloca desde lo alto “de
la catedral”.
En primer lugar, la sugerencia de la
transversalidad no resulta fácil de acallar, por estar
en la búsqueda de nichos más seguros. Por tanto,
la tutela se presenta como criterio de lectura y de
reorganización del material normativo con el cual
suele trabajar el jurista (por ejemplo, derechos
reales, obligaciones, responsabilidad civil,
etcétera) sirve para desenterrar reglas, no siempre
expresas, que procuran la protección y, por tanto,
observan al estado de contravención. Sobre este
aspecto, una perspectiva estimulante es la
distinción del jurista norteamericano Guido
Calabresi(2), cuya expresión que las reglas (de
tutela) prefiguran cuál debe ser el beneficio
distributivo (de los bienes o intereses) entre los
sujetos y ello en el sentido que, en una óptima
asignación de los recursos, puede elegirse de
manera indistinta entre una u otra categoría de
reglas. En tal sentido se desdramatiza (y también
se reduce) el denominado conflicto intersubjetivo
(iii)
porque el momento de la tutela resulta, por así
decirlo, anticipado y normalizado a través de aquello
que es definido como la asignación distributiva
(óptima) de los recursos en una situación dada.
Pero el jurista del Civil Law, y por tanto el jurista
que opera en un sistema de derecho codificado,
no se contenta ciertamente con observar la tutela,
como criterio de lectura transversal de normas y/o
de institutos, aquel se coloca el más ambicioso
objetivo de individualizar técnicas jurídicas y/o
mejores reglas organizativas según las cuales
también la tutela, como otros institutos, tiende a
tomar forma (y consistencia), saliendo por tanto
de lo impreciso y de lo genérico, para asumir
contenidos y enfoques precisos. En cuanto a ello,
observando las propuestas y sugerencias que
provienen del análisis económico del derecho,
puede sostenerse satisfecho aquel requisito al
verificarse si la adopción del uso de uno u otro
modelo de tutela representa la mejor asignación
de los recursos.
3. Los itinerarios posibles
Las formas de protección jurídicamente
expuestas han tendido a organizarse según las
grandes directrices de la triade conformada por las
tutelas (de tipo) “satisfactiva- repristinatoriaresarcitoria”, las mismas que han aparecido como
un punto de partida ineludible de cualquier discurso
sobre la materia. Para explicarnos con el lenguaje
propio de los filósofos, se tratarían casi de datos
fenomenológicos, que el Derecho no crea, sino que
encuentra en la realidad social(iv). Pero ello no es
más que un postulado normativo.
La disquisición no es solamente de orden
teórico sino que también reviste importantes
repercusiones prácticas.
Ello comporta que, especialmente a la luz de
los datos constitucionales (sean de orden
sustancial, artículos 2, 3 y 4; o de orden procesal,
artículo 24) (v), todas las formas de tutela así
enunciadas gozan de igual legitimidad y, por tanto,
Artículo 700 del Codice di procedura civile. Condiciones para su concesión. Fuera de los casos regulados en la
sección precedente de este capítulo, aquel que tuviere fundados motivos para temer que durante el tiempo requerido
para hacer valer su derecho en la vía ordinaria, el mismo se encuentre amenazado por un perjuicio inminente e
irreparable, puede solicitar al juez las providencias de urgencia que, según las circunstancias, aparezcan más idóneas
para asegurar provisoriamente los efectos de la decisión de fondo.
(2) Liability rules y Property rules.
(iv) El principio mencionado se encuentra contenido con el “brocardo” latino ex facto oritur ius.
(v) Artículo 2 de la Costituzione.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
no parece una función del legislador ordinario
generar un diverso orden de preferencia respecto
de una u otra. De tal aproximación a la legislación
ordinaria provienen, como se ha demostrado,
señales divergentes (véase sobre el punto ProtoPisani). Si el legislador del proceso administrativo
(Ley 205/2000) ha colocado sobre el mismo plano
a la reintegración en forma especifica (donde resulte
posible) y el resarcimiento del daño, mientras que
en la reciente Ley 443/2001 (sobre infraestructuras
y establecimientos productivos) ha hecho lo
contrario privilegiando la tutela resarcitoria. También
la Corte Constitucional (3) ha afirmado que la
reintegración en el puesto de trabajo no tiene
cobertura constitucional. Sobre el terreno del
Derecho de las obligaciones y de los contratos,
especialmente luego de las solicitudes del Derecho
comunitario, las formas de tutela específica y/o
mejor satisfactiva han tenido el debido
reconocimiento donde se piensa que, incluso en
la compraventa, se ha tendido a superar el límite
histórico de la garantía contra el incumplimiento,
reconociendo formas de tutela específica contra
el vendedor (artículo 1519-quater-bis del Codice
civile).
En cambio, un espacio aún por definir es aquel
ocupado por la (forma de) tutela inhibitoria, que
opera, por definición, para prevenir daños y
perjuicios a los derechos. Como se puede observar,
la inhibitoria es la “hija atormentada” de la tutela.
Lo cual encuentra justificación en el hecho que
ella es, por definición, limitativa de la libertad ajena,
y ello en previsión del mero peligro de reiteración
en la violación de deberes genéricos del neminem
laedere y/o de deberes de no hacer, frente a
derechos. Donde se admite que dicha función aun
en presencia de la mera amenaza de violación, en
situaciones en las cuales esta aún no se ha
verificado, por lo que el ámbito de su aplicación se
extendería considerablemente. No es que la tutela
inhibitoria, en el tradicional modelo “codicístico”,
se encuentre confinada solo a los derechos de
propiedad (et similia) y a los derechos de la
persona. Hoy, también esta tradicional limitación
ha sido comprometida por numerosas normas(4)(vi).
Si, desde el punto de vista procesal, el
fundamento de la tutela inhibitoria reposa en la
misma atipicidad del derecho de acción, desde el
punto de vista (del derecho) sustancial ella
encuentra su fundamento en una necesidad
ius et veritas 31
La República reconoce y garantiza los derechos inviolables del hombre, sea como particular sea en las organizaciones
sociales donde desarrolle su personalidad, y exige el cumplimiento de los deberes inderogables de solidaridad política,
económica y social.
Artículo 3 de la Costituzione. Todos los ciudadanos tienen igual dignidad social y son iguales frente a la ley sin
distinción por razón de sexo, raza, lengua, religión, opinión política, condiciones personales y sociales. Es labor de la
República remover los obstáculos de orden económico y social, que, limiten en los hechos la libertad y la igualdad de
los ciudadanos, impidiendo el pleno desarrollo de la persona humana y la efectiva participación de todos los trabajadores
en la organización política, económica y social del País.
Artículo 4 de la Costituzione. La República reconoce a todos los ciudadanos el derecho al trabajo y promueve las
condiciones que hagan efectivo este derecho.
Todos los ciudadanos tienen el deber de desarrollar, según las propias posibilidades y su propia elección, una actividad
o una función que coadyuve al progreso material o espiritual de la sociedad.
Artículo 24 de la Costituzione. Todos pueden actuar en juicio por la tutela de los propios derechos e intereses legítimos.
La defensa es un derecho inviolable en cualquier estado y grado del procedimiento. Se le asegura a las personas sin
recursos los adecuados institutos, los medios para actuar y defenderse frente a toda jurisdicción. La ley determina las
condiciones y los modos para la reparación de los errores judiciales.
(3) Véase: Foro Italiano. 2000. Número I. pp. 699 y 719.
(4) Véase: por todos, el artículo 1469-sexies referido a la tutela de los consumidores contra las cláusulas vejatorias
(vi) Artículo 1469 -sexies del Codice civile. Acción inhibitoria.
Las asociaciones representativas de consumidores y de los profesionales y las cámaras de comercio, industria,
artesanía y agricultura, pueden convocar a juicio al profesional o a la asociación de profesionales que utilizan las
condiciones generales de contratación y solicitar al juez competente che se impida el uso de las condiciones cuyo
carácter abusivo este determinado en el sentido del presente capítulo.
La inhibitoria puede ser concedida, cuando concurran justificados motivos de urgencia, en el sentido de lo dispuesto
por el artículo 669-bis y siguientes del Codice di procedura civile.
El juez puede ordenar que la providencia sea publicada en uno o más diarios, de los cual al menos uno debe tener
difusión nacional.
131
Adolfo Di Majo
diferenciada de tutela, como aquella de la
prevención (oponiéndose a futuras violaciones),
(necesidad) que tiene título para ser reconocida
en la misma proporción de la reparación del daño
ya provocado y/o del repristinamiento de las
condiciones de ejercicio del derecho (lesionado).
Resta la propuesta de reconducir el
reconocimiento (de la legitimidad) de la prevención
al interior de las formas de tutela ya reconocidas
(especialmente la repristinatoria). Pero resulta muy
probable que la tutela inhibitoria tienda a destacarse
de aquellas formas de tutela y asuma
connotaciones propias, que van también al lado
de la necesidad de prevención contra violaciones
futuras, para alcanzar objetivos de certeza jurídica
en situaciones en las cuales caracterizadas por la
incertidumbre de las respectivas posiciones y por
ello producen probables comportamientos y/o actos
que, luego, analizaremos, una vez alcanzados,
perseguidos o reprimidos. Del resto, el modelo de
la acción inhibitoria, como resultante de la
disciplina consumista (artículo 1469-sexies), es tal
que representa ya una forma de anticipación de la
tutela regular contra la utilización de cláusulas
vejatorias, y lo cual sucede en presencia de las
condiciones que ya preanuncian una forma de
violación in fieri(vii)(5).
4. Derecho comunitario y europeo (las señales)
ius et veritas 31
“Desde lo alto de la catedral” es necesario
también observar las solicitudes provenientes del
Derecho comunitario y europeo. Ignorar ello
significaría desconocer hoy el futuro de nuestro
derecho y contentarse con su estado actual.
El Derecho comunitario, también en el terreno
de la tutela, transmite mensajes más que
significativos. De aquello debe tomar nota el jurista.
Resulta para todos evidente, como, en el terreno
de la responsabilidad por inactuación de derechos
132
de fuente comunitaria, luego del caso Francovich(6)
también el derecho doméstico de la responsabilidad
civil está destinado a sufrir algunos sobresaltos.
La vía resarcitoria, como se puede observar,
por regla general resulta residual (al menos en el
Derecho comunitario), como debería ser pero no
en lugares donde se debiese privilegiar otros
remedios, como aquel de la interpretación conforme
(de la norma nacional) o del efecto indirecto (de la
norma comunitaria), termina por generar un efecto
casi perverso, porque representa el remedio de
carácter general frente a los límites y a las
dificultades operativas que pueden encontrar los
otros remedios.
¿Dónde reside la especialidad del remedio
comunitario de la responsabilidad civil? Ella reside
principalmente en la superación de la estrechez
constituida por la norma directamente atributiva de
un derecho ya que la directiva inaplicada se opone,
en primer lugar, al Estado (obligado a observarla y
aplicarla) y la protección del particular se asume
solo indirectamente.
Al respecto se ha llamado la atención sobre la
técnica, ya célebre para el Derecho germano, de
la norma de protección (como por ejemplo la norma
penal o también las disposiciones de carácter
administrativo o fiscal), cuya violación dará lugar
al resarcimiento del daño(7)(viii).
Novedades significativas del Derecho
comunitario de la responsabilidad civil son aquellas
referidas a la culpa (en especial a la violación grave
y manifiesta) como aquella (de la resarcibilidad)
del daño meramente patrimonial.
¿Cuáles son las relaciones entre este Derecho
y el nacional? Como resulta obvio, las
repercusiones en términos de consecuencias del
ilícito comunitario son gobernadas por el Derecho
nacional. Y, sobre tal terreno, el régimen nacional
de las consecuencias encuentra su propia senda
por las exigencias puestas por el Derecho
(vii) En sentido filosófico implica la capacidad o posibilidad de la existencia frente a la realidad efectual, esto es potencialidad
o devenir.
(5) Véase “recomendaciones” del uso de “condiciones generales” representadas por cláusulas vejatorias.
(6) Foro Italiano. 1992. Número IV. pp. 145 y siguientes.
(7) § 823, Segundo párrafo, del BGB.
(viii) § 823 del BGB. Deber de resarcir los daños:
1. Aquel que viole de manera ilícita, dolosa o culposamente, la vida, el cuerpo, la salud, la libertad, la propiedad u otro
derecho ajeno, esta obligado a resarcir el daño provocado.
2. El mismo deber rige para aquel que viole la ley dirigida a la protección de otro. En tal caso aunque según el contenido
de la ley la infracción de la misma sea posible en ausencia de culpa el deber de resarcir solo se perfeccionará en caso
de culpa.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
El diálogo con los procesalistas ha
sido, por años, más que fecundo y
fructífero en el terreno de la tutela
de los derechos. La gran parte de
ellos, bajo la estela de la enseñanza
de Chiovenda, ha tendido a ratificar
que, el proceso, en su
instrumentalidad, debe garantizar el
máximo grado de efectividad del
derecho reconocido al sujeto.
comunitario y según la cual el resarcimiento debe
ser adecuado. Ello, por ejemplo, no sería una
liquidación del daño según modalidades tarifarias
o de un crédito resarcitorio privado de
reevaluaciones y a intereses(8).
Hemos visto que la regla resarcitoria de fuente
comunitaria está destinada a asegurar un estándar
mínimo de protección, no solo en ausencia de la
posibilidad de aplicar directamente la norma
comunitaria contra el Estado, sino también cuando
tal posibilidad subsista pero su riesgo de ser
declarada en abstracto no resulte aplicable de
manera sencilla en el caso concreto. Se ha definido
este enfoque no siempre de modo comprensible,
sino más bien de una manera borrosa, ello por
una apriorística desconfianza contra los remedios
suministrados por los Estados.
Las normas del Estado miembro esperan
reparar las consecuencias de la violación. No
obstante, los remedios previstos en estos producen
solamente de manera excesivamente difícil o casi
de manera imposible el resarcimiento de los daños,
ni pueden ser menos favorables a los análogos
remedios previstos por el Derecho interno. En tal
caso la regla resarcitoria de fuente comunitaria
termina también por condicionar el régimen interno
de la responsabilidad.
Los límites, se ha dicho, entre la regla que define
la hipótesis y aquella que establece las
consecuencias, una de competencia del
ordenamiento comunitario, y la otra del Estado
miembro, no son fáciles de establecer. Tratándose
de límites flexibles, como es flexible el límite entre
la hipótesis y sus efectos. El mismo juez
nacional(9) se ha sentido inducido a confesar que
la regla sobre la hipótesis no puede ser indiferente
ni tampoco lo puede ser la disciplina de las
consecuencias.
Pero es también sobre otro ámbito en donde el
Derecho comunitario ha transmitido señales más
significativas. Es sobre la relación entre invalidez
y resarcimiento. En un caso ejemplar(10) se discutía
si era compatible con el Derecho comunitario una
ley inglesa que excluía a un sujeto que había
formado parte de un acuerdo concurrencial ilícito
poder solicitar, además de la anulación del acuerdo,
también el resarcimiento. Si bien, según la Corte,
el efecto útil de la prohibición ex artículo 85 del
Tratado(ix) viene propiamente reforzada por la
posibilidad de demandar el resarcimiento, así
(8)
ius et veritas 31
Véase: Cass. Lav. Número 1366. En: Foro Italiano. 1998. Número I. p. 1478; véase artículo 2 del Decreto Legislativo 80/
1982; y, véase Corte Giust. C.E. 10.7.97-C/94-95. En: Foro Italiano. 1998. Número IV. pp. 214 y siguientes.
(9) Véase Casación, del 10 de febrero de 1998.
(10) Véase Corte di Giustizia, del 20 de septiembre de 2001, Causa 453/99 Courage/Creman.
(ix) El autor se refiere al texto del artículo 85 del Tratado constitutivo de la Unión Europea, el cual señala que:
1. Serán incompatibles con el mercado común y quedarán prohibidos todos los acuerdos entre empresas, las decisiones
de asociaciones de empresas y las prácticas concertadas que puedan afectar al comercio entre los Estados miembros
y que tengan por objeto o efecto impedir, restringir o falsear el juego de la competencia dentro del mercado común y,
en particular, los que consistan en:
a) fijar directa o indirectamente los precios de compra o de venta u otras condiciones de transacción;
b) limitar o controlar la producción, el mercado, el desarrollo técnico o las inversiones;
c ) repartirse los mercados o las fuentes de abastecimiento;
d) aplicar a terceros contratantes condiciones desiguales para prestaciones equivalentes, que ocasionen a éstos una
desventaja competitiva;
e) subordinar la celebración de contratos a la aceptación, por los otros contratantes, de prestaciones suplementarias
que, por su naturaleza o según los usos mercantiles, no guarden relación alguna con el objeto de dichos contratos.
2. Los acuerdos o decisiones prohibidos por el presente artículo serán nulos de pleno derecho.
3. No obstante, las disposiciones del apartado 1 podrán ser declaradas inaplicables a:
(i) cualquier acuerdo o categoría de acuerdos entre empresas; (ii) cualquier decisión o categoría de decisiones de
asociaciones de empresas; y, (iii) cualquier práctica concertada o categoría de prácticas concertadas, que contribuyan
133
Adolfo Di Majo
desalentando de manera anticipada también las
prácticas y los intentos dirigidos a falsear la
competencia. Ello siempre y cuando el sujeto no
hubiere tenido una responsabilidad significativa en
la violación del artículo 85 del Tratado, esto es, en
el acuerdo lesivo de la competencia.
El enfoque ha sido criticado por algunos autores
(Pardorlesi-Palmieri) quienes se lamentan de la
paradoja de una responsabilidad contractual por
el cumplimiento total de sus prescripciones.
¿Cómo podemos, en presencia de un proyecto
compartido, es decir, de un intento realizado,
preguntarnos por la existencia de daños?
Pero es cierto, prescindiendo de las
contradicciones sistemáticas, que aquí se está en
presencia de la superación de un límite tradicional
que siempre había separado las reglas de validez
de los contratos de aquellas reglas de
responsabilidad, sin embargo no se advierte que
pueden coexistir formas de violación de las unas y
de las otras, y que, donde ello fuese posible, el
efecto resarcitorio integra y refuerza al efecto
invalidante. En cuanto al proyecto compartido es
necesario verificar en qué medida este pueda ser
verdaderamente definido como compartido (véase
situaciones de abuso).
ius et veritas 31
5. Buena fe e invalidación en el Derecho
comunitario y europeo
134
Pero resulta también larga la lista de otras
zonas en las que el Derecho comunitario, y
especialmente aquel Derecho europeo de los
contratos, contiene indicaciones más que
significativas que puedan ser leídas en términos
de tutela.
Se alude a manera de ejemplo a dos sectores
de estudio, así ampliamente definidos, y que
grosso modo son aquellos que se ocupan del
principio de buena fe y lealtad y de aquel de la
invalidación de los contratos y/o de cláusulas
contractuales.
La tutela, hoy posibilitada por el principio de
buena fe y por las medidas de invalidación, se
presenta en formas del todo renovadas respecto a
los clásicos enfoques que tienen como punto de
referencia principal al Código Civil.
No resulta esta la sede idónea para un examen
puntual y articulado del nuevo modo de operar de
uno y otro principio. Podría ser suficiente aludir a
grandes rasgos al sentido y a la dirección del
cambio.
Comencemos por el principio de buena fe.
Resulta obvio como, ya desde la década de los 80
(pero en Alemania es a partir de la post-guerra)
aquel principio ha venido encargándose de
funcionales múltiples, que han representado la
superación y el rechazo del rol subordinado y
sectorial que el principio revestía en la tradición
codicística del ochocientos (y en especial del Code
civil). Pero, también en nuestro Derecho, en la
década de los 60, aún persistía una profunda
desconfianza, en especial por parte de los jueces,
para operar con principios de contornos inciertos
y que reclamaba de un enfoque jurisprudencial no
fácilmente controlable. Ahora, el principio, en
especial luego de los requerimientos provenientes
de la doctrina y de la notable apertura demostrada
por la jurisprudencia(11), ha venido asentándose un
enfoque dirigido a la integración del contrato y/o
de la relación y del límite impuesto a los
comportamientos que, aunque legítimos, se
revelan, en circunstancias dadas, no conformes a
la lealtad.
Poco importa que luego de este largo desarrollo
el principio de buena fe haya podido sufrir
reducciones y/o ampliaciones. Si bien esta
premisa, es necesario tomar nota que, en especial
luego de la emisión de los Principios de Derecho
contractual europeo (denominados Principios de
la Comisión Lando), así como también de los
Principios UNIDROIT para los contratos
comerciales internacionales, el principio de buena
fe y lealtad ha ido eludiendo su tradicional
ubicación en el ámbito externo del contrato, en
cuanto fuente de responsabilidad para el
contratante desleal, para penetrar en el núcleo
interno de este, contribuyendo a delimitar y definir
a mejorar la producción o la distribución de los productos o a fomentar el progreso técnico o económico, y reserven al
mismo tiempo a los usuarios una participación equitativa en el beneficio resultante, y sin que:
a) impongan a las empresas interesadas restricciones que no sean indispensables para alcanzar tales objetivos;
b) ofrezcan a dichas empresas la posibilidad de eliminar la competencia respecto de una parte sustancial de los
productos de que se trate.
(11) Véase la ejemplar jurisprudencia sobre legitimidad, Casación 8822/1992.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
sus contenidos, y con ello las prescripciones
atinentes al estándar de comportamiento leal.
De otra manera no pueden entenderse
enunciados según los cuales “las partes son libres
de estipular contratos y de determinar su
contenido, ‘respetando tanto la buena fe y lealtad’
como las normas imperativas contenidas en los
Principios” (12), además que “las partes deben
actuar respetando la buena fe y lealtad. ‘Las partes
no pueden excluir o limitar este deber’”(13).
Del resto se puede decir que el principio de
buena fe no solo sirve para impedir el uso de
cláusulas que rebajen el umbral de tutela contra el
incumplimiento(14)(x) -y con ello innovando respecto
al enfoque codicístico de las cláusulas de
exoneración, cuyo único límite es el dolo o la culpa
(12)
(13)
(14)
(x)
(xi)
(15)
(16)
(xii)
(17)
(xiii)
grave, artículo 1229(xi)- pero ello también brinda al
juez, donde el contrato sea anulable por ganancia
injusta o ventaja inocua, la posibilidad de evitar la
anulación a través de la modificación del contrato
y así colocarlo en armonía con cuanto habría podido
ser conveniente para el respeto a la buena fe y
lealtad(15).
Luego una referencia obligada a la legislación
de consumo se torna también parte integrante del
código(16)(xii), en tanto puede atestiguar que la
violación de la buena fe y lealtad, la cual es
portadora de desequilibrios (significativos),
especialmente normativos, determina la ineficacia
de las cláusulas que presenten tales desequilibrios
(17)(xiii)
. Los autores (Roppo) justamente han
vislumbrado en tales direcciones la superación de
ius et veritas 31
Artículo 1102 de los Principios de Derecho contractual europeo.
Artículo 1201.
Véase artículo 8109.
Artículo 8109 de los Principios de Derecho contractual europeo. Cláusulas de limitación o exoneración de
responsabilidad. Los remedios frente a la no ejecución de la prestación pueden ser excluidos o restringidos, ello a
menos que su uso resulte contrario a la buena fe.
Artículo 1229 del Codice civile. Cláusulas de exoneración de responsabilidad. Es nulo cualquier pacto que excluya o
limite previamente la responsabilidad del deudor por dolo o por culpa grave.
Resulta igualmente nulo cualquier pacto previo de exoneración o de limitación de responsabilidad por los casos en los
cuales el hecho del deudor o de sus auxiliares constituya infracción de deberes derivados de normas de orden público.
Artículo 4109.
Véase arículo 1469-bis Codice civile.
Artículo 1469-bis del Codice civile. Cláusulas vejatorias en contratos entre profesionales y consumidores. En los
contratos concluidos entre consumidores y profesionales se consideran vejatorias las cláusulas que, en infracción de
la buena fe, determinen, a cargo del consumidor, un significativo desequilibrio de los derechos y obligaciones derivados
del contrato.
En relación al contrato al cual alude el primer párrafo, el consumidor es la persona física que actúa por finalidades
extrañas a la actividad empresarial o desarrollada eventualmente de manera profesional. El profesional es la persona
física o jurídica, publica o privada, que, en el contexto de su actividad empresarial, utiliza el contrato al cual se refiere
el párrafo precedente. Se presumen vejatorias hasta que se pruebe lo contrario las cláusulas que tienen por objeto o
por efecto:
a) excluir o limitar la responsabilidad del profesional en caso de muerte o daño a la persona del consumidor, como
resultado de un hecho o de una omisión del profesional;
b) excluir o limitar las acciones o derechos del consumidor frente al profesional o de una tercera parte en caso de
incumplimiento total o parcial o de cumplimiento inexacto por parte del profesional; (…).
Artículo 1469-quinquies.
Artículo 1469-quinquies del Codice civile. Ineficacia. Las cláusulas consideradas vejatorias en el sentido de los
artículos 1469-bis e 1469-ter son ineficaces mientras el resto del contrato mantiene su eficacia. Son ineficaces las
cláusulas que, aunque sean objeto de tratativas, tengan por objeto y por efecto:
a) excluir o limitar la responsabilidad del profesional en caso de muerte o daño a la persona del consumidor, que resulte
de un hecho o de una omisión del profesional;
b) excluir o limitar las acciones del consumidor frente al profesional o de un tercero en caso de incumplimiento total o
parcial, o de cumplimiento inexacto por parte del profesional;
c) prever la adhesión del consumidor a la totalidad de las cláusulas que no ha tenido, en los hechos, la posibilidad de
conocer antes de la celebración del contrato.
La ineficacia opera solamente en beneficio del consumidor y puede ser aducida de oficio por el juez. El vendedor tiene
derecho de regreso frente a su proveedor por los daños que hubiere sufrido como consecuencia de la declaración de
ineficacia de las cláusulas consideradas abusivas. Es ineficaz toda cláusula contractual que, estableciendo la aplicación
al contrato de una legislación de un país extracomunitario, tenga como efecto privar al consumidor de la protección
asegurada por el presente capítulo, en tanto el contrato presente una vinculación más estrecha con el territorio de un
Estado miembro de la Unión europea.
135
Adolfo Di Majo
ius et veritas 31
la tradicional distinción entre reglas de validez y
reglas de responsabilidad (D´Amico). Del resto,
también la jurisprudencia se ha encaminado in
extenso por esta vía(18).
Por brindar algunos ejemplos, significativo es
aquel enfoque jurisprudencial que considera
anulables los acuerdos de junta de las sociedades
comerciales que se adopten en contravención a
los principios de buena fe y lealtad (por ejemplo
un aumento de capital que dañe a la minoría de
los socios, Casación 11151 del 26 de octubre de
1999) además de las cláusulas en los contratos
de leasing(19).
La difusión podría completarse, aludiendo
también a formas de la denominada tutela
específica y/o real de los cuales se pueden tomar
en base al principio de buena fe, como cuando
recientemente ha afirmado la Corte de Casación(20)
que la consecuencia del comportamiento contrario
a la buena fe (por parte de una sociedad cooperativa
que había omitido evaluar la salida de un socio)
puede hacer surgir la ficción de la realización de la
condición (artículo 1359)(xiv), así como para otorgar
al interesado la utilidad deseada.
¿Qué consideraciones, en el terreno de la
tutela, son permitidas en base a los enfoques
descritos? Parece evidente que aquí el modelo de
tutela, viabilizados por la buena fe, no es más y/o
solo aquel tradicional, que confía a la buena fe la
labor de integrar los términos pactados (legge
pattizia) y/o de corregir las desviaciones en el
terreno de la ética conductual y ello en términos
de responsabilidad como fuente de daño, pero de
monitorear, por así decirlo, el contrato
asegurándose su finalidad (incluso al corregir su
recorrido), conduciéndolo así hacia el término que
se desea no solo conforme a los principios de
mercado sino compatibles con los principios
equitativos y de justicia distributiva entre las partes
(véase, por ejemplo, en tema de redefinición del
contrato luego del acaecimiento de circunstancias
136
(18)
(19)
(20)
(xiv)
sobrevenidas, el artículo 6111 de los Principios de
Derecho contractual europeo).
Si esta obra de monitoreo, hoy en el contexto
del Derecho europeo, no ha determinado puntos
de referencia (precisos y externos), como aquellos
producidos por un ordenamiento estatal o
supranacional, parece posible que la referencia se
orientará hacia el respeto de standards propios de
la lex mercatoria a través de los usos y prácticas
comerciales pero siempre mediados por los
cánones de buena fe lealtad, viendo la relación entre
las partes. Ello entre otras tantas cosas.
Lo cual debería afirmarse, en el futuro
inmediato, en los principios del Derecho
Constitucional europeo, con lo cual el cuadro se
vería necesariamente modificado.
Resta, sin embargo, sobre el terreno de la
tutela, un modelo que resulta, a manera de
tendencia, auto-referencial y ello en el sentido que
se tiende a excluir medidas de caracteres
extintivos (como la propia anulación del contrato),
dejando a salvo las cláusulas pactadas (legge
pattizia) a través de una redefinición de las mismas
en términos de lealtad y buena fe. La tutela,
viabilizada por la buena fe lealtad, gana por tanto
en flexibilidad, se torna en regla de gobierno de la
relación donde falle la regla de mediación entre
las partes.
También en el terreno de la invalidación de los
negocios y de los contratos las novedades son
enormes. Ya otros (Scalisi) han sagazmente
indagado sobre las nuevas formas de invalidez
introducidas por el Derecho comunitario europeo.
Asimismo no tiene sentido enumerarlas, en
tanto estas se encuentran, en su mayoría,
confiadas a leyes que ejecutan las directivas
comunitarias (por ejemplo, el Decreto Legislativo
50/1992, en materia de contratos negociados fuera
de locales comerciales; el Decreto Legislativo 185/
1999, en materia de contratos a distancia; la Ley
192/1998, sobre subsuministro) o la novellazione(xv)
Véase en materia de garantía ómnibus, Casación 3362/1989.
Casación 10926, del 2 de noviembre de 1998, en: Foro Italiano. 1998. p. 3082.
Casación 5126, del 6 de abril de 2001, en: Foro Italiano. 2001. p. 180.
Artículo 1359 del Codice civile. Verificación de la condición. La condición se considera verificada cuando su ausencia
se deba a una causa imputable a la parte que tiene un interés contrario al cumplimiento de ella.
(xv) La actualización del Codice civile italiano a las exigencias de la comunidad europea se lleva a cabo por medio del
sistema de novelas, por lo que a esta operación se la conoce como novellazione. Al no tener esta palabra un
equivalente en castellano preferimos mantener el término original en el texto.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
del mismo Código Civil (artículo 1469-bis y
siguientes).
El leit-motiv de las nuevas formas de
invalidación de los contratos ostentan, de manera
inequívoca, un signo propio de la tutela del
consumidor o de aquella parte que, en cuanto al
manejo de información, se define como más débil
(asimetría informativa).
Resulta corolario de esta perspectiva que la
invalidación (tenga la forma de nulidad o de
anulabilidad) ostente un evidente signo de dicha
finalidad protectora. Aquello que, por tanto, ha caído
es el binomio (“codicístico”) nulidad-interés general
y los efectos normativos conexos (como la nulidad
ex oficio y la excepcionalidad del carácter solo
parcial de la nulidad, artículo 1419)(xvi). Se ha así
sostenido que la nulidad, como medida
sancionadora latu sensu (especie donde ella es la
respuesta a la contravención a normas
imperativas), se torna en un remedio de protección
del interés de uno de los contratantes, ejecutable
por tanto solo por él.
Resulta, por tanto, un remedio y no una
sanción. El remedio por definición no es una medida
solo negativa, ello es llenado de contenido (positivo)
al conformarse, a través de la predisposición de
un contenido mínimo necesario,(21)(xvii) lo cual sirve
para adecuar el interés programado en el contrato.
En conclusión, “el Derecho europeo de los
contratos nos propone un modelo de invalidez del
todo antitético, respecto a la nulidad, a aquel
modelo codicístico” (Scalisi).
También en tales casos sirve para preguntarse
qué consecuencias trae, en términos de lenguaje,
la tutela. Es un modelo de tutela estrictamente
comparable al interés de la parte que se intenta
proteger. De aquí se impone un componente de
autoreferencialidad -en el sentido de remedio que
rechaza puntos de referencia externos respecto al
interés del sujeto protegido- y que hace que esta
se acerque sensiblemente al remedio de la
anulabilidad, superando la distinción secular pero
ofreciendo, a diferencia de este último, un contenido
positivo.
Además, también a partir de la disciplina de
consumo, se presentan formas nuevas de nulidad
causadas por el Derecho comunitario (por ejemplo,
los intentos lesivos de la competencia, nulidades
de pleno derecho, artículo 81 del Tratado de
Maastricht), los cuales se presentan, si se quiere,
bajo el rótulo de interés general del ordenamiento
comunitario, que se concentra en la tutela de la
libertad de competencia, pero siempre mediante
la valoración de las obras de los mismos órganos
llamados a tutelar ésta última (las autoridades
independientes) respecto del ámbito y extensión
de la prohibición (de intentos lesivos) y de las
exenciones relativas(22).
ius et veritas 31
(xvi) Artículo 1419 del Codice civile. Nulidad parcial. La nulidad parcial de un contrato o la nulidad de cláusulas particulares
importa la nulidad del contrato integro, si resulta que los contratantes no lo hubieren concluido sin aquella parte de su
contenido que se encuentra sancionada con nulidad.
La nulidad de cláusulas particulares no importa la nulidad del contrato cuando las cláusulas nulas sean sustituidas de
pleno derecho por normas imperativas.
(21) Véase, para los contratos bancarios, artículo 124 del Decreto Legislativo 385/1993 y artículos 23, 24 y 30 del Decreto
Legislativo 58/1998.
(xvii) Artículo 23 del Decreto Legislativo 58/1998. Contratos.
a) Los contratos relativos a la prestación de servicios de inversión y accesorios son redactados por escrito y un
ejemplar es entregado a los clientes. La CONSOB, a solicitud de la Banca de Italia, puede establecer mediante
reglamentos que, por motivadas razones técnicas o en relación a la naturaleza profesional de los contratantes,
particulares tipos de contratos puedan o deban ser estipuladas de manera distinta. En los casos de inobservancia de
la forma prescrita el contrato será nulo.
b) Es nulo cualquier estipulación que reenvíe a los usos la determinación de la contraprestación debida por el cliente y
de cualquier otro cargo. En tales casos no se deberá nada.
c) En los casos previstos por los numerales 1 y 2 la nulidad puede ser hecha valer solo por el cliente.
d) Las disposiciones del título VI, capítulo I, del T.U. bancario no se aplicarán a los servicios de inversión ni al servicio
accesorio previsto por el artículo 1, párrafo 6, literal f.
e) En el ámbito de la prestación de servicios de inversión, a los instrumentos financieros derivados además de aquellos
análogos individualizados en el sentido del artículo 18, párrafo 5, literal a, no se aplica el artículo 1933 del Codice civile.
f) En los juicios de resarcimiento de los daños ocasionados al cliente en el desenvolvimiento de los servicios de
inversión y de aquellos accesorios, recae en los sujetos la carga probatoria de haber obrado con la diligencia
adecuada.
(22) Artículo 81, numeral 3 del Tratado de Maastricht.
137
Adolfo Di Majo
Incluso cuando luego resulte difícil el régimen
del denominado interés general (si no es a través
de las oportunas y difíciles mediaciones por parte
de la Autoridad competente) la respuesta no será
en términos de nulidad (y por tanto de invalidación)
sino en términos de prohibir la conclusión del acto,
a
cuya
inobservancia
corresponden
sanciones(23)(xviii).
6. Tutela específica y por equivalente
ius et veritas 31
Más en general, en el terreno de los enfoques
de política del Derecho, perdura la confrontación
entre las formas de tutela específica y aquella por
equivalente (en las habituales formas resarcitorias).
El adjetivo específico no es el mejor de los
adjetivos posibles, porque resulta genérico y porque
vive solo de la contraposición con el sustantivo
equivalente. Pero es el mismo legislador del Código
el que lo emplea, sea para contraponerlo a la
ejecución de por expropiación. La propuesta debe
ser entendida en sentido amplio, prestando
atención a todas aquellas hipótesis en las cuales
la técnica reparatoria procure restaurar y
recomponer los mismos intereses lesionados por
el ilícito y no el ofrecer a ellos una compensación,
solo en términos pecuniarios.
138
En un tiempo ya no tan próxima a la denominada
izquierda jurídica, casi la podemos definir, la cual
se presenta como propulsora de enfoques
tendientes a relanzar (y mejorar) la posición
subordinada y familiar que ha tenido siempre, en
los modelos codicísticos (sea en aquellos
sustanciales como en aquellos procesales) la tutela
especifica respecto de aquella por equivalente(24).
Parece que asegura la realización en vía específica
de determinados ordenes de interés (por ejemplo,
aquellos de la persona) correspondiéndose a un valor
o exigencia no comprometible por el ordenamiento.
En cambio un signo de compromiso -y por tanto de
tutela débil- es la mera resarcibilidad y/o
indemnizabilidad de los intereses afectados.
También de manera reciente Proto Pisan exalta la
primacía de la tutela específica respecto de la tutela
por equivalente, temiendo incluso que, a través de
la negación de la tutela especifica, se arribe
sustancialmente a formas de expropiación de
derechos, de por sí inconstitucionales cuando se
refiera por ejemplo a derechos de la persona.
Entre los recursos por utilizar, para dar un más
estable y amplio fundamento a la tutela específica
existe, como se sabe, un recurso a la técnica de
la reintegración del daño en forma específica
(artículo 2058)(xix).
(23) Véase artículos 6 y 19 de la Ley 287/1990, en el tema de concentraciones.
(xviii)Artículo 6 de la Ley 287/1990. Prohibición de las operaciones de concentración que restrinjan la libre competencia.
a) Con respecto a las operaciones de concentración sujetas a comunicación según lo dispuesto en el artículo 16, la
autoridad evalúa si implica la constitución o el reforzamiento de una posición dominante en el mercado nacional de
manera tal que elimine o reduzca, de manera sustancial y duradera, la competencia. Tal situación debe ser evaluada
teniendo en cuenta la posibilidad de elección del suministrante y del usuario, de la posición en el mercado de las
empresas interesadas, de su acceso a las fuentes de aprovisionamiento o a la salida del mercado, de la estructura del
mercado, de la situación competitiva de la industria nacional, de las barreras de entrada al mercado de empresas
competidoras, además del estado de la oferta y la demanda de los productos o servicios en cuestión.
b) La autoridad, al término de la instrucción según lo dispuesto por el artículo 16, párrafo 4, cuando se asegure que la
operación implique las consecuencias a la cual se refiere el primer párrafo, puede prohibir la concentración o bien
autorizarla prescribiendo las medidas necesarias para impedir tales consecuencias.
Artículo 19 de la Ley 287/1990. Sanciones administrativas pecuniarias por el incumplimiento de la prohibición de
concentraciones o el deber de notificación.
a) Cuando las empresas realicen una operación de concentración en infracción de la prohibición al cual hace referencia
el artículo 18, primer párrafo, o no operen las prescripciones que disponen el párrafo 3 del mismo artículo, la Autoridad
impondrá sanciones administrativas pecuniarias no inferiores al 1% y no superiores al 10% de lo facturado por la
actividad empresarial objeto de la concentración.
b) En el caso de empresas que no hayan cumplido con el deber de comunicación preventiva dispuesta por el artículo
16, primer párrafo, la autoridad puede imponer a las empresas las mismas sanciones administrativas pecuniarias que
pueden ascender hasta el 1% de lo facturado el año precedente a aquel en el cual se efectuó el emplazamiento,
añadiéndose las sanciones eventualmente aplicables en base a lo dispuesto por el primer párrafo, luego de las
conclusiones de la instrucción prevista por el presente capítulo III, cuyo inicio se computa desde la fecha de notificación
de la sanción a la cual se refiere el presente párrafo.
(24) Véase por todos Mazzamuto y, para el Derecho Laboral, D´antona.
(xix) Artículo 2058 del Codice civile. Resarcimiento en forma específica. El dañado puede demandar la reintegración en
forma específica, cuando sea posible en todo o en parte.
No obstante el juez puede disponer que el resarcimiento solo tenga lugar por equivalente si la reintegración en forma
específica resulte excesivamente onerosa para el deudor.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
Tal forma de reparación del daño es de
aplicación general, al menos hasta el límite de la
excesiva onerosidad. Ella podría prestarse a
restaurar en sentido material el específico interés
lesionado y afectado, y ello con el solo límite de la
injusticia del daño (artículo 2043)(xx).
Pero hoy dicho límite resulta muy amplio, el
cual es capaz de superar la estrechez del derecho
subjetivo para poder remitirse a la valoración del
juez (en orden a la resarcibilidad del interés)(25).
Una propuesta más sometida a revisión en los
mismos artículos 2930-2934(xxi) del Código Civil un
expreso favor del legislador para la tutela específica
(Proto-Pisani).
Se ha dicho ya que, de la legislación, provienen
señales contradictorias. Si el reformador del
procedimiento administrativo (Ley 205/2000) ha
considerado relanzar la tutela en forma específica
(habiendo ya observado la recomposición entre
tutela de anulación y resarcitoria), en otros sectores
de la legislación se tienen propuestas de signo
contrario(26).
Al inicio se dijo que la confrontación entre las
dos formas de tutela conciernen al vértice de los
enfoques de política del Derecho. Si hoy se tiene
la sensación que, al menos de lo alto de la
“catedral”, la confrontación no resulta más
entendida con la urgencia y con los acentos
políticos de un tiempo, es cierto además que, hacia
fuera “de la catedral”, ello ha explotado
fragorosamente en el escenario de la política a
propósito de la reforma del artículo 18 del Estatuto
del trabajador. ¿La reintegración en el puesto de
trabajo y/o la indemnización o resarcimiento?
Parece correcto afirmar que estamos frente a
la fórmula calabresiana de la alternativa reglas de
responsabilidad/reglas de propiedad.
No pertenece a la labor del jurista, como resulta
evidente, resolver los conflictos de marcado signo
político, donde se confrontan los valores
contrapuestos, la libertad del empresario de
despedir (ya sea con una indemnización) y la tutela
del puesto de trabajo. O al menos sería complicado
dar una respuesta con el arsenal del derecho
positivo.
Aquello que más bien urge observar es que la
confrontación tutela específica-por equivalente
devino, por así decirlo, redimensionada, luego de
la radical evolución que ha sufrido (en especial en
sistemas distintos al nuestro, por ejemplo, en el
Derecho germano) el Derecho de la responsabilidad
civil tanto en el ámbito del (concepto de) daño
resarcible como en aquel de los remedios.
Pero es quizá más oportuno y apropiado iniciar
con el segundo ámbito, porque resulta influenciado
indirectamente también con aquel del daño.
ius et veritas 31
(xx) Artículo 2043 del Codice civile. Resarcimiento por hecho ilícito. Todo hecho doloso o culposo que ocasione a otro un
daño injusto obliga a aquel que ha cometido el hecho a resarcir el daño.
(25) Véase la nota a la sentencia de la Corte de Casación 500/1999.
(xxi) Artículo 2930 del Codice civile. Ejecución forzada por consignación o lanzamiento. Si no se ha cumplido el deber de
consignar una cosa determinada, mueble o inmueble, el titular del derecho puede obtener la consignación o el lanzamiento
forzado según las reglas establecidas por la disposiciones del codice di procedura civile.
Artículo 2931 del Codice civile. Ejecución forzada de los deberes de hacer. Si no se ha cumplido un deber de hacer,
el titular del derecho puede obtener lo debido sea ejecutado con cargo al obligado en las formas establecidas por el
codice di procedura civile.
Artículo 2932 del Codice civile. Ejecución específica del deber de concluir un contrato. Si aquel que se ha obligado a
concluir un contrato no cumple su obligación, la otra parte, en cuanto sea posible y no se encuentre excluido por el
título, puede obtener una sentencia que produzca los efectos del contrato no concluido.
Si se trata de contratos que tienen por objeto la transferencia de la propiedad de un bien determinado o la constitución
o la transferencia de otro derecho, la demanda no puede ser admitida, si la parte que la ha propuesto no ejecuta su
prestación o no la hubiere ofrecido en la manera establecida por ley, a menos que la prestación no sea aún exigible.
Artículo 2933 del Codice civile. Ejecución forzada de los deberes de no hacer. Si no se ha cumplido un deber de no
hacer, el titular del derecho puede obtener que sea destruido, a cargo del obligado, aquello que hubiere sido hecho en
violación del deber.
No puede ser ordenada la destrucción de la cosa y el titular del derecho puede conseguir solo el resarcimiento de los
daños, si la destrucción de la cosa resultare perjudicial para la economía nacional.
Artículo 2934 del Codice civile. Extinción de los derechos. Todo derecho se extingue por prescripción, cuando el titular
no lo ejercita por un tiempo determinado por la ley.
No se encuentran sujetos a la prescripción los derechos indisponibles y otros derechos indicados por ley.
(26) Véase Ley 443/2001.
139
ius et veritas 31
Adolfo Di Majo
140
Pues bien, si sobre el ámbito de los remedios
se valoriza y relanza una técnica reintegratoria del
daño en forma especifica, pertenece a aquellas
técnicas que están destinadas a dar ingreso
también a voces de daño que guardan atención a
los valores (e inclinaciones) subjetivos e
individuales del sujeto dañado y por tanto a valores
idiosincráticos (piénsese en la affektionsinteresse
en el Derecho germano), se realiza una operación,
que no es solo hermenéutica sino de elección
positiva, a favor de una restauración y/o
repristinación en forma específica de los valores e
intereses afectados. Para brindar algunos
ejemplos: cuando el costo de las reparaciones de
los daños sufridos por un automóvil (lo cual es
posible en base al artículo 2058 del Codice civile y
§ 249 del BGB) supere el valor de mercado del
bien, la regla de tutela se traduce en imponer al
dañante el valor estimado del bien (M. R. Marella);
cuando a la ama de casa lesionada se le asegura
un resarcimiento en dinero (ello también en los
casos en los cuales no se recurra a una persona
en sustitución) resulta evidente que se tiene en
cuenta una lesión ocurrida en la esfera existencial
de la víctima.
Cuando, como ha sido recientemente
reconocido por una sentencia de la Corte de justicia
de las comunidades, se resarcirán las
denominadas vacaciones no gozadas por el
incumplimiento del organizador del viaje, quien
debe resarcir, debe además del precio del contrato,
también el valor del tiempo libre mal gastado.
Recientemente se ha sostenido en nuestra
doctrina que una técnica resarcitoria del tipo de
aquella prevista por el artículo 2058 del Codice
civile tiene una doble valencia, resarcitoria y
repristinatoria y por tanto un valor de regla mixta
que, para reproducir la fórmula calabresiana,
comparte al mismo tiempo los caracteres de la
regla de responsabilidad y de propiedad (M. R.
Marella). El enfoque resulta seguramente válido
para el Derecho germano (§ 249 del BGB)
(Schlechtriem) y es también acogido por nosotros.
Si en el Derecho germano se ha sentido la
necesidad de elaborar un adecuado concepto de
daño normativo (véase Medicus) para justificar la
resarcibilidad de tal daño es en razón de la rígida
tipicidad que tiene, en aquel sistema, el daño
resarcible. Para nosotros no existiría necesidad
de tal propuesta: es la misma técnica de tutela
(de carácter repristinatorio) que permite superar la
estrecha dicotomía daño patrimonial-no patrimonial.
Aquella temática no puede no implicar
necesariamente también al daño a la persona.
Pues bien, queriendo también aquí observar tal
daño “desde lo alto de la catedral”, no puede no
constatarse cómo el impulso -que se trata de un
verdadero y propio impulso- entre nuevas tipologías
de daños y el resarcimiento parece no acabar,
presentándose como un impulso sin final. Si con
la resarcibilidad del daño biológico (véase Corte
Constitucional 184/1986 y 372/1994) se ha
manifestado la máxima apertura hacia la
resarcibilidad del daño no-patrimonial (donde la
distinción entre daño-consecuencia y daño-evento
ha aparecido muy inestable), la legislación, de su
lado, ha dado su aporte (véase: artículo 29 de la
Ley 675/1996, sobre datos personales; artículo 44
del Decreto Legislativo 286/1998, texto único
ordenado sobre la inmigración; artículo 2 de la Ley
89/2001, sobre la adecuada reparación en caso
de duración irrazonable del proceso, y así por el
estilo). La reciente casación(27) relanza la hipótesis
de la resarcibilidad del daño moral subjetivo, como
hipótesis autónoma de daño respecto al daño
biológico y ello frente a una interpretación restrictiva
(Casación 4631/1997) que, moviéndose en el
contexto del concepto de daño-consecuencia,
limitaba la resarcibilidad a la presencia del daño
biológico.
Los márgenes (del nexo “daño/evento-daño/
consecuencia-resarcibilidad”) al final aparecen
superados en presencia del denominado daño
existencial que se define como “el conjunto de
repercusiones relacionales de signo negativo” que
no permiten el desarrollo de la persona del
dañado(28).
Con una reciente ordenanza (11 de mayo de
2002) el Tribunal de Roma ha repropuesto la
cuestión de constitucionalidad del artículo 2059(xxii)
y ello con respecto de la lesión de un derecho
fundamental del individuo como aquel a “la
tranquilidad del espíritu”, sub especie de daño
moral. Ahora, este derecho, a diferencia de aquel
a la salud, no figura tutelado por la disposición
conjunta de los artículos 2 de la Constitución y el
(27) Sentencia 2515, del 21 de febrero del 2002. En: Foro Italiano. 2002. p. 999.
(28) Cendon, Ziviz, Casación 7713/2000.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
2043 del Codice civile. De aquí la cuestión de
constitucionalidad del artículo 2059 del mismo
Código.
La reseña podría continuar. Sin embargo, ella
demuestra que no es tan largo el desarrollo de las
varias tipologías de daño que necesitan
encaminarse cuanto más bien sobre el objeto y
finalidad de la tutela resarcitoria, la cual ha ido
extendiendo su función, además de aquella
tradicional, dirigida a compensar por equivalente
una pérdida sufrida, de tender a reconstruir la
potencialidad concreta (que resultó lesionada o
perjudicada) que el sujeto puede explicar al interior
de los procesos sociales. Entonces ¿la tutela
resarcitoria aparece, por tanto, como medio de
ortopedia social? ¿no sería acaso un modo para
considerar superada la distinción entre tutela
específica y por equivalente?
7. El diálogo con los procesalistas
El diálogo con los procesalistas ha sido, por
años, más que fecundo y fructífero en el terreno
de la tutela de los derechos. La gran parte de ellos,
bajo la estela de la enseñanza de Chiovenda(29),
ha tendido a ratificar que, el proceso, en su
instrumentalidad, debe garantizar el máximo grado
de efectividad del derecho reconocido al sujeto.
La postulada atipicidad de la acción, garantizada
también por la Constitución (artículo 24), junto al
requisito del interés para obrar (artículo 100 del
Codice di procedura civile) representan los
instrumentos principales para superar los límites
y la estrechez que el mismo Código Procesal pone
a la admisibilidad de tutelas procesales que se
encuentren fuera de aquellas reconocidas de
condena (artículo 2818 del Codice civile)(xxiii) y
constitutivas (artículo 2908)(xxiv).
Basta tomar en cuenta a la tutela de
determinación, que no encuentra expreso
reconocimiento en el Código Procesal. Pero ello
no significa negar su ingreso o su admisibilidad
(como en el caso de la propiedad o de otros
derechos reales) solo porque la ruta instrumental
a la tutela repristinatoria, ya que es la situación de
contraste y/o conflicto entre las partes para justificar
el interés para obrar en mera determinación,
utilizando por tanto una forma atípica de acción.
Pero el diálogo con los procesalistas, en este
punto, se torna más amplio e invierte la misma
división de funciones entre las partes y los jueces,
entre el Derecho sustancial y las formas procesales
de tutela. Es necesario preguntarse dónde se
encuentra la línea divisoria de tal reparto. Si bien
quizá se pueda argumentar que esta actio finium
regundorum, si no otro punto de tutela, viene
redefinida según los enfoques que superen la
tradicional visión que considera a la tutela procesal
como una tutela estrictamente instrumental
respecto a mandatos sustanciales que tengan
como objeto relaciones, y ello en situaciones de
conflicto en las formas reconocidas y denominadas
de (tutela de) condena, como antesala de la
ejecución forzada. Por lo demás también la tutela
inhibitoria ha sido reconducida a la tutela de
condena (al cumplimiento de deberes de no hacer
de carácter continuado). Es cierto, por ejemplo,
que la denominada tutela cautelar, especie
atípica(30), “no reenvía a algún fundamento normativo
(de relación) de derecho sustancial sino a la
cobertura constitucional que predica la efectividad
de la tutela jurisdiccional”(31). Es por tanto que aquí
el recurso, si así se lo puede definir, es
suministrado directamente por el sistema procesal
y por las acciones proponibles. El discurso
realizado sobre este punto también resulta
ius et veritas 31
(xxii) Artículo 2059 del Codice civile. Daños no patrimoniales. El daño no patrimonial debe ser resarcido solo en los casos
determinados por la ley.
(29) Véase: PROTO-PISANI. En: Foro Italiano. 2002. pp. 124 y siguientes.
(xxiii)Artículo 2818 del Codice civile. Providencias que derivan.
Toda sentencia que implique la condena al pago de una suma o el cumplimiento de otra obligación o bien al resarcimiento
de los daños a liquidarse de manera sucesiva resulta título para inscribir una hipoteca sobre los bienes del deudor.
Lo mismo tiene lugar para las otras providencias judiciales a las cuales la ley le atribuya tal efecto.
(xxiv)Artículo 2908 del Codice civile. Efectos constitutivos de las sentencias.
En los casos previstos por la ley, la autoridad jurisdiccional puede constituir, modificar o extinguir relaciones jurídicas,
con efecto entre las partes, sus herederos o causahabientes.
(30) Véase el artículo 700 del Codice di procedura civile.
(31) Véase, textualmente Corte Cost. 190/1985.
141
ius et veritas 31
Adolfo Di Majo
142
extensivo a la tutela constitutiva, así como en lo
previsto en el mismo Código Civil (artículo 2908).
Escritos de autorizados procesalistas jóvenes
(Pagni) o menos jóvenes (Proto-Pisani) se
presentan como esfuerzos para redimensionar el
ámbito y el alcance de la tutela constitutiva y ello
en el sentido de excluir de ella, por ejemplo, las
acciones de anulación, rescisión y resolución del
contrato, así como la acción dirigida a la ejecución
del deber de contratar (artículo 2932 de Codice
civile).
La tutela constitutiva tendría siempre, como las
otras formas de tutela, caracteres cognitivos y
ejecutivos a un tiempo y su naturaleza constitutiva
dependería del hecho que, como todas las
providencias o las medidas de ejecución forzada,
estaría dotada de efectos constitutivos.
El enfoque no puede no subrayar reservas
propias de un contexto que desea relanzar un
sistema de tutelas, que sea capaz de utilizar todo
el campo no solo de los recursos de carácter
sustancial sino también aquellas procesales y,
estas últimas, observadas no solo como meras
técnicas ejecutivas (de orden sustancial).
En tal cuadro, es un trabajo reconocer que,
sobre el plano de la tutela, se colocan situaciones
diferenciadas, no solo contrapuestas al típico
conflicto de relación, de dar y tener entre litigantes,
y que sea el bien de la vida contenido, sino también
la exigencia de proveer a modificaciones jurídicas
que no resulta oportuno (y quizá tampoco legitimas)
dejar a la autonomía y voluntad de las partes. Se
trata no solo de modificaciones concernientes al
status y posiciones familiares y/o atributivas de
efectos versus otros (por ejemplo, hijos)(32) sino
también de modificaciones referidas a contratos
y/o negocios, donde la incidencia de tales
modificaciones frente a terceros (piénsese en la
anulación de un contrato) o en sus caracteres
sancionatorios lato sensu (piénsese en la
resolución) que justifiquen la intervención del juez
y no en términos de vinculación del acto de poder
ejercitados por las partes sino de la relevancia a
atribuir a los hechos o actos (piénsese en la
gravedad del incumplimiento para la resolución).
Pero a ello se debe añadir situaciones en las
cuales, luego del contraste entre las partes, no es
posible alcanzar formas de composición de
aspectos negociales alterados luego de
circunstancias sobrevenidas y donde el juez está
llamado a establecer estos aspectos, aun teniendo
presente el cuadro negocial(33).
Además se puede decir que, en tales casos,
el cuadro de las tutelas viene utilizando un recurso
procesal a todos los campos (como en el caso de
la tutela cautelar atípica) y de allí el empleo de
una mera técnica destinada a producir efectos por
una providencia.
Si se quiere, de allí viene también el usual
momento cognitivo del juez para alcanzar a un
momento evaluativo, donde el juez se hace cargo
de la recomposición de un orden que las partes no
están en grado de recomponer.
Con lo cual, por otro lado, no se entiende la
toma de posición en la nota critica concerniente a
la concepción publicística y/o privatística del
proceso, conflicto que también recientemente ha
originado una viva polémica entre escritores que
se definen como revisionistas y otros en cambio
negacionistas(34).
Si se puede estar de acuerdo con la idea que
el proceso debe, en primer lugar, garantizar a todos
el derecho de litigar por ello que se reputa propio,
sin tener la pretensión de imponer en vía autoritativa
soluciones y por tanto resolverse en garantía del
litigio, se debe también añadir que, en lo
concerniente al cuadro de la tutela (casi definida
por las normas constitucionales), un diseño
procesal sería parcial y deficitario si, de acuerdo
con las normas de Derecho sustancial, no se
aspirase a obtener a los interesados los
“chiovendianos bienes de la vida” y las utilidades
deseadas y se limitase en cambio a asistir “neutral”
a la pugna entre los litigantes.
8. Conclusiones
Es el momento de brindar algunas
conclusiones. La mirada “desde la catedral” ha
permitido entrever que hoy el ámbito de la tutela
es aquel en el cual se advierte una mayor cantidad
de modificaciones significativas. Las estructuras
principales de tal cambio son la jurisprudencia y
la legislación (en especial la comunitaria), por lo
(32) Véase providencias en tema de separación y disolución del matrimonio.
(33) Véase, Principios de Derecho contractual europeo.
(34) Véase: CIPRIANI Franco. Foro Italiano. 2002. pp. 26 y siguientes.
El sistema de tutelas en el Derecho Civil
que al jurista le corresponde racionalizarla y por
tanto conducirla al sistema.
En el terreno del Derecho sustancial, la tutela,
en primer lugar, parece ocupar nuevos espacios,
que no son aquellos, más tradicionales, de las
técnicas resarcitorias y extintivas bien conocidas
sino aquellas absorbidas por el respeto de las
reglas de lealtad y buena fe en los
comportamientos y en las contrataciones, y así al
encargarse de nuevas labores, y no solo de destruir
aquello que resulte contra ius o de reparar sus
consecuencias, por lo que incluso provee a la pars
construens (C. Castronovo). En otros términos, se
puede decir que la tutela no interviene solo para
reparar consecuencias o efectos de
comportamientos ilícitos o irregulares sino se
coloca como momento o instrumento de una
recomposición, en positivo, del orden infringido(35).
Si, en términos de análisis económico del derecho,
las mismas reglas sustanciales son leídas con el
lenguaje de la protección (reglas de propiedad y
de responsabilidad), casi para desdramatizar el
impacto con el sistema, el jurista es inducido a ir,
por otra parte, preguntándose si los límites entre
estas dos técnicas de tutela no deban considerarse
móviles y, en todo caso, no influenciadas por las
solas consideraciones de orden económico o de
mejor asignación de los recursos. Al irrumpir, por
ejemplo, las técnicas de reparación del daño en
forma específica (también sobre el ámbito del
conflicto entre la Administración Pública y privados,
además de las inter-privados) contribuye al avance
de las formas de tutela que se substraen a los
standards del mercado administrados por el juez
y que parecen en cambio avalar el surgimiento de
formas apropiadas y nuevas para la reparación.
Donde ello no sea posible, porque el respeto de
ciertas reglas organizativas no lo consienten
(piénsese en las exigencias para la toma de
decisiones en una sociedad, la cual se encuentra
sujeta a requerimientos de quórum, artículo 2377
del Codice civile) se afirma aún la exigencia que el
interés perjudicado del particular (socio) encuentre
satisfacción en el terreno del resarcimiento(36).
También el proceso está destinado a ejercer
nuevos roles en el terreno de la protección. A las
formas de tutela jurisdiccional de condena que, en
el terreno civilístico, parecen más ligadas al
incumplimiento de deberes (sean estos primarios
o secundarios), se añaden formas menos
condicionadas por las posiciones de Derecho
sustancial pero todavía ligadas a necesidades
diferenciadas de tutela. La tutela inhibitoria es, de
suyo, un ejemplo clásico. Mientras que la tutela
jurisdiccional constitutiva tiende a abandonar la
más rígida tipicidad (artículo 2908). En efecto, ella
puede imponerse en situaciones en las cuales solo
la intervención del juez puede estar en grado de
establecer y/o recomponer la regla(37). En tal caso
el proceso ofrece una ventaja propia a la solución
del conflicto.
No se trata entonces, en definitiva, de criticar
una suerte de visión pan-tutelar del ordenamiento
sino de reflejar que la tutela, en su efectividad, es
siempre más que un componente de orden
sustancial.
ius et veritas 31
(35) Véase al respecto el artículo 4109 de los Principios de Derecho contractual europeo.
(36) Artículo 2377 en el nuevo texto del Derecho Societario.
(37) Véase, para los Principios de Derecho europeo, artículo 4109.
143
Renzo Saavedra Velazco
La responsabilidad precontractual
en debate
Panorama de la doctrina jurídica nacional
Renzo Saavedra Velazco(*)
1. Premisa
Nuestra época, que duda cabe, es la de los
contratos (1) ; desde los más sencillos (los
denominados contratos manuales) hasta aquellas
más complejas estructuras contractuales (2)
(piénsese en las diversas manifestaciones de
contratos coligados y contratos mixtos)(3). Ello
muestra la relevancia de la circulación de bienes y
servicios como un mecanismo idóneo para la
creación de la riqueza, esto es la obtención de
excedentes económicos (o también llamadas
rentas económicas) mediante la correcta
asignación de los recursos.
A pesar de un contexto como el descrito, del
cual claramente no somos ajenos, nuestros
académicos solo de manera reciente parecen
haberse percatado de la importancia de un estudio
exhaustivo sobre la materia y, de manera particular,
(*)
(1)
ius et veritas 31
(2)
(3)
(4)
144
acerca de la problemática derivada de los daños
producidos en la etapa precontractual.
Resulta, por decirlo menos, sorprendente que
se haya requerido el transcurso de más de veinte
años de la promulgación del Código Civil de 1984
para que se presenten las primeras muestras de
un debate, llamémosle así, respecto de la
responsabilidad por culpa in contrahendo.
En efecto, tal discusión no solo atañe, como
muchos erróneamente piensan, a la normativa
aplicable a la responsabilidad precontractual sino
que llega incluso a la dilucidación de las diversas
hipótesis que se encuentran comprendidas bajo
esta figura.
Tal interés ha llevado a que en uno de los más
recientes números de un suplemento informativo
de actualidad jurídica se publique la opinión de un
abogado (4) que se pronuncia a favor de la
resarcibilidad de los daños producidos en la etapa
Bachiller en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Asistente de docencia de Derecho Civil en la
Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad de Lima. Asociado fundador de la Asociación de Estudios
de Derecho Privado (AEDP).
Los útiles comentarios del profesor Rómulo Morales Hervias a la versión preliminar de este trabajo, nos permitieron
afinar el alcance de ciertas afirmaciones, razón por la cual expresamos nuestro más sincero agradecimiento.
Al respecto, véase: SCHLESINGER, Piero. Il primato del credito. En: Rivista di diritto civile. Año XXXVI. Parte primera.
Padova: Cedam, 1990. pp. 825-830; y, FARNSWORTH, E. Allan. Precontractual liability and preliminary agreements:
fair dealing and failed negotiations. En: Columbia Law Review. Número 87. 1987. pp. 217 y siguientes, recientemente
traducida y publicada en: Themis - Revista de Derecho. Segunda época. Número 44. Lima, 2002. pp. 81 y siguientes.
Una de las manifestaciones de mayor complejidad de los contratos coligados es ofrecida por el project finance, el cual
es un particular medio de financiación de proyectos de gran envergadura. Para una aproximación inicial al fenómeno,
véase el estudio realizado por el Grupo de investigación de ius et veritas (Innovando el financiamiento de proyectos.
Una aproximación al Project Finance. En: ius et veritas. Año XV. Número 30. Lima, 2005. pp. 445 y siguientes); aunque
adelantamos al lector que son pocos los estudios en los cuales se analice este mecanismo como una manifestación de
contratos coligados.
Para una exposición clara de las diferencias entre estos dos conceptos, véase: ORLANDO CASCIO, Salvatore y Carlo
ARGIROFFI. Contratti misti e contratti collegati. En: Enciclopedia Giuridica Treccani. Volumen IX. Roma: Istituto de la
Enciclopedia Italiana, 1988. pp. 1-6 (de la separata); y, SCOGNAMIGLIO, Renato. Collegamento negoziale. En:
Enciclopedia del Diritto. Volumen VII. Giuffrè, Milán, 1960. pp. 375-381.
Me refiero a la nota de Alfonso Rebaza: cuando “patear el tablero” en una negociaciòn contractual genera
responsabilidad: consecuencias de la ruptura injustificada de tratativas. En: Actualidad jurídica. Número 135. Lima.
pp. 33 y siguientes.
La responsabilidad precontractual en debate
precontractual, amparándose en el extensamente
difundido argumento de la violación de los deberes
insertos en el artículo 1362(5), y utilizando para ello,
de manera por demás confusa e imprecisa, la
comúnmente mal comprendida doctrina de los
actos propios.
La falta de claridad exhibida por tal autor resulta
comprensible en la medida que las opiniones
vertidas en su trabajo expresan, quizá, la premura
con la que fue realizado; el desconocimiento sobre
el material bibliográfico existente; o, lo que sería
infinitamente más grave, la imperdonable
ignorancia acerca de los valiosos trabajos
propuestos, de manera previa, por otros
académicos peruanos, cuya autoridad resulta
innegable.
Queremos pensar que las últimas dos
suposiciones no han sido las que se han
presentado en este caso, por lo que acogeremos,
benévolamente, la primera explicación.
Ahora bien, los civilistas de nuestro país, sin
duda con algo de retraso, han propuesto varias
interpretaciones y han formulado objeciones que,
en cumplimiento de un mínimo nivel de honestidad
intelectual, no pueden ser soslayadas al momento
de exponer una opinión sobre los fundamentos y
la funcionalidad de tal instituto jurídico pues todo
trabajo de investigación que se precie de ser serio
debe tener en cuenta el estado actual de la materia.
Sin perjuicio de lo anterior, no en pocas
ocasiones hemos sido testigos de trabajos en los
cuales se grafica la ya anotada falta de
investigación del autor de turno sobre la materia o,
la cada vez más extendida, apropiación de los
discursos ajenos.
En tal orden de ideas, todo aquel que lea, sin
prestar la cautela necesaria, materiales como la
nota aquí comentada, puede, si da credibilidad a
fuentes tan poco fiables, formarse una impresión
(5)
(6)
(8)
La pertinencia o no de tal afirmación será desarrollada más adelante.
Lo ha señalado Leysser León (LEÓN, Leysser. Equívocos doctrinales sobre el daño moral a propósito de un reciente
artículo. En: Revista jurídica del Perú. Año LVIII. Número 52. Trujillo, 2003. p. 95), en relación con la ignorancia exhibida,
por parte de algún autor, sobre los aportes de la doctrina nacional, y sobre el estado de la cuestión en el Perú, en
materia de reparación de los daños morales.
Recientemente hemos tomado conocimiento de algunos artículos y/o comentarios, que tratan sobre distintos institutos
jurídicos, publicados en distintos medios, en los cuales ciertos autores toman “prestados” argumentos, citas, etcétera;
sin remitir a la lectura de los originales y, sin hacer mención expresa, de que se tratan de materiales extraídos de
trabajos ajenos, ello con la clara idea de atribuirse la autoría de dichas opiniones.
Al respecto, debemos resaltar que existen trabajos en los cuales, de manera expresa, los autores señalan su renuncia
a investigar la naturaleza jurídica de la institución. Ello, de por sí, no es errado en tanto se comunique al lector, para
evitar una interpretación errada sobre la materia dada la gran multiplicidad de teorías que existen al respecto, las cuales
no solo incluyen a aquellas que afirman la naturaleza contractual o extracontractual de la figura sino también a aquellas
que propugnan su carácter de tertium genus.
ius et veritas 31
(7)
equivocada sobre el desarrollo actual de
determinada institución jurídica, pues podría
considerar que nada se ha escrito sobre la materia,
o incurrir en equivocación sobre la autoría de una
u otra opinión(6).
Por tal razón nos hemos propuesto trazar un
cuadro global, si bien breve, sobre tal debate en
torno de la responsabilidad precontractual en el
Perú, procurando señalar los aspectos que toda
aproximación a la figura debe intentar aprehender
y, por consiguiente, resolver.
En efecto, desde nuestra perspectiva, toda
investigación sobre la materia debe cuando menos
analizar tres aspectos fundamentales a saber: (i)
la fuente de la responsabilidad; (ii) su naturaleza
jurídica; y, finalmente, (iii) el límite al resarcimiento
de los daños irrogados.
Consideramos, en vía de principio, que todo
artículo especializado sobre el tema que carezca
de respuestas para las interrogantes anotadas será
del todo desatendible.
Pueden ser ofrecidas, como prueba de tal
afirmación, una gran cantidad de artículos donde
se acopian una serie de opiniones, las cuales en
ocasiones se toman de autores nacionales y/o
extranjeros sin señalarse expresamente su fuente(7)
y, lo que es aún más grave, sin tener muy claro ni
el propósito de la exposición ni el orden que debe
respetar cualquier investigación.
No obstante lo señalado líneas arriba, debemos
subrayar que existen trabajos en los cuales tales
interrogantes no son absueltas, pero ello no nos
debe llevar a concluir que ignoremos, en todos los
casos, su valor jurídico. En efecto, tales trabajos
solo serán desatendibles cuando tal toma de
posición no sea realizada de manera consciente
y, por lógica consecuencia, no sea comunicada al
lector(8).
Pasemos, pues, al análisis de la materia.
145
Renzo Saavedra Velazco
2 . El renovado interés por la culpa in contrahendo
Como se ha anotado, solo recientemente
nuestros juristas han iniciado la investigación(9) de
la figura bajo examen. Ello llama poderosamente
la atención debido, sobre todo, a tres razones; la
primera, de orden fundamentalmente empírico,
atiene a que las hipótesis de culpa in contrahendo
resultan relevantes tanto en realidades en las
cuales se negocien contratos complejos (dado que
el periodo de tratativas se extiende en el tiempo)
como en situaciones en las que se celebren
contratos en los cuales las relaciones jurídicas
instauradas entre los individuos conlleven, aun
cuando fuese de manera implícita, a una
exposición de los bienes jurídicos de los
intervinientes (su persona y/o cosas) a un nivel de
riesgo derivado de la conducta de su contraparte(10);
la segunda, de índole teórica, se refiere al interés
en delimitar su naturaleza jurídica, con las
repercusiones que ello significa a nivel de
aplicación de las normas positivas; mientras que
la tercera, de cariz histórica, es en nuestra opinión
la que cobra mayor realce pues atiene al hecho
(9)
(10)
ius et veritas 31
(11)
146
(12)
(13)
que el ensayo que dio nacimiento al estudio de la
institución data del siglo XIX(11).
Lamentablemente por influjo de la doctrina
anglosajona, a despecho de la opinión de cierto
sector de nuestra doctrina, se ha circunscrito el
ámbito de aplicación de esta teoría, de raigambre
eminentemente germana, a los supuestos de ruptura
injustificada de las tratativas, olvidándose que la
primera hipótesis que fundo una responsabilidad por
culpa in contrahendo se refería al conocimiento de
la causa de invalidez contractual.
Dicha opción no resulta per se errada,
sencillamente se encuentra afectada por la particular
visión de los juristas del common law sobre el
carácter vinculante de las promesas (promises), nos
referimos a la doctrina de la consideration(12), la cual
-como se verá a continuación- resulta inaplicable
en nuestro ordenamiento.
Una primera cuestión a tomar en cuenta es que
la doctrina de la consideration no es en los hechos
un concepto tan fácil de aprehender como algunos
autores nacionales, de manera por demás
inexacta, proclaman. En efecto, el desarrollo de la
teoría de la consideration se inicia en el siglo XV(13)
En nuestro ordenamiento la primera investigación especializada sobre la responsabilidad precontractual es de fecha
reciente, cuya autoría resulta atribuible al profesor José Juan Haro Seijas (HARO SEIJAS, JOSÉ JUAN. ¿Podría usted
“no hacer” negocios conmigo?: Sobre la Responsabilidad Precontractual y la Buena Fe. En: Advocatus - Revista de
Derecho. Número 7. 2002. pp. 122 y siguientes). No obstante ello, en el libro del profesor Manual de la Puente y Lavalle
se leen las primeras referencias sobre la materia (DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel.
El contrato en general. 2da. edición. Lima: Palestra, 2003. pp. 349 y siguientes).
Nos referimos a la teoría de los deberes de protección (Schutzpflichten), de origen alemán la cual será brevemente
desarrollada más adelante. Sin perjuicio de ello remitimos al lector a los trabajos de Leysser León (veáse infra nota 10),
Gastón Fernández Cruz (FERNÁNDEZ CRUZ, Gastón. El deber accesorio de diligencia y la responsabilidad derivada
del incumplimiento en las relaciones obligatorias. En: Estudios en memoria del Profesor Lizardo Taboada Córdova.
Lima: Grijley, 2004. pp. 583 y siguientes), Antonio Cabanillas (véase infra nota 33), Clara Asúa (ASÚA, Clara. La culpa
in contrayendo. Tratamiento en el derecho alemán y presencia en otros ordenamientos. Bilbao: Departamento de
Publicaciones de la Universidad del País Vasco, 1989), Francesco Benatti (BENATTI, Francesco. Responsabilità
precontrattuale (Diritto civile). En: Enciclopedia Giuridica Treccani. Volumen XXVII, 1991) y Carlo Castronovo
(CASTRONOVO, Carlo. La nuova responsabilità civile. 2da. Edición. Giuffrè, Milán, 1997).
Nos referimos a la obra de: VON JHERING, Rudolph. Culpa in contrahendo oder Schadensersatz bei nichtigen oder
nicht zur Perfection gelangten Verträgeng; ahora en: Gesammelte Aufsätze aus den “Jahrbüchern für die Dogmatik
des heutigen römischen und deustchen Privatrechts”. Tomo I. Scientia, Aalen, 1969. pp. 327 y siguientes (citado por
LEÓN, Leysser L. La buena fe en la negociación de los contratos: Apuntes comparatísticos sobre el artículo 1362 del
Código civil peruano y su presunto papel como fundamento de la responsabilidad precontractual. En: Themis Revista de derecho. Segunda Época. Número 49. Lima, 2005, p. 137, nota 38).
Para una aproximación inicial a la figura, véase: GORLA, Gino. Consideration. En: Enciclopedia del diritto. Volumen IX.
Giuffrè, Milán, 1961. pp. 176 y siguientes.
Para una exposición breve del proceso histórico de formación consideration remitimos a FARNSWORTH, Allan. Contracts.
3ra. edición. New York: Aspen Law & Business, 1999. pp. 9-26; y a GORLA, Gino. Op. cit.; pp. 176-178.
Tal proceso podría resumirse en la siguiente secuencia: (i) alrededor del siglo XII, y a semejanza de los romanos
(stipulatio), los jueces del common law crearon la action of covenant la cual operaba cuando una promesa había sido
emitida por escrito y presente el sello del declarante [under seal]; (ii) a finales del siglo XII se utilizo la ficción de un
prestamo, por lo cual aquella persona que recibía la ejecución de la obligación de su contraparte (quid pro quo) se
encontraba sujeta a que se le pueda oponer la action of debt en caso de incumplimiento pues de lo contrario existiría
un enriquecimiento injusto; (iii) en el siglo XV se utilizó un concepto propio de la responsabilidad civil (torts), la action
of assumpsit, según la cual el individuo que se compromete a realizar una conducta debe mantenerla, pero de no
La responsabilidad precontractual en debate
y, a pesar del tiempo transcurrido(14), aún se está
muy lejos de obtener resultados satisfactorios(15);
en este extremo creemos que existen bases más
sólidas para encontrar semejanzas entre esta
doctrina y la noción, propia del civil law, de causa
del negocio jurídico(16). A pesar de la limitación
anotada, en el common law no se ha criticado el
sentido económico (17) que subyace a dicho
concepto, aunque si se ha anunciado su crisis por
la proliferación de excepciones.
Ahora bien, según una autorizada corriente de
opinión(18) la consideration constituye el requisito
(14)
(15)
(16)
(17)
(18)
(21)
hacerlo deberá colocar a su contraparte en aquella situación anterior a la de la emisión de la promesa (repara solo el
interés negativo); (iv) en el siglo XVII, y para superar las críticas, se creó la acción indebitatus assumpsit la cual
incluiría casos en los cuales no existía una ejecución parcial de las promesas; y, finalmente, (v) entre los siglos XV y
XVI se acuño el término consideration para hacer referencia a las condiciones exigidas para otorgar una action of
assumpsit.
En tal sentido resulta por demás inexacta la afirmación realizada por Rafael Lengua (LENGUA, Rafael. ¡Hazle caso a papá,
que él siempre sabe qué es lo mejor para ti! En: Advocatus - Revista de Derecho. Número 8. 2003. p. 239, nota 9; quien
sostiene, amparándose en una opinión de Douglas Baird, que la doctrina fue elaborada en 1870 por Christopher Columbus.
Al respecto, véase la obra del insigne juez americano Oliver Wendell Holmes Jr. (HOLMES, Oliver Wendell. The
Common Law. En: Harvard Law School Library, 2003. Lectura VII [Contract. I. History], el texto integro puede revisarse
en la web de la Facultad de Derecho de la Universidad de Harvard en: http://www.law.harvard.edu/library/collections/
special/online-collections/common_law).
Como prueba de dicha afirmación puede ofrecerse el estudio de Randy E. Barnett (BARNETT, RANDY E. A consent
theory of contract. En: Columbia Law Review. Número 86. 1986. pp. 269 y siguientes), recientemente traducido al
castellano, el cual puede ser revisado en: Themis - Revista de derecho. Segunda época. Número 49. Lima. 2005. pp.
47 y siguientes.
Ofrecemos tal fecha de corte pues la locución negocio jurídico fue creada por el pandectismo, en el año 1748 y resulta
atribuible a Daniel Nettelbladt. Como se sabe, en Alemania, no existe necesidad de contar con un concepto como el de
causa exigible en todos los negocios, aunque ello no niega su uso en ciertos supuestos.
Por tales motivos las divagaciones sobre tal noción solo abarcarían un período mucho menor, sobretodo si se tiene en
cuenta que la noción de causa es ajena a la experiencia romana. Véase: BIANCA, Máximo. Diritto civile, III (Il contratto).
Giuffrè, Milán, 1987 (reimpresión). p. 420, nota 4. A pesar de ello aceptamos que esta es una afirmación harto
discutible, a manera de ejemplo se puede revisar el informado trabajo de Rómulo Morales (MORALES, Rómulo. La causa
del contrato en la dogmática jurídica. En: Estudios en memoria del Profesor Lizardo Taboada Córdova. Lima: Grijley,
2004. pp. 293 y siguientes), en donde se demostraría el error de tal afirmación.
En todo caso, ambas ideas tendrían un origen casi simultáneo, en cuanto a las fuentes romanas, pero evolucionan de
manera independiente, aunque el producto de sus particularidades, conflictos, debates, etcétera son similares en
cuanto a los resultados. En efecto, ambos conceptos presentan más incertidumbres que certezas, pero ello no nos
debe llevar a negar su utilidad de manera absoluta.
Cfr. POSNER, Eric. Análisis económico del derecho contractual después de tres décadas: ¿éxito o fracaso? Traducción
del inglés por Rafael Lengua y Guillermo Cabieses. En: Advocatus - Revista de Derecho. Número 8. 2003. pp. 143-146.
KESSLER, Friedrich. Einige Betrachtungen zur Lehre von der Consideration. En: Festschrift für Rabel. Volumen I.
Tubinga. 1954. pp. 251 y siguientes (citado por ALPA, Guido. Causalidad y abstracción del contrato. En: Atlas de
derecho privado comparado. Coordinación de Francesco Galgano, traducción de Juan Antonio Fernández Campos y
Rafael Verdera Server. Madrid: Fundación cultural del notariado, 2000. p. 181); y, COOTER, Robert y Thomas ULEN.
Derecho y Economía. Traducción de la segunda edición por Eduardo L. Suárez. México D.F.: Fondo de Cultura
Económica, 1999. p. 231.
ALPA, Guido. Op. cit.; pp. 180 y siguientes.
Este componente se encuentra en los apartados 1 y 2 de la sección 71 del Restatement (Second) of Contracts, donde
se señala que “[p]ara que exista “consideration”, deben negociarse una actuación o una promesa recíproca. Una
actuación o promesa recíproca se considera negociada cuando es solicitada por el promitente como intercambio por
su propia promesa, y es realizada por el destinatario como intercambio de la promesa de aquel”. ((1) To constitute
consideration, a performance or a return promise must be bargained for. (2) A performance or return promise is
bargained for it is sought by the provisor in exchange for his promise and is given by the promisee in exchange for
that promise).
ATIYAH, Patrick. An introduction to the law of contract. En: Clarendon Law Series. 5ta edición. Oxford: Clarendon
press, 1995. p. 118; donde se señala que “the doctrine of consideration has traditionally rested on two main legs. The
ius et veritas 31
(19)
(20)
de reciprocidad para la exigibilidad de las promesas
contractuales, esto es una promesa solo será
jurídicamente vinculante si la misma se funda en
dos componentes(19) claramente diferenciables
entre sí: (i) el beneficio que se debe otorgar al
promisario como retribución de la promesa(20); y,
(ii) la confianza del promisario, cuya frustración
debe producir consecuencias tales que lo lleven a
una posición más gravosa respecto a la que se
encontraba antes de emitir la promesa(21).
Por tal motivo, toda promesa que no posea los
componentes aludidos no otorgará a su titular
147
Renzo Saavedra Velazco
(rectius: acreedor) una acción de naturaleza
contractual en caso de incumplimiento.
Como se puede observar la noción de
consideration se vincula con los conceptos de
enriquecimiento injusto (y, por tanto, con la idea
de restitución(22)), en tanto que cualquier beneficio
recibido de una promesa que no se funde en una
consideration habilitará a quien otorgó tal ventaja
(22)
(23)
ius et veritas 31
(24)
(25)
(26)
148
a exigir la restitución de la misma pues tal atribución
patrimonial carece de todo fundamento (23) ;
asimismo esta teoría se encuentra relacionada con
la doctrina de los actos propios.
En efecto la doctrina del promissory estoppel(24)
completa (25) el marco conceptual de la
consideration, aunque ciertamente son figuras
autónomas(26), al señalar que una promesa puede
first of these is the idea that a promise is legally binding if it is given in return for some benefit which is rendered, or
to be rendered, to the promisor. The second is the notion that a promise becomes binding if the promise incurs a
detriment by reliance upon it, that is, if he changes his position in reliance on the promise in such a way that he would
be worse off if the promise were broken than he would have been if the promise had never been made at all”.
Traducción libre: “la doctrina de la consideration tradicionalmente ha descansado en dos pilares. El primero de ellos es
la idea que una promesa es legalmente vinculante si se recibe a cambio algún beneficio el cual es ejecutado, o será
ejecutado, por el promitente. La segunda es la noción de que una promesa resultará vinculante si el promisario sufre
un menoscabo por la confianza generada, esto es, si el altera su posición debido a la confianza en la promesa de
manera tal que estaría peor si la promesa se rompiese en comparación a si la promesa nunca hubiese sido realizada”.
En este mismo sentido se pronuncia: HOLMES, Oliver Wendell. Op. cit.; lectura VIII (Contract. II. Elements).
Para una aproximación inicial a la figura, véase: DI MAJO, Adolfo. La tutela civile dei diritti. 4ta. edición revisada y
aumentada. Milán: Giuffrè, 2003. pp. 340-342. El profesor italiano resalta un aspecto de la máxima relevancia, la
inexistencia de una acción general de enriquecimiento sin causa en los países del common law, por tal motivo, y en
primera instancia, se utilizaron las acciones contractuales para luego establecer una ficción de que se establecía la
promesa de pago de un crédito.
Asimismo, véase: FULLER, Lon. Consideration and Form. En: The Economics of Contract Law. Coordinación de
Anthony Kronman y Richard Posner. Sétima reimpresión. Boston y Toronto: Little, Brown & Company, 1979. p. 41,
donde tal vinculación aparece enunciada.
ATIYAH, Patrick. Op. cit.; p. 119; quien sostiene que “[t]here are many circumstances in which those who receive
benefits at the hands of others may be compelled to pay for them even if no promise has been given at all. Sometimes
we explain such cases by arguing that they are cases of implied promises. But there is also a large body of law known today as the law of restitution- which is concerned with cases where a person is liable to pay for benefits
obtained even if there is nothing that could remotely be called an implied promise”.
Traducción libre: “[e]xisten muchas circunstancias en las cuales aquel que recibió beneficios de manos de otro puede
ser compelido a pagar por ellos incluso si no hubiese prometido algo. En ocasiones explicamos estos casos argumentando
que se tratan de casos de implied promise [promesas vinculadas o implicadas]. Pero existe también una gran área
del derecho -conocida hoy como Derecho de Restitución- la cual atañe los casos donde una persona es responsable
por el pago de los beneficios obtenidos incluso si no existiese nada que remotamente pudiese ser llamado como una
implied promise”.
La idea que subyace al promissory estoppel es que un promitente puede encontrarse vinculado a la promesa, a pesar
de que en ella no exista consideration, si es que se produce una confianza (razonable) en el promisario acerca de la
ejecución de la misma. Esta perspectiva modificó la visión tradicional, según la cual “bajo la teoría de la consideration,
una oferta “pura” (naked), incluyendo una oferta firmada, puede ser revocada con impunidad hasta el momento de la
aceptación, de manera similar a cualquier oferta gratuita, a menos que la misma fuese dada sellada (under seal)”.
(véase: KESSLER, Friedrich y otros. Op. cit.; p. 315.), con lo cual se podía utilizar al promissory estoppel como un
mecanismo de protección para el que confió en la promesa.
Ahora bien, en el ámbito del common law se habla de promises under seal para referirse a aquellas promesas que
revisten ciertas formalidades que permiten al intérprete establecer el deseo del promitente de quedar vinculado con su
declaración. Sin embargo resulta pertinente recordar que en muchas zonas de los Estados Unidos han sido derogados
los estatutos que regulaban esta materia, lo cual ha sido criticado por algunos autores pues retira del sistema un
mecanismo sencillo, y sobretodo barato, de establecer cuando existe un deseo de quedar jurídicamente vinculado. Al
respecto, véase: POSNER, Richard. Gratuitous Promises in Economics and Law. En: The Economics of Contract Law.
Coordinación de Anthony Kronman y Richard Posner. 7ma reimpresión. Boston y Toronto: Little, Brown & Company,
1979. p. 53.
Cfr. MUSY, Alberto. The Good Faith principle in Contract Law and the Precontractual Duty to Disclose: Comparative
Analysis of New Differences in Legal Cultures. En: Global Jurist Advances. Volumen 1. Número 1. Artículo 1. En:
www.bepress.com/gj/advances/vol1/iss1/art1. Universidad de Berkeley, 2001. pp. 10 y 11. Asimismo, véase: ATIYAH,
Patrick. Op. cit.; p. 119; y, KESSLER, Friedrich y otros. Contracts: Cases and Materials. 3ra. edición. Sexta reimpresión
Boston y Toronto: Little, Brown & Company. 1986. p. 282.
No obstante ello, los juristas del common law tienen grandes dificultades para distinguir ambos fenómenos, tal y como
lo sostienen: KESSLER, Friedrich y otros. Contracts: Cases and Materials. 3ra. edición. Sexta reimpresión. Boston y
Toronto: Little, Brown & Company, 1986. p. 282.
La responsabilidad precontractual en debate
generar una confianza de tal nivel que el promisario
incurra en una serie de gastos con la clara intención
de viabilizar el acuerdo(27). En dicho sentido, la
confianza generada se convertiría en la retribución
ofrecida por el promisario a cambio de la promesa,
por lo que el incumplimiento de la misma puede
motivar el ejercicio de una acción contractual(28).
De lo expuesto hasta este punto queda claro
que la doctrina del common law poco nos puede
ayudar en la dilucidación de la naturaleza negocial
o aquiliana de la responsabilidad precontractual
dada la particularidad de su concepción sobre la
materia obligacional. Resultaría un despropósito,
tal es la palabra, transplantar el discurso sobre la
consideration y, sobre todo, la doctrina del
promissory estoppel (aunque sea de manera
implícita e inconsciente) para justificar la
resarcibilidad de los daños producidos en la etapa
de formación del contrato dado que en nuestro
ordenamiento la vinculatoriedad de una promesa
no se funda en el intercambio de beneficios,
piénsese sencillamente en la donación(29); como
también en aquellos supuestos claramente de
responsabilidad contractual que saldrían de esta
órbita al acogerse tal solución, o en el contrato a
favor de tercero en donde éste individuo (el tercero)
no otorga nada al promitente (la contraprestación
es dada por aquel con el que concluye el contrato)
por lo que mal se podría otorgar una acción fundada
en el contrato a este individuo(30).
Sin perjuicio de lo anterior, el estudio de las
soluciones del common law debe centrarse,
esencialmente en nuestra opinión, en los
mecanismos para realizar la valorización de los
daños irrogados así como las justificaciones
económicas que los inspiran, lo cual no significa su
necesario acogimiento(31), usadas por los tribunales
para el otorgamiento de dicha tutela jurídica.
ius et veritas 31
(27) Al respecto, véase: ATIYAH, Patrick. Op. cit.; pp. 102, 145-149; quien señala no solo la responsabilidad del sujeto que
genera una confianza de su co-tratante, sino también, y esto es lo que resulta más trascendente para los propósitos
del presente estudio, que por la aplicación de este principio una promesa puede tornarse legalmente vinculante a pesar
que el promitente no lo desee.
(28) Al respecto, resulta pertinente lo señalado por la sección 90 del Restatement (Second) of Contracts, donde se señala
que “una promesa que el promitente espera razonablemente induzca una acción o una omisión por parte del promisario
o de una tercera persona y que, en los hechos, induce tal acción u omisión resultará jurídicamente vinculante si su
injusticia solo puede ser evitada mediante el establecimiento de su exigibilidad. Los remedios otorgados por el
incumplimiento pueden ser limitados si la justicia lo requiriese” (traducción libre). El texto citado puede ser revisado en:
www.ilrg.com/download/cont2.rtf. p. 10; asimismo, véase la página de la Universidad de Nevada: www.law.unlv.edu/
faculty/bam/k2000/r2k.html.
A nivel de la doctrina se sostiene que “la idea de acuerdo recíproco no fue lo único que emergió detrás de la doctrina
de la ‘consideration’. Un segundo principio, asociado con la idea de “promesa y declaración, antes que con la idea de
acuerdo”, pone énfasis en el elemento de la confianza y sostiene que “si un hombre realiza una promesa o una
declaración, y otro confía en la promesa o en la declaración, el primero será responsable por la pérdida”. Los dos
principios del acuerdo y de la confianza muchas veces han sido confundidos y sus relaciones permanecieron poco
claros hasta el siglo dieciséis, cuando una no sencilla alianza fue establecida en la definición de “consideration” como
el beneficio para el promitente o el detrimento para el promisorio” (véase: KESSLER, Friedrich y otros. Op. cit.; pp. 279
y 280).
(29) Al respecto, Posner señala que las promesas no deben ser exigibles cuando el costo derivado de su exigibilidad sea
mayor que el beneficio obtenido mediante su cumplimiento, lo cual ciertamente no resulta seguro en el caso de
promesas gratuitas. Por ello afirma que “la regla general es que las promesas gratuitas no son exigibles. Un buen
ejemplo de la regla y de su lógica económica sería el caso en el cual un hombre promete llevar a una mujer a cenar pero,
posteriormente, no lo hace. El hombre presumiblemente obtendría alguna utilidad de realizar su promesa, y su utilidad
podría ser mayor si la promesa fuese legalmente exigible. Sin embargo el incremento en su utilidad, si existe, es
probablemente pequeño (…) por otra parte, el costo de los errores legales que exijan el cumplimiento de tales
promesas podría ser mayor que la dificultad de distinguir entre ocasionales y meras relaciones sociales, sujetas al
cambio de parecer de los individuos, y las promesas entendidas como vinculantes por el promitente” (véase: POSNER,
Richard. Gratuitous Promises in Economics and Law. En: The Economics of Contract Law. Coordinación de Anthony
Kronman y Richard Posner. 7ma. reimpresión. Boston y Toronto: Little, Brown & Company, 1979. p. 50).
(30) Tal afirmación se ve confirmada en la realidad dado que solo de manera reciente, específicamente en el año 1999, se
admite en Inglaterra la celebración de este tipo de contratos. Para lograr tal objetivo fue necesaria la utilización de un
mandato legislativo expreso pues la jurisprudencia era reacia ha ignorar el dogma de la consideration. Al respecto,
véase: MOSCATI, Enrico. I remedi contrattuali a favore dei terzi. En: Rivista di diritto civile. Año XLIX. Número 4 (julioagosto). Padova: Cedam, 2003. pp. 357-393.
(31) Como bien ha sido señalado por Antonio Gambado (GAMBADO, Antonio. The Trento Theses. En: Global Jurist
Frontiers. Volumen 4. Número 1. Artículo 2. En: www.bepress.com/gj/frontiers/vol4/iss1/art2, Universidad de Berkeley,
2004) el estudio del Derecho comparado debe motivarnos a una reflexión sobre nuestros ordenamientos nacionales
149
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
Ciertamente el análisis de los supuestos de
apartamiento injustificado de tratativas no puede
ni debe ser menospreciado, pero ello no nos debe
llevar a elevarlo al status de único supuesto de
responsabilidad precontractual.
Habiendo expuesto y esclarecido los motivos
que nos llevan a obviar, de manera restrictiva, la
doctrina del common law debemos manifestar
porque existe un redimensionamiento de la culpa
in contrahendo en países del civil law (32). Tal
tendencia se produce esencialmente por la
conjunción de dos eventos propios de nuestro
tiempo: (i) el incremento de los costos asociados
a la celebración de un contrato (esto es los
denominados costos de transacción); y, (ii) el nivel
de riesgo asumido por las partes, de manera
consciente o no, en el periodo precontractual o,
cuando concluido este, los daños se producen por
la infracción de alguno de los deberes
precontractuales a cargo de los sujetos
intervinientes.
En este orden de ideas se han proyectado
sobre esta particular institución jurídica una serie
numerosa de casos de la más variada naturaleza
que van desde la frustración de la celebración del
contrato a los daños acaecidos a la salud de la
contraparte (o bien a sus familiares o dependientes)
al momento de iniciarse la negociación.
Del primer supuesto, esto es de casos de
apartamiento injustificado de tratativas,
mencionaremos algunos de los ejemplos
propuestos en otra sede(33): (i) la empresa A confía
en B el estudio de un proyecto de construcción, el
cual implicaba elevados costos, para luego de ser
ejecutados romper la relación entablada; y, (ii) de
150
tratativas entre dos empresas que han llegado a
ponerse de acuerdo sobre todas las cláusulas del
contrato faltando solo la suscripción del
documento, pues resulta necesaria la forma escrita,
y una de ellas se niega a firmarlo o a acercarse al
notario pese a que se había establecido una fecha
para ello.
De la segunda manifestación de daños por
culpa in contrahendo se pueden mencionar el
Linoleumfall (esto es, el caso del linóleo) resuelto
por el Rechtsgericht (o sea, el Tribunal del Imperio
alemán) el 7 de diciembre de 1911. Los hechos
del caso son sencillos una mujer, acompañada de
su hijo, ingresa a un almacén donde realiza una
serie de compras; posteriormente informa a uno
de los dependientes de la tienda su intención de
adquirir una alfombra de linóleo indicándole una.
El dependiente al sacar el rollo empujó a otros
dos, los cuales cayeron sobre la mujer y su hijo
causándoles heridas; como es evidente la compra
no llegó a concluirse por lo que surgió la incógnita
de si procedía una acción contractual o
extracontractual.
El Rechtsgericht consideró este caso como uno
de responsabilidad contractual, a pesar de que este
en los hechos no existía, en el entendido que entre
los sujetos se había entablado una relación jurídica
preparatoria (vorbereitendes Rechtsverhältnis) la
cual generaba un deber, en cabeza de los
intervinientes, de respetar la salud y la propiedad
de la otra parte(34).
Como se puede observar este deber jurídico
comparte ciertas semejanzas con el deber que
emana de la cláusula normativa general de
responsabilidad civil (esto es, el principio del
pues ello nos permitirá conocerlo más a fondo y, desde luego, ello nos permitirá mejorarlo. Tal opinión ha sido propuesta
recientemente, con algunos matices ciertamente innovadores, en nuestro medio por Leysser L. León (LEÓN, Leysser.
El sentido de la codificación civil. Lima: Palestra. pp. 26-28).
(32) Esta afirmación merece ciertas precisiones, la primera de ellas se vincula al dogma de la privity of contract (el
equivalente de nuestro principio de relatividad contractual) pues este se erigió como uno de los principales obstáculos
para aceptar convenios como el contrato a favor de tercero. La segunda precisión se refiere al hecho que, al menos
en Inglaterra, la tutela del tercero es ofrecida por el derecho de torts (esto es, la responsabilidad civil o aquiliana), en
especial en los supuestos de los denominados contratos con efectos protectores a terceros (por ejemplo, responsabilidad
del médico de una entidad sanitaria frente a los daños causados a un paciente, responsabilidad por productos,
etcétera). Finalmente, y como corolario de lo anterior, coincidimos con Benatti quien señala que los límites entre estos
tipos de responsabilidad se encuentra influido por las relaciones entre el Derecho contractual y el extracontractual, en
la medida que un régimen aquiliano estricto incentivará soluciones contractuales o viceversa; prueba de tal afirmación
es el Derecho alemán en donde existe una tendencia a la contractualización de la responsabilidad.
(33) BENATTI, Francesco. Responsabilità precontrattuale (Diritto civile). En: Enciclopedia Giuridica Treccani. Volumen
XXVII. 1991. p. 3 (de la separata).
(34) Cfr. CABANILLAS, Antonio. Los deberes de protección del deudor en el derecho civil, en el mercantil y en el laboral.
Madrid: Civitas, 2000. p. 26. Por otro lado, luego de la modernización del BGB, esta tendencia jurisprudencial ya cuenta
con un respaldo legislativo, los alcances de esta modernización serán analizados de manera breve más adelante.
La responsabilidad precontractual en debate
alterum non laedere(35)) dado que en ambos existe
la exigencia de abstenerse de alterar la esfera
jurídica de un tercero, la diferencia radica en la
intensidad con la que los sujetos son gravados.
Esta construcción se funda en la idea de un
contacto social (sozialer kontakt) según el cual
los individuos pasan, gracias a un evento específico
que puede ser la emisión de una oferta(36), de una
anónima convivencia, donde la posibilidad de
generar daños son escasas (cuyas conductas se
hayan reguladas por el deber genérico de no causar
daño) a una situación donde existe un contacto
estrecho entre ellos, debido por lo general a la
búsqueda de la satisfacción de un interés, por lo
que expone su esfera jurídica a la influencia ajena.
De esta manera podemos observar la enorme
área de supuestos que pueden ser reconducidos a
una responsabilidad precontractual, por lo que no
resulta necesario ahondar en los motivos que
impulsan a los teóricos, y en no menor medida, a
los pragmáticos a dilucidar los límites de esta figura.
3. Introducción de la figura al ordenamiento
peruano: la opinión de Manuel de la Puente y
Lavalle
El punto de partida de todo estudio, como
resulta obvio, debe centrarse en la norma positiva
pues, de lo contrario, estaríamos proponiendo una
lectura antojadiza de cualquier figura jurídica, la
cual se encontraría influenciada por las particulares
opciones doctrinales que ostenta el autor.
Para nuestra fortuna el ingreso al ordenamiento
jurídico peruano de la figura bajo examen se debió
a la intervención de uno de nuestros más
conspicuos civilistas, me refiero al profesor Manuel
de la Puente y Lavalle, quien en su libro referido al
contrato en general expone, con prolijidad, las
motivaciones que llevaron al legislador acoger tal
institución así como la fuente de la cual se inspiro
(vale decir, el ordenamiento italiano).
En efecto, el autor citado considera que la
represión de las conductas en la etapa
precontractual, al exigirse una conducta conforme
a las reglas de la buena fe, es una de las maneras
de incorporar la moral al Derecho (37), para luego
utilizar, de manera reiterada, las opiniones de
diversos autores italianos que comentan el artículo
1337(38) del Codice civile italiano, por lo que, al
parecer, sería clara la importación normativa de la
solución italiana sobre la materia.
Ahora bien, y tal como se afirmó
precedentemente, todo estudio (serio) debe
responder a una serie de interrogantes (véase supra
1), el planteamiento del autor bajo comentario no
es la excepción. Al respecto considera, en primer
lugar, que la fuente de la que emana la
responsabilidad es la infracción de la buena fe
(entendida en sentido objetivo)(39), siendo la norma
infringida el artículo 1362. En segundo lugar, la
naturaleza jurídica de esta responsabilidad sería
contractual dado que se trataría de la violación de
un deber que proviene de la voluntad de las partes,
específicamente de la ocasión que rodea la
celebración de un contrato(40). Finalmente afirma
que el límite a la resarcibilidad de los daños estaría
impuesto por el concepto de interés negativo, el
cual incluye no solo los costos propios de la
negociación (tales como búsqueda, información,
asesoría, etcétera) sino también la perdida de la
chance (esto es, la pérdida de la posibilidad de
obtener ganancias futuras).
No obstante la innegable autoridad del citado
autor consideramos que incurrió en una serie de
imprecisiones motivadas por el nulo contraste
ofrecido entre la solución doctrinal acogida con las
ius et veritas 31
(35) Al respecto, véase: CORSARO, Luigi. Neminem laedere y derecho a la integridad. En: Proceso & Justicia. Número 3.
Lima, 2002. pp. 146 y siguientes.
(36) En general se habla de un ingreso a la esfera jurídica de otro individuo fundada en algún título jurídico (Rechtstitel), que
puede justificarse ya sea en el consentimiento de dicho individuo, como sería en el caso de la oferta, o por una
autorización del ordenamiento jurídico, en el caso de encontrarnos a una persona en peligro existen normas positivas
que nos ordenan intervenir, en el caso peruano tales normas se encuentran en el Código Penal. Al respecto, véase:
LEÓN, Leysser. El consentimiento informado al tratamiento médico y su lugar central en el debate sobre los
derechos del paciente. En: Revista peruana de jurisprudencia. Año 4. Número 32. Trujillo, 2003.
(37) DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Op. cit.; p. 355.
(38) Artículo 1337. Tratativas y responsabilidad precontractual. Las partes, en el desarrollo de las tratativas y en la
formación del contrato, deben comportarse con arreglo a la buena fe.
(39) DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Op. cit.; pp. 356 y 357.
(40) DE LA PUENTE Y LAVALLE, Manuel. Op. cit.; p. 370.
151
Renzo Saavedra Velazco
“(…) el deber de buena fe resulta
aplicable a todas las conductas
humanas y, por ende, a todos los
individuos que viven en sociedad.
Por ello se presenta como un deber
genérico, cuya infracción debe
reconducirse a la cláusula de
represión del hecho ilícito (…)”
ius et veritas 31
propuestas que, en el plano de los hechos, utiliza
la judicatura para resolver los conflictos de
intereses entre particulares.
Un punto a tener en cuenta es que no importa
cuan amplio sea el sector doctrinal que sustente
tal o cual postura, ni mucho menos la autoridad
de sus seguidores, lo que en realidad interesa es
la consistencia de la solución propuesta tanto a
nivel teórico como práctico(41).
Sin perjuicio de lo anterior debe señalarse que
el modelo acogido en Italia para reprimir las
hipótesis de culpa in contrahendo, aun en contra
de la opinión de De La Puente, es la
responsabilidad extracontractual (42). En efecto
basta citar la siguiente opinión para ilustrar tal
afirmación “siempre en el terreno de la doctrina,
son numerosos los autores que luego de estudiar
152
el argumento concluyen que la culpa in
contrahendo tiene naturaleza extracontractual.
Algunos de ellos sostienen que en ausencia de
normas específicas sobre la responsabilidad
precontractual, la lesión ilícita de los intereses
ajenos en las tratativas encontraría una sanción
en el artículo 2043 Código Civil; en esta línea de
pensamiento, los artículos 1337 y 1338 Código
Civil, constituirían especificaciones del principio de
neminem laedere. Otros opinan que el interés
protegido por los artículo 1337 y 1338 Código Civil
es la libertad negocial, y que la tutela de esta se
concede de conformidad con el precepto general
del respeto a los derechos de los demás (neminem
laedere); la fuente de responsabilidad sería,
entonces, un hecho que constituye un acto ilícito
extracontractual, en atención a que lesiona un
deber que no nace de un contrato, sino que es
impuesto por la ley a las partes, en el desarrollo
de las tratativas (…) Según este punto de vista, la
lealtad y la buena fe deben ser consideradas
deberes que pesan sobre todos los sujetos. Y se
afirma, por otro lado, que sería necesario recurrir a
una ficción para identificar una obligación de las
partes en el desarrollo de las tratativas, en
condición de implicar una responsabilidad ex
contractu en caso de ser infringida”(43).
En este mismo sentido se ha pronunciado, en
repetidas ocasiones, la judicatura italiana, llegando
incluso ha motivar un pronunciamiento de las Salas
reunidas de la Corte de Casación(44).
(41) En tal sentido hacemos nuestras las palabras de Santi Romano (ROMANO, Santi. Giuristi. En: Frammenti di un
dizionario giuridico. Giuffrè. Milán, 1983. p. 115) cuando afirma que “es especialmente importante notar que las
operaciones lógicas dirigidas a descubrir las verdades jurídicas pueden ser fines en sí mismos pero también, y
sobretodo, deben apuntar a conseguir objetivos prácticos”.
(42) Cfr. SACCO, Rodolfo y Giorgio DE NOVA. Il contratto. Tomo II. En: Trattato di diritto civile dirigido por Rodolfo Sacco.
Utet: Turín, 1993. p. 255; donde se señala que “(p)ara nosotros, la cuestión no debe centrarse en continuar interrogándose
al artículo 1337, sino en interpretarse el artículo 2043. Si el artículo 1337 no existiese, la deslealtad no vendría reprimida
en el artículo 2043? Y cual sería entonces la labor del artículo 1337? Quizás este pretende crear una obligación, con
el objetivo de dar vida a una copia del artículo 2043, y ubicar un nuevo caso de cúmulo de responsabilidad contractual
y delictual? O en cambio el artículo 1337 interpreta el artículo 2043, para volver incontestable el argumento que el daño
infringido con la deslealtad precontractual es ‘injusto’? A nuestro juicio, la respuesta a dar en la primera y la segunda
interrogantes es positiva. La culpa prevista en el artículo 1337 es por tanto extracontractual. Así se orienta la jurisprudencia
y sobre esta misma línea también la doctrina prevalente (…)”; ROPPO, Vincenzo. Il contratto. En: Trattato di diritto
privato. Giuffrè, Milán, 2001. pp. 184-186; BIANCA, Massimo. Diritto Civile. Tomo III (Il contratto). Giuffrè, Milán. 1987
(reimpresión). pp. 161-166; y, CUFFARO, Vincenzo. Responsabilità precontrattuale. En: Enciclopedia del diritto.
Volumen XXXIX. Giuffrè. Milán: 1988. pp. 1266 y 1267.
(43) MONATERI, Pier Giuseppe. La responsabilidad precontractual en el ordenamiento italiano. En: Estudios sobre el
contrato en general. Selección, traducción y notas de Leysser L. León. 2da. edición. Lima: Ara, 2004. pp. 527 y 528.
(44) Cfr. MONATERI, Pier Giuseppe. Op. cit.; p. 530, texto y nota 21, donde el autor hace referencia al caso Marlin e Soc.
imm. Caravella c. Com. di Roma, de fecha 6 de marzo de 1976. La fecha es particularmente relevante dado que tal
pronunciamiento se produjo poco más de 8 años antes de la promulgación de nuestro Código civil, y casi una década
después del inicio de las reuniones de la Comisión de Reforma del Código de 1936, con lo cual se evidencia las
posibilidades que tuvieron nuestros legisladores de observar la aplicación de una norma que estaban por importar.
La responsabilidad precontractual en debate
4. Aportes del Análisis Económico del Derecho: la
intervención de José Juan Haro
En primer lugar queremos dejar en claro que el
propio autor señala su renuncia a investigar el
fundamento
de
la
responsabilidad
precontractual(45), esto es a dilucidar la naturaleza
contractual o aquiliana de la culpa in contrahendo.
No obstante tal hecho consideramos que, de
las opiniones vertidas a lo largo de su artículo, se
puede aprehender la opinión del autor sobre un
aspecto tan medular de la responsabilidad
precontractual. En condiciones normales nos
abstendríamos de aventurarnos a realizar tal
apreciación, sin embargo, existen dos razones por
las cuales obviaremos tal forma de proceder, la
primera se funda en las consideraciones expuestas
al inicio del presente trabajo respecto que toda
aproximación, por lo general, a la responsabilidad
precontractual debe absolver la duda atinente a su
naturaleza; y la segunda razón toma en cuenta el
hecho de que recientemente dicho profesor expuso
su opinión en el ámbito de un seminario(46), con lo
cual creemos que tenemos los suficientes
elementos de juicio que nos permiten integrar el
cuadro propuesto por el autor.
A continuación transcribimos un pasaje de la
participación del profesor Haro en donde señala
que “el derecho contractual anglosajón reconoce
diversos tipos de pretensiones contractuales (…)
ahora si uno advierte esto va a descubrir entonces,
en consecuencia, que el tema del promissory
estoppel y de la responsabilidad precontractual,
como nosotros traduciríamos este esquema de
confianza razonable durante las tratativas (47),
corresponde propiamente al campo de reflexión del
derecho contractual. Y yo diría que en el derecho
anglosajón no se reflexiona si esto tiene que ver
con un ‘tort’, es decir con responsabilidad
extracontractual o no. Esta bien claro que tiene
que ver con responsabilidad contractual, pero no
porque no haya contrato sino porque el derecho
común anglosajón no se estructura sobre la idea
del contrato sino sobre la idea de la promesa (…)
lo que se discute en el fondo, ya puestas las bases
de cada uno de los sistemas contractuales, es
cuando es que la parte que se aparta, valga la
cacofonía, de las tratativas debe pagar a la otra
una indemnización. Y la respuesta, ya está visto,
en el derecho común anglosajón es cuando la
contraparte, es decir aquel que sufre el
apartamiento de las tratativas, ha confiado
razonablemente que existía una probabilidad de
celebrar el contrato y creyéndolo ha invertido, ha
desarrollado gastos, ha incurrido en ciertos costos
en los que no hubiera incurrido si es que hubiera
sabido, desde el principio, que el contrato no podría
celebrarse, esa es básicamente la idea. Y yo
encuentro que claramente el asunto en el ámbito
del derecho civil romano germánico podría
interpretarse también en la misma línea”(48). Resulta
evidente que en tal discurso existe un marcado
sesgo anglosajón, esto es hay una tendencia a
interpretar la institución jurídica bajo análisis como
una figura más del derecho contractual.
Ahora bien, debemos señalar que no
compartimos las opiniones del profesor Haro, pues
consideramos errada tal perspectiva, por las
razones ya anotadas, es decir el distinto
fundamento para la exigibilidad de las promesas
nos llevaría a ignorar claros supuestos de
responsabilidad contractual o, al intentar morigerar
el criterio de evaluación de la consideration, a
otorgar tutela contractual a situaciones en donde
el promitente no deseaba encontrarse vinculado
jurídicamente.
Sin perjuicio de ello la lectura del artículo de
Haro resulta fundamental al brindar la justificación
ius et veritas 31
(45) Cfr. HARO, José Juan. ¿Podría usted “no hacer” negocios conmigo?: Sobre la Responsabilidad Precontractual y la
Buena Fe. En: Advocatus - Revista de Derecho. Número 7. 2002. p. 125.
(46) Nos referimos al seminario organizado por la Asociación de Estudios de Derecho Privado (AEDP), los días 27 y 28 de junio
del 2005 en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú, denominado Civil law v.
Common law: Derecho de los contratos y Derechos reales. En tal evento, el profesor José Juan Haro participó en un
debate con el profesor Freddy Escobar Rozas en el que se discutió diversos aspectos relevantes de la responsabilidad
precontractual, entre las cuales precisamente se incluían los factores señalados al iniciar el presente artículo, aunque
debemos reconocer que las mismas fluyen de la exposición y no de un orden preestablecido en el debate.
(47) La traducción que ofrece Haro resulta confirmada por la opinión brindada por el profesor de la Universidad de Trieste
Alberto Musy (MUSY, Alberto. Op. cit.; p. 14).
(48) Transcripción de la video grabación del seminario Civil law v. Common law: Derecho de los contratos y Derechos
reales.
153
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
económica(49) de la resarcibilidad de los daños
generados en la etapa precontractual.
En efecto, resulta ilustrativo el planteamiento
sugerido de construir una regla legal que
estableciese que la parte que incurre en costos
de transacción los recuperará si es que su
contraparte se retira de las tratativas con lo cual
se producirían los siguientes resultados: (i) se
protege el interés de quien incurre en costos para
obtener ganancias; y, como corolario de ello, (ii) el
potencial contratante tenderá a elevar su nivel de
inversión en dicha etapa, ello a pesar que el
contrato definitivo no lo justifique. La regla inversa
tampoco es eficiente dado que al no resultar
reembolsables los costos incurridos en esta etapa
las partes se encontrarán incentivadas a incitar
inversiones de sus contrapartes para luego
apartarse de las tratativas y, con la información
obtenida, negociar en mejores términos con un
tercero.
Por tal motivo se concluye que “el riesgo de
que las tratativas no lleguen a buen término debe
ser radicado por regla general en quien decide
incurrir en costos de transacción, de modo que se
generen los incentivos necesarios para que éste
adopte decisiones eficientes”(50).
Esta afirmación nos recuerda una opinión
ofrecida por De Trazegnies(51) para justificar el
traslado de un daño, de índole extracontractual,
del dañado al dañante al señalar que “no es posible
desplazar el peso económico del daño sufrido por
la víctima y colocarlo sobre otra persona si no
existe alguna buena razón para que esta otra lo
soporte. Notemos que obligar a una persona a
cubrir lo daños de un accidente equivale a
convertirlo en víctima; y si las víctimas son tratadas
con simpatía por el Derecho Civil, no podemos
aumentar el número de ellas creando,
paralelamente a la víctima directa o física, otra
víctima de carácter económico”.
154
En este orden de ideas, la buena razón a la
que se alude sería el receso injustificado de las
tratativas o la creación injustificada de expectativas
en la contraparte, dado que estas circunstancias
socavan la confianza generada del sujeto que
incurrió o incurrirá en costos amparándose en las
probabilidades de éxito de la negociación.
Ahora bien, luego de ofrecer este cuadro general
el autor se ratifica en el uso del artículo 1362, y
más precisamente en el deber de buena fe inserto
en tal norma, para fundar la responsabilidad por
los daños generados en el entendido que tal receso
y/o tal creación de expectativas resultan contrarias
a la buena fe, pero, de manera “innovadora”(52),
señala que esta infracción es de la buena fe
entendida en sentido subjetivo. Ello se funda en el
hecho que Haro considera que la conducta humana
solamente puede ser evaluada de manera subjetiva,
por lo que la responsabilidad precontractual solo
debería admitirse cuando el sujeto “leal”, esto es
quien sufre el apartamiento ha creído, de manera
ciertamente errónea, que “la probabilidad de
celebrar el contrato era mayor que la real”(53).
Con las respuestas sobre la naturaleza jurídica
y el fundamento positivo de la responsabilidad
precontractual podemos pasar a afirmar el criterio
seguido por el autor para fijar el límite de
resarcibilidad de los daños irrogados.
En este punto Haro no se aparta de la doctrina
tradicional, por lo que señala como límite el interés
negativo (54) . Para ello se funda en dos
consideraciones, la primera de orden práctica, si
no existe contrato cómo se podría otorgar una tutela
que procure la satisfacción del interés que tenía el
contratante (esto es, el interés positivo) pues la
única manera de conocer las preferencias
subjetivas es por medio de actos de consumo
(entendido en sentido amplio), por tal motivo se
incrementaría la labor de las cortes pues deben
esforzarse por encontrar algún criterio fiable de
(49) Con ello queremos dar a entender no solo las fórmulas matemáticas utilizadas para demostrar los costos asumidos por
los individuos al momento de iniciar las tratativas, con lo cual determinar las situaciones en las cuales resulta eficiente
llegar a un acuerdo, sino al hecho de construir, en base a tales resultados, los modelos de conducta que seguirían los
individuos a fin de maximizar su utilidad.
(50) HARO SEIJAS, José Juan. Op. cit.; p. 134.
(51) DE TRAZEGNIES, Fernando. La responsabilidad extracontractual. Tomo I. En: Biblioteca para leer el Código civil.
Volumen IV. 7ma. edición. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2003 (reimpresión). p. 48.
(52) Resulta innovadora tal posición, por lo menos en el Perú, dado que la doctrina de forma mayoritaria, a nivel del civil law,
que la buena fe infringida en materia contractual es la denominada buena fe-lealtad u objetiva.
(53) HARO SEIJAS, José Juan. Op. cit.; p. 136.
(54) Aunque no niega que existan circunstancias en las cuales se podría justificar un resarcimiento que alcance aun al
interés positivo, pero acepta que ello generaría el cuestionamiento de una serie de reglas de nuestro Código Civil por
lo que debe ser estudiado con mayor detalle.
La responsabilidad precontractual en debate
medición. Mientras que la segunda razón es de
orden teórico, desde su perspectiva resulta
insostenible que una persona obtenga exactamente
lo mismo que deseaba obtener por medio de un
contrato cuando este, por definición, no existe; con
lo cual de acceder a brindar tal tutela se
contravendría el principio que establece que el
contrato se forma mediante la exteriorización y
conjunción de declaraciones.
5. Apuntes histórico-comparatísticos de la
responsabilidad por invalidez contractual: las
consideraciones de Freddy Escobar
El trabajo del profesor Freddy Escobar resulta
relevante no solo por el hecho de ser el primero
íntegramente dedicado a la responsabilidad
derivada de la invalidez contractual sino por el hecho
de exponer, con absoluta claridad, los desaciertos
de nuestra regulación sobre la materia.
Como se sabe la responsabilidad
precontractual nace con la intención de encontrar
un fundamento jurídico para establecer la
responsabilidad de una de las partes de un contrato
que es nulo y, que por tal motivo, causa daños a la
contraparte que confía en su validez(55).
Ahora bien, una premisa que hay que tener en
cuenta es que la doctrina dominante de la Alemania
del siglo XIX era la Willenstheorie (esto es, la teoría
voluntarista) según la cual cualquier divergencia
entre la voluntad querida y lo declarado debía
decantarse en favor de lo querido(56), por lo que tal
declaración era nula.
El caso en concreto que analizó Jhering era
uno en donde “un sujeto que, deseando adquirir
cien libras de cierta mercadería, recibió cien
quintales de la misma, debido a que a la hora de
enviar el pedido confundió el signo de la libra con
el del quintal. Dicho sujeto probó que se había
equivocado, así que anuló el contrato celebrado.
Ante este hecho, el vendedor preguntó si podía
reclamar el pago de una indemnización que cubriera
los costos de embalaje y transporte de la
mercadería”(57).
La respuesta fue encontrada en las fuentes
romanas(58), en donde Jhering halló casos en los
que se otorgaba una acción(59) a la otra parte, esto
es quien soportaba la nulidad del contrato. Se
argumentaba que, en los hechos, sí se había
celebrado un contrato aunque este fuese nulo(60),
lo cual solamente impedía la producción de los
efectos jurídicos deseados por las partes y no todo
posible efecto como, por ejemplo, la restitución
de los bienes entregados(61).
La perspectiva acogida por el BGB tenía una
particularidad, por demás ajena a nuestro
ordenamiento, pues permitía que la declaración
fuese anulada aún cuando el receptor de la misma
no tuviese posibilidad de conocer el error. Esta
opción ratifica una vez más la preferencia hacia el
dogma de la voluntad pues se prefirió la teoría de
la responsabilidad sobre la teoría de la confianza,
esto es, se creó un mecanismo con el cual el errans
(es decir, quien emitió la declaración bajo error)
podría desvincularse de la relación jurídica
instaurada.
Sin embargo el legislador alemán no se quedo
en este punto sino que se percató que el receptor
de la declaración se encontraba desprovisto de
tutela, como en el caso abordado por Jhering. Por
ius et veritas 31
(55) Cfr. ASÚA, Clara. Op. cit.; p. 25.
(56) Se consideraba que la esencia del negocio jurídico era la voluntad o, para decirlo con Schall (SCHALL. Der Parteiwille
im Rechtsgeschäft. Stuttgart, 1887. p. 1 [citado por SCOGNAMIGLIO, Renato. Contribución a la teoría del negocio
jurídico. Edición, traducción y notas de Leysser L. León. Lima: Grijley, 2004. pp. 42 y 43; en la nota del traductor se
señala la existencia de una traducción de la obra al italiano realizada en el año 1890 por Carlo Betocchi], era das
eigentliche Agens des Rechtsgeschäfts).
(57) ESCOBAR, Freddy. Apuntes sobre la responsabilidad por ineficacia contractual: El caso del artículo 207 del Código
Civil peruano. En: Themis - Revista de Derecho. Segunda época. Número 49. Lima, 2005. pp. 154 y 155.
(58) Recordemos que en Alemania rigieron las fuentes romanas, con ciertas actualizaciones, hasta el 1 de enero de 1900,
fecha en la que entra en vigencia el BGB.
(59) Los casos encontrados por Jhering se referían a la venta de un bien fuera del comercio, de una herencia inexistente,
etcétera.
(60) En cambio en el ordenamiento francés se señala que los daños irrogados por un contrato nulo habilitan el ejercicio de
una pretensión resarcitoria de naturaleza delictual (esto es, de naturaleza extracontractual). Al respecto, véase:
MALAURIE, Philippe y Laurent AYNES. Cours de droit civil. Tomo VI (Les obligations). 8va. edición. París: Cujas, 1997.
p. 335.
(61) Cfr. ASÚA, Clara. Op. cit.; p. 26.
155
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
tal motivo, le otorgó una acción resarcitoria cuando
el errans decida anular el contrato(62), ello siempre
y cuando, y esto es lo innovador de la solución, el
error no fuese cognoscible(63).
La solución acogida en Italia fue diversa, pues el
legislador prefirió tutelar la confianza del receptor de
la promesa “imposibilitando” que el errans pueda
desvincularse brindando mayor seguridad al
intercambio de bienes. En realidad tal imposibilidad
no era absoluta pues al insertar la cognoscibilidad
del error como requisito para ejercer la anulación del
contrato generó una inversión de los efectos respecto
del sistema alemán. En tal orden de ideas, si el errans
lograba demostrar que el error era esencial y
cognoscible entonces lograba anular el contrato y,
como es obvio, no debía pagar una indemnización
pues el receptor de la declaración no podía alegar
que confió en la validez del contrato(64).
A semejanza del ordenamiento alemán el asunto
presentó una segunda manifestación, la cual puede
ser sintetizada en la siguiente fórmula: (i) el errans
en ningún caso debe resarcir a su contraparte por
la anulación del contrato; (ii) el receptor de la
declaración, por definición, conocía -o pudo haber
conocido- la causal de invalidez (recordemos la
exigencia de cognoscibilidad del error); y, (iii) debe
acaso el receptor de la declaración resarcir al
errans por haber callado sobre la existencia de la
causal de invalidez. La respuesta(65), como es
evidente, es afirmativa pues de lo contrario se
estaría dispensando una tutela a aquellos
individuos que obran de mala fe.
El ordenamiento peruano acoge la solución
italiana, como casi en todos los casos de
156
importación normativa, de manera parcial pues
señala, por un lado, los mismos requisitos del error
como causa de anulación, pero, por otro lado, realizó
una modificación sustancial a dicho sistema pues
de manera expresa, en el artículo 207 del Código
civil, niega la posibilidad al errans de solicitar un
resarcimiento por el silencio de su contraparte.
Tal solución resulta, demás esta decirlo,
contradictoria con la exigencia de una conducta
acorde a la buena fe, puesto que ningún individuo
podría alegar en un caso como el descrito que
consideraba lícita su conducta(66), lo cual reafirma
la posición de que en el ámbito contractual rige la
buena fe objetiva.
Asimismo, amparar y/o tutelar dicha conducta
significaría incrementar los costos de transacción
implícitos al negociar y ejecutar un contrato.
El incremento en la fase de negociación de un
contrato se observa en el hecho que las partes
deberán revisar con mayor detenimiento no solo la
redacción de las cláusulas contractuales sino
también la información que le es proporcionada
por su contraparte pues no puede fiarse de ella al
no generarse ninguna consecuencia negativa en
su contraparte. Veamos.
Si la información brindada por la contraparte es
falsa y el contrato se celebra, entonces este gana
mayores utilidades respecto de una negociación leal
pues se produce una asimetría en la información
que le permite pactar mejores condiciones
contractuales. El riesgo que correría sería la posible
impugnación del contrato pero con los gastos en
tiempo y dinero que puede llegar a significar el interés
del tratante leal pueden haberse visto frustrados(67).
(62) Cfr. LARENZA, Kart. Derecho Civil. Traducción y notas de la 3ra edición alemana por Miguel Izquierdo y MacíasPicavea. Madrid: Revista de derecho privado, 1978. pp. 529-532.
(63) Cfr. ESCOBAR, Freddy. Op. cit.; p. 155, pues si el error es cognoscible no existe posibilidad de que el receptor de la
declaración alegue que confió razonablemente en la validez del contrato.
(64) Al respecto, resulta ilustrativa la sentencia 14539 de la Corte di Cassazione italiana, del 30 de julio del 2004, en donde
se presento un caso en donde una empresa (Sociedad Prato) transfería a otra (Sociedad The end) la propiedad de una
unidad comercial cuyos locales no resultaban idóneos para el desarrollo de la actividad comercial, asimismo, la
productividad señalada por el vendedor resultaba mayor que la real.
El vendedor estaba consciente de estos hechos, pues había comprado el bien con tales vicios, y además se le habían
negado los permisos respectivos. En cuanto a la productividad señalada era claro el engaño, pues fruto de ella la
vendedora consiguió aumentar el precio solicitado por el bien.
En tal contexto se alegó la presencia de un error esencial (y cognoscible por su contraparte) sobre las características
del bien, ello para solicitar la anulación del contrato y una suma a título de resarcimiento.
(65) Cfr. ESCOBAR, Freddy. Op. cit.; p. 156.
(66) ESCOBAR, Freddy. Op. cit.; p. 158.
(67) Se podría alegar que tales condiciones son las exigencias propias de un mercado competitivo, pues nadie debe creer
que su contraparte tutela los intereses ajenos, sin embargo ello debería llevarnos a negar cualquier virtualidad a la
buena fe, como sucede en grandes áreas del common law, y no, como lo hace por ejemplo Haro (buscar su relectura).
La responsabilidad precontractual en debate
Si la información brindada por la contraparte
es falsa y el contrato no se celebra, entonces
nuevamente gana y, lo que es peor, no
necesariamente menos pues al no haber incurrido
en los gastos de recopilación de información que
pueden tratarse de montos significativos, los cuales
habrían sido realizados por la otra parte, es más,
existe la posibilidad de que se beneficie de la
información encontrada por este último dado que
puede llegar a conocerla en las tratativas.
Esta tendencia llegaría al punto en que nadie
confiaría en su contraparte dejando de celebrar una
multiplicidad de acuerdos que resulten eficientes,
por lo que solo se celebrarían aquellos contratos
que generen una ganancia tal que pueda compensar
los enormes gastos de información requeridos para
enfrentar una situación como la descrita.
En la fase de ejecución los costos serían un
reflejo de lo anterior pues las partes tendrían los
incentivos de introducir causales de invalidez
contractual para llegado el momento solicitar la
anulación del mismo dilatando el ya de por si
extenso plazo de ejecución de los contratos.
Luego de este breve desarrollo el autor se dedica
a expresar su posición sobre la naturaleza de este
tipo de responsabilidad. En tal sentido, y para ser
coherentes con la solución italiana, considera que
son aplicables las reglas de la responsabilidad civil
extracontractual(68).
Para exponer su posición sobre el tema señala
que “es verdad que por mandato de la ley los
protagonistas de las tratativas se encuentran
vinculados por una relación calificada, que los
obliga a proteger sus recíprocos intereses. Pero
es verdad también que eso es lo que exactamente
acontece en tantos otros casos en los que se
desarrollan las más variadas actividades y
relaciones. Y a nadie se le puede ocurrir que esos
otros tantos casos sean juzgados a la luz de reglas
distintas de las de la responsabilidad
extracontractual. Así, los conductores de vehículos
motorizados o los competidores que actúan en un
mismo mercado tienen que observar, por mandato
de la ley, una serie de conductas dirigidas a
salvaguardar los intereses ajenos. En caso que
no lo hagan, la responsabilidad aplicable al caso
no puede ser otra cosa que la responsabilidad
extracontractual, pues ni el conductor que ha
colisionado el automóvil del otro, ni el competidor
que ha dañado la reputación del otro pueden
considerar, por razones obvias, aplicables las
reglas de la responsabilidad contractual”(69).
Finalmente, sobre el límite al resarcimiento,
señala que este se encuentra conformado por el
interés negativo. Al respecto, se cuida de expresar
que el mismo se encuentra conformado tanto por
los conceptos de lucro cesante y daño emergente.
Sobre este extremo parece que existe una ligera
confusión de conceptos dado que considera a las
oportunidades desaprovechadas (70) como un
supuesto de lucro cesante cuando en realidad son
una manifestación especial del daño emergente.
En efecto, la pérdida de la chance será siempre
resarcida a pesar de que la probabilidad que ella
significa no se produzca en la realidad, asimismo,
tal probabilidad ya se encuentra en nuestro
patrimonio jurídico identificándose con la noción
matemática de valor esperado, por lo que el daño
se presenta como la pérdida de ese valor(71).
6. Precisiones conceptuales a la luz de la
comparación jurídica: la perspectiva de Leysser
L. León
El trabajo más reciente de los que
comentaremos ha sido desarrollado por el profesor
Leysser León, quien sintetiza las soluciones a las
que han arribado otros países del civil law.
ius et veritas 31
(68) ESCOBAR, Freddy. Loc. cit.; p. 159.
(69) ESCOBAR, Freddy. Op. cit.; pp. 159 y 160.
(70) Las consideraciones que siguen son tomando como cierto el hecho que el profesor Escobar se refiere a los supuestos
de pérdida de la chance (por ejemplo, la posibilidad de que el errans celebre un contrato con una empresa competidora
de su contraparte en lugar de haber confiado en la validez del contrato que luego es anulado) y no el hecho que la
invalidez del contrato genere futuros incumplimientos por parte del errans respecto de otros contratos realizados bajo
la confianza de que tal negocio era válido, pues de ser así la afirmación realizada por el citado profesor resulta
intachable.
(71) Cfr. DE TRAZEGNIES, Fernando. Indemnizando sueños: entre el azar y la probabilidad. En: Libro homenaje a Jorge
Avendaño. Tomo II. Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004. pp. 874 y siguientes.
157
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
El primer ordenamiento europeo que analiza es
el francés(72), en el cual también se puede encontrar
una norma semejante a nuestro artículo 1362(73),
sin embargo tal deber no es extendido
explícitamente al periodo precontractual.
Asimismo, en el contexto jurídico francés no se
han propuesto mayores construcciones doctrinales,
ni tampoco se ha manifestado alguna tendencia
jurisprudencial(74), que pretendan fundar en ella la
responsabilidad precontractual.
Si a ello le sumamos el hecho de que la doctrina
y la jurisprudencia francesa han demostrado gran
renuncia para reconocer efectos a una relación
jurídica entablada en la que no se verifique el
consentimiento de los interesados(75), esto es con
la celebración del contrato, entonces la tendencia
natural experimentada en Francia ha sido la de
justificar una lectura extracontractual de la
institución.
Dicha renuencia se encuentra cimentada en las
propias bases del sistema jurídico liberal francés,
el cual se manifiesta en la percepción de que solo
la voluntad individual puede ser fuente de la
alteración del patrimonio jurídico de los sujetos,
prueba de ello es que solo la voluntad exteriorizada
puede implicar, por ejemplo, la transferencia o
constitución de algún derecho (esto es casos
propios del derecho contractual) o, por otro lado,
pueda ser la fuente que determine la creación de
una obligación por los daños irrogados debido a
dolo o culpa (de allí el principio: ninguna
responsabilidad sin culpa).
Es pertinente recordar que en el sistema
jurídico francés encontramos una cláusula
158
normativa general de responsabilidad civil similar
a la nuestra. En efecto, el artículo 1382 del Code
Napoleón señala que “todo hecho del hombre que
causa a otro un daño obliga a aquel por culpa del
cual ha sucedido a repararlo”, el cual, como se
puede observar, impone la obligación de resarcir
todos los daños causados con culpa.
En tal orden de ideas, la jurisprudencia francesa
dio solución a la laguna existente mediante la
utilización de la tutela extracontractual(76) de las
situaciones jurídicas pues, como resulta evidente,
el sujeto que se retira injustificadamente de las
tratativas, el que conociendo la causal de invalidez
guarda silencio sobre esta, etcétera, incurre en
culpa por lo que se le puede imputar la frustración
de la operación y, en general, de los daños
irrogados a su contraparte.
Ciertamente en el caso peruano la situación
no se presenta del todo distinta, si bien existen
artículos jurídicos en los que se utiliza tal concepto
(buena fe) para fundar la responsabilidad
precontractual, la judicatura no ha tenido la
oportunidad de pronunciarse en dicho sentido, a
diferencia de cuanto ha sucedido en materia
arbitral(77).
En segunda instancia se analiza la experiencia
alemana, la única que en el ámbito del civil law
concluye que esta responsabilidad es de
naturaleza contractual. De la lectura del texto del
BGB se puede observar que se ha acogido la
hipótesis de invalidez contractual (esto es el
supuesto que provocó el ensayo de Jhering).
Ahora bien, teniendo en consideración que la
buena fe se erige como uno de los criterios
(72) LEÓN, Leysser. La buena fe en la negociación de los contratos: Apuntes comparatísticos sobre el artículo 1362 del
Código civil peruano y su presunto papel como fundamento de la responsabilidad precontractual. En: Themis Revista de derecho. Segunda época. Número 49. Lima, 2005. p. 133. Por razones de espacio obviaremos el análisis de
los países imitadores de la solución francesa y, por análogos motivos, de los que imitan la solución germana.
(73) Nos referimos al artículo 1134 del Code Napoleón, donde se señala que las convenciones deben ejecutarse de buena
fe. (Les conventions doivent éter executées de bonne foi).
(74) Recordemos el carácter fuertemente creativo de la jurisprudencia francesa que ha llevado a integrar varias lagunas
percibidas en el texto del Code Napoleón.
(75) Esta tendencia recorre todo el derecho contractual, piénsese en la exigencia de obtener la aceptación en el contrato
a favor a tercero, en la donación y en la sucesión mortis causa. Al respecto, para una primera aproximación véase:
FORNO FLOREZ, Hugo. El contrato y la colaboración con la esfera jurídica ajena. En: DIKE-Portal de información
jurídica. El texto puede consultarse en http://dike.pucp.edu.pe.
(76) Cfr. MALAURIE, Philippe y Laurent AYNES. Op. cit.; pp. 217 y 218; asimismo, véase: MUSY, Alberto. Op. cit.; p. 3.
(77) En sede arbitral, a semejanza del caso alemán se han presentado casos en los cuales se ha alegado responsabilidad
precontractual debido a que una de las partes del contrato tenía, o debió tener, conocimiento (para no incurrir en culpa
grave) sobre una causal de invalidez que afectaba al contrato pese a lo cual omitió comunicárselo a su contraparte.
De tales casos, y hasta donde tenemos conocimiento, las posturas sobre la naturaleza jurídica de la institución se
encuentran divididas.
La responsabilidad precontractual en debate
estructurales o fundantes del ordenamiento alemán,
no obstante la breve enunciación de tal concepto
en el § 242(78), la jurisprudencia y doctrina alemana
no han tenido mayores inconvenientes para ir
extendiéndolo cada vez más con el fin de resolver,
con su uso, una mayor variedad de casos(79).
Sin perjuicio de lo anterior, esta figura ha sido
presentada como de índole contractual por un
hecho de la máxima relevancia, la responsabilidad
aquiliana en Alemania solo procede en supuestos
tipificados.
Por tal motivo, el operador jurídico o bien
subsumía estas materias en la responsabilidad
contractual o no otorgaba ninguna tutela jurídica a
los individuos, es decir, se vio forzado por el
ordenamiento positivo a construir una teoría que
permitiera afirmar dicho tipo de responsabilidad a
pesar de la no-existencia de un contrato(80).
En este orden de ideas, se generó la teoría de
los deberes de protección según la cual, de un
contacto negocial (81) (geschäftlichen kontakt)
surgen deberes para las tratantes dado que su
proximidad los expone a un riesgo de que su
contraparte les provoque un daño(82). En efecto,
este contacto se funda en la confianza depositada
en su contraparte, lo cual le otorga un título jurídico
por medio del cual ingresa a la esfera jurídica ajena.
Por ello, la vulneración de la relación de confianza
(Vertrauensverhältnis) puede, y en los hechos lo
hace, generar efectos similares a la infracción de
un deber contractual.
Esta construcción es de antigua data como se
desprende del caso citado en el § 2, pero solo
recientemente ha llamado el interés de nuestra
doctrina(83), aunque su reconocimiento legislativo
se debe a la Ley de Modernización del Derecho
de Obligaciones (Gesetz zur Modernisierung des
Schuldrechts) del año 2001. Tal acogimiento
positivo no ha tenido mayores repercusiones
practicas dado que era una institución ya
reconocida por todos los operadores jurídicos,
sencillamente se ha codificado una tendencia
jurisprudencial(84).
Se puede concluir sin mayor dificultad, en base
a la lectura de la definición brindada líneas arriba,
que las infracciones a los deberes precontractuales
exceden notoriamente el área del receso
injustificado de las tratativas por lo que llegan a
incluir supuestos de la más variada índole, tales
como
el
del
Linoleumrollen-Fall (85) ,
ius et veritas 31
(78) El texto del § 242 del BGB señala que “el deudor está obligado a ejecutar la prestación como lo exige la buena fe y
atendiendo a los usos del tráfico”.
Para el estudio de los diferentes alcances propuestos en base a dicha norma remitimos a la lectura del ensayo de
WIEACKER, Franz. El principio general de la buena fe. Traducción de José Luis Carro, segunda reimpresión. Madrid:
Civitas, 1986).
(79) Cfr. MUSY, Alberto. Op. cit.; p. 6.
(80) Cfr. ASÚA, Clara. Op. cit.; p. 37.
(81) En el actual numeral 1 del segundo párrafo del § 311 del BGB, el cual tiene como encabezado Relaciones obligatorias
de carácter negocial y cuasinegocial, se afirma que “una relación obligatoria con deberes (…) nace, asimismo, del
inicio de las tratativas”. Al respecto, véase el apéndice normativo de la obra de Leysser León (v. infra nota 82, páginas
63 y siguientes, et passim), de aquí y en adelante usaremos dicho apéndice para la traducción al castellano de los
parágrafos pertinentes del BGB, sin embargo puede revisarse la página web www.iuscomp.org/gla/statutes/BGB.htm,
parar la lectura de la versión en alemán e inglés del BGB.
(82) El actual segundo párrafo del § 241 del BGB, el cual tiene como encabezado Deberes que nacen de la relación
obligatoria, se señala que “(p)or el contenido de la relación obligatoria cada una de las partes puede estar comprometida
al respeto de los derechos, bienes jurídicos e intereses de la otra”.
(83) Cfr. LEÓN, Leysser. Op. cit.; pp. 137-140; ID, La importancia del Derecho comparado en la reforma del Código Civil
y en la formación de una verdadera Escuela de civilistas peruanos. A propósito de la modernización del Derecho de
Obligaciones en Alemania (Schuldrechtsmodernisierung). En: ius et veritas. Número 26. Lima, 2003. pp. 46-49 (de la
versión mecanografiada); e, ID, El consentimiento informado al tratamiento médico y su lugar central en el debate
sobre los derechos del paciente. En: Revista peruana de jurisprudencia. Año 4. Número 32. Trujillo, 2003, pp. 37 y
siguientes (de la versión mecanografiada).
(84) ZIMMERMANN, Reinhard. The of obligations: Roman Foundations of the civilian tradition. Oxford: Oxford University
Press, 1996. p. 245; LEÓN, Leysser. La buena fe en la negociación de los contratos: Apuntes comparatísticos sobre
el artículo 1362 del Código civil peruano y su presunto papel como fundamento de la responsabilidad precontractual”.
En: Themis - Revista de derecho. Segunda época. Número 49. Lima, 2005. p. 139. Sin embargo, y a pesar que tal
modificación no es reciente, resulta sorprendente que aún existen autores que no la toman en cuenta al momento de
desarrollar, de oídas, la perspectiva alemana. Al respecto, véase: REBAZA, Alfonso. Cuando «patear el tablero» en
una negociación contractual genera responsabilidad: Consecuencias de la ruptura injustificada de tratativas”, en
Actualidad jurídica. Número 135. Lima. pp. 33 y siguientes.
(85) Equivale en castellano a “el caso de la caída del fardo de tela”.
159
Renzo Saavedra Velazco
Bananenschalenurteil(86), etcétera. En tal sentido
la responsabilidad por culpa in contrahendo en
Alemania abarca no solo aquellos casos de receso
e invalidez contractual, sino también cualquier otro
daño producido por la infracción de alguno de los
deberes precontractuales: como los de
información, custodia, cuidado, etcétera.
Finalmente el autor analiza el caso peruano en
donde luego de comprobar el gran influjo de la
normativa italiana en materia contractual llega a
demostrar la poca fiabilidad de la copia realizada
por nuestro legislador civil manifestada, en primer
lugar, al erigir a la buena fe a veces en un criterio
interpretativo, para luego referirse a él como una
serie de reglas de conducta(87). En segundo lugar,
tal error se muestra por la fusión de las normas
pertinentes del Code Napoleón y del Codice Civile
que producen nuestro actual artículo 1362.
Ahora bien, si nuestro artículo 1362 nos impone
un deber de conducta no por ello debemos
interpretar, de manera inmediata, que su infracción
generará una responsabilidad de naturaleza
contractual pues solo se ha satisfecho el primer
requisito para fundar dicho tipo de responsabilidad
pues para ello se requiere una serie de nociones
propias de la solución alemana como lo son las
teorías de los deberes de protección que
desembocan en las relaciones obligatorias sin
deber primario de prestación, y que tienen como
presupuesto los conceptos de contacto social y
de relación jurídica de confianza, etcétera(88).
7. Balance, perspectivas de desarrollo y opinión
personal
ius et veritas 31
Llegado a este punto solo presentaremos
aquellas ideas centrales que deben extraerse del
presente trabajo, a la cual sumaremos nuestra
posición personal.
160
Desde luego tales opiniones no tienen una
intención de ser absolutas ni poner punto final a
la discusión, pero sí pretendemos que, por lo
menos, brinden algunas luces sobre tan compleja
materia.
Teniendo en cuenta ello, las conclusiones que
se podrían extraer del trabajo son las siguientes:
7.1. La naturaleza extracontractual de la
responsabilidad por culpa in contrahendo
Resulta insostenible (en el estado actual de
nuestra normativa, doctrina y jurisprudencia) afirmar
que el mero contacto entre individuos (el
denominado “contacto social”) produzca una
vinculación jurídica de tal intensidad que genere
sobre ellos deberes jurídicos.
Tal afirmación resulta particularmente relevante
pues solo la vulneración de (auténticos) deberes
jurídicos puede llevarnos a afirmar la naturaleza
contractual de la culpa in contrahendo(89). Sin
embargo este deber de conducta no resulta
reconducible a una obligación en tanto que en la
estructura de este tipo de relación jurídica se tutela
el interés específico del acreedor a recibir la
prestación debida, lo cual no sucede en este caso.
En efecto, los deberes cuya infracción genera
responsabilidad
contractual
presentan
características particulares(90):
a) Se trata de deberes específicos, porque se
imponen a uno o más sujetos determinados (o
determinables) ex ante y no a la generalidad de
individuos;
b) El contenido de dicho deber es de carácter
positivo, en cuanto la ejecución del
comportamiento que constituye la prestación
implica el sacrificio o la subordinación de un
particular interés y no puede ser nunca confundido
con el deber genérico de abstención propio de la
situación pasiva del derecho absoluto; y,
(86) Equivale en castellano a “el caso de la cáscara de plátano”. En este caso una señora que fue de compras a un almacén
se resbaló, antes de celebrar contrato alguno, debido a que uno de los empleados del almacén lo había arrojado al piso,
a causa de la caída se rompió una pierna. El Bundesgerichtshof considero que el titular del almacén debía de responder
contractualmente por los daños producidos en el período precontractual (véase: CABANILLAS, Antonio. Op. cit.; p. 37).
(87) Cfr. LEÓN, Leysser. Op. cit.; pp. 142 y 143.
(88) LEÓN, Leysser. Op. cit., p. 150.
(89) Cfr. GAZZONI, Francesco. Manuale di diritto privato. 7ma. edición. Edizioni Scientifiche Italiane. Napolés, 1998. p. 824,
en donde el autor señala que “ (l)a primera tesis se basa en el hecho que la violación del deber de buena fe concierne
a una relación entre sujetos individualizados y por tanto presupone una relación jurídica, que nace con el contacto
social resultante del inicio de las tratativas”.
(90) Sobre las características que deben presentar los deberes jurídicos para que su violación genere responsabilidad
contractual nos adherimos a la propuesta realizada por: NICOLÒ, Rosario. Las situaciones jurídicas subjetivas.
Traducción libre de Carlos Zamudio Espinal revisada por Rómulo Morales Hervias. En: Letture di Diritto Civile. Padova:
Cedam, 1990. p. 15 (del texto mecanografiado).
La responsabilidad precontractual en debate
c) El cumplimiento del deber es, por definición,
necesario para la satisfacción del interés de la
contraparte. En efecto, el cumplimiento del deber
se coloca como un instrumento para la realización
inmediata y directa del interés del sujeto activo,
mientras que en el caso de los derechos absolutos
la función del deber reviste una función diversa en
cuanto sirve como medio de protección externa,
dirigido a impedir la lesión del interés tutelado, sin
ser per se el instrumento para su realización.
Ahora bien, revisemos si el deber de conducta
exigido por la buena fe cumple los requisitos antes
mencionados.
En primer lugar, el deber no es de carácter
específico sino más bien genérico, ello -por lo
menos- en un doble sentido: (i) no establece un
comportamiento determinado que debe ser cumplido
por el sujeto gravado, esto es no señala cual es la
conducta que habrá de satisfacer el interés del
individuo al cual el ordenamiento hace titular de una
situación preponderante (rectius: al titular de la
situación jurídica de ventaja activa); y, (ii) los sujetos
gravados con tal deber de conducta no son
determinados (ni determinables) sino
indeterminados dado que el deber de buena fe, que
duda cabe, se impone erga omnes(91). Afirmar lo
contrario significaría admitir que en un mercado en
donde el intercambio de información es cada vez
más relevante e impersonal tal deber de conducta
no existe pues dicho contacto no se ha realizado
nunca; o, para ser coherentes dentro de esta línea
de opinión, lo cual creemos resulta aún peor, se
tendría que argumentar que tal contacto sí se ha
producido por lo que existiría una responsabilidad
contractual aun en estos casos. Tal manera de
interpretar el fenómeno de marras acabaría con
cualquier diferencia entre la responsabilidad
contractual y extracontractual, lo cual resulta, desde
nuestro punto de vista, inadmisible(92).
La contractualización de la responsabilidad
por culpa in contrahendo resulta imposible en
nuestro medio pues los discursos de los
ordenamientos que admiten tal naturaleza, es decir,
el sistema Alemán y el de los países del common
law, no puede ser importado debido a que en estos
últimos el riesgo de difuminar las diferencias entre
la responsabilidad contractual y aquiliana no
existe. Tal minimización del riesgo se debe a que
en estos países (me refiero a los del common law)
se considera como único supuesto de
responsabilidad por culpa in contrahendo a la
ruptura injustificada de tratativas, lo cual unido a
su particular criterio sobre la fuerza vinculante de
las promesas (93) hace que sea un fenómeno
claramente mas fácil de manejar que en los
ordenamientos del civil law en donde se admite
una mayor cantidad de hipótesis reconducibles a
este tipo de responsabilidad.
La solución alemana resulta, desde nuestro
punto de vista, aún mas ajena a nuestro
ordenamiento dadas las particularidades de su
ordenamiento positivo (véase supra § 6), del estado
de su doctrina y, por sobre todas las cosas, del
carácter fuertemente dinamizador que ofrece su
jurisprudencia(94).
En segundo lugar, el deber contenido en el
artículo 1362 no presenta un carácter positivo, más
bien parece configurar un deber general de
abstención frente a la esfera jurídica de los sujetos,
ello resultaría confirmado por algunos hechos los
cuales serían, el derecho que se pretendería tutelar
es de carácter absoluto (sería para algunos el
derecho a mantener indemne la esfera jurídica y,
para otros, la libertad negocial o contractual).
Asimismo, el comportamiento desplegado no
es el que por sí, de manera directa e inmediata,
satisface el interés del titular de la situación de
ventaja sino, por el contrario, este ya se encuentra
ius et veritas 31
(91) Cfr. GAZZONI, Francesco. Op. cit.; p. 825.
(92) Al respecto, véase: LEÓN, Leysser. La responsabilidad civil: líneas fundamentales y nuevas perspectivas. Trujillo:
Normas Legales, 2004. pp. 19 y siguientes (de la versión mecanografiada).
(93) En tal sentido serían inaplicables las propuestas del profesor José Juan Haro, de claro sesgo anglosajón, y de Alfonso
Rebaza, cuya influencia anglosajona resulta bastante débil y, porque no, casi inexistente, sin embargo, creemos
observar algo de ella (aunque ciertamente no podemos brindar mayores fundamentos para ello, sino solo una cándida
esperanza de rigor lógico en la propuesta del autor) pues parece querer utilizar -como fundamento de la responsabilidad
precontractual- a la promissory estoppel por medio de la utilización de la doctrina de los actos propios. A pesar de ello
debemos reconocer que la propuesta de marras es poco clara por lo que, en última instancia, podría suceder que el
autor solo haya citado, de manera impertinente, la primera opinión que tenía a la mano.
(94) Prueba de ello es que la reciente modernización del derecho de obligaciones alemán se limitó, en gran medida, a
positivizar las soluciones jurisprudenciales que se encontraban fuertemente arraigadas y que, por tanto, habían
adquirido vinculatoriedad.
161
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
en una situación de satisfacción, es precisamente
el mantenimiento de dicho estado el que se
pretende tutelar con la imposición de este deber
de conducta.
Esta conducta resulta distinta de un
comportamiento negativo, pues en este lo que se
pretende es que mediante la omisión de una cierta
conducta se satisfaga una necesidad. En estos
casos existe, por definición, un interés en el
comportamiento del sujeto gravado con el deber
pues sin él la necesidad permanecerá insatisfecha,
por ello se considera(95) que bajo el aspecto del
contenido la obligación negativa consiste en una
prohibición. En cambio en el deber de no causar
daño no existe la prohibición de una conducta sino
solo la idea de evitar realizar cualquier conducta
que desemboque en consecuencias perjudiciales
sobre terceros.
De lo dicho queda claro que el deber de
conducta derivado de la buena fe no cumple los
requisitos necesarios para considerarse que su
violación genere obligaciones. Tal apreciación
resulta análoga a lo que sucede en el sistema
jurídico italiano.
Sin embargo, tal argumento se torna aún más
sólido en nuestro país dado que en el Código Civil
no existe, como sí sucede en el Codice, una norma
expresa que establezca cuales son las fuentes de
las obligaciones(96).
La existencia de una norma de este tipo, e
interpretada de una manera amplia, podría llevarnos
a afirmar una conclusión diversa de la que
acogemos en el presente trabajo(97), pues la frase
“las obligaciones derivan (…) de todo (…) acto o
hecho idóneo para producirlas de conformidad al
ordenamiento jurídico”, que se puede leer en el
162
artículo 1173 del Codice, podría sustentar que tal
contacto voluntario si resulta per se idóneo para
generar obligaciones en tanto que los bienes
jurídicos de las partes se encuentran sujetos a un
riesgo de daño debido al desarrollo de las tratativas.
Lo cual es la base de los deberes de protección
del ordenamiento alemán.
7.2. El fundamento de la responsabilidad
precontractual es el artículo 1362
El haber negado la naturaleza contractual de
la culpa in contrahendo no significa ignorar, de
manera absoluta, la trascendencia del artículo 1362
del Código Civil sino, sencillamente, interpretarlo
como una norma que expresa una de las
manifestaciones del deber de no causar daño a
nadie(98).
En efecto, el deber de buena fe resulta
aplicable a todas las conductas humanas y, por
ende, a todos los individuos que viven en sociedad.
Por ello se presenta como un deber genérico, cuya
infracción debe reconducirse a la cláusula de
represión del hecho ilícito dado que se refiere a
una conducta que afecta a un bien jurídico (tutelado
de manera erga omnes) por medio de una conducta
culposa.
Tal manera de proceder es la más aconsejable
por una serie de factores entre los cuales se
encuentran: (i) la existencia de una cláusula
normativa general de responsabilidad civil
semejante al 1382 del Code Napoleón; (ii) el
escaso valor operativo que la judicatura ha dado al
artículo 1362 a semejanza de lo sucedido en el
caso francés(99); (iii) la reconocida influencia que
la doctrina y normativa francesa ejerció en el
legislador que elaboró el libro dedicado a la
(95) Cfr. BIANCA, Massimo. Diritto Civile. Tomo IV (L’obbligazione). Giuffrè, Milán, 1990. p. 120.
(96) Tal omisión ya ha sido resaltada por: LEÓN, Leysser. Op. cit.; p. 150.
(97) En efecto, tal es la opción manifestada por el propio Carlo Castronovo (CASTRONOVO, Carlo. Op. cit.; p. 192) al brindar
las conclusiones que se pueden extraer de la opinión del profesor Luigi Mengoni (MENGONI, Luigi. Sulla natura della
responsabilità precontrattuale. En: Rivista di diritto commerciale e del diritto generale delle obbligazione. Tomo II.
1956. pp. 360-369). En efecto allí se señala que “(e)sta relación obligatoria, a la cual no parece impropia la calificación
de “relación precontractual” (propuesta por Larenz), no tiene raíces en el contrato sucesivamente concluido, siendo en
cambio indiferente que las partes coronen la (válida) estipulación del contrato-objetivo. La fuente de la relación en
cuestión reingresa más bien en la tercera categoría de la clasificación galana, reproducida por el artículo 1173. En este
sentido, la denominación de obligación ex lege resulta exacta pero insuficiente, porque no individualiza el hecho al cual
la ley vincula el nacimiento de la relación obligatoria precontractual”.
(98) Cfr. FERRI, Luigi. Lecciones sobre el contrato. Traducción de Nélvar Carreteros Torres. Lima: Grijley, 2004, p. 33;
MONATERI, Pier Giuseppe. La responsabilità civile. En: Tratato di diritto civile. Dirigido por Rodolfo Sacco (SACCO,
RODOLFO. Le fonti delle obligazzioni. 3. Utet. Turín, 1998. p. 637); y Freddy Escobar (ESCOBAR, Freddy, Op. cit.; p.
160).
(99) Cfr. MUSY, Alberto. Op. cit.; pp. 3 y 4.
La responsabilidad precontractual en debate
responsabilidad civil; (iv) la explícita intención del
autor del libro de contratos de copiar la solución
italiana sobre la responsabilidad precontractual; (v)
el escaso desarrollo de la materia obligacional en
nuestro país; (vi) falta de capacidad innovadora de
nuestra jurisprudencia; y, (vii) la falta de una
enumeración clara de las fuentes de las
obligaciones a diferencia del caso italiano, etcétera.
Cada uno de estos factores podría dar lugar a
una cantidad considerable de páginas y de
opiniones, por el momento bastará señalar que la
existencia del artículo 1969 impulsa a que en ella
se subsuman aquellas hipótesis de violación de
deberes no amparadas por una relación obligatoria
de fuente negocial, como sería el caso de marras.
Asimismo, como se ha visto, tanto la opción
francesa como italiana se inclina, de manera
inequívoca, a respaldar la naturaleza no negocial
de este tipo de responsabilidad; la primera, lo hace
amparándose en su normativa dedicada a la
responsabilidad extracontractual, específicamente
en su cláusula de represión del hecho ilícito,
mientras que, la segunda, lo hace por medio de la
interpretación de su normativa contractual y
obligacional (al argumentar, como se ha señalado,
que este es un deber que solo específica un caso
más del neminem laedere).
Para dejar en claro la solidez de nuestra afirmación
resultará útil hacer referencia a la doble tipología que
puede presentar el deber jurídico, el cual, en primera
instancia, puede ser un medio de realización(100) o, en
todo caso, un medio de protección(101).
Cuando el deber jurídico se presenta como
un medio de realización el titular de dicha situación
jurídica subjetiva se encuentra compelido por el
ordenamiento jurídico a satisfacer el interés que
sirve de presupuesto al derecho subjetivo correlativo
mediante la realización de una conducta. Este tipo
de deber se refiere a aquel al cual hacíamos
referencia en el numeral precedente, por lo que
resulta obvio que este deber procura la satisfacción
de los denominados derechos personales. En tal
orden de ideas, solo el titular de este derecho puede
ejercer una pretensión (ya sea para solicitar la
ejecución forzada de la prestación y/o el
resarcimiento de los daños irrogados) en caso de
incumplimiento de dicho deber.
En cambio cuando el deber jurídico se
presenta como un medio de protección, los titulares
de dicha situación jurídica subjetiva son todos
aquellos individuos a los cuales el ordenamiento
jurídico no les otorga una particular prerrogativa
jurídica pero que, lamentablemente, pueden afectar
con su conducta la satisfacción del interés del titular
del derecho subjetivo. En tal sentido el
ordenamiento jurídico les ordena que se abstengan
de realizar cualquier conducta que pueda frustrar
dicha satisfacción. A diferencia de lo que se
pensaba antiguamente, este deber no solamente
protege a los titulares de un derecho absoluto sino
que incluso tutela a los sujetos portadores de
derechos relativos(102). Como quiera que sea, la
infracción de este deber siempre podrá ser
reprimido mediante la actuación de las diferentes
manifestaciones de la tutela resarcitoria.
Como se puede concluir con facilidad el deber
de buena fe es una especie de deber jurídico cuya
razón de ser es la de otorgar un medio de
protección a los sujetos que conviven en sociedad.
Por las razones anotadas la verdadera fuente
de la responsabilidad sería el artículo 1969, sin
embargo se debe tomar en cuenta la especificación
de este deber de conducta, en la etapa
precontractual, en función al texto del 1362, es
decir, se interpretará de manera análoga al caso
italiano, donde se ha concluido que la derogación
del artículo 1337 no afecta en lo más mínimo la
resarcibilidad de este tipo de daños.
Sin perjuicio de ello debemos apartarnos de
la opinión(103) de aquellos autores que ven a la buena
fe subjetiva como la regla vulnerada en los casos
de culpa in contrahendo.
Por un lado, no es que la buena fe entendida
en sentido subjetivo sea menospreciada en el
ius et veritas 31
(100) ESCOBAR, Freddy. Algunas cuestiones fundamentales sobre el deber jurídico. En: Teoría general del Derecho civil.
Lima: Ara, 2002. p. 38.
(101) ESCOBAR, Freddy, Op. cit.; p. 37.
(102) Al respecto, véase: BUSNELLI, Francesco Donato. La lesione del credito da parte dei terzi. Milán: Giuffrè, 1964. pp.
155 y siguientes.
(103) HARO, José Juan. Op. cit.; pp. 135-137.
163
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
ámbito del derecho contractual es solo que ella se
encuentra inserta en el criterio preponderante de
la buena fe-lealtad. En efecto, imagínese el caso
en el cual A y B inician las tratativas con la intención
de renovar el contrato de suministro que los une,
no obstante ello B inicia, con posterioridad, otra
serie de conversaciones con C. Tales
negociaciones paralelas no son de conocimiento
de A, quien confiado en el avanzado estado de las
tratativas con B deja de lado otras ofertas, lo cual
sucede con el conocimiento de B.
Ahora bien, llegados al punto de negociar las
ultimas cláusulas del contrato con A, B se aparta
ya que el día anterior había llegado a un acuerdo
con C sobre todas las condiciones requeridas para
el contrato de suministro. ¿Acaso alguien tendría
dudas de que este caso existe una conducta de
mala fe de B, el cual no podría alegar que creía
que su conducta era conforme a derecho (esto es
que tenía buena fe subjetiva o, también llamada,
buena fe-creencia)? Creemos que no. Es
precisamente con el fin de evitar complicadas
cuestiones probatorias que se utiliza a la buena fe
objetiva(104) al interior del derecho contractual, pues
de lo contrario el infractor podría verse exonerado
al demostrar que ignoraba que su conducta era
ilícita, incentivando un menor nivel de información
por parte de los operadores económicos(105).
En cambio el lugar idóneo para la buena fe
subjetiva es el ámbito de los derechos reales, ya
que, por citar un ejemplo, el que alega la buena o
mala fe tiene, por lo general, los medios con los
cuales demostrar su afirmación. En el caso de la
buena fe exigida para la prescripción adquisitiva
resulta claro que es subjetiva ya que este individuo
puede adjuntar el título que le hizo creer sobre la
164
legalidad de su conducta, y de manera contraria
aquel que alegue la mala fe del poseedor podrá
demostrarla mediante la forma en que dicho
individuo se apropió del bien, la información
registral, etcétera.
Un punto que no podemos omitir, pues
consideramos que este es el lugar idóneo para
hacerlo, es brindar algunas opiniones respecto
de una colección de comentarios al Código Civil
que viene circulando en nuestro medio. Como
preámbulo quiero manifestar que no dudo de la
buena intención de aquellos profesores que
participan en dicha colección con sus
comentarios, a pesar de ello, uno no puede quedar
más que sorprendido al comprobar que algunos
de estos especialistas nunca han realizado
investigaciones previas sobre el área sobre la cual
expresan su opinión o, en otros casos, y debido
al hecho de ser extranjeros, ignoran el real estado
de la discusión en el país sobre cierta institución
jurídica.
Tomaremos como ejemplo el comentario al
artículo 1362, un primer hecho que llama la atención
es la falta de contraste del contenido del artículo
bajo comentario con el resto del Código Civil. Solo
se lo concuerda con los artículos 168 y 1361 del
código vigente y con el 1328 del derogado.
Asimismo, pese a que casi de manera unánime la
doctrina peruana considera que es la única norma
de nuestro código que permite reprimir los
supuestos de responsabilidad precontractual el
autor(106) parece ignorarlo pues solo se limita a
realizar una cita de Manuel de la Puente sobre el
tipo de buena fe exigida en las tratativas, pero sin
detallar cuales son las reglas que regirán este tipo
de responsabilidad, sin expresar el motivo por el
(104) Cfr. CUFFARO, Vincenzo. Op. cit.; p. 1265. Asimismo, véase: CRISCUOLI, Giovanni. Il contratto. Itinerari normativi e
riscontri giurisprudenziali. Padova: Cedam, 1996 (reimpresión). p. 141, en donde el autor sostiene que “(l)a “buena
fe” exigida aquí (se refiere a las tratativas) no es aquella de tipo subjetivo o psicológico como estado de inconsciente
ignorancia de dañar un derecho (artículos 1147 y 1153 del Codice civile italiano) sino aquella esencialmente objetiva,
sinónimo de “probidad” o “lealtad de conducta”, que compromete la responsabilidad del hombre razonable (artículo
1366 y 1375 del Codice civile italiano)”.
(105) Tal afirmación resulta consistente con la teoría económica dado que si los individuos no internalizan la totalidad de los
costos implícitos de su actividad tenderán a incrementar el nivel de su conducta, esto es, en el caso propuesto, menor
información e investigación pues siempre tendrán el “seguro” de la tutela estatal. Ciertamente el análisis no es tan
sencillo pues aún tendrán que encontrar aquel nivel idóneo de búsqueda de información para que los jueces brinden
tal tutela pues de invertir un nivel menor serán calificados de negligentes y, por tanto, deberán soportar los costos
asociados a su actividad. Por tales consideraciones, y con el fin de mantener el análisis lo más sencillo posible,
podemos afirmar que resulta previsible una conducta en dicho sentido. Al respecto, véase: COOTER, Robert y Thomas
ULEN. Op. cit.; pp. 62-64.
(106) PEREZ GALLARDO, Leonardo. Comentario sub artículo 1362 del Código Civil. En: El Código Civil comentado por los
100 mejores especialistas. Tomo VII. Contratos parte general. Lima: Gaceta Jurídica, 2004. pp. 131 y siguientes.
La responsabilidad precontractual en debate
cual el resarcimiento se limita al interés negativo,
etcétera, tal vez pensaba que existía otra norma
en nuestro código que regulase ello, como sucede
en otros ordenamientos, pero lamentablemente ello
no es así.
Este hecho ratifica el hecho que para escribir
sobre determinado tema uno debe estar
consciente acerca del estado de la cuestión, lo
cual, como se echa de ver en casos como los
comentados, no siempre sucede.
7.3. El límite de la resarcibilidad de los daños es el
interés negativo
Finalmente, y quizás se erige como el asunto
más trascendente en los casos de culpa in
contrahendo, veremos el tema de que daños
resultan resarcibles y el límite que los inspira.
Cuando Jhering escribe su celebre ensayo
sobre la culpa in contrahendo lo hace presuponiendo
un hecho: la inexistencia de un contrato, sin
embargo, como se ha visto a lo largo de este
trabajo, existen supuestos en los cuales pese a la
presencia de un contrato se ha verificado la
violación de alguno de los deberes
precontractuales (como podría ser, por ejemplo, el
deber de información). Por lo que resulta claro que
para resarcir los daños irrogados no interesa si se
celebra un contrato válido(107), pues los deberes
precontractuales son autónomos frente a tal
situación(108). Por tal motivo se afirma que el interés
a resarcir en este tipo de casos es el interés
positivo(109), pues en los mismos, aparentemente,
se desvanecen aquellos inconvenientes expuestos
por Haro.
Esta apreciación, sin embargo, no es del todo
cierta pues si bien existe un contrato en estos
casos, debido a la violación de algún deber
precontractual, no se desea el cumplimiento de la
prestación prometida dado que las condiciones
pactadas no satisfacen por entero el interés del
acreedor, el cual -de haber conocido- tal infracción
no habría aceptado dichos términos.
En tal sentido se ha señalado, creemos que
con acierto, que el concepto de interés positivo no
ayuda en absoluto a definir el quantum
indemnizatorio en los casos en los cuales el
contrato se ha celebrado, dado que la creación del
concepto fue generado tomando en consideración
solo una situación específica: la invalidez del contrato
y no aquellas circunstancias que, cada vez con
mayor frecuencia, se presentan en la actualidad,
es decir supuestos de violación de otros deberes
precontractuales (casos de culpa in contrahendo
que no suponen un contrato inválido).
Tomando en consideración este hecho un
sector de la doctrina ha señalado la necesidad de
redefinir(110) los conceptos de interés positivo e
interés negativo a fin de que nos sean útiles para
resolver el integro de casos que se presentan en
la realidad(111).
ius et veritas 31
(107) Tal es la opinión de SIBER. Plancks Kommentar zum Bürgerlichen Gesetzbuch. 4ta. edición. Berlín, 1914. pp. 190 y
siguientes (citado por ASÚA, Clara. Op. cit.; pp. 46 y siguientes). Asimismo, en el ordenamiento jurídico italiano, pero
con clara influencia germánica. Véase: BENATTI, Francesco. Op. cit.; p. 2 (de la separata).
(108) CASTRONOVO, Carlo. Op. cit.; p. 197, donde se señala que “(s)í, con respecto al contrato y al hecho ilícito, el artículo
1173 continua refiriéndose a las obligaciones en el sentido tradicional del término, cuyo contenido está constituido en
primer lugar por el deber de prestación, “todo otro acto o hecho idóneo para producirlo, de conformidad con el
ordenamiento jurídico” es una expresión en grado de contener también las obligaciones consistentes en solo otros
deberes, las obligaciones sin prestación”.
(109) Este fue el aporte de LEÓNHARD. Verschulden beim Vertragsschlusse”. 1910. pp. 16 y 58 (citado por ASÚA, Clara.
Op. cit.; pp. 41 y siguientes). Al respecto, véase también BENATTI, Francesco. Op. cit.; p. 10 (de la separata).
(110) Al respecto, nos parece pertinente citar la opinión de CUFFARO, Vincenzo. Op. cit.; p. 1274. quien manifiesta que “una
vez abandonada la angosta perspectiva de la ruptura de las tratativas, y tomando, por tanto, en consideración el
contenido efectivo de la norma de conducta a la cual se reconducen también los deberes específicos de comportamiento,
no solamente no se justifica sobre el plano lógico alguna limitación al daño resarcible (se refiere al interés positivo
como límite al quantum del resarcimiento), sino incluso podría luego pensarse en la posibilidad de configurar su
resarcimiento en forma específica donde las circunstancias lo permitan”.
(111) Pensemos en el ejemplo propuesto por Francesco Benatti (véase la nota precedente) en el cual se cuenta que luego
de “culminadas las negociaciones para la adquisición de un inmueble, se aplaza para el día siguiente la redacción del
documento. Supóngase que el adquirente haya inmediatamente vendido aquel bien a un tercero recibiendo una utilidad
de 10 y que sucesivamente el vendedor ya no quiere celebrar el contrato. Ciertamente, el adquirente tendrá derecho
al resarcimiento de los 10, además de los gastos, etcétera”. En este caso no existiría ninguna diferencia entre resarcir
el interés negativo (esto es colocar a la persona en la posición en la que se encontraría de no haber iniciado las
tratativas) y el resarcimiento del interés positivo (esto es, otorgar el beneficio que se generaría de haberse ejecutado
el contrato).
165
Renzo Saavedra Velazco
ius et veritas 31
El uso de ejemplo, y de algunos números
sencillos, puede ayudar a remarcar la idea de que el
quantum resarcitorio por culpa in contrahendo se
encuentra limitado por el concepto de interés negativo.
Como lo demuestra el análisis económico del
derecho, los sujetos que concluyen un contrato
tienden, por regla general, a elegir aquella
oportunidad que le otorgue un mayor nivel de utilidad
que las oportunidades desaprovechadas, esto es
que el costo de oportunidad de un contrato debe
ser menor que el beneficio que se espera obtener
de su cumplimiento. Desde esta perspectiva,
resulta imposible que el denominado costo de
oportunidad alcance o supere el beneficio
esperado, pues si una parte tiene la expectativa
de obtener un beneficio mayor con otro contrato
entonces no tendría los incentivos de celebrar el
primer contrato.
Vale decir, si la ventaja que se obtiene de un
contrato asciende a US$ 100 la suma de las
oportunidades pérdidas debe alcanzar, como
máximo, la suma de US$ 99, pues de lo contrario
tal operación no tendría sentido económico, ya que
uno de los contratantes se encontraría en una
situación más beneficiosa al no contratar.
En tal orden de ideas el límite a la
resarcibilidad de los daños por culpa in
contrahendo estará demarcado por el concepto de
interés negativo (112), con las atingencias ya
expresadas. Por tal motivo, así como con el uso
166
conjunto del principio según el cual “la víctima tiene
derecho a una suma de dinero correspondiente a
la pérdida económica sufrida”(113), el resarcimiento
por los daños sufridos incluiría, en algunos
supuestos, también la pérdida de la posibilidad de
obtener una ganancia futura y otros gastos(114).
8. A manera de conclusión
Solo nos queda brindar una reflexión final, el
estudio de las instituciones jurídicas no puede
hacerse desconociendo las fuentes y el particular
contexto que las genera, pues, de lo contrario,
seguiremos condenados a seguir oyendo discursos
que propugnan irreflexivas copias de ordenamientos
extranjeros o, la mayor parte de las veces, a
solicitar la partida de defunción de la dogmática
jurídica.
Adscribirse a una perspectiva propia de la
dogmática jurídico, como resulta evidente, no es
óbice para aceptar la inclusión de perspectivas
funcionales al estudio de las clásicas instituciones
jurídicas.
Tal compromiso resulta ineludible, en especial
para los jóvenes estudiantes e investigadores, pues
de no dar marcha atrás no nos quedará más que
acostumbrarnos a oír que la palabra “maestro”, con
la cual determinados especialistas, llamémoslos
así, se califican entre sí se torne en no otra cosa
que un insulto(115).
(112) En este punto, resulta adecuado señalar la opinión de Paolo PARDORLESI (PARDORLESI , Paolo. Interesse negativo e
responsabilità precontrattuale: di paradossi e diacronie. En: Il Foro italiano. Volumen CXXIX. Noviembre, 2004. p.
3010, expuesta en la nota a la sentencia 14539, de fecha 30 de julio del 2004, de la Corte di Cassazione) quien señala
que por interés positivo se entienden “las ventajas que habrían sido obtenidas y los daños que habrían sido evitados
si el contrato hubiere sido ejecutado de manera regular”, mientras que el interés negativo serían “las ventajas que
habrían sido obtenidos y los daños que habrían sido evitados no formando parte de las tratativas contractuales: en
otras palabras, en el ahorro de gastos que se habrían realizado (daño emergente) y en las otras ocasiones de
contratar favorables que se habrían podido verificar (lucro cesante) en el supuesto en el cual el contrato no se
hubiere concluido”.
(113) SALVI, Cesare. La responsabilità civile. En: Trattato di diritto privato al cuidado de Giovanni Iudica y Paolo Zatti. Milán:
Giuffrè, 1998. p. 195.
(114) SALVI, Cesare. Op. cit.; p. 189, quien nos recuerda que “el remedio óptimo sería aquel que lograse eliminar el hecho
lesivo y de poner al dañado en la misma situación en la cual se habría encontrado, si el hecho dañoso no se hubiese
verificado. Pero cuando en los hechos tal evento no puede ser eliminado. El problema del resarcimiento deviene
entonces en establecer el criterio o método más adecuado, para eliminar las consecuencias dañosas del ilícito y
colocar a la víctima en una situación, en cuanto sea posible, ‘equivalente’ a aquella que se habría determinado en
ausencia del hecho lesivo”.
(115) Nos referimos al episodio relatado por Leysser León en la presentación de un artículo de Michele Giorgianni, en donde
se cuenta que el insigne profesor italiano, luego de haber participado en un congreso en homenaje a Ángelo Falzea,
fue saludado por alguien quien lo llamó “maestro” frente a lo cual solo atinó a responder que “el término había devenido
tan corriente que no podría considerarlo más que un insulto”. Al respecto, véase: GIORGIANNI, Michele. La parte
general de las obligaciones a 50 años de la entrada en vigor del Código Civil Italiano. Traducción de Aldo Zela
Villegas. En: Advocatus - Revista de Derecho. Número 9. Lima, 2003. pp. 175 y siguientes.
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¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
¿Qué queda de la polémica entre
el positivismo y el iusnaturalismo?
Reflexiones acerca de esta aparente contradicción
Romy Chang Kcomt(*)
(*)
(1)
(2)
(3)
evidencia, la necesidad de una toma de postura,
máxime si buscamos un ordenamiento jurídico
coherente e integral como es el que se requiere
en un Estado Social y Democrático de Derecho.
La adopción de una u otra corriente también
puede llevar a decisiones jurisdiccionales distintas,
como ocurrió con los tribunales alemanes a
mediados del siglo XX. El Tribunal de Frankfurt
decidió que la ley que establecía que toda
propiedad podía ser usada para fines de defensa,
vulneraba el derecho natural a la propiedad privada,
al establecer la entrega de un bien sin la
correspondiente indemnización, sin embargo, el
Tribunal de Wiesbaden estableció la nulidad de la
ley en cuestión desde su promulgación, y el Tribunal
de Wuppertal se resistió a admitir como pena
obligatoria mínima para el robo la de tres meses,
señalando que “Por encima de la ley positiva está
la conciencia absoluta del deber del juez penal
ante el Derecho y la moral”. Por otro lado, en la
misma Alemania, en 1947, el Tribunal Supremo de
Hamburgo, señaló respecto de la Ley del Concejo
de Control: “La validez de una orden del poder
estatal promulgada en forma de ley no depende
de que concuerde o no en su contenido con la ley
ética”(3); evidenciándose con ello la ardua polémica
en torno a ambas corrientes del Derecho, y cómo
la postura por la que se opte, generaba
jurisprudencias completamente distintas.
La autora es egresada de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Según esta postura: porque la norma es válida, es justa.
Las contradicciones que se suscitan en torno a la propiedad privada son materia del trabajo de investigación que a la
fecha nos encontramos desarrollando para sustentarla como tesis de grado ante la Pontificia Universidad Católica del
Perú.
Cfr. en: WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural y del positivismo jurídico. Traducido por Ernesto Garzón Valdés.
Córdova: Universidad Nacional de Córdova, 1962. pp. 16-19.
ius et veritas 31
En las líneas que siguen analizaremos algunos
de los argumentos que se esgrimen en la ardua
polémica en torno al iusnaturalismo y al positivismo
jurídico, pues a la fecha no es posible defender
seriamente en cualquier campo del Derecho una
postura, sin comprender los alcances de estas dos
corrientes. Nuestro interés es sacar a luz la
importancia del debate positivismo - iusnaturalismo
en orden a la correcta interpretación de las normas
jurídicas que debe hacer todo operador del Derecho.
Asimismo, se mostraran algunas nociones
básicas para que el lector pueda tomar
conocimiento general del contenido de las referidas
corrientes y pueda formar su propia postura. Como
se verá a lo largo del trabajo, contrariamente a lo
que se piensa, esta polémica no resulta
excesivamente abstracta y, aun cuando es poco
abordada en los claustros universitarios, tiene una
ineludible relevancia práctica. Piénsese, por
ejemplo, en el derecho de propiedad privada, el
cual, si es considerado un Derecho natural, limitaría
la actuación del Estado, el que vería reducidas sus
posibilidades de regulación respecto del mismo;
mientras que, si es considerado materia de una
norma positiva y por tanto creación del legislador,
tendría su fundamento en la validez que ostenta la
norma en sí (lo que a su vez la hace justa)(1),
pudiendo ser modificada como tal por el Estado, a
quien debería su creación y reconocimiento(2). Esto
169
Romy Chang Kcomt
1 . Nociones generales
Entendemos por iusnaturalismo aquella postura
dualista que establece una relación de
preeminencia del Derecho natural sobre el Derecho
positivo, pero que de ningún modo niega la
existencia de este último, colocándolo en una
posición de inferioridad (postura dualista de
preeminencia); de modo tal que solo será Derecho
el Derecho positivo que se encuentre acorde con
el Derecho natural. Mientras que, por positivismo
jurídico entendemos aquella postura monista que
excluye cualquier Derecho natural y se remite
exclusivamente a la existencia del Derecho positivo
(monismo de exclusión)(4).
Estas dos corrientes del Derecho han tenido
sus altibajos a lo largo de la historia, imperando
una u otra como corriente predominante según el
contexto social e ideológico de cada época. En
un primer momento, el iusnaturalismo imperó en
contextos en los que la existencia de un Derecho
natural se sustentaba en la existencia de un poder
divino; eran las épocas imperiales, en las que “el
príncipe era el intermediario entre el Derecho natural
y el positivo”, lo que a su vez daba sustento a una
organización vertical en la que el rey se encontraba
encima de la ley positiva(5). A partir del siglo XII,
sobre todo en el sur de Italia, el positivismo aparece
en la búsqueda de una fundamentación distinta
del conocimiento, que elimine cualquier explicación
religiosa del cosmos, circunscribiéndose a una
explicación técnica meramente descriptiva de las
cosas (6) ; esto le valió serias objeciones
provenientes de la teología aristotélica de Santo
Tomás del siglo XIII. Más adelante, con la Ilustración
ius et veritas 31
(4)
170
(5)
(6)
(7)
(siglo XVIII en adelante), y en aras de crear un
método científico que hiciera del Derecho una
ciencia, excluyendo cualquier tipo de connotación
divina o extrajurídica, nuevamente cobró fuerza el
positivismo jurídico, caracterizándose por utilizar
un método científico para entender el Derecho. No
obstante ello, los sucesos históricos hicieron que
con el tiempo se regresara nuevamente a la
corriente iusnaturalista (siglo XX: en Alemania, a
partir de 1945), reconociendo con ello ciertos
autores que incluso el positivismo de los siglos
XIX y XX contenía un amplio fundamento natural, a
pesar de su inicial posición en contrario. Un ejemplo
de lo expuesto es Gustav Radbruch quien, en 1932,
en la tercera edición de su obra Filosofía del
Derecho, señalaba que “Quien puede imponer el
Derecho, demuestra de esta manera que es quien
está llamado a dictar el Derecho”. “El juez tiene la
obligación profesional de hacer valer la voluntad
de validez de la ley, sacrificar el propio sentimiento
jurídico ante la orden autoritaria del Derecho,
preguntar únicamente que es lo que es Derecho y
nunca si también es justo”(7); mientras que en 1946,
en su obra Leyes que no son Derecho y Derecho
por encima de las leyes, afirmó: “(...) cuando ni
siquiera se aspira a realizar la justicia, cuando en
la formulación del Derecho positivo se deja a un
lado concientemente la igualdad, que constituye
el núcleo de la justicia, entonces no estamos solo
ante una ley que establece un ‘Derecho
defectuoso’, sino que más bien lo que ocurre es
que estamos ante un caso de ausencia de
Derecho. Porque no se puede definir el Derecho,
incluso el Derecho positivo, si no es diciendo que
es un orden establecido con el sentido de servir a
Para las definiciones del iusnaturalismo y positivismo jurídico, así como el conflicto latente entre ambas corrientes, ver:
ROSS, Alf. El concepto de validez y otros ensayos. El concepto de validez y el conflicto entre el positivismo jurídico
y el derecho natural. Traducido por Genaro R. Carrió y Osvaldo Paschero. Buenos Aires: Centro editor de América
Latina, 1969; KELSEN, Hans. Positivismo Jurídico y doctrina del derecho natural. París: Sirey, 1963. pp. 141-148.
Texto original publicado en: Mélanges en l´honneur de, T. I, Editions Sirey, con el título Positivisme juridique et doctrine
du droit naturel, traducido por Percy Castillo Benitez, publicado en: ius et veritas. Número 8. Año V. Junio 1994;
BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Traducido por Ernesto Garzón Valdés. 4ta. edición. Buenos
Aires: Fontamara, 1995; SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Traducido por Genaro R. Carrió, Buenos
Aires: Eudeba, 1966; VERDROSS, Alfred. La filosofía del derecho del mundo occidental. Visión panorámica de sus
fundamentos y principales problemas. Traducción de Mario de la Cueva. México: Centro de estudios filosóficos de la
Universidad Nacional Autónoma de México, 1962; MASSINI CORREAS, Carlos I. El derecho natural y sus dimensiones
actuales. Buenos Aires: Ábaco, 1998; quien hace una distinción entre las teorías jurídicas positivistas en sentido
estricto y las transpositivistas.
HERNANDO NIETO, Eduardo. Pensando peligrosamente: El pensamiento reaccionario y los dilemas de la democracia
deliberativa. Lima: Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002. pp. 36 y 37.
Ibid.; pp. 44 y 45.
RADBRUCH, Gustav, citado por WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural y del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 12.
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
la justicia. Aplicándoles este patrón, hay partes
enteras del Derecho nacional socialista que nunca
llegaron a tener la categoría de Derecho válido.
(...) no es solo Derecho defectuoso, sino que, en
general, podemos decir que no es Derecho. (...)
Carecen así mismo de juridicidad todas esas leyes
que aplicaban un trato infrahumano o les negaban
los Derechos Humanos a ciertos hombres”(8). No
obstante lo expuesto, y evidenciando lo inestable
de la polémica, apenas unos años más tarde, se
retomaron los postulados positivistas, aunque
desde una perspectiva menos radical.
Ahora bien, la cabal comprensión de la tensión
entre iusnaturalismo y positivismo jurídico exige
la distinción entre las diversas posturas generadas
a lo largo de la historia entre estas dos corrientes(9),
siendo que se han creado tantas definiciones para
explicar ambos conceptos, que una crítica a
cualquier postura, exigiría necesariamente precisar
a cuál de las definiciones se está haciendo alusión.
En esta tarea, resulta interesante lo expuesto por
el maestro Norberto Bobbio(10), quien establece
tres maneras de entender el positivismo jurídico o
el iusnaturalismo: como una determinada ideología
de la justicia, como una determinada teoría o
concepción del Derecho y como un modo de
aproximarse al estudio del Derecho; según esta
postura, entonces, un jurista puede asumir una
postura iusnaturalista como modo de aproximarse
al Derecho, sin que ello signifique que lo sea
también con respecto a la ideología.
1.1. El positivismo y el iusnaturalismo como
ideologías de la justicia
De acuerdo con la definición de Bobbio, optar
por el positivismo y el iusnaturalismo como
(8)
(14)
RADBRUCH, Gustav. Leyes que no son derecho y derecho por encima de las leyes. Traducido por José Rodríguez
Paniagua en Derecho injusto y derecho nulo. Aguilar, Madrid: 1971. pp. 14 y 15. Este cambio de postura, también es
hecho notar por Welzel, quien cita obras de Radbruch posteriores a 1945, en las que este autor señala: “La ciencia del
derecho debe reflexionar nuevamente sobre la milenaria sabiduría que afirma que existe un derecho superior a la ley,
un derecho natural, un derecho divino, un derecho racional, según el cual la injusticia es siempre injusticia aun cuando
se la vacíe en las formas de una ley; un derecho ante el cual el fallo pronunciado de acuerdo con una ley injusta, no es
justo sino injusto”. En: WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural y del positivimo jurídico. Op. cit.; p. 15.
SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Op. cit.; pp. 81 y 82.
BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; pp. 77 y siguientes.
KELSEN, Hans. Positivismo Jurídico y doctrina del derecho natural. Op. cit.; p. 9.
BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; pp. 50 y 51.
En esta misma línea, Nieto señala que “No basta, para que una ley sea buena y justa, que la produzca o promulgue un
poder legítimo; porque puede faltar la racionalidad o la ordenación al bien común”. En: NIETO VÉLEZ, Armando. Apuntes
sobre el positivismo jurídico. En: ius et veritas. Lima, 1999. p. 357.
BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; pp. 77-79. También plantea el iusnaturalismo como
ideología, FERNÁNDEZ GALIANO, Antonio. Derecho natural. Introducción filosófica al derecho. Madrid: Ceura, 1986.
p. 85.
ius et veritas 31
(9)
(10)
(11)
(12)
(13)
ideologías, implica asumir cierta posición frente a
una realidad dada. El positivismo jurídico extremo,
como ideología, representa una creencia en ciertos
valores, creencia que otorga al “Derecho que es”
un valor positivo que le vendría dado por el solo
hecho de existir, excluyendo cualquier
consideración o referencia a la existencia de un
Derecho natural (como ideología, el positivismo
jurídico rechaza de plano cualquier noción de
Derecho natural(11)), y determinando la conducta
de los hombres; puede resumirse con la siguiente
frase: “El Derecho, por la manera como es puesto
y hecho valer o por el final que sirve, cualquiera
que sea su contenido, tiene por sí un valor positivo
y hay que prestar obediencia incondicionada a sus
prescripciones”(12).
El iusnaturalismo extremo como ideología de
la justicia parte de la premisa de que “se debe
obedecer las leyes solo en tanto son justas” -ética
naturalista- (teoría de la desobediencia activa o de
la resistencia), debido a que estas se encuentran
sometidas a un criterio superior, extralegal de
valoración(13); lo que es completamente contrario
a lo planteado por el positivismo jurídico como
ideología, que establece la obediencia a las leyes
en cuanto tales (teoría de la obediencia activa); es
decir, para el positivismo, el hecho que una ley
sea válida la convierte a su vez en justa: una ley
es válida, y en tanto es válida, es justa - ética
legalista(14).
De lo expuesto, puede verse que ambas
corrientes, entendidas como ideologías de la
justicia distintas en su versión más radical, se
excluyen entre sí presentando rasgos
irreconciliables; sin embargo, la ardua polémica
ha distinguido otras dos versiones intermedias: la
171
Romy Chang Kcomt
ius et veritas 31
ideología positivista moderada, que plantea la
obediencia a las leyes en tanto tales, en la medida
en que “la legalidad, por sí misma, garantiza la
realización del valor específico del Derecho, es
decir, el valor del orden o de la paz social (teoría
de la obediencia condicionada)”(15); y la ideología
iusnaturalista moderada, que establece la
obediencia a las leyes, incluso a pesar de ser
injustas, salvo en caso extremo, es decir, cuando
se ponga en peligro el orden social (teoría de la
desobediencia condicionada o de la obediencia
pasiva).
El antagonismo entre estas dos últimas
vertientes moderadas no es tan claro como en el
caso de las vertientes extremas o radicales, en
tanto ambas apuntan a un mismo objetivo: la
preservación del valor de la legalidad, induciendo
a las personas a obedecer -como regla generallas leyes; de modo que “(...) para el positivismo
moderado la legalidad es un bien por más que no
sea el mayor de los bienes, y para el iusnaturalista
moderado, un mal menor” (16). Solo bajo esta
perspectiva moderada, el iusnaturalismo y el
positivismo jurídico como ideologías se acercan.
Cabe agregar que, respecto a las críticas en
torno a que el positivismo jurídico como ideología
de la justicia sustentaría regímenes totalitarios
como el nazista(17), resulta importante señalar que
esto carece de todo sustento si se identifica al
positivismo como ética de la legalidad y con la
defensa de los valores de certeza, orden y paz,
que apuntan a un Estado Social y Democrático de
172
Derecho como el nuestro (18); de modo que la
existencia de un estado democrático y de una
ideología positivista no son per se incompatibles.
1.2. El positivismo y el iusnaturalismo como teorías
generales del Derecho
Si se habla del iusnaturalismo o del
positivismo jurídico como teorías o concepciones
del Derecho se está aludiendo a modos de
comprender y explicar el fenómeno jurídico. El
primero, entendido como teoría del Derecho,
considera que el fundamento de las reglas de
conducta humana no se encuentran en la voluntad
del legislador (inconstante y mutable en esencia),
sino en la naturaleza humana en sí, la misma que
considera constante, uniforme y eterna(19); es decir,
el iusnaturalismo como teoría “es un conjunto de
consideraciones más o menos realistas acerca de
la naturaleza humana, destinadas a fundamentar
objetivamente un sistema de valores, cualquiera
que sea este” (20) ; constituye un modo de
fundamentar la moral, y no una moral determinada
(verbigracia el utilitarismo, el marxismo, el
budismo, el catolicismo(21), entre otros), por lo que
puede decirse que, como teoría, el iusnaturalismo
es una de las tantas teorías creadas para dar
fundamento a la moral.
El positivismo jurídico, como teoría del
Derecho, se identifica como una teoría estatal del
Derecho que vincula el fenómeno jurídico a la
formación de un poder soberano capaz de ejercer
coacción, como viene a ser el Estado, en otras
(15) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 79.
(16) Ibid.; p. 80.
(17) NIETO VÉLEZ, Armando. Apuntes sobre el positivismo jurídico. Op. cit.; pp. 357 y 358. Incluso Radbruch, en 1946
equiparaba, con ocasión del gobierno nazi (1933-1945), la arbitrariedad con el positivismo jurídico: “No se puede dejar
de reconocer, precisamente después de las experiencias de esos doce años, qué terribles peligros para la seguridad
jurídica puede aparejar el concepto de arbitrariedad legal y el negar naturaleza jurídica a las leyes positivas. Debemos
esperar que tal arbitrariedad quede como un irrepetible extravío y confusión del pueblo alemán; pero para todos los
casos posibles tenemos que armarnos contra el retorno de la arbitrariedad por medio de la superación ‘fundamental’ del
positivismo, que enervó toda capacidad de defensa contra el abuso de la legislación nacionalsocialista”. En: RADBRUCH,
Gustav. Arbitrariedad legal y derecho supralegal. En: Süddeutsche Juristen Zeitung. Número 5. 1946. Traducido por
María Isabel Azareto de Vásquez. Buenos Aires: Abeledo Perrot, 1962. pp. 40 y 41.
(18) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; pp. 53, 54 y 63.
(19) En la misma línea, Welzel señala: “El derecho positivo es (...) perecedero, que vale únicamente gracias a la imposición
estatal. El derecho natural contiene las determinaciones eternas de lo justo; el derecho positivo en cambio, regla solo
las relaciones dentro de lo éticamente indiferente. (...) Las leyes positivas de los estados son meros apéndices de un
derecho natural inmutable, apéndices cuya necesidad depende de los usos y costumbres especiales de los diferentes
pueblos”. WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural y del positivismo jurídico. Op. cit.; pp. 20 y 21.
(20) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 82.
(21) Una revisión del catolicismo como fundamento de una determinada moral lo encontramos en: NOVOA MONREAL,
Eduardo. ¿Qué queda del Derecho Natural?. Reflexiones de un jurista cristiano. Buenos Aires - Santiago: Depalma
- Benavides López , 1967.
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
Nosotros consideramos que la
exigencia de un Derecho positivo
ordenador que proporcione
seguridad jurídica no elimina la
posibilidad de un orden natural que
permita valorar las normas vigentes
en dicho ordenamiento, en tanto la
mera validez y posterior vigencia de
una norma conforme a los
parámetros impuestos por el
legislador no la hace justa
(rechazamos cualquier ideología
positivista radical), haciéndose
necesario recurrir a un parámetro
natural que proporcione un baremo
de justicia respecto a la misma que,
a su vez, legitime el deber de
obediencia al sistema jurídico
impuesto.
(22) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 47.
(23) Ibid.; p. 50.
(24) Ibid.; p. 86.
ius et veritas 31
palabras, es la elaboración teórica del voluntarismo
jurídico, lo que de ningún modo significa algún tipo
de culto al Estado o de la exaltación del mismo
como fuerza moral: “Históricamente, esta teoría
es la expresión o la toma de conciencia, por parte
de los juristas, de aquel complejo fenómeno en la
formación del Estado moderno, que es la
monopolización del poder de producción jurídica
por parte del Estado”(22). Para el positivismo jurídico,
como teoría, puede decirse que lo relevante es la
descripción de lo que es, de lo existente y de lo
real, de modo que la ley constituye la fuente
principal del Derecho, existente en forma previa a
la posterior aplicación por un juez; no implicando
con ello juicio de valor alguno. El positivismo así
definido, se apoya en una serie de juicios de hecho,
pudiendo resumirse en la siguiente frase: “Es
fácticamente verdadero que el Derecho vigente es
un conjunto de reglas de conducta que directa o
indirectamente son formuladas y aplicadas por el
Estado” (23). Para los teóricos positivistas, esta
forma de concebir el Derecho que es y distinguirlo
del Derecho que debe ser o Derecho ideal, es un
mecanismo bastante adecuado o idóneo para
proporcionar esquemas de decisión a los jueces,
y también para elaborar un sistema del Derecho
vigente que otorgue certeza; se basa en el
presupuesto de que el Derecho se aplica por los
jueces y que, en la medida en que exista un
conjunto de reglas claras y precisas, reglas cuya
validez no se derive del Derecho ideal o del Derecho
que debe ser, se va a poder conseguir una mejor
precisión, claridad y coherencia en las normas; lo
que permita a su vez una excelente aplicación del
Derecho por el juzgador.
Asimismo, la teoría positivista se distingue
de la ideología positivista en que la primera se limita
a una mera descripción de los hechos, no implica
una valoración positiva per se del hecho de la
existencia de ciertas normas, ni tampoco busca
recomendar una solución mejor o la creación de
una norma mejor; simplemente se dedica a una
descripción que permita comprender mejor el
Derecho como una teoría (función descriptiva y solo
-indirectamente- prescriptita), sobre la base de un
estricto método científico; mientras que, la
ideología positivista considera que la obligación de
obedecer las leyes del estado es una obligación
moral, que implica necesariamente una valoración
positiva de los datos que han sido objetivamente
destacados y representados mediante normas,
presuponiendo cierta validez en sus postulados.
De lo expuesto se deduce que, en la medida
en que uno funda una moral y se sustenta en la
naturaleza humana, y el otro se funda en la voluntad
del legislador; tanto el iusnaturalismo y el
positivismo jurídico como teorías resultan
incompatibles, “(...) en el sentido en que no se
puede sostener simultáneamente la superioridad
del Derecho natural sobre el Derecho positivo y la
exclusividad del Derecho positivo”(24); dando lugar
a la posibilidad de la existencia de una serie de
teorías intermedias entre ellas. La incompatibilidad
descrita en nada impide -a diferencia del
173
Romy Chang Kcomt
iusnaturalismo y el positivismo jurídico como
ideologías de justicia en las que no es posible dejar
de tomar postura por uno u otro- que se rechacen
ambas teorías, tomando en cuenta que son dos
especies del género Derecho(25).
1.3. El positivismo y el iusnaturalismo como modos
de aproximarse al estudio del Derecho
ius et veritas 31
El iusnaturalismo como modo de
aproximación al estudio del Derecho surge como
un reclamo frente a la distinción “del Derecho”, “del
no Derecho” sin referente ético alguno. Así, el
dilema entre el iusnaturalismo y el positivismo
jurídico entendidos esta vez como modos de
aproximación al Derecho, gira en torno a la
discusión sobre si es conveniente introducir en la
definición del Derecho una referencia al fin; con
independencia de que se entienda por fin, la justicia,
la libertad, el bien común, la supervivencia,
postulados religiosos, o cualquier otro valor que
sirva de parámetro ético para emitir un juicio de
valor respecto de determinada norma emitida por
el legislador y válida en un ordenamiento jurídico(26);
o si más bien, es conveniente definir el Derecho
en función de los procedimientos -susceptibles de
descripción fáctica- mediante los que se crea y
aplica, a efectos de que la ciencia jurídica se
presente como no valorativa y netamente científica.
El iusnaturalismo como modo de
aproximación al Derecho”(...) se manifestaba como
la exigencia de contraponer a una ética de la
legalidad estricta (dura lex sed lex) una ética de la
justicia”, así como en “la exigencia de hacer derivar
el conocimiento del Derecho de una entidad
constante, tal como la naturaleza, más que de una
entidad variable históricamente, como la voluntad
del legislador”(27); de forma tal que la palabra
“Derecho” se encuentre limitada al “Derecho justo”.
Así, para el iusnaturalismo como aproximación es
indispensable establecer un parámetro crítico para
evaluar las leyes, en tanto una mera aplicación de
las mismas podría conllevar a la existencia de
174
normas absurdas y -en términos naturalistascontrarias a la justicia(28).
Por otro lado, el positivismo jurídico como modo
de acercarse al estudio del Derecho, alude a una
manera de delimitación del objeto de investigación,
en tanto, el Derecho debe ocuparse del “Derecho
que es, del Derecho real” y no del “Derecho que
debe ser o del Derecho ideal”. Desde esta
perspectiva, se rechaza en la definición de Derecho,
elementos finalistas como la protección de la
justicia, de la libertad, de la superviviencia, la
obtención del bien común, u otros similares; siendo
el Derecho real, el objeto del que debe ocuparse
el jurista. El positivismo como aproximación al
estudio del Derecho establece que la manera para
elaborar una ciencia del Derecho es recurriendo al
conjunto de reglas que en una sociedad
determinada son efectivamente obedecidas o
aplicadas (principio de efectividad), lo que no
necesariamente significa que dicha efectividad se
apoye en la fuerza o en la coerción, en tanto pueden
existir sistemas en los que la efectividad se
sustente en un consenso previo entre los individuos
que conformen el estado (ejemplo, las normas de
Derecho internacional tienen como sustento el
consenso y no la fuerza).
A nuestro parecer, la divergencia de lo
sustentado por el positivismo jurídico, en relación
con el iusnaturalismo entendidos ambos como
aproximación al estudio del Derecho, en nada
significa que el primero rechace o niegue la
existencia del Derecho natural (es decir, que se
trate de posturas irreconciliables), sino que, en
tanto este no se encuentra vigente o no es parte
del ordenamiento jurídico, el positivismo jurídico
como aproximación lo excluye del objeto de
investigación científica. En esta misma línea, son
muchos los autores que afirman la compatibilidad
entre ambas corrientes como aproximación al
estudio del Derecho: valorando la justicia de las
leyes de cara a su reforma, e interpretando las
mismas a efectos de una mejor sistematización
(25) Véase: Ibid.; pp. 86 y 87.
(26) Es de recordar, que los preceptos del derecho natural no son constantes a lo largo de la historia, sino que han ido
modificándose en función a los diversos contextos históricos. SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Op.
cit.; p. 14. En la misma línea Alf Ross nos habla de un derecho natural teológico, sociológico, histórico y racional
antropocéntrico, en: ROSS, Alf. El concepto de validez y otros ensayos. Op. cit.; p. 15.
(27) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 84.
(28) KELSEN, Hans. Positivismo Jurídico y doctrina del derecho natural. Op. cit.; p. 10.
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
teórica y una consecuente mejora en la aplicación
práctica(29); de modo tal que incluso para algunos
la interrelación entre Derecho positivo y Derecho
natural posibilita la unidad en cada ordenamiento
jurídico(30).
Ahora bien, estos tres modos de concebir al
positivismo o al iusnaturalismo descritos líneas
previas: como ideologías de la justicia, como teorías
del Derecho o como modos de aproximación al
mismo, no se encuentran necesariamente
interrelacionados, ni se contraponen entre sí. Un
ejemplo de ello es lo planteado por Kelsen, quien
si bien sostiene una teoría producto del positivismo
jurídico, no formula una exaltación del Estado en
términos ideológicos(31); sino que considera al
positivismo como una mera teoría descriptiva de
lo que ocurre en el Derecho, “del Derecho que es”,
y no supone bajo ningún aspecto considerar a este
como un Derecho adecuado, moralista o con cierta
valoración positiva de validez, legitimidad y justicia
en las mismas normas. En su libro Teoría Pura del
Derecho, Kelsen señala que “(...) el Derecho
positivo y la moral son dos órdenes normativos
distintos uno del otro. Esto no significa que sea
menester renunciar al postulado de que el Derecho
debe ser moral, puesto que, precisamente, solo
calificando al orden jurídico como distinto de la
moral cabe calificarlo de bueno o malo”(32). Otro
ejemplo de la distinción que pueden hacerse de
los aspectos descritos es el propio Bobbio, quien
señala “(...) ante el enfrentamiento de las ideologías,
donde no es posible ninguna tergiversación, soy
iusnaturalista; con respecto al método soy, con
igual convicción, positivista; en lo que se refiere,
finalmente, a la teoría del Derecho, no soy ni lo
uno ni lo otro”(33).
2. La exigencia de un parámetro iusnaturalista
para emitir un juicio valorativo sobre el Derecho
positivo
Las múltiples necesidades del hombre
(supervivencia, orden, certeza, paz, aprehensión
de bienes, etcétera) hacen necesaria una
organización -regulación y/o la adopción de
acuerdos formalizados en normas. Es imperativa
la existencia de normas positivas como un
mecanismo de aproximación al estudio del
Derecho (34); máxime cuando -como ya vimosincluso un positivismo jurídico o un iusnaturalismo
moderados como ideologías, persiguen como
objetivo común la legalidad y el orden al interior de
cada ordenamiento jurídico, siendo que en este
aspecto no devienen en incompatibles(35). Sin
embargo, para un cierto sector de la doctrina es
relevante la separación entre Derecho positivo y
Derecho natural a efectos de mantener una pureza
sistemática (36) , en tanto la pureza científica
ius et veritas 31
(29) Véase: BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 87. En la misma línea se encuentran:
SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Op. cit.; p. 18, quien señala que “El derecho positivo puede
delegar en alguno de sus órganos la potestad de determinar el derecho, sin señalar o especificar las fuentes de donde
puede ser extraído. Es posible denominar a esto derecho natural ‘delegado’. Es derecho positivo en cuanto al
procedimiento y, pero derecho natural en cuanto al contenido”; NIETO VÉLEZ, Armando. Apuntes sobre el positivismo
jurídico. Op. cit.; p. 358, quien afirma que “El ‘no mezclar ideología o metafísica con derecho positivo’ -asunto que todos
los iusnaturalistas aceptan- no significa que el orden jurídico deba ignorar la existencia de un orden normativo anterior
y superior al positivo -por más constitucional que este sea-”; ROSS, Alf. El concepto de validez y otros ensayos. Op.
cit.; p. 13, quien señala que “las ideas morales son, sin lugar a dudas, uno de los factores causales que influyen en la
evolución del derecho; y este, por su parte, influye a su vez en las ideas y actitudes morales predominantes”.
(30) HERVADA, Javier. Introducción crítica al derecho natural. Piura: Universidad de Piura, 1999. p. 209.
(31) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 49.
(32) KELSEN, Hans. Teoría Pura del Derecho. Traducido por Moisés Nilve. 18va. edición. Arequipa, 1991. pp. 64 y 65.
(33) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 89.
(34) En la misma línea, Fernández - Galiano señala que si bien la ley natural es apta para regular los comportamientos en
líneas generales, es insuficiente para regular de manera inmediata las complejas relaciones sociales manifestadas
diariamente. Asimismo, este autor establece una serie de justificaciones para la existencia de leyes positivas, entre las
que se encuentran: la falta de una sanción adecuada en la ley natural, la exigencia de regular conductas no ordenadas
por la ley natural como la circulación de vehículos, etcétera. Véase: FERNÁNDEZ - GALIANO, Antonio. Derecho
natural. Op. cit.; pp. 90 y siguientes.
(35) Asimismo, Welzel señala que “(...) el jurista recurre siempre nuevamente a la norma positiva y da preferencia al orden
existente, no porque venere el poder, sino porque reconoce en el orden positivo el primer valor elemental del derecho:
la superación del caos y la seguridad de la existencia de todos”. WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural. Op. cit.;
p. 34.
(36) En especial en la tradición del Common Law en la que el juez crea el derecho.
175
Romy Chang Kcomt
ius et veritas 31
constituye un fin deseable imposible de alcanzar
sin una clara separación entre ambas corrientes,
y en tanto considera importante que un juez distinga
si está aplicando Derecho positivo preexistente o
una idea preconcebida de tal Derecho; al ser que
“El conocimiento del ámbito exacto de su libertad
hará que el juez advierta el verdadero alcance de
su responsabilidad como creador de Derecho. Tal
conocimiento le permitirá sustituir la racionalización
por el razonamiento”(37). Otro sector de la doctrina
niega la importancia de la separación de ambas
corrientes, afirmando que “El Derecho para exigir
obediencia, tiene que satisfacer el ‘mínimum ético’
de una comunidad”, máxime cuando “En la
evolución del sistema del common law la oposición
entre el Derecho natural y el Derecho positivo es
superada constantemente”(38).
Nosotros consideramos que la exigencia de un
Derecho positivo ordenador que proporcione
seguridad jurídica no elimina la posibilidad de un
orden natural que permita valorar las normas
vigentes en dicho ordenamiento, en tanto la mera
validez y posterior vigencia de una norma conforme
a los parámetros impuestos por el legislador no la
hace justa (rechazamos cualquier ideología
positivista radical), haciéndose necesario recurrir
a un parámetro natural que proporcione un baremo
de justicia respecto a la misma(39) que, a su vez,
legitime el deber de obediencia al sistema jurídico
impuesto (40). Negar la existencia del Derecho
natural como parámetro de justicia y la
consecuente legitimidad que puede proporcionar
a efectos del cumplimiento y la interpretación de
176
las normas positivas, implicaría encontrar en estas
últimas una validez innata y circunscrita, que nos
llevaría a la aceptación de la ideología positivista
rechazada líneas previas. La negación del Derecho
natural como referente de valor nos llevaría a un
mero formalismo de la ciencia jurídica, donde “(...)
el fin de la investigación no es ni la explicación
causal ni la justificación teleológica de un instituto,
sino la determinación de su estructura
normativa”(41). Dicho formalismo excluyente implica
la reducción de los comportamientos humanos a
meras estructuras, lo que, a su vez, conllevaría a
una interpretación formalista de la norma, que olvida
la razón de ser de la misma, y nos deja en un
mero tecnicismo con interpretaciones
contradictorias y carentes de todo sentido.
No obstante ello, que propugnemos la
coexistencia del Derecho positivo y del Derecho
natural en nada significa que el segundo se
encuentre en una posición de preeminencia
respecto al primero, o viceversa, en tanto ambos
se desenvuelven en dos planos distintos: mientras
la norma positiva establece lo que es y las pautas
o reglas de conducta que rigen las relaciones entre
los hombres, el Derecho natural proporciona un
parámetro de valoración de las mismas, a fin de
determinar lo que debe ser y modificar -a futurolas normas que se consideren injustas conforme
a dicho parámetro. Puede decirse entonces que
“El Derecho natural está necesariamente referido
al Derecho positivo y este a aquel; solamente en
su unión se da el Derecho concreto de cada
comunidad” (42). Esto no significa que, ante la
(37) SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Op. cit.; pp. 44 y 45.
(38) KESSLER, citado por SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Op. cit.; p. 44, nota al pie Número 35.
(39) O lo que es denominado por Hervada como “el baremo objetivo de enjuiciamiento”. HERVADA, Javier. Introducción
crítica al derecho natural. Op. cit.; p. 213.
(40) “El deber de obedecer el derecho es un deber moral hacia el sistema jurídico, no es un deber jurídico conforme al
sistema. El deber hacia el sistema no puede derivarse del sistema mismo sino que tiene que surgir de reglas o principios
que están fuera del mismo”, esto en tanto la función del derecho natural es la de otorgar validez moral al derecho
positivo. ROSS, Alf. El concepto de validez y otros ensayos. Op. cit.; p. 19. También véase: VERDROSS, Alfred. La
filosofía del derecho del mundo occidental. Op. cit.; p. 392.
(41) BOBBIO, Norberto. El problema del positivismo jurídico. Op. cit.; p. 24. Acerca del formalismo científico, este autor
continúa diciendo: “El parentesco entre este formalismo de la ciencia jurídica y el normativismo es evidente; pues, sobre
la base de la concepción formal de la ciencia jurídica se encuentra la concepción del derecho, propia de la teoría
normativa, según la cual el derecho es un conjunto de calificaciones normativas de comportamiento, con lo que la tarea
de una investigación científica del derecho se resuelve en una reducción de los comportamientos a las estructuras y
en una continua constitución y reconstitución de las estructuras mismas”. Ibid.; p. 25.
(42) VERDROSS, Alfred. La filosofía del derecho del mundo occidental. Op. cit.; pp. 393 y 394. En la misma línea, resulta
interesante el símil hecho por Dalmacio Negrón Pavón, quien, en la introducción que hace a una traducción del libro de
Hegel, afirma que el derecho natural y el derecho positivo “(...) no se oponen entre sí, sino que su relación es análoga
a la de Instituta, entendida como conjunto de principios generales, respecto a las Pandectas, ese cuerpo de casos
jurídicos en los cuales se desarrollan los principios”. Cfr. HEGEL. Sobre las maneras de tratar científicamente el
derecho natural. Introducción y traducciones de Dalmacio Negro Pavón. Madrid: Aguilar, 1979. p. XLIII.
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
amenaza de una norma positiva a los postulados
del Derecho natural, esta se considere nula o vacía
de contenido, siendo inevitable su aplicación en
tanto se encuentre vigente(43).
Ahora bien, con esta última afirmación, que para
el iusnaturalismo clásico ideológico tomista sería
rechazada de plano(44), no significa que hayamos
olvidado el gran “pecado original” del positivismo
jurídico: la teoría de la omnipotencia jurídica del
legislador(45), en tanto es necesario tomar en cuenta
el fenómeno de positivización que ha acompañado
al Derecho natural a lo largo de la historia y que
coadyuva a los postulados de un Estado Social y
Democrático de Derecho. Una postura intermedia
la encontramos en Welzel, para quien las
estructuras lógico-objetivas (46) constituían
limitaciones materiales al legislador, en tanto las
normas debían responder a la realidad o al
transcurso lógico de las cosas. Así, para este autor
alemán, el Derecho positivo no podía crear el
concepto de acción, siendo necesario presuponer
la estructura categorial del hacer humano(47). De
esta manera, “El Derecho natural no puede
encontrarse fuera o por encima del Derecho
positivo, sino que está -como límite inmanentedentro de él mismo; para verlo basta solo tener la
mirada despejada”(48). Según Welzel, la discusión
no debía girar en función a una oposición entre
ambas corrientes (iusnaturalismo y positivismo),
sino que debía recogerse lo utilizable de cada una
de ellas: “Sin positividad, el Derecho es simple
abstracción o aspiración ideal de un orden posible,
sin su nota axiológica fundamental es mera fuerza
incapaz de cumplir con el postulado originario de
toda ordenación: la protección del ser humano”(49);
sin embargo, para este autor alemán, “El Derecho
positivo es solo el transformador mediante el cual
el Derecho natural se vuelve practicable en la
realidad. Tiene por lo tanto que retroceder cuando
no responde a las exigencias de la justicia, es
decir, del Derecho natural. El Derecho natural vence
al Derecho positivo”. Nosotros no compartimos lo
expuesto por Welzel en este extremo, en tanto no
consideramos que el Derecho positivo deba
recoger de manera excluyente y única los
postulados del Derecho natural; es decir, el
Derecho positivo no solo existe en tanto réplica
del Derecho natural, sino en tanto creación
voluntaria del legislador, quien actúa en referencia
a un parámetro de justicia.
En tal sentido, a falta de toda norma aplicable,
no cabe duda que las sentencias o arbitrajes de
los primeros (“primitivos”) jueces tuvieron que
apoyarse en normas de Derecho natural(50); de
manera que ha existido una tendencia constante
en todos los ordenamiento jurídicos a positivizar
los postulados del Derecho natural, colocándolos
en normas positivas o standards jurídicos(51),
garantizando con ello su cumplimiento como ley
positiva vigente en el ordenamiento jurídico(52). Así,
ius et veritas 31
(43) Cabe resaltar que Verdross considera que es posible ejercer una resistencia pasiva a las leyes positivas que
contravengan el derecho natural, esto solo en la medida en que no se dañe al orden público de la comunidad; siendo
que, para este autor, las ideas de orden y seguridad existen enraizadas en el derecho natural. VERDROSS, Alfred. La
filosofía del derecho del mundo occidental. Op. cit.; pp. 393 y 394. No compartimos esta posibilidad de resistencia
pasiva a las normas positivas, pues esto generaría un ambiente de confusión e inseguridad; siendo que -como se
explicará más adelante- la propia coexistencia entre derecho positivo y derecho natural proporciona mecanismos de
solución de conflictos que permiten impedir una situación contraria al derecho natural. Infra 3.
(44) “(...) toda ley por hombres instituida tanto tiene de verdadera ley en cuanto se deriva de la ley natural; pero si en algo
está en desacuerdo con la ley natural, ya no será ley, sino corrupción de la ley”. El subrayado es nuestro. SANTO
TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. Selección, C. 95, a.2), introducción y notas por P. Ismael Quiles. 9na. edición.
Madrid: Espasa - Calpe, 1979. p. 126.
(45) WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural. Op. cit.; p. 35.
(46) Ernesto Garzón Valdés señala sobre las estructuras lógico - objetivas que: Estas estructuras son objetivas porque
una vez conocidas, existen independientemente de toda aceptación o rechazo posterior. Y son lógicas porque su
inobservancia trae aparejada contradicción interna y falta de unidad en el orden jurídico. El legislador que no respeta
estas estructuras lógico – objetivas dicta una legislación falsa, con laguna, es decir, ineficaz. Estas estructuras se
encuentran en el campo del ser del derecho y no del deber ser jurídico, entendido esto último como el ámbito del
derecho que debe ser. Por eso es que Welzel las llama también estructuras ontológicas, para evitar toda posible
confusión con lo axiológico. En: WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural. Op. cit.; p. 113.
(47) Ibid.; p. 39.
(48) Ibid.; p. 41.
(49) GARZÓN VALDÉS, Ernesto. En: WELZEL, Hans. Más allá del derecho natural. Op. cit.; p. 121.
(50) FERNÁNDEZ - GALIANO, Antonio. Derecho natural. Op. cit.; p. 97.
(51) ROSS, Alf. El concepto de validez y otros ensayos. Op. cit.; p. 13.
(52) VERDROSS, Alfred. La filosofía del derecho del mundo occidental. Op. cit.; p. 396.
177
Romy Chang Kcomt
ius et veritas 31
en la línea de lo expuesto, la positivización de los
postulados del Derecho natural se traduce por lo
general en la existencia de ciertos derechos
llamados fundamentales, cuya regulación se
mantiene en cada ordenamiento jurídico a lo largo
de la historia, incluyéndose o agregándose otros
nuevos en función al develamiento progresivo de
los mismos(53); estos coadyuvan a que las leyes
positivas no configuren meras disposiciones
arbitrarias del legislador, máxime cuando muchas
veces su actuación, en lugar de seguir criterios de
justicia, gira en función a criterios de
conveniencia(54). La posición sustentada ha sido
en alguna oportunidad recogida por el Tribunal
Constitucional Peruano, el que mediante sentencia
emitida el 6 de agosto de 1996, con ocasión del
expediente 318-96-HC/TC, Lima, estableció que
“La persona humana por su dignidad tiene derechos
naturales anteriores a la sociedad y al Estado,
inmanentes a sí misma, los cuales han sido
progresivamente reconocidos hasta hoy en su
legislación positiva como Derechos Humanos de
carácter universal, entre los cuales los derechos a
la vida y a la salud -ligados al instinto de
conservación- son de primerísimo orden e
importancia, se hallan protegidos inclusive a través
de tratados internacionales que obligan al Perú,
por que en ellos se funda la legitimidad moral de
toda autoridad”(55).
Por otro lado, consideramos importante aclarar
que el hecho de que ciertos postulados, principios
o valores del Derecho natural se positivicen, no
significa que se conviertan en Derecho positivo(56).
Así, por ejemplo, regular expresamente en las
constituciones el respeto por la dignidad humana
178
no hace que dicho postulado natural se torne
positivo y deje de pertenecer al ámbito del primero,
pues se mantendrá como tal incluso a pesar de
ser derogado; siendo que la pérdida de eficacia en
su ejercicio, hará que el Derecho natural prescriba
su reincorporación al ordenamiento positivo(57). Sin
embargo, cabe tomar en cuenta que también
existen situaciones en las que en lugar de un
defecto en la regulación del algún postulado de
Derecho natural, el legislador peca de exceso, a
través de un ánimo desmedido de protección que
lo hace emitir una serie de normas contradictorias,
en aras a la protección de determinado postulado
indispensable para las relaciones de convivencia
al interior de una sociedad, lo que a la larga lo
convierte en un mero tecnócrata.
Adicionalmente, la doctrina ha calificado a las
leyes positivas que contravienen el Derecho natural
como “leyes injustas”, sobre todo cuando la
voluntad humana, en contraste con el Derecho
natural se presenta como injusta o arbitraria(58); y
en tanto las fuentes que alimentan a ambas
corrientes son distintas (en el caso del Derecho
positivo, la voluntad del soberano, legislador,
dictador, etcétera; y, en el caso del Derecho natural,
dios, la naturaleza, la razón, entre otros). La ventaja
de la positivización de los postulados
iusnaturalistas radica en la fuerza coactiva que
ejerce el Estado para el cumplimiento de las
mismas, léase para el cumplimiento de
determinadas condiciones hipotéticas que dan
lugar a una consecuencia; de modo tal que se
configura una articulación dualista sustentada por
el Estado: la norma se dirige no solo a quien debe
cumplirla (en términos de “yo debo”, “yo tengo que”)
(53) HERVADA, Javier. Introducción crítica al derecho natural. Op. cit.; pp. 201 y 202.
(54) FERNÁNDEZ - GALIANO, Antonio. Derecho natural. Op. cit.; p. 98.
(55) Jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Tomo I. Período 96-97. Lima: Gaceta Jurídica, 1998. pp. 102 y 103. También
citada por BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. Positivismo jurídico y derechos humanos. Algunos problemas generados
por una “neutralidad valorativa” en una teoría sobre derechos humanos. En: ius et veritas. Número 24. Junio 2002. p.
125.
(56) HERVADA, Javier. Introducción crítica al derecho natural. Op. cit.; p. 209.
(57) En contra SILVING, Helen. Derecho positivo y derecho natural. Op. cit.; p. 22, quien afirma: “Los juristas tienen
tendencia a llamar de ‘Derecho natural’ las reglas que desde hace largo tiempo forman parte del Derecho positivo.
Hablan así de los ‘Derechos naturales del hombre’, aun cuando todos los aspectos de estos Derechos, que en un
tiempo fueron naturales, han quedado, desde entonces, bien definidos y circunscritos por reglas jurídicas positivas y
han dejado por ello de ser “naturales”.
(58) “Cuando el legislador, al dictar las normas positivas, se inspire en la ley natural, la justicia de esta se transfundirá a
aquellas, que serán, por tanto, leyes justas. Más también puede acontecer que los preceptos positivos se aparten e
incluso contradigan los postulados iusnaturales, con lo que aquellos habrán de ser considerados como leyes injustas
por cuando en ellos no se encontrará, en efecto, el valor justicia”. FERNÁNDEZ - GALIANO, Antonio. Derecho natural.
Op. cit.; p. 98.
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
-como ocurre con las normas de Derecho natural-,
sino también a quien debe imponer la consecuencia
o ejercer el acto coactivo: el juzgador; la imposición
de dicha fuerza coactiva, implica una organización
que se sustenta en el Estado(59). Sin embargo, si
bien resulta necesaria la existencia de un Derecho
positivo, también es necesario un parámetro de
justicia (Derecho natural) que elimine cualquier tipo
de relativismo jurídico al que pueda llevarnos la
imposición de normas positivas en “términos de
conveniencia exclusiva para el legislador”(60); caso
contrario, incluso podríamos caer en el problema
de la “tecnocracia” (abundancia de normas
contradictorias sin referencia a un postulado de
justicia).
3. Criterios para la solución de conflictos entre
normas
Por otro lado, como lo hemos señalado párrafos
precedentes, no es que el Derecho positivo se
encuentre por encima del Derecho natural, o
viceversa; sino que ambos cumplen una función
distinta en torno a la unidad de determinado
ordenamiento jurídico (por un lado sistematización
teórica, mejora en la aplicación práctica y
efectividad en el cumplimiento de las
disposiciones; y, por el otro, parámetro de justicia
-juicio de valor- respecto de las disposiciones en
cuestión). En tal sentido, resulta indispensable
establecer ciertos criterios para la solución de
conflictos, sin perder de vista que se trata de dos
planos que -juntos, aunque corriendo en cuerdas
separadas- conforman el íntegro de nuestro
ordenamiento(61).
Así, ante un conflicto entre dos normas de
Derecho positivo, y tomando en cuenta que los
postulados de Derecho natural proporcionan un
juicio de valor de justicia, se debe buscar la
interpretación acorde con el Derecho natural y
preferir la norma que se encuentre en coherencia
con el mismo. Esto, sobre todo cuando ha existido
ius et veritas 31
(59) “(...) el derecho positivo, a causa de naturaleza de normación humano-arbitraria cuyos preceptos tienen que ser
normas coactivas a falta de la evidencia de su justicia, y de la necesidad consiguiente de un órgano que realice el acto
coactivo, tiene la tendencia inmanente a convertirse, de una ordenación coactiva en una ‘organización’ coactiva
específica. Esa ordenación coactiva, especialmente al ser organización coactiva, es el Estado. Y así puede también
decirse que el Estado es la forma perfecta del derecho positivo”. KELSEN, Hans. La idea del derecho natural. En: La
idea del derecho natural y otros ensayos. Buenos Aires: Losada, 1946. p. 22.
(60) Una posible crítica a lo señalado giraría en torno al hecho de que los postulados del derecho natural no han sido los
mismos a lo largo de la historia, sino que han ido variando conforme a los contextos de cada época (de un origen divino
se pasó a postulados racionalistas), con lo cual también el Derecho natural podría llevarnos al relativismo. Sin embargo,
esto resulta inexacto en tanto si bien los postulados del Derecho natural pueden variar en el tiempo, su permanencia
gira en torno a corrientes de pensamiento que perduran años, y que se van formando con el quehacer diario de los
individuos; siendo que no dependen de un mero período de gobierno o de ideas impuestas por el legislador del
momento, perduran de generación tras generación en función al contexto histórico.
(61) La unidad del Derecho no implica simplemente una no contradicción entre las normas de Derecho positivo, sino también
una coherencia entre estas y las normas de Derecho natural, para lo que resulta necesario establecer reglas o
criterios de interpretación de la ley positiva, conforme a los parámetros de la ley natural. En esta línea, HERVADA señala
que “Cuando se observa un posible contraste entre los términos de la ley positiva -o de un negocio jurídico- y el
Derecho natural, la norma positiva -o en su caso el negocio jurídico- debe interpretarse de acuerdo con el Derecho
natural, en los términos de la norma positiva. La reconducción de la ley positiva a la ley natural es resultado de la unidad
del ordenamiento y de la prevalencia del Derecho natural; la limitación a los términos de la ley positiva es exigencia de
la formalización”. Cabe resaltar que no estamos de acuerdo con Hervada en el extremo en que señala que “(...) el
Derecho natural prevalece sobre el Derecho positivo”, en tanto -como se verá más adelante- ello implicaría desconocer
una norma positiva que contravenga el Derecho natural no positivizado; lo que es inaceptable de cara al formalismo
científico propio del Derecho. Supra nota 65. Cfr. HERVADA, Javier. Introducción crítica al derecho natural. Op. cit.;
pp. 208 y 209. También Bustamante señala que es imposible “(...) construir una teoría de los Derechos Humanos sobre
la base de un positivismo jurídico que postule una neutralidad frente a los valores (es decir, sobre la base de cierta
postura que entienda al orden jurídico positivo como un todo, sin referencia alguna a determinados valores o a criterios
de moralidad)”, Cfr. BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. Positivismo jurídico y derechos humanos. Op. cit.; p. 133. Al
respecto, resulta importante precisar lo que Bobbio entiende por la teoría del ordenamiento jurídico la que constituye
“(...) la contribución original del positivismo a la teoría general del derecho”, en: BOBBIO, Norberto. El positivismo
jurídico. Lecciones de Filosofía del Derecho reunidas por el doctor Nello Morra. Madrid: Debate, 1993, p. 201; citado por
BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. Positivismo jurídico y derechos humanos. Op. cit.; p. 132, nota al pie 29. Así, algo
puede ser considerado como ordenamiento jurídico, pero no ostentar la característica de sistema, “(…) entendiendo
por ‘sistema’ una totalidad ordenada, o sea, un conjunto de entes, entre los cuales existe un cierto. Para poder hablar
de orden es necesario que los entes constitutivos no estén tan solo en relación con el todo, sino que estén en relación
179
Romy Chang Kcomt
a lo largo de la historia un fenómeno de
positivización de los postulados de Derecho natural
que ha convertido a estos en exigibles en tanto
normas de Derecho positivo, y que se ubican -en
su mayoría- en la norma fundamental o
Constitución Política de cada Estado. En otras
palabras, frente a la contradicción entre dos normas
positivas, deberá preferirse la que recoge los
postulados de Derecho natural, o en términos
positivistas, la que se encuentre en la norma
fundamental de la que se derivan todas las demás
normas del ordenamiento jurídico(62). En este primer
nivel se encontrarán -sino todas- la mayoría de los
conflictos existentes entre normas, ya que a lo
largo de los años, el legislador se ha preocupado sobretodo en Estados modernos liberales y a
efectos de legitimar su existencia- de recoger en
las constituciones todos los postulados de Derecho
natural fundamentales, de modo que por lo general
frente a un conflicto entre dos normas positivas,
siempre deberá preferirse la que mejor se condiga
con el Derecho natural, al ser este el que
proporciona las pautas objetivas de lo que es justo.
Es aquí donde cobran sentido, por ejemplo, los
mecanismos de control constitucional de
normas(63), o los principios o técnicas de solución
de conflictos entre leyes positivas (la preferred
position, el balancing, el principio de equilibrio o la
ponderación entre bienes, los límites internos o el
contenido propio de los derechos fundamentales,
etcétera(64)); estos últimos, sobre todo cuando se
ius et veritas 31
(62)
(63)
180
(64)
(65)
trate de conflictos entre dos postulados del Derecho
natural que hayan sido recogidos en dos normas
positivas distintas, con lo cual, en estricto, se
tratará de un conflicto entre dos normas de Derecho
positivo. Como puede verse, la positivización de
los postulados iusnaturalistas ha devenido en la
aplicación de los mismos como normas positivas,
lo que de ningún modo significa -como se ha
señalado líneas previas- la pérdida de la esencia
de estos, en tanto pertenecientes al ámbito del
Derecho natural.
Ahora bien, distinta será la solución al conflicto
entre una norma positiva y otra de Derecho natural
no recogida por el legislador, en tanto en este
supuesto dejar de aplicar la norma positiva generaría
incertidumbre, desorden y caos al interior de un
Estado, máxime cuando los postulados del
Derecho natural son imperativos, pero no coactivos
en un ordenamiento jurídico (su cumplimiento no
es susceptible de imposición mediante coacción,
y muchas veces no se encuentran interiorizados
por igual en todos los individuos), razón por la cual
en la historia se han positivizado sus postulados.
Consideramos que en este caso (sumamente
excepcional en tanto implica la existencia de un
postulado de Derecho natural no positivizado, y
esto es sumamente extraño en un Estado), deberá
aplicarse la norma positiva en aras de la unidad y
coherencia en el ordenamiento jurídico, primando
la certeza y seguridad sobre el relativismo, al que
conllevaría la búsqueda del Derecho justo(65). Ahora
de coherencia entre sí. Ahora bien, cuando se pregunta si un ordenamiento jurídico constituye un sistema, se pregunta
si las normas que lo componen están en relación de coherencia entre sí, y en qué condiciones es posible esta relación”,
BOBBIO, Norberto. Teoría general del Derecho. Traducción de Eduardo Rozo Acuña. 4ta. Reimpresión. Madrid:
Debate, 1996. p. 189. Continúa diciendo este autor: “Se dice que un ordenamiento jurídico constituye un sistema porque
en él no pueden coexistir normas incompatibles. Aquí, ‘sistema’ equivale a validez del principio que excluye la
incompatibilidad de las normas. Si en un ordenamiento existieran dos normas incompatibles, una de las dos, o ambas,
deben ser eliminadas. Si esto es verdad, quiere decir que las normas de un ordenamiento tienen cierta relación entre
sí, y que esta relación es una relación de compatibilidad, que implica la exclusión de la incompatibilidad.” BOBBIO,
Norberto. Teoría general del Derecho. Op. cit.; p. 195.
KELSEN, Hans. Teoría Pura del Derecho. Op. cit.; pp. 203 y siguientes.
En el Perú existe un mecanismo de control mixto: un sistema de control concentrado, ejercido por el Tribunal Constitucional;
y un sistema de control difuso o inaplicación de una norma en el caso concreto, que puede ser ejercido por cada juez.
QUIROGA LEÓN, Aníbal. El Debido Proceso Legal en el Sistema Jurídico Peruano. Lima: Jurista Editores, 2003. p. 86.
Una revisión de dichas técnicas la encontramos en: BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. Derechos fundamentales y
proceso justo. Lima: Ara. pp. 121 y siguientes.
En esta línea, Bobbio señala que el derecho en tanto ciencia, requiere de un formalismo científico que otorgue
seguridad, certeza y coherencia al ordenamiento jurídico. Así, señala “En cuanto a la consideración de la ciencia
jurídica como ciencia formal, la tendencia a la formalización es propia de toda investigación que se presente como
ciencia rigurosa, independientemente de la naturaleza de su objeto junto a los valores substanciales se encuentran los
valores formales, tales como el orden, la permanencia y la coherencia. Estos valores presiden la experiencia jurídica
y la caracterizan, y prescindir de ellos significa privarse de los principales puntos de apoyo para la comprensión del
fenómeno jurídico. El formalismo sigue al Derecho como la sombra sigue al cuerpo; intentar eliminarlo sería lo mismo que
intentar hacerlo con la sombra a costa del propio cuerpo”, lo que no significa de modo alguno olvidar el parámetro de
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
bien, esto no significa que la existencia de una
norma positiva catalogada de injusta en función a
parámetros de Derecho natural deba seguir siendo
aplicada en el ordenamiento jurídico. Justamente
aquí se evidenciará la función que el Derecho
natural cumple como juicio de valor, en tanto su
misión será la prescripción de la derogación o
reformulación de la misma según criterios de
justicia, lo que en un Estado Social y Democrático
de Derecho será imprescindible, en tanto su
legitimidad radica en la protección de ciertos
derechos fundamentales que constituyen
postulados del Derecho natural(66). Sin embargo,
antes de propugnar cualquier reforma modificatoria
del ordenamiento vigente, deberá analizarse si ese
nuevo postulado de Derecho natural, al que
contraviene la norma positiva y que no se encuentra
reconocido como ley positiva vigente, contradice
lo que señalado en la Constitución Política, en tanto
de ser este el caso, no deberá propugnarse reforma
legislativa alguna, debido a la misma razón que
sustenta la aplicación de la norma positiva
contradictoria, es decir, la unidad y coherencia en
el ordenamiento jurídico. En tal sentido, todo
análisis para la solución de conflictos entre normas
debe pasar por un tamiz constitucional, en tanto
esta constituye la norma suprema e inspiradora
que recoge los principios de Derecho natural en
un Estado(67).
Por otro lado, no cabe duda después de lo
expuesto, la solución a seguirse en el caso de
lagunas o materias no previstas en el ordenamiento
positivo. Estos supuestos serán resueltos en
aplicación de los postulados del Derecho natural,
de modo que: “las leyes naturales son obligatorias
cuando callan las leyes positivas” (69); máxime
cuando -como lo hemos señalado anteriormentetanto la ley natural, cuanto la ley positiva cumplen
una función distinta en torno a la unidad de
determinado ordenamiento jurídico.
Esta unidad y coherencia en el ordenamiento
jurídico a la que se hace alusión implica la
ius et veritas 31
justicia que proporciona el Derecho natural para la interpretación de las normas. BOBBIO, Norberto. El problema del
positivismo jurídico. Op. cit.; p. 34.
(66) Al respecto, Ferrajoli señala que la gran característica del estado de Derecho es la incorporación de límites al legislador,
los que se constituyen gracias a la incorporación de los derechos naturales en leyes positivas. Así: “La gran innovación
institucional de la que nació el estado de derecho fue sin embargo la positivización y constitucionalización de estos
derechos a través de lo que (...) he llamado ‘incorporación limitativa’ al ordenamiento jurídico de los deberes
correspondientes impuestos al ejercicio de los poderes públicos. Es con la estipulación constitucional de tales derechos
públicos cuando los derechos naturales pasan a ser derechos positivos inviolables y cambia así la estructura del
estado, a partir de ahora ya no absoluto, sino limitado y condicionado”. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y razón. Teoría del
garantismo penal. Traducido por Perfecto Andrés Ibáñez, Alfonso Ruiz Miguel y otros. Madrid: Trotta, 1995. pp. 859 y
860.
(67) Al respecto, Kelsen señala: “Una pluralidad de normas constituye una unidad, un sistema o un orden cuando su validez
reposa, en último análisis, sobre una norma única. Esta norma fundamental es la fuente común de validez de todas las
normas pertenecientes a un mismo orden y constituye su unidad. Una norma pertenece, pues, a un orden determinado
únicamente cuando existe la posibilidad de hacer depender su validez de la norma fundamental que se encuentra en
la base de ese orden”, en: KELSEN, Hans. Teoría Pura del Derecho. Op. cit.; pp. 191 y 192. Asimismo, Bidart establece
que “(...) la constitución es la normación primera y última de la cual deriva y en la cual se sostiene el orden jurídico como
estructura jerárquicamente escalonada (stufenbau). Ello implica diversas consecuencias: a) la constitución es la
fuente primaria de validez positiva del orden jurídico; b) la constitución habilita la creación sucesiva y descendente de
ese mismo orden en cuanto a la forma y en cuanto al contenido del sistema normativo; c) la constitución obliga a que
el orden jurídico sea congruente y compatible con ella; d) la constitución descalifica e invalida cualquier infracción a
ella. Resumiendo: el orden jurídico “debe estar” de acuerdo con la constitución y no debe transgredirlo. Si la ruptura de
ese ligamen de subordinación se produce, la violación implica una anticonstitucionalidad o inconstitucionalidad”. BIDART
CAMPOS, German. La interpretación y el control constitucionales en la jurisdicción constitucional. Buenos Aires:
Ediar, 1987. pp. 37 y 38. En la misma línea, Hesse describe una serie de principios de cara a un interpretación tópica de
la Constitución, como los de: unidad de la Constitución (la Constitución no debe ser interpretada de modo aislado),
concordancia práctica (ante un conflicto entre los bienes jurídicos constitucionales, estos deben ser coordinados de
forma tal que en la solución del problema conserven su entidad), corrección funcional (la interpretación no puede
modificar el modo y las funciones establecidas por la Constitución), eficacia integradora (promover y mantener la
unidad política de la Constitución), fuerza normativa de la Constitución (dar preferencia en la solución de los problemas
jurídico-constitucionales a aquellos que ayuden a las normas constitucionales a obtener la máxima eficacia), ver:
HESSE, Konrad. Escritos de Derecho Constitucional. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1983. pp. 48-51.
(69) Señalado por Bobbio, al interpretar el Leviatán de Hobbes. Así, Bobbio continúa diciendo: “Es indudable para Hobbes
que en las materias no previstas en el ordenamiento positivo el juez ha de recurrir para la solución del caso a la ley
natural”. BOBBIO, Norberto. Thomas Hobbes. Traducido por Manuel Escrivá de Romaní. 2da. edición en español.
México: Fondo de Cultura Económica, 1992. p.116.
181
Romy Chang Kcomt
ius et veritas 31
predictibilidad que ostenten las resoluciones
judiciales, lo que gira en torno a la elaboración e
interpretación que los aplicadores del Derecho
(jueces) hagan de las normas positivas vigentes y
de los postulados del Derecho natural. En esta
línea, consideramos que la idea de justicia que
trae consigo el Derecho natural positivizado -y que
sirve de parámetro para la interpretación de las
normas- genera predictibilidad respecto de las
resoluciones judiciales, a efectos de que el
ciudadano conozca que toda interpretación de las
normas debe hacerse en función a parámetros
iusnaturalistas recogidos en la Constitución en
forma de derechos fundamentales, que recortan
las reacciones subjetivas que pueda tener el juez,
quien -como lo hemos descrito antes- cuenta con
criterios o normas objetivas para la resolución de
conflictos(70).
Consideramos que lo hasta aquí afirmado en
torno a la relación entre el iusnaturalismo y el
positivismo jurídico, será de aplicación para
cualquier contenido que se quiera dar a los
postulados de justicia (Derecho natural), en tanto
el esquema y las relaciones existentes entre los
postulados del Derecho natural y el positivismo
jurídico resultan invariables de cara a una unidad
en el ordenamiento jurídico. Hasta el momento,
182
hemos evitado dar una definición propia de lo que
entendemos por Derecho natural y de los
postulados de justicia que se derivan del mismo,
lo que desarrollaremos a profundidad en una
posterior investigación; debido a que se trata de
un tema que amerita una investigación exclusiva
por su complejidad. No obstante, y con el riesgo
de no ser exhaustivos, esbozaremos un referente
concreto del contenido del Derecho natural que se
encuentre acorde con un Estado Social y
Democrático de Derecho como el nuestro. En tal
sentido, consideramos a efectos del presente
trabajo, como primer y único Derecho natural que
permita al hombre vivir en sociedad, el de la
supervivencia, situación que le es innata y de la
que se derivan una serie de postulados que
coadyuvan a que la misma se de en los mejores
términos (al hombre no solo le es innata la
supervivencia, sino la misma cada vez en mejores
términos), y que a lo largo de la historia han sido
denominados derechos naturales (verbigracia
derecho a la vida, a la libertad, a la igualdad, a la
propiedad, al honor, a la libertad de información, a
la salud, etcétera)(71); término a nuestro parecer
confuso e incorrecto, debido a que da a entender
la existencia de varios derechos naturales(72). Esto
último resulta imposible en tanto si estos derechos
(70) Para la conexión entre el derecho positivo y la idea de justicia, veáse: ROSS, Alf. Sobre el derecho y la justicia.
Traducido por Genaro R. Carrió. Buenos Aires: Eudeba, 1963. pp. 272 y siguientes.
(71) Una definición de derechos naturales, y su distinción con los derechos civiles, la encontramos en Thomas Paine:
“Derechos naturales son aquellos que corresponden al hombre por el mero hecho de existir. De esta índole son los
derechos intelectuales o derechos de la mente, y también aquellos derechos de actuar, en cuanto individuo, para su
propia comodidad y felicidad, siempre que no lesione los derechos naturales de los otros. Son derechos civiles
aquellos que corresponden al hombre por el hecho de ser miembro de la sociedad. Todo derecho civil tiene por base
algún derecho natural preexistente en el individuo, pero cuyo disfrute personal no está suficientemente asegurado en
todos los casos. De esta índole son los que se relacionan con la seguridad y protección”. PAINE, Thomas. Los
derechos del hombre. Traducido por José Antonio Fernández de Castro y Tomás Muñoz Molina. 2da. edición. México:
Fondo de Cultura Económica, 1986. p. 61; también citado por HERNANDO NIETO, Eduardo. ¿Existen los derechos
naturales? En: Derecho Puc. Número 49. Lima: diciembre 1995. p. 332. Paine establece tres conclusiones respecto al
cambio sufrido por el hombre al convertirse de un individuo natural, en un miembro de la sociedad; así: “1. Que todo
derecho civil surge de un derecho natural, o, en otras palabras es un derecho natural cambiado. 2. Que el poder civil,
considerado propiamente, se compone del conjunto de aquella clase de derechos naturales del hombre, que son
defectuosos en el individuo por falta de poder y no responden a su finalidad, pero, al ser reunidos en un foco, resultan
eficaces para las finalidades de cada uno. 3. Que el poder resultante del conjunto de derechos naturales, imperfectos
en el individuo por falta de poder, no puede ser aplicado para invadir los derechos naturales retenidos por cada
hombre, en los cuales el poder de ejecutar es tan perfecto como el propio derecho”. PAINE, Thomas. Los derechos del
hombre. Op. cit.; p. 62.
(72) Respecto al concepto de Derechos Humanos, existen distintas palabras que expresan su contenido, pero que deben
diferenciarse en tanto poseen un matiz histórico, ideológico y filosófico distinto. El término “derechos naturales”
proviene del iusnaturalismo racionalista de Locke, y supone la existencia de derechos previos al poder y al Derecho
positivo, se descubren por la razón en la naturaleza humana, se imponen a todas las normas del Derecho creado por
el Soberano y constituyen un límite a la acción del mismo; ha sido dejado de lado por los iusnaturalistas contemporáneos.
El término “derechos públicos subjetivos” fue creado en el seno de la escuela del Derecho público alemán en el siglo
XIX como especificación del concepto más genérico de Derecho subjetivo, constituye la versión positivista de los
derechos naturales, aunque ha sido dejado de lado debido a que abarca los derechos propios del Estado social hoy
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
fueran propios a la naturaleza del hombre, no podría
existir contradicción entre los mismos, ni
preferencia o renuncia de uno en menoscabo del
otro (no podrían ocurrir supuestos en los que exista
un conflicto entre el derecho al honor y a la libertad
de información), lo cual no se constata en un plano
fáctico o real. En tal sentido, afirmar la existencia
de más de un Derecho natural (varios derechos
naturales) nos llevaría inevitablemente a
preguntarnos cuál de ellos debe primar, lo que a
nuestro parecer es imposible de resolver; así, para
Hernando Nieto”(...) el pretender presentar un listado
de derechos esenciales siempre sería un acto
arbitrario que colocaría derechos que no son
compartidos por todos o dejaría en el tintero
derechos reclamados por muchos”(73). En la misma
línea, este autor señala que “(...) tanto Hobbes
como Locke fueron lo suficientemente sabios como
para no hablar de derechos naturales en plural, es
decir, como para evitar hacer referencia a una
pluralidad de derechos que ineludiblemente
tendrían que provocar colisiones entre ellos
mismos. Para salvar este peligroso obstáculo, el
modelo de los derechos naturales tenía entonces
que sustentarse necesariamente en un único
derecho, del cual debían desprenderse los demás
en una suerte de orden jerárquico (sistema)”(74).
Ahora bien, esto no significa que no creamos en
la existencia de un grupo de derechos
fundamentales, constituidos por los postulados
(76)
vigente. El término “libertades públicas” es una dimensión positivista de origen francés, con cierto matiz iusnaturalista
producto de la revolución de 1789, aunque con un campo de expansión mayor que el término anterior; sin embargo,
también excluyen otros derechos propios del estado moderno, como los de participación seguridad social, salud,
educación, etcétera, por lo que tampoco resulta un término adecuado actualmente. El término “derechos morales” se
originó en la cultura anglosajona y supone la existencia de derechos previos al Estado, lo que implica una postura
iusnaturalista. Otro término es el de “derechos fundamentales” utilizado hoy en día con la finalidad de abarcar el íntegro
de los derechos, y que se despoja de cualquier connotación positivista o iusnaturalista en sí, lo que lo convierte a
nuestro parecer en un término más neutro que los anteriores. Consideramos este último el término más adecuado para
denominar a los postulados iusnaturalistas a los que se hacen alusión en el presente trabajo, que se derivan del
derecho natural para la vida del hombre en sociedad, como es la supervivencia. Ver: PECES-BARBA MARTÍNEZ,
Gregorio. Curso de Derechos Fundamentales, Teoría general. Volumen I. Madrid: Eudema, 1991. pp. 19 y siguientes.
HERNANDO NIETO, Eduardo. ¿Existen los derechos naturales? Op. cit.; p. 341.
Ibid.; p. 335.
Respecto a la distinción entre derechos fundamentales y derechos humanos, Pérez Luño señala que “En los usos
lingüísticos jurídicos, políticos e incluso comunes de nuestro tiempo, el término ‘derechos humanos’ aparece como un
concepto de contornos más amplios e imprecisos que la noción de los ‘derechos fundamentales’. Los ‘derechos
humanos’ suelen venir entendidos como un conjunto de facultades e instituciones que, en cada momento histórico,
concretan las exigencias de la dignidad, la libertad y la igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente
por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e internacional. En tanto que con la noción de los ‘derechos fundamentales’
se tiende a aludir a aquellos derechos humanos garantizados por el ordenamiento jurídico positivo, en la mayor parte
de los casos en su normativa constitucional, y que suelen gozar de una tutela reforzada”. PÉREZ LUÑO, Antonio. Los
derechos fundamentales. 4ta. Edición. Madrid: Tecnos, 1991. p. 46.
KELSEN, Hans. Positivismo Jurídico y doctrina del derecho natural. Op. cit.; p. 11.
ius et veritas 31
(73)
(74)
(75)
iusnaturalistas necesarios para la preservación de
la vida del hombre en sociedad, entendiendo por
derechos fundamentales un concepto integrador
de todos los derechos reconocidos en nuestro
ordenamiento jurídico(75).
De esta manera, en tanto consideramos la
supervivencia del hombre (instinto de conservación
natural inherente al hombre) como el único Derecho
natural a efectos de la conformación de una
sociedad civil y un posterior contrato social, lo justo
o injusto como criterios de valor estarán
determinados en función a lo bueno o malo para el
mismo. En resumen, puede decirse que el Derecho
natural es la fuente de la que se deriva la idea del
contrato social, en tanto la supervivencia del hombre
conlleva a su necesaria convivencia en sociedad.
No consideramos válidas en este extremo las
críticas formuladas por Kelsen, quien respecto al
instinto de conservación del hombre sustentado
por Tomás de Aquino, señalaba que “(...) es un
hecho innegable que este instinto no prevalece
siempre en todas las circunstancias, pues así lo
prueban las estadísticas del suicidio. Hay
situaciones en las cuales un hombre prefiere poner
fin a su vida, antes que continuarla en
circunstancias que él estima insoportables. E,
incluso, el hecho de un suicidio en masa ha sido
observado en algunas sociedades. Como el
suicidio existe realmente, este hecho es tan natural
como cualquier otro hecho existente”(76). Esta
183
Romy Chang Kcomt
crítica resulta efectista, en tanto busca asimilar
circunstancias particulares ocurridas en ciertos
individuos, a la naturaleza inherente al ser humano;
máxime cuando lo “natural” en el hombre es buscar
sobrevivir cada vez en mejores condiciones, y no
destruir su propia existencia.
4. Toma de posición: fundamento de la propiedad
privada
ius et veritas 31
En conclusión, consideramos imperioso que un
Estado cuente con un nivel de formalismo científico
que otorgue seguridad, certeza y coherencia a su
ordenamiento jurídico; lo que implica la creación
de un sistema de normas que no solo obliguen en
el ámbito interno del individuo, es decir, que se
encuentren únicamente dirigidas a los ciudadanos
como ocurre en el iusnaturalismo; sino que
obliguen al individuo en el ámbito interno y externo,
es decir, dirigiéndose a él y al aplicador del
Derecho que tenga en sus manos velar por el
cumplimiento coactivo -delegado por el Estado- de
dichas normas: no se tratará entonces de meras
normas imperativas, sino de normas coactivas
impuestas por un Estado que otorga y tutela
derechos.
Ahora bien, la opción por un positivismo en
cuanto método de aproximación al Derecho, y el
correspondiente formalismo científico que este trae
consigo, no significa que hagamos caso omiso a
la necesidad de un Derecho natural que sirva como
parámetro de justicia, a efectos de la interpretación
y creación de normas jurídicas. En tal sentido,
consideramos que la norma positiva no es justa
por el solo hecho de ser válida o vigente en el
ordenamiento, en tanto debe tomarse en cuenta
que el formalismo científico y el positivismo como
ideología radical no son conceptos análogos,
sinónimos o similares; siendo que el calificativo
de justo o injusto se encuentra en función del
Derecho natural que consideremos vigente. La
necesidad de tomar en cuenta un parámetro de
184
Derecho natural radica en la arbitrariedad a la que
se encuentra expuesto todo Estado en el que las
normas positivas sean creaciones voluntarias del
legislador, quien no siempre actúa en referencia a
un parámetro de justicia, sino que muchas veces
se deja llevar por intereses personales que ciegan
la razón de ser de una determinada norma. En
otras palabras, tanto el Derecho positivo como
mecanismo de aproximación, cuanto el Derecho
natural como parámetro de justicia, resultan
indispensables para la consecución de un Estado
garantista como el que ostenta nuestra
Constitución Política, y constituyen dos planos en
torno a la unidad de nuestro ordenamiento jurídico:
mientras la norma positiva establece lo que es y
las pautas o reglas de conducta que rigen las
relaciones entre los hombres (formalismo
científico), el Derecho natural proporciona un
parámetro de valoración de normas, y propugna la
modificación o derogación de lege ferenda de las
que se consideren injustas conforme a dicho
parámetro.
Lamentablemente, muchas veces nuestros
legisladores olvidan la existencia de los dos planos
a los que se hace alusión en la presente
investigación, y dejan de lado al Derecho natural
como parámetro de justicia, quedándose en un
mero formalismo jurídico que solo trae como
resultado una serie de normas contradictorias, con
supuestos de hecho lejanos a lo que acontece en
la realidad (tecnocracia). Ejemplo de ello
constituye el artículo 192, numeral 1 del Código
Penal (apropiación irregular)(77), que reprime con
una pena privativa de libertad no mayor de dos años
o con limitación de días libres de diez a veinte
jornadas, a quien se apropia de un bien que se
encuentre perdido sin observar lo dispuesto al
respecto en el Código Civil, el mismo que establece
la obligación para quien se encuentre un bien
perdido de entregarlo a la autoridad municipal
correspondiente, a efectos de que esta comunique
el hallazgo mediante anuncio público (78); esta
(77) Artículo 192 del Código Penal vigente. Apropiación irregular.
“Será reprimido con pena privativa de libertad no mayor de dos años o con limitación de días libres de diez a veinte
jornadas, quien realiza cualquiera de las acciones siguientes:
1. Se apropia de un bien que encuentra perdido o de un tesoro, o de la parte del tesoro correspondiente al propietario
del suelo, sin observar las normas del Código Civil (...)”.
(78) Artículo 932 del Código Civil vigente. Hallazgo de objetos perdidos.
“Quien halle un objeto perdido está obligado a entregarlo a la autoridad municipal, la cual comunicará el hallazgo
mediante anuncio público. Si transcurren tres meses y nadie lo reclama, se venderá en pública subasta y el producto
se distribuirá por mitades entre la Municipalidad y quien lo encontró, previa deducción de los gastos”.
¿Qué queda de la polémica entre el positivismo y el iusnaturalismo?
disposición resulta absurda y completamente
distante de lo que ocurre en la realidad: quien
encuentra un bien perdido se lo apropia.
La referencia constante a los postulados del
Derecho natural a la que se encuentra obligado
nuestro legislador se sustenta en tanto
consideramos al Estado como el encargado de la
tutela del Derecho natural que permite al hombre
vivir en sociedad, como es el de la supervivencia. A
nuestro parecer, el deseo de sobrevivencia es innato
al hombre y lo empuja a buscar vivir cada vez en
mejores condiciones, razón por la cual se ha visto
en la necesidad del establecimiento de un pacto
que constituya la sociedad civil, y que le permita la
creación de determinadas reglas de conducta que
recojan los postulados de Derecho natural que
hacen posible su sobrevivencia; máxime cuando la
misma conlleva a su necesaria convivencia en
sociedad. Al respecto, es necesario tener en cuenta
que los postulados derivados del Derecho natural a
la sobrevivencia no necesariamente se encuentran
recogidos en normas positivas, por lo que no deben
confundirse con los derechos fundamentales; así,
si bien existe una tendencia a positivizar los mismos
a efectos de que sirvan como límites para la
actuación del Estado, no podemos equiparar
“postulados del Derecho natural” y “derechos
fundamentales”, siendo que los primeros se
constituirán en derechos vigentes, una vez que sean
recogidos en una norma positiva (con la salvedad
ya señalada de que ello no significa que los
postulados que sean recogidos en normas pierdan
su esencia y dejen de ser postulados de Derecho
natural, para ser solo Derecho positivo, puesto que
incluso derogadas las normas, estos no dejarían
de tener vigencia en tanto parámetros de justicia;
propugnando su reincorporación en el ordenamiento
jurídico).
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Derecho Internacional del Trabajo
Derecho Internacional del Trabajo
Javier Neves Mujica(*) (**)
1. Fuentes del Derecho Internacional del Trabajo
1.1. Concepto de fuentes del Derecho
1.2. Las fuentes
1.2.1. Genéricas del Derecho Internacional
Con relación a las fuentes genéricas del
Derecho Internacional, los especialistas
consideran que las principales son, en este orden
lógico, los tratados, la costumbre internacional,
los principios generales y las resoluciones de las
organizaciones internacionales. Nosotros vamos
a ocuparnos centralmente de los tratados.
1.2.2. Específicas del Derecho Internacional del
Trabajo
Las fuentes específicas del Derecho
Internacional del Trabajo se encuentran en los
tratados sobre Derechos Humanos, con particular
énfasis en los que se refieren a derechos
económicos, sociales y culturales y, dentro de
ellos, particularmente los laborales. Estos últimos
son los convenios internacionales del trabajo.
También debemos comprender las resoluciones
emitidas por la Organización Internacional del
Trabajo.
1.3. El tratado
1.3.1. Concepto
La Convención de Viena sobre Derecho de
los Tratados de 1969, formula la siguiente
definición: “se entiende por tratado un acuerdo
(*) Decano de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ex Ministro de Trabajo.
(**) Ponencia presentada en Bogotá, Colombia, en octubre de 2005, en el marco de un Congreso de la Organización
Internacional del Trabajo.
ius et veritas 31
La expresión “fuentes del Derecho” es una
metáfora que alude al origen de las normas y se
utiliza, por la doctrina italiana, en dos grandes
sentidos: fuentes de la producción y fuentes del
conocimiento. En la primera acepción, se alude al
productor, es decir a quién produce, que es una
entidad investida de facultad para ello, así como al
procedimiento que dicho productor debe seguir para
ejercer su atribución, esto es, cómo se produce.
En la segunda, se hace referencia al producto, es
decir, a qué es lo producido.
De este modo, de un lado, tendríamos como
ejemplo de productor al Congreso y de
procedimiento al trámite parlamentario para generar
una ley, que normalmente se inicia con un proyecto
presentado por una entidad dotada de iniciativa
legislativa y culmina con la publicación de la norma
en el diario oficial; y, del otro, como ejemplo de
producto, precisamente a dicha ley. El mismo
esquema podría emplearse para el análisis de
cualquier otro producto, como un tratado, un
convenio colectivo, etcétera.
Podríamos también denominar a las fuentes
de la producción como mediatas y a las del
conocimiento como inmediatas. Del productor y
del procedimiento nace el producto y, a su vez, de
este surgen los derechos y las obligaciones para
las personas. Los manuales de Teoría General del
Derecho y de Derecho Constitucional, al abordar
la cuestión de las fuentes del Derecho, aluden al
producto antes que al productor o al procedimiento,
a pesar de que aquel tiene su origen en estos.
Nosotros haremos lo mismo y utilizaremos dicha
expresión en su segunda acepción, la de fuente
del conocimiento o fuente inmediata.
Los productos pueden tener efectos distintos,
en cuanto al sujeto destinatario y a la acción
prescrita: generales y abstractos o particulares y
concretos. En el primer caso serán normativos,
mientras que en el segundo no. El ejemplo por
excelencia del primer tipo es la ley y, del último, el
contrato.
187
Javier Neves
internacional celebrado por escrito entre Estados
y regido por el Derecho Internacional, ya conste
en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos y cualquiera que sea su
denominación particular” (literal a de su artículo
2). En coincidencia, la doctrina del Derecho
Internacional ha señalado que son cuatro los
elementos esenciales para identificar un tratado:
(i) es un acuerdo escrito; (ii) es celebrado entre
sujetos internacionales; (iii) crea derechos y
obligaciones; y, (iv) estos están regidos por el
Derecho Internacional. Desde el momento en que
los calificamos de esenciales, queremos decir que
para la existencia de un tratado es indispensable
la presencia simultánea de estos cuatro
elementos. Así, si el acuerdo no fuera escrito, o
no fuera celebrado entre sujetos de Derecho
Internacional sino, por ejemplo, entre un sujeto de
Derecho Internacional y otro que no lo fuera, o no
creara derechos y obligaciones, sino que
consistiera en un mero pacto de caballeros, o los
derechos y obligaciones creados no se rigieran
por el Derecho Internacional sino por el Derecho
interno, no estaríamos ante un verdadero tratado,
regido por dicha Convención de Viena.
La referida Convención de Viena de 1969
regula los tratados celebrados entre Estados. Fue
complementada por otra Convención de Viena, de
1986, que se ocupa de los tratados celebrados entre
Estados y organizaciones internacionales o entre
organizaciones internacionales. El contenido de
ambas convenciones, fuera del alcance indicado,
relativo a los sujetos que celebran los tratados y
sus capacidades, es idéntico. Los tratados
constitutivos de organizaciones internacionales, así
como los propiciados por ellas, están previstos en
el artículo 5 común de dichas convenciones.
ius et veritas 31
1.3.2. Denominación
188
El ya citado artículo 2 de la Convención de
Viena de 1969, precisa que un tratado califica como
tal cualquiera sea su denominación, siempre que
los cuatro elementos referidos se presenten. El
nombre, por tanto, no resulta relevante para
determinar la existencia de un tratado. Los tratados
muchas veces reciben otras denominaciones
establecidas en función de las formalidades de su
celebración, los temas o los sujetos: convenios,
convenciones, pactos, protocolos, actas, etcétera;
expresiones muy variadas que aluden todas a un
solo concepto, el de tratado.
1.3.3. Tipos
Los tratados, según los sujetos que los
celebran, podrían ser de tres tipos: (i) entre
Estados; (ii) entre Estados y organizaciones
internacionales; y, (iii) entre organizaciones
internacionales. Del primer tipo se ocupa, como
ya lo señalamos, la Convención de Viena sobre
Derecho de los Tratados de 1969, y del segundo y
tercer tipo, la de 1986. Estos acuerdos pueden
ser suscritos de forma bilateral o plurilateral.
Los tratados de Derechos Humanos se
originan, casi siempre, en organizaciones
internacionales, las que, a su vez, son creadas
por Estados. Así, por ejemplo, hay tratados
celebrados entre Estados en la fundación de la
Organización de las Naciones Unidas o de la
Organización de Estados Americanos. Los tratados
sobre Derechos Humanos propiciados por estas
organizaciones internacionales, podrían ser
tratados celebrados entre Estados, o entre Estados
y organizaciones internacionales, o entre
organizaciones internacionales, según los sujetos
que vayan a adherirse posteriormente a ellos.
1.4. Los tratados de Derechos Humanos
1.4.1. Antecedentes
No hay Estado de Derecho sin Constitución,
ni Constitución sin reconocimiento de Derechos
Fundamentales de la persona. Al Estado de
Derecho se llega mediante un largo proceso
histórico, plagado de conflictos políticos y sociales,
al que brindan trascendentales aportes diversas
corrientes de pensamiento en Inglaterra, Francia
y Estados Unidos. La doctrina concuerda en
identificar como hitos en dicho proceso, la
elaboración de los siguientes documentos: (i) Carta
Magna (1215); (ii) Bill of Rights (1689); (iii)
Declaration of Rights de Virginia (1776); y, (iv)
Déclaration des Droits de L’Homme et du Citoyen
de París (1789). Los dos últimos son el antecedente
más próximo de las modernas Constituciones
democráticas, porque emanan de asambleas
populares y no son declaraciones unilaterales del
monarca o pactos entre este y el Parlamento,
como los primeros.
Por el momento histórico de su
reconocimiento, se ha clasificado a los Derechos
Humanos en dos grandes generaciones: los
derechos civiles y políticos, de un lado, y los
derechos económicos, sociales y culturales, del
Derecho Internacional del Trabajo
otro. El primer tipo de Derechos Humanos supone
un “poder de prohibir”, y el segundo un “poder de
exigir”. Los derechos civiles y políticos le son
reconocidos al individuo, refuerzan su autonomía
frente al Estado y su eficacia depende de la
abstención de este. Entre ellos se encuentran las
grandes libertades: la libertad de pensamiento, de
expresión, de religión, de asociación, etcétera. Los
derechos económicos, sociales y culturales, en
cambio, le son mas bien reconocidos a las
comunidades, se traducen en exigencia de
prestaciones al Estado y su eficacia depende de
la intervención de este. Así, las comunidades
reclaman trabajo, educación, salud, vivienda,
seguridad social, etcétera. Hoy en día se sostiene
la existencia de una tercera generación, que abarca
los derechos de intereses difusos, como la paz y
el medio ambiente.
Entre los principales instrumentos
internacionales sobre Derechos Humanos, hay
algunos que regulan conjuntamente ambos tipos
de derechos, como la Declaración Universal de
Derechos Humanos (1948) y la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
(1948), así como otros que se especializan en uno
de esos tipos: el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (1966) y la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (1969), en
el primer campo, y el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(1966) y el Protocolo Adicional a la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en materia
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales
(1988), en el segundo.
Los Pactos, en el ámbito mundial, y la
Convención y su Protocolo, en el regional,
intentaron superar las limitaciones de las
correspondientes Declaraciones Universal y
Americana, ya que fueron concebidos como
instrumentos jurídicos obligatorios, dotados de un
contenido más preciso.
Originalmente la doctrina solo aceptaba que
los Estados fueran sujetos del Derecho
Internacional. No se admitía siquiera que las
organizaciones internacionales pudieran serlo. La
inclusión de estas en dicha categoría supuso una
evolución trascendental. Hoy tal evolución ha
continuado su curso y se califica también a la
persona como sujeto de Derecho Internacional. La
1.4.3. Clasificación: ámbito y contenido
Podríamos clasificar los tratados de
Derechos Humanos atendiendo a su ámbito y su
contenido. Según su ámbito, tendríamos tratados
mundiales y regionales; y según su contenido
tendríamos tratados genéricos y específicos.
Así, de un lado, son tratados mundiales, por
ejemplo, los suscritos en el ámbito de la Organización
de Naciones Unidas, y regionales los suscritos en el
de la Organización de Estados Americanos o de la
Unión Europea; y del otro, son tratados genéricos
aquellos que regulan indiferenciadamente derechos
de la persona, como los de derechos civiles y políticos
o de derechos económicos, sociales y culturales, y
son específicos los que regulan derechos de una
materia determinada, como los de derechos
laborales, entre los cuales destacan los convenios
internacionales de trabajo.
Los criterios propuestos son combinables
entre sí: así hay tratados mundiales y genéricos,
como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales; mundiales y
específicos, como los convenios internacionales
del trabajo, por ejemplo, el número 87 relativo a la
libertad sindical; regionales y genéricos, como la
Convención Americana sobre Derechos Humanos
y su Protocolo Adicional en materia de Derechos
ius et veritas 31
1.4.2. Características
tutela de esta es una cuestión que interesa a la
comunidad internacional.
A esta situación se fue llegando
progresivamente, mediante el reconocimiento de
tal condición a ciertas categorías de personas, que
requerían particular protección: los extranjeros, las
minorías, los refugiados y los trabajadores. En lo
que respecta a estos últimos, hay que recordar
que mientras la Organización de Naciones Unidas
se constituyó en 1945, la Organización
Internacional de Trabajo se había fundado en 1919;
es decir, antes de que en el mundo se hubiera
suscrito tratados genéricos sobre Derechos
Humanos, ya se había celebrado tratados
específicos sobre derechos laborales.
Los tratados sobre Derechos Humanos, a
diferencia de los de materia común, no son
sinalagmáticos, es decir, no reclaman un equilibrio
entre derechos y obligaciones; no permiten a un
Estado su incumplimiento porque otro haga lo
propio; y enuncian un catálogo mínimo, porque
tienen vocación progresiva.
189
ius et veritas 31
Javier Neves
190
Económicos, Sociales y Culturales; y, por último,
regionales y específicos, como el Instrumento
Andino de Migración Laboral, aprobado por la
Decisión 545 de la Comunidad Andina.
Los principales derechos laborales
proclamados por los tratados genéricos son: el
derecho al trabajo, a la libre elección del trabajo, a
condiciones y remuneraciones equitativas y
satisfactorias, al descanso, a la sindicación,
etcétera.
Los convenios internacionales del trabajo
aprobados en el seno de la Organización
Internacional del Trabajo son, como ya dijimos,
tratados de ámbito mundial y contenido específico.
Entre ellos podríamos distinguir, básicamente, dos
tipos: aquellos que reconocen derechos y aquellos
que regulan otras materias, como el empleo, la
administración del trabajo, las relaciones
profesionales, etcétera. Entre los primeros,
tenemos los convenios internacionales del trabajo
relativos a la libertad de trabajo, la igualdad de
oportunidades y de trato, los salarios mínimos, la
protección de los salarios, las jornadas de trabajo
y los descansos, la seguridad e higiene en el
trabajo, el trabajo de mujeres y de trabajadores de
edad, la libertad sindical, etcétera. Algunos de
estos han sido elevados a un rango superior por la
propia Organización Internacional del Trabajo, en
su Declaración relativa a los Principios y Derechos
Fundamentales en el trabajo, de 1998: la libertad
sindical y la eliminación del trabajo forzoso, del
trabajo infantil y de la discriminación.
En este punto cabría preguntarse si los
convenios internacionales del trabajo son tratados
de Derechos Humanos. En nuestro concepto, dado
que las materias que regulan han sido calificadas
como de Derechos Humanos por los instrumentos
internacionales de dicho contenido, no queda duda
de que tales convenios internacionales del trabajo
son también tratados de Derechos Humanos. Sin
embargo, reconocemos que se genera un espacio
para la reflexión y el debate respecto de si los
convenios internacionales del trabajo que se
ocupan de materias distintas al reconocimiento de
derechos podrían quedar excluidos de la calificación
de tratados de Derechos Humanos y por tanto de
los efectos que derivan de dicha calificación.
Entre los instrumentos internacionales de
Derechos Humanos podríamos establecer tres
niveles de detalle respecto del reconocimiento de
los derechos:
a) Las Declaraciones de Derechos
Humanos;
b) Los Pactos Internacionales de Naciones
Unidas y la Convención Americana y su Protocolo;
c) Los convenios internacionales del trabajo.
Vamos a comprobar esta afirmación a
propósito de un derecho laboral fundamental: la
libertad sindical.
La libertad sindical se encuentra reconocida
expresamente como un Derecho Humano por
todos los instrumentos internacionales genéricos
sobre esta última materia, tanto los existentes a
nivel mundial (Organización de Naciones Unidas)
como los existentes a nivel regional americano
(Organización de Estados Americanos). El primero
es el caso de la Declaración Universal de Derechos
Humanos (artículo 23.4), el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (artículo 22) y el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales (artículo 8). El segundo es el caso de
la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre (artículo XXII), la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (artículo 16)
y su Protocolo Adicional en materia de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (artículo 8).
El grado de concreción con que los
instrumentos de Naciones Unidas regulan el
derecho es mayor en los Pactos Internacionales,
sobre todo en el referido a Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, que en la Declaración
Universal. Así, mientras esta última alude
únicamente a los derechos a fundar sindicatos y a
sindicarse, aquel abarca también los de fundar
federaciones y confederaciones, funcionar sin
obstáculos y a la huelga. La precisión será aun más
grande en los convenios internacionales del trabajo.
Varios convenios internacionales del trabajo
se refieren a la libertad sindical. Entre ellos, los
principales son el 87 (sobre la libertad sindical y la
protección del derecho de sindicación), 98 (sobre
el derecho de sindicación y de negociación
colectiva), 135 (sobre los representantes de los
trabajadores) y 151 (sobre relaciones de trabajo
en la administración pública). El tema de la libertad
sindical es tan relevante para la Organización
Internacional del Trabajo, que -de un lado- todos
sus Estados miembros están obligados a
respetarla, aunque no hubieran ratificado los
convenios sobre la materia, y -del otro- se han
previsto procedimientos especiales de control para
su tutela, consistentes en la presentación de
Derecho Internacional del Trabajo
quejas ante el Comité de Libertad Sindical del
Consejo de Administración.
Hemos dicho que los convenios
internacionales del trabajo regulan la libertad
sindical de modo más completo que las
declaraciones, pactos y convenciones de Derechos
Humanos. Esta afirmación podría corroborarse
comparando el Convenio 87 con el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales
y Culturales, en una doble perspectiva: los derechos
que comprende y las restricciones que permite.
En lo primero, el Pacto se ocupa con precisión
solo de los derechos de constitución, afiliación y
federación, regulando genéricamente los derechos
de actividad, mientras que el Convenio añade a lo
anterior la prohibición de restricciones impuestas
como condición a la adquisición de la personalidad
jurídica y de la disolución o suspensión de las
organizaciones sindicales por vía administrativa,
desarrollando después todo el contenido de la
autonomía interna.
En lo segundo, el Convenio 87 tolera como
exclusión al ámbito subjetivo del derecho únicamente
la de los miembros de las fuerzas armadas y la policía
(artículo 9.1), en tanto que el Pacto agrega la de los
miembros de la administración del Estado, así como
otras necesarias en una sociedad democrática en
resguardo de la seguridad nacional, el orden público
o los derechos ajenos.
Para evitar que amparándose en los Pactos,
los Estados que los han ratificado a la vez que el
Convenio 87, pretendan desconocer este, aquellos
han previsto que en tal situación no se podrá
menoscabar las garantías contempladas en dicho
Convenio. Esta es la llamada cláusula del individuo
más favorecido.
1.5. Los tratados entre Estados y los Derechos
Humanos
fue la armonización de las legislaciones nacionales
para evitar la competencia indebida entre los
Estados por el lado de las ventajas laborales que
algunos reconocen y otros no. Los Estados que
buscan su integración económica, por ejemplo en
la Comunidad Andina, se preocupan porque los
tratados ratificados por ellos sean los mismos.
Estos procesos se han intensificado con la
globalización. Desde las décadas de los 80 y los
90, cuando se constituye la Organización Mundial
del Comercio, se debatió hasta qué punto debía
imponerse a los Estados que tuvieran una
legislación laboral uniforme, para que no hubiera
competencia desleal entre un Estado y otro que
tuvieran legislaciones laborales diversamente
protectoras. La cuestión de la llamada “cláusula
social” fue muy controvertida. En este debate, los
países subdesarrollados no querían que hubiera
un mecanismo de control y de sanción a los
Estados que no respetan los derechos laborales y
los países desarrollados sí. La objeción de los
primeros a las cláusulas sociales va por el lado de
que los países desarrollados las promueven para
proteger sus mercados, sabiendo que los Estados
subdesarrollados no podrían cumplir con los
derechos que se les exigiera y, por tanto, sus
productos no podrían ingresar al mercado de
aquellos. Desde esta perspectiva, se utiliza a los
derechos laborales como una excusa.
Pero hay otro camino que tienen los países
desarrollados para exigir la conformidad con ciertos
estándares laborales y es el unilateral de los
sistemas generalizados de preferencias, o el
plurilateral de los tratados de libre comercio. En
ambos casos, se requiere a las contrapartes el
cumplimiento de sus ordenamientos laborales y
ius et veritas 31
La cuestión de los Derechos Humanos no se
aborda solo en los tratados nacidos en el seno de
las organizaciones internacionales, también se
encuentra presente en los tratados celebrados entre
Estados. La preocupación inicial de estos se dirigió
hacia el asunto de la migración de trabajadores. Se
establecieron regulaciones bilaterales al respecto,
especialmente encaminadas a mantener en el país
de destino las condiciones alcanzadas en el de
origen.
La segunda preocupación se relaciona con la
integración económica. El propósito en este caso
En los Estados democráticos
debería realizarse acciones
intensivas de difusión
de la legislación a través de los
medios masivos de comunicación,
que permitan que los usuarios
se enteren efectivamente
de la existencia y contenido
de aquella.
191
ius et veritas 31
Javier Neves
192
el ajuste de estos a las normas internacionales
fundamentales.
En el ámbito de la Organización Internacional
del Trabajo ocurrió una polarización similar a la
producida en la Organización Mundial del
Comercio, al discutirse hasta dónde podía llegarse
con el establecimiento de reglas de control y
sanción económicos a los países que no cumplan
ciertos estándares laborales. Resultado de este
debate fue la Declaración relativa a los principios
y Derechos Fundamentales en el trabajo, de 1998.
La Declaración ha definido el núcleo esencial de
los derechos laborales al señalar que “todos los
Miembros, aun cuando no hayan ratificado los
convenios aludidos (sobre principios y Derechos
Fundamentales en el trabajo), tienen un
compromiso que se deriva de su mera pertenencia
a la Organización de respetar, promover y hacer
realidad de buena fe y de conformidad con la
Constitución (de la Organización) los principios
relativos a los Derechos Fundamentales que son
objeto de esos convenios, es decir: (i) la libertad
de asociación y la libertad sindical y el
reconocimiento efectivo del derecho de negociación
colectiva; (ii) la eliminación de todas las formas de
trabajo forzoso u obligatorio; (iii) la abolición efectiva
del trabajo infantil; y, (iv) la eliminación de la
discriminación en materia de empleo y ocupación”
(punto 1). Pero ni en la Declaración ni en otro
instrumento se ha previsto la aplicación de
sanciones económicas a los Estados que
incumplan con dichos principios y derechos.
La Declaración señala en su punto quinto, en
estrecha relación con el debate reseñado, que: “las
normas del trabajo no deberían utilizarse con fines
comerciales proteccionistas y que nada en la presente
Declaración y su seguimiento podrá invocarse ni
utilizarse de otro modo con dichos fines; además,
no debería en modo alguno ponerse en cuestión la
ventaja comparativa de cualquier país sobre la base
de la presente Declaración y su seguimiento”.
Este debate se ha intensificado a propósito
del fenómeno de la globalización, pero en verdad
se encuentra en el origen del Derecho Internacional
del Trabajo. ¿Por qué se fijó en 1919 la jornada
máxima de trabajo en ocho horas diarias? Porque
si un Estado establecía una jornada máxima de
ocho horas diarias y otro de doce, este obtendría
ventajas comerciales en comparación con el
primero. Sería ingenuo pensar que tras dicho
reconocimiento está solo una conciencia
progresista mundial sobre la dignidad de las
personas y no intereses económicos concretos.
1.6. La interpretación de los tratados en general y
la de los tratados de Derechos Humanos en
particular
Nos interesa detenernos en dos asuntos: a
quién corresponde interpretar y con qué criterios
debe hacerlo.
Respecto de lo primero, parece razonable
sostener que los tratados celebrados entre dos o
más partes, no pueden ser interpretados por
ninguna de ellas, sino que requieren la intervención
de un tercero imparcial. En el caso de los tratados
nacidos en el ámbito de organizaciones
internacionales, que -como ya vimos- es el de la
mayoría de los que versan sobre Derechos
Humanos, la interpretación debe estar a cargo de
un organismo externo especializado o de la propia
entidad que los produjo, a través de un órgano
interno encargado de dicha tarea, y no de cada
Estado suscriptor. Conforme al artículo 37 de la
Constitución de la Organización Internacional del
Trabajo, la entidad autorizada para efectuar la
interpretación de los convenios internacionales del
trabajo es la Corte Internacional de Justicia. No
obstante, los órganos de control, como la Comisión
de Expertos en Aplicación de Convenios y
Recomendaciones y el Comité de Libertad
Sindical, realizan importantes interpretaciones al
resolver los conflictos que se someten a su
conocimiento, que han formado una sólida
jurisprudencia. Si los diferentes organismos
jurisdiccionales de los Estados adherentes
pudieran interpretar los tratados, podríamos llegar
a que un solo texto tuviera diversas lecturas, según
los sentidos que les atribuyeran.
Respecto de los criterios que debe utilizarse
para la interpretación, las Convenciones de Viena
sobre Derecho de los Tratados, los formulan en
general, en su artículo 31 común y siguientes. Allí
se establece que: “un tratado deberá interpretarse
de buena fe conforme al sentido corriente que haya
de atribuirse a los términos del tratado en el contexto
de estos y teniendo en cuenta su objeto y fin”.
No es materia controvertida que, en el caso
de las normas sobre Derechos Humanos, ya sean
de origen nacional, ya sean de origen
internacional, debe acudirse al principio in dubio
pro hóminis, para esclarecer el significado de un
precepto oscuro.
Derecho Internacional del Trabajo
En algunos países se establece
normativamente que los preceptos de la propia
Constitución y también el resto del ordenamiento,
que reconocen derechos a las personas, deben
interpretarse en el marco de los tratados sobre
Derechos Humanos aprobados y ratificados, que
regulan los mismos derechos de modo compatible.
Así lo establece el artículo 10.2 de la Constitución
española. El bloque de constitucionalidad que se
forma, debe comprender no solo el texto del tratado,
sino también la jurisprudencia que sobre él ha
emanado de las organizaciones internacionales en
cuyo seno se produjo. Solo así se otorga
coherencia al sistema.
2. Valor jurídico de las fuentes del Derecho
Internacional del Trabajo en el Derecho interno
2.1. Fases en la creación y extinción de un tratado:
celebración, incorporación y denuncia
2.2. La incorporación
2.2.1. La teoría monista y la recepción automática
Acerca de cómo se incorpora el tratado en
el ordenamiento interno hay dos tesis: la monista
y la dualista. Según la tesis monista el
ordenamiento internacional y el nacional forman
una unidad, aunque haya primacía de uno de ellos.
Esta tesis sostiene que el tratado se incorpora al
Derecho interno y rige en él, desde el momento de
su entrada en vigor, sin requerirse ningún acto
posterior. Dicha entrada en vigor se produce cuando
se cumplen los requisitos previstos en el tratado
para ello, por ejemplo, cierto número de
ratificaciones y/o cierto período de tiempo. Antes,
aunque se haya dado la aprobación y la ratificación,
el tratado no es exigible, aunque existe la obligación
general de no perjudicarlo. Esta es la tesis
adoptada en la mayor parte de países de América
Latina.
2.2.2. La teoría dualista y la recepción formal
Para la tesis dualista los ordenamientos
internacional y nacional son distintos y separados,
manejan fuentes y regulan sujetos y materias
diferentes. Conforme a esta tesis, sí se necesita un
acto adicional para que el tratado entre en vigor en el
ordenamiento interno, que podría ser su publicación
en el diario oficial (no por mera publicidad) o incluso
su conversión formal en ley nacional.
2.3. Primacía del Derecho Internacional
2.3.1. Connotación positiva
Consiste en la obligación del Estado de
adecuar su ordenamiento interno al tratado.
2.3.2. Connotación negativa
No se puede invocar el ordenamiento interno
para incumplir un tratado.
2.4. La autoaplicabilidad de los tratados sobre
Derechos Humanos
Una vez que el tratado entra en vigor es
exigible, pero ¿es o no autoaplicativo? Esta
pregunta tiene relación con el grado de
preceptividad de las normas que reconocen
derechos.
ius et veritas 31
En la fase de la celebración se produce una
negociación, cuyo escenario es distinto según nos
encontremos ante tratados celebrados entre
Estados o nacidos en el ámbito de organizaciones
internacionales. En el primer caso, dicha
negociación se da bilateral o plurilateralmente entre
los Estados, comúnmente representados por
funcionarios de sus respectivos Poderes
Ejecutivos, específicamente de sus órganos
encargados de conducir sus relaciones exteriores;
en el segundo, en cambio, se verifica a través de
una deliberación en una asamblea, por ejemplo, la
Conferencia Internacional del Trabajo, en la que
atípicamente intervienen representantes de los
Estados y de las organizaciones representativas
de los empleadores y de los trabajadores.
En cualquiera de los mencionados escenarios,
una vez acordado un texto, cada Estado expresa
su voluntad de regirse por los derechos y
obligaciones previstos en él, mediante la
aprobación y ratificación del tratado. Estos
conceptos tienen otros equivalentes, todos
señalados en las Convenciones de Viena.
Usualmente, el tratado es aprobado por el
Congreso y posteriormente ratificado por el
Presidente de la República. Todo este
procedimiento forma parte de su celebración.
Luego el tratado se incorpora al Derecho
interno, con cierto rango en su sistema jurídico,
asuntos que tienen interés para aquel, pero no para
el Derecho Internacional. Estas cuestiones se
suelen regular en las Constituciones y las leyes
de cada Estado.
193
ius et veritas 31
Javier Neves
194
La doctrina distingue dos grados de
preceptividad: inmediata y aplazada. Mediante la
primera se proclama derechos que permiten a su
titular accionar ante los organismos
jurisdiccionales, con el solo texto de la norma, sin
requerirse ningún desarrollo adicional. Por
contraste, a través de la segunda se proclama
derechos no exigibles directamente ante los
organismos jurisdiccionales, hasta que se dicten
medidas de desarrollo de dicha norma por los
poderes públicos, las que consisten básicamente
en medidas normativas, como por ejemplo una ley
o un reglamento, o medidas políticas, como por
ejemplo la implementación de ciertas políticas
económicas y sociales. Así, tendría preceptividad
aplazada, por ejemplo, la disposición de una
Constitución que estableciera que la ley regula el
sistema de asignaciones familiares para los
trabajadores con familia numerosa. Un trabajador
que se encontrara en tal situación no podría
interponer una demanda para reclamar dicho
beneficio, porque la Constitución solo formula un
mandato al legislador para que regule la materia.
Recién cuando este cumpla con expedir la norma
correspondiente, el trabajador que tiene la familia
numerosa podrá exigir la asignación familiar.
Tomemos como ejemplo el derecho al trabajo,
reconocido generalizadamente por los
instrumentos internacionales de Derechos
Humanos y las Constituciones. Este tiene dos
contenidos: el derecho al acceso y a la
conservación del empleo. El primer contenido
requiere, para hacerse efectivo, una acción del
poder público de fomento del empleo o, al menos,
de reparto del trabajo. Está reconocido, por tanto,
con preceptividad aplazada. Por ello, un
desempleado no podría interponer un proceso de
amparo para que se le otorgue un empleo. Hará
falta esperar que se implementen ciertas medidas
de política económica y social que establezcan
condiciones para que se realicen inversiones y
estas generen empleo.
Pensamos que, en materia de Derechos
Fundamentales de la persona, las normas
internacionales y constitucionales tienen como
regla su preceptividad inmediata y, como
excepción, la preceptividad aplazada. En otras
palabras, debería presumirse la auto aplicabilidad,
salvo que la norma tenga manifiestamente eficacia
diferida. Este criterio debe regir, en particular para
los convenios internacionales del trabajo. De no
presumirse la preceptividad inmediata de las
normas sobre Derechos Humanos, estas se
expondrían a no entrar en vigencia por una simple
omisión del poder público, a pesar de la voluntad
declarada por los más altos poderes del Estado.
Si tomamos el caso del Convenio Internacional
del Trabajo 87 sobre libertad sindical, el numeral 1
del artículo 9, según el cual la legislación nacional
deberá determinar hasta qué punto se aplicarán a
los miembros de las fuerzas armadas y de la policía
las garantías previstas en el mismo, tendría
preceptividad aplazada. Por tanto, un militar o un
policía no podrían reclamar el ejercicio de su
libertad sindical, con el solo texto del Convenio
87, porque este remite a la legislación nacional la
decisión de reconocerles o no el ejercicio de la
libertad sindical. Todas las demás reglas contenidas
en dicha norma, tienen preceptividad inmediata.
2.5. El rango de los tratados en el Derecho interno
Respecto de la relación jerárquica entre las
normas internacionales y las nacionales hay dos
posiciones: la del Derecho Internacional y la de los
derechos internos. La primera está recogida en el
artículo 27 común de las Convenciones de Viena
sobre Derecho de los Tratados: “Una parte no podrá
invocar las disposiciones de su derecho interno
como justificación del incumplimiento de un tratado
(…)”. Según esta, los tratados prevalecerán sobre
las normas internas, cualquiera sea el rango de estas
últimas, así como la materia abordada. De este
modo, el tratado primará incluso sobre la propia
Constitución, no solo en el campo de los Derechos
Humanos. Es natural que se conciba así, porque
no puede desconocerse por la vía unilateral de una
norma interna lo que se ha acordado por la vía
bilateral o plurilateral o en el seno de una asamblea,
que supone la norma internacional.
La perspectiva del derecho interno se expresa
normalmente en las Constituciones y varía
sustancialmente.
2.5.1. Tendencias en el Derecho comparado
Hay esencialmente cuatro tendencias en el
Derecho comparado: (i) rango supraconstitucional
(Holanda); (ii) rango supralegal (Alemania, Francia,
Costa Rica, etcétera); (iii) rango legal (la mayoría
de países latinoamericanos); y, (iv) ausencia de
regulación.
Cabe, a su vez, preguntarse si todos los
tratados
poseen
el
mismo
rango,
Derecho Internacional del Trabajo
independientemente del organismo competente
para su aprobación o la materia regulada por ellos.
2.5.2. Relaciones entre los tratados y las normas
internas
2.5.2.1. De no concurrencia
Si la norma internacional y la nacional no
se ocupan de la misma materia, no habrá
problema. Cada una de ellas regirá en el campo
abordado en exclusiva.
2.5.2.2. De concurrencia
La vía por la que un tratado pierde vigencia
interna es la denuncia. Esta se sujeta a las reglas
previstas en el propio tratado y en las
Convenciones de Viena. Por consiguiente, si el
organismo jurisdiccional de un Estado declarara
inconstitucional un tratado, este solo quedaría sin
vigencia cuando, en acto posterior a la sentencia,
fuera denunciado y esta, a su vez, se hiciera
efectiva.
3. Recepción del Derecho Internacional del Trabajo
en las jurisprudencias nacionales
3.1. Casos en que no se utiliza
A propósito de la recepción por parte de la
jurisprudencia latinoamericana de los instrumentos
internacionales de Derechos Humanos y,
específicamente, los convenios internacionales del
trabajo, vamos a hacer referencia a dos casos
resueltos en el Perú, uno en el que no se utilizó
los tratados y otro en el que sí.
Primero nos referiremos al caso en el que no
se utilizó los convenios internacionales del trabajo
para resolverlo. El artículo 51 de la Constitución
de 1979 (como el artículo 42 de la vigente),
establecía que los miembros de las fuerzas
armadas y de la policía no tenían derecho de
sindicación ni de huelga. Se trata de una prohibición
frecuente en el Derecho comparado, que no resulta
incompatible con el Convenio Internacional del
Trabajo 87. El artículo 2 del Convenio 87 reconoce
la libertad sindical a los trabajadores sin ninguna
distinción. No hay duda de que los miembros de
las fuerzas armadas y de la policía son trabajadores,
pues realizan una prestación personal de servicios,
subordinada y remunerada. Entonces, dicho
precepto comprende, en principio, a todos los
trabajadores, incluyendo a los miembros de las
fuerzas armadas y de la policía. Sin embargo, el
artículo 9 del Convenio 87 señala que cada
legislación nacional deberá determinar si reconoce
o no, y de hacerlo en qué medida, la libertad sindical
a los miembros de las fuerzas armadas y de la
policía. El propio Convenio 87 no los excluye, pero
sí autoriza que cada Estado pueda tomar esa
decisión. No parece, pues, haber conflicto alguno
entre la Constitución peruana, o cualquier
Constitución latinoamericana que establezca una
disposición similar, y el Convenio 87.
ius et veritas 31
Por el contrario, si el objeto sobre el que
recaen la norma internacional y nacional es el
mismo, podría suceder que hubiera una regulación
compatible o incompatible.
a) No conflictiva
En el primer caso, tampoco se presentará
problema. Se aplicarán ambas normas a la vez,
en una relación complementaria o suplementaria.
Esta es la situación, a la que aludimos
antes, que se genera cuando la Constitución prevé
que la interpretación de sus preceptos relativos a
Derechos Fundamentales de la persona debe
hacerse en el contexto de los tratados sobre
Derechos Humanos.
b) Conflictiva
Si hubiera conflicto, sí tendremos que elegir
una norma. Los criterios internos clásicos de
selección son los de jerarquía, especialidad y
temporalidad, a los que se añade, en el campo de
los derechos humanos, el de favorabilidad.
Pensamos que en la relación entre las
normas internacionales y nacionales no impera
rígidamente el principio de jerarquía, por lo que queda
espacio para la aplicación del de favorabilidad. De
este modo, si por su rango debería preferirse la
norma internacional, pero la nacional es más
favorable para las personas, debe escogerse esta.
Así lo prevén numerosos instrumentos
internacionales de Derechos Humanos, como el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
y el de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, en su artículo 5.2 común; la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo
29, inciso b; su Protocolo Adicional en materia de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en
su artículo 4; y la Constitución de la Organización
Internacional del Trabajo, en su artículo 19.8.
2.6. La denuncia
195
ius et veritas 31
Javier Neves
196
A pesar de lo dicho, la contradicción se
presenta en el Perú en el nivel de las normas
infraconstitucionales, como las leyes y los
reglamentos. Estas últimas consideran
comprendido en el concepto de fuerza armada no
solo al personal militar, sino también al personal
civil que le presta servicios. Así, por ejemplo, el
abogado, la secretaria o el chofer que trabajan en
el Ministerio de Defensa o en alguna empresa
militar, serían, para estos efectos, miembros de
las fuerzas armadas. El argumento es que dicho
personal civil constituye reserva de apoyo de las
fuerzas armadas.
En el caso particular, los trabajadores de una
empresa de la Marina de Guerra del Perú, llamada
Servicios Industriales de la Marina, SIMA Perú, en
algún momento se declararon en huelga, la que el
Ministerio de Defensa calificó como ilegal. Ante
ello, los trabajadores iniciaron un proceso de
amparo, sustentado en el derecho constitucional
de todo trabajador a la huelga, la que fue resuelta
en última instancia por el entonces denominado
Tribunal de Garantías Constitucionales (hoy Tribunal
Constitucional). El Tribunal resolvió que la
legislación que consideraba al personal civil como
reserva de apoyo y, por tanto, como miembro de
las fuerzas armadas, no era incompatible con la
Constitución, convalidando su exclusión del
ejercicio del derecho de huelga.
Sobre este tema, el Comité de Libertad Sindical
de la Organización Internacional del Trabajo se ha
pronunciado en el sentido de que los miembros de
las fuerzas armadas que podrían ser excluidos de
la aplicación del Convenio 87 deberían ser definidos
de manera restrictiva. De ese modo, el Comité no
hace sino utilizar un principio general del Derecho,
según el cual las normas que establecen
excepciones o prohibiciones deben ser interpretadas
restrictivamente, por contraste con las que
proclaman derechos, que deben ser interpretadas
extensivamente. Asimismo, y de manera más
específica, el Comité ha señalado que el personal
civil de los establecimientos manufactureros de las
fuerzas armadas debe tener el derecho de constituir,
sin autorización previa, las organizaciones que
estimen convenientes, de conformidad con el
Convenio 87 (párrafo 223 de la recopilación de
Decisiones y Principios). Al comprender el Tribunal
dentro de los miembros de las fuerzas armadas al
personal civil y, por consiguiente, excluirlo de los
derechos de sindicación y de huelga, ha procedido
incorrectamente, porque estaría incluyendo en una
prohibición a una categoría de trabajadores no
mencionada en ella expresamente y, por tanto,
realizando una interpretación extensiva de una
norma prohibitiva.
No hay que olvidar que, al excluir al personal
civil de la prohibición de efectuar una huelga, no
se le autoriza un ejercicio irrestricto del derecho.
Comúnmente los ordenamientos califican a la
seguridad nacional como un servicio esencial a la
comunidad, porque su interrupción puede poner
en peligro la vida, la seguridad o la salud de toda o
parte de la población (párrafo 540 de la Recopilación
de Decisiones y Principios). Por consiguiente, se
permite la realización de una huelga, pero se
impone la designación de un servicio mínimo para
garantizar la continuidad del mismo.
El problema que nos interesa resaltar es que,
a partir de la interpretación de la Constitución por
el Tribunal y no precisamente por la literalidad de
los textos, se presenta un conflicto allí donde no
lo había: el concepto de fuerzas armadas se vuelve
incompatible en la lectura impropia que hace de él
el Tribunal y la apropiada que efectúa el Comité de
Libertad Sindical, así como la Comisión de
Expertos en Aplicación de Convenios y
Recomendaciones. Tengamos en cuenta que el
Derecho Internacional del Trabajo
Perú, al igual que Colombia, ha ratificado el
Convenio 87 sobre libertad sindical. El Tribunal
debió resolver el caso a la luz del texto del
Convenio 87 y de la jurisprudencia de los órganos
de control de la Organización Internacional del
Trabajo.
Debemos recordar que la Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución peruana
actual, como el artículo 73 de la Constitución
colombiana, establece que de haber una
disposición constitucional que reconoce un
derecho y un tratado que lo desarrolle, el sentido
de la primera debe determinarse a la luz del
segundo. Así, los tratados cumplen una función
complementaria, conformando un bloque con la
Constitución, lo que para algunos supone una
“constitucionalización” de los tratados.
3.2. Casos en que se utiliza: qué instrumentos y de
qué forma
ius et veritas 31
Vamos a referirnos ahora a un caso más
reciente y muy controvertido, ocurrido también en
el Perú, en cuya resolución se utilizó los
instrumentos internacionales.
La Constitución vigente reconoce en su
artículo 28 el derecho a la sindicación y, en el
artículo 22, el derecho al trabajo. Por su parte, la
ley distingue el despido arbitrario del despido nulo.
Califica como despido arbitrario a aquel en el que
no se invoca una causa o aquel en el que
invocándose no se prueba, en cuyo caso la
reparación a la que tiene derecho el trabajador
despedido es una indemnización; y califica como
despido nulo a aquel a través del cual se lesionan
algunos derechos constitucionales, que la ley
precisa, como la igualdad, la libertad sindical y la
tutela jurisdiccional efectiva, en cuyo caso la
reparación a la que tiene derecho el trabajador
despedido es la reposición.
En este contexto, la empresa Telefónica
despidió sucesivamente, sin invocar causa alguna,
a trabajadores por grupos, a lo largo de unos tres
años, hasta llegar a una cifra que superó los 400.
Todos ellos estaban afiliados a alguno de los dos
sindicatos más importantes de la empresa. Ante
ello, estos interpusieron una acción de amparo por
vulneración de la libertad sindical y del derecho al
trabajo en su fase de conservación del empleo.
En lo que respecta al derecho de sindicación,
el Tribunal Constitucional resolvió que, de acuerdo
a la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la
Constitución, esta debe leerse a la luz de los
tratados de derechos humanos. Por ello, interpretó
el artículo 28 de la Constitución, que escuetamente
se limita a señalar que el Estado “garantiza la
libertad sindical”, en el marco del Convenio
Internacional del Trabajo 87, ratificado por el Perú,
enriqueciendo así el texto constitucional. De esta
manera, el Tribunal determinó primero que la
Constitución y el tratado concurrían de manera no
conflictiva en la regulación del mismo derecho, y
dispuso después el empleo del tratado como un
marco para la interpretación de la Constitución.
La articulación entre la Constitución y el tratado
resulta inobjetable.
En lo referente al derecho al trabajo, el Tribunal
Constitucional peruano, como hicieron en su
oportunidad los tribunales europeos y algunos
latinoamericanos, interpretó que comprende dos
aspectos: el derecho a obtener un empleo para
aquellos que carecen de uno y el derecho de quien
ya tiene un empleo a conservarlo, salvo que incurra
en una causa justificada de despido. En esto
consiste la denominada estabilidad laboral.
El Tribunal señaló que el artículo 22 de la
Constitución reconoce el derecho al trabajo y el
artículo 27 de la misma remite a la ley la adecuada
protección frente al despido arbitrario, de modo que
el legislador determinará cuál es la modalidad de
reparación más conveniente frente a él: la
reposición, la indemnización, u otra. Recordó que
el Perú ha ratificado el Protocolo Adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos
en materia de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, que proclama el derecho de estabilidad
en el trabajo y establece que frente a un despido
la legislación puede elegir como mecanismo de
reparación entre la reposición, la indemnización u
otra modalidad, en sentido similar a lo establecido
por la Constitución. Sin embargo, el Tribunal, como
intérprete supremo de la Constitución, determinó
que el contenido esencial del derecho al trabajo
suponía que la única reparación aceptable en caso
de despido arbitrario era la reposición. Así, el
Tribunal interpretó la Constitución de manera tal
que entre los textos de esta y del Protocolo
Adicional, en principio compatibles, se generó una
relación de conflicto, en tanto la Constitución solo
admitiría como adecuada reparación la reposición,
de acuerdo a la interpretación del Tribunal y el
Protocolo Adicional admite distintas formas de
reparación. Entonces, como en supuestos de
197
ius et veritas 31
Javier Neves
198
conflicto el Derecho Internacional del Trabajo utiliza
la norma más favorable, el Tribunal aplicó la
Constitución, de acuerdo a su interpretación y
ordenó la reposición de los más de 400 trabajadores
despedidos.
En este segundo caso, a diferencia del
anterior, en el que debiendo haberse utilizado el
tratado y probablemente también la jurisprudencia
sobre él nacida de los órganos de aplicación, no
se utilizó nada; se manejó las dos formas
principales de relación entre tratado y ley, creemos
que acertadamente respecto de la libertad sindical
y de manera desacertada respecto del derecho
del trabajo, por crearse un conflicto ahí donde
literalmente no lo había.
Algunos autores italianos consideran que la
institución central del Derecho es la interpretación,
porque esta puede prevenir un conflicto o resolverlo.
Por ejemplo, en la relación entre la Constitución y
la ley, si esta ofrece diversos sentidos y uno de
ellos es incompatible con aquella, deben preferirse
los que no lo sean. Esto se conoce como una
interpretación de rechazo. El Tribunal
Constitucional podría desestimar una eventual
acción de inconstitucionalidad contra la ley,
precisando que siempre que no se interprete esta
en el sentido divergente no será inconstitucional.
La interpretación cumple así un papel fundamental
al prevenir un conflicto entre la Constitución y la
ley, como podría hacerlo también entre el tratado
y la Constitución o la ley.
Los dos derechos involucrados en este caso
-al trabajo y de sindicación- están estrechamente
vinculados en las normas internacionales del
trabajo. El Convenio Internacional del Trabajo 158
sobre terminación de la relación laboral, prevé que
hay distintas formas de extinción de la relación
laboral por causa justificada, entre las que se
encuentran, de un lado, la conducta o capacidad
del trabajador y, del otro, los motivos económicos,
financieros, tecnológicos, etcétera. En el Derecho
comparado es frecuente que se adopte un sistema
de despido directo para las causas imputables a
trabajador, como la falta grave. En estos casos, el
empleador despide al trabajador y, una vez
extinguido el vínculo, el trabajador puede impugnar
el despido ante el Poder Judicial, reclamando la
reparación establecida por el ordenamiento,
usualmente la reposición o una indemnización. En
cambio, en el despido por causas objetivas, no
imputables al trabajador, se adopta el sistema de
despido propuesta, en el que el empleador no puede
extinguir la relación laboral hasta no contar con
una autorización administrativa, resultante de un
procedimiento en el que se haya evaluado si existe
o no el motivo invocado y cuál es su magnitud. Si
relacionamos la estabilidad laboral con la libertad
sindical, protegida por los Convenios
Internacionales del Trabajo 87 y 98, tendremos que
la afiliación sindical o la participación en
actividades sindicales no pueden ser causas
justificadas de despido. Así, lo proclama el
Convenio 158. El Convenio 98 señala que el
trabajador no puede ser perjudicado por su
participación en actividades sindicales, lo que
constituye el fuero sindical. No podría, entonces,
despedirse a un trabajador por su militancia o
dirigencia sindical, sin infringirse los convenios
internacionales del trabajo. Incluso, en el caso
particular de los dirigentes sindicales, existe el
Convenio Internacional del Trabajo 135, sobre
protección de los representantes de los
trabajadores. Este resulta de una evolución del fuero
sindical, porque el Convenio 98 se dirigía a proteger
a cualquier trabajador por realizar actividades
sindicales, sin importar que fueran o no dirigentes y
posteriormente, el Convenio 135 se brindó una
protección especial para los dirigentes, por ser los
trabajadores más expuestos a represalias del
empleador. Este Convenio vino acompañado de la
Recomendación 143 que prevé, por ejemplo, en lo
que se refiere al despido por causas imputables al
trabajador, que no debería despedirse a un dirigente
sindical sin antes haberse acreditado la justificación
de la causa invocada, es decir, se extiende a este
caso el sistema del despido propuesta; además,
se establece que los dirigentes sindicales tengan
un derecho de preferencia en la conservación del
empleo, de manera que se evite su inclusión en la
nómina de trabajadores a ser despedidos en un
supuesto de reducción de personal.
3.3. Principales tipos de recepción
Revisaremos algunos casos adicionales
resueltos por organismos jurisdiccionales en
América Latina, en los que se ha utilizado
instrumentos internacionales de Derechos
Humanos. Los hemos extraído de la recopilación
preparada por el programa sobre normas y
principios y derechos fundamentales en el trabajo
del Centro de Formación de la Organización
Internacional del Trabajo.
Derecho Internacional del Trabajo
Hemos clasificado estos casos en cinco
grandes grupos: i) casos en los que se interpreta
la legislación nacional de conformidad con un
convenio internacional del trabajo; ii) casos en los
que se ha preferido un convenio internacional de
trabajo frente a la legislación nacional que
disminuía los derechos reconocidos en aquel; iii)
casos en los que, además de los convenios
internacionales de trabajo, se ha recurrido a la
jurisprudencia de los órganos de control de la
Organización Internacional del Trabajo; iv) casos
en los que se ha demandado la inconstitucionalidad
de tratados; y, v) casos en los que se han aplicado
instrumentos internacionales distintos a los
convenios internacionales del trabajo.
3.3.1. Interpretación de la legislación nacional de
acuerdo a un convenio internacional del trabajo
3.3.2. No modificación in peius de un convenio
internacional del trabajo por la legislación
nacional
3.3.3. Aplicación de los convenios internacionales
del trabajo y de la jurisprudencia del Comité
de Libertad Sindical
Otro caso producido en Argentina, Bernardo
Silenio Vargas contra el Poder Ejecutivo Provincial,
Ministerio de Salud y Acción Social de la Provincia,
consistió en una controversia sobre la legitimidad
de una investigación sindical referida a la gestión
de residuos humanos en un hospital, que había
sido cuestionada por este. Basándose en la
jurisprudencia del Comité de Libertad Sindical, el
Tribunal concluyó que la investigación era legítima,
refiriéndose a los párrafos 152 y 447 de la
Recopilación de Decisiones y Principios de dicho
Comité, en la que se establece que “el ejercicio
pleno de los derechos sindicales requiere la
existencia de una corriente libre de informaciones,
opiniones e ideas y, con este fin, tanto los
trabajadores y los empleadores como sus
ius et veritas 31
En el caso Susana Elena Ordóñez contra
Gobierno de la Provincia de Tierra de Fuego,
sucedido en Argentina (ii), se trató de determinar
si la ley nacional por la que se imponía el pago de
horarios de letrado a los funcionarios públicos que
llevaran a juicio a su empleador era acorde con la
Constitución. El Tribunal de primera instancia
consideró que dicha disposición vulneraba el
principio constitucional que garantizaba “la gratuidad
para la promoción de actuaciones administrativas
o judiciales de naturaleza laboral, previsional y
gremial”, así como el principio constitucional de
igualdad de trato entre los trabajadores del sector
público y los del sector privado. En su argumentación
el Tribunal señaló que su interpretación se basaba
en el Convenio Internacional del Trabajo 151, sobre
la protección del derecho de sindicación y los
procedimientos para determinar las condiciones de
empleo en la administración pública, en el que se
distingue entre trabajadores del sector público y del
sector privado únicamente en situaciones
específicas en las que sea necesario otorgarles un
trato diferente debido a las características
particulares de sus empleadores. Basándose en
este Convenio, el Tribunal dedujo que “la palabra
laboral debe entenderse como referida a cuestiones
vinculadas con la ocupación de las personas en
relación de dependencia, sea contrato de trabajo o
contrato de empleo público”.
Recordemos que si un país ha suscrito un
convenio internacional del trabajo, no puede
posteriormente dictar una norma nacional que
disminuya los beneficios previstos en el aquel. Eso
fue lo que se dio en el caso Asociación de
Trabajadores del Estado y otros contra el Estado
Nacional -Poder Ejecutivo Nacional-, ocurrido en
Argentina, ya que a través de una ley nacional se
impuso una reducción salarial a los funcionarios
públicos. El Tribunal Supremo resolvió que “el
derecho de los trabajadores a percibir su
remuneración de acuerdo con el nivel alcanzado
antes del decreto cuestionado se encuentra
expresamente protegido por el Convenio sobre
Protección del salario de la OIT 95, en tanto
establece la obligación de prohibir a los
empleadores que limiten en forma alguna la libertad
del trabajador de disponer de su salario” y solo
autoriza las reducciones de salarios emprendidas
con arreglo a la legislación o en virtud de la
negociación colectiva. El Tribunal consideró que
el Convenio Internacional del Trabajo 95 tenía un
valor jurídico superior y estableció un marco
normativo que excluye ese tipo de reducción salarial
y atribuye al derecho de remuneración ciertas
garantías constitucionales. Para arribar a tal
conclusión, recurrió también a otros instrumentos
internacionales de derechos humanos como la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes
del Hombre y el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales.
199
ius et veritas 31
Javier Neves
200
organizaciones deberían disfrutar de libertad de
opinión y de expresión en sus reuniones,
publicaciones y otras actividades sindicales” y que
“la libertad sindical no implica solamente el derecho
de los trabajadores y empleadores a constituir
libremente las asociaciones de su elección, sino
también el de las asociaciones profesionales
mismas a entregarse a actividades lícitas en
defensa de sus intereses profesionales”.
Un importante caso, en el que se sostuvo
enfáticamente que la mencionada jurisprudencia
tiene carácter vinculante, se verificó en Colombia.
En este, la Corte Constitucional, a propósito de
las recomendaciones realizadas por el Comité de
Libertad Sindical al Estado colombiano en su 309
informe, por el despido de dirigentes sindicales,
sindicalistas y trabajadores con ocasión de su
participación en una huelga en las Empresas Varias
Municipales de Medellín, consideró que aquellas
eran vinculantes pues pertenecían al “bloque
constitucional” compuesto por normas y principios
que actúan en el ámbito nacional como parámetros
de control constitucional. Resolvió así que: “Por
tanto, las autoridades nacionales de todos los
órdenes cometieron un grave error: ignoraron el
Derecho aplicable; en su lugar escogieron normas
desfavorables a los trabajadores, contrarias a la
Constitución y a los deberes internacionales que
el Estado se comprometió a cumplir”.
Hay un par de casos más que vale la pena
resaltar, uno generado en Costa Rica y otro en
Paraguay, pues se hace referencia a convenios no
ratificados respecto de cuyo contenido se exige
cumplimiento.
El caso de Costa Rica, Antonio Blanco
Rodríguez, Luciano Castro, José Aniceto Blanco
Vela y Bienvenido Cruz Castro contra el Presidente
de la República, la Ministra de Gobernación y
Policía, el Instituto de Desarrollo Agrario y la
Comisión Nacional de Asuntos Indígenas, es el de
un proceso de amparo por infracción de
obligaciones internacionales relativas a los
derechos de los pueblos indígenas, interpuesto en
contra de una ley nacional que estableció la
reducción de las tierras de propiedad tradicional
del pueblo indígena Maleku de Guatuso. Los
demandantes se refirieron a varios instrumentos
internacionales que protegen los derechos de los
pueblos indígenas, en particular los derechos de
propiedad colectiva e individual sobre las tierras
ocupadas tradicionalmente por esta población,
entre ellos el Convenio Internacional del Trabajo
107 sobre poblaciones indígenas y tribales, el
Convenio Internacional del Trabajo 169 sobre
pueblos indígenas y tribales y el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos. El Tribunal
consideró que el decreto infringía las obligaciones
internacionales de Costa Rica y lo declaró ilegal e
inaplicable, condenando al Estado a pagar una
reparación por daños y perjuicios a los miembros
del pueblo afectado. Sin embargo, el Tribunal no
hizo referencia explícita alguna a los instrumentos
internacionales referidos por los demandantes,
pues uno de los convenios, el de 1989, no se
encontraba ratificado por el Estado costarricense.
En el caso de Paraguay, Carmen Sachelaridi
Knutson contra Cooperativa Santísimo Redentor
Limitada, sobre acoso sexual, al referirse a la
legislación aplicable para resolver el conflicto, el
Tribunal de Trabajo de Apelación se refirió al
Convenio Internacional del Trabajo 111 sobre
discriminación en el empleo y la ocupación, que
prohíbe todo tipo discriminación por razón de sexo,
y consideró al acoso sexual como una forma
específica de discriminación conforme al punto 6
de la resolución de la Organización Internacional
del Trabajo del 24 de julio de 1985 sobre igualdad
de oportunidades y de trato para hombres y
mujeres en el empleo, en el que se establece que
“los hostigamientos de índole sexual en el lugar
del trabajo perjudican las condiciones de trabajo y
las perspectivas de ascenso de los trabajadores.
Por lo tanto, las políticas que promuevan la igualdad
deben traer consigo la adopción de medidas
destinadas a luchar contra tales hostigamientos y
a impedirlos”. Al igual que en ejemplos anteriores,
en este caso se hace referencia no solo a un
convenio internacional de trabajo sino también a
una resolución de la Organización Internacional del
Trabajo, que no tiene naturaleza normativa.
Resulta interesante que para resolver el
conflicto se utilice la jurisprudencia de los órganos
de control de la Organización Internacional del
Trabajo, como la Comisión de Expertos en Aplicación
de Convenios y Recomendaciones y el Comité de
Libertad Sindical. Como ya dijimos, de acuerdo con
la Constitución de la Organización Internacional del
Trabajo, el organismo competente para interpretar
las normas internacionales del trabajo es la Corte
Internacional de Justicia. No obstante, la
jurisprudencia emitida por dichos órganos de control
al resolver las controversias, es de gran relevancia
Derecho Internacional del Trabajo
cualitativa y cuantitativamente. Reiteramos que los
organismos jurisdiccionales nacionales deberían
utilizar no solo el texto de los tratados, sino también
la jurisprudencia de los órganos que se encargan
de controlar su cumplimiento. Únicamente así se
asegura la unidad de criterio sobre el significado de
un texto.
3.3.4. Denuncia de un convenio internacional del
trabajo por inconstitucionalidad
3.3.5. Aplicación
de
internacionales
otros
instrumentos
En el caso Alfonso Ruiz y otros contra
Empresa Sucesores de José de Jesús Restrepo y
Compañía S.A., ocurrido en Colombia, sobre la
aplicación del principio de salario igual por un
trabajo de igual valor, la Corte Constitucional afirmó
que dicho principio había sido violado basándose
en la Constitución de la Organización Internacional
del Trabajo, aprobada en 1919, que “expresamente
consagra en el Preámbulo el reconocimiento del
principio de salario igual por un trabajo de igual
valor”.
En otro caso producido en Costa Rica,
recurso de amparo planteado por varios
funcionarios de la Comisión Nacional para Asuntos
Indígenas contra el Ministerio de Cultura, Juventud
y Deportes y la Comisión Nacional para Asuntos
Indígenas, por el recorte arbitrario de los fondos
públicos asignados a dicha Comisión, el Tribunal
Supremo se refirió a un dictamen de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, Dictamen
Consultivo OC-2/82 del 24 de setiembre de 1982,
en el que se determina que “los tratados modernos
sobre Derechos Humanos, en general, y, en
particular, la Convención Americana, no son
tratados multilaterales de tipo tradicional concluidos
en función de un intercambio recíproco de derechos,
para el beneficio mutuo de los Estados
contratantes. Su objeto y fin son la protección de
los Derechos Fundamentales de los seres
humanos, independientemente de su nacionalidad,
tanto frente a su propio Estado como frente a los
otros Estados contratantes”. Asimismo, se remitió
a la Convención de Viena sobre Derecho de los
Tratados invocando la “buena fe con que deben
interpretarse y ejecutarse los convenios
internacionales en nuestra jurisdicción territorial,
pues se invoca una situación interna para justificar
el incumplimiento de los términos de un tratado”.
Ambas referencias se utilizan para concluir que el
recorte de fondos públicos constituía una infracción
al Convenio Internacional del Trabajo 169.
En los últimos años ha habido un avance
importante en América Latina respecto del uso de
ius et veritas 31
Tenemos dos casos, uno ocurrido en Chile
y el otro en Costa Rica, en los que se objeta el
Convenio Internacional del Trabajo 169 sobre
pueblos indígenas y tribales. En el primero, se
interpuso una demanda de inconstitucionalidad
contra el mencionado Convenio y, en el segundo,
se formuló una consulta preceptiva de
constitucionalidad por el Directorio de la Asamblea
Legislativa respecto del proyecto de ley de
aprobación de dicho Convenio. En ambos casos,
el Tribunal Constitucional y el Tribunal Supremo,
respectivamente, declararon la constitucionalidad
formal y sustancial del Convenio 169. En el segundo
caso incluso, el Tribunal Supremo costarricense
subrayó que el Convenio reflejaba los valores más
importantes de la nación.
Recordemos que la mayor parte de
Constituciones latinoamericanas otorgan en
general a los tratados jerarquía de ley en el
ordenamiento interno y prevén que si un tratado
es contrario a la Constitución se puede interponer
una acción de inconstitucionalidad contra aquel.
En los casos citados se podría presentar un
conflicto entre el Derecho interno y el Derecho
Internacional, pues si el Tribunal declara fundada
una demanda de inconstitucionalidad del tratado,
este tendría que seguir aplicándose en el
ordenamiento interno hasta que se denuncie el
tratado y esta se haga efectiva. Si no, se incurrirá
en responsabilidad internacional.
En el primer caso, Tribunal Constitucional
chileno, si bien declaró la constitucionalidad del
Convenio 169, precisó que su artículo 9.1 -según
el cual “en la medida en que ello sea compatible
con el sistema jurídico nacional y con los Derechos
Humanos internacionalmente reconocidos, deberán
respetarse los métodos a los que los pueblos
interesados ocurren tradicionalmente para la
represión de los delitos cometidos por sus
miembros”- resultaba inaplicable. Pero, como el
mismo Convenio permitía que ello fuera posible,
no fue declarado inconstitucional. El propio Tribunal
había precisado previamente que la declaración de
inconstitucionalidad de un tratado internacional
podría dar lugar al incumplimiento de obligaciones
internacionales.
201
Javier Neves
los tratados sobre Derechos Humanos por los
jueces nacionales. Sin embargo, ese avance se
reduce sobre todo a los instrumentos más
tradicionales y generales: la Declaración Universal
de Derechos Humanos; los dos Pactos
Internacionales, el de Derechos Civiles y Políticos
y el de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales; la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y su Protocolo Adicional; no
alcanza a los tratados más específicos. En
concreto, los convenios internacionales del trabajo
no se están empleando con frecuencia en la
jurisprudencia comparada regional. Es más, en
nuestros países, muchas veces, los textos de los
convenios y, con mayor razón, los de la
jurisprudencia de los órganos de control, no han
estado a disposición de los magistrados. Hoy en
día esta situación podría revertirse, gracias al
progreso de los servicios informáticos, que permiten
acceder mediante internet o discos a toda la
información necesaria. Ya no hay excusas para
desconocer los textos de la Organización
Internacional del Trabajo. Todas nuestras
Constituciones establecen que la publicidad de una
norma es esencial para su vigencia, por lo que se
las publica en el diario oficial. Pero en una sociedad
democrática, la garantía del conocimiento de la
legislación por los interesados no se satisface con
la mera publicación, porque el diario oficial suele
tener una circulación restringida, principalmente
entre abogados, jueces y estudiantes de Derecho,
pero no está al alcance de la mayoría de la
población. En los Estados democráticos debería
realizarse acciones intensivas de difusión de la
legislación a través de los medios masivos de
comunicación, que permitan que los usuarios se
enteren efectivamente de la existencia y contenido
de aquella. Con la misma razón, esta difusión
debería comprender a los instrumentos
internacionales de Derechos Humanos.
Ricardo Ortiz de Zevallos Villarán
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Ricardo Ortiz de Zevallos Villarán
Notario
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La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del siglo XXI
La redefinición de las funciones
y los modelos de negociación
colectiva en los albores del siglo
XXI
Alfredo Villavicencio Ríos(*)(**)(***)
1. Introducción
Comenzaré señalando que la presentación
tendrá una referencia inicial mas bien teórica, en
la que se reseñará el contenido de las funciones
de la negociación colectiva, para dar lugar, a
continuación, a una exposición de los modelos de
negociación colectiva, poniendo el acento en la
forma como se han organizado para llevar a cabo
tales funciones.
Naturalmente, dicho análisis solo resulta posible
si se trasciende la mera perspectiva jurídico-positiva,
y se busca plantear una aproximación históricofuncional, dado que los cambios en los sistemas
de negociación colectiva responden mucho más a
cambios en el contexto económico-productivo y en
las estrategias de los sujetos negociadores, que a
variaciones de índole normativa.
De este modo, el análisis que plantearemos a
cabo no está referido a ningún ordenamiento jurídico
concreto. No obstante, en muchos de los casos el
punto de referencia estará constituido por la
experiencia de la negociación colectiva en los países
europeos. Ello se debe a que, como ha afirmado la
OIT, Europa es la región privilegiada en materia de
Conferencia de clausura de la V Jornada Internacional de Relaciones Laborales, celebrada en Montevideo, Uruguay,
el 21 de mayo del 2005.
(**) Doctor en Derecho por la Universidad de Sevilla y profesor de Derecho del Trabajo de la Facultad de Derecho de la
Pontificia Universidad Católica del Perú.
(***) A Ricardo Mantero, con inmensa nostalgia de su fraterna calidez.
(1) WINDMULLER, John P. Nueva consideración de la negociación colectiva en los países industrializados. En: Informe
OIT. Madrid: MTSS, 1987.
(2) GUIGNI, Gino. Introduzione alo studio della autonomia collettiva. Ristampa inalterata. Milán: Dott. A. Giuffré, 1977.
También en: La funzione giuridica del contratto collettivo di lavoro. En: Lavoro, legge, contrati. Bolonia: Il Mulino, 1989.
ius et veritas 31
(*)
negociación colectiva, tanto porque es donde la
negociación colectiva ha alcanzado un mayor
desarrollo y extensión, como porque es en esta
región donde con mayor firmeza se sustenta la
conveniencia de su desarrollo como instrumento de
estabilización económica y equilibrio social. De allí
que la realidad europea constituya un observatorio
privilegiado de las principales líneas de tendencia
de los sistemas de negociación colectiva.
Asimismo, hay que tener presente que la
supervivencia de la negociación colectiva depende
de su adaptabilidad al carácter cambiante de su
entorno, como ha reconocido Windmuller(1). En
consecuencia, siguiendo a Giugni(2), podemos
afirmar que ni siquiera la doctrina jurídica sobre el
convenio colectivo es nunca definitiva,
precisamente porque la realidad a la que está
referida está en continuo movimiento, siendo cada
construcción idónea solo para fijar un momento
evolutivo de la misma.
Además de ello, la complejidad y dinamismo
de este fenómeno recusa la existencia de modelos
químicamente puros, dado que incluso dentro de
un país determinado conviven tendencias distintas
y hasta contradictorias.
205
Alfredo Villavicencio Ríos
ius et veritas 31
2. Funciones de la negociación colectiva
206
Dicho lo anterior, corresponde pasar revista a las
funciones que, dentro de los sistemas de relaciones
laborales cumple la negociación colectiva.
En primer lugar, hay que recordar que el término
función es polivalente en el ámbito jurídico. Hace
referencia a la concepción de Derecho-función de
Duguit, a la de la causa de los negocios jurídicoprivados de Betti, a la contraposición entre análisis
funcional o estructural del Derecho de Carnelutti,
o simplemente se refiere a los fines perseguidos
por un instituto o regulación jurídica. Siendo muy
relevantes las tres primeras concepciones, nos
quedamos en esta ocasión con la última acepción,
que busca determinar finalmente para qué sirve la
negociación colectiva, para estar luego en
condiciones de establecer las diferentes formas
como se ha organizado para cumplir su cometido
en cada etapa histórica.
Desde esta perspectiva, debemos partir de
señalar que la negociación colectiva tiene una gran
función unitaria, de la que luego se desprenden
otras que la sirven: la doctrina ha dicho, así, que
esta función unitaria es la de medio fundamental
de tutela de los intereses de los trabajadores, o
simplemente, la de ser un instrumento de control
del mercado de trabajo, o un instrumento de
composición de los conflictos de intereses entre
capital y trabajo. Nosotros coincidimos en general
con la última acepción citada, fraseándola así: la
función unitaria de la negociación colectiva es la
de ser un instrumento para la composición
tendencialmente equilibrada del conflicto entre
trabajadores y empleadores.
Todo ello, visto desde el marco conceptual que
refiere que la negociación colectiva es
fundamentalmente un proceso de creación de
normas que expresa una relación de poder entre
organizaciones, un “uso diplomático del poder” en
el que se evidencia su naturaleza de institución
política que transforma el conflicto en consenso a
través de un complejo procedimiento institutivo de
normas, montado sobre las relaciones de poder
de las organizaciones sindical y patronal.
Ahora bien, la función unitaria, que actúa como
columna vertebral o viga maestra deducida de una
macrovisión de la negociación colectiva, puede y
debe dividirse en funciones genéricas, que a su
vez están compuestas de un conjunto numeroso
de funciones específicas interdependientes.
Puestos en línea de disección, les proponemos
seguir la clasificación inicial de la doctrina
norteamericana que habla de tres funciones
genéricas de la negociación colectiva: de intercambio
o compraventa, gubernamental y organizacional.
3. La función de intercambio
Es la más tradicional de las funciones y se
expresa en la determinación colectiva y conjunta
de las condiciones que se pagarán por el trabajo
recibido, no solo a nivel de cada empresa o sector,
sino también en el ámbito general. Se manifiesta
en las normas sustanciales del convenio colectivo.
La negociación colectiva cumple así una función
económica central, ya que es la protagonista
principal de la conformación de las rentas del
trabajo o los costos salariales, es decir, de la
distribución del ingreso entre capital y trabajo.
En cuanto a las funciones específicas
involucradas en este campo genérico, la función
inicial o primaria de la negociación colectiva,
aquella que explica su nacimiento, es la de operar
como mecanismo de “compensación” o
“contrapeso” de la desigualdad “originaria” que
caracteriza a la relación individual de trabajo. Es
lo que puede denominarse función equilibradora o
compensadora de la negociación colectiva.
Permite cuotas mayores de igualdad en las
relaciones entre trabajadores y empleadores, a
partir del surgimiento y actuación de las
organizaciones sindicales, y, por ello, trae como
consecuencia significativos avances en los
campos de la justicia social y de la democracia
material, y, por ende, de la cohesión social,
componente imprescindible del desarrollo social.
La segunda función específica vinculada al
campo de la determinación colectiva de las
condiciones de trabajo es la denominada función
compositiva o pacificadora. Dado que la relación
laboral es intrínsecamente conflictiva, la
negociación colectiva es el principal instrumento
de canalización y funcionalización del conflicto,
de manera que se reduzcan sus aristas
negativas y se favorezcan sus consecuencias
positivas.
Se trata hasta la fecha del mejor cauce en el
que las propias partes involucradas, en condiciones
de cierto equilibrio, intercambien propuestas y
ventajas, hasta lograr un acuerdo que viene a ser
una especie de “pacto de paz”, que da lugar a un
La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del siglo XXI
adaptativa la convierte en la institución más
dinámica del sistema de relaciones laborales y en
el instrumento más apropiado para la asimilación
y adecuación permanentes al cambio.
Todo lo visto nos muestra las características
de la negociación colectiva en los terrenos de
equilibrio, participación, cercanía al objeto de
regulación, conocimiento de la problemática,
flexibilidad, adaptabilidad, consenso y estabilidad
del acuerdo, que han llevado a que se afirme que
actualmente es el mecanismo predominante y
principal para la regulación de las relaciones
laborales.
Sin embargo, los convenios colectivos no son
solo acuerdos “tarifarios”. Tienen otros objetivos
relevantes, que detallamos, a continuación, a la
luz del desarrollo de las funciones que siguen.
4. La función gubernamental
La segunda función genérica es la función
gubernamental, que sale del campo de la
determinación de las condiciones de trabajo, para
ingresar al terreno totalmente distinto del gobierno
del sistema de relaciones laborales, dando lugar
al surgimiento de un sistema democrático de
relaciones de trabajo.
La democracia no es solo una cuestión política,
y su presencia en el campo laboral es fundamental
para que dé un salto del ámbito meramente formal
al sustancial. Así, en cuanto la democracia equivale
a autodeterminación, un sistema democrático de
relaciones de trabajo importa la presencia gravitante
de la autonomía colectiva como la institución que
expresa el papel preponderante que debe tener la
autorregulación de los intereses contrapuestos de
trabajadores y empleadores. Equivale a entregarles
a las organizaciones representativas de estos las
principales parcelas del poder regulador en materia
laboral, con la consiguiente disminución del papel
del Estado en este campo importa un máximo de
autonomía (colectiva) y un mínimo de heteronomía
(cuando está en juego el interés público).
En el terreno propiamente negocial, la función
gubernamental que reseñamos se expresa en
campos muy diversos y complejos, como pueden
ser la concertación social, la legislación negociada
o el diseño, aprobación e implementación de un
conjunto de reglas, procedimientos e institutos
dirigidos a organizar y poner en marcha la propia
actividad normativa de los sujetos colectivos. En
ius et veritas 31
período de tranquilidad laboral hasta el vencimiento
del plazo de vigencia del convenio colectivo.
La tercera función específica la denominaremos
función normativa, a través de la cual la negociación
colectiva es una fuente de Derecho que busca
estandarizar las condiciones de trabajo de los
distintos colectivos laborales en una empresa o
sector. Se trata de una ordenación tendencialmente
uniforme de las condiciones de trabajo, que cumple
diversas funciones. Respecto de los empleadores,
les permite un manejo simplificado de las
relaciones laborales a través de un solo
instrumento aplicable de manera general, les
genera una clara previsibilidad de los costos labores
e impide el dumping social, al evitar la competencia
basada en la reducción de beneficios laborales. A
los trabajadores, les otorga un trato común y
objetivo, que elimina la posibilidad de los efectos
a la baja que puede tener la competencia entre
trabajadores por los mismos puestos de trabajo.
Vale destacar, una cuarta función específica
denominada función adaptativa, que podemos
definir como aquella que le permite a los sujetos
colectivos pactantes regular las condiciones de
trabajo más adecuadas a cada unidad o sector
productivo. Su cercanía al objeto de regulación y
el conocimiento del mismo que tienen las partes,
la lleva a gozar de unas condiciones de versatilidad
y adecuación de las que carece cualquier otro
producto normativo. Evidentemente, mientras más
pequeña sea la unidad de negociación (empresa o
establecimiento) mayor actuación tendrá esta
función, aunque en los sistemas de negociación
sectorial (que ya implican un grado de especialidad
por rama), esta función se materializa ya sea a
través de articulación negocial o del
establecimiento de mecanismos como la
regulación por franjas o mínimos a partir de la
dimensión de negocios de la empresa.
Además de ello, la negociación colectiva es un
sistema de regulación temporal y de renovación
periódica, por lo que vive un proceso permanente
de adecuación a la situación real de cada ámbito
de las relaciones laborales.
En tal sentido, la especificidad y temporalidad
de la regulación pactada no tiene rival en el campo
de la adaptación, en la medida en que la esfera
más concreta, la individual, se encuentra inmersa
en un desequilibrio tan grande que lleva a que su
centralidad no sea compatible con los valores
esenciales de la vida civilizada. Así, la función
207
ius et veritas 31
Alfredo Villavicencio Ríos
208
todos estos campos, lo central pasa porque los
sujetos sociales, solos o con la presencia oculta
o explícita del Estado, codeterminan las líneas
matrices de configuración y desarrollo de las
relaciones laborales en un determinado momento.
Veamos, en concreto, la función gubernamental
en el ámbito del autogobierno de la autonomía
colectiva, que se expresa en los llamados acuerdos
marco que son verdaderas y propias regulaciones
sobre la producción normativa (normas sobre
normas) que van abriendo paso y consolidando,
como señala Giugni, la importancia de las
funciones organizativas, administrativas y
jurisdiccionales de la negociación colectiva, al lado
de la tradicional función legislativa.
Y ello resulta fundamental, puesto que, en los
gráficos y concluyentes términos de Dunlop, el
establecimiento de estos procedimientos y reglas,
así como su administración constituyen el centro
de atención de un sistema de relaciones
industriales. Su trascendencia es tal que la
determinación de los procedimientos y la autoridad
para confeccionar y administrar las reglas que
gobiernan este sistema servirán como elementos
esenciales para conocer su grado de autonomía o
heteronomía, es decir, su grado de desarrollo.
Esta función gubernamental va a implicar una
permanente y dinámica red de relaciones entre las
partes, dirigida a producir, aplicar, interpretar,
adaptar e integrar los convenios y demás acuerdos
colectivos, a través de distintos instrumentos, lo
que supera ampliamente la tradicional visión
contractualista para la que lo fundamental es el
convenio y el recurso a la negociación se reduce
solamente a las etapas de renovación
correspondientes. Nos encontramos ante la
necesidad de un “quehacer” paritario continuo e
ininterrumpido, que conduce hacia un modelo
dinámico de negociación colectiva, en el que la
conclusión de determinados asuntos da paso
inmediato a la administración del acuerdo, por un
lado, y a la discusión de aquellos sobre los que
todavía no fue posible el consenso, por otro.
Finalmente, el gobierno de las relaciones
laborales importa que desde el vértice se regule los
alcances y el ejercicio de la autonomía colectiva de
las unidades menores, con reglas generalmente de
reparto de competencias que deben ser respetadas
por las organizaciones actuantes en ellas.
Hasta la aparición de estas normas
articuladoras, se podía compartir la doctrina que
dividía el convenio colectivo en dos partes, una
normativa, que regulaba las relaciones individuales
de trabajo y otra obligacional que se ocupaba de
las colectivas. Cuando el contenido gubernamental
se asienta, se ponen en evidencia las limitaciones
de esta teoría, en la medida que irrumpe en la
escena, siempre evolutiva como hemos visto, un
contenido normativo cuyos destinatarios no son
los trabajadores individualmente considerados sino
las organizaciones de ámbitos menores, y cuyo
contenido no es una regulación sustancial de
condiciones de trabajo sino se trata de reglas
estructurales que delimitan los confines del poder
normativo a ejercer. Veamos lo aquí dicho en
acción.
La función genérica de gobierno del sistema
de relaciones industriales a través de la autonomía
colectiva, tiene como primera función específica
la de organización del poder normativo colectivo,
que se expresa en las reglas, procedimientos e
institutos ordenan, modalizan y armonizan el
ejercicio concreto de la negociación colectiva. Se
trata de normas que establecen quiénes son los
sujetos titulares de la negociación colectiva, cuáles
son los niveles en que se puede iniciar tratativas
con miras a suscribir un convenio colectivo, cuáles
son las materias a regular en cada uno de ellos,
qué funciones debe cumplir cada unidad negocial.
En concreto, se puede ejemplificar el tema
cuando vemos algún acuerdo marco en el que se
establece que en el sector minero se negociará
únicamente en los niveles de rama y de empresa;
que en materia salarial el ámbito mayor fijará
mínimos a mejorar en el menor, según las situación
de las empresas; que se reservan para el ámbito
sectorial la fijación del tiempo de trabajo y las
medidas de seguridad y salud laboral; que a nivel
de empresa se regulará de manera exclusiva la
productividad y el absentismo; en tanto que el
número de bonificaciones salariales se fija en el
sector pero el monto de las mismas se pacta a
nivel empresarial.
Se trata, pues, de criterios de coordinación normativa
que se conocen como de suplementariedad,
complementariedad, competencias exclusivas,
exclusión de competencia, competencia limitada,
supletoriedad, que reconducen el poder normativo
autónomo vertebrándolo de la manera que los
actores sociales del vértice correspondiente han
considerado adecuado para los intereses
involucrados y generando un enjundioso debate
La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del siglo XXI
(3)
Los convenios colectivos avanzan
así a convertirse, paralelamente, en
instrumentos de gestión flexible de
la fuerza de trabajo y no solo de
fijación de las condiciones de
trabajo. Se va así gestando un
paradigma «postindustrial» de
desarrollo de la negociación
colectiva, dentro del cual ganan
terreno sus aspectos adaptativos y
organizativos sobre sus facetas
normativa y equilibradora.
de formación y cambio, en la que sus elementos
integrantes pueden cambiar o extinguirse con
sujeción a las reglas de transformación previstas
por el propio sistema -a la vez que una totalidad
abierta- al hallarse en permanente conexión con
el sistema jurídico y el social que la enmarcan.
5. La función organizacional
Finalmente, la tercera función genérica es la
organizacional que se ocupa de la actuación de la
empresa como sujeto económico, no desde el
punto de vista estricto de las relaciones laborales,
sino de la actividad de la empresa como
organización económica para la producción y el
intercambio de mercancías. Entramos en el terreno
de las opciones productivas, la política de
inversiones, reconversiones, reestructuraciones,
participación de los trabajadores en la gestión de
la empresa, etcétera.
Esta función actúa sobre el núcleo duro de los
poderes empresariales y les imprime un cierto
grado de procedimentalización, a la vez que regula
la organización y el desarrollo del trabajo en la
empresa aportando reglas uniformes que facilitan
la gestión de los recursos humanos.
Basada en la participación de sus destinatarios
en la regulación de sus formas y contenido, la
negociación colectiva es así un instrumento clave
GHEZZI, Giorgio. Prólogo en: PESET, Goerlich. La administración del convenio colectivo en el ordemaniento jurídico
italiano. Madrid: MTSS,1990.
ius et veritas 31
sobre el alcance de los límites convencionales de
la negociación colectiva, imprescindibles para la
plena realización de la autonomía colectiva.
A su lado está la función específica
administrativa, que lleva a que el proceso negocial
no concluya con la suscripción del convenio
colectivo sino que continúe a lo largo del período
de aplicación de lo pactado. Se expresa en la
gestión del conflicto de intereses a partir de lo
pactado en el convenio colectivo. Permítanme
explicarme empleando una lograda imagen de
Giorgio Ghezzi(3): la instantánea ofrecida por el
convenio colectivo en si mismo, como específico
documento, parece animarse, desenrrollarse, en
una suerte de largometraje que se proyecta
(potencialmente) en todo el arco de operatividad
del convenio colectivo.
La administración del convenio trae consigo una
dinamización de la negociación colectiva que la
lleva a trascender más allá de la suscripción del
convenio colectivo e ingresar en una labor paritaria
permanente en la que se determinan los alcances
de lo acordado y se aborda aquello colateral,
limítrofe o consecuencial que continúa sobre la
mesa de negociación.
Finalmente, y muy vinculada a la función
administrativa, está la función específica
jurisdiccional, que deja en manos de los actores
sociales la solución de todos los conflictos
derivados de la aplicación o interpretación de los
convenios colectivos. Se extrae, en gran medida,
de la jurisdicción estatal los conflictos colectivos
de esta índole para entregarlos a comisiones
paritarias u organismos similares.
Como la norma ha sido creada por las partes
sociales, quien mejor que ellas mismas para
resolver las diferencias generadas a su alrededor,
a través de la red de órganos y procedimientos
creados para tal fin.
El desarrollo de la función gubernamental,
permite que se pueda hablar del surgimiento de
un ordenamiento jurídico originario, que la doctrina
italiana denomina ordenamiento intersindical, en
el que sus diferentes elementos se condicionan
recíprocamente, tanto en su existencia como en
su contenido material, conformando no ya un puro
agregado informe de normas, sino una dinámica
realidad predeterminada por reglas estructurales
209
Alfredo Villavicencio Ríos
para la organización del trabajo y, a la vez, una
herramienta para hacer posible la participación en
dichos procesos.
6. Conclusión inicial
De lo visto hasta aquí, puede concluirse que la
negociación colectiva es una institución
multifuncional y caleidoscópica, que cumple un
papel decisivo en los procesos de producción y
distribución de la riqueza, y también de asignación
y ejercicio del poder.
Por eso ha trascendido el ámbito de las
relaciones laborales para convertirse en un
componente esencial del Estado Social de
Derecho, en la medida que es un instrumento clave
en la consecución de los fines de este, es decir
de cuotas cada vez mayores de igualdad
sustancial.
7. Modelos de negociación colectiva
ius et veritas 31
Ingresando al campo de los modelos de
negociación colectiva, debemos señalar que no
siempre la negociación colectiva ha cumplido
todas estas funciones, ni lo ha hecho del mismo
modo, por lo que pueden distinguirse diferentes
etapas en el desarrollo de los sistemas de
negociación colectiva, dentro de la cuales estos
se han organizado de diferente manera a partir de
una preponderancia o combinación determinada
de las funciones descritas.
Así, si echamos un vistazo a la historia y al
mundo podemos distinguir grosso modo tres
grandes modelos: inicial, industrialista y
postindustrial, en los que se han ido acomodando
los países de diversa manera.
Veamos, a continuación estos modelos a partir
de la determinación de quienes negocian, el
procedimiento negocial, la estructura negocial, los
contenidos de la negociación y la eficacia jurídica
de los convenios colectivos.
210
8. Modelo inicial
En el marco del capitalismo liberal, cuando los
derechos colectivos salen de la etapa de la
prohibición y se ingresa en la de tolerancia, la
(4)
actuación colectiva no estaba institucionalizada,
tanto porque los trabajadores se agrupaban en
uniones esporádicas, cuanto porque se negociaba
solamente ante la presencia de conflicto agudo y
su resultado era un acuerdo sin eficacia jurídica.
La discusión giraba únicamente alrededor de
salarios y tiempo de trabajo y el respeto de lo
acordado se basaba en la palabra empeñada, dada
la naturaleza de pactos de caballeros del convenio,
y en el recurso a la huelga en caso de
desconocimiento. Finalmente, en esta etapa que
con precisión Antonio Ojeda(4) ha denominado como
inorgánica inicial el ámbito de negociación era
fundamentalmente la empresa.
Paulatinamente, se irá ingresando en la etapa
de reconocimiento jurídico de los derechos
colectivos, con un movimiento sindical en proceso
de consolidación sectorial y con la asimilación
(natural, ante la inexistencia del Derecho del
Trabajo) del convenio colectivo al molde
preexistente del contrato, habida cuenta que se
origina en un acuerdo de partes privadas. Así, el
convenio colectivo se convierte en fuente válida de
obligaciones que se pueden exigir judicialmente,
pero puede ser contradicho por acuerdos
individuales, con lo que su función equilibradora
todavía no puede materializarse.
De este modelo, en la actualidad solo queda
un rasgo aislado: el valor de pacto entre caballeros
de los convenios colectivos en el Reino Unido, salvo
que las partes decidan darles valor contractual. Y
ello no se debe al subdesarrollo del sistema inglés
de relaciones laborales, sino a la peculiar
configuración del mismo, en donde la intervención
estatal es verdaderamente mínima, dejando a los
sujetos colectivos el total dominio de sus
relaciones, a través de cláusulas de seguridad
sindical, por ejemplo.
9. Modelo industrialista
Promediando el siglo XX podemos encontrar la
presencia de los rasgos principales del sistema
que hemos denominado como industrialista, que
se sustenta en el paradigma “fordista” de
organización de la producción.
Para comenzar, no solo se ha ingresado a la
etapa de reconocimiento jurídico de los derechos
OJEDA, Antonio. Derecho Sindical. Madrid: Tecnos, 2003.
La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del siglo XXI
En tal dirección se cuenta con una negociación
sectorial que permite una mayor cobertura y un
poder de negociación acrecentado y se la combina
con acuerdos de empresa que buscan tener en
cuenta las condiciones de cada unidad productiva.
En el caso latinoamericano, con la excepción
de Uruguay, el modelo intervencionista-restrictivo
ha producido regulaciones y comportamientos
estatales limitativos y muy detallados en materia
negocial, que han conducido a un atrofiamiento de
la autonomía colectiva. Se ha señalado
taxativamente a los titulares del derecho de
negociación, se ha impuesto legalmente el nivel
en que se puede negociar, con un clara opción
descentralizadora (salvo en Argentina, Brasil y
Uruguay), se aplican barreras numéricas para
constituir sindicatos, afiliarse o dirigirlos, así como
elevadas vallas de al menos la mayoría absoluta
de trabajadores para iniciar una negociación, se
construyen engorrosos procedimientos negociales,
se recorta a mínimos el recurso a la huelga,
etcétera.
Todo ello, ha impedido el surgimiento de actores
fuertes y procesos vitales. Y ni que decir que ha
obstaculizado efectivamente el desarrollo de las
funciones gubernamentales y organizacionales de
la negociación colectiva, en la medida en que el
espacio dejado a la regulación pactada no va más
allá de la fijación de condiciones de trabajo.
Tanto en Europa como en Latinoamérica, y de
conformidad con la organización económica
“fordista” de la producción, la tendencia general
lleva a uniformizar las condiciones de trabajo, lo
que se expresa particularmente en el
establecimiento de condiciones salariales
homogéneas, con independencia de las
circunstancias específicas de las empresas, una
ordenación del tiempo de trabajo única e inflexible
y una clasificación profesional bastante rígida.
Finalmente, como se ha visto, en esta etapa
se produce también la definitiva incorporación de
los de los convenios colectivos al ordenamiento
jurídico, mediante el reconocimiento a los mismos
de naturaleza propia y eficacia normativa. Y ello
incluso en sistemas informales como Italia, donde
existe una norma expresa o Uruguay, con origen
doctrinal y jurisprudencial, aunque, como ya se
viera, con la única excepción del Reino Unido.
Como puede fácilmente deducirse, esta
atribución de efectos normativos al convenio
colectivo se hace en aras de un mejor
ius et veritas 31
colectivos sino que se ha generalizado su
consagración constitucional, llegando a formar
parte esencial del nuevo pacto social que sustenta
al Estado Social de Derecho: se reconoce la
propiedad privada de los medios de producción y
la libre empresa, a condición de que se ejerzan
dentro de los límites del Derecho del Trabajo, tanto
en su expresión legal como en la convencional.
Además, se trata de una consagración
constitucional de naturaleza promocional, ya que
se ordena garantizar el surgimiento y la actuación
eficaz de los sujetos colectivos, por lo que el
Estado debe involucrarse legislativa, administrativa
y judicialmente en su fomento y protección.
En tal marco, son pocos los países que se
adscriben al modelo de abstention of law: Uruguay,
Italia o Reino Unido, y solo este último construye
un modelo dinámico o de negociación permanente.
De allí que uno de los signos distintivos de esta
etapa será la regulación legal de los derechos
colectivos, que determina los sujetos, el
procedimiento negocial, el contenido del convenio,
y la eficacia normativa de los convenios de modo
que se apliquen automática e imperativamente a
todas las relaciones que caen en su ámbito, en
garantía plena de la función equilibradora de la
negociación colectiva.
En el modelo regulado, sin embargo hay dos
corrientes: una europea que apuesta por el fomento
del fenómeno sindical y otra latinoamericana que
establece una regulación detallada y restrictiva,
que arrincona lo colectivo y busca reducirlo a su
mínima expresión.
En el caso europeo, el espacio dejado a la
negociación colectiva le lleva a cubrir todo el ámbito
de la fijación de condiciones de trabajo, para
cumplir también la función gubernamental y, en
menor medida, la organizacional (es casi
paraorganizacional), llegando a dar vida a
regulaciones e instituciones muy sofisticadas. Todo
ello, dentro de una estructura negocial centralizada,
sobre todo en Europa Continental, que ha visto
como los niveles de negociación, en muchos
casos, se han diversificado y se han articulado,
formal o informalmente, y siempre por decisión
voluntaria de las partes sociales.
Se asiste, así, a la presencia de acuerdos o
disposiciones marco que buscan superar los
defectos de una negociación empresarial o
sectorial excluyente, vertebrando ambos niveles
para potenciar sus virtudes y reducir sus defectos.
211
Alfredo Villavicencio Ríos
cumplimiento de sus funciones normativa y
equilibradora que requieren el predominio de la
voluntad colectiva sobre la individual para realizarse.
Paralelamente, y en consonancia con las
necesidades de homogenización, por mandato
legal se amplía la eficacia personal de los convenios
colectivos celebrados por los sujetos más
representativos a todos los trabajadores y
empresarios involucrados al margen de su afiliación
o no a los pactantes. En otros casos, como Italia,
los propios empleadores extienden a todos sus
trabajadores lo pactado con los sindicatos, para
tener un manejo común y eficiente de las
condiciones de trabajo.
ius et veritas 31
10. Modelo postindustrialista
212
El modelo industrialista de negociación
colectiva se está viendo afectado por las
importantes trasformaciones en las formas de
desarrollo de la actividad económica y de
organización de la producción, que están
conduciendo a una redefinición de buena parte de
sus modos tradicionales de organización y a una
nueva distribución del protagonismo entre sus
distintas funciones. Veamos esta evolución
apoyándonos en los estudios de Del Rey (5),
Monereo(6) y Sanguineti(7).
El hecho de que nos encontremos en la
actualidad ante una realidad económica y
productiva más diversa, compleja y cambiante,
conduce a priorizar la faceta adaptativa de los
convenios colectivos en desmedro de sus funciones
normativa y equilibradora, originando un cambio
de énfasis en el seno de la función de compraventa.
Es decir, los convenios colectivos dejan de
responder prioritariamente a un propósito de
equilibrio y uniformación y se convierten en
instrumentos dirigidos a favorecer una adaptación
flexible de las condiciones de trabajo a las
necesidades empresariales.
De forma paralela, la paulatina sustitución de
los rígidos esquemas fordistas de organización de
la producción por formas más grupales, flexibles y
(5)
(6)
(7)
participativas de desarrollo del trabajo está
favoreciendo la asunción de un protagonismo cada
vez mayor de sus funciones organizacional y
gubernamental sobre su tradicional cometido
económico o de mera regulación de las condiciones
de “intercambio” de la fuerza de trabajo.
Los convenios colectivos avanzan así a
convertirse, paralelamente, en instrumentos de
gestión flexible de la fuerza de trabajo y no solo de
fijación de las condiciones de trabajo. Se va así
gestando un paradigma “postindustrial” de desarrollo
de la negociación colectiva, dentro del cual ganan
terreno sus aspectos adaptativos y organizativos
sobre sus facetas normativa y equilibradora.
El desarrollo de este nuevo paradigma, sin
suponer una alteración radical respecto del
esquema tradicional, introduce algunos cambios
de relieve en los principales aspectos a partir de
los cuales se estructuran los sistemas de
negociación colectiva.
Así, irrumpen con fuerza nuevos productos
colectivos, que van a convivir con el convenio
general, y que tienen como características su
informalidad, su especificidad y su
descentralización. Es el caso de los acuerdos de
empresa, que si bien existían desde siempre, van
a ampliar considerablemente sus funciones. Ya no
estarán dirigidos a mejorar o complementar la
regulación legal o convencional, sino que ahora
pueden cumplir una función integrativa, ocupándose
de materias no reguladas en otra norma (acuerdos
defectivos españoles), como también pueden llegar
a sustituir la regulación del convenio de nivel
superior a la empresa, a través de las cláusulas
de “inaplicación” o “descuelgue” (cláusulas de
apertura alemanas o de descuelgue españolas).
A su vez, se rompe el carácter progresivo de la
negociación colectiva permitiendo expresamente
la negociación colectiva in peius o concesiva, a la
par que se rompe con la tradicional ultractividad
del contenido normativo del convenio colectivo
vencido. Por tanto, cada negociación comenzará
de cero en lugar de tener como piso lo conseguido
en el convenio anterior.
DEL REY GUANTER, Salvador. Una década de transformación del sistema de negociación colectiva y la “refundación”
de la teoría jurídica de los convenios colectivos. En: Relaciones Laborales. Número 1 y 2. 1996.
MONEREO, José Luis. Estudio preliminar en: GIUGNI, G. Introducción al estudio de la autonomía colectiva. Granada:
Comares, 2004.
SANGUINETI, Wilfredo. Los sistemas de negociación colectiva y su problemática actual. Conferencia dictada en Lima,
2005.
La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del siglo XXI
decir, con el que en cada caso toma efectivamente
las decisiones organizativas y estratégicas (la
empresa matriz del grupo o la contratista principal).
En tercer lugar, en lo que al contenido de los
convenios colectivos se refiere, se producen
transformaciones de importancia al menos en tres
ámbitos. Antes que nada, la búsqueda de una
adaptación flexible de las condiciones de trabajo
a las circunstancias específicas de los sectores
productivos y las empresas conduce en muchos
casos a un retroceso del intervencionismo
legislativo en la regulación de las condiciones de
trabajo, dirigido a dejar mayores espacios “libres”
para la actuación de los convenios colectivos. Esto
se produce, bien a través de la supresión sin más
de previsiones legales mínimas, bien a través de
la “dispositivización” de las mismas, o bien
mediante la remisión de su regulación a la
negociación colectiva.
Los convenios colectivos “ganan” así espacios
para su actuación incondicionada, pero al “precio”
de perder la “red” de seguridad constituida por los
mínimos legales, con el consiguiente riesgo de
degradación de las condiciones de trabajo.
De otro lado, esas mismas exigencias de
adaptabilidad y flexibilidad conducen a un cambio
en la forma de regular los contenidos “tradicionales”
de los convenios colectivos. Así, en materia salarial
ius et veritas 31
Por tanto, asistimos a una debilitación del
convenio, en pro de una mayor adaptabilidad a las
condiciones de cada empresa, dejando mal parada
a la uniformización de condiciones de trabajo
propia del fordismo.
Paralelamente, en el campo de la estructura
de la negociación colectiva, la regla también pasa
por descentralización, en la medida en que se
busca ámbitos negociales adecuados a las
materias o cuestiones a regular, que, como hemos
visto, pertenecen al campo empresarial. Por lo que
los sistemas negociales centralizados se
complejizan y deben establecer reglas de
articulación entre el nivel tradicional de rama y el
relanzado de empresa, o, simplemente, reglas que
resuelvan la concurrencia conflictiva entre
convenios que se va a producir al irrumpir con fuerza
el ámbito empresarial. Lo ideal de estas reglas es
que se pacten colectivamente, pero también suelen
aparecer en normas legales, a través de las cuales
el Estado busca facilitar la existencia de ámbitos
empresariales de negociación.
Se avanza entonces hacia un sistema de
negociación colectiva articulada, dentro del cual
el nivel de adecuación de la negociación depende
de la materia tratada, favoreciéndose así un
equilibrio más armonioso entre uniformidad y
diversidad en la regulación de las condiciones de
trabajo.
El propósito de esta “descentralización” de la
negociación colectiva es poner límites a la
homogeneidad de las condiciones de trabajo
derivada de la centralización, propiciando una
mayor diversificación de sus contenidos mediante
el desplazamiento de los procesos negociales
hacia espacios más diferenciados y concretos.
De forma paralela a lo anterior, sin embargo,
es característica de la nueva situación la
emergencia de nuevas unidades de negociación
supraempresarial, generadas por nuevos tipos de
relaciones interempresariales propios del
“postfordismo”.
Este es el caso de la negociación colectiva de
grupo de empresas, cada vez más presente en
Europa, y también de algunas experiencias de
negociación colectiva en el seno de la redes de
empresas, unidas por vínculos de colaboración
estable (por distintas condiciones o redes de
subcontratación).
En ambos casos, la nueva unidad permite
negociar con el interlocutor empresarial real, es
213
ius et veritas 31
Alfredo Villavicencio Ríos
214
surgen cláusulas que vinculan su crecimiento a la
marcha de la empresa, a la vez que proliferan los
elementos variables del salario, por lo general
vinculados a la productividad o el rendimiento.
En materia de tiempo de trabajo, aparecen
cláusulas dirigidas a facilitar la adaptación de su
distribución a las necesidades del ciclo productivo,
en tanto que, en el ámbito de la clasificación
profesional, se favorece cada vez más una mayor
integración e intercambiabilidad de funciones. Es
más, en muchos casos, estas cláusulas son
aceptadas por los representantes de los
trabajadores a cambio de que les sean concedidos
núcleos de participación o de control sobre su
aplicación, lo cual supone una extensión de las
formas de participación en el ejercicio de los
poderes empresariales, que refuerza la función
organizacional en su formulación participativa de
la negociación colectiva a nivel “micro”.
Finalmente, el paso a formas de organización
del trabajo menos estandarizadas y más grupales
y participativas propicia también la presencia en
los convenios colectivos de cláusulas vinculadas
con la organización del trabajo y la gestión del
personal.
Este fenómeno se produce especialmente en
la negociación colectiva de nivel empresarial.
Ejemplos de este tipo son las cláusulas que regulan
las modalidades de contratación y establecen
compromisos de empleo, prevén sistemas de
organización, regulan planes de formación,
disciplinan las modificaciones de funciones o de
condiciones de trabajo o las suspensiones de los
contratos de trabajo y los despidos, en muchos
casos articuladas con formas de participación
individual de los trabajadores en la organización
del trabajo, o de participación colectiva de sus
representantes en la adopción de las decisiones
correspondientes.
Todo esto no supone que las funciones
equilibradora de la negociación colectiva
desaparezca, pero que cada vez se tornan más
dependientes de su papel adaptativo y
organizacional.
Para concluir, debe decirse que estos cambios
no han conducido a relativizar o cuestionar la
eficacia normativa (y, en algunos ordenamientos,
personal general) atribuida a los convenios
colectivos. Lo que si se detecta es una tendencia
a revalorizar los aspectos contractuales que el
propio convenio colectivo posee, que por lo general
pasan desapercibidos cuando se extrema su
identificación con las normas legales.
El elemento clave para ello está constituido por
el establecimiento de una relación más fluida entre
las partes normativa y obligacional el convenio
colectivo, que lleva a que se admita que el propio
convenio colectivo puede prever mecanismos de
alteración de su contenido durante su vigencia
(organismos ad hoc de carácter paritario,
acercando a los sistemas estático y dinámico), o
a que se conceda un protagonismo cada vez mayor
a las instancias creadas por las partes en la
aplicación o gestión de lo pactado, permitiéndoles
adoptar decisiones que condicionen la actividad
de las partes.
Todo esto supone, nuevamente potenciar los
valores adaptativos del convenio colectivo aunque
en esta ocasión desde una perspectiva
procedimental, que potencia una vez más, la
función gubernamental concedida a los agentes
sociales, proyectándola sobre la gestión de la
propia norma colectiva.
Para concluir, debo señalar que lo dicho no
cuestiona la virtualidad de la negociación colectiva
como el instrumento adecuado para regular las
condiciones de trabajo, aun en un contexto de gran
flexibilidad. Más aún, que no hay instrumento más
adecuado que ella para tal fin, habida cuenta que,
además, permite una tutela efectiva de los
intereses de los trabajadores.
En todo caso, y teniendo en cuenta que está
mencionada en primer lugar en la Declaración de
Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo
de la OIT, de 1998, confiamos en siga aportando
las cuotas de igualdad requeridas para superar la
exclusión y el carácter formal de nuestras
democracias.
La redefinición de las funciones y los modelos de negociación colectiva en los albores del siglo XXI
ius et veritas 31
215
publicidad
cámara de comercio
En torno al principio de irrenunciabilidad
En torno al principio de
irrenunciabilidad(*)
Mario Pasco Cosmópolis (**)(***)
El principio de irrenunciabilidad es, sin duda,
de los más importantes, casi emblemático del
Derecho del Trabajo. A través de la prevalecencia
de la norma sobre los acuerdos entre empresario
y trabajador, protege a este para el real disfrute de
los derechos que aquella le otorga.
Definido por Plá Rodríguez (1) como “la
imposibilidad jurídica de privarse voluntariamente
de una o más ventajas concedidas por el Derecho
Laboral en beneficio propio”, puede ser también
enunciado como “la ineficacia de la privación
voluntaria por parte del trabajador de aquellos
derechos que le resulten indisponibles”(2).
Vinculan estrechamente algunos autores este
principio al principio protector, al punto casi de
hacerlo derivar de él. La irrenunciabilidad sería así
una proyección o una prolongación del principio
protector(3), a partir de la premisa de que si las
normas laborales pudieran ser objeto de
abdicación, carecerían de objeto y quedaría el
trabajador huérfano de la protección que ellas le
confieren y que son, en esencia, su razón de ser.
Es indudable que entre ambos principios existe
un estrecho vínculo, mas no de subordinación, sino
de complementación; no hay entre ellos una
relación causal, sino que ambos apuntan en una
misma dirección, comparten una misma finalidad
y la irrenunciabilidad opera como un instrumento
que completa y perfecciona al principio protector.
En nuestro criterio, la irrenunciabilidad no deriva
del principio protector, sino que lo completa, lo
perfecciona, le da eficacia. En efecto, si la norma
laboral, impregnada y nutrida por el principio
protector, fuera renunciable, el trabajador en cuyo
beneficio se dio quedaría indefenso frente al poder
patronal. Por eso se la dota de invulnerabilidad, lo
cual, en último término, viene a significar que se
protege al trabajador incluso contra sí mismo, al
limitarse la autonomía de su voluntad.
No de otro modo se explica que todos los autores
que han examinado la cuestión de los principios
del Derecho Laboral coloquen a ambos en un mismo
plano, y que incluso es frecuente que las
legislaciones consagren casi universalmente el
principio de irrenunciabilidad, pero sean en cambio
escasas las que hayan hecho lo propio con el
principio protector, mantenido este en la esfera
axiológica, pero sin penetrar en la órbita legislativa.
Numerosas son las cuestiones que surgen del
estudio de la irrenunciabilidad, y tienen que ver
con su origen o fundamento, sus alcances, sus
excepciones, y otras, todas las cuales fomentan
un amplio campo para el debate.
En el presente trabajo, en homenaje al autor que
más enjundiosamente ha estudiado el tema de los
principios del Derecho Laboral -Américo Plá
Rodríguez-, abordaremos el de irrenunciabilidad, no
desde una perspectiva global, sino apuntando hacia
algunas de sus facetas más interesantes o
debatibles.
ius et veritas 31
(*) En homenaje al maestro Américo Plá Rodríguez.
(**) Miembro del Comité Consultivo de ius et veritas.
(***) El presente artículo es parte de una obra colectiva del Grupo de los Nueve en homenaje a Americo Plá Rodriguez.
Entorno a los principios del Derecho Labora. México: Porrua, 2005.
(1) PLÁ RODRÍGUEZ, Américo. Los principios del derecho del trabajo. 3era edición. Buenos Aires: Depalma, 1998. p. 118.
(2) GONZÁLEZ HUNT, César. La reducción de la remuneración y el principio de irrenunciabilidad de derechos. En: Los
principios del derecho del trabajo en el derecho peruano. Libro homenaje al profesor Américo Plá Rodríguez. Lima:
Sociedad Peruana de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. 2004. p. 136.
(3) Tal la posición de parte de la doctrina argentina, según expresa VÁZQUEZ VIALARD (En: Tratado de Derecho del
Trabajo. Tomo 2. Buenos Aires: Astrea, 1982. p. 222), quien menciona al respecto la opinión de Justo López.
217
Mario Pasco Cosmópolis
1 . Fundamento del principio de irrenunciabilidad
ius et veritas 31
Plá ubica en la doctrina diversas corrientes
acerca de los fundamentos del principio de
irrenunciabilidad, que serían: (i) el principio de
indisponibilidad; (ii) la imperatividad de las normas
laborales; (iii) su carácter de orden público; (iv) la
limitación a la autonomía de la voluntad; y, (v) el
presunto vicio de la voluntad. Plá expone de manera
acuciosa las diversas opiniones y, sin optar por
una de ellas, propone más bien que “por caminos
distintos o, acaso, con simple terminología
diferente, se llega a la expresión de la misma idea,
ilustrándola en diferentes aspectos”(4).
Vázquez Vialard(5) sistematiza esas corrientes
en dos categorías: “Los autores que se inscriben
en la primera, que a su vez destacan como
prevalentes aspectos distintos, se refieren ya a la
indisponibilidad de la ley como presupuesto de su
vigencia real en los hechos, la imperatividad de la
norma, su carácter de orden público, ya a la
limitación de la autonomía de la voluntad. En
cambio, otros autores prefieren fundar el instituto
en un supuesto vicio del consentimiento. Según
esta segunda apreciación, se presumiría una
incapacidad del trabajador para negociar en
igualdad de condiciones(...)”.
En nuestra opinión, la irrenunciabilidad tiene
su fundamento en la imperatividad de la norma,
que no es sino expresión de su carácter de orden
público; esa imperatividad, a su vez, tiene por
finalidad consolidar la eficacia del principio
protector, a cuyo objeto limita la autonomía de la
voluntad y precave al trabajador incluso contra sus
propios actos. Todos los criterios expuestos
precedentemente confluyen, pues, en un mismo
propósito, lo cual perfila con claridad su teleología,
mas no su fundamento, que radica en la fuerza
impositiva que el legislador confiere a las normas
laborales.
218
(4)
(5)
(6)
(7)
(8)
( 9)
Así lo expresa Vázquez Vialard (6) quien
considera la opinión más aceptable la que “indica
como fundamento de la irrenunciabilidad el hecho
de que la indisponibilidad surge de la ley como un
modo de asegurar la protección de los derechos
que ella consagra”; como también Guillermo
Guerrero Figueroa(7), quien en elaborada síntesis
distingue entre el fundamento y la finalidad: “El
principio de irrenunciabilidad se desprende de la
naturaleza de orden público de los beneficios y
garantías, con carácter de mínimos, otorgados a
los trabajadores. El objeto de este principio es la
protección de quien, por su condición de debilidad
en lo económico, puede ser fácilmente víctima al
renunciar el ejercicio de un derecho, ante la oferta
inferior, pero que le resuelve una necesidad urgente
e inmediata. El principio de la irrenunciabilidad
supone una limitación a la autonomía de la
voluntad. Las reglas laborales de carácter
imperativo pueden ser derogadas cuando ello se
hace en favor del trabajador, siempre y cuando
dicha derogación no afecte intereses colectivos.
El principio de la irrenunciabilidad de derechos es
absoluto cuando perjudica al trabajador, y relativa
solo en beneficio de este”.
Sobre esta línea, la doctrina española distingue
tres grados a dicha fuerza imperativa o, como
derivación de ellos, tres tipos de normas: (i)
imperativas o categóricas o de imperatividad
absoluta o de derecho necesario absoluto; (ii) de
imperatividad relativa o limitadamente categóricas
o de derecho necesario relativo; y, (iii) dispositivas
o discrecionales o supletorias(8).
Las categóricas -de derecho necesario
absoluto- son a tal punto imperativas que no
admiten margen alguno para modificación en
niveles inferiores, ni siquiera a favor del trabajador.
“No pueden ser desconocidas o modificadas por
las partes de la relación individual de trabajo ni
tampoco por las de la negociación colectiva”(9). Son
Ibid.; p. 121
Op. cit.; p. 224
Ibid.; p.231
GUERRERO FIGUEROA, Guillermo. El derecho laboral en la Constitución Nacional Colombiana. En: El trabajo y la
Constitución. Estudios en homenaje al Profesor Alonso Olea. Madrid: Academia Iberoamericana de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social/Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 2003. p. 135.
Tradicionalmente se hace referencia a jus cogens y jus dispositivum. (PEDREIRA DA SILVA, Luiz de Pinho. Principiología
do Direito do Trabalho. Sau Paulo: Editora LTR, 1999. p. 91); precisa que en Italia se habla de normas de protección
máxima o absolutamente inderogables, por oposición a las relativas inderogables, que solo pueden ser derogadas en
favor del trabajador; y en Francia, normas de orden público económico o de orden público absoluto, en oposición a las
de orden público social, que admiten derogación en beneficio del trabajador. PLÁ (Op. cit.; p.141) cita a Barassi, quien
habla de normas rígidamente categóricas y limitadamente categóricas.
BORRAJO DA CRUZ, Efrén. Introducción al Derecho español del trabajo. Madrid: Tecnos, 1978. p. 450.
En torno al principio de irrenunciabilidad
normas absolutas que fijan no solo el piso sino
también el techo en la materia por ellas regulada.
Las normas de imperatividad relativa solo
consagran un mínimo y toleran, por ello, avances
a favor del trabajador a través de las normas
descendentes o subalternas. “Establecen un
principio o criterio que las partes han de acatar,
pero del que podrán apartarse siempre y cuando
con tal modificación o, mejor dicho, con tal variación
se realce más plenamente el objetivo perseguido
por la propia norma” (10). Son estas las más
frecuentes u ordinarias en el derecho laboral, el
típico “piso” normativo.
Normas dispositivas o autorizantes o permisivas
son aquellas que “ofrecen a la autonomía de las
partes diversos regímenes jurídicos alternativos
para regular una materia concreta, o las que
expresamente autorizan a las partes a configurar
una relación contractual diferente”(11).
El principio de irrenunciabilidad refiere a los dos
primeros tipos de norma: las imperativas o de
derecho necesario absoluto, y las de imperatividad
relativa o de derecho necesario relativo. Estas
últimas no actúan con carácter residual, sino como
norma mínima respecto de los derechos que
reconocen a los trabajadores, lo que se traduce
en que es válido el acuerdo que los mejore e
inválido el que los perjudique.
En cambio, en las dispositivas o discrecionales
campea la autonomía de la voluntad y el principio
de irrenunciabilidad no actúa.
2 . Intangibilidad, inderogabilidad,
indisponibilidad
En torno al principio de irrenunciabilidad giran
otros conceptos jurídicos cercanamente afines, al
punto de que algunos de ellos son utilizados a
veces como sinónimos.
2.1. Intangibilidad
Implica la inmutabilidad de las normas que
consagran determinados derechos, vale decir, la
imposibilidad jurídica de que sean dejadas sin
efecto, no por cierto a través de actos jurídicos
privados, sino incluso por otras normas de similar
jerarquía(12).
Es una especie de blindaje jurídico que va más
allá del simple respeto a los derechos adquiridos
y consagra para la normativa laboral un rumbo
unidireccional, progresivo e irreversible.
La intangibilidad de los derechos laborales un extremo absoluto de la inderogabilidad-, es harto
infrecuente, aunque registra algunos casos de
excepción.
La Constitución de Ecuador de 1998 dispone
en su artículo 35, inciso 3, que “El Estado
garantizará la intangibilidad de los derechos
reconocidos a los trabajadores, y adoptará las
medidas para su ampliación y mejoramiento”(13).
Este precepto, en opinión de Jorge Egas Peña, no
ha sido suficientemente desarrollado por la
doctrina, y los jueces lo “confunden o identifican
con el de irrenunciabilidad de los derechos del
trabajador”(14). Tal principio fue introducido por la
Constitución de 1967, en el sentido de que “no
podrá expedirse ley alguna que disminuya los
derechos y garantías reconocidos a los
trabajadores en la legislación actual, es decir, que
tales conquistas de la clase trabajadora se volvían
intocables, sin que puedan modificarse en perjuicio
de los trabajadores; pues, se partía del principio
de los que los logros legislativos por aquellos
obtenidos, generalmente luego de un duro bregar,
no podían ser derogados por una ley posterior (...).
Lo dicho importa reconocer a dicha garantía la
calidad de un derecho objetivo, antes que subjetivo;
es decir, se refiere a la normativa legal vigente y
no a los derechos subjetivos de cada trabajador
ius et veritas 31
(10) Ibid.; p. 451.
(11) CAMPOS RUIZ, Luis Miguel. Los principios de norma más favorable y de condición más beneficiosa en las fuentes del
Derecho Español del Trabajo. ET. Colección tesis doctorales. Madrid, 1976. p. 119.
(12) La intangibilidad equivale a lo que Héctor Hugo Barbagelata (El bloque de constitucionalidad de los derechos humanos
laborales. En: El trabajo y la Constitución. pp.380-382), a propósito de los derechos humanos laborales, denomina
principio de irreversibilidad, que se complementa con el principio hermenéutico al que llama de progresividad.
(13) También consagra en el inciso 1 del mismo artículo que “La legislación del trabajo y su aplicación se sujetarán a los
principios del derecho social”, el cual obviamente comprende el de irrenunciabilidad; y en el inciso 4, de modo explícito:
“Los derechos del trabajador son irrenunciables. Será nula toda estipulación que implique su renuncia, disminución o
alteración (...)”.
(14) EGAS PEÑA, Jorge. El derecho del trabajo a través de las constituciones políticas del Ecuador. En: El trabajo y la
Constitución. p. 247.
219
Mario Pasco Cosmópolis
(...)”. Por tanto, “no debe confundirse con el de
irrenunciabilidad de los derechos del trabajador,
que es de carácter subjetivo, ni con la aplicación
de la condición más beneficiosa del principio de
protección, que solo actúa frente a una nueva
ley”(15).
De modo menos intenso y con referencia a
derechos previsionales pensionarios, la primera
disposición transitoria de la Constitución peruana
de 1993, aunque con penosa redacción, disponía
que: “Los nuevos regímenes sociales obligatorios,
que sobre materia de pensiones de los trabajadores
públicos, se establezcan, no afectan los derechos
legalmente obtenidos (...)”. Aunque esta extraña
norma en puridad estaría en la línea de resguardo
de los derechos adquiridos y, por consiguiente,
del principio de norma más favorable, en la práctica
actuó como una fórmula de intangibilidad, ya que
las leyes que se emitieron desde su vigencia no
tuvieron vigencia práctica, puesto que no podían
afectar a aquellos a quienes se dirigían(16).
2.2. Inderogabilidad
ius et veritas 31
Por inderogabilidad se asume un efecto menos
intenso que el recién examinado, y se proyecta
en realidad al impedimento para que una norma
de un determinado nivel pueda ser afectada por
otra de nivel inferior. En principio, ninguna ley se
deroga, sino por otra ley y como tal la
inderogabilidad es atributo de toda norma
jurídica(17). La expresión “inderogabilidad” como
sinónimo imperfecto de la “irrenunciabilidad” o, al
menos, como un efecto colateral de esta, aunque
aparece con gran frecuencia en los estudios
doctrinarios sobre este principio, constituye en
nuestra opinión, en cierta forma un uso extensivo,
analógico o un manejo muy laxo del vocablo
“derogar”, que muchos autores utilizan para referirse
220
a la inaplicación de una norma por acto o contrato
privado(18). La inderogabilidad viene a ser así la
eficacia de la norma por sobre la voluntad de las
partes en un negocio sinalagmático, en la línea
del aforismo “El contrato es ley entre las partes”;
esta “ley privada” no puede “derogar” a la ley de
orden público.
Pero si la ley es por esencia abstracta y
general, la derogación también tiene que serlo: la
derogación de una norma legal solo es tal cuando
surte efecto abstracto y general. Aún cuando se
trate de una derogación parcial y no de abrogación,
el efecto se extiende y aplica a todos, aunque
beneficie o perjudique solo a unos cuantos.
En los actos que conllevan renuncia -válida o
no- la norma sigue indemne, no se ve afectada;
solo deja de ser aplicada a ese caso concreto.
Ello, por tanto, no es en sentido estricto un acto
derogatorio.
2.3. Indisponibilidad
Los
términos
indisponibilidad
e
irrenunciabilidad son claramente afines, casi
sinónimos, aunque pueda establecerse alguna sutil
diferencia. En realidad, indisponibilidad es un
concepto más amplio, que guarda con el de
irrenunciabilidad una relación género especie.
El derecho o facultad de disposición es uno
de los atributos inherentes al derecho de propiedad,
y comprende no solo la capacidad para renunciar,
sino para transferir. Los derechos laborales, como
todo derecho, son bienes que pertenecen al
patrimonio del trabajador, el cual tiene respecto
de ellos un derecho de propiedad(19). Los derechos
laborales son transferibles: un trabajador puede
disponer de ellos, en tanto la transferencia sea
onerosa y no conlleve renuncia. Así, por ejemplo,
la legislación peruana, que confiere preferencia
(15) Ibid.; p. 248.
(16) La indicada norma ha sido dejada sin efecto recientemente por la Ley constitucional 28389, que restaura el principio
universal de vigencia inmediata de la ley.
(17) Los ordenamientos suelen contener otros instrumentos jurídicos con fuerza derogatoria; en la Constitución peruana se
contemplan, por ejemplo, los decretos legislativos, que son leyes promulgadas por el Poder Ejecutivo en uso de una
facultad delegada por el Legislativo; los decretos de urgencia, que emite el Poder Ejecutivo en uso de facultad
originaria, en materia económica y financiera; y las resoluciones del Tribunal Constitucional cuando declaran
inconstitucional una norma de rango de ley.
(18) También se encuentra en el artículo 109 de la Constitución de la República Dominicana.
(19) A este respecto, es interesantísima la construcción teórica elaborada por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en relación con los derechos pensionarios. Estos, curiosamente, no han sido nunca recogidos y ni siquiera
mencionados en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos, lo cual no ha sido óbice para que la Corte
se pronuncie en casos que se refieren a ellos, a cuyo efecto, a falta de norma expresa, ha acudido al concepto de
violación del derecho de propiedad. Ver sentencia en el caso “CIDH 12.034 - 5 pensionistas”.
En torno al principio de irrenunciabilidad
absoluta a los créditos laborales frente a cualquier
acreencia contra el empleador, contempla que
dicho privilegio se extiende a quien sustituya total
o parcialmente al empleador en el pago directo de
tales obligaciones (artículo 2 del Decreto Legislativo
856). Si los derechos laborales fueran indisponibles,
tal posibilidad estaría cerrada.
Si la ley dispone la irrenunciabilidad de
derechos, no excluye necesariamente la
indisponibilidad de ellos, sino solo de aquellos
actos de disposición que importen una renuncia.
A la inversa, si la ley consagrara la indisponibilidad,
implicaría en todos los casos la proscripción de la
renuncia.
La renuncia es un acto de disposición
gratuito: la renuncia es necesariamente gratuita.
La disposición puede serlo, aunque por lo común
es onerosa, como sucede sin más en una
compraventa, por ejemplo.
Las legislaciones en general consagran la
irrenunciabilidad, aunque algunas, como la
española, se refieren a la indisponibilidad.
3 . Alcances de la irrenunciabilidad
4 . Eficacia práctica de la irrenunciabilidad
La irrenunciabilidad requiere para su eficacia ir
acompañada de la nulificación absoluta de los actos
que la plasman. Por lo general, las normas que se
refieren a aquella consagran este efecto como parte
de la misma. Esto es natural y necesario, no solo
porque si la renuncia no conllevara sanción, sería
una recomendación, no un mandato imperativo,
sino porque en muchos ordenamientos la nulidad
de un acto jurídico solo opera cuando tiene carácter
específico y expreso. Si la normativa consagrara
la irrenunciabilidad como simple desideratum, el
acto consagratorio de la renuncia no podría ser
invalidado, por falta de norma que así lo
determinara.
5 . Reglas procesales de garantía de la
irrenunciabilidad
Hay instituciones procesales cuya validez, en
el caso de derechos laborales, puede entrar en
ius et veritas 31
Cuestión que divide a la doctrina y arrastra
consigo a los ordenamientos es si la
irrenunciabilidad se contrae solo a los negocios
constitutivos o si también a los liberatorios, esto
es, si solo está vedada al trabajador la abdicación
anticipada de los derechos abstractos y futuros
que le confiere la legislación, o si también lo está
la de los derechos devengados, esto es, ya
concretados.
Respecto de lo primero, no hay vacilación
alguna en la doctrina, dado que es de la esencia
misma de la irrenunciabilidad, de su fundamento,
de su razón de ser.
En cambio, respecto de lo segundo, sostienen
algunos que, una vez incorporado el derecho al
patrimonio del trabajador, este recobra su potestad
dispositiva, en especial si ya ha cesado en el
empleo y ha desaparecido, con ello, la carga
subjetiva derivada de su condición de dependencia.
De la Villa califica de “peligrosa doctrina” a la “que
ha pretendido -suavizar- la protección de la ley al
admitir la libre disposición sobre los derechos
consolidados, o, por así decirlo, incorporados ya
al patrimonio del trabajador. Entiendo que se trata
de una doctrina incorrecta, en sentido jurídico, al
no valorar suficientemente los siguientes
elementos: (i) un derecho indisponible no cambia
de naturaleza por el transcurso del tiempo, aparte
de que una opinión contraria remite al problema a
la dificilísima determinación de la entrada del
derecho en el patrimonio del trabajador; (ii) los
derechos que pueden reducirse a una valoración
económica dejan de ser derechos laborales y se
convierten en partidas de su activo: la renuncia,
pues, de estos no puede resolverse con las normas
del Derecho del Trabajo; (iii) una cesión de estos
derechos consolidados será nula en cuanto que
así resulte de los límites generales del
ordenamiento jurídico (...); y, (iv) si el trabajador
pretende, con el abandono del derecho, un beneficio
o una liberación para el empleador, no se tipifica
un negocio jurídico de renuncia, y la nulidad
derivará, en su caso, de la comisión de actos
ilegales”(20).
Por ende, hoy la doctrina tiende a asumir que
una y otra formas de renuncia son inválidas(21).
(20) DE LA VILLA GIL, Luis Enrique: El principio de irrenunciabilidad de los derechos laborales. En: Revista de Política
social. Número 85. Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1970. p. 39.
221
Mario Pasco Cosmópolis
colisión con la irrenunciabilidad, al menos en
apariencia. Interesa por tanto precisar sus
alcances.
ius et veritas 31
5.1. Transacción y conciliación
222
En tanto que la renuncia pura y simple
constituye un negocio jurídico de tipo abdicativo,
porque no conlleva contraprestación, transacción
y conciliación son negocios jurídicos de tipo
conmutativo, esto es, con contraprestación.
Algunos diferencian ambas figuras en que en
la transacción hay necesariamente concesiones
recíprocas: ambas partes ceden algo y obtienen
algo en reciprocidad, o como dice el artículo 1809
del Código Civil español. Es un contrato en el que
las partes “prometiendo o reteniendo cada una
alguna cosa, evitan la provocación de un pleito o
ponen término al que había comenzado”. Si hubiere
cesión de algo solo de parte de una ellas hacia la
otra, habría renuncia simple, o desistimiento o
allanamiento si fuera intra procesal, es decir, habría
abdicación.
La conciliación, en cambio, procura un ajuste
de la pretensión dentro de un proceso judicial que es por lo general exagerada o extrema, con
un objetivo táctico- a la realidad manifestada en la
capacidad efectiva para demostrarlos.
La transacción, entonces, desde esa
perspectiva, solo podría contener de parte del
trabajador concesión respecto de derechos
disponibles (o no versar sobre derechos
irrenunciables), en tanto que la esfera de la
conciliación sería la de derechos inciertos,
dudosos, aún cuando fueran de carácter
irrenunciable.
En otras palabras, mientras la transacción
operaría sobre la certidumbre de una cesión de
derechos, razón por la cual estos tendrían que ser
disponibles, la conciliación lo haría sobre la res
dubia o litigiosa, que precisamente por carecer de
certeza representa solo una aspiración, no un
derecho cierto.
“La renuncia -dice Plá(22)- se refiere a un
derecho cierto y existente, o por lo menos, futuro
pero cierto, y que no sea un derecho impugnado,
porque nadie puede renunciar a una cosa cuya
propiedad no le sea reconocida ampliamente”. La
conciliación, en cambio, actúa sobre la res dubia
o la cosa litigiosa, esto es, incierta y en gran medida
improbable.
Hay quienes, con una óptica procedimental,
diferencian transacción y conciliación solo en razón
de que la primera puede darse y generalmente se
da en una esfera privada, mientras que la segunda
impone necesariamente la actuación de un tercero,
el conciliador. Ambas serían, pues, figuras
transaccionales sustantivamente iguales,
diferenciadas únicamente en su comportamiento
procesal(23).
En todo caso, es muy certera la previsión de
la Ley del Proceso Laboral (LPL) de España, cuyo
artículo 84.1 admite la validez de la conciliación,
salvo que “el órgano judicial estimare que lo
convenido es constitutivo de lesión grave para
alguna de las partes, de fraude de ley o de abuso
de derecho, (en cuyo caso) no aprobará el acuerdo”,
como también el artículo 245 de la misma que
prohíbe la transacción sobre derechos reconocidos
por sentencia judicial(24).
5.2. Desistimiento
Es la abdicación del proceso o de la
pretensión. En el primer caso -desistimiento del
proceso-, no hay renuncia sino postergación: el
trabajador se aparta del litigio iniciado pero sin
mengua del derecho sustantivo, que puede ser
ejercitado a través de una ulterior acción.
El desistimiento de la pretensión, en cambio,
afecta al derecho mismo, razón por la cual no es
admisible si tales derechos no han sido satisfechos
cuando se trata de derechos irrenunciables.
Por eso, en salvaguarda de ellos, la normativa
procesal exige en el desistimiento, como en la
transacción y la conciliación, la presencia y
participación activa del juez, cuya misión es
comprobar que bajo ninguna de esas figuras puedan
afectarse derechos irrenunciables ciertos, tangibles
y demostrados.
(21) La doctrina española es crítica de la jurisprudencia que excluye de la prohibición de renuncia aquellos derechos ya
ingresados en el patrimonio del trabajador. Véase: ALBIOL MONTESINOS, Ignacio y otros. Derecho del trabajo.
Fuentes y contrato individual. Valencia: Tirant Lo Blanch, 1999. p. 184.
(22) Op. cit.; p. 152
(23) DE LA CUEVA, Mario. Derecho mexicano del trabajo. 7ma. edición. México: Porrúa, 1963. p. 750.
(24) SALA FRANCO, Tomás. Irrenunciabilidad. En: ALBIOL MONTESINOS, Ignacio y otros. Op. cit.; p. 183.
En torno al principio de irrenunciabilidad
5.3. Abandono
El abandono es una figura con arreglo a la
cual una pretensión, por vía de acción o excepción,
decae si el proceso no es activado durante un lapso
determinado; la inacción procesal acarrea perjuicio
para el omiso, consistente en el archivamiento del
caso.
La jurisprudencia peruana ha entendido que,
al tener el juez en el proceso laboral una posición
activa y promotora, de tinte casi inquisitivo, la
responsabilidad por una paralización no es
atribuible solo al trabajador, razón por la cual ha
establecido el criterio de que en el proceso laboral
no rige el abandono, que es propio del esquema
dispositivo del proceso civil.
Hay exageración en esta posición, pues al
eliminarse el abandono, que tiene un plazo, se cae
en la ausencia de plazo alguno, lo que vendría a
significar en algún caso que expedientes que llevan
años y hasta décadas paralizados puedan ser
reactivados, con grave mengua para la capacidad
de defensa de la otra parte. Es razonable exonerar
al trabajador de la sanción del abandono, mas no
con carácter absoluto, sino transitorio,
permitiéndole por ejemplo la reactivación, pero
dentro de un plazo razonable, vencido el cual, y
de persistir su omisión, se produciría el
archivamiento definitivo.
5.4. Preclusión
(25) Op. cit.; pp. 186 y siguientes.
(26) Op. cit.; p. 235.
6 . Irrenunciabilidad y prescripción
Uno de los temas más arduos que provoca la
irrenunciabilidad de los derechos es la necesidad
de compatibilizarla con las normas en materia de
prescripción, razón por la cual consideramos
necesario un análisis especial. Ya Plá(25) ponía
énfasis en esta dificultad, indicando cómo algunos
autores -De la Cueva, Sarthou, Nicolielloexpresaban su reticencia, aunque solo este último
era irreductible al respecto, ya que todos los
demás, incluido naturalmente el propio Plá, aceptan
la prescripción como un elemento fundamental para
la seguridad jurídica.
Como dice Vázquez Vialard(26), en la figura de
la prescripción “se enfrentan dos principios, uno
del derecho del trabajo (el de la irrenunciabilidad)
y otro del derecho común (el de la seguridad
jurídica), al que normalmente la doctrina y las
normas legales dan prioridad sobre el anterior.
Consideramos que esa solución es razonable en
la medida en que la inacción voluntaria del
trabajador durante un lapso prudencial (...)
demuestra su falta de interés para ejercer el
derecho que la ley le reconoce. Por lo tanto,
creemos que se justifica que transcurrido el plazo
y en la medida en que la parte interesada oponga
la defensa (ya por vía de acción -no es necesario
que así lo haga- o de excepción, que debe hacerlo
tempestivamente) (...), el trabajador pierda parte
de la efectividad de su derecho, que se convierte
así en una obligación natural”.
En nuestro criterio el conflicto entre
irrenunciabilidad y prescripción no existe, desde
una perspectiva estrictamente jurídica.
En primer lugar, la renuncia “es un negocio
jurídico, individual o bilateral (...) a través del cual
el trabajador expresa el abandono de su derecho
(en la medida en que se lo admite, es total). En
cambio, en la prescripción no hay renuncia, sino
ius et veritas 31
La preclusión es, en una de sus acepciones,
la extinción del derecho a un acto procesal por
haberse dejado pasar la oportunidad para realizarlo.
En tal sentido, cuando una sentencia es
desfavorable y no se interpone en el plazo
legalmente señalado el recurso impugnatorio
pertinente -que en el proceso peruano es el recurso
de apelación-, la sentencia queda consentida y
asume de modo irreversible la calidad de cosa
juzgada.
Si el perjudicado por la sentencia y por su
omisión es el trabajador, es obvio que su derecho,
cualquiera que fuere, queda extinguido.
Aunque infrecuente en las legislaciones, la
colombiana contiene un principio de excepción a
esta regla universal: el artículo 69 del Código
Procesal del Trabajo y de la Seguridad Social
dispone que cuando una sentencia de primera
instancia fuere totalmente adversa a las
pretensiones del trabajador sin ser apelada, debe
ser necesariamente consultada con respectivo
tribunal superior del distrito judicial. Son claros el
origen y el propósito de esta disposición: la
irrenunciabilidad de los derechos y la protección
del trabajador.
223
ius et veritas 31
Mario Pasco Cosmópolis
224
inacción, que en la medida en que se prolonga
más allá del plazo fijado daña la efectividad de la
acción”(27).
De otro lado y fundamentalmente, la
prescripción no extingue el derecho, sino solo la
acción para reclamarlo. El derecho como tal
subsiste, aunque adquiera una diversa naturaleza:
la de derecho natural. El trabajador no ha
renunciado a él, aunque el ordenamiento no le
ofrezca ya medios para hacerlo efectivo. Como
expresa De la Villa(28), al criticar a parte de la
doctrina española que habla de renuncia pasiva y
señalar dos notas diferenciales: “(i) en el no
ejercicio falta el efecto típico de la inmediata pérdida
o extinción del derecho como consecuencia de la
manifestación, expresa o tácita, de la voluntad de
renuncia; esto unido a que no interviene la voluntad
en la pérdida o extinción del derecho por el no
ejercicio; y, (ii) el derecho no puede proteger el no
ejercicio forzando a una actuación concreta, y en
cambio, sí limita activamente los actos de
renuncia; incluso es posible que el sujeto realice
un acto, expreso o tácito, de renuncia, y que,
posteriormente, por el juego del principio de la
irrenunciabilidad, llegue a ejercitar válidamente el
derecho inválidamente renunciado. Admitido lo
anterior, parece que tampoco podrá calificarse de
renuncia el mero retraso en el ejercicio del
derecho”.
Por ende, no puede objetarse la prescripción
desde la perspectiva de la irrenunciabilidad, ya que
el derecho, aunque en estado de latencia, sigue
vivo y no ha sido objeto de renuncia. Tanto así que
sí es reconocido recupera instantáneamente su
efectividad y vuelve a ser jurídicamente exigible,
fenómeno que no existe en la renuncia, que
destruye el derecho subjetivo y exonera de modo
irreversible al obligado.
Cierto es, sin duda, que desde una óptica
pragmática los efectos serán equivalentes, pero
peores serían las consecuencias de una
imprescriptibilidad absoluta y perpetua, que pudiera
extenderse por décadas, transmitirse por
generaciones y destruir todo atisbo de seguridad
jurídica.
Porque si la irrenunciabilidad pudiera ser
asumida en términos tan absolutos, también
tendría que serlo la imprescriptibilidad. Cualquier
medida, cualquier plazo, toda limitación, aunque
fuera desmesurada (30 años, 50 años, 100 años)
recibiría la misma objeción que aquella moderada
(un año, dos años, cuatro años). Es un problema
de calidad, no de cantidad.
Por lo demás, si el fundamento de la
irrenunciabilidad es el carácter imperativo de la
norma, tal carácter existe en otras normas jurídicas
ajenas al campo laboral, y en todas ellas impera
el principio prescriptorio, sin que existe razón para
dar a la normal laboral, por ese fundamento, una
invulnerabilidad al paso del tiempo que contraría la
necesidad de seguridad jurídica.
Y si se asume que hay también, en la sombra
o a la espalda de la irrenunciabilidad, la idea de
que el trabajador, cuando renuncia, lo hace
compelido por la necesidad, sujeto a una ruda
desigualdad jurídica, urgido por problemas
económicos actuales, que lo pueden llevar a
sacrificar parte de sus derechos, ninguna de esas
situaciones es válida ni está presente frente a la
prescripción, que revela por el contrario que el
trabajador ya no está presionado ni por la urgencia
ni por la necesidad, a tal grado que puede
permitirse dejar pasar un tiempo, por lo general
muy prolongado, y que en la mayoría de las
legislaciones solo cuenta desde que el vínculo
laboral se extingue, eliminando así también la
presión psicológica implícita en el contrato de
trabajo.
Lo expresa inmejorablemente Néstor de
Buen(29), “No cabe duda de que, si no estuviera
debidamente reglamentada la prescripción
extintiva, la vida de las relaciones laborales sería
intolerable y no habría tiempo más que para atender
a los conflictos, sin que existiera capital que
pudiera hacerles frente. En ello, inclusive, se
produciría un fenómeno pernicioso para la
estabilidad de las empresas y, por lo mismo, para
los propios trabajadores”.
7. El principio de irrenunciabilidad en el
Derecho positivo
Es conocida la reticencia de Plá a la
trasmigración de los principios en normas positivas.
(27) Ibid.; p. 236
(28) Op. cit.; p. 13.
(29) DE BUEN LOZANO, Néstor. Derecho del trabajo. Tomo I. 13era. edición. México: Porrúa, 2000. p. 653.
En torno al principio de irrenunciabilidad
“Curiosamente -dice(30)- la experiencia histórica
universal enseña que la concreción en la ley les
quita fecundidad. Se ha señalado que en los países
en que no se ha dado una advocación jurídica
positiva a los principios del derecho del trabajo,
estos se han abierto camino con mayor pujanza y
decisión que en los restantes. La consagración
en virtud de la ley cristaliza y, por eso mismo,
congela la función que estos principios pueden
tener”.
Tal objeción puede ser válida, sin duda, respecto
de principios más abstractos como el protector, el
de razonabilidad o el de buena fe, mas no, en
nuestra opinión, para el de irrenunciabilidad, el
cual, si no está plasmado en una norma legal,
difícilmente podría ser invocado por el trabajador o
aplicado por el juez. De allí que aparezca en gran
número de constituciones, como soporte del
carácter imperativo de las normas laborales.
Por eso Alfredo Montoya Melgar(31), al examinar
en conjunto las constituciones iberoamericanas y
en especial la española, considera que para evitar
la “inacabable polémica sobre si los principios del
Derecho se encuentran ya como tales en la
conciencia ético-jurídica de la comunidad o si, por
el contrario, solo alcanzan tal rango cuando
además los proclama el propio ordenamiento”,
considera apropiado que las Cartas relacionen “los
que ella misma considera principios inspiradores
del orden socio-laboral, y a los que atribuye una
determinada efectividad”. Dentro de estos cabe
ubicar, en nuestra opinión y por lo arriba expuesto,
el de irrenunciabilidad, que aparece en un elevado
número de constituciones iberoamericanas.
7.1. En las constituciones
“Los derechos y beneficios reconocidos en
favor de los trabajadores no pueden renunciarse, y
son nulas las convenciones contrarias o que tiendan
a burlar sus efectos” (artículo 162). La
irrenunciabilidad abarca todos los derechos
reconocidos, sin especificar su origen, de donde
se colige que comprende tanto los nacidos de la
propia Constitución y de la ley, cuanto los que
tengan otro origen, como sería el caso de los que
emanan de la contratación colectiva.
7.1.2. Colombia
“El Congreso expedirá el estatuto del
trabajo. La ley correspondiente tendrá en cuenta
por lo menos los siguientes principios mínimos
fundamentales (...) irrenunciabilidad a los beneficios
mínimos establecidos en normas laborales”
(artículo 53). Se aprecia que la irrenunciabilidad
solo alcanza los mínimos legales, de donde queda
claro que no se extiende, al menos en su
formulación constitucional, a los de origen infra
legal.
7.1.3. Costa Rica
“Los derechos y beneficios a que este
capítulo se refiere son irrenunciables. Su
enumeración no excluye otros que se deriven del
principio cristiano de justicia social y que indique
la ley; serán aplicables por igual a todos los
factores concurrentes al proceso de producción y
reglamentados en una legislación social y de
trabajo, a fin de procurar una política permanente
de solidaridad nacional” (artículo 74). Aunque la
formulación adolece de alguna imprecisión, es
claro que la irrenunciabilidad, que es automática
respecto de los derechos y beneficios de rango
constitucional, requiere de explicitación cuando
deriva de una norma de inferior rango.
7.1.4. Ecuador
“Los derechos del trabajador son
irrenunciables. Será nula toda estipulación que
implique renuncia, disminución o alteración de ellos.
Las acciones para reclamarlas prescribirán en el
tiempo señalado por la ley, contando desde la
(30) Op. cit.; p. 34.
(31) MONTOYA MELGAR, Alfredo: El trabajo en la Constitución. (La experiencia española en el marco iberoamericano). En:
El trabajo y la Constitución. p. 483.
(32) MARCENARO, Ricardo. El Trabajo en las Constituciones latinoamericanas y europeas. Lima, 2004.
ius et veritas 31
Un breve repaso sobre las constituciones
iberoamericanas nos revela grandes coincidencias,
algunas diferencias, todas muy leves, y alguna
curiosidad.
Contienen referencia explícita a la
irrenunciabilidad, en forma directa o inequívoca, las
cartas de Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador,
El Salvador, Guatemala, Honduras, México,
Panamá, Perú y Venezuela(32). Es interesante una
visión sinóptica de lo que expresan.
7.1.1. Bolivia
225
Mario Pasco Cosmópolis
terminación de la relación laboral” (artículo 31). No
hay cortapisa respecto del origen de los derechos:
son irrenunciables todos, cualquiera sea su origen.
Es destacable el acierto técnico de colocar, en un
mismo precepto constitucional, el principio de
irrenunciabilidad y la norma en materia de
prescripción, que elimina así de raíz toda duda
acerca de la compatibilidad de ambos principios.
7.1.5. El Salvador
“Los derechos consagrados en favor de los
trabajadores son irrenunciables. La enumeración de
los derechos y beneficios a que este capítulo se refiere,
no excluye otros que se deriven de los principios de
justicia social” (artículo 52). No queda en evidencia la
correlación entre los dos párrafos de este artículo: del
primero parece claro que la irrenunciabilidad es general;
del segundo, no se aprecia si esa irrenunciabilidad se
extiende a los demás que deriven de los principios de
justicia social, término este cuya amplitud puede
generar ambigüedad.
ius et veritas 31
7.1.6. Guatemala
226
“Irrenunciabilidad de los derechos laborales.
Los derechos consignados en esta sección son
irrenunciables para los trabajadores, susceptibles
de ser superados a través de la contratación
individual o colectiva, y en la forma que fija la ley.
Para este fin el Estado fomentará y protegerá la
negociación colectiva. Serán nulas ipso jure y no
obligarán a los trabajadores, aunque se expresen
en un contrato colectivo o individual de trabajo, en
un convenio o en otro documento, las
estipulaciones que impliquen renuncia,
disminución, tergiversación o limitación de los
derechos reconocidos a favor de los trabajadores
en la Constitución, en la ley, en los tratados
internacionales ratificados por Guatemala, en los
reglamentos u otras disposiciones relativas al
trabajo” (artículo 106). Y también: “Derechos
sociales mínimos de la legislación del trabajo. Son
derechos sociales mínimos que fundamentan la
legislación del trabajo y la actividad de los
tribunales: (...) ñ) Fijación de las normas de
cumplimiento obligatorio para empleadores y
trabajadores en los contratos individuales y
colectivos de trabajo (...)” (artículo 102). El primero
de estos dos artículos es de una minuciosidad que
no requiere comentarios. El segundo apunta a la
determinación, por la legislación derivada, de las
normas que limitan la autonomía privada.
7.1.7. Honduras
“Las leyes que rigen las relaciones entre
patronos y trabajadores son de orden público. Son
nulos los actos, estipulaciones o convenciones que
impliquen renuncia, disminuyan, restrinjan o
tergiversen las siguientes garantías (...)” (artículo
128). El primer párrafo consagra de modo expreso
el carácter de orden público de las normas
laborales; en el segundo, la irrenunciabilidad es
plasmada a través de la nulificación de los actos
trasgresores.
7.1.8. México
“Serán condiciones nulas y no obligarán a
los contrayentes, aunque se expresen en el
contrato: a) Las que estipulen una jornada
inhumana por lo notoriamente excesiva, dada la
índole del trabajo; b) Las que fijen un salario que
no sea remunerador a juicio de la Juntas de
Conciliación y Arbitraje; c) Las que estipulen un
plazo mayor de una semana para la percepción
del jornal; d) Las que señalen un lugar de recreo,
fonda, café, taberna, cantina o tienda para efectuar
el pago del salario, cuando no se trate de
empleador de esos establecimientos; e) Las que
entrañen obligación directa o indirecta de adquirir
los artículos de consumo en tiendas o lugares
determinados; f) Las que permitan retener el salario
en concepto de multa; g) Las que constituyan
renuncia hecha por el obrero de las
indemnizaciones a que tenga derecho por
accidente de trabajo y enfermedades
profesionales, perjuicios ocasionados por el
incumplimiento del contrato o por despedírsele de
la obra; h) Todas las demás estipulaciones que
impliquen renuncia de algún derecho consagrado
a favor del obrero en las leyes de protección y
auxilio de los trabajadores” (artículo 123, fracción
XVII). En sentido estricto, bastarían los dos últimos
incisos; los demás responden a circunstancias
propias del momento histórico en que la famosa
Constitución de Querétaro fue adoptada.
7.1.9. Panamá
“Son nulas y, por lo tanto, no obligan a los
contratantes, aunque se expresen en un contrato
de trabajo o en otro pacto cualquiera, las
estipulaciones que impliquen renuncia,
disminución, adulteración o dejación de algún
derecho reconocido a favor del trabajador. La Ley
regulará todo lo relativo al contrato de trabajo”
En torno al principio de irrenunciabilidad
(artículo 67). Y así mismo: “Los derechos y
garantías establecidos en este Capítulo serán
considerados como mínimos a favor de los
trabajadores” (artículo 75). Solo llama la atención
que un solo artículo regule la nulidad de la renuncia
y disponga que la ley regule el contrato.
7.1.10.Paraguay
“La ley protegerá el trabajo en todas sus
formas y los derechos que ella otorga al trabajador
son irrenunciables” (artículo 86). Es coherente la
regulación conjunta de la protección al trabajador
y la irrenunciabilidad de los derechos.
7.1.11. Perú
“En la relación de trabajo rigen los siguientes
principios: (...) 2. Carácter irrenunciable de los
derechos reconocidos por la Constitución y la ley”
(artículo 26). La Carta norma tanto este principio
como otros, pero precisa que la irrenunciabilidad
se refiere a derechos nacidos de norma legal.
7.1.12. Venezuela
“Son irrenunciables por el trabajador las
disposiciones que la ley establezca para
favorecerlo o protegerlo” (artículo 85). Claro y
conciso, este artículo solo refiere a las normas de
carácter legal y de contenido protector(33).
7.2. En la normativa laboral común
La ausencia de una norma que
constitucionalice la irrenunciabilidad no es óbice
para que esta se dé a nivel legal. Países en los
que tal principio está plasmado a ese nivel son,
entre otros, la República Argentina (artículos 15 y
277, párrafo 2, de la Ley del Contrato de Trabajo),
España (artículos 3.1 c y 3.5 del Estatuto de los
Trabajadores) y Uruguay (artículo 13 de la ley 16.074
sobre accidentes de trabajo, artículo 15 de la Ley
12.590, sobre vacaciones, y otras), por citar solo
países en los que no hay norma constitucional al
respecto.
8 . La irrenunciabilidad del convenio colectivo
La existencia de una instancia de
intermediación entre el empresario y sus
trabajadores, constituida por el colectivo de los
trabajadores, organizados en sindicato o
simplemente coaligados, provoca un juego
dinámico de relaciones que hacen que los
conceptos de autonomía y heteronomía adquieran
significados variables.
Así, la contratación colectiva es la
manifestación suprema de ejercicio de la
autonomía colectiva, y su fruto -el convenio
colectivo-, el instrumento arquetípico de esa
autonomía. Pero el convenio, a su vez, no puede
ser dejado sin efecto por acto o contrato individual
y actúa, por ende, como fuente heterónoma
respecto del trabajador individualmente
considerado. Para este (como para el empleador)
el convenio es norma imperativa, y como tal, fuente
heterónoma.
El convenio colectivo tiene fuerza vinculante
entre las partes que la adoptaron. La ley peruana
sobre la materia agrega: “La convención colectiva
de trabajo (...) modifica de pleno derecho los
aspectos de la relación de trabajo sobre los que
incide. Los contratos individuales quedan
automáticamente adaptados a aquella y no podrán
contener disposiciones contrarias en perjuicio del
trabajador (...)”(34).
El impedimento se refiere a la afectación por
un contrato individual del contenido del convenio,
cuyo estamento como fuente de derecho es
superior, mas no a la posibilidad de modificación
por otro convenio colectivo, aun cuando lo extinga,
reduzca o altere en forma desventajosa para los
trabajadores, en lo que se conoce como reformatio
in pejus.
En tal sentido, las legislaciones en general, y
entre ellas la peruana, optan por la teoría de la
modernidad “conforme a la cual opera una
incorporación o adaptación provisoria del convenio
ius et veritas 31
(33) Marcenaro (Op. cit.; p. 112) entiende que el principio está recogido en el artículo 48 de la Constitución de República
Dominicana, que dice:”Las Leyes relativas al orden público, la policía, la seguridad y las buenas costumbres, obligan a
todos los habitantes del territorio y no pueden ser derogadas por convenios particulares”, refiere a las normas
laborales”. HERNÁNDEZ RUEDA Lupo. El Derecho del Trabajo en la Constitución dominicana. En: El trabajo y la
Constitución. Op. cit.; p. 354, considera, por el contrario, que la actual Carta dominicana suprimió el principio de
irrenunciabilidad laboral que había en la precedente, aunque subsiste en el Código de Trabajo.
(34) Artículo 43 inciso a del Texto Único Ordenado de la Ley de Relaciones Colectivas de Trabajo, aprobado por Decreto
Supremo 010-2003-TR.
227
Mario Pasco Cosmópolis
ius et veritas 31
colectivo al contrato individual de trabajo, limitada
a la vigencia de aquél”(35), y no la teoría de la
incorporación, conforme a la cual las cláusulas del
convenio se insertan de manera indisoluble e
indesligable en el contrato individual, por lo que no
resultarían afectadas por las modificaciones que
se produzcan en aquel, que es la expresión radical
del principio de condición más beneficiosa.
228
9 . Derechos nacidos del contrato individual
No hay controversia al respecto. Hacemos
nuestra la posición de la doctrina española en el
sentido de que “La prohibición (…) no afecta a los
derechos nacidos del propio contrato, que serán
disponibles en todo caso por el trabajador a efectos
de modificación o supresión por acuerdo individual,
salvo, naturalmente, de la eventual presencia de
vicios en la prestación del consentimiento”(36).
(35) FERRO DELGADO, Víctor. El principio de irrenunciabilidad en la interpretación constitucional. En: Los principios del
derecho del trabajo en el derecho peruano. p. 134.
(36) SALA FRANCO. Op. cit.; p. 184.
En torno al principio de irrenunciabilidad
E
S T U D I O
O
L A E C H E A
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ius et veritas 31
229
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Reflexiones sobre tutela preventiva
Reflexiones sobre tutela
preventiva
Enrique Palacios Pareja(*)
Comúnmente se ve al proceso como una
herramienta para acudir al órgano jurisdiccional
buscando se reparen derechos vulnerados o
lesionados. Esto significa que el Estado, a través
de su brazo jurisdiccional, entra en acción luego de
producido el incumplimiento y la afectación de los
derechos del demandante, a fin de que estos
derechos sean reconocidos y efectivamente
satisfechos. En otras palabras, la judicatura actúa
como el médico frente a la enfermedad ya
manifiesta, a fin recuperar la deteriorada salud del
paciente. Nos encontramos entonces frente a la
tutela ordinaria.
De otro lado, así como ante la presencia de
determinados síntomas acudimos al médico para
tomar medidas preventivas y evitar que la
enfermedad se produzca, podemos dirigirnos al
órgano jurisdiccional para que entre en acción
evitando que se lesionen los derechos. Estamos
entonces frente a la tutela jurisdiccional preventiva.
Como veremos, la tutela preventiva tiene varias
manifestaciones, tales como la condena a futuro,
las pretensiones meramente declarativas y las
pretensiones inhibitorias. En las páginas siguientes
nos aproximaremos a este tema para analizar su
origen, características, importancia y razón de ser,
deteniéndonos en algunas situaciones que nos
parecen de interés.
1. La tutela preventiva
(*)
(1)
Profesor de Derecho Procesal Civil de la Pontificia Universidad Católica del Perú.
DEVIS ECHANDÍA, Hernando. Instituciones Generales de Derecho Procesal Civil. Madrid: Aguilar Ediciones, 1966. p.
70.
ius et veritas 31
Si revisamos la definición que la doctrina nos
proporciona sobre la jurisdicción, desde un punto
de vista funcional y general, encontramos que esta
es “la soberanía del Estado, aplicada por conducto
del órgano especial a la función de administrar
justicia, para la realización o garantía del Derecho,
y secundariamente para la composición de los
litigios o para dar certeza jurídica a los derechos
subjetivos, mediante la aplicación de la ley a casos
concretos, de acuerdo con determinados
procedimientos, y en forma obligatoria y
definitiva”(1).
El fin principal de la jurisdicción es entonces la
satisfacción del interés público, realizando o
garantizando el Derecho frente a su incumplimiento
o a la posibilidad de su inobservancia. La
jurisdicción está dirigida por tanto a obtener paz,
armonía y convivencia sociales. Secundariamente,
la jurisdicción tiene por finalidad solucionar
conflictos de intereses o esclarecer incertidumbres
jurídicas.
Concordante con estos postulados, el Código
Procesal peruano establece en el artículo III del
Título Preliminar, que la finalidad concreta del
proceso es resolver un conflicto de intereses o
eliminar una incertidumbre, ambas con relevancia
jurídica; y que su finalidad abstracta es lograr la
paz social en justicia. El Código Procesal se refiere
al proceso y no a la jurisdicción, lo cual no
constituye inconveniente alguno, pues el proceso
no es otra cosa que la herramienta para el ejercicio
de la jurisdicción. Como sabemos, solo se puede
ejercer función jurisdiccional a través del proceso.
Para el logro de tan elevada función, la
jurisdicción no puede limitarse tan solo a
reaccionar ante la violación o lesión de un derecho,
colocándose en medio de los justiciables ya
enfrentados en una relación de conflicto, para
intentar solucionarlo. Se trata entonces, además,
231
Enrique Palacios Pareja
de actuar previniendo el conflicto, adelantándose
a él a fin de evitarlo.
Ahora bien, como veremos posteriormente, en
la tutela preventiva no existe un derecho efectivo
material transgredido o lesionado, no existe una
relación de conflicto. Existe solo el interés de
conseguir preventivamente una declaración de
certeza sobre una determinada situación jurídica
incierta (pretensiones meramente declarativas), de
evitar la efectiva vulneración de derechos
inminentemente amenazados o la consumación
de lo ilícito (tutela inhibitoria), o de adelantar la
declaración de condena (condena a futuro). No
existe ningún derecho subjetivo material dañado o
lesionado, pues el presupuesto es simplemente
el interés en la declaración judicial. Ello no hace
sino ratificar el carácter autónomo del derecho de
acción con respecto al derecho sustancial, pues
sin la presencia de este el proceso se echa a andar,
y en él se puede producir válidamente una
sentencia estimatoria, absolutamente coincidente
con la pretensión contenida en la demanda.
Como se aprecia, con la pretensión invocada
en busca de tutela preventiva, se reclama del órgano
jurisdiccional un pronunciamiento destinado a
impedir que se lleve a la práctica aquella acción o
aquella omisión del demandado que es considerada
una conducta ilícita, de manera tal que se previenen
los daños que esa conducta podría generar. Resulta
obvio que esta función de la jurisdicción es mucho
más eficiente que aquella en virtud de la cual,
esperando a que se ejecute la acción o la omisión,
se otorga tutela para reparar las lesiones que dicha
conducta ocasione.
ius et veritas 31
2. La pretensión meramente declarativa
232
La pretensión es una petición fundamentada,
que exterioriza una conducta humana, un hacer
del hombre en cuanto tal. Esa petición se exterioriza
por un sujeto activo, ante un órgano judicial y frente
a un sujeto pasivo, reclamando la atribución un
bien de la vida.
Guillermo Enderle (2) propone la siguiente
clasificación de las pretensiones, que
consideramos clásica, según el cometido de la
actividad solicitada al juzgador:
(2)
(3)
a) De conocimiento; que tienen por finalidad
solicitar al juez que dirima un conflicto singular de
intereses y establezca el alcance y contenido de
una determinada situación jurídica, diciendo a quién
le cabe el derecho. Estas pretensiones se someten
a un exhaustivo examen, luego del cual el juez se
pronuncia sobre la certeza del derecho que se
invoca. Estas pretensiones se sub clasifican en:
a.1. Declarativas; tendientes a eliminar un
estado de incertidumbre mediante un
pronunciamiento que resuelva acerca de la
existencia, alcance o modalidad de una relación
jurídica. En otras palabras, solo reconoce una
situación jurídica preexistente. No genera ni
modifica situaciones jurídicas ni impone
condenas al demandado, “proyectándose en dos
direcciones según sea que el estado jurídico se
discuta realmente (pretensiones declarativas en
sentido amplio), o bien que se base en un litigio
eventual en virtud de la puesta en duda de esa
situación jurídica (pretensiones meramente
declarativas)”(3).
a.2. De condena; aquellas en las que,
además de solicitar la declaración de certeza
del derecho, se busca que se imponga al
demandado el cumplimiento de una obligación
de dar, hacer o no hacer. De esta manera, queda
expedito el camino para la ejecución forzosa,
que en el caso peruano está trazado en el
Capítulo II del Título V de la Sección Quinta del
Código Procesal Civil, el cual en su artículo 713
reconoce como título de ejecución a las
resoluciones judiciales firmes.
a.3. Constitutivas; por las que se pretende el
nacimiento de un nuevo estado jurídico como
consecuencia de la declaración judicial. Es decir
que la sentencia no es simplemente declarativa
de un derecho, sino que crea, modifica o extingue
un estado jurídico determinado.
b) De ejecución; presuponen la existencia de
un derecho cierto, que por lo tanto no requiere de
declaración o pronunciamiento sobre su existencia
y exigibilidad. Esta certeza viene dada por las
características del documento donde consta el
derecho, como consecuencia de lo cual la ley le
otorga a este documento la calidad de título
ejecutivo o de ejecución.
ENDERLE, Guillermo J. La pretensión meramente declarativa. La Plata: Librería Editora Platense, 1992. p. 38.
ENDERLE, Guillermo J. Ibid.; p. 43.
Reflexiones sobre tutela preventiva
c) Cautelares; tienen por objeto un
pronunciamiento que garantice la eficacia de la
sentencia estimatoria de las pretensiones de
conocimiento o de ejecución, previniendo los daños
que la duración del proceso acarree.
Nos interesa detenernos un momento en
aquella pretensión de conocimiento, de naturaleza
declarativa, que al basarse en un litigio eventual
como consecuencia del cuestionamiento de
determinada situación jurídica, tiene una función
estrictamente preventiva, pues no existe un derecho
lesionado o incumplido que la sustente, sino tan
solo un estado de incertidumbre, peligro o
inseguridad que genera un interés jurídico, y que
constituye el fundamento para solicitar tutela
jurisdiccional a través de una declaración acerca
del sentido de determinada norma legal o
estipulación convencional, o de la existencia del
hecho que constituye su presupuesto. Nos
referimos a la pretensión meramente declarativa.
Requisito fundamental para la procedencia de
esta pretensión será entonces el estado de
incertidumbre, generador de futuros conflictos. El
actor busca que desaparezca la duda, la
inseguridad que desestabiliza su relación jurídica
con el demandado. Objeto de estas pretensiones
serán por lo general relaciones jurídicas sobre las
que se cierne la duda; como por ejemplo la
estipulación estatutaria que, regulando la relación
entre los socios, resulta ambigua; o la
determinación de la naturaleza laboral o de locación
de servicios de un contrato.
3. La pretensión inhibitoria
(4)
(5)
MARINONI, Luis Guilherme. La efectividad de los derechos y la necesidad de un nuevo proceso civil. En: Proceso y
Justicia. Revista de Derecho Procesal. Número 3. p. 9.
MARINONI, Luis Guilherme. Tutela inhibitoria: la tutela de prevención del ilícito. En: Revista Peruana de Derecho
Procesal. Tomo IV. Lima: Librería Jurídica Alhuay - Jemafi, 2001. p. 145.
ius et veritas 31
Dijimos líneas atrás que la clasificación de las
pretensiones que enunciamos era clásica.
Efectivamente, responde a una visión del proceso
como mecanismo para declarar derechos que
están en real y actual discusión (pretensiones
declarativas); o para declarar derechos sobre los
que existe incertidumbre, anticipándose al conflicto
para tratar de evitarlo (pretensiones meramente
declarativas); o para crear, modificar o extinguir
derechos (pretensiones constitutivas); o para
ordenar, a aquel que incumplió, la ejecución de
una obligación de dar, hacer o no hacer. Se aprecia
entonces que, de esta manera, el proceso no
resulta un mecanismo eficiente para evitar la
violación de un derecho, solo es útil para darle
certeza si existe duda sobre él, declararlo si es
cuestionado, constituirlo, modificarlo o extinguirlo,
y ordenar su ejecución forzada si es incumplido.
Aparece ante nosotros entonces un proceso
que no mira hacia el futuro, sino hacia el pasado,
con lo que no puede evitar la violación de los
derechos sino solo actuar luego que esta violación
se ha producido. Por ello, como escribe Marinoni(4)
“Afirmar ciertos derechos, que por su naturaleza
son inviolables y no poner a disposición del
justiciable un proceso realmente preventivo, es lo
mismo que apenas proclamar estos derechos,
con un objetivo meramente demagógico y
mistificador.
En realidad, cuando son afirmados derechos
que por su parte son inviolables y no se confiere al
justiciable un instrumento procesal capaz de
garantizar su no violación, se admite que cualquiera
pueda violarlos o expropiarlos, surgiendo,
entonces, la figura del violador-pagador”.
A nivel latinoamericano la legislación procesal
brasileña está a la vanguardia en lo que a tutela
inhibitoria se refiere. A manera de ejemplo, el
artículo 461 del Código del Proceso Civil de Brasil
establece que en la acción que tenga por objeto el
cumplimiento de una obligación de hacer o no
hacer, el juez concederá la tutela específica de la
obligación o, si es procedente el pedido,
determinará las providencias que aseguren el
resultado práctico equivalente al cumplimiento,
pudiendo incluso el juez imponer multa diaria al
demandado, independientemente del pedido del
actor, si fuera suficiente o compatible con la
obligación, fijándole plazo razonable para el
cumplimiento del precepto. Así, se aprecia que el
legislador brasileño otorga primera prioridad a la
satisfacción efectiva de la obligación de hacer o
no hacer, antes que a la reparación por el
incumplimiento, mediante “la construcción de un
procedimiento autónomo y capaz de garantizar la
prestación de una tutela susceptible de inhibir la
práctica, la repetición o la continuación del ilícito”(5).
233
Enrique Palacios Pareja
ius et veritas 31
De esta manera se actúa en concordancia con
el principio de efectividad que inspira al proceso, en
busca de una tutela efectiva de los derechos, y no
a una simple posibilidad de reemplazar la prestación
debida por una pretendida reparación pecuniaria que
no otorgará satisfacción alguna al afectado.
En cuanto al por qué de la tutela inhibitoria,
Marinoni escribe que “En la sociedad
contemporánea existen una serie de derechos de
contenido no patrimonial. Tales derechos son
típicos de la sociedad actual, en la que se toma
conciencia cada vez más nítida de la necesidad
de su efectiva consagración como bienes
imprescindibles para la vida digna de las personas.
Tales derechos son evidentemente inviolables. Del
mismo modo, otros derechos, como el derecho a
la marca comercial, aunque teniendo contenido
patrimonial importan cuando no son violados, es
decir, dependen para ser adecuadamente
disfrutados de su no violación por parte de terceros.
Derechos de esta última naturaleza no se concilian
con el resarcimiento en pecunia, hasta por la razón
de que el uso exclusivo de, por ejemplo,
determinada marca comercial, puede ser
determinante para el éxito de la actividad”(6).
La tutela inhibitoria, y el proceso como
herramienta necesaria para su obtención,
responden entonces a una serie de derechos
surgidos de las particulares características de las
relaciones jurídicas contemporáneas. Jaime
Guasp(7) enseña que “la existencia de un proceso
especial puede deberse a una razón de derecho
material. En efecto, el legislador se encuentra, en
ocasiones, con que, según su opinión, la existencia
de un tipo especial de derecho material reclama,
como necesaria o conveniente, la existencia de
un tipo especial correspondiente de proceso”. Es
por ello que, como hemos visto, en el caso del
legislador brasileño este ha establecido la especial
234
(6)
(7)
(8)
De esta manera se actúa en
concordancia con el principio de
efectividad que inspira al proceso,
en busca de una tutela efectiva de
los derechos, y no a una simple
posibilidad de reemplazar la
prestación debida por una
pretendida reparación pecuniaria
que no otorgará satisfacción alguna
al afectado.
regulación procesal para garantizar la efectiva
ejecución de la prestación debida, antes que a su
reparación dineraria.
En el Código Procesal peruano no está
regulada la tutela inhibitoria, sin embargo
coincidimos en que ello no impide que sea pedida
y declarada procedente por la judicatura(8), en
concordancia con la norma constitucional(9) según
la cual lo que no está prohibido está permitido, y
con lo dispuesto en el artículo III del Título
Preliminar del Código Procesal Civil(10) según el
cual, ante los defectos o vacíos, se recurrirá a la
doctrina y jurisprudencia correspondientes.
El Código Procesal Constitucional sí otorga
tutela inhibitoria por la vía del amparo, en defensa
de la amplia lista de derechos enunciados en su
artículo 37 y “en los demás que la Constitución
reconoce”, reponiendo las cosas al estado anterior
no solo a la violación de un derecho constitucional,
sino a su amenaza, que debe ser cierta y de
inminente realización. Es más, como lo establece
el artículo 1 del Código, si luego de presentada la
demanda de amparo cesa la amenaza por decisión
MARINONI, Luis Guilherme. La efectividad de los derechos… Op. cit.; p. 145.
GUASP, Jaime. Derecho Procesal Civil. Tomo II. Madrid: Civitas, 1998. p. 24.
Sobre el tema y en general sobre tutela diferenciada, véase: MONROY GALVEZ, Juan y Juan José MONROY PALACIOS.
Del mito del proceso ordinario a la tutela ordinaria. Apuntes iniciales. En: Revista Peruana de Derecho Procesal.
Tomo IV. Lima: Librería Jurídica Alhuay - Jemafi Editores, 2001. p. 167.
(9) Constitución: artículo 2, inciso 24, a: “Nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni impedido de hacer lo que
ella prohíbe”.
(10) “Artículo III. Fines del proceso e integración de la norma procesal. El Juez deberá atender a que la finalidad concreta del
proceso es resolver un conflicto de intereses o eliminar una incertidumbre, ambas con relevancia jurídica, haciendo
efectivos los derechos sustanciales y, que su finalidad abstracta es lograr la paz social en justicia.
En caso de vacío o defecto en las disposiciones de este Código, se deberá recurrir a los principios generales del
Derecho Procesal y a la doctrina y jurisprudencia correspondientes, en atención a las circunstancias del caso”.
Reflexiones sobre tutela preventiva
voluntaria del agresor, el juez atendiendo al agravio
producido, declarará fundada la demanda
disponiendo que el emplazado no vuelva a incurrir
en la conducta que motivó la interposición de la
demanda, bajo apercibimiento de aplicarle las
medidas coercitivas de multas fijas y acumulativas,
destitución o incluso prisión civil efectiva por un
plazo de seis meses renovables, previstas en el
artículo 22 del mismo Código. Tenemos entonces
que, para la protección efectiva de los derechos
que se encuentran en la cúspide de nuestro
ordenamiento jurídico, el Código Procesal
Constitucional otorga tutela inhibitoria impidiendo
la realización o la repetición de lo ilícito.
4. La condena a futuro
Para lograr que efectivamente el bien dado en
arrendamiento sea devuelto al arrendador en el
plazo fijado en el contrato, en muchas legislaciones
se admite la condena a futuro, en la cual, no siendo
aún exigible la obligación del arrendatario de
restituir el bien al no haber vencido el plazo del
arrendamiento, el arrendador puede interponer la
demanda de desalojo. Obviamente que de esta
manera el demandante no conseguirá que se
adelante la devolución del bien, de manera de
apresurar la oportunidad contractualmente
establecida, pues en caso la sentencia declare
fundada la demanda y ordene la desocupación del
bien, esta deberá realizarse cuando efectivamente
haya vencido el plazo. Lo que se anticipa es el
proceso, no la ejecución forzada.
Se trata, como decíamos, de obtener certeza
de que la prestación del arrendatario va a ser
cumplida en la oportunidad señalada en el contrato.
Como es obvio, no existe violación actual del
derecho; solo la eventualidad de que al vencimiento
del plazo contractual el arrendatario no cumpla con
la restitución del bien, afectándose allí sí el derecho
del arrendador a recuperarlo.
Tenemos entonces que, nuevamente, el proceso
aparece como un mecanismo de tutela preventiva,
no para resarcir el daño o para restituir aquel
derecho lesionado, sino para evitar que el daño se
produzca, o que el derecho se vea efectivamente
vulnerado o transgredido. El Código Procesal Civil
regula esta forma especial de tutela en el artículo
594(11), evitando las consecuencias negativas del
eventual incumplimiento del contrato.
En esta forma especial de tutela no
necesariamente existe duda o incertidumbre sobre
cuál es el plazo de duración del contrato, lo cual
constituiría un supuesto para el planteamiento de
una pretensión meramente declarativa -como
consecuencia de la cual el juez resolvería dando
certeza a la relación jurídica- a la cual se le acumularía
de manera accesoria una pretensión de condena a
fin de que el demandado cumpla con la prestación
en la oportunidad determinada por el juez. En la figura
que nos ocupa, las partes saben perfectamente cuál
es la fecha de vencimiento del plazo contractual, tan
es así que se regula especialmente el supuesto del
allanamiento por parte del demandado. No existe por
tanto incertidumbre jurídica. Tampoco existe un
conflicto de intereses como consecuencia de una
pretensión material del arrendador que sea resistida
o insatisfecha por el arrendatario pues el primero no
reclama, ni puede reclamar, la inmediata devolución
del bien. Entonces, ¿qué justifica que en los contratos
de arrendamiento se le permita al arrendador
anticiparse de esta manera al vencimiento del
contrato?, ¿por qué no se concede esta forma
especial de tutela al acreedor en otros contratos?
Veamos.
El desalojo está previsto en el Código Procesal
como herramienta para lograr, exclusivamente, la
restitución de predios (12) . Para demandar la
restitución de bienes muebles o de inmuebles
distintos a los predios, se deberá acudir al proceso
de conocimiento(13) o abreviado(14), salvo que la
obligación de entrega conste en título ejecutivo,
ius et veritas 31
(11) “Artículo 594. Sentencia con condena a futuro. El desalojo puede demandarse antes del vencimiento del plazo para
restituir el bien. Sin embargo, de ampararse la demanda, el lanzamiento solo puede ejecutarse luego de seis días de
vencido el plazo.
Si el emplazado se allanara a la demanda y al vencimiento del plazo pusiera el bien a disposición del demandante, este
deberá pagar las costas y costos del proceso”.
(12) “Artículo 583. La restitución de un predio se tramita con arreglo a lo dispuesto para el proceso sumarísimo y las
precisiones en este subcapítulo”.
(13) “Artículo 475. Se tramitan en proceso de conocimiento ante los Juzgado Civiles los asuntos contenciosos que:
1. No tenga una vía procedimental, no estén atribuidos por ley a otros órganos jurisdiccionales y, además, cuando por
su naturaleza o complejidad de la pretensión el Juez considere atendible su empleo”.
(14) “Artículo 486. Procedencia.- Se tramitan en proceso abreviado los siguientes asuntos contenciosos:
235
Enrique Palacios Pareja
en cuyo caso se podrá acudir al proceso de
ejecución reclamando la obligación de dar(15). En
consecuencia, la condena a futuro prevista en el
artículo 594 del Código Procesal Civil procede tan
solo respecto de inmuebles, y por la causal de
vencimiento de contrato, en cuyo caso el interés
en el demandante consiste en “la necesidad de
prevenir el daño que se derivaría de la falta de un
título ejecutivo en el momento en que la prestación
sea debida (juicios preventivos)”(16).
Es aquí donde surge la pregunta de por qué se
privilegia a los acreedores en estos particulares
tipos de contrato, permitiéndoles anticiparse al
vencimiento para demandar la entrega, mientras
que los demás acreedores deben esperar a llegar
efectivamente al vencimiento del plazo para la
ejecución de la prestación; deben esperar que se
produzca el incumplimiento para recién poder
demandar planteando su pretensión en sede
procesal. Se puede invocar en favor de la demanda
anticipada de desalojo, la necesidad de brindar
seguridades a los propietarios debido a la
importancia económica de las unidades
inmobiliarias. De esa manera se incentiva la
inversión en inmuebles para arrendamiento,
disminuyendo el problema social que genera la
escasez de vivienda y se imprime mayor movilidad
al mercado de arrendamiento inmobiliario en
general. Tengamos presente que en el Perú el déficit
de viviendas asciende aproximadamente a 1.2
millones(17).
ius et veritas 31
(15)
236
(16)
(17)
(18)
(19)
(20)
Existen quienes critican duramente este trato
especial para los arrendadores de inmuebles,
afirmando que constituye un trato discriminatorio.
Por ejemplo en la República Argentina, “el diputado
Carlos L. Tomasela tiene en preparación una
iniciativa legislativa elaborada con el asesoramiento
de Ival Rocca, Enrique Abatti e Ival Rocca (h),
declarando aplicable la demanda anticipada y la
condena de futuro a todas las relaciones jurídicas
que por su plazo y naturaleza lo admitan, y que se
condensará en un proyecto de ley modificatorio
de la legislación procesal Argentina”(18). Por nuestra
parte creemos que una medida como la sugerida,
antes que ayudar a acelerar las situaciones de
conflicto, lo que generará es un exponencial
incremento de las causas judiciales, haciendo aún
mas lento el servicio de justicia porque, como es
previsible, todo acreedor ante la simple creencia
de que su deudor incumplirá con la prestación a
su cargo en la oportunidad pactada, demandará
anticipadamente para evitar la demora en el
proceso. En una realidad como la nuestra, donde
un juez hoy en día maneja en promedio entre 1,200
y 1,500 expedientes al mes, aunque de ellos solo
300 o 400 llegan a ser atendidos(19), la propuesta
mencionada es inaceptable.
En todo caso, para otorgar esta forma especial de
tutela, deberán acreditarse fehacientemente las
circunstancias que generan el fundado temor de que
el deudor incumpla con su prestación en la oportunidad
debida. En ese sentido Rosemberg(20) afirma que “la
(…)
8. Los que no tienen una vía procedimental propia, son inapreciables en dinero o hay duda sobre su monto o, por la
naturaleza de la pretensión, el Juez considere atendible su empleo”.
Debe tenerse presente que con la modificación del artículo 694 del Código Procesal Civil, realizada por Ley 27027, las
obligaciones de dar que se pueden demandar en la vía ejecutiva ya no son solo las de dar suma de dinero y de dar bien
mueble determinado, previstas en los incisos 1 y 2 del texto original del artículo, sino que se incluyen también las
obligaciones de dar bien inmueble. Ello porque el nuevo texto del artículo mencionado hace referencia a la obligaciones
de dar en general. El dictamen por unanimidad emitido por la Comisión de Reforma de Códigos del Congreso, respecto
del Proyecto de Ley 3569/97-CR, al proponer el texto sustitutorio que hoy tiene el artículo 694, expresa en el punto 9
de sus conclusiones que la razón de colocar el inciso 1 que se refiere a la obligación de dar, es porque en dicho inciso
“encajarían todo tipo de obligaciones, incluso las que recaigan sobre bienes inmuebles”. En tal sentido, el procedimiento
previsto en los artículos 704 y 705 del Código Procesal Civil, a pesar de referirse a la ejecución de dar bien mueble
determinado, es aplicable a las obligaciones de dar bien inmueble. Definitivamente se incurrió en una omisión al no
modificar estos artículos, en concordancia con la modificación del artículo 694 que estamos comentando.
CHIOVENDA, José. Principios de Derecho Procesal Civil. Tomo I. Traducción española de la 3ra. edición italiana.
Madrid: Reus, 1922. p. 192.
Diario El Comercio. Edición del 29 de setiembre de 2005. p. A3.
ABATTI, Enrique Luis y Rocca IVAL (h). La demanda anticipada. En: www.garciaalonso.com.ar.
Declaraciones del Presidente de la Corte Suprema, Dr. Walter Vásquez Bejarano, ante la Comisión de presupuesto del
Congreso de la República. En: Diario El Comercio. 5 de octubre de 2005. p. A2.
COLOMBO, Carlos J. Curso de Derecho Procesal Civil. Tomo II. Buenos Aires: Abeledo-Perrot, 1992. p. 495.
Reflexiones sobre tutela preventiva
significaría restringir injustificadamente derechos
al arrendatario.
¿Es exigible la conciliación extrajudicial como
requisito de admisibilidad para la condena a futuro?
La conciliación es una conducta
autocompositiva bilateral. Mediante ella las partes
de la relación jurídica solucionan y ponen fin al
conflicto de intereses con la colaboración de un
tercero. La Ley 26872 establece a la conciliación
como un mecanismo alternativo para la solución
de conflictos que se desarrolla ante un centro de
conciliación o un juez de paz letrado, de manera
obligatoria, constituyendo así un requisito de
admisibilidad de la demanda para los procesos con
pretensiones que versen sobre derechos
disponibles de las partes, con las especificaciones
señaladas en el artículo 9 de la misma Ley. Si la
conciliación extrajudicial obligatoria fracasa o se
trata de pretensiones no conciliables, y el conflicto
de intereses ha sido llevado a proceso
planteándose la pretensión en sede judicial, la
conciliación se llevará a cabo en presencia del juez
(21) “Artículo 718. Contradicción. Puede formularse contradicción al mandato de ejecución dentro de tres días de notificado,
solo si se alega el cumplimiento de lo ordenado o la extinción de la obligación. Al escrito de contradicción se anexará
el documento que acredite el cumplimiento o extinción alegados. De lo contrario esta se declarará inadmisible”.
ius et veritas 31
demanda de futuro procederá cuando la conducta del
deudor justifique el temor de que tratará de sustraerse
a la prestación en el tiempo debido; es decir que no
querrá realizar la prestación en el tiempo de su
exigibilidad. No importa la causa de esa intención. No
es necesario que exista malevolencia”. En otras
palabras, el acreedor solo tendrá interés para obrar
cuando se presenten determinadas circunstancias o
el deudor desarrolle determinada conducta, que
permitan prever que incumplirá con la restitución en la
oportunidad convenida.
Por cierto que esta condición no es exigible en
el caso de condena a futuro para el desalojo por
vencimiento de contrato previsto en el artículo 594
de nuestro Código Procesal, pues esta se justifica
simplemente en razones de economía procesal,
de manera tal que, cuando llegue el vencimiento
del contrato, el arrendador cuente con un título de
ejecución que le permita recuperar el bien
rápidamente.
Existen algunas interrogantes con relación a
la condena a futuro en el proceso de desalojo. Por
ejemplo cuando el arrendatario tenga derecho a
reembolso por las reparaciones urgentes, o a exigir
el importe entregado en garantía al no haber el
bien sufrido deterioros, ¿podrá hacer uso del
derecho de retención a pesar de contar con una
sentencia que lo condena a entregar el bien al
vencimiento del plazo contractual? Recordemos
que la sentencia dictada constituye un título de
ejecución que, de acuerdo al texto del artículo 718
del Código Procesal Civil, solo puede ser objeto
de contradicción sustentada en el cumplimiento o
la extinción de la obligación, siendo inadmisible la
contradicción sustentada en razón distinta (21).
Creemos que, a pesar de la norma procesal
mencionada, el demandado podrá oponer el
derecho de retención, pues se trata de una
situación jurídica posterior a la sentencia, que
obviamente no pudo ser considerada al momento
de su emisión. La sentencia solo ha evaluado y
determinado el momento en que debe ser restituido
el bien, mas no si el demandado tiene derecho a
retener dicha posesión en garantía del
cumplimiento de prestaciones no ejecutadas a
cargo del demandante. Sostener lo contrario
237
ius et veritas 31
Enrique Palacios Pareja
238
en la audiencia prevista en el artículo 468 y
siguientes del Código Procesal Civil y actuándose
conforme a lo dispuesto en los artículos 323 y
siguientes del mismo Código.
Nos interesa detenernos en la conciliación
extrajudicial y analizar si esta es exigible en el
proceso de desalojo con sentencia de condena a
futuro previsto en el artículo 594 del Código Procesal
Civil. En primer lugar, aparece claro que estamos
ante pretensiones determinadas o determinables
que versan sobre derechos disponibles de las
partes, con lo cual se cumple con la exigencia
contenida en el artículo 9 de la Ley 26872.
Sin embargo, como se desprende de los
artículos 1 y 5 de la misma Ley, la conciliación
presupone la existencia de un conflicto, para cuya
solución ella es un mecanismo alternativo mediante
el acercamiento o concordancia de los de intereses
contrapuestos. Etimológicamente conciliación
proviene del latín conciliare, que significa “componer
y ajustar los ánimos de los que están opuestos
entre sí, avenir sus voluntades, ponerlos en paz”(22).
Para ello el conciliador tiene una participación
activa para llevar a las partes a un acuerdo,
interviniendo en el proceso de toma de decisiones
mediante la proposición de fórmulas conciliatorias
para lograr paz y armonía allí donde hay discordia
y conflicto. “La conciliación incluso ha venido a
ser entendida como reconciliación la cual implica
recomponer relaciones resquebrajadas debido a
un conflicto”(23).
Como hemos manifestado líneas arriba, la
sentencia de condena a futuro regulada en el
artículo 594 del Código Procesal Civil no supone
que el arrendatario se niegue anticipadamente a
desocupar el bien cuando venza el plazo
contractual, ni que se den determinadas
circunstancias o conductas del arrendatario que
generen en el arrendador el fundado temor de que
aquel incumplirá, ni siquiera que exista
incertidumbre entre las partes acerca de cuál es
la fecha del vencimiento del plazo. Simplemente
se otorga al arrendador la posibilidad de adelantar
el proceso, de manera tal que cuando se produzca
efectivamente el vencimiento, cuente en ese
momento con un título que le permita
ejecutivamente lograr la restitución en la
oportunidad convenida.
No existe por lo tanto, en el supuesto que
comentamos, una relación de conflicto ni de
incertidumbre jurídica (potencialmente generadora
de conflicto) que puedan solucionarse mediante
un acuerdo conciliatorio entre las partes. Por lo
tanto no tiene sentido provocar un acuerdo de tal
naturaleza. Por lo demás, si se exigiera la
conciliación extrajudicial previa a este tipo de
proceso es previsible que, si concurre el
arrendatario a la invitación a conciliar, ratifique su
voluntad expresada en el contrato en el sentido de
desocupar el inmueble al vencimiento del plazo
contractual. De este modo, mediante un
mecanismo alternativo de solución de conflictos,
sin la existencia de un conflicto o incertidumbre
jurídica, la conciliación no colocará a las partes
en situación distinta a la que se encontraban; solo
se logrará que se ratifique aquello que ya estaba
expresado en el contrato, con la única finalidad de
intentar limitar las oportunidades de defensa del
arrendatario.
5. El aseguramiento de pretensión futura
Al estudiar la intervención de terceros en el
proceso, se encuentra que una de las formas de
intervención forzada se produce como
consecuencia de la denuncia del pleito que alguna
de las partes formula, a fin que un tercero le
indemnice por el daño o perjuicio que le cause el
resultado de un proceso o para que le restituya
aquello que la parte sea condenada a pagar en
ejecución de sentencia. De este modo, la
sentencia se pronunciará sobre la pretensión
originaria que dio origen al proceso, y sobre la
pretensión sobrevenida planteada por la parte.
Nuestro Código Procesal Civil regula esta figura
en el artículo 104(24).
Se aprecia con claridad que esta figura jurídica
genera una acumulación subjetiva de pretensiones
sucesiva, en razón de que a la pretensión originaria
del demandante contra el demandado se le agrega
(22) ORMACHEA CHOQUE, Iván. Análisis de la Ley de Conciliación Extrajudicial. Lima: Cultural Cuzco, 1998. p. 24.
(23) ORMACHEA CHOQUE, Iván. Op. cit.; p. 25.
(24) “Artículo 104. Aseguramiento de Pretensión Futura. La parte que considere tener derecho para exigir de un tercero una
indemnización por el daño o perjuicio que pudiera causarle el resultado de un proceso, o derecho a repetir contra dicho
tercero lo que debiera pagar en ejecución de sentencia, puede solicitar el emplazamiento del tercero con el objeto de
que en el mismo proceso se resuelva además la pretensión que tuviera contra él”.
Reflexiones sobre tutela preventiva
la pretensión sobrevenida contra el tercero para
que indemnice a la parte originaria o para que le
reembolse aquello que dicha parte deba pagar a la
contraria en ejecución de la sentencia. Así por
ejemplo, la sentencia que condene al demandado
a pagar, podrá condenar al tercero a que le
reembolse a dicho demandado el importe por él
pagado. Esto podrá suceder, por ejemplo, en un
proceso donde la parte demandada sea una
entidad contratante con el Estado, quien le reclama
una indemnización por el incumplimiento del
contrato; y en este proceso la demandada, además
de contestar la demanda plantea su pretensión
contra la empresa “x”, a quien subcontrató, para
que le reembolse aquello que sea condenada a
pagar.
Se aprecia también que la pretensión
sobrevenida propuesta por la empresa demandada,
en el ejemplo propuesto, no es exigible al momento
en que es planteada. Solo será exigible luego de
que la sentencia condene a la parte originaria al
cumplimiento de la pretensión contenida en la
demanda. Estamos entonces frente una nueva
forma de tutela preventiva, donde por razones de
economía procesal se otorga al justiciable la
posibilidad de anticipar el proceso a la oportunidad
en que la prestación que reclama sea exigible. En
efecto, la pretensión sobrevenida solo será exigible
luego de que en la sentencia o en ejecución de la
misma se determine el daño o perjuicio que pueda
sufrir la parte como resultado del proceso, o luego
de que en la sentencia se condene al demandado
al pago de aquello que se le reclamó en la
demanda. Sin embargo, se habilita a las partes en
el proceso a plantear esa pretensión sobrevenida
incluso antes de que surja siquiera titularidad
alguna que la sustente jurídicamente pues “para
el demandante, la oportunidad para realizar la
llamada en garantía se encontrará al momento de
plantear su demanda o antes que sea notificada
esta, y para el demandado la oportunidad será al
momento de contestar la demanda”(25).
6 . Los interdictos, ¿son una forma de tutela
preventiva?
Reymundin afirma que el interdicto es una forma
de tutela preventiva. Si entendemos que quien
posee un bien es despojado o perturbado en su
posesión, y se le otorga tutela judicial para
recuperarla, independientemente si tiene o no
derecho a poseer, pareciera que efectivamente se
protege al poseedor de manera preventiva, con
cargo a que posteriormente, en un proceso
plenario, se determine si era o no titular de un
derecho que legitime su posesión. Esto implicaría
que quien detenta posesión y es despojado o
perturbado en ella, no invoca derecho alguno, sino
una simple situación de hecho. Por ello, el artículo
598 del Código Procesal Civil legitima para
interponer interdictos a quienes se consideren
perturbados o despojados en su posesión, incluso
contra quienes ostenten otros derechos reales de
distinta naturaleza sobre el mismo bien.
Sin embargo la posesión, que se protege con
los interdictos, no constituye tan solo hecho; si
bien “es un hecho en cuanto se refiere al señorío
efectivo sobre la cosa, con independencia de la
causa o fundamento jurídico de este poder o
dominación, (…) es un derecho en la medida que
la ley regula consecuencias jurídicas del hecho
de la posesión”(26).
“Se trata de un derecho real autónomo, el
primero del Libro de Reales, que nace por la sola
conducta que despliega una persona respecto de
una cosa, sin importar si tiene derecho o no sobre
el bien. La posesión es el derecho que surge de la
propia conducta y del impacto de esta sobre los
terceros ajenos a la situación posesoria. El
comportamiento del poseedor genera la apariencia
de que estamos ante una persona con derecho a
poseer”(27).
Se distingue entonces entre el derecho de
posesión, que se protege con lo interdictos, y el
derecho a la posesión, “que es emanado de fuente
ius et veritas 31
(25) APOLÍN MEZA, Dante. Sobre el llamado aseguramiento de pretensión futura en el proceso civil. En: Proceso &
Justicia. Revista de Derecho Procesal. Lima, 2001. p. 52.
(26) PUIG BRUTAU, José. Fundamentos de Derecho Civil. Tomo III. Barcelona: Bosch, 1978. p. 46.
(27) MEJORADA, Martín. Fundamento de la posesión. En: Homenaje a Jorge Avendaño. Tomo II. Lima: Fondo editorial de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004. p. 710.
239
Enrique Palacios Pareja
diversa al ejercicio de hecho, como por ejemplo la
contractual, por el cual una persona adquiere el derecho
a poseer pero aún no tiene la posesión fáctica”(28).
Por lo tanto, el poseedor en el interdicto invoca
su derecho de posesión, que ha sido violado ante el
despojo o ante la perturbación. Es así, que constituye
un supuesto de tutela ordinaria, absolutamente
restitutoria, por la que se busca que se le reponga
en aquel derecho efectivamente lesionado.
7 . Palabras finales
Aspiramos a que estas breves reflexiones sobre
tutela preventiva, propuestas desordenadamente,
inviten al lector a profundizar en el estudio de esta
forma especial de tutela, y puedan coadyuvar a
percibir el imprescindible rol del proceso como
efectiva herramienta para una real protección de
los derechos.
Carlos Enrique Becerra Palomino
NOTARIO DE LIMA
ius et veritas 31
Chinchón 601 - San Isidro
Central telefónica: 442-0097
Fax: 441-2004
E-mail: [email protected]
240
(28) JIMENEZ VARGAS MACHUCA, Roxana. La posesión alcances y defensa. En: Homenaje a Jorge Avendaño. Tomo II.
Lima: Fondo editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004. p. 732.
La contra interrogación
La contra interrogación(*)
Mike McCurley
Kim W. Mercier
1 . Introducción
La contra interrogación(i) puede hacer que un
abogado gane o destruya su caso. Por esa razón, a
menudo es considerada como la más peligrosa
espada de doble filo en el arsenal de un litigante.
Así, esta arma debe ser conservada adecuadamente,
practicada apropiadamente y manejada con sumo
cuidado. Para conducir un sólido contra interrogatorio,
el abogado debe conocer las reglas del juego, la mejor
estrategia y el arte de la guerra.
Este artículo proporciona un vistazo general de
las reglas del contra interrogatorio, consejos y
estrategias a tomar en cuenta en cualquier contra
interrogatorio e ideas específicas relacionadas a
determinados testigos con los que puede
enfrentarse en un proceso judicial. Es importante
notar que toda la información contenida en este
artículo es meramente sugerente. A fin de
desarrollar una sutil y minuciosa presentación, el
abogado debe desarrollar su propio estilo de contra
interrogación. De ese modo, esta herramienta
puede ser verdaderamente una obra de arte en un
proceso si es que el abogado está armado de
conocimiento acerca del testigo, del abogado de
la contraparte y de la audiencia.
2 . Las reglas del juego
2.1. Un contra interrogatorio totalmente abierto
Bajo la Ley de Evidencias de Texas, “un testigo
puede ser contra interrogado sobre cualquier asunto
que sea relevante para cualquiera de los temas
(i)
El presente texto forma parte del taller dictado por Mike McCurley titulado Cross examination, en un curso avanzado
de Derecho de Familia en la State Bar of Texas en 1995. La traducción, con autorización expresa de los autores, estuvo
a cargo de Lorena Bazay y Paola García, miembros de la Asociación Civil ius et veritas. Un agradecimiento a
Eduardo Banda Necochea, alumno de último ciclo de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del
Perú, por su apoyo en la traducción del presente artículo.
Cuando nos referimos al interrogatorio directo, hablamos de aquel realizado por el abogado a su propio testigo,
mientras que cuando hablamos del contra interrogatorio (o contra interrogación) nos referimos a aquel realizado por el
abogado al testigo de la parte contraria.
ius et veritas 31
(*)
del caso, incluyendo la credibilidad”. En otras
palabras, el ámbito de la contra interrogación es
bastante amplio y no está limitado al ámbito de la
interrogación directa y el de la credibilidad.
La contra interrogación de un experto, sin
embargo, debe estar limitada al campo de la
interrogación directa, la credibilidad y a las áreas
designadas durante el descubrimiento mientras se
encuentra en el ámbito de la contra interrogación.
El tema materia del testimonio del experto debe
ser revelado después de un apropiado pedido de
develamiento, por lo menos 30 días antes del
comienzo del proceso, salvo que la parte
afirmativamente establezca una buena causa para
el fracaso en reforzar sus respuestas al mismo.
En un caso, un testigo fue designado como experto
por las dos partes. El Tribunal de Apelaciones
sostuvo que era apropiado para la Corte de primera
instancia permitir la contra interrogación que fuese
más allá del ámbito de designación del contra
interrogador porque caía dentro del campo de
designación del interrogador directo. El Tribunal de
Apelaciones rechazó el argumento, sosteniendo
que la mejor regla es requerir una muestra de buena
causa solo cuando el ámbito de la contra
interrogación exceda la designación del testimonio
por cualquiera de las partes. La Corte concluyó
que esta regla preservaba el derecho de las partes
bajo la regla 611 de la Ley de Evidencias para
contra interrogar “sobre cualquier asunto que sea
relevante para cualquiera de los temas del caso”.
Como regla general, las preguntas sugestivas
están permitidas y recomendadas cuando un
241
Mike McCurley y Kim W. Mercier
testigo está siendo contra interrogado. Sin
embargo, dichas preguntas pueden ser negadas
cuando el abogado contrario llama a un testigo de
la otra parte. Si la parte es “amigable” con el
interrogador, el uso de las preguntas sugestivas
es, generalmente, inapropiado(1). No hay error para
la Corte en el uso limitado de las preguntas
sugestivas en la contra interrogación de un testigo
amistoso. Por el mismo indicio, cuando una parte
llama a un testigo hostil, un adversario, o un testigo
identificado con la parte contraria, la interrogación
puede ser con preguntas sugestivas como en el
caso de la contra interrogación.
La extensión de una contra interrogación está
dentro de la discreción de la Corte, y el fallo no
será perturbado en la apelación salvo que un abuso
de esa discreción sea revelado(2).
2.2. Propósito de una contra interrogación
En una contra interrogación hay dos
propósitos principales. Uno es contrarrestar,
calificar o explicar un testimonio dado en una
interrogación directa. El otro es atacar la
credibilidad, el conocimiento y los recuerdos del
testigo mediante la exposición de las
inexactitudes en la interrogación directa o
mediante la exposición de los prejuicios que tiene
hacia la otra parte.
El derecho a contra interrogar a los testigos
del adversario es un “derecho valioso para el
litigante, y una denegación sobre un asunto
material es un error reversible”(3). La herramienta
del contra interrogatorio ha sido llamada “el más
grande motor legal jamás inventado para el
descubrimiento de la verdad”(4).
ius et veritas 31
2.3. Tipos de contra interrogación
242
Un contra interrogador puede preguntar al
testigo acerca de cualquier tema relevante para la
credibilidad del mismo, excepto si la evidencia es
inadmisible para propósitos de recusación. Los
asuntos relacionados con la credibilidad de un
testigo pueden incluir: (i) su habilidad para recordar
o comunicar acontecimientos; (ii) la falta de
conocimiento personal acerca del acontecimiento;
(iii) predilección, prejuicio, parcialidad, corrupción
o interés; y, (iv) declaraciones inconsistentes.
(1)
(2)
(3)
(4)
Véase:
Véase:
Véase:
Véase:
GAB Business Services v Moore.
Palmer v Brewing.
Rich v Park.
California v Green.
2.3.1. Competencia
La habilidad de un testigo para percibir,
recordar, y comunicar eventos relevantes es una
pregunta competente. Inicialmente, esta es una
pregunta de derecho para el juez, pero si el testigo
satisface este examen, el problema se convierte
en uno sobre credibilidad, lo cual es una pregunta
de hecho para el jurado. Para ser competente, el
testigo debe tener la habilidad de entender la
naturaleza y el significado del juramento y ser
capaz de adaptar su conducta a él. En los casos
de familia, este inconveniente muchas veces surge
con los niños que son testigos. En este caso, se
debe demostrar que el niño entiende la diferencia
entre lo bueno y lo malo para que sea considerado
competente para testificar. El inconveniente
también puede surgir si un testigo presuntamente
“demente” es llamado a testificar.
Si el testigo pasa a la audiencia con el juez
competente, al abogado le queda mostrar que el
testigo no está en la posibilidad de percibir, recordar
y comunicar los eventos relevantes con efectividad.
En caso que el testigo sea un niño y no se quiera
que testifique, el interrogador tiene varias opciones.
Una primera es dejar que el interrogador directo
se embarque en una línea compleja de preguntas
para el niño y luego no hacer preguntas en lo
absoluto. Esto mostrará al juez o al jurado que su
parte en el caso es comprensiva y conoce el hecho
que la Corte no es un lugar para los niños. No se
va a arriesgar a que se lastime emocionalmente a
un niño inocente para poder ganar un caso. Por
otro lado, si tiene que contra interrogarlo, la idea
es ser lo más delicado y breve posible. Asegúrese
de averiguar si el niño sabía que iba a testificar en
la Corte, cómo se enteró y cómo se preparó para
el gran día. A menudo se enterará de que el niño
estuvo el día anterior en la oficina del abogado de
la contra parte. Esto dañará severamente la
credibilidad de la parte contraria, del abogado
contrario, así como del niño que va a testificar.
Este es un tema bastante complejo e intrigante
que es discutido posteriormente en este trabajo.
2.3.2. Falta de conocimiento propio
El testigo debe, también, satisfacer el
requerimiento del conocimiento propio. En este
La contra interrogación
aspecto se debe mostrar que el testigo tiene
conocimiento, como resultado de haber visto,
sentido, oído o experimentado por sí mismo, del
evento objeto de la pregunta. Esta información debe
ser investigada por el abogado en la fase de
descubrimiento. En el proceso, el testigo puede
ser exonerado de testificar acerca de aquellos
asuntos sobre los que no tiene conocimiento
propio. Esta es también una excelente manera de
atacar la credibilidad del testigo por tratar de
transmitir información de sucesos que están fuera
de su conocimiento personal. En este sentido, el
abogado debe procurar comprobar dónde se
encontraba el testigo cuando ocurrió el
acontecimiento alegado. Investigue el estado
mental del testigo en el momento en que el
acontecimiento fue percibido. ¿Estaba en una
fiesta? ¿Estaba intoxicado? ¿En qué momento del
día o de la noche sucedió? ¿Fue algo que
presenciaron personalmente, o alguien se los
informó? No es infrecuente que un testigo crea
equivocadamente tener conocimiento personal de
un acontecimiento porque simplemente no sabe
lo que significa ese término. ¡Por lo tanto, usted
debe tener un acercamiento muy simplista hacia
la investigación y determinar que la información
no vino de la tía Vera que nunca ha dicho una
mentira!
2.3.3. Tendencias, prejuicios, interés o parcialidad
ius et veritas 31
La credibilidad puede también ser atacada
exponiendo el sesgo, la predilección, los prejuicios,
la parcialidad o la corrupción absoluta del testigo.
La predilección es una inclinación incorrecta en
favor de un lado de la controversia, mientras que el
prejuicio se ha definido como una predisposición
incorrecta contra el otro. La parcialidad se refiere
al favoritismo hacia un lado por cualquier razón.
La corrupción es más atroz, pues implica cosas
tales como soborno o falso testimonio.
Demostrar el sesgo es a menudo una
técnica eficaz al interrogar a testigos expertos.
Dichos testigos a menudo son testigos
profesionales para una de las partes y pueden tener
un sesgo y un obvio interés institucional. Exponer
el sesgo y los prejuicios de un testigo implica a
menudo exponer una relación laboral que hace al
testigo incapaz de ser imparcial y objetivo. En
casos de familia, esto se aplicará siempre a un
pariente de la parte que evoca el testimonio. Sin
importar el área particular, el acercamiento es el
mismo. Su contra interrogatorio debe sugerir
cuidadosamente la imparcialidad de los testigos,
luego, deténgase. Un contra interrogatorio sutil que
permite que el jurado llegue a su propia conclusión
es a menudo más eficaz que un contra
interrogatorio excesivamente entusiasta y corre el
riesgo de ofender al jurado.
Un testigo puede también carecer de
credibilidad porque él o ella tiene un interés en el
resultado. Por ejemplo, un testigo está interesado
en si el testigo o si uno de sus parientes recibe el
dinero si se gana el caso. En casos de familia,
esto puede ocurrir si la niñera va a recibir una
bonificación navideña extremadamente alta si
atestigua en favor de la madre. Por supuesto, la
evidencia real de su interés financiero será muy
sutil en la mayoría de los casos, así que debe ser
investigada a fondo. ¿Por ejemplo, la niñera
siempre ha recibido una bonificación de Navidad
antes? ¡Ella puede estar bajo la falsa ilusión de
que la mamá finalmente haya decidido
recompensarla por su buen trabajo! Esto
probablemente estará lejos del caso y se debe
utilizar como una forma de atacar la credibilidad.
En un nivel más típico, un testigo experto que está
siendo pagado por su testimonio o que atestigua
a menudo para un abogado o parte puede estar
dispuesto a atacar en el campo de su interés. Por
lo tanto, esté seguro de realizar una multiplicidad
de preguntas acerca del testimonio previo y de la
remuneración del experto antes del proceso. Si
es posible, localice otras transcripciones de la
deposición de otros casos. Esto puede
proporcionar la excelente información sobre el
contra interrogatorio, especialmente si el experto
tomara la posición contraria en función a quién le
pague.
La examinación de un testigo referente a
un sesgo o a un interés es comparable al
procedimiento para la acusación en una declaración
previa inconsistente. Para mostrar al sesgo o el
interés, el testigo debe ser confrontado con la
información que demuestra que él está polarizado
y tiene prejuicios. Se debe dar al testigo una
oportunidad de explicar o de negar las
circunstancias o las declaraciones. Si la declaración
está en el escrito, el escrito no necesita ser
mostrado al testigo, sino que debe ser mostrado al
abogado contrario a la petición. Si el testigo admite
inequívocamente tal sesgo o interés, la evidencia
extrínseca de ella no es admisible.
243
Mike McCurley y Kim W. Mercier
3 . Consejos y estrategias prácticas
3.1.4. Nunca haga una pregunta cuya respuesta
usted aún no sepa
Cualquier acercamiento al contra interrogatorio
debe ser considerado a la luz de nuestra propia
personalidad. Aprendamos de los maestros y sus
años de experiencia, pero no debemos intentar ser
alguien que no somos o hacer algo artificial a nuestra
propia personalidad. Ver a un gran abogado
procesalista interrogar a un testigo difícil es una
experiencia educativa que no está disponible en
ningún artículo o seminario. Recuerde, la estrategia
y la técnica son únicas en ese abogado, ese caso, y
ese testigo. En el análisis final, debemos ser nosotros
mismos.
Aunque no hay sustituto verdadero para el
Tribunal, el conocimiento de los principios del
contra interrogatorio puede prevenir contra trampas
comunes. La clave para cualquier contra
interrogatorio es el control.
La contra interrogación no es el momento
para descubrir de qué trata el caso. Si no sabemos
la respuesta, no deberíamos hacer la pregunta.
3.1. Los diez mandamientos
3.1.7. No permita que el testigo explique
Los “diez mandamientos de Irving Younger”
son indiscutiblemente la autoridad más citada en
el contra interrogatorio. Necesitamos saberlos y
utilizarlos de memoria.
No todos los mandamientos funcionan en cada
caso y uno debe obviar algunos de ellos en
circunstancias únicas. Sin embargo, uno debe
seguirlos a menos que se sienta extremadamente
cómodo obviándolos.
Un contra interrogador eficaz controla al
testigo con preguntas principales. Permitir
explicaciones es un indicativo de pérdida del control.
ius et veritas 31
Nuestro adversario a menudo dirá algo
contradicho por otro testimonio, contradicho por
su testimonio anterior, contrario a la experiencia
humana, o totalmente inconsistente con la manera
como se organiza el universo. No podemos
permitirnos ser absorbidos en nuestro propio guión
y dejar de oír lo que está diciendo el adversario.
3.1.6. No pelee con el testigo
Resista la tentación. Simplemente exponga
el absurdo o claramente falso testimonio al juez o
al jurado. Guarde argumentos para el cierre.
3.1.8. No le pida al testigo que repita el testimonio
que dio en la examinación directa
Limite la contra interrogación a los puntos
más fuertes para evitar diluir su impacto.
Cuando le pedimos a nuestro adversario que
repita en el contra interrogatorio lo que dijo en el
interrogatorio directo, le damos la oportunidad de
elevar su credibilidad. Incluso con lo potencialmente
dañoso, pues es una invitación al adversario a que
se justifique del siguiente modo: “Oh, sí, pero lo
que realmente quise decir es (...)”.
3.1.2. Preguntas cortas, palabras simples
3.1.9. Evite repetir demasiado una pregunta
La simplicidad es la marca de un contra
interrogador eficaz. Las preguntas cortas pintan
un marco comprensible para el juez o el jurado.
Las palabras rebuscadas y la sintaxis elaborada
no tienen cabida en el contra interrogatorio.
Si hemos dejado en claro nuestra idea,
resista la tentación de hacer la pregunta final.
Debemos ahorrar nuestra frase más importante
para el argumento del cierre. Solamente Perry
Mason gana el caso completo durante el contra
interrogatorio.
3.1.1. Sea breve
244
3.1.5. Escuche la respuesta
3.1.3. Haga solo “preguntas principales”
Cada pregunta en el contra interrogatorio
debe poner palabras en la boca del adversario. Todo
lo que el adversario hace es contestar, en un solo
ritmo: “sí”, “no”, o “no sé.” La pregunta principal es
la cuchara para poner el aceite de hechos
desagradables en la boca del adversario.
3.1.10.Reserve la explicación para el cierre
Resista el impulso de exponer el contra
interrogatorio de manera que ni el juez ni el jurado
comprendan inmediatamente la naturaleza de las
interrogantes y la brillantez del interrogador. Únalo
durante el cierre.
La contra interrogación
3.2. Tipos de contra interrogatorios
3.3. Contra interrogación en el proceso
Después de la fase del descubrimiento, el
abogado debe tener un cuaderno de apuntes del
proceso completamente preparado y organizado
con todos los interrogatorios para cada potencial
testigo, para que pueda ser contra interrogado.
Mientras que la experiencia y la confianza se
ganan en el Tribunal, las preguntas del cuaderno
de apuntes pueden ser limitadas a un bosquejo de
los puntos más importantes que se cubrirán con
cada testigo. Sin importar su nivel de experiencia,
no hay manera de anticipar cada pregunta que se
hará en el contra interrogatorio. Esté preparado
para ser espontáneo y para reaccionar a un
testimonio imprevisto que ha salido a la luz en la
examinación directa por la parte contraria.
El contra interrogatorio entero debe ser
virtualmente preparado repasando los testimonios
anteriores de la deposición y seleccionando los
puntos más perjudiciales para el adversario así
como los puntos más provechosos para su caso.
De estos puntos prepare un bosquejo de los puntos
a cubrir en el contra interrogatorio; ya sea en el
formato de pregunta o de “afirmación”,
dependiendo de su nivel de experiencia y
comodidad. Cada afirmación o pregunta debe ser
apuntada por línea y número de página para la
deposición. Por ejemplo, si la parte contraria
admite en la deposición que nuestra cliente es una
madre excelente, el cuaderno de apuntes diría
simplemente: “la madre excelente - 23 + 45”. No
hay razón alguna para escribir una pregunta: “Su
esposa es una madre excelente, ¿no es así?” Si
se escribe cada pregunta y solamente se lee en
voz alta, nuestro contra interrogatorio terminará por
sonar “enlatado” y nuestra examinación perderá
mucho de su eficacia.
La pregunta debe ser siempre principal,
requiriendo al testigo contestar “sí” o “no”.
Enmarcando las preguntas sobre lo central, usted
está mejor preparado para presentar al juez o jurado
su lado de la historia.
4 . El arte de la guerra
4.1. Acusación
La acusación es la técnica procesal más
dramática en el arsenal de un abogado.
Selectivamente usada y eficientemente empleada,
puede tener un efecto devastador en el proceso.
Los miembros del jurado aprecian una acusación
eficiente. Una acusación eficiente es raramente
exitosa si se intenta en el proceso al capricho del
interrogador, pero usualmente es el resultado de
una intensa investigación y preparación en la etapa
ius et veritas 31
Existen dos tipos de contra interrogatorio:
corroborativo y destructivo. El contra interrogatorio
corroborativo busca hacer que el adversario esté
de acuerdo con los hechos que sustentan la
posición de nuestro cliente. Durante esta fase,
consiga que el testigo esté de acuerdo con cada
buena confesión hecha previamente por su cliente.
Esto debe incluir cualquier confesión y admisión
sobre las habilidades positivas de padre que tiene
el cliente, si ello es importante para la carga de la
prueba, argumentos fallidos y similares. Si nuestro
adversario comienza a contradecir el testimonio
realizado en su deposición, es ahí cuando
utilizamos su deposición para contradecirlo.
El contra interrogatorio destructivo desacredita
a nuestro adversario y su testimonio directo. Este
tipo de contra interrogatorio es más difícil de
ejecutar. Es en el contra interrogatorio destructivo
en el que sacamos nuestro cuchillo y
comenzamos a punzar al testigo. Durante el contra
interrogatorio en cuestiones que faltan, discuta el
cruel tratamiento del adversario de su cliente, de
sus negocios ilícitos y del resto de malos hechos
que han sido descubiertos. El testigo debe ser
controlado por el examinador en todo momento.
No le permita renunciar al testimonio realizado en
su deposición. Cada vez que el testigo trate de
desviarse de su testimonio anterior, acuse, acuse,
acuse.
El contra interrogatorio corroborativo debe ser
intentado antes que el contra interrogatorio
destructivo. Al principio de un contra interrogatorio
nuestro adversario estará menos hostil y más
confiado de lo que estará posteriormente.
Existe un doble propósito para este método:
(i) a menudo el testigo puede estar “gastado” al
punto de contestar las preguntas de la manera que
cree que quisiéramos que conteste, porque asume
que el testimonio realizado en la deposición va “a
ser lanzado en su cara”; y, (ii) el juez o el jurado
está oyendo cada respuesta contradictoria y, con
mucha suerte, decidirá que si el testigo no puede
decir la verdad sobre asuntos poco importantes,
probablemente no dirá la verdad sobre asuntos que
pueden llevar a cabo su futuro.
245
Mike McCurley y Kim W. Mercier
de descubrimiento preprocesal.
ius et veritas 31
4.1.1. Declaraciones previas contradictorias
246
Una de las maneras más comunes de
desacreditar el testimonio de un testigo es mostrar
que previamente ha hecho declaraciones que son
inconsistentes con su testimonio en el proceso.
Una previa declaración inconsistente es admisible
para atacar la credibilidad del testigo. Una previa
declaración inconsistente de la parte o de un
testigo es también admisible para probar la verdad
de la materia afirmada cuando el declarante
testifica en el proceso o en la audiencia, es sujeto
del contra interrogatorio, y la declaración contraria
fue dada bajo juramento bajo pena de perjurio en
el proceso, audiencia, u otro procedimiento o en
una deposición.
Hacer notar las declaraciones previas y
contradictorias es el método acusatorio más
frecuentemente usado en el proceso. Más que
cualquier otro método acusatorio, sin embargo,
acusar en base a previas declaraciones
contradictorias requiere una técnica precisa para
ser eficaz ante el jurado. La regla 613 de la Ley de
Texas de la Evidencia Civil requiere expresamente
que el testigo tenga una oportunidad de admitir,
de negar, o de explicar dando una declaración
contradictoria. Si la declaración contradictoria
anterior fue hecha en una deposición, la letanía
siguiente debe estar seguida de cualquier
acusación de un testigo con el testimonio de la
deposición. Primero, el examinador debe
establecer que la deposición fue tomada y hacer
que el testigo atestigüe sobre el tema general de
la investigación. En segundo lugar, el examinador
debe establecer que el testigo entendía la
naturaleza de la deposición y la trató como una
cuestión importante y seria. Tercero, si el testigo
leyó y corrigió la transcripción de la deposición,
excave en el hecho de que el testigo incluso tenía
una segunda oportunidad de repasar y de corregir
su testimonio antes del proceso. Cuarto, identifique
el testimonio del proceso que es contradictorio con
el testimonio de la deposición y comprometa al
testigo con él. Quinto, enfrente al testigo con el
testimonio contradictorio anterior de la deposición.
4.1.2. Hechos contradictorios
Un contra interrogador puede desear mostrar
que ciertos hechos son diferentes a los que el
testigo alega. Esto es usualmente llamado
acusación por contradicción. La manera como el
hecho es afirmado en el contra interrogatorio
determina si usted está bajo una obligación de
probar el hecho real.
4.1.3. Malos actos previos
Malos actos previos son admisibles bajo la
Ley de la Evidencia Civil si los actos son
demuestran la credibilidad del testigo. Los malos
actos que constituyen pruebas de la credibilidad
incluyen el envío de solicitudes falsas de
préstamos o solicitudes de trabajo con información
falsas.
4.1.4. Condenas anteriores
Las condenas previas están gobernadas por
la Ley de Evidencia Civil de Texas. Cualquier
condena por una fechoría y delito que involucre
deshonestidad o falsas afirmaciones puede ser
utilizada para cuestionar la credibilidad de cualquier
testigo que haya testificado. Sin embargo, la
condena o liberación de prisión no debe superar
los 10 años de antigüedad (o la liberación de prisión
no debe haber sido más de 10 años antes de la
fecha en cuestión).
Las condenas previas deben ser sacadas a
la luz en el contra interrogatorio, a menos que el
testigo haya ofrecido tal evidencia en el
interrogatorio directo. Esta situación ocurre
generalmente cuando el abogado de la contraparte
está tratando de disminuir el impacto que pueda
causar dicha información en el contra
interrogatorio. Si un testigo niega o se expresa de
forma equivocada acerca de la condena anterior,
usted debe estar preparado para probarlo con
evidencia extrínseca, ya que las condenas previas
son casi siempre consideradas no colaterales.
4.2. Preparación y planificación para el contra interrogatorio
4.2.1. Plan de ataque
Los siguientes principios básicos deben ser
tomados en cuenta al momento de desarrollar un
plan para el contra interrogatorio de un testigo.
a) El contra interrogatorio debe ser planeado
para conocer los fines deseados.
b) Planee comenzar y terminar con los
puntos más fuertes. Las personas tienden a
recordar lo que oyeron al principio y al final, con
unas casuales alucinaciones en el medio. No deje
La contra interrogación
(ii)
ha causado. Si el interrogatorio se introduce en un
área en la que el interrogador no sabe cómo va a
responder el testigo, un tema de respaldo debe
ser guardado para ser usado luego de la respuesta.
Por ejemplo, con un testigo experto (perito), el
contra interrogador debe guardar los temas
referidos a que el testigo está siendo pagado y
que ha testificado numerosas veces a favor del
abogado de la contraparte hasta el final del
interrogatorio, a menos que otra pregunta brillante
esté siendo guardada para el final. No existe nada
peor para el caso, durante el contra interrogatorio,
que ser aniquilado con una respuesta y no tener
más puntos a los cuales referirse.
4.2.2. Jurado versus no jurado
Antes de comenzar cualquier “presentación”
es importante que conozca su audiencia. Por lo
tanto, antes de preparar el esquema de su contra
interrogatorio, piense si sus preguntas van a ser
observadas por un juez o jurado. Si su audiencia
consiste en un jurado será imposible “ajustar a la
medida” de algún modelo en particular su estilo
de presentación. En cualquier día, el panel de
miembros puede ser completamente diferente. Por
ende, con un panel de jurado, es todavía más
importante conocer a su testigo. Como se ha
mostrado en este artículo, algunos testigos pueden
ser manipulados con cuidado frente al jurado, aun
si están dañando su caso. Los ejemplos incluyen
niños, predicadores, maestros y personas
mayores. Los miembros del jurado pueden ser muy
protectores con este tipo de testigos, sin tomar
en cuenta si dañan su caso. A menos que esté
realmente seguro de lograr puntos en el contra
interrogatorio, la mejor opción puede ser no contra
interrogar a esos testigos.
Por otro lado, si se requieren preguntas en
el contra interrogatorio, esté seguro de cubrir áreas
potencialmente sensibles en la presentación inicial.
Dé a conocer al jurado que el abogado de la parte
contraria va a llamar a ciertos testigos que usted
va a tener que contra interrogar. Hágale saber al
jurado que usted solamente está haciendo su
trabajo y no tratando de abusar. También
acuérdese de discutir los asuntos de credibilidad
con el jurado al momento del inicio, durante el
interrogatorio de la presentación, y pídale a los
De la expresión “raked over coals”, la cual en el contexto significa que es necesario que el testigo, por su importancia,
debe ser avasallado o de lo contrario, nuestro caso se vería afectado negativamente.
ius et veritas 31
que su brillante contra interrogatorio decaiga con
una pregunta aburrida o irrelevante.
c) Tenga un plan preconcebido acerca de
cómo, cuándo y por qué la credibilidad del testigo
va a ser atacada. De lo contrario el jurado va a
simpatizar con el testigo, quien será visto como la
víctima abusada por el abogado.
d) El contra interrogatorio, como cualquier
otra etapa del proceso, no es solo sustantiva; es
cuestión del manejo de la impresión. No exponga
solamente las debilidades de la oposición; esté
preparado para dar una historia secuencial y
creativa que exponga claramente por qué su cliente
debe ganar.
e) Su historia obviamente es diferente a la
de la oposición, así que cuéntela de esa manera.
No caiga en la trampa de atacar al testigo
basándose en la manera en la que la historia fue
contada en la interrogación directa. Esto podría
causar que el jurado crea “que esta es la manera
en la que realmente sucedió”. Su versión de la
historia debe ser distinta a la de la oposición; por
lo tanto, cree su propia versión de lo que sucedió
a lo largo del contra interrogatorio. Reduzca los
hechos básicos en su memoria y asegúrese de
que sean mencionados apropiadamente en el
testimonio de cada testigo.
f) El contra interrogatorio debe ser dirigido a
las probabilidades. Mediante el uso de la
experiencia y la lógica para explicar lo que
probablemente pasó (incluyendo los detalles
menores), el contra interrogador puede interrogar
al testigo para sacar a la luz hechos “probables”
que favorezcan el caso del contra interrogador o
que echen dudas en la historia del testigo, sus
conclusiones o su interpretación. Dilate los hechos
erróneos del otro lado de la historia lo más que
pueda en el contra interrogatorio y únalos con
conclusiones lógicas durante el argumento final.
g) Varios comentaristas creen que un contra
interrogador nunca debe hacer una pregunta sobre
un testigo contrario a menos que la respuesta sea
conocida de antemano. Este simple principio provee
seguridad contra la mala suerte, pero puede no
ser apropiado en todas las circunstancias. Un
ejemplo se da cuando un testigo contrario
simplemente debe ser “puesto sobre carbón
caliente”(ii) para minimizar el daño que su testimonio
247
Mike McCurley y Kim W. Mercier
miembros del jurado que encuentren razones por
las cuales una persona carecería de credibilidad.
Asegúrese de que el panel de miembros identifique
los temas de credibilidad concernientes a amigos
y familiares de la parte contraria. No olvide hablar
con ellos acerca de los asuntos de credibilidad en
relación a los expertos y sus sueldos. Como
resultado, si usted simplemente no puede tachar
la parte sustantiva del testimonio del testigo, haga
algunas preguntas relacionadas al sesgo y
prejuicio, y luego continúe. Recuerde al jurado
acerca de los problemas con la credibilidad en su
argumento de cierre.
ius et veritas 31
4.2.3. Proceso previo versus proceso final
248
El problema del contra interrogatorio en la
etapa de la audiencia previa es generalmente
pasado por alto. Por supuesto que los consejos
proporcionados en este artículo pueden ser usados
tanto en la audiencia temporal como en el proceso
final. En el Derecho de Familia, la audiencia previa
con frecuencia prepara el escenario para el
resultado final del caso. Por lo tanto, es imperativo
que el abogado esté inmensamente preparado
durante esta fase del caso. La audiencia previa
debe ser preparada como si fuese el proceso final,
designada a situar a las partes en una cierta
posición por todo el tiempo. Si el abogado se
acerca a la audiencia previa de esta manera, las
probabilidades de obtener una victoria se
incrementan dramáticamente. Lo maravilloso de
la audiencia previa es el concepto “proceso por
emboscada”. A este nivel, el abogado usualmente
puede llamar a quien quiera sin notificarle a la otra
parte. Como resultado, es importante comenzar
el proceso de descubrimiento con una extensiva
entrevista de su cliente. Déle a sus clientes tarea,
en donde ellos pondrán todo lo positivo y negativo
acerca de ellos, su esposo o esposa y el caso.
Esto debe incluir una lista obligatoria de todos los
testigos favorables y adversos que pueden ser
llamados a testificar en el caso. Para cada testigo
adverso, comience a preparar inmediatamente un
file de “hechos” para un futuro contra interrogatorio.
Investigue acerca de la relación del testigo con
cada parte y cualquier esqueleto en su closet. Una
hoja de entrevista extensa debe ser incluida por
cada una de las partes.
Esté preparado para cuando la parte opuesta
llame a un testigo experto en la audiencia temporal,
especialmente si está lidiando con una cuestión
de custodia. En el interrogatorio, determine si el
testigo ha sido contratado recientemente para fines
de de litigación. Si la parte contraria no tiene
establecida una relación con el experto, sus
opiniones pueden ser atacadas.
Finalmente, esté preparado para lidiar con
el horario del perito de una manera apropiada, si
es posible obtenga un escenario especial para que
no se sorprenda por el corto tiempo que el perito
le ha designado a su rótulo. Si no hay tiempo para
obtener un escenario especial, asegúrese de ir
directamente al grano en el contra interrogatorio.
Los peritos generalmente tienen un rótulo bastante
pesado y son incapaces de escuchar cualquier
asunto impugnado que dure más de treinta
minutos, salvo un escenario especial. El factor
más importante para preparase para un contra
interrogatorio en la etapa de la audiencia temporal
es ser flexible. Al final, usted debe saber las
restricciones de tiempo y un plan acorde a ello.
4.3. Técnicas de contra interrogación
El principal empuje del contra interrogatorio
normalmente será el sacar a la luz todos los
detalles que tiendan a mostrar los hechos
mencionados en el interrogatorio directo que no
son probables ni creíbles. Si un testigo es
completamente honesto, tendrá que contestar
algunas preguntas en una manera que parezca
desfavorable a su parte del caso. La mayoría de
los testigos, sin embargo, tratarán de contestar
todas las preguntas favorables a ellos mismos y
ser, por lo tanto, inconsistentes en algunos
aspectos. El contra interrogador debe buscar los
puntos débiles en la versión de la historia del testigo
y enfocar el contra interrogatorio a esas áreas.
4.3.1. Probabilidades
Como se dijo anteriormente, el testigo debe
ser interrogado y comprometido a una multitud de
pequeños detalles que rodean un evento o un punto
crucial. Haciendo eso, el contra interrogador puede
construir un arsenal de pequeños detalles
apuntando a la probabilidad de las conclusiones
deseadas. Estas deben parecer lo suficientemente
inconsecuentes para que el testigo se vea
terriblemente parcializado si la pregunta no fue
respondida favorablemente. El abogado debe estar
preparado para atar todas estas probabilidades en
una conclusión lógica durante el argumento de
cierre.
La contra interrogación
4.3.2. Posibilidades
Un testigo desfavorable, particularmente un
testigo experto, debe ser contra interrogado acerca
de las posibilidades favorables al bando del contra
interrogador, aunque él o ella haya testificado que
las probabilidades son justamente lo contrario.
Particularmente, a un jurado la “posibilidad” de que
algo pueda ser o no verdad puede acarrear más
peso de lo que debería. Desacredite el testimonio
de un experto forzándolo a admitir una multitud de
posibilidades que puedan desaprobar su teoría o
cambiar el desenlace final. Esto debe diluir el
impacto completo de las conclusiones que
parecieron firmes en el interrogatorio directo.
suficientes; luego, el tema debe ser dejado de lado
por un momento. No obstante, el contra interrogador
debe regresar a ello ocasionalmente y usarlo como
si fuese el predicado para una o dos preguntas. Si
se usa en exceso, el jurado puede sentirse
incómodo con el hecho y no deberá usarlo contra
el testigo hasta el punto en que pueda hacer lo
contrario. El hecho debe ser enfatizado de tal
manera que el jurado no lo olvide, pero dejando
algo misterioso e inusual. Por ejemplo, una
referencia a la previa declaración dañina puede
construirse con una pregunta como “¿Luego de
que usted bebió ese par de cervezas, que hizo?”
4.3.6. Documentos
4.3.3. El ataque del “flanco”
Si no hay nada con que acusar al testigo,
el contra interrogador no debe abordar al testigo
con el tema del interrogatorio directo. Por el
contrario, el contra interrogatorio debe atacar al
testigo solamente en los puntos débiles de su
historia y preguntar por los detalles en las áreas
en las que el testigo no esté preparado. Cada vez
que haya una inconsistencia, el testigo debe ser
confrontado con ese hecho hasta que el jurado
sienta finalmente que él o ella está inventando
respuestas. El jurado comenzará a ver las
contradicciones y descontará la historia del testigo.
4.3.4. El ataque de la “tabla”
Antes de que el contra interrogador acuse
a un testigo con una declaración previa
inconsistente, debe preparar al testigo para una
acusación, para que considere todos los detalles
de los alrededores y para que pueda dar cuenta
total de su versión de los hechos. Luego el testigo
puede ser acusado con la declaración,
presentando su versión o historia anterior. En otras
palabras, el contra interrogatorio debe conducir al
testigo por la tabla y luego arrojarlo.
4.3.5. Magnifique los errores
4.3.7. Detalles pasados
Si el testigo dice que recuerda un detalle
pequeño, el cual ocurrió hace bastante tiempo, el
interrogador puede precisar cuán diminuto es, hace
cuánto tiempo fue, y compararlo con la información
más significativa que convenientemente se ha
olvidado. Haciendo eso, la implicancia es que el
testigo no pueda realmente recordar tal detalle.
Por ejemplo, si un doctor atestigua que recuerda
ciertas cosas de la examinación de un paciente
hace tres años pero no tiene ninguna nota de la
oficina para refrescar el recuerdo, el contra
interrogador puede preguntarle al doctor cuántos
pacientes ve por semana, por mes, por año, y
después preguntarle cuánto tiempo ha pasado
desde esta examinación. Una investigación se
puede hacer también acerca del momento en que
ocurrió esa examinación en particular, cuál era la
ius et veritas 31
El contra interrogador debe mantener
siempre un dedo sobre las debilidades del
oponente. Si un testigo ofrece una declaración que
la o lo daña, debe ser utilizado como el predicado
para algunas preguntas posteriormente. Sin
embargo, el contra interrogador debe cuidar de no
abusar del uso de dicha declaración. Algunas
preguntas inmediatamente después de que los
hechos hayan sido expuestos deberán ser
Un contra interrogador puede tomar material
escrito oración por oración y línea por línea y
preguntarle al testigo sobre cada oración. Una
táctica involucra que el interrogador revise cada
oración por separado y completamente con todas
las preguntas acerca de esa área antes de pasar
a la siguiente oración.
Un testigo se puede instalar a menudo de
esta manera dando las explicaciones para ciertas
oraciones solo para ser acusado con la siguiente
oración del documento. Si es posible, el
examinador no debe mostrar el documento al
testigo mientras lo repasa. En lugar de ello, el
examinador simplemente debe leerlo, tomando una
oración a la vez, haciendo varias preguntas acerca
de ella y luego leyendo la siguiente oración, y
repitiendo este procedimiento.
249
Mike McCurley y Kim W. Mercier
hora, cuántos otros pacientes fueron programados
para ese día, etcétera. Es inverosímil que el testigo
recordará esta clase de detalles. El interrogador
debe parar en ese punto y no permitir que el doctor
explique por qué él o ella recuerda el significativo
detalle alegado. En suma, el abogado debe
descontar el recuerdo del detalle dañoso del testigo
por el hecho de que el testigo no puede recordar la
información diaria básica rodeando el mismo tema.
4.3.8. No contra interrogar
Cuando llegue la hora de la contra
interrogación y el abogado no tiene nada que
preguntarle al testigo, se sugiere uno de los dos
caminos de acción. El abogado debe o contenerse
de cualquier contra interrogatorio o de hacer unas
pocas preguntas inocuas para darle al jurado
tiempo para olvidar el interrogatorio directo.
5 . Diferentes golpes para diferentes sujetos
ius et veritas 31
5.1. Gruñones y quejones
250
Los gruñones y quejones conforman esa lista
de lavandería de los testigos que parecen salidos
del taller el día del proceso, cada uno
pomposamente vestido y listo para decir
exactamente lo mismo que la persona que acaba
de abandonar el estrado. Generalmente, esta gente
es amiga y familia del cliente de la otra parte. Por
lo tanto, el sesgo y el prejuicio se atacan fácilmente
en el contra interrogatorio. Si la oposición procede
a tener un desfile de estos gruñones y quejones
hacia el estrado, considere si cualquiera de ellos
tiene algo nuevo o especial para ofrecer. Si no,
esta puede ser la oportunidad para una decisión
estratégica para establecer una conexión con la
oposición y continuar. Si hay un número de esta
gente, el jurado captará la indirecta de que dirán lo
que es requerido por el equipo de casa. El jurado
apreciará su negativa a unirse a este ejercicio
desagradable.
Por otra parte, la oposición puede llamar a un
gruñón y un quejón que conozca algunas cosas
interesantes sobre su cliente. En ese caso, el
testigo debe ser investigado y su testimonio ser
tomado a fondo muy seriamente.
Para todo gruñón y quejón, mantenga un
“archivo del testigo” en el cuál usted tenga cualquier
documento hecho por o referente al testigo, o
cualquier declaración o testimonio anterior.
Mientras usted prepara el caso, haga notas
siempre que tenga una idea sobre las potenciales
preguntas del contra interrogatorio para el testigo.
Esté seguro y agregue estas al archivo del testigo.
Desarrolle las ideas para el contra interrogatorio
antes de tomar la deposición de los testigos.
Es importante tener cierta idea de cómo
interrogará al testigo mientras usted se prepara
para la deposición. Utilice la deposición no solo
para desarrollar hechos sino también para
desarrollar el contra interrogatorio que usted planea
utilizar en el proceso. Sin embargo, esté preparado
para cambiar el curso, los nuevos hechos siempre
aparecen. A medida que usted se prepara para el
proceso, repase el “archivo del testigo” y desarrolle
todas las potenciales áreas para el contra
interrogatorio, entonces corte la lista por la mitad.
Manténgase “pegado” a lo más sobresaliente.
Ponga por escrito el contra interrogatorio
propuesto, busque las áreas por donde el testigo
pueda potencialmente “escaparse” y cierre
cualquier escapatoria que encuentre. Si usted
planea utilizar las preguntas directas de las
deposiciones cerciórese de que sus preguntas del
proceso sigan exactamente la trayectoria de las
preguntas de la deposición. Incorpore en su
esquema todas las exposiciones, pasajes de la
deposición u otro material que usted utilizará en el
contra interrogatorio. No hay nada peor que hurgar
por algo mientras interroga a un testigo. Si hay
exposiciones claves que usted planea utilizar
considere un proyector y una transparencia o
explote en la exposición. El jurado es más
propenso a recordar la exposición si la han visto y
o leído por ellos mismos.
5.2. Predicadores, profesores y hombres mayores
Algunos de los testigos más creíbles en el
proceso son los predicadores, los profesores y los
hombres mayores. Estas son algunas de las
personas que automáticamente parecen creíbles
en el proceso. Como resultado, estos también son
algunos de los testigos más difíciles a los que
usted hará frente en el contra interrogatorio,
especialmente si están armados con información
perjudicial sobre su cliente. Los jurados son
especialmente protectores y aliados de un
predicador, un profesor o un hombre mayor. Por lo
tanto, el aspecto más importante de cualquier
contra interrogatorio es un juego muy bien
pensado. La importancia de esta clase de
testimonio no puede ser acentuada demasiado.
La contra interrogación
Antes del proceso, usted debe tener una
respuesta de descubrimiento de la oposición que
incluye los nombres, la dirección y los números
de teléfono de cada testigo. Esperanzadamente,
usted ha pedido la “naturaleza de los hechos
sabidos por tal testigo” y conseguido la información
por cualquier medio posible. Armado con esta lista
usted debe considerar entrevistarse con y/o hacer
declarar a cada predicador, profesor u hombre
mayor de la lista de la oposición. Inicialmente, esta
gente debe ser manejada con el mayor cuidado y
respecto. De una manera amistosa, descubra si
el testigo incluso sabe que lo incluyeron en el
descubrimiento de la oposición, pues a menudo
son inconscientes de esta información. Si el testigo
es sorprendido por esto, determine qué sabe, si
es que sabe, sobre los hechos del caso. Trate esta
vez de promover los “buenos puntos” de su cliente
siempre que sea posible.
Si el testigo está fuertemente en contra de su
cliente, comience con las cuestiones prejuiciosas,
choque con cualquier hecho pertinente respecto
del testigo particular y concluya las preguntas. No
hay necesidad de abusar de un predicador, de un
profesor o de un hombre mayor que esté del lado
de la parte contraria.
Por supuesto, hay casos en los que un testigo al
parecer “reputable” puede perder toda la credibilidad
con poca investigación. Por ejemplo, si hay alguna
evidencia de que el predicador se sumerge en el
ofrecimiento o ha tenido problemas con los miembros
de la congregación, un jurado descontaría
rápidamente la credibilidad del testigo. Asimismo, si
un profesor utiliza prácticas disciplinarias que no son
aceptadas o métodos de enseñanza rechazados, el
jurado puede no mirarlo tan favorablemente. Aunque
un predicador, un profesor, un hombre mayor u otro
testigo creíble puede apersonarse de una manera
respetable y cautelosa, siempre hay espacio para
tacharlo. Un poco de creatividad y bastante tarea es
un deber antes de contra interrogar a cualquiera de
estos testigos en el proceso.
El contra interrogatorio de un niño es una tarea
difícil y delicada que requiere destrezas e ingenio
por parte del interrogador. Invariablemente, el juez
o jurado simpatizarán con el niño durante el contra
interrogatorio; por lo tanto, lo importante de un
contra interrogatorio bien pensado no puede ser
muy enfatizado.
El interrogatorio es siempre riesgoso, sin
embargo, el riesgo se incrementa cuando el testigo
es un menor. Como adultos, el jurado se siente
protector del joven y una pregunta errada o muy
acuciosa puede arruinar su caso. Si el jurado piensa
que el abogado está tomando ventaja del niño,
reaccionará en forma negativa.
La pregunta inicial es si el testimonio directo
del niño ha perjudicado el caso. Cuando un niño
toma partido por una determinada posición y ese
testimonio es dañino para el caso, un interrogatorio
puede ser inevitable. En raros casos el testimonio
de un niño deja de perjudicar. El abogado debe ser
capaz de simplemente sonreír con gracia después
de un interrogatorio directo y decir “no tengo
preguntas”. En la gran mayoría de los casos, se
debe escuchar para dirigir y determinar los objetivos
de un interrogatorio y luego decidir la mejor forma
de alcanzarlos.
5.3.2. Considere su objetivo
Primero, uno debe determinar qué es lo que
se espera alcanzar con un interrogatorio. En general:
a) Producir un testimonio favorable respecto
de la teoría del caso que tiene el examinador.
b) Mostrar que el niño que testifica miente.
c) Mostrar que el niño que testifica ha sido
entrenado.
d) Mostrar que el testimonio del niño es
improbable.
e) Complementar el testimonio directo del
testigo.
f) Acusar con argumentos mayores y más
consistentes.
g) Crear dudas sobre la credibilidad del
testimonio.
Las metas específicas de un interrogatorio
varían de niño a niño. Algunos objetivos específicos
que aparecen en la mayoría de interrogatorios a
menores son los siguientes:
a) El abogado puede comprometer al niño
con una versión específica de los hechos de tal
forma que a este pueda imputársele el dar
argumentos inconsistentes y contradictorios con
la evidencia extrínseca.
b) Las inconsistencias pueden indicar que
el testimonio es errado o deliberadamente falseado,
o que el niño está confundido, altamente
sugestionado o que carece de conocimiento
personal de los hechos.
ius et veritas 31
5.3. Niños
5.3.1. Interrogar o no interrogar
251
Mike McCurley y Kim W. Mercier
c) El examinador puede esperar mostrar que
el niño ha sido entrenado, o que el testimonio
directo fue memorizado.
Cualquiera sea el objetivo, es importante
identificarlo claramente y planear cómo alcanzarlo
a través de realizar un interrogatorio al niño.
5.3.3. Descubrimiento
Un interrogatorio exitoso depende de una
preparación cuidadosa. Tanto la preparación de un
testigo niño como de uno adulto requiere de una
cuidadosa preparación. Las reglas del Proceso Civil
de Texas permiten tomar la deposición de un menor,
lo cual provee al abogado de la oportunidad de
reproducir la historia del menor tanto como la
oportunidad de concordar con el menor.
Las reglas del Proceso Civil de Texas
también autorizan un examen físico o psiquiátrico
del menor cuya condición física o mental sea
materia de discusión. Si el menor está recibiendo
psicoterapia, las notas del terapista pueden ser
importantes. Acceder a las notas de entrevistas y
audio o videos puede revelar argumentos
inconsistentes, posibles manipulaciones, defectos
en la capacidad u otra información valiosa. Los
records de su educación pueden también ser útiles
para detectar problemas disciplinarios en la
escuela, deshonestidad del menor, problemas
emocionales y conflictos familiares que generan
problemas de comportamiento en la escuela. Los
records educativos pueden también indicar que el
menor requiere de un programa especial para
problemas psicológicos, el cual puede ser
particularmente importante para determinar quién
debe quedarse con la custodia del niño.
ius et veritas 31
5.3.4. Sugestionabilidad
252
Se ha escrito mucho sobre cómo los
menores de edad tierna a veces pueden mentir
para agradar o proteger a alguien, pero
generalmente no mienten acerca del abuso sexual.
Al tiempo que un menor alcanza la edad de 12
años, es capaz de tener un razonamiento abstracto
y comprender las razones a favor y en contra de
falsear la verdad ante la Corte. Las diferencias entre
los menores y los adultos comienzan a disminuir
en la adolescencia, y algunos a los 12 años pueden
ser cognitivamente tan maduros como el promedio
de los testigos adultos. No se confíe en que un
contra interrogatorio podrá convencer al jurado de
que el menor que testifica está mintiendo. Ello solo
podrá servir para causar el enojo y/o la alienación
del jurado. En lugar de ello, esté listo para tener el
testimonio de un profesional experto acerca de los
problemas de credibilidad en los testimonios de
menores y de dinámicas psicológicas que pueden
afectar la habilidad de un menor para decir la verdad
en circunstancias variantes.
En algunos casos, el examinador en la
investigación previa puede revelar que el menor ha
tenido entrevistas que lo puedan haber
sugestionado, por lo que puede haber distorsionado
o aún obliterado la verdad. En estos casos el
examinador debe obtener información del menor
acerca del número de entrevistas que tuvo y qué
ocurrió en cada ocasión. El examinador debe seguir
llamando a estos adultos como testigos y
obteniendo evidencia sobre el uso impropio de
preguntas sugerentes.
5.3.5. Ponga al testigo en descanso
Un testigo tiene la mayor credibilidad
inmediatamente después de ser examinado
directamente. Por ello, las primeras preguntas
después del establecimiento de un ambiente
armónico deben ser aquellas que extraigan hechos
favorables para su teoría del caso. En algunas
ocasiones, el contra interrogatorio termina en este
punto. Un contra interrogatorio negativo puede no
ser necesario cuando los hechos favorables
adicionales fluyen de la propia historia. Esta
situación permite al interrogador evitar el riesgo de
una reacción negativa a otros contra interrogatorios
típicos.
No existe una sola técnica que establezca
un ambiente de armonía con un testigo. En general,
el abogado debe tratar al joven adulto con respeto
y tratar de hacerlo sentir confortable durante las
preguntas. Algunos abogados comienzan su contra
interrogatorio con una sonrisa y una serie de
preguntas inocuas a fin de colocar al menor en
estado de calma. En algunos casos es apropiado
crear empatía con el menor diciendo “Sé lo que tú
has tenido que atravesar y que esto no es fácil
para ti. Te voy a efectuar algunas preguntas y luego
cuando hayamos terminado podrás regresar a tu
casa”. Realizando bien nuestro plan, el menor
estará más calmado y será más receptivo a las
preguntas. Empiece por los hechos buenos y
demuestre aprobación y agrado con las
respuestas, reforzando la probabilidad de que el
menor acepte las siguientes preguntas. Una vez
La contra interrogación
5.3.6. Comportamiento previo inconsistente
Cuando
inconsistente
examinador
inconsistencia.
un menor testifica algo que es
con su comportamiento, el
puede enfocarse en esa
Los adultos generalmente tratan
de eludir las inconsistencias, en cambio los menores
son a menudo más directos. El examinador puede
ser capaz de hacer que el menor reconozca que su
papá es un scout líder, aún cuando en directo haya
dicho que nunca estuvo cerca.
5.3.7. Testimonio entrenado
La preparación de un menor que va a
testificar es necesaria tal como se ha discutido
previamente. El que propone al menor que va a
testificar puede, sin embargo, sobrepasar el límite
de la preparación hasta el entrenamiento y
verificarlo es función del examinador.
El fenómeno del entrenamiento prevalece en
alegaciones de abuso sexual, aunque también
ocurre en otros contextos. Mientras la ley intenta
resguardar contra la influencia impropia, el deseo
de ganar, lo cual guía al adversario, algunas veces
tienta a las conciencias individuales a cruzar la
línea. Los examinadores pueden conocer la
posibilidad de entrenamiento pidiendo a un menor
que describa cada entrevista que ha tenido lugar.
Esto puede indicar al juez o al jurado que más de
un adulto “ha ayudado” al menor a preparar su
testimonio.
El entrenamiento a veces es descubierto al
decirle al menor que describa los detalles de lo
que pasó. El examinador debe mirar al menor para
ver si él o ella mira a algún adulto para que refuerce
sus respuestas. Asimismo, debe indicar a la Corte
o al jurado si un adulto está asistiendo con gestos
o movimientos de cabeza. Aun si el adulto en ese
momento no está gesticulando hacia el menor, el
abogado debe preguntar “¿necesitas la ayuda del
Sr. Pérez para contestar mi pregunta? Pareces
estar mirándolo bastante”.
5.3.8. Testimonio memorizado
El examinador a veces puede tener la
impresión de que el testimonio directo de un menor
ha sido memorizado más que espontáneo. La
siguiente es una técnica de interrogatorio popular
para tratar con testimonios memorizados:
Si bien no es un fenómeno común, algunas
veces el testigo en un examen directo dará claves
de que su testimonio, al menos en partes críticas,
ha sido memorizado o es tan similar en ciertos
aspectos a otro testimonio que sugiere que han
estado juntos y planeado historias idénticas. Las
claves pueden ser las palabras o frases que no
son naturales en testigos. Puede ser que se
ius et veritas 31
que el menor se sienta confortable, el abogado
debe ir hacia las preguntas que ha diseñado a fin
de obtener información favorable. Es importante
que el abogado continúe hablando en el mismo
tono de voz amigable y animado, y apoyándose
con movimientos afirmativos de cabeza como señal
de aprobación de respuestas favorables. Cuando
esta técnica funciona, el menor puede concordar
con una versión de los hechos que es favorable
para el examinador o que sea inconsistente con el
testimonio directo.
Esta técnica de interrogatorio puede
también ser usada para obtener información
acerca de un entrenamiento. El abogado puede
presentar una serie de preguntas al menor acerca
de las personas con las cuales ha discutido el
caso. Esté seguro de lograr un testimonio
relacionado con que el abogado de la contraparte
lo “ayudó” a tener todo listo para el día de
presentación en la Corte.
Esta técnica puede también ser empleada
para lograr que el menor concuerde en que es
posible que exista otra versión de los hechos. Por
ejemplo, después de establecer un ambiente
armonioso y efectuar una serie de preguntas
apropiadas, el abogado puede comenzar a
preguntar temas como “Quizá esto es como tú
piensas que sucedió, pero podría haber sido un
poquito diferente, ¿no es cierto?”.
Un aspecto importante sobre la
sugestionabilidad está ligado a la posibilidad de
que el menor que testifica haya sido sugestionado
antes del proceso. Cuando el abogado conoce esta
situación, es posible atacar la oposición sin atacar
al menor. Después de todo, no es culpa del menor
que los adultos mal utilicen su autoridad a fin de
alterar su evocación de eventos. Cuando un
abogado puede establecer que un adulto
impropiamente ha implantado ideas en la mente
del menor es improbable que el jurado simpatice
con ese adulto y el abogado tiene más libertad
para un interrogatorio vigoroso. Al atacar al
entrevistador, el examinador puede convencer al
jurado de que el menor y el cliente han sido tratados
injustamente.
253
Mike McCurley y Kim W. Mercier
testifique sobre detalles que normalmente no
podrían ser recordados, o que haya omitido hechos
que deberían ser recordados. Un indicio puede estar
en la intencionalidad del testimonio o algún otro
descubrimiento excepcional. Ante cualquier indicio
el enfoque es el mismo. Puede pedirse a estos
testigos el violar una de las reglas cardinales del
interrogatorio: nunca repetir el examen directo. Los
testigos que han memorizado las partes de su
testimonio, especialmente niños que han sido
entrenados, repetirán generalmente el testimonio
esencialmente al pie de la letra, utilizando las
mismas palabras, las frases, y los detalles como
antes. Estos testigos a menudo clamarán recordar
hechos que ellos normalmente no recordarían. Ellos
utilizarán a veces un vocabulario que no es natural
para ellos. El jurado recogerá generalmente la
similitud entre las dos narraciones o los aspectos
sospechosamente recordados de los testigos. Una
vez que esto se ha demostrado, usted debe
preguntar al testigo con quién habló antes de
testificar para descubrir los orígenes de la
memorización(5).
Establecer que todo o parte del testimonio
del niño ha sido memorizado aumenta la posibilidad
de probar que el menor no tiene recuerdo presente
de los hechos o que el niño fue entrenado
impropiamente.
5.3.9. Engaño
ius et veritas 31
Muchos niños que testifican son advertidos
respecto del examinador, en el sentido que este
pueda tratar “de engañarlos” con preguntas
capciosas. En estas circunstancias el niño
contestará a las preguntas en forma contraria a lo
que cree que el abogado quiere oír. El examinador
puede aprovechar la situación haciendo preguntas
que son diseñadas para hacer al niño pensar que
el abogado quiere una respuesta particular cuando
de hecho el abogado quiere exactamente la
respuesta contraria.
254
5.3.10. Inconsistencias
La identificación de declaraciones
contradictorias puede ser obtenida consiguiendo
que el menor concuerde con preguntas que puedan
suponer una modificación sutil a los detalles de la
(5)
(6)
historia. Las probabilidades de éxito aumentan
cuando el abogado cambia la secuencia de
acontecimientos. Un niño que ha sido entrenado
no será capaz de recordar las respuestas correctas
cuando las preguntas están hechas de manera
diferente. El conservar más de una línea de
interrogatorio al mismo tiempo mantendrá al menor
fuera de balance, incrementando la probabilidad
de que incurra en contradicciones.
5.4. Testigos extranjeros
La profesora Deborah Tannen de la Universidad
de Georgetown en varios de sus libros(6) sostiene
que usted no puede determinar automáticamente
el estado de ánimo de una persona, la intención,
la franqueza o el estado emocional simplemente
por lo que ellos dicen o por cómo ellos lo dicen.
Esto es especialmente cierto cuando se trata de
un testigo extranjero. En tales casos el abogado
debe tener en cuenta la cultura de la persona, clase,
género, raza o región de origen.
Al preparar el contra interrogatorio, las
preguntas de los abogados por lo general contienen
sutilezas que son diseñadas para obtener una
respuesta dada. Sin embargo, las sutilezas pueden
registrar una respuesta totalmente inesperada de
un testigo, incluso si él tiene normalmente un buen
dominio de la lengua. Un ejemplo gracioso de este
error fue la visita del Presidente Carter a Varsovia,
donde declaró: “I like the Polish people” (me gusta
la gente polaca). Para los de ascendencia polaca,
esta declaración significaba “deseo sexualmente
a la gente polaca”. Aquella “sutileza” no fue tomada
a bien por los oyentes polacos, salvo por aquellos
que congeniaron con Jimmie.
La forma de construcción de las oraciones
inglesas a menudo no se conforma con la
secuencia de palabras y frases en un idioma
extranjero. Esto puede conducir a que el testigo
extranjero dé una interpretación contraria al sentido
de la pregunta, produciendo así una respuesta
errónea por el testigo. En alemán y coreano, por
ejemplo, el verbo tiende a estar al final de la
oración.
Alguna frase inglesa puede, de otro lado, ser
involuntariamente ofensiva y provocativa (sobre todo
entre japoneses, chinos, coreanos y vietnamitas),
MAUET, T. Los Fundamentos de la Sección de Técnicas de Ensayo. 1980.
TANNEN, Deborah. You Just Don’t Understand: Women and Men in Conversation. Harper Paperbacks, 2001.
La contra interrogación
de su contra interrogatorio. En la preparación del
contra interrogatorio de un testigo extranjero,
examine libros que expliquen el uso del idioma de
la persona extranjera, gestos y movimientos
corporales.
Si el testimonio es crítico para el caso,
consulte a un “experto” entendido en aquella cultura,
que sea también muy fluido en inglés. Háblele de
sus preocupaciones y cómo tratar mejor con ellos
en el proceso. De ser posible, lleve al “experto”
con usted a la sala del Tribunal para que lo asesore
durante el examen del testigo. Si es necesario,
explique al Tribunal que la presencia del experto
es imperativa para el testimonio posterior acerca
del comportamiento del testigo, sus gestos y otros
por el estilo.
Adicionalmente, puede ser provechoso hablar
con una persona extranjera interceptada de manera
casual e informal antes de una deposición o un
proceso, para determinar cómo habla y se mueve
sin ser preguntado formalmente. Finalmente, grabe
un vídeo con la deposición de un testigo extranjero
crítico de modo que sus manierismos y gestos
puedan ser estudiados con cuidado por usted y el
experto antes del proceso.
5.5. Expertos
En la teoría, el testimonio experto es admisible
porque los expertos poseen el conocimiento, la
formación y la experiencia que permite que ellos
formen opiniones en asuntos en que los jurados
no están preparados. Las opiniones de los expertos
ayudan a jurados en el entendimiento de temas y
en la decisión de cuestiones que están más allá
de su experiencia común o de su conocimiento.
El testimonio experto puede permitir a un jurado
alcanzar sus propias conclusiones permitiéndole
conocer aspectos especializados. El testimonio
experto también puede ser usado para presentar
hechos y conclusiones en la forma de opinión del
experto, dejando al jurado la libertad de aceptar o
rechazar su conclusión. Los expertos tienen dos
funciones básicas en el proceso: (i) presentar una
materia actual que no es generalmente entendida,
de una manera que permitirá al juez o jurado decidir
cuestiones en el caso; y, (ii) presentar opiniones,
raciocinios, argumentos, teorías y motivos
basados en sus habilidades o conocimientos, que
el jurado es libre de aceptar o rechazar y decidir
así las cuestiones en el caso.
ius et veritas 31
porque una frase solo puede ser apropiada para
dirigirse a personas de un nivel inferior o dejar a
alguien perplejo porque es la frase es apropiada
solo para personas mayores o funcionarios del
gobierno, hombres de negocios o de la realeza.
Por ejemplo, en japonés, exactamente la misma
oración puede ser construida en al menos doce
combinaciones diferentes, según el nivel social y
la edad de la persona con que está hablando.
Los gestos realizados con las manos por una
persona extranjera, los rasgos faciales y el lenguaje
corporal pueden tener un significado diferente y
hasta contrario a aquel que tienen en otra cultura.
Esto puede distorsionar el comportamiento real y
la credibilidad del testigo en una sala de un Tribunal
americano. Por lo tanto, es importante investigar
estos aspectos sobre el testigo antes de llamarlo
a testificar como un testigo adverso en el proceso.
Saber de antemano que el testigo no hará contacto
visual, que parece tener mal genio o que al instante
usa gestos manuales ofensivos puede ser
determinante en el proceso.
Del mismo modo, las expresiones físicas de
un examinador pueden comunicar señales
incorrectas a un testigo extranjero y hasta ser muy
provocativas. Un claro ejemplo es nuestro gesto
común consistente en señalar con el dedo índice
para fijar un punto o identificar un objeto. Esto puede
enfurecer a alguien de la sociedad italiana, en
particular de Italia del sur. Otro ejemplo es la
reacción negativa fuerte de un árabe del Medio
Oriente si otra persona expone las suelas de sus
zapatos. Hay varios libros en el mercado que
detallan los significados contrarios de gestos y el
lenguaje corporal en culturas diferentes. Si este
es un testigo importante para usted, haga la tarea
en la aduana particular implicada.
En culturas diferentes el espacio físico entre
dos personas que dialogan el uno con el otro puede
diferir enormemente. Por ejemplo, los varones
árabes del Medio Oriente hablan prácticamente
nariz a nariz y se sentirán ofendidos si el espacio
entre ellos se ensancha. Los americanos se
sienten incómodos si el espacio es menos de casi
medio metro. De esta forma, cómo el espacio entre
el examinador y el testigo es utilizado podrá generar
actitudes diferentes y por tanto también afectará
el contexto de la respuesta.
Reconociendo estas diferencias culturales, el
abogado podrá capitalizarlas hacia los objetivos
255
Mike McCurley y Kim W. Mercier
5.5.1. Reglas aplicables
5.5.1.1. La regla 702: testimonio de expertos
El artículo VII de la Ley de Evidencias de
Texas está dedicado únicamente a las reglas
aplicables al testimonio experto. La regla 702
declara que “si un conocimiento científico, técnico,
u otro conocimiento especializado ayudara al
juzgador del hecho a entender pruebas o determinar
un hecho en la cuestión, un testigo calificado como
un experto por conocimiento, habilidad,
experiencia, formación o educación, puede
declarar en forma de una opinión o de otro modo”.
Basado en esta regla, el experto debe ser
calificado para declarar como una persona que tiene
conocimiento especializado en la materia del
testimonio(7). El Tribunal hace uso de su discreción
permitiendo las pruebas de un experto y debería
hacerlo tan solo si ha comprobado que el testigo
tiene calificaciones específicas no poseídas por el
jurado, que puedan ayudarle en la determinación
de la cuestión. Por lo tanto, sea conciente del
hecho de que el experto del abogado contrario
puede tener diez páginas describiendo su perfil en
un área de maestría que no tiene nada que ver con
la cuestión ante el Tribunal. Use este argumento
para alejar totalmente a dicho experto o
desacreditar sus opiniones y conclusiones.
ius et veritas 31
5.5.1.2. La regla 703: bases del testimonio de opinión
256
“Los hechos o los datos en el caso
particular sobre el cual un experto basa una opinión
o inferencia pueden ser aquellos percibidos o
conocidos por él en o antes de la audiencia. Si de
una manera razonable confió en expertos en el
campo particular en emitir opiniones o inferencias
sobre la materia, los hechos o la información no
necesitan ser admitidos como evidencia”.
El conocimiento de primera mano de la
materia en cuestión calificará a cualquier persona
para dar el testimonio en aquel tema. En casos
particulares que implican el valor de bienes
inmuebles o efectos personales, el conocimiento
personal de valores de mercado de propiedades
similares en el lugar es una exigencia.
Antes de la adopción de la regla 703, la
ley en Texas consistía en que un experto podría
confiar en rumores solo cuando el testimonio
(7)
(8)
también fuera confirmado por el conocimiento
personal. En el caso Parr v Industrias de Tagco(8),
el experto declaró que él usó los servicios de un
perito para verificar y confirmar su opinión personal
en el costeo de reparaciones necesarias y el
Tribunal aplicó la regla establecida respecto que
el testimonio de un experto sobre conocimiento
personal y rumores era prueba admisible. Desde
la adopción de la regla 703, un experto puede basar
su testimonio de opinión solo en prueba de
rumores, si confía razonablemente en expertos en
el campo. La prueba para la admisibilidad ahora
se centra en la fiabilidad razonable de las pruebas
de rumores y si los expertos en el campo confían
sobre ello. El Tribunal del proceso hace la
determinación inicial de la admisibilidad.
5.5.1.3. La regla 704: opinión en una cuestión última
“El testimonio en la forma de una opinión
o inferencia por otra parte admisible no es
desagradable porque esto abraza una cuestión
última para ser decidida por quien intenta el hecho”.
La regla general consiste en que ningún
testigo puede dar testimonio de su opinión en una
pregunta sobre la ley doméstica o en asuntos que
implican preguntas de Derecho. La llave debe ser
alejarse de definiciones legales, ya que las pruebas
de la capacidad mental basada en observaciones u
otras pruebas admisibles son aceptables y no tienen
que incluir opiniones basadas en definiciones legales
o conclusiones. Además, la regla 704 ha sido
interpretada por la Corte Suprema de Texas para
permitir el testimonio experto en preguntas variadas
de Derecho y de hecho mientras esta sea relevante
y basada en conceptos legales apropiados.
5.5.1.4. La regla 705: revelación de hechos o datos
que son la base del testimonio experto
“El experto puede declarar en términos de
opinión o inferencia y dar sus motivos al respecto
sin la revelación previa de los hechos subyacentes
o datos, a menos que el Tribunal requiera algo
distinto. El experto puede en cualquier
circunstancia revelar en el examen directo, o ser
requerido para revelar en interrogatorio, los hechos
subyacentes o datos”.
La clara intención de la regla 705 es
eliminar la pregunta hipotética que siempre era
Véase: Housing Authority de la Ciudad de Galveston v Henderson.
El experto declaró en el costeo de las reparaciones para determinar daños en el caso DTPA.
La contra interrogación
criticada como una pérdida de tiempo, así como
incómoda y torpe. Incluso, lo que la regla realmente
puede llevar a cabo es el refinamiento del uso de
la pregunta hipotética como un instrumento eficaz
en la presentación de dictámenes periciales.
5.5.2. Interrogatorio eficaz de un testigo experto
ius et veritas 31
Como señala el litigante de procesos civiles
Frank Branson, “el objetivo primario del contra
interrogatorio es conducir al experto de la otra parte
a la verdad, ya que él obviamente la perdió en el
interrogatorio directo”. Un segundo objetivo es
desacreditar las opiniones del experto mostrando
que está influido, que prejuzga, que no está
calificado o que es inadecuadamente preparado.
Los dos acercamientos no necesariamente son
armoniosos, así que habrá que seleccionar aquel
que satisfaga mejor al caso particular y al experto
en específico.
No hay ningún camino correcto o modo
incorrecto de disponerse a repreguntar a un testigo
experto. Pero recuerde que el experto está armado
con una cantidad enorme de conocimiento en la
materia de su testimonio, por lo que debe hacerse
una tarea profunda. Hay algunos pasos sugeridos
que serán parte de cualquier preparación acertada.
a) Hacer su tarea. La acreditación del
experto deberá ser cuidadosamente examinada con
mucha anticipación al proceso. Usted puede
contratar redes de computadora sofisticadas o
usted puede hacer llamadas telefónicas. Consiga
copias de cada artículo que el experto ha escrito
alguna vez y estudie cada uno con cuidado.
Compare los artículos del experto con otros en el
campo y note cada diferencia. El mismo criterio
se aplica a cada transcripción del testimonio del
experto en cada proceso en el que participó. Si el
experto es “experto comúnmente usado en juicios”,
es probable que haya expresado una opinión sobre
lo mismo en el pasado. Si el experto alcanza una
conclusión diferente en una cuestión similar, he
ahí el sueño de un abogado. Utilice este en el mayor
grado posible en el contra interrogatorio para
mostrar que la opinión del experto no vale más
que su precio por hora. Usted puede encontrar que
el experto siempre declara en el mismo sentido.
Esto puede ser una joya también. Si el experto
solo recomienda a papás para la custodia, focalice
en aquello. Esto dañará con severidad tal
recomendación. Como mínimo, pregunte a otros
abogados sobre el experto, sobre todo si ellos lo
han interrogado. Entérese al máximo acerca del
conocimiento del experto, pero también sobre su
comportamiento en la sala del Tribunal y su
personalidad. El experto puede ser “un cerebro”
en el papel y un idiota que actúa con torpeza ante
un juez o jurado. Por supuesto, lo contrario podría
ser verdadero. Por lo tanto, el examinador debe
estar listo para concentrarse en los puntos débiles
del experto, cualesquiera que fueren estos, antes
de enfrentar a este importante testigo en el
proceso.
Si usted va a desafiar las calificaciones de
los testigos en su campo, hágalo fuera de la
presencia del jurado. No pida al juez que emita
opinión en la presencia del jurado a menos que
usted tenga la certeza de que el juez dirá al jurado
que la persona no califica como un experto. Si el
juez lo invalida, entonces el jurado tendrá la falsa
impresión consistente en que la persona es un
experto sólido y con credibilidad.
Usted puede encontrar que su experto es
generalmente calificado en el área, pero no
expresamente calificado en el área exacta
implicada en su caso. Si es así (otra vez, fuera de
la presencia del jurado) dirija su objeción a su falta
de calificación en este caso específico y no a sus
calificaciones generales.
b) Aliste la ayuda de su experto. Es casi
siempre necesario tener una sesión con su propio
experto, que está exclusivamente dedicado a la
preparación para el contra interrogatorio del
experto adversario. Prepare un cuaderno para su
experto que contenga todo lo que usted ha
encontrado sobre el adversario y estudien la
información con mucha anticipación al proceso.
Una vez que su experto haya examinado el
testimonio del experto adverso, los informes, las
transcripciones y las publicaciones, planeen una
sesión en donde el experto le enseñará sobre la
materia así como le instruirá sobre cualquier
defecto o debilidad en las teorías del experto.
También puede ser provechoso alistar la ayuda de
su experto en la conducción de su propia
investigación. Tanto como en la arena legal, los
contadores, los tasadores, y los psicólogos tienen
su propio fondo “de chisme”. Recurra a esta fuente
siempre que sea posible. Usted nunca sabe qué
clase de “joyas” descubrirá sobre la oposición.
c) Sea conciso. Un contra interrogatorio bien
preparado debería ser breve, conciso y estrecho
en el alcance. La preparación elimina el
257
ius et veritas 31
Mike McCurley y Kim W. Mercier
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bombardeo, y el bombardeo es lo que convierte su
presentación en una repetición del interrogatorio
directo. Recorte su contra interrogatorio a una lista
corta de áreas necesarias que deben ser cubiertas.
Según la materia, esto puede tomar cinco minutos
o cinco horas. Pero acuérdese de adherirse a la
regla de la calidad sobre la cantidad.
d) Use preguntas conducentes. En lo
posible use preguntas conducentes con el testigo
experto para mantenerlo en la materia de
interrogación. Solo haga preguntas indeterminadas
cuando a usted no le interese lo que el experto
dice y cuando usted está seguro de que nada de
lo que le diga lo perjudicará.
e) Mantenga una expresión como si
estuviese jugando póker. No se desmorone cuando
el testigo experto le interrumpa, continué sin
inmutarse.
f) Conocerse a sí mismo. Sepa cuándo
tomar riesgos y explorar la tierra no conocida, y
cuándo no. Sepa la diferencia entre un riesgo
deliberado y un bombardeo.
g) Escuche. Si usted no escucha las
respuestas, usted nunca sabrá cuándo ser valiente
y audaz. Si a usted le cuesta realmente escuchar
las respuestas, entonces el experto dictará el paso
de su cruz.
h) Sea amable, gentil y cortés. Los jurados
están condicionados por la televisión, libros,
películas y conversaciones para compadecer al
testigo en la cruz. Ellos son más comprensivos
cuando el testigo es un no litigante. Por lo tanto,
trate al experto tan cortésmente como sea posible
a menos que la naturaleza del caso y el testigo
pida una táctica diferente. Esto es verdadero sobre
todo en la fase de descubrimiento. Practicar un
contra interrogatorio de golpeadura difícil durante
las presentaciones no hará absolutamente nada
bueno. El trato del experto con respeto y cortesía
es el modo de conseguir la información más valiosa.
i) Romper o no romper. De ser dada la
opción, vaya directamente al contra interrogatorio
al final del interrogatorio directo. Recuerde que la
oposición, al consultar, o terminó fuerte en el directo
o por lo menos intentó serlo. Es importante para
usted comenzar y terminar muy fuerte. Si necesita
una pausa para conseguir acomodarse y pide una,
pierde la posibilidad de comenzar fuerte y le otorga
tiempo adicional al jurado para confundirse con los
fuertes dotes del consultor contrario mientras
beben el café. Si usted necesita una pausa por
una buena razón, o si usted siente que el jurado
necesita un descanso por la misma buena razón,
con gracia pregunte al Tribunal su preferencia. El
Tribunal probablemente necesitará uno y usted
conseguirá su descanso.
j) Usted puede conducirlos al agua pero no
puede hacerlos beber. Si usted ha averiguado (en
la preparación anterior al proceso o en al escuchar
al testigo en el interrogatorio directo) que no es
posible minar las calificaciones del experto con
éxito, entonces usted no debería atacar al testigo
innecesariamente. Para explicarlo mejor: “nunca
trate de enseñar a un cerdo a cantar; es gastar su
tiempo y ello enoja al cerdo”. Igualmente, considere
con cuidado si usted realmente quiere contra
interrogar a ese testigo experto. Típicamente,
mientras más calificado el experto, menos ganará
usted por el contra interrogar. No lo haga a menos
que realmente piense que pueda ganar.
5.5.3. Profesionales de la salud mental
La regla general y las estrategias
previamente discutidas deben ser utilizadas por
expertos, incluyendo a los profesionales de la salud
mental. Adicionalmente, se debe mantener en
mente que los profesionales de la salud mental
tienen una doble tarea a cumplir, a diferencia de la
mayoría de expertos propiamente dichos. Este
debe lidiar con el caso en dos niveles: objetivo y
subjetivo al mismo tiempo. Teniendo en cuenta
esto, el experto en salud mental no se encuentra
solo frente a un mero grupo de datos que lo llevarán
a formarse una opinión. Si eso es todo lo que hace
el experto está muerto en el agua. Muchos
expertos desarrollarán una investigación global y
exhaustiva de ambas partes, los niños, la familia
extendida, los profesores y psicólogos. Por lo tanto,
esta debería ser la primera área de su investigación
a los propósitos del contra interrogatorio. Esta
línea de cuestionamientos debe hacer énfasis en
el fracaso para ver partes cruciales, fallas en la
comunicación con otros testigos, fallas en revisar
otras evidencias disponibles o para “seguir el paso”
a otras fuentes o líneas de información. Muchos
admitirán que a mayor información es más probable
llegar a descubrimientos precisos, pero algunos
admitirán que su opinión va a cambiar.
5.5.3.1. Saber la jerga
Ningún abogado debe intentar examinar o
contra interrogar a un profesional de salud mental
La contra interrogación
sin saber la jerga del experto. Una fuente excelente
de información está en el DSM-IV. El “Diagnóstico
y el Manual Estadístico” proporcionan la
información sobre la más reciente clasificación de
desórdenes mentales. Si la parte contraria alega
cualquier clase de desorden mental, o su cliente
piensa que existe, investigue exhaustivamente el
manual en ese tema del particular. El DSM-IV
proporciona una lista de criterios que constituyen
cualquier desorden reconocido. También incluirá una
lista de síntomas que podrían garantizar el hallazgo
de un desorden particular existente. El examinador
puede poner esta lista en un formato de pregunta
durante la fase de descubrimiento para así
comprometer al testigo con cada uno de los criterios
identificables. El propio especialista puede entonces
revisar la deposición y aconsejar posibles preguntas
de contra interrogación que involucren cualquier
diagnóstico potencial o, a falta de eso, que pueda
ser favorable a su posición. El DSM-IV también es
útil para educar al abogado sobre posibles
desórdenes que podrían existir en cualquier posible
escenario. Pudiendo hablar inteligentemente con el
profesional de salud mental en el contra
interrogatorio empujará su propia credibilidad y
romperá la confianza del experto haciendo
opiniones generalizadas que podrían herir su caso.
Si su cliente ha sido diagnosticado por el
experto contrario como poseedor de un desorden
mental, el uso del criterio dado en el DSM-IV es
obligatorio para probar la fiabilidad del diagnóstico
eficazmente. Si el experto diagnosticando no ha
hecho un diagnóstico del DSM-IV completo, el
abogado puede desestimar la credibilidad del
experto. Deben examinarse preguntas acerca de
cada uno y sobre cada criterio que forma la base
del diagnóstico exhaustivamente. El examinador
también debe contra interrogar al experto contrario
con respecto al criterio usado para calificar a la
parte contraria y sobre la posibilidad del
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