ORIGENES DEL TEATRO ESPAÑOL

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ORIGENES DEL TEATRO ESPAÑOL
El teatro español como el europeo, surge vinculado al culto religioso. La misa, celebración litúrgica central en
la religión cristiana, es en si misma un drama, una representación de la muerte y resurrección de cristo. Serán
los clérigos los que, en su afán didáctico por explicar los misterios de la fe a los fieles mayoritariamente
incultos y analfabetos, crean los primeros diálogos teatrales: Los tropos, con los que escenificaban algunos
episodios relevantes de la Biblia. Estas representaciones, que tenían lugar dentro de las iglesias, en el coro o
parte central de la nave, se fueron haciendo más largas y espectaculares dando a lugar a un tipo de teatro
religioso que fue el teatro medieval por excelencia. Poco a poco se fueron añadiendo elementos profanos y
cómicos a este tipo de representaciones que, por razones de decoro, terminaron por abandonar las iglesias y
comenzaron a realizarse en lugares públicos: en los pórticos y los atrios de las iglesias, plazas, calles y
cementerios.
AUTOS O MISTERIOS
El teatro castellano nació en las rudimentarias representaciones de escenas sagradas que se realizaban dentro
de los templos. Estamos hablando de los primeros albores históricos de la España medieval. Estas
representaciones se llaman autos sacramentales o misterios. En ellos se daban a conocer los pasajes más
importantes de los evangelios o, en su defecto, se escenificaban vidas de santos célebres. Uno de estos autos o
misterios que ha llegado hasta nuestros días es el Auto de los Reyes Magos, el que solía representarse en los
días festivos de la Epifanía.
JUEGOS DE ESCARNIO
Paralelamente al desarrollo del teatro religioso, cuya finalidad era mantener la fe y preservar la moral, advino
el teatro profano, pero muy oscuramente, sin el boato de aquél. Este teatro, bastante embrionario por cierto,
tuvo su origen en los llamados juegos de escarnio, los que corrían a cargo de errantes juglares (Mezcla de
cómicos y trovadores), quines aprovechaban las plazas, mercados, mesones y patios de castillos para
escenificar costumbres y caricaturizar vidas de prominentes personajes.
LOS CORRALES
Durante mucho tiempo los autos o misterios se representaban en el interior de los templos. Luego se utilizó el
exterior de los mismos, o sea el atrio. Más tarde, ya en el siglo XVI, se habilitaron, mediante pagos de
módicos alquileres, locales más amplios y apropiados y se les llamó corrales. Uno de ellos era el famoso
corral de Pacheca, en Madrid, finalmente, estando ya la dramática en las puertas del apogeo, se construyeron
teatros propiamente dichos. Se recuerdan entre los primeros el teatro de la Cruz y el del Príncipe.
EVOLUCIÓN DEL TEATRO
Larga y paciente fue la evolución del teatro castellano. De los autos, de carácter eminentemente religioso, se
pasó a la farsa, señuelo de comedia y poco después, con ligeras innovaciones técnicas introducidas por el
renacimiento, se cultivaron la comedia, el entremés, la loa, el paso, el drama y la tragicomedia.
EL TEATRO EN LOS SIGLOS XVI Y XVII
Presentación
Siglo XVI.
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Los parámetros medievales seguirían siendo la clave del teatro español hasta que, en el siglo XVI, se inicia el
camino de la modernización que culminará en la creación de un género: la comedia nueva del siglo XVII. El
siglo XVI es, por tanto, un momento de búsqueda y convivencia de varias tendencias: la dramaturgia religiosa
(Gil Vicente), el clasicismo (Juan de la Cueva), los italianizantes (Juan de Encina, Bartolomé Torres Naharro)
y la tradición nacionalista (Juan de la Cueva). La obra dramática más importante de este periodo es La
Celestina de Fernando de Rojas. En realidad es una comedia humanista, hecha más para la lectura y reflexión
que para la escena. Se trata de una obra excepcional, magnífico retrato de la época y modelo de la literatura
galante posterior. Es sin embargo, una obra de tan complicada estructura dramática (alrededor de 20 actos)
que no fue representada en su época y que sigue teniendo enormes dificultades para su puesta en escena.
Siglo de Oro.
El siglo XVII es el siglo de oro del teatro en España. Es un momento en el que las circunstancias sociales y
políticas determinan una situación excepcional: La representación pública se convierte en el eje de la moral y
estética. Las apariencias son fundamentales. El mundo es un gran teatro y el teatro es el arte más adecuado
para representar la vida. Se crean las primeras salas teatrales llamadas corrales de comedias, que eran
gestionadas por las Hermandades, verdaderos precedentes del empresario teatral moderno. Van a proliferar los
autores, las obras y las compañías. El teatro deja de ser un acontecimiento restringido para convertirse en un
producto competitivo, sujeto a las leyes de la oferta y la demanda. Un interesante debate teórico acompaña el
nacimiento y desarrollo de esta forma nueva de entender el teatro. Dos autores de la época nos sirven para
ilustrar el sentido y la evolución de este debate y del arte teatral: Cervantes y Lope de Vega.
EL TEATRO ESPAÑOL EN EL SIGLO XVI Y EN EL SIGLO DE ORO
Es en el siglo XVI cuando España, que llega al apogeo de su poder con Carlos V y Felipe II e inicia después
de su descenso, afirma los caracteres que se revelan en su arte, en su cultura en las personalidades de sus
genios y sus santos: Velázquez y Cervantes, Lope de Vega y Calderón. Teresa de Ávida e Ignacio de Loyola.
País que limita con dos continentes, dos civilizaciones, dos religiones, puente de paso del extremo de Europa
occidental al norte de África musulmana, España participa de los caracteres europeos y africanos. Por eso se
dijo que el África comienza en los Pirineos; afirmación exagerada y superficial, pues España es un país
Étnicamente y geográficamente muy variado, donde las razas más diversas se han cruzado, de los celtiberos a
los cartagineses, de los hebreos a los romanos (A los que dieron Séneca y Marcial, Lucano y Quintiliano,
Trajano y Adriano), de los godos a los árabes, los contrastes geográficos entre los montes y las risueñas playas
del norte y las llanuras desoladas de sus castillas, entre las regiones industriales del Nordeste y las molicies
orientales de su mediodía, no son menos vivos que los contrastes espirituales entre castellanos y catalanes,
vascos y andaluces. Pero la unidad de España se ha hecho sobre todo por una idea religiosa y una tarea
histórica, la de ser precisamente el centinela avanzado de la Europa católica ante la amenaza del Islam; a la
que más tarde añadió la amenaza nórdica de la Reforma. De aquí las notas guerreras, y a veces crueles y
sanguinarias, de su religiosidad.
Durante largos siglos la vida católica en España ha sido un combate. Un combate a campo abierto; combate en
la vida privada; combate sobre todo en el alma del creyente, el cual en los contactos y mezclas de sangre con
sus enemigos árabes y sarracenos ha absorbido mucho de su apasionamiento, sus sensualidad y hasta sus
crueldad; y esto explica los conflictos que atormentan al temperamento español, sensual y místico, cristiano y
cruel. En ningún otro país del mundo se ha profesado la fe católica con más ardor y a la vez con más
intransigencia, hasta el fanatismo y la crueldad.
De aquí el eterno drama de la psicología española. Hay en el teatro español una fuerza inexorable como el
hado antiguo, un Moloch que devora a hombres y mujeres, que todo lo somete y al que se inmola todo: Es el
honor, el alma que se expresa en el drama español ha permanecido invariablemente fiel a los tres grandes
ideales heredados de la Edad Media: Dios, el Rey, la Dama. ¡Ay, si uno de estos ideales entra en conflicto con
el otro! El español no conoce la conciliación. El drama no tiene solución. Cuando el deber mundano está en
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oposición con la norma divina, cuando la ley del rey se pone en contra de la ley de Dios, o el héroe que como
cristiano debe perdonar, como caballero debe matar, o el amor proclama sus derechos contra la inflexibilidad
del imperativo moral, no hay salida posible: La tragedia aparece en el mundo.
El fondo del teatro español es medieval y popular, y lo es también en la técnica que, ignorando o rechazando
las leyes de la academia clasicista y de las unidades aristotélicas, seguirá usando durante siglos
procedimientos más libres; y gracias al escenario medieval, sus héroes vagarán de lugar en lugar y de edad en
edad, sin ninguna limitación, abandonándose al capricho de la fantasía. Las reacciones contra esta libertad
serán pocas y relativas; el mayor resultado consistirá en obtener la división del drama o la comedia en tres
jornadas (Una jornada, un acto), que podrán distar indefinidamente una de otra en el tiempo, y asimismo
dentro de cada una cambiar el lugar a voluntad.
REPRESENTANTES:
Durante los dos siglos subsiguientes, el XVI y el XVII, o siglo de oro, el teatro español adquiere una vida y
desarrollo inusitados. En el siglo XVI, que podría llamarse de formación, aparecen los autores anteriores a
Lope, o del dicho prelopesco, cuyos precursores son, entre otros, Bartolomé de Torres Naharro, Lope de
Rueda, Juan de Timoneda, Juan de la Cueva, Cristóbal de Virués, y el propio Cervantes. En el siglo XVII,
llamado también de la edad de oro del teatro español, surge Lope de Vega, cuya figura extraordinaria llena
toda la centuria, eclipsando a todos los demás autores. En el ciclo de Lope se hallan los que hicieron teatro a
la manera de éste, entre ellos Tirso de Molina y Ruiz de Alarcón.
A este ciclo sucede, a fines del siglo XVII, el ciclo postlopesco o calderoniano, con Calderón de la Barca
como figura principal, y sus discípulos o continuadores. El apogeo del teatro español, en esta época, es un
acontecimiento de significación universal. Sólo el teatro de Shakespeare, el más profundo de los dramaturgos
del mundo y el teatro francés del siglo XVII (Corneille, Racine, Moliere), para no citar sino a los modernos,
puede compararse con el teatro español del Siglo de Oro, con el teatro de Lope, de Tirso, de Alarcón y de
Calderón.
No se singulariza este último por la creación de caracteres, como el teatro shakesperiano, pues en él, lo
principal es la intriga, el ambiente, y no los personajes en sí; pero en cambio ofrece, además de su valor
estético y documental, el espectáculo de su extraordinaria difusión dentro del pueblo, el que con su apoyo y
estímulo constantes, hace posible el milagro de la cantidad casi fabulosa de obras que se representan en toda
la península durante estas dos centurias. Es que, como el romance, otra creación genuinamente española, el
teatro llegó a consustanciarse íntimamente con el pueblo de donde saca sus temas y su inspiración, y al cual va
dirigido casi sin excepción, pues el propósito de los autores fue siempre entretener y solazar al público que
concurría a las representaciones. Este teatro es también, por sobre todo, una creación puramente española,
habiendo logrado sus autores más eminentes crear, con elementos típicamente nacionales y con técnica
también propia, un teatro de valor universal.
Esa fue su mayor gloria y la explicación de por que dicho teatro ocupa un lugar tan importante en la historia
de las letras españolas.
Las representaciones teatrales durante esta época.
Antes de que existieran teatros fijos, los cómicos ambulaban de pueblo en pueblo, y ofrecían su arte
rudimentario y su menguado repertorio en las calles o plazas, o en los patios de los castillos y mesones.
Los autos o piezas de teatro religioso, y las pantomimas seguían representándose en los templo, o en tablados
o carreteras convertidas en escenario, y que, según cuenta el cronista Sandoval, se alzaban en ocasión de las
fiestas patronales a lo largo de la calle o carretera por donde debía pasar el rey con su comitiva.
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El primer teatro fijo funcionó en Valencia, en 1526, con el nombre de Casa de las representaciones e farsas, y
dependía de un hospital, cuyo beneficio se daban los espectáculos. En la misma época se habilitaron otros en
Sevilla y, poco más tarde, en Granada. En Madrid, cuidad no muy importante en aquella época, no
funcionaron teatros fijos hasta 1561, en que se estableció la corte en ella. Al principio dichos teatros se
denominaron corrales, llamados así porque no eran sino los fondos de grandes y antiguas casas, alquilados a
los comediantes por sumas muy módicas. El más famoso de estos en el siglo XVI fue el Corral de la pacheco
o de la pacheca, llamado así, por ser su dueña Isabel de Pacheco.
Las representaciones progresaron también mucho, y uno de los autores o director de compañías que más
contribuyeron a este adelanto fue Pedro Navarro, que actuó a fines del siglo XVI.
Durante la época de Lope, el teatro, desde el punto vista de los locales y de la escena, adelantó asimismo en
forma considerable. Se multiplicaron las tramoyas y trucos y se cuidó más la fidelidad de los trajes, d acuerdo
con los personajes y época.
Las representaciones tomaban en esta época diversos nombres: Comedia, tragedia, tragicomedia, égloga,
coloquio, diálogo, representación, auto a farsa. Posteriormente, el nombre de auto se aplicó sólo a las obras de
carácter religioso. En cuanto a su estructura, Torres Naharro había establecido que debían dividirse en cinco
jornadas o actos, precediendo a éstos un prólogo, recitando por uno de los artistas, el que en un principio se
llamó introito, y después, loa; en éste, el autor explicaba el argumento de la obra y solicitaba la buena
disposición del público. Más tarde, las obras se dividieron en cuatro jornadas, intercalando entre una y otra
tres entremeses, y solían terminar con un baile, muy del gusto de la concurrencia.
Juan de la cueva fue el primero que hizo intervenir reyes y reinas en las comedias, con lo cual se elevó el tema
y el ambiente general de las obras.
Las representaciones empezaban a las dos de la tarde, en invierno, y las cuatro en verano, para aprovechar la
luz del día, y duraban unas dos horas. En los comienzos, se daban únicamente los sábados y domingos, peor
luego se permitieron en otros días de la semana. Las repeticiones de las obras eran muy poco frecuentes. Esto
explica la cantidad enorme de comedias que se escribieron en ese lapso.
CICLO PRELOPESCO
Bartolomé de Torres Naharro
Cronológicamente, después de Juan de encina, quien, a pesar de ser del siglo XV, continua actuando en la
primera mitad del siglo XVI, el nombre más importante en la historia del teatro en la península, es el de
Bartolomé de Torres Naharro, llamado por muchos El padre del teatro español. Dicho título le corresponde
con toda justicia, por haber cultivado un teatro de caracteres puramente españoles, aunque todavía en germen,
y que alcanzará luego de su apogeo con Lope de Vega, y también por haber sido el primero que dio en España
reglas para el arte de hacer comedias. Su influencia no fue mayor, en su época, por haber estado sus obras,
durante largos años, prohibidas por la Inquisición. Escritor culto y de firme vocación por el teatro, sus
comedias tienen, además de su valor histórico, un valor estético indudable, tanto por su fondo como por su
forma y estilo. Respecto de la innovación que ellas introdujeron en el arte escénico de la península, Menéndez
y Pelayo dice de él que Fue un paso de gigante el que dio en el camino de la buena comedia y agrega:
Atendió, por primera vez, al estudio de las costumbres, y si no llegó a las comedias de carácter, fue por lo
menos el fundador de la comedia de intriga.
Su vida, Bartolomé de Torres Naharro, que provenía de una ilustre familia, nació cerca de Badajoz,
ignorándose en que fecha. Se supone que fue un soldado. Estuvo, después de un naufragio, cautivo de los
piratas de Argel. Luego se radicó en Italia, donde adquirió su sólida cultura y se ordenó sacerdote. En Roma
estuvo, durante el pontificado de León X, al servicio de un cardenal, y después, en Nápoles, al de un general.
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En esta ciudad apareció la Propalladia, en 1517, aunque se cree que hay una primera edición anterior, hecha
en Roma. Se ha dicho que este clérigo erudito poseía varios idiomas y dialectos, entre ellos el latín, el italiano,
el francés, el portugués y el valenciano. Se ignora si volvió a España, y se cree que murió alrededor de 1530.
Su obra, La única obra que se conoce de torres Naharro es, la citada Propalladia, colección de sus piezas
dramáticas y de sus poesías, editada, al parecer, en Roma, en 1517, pero de la cual sólo se conserva la edición
de Nápoles del mismo año. Su título, según el mismo autor, proviene de las voces pro y Pallade o Palas, es
decir, primeras cosas o dones de palas, diosa de la inteligencia entre los griegos, lo que vendría a significar:
Los primeros frutos de ingenio.
La Propalladia consta de un prólogo y seis comedias. En las ediciones terceras y siguientes, se agregaron dos
más.
En el prólogo, Torres Naharro se refiere a como deben ser las obras de teatro, por lo que se ha dicho, de estas
bellas páginas, que son la primera preceptiva teatral escrita en castellano. Ningún otro libro de la primera
mitad del siglo XVI, dice el conde de Schack, es tan importante como la propalladia para la historia del teatro
español, por sus abundantes y curiosos datos. En efecto, sus observaciones sobre el arte dramático son muy
interesantes. Distingue, en este prologo, lo que es comedia y lo que es tragedia, dando de la primera esta
acertada definición: Comedia no es otra cosa sino un artificio ingenioso, de notables y finalmente alegres
acontecimientos, por personas disputando. Dice luego que deben constar los cinco actos− según Horacio− ,
que él llama jornadas, y que los personajes no deben ser menos de seis ni más de doce− aunque el mismo
quiebra esta regla en su tinellaria, donde aparecen más de ese número−, porque, dice, El número de personas
que se han de introducir, es mi voto que no deben ser tan pocas que parezca la fiesta sorda, ni tantas que
engendren confusión. Encarece, a continuación el decoro, en las comedias, Es como el gobernalle de la nao, el
cual el buen cómico siempre debe traer ante los ojos. Divide luego las comedias en: Comedias a noticias, o de
Cosa nota y vista en realidad de verdad (La tinellaria, etc.), y Comedias a fantasía, o de (La Serafina, la
Himenea, etc.). Por último, la obra debería ser precedida de un introito, o llamado de atención al público,
generalmente cómico y burlesco, y de un argumento o resumen de los hechos que suceden en la misma, y que
recitaba un actor al comenzar la comedia. (Más tarde, estas dos partes se refundieron, y tomó el nombre de
Loa).
Las ocho comedias que constituyen la Propalladia son las siguientes:
• Comedia Seraphina.
Floristán, joven calavera, va a casar con Orfea, joven italiana. Preséntase entonces Serafina, dama
valenciana, a quien había dado antes la palabra de casamiento, y de quien se enamora de nuevo el joven.
Entre ambos deciden matar a Orfea, lo que no ocurre, casándose luego ésta con un hermano de Floristán.
La obra es arbitraria y, según Menéndez y Pelayo, la más informe y menos clásica de sus piezas, aunque
reconoce su fuerza cómica y el vuelo de su fantasía.
• Comedia Trofea.
En ella se celebran los descubrimientos y conquistas de los portugueses en tiempos de Manuel el Grande.
Actúan personajes alegóricos y mitológicos, al lado de reyes, plebeyos, etc. Parece que esta obra fue
representada en Roma.
• Comedia Soldadesca.
Excelente pintura −según el conde de Schack− de la desenfrenada vida de los soldados de aquella época.
Bocetos vivos, tomados de la realidad. En ella se cuenta lo sucedido a un capitán que recluta soldados para el
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ejército del papa.
• Tragedia Tinellaria.
La acción transcurre en la cocina de un cardenal romano, cuyos criados le roban y se embriagan. Abunda la
pincelada grotesca, aunque de fuerte realismo.
• Comedia Himenea.
Es la obra maestra de Torres Naharro; una comedia de capa y espada, tan en boga luego en el teatro de Lope.
Himeneo ronda de noche la casa de Febea, a quien da, con sus criados una serenata. La dama consiente en
recibirlo, pero luego son sorprendidos los amantes por el hermano de Febea, quien quiere matarlos para
lavar la afrenta. Himeneo descubre quién es y pide la mano de Febea, la que es otorgada.
La obra termina en un villancico. Hay en la misma cierta influencia de la Celestina, y en ella aparece, por
primera vez, el gracioso o bobo, tan característico también del posterior teatro lopesco.
• Comedia Jacinta.
Su trama es muy sencilla, más bien pobre.
Divinia, dueña del castillo cerca de Roma, hace detener a los caminantes que pasan por él y los lleva a su
presencia. Enamorada de uno de ellos, se casa con él.
Abunda en flexiones satíricas y descripciones intercaladas de la vida en Roma y de sus vicios.
• Comedia Alquilana.
Es una parodia de la vida caballeresca, y en ella predomina la fantasía sobre la realidad.
• Comedia Calamita.
El argumento gira en torno a una sustitución de niños. Su desenlace en forzado.
Las poesías que figuran en la Propaladia no son de gran valor, aunque revelan condiciones de poeta y buen
versificador en el autor. Entre ellas sobresale el Psalmo, en honor de una victoria de los venecianos sobre los
moros, en 1513; el concilio de los galanes y cortesanas de roma, de pésimo gusto; cuatro romances a la
manera popular, y el retracto, elegía escrita a la muerte del primer duque de Nájera.
Características del teatro de Torres Naharro.
En las obras de este autor aparecen por primera vez los caracteres del teatro español de Lope de Vega. La
intriga o argumento es lo principal y los caracteres o psicología de los personajes, lo secundario. Los
argumentos versan sobre aventuras amorosas y abundan las situaciones en que se exalta el punto de la honra,
como luego ocurre en las obras de Lope y de Calderón. No persigue un fin moral, pues su propósito es sólo
distraer al público. Lo cómico alterna con lo trágico. Las obras estás escritas en verso, predominando el
octosílabo usado después por Lope y otros autores.
Las obras de Torres Naharro se representaron en Italia, donde residía su autor y probablemente también en
España, pero en esta fueron prohibidas por la inquisición hasta 1545, aproximadamente, en que se publican de
nuevo, pero mutiladas. En cuanto a la influencia que estas obras ejercieron entre los autores contemporáneos
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de torres Naharro, fue grande, como se observa en las comedias de estos últimos, muy semejantes en
estructura y carácter a los del autor de la Himenea. Torres Naharro escribió para públicos cultos, algunas de
sus obras fueron representadas ante el papa y los cardenales, y se sabe que odiaba al vulgo.
Mucho se ha escrito sobre el valor intrínseco de sus comedias. Juan de Valdés dice en el diálogo de la
Lengua: El estilo que tiene Torres Naharro me satisface mucho, porque es muy llano y sin afectación ninguna.
Menéndez y Pelayo señala las virtudes y los defectos de su teatro, y termina reconociendo que Torres Naharro
tuvo conocimiento de la escena, de sus recursos y de lo que podía obtenerse de ella. Entre sus bondades,
Fitzmaurice− Nelly cita las siguientes: La excelencia de sus versos; lo vivo y lo oportuno del dialogo; la
habilidad con que se traza lo caracteres de sus protagonistas. Entre sus defectos: La tendencia a convertir la
comedia en farsa; su inclinación a lo extravagante; su falta de tacto en atiborrar la escena, como en la
Comedia Tinellaria, de numerosos personajes que chapurrean otras tantas lenguas.
Con todo, hasta Lope de Vega− como ha dicho un crítico− no hay otro autor dramático que pueda
comparársele.
Lope de Rueda
El teatro de Juan de Encina y Torres Naharro había sido escrito para públicos cultos: el papa, los cardenales,
el rey y los cortesanos, etc.
Lope de Rueda es el primer autor que representa en España ante el público de la calle y los mercados. Por ello
se lo llamó el padre del teatro popular español. Autor, actor y, a la vez, director de las compañías de cómicos
de la lengua, su mísero y primitivo teatro recorrió todos los caminos de España, congregando a los rústicos
espectadores frente a su humilde tablado. Autor de comedias, a manera de las de autores arriba citados, y con
visibles influencias del teatro latino e italiano, fue el inventor de los pasos, breves entremeses, llenos de gracia
y desenfado, por los que desfilan personajes tomados de los medios más pobres, y a los que hace hablar, a
menudo, su pintoresco y defectuoso idioma. Estos pasos, y el hecho de haber sido el creador del teatro
popular español, que luego habría de ser llevado a la cumbre por el genio de Lope de Vega, ubican el nombre
de este autor entre los más prominente de la historia del teatro de la península.
Su vida, Lope de Rueda nació en Sevilla, alrededor del año 1510. De origen humilde, Fue de oficio bati− hoja,
como dice Cervantes, que quiere decir de los que hacen panes de oro. Atraído por la vida de la farándula y el
teatro ambulante, entró en una compañía, con la que recorrió numerosas ciudades y lugares de España. A él se
deben muchos de los adelantos que experimentó el teatro en aquella época. Los esfuerzos de Rueda por
mejorar el arte de la representación fueron− según el conde de Snack− Extraordinarios y nunca vistos en
España, y pueden ser considerados como el primer impulso que recibieron la mímica y el arte dramático para
llegar a su perfección. Por eso, ya que no corresponde llamarlo el padre del teatro español −título que, como
se ha visto, le pertenece a Torres Naharro− Rueda merece, sin duda, el de reformador del mismo. Cervantes,
de niño, lo vio trabajar, y puede decirse que de los pasos de Rueda proceden sus célebres entremeses. Murió
en Córdova, cuya catedral, según el mismo Cervantes, fue sepultado, si bien esto no está probado.
Su obra, las obras de Lope de Rueda pueden dividirse en tres grupos: Comedias, coloquios, pastoriles y pasos.
Comedias. Son cinco, y se titulan: Comedia Armelina, comedia Eufemia, Comedia de los Engañados y
Comedia Medora, en prosa, y Comedia llamada Discordia y Cuestión de Amor, en verso (Quintillas). Estas
obras son imitación de Plauto y del teatro italiano, y en ellas se advierte también la influencia de Torres
Naharro; son de escaso valor literario, tanto por los argumentos como por el estilo. De ellas, las mejores son la
Comedia Eufenia y la Comedia de los Engañados.
Coloquios pastoriles. Son tres, dos de ellos en prosa: El Coloquio de Camila y el coloquio de Timbria, y uno
en verso, en quintillas, el coloquio llamado prendas de Amor. En estas piezas, un tanto arbitrarias y algo
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desiguales y confusas, se nota la influencia de las Églogas de Juan de Encina.
Pasos. Esto son lo mejor de su obra, y lo que ha hecho imperecedero su nombre a las letras hispanas. Daba
este nombre− como dice el conde de schack− a una especia de pequeños juguetes burlescos, que precedían a
piezas más extensas, o que se representaban de ordinario entre sus actos, o lo que es lo mismo, en los
entremeses de su tiempo.
El plan era muy sencillo, y los asuntos los tomaba de cualquier episodio de la vida ordinaria, haciendo
intervenir en ellos personajes (Dos o tres) tomados del natural, casi siempre tomados de la más baja del
pueblo, haciéndolos hablar su propia lengua. Estos pasos fueron creados por Rueda, mostrándose en esto
completamente original. En ellos, además de la pintura siempre real del ambiente y costumbres de aquella
época, resalta la maestría para crear, en pocos trazos un personaje, y la gracia y soltura inimitables del
diálogo. Los pasos son diez, denominados: las Aceitunas, El Convidado, Pagar y no Pagar, La Carátula, la
Tierra de Jauja, El Rufián Cobarde, Los Lacayos Ladrones, Los criados, la Generosa Paliza y el Dialogo
sobre la Invención de las Calzas, todos ellos en prosa, con excepción del último que está escrito en quintillas.
• Las Aceitunas:
El labrador Toribio ha plantado un olivo. Águeda hace cálculos sobre lo que podrán cobrar cuando a los seis o
siete años el árbol de aceitunas y lo que comprarán con ello, cuando su hija, Mendigüela, las venda en el
mercado. Se traba luego una acalorada discusión sobre el precio a que podrán venderse las aceitunas. Un
vecino, que acude al alboroto, aplaca esta ridícula propuesta.
El argumento tiene un parecido con la fábula de la Lechera, de Samaniego.
• La Tierra de Jauja:
El bobo Mendrugo lleva a la cárcel, donde está presa su mujer, un plato de comida. Dos pícaros lo detienen y
empiezan a hablarle del país de Jauja, en donde hay río s de leche, puentes de pan con manteca y árboles de
jamón, y no se da cuenta de que mientas tanto le hurtan el plato.
Lope de Vega (1562 − 1635)
Ningún poeta español ha dejado una obra tan impregnada de España como Lope de Vega. De su teatro, de sus
poesías, trasciende un españolismo esencial, que da tono parejo a toda su vastísima producción. Los campos
de España, sus ciudades, sus blancas aldehuelas, sus caminos, sus hombres: Caballeros, villanos, gentes de
todos los oficios y de todas las cataduras, todo está visto y sentido en sus obras. Lo grande y lo pequeño, todo
con su luz y con su ambiente, que es el ambiente noble y campesino de España, de la España del siglo XVII y
− con pocas diferencias− de la de nuestros días.
Acaso la gloria de Lope sea esta absorción, tan cabal y tan minuciosa, de España, y este espejo luminoso y
diáfano de su obra, donde se refleja gallardamente este país. Privilegio de su talento el hacer de su voz la voz
de todo un pueblo, y ofrecerse así a los futuros siglos como un compendio vivo de la historia del mismo. Sólo
hubo otro español que resumiera, como él, la sustancia de España: Cervantes. Por distintos caminos realizaron
ambos el mismo milagro, y de ahí que haya que hermanar sus nombres cuando se hable de lo íntimamente
español en las letras de la península.
Es imposible abarcar en su prodigiosa diversidad la obra de Lope.
Escribió sobre todas las cosas, cultivó todos los géneros, conoció− y comprendió− todos los recursos
esenciales y formales con que el hombre que crea fija su pensamiento y lo transmite a los demás hombres.
Pero hay, a través de toda su obra escrita, un algo que da uniformidad a su producción y que le permite
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identificar al autor en cualquiera de sus páginas; su lirismo. Lope fue siempre, y por sobre todas las cosas un
poeta.
Poeta en la vida − tan llena de ardimientos y de aventura − y poeta en su obra, creada toda ella con exaltada y
lírica arrogancia. El observador, el filósofo, el creyente, el hombre de tumultuoso corazón que coexistían en
Lope, están supeditados siempre al poeta. En sus comedias, en sus autos, en toda su producción, Lope es un
poeta siempre. En la elección las palabras, en la finura de la expresión, en el relampagueo de sus imágenes y
metáforas, se muestra de continuo su sensibilísima entraña poética.
Acaso ningún escritor en el mundo haya superado a Lope en su enorme vitalidad creadora. Sin embargo, su
labor escrita no lo apartó del mundo ni le hizo renunciar a su destino. Lope ofrece, así, un raro ejemplo de
totalidad, de suma, que en parte explica el valor y la supervivencia de su obra. Su producción es reflejo de la
vida misma. De ahí, que de esa veta en continua exploración que es la vida que nos rodea, del hombre, de las
pasiones del paisaje, de la fe, de las cosas, saca él una experiencia lírica que vuelca en sus versos con absoluta
y deliciosa naturalidad. Lope fue un creador de belleza extraordinario, que vivió y trabajó durante todos sus
días con una pujanza pocas veces superada.
Por esto vibra en toda su obra su alma magnífica de poeta, y el alma de España, que él encarnó tan
hondamente.
Lope de vega, poeta dramático.
Como se ha dicho, Lope fue, esencialmente, un poeta, y como tal, abarcó los tres géneros de la poesía: Épico,
lírico y dramático. Pero fue a este último al que se consagro más ahincadamente. Su trascendencia en el teatro
español es tan grande, y tan extraordinaria su influencia, se puede decirse, sin caer en exageración no sólo que
dicho teatro cambia y es otro después de su aparición , sino que el mismo Lope es del teatro español, en lo que
éste tiene demás genuino y original.
Lope y el teatro español.
Con Lope de vega el teatro español propiamente dicho o teatro nacional, llega a su mayor apogeo. De las dos
tendencia que se venían disputando la hegemonía del teatro hispano: La clásica, o de influencia extranjera, y
la puramente española, acabó por vencer esta última, gracias a Lope y a su teatro. Antes de él, quedan los
hombres ilustres de Juan del Encina, Torres Naharro, Lope de Rueda, y Juan de la Cueva. De estos, Lope de
Rueda, con el popular realismo de sus pasos y Juan de la Cueva, con sus invocaciones en el arte de hacer
comedias y su predilección por temas épicos y el romance español; fueron en realidad sus verdaderos
precursores. Lope sigue las doctrinas de de la Cueva − expuestas en el Ejemplar Poético (1606) − y
revoluciona el teatro español al dividir en tres actos − y no en cinco, o cuatro, como era frecuente − las obras
no ajustándose a las tres unidades clásicas, establecidas por Aristóteles, de tiempo, lugar y acción, y, sobre
todo, tomando como tema y argumento y las comedias hechos y sucesos de las viejas gestas del romancero, o
escenas vividas por él en la España de su época. Así nació el teatro nacional español, hecha con sustancias
extraídas de la historia y de la vida de España, y con una estructura también española independizado de los
viejos cánones de la perceptiva o de influencias foráneas.
Elemento y características de dicho teatro.
En el teatro español del Siglo de Oro o, más propiamente dicho, en el teatro de Lope, se mezcla y confunden
numerosos elementos:
• Reminiscencias de las églogas de Juan del Encina; de las comedias (Ya a noticia o ya a fantasía) de
Torres Naharro; de las obras de Lope de Vega, Timoneda, Virúes, etc. De los dramas, resonantes a
gestas y al romancero, de Juan de la Cueva, etc.
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• Supervivencia del tono heroico noble y austero, de las canciones.
• Supervivencia de la soltura narrativa de los romances caballerescos y fronterizos.
• Reminiscencias de la poesía árabe, provenzal e italiana, con la suntuosidad, la frescura y la melancolía
propia de las mismas.
• Uso de los más variados metros y combinaciones poéticas: El octosílabo, el endecasílabo, los versos
de pie quebrado; el romance, el soneto, el terceto, la lira, la silva, la octava, etc.
• Su hondo españolismo y su carácter popular.
• La complejidad de sus elementos: Históricos, legendarios, amorosos, divinos, mitológicos, trágico,
cómicos, etc.
• Predominio del interés de la intriga sobre el carácter de los personajes.
Clasificación de las obras dramáticas de Lope.
La mayor parte de las clasificaciones que se han hecho de las obras de Lope de vega son incompletas y
defectuosas. La cantidad de obras y de la complejidad de muchas de ellas hacen difícil sin duda cualquier
clasificación. Según algunos autores, escribió 1800 comedias y 1400 autos. De toda esta producción sólo han
llegado unas 400 piezas. Una de las clasificaciones de las mismas más aceptadas es la siguiente:
• Comedias de capa y espada y de enredo, en las cuales predomina la intriga amorosa, los lances y los
celos. (El acero de Madrid, la noche toledana, dineros son calidad, la hermosa fea, la mañana de San
Juan, lo cierto por lo dudoso, los milindres de Belisa o la dama melindrosa, obras son amores y no
buenas razones, querer su propia desdicha, etc.).
• Comedias de costumbre (La niña boba, El perro del hortelano, La moza del cántaro, El anzuelo de
Felisa).
• Comedias heroicas, de asuntos históricos y legendarios provenientes de las crónicas o romances (Las
estrellas de Sevilla (atribuida), El mejor alcalde, El rey, Eribañes y el comendador de Ocaña, Fuente
Ovejuna, El alcalde de Zalamea, El casatigo sin venganza, El caballero de olmedo, El último Godo,
etc.)
• Autos, piezas de carácter sagrado, que se dividen a su vez, en: a). Autos sacramentales (La siega, El
viaje del alma, Obras que son amores); y b). Del nacimiento (El nacimiento de nuestro salvador, El
nombre de Jesús).
Características generales de su obra.
• Considerado El padre del teatro Nacional Español.
• Creador de drama moderno, aunque él denominó Comedias a sus composiciones teatrales.
• Teatro de carácter popular, nacionalista y religioso.
• Introduce el personaje colectivo y el personaje gracioso.
• Mezcla lo trágico y lo cómico.
• División de la obra en tres actos.
• Importancia y predominio de la intriga y de personajes femeninos.
• Cervantes lo llamó El Monstruo de la Naturaleza, en merito a su obra; y sus contemporáneos lo
conocieron como El Fénix de los Ingenios. Se Calcula que escribió 1800 comedias, de las cuales sólo
se conservan 426.
Obras:
A. poesía Lírica:
Rimas Humanas.Rimas Salvas, Romancero espiritual, Soliloquios.
B. Poesía Épica:
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La Dragontea, El Isidro, La Hermosura de Angélica, La Gatomaquia, La Filomena, La Andrómeda.
C. Novelas:
La Arcadia, Los Pastores De Belén, La Dorotea (Autobiográficas).
D. Comedias:
De historia nacional:
El Mejor Alcalde
El Rey.
La Estrella de Sevilla.
El caballero de Olmedo.
Tirso de Molina
Dentro del ciclo del teatro lopesco, o sea del teatro influido por Lope, los dos autores más grandes y originales
son Tirso de Molina y Ruiz de Alarcón. Tirso, confesado discípulo del fénix de los ingenios, es el que sigue a
este en fecundidad − se dice que escribió unas 400 obras − y al que más se acerca a él en lo espontáneo de su
producción y la gracia popular de su teatro. Poeta inspirado y, de finísima sensibilidad, algo culterano, a
veces, sus obras tienen, además de su valor dramático un valor poético indudable. Pero en lo que dicho teatro
se muestra verdaderamente importante y original, es en la creación de caracteres y en la rica y a veces
compleja psicología de los personajes. En este sentido, Tirso es superior a Lope, y sólo puede compararse con
el más grande de los dramaturgos: Shakespeare. Algunos de los personajes de sus obras, como el Don Juan, de
El burlador de Sevilla, figuran con Hamlet, Otelo, etc., entre las grandes creaciones del arte universal. Es que
Tirso, conocía a fondo el alma human, particularmente el alma de la mujer, y toda su obra fue tomada de la
misma realidad, con la que logra, vida y lozanía.
El teatro de Tirso, olvidado durante casi dos siglo y vuelto a ala gloria el siglo pasado, como bien lo dijo el
conde de schack, se puede comparar a eso paisajes maravillosos que describen los poetas romántico, en donde
las brisas más perfumadas y la música más atractivas encadenan el corazón y los sentidos del caminante.
El teatro de Tirso
Las comedias de Tirso se publicaron en cinco partes o tomos (1627− 1635) Además, en los cigarrales de
Toledo se incluyen tres obras de teatro: El vergonzoso en Palacio, cómo han de ser los amos y El celoso
prudente.
Caracteres
El teatro de Tirso tiene los mismos caracteres que el de Lope, del cual procede directamente, y de quien el
mismo se considera discípulo y admirador.
Como Lope, Tiro toma sus temas del pueblo, y describe para el pueblo, como Lope, rechaza las tres unidades
clásicas d tiempo, lugar y acción, y da así un desarrollo más natural e interesante de su obra, como Lope,
describe su teatro en verso, e introduce en él lo cómico (Vuelve a Aparecer, el bobo o gracioso), al lado de lo
trágico y como Lope, por último, se inspira en lo español y no en lo foráneo o extranjero al crear sus
comedias. Él aprovecha la experiencia de Lope que es el creador del verdadero teatro español y le agrega su
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propia experiencia y su propio talento poético. Labrando su teatro más concientemente − dice Américo Castro
−, no penando ya que sus obras eran frutos de una complacencia con el vulgo, pudo, sin embargo encerrar sus
personajes dentro de líneas más sobres y desarrollar algunos de sus aspectos de su teatro con una técnica
original.
El teatrote Tirso se distingue por la creación de caracteres y por la psicología de sus personajes, en esto no hay
autor español que lo aventaje y entre los extranjeros, sólo lo supera Shakespeare. El don Juan de EL burlador
de Sevilla, La María de Molina de La prudencia en la mujer, y el Mireno de El vergonzoso en Palacio, para
no citar los más conocidos, son creaciones vivas del genio de Tirso. En sus obras, los personajes femeninos
son más vigorosos y decididos que los masculinos, por lo general tímidos e irresolutos, y juguetes, en la
mayoría de los casos, de los caprichos de aquellos, porque tirso, conocía como pocos a la mujer, y a dejado en
sus obras documentos valiosísimos, aunque a veces algo exagerados de la psicología y del alma femenina.
Tirso − dice por otra parte Menéndez y Pelayo − no parece de distinta pasta que e los demás dramáticos
nuestro, aunque generalmente los aventaje por el picante desenfado de su lenguaje, por la franca objetividad,
por el nervio dramático por el vigor de los caracteres. Pero es tan desigual como cualquiera de ellos, no sólo
en obras distintas, sino, dentro de una misma obra. No es la intriga, sino el plan lo que flaquea en muchas de
sus comedias.
Clasificación de su teatro.
Sus obras dramáticas pueden clasificarse así:
• Comedias históricas− legendarias.
a). Históricas: La prudencia en la mujer, Trilogía de los pizarros, Las ruinas de Portugal, etc.
b). Legendarias: El burlador de Sevilla y Convidado de piedra.
• Comedias de costumbre.
a). psicológicas: El vergonzoso en palacio, Marta la piadosa, El amor y la amistad.
b). Intriga: Don Gil de las calzas verdes, La villana de Vallecas, etc.
• Comedias religiosas:
a). Teológicas: El condenado por desconfiado, El mayor desengaño.
b). Bíblicas: La venganza de Tamar, La mejor espigadora, etc.
c). Santos: Santa Juana, etc.
Escribió también Autos: El laberinto de Greta, La madrina del cielo, El colmenero divino, etc.; entremeses y
otras obras menores.
Ruiz de Alarcón
Pertenece también al ciclo lopesco. Su teatro tiene los mismos caracteres y es, hasta cierto punto una
prolongación del Fénix de los ingenios, de quien fue Alarcón a pesar de ello, un constante enemigo y
contrincante. Pero su producción no fue como la de Lope y Tirso, tan abundante. Por el contrario, es quizás, el
autor de su tiempo, que menos escribió. Su teatro es más reflexivo y más profundo que el de Lope, aunque no
tiene el talento avasallador de éste. La característica de Alarcón es su fondo moral, su propósito casi didáctico
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de exaltar las virtudes y execrar los vicios, para edificación de los espectadores. Su verso es dúctil, armonioso
y lleno de una contenida y sobria elegancia. Ha influido mucho sobre los autores posteriores, particularmente
en el teatro extranjero. Le menteur, la celebre comedia de corneille, no es sino una simple adaptación
confesada por su propio autor, de La verdad sospechosa, de Alarcón.
Obras de Ruiz de Alarcón
Alarcón reunió en dos tomos − muchos años después de haberse retirado de la vida literaria − parte de las
obras que había escrito para el teatro. El total de estas, incluyendo en ellas las que se le atribuyen apenas
pasan de treinta.
El teatro de Alarcón no fue improvisado ni pensado o escrito con prisa, como ocurrió con el de Lope y Tirso
de Molina. Alarcón escribió poco, y sus obras revelan el cuidado que puso en la elaboración de las mismas, en
la pintura de los caracteres y en su idioma y estilo. Su carácter fundamental, es su tendencia moralizadora: Fue
uno de los primeros que vio en el Teatro un medio de mejorar el carácter y la moral de los hombres, y a ello se
dedicó con gran fe y con profunda sabiduría. En él, el poeta y moralista se armoniza admirablemente.
Clasificación de sus obras.
Las obras de Alarcón has sido clasificadas así:
• Comedias de ideas o de carácter y morales: La verdad sospechosa (contra la mentira); las paredes
oyen (contra la meledicencia); El examen de maridos (en la que se encarece la elección de marido);
Los pecho privilegiados (en la que se exalta la honradez y la abnegación); Los favores del mundo (En
la que se exalta la igualdad); Ganar amigos (En la que se exalta la lealtad), etc.
• Comedia histórica: El tejedor de Segovia.
• Comedia de Sociedad: La culpa busca la pena, Quien engaña más a quien.
• Comedia de Cautivos: La manganilla de Melilla.
• Comedia de magia o milagros: La cueva de Salamanca, Quien mal anda mal acaba.
Valor del teatro de Ruiz de Alarcón
El teatro de Ruiz de Alarcón es humano y aleccionador. Está construido con nobles elemento y por ello y por
la perfección de su forma está llamado a perdurar. Hoy su lectura, lejos de cansar, agrada, pareciendo por
momentos ser un autor actual. Lo distingue del resto de los poetas españoles de su época, la suntuosidad y
exuberancia de algunos de sus paisajes y cierto tono nuevo − Americano− de su poesía. Romera Navarro ha
dicho de él que Sobre las dotes de fantasía está siempre su inclinación a la observación de la realidad. En la
pintura de los caracteres ordinarios − agrega este autor − ninguno de ellos (Lope. Tirso, Calderón). Le
aventajan Les supera en la estructura armoniosa de sus piezas. Es más sobrio, más reflexivo y equilibrado; su
arte es más sereno y natural.
Entre otros autores del ciclo lopesco son José de Valdivielso (1560? − 1638); autor de autos sacramentales y
comedias divinas; Guillén de Castro (1569 − 1631), autor de las célebres comedias históricas las mocedades
del Cid y las hazañas del Cid, adaptaciones dramáticas de las leyendas del héroe castellano, e inspiradora la
primera de ellas de Le Cid (1636), Corneille; Antonio Mira de Amescua (1577? − 1644), autor de bellas
comedias y de autos sacramentales y que poseyó− dice Fitzmaurice− Nelly −, en alto grado, el don de la
fantasía creadora; Luís Vélez de Guevara, el autor del El diablo Conjuelo, Luís Quiñones de Benavente (1589
− 1652), autor de graciosos entremeses; Juan Pérez de Montalbán (1602 − 1638).
Calderón de la Barca
Es otra de las cumbres del Siglo de Oro del teatro español. ES el autor que sigue en importancia a Lope de
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Vega. Sin embargo, durante el apogeo del romanticismo y gracias a algunos autores alemanes − schlégel,
sobre todo − fue juzgado durante más de 50 años como el primer dramaturgo español. Eruditos posteriores, el
conde de Schack, en Alemania, y Menéndez y Pelayo en España, entre otros, hicieron modificar dicha
apreciación, volviendo a ocupar con toda justicia el primer lugar el genio extraordinario de Lope. No obstante,
calaron sigue siendo una de las figuras más grandes no sólo del teatro español, sino también del teatro
universal. Su vida fue más serena y ordenada que la de Lope, y dispuso de mayor tiempo y de mayores
estímulos para producir. Estas circunstancias le permitieron un mayor cuidado y primor en la elaboración de
sus obras, pero le resta la fuerza y la pasión en la que corren por toda la basta producción de Lope. Al
principio su teatro fue nacional y popular. Protegido luego por Felipe IV. Calderón fue un poeta cortesano,
escribió casi todas sus obras para la corte, y en el teatro de esta se representaron sus dramas y comedias.
El teatro de calderón no estuvo en contacto íntimo con el pueblo, como el de Lope de Vega. Únicamente sus
autos sacramentales, representados en las fiestas del Compres, se daban ante el pueblo, como dirigidos a
auditorios palatino, en donde era presumible una mayor cultura general, su teatro es aristocrático, pulido,
suntuoso y, a veces, de sentido filosófico. Calderón fue un continuador de Lope y un gran propulsor del drama
español. A él debe mucho no sólo el teatro como género literario, sino también como institución, como uno de
los hechos más trascendentales de la cultura española de esta época. A Lope le cabe la gloria de haber sido el
creador del mismo y de haber abierto el camino a los demás.
A Calderón, la de haberlo perfeccionado depurando sus elementos, ajustando su plan, cuidando con mayor
esmero su forma exterior, su estilo, y su versificación. El teatro de Calderón, es también, más profundo, más
filosófico que el de Lope, y por ello, más universal que el de éste. Por eso, lo entendieron mejor y lo exaltaron
más los filósofos y poetas alemanes, poniéndolo a la cabeza del teatro hispano. Por otra parte, el teatro de
Calderón es profundamente español. Los ideales y las pasiones que viven en él, son los ideales y pasiones de
la España de su época.
Fue, además, un gran creyente, y sus autos sacramentales, lo más puro y perdurable del teatro religioso
español. Muerto Lope, él heredó el cetro de la escena española, siendo durante más de medio siglo − la
segunda mitad del siglo XVII − el poeta y dramaturgo más famoso y admirado dentro y fuera de España. Su
influencia en el teatro extranjero fue también grande. Y, gracias a él, las letras españolas, triunfantes fueras de
sus fronteras con el inmortal quijote, cimentaron su prestigio y ocuparon el lugar de excepción que desde
entonces ocupan en la literatura.
La obra de Calderón
El teatro de Calderón se divide en:
a). Teatro Profano.
Calderón escribió sus comedias y tragedias casi exclusivamente para ser representadas ante el rey de la corte.
Las representaciones tenían lugar en el palacio del buen retiro.
Las obras de carácter profano de Calderón, sigue las directivas del teatro de Lope de este género, con algunas
diferencias inherentes al medio distinto en el cual se realiza las representaciones y a las innovaciones de
Calderón. Los personajes eran, generalmente, reyes o caballeros y damas de la corte; los diálogos son más
alambicados y culteranos; las situaciones, propias de la clase social a la que se dirigía. Sus graciosas carecen
de chispa de los que figuran en las obras de Lope o Tirso, todo en él es más recatado, más pulido, más
elegante. El ser poeta de la corte lo puso a cubierto de las necesidades colmándolo de honores y
satisfacciones, pero los gustos del monarca y lo convencionalismos de la corte restaron vigor y realismo a su
arte. Y si Calderón a pesar de esas restricciones, pudo escribir La vida es Sueño, El Alcalde de Zalamea, Casa
con dos puertas, Más es de guardar, etc., cabe suponer qué alturas habría alcanzado, y que obras hubiera
podido escribir, de haber tenido la libertad de que, como autor cortesano y palaciego, no disfrutó nunca.
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Caracteres esenciales de su teatro:
• Es profundamente español y de su época, es decir, del siglo XVII.
• Personifica las ideas de su tiempo, Calderón recogió las ideas, las creencias y los ideales de su parte y
de sus contemporáneos y los llevó a su teatro.
• Las representaciones se realizan con esplendor y boato.
Los sentimientos que exalta, y que aparecen siempre en sus obras, son la lealtad ciega al monarca; la
devoción, igualmente ciega y fervorosa, a la iglesia, y el pundonor o punto de honra. La lealtad al rey lo lleva
a deificar al monarca, a hacer de él, el personaje providencial, del cual depende de la felicidad del rey. La
devoción por la iglesia hace de Calderón uno de los escritores religiosos más activos de España.
El pundonor o el Punto de honra − degeneración del ideal caballeresco − llevó a Calderón a exageraciones
tales, que hacen a veces, cometer grandes monstruosidades a sus personajes. En el teatro Calderoniano hay
siempre un marido, un padre o un hermano, dispuestos a intervenir, espada en mano, ante la menor sospecha
de la conducta de su esposa, hija o hermana, la obra está sobre encima de todas la cosas, aun por encima de la
justicia de los sentimientos humanos y de los afectos de los seres de la misma sangre. Es algo que ofusca o
retrotrae al hombre a las reacciones primarias e instintivas de la especie. Pero estos sentimientos son
convencionales, y no alcanzan gran categoría estética en la obra de Calderón.
No posee − como dice un comentarista − La lozanía y variedad de Lope, ni el poder creador y la amplitud de
concepción de Tirso. Es, en verdad, demasiado brillante, para que se le clasifique como simple discípulo de
Lope, porque sube a alturas metafísicas, a las que Lope no asciende jamás; sin embargo, como autor
dramático, no hizo sino cultivar el campo que Lope había sembrado. Sus obras, están concebidas de manera
que sus distintas partes armonizan estrechamente con la acción principal.
En la composición dramática, tal como él la comprendía − dice el conde de Schack −, debe haber constante
movimiento interior, y cada escena incluía enérgicamente en el desarrollo de la acción principal; de un suceso
debía surgir siempre otra; en lo anterior, indicarse ya lo que había de sucederle, y todos los elementos
aislados, juntarse necesariamente para constituir un conjunto armónico. En cuanto a la verificación, el mismo
autor dice que Distínguese ésta, no sólo por su extrema belleza y elegancia, sino que, obedeciendo también, en
general, a reglas fijas, se armoniza todo con las diversas alternativas de la acción.
El teatro calderoniano es, por otra parte de grandes efectos, y casi siempre truculento: Damas tapadas,
caballeros emboscados, cuchilladas y muertes, dejaban en el espectador − que anhelaba estas fuertes
emociones − una impresión dramática muy de gusto de la época. En sus últimos años, el teatro profano de
Calderón fue haciéndose más profundo, más simbólico, afrontando en el los problemas filosóficos y
teológicos que más apasionaban en su época. En estas obras, el fondo y la forma alcanzaron igual grandeza.
Ejemplo de este teatro es, entre otros su, drama La vida es sueño.
b). Teatro sagrado
Es lo mejor de la producción de Calderón, y está representado por los autos sacramentales. Estos autos eran
piezas breves − de un sólo acto −, que se representaban al aire libre, como hemos dicho, en ocasión de las
fiestas del Corpus. Los escenarios se alzaban sobre tablados, a lo largo de las calles que conducían a la iglesia,
o en carros. Contaban con numerosos artificios, y los mismos reyes solían presenciarlos, bajo entoldados, con
su comitiva.
Los motivos religiosos y la fe del propio Calderón, encontraron en estos autos su expresión más pura y su
interpretación poética más llena de belleza y encanto. Lo último que escribió fue, precisamente, parte de un
auto, que quedó inconcluso, y que uno de sus discípulos terminó. Con su muerte concluyeron en España y en
Europa los autos sacramentales.
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Obras principales de Calderón
Calderón escribió 120 comedias, 80 autos sacramentales y unos 20 entremeses, jácaras y otras obras menores.
El números de sus poesías sueltas: Sonetos, romances, canciones, etc., llega según algunos, a 200. De sus
obras citadas por él o por sus contemporáneos − varios discursos o tratados − nada ha llegado hasta nosotros.
Las obras de Calderón han sido clasificadas de la siguiente manera:
Teatro profano:
• Comedias de Capa y Espada, lo más espontáneo y agradable de ver en el teatro de Calderón, casi
todas, oro de ley, como dice Menéndez y Pelayo: Casa con dos puertas, Mala es de guardar,
Mañanas de Abril y de Mayo, La dama duende.
• Dramas trágicos: El alcalde de Zalamea, El mayor monstruo, Los celos, EL medico de su honra, A
secreto agravio, Secreta venganza.
• Dramas filosóficos o simbólicos: La vida es sueño (con el mismo título escribió un auto sacramental).
Entre las obras de otros géneros, escribió comedias mitológicas, caballerescas, históricas, heroicas, zarzuelas
(Obras mixtas de representación y canto), entremeses, etc.
Teatro sagrado:
• Dramas religiosos: El príncipe constante, La devoción de la cruz, El mágico prodigioso.
• Autos sacramentales: han sido clasificadas así:
a). Filosóficos y teológicos: El gran teatro del mundo, El veneno y la Triaca, La vida es sueño.
b). mitológicos: El divino Orfeo, Los encantos de la culpa.
c). Antiguo Testamento: Sueños hay que verdad son, la cena de Baltasar.
d). Nuevo Testamento: A tu prójimo, como a ti.
e). Históricos o legendarios: El santo rey don Fernando, La devoción de la misa.
f). De circunstancias: La segunda esposa
Autores del ciclo calderoniano:
Francisco de Rojas Zorrilla (1607 − 1648).
Este célebre dramaturgo nació en Toledo, y estudió en esta ciudad y en Salamanca. Uno de sus obras: Los
bandos de Verona, fue estrenada en la inauguración del teatro del buen retiro (1640). Colaboró con Calderón,
Mira de Amescua, Montalbán, etc.
Felipe IV le concedió el hábito de Santiago y murió tempranamente a los 41 años. Escribió unas 30 obras o
más, publicando parte de su teatro en 1645, la tercera parte del mismo no llegó a publicarse. Rojas se
distingue por la intensidad de los elementos trágicos y cómicos que aparecen separadamente en sus obras. Fue
audaz en la concepción de algunos argumentos, cambió el concepto de honor calderoniano. En sus obras
surgen vigorosos los caracteres femeninos, y no se exagera El punto de honra como en el teatro de su maestro
y colaborador. Sus diálogos son vivos y su verificación rica y llena de coloridos. Fue a veces culterano, y
abundó en pasajes de excesiva magnificencia y énfasis. Según Valbuena, Rojas es El más hondo psicólogo del
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ciclo calderoniano, como Tirso de Molina lo es de la escuela Lope.
La obra de Rojas puede dividirse así:
• Dramas trágicas: Garcia del Castañal, El labrador más honrado, El Conde de Orgaz, Del rey abajo,
Ninguno; morir pensando matar.
• Comedias de costumbres: Entre bobos anda el fuego, Donde hay agravios no hay celos.
• Autos sacramentales: La niña de Nabot, El rico avariento.
Agustín Moreto (1618 − 1669).
Escribió unas cien obras, entre comedias, autos, entremeses, loas, y otras piezas menores. Su teatro se divide
en:
• Comedias de Carácter: El desdén, Con el desdén, Lindo don Diego, El parecido en la corte, De fuera
vendrá quien de casa nos echará.
• Dramas históricos: El valiente y justiciero y rico − hombre de Alcalá.
• Entremeses: Las galeras de la honra, El hijo del vecino.
Entre otros autores del ciclo calderoniano, que se caracteriza por iniciarse ya en él, la decadencia del taro y su
amaneramiento, predominando la suntuosidad y aparato exterior sobre la belleza literaria, citaremos también a
Diego Jiménez de Enciso (1585 − 1633), Sevillano, autor del drama histórico El príncipe don Carlos; Álvaro
cubillo de Aragón (1596 −1661); Antonio de Solís y Rivadeneira, estudiado en otro lugar; Antonio Coello
(1611 − 1682); los hermanos Diego (1619 − 1664) y don José de Figueroa y Córdova (1629 .1672); Juan
Claudio de la Hoz y Mota (1622 − 1714); Manuel de León Merchante (1631 −1680); la monja mexicana Sor
Juana Inés de la Cruz (1651 − 1695); Francisco Antonio de Bances Candamo (1662 − 1704),etc.
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