TRASPLANTE HEPÁTICO POR ENFERMEDADES METABÓLICAS EN EL PACIENTE PEDIÁTRICO 69 Javier Manzanares López-Manzanares Enrique Medina Benítez Pedro Urruzuno Tellería INTRODUCCIÓN En 1993 tuvo lugar en París una reunión de expertos bajo la dirección de H. Bismuth, cuyo objetivo fue establecer un consenso sobre las indicaciones del trasplante hepático1. Las preguntas a las que se quiso responder fueron 1) ¿ En qué enfermedades está indicado el trasplante hepático?, ¿cúales son los criterios de su indicación y ¿ es posible definir en qué estadio de la enfermedad se debe indicar este tratamiento?. 2)¿Cúales son las contraindicaciones al trasplante, independientemente de la hepatopatía y en qué criterios se deben basar esas contraindicaciones?. 3) ¿En qué enfermedades el trasplante hepático es una opción terapéutica controvertida, no completamente aceptada? y ¿en qué enfermedades hepáticas el trasplante está contraindicado?. Aunque las enfermedades metabólicas no se analizaron bajo este prisma, este grupo de enfermedades constituye una clara indicación de trasplante, pero exigen, dada su peculiaridad y la posible afectación de otros órganos vitales, una valoración global del paciente y un exacto conocimiento de la fisiopatología, la historia natural y el pronóstico de cada enfermedad en particular para actuar correctamente. El trasplante hepático, de modo general, está indicado en el fallo hepático agudo o crónico de cualquier etiología. Las indicaciones más frecuentes de trasplante hepático incluyen2: 1. Enfermedades colestáticas: Cirrosis biliar primaria, colangitis esclerosante, atresia biliar extrahepática; 2. Hepatitis crónica: Hepatitis por virus C, hepa- titis por virus B, hepatitis autoinmune; 3. Enfermedades metabólicas: Déficit de a-1-antitripsina, enfermedad de Wilson, tirosinemia tipo 1, hemocromatosis hereditaria, esteatohepatitis no alchólica, protoporfiria eritropoyética, amiloidosis familiar, fibrosis quística, glucogenosis, colestasis intrahepática familiar progresiva, hiperoxaluria primaria tipo 1, Crigler-Najjar tipo 1 y síndromes hiperamoniémicos; 4. Cirrosis de causa desconocida; 5. Fallo hepático agudo; 6. Otras indicaciones: Síndrome de Budd-Chiari, enfermedad venooclusiva, enfermedad poliquística. El principal objetivo del trasplante hepático en las enfermedades metabólicas es corregir el trastorno metabólico básico. El trasplante está indicado cuando con él se obtiene una cura total, fenotípica y funcional3. Son muchas las enfermedades metabólicas tratadas con trasplante hepático4-7. La clínica de las metabolopatías es muy variable, fallo hepático agudo (enfermedad de Wilson), cirrosis, carcinoma hepatocelular, afectación extrahepática que puede comprometer la vida del niño (Crigler-Najjar tipo 1, síndromes hiperamoniémicos) e incluso fallo de un órgano distinto del hígado (hiperoxaluria primaria tipo 1 o hipercolesterolemia familiar homozigota). Este grupo de trastornos incluye dos tipos principales de enfermedades: 1) aquellas en las que el defecto metabólico, conocido o no, se localiza en el hígado, siendo este el órgano primariamente afectado por la enfermedad, y 2) aquellas en los que son otros órganos distintos los afectados, aunque el defecto enzimático radique en el hígado8. En otras ocasiones no obstante el defecto metabó843 lico es extrahepático pero es el hígado el afectado, como en la protoporfiria o bien, finalmente, el defecto enzimático puede ser generalizado, estando afectados el hígado y otros órganos, como en la fibrosis quística. La enfermedad metabólica hepática resulta de la acumulación de cantidades excesivas de determinados metabolitos intermediarios que condicionan el desarrollo de enfermedad hepática progresiva y el posterior fracaso hepático. El defecto enzimático puede radicar bien en los hepatocitos, como en la enfermedad de Wilson o en las glucogenosis, o bien el hígado verse afectado secundariamente por el depósito de sustancias cuya concentración plasmática está elevada como resultado de otras causas, como en la hemocromatosis primaria. Cualquiera que sea la causa, este depósito puede condicionar un fallo hepático agudo o crónico y hacer necesario el trasplante. Las enfermedades metabólicas son la segunda causa de indicación de trasplante hepático en la población pediátrica6,9. Por tanto, el trasplante al corregir definitivamente el defecto metabólico, debe realizarse antes que la enfermedad de base afecte otros órganos y sistemas o cause complicaciones que pueden convertirse en contraindicaciones absolutas al mismo10. Aunque los resultados del trasplante ortotópico en las metabolopatías son excelentes, se están realizando importantes esfuerzos para encontrar otras opciones terapéuticas mejores como el trasplante hepático auxiliar, el trasplante ortotópico parcial, el trasplante de hepatocitos11 y sobre todo la terapia génica8,10. Estas últimas técnicas pueden tener una aplicación relevante en enfermedades causadas por deficiencias de un único enzima como el Crigler-Najjar tipo 1, la deficiencia de ornitin-transcarbamilasa o la hipercolesterolemia familiar homozigota12. El descubrimiento de que el 2-nitro-4-trifluoro-metilbenzoil (NTBC) previene la formación de metabolitos tóxicos y revierte las manifestaciones clínicas y bioquímicas de la tirosinemia tipo I ha cambiado no solo la historia natural de la enfermedad sino la indicación de trasplante. En la enfermedad de Wilson, el trasplante hepático está indicado en los pacientes que debutan con fallo hepático agudo y en los que fracasa el tratamiento médico. Las posibilidades de trasplante en la hemocromatosis neonatal han aumentado con la generalización de las técnicas de reducción del injerto y, por consiguiente, el pronóstico de estos 844 pacientes. El tratamiento nutricional adecuado puede evitar el trasplante en enfermedades como la galactosemia o las glucogenosis, aunque en algún tipo de estas últimas, como la glucogenosis IV, el desarrollo de cirrosis puede hacerlo inevitable. En determinadas enfermedades como los trastornos del ciclo de la urea, la acidemia propiónica o el Crigler-Najjar tipo 1, el trasplante debe realizarse antes de que se produzca un retraso mental severo, con deterioro importante de la calidad de vida del niño y disminución de su futura autonomía. Pacientes con determinadas enfermedades pueden necesitar un doble trasplante de hígado y riñón, corazón o médula ósea5,13. En Europa globalmente el 5% de las indicaciones de trasplante hepático ortotópico corresponden a hepatopatías dependientes de trastornos metabólicos14. Sin embargo cuando se revisan las series pediátricas de trasplante hepático se comprueba que la indicación por enfermedad metabólica es mucho más alta, con valores próximos entre el 15%15 y el 18%10,16. Según los datos publicados por la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) correspondientes al análisis del período 1984-199817 el 3% de los 5.071 trasplantes registrados por esta organización estatal española corresponden a enfermedades metabólicas (ver Fig. 69.1 y Tabla 69.1). Si consideramos por separado adultos y niños, obtenemos unas cifras del 3% y del 18% respectivamente (ver Figs. 69.2 y 69.3). 3% Metabólica Tumores Otras 8% 2% Fallo hepático 6% C. colestásica 11% C.postnecrótica 70% Fig. 69.1 — Registro Español de Trasplante Hepático. Indicaciones de trasplante hepático según la enfermedad de base en la población total. Tabla 69.1 Frecuencia y porcentaje de las patologías de base de los receptores de primer trasplante. Registro Español de Trasplante Hepático (1984-1998) Frecuencia Porcentaje N=4.546 1.377 100% 30,3 1,157 25,5 Carcinoma hepatocelular 317 7 Fallo hepático agudo 283 6,2 Cirrosis biliar primaria 248 5,5 Cirrosis por VBH 170 3,7 Cirrosis criptogenética 240 5,3 Enfermedades biliares congénitas 108 2,4 Hepatitis autoinmune 74 2,4 Colangitis esclerosante primaria 72 1,6 Cirrosis biliar secundaria 31 0,7 Hemocromatosis 30 0,7 Amiloidosis familiar 29 0,6 Enfermedad de Wilson 24 0,5 Otras enfermedades metabólicas 75 1,6 Carcinoma vía biliar 23 0,5 Síndrome de Budd-Chiari 22 0,5 Tumores benignos 21 0,5 Hepatitis subaguda 12 0,3 Carcinoma colangiocelular 12 0,3 Cánceres secundarios 12 0,3 Patología de base de los receptores Cirrosis alcohólica Cirrosis por VCH Enfermedades parasitarias Cirrosis virales o mixtas Otras cirrosis 4 0,1 25 0,5 109 2,4 22 0,5 5 0,1 Otros cánceres 14 0,3 Otras enfermedades hepáticas 30 0,7 Otras enfermedades colestásicas Otroa cánceres primarios Metabólica Tumores 3% 9% Otras 2% Fallo hepático 6% C.postnecrótica 11% Metabólica 18% Tumores 4% Otras 2% C. colestásica 49% Fallo hepático 16% Fig. 69.3 — Registro Español de Trasplante Hepático. Indicaciones de trasplante hepático según la enfermedad de base en los receptores pediátricos. En las curvas de supervivencia actuarial16 por indicación de trasplante a los 10 años, de los receptores adultos y pediátricos respectivamente (ver Figs. 69.4 y 69.5) la mayor superviviencia se obtiene en las enfermedades metabólicas seguidas de las colestásicas. En los receptores pediátricos, también son las enfermedades metabólicas y las enfermedades colestáticas las que logran mejores supervivencias, tanto en lo que respecta al paciente, 90%, como al injerto, 70%. El porcentaje que representan las enfermedades metabólicas en los trasplantes realizados, permenece prácticamente constante a lo largo de los años. En la población pediátrica la media es del 13% (rango: 8,55-15,6%) y en la población adulta es del 1,7% (rango: 1,15-2,3%) a lo largo del período 1993-2000. (Ver Fig. 69.6). En nuestro grupo, de 109 trasplantes efectuados en el período 1986-2000, las enfermedades metabólicas representan el 15,5% de las indicaciones (ver Fig. 69.7), cuyas indicaciones se recogen en la Tabla 69.2 (datos no publicados). DEFICIT DE ALFA 1 ANTITRIPSINA C. colestásica 8% C.postnecrótica 72% Fig. 69.2 — Registro Español de Trasplante Hepático. Indicaciones de trasplante hepático según la enfermedad de base en los receptores adultos. El déficit de alfa-1-antitripsina (A1AT) es la enfermedad metabólica hepática más frecuente y la segunda causa de indicación de trasplante hepático en los niños. En nuestra serie el déficit de A1AT es la segunda indicación, tras la fibrosis quística, de trasplante por metabolopatía (ver Tabla 69.2). Su frecuencia en Europa Septentrional y Norteamérica alcanza 1:1600-2000 recién nacidos, siendo menos frecuente en otros países. Es una 845 Fig. 69.4 — Registro Español de Trasplante Hepático (ONT).Supervivencia de los receptores adultos según la indicación del trasplante 1984-1999. Fig. 69.5 — Registro Español de Trasplante Hepático (ONT).Supervivencia de los receptores pediátricos según la indicación del trasplante 19841999. 846 % 18 16 14 12 10 Tx. Adulto Tx. Pediatrico 8 6 4 2 año 0 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 Fig. 69.6 — Trasplante hepático por enfermedad metabólica. Porcentaje respecto al total de indicaciones en el período 1993-2000. Tabla 69.2 Indicaciones de trasplante hepático por enfermedad metabólica en los receptores pediátricos en el Hospital "Doce de Octubre" Enfermedad metabólica Nº pacientes Déficit de alfa-1-antitripsina 5 Fibrosis quística 6 Enfermedad e Wilson 1 Tirosinemia tipo 1 3 Alt. del metabolismo lipídico 2 Enf por depósito de ésteres de colesterol 1 Hipercolesterolemia familiar homozigota 1 enfermedad de transmisión autosómica recesiva y que se manifiesta por niveles sanguíneos bajos de alfa-1-antitripsina y puede evolucionar a cirrosis hepática, enfisema pulmonar y hepatocarcinoma 18. La A1AT es una glicoproteína sérica, producida principalmente en el hígado, que actúa inhibiendo las proteasas séricas, especialmente la elastasa de los neutrófilos. El locus Pi (proteasa inhibidor) se localiza en el cromosoma 14, locus14q31-q32 y codifica la síntesis de A1AT. Existen muchas variantes por mutaciones del gen, C.Postnecrótica Colestasis Cirrosis 5% intrahepática colestásicas 8% 6% H.Fulminante 14% Atresia biliar extrahepática 27% Metabolopatías 16% Retrasplante 20% Tumores 2% S.Budd-Chiari 2% Fig. 69.7 — Trasplante hepático pediátrico en el Hospital “Doce de Octubre”. Indicaciones. cuyo producto normal es la forma M (clasificación con letras del alfabeto según su movimiento en la electroforesis). La gran mayoría de estas mutaciones no cursan con enfermedad hepática. Dentro de las variantes que pueden afectar al hí847 gado, la más frecuente es la PiZZ, ocasionalmente las variantes PiSZ y PiFZ y excepcionalmente la PiMZ. La patogenia del enfisema se relaciona con el déficit de A1AT circulante pero la patogenia de la enfermedad hepática es más compleja. Existen diversas teorías pero la más coherente y aceptada, y que está avalada por estudios experimentales, es la de la acumulación. La hepatopatía dependería de los efectos hepatotóxicos de la proteína Z mutada acumulada en el hígado19. La variante Z es funcionalmente normal pero sufre una polimerización y plegamiento anormales en el retículo endoplásmico rugoso, acumulándose y degradándose posteriormente, con una escasa salida al plasma. Sin embargo, no todos los individuos ZZ desarrollan hepatopatía por lo que se ha barajado la influencia de otros factores genéticos en el proceso de síntesis o de degradación20 y de factores ambientales, que acentuarían la acumulación de la variante Z o de sus consecuencias fisiopatológicas. El desarrollo de enfermedad en los heterozigotos SZ, MZ, FZ o en los individuos Pi nulos es menos frecuente, aunque posible. En estos casos es necesario siempre descartar otra patología asociada infecciosa o autoinmune. La expresión clínica del déficit de A1AT es variable21. Globalmente sólo un pequeño porcentaje de los individuos PiZZ desarrolla hepatopatía como se pone de relieve en los estudios prospectivos de Sveger22,23. Aproximadamente un 80% de los casos pediátricos debuta como una colestasis neonatal, asociada en ocasiones a crecimiento intrauterino retardado, hepatomegalia o coagulopatía. La colestasis puede ser tan severa como en la atresia biliar, si bien la biopsia muestra lesiones sugerentes de hepatitis neonatal o ductopenia. Generalmente la ictericia se resuelve antes del primer año de vida, con un curso posterior variable: la mayoría no presenta alteraciones y en un pequeño porcentaje persiste la hepatomegalia y la alteración de las transaminasas con evolución a cirrosis e hipertensión portal. Sin embargo cuando la ictericia no se resuelve en los primeros seis o doce meses24, un 70% de los pacientes pueden tener una evolución rápida a la cirrosis e insuficiencia hepática, falleciendo o precisando trasplante hepático antes de los cinco años25. La enfermedad hepática puede presentarse también en el lactante o niño mayor como hepa848 tomegalia, aumento de transaminasas asintomático o con signos de hipertensión portal. En el adulto el pronóstico en la mayoría de los casos viene condicionado por la enfermedad pulmonar, más precoz entre los fumadores. La cirrosis por déficit de A1AT se asocia a un riesgo aumentado de hepatocarcinoma. No existe tratamiento específico para la hepatopatía y hasta el momento el único tratamiento curativo es el trasplante hepático. La infusión de alfa 1 antitripsina no es efectiva y la terapia génica aún no es una realidad. Es prometedor el uso de “chaperones químicos”, sobre todo el ácido 4fenilbutírico, que provocan un aumento de la excreción de A1AT Z, funcionalmente activa, en el modelo animal, previniéndose el enfisema y la hepatopatía26. Se está a la espera de los primeros ensayos en humanos. La indicación del trasplante se realiza por la presencia de signos clínicos como ictericia, insuficiencia hepática o hipertensión portal. En la valoración pretrasplante deben considerarse la afectación pulmonar, enfisema y posible existencia de shunts arterio-venosos pulmonares, y la presencia de otras manifestaciones poco frecuentes del déficit de A1AT como son los aneurismas en la aorta o la glomerulonefritis25. Los shunts arteriovenosos, habituales en estos pacientes pueden complicar la enfermedad y el postrasplante26. En los pacientes mayores debe investigarse la presencia de hepatocarcinoma. El trasplante cambia el fenotipo Pi del receptor por el del donante, resolviéndose la enfermedad. En las series publicadas25,27-29 y en la experiencia de los autores la supervivencia postrasplante es excelente, con un 100% de supervivencia tras una media de 6,3 años (rango: 2m-13,1a). La indicación de trasplante hepático en el déficit de alfa-1-antitripsina puede que se haya sobrestimado en los últimos años, ya que sólo el 5%, aproximadamente, de los pacientes homozigotos PiZZ van a necesitar un injerto26. TIROSINEMIA TIPO 1 La tirosinemia hereditaria tipo 1 (TH 1), es una enfermedad autosómica recesiva con afectación multiorgánica causada por el déficit de fumarilacetoacetato hidrolasa (FAH), última enzima en la via catabólica de la tirosina30 Esta enzima es codi- ficada por un gen localizado en el cromosoma 15, locus 15q23-q25 y del que se conocen más de 20 mutaciones. La enfermedad ha sido descrita universalmente pero la mayor frecuencia se da en la región canadiense de Saguenay-Lac-St-Jean en la provincia de Quebec31, 1:1846 recién nacidos vivos, donde la mutación más prevalente (más del 95%) es de tipo splice en el intrón 12 (IVS12 + 5g Õ a). En otras partes del mundo la prevalencia es mucho menor, de 1:100.000 a 1:120.000 recién nacidos vivos. La FAH se expresa principalmente en el hígado y en el riñón, manifestándose principalmente su deficiencia por afectación de estos órganos, produciendo de forma secundaria crisis neurológicas y una marcada tendencia al desarrollo de hepatocarcinoma. La heterogeneidad fenotípica no se correlaciona con las distintas mutaciones32. El déficit de FAH conduce a la acumulación de metabolitos tóxicos (ver Figura 8) como el fumarilacetoacetato (FAA) y el maleilacetoacetato (MAA), que causan por su poder alquilante el daño hepático y renal. Juntos forman la succinilacetona (SA) que se detecta en sangre, orina o líquido amniótico y es específica de esta enfermedad. La succinilacetona es un potente inhibidor de la delta aminolevulínico sintetasa, enzima de la cadena de síntesis del Hem, y responsable de la sintomatología neurológica de algunos pacientes, con crisis similares a las de la porfiria. La predisposición al hepatocarcinoma es de causa desconocida84933. La enfermedad suele debutar como insuficiencia hepática aguda en los primeros meses de vida con importante afectación de la coagulación, escasa elevación de transaminasas y cifras muy altas de alfafetoproteína, asociada a renomegalia y síndrome de Fanconi. En la evolución pueden aparecer de nuevo crisis hepáticas con descompensación coinciendo con procesos intercurrentes o bien seguir un curso crónico con evolución a la fibrosis hepática con marcada tendencia al desarrollo de displasia y hepatocarcinoma (más del 18% por encima del segundo año de vida). Hasta un 48% de pacientes presentan crisis neurológicas que se presentan como ataques de dolor, parestesias o parálisis en miembros, vómitos, transtornos hidroelectrolíticos, a veces con parálisis de músculos respiratorios y necesidad de ventilación asistida, con elavación de ácido delta aminolevulínico en sangre y orina34. La afectación renal inicial suele mejorar con la dieta si bien hay un porcentaje de pacientes que evolucionan a la insuficiencia renal y en los que constituye la principal manifestación de la enfermedad. Existen casos de afectación cardiaca o pancreática, pero ésto es muy infrecuente. El diagnóstico se apoya en los datos clínicos, elevación de tirosina, fenilalalina y metionina en sangre y orina, importante elevación de alfatetoproteína, detección de FAA, MAA y SA, inhibición de la actividad enzimática de la porfobilinógeno sintetasa en hematíes y de la actividad de FAH en fibroblastos. Puede hacerse diagnóstico prenatal. En algunas zonas de alta prevalencia se realiza screening neonatal con tiras reactivas para tirosina y SA31. El tratamiento se basa en la restricción de aportes de tirosina, fenilalanina y metionina, soporte vital durante las crisis hepáticas, tratamiento del raquitismo y de la tubulopatía y, desde 199235, en la administración de 2-(Nitro-4-Trifluorometilbenzoil)-1-3-Ciclohexanodiona (NTBC), fármaco que ha cambiado la evolución de los enfermos al detener la progresión del daño hepático y renal y prevenir las crisis neurológicas. Actúa inhibiendo la hidroxifenilpirúvico dioxigenasa (pHPPD) (ver Figura 8), enzima situada dos pasos previos a la FAH en la vía catabólica de la tirosina lo que impide la formación de metabolítos tóxicos, aunque no evita la necesidad de la dieta porque persiste el acúmulo de tirosina36. Por los datos disponibles hasta el momento, al menos en el modelo animal, no impide el desarrollo de hepatocarcinoma y aún no se puede decir que sea el tratamiento definitivo para todos los pacientes. Este sigue siendo el trasplante hepático. Antes del NTBC su indicación se basaba en el tratamiento urgente de la insuficiencia hepática aguda no controlada por los medios habituales o en la presencia de hepatopatía crónica descompensada y sobre todo en la indicación electiva e individualizada por el riesgo de hepatocarcinoma37. Actualmente la indicación del trasplante se hace ante la falta de respuesta al tratamiento con NTBC38,39, reconociéndose a los pacientes no respondedores por la persistencia de la coagulopatía, progresión de la hepatopatía con intensa colestasis y evolución a fallo hepático. A largo plazo el fracaso del tratamiento médico se va a manifestar por hepatopatía progresiva, con transformación nodular evidente en la ultrasonografía hepática, aumento de los niveles séricos de a-fetoproteína y alteraciones de la coagulación. Otra consideración para 849 Tirosina Tirosinaminotransferasa 4-hidroxifenilpiruvato 4-hidroxifenilpirúvicodioxigenasa NTBC Homogentisato 5-delta aminolevuínico Homogentisato dioxigenasa Porfobilinógeno sintetasa Porfobilinógeno Síntesis del HEM Maleilacetoacetato Succinilacetona Maleilacetoacetato isomerasa Fumarilacetoacetato Fumarilacetoacetato hidrolasa Fumarato+Acetoacetato Defecto en la Tirosinemia tipo 1 Fig. 69.8 — Vía catabólica de la tirosina y mecanismo de acción del NTBC. indicar el trasplante a pesar del tratamiento con NTBC puede ser la mala calidad de vida por la necesidad de frecuentes controles analíticos y la dieta estricta. En nuestra institución antes de disponer del NTBC se han trasplantado tres pacientes (supervivencia a los 5 años del 100%) de forma electiva por crisis neurológicas (1paciente), hepatopatía crónica con displasia (2 pacientes)40. Tras disponer del NTBC se han diagnosticado 3 nuevos casos de tirosinemia, dos de las cuales siguen el tratamiento de forma muy favorable tras dos y cinco años de evolución. En un caso de debut agudo a los 4 meses de edad y a pesar de la introducción precoz del NTBC el paciente falleció en lista de espera de trasplante. En la evaluación pretrasplante de los pacientes, sobre todo crónicos y no tratados con NTBC, debe prestarse especial atención a la función renal, que en algunos casos puede estar especialmente afectada (filtrado gomerular por debajo de 30 ml/min/1,73 m2) y obligar al doble trasplante de riñón e hígado. Habitualmente, después del 850 trasplante la función renal mejora inicialmente pero los pacientes pueden seguir excretando SA en orina por la producción en la célula tubular renal, siendo dificil de aclarar por los estudios actuales si la afectación de algunos a largo plazo es por el propio defecto enzimático o por la nefrotoxicidad de los inmunosupresoreso:41. TRASPLANTE HEPÁTICO EN LAS ENFERMEDADES POR DEPÓSITO DE GLUCOGENO Las glucogenosis son un grupo de enfermedades hereditarias con característica bioquímica común: la alteración del depósito de glucógeno en los tejidos afectados, en los que puede estar aumentado en cantidad o tener una estructura anormal. Las glucogenosis se producen cuando existe una deficiencia genética de la actividad de alguna de las enzimas que lo sintetizan o degradan. Por tanto los tejidos más afectados son aquéellos en los que el metabolismo del glucógeno es más importante: el hígado y el músculo42,43. En la mayoría de las glucogenosis las manifestaciones clínicas son expresión de la dificultad que tienen estos tejidos para movilizar sus depósitos de glucógeno. Así, si el hígado es el afectado, se produce alteración de la glucemia postabsortiva, hepatomegalia e hipocrecimiento. Cuando el músculo está afectado, puede aparecer debilidad muscular, fatigabilidad precoz con intolerancia al ejercicio e incluso, en algunos tipos de glucogenosis, dolor muscular y contracturas cuando el ejercicio es rápido e intenso42. También existen otras glucogenosis en las que las manifestaciones clínicas no están relacionadas con un defecto en la degradación fosforolítica del glucógeno como ocurre en la deficiencia de la a– glucosidasa ácida y en la deficiencia de la enzima ramificante. En la primera, el glucógeno se acumula en una inusual estructura subcelular y en la segunda el glucógeno tiene una estructura anormal 42,43,44. A partir de 1952, fecha en la que los Cori descubrieron la deficiencia de actividad de la glucosa-6-fosfatasa, se han ido identificando otros déficits enzimáticos como causa de las diferentes glucogenosis. Según la actividad enzimática deficiente y distinguiendo entre las isoenzimas de uno u otro tejido, Cori sugirió una clasificación numérica, basada en un orden cronológico, que fue aceptada de modo general. Se llegaron a definir hasta siete tipos de glucogenosis. Posteriormente se han caracterizado nuevas deficiencias enzimáticas y en los últimos años se están identificando las mutaciones que las producen. En la actualidad se tiende a designar las glucogenosis según la naturaleza del déficit enzimático, y en algún caso, con subtipos42. En general, se pueden distinguir tres tipos de glucogenosis dependiendo de la expresión clínica y de los hallazgos histopatológicos: glucogenosis hepática, glucogenosis muscular y glucogenosis generalizada, con manifestaciones hepáticas, musculares y cardíacas 46. las glucogenosis VI y IX por deficiencia de la fosforilasa y de la fosforilasa-b-quinasa respectivamente 42,43,46. (Ver Tabla 69.3) La evolución clínica y el pronóstico de las glucogenosis con afectación hepática ha mejorado con el diagnóstico precoz y la instauración de un tratamiento dietético adecuado47. El objetivo del tratamiento nutricional es prevenir la hipoglucemia, manteniendo niveles plasmáticos de glucosa superiores a 3,89 mmol/L y evitar sus consecuencias metabólicas. Para ello se utilizan dos estrategias: la realización de comidas frecuentes durante el día, cada 2h a 4h, ricas en hidratos de carbono además de una infusión nocturna de glucosa a través de una sonda nasogástrica48,49 o bien la administración de almidón crudo de maíz50-53. Los resultados obtenidos con ambos métodos son similares54. El tratamiento dietético en la glucogenosis III es menos exigente que en el tipo I, ya que no exige la restricción de fructosa, sacarosa ni lactosa. No es aceptada por todos los autores la indicación de una dieta hiperproteica con restricción de los azúcares. En presencia de hipoglucemia sin embargo el manejo debe ser similar al de la glucogenosis I. La nutrición enteral nocturna quedaría reservada para lactantes y niños pequeños con formas clínicas graves, hipoglucemia precoz y severa, miopatía o afectación hepática. En la glucogenosis IV, el almidón crudo de maíz o la nutrición enteral continua pueden mejorar temporalmente la situación clínica pero el único tratamiento efectivo es el trasplante hepático. El papel del tratamiento dietético en las glucogenosis por déficit de fosforilasa y de fosforilasa-b-quinasa no está claro. Está indicado en lactantes y niños pequeños, recomendándose evitar los períodos prolongados de ayuno y dar tomas adicionales en los episodios infecciosos. Las glucogenosis con afectación hepática son: 1. la glucogenosis tipo Ia o deficiencia de la glucosa-6-fosfatasa, la tipo Ib o deficiencia de la glucosa-6-fosfatasa translocasa, ambas con un fenotipo común estando también afectado el riñón y en la tipo Ib los leucocitos; 2. la glucogenosis tipo III o deficiencia de la enzima desramificante, que afecta a músculo; 3. la tipo IV o deficiencia de la enzima ramificante exclusivamente hepática y 4. 851 Las glucogenosis I, III y IV pueden asociarse a enfermedad hepática grave. La insuficiencia hepática y el desarrollo de carcinoma hepatocelular hacen de estos pacientes candidatos potenciales a trasplante hepático13,55-64. La glucogenosis tipo IV constituye una indicación clara de trasplante, ya que esta técnica es el único tratamiento para la enfermedad cuando la cirrosis ya está establecida o se presenta un fallo hepático9,55,56. De los pacientes referidos en la literatura, trece, solo uno presentó complicaciones cardíacas63 o neuromusculares postrasplante. En la glucogenosis IV, como en muchas metabolopatías, la existencia de manifestaciones extrahepáticas que pueden comprometer la vida, exige que la valoración del candidato sea muy cuidadosa55,63. Sin embargo en las glucogenosis I y III, las indicaciones no están completamente definidas. Las indicaciones de trasplante en la glucogenosis I son 57,58: 1. Imposibilidad de conseguir un correcto control metabólico; 2. Adenomas hepáticos múltiples y/o riesgo de malignización y 3. Hepatocarcinoma. Con el trasplante hepático pueden corregirse las alteraciones metabólicas y en algunos pacientes se consigue una mejoría de la curva de crecimiento59,62. El trasplante no evita la progresión de la enfermedad renal59 ni logra la desaparición de las manifestaciones extrahepáticas. Hay dos referencias de pacientes con glucogenosis tipo Ia en los que se ha hecho un trasplante combinado de hígado y riñón. El trasplante hepático es excepcional en la glucogenosis III61,64, ya que en estos pacientes la fibrosis, presente siempre en la biopsia hepática, suele permanecer estable sin progresión a cirrosis. La indicación de trasplante se establecería en caso de cirrosis con signos de insuficiencia hepática. Se ha descrito la aparición de adenomas en el 25% de los pacientes, ninguno de los cuales se ha malignizado. En las glucogenosis VI y IX el trasplante no está indicado ya que son formas benignas de glucogenosis en las que, habitualmente, la hepatomegalia y la elevación de las transaminasas remiten a medida que el niño se hace mayor64. No obstante, se han descrito casos excepcionales de cirrosis en pacientes con glucogenosis IX65. TRASPLANTE HEPÁTICO EN LOS TRASTORNOS DE LA CADENA RESPIRATORIA MITOCONDRIAL En los últimos años los errores innatos del metabolismo de la fosforilación oxidativa, tambi852 én denominados trastornos de la cadena respiratoria mitocondrial (TCRM) se han confirmado como causa de fallo hepático en recién nacidos y lactantes y de hepatopatía crónica en niños 66-71. En muchos casos la evolución es rápidamente fatal o puede complicarse por la afectación neurológica frecuente en esta enfermedad multisistémica. Se han publicado varios artículos sobre niños afectos de TCRM trasplantados del hígado, cuyo resultado no puede considerarse totalmente satisfactorio. Estos resultados han servido para que algunos autores consideren que los trastornos de la cadena respiratoria deban considerarse una contraindicación al trasplante hepático 7,73. Los trastornos de la cadena respiratoria mitocondrial son enfermedades hereditarias infrecuentes que afectan muchos órganos. Las manifestaciones clínicas dependen de los órganos afectados predominando hígado, músculo, sistema nervioso central, corazón, riñón, etc 72,74. Se han descrito dos formas de enfermedad hepática asociada a los TCRM 70 según el cuadro clínico y su gravedad. 1. Una forma neonatal grave de comienzo en la primera semana de vida, con hipoglucemia, afectación neurológica (hipotonía severa, epilepsia miclónica, retraso psicomotor) y fallo hepático de curso rápidamente fatal y 2. una forma de comienzo tardío, a partir del segundo mes de vida, con hepatomegalia e ictericia con progresión a fallo hepático. En estos pacientes la afectación neurológica no está siempre presente pero el pronóstico es fatal en prácticamente la totalidad de los mismos, dependiendo de la insuficiencia hepática. Actualmente, el tratamiento es sintomático y no modifica significativamente el curso de la enfermedad, que puede fluctuar a lo largo de la vida del paciente, con episodios agudos seguidos de episodios de recuperación del estado del enfermo. Las hepatopatías mitocondriales primarias son causadas por defectos únicos o múltiples de los enzimas de la cadena respiratoria situados en la capa interna de la membrana mitocondrial72,74. Estas enzimas intervienen en el transporte de electrones procedentes del metabolismo de la glucosa y de los ácidos grasos al oxígeno. La NADHCoQ óxido-reductasa (complejo I), la succinato-deshidrogenasa (complejo II), la CoQcitocromo óxido-reductasa (complejo III), la citocromo c oxidasa (complejo IV) y la ATP sintetasa (complejo V) pueden ser deficientes aislada o si- multáneamente. Además la deficiencia puede afectar a la ubiquinona o coenzima Q (CoQ) y al citocromo c. (ver Fig. 69.9) En los TCRM se han descrito delecciones, deplecciones y mutaciones del ADN mitocondrial, pero el defecto genético también puede encontrarse en el ADN nuclear e interferir secundariamente con la expresión y del genoma mitocondrial. Por tanto el tipo de herencia de los TCRM puede ser autosómica recesiva, autosómico dominante o ligado a X en el caso de las alteraciones en el genoma nuclear o ser enfermedades de transmisión materna en el caso de alteraciones en el ADN mitocondrial 75. El diagnóstico de los TCRM (ver Tabla 69.4) debe sospecharse en todo paciente con episodios de hipoglucemia, aumento postprandial del lactato que se normaliza con el ayuno y aumento del cociente lactato/piruvato72,74,76. Los cuerpos cetó- nicos séricos pueden estar aumentados como consecuencia del acúmulo de los metabolitos intermediarios. Los déficits enzimáticos de la cadena respiratoria provocan una oxidación incompleta de los sustratos energéticos, hidratos de carbono, ácidos grasos y aminoácidos. El ácido láctico se acumula de modo característico en el período postprandial, lo que condiciona un aumento del cociente lactato/piruvato, mientras que el ayuno causa una progresiva normalización de los niveles de lactato. La oxidación incompleta de los sustratos energéticos puede condicionar un consumo excesivo de la glucosa como fuente de energía y ser la causa de la hipoglucemia, aunque ésta no siempre está presente en estos pacientes. Como estas vías metabólicas están acopladas con la producción de ATP, en estos enfermos hay una “deplección energética” que es la causa de la disfunción celular, por ejemplo fallo hepático. Fumarato Succinato Matrix ADP ATP NAD NADH Cx V Cx II Cx I Membrana mitocondrial interna Cx III Cx IV Capítulo xx e¯ UQ Membrana mitocondrial interna Cyt C H+ H+ O2 H2O H+ H+ Membrana mitocondrial externa Citoplasma Fig. 69.9 — Esquema de los complejos enzimáticos y cofactores que intervienen en la fosforilación oxidativa (cadena respiratoria mitocondrial). 853 nido una evolución postrasplante muy satisfactoria, sin desarrollar afectación neurológica, considerándose adecuados para recibir un injerto68,78. El diagnóstico pretrasplante de los pacientes que debutan con fallo hepático agudo es muy difícil. La acidosis láctica es un hallazgo del fallo hepático y las alteraciones de la coagulación impiden muchas veces la realización de una biopsia, si bien sus resultados histopatológicos serían orientativos y el diagnóstico definitivo quedaría pendiente de la realización de los estudios enzimáticos73,79. El plazo de tiempo inevitable para obtener resultados, hace que la realización de estos estudios tenga un valor relativo ante la necesidad de tomar una decisión urgente80. Hay que recordar que la normalidad de la actividad enzimática mitocondrial en músculo o fibroblastos no excluye la enfermedad hepática y/o neurológica. Los hallazgos histológicos, en la biopsia hepática, son inespecíficos, pudiendo observarse signos de hepatitis neonatal, colestasis, fibrosis, microesteatosis y cirrosis micronodular. Al microscopio electrónico se identifican mitocondrias hinchadas con disminución o desaparición de las crestas y una matriz granular 76. Se han publicado varias series de pacientes trasplantados por TCRM, en general con pocos pacientes y resultados dispares68,70,73,77,78. La serie más amplia recoge la evolución de 5 pacientes77 de los cuales dos pacientes sin afectación extrahepática permanecen asíntomáticos tras el trasplante, dos pacientes desarrollan afectación neurológica y el quinto paciente fallece por un fallo multiorgánico. La mortalidad en las formas de presentación neonatal fue del 66% y del 38% en las de comienzo tardío. El pronóstico es favorable en los pacientes con afectación exclusiva del hígado, sin participación de otros órganos70, mientras que en los pacientes con enfermedad multisistémica, sobre todo con afectación del sistema nervioso central el pronóstico es uniformemente fatal. Hay que tener en cuenta que algunos pacientes trasplantados, con afectación hepática exclusiva al inicio, desarrollaron cuadros neurológicos severos postrasplante73,77. Algunos pacientes han te854 La decisión de trasplantar o no, se suele basar en la comprobación de un desarrollo psicomotor normal o retrasado, basándose en la historia clínica previa, en la exploración y estudios complementarios. Es esencial realizar un diagnóstico correcto81. En el fracaso hepático de comienzo tardío, el diagnóstico puede realizarse con la máxima seguridad posible antes de tomar la decisión indicar el trasplante. El trasplante se indicará cuando la alteración de la función hepática compromete la vida y el tratamiento nutricional y sintomático ha fracasado de un modo evidente. La decisión no se debe tomar precipitadamente ya que en muchos enfermos la función hepática puede estabilizarse o incluso mejorar hasta niveles muy próximos a la normalidad, lo que permite a estos niños llevar una vida prácticamente normal. La familia debe conocer la posibilidad de que el paciente desarrolle manifestaciones clínicas de la enfermedad en otros órganos a corto o largo plazo postrasplante y que la supervivencia postrasplante en los TCRM es menor que en otras metabolopatias, 45% frente a 90%. En el caso de lactantes con fallo hepático agudo y sospecha de TCRM es esencial investigar y excluir la afectación extrahepática. Se debe hacer una investigación cuidadosa de todos los órganos potencialmente afectados (SNC, músculo, riñón, páncreas, médula ósea), por medio de estudios de resonancia cerebral, de lactato y piruvato en LCR y plasma, examen oftalmológico, estudio de médula ósea, biopsia muscular, piel e hígado y determinación de la actividad en- zimática de la cadena respiratoria en músculo, fibroblastos e hígado72,73. El trasplante hepático auxiliar no parece tener indicación en estos pacientes ya que el hígado nativo suele evolucionar a la cirrosis y hay un riesgo potencial, como en otras crirosis metabólicas, de desarrollar hepatocarcinoma. Respecto al trasplante de donante vivo relacionado, aunque se ha realizado en alguna ocasión con buena evolución, existe un riesgo teórico dado ya que es una enfermedad de transmisión materna. La donación sólo puede ser aceptada si se comprueba una actividad normal de las enzimas de la cadena respiratoria en la biopsia hepática pretrasplante. TRASPLANTE HEPÁTICO EN LA FIBROSIS QUÍSTICA La fibrosis quística (FQ) es una enfermedad metabólica causada por la alteración del transporte iónico del cloro a través de la membrana de las células epiteliales exocrinas del organismo. La FQ es la única enfermedad metabólica hereditaria del hígado en la cual la anomalía primaria está localizada en el epitelio biliar intrahepático, los colangiocitos, y no en los hepatocitos. Aunque ya en 1938 Andersen82 reconociera la afectación del hígado y la vía biliar como una posible complicación de la fibrosis quística (FQ), esta patología ha recibido, durante años, muy escasa atención por los clínicos e investigadores. Recientemente, con la mayor expectativa de vida de los pacientes con esta enfermedad, cuya supervivencia alcanza actualmente los 30 años, ha aumentado el interés sobre el potencial impacto que la enfermedad hepatobiliar tiene en la supervivencia y calidad de vida de estos pacientes83. Según el informe correspondiente al año 1999 de la Cystic Fibrosis Foundation (CFF) la predicción de supervivencia para ese año era de 29,1 años de mediana (rango: 27,5-31,6)84. La hepatopatía sintomática es una complicación infrecuente, referida en menos del 5% de los pacientes y en aproximadamente un 2% es considerada la causa del fallecimiento del paciente. En los 21.588 pacientes registrados por la CFF la prevalencia de enfermedad hepática era del 4,5% y en el 1,6% la afectación hepática fue la causa primera de fallecimiento84. Sin embargo, estos datos subestiman de manera importante la incidencia real de las anomalías hepáticas85, observándose un aumento de su frecuencia con la edad. Los datos sobre la incidencia y la prevalencia de la hepatopatía asociada a la fibrosis quística no son definitivos, dada la escasa sensibilidad de los métodos diagnósticos86. Por ello no es sorprendente la amplia variabilidad de las cifras publicadas.También influyen las diferencias metodológicas, especialmente los criterios de selección de los pacientes y la definición de hepatopatía asociada a la FQ85. La mayor prevalencia se obtiene en series de autopsias (50%). Un hallazgo importante de los estudios postmortem es la relación directa entre edad y enfermedad hepática, con un incremento de la prevalencia y de la severidad al aumentar la edad. Si se utilizan varios métodos diagnósticos: pruebas bioquímicas, ultrasonografía hepática, gammagrafía isotópica y biopsia hepática, la afectación subclínica puede alcanzar el 37%85. Se han publicado varios estudios sobre la hepatopatía asociada a la fibrosis quística. En la serie de Scopp-Jupp y col.87, en una población de 1.100 pacientes ingleses se identificó enfermedad hepática, definida como hepato-esplenomegalia y alteración de la enzimología hepática, en un 4,2% con un pico máximo de incidencia del 8,7% en la adolescencia y una caída significativa de la prevalencia a partir de los 20 años. Fitz Simmons88 detectó la existencia de cirrosis en un 1,4% de 16.000 pacientes con FQ, estando el pico de mayor frecuencia, 2,7%, entre los 16 y los 20 años. Los datos publicados por Fiegelson y Navarro89 dan una prevalencia de cirrosis biliar multilobular del 7% en 450 pacientes franceses, con una edad media de 7 años, no detectándose nuevos casos durante el seguimiento de 107 pacientes mayores de 18 años. Todos los autores coinciden en la afirmación de que la prevalencia de enfermedad hepática evidente no aumenta significativamente después de la adolescencia. Estos datos son coincidentes con nuestra experiencia. En un estudio de prevalencia de hepatopatía relacionada efectuado en los pacientes con FQ seguidos en las unidades de la Comunidad Autónoma de Madrid se comprobó que la edad media de los pacientes al diagnóstico de la enfermedad hepática era de 6,6 años y la prevalencia de la misma del 13,3%90, inferior a la de nuestra unidad del hospital “Doce de Octubre” de Madrid que es del 24% (datos no publicados). Valor que puede estar sesgado al ser nuestra unidad centro de referencia para trasplante hepático. 855 Las causas de la menor frecuencia de enfermedad hepática clínica después de la pubertad no están aclaradas, aunque podrían relacionarse bien con una valoración inadecuada de la misma o bien con que la hepatopatía puede ser una causa de mortalidad en los enfermos con FQ. Williams y col.91 analizan los factores de riesgo que pueden condicionar un fallecimiento precoz e identifican a la hepatopatía como uno de ellos, aunque sólo el 2% de las muertes se le pueden atribuir directamente. La fibrosis quística es una enfermedad genética autosómica recesiva, monogénica y causada por mutaciones en el gen regulador de la conductancia transmembranosa (cftr). Hay una considerable variación inter e intrafamiliar en el fenotipo de la enfermedad debido en parte a la alta heterogeneidad alélica del gen cftr, pues el número de mutaciones descritas se aproxima a 100092. Estas mutaciones eliminan completa o parcialmente la función de la CFTR y por tanto algunas se asocian con las formas clínicas más severas de la FQ, mientras que otras lo hacen con formas más leves. Por tanto el genotipo constituye la primera causa de variabilidad clínica. Numerosos estudios genotipo-fenotipo han demostrado que algunas formas clínicas de la FQ, como la insuficiencia pancreática exocrina, se correlacionan con determinadas mutaciones, mientras que otras como la enfermedad pulmonar o la afectación hepática tienen una escasa correlación con el genotipo93,94. Aunque pendiente de confirmación, en estudios epidemiológicos recientes la presencia de mutaciones de clase IV, mutaciones en los dominios transmembrana y que dan lugar a una conducción anómala del Cl- regulada por AMPc, ya sea en homocigosis o en heterocigosis e independientemente de la naturaleza de la mutación presente en el otro cromosoma, parece ofrecer algún grado de protección frente a la insuficiencia pancreática, enfermedad hepática y diabetes mellitus95. Las variaciones fenotípicas observadas entre los pacientes y especialmente entre hermanos que tienen el mismo genotipo, implican la contribución de otros factores que modulan la evolución de estos pacientes. Además del impacto innegable de los factores ambientales, que influyen sobre todo en la función pulmonar, cada vez hay mayor evidencia acerca de la importancia de factores genéticos secundarios que participan significativamente en la modulación de la severidad de la FQ. 856 Estos modificadores de la FQ son genes, diferentes del gen cftr, que codifican proteínas cuya función es modular la severidad de la enfermedad a diferentes niveles y estadios de la patofisiología CFTR-dependiente. Comprensiblemente el principal esfuerzo se ha dedicado a la investigación e identificación de modicadores-FQ asociados con la afectación pulmonar, dada su escasa correlación con el genotipo CFTR y a que es la principal causa de morbilidad y mortalidad de estos enfermos. Pero también se han investigado modificadores relacionados con otras manifestaciones gastrointestinales características de los pacientes con FQ y que no se correlacionan tampoco con el genotipo CFTR, como son el ileo meconial y la afectación hepática. Esta última manifestación infrecuente de la FQ se ha relacionado recientemente a dos genes: gen del ligando de la manosa (Mannose Binding Lectin: MBL) y el gen AT-alfa 1. En estudios publicados recientemente se ha comprobado que la presencia de cirrosis se asocia de modo significativo con mutaciones del gen MBL, ya sea en homocigosidad o heterocigosidad96. Los autores plantean la hipótesis de que la inmunodeficiencia asociada a las variantes del gen MBL podría facilitar la progresión de la lesión hepática iniciada por otras causas. A favor de la influencia de factores ambientales u otros factores genéticos está el hecho de que existe una mayor probabilidad, de hasta el 20%, de desarrollar enfermedad hepática clínica en una familia con algún otro miembro con hepatopatía frente a un 4,7% de la población global con fibrosis quística del Reino Unido. Desconocemos por qué sólo una minoría de pacientes FQ desarrolla hepatopatía. Se han implicado una gran cantidad de factores como son las alteraciones en el metabolismo de las sales biliares, la malnutrición, infecciones bacterianas o víricas, la hepatotoxicidad de determinados fármacos y anomalías intrínsecas de los conductos biliares, sin resultados concluyentes. No se ha encontrado ninguna asociación entre determinadas mutaciones del gen cftr y la afectación hepática. No hay diferencias significativas en la frecuencia de determinados alelos entre los pacientes con hepatopatía y la población FQ global97,98,99. En general, las mutaciones encontradas en estos pacientes son las que se asocian a insuficiencia pancreática exocrina. Existen discrepancias sobre si la insuficiencia o suficiencia pancreá- tica influyen en el desarrollo de enfermedad hepática relacionada. Si bien, en la practica totalidad de los estudios todos los pacientes son insuficientes pancreáticos, se han descrito casos de hepatopatía en pacientes con suficiencia pancreática100. Se ha analizado la posible relación entre la enfermedad hepática de la FQ y el sistema del complejo mayor de histocompatibilidad (HLA) localizado en el cromosoma 6. Duthie y col. 101 estudiaron los antígenos HLA de clase I y II en 274 pacientes, niños y adultos jóvenes, con fibrosis quística, 82 con hepatopatía, y observaron un aumento significativo de la frecuencia de DQ6 en los pacientes con hepatopatía y asociaciones más débiles con DR2(DR15:DRB1*15), B7, B16, B21 y B22. En el subgrupo con hipertensión portal solamente permaneció la asociación con el haplotipo B7, DR15 y DQ6. Lo cual sugiere que un alelo próximo al locus B puede conferir susceptibilidad por medio de una respuesta inmune alterada. Todas estas asociaciones se aplicaban únicamente a varones. Algunos trabajos señalan un mayor riesgo de hepatopatía en los pacientes de sexo masculino101, aunque otros no encuentran diferencias significativas respecto al sexo102. Nuestro grupo también ha encontrado una asociación entre hepatopatía y DQB1*06 (DQ6), en el estudio efectuado en 44 pacientes con FQ, 14 de ellos con afectación hepática, sin que el sexo influyese en la misma103. Varios autores han señalado que tanto el ileo meconial (IM) como el síndrome de obstrucción del intestino distal (SOID) son factores de riesgo para el desarrollo de hepatopatía. Roy en 1989 publicó un estudio necrópsico de pacientes con FQ en el que los antecedentesde IM ó SOID eran más frecuentes en el grupo de los que tenían cirrosis104. En la serie de Colombo, la prevalencia de hepatopatía es del 18%, aumentando al 35,3% en los pacientes con IM102. En un estudio español de 400 pacientes la prevalencia de hepatopatía en la población FQ es el 13,3% y en los pacientes con IM ó SOID del 24% y del 16% respectivamente 90. El grado de afectación pulmonar no se relaciona con la existencia o gravedad de la enfermedad hepática, ni tampoco se ha demostrado correlación con el estado nutricional, si bien la malnutrición puede influir en el desarrollo de esteatosis. El trasplante hepático debe ser considerado el tratamiento electivo en los pacientes con hepatopatía avanzada o terminal y afectación respiratoria leve o moderada. En los pacientes con enfermedad hepática relacionada con la fibrosis quística esta técnica se consideró contraindicada porque la afectación pulmonar podría aumentar los riesgos quirúrgicos y la medicación inmunosupresora un agravamiento de la severidad de la infección pulmonar y comprometer la vida del receptor105. Sin embargo, estos temores no se han confirmado y los resultados globales de los pacientes publicados son muy esperanzadores con supervivencias que oscilan entre el 70% y el 100% en los enfermos con afectación leve o moderada106. Aunque la experiencia no es todavía muy abundante98,105-115, no se han observado diferencias significativas en lo que respecta a la supervivencia y calidad de vida entre los pacientes trasplantados con fibrosis quística y los trasplantados por otras indicaciones. Incluso se ha demostrado un efecto beneficioso del trasplante hepático aislado sobre la función pulmonar, habiéndose barajado como posibles factores la mejoría del estado nutricional, la disminución de la distensión abdominal, el efecto sobre el organismo de un hígado metabólicamente “sano”, la desaparición de los “shunts” intrapulmonares y el tratamiento inmunosupresor, que en sí mismo puede tener una acción específica sobre la inflamación mejorando la función pulmonar98. Se tienen pocos datos acerca del momento óptimo de establecer la indicación del trasplante. Noble-Jamieson ha publicado un sistema de puntuación que puede servir de guía para orientar al clínico sobre cuándo debe referir al paciente a una unidad de trasplante114. El sistema valora de un modo semi-cuantitativo la severidad de la hipertensión portal (varices, hematemesis), del hiperesplenismo (leucocitos, plaquetas), la alteración de la función de síntesis del hígado y del estado nutricional (indice de masa corporal, circunferencia media del brazo). Considerando que una puntuación igual o mayor de 10 indica la necesidad de evaluación del paciente como candidato a trasplante (ver Tabla 69.5). Algunos autores109 recomiendan la realización de una colangiografía retrógrada endoscópica a todos los pacientes con fibrosis quística candidatos a trasplante hepático para decidir qué anastomosis biliar realizar y evitar complicaciones biliares posteriores. Se reco857 mienda la realización de hepato-yeyunostomía, como la técnica de anastomosis biliar, en los pacientes con FQ que requieren trasplante hepático para evitar complicaciones biliares postrasplante116. Como en otras enfermedades, las contraindicaciones se han ido reduciendo a medida que ha aumentado la experiencia y han mejorado las técnicas quirúrgicas. En el momento actual ni la diabetes, la malnutrición o la afectación pulmonar moderada-severa constituyen una contraindicación absoluta, y solamente una función pulmonar muy alterada con reagudizaciones infecciosas frecuentes, la hipertensión pulmonar grave con disfunción ventricular, la colonización por Burkolderia cepacea con otros organismos multirresistentes, contraindican un trasplante hepático aislado, debiendo considerarse la realización de un trasplante combinado hígado-pulmón o hígadopulmón corazón. Se ha de considerar de modo especial al paciente con aspergilosis u otra infección fúngica diseminada, aunque algunos enfermos colonizados por Aspergillus han sido trasplantados sin mayores problemas infecciosos en el postrasplante. Es imprescindible la valoración cuidadosa e individualizada de los pacientes con estos problemas114. El cuidado postoperatorio no difiere del de otros pacientes trasplantados, teniendo en cuenta que las dosis de ciclosporina que necesitan, para mantener niveles adecuados, suelen ser mayores que los pacientes trasplantados por otra indicación, hecho que puede estar relacionado con la insuficiencia pancreática exocrina existente en estos enfermos y al metabolismo alterado de los fármacos, (¿mayor aclaramiento?). El primer punto puede obviarse actualmente con la nueva forma galénica de la ciclosporina, el Sandimum NeoralÒ, que se presenta como microemulsión y cuya absorción depende menos de la bilis y tiene un patrón de absorción más predecible117,118 y con el nuevo inmunosupresor tacrolimus (PrografÒ). El número de trasplantes hepáticos realizados en pacientes con FQ no es muy grande, teniendo los grupos de trasplante poca experiencia en la indicación y manejo de estos enfermos. En el informe del año 1999, la CFF recoge 2 pacientes FQ trasplantados de hígado en el año 1989 y 10 y 11 pacientes trasplantados en los años 1994 y 1999 respectivamente84. En nuestra experiencia el trasplante hepático en los pacientes con fibrosis quística es una técnica bien tolerada, con escasas complicaciones y que a largo plazo no aumenta el riesgo112. De los 107 trasplantes hepáticos realizados por nuestro grupo en el período 1986-2000 en 6 (5,6%) el diagnóstico era hepatopatía asociada a FQ. La supervivencia de los pacientes con FQ trasplantados es del 83,4%, similar a la del total de los pacientes trasplantados 79,8%, sin diferencia significativa entre ambas. La indicación de trasplante hepático se ha realizado en el 7,5%, siete de los 93 pacientes seguidos en nuestra unidad de fibrosis quística. Las principales indicaciones de trasplante en estos pacientes han sido la hipertensión portal y sus complicaciones, sangrado, hiperesplenismo y descompensación ascítica; fallo hepático y malnutrción. Como otros autores, hemos comprobado una mejoría postrasplante de la función pulmonar113. La realización de un trasplante combinado hígado -pulmón o hígado-pulmón-corazón43,119,120,121 debe considerarse en los pacientes con cirrosis y enfermedad pulmonar severa e ireversible. La experiencia actual con estas técnicas es demasiado escasa para poder extraer conclusiones firmes sobre sus indicaciones y resultados, si bien en las publicaciones más recientes los resultados son alentadores119. En los pacientes pediátricos, el trasplante combinado constituye una opción realista con buenos resultados, superviven- 858 cia al año y a los tres años del 87,5% y del 64,2% respectivamente120 en un grupo de siete niños con trasplante combinado, tres hígado- pulmón y cuatro hígado-pulmón-corazón. ENFERMEDAD DE WILSON Los pacientes con enfermedad de Wilson son candidatos a trasplante hepático cuando la enfermedad debuta como fallo hepático agudo, en casos de enfermedad hepática descompensada, cirrosis, que no ha respondido al tratamiento médico y en aquellos pacientes con insuficiencia hepática severa por la supresión del tratamiento médico2,122. No existe ninguna diferencia en las indicaciones del trasplante en la enfermedad de Wilson entre los adultos y la población infantil123. La enfermedad de Wilson es un trastorno hereditario, autosómico recesivo, del metabolismo del cobre, que se caracteriza por el depósito de este metal en el hígado, sistema nervioso central, ojos y otros órganos124. La enfermedad hepática se diagnostica en la infancia o adolescencia, manifestándose como hepatitis aguda, hepatitis fulminante con anemia hemolítica o como hepatitis crónica, siendo esta última forma clínica la más frecuente en la población pediátrica. Otras complicaciones de la enfermedad son alteraciones neurológicas, anemia hemolítica y alteración de la función renal. El diagnóstico se basa en el hallazgo de una ceruloplasmina sérica baja, menor de 20 mg/dl (el 10% de los pacientes con enfermedad de Wilson tienen niveles normales de ceruloplasmina), un aumento de la excreción urinaria de cobre, cupruria basal mayor de 100 mg/24h y cupruria tras D-penicilamina mayor de 1.500 mg/24h, aumento del cobre en tejido hepático (mayor de 250 mg/g de tejido) y detección con lámpara de hendidura del anillo corneal de Kayser-Fleischer, hallazgo infrecuente en niños. La respuesta al tratamiento médico con D-penicilamina, trientine o acetato de zinc es buena, con detención de la progresión de la enfermedad e incluso regresión de las manifestaciones clínicas. En el caso de que no haya respuesta al tratamiento médico y la enfermedad progrese, el trasplante hepático es la única opción terapéutica válida. En los pacientes con fallo hepático fulminante, la enfermedad es fatal en caso de no realizarse el trasplante. El pronóstico tras el trasplante es muy bueno, no hay evidencia de recidiva de la enfermedad primaria, depósito de cobre en hígado, y se ha descrito la mejoría e incluso desaparición de la sintomatología neurológica tras el mismo125,126,127. aunque sobre este punto existen datos contradictorios en la literatura médica128. La supervivencia al año tras el trasplante es excelente oscilando entre el 70% y el 90%. HEMOCROMATOSIS NEONATAL La hemocromatosis neonatal (HN) es un término utilizado para describir un trastorno infrecuente que es causa de fallo hepático agudo en el período de recién nacido o lactante pequeño. La edad de debut suele ser inmediata al nacimiento o entre las dos o seis semanas de vida y cursa con hipoglucemia, coagulopatía, encefalopatía y acumulación extrahepática de hierro que respeta el sistema retículoendotelial129,130 La etiopatogenia de este trastorno es desconocida, considerándose que puede deberse a un transporte excesivo de hierro o a un aclaramiento defectuoso del mismo por la unidad fetoplacentaria, si bien no se han encontrado datos que apoyen estas hipótesis. Se ha valorado el hecho de que se trate de un cuadro clínico-patológico final de varias enfermedades causantes de fallo hepático neonatal131. Knisely revisó los casos pubicados de hemocromatosis neonatal aplicando unos rígidos criterios diagnósticos: curso clínico rápidamente progresivo con muerte intraútero o en el período neonatal; diátesis hemorrágica; aumento de los depósitos tisulares de hierro en varios órganos, especialmente en el hígado, páncreas, corazón y glándulas endocrinas, sin afectar al sistema retículoendotelial; y sin evidencia de enfermedad hemolítica, síndromes con hemosiderosis o sobrecarga externa de hierro por transfusiones. Este autor no encuentró evidencia que apoyase que una absorción placentaria primaria excesiva de hierro fuese la causa de la HN130. El modo de herencia de la hemocromatosis neonatal no está completamente definido, inicialmente se estableció un modo de herencia autosómico recesivo132, pero posteriormente este patrón de herencia ha sido cuestionado por otros autores. Se ha propuesto que una penetrancia incompleta o un mosaicismo gonadal de un trastorno dominante, o incluso un “factor ambiental” materno o un trastorno mitocondrial, serían causas más pausibles que la herencia autosómica recesiva133. 859 El pronóstico de estos niños con tratamiento de mantenimiento es muy malo134. El uso de antioxidantes, vitaminas E y C, asociados a agentes quelantes, desferrioxamina, ha disminuido la morbimortalidad y ha conseguido retrasar o incluso evitar el trasplante en algunos niños 135. El diagnóstico de HN se basa en los síntomas y signos clínicos130, y es confirmado con hallazgos característicos de la resonancia magnética nuclear (RMN), disminución de la intensidad de la señal en T2, sugerente de sobrecarga de hierro136. Si la acumulación es lo suficientemente elevada, también disminuye en T1, o por el examen de la biopsia de mucosa oral137, biopsia hepática, pieza de hepatectomía u otros tejidos obtenidos en la autopsia. En los pacientes con fallo hepático en los que se sospecha hemocromatosis neonatal, malnutrición y cifras elevadas de ferritina en plasma, se debe iniciar tratamiento médico con antioxidantes, vitamina E, selenio y N-acetilcisteína, y quelantes, deferroxamina, y citoprotectores como la prostaglandina E1a, antes de indicar trasplante hepático ya que con este tratamiento se puede conseguir la remisión en el 50% de los enfermos. La respuesta clínica se observa a los 3 ó 4 días de iniciar el tratamiento135. Aunque el trasplante hepático se ha realizado con éxito en estos niños138,139,140, su edad y poco peso, la gravedad de la enfermedad y la dificultad de obtener donantes adecuados en un plazo corto de tiempo, contribuyen a la alta mortalidad que presentan. En los pacientes que han sobrevivido al trasplante se ha comprobado que no reaparece el depósito de hierro en el injerto y desaparecen los depósitos de este metal en las localizaciones extrahepáticas138. Muchos autores consideran el trasplante hepático como de elección para la HN134,138,140,141. Sin embargo, actualmente con el tratamiento farmacológico disponible el trasplante hepático se debe indicar, exclusivamente, en los no respondedores. SÍNDROME DE CRIGLER-NAJJAR TIPO 1 El síndrome de Crigler-Najjar (SCN) es un trastorno infrecuente del que se desconoce su verdadera prevalencia y que se caracteriza por hiperbilrruminemia indirecta o no conjugada desde el nacimiento. En el tipo 1 hay una deficiencia abso860 luta de la enzima bilirrubin-UDP-glucuroniltransferasa y en el tipo 2, la deficiencia es parcial. En el tipo 2, hay una respuesta al fenobarbital, el cual logra disminuir las cifras de bilirrubina, mientras que el tipo 1 no responde a este fármaco. El re:kernicterus es una complicación que puede presentarse en ambos tipos pero sobre todo en el tipo 1 y describe la impregnación por bilirrubina de los ganglios de la base, globus pallidus y núcleo subtalámico y de los núcleos de los pares craneales, condicionando sordera central, parálisis oculomotora, ataxia, coreoatetosis, retraso mental, crisis convulsivas, espasticidad e incluso la muerte. Pueden verse formas menos severas143. El kernicterus puede presentarse a cualquier edad, no siendo exclusivo del recién nacido o lactante pequeño y responder al tratamiento si se instaura precozmente. El síndrome de Crigler-Najjar tipo 1 es un trastorno autosómico recesivo que se manifiesta precozmente por hiperbilirrubinemia no conjugada. La complicación más grave es el kernicterus, el cual puede aparecer con cifras de bilirrubina indirecta de 20-30 mg/dl. El tratamiento clásico de esta enfermedad consiste en fototerapia, fenobarbital y exanguino-transfusión. Como no suele haber respuesta al tratamiento, se ha indicado el trasplante hepático, con buenos resultados144. Este síndrome se debe a un defecto en la glucuronización de la bilirrubina. Esta depende de la actividad de un complejo enzimático denominado uridin-difosfoglucuron-glucuronosiltransferasa (UGT). El SCN es causado por una mutación en uno de los cinco exones del gen que codifica la enzima bilirrubin-UDP-glucuronosiltransferasa por el exón 1*1 y los exones 2-5 del locus de la UDP-glucuronosiltransferasa 1. Se han identificado y clonado múltiples isoformas del complejo UGT (gen ugt 1). Estos enzimas son el producto de un gen complejo de 112 kilobases (kb) localizado en el brazo largo del cromosoma 2, en locus 2q37. Exones separados codifican los dos tipos de bilirrubin-UGT producidos por el gen. Se han descrito diferentes tipos de mutaciones (delecciones, cambio de pauta de lectura o frame-shift, etc.) en los diferentes exones que componen este gen. A partir del conocimiento exacto del gen SCN se sabe que ambos tipos tienen el mismo modo de herencia, autosómica recesiva. Los pacientes pueden ser homozigotos o heterozigotos compuestos. Dada la compleja estructura del gen ugt 1 el fenotipo del SCN es muy heterogéneo. El tratamiento de los pacientes con SCN tipo 1 consiste en exanguino-transfusiones, fototerapia, cuyo efecto puede ser incrementado con la administración oral de agentes quelantes de bilirrubina como el agar o fosfato cálcico, más eficaz. Los inhibidores de la hemoxigenasa como la tinprotoporfirina o la zinc-mesoporfirina pueden ser útiles cuando no hay respuesta a los tratamientos anteriores y los niveles de bilirrubina permanecen elevados145. Estos fármacos no están exentos de toxicidad, la tin-protoporfirina aumenta la fotosensibilidad de la piel y además su eficacia no está comprobada, ya que los enfermos son tratados a la vez con todos los procedimientos y fármacos disponibles146. Los pacientes con SCN tipo 1 necesitan fototerapia durante toda su vida o hasta que reciben un trasplante hepático. En el momento actual, el trasplante hepático ortotópico 147-154 o auxiliar144,153,155,156 es el único tratamiento que cura definitivamente la enfermedad. El fundamento del trasplante auxiliar es que, como se ha demostrado experimentalmente solo un 1% a 2% de hepatocitos son suficientes para conjugar correctamente la bilirrubina 157 . En el trasplante hepático ortotópico parcial auxiliar solo una parte del hígado del paciente, habitualmente el segmento lateral izquierdo, es reemplazado por un injerto de un tamaño adecuado156. Además se preserva parte del volumen del hígado del receptor que puede cubrir las necesidades funcionales en caso de rechazo del injerto y puede ser la diana en caso de terapia génica158,159. El trasplante de hepatocitos también se ha mostrado recientemente como un tratamiento efectivo en un niño con SCN tipo 1, consiguiéndose reducir el número de horas de fototerapia160. El momento del trasplante depende de cada paciente y se debe tener en cuenta que será necesario antes o después, ya que la fototerapia pierde eficacia a medida que el paciente se hace mayor y debemos evitar el kernicterus. No se deben administrar fármacos como las sulfamidas, los salicilatos o la penicilina, pues desplazan la bilirrubina de su unión con la albúmina. Los niños con kernicterus y daño neurológico grave no deben ser considerados candidatos a trasplante. Sin embargo, lesiones neurológicas leves no son una contraindicación al mismo. Se ha comprobado que los pacientes trasplantados con daño neurológico severo lo habían sido a una mayor edad (14,3 años) que los que no tenían daño neurológico o éste era muy leve (5,9 años). HIPEROXALURIA PRIMARIA TIPO 1 La hiperoxaluria primaria tipo 1 (HP tipo 1) es una enfermedad infrecuente con un modo de herencia autosómica recesiva. Se calcula una prevalencia de 1/120.000 recién nacidos vivos. Es causada por mutaciones en el gen que codifica la alanin-glioxilato aminotransferasa (AGXT) localizado en el cromosoma 2, locus 2q36-q37.3. Hasta el año 1999 se han descrito 17 polimorfismos y 17 mutaciones en el gen AGXT161. La AGT o alanin-glioxilato aminotransferasa es una enzima peroxisomal que se expresa exclusivamente en el hígado. En esta enfermedad la deficiencia hepática de la enzima AGT produce enfermedad renal y sistémica secundarias al depósito de oxalato. La disminución de la transaminación del glioxilato a glicina produce un aumento del oxalato, el cual es una sustancia poco soluble. La enfermedad se caracteriza por un aumento permanente de la excreción urinaria de oxalato cálcico que produce urolitiasis recurrente, nefrocalcinosis y a largo plazo enfermedad renal terminal. En la historia natural de la enfermedad se produce un depósito de oxalatos en otros tejidos (oxalosis), hueso, tejidos blandos, vasos sanguíneos, miocardio, ojos (retina, nervio óptico) y nervios. El fallecimiento por insuficiencia renal puede ocurrir en la infancia, formas de evolución rápida, o en la vida adulta. Los síntomas aparecen en el 50% de los niños afectos antes de los 5 años de edad y la insuficiencia renal a los 15 años, en el 50% de los pacientes diagnosticados de HP tipo 1. El diagnóstico se basa en el aumento en orina de las concentraciones de oxalato cálcico y de glicolato, en el aumento en plasma de oxalato y en la medición de la actividad de la AGT. La actividad enzimática puede medirse en tejido hepático obtenido por biopsia percútanea. La actividad de la AGT es deficiente en los pacientes con hiperoxaluria tipo 1 y el nivel de actividad se relaciona con la severidad clínica de la enfermedad. El tratamiento conservador de la HP tipo 1 incluye una abundante ingesta de líquidos (más de 3 l/1,73m2/día), piridoxina e inhibidores de la cristalización, como el citrato sódico/potásico (150 861 mg/Kg/día). También son útiles los diuréticos, como la furosemida, para lograr un volumen urinario alto, o las tiazidas, para limitar la excreción de calcio. El ortofosfato previene la formación de cálculos de oxalato cálcico. Algunos pacientes responden al tratamiento con vitamina B6 (5-10 mg/ kg/día)162. La piridoxina es un cofactor en la vía enzimática de la alanin-glioxilato aminotransferasa y administrada a dosis de 25 mg/día logra la normalización de la excreción urinaria de oxalato y glicolato163. Como se han observado casos de neuropatía sensorial con altas dosis de piridoxina, se debe tratar a este grupo de pacientes vitamina B6 dependientes con la menor dosis necesaria para normalizar la excreción en orina de los metabolitos tóxicos. El tratamiento curativo de esta metabolopatía es el trasplante hepático antes del desarrollo de insuficiencia renal164. El trasplante renal aislado no está indicado, ya que el injerto acaba fracasando funcionalmente al ser afectado por los depósitos de oxalatos162164,165. Se ha comprobado la recurrencia de la oxalosis en el riñón trasplantado, con un 15%-25% de supervivencia del injerto a los tres años del trasplante. El pronóstico a largo plazo tras el trasplante renal es incierto con una supervivencia del paciente del 10%-50% a los cinco a diez años. Además como ya se ha señalado, el trasplante renal no previene la progresión de las complicaciones vasculares y esqueléticas. En la opinión de los expertos el trasplante renal aislado solo está indicado en un grupo muy seleccionado de pacientes, aquellos que no tienen oxalosis sistémica y tienen un porcentaje de actividad hepática residual de AGT166. Con el trasplante hepático el defecto metabólico se corrige totalmente pero el curso postoperatorio depende de los depósitos de oxalato y de la función renal pretrasplante. Cuando la afectación renal es irreversible es necesario un trasplante combinado hígado-rinón165,167-169. Hasta 1997 en el Registro Europeo de Trasplante en la Hiperoxaluria primaria tipo 1, se habían recogido 87 trasplantes combinados de hígado y riñón170. La edad media de los pacientes trasplantados es de 17,3±11,7 años (rango: 1-57). Los resultados son muy buenos con una superviviencia de los pacientes del 80% a los cinco años y del 70% a los diez años del trasplante combinado. Se han publicado un paciente pediátrico de 22 meses con hiperoxaluria tipo 1 que ha recibido un injerto de donante 862 vivo relacionado, procedente de su padre, antes de que se hiciese evidente la afectación renal y en el que a los ocho meses postrasplante la excreción urinaria de oxalatos era normal y la función renal permanecía estable171. Se ha considerado por los expertos que el trasplante hepático aislado es, en estos pacientes, la primera opción terapéutica antes de que se establezca la insuficiencia renal terminal172. Sin embargo hasta el momento actual, el número de pacientes que han recibido un injerto hepático aislado es pequeño y las indicaciones no están claramente establecidas. El trasplante hepático permite la regresión de las lesiones sistémicas causadas por el depósito de oxalato cálcico y mejora claramente la calidad de vida. Como hemos señalado, cuando ya hay daño renal (filtrado glomerular < 50 ml/min/1,73m) debe indicarse el doble trasplante hígado y riñón. En la revisión efectuada por Cochat se comenta la estrategia a seguir, respecto a la indicación y tipo de trasplante a realizar, en estos pacientes173. Según el Grupo Europeo de Estudio del Trasplante en la hiperoxaluria primaria tipo 1, en los pacientes diagnosticados de HP tipo 1 no está indicado el trasplante hepático auxiliar, ya que la persistencia del hígado nativo mantiene la hiperproducción de glico-oxalato y por tanto de las lesiones renales y sistémicas. Basándose en un estudio multicéntrico publicado en el año 1996, se considera que el trasplante hepático preventivo de la enfermedad renal debe realizarse antes de la edad de 6 años. TRASTORNOS DEL CICLO DE LA UREA El ciclo de la urea es la vía metabólica que permite la eliminación del amoníaco mediante su transformación en urea. Los trastornos del ciclo de la urea resultan del déficit de alguna de las seis enzimas del ciclo de la urea y provocan la acumulación de amoníaco en el organismo (ver Tabla 69.6) Son enfermedades hereditarias de transmisión autosómica recesiva o ligada al cromosoma X. Su incidencia es de 1/25.000 a 1/50.000 nacidos vivos. La intoxicación por amoníaco y glutamina es la causa de las lesiones cerebrales. En estos pacientes las cifras plasmáticas de amonio y glutamina son superiores a 50 mmol/l y 800 mmol/l respectivamente. El cuadro clínico depende de la dición de la actividad enzimática en tejido es indispensable para el diagnóstico de las deficiencias de carbamil-fosfato sintetasa (CPS) y N-acetilglutamato sintetasa (NAGS). edad de comienzo, siendo más grave cuanto menor es la edad del paciente. La forma neonatal clásica aparece en un recién nacido sin antecedentes y se caracteriza porque tras un corto período asintomático, de uno a varios días, comienza con dificultades en la alimentación, vómitos, letargia, hipotonía, polipnea, irritabilidad y convulsiones. Si no se diagnostica y trata rápidamente, la enfermedad evoluciona al coma y la muerte. Hay formas tardías, que se presentan desde el lactante paqueño al adulto, que se manifiestan por crisis de vómitos episódicos (cíclicos), cefalea, somnolencia, irritabilidad, agitación, desorientación, ataxia, trastornos visuales y de la conciencia que pueden llegar al coma. Estas crisis suelen ser desencadenados por un aumento del aporte proteico o de su catabolismo, infecciones, etc. Estos síntomas suelen acompañarse de retraso del crecimiento, retraso mental y aversión a las proteínas. El factor pronóstico más importante es la duración del coma hiperamoniémico neonatal. El diagnóstico bioquímico se basa en la determinación de la amoniemia. En la forma neonatal el amonio plasmático está muy elevado pero en la forma tardía, la amoniemia puede ser normal o sólo ligeramente elevada, aumentando tras los episodios de descompensación aguda o tras el test de sobrecarga nitrogenada. La cromatografía de los aminoácidos plasmáticos puede orientar sobre el déficit enzimático en un paciente concreto: la elevación de la cifra de citrulina sugiere una deficiencia de argininosuccinato sintetasa (ASS); la del ácido arginin-succínico, déficit de argininosuccinato liasa (ASL); la elevación de la arginina, deficiencia de arginasa. El aumento de la excreción de ácido orótico en orina, sugiere un déficit de ornitin transcarbamilasa (OCT). La me- Inicialmente es urgente el tratamiento del coma hiperamoniémico, si está presente. A largo plazo, el tratamiento se basa en la disminución de la producción excesiva de nitrógeno con un régimen hipoproteico, asegurando una ingesta adecuada de arginina o citrulina y en favorecer la eliminación del exceso de nitrógeno con la administración de benzoato sódicomo:174 y fenilbutirato de sodio (AmmonapsÒ). Esta sustancia permite reducir las concentraciones de amoníaco, eliminándolas en forma de fenilacetil-glutamina. Está indicado en los trastornos crónicos del ciclo de la urea por déficits de carbamilfosfato sintetasa, ornitin transcarbamilasa o arginin-succínico sintetasa, tanto en las formas neonatales, primer mes de vida, como en las tardías con historia de encefalopatía hiperamoniémica. El hígado es el único órgano en el que el amonio es transformado en urea a través del ciclo de Krebs, por lo tanto el trasplante hepático es un tratamiento alternativo al tratamiento dietético clásico y definitivamente curativo175. En el momento actual hay múltiples referencias de pacientes diagnosticados de trastornos del ciclo de la urea que han recibido un trasplante, más de veinte pacientes con deficiencia de OTC, tres pacientes con déficit de CPS y diez pacientes con citrulinemia por deficiencia de argininosuccinico sintetasa, y algunos con mejoría o incluso normalización de las funciones neurológicas e intelectuales176. En el momento actual la posibilidad de disponer de tratamientos farmacológicos como el fenilbutirato de sodio, el cual ha modificado la evolución de esta enfermedad a largo plazo, pueden influir en la decisión de trasplantar o no. La indicación de trasplante hepático en los trastronos del ciclo de la urea no está completamente establecida, existiendo discordancia entre los diversos autores. El pronóstico a largo plazo de estos pacientes no es muy favorable cuando reciben tratamiento convencional, por lo que el trasplante hepático puede ser una opción adecuada antes de que exista daño neurológico irreversible. Los datos publicados demuestran que el trasplante puede ser realizado con éxito en estos pacientes177,178. Los resultados obtenidos tras el análisis de 16 pacientes confirman que el trasplante 863 corrigió la hiperamoniemia en todos ellos y que el pronóstico neurológico de los niños estaba directamente relacionado con la situación neurológica pretrasplante. Los pacientes tuvieron muy pocos problemas derivados del trasplante en sí y su calidad de vida mejoró cualitativamente, aunque la valoración de éste último aspecto necesita un mayor tiempo de seguimiento. Se ha publicado recuperación neurológica completa179 y mejoría de la función intelectual180 en pacientes diagnosticados de citrulinemia tras el trasplante. El trasplante hepático ortotópico parcial auxiliar, ya sea de donante cadáver o de donante vivo relacionado, se ha realizado en pacientes con trastornos del ciclo de la urea, OTC y citrulinemia181185, con muy buenos resultados. Recientemente se ha publicado el caso de una niña con citrulinemia clásica que fue trasplantada con un injerto parcial de donante vivo relacionado, pero que este donante, su madre, era un portador heterozigoto de la enfermedad186. Tras el trasplante las cifras de citrulina en plasma y orina estaban elevadas en el mismo rango que en los pacientes no trasplantados con portadores sanos. La ventaja de este procedimiento es que el segmento trasplantado compensa la deficiencia enzimática del hígado nativo y éste no es completamente extraído, pudiendo ayudar al mantenimiento de las funciones vitales en caso de fallo agudo del injerto. Otra posible ventaja que depende del desarrollo tecnológico, es que el hígado nativo remanente podría ser la diana de una futura terapia génica que corregiría definitivamente el defecto enzimático. Sin embargo la seguridad de estas técnicas en otros tipos de metabolopatías sigue siendo una cuestión abierta. La experiencia obtenida por los diversos autores175-186 confirma que tras el trasplante hepático no es esperable que haya progresión del daño neurológico, pero tampoco obtener una mejoría significativa del mismo. Por lo tanto es un excelente tratamiento para los pacientes con trastornos del ciclo de la urea que no tienen daño cerebral importante. ACIDEMIA PROPIÓNICA La acidemia propiónica es una enfermedad infrecuente con herencia autosómica recesiva, causada por mutaciones en los genes que codifican la propionil-CoA cocarboxilasa PCCA o PCCB, 864 los cuales están localizados en el locus 13q32, 3q2122187. La propionil-CoA cocarboxilasa es deficiente en hígado, fibroblastos y en otros tejidos. Esta enzima es responsable de la conversión del propionil-CoA en D-metilmalonil-CoA. El propionato se forma a partir de la valina, isoleucina, metionina y treonina (50%), por la flora intestinal (20%), la oxidación de los ácidos grasos con un número impar de carbonos en su cadena, y en cantidades mínimas a partir del metabolismo del colesterol (30%)188. La deficiencia de propionilCoA cocarboxilasa produce la acumulación intramitocondrial e intracelular de propionil-CoA. Determinados ácidos orgánicos anormales se forman a través de vías catabólicas alternativas y pueden detectarse en plasma y son excretados en orina, como metilcitrato, 3-hodroxipropionato, tigliglicina, propionilglicina y propionilcarnitina. Las manifestaciones clínicas de la acidemia propiónica durante las crisis, que suelen ser desencadenadas por un período de deprivación calórica a menudo asociadas con infección, son dificultad para la alimentación, vómitos recurrentes, letargia, crisis convulsivas y coma. Suele asociarse cetosis, neutropenia, trombocitopenia periódica, hipogammaglobulinemia, retraso mental e intolerancia a las proteínas. Los hallazgos bioquímicos son hiperglicinemia e hiperglicinuria, hiperamoniemia, hipoglucemia, cetoacidosis y pancitopenia. Este trastorno debe diferenciarse de la glicinuria hereditaria, la cual se hereda de modo autosómico dominante187. Se ha descrito en un alto porcentaje de pacientes pertenecientes a determinadas razas como la árabe, un fenotipo grave de esta enfermedad caracterizado por infecciones graves por gérmenes no habituales y que puede traducir una alteración inmunológica subyacente189. Las infecciones son independendientes del seguimiento de un correcto tratamiento dietético, lo que sugiere un efecto de la enfermedad sobre los linfocitos B y T. El tratamiento de los episodios de cetoacidosis grave requiere una adecuada alcalinización y restricción proteica, limitando la ingesta de los precursores del ácido propiónico, y permitiendo un correcto anabolismo con la suplementación de mezclas especiales de aminoácidos, carentes de los precursores de los aminoácidos respectivos. La decontaminación intestinal por medio de antibioterapia oral (metronidazol) puede disminuir la producción de propionato por el intestino y ha demostrado su utilidad188. El tratamiento de mantenimiento consiste en una dieta hipoproteica, con la que se puede conseguir un crecimiento y desarrollo psicomotor normal190. Se han descrito algunos pacientes con acidemia propiónica que han respondido a la biotina191. Algunos autores recomiendan la nutrición enteral nocturna para disminuir la lipolisis debida al ayuno188. La suplementación con L-carnitina (50-100 mg/kg/d) tiene como objetivo corregir su déficit, restaurar el cociente acil-CoA/CoA libre y aportar suficiente conjugado para la excreción de los grupos propionil acumulados, como propionilcarnitina. El pronóstico a largo plazo depende esencialmente del correcto control metabólico. En general la evolución clínica es descorazonadora, sobre todo en los pacientes con comienzo neonatal. El trasplante hepático se ha realizado en un número escaso de pacientes192-197. Los resultados no son satisfactorios respecto a la superviviencia. Además se ha constatado la persistencia, postrasplante, de la excreción urinaria de los metabolitos característicos de esta enfermedad, la necesidad de mantener un aporte proteico limitado193 y del tratamiento con L-carnitina196. Se ha publicado recientemente la realización de trasplante de donante vivo en un paciente con acidemia propiónica de comienzo neonatal con buenos resultados clínicos, aunque con niveles de los metabolitos del propionil-CoA prácticamente inalterados y necesidad de mantener la restricción proteica197. En estos pacientes el trasplante no logra la cura funcional completa y dado que conocemos la toxicidad de ciertos metabolitos que permanecen elevados tras el mismo es muy difícil hacer un pronóstico a largo plazo. El aumento en plasma del metilcitrato, sobre todo, puede que posibilite la aparición postrasplante de complicaciones como cardiomiopatía, insuficiencia pancreática y daño neurológico. Por tanto, en el momento actual el trasplante solo se debe realizar en pacientes con acidemia propiónica caracterizada por frecuentes e inesperados episodios de descompensación a pesar de un tratamiento dietético bien llevado. La generalización de la indicación debe esperar a tener más información y al desarrollo de terapias alternativas 196,198. ACIDEMIA METILMALÓNICA El defecto metabólico de la acidemia metilmalónica (AMM) es la deficiencia de la metilmalonilCoA isomerasa (mutasa) (MCM), una enzima vitamina B12 dependiente que cataliza la isomerización de la metilmalonil-CoA a succinilCoA. El gen de la MCM se ha localizado en el locus 6p21.2-p12. En el año 1990 se ha clonado el gen MUT, el cual comprende 13 exones, con una extensión mayor de 35 kb. La conversión del metilmalonato a succinato involucra a varias enzimas, algunas de las cuales son dependientes de la vitamina B12 y otras no, aportando la base a las diversas formas clínicas de la enfermedad. Se han definido seis formas, bioquímica y genéticamente diferentes, de acidemia metilmalónica hereditaria. Los pacientes con acidemia metilmalónica aislada pueden tener un defecto de la apoenzima (mut-0 ó mut-) o de la síntesis de la adenosilcobalamina, un cofactor necesario para la actividad de la metilmalonil-CoA mutasa. Aquellos pacientes con deficiencia del cofactor responden a la vitamina B12 con una disminución en la producción de metilmalonato y tienen una forma más leve de enfermedad, puediéndose evitar los episodios de acidosis potencialmente letales199. El espectro clínico de la acidemia metilmalónica es muy amplio, desde un trastorno benigno a una enfermedad neonatal mortal. Se han descrito casos de muerte súbita en la infancia, a la edad de 11 meses, causados por este trastorno metabólico200. En la acidemia metilmalónica mutasa deficiente (mut-), es frecuente la insuficiencia renal por nefropatía crónica tubulointersticial y que puede exigir trasplante renal. Tras el mismo los niveles plasmáticos y urinarios de ácido metilmalónico disminuyeron significativamente y también mejoró la función renal, manteniéndose a los tres años de seguimiento201. Aunque se ha encontrado una buena correlación entre el fenotipo y el tipo “mutasa” (mut-0 ó mut-), es posible una adecuada supervivencia con buen pronóstico neurológico en los enfemos mut0, que suelen tener un debut neonatal y una alta mortalidad en el período de lactante, e, inversamente, se puede encontrar una alta morbilidad en los pacientes mut -, quienes habitualmente tienen un comienzo tardío y mejor pronóstico202. El cuadro clínico se caracteriza por acidosis metabólica severa, retraso mental y alteraciones 865 bioquímicas características: aciduria metilmalónica, cetonuria de ácidos grasos de cadena larga e hiperglicinemia intermitente. La valina, isoleucina y una ingesta proteica elevada agravan las anomalías bioquímicas. El trasplante hepático puede mejorar el control metabólico al aportar una nueva fuente de enzima activa, pero como la actividad enzimática es deficiente en otros tejidos, no hay una corrección total de la enfermedad. En los pacientes con enfermedad renal terminal, las actuaciones terapéuticas posibles son la hemodiálisis, que disminuye de metilmalonato de manera transitoria, y el trasplante renal. La opción de un trasplante combinado hígado-riñón, debe considerarse siempre en estos pacientes como el tratamiento que más posibilidades tiene de lograr un mejor control metabólico203. Cuatro de los pacientes con AMM seguidos por van’t Hoff han sido trasplantados, dos han recibido un injerto hepático aislado y otros dos, con insuficiencia renal terminal, un trasplante combinado de hígado y riñón203. Se han publicado otros pacientes con AMM y que han recibido un trasplante hepático y el pronóstico desde el punto de vista neurológico no ha sido favorable204,205. De los seis pacientes recogidos en la literatura, los cuatro que han recibido un trasplante hepático aislado han sido trasplantados a edades más tempranas (media de 13 meses, rango 6-19 meses) y todos habían tenido un debut neonatal y una forma clínica grave que los dos pacientes que han recibido un trasplante combinado de hígado y riñón (media de 15,7 años, rango 13,5-18 años). No se tienen suficientes datos sobre la influencia del trasplante hepático sobre la concentración de ácido metilmalónico en líquido cefalorraquídeo (LCR) y sobre la evolución de la afectación neurológica. En uno de los pacientes trasplantados, el ácido metilmalónico permaneció elevado en el LCR y el paciente desarrolló leves alteraciones postrasplante205. El trasplante hepático no corrige la deficiencia enzimática en otros tejidos y el cerebro, sobre todo los ganglios basales, continúa teniendo un alto riesgo. El trasplante hepático en la AMM no es una decisión fácil de establecer y su imdicación como alternativa terapéutica no está completamente establecida198. ENFERMEDAD DE LA ORINA CON OLOR A JARABE DE ARCE La enfermedad de la orina con olor a jarabe de arce (MSUD, de sus siglas en inglés: maple syrup urine disease) es un trastorno autosómico 866 recesivo, causado por la deficiencia de la actividad del complejo de la deshidrogenasa de los 2oxoácidos de cadena ramificada. Este déficit provoca la acumulación de L-aminoácidos de cadena ramificada y 2-oxoácidos que tienen efectos neurotóxicos. El tratamiento consiste en la restricción proteica y de los aminoácidos de cadena ramificada, además de una actuación rápida y agresiva en el período neonatal y en los episodios de descompensación metabólica. Su pronóstico a largo plazo es favorable si la intervención dietética y el control clínico son estrictos206. Las características clínicas de la MSUD son retraso psicomotor, que aparece precozmente tras el nacimiento, dificultades para la alimentación y orina con olor a jarabe de arce. Hay un aumento en sangre, tejidos y orina de los cetoácidos leucina, valina isoleucina y allo-isoleucina, sugiriendo un bloqueo en la decarboxilación oxidativa. El cetoácido de la isoleucina (ácido a-ceto-b-metilvalérico) es el responsable del olor característico de la orina que da nombre a la enfermedad. Monastiri publicó que, como en las poblaciones mediterráneas el jarabe de arce es desconocido se debía hacer referencia al olor de la planta (Trigonella foenum graecum L.) como característico de esta entidad207. Las semillas de esta planta son utilizadas tradicionalmente en el área mediterránea, sobre todo en Oriente medio, para preparar una infusión indicada para disminuir la flatulencia y prevenir la fiebre. La decarboxilasa de los cetácidos (BCKD) es un complejo multienzimático asociado con la membrana interna mitocondrial e interviene en el metabolismo de los aminoácidos de cadena ramificada. El complejo BCKD está constituido por cuatro proteínas. En 1988 fue clonado el gen de la subunidad E1-alfa de la BCKD. El gen de la subunidad E1-alfa se localizó en el cromosoma 19, asignándosele el locus 19q13.1-q13.2. La frecuencia de la MSUD en la población blanca anglosajona se calcula en 1/290.000 nacidos vivos, variando ampliamente según la población estudiada. Entre los mennonitas alcanza 1/ 176 nacimientos. Se han descrito cuatro variantes de la MSUD: 1. La forma clásica, un trastorno grave; 2. Una forma intermitente, los pacientes, habitualmente, están neurológica y mentalmente normales en los períodos intercrisis; 3. Una forma intermedia y 4. Una forma que responde a la tiamina en la que el defecto primario es una disminución de la afinidad de la BCKD por el pirofosfato de tiamina. Posteriormente Fisher divide la MSUD en cinco tipos basándose en análisis de Northern blot de cultivos de fibroblastos y linfocitos, utilizando E1-alfa cADN y E2 cADN como sondas208. En 1995 Chuang y Shih establecen la nomenclatura y designan los diferentes subtipos de la MSUD: Tipo IA, defecto en la subunidad E1-alfa; Tipo IB, defecto en la subunidad E1-beta; Tipo II, defecto en la subunidad E2; Tipo III, defecto en la subunidad E3, que presenta una deficiencia combinada de BCKD, piruvato deshidrogenasa y alfaceto-glutarato deshidrogenasa; y, pendientes de identificación de mutaciones, el Tipo IV, con déficit en la kinasa y el Tipo V, en la fosfatasa específicas209. El diagnóstico se basa en el cuadro clínico, el aumento de los aminoácidos de cadena ramificada y de los oxoácidos en plasma y en la determinación de la actividad de la decarboxilasa de los cetácidos (BCKD), también denominada deshihidrogenasa de los alfa-cetoácidos de cadena ramificada (DHCKD) en leucocitos. Se han publicado varios casos de pacientes con MSUD clásica que han recibido un trasplante hepáticot:210-212. Bodner-Leidecker publicó un paciente de 7 años con MSUD clásica que fue trasplantado por un fallo hepático desencadenado por una hepatitis A213. Tras el trasplante ha seguido una dieta libre y las concentraciones de los L-aminoácidos de cadena ramificada y los 2-oxo ácidos han permanecido estables, aunque elevadas dos o tres veces sobre los valores normales. Como la vía catabólica y la tasa de eliminación eran normales, los autores sugieren que un aumento del sustrato de origen extrahepático podría ser el responable del aumento de las concentraciones plasmáticas. El trasplante hepático consigue un aumento suficiente de la actividad de la BCKD para permitir que los pacientes sigan una dieta sin restricción proteica y aparentemente anula el riesgo de descompensación metabólica. Sin embargo, si consideramos el riesgo, las posibles complicaciones a largo plazo y los gastos económicos del trasplante hepático, el beneficio del trasplante, incluso en las formas más graves, no es mayor que el obtenido por el tratamiento dietético. Por ello el trasplante hepático no es una indicación primaria en el tratamiento de la MSUD. HIPERCOLESTEROLEMIA FAMILIAR HOMOZIGOTA La hipercolesterolemia familiar es causada por mutaciones del gen del receptor de las lipoproteínas de baja densidad (LDLR, de sus siglas en inglés: Low Density Lipoprotein Receptor) de la membrana celular, localizado en el cromosoma 19, 19p13.2. Este gen tiene una longitud mayor de 45 kb y contiene 18 exones. Se han identificado varias mutaciones, la más frecuente de las cuales produce la ausencia total de receptores LDL, mientras que las otras mutaciones condicionan una disminución o función anormal de los mismos. Wilson ha publicado una base de datos online de las mutaciones del gen LDLR214. En la forma homozigota los receptores no se forman o si lo hacen, no se pueden unir a las lipoproteínas de baja densidad (LDL) y mediar la captación celular de las mismas, acumulándose en plasma el colesterol transportado por esta clase de lipoproteínas, produciendo arteriosclerosis precoz grave con muerte por enfermedad coronaria en la primera o segunda década de la vida215. La enfermedad es más grave en los pacientes con ausencia completa de actividad de los receptores de las LDL, menor del 2%, que en los que tienen actividad residual, entre el 2% y el 30% de la actividad normal. Los heterozigotos tienen cifras de colesterol que doblan los valores normales. El diagnóstico se basa en la elevación de las cifras plasmáticas de colesterol, colesterol-LDL, disminución del colesterol-HDL, triglicéridos en rango normal y disminución de la actividad de los receptores de LDL en fibroblastos o linfocitos (menor del 2% del control normal). Las manifestaciones clínicas fundamentales son los xantomas tendinosos y en las zonas de flexión, xantomas planos, arco corneal y el desarrollo de una arteriosclerosis coronaria prematura y de rápida evolución que compromete la vida del individuo afecto. La hipercolesterolemia familiar homozigota es un trastorno metabólico infrecuente, 1/106 recién nacidos vivos, que se hereda de modo autosómico dominante. El tratamiento farmacológico con drogas hipolipemiantes no es efectivo dada la falta de síntesis o función de los receptores LDL. También se ha utilizado en su tratamiento la aféresis selectiva de LDL, con disminución de las cifras de colesterol en un 50%, sin embargo su efecto no es muy prolongado, siendo necesarias sesiones frceuen867 tes con intervalos diferentes en cada paciente. Esta técnica es difícil de utilizar en niños muy pequeños dado el tamaño de sus accesos venosos y su pequeño volumen plasmático216. Como en el hígado se localizan entre el 50% y el 75% de todos los receptores del organismo, el trasplante hepático se ha contemplado como una opción terapéutica adecuada en estos enfermos. Inicialmente se consideró que su indicación se debía hacer cuando el paciente hubiese desarrollado complicaciones cardíacas no fatales, por lo que un número importante de pacientes, tanto adultos como pediátricos, fueron sometidos a un doble trasplante simultáneo217,218 o secuencial, de corazón e hígado del mismo219-221 o distinto donante221,222 con excelentes resultados tanto en supervivencia como en control del trastorno lipídico. En pocos pacientes el trasplante hepático aislado se ha realizado antes de la aparición de las complicaciones cardiovasculares, con el objetivo específico de prevenirlas221,223, o con lesiones ateromatosas coronarias pero sin indicación de transplante cardíaco224. El trasplante hepático logra una disminución media del 50% en las cifras de colesterol-LDL en plasma, aunque se han publicado descensos de hasta el 80%225. Esta técnica estará indicada cuando fracasan otros tratamientos médicos más conservadores como por ejemplo la plasmaféresis y antes de que se desarrolle enfermedad coronaria grave que oblige a efectuar un trasplante combinado de hígado y corazón. El trasplante hepático restaura la actividad de los receptores de las lipoproteínas de baja densidad a un 60% de su actividad normal, lo que produce una disminución de la tasa de síntesis de la apoproteína B-100 (apo B-100) y un incremento de la tasa catabólica fraccional de la misma. Ambos cambios causan un descenso del colesterolLDL de hasta el 80%225. Tras el trasplante se normaliza el lipidograma a las dos o tres semanas, con descenso de los niveles de colesterol total, colesterol-LDL a niveles normales y aumento de los valores de colesterol-HDL. Después del trasplante, los pacientes homozigotos responden mejor a los fármacos hipolipemiantes225,226. La realización de un shunt porto-cava ha sido una de las aproximaciones terapéuticas a la hipercolesterolemia familiar. El principal resultado de la operación es disminuir la tasa de producción 868 de la apolipoproteína B-100 aunque su efecto es practicamente nulo sobre la tasa de aclaramiento de esta apolipoproteína227. La operación es solo paliativa ya que no modifica la historia natural de la enfermedad al disminuir sólo parcialmente la hipercolesterolemia. Puede, además, incrementar la dificultad técnica de un trasplante posterior. Algunos autores así lo han constatado en dos enfermos tratados con esta técnica y by-pass ileal, ya que en ninguno de ellos se evitó el trasplante hepático228. Así pues el trasplante hepático es más efectivo que el shunt porto-cava en el tratamiento de la hipercolesterolemia familiar homozigota227. Sin embargo, debe indicarse exclusivamente en los pacientes que no pueden producir receptoresLDL funcionantes y que no responden a tratamientos más conservadores. La terapia génica es condiderada como la opción terapéutica definitiva, y consiste en la transfección de hepatocitos con el gen LDL salvaje11,229. Aunque ya se ha publicado el primer paciente al que se le ha realizado terapia génica con éxito230, hasta que esta técnica sea viable, el trasplante hepático es el único tratamiento curativo. ENFERMEDAD POR DEPÓSITO DE ÉSTERES DE COLESTEROL Se han descrito dos trastornos causados por deficiencia de la lipasa ácida lisosomal (LAL) o hidrolasa ácida de los ésteres de colesterol. Una forma grave de comienzo precoz o enfermedad de Wolman (EW) y otra de comienzo más tardío y de pronóstico más favorable o enfermedad por depósito de ésteres de colesterol (EDEC). La lipasa ácida lisosomal es codificada por un gen localizado en el cromosoma 10 (10q24-25). Las dos formas clínicas son causadas por mutaciones en diferentes partes del gen LAL. La misma enzima es deficitaria en ambos trastornos, su actividad en fibroblastos está disminuída unas 200 veces en la enfermedad de Wolman y entre 50 y 100 veces en la causada por depósito de ésteres de colesterol. Presumiblemente, la EDEC es un trastorno alélico de la EW; aunque esta hipótesis no ha sido confirmada, existen datos que la apoyan indirectamente como es la existencia de posibles heterozigotos compuestos con formas de gravedad intermedia. La disminución de la actividad de la LAL produce una acumulación masiva de ésteres de colesterol y triglicéridos en muchos tejidos. Ambos lípidos son el sustrato sobre el que actúa esta enzima, la cual hidroliza los ésteres de colesterol a lipoproteínas de baja densidad, que son extraídas del plasma por los tejidos. Young y colaboradores describen en 1970 un paciente con los mismos datos clínicos, bioquímicos (lípidos plasmáticos normales o moderadamente elevados), e histológicos (acumulación de triglicéridos y ésteres de colesterol en los tejidos) que los pacientes descritos por Wolman en 1961 pero con un inicio de la enfermedad más tardío y con un pronóstico mejor, ya que a los 8 años, el niño estaba vivo y el único dato patológico era una hepatomegalia moderada231. Los pacientes con EDEC tienen una evolución más favorable, diagnosticándose muchos de ellos en la vida adulta. El hallazgo más significativo es una gran visceromegalia, hepatoesplenomegalia, con un hígado de color anaranjado por acumulación tisular de ésteres de colesterol y triglicéridos. La hepatomegalia masiva y la fibrosis hepática, secundaria al depósito de lípidos, pueden dar lugar al desarrollo de hipertensión portal. Es habitual la hipercolesterolemia y la hiperbetalipoproteínemia. El depósito de grasas neutras y ésteres de colesterol en las arterias predispone a la arterioesclerosis232-234. El diagnóstico se basa en el cuadro clínico y en la demostración de la disminución de la actividad de la LAL en fibroblastos, linfocitos u otros tejidos. Tanto la EDEC como la EW tienen un modo de herencia autosómico recesivo234. El tratamiento de la EDEC es sintomático. Se ha publicado la mejoría de algunos pacientes con tratamientos combinados con lovastatina o simvastatina y resincolestiramina 235,236, con normalización de los niveles de lípidos plasmáticos, aunque no logran detener la progresión de la hepatopatía subyacente. La indicación de trasplante hepático en estos pacientes deriva de las complicaciones sistémicas, riesgo de enfermedad coronaria, retraso severo del crecimiento y de las complicaciones de la hepatomegalia, fibrosis hepática progresiva con hipertensión portal, ascitis, sangrado por varices esofágicas e hiperesplenismo. Se han publicado varios pacientes que han fallecido por fallo hepático232. Hay pocas referencias en la literatura de pacientes trasplantados por esta enfermedad236-239 pero la evolución postrasplante ha sido excelente sin recidiva del depósito lipídico en el injerto. La experiencia de los autores es la misma que la reseñada en la literatura. Una niña de 7 años de edad diagnosticada de EDEC con hepatoesplenomegalia masiva, hiperesplenismo, alteración de la función hepática y retraso severo del desarrollo fue sometida a trasplante hepático, recibiendo un injerto completo isogrupo de donante cadáver. El postrasplante inmediato cursó sin incidencias, siendo dada de alta a los 21 días de la intervención. A lo largo de los 11,5 años de seguimiento no ha tenido ningún problema significativo, la función hepática es normal, recibe ciclosporina en monoterapia como tratamiento inmunosupresor, su desarrollo es normal y la maduración sexual se ha producido correctamente. No se ha detectado afectación de otros órganos por depósito de ésteres de colesterol. La lipasa ácida es una enzima presente en múltiples tejidos en el organismo por lo que el trasplante no corrige completamente su deficiencia y aunque se ha descrito acumulación de ésteres de colesterol en otros tejidos, no parece causar lesión significativa ni repercusión sistémica por lo que el trasplante puede estar indicado en el escaso número de pacientes con hepatopatía progresiva que evoluciona a cirrosis y fallo hepático. Es imprescindible el seguimiento a largo plazo de estos pacientes para valorar la posible afectación postrasplante de otros órganos. BIBLIOGRAFÍA 1. Bismuth H. The need ok a consensus agreement on indications for liver transplantation. Hepatology 1994; 20(Suppl 1):1S2S 2. Carithers RI. Liver transplantation. AASLD pracice guideliness. Liver Transplantation 2000; 6:122-135 3. Whitington PF, Alonso EM, Piper JB.Liver transplantation for inborn errors of metabolism. 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