el ascenso al tourmalet (05-07-2008)

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EL ASCENSO AL TOURMALET (05-07-2008)
por Marisol Silvestre
Por fin... EL
TOURMALET
pero
antes...
EL
ASPIN
Parecía imposible y muy lejano cuando todavía lo estábamos planeando, pero ahora ya
estamos de nuevo en casa con nuestro objetivo cumplido: subir el Tourmalet, ese mítico
puerto, reto de numerosos cicloturistas europeos.
A decir verdad, después de haber leído algunos artículos en Internet y alguna revista,
sobre experiencias de otros aficionados al ciclismo, yo tenía mis dudas de si podría subirlo
o no; pero, como me había empeñado, no me podía volver atrás. Así que me armé de moral
y de un plato del 34 y un piñón del 28, piñón que después no utilicé, porqué lo reservaba
para el último kilómetro (ya que había leído que era el peor, por la pendiente), pero,
después de ponerlo al llegar a la señal de último kilómetro, lo volví a quitar, no hacía falta.
Creo que en este kilómetro recuperé fuerza y moral porqué pensé que ya había alcanzado
la cima del Tourmalet y, además, porqué hay mucha gente que te anima y, sobre todo,
gracias a una señora francesa que me dio muchos ánimos; gratitud que le demostré con
una de mis mejores sonrisas, ya que no podía ni hablar casi, sobre todo en francés, y
mucho menos soltar una mano del manillar.
Bueno, para empezar a contar como fue mi experiencia desde el principio, me remonto a
unos cuantos kilómetros atrás, en el Col d'Aspin. Ah! Por cierto, si alguien va hasta allí en
bicicleta, que no se sorprenda, porqué le darán la bienvenida unas simpáticas cabras (nada
de adorables y rubias señoritas besadoras con ramos de flores) que se acercan ávidas de
lamer la sal de las piernas del ciclista. Por supuesto, a falta de bellas señoritas, éste se
deja lamer pacientemente por las cabras.
Como iba diciendo, en este punto (cima del Col d'Aspin) nos reunimos con Manolo, Enrique
Subiela y Lamberto. Hablamos con ellos un rato, nos hicimos unas fotos y ellos
continuaron hasta Sainte Marie de Campan (donde nos volvimos a encontrar). Yo me
quedé descargando mi bicicleta del coche de Rafa Debón y montando las ruedas. Después
comencé el descenso del Col d'Aspin, en solitario, ya que Rafa continuo hasta St. Marie
para aparcar el coche allí.
La sensación que tuve fue de una gran libertad, ya que durante el descenso, me
encontraba sola en un país extranjero y me adelantaban y me cruzaba con otros ciclistas
que me saludaban, por supuesto en francés, y a los que yo respondía, por supuesto, en
español, para que se notara mi nacionalidad.
Cuando llegué a St. Marie de Campan, allí estaban Manolo, Lamberto, Enrique Subiela y
también Rafa, que me había adelantado con el coche. Tomamos un café, llenamos los
bidones en la famosa fuente de la plaza de St. Marie y, ¡por fin!, comenzamos el ascenso al
Tourmalet, Rafa y yo. Los otros habían comenzado 10 o 15 minutos antes. Ya eran las
12:10 h y teníamos por delante 17 durísimos kilómetros, perfectamente señalizados uno
por uno, con la indicación de cuánto falta para el Col du Tourmalet, la altitud, la pendiente
media, que excepto en los dos primeros kilómetros no baja del 8'5 %. Algunos dicen que
puede llegar a desmoralizar tanta información, pero yo creo que no; a mí me daba moral,
utilicé mi vena más optimista, y pensaba al llegar a cada señal que era un km menos para
coronar, y cuando leía la pendiente media pensaba: “es la misma que en el anterior, si éste
lo he subido bien, el siguiente también puedo”. Si veía que era de mayor pendiente, 9'5 %
por ejemplo, pensaba: “a ver cómo se me da éste”, y se me daba. También me daba moral
ver la altitud que iba ganando kilómetro a kilómetro; aunque después pensaba: “pues si
estoy a 1.400 m , hasta coronar aún tengo que ascender más de 700 m ”, ya que la cima
está a 2.115 m y esto es lo único que me desanimaba, pero sólo un pelín.
Ya había señales por la zona de la llegada del Tour (que comenzó ese día) en pocos días.
Me pareció leer en algún cartel verde fosforescente 13-juliet-2008 Tour de France. Además,
también había señales de que al día siguiente, domingo 6 de julio, el puerto del Tourmalet
permanecería cerrado desde las 9:00 hasta las 13:00 h aproximadamente. Supongo que la
organización del Tour, ya iba a empezar a señalizar la etapa y hacer los preparativos para
el paso de la carrera.
Cuando ya íbamos a mitad de ascenso, más o menos, paramos un minuto para beber agua.
Yo tenía miedo de parar, porqué no sabía si podría volver a meter el pie en el pedal y,
efectivamente, mi sospecha se confirmó: no pude volver a meter el pie y me caí. Rafa me
tuvo que dar un fuerte empujón para ponerme en marcha de nuevo, con lo cual ya no volví
a parar hasta arriba y, por lo tanto, tampoco bebí más agua, porque no se puede, yo por lo
menos no puedo, soltar el manillar con esa pendiente.
Otro elemento a destacar, en nuestro ascenso al Tourmalet, fue la espesa niebla, que no
permitía ver a más de 2 metros y que nos envolvió durante varios kilómetros hasta llegar a
la estación de esquí de La Mongie. Desde este punto todavía quedan 5 km para coronar.
Había leído que a partir de aquí viene lo más duro, y es cierto, ahora puedo dar fe de ello.
Además, el asfalto es peor, más rugoso. Pero, por otra parte, ya tienes la sensación de que
ya queda menos para llegar, hay menos tráfico (aunque el resto de conductores son muy
respetuosos con los ciclistas), ya pude volver a ver el paisaje, al ciclista que llevaba por
delante y cómo subía (un joven francés que me adelantó y saludó) puesto que la niebla se
había quedado abajo. En fin, cosas que yo utilicé para que mi moral no decayera, y lo
conseguí.
uando coroné la gente me animó y, sobre todo la señora francesa. Al echar el pie a tierra (a
las 14:05 h) debajo de la señal de Col du Tourmalet 2.115 m y de la escultura metálica del
“ciclista desconocido”, a la primera persona conocida que vi fue a Cristina, la esposa de
Manolo Salvador. Me alegré tanto, que le di dos besos y con un hilito de voz, pero
bromeando le pregunté: “¿Qué tal Cristina, cómo te ha ido el ascenso?”. Me contestó,
bromeando también, que a ella muy bien y que los otros tres estaban dentro del
restaurante tomando algo. Cuando entré me preguntaron: “¿Qué tal te ha ido?”, les dije
que “muy bien, pero que me temblaban las piernas”. La voz, más o menos, ya la había
recuperado. Me dijeron que a ellos también les habían temblado las piernas, lo cual me
consoló. Ya sabéis, “mal de muchos consuelo de tontos” o algo así dice el dicho.
Rafa llegó un poquito después, ya que había parado en La Mongie para beber agua, y nos
esperamos por allí contemplando el paisaje, haciéndonos fotos, hasta que llegara la peña
de Cheste que venían desde Vielha. Vimos llegar a otros ciclistas, moteros, turistas y,
sobre todo, bancos de niebla, que iban y venían, cubriendo y descubriendo el paisaje, y
haciéndonos tiritar de frío, puesto que allí, si se oculta el sol hace un frío de muerte,
después de la sudada que te has pegado para subir. Los maillots y coulottes se pueden
escurrir.
Una vez llegaron los de Cheste estuvimos otro rato haciéndonos fotos, preguntándonos
unos a otros, bastante contentos aunque exhaustos, que qué tal nos había ido el
ascenso.Después de todo esto nos bajamos, ahora sí, entre una espesa niebla y un gélido
frío hasta La Mongie para comer todos juntos. A mí, ese descenso no me gustó nada,
demasiada pendiente, demasiada niebla, las gafas empañadas por la niebla, la carretera
mojada y, sobre todo, mucho frío. ¡Menos mal que sólo eran 5 km!. Las manos me dolían
de frenar y aún así iba a 30 km/h.
Después de comer bajamos con el autobús de la peña de Cheste, que nos recogió allí en la
estación de esquí, hasta Sainte Marie, donde teníamos el coche. Cosa que vuelvo a
agradecer a los compañeros de Cheste, porqué había niebla hasta el pueblo y la carretera
estaba mojada.
Para terminar, sólo decir que ahora que acabo de escribir esto, pienso que es una gran
experiencia, que me proporcionó buenas sensaciones, y que me gustaría volver a repetir.
Además, se la recomiendo a todo aquel que practique el ciclismo con cierta regularidad.
Pienso también, que cuando vea las etapas del Tour que pasen por el Tourmalet, yo me
diré con cierto orgullo que yo también lo subí.
¡ Ánimo a todos y a por él !
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