www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 LA AUTOPISTA DE LOS NO-SUEÑOS: VIAJE Y NOSTALGIA EN RAINBOWS AT SEVEN ELEVEN DE LUIS ARTURO RAMOS Leila Lehnen∗ RESUMO: Neste ensaio se analisará a tematização da viagem na novela-conto de Luis Arturo Ramos. Se pretende demonstrar como o movimento físico da viagem conota um movimento psicológico que sinala à desagregação do sujeito dentro do contexto da globalização. RESUMEN: En este ensayo se analizará la tematización del viaje y de la nostalgia en la noveleta Rainbows at Seven Eleven de Luis Arturo Ramos. Se pretende demostrar cómo el movimiento físico del viaje connota un movimiento psicológico que señala hacia una desagregación del sujeto dentro del contexto de la globalización. PALAVRAS CHAVE: Narrativa mexicana contemporânea, literatura de viagem, globalização. PALABRAS LLAVE: Narrativa mexicana contemporánea, literatura de viaje, globalización. En el ámbito de la globalización, tanto las fronteras geopolíticas como las socio-culturales están siendo socavadas por los procesos de transnacionalización que caracterizan dicha globalización. Así por ejemplo, la hegemonía del estado-nación ha sido debilitada por la influencia de corporaciones multinacionales que utilizan su margen de influencia económica para actuar en el plan político y lograr conseguir las mejores condiciones posibles de producción. Al mismo tiempo, se puede observar una creciente fragmentación del discurso nacional en una heterogeneidad de discursos que articulan las identidades de www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 grupos específicos dentro de la nación. De esta manera, la idea delestado-nación como una entidad unificada (o unificadora) se ve cuestionada por una constelación de múltiples identidades (culturales, sociales, políticas, de género, étnicas etc.). Paradójicamente, a la vez que los límites nacionales se erosionan por el dominio del capital transnacional y/o la expansión de varios discursos que reclaman la especificidad cultural de determinados segmentos sociales y/o étnicos, estas mismas fronteras son objeto de un mayor control por parte de gobiernos que intentan detener los flujos inmigratorios a sus países (por lo general localizados en el Primer Mundo, o sea Europa y partes de América del Norte). De acuerdo con Caroline Nagel, la globalización económica y la inmigración (muchas veces resultado de políticas neo-liberales difundidas por procesos de globalización) son dos aspectos conflictivos de la experiencia global. Nagel explica que “For many national governments, it seems, the enthusiasm for economic interconnectedness and free trade is matched only by the dread of “floods” of foreigners” (NAGEL, 2004, p. 231). Por lo tanto, en la globalización, la nación es un espacio a la vez abierto y cerrado, fluido pero también deseoso de inmanencia.i O sea, como el sujeto y la cultura contemporánea; en la globalización, la nación y, por consiguiente la identidad nacional, son conceptos inestables. La consiguiente permeabilidad de tales límites nacionales y personales no sólo implica por un lado la posibilidad de nuevas construcciones de identidad (es decir, identidades híbridas en el sentido de Néstor García Canclini o de Stuart Hall) como por otro lado una crisis de identidades (nacionales, culturales y, en la intersección de ambas, personales). Para el crítico cultural Mike Featherstone, “The cultural flux associated with the postnational communication of globalization processes means that the search for steady points of reference becomes difficult, making the search for stable tradition, ethnicity, kinship and other identity markers problematic” (FEATHERSTONE, 2001, p. 504). Como resultado de los dilemas de identidad del sujeto global, éste se ve involucrado en una constante búsqueda por nuevos paradigmas que le permitan situarse en un entorno socio-cultural inestable. En este contexto, se puede decir que el viaje se vuelve una de las metáforas culturales predominantes de la época contemporánea. El viaje, tanto físico como psicológico se transforma en un símbolo de la búsqueda, del cambio y de la transitoriedad del sujeto; un sujeto que forma parte de lo que Arjun Appadurai llama de “ethnoscapes”. Para Appadurai, “ethnoscape” es 2 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 the landscape of persons who constitute the shifting world in which we live: tourists, immigrants, refugees, exiles, guest workers, and other moving groups and individuals constitute an essential feature of the World and appear to affect the politics of (and between) nations to a hitherto unprecedented degree. (APPADURAI, 2002, p. 51) Así, el viaje como tropo permite al sujeto de la globalización articularse no como una entidad fija, estable sino como una constante reconstrucción de si mismo/a, como un ente en movimiento. En este ensayo se analizará la tematización del viaje en la noveleta Rainbows at Seven Eleven del escritor mexicano Luis Arturo Ramos. Se pretende demostrar cómo, en este texto, el movimiento físico se ve acompañado por un movimiento psicológico en el que la nostalgia apunta hacia la desagregación del sujeto dentro del contexto de una realidad que ya no ofrece paradigmas de identificación personal y/o social adecuados y en la que proliferan los símbolos vacuos de la cultura de consumo. En el entorno mexicano, la disolución de los modelos de identificación sociales, culturales y políticos está enlazada tanto con el masacre de la Plaza de Tlatelolco en 1968, como con la crisis económica que sacudió el país en 1976 y nuevamente el los años ochenta. Raymond Leslie Williams afirma que After the devaluations of 1976 and the 1980s, the crisis of truth was generalized in postmodern Mexico. In the 1980s, in fact, Mexicans referred regularly to the state of national affairs simply as La Crisis. Although the middle sectors tended to understand La Crisis as an economic crisis, it was much more: it was the crisis of authority, of legitimacy, and of truth. (WILLIAMS, 1996, p. 24) Sin los fundamentos que fornecen una epísteme adecuada para la formación de una identidad sólida, el sujeto se refugia en la búsqueda, sea esta de otros lugares o de otros tiempos. De tal suerte, se puede decir que el texto de Luis Arturo Ramos es paradigmático de una narrativa que aborda la (no) ubicación sociocultural del sujeto dentro del ámbito de la globalización y de los cambios socio-culturales ocasionados por ésta. En este contexto, las identidades – sean ellas sociales, culturales o individuales, sólo existen como cifras inconstantes en el tráfico de símbolos que se mueven al ritmo desenfrenado de video clips y anuncios de televisión. 3 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 Publicada como parte de la colección de relatos La señora de la fuente y otras parábolas de fin de siglo (1996), Rainbows at Seven Eleven es una narración de viaje inortodoxa ya que en vez de ser una historia de formación en que el sujeto se (trans)forma a través del desplazamiento espacial; en la noveleta de Luis Arturo Ramos, el viaje simboliza no constitución sino desagregación de la subjetividad del protagonista. Rainbows at Seven Eleven cuenta la historia de un hombre que, según sugiere el texto, se escapa hacia la nada después de desfalcar al banco para que trabaja. Cuando es llamado a prestar cuentas al directorio de éste en San Antonio, el protagonista, al principio anónimo, embarca en un viaje que no lo lleva al destino previsto sino al “arco iris de las siete once” (RAMOS, 1996, p. 56). Este arco iris representa, para Martín Camps, el dominio de la cultura de masas (y de consumo) norte-americana y, a la vez, la muerte del protagonista. Así, Camps identifica las referencias al McDonald’s y a la tienda de auto servicio ‘Seven Eleven,’ que unidos son la suma macabra de la ceremonia de su muerte. No sería una interpretación del todo descabellada señalar que la mención de “McDonald’s” y “Seven Eleven” representan la presencia del imperialismo norteamericano y articulan la muerte del protagonista. (CAMPS, 2004) La muerte del protagonista, que Camps identifica como su fin físico, ocurre antes de todo en el ámbito de su subjetividad. O sea, la identidad del personaje, que desde el principio está puesta en entredicho, se desvanece a medida que éste se aleja de San Antonio. Si, de acuerdo con Robert G. Dunn, en la modernidad la noción de la identidad se basaba en la negociación entre el individuo y su entorno, es decir, el grupo o la comunidad a la cual éste pertenecía; entonces en el contexto posmoderno, la identidad se ve amenazada por la cultura de masas y de consumo. De tal suerte, Dunn afirma que: “the social relational basis of identity formation, originating in modern notions of self-unity, has been undermined by technologically based commodity culture” (DUNN, 1998, p. 52). En Rainbows at SevenEleven, el protagonista es incapaz de establecer lazos que le unan psicológicamente o a otros individuos o a una entidad social, prefiriendo relacionarse a través de un discurso en que predominan los slogans de los medios de comunicación masivos, como el cine. Su 4 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 lenguaje carece de tal modo de sentido, de peso, de potencial de comunicación y es testimonio del vacío afectivo del protagonista. Por lo tanto, el protagonista carece de los vínculos que sirven como la base para la formación de una identidad tanto social como individual. Es paradigmático que el personaje principal no tenga la capacidad de desarrollar ni relaciones significativas con otras personas, ni posea una consciencia, no sintiendo arrepentimiento por su robo. Mientras avanza sobre la superficie de la carretera, el protagonista observa los controles de su Nissan 1990 y aunque advierta “en aquel sordo diálogo de instrumentos la posibilidad de abrir un resquicio donde colar la justificación o el arrepentimiento” (RAMOS, 1996, p. 27), el es incapaz de lograr tales reacciones. La falta de sentimiento de culpa por parte del personaje principal revela el razonamiento de “ladrón roba ladrón” de un capitalismo desenfrenado donde la lógica del lucro impera. En este sistema, el individualismo anula cualquier potencial de vinculación a una colectividad. A estarle vedada la posibilidad de pertenecer a una comunidad social, el protagonista busca ubicarse dentro de un espacio nostálgico, en el simulacro de un pasado legendario. Así el pretexto que él encuentra para su transgresión es la comparación que establece entre sus acciones y las expediciones bélicas de los Apaches quienes, organizaban partidas de saqueo benditos por la consciencia de ejercer un concepto más sensato de las pertenencias. Las cosas son de quien las goza y no de quien las acumula, de ahí que obtenerlas mediante la fuerza o el trueque fuera sólo un paso previo aunque necesario. (RAMOS, 1996, p. 26) El crimen del protagonista es re-interpretado como un acto de rebeldía nostálgica, una acción que lo “redime” de su colaboración con un sistema económico explotador y lo asocia a un pasado mitológico – aunque sea solo por la duración de su inverosímil viaje. Sus “talismanes”, un viejo Colt y un collar apache (un objeto que está vacío de su sentido ritual ya que pasó “de la santa guerra sobre el reseco pecho de un guerrero, a la fraudulenta paz entre los prominentes pechos de alguna jipi californiana” (RAMOS, 1996, p. 27), son los lazos que lo unen a esta historia, cuyos espectros el protagonista intenta perseguir en su Nissan rojo que el narrador trata como se fuera un caballo mecánico. La transformación del coche (japonés, señalando la predominancia de una economía global) en una “bestia mecánica” también connota la sobredicha nostalgia hacía un pasado más “heroico”, donde el 5 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 bandido-héroe asaltaba el banco vertiendo la sangre de sus víctimas (y, en efecto el personaje de Ramos desea matar a sus jefes pero sus fantasías de violencia no van más allá de la esfera de su imaginación) y cabalga rumbo al sol poniente. Esta imagen cliché de las películas del viejo oeste se reproduce de forma paródica en la noveleta – el personaje principal “monta” su automóvil rumbo al atardecer aunque su final no sea tan espectacular, como el de los cowboys cinematográficos. El afán de transformarse, de asumir otra identidad que lo aleje de un prosaico junior executive, hace que el protagonista se ponga varias “máscaras”, que ocultan su subjetividad. El primer disfraz que usa, es su (no) nombre, “Jack”. La adopción de un nombre que, en vez de identificar, encubre el “yo” del protagonista, señala hacia la descomposición de su identidad. Como observan tanto Camps como Antonio Gómez López-Quiñones el nombre “Jack” remite al panteón de las estrellas cinematográficas norteamericanas, en específico al actor Jack Nicholson. El protagonista se compara a este artista, asumiendo sus manierismos al darle un aventón a una joven de nombre “Trishia”. En este contexto, el propio acto de “nombrar” recalca la pérdida de la identidad. Cuando el protagonista pronuncia su “nombre” (¿verdadero?), sus palabras son tragadas por el ruido de automóviles que pasan a alta velocidad a su lado. Solo en la repetición del nombre, que suponemos ser falso, el protagonista se identifica. Al final, ni Trishia ni la lectora realmente saben qué se esconde detrás de los “cristales ahumados” que “Jack” lleva. El nombre utilizado por el protagonista expresa la desaparición de una identidad individual a favor de una artificial, mediática, que, semejantemente a la institución financiera donde “Jack” trabaja, tiene un alcance transnacional. El desplazamiento geográfico del protagonista es concomitante con la progresiva evaporación de una realidad material. Ésta se sustituye por la asimilación de trechos de películas y del deseo nostálgico por un pasado también creado en los estudios cinematográficos de Hollywood así como el discurso cultural difundido por éstos. Según Jean Baudrillard, en nuestra época experimentamos la “precedencia del simulacro”. La realidad se desvanece en la proliferación de simulacros, en una “híperrealidad”. Dice Baudrillard que the age of simulation thus begins with a liquidation of all referentials – worse: by their artificial resurrection in systems of signs… It is no longer a question of imitation, nor of 6 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 reduplication, nor even of parody. It is rather a question of substituting signs of the real for the real itself. (BAUDRILLARD, 1988, p. 2) En efecto, el viaje de “Jack” es una celebración de una cultura de los simulacros. Su traslado es un espejismo, una reproducción a larga escala de las alucinaciones que asaltan a los viajeros en el desierto o una copia de los “road movies” de Hollywood. Las quimeras con las que Jack se encuentra asumen formas humanas y reflejan figuras estereotípicas del imaginario cinemático y/o televisivo al que la espectadora contemporánea está acostumbrada. Lo que une a las personas con que el protagonista se topa durante su viaje es que estos individuos carecen de una dimensión psicológica. Más que nada ellos son simulacros de las imágenes que proliferan en los medios masivos de comunicación. Sus interacciones con el personaje principal se limitan a diálogos que se asemejan a guiones de películas y, por lo tanto, indican tanto su propio aislamiento como el de Jack dentro de un imaginario de masas. De tal suerte, el protagonista se encuentra primero con un policía que asume el papel de Clint Eastwood, completo con un par de cinematográficos “minerales ojos azules” (RAMOS, 1996, p. 37), que invocan la mirada del actor norteamericano. Los dos encuentros siguientes de “Jack” son con Trishia, que con “Cabello hasta los hombros y entallados shorts hasta la ingles” (RAMOS, 1996, p. 40) representa el prototipo de la autostopista sexy tan común en el imaginario erótico de Hollywood. Su siguiente encuentro se da con una mendiga negra que parece haber salido de un relato del sur estadounidense. Al encuentro de Jack con Trishia no falta ni siquiera la alusión romántica (y por supuesto trágica por ser imposible) al final de la historia, cuando éste, en una frase digna de un guión de cine le dice: “Sigue conmigo, Trishia … Puedo llevarte a sitios mejores que éste” ( RAMOS, 1996, p. 44). La muchacha rechaza la generosa oferta con palabras tan estereotípicas como las que el hombre acaba de pronunciar: “No puedo Jack, … Tú vas demasiado lejos” (RAMOS, 1996, p. 44). Al bajarse del auto, la joven desaparece en el espejo retrovisor del coche, dejando tanto a “Jack” como a la lectora en duda si realmente su presencia fue real o sólo una proyección del deseo (y de la mirada) masculina. 7 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 Las palabras de despedida de Trishia son repetidas por la siguiente pasajera del protagonista, una vieja pordiosera negra con un penetrante olor a café, el fantasma la típica cantante de blues, una aparición inverosímil en la vastedad reseca donde se halla en el momento que la ve el protagonista. Por consiguiente, él le pregunta “Qué anda haciendo una negra como tú tan lejos de su Sweet Georgia”? (RAMOS, 1996, p. 49). Tanto la mujer joven como la mendiga sirven de accesorios para que el protagonista pueda asumir diferentes identidades cinematográficas. Si con Trishia él había sido “Jack”, con la mujer negra, el personaje principal se antoja Paul Newman (¿en WUSA [1970]?). La alusión a la cultura de masas norteamericana presente en ambos encuentros es reforzada por el ámbito espacial donde estos ocurren. Es decir, la mujer joven se baja en un McDonald’s ubicado en el medio de la nada; mientras que el protagonista encuentra a la mendiga en una lonchería Denny’s. Los dos establecimientos, símbolos de la cultura de masas y de su difusión global, son constantes en esta noveleta de Luis Arturo Ramos. Su presencia contrasta con la nostalgia del personaje principal hacia un pasado (imaginario), no corrompido por el sistema económico capitalista cuyos monumentos proliferan en la carretera desolada, donde antes transitaban Apaches que “supieron conciliar la fuerza con la falta de ambición” (RAMOS, 1996, p. 26). Los McDonald, Denny’s, Jack in the Box y Seven Eleven con los que se tropieza el protagonista, son ejemplos de lo que el antropólogo francés Marc Augé ha denominado “no-lieux”, “no-espacios” desprovistos de historia y marcados por un flujo constante de personas y bienes de consumo. Son estos los ámbitos prototípicos del capitalismo tardío. Para Augé los “no-espacios” son lugares donde el habitué of supermarkets, slot machines and credit cards communicates wordlessly, through gestures, with an abstract, unmediated commerce; a world thus surrendered to solitary individuality, to the fleeting, the temporary and ephemeral. (AUGÉ, 1995, p. 78) En consecuencia, el transeúnte que se mueve por los ejes del sistema capitalista tardío como los centros comerciales, los restaurantes de comida rápida, las carreteras con sus puestos de gasolina que son a la vez locales de un consumo de bienes transitorios, no es capaz de entablar un dialogo. La comunicación con otros individuos, sea ésta por medio de la mirada, del coloquio, del contacto físico, ya no es posible. En vez de establecer contactos humanos, el sujeto prefiere aislare en el ritual vacuo del consumo. 8 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 El contraste entre el (no) “lugar” de un pasado nostálgico (símbolo de un orden primitivo, más “justo” y tal vez menos “salvaje” que el de ahora) y el “no-lugar” del presente globalizado se subraya en el encuentro del protagonista con su último pasajero, un hombre misterioso e imponente que recuerda a los antiguos guerreros Apaches con los que sueña el protagonista. Este hombre es una suerte de chamán que guía al personaje principal hacia su destino, el “arco-iris de las siete once”. El final de la historia, con su alusión a las dos cadenas de fast food (que se fusionan en un solo símbolo grotesco) señala la preponderancia de la cultura de masas que se difunde con la globalización. Así, Rainbows at Seven-Eleven concluye con la yuxtaposición irónica de la luz del atardecer, el “galope a rienda suelta” del coche-caballo del protagonista, o sea, una suerte de reproducción de las películas de viejo oeste donde el bandido-héroe cabalga hacia el sol poniente, y las “dos curvas amarillas [que] levantaron su petulante arcoiris” (RAMOS, 1996, p. 56). Por medio de esta yuxtaposición, Ramos banaliza la transgresión del protagonista que se identifica con la figura del bandido solitario, volviéndola un acto sin sentido. Su huída hacia la nada, en dirección a un atardecer incierto no contiene el romanticismo (admitidamente problemático) de las películas del viejo oeste norteamericanas ya que su sol no es una llama rojiza en el horizonte lejano y sí un arco iris del consumo insípido. De acuerdo con Zymunt Bauman, la identidad personal y la social (y/o nacional) no pueden ser separadas ya que ‘identity’ is not just a ‘private matter’ and a ‘private worry’. That our individuality is socially produced, is by now a trivial truth; but the obverse of that truth needs yet to be repeated more often: the shape of our sociality, and so of the society we share, depends in its turn on the way in which the task of ‘individualization’ is framed up and responded to. (BAUMAN, 2001, p. 474) De esta manera, podemos concluir que la trayectoria del protagonista por un panorama que borda a la irrealidad es una fuga de un mundo donde la ubicación del sujeto es precaria debido a la ausencia de sistemas sociales y morales que lo arraiguen dentro de una realidad material (tanto en el sentido social como histórico). Dentro del contexto de la globalización, ni los lazos interpersonales (la familia, las amistades, las relaciones sociales), ni el discurso nacional ofrecen ya 9 www.interletras.com.br – v.2, n. 4 – jan./jun. 2006 paradigmas de identificación viables y el sujeto desubicado se desvanece dentro de la multiplicación de identidades mediáticas. 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