PIURA, UN PUEBLO CON HISTORIA Cuentan las crónicas que los españoles que llegaron con Francisco Pizarro a Piura se llevaron la sorpresa de su vida al comprobar que era una mujer la que gobernaba la nación Capullana. La sorpresa fue mayor cuando los barbados visitantes fueron invitados a una ceremonia poco común: la elección de los nuevos cónyuges de la cacique capullana entre los jóvenes más guapos y valientes del pueblo, mientras que los varones desplazados lloraban su desgracia en un rincón del palacio soportando las burlas de sus paisanos. Los españoles quedaron encandilados. Habían soportado durante meses las penurias de la navegación y la antipatía de los naturales semidesnudos y caníbales que encontraron en el camino, hasta que en territorio piurano fueron recibidos por un pueblo civilizado y acogedor, gobernado por bellas mujeres de piel tostada y vestidas con hermosos trajes de algodón, de cabellos largos y delicadamente peinados, que compartían la extraña costumbre de bañarse todos los días -hábito inusual en las europeas del siglo XVI- y, por si fuera poco, excelentes anfitrionas. Las mismas crónicas nos cuentan que el propio Pizarro tuvo que usar su espada para obligar a sus hombres a retornar al barco y continuar la conquista del Tawantinsuyo. Casi quinientos años después, los turistas que visitan este departamento norteño también hacen de tripas corazón antes de abandonar las cálidas tierras piuranas. La historia de Piura se remonta a los 6 mil años antes de nuestra era, cuando un pueblo de pescadores y recolectores pobló las zonas costeras. Con el tiempo estos grupos humanos se fueron constituyendo en naciones civilizadas que poblaron la costa (Los Tallanes, considerados los mejores navegantes del antiguo Perú), la zona central (Vicús, famosos por su fina cerámica) y las serranías (cultura Huancabamba), quienes antes de la conquista española fueron sojuzgados por las tropas incaicas, luego de cruentas y sanguinarias guerras. Fue aquí donde Pizarro fundó la primera ciudad de América del Sur, San Miguel de Piura (1532), que durante la Colonia mudó su sede huyendo de los rigores del clima -¿del Fenómeno del Niño?- y de los piratas que asolaron las costas del norte peruano. Por aquel entonces, el puerto de Paita competía en importancia con el Callao debido a que frente a sus costas las aguas de la corriente de Humboldt (que va de sur a norte paralelo a la costa) se internan en el Océano Pacífico, haciendo muy difícil la navegación de los barcos a vela. De ánimo liberal y autónomo, los piuranos proclamaron la independencia el 4 de enero de 1821, contribuyendo a la victoria patriota en la batalla de Pichincha con la célebre División Piura. Y fue Catacaos la primera ciudad que en 1826 rechazó la Constitución Vitalicia impuesta por Simón Bolívar, acto que fue reconocido en todo el Perú y que le mereció el título de Heroica Villa. Piura es también tierra de artistas, héroes y científicos, no en vano los piuranos han contribuido a la identidad nacional por su temperamento creativo, digno, patriota y generoso. LA NOCHE PIURANA Erigida en el corazón del desierto de Sechura, nada mejor que la noche piurana para escapar del ardiente y permanente calor que caracteriza a esta ciudad y así recorrer sus calles, visitar sus monumentos y sentir la ancestral hospitalidad del pueblo piurano. Ciudad de contrastes, ciudad errante y solidaria, San Miguel de Piura fue fundada por Francisco Pizarro en 1532 sobre la margen derecha del río Chira, en Tangarará, muy cerca de Sullana. Sus vecinos se trasladaron tiempo después a una zona cercana al cerro Pilán, conocida por los naturales como Piruá (granero), voz que se transformaría en "Piura". En 1578 cambiaron nuevamente de ubicación, en Catacaos, cerca de la costa. Pero otros vecinos optaron por el puerto de Paita, conocido como San Francisco de Buenaventura, hasta 1587 en que fue saqueado e incendiado por el pirata Cavendish, obligando a su población a buscar un lugar más seguro. Así se instalaría definitivamente la ciudad el 15 de agosto de 1588, en medio del desierto y bañado por las aguas del río Piura. En la margen izquierda se encuentra el barrio de Tacalá hoy llamado Castilla, la zona más populosa de la ciudad. Aquí se ubica el aeropuerto a pocos minutos del centro. En la margen opuesta del río, se encuentra la zona tradicional de Piura. Muchas de sus calles han sido modernizadas, pero aún conservan ese aire colonial de antaño. La avenida Grau es la principal y la más antigua de la ciudad. Nace en la Plaza de Armas y en las primeras cuatro cuadras, se ubica la zona comercial que es interrumpida por un óvalo dedicado a don Miguel Grau Seminario. Desde ahí se sigue hasta el barrio de Buenos Aires hasta conectarse con la carretera que se dirige al puerto de Paita. Otra arteria principal es la avenida Sánchez Cerro, construida en 1950. Estas grandes avenidas son complementadas por aquellas calles estrechas, de cariz colonial, en donde no es raro apreciar las mansiones hechas a inicios del siglo XIX, de adobe y quincha. Visita obligada son la Casa Eguiguren y la casona donde nació Miguel Grau, hoy convertida en museo. La calle Lima, antes llamada San Francisco, es la más tradicional de Piura. Aquí se ubica la Iglesia de San Francisco, donde se proclamó la independencia del yugo español el 4 de enero de 1821. Las calles Libertad, Tacna, Arequipa y Cusco conforman el cuadrilátero urbanístico. En el centro de la Plaza de Armas se erige la estatua de La Libertad, a la que los piuranos llaman cariñosamente "Pola". Los tamarindos sembrados hace más de un siglo con sangre de toro, al decir de los vecinos más antiguos, otorgan su generosa sombra. Piura ha crecido mucho en los últimos años, junto a la parte antigua monumental, se han construido modernas urbanizaciones, algunas populares y otras mesocráticas. La ciudad, errante en sus inicios, muestra con orgullo la calidad de su gente y la belleza de su arquitectura monumental. PLAYAS DE FAMA MUNDIAL No se puede visitar Piura sin conocer sus playas de aguas azules, arenas blancas y eterno verano. Paraíso de tablistas, pescadores, turistas y aventureros, la belleza de su litoral no tiene comparación en toda la costa peruana. A lo largo de sus costas, el desierto choca con el mar formando caprichosas ensenadas, herraduras y farallones. Las caletas florecen como pequeños oasis. Máncora, Los Organos, El Ñuro, Cabo Blanco, Punta Restín, La Bocana, Punta Ñermete; Mata Caballo, Punta Shode o Punta Tur dan vida a la recia costa piurana. Frente a Paita la corriente peruana de aguas templadas se interna en el mar luego de surcar de sur a norte paralela a nuestras costas. Allí choca con el mar tropical que "baja" de norte a sur. El paisaje se transforma. Ese colchón de neblina que cubre el litoral peruano desaparece y permite un clima semitropical con días calurosos y noches frescas y hermosas que hicieron famosa a la Luna de Paita