PRESENTACION FORO ESQUIPULAS1 MARCO DE ANALISIS DEL AMBIENTE NATURAL: desde un enfoque extractivo a un enfoque de bien público para el desarrollo inclusivo y sostenible Juventino Gálvez Director IARNA-URL Agosto de 2014 En el tiempo previsto para mi intervención deseo establecer un marco de análisis sobre el ambiente natural y las relaciones que se establecen entre éste y las dimensiones socio económica e institucional en nuestro país. Para ello me apoyaré, sobretodo, en el enfoque de sistemas, ya que éste nos permite pensar en contextos, relaciones causa-efecto, considera la dimensión histórica así como las prospecciones y también permite pensar en intensidades y eficiencia. En ese sentido quisiera referirme a 6 aspectos vinculados entre sí, fundamentales para abordar el análisis ambiental desde una perspectiva sistémica. El primero trata el concepto de ambiente natural, el segundo se refiere a los problemas ambientales, el tercero se refiere a los atributos básicos que permiten la funcionalidad de un sistema, el cuarto se refiere a la relación entre esos atributos y la situación del ambiente natural; el quinto es una aproximación a un marco estructural para el funcionamiento de nuestra sociedad. Un marco aspiracional diría yo. Y el ultimo se refiere a la identificación de las tensiones que limitan el tránsito hacia un modelo más inclusivo y sostenible. En relación al PRIMER ASPECTO quisiera referirme al concepto de ambiente natural. Se trata de una porción del ambiente total de los seres vivos y se refiere a un conjunto de elementos tangibles llamados “bienes o recursos” y “condiciones”, menos tangibles, que posibilitan la vida. Ambos aspectos lo definen. Un bien o recurso es una cantidad de materia o energía que puede ser afectada por la actividad de un ser vivo. Los recursos de los seres vivos son principalmente los materiales de los cuales sus cuerpos son producidos; los elementos o energía que posibilitan su crecimiento, sus actividades y existencia; y los lugares o los espacios donde toman lugar sus vidas. Son bienes o recursos del ambiente la radiación solar, las moléculas inorgánicas (como el dióxido de carbono), el agua, los nutrientes minerales, el sustrato edáfico (suelo), los organismos (en Presentación realizada en el marco del Foro Esquipulas: “Hacia el Desarrollo Sostenible: por una región integrada, equitativa, democrática y en paz”. Modulo “Crecimiento Verde, Incluyente y Sostenible”. Agosto de 2014. 1 1 función de cadenas alimenticias; la flora, fauna y otros organismos nicelulares) y los minerales en general (Finegan, 1994)2. Una condición es un factor abiótico del ambiente (medio o entorno) cuya magnitud varía en el espacio y en el tiempo, al cual los organismos presentan reacciones diferentes. La magnitud de una condición puede ser modificada por la presencia de otros organismos, pero a diferencia de los bienes o recursos, las condiciones no son utilizadas por los organismos. Son condiciones del ambiente la temperatura, el potencial hidrogénico (pH), la humedad del suelo y de la atmósfera. El agua y el aire representan a la vez, una condición y un bien o recurso del ambiente (Finegan, 1994)3. La unidad básica del ambiente natural es el ecosistema y la diversidad de estos, expresada en diferencias en la composición, la estructura y la función, es el reflejo de las interacciones recíprocas y continuas entre los organismos vivos y los factores físicos a lo largo de la historia. Normalmente nos aproximamos al ambiente natural y sus diferentes niveles de organización, por un lado, para conocerlo y por otro, para administrarlo en función de ciertos propósitos socialmente establecidos. Y entre estos dos ejes de aproximación existen las respectivas retroalimentaciones. En el primer caso, la investigación nos permite conocer aspectos patrimoniales inherentes al territorio. Básicamente ¿Cuál es el estado cuantitativo y cualitativo de los componentes del ambiente natural y como se explica ese estado? Y por supuesto nos permite responder a una gama de interrogantes más. Como todos ustedes saben, nuestro país forma parte del grupo de países mega-biodiversos y es un centro de origen de plantas cultivadas. No es momento para revisar cifras sobre la diversidad y riqueza natural guatemalteca, pero señalo algunos elementos que explican esta condición y su reconocimiento global: Los más importante son (i) la historia geológica; (ii) la historia biogeográfica; (iii) las amplitudes altitudinales y térmicas y la consecuente variedad climática; (iv) la variedad edáfica, por ejemplo. En el segundo caso, los esquemas de administración buscan asegurar la permanencia de los componentes del ambiente natural mientras se interviene con diferentes grados de intensidad. Frecuentemente esos esquemas, como en nuestro caso, adquieren una connotación netamente defensiva pues las presiones y las fuerzas impulsoras son tan grandes y variadas que pueden llegar a rebasar ciertas capacidades de gestión y provocar agotamiento, degradación y contaminación de los ecosistemas, las especies y los genes. Aquí pasó al SEGUNDO ASPECTO, así que debemos recordar que las dinámicas económico-sociales que tiene lugar en el país van acompañadas de la demanda de diferentes componentes del ambiente natural. El flujo de tales componentes es inherente a las relaciones 2 Finegan, B. (1994). Bases ecológicas para la producción sostenible [curso de posgrado]. Costa Rica: Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza (CATIE), Maestría en Manejo y Gestión de la Biodiversidad 3 Idem 2 socio naturales y generan, inevitablemente, impactos negativos en el ambiente natural. La meta de la gestión ambiental es orientar, vía política pública, las actividades socioeconómicas para minimizar sus impactos a niveles que mantengan la propia capacidad de regulación de la naturaleza. Cuando estos niveles de impacto van más allá de la capacidad de carga de los ecosistemas, surgen los problemas ambientales, los cuales se convierten en crisis cuando salen del control institucional. Los problemas ambientales se pueden definir como el conjunto de hechos y circunstancias que se reflejan en agotamiento, degradación y contaminación del ambiente natural. Los problemas ambientales repercuten directamente en la estabilidad de las actividades económicas, en el bienestar social, potencian la vulnerabilidad del país, construyen riesgo a desastres y, en definitiva, merman las posibilidades de transitar en la ruta del desarrollo sostenible e inclusivo. Estos problemas, en nuestro caso, han alcanzado dimensiones de crisis porque para la mayoría de ellos, al mantener invariable el esfuerzo actual de gestión, está en duda la posibilidad de modificarlos y cesarlos (Gálvez, J. en: Observatorio Ambiental de Guatemala, 2012)4. Anteriormente indique que el ecosistema es la unidad básica del ambiente natural. En este sentido me parece apropiado iniciar con una mirada de la situación prevaleciente en este nivel. Una aproximación al estado de los ecosistemas es posible recurriendo al análisis de la dinámica entre diferentes usos de la tierra. El mapa de cobertura y uso de la tierra, disponible para el país, data del año 2003 5. No obstante su antigüedad, es útil hacer inferencias sobre el territorio. Así, hace diez años, observando la dinámica de uso de la tierra a nivel de ecorregiones 6 , el país exhibía una acelerada perdida de cobertura forestal para dar paso a usos agropecuarios y urbanos. En ese año de referencia, la cobertura forestal era de 4.2 millones de hectáreas, equivalentes al 38.6% del territorio nacional. Dos categorías de uso de la tierra ocupaban casi el 60% del territorio, siendo estas: la categoría de cultivos agrícolas (27.5%) y la categoría de pastos naturales, herbazales, arbustos y matorrales (áreas regularmente dedicadas al descanso y/o recuperación para su uso posterior en actividades agropecuarias), con 31% del territorio. La distribución de los usos de la tierra en las distintas ecorregiones fue muy irregular para el año de referencia, y resalta el hecho de que más del 30% de la superficie estaba destinada a cultivos anuales y perennes en siete de las 14 ecorregiones (Figura 1). 4 Gálvez, J. (2012, Enero 27). Problemas ambientales. Plaza pública, versión electrónica. Recuperado de: http://www.d6.plazapublica.com.gt/content/problemas-ambientales 5 Se prevé que para la mitad del año 2014 se publique un mapa de cobertura y uso actual de la tierra del año 2012. 6 Se definen como unidades relativamente grandes de territorio que contienen diferentes arreglos de comunidades naturales y especies, con límites que se aproximan a extensiones que originalmente tenían las comunidades naturales previo a los cambios inducidos por las intervenciones humanas (IARNA-URL, 2013). 3 Figura 1. Uso de la tierra en las ecorregiones de Guatemala (datos en porcentaje del año 2003) Desde ese momento hasta la actualidad, los ritmos de deforestación han sido crecientes, reduciéndose sistemáticamente los bosques naturales y ampliándose las áreas para cultivos anuales o permanentes y para centros urbanos. Y es que en relación específica a la cobertura forestal, la información disponible es de más largo alcance y actual. Así, la información procesada en el proceso del SCAE permite observar la evolución de los activos forestales desde 1950 hasta 2010. La Figura 2 muestra la tendencia de la tierra cubierta por bosques para ese periodo. A nivel nacional se contaba con casi siete millones de hectáreas de bosque en 1950 (64.5% del territorio). La cobertura forestal se redujo a 3.7 millones de hectáreas en 2010 (34.2% del territorio), lo que representa una disminución del 47% de la cobertura forestal de 1950 en 60 años. Las tasas brutas de deforestación no sólo son alarmantes, sino también crecientes. En el periodo 2001-2006 se registró una tasa bruta de deforestación de poco más de 100,000 hectáreas, mientras que para el periodo 2006-2010 la tasa bruta de deforestación alcanzó valores de poco más de 132,000 hectáreas anuales, principalmente de bosques naturales, afectando los ya escasos y cada vez más diezmados grandes bloques boscosos ubicados especialmente en la Franja Transversal del Norte y Petén, y alcanzado ya las áreas legalmente protegidas (por lo menos 37% de la deforestación bruta nacional ocurre dentro de éstas). 4 Figura 2. Evolución de la cobertura forestal en Guatemala (datos en hectáreas y porcentaje del periodo 1950-2010) Como sabemos, se deforesta ya sea por el espacio (la tierra) o por los recursos (la madera y la leña) y las presiones directas son variadas incluyendo la narcoactividad (y la ocupación derivada de procesos de migración interna de comunidades rurales, que ven en espacios protegidos la única opción para solventar carencias de todo tipo). Así mismo, son fuentes de deforestación, los incendios, la urbanización, las plagas y enfermedades, la siembra de monocultivos en grandes extensiones –principalmente la palma africana–, la ganadería extensiva, la tala ilegal y las respectivas combinaciones de estas causas. Esos niveles sostenidos de pérdida tienen implicaciones directas en el estado de conservación (o degradación) de las ecorregiones y, por supuesto, del país. Ya en el año 2003, la ecorregión Bosques Secos de Centroamérica, por ejemplo, tenía tan sólo el 2.1% de cobertura forestal. Además, únicamente cinco ecorregiones tenían, en ese año, una cobertura forestal superior a la media nacional de 38.6%. Sobre esta base, es posible hacer inferencias con respecto la integridad ecológica, es decir, un estado de los ecosistemas que le permite cumplir con sus funciones ecológicas básicas a partir de los tamaños de los fragmentos forestales en cada ecorregión y la densidad forestal en las mismas. Disminución de fragmentos y baja densidad sugieren aislamiento y degradación de activos naturales. Bajo este marco de conceptos y siempre con base en la situación de 2003, se puede concluir que nueve de un total de 14 ecorregiones no tenían, ya en ese momento, las condiciones biofísicas de conectividad y tamaño de fragmento mínimas para garantizar un flujo continuo de bienes y servicios naturales para diferentes necesidades vitales. 5 Otras señales de agotamiento, degradación y contaminación que ya son conocidas, pues han sido reportadas en diferentes informes, incluyendo aquellos que nosotros hemos producido, tienen que ver con7: Un enfoque dominantemente extractivo del agua: 20,000 millones de metros cúbicos de agua; no hay inversiones para almacenamiento y distribución, y menos para garantizar recarga hídrica en las cuencas. Por lo menos la mitad se retornó como aguas negras. La erosión sostenida de suelos debido a la carencia de programas nacionales de conservación en actividades agrícolas. La intensidad con la cual se utilizan ha conducido a la sobreutilización de al menos un 15% del territorio nacional con la consecuente erosión de al menos 148 millones de toneladas anuales de suelo, hasta que el material original queda expuesto. Una disminución sistemática de las poblaciones silvestres de las zonas marino costeras debido a la falta de observancia del principio de reposición y del principio precautorio. Por ejemplo, menos del 20% de los territorios bajo la administración de la Oficina de Control de Reservas Territoriales del Estado (OCRET), posee cobertura boscosa. La extracción promedio de casi 40 millones de toneladas anuales de recursos del subsuelo (hidrocarburos, minerales metálicos y no metálicos) bajo modalidades que se convierten en incentivos perversos que favorecen la degradación ambiental, la conflictividad social y el debilitamiento sistemático de los mecanismos de conservación natural y de las instituciones encargadas de su implementación. Unos niveles de generación de desechos sólidos que ya alcanzan un promedio anual de 116.5 millones de toneladas en la última década, y que son lanzados al suelo y al agua en su mayoría (sólo 1.3% corresponde a los hogares). La emisión promedio anual en la última década de 48.3 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono (casi el 60% de éstas son atribuibles a los hogares, tanto por la combustión de leña, como por la intensidad de uso de combustibles fósiles en el transporte; le siguen las actividades de generación, captación y distribución de energía eléctrica), al tiempo que disminuye nuestra capacidad de fijación, lo que nos convierte en un país emisor neto de gases con efecto invernadero. El Sistema de Cuentas Ambientales y Económicas (SCAE) que recientemente presentó de manera oficial el Instituto Nacional de Estadística (INE)8, ofrece una revisión detallada de la participación de los diferentes sectores y actividades económicas, tanto en el uso de los componentes del ambiente natural como en la generación de contaminantes de todo tipo. La política pública tiene ahora un tremendo insumo para “negociar” con estos sectores y actividades. 7 Basado en IARNA-URL (Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad Rafael Landívar). (2012). Perfil Ambiental de Guatemala 2010-2012. Vulnerabilidad local y creciente construcción de riesgo. Guatemala: Autor. 8 INE, Banguat y IARNA-URL (Instituto Nacional de Estadística, Banco de Guatemala e Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente de la Universidad Rafael Landívar). (2013). Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica de Guatemala 2001-2010: compendio estadístico. SCAE 20012010. Tomos I y II. Guatemala: Autor. 6 Pasando al TERCER ASPECTO, deseo referirme, y siempre atendiendo al enfoque de sistemas, a los atributos de cualquier sistema. Aquellos que determinan, en gran medida, la viabilidad de un sistema determinado. En nuestro caso podemos tener como referencia al “sistema país” (Figura 3). Estos atributos son: (i) la disponibilidad de recursos y aquí básicamente quisiera que pensemos en los ecosistemas como unidad básica del ambiente natural; (ii) la capacidad de respuesta y quisiera que pensemos en las instituciones. Este atributo incluye la flexibilidad y la capacidad de adaptarse a entornos cambiantes, pero sin perder su identidad. También incluye la capacidad de darse cuenta oportunamente de los cambios que sufren y las amenazas que se ciernen sobre si. Los siguientes atributos son (iii) La homeostasis que evoca la robustez y la capacidad de mantener las características constitutivas del sistema; (iv) el empoderamiento que implica una decidida convicción de las personas individuales y en sociedad acerca de los necesarios contrapesos frente a los poderes públicos o poderes facticos. Finalmente, (v) la resiliencia que se refiere a esa capacidad, del sistema, de sobreponerse a situaciones límite. Mientras más precaria sea la condición de estos atributos más vulnerable es el sistema. Figura 3. Los atributos de un sistema (Modificado de Gallopin, 20039). Sobre esta base paso al CUARTO ASPECTO y quisiera organizar algunos de estos atributos para poder establecer una relación de causa-efecto entre lo que sucede con los componentes del ambiente natural y la dimensión netamente societal. Dicho de otra manera lo que hoy sucede con el ambiente natural de nuestro país, no es más que una serie de expresiones sintomáticas que se sustentan en una estructura y en unas formas de funcionamiento nacional que pueden sistematizarse en torno de tres dimensiones: la económica, la sociocultural y la institucional (Figura 4). 9 Gallopín, G. (2003). Sostenibilidad y desarrollo sostenible: un enfoque sistémico (Serie Medio Ambiente y Desarrollo No. 64). Santiago: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos. 7 Figura 4. Relaciones causa-efecto en el ambiente natural (Elaboración propia). Al centro, por cuestiones meramente didácticas, ubicamos al ambiente natural. En el círculo inmediato ubicamos las dimensiones económica, socio-cultural e institucional. En el caso de la economía, todos sabemos que las pautas de producción y consumo determinan el tipo e intensidad de impacto que se ejerce sobre el ambiente natural. En nuestro caso podemos indicar que nuestros esquemas de crecimiento económico se caracterizan por la concentración de beneficios lo cual está ligado a la concentración de activos productivos; una matriz de sectores económicos que desprecian el potencial de los atributos naturales del país, y por el predominio de actividades degradantes y contaminantes en las fases de producción, distribución y consumo al evadir las prácticas de mitigación de sus impactos. También se caracteriza por un bajo reconocimiento del esfuerzo humano. En la dimensión socio-cultural la causa estructural que explica la crisis ambiental se relaciona con la fragmentación social y la consecuente falta de un acuerdo social con respecto al valor estratégico que tiene el ambiente natural en la permanente búsqueda del bienestar. En consecuencia, los grupos fragmentados, atendiendo a sus intereses o pautas culturales particulares, asignan diferente valor a los componentes del ambiente natural, constituyéndose los territorios, en verdaderos escenarios de disputas por ejercer su control. Las disputas por supuesto, favorecen a los sectores con mayor poder económico y político. Y mientras estos intereses y pautas buscan imponerse, las trayectorias de agotamiento, degradación y contaminación se mantienen invariables, crecientes y perfectamente correlacionadas con el crecimiento poblacional desordenado y marginado. En la dimensión institucional, la causa estructural que determina el estado y la evolución de la crisis ambiental es el raquitismo que padece, entre otros por marginalidad financiera (la 8 inversión promedio anual en los últimos diez años no supera el 0.5% del PIB); cuestión que se manifiesta en insuficiencia, ausencia o presencia perversa. Esta condición institucional puede asumirse como consecuencia de su instrumentalización, concebida y materializada desde la primera de las dimensiones señaladas –la económica- y cuyo círculo vicioso no puede ser roto por la falta de contrapesos sociales, inviables o insuficientes como consecuencia de la segunda dimensión –la socioculturalEn relación al QUINTO ASPECTO, quisiera arribar a un planteamiento, siempre sistémico, inspirado en la idea del balance entre cuatro dimensiones que deben administrarse de manera simultánea. Y se trata de las dimensiones ya analizadas anteriormente dispuestas en un mismo nivel, como elementos centrales de un sistema socio-natural (Figura 5). Aquí la disposición si posee una connotación filosófica que tiene que ver con la idea del desarrollo sostenible. Es decir el desarrollo basado en la mejora continua de estas 4 dimensiones. La mejora es sistémica no sectorial y bajo este esquema recae en las instituciones la tarea de asegurar que esas mejoras puedan sostenerse en el tiempo para todos los ciudadanos. Bajo un planteamiento como este bien podríamos aspirar a impulsar, PRIMERO, una economía robusta, inclusiva y sostenible con una matriz económica mas consecuente con nuestro rasgos naturales y socioculturales y con capacidad de internalizar los costos del uso y el impacto ambiental; SEGUNDO, con una sociedad articulada, con igualdad en el acceso a las oportunidades para el disfrute de una ciudadanía plena, empoderada en torno de una visión de largo plazo; TECERO, el ambiente natural (y la biodiversidad) asumidos como bien público con valor estratégico para la vida en todas sus formas; y CUARTO; instituciones autónomas y consecuentes con el bien común. Bajo un planteamiento como este, seguramente será posible construir sistemas más resilientes y menos vulnerables frente a las amenazas inducidas, entre otras, por el cambio climático. En este planteamiento no debe perderse de vista la necesidad de tener cierto conocimiento del contexto global, es decir el entorno del sistema país. Rápidamente, y con base en el documento “Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina” publicado en enero de este año por la CEPAL (Bitar, S, 201410), quiero indicar que los principales elementos de ese entorno que no debemos perder de vista son: (i) la tecnología disruptiva, es decir, que cambia bruscamente; (ii) escasez de bienes naturales: agua, energía, alimentos; (iii) transformaciones demográficas; (iv) urbanización y expansión de ciudades; (v) cambio climático, con efectos en todo el sistema y; (vi) empoderamiento ciudadano 10 Bitar, S. (2014). Las tendencias mundiales y el futuro de América Latina (Serie Gestión Pública 78). Santiago de Chile: Naciones Unidas e Inter-American Dialogue. 9 Figura 5. Enfoque de balances en la gestión del ambiente natural y contexto internacional (Elaboración propia con base en conceptos de Gallopin, 2003). En este momento uno se ve tentado a formular varias preguntas. Por ejemplo; ¿podremos mejorar la gestión del ambiente natural vía la política pública? Y que mas necesitamos ver, para incrementar el empoderamiento social frente al deterioro progresivo de la biodiversidad y los elementos físicos que la sostienen? Finalmente y estrictamente para provocar el debate, quisiera pasar al ULTIMO ASPECTO e identificar algunos elementos que me parece que se constituyen en “tensiones estructurales” que impiden, por un lado un tratamiento distinto del ambiente natural (como bien público insustituible) y por otro, impiden el tránsito a un esquema de desarrollo más inclusivo y sostenible. Esas tensiones han sido llamadas “nodos estructurales” por la Universidad Rafael Landívar en el contexto de su agenda de investigación 11 , y han sido definidos así: “Los nodos se refieren a fenómenos de orden estructural, imprescindibles para caracterizar al país en el largo plazo y que condicionan en mayor o menor medida, a los subsistemas institucional, económico, socio-cultural y ambiental. Los fenómenos 11 Universidad Rafael Landívar, Vicerrectoría de Investigación y Proyeccion. 2014. Agenda de Proyeccion e Investigación. Documento Interno. 10 estructurales son complejos, multicausales, de larga duración y recurrencia en la conformación del país”. He tratado de aplicar este concepto al análisis del ambiente natural, manteniendo la idea de fenómenos que condicionan la gestión éste. Las tensiones que yo he identificado en la gestión del ambiente natural son de orden internacional y de orden nacional. En el primer caso las relevantes son: Las políticas globales de disminución de emisiones de GEI utilizando biocombustibles12 está impulsando cambios de uso de suelo desfavorables a la conservación de bosques nacionales y de otros componentes del ecosistema. El cambio climático y las consecuentes distorsiones climáticas de origen global amenazan la permanencia de ecosistemas y especies endémicas e incrementan el riesgo a desastres a nivel local13. Las demandas crecientes del mercado internacional frente a las frágiles capacidades institucionales locales inducen uso ilegal o atropello de derechos humanos locales. En el segundo caso, algunos ejemplos de tensiones nacionales son los siguientes: El desencuentro entre los marcos legales gubernamentales de manejo y administración del ambiente natural, y la legitimidad de esquemas comunitarios ancestrales de tenencia, conservación y manejo de componentes del ambiente natural. La visión dominante sobre el carácter transable de los componentes del ambiente natural y de beneficio individual, en detrimento de la visión del ambiente natural como bien público proveedor de bienes y servicios estratégicos para la sociedad. Esa visión genera fuertes tensiones entre diferente actores y sectores de la sociedad. La necesidad de detener agotamiento, deterioro y contaminación en un contexto de depresión socioeconómica de la población, igualmente creciente. La confrontación entre los usos tradicionales de diferente escala y los usos industriales de gran escala de los bienes naturales. 12 De alcanzarse los objetivos de las políticas de uso de biodiesel se requerirán 4M ha adicionales de palma para satisfacer la demanda de la Unión Europea y un millón más, para satisfacer la demanda de China para el año 2020 (Sheil, D., Casson, A., Meijaard, E., Van Noordwijk, M., Gaskell, J., Sunderland-Groves, J., . . . Kanninen, M. (2009). The impacts and opportunities of oil palm in Southeast Asia: What do we know and what do we need to know? : Center for International Forestry Research). 13 Proyecciones indican que los bosques húmedo, muy húmedo y pluvial se reducirán en 20% en año 2050, y 45% en 2080 (IARNA-URL, 2011: Cambio climático y biodiversidad. Elementos para analizar sus interacciones en Guatemala con un enfoque ecosistémico (Vol. 37). Guatemala: Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente). 11 La tensión entre conservación y uso REFLEXIONES DE CIERRE Lo primero que se debe precisar es que la relación entre la esfera socio-economica y el ambiente natural ocurre en el marco del “modelo de desarrollo” vigente, es decir del sistema de producción y consumo capitalista, actualmente bajo la doctrina del neoliberalismo a escala global y en un contexto de desarrollo vertiginoso de la tecnología, que implica un alto requerimiento energético. Este sistema, como sabemos, en su afán sin límite de acumulación de capital, lo convierte todo en mercancía, bajo el dominio exclusivo del mercado, sin importar el costo social o ambiental. Y Guatemala no es la excepción. Por ello, hablar de la relación entre la economía y el ambiente natural en el país conlleva ineludiblemente a una crítica socio-ambiental al modo de producción dominante en Guatemala, y al rol que desempeñamos las instituciones y los grupos sociales en dicho sistema. Hasta ahora el horizonte de crítica y de propuesta se ha dado dentro del paradigma del “Desarrollo Sostenible”, que hace referencia "al desarrollo que satisface las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para atender sus propias necesidades". Sin embargo, como bien sabemos, el “desarrollo sostenible” no es un paradigma de transformación, sino de corrección, eso sí, “con un enorme potencial para generar balances o equilibrios” (Gálvez, J. en: Observatorio Ambiental de Guatemala, 2012) 14 . Equilibrios o balances que tendrían lugar en la medida que la voluntad política de los poderes formales y reales permitiera cambios profundos a nuestro esquema vigente de relaciones socionaturales. A pesar de los límites antes señalados (que sólo es correctivo, no transformativo), la visión del desarrollo sostenible tiene el potencial de mostrar críticamente el modelo actual. Pensamos que ésta (la crítica al actual modelo o sistema) es un paso importante para encarar con realidad los desafíos que tiene la sociedad respecto a la necesidad de proponer alternativas al sistema. Definitivamente no es ético ni sostenible seguirle apostando a más de lo mismo, repitiendo la misma retórica a favor de un productivismo que no sea salvaje y de un Estado regulador que simplemente no existe. El “cambio climático” ha mostrado con claridad que no es viable seguir el mismo modelo de desarrollo de los países llamados “industrializados”, y a pesar de todos los esfuerzos por contabilizar la catástrofe social y ambiental, la deuda que dejamos a las generaciones futuras es simplemente impagable, pues la dignidad y la calidad de vida no tienen costo. 14 Gálvez, J. (2012). Perfil Ambiental de Guatemala 2010-2012: vulnerabilidad local y creciente construcción de riesgo. En: Observatorio Ambiental de Guatemala. (2012). Compilación de investigaciones y análisis de coyuntura. Guatemala: Autor. 12 El deterioro del ambiente natural abona a la vulnerabilidad local. Y la vulnerabilidad local de origen ambiental en constante sinergia con la vulnerabilidad de origen económico, sociocultural e institucional, están configurando estados de indefensión verdaderamente dramáticos en varios territorios del país, realidades que, al confrontarse con múltiples amenazas, tales como el cambio y la variabilidad climática de origen global, establecen altos niveles de riesgo a desastres que impactan directamente a las personas, sus medios de vida y su entorno. Esta realidad, exige un replanteo de las relaciones socio naturales, e implica en definitiva, la búsqueda de un modelo de desarrollo que pondere en su dimensión apropiada la necesidad de revitalizar los ecosistemas estratégicos del país y de la región mesoamericana como mecanismo para asegurar su robustez y con ello la capacidad de proveer sostenidamente los bienes y servicios que demandan cotidianamente las personas en el marco de actividades productivas en todas sus escalas. Su revitalización también es condición para asegurar la resiliencia del sistema país frente a presiones crecientes. Indudablemente, el empoderamiento social se configura como una condición fundamental del país, para concretar las aspiraciones de revitalizar el ambiente natural a partir de una institucionalidad pública fortalecida y unas prácticas productivas más apegadas a los límites naturales. Considero que es un momento oportuno para revisar, no nuestra forma de interpretar los cambios en la realidad física o natural (los ecosistemas), sino nuestra idea misma de transformación social. ¿Desde dónde se opera la transformación social? ¿Desde dónde se puede realmente crear un Estado robusto que defienda a la población y a la naturaleza de los embates del productivismo irracional? ¿Qué tipo de información debe generarse y en manos de quién debe ponerse? ¿Cuál es nuestro compromiso con las poblaciones realmente afectadas, no sólo en el plano inmediato, sino a mediano y largo plazo? ¿Qué tipo de trabajo debemos hacer con la población llana y sencilla que paga y sufre finalmente los costos que el capital no asume? 13