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El bodegón: modernidad y tradición
El arte y la comida. De Leonardo da Vinci a Ferran Adriá
Por María Jesús Martínez Silvente.
Doctora en Historia del Arte.
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¿Cómo definiríamos un bodegón o naturaleza muerta? Académicamente, podríamos
decir que “un bodegón es una pintura que representa objetos inanimados de la realidad
cotidiana dentro de un espacio acotado por el pintor, ya sean naturales (animales de caza,
frutas, flores, etc.) o hechos por el hombre (utensilios de cocina, de mesa o de casa,
antigüedades, libros, joyas, etc.) Pero ¿desde cuándo existen? Aunque hay ejemplos de
escenas cotidianas en el Antiguo Egipto y en Grecia, los bodegones, sin otro propósito que
el puramente estético, aparecen por primera vez en la Roma Clásica, a través de la
pintura al fresco y los mosaicos. La representación de la comida en estas villas -nos
quedan buenos ejemplos en Pompeya- servían para demostrar a todo huésped la riqueza y
variedad de comida que allí se consumía, dando a la vez, prestigio a sus moradores“ 1.
Pero si hay un personaje en la historia del arte ligado a la comida, ese es Leonardo
da Vinci. Su madre se casó con un repostero y, desde la infancia, el pequeño Leonardo
aprendió trucos de cocina, sobre todo a moldear con mazapanes, una costumbre que
siguió utilizando una vez tras otra para presentar las maquetas de sus proyectos. Años
después, en una taberna florentina -Los tres caracoles- Leonardo comienza a realizar sus
primeros ensayos culinarios basados en diseños muy elaborados, con pequeñas porciones,
presentados con una estética extremadamente cuidada, que sustituían a los platos llenos
“a rebosar” que se servían en la época. El fracaso de este intento por educar el paladar de
sus contemporáneos fue clamoroso, pero en el verano de 1478, vuelve a intentarlo con su
1. Calvo Serraller, Francisco, La teoría de la pintura en el siglo de oro, Madrid, Cátedra, 1991, p. 45.
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amigo el pintor Sandro Botticelli, abriendo un nuevo negocio, La Enseña de las Tres
Ranas de Sandro y Leonardo que, al aplicar la misma filosofía, vuelve a arruinarle.
Tras su segundo intento fallido, el pintor de la Gioconda abandona Florencia y viaja a
Milán en 1482, donde es nombrado por la corte de los Sforza “Consejero de
fortificaciones y maestro de festejos y banquetes de la corte”; fruto de este período de
investigación sobre la cocina son las anotaciones en sus cuadernos que formaron más
adelante el “Codex Romanoff”, descubiertas mucho después, en el año 1982. Para
hacernos una idea del tipo de cocina tan actual que perseguía instaurar Leonardo, una
propuesta de menú para una celebración de Ludovico Sforza que, por supuesto, no fue
aceptada por considerarse insuficiente:
Una anchoa enrollada descansando sobre una rebanada de nabo tallada a
semejanza de una rana.
Otra anchoa enroscada alrededor de un brote de col.
Una zanahoria, bellamente tallada.
El corazón de una alcachofa.
Dos mitades de pepinillo sobre una hoja de lechuga.
La pechuga de una curruca.
El huevo de un avefría.
Los testículos de un cordero con crema fría.
La pata de una rana sobre una hoja de diente de león.
La pezuña de una oveja hervida, deshuesada.2
En su “Codex” también aparecen parte de los inventos que le hicieron famoso: una
máquina de espaguetis, un asador automático, una máquina picadora de vacas, un
cascanueces que necesitaba la fuerza de tres caballos, un cortador de berros que, en la
demostración, se desboca y mata a seis miembros del personal de cocina y a tres
jardineros, pero que luego se emplearía, con gran éxito, contra las tropas invasoras
2. Jonathan, Routh, Notas de cocina de Leonardo da Vinci, Temas de Hoy, Planeta, Madrid, 2005, p. 29.
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francesas; también introduce música en las cocinas utilizando tambores mecánicos con
manivelas de mano, fuelles para eliminar humos, un sistema de lluvia artificial por si hay
un incendio, el tenedor de tres dientes para poder comer los spaghetti que él mismo
inventó y que llamó “cordeles comestibles”, el molinillo, el sacacorchos, etc.
Cuando Ludovico Sforza le encarga pintar “La última cena” en Santa María delle
Grazie en Milán, el prior del convento, desesperado de las extravagancias de Leonardo,
escribe a Ludovico estas significativas palabras:
[…] insiste en que se prueben todos los vinos hasta dar con el adecuado para su obra
maestra…, y dispone a su antojo de nuestras cocinas día y noche.., y luego, dos veces
al día, hace sentarse a sus discípulos y sirvientes para comer de todas ellas. Mi señor,
os ruego que deis prisa al maestro, que amenaza con dejarnos en la ruina 3.
Uno de los capítulos más divertidos del Codex Romanoff es el dedicado a los hábitos
indecorosos que, según Leonardo, debieran erradicarse de la mesa:
[…] Ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre
el regazo de cualquier otro invitado.
No ha de poner trozos de su propia comida de aspecto desagradable o a medio
masticar sobre el plato de sus vecinos sin antes preguntárselo.
No ha de enjugar su cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa.
Tampoco ha de prender fuego a sus compañeros mientras permanezca en la mesa. Y
si ha de vomitar, entonces debe abandonar la mesa.
Ningún invitado ha de poner la pierna sobre la mesa.
Tampoco ha de sentarse bajo la mesa en ningún momento.
No debe poner la cabeza sobre el plato para comer.
No ha de tomar comida del plato de su vecino de mesa a menos que antes haya
pedido su consentimiento.
Ni utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa.
3. Op. Cit. p. 45.
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No ha de limpiar su armadura en la mesa.
No ha de tomar la comida de la mesa y ponerlo en su bolso o faltriquera para
comerla más tarde.
No ha de morder la fruta de la fuente de frutas y después retornar la fruta mordida a
esa misma fuente.
No ha de escupir frente a él.
Ni tampoco de lado.
No ha de pellizcar ni golpear a su vecino de mesa.
No ha de hacer ruidos de bufidos ni se permitirá dar codazos.
No ha de poner los ojos en blanco ni poner caras horribles.
No ha de poner el dedo en la nariz o en la oreja mientras está conversando.
No ha de hacer figuras modeladas, ni prender fuegos, ni adiestrarse en hacer nudos
en la mesa (a menos que mi señor así se lo pida).
No ha de dejar sueltas sus aves en la mesa.
Ni tampoco serpientes ni escarabajos.
No ha de tocar el laúd o cualquier otro instrumento que pueda ir en perjuicio de su
vecino de mesa (a menos que mi señor así se lo requiera).
No ha de cantar, ni hacer discursos, ni vociferar improperios ni tampoco proponer
acertijos obscenos si está sentado junto a una dama.
No ha de conspirar en la mesa (a menos que lo haga con mi señor).
No ha de hacer insinuaciones impúdicas a los pajes de mi señor ni juguetear con sus
cuerpos.
No ha de golpear a los sirvientes (a menos que sea en defensa propia). 4
El siglo XVI vio una explosión de interés en el mundo natural y la creación de
lujosas enciclopedias botánicas que documentaban los descubrimientos del Nuevo Mundo;
los patronos ricos comenzaron a financiar colecciones de especies animales y minerales,
creando amplios “gabinetes de curiosidades“. Estos ejemplares sirvieron como modelo
para muchos de los pintores que buscaban realismo y novedad, como Arcimboldo y sus
series de las Estaciones del año o Los elementos de la Antigüedad. Un juego de
4. Op. Cit. p. 76.
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aproximación al surrealismo resulta su obra Asado de pollo y cochinillo, donde si se le da
la vuelta, el manjar se convierte en un horrible semblante, que produce una sensación de
extrañeza.
En la pintura holandesa de género la presencia de animales muertos y desollados
era frecuente en escenas de cocina, que se difundieron a partir del Cinquecento. Podría
tratarse de una especie de lección de vanidad, es decir, de una representación de la
fugacidad de la vida, como también una fuente de documentación de lo cotidiano que nos
hace conocer costumbres de la época. Fue una pintura de madurez de Rembrandt 5, El
buey desollado, la que en tuvo una gran repercusión en artistas de épocas posteriores
como Chagall, Soutine o Francis Bacon; el pintor holandés, a su vez, con toda seguridad
conocería la Carnicería de Pieter Arresten o el Cerdo desollado de Joachim Beuckelaer.
En cuanto a los bodegones barrocos llama la atención la diferencia que existe entre
los españoles y los flamencos porque, aunque ambos perseguían un mismo mensaje -la
fugacidad de la vida- cada uno lo enfocó de una manera diferente. Los españoles, como los
de Juan Sánchez Cotán o Zurbarán, solían ser austeros, pobres y llamaban al silencio; la
caza era a base de animales muertos, las frutas y hortalizas estaban crudos, y los fondos
eran sombríos. Los bodegones holandeses, como los de Abraham van Beyeren y Jean
Siméon Chardin, son todo lo contrario, en vez de rechazar los placeres sensuales, la
plenitud y el lujo, a menudo contenían abundantes banquetes rodeados por objetos
ornamentados con ricas sedas y tornasoles.
Dos artistas que convierten las connotaciones religiosas y alegóricas de las obras
en escenas cotidianas donde la comida está presente son el italiano Caravaggio y el
español Velázquez. Los bodegones de los Bacos de Caravaggio cambian según el dios está
enfermo o no; y Velázquez llena de detalles gastronómicos sus obras de su primera época,
la sevillana, como en las obras El aguador de Sevilla y La vieja friendo huevos6.
5. Brihuega, Jaime, Rembrandt, Madrid, Alianza, 2005, p. 81.
6. Véase Gallego, Julián, Diego Velázquez, Barcelona, Anthropos, 1983.
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Aunque es el barroco la gran época del bodegón, este género ya no desaparecerá
del ideario de los artistas. El siglo XIX destaco, por un lado, las oscuras obras de
Francisco de Goya -para seguir de alguna manera con el tenebrismo- y por otro, lienzos
más brillantes que tienen que ver con los impresionistas y los post impresionistas de
finales del siglo. El Pavo muerto de Goya, que influye sobre manera en el de Gutierrez
Solana enfrentado a los bodegones de frutas y flores de Manet, Monet, Van Gogh o
Cézanne.
Las vanguardias históricas europeas como el cubismo o el futurismo experimentan
con el bodegón aplicando sus nuevos lenguajes formales y conceptuales como en el caso
de Picasso, Braque o Boccioni, y cuando el foco cultural cambió a Nueva York tras las dos
Guerras Mundiales, Andy Warhol, Tom Wesselmann, Meret Oppenheim o George Segal
siguen con la tradición pero aplicando el filtro de la modernidad.
Hoy en día, más que bodegones nuestra mirada está más atenta a un artista que ha
cambiado radicalmente el concepto de cocina y el rol de cocinero: Ferran Adriá 7. Al
catalán se le considera un artista de la cocina, en la que ha introducido nuevas técnicas,
como la deconstrucción, las espumas, la esterificación, así como el empleo de nitrógeno
líquido. Y aunque Manuel Vázquez Montalbán decía que la gastronomía, por su naturaleza
efímera, no podía entrar en el museo, Adriá lo ha conseguido: en el 2005 fue invitado al
Centro Georges Pompidou de París y poco después a la Documenta 12 de Kassel, el
acontecimiento que ha marcado los pasos de lo más avanzado del arte en las últimas
décadas.
La gastronomía, la comida, el bodegón, ha estado presente desde el principio de los
tiempos, de una u otra manera, es parte del arte y por tanto de nuestra vida y nos habla
de las costumbres y tradiciones del ser humano. Por esto, nunca dejará de formar parte de
7. Ferran Adriá, La cocina de la familia, RBA, Barcelona, 2013.
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la producción de artistas futuros, que nos seguirán recordando su importancia y su
condición de necesidad o placer para nuestros sentidos.
BIBLIOGRAFÍA.
1. Brihuega, Jaime, Rembrandt, Madrid, Alianza, 2005.
2. Calvo Serraller, Francisco, La teoría de la pintura en el siglo de oro. Madrid,
Cátedra, 1991.
3. Ferran Adriá, La cocina de la familia, RBA, Barcelona, 2013.
4. Gallego, Julián, Diego Velázquez, Barcelona, Anthropos, 1983.
5. Jonathan, Routh, Notas de cocina de Leonardo da Vinci, Temas de Hoy, Planeta,
Madrid, 2005.
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