Honduras: ¿Democracia militar o ciudadana?

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El Clarí-n de Chile
Honduras: ¿Democracia militar o ciudadana?
autor Juan Carlos Gómez*
2009-07-07 16:49:42
La crisis que afecta al sistema polÃ-tico hondureño es una demostración concreta de la profunda crisis histórica por la
que atraviesa la democracia liberal representativa en Nuestra América. Efectivamente, hace más de una década que
esta forma de democracia se encuentra agotada y en proceso de sustitución por un nuevo tipo de régimen polÃ-tico en
algunos paÃ-ses de región, se trata de la construcción de la democracia social participativa.
Este nuevo tipo de régimen democrático coloca en primer plano la activa participación de las y los ciudadanos en vez,
de la tradicional, representación delegada en partidos polÃ-ticos como es habitual aun en la democracia liberal.
También, la democracia social participativa reclama mayor igualdad y libertad. Y, por cierto, una mayor igualdad
económica y una mejor distribución de la riqueza. Evidentemente, que un modelo democrático de este tipo provoca
terror no sólo a los poderosos sino también a los analistas y cientistas sociales adscritos y defensores de la desgastada
y decadente democracia liberal representativa.
Como he sostenido en muchas oportunidades la democracia es un régimen polÃ-tico polisémico, complejo y conflictivo.
Por esa razón, muchos la detestan y le tienen odio. A lo largo de su historia la democracia en Nuestra América ha
tenido distintas y contradictorias nociones y lecturas desde aquellos que la han defendido y promovido hasta aquellos
que la han condenado y rechazado. Su aceptación como su rechazo ha sido independiente de su existencia histórica.
Cabe señalar que la historia polÃ-tica de Nuestra América nos indica que la democracia no ha sido el régimen polÃ-tico
predominante, todo lo contrario su existencia ha sido más bien una excepción. Por ello es grave cualquier atentado en
su contra, como sucede actualmente en Honduras.
La invocación democrática ha sido en Nuestra América motivo y razón de una permanente conflictividad social y
polÃ-tica. El reclamo por igualdad, libertad, participación y representación polÃ-tica ha provocado distintas reacciones
entre aquellos que poseen y controlan las principales fuentes del poder social en las sociedades latinoamericanas. La
instalación de cada una de esas dimensiones ha dado lugar a múltiples conflictos y, sobre todo, de violentas acciones
en contra de las y los ciudadanos que han reclamado y exigido democracia.
La construcción institucional del régimen democrático ha sido altamente compleja y llena de dificultades en las
sociedades de Nuestra América, fundamentalmente, porque ha sido tradicional que a través de la teorÃ-a constitucional
desarrollada tanto en el siglo XIX como en el siglo XX, se crearan e impusieran los lÃ-mites institucionales a la
democracia misma. La formula seguida por la mayorÃ-a de los constitucionalistas de Nuestra América fue la
estadounidense, especialmente, de los sectores que sostenÃ-an que la Constitución PolÃ-tica tenÃ-a que proteger a las
minorÃ-as propietarias de la mayorÃ-as no propietarias. Ello explica que la teorÃ-a constitucional en nuestros paÃ-ses ha
estado al servicio de las clases dominantes. Actualmente, cuando los sectores subalternos han comenzado a utilizar la
teorÃ-a constitucional en su favor a través de levantar y colocar al poder constituyente como la primera piedra en la
construcción del orden polÃ-tico democrático, surgen voces para sostener que ello atenta contra la democracia.
La democracia como sistema polÃ-tico y de gobierno no surgió asociado ni al capitalismo ni a la existencia de un
formula de representación por delegación ni vinculada a la existencia de los partidos polÃ-ticos. Por lo tanto, asociar la
existencia y la vigencia de la democracia a esos elementos es una profunda equivocación teórica e histórica.
Determinadas perspectivas analÃ-ticas asociadas a teorÃ-as polÃ-ticas desarrolladas en Europa como en Estados Unidos
de Norteamérica han venido insistiendo en la necesidad de adoptar como valido el modelo ampliado de poliarquÃ-a
desarrollado por el politólogo Robert Dahl para analizar la democracia realmente existente en Nuestra América. Con
dicho arsenal metodológico se han impulsado y realizado diferentes investigaciones sobre la institucionalización,
sustancia, densidad, profundidad y calidad de la democracia liberal representativa en la región. Los resultados de estas
investigaciones nos señalan que tanto histórica como actualmente la poliarquÃ-a dahliana, o sea, la democracia
polÃ-tica en Nuestra América no ha existido o ha tenido serios problemas para existir. Ahora bien, la existencia de
regimenes democráticos defectuosos o de mala calidad ha dado lugar a la proliferación de diferentes “adjetivos
calificativos― para denominar a esos regimenes tales como: democracia “de fachada―, “hibridas―, “autoritarias
“protegidas―, e “inciertas― entre otras.
Justamente, la democracia liberal hondureña establecida en la década de los ochenta luego de 30 años de regÃ-menes
militares de diverso signo constituye una democracia con adjetivo. En efecto, el modelo de democracia instaurado en la
práctica por las elites de poder hondureñas fue hasta el domingo 28 de junio: una democracia restringida y tutelada por
la Fuerzas Armadas.
La representación polÃ-tica estaba monopolizada en un sistema de partidos: bipartidista imperfecto, altamente clientelar,
institucionalizado y situados en el mismo espacio ideológico de derecha: el Partido Liberal y el Nacional. Los cuales
desde 1982 venÃ-an turnándose en el gobierno en una alternancia ordenada y no conflictiva.  A través de ellos las elites
de poder han desplegado su poder infraestructural en la sociedad hondureña.
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La Constitución PolÃ-tica de 1982, por otro lado, entregó una amplia autonomÃ-a e importantes parcelas de poder a las
Fuerzas Armadas. Las cuales se fueron involucrando cada vez más en el control del sistema polÃ-tico y en el manejo
burocrático-administrativo de las instituciones del Estado. Todos estos factores contribuyeron a sostener una cultura
polÃ-tica antidemocrática entre las elites de poder y especialmente entre los militares quienes han desarrollado un
discurso prepotente, arbitral, conservador y autoritario.
A pesar que los principales requisitos establecidos por Dahl (elecciones de las autoridades, elecciones frecuentes,
sufragio universal, libertad de asociación, libertad de expresión, entre otras) se cumplÃ-an en el sistema polÃ-tico estos
estaban limitados y restringidos de diferentes maneras por la ingerencia permanente de los militares en los asuntos
públicos del paÃ-s como también de otros poderes fácticos como el de la Iglesia Católica y de los Medios de
Comunicación, entre otros. El régimen democrático hondureño no era una democracia plena sino un régimen limitado,
restringido y tutelado.
Este régimen polÃ-tico democrático defectuoso o de baja calidad institucional comenzó a perder legitimidad polÃ-tica y
ciudadana a inicios de la década de los noventa. El resurgimiento de la sociedad civil y la difusión de una amplia cultura
democrática de carácter popular y social que reclamara cada vez con mayor fuerza la democratización de la sociedad y
el sistema polÃ-tico.
Una de las expresiones polÃ-tica de la perdida de legitimidad ciudadana de este régimen democrático se encuentra en el
creciente aumento de la abstención electoral. Según datos del Tribunal Supremo Electoral (TSE) de Honduras, en las
elecciones presidenciales del 27 de noviembre de 2005, alcanzo al 49,66 % del total del padrón electoral (cabe señalar
que muchos ciudadanos hondureños emigran a los Estados Unidos, ello puede explicar el alto porcentaje de
abstención). La abstención electoral en 1982, la primera elección democrática, fue sólo de un 18,2%.
Otra expresión de la crisis polÃ-tica de la democracia liberal representativa restringida y tutelada hondureña se refiere a
la falta de credibilidad de los partidos polÃ-ticos, según el Barómetro de las Américas para el año 2008, el 36.1% de los
hondureños otorgaba legitimidad a los partidos polÃ-ticos, el 37, 9% a las elecciones, un 41,1% al Presidente y al
Parlamento respectivamente. Mientras que los actores que tenÃ-an mayor legitimidad polÃ-tica para los hondureños son
la Iglesia Católica con un 67,8%, la Iglesias evangélicas, con un 55,9%, las Fuerzas Armadas con 51,9% y los Medios
de Comunicación con un 49,6%.
Es evidente que el apoyo a las instituciones polÃ-ticas vinculadas directamente a la democracia liberal representativa
venÃ-a la baja entre las y los ciudadanos hondureños. Y, muy alto el apoyo a las instituciones que hoy están
involucradas directamente en el Golpe de Estado.
En relación de estos datos surgen algunas preguntas inquietantes en función de los acontecimientos de los últimos
dÃ-as en Honduras, a saber:
¿Habrán considerado este apoyo los golpistas para al momento de derrocar a Zelaya?Â
¿El proyecto de reforma constitucional que buscaba impulsar el Presidente Zelaya tenÃ-a como objetivo profundizar la
democracia a objeto de re-legitimar la democracia liberal representativa o buscaba la instalación de un régimen
democrático social participativo?
¿Las y los ciudadanos hondureños des-legitimaban la democracia liberal representativa, en particular o la democracia
en general?
¿Las y los ciudadanos hondureños estaban dispuestos a apoyar a un régimen polÃ-tico militar o autoritario?
Según los datos disponibles el 60% de las y los ciudadanos hondureños apoyaban en el año 2008 a la democracia
“como mejor que cualquiera otra forma de gobierno―. En un similar porcentaje apoyaban la participación polÃ-tica,
especialmente, en manifestaciones legales, en organizaciones y en campañas electorales. Sin embargo, sólo el 41.3%
de las y los hondureños consideraban legitimas las instituciones polÃ-ticas existentes. Como hemos visto más arriba su
rechazo era fuerte en contra los polÃ-ticos, los partidos polÃ-ticos, el parlamento e inclusive el poder ejecutivo.
Los principales problemas polÃ-ticos e institucionales que podrÃ-an estar explicando la decepción con este régimen
democrático esta en la corrupción polÃ-tica que han rodeado los actos electorales en la sociedad hondureña. Si bien
desde 1982 se vienen realizando elecciones estos actos no han sido del todo democráticos. Ellos han estado limitados
por el personalismo mediático o el viejo caudillismo; el clientelismo; la compra de votos, especialmente, en los sectores
rurales; la manipulación electoral y la cada vez mayor ingerencia de los medios de comunicación en los procesos
electorales, transformando a estos en especie de cuasi electores: se trata de la democracia mediática, entre otros. En
fin, todos estos elementos hacÃ-an de la democracia liberal representativa hondureña: una democracia de pésima
calidad y con una muy baja legitimidad.
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Conscientes los actores polÃ-ticos de la perdida de legitimidad de este régimen polÃ-tico en el año 2001, los partidos
polÃ-ticos firmaron el Manifiesto de los Partidos PolÃ-ticos al Pueblo Hondureño en el cual se comprometÃ-an a
modernizar el régimen electoral y la competencia polÃ-tica, o sea, mejorar la poliarquÃ-a.
A través del Movimiento CÃ-vico para la Democracia, una coalición de organizaciones e instituciones de la sociedad
civil, se impulso la modernización polÃ-tica comprometida por los partidos polÃ-ticos. Se estableció el Voto Preferencial
personalizado, que incluye fotografÃ-a de los candidatos a diputados posibilitando que las y los ciudadanos eligieran con
mayores márgenes de autonomÃ-a y libertad. Se crea el Tribunal Supremo Electoral que permite tener un organismo
autónomo del poder ejecutivo y legislativo y sin vinculación partidaria. Se crea la figura del Vicepresidente. Se crearon
instituciones de la democracia participativa como el plebiscito y el referéndum con el fin de avanzar en la construcción
de una sociedad más participativa y transparente. Se reducen los tiempos de las campañas electorales. Se establece
mecanismos para la transparencia y la rendición de cuentas. En suma la nueva Ley Electoral y las reformas
constitucionales abrieron un mundo de posibilidades en la lÃ-nea de seguir fomentando la modernización y la
democratización del sistema polÃ-tico, del sistema electoral y de los partidos polÃ-ticos y fomentar el rol de la
ciudadanÃ-a para presionar por una democracia más sustantiva.
Si bien en los procesos electorales del año 2005 la abstención y el ausentismo alcanzaron al 49%, los datos que
disponemos, indican que las y los ciudadanos hondureños consideraron que las reformas polÃ-ticas introducidas fueron
insuficientes y que debÃ-an seguir profundizando la democracia.
Tal como lo señalara en otro artÃ-culo la crisis de la democracia liberal representativa abre dos posibles soluciones
polÃ-ticas: la involución o la profundización democrática. Hasta el domingo 28 de junio algunos paÃ-ses de la región
habÃ-an tomado la ruta de la profundización democrática.
Un sector de la sociedad hondureña, especialmente, los sectores dominantes, las elites poder social y económica, la
elite eclesiástica católica, los principales medios de comunicación, y las Fuerzas Armadas ha decidido involucionar
democráticamente, o sea, suspender, anular y/o disolver todos principales requisitos de la democracia liberal
representativa. Cancelar las principales y fundamentales libertades polÃ-ticas y ciudadanas.
El atentado en contra de la democracia liberal representativa no provino de los sectores sociales descontentos con ese
tipo de régimen sino de aquellos sectores que apoyaron desde 1982 a un régimen democrático defectuoso, o sea, a una
democracia tutelada y bajo el control de las Fuerzas Armadas.
Por esa razón, el conflicto polÃ-tico central en Honduras en este momento es entre los sectores sociales que apoyan la
democracia militar de las elites de poder y la democracia ciudadana impulsada por la sociedad civil hondureña.
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BibliografÃ-a:
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Castro Dávila, Judith MarÃ-a, Participación y Crisis de la democracia representativa en Honduras: hacia un modelo de
democrático participativo, Tesis para optar al Grado de MagÃ-ster en Estudios Sociales y PolÃ-ticos Latinoamericanos.
Director de Tesis Juan Carlos Gómez Leyton, Santiago de Chile, enero de 2005.
Cardenal, Ana SofÃ-a y Salvador MartÃ- y Puig: América Central, las democracias inciertas. Universidad Autónoma de
Barcelona, Editorial Tecnos, 1998.
Coleman, Kenneth M y José René Argueta: Cultura PolÃ-tica, Gobernabilidad y Democracia en Honduras 2008.
Vanderbilit University, Movimiento CÃ-vico para la Democracia, Honduras, Federación de Organizaciones para el
Desarrollo de Honduras.
Gómez Leyton, Juan Carlos, “Democracia y CiudadanÃ-a Latinoamericana en los tiempos del libre Mercado― en Revista
América Latina, 2002. Universidad ARCIS.
Membrillo Cedillo, Mario, Honduras: sistema polÃ-tico, valores y ética. Consejo Nacional Anticorrupción, CNA, 2007.
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*Juan Carlos Gómez Leyton
Dr. en Ciencia PolÃ-tica/Historiador
Director Académico Doctorado en
Procesos Sociales y PolÃ-ticos en América Latina
UARCIS-ELAP
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