Fuera de Ruta Matías Fontes: Un hermosillense cumplido y previsor María del Carmen Tonella Trelles* El día de ayer 5 de septiembre nuestra ciudad celebró el aniversario CLXXX de que mediante decreto de la Legislatura del Estado de Occidente expedido en la ciudad de Concepción de los Álamos el 5 de septiembre de 1828 se le cambió su nombre primitivo de Villa del Pitic al actual de Hermosillo, con la categoría política de ciudad, en honor del general jalisciense José María González de Hermosillo, enviado a fines de 1810 por el cura Hidalgo a combatir a las tropas realistas en tierras sinaloenses. Así mismo durante septiembre se celebra el mes del testamento, instituido desde hace algunos años para facilitar este trámite y que más sonorenses accedan a este instrumento destinado a transmitir los bienes tras la muerte. Una revisión en los libros notariales que contienen los testamentos de Hermosillo, a partir de 1786, mencionan como lugar de expedición Villa de San Pedro de la Conquista del Pitic, Presidio del Pitic, Puesto militar del Pitic, Villa del Pitic, que fueron utilizados en diferentes años, por lo que el nombre definitivo con que se le asignó tuvo la virtud de unificar, de una vez por todas, el nombre de ciudad de Hermosillo en los documentos oficiales. El primer testador que dictó su última voluntad en la naciente ciudad, considerada una de las más pujantes del estado, gracias a sus más de 8000 habitantes, lo fue el señor Matías Fontes, comerciante, soltero y sin hijos, que nombró herederos universales a sus hermanos Ignacio, José, Rufino, Loreto, Anita y Josefa Fontes. Este instrumento público, expedido el 21 del mismo mes, nos permite conocer quiénes eran los funcionarios municipales en ese importante momento: a falta de notario público que diera fe de la legalidad lo hizo el alcalde de segunda nominación: Martín Espinosa de los Monteros y testigos de asistencia Luís Domingo García y José María Casanova; testigos instrumentales los ciudadanos Francisco Muñoz, Francisco Oviedo, José Arvizu, Manuel Ramírez y Gervasio López. Matías Fontes no mencionó su edad, pero declaró que se hallaba enfermo, pero en “su libre juicio, memoria y entendimiento”; primeramente encomendó su alma a Dios para que lo llevara consigo a su gloria y mandó que “cuando la voluntad de Dios fuese servido llevarme de esta presente vida, sea mi cuerpo amortajado con hábito de San Francisco si se hallare”. Para misas por el bien de su alma y la de su madre destinó cien pesos, aplicando cincuenta a cada alma. El pundonor de Fontes queda demostrado al pedir que “en descargo de mi conciencia los albaceas saquen cincuenta pesos del remanente de sus bienes y se “manden decir en misas por intención de las personas a quienes hubiese estafado alguna cosa”. Asegurado el tránsito de su alma, se preocupó por informar a sus albaceas Francisco Oviedo y a su hermano Rufino, de la existencia de un infaltable libro de cuentas donde detalló sus adeudos y cuentas por cobrar. El ser un comerciante próspero le permitió diversificar sus actividades, dedicado a la siembra de frijol y trigo en el sitio del Sonibiate, que recibió por herencia materna, y de maíz en la Misión de los Seris. Entre sus bienes materiales mencionó ropa de su uso, alhajas, semovientes, la casa de su habitación con diez piezas, un cuarto en el Parián, dinero en efectivo, una espada y otros enseres menores. La lista de deudores y acreedores, nos proporciona un elenco de los pobladores de la naciente ciudad, entre el que destaca una mujer, Josefa Oviedo, dedicada al comercio. Igual de previsora se mostró Guadalupe Rodríguez Iñigo, que se encontraba embarazada por lo que declaró que si el niño o niña que tenía en el vientre no la sobrevivía las veinticuatro horas que exigía la ley para que pudiera adquirir el dominio de sus bienes y transferirlos a su padre, o si naciese muerto, nombraba a su esposo José Salazar su legítimo heredero. La conservación de estos documentos nos permite acercarnos a fenómenos en torno a la vida y muerte de personas comunes que no dejaron huella en la documentación oficial. Por medio de ellos se reviven acciones de los hombres muertos, porque a partir de los testamentos se puede conocer más de la vida que de la muerte de un individuo, ya que es un retrato de quien lo otorga y encierra lo esencial de su personalidad. Todo lo que se cree, lo que se ama, lo que se prefiere, aparece de algún modo en estos documentos, así como también las frustraciones, odios, desprecios o indiferencias se reflejan en ellos. Pero si es un retrato del individuo, no lo es menos de la sociedad en que vive, al ofrecer una imagen o representación de sus valores, estructuras o rutinas. Por ello invito a consultar la página: Testamentos de Sonora 17861910 http//www.colson.edu.mx/testamentos, para conocer a estos otros actores que plasmaron su huella y con su esfuerzo contribuyeron a construir el Hermosillo convertido en Capital del Estado y con cerca del millón de habitantes *Estudiante del doctorado en Ciencias Sociales, del Área de Estudios Históricos de Región y Frontera de El Colegio de Sonora, mctonella @yahoo.com.mx