GAUCHESCA La poesía gauchesca es una forma rioplatense original surgida durante el proceso revolucionario que separó a nuestro país de España. Se considera que Bartolomé Hidalgo es su fundador. Hidalgo fue barbero y soldado, y en sus obras declara que peleó en los sitios de Montevideo, en 1811 y 1812. “La poesía gauchesca, toda, había cantado a la Revolución y, toda, había cantado a la decepción, al punto de confundirse aparentemente con el sector social cuya lengua, personajes y asuntos utilizaba. En este segundo período se ramifica para servir, indistintamente, a las facciones enfrentadas, las ideologías opuestas, los bandos enemigos. […] Este panorama, que permite a Luis Pérez cantar la vida del caudillo Rosas y a Ascasubi denostarlo en términos soeces, proporciona en la Banda Oriental dos equipos enfrentados de poetas anónimos […]”. Hasta lleva la cuenta (Hidalgo) de la guerra de los poetas, o, mejor, de los versificadores. “Solían los sitiadores acercarse a las murallas, tendidos detrás de la contraescarpa a gritar improperios o a cantar versos”. Otras veces eran las famosas mujeres-dragones, como la muy celebrada `Victoria la cantora´ que solía algunas noches acercarse detrás de la contraescarpa a cantar con la guitarra”. Poesía popular, que no se distinguía por su delicadeza, que utilizaba los metros de la décima y el cielito, que se acompañaba del instrumento, que inventaba el sarcasmo, el insulto, la grosería, para perpetrárselos al enemigo en un modo que será consustancialmente nacional”. Reseña biográfica de José Hernández José Hernández nació en la provincia de Buenos Aires, promediando la primera mitad del siglo XIX. Fue autodidacta y pasó la infancia y la juventud en el campo. Tras la caída de Rosas se involucró en política; sus ideas eran federales. Peleó en Cepeda y Pavón, y ejerció el periodismo. En 1870, tras una frustrada revolución contra Sarmiento, se exilió en Brasil. A su regreso, publicó El gaucho Martín Fierro, y ocho años más tarde, La vuelta de Martín Fierro. Ambos libros fueron ignorados por la crítica culta, pero gozaron de un enorme éxito popular. En 1872, José Hernández publicó la primera parte del Martín Fierro. Su finalidad declarada era llamar la atención sobre la mala situación del gaucho y el modo en el que el Estado argentino trataba a estos hombres. El Martín Fierro es actualmente un clásico de la literatura argentina, que se lee por placer estético, por entretenimiento o por interés historiográfico y semántico. La causa política que el libro defendía desapareció; el libro quedó y no perdió Preguntas para orientarse: ¿Cuál era la condición del gaucho en el siglo XIX? La preocupación de Hernández por los gauchos, ¿es parte de un interés más general acerca de la organización política y social del país, o es un simple interés humano por ese grupo social? ¿Por qué, según Hernández, era importante el gaucho dentro de la organización política y social de la argentina del siglo XIX? ¿Cómo describe Hernández la actividad ganadera? Vanguardia Tristan Tzara , fue el mayor exponente de la vanguardia europea, entre otros. realizó un poema dadaísta LITERATURA DE COLONIA DE INDIAS Crónicas del descubrimiento y de la conquista La expansión española del siglo XVI se manifiesta preferentemente en los testimonios de los cronistas que relatan sus experiencias, en donde se observa, más que una preocupación artística, un deseo de contar unas aventuras de por sí fascinantes. Las impresiones ocasionadas por el mundo americano, un hipotético paraíso terrenal, se reflejan puntualmente en el Diario de a bordo de Cristóbal Colón, con todo el valor inaugural que ello implica y que hace que pueda considerarse a Colón como el primer cronista latinoamericano. Posteriormente, en las primeras décadas del siglo XVI se encuentra una extensa cantidad de obras en las cuales no solo existe una información pormenorizada de los diversos territorios conquistados, sino además una síntesis cultural entre lo español y lo indígena. Así las Cartas de relación, de Hernán Cortés, y los Comentarios reales, del Inca Garcilaso de la Vega, son ejemplos significativos de las dos visiones indicadas. Otros cronistas del siglo XVI son fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo, Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Bernal Díaz del Castillo, fray Bernardino de Sahagún, Gonzalo Jiménez de Quesada, fray Gaspar de Carvajal, Francisco López de Gómara, Agustín de ZárateFray Bartolomé de las Casas Sevilla 1474- Madrid 1566. Fraile dominico. Llega a América con la expedición de Nicolás de Ovando. Por estas fechas, la represión contra los indígenas se acentúa. A causa de esto, el dominico fray Antonio de Montesinos, en 1511, pronuncia un sermón condenatorio contra quienes trataban como esclavos a los indios. Este sermón no tuvo mucho efecto práctico, pero sirvió para que el padre Las Casas, testigo de excepción de ese momento, reaccionara contra esa situación. Esta crisis de conciencia se vio acentuada en Cuba en 1513, cuando, siendo capellán de los españoles, presenció la terrible matanza de Caonao, lo que motivó su renuncia como encomendero (que le daba derecho a tener algunos indios a su servicio) y su viaje a España para plantear a Fernando el Católico la realidad de la conquista. Como resultado de su honda preocupación por los indígenas, es nombrado posteriormente «Protector Universal de los Indios». De ahí en adelante, y hasta su muerte en 1566, realizará una infatigable tarea, algunas veces con triunfos y otras con fracasos, para la dignificación de la vida de los indios en el continente americano. Toda su obra, directa o indirectamente, está al servicio de esta defensa: trabajos antropológicos, historiográficos, jurídicos, teológicos, políticos. De ella, tres son los títulos más importantes: Historia de las Indias, la Apologética Historia y la Brevísima relación de la destrucción de las Indias. El Barroco Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana es el nombre de la monja jerónima mexicana sor Juana Inés de la Cruz. Su variadísima producción en todos los géneros... En un período de aproximadamente ciento cincuenta años (1600-1750) predominó en la literatura hispanoamericana el estilo barroco. Góngora, Quevedo y Calderón de la Barca son los autores de mayor influencia en la literatura de esta época. Poesía Como una etapa intermedia entre el Renacimiento y el Barroco se puede distinguir el llamado estilo manierista, que, entre fines del siglo XVI y principios del XVII, creó un arte y una literatura que aspiraban a una mayor expresividad, complaciéndose en lo insólito y a veces artificioso. Así, frente al clasicismo renacentista, empezó a prevalecer el anticlasicismo, la subjetividad en el tratamiento de los temas, junto a una excesiva ornamentación y dinamismo. En este período de acomodación a las nuevas inquietudes artísticas se puede situar la poesía épica de dos españoles que residieron en América desde muy pronto: Bernardo de Balbuena, autor de la Grandeza mexicana y el Bernardo, y fray Diego de Hojeda, que publicó una epopeya religiosa, La Cristiada. Por lo que respecta a la poesía lírica, con el único antecedente de Mateo Rosas de Oquendo, su manifestación es netamente barroca, más aún si tenemos en cuenta que dentro de ella resalta la figura más sobresaliente y representativa del barroco latinoamericano y quizá de toda la larga etapa colonial: sor Juana Inés de la Cruz. Además, destacan otros poetas como fray Miguel de Guevara en México, el colombiano Hernando Domínguez Camargo o el argentino Luis de Tejeda y Guzmán. Asimismo, sobresale en Perú Juan del Valle Caviedes, caracterizado por una poesía de tono festivo y satírico, y en Colombia, sor Francisca Josefa del Castillo y Guevara, autora de poemas místicos. Narrativa El contexto artístico de la época, en el que el estilo renacentista ha dejado paso a un estilo barroco, se deja sentir también en las obras con elementos narrativos. Entre los autores más representativos están Diego Dávalos y Figueroa, cuya Miscelánea austral presenta interés por la narración de hechos reales e imaginarios, o Bernardo de Balbuena, que escribe el Siglo de Oro en las selvas de Erífile, una especie de novela pastoril. Destacan también Juan Rodríguez Freile, autor colombiano que publicó El carnero, primera obra de carácter narrativo de importancia; Francisco Bramón; Juan de Palafox y Mendoza, y el chileno Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, quien emplea sus propias experiencias entre los indios araucanos en su relato Cautiverio feliz y razón individual de las guerras dilatadas del reino de Chile. Asimismo, Carlos de Sigüenza y Góngora, erudito mexicano y amigo de sor Juana, dejó una importante obra, entre la que destaca su relato breve Los infortunios de Alonso Ramírez (1690). En ella narra las aventuras de un marino puertorriqueño desde Filipinas hasta Yucatán, y de los padecimientos sufridos en poder de piratas ingleses. Teatro Por un lado, sigue manteniéndose un teatro religioso, con el mismo objetivo social y educativo. Pero, a pesar de ello, cada vez se hace sentir con mayor fuerza un teatro profano, de vertientes históricas y mitológicas. Dos nombres de excepción dan más brillo 212 a esta época: Juan Ruiz de Alarcón y sor Juana Inés de la Cruz. Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) Juana de Asbaje y Ramírez de Santillana es el nombre de la monja jerónima mexicana sor Juana Inés de la Cruz. Su variadísima producción en todos los géneros literarios ha dado lugar a una infinidad de estudios sobre su obra y también sobre su deslumbrante personalidad. La obra de sor Juana, tanto en prosa como en verso, es muy variada, ya sea desde un punto de vista temático (toca temas amorosos, filosóficos, religiosos, etc.), ya formal (contiene romances, redondillas, sonetos, villancicos, cartas, ensayos, etc.). En su obra se pone de manifiesto la predilección que sentía por el poeta español Luis de Góngora. Tres son las creaciones que merecen destacarse. En primer lugar, la Carta athenagórica (1690), escrito teológico que tiene como objetivo criticar el sermón del jesuita Antonio de Vieyra sobre «las finezas de Cristo». El obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, fue quien publicó este ensayo, agregando al final del mismo, con el seudónimo de sor Filotea de la Cruz, una carta de evidente tono recriminatorio. Esta circunstancia motivó el admirable texto de sor Juana titulado Respuesta a sor Filotea de la Cruz (1691). La respuesta no solo da testimonio autobiográfico de su vocación religiosa y literaria, sino que es una defensa apasionada de los derechos intelectuales de la mujer. Antes de estos dos ensayos poéticos en prosa escribió el poema Primer sueño (publicado por primera vez en 1692), su creación más significativa y de mayor envergadura. El poema está compuesto por 975 versos, estructurado en silvas, y en él confiesa su autora que la escritura obedeció a una deliberada imitación de las Soledades de Góngora. Romanticismo Retrato del escritor José Esteban Echeverría, por Carlos E. Pellegrini. La crisis del sistema colonial se acentúa en el siglo XVIII. La segunda mitad de la centuria en Latinoamérica se caracteriza por el surgimiento de movimientos anticoloniales que fueron el desencadenante del proceso independentista. En efecto, hacia 1830 la casi totalidad de los países de Latinoamérica habían logrado su independencia. La segunda mitad del XVIII, etapa intermedia y de transición con el Barroco, está caracterizada por la presencia del estilo rococó, poco productivo en el ámbito literario. Cerca de cuarenta y cinco años, aproximadamente entre 1845 y 1890, duró la vigencia del Romanticismo en la literatura latinoamericana. Una vez que la mayoría de los países latinoamericanos lograron su independencia, vino un período de consolidación de los diferentes nacionalismos. Esto implicó una preocupación por establecer estructuras políticas, económicas, sociales y culturales acordes a la nueva etapa que se estaba viviendo. En este contexto, el movimiento romántico trascendió lo meramente literario y se constituyó en el signo distintivo de la nueva realidad latinoamericana. El costumbrismo es la nota predominante de estos años de vigencia romántica, pues sirvió de pretexto a poetas, novelistas, dramaturgos y ensayistas para criticar y satirizar a una sociedad que atravesaba una etapa de grandes cambios y que se apegaba peligrosamente a modas extranjeras. Producto de esta situación, la mayoría de los países latinoamericanos viven una efervescencia literaria que se traduce principalmente en la creación de literaturas nacionales y, por consiguiente, en la presencia de autores representativos de esta modalidad. La vigencia del Realismo en Hispanoamérica se puede situar aproximadamente entre 1890 y 1935. Esta tendencia estética cultiva fundamentalmente la narrativa y, con menor resonancia, el teatro. Poesía Dos son los poetas que sobresalen como representativos de una poesía neoclásica: el ecuatoriano José Joaquín de Olmedo (1780-1847) y el venezolano Andrés Bello (17811865). En ellos existe una evidente preocupación métrica y un interés por resaltar aspectos políticos y sociales, además de hacer patente la presencia de lo americano. Por su parte, la poesía romántica encontró favorable eco en un abundante número de escritores. Entre ellos destacan los argentinos que conforman el grupo de los proscritos, opositores a la dictadura de Juan Manuel Rosas (1835-1852). Entre ellos se encontraba la figura de José Esteban Echeverría (1805-1851). De sus poesías, Elvira o la novia del Plata (1832), Consuelos (1834) y Rimas (1837), resalta «La cautiva» (del último libro), un largo poema que trata de las desventuras de una mujer blanca, retenida por los indios. En Cuba son especialmente significativas las obras de Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873). Paralelamente, durante el XIX se desarrolla en torno al Río de la Plata la poesía gauchesca. Centrada en la figura del campesino nómada de la Pampa, recurre, en general, a un lenguaje que recoge los usos dialectales y vulgares de este colectivo. El interés por el mundo del gaucho se enmarca en el renacimiento del nacionalismo y la búsqueda de lo autóctono propios del siglo XIX. La fama de José Hernández (1834-1886) queda ampliamente justificada con el poema narrativo Martín Fierro, la obra más significativa del período. Su éxito provoca la prolongación de la poesía de materia gauchesca en el siglo XX. Pero, además de estos primeros poetas, destaca un grupo de autores más jóvenes que siguen también la estela de la estética romántica. Con ellos se desarrolla la última etapa del movimiento. Cabe destacar entre ellos al chileno Guillermo Blest Gana y al colombiano Rafael Pombo (1833-1912). Así también merece una atención especial la figura del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931), autor de Tabaré, un poema que convierte en mito la figura del indio uruguayo. Narrativa Dentro de la prosa ilustrada destaca la obra del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), que consolidará el género novelesco en Hispanoamérica. Su labor como novelista se desarrolló en los siguientes títulos: Periquillo Sarniento (1816), La Quijotita y su prima (1818), Noches tristes y día alegre (1818) y Don Catrín de la Fachenda (1832). En el prólogo a la obra, el narrador de Periquillo Sarniento manifiesta sus intenciones: «Cuando escribo mi vida, es solo con la sana intención de que mis hijos se instruyan en las materias sobre que les hablo», y, aún más, «si les manifiesto mis vicios no es por lisonjearme de haberlos contraído, sino por enseñarles a que los huyan pintándoles su deformidad». Esta intención pedagógica, edificante, moralizadora, es la nota relevante de la narración del pícaro mexicano, desde su nacimiento hasta su muerte. Asimismo, su obra supone una virulenta sátira política a las costumbres de una nueva sociedad. En la prosa romántica hispanoamericana predomina el relato breve (tanto en la modalidad de artículo de costumbres como del cuento) y la novela alcanza una importante representatividad en sus directrices histórica, costumbrista, indianista o sentimental. En la literatura argentina, El matadero (1838), de Esteban Echeverría, es un ejemplo de la oposición del autor a la tiranía de Rosas. También se puede decir con propiedad que es uno de los principales antecedentes de la novela sobre la dictadura en Latinoamérica. Destaca también Domingo Faustino Sarmiento, cuya obra cumbre es Facundo, un alegato contra el despotismo de Rosas y un fiel reflejo de la oposición civilización-barbarie (o dictadura). José Mármol (1817-1871) representa con Amalia, «novela histórica americana» (1855), el romanticismo social imperante por esos años. Es quizá la diatriba más violenta contra la tiranía de Rosas, haciendo suya a la vez la antítesis sarmientina. Aparte de Echeverría, Hernández, Ascasubi, Sarmiento y Mármol, también pertenecieron al grupo de los «proscritos» Juan María Gutiérrez, Juan Bautista Alberdi y Vicente Fidel López. El Modernismo Cartel de La dama de las camelias Entre fines del siglo XIX y comienzos de la segunda década del siglo XX se desarrolla dentro de la literatura latinoamericana el movimiento modernista. Este surge de una doble reacción: en primer lugar, como una respuesta a los cambios socioeconómicos operados en Latinoamérica a finales del siglo XIX y principios del XX, y en segundo lugar, como una liberación de elementos románticos y técnicas naturalistas. Esta doble reacción llevó consigo la necesidad de crear un nuevo lenguaje y unas nuevas formas, lo que se tradujo en una reelaboración de la lengua poética, que alcanza sus momentos cumbres en la figura y personalidad de uno de los autores más singulares de la literatura latinoamericana: Rubén Darío. Junto a esta innovación del lenguaje literario, resaltan en el Modernismo otros rasgos distintivos: individualismo o subjetivismo; búsqueda de la originalidad; universalismo; sensualidad; evasión del materialismo existente. Esta nueva manera de sentir y de enfrentarse a la literatura tiene válidos antecedentes en Francia, de donde los modernistas americanos reciben influencias, básicamente a través del parnasianismo y del simbolismo. Los mayores logros del Modernismo se dan en el ámbito poético, no solo por la presencia del gran poeta nicaragüense, sino también por las aportaciones de otras individualidades que se rebelaron contra las normas naturalistas. En lo que respecta a la narrativa, hay ciertas tentativas innovadoras en algunos escritores latinoamericanos, aunque no fueron suficientes para establecer una ruptura total con el Naturalismo, que no llegará hasta bien entrado el siglo XX. El teatro, por su parte, no se manifiesta como expresión modernista; la innovación del lenguaje teatral, a mediados del siglo XX, es el resultado de la creación de los teatros universitarios y experimentales, y, a su vez, de las influencias europeas, de movimientos como el existencialismo o el teatro del absurdo. Rubén Darío como introductor del Modernismo en España El Modernismo hispanoamericano tiene una enorme repercusión en la literatura escrita en español; por primera vez, las nuevas tendencias estéticas llegan a España desde América. En el conocimiento por parte de los poetas españoles del Modernismo son fundamentales los viajes que Rubén Darío realizó a España, donde fue considerado como un maestro. En 1892 se traslada a este país por primera vez, lugar al que regresa en 1898. En esta ocasión, toma contacto con los autores más representativos de la época, en los que deja profundas huellas. La estética del Modernismo será determinante en escritores como Valle-Inclán, Villaespesa, Juan Ramón Jiménez o los hermanos Machado. Darío forma parte también del ambiente cultural madrileño del momento, caracterizado por actitudes bohemias; salidas hasta altas horas de la madrugada, alcohol, tertulias... El cubano José Martí (1853-1895) fue también un escritor político y comprometido con su tiempo. Para Martí, la poesía es un desahogo para expresar sus sentimientos y en sus versos se aprecia especialmente la influencia del simbolismo. Cuatro títulos sintetizan su filiación modernista: Ismaelillo (1882), Versos libres (1882), Versos sencillos (1891) y Flores del destierro (compilados en 1929). Rubén Darío El poeta nicaragüense Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío (1867-1916), es el gran renovador de la poesía latinoamericana, en la que desempeñó un papel histórico. La obra de Darío -en prosa y en verso- sirvió para difundir y consolidar el Modernismo. En su producción destacan tres libros: Azul... (1888) consta de composiciones escritas en verso y en prosa, donde se ponen de manifiesto las directrices de la nueva estética. Prosas profanas (1896) significa la consolidación de la línea elegante y refinada que se había iniciado en su obra anterior. En este libro, la importancia del ritmo y la musicalidad, el gusto por los ambientes refinados y exóticos y por los referentes sensoriales alcanzan su más alta cima. Además, Prosas profanas supone una revolución métrica (nuevas combinaciones estróficas, empleo del alejandrino francés, etc.). En esta obra, junto con los poemas de tema amoroso, aparecen composiciones reflexivas y metapoéticas. Cantos de vida y esperanza (1905) significa un cambio en la trayectoria de Darío. Renuncia al virtuosismo anterior y sus composiciones se orientan hacia la revisión del pasado. En este libro el autor alude a las dos creaciones anteriormente citadas: Yo soy aquel que ayer no más decía el verso azul y la canción profana, en cuya noche un ruiseñor había que era alondra de luz por la mañana. Rúben Darío