UNIVERSIDAD DE CARTAGENA FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS PROGRAMA DE FILOSOFÍA TITULO DE TRABAJO DE GRADO: “LA ÉTICA ARISTOTELICA: UN CAMINO POSIBLE HACIA LA FELICIDAD” Presentada por: VANESSA SANTODOMINGO FÁBREGAS. Asesor: GABRIEL ARGOTA CAICEDO TÍTULO PROFESIONAL: FILOSOFO Cartagena D.T. y C. Noviembre 2011 1 LA ÉTICA ARISTOTÉLICA: un camino posible hacia la felicidad. RESUMEN El objetivo de este trabajo es realizar una interpretación acerca de la idea de felicidad en Aristóteles, con el fin de saber no sólo en que consiste la felicidad sino también de saber si es posible o no alcanzarla. Para esto tomaré como base lo expuesto en su obra Ética a Nicómaco, donde Aristóteles expone con mayor exactitud el concepto de la felicidad. Ahora bien para llevar a cabo este propósito dividiré este trabajo en dos partes: primero, haré una breve introducción acerca de la felicidad; segundo, explicaré cada uno de los diferentes componentes que el concepto de felicidad implica1, los cuales nos permiten llevar un hilo conductor y nos guían hacia el propósito que estamos buscando. Palabras Claves: Felicidad, ética Virtud. ABSTRAC The objective of this work is an interpretation of the idea of happiness in Aristotle, to know don´t only what it is, also to know it is possible or doesn´t for reached. ,. For this work I will take based on the above in his Nicomachean Ethics, where Aristotle states more accurately the concept of happiness. For this purpose divide this work into two parts: first, I will make a brief introduction about happiness, and second, I will explain each of the different components that involves the concept of happiness, the which will permit us to carry a thread driver and that will guide us road the purpose that we are looking for. 1 En este trabajo explicaré los distintos conceptos que podemos encontrar dentro de la obra aristotélica Ética a Nicómaco, que muestra con mayor exactitud la explicación acerca del concepto de felicidad. Para esto llevaré a cabo el trabajo mediante una numeración que me permitirá llevar un hilo conductor y hacer más legible y comprensible el texto. 2 Key words: Felicity, ethics, virtue. CONTENIDO: A) Teoría de fines, la Eudaimonía como un fin supremo. B) Concepciones de felicidad a partir de los modos de vida. C) Definición de Eudaimonía y relación entre función y bien en el planteamiento aristotélico. D) La virtud y la felicidad. E) Las acciones voluntarias y cómo éstas determinan el modo de ser en el hombre. F) La determinación de la recta razón. G) virtud que garantiza el uso de la recta razón. H) El objeto de estudio de la razón práctica. I) La phrónesis y las habilidades que ésta supone. J) La phrónesis y su conexión con la Eudaimonía. K) La importancia de una vida entera y práctica para alcanzar la felicidad. L) La política como ciencia que busca asegurar el bien común de toda la ciudad. M) conclusiones generales. Aristóteles, en su obra Ética a Nicómaco, resalta la importancia del concepto de felicidad y se centra en este término; en su escrito manifiesta un propósito bastante claro que es buscar el fin último de todas las acciones humanas2. El autor afirma que todas las acciones tienden a un fin último y mayor, que es amado y deseado por todos. Este fin último es la felicidad. Entonces, lo que se pretende buscar es precisamente en qué consiste este fin humano y cómo se alcanza. 2 Es importante resaltar que el principal objetivo de la Ética a Nicómaco es buscar el fin último de todas las acciones humanas; ésta es precisamente la idea que discutiré a lo largo del trabajo (hay que considerar también que no es el único propósito dentro de esta obra). 3 A) Teoría de fines, la Eudaimonía como un fin supremo. Antes de empezar a definir en qué consiste la Eudaimonía3 o la felicidad en Aristóteles, y cómo se alcanza, es necesario resaltar que Aristóteles concibe la Eudaimonía como un fin suficiente. Aristóteles en el libro primero de la Ética a Nicómaco explica detalladamente en qué consiste la Eudaimonía como un fin suficiente, cuando expresa que la felicidad es algo perfecto y suficiente ya que es el fin de los actos (Cfr. E.N. I, 1097b20)4, para ello se remite a la teoría del bien o el carácter final de todas las acciones humanas (hay que tener en cuenta que dentro de la obra aristotélica los términos ‘bien’ y ‘fin’ son análogos, en el sentido que ambos hacen referencia a la felicidad, como un bien y fin último del hombre). Aristóteles afirma que todas las acciones humanas, al igual que cada actividad como la ciencia, el arte, y en general toda acción y elección están dirigidos hacia un bien o u fin que deseamos conseguir, porque todos los actos se hacen siempre con vistas a algo, tienden siempre a algo, entonces, tenemos que a distintas actividades le corresponden distintos bienes. Como son muchos los fines y muchos los bienes, es necesario establecer una jerarquía de fines. De los fines se dice que unos se subordinan a otros más importantes o principales, siendo unos subordinados y otros en sí mismos: los fines subordinados se buscan por causa de algo, tienden a otra cosa aparte de ellos mismos; y los fines en sí mismos se aman y se buscan por sí mismos, como la virtud que se busca por sí misma y la 3 El término Eudaimonía es un término griego que corresponde al término EU que significa bien, y DAIMONIA significa divino, procedente de los dioses, maravilloso, extraordinario, y en general el termino Eudaimonía significa felicidad, dicha, bienestar, también es utilizado frecuentemente por Aristóteles en su obra la Ética a Nicómaco. Dentro de esta obra el término Eudaimonía o felicidad corresponde a lo mismo que vivir y obrar bien. 4 A lo largo de este trabajo encontraremos este tipo de citas con referencias y citas inmediatas que le facilitan a lector una mejor comprensión del texto y nos da la posibilidad de podernos dirigirnos inmediatamente a él. 4 salud que deseamos por sí misma. Para Aristóteles, entre estas dos clases de fines son preferibles los fines en sí mismos. Como “de todas las cosas que hacemos hay un fin que queremos por sí mismo, y las demás cosas las queremos por causa de él” (E.N I, 1094ª18), sino fuera así, es decir, si no existiera un fin último que quisiéramos por sí mismo y al cual tendieran todas nuestras acciones, entonces, el deseo en cada actividad que realizamos sería vano y vacío. Todas las acciones humanas siempre tenderán a un fin último, y es con miras a ese fin que se realizan todas las acciones, al cual tienden. Entonces el fin de todas nuestras actividades es aquel que queremos por sí mismo y que no se subordina a ningún otro, este fin último será también lo bueno y lo mejor. Aristóteles considera que ese bien último y supremo al que aspira todo ser humano y al que subordinamos todos los demás fines es la felicidad o Eudaimonía. Afirma que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz (Cfr. E.N. I, 1095ª17). Según Aristóteles, la felicidad es el bien último al cual todas las acciones humanas tienden, pues este bien se elige por sí mismo y no por otra cosa, mientras que el placer, los honores y toda virtud los deseamos por sí mismos, pero también los deseamos a causa de la felicidad porque creemos que gracias a ellos seremos felices (Cfr. E.N. I, 1097b1). Ahora sí podemos saber en qué consiste el fin último al cual todas las acciones humanas tienden, por esto Aristóteles muestra las diferentes concepciones que se dan sobre la felicidad a partir de los distintos modos de vida, con el fin de establecer cuál de los modos de vida es mejor. 5 B) Concepciones de felicidad a partir de los modos de vida. Desde el planteamiento aristotélico, todos los hombres coinciden al considerar que el bien último del hombre es la felicidad, y tanto el vulgo como los sabios piensan que vivir bien y obrar bien es lo mismo que ser feliz, pero con respecto a su significado no lo explican del mismo modo el vulgo y los sabios5. Según Aristóteles, la concepción de felicidad se concibe de manera diferente en los distintos modos de vida. Teniendo en cuenta que son tres los modos de vida: el político, el vulgo y el contemplativo6. Entonces es importante explicar las concepciones de felicidad que se dan a partir de los modos de vida para establecer cuál de éstas concuerda con la definición Aristotélica. Pues, unos dicen que la felicidad se encuentra en los placeres, los honores, la riqueza, otros buscan la felicidad dependiendo de aquello que carecen, por ejemplo, la felicidad del enfermo está en la salud, el pobre piensa que la felicidad está en la riqueza (Cfr. E.N. I, 1095ª20). El modo de vida del vulgo radica en una vida placentera, los que siguen este modo de vida piensan que la felicidad se encuentra en los placeres, por eso aman la vida voluptuosa. Sin embargo, para Aristóteles, los hombres al dejarse guiar por sus impulsos y deseos dan muestra de ser verdaderos esclavos, al preferir la vida de bestias. Por su parte, para aquellos que siguen el modo de vida político, el fin de la vida se encuentra en los honores. No obstante, según Aristóteles, este fin es muy superficial, porque sólo se basa en los honores y en buscar reconocimiento, pues el fin de la vida política dependería de quien otorga el 5 Véase cita anterior. (Cfr. E.N. I, 1095ª17) Aquí sólo me centraré en el modo de vida del vulgo y el político, porque me interesa refutar estos modos de vida frente a la idea que Aristóteles plantea de la felicidad. 6 6 reconocimiento y no del agente (Cfr. E.N. I, 1095b21). Es decir, que el fin último no dependería del hombre actuante sino del juicio externo de quien lo observa actuar. Incluso llega a pensar Aristóteles que según este modo de vida los hombres, al desear ser reconocidos, terminan actuando virtuosamente, y esto sería problemático en la medida en que la razón para obrar correctamente no estaría en el hecho mismo de actuar virtuosamente sino en el deseo de ser reconocido y honrado. Para Aristóteles, las interpretaciones que estos distintos modos de vida proponen resultan poco convincentes para alcanzar el fin último; por una parte, el candidato del modo de vida placentero no corresponde a la naturaleza racional de los hombres, sino que es propio de una vida de bestias. Por su parte, el candidato del modo de vida político es considerado superficial e incompleto, por el hecho de depender de un agente externo y no de quien ejecuta las acciones. Resulta incompleto en la medida en que Aristóteles sostiene que el político puede compararse con un hombre que se encuentra dormido, quien al encontrarse inactivo no puede realizar acción alguna y, por lo tanto, poco importa si es virtuoso o no, pues su virtud no se manifiesta en sus obras. Por ejemplo, el político que posee la virtud puede permanecer inactivo durante un tiempo y no demostrará su virtud en ese tiempo aunque la posea, así su vida sería, según Aristóteles, incompleta. De ahí que Aristóteles resalte la importancia de alcanzar el fin último por medio de acciones lo cual llevará a concluir que, dentro de su postura, la felicidad ha de ser necesariamente una actividad; y esta actividad no dependerá de los placeres, ni los honores y 7 el reconocimiento, ni de nada externo, sino que ella es en sí misma autárquica7 (se basta a sí misma). La felicidad es suficiente en el sentido que una vez alcanzada por el hombre, no necesita de nada adicional, pues ella por si sola posee todo lo necesario para la vida, por sí sola hace deseable la vida del hombre en relación con los demás. Entonces queda establecido que para Aristóteles, la felicidad es una actividad que se alcanza por medio de acciones razonables, y depende del hombre que la realice, y sólo la podrá realizar el hombre bueno que esté en disposición de hacer las cosas bien y hermosamente, conforme a su propia virtud (Cfr. E.N. I, 1098ª15). C) Definición de Eudaimonía y relación entre función y bien en el planteamiento aristotélico. Una vez aclarado que para Aristóteles la felicidad es una actividad que la realiza sólo el hombre bueno mediante acciones correctas y conforme a la virtud, es preciso examinar cuál es la definición de felicidad y cómo se alcanza este fin último a partir de la interpretación aristotélica. Para Aristóteles el bien y lo bueno se encuentra en la función (Cfr. E.N. I, 1097b26), entendiendo que la función es la actividad específica que un ‘x’ debe realizar con carácter exclusivo pero válido para todos los ‘x’. Por eso Aristóteles propone empezar primero por captar cuál es la función o actividad propia del hombre, ya que el bien último del hombre será la correcta realización de su función. La Eudaimonía consiste en una actividad 7 Autarquía es una palabra griega que significa suficiencia, dentro de la Ética a Nicómaco, esta palabra es utilizada como una acción que nos hace suficiente en la medida que la realicemos, no necesitamos de nada más, sólo con ella basta para satisfacernos, y tal acción parece ser la felicidad (Cfr. E.N. I, 1097b7). 8 (función), y el hombre debe realizar su función de manera correcta. El bien para Aristóteles consiste en la correcta realización de la función. Para ejemplificar lo anterior vale la pena traer a colación, el caso de un objeto en particular, por ejemplo, la función de un cuchillo es cortar, pues, es la actividad específica que desempeña en la medida en que es un cuchillo. Sin embargo, el cuchillo en cuestión sólo podrá ser considerado como un buen cuchillo en tanto realice adecuadamente su función, esto es, en tanto corte bien. Entonces ¿cuál será la función del hombre? Con respecto al asunto de la función, Aristóteles sostiene que así como el carpintero, el zapatero, el artesano, el escultor y el arquitecto tienen una función y una actividad que le es propia, y cada uno busca el bien y lo bueno en cada una de sus funciones o actividades, resulta necesario que el hombre en general (es decir, sin especificación o clasificación alguna) tenga una función que le sea propia y por medio de la cual encuentre el bien que le corresponde, en tanto que es ser humano (Cfr. E.N. I, 1097b27). Aristóteles recuerda que cada una de las partes del cuerpo del ser humano (el ojo, la mano, el pie, etc.) tiene una función propia. De ahí que, al igual que en el anterior argumento, considere necesario que el hombre como totalidad posea una función propia. Ahora bien, resulta necesario preguntar en qué consiste dicha función. Para examinar mejor cuál es la función propia del hombre, es preciso hacer una división del alma y mirar cual es el objeto de estudio de cada una de sus parte8, y así poder 8 La actividad propia del hombre ha de pertenecer a una parte del alma, pues las acciones y las actividades anímicas las referimos al alma, también es correcto decir que el fin consiste en ciertas acciones y actividades, pues así se desprende de los bienes del alma y no de los exteriores (Cfr. E.N. I, 1098b12). 9 determinar a qué parte del alma pertenece. Según el autor, el alma del hombre está dividida en una facultad irracional y en otra racional, la facultad irracional del alma a su vez está dividida en una facultad apetitiva y en otra vegetativa. Por medio de la facultad vegetativa se ejercen actividades naturales como el crecimiento, la alimentación y la nutrición. Estas actividades naturales se presentan también en las plantas y en los animales. Por otro lado en la facultad apetitiva se manifiestan los placeres, deseos e impulsos, todos éstos presentes también en los animales. Esta facultad no parece ser propia del hombre sino más bien compartida, ya que los animales actúan impulsivamente. Una vez mostrado que la parte irracional no es propia exclusivamente del hombre sino que es compartida con otros seres, queda la facultad racional como la facultad propia del hombre. Aristóteles sostiene que la función propia del hombre será necesariamente una actividad del alma racional, esta función es específicamente propia del hombre bueno, ya que el hombre bueno realiza las cosas bien y razonablemente. La función propia del hombre se encuentra en la facultad racional, puesto que la facultad vegetativa y la facultad apetitiva no son facultades propias del hombre, sino facultades compartidas con los animales y las plantas. Aunque el hombre también actúa impulsivamente, a diferencia de los animales, tiene la capacidad de escuchar y obedecer la razón, puede modificar y adecuar sus impulsos mediante buenos hábitos y costumbres, es por eso que el alma racional puede guiar al hombre a obrar rectamente y razonablemente. Por lo tanto, siguiendo el planteamiento aristotélico, la función propia del hombre debe radicar en hacer uso de la capacidad racional, ésta es la actividad específica que lo distingue de los otros seres vivos, al ser la única facultad que no comparte con las otras 10 especies. En efecto, la facultad racional es propia y única de todos los hombres, lo específica frente a las demás especies como lo propio de él en cuanto hombre, y a diferencia de las otras facultades, ésta no es común ni en los animales ni en las plantas. Entonces, “la función propia del hombre es una actividad del alma según la razón” (E.NI, 1098ª6), y por ende todos los hombres en tanto hombres poseen actividad racional. Queda establecido que la función propia del hombre es la facultad racional, y como se dijo anteriormente, “el bien y lo bueno se encuentra en la función”(E.N I, 1097b26), entonces con todo lo dicho, se puede decir el bien y lo bueno del hombre se encuentra en la facultad racional, y de las tres clases de bienes del hombre (los del cuerpo, los del alma y los exteriores), Aristóteles considera que los bienes del alma son los más estimables y más deseables. Si el bien o el fin del hombre es supremo y el más estimable, entonces, será el bien del alma conforme a la función propia del hombre, a la actividad racional, el que procura la felicidad. Sin embargo para alcanzar el bien no basta con poseer una función. En efecto, no por poseer la función de cortar, el cuchillo es necesariamente bueno. Para alcanzar el bien es necesario, según Aristóteles, ejecutar correctamente la actividad específica que se posee. Así, en el caso del ser humano, si se busca alcanzar el bien es necesario desempeñar adecuadamente la actividad racional, es decir, realizar bien su función propia, la actividad racional, conforme a lo bueno y hermoso que posee el hombre, conforme a la virtud, ya que el bien es la correcta realización de la función, y el hombre realizando la función correctamente alcanzará el bien. 11 Lo anterior, no obstante, sugiere otro interrogante. ¿En qué consiste obrar virtuosamente? Actuar virtuosamente consiste en realizar correctamente la función, y cada uno realiza bien su función según su propia virtud. Para Aristóteles “la virtud del hombre es el modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y por el cual realiza bien su propia función” (E.N. II, 1106ª20). Sólo realizando correctamente la función que le es propia, el hombre alcanzará el bien último que es la felicidad. De ahí que Aristóteles plantee la siguiente definición de la felicidad o del bien del hombre: “el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera” (E.N. I, 1098ª16). Teniendo en cuenta lo sostenido, vale la pena notar, cómo la definición aristotélica del bien último del hombre corresponde a una interpretación particular de la noción de vivir bien y obrar bien, que se distingue, como se ha visto, de las interpretaciones de acuerdo a los tres modos de vida examinados en el anterior apartado. En efecto, para Aristóteles la felicidad corresponderá a obrar y vivir bien, entendiendo por esto realizar la función propia del hombre de manera correcta, porque “en la vida, los que actúan rectamente alcanzan las cosas buenas y hermosas; la vida de estos es por sí misma agradable” (E.N. I, 1099ª6). El bien último y mejor del hombre está en relación con el vivir bien y obrar bien, llevar una buena vida y una buena conducta (Cfr. E.N. I, 1098b14), el hombre sólo alcanzará la felicidad, las cosas buenas y hermosas, obrando correctamente durante toda la vida. 12 D) La virtud y la felicidad. Aristóteles considera que el hombre, para poder alcanzar el bien último y mejor, y con ello, las cosas buenas y hermosas, debe obrar correctamente, esto es, debe realizar su función correctamente. Para el autor, esto equivale a sostener que se debe obrar virtuosamente para alcanzar el fin último. Es necesario, con miras a comprender esta propuesta, recoger en qué consiste obrar virtuosamente. Tal y como lo afirma el autor en el libro II de la E.N, la virtud es un modo de ser que lleva a cabo la buena disposición del hombre y le permite realizar bien su función -la actividad racional- (Cfr. E.N. II, 1106ª15), es decir, la virtud del hombre será su modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y le permite actuar correctamente. Para actuar virtuosamente, Aristóteles plantea ciertas características o condiciones que el hombre debe cumplir: primero, debe tener disposición para realizar la acción virtuosa. Ésta consiste en que el hombre debe ser consciente y conocer lo que hace, sintiendo agrado en hacerlo, llevando de manera correcta y a feliz término la acción virtuosa. Segundo, debe elegir la acción virtuosa por ella misma y no por otra cosa, y tercero, el hombre debe elegirla con firmeza e inquebrantablemente (Cfr. E.N. II, 1105ª29). Todo aquel que logre actuar rectamente conforme a la virtud alcanzará las cosas buenas y hermosas, alcanzará la felicidad. La relación que se evidencia entre la felicidad y el obrar virtuosamente es que actuar virtuosamente es en sí mismo una actividad agradable que genera placer. De esta forma el hombre que actúe correctamente no sólo alcanzará la felicidad sino que también sentirá placer al realizar este tipo de acciones, o actividades 13 virtuosas, haciendo que la vida para quien se complazca en actuar correctamente conforme a la virtud sea agradable. Hay que considerar como modo de ser el placer y el dolor que acompañan a las acciones humanas (Cfr. E.N. II, 1104b4). Las acciones que realizan los hombres determinan su modo de ser, es decir, de su comportamiento depende el carácter que vayan adquiriendo. De acuerdo a este planteamiento, el que realice actividades virtuosas y se complazca en realizarlas o sienta placer al realizarlas, será un hombre bueno y virtuoso. El hombre que actúa virtuosamente y que ha sido bien educado desde joven por las buenas costumbres podrá sentir placer en cada actividad y por el contrario aquel que se aparte de las acciones virtuosas sentirá dolor (Cfr. E.N. II, 1104b11), es decir, sentirá placer al realizar acciones virtuosas y dolor al realizar acciones viciosas. Pero aquel que realice una actividad virtuosa y siente dolor al hacerla, así como también si se excede en sus pasiones, deseos, impulsos o los placeres del cuerpo y siente placer por estas cosas, entonces este hombre y la vida de él no será considerada virtuosa y en ocasiones será tildada como mala y viciosa. En general estos hombres hacen lo malo a causa del placer y se apartan del bien a causa del dolor, y la vida de aquellos que no se complacen al realizar acciones virtuosas, no será una vida buena y hermosa porque no sienten placer o no gustan de realizar estas acciones. E) Las acciones voluntarias y cómo éstas determinan el modo de ser en el hombre. Para actuar virtuosamente es necesario examinar el tipo de acciones que pueden caracterizarse como virtuosas. En el libro III de la Ética a Nicómaco, Aristóteles realiza una 14 clasificación de las acciones: acciones voluntarias y acciones involuntarias. “Siendo involuntario lo que se hace por fuerza o por ignorancia, y lo voluntario podría parecer que es aquello cuyo principio está en el mismo agente que conoce las circunstancias concretas de lo que radica la acción”9 (E.N. III, 1111ª21). Dentro de éstas es posible evidenciar que las acciones voluntarias son las que determinan el modo de ser del hombre. Este tipo de acciones se caracteriza por tener como principio de la acción el ser humano. Sin embargo, hay actividades o actos voluntarios que no son elegidos, y que se realizan voluntariamente sólo por impulso10, mientras que hay acciones voluntarias que se realizan a partir de la intervención de la razón y requieren de elección y deliberación. “Aristóteles considera objeto de deliberación, no aquello sobre lo podría deliberar un necio o un loco, sino aquello sobre lo que deliberaría un hombre de sano juicio” (E.N. III, 1112ª20). El modo de ser del ser humano depende de las acciones que hagamos de manera voluntaria, si actuamos correctamente tendremos un modo de ser virtuoso y si actuamos mal nuestro modo de ser será vicioso. F) Determinación de la recta razón Hay que recordar que para realizar todas las acciones voluntarias y virtuosas, el hombre requiere del uso de la recta razón (Cfr. E.N. II 1103b31). Para Aristóteles la recta razón determina el actuar correctamente en el hombre, al igual que las acciones voluntarias. 9 En este punto sólo me centraré en las acciones voluntarias que son las que me interesan para el objeto de mi investigación. 10 Este caso es común en los animales, se abalanzan impulsivamente sobre algún alimento sin necesidad de elegirlo, ellos a diferencia de los hombres no tienen la facultad racional que los lleva a tomar una decisión y elegir lo que van a comer. Los animales simplemente actúan por impulso y por apetito, y su acto es voluntario “ya que las acciones hechas impulsivamente son consideradas voluntarias pero no elegidas”.(Cfr. E.N. III, 1111b7) 15 Todas las acciones que se hacen con voluntad, son guiadas por la razón, esto es, el hombre actúa voluntariamente y virtuosamente, cuando escucha y obedece a la recta razón. Cuando el hombre elige siempre el término medio en sus acciones, regulando sus impulsos, sentimientos y deseos, es cuando escucha y obedece a la razón; de manera que sus acciones estarán determinadas por la razón, actuando correctamente. El término medio se identifica por ser elegido entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto. Por ejemplo, en el caso de la obtención de las riquezas o bienes, la virtud ética sería la esplendidez; entre un exceso, que es la extravagancia y un defecto que es la mezquindad (Cfr. E.N. II, 1107b18). El hombre que actúa razonablemente sin dejarse llevar por exceso ni por defecto, elegirá siempre el término medio en todas sus acciones. El hombre regula sus impulsos o apetitos haciendo uso de la razón, eligiendo el término medio en sus acciones, pero este término medio debe elegirse y preferirse con miras al bien de las acciones humanas, para que así el hombre pueda obrar correctamente, convirtiéndose en un hombre virtuoso. De esta manera, el hombre alcanza la felicidad, pues, la felicidad consiste en vivir bien y obrar bien. G) virtud que garantiza el uso de la recta razón. Luego de explicar el objeto de estudio de la recta razón y lo que implica el término medio, es preciso demostrar cuál de las virtudes que posee el hombre garantiza de manera eficiente la recta razón, logrando que el hombre de esta manera obre correctamente, eligiendo la justa medida en sus acciones. Para eso es necesario hacer una distinción de las virtudes y así examinar cuál de ellas garantiza la recta razón, ya que las virtudes en relación con la recta razón son las que hacen que el hombre regule y domine sus impulsos. 16 Cabe resaltar que según el planteamiento aristotélico hay dos clases de virtud: la ética y la dianoética. Las virtudes éticas se adquieren por hábito y por costumbre, estas virtudes se desarrollan en la parte apetitiva del alma irracional. Las virtudes éticas se manifiestan cuando el hombre actúa bien; controlando sus impulsos y deseos, eligiendo el justo medio entre los vicios. Se adquieren cuando el hombre escucha y obedece a la razón. Ejemplo de virtudes éticas puede ser la justicia, moderación, virilidad, coraje, valentía y mansedumbre, entre estas virtudes la justicia se práctica en relación con los demás, la moderación es una virtud que influye en nuestros apetitos y placeres, la valentía al igual que la virilidad y el coraje depende de nuestra acción ante los peligros y temores y la mansedumbre influye en nuestra ira. Cada una de estas virtudes se asegura con un término medio entre excesos y defectos que los dañan. “El moderado es el que se abstiene de los placeres corporales y se complace en eso mismo, el que disfruta todos los placeres”, el valiente es el que hace frente a los peligros y se complace o al menos no se contrista (E.N. II, 1104b5) y “el que disfruta todos los placeres y no se abstiene de ninguno se hace licencioso y el que los evita todos insensible” y “aquel que huye de todo y tiene miedo cobarde” “y el que no le teme a nada y se lanza a todos los peligros temerario” (E. N. II, 1104ª19). Mientras que las virtudes dianoéticas se adquieren por enseñanza, éstas se desarrollan en la parte racional del alma, siendo las virtudes propias del intelecto y el pensamiento. Para Aristóteles, sólo cuando el hombre escucha y obedece a la razón, actuando de manera correcta sobre sus impulsos y apetitos, se hacen presentes las virtudes éticas; éstas, convierten al hombre, en un hombre virtuoso, y esto sólo es posible 17 obedeciendo a la razón eligiendo la justa medida entre el exceso y el defecto de sus acciones. Como toda acción tiene exceso, defecto y término medio, el hombre que está en busca del bien supremo elige actuar de manera correcta, buscando el término medio en sus acciones. Aristóteles muestra que así como en la medicina hay una norma y una regla que determina qué cuerpo está sano y qué hay que hacer para curarlo, así también hay en el hombre virtuoso una regla que determina su acción, que le permita evitar el exceso, el defecto y elegir el término medio en las riquezas, tal regla es la recta razón. Hay que examinar cual es la virtud dianoética (que se encuentra en la parte racional del alma) que garantiza la recta razón, y por tanto hace manifiestas las virtudes éticas, cuando el hombre actúa bien escuchando y obedeciendo a la recta razón. Para eso es preciso determinar cuál de las virtudes dianoéticas, es la virtud por excelencia del alma racional. Hay que tener en cuenta que las virtudes dianoéticas son las que se desarrollan en la parte racional del alma, y no las virtudes éticas, que se desarrollan en la parte no racional (pese a que son el resultado de escuchar a la razón). Entre las virtudes dianoéticas se encuentra: el arte, la ciencia, la prudencia, la sabiduría y el intelecto. Estas virtudes se hallan en cada una de las partes que compone el alma racional. Para eso hay que tener en cuenta que la parte racional del alma, como la función propia del hombre, está dividida en dos partes: en razón teórica y razón práctica. Por un lado, se encuentra la razón teórica que se encarga de estudiar sobre las cosas necesarias y eternas que no pueden ser de otra manera, sobre la verdad de los principios y demostraciones. Las virtudes que se desarrollan en esta parte son: la ciencia, el intelecto y la sophia. La virtud 18 por excelencia de esta parte es la sophia ya que ésta posee la ciencia y el intelecto (nous y episteme). Por otro lado, está la razón práctica o logístikon del alma que se encarga de estudiar las cosas contingentes, con la cual percibimos las cosas que son objeto de acción y deliberación. Las virtudes que se desarrollan en esta parte son: el arte y la phrónesis, y la virtud por excelencia es la phrónesis. Como lo que nos interesa en este trabajo es mostrar como para Aristóteles se alcanza el bien último del hombre que es la felicidad y teniendo en cuenta que la felicidad consiste en obrar correctamente, es necesario referirnos exclusivamente a su uso práctico: la razón práctica, que es la encargada de estudiar la acción y deliberación en el hombre y su relación con los demás. Entonces, es preciso señalar la importancia de la virtud por excelencia de esta razón práctica, para mostrar cómo ésta puede determinar el obrar correctamente en el hombre por medio de la recta razón. La phrónesis es un modo de ser racional y práctico que tiene el principio de la acción, el hombre prudente es capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo y además para poder vivir bien; ésta es la virtud que dirigiendo correctamente las pasiones e impulsos del alma desiderativa genera las virtudes éticas. La phrónesis siendo una virtud dianoética propia de la parte calculadora del alma racional, garantiza la recta razón, cuando el hombre elige la justa medida en sus acciones; cuando el hombre phrónimos escucha y obedece a la razón. La phrónesis garantiza la recta razón, cuando el hombre ha deliberado rectamente y elegido el término medio en las virtudes éticas, ordenando el principio de la acción sobre las pasiones y deseos. 19 H) Objeto de estudio de la razón práctica. Como podemos ver, la phrónesis es la virtud por excelencia de la parte calculadora del alma racional que, junto a las virtudes éticas, garantiza la recta razón, la virtud por excelencia no se da sin prudencia “los hombres que ahora dan una definición de la virtud, después de indicar el objeto a que tiende, añaden:<< según la recta razón>> y es recta la que está de acuerdo con la prudencia… ya que la virtud no sólo es un modo de ser de acuerdo con la recta razón, sino que va acompañada de la recta razón, y la recta razón tratándose de estas cosas es la prudencia” (E.N. VI, 1144b21). Ahora bien, teniendo en cuenta que la phrónesis se desarrolla en la razón práctica, hay que examinar el objeto de estudio de esta parte racional, y la actividad específica que junto con la phrónesis garantiza el obrar correctamente, y por tanto la felicidad en el hombre. Antes es preciso mencionar que la felicidad de un hombre no puede depender sólo de la virtud que éste posea, ya que la virtud por sí sola no basta para alcanzar la felicidad, sino que más bien afirma Aristóteles que el hombre para obrar virtuosamente necesitará ejercitar su virtud, la felicidad es una actividad que se logra gracias al ejercicio de la virtud y después de un largo aprendizaje. La razón práctica se ejerce o se desarrolla en la parte racional del alma con la que se establece la manera de obrar, la actividad que se ejerce junto con la phrónesis es una actividad práctica, la cual permite al hombre obrar correctamente, realizar acciones justas y nobles. La virtud por excelencia de la razón práctica es la phrónesis; ésta es un modo de ser racional y práctico que tiene el principio de la acción en el hombre y que le permite a éste 20 deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo y para los demás (Cfr. E.N. VI, 1142b31). Teniendo en cuenta lo anterior, es posible concluir que el hombre phrónimos es quien posee la recta razón antes mencionada y quien dirige correctamente sus pasiones e impulsos obedeciendo a la razón, obrando correctamente a nivel práctico en relación con los demás; de esta manera, podría sostenerse también que la phrónesis es la virtud por medio de la cual el hombre alcanza la felicidad. I) La phrónesis y las habilidades que ésta supone. Es preciso hablar sobre la naturaleza de la prudencia para entender mejor a qué tipo de hombres se les considera prudentes y saber cuáles son las habilidades que éste posee. La phrónesis es un modo de ser racional que se ejerce en la buena deliberación. Es propio del hombre prudente ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo (Cfr. E.N. VI, 1140a 25). El hombre phrónimos es quien delibera rectamente sobre las acciones, y esto garantiza un actuar virtuosamente, que guiado por la recta razón proporciona el hecho de ser prudente, en tanto que el hombre prudente es normativo- de esto hablaré más adelante-. Entonces es preciso decir que la buena deliberación o excelencia deliberativa es una de las habilidades que posee el hombre prudente entre otras habilidades como la inteligencia, el entendimiento, el buen juicio y la intuición. La buena deliberación se evidencia en los razonamientos prácticos. Si el fin que se elige es un bien, éste sólo se alcanzará si deliberamos rectamente sobre los medios para llegar a él y para ello se requiere una recta razón que asegure una correcta deliberación (Cfr. E.N. VI, 1142b32). 21 Por otro lado está el entendimiento como otra habilidad o capacidad que posee el hombre prudente, “el entendimiento y el buen entendimiento en virtud de los cuales decimos que los hombres son inteligentes o con buena inteligencia” (E.N. VI, 1143ª1). Para Aristóteles, los hombres dotados con la capacidad de juzgar bien poseen entendimiento al saber deliberar sobre lo que resulta conveniente o no para el hombre y a medida que ejercita su capacidad de juzgar y juzgar rectamente, se ejercita su capacidad de entender y aprender (Cfr. E.N. VI, 1143a6-14). En esa medida se puede afirmar que el hombre phrónimos realiza acciones buenas y virtuosas con miras a sí mismo pero también a los demás, porque se encarga de deliberar sobre lo que es bueno y justo para él en una vida en comunidad, sobre lo que es conveniente o no para él y para los demás. La phrónesis nos permite actuar bien cuando ella ha deliberado rectamente y elegido el término medio con respecto a las pasiones y deseos, desarrollando de esta manera en el hombre las virtudes éticas a partir de sus acciones virtuosas. J) La phrónesis y su conexión con la Eudaimonía. Como he venido mencionando es la phrónesis que opera en la razón práctica quien garantiza la recta razón y por tanto el obrar correctamente en el hombre, logrando de esta manera la vía segura para alcanzar la felicidad, entendiendo la felicidad o la Eudaimonía como vivir bien y obrar bien, realizando acciones buenas y nobles en la vida. El hombre phrónimos actúa virtuosamente cuando elige el término medio en las acciones que realiza obedeciendo a la recta razón, y elige el término medio en las acciones cuando ha deliberado correctamente sobre ellas. Si el hombre elige actuar virtuosamente es porque su deseo ha 22 sido recto y ha hecho una deliberación con firmeza e inquebrantable sobre el actuar correcto. Esta elección, como se ha visto, ha sido el resultado de una correcta deliberación y desemboca en una buena acción. (Cfr. E.N. VI 1142b31). El hombre phrónimos delibera y elige actuar conforme a lo que deliberó, es un hombre continente11que actúa conforme a la recta razón, por tanto obra correctamente, realiza acciones guiadas por la recta razón. Yo delibero sobre cómo alcanzar el fin establecido a través de los medios que me conducen a él. Cuando se delibera y se elige sobre los medios que me ayudan a alcanzar ese fin, es cuando esta elección es llevada a cabo mediante un deseo recto; y esta es la parte que Aristóteles llama causa eficiente, la parte deliberante que ocasiona movimiento, la que hace que me mueva y actué de alguna manera (Cfr. E.E. II, 1226b20). Sólo el hombre prudente obedece a la recta razón y elige actuar bien conforme a ella, porque la recta razón guía al hombre a que elija la justa medida en sus acciones, apetitos y deseos. Es la recta razón, como se ha dicho, la que permite actuar bien en relación con los demás, la que lleva al hombre a regular sus pasiones y acciones hacia lo debido mostrando y aplicando su virtud en relación con los demás (Cfr. E.N. II, 1106b5).Por otra parte, Aristóteles señala que el hombre phrónimos perfecciona su virtud mediante el ejercicio mismo de la deliberación. En la medida en que el hombre phrónimos delibere y elija siempre acciones buenas y correctas, en esa medida perfecciona su virtud; y por tanto garantiza el buen uso de la recta razón, para alcanzar la felicidad. 11 El término continente dentro de la Ética a Nicómaco se entiende como aquel hombre que orienta sus acciones según la razón, es decir, el hombre continente es quien realiza sus acciones mediante una deliberación realizada previamente, es cuando se realiza algo que se ha elegido y deliberado, de acuerdo con la recta razón. 23 La muestra de que es la recta razón la que asegura el actuar virtuoso, se puede evidenciar en la distinción que hace Aristóteles en el libro VI en la Ética a Nicómaco entre la virtud natural y la virtud por excelencia; donde explica que la virtud natural es un virtud sin razón, a medida que se ejercita y se hace uso de la recta razón el ser humano logrará obtener la virtud por excelencia- la prudencia- en la medida en que delibere y elija actuar rectamente. Aristóteles dice: “hay dos clases de modos de ser en la parte del alma que opina, la destreza y la prudencia, así también en la parte moral hay otras dos: la virtud natural y la virtud por excelencia, de estas, la virtud por excelencia no se da sin prudencia” (E.N. VI, 1144b15). Y de ahí que Aristóteles diga según esta distinción que sólo a partir de la virtud por excelencia (phrónesis) que garantiza la recta razón, el hombre logra actuar virtuosamente y, con esto, ser feliz. El hombre no es llamado bueno sólo por poseer la virtud natural12 porque ésta no posee razón, y el hombre que actúa sin razón actúa sólo por hábito o por costumbre ya que no razona sobre lo que hace y no es posible llamar bueno a un hombre que se deja llevar sin reflexionar verdaderamente en lo que hace. En conclusión, el hombre es considerado bueno cuando existe en él phrónesis, pues ésta garantiza el uso de la recta razón y de la correcta deliberación, así el hombre podrá realizar acciones que conduzcan a un fin bueno, acciones que han sido deliberadas rectamente y que han de conducirlo a la felicidad. 12 La virtud natural es una virtud sin razón, y se vuelve virtud por excelencia en la medida en que va adquiriendo la recta razón, que se perfecciona mediante el ejercicio de la phrónesis que garantiza la recta razón. Tanto el niño como los animales poseen un modo de ser natural pero sin razón, y una persona que no posea la capacidad de razonar o no tenga la facultad racional desarrollada no podrá hacer uso de ella en una actividad deliberativa, sino que más bien realizará las acciones por hábito o por costumbre y no mediante un acto deliberativo que requiere de elección, ya que en él no hay razón (Cfr. E.N. VI, 1144b5). 24 K) La importancia de una vida entera y práctica para alcanzar la felicidad. Por otra parte, Aristóteles señala que la felicidad no sólo se alcanza obrando virtuosamente sino que además requiere de una vida entera y no tan sólo de un instante. Pues bien, queda establecido que la felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la phrónesis y se alcanza en una vida entera, ya que el hombre para alcanzar la felicidad necesitará obrar virtuosamente durante toda su vida, es decir, necesitará vivir bien y obrar bien durante toda su vida. Porque no basta con que el hombre sólo posea la virtud para alcanzar la felicidad, sino que además debe ponerla en práctica, hacer uso de ella durante toda su vida, ya que “el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera. Porque una golondrina no hace verano, ni un solo día, y así tampoco ni un solo instante <bastan> para ser venturoso y feliz” (E.N. I, 1098ª16), un instante no basta para hacer feliz al hombre. El hombre que sólo posee la virtud puede llegar a sufrir grandes enfermedades o infortunios y, de esta manera, no podrá realizar y demostrar una actividad virtuosa en su vida. Un hombre así no podrá aplicar su virtud durante toda su vida sino en un instante, y en esa medida no alcanzará la felicidad. Solamente cuando el hombre adquiere la experiencia y el ejercicio de las virtudes y aplica la actividad virtuosa durante toda su vida, alcanza la felicidad. De esta forma, Aristóteles sostiene que la felicidad se alcanza a través de una vida práctica, mostrando que el fin último del hombre no radica sólo en conocer las cosas y 25 contemplarlas sino que es necesario poner en práctica la virtud (Cfr. E.N. X ,1179b1).Tener conocimiento de las cosas no basta para hacer bueno al hombre, el razonamiento y la enseñanza no tienen la fuerza para transformar la vida de una persona; para hacerlo verdaderamente bueno, sino que su alma primero debe estar cultivada desde joven con buenos hábitos y costumbres, y así el hombre logrará actuar correctamente obedeciendo a la razón de acuerdo con la virtud, si el hombre logra actuar de acuerdo con la virtud podrá llegar a ser verdaderamente bueno, con una virtud cultivada por buenos hábitos y de esta manera podrá alcanzar la felicidad. L) La política como ciencia que busca asegurar el bien último de las personas y de toda la ciudad. Es preciso hablar ahora de cómo el hombre y su fin último se involucran evidentemente con la política. La ética aristotélica y la política tienen como fin dirigir la voluntad y las acciones del hombre hacia el bien último, no sólo para el hombre sino en general para todos los ciudadanos13; el bien último del hombre que como bien sabemos consiste en la Felicidad, aplicada en la vida práctica. En este sentido se puede afirmar que la política se preocupa por conseguir el bien supremo de todos los ciudadanos, y de toda la comunidad en general y no de manera individual (Cfr. P. I, 1252ª1). La política entonces se ocupará de establecer leyes e instituciones que permitan regular los comportamientos, las conductas y las acciones de todos los ciudadanos, leyes que permitan de alguna manera encaminarlos a este fin que es alcanzar la felicidad (Cfr. E.N. I, 1094b1). 13 Se entiende por ciudadanos aquellos que conforman la ciudad y hacen parte de ella y participan activamente en elecciones democráticas y políticas. 26 Aristóteles considera que la felicidad, entendida como vivir bien y obrar bien es un propósito que le interesa a la política, pues ésta se preocupa por alcanzar el bien del hombre y en general de todos los ciudadanos. La política educará a los ciudadanos en la virtud y la justicia. Sólo mediante las acciones virtuosas que se adquieren y se ejercitan mediante buenos hábitos y una buena educación, todos los ciudadanos podrán alcanzar el bien último del hombre que consiste en la felicidad. Estas acciones virtuosas son ejercitadas en la política, en la medida en que la política establece leyes iguales para todos, que el ciudadano debe cumplir, de esta manera el hombre regulará su comportamiento y las acciones, siempre en busca de lograr un bien común. El hombre que, según Aristóteles, es por naturaleza un ser social buscará vivir en sociedad no sólo como condición para su subsistencia, sino porque únicamente en la convivencia (gracias a su autosuficiencia, considerando que el hombre por sí solo no se basta) puede alcanzar su fin último y mejor: la felicidad (Cfr. P. I, 1253ª1). El hombre en relación con los demás buscará un bien común aplicable para todos, y para eso es preciso relacionarse y convivir con los demás en la vida política, donde pueda demostrar sus relaciones nobles y justas. El hombre vivirá bien y obrará bien en la vida política si ha sido educado por buenas leyes y por buenas costumbres, llevando a cabo acciones virtuosas. El hombre virtuoso, que como hemos visto es phrónimos, será moderado y podrá realizar sus acciones buenas con vista a sí mismo pero también con miras al bienestar de los demás. Dichas acciones virtuosas se manifestarán en la comunidad y más si se trata de la justicia, pues la justicia es un valor cívico, ya que se encarga del orden de la comunidad civil, así el hombre justo sabrá discernir 27 correctamente sobre las buenas acciones y podrá convivir bien y alcanzar el orden para la ciudad con los demás (Cfr. P. I, 1253ª19). Es así como mediante la actividad práctica y en la vida política, el hombre virtuoso busca relacionarse con los demás de manera correcta para llevar una buena convivencia y, de este modo, logra alcanzar la felicidad. Teniendo en cuenta lo anterior, Aristóteles establece una estrecha relación entre política y ética. Según el autor, la política regula qué leyes son necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno y hasta qué extremo y prescribe qué se debe hacer y qué se debe evitar. “El fin de ella incluirá el fin de las demás ciencias de modo que constituirá el bien del hombre y tiene como fin fijar las normas de la acción, y también asegura el bien de los ciudadanos, y es más hermoso y divino alcanzar el bien de la ciudad”. (E.N I, 1094b1) Aristóteles nos muestra la importancia de la educación moral en la vida política para la formación de hombres virtuosos, una educación que se pueda modificar por la costumbre. El político, según el autor, debe esforzarse en hacer a los ciudadanos buenos y sumisos ante las leyes, haciéndolos adquirir ciertos hábitos mediante una buena educación, a través de la cual puedan regular sus acciones buscando de esta manera el bien propio al igual que para toda la ciudad. Por eso se cree que los legisladores deben fomentar y promover la práctica de la virtud para conseguir que los ciudadanos como la Polis alcancen la felicidad. De igual modo, el legislador que desea hacer a los hombres mejores mediante su cuidado y las leyes que imponen, lo hacen en la vida práctica y sirviéndose de la experiencia. Es por eso que los que aspiran a ser políticos y legisladores necesitan también de experiencia (Cfr. E.N. X, 1181a12), estos hombres con experiencia son personas capaces de teorizar y juzgar las leyes 28 o constituciones políticas que pueden ser apropiadas para la ciudad, y serán aptos para legislar, mientras que aquellos que carecen de experiencia y buenos hábitos no pueden formar un buen juicio. En la política el instruido será el que tenga experiencia en las acciones de la vida, en tanto que a través de la experiencia se puede poner en práctica los conocimientos de las cosas particulares y de esto será un buen juez con respecto a sus pasiones, y aquel que tenga experiencia en las acciones de la vida juzga rectamente las obras de su campo y entiende mejor por qué medios y de qué manera se han de llevar a cabo las acciones virtuosas, pero los que proceden sin hábito y sin experiencia no pueden formar un buen juicio (Cfr. E.N. I, 1095ª1). Para finalizar, es importante también mencionar que para Aristóteles la educación juega un papel principal en la formación de hombres virtuosos, por medio de buenos hábitos y costumbres, que los lleven a actuar correctamente, guiados también por la razón, como facultad determinante de todas las acciones virtuosas en el hombre. Además de la buena educación, el hombre y en general todos los ciudadanos, necesitarán de un buen legislador, que esté en la capacidad de establecer leyes, que le permita al hombre regularse por medio de ellas y así tender siempre a realizar acciones buenas y justas. El hombre necesitará de leyes, que lo ayuden a actuar conforme a lo bueno y justo para él y los demás; que sean aplicados para todos, en relación con todos. 29 M) conclusiones generales. Después de haber expuesto la interpretación aristotélica con respecto a la idea de felicidad y, por supuesto luego de haber dejado claro cada uno de los aspectos que explican la manera de cómo poder alcanzarla. Ahora sí entraré a explicar mi postura frente a la interpretación aristotélica. Hemos visto como para Aristóteles la felicidad supone vivir bien y obrar bien en una vida entera. Además es preciso señalar que todo lo que implica el término felicidad o Eudaimonía (entendida como vivir bien y obrar bien), ha cobrado significado e importancia dentro de la vida de un hombre, porque nos ayuda a mejorar todo tipo de relaciones, ya sean sociales y políticas, y con ella encontramos el bien no sólo en uno mismo, sino que con ella podemos llevar una buena vida con todos los ciudadanos. Para Aristóteles, en sus términos más específicos, la felicidad es el fin último del hombre, al cual deben tender todas sus actividades y acciones. La felicidad, como se ha venido mostrando, consiste en una actividad práctica que involucra la relación con los demás. En efecto, el hombre, según el autor, debe ejercer acciones virtuosas y ponerlas en práctica en la vida política si desea ser feliz. Para obrar virtuosamente, se ha reconstruido en qué medida el hombre debe poseer una virtud en particular: la phrónesis, pues es gracias a ella que el hombre puede obrar correctamente, realizar acciones buenas y justas, y con ella el hombre se hace virtuoso haciendo manifiestas de esta manera las virtudes éticas. La felicidad será entonces posible para un hombre phrónimos que vive en comunidad y que obra virtuosamente, eligiendo acciones que corresponden a términos medios entre excesos y defectos. 30 Así pues, la felicidad entendida como vivir bien y obrar bien se puede entender, dentro del planteamiento aristotélico, como obrar correctamente durante toda una vida poniendo en práctica nuestras buenas acciones, no sólo con uno mismo sino también con los demás, donde nuestras acciones buenas y virtuosas solo se adquiere mediante una buena educación y buenas costumbres a partir de la experiencia, también la educación y las costumbres deben ser reguladas por leyes que castiguen y penalicen las malas acciones, y solo ponerlas en prácticas en la juventud sino también en la edad adulta, mediante leyes que se establecen a partir de la política, podemos regular adecuadamente nuestras acciones (Cfr. E.N. X, 1179b35). A partir de lo expuesto, queda claro además que la ética y la política en Aristóteles están estrechamente imbricadas entre sí, en la medida en que tanto el ciudadano busca alcanzar la Eudaimonía y la ciudad busca el bien común para todos los ciudadanos, en esa medida la política busca alcanzar la Eudaimonía para todos los ciudadanos. El hecho de que se pretenda alcanzar la felicidad no sólo en el hombre de manera individual sino en la ciudad procurando alcanzar el bien común, hace que tanto la ética como la política aspiren al mismo fin. Ahora bien, quiero hacer referencia un poco sobre algunos aspectos planteados a lo largo del texto, y detenerme en ellos, para explicar mi posición. Uno de los aspectos más importantes que Aristóteles plantea en su interpretación, es el considerar que la felicidad es el fin último y supremo de todas las acciones humanas y por lo tanto es un fin que todos queremos alcanzar. La prueba de esto es que todas las acciones tienden siempre a algo o se 31 subordinan a otro fin, pero la felicidad como fin último no depende de nada, no se subordina a otra cosa; ella por si sola es deseable y hace deseable la vida de quien la alcance. La felicidad es algo que todos los hombres quieren alcanzar. Pero desde un punto de vista ético aristotélico, no todos los hombres pueden alcanzarla. Aristóteles define a la felicidad como una actividad del alma racional conforme a la mejor y más perfecta virtud en una vida entera14. Es decir la felicidad es un fin último que se alcanza realizando correctamente la actividad propia del hombre que es la actividad práctica, actividades que se realizan con los demás. Pero estas actividades no son fáciles de realizar, pues, el hombre debe tener una buena disposición para realizar este tipo de acciones correctas, esta disposición depende del modo de ser bueno del hombre. Por eso no todos pueden alcanzar la felicidad, porque no son capaces de ejercer esta actividad del alma racional correctamente ni consigo mismo, ni con los demás y mucho menos en una vida entera. Al parecer es muy difícil que un hombre actué virtuosamente durante toda su vida para alcanzar la felicidad. Aristóteles dice que aquel que tenga la disposición de realizar acciones virtuosas, que sienta placer y gusto de realizar este tipo de acciones, y que las elija inquebrantablemente sin ningún tipo de duda15, podrá ser considerado virtuoso y obrará correctamente; y en la medida que realice correctamente su propia función- la actividad práctica- alcanzará ese bien último y mejor que es la felicidad. Esta actividad práctica se realiza correctamente conforme a la mejor y más perfecta virtud que es la prudencia, logrando con ella escoger la justa medida de todas nuestras acciones prácticas, de todas las virtudes éticas. La prudencia es la 14 15 Véase cita anterior (Cfr. E.N. I, 1098ª16). Véase cita anterior (Cfr. E.N. II, 1105ª29). 32 que permite al hombre deliberar correctamente sobre cada acción ayudando a escoger siempre la virtud ética de cada acción, con esto el hombre pueda actuar siempre correctamente con todos los demás y así alcanzar la felicidad. Otro punto muy importante que vale la pena resaltar es que el hombre no sólo escogerá la justa medida de sus acciones o de acciones que le afecten a él directamente, no sólo actuará correctamente para él y para su vida, sino que considerando que el hombre es un zoom politikom (un animal político), necesitará ejercer su facultad deliberativa y poner en práctica con los demás sus acciones justas y correctas y podrá llevar una vida feliz, durante toda su vida. Por otra parte, estoy de acuerdo con Aristóteles, cuando se refiere a que una persona adquiere un modo de ser justo en la medida que ha sido bien educado desde joven, con cosas buenas y justas, cuando haya adquirido experiencia en acciones correctas, es decir, la persona adquiere un modo de ser bueno mediante una buena educación acompañada de buenas costumbres y buenos hábitos, cuando se eligen y se realizan siempre acciones correctas y justas. A medida que el hombre actué así, podrá adquirir experiencia de realizar siempre este tipo de acciones y su modo de ser será virtuoso. Lo que hay que hacer es realizar acciones buenas, ponerlas en práctica durante toda la vida y llevar consigo una forma de ser virtuosa que es la que le garantiza al hombre elegir y actuar siempre correctamente con los demás, para que así el hombre pueda encontrar la felicidad. Cabe preguntar en este punto si la teoría aristotélica con la idea de la felicidad, considerada desde el punto de vista ético, no sólo el de actuar correctamente, sino de tener una buena disposición y el placer de realizar las acciones buenas, podrá ser alcanzada por 33 todos en general. Yo creo que este punto resulta problemático, pues si todos actuáramos correctamente el mundo fuera maravilloso y todos fuéramos felices. Pero la realidad es otra, no todos los hombres tienen un modo de ser virtuoso. Pero no podemos generalizar esto porque resulta un tanto utópico, es lógico que todo el mundo no obra de la misma manera, de lo contrario, si todos actuáramos siempre igual y de manera justa y noble, donde existiera la comprensión y la tolerancia, no estaríamos en un mundo lleno de tanta violencia, guerra e injusticia, y sólo existiera paz y amor en todo el mundo. Yo pienso que es posible alcanzar la felicidad desde el punto de vista aristotélico obrando correctamente, poniendo en práctica las virtudes éticas con los demás y con uno mismo, en nuestros apetitos y placeres y en nuestras acciones; pero también pienso que no todos pueden alcanzarla, porque no todos tiene un modo de ser bueno que los guie a actuar correctamente; de manera que la felicidad sólo podrá ser alcanzada por algunos. La felicidad no es cualquier cosa fácil de alcanzar, tampoco es algo que se consigue rápidamente. Para poder llegar a ella se necesita de muchas cosas y de toda un vida para alcanzarla: en primer lugar se necesita, como lo mencioné anteriormente, de una buena educación desde joven, una educación basada en buenos hábitos y costumbres; también se necesita de mucha experiencia que se adquiere después de haber realizado, no sólo una sino, muchas acciones buenas con ayuda de la mejor virtud, -la prudencia- y ésta se adquiere con el ejercicio de una buena deliberación y una buena elección. Si uno delibera bien y elije acciones buenas y rectas guiados por la recta razón, que nos guía a elegir el término medio de todas las acciones humanas, y por tanto nos guía a que actuemos justamente y noblemente, podemos decir que este camino resulta posible de alcanzar. 34 BIBLIOGRAFIA • Obras de Aristóteles: - ARISTÓTELES (1985). Ética a Nicómaco. Emilio LLedó Iñigo y JullioPallí Bonnet. Madrid: Gredos - ARISTÓTELES (1985). Ética Eudemia. Emilio LLedó Iñigo y JullioPallí Bonnet. Madrid: Gredos - ARISTÓTELES (1999). La política. Manuela García Valdés. Madrid: Gredos. TEXTOS COMPLEMENTARIOS - AUBENQUE, Pierre. La prudencia en Aristóteles, Barcelona: Crítica, 1999. - GÓMEZ ROBLEDO, A., Aristóteles. La política. México: UNAM, 1963. - GUARIGLIA, Osvaldo. La Ética en Aristóteles o la moral de la virtud, Buenos Aires: EUDEBA, 1997. - MACINTYRE, Alasdair. Historia de la ética, Barcelona: Paidós, 1998[1ª ed., 1976] - MACINTYRE, Alasdair. Tras la virtud. Barcelona: Crítica, 1987. 35