~1~ LA OBRA CONSUMADA DE LA CRUZ POR: JW LUMAN CONFERENCIAS ABRIL 2011 SAN JOSÉ, COSTA RICA ~2~ INDICE LA PLENITUD DE NUESTRA SALVACIÓN 3 EL EVANGELIO 9 LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO, I 19 LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO, II 31 LA OBRA CONSUMADA, I 37 LA OBRA CONSUMADA, II 45 LA ESPERANZA BIENAVENTURADA, I 53 LA ESPERANZA BIENAVENTURADA, II 58 ~3~ LA PLENITUD DE NUESTRA SALVACION Yo creo que todo creyente debería tener una comprensión de la plenitud de nuestra salvación. Nuestra salvación es mucho más que tradición y mucho más que religión. Es una relación muy real y personal con Cristo. De dicha relación se habló en el Antiguo Testamento y se declara en su plenitud en el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento es el testimonio de lo que estaba por venir, el Nuevo Testamento declara que lo que estaba por venir ha venido en la Persona de Cristo. Dios siempre ha cuidado que Su pueblo tenga una comprensión de Él. Ustedes recordarán que el Antiguo Testamento en el libro de Éxodo, Dios describe el viaje de Israel desde el mismo principio, desde la liberación de Egipto y su salida, y eso nosotros debemos entenderlo como un tipo y una sombra, o como una figura de nuestro caminar en Cristo. Siempre ha sido muy interesante para mí el momento en que Israel se enfrenta al Mar Rojo, porque este mar apunta a la realidad de la cual ustedes y yo hemos sido hechos partícipes en Cristo. Para Israel el Mar Rojo fue el bautismo, aquello que los separó absolutamente de Egipto. Así que el viaje empieza ahí. De hecho, inició cuando ellos todavía estaban en la tierra de Gozén; la región donde ellos vivían en Egipto. Es más, inició en la puerta con sangre en sus dinteles; aquí se produjo la liberación de Israel, el comienzo de la salvación. No obstante, en el Mar Rojo esa liberación, esa salvación sería hecha manifiesta. Decía anteriormente, que a mí siempre me ha parecido muy interesante lo que sucede en el Mar Rojo con Israel, por lo que le dijo el Señor a Moisés; el momento y el lugar donde fue dicho, porque hoy yo quiero traer eso precisamente a Cristo. El Señor le dijo a Moisés: “Dile a Israel que estén firmes y que vean la salvación del Señor” (Éxodo 14:13). Sucede que la palabra hebrea para “ver” es raah, y significa “algo mostrado de Dios”. No es sólo una comprensión natural, es algo revelado del Señor: “...estén firmes y vean la salvación del Señor”. Vamos ahora a Juan 14, aquí vemos a los discípulos enfrentando esta misma situación; esta vez no es un tipo o una sombra, sino una realidad. Esto sucedió ~4~ justo antes de que Cristo fuera a la cruz. Aquí vemos que Él habla de irse, pero que no los dejará solos, sin un consolador y que regresará a ellos en novedad de Espíritu. Sin embargo, los discípulos enfrentan esa misma cruz junto con el Señor Jesús. Enfrentan el cumplimiento del Mar Rojo. Enfrentan un bautismo. Lo enfrentan en el momento que Jesús dice estas palabras. Él sabía que iba a dejarlos por tres días. Esto puede parecer poco tiempo, sólo son tres días, pero no son tres días de vacaciones, no va a salir del pueblo por tres días, Él va hacia la muerte, hacia una muerte total. En lo natural sus discípulos no tenían manera de saber qué eran esos tres días. Volvamos por un momento a Éxodo 14, los israelitas se dieron vuelta y vieron que venía Faraón con todos sus carros de guerra y un gran ejército... y no venía para hacer un día de campo con ellos, venía con toda la intención de matarlos a todos y a cada uno de los israelitas. Eso hubiera destruido a Israel, pero Dios había planeado otra muerte, había planeado Su propio bautismo, e Israel entró y salió de ese bautismo. El Señor Jesús iba a entrar en esa muerte y también iba a salir, pero sus discípulos no pudieron entender esto con la mente natural. Él sabía que ellos se iban a enojar, y posiblemente a ser destruidos durante esos tres días, porque era Su muerte. Él sabía que ese día ellos iban a ver al pueblo, al Israel del Antiguo Pacto y al Imperio Romano levantarse contra Él, y que sería una visión abrumadora si no les decía algo. Él les dijo, básicamente: “No dejen que su corazón se perturbe, no teman, estén firmes y vean la salvación del Señor”. De esta salvación es de la que quiero hablar hoy, de lo que Él dijo, porque Él les mostró a sus discípulos por medio de sus palabras la salvación que estaba por venir. Les dijo: “Estén firmes, no se turben sus corazones”; y los preparó para la experiencia penosa que se avecinaba en Su muerte. Yo pienso que esto es increíble, que es el cumplimiento de lo mismo que sucedió en el Antiguo Pacto con Moisés e Israel. Aquí está el que es mayor que Moisés, mayor que Abraham y mayor que Salomón consolando a los que llegarían a ser Su iglesia. Diciéndoles no sólo de Su muerte, sino también de Su resurrección y de Su unión con ellos. Juan 14:1-6 dice: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros” (v.1-2). Es ~5~ lo mismo, Moisés como tipo de Cristo estaba llevando a Israel a un lugar que había sido preparado para ellos. Ahora, el lugar del que está hablando Jesús no es un lugar natural, sino una realidad espiritual y eterna. La casa del Padre es una realidad eterna. “Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (v.3). La traducción de este versículo en el texto original se lee: “Vendré de nuevo”. “Ya he venido en la carne, nací de una mujer y bajo la ley, pero vendré en Espíritu. Vendré de nuevo”. Es la misma palabra que Jesús usó cuando le dijo a Nicodemo: “Debes nacer de nuevo”, que es traducida “de arriba”. “Debes nacer del Espíritu, no de la carne”. Entonces, Él les está diciendo aquí a los discípulos, que vendría de nuevo y los tomaría en Sí mismo, “...para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Este versículo habla de una relación de amor, no de un lugar físico: “...y os tomaré a mí mismo”. Este término significa: Una unión de unidad. Como cuando un esposo recibe a su esposa. Como cuando el Señor recibe a Su cuerpo. No sólo recibido en un lugar, sino en Sí mismo. Él estuvo con estos discípulos por tres años y medio, pero no pudo recibirlos de esta manera por causa de Su propia carne y por la de ellos. Él podía estar en la misma habitación con ellos, aún así, no podía habitar en ellos por Su Espíritu porque no había muerto aún, ni tampoco había resucitado. Por lo tanto, Él les está hablando de una relación por la que debe dejarlos. Él debe irse a la muerte para venir en la novedad de Su Espíritu y recibirlos en Sí mismo en una relación con Él. Por eso Él continúa diciendo lo que dice, porque está hablando de una relación, de algo que la mente natural no puede entender, pero que Dios revela por medio de Su Espíritu: “Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino” (v.4). Yo sé que ahí estaban todos los discípulos, pero Tomás fue el que habló: “Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (v.5). Entonces Jesús les mostró la salvación, y esto es sencillamente maravilloso, porque Él no les mostró un lugar, se mostró a Sí mismo. “...Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (v.6). “Es a través de Mi Espíritu, a través de la unión Conmigo. No hay otro camino, no hay otra verdad y no hay otra vida”. Cuando Él les mostró la salvación del Señor se mostró a Sí mismo. Él no les dio otro mandamiento, ni les dio otra ley, se mostró a Sí mismo. ¡¡Qué realidad más tremenda!! ~6~ Luego les habla de una relación a la que Él los va a introducir. Es una relación que ellos ni entendían ni tenían aún. Es la relación que Él tiene con el Padre. Habla de ella en el versículo 9: “Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?” Ahora, Él aquí no está hablando de carne y sangre. Él no dice que si ellos lo han visto a Él en carne y sangre han visto al Padre. Él está hablando de la relación que Él tiene con el Padre y que la ha estado mostrando por tres años y medio. Se las ha declarado en palabras, se las ha mostrado en la vida. Él les ha mostrado de todas las formas la relación que Él tiene con el Padre. Y sin embargo, habían pasado tres años y medio y sus discípulos más cercanos aún no la entendían. Una vez, sólo una vez en tres años y medio, Pedro dijo: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Y Jesús le dijo a Pedro: “Pedro, esto no te lo reveló carne ni sangre...” Esto se traduce así: “Verme con tus ojos, oírme con tus oídos...verme en carne y sangre no te reveló esto Pedro, te lo reveló mi Padre que está en los cielos”. Es decir, Jesús le dijo a Pedro que él no se había dado cuenta de quién era Él por medio de los sentidos naturales, sino porque el Padre se lo había mostrado. Luego añade: “Es sobre esa revelación, sobre esa comprensión de Mí dada por Mi Padre, que Yo edificaré mi iglesia. No la edificaré sobre comprensión natural, la edificaré sobre el entendimiento espiritual. La revelación dada por Mi Padre, es sobre lo que edificaré mi iglesia”. (Mateo 16:16-18) Años después tenemos a Pablo diciendo en la carta a los Gálatas: “Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí...” (1:15-16) ¿Por qué? Porque Jesús había dicho que Él edificaría Su iglesia sobre esta realidad. Luego, de vuelta a Juan 14, Jesús dice: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (v.10). Él les hace una pregunta, mediante la cual claramente declara Su relación con el Padre: “¿No entienden ustedes esto? Yo soy en el Padre y el Padre en mí”. Él está hablando de una relación espiritual, de la relación en el Espíritu. Está declarando Su unión con el Padre, y que el cuerpo que le fue dado para morir era como un velo sobre esa unión espiritual. Ahora, por tres años y medio Él había caminado en esa unión con el Padre frente a ellos. Por eso les dice: “Esto es lo que quiero que ustedes vean y ~7~ escuchen: “Yo soy en el Padre, y el Padre en mí”. Por eso les dice: “...Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. ¿Quién hace falta aquí? Recuerdo una vez que yo estaba leyendo este versículo y que el Espíritu del Señor me preguntó: “¿Quién hace falta aquí?” Los discípulos; ellos no estaban en esa relación con Cristo, la que Él tenía con el Padre. Ellos no lo conocían de esta manera. De esta relación es de la que Él les habló en el versículo 3: “...vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis”. Él está hablando de la relación del Espíritu, a la cual Él los introduciría en Él mismo, y a través de la cual ellos tendrían relación con el Padre. Esta es la salvación que Él les estaba mostrando. No era una salvación natural, sino una salvación eterna: “...No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Él no les está mostrando una nacionalidad, sino una realidad espiritual; la realidad en la que Él está con Su Padre. Luego, les habla de Su salida y de la venida del Espíritu de Dios. Dice: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (v.18). ¿Cómo? Por Su Espíritu. Es lo que ha estado repitiendo en todos estos versículos: El Espíritu de Verdad, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo; “...y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” (Romanos 8:9). “Yo he estado con ustedes y moraré en ustedes”. ¡¡Aleluya!! Esta es la salvación que Él les está mostrando: “Yo moraré en ustedes”. Pablo dice lo mismo: “Al Padre le agradó revelar a Su Hijo en mí”. “Ya no vivo yo, Cristo es quien vive en mí”. ¡¡Qué realidad!! Amados, Él no sólo es la cabeza de la religión llamada cristianismo. Él es la cabeza de Su cuerpo, la iglesia, en la que Él mora mediante Su Espíritu eterno. ¡¡Bendito sea el Nombre del Señor!! Nosotros somos miembros de Su cuerpo, Él vive en nosotros. Ahora veamos lo que explica. “Cuando el Espíritu de verdad venga, el Espíritu los guiará a toda verdad; cuando Yo venga en Espíritu y en Verdad conocerán tres cosas: “...que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros”. ¡Ahora estamos incluidos! Es de la unión por el Espíritu de la que estamos hablando. Usted y yo no nos convertimos en Cristo, somos el cuerpo de Cristo, Él vive en nosotros por Su Espíritu. Hemos sido introducidos a una relación viva con Él, consecuentemente, por medio de Él a una relación con el Padre. ~8~ Esta es la salvación que el Señor nos muestra. Esta es la salvación de la que Pablo y todos los apóstoles hablan. Más de 230 veces se usa en el Nuevo Testamento el término “en Cristo”, “en Él”, “en el Amado”. La traducción de la palabra en griego “en” significa: Una relación de reposo. Él nos ha traído a una relación, ha introducido nuestras almas a una unión con el mismo Espíritu de Vida. ¡¡Qué relación!! Entonces, por causa de nuestra unión con ese Hijo, tenemos unión con el Padre. Así que, el Espíritu de ese Hijo entra a nuestro corazón y clama: “¡Abba Padre! ¡Dios tú eres mi Padre!” ¡¡El Hijo nacido de la Semilla del Padre, lleno de Su Espíritu; Cristo nuestra vida!! Esta es la salvación que nos muestra el Espíritu de Dios, a la que nos lidera, nos guía, nos dirige; a esta unión con el Señor. Nosotros ya no vivimos como los que viven en su propia vida, sino como aquellos cuya vida es Cristo. No como los que son naturalmente judíos, griegos, libres, esclavos, sino como una nueva creación en Cristo. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). “...a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (Romanos 6:4). Para que teniendo a Cristo habitando en nosotros, en unión con nuestra propia alma, por medio de Su Espíritu viviente, seamos una nueva creación. No en el nombre de la carne, sino una nueva creación en Cristo Jesús, una creación que lleva Su Nombre. Una creación que lleva Su Nombre lleva Su identidad, lleva Su Espíritu, es una creación que le pertenece a Él. En esta creación Él es el Señor de señores, el Rey de reyes, el siempre presente Cristo. Esta es nuestra salvación. ¡¡Estén firmes y vean la salvación del Señor!! ~9~ EL EVANGELIO Sólo hay un evangelio y dicho evangelio es Cristo mismo. El evangelio no es acerca de Cristo, ni hechos históricos acerca de Cristo, el verdadero evangelio es, en realidad, Cristo mismo. Ahora bien, es Cristo en una relación única con el creyente, es decir, el evangelio no tiene que ver con un Cristo lejos del creyente, el evangelio es Cristo en nosotros, Cristo en una relación con Su cuerpo. En este sentido, el evangelio es ahora; no debería predicase desde una perspectiva histórica, ni debería predicarse desde una perspectiva futurista, debería ser entendido y abrazado como una perspectiva presente, como el Cristo que habita en nosotros. Hay otro elemento en el evangelio y es la obra del Espíritu de Dios. Como es cierto que el evangelio es Cristo y todo lo que es y está en Él, y que en Él, habita corporalmente la plenitud de la Deidad, es correcto decir que el evangelio es Cristo y que se relaciona con todo lo que está contenido en Él. No obstante, debe haber otro elemento, y ese elemento es la obra del Espíritu, la que lo relaciona a usted, relaciona su alma o su corazón con el evangelio. Si Cristo es el evangelio, ¿cómo recibimos usted y yo el evangelio? Si el evangelio es todo lo que está contenido en Cristo, ¿cómo recibimos usted y yo el evangelio? ¿Cuándo se convierte el evangelio en la Palabra viva de Dios? ¿Cuándo ocurre? ¿Cuándo deja de ser el evangelio enseñanzas religiosas para el creyente? Incluso, ¿cuándo deja de ser el evangelio enseñanzas religiosas aunque sean ciertas? ¡¡Aún son enseñanzas religiosas!! Puede que estén escritas en un libro y podamos leerlas, pero, ¿cuándo se convierte el evangelio, el cual es Cristo, en la Palabra de Dios presente y viva en nuestras almas? ¿Cuándo es eliminado el método del Antiguo Pacto? Antes de eso, ¿cuál es el método del Antiguo Pacto? Recordemos a Moisés, el monte Sinaí, Dios por encima del monte y el pueblo abajo reunido alrededor del monte. Recordemos que Dios había puesto límites alrededor del monte para que el pueblo no lo tocara. ¿Por qué? ¡Porque esa era la relación del Antiguo Pacto! Dios arriba, el pueblo abajo y Moisés subiendo y bajando del monte. En uno de esos viajes, Moisés bajó con las tablas de piedra, el mensaje de Dios. ¿Era un mensaje verdadero de parte de Dios? Por supuesto que sí. ¿Fue el Antiguo Pacto dado por Dios? Sí, sí lo fue. ¿Llamó Dios a Moisés al monte? Sí, sí lo ~ 10 ~ hizo. Pero nosotros ahora en Cristo, no hemos venido al método del Antiguo Pacto. Todo lo del Antiguo Pacto, aunque fue dado por Dios y era verdadero, era sólo un testimonio de un pacto y de una relación por venir. Nosotros ahora en Cristo hemos venido al Nuevo Pacto y a una nueva relación. El autor de Hebreos dice: “...sino que os habéis acercado al monte de Sion” (Hebreos 12:22). El monte Sion siempre es un tipo o un cuadro en las Escrituras, que habla de la unión con Cristo. Él existe en Sion, Él es el rey en Sion. Sion es Su lugar de habitación eterno, así lo dice el Antiguo Testamento. Entendemos que Sion tiene que ver con un pueblo habitando en Cristo y con Cristo habitando en ese pueblo. La diferencia fundamental entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, es que en el Antiguo Pacto Dios estaba fuera del pueblo y le hablaba desde afuera al pueblo, pero de lo que hablaba desde afuera, era de un día en el que ya no habitaría más fuera del pueblo, sino dentro del pueblo. Su Biblia y la mía, desde Génesis hasta Malaquías, están llenas de tipos, sombras y figuras que hablan de esta realidad. ¿Cual realidad? La realidad de que Dios moraría en Su pueblo. Cuando los tipos, sombras y figuras fueron dados, cuando el tabernáculo fue edificado, Dios les había dado las instrucciones sobre dimensiones, tamaños...todo lo concerniente al tabernáculo. El tabernáculo existió, eso es algo que debemos entender, el tabernáculo significó algo, pero lo que significó, todo aquello de lo que este tabernáculo testificó, está cumplido ahora en Cristo. Él mora en nosotros. Si Cristo no mora en nosotros, el testimonio del tabernáculo no es cierto, pues el tabernáculo testifica de Dios morando en Su pueblo. Tiene muchos elementos, pero el testimonio fundamental del Antiguo Pacto habla del deseo de Dios de morar en Su pueblo. El tabernáculo y el templo se reúnen y presentan un testimonio completo de la iglesia, no del mundo religioso, sino de la iglesia, la cual es Su cuerpo, Su morada. ¿Cómo? Probablemente han visto estos círculos antes. CUERPO ALMA CRISTO ~ 11 ~ Voy a reducir la realidad de la iglesia y traerla al creyente. Porque, ¿qué es la iglesia sino muchos creyentes que son un cuerpo? Nosotros somos muchas almas, pero un Espíritu, y dicho Espíritu es Cristo. Es cierto que el Cuerpo de Cristo es un cuerpo corporativo; muchos miembros, sí, pero un cuerpo, porque sólo tiene un Espíritu, el Espíritu de Cristo; Cristo en nosotros. En este dibujo de un creyente podemos ver la realidad del Cuerpo del Señor. Ahora bien, estamos hablando sobre el evangelio, entonces ¿cuándo pasa este evangelio del que estamos hablando, del método del Antiguo Pacto...? El método del Antiguo Pacto: Dios arriba, el pueblo abajo y Moisés subiendo y bajando del monte, y aunque lo que Moisés decía era cierto, aún así el pueblo permanecía lejos de Dios, aún así tenía que oír con los oídos naturales. Y aún cuando eran palabras naturales, aún cuando Moisés les decía lo que Dios había dicho, era demasiado glorioso para ellos y no podían soportarlo, era demasiado abrumador para ellos. Por eso dijeron: “¡No nos hables así! ¡No podemos soportarlo! ¡Por favor pon algo sobre tu cabeza Moisés, no soportamos ver la gloria!” Esto lo recuerda Pablo en 2 Corintios 3. Pablo habla del velo sobre el rostro de Moisés, y le dice a la iglesia que nosotros no debemos hacer esto con el evangelio. Habla del velo que está sobre el corazón del pueblo, y añade que cuando el corazón se vuelva al Señor el velo será quitado. Dice que las cosas “...que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu...” (1 Corintios 2:9-10). La diferencia entre el Antiguo Pacto y el Nuevo Pacto es, que el primero tenía que ser escuchado con el oído natural, y no podemos escuchar la plenitud de lo que Dios dice con estos oídos naturales, es imposible. No podemos entender en nuestros corazones las palabras que escuchamos con los oídos naturales. Pablo dice que la mente natural “...no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14). Entonces, ¿qué es revelado? ¿Es la revelación dada por el Espíritu de Dios sólo un mejor entendimiento de palabras? ¿Es sólo eso? ¿Es de lo único que se trata? NO. Tengo una Biblia aquí y tengo una computadora en casa, ambas me dan un maravilloso entendimiento de palabras, entendimiento de palabras en griego y en hebreo. Son útiles, me son útiles al hablar, pero la revelación ~ 12 ~ del Espíritu no se trata de esto. Por ejemplo, hablando de la historia del Antiguo Pacto. Moisés baja del monte y le habla al pueblo, pero ellos no pueden soportarlo: “¡¡Deja de hablar, no lo soportamos!!”; dijeron. La respuesta para este pueblo no era que Moisés les dijera: “Bueno, déjenme explicarles las definiciones de las palabras que estoy usando”. Ese no era el problema, ellos entendían el hebreo, ellos entendían lo que él les estaba diciendo, pero el oído natural y el cerebro natural no podían oír, no podían soportar la gloria de lo que Dios decía. Aún el Antiguo Pacto era demasiado glorioso para sus oídos y para sus ojos, la mente natural no puede oírlo o recibirlo. En Juan 8 Jesús les dice a los fariseos y a los líderes algo que ellos entendieron completamente diferente: “¿Por qué no entendéis lo que digo? Porque no podéis oír mi palabra” (Juan 8:43). ¡¡De esto estoy hablando!! El pueblo podía entender las palabras de Moisés, pero no podía escuchar la palabra de Dios, por eso mandaron a callar a Moisés. El otro día recibí un correo y luego una llamada de una mujer en Carolina del Sur, que me hablaba de parte de ella, su esposo y un grupo al que ellos ministraban. Me dijo que yo había estado con ellos años atrás. Recordé que mi esposa y yo, efectivamente, habíamos estado con esas personas hacía algunos años. Estuve ahí, probablemente, por un fin de semana, y recuerdo que fue como hablarle a una pared. Ella se presentó por teléfono y me dijo: “Hermano Luman tengo que hacerle una confesión, cuando usted estuvo aquí no entendí ni una palabra de las que dijo...” No podemos entender lo que se dice si no entendemos la Palabra. La Palabra no se escucha por medio de los oídos, se escucha por medio del alma. Él es la Palabra viva, Él es el evangelio. Esta mujer me dijo por teléfono que ahora habían encontrado en el sitio de CMI literatura y que habían bajado enseñanzas, y que Dios había estado tratando con sus corazones; luego me preguntó si yo estaba dispuesto a pasar algunos días con ellos. Muchas veces así es como funciona si un corazón está verdaderamente hambriento. Primero tendrán que ser dichas palabras con la boca, el evangelio tiene ser que dicho, y muchas veces nos vamos a encontrar oídos que no pueden entender las palabras. Desafortunadamente, en estos casos la mayoría de las personas se alejan, pero de vez en cuando nos encontramos un alma hambrienta. El cuerpo oye las palabras y la mente natural no puede entenderlas, pero el alma tiene hambre y clama que quiere oír y ver. ~ 13 ~ Por eso Pablo ora que Dios nos abra los ojos del entendimiento, que Dios nos dé Espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Jesucristo. En cada carta que él escribió trata con esta realidad, que el evangelio sea revelado por el Espíritu de Dios. ¿Por qué? Porque aunque hay muchas palabras escritas sobre el evangelio, el evangelio es la Palabra viva que Dios diseñó para nuestras almas; para llevar nuestras almas a una comunión viva con el Cristo que habita en nosotros. Entonces, cuando Cristo es revelado, cuando el Espíritu revela al Hijo, al Cristo que mora en nosotros...en ese momento el evangelio ya no es mi voz, ya no son dichos o palabras, sino un encuentro cara a cara con la persona del Cristo que habita en nuestro interior. CUERPO ALMA CRISTO ¿Por qué Pablo usa la palabra rostro, cara o faz? Porque Pablo siempre está mostrando la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. Siempre está trayendo las palabras del Antiguo Pacto a la realidad del Nuevo Pacto, a la realidad de Cristo. Y ¿qué tiene que ver esto con el rostro? Bueno, pues todo. ¿Cuándo pensamos en el Antiguo Pacto en qué hombre pensamos? Pensamos en Moisés, en “Moisés Mi siervo”. El Señor llamó a Moisés y Moisés llamó al Señor...a veces esto es más de lo que yo puedo soportar pensar. Amados, para mí este evangelio no es predicar o enseñar, sino vivir, conocerlo a Él como sólo el Padre puede revelarlo. No son lecciones o bosquejos, yo tengo cuadernos que podrían llenar una habitación, pero los uso para mí, un fuego podría consumirlos en segundos. El evangelio no son mis cuadernos, sino conocerlo a Él, tiene que ver con vida, con la comunión de mi alma con la Persona que es mi salvación, con el que es mi vida. Eso es el evangelio. ~ 14 ~ Volvamos a mi punto. Cuando pienso en Moisés se rompe mi corazón. Moisés fue criado en la casa del Faraón, escogió identificarse con los hebreos, fue echado 40 años en el desierto, se encontró con el Señor en la zarza ardiendo, obedeció al Señor y regresó a Egipto, se enfrentó al Faraón y habló de parte del Señor diciendo: “¡¡Deja ir a Israel de Egipto!!”, sacó al pueblo y subió al monte Sinaí...todo esto y más, años de años; tuvo que vivir 120 años para hacer todo esto. Y aquí está este hombre deseando una sola cosa: “¡Señor, quiero ver tu rostro!”; pero bajo este pacto él no podía hacerlo, era imposible. Esto golpea mi corazón, porque de todas las cosas que él pudo haberle pedido a Dios, de todas las cosas que la mayoría de las personas habrían pedido, Moisés sólo deseaba una cosa: “¡Señor, quiero ver tu rostro! ¡Quiero tener ese tipo de relación!” Y Dios tuvo que decirle que no era posible, no era el pacto ni era el tiempo. Entonces, cuando pienso en todas las personas que dicen que son cristianas, me parece ver que no tienen este deseo de ver el rostro de Dios...A veces pienso en esto. Pienso en Pablo; el único deseo en su corazón era que el Padre revelara a Su Hijo en él, sólo deseaba ver Su rostro. Su único deseo para la iglesia era el mismo. Pablo se refirió a esta realidad como el evangelio, la Palabra viva de Dios impartida a nuestra alma a través de la revelación del Espíritu, la revelación de este Hijo, de este Cristo que mora en nosotros...y escribió de esto. Pablo usó la palabra cara en 2 Corintios 3:18, aunque podríamos empezar a leer desde el 10, pero por ahora baste el 18. “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor”. “...a cara descubierta”, aquí no está hablando de una cara natural, Dios no tiene una cara natural. Tampoco está hablando de nuestro rostro natural, porque unos versículos antes Pablo menciona que “...el velo está puesto sobre el corazón”. Pablo dice en 2 Corintios 3:15 y 16 que cuando el corazón se vuelva al Señor, queriendo decir, cuando el corazón se vuelva para ver al Señor “...el velo se quitará”. Sucede lo mismo en el versículo 18, en realidad podría decir “...a corazón descubierto”. Porque es el corazón de nuestra alma lo que Dios creó para Él. ¡Así es! Todas las Escrituras, particularmente las del Antiguo Testamento dicen: “Me sirven con sus cuerpos, pero sus corazones están lejos”; “hacen esto y lo otro, pero sus corazones están lejos”. Podemos leerlo una y otra vez. ~ 15 ~ El corazón de Israel estaba tan lejos del Señor que Dios tuvo que decir: “No voy a recibir sus sacrificios, no voy a honrar sus ofrendas”. ¿Por qué? ¿Había algo malo en el cordero que traían? ¡¡NO!! Sus corazones no estaban vueltos a Él. “Me ofrecen las obras de sus manos, pero sus corazones están lejos de Mí”. ¡Dios siempre ha querido los corazones! El hombre se convirtió en un alma viviente cuando Dios sopló Su aliento de vida. Esto hizo que el alma del hombre fuera diferente a cualquier otra criatura viva de la creación. Dios puso en el alma del hombre la habilidad de tener vida espiritual, Él creó un lugar para morar en ella. El tabernáculo es un cuadro perfecto de esta realidad. Es un lugar donde Dios mora y un lugar donde nosotros tenemos comunión con Él. Dios creó lo que las Escrituras llaman el corazón. Hay una diferencia entre el corazón del cuerpo y el corazón del alma. El corazón del alma es el asiento de nuestras relaciones y deseos. Entonces, el corazón y el rostro en la predicación de Pablo son lo mismo. Son lo mismo en el deseo de Moisés de conocer al Señor de este modo. El versículo 18 dice: “...a corazón descubierto o a cara descubierta...” ¡¡JA!! En nuestra versión de una boda tenemos una idea equivocada. Es cierto que en una boda tradicional la novia lleva un velo sobre su rostro, como también es cierto que tenemos un velo sobre nuestra alma, pero luego nos enredamos. En una boda tradicional el velo es levantado para que el esposo, o el novio y toda las demás personas puedan ver la novia. ¡¡Pues NO es así con el Señor, está mal si lo entendemos así!! El velo es levantado para que nosotros podamos verlo a Él. Él ya sabe cómo somos, conoce la condición de nuestros corazones. El velo es quitado para que podamos verlo a Él. El velo no está sobre el rostro de Dios, sino sobre nuestros corazones. Es el velo de la mente natural, el velo del entendimiento natural, el velo de la mentalidad del Antiguo Pacto que todavía espera una realidad que ya ha venido. Eso era lo que Pablo declaraba, que la realidad de la que los profetas hablaron, que la realidad que era una esperanza para Israel y de la que hablaban las promesas, ya había venido y está en nosotros. Cuando el corazón se vuelve el velo es quitado, porque nos volvemos del velo. ¡Hay un vuelco del corazón! Juan dijo: “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi...” (Apocalipsis 1:12). “...mirando a cara descubierta” la visión misma del Señor. La palabra “visión” es usada porque no es un evento natural, ni tampoco un evento ~ 16 ~ externo. Hubo muchas visiones dadas por Dios bajo el Antiguo Pacto, pero aquí no habla de esto. “...mirando a cara descubierta” como en una visión la gloria del Señor: Cristo en nosotros la gloria de Dios. La realidad que Moisés deseó mirar ha venido. El corazón, el meollo del Nuevo Pacto, no son palabras ni son dichos, sino que la gloria ha venido y está en nosotros. Entonces, al volver el corazón y mirar la gloria del Señor somos transformados. ¡Según Pablo eso es lo único que transforma el alma! ¿Qué significa transformar? Pasar de las tinieblas a la luz, esa es una transformación. Yo sé que todos alguna vez hemos caminado por una habitación completamente oscura de noche. Caminamos palpando en la oscuridad, tropezando con los muebles, majando al gato, tratando de encontrar el interruptor de la luz. Lo único que tenemos que hacer para transformar esa habitación de la oscuridad a la luz es encender la luz. Podríamos caminar a través de la habitación maldiciendo la oscuridad, pero eso no cambia nada. Lo único que desaparece las tinieblas es la luz, porque las tinieblas son ausencia de luz; la sustancia está en la luz. Pablo, en esta carta, desde 2 Corintios 3:18 hasta capítulo 4, habla de lo mismo. En 2 Corintios 4:6 explica el versículo 18, él no ha cambiado el tema, sigue hablando del evangelio. Dice: “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”. ¡Cara a cara! ¡¡Oh, amados, este es el único y verdadero evangelio dado por Dios!! No es acerca de mí, ni acerca de ustedes, es para mí y para ustedes. Esta unión, esta relación que Dios ha deseado y logrado en Su Hijo, y el propósito por el cual el alma fue creada, era tener vida, caminar en la luz de esa vida. “...si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y Cristo mismo nos limpia” (1 Juan 1:7). Nuestra salvación es una salvación cara a cara. El evangelio es un encuentro cara a cara. Nuestra comunión con Dios es una comunión cara a cara. Y el propósito es que “crezcamos en aquel que es la cabeza, en todas las cosas, esto es, Cristo” (Efesios 4:15). Crecer en Él, caminar en la luz...todo lo que Moisés deseó. Hay un punto teológico o un punto de teología con respecto al hecho de que Moisés no podía ver el rostro de Dios; cierto cumplimiento tenía que ocurrir. ~ 17 ~ Pero para mí lo importante es, que este hombre, después de todos los acontecimientos en su vida y por encima de todas las cosas en el mundo, quería ver la gloria del Señor. Eso es lo que tiene sentido para mí; la teología es lo que es. Nosotros hemos llegado a esta realidad en Cristo y ¿cuántos están caminando realmente en esta realidad? ¡Sólo requiere que volvamos nuestros corazones! El Espíritu de Dios trata con nosotros de esta manera, es obra del Espíritu, y lo que acabamos de leer en 2 Corintios 3 y 4 es que el Señor es este Espíritu: “...como por el Espíritu del Señor”. El Señor estaba tratando anoche conmigo acerca de lo que yo tenía que compartir con ustedes aquí, y tenía que ver con: “...sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). La obra del Espíritu es revelar al Cristo que mora en nosotros, al Hijo, al que es el Señor, al Cristo que es nuestra vida, nuestra salvación, el evangelio y la palabra dada por Dios. Dada para el bien de nuestras almas, para la transformación de nuestras almas de la mentira a la verdad, de las tinieblas a la luz, de lo viejo a lo nuevo...transformación. ¡¡Bendito sea el Señor!! Dejé una pregunta pendiente cuando comenzamos. ¿Cuándo deja el evangelio de ser dichos y palabras y se convierte en la Palabra viva en nosotros? Cuando Cristo es revelado en nosotros, cuando el corazón se vuelva para ver al Señor. La revelación de Cristo está contenida en tres términos espirituales: La revelación del Hijo, el aparecer del Señor y la venida de Cristo. Estas tres palabras se refieren a lo que estamos hablando esta mañana. Dios revela a Su Hijo y los diferentes efectos que esto tiene sobre nuestras almas. ¡¡Qué realidad!! ¡¡Ohhhh...Qué realidad!! El Padre revela al Hijo, el Espíritu del Hijo viene a nuestro corazón y clama: “¡¡OH, Dios, tú eres mi Padre!!” Esto es llamado adopción, posición de hijo, el reconocimiento del hijo. ¡¡¿Cuál hijo está siendo reconocido?!! ÉL. ¡¡¿Dónde está siendo reconocido?!! En mí ¡¡Aleluya!! Él llena nuestras almas con el entendimiento que sólo Él tiene, ¡¡qué Dios es nuestro Padre!! ¡¡Ohhhh...Qué realidad!! Esto es mucho más a que nosotros digamos: “Padre nuestro que estás en los cielos...” Esta es una realidad dada por Dios y revelada por el Espíritu en nuestras almas; no son hechos teológicos. Esta es nuestra salvación, no es sólo un hecho de teología, que aunque es cierto, es mucho más que eso, es una relación presente con el Dios que habita en nosotros; esto es, Cristo en nosotros. ~ 18 ~ La revelación del Hijo en nosotros, es el mismo Hijo que aparece en Su gloria. ¿Dónde aparece en Su gloria? En Su casa, la cual casa somos nosotros en unión con Él. Y los tremendos efectos de Su aparecer, es una palabra en griego que significa, “resplandor brillante, manifestación”. Luego, la realidad de lo que en griego se llama la “parusía” del Señor, el Siempre Presente, el que ha venido y habita, la venida del Señor. Parusía significa la presencia revelada. ¿Qué efecto tiene esto sobre nuestras almas? Empezamos a vivir en una comprensión de las palabras del Señor: “Nunca los dejaré, nunca los abandonaré. Ustedes en mí y Yo en ustedes”. Entonces, el evangelio dado por Dios el cual es el Hijo, nos trae a una relación que entenderemos cada vez más y más hasta la eternidad, transforma nuestras almas por medio del Señorío de Cristo, establece Su trono en nuestras almas y nos llena de la luz del Señor. ¡¡Qué evangelio y qué seguridad: Él siempre está en mí!! Este evangelio que es revelado por el Espíritu de Dios no está lejos de nosotros, está en ustedes y está en mí. ¿Volvió usted su corazón para recibir al Señor internamente? Esto es obra del Espíritu de Dios. ¡Volvamos nuestros corazones para ver al Señor y conocerlo! Esto también es obra del Espíritu de Dios. ~ 19 ~ LA OBRA DEL ESPÍRITU SANTO I Vamos a comenzar con algo que el Señor ha puesto en mi corazón durante el tiempo que he estado aquí con ustedes. Vamos a leer algunas referencias de las Escrituras para colocar el fundamento de lo que quiero compartir. Quiero compartir con sus corazones lo que el Señor está haciendo en Costa Rica y en sus corazones. Esta no es exactamente una lección de la Biblia, sino una realidad presente y un trato del Señor. Quiero hablar con ustedes sobre la edificación de la casa de Dios, el cuerpo de Cristo, “la iglesia, la cual es su cuerpo”; la edificación de la casa de Dios en aquellos que se reúnen en la realidad y en el Espíritu de Cristo. En Efesios 4 Pablo habla sobre edificar la casa de Dios, y déjenme decirles solamente, que ni ustedes ni yo somos los que edificamos la casa de Dios; nosotros somos la casa que está siendo edificada. Ustedes nunca han escuchado de una casa que se edifica a sí misma, ¿verdad? De modo que, ni ustedes ni yo somos los que edificamos, sino Dios. Quiero compartir con ustedes cómo edifica Dios la casa, porque Dios está edificando la casa en todo lugar donde hay una reunión real en Cristo. Quiero compartir de esta realidad con ustedes, porque hay lugares donde la gente va a la Iglesia sin el entendimiento de nuestra unión con Cristo. La gente que cree que la edificación de la Iglesia se trata de programas y esfuerzos humanos. Esta noche vamos a hablar sobre una frase que tiene que ver con la edificación de la casa de Dios: “...No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos” (Zacarías 4:6). ¿En qué consiste la obra del Espíritu en la edificación del cuerpo de Cristo, la casa de Dios, “la iglesia, la cual es su cuerpo”? Pablo habla sobre esta realidad en Efesios 4, es algo que él siempre está describiendo. Efesios 4:13-16 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; vamos a ver que Pablo está hablando de la edificación de la casa de Dios. “Para que ya no seamos niños, sacudidos por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de doctrina, por la astucia de los hombres, por las artimañas engañosas del error...” Ahora va al grano, “...sino que hablando la verdad en ~ 20 ~ amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo...” Y va a hablar de la edificación, “(estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor”. Vamos ahora al capítulo 2 de Efesios. Aquí vamos a ver otra vez, el corazón de lo que Pablo está hablando sobre la iglesia, sobre edificar la iglesia. Efesios 2:19 dice, “Así pues, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino que sois conciudadanos de los santos y sois de la familia de Dios”. Este versículo es muy importante para lo que quiero compartir esta noche, tiene dos expresiones que quiero señalar. Pablo usa el término “conciudadanos de los santos”. ¿Por qué lo usa Pablo? Lo vamos a ver en la medida que avancemos. Luego sigue con “y sois de la familia de Dios”; esta es su actitud con respecto a la iglesia, su comprensión del cuerpo de Cristo. Vamos a ver que hay varios términos que hablan de la misma realidad, la realidad que tiene que ver con nuestra unión con Cristo: “...pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él” (Romanos 8:9). Nuestra unión con Cristo es porque él mora en nosotros; hablamos de esto ayer y ustedes hablan de esta realidad todo el tiempo. Hay varios términos en las Escrituras que definen esta unión, pero todos hablan de la misma unión. Por ejemplo: El cuerpo de Cristo, la iglesia de Cristo, son términos diferentes, pero hablan de la misma unión. “La iglesia, la cual es su cuerpo”, el templo de Dios, la casa de Dios, la casa del Padre, es la misma unión y se aplica a nosotros los que estamos en Cristo. Esta unión está basada en el hecho de que Cristo mora en nosotros. Hay diferentes términos, pero es la misma unión. Pablo usa estos términos de manera intercambiable. Ahora bien, es cierto que cada uno de los términos significa un aspecto diferente de la misma unión, así que Pablo continúa en el versículo 20 de Efesios 2 diciendo, “Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, en quien...”; ahora podemos entender donde es edificada la casa, en Cristo: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es...” (2 Corintios 5:17). Ustedes están muy familiarizados con el término “en Cristo”; ahí es donde el Espíritu de Dios está construyendo la casa. Vamos a seguir con el versículo 21 y 22 de Efesios 2, “En quien todo el ~ 21 ~ edificio, bien ajustado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor”. ¿No es esto exactamente lo mismo que acabamos de leer en Efesios 4:16? “De quien todo el cuerpo (estando bien ajustado y unido...” ¡Es lo mismo! Luego sigue, “...en quien también vosotros sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”. ¿Hay alguna duda en nuestras mentes de que nosotros somos el cuerpo de Cristo? El creyente unido a Cristo y unido unos con otros es “la iglesia, la cual es su cuerpo”. Yo recuerdo haberlo dicho antes aquí, hace unos tres o cuatro años, la primera vez que yo los conocí a ustedes como un grupo. En aquella ocasión tuvimos una sesión como de tres horas. ¿Recuerdan cuando yo los vi a los ojos y les dije: “Ustedes son la iglesia? La iglesia no es donde ustedes van o donde se reúnen, sino quienes son. Ustedes tienen el derecho de reunirse en este lugar, porque ya están reunidas en Cristo por Su Espíritu. Ustedes tienen el derecho de compartir esta realidad unos con otros”. Bueno, eso fue hace mucho tiempo y aquí estamos otra vez, y estoy hablando con ustedes de esa misma realidad. No es por el poder, no es por la fuerza, no es por los esfuerzos humanos, “...sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Quiero que veamos esta noche cómo nos une el Espíritu, cómo nos reúne, cómo nos edifica en Aquel que es la cabeza. ¿Cómo hace el Espíritu de Dios esto? Muchos de ustedes estuvieron ayer en la mañana cuando les hice la pregunta: ¿Cuándo pasa el evangelio del método del Antiguo Pacto a la realidad del Nuevo Pacto en sus corazones? ¿Recuerdan la pregunta? Luego vimos la respuesta. ¿Por medio de cuál obra del Espíritu sucede esto? La respuesta de ayer es la misma respuesta de hoy: “...sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Pero, ¿por cuál obra del Espíritu? ¿Cómo somos edificados ustedes y yo en Aquel que es la cabeza? ¿Qué tipo de obra del Espíritu es lo que nos hace crecer? Porque Pablo está diciendo aquí que crecer en Cristo y ser edificados sobre el fundamento es lo mismo, ¿no es cierto? Él está hablando desde diferentes perspectivas, pero es la misma realidad. Estamos reunidos y somos edificados sobre un fundamento. Como dice en Efesios 4:15, “Sino que hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”. ¿Por medio de cuál obra del Espíritu somos edificados sobre el fundamento? ¿Por medio de cuál obra del Espíritu somos reunidos en Cristo? ¿Por medio ~ 22 ~ de cuál obra del Espíritu somos “bien ajustados y unidos entre sí”? Porque no somos un montón de partes esparcidas por todos lados sobre un fundamento, todo lo contrario, estamos “bien ajustados y unidos entre sí, por la cohesión que las coyunturas proveen”. Si hubiera una mano tirada por un lado, un pie tirado por otro y una oreja por otro, usted no llamaría a eso un cuerpo. Son partes de un cuerpo, sí, pero no estamos hablando de las partes de un cuerpo, sino de un cuerpo, y Pablo también: “...crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo”. Una casa no es sólo un montón de materiales regados por todo lado, deben estar bien ajustados y unidos entre sí sobre un fundamento para que sea una casa. Las Escrituras dicen que esta es una obra del Espíritu, entonces, otra vez les preguntó: ¿Cómo lo hace Dios? Él debe obrar en cada parte, hasta que, como dice Pablo, todos lleguemos a la unidad de la fe; tiene que obrar en cada parte, reunirlas a todas en Cristo. ¿Cómo hace esto? Sé que he hecho esta pregunta muchas veces, pero yo quiero que esto se afiance en nuestros corazones. Quiero que entendamos que sí hay una obra por medio de la cual el Espíritu alcanza lo que Pablo está describiendo aquí, y que esta realidad es la verdadera edificación y crecimiento. Quiero que recordemos que sólo hay una unión real, nuestra unión con Cristo, pero que hay diferentes términos que definen esta unión. Hace unos minutos leímos donde Pablo usa el término “conciudadanos”, y dijimos que “conciudadanos” es lo mismo que “miembros de la familia de Dios”; que “conciudadanos” es lo mismo que ser “miembros del mismo cuerpo”. Lo que vamos a leer coloca esto a nuestra vista, porque vamos a leer sobre la ciudad de Dios, la nueva Jerusalén. La ciudad de Dios, la casa de Dios, la iglesia de Dios y el cuerpo de Dios son lo mismo, y las Escrituras declaran esta realidad. Veamos, entonces, las Escrituras, porque ahí veremos la naturaleza, el carácter y la gloria de nuestra unión con Cristo. ¡Qué vergüenza para aquellos que toman esta realidad presente y la colocan en el futuro; los que nos roban la unión con el Cristo que mora en nosotros! Escúchenme, amados. Los tipos, las sombras, las figuras y el testimonio de lo que les estoy diciendo con respecto a Israel están aquí, en el Antiguo Pacto. “Israel es mi hijo”, ¿verdad? PERO Israel también es mi casa, PERO Israel también es mi ciudad Jerusalén, porque Israel y Jerusalén eran vistos como lo mismo sobre el monte Sion. PERO Israel es también la ciudad del rey; aún bajo el Antiguo Pacto la ciudad del rey era un pueblo. ¿Qué con esto? Pues mi ~ 23 ~ reino y mi sacerdocio: Israel. Todo esto era en tipo y sombra, y ahora pregunto: ¿Hemos llegado a algo menor que eso en Cristo? ¡No, por supuesto que no! ¿No es Dios nuestro Padre? ¿No revela Él a su Hijo en nosotros? ¿Ese Hijo en nuestros corazones no clama: “Dios Tú eres mi Padre”? ¿No somos nosotros el cuerpo de ese Hijo? Ciertamente, ¿casa de ese Hijo? ¿La casa del Padre? ¿La ciudad de Dios? ¡¡Por supuesto!! Todas esas cosas no son por poder, fuerza o por lo que un hombre pueda hacer, “sino por Mi Espíritu, dice el Señor”. Una vez más mi pregunta, ¿por medio de cual obra del Espíritu somos edificados en la casa de Dios? En Apocalipsis se habla de una unión, dicha unión es nuestra unión con Cristo como la nueva Jerusalén. Quiero que veamos las características de esta unión. “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. El enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado. Y el que está sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas. También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo” (Apocalipsis 21:1-7). Quiero que vean que Pablo y Juan enseñaron de la misma unión. Pablo dijo: “Si alguno está en Cristo es una nueva criatura, las cosas viejas pasaron, todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Aquí el mensaje es el mismo; “...Yo hago nuevas todas las cosas”. Están hablando de la misma realidad, de la misma unión con Cristo. La casa, la ciudad, el reino, la iglesia, la novia, la esposa, un nuevo hombre...diferentes términos, la misma unión; diferentes realidades de nuestra unión con Cristo. ¡¡Aleluya!! Quiero señalar algo en el versículo cuatro: “Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”. Todos estos son términos asociados con el Israel del Antiguo Pacto, no está hablando de un cuerpo físico. Escúchenme, ~ 24 ~ les estoy diciendo la verdad, cuando habla de las primeras cosas está hablando del Israel del Antiguo Pacto en tipo y sombra. La palabra “dolor” aquí en el texto griego significa: “Trabajo duro, trabajo forzado”. Es como lo que Jesús dijo: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados...” (Mateo 11:28). “Vengan a mí todos los que están tratando de servir la ley”. Pablo lo dice en Gálatas 5:1, “Para libertad fue que Cristo nos hizo libres; por tanto, permaneced firmes, y no os sometáis otra vez al yugo de esclavitud”; a la ley. Voy a mostrarles en un momentito que aquí estamos hablando de lo mismo, de cuando tratamos de alcanzar o lograr algo por medio del trabajo duro, del trabajo forzado, trabajar bajo la ley, los esfuerzos del hombre, poder y fuerza. Vamos a ver en un momento el significado en hebreo de las palabras poder y fuerza en Zacarías. Antes vayamos a otro pasaje en Apocalipsis, “Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas, y habló conmigo, diciendo: Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe cristalino” (Apocalipsis 21:9-11). “...tenía la gloria de Dios”. La ciudad que tiene la gloria de Dios. Él está en usted, Cristo en usted la gloria de Dios. Él dijo: “Ustedes estarán donde yo estoy, para que ustedes puedan ver mi gloria” (Juan 17). Cristo habla de esta realidad como parte de la obra terminada de la cruz. Sigamos leyendo: “Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era de una sola perla; y la calle de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente. Y no vi en ella templo alguno, porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero. La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la ilumine, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:21-23). Juan no vio ningún templo, porque el Señor y el cordero eran el templo. Ahora recuerden, el templo de Dios y la ciudad de Dios, se ven como uno en los tipos y sombras del Antiguo Pacto siempre. El templo es el corazón y el centro de la ciudad, así como el corazón y el alma del cuerpo del Señor es el Espíritu que mora en nosotros. La palabra “templo” aquí en el griego es “naos” y significa: morar. Es ~ 25 ~ traducida como “lugar santísimo”. Cuando usted ve el templo en el Antiguo Pacto, el centro de dicho templo es el lugar santísimo, la morada de Dios, la gloria de Dios. Juan está viendo la ciudad así, él dijo: “No vi un lugar santísimo en esta ciudad”. Es como decir: “Aquí hay un templo, un tabernáculo, pero no veo una habitación que se llame ‘lugar santísimo’, porque aquí la morada de Dios es Dios mismo. Él es el lugar santísimo, Él es el centro de toda la ciudad. No vi lugar en el templo, alguna habitación donde Dios estuviera obligado a morar. No vi un lugar en la ciudad donde nosotros no pudiéramos entrar. Dios y el Cordero eran el templo, el lugar santísimo”. Recalco que la palabra “templo” significa: lugar santísimo, y es entendido como el corazón y centro de todo el recinto. Juan simplemente está viendo el tabernáculo del Antiguo Pacto y la Jerusalén del Antiguo Pacto como cumplidos en Cristo. Que la morada de Dios era una ciudad, una ciudad que tenía la gloria de Dios porque Dios moraba en ella. No se requería una habitación para Dios porque Él mismo era el cumplimiento de esa habitación. Él es el lugar santísimo en esta ciudad, Él es la luz de esta ciudad, y nosotros tenemos entrada a Él porque somos la ciudad, edificados y unidos juntamente. Yo escribí en mis notas lo siguiente: “La ciudad misma es la casa del Padre. Él no tiene únicamente una habitación en esta casa, la ciudad completa es Su casa, su morada”. Eso fue lo que leímos: “He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres”. ¡¡¡Aleluya!!! Cristo en usted. La ciudad no es vista como dos, sino como una; la morada del Altísimo. No hay necesidad de un lugar santísimo, porque Dios y el Cordero son el lugar santísimo en esta ciudad. No hay necesidad de un lugar santísimo donde Dios y el Cordero manifiesten Su presencia, porque la gloria llena la ciudad. ¡¡Aleluya!! Bueno, esta es la descripción que Juan hace de la iglesia, la nueva Jerusalén que Dios creó en Cristo. Esta es también la unión y la unidad que el Señor describe en Juan 17. No vamos a leerlo esta noche, necesitaríamos muchas clases, sólo quiero establecer un punto. ¿Cómo se edifica este lugar, la casa del Padre? ¿Cómo se edifica este lugar del que acabamos de leer? ¿Cómo se reúne? ¿Cómo se llena de luz? ¿Qué obra del Espíritu hace esto? Zacarías 4:1-9, “Entonces el ángel que hablaba conmigo volvió, y me despertó como a un hombre que es despertado de su sueño. Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He aquí, veo un candelabro todo de oro con su depósito en la parte superior, y sus siete lámparas encima de él con siete tubos para cada una de las lámparas que tiene encima; y junto a él hay dos olivos, uno a la derecha del depósito y el otro a la izquierda. Continué, y dije al ángel que hablaba ~ 26 ~ conmigo: ¿Qué es esto señor mío? Respondió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: ¿No sabes qué es esto? Y respondí: No, señor mío. Continuó él, y me dijo: Esta es la palabra del Señor a Zorobabel: "No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu"--dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran monte? Ante Zorobabel, te convertirás en llanura; y él sacará la piedra clave entre aclamaciones de '¡Gracia, gracia a ella! Y vino a mí la palabra del Señor, diciendo: Las manos de Zorobabel han puesto los cimientos de esta casa, y sus manos la acabarán. Entonces sabréis que el Señor de los ejércitos me ha enviado a vosotros”. Este es un mensaje dado a Zacarías para Zorobabel, ¿quién era Zorobabel? Él fue el escogido por Dios para poner el fundamento y reconstruir el templo que fue destruido durante la cautividad babilónico. Así que este capítulo habla de la construcción de la casa de Dios. Zorobabel ya había puesto el fundamento, pero por la gran tribulación, dificultades y problemas, el templo no había sido construido sobre el fundamento. Esta es la situación, el contexto dentro del cual Zacarías está profetizando. El fundamento está puesto, pero el templo no está edificado, y como no hay templo, no hay ciudad tampoco. El orden de Dios empieza con el lugar de Su morada; luego, todo lo demás se edifica sobre esta realidad. Esta es la situación, y vamos a ver qué le dijo el profeta a Zorobabel. “Continuó él, y me dijo: Esta es la palabra del Señor a Zorobabel: No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos. ¿Quién eres tú, oh gran monte? Ante Zorobabel, te convertirás en llanura; y él sacará la piedra clave entre aclamaciones de: ¡Gracia, gracia a ella!” (vs.6 y 7). Esta es una profecía muy clara que tiene que ver con Cristo y la edificación de Su casa. Dios sabía que el Israel del Antiguo Pacto se iba a oponer a Su Hijo cuando construyera una casa nueva y eterna. Ellos iban a tratar de detener al Hijo de Dios como un gran monte. Pablo lo dice: El monte Sinaí, el Antiguo Pacto, se opondrá contra el monte Sion, la morada del Altísimo. Esto es un tipo y por eso la palabra monte es usada en el versículo 7. ¿Saben ustedes quiénes era el estorbo más grande para Zorobabel mientras construía el templo? Los judíos locales; esa es la verdad. Este gran monte del que se habla aquí es el Monte Sinaí, el Antiguo Pacto que se opone a Cristo, al Hijo, y prohíbe e impide la edificación de la verdadera casa de Dios. Así que la profecía dada aquí a Zorobabel está perfectamente cumplida en lo que le sucede a Cristo. ~ 27 ~ Ahora quiero decir algo sobre estas dos palabras, “poder y fuerza”. “Poder” es una palabra en hebreo que significa: Esfuerzo, habilidades, riquezas y el poder de cada una de estas cosas. La segunda palabra “fuerza” es muy parecida, significa: Poder, habilidad, obviamente, pero va más allá porque añade algo: Mi determinación, mis esfuerzos. El profeta le estaba diciendo a Zorobabel que esto no tenía que ver con los esfuerzos del hombre o con la determinación del hombre. No importa cuánto desee o anhele usted que esto sea hecho, no va hacerse así. “...sino por mi Espíritu, dice el Señor, porque es mi casa”. ¡Aleluya! Ni por las habilidades humanas, carne y sangre, poder y fuerza, trabajo y cargas... “sino por mi espíritu, dice Señor”. Hay algo que me parece muy interesante y lo voy a mencionar brevemente; aunque probablemente voy a pasar en esto varias semanas o meses. Es algo de lo que me acabo de dar cuenta, y calza muy bien con lo que quiero comunicar esta noche. Sólo lo voy a mencionar. La palabra en hebreo que se traduce aquí como “poder” es usada también en 1 Reyes 10. “Cuando la reina de Sabá fue a hablar con Salomón. Cuando la reina de Sabá oyó de la fama de Salomón, por causa del nombre del Señor, vino a probarle con preguntas difíciles. Y vino a Jerusalén con un séquito muy grande, con camellos cargados de especias, y gran cantidad de oro y piedras preciosas. Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón. Y Salomón contestó todas sus preguntas; no hubo nada tan oscuro que el rey no pudiera explicárselo. Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que él había edificado, los manjares de su mesa, las habitaciones de sus siervos, el porte de sus ministros y sus vestiduras, sus coperos, y la escalinata por la cual él subía a la casa del Señor, se quedó sin aliento. Entonces dijo al rey: Era verdad lo que había oído en mi tierra acerca de tus palabras y de tu sabiduría. Pero yo no creía lo que me decían, hasta que he venido y mis ojos lo han visto. Y he aquí, no se me había contado ni la mitad. Tú superas en sabiduría y prosperidad la fama que había oído”. (1 Reyes 10: 1-7) El versículo 2 dice que la reina de Sabá llegó a Jerusalén con un séquito muy grande y luego lo describe. Esta es la misma palabra en hebreo usada en Zacarías para “poder”. Ella llegó a ver a Salomón, la casa que él edificó y la ciudad de Dios... e inmediatamente mi mente se va al Nuevo Pacto. Alguien viene a ver al resucitado y glorificado Cristo que mora en nosotros. Viene a ver la obra que Él ha terminado, la ciudad de Su gloria con la mente natural y ~ 28 ~ en su propia importancia. Ella llegó en su propia magnificencia, en su propia grandeza, en su propia gloria para ver a Salomón. ¡¡Es lo que nosotros hacemos en la arrogancia de nuestra mente natural!! Pablo dice que con la mente natural no podemos conocer las cosas de Dios, “sino por mi Espíritu, dice el Señor”. Mi intelecto no puede conocer, “sino por mi Espíritu, dice el Señor”. Ahora sigamos para ver cómo se fue la reina. “Cuando la reina de Sabá vio... se quedó sin aliento”. La última oración del versículo 5 “se quedó sin aliento”, mucho mejor “se quedó sin espíritu”. Ella quedó golpeada por completo, todo lo que quedaba era su nadedad, su vacío. ¿Por qué? Porque ella había visto al rey y la ciudad de su gloria. En Apocalipsis, ¿dónde ve Juan al Rey? ¿Dónde empieza esta carta? ¿Dónde lo ve ella y luego se va? En medio de Su iglesia, la cual es la ciudad de Dios. Hay mucho en medio de estos versículos, pero, ¿qué sucedió que hizo esta diferencia en ella? Ella había oído de él y de su grandeza. Eso es como escuchar este evangelio. ¿Recuerdan que ayer en la mañana dije que esto debe ser predicado? Aunque primero tenemos que oírlo con nuestros oídos naturales. En fin, la verdad debe ser predicada y declarada. La verdad le había sido declarada a ella, ella había oído el testimonio de otros, pero no había escuchado la verdad por sí misma, ni había visto al que es la verdad. No obstante, ella representa un corazón hambriento. Llegó en su propia gloria, apoyándose en sí misma, sí, pero llegó por lo que había oído. Ella pudo haber mandado a matar a los mensajeros, como Israel mató a sus profetas, como el Israel del Antiguo Pacto, junto con Roma, mató a todos los cristianos y a los apóstoles; Pablo fue parte de eso. Ella pudo haber hecho esto, pero no lo hizo. Ella escuchó, y tuvo que haber en ella un vuelco en su corazón para volverse y ver; este es el orden del Espíritu de Dios. Así es como el reúne su material de construcción. Todos llegamos en nuestra mente natural, es lo único que tenemos, pero debemos llegar con un corazón que quiera ver lo que hemos oído. Yo sé que esto es cierto, porque me sucedió a mí. Escuché algo demasiado maravilloso para ser real, algo que había buscado por mucho tiempo y no había podido encontrar en mí mismo. En 1963 alguien me habló de esto, me envió una publicación y la leí. ¡¡Era demasiado maravilloso!! No entendía, pero mi corazón deseaba ver esto. Así que llegué, llegué con mi propio séquito, y cuando salí, salí en mi absoluta nadedad, desnudo, sin espíritu. ~ 29 ~ Ella había escuchado de otros, pero tenía algunas dudas. A pesar de que el testimonio que había escuchado era verdadero, en realidad no podía creer lo que había escuchado. Era demasiado; es demasiado para nuestra mente natural. Esa es la razón por la cual la iglesia del mundo presenta estas cosas como algo que no puede ser posible ahora, habla de esto pero como algo lejano, algo futuro. Entonces, ella llegó a escuchar y a ver por sí misma. Hace un año o año y medio estaba estudiando el tema “la fe hecha perfecta”, “el oír y el ver de la fe”. Primero es el oír, luego el corazón se vuelve para ver la voz. Ella había escuchado el testimonio, y en la medida que usted lee va a ver que ella llegó y escuchó a Salomón. Todo su corazón fue expuesto, nada quedó escondido: “Cuando vino a Salomón, habló con él de todo lo que tenía en su corazón”. Salomón contestó todas sus preguntas, nada quedó sin explicación. Este es el aparecer del Señor, en el aparecer del Señor nada queda escondido. Nuestra alma escucha la voz del Señor. Hoy ustedes están escuchando mi voz, pero mi voz es la voz de un testimonio. El testimonio es cierto, pero usted debe escuchar la voz del Señor. La obra del Espíritu por medio de la cual la casa es reunida, es que escuchamos la voz del Señor. Escuchamos lo que Él dice: “Yo soy la resurrección y la vida”. “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. “Yo estoy en ustedes” ¡¡¡Aleluya!!! Amados, yo puedo decirles estas cosas, que son ciertas, pero escucharlo a Él hace que nos volvamos y lo veamos. Esta es la obra del Espíritu de la cual he estado hablando. Sólo el Espíritu puede darnos oídos para oír y ojos para ver al que mora en nosotros. “No por poder, ni por fuerzas, sino por mi Espíritu, dice el Señor”. La obra del Espíritu que edifica la casa, que nos capacita para crecer en Él en todas las cosas, es el Espíritu que alumbra los ojos de nuestro entendimiento; provoca que los sordos escuchen y que los ciegos vean; es el Espíritu que revela al Hijo de Dios en Su casa. Jesús dijo: “Sobre esta roca edificaré mi Iglesia”, hablando de la revelación que el Padre hace de Su Hijo. Cuando el Espíritu de verdad haya venido, tomará de lo Suyo y nos lo mostrará. La obra del Espíritu hace que oigamos la voz y nos volvamos para ver la voz. Cuando nuestros corazones se vuelvan, veremos al que es mayor que Salomón, al que está en un templo mayor que el de Salomón. Es por esta obra que nosotros estamos perfectamente unidos juntamente con Él y los unos con los otros; “por mi Espíritu, dice el señor”. ~ 30 ~ Voy a detenerme aquí con este último comentario. La obra del Espíritu es la revelación de Jesucristo. Pablo dice, y ya lo hemos leído en Efesios 4, que está obra tiene un propósito, es para algo: “...hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe”. Hasta que todos estemos reunidos en la fe del Hijo de Dios, en el conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura de un hombre perfecto, a la medida de la plenitud de Cristo...la edificación de la casa de Dios. Amén. ~ 31 ~ LA OBRA DEL ESPIRITU SANTO II Voy a compartir con ustedes acerca de un aspecto particular del aparecer del Señor. Estaba mirando esta tarde las notas que tengo conmigo con respecto a la revelación de Jesucristo, y cómo esto es obra del Espíritu en nosotros. Hay tres términos, tres frases espirituales, todas las cuales hacen referencia a la revelación de Cristo que hace el Espíritu en el creyente. 1. “REVELACIÓN DEL HIJO”; en Gálatas Pablo dice que al Padre le agrada revelar a Su Hijo en nosotros. 2. “EL APARECER DEL SEÑOR” ocurre a lo largo del Nuevo Testamento, y cada vez que es usada hay un efecto del que se habla. 3. “LA VENIDA DEL SEÑOR”. Todos estos términos se refieren a la obra del mismo Espíritu, del Espíritu de Dios que revela en el creyente la realidad de Cristo. Lo revela como el Hijo de la redención, el Señor de gloria, el Cristo que ha venido, el ungido de Jehová, el siempre presente. La palabra en griego es “parusía”, y la mayoría de los eruditos están de acuerdo en que la mejor traducción es “la presencia revelada del Señor”. Dios nos muestra la salvación del Señor, nos revela a Su Hijo. Luego, el propio Hijo aparece en nosotros como el Señor y llega a ser conocido como el siempre presente Cristo. El Espíritu de Dios es el único que obra en nosotros la diversidad de la gracia, la diversidad de las operaciones. Nosotros experimentamos internamente a Cristo en las muchas fases de Su naturaleza divina, carácter y persona, y llegamos a verlo en Sus funciones divinas, porque es Cristo quien funciona en el creyente. Esas funciones son reveladas por el Espíritu de Dios. Alguien me preguntó que cuál diferencia veía yo ahora en Costa Rica con respecto a dos años atrás. Y yo respondí, que lo que estaba disperso estaba siendo reunido en Cristo en una expresión local de Él, y estaba tomando Su forma, Su imagen, Su expresión. Que lo que estaba disperso, (los creyentes con un corazón que desea conocer al Señor), estaba siendo reunido como un cuerpo, como una expresión. En este cuerpo los ministerios toman lugar. En la reunión que tuvimos el domingo, fue muy obvio que los creyentes estaban reunidos en la revelación de Jesucristo. Mirando lo que quería compartir en esta reunión, me di cuenta que la ~ 32 ~ diferencia entre estar dispersos y estar reunidos tenía que ver con una función de Cristo que no estaba presenta hace dos años; entonces me senté y escribí algunas cosas. Cuando vine por primera vez, encontré corazones hambrientos, abiertos y vueltos al Señor, pero dispersos. Luego, después de un tiempo, en lugar de venir sólo, traje conmigo a algunas otras personas para tener algunas reuniones. En ese momento no sabíamos cuántas personas iban a reunirse, pero yo dije que eso no tenía ninguna importancia. Lo único que importaba era que se reunieran los que estaban viendo a Cristo. Durante ese viaje reconocimos la necesidad de una función de Cristo que no estaba presente en ese momento aquí en Costa Rica; faltaba la función de un pastor. El Señor compartió ese espíritu, movió esa función de Cristo en Jason, inclusive durante las conferencias. De vuelta a los Estados Unidos, pasamos mucho tiempo delante del Señor, y le dije a Jason que debíamos esperar para saber si esto era del Señor. Pasamos mucho tiempo delante del Señor, y cuando estuvimos de acuerdo en que el Señor quería esta función de Cristo en Costa Rica, Jason y Jessie ya estaban libres para venir. Fue así como la verdadera reunión empezó a tomar lugar. Este es mi punto: ¿Cuál es la diferencia? Lo que estaba disperso ahora está reunido. ¿Por qué? Por la función de Cristo en Su cuerpo, una función que no estaba presente en aquel momento, y cuando esa función empezó en un hermano y probó ser del Señor, fue liberada y la reunión empezó a tomar lugar. ¿Cuál es la diferencia? Era predicado el mismo evangelio; yo lo había predicado, Bárbara, Rybon y Jimmy lo predicaron también. No trajimos otro evangelio. La diferencia era la función de Cristo, la administración de Cristo. Amados, todos nosotros tenemos el mismo Cristo, pero no tenemos la misma función de Cristo. Él funciona de diferente manera en cada miembro; diferentes operaciones, diferentes administraciones...pero es un Espíritu, un único Cristo que mora en nosotros. ¡La diferencia es esta función de Cristo! Yo no determino la función, el Espíritu lo hace. Cristo no funcionó en mí con respecto a este lugar como pastor, ni tampoco en la hermana Bárbara, ni en Rybon o Jimmy. Cristo funciona en cada una de estas personas, pero no en las mismas funciones. Todas estas funciones son necesarias; son necesarias pero no son iguales. Es el mismo Cristo y el mismo evangelio, pero diferentes funciones colocadas ~ 33 ~ en orden. Debemos reconocer a los que trabajan en medio de nosotros. La Biblia dice: “...reconozcan a los que trabajan con diligencia entre ustedes, los dirigen en el Señor y los instruyen, y ténganlos en muy alta estima con amor, por causa de su trabajo....” (1 Tesalonicenses 5:12-13). Eso no significa que sepamos sus nombres, significa entender la función de Cristo que está obrando en y a través de esas personas, y honrar esa función. Debemos hacerlo unos con otros, conforme los ministerios del Señor son desarrollados entre nosotros. ¡Debemos discernir la función, el don de Cristo que está en las personas, y honrar la función como al Señor, porque es el Señor quien opera en las personas! Por lo tanto, la diferencia que veo es la función de Cristo en este cuerpo. Los ministerios deben continuar desarrollándose aquí. Cristo va a continuar desarrollando los ministerios entre ustedes; los ministerios en Su cuerpo. Sucede lo mismo en cada creyente con respecto al ministerio, el único Espíritu revela la diversidad de la naturaleza y del carácter del Señor Jesús. El ministerio del Espíritu es diverso incluso en la revelación de Cristo, en la revelación del Hijo, en el aparecer de ese Hijo pero como Señor de gloria. En la manifiesta aparición de ese Señor como el Cristo que permanece en nosotros por siempre. Es el mismo Espíritu el que obra en nuestros corazones la increíble diversidad de Cristo y que tiene un efecto en nuestras almas. Quiero ahora reunir todo esto en el aparecer del Señor. Lo he dicho antes y lo voy a repetir, que la revelación del Hijo es para establecer una relación en nuestras almas con el Padre. El Espíritu del Señor entra a nuestros corazones y clama: “Abba Padre”. Despierta nuestras almas a una relación con Dios que no sabíamos que teníamos, y dicha relación continúa desarrollándose. En Su tiempo, el Padre revela a este mismo Hijo como el Señor de gloria, y empieza a obrar una obediencia en nosotros que no habíamos entendido antes. Empieza a establecer Su gobierno soberano en nuestros corazones, establece Su trono en nosotros. Este es el Señor; este Hijo es tanto Señor como Cristo. Esto es obra del Espíritu, del Espíritu que revela al Hijo de Dios que habita en nosotros y que transforma nuestras almas a esa misma imagen. Solía leer esto en 2 Corintios 3:18, “Pero nosotros todos, con el rostro descubierto, contemplando como en un espejo la gloria del Señor, estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu”. ¿Cuál imagen? ¿Cuál semejanza? Esto habla de la transformación de nuestras almas. ~ 34 ~ Entonces empecé a percatarme que esto tiene que ver con la revelación del Hijo, y de verlo como el Señor en Su gloria, sobre Su trono y que Su majestad llena Su casa. Verlo como el Ungido de Dios, el Cristo de Dios, y que nuestra alma está siendo transformada en la perspectiva del Ungido de Dios. Verlo como Su casa que lleva Su imagen. Verlo como Su cuerpo que lleva Su nombre. Esto es obra del Espíritu de Dios en nosotros. Del único Espíritu que revela la diversidad del Hijo de Dios que mora en nosotros. Veamos un momento la palabra “aparecer” en 2 Timoteo 1:10 donde dice, “Y que ahora ha sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien abolió la muerte y sacó a la luz la vida y la inmortalidad por medio del evangelio”. Esta es una comprensión provocada en nuestras almas por la aparición del Señor. Miremos lo que sucede aquí; algo está siendo quitado en nuestras almas porque Su aparición se basa en una obra consumada. Ya hemos hablado de esto, de la cruz, donde el Hijo de Dios fue revelado, donde el Señor apareció, donde Cristo apareció. Es el Hijo que es revelado en nosotros, es el Señor que es revelado en nosotros, es el Cristo que mora en nosotros. Su aparición tiene grandes efectos, diversos efectos en nuestras almas. Tiene un efecto transformador en nuestras almas: “abolió la muerte y sacó a la luz, sacó al conocimiento, la vida y la inmortalidad”. Hay otro efecto del que quiero hablar. 2 Timoteo 4:1, “Te encargo solemnemente, en la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, por en su manifestación y por su reino...” Este es un lenguaje fuerte. Con su aparición viene un juicio, de este mismo juicio se habla en 2 Corintios 5:14-17. “Pues el amor de Cristo nos apremia, habiendo llegado a esta conclusión juicio...”; y el juicio aquí es entre los vivos y lo muertos. Con la aparición del Señor viene un juicio. ¿Recuerdan Isaías 6? “En el año de la muerte del rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime...” (vs.1) Una aparición del Señor que llega a su cumplimiento en la iglesia, en el creyente, en el templo del Señor. ¡Isaías lo vio! Esto trajo un juicio entre lo vivo y lo muerto; tuvo un efecto sobre Isaías: Cayó sobre su rostro ante de la presencia del Señor y clamó: “¡Ay de mí! Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos” (vs.5). ~ 35 ~ ¿Quién era Uzías? Era un rey de Israel que se había otorgó el derecho de entrar al templo y ofrecer sacrificios. Se otorgó a sí mismo una función de Cristo que no le correspondía, y por eso se llenó de lepra. Quedó expuesto lo que él realmente era; carne. Uno de los significados de la lepra es “la carne putrefacta del hombre vuelta hacia afuera”, “la exposición de la carne”. La carne de Uzías quedó expuesta y murió así. Ahora, aquí hay algo que debemos comprender. Cada persona que se veía a sí misma leprosa, que se entendía leprosa, tenía que cubrir su boca y gritar a todos los que se acercaban: “¡¡Aléjense, soy leproso; inmundo, inmundo, inmundo!!” ¿Qué dijo Isaías? Lo mismo; pero en la presencia del Señor. Cayó sobre sus rodillas y comenzó a arrepentirse por sí mismo y por toda la casa de Israel. “¡Inmundos, inmundos, todos somos leprosos en Tu presencia!”. Ante Su presencia un juicio viene a nuestros corazones. ¿Quién se mantendrá de pie delante de Él? NADIE. Esto fue lo que Uzías trató de hacer, pero quedó expuesto. Isaías cayó y grito que era inmundo. Ezequiel hizo lo mismo, lo leemos en el capítulo 1. Cuando el Señor de gloria apareció ante Ezequiel, él hizo una confesión: “...estando yo entre los desterrados junto al río Quebar” (Ezequiel 1:1). Él no dijo: “Todas estas personas están cautivas, excepto yo”. “Nosotros no tenemos visión del Señor”; pero entonces el Señor de gloria apareció. Y de nuevo hubo un juicio entre lo muerto y lo vivo. Amados. ¡EL JUICIO NO ES PARA DESTRUIRNOS, SINO PARA SEPARARNOS PARA EL SEÑOR, PARA SEPARAR LO VIVO DE LO MUERTO! Escuchemos a Pablo, un hombre en el que el juicio del Señor había tomado lugar y había ocurrido una separación en su alma: “Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí...” (Gálatas 2:20). Él no dijo: “Todos han sido crucificados, excepto yo”. Tampoco dijo: “Ustedes han sido crucificados”. ¡NO! Pablo dijo: “Con Cristo he sido crucificado y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí...” Este es el juicio: “No yo, Cristo es quien vive en mí”. Esta separación toma lugar en nuestra alma en Su aparición. Mi punto central es: Esta separación no puede tomar lugar en nuestros corazones sin la aparición del Señor. Podemos decirlo, podemos leer sobre ello, pero toma lugar hasta que el Señor aparezca. ¡Esta obra del Espíritu debe cumplirse en mi alma! Yo no lo determino, el Padre lo hace. ~ 36 ~ De la misma manera, en el servicio al cuerpo de Cristo, ¡yo no determino la función de Cristo en mí, yo la acepto y obedezco! Reconozco en los miembros del cuerpo la función de Cristo, porque es el mismo Espíritu. El mismo Cristo que es revelado en mí, escoge cómo funciona en mí. Vive en todos nosotros; sus vidas, mi vida, pero sus diversas funciones son para el bien de Su cuerpo, para la edificación de Su cuerpo. Por lo tanto: “No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los ejércitos” (Zacarías 4:6). ¡¡Qué el Señor nos haga entender esto!! ¡¡Buscar conocer al que mora en cada uno nosotros, conocerlo en Su plenitud!! “¡Padre revela a tu Hijo en mí! ¡Qué ese Hijo sea revelado en mí y aparezca como el Señor de gloria! ¡Qué ese Señor sea visto como el ungido de Dios que mora en mí! ¡Qué nuestra alma sea transformada a esa realidad! ¡Qué aquellos en los que Cristo es revelado sean obedientes a la función de Cristo en ellos, para el ministerio del cuerpo de Cristo!” El mensaje de esta noche es declarar la necesidad de esta obra del Espíritu en ustedes. Que llegue a ser en nosotros más que una enseñanza o predicación, que llegue a ser una realidad interna en la que vivimos y crecemos día a día. Una realidad en la que somos reunidos en Cristo. ~ 37 ~ LA OBRA CONSUMADA I Quiero compartir con ustedes acerca de lo que las Escrituras llaman: “La obra consumada”. La obra que está completa, que es total y que está consumada. Dicha obra se refiere a la cruz. Cuando Cristo estaba muriendo en la cruz dijo varias cosas, hizo varias declaraciones. Estas declaraciones se refieren a diferentes aspectos de la misma realidad, pero “Consumado es” en Juan 19:30, es la declaración que reúne todas las demás en sí misma. Jesús no se refiere con esta declaración sólo a los eventos de ese día en particular, sino al plan completo de Dios. Déjenme mostrarles algo, vayamos a Hebreos 9:26 y 27, quiero subrayar algo en estos versículos. Primero que nada, estos versículos tienen que ver con la Cruz: “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó [FANERÓO en griego, Strong’s #5319] una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres [el tiempo del hombre] que mueran una sola vez, y después de esto el juicio...” Hay mucho aquí, pero la palabra “presentó” es la que quiero señalar. Notemos el uso de otra palabra en el versículo 24: “Porque no entró Cristo en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse [EMFANÍZO en griego, Strong’s #1718] ahora por nosotros ante Dios”. Ahora notemos el uso de otra palabra en el versículo 28: “Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá [OPTÁNOMAI en griego, Strong’s #3700] por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que lo esperan”. Las palabras en griego (traducidas aquí como “presentar o aparecer”) no permiten que entendamos que hablan de ver algo natural. Se podría decir que hablan de algo que es mostrado por el Espíritu, de algo que es revelado por el Espíritu. Como vimos antes, se usan tres palabras diferentes en griego en estos versículos (independientemente de la traducción que se las haya dado en español o en inglés), porque cada una de ellas enfatiza un aspecto diferente de ~ 38 ~ la revelación de Cristo. Una de estas palabras significa: Tornarse manifiestamente claro. Significa ver a alguien en su verdadera naturaleza y en su verdadero carácter; todo está claro, no hay nada escondido ni encubierto; la persona se presenta en verdad. ¡Por lo tanto, no es posible que esto se refiera a una aparición natural! Si yo entrara a esta habitación y ustedes ya estuvieran aquí, podría decirse que “yo me presenté”, y ustedes podrían decir: “Lo hemos visto”. ¿Cómo sabrían que me presenté? Porque me están viendo. Sin embargo, este no es el significado de ninguna de las palabras usadas aquí. Estas palabras se usan aquí, no en referencia a algo natural, sino en referencia a algo que no se puede ver con los ojos naturales. Esta realidad de la que se habla aquí, la realidad de que Cristo se presentó en nombre de nosotros ante Dios, la realidad de que Cristo se manifestó en la cruz, la realidad de que Cristo se deja ver en aquellos que vuelven su corazón para verdaderamente conocerlo...esta realidad sólo puede ser revelada por el Espíritu de Dios. Vamos por un momento a 1 Corintios 2:9, 14, 10, 12, “...cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han entrado al corazón del hombre, son las cosas que dios ha preparado para los que le aman...Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente...Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios...Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente”. Entonces las palabras traducidas en Hebreos como presentarse o aparecer, no hablan de un presentarse o de un aparecer natural que puede verse con la mente natural. ¿Qué quiero decir con todo esto? Volvamos a mi ejemplo: Yo entro en esta habitación, ustedes me ven y dicen: “Se presentó el hermano Luman”. Sin embargo, de acuerdo al significado de estas palabras, ustedes en realidad no me han visto, porque de acuerdo a estas palabras, ustedes tendrían que haberme visto en mi verdadera naturaleza, en mi verdadero carácter, sin nada escondido o encubierto. Verlos sentados en esta sala no me dice nada de ustedes, no me dice cómo son, me dice que están aquí y que existen, pero no cómo son. Yo no los conozco al verlos naturalmente. ¡¡Este es el punto central del pasaje en Corintios!! No se trata de ver con los ojos naturales, nunca ha sido así, se trata de que el Espíritu de Dios revele a Cristo, de que lo revele en aquellos que le pertenecen y tienen un corazón que desea conocerlo. Estaba ~ 39 ~ compartiendo anoche en uno de los grupos: “...No por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el SEÑOR de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Esto es básicamente lo que estoy diciendo aquí también, pero desde otra perspectiva. Regresemos a la obra consumada... Es la obra de la cruz y está consumada. En la cruz Cristo estaba atrayendo a Sí mismo todo el plan eterno de Dios y llevándolo a su cumplimiento, y ninguno de los que estaban ahí vio lo que hizo. Fue un par de semanas atrás leyendo este versículo en Hebreos 9:26, que me percaté que ninguno de los que estaban ahí había visto verdaderamente al Señor, ninguno había entendido verdaderamente lo que Él había hecho, lo que Él había consumado. Yo sabía que este versículo tenía que ver con la cruz, todo el mundo podía ver esto, pero de pronto vi esta palabra “presentó” (se ha manifestado) y dije: “¡¡Señor!!” No es sólo que Él hizo algo, no es que “...ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó una vez para siempre” e hizo esto, hizo aquello, hizo... No fue que “se presentó una vez para siempre” y fue golpeado por los romanos; eso no consumó nada. Muchas cosas pudieron haberse dicho, pero aquí dice “...en la consumación de los tiempos, se presentó (se ha manifestado)”. Amados, la cruz es obra del Espíritu de Dios, y todo lo que pudieron ver los que estaban alrededor de ella fue a un hombre muriendo, al igual que los hombres a ambos lados de la cruz. Por lo tanto, esa gente se alejó y, ¿qué había visto? ¿Creen ustedes que había visto la obra consumada de Dios? En realidad, SÍ, pero personalmente, NO, porque ni los ojos naturales ni la mente natural pueden ver esto. El Espíritu de Dios les revela esto a los que se vuelven para verlo y conocerlo a Él en sus corazones. Lo que estoy diciendo en esta sala esta mañana, es que la cruz debe ser más real para nosotros hoy, que para los que estuvieron ahí aquel día y lo vieron morir con sus propios ojos. Porque ellos en realidad no vieron Su muerte, no vieron ocurrir la obra consumada, sólo vieron a un hombre morir. Ellos no tenían el Espíritu de Dios, es cierto, pero Pablo nos dice que hay cristianos que tienen el Espíritu de Dios, y que sin embargo, muchos de ellos no han vuelto el corazón para conocer al Señor como sólo el Espíritu puede revelarlo. La obra de Dios en ustedes y en mí es una obra que sólo el Espíritu puede realizar, pero es realizada en ustedes y en mí, según el deseo y hambre de ~ 40 ~ nuestro corazón. La obra está consumada, la salvación está completa, Cristo vive en mí, la plenitud de Dios en Cristo mora en mí, en mi propia alma. No hay duda acerca de Su plenitud, la interrogante tiene que ver con mi deseo de conocerlo a Él de esta manera. Puede que alguien viva conmigo en la misma casa, y sin embargo, que yo no tenga deseos de conocerlo. ¡Eso podría suceder! Nosotros somos la Casa de Cristo, el Cuerpo de Cristo, pero para muchos creyentes Cristo es sólo una religión, para otros es sólo un escape del pecado. Él es diferentes cosas para diferentes creyentes de acuerdo a los deseos de sus corazones. Y esto también tiene que ver con estas palabras. Si Él no es revelado por el Espíritu, no lo conoceremos verdaderamente. Sabremos cosas sobre Él o sobre lo que hizo, pero conoceremos verdaderamente cómo es, conoceremos verdaderamente nuestra relación con Él, sólo si nos es revelado por el Espíritu. Pensemos en todo lo que Cristo hizo en 3 años y medio; pensemos en eso. No obstante, nadie lo conoció verdaderamente debido a eso. Le preguntaron a un ciego, a un hombre que había sido ciego de nacimiento y que el Señor sanó: “¿Quién es Él?”. Él les dijo: “No sé, sólo sé que me sanó”. El Señor lo sanó, pero el ciego no lo conoció. Todas las personas que estaban alrededor de la cruz aquel día vieron con sus ojos que Jesús sangraba, vieron con sus ojos todo lo que estaba sucediendo; lo vieron todo. Y sin embargo, no tenían ni idea de lo que estaba pasando. No tengo que decirles que hay muchos cristianos así hoy, cuyo conocimiento de Cristo se basa en lo que Él hizo o en lo que creen que hizo, en lugar de quién es Él. En consecuencia, nosotros no conocemos, realmente, la grandeza de nuestra salvación. Realmente no sabemos que nuestra salvación es una relación con el Cristo que mora en nosotros. Muy pocos creyentes entienden lo que Pablo dice en Gálatas 2:20, “Con Cristo estoy juntamente crucificado...” Amados, ninguno de los que estaban mirando la cruz entendió esto. Pedro no lo entendió, Santiago no lo entendió, Juan no lo entendió, ellos no lo entendieron en ese momento con los ojos naturales. Es decir, no entendieron que ellos mismos estaban colgando allí con Cristo, pero el hecho de que nosotros morimos juntamente con Él es parte de la obra consumada. La obra consumada no es sólo que Jesús murió, sino también que yo morí con Él. No podemos conocer esto con la mente natural, no podemos ver esto con los ojos naturales, sino por el Espíritu Santo. El escritor de Hebreos pudo haber dicho: “...pero ahora, en la consumación de los tiempos, se presentó ~ 41 ~ (ha manifestado) una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado, y nadie lo vio, excepto el Padre”. Pudo haberlo dicho porque es cierto, porque lo que ocurrió en la cruz era entre el Padre y el Hijo. Sólo el Padre puede revelar al Hijo en nosotros en esta realidad, y que así, el Hijo se convierta en nosotros en el final de todo lo viejo y en el principio y plenitud de todo lo nuevo. Sólo el Padre puede revelar a ese Hijo en nosotros. Es como si el Espíritu sacara ese evento, esa muerte, ese día de su contexto natural y lo trajera a nuestro corazón, y abriera los ojos de nuestro entendimiento para que viéramos la realidad de la cruz. Y por eso las palabras que hablan del “presentarse, hacerse manifiesto o dejarse ver” del Señor son utilizadas en este pasaje. La mente natural dice que Él hizo esto o aquello, pero no lo puede conocer; Él ha hecho esto y lo otro, y la mayoría no lo acepta. No obstante, “...en la consumación de los tiempos, se presentó (ha manifestado) una vez para siempre...” y lo hizo. ¿A quién se dejará ver Él en esta realidad? A los que están expectantes Y no lo dice sólo aquí, también lo dice Pablo en todas sus cartas. En Colosenses 3 dice que pongamos nuestra mirada en donde está Cristo, la mirada de nuestro corazón; esto no se refiere a sólo un vistazo, a una mirada casual. Esta palabra habla de concentrar nuestro corazón, habla de la mirada del alma. Él aparecerá (se dejará ver) en aquellos que están expectantes, el Padre revelará a Su Hijo en el alma de los que lo miran a Él. Pablo dice que él ora para que los ojos de nuestro entendimiento sean alumbrados. La palabra “alumbrados” viene de una palabra en griego que también se traduce como “aparecer” en algunos versículos. Cuando Juan dice en una de sus epístolas: “...si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros...” (1 Juan 1:7), pudo haberlo dicho de esta manera: “...si andamos, crecemos y vivimos en la luz de Su aparecer, tenemos comunión unos con otros”. Esto es cierto, porque a menos que Él sea revelado no tenemos luz, sólo tenemos las tinieblas de nuestro entendimiento natural tratando de entender a Cristo. ¡¡Realmente tratando de entender a Cristo!! Pero es imposible. Decimos: “¡Ohhh, si yo hubiera estado hace 2000 años...! ¡Si yo lo hubiera visto morir...! ¡Si yo lo hubiera visto con mis ojos naturales no habría sido como los demás, habría puesto mi vida por Él, lo observaría continuamente! ¡Si yo lo hubiera visto morir...!” Pues no, amados, ustedes habría sido igual a cualquier ~ 42 ~ otro aunque hubieran estado ahí, no habrían visto la realidad que estaba frente a sus propios ojos. Pablo lo dice una y otra vez, pero muchas veces leemos y nos perdemos lo que él dice. En lugares como 2 Corintios 5:14-17 encontramos exactamente lo mismo que he estado diciendo, sin embargo, los cristianos leen estos versículos todo el tiempo, y la mayoría no sabe de lo que hablan; pero aquí está: “14Porque el amor de Cristo nos constriñe, [habiendo llegado a este juicio, a este entendimiento espiritual]: que si uno [Cristo] murió por todos, luego todos murieron [con Él]...” Según Pablo, nosotros hemos llegado al entendimiento de que cuando Cristo murió, todos murieron con Él. ¡Aunque en realidad, las personas no vieron esto cuando Él murió! Esto llega a ser conocido por aquellos en quienes Él mora, es un entendimiento dado por Dios de lo que Pablo describe. Él presenta el final de algo, dice que en la cruz algo llegó a su fin, a su culminación: CUANDO CRISTO MURIÓ, TODOS MURIERON CON ÉL. Y eso es, precisamente, lo que Pablo continúa diciendo en el siguiente versículo: “15...para que nosotros los que tenemos vida, no vivamos para nosotros mismos, porque hemos sido crucificados con Cristo. Sí, sí tenemos vida, pero no es la nuestra, porque es Cristo el que vive en nosotros”. He traído Gálatas 2:20 y lo he metido en este pasaje. Algo llegó a su final en la cruz, y algo surgió en novedad en la cruz, y sólo el Espíritu Santo puede revelar esta realidad en nuestra alma. “16De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así”. Esto es lo que estoy diciendo. Los discípulos anduvieron con Él por 3 años y medio, y aún así no llegaron a conocer realmente quién era Él, la mayoría del tiempo no entendieron lo que decía. Movían la cabeza, se la rascaban y se preguntaban: “¿Qué será lo que está diciendo?”; aunque lo amaban. Entonces el Señor les dijo: “Cuando yo me vaya, cuando me vaya a la cruz, en muerte, sepultura y resurrección, vendré a ustedes en la novedad de mi Espíritu, y moraré en ustedes. He estado con ustedes, pero ese día conocerán que estoy en ustedes, y entonces entenderán”. Pablo nos dice que al Padre le agrada revelar a Su Hijo en nosotros. En cada carta que Pablo le escribió a la iglesia habla de esta realidad, y de la necesidad de que el Padre revele a Su Hijo en nosotros por medio de Su Espíritu. Aquí está dicha la realidad: “17De modo que si alguno está en Cristo [y no es ~ 43 ~ cualquier hombre en cualquier lugar. Si algún hombre está en Cristo, si alguna mujer está en Cristo, en esa unión con Él, entonces...], nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Bien, lo crean o no, amados, después de todo esto, por fin he llegado a lo que quería, pero no voy a tomarles más tiempo. La obra consumada se trata de quitar y establecer. Básicamente, todo lo que no es Cristo es quitado, y Cristo es entendido, visto y revelado como la culminación y plenitud de nuestra salvación, de la nueva creación, de nuestra vida. El versículo 17 dice: “...las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”; pero una mejor traducción dice: “he aquí lo nuevo ha venido”. Y, ¿quién ha venido? Cristo. Y, ¿adónde ha venido? A nosotros. Porque si alguno está en Cristo, Él está en esa persona, en ese creyente. “las cosas viejas...” La palabra “cosas” se usa aquí, porque habla de muchas cosas, de muchísimas cosas diferentes, el orden antiguo consistía de muchas cosas, no había unidad. Pero en lo Nuevo no es así, la salvación no tiene que ver con cosas, con muchas, muchas cosas, es acerca de UNO. Un Señor, un bautismo, una fe, un cuerpo, una expectativa... y podríamos continuar. No tenemos muchas vidas, sólo tenemos una vida, porque nuestra vida es UNO, un Espíritu, el Espíritu de Cristo. Sentados en esta sala, y déjenme usar la palabra “muchas”, hay muchas almas, pero somos un Espíritu, no muchos espíritus. Efesios 4 habla de un Espíritu, un Señor, un cuerpo. El cuerpo tiene muchos miembros, pero es un cuerpo. ¿Por qué? Porque no es el cuerpo de muchos, es el cuerpo de Cristo y Él vive en él por Su Espíritu. ¡¡Aleluya!! ¡¡Por fin llegamos a lo que quería esta mañana!! La obra consumada no se trata sólo de cosas que son quitadas, sino del Nuevo viviendo en nosotros. La obra consumada quita cosas, es verdad, pero no se completa con eso, la plenitud de la obra consumada no se halla en cosas, se halla en Cristo. La salvación no tiene que ver con lo que no existe, sino con el que vive en nosotros. Voy a terminar leyendo lo que iba a usar para comenzar, Hebreos 10:9, “...He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último”. Lo viejo es quitado, pero la atención no está sobre lo viejo que está siendo quitado, sino sobre lo Nuevo que está siendo ~ 44 ~ establecido, lo Segundo que vive en nosotros. ¡¡Aleluya!! Esta es la obra consumada: El propio Cristo es la obra consumada de Dios y Él mora en nosotros. ~ 45 ~ LA OBRA CONSUMADA II Esta mañana hablé en otro grupo sobre “La obra consumada”, de la naturaleza y carácter de dicha obra. Dije que la obra consumada de Dios en Cristo, no se trata tanto de lo que es quitado, sino de lo que permanece. Quiero continuar con esa enseñanza esta noche. Quiero hablar acerca de la Persona. La obra consumada es, de hecho, una Persona. No es lo que Cristo hizo, sino lo que Cristo es. Por lo tanto, comprender la obra consumada de Dios en Cristo, es conocer al mismo Cristo. Sé que sabemos esto, sólo estoy diciéndolo a manera de introducción. En 1 Corintios 1:30 dice, “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención”. Esto ES Cristo. La dádiva de Dios es Cristo, y en Él habita corporalmente la plenitud de la Deidad. Entonces, como ustedes ya saben, nuestra salvación no es Cristo y muchas cosas más, porque todas las cosas de Dios están en Cristo; nuestra salvación es nuestra unión con el Cristo que habita en nuestro interior. Ni siquiera es algo que Él haya hecho por nosotros, sino quién es Él en nosotros, y quién es Él en nosotros, es lo que Él nos ha sido hecho por Dios. Todo lo que Él es, lo es en mí. Él no es una cosa para el Padre y otra para ustedes y para mí; Él es el mismo. Si Él es la justicia de Dios, lo cual dicen las Escrituras, entonces Él ha sido hecho la justicia de Dios en nuestra alma. Amados, esto puede sonar simple para nosotros y familiar para nuestros oídos, pero este es un concepto extraño para la mayoría de la iglesia cristiana mundial. La salvación para la mayoría del mundo cristiano, se enfoca en cosas que Cristo hizo, hace o hará, y tiene muy poco que ver con la unión con Él, aún así, eso precisamente, es la obra consumada de Dios. Las obras del Antiguo Pacto siempre quedaron cortas. Por ejemplo, en el Antiguo Pacto los sacrificios nunca terminaban, nunca hubo un sacrificio completo; lo que se llevaba un día, tenía que ser llevado el día siguiente, y el día siguiente, y el día siguiente. Lo que se llevaba a una fiesta, tenía que llevarse a la siguiente. ¡Nada se terminó, nada se completó, todo quedaba corto de la gloria de Dios! ¡Y nada de eso complacía a Dios! Hebreos 10:5 y 6 hablando de Jesús dice, “...Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio ~ 46 ~ y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo. Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron”. ¿Ven lo que dice? Que esas cosas bajo el Antiguo Pacto nunca agradaron a Dios. Pero, ¿qué fue lo primero que se dijo del Hijo en el bautismo? “...Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Luego Pablo usa el mismo término: “Pero cuando agradó a Dios...revelar a su Hijo en mí...” (Gálatas 1:15-16). El Hijo complace al Padre, Él es la complacencia del Padre, y la obra consumada es que Él vive en nosotros. ¿Qué bien le habría hecho a usted o a mí que Él hubiera muerto, hubiera sido sepultado y resucitado, si no hubiera venido de nuevo a vivir en nosotros? Todo lo que hizo habría sido irrelevante, y mucha de la gente de la iglesia no tiene idea de esto. Creo que hay muchos cristianos que realmente aman al Señor, pero lo único que han escuchado es lo que hizo; que murió por nuestros pecados, que fue sepultado, que resucitó...Todo esto es maravilloso, pero ¿de qué me sirve a mí? Una respuesta débil para esto sería: “Bueno, un día Él va a regresar y me va a llevar con Él a otro lugar”; y aunque eso fuera cierto, aún así, no es lo mismo a que Él viva en mí; aún así, se queda corto de la gloria de Dios. ¡Esto fue, precisamente, lo que un día me llevó a una gran desesperación! Yo nunca dudé de Dios, nunca dudé de la salvación, nunca dudé de lo que Él había hecho, pero siempre había una distancia, una separación. Me parecía que yo estaba en un lugar y Él en otro, y yo vivía tratando de hacer cosas para Él. La distancia siempre estaba ahí. Mi oración siempre era: “Señor, ven, ven...” En todas mis oraciones yo le pedía al Señor que estuviera más cerca de mí y yo de Él. Ahora, si usted no tiene un corazón para el Señor, no va a terminar desesperado, pero si usted realmente tiene un corazón para el Señor, sí. Es como si cada vez que se volviera buscándolo, quedara corto de la gloria de Dios. Usted nunca encuentra una obra completa, algo sobre lo cual descansar, vivir y permanecer en la presencia de Dios. ¡Es una pena que el mundo de la iglesia continúe alejando a las personas de esto, porque esta realidad es de lo que se trata la cruz! Nosotros entendemos que la cruz es donde la obra fue consumada, y he visto que muchos que creen esto siguen quedando cortos de la gloria de Dios en su entendimiento. Creemos en la obra consumada, pero no sabemos qué es. ~ 47 ~ En fin... nosotros siempre estamos viniendo al entendimiento del Señor, eso es cierto; la Verdad no cambia, Ella sólo va poseyéndonos. La Verdad es la misma, el alma se está expandiendo, el alma está siendo transformada, el espíritu de nuestra mente está siendo renovado. Entonces, siempre hay un punto más allá del cual hemos caminado. ¿Recuerdan las instrucciones? “...Tomad el arca del pacto, y pasad delante del pueblo. Y ellos tomaron el arca del pacto y fueron delante del pueblo” (Josué 3:6); las instrucciones eran necesarias porque ellos nunca habían cruzado antes, porque ellos no conocían ese camino. ¡Un total cambio de administración! ¡¡Bueno, nosotros hemos llegado a esta nueva administración, a la administración del cumplimiento del tiempo!! Ellos pasaron de la administración de Moisés a la administración de Josué. Esto es un tipo y una sombra, pero ha cambiado, nosotros hemos llegado a la realidad de lo que eso fue tipo y sombra. Pablo lo llama “...en la dispensación del cumplimiento de los tiempos” (Efesios 1:10), “la administración del Espíritu de Dios”. El escritor de la carta a los Hebreos no podía referirse a algo más cuando dijo en Hebreos 12:2, “Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. “Puestos los ojos en Jesús...”, así es precisamente como se camina, “...por cuanto vosotros no habéis pasado antes de ahora por este camino” (Josué 3:4). “No vamos a andar en círculos, vamos a caminar en la luz como Él está en la luz porque no hemos estado aquí antes”. Este caminar nunca se torna aburrido, repetitivo...no; siempre es nuevo y Él siempre es el mismo. ¡¡Ohhh, esto es tremendo, amigos; esto es tremendo!! Podemos memorizar lo que Él ha hecho, pero no podemos memorizarlo a Él. La obra consumada es quién es Él, todo lo que Él es y nos ha sido hecho por Dios, y la administración del Espíritu es mostrarnos esa realidad. ¡Cómo podríamos ver esa realidad si no es porque el que es esa realidad, es revelado en nosotros! Entonces, nuestro caminar es viendo a Jesús, no lejos de nosotros, sino dentro de nosotros, aunque siempre está puesto delante de nosotros. Pablo dice lo mismo en Filipenses hablando de este caminar: “...olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante...” (Filipenses 3:13). No que esté lejos de nosotros, sino delante de nosotros. Entonces, la obra consumada no quedó corta de la gloria de Dios. ~ 48 ~ La obra consumada es la obra de la cruz, en eso estamos de acuerdo, pero hace unas semanas fui retado nuevamente por el Señor, lo cual no es nada raro. El reto vino a mi corazón a manera de pregunta: “¿Conoces tú Mi obra consumada?”; sólo eso. Amados, yo no soy la persona más inteligente en esta sala, pero he aprendido algo. Cuando el Padre, el Espíritu de Dios me hace una pregunta como esa, mejor me quedo callado, y si digo algo, mejor digo: “Probablemente no, Señor”. ¿Será que nunca hemos visto a Cristo? Sí hemos visto a Cristo, yo he visto a Cristo, y estoy seguro de que ustedes también han visto a Cristo. Yo he visto a Cristo, pero Él siempre está delante de mí, y yo siempre estoy aprendiéndolo a Él. La capacidad de mi alma para contener verdad hoy, es mayor que la capacidad que tenía ayer, porque el incremento está en la verdad misma, en la luz misma. Entonces, ante la pregunta que me hizo el Señor, sólo permanecí delante de Él y dije en mi corazón: “Padre, revela a Tu Hijo en mí”; porque de eso se trata todo. He estado en esta búsqueda respecto a la revelación de Cristo y de los tres términos en la que esta se resume: La revelación del Hijo, el aparecer del Señor y la venida de Cristo. Estos tres términos hablan de diferentes aspectos de la misma obra del Espíritu. Estos tres términos se refieren a Cristo en nosotros. Estos tres términos se relacionan directamente con la obra consumada de Dios. Aquí está la pregunta que quiero hacer: Dado que la obra consumada se relaciona con la cruz, ¿qué hizo el Padre en la cruz que se convierte en la base de todo lo que el Espíritu hace en nosotros? Y noten que no pregunté, qué hizo el Hijo, o qué hizo Cristo. ¿Cuál fue la obra que hizo el Padre? ¡Esta es nueva terminología para mí! Recuerdo donde estaba, recuerdo que era un sábado y que estaba en el Centro de Investigación. Recuerdo que mi corazón se rompió, sólo puse mi cabeza en una silla y empecé a llorar, porque algo estaba obrando en mí. Nunca había pensado en esto: ¿Qué hizo el Padre? Ver la cruz, es ver la obra del Padre, algo que Él hizo; nunca lo había entendido de esa manera. Los romanos no lo hicieron, los judíos no lo hicieron, lo hizo el Padre. Yo sabía esto, pero nunca había venido así a mi alma, y abrió una puerta para una mayor comprensión de la obra consumada; aunque sea un poquito. Todo lo que había sido hecho estaba relacionado directamente con Cristo, pero ¿qué ~ 49 ~ hizo y qué está haciendo el Padre que le da al Espíritu la base para hacer todo lo que está haciendo en nuestros corazones y almas? Reunió estos tres términos en la cruz: El Hijo fue revelado, el Señor apareció y Cristo vino. La obra consumada no es lo que Jesús hizo, sino lo que Él es. El Padre lo reveló y nadie lo vio, nadie lo entendió. Las mentes naturales de aquellos días no lo vieron, ni tampoco las mentes naturales de hoy. Nadie vio la obra consumada, pero el Padre la hizo, y eso es lo importante. Puso las bases para la venida de Cristo en nosotros, puso las bases para la obra del Espíritu en nosotros. Y, ¿cuál es la obra del Espíritu de Dios en nosotros? La revelación del Hijo, el aparecer del Señor y la venida del Cristo; es como Él fue revelado en la cruz, como apareció en la cruz y como vino en la cruz. Esa es la obra, no lo que Jesús hizo, o lo que el Padre hizo, sino lo que es el Hijo. Esa es la obra que es revelada en nuestra alma. Así es como la cruz nos afecta, así es como la obra de la cruz está en nosotros. Esa es la razón por la que la predicación de la cruz y la predicación de Cristo es lo mismo. No hay un evangelio de la cruz y un evangelio de Cristo; son lo mismo. ¿Por qué? Porque la cruz está personificada en Él, es donde Dios reveló a Su Hijo, donde el Señor de gloria apareció. Amados, esa no fue la hora de Su derrota, esa fue la hora de Su victoria; ahí fue donde el Ungido divino de Dios vino. Esto golpea mi corazón, porque esa es la obra del Espíritu, toma muchos fragmentos y los junta, toma muchas Escrituras y las junta, y donde quiera que veo está esa realidad. Romanos 16:25-26 dice, “Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora...”. Cuando Pablo habla de “ahora”, se refiere a la obra de la cruz, a algo que ha llegado a su cumplimiento, algo que no estaba ante, pero ahora sí. Lo vemos nuevamente en Efesios 3:9 que dice, “...y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas”. En directa referencia a esto, voy a unir algunos versículos acerca del misterio de Dios que fue establecido antes de la fundación del mundo. Se habla de lo mismo en Colosenses 1:26, “El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos”. En 2 Timoteo 1:9-10, “Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos, pero que ahora ha ~ 50 ~ sido manifestada por la aparición de nuestro Salvador Jesucristo, el cual quitó la muerte y sacó a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio”. Todos estos versículos se refieren a lo mismo, al propósito y plan de Dios en Cristo desde antes de la fundación del mundo. Pablo dice que el eterno propósito y plan de Dios escondido por generaciones, escondido bajo el Antiguo Pacto, es ahora, al final de los tiempos, al final del tiempo del Antiguo Pacto, en el cumplimiento de los tiempos. Los tiempos que Dios usó como testimonio finalmente llegaron a término, y ahora es. Aquello que estaba escondido ahora ha sido manifestado. Bien, ya lo leímos, pero ¿a qué se refiere eso?, ¿cuándo fue manifestado lo que estaba escondido? Yo hubiera dicho que cuando es revelado en mí. ¿Cuándo es el ahora? Cuando es revelado en mí; pero eso es cierto sólo para mí. Tal vez Cristo fue revelado en alguien más antes que en mí. Entonces, el ahora es diferente en ellos que en mí. ¿Cuándo fue manifestado lo que estaba escondido? ¿De qué estaba hablando Pablo? Pablo estaba hablando de la cruz. No importa cuando venga yo a la cruz, porque en ese momento ella se convierte en un ahora, en una realidad presente, pero es una realidad presente, porque fue hecha una realidad en la cruz. El mundo nunca verá lo que sucedió en la cruz, pero Dios por Su Espíritu revela esa obra consumada. Por eso Pablo relaciona el misterio del evangelio de Cristo con la cruz; porque son lo mismo, no son cosas diferentes. No hay un evangelio de la cruz y un evangelio de Cristo. Entonces, cuando Pablo habla del misterio que estaba escondido y que ahora ha sido manifestado, apunta a la cruz. Por lo tanto, una obra consumada, una obra completa, habla de que el Padre terminó una obra y ahora reposa, y nos invita a participar a nosotros de ese mismo reposo. ¿Tiene sentido para usted? Para mí tiene sentido, porque la obra que fue completada es Cristo, es el Hijo. Sólo quiero decir unas cosas más de cómo el Hijo, el Señor y Cristo se relacionan con la cruz. El Hijo revelado, el Hijo obediente; Filipenses 2:5-8 habla de esto, del Hijo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Amados, este es el Hijo que es revelado en nosotros, esta es la obediencia que es revelada en nosotros; primero fue revelada por el Padre en la cruz. Así es como la cruz entra en nosotros, a través de la revelación del Hijo. La cruz no son dos pedazos de madera, es la obra de Dios en Cristo. Es Dios que dice: “¡El tiempo ha terminado! ¡Suficiente de esto! ¡No más sacrificios, no más ofrendas, no más tipos y sombras! ¡No más mandamientos de la Ley! ¡Suficiente de eso! ¡El cumplimiento del tiempo ha venido...!”; y envió a Su ~ 51 ~ Hijo. No para hacer algo, sino para ser algo. Lo reveló como Él era, y así es como Él es revelado en nosotros; esto es sinónimo de la cruz. ¡¡Aleluya!! El Hijo obediente, obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Amados, el Hijo es revelado en nosotros en esa misma obediencia. Si nosotros hubiéramos estado presentes aquel día, no habríamos vista esta realidad, pero ahora ese Hijo está en nosotros, y nuestra alma enfrenta esa misma realidad. Para mi alma el ahora de la cruz ha venido. El Hijo obediente fue la respuesta de Dios a la desobediencia de Adán; el hijo desobediente. La respuesta de Dios para Adán es Cristo y no tiene otra. Nosotros enfrentamos esto cuando el Hijo es revelado en nosotros. ¿Se han dado cuenta ustedes de cuán lejos está el mundo religioso de esto? El mundo religioso ve la cruz, pero no ve más allá de lo que vio la multitud que estaba alrededor de ella aquel día; no ven mucho más. Pero cuando el Hijo es revelado en nosotros, es ese Hijo obediente, no sólo la respuesta de Dios a Adán, sino el cumplimiento de Isaac. El Hijo obediente es el cumplimiento de Isaac, la semilla que debía caer en tierra y morir para que hubiera un incremento. Así es como el Hijo es revelado en mí, no puede haber incremento de otra manera. La obra consumada se ve cuando el Hijo es revelado en mí y el Espíritu sigue reuniendo la realidad de Él en nuestra alma. Dios revela Su perfecto conocimiento de ese Hijo, de ese ungido, en aquellos en quienes mora Su Hijo, a fin de tener en nosotros, en nuestra alma, lo que tiene en ese Hijo. El heredero de Dios debía ser el primogénito de todo Israel, el primogénito de entre los muertos, por eso Isaac fue llevado a la montaña. Esto no tiene sentido para la mente natural: “¡¡Cómo!! ¿Vas a matar al heredero?” ¡NO! El heredero es el primogénito de entre los muertos y esto fue demostrado en Isaac; fue llevado al altar y tenía que quedar muerto en la mente y en el corazón de Abraham. Esto era tipo y sombra de lo que Cristo iba a cumplir. En la cruz estaba el Heredero de Dios. La mente natural no puede entender esto, mueve la cabeza, se la rasca y grita: “¡¡Si eres el Hijo de Dios baja de la cruz!!” ¡Esto era lo que gritaban los judíos! Pero Él no se podía bajar, porque Él tenía que ser el primogénito de entre los muertos, de lo contrario, no habría herederos de Dios. Si el Hijo primogénito es de entre los muertos, todos los que vivan por Él deben pasar por la misma muerte. Por eso nosotros somos el Cuerpo de Su resurrección. Nosotros salimos de entre los muertos y Él vive ~ 52 ~ en nosotros. La resurrección de los muertos es Cristo mismo; Su incremento se produce en Su resurrección. Cristo en mí y en ustedes. El Señor de gloria aparece. ¡¡Esto es algo glorioso!! Sólo pensemos un momento en esto. Dije hace un rato que Él no apareció en derrota, sino en triunfo. ¿Saben ustedes cuándo llegó el final? Llegó en la cruz y aparece en mí cuando Él me es revelado; no aparece hasta que Él sea revelado en mí. “Nadie conoce al Hijo sino el Padre”. El Padre es quien revela al Hijo en nosotros. Jesús dijo en Juan 12:31, “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. Él no estaba en la cruz en derrota, sino en triunfante victoria. Muy rápidamente vayamos a Colosenses 2:14-15, “Anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz”. El apareció en la cruz como el Señor de gloria y vino como el Ungido de Dios. En Hebreos 10:9, en palabras de Él hacia Su Padre dice, “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último”. Esa venida tiene el mismo efecto en nosotros, quita lo primero y establece lo segundo. En la cruz Él vino en muerte y vino de nuevo en Vida, y ahora vive en ustedes. Él es la realidad de esa cruz y está en nosotros. Es esta realidad, esta obra consumada lo que el Padre va a revelar en nosotros. ~ 53 ~ LA ESPERANZA BIENAVENTURADA I Vamos a leer Tito 2:13, “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo”. Hoy quiero mover sus corazones para que pensemos juntos acerca de lo que es esta “esperanza bienaventurada”. Recordemos que este término es usado por Pablo por primera vez al escribirle a Tito hace 2000 años, y esa “esperanza bienaventurada” ya era real entonces. Esta carta no fue escrita ayer, fue escrita hace 2000 años. Por lo tanto, no habla de un nuevo evento, ni de una nueva enseñanza, es parte de la realidad de nuestra relación con Cristo. De lo contrario, ¿por qué la habría mencionado Pablo hace 2000 años? ¡¡Piensen en esto!! La salvación de Dios no comenzó conmigo, ni comenzó con nosotros. El evangelio no comenzó conmigo; hace 2000 Pablo estaba hablando de una esperanza que tenía su cumplimiento en la manifestación del Señor Jesucristo, en el conocimiento de Él, al verlo a Él. Hablé anteriormente en otra lección, de la realidad relacionada con las palabras “presentarse, manifestación, aparecer”. Vimos que dondequiera que estas palabras se usan en relación con Cristo, hablan de una realidad espiritual...en todos los casos. Hablan de un darnos cuenta del Cristo revelado por el Espíritu de Dios. Hablan de una consciencia de Cristo que la mente natural no puede concebir o los ojos naturales ver. Hablan de una realidad espiritual de Cristo que es dada por “Mi Espíritu”; dice el Señor. Hablan de una realidad que tiene como propósito específico la edificación del Cuerpo de Jesucristo, nuestro crecimiento, juntos en Él...en todos los casos es así. Si tuviéramos tiempo, me encantaría recorrer todo el Nuevo Testamento para que viéramos que en todos los versículos donde estas palabras son usadas, hablan de un entendimiento de Cristo, de un conocimiento de Cristo, de verlo a Él como sólo el Espíritu puede revelarlo. Ninguna se refiere a algo que se ve naturalmente, sino a la relación de Él con Su iglesia. La palabra que se traduce del griego como “esperanza”, sería mejor traducida y entendida como “expectativa”. Es importante que lo entendamos. La mayoría de la gente usa la palabra esperanza así: “Espero que no llueva mañana”. Hay una medida de incertidumbre implicada en la palabra ~ 54 ~ esperanza; así la usamos normalmente. En el Nuevo Testamento no tiene ese uso, la palabra en griego es “expectativa”. En Hebreos hay un versículo que dice: “...a los que le esperan” (9:28). Esta palabra “esperan” tiene una expectativa incluida. La versión en inglés King James dice: “...y a los que lo buscan”, esta palabra “buscar” también tiene una expectativa incluida. Por lo tanto, deberíamos entender “a los que lo esperan con expectativa...; a los que lo buscan con expectativa...” Hay una certeza en sus corazones de que si lo esperan lo verán, de que si lo buscan lo encontrarán. De esto es de lo que estamos hablando. Hablemos de un embarazo. Digamos que una mujer pronto va a ser madre, está en el hospital y el bebé está a punto de nacer; llegó la hora, sólo está a la expectativa del nacimiento de su bebé. Esta mujer no podría pensar ahí: “Espero estar embarazada”. ¡¡NO!! Hay una certeza en su expectativa, hay una seguridad en su esperanza. “Expectativa”, este es el término bíblico. La certeza de la expectativa tiene como base una realidad. Yo tengo la expectativa de ver a Cristo cuando lo espero o lo busco, porque Él está ahí. Mi expectativa no está relacionada con si Él está o no, porque Él ya está ahí. La expectativa es que si yo lo espero lo veo, que si yo lo busco lo encuentro. Entonces aquella mujer en el hospital no espera estar embarazada, tiene la certeza de que está embarazada, y sobre esa certeza está a la expectativa de ver a su bebé. Así es como esta palabra tiene que ver con Cristo. No espero que Él esté ahí, ni tampoco que algún día vaya a estar ahí. Yo sé que Él está y tengo la expectativa de verlo cuando me vuelva. ¡¡La expectativa bienaventurada!! La manifestación del Señor, la revelación de nuestro salvador Cristo Jesús, verlo a Él; de esto es de lo que Pablo está hablando aquí. Sigamos un poquito más con nuestro ejemplo de la mujer embarazada. Salimos de la sala de maternidad, el bebé ya nació y la madre y el bebé están bien. Ahora cambiemos nuestra historia, pero antes quiero hacerles una pregunta: ¿Qué están esperando los que ya estamos en Cristo? Ya estamos en Cristo, somos una nueva creación, ¿qué estamos esperando como nueva creación? Veamos lo que Pablo describe en Efesios 2:4-7, “Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en ~ 55 ~ Cristo Jesús”. Este último versículo es importante. No dice que en los siglos venideros Dios finalmente hará algo para aquellos que esperen lo suficiente. Sí dice que a través de los siglos venideros Él nos mostrará lo que ya hizo en Cristo. ¡Ustedes pueden leerlo, eso es lo que dice Pablo! Él nos dio vida juntamente con Cristo, a los que les dio vida los resucitó juntamente con Cristo... ¿Qué dijo Jesús? “Yo soy la resurrección y la vida”. A los que en Su resurrección nos resucitó de entre los muertos, nos sentó juntamente con Él en los lugares celestiales. Nos hizo un cuerpo en Cristo para mostrarnos en los siglos venideros Sus riquezas, para mostrarnos en los siglos venideros Su gracia, para mostrarnos en los siglos venideros Su gran amor. Para mostrarnos lo que ya ha hecho, no lo que va a hacer. La esperanza bienaventurada, la expectativa bienaventurada nada tiene que ver con lo que Dios haría o hará, sino con lo que ha hecho y nuestro conocimiento de eso. ¿Cómo nos va a mostrar a los que ya estamos en Cristo lo que Él ya ha hecho? A través de la revelación de ese Cristo en ustedes y en mí. No hay otra forma. Eso es lo que Pablo dice. Si nosotros no hubiéramos recibido vida juntamente con Cristo, si no hubiéramos sido resucitados juntamente con Cristo en Su resurrección, si no hubiéramos sido sentados juntamente con Cristo, nada de lo que he dicho sería cierto. Si nuestra unión con Cristo no es cierta, nada de lo que he dicho es cierto. Pablo dice en cierto lugar que si Cristo no resucitó de entre los muertos, no tenemos expectativa; pero estamos diciendo que Cristo resucitó y vive en nosotros. Si Cristo no resucitó y no vive en nosotros “...somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19). Amados, hemos recibido vida juntamente con Cristo, Él es la vida dada por el Espíritu, Él habita en Su cuerpo, nosotros tenemos el Espíritu de Cristo en nosotros. Hemos sido resucitados juntamente con Cristo de entre los muertos y tenemos Su vida. Hemos sido sentados juntamente con Él como un Cuerpo. ¿Para qué? Para que nuestra expectativa no tenga que ver con lo que Dios vaya a hacer, sino con lo que ya hizo. Yo no vuelvo mi corazón para ver si Cristo está ahí, sino para verlo a Él. ¡¡La expectativa bienaventurada de mi corazón es que todas las veces que yo me vuelvo, el Señor se manifiesta!! La palabra traducida “esperar” en Hebreos 9, en griego significa: Una mirada constante del alma. No es una mirada por encima, sino el enfoque de nuestro corazón. En otro lugar Pablo dice: “Pongan la mira en...”; otra versión dice: “Fijen los afectos de su corazón...” El profeta Isaías dice: “...los que esperan ~ 56 ~ a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas...” (Isaías 43:31) Esto se cumple aquí al ver al Señor. ¿Qué estamos esperando? ¡Su manifestación para verlo! No con ojos naturales, sino con los de nuestro entendimiento, con los de nuestra alma, con el corazón descubierto. ¿Por qué Pablo nos está hablando de esto? ¿Por qué nos enseña esto? Esto es muy importante y voy a repetirlo. ¿Por qué Pablo nos está enseñando esto? Porque nosotros ya estamos en Cristo. Permítanme seguir con mi pequeña historia una vez más. La madre ya está en la sala de parto, este no es el momento de la concepción, sino del nacimiento. En ustedes y en mí la concepción ya ocurrió; la Simiente de Dios ya está en nosotros, nosotros ya somos Su cuerpo y estamos en Él. Entonces, la expectativa de nuestro corazón es, que cada vez que volvamos nuestro corazón, lo veremos a Él. Esta es nuestra expectativa día, a día, a día, a día... Caminar en la luz como Él está en la luz. Puestos los ojos en Jesús. Conocerlo a Él. No hay incertidumbre aquí, sino una realidad presente para aquellos que vuelven su corazón y lo expectan. Esto no lo hacemos en las vanas imaginaciones de nuestra mente, lo hacemos en la verdad. Si Él no está en mí, ¿por qué debería buscarlo mi corazón? Mi corazón, mi alma lo busca no porque esté lejos, sino porque está en mí. Encontramos esta realidad en todas las cartas del Nuevo Testamento: Vivificados con Cristo, resucitados con Cristo, sentados con Cristo... EN CRISTO. Luego, vemos al apóstol Pablo animando a la iglesia, animando al joven ministerio: Fijen su corazón en ver al Señor. Tengan la expectativa de verlo. Busquen la manifestación gloriosa... ¿De quién? Del que es su vida, del que es su salvador, de Aquel en quien ahora ustedes viven, de Aquel que ahora vive en ustedes. Amados, Cristo no es un extraño, Él es el Espíritu de vida que habita en nosotros. Pablo dice en Gálatas 2: “Cristo vive en mí”. La palabra “vive” significa que Él nunca está ausente, siempre está presente. Por lo tanto, ¿dónde lo vamos a ver? ¿Dónde lo revela el Padre? ¿Dónde se manifiesta? ¿Dónde habita? ¿Dónde está? ¡¡Oh, gloriosa salvación!! ¡¡Oh, gloriosa salvación!! Cuando digo esto lo que quiero decir es, que yo no volé de Arkansas a Costa Rica para decirles algo que no sea verdad, para contarles fábulas o para discutir tradiciones religiosas. NO. Yo vivo en la emoción diaria de Su manifestación. Ahora, no se confundan, yo no soy la manifestación del Señor, Él se ~ 57 ~ manifiesta en mí y en ustedes, en Su cuerpo. Luego, Pablo continúa en Gálatas 2 diciendo: “y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo en el conocimiento del Hijo de Dios”. En realidad dice: “la vivo por la fe del Hijo de Dios”, lo cual significa: “La vivo en el conocimiento del Hijo de Dios”. En Efesios 4 Pablo está hablando sobre el propósito del estar en Cristo, el propósito del ministerio, el propósito de la administración del Espíritu, el cual es, la edificación del Cuerpo de Cristo. Hay una meta para todo esto, una razón, un propósito: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe...” (4:13) Esto es cierto, porque el artículo “la” antes de la palabra fe, se refiere a la única fe que se menciona en el versículo 5. Esta única fe es la que Pablo llama “la fe del Hijo de Dios”. Hace unos minutos les dije que vivir por la fe del Hijo de Dios, es lo mismo que vivir en el conocimiento del Señor Jesucristo. El versículo continúa diciendo: “...y del conocimiento del Hijo de Dios”. El artículo “la” antes de la palabra fe, me ayuda a entender que esto que continúa diciendo Pablo es una descripción de lo que es la única fe. Podríamos leer el versículo así: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe, que es el conocimiento del Hijo de Dios...” “... a un varón perfecto”; ¿cómo se mide tal hombre? Por “...la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Nosotros crecemos en Él, vivimos en la tierra en el conocimiento de Cristo. Por eso yo vivo todos los días en la emoción de Su manifestación. No hay un sólo día, un sólo minuto en el que Él no esté en mí, ni en el que yo no esté en Él. Igual con ustedes. Entonces, ¿qué estamos buscando? ¿Cuál es nuestra expectativa? Dada esta condición: Cristo en mí y yo en Él, ¿qué estoy buscando? Estoy buscando verlo, estoy buscando conocerlo, quiero comunión con Él. No quiero sólo leer sobre Él, quiero conocerlo, quiero ser conocido por Él, quiero llevar Su imagen y su fruto en mi alma. Quiero vivir en la tierra todos los días en la comprensión del Hijo de Dios, en el conocimiento del Señor Jesucristo. No lo busco en los árboles, no; Él está en mí. No obstante, cuando camino en medio de los árboles, camino ahí en la realidad de Cristo. ¡¡Expectativa bienaventurada!! ¡¡Manifestación gloriosa!! ¡¡Comprensión gloriosa!! ¡¡Este es el evangelio!! ¡¡Bendito sea el Cordero de Dios!! Es importante para mí que nuestros corazones lo oigan a Él. No importa cuántas palabras se hayan dicho, ellas crean una oportunidad en nuestros corazones para oír la voz del Señor. Nuestro propósito para reunirnos hoy es verlo a Él. Él no va a manifestarse sobre esta mesa, Él está en usted. Yo estoy ~ 58 ~ aquí dándoles este testimonio para que podamos llegar a la comprensión de esto de manera interna. Para que podamos vivir todos los días en esta realidad. Para ser una expresión en cualquier lugar que estemos de esta realidad. La vida que ahora vivo en la carne, la vivo en la expectativa de Él. De esto se trata todo. ~ 59 ~ LA ESPERANZA BIENAVENTURADA II En la lección anterior hablé de la “esperanza bienaventurada”, de la expectativa bienaventurada, y pasé un buen rato hablando de la palabra “expectativa”. Hoy vamos a continuar con eso, así que la lección anterior debemos considerarla como una introducción a lo que veremos hoy en Romanos 6. Me gustaría que viéramos la expectativa bienaventurada en este capítulo. Hagamos un pequeño repaso sólo para refrescar nuestra memoria. Leímos: “Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Podemos tomar este versículo, sacarlo del contexto y asumir que está hablando de un evento futuro. Mantengan en mente que esta carta fue escrita hace 2000 años, y que es muy significativa para ustedes y para mí hoy, no por la línea del tiempo, sino por la realidad que declara. La realidad que este versículo declara es una realidad eterna; es tan real ahora como lo fue antes, y seguirá siendo real en 1000 años porque habla de la expectativa de nuestra alma. Hoy hablaremos de la experiencia de dicha expectativa en nuestros corazones. También leímos en Efesios 2:4-7 que recibimos vida juntamente con Cristo, fuimos resucitados juntamente con Cristo y sentados juntamente con Cristo en lugares celestiales. Pregunto: Nosotros los que estábamos muertos en pecados y que ahora hemos sido vivificados, resucitados y sentados juntamente con Cristo, ¿qué estamos esperando? ¿Cuál es nuestra expectativa? Porque este versículo que leímos en Tito, fue escrito a creyentes como ustedes y como yo. Estos versículos de Efesios 2, fueron escritos a la iglesia en el mismo tiempo que Tito fue escrito. Estas verdades fueron declaradas para ser verdad hace 2000 años. A estos creyentes se les dijo hace 2000 años que se volvieran para verlo a Él. ¿Por qué? Porque Pablo no estaba hablando de un evento en el tiempo, sino de la realidad de nuestra salvación; real entonces, real ahora, real para siempre. Estas cartas fueron escritas para el cuerpo del Señor Jesucristo. No fueron escritas para los que un día serían vivificados, resucitados y sentados juntamente con Cristo en lugares celestiales, sino para los que han sido vivificados, resucitados y sentados con Cristo ya. Esta es una realidad eterna que no ha cambiado con los años. ~ 60 ~ ¿Qué estamos esperando? ¿En quién estamos esperando? ¿Qué es esta expectativa bienaventurada? Nos han dicho que cuando nuestro corazón se vuelva y mire, algo ocurrirá. Esta es la expectativa en mi corazón, que cuando yo me vuelva algo ocurrirá, contemplaré a Alguien, veré a Alguien. Si alguno de ustedes estuviera en la entrada de esta casa, detrás de esa pared, y yo escuchara su voz cuando dice: “¡Hola, ¿cómo están?!” Y yo le respondiera: “¡Hola, pase adelante!”, estaría a la expectativa de verlo. Escuché su voz y sé que usted está en esta casa, entonces, vuelvo a ver hacia el lugar por donde usted va a entrar, y definitivamente, no cubriría mi cara ni tampoco saldría corriendo en dirección contraria. Yo estaría a la expectativa de verlo cuando aparezca. En esta historia estamos hablando de amigos, pero en realidad estamos hablando de algo más que eso. De acuerdo a Pablo en esta carta a Tito, estamos hablando de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo. Estamos hablando de la manifestación del Cristo glorificado. ¡¡Escuchen!! ¿Quién es el Cristo glorificado? Es Cristo en Su resurrección. ¿Cuándo fue glorificado? Leemos en Filipenses 2 con respecto al Señor Jesucristo, que Él se hizo a Sí mismo sin reputación, dejó una relación de gloria, se tornó carne a la semejanza del hombre...con el propósito de morir. Y sin embargo, Él habla de Su gloria, de Su unidad con el Padre, en donde nunca se había visto en Él división y separación del Padre. Él habla de una unión con el Padre, que no puede ser manifestada salvo por la resurrección. Él se los dijo a Sus discípulos. “El que me ha visto a mí ha visto al Padre”. “El Padre y yo somos uno”. Los ojos naturales no pueden ver esto, los oídos naturales no pueden oír esto, el corazón natural de los discípulos no pudo entender esto. Esta realidad no puede ser manifestada, salvo por la resurrección. ¿Recuerdan lo que les dijo Jesús a los discípulos cuando los llevó al monte de la transfiguración con Él? Las Escrituras dicen que Él fue glorificado ahí. Ni Pedro, ni Juan, ni Santiago pudieron entender que esa era la glorificación de Jesucristo, no la de Moisés, Elías o cualquier otro. El Padre cubrió el lugar con una nube, luego la levantó, y sólo estaba el Señor Jesucristo. Después, cuando Él iba bajando del monte con los discípulos les dijo: “No digan nada de esto, hasta después de la resurrección”. Su glorificación siempre está conectada con Su resurrección. ¡Esto es ~ 61 ~ importante! Jesús habla de Su relación con el Padre en los primeros cinco versículos de Juan 17; más adelante habla de nuestra relación con el Padre a través de Él. Pero de lo primero que habla es de Su relación, y sólo dice: “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese” (v.5). Él por un tiempito la puso a un lado, no intentó aferrarse a ella, Él voluntariamente la puso a un lado. ¿Saben algo? Nosotros decimos que Él es la puerta, y que la puerta con sangre es la entrada a Su muerte y a nuestra muerte con Él, ¿verdad? Pero esa puerta también es la puerta de entrada a la resurrección, porque Él también es la puerta de la resurrección. Él es el primogénito de entre los muertos, ¿entendemos esto? Él no es el primogénito de Dios porque fue el primer hijo de María; eso nada tiene que ver. Él fue el primogénito de entre los muertos, el primogénito de muchos hijos, no obstante, los muchos están reunidos en Él como el incremento de Él. Los primeros frutos de una gran cosecha, una gran cosecha según Su género. “Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”. ¿Qué es esto? Yo pasé mucho tiempo pensando en esto y un día las palabras saltaron; lo recuerdo bien y lloré mucho. Lloré por mi ignorancia, porque aquí ha estado y no lo había visto, aquí ha estado y yo no lo había oído, que todo esto fue mostrado por el Padre en la cruz, y yo estaba en la misma ignorancia de los que estuvieron ahí. No obstante, Aquel que estaba en la cruz, ahora está en mí por Su Espíritu, por eso, aquella gente tenía excusa por su ignorancia, pero yo no. Esas palabras saltaron, me golpearon y vi Su gloria. Las podemos leer: “...glorifícame tú al lado tuyo” (v.5) Su unión con el Padre es Su gloria, de la que por un tiempo se separó de manera manifiesta para morir. Él lo hizo, se separó de esa relación, salió de ahí, no sólo para regresar, sino para llevar con Él a muchos hijos; y esto sigue sucediendo hoy. ¿Lo ven? Sigue sucediendo hoy. A través de la unión con Cristo, muchos hijos continúan siendo llevados a la gloria. Luego continúa hablando de esto, aquí mismo en el evangelio de Juan. Jesús dice: “Ahora, Padre, quiero que todos los que me has dado, los aquí presentes y los que van a creer por la palabra de ellos, te conozcan, sean uno como nosotros, estén Conmigo donde estoy y vean mi gloria. Que puedan ver al Cristo glorificado, que puedan ver mi unión contigo, Padre, y entender su unión Conmigo...que Yo estoy en ellos”. Nuestra unión con Él es nuestra gloria. ~ 62 ~ Dondequiera que miremos en las Escrituras veremos que la glorificación de Cristo está unida a Su resurrección. Él nos lleva a la plenitud de Su muerte y a la completa realidad de Su resurrección. Tenemos comunión con Sus sufrimientos, la muerte de Él obrando en nosotros, y tenemos comunión con Él en Su gloria. ¿Qué tiene que ver esto con nuestra expectativa? Vayamos a Romanos 6. El contexto aquí es del versículo 1 al 11, pero sólo vamos a leer del 1 al 4. En estos versículos hay una palabra que quiero destacar. “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”(v.1-2) Y luego como si Pablo levantara su cabeza dice: “¿O no entienden su unión con Él en Su muerte, sepultura y resurrección?” Entonces empieza a hablar de esto. “¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” (v.3) Ahora voy a mencionar algo sólo para refrescar, lo cual es bueno. Vamos a 1 Corintios 12:12-13 donde se habla del mismo bautismo, porque sólo hay un bautismo. “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo” (v.12) Vean cuantas veces dice “uno”. Luego viene la razón en el versículo 13: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Lo que Pablo está diciendo aquí es que antes del bautismo no había ninguna diferencia en que fuéramos judíos o gentiles, chinos o japoneses, hombres o mujeres. Una vez que leí este versículo pensé: “¡¡Gua!! ¡Qué maravilloso bautismo es este!” Porque vean, no importa si éramos judíos o gentiles, esclavos o libres...a todos se nos dio a beber del mismo Espíritu. Entonces recordé cuando Pablo habla de la nueva creación en Cristo y describe al nuevo Hombre: Ni judío ni gentil, ni esclavo ni libre...sino un nuevo Hombre, Cristo el todo y en todos. ¡Qué maravilloso bautismo! ¡Usted empieza siendo judío o gentil y termina siendo un nuevo Hombre! ¿Qué pasó con el judío y con el gentil? ¿Será que tomó al judío y al gentil e hizo un nuevo Hombre? ¿Es el nuevo Hombre un judío y un gentil mejorados? ¿Qué pasó con el judío y con el gentil? Todo esto daba vueltas en mi cabeza. ¡Qué maravilloso bautismo! Porque ustedes saben, en un bautismo natural, en ~ 63 ~ un bautismo en agua, podemos tomar un judío, sumergirlo en el agua, levantarlo, y ¿qué vamos a obtener? Un judío mojado, un gentil mojado, o lo que sea. Pero no con este bautismo. ¡Qué maravilloso bautismo! Amados, es gracioso cómo somos influenciados por las tradiciones. Yo pensaba que por un Espíritu todos habíamos sido bautizados en una vida. Yo habría discutido con cualquiera de ustedes diciendo que eso era lo que Pablo decía aquí, que por un Espíritu todos habíamos sido bautizados en una vida; pero eso no es lo que dice. Pablo dice en 1 Corintios 12: 13, “...por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo”. ¿Cuál es la diferencia? La diferencia está en Romanos 6. Es lo que Pablo está diciendo: ¿Será que ustedes no han entendido su bautismo? ¿No saben ustedes que nosotros, judíos, gentiles, esclavos, libres o lo que sea, fuimos bautizados en Cristo Jesús? ¿En Su vida? NO. ¡Fuimos bautizados en Su muerte! El bautismo no es mi vida, la resurrección sí. A partir de esta muerte sólo Uno es resucitado; Él es resucitado, Él es mi vida, Él se constituye en ese nuevo Hombre. No es un judío o gentil reformado, sino el Cristo vivo. Yo no prosigo más allá del bautismo. Cualquiera puede venir; puede venir cualquier judío, cualquier gentil, cualquier esclavo, cualquier libre, pero sólo Uno vive y vive en gloria. Es decir, Aquel que vive es el resucitado. Él vive en gloria. Él vive en unión con el Padre. Fue recibido en la unión de la cual había salido. El Padre sí lo glorificó a Su lado. Ese es Aquel que es nuestra vida. “Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo...” (v.4). Aquí hay algo que quiero hacer notar, la palabra “sepultura”. Fui llevado a esta palabra y les voy a decir por qué. El mandamiento de Dios a Moisés en relación a Israel, era sin excepción - Israel tenía que reunirse con Dios tres veces al año; estas eran las tres fiestas principales y no había excepción. En cada caso, en cada reunión, el evento primordial era la aparición del Señor: “Yo me presentaré. Yo me presentaré. Yo me reuniré con ustedes”. Ahora llevemos esto a la cruz, a los tres días de la cruz. Antes eran sólo el testimonio, ahora están cumplidas en Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. No era solamente que una semilla debía morir, tenía que caer en tierra, morir y llevar mucho fruto. Tenemos este tipo, tenemos esta demostración en las fiestas de la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Todo Israel, todo el que venga al Señor, debe venir por el camino del cumplimiento de esas tres fiestas: Su muerte, Su sepultura y Su resurrección. Esta es la cruz y sólo le estamos dando un vistazo. ~ 64 ~ En Romanos 6 Pablo está haciendo lo mismo porque dice: “Ustedes no han entendido su bautismo y les está generando todos estos problemas”. Entonces pone un foco sobre la cruz, la cual es, sin lugar a dudas, una obra consumada en Cristo Jesús. Es una obra consumada de la que ustedes y yo debemos llegar a ser partícipes. Por ejemplo, digamos que todos nosotros vamos a una cena que alguno de ustedes preparó. Todo está servido en la mesa, todo está hecho, no hay nadie en la cocina cocinando. Hemos sido llamados a la mesa, es una obra terminada y es perfecta, pero no serviría de nada si nadie se la comiera. Nuestra comunión con el Señor nunca se acaba. Comer Su carne, beber Su sangre y la comunión unos con otros nunca se acaba. Dios no está agregando cosas a la mesa mientras llegamos, la obra está terminada y debemos comerla. Yo personalmente creo que nunca comeré la última borona. Creo que aún fuera de este cuerpo seguiré comiendo, porque la unión de mi alma es eterna. La palabra “sepultura”; quiero enfocarme en la sepultura de Cristo. Somos sepultados, en el bautismo somos sepultados con Él. ¿Qué sucedió durante Su sepultura? Hace un tiempo me di cuenta que yo he escuchado y que he predicado sobre la muerte de Cristo, y que luego hablamos de la resurrección de Cristo, pero no hablamos muchos de la sepultura de Cristo. Él no fue resucitado desde la cruz. ¿Qué de Su sepultura? Ocupa más que cualquier otro; es decir, es todo un día, un día completo. Es como si la muerte fuera el inicio de la sepultura y la resurrección el final. Es como lo que Jesús dijo: “Yo soy el principio y el fin”. ¡¡Oh, Dios!! Y luego pensé en este versículo. Amados, ustedes deben entender que de lo que estamos hablando ahora es de la condición de nuestro corazón. ¿Dónde están nuestros corazones en relación a las fiestas del Señor? Las tres fiestas principales de Israel hacen un ciclo completo de vida. Era un ciclo espiritual en Israel; al año siguiente comenzaba de nuevo con ellas porque Dios quería un testimonio en la tierra. Yo creo que el Espíritu obra en ustedes y en mí en este mismo orden. Las fiestas están cumplidas en Él, en Su muerte, Su sepultura y Su resurrección, pero nosotros tenemos que ser partícipes de esta realidad en verdad. Yo pienso que en el ciclo de vida (no de días, semanas, meses o años), en la obra del Espíritu de Dios, en el aprendizaje de Él, mi alma es llevada de fiesta, en fiesta, en fiesta ya que llegamos a ser partícipes junto con Él de Su muerte, sepultura y resurrección. Ahora, pongan atención a lo siguiente: Ni usted ni yo determinamos el ciclo. Yo no determino el tiempo de las fiestas como tampoco lo hacía Israel, Dios lo hace. Israel sólo obedecía, y nosotros ~ 65 ~ hemos llegado a la obediencia de fe y caminamos en ella: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios” (Romanos 8:14). ¿Ven lo que estoy diciendo? El Espíritu nos conduce a Cristo. Creo que esa es la peor manera, porque hay momentos en mi consciencia de Cristo, en la forma en que el Espíritu lo revela a Él en las Escrituras, que sólo están relacionados con la muerte. Entonces me veo muerto con Él como nunca antes, y se juntan cosas que no estaban unidas antes. Y es exactamente lo mismo con cada aspecto de Él. Yo no determino esto, no decido cuándo ir a la fiesta. Estamos ahí, estamos en Él. ¿Ven lo que acabo de decir? ¡Quiero ser muy claro en cuanto a esto! Yo no estoy hablando de periodos dispensacionales; viene esto, luego sigue esto, y luego la fiesta de los Tabernáculos. ¡NO! Estoy hablando de una obra consumada que obra en mi alma de acuerdo al orden que Dios ha dado. El Padre conoce la necesidad de mi alma, Él la conoce y obra con miras a la transformación de dicha alma en la Verdad. Él obra en mi alma con miras a transformarla. Nosotros caminamos en la luz como Él está en la luz; este es nuestro viaje de luz. Es hacia el final, en la meta, que llegamos a estar en una fiesta continua, sí, porque, de hecho, sólo hay una fiesta y es el Señor. No estoy tratando de separar la sepultura de nada, pero hay un tiempo cuando una de las más preciosas realidades de Cristo se relaciona con la sepultura: La expectativa, la expectativa bienaventurada, la expectativa de la resurrección. Yo sé que el Señor está obrando con el fin de que nosotros vivamos continuamente en esta expectativa. ¡Este es un tiempo precioso, he sido llevado ahí algunas veces! Escucho Su voz, sé que está en mí y que no se trata de que yo lo descifre, sólo debo volver mi corazón y verlo. Una expectativa empieza a levantarse en mí por conocerlo en Su resurrección. El término “expectativa bienaventurada” se relaciona específicamente con verlo a Él en Su gloria, en Su manifestación gloriosa. Su gloria siempre está relacionada con Su resurrección. Cuando leí lo que Pablo escribió: “¡Ohhh! Conocerte en el poder de tu resurrección y en la participación de tus padecimientos, llegando a ser semejante a Ti, y de alguna manera permanecer y habitar en la resurrección de entre los muertos” (Filipenses 3:10-11), entendí y dije: “Esta es la expectativa de un hombre sepultado con Cristo, de un hombre cuya vida está escondida con Cristo en Dios”. ¿Entienden lo que les estoy diciendo? ¿Se dan cuenta de que no estoy hablando de un evento que viene, sino de una realidad que posee ~ 66 ~ nuestras almas? Luego Pablo añade: “...por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús” (Filipenses 3:12). ¿De qué se trata esto? Se trata de Pablo viviendo en un pleno entendimiento de la resurrección. “No yo, sino Cristo viviendo en mí”. ¡Pablo era un hombre de expectativa! ¿Qué es la expectativa bienaventurada? Es contemplarlo a Él en Su gloria. No es un evento dispensacionalista, sino una realidad con Él. ¿Qué ocurrió en Su sepultura? ¿Se quedó en la tumba? ¡NO! Pero miramos lo registrado en los evangelios y no dicen nada de lo que sucedió en Su sepultura. La Biblia está llena del testimonio, pero los evangelios no dicen nada. Nosotros fuimos sepultados en Él, fuimos colocados en la misma realidad, de manera que Su expectativa se torna la expectativa de nuestras almas; experimentaremos esto una y otra vez. La expectativa de Él era completa y plena, y eso es lo que está obrando en nuestra alma y en nuestro corazón; la misma expectativa. ¿Cuál era la expectativa de Él? La encontré en los Salmos y no por accidente, pues estaba leyendo Hechos donde Pedro hace referencia a unas palabras de David: “...Veía al Señor siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, y aun mi carne descansará en esperanza; porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo vea corrupción” (Hechos 2:25-27). Luego Pedro aclara que David estaba hablando de alguien más, que estaba hablando de Cristo: “Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción” (v.30-31). Entonces el pensamiento vino a mi alma: “El asunto es que David nunca habló de sí mismo, siempre habló más allá de él. ¿No hablaba el Espíritu de Cristo siempre en David?” Así que hice un viaje refrescante por los Salmos. Recordemos que Cristo entró en el ámbito de muerte y estuvo ahí con la expectativa cierta de la resurrección; Él estaba seguro, sólo estaba a la espera. Entonces empecé a ver el “Canto del Redentor”. ¡¡OHHH!! ¡¡Aquí esta Él y está cantando!! Describe la muerte, describe la opresión, describe varios elementos de sus sufrimientos, pero siempre a la expectativa de la resurrección. ¡Esto es maravilloso! Vi más escritos con respecto a los elementos y realidades de nuestra muerte con Él, como nunca antes había ~ 67 ~ visto, y todos ellos llegaban siempre a un final glorioso: Su resurrección. ¡Aleluya! Esto continúa durante el tiempo de Su sepultura. El verdadero tiempo de transformación de un cuerpo a otro Cuerpo es la sepultura. Dije “transformación”: La muerte, la venida de lo nuevo, un tiempo de transformación. Una transformación que toma lugar en nuestro corazón al despojarnos de lo viejo y revestirnos de lo nuevo. ¡Amados, todo esto está relacionado con la sepultura! En Cristo esta es una obra y está consumada, no es para que ustedes o yo la partamos en pedazos, no es lo que estoy haciendo. Estoy hablando de una comprensión siempre en crecimiento. Estoy hablando de ustedes y de mí, asiéndonos de aquello para lo cual Dios también no asió en Cristo. Estoy hablando de una comprensión completa de la verdad. No es algo que nosotros determinamos, sino algo de lo que nos damos cuenta sobre nuestra unión con Cristo, y que el Padre determinó y nos muestra por medio de la revelación de Su Hijo amado. Porque es Su muerte, Su sepultura, Su resurrección. No es sólo una muerte, una sepultura y una resurrección, sino la muerte de Él, la sepultura de Él y la resurrección de Él. Hay gente que presenta esto como un tiempo dispensacionalista, y dicen que unos están en la muerte, otros en la sepultura, otros en la resurrección. Yo no estoy diciendo esto. La obra está terminada, pero para la transformación de mi alma yo debo comer, yo debo hacerme partícipe, y eso es por medio de la revelación del Hijo. El Padre determinó esto, y yo sólo estoy hablando de lo que toma lugar en nosotros, y de lo que Pablo habla cuando usa el término “la expectativa bienaventurada, la expectativa de la resurrección”. Salmo 34:1-4; 19-22, “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre. Busqué a Jehová, y él me oyó, y me libró de todos mis temores...Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová. Él guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado. Matará al malo la maldad, y los que aborrecen al justo serán condenados. Jehová redime el alma de sus siervos, y no serán condenados cuantos en él confían”. Salmo 16:7-11, “Bendeciré a Jehová que me aconseja; aun en las noches me enseña mi conciencia. A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra no seré conmovido. Se alegró por tanto ~ 68 ~ mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente, porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”. Esto se relaciona con Hechos 2:25-28 Salmo 63:1-3, “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria; así como te he mirado en el santuario. Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán”. Salmo 62:1-7, “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. Él solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho. ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, tratando todos vosotros de aplastarle como pared desplomada y como cerca derribada? Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio”. Salmo 116:1-9, “Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas; porque ha inclinado a mí su oído; por tanto, le invocaré en todos mis días. Me rodearon ligaduras de muerte, me encontraron las angustias del Seol; angustia y dolor había yo hallado. Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma. Clemente es Jehová, y justo; sí, misericordioso es nuestro Dios. Jehová guarda a los sencillos; estaba yo postrado, y me salvó. Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque Jehová te ha hecho bien. Pues tú has librado mi alma de la muerte, mis ojos de lágrimas, y mis pies de resbalar. Andaré delante de Jehová en la tierra de los vivientes”. Salmo 5:1-3, “Escucha, oh Jehová, mis palabras; considera mi gemir. Está atento a la voz de mi clamor, Rey mío y Dios mío, porque a ti oraré. Oh Jehová, de mañana oirás mi voz; de mañana me presentaré delante de ti, y esperaré”. Aquí Él está hablando de la mañana de resurrección, porque la resurrección siempre es en la mañana.