1 Título: El estatuto de lo normativo en la obra de Marx. Lic. en Filosofía Daniel Malvasio Spinelli. I-mail: [email protected] Asistente Grado 2 del Departamento de Filosofía de la Práctica, Instituto de Filosofía. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República (UDELAR), Montevideo, Uruguay. Curso la Maestría en “Filosofía Contemporánea”, proyecto de tesis: “Gerald Cohen: la explotación y la igualdad socialista en cuestión”. Presentación al GT 1 – Ä obra teórica de Marx e o marxismo. Resumen. El objetivo del trabajo es argumentar a favor de la tesis de que el enfoque normativo –por lo menos implícito- en la obra de Marx no es el de una teoría de la justicia, sino uno centrado en la auto-realización en tanto ideal de la vida buena, y a la vez aducir razones en contra de la pretensión de Norman Geras de que, aún si fuera así, el logro de éste en la sociedad comunista implica un principio de justicia distributiva. Se asume como premisa la lectura de que el Marxismo no puede ser entendido sólo como una teoría descriptivoexplicativa de la realidad social, en oposición a la valoración crítica y propositiva con respecto a la misma, a pesar de lo que parecen decir en contrario algunos de sus textos y la interpretación paradigmática de los mismos por mucho tiempo predominante. 2 El trabajo se propone argumentar, asumido que hay al menos implícita en Marx una perspectiva normativa, que el enfoque de la misma no es precisamente el de una teoría de la justicia, de acuerdo con los cánones de la filosofía moral y política contemporánea, sino uno articulado en torno a la auto-realización como ideal de la vida buena, y por otro lado aducir razones en contra de la pretensión de Norman Geras 1 de que, aún si fuera así, el logro de esta meta en la sociedad comunista implica un principio de justicia distributiva. La exposición adopta entonces como premisa no fundamentada, la lectura global de que la obra de Marx no puede ser entendida sólo como la elaboración de una teoría descriptivo-explicativa de la realidad social, en oposición a la valoración crítica y propositiva respecto a la misma, a pesar de lo que parecen decir en contrario algunos de sus textos y la interpretación paradigmática de los mismos por mucho tiempo predominante. Aunque tal propuesta quizás pueda no parecer significativa, en vista del fuerte compromiso con la acción política que el marxismo históricamente ha alentado, sí lo es en términos del análisis de sus fundamentos filosóficos, especialmente si se toman seriamente en cuenta algunas afirmaciones del propio Marx que avalarían una visión cientificista (casi positivista) del conocimiento y, a la vez, denostarían la filosofía como especulación idealista. De tal tópico, que es por derecho propio objeto de debate, sólo avanzamos algunas razones que contribuyen a sustentar el punto de vista implicado por la premisa antes supuesta. Aunque se reconoce que la noción de ciencia de Marx sea difícil de dilucidar, no sólo por lo poco que explícitamente dice, sino sobre todo porque si se procura reconstruirla a partir de lo que él dice que hacía, parece extraño atribuirle una concepción empirista acerca de la misma (a pesar de sus afirmaciones a favor del método empírico), ya que sus ideas sobre la ciencia no pueden entenderse omitiendo la decisiva influencia de Hegel, que dudosamente fuera de tal orientación. Por otra parte, de acuerdo con la historia de las ideas filosóficas, interpretar las reivindicaciones de Marx de una perspectiva realista, como un llamado a una ciencia social “libre de valores” o a “la neutralidad valorativa” (en sentido de Weber), implicaría el anacronismo de adjudicarle una visión que constituye una construcción neokantiana, siendo 1 “The Controversy about Marx and Justice”, New Left Review, 150, 1985, pp. 47-85. 3 además que con respecto a la perspectiva ética de Kant y a la herencia kantiana, Marx siempre manifestó sus discrepancias. No obstante, justo es reconocer que el principal desafío a la plausibilidad de la interpretación de su obra que se asume, lo constituye el contenido de relevantes textos de Marx en los que abiertamente rechaza toda actitud moralizante, así como su desinterés general hacia la filosofía moral. A modo de respuesta, y más allá de la perspectiva en contrario del “amoralismo” que otros textos del propio Marx evidencian, cabe señalar que si su teorización pretende constituir una enfática crítica del capitalismo, tiene que tener la capacidad de llegar a poner en cuestión los aspectos normativos de dicha sociedad. Así, se entiende que la misma no puede reducirse a un desenmascaramiento ideológico de la moral, que sólo se ocupa de mostrar el origen y función social de los principios de valor constitutivos de dicho orden social, sino que requiere una reflexión que necesariamente asuma que sólo es posible cuestionar su específica dimensión normativa, a la luz de otra perspectiva que en los mismos términos tematice de manera irreductible la validez de aquellos principios. 2 Únicamente de tal modo, puede la crítica adquirir la fuerza categórica de denunciar no sólo la irracionalidad de la sociedad como orden fáctico o del ser, sino también la de su pretensión de validez en tanto orden de deber ser –o en otros términos, no sólo dar cuenta de por qué la reproducción real está condenada, sino su derecho a reproducirse. 3 2 Cabe consignar que, lo que en última instancia atraviesa el conflicto de interpretaciones sobre el estatuto de las teorías de Marx, es la idea misma de racionalidad que se le atribuye en cada caso, ya que mientras la versión que fue filosófica (y políticamente) dominante obedece a una perspectiva reduccionista (en clave cientificista), la que aquí se propone implica reconocer precisamente la genuina dimensión valorativa que un proyecto social crítico tiene necesariamente que suponer. 3 Así, por ejemplo sería erróneo leer el pasaje de La ideología alemana: “Para nosotros, el comunismo no es un estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual. Las condiciones de este movimiento se desprenden de la premisa actualmente existente” , como la propuesta de eliminar “la dimensión del deber ser” del proceso histórico (cuando lo que trata –a nuestro juicio- es de rechazar la forma en que Kant lo concibe), que reduciría la vida social a una existencia y desarrollo puramente fácticos, objeto disponible sólo para las operaciones cognoscitivas de una ciencia positiva. Esa fue por décadas la forma de interpretación canónica del Materialismo histórico, el llamado “Socialismo científico”, objeto de crítica por parte de Albrecht Wellmer, para quien la ontologización objetivista del proceso social (de la que el propio Marx no habría sido ajeno), no constituye sino una paradójica tergiversación materialista de la dialéctica del Geist hegeliano, pero que al mantener las notas de necesidad e inteligibilidad atribuidas a tal proceso, tiene que suponer una forma velada de relato teleológico, que funciona 4 Vale la pena tener en cuenta, sin embargo, que atribuir a Marx un planteo éticonormativo, no significa afirmar que formuló una teoría, ni ser considerado un filósofo de la moral (como Aristóteles o Kant por ejemplo), lo que sería infundado ya que no escribió tratados sobre la moralidad, y cuando encontramos comentarios dispersos en sus obras, ellos aparecen entremezclados con sus análisis económicos y políticos de carácter histórico. Pero, tampoco se debiera confundir el tener una teoría moral, simplemente con la mera defensa de cierta propuesta moral, dado que para lo primero se requiere cierta visión articulada de juicios evaluativos, y un potencial de razones que los sustente, de modo tal que sea posible pensar en una construcción teórica por lo menos implícita, que sin dudas excede la actividad de predicar a favor de ciertos valores. Pero sobre todo, lo que nos interesa remarcar es que aún en esos momentos en los que Marx habla en lenguaje ético, no se plantea la fundamentación de un principio supremo de la moralidad dirigido a responder la pregunta de lo que se debe hacer, lo cual es relevante para dilucidar la cuestión planteada por el objetivo inicialmente propuesto, esto es, argumentar a favor de que el tipo de ética que Marx supondría, no corresponde al marco de una teoría de la justicia, sino al de una centrada en el concepto de la vida buena para el hombre. Tal problema continúa siendo extensamente debatido por intérpretes contemporáneos de la obra de Marx, y dada la imposibilidad de resumir siquiera los principales argumentos, la exposición se orientará por lo que se cree es una pregunta relevante a tener en cuenta; a saber, ¿cuál de los enfoques –de tipo deontológico o teleológico- de la ética resulta menos conflictivo con el cuerpo teórico del Materialismo histórico? Así, se piensa que un punto ineludible a considerar, es el de cuál de esas dos versiones de teoría ética enfrenta más dificultades para “resolver” la tensión que surge con respecto a la tesis marxista de la moralidad como elemento superestructural, y de lo cual como fundamento de justificación normativo-moral, pero ya inaprehensible para una pretendida descripción científica. 5 depende –según el caso- la conclusión deflacionaria de que se trata de una aparente paradoja o de hay que asumir la presencia de una verdadera contradicción. 4 Para plantear la cuestión, hay acuerdo en que uno de los párrafos relevantes es aquél de La guerra civil en Francia, en el que Marx se refiere a “(…) esa forma superior de vida hacia la que tiende irresistiblemente la sociedad actual (…)”5 , en la medida en que conduce inequívocamente a concluir que se trata de un juicio comparativo sobre el valor de formas sociales en el curso del desarrollo histórico. Y lo que la pregunta arriba enunciada pretende, es que para decidir según qué criterio –si de justicia o de realización de otro valor- ha de medirse dicha superioridad, se requiere determinar cuál estrategia de fundamentación normativa implicada en cada caso, tiene consecuencias menos inaceptables para la teoría de la historia de Marx. .Al respecto, es verdad que es posible enumerar una cantidad más o menos igual de citas de Marx a los efectos por ejemplo, de defender las tesis en contra o a favor de la justicia, y que se han elaborado –de modo especular- afinadas interpretaciones en uno u otro sentido, que incluyen razones no sólo para sustentar la lectura pretendida, sino también para relativizar la significación de los textos que evidencian la opuesta. Pero, entre los más contundentes párrafos que destacan la idea de que Marx no parece condenar como injusta, el contenido de la relación salarial bajo el capitalismo –cuya fuerza es reconocida incluso por quienes intentan minimizarla-, está el del El capital, libro III, en el que expresa que el contenido de las transacciones “(…) es justo cuando corresponde al modo de producción, cuando es adecuado a él, [y e]s injusto cuando se halla en contradicción con él (…)”. 6 O también el de las Notas marginales al “Tratado de economía política” de Adolph Wagner, donde Marx se defiende del economista vulgar que le “(…) atribuye falsamente (la idea de) que ‘el plusvalor producido sólo por los trabajadores le queda al empresario capitalista indebidamente’ [, cuando en realidad él dice] (…) exactamente lo contrario: que (…) el “plusvalor” corresponde al capitalista y no al trabajador”. 7 4 Cada conclusión es ejemplificada, entre otros, por Steven LuKes (Marxism and Morality, Clarendon Press, Oxford, 1985) y Norman Geras (“The Controversy about Marx and Justice”, en New Left Review, 150 (1985), pp. 47-85. 5 El subrayado es nuestro. Obras escogidas I, Moscú, 1955, p. 547. 6 Madrid, E.D.A.F., 1967, p. 746-47 7 México, S XXI, 1982, p. 65 6 Con un alcance más general aún, está el texto de Salario, precio y ganancia, que revela que “[l]o que se consideramos justo o equitativo [en una retribución] es irrelevante [pues e]l problema está en saber qué es lo necesario e inevitable dentro de un sistema de producción” 8 , que plantea con nitidez el carácter derivado y dependiente de la distribución con respecto a las relaciones de producción. Todo ello –se entiende- clausura de manera convincente el camino a la estrategia de plantear que hay en Marx algo así como una instancia trascendente, no histórica de justicia, desde la cual fuera posible juzgar críticamente las prácticas sociales reales, pues está fuera de toda duda razonable el rechazo de Marx a una concepción de corte iusnaturalista del orden correcto, por los gravosos compromisos metafísicos y epistemológicos para su perspectiva materialista histórica, que parece requerir cierta forma de evaluación contextual con respecto a dicho valor. Del reconocimiento entonces, de la imposibilidad de hablar de manera no relativista de la justicia, se tiene que admitir además que los propios principios que constituyen un orden justo sólo tienen sentido para una teorización juridicista o legalista de la sociedad, que Marx parece repudiar cuando se refiere –aunque brevemente- a la futura sociedad comunista. Para la línea argumental que se construye, se vuelve una premisa clave las muy citadas –pero no por eso, menos importantes- líneas de la Crítica del Programa de Gotha, las que leídas desde la perspectiva preconizada, permiten confirmar la conclusión de mayor alcance de que Marx niega relevancia al Derecho como fuente de valor ético en la segunda etapa de la sociedad superior. Nos referimos, por una parte, a su crítica de la idea de derecho igual usado como criterio de distribución, de acuerdo con el Principio de contribución 9 , ya que si bien representa un avance sobre el capitalismo, consagra “(…) un derecho desigual para trabajo desigual” 10 , dadas la diversidad de capacidades de trabajo de los individuos, así como el cúmulo de necesidades a satisfacer. 8 Obras Escogidas I, p. 442. Denominación al uso en la hermenéutica de los textos de Marx como referencia al principio que ha de regir en la primera fase de la sociedad comunista. 10 Crítica del Programa de Gotha, Moscú, Progreso, 1986, p. 17. 9 7 Por ello, es nuestra pretensión leer el paso siguiente del texto como ofreciendo un argumento general en contra de todo derecho o principio legal, en la medida en que “(…) sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual” 11 , -en este caso, el rasero del trabajo-, la que como tal, sólo puede formalmente contemplar a los individuos de manera unilateral –como trabajadores- y es intrínsecamente incapaz de tomar en cuenta las diferencias entre los individuos, relevantes precisamente para ser tales. Así, es posible inferir que Marx entiende que el segundo estadio del comunismo es una sociedad “más allá del derecho” y que la máxima que lo define –“¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!” 12 , está “más allá de la justicia”. Por tal razón, se propone concebir el llamado Principio13 de las necesidades como la anticipación que hace inteligible una verdadera novedad histórica, en la medida en que exige sin más haber superado las condiciones, que vuelven al derecho una instancia necesariamente constitutiva de la socialidad y atribuían a la justicia una irrenunciable función mediadora. De este modo, las circunstancias en cuestión configuran la perspectiva de la vida humana como una realidad conflictiva, que hace conceptualmente necesario el derecho, en tanto marco regulativo-coactivo, que el liberalismo ve como racionalmente justificado en la medida en que sirve de manera neutral a los intereses de todos, y que Hegel concibe como la esencia de la vida racional y ética, pero que para Marx es en realidad un instrumento de estabilización de las relaciones de producción (de las que surge). Brevemente, dichas “condiciones del Derecho” están constituidas por la escasez de bienes deseados y el egoísmo unido a la débil benevolencia humana 14 , a las que Rawls ha agregado los conflictos de intereses que resultan de las diferentes concepciones del bien, en tanto fuentes de aspiraciones encontradas y de demandas en competencia. Se estima que es claramente consistente con la evidencia suministrada por ciertos textos de Marx, afirmar que éste, a diferencia de los mencionados teóricos del liberalismo, rechaza considerar a esos factores como irrebasables y a la justicia como la imprescindible virtud “remedial”, capaz de establecer el arreglo para la equitativa asignación de beneficios 11 Op. cit., p. 18. Ibidem., p. 18. 13 Esta forma de hablar no debe llevar a confundirlo con un precepto de tipo legal. 14 De acuerdo con la filosofía política de Hume y Kant. 12 8 y cargas sociales, que contemple la salvaguarda de los legítimos derechos, y además, que no es irrazonable atribuirle la tesis radical de que tanto el problema –las “condiciones”como su solución –la justicia-, son históricamente determinadas y por ello, abolibles. No obstante, justo es reconocer que la lectura propuesta sobre este punto, debe hacerse cargo, del argumento de Norman Geras 15 acerca de que, aún admitiendo que otros valores que el de la justicia puedan hacer inteligible la fuerza normativa de la crítica de Marx al capitalismo, ellos necesariamente no escapan al marco conceptual de una teoría la justicia distributiva. Por una parte, cabe acotar que dicho argumento no es novedoso en cuanto distintos intérpretes ya han defendido la idea de que Marx denuncia los horrores del capitalismo en nombre de valores como la libertad y la auto-realización 16 , --aparte de hacerlo en términos de justicia-, e incluso más, han señalado que la contundencia crítica de las razones basadas ellos, tiene de acuerdo con el propósito de aquél, un mayor alcance desde el punto de vista ético. Lo cierto es que un planteo tal tiene que asumir la dificultad de cómo reconstruir una visión integrada de las dos perspectivas normativas, que evite la idea de la mera yuxtaposición de ambas 17 , y es precisamente por eso que la interpretación de Geras cobra interés de por sí, en la medida en que propone articular auto-realización y justicia. En particular, lo destacable es la forma específica de conexión que plantea, porque si bien ya Elster, al subrayar el lugar que en Marx tiene el ideal de auto-realización, señala la dificultad de que cada individuo se realice de la forma más completa posible aún en la futura sociedad comunista, pero sin hacer hincapié en el aspecto de justicia implicado, sino más bien en el de la disponibilidad de recursos. 18 Por el contrario, el argumento de Geras se propone mostrar que “[h]is critique [de Marx] in the light of freedom and self-actualization (…) is itself in part a critique in the 15 16 “The Controversy about Marx and Justice”. Mientras que George Brenkert y Steven Lukes reivindican la apelación a la libertad (o emancipación), Jon Elster, Allen Wood lo hacen con la autorealización. 17 Steven Lukes, entre otros, llega a hablar de un sesgo kantiano en la preocupación de Marx por la injusticia de la explotación y de otro perfeccionista en su crítica a la alienación, como líneas argumentales parelelas. Cfr. Op. Cit, p. 87. 18 “(…) when we turn to communism, issues of distribution also arise if we admit that self-realization may be a scarce good, because it may require scarce material goods”, Making Sense of Marx, pp. 51-2. 9 light of a conception of distributive justice (…)” 19 en sentido amplio, y declara con acierto su sorpresa de que pocos intérpretes de la obra de Marx lo hayan subrayado. Ahora bien, es precisamente en contra del contenido de tal conclusión que –en lo que resta- se aducirán ciertas razones, las que no se circunscriben sólo a la evidencia aportada por los textos del propio Marx. Así, en primer lugar, se debe tener presente que el contexto de discusión al que pertenece el tópico de la auto-realización individual, está conceptualmente ligado al supuesto de Marx sobre la necesaria abundancia material que requiere. Y si bien es verdad que la misma idea de abundancia no es inequívoca en la exposición de Marx y que hay razonables dudas con respecto a su posible consecución en el futuro avizorado 20 , también lo es que, sólo bajo la condición de posibilidad que ella establece –no obstante lo utópico que sea su logro- es posible entender la deseabilidad moral que el autodesarrollo de los hombres tenía para Marx, y sobre todo, que tal ideal sea un asunto que trasciende toda preocupación por la justa distribución. En segundo término, cuando el argumento de Geras refiere al aspecto distributivo que supone la auto-realización de todos y cada uno 21 , a diferencia del aspecto meramente agregativo según el modo utilitarista de concebir el bien, o también cuando observa que la efectiva realización de aquélla puede exigir una asignación despareja de las ventajas en sentido amplio, parece estar haciendo uso de la distinción, manejada en la filosofía política contemporánea, entre la esfera de los medios y la de los logros (o resultados), aunque su argumento sobre la “omnipresencia” de la justicia terminaría por asimilarlas. Pues, si se mantuviera, sería comprensible que mientras es absolutamente necesario apelar a un procedimiento de justicia para la provisión de los medios o recursos para el bien-estar, no lo sea en cambio, para lo que el principio comunista de las necesidades ambiciosamente –es verdad- anuncia, esto es, la realización de cada individuo, en un registro que va más allá del marco acotado de las reglas de justicia. Finalmente, otra cuestión que vale la pena señalar en contra de Geras, es que, sin caer en dicotomías, el valor de auto-realización por un lado, y los de justicia y/o derechos 19 Cfr. Op. cit., p. 58. Refiero por ejemplo al argumento de Gerald Cohen,” Introduction: history, ethics and Marxism”, en Self.Ownership, Freedom and Equality, p. 9. 21 El llamado Individualismo ético. 20 10 por otro, constituyen el núcleo conceptual fuerte que define el marco categorial de las teorías éticas de corte teleológico y deontológico respectivamente, y que normativamente se traducen de una parte, en el compromiso maximalista de realización del individuo lo más plenamente posible, y de otra, en la exigencia más bien minimalista, aunque absoluta, de promover ciertos intereses. En general, es claro que el ideal de auto-realización no le era ajeno al Marx hombre, quien en una carta a su padre expresa su convicción de que “(…) la gran preocupación que debe guiarnos al elegir una profesión debe ser la de servir (…) a nuestra propia perfección” 22 , pero sobre todo fue una idea consustancial a sus textos más hegelianos en los que expone su versión de la teoría de la alienación (más allá de las vicisitudes del debate contemporáneo sobre la continuidad entre esas obras y las de madurez). Y, es en ese contexto que se vuelve atinente suponer que el trasfondo filosófico requerido por una teoría tal, viene dado por una concepción de sesgo normativo sobre la naturaleza humana, la que, a pesar de las airadas protestas que despertaría en Marx, constituye –a nuestro juicio- el verdadero compromiso cuyo significado reprimido siempre retorna en los juicios de valor (críticos o de propuesta) formulados por los marxistas. En esos términos, las acusaciones en contra de la existencia que el capitalismo impone, en particular a los trabajadores, de falta de libertad y de dignidad, así como de pérdida de todo lazo comunitario, sólo tienen sentido a la luz de la proposición de una verdadera vida buena para el hombre, cuyo contenido global ha sido reconstruido como el logro una vida de realización de las capacidades y de satisfacción de las necesidades característicamente humanas, a través de una actividad creativa y cooperativa. No es casual que así interpreten a Marx, filósofos con perspectivas teóricas tan disímiles como Richard Rorty y Thomas Hurka 23 , aunque por supuesto disienten en la valoración del compromiso esencialista subyacente, pues mientras lo que el primero ve como la más seria amenaza a su plausibilidad, el segundo lo considera como condición de su inteligibilidad. 22 “Reflexiones de un joven al elegir profesión”, en Carlos Marx, Escritos de Juventud, México, FCE, 1987, p. 4. 23 En Contingencia, ironía y solidaridad, Barcelona, Paidós, 1991 y Perfectionism, New York, Oxford University Press, 1993, respectivamente. 11 Empero, según nuestra argumentación, ni una ni otra constituye la estrategia de fundamentación más prometedora para congeniar con el marco teórico del materialismo histórico, y menos aun, para ofrecer una visión de la vida buena, a la vez filosóficamente razonable y con alcance universalista. Por otra parte, puede contribuir a clarificar la situación dilemática a que se enfrenta el marxismo como proyecto normativo, la referencia a la discusión que se está procesando en el contexto de la filosofía política (fundamentalmente anglosajona), entre liberalismo y comunitarismo, el núcleo de la cual tiene que ver precisamente con el desacuerdo fundamental acerca de la prioridad concedida a la justicia o al bien común – respectivamente- como valor fundamental, capaz de articular la convivencia social. Y sobre todo permite sopesar los costos que cada posición se ve llevada a asumir, al verificarse que, mientras el liberalismo, por acentuar los contenidos más universalizables, tiene que acotar su mira a la calidad de instituciones sociales y desentenderse de la vida buena como mero asunto privado, por su lado, el comunitarismo al reivindicar la preeminencia de una visión densa del florecimiento humano, en un contexto histórico de “politeísmo” de proyectos vitales y de escepticismo filosófico sobre la posibilidad de fundamentación última de uno de ellos, tiene que refugiarse en los particularismos asentados en contingentes configuraciones socioculturales como instancia de validación normativa. En suma, es posible afirmar que el singular atractivo de la intención filosófica de Marx –y del marxismo- radica en superponerse y al mismo tiempo, distanciarse de ambas posturas, en tanto tiene fundadas razones para suscribir al rechazo del universalismo abstracto de la justicia, propio del individualismo capitalista moderno, así como para condenar las visiones provincianas del bien, basadas en asfixiantes unidades de comunidades excluyentes. Bibliografía. Brenkert, George (1983), Marx’s Ethics of Freedom, Londres, Routledge and Kegan Paul. Buchanan, Allen (1987), “Marx, Morality, and History: An Assessment of Recent Analytical Work on Marx, Ethics, 98, pp. 104-136. 12 Cohen, Gerald (1995), “Introduction: history, ethics and Marxism”, en Self-Ownership, Freedom and Equality, Cambridge University Press, pp. 1-18. Cohen, M., Nagel, T. and Scanlon, T. (eds.) (1980), Marx, Justice, and History: A Philosophy and Public Affairs Reader, Princeton, Princeton University Press. 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