Jean-Victor LOUIS EL ORDENAMIENTO JURÍDICO COMUNITARIO 4.a edición corregida y actualizada ■ ■ I Π r> > ■ i M II M Il K^- « Ι Λ' :' W M W W M « , « « · ML COMISIÓN DE LAS COM UNIDADES EUROPEAS PERSPECTIVAS EUROPEAS COMISIÓN DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS El ordenamiento jurídico comunitario por Jean-Victor LOUIS Catedrático de la Universidad Libre de Bruselas Presidente del Instituto de Estudios Europeos 4.a edición corregida y actualizada COLECCIÓN «PERSPECTIVAS EUROPEAS» BRUSELAS Esta obra ha sido elaborada por una personalidad independiente. Su objeto es contribuir al debate público sobre el ordenamiento jurídico comunitario. No refleja necesariamente la opinión de las Comunidades Europeas. Al final de la obra figura una ficha bibliográfica. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas, 1991 ISBN 92-826-2554-0 N° de catálogo: CM-59-90-508-ES-C © CECA-CEE-CEEA, Bruselas · Luxemburgo, 1991 Primed in Belgium Advertencia La nueva edición de la presente obra incluye ciertas precisiones sobre temas doctrinales y de actualidad, especialmente los relacionados con la reflexión institucional, además de las indispensables actualizaciones que la ampliación de las Comunidades y la evolución de las jurisprudencias del Tribunal de Justicia y de las jurisdicciones nacionales exigen. Se ha hecho referencia, asimismo, a las soluciones adoptadas en el proyecto de Tratado del Parlamento Europeo para instituir la Unión Europea, en los lugares en que nos ha parecido que esclarecen la exposición de la materia. El Acta Única Europea, firmada en Luxemburgo el 17 de febrero y en La Haya el 28 de febrero de 1986, cuya entrada en vigor data del 1 de julio de 1987, ha sido tomada en consideración en la medida en que sus disposiciones atañen al ordenamiento jurídico comunitario. Teniendo en cuenta que la colección «Perspectivas Europeas» se ha enriquecido con varias obras que completan la reflexión consagrada al ordenamiento jurídico comunitario, las hemos citado con frecuencia para incitar al lector a hacer uso de ellas. También hemos acrecentado el número de referencias doctrinales. Esperamos, así, aportar alguna ayuda a quienes el presente estudio sirve de instrumento de trabajo. Con el mismo fin hemos conservado la misma numeración de los apartados que en las ediciones anteriores. Jean-Victor LOUIS Indice de materias INTRODUCCIÓN 7 Capítulo I: CARACTERÍSTICAS ESPECÍFICAS 11 Sección Sección Sección Sección Sección 11 23 45 51 1. 2. 3. 4. 5. Atribución de competencias Un sistema institucionalizado de creación de normas Una Comunidad de Derecho Métodos de interpretación Flexibilidad y rigor en la adaptación de la Constitución comunitaria Sección 6. Personalidad jurídica internacional 57 64 Capítulo II: LAS FUENTES DEL DERECHO COMUNITARIO 75 Sección 1. Los Tratados como Constitución comunitaria a) Ámbito de aplicación en el tiempo b) Ámbito de aplicación en el espacio c) Constitución y Tratado marco 75 76 76 78 Sección 2. El Derecho derivado a) Modalidades de subordinación a los Tratados 1.a Regla de la competencia de atribución 2.a Subordinación material al Tratado b) Los actos «típicos» 1.° El Tratado CECA: decisiones y recomendaciones individuales y generales 2.° Actos a que se refiere el artículo 189 del Tratado CEE c) Los actos sin denominación propia l.° Actos internos 2.° Actos «sui generis» 81 81 81 82 83 Sección 3. El Derecho internacional a) El Derecho internacional general b) Los acuerdos internacionales 1.a Acuerdos celebrados por los Estados miembros 2.° Acuerdos celebrados por la Comunidad 94 94 95 95 99 83 84 92 92 93 Sección 4. Los principios generales del Derecho y el respeto de los derechos humanos 100 Capítulo III: RELACIONES CON EL DERECHO NACIONAL 111 Sección 1. Ejecto directo a) Las disposiciones con efecto directo 1.° El Tratado 2." Los reglamentos 3." Las decisiones dirigidas a los Estados miembros y las directivas 4." Los acuerdos internacionales concluidos por la Comunidad 111 114 114 123 125 132 b) Caso de la norma nacional contraria a una norma de efecto directo c) Los límites del efecto directo d) Conclusión sobre ei efecto directo 136 137 140 índice de materias Sección 2. La primacía a) Constitución y Derecho comunitario b) Derecho comunitario y ley posterior c) Conclusión sobre la primacía 141 145 156 164 Sección 3. La aplicación del Derecho comunitario a) Administración directa o centralizada b) Colaboración de los Estados miembros 165 168 173 CONCLUSIÓN 189 NOTA FINAL 197 Bibliografia 207 Lista de revistas especializadas 213 Índice 215 Introducción 1. La declaración pronunciada el 9 de mayo de 1950 por el ministro francés de Asuntos Exteriores, Robert Schuman, marcó un viraje decisivo en la construcción europea. La realidad institucional de las Comunidades Europeas tiene su origen en esta iniciativa histórica. Al señalar que «Europa no se hará de una vez, ni en una contrucción global, sino mediante realizaciones concretas, creando ante todo una solidaridad de hecho», la declaración Schuman definía una estrategia funcionalista, que ha prevalecido sobre la denominada concepción «constitucionalista», que a su vez preconizaba la construcción sin demora de una organización política de tipo federal en Europa. El Tratado de París de 18 de abril de 1951 creó la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) y los Tratados de Roma de 25 de marzo de 1957 crearon la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (también denominada «Euratom»). 2. Desde el 1 de enero de 1958, fecha de entrada en vigor de estos Tratados, existen tres Comunidades distintas fundadas en textos constitutivos propios. Pero las tres Comunidades fueron creadas con vistas a alcanzar los mismos objetivos fundamentales: la construcción de una «Europa organizada», «una unión cada vez más estrecha entre los pueblos» que la componen y un «esfuerzo común» para lograr el «bienestar de estos mismos pueblos». Al servicio de estos objetivos fundamentales se emplea una misma técnica: la de integración, es decir, la creación de un poder real para ejercer las competencias confiadas a las instituciones de la Comunidad. Las tres Comunidades tienen la misma estructura institucional desde la entrada en vigor, el 1 de julio de 1967, del Tratado denominado de fusión de los ejecutivos, firmado en Bruselas el 8 de abril de 1965. La Asamblea (Parlamento Europeo) y el Tribunal han sido, desde un principio, comunes a las tres Comunidades, en virtud del convenio firmado en Roma al mismo tiempo que los Tratados constituvios de la CEE y Euratom. Así, las tres Comunidades se hallan en «estado de unión orgánica». ' El Tratado CEE, que tiene por objeto la integración general de las economías y no, como los otros dos, la integración de sectores determinados, establece expresamente que sus disposiciones «no modificarán las del Tratado CECA» y que «no afectarán a las estipulaciones del Tratado CEEA» (artículo 232). En realidad, existen diferencias 1 Véase Groux, J., y Manin, Ph.: Las Comunidades Europeas en el orden internacional, «Perspectivas Europeas», 1985, p. 9, nota 1. Introducción entre los tres Tratados, tanto en lo que respecta a los poderes de las instituciones como a la organización de los recursos jurisdiccionales, por ejemplo. Estas diferencias reflejan la voluntad de los autores de los diversos Tratados y el contexto histórico en el que se celebraron. ' No obstante, debido a la unidad fundamental que subyace a las tres Comunidades, es indispensable interpretar cada uno de los Tratados en función de los otros dos.2 Además, el ejercicio por parte de la CEE de algunas de sus atribuciones en materia de políticas comunes (transportes, política comercial y energía, por ejemplo) puede dejar sin objeto las limitaciones inherentes a las competencias de las instituciones de la comunidad sectorial. Así, por ejemplo, la reserva de competencia a favor de los Estados en materia de política comercial, es decir, de intercambios exteriores, en el sector del carbón y del acero (párrafo 1 del artículo 71 del Tratado CECA) sólo tenía razón de ser en función del campo de aplicación limitado del Tratado. La norma se basaba en la necesidad de confiar a una misma autoridad el conjunto de responsabilidades en materia de política comercial. Cabe preguntarse si esta justificación, que jugaba anteriormente en favor de la competencia global de los Estados en este sector, puede conducir hoy a rechazar la reserva en favor de los Estados miembros contenida en el artículo 71 del Tratado CECA. De hecho, desde el 1 de enero de 1970, la Comunidad, en virtud del artículo 113 del Tratado CEE, ejerce una competencia exclusiva en este sector. No parece justificado aislar dos productos (carbón y acero) en las negociaciones con los terceros Estados y someterlos a procedimientos distintos.3 Los pilares del ordenamiento jurídico comunitario, que son la primacía y la aplicabilidad directa, sostienen el conjunto del edificio, independientemente del Tratado de que derive una norma determinada. 3. El 16 de febrero de 1978, sobre la base de un informe de su comisión política, el Parlamento Europeo adoptó una «resolución sobre una denominación única para la Comunidad».4 El preámbulo de esta resolución invoca «la interdependencia de los tres Tratados comunitarios» y «el hecho de que, en la vida cotidiana, los ciudadanos de los Estados miembros consideran las tres Comunidades Europeas 1 2 3 4 Sentencia de 14 de febrero de 1962, asuntos acumulados 16 y 17/62, Confédération national des producteurs de fruits et légumes y otros/Consejo de la CEE, Ree. 1962, p. 917. Sentencia de 13 de junio de 1958, asunto 9/56, Meroni/H. Autorité, Ree. 1958, p. 27. El Tribunal no va tan lejos en su dictamen 1/75 de 11 de noviembre de 1975, Ree. 1975, pp. 1 355 a 1 365. DO C63 de 13.3.1978, p. 36. Introducción en su conjunto». Según el apartado 1 de la resolución, el Parlamento «estima que el término "Comunidad Europea" es apropiado para designar el conjunto de las instituciones creadas de conformidad con los Tratados constitutivos de las tres Comunidades Europeas, así como la agrupación formada por los Estados miembros». El Parlamento propone utilizar esta denominación en sus propios documentos «en la medida en que sea posible y deseable» (apartado 2) y «recomienda a las demás instituciones y a los Estados miembros que sigan esta práctica» (apartado 3). Tal como indica el ponente, Sr. Patijn, al presentar el proyecto de resolución, ésta se propone el objectivo práctico de una mayor claridad de cara al público. También señala que, en cambio, «desde el punto de vista jurídico, estamos plenamente justificados para decir que no ha habido fusión de los Tratados, que las tres Comunidades no se han fusionado en una sola Comunidad». ' El carácter jurídico de esta publicación nos obliga a no perder de vista la realidad de la existencia de tres Tratados y tres Comunidades, incluso cuando, para facilitar la exposición, se recurra a la expresión «la Comunidad Europea».2 Para superar la fase de coexistencia de las tres Comunidades, es necesario un cambio cualitativo, y esto es lo que pretendía realizar el proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea, aprobado por el Parlamento Europeo el 14 de febrero de 1984 y concebido para «integrar todas las realizaciones de la Comunidad y de las demás estructuras paracomunitarias, desarrollándolas seguidamente según los métodos propios de la Unión». Este proyecto se basaba en el principio de mantenimiento del acervo comunitario en las condiciones previstas en el artículo 7. Uno de los elementos más importantes de este acervo reside en las características del ordenamiento jurídico comunitario que la presente obra se propone describir. 1 2 Parlamento Europeo, Debates, 15 de febrero de 1978, p. 217. Dada la importancia de las disposiciones institucionales de los Tratados de Roma, en adelante nos referiremos, salvo indicación expresa, al Tratado constitutivo de la CEE. Capítulo I: Características esp ecíficas 4. El sistema jurídico comunitario se caracteriza por ser un ordena­ miento jurídico, es decir, un «conjunto organizado y estructurado de normas jurídicas que posee sus propias fuentes, está dotado de órganos y procedimientos adecuados para emitirlas e interpretarlas, a la vez que para confirmar y sancionar, llegado el caso, las violacio­ nes». l En este capítulo se describen las características esenciales que confie­ ren al sistema jurídico comunitario su calidad de ordenamiento jurídico «en lo que tiene de jerarquizado y autónomo a la vez» 2 y su especificidad. Algunas de estas características, que son consideradas, con razón, como los pilares de este ordenamiento jurídico, se analizan detenidamente en el capítulo III. Se trata del efecto directo y de la primacía. Sección 1. Atribución de competencias 5. El fenómeno esencial de la atribución de competencias a las instituciones de la Comunidad, de la limitación correlativa de poderes y, por consiguiente, de la limitación de soberanía que ello supone para los Estados miembros, ha sido puesto de relieve por el Tribunal de Justicia y por las jurisdicciones nacionales en una serie de sentencias que deben citarse por su importancia fundamental. Concretamente, cabe recordar la enérgica postura del Tribunal en su sentencia en el caso Costa/ENEL, de 15 de julio de 1964,3 cuya influencia en las jurisdicciones supremas nacionales ha sido considera­ ble: «Considerando que, a diferencia de los Tratados internacionales ordina­ rios, el Tratado CEE ha creado un ordenamiento jurídico propio, que ha quedado integrado en el sistema jurídico de los Estados miembros a partir de la entrada en vigor del Tratado, y que se impone a sus jurisdicciones; »que, en efecto, al crearse una Comunidad de duración ilimitada, dotada de instituciones propias, de personalidad, de capacidad jurídica, de capacidad de representación internacional y, mas concretamente, de poderes efectivos que emanan de una limitación de competencia o de una 1 2 3 Isaac, G.: Manual de Derecho comunitario general, Ariel, Barcelona, 1985, p. 111. Vallée, Ch.: Le droit des Communautés européennes, «Que sais­je?», n° 2067. PUF, París, 1983, p. 90. Dagtoglou, P.D.: «Naturaleza jurídica de la Comunidad Europea» en Treinta años de Derecho Comunitario, «Perspectivas europeas», 1984, pp. 42 y 43. Ree. 1964, pp. 1158 y 1159. ΛΛ del T.: la traducción de esta sentencia y de todas las sentencias anteriores a 1986 es provisional, a la espera de la traducción oficial, en curso de preparación por el Tribunal de J usticia. 12 Características especificas transferencia de atribuciones de los Estados a la Comunidad, estos últimos han limitado, aunque en esferas delimitadas, sus derechos soberanos y creado, de esta forma, un derecho aplicable tanto a sus nacionales como a ellos mismos.» Con esta sentencia, el Tribunal reanuda el camino trazado en sus orígenes por el movimiento de unificación europea de la postguerra. Así, el congreso de La Haya, que se celebró del 7 al 10 de mayo de 1948, declaraba ya, en su resolución política, que «ha llegado la hora de que las naciones de Europa transfieran algunos de sus derechos soberanos, para ejercerlos en adelante conjuntamente con vistas a la coordinación y al desarrollo de sus recursos». En vano se opondrá la noción de «transferencia de derechos soberanos» que utilizaban los congresistas de La Haya, a la de «limitación» de estos derechos en materias que son objeto de transferencia de atribuciones. El carácter artificial de esta distinción aparece claramente en el siguiente párrafo de la jurisprudencia posterior: «[...] los Estados han [...] conferido a las instituciones comunitarias el poder de adoptar medidas de exacción tales como las que son objeto del reglamento n" 22, sometiendo así sus derechos soberanos a la limitación correspondiente; »que en la medida en que, mas concretamente, se trata de elementos de soberanía fiscal, tal consecuencia correspondería perfectamente al sistema del Tratado». ' Se ha conferido a la Comunidad un poder fiscal sobre la importación de productos agrícolas, de forma que dicho poder ya no está en manos de los Estados miembros. La preferencia por la idea de «atribución» frente a la de «transferencia» se justifica porque las competencias comunitarias no son necesariamente la copia exacta de las competencias nacionales. Tal es el caso, especialmente, en materia de política agrícola, donde ciertos mercados no habían sido objeto de ninguna organización nacional y las competencias comunitarias se ejercían, a veces, en un terreno virgen. Además, en la jurisprudencia posterior aparece la expresión «la atribución a la Comunidad, por parte de los Estados miembros, de los derechos y facultades correspondientes a las disposiciones del Tratado», 2 en lugar de la referencia a la «transferencia de atribuciones» que figuraba en la jurisprudencia anterior. Este matiz en la termino1 2 Sentencia de 13 de diciembre de 1967, asunto 17/67, Neumann, Ree. 1967, p. 589. Sentencia de 13 de julio de 1972, asunto 48/71, Comisión/Italia, Ree. 1972, p. 535. Atribución de competencias 13 logia no puede interpretarse, en ningún caso, como un juicio de valor sobre la mayor o menor importancia de la dejación de poderes por parte de los Estados. Esta renuncia es definitiva mientras exista la Comunidad y mientras no se revise en buena y debida forma su Tratado constitutivo. ' 6. El Tribunal no se refiere a la noción tradicional y abstracta de la soberanía como cualidad casi metafísica, indivisible e inalienable, tal como la teoría del Estado la ha desarrollado desde Bodin a Hegel, pasando por Hobbes y tantos otros, y que parecía inherente a la noción de Estado moderno del siglo XIX. Con la resolución política del congreso de La Haya surgió un nuevo concepto de soberanía, que corresponde a la idea de divisibilidad de la misma. Ciertamente, no se trata de un concepto cuantitativo que asimile la soberanía a un territorio cuyas partes se pueden ceder. Se trata más bien de determinar, en función de la atribución de competencias a la Comunidad y del ejercicio que ésta hace de las mismas, quién, el Estado o la Comunidad, domina en cada caso concreto, sin que se excluyan, según los casos, las acciones conjuntas ni la realización por el Estado de tareas subordinadas. La idea de soberanía divisible es perfectamente adecuada para describir el funcionamiento de un mecanismo de integración, ya sea para referirse al «reajuste» de las soberanías, ya a la «fusión» de las mismas o al «ejercicio común» que dicho mecanismo supone. A Pierre Pescatore se le debe el haber intentado reorientar el debate sobre este tema,2 que todavía suele considerarse como un tabú, dada su utilización para fines políticos. Nada hay que objetar a la utilización de la noción de soberanía y de atribución o transferencia de derechos soberanos, contenida en el célebre pasaje de la sentencia del Tribunal Permanente de Justicia Internacional en el asunto Wimbledon, en el que el Tribunal se niega «a ver en la conclusión de un tratado cualquiera por el que un Estado se compromete a hacer, o a no hacer, cualquier cosa, un abandono de su soberanía», ya que «la facultad de contraer obligaciones internacionales es precisamente uno de los atributos de la soberanía del Estado».3 Esta concepción, que refleja una situación en la que la celebración de acuerdos internacionales era un fenómeno episódico consistente en 1 2 3 Véase el apartado 38. Le droit de l'intégration, Leyde, 1972, especialmente pp. 32 y ss., y «L'apport du droit communautaire au droit international public», Cahiers de droit européen, 1970, pp. 501 y ss., especialmente pp. 502 a 507. Véase Vallée, Ch., op. cit., p. 52. 14 Características especificas obligaciones específicas de hacer o no hacer —como fundamentalmente sigue siendo el caso de la mayoría de los acuerdos—, no puede tener en cuenta la atribución por los Estados a instituciones internacionales de poderes legislativos, ejecutivos y judiciales, ciertamente limitados, pero que se ejercen en sectores cruciales para la vida política, económica y social del Estado. El problema está mal planteado por la doctrina que se basa en la sentencia Wimbledon. El ejercicio de esas competencias en el seno de instituciones comunes no se traduce en términos de «pérdida» de soberanía del Estado. Por el contrario, su participación en el poder de decisión dentro de la organización le ofrece la posibilidad de ejercer responsabilidades que, a escala nacional, se habían convertido en puramente formales para Estados que han pasado a ser interdependientes. ' Al compartir con el Estado la obligación de satisfacer las necesidades esenciales de la colectividad, la organización a la que se atribuyen tales poderes debe hacerlos efectivos en la medida necesaria para alcanzar los objetivos fijados, ya que el fortalecimiento de normas comunes y de la solidaridad que éstas engendran provoca necesariamente la ampliación de los poderes conferidos. En este ámbito, la idea de «compartir» o de «ejercicio conjunto» de la soberanía responde adecuadamente a la realidad. En los demás sectores, los Estados seguirán siendo soberanos, pero ejercerán sus competencias respetando las atribuciones conferidas a la Comunidad. El Estado, en su territorio, ha dejado de ejercer por sí mismo la plenitud de competencias. El hecho de que algunos Estados miembros estén en condiciones de evitar las obligaciones comunitarias 2 —e incluso de retirarse de la Comunidad— no puede invocarse para apoyar el mantenimiento a su favor de una soberanía intacta. El hecho de que la Comunidad no pueda oponerse a este tipo de actuación, que podría llegar a ser la causa de su desintegración, no puede legitimarse de manera alguna afirmando la imposibilidad «lógica» de que los Estados confieran derechos soberanos a una organización internacional. Sencillamente, la Comunidad no dispone del conjunto de instrumentos que, en principio, permiten al Estado imponer su voluntad en su territorio. 3 1 2 3 Sobre la noción de soberanía, véanse los comentarios de Temple, J.: «The Draft Treaty establishing de European Union on the Members States: Irleand», en Bicber, R., Jacqué, J.P., Weiler, Joseph H.H.: An ever closer Union, «Perspectivas Europeas», Bruselas 1985, pp. 246 y 247. Bernhardt, R.: «Las fuentes del Derecho comunitario: la "constitución" de la Comunidad» en Treinta años de Derecho comunitario, op. cit., p. 80. Véase la sección 3 del presente capítulo. Atribución de competencias 15 Tampoco se puede explicar la «debilidad» congénita de la Comunidad distinguiendo entre la esencia de la soberanía, que conservaría el Estado, y su ejercicio, que pasaría a la Comunidad. Según la teoría clásica es la nación, y no el Estado, quien posee la soberanía, y el «ejercicio de los poderes» se «concede libremente a organismos nacionales o internacionales». ' No obstante, al plantear así el problema no se hace más que eludirlo y, a priori, tal concepción no es más favorable a la apertura del Estado respecto del proceso de integración. La idea, planteada como un postulado, de la subsistencia teórica de una nación, supuestamente omnipotente, como fuente de toda norma jurídica aplicable en el territorio, ignora la exigencia de solidaridad inherente al ordenamiento jurídico comunitario y encubre bajo un ideal de respetabilidad democrática pretensiones nacionales e incluso nacionalistas. Refuerza también los razonamientos en que se basa la invocación del «interés vital» para obstaculizar la adopción de decisiones comunes, ignorando la necesidad de apreciar globalmente las ventajas e inconvenientes de la participación en la obra de integración. No podemos proseguir aquí la reflexión sobre este problema esencial. No obstante, esperamos haber aportado algunos elementos «al debate público sobre el ordenamiento jurídico comunitaro», objetivo de los trabajos publicados en la presente colección. En una sentencia del Tribunal de Justicia 2 se hace referencia al fenómeno de «dejación» que implica la atribución de competencias a la Comunidad. El asunto se refería al capítulo del Tratado Euratom relativo al abastecimiento. Este capítulo debía revisarse en un cierto plazo. ¿Había que concluir que, debido a la no actuación al respecto de las instituciones, se tenían que devolver a los Estados miembros las competencias en la materia atribuidas a la Comunidad? El Tribunal desestimó tal pretensión del Estado demandado y volvió a expresar ciertas consideraciones ya formuladas en su sentencia Costa, añadiendo lo siguiente: «[...] que, en consecuencia, un desposeimiento de las atribuciones así conferidas y el retorno de las materias objeto de las mismas al ámbito de competencia exclusiva de los Estados miembros, no podrían producirse sino en virtud de una disposición expresa del Tratado.» Véase el dictamen del Consejo de Estado de Luxemburgo, de 10 de abril de 1956, citado por Hoscheit, J.M.: «The Grand Duchy of Luxemburg and the Draft Treaty establishing the European Union» en An ever closer Union, op. cit., p. 269. Sentencia de 14 de diciembre de 1971, asunto 7/71. Comisión/Francia, Ree. 1971, pp. 1 003 y ss. 16 Características específicas También hay que mencionar a este respecto la sentencia de 5 de mayo de 1981, dictada en un asunto en que la Comisión actuaba contra el Reino Unido. ' El artículo 102 del Acta de adhesión de 1972 fija un plazo transitorio —que expiraba el 1 de enero de 1979—,2 transcurrido el cual la competencia de adoptar medidas de conservación de los recursos marinos corresponde exclusivamente a la Comunidad, con arreglo a la jurisprudencia del Tribunal.3 A falta de reglamentos adoptados por el Consejo, el Reino Unido promulgó medidas de conservación sin obtener previamente la autorización de la Comisión. El Tribunal señala «en primer lugar, que como la transferencia de competencia en la materia es total y definitiva a favor de la Comunidad, dicha carencia [del Consejo] no ha podido, en ningún caso, restituir a los Estados miembros la competencia y la libertad de obrar unilateralmente en este ámbito».4 El Tribunal pone de relieve más adelante que «al tratarse de un sector reservado a la competencia de la Comunidad en el que los Estados miembros no pueden actuar de aquí en adelante más que como gestores del interés común, en ausencia de una acción apropiada del Consejo un Estado miembro únicamente podría poner en vigor las medidas provisionales de conservación eventualmente requeridas por la situación en el marco de una colaboración con la Comisión [...]», y que el Estado tiene «el deber de no adoptar medidas de conservación nacionales contrarias a las objeciones, reservas o condiciones que la Comisión pudiera formular».5 El Tribunal se propone, pues, por medio de una solución conforme «a los principios de estructura que están en la base misma de la Comunidad»6 evitar la «renacionalización», en razón de la inactividad del Consejo, de materias atribuidas a la competencia comunitaria. Refiriéndose a estos mismos principios, la Comisión puso en vigor en 1985 los precios de cereales que previamente había propuesto al Consejo, puesto que, en razón de la oposición de un Estado miembro, había sido imposible llegar a una decisión sobre este punto en el seno del Consejo. ' Sentencia de 5 de mayo de 1981, asunto 804/79, Ree. 1981, pp. 1 045 y ss. Sentencia de 3 de julio de 1979, asuntos acumulados 185 a 204/78, Van Dam y otros, Ree. 1979, p. 2 145. 3 Véase la jurisprudencia citada por la Comisión en su recurso contra el Reino Unido, Ree. 1981, p. 1 055. 4 Ree. 1981, p. 1 073, considerando 20. s Ree. 1981, pp. 1 075 y 1 076, considerandos 30 y 31. 6 Ree. 1981, p. 1 074, considerando 23. 2 Atribución de competencias 17 7. Las ideas fundamentales que aparecen en la jurisprudencia anteriormente mencionada del Tribunal de Justicia se reflejan en algunas decisiones de las juridicciones supremas nacionales. Así, el tribunal constitucional italiano menciona, en su sentencia de 27 de diciembre de 1973, «la atribución de poder normativo a las instituciones de la CEE, con la limitación correlativa del poder normativo de los órganos constitucionales de los diversos Estados miembros», y más adelante subraya que «las limitaciones de soberanía consentidas encuentran [...] su equivalencia en las facultades adquiridas en una comunidad más amplia, de la que Italia forma parte». ' La Cour de cassation de Bélgica, en su sentencia Le Ski, de 27 de mayo de 1971,2 ponía de manifiesto, de forma algo atenuada respecto de la sentencia Costa, que «los Tratados por los que se creó el Derecho comunitario establecieron un nuevo ordenamiento jurídico, en beneficio del cual los Estados miembros limitaron el ejercicio de sus facultades soberanas en las esferas determinadas por estos Tratados». 8. El principio del «reparto distributivo de competencias»3 tiene por corolario la aplicabilidad directa y la primacía del Derecho comunitario. Efectivamente, tal como lo ha subrayado el tribunal constitucional alemán en su decisión de 9 de junio de 1971,4 la legitimidad de la delegación de competencias implica necesariamente el reconocimiento de los efectos de los actos adoptados por el nuevo titular del poder, de tal forma que estos actos tengan un efecto directo en el Derecho interno y prevalezcan sobre el Derecho nacional contrario. Estos principios han sido recordados a menudo por el Tribunal de Justicia y los estudiamos detenidamente en el capítulo III de la presente obra, 9. La idea del reparto de competencias evoca inevitablemente el modelo federal. Sin embargo, no debemos ir demasiado lejos en la analogía si no queremos deformar la realidad de las relaciones entre competencia comunitaria y competencia nacional. De hecho, por una parte, los Tratados comunitarios, contrariamente a las constituciones federales, no atribuyen esferas completas de competencia a las instituciones comunitarias y, por otra parte, lo que por regla general priva a los Estados de la posibilidad de intervenir mediante actos incompatibles con las normas comunes no es la atribución de competencias como tal, sino el ejercicio de las mismas. El Tratado CEE —especialmente las disposiciones relativas a las políticas comunes sectoriales (agricultura, transportes, política comercial)— confia a las instituciones una serie de tareas que éstas deben 1 2 3 4 Cahiers de droit européen, 1975, pp. 114 y ss. Cahiers de droit européen, 1971, pp. 561 y ss. Bruselas, 1.3.1974, Pas., 1974, II, p. 128. Eur 1972, pp. 51 y ss., especialmente p. 56. Características específicas realizar respetando los objetivos generales del Tratado y la finalidad propia de cada uno de sus capítulos, con arreglo a un procedimiento determinado. La aplicación de estas competencias provoca el «desposeimiento» del Estado. El apartado 2 del artículo 12 del proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea traduce esta idea al enunciar que, «cuando el presente Tratado atribuya una competencia concurrente a la Unión, la acción de los Estados miembros se ejercerá allí donde no haya intervenido la Unión». Tal como lo exponía el ponente coordinador Altiero Spinelli, «los sectores de competencia concurrente son aquellos en los que la Unión comparte con los Estados miembros el derecho de legislar. En tanto que la Unión no ejerce tal competencia, los Estados miembros conservan el derecho de legislar. En la medida y límites en que la Unión la ejerce, la competencia nacional se haya correlativamente limitada y las eventuales leyes nacionales son reemplazadas por una ley de la Unión». ' Éste es el principio general, que requiere, sin embargo, ciertas precisiones según el sector del Tratado de que se trate, ya que la medida de esta dejación de competencias está en función de la naturaleza y del alcance de las normas comunitarias. 10. Así, según la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, la política comercial común prevista en el artículo 113 del Tratado CEE depende, desde el final del período de transición, es decir, el 31 de diciembre de 1969, de la competencia exclusiva de la Comunidad.2 Esta regla vale tanto para los aspectos unilaterales, autónomos, de la mencionada política3 como para los acuerdos comerciales que a partir de esta fecha sólo la Comunidad puede concluir con terceros Estados. Esto es una excepción sólo aparente del principio general mencionado anteriormente. Efectivamente, la fase de la competencia exclusiva fue precedida, a lo largo del período de transición, por un período de coordinación de las políticas comerciales nacionales, con vistas a su unificación y ejercicio por parte de las instituciones comunitarias. La política comercial común es, en gran parte, el reflejo de la unión aduanera realizada a través de medidas comunitarias desde antes de la expiración del período de transición, a saber, el 1 de julio de 1968. Sería absurdo que los Estados pudieran ejercer, a través de acuerdos concluidos con terceros países, competencias que han perdido en el plano interno. 1 2 3 Parlamento Europeo, Informe sobre el contenido del anteproyecto de Tratado que instituye la Unión Europea, parte C: documentos preparatorios, 17.7.1983, Doc. 1 575/83/C, p. 167. Dictamen 1/75, de 11 de noviembre de 1975, Ree. 1975, pp. 1 355-1 365. Sentencia de 15 de diciembre de 1976, asunto 41/76, Donckerwolcke, Ree. 1976, p. 1 937. Atribución de competencias 19 11. Por el contrario, en materia de política agraria común, se advierte que la existencia de reglamentos de organización de mercados no priva necesariamente a los Estados miembros del derecho a intervenir por medio de disposiciones normativas en el sector regulado por una organización de mercados. Conviene distinguir al respecto los diferentes tipos de medidas nacionales. Así, los Estados pueden adoptar medidas para la aplicación de los reglamentos únicamente si dichas medidas son necesarias, o si están habilitados para ello, y en este caso, dentro de los límites de tal habilitación. ' En materia arancelaria, los Estados miembros no pueden adoptar disposiciones que tengan por objeto modificar el alcance de los reglamentos ni añadir nada a sus disposiciones.2 Lo mismo ocurre cuando se ha establecido un sistema reglamentario y un marco de organización en el cual el régimen de precios aplicable a las distintas fases de la producción y del comercio al por mayor ocupa una posición central. En las conclusiones en el asunto Roelstraete (116/84), el abogado general Sr. Lenz se refiere a la jurisprudencia ya constante del Tribunal, según la cual «en los sectores regulados por una organización común de mercados, y con mayor razón cuando esta organización se basa en un régimen común de precios, los Estados miembros ya no pueden intervenir mediante disposiciones nacionales, adoptadas unilateralmente, en el mecanismo de formación de precios, tal como resulta de la organización común. No obstante, según esta jurisprudencia, en la medida en que el régimen común de precios se aplique exclusivamente en la fase de producción y comercio al por mayor, estas disposiciones dejan intacto el poder de los Estados miembros para adoptar las medidas adecuadas en materia de formación de precios en las fases del comercio al por menor y del consumo, siempre que estas medidas no pongan en peligro los objetivos ni el funcionamiento de la organización común de mercados, ni sobre todo su régimen de precios».3 El Tribunal ha querido poner de manifiesto los criterios que permiten al juez nacional pronunciarse en materia de compatibilidad entre las 1 2 3 Sentencia de 17 de diciembre de 1970, asunto 34/70, Synacomex, Ree. 1970, pp. 1 233 y ss. Sentencia de 18 de febrero de 1970, asunto 40/69, BoUmann, Ree. 1970, pp. 69 y ss.; sentencia de 16 de junio de 1970, asunto 74/69, Krohn, Ree. 1970, pp. 459 y 460. Véase también la sentencia de 13 de diciembre de 1967, asunto 17/67, Neumann, ya citada (apartado 5, nota 1, p. 10). Sentencia de 23 de enero de 1975, asunto 31/74, Galli, Ree. 1975, p. 65; sentencia de 29 de febrero de 1976, asunto 65/75, Tasca, Ree. 1976, p. 291; sentencia de 26 de febrero de 1976, asuntos acumulados 88 a 90/75, Sadam, Ree. 1976, p. 323; sentencia de 18 de octubre de 1979, asunto 5/79, Denkavit, Ree. 1979, p. 3 203; sentencia de 6 de noviembre de 1979, asuntos acumulados 16 a 20/79; sentencia de 17 de enero de 1980, asuntos acumulados 95 y 96/79, Kefer y Delmelle, Ree. 1980, p. 103, y sentencia de 1 de julio de 1987, asunto 216/86, Antonini, Ree. 1987, pp. 2 929 y ss. 20 Características específicas medidas de que se trate y el sistema de la organización de mercado. ' En lo que se refiere a las medidas complementarias que las autoridades nacionales pudieran adoptar, hay que considerar si tales medidas están implícitamente admitidas por los reglamentos comunitarios y si afectan a los objetivos, finalidades y funcionamiento de la organización de mercados.2 El Tribunal examina, en su caso, las declaraciones realizadas durante los trabajos preparatorios del reglamento para determinar si el silencio de éste puede ser interpretado como una habilitación implícita a los Estados o si, por el contrario, traduce el convencimiento de las instituciones de que una intervención de la autoridad pública estaría contraindicada.3 Ante una cuestión relativa a la competencia de un Estado miembro para adoptar medidas complementarias, el Tribunal se pronunciará negativamente, ya sea porque las medidas nacionales afectan a una materia que la organización ha regulado de manera exhaustiva —en cuyo caso el sistema se considera «completo»—,4 ya sea porque las normas nacionales son contrarias a las disposiciones del Derecho comunitario (que prevalecen en virtud del principio de primacía), ya 1 2 3 4 Sentencia de 29 de julio de 1978, asunto 154/77, Dechmann, Ree. 1978, p. 1 584, y sentencia Kefer y Delmelle, ya citada. Waelbroeck, M., en una nota sobre la sentencia de 7 de febrero de 1984, asunto 237/82, Jongeneel Kaas BV, Ree. 1984, pp. 483 y ss., y publicada en el CML Rey, 1985, pp. 117 y ss., ha elaborado una lista de las decisiones en las que cl Tribunal ha admitido la legitimidad de medidas nacionales complementarias y de aquellos en las que la ha rechazado. En la primera categoría figuran la sentencia de 23 de enero de 1975, asunto 51/74, Van der Hulst, Ree. 1975, p. 95; la sentencia de 2 de febrero de 1977, asunto 50/76, Amsterdam Bulb, Ree. 1977, p. 231; la sentencia de 13 de marzo de 1984, asunto 16/83, Prantl, Ree. 1984, p. 1 299; la sentencia de 28 de marzo de 1984, asuntos acumulados 47 y 48/83, Pluimveeslachterij Midden-Nederland, Ree. 1984, p. 1 721, así como la sentencia Kramer, citada infra. En la segunda categoría figuran la sentencia de 30 de octubre de 1974, asunto 190/73, Van Haaster, Ree. 1974, p. 1 123; la sentencia de 18 de mayo de 1977, asunto 111/76, Van den Hazel, Ree. 1977, p. 901; la sentencia de 13 de diciembre de 1983, asunto 222/82, Apple and Pear Development Council, Ree. 1983, p. 4 083; la sentencia de 25 de noviembre de 1986, asunto 218/85, Association Comité économique agricole régional, Ree. 1986, p. 3 513; la sentencia de 4 de febrero de 1988, asunto 255/86, Comisión/Reino de Bélgica. Ree. 1988, p. 693 y ss., y la sentencia de 22 de septiembre de 1988, asunto 212/87, Unilee, Ree. 1988, pp. 5 075 y ss. Sentencia Van den Hazel, ya citada. Sentencia de 13 de marzo de 1984, asunto 16/83. Prantl, Ree. 1984, p. I 324, punto 13: «Es cierto que. desde el momento en que se considera que una normativa que establece una organización común de mercado constituye un sistema completo, los Estados miembros dejan de tener competencia en la materia, salvo disposición especial en contrario». Atribución de competencias 21 porque las medidas nacionales obstaculizan el buen funcionamiento de la organización común de mercados. ' La elaboración de políticas comunes da un contenido concreto a la obligación de lealtad de los Estados respecto a la Comunidad, enunciada como obligación positiva y negativa en el artículo 5 del Tratado.2 La obligación puede llegar a hacer que las medidas nacionales específicas adoptadas sobre la base del poder residual de los Estados sean incompatibles con el Derecho comunitario. Sometidos a un mandato de Derecho público en la ejecución de las normas comunes y privados del derecho de adoptar medidas en el ámbito de las normas fundamentales de organización de mercados (precios a la producción, régimen de exacciones reguladoras, por ejemplo), los Estados miembros, por el mero hecho de la existencia del mecanismo comunitario, ya no poseen sino una competencia limitada en las materias que son objeto de la organización de mercado. A este respecto no puede aducirse la existencia de competencias paralelas de los Estados. Se trata, a lo sumo, de competencias en cierto modo «residuales» y subordinadas que, a menudo, en la hipótesis de inacción del Consejo, permiten la adopción de medidas generalmente temporales y destinadas a ser sustituidas por normas comunitarias. 12. En otros casos, el mecanismo de competencias concurrentes aparece con toda claridad. La adopción de medidas comunitarias paraliza la competencia de los Estados. Mientras no existan normas Véase la sentencia Association Comité économique régional, anteriormente citada, apartado 13. Las fórmulas utilizadas por el Tribunal no son siempre idénticas. Compárese el punto 8 de la sentencia del Tribunal en el asunto 255/86, Comisión/Bélgica, anteriormente citada, en el que el Tribunal se refiere a su propia jurisprudencia relativa a los efectos de una organización de mercado, indicando que «los Estados miembros están obligados a abstenerse de adoptar cualquier medida que pueda anularla o perjudicarle», con la fórmula aparentemente más radical de la sentencia de 23 de febrero de 1988, asunto 216/84, Comisión/República Francesa, en la que el Tribunal se refiere a su «jurisprudencia constante» para deducir que «desde el momento en que la Comunidad ha establecido una organización común de mercado en un sector determinado, los Estados miembros tienen la obligación de abstenerse de adoptar cualquier medida unilateral que corresponda de por sí a la competencia de la Comunidad». De ello puede deducirse que, en este último asunto, relativo a la prohibición de comercializar en Francia sucedáneos de la leche, el Tribunal ha considerado que los mecanismos establecidos para estabilizar el mercado de la leche constituyen un régimen exhaustivo que no deja lugar alguno a las medidas nacionales. Artículo 5 del Tratado CEE: «Los Estados miembros adoptarán todas las medidas generales o particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento de las obligaciones derivadas del presente Tratado o resultantes de los actos de las instituciones de la Comunidad. Facilitarán a esta última el cumplimiento de su misión. »Los Estados miembros se abstendrán de todas aquellas medidas que puedan poner en peligro la realización de los fines del presente Tratado.» 22 Características especificas comunes, éstos pueden adoptar medidas nacionales, siempre que estas medidas no dificulten el ejercicio futuro, por parte de la Comunidad, de sus propias competencias. ' En efecto, el artículo 5 del Tratado CEE obliga a los Estados a abstenerse de todas las medidas que puedan poner en peligro la realización de los fines del Tratado y a adoptar todas las medidas apropiadas para asegurar el cumplimiento de las obligaciones derivadas del Tratado o de los actos de aplicación. En ocasiones, la expiración de un plazo sitúa una materia en el ámbito de competencia comunitaria exclusiva. Así ocurre en materia de conservación de los recursos pesqueros, ya que en virtud del artículo 102 del Acta de adhesión de 1972,2 se obligaba a la Comunidad a adoptar las medidas apropiadas antes de una fecha determinada, y correspondiente según la jurisprudencia al 1 de enero de 1979.3 También hay materias en las que el objeto de la intervención comunitaria es coordinar el ejercicio de las competencias nacionales. A este respecto, se pueden citar la aproximación de legislaciones, la coordinación de políticas económicas y los acuerdos de cooperación celebrados con los terceros Estados.4 El alcance de la privación de competencias de los Estados dependerá, en este caso, de la importancia de la tutela y de la orientación comunitaria. Por último, en algunos sectores la competencia comunitaria y la competencia nacional son autónomas y paralelas, como en materia de competencia. Como subraya J.H. Kaiser, el sistema «se caracteriza por la yuxtaposición de la validez del Derecho comunitario y del Derecho nacional, así como por su aplicación simultánea al caso concreto».5 1 2 3 4 5 Sentencia de 14 de julio de 1976, asuntos acumulados 3, 4 y 6/76, Kramer, Ree. 1976, p. 1 279; sentencia de 16 de febrero de 1978, asunto 61/77, Comisión /Irlanda, Ree. 1978, pp. 417 y ss. Sentencia de 10 de julio de 1980, asunto 32/79, Comisión/Reino Unido, Ree. 1980, p. 2 403, y sentencia de 5 de mayo de 1981, anteriormente citada. Sentencia Van Dam, anteriormente citada. Véase el artículo III, 4, del acuerdo marco de cooperación comercial y económica entre las Comunidades Europeas y Canadá, de 6 de julio de 1976, DO L 260 de 24.9.1976, p. 2. De esta disposición se desprendre claramente que los Estados miembros no han perdido la facultad de celebrar acuerdos de cooperación con Canadá. Kaiser, J.H.: «Législation européenne en matière de concurrence et compétences nationales», Mélanges P.H. Teitgen, 1984, p. 211. Un sistema institucionalizado de creación de normas 23 El campo de aplicación de ambas legislaciones está delimitado por el criterio de afectación del comercio entre los Estados miembros. ' Pero, como señala A. Tizzano,2 la regulación nacional «no podría admitirse más que cuando no perjudicara la aplicación uniforme, en todo el mercado común, de las normas comunitarias [...] ni el pleno efecto de los actos adoptados en aplicación de estas normas».3 Sección 2. Un sistema institucionalizado de creación de normas 13. Los Tratados contienen normas fundamentales aplicables por sí mismas, tales como las obligaciones impuestas a los Estados miembros en relación con la prohibición de toda discriminación por razón de nacionalidad (artículo 7 CEE) o en materia de imposición indirecta (artículo 95 CEE), de establecimiento de derechos de aduana (artículo 12 CEE), etc. Pero el rasgo más característico de los tratados de integración, como son los comunitarios, es la misión que confían a las instituciones de alcanzar sus objetivos dotándolas de un conjunto completo de instrumentos jurídicos; los objetivos deben lograrse conforme al principio de realización progresiva, que se encuentra en la base del sistema. El período transitorio que figura en el Tratado CEE, que expiró el 31 de diciembre de 1969, y la división del mismo en etapas reflejan este principio. A cada etapa de cuatro años se le asignaban tareas determinadas, y la expiración del período transitorio de doce años (con posibilidad de prórroga hasta quince años) constituye «la fecha límite para la entrada en vigor del conjunto de las normas previstas y la aplicación de las medidas necesarias para el establecimiento del mercado común (artículo 8 CEE), lo que subraya el carácter programático de este «tratado marco» y la obligación de las instituciones de ejecutarlo. Al prever que «la Comunidad adoptará las medidas destinadas a establecer progresivamente el mercado interior en el transcurso de un período que terminará el 31 de diciembre de 1992 [...]», el artículo 8 A, insertado por el Acta Única Europea en el Tratado CEE, no ha abierto un nuevo período de transición. Esta disposición tiene en cuenta la situación existente, que se caracteriza por la subsistencia de 1 2 3 Véase la sentencia de 13 de febrero de 1969, asunto 14/68, Walt Wilhelm/Bundeskartellamt, Ree. 1969, p. 14. Véase también la sentencia de 31 de mayo de 1979, asunto 22/78, Hugin, Ree. 1979, p. 1 869, y los sentencia de 10 de julio de 1980, asuntos 235/78 y 1 a 3/79, Guerlain y otros, Ree. 1980, p. 2 327. «Las competencias de la Comunidad» en Treinta años de Derecho comunitario, op. cit., p. 71. Sentencia Wait Wilhelm, ya citada. 24 Características específicas obstáculos de toda índole a la libertad de circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. 14. El sistema institucional que se creó con la entrada en vigor del Tratado CECA consta de cuatro órganos, que en los Tratados se denominan «instituciones». a) Una institución cuyos miembros (17 desde la adhesión de España y Portugal) son designados por los gobiernos, pero a la que los Tratados (artículo 10 del Tratado de fusión) garantizan su independencia funcional, representa el interés general comunitario. Inicialmente, era la Alta Autoridad, órgano ejecutivo de la CECA, dotado de poderes de decisión en virtud de este Tratado (artículos 8, 14 y 15 del Tratado CECA). Como consecuencia de la fusión de los ejecutivos, la Comisión única asume, desde 1967, las responsabilidades de la Alta Autoridad y ejerce las tareas de las Comisiones, en virtud de los Tratados de Roma (artículos 155 del Tratado CEE y 124 del Tratado Euratom), que la convierten en el órgano de iniciativa, garante de los Tratados, y en el órgano de gestión y negociador de los acuerdos externos de la Comunidad. b) Otra institución, el Consejo, está compuesto por miembros de los gobiernos (artículo 2 del Tratado de fusión). Según los temas del orden del día del Consejo, se reúnen en el Consejo los ministros de Asuntos Exteriores (Consejo llamado «de Asuntos Generales») o los ministros técnicos (de Agricultura, Hacienda, Transportes, Energía, etc.). El Consejo está llamado a representar los intereses de los Estados, pero actúa también como un órgano comunitario colegiado. Ejerce la función de órgano consultivo y, a menudo, de tutela de la Alta Autoridad-Comisión para una serie de decisiones importantes adoptadas en virtud del Tratado CECA. Los Tratados de Roma le reconocen el poder normativo y le atribuyen la función de coordinación de las políticas económicas de los Estados miembros. Desde la cumbre de París de diciembre de 1974, el Consejo se reunía tres veces al año compuesto por los jefes de Estado (Francia) o de Gobierno, con el nombre de «Consejo Europeo». Órgano de impulso político, que desde 1975 ha debido pronunciarse sobre diversas cuestiones importantes, las decisiones que adopta el Consejo Europeo no son, en principio, jurídicamente obligatorias. La Comisión participa en sus deliberaciones, tanto si actúa como Consejo de la Comunidad como a título de la Cooperación Política. ' El Acta Única Europea ha reconocido la existencia del Consejo Europeo, al que consagra su artículo 2: «El Consejo Europeo estará compuesto por los jefes de Estado o de Gobierno de los Estados Véase infra, apartado 51 bis. Un sistema institucionalizado de creación de normas 25 miembros, así como por el presidente de la Comisión de las Comunidades Europeas. Estarán asistidos por los ministros de Asuntos Exteriores y por un miembro de la Comisión. El Consejo Europeo se reunirá al menos dos veces al año». El Acta Única no ha convertido formalmente al Consejo Europeo en una «institución», como preveía el proyecto del Parlamento Europeo, que le atribuía una función esencial. Las disposiciones del artículo 2 se caracterizan por su brevedad: no se describen la misión ni los poderes del Consejo Europeo. Parece que los autores del Acta Única hayan querido subrayar así el carácter informal de esta entidad y la flexibilidad de sus métodos de actuación. Al prever que en lo sucesivo el Consejo Europeo deberá reunirse sólo dos veces al año en lugar de tres como en el pasado, el artículo 2 refleja la intención de sus autores de, por una parte, restituir a las instituciones del Tratado la responsabilidad de adoptar decisiones incluso en los asuntos delicados para los que el Consejo Europeo aparecía con demasiada frecuencia como una última instancia y, por otra parte, evitar a la presidencia del Consejo Europeo del primer semestre el trabajo de organizar dos reuniones automáticas de dicho órgano. c) La Asamblea, que desde 1962 se llama Parlamento Europeo (denominación que ha sido consagrada por primera vez en el Derecho primario por el Acta Única Europea; véase el apartado 1 del artículo 3), es el órgano de control político de la Comunidad, elegido por sufragio universal directo en virtud del Acta de 14 de septiembre de 1976, por primera vez en junio de 1979, por segunda vez en junio de 1984 y por tercera vez en junio de 1989. La Comisión es responsable ante el Parlamento y debe presentar la dimisión en bloque si el Parlamento, reuniendo las condiciones de mayoría fijadas estrictamente por los Tratados, adopta una moción de censura en contra de su actuación. El Parlamento Europeo debe ser consultado, como veremos más adelante, sobre las propuestas de la Comisión en unos veinte casos enumerados en el Tratado CEE (a los que el Acta Única añade tres casos) y en unos diez casos previstos en el Tratado Euratom. Sus dictámenes no vinculan al Consejo. Se han introducido cambios en esta situación, poco satisfactoria desde un punto de vista democrático. Por una parte, cuando se trata de propuestas de actos de alcance general, que pueden tener una incidencia financiera notable, se puede abrir, a instancia del Parlamento, un procedimiento de concertación con vistas a aproximar los puntos de vista de las instituciones, cuando el Consejo pretenda apartarse de la opinión del Parlamento. Este procedimiento ha sido instaurado por una declaración común del Parlamento, del Consejo y de la Comisión el 4 de marzo de 1975. 26 Características específicas El 16 de diciembre de 1981, la Comisión presentó un proyecto de declaración común relativo a un nuevo procedimiento de concertación entre las tres instituciones. Conforme a los deseos del Parlamento, la Comisión ha propuesto aplicar el procedimiento a todos los actos comunitarios importantes de alcance general. También ha propuesto que cada una de las tres instituciones pueda iniciar el procedimiento y que éste pueda abrirse en la fase más avanzada posible, a fin de evitar el bloqueo de la posición del Consejo definitivamente aprobada. La declaración solemne del 19 de junio de 1983 dispone que «el Consejo iniciará conversaciones con el Parlamento Europeo y la Comisión con el fin de mejorar, en el marco de un nuevo acuerdo, la concertación prevista en la declaración común de 4 de marzo de 1975 y de ampliar su campo de aplicación». Tal acuerdo no ha podido realizarse debido a la oposición de Dinamarca. Por otra parte, el capítulo II del Acta Única Europea, cuya sección I contiene las disposiciones institucionales, establece un procedimiento de cooperación entre el Consejo y el Parlamento Europeo para la adopción de determinados actos (artículos 6 y 7) y otorga al Parla­ mento Europeo el poder de emitir por mayoría absoluta de los miembros que lo componen dictámenes sobre los acuerdos de adhe­ sión y asociación (artículos 8 y 9). El procedimiento de cooperación se aplica en diez casos: artículo 7 (eliminación de la discriminación por razón de nacionalidad); articu­ lo 49 (libre circulación de trabajadores); apartado 2 del artículo 54, segunda frase del apartado 2 del artículo 56 y artículo 57, salvo la segunda frase de su apartado 2 (derecho de establecimiento y disposi­ ciones afines); artículos 100 A y 100 Β (mercado interior); artícu­ lo 118 A (protección del lugar de trabajo); artículo 130 E (disposicio­ nes de aplicación relativas al Fondo Europeo de Desarrollo Regional), y apartado 2 del artículo 130 Q (disposiciones relativas a investigación y desarrollo tecnológicos). El procedimiento de cooperación se sobrepone al procedimiento de consulta previsto en los Tratados de Roma. En una primera fase, el Consejo, por mayoría cualificada, a propuesta de la Comisión y previo dictamen del Parlamento Europeo, adopta una posición común. A continuación, esta posición común del Consejo se transmite al Parlamento. El Consejo y la Comisión informan detalladamente al Parlamento Europeo de las razones que han conducido al Consejo a adoptar su posición común, así como de la posición de la Comi­ sión. Un sistema institucionalizado de creación de normas 27 Si en un plazo de tres meses a partir de esta comunicación el Parlamento Europeo aprueba la posición común, o si no se pronuncia en dicho plazo, el Consejo adopta definitivamente el acto de que se trate, conforme a la posición común. Pero el Parlamento dispone asimismo de dos opciones: en el mismo plazo de tres meses puede, por mayoría absoluta de los miembros que lo integran, proponer enmiendas a la posición común. Puede también, por igual mayoría, rechazar la posición común del Consejo. Si el Parlamento rechaza la posición común, el Consejo sólo podrá pronunciarse en segunda lectura por unanimidad. Si el Parlamento propone enmiendas, la Comisión vuelve a examinar en el plazo de un mes, a partir de las enmiendas del Parlamento, la propuesta sobre la que el Consejo ha adoptado la posición común. La Comisión transmite al Consejo, al mismo tiempo que la propuesta reexaminada, las enmiendas del Parlamento Europeo que no haya tenido en cuenta, explicando su opinión sobre ellas. El Consejo puede adoptar estas enmiendas por unanimidad. El Consejo, por mayoría cualificada, adopta la propuesta reexaminada por la Comisión, y únicamente puede modificarla por unanimidad. El Consejo está obligado a pronunciarse en un plazo de tres meses. Si no recae una decisión dentro de este plazo, se considera que la propuesta no ha sido adoptada. No obstante, los plazos en los que tanto el Parlamento como el Consejo deben decidir pueden prorrogarse como máximo un mes, de común acuerdo entre el Consejo y el Parlamento. La Comisión puede modificar su propuesta a lo largo de los procedimientos anteriormente mencionados, siempre que el Consejo no haya decidido. El análisis del procedimiento de cooperación nos permite concluir que tal procedimiento no crea en favor del Parlamento Europeo un auténtico poder de codecisión. Efectivamente, el Consejo puede hacer caso omiso del rechazo de la posición común por parte del Parlamento Europeo. La Comisión actúa como filtro entre el Consejo y el Parlamento en casos de enmiendas. Sin embargo, el procedimiento de cooperación refuerza la influencia del Parlamento Europeo más allá de lo que preveía el procedimiento de concertación. Hay que señalar, en particular, que si el Parlamento rechaza la posición común del Consejo, éste deberá decidir por unanimidad. Es lógico suponer que en tales casos el Parlamento tendrá algún que otro aliado en el Consejo. La unanimidad no podrá entonces lograrse y no se adoptará ninguna decisión. En el caso en que el Parlamento haya propuesto enmiendas, el papel que desempeña la Comisión es esencial. Si ésta acepta las enmiendas fundamentales propuestas por el Parlamento, el Consejo deberá alcanzar la unanimidad para modificarlas. 28 Características especificas Si el plazo de tres meses previsto en el texto expira sin que se haya llegado a una decisión, la propuesta de la Comisión se considera como no adoptada. Algunos gobiernos —y la Comisión— habrían deseado que en tal caso la decisión se adoptara automáticamente, pero esta postura se enfrentó a una fuerte oposición en la conferencia de representantes de los gobiernos celebrada los días 16 y 17 de diciembre de 1985. Como podemos apreciar, los riesgos de bloqueo existen, y corresponde al Parlamento evitarlos, actuando si es posible de acuerdo con la Comisión y adoptando, desde la primera lectura, una orientación clara y coherente que el Consejo difícilmente pueda descartar. De este modo, la segunda lectura sería innecesaria. Bien utilizado, el procedimiento de cooperación puede ser el preludio de la codecisión. Por último, el Parlamento Europeo, junto con el Consejo, es la autoridad presupuestaria de la Comunidad. En virtud del Tratado de Luxemburgo, de 22 de abril de 1970, y del Tratado de Bruselas, de 22 de julio de 1975, el Parlamento Europeo tiene la facultad de decir la última palabra sobre los gastos llamados «no obligatorios», por no derivar obligatoriamente del Tratado, ni de los actos adoptados por las instituciones. Dentro de los límites de una cantidad máxima —determinada por la Comisión con arreglo a elementos objetivos y que puede modificarse por acuerdo del Consejo y del Parlamento—, éste tiene la facultad de enmendar estos gastos, mientras que en el caso de los gastos obligatorios, que todavía representan el 80% del total, únicamente puede proponer modificaciones, que el Consejo puede o no aceptar. Este derecho de enmienda le permite incluir en el presupuesto créditos para nuevas actividades. Desde el Tratado de 22 de julio de 1975, el Parlamento dispone también del poder de rechazar en bloque el presupuesto. La aprobación del presupuesto ha dado lugar a repetidas crisis en las relaciones entre el Parlamento y el Consejo. A este respecto, hay que recordar que el Parlamento rechazó el presupuesto de 1980 para manifestar su desacuerdo con la actitud del Consejo en relación con las propuestas del Parlamento sobre reducciones de gastos no obligatorios, las primeras medidas para controlar los gastos agrícolas e incluir en el presupuesto el Fondo Europeo de Desarrollo y las operaciones de préstamo y empréstito. Las crisis de 1981 y 1982 fueron igualmente graves. Pusieron de relieve las importantes divergencias entre las instituciones, especialmente en cuanto al concepto de gastos obligatorios y al alcance de las enmiendas de los gastos no obligatorios votadas por el Parlamento. Como resultado de un diálogo «trilateral» entre las instituciones, el 30 de junio de 1982 se adoptó una declaración común. Ésta incluye una clasificación parcialmente revisada de los gastos obligatorios y los gastos no obligatorios, los criterios y el procedimiento de clasificación de los gastos futuros para los que no se ha previsto ninguna línea Un sistema institucionalizado de creación de normas 29 presupuestaria, un compromiso del Consejo para evitar en la medida de lo posible la fijación de importes máximos en los reglamentos de base, así como un compromiso sobre el delicado problema de la necesidad (y el procedimiento que se ha de seguir para la adopción) de una base jurídica para la nuevas acciones comunitarias para las que el Parlamento haya votado un crédito sin que exista un reglamento de base. El tiempo demostraría que este «código de buena conducta en el ejercicio de los poderes presupuestarios», según la expresión del presidente del Consejo Sr. Tindemans, no ha reducido de forma duradera las tensiones entre las instituciones. El año 1984 conoció dificultades presupuestarias sin precedentes. Nunca la situación había sido tan dramática ni la tensión tan grande entre el Parlamento y el Consejo. El Parlamento acogió mal el compromiso global que se adoptó en el Consejo Europeo de Fontainebleau, los días 25 y 26 de junio de 1984. Por una parte, se había decidido finalmente aumentar el porcentaje de los IVA nacionales que revierte en la Comunidad como recursos propios. Pero el porcentaje fijado (1,4% el 1 de enero de 1986) ' fue pronto considerado insuficiente por los observadores para asumir el coste de la ampliación de las nuevas políticas y el reembolso de los anticipos «voluntarios» concedidos por los Estados miembros para financiar el déficit de 1984. Además, el acuerdo sobre los «desequilibrios presupuestarios» que resolvía el contencioso británico, consistía en la concesión de una desgravación de los ingresos más que en un aumento de los gastos en favor de este Estado. El Parlamento no podía sino expresar su descontento con este sistema, que privaba a la Comunidad de la posibilidad de ejercer una acción estructural —controlada por el Parlamento en virtud de los gastos no obligatorios— a través de los diferentes fondos, y dejaba al Estado beneficiario libre de decidir el destino del ahorro realizado para fines de política nacional. Las características del acuerdo sobre la «disciplina presupuestaria», adoptado en el Consejo Europeo de Bruselas el 27 de marzo de 1984, confirmado en Fontainebleau y adoptado definitivamente en Dublin el 4 de diciembre de 1984, también irritaron al Parlamento. En concreto, la fijación por el Consejo, al comienzo del procedimiento presupuestario, del denominado marco de referencia, y el compromiso en cuanto al porcentaje máximo de aumento de los gastos suscitaron la oposición del Parlamento. Determinar un marco de referencia consiste en decidir la dotación máxima de los gastos que el Consejo considera necesaria para financiar las políticas comunitarias en el Decisión del Consejo de 7 de mayo de 1985, relativa al sistema de recursos propios de las Comunidades, DO L 128 de 14.5.1985, p. 15. Esta decisión sustituirá, el 1 de enero de 1986, la de 21 de abril de 1970, DO L94 de 28.4.1970, p. 19. 30 Características especificas ejercicio siguiente. En cuanto al porcentaje máximo, el Consejo se compromete a respetarlo a lo largo de todo el procedimiento, a mantener en la primera lectura el aumento de los gastos no obligatorios en un nivel no superior a la mitad del porcentaje máximo y a adoptar, en segunda lectura, una posición que no permita superar el porcentaje máximo. Tales medidas son contrarias al derecho de iniciativa de la Comisión en materia presupuestaria y a las prerrogativas del Parlamento en lo que respecta a los gastos no obligatorios. Contrariamente a lo que hubiera deseado algún que otro gobierno, las normas sobre «disciplina presupuestaria» no fueron objeto de un acto obligatorio, y menos aún de una reforma de los Tratados, y la acción coordinada del Parlamento y la Comisión condujo por parte del Consejo a un compromiso de cooperación en la materia entre las tres instituciones y de concertación con el Parlamento antes de la determinación del marco de referencia. Obviamente, el Parlamento, que acababa de ser elegido por segunda vez por sufragio universal directo y que en nombre de esta legitimidad reivindicaba más poderes, no podía admitir que se menoscabaran las únicas competencias de que disponía, según los Tratados existentes, con respecto al Consejo. En un primer momento, el Parlamento manifestó su descontento con la Comisión. El 14 de noviembre de 1984, se negó a conceder el descargo para la ejecución del presupuesto del ejercicio 1982, alegando principalmente la aplicación insuficiente de las enmiendas introducidas por él en el presupuesto suplementario de 1982 y la ejecución inadecuada de las políticas de ayuda alimentaria. Un mes después, el 13 de diciembre de 1984, el Parlamento rechazó por aplastante mayoría el proyecto de presupuesto para 1985, por el motivo principal de que sólo cubría diez de los doce meses del ejercicio, en ingresos y gastos, y ello debido a la incertidumbre sobre la forma de financiación del presupuesto antes de la entrada en vigor de la ampliación del límite máximo del IVA. Fue necesario esperar un semestre para que la Comunidad dispusiera por fin de un presupuesto. Los años 1986 y 1987 también se caracterizaron por crisis presupuestarias graves en la Comunidad. Los problemas relativos al presupuesto de 1986 terminaron por resolverse ante el Tribunal. Al aprobar este presupuesto en diciembre de 1985, poco antes del ingreso de España y Portugal en la Comunidad, el Parlamento no se consideraba vinculado por las normas sobre la fijación del porcentaje máximo (apartado 9 del artículo 203 del Tratado CEE) para el aumento de los gastos no obligatorios. Enmendó el proyecto del Consejo porque éste no había tenido en cuenta los gastos derivados de la adhesión ni los compromisos incluidos en presupuestos anteriores (la «carga del pasado»). Según el Parlamento, estos gastos no entraban en el procedimiento previsto en el Tratado para el eventual esta- Un sistema institucionalizado de creación de normas blecimiento de un nuevo porcentaje máximo de común acuerdo entre el Consejo y el Parlamento. El Consejo, apoyado por la República Federal de Alemania, Francia y el Reino Unido, interpuso contra el Parlamento un recurso de anulación del presupuesto general (1986). ' El Tribunal anuló el acto por el que el presidente del Parlamento había aprobado el presupuesto, porque correspondía al Consejo y al Parlamento determinar de común acuerdo las necesidades que planteaban al presupuesto de las Comunidades situaciones concretas, tales como la adhesión de nuevos Estados miembros o la reabsorción de la «carga del pasado». Así, la sentencia ponía de relieve la obligación de concertación que se imponía a las dos ramas de la autoridad presupuestaria y la imposibilidad de que una de ellas impusiera su voluntad a la otra. En 1987, el problema presupuestario fue incluido en una negociación global sobre la actividad de la Comunidad con vistas a «llevar a buen término el Acta Única». El apartado 20 bis trata este tema. d) El Tribunal de Justicia es la institución que controla la legalidad de la actuación de las instituciones y el cumplimiento de los Tratados por los Estados miembros y que garantiza la aplicación uniforme del Derecho comunitario. En la próxima sección se tratan las características generales de su misión y sus competencias más importantes. 15. Según el procedimiento de decisión característico de los Tratados de Roma, en la base de toda decisión importante del Consejo se encuentra una propuesta de la Comisión que refleja una opción política conforme al interés general comunitario. Generalmente, la Comisión prepara la propuesta recurriendo a numerosos dictámenes de expertos gubernamentales o de técnicos. El Parlamento debe ser consultado en los casos previstos por el Tratado. Si no se prevé la intervención del Parlamento, éste puede ser consultado con carácter facultativo. En los casos mencionados en los apartados anteriores, el papel del Parlamento se refuerza según se apliquen los procedimientos de concertación, de cooperación e incluso de codecisión (para los acuerdos de adhesión y de asociación). En cuanto a las cuestiones que presentan un interés económico y social importante, corresponde al Comité Económico y Social, en el que están representados los intereses más diversos, emitir dictámenes. A continuación, se pronuncia el Consejo. El Tratado enuncia las reglas de votación aplicables: mayoría simple, mayoría cualificada o unanimidad (artículo 148 CEE). Sentencia de 3 de julio de 1986, asunto 34/86, Ree. 1986, p. 2 155 y ss. 32 Características especificas 16. La mayoría cualificada se basa en una cierta ponderación de los votos de los Estados. Los cuatro «grandes» Estados tienen diez votos; España, ocho; Bélgica, Grecia, los Países Bajos y Portugal, cinco; Dinamarca e Irlanda, tres, y Luxemburgo, dos. La mayoría se obtiene con cincuenta y cuatro votos. Cuando en la base de la decisión se encuentre una propuesta de la Comisión, bastará con reunir cincuenta y cuatro votos cualquiera en su favor. En los casos muy poco frecuentes en que no se requiera una propuesta, la mayoría deberá incluir los votos favorables de al menos ocho Estados. Esta diferencia se explica por el hecho de que la propuesta constituye una garantía para los pequeños Estados frente a una mayoría hegemónica. La intervención de la Comisión en el proceso de elaboración de las decisiones más importantes permite a los Estados aceptar una posible situación de minoría. La falta de una propuesta en tales casos desvirtuaría el sistema. La necesidad de reunir cincuenta y cuatro votos hace imposible una coalición de grandes Estados para hacer adoptar una decisión. Para que la votación sea positiva, es necesario que se añadan a sus votos los de al menos dos Estados; se requerirán cuatro cuando el procedimiento no tenga su origen en una propuesta. Los Estados de la antigua Comunidad de los Seis pueden bloquear una decisión, pero no pueden imponerla. Dos grandes Estados no pueden por sí mismos impedir la adopción de un acto. En realidad, las coaliciones no se organizan según esquemas teóricos o previsibles. La importancia de los procedimientos de votación no por ello disminuye, y así lo han comprendido los autores de los Tratados —y se ha puesto de manifiesto en los debates sobre este tema durante las negociaciones de adhesión a la Comunidad y en la controversia actual sobre el mantenimiento de un cierto derecho de veto—, ya que la posibilidad de recurrir a una votación es al menos tan importante como la aplicación de este procedimiento. En la práctica, se ha constatado una gran reticencia en el Consejo con respecto a las votaciones por mayoría. A cada gobierno se le ha reconocido el derecho de bloquear la decisión. El compromiso de Luxemburgo de enero de 1966, que puso fin a una grave crisis' de la Comunidad, puso de manifiesto el desacuerdo entre los partidarios de Esta crisis fue provocada por la actitud de Francia, que decidió no acudir al Consejo a partir de julio de 1965 a causa de la falta de decisión sobre la financiación de la política agraria común. La Comisión había incluido en sus propuestas en la materia determinados proyectos relativos a la creación de recursos propios en la Comunidad y al reforzamiento de los poderes presupuestarios del Parlamento Europeo. Francia era hostil a estos aspectos institucionales y los demás Estados miembros no estaban en condiciones de aceptar las propuestas sobre la financiación de la política agraria. El conflicto adquirió proporciones mucho mayores tras la conferencia de prensa del presidente de la República Francesa, el general de Gaulle, celebrada el 9 de septiembre de 1965. Lo que se cuestionaba eran los poderes de la Comisión y la votación por mayoría en el Consejo. Un sistema institucionalizado de creación de normas 33 la regla de la mayoría y Francia, que rechazaba la posibilidad de una votación cuando se tratase de un interés nacional muy importante de un Estado. ' La práctica se había adelantado ampliamente a esta exigencia hasta el punto de que, salvo en la aprobación del presupuesto de la Comunidad, apenas se votaba en el Consejo. Tras la cumbre de jefes de Estado o de Gobierno celebrada en París en diciembre de 1974, y a propuesta del presidente de la República Francesa, se reconoció la necesidad de votar en el Consejo cuando se considerara que la importancia de los intereses en juego lo justificaba. Desde entonces han tenido lugar algunas votaciones sobre cuestiones de mediana importancia. El 18 de mayo de 1982, se produjo un acontecimiento de gran importancia para el buen funcionamiento de las instituciones de la Comunidad. El Consejo aprobó, por mayoría cualificada, los precios agrícolas para la campaña 1982/1983. Se ponía así término al bloqueo resultante de la relación establecida por el Reino Unido entre la adopción de estas decisiones de ejecución y la solución del problema planteado por su contribución presupuestaria. Por primera vez, se rompía un tabú. Todo hacía pensar que esta votación serviría de precedente y contribuiría a facilitar la aplicación de la regla de la mayoría. Efectivamente, en el primer semestre de 1984, durante la presidencia francesa, se aprobaron una serie de decisiones por votación. Sin embargo, el 12 de junio de 1985, el ministro alemán de Agricultura se remitió al apartado 2 del compromiso de Luxemburgo2 a propósito de la fijación de los precios de los cereales, y pidió que el debate continuara. En estas condiciones, cinco ministros se negaron a participar en la votación a la que el presidente (italiano) había decidido proceder. Se trataba de Francia, Grecia, Dinamarca, Reino Unido e Irlanda. La actitud de estos países no era de extrañar. Concuerda con su política tradicional, a pesar de que el presidente Mitterrand se haya mostrado preocupado, en diversas ocasiones, por los inconvenientes de la necesidad de decisiones unánimes. La actitud alemana era aún He aquí el texto de la parte del compromiso que trata de la votación por mayoría: «I. Cuando, en el caso de decisiones que puedan ser adoptadas por mayoría a propuesta de la Comisión, estén en juego intereses muy importantes de una o varias partes, los miembros del Consejo, dentro de un plazo razonable, procurarán llegar a soluciones que puedan ser adoptadas por todos los miembros del Consejo, respetando sus intereses mutuos y los de la Comunidad, de conformidad con el articulo 2 del Tratado. 2. La delegación francesa considera que, cuando se trate de intereses muy importantes, el debate deberá proseguirse hasta alcanzar un acuerdo unánime. 3. Las seis delegaciones constatan que subsiste una divergencia sobre lo que debería hacerse en caso ile no lograr completamente la conciliación. 4. No obstante, las seis delegaciones consideran que esta divergencia no impide la continuación, según el procedimiento normal, del trabajo de la Comunidad.» Véase la nota 1 de la página anterior. 34 Características específicas más sorprendente. Así, las declaraciones incluidas en acta durante la adopción del punto 2.2.2 de la Declaración solemne de 19 de junio de 1983 son especialmente significativas al respecto. El punto 2.2.2 dice lo siguiente: «La aplicación de los procedimientos de decisión previstos en los Tratados de París y de Roma reviste una importancia esencial para mejorar la capacidad de acción de las Comunidades Europeas. En el seno del Consejo, se hará uso de todas las posibilidades que faciliten la toma de decisiones, incluida la abstención, en los casos en que se requiera unanimidad.» Cinco delegaciones (Bélgica, Alemania, Luxemburgo, Italia y los Países Bajos) quisieron precisar que «la presidencia debe recurrir a una votación cuando así lo prevean los Tratados». Las demás delegaciones admitieron con matices bien el aplazamiento de las deliberaciones (Francia e Irlanda), bien la necesidad de un acuerdo unánime (Gran Bretaña, Dinamarca y Grecia) cuando uno o varios Estados aleguen «un interés nacional esencial en relación directa con el tema a debate» (según las delegaciones francesa e irlandesa), o «intereses nacionales vitales y esenciales» (según la delegación griega). En vísperas de la ampliación y a pesar de las propuestas al respecto presentadas por la Comisión, la mitad de los Estados miembros se inclinaba por mantener, de forma más o menos firme, cierto derecho de veto. El comité ad hoc para cuestiones institucionales, denominado «Comité Dooge» (por el nombre de su presidente) o «Comité Spaak II» (por referencia al espíritu que debería haber inspirado su funcionamiento) y creado por el Consejo Europeo de Fontainebleau, se limitó a recoger en su informe de los días 29 y 30 de marzo de 1985 la misma divergencia de opiniones, si bien en esta ocasión el representante del presidente francés se puso del lado de la mayoría ' del comité, que preconiza «la adopción de un nuevo principio general según el cual las decisiones deberán adoptarse por mayoría cualificada o simple. La unanimidad seguirá siendo necesaria en un número considerablemente reducido de casos excepcionales, en relación con los Tratados actuales, y cuya lista se elaborará con carácter restrictivo». El miembro danés, el griego y el británico opinan que «cuando un Estado miembro considera que sus intereses nacionales importantes están en juego, sería conveniente proseguir el debate hasta alcanzar un acuerdo Es de notar la actitud ambigua del miembro luxemburgués del Comité. Poco después, el presidente del Gobierno de este país declaraba a un periódico que Luxemburgo utilizaría su derecho de veto «en caso de uniformización de los impuestos al consumo», Europa, n° 4 127, 8 y 9 de julio de 1985. Además, se trata de una malcria en la que, incluso después del Acta Única, se aplica la regla de la unanimidad. Un sistema institucionalizado de creación de normas 35 unánime». Esta formulación es exactamente la del apartado 2 del «compromiso» de Luxemburgo. Poco después, con motivo de la votación de los precios agrícolas, el 12 de junio de 1985, el Gobierno francés, preocupado ante todo por tratar bien a su socio alemán, volvió a adoptar su punto de vista tradicional. Por su parte, el proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea establece la regla general de la mayoría para la toma de decisiones por el Consejo. Sin embargo, el apartado 3 de su artículo 23 dispone que: «durante un periodo de transición de diez años, cuando una representación invoque un interés nacional vital, cuestionado por la decisión pendiente de adopción y reconocido como tal por la Comisión, la votación se aplazará afin de que se reexamine la cuestión. Los motivos de la petición de aplazamiento deberán ser publicados». Esta disposición de compromiso, reflejo del pragmatismo en que se inspira el proyecto del Parlamento, suscita las objeciones tanto de los partidarios de la regla de la mayoría, que ven en ella una concesión al espíritu del «compromiso» de Luxemburgo, como de los partidarios de éste, en la medida en que el alcance temporal de la excepción y sobre todo el poder de control reconocido a la Comisión aparecen como limitaciones inaceptables de un derecho cuyo ejercicio, según sus partidarios, debe ser reconocido permanentemente y apreciado únicamente por el Estado que lo invoque. El Acta Única Europea, resultado de las negociaciones de la conferencia intergubernamental que se celebró de septiembre a diciembre de 1985, introdujo la posibilidad de que el Consejo decidiera por mayoría cualificada en varios casos. Concretamente, en el del nuevo procedimiento de aproximación de las legislaciones previsto en el artículo 100 A del Tratado CEE. Esto ha hecho más eficaz el proceso de toma de decisiones. Cada vez se recurre con más frecuencia a votaciones en el seno del Consejo. 17. En este contexto, es preciso señalar que el Tratado prevé la necesidad de que el Consejo decida por unanimidad cuando pretenda enmendar la propuesta de la Comisión (artículo 149 CEE). Esta norma estaba destinada a ser sustituida progresivamente, durante el período transitorio, por la de mayoría cualificada, de forma que fuera más fácil para el Consejo adoptar un acto que enmendar una propuesta. Las pocas votaciones a que se ha recurrido en el Consejo no han permitido hasta el momento que esta disposición desarrolle todas sus posibilidades. La trivialización de la votación por mayoría que se observa desde la entrada en vigor del Acta Única dará a esta norma toda la importancia que los autores del Tratado le habían atribuido. En adelante, los Estados saben que no pueden por sí solos bloquear las decisiones. 36 Características especificas Señalemos la importancia que reviste la elección de la base jurídica de un acto cuando de esta elección depende la necesidad o la posibilidad de una votación por mayoría. La Comisión está atenta a este elemento y se ha dirigido ya al Tribunal para hacer anular determinados reglamentos que el Consejo pretendía fundar, sin razón, en un artículo que requiere la unanimidad en el seno del Consejo. ' 18. El Acta Única Europea ha mejorado la eficacia del proceso de decisión y ha ampliado el papel del Parlamento en el mismo. Sin embargo, hay que tener presentes los límites de esta evolución institucional. Es cierto que el artículo 8 A añade a las hipótesis ya previstas en el Tratado CEE una serie de casos en que el Consejo decide por mayoría cualificada. Sin embargo, hay que señalar que la lista de los artículos del Tratado en los que la unanimidad ha sido sustituida por la mayoría cualificada es más corta que la lista propuesta por la Comisión. Así, el artículo 2352 —que mantiene una cierta función a pesar de la inserción de las nuevas políticas en el Tratado— no está incluido. La unanimidad también sigue siendo la regla para la aplicación del artículo 99 relativo a la armonización de las legislaciones fiscales. En fin, limitándonos a un ejemplo concreto, si en adelante las decisiones relativas al transporte marítimo y aéreo (apartado 2 del artículo 84) podrán adoptarse, en principio, por mayoría cualificada, ello se entiende sin perjuicio de la aplicación del apartado 3 del artículo 75, que exige la unanimidad para «las disposiciones relativas a los principios del régimen de transportes cuya aplicación pueda afectar gravemente al nivel de vida y empleo en algunas regiones, así como a la explotación del material de transporte, teniendo en cuenta la necesidad de una adaptación al desarrollo económico que resulte del establecimiento del mercado común». Cabe señalar también que, según las declaraciones de los jefes de Gobierno, no se puede interpretar el Acta Única Europea en el sentido de que impide a un Estado invocar un interés vital para oponerse a una decisión. No obstante, la introducción en casos relativamente frecuentes del procedimiento de la mayoría cualificada refleja la voluntad política de recurrir a la votación para evitar la parálisis en el seno del Consejo. La garantía que supone para los Estados miembros en situación de minoría la posibilidad de mantener excepciones tras la adopción por mayoría de las normas de aproximación (apartado 4 del 1 2 Véase la sentencia de 26 de marzo de 1987, asunto 45/86, Comisión/Consejo, Ree. 1987, p. 1 493 y ss. Se trataba en este caso del recurso a los artículos 113 y 235 para fundar los reglamentos relativos al sistema de preferencias generalizadas. Muchos otros recursos han versado sobre cuestiones análogas. En relación con esta disposición, véase el apartado 43. Un sistema institucionalizado de creación de normas 37 artículo 100 A) 1 no es compatible con la existencia de un derecho de veto. Sin embargo, el reglamento interno del Consejo no ha facilitado, en la medida en que se esperaba, la posibilidad de que la Comisión o un Estado miembro soliciten recurrir a una votación. En julio de 1987, el reglamento fue modificado de manera que el presidente tiene la obligación de abrir el procedimiento de votación a petición de un miembro del Consejo o de la Comisión, siempre que la mayoría de los miembros que componen el Consejo se pronuncie en este sentido. El orden del día provisional de cada sesión, que se envía a los Estados miembros y a la Comisión al menos catorce días antes de la sesión, debe indicar los puntos sobre los que la presidencia, las delegaciones o la Comisión pueden solicitar una votación.2 La introducción de la codecisión en favor del Parlamento Europeo, para los acuerdos de asociación y de adhesión, y del procedimiento de cooperación en una serie de materias no soluciona totalmente las carencias democráticas de que adolece la Comunidad y que perjudican el ejercicio de sus poderes de decisión. Es sorprendente que el poder de codecisión no se haya extendido a los acuerdos comerciales celebrados por la Comunidad, que escapan a todo control parlamentario, nacional o comunitario. El procedimiento de cooperación, que no es asimilable a la codecisión, sólo se aplica en sectores limitados, lo que no dejará de crear conflictos de interpretación de la base jurídica de los actos.. Además, como ya se ha visto, no se excluyen los bloqueos. El Acta Única Europea podría ser el origen de una nueva reforma de los Tratados en lo que se refiere a estos temas. 19. El procedimiento de adopción de los actos de aplicación de los Tratados de Roma defiere del procedimiento seguido para la adopción de los actos legislativos en los Estados miembros. Sin embargo, su objeto es también la adopción de normas generales de alcance legislativo, aunque para ello todavía recurra a procedimientos que en parte son propios de la diplomacia clásica. En el Consejo, los debates no son públicos y, en los casos en que aún se requiere la unanimidad, no se excluye el bloqueo ni, por consiguiente, la parálisis. En cambio, la intervención de la Comisión, garante del interés general comunitario, es un elemento completamente original en relación tanto con los procedimientos nacionales como con los de las organizaciones internacionales. No obstante, el breve esquema aquí trazado no sería completo sin mencionar también la importancia que ha adquirido, en 1 2 Véase el apartado 149. Véase la modificación del reglamento interno adoptado por el Consejo el 20 de julio de 1987, DO L291 de 15.10.1987, p. 27. 38 Características especificas el proceso de toma de decisiones, un órgano creado por el Consejo de acuerdo con el Tratado (artículo 151 CEE) y cuya existencia ha sido confirmada por el Tratado de fusión (artículo 4): el Comité de Representantes Permanentes (Coreper). Este comité, como su nombre indica, está compuesto por los representantes permanentes de los Estados miembros ante las Comunidades. Todas las propuestas y los proyectos de actos que se someten a la aprobación del Consejo son examinados por el Comité antes de pasar a la discusión ministerial. Generalmente, el Consejo no hace más que confirmar los acuerdos realistas alcanzados en el seno del Coreper, cuyos miembros actúan con arreglo a instrucciones, y que no tiene ninguna relación institucionalizada con el Parlamento Europeo. La intervención de este órgano —la calidad de cuyos trabajos ha sido subrayada por los observadores— es indispensable dado el carácter intermitente del Consejo. Esta intervención no impide que la Comisión pueda obtener un debate ministerial si así lo desea. Las propuestas para consagrar la importancia del Coreper en el ejercicio del poder de decisión, confiriéndole un derecho limitado de adoptar actos cuando, por ejemplo, se llega a la unanimidad en su seno y la Comisión está de acuerdo con la solución adoptada —como proponía el informe de 1975 sobre la Unión Europea del primer ministro belga Sr. Tindemans—, no han sido aceptadas. Tales propuestas van a contracorriente del deseo de reforzar el papel del Parlamento Europeo en la estructura institucional. En tal hipótesis, el control directo —en principio poco deseable para la autonomía del proceso de decisión comunitario— no podría ser ejercido por los parlamentos nacionales, ante los que los embajadores, miembros del Coreper, no son responsables, ni por el Parlamento Europeo. También surgirían dificultades si, como ya se ha sugerido, se otorgase el rango de ministro a los representantes permanentes, o incluso se crease un Coreper III compuesto por secretarios de Estado (el Coreper I se compone de adjuntos y el Coreper II de embajadores). El proceso de fragmentación del Consejo en diferentes instancias, considerado perjudicial por todos los observadores, se agravaría y el problema de las relaciones con el Parlamento Europeo sólo se resolvería satisfactoriamente por el Consejo ministerial. 20. La intervención de los Estados miembros, que es determinante en el procedimiento de adopción de los actos de base de alcance legislativo, también se produce en la ejecución de las normas aprobadas por el Consejo. El Tratado CEE (cuarto guión del artículo 155) establece que la Comisión ejerce las competencias que el Consejo le atribuye para la ejecución de las normas por él establecidas. En la práctica, el Consejo se ha mostrado bastante reacio a confiar a la Comisión poderes de ejecución que impliquen el ejercicio de una amplia facultad de apreciación. El Consejo se ha reservado el poder de Un sistema institucionalizado de creación de normas 39 aprobar los actos de importancia política y, cuando ha confiado atribuciones a la Comisión, lo ha hecho con condiciones. Así, ha establecido en numerosos casos que la Comisión, al ejecutar los actos del Consejo, debe solicitar el dictamen de los comités compuestos por representantes de los gobiernos. La finalidad de la consulta a estos comités es facilitar la colaboración de las administraciones nacionales con la Comisión y posibilitar la intervención del Consejo en caso de desacuerdo entre estos comités y la Comisión. Las fórmulas varían según se trate de un «comité de gestión» o de un «comité de reglamentación». En el procedimiento clásico del comité de gestión, que existe desde la adopción de los primeros reglamentos de organización de los mercados agrícolas en 1962, una decisión negativa adoptada por mayoría cualificada de los miembros del comité contra el proyecto presentado por los servicios de la Comisión da lugar a un derecho de reforma o de anulación de la decisión de la Comisión por el Consejo por la misma mayoría y en el plazo de un mes. Cuando no se trata de medidas de gestión necesariamente urgentes sino de la introducción de normas complementarias o de actualizaciones técnicas de un acto del Consejo, es decir, de casos en que la adopción de decisiones está sujeta a un cierto plazo, entonces interviene un comité de reglamentación. Para poder adoptar la decisión, la Comisión debe obtener un dictamen favorable por mayoría cualificada. A falta de dictamen, debe presentar una propuesta al Consejo, que dispone de un plazo de tres meses para adoptarla. En caso de que el Consejo no lo haga, la Comisión adopta por sí misma las medidas que había propuesto. Una fórmula más apremiante para la Comisión es la denominada «contre-filet», que permite al Consejo oponerse en un plazo de tres meses a la propuesta de la Comisión por mayoría simple, cuando el comité de reglamentación no haya alcanzado la mayoría cualificada en favor de la propuesta. El Tribunal de Justicia ha legitimado estos procedimientos que se derivan de actos del Consejo y no del Tratado. ' Ha subrayado, en particular, que su existencia permite al Consejo confiar a la Comisión tareas de ejecución de considerable magnitud y que el resultado de estos procedimientos no es privar a la Comisión del poder de decisión en favor de los comités. Los autores del Acta Única Europea han querido reforzar la posición de la Comisión como órgano de ejecución del Derecho comunitario. 1 En lo que respecta a los comités de gestión, véase la sentencia de 17 de diciembre de 1970, asunto 15/70, Köster, Ree. 1970, p. 1 161 y ss. En relación con el comité de reglamentación que funciona según la técnica de «contre-filet», véase la sentencia de 5 de octubre de 1977, asunto 5/77, Denkavit, Ree. 1977, pp. 1 555 y ss., especialmente pp. 1 579-1 580. 40 Características específicas No obstante, la disposición del Acta Única relativa a este tema no carece de ambigüedades. El artículo 10 del Acta Única completa el artículo 145 del Tratado CEE con las disposiciones siguientes: «[El Consejo] atribuirá a la Comisión, respecto de los actos que el Consejo adopte, las competencias de ejecución de las normas que éste establezca. El Consejo podrá someter el ejercicio de estas competencias a determinadas condiciones. El Consejo podrá asimismo reservarse, en casos específicos, el ejercicio directo de las competencias de ejecución. Las condiciones anteriormente mencionadas deberán ser conformes a los principios y las normas que el Consejo hubiere establecido previamente por unanimidad, a propuesta de la Comisión y previo dictamen del Parlamento Europeo». El principio de la función de ejecución de la Comisión queda afirmado en adelante como una obligación del Consejo. No obstante, éste puede reservarse «en casos específicos» la facultad de ejercer directamente las competencias de ejecución. En una sentencia de 24 de octubre de 1989, el Tribunal indicó que el Consejo debería «motivar de forma detallada» su decisión de reservarse el ejercicio directo de las competencias de ejecución. ' El Consejo también puede someter a condiciones el ejercicio de estas competencias por la Comisión. Corresponde a ésta proponer los principios y las normas a que deben ajustarse estas condiciones. Estos principios y estas normas deberían adoptarse, a tenor de una declaración adjunta al Acta, antes de la entrada en vigor de ésta. Esta misma declaración preveía reconocer un papel preponderante al procedimiento del comité consultivo, en función de la rapidez y la eficacia del proceso de decisión, en la realización del mercado interior. Las disposiciones que completan el artículo 145 reflejan la voluntad de uniformizar los procedimientos aplicables y de poner fin a su actual multiplicidad y a los riesgos de bloqueo no excluidos por ciertas condiciones impuestas a la Comisión. La decisión adoptada el 13 de julio de 19872 por el Consejo sólo responde parcialmente a estos imperativos. Hay que señalar, en primer lugar, que a tenor de las declaraciones incluidas en el acta del Consejo, la decisión no afecta a los procedimientos aplicables a los diversos comités existentes. Además, contrariamente a la propuesta de la Comisión y al dictamen del Parlamento, la decisión recoge todos los procedimientos anteriormente citados y sus variantes. De este modo, el objetivo de simplificación sólo se logra parcialmente. Además, la decisión no afecta a las condiciones del ejercicio de las competencias atribuidas a la Comisión por actos anteriores. Al 1 2 Asunto 16/88, Comisión/Consejo, Ree. 1988, p. 3 457 y ss. DO L197 de 18.7.1987, p. 33. Un sistema institucionalizado de creación de normas 41 modificar o prorrogar estos actos, el Consejo puede optar por adaptar los procedimientos o por mantenerlos. Como vemos, se mantiene una gran diversidad. No obstante, el Consejo sólo puede elegir ya entre los procedimientos mencionados en la decisión del 13 de julio de 1987, lo cual limita el terreno de las posibles controversias entre los Estados miembros y entre éstos y la Comisión. 20 bis. El Acta Única Europea, de 17 y 28 de febrero de 1986, entró en vigor el 1 de julio de 1987. Esta primera reforma de los Tratados comunitarios —principalmente del Tratado CEE— incluye disposiciones institucionales dirigidas a mejorar la eficacia del proceso de decisión y a democratizarlo. En la presente sección hemos analizado el alcance de estas disposiciones. Pero el Acta Única no se limita a esto, sino que contiene disposiciones relativas a los ámbitos de competencia de la Comunidad, El presidente de la Comisión, Jacques Delors, ha resumido así los objetivos materiales del Acta: «El Acta Única es, en pocas palabras, la obligación de realizar simultáneamente el gran mercado sin fronteras, una mayor cohesión económica y social, una política europea de investigación y tecnología, la consolidación del sistema monetario europeo, la creación de un espacio social europeo y la adopción de medidas significativas en materia de medio ambiente. Sí, he dicho realizar simultáneamente.» ' Se trata de realizar un espacio económico y social, unificado y solidario. Se considera de crucial importancia que la Comunidad disponga permanentemente de los medios de supervivencia necesarios y de los medios para enfrentarse a las responsabilidades que el Acta Única le ha confiado. En la comunicación titulada «Llevar a buen término el Acta Única Europea: una nueva frontera para Europa»,2 la Comisión ha propuesto adaptar la política agraria común teniendo en cuenta las nuevas condiciones de la producción y los intercambios, una reforma de los fondos estructurales que los convierta en instrumentos de desarrollo económico (duplicando los recursos y modificando su empleo), una adaptación de los recursos propios y su estructura, y una disciplina presupuestaria más eficaz.3 El período a que se refiere es el 1 2 3 Discurso de 18 de febrero de 1987 ante el Parlamento Europeo. Suplemento 1/87 del Bol. CE, p. 27. COM(87) 100. Suplemento 1/87 del Bol. CE. Estos cuatro elementos del paquete global se citan según el resumen presentado por la Comisión en su programa de trabajo para 1988, Suplemento 1/88 del Bol. CE, p. 19. 42 Características especificas mismo que el previsto para la realización plena del mercado interior en la Comunidad, es decir, del año 1988 a 1992. Han sido necesarios tres Consejos Europeos (Bruselas, 29 y 30 de junio de 1987; Copenhague, 4 y 5 de diciembre de 1987, y de nuevo Bruselas, 11 y 12 de febrero de 1988) para alcanzar un compromiso global sobre los diferentes puntos incluidos en la comunicación de la Comisión. En lo que respecta a la disciplina presupuestaria y la gestión del presupuesto, la decisión relativa al sistema de recursos propios ' fija, para los créditos de pago, un límite máximo global de los recursos propios así como límites máximos anuales para el período que va de 1988 a 1992. La misma decisión fija un límite máximo para los créditos de compromiso 2 en 1992 y prevé una evolución ordenada de estos créditos, así como el mantenimiento de una relación estricta entre créditos de compromiso y créditos de pago. Según la decisión del Consejo, de 24 de junio de 1988, relativa a la disciplina presupuestaria, 3 el ritmo anual de progresión de los gastos del Fondo Europeo de Orientación y de Garantía Agraria (FEOGA), sección «Garantía», no debe superar el 74% del índice de crecimiento anual del PNB de la Comunidad. Se trata de la «línea directriz agrícola». Se introducen nuevos estabilizadores agrícolas (véase infra). Se refuerza la gestión presupuestaria de estos gastos. Se introduce un sistema de alerta eficaz con vistas a controlar el ritmo de evolución de los gastos reales. El Consejo, compuesto por los ministros de Hacienda y los ministros de Agricultura, fija los precios agrícolas cuando la Comisión estima que los resultados de los debates sobre sus propuestas de precios pueden llegar a superar los costes que figuran en el texto inicial. Se ha creado una «reserva monetaria» de 1 000 millones de ecus para hacer frente a los gastos del FEOGA, sección «Garantía», derivados de «fluctuaciones significativas e imprevistas» del tipo de cambio dólarecu. Como consecuencia de la decisión anteriormente mencionada, se publicó un acuerdo interinstitucional sobre la disciplina presupuestaria y la mejora del procedimiento presupuestario. 4 De este acuerdo hay que destacar especialmente la fijación de las «perspectivas financieras 1988-1992», que indican, en créditos de compromiso, el alcance y la 1 2 3 4 Decisión del Consejo, de 24 de junio de 1988, relativa a los recursos propios de las Comunidades, DO L 185 de 15.7.1988, p. 24. Los créditos de compromiso cubren, durante el ejercicio en curso, el coste total de las obligaciones jurídicas contraidas en actividades cuya realización se extiende a más de un ejercicio. Los créditos de pago cubren, hasta el total de la cantidad incluida en el presupuesto, los gastos derivados de la ejecución de los compromisos contraídos en el curso del ejercicio o de los ejercicios anteriores. DO L 185 de 15.7.1988, p. 29. DO L 185 de 15.7.1988, p. 33. Un sistema institucionalizado de creación de normas 43 composición de los gastos previsibles de la Comunidad para cada uno de los cinco ejercicios. En lo que respecta a la acción estructural de la Comunidad, ' ésta se propone cinco objetivos: — fomentar el desarrollo y el ajuste estructural de las regiones menos desarrolladas (objetivo n° 1); — reconvertir las regiones, regiones fronterizas o partes de regiones (incluidas las zonas de empleo y las comunidades urbanas) gravemente afectadas por el declive industrial (objetivo n° 2); — combatir el paro de larga duración (objetivo n° 3); — facilitar la inserción profesional de los jóvenes (objetivo n° 4); — en la perspectiva de la reforma de la política agraria común, acelerar la adaptación de las estructuras agrícolas y fomentar el desarrollo de las zonas rurales (objetivo n° 5). El Consejo elabora una lista de las regiones que pueden beneficiarse de las acciones dirigidas a realizar los objetivos nos 1 y 2. A los fondos estructurales (Fondo Europeo de Desarrollo Regional, Fondo Social Europeo y FEOGA, sección «Orientación») se les asignan concretamente la realización de algunos de los objetivos indicados. Las contribuciones de los fondos estructurales para las regiones incluidas en el objetivo n° 1 se duplicarán de aquí a 1992, siempre que los créditos de compromiso para los fondos estructurales también se dupliquen con respecto a 1987, pero en este caso en 1993 (y no en 1992). El límite superior global de los recursos se fija en el 1,20% del PNB para los créditos de pago y en el 1,30% para los créditos de compromiso (en lugar del 1,40% previsto en la comunicación de la Comisión). Habrá cuatro recursos propios, procedentes de: a) las exacciones reguladoras agrícolas y las cotizaciones sobre el azúcar y la isoglucosa, previa deducción del 10% retenido por los Estados miembros en concepto de gastos de recaudación; b) los derechos del arancel aduanero común e, innovación lógica y significativa, los derechos de aduana sobre los productos regulados por el Tratado CECA, con la misma deducción prevista en a); c) la aplicación de un tipo uniforme (1,40%), válido para todos los Estados miembros, a la base imponible del impuesto sobre el valor añadido, calculado de la misma manera para los Estados miemReglamento n° 2 052/88 del Consejo, de 24.6.1988, DO L 185 de 15.7.1988, p. 9. 44 Características específicas bros según normas comunitarias. La base imponible del IVA no puede ser superior al 55 % del PNB, a precios de mercado, de cada Estado miembro; d) la aplicación de un tipo que se fijará en el marco del procedimiento presupuestario, teniendo en cuenta todos los demás ingresos, a una base imponible complementaria que represente la suma de los PNB a precios de mercado. (Este último recurso es sin duda el más interesante, en la medida en que se aleja de la filosofia de los recursos propios para parecerse más bien a una contribución nacional.) La financiación de la compensación al Reino Unido se efectuará según los métodos actuales. Sin embargo, el mecanismo de corrección de los desequilibrios presupuestarios ha sido objeto de algunas modificaciones. La decisión relativa a los recursos propios —adoptada con arreglo al procedimiento previsto en el artículo 201 del Tratado— entró en vigor el 1 de enero de 1988' con efectos retroactivos. La agricultura constituye el cuarto capítulo de las conclusiones del Consejo Europeo de Bruselas del 12 de febrero de 1988. Los mecanismos actuales de estabilización —que regulan y atenúan la intervención del sistema de garantía de precios creado por las organizaciones de mercado— se «refuerzan y amplían». Se adoptarán medidas encaminadas a limitar la producción, estimulando el abandono temporal de tierras cultivables y acompañándolas, en su caso, de ayudas directas a los ingresos. Se formentará el abandono de la actividad agraria mediante un sistema de jubilación anticipada. La coordinación entre los diferentes fondos estructurales, así como entre la Comunidad y sus Estados miembros, tenderá a mantener «el equilibrio del mundo rural». La importancia de los acuerdos alcanzados en el Consejo Europeo de Bruselas es evidente. Estos acuerdos proporcionan a la Comunidad los instrumentos necesarios para lograr el objetivo de cohesión económica y social, complemento indispensable para la realización del mercado interior. Aportan una solución a medio plazo al grave problema de los recursos de la Comunidad y suponen un paso importante en la vía del control del presupuesto. Los acuerdos también incluyen medidas concretas de reequilibrio de los gastos comunitarios, moderando el coste de la política agraria común, cuyo peso en los gastos obligatorios es realmente excesivo. Este conjunto de medidas permite a la Comunidad realizar con resolución los objetivos que se ha fijado mediante el Acta Única Europea. Véase nota 3, p. 40. Una Comunidad de Derecho 45 Sección 3. Una Comunidad de Derecho 21. La expresión «Comunidad de Derecho» fue utilizada por el presidente Walter Hallstein, tomando como referencia la de Estado de Derecho («Rechtsstaat»), para calificar a la Comunidad. Efectivamente, la Comunidad no sólo es una creación del Derecho por basarse en tratados internacionales, sino que apenas existen otras instancias de poder público que dependan tanto del Derecho para desempeñar sus funciones. La Comunidad no tiene poder directo de coerción, carece de ejército y de policía. Dispone de una infraestructura administrativa limitada y, también a este respecto, debe apoyarse en gran medida en los Estados miembros. En suma, no se trata de un Estado. Sus armas son el Derecho que ella misma crea. Por lo tanto, tal como señalaba el presidente Hallstein en una intervención ante el Parlamento Europeo el 17 de junio de 1965, su misión se vería gravemente amenazada si este único medio para llevar a cabo los objetivos comunitarios perdiera su carácter obligatorio y uniforme en todos los Estados miembros. ' Por ello, es de importancia vital que al ordenamiento jurídico comunitario se le reconozca la primacía sobre los ordenamientos nacionales. Así se manifestó Guy Héraud al describir la supranacionalidad como el ordenamiento de las colectividades normativamente subordinadas.2 22. El ordenamiento jurídico comunitario es una creación del Derecho, en el que se basa para ser eficaz, y, como ya se ha visto, es también fuente creadora de Derecho. Es un ordenamiento que garantiza un alto grado de desarrollo de las normas y del cumplimiento del Derecho mediante un órgano jurisdiccional. Contrariamente a la regla de las jurisdicciones internacionales clásicas, tales como el Tribunal Internacional de Justicia, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas es competente de pleno derecho en los casos previstos en los Tratados, sin la necesidad de que el Estado acepte dicha competencia. Su jurisdicción es obligatoria desde la entrada en vigor de los Tratados comunitarios. También hay que señalar que al Tribunal de Justicia pueden acceder no sólo los Estados y las instituciones, sino también los particulares, en condiciones más o menos estrictas recogidas en los Tratados.3 Por último, las sentencias del Tribunal por las que se condena al pago de multas o multas Parlamento Europeo, «Debates», 17 de junio de 1965, p. 220. «L'interétatique, le supranational et le federal», Archives de philosophie du droit, 1961, pp. 179 y ss., especialmente p. 182. Así, las empresas del sector del carbón y del acero pueden presentar recursos de anulación contra las decisiones de la Alta Autoridad (Comisión), en condiciones más amplias que los particulares que actúan contra los actos adoptados en virtud de los Tratados de Roma. Véanse y compárense el párrafo 2 del artículo 33 CECA y el párrafo 2 del artículo 173 CEE. En el régimen de los Tratados de Roma, los particulares no pueden actuar contra los reglamentos. 46 Características especificas coercitivas ' son ejecutorias de pleno derecho contra las empresas sin necesidad de exequatur. A este respecto, la autoridad nacional se limita a verificar la autenticidad del título. La existencia de un Tribunal de Justicia es un elemento fundamental para el proceso de integración. El sistema de distribución de competencias que este proceso implica supone para los Estados la garantía de que tanto las instituciones como los demás Estados respetarán su cumplimiento. La cesión que tiene lugar sólo es aceptable si se respetan sus límites. La subordinación a normas comunes implica que se mantiene la uniformidad de su aplicación. El Tribunal ejerce la función fundamental de garantizar el cumplimiento del Derecho en la interpretación y la aplicación del Tratado (artículos 164, Tratado CEE; 136, Tratado Euratom; 31, Tratado CECA). La institución del abogado general, encargado de «presentar públicamente, con toda imparcialidad e independencia, conclusiones motivadas sobre los asuntos promovidos ante el Tribunal» (párrafo 2 del artículo 166 del Tratado CEE) ilustra adecuadamente la misión confiada al Tribunal. 23. Las funciones esenciales del Tribunal de Justicia,2 compuesto por trece jueces y asistido por seis abogados generales (artículos 17 y 18 del Acta de adhesión de 1985), pueden resumirse como sigue. Garantiza el control de la legalidad de los actos de las instituciones, en relación con el Tratado y las demás fuentes del Derecho comunitario, a instancia de los Estados, de las demás instituciones y de los particulares, directamente o con motivo de un litigio del que conozca. Vela por el cumplimiento por parte de los Estados de las obligaciones que les imponen los Tratados y el Derecho derivado. Interviene, a petición de las jurisdicciones nacionales, en la interpretación de las normas comunitarias o para apreciar la validez de los actos de las instituciones. 24. Puede decirse que, en virtud del control de legalidad, el Tribunal se asemeja a un tribunal constitucional cuando tiene que juzgar la conformidad con el Derecho comunitario de los actos del Consejo, que son actos legislativos. Sin embargo, su papel es más bien el de una jurisdicción administrativa que se pronuncia sobre la Cuando modifica una decisión de la Comisión por la que se condena un acuerdo ilícito con respecto a las normas de competencia, por ejemplo. No es posible enumerar aquí todos los tipos de recursos que pueden interponerse ante el Tribunal de Justicia. Sin embargo, mencionaremos la importante acción indemnizatória, que permite a las personas perjudicadas por la actividad de la Comunidad obtener reparación. Una Comunidad de Derecho 47 legalidad de los actos individuales de la Comisión. La legalidad puede ser violada tanto por la actividad de las instituciones como por su inacción, por lo que los Tratados han creado un recurso por omisión que permite a las instituciones, los Estados miembros y, en condiciones más limitadas, a los particulares, hacer que el Tribunal compruebe la abstención culpable del Consejo o de la Comisión. 25. Paralelamente, en el sistema de los Tratados de Roma, el Tribunal, mediante el recurso por incumplimiento, y a instancia de la Comisión (artículo 169) o de un Estado miembro (artículo 170), debe juzgar sobre la conformidad de la actividad de los Estados con el Derecho comunitario. Este recurso está precedido por una fase administrativa en la que la Comisión instruye el expediente e intenta que el Estado modifique su comportamiento. Si esta acción de persuasión no logra sus propósitos, la Comisión puede llevar el asunto al Tribunal, que declara el incumplimiento efectivo. Obviamente, el Tribunal no puede anular la medida nacional por la que se infringe el Derecho comunitario, pero al ratificar la opinión de la Comisión, puede indicar en su sentencia al Estado los medios para rectificar su conducta. Además, los individuos y los demás Estados miembros pueden invocar esta sentencia para apoyar otros recursos (como, por ejemplo, el de indemnización) ante las jurisdicciones nacionales. No obstante, hay que señalar de nuevo que el Tribunal no dispone de los medios para ejecutar una sentencia contra un Estado recalcitrante. El Tratado CECA (artículo 88) ha creado un principio de sanción cuando el Estado no ejecuta la decisión de la Alta Autoridad por la que se declara el incumplimiento o la sentencia del Tribunal que confirma la existencia de incumplimiento. La Alta Autoridad puede retener las cantidades que pudiera deber al Estado y autorizar a los demás Estados para adoptar medidas de defensa o de retorsión, no obstante lo dispuesto en las normas fundamentales del Tratado. Los problemas que surgen en la ejecución de algunas sentencias de incumplimiento han dado lugar a una nueva reflexión sobre la oportunidad de incluir sanciones en las sentencias en las que el Tribunal constata una infracción cometida por un Estado miembro en el sistema de los Tratados de Roma. En el artículo 43 del proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea, entre las nuevas competencias que una ley orgánica deberá añadir a las competencias del Tribunal de Justicia, figura un guión relativo a la «competencia del Tribunal para sancionar los incumplimientos por parte de los Estados miembros de las obligaciones derivadas del Derecho de la Unión». Estas sanciones son diferentes del mecanismo aplicable, a tenor del artículo 44 del proyecto de Tratado, a las «violaciones graves y persistentes» de las disposiciones del Tratado o de los principios democráticos y derechos fundamentales a que se refiere el apartado 4 del artículo 4. 48 Características especificas 26. Por último, el mecanismo de las cuestiones prejudiciales asocia estrechamente las jurisdicciones nacionales al Tribunal de Justicia. Éste se pronuncia, a petición de aquéllas, sobre la interpretación del Tratado o de los actos de las instituciones, así como sobre la validez de éstos (artículo 177 del Tratado CEE).1 El juez nacional, cuyas decisiones no puedan ser objeto de recurso interno,2 tiene la obligación de someter el asunto al Tribunal. Las demás jurisdicciones tienen la facultad de hacerlo. Este mecanismo se justifica debido a que, efectivamente, el juez nacional es el primero que debe aplicar el Derecho comunitario, dado el efecto directo del mismo. A fin de evitar divergencias entre las jurisdicciones nacionales y de garantizar la uniformidad de la aplicación del Derecho comunitario, los Tratados han recurrido a la técnica del recurso prejudicial que existe, en diversas formas, en los derechos nacionales. Cuando se le plantea una cuestión de interpretación del Derecho comunitario o una cuestión de validez de los actos de las instituciones, el juez, antes de pronunciarse sobre el fondo del litigio, puede o debe, según los casos, remitir el asunto al Tribunal de Justicia. Las partes que intervienen en el proceso nacional, los Estados miembros, la Comisión y, si el acto emana de él, el Consejo, pueden presentar sus observaciones en un plazo relativamente breve (dos meses), a fin de que todos los interesados puedan aportar sus puntos de vista al Tribunal, sin que ello dé lugar a una prolongación injustificada del procedimiento. La función del Tribunal es definir el sentido de las disposiciones cuya interpretación se solicita o pronunciarse sobre su validez, es decir, sobre su legalidad. Su sentencia se impone a la jurisdicción que la ha solicitado y vincula a las demás jurisdicciones, que sin embargo mantendrán el derecho de recurrir al Tribunal en caso de que surjan dudas sobre si una solución anteriormente adoptada por el Tribunal es conforme a Derecho. Este mecanismo de colaboración convierte al juez nacional en juez comunitario. 27. Independientemente de las características que acabamos de recordar, el Tribunal de Justicia presenta unas diferencias esenciales con la jurisdicción internacional clásica, en razón de sus objetivos y de su intervención, asi como de su función y sus relaciones con las jurisdicciones nacionales. Evidentemente, no se trata de una jurisdicción federal jerárquicamente superior a las jurisdicciones de los Estados, pero la importancia que adquieren los litigios de legalidad, sus relaciones directas con las instancias nacionales y el papel reconocido El artículo 41 del Tratado CECA no contempla más que un recurso prejudicial sobre la validez de los acuerdos de la Alta Autoridad, en el que el Tribunal tiene la competencia exclusiva. En principio, las jurisdicciones situadas en lo más alto de la jerarquía (Tribunal de casación. Consejo de Estado), así como las jurisdicciones que, en casos determinados, deciden sin recurso en razón de la cuantía de la demanda, por ejemplo. Una Comunidad de Derecho 49 a los particulares convierten al Tribunal en una jurisdicción interna de una Comunidad de Estados inmersos en un proceso de integración. La existencia de este control jurisdiccional en el ordenamiento jurídico comunitario ha permitido al Tribunal de Justicia oponerse a la aplicación del principio de retorsión entre Estados miembros. Éstos no pueden hacer justicia por su cuenta, ya que el Tratado prevé y organiza un sistema especialmente completo de recursos. ' A este respecto, y dentro del mismo orden de ideas, es preciso señalar que los Tratados, con respecto a la solución de conflictos relativos a su aplicación e interpretación, prohiben recurrir a formas de solución distintas de las previstas en ellos (artículo 87 del Tratado CECA, artículo 219 del Tratado CEE, artículo 193 del Tratado CEEA). Ya se ha subrayado la importante función de un tribunal de justicia en un proceso de integración. Tras este breve análisis de sus funciones, debemos añadir que el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas ha asumido admirablemente las tareas que le han confiado los Tratados. Su dinamismo, que a veces ha sido criticado, contrasta con la inacción del Consejo como legislador —precisamente las insuficiencias de éste le han conducido a desarrollar una jurisprudencia tendente a afirmar los objetivos de integración frente a las resistencias de los Estados—, muy a menudo corriendo el riesgo de ser no ya acatado sino ni siquiera comprendido. Su posición no es precisamente cómoda en sus relaciones con los Estados, que invocan su condición de «padres de los Tratados» como si ésta les diera derecho a hacer caso omiso de los principios y objetivos. Tampoco es fácil su posición respecto de las jurisdicciones nacionales, que deben colaborar con el Tribunal para garantizar la aplicación uniforme del Derecho comunitario, pero cuya tarea es precisamente conseguir dicha aplicación. El Tribunal ejerce una función de interpretación del Derecho y, a petición de las jurisdicciones, se pronuncia sobre la validez de los actos, pero no está facultado para rectificar las jurisprudencias contrarias al Derecho comunitario ni para decidir la aplicación de este Derecho a un caso determinado. No es un tribunal de apelación ni de casación. Tampoco posee, como ya se ha dicho, las competencias de una jurisdicción de tipo federal. Su función adolece de cierta ambigüedad ya que, en sus relaciones con los Estados y las instituciones, cada vez se perfila más como una jurisdicción de este tipo. En estas condiciones, se entiende que el proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea haya previsto, en su artículo 43, que las competencias del Tribunal deberán completarse con la creación de un recurso de casación ante el mismo contra las decisiones judiciales nacionales tomadas en última instancia que se nieguen a presentar una cuestión prejudicial ante el Tribunal o que ignoren una decisión Sentencia de 13 de noviembre de 1964, asuntos acumulados 90 y 91/63, Comisión/Gran Ducado de Luxemburgo y Reino de Bélgica, Ree. 1964, p. 1 223. 50 Características específicas prejudicial de éste. De esta manera, el deber de colaboración de las jurisdicciones nacionales se impondría más adecuadamente que por el procedimiento de incumplimiento. La atribución de un poder de codecisión al Parlamento no disminuiría la importancia de la función del Tribunal, sino que acentuaría aún más su carácter constitucional, que es la principal justificación de su existencia. Para permitirle afrontar sus responsabilidades y evitar los riesgos de sobrecarga de trabajo, se ha propuesto agilizar el procedimiento y crear una o varias jurisdicciones especializadas de primera instancia, para juzgar lo contencioso de la función pública comunitaria ' y otros litigios en los que la prueba de los hechos, como sucede en materia de competencia, es primordial. Estas propuestas han sido recogidas por el Acta Única, que reforma la regulación de estos puntos en los tres Tratados comunitarios. El artículo 11 del Acta Única permite al Consejo, a instancia del Tribunal de Justicia y previa consulta a la Comisión y al Parlamento Europeo, agregar al Tribunal de Justicia un órgano jurisdiccional encargado de conocer en primera instancia, sin perjuicio de un recurso ante el Tribunal de Justicia limitado a las cuestiones de Derecho, de determinadas categorías de recursos interpuestos por personas físicas o jurídicas. Por consiguiente, ya no será necesario modificar el Tratado para crear dicho órgano jurisdiccional de primera instancia encargado de lo contencioso en la función pública comunitaria o de otros litigios, por ejemplo, en materia de competencia. La decisión del Consejo de crear dicho órgano jurisdiccional fue adoptada el 24 de octubre de 1988.2 Este tribunal será competente en materia de lo contencioso en la función pública comunitaria, de recursos fundados en el Tratado CECA y de los asuntos de competencia en el ámbito del Tratado CEE. A los dos años de la entrada en funcionamiento de la nueva jurisdicción, el Consejo podrá ampliar la competencia del Tribunal de Justicia al sector del dumping y de las subvenciones. Además, el artículo 12 del Acta Única faculta al Consejo para que, por unanimidad, a instancia del Tribunal de Justicia y previa consulta a la Comisión y al Parlamento Europeo, modifique las disposiciones del título 3 del Estatuto del Tribunal de Justicia, relativas al procedimiento. Es de lamentar que no se haya aprovechado la ocasión para ampliar la jurisdicción del Tribunal a la interpretación de los convenios celebra1 2 Véase a este respecto la propuesta del «comité Spaak II», en su informe al Consejo Europeo de 29 y 30 de marzo de 1985, de que se «descargue adecuadamente al Tribunal de las tareas que le corresponden en materia de conflictos entre funcionarios e instituciones». DO L319 de 25.11.1988, p. 1. Métodos de interpretación 51 dos entre los Estados miembros en las materias contempladas en el artículo 220 del Tratado, a fin de evitar los conflictos estériles que siempre surgen al concederse una competencia al Tribunal en estas materias,1 A este respecto, se ha añadido al Acta una declaración redactada en términos extremadamente vagos. Tampoco se ha hecho nada para reforzar la autoridad de las decisiones del Tribunal atribuyéndole, por ejemplo, un poder sancionador. Sección 4. Métodos de interpretación 28. Puede decirse que en Derecho comunitario se utilizan todos los métodos de interpretación propios del Derecho internacional2 y del Derecho Interno. Ahora bien, en razón de los objetivos de integración de los Tratados, el Tribunal de Justicia, cuya misión, como ya se ha visto, es garantizar el respeto del Derecho en la aplicación y la interpretación de los Tratados (artículo 164 CEE, artículo 31 CECA, artículo 136 CEEA), ha preferido los métodos funcionales de interpretación, es decir, considerar la finalidad general de los Tratados con miras a reconstituir el espíritu de los mismos. Ha recurrido al método sistemático y a la interpretación teleológica —es decir, en función del objetivo perseguido—, que prácticamente no pueden distinguirse. Las expresiones que utiliza la doctrina para calificarlos varían y es imposible aportar aquí nueva luz sobre esta cuestión. Para ilustrar mejor la función del Tribunal y sus métodos, procederemos por ejemplos. 29. Al tener que interpretar un Tratado —marco que, por definición, reconoce a las instituciones un amplio poder normativo de ejecución,2 el Tribunal, al margen de las normas técnicas enunciadas en el Tratado, ha definido los principios fundamentales en que se basa la creación comunitaria. Estos principios de la «constitución económica» («Wirtschafts-verfassung») comunitaria sirven de trama o de «leitmotiv» de una amplia jurisprudencia relativa tanto a la realización de la libre circulación de mercancías y personas como a la aplicación de las políticas comunes. Se trata de los principios de igualdad, libertad, solidaridad y unidad.3 30. El principio de igualdad —o de no discriminación— es la base de la realización de la Comunidad. Se consagra en una disposición fundamental (artículo 7 CEE) y se refleja en los artículos relativos a la 1 2 3 Véase infra, apartado 83. Véase infra, capítulo II. Véase Pescatore, P.: «Les objectifs de la Communauté Européenne comme principes d'interprétation dans la jurisprudence de la Cour de justice», Mélanges W.J. Ganshof van der Meersch, París-Bruselas, 1972, pp. 325 y ss. 52 Características especificas libre circulación de personas y mercancías. La igualdad de trato de los trabajadores que se desplazan en la Comunidad y de sus familias es, por excelencia, el campo en el que el Tribunal ha hecho prevalecer este principio hasta un punto sólo igualado por los Estados miembros del Consejo Nórdico. En este sentido, el Tribunal ha considerado que el derecho de los hijos de los trabajadores migrantes a ser admitidos en los cursos de enseñanza general en las mismas condiciones que los nacionales, debería extenderse a las medidas de readaptación social de los hijos minusválidos de los trabajadores, es decir, de personas que nunca hayan trabajado debido a su minusvalía. ' El Tribunal decidió que los hijos de los trabajadores italianos en Francia y Alemania debían beneficiarse de las becas de estudios en las mismas condiciones que los trabajadores nacionales.2 También consideró que las reducciones concedidas a las familias numerosas formaban parte de las prestaciones sociales que la familia de los trabajadores migrantes podían solicitar en las mismas condiciones que los nacionales, aun cuando la reducción concedida a las familias numerosas no depende de las condiciones de empleo ni de un trabajo determinado.3 La aproximación a la situación nacional se ha llevado, pues, bastante lejos. Ya no es el trabajador como tal quien se beneficia de la igualdad de trato, sino el ciudadano comunitario y su familia. 31. El principio de igualdad está estrechamente relacionado con el principio de libertad. De hecho, la ausencia de discriminación es sin duda un medio para favorecer la libre circulación de personas y mercancías, si bien, como ya hemos visto en los ejemplos citados, la jurisprudencia del Tribunal se distancia de esta argumentación, puramente económica, para hacer prevalecer el concepto general de igualdad de trato. Como ya se sabe, el principio de libertad es fundamental en una Comunidad basada en la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales. La realización del mercado común implica la eliminación de los obstáculos, tanto oficiales como privados, a la libertad de circulación. La importancia crucial del principio de libertad ha llevado al Tribunal a interpretar de forma restrictiva las excepciones a este principio. Tal es el caso del apartdo 4 del artículo 48 del Tratado CEE, que establece que la libre circulación no será aplicable a los empleos en la administración pública, y del artículo 55, que exceptúa del derecho de establecimiento en un Estado a las actividades que, en este Estado, 1 2 3 Sentencia de 11 de abril de 1973, asunto 76/72, Michel S., Ree. 1973, p. 457. Sentencia de 3 de julio de 1974, asunto 9/74, Casagrandc, Ree. 1974, p. 773, y sentencia de 29 de enero de 1975, asunto 68/74, Alaimo, Ree. 1975, p. 109. Sentencia de 30 de septiembre de 1975, asunto 32/75, Fiorini, Ree. 1975, p. 1 085. Métodos de interpretación 53 estén relacionadas, aunque sólo sea de manera ocasional, con el ejercicio del poder público. El Tribunal no ha llevado a cabo una interpretación literal del artículo 48, que habría implicado excluir de la libre circulación a los trabajadores de las administraciones públicas. El Tribunal ha decidido que «teniendo en cuenta el carácter fundamental, en el sistema del Tratado, de los principios de la libre circulación y de la igualdad de trato de los trabajadores en la Comunidad, el alcance de la excepciones admitidas en el apartado 4 del artículo 48 no debe superar el objetivo que se persigue con la excepción; los intereses que ésta permite proteger a los Estados miembros quedan cubiertos con la posibilidad de limitar el acceso de extranjeros a determinadas actividades en la administración pública». ' Sin embargo, una vez admitido, el ciudadano comunitario tiene, con esta única reserva, los mismos derechos que los nacionales. El Tribunal ha confirmado esta doctrina en dos sentencias dictadas en un proceso por incumplimiento, entablado por la Comisión contra Bélgica.2 El Tribunal ha considerado que el apartado 4 del artículo 48: «sitúa fuera del ámbito de aplicación de los tres primeros apartados del mismo artículo un conjunto de empleos que implican una participación, directa o indirecta, en el ejercicio del poder público y en las funciones que tienen por objeto salvaguardar los intereses generales del Estado o de las demás colectividades públicas. Tales empleos suponen, por parte de sus titulares, la existencia de una relación particular de solidaridad con respecto al Estado, así como la reciprocidad de derechos y deberes que son el fundamento del vínculo de nacionalidad.» En el asunto Reyners, el Tribunal tenía que pronunciarse sobre el alcance del artículo 55 en lo que respecta a la profesión de abogado. El Tribunal destacó que las características de esta profesión no implicaban el ejercicio del poder público y que, por consiguiente, no se podía excluir la profesión de abogado del ámbito de aplicación del capítulo relativo al derecho de establecimiento. 3 En otra sentencia, figura la fórmula siguiente: «Considerando que el establecimiento de la más amplia libertad de circulación de los trabajadores migrantes se inscribe en los fundamentos de la Comunidad y constituye el objetivo principal del artículo 51 del 1 2 3 Sentencia de 12 de febrero de 1974, asunto 152/73, Sotgiu, Ree. 1974, p. 153. El subrayado es nuestro. Sentencia de 17 de diciembre de 1980, asunto 149/79, Ree. 1980, pp. 3 881 y ss., especialmente el considerando 10, y sentencia de 26 de mayo de 1982, en el mismo asunto, Ree. 1982, pp. 1845 y ss. Sentencia de 21 de junio de 1974, asunto 2/74, Reyners, Ree. 1974, p. 631. 54 Características específicas Tratado; que es preciso interpretar los reglamentos de aplicación de este artículo a la luz de este objetivo.» ' 32. El principio de solidaridad ha sido invocado por el Tribunal en relación con la negativa deliberada de un Estado a cumplir sus obligaciones comunitarias, así como para apoyar y afirmar su competencia exclusiva en materia de política comercial. El Tribunal también ha aducido consideraciones similares para rechazar la pretensión de un Estado de adoptar medidas unilaterales en razón de la inacción del Consejo en una materia que es de la competencia exclusiva de la Comunidad. En una sentencia dictada al término de un procedimiento de declaración de incumplimiento por un Estado, el Tribunal ha destacado la importancia de la idea de solidaridad. En unos enérgicos «considerandos», el Tribunal declara que «al permitir a los Estados miembros aprovecharse de las ventajas de la Comunidad, el Tratado les impone también la obligación de respetar sus reglas; que el hecho, para un Estado, de romper unilateralmente, según la concepción que él se forma de su interés nacional, el equilibrio entre las ventajas y las cargas que se derivan de su pertenencia a la Comunidad pone en entredicho la igualdad de los Estados miembros ante el Derecho comunitario y crea discriminaciones en perjuicio de sus nacionales y, muy en particular, de los del mismo Estado que se sitúa fuera de la norma comunitaria; que esta falta a los deberes de solidaridad aceptados por los Estados miembros por el hecho mismo de su adhesión a la Comunidad afecta a las bases esenciales del ordenamiento jurídico comunitario».2 En su dictamen 1/75, el Tribunal no reconoce a los Estados miembros el derecho de celebrar acuerdos con terceros Estados, paralelamente a la Comunidad, en materia de política comercial común y, en este sentido, declara que «admitir tal competencia equivaldría, efectivamente, a reconocer que los Estados miembros, en sus relaciones con los terceros países, pueden adoptar posturas diferentes de las que la Comunidad se propone adoptar, lo cual falsearía el juego de las instituciones, socavaría las relaciones de confianza dentro de la Comunidad e impediría que ésta desempeñara su función en defensa del interés común».3 1 2 3 Sentencia de 12 de octubre de 1978, asunto 10/78, T. Belbouab, Ree. 1978, pp. 1 915 y ss., especialmente p. 1 923. Sentencia de 7 de febrero de 1973, asunto 39/72, Comisión/Italia, Ree. 1973, pp. 115 y 116. Dictamen 1/75 de 11 de noviembre de 1975, Ree. 1975, p. 1 364. Métodos de interpretación 55 El Tribunal ha resuelto este problema mediante un razonamiento basado en argumentos relativos al alcance del proceso de integración y no ha realizado ninguna exegesis de las disposiciones del capítulo del Tratado relativo a la política comercial común, que además están poco desarrolladas. Recordemos la sentencia de 5 de mayo de 1981, ' en la que el Tribunal se refiere al papel de los Estados miembros «como gestores del interés común» en los sectores que son de competencia comunitaria, para negar a un Estado el derecho de adoptar medidas de conservación de los recursos pesqueros sin haber obtenido el acuerdo de la Comisión y en ausencia de decisiones del Consejo en la materia. 33. El principio de unidad —y, en particular, de unidad del mercado común— desempeña obviamente una función de capital importancia en el mecanismo de construcción de un mercado análogo a un mercado nacional.2 La jurisprudencia del Tribunal de Justicia en materia aduanera, en su conjunto, pone de manifiesto la importancia del principio de unidad del mercado común en los razonamientos del Tribunal. En un caso ya juzgado hace casi veinticinco años, el Tribunal señalaba que la obligación de «standstill» en materia aduanera, es decir, la prohibición de crear nuevos derechos de aduana o de aumentar el importe de los que existen, era un principio fundamental cuyas excepciones debían preverse e interpretarse de forma clara y restrictiva. 3 El concepto de exacción de efecto equivalente a un derecho de aduana, que el Tribunal ha elaborado a instancia de la Comisión, responde a la voluntad de evitar la aplicación de todos los derechos fronterizos sobre las mercancías procedentes de los demás Estados miembros, incluso cuando dichos derechos no tengan una finalidad de protección. 4 Se puede citar también la jurisprudencia en materia de competencia y, en particular, de relaciones entre ésta y las normas de propiedad industrial. A este respecto, la sentencia del Tribunal en el llamado caso del Café Hag es significativa. En este asunto, el Tribunal decidió que «no se puede admitir que la exclusividad del derecho de marca, que puede ser una consecuencia de la limitación territorial de las 1 2 3 4 Citado, apartado 6, supra. Sobre la importancia de este principio, véase Dagtoglou, op. cit., p. 42. Sentencia de 13 de noviembre de 1964, asuntos acumulados 90 y 91/63, Comisión/Bélgica y Luxemburgo, Ree. 1964, p. 1 217. Sentencia de 1 de julio de 1969, asuntos acumulados 2 y 3/69, Sociaal Fonds voor de Diamantarbeiders, Ree. 1969, p. 211. 56 Características específicas legislaciones nacionales, sea invocada por quien posee una marca a fin de prohibir la comercialización en un Estado miembro de mercancías de marca idéntica y del mismo origen, legalmente producidas en otro Estado miembro». Por consiguiente, no se podría prohibir en Bélgica la venta de un producto fabricado en Alemania con una marca idéntica del mismo origen que el producto belga. «Que, efectivamente, tal prohibición, que consagra el aislamiento de los mercados nacionales, se opondría a uno de los objetivos esenciales del Tratado, que tiende a la fusión de los mercados nacionales en un mercado único.» ' 34. Tal como señala el presidente Kutscher, el principio de interpretación sistemática y el principio de interpretación teleologica dificilmente se pueden separar.2 Los ejemplos citados son prueba de ello. La sentencia Continental Can es especialmente significativa a este respecto. En ella, el Tribunal se remitió al espíritu, a la estructura y a los términos del artículo 86 del Tratado, así como al sistema y finalidades de éste, con objeto de determinar si la expresión «explotación abusiva de una posición dominante en el mercado» también se refería a las modificaciones estructurales de la empresa por medio de la concentración. La interpretación del artículo 86 se combinaba con la del artículo 85 y con argumentos basados en la letra f) del artículo 3 y en el artículo 2 del Tratado, que definen los objetivos y los medios de acción de la Comunidad.3 35. El Tribunal también se refiere a menudo al principio denominado de efecto útil, no sólo para dar sentido a expresiones ambiguas e incluso contradictorias, sino también para conferir la máxima eficacia a las normas del Tratado. Ya recurrió a este principio en la jurisprudencia relativa a la CECA, y también, por ejemplo, para apoyar su jurisprudencia favorable al efecto directo de los actos distintos de los reglamentos.4 36. En una sentencia importante relativa a las relaciones exteriores, el Tribunal dio un paso más al referirse al efecto necesario de la aplicación del Tratado sobre el alcance y la exclusividad de la competencia para celebrar acuerdos internacionales. Se trata del asunto que enfrentaba a la Comisión contra el Consejo, en relación con el acuerdo europeo sobre el trabajo de las tripulaciones de vehículos que efectúan transportes por carretera (AETR). La Comisión pretendía anular una decisión del Consejo por la que éste había coordinado las posturas de los Estados miembros con vistas a la 1 2 3 4 Sentencia de 3 de julio de 1974, asunto 192/73, Ree. 1974, p. 731. «Méthodes d'interprétation vues par un juge de la Cour», Rencontre judiciaire et universitaire, 27 y 28 de septiembre de 1976, Luxemburgo, p. I. 40. Sentencia de 21 de febrero de 1973, asunto 6/72, Ree. 1973, p. 244. Véase capítulo III, sección 1. Flexibilidad y rigor en la adaptación de la Constitución comunitaria 57 celebración de este acuerdo. El Tribunal consideraba que la competencia exclusiva para celebrar este acuerdo pertenecía a la Comunidad en razón de la existencia en el ámbito interno del reglamento n° 543/69, que regulaba la misma materia que el AETR. En cuanto señaló, especialmente, que «la entrada en vigor del reglamento n° 543/69 [...] ha tenido [...] como efecto necesario la atribución a la Comunidad de la competencia de celebrar con terceros Estados todos los acuerdos relativos a la materia regulada por el mismo reglamento». ' Con estas palabras, el Tribunal ponía de relieve el principio de reparto de competencias que se ha mencionado en la sección 1: el ejercicio de competencias por la Comunidad implica la pérdida progresiva de competencias por parte de los Estados. La conclusión a que llega el Tribunal no se deduce de la aproximación entre la competencia y el objetivo para la que se ha conferido. El Tribunal considera el alcance de las realizaciones comunitarias, es decir, de las normas comunes, para extraer sus consecuencias sobre las competencias estatales. El carácter exclusivo de las competencias ejercidas y la progresividad en la realización de los objetivos del Tratado y, por consiguiente, en la pérdida de poderes por los Estados, son las dos reglas básicas del ordenamiento jurídico comunitario. Sección 5. Flexibilidad y rigor en la adaptación de la Constitución comunitaria 37. Por regla general, las instituciones de la Comunidad no pueden modificar las normas de los Tratados. De hecho, los procedimientos de reforma establecen que, además de las instituciones, es necesario que intervengan todos los Estados miembros. No obstante, el Tratado CECA cuenta con un procedimiento autónomo de revisión y los tres Tratados contienen disposiciones específicas que prevén la posibilidad de modificar aspectos particulares del texto constitutivo. Por otra parte, en cada uno de los tres Tratados figuran disposiciones que permiten adaptar el Tratado a nuevas necesidades, en el respeto de los objetivos básicos y de determinadas condiciones establecidas en los Tratados. 38. Los procedimientos de revisión (96 CECA, 236 CEE y 204 Euratom) constan de una fase comunitaria en la que intervienen la Comisión y el Consejo (así como el Parlamento Europeo en los Tratados de Roma); pero mientras que la función de la Comisión (y del Parlamento Europeo) es meramente consultiva, corresponde al Consejo —por mayoría de dos tercios, según el Tratado CECA, y por 1 Sentencia de 31 de marzo de 1971, asunto 22/70, AETR, Ree. 1971, p. 276. El subrayado es nuestro. 58 Características específicas mayoría simple, en principio, ' según los Tratados de Roma— decidir convocar una conferencia de representantes de los gobiernos. Ésta se reúne para aprobar la reforma, y el Tratado resultante se somete a la aprobación de los parlamentos nacionales y a la ratificación de los jefes de Estado. En definitiva, se observa que los Estados tienen la última palabra en el procedimiento de revisión. No obstante, el procedimiento implica la intervención de las instituciones. Desde el punto de vista del Derecho comunitario, cabe cuestionar la validez de modificaciones de los Tratados efectuadas sin respetar las prerrogativas de las instituciones. En el pasado, el Tratado CECA fue objeto de tales modificaciones con motivo de la resolución de la cuestión del Sarre y de la adopción del convenio relativo a las instituciones comunes a las tres Comunidades. En lo que respecta a los Tratados de Roma, las reformas formales que se han efectuado han seguido el procedimiento previsto en los artículos anteriormente citados. Se trata de los Tratados denominados de fusión de los ejecutivos, de 8 de abril de 1965; de los Tratados de Luxemburgo, de 22 de abril de 1970, y de Bruselas, de 22 de julio de 1975, en lo que respecta a los poderes presupuestarios del Parlamento Europeo; del Tratado de 10 de julio de 1975, por el que se modifica el protocolo relativo al Banco Europeo de Inversiones, así como del Tratado de 13 de marzo de 1984, por el que se modifican los Tratados constitutivos de las Comunidades Europeas en lo que se refiere a Groenlandia. El papel del Consejo —y, en su seno, del Comité de Representantes Permanentes— fue decisivo en estos procedimientos, de tal manera que la conferencia de los representantes de los gobiernos se limitó a aprobar formalmente un texto ya redactado en su totalidad. El procedimiento, que culminó con la firma del Acta Única Europea los días 17 y 28 de febrero de 1986, ' fue en parte distinto. Dos grupos llevaron a cabo la negociación. Uno de ellos, presidido por el Sr. Dondelinger, era de alguna manera, por la composición de sus miembros, idéntico al Comité de Representantes Permanentes, y tenía por misión preparar los acuerdos ministeriales sobre la revisión de los Tratados. El otro grupo, el comité político, presidido por el Al no prever el artículo 236 del Tratado CEE (204 Euratom) un sistema de votación, debe aplicarse el sistema según el cual «salvo disposición en contrario del [...] Tratado, el Consejo adoptará sus acuerdos por mayoría de los miembros que lo componen» (apartado 1 del articulo 148 del Tratado CEE; apartado 1 del artículo 118 del Tratado Euratom). Las dos fechas de la firma se explican porque Dinamarca supeditó su firma a los resultados del referéndum popular, por lo que no firmó el 17 de febrero en Luxemburgo. Por su parte, Grecia e Italia también decidieron aplazar su firma hasta una fecha posterior al referéndum danés. Estas tres Estados firmaron el Acta Única en La Haya, el 28 de febrero de 1986. Flexibilidad y rigor en la adaptación de la Constitución comunitaria 59 Sr. Mischo y compuesto por los directores de asuntos políticos de los Ministerios de Asuntos Exteriores, se encargaba de preparar las disposiciones relativas a la Cooperación Política. Antes del Consejo Europeo celebrado en Luxemburgo los días 2 y 3 de diciembre de 1985, se celebraron seis reuniones de ministros. Sea cual sea el papel real desempeñado por las administraciones nacionales en la revisión de los Tratados, es evidente que la intervención de los Estados, y en particular el procedimiento de ratificación por todos los Estados miembros, ha sido esencial. Esto se pudo comprobar durante el primer semestre de 1987, cuando el retraso impuesto por Irlanda aplazó la entrada en vigor del Acta Única Europea hasta el 1 de julio de 1987.2 El problema del cumplimiento de los procedimientos de revisión 3 constituyó el tema central del debate institucional sobre la Unión Europea abierto a iniciativa del Parlamento Europeo. A pesar de la entrada en vigor del Acta Única Europea, el problema sigue siendo de actualidad. Hay que decidir si la evolución constitucional de la Comunidad —y, en particular, las modificaciones derivadas de la atribución a un banco central europeo de la responsabilidad de gestionar la moneda común— debe adaptarse necesariamente al ritmo impuesto por el Estado o los Estados más reticentes a los progresos cualitativos de la integración. El proyecto de Tratado adoptado por el Parlamento incluía, efectivamente, un artículo 82 con arreglo al cual: «Elpresente Tratado queda abierto a la ratificación de todos los Estados miembros de las Comunidades Europeas. Cuando el presente Tratado haya sido ratificado por una mayoría de Estados miembros de las Comunidades cuya población represente los dos tercios de la población global de las Comunidades, los gobiernos de los Estados miembros que lo hayan ratificado se reunirán inmediatamente para decidir, de común acuerdo, los procedimientos y la fecha de entrada en vigor del presente Tratado, así como las relaciones con los Estados miembros que aún no lo hayan ratificado.» El Parlamento no ha concebido su proyecto como una reforma de los Tratados comunitarios, sino como un nuevo Tratado que puede elaborarse al margen de los procedimientos de revisión. De hecho, el Parlamento deseaba asumir funciones de iniciativa y concepción, y mantener el proyecto bajo su control. Tampoco quería condicionar, de entrada, el éxito del proyecto al consentimiento unánime de los Estados miembros de las Comunidades. 1 2 Véase infra. Véase ad generalia, Bernhardt, R.: op. cit., Treinta años de Derecho comunitario, pp. 78 y ss. 60 Características específicas En relación con la legalidad de este procedimiento, se han manifestado distintos puntos de vista. ' En nuestra opinión, los procedimientos de revisión tienen carácter obligatorio, especialmente en lo que se refiere a la necesidad de que intervengan las instituciones y de evitar que los Estados miembros modifiquen los Tratados comunitarios sin respetar este requisito. Este riesgo queda suprimido en la fórmula propuesta por el Parlamento, que tiene la ventaja de dar una legitimación democrática a la iniciativa de la revisión. El problema de la unanimidad necesaria sigue existiendo. A este respecto, los comentarios al Tratado de Unión Europea, realizados por los juristas que asesoraron a la comisión institucional, proponen una solución que tiende a conformar el procedimiento aplicable con los requisitos del artículo 236 y los de Derecho internacional.2 Esta solución consiste en vincular la eventual decisión sobre la entrada en vigor del Tratado con la decisión sobre las relaciones (previstas como una asociación sui generis) entre los dos grupos de Estados enfrentados por sus actitudes con respecto a la ratificación. La Unión se crearía una vez entabladas estas relaciones.3 El acuerdo entre los dos grupos pondría fin a las Comunidades. J.H.H. Weiler y J. Modrall proponen otro enfoque de tipo constitucional, más acorde con la especificidad de los Tratados de integración, y que se refiere a los antecedentes —ya citados por J.P. Jacqué— de la adopción de la constitución de Filadelfia y de la constitución suiza de 1848, es decir, dos ejemplos históricos en que una nueva constitu- ción no se ha basado en el acuerdo unánime impuesto por la antigua constitución para su reforma. Estos autores admiten la enmienda por mayoría de los Tratados de Roma y París con cuatro condiciones: 1) el nuevo Tratado debe implicar un cambio lo suficientemente importante como para poder ser calificado de nuevo ordenamiento jurídico; 2) el acervo comunitario deberá mantenerse; 3) los Estados miembros de la minoría verán mantenidos los derechos derivados de los Tratados originarios; 1 2 3 Véanse y compárense Catalano, N.: Le traité d'Union européenne: Légitimité juridique et constitutionnelle, y Jacqué, J.P.: «Le traité européenne et les traités communautaires», Cocodrile, n° 11, junio 1983, pp. 1 y 7, respectivamente; Lauwaars, R.H.: «De Europese Unie: Het ontwerp-verdrag van het Europees Parlement en het rapport van het Comité Dooge», S.E.fV., 1985, pp. 398 y ss., especialmente p. 403; Weiler, Joseph H.H. y Modrall, James: «The creation of the European Union and its relation to the EEC Treaties», An Ever Closer Union, op. cit., pp. 161 y ss., especialmente p. 164. Véase Capotorti, F.; Hilf, M.; Jacobs, F.; Jacqué, J.P.: Le traité d'Union européenne, Bruselas, 1985, p. 285. Véase a este respecto nuestro informe sobre «Principes de base et modalités de l'action de l'Union européenne». Cahiers de droit européen, 1985, pp. 530 y ss. Flexibilidad y rigor en la adaptación de la Constitución comunitaria 61 4) el nuevo Tratado, tal como ocurre con la iniciativa del Parlamento, deberá basarse en una cierta legitimidad democrática. Para mantener los derechos de la minoría, los autores no ven mejor solución que la coexistencia, al menos transitoria, de la Unión y las Comunidades. Éste es, sin duda, el punto débil de un razonamiento por lo demás convincente. Efectivamente, tal coexistencia nos parece imposible, a pesar de los antecedentes citados, erróneamente, por J. Weiler. Es difícil ignorar la necesidad de una negociación entre la mayoría y la minoría que se niega a participar en el nuevo Tratado. 39. El Tratado CECA es el único que cuenta con un procedimiento autónomo de revisión, también denominado «pequeña revisión», previsto en los párrafos 3 y 4 del artículo 95. El alcance de las modificaciones que pueden introducirse en el Tratado mediante este procedimiento está estrictamente limitado. La revisión no puede afectar a las disposiciones preliminares del Tratado relativas a las normas fundamentales del mercado común del carbón y del acero, ni tampoco al equilibrio constitucional. Sólo puede tratarse de adaptaciones de las normas relativas al ejercicio de los poderes de la Alta Autoridad, con vistas a hacer frente a dificultades imprevistas o a un cambio importante en las condiciones económicas o técnicas. Por ello, se comprende la expresión «pequeña revisión» utilizada para calificar este sistema. El procedimiento, en el que intervienen sólo las instituciones y no los Estados (de ahí el adjetivo de «autónomo»), se inicia mediante propuestas que son objeto de un acuerdo entre la Alta Autoridad (Comisión) y el Consejo, que decide por mayoría de diez doceavas partes de sus miembros. Estas propuestas deben recibir el dictamen favorable del Tribunal, que es plenamente competente para apreciar todos los elementos de hecho y de derecho. Si el examen del Tribunal concluye con una declaración de conformidad con el Tratado, el Parlamento Europeo debe pronunciarse. La revisión solo será posible tras una decisión favorable adoptada por una doble mayoría de votos: los tres cuartos de los votos emitidos y los dos tercios de los miembros que componen el Parlamento. Sólo una propuesta ha conseguido superar con éxito las diferentes fases. En el artículo 56 del Tratado CECA, relativo a la reconversión profesional de los trabajadores, se ha añadido un apartado 2 con vistas a hacer frente a la crisis en el sector del carbón. ' 40. Los Tratados también contienen disposiciones que, bien a nivel institucional (por ejemplo, modificación del número de miembros de la Comisión —artículo 10 del Tratado de fusión—, o de los jueces, DO I960, p. 781. 62 Características especificas —párrafo 4 del artículo 165 del Tratado CEE—), bien en lo que respecta a las competencias de las instituciones (por ejemplo, atribu­ ción de nuevas misiones al Fondo Social Europeo, artículo 126 del Tratado CEE), permiten a las instituciones realizar modificaciones puntuales de los Tratados. En el Tratado Euratom, la totalidad del capítulo VI, relativo al abastecimiento, debería revisarse en un deter­ minado plazo (artículo 76 del tratado CEEA). Pero, en todo caso, se trata de normas limitadas a una disposición o a un capítulo determi­ nado. 41. Los tres Tratados también disponen de un procedimiento que, sin revisión, permite hacer frente a las insuficiencias o lagunas de los textos. Se trata de los párrafos 1 y 2 del artículo 95 del Tratado CECA y de los artículos 235 del Tratado CEE y 203 del Tratado Euratom. 42. Los párrafos 1 y 2 del artículo 95 del Tratado CECA establecen una auténtica cláusula de imprevisión dirigida a realizar uno de los objetivos de la Comunidad, definido en los artículos preliminares de los Tratados, en relación con el funcionamiento del mercado común del carbón y del acero. Este artículo ha sido aplicado para hacer frente a la crisis del carbón y, más recientemente, a la del acero. 43. Dada la importancia del artículo 235 del Tratado CEE, lo citamos in extenso: «Cuando una acción de la Comunidad resulte necesaria para lograr, en el funcionamiento del mercado común, uno de los objetivos de la Comunidad, sin que el presente Tratado haya previsto los poderes de acción necesarios al respecto, el Consejo, por unanimidad, a propuesta de la Comisión y previa consulta al Parlamento Europeo, adoptará las disposiciones pertinentes.»2 El artículo 203 del Tratado Euratom sólo difiere del artículo 235 CEE por la omisión de las palabras «en el funcionamiento del mercado común». Las condiciones de aplicación del artículo 235 son tres: 1) la acción debe considerarse «necesaria». El Tribunal controlará, en su caso, el cumplimiento de esta condición, que se basa más en criterios políticos, económicos y técnicos que en criterios jurídicos; 2) la finalidad de la acción debe ser lograr uno de los objetivos del Tratado, ya sea de carácter general o particular. En este aspecto principalmente, el procedimiento difiere de una revisión del Tratado, ya que debe situarse en el marco del cumplimiento de sus objetivos; 3) por último, es preciso que el Tratado no haya previsto los poderes de acción Véase Tizzano, Α.: op. cit., Treinta años de Derecho comunitario, pp. 52 y ss. Flexibilidad y rigor en la adaptación de la Constitución comunitaria 63 requeridos para alcanzar el objetivo que se persigue. De hecho, no es necesario que exista en el Tratado una laguna total en la materia en cuestión. Basta que los poderes que aquél atribuye a las instituciones no sean adecuados. Las palabras «en el funcionamiento del mercado común» no deberían entenderse como una condición adicional. Todos los intentos que se han hecho para conferir a estas palabras un significado técnico han conducido a limitaciones arbitrarias de las posibilidades del artículo 235. Hay que considerar que la expresión «mercado común» se refiere a la propia Comunidad, tal como era durante los trabajos preparatorios del Tratado y, hoy en día también, en el lenguaje corriente. En todo caso, hay que señalar que este aspecto del artículo 235 no ha impedido recurrir a esta disposición en materia de relaciones exteriores, de conformidad con la jurisprudencia del Tribunal en la sentencia AETR, de 31 de marzo de 1971. El artículo 235 ha desempeñado un gran papel debido a que la Comunidad ha tenido que enfrentarse a situaciones muy diferentes y en un contexto totalmente distinto del de 1957. La crisis económica, que empezó manifestándose con los problemas energéticos y financieros, así como la necesidad de nuevas políticas en materia industrial, tecnológica y de protección del medio ambiente, constituyen sendos desafíos para los que la Comunidad no estaba preparada. El fin del período de transición, el establecimiento de la unión aduanera y las políticas sectoriales (agricultura y, parcialmente, transportes), así como la limitación de los poderes de las instituciones a una mera coordinación en materia de política económica general, habrían justificado una refundición completa de los Tratados, con vistas a crear los instrumentos necesarios para una integración positiva y voluntarista. El Acta Única constituye una primera tentativa lograda en este sentido, ciertamente imperfecta e incompleta, pero que no deja de ser significativa. Asigna a la Comunidad el imperativo de realizar el mercado interior antes del 31 de diciembre de 1992, reconociéndole una capacidad monetaria y atribuyéndole poderes para la realización de las nuevas políticas (investigación y desarrollo tecnológico, medio ambiente); contiene disposiciones sobre la política social y la cohesión económica y social. Por consiguiente, cada vez será menos frecuente recurrir al artículo 235. En las materias citadas, la Comunidad puede basar su actividad en habilitaciones expresas. Como ha recordado el Tribunal en una sentencia de 26 de marzo de 1987, ' el artículo 235 tiene carácter subsidiario. Sólo se puede recurrir a él en ausencia de otro fundamento jurídico adecuado. No obstante, habida cuenta del carácter limitado de las nuevas competencias atribuidas a las instituAsunto 45/86, Ree. 1987, pp. 1 493 y ss. 64 Características especificas ciones y de la existencia de sectores no cubiertos, tales como el sector energético, el artículo 235 seguirá una disposición útil que permitirá a la Comunidad seguir tratando los nuevos problemas que surjan en el futuro. Sección 6. Personalidad jurídica internacional 44. A tenor del artículo 210 del Tratado CEE (artículo 184 del Tratado Euratom), la Comunidad tiene personalidad jurídica. En razón de lo que el artículo 211 (artículo 185 CEEA) dispone sobre la capacidad de Derecho interno, se admite que el artículo 210 (artículo 184 CEEA) se refiere a la personalidad jurídica internacional. Concretamente, el párrafo 2 del artículo 6 del Tratado CECA establece: «En las relaciones internacionales, la Comunidad gozará de la capacidad jurídica necesaria para el ejercicio de sus funciones y la consecución de sus fines». Estas disposiciones de carácter general significan que cada una de las Comunidades dispone de la capacidad de ejercer derechos y asumir obligaciones dentro del alcance de los objetivos enunciados en el Tratado. No obstante, estas cláusulas no hacen sino afirmar la autonomía de las Comunidades. No se pueden deducir de ellas, automáticamente, competencias determinadas en materia externa. Más bien se impone el razonamiento inverso: la existencia de estas competencias no puede entenderse sin admitir que a las Comunidades se les atribuye cierta dosis de personalidad jurídica internacional. Los atributos clásicos de la personalidad internacional son el derecho de ejercitar acciones ante los tribunales o, de forma más general, de ser parte en los procedimientos de solución de controversias, así como la responsabilidad internacional, tanto activa como pasiva. 45. El derecho de celebrar acuerdos ha sido, sin lugar a dudas, el más desarrollado por los Tratados y la práctica comunitaria. Sin embargo, en el caso de la CECA no ha sido así, puesto que casi no se han producido atribuciones expresas de la facultad de celebrar acuerdos, y la práctica de los acuerdos mixtos (celebrados con un tercer Estado a la vez por la Comunidad y por sus Estados miembros) se ha desarrollado en la incertidumbre del alcance real de la competencia comunitaria y de la falta de voluntad política para afirmarla. Véase, en relación con lo tratado en la presente sección, Groux, J,, y Manin, Ph.: Las Comunidades Europeas en el orden internacional. Personalidad jurídica internacional 65 46. Por el contrario, el Tratado Euratom (artículo 101 CEEA) consagra el paralelismo de las competencias internas y externas, en el sentido de que una competencia puede ser ejercida indistintamente mediante actos unilaterales o mediante acuerdos celebrados con terceros Estados u organizaciones internacionales, por lo que la competencia externa es tan amplia como la interna. 47. En el ámbito del Tratado CEE, que contiene cláusulas de atribución expresa de la facultad para celebrar acuerdos (artículos 111 y 113, acuerdos arancelarios y comerciales; artículo 238, acuerdos de asociación), se ha desarrollado una jurisprudencia y una práctica basadas en la existencia de competencias implícitas. En su sentencia AETR, ya citada, ' el Tribunal consideró que la competencia para celebrar acuerdos no sólo procede de una atribución explícita contenida en el Tratado, sino que también puede resultar de otras disposiciones del Tratado y de actos adoptados por las instituciones de la Comunidad, en el marco de estas disposiciones. En particular, «cada vez que, para aplicar una política común prevista en el Tratado, la Comunidad ha adoptado medidas para establecer, de la forma que sea, normas comunes, los Estados miembros, tanto si actúan individual como colectivamente, pierden el derecho de contraer con terceros Estados obligaciones que afecten a estas normas».2 En una sentencia de 14 de julio de 1976,3 y especialmente en su dictamen 1/76,4 el Tribunal ha confirmado los poderes implíticos de la Comunidad en materia de relaciones exteriores. Resumiendo su jurisprudencia, el Tribunal ha llegado a la conclusión de que «cada vez que el Derecho comunitario reconoce a las instituciones de la Comunidad competencias internas para realizar un objetivo determinado, la Comunidad es investida de la competencia para contraer los compromisos internacionales necesarios para realizar este objetivo, incluso en ausencia de una disposición expresa a este respecto».5 Como consecuencia de esta jurisprudencia, la Comunidad dispone del poder de celebrar acuerdos, siempre que le sea necesario para ejercer una competencia que el Tratado le confiere. Al sector de los acuerdos comerciales (regulación de los intercambios de bienes y servicios y de los pagos relativos a estos intercambios) y al de los acuerdos de asociación, hay que añadir en adelante los acuerdos celebrados en una gran diversidad de sectores en los que se ejerce o ejercerá la actividad de la CEE: acuerdos de pesca (el primero de los 1 2 4 5 Véase supra Ree. 1971, pp. 274 y 275 Kramer, asuntos acumulados 3, 4 y 6/76, Ree. 1976, pp. 1 310 y 1 311. Dictamen de 26 de abril de 1977, Ree. 1977, pp. 741 y ss. Loc. cit., p. 755. 66 Características especificas cuales se celebro con Estados Unidos, ' seguido de muchos otros, 2 acuerdos en materia de transporte, de protección del medio ambiente, de energía, etc. A este respecto, hay que señalar que, en principio, los Estados miembros siguen siendo competentes para celebrar acuerdos mientras la Comunidad no haya ejercido su competencia interna ni externa, 3 o, al menos, cuando la necesidad de tal acción no haya sido reconocida por el Consejo. No obstante, en materia de política comercial, la Comunidad es la única competente para celebrar acuerdos, independientemente de que existan o no normas comunes de orden interno. 4 ' 5 Se puede afirmar que la Comunidad dispone del poder de celebrar acuerdos internacionales en una medida mucho mayor que las demás organizaciones internacionales, en función de las competencias que le han atribuido sus Estados miembros. A veces, éstos se muestran reacios a reconocer la magnitud de este fenómeno. Además, los acuerdos se refieren tanto a materias de competencia comunitaria como a las que pertenecen a la esfera de responsabilidad de los Estados miembros. Por estas dos razones, se observa que algunos acuerdos —especialmente los acuerdos de cooperación con los países en vías de desarrollo— son concluidos, por una parte, por la Comunidad y a la vez por los Estados miembros, y, por otra, por el tercer Estado. Esta misma práctica se constata en el caso de acuerdos celebrados por la Comunidad en el marco de organizaciones internacionales en las que participan los Estados miembros y cuyas actividades se definen en términos más amplios que las competencias comunitarias. Así sucede en las instituciones especializadas de las Naciones Unidas. 48. Además de su poder de celebrar acuerdos, la Comunidad ha desarrollado una red de representaciones diplomáticas ante ella (derecho de legación pasivo) y en algunas capitales (derecho de legación activo). Actualmente, hay más de ciento treinta misiones acreditadas ante las tres Comunidades, que es el caso más frecuente, o ante una o dos de éstas. Los Tratados no regulan la representación de los terceros 1 2 3 4 5 DO L141 de 9.6.1977, p. 1. Acuerdos celebrados con Suécia, las islas Feroe, Noruega, Canadá, Senegal, GuineaBissau, etc., relativos a los derechos de pesca de los pescadores de la Comunidad en las aguas de estos países; o acuerdos sectoriales relativos a especies determinadas (por ejemplo, el salmón), citados por J. Raux, «Les accords externes de la CEE», Rev. trim, dr. eur., 1981, pp. 684 y ss., especialmente pp. 687 y 691. Sentencia Kramer, anteriormente citada, y sentencia de 16 de febrero de 1978, asunto 61/77, Comisión/Irlanda, Ree. 1978, pp. 440 a 445. Dictamen 1/75, anteriormente citado. Véase la lista de acuerdos bilaterales y multilaterales puramente comunitarios y «mixtos», CEE, CECA y Euratom, en Groux y Manin, op. cit., pp. 63 a 69. Personalidad jurídica internacional 67 Estados ante las Comunidades. La única alusión a las misiones se recoge en el artículo 17 del protocolo sobre los privilegios e inmunidades de las Comunidades, aunque esta disposición sólo se refiere a las obligaciones del Estado de la sede con respecto a las misiones de los terceros Estados. Al disfrutar del estatuto diplomático clásico, estas misiones (que en determinados Estados se denominan delegaciones o representaciones) ejercen las tareas propias de los órganos de la diplomacia tradicional: representación, negociación e información. A estas funciones habituales, se añade la participación en los órganos de consulta más o menos formales que se constituyen por zonas geográficas (América latina, Estados árabes, etc.) para el diálogo con las instituciones comunitarias y el ejercicio de las tareas asignadas por los acuerdos comerciales o de cooperación con los órganos de ejecución de estos acuerdos. De hecho, los acuerdos comerciales, generalmente, crean comités mixtos para velar por la aplicación de los acuerdos. Los consejos de asociación o de cooperación pueden reunir tanto ministros como embajadores. También existen comités compuestos exclusivamente por embajadores. Tal es el caso, por ejemplo, del Convenio CEE/ACP de Lomé. En todos estos casos, estos órganos están compuestos por los jefes de misión o de representación en Bruselas y por los representantes de la Comunidad. 49. La Comunidad como tal no mantiene representaciones diplomáticas en el extranjero. No obstante, la Comisión ha acreditado cuarenta y cinco delegaciones ante los Estados ACP para ocuparse de la cooperación financiera y técnica, quince delegaciones ante otros Estados (Argelia, Australia, Brasil, Canadá, Egipto, Estados Unidos de América, India, Israel, Japón, Jordania, Líbano, Marruecos, Túnez, Siria y Yugoslavia), dos delegaciones de carácter regional (a saber, una delegación en Caracas para América latina, con una oficina en Santiago de Chile, y una delegación en Bangkok para los países del sur y del sudeste asiático, con oficinas en Dacca [Bangladesh]) y cuatro delegaciones en organizaciones internacionales: ONU en Nueva York, OCDE en París, y las organizaciones internacionales con sede en Ginebra y Viena. En 1987 se firmó un acuerdo de sede para la apertura de una delegación en Pekín. Evidentemente, estas diversas formas de representación exterior constituyen más la proyección exterior de los poderes de la Comisión como órgano de negociación y ejecución (el caso de las delegaciones ante los países ACP es, en cierto modo, especial) que la expresión de la personalidad jurídica internacional de la Comunidad en su conjunto. Por otra parte, la Comisión no ostenta la representación exclusiva de la Comunidad. La presidencia del Consejo puede estar representada según diversas fórmulas ante terceros Estados para defender el punto 68 Características especificas de vista de la Comunidad. Esta dualidad parece inevitable en la fase actual de integración. También está relacionada con la diferencia entre el ámbito de cooperación política entre los Estados miembros y el de las competencias comunitarias. Ello no impide que el estatuto diplomático otorgado por el Estado receptor, mediante acuerdo o acto unilateral, a las delegaciones de la Comisión y las funciones que éstas desempeñan contribuyan a reforzar la imagen de unidad de la Comunidad frente a terceros. 50. Cada vez son más los acuerdos que reconocen a la Comunidad el derecho a ser parte ante un órgano arbitral. Así lo prevén varios acuerdos de asociación y también acuerdos en materia de protección del medio ambiente, de pesca y de control de seguridad nuclear, es decir, acuerdos mixtos o acuerdos puramente comunitarios. Se trata de otro atributo clásico de la personalidad jurídica que progresivamente se está reconociendo a la Comunidad. ' 51. Al ser capaz de contraer obligaciones y de adquirir derechos mediante acuerdos internacionales, ¿se puede obligar a la Comunidad a responder de sus actos en relación con terceros?; y, en caso afirmativo, ¿su responsabilidad es exclusivamente la de sus Estados miembros? Es innegable que de su capacidad contractual se deduce que a la Comunidad se le pueden imputar las consecuencias de sus actos, tanto si se trata de la ejecución de un acuerdo como de una falta extracontractual. En la medida en que dispone de recursos propios y de capacidad para contraer empréstitos, tiene el suficiente peso financiero para responder del cumplimiento de sus compromisos y para reparar los daños que pueda causar. ¿Existe una responsabilidad subsidiaria de los Estados miembros, como es el caso de las organizaciones internacionales en general, según la doctrina? No se puede dar todavía una respuesta global. El mecanismo de empréstitos comunitarios creado en 1975, a fin de ayudar a los Estados miembros a hacer frente a las dificultades de sus balanzas de pagos debidas al encarecimiento de los productos petroleros, es un buen ejemplo de manifestación de la autonomía financiera de la Comunidad en sus relaciones con el mundo exterior. Efectivamente, quien aparece como prestataria con respecto a terceros es únicamente la Comunidad y no sus Estados miembros. En una primera fase, los reglamentos obligaban a los Estados miembros a poner a la Comunidad en condiciones de hacer frente a sus obligaciones en materia de reembolso de préstamos y de pago de intereses en los casos en que el Estado incumpliera sus obligaciones. En realidad, se trataba de una Véase Groux y Manin, op. cit., pp. 153 a 161. Personalidad jurídica internacional 69 obligación interna de financiación y no de una garantía frente a terceros. Este mecanismo de «garantía indirecta» también ha sido suprimido. El reglamento n° 682/81 del Consejo, de 16 de marzo de 1981, por el que se reajusta el mecanismo de empréstimos comunitarios destinados al sostenimiento de las balanzas de pagos de los Estados miembros, ' que sustituye al reglamento de 1975 y que, a su vez, ha sido sustituido por el reglamento n° 1969/88 del Consejo, del 24 de junio de 1988, por el que se establece un mecanismo único de ayuda financiera a medio plazo a las balanzas de pagos de los Estados miembros, 2 no incluía ya disposiciones sobre esta obligación de refinanciación, puesto que el Consejo consideró que la autonomía financiera de la Comunidad constituía por sí misma una garantía de cara a los prestadores. En lo que respecta a los acuerdos internacionales celebrados por la Comunidad, el apartado 2 del artículo 228, tal como ha sido interpretado por el Tribunal, parece ofrecer una solución al problema de la responsabilidad común o subsidiaria de los Estados miembros. En virtud de esta disposición, los acuerdos vinculan a las instituciones de la Comunidad y a los Estados miembros. La mayoría de la doctrina no ve en esta última precisión más que el reconocimiento de que, una vez celebrados, los acuerdos forman parte integrante del ordenamiento jurídico comunitario. En otras palabras, que este apartado no pretende regular las relaciones entre los Estados miembros y los interlocutores de la Comunidad. Estas relaciones deben enfocarse desde el punto de vista de los imperativos de autonomía de organización y de las normas —por lo demás, no muy tajantes— del Derecho internacional. Ahora bien, en la sentencia Kupferberg, 3 el Tribunal adoptó otra actitud al referirse detenidamente al apartado 2 del artículo 228. Subrayó que, «al garantizar el cumplimiento de los compromisos derivados de un acuerdo celebrado por las instituciones comunitarias, los Estados miembros cumplen una obligación no sólo con respecto a los terceros países afectados, sino también y principalmente con respecto a la Comunidad, que ha asumido la responsabilidad de la correcta ejecución del acuerdo». La afirmación, aunque sea incidental, de que en virtud del apartado 2 del artículo 228 los Estados miembros cumplen una obligación en relación con los terceros países, ¿supone admitir la posibilidad de una acción directa de la otra parte contratante respecto de los Estados miembros, en el caso de que la Comunidad haya incumplido sus 1 2 3 DO L73 de 19.3.1981, p. 1. DO L178 de 8.7.1988, p. 1. Sentencia de 26 de octubre de 1982, asunto 104/81, Ree. 1982, pp. 3 641 y ss. 70 Características especificas obligaciones? Según esta interpretación, el apartado 2 del artículo 228 sería una disposición que los terceros países podrían invocar. Hay que plantearse si el hecho de considerar en general a los Estados miembros como «garantes» de la Comunidad puede debilitar la personalidad jurídica de ésta. ' El futuro nos permitirá responder a estas preguntas. 51 bis. Si bien la Comunidad ejerce importantes competencias externas, lo fundamental de la política exterior sigue siendo responsabilidad de los Estados miembros, No obstante, se ha adoptado un procedimiento de consulta cuyo objetivo es la coordinación de las políticas exteriores. Se trata de la Cooperación Política. Efectivamente, tras el mandato otorgado por los jefes de Estado o de Gobierno en la cumbre de La Haya, el 2 de diciembre de 1969, los ministros de Asuntos Exteriores adoptaron, el 27 de octubre de 1970, un informe preparado por los directores de asuntos políticos de dichos Ministerios, presididos por su homólogo belga Sr. E. Davignon. Este informe establece un procedimiento de coopeación en materia de política exterior a través de consultas de los ministros responsables y de los jefes de Estado o de Gobierno. Los directores de asuntos políticos se reúnen entre las sesiones de nivel ministerial y los grupos de expertos preparan sus deliberaciones. El procedimiento fue reforzado en Copenhague en septiembre de 1973 y en Londres en octubre de 1981. Cada Estado se compromete a no adoptar definitivamente su propia postura en los asuntos para los que una posición común resulta necesaria o deseable, sin haber antes consultado a las demás partes en el marco de la Cooperación Política. Se han adoptado disposiciones prácticas con vistas a mejorar la eficacia del proceso. Se trata, en particular, de la asistencia que se presta a la presidencia y del esquema de procedimientos de crisis. Las relaciones con las instituciones, especialmente con la Comisión y el Parlamento, se refuerzan. No obstante, se mantiene la dualidad entre la Cooperación Política y los mecanismos comunitarios. El primer ministro belga, Sr. Tindemans, presentó algunas propuestas al respecto en su informe de 1975 sobre la Unión Europea. Proponía que, en una primera fase, los compromisos contraídos en materia de cooperación política se recogieran en un protocolo y, posteriormente, que se crease un centro de decisión único sin que ello significara unificar los procedimientos comunitarios y la Cooperación Política. Como es lógico, se ha observado una tendencia a someter a un examen global los asuntos importantes que las crisis internacionales sucesivas (Irán, Afganistán, Polonia, Malvinas, Líbano, etc.) plantean a la Comunidad. A este respecto, hay que señalar A este respecto véanse Groux y Manin, op. cit., pp. 131-132 y 149; Manin, Ph.: «L'article 228, paragraphe 2, du traité CEE» en Mélanges P.H. Teitgen, op. cit., pp. 289 y ss., especialmente p. 298. Personalidad jurídica internacional 71 que las medidas comunitarias de suspensión de las importaciones procedentes de Argentina, tras la invasión de las islas Malvinas por este país, se basaron expresamente en acuerdos adoptados en virtud de la Cooperación Política. Tras el informe Tindemans, la idea de dar una base jurídica en los Tratados a la Cooperación Política ha figurado en todos los proyectos relativos a la Unión Europea. Así, el proyecto de acta europea de los ministros de Asuntos Exteriores alemán e italiano, Sres. Genscher y Colombo, preveía, tras un período experimental de cinco años, la conclusión de un tratado de unión europea que codificaría, principalmente, la carta de la Cooperación Política. Sin embargo, la declaración solemne de 19 de junio de 1983, que reproducía el contenido de declaraciones anteriores sobre este tema y añadía algún que otro elemento, redujo considerablemente el alcance del compromiso de celebrar un acuerdo internacional al cabo de cinco años. La iniciativa del Parlamento Europeo relativa a la Unión Europea se basaba en la necesidad de «reunir en un marco institucional único y claro las diferentes formas de cooperación que se han desarrollado en los últimos treinta años (Comunidades Europeas, Cooperación Política Europea, sistema monetario europeo, etc.)». El proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea se propine dar un fundamento jurídico a la cooperación —especialmente a la Cooperación Política— y regular las relaciones entre las instituciones y los órganos de cooperación, así como las condiciones de ampliación del campo abierto a la cooperación y del paso de ésta a la acción común de las instituciones. Por último, la víspera del Consejo Europeo de Milán de 28 y 29 de junio de 1985, los Gobiernos francés y alemán presentaron un «documento de trabajo» en forma de proyecto de tratado relativo casi exclusivamente a «la aplicación progresiva de una política exterior europea». La conferencia intergubernamental que el Consejo Europeo de Milán, de 28 y 29 de junio de 1985, decidió convocar debía elaborar a la vez «un tratado sobre una política exterior y de seguridad común basada en los proyectos franco-alemán y británico» y «las modificaciones del Tratado CEE, con arreglo al artículo 236 del Tratado, necesarias para la aplicación de las adaptaciones institucionales». El Acta Única Europea, que constituye el resultado de esta negociación, contiene disposiciones por las que se modifican los Tratados (esencialmente el Tratdo CEE) y un título III, «Disposiciones sobre la cooperación europea en materia de política exterior», que consta de un único artículo 30, dividido en doce apartados. 72 Características especificas La calificación de «única» que se ha dado al Acta se explica por el hecho de haber reunido en el mismo instrumento las disposiciones de reforma de los Tratados y un título sobre la Cooperación Política. Como ya hemos señalado, ' las disposiciones referentes a la Cooperación Política fueron elaboradas por separado por un grupo de negociación diferente. La decisión de incluir dicho título en un instrumento único se debió a la insistencia de la Comisión y se tomó a pesar de las reticencias de algunos Estados miembros. Las disposiciones del artículo 30 constituyen una codificación de los principios de la Cooperación Política. Según el artículo 1 del Acta Única, dichas disposiciones «confirman y completan» los procedimientos acordados y las prácticas establecidas entre los Estados miembros. Por consiguiente, los informes anteriormente mencionados y la declaración solemne mantienen todo su interés para la definición de la carta de la Cooperación Política. El apartado 1 del artículo 30 formula el objetivo de la cooperación como sigue: «Las Altas Partes Contratantes, miembros de las Comunidades Europeas, procurarán formular y aplicar conjuntamente una política exterior europea.» Esta disposición sorprende tanto por la expresión utilizada de «política exterior europea», verdaderamente importante, como por la intención significativa de evitar la referencia a una «política exterior común». También indica el vínculo, en adelante indisoluble, entre la pertenencia a las Comunidades y la participación en la Cooperación Política. No nos es posible analizar en esta obra el contenido de cada uno de los apartados del artículo 30, que, por sí solo, podría ser objeto de un tratado. Nos limitaremos a mencionar algunas disposiciones importantes. Entre ellas, hay que subrayar que el compromiso de información mutua y consulta se encuentra ya inscrito en un Tratado. Por lo tanto, no se trata ya de un compromiso político sino de una obligación jurídica. No obstante, hay que señalar que ésta, al igual que las demás obligaciones recogidas en el artículo 30, no cuenta con la garantía de la posible intervención del Tribunal de Justicia para asegurar su cumplimiento. De hecho, el artículo 31 establece que las disposiciones relativas al Tribunal sólo se aplicarán al título II y al artículo 32 del Acta, lo cual excluye al título III. Por consiguiente, se trata de obligaciones no sancionadas por el Derecho comunitario. Otra disposición interesante es el compromiso de los Estados a abstenerse, en la medida de lo posible, de obstaculizar la formación de Véase supra, apartado 38. Personalidad jurídica internacional 73 un consenso y la acción conjunta que podría resultar del mismo [letra c) del apartado 3]. Con ello, evidentemente, no se introduce la regla de la mayoría sino que se trata más bien de una precaución contra el riesgo de bloqueo arbitrario por parte de un Estado. Asimismo, es de subrayar la obligación de mantener la coherencia entre las políticas exteriores de la Comunidad y las políticas acordadas en el marco de la Cooperación Política. La presidencia y la Comisión velarán por lograr esta coherencia (apartado 5). El apartado 6, dedicado a la seguridad, debe mucho a la declaración solemne de Stuttgart. La coordinación debe tratar, como en la declaración, de los «aspectos políticos y económicos de la seguridad». Los Estados se declaran decididos a «preservar las condiciones tecnológicas e industriales necesarias para su seguridad». Esta mención es interesante por las perspectivas que abre para una política comunitaria en la materia. Por último, podrá existir una «cooperación más estrecha» entre los Estados miembros en el marco de la Unión Europea Occidental y de la Alianza Atlántica. La creación de una secretaría en Bruselas, que «asistirá a la presidencia en la preparación y ejecución de las actividades de la Cooperación Política Europea, así como en las cuestiones administrativas», es, evidentemente, el elemento institucional más importante de las disposiciones del artículo 30 [letra g) del apartado 10]. No se trata, como algunos gobiernos hubieran deseado, de una secretaría general que, bajo la autoridad del Consejo Europeo, habría coordinado el conjunto de actividades relacionadas con la Unión Europea. Lo que se ha creado es un órgano de dimensiones y competencias más limitadas. Una decisión adoptada con motivo de la firma del Acta Única por los ministros de Asuntos Exteriores precisa las tareas y la organización de la secretaría. ' Está compuesta por cinco funcionarios, según la fórmula de la «troika» ampliada, es decir, que la presidencia en ejercicio, las dos presidencias precedentes y las dos presidencias siguientes destinan cada una a un funcionario por un período que engloba cinco presidencias. El jefe de la secretaría es nombrado por los ministros de Asuntos Exteriores. A los cinco años de la entrada en vigor del Acta Única, las Altas Partes Contratantes examinarán si es conveniente reformar el título III (apartado 12 del artículo 30). Véase De Ruyt, Jean: L'Acte unique européenne, pp. 311 y ss., especialmente p. 313. Capítulo II: Las fuentes del Derecho comunitario En este capítulo se describen las fuentes del Derecho comunitario: los Tratados, los actos de las instituciones, el Derecho internacional y los principios generales del Derecho. Nos ocuparemos sobre todo de los actos que constituyen el Derecho derivado de los Tratados, en razón de la originalidad de este proceso de creación normativa. Sección 1. Los Tratados como Constitución comunitaria 52. La Constitución de la Comunidad se compone de: — los Tratados de París y de Roma, modificados desde 1958 por: el Tratado de Bruselas, de 8 de abril de 1965, llamado de fusión de los ejecutivos; el Tratado de Luxemburgo, de 22 de abril de 1970, y el Tratado de Bruselas, de 22 de julio de 1975, ambos relativos a cuestiones presupuestarias; el Tratado de 10 de julio de 1975 por el que se modifican los estatutos del Banco Europeo de Inversiones; el Tratado de 13 de marzo de 1984 por el que se modifican los Tratados constitutivos de las Comunidades Europeas en lo que respecta a Groenlandia, y el Acta Única Europea, firmada en Luxemburgo y La Haya los días 17 y 28 de febrero de 1986; — el Tratado de 22 de enero de 1972, relativo a la adhesión, y el Acta relativa a las condiciones de la adhesión de tres nuevos Estados miembros; — el Tratado de 24 de mayo de 1979, relativo a la adhesión, y el Acta relativa a las condiciones de adhesión de la República Helénica y a las adaptaciones de los Tratados; — el Tratado de 12 de junio de 1985, relativo a la adhesión, y el Acta relativa a las condiciones de adhesión del Reino de España y de la República de Portugal y a las adaptaciones de los Tratados. Hay que señalar que el Tratado de París contitutivo de la CECA fue redactado únicamente en lengua francesa, que sigue siendo la única auténtica. En cambio, los Tratados de Roma se redactaron originariamente en cuatro lenguas (alemán, francés, italiano y neerlandés). En virtud del Acta de adhesión de 1972, los textos elaborados en lengua inglesa, lengua danesa y lengua irlandesa dan fe en las mismas condiciones que los textos originales (artículo 160). El artículo 152 del Acta de adhesión de 1979 reconoce la misma autenticidad a los textos redactados en lengua griega. El artículo 402 del Acta de adhesión de 1985 ha añadido el español y el portugués. Los Tratados determinan el ámbito de aplicación del Derecho comunitario en el tiempo y en el espacio. Atribuyen competencias a las 76 Las fuentes del Derecho comunitario instituciones y enuncian los principios y los procedimientos que éstas deben respetar. Garantizan este respeto mediante un control jurisdiccional, que se ejerce tanto sobre los actos de las instituciones en el ámbito interno como sobre las relaciones exteriores. a) Ámbito de aplicación en el tiempo 53. El Tratado CECA se concluyó por un período de cincuenta años (artículo 97). Los Tratados CEE y Euratom se concluyeron por un período de tiempo ilimitado (artículo 240 CEE y 208 Euratom). La diferencia entre el Tratado de París y los Tratados de Roma radica en el carácter experimental de la CECA, si bien el plazo fijado parece suficientemente largo como para no dificultar la actividad de la Comunidad. Subrayamos que, deliberadamente, se ha preferido utilizar la expresión «duración ilimitada» a la de «duración indeterminada», habitual en los contratos y tratados que no fijan ningún plazo. Los autores de los Tratados de Roma han querido subrayar así el carácter irrevocable de su compromiso. Si no llegaron a afirmar el carácter indisoluble de la Comunidad fue debido a que, desde el punto de vista de la realización progresiva de la integración, la Comunidad constituye una etapa, ciertamente importante, pero todavía parcial, hacia la Unión Europea. Queda excluida, no obstante, la denuncia individual. Toda modificación de los Tratados debe seguir el proceso anteriormente descrito. ' La jurisprudencia del Tribunal se hace eco de estos principios cuando subraya que «la transferencia realizada por los Estados, de sus ordenamientos jurídicos internos en favor del ordenamiento jurídico comunitario, de derechos y obligaciones correspondientes a las obligaciones del Tratado, implica [...] una limitación definitiva de sus derechos soberanos contra la cual no puede prevalecer un acto unilateral posterior incompatible con la noción de Comunidad». 2 b) Ámbito de aplicación en el espacio 54. También aquí existen diferencias entre el Tratado de París y los Tratados de Roma. El Tratado CECA, en virtud de su artículo 79, se aplica «a los territorios europeos» de los Estados miembros y a los «territorios europeos cuyas relaciones exteriores asuma un Estado signatorio». En 1 2 Véase la sección 5 del capítulo I sobre el significado del artículo 240 CEE y el problema de la legitimidad del abandono, véase Weiler, Joseph H. H., y Modrall, James: «La création de l'Union européenne...», op. cit., pp. 181 y 182. Sentencia de 15 de julio de 1964, asunto 6/64, Costa/ENEL, Ree. 1964, p. 1 160. Los Tratados como Constitución comunitaria 77 un principio se trataba del Sarre, antes de su reincorporación a la República Federal de Alemania; hoy día parece que esta última frase afecta sólo a Gibraltar. En cambio, el mismo artículo dispone expresamente que el Tratado no se aplicará a las islas Feroe ' ni a las zonas de soberanía británica en Chipre, y que sólo se aplicará parcialmente a las islas del Canal y a la isla de Man. El «artículo 227 del Tratado CEE dispone que éste se aplicará al Reino de Bélgica, al Reino de Dinamarca2 (y al resto de los doce Estados), de lo que puede deducirse que existe una competencia extraterritorial de la Comunidad (plataforma continental, zona de pesca) que la referencia a los «territorios» en el artículo 79 del Tratado CECA no parecía implicar. Se prevén normas especiales parea Argelia (actualmente independiente) y para los departamentos franceses de ultramar. Algunas normas son aplicables desde la entrada en vigor del Tratado. Las condiciones de aplicación de otras normas debían establecerse, a más tardar, a los dos años de la entrada en vigor del Tratado. El Tribunal de Justicia se ha pronunciado recientemente sobre el alcance de esta norma. Ha considerado que «las disposiciones del Tratado y del Derecho derivado deben aplicarse plenamente a los departamentos franceses de ultramar, dado que éstos forman parte integrante de la República Francesa, dando por supuesto que siempre pueden preverse posteriormente medidas específicas para responder a las necesidades de estos territorios».3 El mismo régimen descrito a propósito del artículo 79 del Tratado CECA es aplicable, en virtud de los artículo 227 del Tratado CEE y 198 del Tratado Euratom, a los territorios europeos cuyas relaciones exteriores asume un Estado miembro, y las mismos excepciones se prevén para las islas Feroe, las zonas británicas de Chipre, la isla de Man y las islas del Canal. La islas Canarias, así como Ceuta y Melilla, son objeto de un régimen especial definido en el artículo 25 del Acta de adhesión de 1985 y, en 1 2 3 Éstas tuvieron la posibilidad de pronunciarse en favor de la aplicación de los Tratados comunitarios y rechazaron este régimen. Así, el Tratado CEE se aplicó a Groenlandia hasta el 1 de febrero de 1985, fecha de entrada en vigor del Tratado de 13 de marzo de 1984, con arreglo al cual el Tratado CEE, el Tratado CECA y el Tratado Euratom no se aplican a Groenlandia, que se convierte en un territorio de ultramar asociado a la CEE, según la parte cuarta del Tratado, sin perjuicio de las disposiciones específicas que figuran en un protocolo particular. De hecho, Groenlandia, que disfruta de una autonomía interna dentro del Reino de Dinamarca, se pronunció a favor de su retirada de la Comunidad. A propuesta de Dinamarca, una reforma formal de los Tratados ha establecido el nuevo régimen de este territorio. Sentencia de 10 de octubre de 1978, asunto 148/77, H. Hansen y Hauptzollamt Flensburg, Ree. 1978, p. 1 787. 78 Las fuentes del Derecho comunitario lo que se refiere a la legislación aduanera y la política comercial, en el protocolo n° 2 de dicha Acta. Con arreglo al artículo 198 del Tratado Euratom, éste se aplica a los territorios europeos de los Estados miembros y a los territorios no europeos que están bajo su jurisdicción. Las colonias (países y territorios de ultramar) de los Estados miembros son objeto de un régimen especial de asociación a la CEE, pero otras posesiones británicas, como Hong Kong, quedan excluidas de este régimen. c) Constitución y Tratado marco 55. Los Tratados comunitarios organizan la «producción» de normas jurídicas. Ciertamente, el Tratado de París y el Tratado Euratom, en mayor medida que el Tratado CEE, contienen normas precisas aplicables a los Estados miembros y los particulares sin la necesidad de una intervención normativa de las instituciones, y algunos capítulos del Tratado CEE, especialmente los relativos a la unión aduanera, que contienen un calendario preciso de realización, están redactados de forma muy detallada. Sin embargo, el Tratado CEE se remite esencialmente a la acción de las instituciones. Enuncia objetivos y principios, y establece el procedimiento de aplicación de los mismos por parte de las instituciones. Esto explica la denominación de tratado marco que generalmente se aplica al conjunto del Tratado CEE. 56. Los capítulos relativos a las políticas sectoriales responden a este método de redacción del Tratado. Así, el artículo 39 define los objetivos de la política agraria común que las instituciones deben respetar al adoptar medidas con arreglo al procedimiento previsto en el artículo 43. Estos objetivos se enumeran en las letras a) a e) del apartado 1 del artículo 39. Se trata tanto de aumentar la productividad de la agricultura como de garantizar un nivel de vida equitativo a los agricultores, estabilizar los mercados, garantizar la seguridad de abastecimiento y asegurar precios razonables a los consumidores. El Tribunal ha señalado varias veces que todos estos objetivos no pueden perseguirse simultáneamente con igual eficacia y, por lo tanto, que se puede dar un preferencia temporal a uno u otro. ' Sentencia de 13 de marzo de 1968, asunto 5/67, Bues, Ree. 1968, p. 128; sentencia dc 24 de octubre de 1973, asunto 5/73, Balkan, Ree. 1973, p. 1 091; sentencia dc 2 de julio de 1974, asunto 153/73. Holtz, Ree. 1974, p. 675. Los Tratados como Constitución comunitaria 79 Así pues, se ha confiado un amplio poder de apreciación a las instituciones. El artículo 40 indica que, para alcanzar los objetivos previstos en el artículo 39, se creará una organización común de mercados agrarios, y precisa las formas que podrá adoptar esta organización según los productos. Este mismo artículo dispone que la organización común debe limitarse a realizar los objetivos enunciados en el artículo 39 y «excluir toda discriminación entre productores o consumidores de la Comunidad». El Tribunal garantiza el respeto de estos objetivos. La jurisprudencia ofrece un ejemplo muy característico en lo que respecta a la política seguida por las instituciones para luchar contra los excedentes lácteos. El Tribunal ha declarado nulo el reglamento n° 563/76 relativo a la compra obligatoria de leche descremada en polvo en posesión de los organismos de intervención y destinada a ser utilizada en alimentos para animales. El precio de compra de este producto era tres veces superior al de las materias a las que este producto sustituía. El Tribunal consideró que «la obligación de compra a un precio tan desproporcionado constituía un reparto discriminatorio de las cargas entre los diferentes sectores agrícolas; que, además, tal obligación no es necesaria para alcanzar el objetivo deseado, a saber, la comercialización de las existencias de leche desnatada en polvo; que, por consiguiente, no podría justificarse en el marco de la realización de los objetivos de la política agraria común». Si bien el título II, dedicado a la agricultura, define de forma bastante general las competencias de las instituciones, el Tratado ofrece otros ejemplos de este tipo de definición. Así, el título IV, relativo a los transportes, tras haber dispuesto en el artículo 74 que los objetivos del Tratado se persiguen en el marco de una política común de transportes, autoriza al Consejo, a tenor del artículo 75, a adoptar normas comunes aplicables a los transportes internacionales, las condiciones de acceso de los transportistas no residentes a los transportes nacionales y «cualquier otra disposición oportuna». El artículo 113, que es una disposición clave en materia de política comercial común, se limita a dar indicaciones, a título de ejemplo, sobre el objeto de las medidas que constituirán dicha política, dejando un amplio margen de apreciación de su alcance a las instituciones. Por último, hay que recordar las posibilidades del articulo 235, a las que ya se ha hecho referencia en el capítulo I de la presente obra. 57. El Tribunal garantiza el cumplimiento de la Constitución comunitaria, tanto en el ámbito interno como en la actividad exterior de las Sentencia de 5 de julio de 1977, asunto 114/76, Bela-Mühle, Ree. 1977, p. 1 221, considerando 7. 80 Las fuentes del Derecho comunitario Comunidades. El Tratado establece incluso un control preventivo en materia de acuerdos internacionales. El párrafo 2 del apartado 1 del artículo 228 permite al Consejo, a la Comisión o a un Estado miembro solicitar el dictamen del Tribunal sobre la compatibilidad de un acuerdo internacional, antes de su celebración, con las disposiciones del Tratado. Si el dictamen sobre el acuerdo es negativo, sólo puede entrar en vigor previa revisión del Tratado. Este procedimiento ha sido utilizado por la Comisión en tres ocasiones y no excluye la intervención del Tribunal en el marco del control de la legalidad. ' Se puede comparar este procedimiento con el previsto en el artículo 103 del Tratado Euratom. Esta disposición se refiere a las normas que los Estados miembros deben observar en lo que respecta a los proyectos de acuerdos con un tercer Estado, una organización internacional o un nacional de un tercer Estado, que afecten al ámbito del Tratado. Deben comunicar estos proyectos a la Comisión. Si el proyecto contiene cláusulas que obstaculizan la aplicación del Tratado, la Comisión puede dirigir sus observaciones al Estado interesado. Éste no puede celebrar el acuerdo o el convenio previsto hasta que la Comisión retire sus objeciones, o hasta someterse a la decisión por la que el Tribunal de Justicia, por el procedimiento de urgencia y a instancia del interesado, se pronuncia sobre la compatibilidad de las cláusulas previstas con las disposiciones del Tratado.2 En su dictamen 1/76 de 26 de abril de 1977, emitido en relación con un proyecto de acuerdo con Suiza relativo a la creación de un fondo europeo de inmovilización de la navegación interior, el Tribunal consideró que el proyecto era incompatible con el Tratado CEE por motivos de orden constitucional relacionados con la exclusión definitiva de un Estado miembro (Irlanda) de la participación en el acuerdo, con el papel desigual reconocido a los Estados miembros en el funcionamiento del acuerdo y con la limitación inadmisible de la competencia de las instituciones, reducidas a un papel meramente consultivo en los órganos previstos. El Tribunal quiso evitar que este acuerdo sirviera de modelo para otros: «la repetición de tales procedimientos podría socavar progresivamente la obra comunitaria de manera irreversible, habida cuenta de que, en cada caso, se tratará de compromisos contraídos respecto de terceros Estados».3 Este dictamen puede compararse con otros emitidos anteriormente por el Tribunal de Justicia. Casi veinte años antes, el Tribunal de Justicia de la 1 2 3 Véase capítulo I, sección 3. Este procedimiento se utilizó por primera vez cuando, el 7 de junio de 1978, el Gobierno belga presentó ante el Tribunal una solicitud de decisión sobre un proyecto de convenio del Organismo Internacional de Energía Atómica sobre la protección de materiales, instalaciones y transportes nucleares. Decisión del Tribunal 1/78 de 14.11.1978, Ree. 1978, p. 2 151. Dictamen 1/76 de 26 de abril de 1977, Ree. 1977, p. 741 y ss., especialmente pp. 756 a 759. El Derecho derivado CECA había condenado determinadas delegaciones de poderes a organismos no previstos en el Tratado, basándose en que el artículo 3 de dicho Tratado impone los objetivos enumerados en él a las instituciones de la Comunidad, en el marco de sus atribuciones respectivas y del interés común. El Tribunal proseguía diciendo: «que esta disposición permite ver en el equilibrio de poderes, característico de la estructura institucional de la Comunidad, una garantía fundamental otorgada por el Tratado, especialmente a las empresas y asociaciones de empresas a las que se aplica». ' Aunque el Tribunal mantiene actualmente una actitud menos restrictiva en materia de delegación de poderes, su preocupación en este campo es constante. El carácter de Constitución que presenta el Tratado se pone claramente de manifiesto en el control de la legalidad ejercido por el Tribunal, ya se trate del cumplimiento de los objetivos generales o particulares del Tratado, de la garantía de la estructura institucional o, como se verá más adelante, del respeto de los derechos fundamentales. 2 Sección 2. El Derecho derivado 58. La expresión «Derecho derivado» abarca el conjunto de actos adoptados por las instituciones con vistas a cumplir los objetivos de los Tratados. El adjetivo «derivado» se utiliza para indicar la función de estos actos y su subordinación a los Tratados. Se prefiere al término «secundario» debido a que, con frecuencia, estos actos innovan el contenido de los Tratados y contienen normas primarias comparables a las que establecen las leyes nacionales. Antes de describir las características principales de los diferentes tipos de actos que adoptan las instituciones, vamos a analizar las distintas formas de subordinación de estos actos a los Tratados. a) Modalidades de subordinación a los Tratados /." Regla de la competencia de atribución 59. Las instituciones no disponen de un poder general para adoptar todos los actos necesarios para realizar los objetivos de los Tratados. Sólo pueden ejercer este poder en los casos en que los Tratados así lo 1 2 Sentencias de 13 de junio de 1958, asuntos 9 y 10/56, Meroni, Ree. 1958, pp. 44 y 82. Véase sección 4, infra, apartado 91. 82 Las fuentes del Derecho comunitario han previsto. Esta regla se recoge en el artículo 3 del Tratado CEE, con arreglo al cual la acción de la Comunidad lleva consigo, «en las condiciones y según el ritmo previsto en el Tratado», las actividades que se describen en este artículo, y se recoge también en el párrafo 1 del artículo 189, según el cual, «para el cumplimiento de su misión, el Consejo y la Comisión adoptarán [...] en las condiciones previstas en el presente Tratado» los actos definidos en los párrafos 2 a 5 de esta disposición. ' 60. Ahora bien, no hay que confundir la regla de la competencia de atribución, legítima en principio, con la idea de que las instituciones no tienen más que las competencias que se les han atribuido expresamente. El Tribunal de Justicia ha rechazado esta concepción en la interpretación del Tratado CECA según la regla del efecto útil.2 También ha reconocido la competencia implícita de la Comunidad Económica Europea en materia de relaciones exteriores.3 Además, el artículo 235 corrige considerablemente la regla de la competencia de atribución.4 2.a Subordinación material al Tratado 61. Utilizando una expresión que se encuentra habitualmente en la jurisprudencia del Tribunal, el Tratado es el fundamento, el marco y los límites5 del poder normativo de las instituciones. Dada la importada del principio de eficacia en las técnicas de interpretación del Tribunal y la forma en que está redactado el Tratado, el Tribunal tiende menos a examinar si un acto es la traducción fiel de normas preestablecidas que si es compatible con las disposiciones del Tratado. Por otra parte, en su jurisprudencia más reciente, no duda en calificar de sistema legislativo y de legislación al mecanismo de adopción de normas y actos por las instituciones. Así, en su importante sentencia Simmenthal, se sigue refiriendo al «poder legislativo de la Comunidad». 6 1 2 3 4 5 6 Suele citarse también el párrafo 2 del apartado 1 del artículo 4, según el cual: «Cada institución actuará dentro de los limites de las competencias atribuidas por el presente Tratado», pero nos parece que esta disposición apunta más bien a la separación de funciones entre las instituciones. Sentencias de 15 de julio de 1960, asunto 20/59, Gobierno de la República Italiana/Alta Autoridad, Ree. 1960, pp. 667, especialmente p. 688, y asunto 25/59, Gobierno de los Países Bajos/Alta Autoridad, ibidem, pp. 728 y 757. Véase supra, capítulo I, sección 6. Véase supra, capítulo I, sección 5. Véase, por ejemplo, la sentencia de 5 de octubre de 1978, asunto 26/78, Viola, Ree. 1978, p. 1 771 (en materia de seguridad social de los trabajadores que se desplazan dentro la Comunidad), considerando 7. Sentencia de 9 de marzo de 1978, asunto 106/77, Ree. 1978, pp. 629 y ss. 83 El Derecho derivado Por la importancia que atribuye a los principios generales (no discriminación, libertad, etc.) que son la base del Tratado, y por la competencia que ha asumido para declarar nulas las disposiciones que violan estos principios, el papel del Tribunal aparece claramente como el de una jurisdicción constitucional. ' b) Los actos «típicos» 62. Se ha recurrido a esta expresión del Derecho italiano para designar aquellos actos de las instituciones cuyo alcance definen los Tratados más o menos claramente. Nos remitimos a este respecto a los artículos 14 y 15 del Tratado CECA, al artícuo 189 del Tratado CEE y al artículo 161 del Tratado Euratom. En la CECA, el autor de los actos es la Alta Autoridad (Comisión), mientras que en el sistema de los Tratados de Roma quienes adoptan los actos son el Consejo y la Comisión. Sabemos que el Consejo puede conferir competencias a la Comisión para la ejecución de las normas establecidas por él (cuarto guión del artículo 155 del Tratado CEE). Si existe una jerarquía entre las normas de base que el Consejo adopta y las disposiciones reglamentarias o individuales adoptadas por la Comisión, tal jerarquía no se refleja en modo alguno en los Tratados. Éstos no distinguen los actos en función de la institución que los adopta, ni por su denominación, ni según los sistemas de control jurisdiccional. El Tribunal se ha inclinado por una interpretación amplia de las habilitaciones concedidas a la Comisión. Ha descartado decididamente la interpretación literal para definir el alcance de dichas habilitaciones «en función del sistema y de las finalidades» tanto de la cláusula de habilitación como del reglamento en su conjunto. 2 1." El Tratado CECA: decisiones y recomendaciones individuales y generales 63. El Tratado CECA no define, ni siquiera parcialmente, la decisión ni la decisión general. No obstante, el artículo 14 indica que «las decisiones serán obligatorias en todos sus elementos» y los párrafos 3 y 4 del artículo 15 disponen que «las decisiones y las recomendaciones, cuando tengan un carácter individual, obligarán al interesado a partir de su notificación. En los demás casos, serán aplicables por el solo hecho de su publicación». El término «decisiones generales» sólo se 1 2 Véase a este respecto, supra, sección 1, letra c) y el capítulo I, sección 3, e infra, capítulo II, sección 4. Véase la sentencia de 17 de diciembre de 1970, asunto 25/70, Köster, Ree. 1970, pp. 1 161 y ss., considerando 16, y sentencia de 30 de octubre de 1975, asunto 23/75, Rey Soda, Ree. 1975, pp. 1 279 y ss., especialmente p. 1 301. 84 Las fuentes del Derecho comunitario menciona en el párrafo 2 del artículo 33, relativo a la admisibilidad del recurso de anulación de las empresas, y en disposiciones de fondo (por ejemplo, el apartado 2 del artículo 50). Las decisiones individuales son actos administrativos dirigidos a destinatarios individualizados. Las decisiones generales han sido definidas por el Tribunal como «actos cuasi legislativos que emanan de una autoridad pública y que tienen un efecto normativo erga omnes». ' En otro asunto, define una decisión general como la que «establece un principio normativo [...], fija las condiciones de su aplicación de forma abstracta y [...] enuncia las consecuencias jurídicas resultantes». 2 Las recomendaciones «obligarán en cuanto a los objetivos fijados en ellas, pero dejarán a sus destinatarios la elección de los medios apropiados para alcanzar tales objetivos» (párrafo 3 del artículo 14). De los párrafos 2 y 3 anteriormente citados del artículo 15, se deduce que puede haber recomendaciones individuales y recomendaciones generales. Este acto, que constituye el precedente de la directiva en los Tratados de Roma, puede tener como destinatarios, contrariamente a ésta, uno o varios Estados, así como las empresas. Los dictámenes de la Alta Autoridad no son vinculantes. Aunque en el Tratado CECA se emplea la expresión «actos cuasi legislativos», el carácter detallado de sus normas no permitía ejercer un poder normativo muy amplio. Algo distinto ocurre con los Tratados de Roma y, principalmente, con el Tratado CEE. 2." Actos a que se refiere el artículo 189 del Tratado CEE 64. La función del artículo 189 no es atribuir a las instituciones la competencia para adoptar actos normativos o individuales. Se limita a recoger la «definición legal» de los actos. 3 Sin embargo, su importancia en el Tratado es fundamental, y así lo han entendido las jurisdicciones nacionales, que han intentado cuestionar la constitucionalidad de la ley de aprobación del Tratado en razón de la existencia de esta disposición. 4 Todos los actos enumerados en el artículo 189 tienen la característica común de referirse a la realización de la misión de las instituciones (véase el párrafo 1), por lo que pueden definirse como actos funcio1 2 3 4 Sentencia de 16 de julio de 1956, asunto 8/55, Fédéchar/Alta Autoridad, Ree. 1956, p. 227. Sentencia de 21 de junio de 1958, asunto 13/57, Gußtahlwcrk Carl Bönnhoff y otros/Alta Autoridad, Ree. 1958, p. 286. Esta expresión se ha tomado de los trabajos preparatorios de la ley de aprobación dcl Tratado CEE en los Países Bajos, segunda cámara, sesión 1956-1957, doc. 4 725, n° 3. Memorie van toelichting, pp. 148 y 149. Véase infra, capitulo III, sección 2. El Derecho derivado 85 nales. Se distinguen de las disposiciones de alcance interno y de organización. El artículo 189 supone una mejora de la sistematización y de la terminología en relación con los artículos 14 y 15 del Tratado CECA, pero la clasificación que contiene no permite establecer una jerarquía formal de los actos. 65. En primer lugar, se encuentra el reglamento. Es el acto más completo y eficaz de la gama de instrumentos de que disponen las instituciones. Alain Savary, ponente del proyecto de ley que autorizaba al presidente de la República Francesa a ratificar el Tratado constitutivo de la CEE, subrayaba que: «El reglamento es [...] el auténtico poder 'europeo'. A través de él, la Comunidad adquiere el derecho de legislar directamente para las poblaciones de los Estados miembros, sin pasar a través de las instancias nacionales. Así pues, en los sectores en los que se prevé un poder reglamentario, hay una posible y auténtica delegación de soberanía de los Estados miembros en beneficio de la CEE.» ' 66. El reglamento tiene un alcance general. En 1962, el Tribunal declaró que «el reglamento, de carácter esencialmente normativo, no es aplicable a unos destinatarios limitados, sino a categorías determinadas de forma abstracta y global». 2 Poco importa a este respecto que se pueda «determinar con más o menos precisión el número e incluso la identidad de los sujetos de Derecho a los que se aplica en un determinado momento, siempre que esta aplicación se efectúe en virtud de una situación objetiva de hecho definida por el acto y en relación con la finalidad de este último». 3 Sin embargo, determinadas circunstancias de hecho pueden individualizar a los «destinatarios» de un acto calificado de reglamento. Así, el hecho de que no aumenten las restituciones a la exportación de 1 2 3 A.N., sesión ordinaria 1956-1957, sesión de 26 de junio de 1957, anexo n° 5 266, p. 2 365. Sentencia de 14 de diciembre de 1962, asuntos acumulados 16 y 17/62, Confédération nationale des producteurs de fruits et légumes y otros/Consejo, Ree. 1962, p. 918; sentencia de 5 de mayo de 1977, asunto 101/76, Koninklijke Scholten Honig, Ree. 1977, p. 807, considerando 21. Sentencia de 11 de julio de 1968, asunto 6/68, Zuckerfabrik Watenstedt, Ree. 1968, pp. 605 y 606. Véase también la sentencia de 16 de abril de 1970, asunto 64/69, Cie française et commerciale, Ree. 1970, pp. 226 y 227; sentencia de 5 de mayo de 1977, citada en la nota anterior, p. 808, considerando 23, y sentencia de 16 de marzo de 1978, asunto 123/77, UNICME, Ree. 1978, pp. 845 y ss., especialmente p. 852, considerando 16. 86 Las fuentes del Derecho comunitario determinados cereales a pesar del aumento del precio de umbral afecta a un número determinado y conocido de exportadores de cereales, así como, para cada uno de ellos, al volumen de las transacciones para las que se había solicitado la fijación previa de las restituciones tal como los reglamentos lo permitían. ' Cabe señalar que estas sentencias se pronuncian sobre la naturaleza reglamentaria o no de un acto, con motivo de un recurso de anulación interpuesto por los particulares, que sólo pueden actuar contra los actos que les afecten directa e individualmente (párrafo 2 del artículo 173). Por tanto, se entiende que alguna de estas soluciones puede no concordar necesariamente con una visión puramente lógica y teórica de la naturaleza de los actos. 67. El reglamento es obligatorio en todos sus elementos. De ello se deduce, por ejemplo, que un Estado no pueda hacer excepciones a la obligación del importador de abonar una exacción establecida por un reglamento. 2 Un Estado miembro tampoco puede obstaculizar la ejecución de un reglamento basándose en el hecho de haber manifestado «claras reservas» durante los trabajos preparatorios del reglamento. El Tribunal ha indicado: «no se puede admitir que un Estado miembro aplique de manera incompleta o selectiva las disposiciones de un reglamento de la Comunidad, obstaculizando así la aplicación de algunos elementos de la legislación comunitaria respecto a los cuales hubiera manifestado su oposición o considerado contrarios a determinados intereses nacionales» y que «el alcance objetivo de las normas adoptadas por las instituciones comunes no puede ser modificado por las reservas u objecciones que los Estados miembros hayan formulado durante la elaboración». Destaca también: «que asimismo, las dificultades de aplicación surgidas en la fase de ejecución de un acto comunitario no deben permitir que un Estado miembro se exima unilateralmente del cumplimiento de sus obligaciones»3 y «que un Estado miembro no puede alegar disposiciones o prácticas de su Derecho interno para justificar el incumplimiento de obligaciones y plazos derivados de los reglamentos comunitarios».4 1 2 3 4 Sentencia de 18 de noviembre de 1975, asunto 100/74, CAM, Ree. 1975, p. 1 402, considerando 15; sentencia de 31 de marzo de 1975, asunto 88/76, Société pour l'exportation des sucres, Ree. 1977, pp. 725 y 726. Sentencia de 30 de noviembre de 1972, asunto 18/72, Granaría, Ree. 1972, pp. 1 163 y ss. Sentencia de 7 de febrero de 1973, asunto 39/72, Comisión/Italia, Ree. 1973, p. 115. Sentencia de 8 de febrero de 1973, asunto 30/72. Comisión/Italia, Ree. 1973, p. 172; sentencia de 17 de mayo de 1972, asunto 93/71, Lconesio, Ree. 1972, pp. 287 y ss. El Derecho derivado 87 68. El reglamento es «directamente aplicable en todos los Estados miembros». Se redacta en las nueve lenguas oficiales de la Comunidad, se publica en el Diario Oficial de las Comunidades y entra en vigor en la fecha en él fijada o a los veinte días de su publicación (párrafo 1 del artículo 191). La publicación del reglamento es una condición necesaria de su carácter obligatorio para los sujetos de Derecho comunitario: Estados miembros e individuos. El reglamento se publica en la parte L (Legislación) del Diario Oficial, dentro del apartado «actos cuya publicación es condición para su aplicabilidad». La aplicabilidad directa del reglamento significa que, sin interposición del poder normativo nacional, tiene una validez automática en la Comunidad y que, como tal, puede conferir derechos e imponer obligaciones a los Estados miembros, sus órganos y a los particulares, tal como lo hace la ley nacional. El Tribunal ha subrayado en numerosas sentencias que: «por su propia naturaleza, y por su función en el sistema de fuentes del Derecho comunitario, [el reglamento] produce efectos inmediatos y, como tal, puede conferir a los particulares derechos que las jurisdicciones nacionales tienen la obligación de proteger». ' También ha condenado toda reproducción por los actos nacionales de lo dispuesto en los reglamentos. Así, ha indicado que: «son contrarias al Tratado todas las modalidades de ejecución cuyas consecuencias pudieran obstaculizar el efecto directo de los reglamentos comunitarios y perjudicar así su aplicación simultànea e uniforme en el conjunto de la Comunidad».2 Posteriormente, el Tribunal ha mantenido y desarrollado esta norma en sentencias dictadas sobre cuestiones prejudiciales.3 Los Estados sólo pueden adoptar las medidas de aplicación requeridas por el reglamento, pero, salvo disposición expresa, el nacimiento de los derechos individuales de que se trate no depende de estas medidas. 4 La práctica ha llamado «reglamentos de base» a los actos adoptados por el Consejo según el procedimiento previsto en el Tratado, distinguiéndolos así de los reglamentos de ejecución adoptados por la 1 2 3 4 Sentencias de 14 de diciembre de 1971, asunto 43/71, Politi, Ree. 1971, p. 1 049; 7 de marzo de 1972, asunto 84/71, Marimex, Ree. 1972, p. 97; 17 de mayo de 1972, asunto 93/71, Leonesio, citado; 10 de octubre de 1973, asunto 34/73, Variola, Ree. 1973, p. 990; 26 de febrero de 1976, asunto 65/75, Tasca, Ree. 1976, p. 309. Sentencia de 7 de febrero de 1973, ya citada en la nota 1, Ree. 1973, p. 114. Sentencia de 10 de octubre de 1973, Variola, ya citada en la nota 3, p. 72, y sentencia de 31 de enero de 1978, asunto 94/77, Zerbone, Ree. 1978, p. 116, considerandos 22 y ss. Sentencia de 17 de mayo de 1972, asunto 93/71, Leonesio, ya citado. Las fuentes del Derecho comunitario Comisión, previa habilitación del Consejo, en virtud del artículo 155, o incluso por el propio Consejo. El Tribunal de Justicia ha admitido la posibilidad de que el Consejo adopte reglamentos de ejecución de sus propios reglamentos. Por una parte, ha reconocido que los reglamentos del Consejo adoptados para la ejecución de reglamentos de base no pueden derogar estos últimos. ' Por otra parte, ha justificado la aplicación de un procedimiento simplificado por parte del Consejo para la adopción de reglamentos de ejecución, basándose en concepciones jurídicas vigentes en todos los Estados miembros, según las cuales conviene distinguir entre las medidas directamente basadas en el propio Tratado y el Derecho derivado destinado a garantizar su ejecución.2 Es suficiente y necesario que los elementos fundamentales de la materia que debe regularse se adopten según el procedimiento previsto en el Tratado. 69. La directiva «obligará al Estado miembro destinatario en cuanto al resultado que deba conseguirse, dejando, sin embargo, a las autoridades nacionales la elección de la forma y de los medios» (párrafo 3 del artículo 189 CEE). Surte efecto por su notificación al Estado o Estados miembros destinatarios (párrafo 2 del artículo 191 CEE). La lengua que da fe es la del destinatario o destinatarios. Como todos los actos distintos de los reglamentos, su publicación en el Diario Oficial se hace «a título informativo». Es un instrumento de acción indirecta cuya técnica recuerda la de las leyes marco o de principios conocidas en los derechos federales, pero el parecido no es exacto, ya que las directivas imponen a los Estados miembros una obligación en cuanto al resultado. Tal como el Tribunal ha señalado, «la libertad que el artículo 189 deja a los Estados miembros en cuanto a la elección de formas y medios de ejecución de directivas mantiene intacta su obligación de elegir las formas y los medios más adecuados para garantizar el efecto útil de las directivas».3 En una sentencia posterior, el Tribunal se ha pronunciado más claramente al declarar «que del párrafo 3 del artículo 189 del Tratado se deduce que la competencia dejada a los Estados miembros en lo que respecta a la forma y a las condiciones de las medidas que deben adoptar las autoridades nacionales está en función del resultado que el Consejo o la Comisión se proponen lograr».4 Hasta la entrada en vigor del Acta Única Europea, la directiva era el medio de acción exclusivo de las instituciones, en materia de aproxi1 2 3 4 Sentencia de Sentencia de Sentencia de rando 75. Sentencia de considerando 10 de marzo de 1971, asunto 38/70, Tradax, Ree. 1971, p. 155. 17 de diciembre de 1970, asunto 25/70, Köster, Ree. 1970, p. 1 172. 8 de abril de 1976, asunto 48/75, Royer, Ree. 1976, p. 519, conside23 de noviembre de 1977, asunto 38/77, Enkä, Ree. 1977, p. 2 212, 11. El Derecho derivado 89 mación de legislaciones (artículo 100 del Tratado CEE), de realización de la libertad de establecimiento, prestaciones de servicios y circulación de capitales (artículos 54, 57, 63, 69). Se la menciona junto con el reglamento y, a veces, con la decisión, en otras disposiciones del Tratado (artículos 43 y 87). En 1975, la Comisión manifestó su idea1 de aprovechar una revisión del Tratado para dar a las instituciones la posibilidad de elegir el instrumento más adecuado en los casos en que sólo se citan las directivas, a fin de limitar el recurso a éstas en los casos en que deba mantenerse uan cierta diversidad entre los Estados miembros. En el nuevo procedimiento de aproximación de legislaciones que el Acta Única introduce en el Tratado mediante el artículo 100 A, que se aplica salvo disposición contraria del Tratado, el Consejo puede elegir qué tipo de acto adoptar: reglamento, directiva o decisión. En una declaración adjunta al acta final adoptada al firmarse el Acta Única, la Comisión anuncia que «favorecerá» en sus propuestas, en el marco del artículo 100 A, la utilización del instrumento de la directiva cuando la armonización implique modificar disposiciones legales en uno o varios Estados miembros. Esta declaración imprecisa, cuyo valor jurídico es como mínimo dudoso, no basta para obligar a la Comisión a renunciar a proponer la adopción de un reglamento cuando éste le parece el instrumento adecuado. El proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea iba más lejos, al unificar las diferentes categorías de actos en torno a la «ley» (artículo 34) y los «reglamentos» y «decisiones» necesarios para su aplicación (artículo 40). Enunciaba el principio según el cual «en lo posible, [la ley] se limitará a determinar los principios fundamentales que rigen la acción común y dejará a las autoridades encargadas de su ejecución, dependientes de la Unión o de los Estados miembros, el cuidado de precisar las modalidades de aplicación». También introducía la «ley orgánica» (apartado 2 del artículo 34), que se adoptaría por mayorías reforzadas, especialmente en materia institucional. La utilización que se ha hecho de la directiva suscita críticas. Para algunos, suele entrar inútilmente en detalles y deja a los Estados miembros una libertad puramente formal. Para otros, desde un punto de vista democrático, la técnica de la ley uniforme introducida en los ordenamientos jurídicos nacionales por convenios aprobados por los Parlamentos es la única eficaz y aceptable. A este respecto, hay que destacar que la gran precisión de algunas directivas —que están muy lejos de ser generales— se explica por la necesidad de regular eficazmente una materia que suele ser técnica, como en el caso de los obstáculos a los intercambios, en el que el Consejo se proponía Informe sobre la Unión Europea, Suplemento 5/75 del Bol. CE, 21, p. 13. 90 Las fuentes del Derecho comunitario proceder a una armonización completa de las normas aplicables a objetos extremadamente específicos. Además, la desconfianza de los Estados entre sí ha solido favorecer la minuciosidad de las directivas, ya que se temía, con o sin razón, que cualquier fallo de la normativa podía ser utilizado por los demás para conseguir una ventaja competitiva. El nuevo enfoque en materia de aproximación de legislaciones, adoptado por el Libro blanco sobre el mercado interior, de 1985, se basa en el reconocimiento recíproco de las legislaciones nacionales y sólo pretende armonizar las disposiciones que obstaculizan legítimamente los intercambios. Estas disposiciones se justifican por consideraciones de interés general. El «nuevo enfoque» se basa en la jurisprudencia del Tribunal a la que suele hacerse referencia en relación con el caso Cassis de Dijon. ' Esta jurisprudencia obliga al Estado a dejar entrar en su territorio productos normalmente comercializados en otro Estado miembro, incluso cuando estos productos no sean conformes con las normas del Estado de importación. Estas normas sólo podrán invocarse legitimamente cuando se basen en «consideraciones imperativas», tales como las contempladas en el artículo 36 del Tratado (orden, sanidad y seguridad públicas, lealtad en las transacciones comerciales, etc.), y otras que el Tribunal determine. Son estas normativas, y solamente éstas, las que hay que aproximar. Las directivas serán, en consecuencia, menos detalladas. La Comisión supervisa la aplicación de las directivas. Éstas se notifican obligatoriamente a los Estados miembros (párrafo 2 del artículo 191), que disponen de un plazo para aplicarlas. Las directivas establecen la obligación de los Estados de comunicar a la Comisión las medidas nacionales de ejecución, ya sea en la fase de proyecto, ya una vez adoptadas. Frecuentemente, los Estados también están obligados a comunicar todas las disposiciones adoptadas en el ámbito de aplicación de la directiva. De esta forma, la Comisión puede ejercer su poder de control y actuar, eventualmente, constatando el incumplimiento.2 Por lo demás, suelen producirse retrasos en la aplicación de la directiva, así como casos de ejecución incorrecta. El Tribunal ha conocido numerosos casos de infracción. 70. La decisión es un acto que vincula al destinatario, Estado miembro o particular, al que se notifica (párrafo 2 del artículo 191 CEE). No es un acto normativo sino un acto individual. Dirigida a una empresa, declara, por ejemplo, la nulidad de un acuerdo entre empresas contrario al artículo 85 del Tratado e impone multas o multas coercitivas. Dirigida a un Estado miembro, puede tratarse de una autorización para adoptar medidas de salvaguardia (apartado 3 del artículo 108, por ejemplo), de la concesión de un contingente 1 2 Sentencia de 20 de febrero de 1979, asunto 120/78, Ree. 1979, pp. 649 y ss. Véase capitulo I, sección 3; capítulo III, sección 3. El Derecho derivado 91 arancelario, etc. Cuando la decisión se dirige a varios o a todos los Estados miembros, es difícil determinar si se trata de un acto colectivo (conjunto de actos individuales) o de un acto normativo, es decir, de un reglamento. Los dos actos sólo se distinguen por el alcance general, y ya se ha visto la imprecisión de este criterio. ' 71. Con arreglo al artículo 190 del Tratado, los actos obligatorios contemplados en el artículo 189 (reglamentos, directivas y decisiones) deben ser motivados y referirse a «las propuestas o dictámenes preceptivamente recabados en aplicación del [...] Tratado».2 La doctrina ha destacado la importancia y la originalidad de la obligación de motivación, en la medida en que se refiere incluso a los actos de alcance general (reglamentos). No obstante, el Tribunal de Justicia ha reconocido que no podía exigirse a las instituciones que motivaran con la misma precisión los actos normativos y los individuales. Es necesario y suficiente que la motivación indique la situación global que ha conducido a la adopción del reglamento y los objetivos generales que se propone alcanzar.3 En cambio, la motivación de las decisiones por las que se impone una multa en materia de competencia se considerará suficiente «siempre que ponga de manifiesto, de forma clara y coherente, las consideraciones de hecho y de derecho en las que se basa la condena de los interesados, a fin de permitir tanto a éstos como al Tribunal conocer los elementos esenciales del razonamiento de la Comisión».4 72. Los dictámenes y las recomendaciones no son vinculantes. Los Tratados de Roma reconocen el carácter no obligatorio generalmente admitido de este acto, contrariamente a la terminología utilizada en el Tratado de París.5 El segundo guión del artículo 155 dispone que la Comisión formulará recomendaciones o emitirá dictámenes respecto de las materias comprendidas en el Tratado, si éste lo prevé expresamente o si la Comisión lo estima necesario. El dictamen es uno de los instrumentos mencionados en el artículo 118, junto con los estudios y la organización de consultas, a fin de promover una colaboración más estrecha entre los Estados miembros en el ámbito social. El incumplimiento de un «dictamen motivado» de la Comisión autoriza a ésta para actuar ante el Tribunal declarando el incumplimiento (párrafo 1 1 2 3 4 5 Véase supra, apartado 66. Cabe señalar que, en el Tratado CECA, la obligación de motivación se extiende a todos los actos, obligatorios o no (Tratado CECA, articulo 15). Sentencia de 13 de marzo de 1968, asunto 5/67, Beus, Ree. 1968, p. 127. Véase también la sentencia más reciente de 8 de junio de 1989, asunto 167/88, AGPB/ONIC, Ree. 1989, p. 1 653. Sentencia de 15 de julio de 1970, asunto 41/69, Chemiefarma, Ree. 1970, pp. 661 y ss., especialmente p. 692, considerando 78. Véase supra, punto 1 de esta sección. 92 Las fuentes del Derecho comunitario del artículo 169). La recomendación puede ser utilizada por la Comisión con vistas a evitar una distorsión de la competencia debida al establecimiento o la modificación de disposiciones internas por parte de un Estado. Si éste no sigue la recomendación, la Comisión puede proponer al Consejo la adopción de directivas que obliguen a los demás Estados miembros a eliminar dicha distorsión (artículos 101 y 102). Como se ve, los dictámenes y las recomendaciones no tienen carácter obligatorio, pero el Tratado les reconoce, en ocasiones, ciertas consecuencias jurídicas. Es difícil distinguir entre dictámenes y recomendaciones. No obstante, se ha dicho que el dictamen es más bien la expresión de una opinión sobre un asunto determinado y que la recomendación es un instrumento de acción indirecta dirigido a la aproximación de las legislaciones, y que sólo se diferencia de la directiva por su carácter no obligatorio. c) Los actos sin denominación propia 73. A esta categoría pertenecen los actos que, por diversas razones, no están incluidos en los tipos de actos contemplados en el artículo 189. Hay actos que sólo tienen un alcance puramente interno, mientras que otros surten efectos jurídicos fuera del ámbito institucional. 1." Actos internos 74. Trataremos brevemente este tipo de actos. Se trata, por una parte, de actos relativos a la organización y al funcionamiento de los órganos como, por ejemplo, los reglamentos internos de los comités y, por otra parte, de actos funcionales preparatorios, tales como las propuestas de la Comisión, los «programas generales» que las instituciones debían adoptar con arreglo a ciertas disposiciones del Tratado antes de adoptar las directivas (artículos 54 y 63, en materia de derecho de establecimiento y libre prestación de servicios), e incluso de las recomendaciones dirigidas por la Comisión al Consejo con vistas a la celebración de acuerdos internacionales. Estos actos no surten efectos jurídicos fuera de las relaciones interinstitucionales, y algunos de ellos ni siquiera fuera de la propia institución. No obstante, conviene señalar que el Tribunal ha anulado una directiva del Consejo que violaba el reglamento interno de esta institución. ' La directiva se había aprobado definitivamente a través del procedimiento escrito, a pesar de la oposición del Reino Unido a este procedimiento y a la propia directiva. Ahora bien, el apartado 1 Véase sentencia de 23 de febrero de 1988, asunto 68/86, Reino Unido/Consejo, Ree. 1988, pp. 855 y ss. El Derecho derivado 93 del artículo 6 del reglamento interno del Consejo exige el acuerdo de todos los miembros de esta institución para aplicar el procedimiento escrito. El Tribunal declaró que el Consejo estaba obligado a respetar la regla de procedimiento que él mismo había establecido (aplicación del principio patere legem), y que no podía eludir esta norma sin modificar dicho reglamento interno, «que es un acto adoptado con arreglo al artículo 5 del Tratado por el que se constituye un Consejo único y una Comisión única». Es de suponer que esta consideración, así como el propio objeto de la norma de procedimiento —legislativo— han sido los elementos decisivos que han influido en la postura del Tribunal. 2." Actos «sui generis» 75. El Tratado no califica todas las «decisiones» que las instituciones pueden adoptar. Con mucha frecuencia, las categorías del artículo 189 resultan inadecuadas debido a que la «decisión» adoptada en virtud del Tratado se sitúa, jerárquicamente, entre éste y los actos típicos, cuyo campo de aplicación condiciona. Así, por ejemplo, la decisión por la que se declaran aplicables a los departamentos de ultramar las normas relativas al Fondo Social Europeo determina de hecho el ámbito de aplicación espacial del Tratado y, por consiguiente, del Derecho comunitario. A este respecto, el artículo 126 permite al Consejo definir las nuevas tareas que pueden ser confiadas al fondo y disponer que las antiguas contribuciones previstas en el artículo 125 dejen de concederse. El Consejo ha hecho uso de estos poderes por «decisión» de 1 de febrero de 1971. Esta «decisión» se atiene a los objetivos del Fondo Social descritos en el artículo 123, pero sustituye en cierto modo al artículo 125. Tomando como base esta «decisión», el Consejo adopta los reglamentos de aplicación (artículo 127) que deben conformarse a ella. También mediante una «decisión» no calificada el Consejo fijó la lista de los productos considerados material de guerra (apartados 2 y 3 del artículo 223). Esta «decisión» condiciona el ámbito de aplicación del Tratado, ya que el articulo 223 reconoce a los Estados la facultad de hacer las excepciones necesarias para proteger sus intereses fundamentales en materia de seguridad. Los ejemplos son numerosos. No obstante, nos limitaremos a mencionar las «decisiones» de aprobación, por parte del Consejo, de acuerdos internacionales, adoptados como actos sui generis, para subrayar así su carácter específico con respecto a las categorías del artículo 189. Es preciso señalar que la calificación de un acto no es determinante para que el Tribunal ejerza su control jurisdiccional. De hecho, el Tribunal no limita la admisiblidad de los recursos a los actos contemplados en el artículo 189. A este respecto, ha indicado que «al excluir de los recursos de anulación que pueden interponer los Estados 94 Las fuentes del Derecho comunitario miembros y las instituciones únicamente las «recomendaciones o dictámenes» —que a tenor del último párrafo del artículo 189 no tienen carácter obligatorio—, el artículo 173 considera que pueden ser objeto de recurso todas las disposiciones que produzcan efectos jurídicos adoptadas por las instituciones». ' De esta sentencia y de otra posterior2 se deduce que pueden ser objeto de recurso todos los actos adoptados por las instituciones en el marco de sus competencias, que hayan superado la fase de estudio preparatorio y mediante los cuales se asuman o impongan obligaciones. Sección 3. El Derecho internacional 76. El carácter específico del ordenamiento jurídico comunitario se manifiesta principalmente en el hecho de que el Derecho internacional no desempeña una función importante en las relaciones entre las instituciones y los Estados miembros, por una parte, ni en las relaciones entre los Estados miembros, dentro del ámbito de aplicación de los Tratados, por otra. Dada la naturaleza de las competencias comunitarias, los contactos con el Derecho interno son mucho más fructíferos. Sin embargo, el desarrollo de la actividad de las instituciones en sectores que en el pasado estaban reservados a los Estados y el ejercicio de la personalidad jurídica internacional de la Comunidad hacen que ésta actúe cada vez más en el ámbito internacional y que, por ello, se rija por las normas aplicables en el mismo. Las obligaciones internacionales que vinculan a la Comunidad tienen su origen en el Derecho internacional general y en los acuerdos internacionales. a) El Derecho internacional general 77. La aplicación de las reglas consuetudinarias y de los principios generales del Derecho internacional en las Comunidades es algo aceptado por la doctrina y admitido por la jurisprudencia del Tribunal. En una importante sentencia sobre el tema que nos ocupa, el Tribunal reconoció que el Derecho internacional vinculaba a la Comunidad, sin 1 2 Sentencia de 31 de marzo de 1971, asunto 22/70, Comisión/Consejo (AETR), Ree. 1971, p. 277, considerandos 39 y 41, y sentencia de 11 de noviembre de 1981, asunto 60/81, IBM/Comisión, Ree. 1981, p. 2 651. Sentencia de 5 de junio de 1973, asunto 81/72, Comisión/Consejo, Ree. 1973, p. 584, considerandos 8 y 9. 95 El Derecho internacional distinguir si se trataba de las normas convencionales (los Tratados) o de las normas de carácter general. ' En la sentencia Kramer, el Tribunal indicó que, en la medida en que la Comunidad asumía competencias de los Estados, estaba limitada por las mismas reglas que se imponían a éstos. En este caso, se trataba de las competencias en materia de pesca de altura. La afirmación es discreta, pero carece de ambigüedad. 2 También se aplican a las Comunidades las normas referentes al derecho de los Tratados y a los privilegios e inmunidades de las organizaciones internacionales. b) Los acuerdos internacionales 78. Hay que distinguir entre los acuerdos celebrados por los Estados miembros y los acuerdos celebrados por la Comunidad. 1." Acuerdos celebrados por los Estados miembros 79. El Tratado CEE —y el artículo 105 del Tratado Euratom— contienen normas aplicables a los acuerdos internacionales celebrados por los Estados miembros con terceros Estados, antes de su entrada en vigor. Se trata del artículo 234, cuyo párrafo 1 contiene la norma de Derecho internacional según la cual un Tratado posterior en el que no participen todas las partes de un Tratado anterior no puede perjudicar los derechos que este Tratado reconoce a los Estados. El párrafo 2 del artículo 234 enuncia la obligación de los Estados miembros de eliminar las incompatibilidades existentes entre los Tratados anteriores y el Derecho comunitario, con la asistencia, en su caso, de otros Estados miembros. Por último, el párrafo 3 del artículo 234 se refiere a una regla fundamental característica de las uniones aduaneras, que es más válida si cabe para los sistemas de integración: los terceros Estados no pueden invocar en su beneficio, con arreglo a la cláusula de nación más favorecida o de prohibición de discriminación, las ventajas inherentes a su participación en la Comunidad. La regla del mantenimiento de los derechos de los terceros Estados y de las obligaciones de los Estados miembros para con ellos ha sido interpretada de formas diversas. Para algunos, el artículo 234 no implica la transferencia a la Comunidad de los compromisos contraídos anteriormente por los Estados. Para otros, esta disposición produce un efecto de sustición o sucesión de la Comunidad por sus 1 2 Sentencia de 12 de diciembre de 1972, asuntos acumulados 21 a 24/72, International Fruit Cy III (sentencia GATT), Ree. 1972, p. 1 226. Sentencia de 14 de julio de 1976, asuntos acumulados 3, 4 y 6/77, Ree. 1976, pp. 1 279 y ss., especialmente p. 1311. 96 Las fuentes del Derecho comunitario Estados miembros en lo que respecta a los compromisos que pueden influir en el ejercicio de competencias atribuidas a la Comunidad. ' En la sentencia International Fruit CY III, también denominada «sentencia GATT», el Tribunal, para decidir el carácter obligatorio del GATT para la Comunidad, se basó en el artículo 234, así como en la transferencia de competencias en materia de política comercial y en el ejercicio efectivo de estas competencias por las instituciones de la Comunidad en el seno del GATT. 2 ¿Es indispensable que se reúnan estas condiciones para declarar que un Tratado anterior es vinculante para la Comunidad?; ¿es preciso considerar que, en los demás casos, el Tratado sólo es «oponible» a la Comunidad por el Estado miembro en cuestión, es decir, que las instituciones no pueden obligarle a violar sus obligaciones contractuales? El Tribunal se ha pronunciado en favor de la tesis de la simple oponibilidad, en un principio de forma implícita, 3 y posteriormente de forma más expresa en su sentencia Burgoa, 4 al estimar que: «El artículo 234 del Tratado debe interpretarse en el sentido de que la aplicación del Tratado no afecta al respeto debido a derechos de los terceros Estados derivados de un convenio celebrado con un Estado miembro antes de la entrada en vigor del Tratado o, en su caso, de la adhesión del Estado miembro, ni al cumplimiento, por este Estado miembro, de las obligaciones derivadas del convenio, y, en consecuencia, las instituciones de la Comunidad no deben obstaculizar la ejecución de estos compromisos por el Estado miembro de que se trate.»5 Sin embargo, como ha precisado el Tribunal, esta obligación no implica la vinculación de la Comunidad con respecto al tercer Estado interesado. Es evidente que la solución de la simple oponibilidad tiene la ventaja de no paralizar a la Comunidad en el ejercicio de sus competencias, y de evitar que el conjunto de los Estados miembros asuman así obligaciones que no todos han suscrito. No obstante, hay que reconocer que, en algunos campos, y por analogía con la actitud del Tribunal en lo que se refiere a los principios generales 6 —si se piensa, por ejemplo, en los derechos fundamentales—, no puede exigirse en todos los casos la adhesión de todos los Estados miembros a un instrumento internacional para que éste vincule a la Comunidad, ya que ello sería adoptar la tesis del máximo común denominador. Por último, hay tratados que consagran situaciones objetivas como, por 1 2 3 4 5 6 Véase sobre este problema Groux y Manin, op. cit., pp. 112 a 114. Sentencia de 12 de diciembre de 1972, ya citada en la nota 1, p. 95. Sentencia de 18 de enero de 1979, asuntos acumulados 110 y 111/78, Chambre syndicale des Agents artistiques et Impresarii de Belgique, Ree. 1979, p. 35. Sentencia de 14 de octubre de 1980, asunto 812/79, Burgoa, Ree. 1980, p. 2 787. Ibidem, p. 2 803. Véase infra, sección 4. El Derecho internacional 97 ejemplo, en materia territorial o de ríos internacionales. Sus reglas se imponen a todos, incluida la Comunidad. Lo mismo sucede con las medidas adoptadas para el mantenimiento de la paz y de la seguridad en el marco de la Carta de las Naciones Unidas. 80. La situación de los acuerdos internacionales posteriores a la entrada en vigor es también controvertida. Aunque desde el punto de vista del Derecho comunitario es preciso admitir la no validez de los acuerdos celebrados en una materia que es de la competencia exclusiva de la Comunidad, no ocurre lo mismo con los acuerdos celebrados cuando la competencia comunitaria no ha sido aún ejercida. Tales acuerdos serían en principio válidos, pero tendría prioridad sobre ellos la regla comunitaria posterior. En los casos en que la actividad comunitaria ha sido de alguna manera «planificada» por el Tratado o el Derecho derivado, podría ponerse en duda la buena fe de las partes. Dadas sus características específicas, cabe preguntarse si no habría que considerar de una manera particular los instrumentos internacionales relativos a los derechos fundamentales, los acuerdos que consagran situaciones objetivas y las medidas referentes al mantenimiento de la paz y la seguridad. Se debería considerar que tales disposiciones, anteriores o posteriores, vinculan a la Comunidad en el ejercicio de sus competencias. 81. Es preciso mencionar también la categoría, poco numerosa, de los acuerdos celebrados entre Estados miembros para la ejecución de los Tratados. El instrumento normal para la realización de los objetivos de los Tratados es el acto unilateral adoptado por las instituciones. ' No obstante, hay casos excepcionales en que se recurre a la celebración de acuerdos de ejecución. A este respecto, puede citarse el artículo 20 del Tratado que, en su primera frase, dispone: «Los derechos aplicables a los productos de la lista G se determinarán mediante negociaciones entre los Estados miembros». A tal fin, el 20 de marzo de 1960 se celebró un acuerdo en Roma. El apartado 4 del artículo 69 del Tratado CECA invita a los Estados miembros a buscar «entre sí cuantas soluciones sigan siendo necesarias a fin de que las disposiciones relativas a la seguridad social no constituyan un obstáculo para los movimientos de la mano de obra». Antes de la entrada en vigor de los Tratados de Roma se celebró un convenio, cuyo contenido, con arreglo al artículo 51 del Tratado CEE, fue incorporado en los reglamentos n os 3 y 4, referentes a la seguridad social de los trabajadores migrantes. 82. Mención aparte merecen las decisiones y los acuerdos de los representantes de los Gobiernos reunidos en el seno del Consejo. Se Véase supra, sección 2, El Derecho derivado. Las fuentes del Derecho comunitario 98 trata de acuerdos de forma simplificada dirigidos a realizar un objetivo del Tratado en los casos en que las instituciones carecen de poder de decisión. Desde 1960, la aceleración de la puesta en práctica de la unión aduanera se ha realizado por este sistema. Tales acuerdos no pueden ser contrarios a los Tratados. La utilización de este procedimiento, poco frecuente en la actualidad, es censurable desde el punto de vista de los Tratados. De hecho, para realizar un objetivo de la Comunidad, bien los medios de acción están previstos en una disposición específica del Tratado, bien debe aplicarse el procedi­ miento establecido en el artículo 235. ' 83. Por último, y aunque no formen parte verdaderamente del Derecho comunitario, hay que mencionar los convenios celebrados entre los Estados miembros en las materias contempladas en el artículo 220 del Tratado, es decir, la protección de las personas, así como el disfrute y la tutela de los derechos, la supresión de la doble imposición, el reconocimiento recíproco de sociedades, el manteni­ miento de la personalidad jurídica en caso de traslado de la sede de aquéllas de un país a otro, la posibilidad de fusión de sociedades sujetas a legislaciones nacionales diferentes, así como la simplificación de las formalidades a que están sometidos el reconocimiento y la ejecución recíprocos de las decisiones judiciales y de los laudos arbitrales. Estos convenios siguen estando sometidos a las normas generales del Derecho internacional.2 Se ha aprobado el convenio sobre la competencia judicial y la ejecución de decisiones en materia civil y comercial (1968), así como el convenio sobre el reconocimiento recíproco de sociedades y personas jurídicas (1968) y el convenio sobre la patente comunitaria (1975). A través de diferentes procedimientos, estos convenios o sus protocolos adjuntos confieren al Tribunal de Justicia determinadas competencias, especialmente en lo que se refiere a la interpretación de los mismos según fórmulas generalmente calcadas, aunque pueden variar ligeramente, del mecanismo de deci­ siones prejudiciales establecido en los Tratados de Roma. Sería conveniente que, con arreglo al modelo del artículo 177 del Tratado, se unificaran las fórmulas utilizadas para conferir competencias al Tribunal, pero para ello habría que vencer las reticencias de ciertos gobiernos frente a una posible proliferación de cuestiones prejudiciales ante el Tribunal de J usticia, y dotar a éste de los medios necesarios para realizar esta función, teniendo en cuenta la carga de trabajo que ello representa. Las reticencias de los gobiernos se manifestaron claramente en la declaración solemne de 19 de junio de 1983, en la que se utilizó a este 1 2 Capítulo I, sección 5. Véase Tizzano, Α.: «Las competencias de la Comunidad», en Treinta años de Derecho comunitario, op. cit., pp. 58 y 59. Véase Bernhardt, R.: op. cit., p. 81. Comp. Isaac, G.: Manual de Derecho comunitario general, op. cit., pp. 142 y 143. El Derecho internacional 99 respecto una fórmula muy prudente. Cabe mencionar también la sugerencia, contenida en el informe del comité Dooge, de que el Tribunal sea competente «para la aplicación de los acuerdos celebrados en el campo de aplicación de los Tratados, en la medida de lo posible, por medio de una cláusula tipo». Es de lamentar el silencio del Acta Única a este respecto, al que ya nos hemos referido. ' La declaración de la conferencia de representantes de los gobiernos de los Estados miembros, adjunta al acta final relativa al . Acta Única Europea, no ofrece garantía alguna en este sentido. La conferencia se limita a señalar que las disposiciones (relativas a la creación de una jurisdicción de primera instancia) «se entienden sin perjuicio de las eventuales atribuciones de competencias jurisdiccionales que puedan preverse en el marco de convenios celebrados entre los Estados miembros». 2." Acuerdos celebrados por la Comunidad 84. Como ya hemos visto anteriormente,2 cada una de las tres Comunidades tiene capacidad jurídica internacional, que se ejerce en la celebración de acuerdos con terceros países u organizaciones internacionales. A tenor del artículo 228 del Tratado CEE, estos acuerdos vinculan a las Comunidades, a sus instituciones y a los Estados miembros. Están sometidos a los Tratados,3 pero prevalecen sobre el Derecho derivado. La subordinación de los acuerdos a los Tratados deriva del hecho de que las competencias comunitarias son de atribución. Como los actos de las instituciones, son instrumentos para realizar los objetivos del Tratado y, por consiguiente, dependen de éste. La primacía de los acuerdos sobre el Derecho derivado ha sido reconocida por la jurisprudencia del Tribunal relativa al Derecho internacional público, desde la sentencia International Fruit.4 La Comunidad, al estar sometida al Derecho internacional, también lo está al Derecho internacional convencional, del que forma parte. 85. Los acuerdos mixtos,5 es decir, los concluidos a la vez por la Comunidad y sus Estados miembros, por una parte, y por un tercer Estado, por otra, plantean un problema particular. Estos acuerdos se sitúan «a caballo» entre las competencias comunitarias y las competencias nacionales. Se celebran según un procedimiento que, básicamente, sigue las diferentes fases de la revisión de los Tratados:6 en primer lugar, la Comisión negocia, con o sin la participación de los Estados miembros; el Parlamento, al que simplemente se consultaba 1 2 3 4 5 6 Véase supra, apartado 27. Capitulo I, sección 6. Capítulo II, sección 1, letra c). Véase Groux y Manin, op. cit., pp. 120 a 122. Citada, supra, p. 95. Véase Groux y Manin, op. cil., pp. 60 a 62. Capítulo I, sección 5. 100 Las fuentes del Derecho comunitario en otro tiempo, debe emitir su dictamen conforme, desde la entrada en vigor del Acta Única, si se trata de un acuerdo de asociación o de cooperación basado en el artículo 238 del Tratado CEE; el Consejo celebra el acuerdo en nombre de la Comunidad; los Estados miembros lo ratifican conforme a sus respectivas normas constitucionales. Cabe preguntarse si la aplicación de este procedimiento suprime toda posibilidad de control de legalidad a posteriori para el conjunto de estos acuerdos. Sin embargo, se considera que los Estados miembros participan sólo en la medida de sus respectivas competencias y no en función de la competencia comunitaria. Por consiguiente, la posibilidad de control jurisdiccional se mantiene intacta con respecto a las disposiciones de competencia comunitaria. En todo caso, éstas pueden ser interpretadas por el Tribunal. En una sentencia de 30 de septiembre de 1987, ' el Tribunal afirmó su competencia para interpretar las disposiciones de un acuerdo mixto —en este caso, el acuerdo de asociación con Turquía y el protocolo adicional— que entraban en el ámbito de la competencia comunitaria. Sección 4. Los principios generales del Derecho y el respeto de los derechos humanos 86. Ya nos hemos referido anteriormente a la importancia que, en la interpretación del Derecho comunitario, el Tribunal atribuye a los principios generales derivados de la propia naturaleza de los Tratados: principios de igualdad, unidad, libertad y solidaridad. 2 Existen otros principios generales cuyo respeto garantiza el Tribunal y que forman parte de la legalidad comunitaria. Hemos visto que el Tribunal no sólo está encargado de garantizar la aplicación del Tratado, sino que debe también velar porque se respete el Derecho como tal (artículo 164 del Tratado CEE). 3 El artículo 173 del Tratado CEE precisa en su párrafo 1 que el Tribunal controla la legalidad de los actos de las instituciones en relación con el Tratado y cualquier norma de Derecho relativa a su aplicación. Esta regla puede ser tanto de Derecho escrito como de Derecho no escrito. 87. Además de los principios generales del Derecho internacional,4 el Tribunal debe aplicar los principios generales comunes a los Derechos 1 2 3 4 Sentencia de 30 de septiembre de 1987, asunto 12/86, Demirel, Ree. 1987, pp. 3 719 y ss. Véase supra, capítulo I, sección 4. Véase supra, capítulo I, sección 3. Véase supra, capitulo II, sección 3. Los principios generales del Derecho y el respeto de los derechos humanos 101 de los Estados miembros. El párrafo 2 del artículo 215 del Tratado CEE se refiere expresamente a estos principios en materia de responsabilidad extracontractual. Este artículo dispone que, en esta materia, «la Comunidad deberá reparar los daños causados por sus instituciones o sus agentes en el ejercicio de sus funciones, de conformidad con los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros». El Tribunal ha decidido que, en virtud de este artículo y de los principios generales a que se refiere esta disposición, la responsabilidad de la Comunidad requiere que se reúna un conjunto de condiciones en lo que respecta a la ilegalidad del comportamiento que se reprocha a las instituciones, a la realidad del daño y a la existencia de una relación de causalidad entre el comportamiento y el perjuicio invocado». ' Generalmente, se admite que esta referencia expresa es la aplicación de una norma más amplia según la cual la Comunidad está vinculada por los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros. El papel atribuido a estos principios procede del carácter necesariamente incompleto del ordenamiento jurídico comunitario, determinado por los objetivos y las normas materiales de los Tratados, así como por la comunidad de tradiciones jurídicas de los Estados miembros. Esto no quiere decir que, a falta de normas expresas de los Tratados o de Derecho derivado, a la hora de determinar la norma aplicable el juez comunitario deba buscar el común denominador de los sistemas jurídicos nacionales. Le corresponde buscar la mejor solución en función de los imperativos del ordenamiento jurídico comunitario. No obstante, no puede sustituir al legislador comunitario cuando éste puede subsanar la carencia. Por consiguiente, su actitud podrá variar según deba resolver un problema de interpretación del Tratado o determinar el alcance de un régimen consagrado por el Derecho derivado. Los dos ejemplos siguientes ilustran la diferencia entre estas situaciones. En ausencia de normas de Derecho derivado, el Tribunal se ha negado a consagrar la existencia de una regla de prescripción en materia de actuación contra acuerdos ilícitos entre empresas. Ha considerado que deberían fijarse plazos de prescripción para garantizar la seguridad jurídica, pero que corresponde al legislador comunitario fijar la duración y las condiciones de los mismos.2 En cambio, al interpretar el propio Tratado, ha considerado que la Comisión debía pronunciarse en el plazo de dos meses sobre los proyectos de ayuda 1 2 Sentencia de 2 de julio de 1974, asunto 153/73, Holtz y Willemsen, Ree. 1974, p. 694. Sentencias de 15 de julio de 1970, asuntos 41, 44 y 45/69, cártel de la Quinina, Ree. 1970, pp. 685-689. 102 Las fuentes del Derecho comunitario presentados por los Estados miembros en virtud del artículo 93 del Tratado, que no prevé ningún plazo. Éste ha sido fijado por referencia a los plazos previstos para los recursos de anulación y de omisión. ' No obstante, si las normas de Derecho derivado son contradictorias, el Tribunal recurrirá al principio de equidad para indicar la solución adecuada. Así ha dado preferencia al tipo de cambio menos oneroso para el particular con vistas a la conversión de un impuesto a la exportación de patatas. 2 El juez no puede basarse en una laguna del Tratado para intentar sustituir al poder constituyente que se ejerce en el procedimiento de revisión, recurriendo sin límites a los principios generales comunes a los Derechos de los Estados miembros. A este respecto, debe adoptar necesariamente una actitud de «self-restraint». 88. A veces es difícil y totalmente artificial distinguir entre los principios que serían comunes a todos los Derechos de los Estados miembros y los principios, aún más generales, consagrados en todos los sistemas jurídicos y, en particular, en el Derecho romano, que es la fuente de muchos otros. En un estudio clásico, el profesor P. Pescatore ha elaborado un inventario preciso de la jurisprudencia del Tribunal relacionada con los principios generales del Derecho. 3 Aunque data ya de unos veinte años, esta lista sigue dando una idea precisa incluso hoy de los principios que el Tribunal aplica. Algunos son los principios básicos del Estado de Derecho: principio de legalidad y principio de seguridad jurídica, sus relaciones entre ellos, prohibición de la denegación de justicia; otros son principios más técnicos que proceden del Derecho administratrivo: respeto de los derechos adquiridos en relación con la suspensión de un acto administrativo, principio de igualdad ante las cargas públicas y principio de proporcionalidad de la acción administrativa respecto del objetivo perseguido; por último, otros son principios que están presentes en todo el sistema jurídico, del que traducen las exigencias fundamentales: principio de buena fe, regla non bis in idem (prohibición de sancionar dos veces la misma infracción o de gravar dos veces el mismo hecho), y regla non venire contra factum proprium (o regla de buena fe). 1 2 3 Sentencia de 11 de diciembre de 1973, asunto 120/73, Lorenz, Ree. 1973, p. 1481, considerando 4. Sentencia de 1 de febrero de 1978, asunto 78/77, Lührs, Ree. 1978, p. 180, considerando 13. Pescatore, P.: «Les droits de l'homme et l'intégration européenne». Cahiers de droit européen, 1968, pp. 629 y ss., especialmente pp. 643 y 644. Los principios generales del Derecho y el respeto de los derechos humanos 103 89. La necesidad de garantizar el respeto de los derechos humanos fundamentales por parte de las instituciones comunitarias ha dado especial relieve al recurso de los principios generales comunes de los Derechos de los Estados miembros. Los Tratados no contienen catálogos de derechos fundamentales. Esta laguna se explica por el carácter esencialmente económico y parcial de la construcción europea en su fase actual. Sin embargo, la importancia de los poderes conferidos a las instituciones hace posible que se produzcan atentados a los derechos fundamentales, especialmente a los derechos económicos y sociales, y a los relativos a la regularidad de los procedimientos jurisdiccionales o administrativos. Además, la función de garantizar estos derechos ejercida por el Tribunal de Justicia adquiere una importancia particular ante las pretensiones manifestadas en algunos Estados miembros de confrontar el Derecho comunitario con las disposiciones de sus constituciones respectivas. 90. En una primera fase, el Tribunal de Justicia, preocupado por preservar la autonomía del Derecho comunitario, se negaba sin más a examinar las quejas de inconstitucionalidad planteadas contra los actos de la Alta Autoridad (Comisión). El Tribunal se limitaba a declarar que «no era su deber garantizar el cumplimiento de las normas de Derecho interno, aunque fueran constitucionales, vigentes en los diversos Estados miembros». ' No obstante, ya en esta época el Tribunal precisaba que «el Derecho comunitario, tal como resulta del Tratado CECA, no contiene ningún principio general, explícito o no, que garantice el mantenimiento de situaciones de hecho». Así, se vislumbraba la posibilidad de una solución basada en los principios generales del Derecho, con vistas a garantizar el respeto de los derechos fundamentales, ya que el Tribunal parecía admitir la posibilidad de la existencia de tales principios. 91. Sin embargo, habrá que esperar hasta la sentencia Stauder, de 12 de noviembre de 1969, para que el Tribunal dé un paso decisivo al referirse, sin ambigüedad, a los «derechos fundamentales de la persona comprendidos en los principios generales del Derecho comunitario, cuyo cumplimiento garantiza el Tribunal».2 Pero faltaba indicar el método que el Tribunal emplearía para definir dichos principios generales. Varias sentencias posteriores contienen indicaciones precisas al respecto. 1 2 Sentencia de 4 de febrero de 1959, asunto 1/58, Stork, Ree. 1959, pp. 62 y 63; sentencia de 15 de julio de 1960, asuntos acumulados 36, 37, 38 y 40/59, Comptoirs de vente/Alta Autoridad, Ree. 1960, p. 891. Sentencia de 12 de noviembre de 1969, asunto 29/69, Stauder/Ulm, Ree. 1969, p. 425, considerando 7. 104 Las fuentes del Derecho comunitario Una empresa alemana planteó ante una jurisdicción administrativa la cuestión de la conformidad con el Derecho constitucional del sistema de fianza impuesto por el Derecho comunitario a las solicitudes de certificados de exportación de determinados productos agrícolas. Este régimen preveía la pérdida de la fianza en caso de no exportación durante el período de validez del certificado. La empresa alemana sostenía que la pérdida de la fianza era contraria al derecho de propiedad y al principio de proporcionalidad consagrados en la ley fundamental de la República Federal de Alemania. El Tribunal no confrontó el reglamento con el Derecho constitucional alemán. No obstante, recogió la fórmula de la sentencia Stauder, añadiendo que «la salvaguarda de estos derechos [fundamentales], que ha de inspirarse en las tradiciones constitucionales comunes a los Estados miembros, debe ser garantizada en el marco de la estructura y los objetivos de la Comunidad». ' El Tribunal, en consecuencia, examinó si el régimen de fianza había afectado a los derechos de carácter fundamental, y la conclusión de su examen fue negativa. Algunos años después, la empresa Nold, una empresa comercial de carbón al por mayor, recurrió en anulación contra una decisión de la Alta Autoridad (Comisión) que imponía condiciones de compra mínima para recibir entregas directas de carbón. El demandante alegaba que ello afectaba a su situación de mayorista de primera mano, e invocaba la violación de su derecho de propiedad garantizado por la Constitución alemana. En su sentencia, el Tribunal recoge los elementos ya contenidos en su jurisprudencia anterior, y los completa declarando que «al garantizar la salvaguarda de estos derechos [fundamentales], el Tribunal debe inspirarse en las tradiciones constitucionales comunes a los Derechos de los Estados miembros y que, por consiguiente, no puede admitir medidas incompatibles con los derechos fundamentales reconocidos y garantizados por las constituciones de estos Estados; que los instrumentos internacionales referentes a la protección de los derechos humanos en los que han cooperado o a los que se han adherido los Estados miembros también pueden contener elementos que conviene tener en cuenta en el marco del Derecho comunitario».2 De esta sentencia se pueden extraer dos conclusiones: en primer lugar, el Tribunal afirma formalmente que anulará o declarará no válida, en su caso, toda disposición de Derecho derivado contraria a los derechos fundamentales enunciados en las constituciones, o incluso en una sola constitución; en segundo lugar, los convenios internacionales en materia de derechos humanos (Declaración universal, Convenio europeo, pactos de las Naciones Unidas, Carta social, etc.) 1 2 Sentencia de 17 de diciembre de 1970, asunto 11/70, Internationale Handelsgesellschaft, Ree. 1970, p. 1 135, considerando 4. Sentencia de 14 de mayo de 1974, asunto 4/73, Nold, Ree. 1974, p. 508. Los principios generales del Derecho y el respeto de los derechos humanos 105 serán fuentes en las que el Tribunal se inspirará, es decir, que el Tribunal, por una parte, no se considera vinculado por estos actos como por las obligacioens internacionales convencionales y que, por otra, no es necesario que el instrumento en cuestión haya sido ratificado por todos los Estados miembros para que el Tribunal se inspire en él: basta que hayan «participado en él». Nótese que la sentencia Nold se dictó pocas semanas después de que Francia ratificara el Convenio europeo para la salvaguarda de los derechos humanos y de las libertades fundamentales; Francia fue el último Estado en ratificarlo. No es seguro que el Tribunal haya querido considerar que la Comunidad estaba vinculada por el Convenio europeo como tal, cuando en su sentencia Prais se hizo eco del argumento del Consejo, que resumió como sigue: «el derecho a la libertad religiosa, tal como se inscribe en el Convenio europeo, forma parte de los derechos fundamentales reconocidos por el Derecho comunitario». ' Se trataba del caso de una demandante que reclamaba contra la fijación de la fecha fijada para opositar a la función pública comunitaria, que coincidía con una fiesta de la religión que ella practicaba. En su sentencia del caso Defrenne III, de 15 de junio de 1978, el Tribunal reiteró que la protección de los derechos humanos fundamentales formaba parte de los principios del Derecho comunitario, del que él garantizaba el respeto. Añadió que la supresión de la discriminación en razón del sexo formaba parte sin duda alguna de estos derechos fundamentales, e indicó que el mismo concepto se deducía de la Carta social europea y del convenio n° 111 de la Organización Internacional del Trabajo.2 No obstante, consideró que, en el momento en que se le planteaba la cuestión, la Comunidad no disponía de la función de control y de garantía para el respeto de este principio por los Estados miembros.3 La jurisprudencia en materia de respeto de los derechos fundamentales ya está establecida. Así, en su sentencia Hauer,4 el Tribunal confrontó un reglamento del Consejo por el que se prohibía durante un cierto período toda nueva plantación de vides, con el derecho de propiedad tal como está garantizado en el ordenamiento jurídico comunitario, con arreglo a las concepciones comunes a las constituciones de los 1 2 3 4 Sentencia de 27 de octubre de 1976, asunto 30/75, Prais, Ree. 1976, pp. 1 598 y 1 599. Sentencia de 15 de junio de 1978, asunto 149/77, Defrenne, Ree. 1978, p. 1 379. Véase también infra, p. 101. Sentencia de 13 de diciembre de 1979, asunto 44/79, Ree. 1979, p. 3 727. Sobre el respeto del derecho de propiedad en relación con los subsidios de desempleo, véase la sentencia de 19 de junio de 1980, Testa, asuntos acumulados 41, 121 y 796/79, Ree. 1980, p. 1 979. 106 Las fuentes del Derecho comunitario Estados miembros, que también se reflejan en el primer protocolo adjunto al Convenio europeo para la protección de los derechos humanos. En la sentencia National Panasonic, ' el Tribunal examinó si el poder conferido a la Comisión para proceder a modificaciones sin comunicación previa, en virtud del reglamento n° 17 en materia de competencia, era contrario a los derechos fundamentales. El Tribunal se remitió al artículo 8 del Convenio europeo de los derechos humanos, que enuncia el principio de no ingerencia en los derechos por él garantizados, pero que prevé la posibilidad de tales ingerencias por motivos de interés general. 92. En otras sentencias, el Tribunal se ha pronunciado sobre el respeto de los derechos fundamentales, pero se trataba del problema diferente de la obligación de los Estados miembros de tomar o no en consideración el Convenio de los derechos humanos en el ejercicio de las facultades que les otorga el Derecho comunitario. Estas sentencias se refieren a las excepciones a la libre circulación de personas por motivos de orden publico. En la sentencia Rutili, el Tribunal señaló que, en conjunto, las limitaciones comunitarias «impuestas a los poderes de los Estados miembros en materia de policía de extranjeros se presentaban ante todo como una manifestación específica de un principio más general consagrado en los artículos 8, 9, 10 y 11 del Convenio europeo de protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales, firmado en Roma el 4 de noviembre de 1950, ratificado por todos los Estados miembros, y en el artículo 2 del protocolo n° 4 del mismo convenio, firmado en Estrasburgo el 16 de septiembre de 1963, que disponen en términos idénticos que los atentados a los derechos garantizados en los citados artículos, cometidos por necesidades de orden y seguridad públicos, no pueden sobrepasar el marco necesario para la protección de estas necesidades «en una sociedad democrática».2 Como vemos, no se invoca el convenio como tal, sino el «principio general» que lo informa. En la sentencia Royer, el Tribunal se limitó a señalar que «la legitimidad de una medida de privación provisional de libertad adoptada respecto de un extranjero al que la aplicación del Tratado no estuviera justificada o que pudiera ser objeto de una medida de alejamiento del territorio por motivos distintos de la omisión de las formalidades propias del control de extranjeros, depende de las disposiciones de Derecho nacional y de los compromisos internacionales asumidos por el Estado miembro de que se trate, ya que el Derecho comunitario como tal no 1 2 Sentencia de 26 de junio de 1980, asunto 136/79, National Panasonic (UK) Ltd/Comisión, Ree. 1980, p. 2 033; sentencia de 23 de septiembre de 1986, asunto 5/85, AKZO, Ree. 1986, pp. 2 585 y ss. Sentencia de 28 de octubre de 1975, asunto 36/75, Rutili, Ree. 1975, p. 1 219. Los principios generales del Derecho y el respeto de los derechos humanos 107 prevé en la fase actual obligaciones específicas en la materia para los Estados miembros». ' Como vemos, hasta ahora el Tribunal no ha reconocido que puede ejercer un control del cumplimiento por los Estados miembros de los instrumentos internacionales relativos a los derechos humanos, en el ejercicio de las facultades que le confiere el Derecho comunitario. 92 bis. El 5 de abril de 1977, el Parlamento, el Consejo y la Comisión adoptaron una declaración común sobre el respeto de los derechos fundamentales que constituye, al mismo tiempo, una manifestación de apoyo a la obra del Tribunal en este campo y un compromiso de respetar estos derechos. Dicha declaración, que no es un acto obligatorio en sí, tiene un alcance político innegable y expresa los principios y los valores que forman parte del Derecho constitucional no escrito de la Comunidad.2 Lo mismo puede decirse de la declaración de los jefes de Estado o de Gobierno realizada con motivo de la reunión del Consejo Europeo de Copenhague, los días 7 y 8 de abril de 1978, en la que éstos se adherían a la declaración común de 1977 y declaraban solemnemente a su vez que el respeto y el mantenimiento de la democracia representativa y de los derechos humanos en cada uno de los Estados miembros son elementos esenciales de la pertenencia a las Comunidades. Esta postura fue confirmada por la declaración solemne de 19 de junio de 1983 sobre la Unión Europea. En 1979, en un importante memorando, la Comisión propuso la adhesión de la Comunidad al Convenio europeo de protección de los derechos humanos y las libertades fundamentales. El objetivo que se persigue, además del interés de una adhesión desde el punto de vista de la seguridad jurídica, es fundamentalmente político. Se trata de afirmar la madurez y el sentido de responsabilidad de la Comunidad, demostrando que no teme afrontar la censura del mecanismo de salvaguarda creado por el convenio. La idea ha tenido una acogida desigual. El Parlamento Europeo ha apoyado la iniciativa de la Comisión. Algunos Estados han expresado sus reservas. En el proyecto del Tratado que instituye la Unión Europea, el Parlamento preveía al mismo tiempo la adhesión al convenio y la elaboración de un catálogo propio de la Unión. El apartado 3 del artículo 4 está redactado como sigue: «Dentro de un plazo de cinco 1 2 Sentencia de 8 de abril de 1976, asunto 48/75, Royer, Ree. 1976, p. 497; véase sentencia de 7 de julio de 1976, asunto 118/75, Watson, ibidem, p. 1 185; sentencia de 30 de septiembre de 1987, asunto 12/86, Demirel, ya citada. Véase Bernhardt, op. cit., p. 85. 108 Las fuentes del Derecho comunitario años, la Unión deliberará sobre su adhesión a los instrumentos internacionales anteriormente mencionados (Convenio de los derechos humanos y Carta social), a los pactos de las Naciones Unidas relativos a los derechos civiles y políticos, así como a los derechos económicos, sociales y culturales. Dentro del mismo plazo, la Unión adoptará su propia declaración sobre los derechos fundamentales basándose en un procedimiento de revisión previsto en el artículo 84 del presente Tratado». Además, el proyecto preveía sanciones importantes «en caso de violación grave y persistente por parte de un Estado miembro de los principios democráticos o de los derechos fundamentales» (apartado 4 del artículo 4 y artículo 44). De este modo, la Unión garantizaría el respeto de los derechos humanos no sólo por parte de las instituciones sino también por parte de los Estados miembros, actuando en plena consonancia con las declaraciones sobre el respeto de los derechos fundamentales y los principios democráticos como condiciones de pertenencia a la Comunidad. Sin embargo, el artículo 44 del proyecto de Tratdo no establecía un mecanismo de expulsión, sino que se limitaba a permitir que, tras un procedimiento complejo, se pudieran suspender los derechos derivados del Tratado y la participación del Estado miembro en los órganos compuestos por representantes de los gobiernos. En la conferencia de revisión que culminó con la firma del Acta Única Europea, un gobierno propuso incluir en el Tratado CEE un artículo relativo al respeto de la democracia y de los derechos humanos, con una referencia expresa al Convenio europeo de los derechos humanos. La propuesta no fue aceptada. No obstante, el preámbulo del Acta Única contiene dos pasajes relativos a los derechos humanos. En el primero, los jefes de Estado se declaran «decididos a promover conjuntamente la democracia, basándose en los derechos fundamentales reconocidos en las constituciones y leyes de los Estados miembros, en el Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales y en la Carta Social Europea, en particular la libertad, la igualdad y la justicia social». En el segundo pasaje, los jefes de Estado signatarios se declaran «conscientees de la responsabilidad que incumbe a Europa de procurar adoptar cada vez más una postura uniforme y de actuar con cohesión y solidaridad, con objeto de proteger más eficazmente sus intereses comunes y su independencia, así como reafirmar muy especialmente los principios de la democracia y el respeto del Derecho y de los derechos humanos que ellos propugnan, a fin de aportar conjuntamente su propia contribución al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales de acuerdo con el compromiso que asumieron en el marco de la Carta de las Naciones Unidas». Estos pasajes refuerzan el último considerando del preámbulo del Tratado constitutivo de la CEE, en el que los Los principios generales del Derecho y el respeto de ¡os derechos humanos 109 jefes de Estado se declaraban «resueltos a consolidar, mediante la constitución de este conjunto de recursos, la defensa de la paz y de la libertad, e invitando a los demás pueblos de Europa que participan de dicho ideal a asociarse a su esfuerzo». Las fuentes de inspiración en materia de derechos humanos se mencionan explícitamente. La acción en favor de la democracia y del respeto del Derecho y los derechos humanos está vinculada a la necesidad de que Europa se exprese con una sola voz. Estos valores fundamentales ocuparán un lugar privile­ giado en el mensaje que Europa debe transmitir y en las actitudes comunes que deberá adoptar. Por su parte, el 12 de abril de 1989, el Parlamento Europeo adoptó una declaración de derechos y libertades fundamentales a la que invitó a adherirse formalmente a las demás instituciones comunitarias y a los Estados miembros. ' El Parlamento Europeo ha situado esta declaración en la perspectiva de la continuación y del impulso a la empresa de unificación europea, habida cuenta de la creación de un espacio interior sin fronteras. 1 Véase el texto de la declaración en el Bol. de las CE, abril 1989, punto 3.2.1, y el informe elaborado en nombre de la comisión institucional del Parlamento Europeo (ponente general: Karel de Gucht), doc. A2.3/89/A y Β de 20 de marzo de 1989. Capítulo III: Relaciones con el Derecho nacional 93. En este capítulo se analizarán sucesivamente los dos «pilares» del ordenamiento jurídico comunitario: el efecto directo y la primacía, así como la aplicación del Derecho comunitario. Sección 1. Efecto directo 94. El presidente Lecourt plantea en sus justos términos la alternativa: «para los particulares, la Comunidad o es una abstracción, aunque atractiva, lejana, que interesa solamente a los gobiernos, que aplican discrecionalmente sus normas, o bien es una realidad efectiva y, por consiguiente, creadora de derechos». ' Esta vocación de crear derechos para los particulares es la lógica consecuencia de la competencia legislativa reconocida a las instituciones, que se recoge en el artículo 189 del Tratado CEE, en el que se afirma que el reglamento es directamente aplicable en cada Estado miembro. La acción entablada por una empresa neerlandesa ante una jurisdicción fiscal de su país, y la cuestión prejudicial planteada por ésta, llevaron al Tribunal de Justicia a pronunciarse en una decisión de principio sobre el derecho de los particulares de invocar el Derecho comunitario ante sus respectivas jurisdicciones nacionales. 95. La empresa Van Gend & Loos había importado en los Países Bajos un producto químico procedente de Alemania. Se le había reclamado un derecho de aduana que la mencionada empresa consideraba superior al que se aplicaba cuando entró en vigor el Tratado CEE, debido a que se había producido una modificación de la clasificación aduanera. Dicho aumento iba en contra de la obligación conocida como de «standstill», impuesta por el artículo 12 del Tratado.2 La empresa recurrió contra la administración neerlandesa ante el juez competente («Tariefcommissie») y éste acudió a su vez al Tribunal de Justicia planteando dos cuestiones prejudiciales, según el procedimiento del artículo 177 del Tratado.3 Sólo la primera cuestión nos interesa aquí. Se trataba de determinar «si el artículo 12 del Tratado CEE tiene un efecto interno; en otros términos, si las partes pueden alegar, basándose en este artículo, derechos de carácter individual que el juez deba salvaguardar». Tres 1 2 3 L'Europe des juges, Bruselas, 1976, p. 248. Esta disposición prohibe crear nuevos derechos de aduana o exacciones de efecto equivalente, así como elevar la cuantía de los ya existentes. Capítulo I, sección 3. Sentencia de 5 de febrero de 1963, asunto 26/62, Van Gend & Loos, Ree. 1963, pp. 9 y ss. 112 Relaciones con el Derecho nacional gobiernos y el abogado general defendieron ante el Tribunal la tesis de que esta disposición sólo contenía obligaciones internacionales para los Estados y que, por dicho motivo, la respuesta debía ser negativa. La Comisión se pronunció, en cambio, a favor del efecto interno del artículo 12 y ésta fue también la solución que adoptó el Tribunal. Tras haber reconocido su competencia para interpretar el artículo 12 «en el marco del Derecho comunitario y desde el punto de vista de su incidencia en los particulares», el Tribunal hizo una amplia descripción de la naturaleza del ordenamiento jurídico creado por el Tratado, antes de analizar el efecto del artículo 12 en sí. El Tribunal justificó su análisis del ordenamiento jurídico comunitario declarando que, «para saber si las disposiciones de un Tratado internacional tienen un efecto inmediato en Derecho interno», hay que tener presente «el espíritu, la economía y los términos». El orden de estas palabras es significativo de los métodos de interpretación del Tribunal, ' que destaca «que el objetivo del Tratado CEE de crear un mercado común, cuyo funcionamiento afecta directamente a los particulares en la Comunidad, implica que este Tratado constituye algo más que un acuerdo que sólo crearía obligaciones mutuas entre los Estados contratantes». El razonamiento jurídico se inserta aquí de forma directa en uno de los objetivos económicos del Tratado, que era ciertamente el principal en el período de transición: la supresión de los obstáculos a la libre circulación de los factores de producción, con miras a realizar un mercado ampliado. De aquí la necesidad de un Derecho que refleje esta realidad económica. Los objetivos de la Comunidad tal y como se enuncian en el preámbulo (acercamiento de los pueblos, atribución de poderes que se ejerzan necesariamente sobre los ciudadanos, participación de los nacionales en los organismos de la Comunidad: Parlamento Europeo y Comité Económico y Social, organización de recursos jurisdiccionales y, en particular, existencia de recursos prejudiciales) confirman que los ciudadanos están directamente afectados por el Derecho comunitario. Por lo tanto, el Tribunal puede concluir que «la Comunidad constituye un nuevo ordenamiento jurídico [de Derecho internacional],2 en beneficio del cual los Estados han limitado, aunque en sectores circunscritos, sus derechos soberanos. De tal ordenamiento son sujetos no solamente los Estados miembros, sino igualmente sus nacionales», y que «por consiguiente, el Derecho comunitario, independiente de la legislación de los Estados miembros, al igual que crea deberes para los particulares, está también destinado a engendrar derechos que entren en su patrimonio jurídico, derechos que tienen su 1 2 Supra, capitulo I, sección 4. Las palabras entre corchetes figuran en la sentencia Van Gend & Loos, pero ya no se mencionarán en la jurisprudencia posterior. Efecto directo 113 origen no sólo en atribuciones explícitas existentes en el Tratado, sino también en las obligaciones que el Tratado impone de forma bien definida lo mismo a los particulares que a los Estados miembros y a las instituciones comunitarias». Al Tribunal sólo le quedaba aplicar estos principios al problema planteado y, tras haber situado el artículo 12 en su contexto, declaró que esta disposición «define una prohibición clara e incondicional, que es una obligación, no de hacer, sino de no hacer» y que, por otra parte, «esta obligación no va acompañada de ninguna reserva de los Estados de subordinar su puesta en práctica a un acto positivo de Derecho interno», y que «se presta perfectamente, por su naturaleza, a producir efectos directos en las relaciones jurídicas entre los Estados miembros y sus nacionales». Por lo tanto, el Tribunal puede concluir que el artículo 12 «produce efectos inmediatos y engendra derechos individuales que las jurisdicciones internas deben salvaguardar». El Tribunal de Justicia habría podido llegar a esta conclusión limitándose al análisis del artículo 12 y hacer como el Consejo de Estado italiano que, poco antes de la sentencia en el asunto Van Gend & Loos, aplicaba directamente la prohibición contenida en el artículo 31 del Tratado, disposición de «standstill» también, referente a las restricciones cuantitativas y a las medidas de efecto equivalente. ' Si el Tribunal consideró necesario dedicar varios considerandos a la naturaleza del ordenamiento jurídico comunitario es, en primer lugar, porque tenía que responder a las observaciones formuladas por algunos gobiernos, que consideraban el efecto directo como una excepción. Por lo tanto, era necesario indicar cuáles eran los criterios válidos, más allá del problema planteado por el artículo 12. Además, había un interés más general por eliminar, en nombre del sistema creado por el propio Tratado, toda veleidad de hacer triunfar en el Derecho comunitario el criterio de interpretación subjetivo, que normalmente lleva a descartar el efecto directo de los Tratados, basándose en que los textos, tal como están redactados, reflejan la voluntad de sus autores de mantener la obligación en las relaciones entre Estados. Finalmente, al insistir en el papel del individuo como destinatario del Derecho comunitario, el Tribunal hace de él un «instrumento» del respeto, por parte de los Estados miembros, de sus obligaciones. Esto es lo que el Tribunal subraya, en su sentencia Van Gend & Loos, al declarar, oponiéndose a un argumento invocado por algunos gobiernos, que la existencia de un procedimiento de incumplimiento (artículos 169 y 170 del Tratado) «no implica para los particulares la imposibilidad de invocar, si es necesario, ante el juez nacional» las Sentencia de 7 de noviembre de 1962, Foro italiano, 1963, III, col. 143. 114 Relaciones con el Derecho nacional obligaciones de los Estados miembros. Continúa el Tribunal diciendo que «limitar las garantías contra la violación del artículo 12 por los Estados miembros a los procedimientos de los artículos 169 y 170 significaría suprimir la posibilidad de una protección jurisdiccional directa de los derechos individuales de los nacionales; que el recurso a estos artículos correría el riesgo de ser ineficaz, si se produjera tras la ejecución de una decisión nacional adoptada prescindiendo de las disposiciones del Tratado», y, finalmente, que «la vigilancia de los particulares interesados en la salvaguarda de sus derechos supone un control eficaz que se añade al que los artículos 169 y 170 confian a la diligencia de la Comisión y de los Estados miembros». El efecto directo refuerza la eficacia del Derecho comunitario, porque todo particular puede solicitar al juez correspondiente que se oponga a la aplicación del Derecho nacional contrario al Derecho comunitario directamente aplicable. El juez puede documentarse sobre el alcance de este derecho mediante el mecanismo de las cuestiones prejudiciales al Tribunal de Justicia y puede decirse que este procedimiento ha sido utilizado por numerosas jurisdicciones nacionales confrontadas con un conflicto posible entre el Derecho nacional y el Derecho comunitario. Así pues, ha servido perfectamente su objectivo, que es la aplicación uniforme del Derecho comunitario en los Estados miembros. a) Las disposiciones con efecto directo 96. Vamos a examinar sucesivamente la jurisprudencia del Tribunal en lo referente a las disposiciones del Tratado, al Derecho derivado y a los acuerdos internacionales concluidos por la Comunidad. 1." El Tratado 97. El Tribunal se pronunció en favor del efecto directo de las disposiciones que imponen a los Estados miembros una obligación de abstención, como ocurre con el artículo 12 del Tratado. Así, en su célebre sentencia Costa/ENEL, reconoció este efecto al artículo 53, que prohibe a los Estados miembros introducir nuevas restricciones al establecemiento en su territorio de nacionales de otros Estados miembros, y al artículo 37, apartado 2, que dispone la prohibición de toda nueva discriminación entre los nacionales de los Estados miembros en los monopolios nacionales de carácter comercial. ' El Tribunal consideró en su sentencia Salgoil que el artículo 31, que prohibe la introducción de nuevas restricciones cuantitativas y medidas de efecto equivalente en el comercio intracomunitário «engendra derechos que las jurisdicciones internas deben salvaguardar».2 Ocurre lo mismo con el párrafo I del artículo 32, según el cual los Estados miembros se Sentencia de 15 de julio de 1964, asunto 6/64, Ree. 1964, pp. 1 162 y 1 164. Sentencia de 19 de diciembre de 1968, asunto 13/68, Ree. 1968, p. 673. Efecto directo 115 abstendrán, en sus intercambios recíprocos, de restringir aún más los contingentes y las medidas de efecto equivalente existentes en la fecha de entrada en vigor del presente Tratado. ' 98. El Tribunal dio un paso suplementario a propósito del artículo 95, que prohibe la imposición indirecta discriminatoria sobre productos importados similares (párrafo 1) o competidores (párrafo 2) de producciones nacionales. El párrafo 3 del artículo 95 se lee como sigue: «Los Estados miembros derogarán o modificarán, a más tardar al comienzo de la segunda etapa, las disposiciones vigentes a la entrada en vigor del presente Tratado contrarias a las normas precedentes». En su sentencia de 16 de junio de 1966 en el caso Lütticke, el Tribunal señaló que el párrafo 1 del artículo 95 enunciaba una «prohibición de discriminación que constituye una obligación clara e incondicional», que ciertamente el párrafo 3 significa «para los Estados miembros la obligación de 'derogar' o 'modificar' las disposiciones contrarias a los principios enunciados en los párrafos precedentes», «que, no obstante, la citada obligación no deja a los Estados miembros ningún margen de apreciación sobre la fecha en la que deben llevarse a cabo estas operaciones, es decir, antes del 1 de enero de 1962», «que a partir de esta fecha es suficiente que el juez nacional, llegado el caso, compruebe que los actos de ejecución de las normas nacionales se han producido después de dicha fecha, para admitir en cualquier caso los efectos directos del párrafo l». 2 Esta importante sentencia muestra que una obligación de hacer, «derogar» o «modificar» cualquier tipo de discriminación, se transforma en obligación de abstención tras la expiración del plazo fijado para cumplir la obligación positiva; en el presente caso, se trataba del final de la primera etapa, es decir, el 1 de enero de 1962. 99. Pueden discernirse los efectos y la posible evolución de esta jurisprudencia no sólo en lo referente a los actos que imponen a los Estados miembros obligaciones en un plazo determinado,3 sino también con respecto al alcance del fin del período de transición. El apartado 7 del artículo 8 dispone, efectivamente, que «salvo las excepciones o los supuestos de inaplicación previstos en el presente Tratado, la expiración del período transitorio constituirá la fecha límite para la entrada en vigor del conjunto de las normas previstas y la aplicación de las medidas necesarias para el establecimiento del mercado común». 1 2 3 Sentencia de 19 de diciembre de 1968, asunto 13/68, Ree. 1968, p. 673. Sentencia de 16 de junio de 1966, asunto 57/65, Ree. 1966, p. 302. Véase infra, pp. 119 y ss. 116 Relaciones con el Derecho nacional Basándose en esta norma, el Tribunal ha reconocido el efecto directo de las disposiciones del Tratado relativas al derecho de establecimiento y a la libre circulación de mercancías. ' El Tratado dispone, en sus artículos 52 a 58, que las restricciones al derecho de establecimiento serán «suprimidas de forma progresiva durante el período transitorio» (artículo 52) por las directivas que el Consejo debe adoptar para la puesta en práctica de un programa general (artículo 54). Además, mediante directivas y a lo largo del mismo período, el Consejo debe poner en práctica el reconocimiento mutuo de diplomas, certificados y otros títulos, y coordinar el acceso y ejercicio de las actividades no asalariadas (artículo 57). Ahora bien, al final del período transitorio no se habían adoptado las directivas correspondientes a varias profesiones, concretamente a la de abogado. A través de una cuestión prejudicial presentada por el Consejo de Estado de Bélgica, el Tribunal se pronunció sobre el efecto directo del artículo 52, a partir del 1 de enero de 1970, y juzgó que «al fijar para el final del período transitorio la realización de la libertad de establecimiento, el artículo 52 prescribe [...] una obligación de resultado concreto, cuya ejecución deberá ser facilitada, pero no condicionada, por la aplicación de un programa de medidas progresivas; que el hecho de que este aspecto progresivo no se haya respetado no es óbice para que la obligación como tal persista fuera del plazo previsto para su ejecución; que esta interpretación está de acuerdo con el apartado 7 del artículo 8 [...]».2 Las directivas que se adopten en el futuro no tendrán por objeto la aplicación de la norma del trato nacional. En virtud del artículo 52, dicha norma es aplicable desde el 1 de enero de 1970. Dichas directivas sólo se propondrán favorecer el ejercicio efectivo del derecho de libre establecimiento. La Comisión sacó las oportunas conclusiones de esta sentencia, retirando cierto número de propuestas de directiva que estaban pendientes, algunas desde hacía largo tiempo, para orientar su acción hacia la coordinación de las condiciones de acceso a las profesiones Además de los ejemplos citados a continuación en el texto, se puede mencionar la jurisprudencia relativa al artículo 9 sobre la prohibición de los derechos de aduana y exacciones de efecto equivalente (sentencia de 13 de diciembre de 1973, asuntos acumulados 37 y 38/73, Sociaal Fonds voor de Diamantarbeiders, Ree. 1973, p. 1 609); al párrafo 2 del artículo 13, sobre la prohibición de las exacciones de efecto equivalente a derechos de aduana de importación (sentencias de 17 de diciembre de 1970, asunto 33/70, Sace, Ree. 1970, p. 1 213, y de 19 de junio de 1973, asunto 77/72, Capolongc, Ree. 1973, p. 611); al artículo 16 en lo que respecta a los derechos dc aduana de exportación (sentencia de 26 de octubre dc 1971, asunto 18/71, Eunomia, Ree. 1971, p. 811). Sentencia de 21 de junio de 1974, asunto 2/74. Reyners, Ree. 1974, pp. 651 y 652, considerandos 26 a 28. Efecto directo 117 liberales y de su ejercicio, única forma de promover el libre establecimiento. El Tribunal ha reconocido el mismo efecto a la expiración del período transitorio, por lo que respecta al apartado 1 del artículo 37, relativo a la adecuación progresiva de los monopolios nacionales de carácter comercial. El Tribunal declaró que «la exclusión, al final del período transitorio, de toda discriminación entre nacionales de los Estados miembros, respecto de las condiciones de abastecimiento y de mercado, constituye una obligación de resultado concreta, provista de una simple cláusula suspensiva; que a la expiración del período transitorio, esta obligación ya no va acompañada de ninguna condición, ni está subordinada en su ejecución o en sus efectos a la intervención de ningún acto, ya sea de la Comunidad, ya sea de los Estados miembros, y es, por su misma naturaleza, susceptible de ser invocada por los nacionales de los Estados miembros ante las jurisdicciones internas». ' Se puede citar también una sentencia más reciente, relativa esta vez al artículo 30: el Tribunal decidió que «la prohibición de las restricciones cuantitativas y medidas de efecto equivalente [...] es imperativa, explícita y no necesita, para su aplicación, ninguna intervención posterior de los Estados miembros o de las instituciones comunitarias; que tiene, por tanto, efecto directo y engendra, para los particulares, derechos que las jurisdicciones nacionales deben salvaguardar, y ello, lo más tarde, al término del período transitorio, es decir, el 1 de enero de 1970, como se desprende del párrafo 2 del artículo 32 del Tratado».2 Como se ve, la jurisprudencia del Tribunal sobre el efecto directo palia, en cierta manera, las insuficiencias de las autoridades nacionales y de las instituciones comunitarias en el cumplimiento de las tareas que el Tratado les impone durante el período transitorio. El hecho de que el Acta Única Europea prevea que la Comunidad adoptará las medidas destinadas a establecer progresivamente el mercado interior en el transcurso de un período que terminará el 31 de diciembre de 1992, no tiene por objeto crear un nuevo período transitorio, ni pone en tela de juicio la jurisprudencia del Tribunal relativa al efecto directo de las normas del Tratado, tal como ha quedado consagrado en dicha jurisprudencia. La fijación de un nuevo plazo responde a la necesidad de facilitar la realización de un programa —el Libro blanco de la Comisión relativo al mercado interior— que supone la supresión de los múltiples obstáculos que todavía se oponen a la libre circulación efectiva de 1 2 Sentencia de 3 de febrero de 1976, asunto 59/75, Manghera, Ree. 1976, p. 101. Sentencia de 22 de marzo de 1977, asunto 74/76, lannelli, Ree. 1977, pp. 575 y 576, considerando 13. 118 Relaciones con el Derecho nacional personas, mercancías, servicios y capitales. De esta forma, la Comunidad será «un espacio sin fronteras interiores» en el sentido del párrafo 2 del artículo 8 A. Al servicio de esta finalidad, el Acta Única instaura un nuevo procedimiento de aproximación de las legislaciones, previsto en el artículo 100 A. 100. Todos los ejemplos hasta ahora citados se refieren al derecho del particular de invocar, frente a su Estado, ante una jurisdicción nacional, los efectos inmediatos que se desprenden de una obligación impuesta a los Estados miembros por el Tratado. Se trata de lo que se ha llamado efecto «vertical» de una disposición. El Tribunal ha reconocido a una serie de normas, en razón de su naturaleza misma, un efecto más completo, que se extiende también a las relaciones entre particulares. Se trata entonces del efecto «horizontal». Evidentemente, no hay duda de que los artículos del Tratado referentes a las normas de competencia aplicables a las empresas (artículos 85 y siguientes) pueden ser invocados directamente por una empresa contra otra ante las jurisdicciones nacionales. Es lo que se desprende de toda la jurisprudencia del Tribunal en materia de competencia desde la sentencia Bosch. ' Del mismo modo, las normas referentes a la libre circulación de personas tienen ciertamente un efecto directo, en el sentido de que los trabajadores pueden hacer valer derechos derivados de estas disposiciones frente a las autoridades nacionales,2 pero pueden también ser invocadas respecto de reglamentaciones colectivas que no emanen de las autoridades públicas. Según el Tribunal, «el artículo 48, relativo a la abolición de toda discriminación por razón de nacionalidad en lo referente a las actividades por cuenta ajena, se extiende igualmente a los convenios y reglamentaciones que no emanen de las autoridades públicas; [...] que las actividades citadas en el artículo 593 no se distinguen de las del artículo 48 por su naturaleza, sino solamente por la circunstancia de que se ejercen sin la existencia de un contrato de trabajo; [...] que de ello se deriva que lo dispuesto por los artículos 7, 48 y 59 del Tratado puede ser tomado en consideración por el juez nacional, con objeto de apreciar la validez o los efectos de una disposición del reglamento de una organización deportiva».4 En este caso, se trataba de un reglamento de la Unión Ciclista Internacional, Sentencia de 6 de abril de 1982, asunto 13/61, Ree. 1962, pp. 97 y ss. Esta sentencia sc pronunció sobre el efecto de los artículos 85 y 86 antes de la entrada en vigor del primer reglamento en materia de competencia, el célebre reglamento n° 17. Sentencia de 4 de abril de 1974, asunto 167/73, Comisión/Francia, Ree. 1974, pp. 359 y ss. Este artículo prohibe las discriminaciones en materia de prestación de servicios. Sentencia de 12 de diciembre de 1974, asunto 36/74, Walrave, Ree. 1974., pp. 1 405 y ss., considerandos 21 a 25. Efecto directo 119 referente a los campeonatos del mundo de ciclismo de medio fondo tras moto, según el cual «el conductor de la moto debe ser de la misma nacionalidad que el corredor con el cual forma equipo». Finalmente, el artículo 119, según el cual «cada Estado miembro garantizará durante la primera etapa, y mantendrá después, la aplicación del principio de igualdad de retribución entre los trabajadores masculinos y femeninos para un mismo trabajo, [...] se impone no solamente a la acción de las autoridades públicas, sino que se extiende igualmente a todo convenio que regule de forma colectiva el trabajo asalariado, así como a los contratos entre particulares». ' En la sentencia Walrave, el Tribunal se había basado en la «generalidad de los términos del artículo 59, que no hace ninguna distinción sobre el origen de las trabas por eliminar».2 El artículo 119 impone, por su parte, a los Estados miembros «una obligación de resultados que debía ser imperativamente realizada en un plazo determinado», y la referencia a los «Estados miembros» no puede ser interpretada como si fuerza exclusiva de la intervención de la autoridad judicial, en aplicación directa del Tratado.3 Este «efecto horizontal», es decir, no entre la autoridad y el particular («efecto vertical»), sino entre los mismos particulares, que el Tribunal reconoce a varias disposiciones del Tratado, añade una nueva dimensión al efecto directo tal y como era concebido desde la sentencia Van Gend & Loos. 101. Existen una serie de disposiciones a las que el Tribunal ha negado el efecto directo. El examen de esta jurisprudencia presenta gran interés para determinar a contrario los criterios de este efecto, con mayor precisión.4 En su sentencia Costa/ENEL, el Tribunal negó el efecto directo de los artículos 102 y 93, salvo en lo referente a la última frase del apartado 3 de este último. El artículo 102 obliga al Estado miembro a consultar a la Comisión cuando exista motivo para temer que una disposición legislativa puede provocar una «distorsión de la competencia». Para el Tribunal, los Estados han contraído con la Comunidad «un compromiso que los obliga como Estados, pero que no engendra en la esfera de los particulares derechos que las jurisdicciones internas deban salvaguar1 2 3 4 Sentencia de 8 de abril de 1976, asunto 43/75, Defrenne II, Ree. 1976, pp. 455 y ss., considerando 39. Loc. cit., considerando 20. Loc. cit., considerandos 32 y 37. En la respuesta de la Comisión a la cuestión escrita n° 2 338/82, aparece la lista de las disposiciones del Tratado a las que el Tribunal ha reconocido efecto directo y la de las disposiciones a las cuales dicho efecto les ha sido denegado, DO C 177 de 4.7.1983, p. 13. 120 Relaciones con el Derecho nacional dar». Del mismo modo, al aceptar la obligación de informar con la suficiente antelación a la Comisión sobre sus proyectos de ayuda y al aceptar someterse a los procedimientos previstos en el artículo 93, los Estados han contraído un compromiso que el Tribunal califica con idénticos términos a los utilizados a propósito del artículo 102, «salvo en la última disposición del párrafo 3 de dicho artículo, que no hace al caso». ' La última frase del apartado 3 del artículo 93 prohibe a los Estados conceder una ayuda antes de que haya finalizado el procedimiento de examen del proyecto por parte de la Comisión. Cabría deducir de esta jurisprudencia que las obligaciones puramente procedimentales impuestas a los Estados sólo se refieren a las relaciones entre Estados y la Comunidad y no tienen, por tanto, efecto directo. Sin embargo, nueve años más tarde, en la sentencia Lorenz, el Tribunal, al citar su sentencia anterior, afirma que «el carácter inmediatamente aplicable de [la] prohibición [de llevar a la práctica la ayuda] se extiende al conjunto del período al que la prohibición se aplica; que, de esta forma, el efecto directo de la prohibición se extiende a toda ayuda llevada a cabo sin ser notificada y, en caso de notificación, dicho efecto se mantiene durante la fase preliminar y, si la Comisión inicia el procedimiento contradictorio, hasta la decisión final».2 Como se ve, el particular puede invocar ante el juez la ausencia de notificación a la Comisión de una nueva ayuda. En una sentencia de 13 de julio de 1989, el Tribunal precisó su punto de vista sobre la repercusión para los particulares de la violación de una obligación procedimental impuesta al Estado. En el asunto tratado por el Tribunal, se trataba de una directiva sobre prevención y eliminación de residuos, que obligaba al Estado a comunicar a la Comisión, a su debido tiempo, los proyectos de normativa que se proponía adoptar en la materia. El Tribunal señala que la directiva no establece ningún procedimiento de control comunitario de estos proyectos ni supedita la entrada en vigor de las normativas previstas al acuerdo o a la no oposición de la Comisión. La obligación de comunicación únicamente se impone para poder evaluar la necesidad de adoptar medidas comunitarias de armonización y para examinar si los proyectos presentados son o no compatibles con el Derecho comunitario. El Tribunal concluye diciendo que «ni el tenor literal ni la finalidad de dicha exposición permiten considerar que el incum1 2 Loe. cit., pp. 1 160 y 1 162. Sentencia de 11 de diciembre de 1973, asunto 120/73, Ree. 1973, p. 1 483, considerando 8. Efecto directo 121 plimiento de la obligación de comunicación previa que incumbe a los Estados miembros implica por sí solo la ilegalidad de las normativas adoptadas de este modo». ' De esta forma, se pone claramente de manifiesto la diferencia con el régimen del apartado 3 del artículo 93. La existencia de una facultad de apreciación en las instituciones o los Estados es incompatible con el efecto directo. Por consiguiente, el Tribunal no reconoce al particular el derecho de prevalerse de la contradicción entre el Tratado y una ayuda existente. En efecto, «la incompatibilidad de las ayudas con el mercado común [...] no es ni absoluta ni incondicional». El Tribunal declara que no solamente «se prevén excepciones», sino que tanto el artículo 92 como el 93 «dan a la Comisión amplios poderes de apreciación y al Consejo un considerable poder para admitir ayudas estatales no obstante la prohibición general del apartado 1 del artículo 92», y concluye diciendo que el Tratado «considera que el reconocimiento de la incompatibilidad eventual de una ayuda con el mercado común resulta de un procedimiento apropiado, cuya iniciación incumbe a la Comisión, bajo el control del Tribunal de Justicia».2 Basándose en la existencia de una facultad de apreciación, no ya de las instituciones sino de los Estados miembros en este caso, el Tribunal negó que tuvieran efecto directo los artículos 32 (última frase) y 33 en materia de contingentes arancelarios,3 y 97 en lo referente a la facultad de los Estados de establecer tipos medios para remediar el carácter discriminatorio de ciertos impuestos en cascada.4 Esta jurisprudencia ha perdido su interés, debido, en el primer caso, a la expiración del período transitorio y, en el segundo, a la implantación de un impuesto sobre el valor añadido (IVA) en sustitución de la imposición en cascada. Pero, en cambio, el criterio aplicado, es decir, la existencia de una facultad de apreciación, sigue conservando su valor. Por esta misma razón el Tribunal ha negado el efecto directo del artículo 67, relativo a la libre circulación de capitales, haciendo notar que el apartado 2 del artículo 67 «difiere de las disposiciones referentes a la libre circulación de mercancías, personas y servicios, en cuanto que la obligación de liberalizar los movimientos de capitales no se prevé sino 'en la medida necesaria para el buen funcionamiento del 1 2 3 4 Sentencia de 13 de julio de 1989, asunto 380/87, Enichem Base Montedipe, Solvay y otros/Comune de Cinisello Balsamo, Ree. 1989, p. 2 491. Véase sentencia de 18 de febrero de 1986, asunto 174/84, Bulk Oil, Ree. 1986, p. 594, apartado 62. Sentencia Iannelli, ya citada, considerandos 11 y 12. Sentencia Salgoil, ya citada, p. 674. Sentencia de 3 de abril de 1968, asunto 28/67, Molkerei-Zentrale, Ree. 1968, p. 230. 122 Relaciones con el Derecho nacional mercado común'. La amplitud de esta limitación, que sigue siendo aplicable después de la expiración del período transitorio, es variable en el tiempo y depende de la apreciación de las necesidades del mercado común, así como de la evaluación de las ventajas y de los riesgos que la liberalización podría suponer para éste, habida cuenta de su situación del momento y, sobre todo, del grado de integración alcanzado en los sectores para los que los movimientos de capital revisten una importancia particular». ' El Consejo es quien juzga la necesidad de liberalización de un movimiento determinado de capitales. Hasta el momento no había considerado que la liberalización de la exportación de billetes de banco, que se reprochaba al acusado Casati, fuera necesaria. Por lo tanto, las restricciones a este movimiento de capitales no podían considerarse suprimidas. La adopción de la directiva del Consejo de 24 de junio de 1988 cambia la situación a este respecto. Ya se ha fijado una fecha —el 1 de julio de 1990— para la plena realización de la libre circulación de capitales.2 102. Esta jurisprudencia incita a subrayar el carácter evolutivo del efecto directo. La acción de las instituciones confiere un contenido a disposiciones que, en sí mismas, son puramente programáticas. A este respecto, pueden citarse las sentencias referentes a las competencias de la Comunidad en materia monetaria. El Tribunal debía juzgar si los artículos 5 y 107 del Tratado, así como la resolución del Consejo y de los representantes de los gobiernos de los Estados miembros, de 22 de marzo de 1971, relativa a la realización por etapas de la unión económica y monetaria, debían interpretarse como una prohibición a los Estados miembros de dejar flotar sus monedas. Tras haber declarado que «uno de los objetivos esenciales del Tratado es la creación de un espacio económico unificado, libre de trabas interiores, en el que deben realizarse progresivamente la unión aduanera y la unión económica», que «este objetivo requiere relaciones de cambio fijas entre las monedas» y que «la letra g) del artículo 3 prevé la aplicación de procedimientos para coordinar las políticas económicas de los Estados miembros y paliar los desequilibrios de sus balanzas de pagos», el Tribunal observa «que, sin embargo, mientras no se hayan establecido los procedimientos previstos por esta disposición, los artículos 5 y 107 dejan a los Estados miembros, en lo referente a la obligación de cada uno de ellos de tratar su política de cambio como un problema de interés común, una libertad de decisión que impide que la obligación contenida en los citados artículos 5 y 107 engendre 1 2 Sentencia de 11 de noviembre de 1981, asunto 203/80, Casati, Ree. 1981, pp. 2595 y ss., especialmente p. 2 614, considerando 10. DO L 178 de 8.7.1988, p. 5. Algunos Estados miembros disponen de un plazo suplementario. Efecto directo 123 en favor de los particulares derechos que las jurisdicciones nacionales tendrían el deber de salvaguardar». ' Cabe parangonar este razonamiento con la motivación adoptada por el Tribunal en la segunda y tercera sentencia Defrenne, a propósito del artículo 119 referente a la igualdad de retribución entre hombres y mujeres. En la sentencia Defrenne II, distingue entre discriminaciones directas que pueden ser comprobadas únicamente con la ayuda de los criterios del artículo 119 («igualdad de retribución [...] para un mismo trabajo») y discriminaciones indirectas, que sólo pueden combatirse mediante disposiciones comunitarias y nacionales adecuadas. Para el Tribunal, la prohibición de las discriminaciones directas puede ser objeto «al menos» de aplicación directa. 2 En la sentencia Defrenne III, el Tribunal concluye que, en ausencia de disposiciones de aplicación de los artículos 117 y 118, cuyo carácter puramente programático se subraya, no puede interpretar el artículo 119 en el sentido de extenderlo, más allá de la igualdad de retribuciones, a la igualdad en las condiciones de trabajo. 3 Como se puede apreciar, si bien el Tribunal remedia la carencia de las instituciones y de los Estados consagrando el efecto directo de ciertas disposiciones, una vez que ha transcurrido el plazo para su puesta en práctica, en cambio marca los límites de este procedimiento al negar dicho efecto directo a disposiciones que le parece que tienen un alcance demasiado general e indeterminado como para que puedan deducirse de ellas normas claras. 2." Los reglamentos 103. Como ya hemos visto, los reglamentos, según el párrafo 2 del artículo 189, son directamente aplicables en cada Estado miembro. Fuentes directas de Derecho en los Estados, los reglamentos pueden tener, a la vez, «efecto vertical» y «efecto horizontal», tal como hemos visto anteriormente a propósito de las disposiciones del Tratado. Según una fórmula que había de permanecer sin variaciones, el Tribunal, tras haber evocado los términos del párrafo 2 del artículo 189, reconoció, en su sentencia de 14 de diciembre de 1971: 4 «por tanto, debido a su naturaleza misma y a su función en el sistema de las fuentes de Derecho comunitario, el reglamento produce efectos inmediatos y, como tal, confiere a los particulares una serie de derechos que las jurisdiciones nacionales tienen la obligación de proteger». A menudo, se trataba de disposiciones de reglamentos relativos a la organización de mercados agrarios, que tenían un contenido similar Sentencia de 24 de octubre de 1973, asunto 9/73, Schlüter, Ree. 1973, p. 1 161, considerandos 38 y 39. Sentencia mencionada, Defrenne II, considerandos 19 y 24. Sentencia mencionada, Defrenne III, considerando 12 a 24. Asunto 43/71, Politi, Ree. 1971, p. 1 039. 124 Relaciones con el Derecho nacional al de las disposiciones del Tratado sobre la unión aduanera y de las que el Tribunal ha afirmado el efecto directo. 104. La sentencia Leonesio aporta un elemento suplementario a esta jurisprudencia. La Sra. Leonesio, propietaria agrícola italiana, había sacrificado un cierto número de vacas y reclamaba en vano al Estado italiano las primas a las que le dan derecho los reglamentos comunitarios. El Estado italiano alegaba que el artículo 81 de su Constitución obliga a promulgar una ley para autorizar el pago de dichas primas. El Tribunal juzgó que, desde el momento en que se cumplen las condiciones previstas por los reglamentos y a partir del vencimiento del plazo que sigue al establecimiento de la prueba del sacrificio, «los reglamentos citados confieren al agricultor el derecho de exigir el pago de la prima, sin que el Estado miembro interesado pueda basarse en su legislación o en su práctica administrativa para oponerse a tal pago». Además, declara que «los reglamentos comunitarios, para imponerse con la misma fuerza a los ciudadanos de todos los Estados miembros, se integran en el sistema jurídico aplicable en el territorio nacional, el cual debe permitir que el efecto directo prescrito en el articulo 189 se ejerza de forma que los particulares puedan invocarlos sin que se les opongan disposiciones o prácticas de orden interno», y «que las disposiciones presupuestarias de un Estado miembro no pueden, pues, dificultar la aplicación inmediata de una disposición comunitaria, ni por consiguiente el disfrute de los derechos individuales que tal disposición confiere a los particulares». ' Ciertamente, se trata de la aplicación de la primacía del Dereecho comunitario sobre el Derecho nacional, aunque sea este último de rango constitucional y, por ello, la sentencia Leonesio se sitúa en la línea de la jurisprudencia del Tribunal desde la sentencia Costa/ENEL. No menos importante es la afirmación de la primacía del reglamento sobre las disposiciones presupuestarias previstas por la Constitución, así como ver triunfar el derecho a la prestación que se deriva directamente del reglamento para el particular en ausencia de normas de ejecución nacionales. Sin embargo, cabe señalar que se trataba de normas de ejecución que no contribuían a definir el derecho de los particulares. En cambio, cuando se requieren normas nacionales o comunitarias para definir el derecho del particular, la posibilidad de invocar las disposiciones de tipo reglamentario queda supeditada a la adopción de esas normas, como ocurre con las leyes nacionales que requieren decretos de ejecución. 1 Sentencia de 17 de mayo de 1972, asunto 93/71, Ree. 1972, pp. 296 y 297, considerandos 19 y 22 a 24. 125 Efecto directo Por lo que respecta al «efecto horizontal» de las disposiciones de los reglamentos, nos remitiremos a la jurisprudencia del Tribunal referente a la prohibición de discriminación en el ejercicio del derecho de libre circulación de los trabajadores, que se refiere indistintamente al efecto del Tratado y de los reglamentos. ' 3." Las decisiones dirigidas a los Estados miembros y las directivas 105. La mayoría de la doctrina y de los gobiernos sostenía que había que concluir a contrario del párrafo 2 del artículo 189, relativo al reglamento, que las decisiones dirigidas a los Estados miembros y las directivas no tenían efecto directo. El Tribunal de Justicia, fiel a la orientación mantenida desde el principio, no ha seguido este razonamiento, pronunciándose por el efecto directo «vertical» de las decisiones y de las directivas. El Tribunal, en su sentencia Grad, juzgó sobre el efecto combinado de una decisión que establecía la incompatibilidad del impuesto sobre el valor añadido con otros impuestos sobre el volumen de negocios y la directiva que establece el IVA. El Tribunal juzgó que «si, en virtud de las disposiciones del artículo 189, los reglamentos son directamente aplicables y, en consecuencia, dada su naturaleza, capaces de producir efectos directos, de ello no se deduce que otras categorías de actos contemplados en este artículo no puedan jamás producir efectos análogos», y que «sería incompatible con el efecto obligatorio que el artículo 189 reconoce a la decisión excluir, en principio, que la obligación que la misma impone pueda ser invocada por las personas afectadas; que, particularmente en el caso de que las autoridades comunitarias, mediante una decisión, hubieran obligado a un Estado miembro o a todos los Estados miembros a adoptar un comportamiento determinado, el efecto útil de tal acto se encontraría debilitado si los particulares de este Estado no pudieran alegarlo en vía judicial y los órganos jurisdiccionales nacionales no pudieran tomarlo en consideración como elemento del Derecho comunitario». 2 Como vemos, el Tribunal vincula su conclusión sobre el efecto directo de los actos distintos de los reglamentos a consideraciones basadas en su efecto útil, en perfecta coherencia con la relación establecida, desde su sentencia Van Gend & Loos, entre efecto directo y eficacia del Derecho comunitario. En la sentencia Sace, el Tribunal analiza el efecto combinado de los artículos 9 y 13 (apartado 2) del Tratado, relativos a la unión aduanera y a la supresión de las exacciones de efecto equivalente a derechos de aduana de importación, de la decisión de acelerar el ritmo 1 2 Sentencias Walrave y Comisión/Francia, ya mencionadas. Sentencia de 6 de octubre de 1970, asunto 9/70, Ree. 1970, p. 838, considerando 5. 126 Relaciones con el Derecho nacional de realización de la unión aduanera y de una directiva dirigida al Estado italiano con vistas a suprimir, en la fecha fijada en la mencionada decisión, el gravamen percibido por este Estado a título de «servicios administrativos». Con este propósito, el Tribunal declara que «la directiva 68/31, cuyo objeto es el de fijar a un Estado miembro una fecha límite para la ejecución de una obligación comunitaria, no sólo interesa a las relaciones entre la Comisión y este Estado, sino que tiene también consecuencias jurídicas que pueden hacer valer no sólo los demás Estados miembros, asimismo interesados en su ejecución, sino también los particulares cuando, por su propia naturaleza, la disposición que establezca dicha obligación sea directamente aplicable, como ocurre con los artículos 9 y 13 del Tratado». ' 106. Sin embargo, hubo que esperar a la sentencia Van Duyn para que el Tribunal se pronunciara sobre el efecto directo de la disposición de una directiva considerada aisladamente. El Tribunal debía pronunciarse sobre el derecho de un particular de invocar en su favor ante el juez nacional el párrafo 1 del artículo 3 de la directiva 64/221 sobre coordinación de disposiciones en materia de policía de extranjeros. Este artículo dice que «las medidas de orden público o de seguridad pública deben basarse exclusivamente en el comportamiento personal del individuo objeto de las mismas». Se trataba en este caso de una ciudadana comunitaria, miembro de la Church of Scienteology, a la que, por este motivo, se le había prohibido el acceso al territorio británico en donde quería ejercer un empleo. El Tribunal recoge íntegramente en esta sentencia, si bien esta vez a propósito de una directiva, las consideraciones que había formulado en la sentencia Grad, examinando, por consiguiente, la naturaleza, la economía y los términos de la disposición en cuestión, y concluyendo que ésta engendra en favor de los particulares una serie de derechos de los que se pueden prevaler ante los tribunales.2 A esta sentencia han seguido otras sobre el mismo tema: el efecto directo de las disposiciones de la directiva 64/221, relativa a la policía de extranjeros. 107. Deben también citarse dos sentencias posteriores, debido al papel que reconocen al juez nacional para controlar la conformidad de las disposiciones nacionales de ejecución con las directivas. 1 2 Sentencia de 17 de diciembre de 1970, asunto 33/70, Ree. 1970, p. 1 224, considerando 15. Sentencia de 4 de diciembre de 1974, asunto 41/74, Ree. 1974, pp. 1 348 a 1 350. Efecto directo 127 En el primer caso se trataba de la aplicación de los principios de la deducción del IVA, pagado a la compra de bienes adquiridos para las necesidades de la empresa, y de la facultad otorgada a los Estados miembros de no aplicar este principio a los «bienes de inversión». Concretamente, la demandante en el proceso nacional alegaba que la noción de «bienes de inversión» era interpretada por el Estado neerlandés de forma demasiado amplia. El juez había pedido al Tribunal que dictaminase si el ciudadano tenía un «derecho a la deducción ilimitada» que las jurisdicciones tuvieran que salvaguardar. Tras haber recordado los considerandos clásicos ya contenidos en las sentencias Grad y Van Duyn y, en especial, el derecho de los ciudadanos a prevalerse en justicia de lo dispuesto en una directiva, el Tribunal añadió: «especialmente es así cuando el particular invoca una disposición de una directiva ante la jurisdicción nacional, con el objeto de hacer verificar por ésta si las autoridades competentes, en el ejercicio de la facultad que se les reconoce en lo referente a la forma y a los medios para la puesta en práctica de la directiva, han permanecido dentro de los límites de apreciación trazados por la directiva». ' El juez no puede inmiscuirse en la elección que hace el Estado de ejercer o no la facultad que da la directiva, pero si el Estado ha hecho uso de la facultad que ésta le reconoce, entonces el juez puede y debe examinar si la medida nacional se sitúa dentro o fuera del margen de interpretación dejado al Estado; por ejemplo, en el caso que nos ocupa, si la excepción es conforme a la directiva y, en particular, a la noción de «bienes de inversión» contenida en ella. En el caso Enka, lo que estaba en juego era el modo de cálculo del valor en aduana de mercancías exportadas en 1973 de un Estado miembro «nuevo» hacia un Estado miembro «antiguo». Una directiva prohibía la incorporación en el «precio pagado o por pagar» de los gastos de almacén y conservación de la mercancía para el cálculo del valor en aduana. ¿Podía el particular invocar esta norma en su beneficio? Refiriéndose a su jurisprudencia anterior y, en especial, al considerando 24, ya mencionado, de su sentencia Verbond der Nederlandse Ondernemingen, el Tribunal añade que: «del párrafo 3 del artículo 189 del Tratado se desprende que la competencia dejada a los Estados miembros, en lo referente a la forma y a los medios de las medidas que deberán adoptar las instancias nacionales, está en función del resultado que el Consejo o la Comisión esperen alcanzar». Sentencia de 1 de febrero de 1977, asunto 51/76, Verbond der Nederlandse Ondernemingen, Ree. 1977, p. 127, considerando 24. 128 Relaciones con el Derecho nacional Ahora bien, en este caso concreto, se desprende de la normativa comunitaria que el resultado deseado por la directiva consiste en una identidad rigurosa de las disposiciones nacionales que rigen el trato que hay que dar a las mercancías importadas. El Tribunal concluye que «en lo referente al contenido de la noción de 'precio pagado o por pagar' del artículo 9 del reglamento n° 803/68, la directiva no deja margen de apreciación a las instancias nacionales, de forma que los términos de la directiva deben prevalecer sobre las disposiciones que sean incompatibles con dicha directiva en cada Estado miembro». ' Como se ve, la noción clave es y sigue siendo la existencia de la facultad de apreciación atribuida a los Estados miembros. El efecto directo sólo existe en la medida en que tal facultad no existe. La jurisprudencia del Tribunal relativa al efecto directo de las directivas ha despertado una viva oposición del Consejo de Estado de Francia2 y del Bundesfinanzhof.3 Según el Consejo de Estado, las autoridades nacionales son «las únicas competentes para decidir la forma que debe adoptar la ejecución de las directivas y para fijar ellas mismas, bajo el control de las jurisdicciones nacionales, los medios apropiados para que surtan efecto en Derecho interno [...], las directivas no pueden ser invocadas por los nacionales de este Estado en apoyo de un recurso entablado contra un acto administrativo concreto». En este caso, el Sr. CohnBendit no podía invocar la directiva del Consejo relativa a la policía de extranjeros contra la decisión del ministro del Interior de expulsarlo del territorio francés. El demandante invocaba en particular el artículo 6 de la directiva 64/221, de 25 de febrero de 1964, que prevé la comunicación al interesado de las razones de orden público, seguridad pública o salud pública en que se basa la decisión que le afecta. Con anterioridad el Tribunal había decretado en su sentencia Rutili4 que esta disposición tenía efecto directo. El Consejo de Estado considera que no se puede invocar una directiva para apoyar un recurso contra un acto administrativo concreto. Sin embargo, la sentencia Cohn-Bendit dejaba entrever la posibilidad de que una directiva sea invocada en apoyo de un recurso contra una Sentencia de 23 de noviembre de 1977, asunto 38/77, Enka, Ree. 1977. pp. 2 212 y 2 213, considerandos 10 a 18. Sentencia de 22 de diciembre de 1978, Cohn-Bendit, Dalloz, Ree. 1979, pp. 155 y ss.: véase asimismo CE, 28 de noviembre dc 1980, R.J.F.. 1981, 2, 24 y 25.2.1981. Dalloz, 1981. Inform, rápidas. Derecho fiscal por Schmidt, J., p. 331. Véase asimismo la sentencia de 13 de diciembre de 1985, Zakìne, Ree. 1985, p. 515. BFH 16.7.1981. Europarecht. 1981, pp. 440 y ss., con nota E. Millarg. Sentencia de 28 de octubre de 1975, asunto 36/75, Ree. 1975, p. 1219. Efecto directo 129 disposición reglamentaria contraria a una directiva. Así lo ha admitido el Consejo de Estado en varias sentencias. ' Si la mayoría de la doctrina ha criticado la actitud del Consejo de Estado, lo ha hecho en razón del espíritu de rebelión que se translucía en esta sentencia contra la jurisprudencia del Tribunal de Justicia. La alta jurisdicción administrativa no solamente se negaba a reconocer la autoridad de las decisiones prejudiciales del Tribunal, sino que además consideraba que el párrafo 3 del artículo 189 tiene un sentido claro y contrario al que el Tribunal había puesto de manifiesto. Refiriéndose a la sentencia Cohn-Bendit, el 16 de julio de 1981 y el 25 de abril de 1985, la Sala Quinta del Bundesfinanzhof se negó a reconocer el efecto directo de una disposición de la sexta directiva relativa a la base imponible del IVA, expresando al mismo tiempo su parecer en general hostil al efecto directo de las directivas. El tribunal constitucional federal anuló el 8 de abril de 1987 (2 BvR 687/85) la decisión del Bundesfinanzhof, de 25 de abril de 1985, por el motivo de que este tribunal se había apartado de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia y, con ello, había violado el derecho al juez legal reconocido por la segunda frase del apartado 1 del artículo 101 de la Ley Fundamental. El tribunal constitucional toma posición igualmente respecto de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia relativa al efecto directo de las directivas y considera que dicha jurisprudencia se mantiene dentro de unos límites aceptables de desarrollo jurisprudencial del Derecho, debido a la transferencia de competencias en favor de la Comunidad, operada en virtud del apartado 1 del artículo 24 de la Ley Fundamenal.2 Esta decisión se sitúa en la misma línea que la de 22 de octubre de 1986 mencionada infra, apartado 120, infine. Por su parte, el Tribunal ha mantenido y precisado, en varias sentencias recientes, su jurisprudencia relativa a la posibilidad para un particular de invocar las disposiciones de las directivas. Véase sentencia de 28 de septiembre de 1984, «Confédération nationale des sociétés de protection des animaux de France et des pays d'expression française et autres», Rev. trim. dr. eur., 1984, p. 759, conclusiones M. Jeannenez, y sentencia de 7 de diciembre de 1984, «Fédération française des sociétés de protection de la nature et autres», Rev. trim, dr. eur., 1985, p. 187, conclusiones M. Dutheillet de Lamothe. Véase en particular dichas conclusiones, p. 189. Véase asimismo CE, 6 de marzo de 1988, «Fédération française des sociétés de protection de la nature», Rev. trim. dr. eur., 1988, p. 118, CE 7.10.1988, «Fédération française de protection de la nature et Ligue française pour la protection des oiseaux», AJDA, 1989, p. 34, conclusiones de M.E. Guillaume, CE, 3 de febrero de 1989, «Alitalia». AJDA, 1989, p. 387, nota Olivier Fouquet. Véase Hilf, M.: «Der Justizkonflikt um EG-Richtlinien: gelöst», EuR, 1988, pp. 1 a 18. La decisión ha sido publicada en EuR. 1987, p. 333. También en Italia la jurisprudencia Cohn-Bendit ha sido emulada. Véanse las sentencias citadas por Traversa, E.: «La jurisprudence italienne concernant le droit européen (años 1984-1987)», RMC, 1988, pp. 340 y ss., especialmente p. 343. 130 R elaciones con el Derecho nacional En la sentencia Ratti, ' la primera dictada por el Tribunal sobre esta cuestión después de la sentencia Cohn­Bendit del Consejo de Estado de Francia, el Tribunal ha admitido que las directivas pueden tener un efecto directo vertical, 2 añadiendo un nuevo argumento a los ya clásicos: «[■■■] el Estado miembro que no ha adoptado, en los plazos previstos, las medidas de ejecución impuestas por la directiva no puede oponer a los particulares su propio incumplimiento de las obligaciones que ésta establece». Aunque no era estrictamente necesario para responder a las cuestiones planteadas, el Tribunal precisó que una directiva, por su propia naturaleza, sólo impone obligaciones a los Estados miembros, dando de este modo una indicación clara contra el efecto horizontal de las directivas. En su sentencia Comisión/Bélgica,3 el Tribunal puso de relieve que: «El Tribunal ha reconocido el derecho de los particulares de invocar en justicia una directiva contra un Estado miembro en falta, solamente en circunstancias particulares, especialmente en el caso en que un Estado miembro hubiera omitido adoptar las medidas de ejecución requeridas o hubiera adoptado medidas en contradicción con una directiva [...]» Con una manifiesta preocupación por vencer las reticencias, el Tribu­ nal vuelve a insistir, en la sentencia Rewe, 4 sobre el alcance de su jurisprudencia relativa a los efectos de las directivas. En razón de su importancia puede ser útil reproducir íntegramente los pasajes perti­ nentes de esta sentencia: «El efecto obligatorio de la directiva implica que una autoridad nacional no puede oponer a un particular una disposición legal o administrativa nacional que esté en contradicción con una disposición de directiva que tenga todas las características necesarias para poder ser aplicada por el juez. R esulta de estas consideraciones que un particular puede hacer valer ante las jurisdicciones nacionales sus derechos resultantes de un reglamento. »De la misma manera, una autoridad nacional no puede oponer a un particular disposiciones legales o administrativas que estén en contradic­ ción con una obligación incondicional y suficientemente precisa de la directiva.» Sentencia de 5 de abril de 1979, asunto 148/78, Ree. 1979, p. 1 629. Acerca de esta expresión, véase supra, punto 100, último párrafo. Sentencia de 6 de mayo de 1980, asunto 102/79, Ree. 1980, pp. 1 473 y ss. Sentencia de 7 de julio de 1981, asunto 158/80, Ree. 1981, pp. 1 837 y 1 838; véase asimismo la sentencia de 4 de diciembre de 1986, asunto 71/85, Federatie Nederlandse Vakbeweging, Ree. 1986, pp. 3 855 y ss. Efecto directo 131 Que las «circunstancias particulares» que permiten al juez nacional dar efecto a la directiva, en caso de violación de ésta por el Estado miembro, no equivalen a circunstancias «excepcionales» aparece de nuevo en la sentencia Becker, en la cual el Tribunal reconoce a un particular la posibilidad de invocar en su provecho una disposición de la sexta directiva relativa a la base imponible uniforme del IVA, y ello aun cuando el contexto era poco favorable para tal «efecto directo». ' Se trata de la misma directiva que en la sentencia Direct Cosmetics, en la que el Tribunal se funda en el carácter obligatorio de la directiva para reconocer el efecto directo de una de sus disposiciones. En esta ocasión se trata de la obligación que tiene el Estado de notificar a la Comisión cualquier medida derogatoria del sistema de la directiva, a fin de someter esta medida a un procedimiento de autorización tácita o expresa del Consejo. En este caso, el Estado miembro había adoptado una excepción sin notificarla. El Tribunal decidió que este Estado no podía, en dichas condiciones, oponer esta excepción al particular que reclamaba la aplicación de las disposiciones de la ley fiscal adoptada de conformidad con la directiva. 2 De este modo, el Tribunal reconoce el mismo efecto directo a la obligación de notificación previa impuesta por una directiva que a la obligación idéntica impuesta por el apartado 3 del artículo 93 del Tratado, referente a las ayudas estatales.3 En sentencias más recientes el Tribunal se ha pronunciado, sin equívoco posible, contra el efecto «horizontal» de las directivas. En la sentencia Marshall4 ha subrayado que, según el artículo 189 del Tratado, el carácter obligatorio de una directiva, en el cual se funda la posibilidad de invocarla ante un órgano jurisdiccional nacional, no existe sino con respecto «al Estado miembro destinatario». De lo cual 1 2 3 4 Sentencia de 19 de enero de 1982, asunto 8/81, Ree. 1982, pp. 53 y ss. Sentencia de 13 de febrero de 1985, asunto 5/84, Direct Cosmetics, Ree. 1985, pp. 631 y ss. Véase supra, sentencia Lorenz, citada en el apartado 101. Conviene señalar que el Gobierno británico había sostenido en sus observaciones que la obligación de notificación no se refiere a las relaciones del Estado miembro con los particulares, sino que constituye un compromiso «contractual» entre los Estados miembros y la Comunidad, análogo al que instituye el artículo 102, según la sentencia Costa/ENEL. Por lo tanto, la disposición no puede engendrar derechos para los particulares que las jurisdicciones internas deban proteger, ni su violación puede afectar a la eficacia de las medidas nacionales particulares. Sobre la falta de efecto directo de una obligación de notificación en ausencia de un procedimiento de control comunitario específico, véase la sentencia de 13 de julio de 1989, citada en el apartado 101. Sentencia de 26 de febrero de 1986, asunto 152/84, Ree. 1986, pp. 723 y ss. Véase igualmente la sentencia de 12 de mayo de 1987, asunto 372/85, Ministerio Público/Oscar Traen, Ree. 1987, pp. 2 141 y ss. Relaciones con el Derecho nacional 132 se sigue, según el Tribunal, que una directiva por sí misma no puede crear obligaciones para un particular y que, por lo tanto, una disposición de una directiva en cuanto tal no puede ser invocada ante un tribunal nacional en contra de un particular. El Tribunal ha confirmado esta doctrina en su jurisprudencia posterior. En su sentencia de 11 de junio de 1987' ha confirmado que una directiva, por sí misma e independientemente de una ley interna promulgada por un Estado miembro para su aplicación, no puede tener como efecto determinar o agravar la responsabilidad penal de los que infringen sus disposiciones. En este mismo sentido ha declarado, en su sentencia de 8 de octubre de 1987,2 que una autoridad nacional no puede invocar, en contra de un particular, una disposición de una directiva cuya incorporación necesaria en Derecho nacional no se haya efectuado todavía. El Tribunal ha subrayado en diversas sentencias que el Estado miembro no puede considerar que el efecto directo de las disposiciones de una directiva o la existencia de una práctica administrativa conforme pueda dispensarlo de la obligación de asegurar una ejecución que corresponda plenamente a las exigencias de la directiva en cuanto a claridad y seguridad de las situaciones jurídicas se refiere.3 4." Los acuerdos internacionales concluidos por la Comunidad 108. Teniendo en cuenta su jurisprudencia sobre el efecto directo, el Tribunal tenía que admitir lógicamente que las jurisdicciones pudieran invocar, como elementos de Derecho comunitario, las disposiciones de los acuerdos internacionales concluidos por la Comunidad. En este sentido se pronunció en la sentencia Bresciani, relativa al alcance de un artículo de los convenios de Yaunde I y II que remitía a una disposición del Tratado (al apartado 2 del artículo 13), que tiene efecto directo. El Tribunal no se contentó con destacar la existencia de esta remisión, sino que situó la disposición en el contexto de los acuerdos de asociación a los que pertenecía, subrayando que la prohibición de derechos de aduana de importación era, para la Comunidad, una obligación que no estaba sujeta a ninguna reserva implícita o explícita. El desequilibrio en las prestaciones, normal en un convenio de este tipo, que supone el hecho de que sólo los Estados asociados puedan solicitar la apertura de consultas al respecto, no tiene por 1 2 3 Asunto 14/86, Pretor de Salo/X, Ree. 1987, pp. 2 545 y ss. Asunto &0/86, Kolpinghuis Nijmegen, Ree. 1987, pp. 3 969 y ss. Véanse sentencia de 6 de mayo de 1980, asunto 102/79, Comisión/Bélgica, Ree. 1980, p. 1 473; sentencia de 1 de marzo de 1983, asunto 300/81, Comisión/Italia, Ree. 1983, p. 456, y sentencia de 1 de marzo de 1983, asunto 301/81, Comisión/Bélgica, Ree. 1983, pp. 473 a 479. Efecto directo 133 efecto privar a esta disposición de efecto directo en las relaciones entre los Estados miembros y los particulares. ' La cuestión del efecto directo de los acuerdos internacionales se sometió a la alta jurisdicción a propósito de las disposiciones del acuerdo de libre cambio entre la CEE y Portugal, relativas a las medidas de efecto equivalente a restricciones cuantitativas a la importación. Se trataba de un asunto referente a la importación en el Reino Unido de discos procedentes de Portugal. ¿Podía Polydor, titular de los derechos de autor de las grabaciones sonoras, invocar estos derechos para hacer prohibir la importación de discos fabricados en Portugal a partir de grabaciones objeto de derechos de autor? La Court of Appeal planteó dos cuestiones al Tribunal de Justicia por la vía de la cuestión prejudicial. ¿El ejercicio de los derechos de autor para oponerse a la importación de discos constituye una medida de efecto equivalente a restricciones cuantitativas en el sentido del párrafo 2 del artículo 14 del acuerdo CEE-Portugal? ¿Tiene esta disposición efecto directo? El Tribunal respondió negativamente a la primera cuestión y no consideró necesario el pronunciarse sobre el efecto directo.2 El hecho es tanto más extraordinario cuanto que las partes, la Comisión y los Gobiernos se habían extendido exhaustivamente sobre este problema en sus observaciones orales y escritas. Señalemos, en particular, la posición restrictiva defendida ante el Tribunal por el representante de la Comisión, quien, basándose en consideraciones de política jurídica, expuso la tesis según la cual la noción de efecto directo no debía trasponerse a las relaciones internacionales de la Comunidad. A este respecto, hacia dos consideraciones. La primera se funda en la diferencia de naturaleza y de objetivos de los acuerdos internacionales. La segunda, en la necesidad de mantener una reciprocidad entre ventajas e inconvenientes en un tratado como los acuerdos de libre cambio. Aunque el Tribunal no tomó posición sobre esta espinosa cuestión en la sentencia Polydor, posteriormente se ha visto confrontado con el problema del efecto directo de los acuerdos en dos sentencias posteriores. El Tribunal ha resuelto en el sentido del efecto directo una cuestión planteada por el Finanzgericht de Hamburgo, referente al artículo 53 del acuerdo de asociación con Grecia, disposición redactada en términos semejantes a los del artículo 95 del Tratado, relativo a la prohibición de tratamiento fiscal discriminatorio de los productos 1 2 Sentencia de 5 de febrero de 1976, asunto 87/75, Ree. 1976, p. 136. Sentencia de 9 de febrero de 1982, asunto 270/80, Ree. 1982, pp. 329 y ss. 134 Relaciones con el Derecho nacional importados, ' haciendo constar que el artículo 53 se inserta «en un conjunto de disposiciones cuyo objeto es preparar la entrada de Grecia en la Comunidad [...]». Tanto por su tenor literal como por el objeto y la naturaleza del acuerdo del cual forma parte, este artículo se opone a un tratamiento fiscal de favor de los alcoholes nacionales con respecto a los importados en Grecia. Aplicando sus criterios habituales, el Tribunal consideró que esta obligación es de «aplicación directa». Esta sentencia, que se sitúa en la línea de la sentencia Bresciani, no resuelve la cuestión planteada en términos generales en el asunto Polydor: ¿los criterios del efecto directo de las disposiciones de los Tratados comunitarios, que el Tribunal ha puesto de relieve, pueden ser aplicados al conjunto de los acuerdos internacionales concluidos por la Comunidad, o bien hay que considerar que la noción de efecto directo es tan específica del orden jurídico comunitario que serían necesarias circunstancias particulares, derivadas de la naturaleza misma de los acuerdos (acuerdos de asociación, por ejemplo) o de la formulación de las disposiciones (en términos idénticos a los utilizados por los Tratados), para poder extender más allá de dichos acuerdos las consecuencias de la jurisprudencia del Tribunal? Otra decisión más reciente ha aportado importantes precisiones sobre este punto. En la sentencia Kupferberg,2 el Tribunal se ha pronunciado a favor del efecto directo del párrafo 1 del artículo 21 del acuerdo CEEPortugal, disposición que prohibe las discriminaciones fiscales entre los productos de una parte contratante y los productos similares originarios de la otra parte contratante. Los gobiernos que presentaron observaciones al Tribunal invocaban, para evitar la aplicación de los criterios comunitarios del efecto directo a las disposiciones en cuestión, el reparto de poderes en las relaciones exteriores, el principio de reciprocidad que rige la aplicación de los acuerdos de libre cambio, el marco institucional instaurado por estos acuerdos para solucionar los litigios y las cláusulas de salvaguardia. El Tribunal descartó sucesivamente cada uno de estos argumentos. Ni la naturaleza ni la economía del acuerdo CEE-Portugal pueden obstaculizar el efecto directo. Por lo tanto, y «a la luz tanto del objeto y de la finalidad de este acuerdo como de su contexto», el Tribunal examina si el párrafo 1 del artículo 21 es una disposición incondicional y precisa. 1 2 Sentencia de 29 de abril de 1982, asunto 17/81, Pabst & Richarz KG/Hauptzollamt Oldenbourg, Ree. 1982, p. 1 331. Sentencia de 26 de octubre dc 1982, asunto 104/81, Hauptzollamt dc Mayence y soc. C A . Kupferberg & Cie a.A., Ree. 1982, pp. 3 641 y ss. Efecto directo 135 Tras insistir en la importancia de una norma de no discriminación fiscal en un acuerdo de libre cambio y en el carácter incondicional de esta disposición, el Tribunal declaró su aplicabilidad directa. Esta última sentencia aporta una clarificación fundamental. No excluye el principio del efecto directo de las disposiciones de ciertos acuerdos concluidos por la Comunidad. Sin embargo, las instituciones competentes para celebrar tales acuerdos pueden determinar con la otra parte los efectos que el acuerdo debe producir en el ordenamiento interno de las partes contratantes. Si el acuerdo no adopta una solución al respecto, el Tribunal resolverá la cuestión como cualquier otra de interpretación. El Tribunal ha reconocido también efecto directo al artículo 3 del acuerdo CEE-España, en la segunda sentencia Kupferberg. ' En la sentencia de 30 de septiembre de 1987,2 en que aparece una sistematización de la doctrina que se deriva de esta jurisprudencia, el Tribunal declara: «Una disposición de un acuerdo celebrado por la Comunidad con terceros países debe considerarse directamente aplicable cuando contiene, a la vista de su tenor, de su objeto, así como por la naturaleza del acuerdo, una obligación clara y precisa, cuya ejecución y cuyos efectos no se subordinan a la adopción de acto ulterior alguno.» Al aplicar esta definición a las disposiciones del acuerdo y del protocolo adicional de asociación con Turquía, relativas a la libre circulación de trabajadores, el Tribunal ha declarado que estas disposiciones «no constituyen normas de Derecho comunitario directamente aplicables en el ordenamiento interno de los Estados miembros» (apartado 25 y parte dispositiva). Para responder a una cuestión relativa al efecto directo de una disposición de un acuerdo internacional concluido por la Comunidad, el Tribunal comienza examinando la aptitud del acuerdo para producir tal efecto en razón de su objeto o de su naturaleza. Una vez resuelta esta «cuestión previa», examina el tenor literal de la disposición, aplicándole los mismos criterios que a los artículos del Tratado CEE o a los actos de las instituciones. 3 El Tribunal no sólo ha tenido que pronunciarse sobre el efecto directo de los acuerdos concluidos por la Comunidad, sino que también ha tenido que examinar el efecto en el Derecho interno de acuerdos 1 2 3 Véase la sentencia de 15 de enero de 1985, asunto 253/83, Ree. 1985, pp. 157 y ss. Asunto 12/86, Demirel, Ree. 1987, pp. 3 719 y ss., especialmente p. 3 752, apartado 14. Véase Tagaras, H.: «L'effet direct des accords internationaux de la Communauté», Cahiers de droit européen, 1984, pp. 15 y ss., especialmente p. 32. 136 Relaciones con el Derecho nacional anteriores, en los cuales la Comunidad, al ejercer sus competencias, ha sustituido a los Estados miembros. En la sentencia ya citada International Fruit Cy, ' el Tribunal se pronunció en contra del efecto directo de ciertas disposiciones del GATT, y confirmó esta decisión en la sentencia de 16 de marzo de 1983 a propósito de otros artículos del Acuerdo General, y ello porque el Acuerdo «se funda en el principio de negociaciones entabladas sobre una base de reciprocidad y de ventajas mutuas y se caracteriza por la gran flexibilidad de sus disposiciones, especialmente las referentes a las posibilidades de suspensión, a las medidas que pueden ser adoptadas en presencia de dificultades excepcionales y a la solución de los litigios entre las partes contratantes».2 b) Caso de la norma nacional contraria a una norma de efecto directo 109. Para el Tribunal, el Derecho nacional contrario a una norma comunitaria de efecto directo no puede ser aplicado por el juez, pero es el ordenamiento jurídico de cada Estado al que le incumbe definir el procedimiento jurídico que permita llegar a este resultado. La obligación del juez nacional de no aplicar la norma nacional contraria a una disposición comunitaria de efecto directo ha sido puesta de relieve por el Tribunal en la sentencia Lück.3 Esta solución se volvió a adoptar en la sentencia Lorenz4 y, más recientemente, en la sentencia Simmenthal:5 «las disposiciones del Tratado y los actos de las instituciones directamente aplicables tienen por efecto, en sus relaciones con el Derecho interno de los Estados miembros [...] hacer inaplicable de pleno derecho, por el hecho mismo de su entrada en vigor, toda disposición contraria de la legislación nacional».6 El derecho que se reconoce al ordenamiento interno de escoger el procedimiento más adecuado para consagrar el efecto directo del Derecho comunitario debe concillarse con el hecho de que las disposiciones de éste son «una fuente inmediata de derechos y obligaciones para todos aquellos a quienes afecta». Por ello, la no aplicabilidad de pleno derecho del Derecho nacional anterior contra- En nota 1, p. 95. Véase igualmente la sentencia de 24 de octubre de 1973, asunto 9/73, Schlüter, Ree. 1972, p. 1 135. Véase en concreto la sentencia Società Petrolifera Italiana SpA (SPI) y SpA Michelin Italiana (SAMI), asuntos acumulados 267, 268 y 269/81, Ree. 1983, pp. 801 y ss. Sentencia de 4 de abril de 1968, asunto 34/67, Ree. 1968, p. 370. Sentencia de 11 de diciembre de 1973, citada en la nota 1, p. 102, loc. cit., p. 1 483. Sentencia de 9 de marzo de 1978, ya citada, considerando 17. Véase la sentencia de 13 de julio de 1972. asunto 48/71, Comisión/República Italiana, Ree. 1972, p. 534. Efecto directo 137 rio al Derecho comunitario ' es una solución mínima. El juez podrá ir más allá y, por ejemplo, proclamar su nulidad si su propio Derecho nacional le reconoce tal facultad. En virtud de la primacía del Derecho comunitario, el «efecto bloqueante» de las disposiciones directamente aplicables se manifiesta también con respecto al Derecho nacional posterior. Tal como se ha visto, puede incluso tratarse de disposiciones de ejecución de una directiva. 2 En la sentencia Simmenthal, el Tribunal señaló, de forma contundente, que las disposiciones de Derecho comunitario directamente aplicables tienen por efecto «impedir la adopción válida de nuevos actos legislativos nacionales en la medida en que éstos sean incompatibles con normas comunitarias». 3 Al no ser válidos estos actos, el juez no puede hacer que surtan efecto. c) Los límites del efecto directo 110. Si, por citar las palabras del Tribunal, «la aplicabilidad directa [...] significa que las normas de Derecho comunitario deben desplegar la plenitud de sus efectos de manera uniforme en todos los Estados miembros, a partir de su entrada en vigor y a lo largo de todo su período de validez», 4 el principio de la autonomía de los Estados en la elección de los procedimientos de ejecución del Derecho comunitario puede dar lugar a ciertas diferencias en la aplicación efectiva de dicho Derecho. Efectivamente, corresponde a las jurisdicciones nacionales garantizar la protección jurídica que, para los particulares, se deriva del efecto directo del Derecho comunitario. 5 Las jurisdicciones nacionales deben aplicar las normas de Derecho procesal interno. En su sentencia Comet, el Tribunal argumenta al respecto: «En ausencia de regulación comunitaria en la materia, corresponde al ordenamiento jurídico interno de cada Estado miembro determinar las jurisdicciones competentes y regular las formalidades procesales de los recursos por los que se garantizan ante los tribunales los derechos que los particulares obtienen del efecto directo del Derecho comunitario; se 1 2 3 4 5 Véase también la sentencia de 4 de abril de 1974, asunto 167/73, Comisión/República Francesa, Ree. 1974, p. 359, considerando 35. Sentencias Verbond der Nederlandse Ondernemingen y Enka, ya citadas. Considerando 17. Véase y compárese sentencia de 14 de diciembre de 1971, asunto 43/71, Politi, p. 1 049: «El efecto de los reglamentos tal como está previsto por el artículo 189 se opone a la aplicación de toda disposición legislativa, incluso posterior». Sentencia Simmenthal, considerando 14. Sentencia de 16 de diciembre de 1976, asunto 33/76, Rewe, Ree. 1976, p. 1 989. 138 Relaciones con el Derecho nacional entiende que estas formalidades no pueden ser menos favorables que las de los recursos similares de naturaleza interna; [...] lo que precisamente ocurriría si estas formalidades y plazos hicieran en la práctica imposible el ejercicio de los derechos que las jurisdicciones nacionales tienen la obligación de salvaguardar». ' Esta sentencia se dictó a propósito de la aplicación de los plazos de prescripción previstos por el Derecho interno a acciones de devolución de impuestos percibidos en violación del Derecho comunitario. Concretamente, se trataba de plazos para recurrir, que el Tribunal considero «razonables». El principio de seguridad jurídica, aplicable en Derecho internacional y en Derecho comunitario, reconoce la legitimidad de la fijación de tales plazos. A falta de normas procesales de Derecho comunitario, se aplica el Derecho nacional y, dada la falta de coordinación de las normativas internas de procedimiento, una situación de este tipo implica necesariamente la existencia de plazos distintos y, por ello, cierta diversificación en la aplicación efectiva del Derecho comunitario. Como subraya el presidente Mertens de Wilmars en su informe general al IX Congreso de la Federación Internacional para el Derecho Europeo, 2 el Tribunal ha procurado precisar los límites y las modalidades del «recurso al ámbito nacional», el cual sólo es posible en la medida en que el Derecho comunitario no haya dispuesto nada. Además, «las formalidades procesales nacionales que permiten el ejercicio en justicia de un derecho, o que condicionan la ejecución de una obligación comunitaria, no pueden ser menos favorables que las correspondientes a los recursos similares de carácter interno». Se trata en cierto modo de la aplicación del principio de no discriminación. Por último, el «paso obligado» del efecto directo por el ámbito nacional no puede anular dicho efecto directo, haciendo imposible el ejercicio de los derechos que confiere el Derecho comunitario. Estas limitaciones se aplican del mismo modo a la organización de los recursos, a los plazos de prescripción, al régimen de las sanciones aplicables en caso de infracción y a cuestiones accesorias, tales como la aplicación de las reglas de equidad, el pago de intereses, la compensación o la repercusión sobre otros agentes económicos de la carga resultante de una imposición ilegal. En la sentencia de 9 de noviembre de 1983, Administración de Hacienda SpA San Giorgio, por primera vez el Tribunal ha ejercido el 1 2 Sentencia de 16 de diciembre de 1976, asunto 45/76, Cornei, Ree. 1976, p. 2 043. «L'efficacité des différentes techniques nationales de protection juridique contre les violations du droit communautaire par les autorités nationales et les particuliers», Cahiers de droit européen, 1981, pp. 383 y ss., especialmente pp. 398 y ss. Efecto directo 139 control, que ya anunciaban las sentencias Rewe y Comet, ' de las condiciones en las que una ley nacional permite el ejercicio de derechos derivados del Derecho comunitario.2 Se trata de un caso de repetición de impuestos nacionales percibidos por un Estado miembro en violación del Tratado. Las disposiciones de la ley italiana imponían, como condición para la devolución de las cantidades indebidamente pagadas, la necesidad de probar, documentalmente, que la carga en cuestión no se había repercutido en otros agentes económicos. De acuerdo con su jurisprudencia anterior,3 el Tribunal declaró que «el Derecho comunitario no impide que un sistema jurídico nacional deniegue la restitución de impuestos indebidamente percibidos cuando dicha restitución suponga el enriquecimiento sin causa de los derechohabientes». No obstante, considera que «sería incompatible con el Derecho comunitario toda modalidad de prueba cuyo efecto fuera hacer prácticamente imposible o excesivamente difícil la obtención del reembolso de impuestos cuya percepción viole el Derecho comunitario», y ello aun cuando dicho régimen de prueba fuera aplicable a otros impuestos o tasas nacionales. La jurisprudencia del Tribunal puede remediar la diversidad de los sistemas jurídicos de los Estados miembros. Pero su acción debe ser completada y apoyada por la armonización de las normas nacionales y la adopción de normas comunes. Conviene señalar aquí que el Consejo ha emprendido la tarea de uniformar las normas de procedimiento, y que se han adoptado dos reglamentos: el reglamento n° 1430/79 del Consejo, de 2 de julio de 1979, relativo a la devolución o a la condonación de los derechos de importación o de exportación,4 y el reglamento n° 1697/79 del Consejo, de 24 de julio de 1979, referente a la recaudación a posteriori de los derechos de importación o de los derechos de exportación que no hayan sido exigidos al deudor por mercancías declaradas en un régimen aduanero que suponga la obligación de pagar tales derechos.5 Cualesquiera que sean su méritos, estos reglamentos están lejos de agotar toda la materia de la recuperación y la devolución de las sumas debidas en virtud del Derecho comunitario. No tratan más que de los plazos de prescripción y no se aplican al conjunto de las situaciones y de los derechos cubiertos por las políticas comunes. La obra legislativa debe, por tanto, proseguir. Algunas propuestas de directiva han sido ya presentadas o están en curso de preparación. 1 2 3 4 5 Citadas, pp. 130 y 131. Asunto 199/82, Ree. 1983, pp. 3 595 y ss., especialmente pp. 3 612 a 3 614. Especialmente, sentencia de 27 de febrero de 1980, asunto 68/79, Hans Just/Ministerio danés de impuestos y tasas de consumo, Ree. 1980, p. 501. DO L175 de 12.7.1979, p. 1. DO L197 de 3.8.1979, p. 1. 140 Relaciones con el Derecho nacional Los Estados no pueden contentarse con esperar pasivamente la progresión, necesariamente lenta, de la legislación comunitaria. El artículo 5 del Tratado, en su párrafo 1, ' les impone la obligación de tomar todas las medidas necesarias para asegurar el cumplimiento del Derecho comunitario. Los Estados miembros, como tendremos ocasión de precisar más adelante,2 deben designar a las autoridades y las jurisdicciones competentes para aplicar y sancionar el Derecho comunitario, asegurar la coordinación de sus actividades, prever los adecuados procedimientos administrativos y jurisdiccionales de protección respecto de las autoridades y los agentes económicos, fijar las sanciones apropiadas, reservar a las obligaciones de Derecho comunitario un trato tan favorable por lo menos como el que reciben las obligaciones comparables de Derecho interno, suprimir las normas que puedan originar distorsiones de competencia o discriminaciones de acuerdo con el Derecho comunitario, etc. d) Conclusión sobre el efecto directo 110 bis. Como subraya P. Pescatore, la doctrina del efecto directo ha sido propagada por el Tribunal de Justicia, que ve en ella un medio de reforzar la eficacia del Derecho comunitario. Sin embargo, como indica también el eminente autor, «la noción de 'efecto directo' puede actuar como una doctrina reguladora y, por lo tanto, potencialmente limitativa del efecto de los Tratados en el ordenamiento interno». Todo depende de la definición de los criterios a los que el efecto directo se someta, según estos criterios se mantengan en la esfera de practicabilidad de las normas o bien invadan el terreno de las motivaciones políticas.3 El Tribunal ha afirmado el efecto directo del Derecho comunitario insistiendo en el «carácter practicable» de la norma con miras a facilitar su «invocabilidad» por los particulares. Aplicabilidad directa del reglamento y de ciertas disposiciones del Tratado, efecto directo, horizontal o vertical, invocabilidad..., no son sino manifestaciones, más o menos desarrolladas, en función de la eficacia propia de cada disposición, de una característica fundamental del Derecho comunitario, a saber: el principio de efectividad. «Los Estados miembros adoptarán todas las medidas generales o particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento de las obligaciones derivadas del presente Tratado o resultantes de los actos de las instituciones de la Comunidad. Facilitarán a esta última el cumplimiento de su misión.» Véase infra. n° 140 y ss. Véase Pescatore, P.: «L'application judiciaire des traités internationaux dans la Communauté européenne et dans ses États membres». Mélanges P.H. Teitgen, op. cit., pp. 355 y ss., especialmente pp. 403 y 404. La primada 141 Sección 2. La primacía 111. El Tribunal formuló su doctrina sobre la primacía del Derecho comunitario en la sentencia Costa/ENEL, de 15 de julio de 1964. Los fundamentos de hecho de este asunto son simples: un particular impugnaba ante el juez —el giudice conciliatore de Milán— la conformidad con el Tratado CEE de la ley de nacionalización de la producción y distribución de energía eléctrica. El juez formuló al Tribunal algunas cuestiones prejudiciales. ' El Gobierno italiano sostuvo la «inadmisibilidad» absoluta del procedimiento, porque en el caso en cuestión el juez italiano sólo podía aplicar la ley de nacionalización y no la ley de aprobación del Tratado, al ser ésta anterior a aquélla. Esta última tesis era consecuencia de una sentencia del tribunal constitucional italiano, dictada entre las mismas partes, 2 que había suscitado una legítima preocupación en los medios comunitarios. Se comprende que el Tribunal de Justicia haya querido definir su postura ante este problema. Además, la excepción de procedimiento que se le planteaba no le dejaba otra alternativa. La sentencia Costa/ENEL 3 desempeña, en lo que a la primacía se refiere, el mismo papel que la sentencia Van Gend & Loos respecto del efecto directo. La primacía es el corolario de la concepción que el Tribunal tiene del ordenamiento jurídico comunitario «integrado en el sistema jurídico de los Estados miembros» y «que se impone a sus jurisdicciones». Esta idea suele expresarse con la fórmula, menos dualista, de la sentencia Simmenthal: «[...] estas disposiciones y actos forman parte integrante, con rango de prioridad, del ordenamiento jurídico aplicable en el territorio de cada uno de los Estados miembros» (considerando 17).4 En las primeras páginas de «considerandos» en los que el ordenamiento jurídico surgido destaca la duración ilimitada esta publicación se han citado los Tribunal define las características del de los Tratados. En ellos el Tribunal de la Comunidad, la autonomía del Véase supra, sección 1. Sentencia de 7 de marzo de 1964. Ree. 1964, pp. 1 145 y ss., especialmente pp. 1 158 a 1 160. Véase también la sentencia de 17 de mayo de 1972, asunto 93/71, Leonesio, Ree. 1972, XVIII, p. 297: «[...] los reglamentos comunitarios, para imponerse con la misma fuerza a los ciudadanos de todos los Estados miembros, se integran en el sistema jurídico aplicable en el territorio nacional, el cual debe permitir que se ejerza el efecto directo prescrito en el artículo 189, de tal forma que los particulares puedan invocarlos sin que se les opongan disposiciones o prácticas de orden interno». 142 Relaciones con el Derecho nacional poder comunitario, tanto en el plano interno como externo, y, sobre todo, la limitación de competencias o la transferencia de las mismas por parte de los Estados, que han limitado sus derechos soberanos y «creado, así, un cuerpo jurídico aplicable tanto a sus nacionales como a sí mismos». Es evidente el estrecho vínculo existente entre aplicabilidad directa y primacía. Estos dos pilares del ordenamiento jurídico comunitario constituyen la obligada consecuencia del reajuste de poderes a que dio lugar la creación de las Comunidades. El Tribunal va a tratar de demostrar que «el tenor literal y el espíritu del Tratado» tienen por corolario «la imposibilidad de que los Estados hagan prevalecer, en contra de un ordenamiento jurídico que han aceptado sobre una base de reciprocidad, una medida unilateral ulterior que, por consiguiente, no se puede oponer a dicho ordenamiento». No pueden considerarse aquí los argumentos basados en el análisis del texto, que no tienen, quizá, la misma fuerza que los fundados en la descripción de las características esenciales del ordenamiento jurídico comunitario. Sin embargo, señalaremos que el Tribunal encuentra una «confirmación» de la «preeminencia del Derecho comunitario» en los términos del artículo 189, según el cual los reglamentos tienen valor «obligatorio» y son «directamente aplicables en cada Estado miembro». De este modo, el Tribunal subraya una vez más el vínculo entre aplicabilidad directa y primacía, pero también entre ésta y atribución de un poder legislativo a la Comunidad. En efecto, el Tribunal señala que «esta disposición, que no contiene reserva alguna, no tendría alcance si un Estado pudiera, unilateralmente, anular sus efectos con un acto legislativo oponible a los textos comunitarios». La pretensión, por parte de un Estado, de que una ley posterior prevalezca sobre un reglamento resulta, por otra parte, absurda e ilusoria, debido a la simple eventualidad de que un reglamento posterior ponga fin a esta incoherencia. De este modo, el Tribunal puede concluir con algunas frases ya consagradas cuya influencia en la jurisprudencia nacional ha sido considerable: «considerando que del conjunto de estos elementos resulta que, emanado de una fuente autónoma, al Derecho nacido del Tratado, en razón de su naturaleza específica original, no puede oponérsele judicialmente un texto interno, de cualquier clase que sea, sin perder su carácter comunitario y sin que se cuestione la propia base jurídica de la Comunidad; »que la transferencia operada por los Estados, de su ordenamiento jurídico interno al ordenamiento jurídico comunitario, de los derechos y obligaciones contenidos en las disposiciones del Tratado implica, pues, una limitación definitiva de sus derechos soberanos, contra ¡a cual no La primada 143 puede prevalecer un acto unilateral ulterior incompatible con la noción de Comunidad». ' El Tratado es la fuente de la primacía y no las disposiciones de las constituciones nacionales. Por lo tanto, no tiene sentido alegar las normas constitucionales, escritas o no escritas, que rigen las relaciones entre Derecho internacional y Derecho interno. En razón de su «naturaleza específica original», debe reconocerse la primacía del Derecho comunitario. 112. La doctrina del Tribunal se dirige directamente al juez nacional. Su jurisprudencia no refleja la necesidad funcional que ha llevado siempre al juez internacional a afirmar la superioridad del Derecho que él aplica sobre el Derecho interno, al que a veces caracteriza como un simple hecho. Este dualismo no es apropiado para analizar las relaciones entre el ordenamiento jurídico comunitario y los ordenamiento nacionales, ya que traduce mal las relaciones de coordinación que existen entre ellos, y que se ponen de manifiesto, especialmente, en el mecanismo de las cuestiones prejudiciales. Por ello, cuando el Tribunal afirma que un texto interno no puede oponerse judicialmente al Derecho comunitario, se está refiriendo al juez nacional, como se deduce, aún más claramente, de la sentencia Simmenthal, de 9 de marzo de 1978, en donde el Tribunal concluye que: «todo juez nacional, ante el que se recurre en el marco de su competencia, tiene la obligación de aplicar íntegramente el Derecho comunitario y de proteger los derechos que éste confiere a los particulares, dejando sin aplicación toda disposición eventualmente contraria de la ley nacional, ya sea ésta anterior o posterior a la norma comunitaria». La primacía no es una obligación que corresponda estipular al constituyente o legislador, sino una regla aplicable por el juez. 113. Por lo tanto, esta regla es incondicional. Y es también absoluta, en el sentido de que se aplica a toda norma interna, cualquiera que sea su rango, incluso a las constitucionales. El principio de la primacía del Derecho comunitario sobre las constituciones nacionales, discretamente sugerido en la sentencia Costa, como se deduce del pasaje citado anteriormente, ha sido precisado y ampliado en sentencias posteriores. Una empresa que presentaba un recurso de anulación contra una decisión de la Alta Autoridad, que la había condenado al pago de una contribución debida por la perecuación de chatarra importada y asimilada, solicitó ante el Tribunal que se aplazara la sentencia hasta que el tribunal constitucional se hubiera pronunciado sobre la Loe. cit., Ree. 1964, p. 1 160. 144 Relaciones con el Derecho nacional presunta inconstitucionalidad de ciertas disposiciones del Tratado CECA. Por supuesto, el Tribunal rechazó esta pretensión porque «todos los Estados se han adherido al Tratado en las mismas condiciones, definitivamente y sin otras reservas que las expresadas en los protocolos adicionales, y que, por ello, sería contraria al ordenamiento jurídico comunitario toda pretensión, por parte de un nacional de un Estado miembro, de poner dicha adhesión en tela de juicio», y añadió que «tal pretensión es tanto más inadmisible cuanto que, en este caso, cualquier decisión de aplazamiento de la sentencia equivaldría a vaciar la Comunidad de toda sustancia, al permitir que se vea en el acto de ratificación, ya sea una aceptación parcial del Tratado, ya el instrumento para hacerle producir efectos jurídicos diferentes según los Estados miembros, ya la ocasión de permitir a algunos de sus nacionales que se sustraigan a sus normas». ' El Tribunal destaca, así, que toda pretensión de un Estado miembro de hacer prevalecer sus propios criterios constitucionales sobre el Derecho comunitario es un fermento de dislocación de la Comunidad y es contraria al principio de la adhesión «sobre una base de reciprocidad», ya evocado en la sentencia Costa. El Tribunal aborda aquí una realidad fundamental del proceso de integración. Los Estados sólo pueden consentir limitaciones de soberanía que den lugar a alteraciones importantes de poderes cuando las normas a las que se someten son verdaderamente comunes. Éste no es el caso si dichas normas están sometidas a criterios y procedimientos que difieren de un Estado a otro. 114. nes. El Tribunal ha recordado estos principios en repetidas ocasio- En su sentencia Internationale Handelsgesellschaft, reprodujo literalmente uno de los considerandos ya mencionados de la sentencia Costa/ENEL, añadiendo que: «en consecuencia, la invocación de alentados a los derechos fundamentales, tal como son formulados por la Constitución de un Estado miembro, o a los principios de una estructura constitucional nacional, no puede afectar a la validez de un acto de la Comunidad o a su efecto en el territorio de este Estado».2 En la sentencia Leonesio, ya citada, el Tribunal rechaza la pretensión de un Estado de supeditar el pago de una prima por sacrificio de vacas, previsto por los reglamentos, a la adopción de disposiciones 1 2 Resolución de 22 de junio de 1965, asuntos acumulados 9 y 58/65, San Michele, Ree. 1967, pp. 36 a 38. Sentencia de 17 de diciembre de 1970, ya cilada. Ree. 1970. p. I 135. considerando 3. La primada 145 presupuestarias, a pesar de que la beneficiaría reunía todas las condiciones requeridas. ' Más tarde, el Tribunal puntualizaba al mismo Estado, pero esta vez a propósito de primas por arranque de árboles frutales, «que un Estado miembro no puede alegar disposiciones o prácticas de orden interno para justificar el incumplimiento de las obligaciones y los plazos derivados de los reglamentos comunitarios; que, conforme a las obligaciones generales impuestas a los Estados miembros por el artículo 5 del Tratado, debe extraer en el ordenamiento interno las correspondientes consecuencias de su pertenencia a la Comunidad y adaptar, si fuera necesario, sus procedimientos de estimación presupuestaria para que no supongan un obstáculo al cumplimiento, en los plazos requeridos, de las obligaciones que le incumben en el marco del Tratado». 2 Los principios expuestos por el Tribunal de Justicia han encontrado un eco cada vez mayor en la jurisprudencia de las jurisdicciones nacionales. A continuación, vamos a examinar el problema de las relaciones entre constituciones y Derecho comunitario, así como el de la primacía de este Derecho sobre la ley, incluso posterior. a) Constitución y Derecho comunitario 115. De los doce Estados miembros, once tienen una constitución escrita. 3 Todas estas constituciones contienen actualmente disposiciones que permiten la atribución de competencias a las Comunidades. Algunas de estas disposiciones existían antes del fenómeno comunitario; otras han sido adoptadas, a veces con gran retraso, con objeto de «regularizar» la participación del Estado en las Comunidades. 116. A raíz de la reforma de 1953, completada en 1956, se incluyó en la Constitución neerlandesa un artículo 67 —artículo 92 desde de la reforma constitucional de 1983—, que permite conferir a las organizaciones internacionales «competencias legislativas, administrativas y jurisdiccionales», por medio o en virtud de un acuerdo internacional. Si el acuerdo sometido a aprobación se juzga incompatible con las disposiciones de la Constitución y lo exige el desarrollo del orde1 2 3 Ree. 1972, p. 297. Sentencia de 8 de febrero de 1973, asunto 30/72, Comisión/Italia, Ree. 1973, p. 172. considerando 11. Como se sabe, el Reino Unido no tiene constitución escrita. El lector hallará una exposición más detallada y referencias más numerosas en Mégret J. y otros: «Le droit de la Communauté économique européenne», vol. 10, La Cour de justice, les actes des institutions, t. 1, pp. 535 a 549. 146 Relaciones con el Derecho nacional namiento jurídico internacional, el acuerdo, en virtud del artículo 63, deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios en las dos cámaras del Parlamento. 117. En 1956 se añadió un artículo, el 49 bis, a la Constitución luxemburguesa, según el cual «el ejercicio de atribuciones reservadas por la Constitución a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial puede ser temporalmente atribuido, por un tratado, a instituciones de Derecho internacional». Tales tratados deben ser aprobados por una ley, votada en las condiciones prescritas para la reforma de la Constitución, es decir, estando presentes las tres cuartas partes de los miembros que componen el Parlamento, y si la votación reúne, por lo menos dos tercios de los sufragios. Este procedimiento fue aplicado para la aprobación de los Tratados de Roma. 118. Hasta 1970 no se incluyó en la Constitución belga el artículo 25 bis. Esta disposición dice lo siguiente: «El ejercicio de determinados poderes puede ser atribuido por un tratado o por una ley a instituciones de Derecho internacional público». Debido a que la disolución de las cámaras tuvo lugar antes de completarse la reforma constitucional, el artículo 68 relativo a la conclusión de los tratados no fue modificado y, por lo tanto, no se ha previsto ninguna mayoría especial para la aplicación del artículo 25 bis. Sin necesidad de proceder aquí a una interpretación de dichos textos, se puede hacer notar su convergencia fundamental. En los tres Estados ya citados, las jurisdicciones no son competentes para controlar la constitucionalidad de los acuerdos internacionales. La situación, en este aspecto, es diferente en Italia, Alemania, Dinamarca e Irlanda. 119. La Constitución italiana de 1948 contiene un artículo, el 11, redactado como una declaración de principios: «Italia repudia la guerra como instrumento que atenta a la libertad de los demás pueblos y como medio de solución de los conflictos internacionales; consiente, en condiciones de igualdad con los demás Estados, las limitaciones de soberanía necesarias para conseguir un orden que asegure la paz y la justicia entre las naciones; ayuda y favorece a las organizaciones internacionales que tengan esta finalidad». En su decisión de 24 de febrero-7 de marzo de 1964, el tribunal constitucional consideró que el artículo 11 de la Constitución era una «norma permisiva» que autorizaba a Italia a adherirse a las Comunidades pero, volveremos más tarde sobre ello, sin darle a la ley de ejecución un valor particular con respecto a las demás leyes. ' II foro italiano, 1964, I, 466. La primada 147 La sentencia de 16-27 de diciembre de 1965 confirmaba la concepción del artículo 11 como norma permisiva. El tribunal constitucional pone de relieve la naturaleza del ordenamiento jurídico comunitario (en este caso, el de la CECA), considerado como un ordenamiento extranjero, distinto del ordenamiento jurídico italiano. Debido a la separación de estos dos ordenamientos, el comunitario y el nacional, el Tribunal eliminaba la posibilidad de que el juez examinara la conformidad con la Constitución italiana de las disposiciones de los reglamentos comunitarios y subrayaba la importancia de los recursos jurisdiccionales de que disponen los Estados, las instituciones y los particulares ante el Tribunal de Justicia. Sin embargo, el concepto que el tribunal constitucional tenía del ordenamiento jurídico comunitario, analizado como una manifestación de cooperación internacional, continuaba siendo demasiado limitado. ' En esta evolución de la jurisprudencia, la sentencia de 18-27 de diciembre de 1973 reviste una importancia considerable. El tribunal procede en ella a un análisis del fenómeno comunitario a la luz del artículo 11. Define la Comunidad como una nueva organización interestatal, de tipo supranacional, de carácter permanente, dotada de personalidad jurídica y con capacidad de representación internacional. Los ordenamientos jurídicos comunitario y nacional son presentados como «sistemas jurídicos, autónomos y distintos, aunque coordinados según el reparto de competencias establecido y garantizado por el Tratado». El efecto directo del reglamento se define de manera plenamente conforme a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia. Se estiman satisfactorias las garantías jurisdiccionales comunitarias, y el Tribunal descarta la posibilidad de un recurso prejudicial para examinar la conformidad de los reglamentos con la Constitución italiana. A lo sumo, el Tribunal se reserva la posibilidad de intervenir en el caso de que se le diera al Tratado una interpretación «aberrante», contraria a los principios fundamentales y a los principios del ordenamiento constitucional italiano. Sin duda, este control se obtendría por la vía de un recurso contra la ley de aprobación del Tratado. Se trata de una simple posibilidad de control residual, que el mismo Tribunal parece considerar una eventualidad teórica. En su sentencia Granital, de 8 de junio de 1984, que analizaremos en el apartado 130,2 el tribunal constitucional ha mantenido su doctrina relativa a la autonomía de los ordenamientos jurídicos nacional y comunitario, refiriéndose expresamente a esta reserva. Se puede decir que la sentencia de fecha 18-27 de diciembre de 1973 eliminó toda duda sobre la conformidad del ordenamiento jurídico comunitario con la Constitución italiana, de manera que los peligros 1 2 Giur. it., 1966, I, 193. II foro italiano, 1984, I, 2 063, nota A. Tízzano. 148 Relaciones con el Derecho nacional evocados por el Tribunal de Justicia, en su resolución de 22 de junio de 1965, parecen definitivamente descartados. ' No obstante, es preciso moderar algo el optimismo que la doctrina de la sentencia de 1973 (Frontini), confirmada por la sentencia Granital, ha infundido justificadamente en el ánimo de casi todas los comentaristas. El tribunal constitucional ha querido precisar su concepción de las relaciones entre el Derecho comunitario y los principios fundamentales del Derecho nacional en una sentencia de fecha 13-21 de abril de 1989, aún no publicada. El tribunal constitucional debía pronunciarse sobre la conformidad de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, en virtud de la cual éste se reconocía el derecho de limitar temporalmente la declaración de no validez de reglamentos como consecuencia de un procedimiento de cuestión prejudicial (artículo 177), con el artículo 24 de la Constitución, relativo al derecho a la protección jurisdiccional. El tribunal constitucional confirma sin lugar a dudas que considera «amplio y eficaz» el sistema de protección jurisdiccional de los derechos e intereses de los particulares en el ordenamiento jurídico comunitario, del que los derechos fundamentales derivados de los principios comunes de los Estados miembros forman «parte integrante» y constituyen un «elemento esencial». No obstante, añade que: «[...] esto no significa que este tribunal pueda ser privado de su competencia para verificar, mediante el control constitucional de la ley de ejecución, si alguna disposición del Tratado, tal como ha sido interpretada y aplicada por las instituciones y los órganos comunitarios, es contraria a los principios fundamentales de nuestro orden constitucional o afecta a los derechos inalienables de la persona». Añada que «en definitiva, lo extremadamente improbable no deja de ser posible» y «que, al menos desde un punto de vista teórico y general, no se podría afirmar con certeza que todos los principios fundamentales de nuestro ordenamiento constitucional se encuentran entre los principios comunes de los ordenamientos jurídicos de los Estados miembros y, por consiguiente, que están incluidos en el ordenamiento jurídico comunitario». Si el Tribunal descarta por improcedente la cuestión de inconstitucionalidad que le fue presentada, también manifiesta «serias dudas» sobre la compatibilidad de la falta de efecto de la declaración de no validez en el acto o los actos objeto del litigio «con el contenido esencial del derecho a la protección jurisdiccional». Como puede verse, la hipótesis de un conflicto entre los principios fundamentales de la Constitución italiana y el Derecho comunitario Supra, nota 1. p. 144. La primada 149 no es tan teórica como parece al leer las sentencias Frontini y Granital, y existe el peligro de que el tribunal constitucional pretenda garantizar su control según los criterios propios del Derecho italiano, utilizados como correctivos de un sistema de protección jurisdiccional comunitario, que, sin embargo, se considera «amplio y eficaz». 120. El artículo 24 de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania dispone que «la Federación puede delegar por medio de una ley derechos soberanos en organismos interestatales». En su decisión de 18 de octubre de 1967, el tribunal constitucional declaró inadmisibles los recursos de amparo constitucional interpuestos por particulares contra disposiciones de reglamentos del Consejo y de la Comisión, por el motivo de que: «Los reglamentos del Consejo y de la Comisión son actos de un poder público particular, 'supranacional', creado por el Tratado, y claramente distinto del poder público de los Estados miembros». ' Asimismo, el Tribunal considera que no hay razón para completar o mejorar el sistema de protección jurisdiccional comunitario porque «ello conduciría a atenuar la línea de demarcación entre competencia jurisdiccional interna y competencia jurisdiccional supranacional y produciría una desigualdad en la protección jurídica de los Estados miembros». Es cierto que el Tribunal dejaba expresamente abierta la cuestión de las relaciones entre el sistema de los derechos fundamentales consagrados por la Ley Fundamental y la decisión por la que se transfieren derechos soberanos, en virtud del apartado 1 del artículo 24, es decir, en definitiva, la del control sobre la ley de aprobación del Tratado comunitario y de la legitimidad de un recurso distinto del recurso de amparo constitucional. No obstante, desde 1967 el artículo 24 aparecía en su jurisprudencia como la disposición que permitía la apertura del ordenamiento jurídico alemán al ordenamiento jurídico comunitario, y no como una disposición de interpretación restrictiva, tal como las jurisdicciones inferiores y una parte de la doctrina la habían concebido en un principio. La sentencia de 9 de junio de 1971 confirma esta orientación, que será examinada más adelante, cuando se analicen las relaciones del Derecho comunitario con la ley posterior. 2 Una resolución del tribunal constitucional de 29 de mayo de 1974 («Solange-Beschluß») constituye un retroceso en este proceso de evolución favorable. 3 El tribunal constitucional se reconocía competente 1 2 3 Europarecht, 1968, p. 34. Infra, apartado 129. EuGRZ, 1974, n° 1, p. 5; Europarecht, 1975, p. 150. 150 R elaciones con el Derecho nacional para examinar, por medio de un recurso incidental, ' la conformidad de los reglamentos comunitarios con las disposiciones de la ley fundamental relativas a los derechos fundamentales, en tanto no existiera a nivel comunitario un catálogo de derechos fundamentales de idéntico alcance que el de la ley fundamental y adoptado por una asamblea elegida por sufragio universal directo. Esta jurisprudencia desconocía tanto las exigencias de la primacía del Derecho comunita­ rio como la jurisprudencia del Tribunal de J usticia en materia de derechos fundamentales. Poco a poco, el tribunal constitucional se ha ido distanciando de esta desafortunada decisión. En una resolución de 25 de julio de 1979,2 el tribunal constitucional, ante el que el tribunal administrativo de Frankfurt había sometido una cuestión prejudicial, se consideró incompetente para interpretar las disposiciones del Tratado CEE (artículos 92 a 94) en un sentido diferente, aunque supuestamente más conforme con la Ley Fundamental, del que resultaba de una sentencia del Tribunal de J usticia sobre el mismo asunto. El tribunal constitu­ cional quiso precisar al final de su decisión que «dejaba abierta» la cuestión de si los principios establecidos en su resolución de 29 de mayo de 1974 seguían siendo válidos, y en qué medida, dada la evolución jurídica europea desarrollada entre tanto. Con ello el Tribunal se estaba refiriendo implícitamente a la elección directa del Parlamento Europeo, a la aprobación de la declaración de las instituciones, de 5 de abril de 1977, sobre el respeto de los derechos humanos3 y, sin duda, también a las reacciones que su resolución de 1974 había suscitado. Dos decisiones relativas a ciertos actos de la organización internacio­ nal Eurocontrol, de 23 de junio de 1981, marcan una nueva etapa en la evolución de la jurisprudencia del tribunal constitucional alemán, favorable al fenómeno de la cooperación y de la integración interna­ cional. 4 La alta jurisdicción determinó que, efectivamente, la delega­ ción de competencias en organizaciones intergubernamentales en virtud del apartado 1 del articulo 24 de la Ley Fundamental no es ilimitada, en particular por lo que se refiere al respeto de los derechos fundamentales, incluyéndose en ello la protección jurisdiccional que garantiza el apartado 4 del artículo 19 de dicha Ley. Sin embargo, ello no significa que toda organización en la que la República Federal de Alemania participe deba contar con un sistema de protección jurisdic­ cional semejante, en todo, al que existe respecto de los actos del poder público alemán. Fallar en otro sentido supondría ir en contra de la 1 2 3 4 El recurso se llama «incidental» ya que, al ser entablado por una jurisdicción, constituye un incidente con respecto al litigio principal. Β Verf GE de 25 de julio de 1979, Europarechl, 1980, p. 68, nota de H.P. Ipsen. Véase supra, apartado 92 bis. EuGR Z, 1982, pp. 1972 y ss., Β. Verf GE 58, p. 1; 59, p. 63. La primada 151 apertura de la Constitución a la cooperación internacional, crearía problemas en las relaciones con los demás Estados miembros e impediría prácticamente a la República Federal de Alemania celebrar acuerdos de creación de organizaciones internacionales en el sentido del artículo 24 de la Ley Fundamental. El espíritu que impregna esta importante decisión es muy diferente de la filosofía expresada en la sentencia «Solange­Beschluß». ' El paso decisivo se dio con la decisión de 22 de octubre de 1986.2 El tribunal constitucional declara que se abstendrá de ejercer su compe­ tencia de controlar la conformidad del Derecho comunitario derivado con los derechos fundamentales reconocidos por la Ley Fundamental alemana, siempre y cuando («Solange») las Comunidades Europeas, y particularmente la jurisprudencia del Tribunal, aseguren una protec­ ción eficaz de los derechos fundamentales en relación con los actos de la autoridad comunitaria. Esta decisión del tribunal, que se funda en un análisis tanto de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia como de las tomas de posición de las instituciones comunitarias en materia de derechos humanos, echa abajo la doctrina derivada de la resolución Solange­I, pero, al mismo tiempo, mantiene la posibilidad de interven­ ción del tribunal constitucional en el caso, puramente hipotético, de una disminución del nivel de garantía de los derechos fundamentales que ofrece el ordenamiento jurídico comunitario. En una decisión de 12 de mayo de 1989,3 el tribunal constitucional parece haber querido indicar los límites de su jurisprudencia, en relación con un asunto en el que una marca de cigarrillos pretendía obtener del tribunal una resolución dirigida a prohibir al Gobierno Federal que diera su consentimiento a una propuesta de directiva sobre etiquetado de envases de productos del tabaco. El tribunal constitucional rechazó esta pretensión. Sin embargo, precisó que el uso del margen de apreciación que deja la directiva al Gobierno Federal podrá ser objeto de control del respeto de los derechos fundamentales por parte del tribunal constitucional. El tribunal añade que: 1 2 3 Una interpretación muy «abierta» del artículo 24 aparece asimismo en la sentencia de 18 de diciembre 1984 («Pershing­Urteil»), EuGR Z, 1984, pp. 593 y ss., especialmente pp. 616 y 621. Véase asimismo una decisión en sala de tres jueces del tribunal constitucional, de 14 de febrero de 1983, que rechaza un recurso de amparo constitucional contra una decisión que se funda en el reglamento n° 543/69 del Consejo, de 25 de marzo de 1969. EuGR Z, 1983, pp. 361 y ss. Β Verf GE 73, p. 339, Hilf, M.: «Solange II: Wie lange noch Solange?», EuGR Z, 1987, pp. 1 y ss.; Rodríguez Iglesias, G.C., y Wölker, V.: «Derecho comunitario, derechos fundamentales y control de constitucionalidad», R ev. inst, eur., 1987, pp. 667 y ss. EuR , 1989, pp. 270 y ss., especialmente p. 273. 152 Relaciones con el Derecho nacional «En la medida ("Soweit") en que la directiva vulnere el modelo de derechos fundamentales del Derecho comunitario, el Tribunal de Justicia garantizará su protección jurisdiccional. »Si de este modo no se garantiza el nivel imperativo de protección de los derechos fundamentales en el sentido de la Constitución, se podrá recurrir al tribunal constitucional.» El tribunal constitucional manifiesta así su voluntad de garantizar su protección de conformidad con el modelo garantizado por el Derecho alemán ¿Hay que ver en esto, en lo que respecta a las directivas, un matiz importante en relación con la decisión de 1986? ¿El tribunal constitucional desea reservarse el derecho de juzgar, en cada caso, si la protección de los derechos fundamentales garantizada por el Tribunal de Justicia es satisfactoria en relación con el modelo del Derecho constitucional alemán? 121. Desde 1953, la Constitución danesa contiene un artículo, el 20, que dispone que «las competencias que, según la Constitución, corresponden a las autoridades del Reino podrán ser delegadas por ley, en una medida por determinar, en las autoridades interestatales que se creen en virtud de un acuerdo para promover el orden jurídico y la colaboración entre los Estados» (apartado 1). La ley de aprobación de un tratado de este tipo debe ser aprobada por las cinco sextas partes de los miembros de la Cámara. Si el proyecto no reúne más que la mayoría ordinaria, debe ser sometido a referéndum. Este último procedimiento fue utilizado en 1972. No existe una jurisprudencia significativa del tribunal supremo danés a propósito de esta disposición. No obstante, el 19 de junio de 1972, el tribunal de apelación declaró inadmisible la acción de un demandante (asunto Lars O. Grønborg/Primer ministro), que apelaba contra la decisión de aplicar el artículo 20 de la Constitución y exigía que se siguiera el procedimiento de revisión. 122. El 10 de mayo de 1972, la Constitución irlandesa fue modificada por un referéndum, que parece alejar toda posibilidad de conflicto entre Derecho comunitario y Constitución: «Ninguna disposición de la presente Constitución invalida las normas, actos o disposiciones adoptadas por el Estado, con objeto de hacer frente a sus obligaciones de miembro de la Comunidad, ni impide que las normas, actos o disposiciones adoptadas por la Comunidad o sus instituciones tengan fuerza de ley en el Estado». En opinión del tribunal supremo de Irlanda, esta disposición constitucional no era suficiente para que el Estado irlandés pudiera ratificar el Acta Única Europea sin proceder a una revisión de la Constitución. ' Véase decisión de 9 de abril de 1987, Raymond Crotty/An Taoiseach & Ors. La primada 153 El motivo de la decisión del tribunal supremo era el título III del Acta Única Europea, relativo a la Cooperación Política, debido al menoscabo que las disposiciones del mismo suponen para la independencia de la política exterior de Irlanda. En lugar de establecer una habilitación suficientemente amplia, que pudiera eliminar las dificultades que Irlanda encuentre con ocasión del desarrollo cualitativo de la integración europea, la disposición insertada en la subsección 3 de la sección 4 del articulo 29 de la Constitución, según el resultado del referéndum popular organizado el 26 de mayo de 1987, se limita a declarar que: «el Estado puede ratificar el Acta Única Europea...». 123. La situación constitucional francesa presenta un carácter particular. Como en los Estados del Benelux, las jurisdicciones francesas no tienen la posibilidad de controlar la constitucionalidad de los Tratados. En una sentencia de 3 de marzo de 1961, a propósito de un recurso contra el decreto de publicación del Tratado CEE, el Consejo de Estado reiteró que no le correspondía apreciar la regularidad del procedimiento utilizado para la ratificación de los Tratados internacionales. ' Como contrapartida, la Constitución de 1958 creó un consejo constitucional, al que pueden recurrir el presidente de la República, el primer ministro o el presidente de una u otra cámara y un cierto número de parlamentarios, con el fin de examinar si un compromiso internacional contiene una cláusula contraria a la Constitución. Si el Consejo declara que tal es el caso, la autorización de ratificar este compromiso no puede darse sin una revisión previa de la Constitución (artículo 54). Se trata, pues, exclusivamente de un control de tipo preventivo. El párrafo 15 del preámbulo de la Constitución de 27 de octubre de 1946 dispone que: «Siempre que haya reciprocidad, Francia consiente las limitaciones de soberanía necesarias para la organización y defensa de la paz». El preámbulo de la Constitución de 4 de octubre de 1958, por su parte, remite expresamente al de la Constitución de 1946. El consejo constitucional se ha pronunciado repetidas veces sobre la constitucionalidad de compromisos internacionales relativos a las Comunidades y posteriores a 1958. El 19 de junio de 1970, el consejo declaró la constitucionalidad de la decisión de 21 de abril de 1970, relativa a la sustitución de las contribuciones financieras de los Estados miembros por los recursos propios de las Comunidades, y del Tratado de 22 de abril de 1970, relativo a los poderes presupuestarios del Parlamento Europeo.2 Por Sentencia N. Gaimant/Estado francés, Colección Lebon, 1961, p. 154. JORF, de 21.6.1970; Juris-classeur périodique, 1970, II, 16 510. 154 Relaciones con el Derecho nacional lo que respecta al Tratado de Luxemburgo, el consejo basó su decisión en el hecho de que este instrumento se refiere al reparto de competencias entre los órganos de las Comunidades y no al equilibrio entre las Comunidades y los Estados miembros, y que las obligaciones suscritas lo son con la condición de reciprocidad. En esta última afirmación puede verse una referencia al párrafo 15 del preámbulo de la Constitución de 1946. Respecto de la decisión sobre los recursos propios, el consejo constitucional señaló que este acto forma parte de un conjunto de disposiciones adoptadas con objeto de ejecutar una política común; además, el Consejo declara que no han supuesto menoscabo de las condiciones fundamentales del ejercicio de la soberanía nacional. Como puede verse, esa decisión desdramatiza las cuestiones planteadas, minimizando el alcance de los actos en cuestión. El 30 de diciembre de 1976, al tener que decidir, a petición del presidente de la República, sobre la constitucionalidad del acta relativa a la elección del Parlamento Europeo por sufragio universal directo, el Consejo adoptó una actitud muy reservada en cuanto a la compatibilidad de la futura evolución de la integración europea con la Constitución francesa. Al declarar que la decisión del Consejo y el acta de 20 de septiembre de 1976 no contenían niguna cláusula contraria a la Constitución, el consejo constitucional recurrió a una distinción poco convincente entre limitaciones de soberanía, que serían admisibles, y transferencias de soberanía, que no estarían autorizadas. ' Cabría pensar que el consejo constitucional opina que, cuando son importantes, las transferencias de poderes en favor de una autoridad que tenga una autonomía real respecto de los Estados miembros exigen la reforma previa de la Constitución. En decisiones posteriores, de fecha 30 de diciembre de 1977,2 el consejo constitucional describió en términos exactos el efecto de los reglamentos comunitarios, de acuerdo con lo dispuesto en el párrafo 2 del artículo 189, de donde se desprende que «la fuerza obligatoria que se atribuye a las disposiciones de los mismos no está subordinada a la intervención de las autoridades de los Estados miembros, en particular del Parlamento francés; que la intervención de estas autoridades se limita a la adopción de las modalidades de aplicación, confiadas a su iniciativa por los reglamentos comunitarios». Por lo tanto, el Parlamento no tenía que intervenir en la determinación de la base y el tipo de la cotización a la producción de isoglucosa, prevista por el 1 2 Cahiers de droit européen, 1977, n° 4 p. 449. JORF de 31.12.1977. p. 6 385. La primada 155 reglamento n° 1111/77; únicamente le correspondía determinar las modalidades de recaudación no fijadas por el reglamento. Se trata, en este caso, de las «repercusiones del reparto de competencias realizado entre las instituciones comunitarias y las autoridades nacionales» resultantes de un Tratado, por lo que no existe contradicción con la Constitución. 124. En el Reino Unido, la European Communities Act de 1972 regula los problemas constitucionales que planteaba en este Estado la inserción de las disposiciones del Tratado y de los actos comunitarios en el Derecho interno. El apartado 1 se refiere a la aplicabilidad directa, el apartado 2 trata de solucionar el problema de los conflictos eventuales con una ley posterior, indicando un principio de interpretación favorable a las disposiciones de la European Communities Act, es decir, indirectamente al Derecho communitario mismo. 124 bis. La Constitución griega de 1975 contiene un artículo 28 cuyos apartados 2 y 3 enuncian las condiciones de fondo y de forma de acuerdo con las cuales Grecia puede reconocer competencias definidas en la Constitución a organizaciones internacionales y consentir limitaciones de su soberanía. Pero ello sin menoscabo «de los derechos humanos y de los fundamentos del régimen democrático». 125. El artículo 93 de la Constitución española de 1978 dispone que medíante ley orgánica se podrá autorizar la celebración de tratados por los que se atribuya a una organización o institución internacional el ejercicio de competencias derivadas de la Constitución. Este procedimiento se aplicó al Tratado de adhesión de 12 de junio de 1985. Entre las competencias que pueden ser atribuidas figuran las materias de la competencia de las Comunidades Autónomas en virtud de los estatutos de cada una de ellas. La cuestión de si se puede presentar un recurso al tribunal constitucional, en caso de que se alegue violación de los derechos humanos, sigue siendo controvertida. El apartado 3 del artículo 8 de la Constitución portuguesa, tal y como resulta de la ley constitucional n° 1/82, dispone que «las normas que emanan de los órganos competentes de las organizaciones internacionales de las que Portugal forma parte están en vigor directamente en ordenamiento interno, si así está expresamente establecido en los Tratados constitutivos de dichas organizaciones». La legitimidad de la atribución de competencias normativas a las instituciones internacionales queda así claramente reconocida. 156 Relaciones con el Derecho nacional b) Derecho comunitario y ley posterior 126. La influencia de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia en las jurisprudencias nacionales para solucionar el conflicto entre Derecho comunitario y ley posterior ha sido determinante. ' En todos los Estados miembros fundadores, la primacía del Derecho comunitario está reconocida en la actualidad por las más altas jurisdicciones. Sin detenernos aquí a describir la evolución seguida, señalaremos las decisiones más importantes, la mayoría de las cuales fueron pronunciadas entre 1970 y 1975. En numerosos casos, a la autoridad de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia se añade el ejemplo de los fallos emitidos en otros Estados miembros. En algunos de ellos el juez ha resuelto en favor de la primacía, no sólo el conflicto entre el Derecho comunitario y el Derecho nacional, sino también el problema, más clásico pero a menudo mal resuelto, de las relaciones entre Derecho internacional convencional y ley interna. 127. En algunos Estados, como los Países Bajos y Luxemburgo, donde, bien la Constitución (artículos 65 y siguientes de la Constitución neerlandesa, que pasó a ser el artículo 94 desde la reforma de 1983), o bien la jurisprudencia2 consagran la primacía del Derecho internacional sobre el Derecho interno, no se encuentra ninguna decisión de principio procedente de las jurisdicciones superiores relativa a la primacía del Derecho comunitario. El principio, en efecto, opera por sí mismo y puede comprobarse su aplicación implícita en numerosos fallos en jurisdicciones inferiores; en particular, con ocasión de cuestiones prejudiciales. 128. No ocurre lo mismo en Bélgica, donde una antigua jurisprudencia consideraba el Tratado como «equipolente a la ley» (es decir, de un mismo valor), y daba prioridad a la norma posterior. Ha hecho falta un esfuerzo doctrinal dirigido por los procureurs généraux (fiscales) de la Cour de cassation3 y la influencia de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia para acabar definitivamente con una tradición desfavorable tanto al Derecho internacional como al Derecho comunitario. El caso en cuestión era el siguiente: Bélgica, después de la entrada en vigor del tratado CEE, había introducido derechos especiales a la importación de productos lácteos, contraviniendo la regla «standstill» Para más detalles véase Mégret, J., op. cit., vol. 10, t. I, pp. 527 a 535. Tribunal Supremo de Justicia del G.D. de Luxemburgo, sentencia dcl 14 de julio de 1954, Chambre des Métiers/Pagani, J.T.. 1954, p. 694, con una nota de Pescatore, P. La evolución de la jurisprudencia hizo que renunciara a incluir una disposición a este respecto en la Constitución en 1956. Sucesivamente, los Sres. R. Hayoit de Termicourt y W. Ganshof van der Meersch. La primada 157 del artículo 12. ' El Tribunal de Justicia declaró que este acto constituía un incumplimiento de las obligaciones del Tratado. 2 Bélgica derogó los decretos que instauraban estos derechos, pero mediante una ley de 19 de marzo de 1968 los confirmó por lo que se refería al pasado. Una empresa recurrió con el fin de recuperar los derechos pagados, y el tribunal de primera instancia falló en contra. En cambio, la Cour d'appel de Bruselas admitió el recurso, señalando que la ley de 19 de marzo de 1968 no prohibía en este caso al juez la aplicación de la norma comunitaria. Basándose en las conclusiones del procureur général Sr. Ganshof van der Meersch, la Cour de cassation, ante la cual el Estado belga había recurrido contra la sentencia de la Cour d'appel, se pronunció de manera inequívoca en su sentencia Le Ski en favor de la primacía del Derecho internacional convencional y del Derecho comunitario: «Considerando que, cuando existe un conflicto entre una norma de Derecho interno y una norma de Derecho internacional que produce efectos directos en el ordenamiento jurídico interno, debe prevalecer la norma establecida por el Tratado; que la preeminencia de ésta resulta de la naturaleza misma del Derecho internacional convencional; »considerando que es así a fortiori cuando, como en este caso, el conflicto se produce entre una norma de Derecho interno y una norma de Derecho comunitario; que, en efecto, los Tratados que han creado el Derecho comunitario han establecido un nuevo ordenamiento jurídico, en favor del cual los Estados miembros han limitado el ejercicio de sus poderes soberanos en las esferas determinadas por los Tratados».3 Como puede verse, con algunos matices de terminología debidos a la preocupación por adaptar la motivación al vocabulario de la Constitución belga (en particular, los artículos 25 y 25 bis), la similitud con los términos utilizados por el Tribunal de Justicia en la sentencia Costa/ENEL es patente. Además, en este sentencia no puede a contrario fundarse ningún razonamiento desfavorable al Derecho internacional. Por el contrario, la Cour de cassation da argumentos suplementarios en favor de la supremacía del Derecho comunitario. Esta importante sentencia será expresamente citada en una decisión del tribunal supremo italiano 4 e inspirará las conclusiones del abo- Supra, sección 2. Sentencia de 13 de noviembre de 1964, asuntos acumulados 90 y 91/63, Comisión/Gran Ducado de Luxemburgo y Reino de Bélgica, Ree. 1964, pp. 1 216 y ss. Sentencia de 27 de mayo de 1971, asundo Fromageries Franco-Suisse «Le Ski», J.T., 1971, p. 471, junto con el dictamen del procureur général Ganshof van der Meersch, reproducido en la Rev. trim dr. eur., 1971, n° 2. Cas. dc 6 de octubre de 1972, Cahiers de droit européen, 1973, p. 591. 158 Relaciones con el Derecho nacional gado general del tribunal de París, ' así como les del procureur général ante la Cour de cassation de Francia,2 en un caso ciertamente similar, que será analizado más adelante. Numerosas decisiones, tanto de la Cour de cassation belga como de otras jurisdicciones inferiores, muestran que la solución del 27 de mayo de 1971 está, hoy día, definitivamente afianzada en el Derecho belga.3 129. Lo mismo ocurre en la República Federal de Alemania. Bastará referirse a los términos categóricos de la sentencia de 9 de junio de 1971 del tribunal constitucional, que describe el Derecho comunitario como un Derecho de rango superior a la ley ordinaria, a la que se superpone y hace retroceder («überlagern und verdangen»). Corresponde al juez ordinario encargado del litigio en su conjunto decidir el Derecho aplicable y, por lo tanto, reconocer la primacía que le corresponde al Derecho comunitario en cada caso concreto.4 La primacía ha quedado consagrada en varias decisiones tanto de jurisdicciones federales como de jurisdicciones inferiores. 130. En Italia, la jurisprudencia ha recorrido un largo camino desde la sentencia Costa/ENEL, de 7 de marzo de 1964, del tribunal constitucional, en la que éste, desde una óptica estrictamente dualista, consideró que no podía reconocérsele a la ley de ejecución del Tratado CEE una autoridad superior a la de una ley ordinaria.5 En una sentencia de 18-27 de diciembre de 1973, el tribunal constitucional reconoció de manera implícita, pero inequívoca, la primacía del reglamento sobre la ley posterior.6 Sin embargo, en una sentencia de fecha 22-30 de octubre de 1975, el mismo tribunal constitucional decidió que el conflicto entre una ley italiana y un reglamento comunitario planteaba un problema de constitucionalidad de dicha ley, por violación indirecta del artículo 11 de la Constitución, fundamento de la limitación de soberanía que 1 2 3 4 5 6 Conclusiones del abogado general Cabannes citadas en el J.T., 1973, p. 695. Conclusiones del procureur general Touffait, Dalloz, 1975, p. 497. Véanse las sentencias del Tribunal de Casación de 14 de enero de 1976. Pas., I, 538, y de 26 de septiembre de 1978, Pas., 1979, I, 127. Cabe señalar una excepción a propósito no del Derecho comunitario sino de un acuerdo bilateral entre Bélgica y Zaire. Se trata de la sentencia del Tribunal de Casación de 21 de abril de 1983, según la cual una ley podría obstaculizar la aplicación de un Tratado. Rev. crii. jur. belge, 1985, p. 22, nota de Waelbroeck, M. Otras sentencias posteriores han seguido expresamente la doctrina de la sentencia «Le Ski». Europarecht, 1972, p. 56. Foro italiano, 1964, I, col. 465. Foro italiano, 1974, I, col. 315. La primada 159 supone la adhesión a las Comunidades. Este problema debe ser sometido ante el tribunal constitucional por el juez encargado del litigio ante el que se haya solicitado la no aplicación de una ley formal, ' bien cuando ésta se limite se reproducir las disposiciones de un acto comunitario directamente aplicable o bien cuando exista un verdadero conflicto entre éste y la citada ley. Contra esta técnica empleada por el tribunal constitucional en varias sentencias, el Tribunal de Justicia de las Comunidades reaccionó con las sentencia Simmenthal, ya citada,2 considerado incompatible con «las exigencias inherentes a la naturaleza misma del Derecho comunitario» el hecho de reservar la solución del conflicto entre éste y una ley nacional posterior «a una autoridad distinta del juez llamado a asegurar la aplicación del Derecho comunitario, investida de un poder de apreciación propio, aun cuando el obstáculo que ello implica para la plena eficacia de este Derecho no fuera sino de orden temporal». El cualquier caso, se observa que el tribunal constitucional no ponía en tela de juicio la primacía como tal. Incluso, en cierto modo, la reforzaba con una sanción drástica: la declaración de inconstitucionalidad, cuyo efecto es el de suprimir en la práctica tanto en el pasado como en el futuro las consecuencias de la ley recurrida. El tribunal constitucional se atuvo a la jurisprudencia Simmenthal del Tribunal de Justicia en la sentencia Granital, de 8 de junio de 1984,3 en la que declara que el juez italiano, por su propia autoridad, y por tanto sin remisión al tribunal constitucional, puede rechazar una ley nacional contraria al Derecho comunitario directamente aplicable. No obstante, el tribunal introduce dos reservas. La primera, que aparecía ya en su sentencia antes citada de fecha 18-27 de diciembre de 1973, consiste en prever que su propio control quede asegurado en el caso de que el Tribunal de Justicia diese a una disposición de Derecho comunitario una interpretación contraria a los principios básicos del sistema jurídico italiano o a los derechos fundamentales. La segunda se refiere a la hipótesis de un conflicto manifiesto entre una ley italiana y el Derecho comunitario. El tribunal constitucional deberá pronunciarse igualmente si una disposición de Derecho interno tuviese por objeto impedir o perturbar el continuo respeto del Tratado en lo que respecta al sistema comunitario y al núcleo fundamental de sus principios. Aun cuando, desde el punto de vista de la doctrina de la primacía, el alcance de estas reservas dista de ser insignificante, no hay 2 3 Foro italiano, 1975, I, col. 2 661. Considerando 23. SpA Granital/Amministrazione delle Finanze dello Stato, // Foro italiano, 1984, 2 063, nota de A. Tizzano; 21 OML Rev (1984), pp. 756/772, nota de G. Gaja. 160 Relaciones con el Derecho nacional que sobreestimar su importancia. ' Con su sentencia Granital, el tribunal constitucional italiano dio un paso difícil y decisivo. 131. En Francia, un asunto —conocido como el de los Cafés Jacques Vabre— muy parecido al que tuvo que resolver la Cour de cassation de Bélgica, permitió al Tribunal homólogo francés pronunciarse sobre la primacía del Derecho comunitario. Un fabricante francés de café soluble había pagado un impuesto más elevado sobre un extracto de café procedente de los Países Bajos que sobre el café verde importado directamente en Francia. Esta discriminación era contraria al artículo 95 del Tratado. 2 La empresa entabló un recurso con el fin de recuperar los impuestos pagados indebidamente. El tribunal de primera instancia y el tribunal de París, sucesivamente, dieron la razón al demandante, basándose en la primacía del Tratado sobre la ley interna, que consagra el artículo 55 de la Constitución. 3 Reunidos en sala «mixta», es decir, en una formación presidida por el primer presidente, incluyendo una representación de todas las salas del Tribunal, y sobre la base de las conclusiones de su procureur général Sr. Touffait, la Cour de cassation desestimo el recurso de la dirección general de aduanas, declarando que: «el Tratado de 25 de marzo de 1957, que, en virtud del artículo antes citado de la Constitución, posee una autoridad superior a la de las leyes, establece un ordenamiento jurídico proprio, integrado en el de los Estados miembros; en razón de esta especificidad, el ordenamiento jurídico que dicho Tratado crea es directamente aplicable a los súbditos de estos Estados y se impone a sus jurisdicciones; por lo tanto, el Tribunal de apelación decidió, con toda razón y sin excederse en sus poderes, que el artículo 95 del Tratado debía aplicarse en este caso, con 1 2 3 A este respecto, es de esperar que no haya que considerar como una decisión de principio, en franco retroceso respecto de la jurisprudencia «Granital», sino más bien como un lamentable «incidente» —véase, a este propósito. Sgarbanti, G.: «Corte costituzionale e Corte du giustizia: un dissidio sanato?» Riv. dir. agrario, 1987, pp. 293 y ss., especialmente p. 321— la sentencia del Tribunal constitucional n° 286 de fecha 19-23 de diciembre de 1986, Gazzetta Ufficiale, prima serie speciale, n" 61, 31.12.1986, pp. 35 y 36, por la que el Tribunal se reconoce competente para decidir en cl pretendido conflicto —que. por otro lado, desestimó en cuanto al fondo— entre el Derecho comunitario y una ley por la que se establecía un impuesto sobre el tabaco procedente de los Estados miembros de la Comunidad, que el Tribunal de apelación de Nápoles había estimado contraria a las normas del Tratado (artículos 7, 12, 37 y 95). El tribunal constitucional examinó las cuestiones que le habían sido sometidas por considerar que estaba en causa la violación de un «principio fundamental» de la Comunidad, en este caso, el de desarrollo armonioso de las actividades económicas en el ambito del Tratado mediante el establecimiento de un mercado común y la progresiva aproximación de la políticas de los Estados miembros. Supra, capítulo III, sección 1. «Los Tratados o acuerdos regularmente ratificados o aprobados tienen, desde el momento de su publicación, una autoridad superior a la de las leyes, siempre que, por lo que respecta a cada acuerdo o Tratado, la otra parte también lo aplique.» La primada 161 exclusión del artículo 265 del código de aduanas, aunque este último texto fuera posterior». ' La doctrina no se muestra de acuerdo en la interpretación de este sentencia. ¿Cuál es, en definitiva, el fundamento de la primacía?, ¿el artículo 55 de la Constitución o bien la especificidad reconocida al ordenamiento jurídico comunitario? No es éste el lugar para resolver esta controversia. Lo que importa es la consagración solemne de la primacía del Derecho comunitario sobre la ley posterior por la más alta jurisdicción francesa. El consejo constitucional había abierto el camino con su decisión de 15 de enero de 1975, relativa a la ley sobre la interrupción voluntaria del embarazo, al declararse incompetente para garantizar el respeto del principio de la autoridad superior de los Tratados en el marco de un proceso de control de la constitucionalidad de una ley. 2 El procureur général Touffait vio en esta decisión un estímulo a los jueces y tribunales para poner en práctica la primacía. Poco después de la sentencia Jacques Vabre, la Cour de cassation rechazó la aplicación de ciertas disposiciones del código rural, es verdad que anteriores, en favor de la aplicación del artículo 52 del Tratado, fundándose exclusivamente en el carácter directamente aplicable de esta disposición y no en el artículo 55 de la Constitución. 3 Por el contrario, el Consejo de Estado ha mantenido durante mucho tiempo una actitud contraria a la primacía sobre la ley posterior. Formulada en la sentencia dictada en el asunto conocido como de las «Sémolas»,4 esta jurisprudencia se ha visto confirmada en las sentencias relativas al contencioso de las dos primeras elecciones del Parlamento por sufragio universal directo. 5 Según la alta jurisdicción, reconocer la primacía del Tratado sobre una ley posterior equivale a controlar la constitucionalidad de dicha ley, lo que tradicionalmente está prohibido tanto al juez administrativo francés como al juez ordinario. 6 1 2 3 4 5 6 Sentencia de 24 de mayo de 1975, Administration des douanes/Sociétés «Cafés Jacques Vabre et J. Weigel», Cahiers de droit européen, 1975, p. 631. Cahiers de droit européen, 1975, pp. 606 y ss. Sentencia de 15 de diciembre de 1975, Bouhaben von Kempis, Cahiers de droit européen, 1976, pp. 455 y ss., con la nota de J. Mertens de Wilmars. Sentencia de 1 de marzo de 1968, Dalloz, 1968, p. 285, Rev. trim dr. eur., 1968, p. 388, con las conclusiones de la Sra. Questiaux y la nota de la Sra. ConstantinidèsMégret. Véase CE, Asamblea, 22 de octubre de 1979, Union démocratique du Travail, AJDA, 20 de enero de 1980, pp. 39 y 40 y Asamblea, 23 de noviembre de 1984. Roujansky et autres, AJDA, 20 de abril de 1985, pp. 223 y 224. Sobre esta jurisprudencia, véase Genevois, B.: «Le Conseil d'État et l'ordre juridique communautaire», Études et Documents, 1979-1980, n° 31, pp. 73 a 95. Véase, asimismo, «Droit communautaire et droit français». Étude du Conseil d'État, Notes de Études documentaires, n" 4 679-4 681, Paris. 16 de scpiembre de 1982. 162 Relaciones con el Derecho nacional En una decisión reciente, el consejo constitucional, al pronunciarse sobre la regularidad de la elección de diputados a la Asamblea Nacional, defendió la tesis contraria a la del Consejo de Estado. ' Recordando que, al pronunciarse como juez electoral, no le corresponde apreciar la constitucionalidad de una ley, el consejo confrontó las disposiciones de la ley n° 86-825, de 11 de julio de 1986, por las que se establece el sistema de escruntinio para la elección de diputados a la Asamblea Nacional, con el protocolo n° 1 adicional del Convenio europeo de derechos humanos. El consejo constitucional se refiere expresamente al artículo 55 de la Constitución. Con anterioridad ya había decidido que el cumplimiento de la norma promulgada en dicho artículo se impone incluso en caso de silencio de la ley, y que corresponde a los diversos órganos del Estado velar por al aplicación de los convenios internacionales en el marco de sus respectivas competencias. 2 El Consejo podría oponerse a una ley que violase expresamente el principio de primacía. El Consejo de Estado, en una sentencia de 20 de octubre de 1989, ha abandonado su doctrina tradicional y reconocido la primacía del Tratado internacional sobre la ley, incluso posterior. Es verdad que esta sentencia asimila el Tratado CEE a un Tratado ordinario, y el fundamento de la primacía no es el que indica la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, pero se ha avanzado considerablemente. 3 132. El análisis de la jurisprudencia de los tribunales supremos de los seis Estados miembros fundadores muestra a la vez el camino recorrido bajo la influencia de la doctrina elaborada por el Tribunal de Justicia y la convergencia de las soluciones aportadas al problema de las relaciones entre Derecho comunitario y Derecho nacional. Si comparamos la situación actual con la de finales de los años sesenta, no se puede menos que admirar la nítida evolución de una cuestión indiscutiblemente delicada. Los progresos realizados permiten entrever con optimismo la respuesta que han de dar las jurisdicciones de los Estados que se han adherido en 1973, 1981 y en 1986, cuando se enfrenten con un verdadero conflicto, es decir, uno que no pueda resolverse por los procedimientos de interpretación clásicos. Hasta el momento, ni en Irlanda ni en Dinamarca se ha producido este tipo de conflicto ante las jurisdicciones. En el Reino Unido, las afirmaciones debidas a la pluma de Lord Denning, M.R., que aparecen en dos sentencias de la Court of Appeal, según las cuales el Tratado tiene la misma fuerza que la ley («it is equal in force to any 1 2 3 Decisión 88-1082/1117 de 21 de octubre de 1988, AJDA, 1989, p. 128, con la nota de P. Wachsmann. Decisión 86-210 DC de 3 de septiembre de 1986, JORF. 5, 9.1986, p. 10 790. Véase AJDA, 20 de diciembre de 1989, pp. 788 y ss., con la nota de D. Simon. La primada 163 statute»), ' o el hecho de que el Parlamento haya declarado que hay que atenerse a los principios consagrados por el Tribunal de Justicia europeo (véase la sección 3 [1] de la European Communities Act, 1972), especialmente al de la primacía del Derecho comunitario («[...] our Parliament enacted that we should abide by those principles laid down by the European Court: see section 3 [1] of the European Communities Act, 1972 [...] The second is the principle of 'the supremacy of Community law'»),2 no parecen sellar de manera definitiva la suerte que puede correr el Derecho comunitario. En la sentencia Macarthys Ltd/Smith, la Court of Appeal ha reconocido la primacía del artículo 119 del Tratado CEE sobre la Equal Pay Act, anterior al Tratado, y sobre la Sex Discrimination Act, posterior al mismo.3 Sin embargo, en esta misma sentencia se dice: «Si algún día el Parlamento adoptase deliberadamente una ley con la intención de rechazar el Tratado o cualquier disposición del mismo, o de actuar intencionadamente en contra de dicho Tratado, y lo dijera en términos explícitos, en ese caso yo consideraría que el deber de nuestros tribunales sería obedecer la ley». Una idea similar ha sido formulada por la Cámara de los Lores.4 El apartado 1 del artículo 28 de la Constitución griega es análogo al artículo 55 de la Constitución francesa, con un matiz diferencial importante, puesto que la primacía se extiende a las normas de Derecho internacional general. Por lo tanto, puede pensarse que el juez griego no dudaría en hacer prevalecer el Derecho comunitario sobre una ley incluso posterior, sea cual fuere el fundamento en que basara la primacía. El apartado 1 del artículo 96 de la Constitución española de 1978 dispone que «los tratados internacionales válidamente celebrados, una vez publicados oficialmente en España, formarán parte del ordenamiento interno. Sus disposiciones sólo podrán ser derogadas, modificadas o suspendías en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo con las normas generales del Derecho internacional». De esta disposición, así como del apartado 1 del artículo 5 del Código Civil, modificado por decreto de 31 de mayo de 1974, se deduce generalmente la primacía de los tratados internacionales con respecto a la ley. Por lo tanto, los argumentos basados en la jurisprudencia del Tribunal encuentran un apoyo suplementario en el Derecho interno español. 1 2 3 4 Application des gaz SA/Falks Veritas Ltd, All England Law Reports, 1974, pp. 51 y ss., y H.P. Bulmer Ltd y otros J. Bollinger SA y otros ibidem, pp. 1 226 y ss. Court of Appeal, 27 de abril de 1978, Shields/E. Coambes (Holding) Ltd, Weekly Law Reports, 1978, pp. 1 408 y ss., especiamente 1 413 y ss. Court of Appeal, 19 de julio de 1979, Macarthys/Smith, 3 All England Law Reports, 325. Garland British Rail Engineering Ltd, CML Rep., 1982, p. 174. 164 Relaciones con el Derecho nacional En Portugal, la mayor parte de la doctrina se pronuncia en favor de la primacía del Derecho internacional convencional y, a fortiori, del Derecho comunitario. Según varios autores, la primacía del Derecho convencional se basa en el apartado 2 del artículo 8 de la Constitución de 1976, según el cual «las normas de los acuerdos internacionales regularmente ratificados o aprobados entran en vigor en el ordenamiento interno una vez que hayan sido utilizados oficialmente y en la medida en que vinculan internacionalmente al Estado portugués». De este último pasaje se deduce la necesaria primacía del Tratado en el ordenamiento interno. Por lo que se refiere al Derecho comunitario, el nuevo apartado 3 ' del artículo 8 podrá servir de «palanca de integración» en Portugal de manera semejante a las disposiciones equivalentes de las otras Constituciones, ya que supone que el efecto reivindicado por el Derecho comunitario se le reconoce plenamente, en virtud de su propia naturaleza, en el ordenamiento jurídico portugués. La falta de precisión de la disposición constitucional, en todo caso, puede facilitar una solución de este tipo.2 c) Conclusión sobre la primacía La primacía es una exigencia fundamental de todo ordenamiento de integración. Reconocer una eficacia cualquiera a una manifestación de voluntad de la autoridad nacional, que fuera contraria a las normas comunes, sería comprometer toda la construcción deseada por los Estados autores de los Tratados. Esta actitud menoscabaría la confianza mutua, destruyendo así las oportunidades de progreso del proceso comunitario. Al comprenderlo así, los jueces de la Comunidad han rechazado razonamientos y jurisprudencias que parecían sólidas, pero que no se adaptaban a las nuevas realidades. El examen de las jurisprudencias nacionales, no obstante, pone de manifiesto que, cuando se comparan éstas con la doctrina del Tribunal de Justicia, siguen existiendo algunos problemas. No está garantizada la primacía absoluta sobre las Constituciones. El fenómeno es particularmente evidente en los países en los que existe control de constitucionalidad de las leyes. La hipótesis de un verdadero conflicto se considera extemadamente remota y generalmente prevalecen las interpretaciones favorables al Derecho comunitario. El fundamento de la primacía de éste sobre la ley nacional parece a veces incierto y en algunos casos, aunque cada vez más aislados, la primacía sigue alimentando la polémica. Tal situación resulta del carácter incompleto 1 2 Véase supra, apartado 125. Véase la puntualización de Caseiro Alves, J.M.: «Sobre o possível "efeito directo" das directivas comunitárias», Revista de direito e economia, 1983, p. 211, nota 35. La aplicación del Derecho comunitario 165 de la construcción comunitaria, que sólo podrá afirmarse si evoluciona hacia una forma de organización más constitucional. No obstante, desde ahora puede afirmarse que la primacía constituye uno de los logros más importantes del ordenamiento jurídico comunitario, que ha calado de manera muy notable en las jurisprudencias nacionales. Sección 3. La aplicación del Derecho comunitario 133. Los problemas abordados en esta sección se refieren a la aplicación de las normas de Derecho comunitario y a la aportación por parte de los Estados miembros de las medidas de ejecución que estas normas exigen, que, llegado el caso, pueden ser de carácter normativo. Así pues, se trata a la vez de determinar en qué nivel —nacional o comunitario— debe producirse la aplicación de las normarmas comunitarias a los casos particulares y de examinar cómo deben cumplir los Estados las obligaciones que se derivan del Derecho comunitario, y, por último, de definir las reglas que permiten determinar a qué poder del Estado le corresponde dicha tarea. 134. El problema de la administración y de la ejecución del Derecho comunitario se asemeja al de todo Estado federal que se haya constituido a partir de Estados preexistentes, dotados de órganos administrativos. La experiencia muestra que no existe una solución única para todos los Estados federales e, incluso, que dentro de éstos coexisten varios sistemas. En Estados Unidos, la autoridad federal ostenta el conjunto de competencias legislativas y administrativas en materias que le han sido atribuidas. Ello no ha impedido que, a causa del incremento de las responsabilidades del poder público después del «New Deal», se recurra cada vez con mayor frecuencia al legislador y al aparato administrativo de los Estados en el marco del sistema conocido como «Cooperative Federalism». En el Derecho suizo, se pueden distinguir tres situaciones: a) en algunas materias, la legislación y la administración están estrechamente atribuidas por la Constitución al Bund; b) en la mayoría de los casos, la Constitución ofrece al legislador del Bund la posibilidad de elegir entre la federación o los cantones al confiar la ejecución de la ley; c) en determinadas materias, la ejecución de las leyes federales está atribuida a los cantones. 166 Relaciones con el Derecho nacional En la República Federal, las competencias legislativa y administrativa del Estado central están claramente diferenciadas. El artículo 83 de la ley fundamental prevé que la competencia de ejecución de las leyes federales corresponde a los Länder, salvo disposición contraria de la Grundgesetz (Ley Fundamental). Hay que distinguir entre: a) ejecución por los Estados, como tarea propia (artículos 83 y 84); b) ejecución por los Estados, por mandato y delegación de la federación (artículos 85, 108 y 120a); c) ejecución por el Bund, bien a través de su propia administración (artículos 86 y 90), bien por medio de instituciones descentralizadas u organismos de Derecho público (artículos 86 y 87). 135. Los Tratados comunitarios no contienen declaraciones unívocas en esta materia. Sin duda alguna, el Tratado CECA crea la Alta Autoridad como un órgano político y administrativo a la vez, cuya misión consiste en administrar directamente el mercado común del carbón y del acero por medio de intervenciones de carácter económico, financiero y administrativo. Pero la Alta Autoridad puede solicitar y, si fuera necesario, requerir la asistencia de los Estados miembros; por ejemplo, el Tribunal legitimó el recurso a las autoridades nacionales para la expedición de los certificados necesarios para conseguir los pagos de perecuación de la chatarra, puesto que estas autoridades «eran las más idóneas para efectuar las verificaciones necesarias». ' Debido a la importancia de las competencias de la Alta Autoridad, el artículo 5 del Tratado CECA dispone que «la Comunidad cumplirá su misión, en las condiciones previstas en el presente Tratado, mediante intervenciones limitadas», y el último párrafo de este mismo artículo establece que «las instituciones de la Comunidad ejercerán estas actividades con un aparato administrativo reducido, en estrecha cooperación con los interesados». El artículo 57 prevé, por lo que a la producción se refiere, que «la Alta Autoridad recurrirá preferentemente a los medios indirectos de acción que estén a su disposición». En estas normas se ha querido ver la expresión de un principio federal que da preferencia, en la Comunidad, a la colaboración de los Estados miembros sobre la acción directa. Sea como fuere, es precio señalar que no existe, en el Tratado CEE, disposición comparable a los artículos 5 y 57, ya citados, del Tratado CECA. Por el contrario, en el Tratado CEE se encuentran indicaciones específicas a favor de la administración directa del Derecho comunitario por la Comunidad. Así, el apartado 3 del artículo 40 prevé organizaciones comunes de mercados agrícolas, que habrían Sentencia de 17 de diciembre de 1959, asunto 23/59, Fcram/H.A., Ree. 1959. p. 517. La aplicación del Derecho comunitario 167 podido convertirse en verdaderas agencias europeas por productos, tal y como la Comisión había propuesto en el primer plan Mansholt. En materia de competencia, el artículo 88 reconoce a los Estados miembros una competencia, únicamente transitoria, para la aplicación de las normas relativas a los acuerdos, decisiones y prácticas concertadas y a la explotación abusiva de posición dominante. El artículo 213 permite a la Comisión, en las condiciones determiadas por el Consejo, el ejercicio de un verdadero poder de información directo. Razones de hecho y presiones políticas han determinado la opción entre administración directa y atribución de tareas administrativas a los Estados miembros. El articulo 5 del Tratado CEE les impone el deber de llevar a cabo esta misión. Si ciertos actos, como la directiva, exigen, por su propia naturaleza, complementos normativos por parte de los Estados miembros, la utilización del procedimiento de la administración indirecta, por su parte, ha dado lugar también a la intervención de las instancias legislativas y reglamentarias nacionales en la determinación de las autoridades responsables, las reglas de procedimiento que no resultan de los actos comunitarios y los mecanismos de sanción. Indudablemente, existe un vínculo entre administración indirecta y aportación, por parte de los Estados, de medidas de ejecución de las disposiciones aprobadas por las instituciones. El proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea, el cual confiere a la Comisión el poder de aprobar los reglamentos de aplicación de las leyes y de adoptar las decisiones de ejecución necesarias (artículo 28), afirma, por primera vez en un tratado, el principio de la administración indirecta o descentralizada del Derecho de la Unión. Según el artículo 42, «sin perjuicio de las competencias atribuidas a la Comisión, la aplicación de este Derecho quedará asegurada por las autoridades de los Estados miembros». La disposición añade que «una ley orgánica determinará las modalidades según las cuales la Comisión cuidará de esta aplicación», facilitando así a esta institución los más amplios mecanismos de intervención para evitar que la descentralización de la ejecución no ponga en peligro la uniformidad de la norma. Este principio debe relacionarse con la preferencia que el proyecto de Tratado manifiesta por la ley marco. El apartado 1 del artículo 34 del proyecto dispone que «la ley fija las reglas que se aplican a la acción común. En lo posible se limitará a determinar los principios fundamentales que rigen la acción común y dejará a las autoridades encargadas de su ejecución, dependientes de la Unión o de los Estados miembros, el cuidado de precisar las modalidades de aplicación». Tanto en el principio de subsidiariedad —según el cual la 168 Relaciones con el Derecho nacional Unión sólo intervendrá para realizar aquellas funciones que puedan ser emprendidas de manera más eficaz en común que por los Estados miembros separadamente (apartado 2 del artículo 12)— como en el de aplicación diferenciada de la ley para tener en cuenta la situación específica de algunos de sus destinatarios (artículo 35), hay que ver la voluntad de los autores del proyecto de evitar una centralización excesiva en beneficio de las instituciones comunes y de mantener una cierta diversidad dentro de la Unión. El Acta Única Europea no enuncia ningún principio general referente al papel de las instituciones y de los Estados miembros en la aplicación del Derecho comunitario. Como hemos visto, se limita a reforzar el poder de la Comisión como órgano de ejecución. ' El principio de subsidiariedad de la acción de la Comunidad sólo se menciona en el título VII relativo al medio ambiente. El artículo 130 R precisa en su apartado 4 que «la Comunidad actuará, en los asuntos de medio ambiente, en la medida en que los objetivos contemplados en el apartado 1 puedan concebirse en mejores condiciones en el plano comunitario que en el de los Estados miembros considerados aisladamentee». El alcance —jurídico o político— de este principio es objeto de controversia. Puesto que nuestro objetivo es describir las normas aplicables en virtud de los actuales Tratados, examinaremos sucesivamente el régimen de administración directa y el recurso a los Estados miembros en la aplicación del Derecho comunitario. a) Administración directa o centralizada 136. La administración directa, que pone en contacto a las instituciones y los particulares, sigue siendo la excepción en el sistema del Tratado CEE. El ejemplo más significativo es la aplicación de las normas de competencia. El propio Tratado es claro a este respecto: el artículo 87 prevé, en su apartado 2, la imposición de multas y multas coercitivas [letra a)], así como la definición de las funciones de la Comisión y del Tribunal en la aplicación de las disposiciones de los artículos 85 y 86 [letra d)]. Las políticas comunes hubieran podido dar lugar a un régimen de administración directa, pero ya hemos apuntado que la solución de crear agencias europeas para cada producto, bajo la responsabilidad de la Comisión, no fue la adoptada en los primeros reglamentos en materia de política agrícola común. Véase supra, apartado 20. La aplicación del Derecho comunitario 169 Sin embargo, a menudo la Comisión adopta, con ayuda de los comités de gestión, ' disposiciones para regular casos concretos, que en Dere­ cho interno equivaldrían a decretos ministeriales. La intervención del Estado miembro al que se dirigen estas decisiones es puramente formal. Por ello, el Tribunal de Justicia, con motivo de un recurso de anulación contra tales actos, consideró que éstos afectaban «directa e individualmente» a las empresas demandantes y admitió el recurso, aunque, en principio, los particulares no pueden actuar en contra de los reglamentos. Nos limitaremos a dar un ejemplo que no atañe a la política agrícola pero que ayuda a comprender el alcance de estos actos, sin entrar en una descripción de los hechos, que sería necesaria­ mente compleja. Una decisión de la Comisión había autorizado al Gobierno alemán a excluir del trato comunitario los champiñones originarios de China y puestos en libre prática —es decir, circulando libremente— en los países del Benelux. Esta autorización se refería, igualmente, a aquellas importaciones cuyas peticiones de licencia se hubieran presentado «efectivamente y en buena y debida forma ante la administración alemana». El Tribunal puso de relieve que el número y la identidad de los importadores eran determinados y podían ser comprobados con anterioridad a la adopción de la decisión por la Comisión, la cual estaba en condiciones de saber quién se vería afectado por dicha decisión.2 Podríamos citar otros asuntos relativos al régimen de importación de manzanas de mesa o a la «fijación previa» (es decir, la elección, a efectos de la restitución —o exacción reguladora— del tipo que esté vigente en la fecha de la solicitud del certificado de exportación o importación, según los casos) en materia de restituciones a la expor­ tación de cereales, que ponen de relieve el vínculo directo existente entre la decisión comunitaria y la situación de algunas empresas nacionales. El vínculo entre las empresas y la Comunidad se pone nuevamente de manifiesto cuando ésta financia proyectos individuales, como ocurre con las intervenciones del Fondo Europeo de Orientación y de Garantía Agrícola (FEOGA) o con otros fondos administrados por la Comisión. 137. Sin embargo, a propósito de la ejecución de las políticas comunes, convendría hablar, más bien, de «administración mixta» del Derecho comunitario. En efecto, el Consejo y con mayor frecuencia la Comisión, sola o ayudada por comités, son quienes aprueban las nor­ 1 2 Capítulo I, sección 2. Sentencia de 23 de noviembre de 1971, asunto 62/70, Bock, Ree. 1971, pp. 897­911, según el resumen presentado por Vandersanden, G., y Barav, Α.: Contentieux communautaire, Bruselas, 1977, p. 167. 170 Relaciones con el Derecho nacional mas de ejecución de los reglamentos de base; pero, en definitiva, son los Estados quienes están encargados de la aplicación material de las normas a los interesados: los Estados son los instrumentos de aplicación de una normativa cuya aprobación se realiza, hasta los más mínimos detalles, a nivel comunitario. La insuficiencia de la infraestructura administrativa de la Comunidad, por un lado, y la ausencia de medios coercitivos, por otro, hacen indispensable la colaboración de los Estados en este proceso. 138. La Comisión es la institución que, por vocación, asegura la aplicación de las normas comunes a nivel comunitario. El artículo 155 del Tratado CEE así lo indica, al disponer que la Comisión «velará por la aplicación de las disposiciones del presente Tratado, así como de las disposiciones adoptadas por las instituciones en virtud de este mismo Tratado» (primer guión), y «ejercerá las competencias que el Consejo le atribuye para la ejecución de las normas por él establecidas» (cuarto guión). El alcance de estas normas no es conferir a la Comisión un monopolio en lo que se refiere a la aplicación centralizada del Derecho comunitario. Sin embargo, reflejan la inaptitud fundamental del Consejo, institución intermitente y compuesta por miembros de los gobiernos nacionales, para asegurar el ejercicio de la gestión. Ya hemos visto anteriormente que el Acta Única Europea confirma y precisa los principios aplicables en la materia, al completar el artículo 145 del Tratado. 1 El artículo 121, que prevé la posibilidad de que el Consejo atribuya a la Comisión funciones relacionadas con la aplicación de medidas comunes en materia social, especialmente en lo que respecta a la seguridad social de los trabajadores migrantes, es otro ejemplo concreto que va en la misma dirección. Pueden citarse también el artículo 213, ya mencionado, en materia de información y, asimismo, el artículo 205, que, a título exclusivo esta vez, encarga a la Comisión la ejecución del presupuesto, de conformidad con las disposiciones del reglamento financiero, bajo su propia responsabilidad y dentro del limite de los créditos autorizados. Sin embargo, hay que señalar que, en diversas ocasiones, el Consejo ha intentado ampliar el control que él lleva a cabo del ejercicio, por la Comisión, de esta función de gestión del presupuesto. El Parlamento se ha alzado contra estas pretensiones y la Comisión ha manifestado su preferencia por la fórmula de los comités puramente consultivos en esta materia, basándose en que no ejerce su competencia en virtud de una atribución del Consejo, en el sentido de los artículos 145 y 155, sino en virtud del propio Tratado. Véase supra, apartado 20. La aplicación del Derecho comunitario 171 Una fórmula original es la adoptada en el reglamento n° 442/81 del Consejo, de 17 de febrero de 1981, relativo a la ayuda financiera y técnica en favor de los países en vías de desarrollo no asociados, ' basado en el artículo 235. Un comité de ayuda a los países en vías de desarrollo no asociados debe emitir su dictamen sobre los proyectos de decisión de financiación presentados por la Comisión. A falta de un dictamen favorable del comité, la Comisión puede recurrir al Consejo, en cuyo caso éste decide por mayoría cualificada en un plazo no superior a dos meses. Si el Consejo aprueba el proyecto, la Comisión adopta decisiones que son inmediatamente aplicables. Si el Consejo, tras haber deliberado, no toma una solución por mayoría cualificada en el plazo de dos meses, la Comisión puede presentar un nuevo proyecto de decisión de financiación al comité, informando de ello a la Asamblea. Recientemente, la Comisión ha planteado ante el Tribunal el problema de la relación entre las competencias atribuidas en virtud del artículo 145 y la ejecución del presupuesto con arreglo al artículo 205. El asunto es el 16/88 y se refiere a la utilización del procedimiento del comité de gestión en el ejercicio del poder de decisión de la Comisión en la ejecución de programas de investigación en el sector de la pesca. El Tribunal dictó sentencia en este asunto el 24 de octubre de 1989, declarando que el Consejo podía atribuir competencias de ejecución, con arreglo al tercer guión del artículo 145, incluso cuando estas competencias implicaran la facultad de adoptar actos de alcance individual con implicaciones financieras. Por consiguiente, el procedimiento del comité de gestión podría aplicarse a este tipo de decisiones sin contravenir el artículo 205. 139. Desde la adopción de los primeros reglamentos en materia de política agrícola común, algunos Estados miembros estudiaron la posibilidad de confiar tareas de ejecución a órganos no previstos por el Tratado. La denominación de comités de «gestión» recuerda la sugerencia que se hizo en su día de constituir órganos mixtos, compuestos por representantes de las administraciones nacionales y de la Comisión para gestionar las organizaciones de mercados. Esta tentativa fracasó al chocar con objeciones de orden jurídico, basadas en la jurisprudencia del Tribunal de Justicia relativa al Tratado CECA. En efecto, en sus célebres sentencias Meroni, el Tribunal consideró que la delegación de poderes discrecionales en autoridades diferentes DO L48 de 21.2.1981, p. 8. 172 Relaciones con el Derecho nacional de las establecidas por el Tratado iba en contra del equilibrio de poderes característico de la estructura institucional de la Comunidad. ' Esta jurisprudencia relativa al Tratado CECA ha sido considerada válida también para los Tratados de Roma. En la década de los años sesenta esta jurisprudencia hizo fracasar toda la innovación institucional del ordenamiento jurídico comunitario sin revisar los Tratados. Esto impidió, por ejemplo, la creación de un órgano comunitario para los acuerdos entre empresas, que habría liberado a la Comisión del examen de numerosos expedientes, al confiárselos a una autoridad independiente. Un primer paso —que habría podido ser importante, de haber proseguido la construcción de la unión económica y monetaria— fue la creación del Fondo Europeo de Cooperación Monetaria por un reglamento del Consejo basado en el artículo 235 del Tratado CEE.2 Dotado de personalidad jurídica, este organismo tiene por misión la gestión de los acuerdos de apoyo monetario celebrados entre bancos centrales, por lo que se le confiere a tal fin un poder de decisión, en virtud del artículo 4 del reglamento n° 904/73. La atribución de tal poder a dicho organismo fue posible, a pesar de la jurisprudencia Meroni, en razón de la especificidad de las funciones confiadas al Fondo, considerado como el embrión de un sistema federal europeo de reservas. Ahora bien, las «concepciones jurídicas vigentes en todos los Estados miembros» hacen del banco central una institución que no está integrada en el gobierno, respecto del que es más o menos autónoma. Esta característica es lo que justifica un trato análogo en el ordenamiento jurídico comunitario. Cabe pensar que una argumentación de este tipo podría invocarse en apoyo de otras creaciones institucionales a las que se deseara conferir poderes que exigieran, como ocurre con el ejercicio de las funciones del banco central, una esfera permanente de autonomía respecto del poder ejecutivo. Hay que señalar, no obstante, que tales creaciones institucionales plantean el problema del control jurisdiccional de sus actos y del control presupuestario por parte de las autoridades competentes, es decir, el Consejo y el Parlamento Europeo. Por lo que respecta al control jurisdiccional y, por lo tanto, a la competencia del Tribunal, una solución reside en la posibilidad de atribuir el acto del organismo descentralizado a la Comisión (o al Consejo) con el fin de controlar su legalidad; evidentemente, con la posibilidad de interponer un recurso jurisdiccional contra la decisión o el silencio de la Comisión. Este procedimiento es semejante al previsto 1 2 Sentencia de 13 de junio de 1958, asuntos 9 y 10/56, Meroni, Ree. 1958, pp. 44 y 82. Reglamento n° 907/73 de 3 de abril de 1973, DO L 89 de 5.4.1973, p. 2. La aplicación del Derecho comunitario '73 en el párrafo 2 del artículo 53 del Tratado Euratom, para los actos de la Agencia de Abastecimiento, que goza de personalidad jurídica en virtud del Tratado. Esta solución se ha adoptado para el Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional y la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo, organismos de estudio, orientación y promoción de investigaciones, pero sin autoridad de poder público. ' No está claro que pueda establecerse dicho procedimiento cuando la creación del organismo implique la voluntad de conferirle una verdadera autonomía respecto del ejecutivo. En estos casos habría que recurrir al artículo 235, o bien revisar el Tratado. Conviene, además, conciliar la autonomía de funcionamiento del organismo descentralizado con los imperativos de control presupuestario y las responsabilidades atribuidas a este respecto al Parlamento o al Consejo. La flexibilidad de la gestión no debe obstaculizar el derecho de supervisión de los distintos créditos que figuran en el estado de gastos previstos del organismo. b) Colaboración de los Estados miembros 140. Los Estados miembros ponen a disposición de las Comunidades su organización administrativa para la aplicación del Derecho comunitario. Asimismo, promulgan las normas necesarias para la ejecución de los Tratados y de los actos adoptados en ejecución de los mismos. En ambos casos es preciso referirse al principio de autonomía institucional de los Estados miembros. Como ha escrito J. Rideau, «los órganos competentes y los procedimientos que han de utilizarse para aplicar el Derecho comunitario están determinados por las prescripciones constitucionales estatales».2 Generalizándola, esta fórmula traduce una regla recogida en la jurisprudencia del Tribunal.3 Ya ha sido citada, a propósito de la consagración en Derecho interno del efecto directo del Derecho comunitario.4 Reglamento n° 337/75 del Consejo, de 10 de febrero de 1975, por el que se crea el Centro (DO L 39 de 13.2.1975, p. 1), y reglamento n° 1365/75 del Consejo, de 26 de mayo de 1975, por el que se crea la Fundación (DO L 139 de 30.5.1975, p. 1). Rideau, J.: «Le rôle des États membres dans l'application du droit communautaire», AFDI, 1972, pp. 864 y ss., especialmente p. 885. Sentencia de 11 de febrero de 1971, asunto 39/70, Norddeutsches Vieh- und Fleischkontor, Ree. 1971, pp. 49 y ss.; sentencia de 27 de octubre de 1971, asunto 6/71, Rheinmühlen, Ree. 1971, pp. 823 y ss.: sentencia de 15 de diciembre de 1971, asuntos acumulados 51 a 54/71. International Fruit, Ree. 1971, p. 1 116. Supra, capítulo III, sección 1. 174 Relaciones con el Derecho nacional No obstante, la regla de la autonomía institucional, en la que el Tribunal prefiere ver la aplicación de un principio de cooperación, no es absoluta: está limitada por la necesidad de garantizar la uniformidad, la primacía y la aplicabilidad directa del Derecho comunitario, ' y no puede entorpecer el deber de colaborar en la aplicación del Derecho comunitario que tienen las autoridades nacionales. Las funciones reconocidas a los Estados en la aplicación del Derecho comunitario implican obligaciones positivas, mencionadas por el Tribunal, que ya en la sentencia Scheer declaró que «los Estados miembros tienen el derecho y, en virtud de las disposiciones generales del artículo 5 del Tratado, la obligación de hacer todo lo posible por asegurar el efecto útil del conjunto de las disposiciones de un reglamento».2 Asimismo, en una sentencia algo anterior, el Tribunal indicó que, «cuando la aplicación de un reglamento comunitario en un Estado miembro requiere una reorganización de determinados servicios públicos, el hecho de que las autoridades competentes se abstengan de tomar las medidas necesarias puede constituir un incumplimiento en el sentido del artículo 169».3 Conviene también recordar la jurisprudencia constante del Tribunal, según la cual «un Estado miembro no podrá alegar disposiciones, prácticas o situaciones de su ordenamiento jurídico interno para justificar el incumplimiento de obligaciones derivadas de directivas comunitarias».4 No se trata sino de un caso concreto de aplicación del artículo 5 del Tratado, al que el Tribunal, por otro lado, se refiere de manera expresa y cuyo párrafo 1 impone a los Estados la obligación de adoptar «todas las medidas generales o particulares apropiadas para asegurar el cumplimiento de las obligaciones derivadas del presente Tratado o resultantes de los actos de las instituciones de la Comunidad. Facilitarán a esta última el cumplimiento de su misión». 141. El mecanismo de percepción de los recursos propios de las Comunidades (derechos de aduana, exacciones reguladoras agrícolas y porcentaje del IVA) y la financiación de la política agrícola común son ejemplos característicos de administración indirecta del Derecho comunitario. ' Kovar, R.: «Voies de droits ouvertes aux individus devant les instances nationales en cas de violation des normes et décisions du droit communautaire», Les recours des individus devant les instances nationales en cas de violation du droit europeeën, Bruselas, 1978, pp. 245 y ss„ especialmente pp. 251 a 263. 2 Sentencia de 17 de diciembre de 1970, asunto 30/70, Ree; 1970, p. 1 208. 3 Sentencia de 17 de febrero de 1970, asunto 31/69, Comisión/Italia, Ree. 1970, p. 34. 4 Sentencias de 2 de junio de 1982, asuntos 68 a 73/81, Comisión/Bélgica, Ree. 1982. pp. 153 y ss., especialmente p. 157, considerando 5. La aplicación del Derecho comunitario 175 La decisión del Consejo, de 21 de abril de 1970, relativa a la sustitución de las contribuciones financieras de los Estados miembros por recursos propios de las Comunidades, ' dispone en su artículo 6 que los Estados miembros percibirán estos ingresos «de conformidad con las disposiciones legales reglamentarias y administrativas nacionales, que serán eventualmente modificadas a tal fin». El artículo 4 del reglamento n° 729/70 establece que los Estados miembros designarán los servicios y organismos a los que facultarán para pagar los gastos derivados de la organización de los mercados agrícolas y comunicarán a la Comisión «las condiciones administrativas y contables con arreglo a las que se efectúen los pagos destinados a la ejecución de las normas comunitarias en el marco de la organización común [...]».2 De conformidad con el artículo 8 de dicho reglamento, los Estados miembros «adoptarán, de conformidad con las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas nacionales, las medidas necesarias para [...] prevenir y perseguir las irregularidades, recuperar las sumas perdidas como consecuencia de irregularidades o negligencias» y, «a falta de una recuperación total, las consecuencias financieras [...] serán costeadas por la Comunidad, salvo las que resulten de irregularidades o de negligencias imputables a las administraciones u organismos de los Estados miembros». Del conjunto de estas disposiciones, el Tribunal concluye que «los Estados miembros quedan encargados de las gestiones y diligencias que requieran los mecanismos de las exacciones reguladoras y las restituciones, y seguirán interviniendo, con este fin, frente a los particulares». 3 El Tribunal ha aplicado estas reglas y subrayado su importancia en una sentencia posterior. Una jurisdicción alemana preguntó a título prejudicial si una administración nacional tiene el derecho o, incluso, la obligación de aplicar las disposiciones del Derecho nacional a solicitudes en las que se pide, por razones de seguridad, la condonación de cánones exigidos por el Derecho comunitario (en este caso, de montantes compensatorios monetarios). El Tribunal respondió que la solución de la cuestión planteada está en función del reparto de competencias efectuado entre la Comunidad y los Estados miembros por lo que a la fijación y percepción del canon en litigio se refiere. La DO L94 de 28.4.1970, p. 19. Véase la decisión del Consejo de 7 de mayo de 1985, relativa al sistema de recursos propios de las Comunidades (DO L 128 de 14.5.1985, p. 15, artículo 7) y la decisión del Consejo de 24 de junio de 1988 relativa al sistema de recursos propios de las Comunidades (DO L 185 de 15.7.1988, p. 24, artículo 8). Reglamento de 21 de abril de 1970 sobre la financiación de la política agrícola común (DO L94 de 28.4.1970, p. 13). Sentencia de 4 de abril de 1974, asuntos acumulados 178, 179 y 180/73, Mertens, Ree. 1974. pp. 399 y 400. Véase asimismo la sentencia de 5 de mayo de 1977, asunto 110/76, Pretore di Cento, Ree. 1977, p. 851. 176 Relaciones con el Derecho nacional fijación (es decir, la base, las condiciones de imposición y el importe) corresponde al Derecho comunitario, y la percepción (la recaudación) se confia a las administraciones nacionales. ' Por consiguiente, queda excluida la consideración de la regla de equidad «en la medida en que tendría por resultado modificar el alcance de las disposiciones de Derecho comunitario relativas a la base imponible, las condiciones de imposición del derecho, o el importe del canon establecido por aquél»; como sería el caso si la solicitud de condonación estuviera fundada en consideraciones relacionadas con la justificación económica del canon en cuestión. 2 En este caso concreto, se alegaba que la aplicación del canon habría producido resultados contrarios a los objetivos de la normativa comunitaria. 142. La administración nacional está al servicio de la aplicación de las normas comunitarias. El aduanero nacional es, en gran medida, un aduanero comunitario; los funcionarios de los servicios de represión del fraude en materia agrícola y alimentaria, de las oficinas de estadística, de los servicios de contingentes y licencias, etc., son también agentes de la administración del Derecho comunitario. Ponen en práctica un complejo sistema de normas, desde los reglamentos de base del Consejo hasta los reglamentos y decisiones adoptados por la Comisión, a veces cotidianamente, como ocurre en materia agrícola, en donde las disposiciones aplicables llegan a las administraciones por télex. Dichas administraciones, que colaboran con los comités comunitarios, trabajan en estrecha conexión con los servicios de la Comisión. Asimismo, son múltiples los contactos directos e informales. Aunque formalmente la Comisión carece de poder de instrucción en los casos concretos, de hecho este poder se ejerce incluso con respecto a autoridades subordinadas de los Estados miembros. Más de una vez se ha visto a funcionarios de la Comisión prestar su colaboración a una u otra administración nacional un tanto desorientada por la novedad de las normas por aplicar. Las administraciones consultan diariamente a los servicios de la Comisión sobre la interpretación de las normas comunitarias, con objeto de no cometer infracciones, o para asegurarse de que tal tipo de gastos podría ser objeto de intervención de uno de los fondos comunitarios (como, por ejemplo, el FEOGA). 143. La aportación de complementos normativos a los actos comunitarios y, en general, su aplicación por los Estados miembros suponen a menudo la modificación de los textos legislativos o reglamentarios existentes, o la adopción de nuevas normas. Se trata de una compe1 2 Sobre la aplicación de las normas de procedimiento nacionales, véanse las sentencias Rewe y Comet, ya citadas en el número 110. Sentencia de 28 de junio de 1977, asunto 118/76, Balkan-Import, Ree. 1977, pp. I 187 a 1 189, considerandos 2 a 6. La aplicación del Derecho comunitario 177 tencia reglada de los Estados, que está subordinada al resultado que se deba alcanzar con la directiva, ' y limitada por las normas formuladas en el reglamento, por su sistema general y por objetivos, en el caso de que el Estado aporte un complemento a un acto de este tipo, como consecuencia de una habilitación explícita o implícita. 2 144. Se plantea el problema de determinar la autoridad competente para promulgar las medidas complementarias de las normas comunitarias. Desde hace mucho tiempo, la doctrina ha puesto de relieve3 las ventajas de encomendar esta misión al ejecutivo. Entre otros argumentos, se ha señalado que el procedimiento parlamentario es lento y complejo; el carácter soberano del poder legislativo parece poco compatible con la función de ejecución del Derecho comunitario; el procedimiento legislativo vuelve a abrir el debate político sobre el fondo de las disposiciones comunitarias aprobadas, y la sanción de «insubordinación» parlamentaria resulta ineficaz. Por el contrario, el procedimiento ejecutivo, en principio, es simple y rápido; el poder ejecutivo, que ha participado en la elaboración de la norma al nivel del Consejo, se encuentra en mejores condiciones para apreciar su alcance; es misión específica suya ejecutar disposiciones que limitan su poder y, finalmente, la intervención del gobierno sólo «desposee» a los parlamentos de una competencia reglada y formal. Indubablemente, estos argumentos tienen gran peso, aunque pueda ser útil asociar el Parlamento a la aplicación de decisiones de gran alcance político. ¿Puede fundarse la preferencia por el ejecutivo en las características propias de los actos comunitarios aplicables? Cabe preguntarse, por ejemplo, si no habría que distinguir entre la ejecución de los reglamentos y la de las directivas. En este sentido, el Consejo de Estado francés declaró, en un dictamen de 20 de mayo de 1964, que «cuando el Gobierno garantiza la ejecución de las disposiciones directamente aplicables tanto de los Tratados como de los reglamentos y decisiones de la CEE, se encuentra en la misma situación que cuando aplica una ley interna, por lo que las medidas de aplicación de dichos actos se adoptan normalmente por la vía reglamentaria». En otras palabras, en la ejecución del reglamento, puesto que debe asimilarse a la de la ley, el gobierno dispone del poder reglamentario que el artículo 21 de la ' Supra, capítulo II, sección 2, letra a), 2° punto. Supra, capítulo I, sección I. 3 Sohier, M., y Mégret, C : «Le rôle de l'exécutif national et du législateur national dans la mise en œuvre du droit communautaire». Droit communautaire et droit national, Brujas, 1965, pp. 107 y ss. 2 178 Relaciones con el Derecho nacional Constitución le confiere para la ejecución de las leyes. Por el contrario si se trata de ejecutar una directiva, habrá que recurrir al legislador si ninguna ley existente permite la aplicación de dicho acto y si, por seguir con el ejemplo del Derecho francés, la medida por adoptar no depende del poder reglamentario autónomo del gobierno en el sentido del artículo 37 de la Constitución. Para responder a la cuestión planteada conviene recordar el principio de la autonomía institucional de los Estados y la referencia a las Constituciones nacionales que implica. De este modo, se llega a la conclusión, como la observación de la práctica demuestra, que más que la naturaleza del acto que se ha de completar, lo que determina el reparto de funciones entre el ejecutivo y el legislativo es la materia a la que se refiere el complemento y la amplitud de los poderes conferidos al Estado. Si el Estado se ve obligado a sancionar la violación de las disposiciones de un acto comunitario, ya sea un reglamento o una directiva, será generalmente el legislativo el que tome las medidas comunitarias, salvo en el caso de que la Constitución nacional reconozca cierto poder penal al ejecutivo. Por el contrario, si las medidas de aplicación pueden basarse en leyes existentes, se recurrirá a ellas para fundamentar dichas medidas, tanto si se trata de la ejecución de un reglamento como de una directiva. De todo lo cual se deduce que los Estados han utilizado todos los recursos que ofrecen sus respectivas Constituciones para cumplir con sus obligaciones comunitarias. Los Estados han adoptado medidas de ejecución: — basándose en disposiciones legales existentes; — en virtud del poder de reglamentación autónomo de que dispone el ejecutivo (Constitución francesa, artículo 37; Constitución belga, artículo 66: poder del Rey para organizar los servicios de la administración); — basándose en delegaciones legislativas del ejecutivo, generales o particulares, específicamente autorizadas por la Constitución o fundadas en una costumbre constitucional; — recurriendo a la ley, cuando tradicionalmente o de acuerdo con la Constitución, la materia es de la competencia del legislador. Al ejemplo anteriormente citado de las disposiciones penales se puede añadir el de las materias fiscales. Así se explica que las directivas relativas al impuesto sobre el valor añadido (IVA) hayan dado lugar en todos los Estados a la adopción de actos legislativos. Por otro lado, hay que señalar que estas directivas están redactadas con cierta flexibilidad, que permite excepciones y derogaciones, a las que el La aplicación del Derecho comunitario 179 Estado puede o no recurrir. Es lógico que la elección se someta al Parlamento nacional. Cada Estado hará uso de estas posibilidades según el sistema de relaciones entre el legislativo y el ejecutivo que su Constitución establezca. En la República Federal de Alemania, las habilitaciones para la ejecución de las directivas serán, generalmente, específicas. Se ha admitido que el contenido, el fin y el alcance de la delegación, en el sentido del artículo 80 de la ley fundamental, puedan proceder de una directiva. En Francia, el ejecutivo tiene mayores responsabilidades, tanto si actúa en virtud de su poder de ejecución de las leyes (artículo 21), como en ejercicio de su poder reglamentario autónomo (artículo 37), o mediante ordonnance, previa delegación del legislador (artículo 38). Italia, cuyas infracciones a la obligación de ejecutar el Derecho comunitario ha observado en repetidas ocasiones el Tribunal, adoptó la ley n° 183, de 16 de abril de 1987, relativa a la coordinación de las políticas referentes a la pertenencia de Italia a las Comunidades Europeas y a la adaptación de la legislación nacional a los actos normativos del Derecho comunitario. Se trata, como su título indica, de un mecanismo muy completo. La ley prevé la creación de órganos de coordinación de las políticas en los ámbitos de competencia comunitaria y de adaptación de la legislación nacional a las directivas comunitarias, el establecimiento de un fondo de rotación (cuya administración es autónoma y está fuera de presupuesto), con objeto de hacer frente a las obligaciones financieras derivadas de los actos comunitarios y garantizar el reparto de las ayudas y subvenciones concedidas a Italia. La ley se propone igualmente garantizar la ejecución normativa correcta del Derecho comunitario por medio de actos del poder ejecutivo o legislativo, así como dotar de fuerza de ley a las disposiciones de las directivas que se mencionan como anexo a la ley y habilitar al gobierno para que, de conformidad con las líneas directrices fijadas por la ley y en el plazo de doce meses, apruebe decretos con fuerza de ley para la ejecución de una serie de directivas, cuya lista figura asimismo como anexo a la ley. Este instrumento importante por diversos motivos, que es el resultado de varios años de reflexión en el Parlamento y en la administración, ha sido, sin embargo, objeto de críticas. Se ha señalado que esta ley se limita de hecho a incorporar en bloque una serie de directivas y que, por otra parte, establece un mecanismo de ejecución que permite al gobierno y a las regiones adoptar medidas en materias que no están reservadas a la ley o que aún no están reguladas por una ley. En todos los demás casos es necesario recurrir a una ley ordinaria. En 1988 se elaboró un nuevo proyecto de ley de alcance más general, que posteriormente se convirtió en la ley n° 86, de 9 de marzo de 1989. Esta ley prevé en particular la adopción anual de una «ley por la que se establecen las 180 Relaciones con et Derecho nacional disposiciones de ejecución de las obligaciones derivadas de la pertenencia de Italia a las Comunidades Europeas». ' A veces, la misma ley de aprobación de los Tratados contiene en sí misma las habilitaciones al ejecutivo. Los apartados 2 y 4 de la sección 2 de la European Communities Act de 1972 confieren al ejecutivo británico amplios poderes para la ejecución del Derecho comunitario, pero, según el anexo 2 de la mencionada Act, la delegación no puede ser utilizada para establecer o aumentar los impuestos, ni para actuar con carácter retroactivo, ni para crear nuevas competencias delegadas, ni para establecer nuevas infracciones que impliquen penas importantes. Además, en el momento de adopción del Act, el gobierno explicó que en condiciones normales no pensaba hacer uso de la delegación en cuestiones de gran importancia. Algunos de los procedimientos de delegación implican la confirmación o ratificación por el Parlamento de los actos adoptados por el ejecutivo, como ocurre con las ordonnances previstas en el artículo 38 de la Constitución francesa, que, efectivamente, se han utilizado en la ejecución de directivas comunitarias. Por el contrario, no se requiere la intervención del Parlamento cuando, en virtud del artículo 76 de la Constitución italiana, se delega en el gobierno el ejercicio de la función legislativa, con determinación de los principios y criterios de orientación (que, en este caso, provienen de los actos comunitarios), y únicamente por un tiempo limitado y para un objeto definido. Sin embargo, es obligatoria, en el plazo de sesenta días, la conversión en ley de los decretos ley que el gobierno italiano adopta por iniciativa propia, conforme al artículo 77 de la Constitución. Algunas veces, el Parlamento insiste para que se le confiera el derecho de confirmar los actos del ejecutivo adoptados por habilitación, aunque esta confirmación no la exija la Constitución. Este derecho de confirmación está previsto en las leyes de delegación adoptadas por los Estados que se adhirieron a la Comunidad en 1973. En el Reino Unido, la Cámara de los Comunes puede anular o aprobar, en un plazo de noventa días, pero no enmendar, los decretos adoptados por el ejecutivo en virtud de la European Communities Ad, previo informe de una comisión de examen. En Irlanda estaba previsto, en principio, por la Ley relativa a la adhesión a las Comunidades Europeas de 1972, que los reglamentos del ejecutivo adoptados por delegación serían objeto de ratificación por parte del Parlamento dentro de los seis meses siguientes a su adopción. GU, 10.3.1989, nü 58. Véase sobre este tema «Cronache comunitarie» (a cura de A. Tizzano). Foro italiano, 1988, IV, col. 492 y ss. La aplicación del Derecho comunitario 181 A falta de tal ratificación, los reglamentos dejaban de estar vigentes una vez transcurrido dicho plazo. Este procedimiento resultaba totalmente ineficaz, ya que el Parlamento ratificaba automáticamente las medidas adoptadas para no comprometer la aplicación de los reglamentos. Por este motivo, la ley fue revisada en 1973, y se prevé que «si la Comisión mixta encargada de examinar el Derecho derivado de las Comunidades Europeas recomienda a las cámaras de la Oireachtas anular un reglamento adoptado en aplicación de la presente ley, y si las dos cámaras adoptan una resolución que anule dicho reglamento en el plazo de un año a partir de su adopción, el reglamento quedará anulado y dejará de tener fuerza de ley, pero sin perjuicio de todo lo que se hubiera hecho anteriormente en virtud de dicho reglamento». Tales procedimientos no son recomendables desde el punto de vista de la correcta aplicación del Derecho comunitario. Someter a ratificación, o dar al Parlamento la posibilidad de derogar disposiciones nacionales adoptadas para la ejecución de los actos de las instituciones, puede dar lugar a confusión sobre el alcance obligatorio de éstos. No le corresponde al Parlamento ejercer el control de conformidad de las medidas nacionales con el Derecho comunitario, ni puede tampoco eximir al Estado de su obligación de respetarlo. No hay que olvidar que, si las habilitaciones son aceptables desde el punto de vista de las prerrogativas de los parlamentos, se debe a que la competencia de las autoridades nacionales es una competencia fundamentalmente reglada, subordinada a las normas comunitarias, bien por el resultado que en ellas se indica o bien por el tenor literal del conjunto de sus disposiciones. El Derecho interno requiere en algunos casos la intervención del Parlamento nacional previamente a la adopción de una norma comunitaria. Así sucede en Inglaterra, donde un comité especial de la Cámara de los Lores examina sistemáticamente los proyectos de actos comunitarios importantes. También sucede así en la República Federal, donde el mecanismo de consulta previa ha sido reforzado por la ley de aprobación del Acta Única de 19 de diciembre de 1986, por motivos relacionados con la estructura federal del Estado. El artículo 2 de dicha ley impone al gobierno federal la obligación de informar al Bundesrat acerca de las cuestiones que afectan a los Länder, con el fin de que la asamblea federal pueda emitir un dictamen que el gobierno deberá examinar y del que no podrá desviarse sino especificando los motivos de su decisión. El Parlamento danés también somete al ejecutivo a estrictas obligacioes de consulta previa. Estos procedimientos son algo más que meros sustitutivos de la falta de poderes del Parlamento Europeo. El Derecho comunitario, eviden- 182 Relaciones con el Derecho nacional temente, no se opone a ello. Pero si el interés manifestado por los parlamentos nacionales constituye por sí mismo un elemento positivo, hay que señalar el entorpecimiento suplementario que suponen las intervenciones sistemáticas previas al debate en el Consejo en el proceso de elaboración de las normas comunitarias. El miembro del gobierno nacional que forma parte del Consejo debe sentirse libre para tomar parte activamente en la deliberación colegial, y no puede hacerlo de manera eficaz si está vinculado por lo que podría parecer un mandato imperativo. La cuestión de la elección de la autoridad competente se plantea igualmente en la hipótesis de una organización federal o regional del Estado. Como manifestó el Tribunal en su sentencia de 25 de mayo de 1982, «cada Estado miembro es libre de repartir las competencias como juzgue oportuno en el plano interno y de aplicar una directiva por medio de medidas adoptadas por las autoridades regionales o locales». ' Por consiguiente, para determinar la autoridad competente, habrá que remitirse al régimen constitucional vigente. Especialmente habrá que examinar si la disposición que autoriza las transferencias de competencias supone una modificación del reparto de poderes internos por lo que se refiere a la ejecución de las normas de las Comunidades o si los órganos descentralizados tienen el derecho y la obligación de adoptar medidas de ejecución en los ámbitos de su competencia exclusiva. En el Derecho alemán, la doctrina dominante preconiza esta última solución, que es también la que ha prevalecido en Bélgica en las relaciones entre el Estado y las Comunidades y regiones, y también en Italia, donde las regiones autónomas ejercen ciertas funciones de ejecución de directivas, aun cuando el Estado se haya reservado el derecho de imponerles un marco en el que deben insertarse las medidas regionales.2 En España, las Comunidades Autónomas podrán ejercer competencias de ejecución del Derecho comunitario en los casos en que, según su estatuto, la Comunidad Autónoma tenga competencias materiales. Las disposiciones de los estatutos, que prevén responsabilidades de las Comunidades Autónomas en materia de ejecución de tratados internacionales, no son normas por las que se atribuya una nueva competencia. En una decisión de 20 de diciembre de 1988 el Tribunal afirmó este principio, 1 2 Véase la sentencia de 25 de mayo de 1982, asunto 97/81, Comisión/Países Bajos, Ree. 1982, p. 1 833, punto 12. Sobre la responsabilidad de Italia en los incumplimientos debido a leyes regionales de Sicilia, véase la sentencia de 27 de marzo de 1984, asunto 169/82, Comisión/Italia, Ree. 1984, pp. 1 603 y ss. Véase, en Derecho alemán, una síntesis reciente de Malanczuk, P.: «European Affairs and the "Länder" (States) of the Federal Republic of Germany». CML Rev., 1985, pp. 237 y ss.; Coline. Ch.: «Régionalisation et droit communautaire: le problème de l'application du droit communautaire par les régions. Leçons à tirer de l'expérience italienne». Cahiers de droit européen, 1980. pp. 75 y ss. La aplicación del Derecho comunitario 183 subrayando la necesidad de colaboración entre el Estado y las Comunidades Autónomas, así como la de tener en cuenta el objetivo prioritario de las medidas que deben adoptarse. J Incumbe al Estado dirigir instrucciones a la autoridad regional infractora o reemplazarla, cuando así lo permita la Constitución e, incluso, si no dispusiera de dichos medios de intervención, modificar la Constitución, con el fin de evitar que se vea comprometida su responsabilidad ante la Comunidad por incumplimiento de sus obligaciones. La cuestión es, como es sabido, particularmente preocupante en Bélgica. De ella trata el informe sobre «la aplicación por Bélgica del Derecho de las Comunidades Europeas», del diputado del Parlamento Europeo K. De Gucht. 2 Desgraciadamente, el tema queda desdibujado debido a consideraciones en torno a las relaciones internas entre comunidades y regiones en Bélgica. 145. La técnica de redacción de las disposiciones nacionales por las que se ejecuta el Derecho comunitario plantea asimismo algunos problemas importantes, especialmente por lo que respecta a la jurisprudencia del Tribunal de Justicia sobre el efecto directo. El Tribunal de Justicia se ha opuesto a la práctica de reproducir en Derecho nacional el contenido de las disposiciones del Derecho comunitario, declarando que «los Estados miembros, en virtud de las obligaciones que se derivan del Tratado y que han asumido al ratificarlo, están obligados a no obstaculizar el efecto directo propio del reglamento y de otras normas comunitarias» y que «en particular, los Estados miembros no deben tomar ninguna medida que pueda afectar a la competencia del Tribunal para pronunciarse sobre cualquier cuestión de interpretación del Derecho comunitario o de validez de un acto adoptado por las instituciones de la Comunidad, lo que implica que no se admitirá ningún procedimiento por el que se oculte a los particulares la naturaleza comunitaria de una norma jurídica».3 Para no caer en este vicio, se impone casi naturalmente al Estado miembro la técnica del reenvío. El reenvío puede referirse a un acto determinado, a una disposición de este acto o al conjunto de medidas adoptadas en una materia determinada. Por lo tanto, será especial o general y podrá referirse a actos ya adoptados o futuros. 1 2 3 Boletín Oficial. 13.1.1989. n° 11, supl. p. 39. Chambre des représentants (Bélgica), documento n° 20-739/1-86/87, informe en nombre del comité consultivo para las cuestiones europeas, 21.1.1987, pp. 26 y ss. Sentencia de 10 de octubre de 1973, asunto 34/73, Variola, Ree. 1973, pp. 990 y 991, considerandos 10 y 11. La cursiva es nuestra. 184 Relaciones con el Derecho nacional La técnica de reenviar a los actos comunitarios, utilizada por las disposiciones habilitantes o por las propias medidas de ejecución, puede presentar ciertos inconvenientes. Por ejemplo, el procedimiento consistente en publicar pura y simplemente una directiva como anexo de un acto nacional, que se limita a reenviar a la misma, puede no ser satisfactorio en la medida en que la directiva imponga opciones al Estado miembro. Además, el Estado renunciaría de este modo a poner en orden la legislación o reglamentación nacional preexistente, como podría hacer derogando expresamente las normas contrarias. Muchas veces, a la hora de aplicar una directiva, será efectivamente necesario revisar el conjunto de las normas nacionales que rigen en la materia, con el fin de evitar cualquier posible ambigüedad sobre el alcance de las disposiciones aplicables. La ejecución de actos comunitarios por medio de instrucciones verbales o, incluso, por medio de circulares, desconocidas para los interesados, puede también suscitar la incertidumbre de los particulares en cuanto al régimen que se les aplica. Cabe mencionar aquí la importante sentencia Comisión/Francia dictada por el Tribunal de Justicia el 4 de abril de 1974 a propósito del código francés del trabajo marítimo. Este texto legislativo contenía en el párrafo 2 de su artículo 3 una discriminación entre los nacionales franceses y los de otros Estados miembros. El gobierno había presentado al Parlamento un proyecto de ley para revisar dicha disposición, pero habían surgido en la asamblea obstáculos de tipo político. No obstante, aunque el gobierno había dado a los servicios marítimos instrucciones administrativas, puramente internas, que suprimían la aplicación de la ley nacional, parecía mantener la convicción de que la supresión de las discriminaciones dependía de su voluntad unilateral. En razón de estos hechos, el Tribunal concluye que «si la situación jurídica objetiva es clara, en el sentido de que el artículo 48 y el reglamento n° 1612/68 ' son directamente aplicables en el territorio de la República Francesa, sin embargo, el mantenimiento en estas condiciones del texto del código del trabajo marítimo da lugar a una situación ambigua de hecho, al mantener un estado de incertidumbre en cuanto a las posibilidades con que cuentan los sujetos de derecho afectados de apelar al Derecho comunitario». Esta inseguridad constituía en sí misma un obstáculo por lo que se refiere a la igualdad de acceso al empleo y demás condiciones de trabajo.2 A raíz de la sentencia del Tribunal, Francia puso remedio a dicha situación mediante la publicación de dos instrucciones administrativas en el Boletín Oficial de la República Francesa. 1 2 Estas disposiciones se refieren a la libre circulación de trabajadores. Sentencia de 4 de abril de 1974, asunto 167/73, Comisión/Francia, Ree. 1974, pp. 372 y 373, considerandos 36 a 48. La aplicación del Derecho comunitario 185 Ya hemos citado ' la jurisprudencia del Tribunal según la cual «las simples prácticas administrativas, por naturaleza modificables por la voluntad de la propia administración y desprovistas de adecuada publicidad, no pueden ser consideradas como una ejecución válida de la obligación que, en virtud del párrafo 3 del artículo 189 del Tratado, incumbe a los Estados miembros destinatarios de la directiva». En virtud del artículo 5 del Tratado, ya citado en varias ocasiones, el Estado miembro tiene la obligación de evitar en su comportamiento todo lo que pueda inducir a error a los particulares sobre el estado del Derecho aplicable. Lo importante es que las normas de Derecho comunitario sean efectivamente aplicadas por las autoridades nacionales y que los particulares conozcan el Derecho que se les aplica. Cuando el Estado procede a una derogación formal de las normas nacionales, debe evitar que esta operación de clarificación legislativa y reglamentaria cree a su vez un equívoco respecto del momento en que la norma comunitaria sustituye a la norma nacional. El Tribunal ha confirmado y precisado su doctrina de modo categórico en su sentencia de 15 de octubre de 1986.2 La Comisión había interpuesto un recurso por incumplimiento contra Italia, que mantenía formalmente en vigor ciertas disposiciones que subordinaban al requisito de reciprocidad o a la posesión de la nacionalidad italiana el acceso a diferentes profesiones en los sectores del turismo, del periodismo y de las oficinas de farmacia. El Gobierno italiano alegó en su defensa que tales textos no constituían obstáculos reales a la libre circulación de personas y servicios, debido al efecto directo de las disposiciones del Derecho comunitario en la materia. El Tribunal no tomó en consideración la práctica real o el posible número de infracciones, sino que se basó en la inseguridad jurídica creada por el mantenimiento de disposiciones internas incompatibles con las normas comunitarias de efecto directo. El Tribunal se pronunció categóricamente en favor de la derogación o modificación formal de la legislación incompatible con dichas normas. El Tribunal declaró que «la incompatibilidad de la legislación nacional con las disposiciones del Tratado, aunque sean directamente aplicables, sólo puede quedar efectivamente eliminada mediante disposiciones internas de carácter obligatorio que tengan el mismo valor jurídico que aquellas que deben modificarse».3 1 2 3 Véase supra, las sentencias citadas en el apartado 107, p. 132, nota 3 Asunto 168/85, Comisión/Italia, Ree. 1986, p. 2 945. Ree. 1986, p. 2 961. Véanse asimismo las sentencias de 2 de diciembre de 1986, asunto 239/85, Comisión/Bélgica, Ree. 1986, p. 3 645, y de 3 de marzo de 1988, asunto 116/86, Comisión/Italia, Ree. 1988, p. 1 323. 186 Relaciones con el Derecho nacional Tal jurisprudencia parece negar cualquier papel a las circulares, incluso las publicadas debidamente en el Boletín Oficial del Estado, en la ejecución del Derecho comunitario. ' Recientemente, se han dado muestras de mayor flexibilidad, al menos por parte de la Comsión. En un asunto que dio lugar a la sentencia de 24 de marzo de 1988, Comisión/Italia,2 la Comisión renunció efectivamente a una de sus quejas contra el Gobierno italiano en razón de la publicación de una circular que despejaba la incertidumbre jurídica que podría derivarse de la adopción de disposiciones legales internas incompatibles con el Derecho comunitario. Al adoptar medidas legislativas, el Estado también debe procurar no inducir a error ni a los particulares ni a las autoridades encargadas de aplicar las nuevas normas con una redacción que no permita el juego de las competencias comunitarias. Existe el riesgo de que una habilitación demasiado amplia responda a la intención de reservar al ejecutivo la posibilidad —falaz respecto de los procedimientos por incumplimiento— de escapar al juego de las normas comunitarias en función del interés nacional. 146. En su papel de garante del Tratado, la Comisión tiene la misión de vigilar la forma en que los Estados miembros cumplen con su obligación de ejecutar el Derecho comunitario. Muy frecuentemente, las directivas invitan a los Estados miembros a que comuniquen a la Comisión las disposiciones que adopten en el ámbito regulado por aquéllas. Menos frecuente es que los Estados estén obligados a realizar la comunicación antes de la entrada en vigor de las medidas nacionales, como ocurre, por ejemplo, con la directiva del Consejo, de 10 de julio de 1975, sobre ayudas a la construcción naval, cuyo artículo 7 establece que «los Estados miembros comunicarán a la Comisión, antes de su entrada en vigor, las normas y las modalidades de aplicación de los regímenes de ayudas e intervenciones de los que se beneficien la construcción, transformación y reparación de buques».3 Por lo que respecta a la aplicación de las directivas de 17 de abril de 1972, relativas a la política de estructuras agrícolas,4 se ha implantado un original procedimiento de comunicación. Los Estados miembros ' Véase Martín, A. Mangas: «La obligación de derogar o modificar el Derecho interno incompatible con el Derecho comunitario». Rev. Inst. Eur., 1987, pp. 311 y ss., especialmente p. 331. 2 Asunto 104/86, Ree. 1988, p. 1 799. Véase Foro italiano, 1988, IV, col. 477 y la nota de L.S. Rossi. El informe de audiencia enumera en el punto 28 las circunstancias que concurrirían en el espíritu de la Comisión para eliminar toda incertidumbre. 3 DO L 192 de 24.7.1975, p. 27. 4 Directivas 72/159 a 161 (DO L 96 de 23.4.1972). La aplicación del Derecho comunitario 187 deben comunicar las disposiciones existentes que pueden permitir la aplicación de las directivas, los proyectos de disposiciones de aplicación de éstas y, por último, las disposiciones aprobadas en consecuencia. Dentro del plazo de los dos meses siguientes a la comunicación de los proyectos, la Comisión debe emitir un dictamen, previa consulta al comité permanente de estructuras agrícolas. A continuación debe doptar una decisión de conformidad o de no conformidad de las disposiciones aprobadas con la directiva en cuestión, previa consulta al comité del FEOGA y al comité permanente de estructuras agrícolas, utilizándose para ello el procedimiento de los comités de gestión. A falta de dicha decisión, los proyectos de actuación presentados por el Estado miembro en el marco de la referida directiva no podrán ser financiados por los fondos comunitarios. En algunos sectores, como en el de transportes, algunas decisiones del Consejo han impuesto a los Estados miembros la obligación de someter previamente a la Comisión, para que ésta emita un dictamen, todos los proyectos de disposiciones legales, reglamentarias o administrativas que puedan interferir de forma sustancial en la realización de la política común. ' En el estado actual de la evolución comunitaria no existe ninguna obligación general de que los Estados comuniquen a la Comisión los proyectos de disposiciones o las disposiciones mismas, un vez aprobadas, en las materias reguladas por los Tratados, y es preciso señalar que si, como ya hemos visto, las directivas crean tal obligación, no ocurre lo mismo —salvo excepciones2— con los reglamentos, que también pueden necesitar complementos nacionales y que no privan radicalmente a los Estados de sus competencias, sino en la medida en que existen normas comunes. En estas condiciones, la atención vigilante de los particulares, preocupados por la salvaguarda de sus derechos y la acción de los parlamentarios europeos3 representan un gran apoyo para la Comisión en su misión de garante del Tratado. Mediante resolución aprobada el 9 de febrero de 1983, a raíz del informe de M. Sieglerschmidt, el Parlamento invitó a la Comisión a Decisión de 21 de marzo de 1962 del Consejo por la que se establece un procedimiento de examen y consulta previos para determinadas disposiciones legales, reglamentarias o administrativas previstas por los Estados miembros en el sector de los transportes, modificada por la decisión 73/402/CEE de 22 de noviembre de 1973 (DO 23 de 3.4.1962, p. 720, y DO L 347 de 17.12.1973). El reglamento n" 2829/72 del Consejo, de 28 de diciembre de 1972 (DO L 298 de 31.12.1972, p. 16), prevé en su artículo 7 un procedimiento comunitario de examen de las disposiciones de ejecución de dicho reglamento. En particular, por medio de preguntas escritas y orales. Relaciones con el Derecho nacional que le presentara todos los años un informe escrito en el que se enumeraran las violaciones de los Tratados cometidas por los Estados miembros, especificándose las instancias nacionales que hubieran infringido el Derecho comunitario y la fase en la que se encontraba el procedimiento. La Comisión se comprometió a presentar dicho informe, en el que se había de incluir una relación con los supuestos de aplicación de las directivas. La Comisión así lo hizo por primera vez en 1984.' 1 Primer informe anual al Parlamento Europeo sobre el control de la aplicación del Derecho comunitario en 1983, COM(84) 181 final. Conclusión 147. El ordenamiento jurídico comunitario presenta importantes analogías con un ordenamiento interno, pero constituye también una manifestación muy elaborada del Derecho de las organizaciones internacionales. Los rasgos por los que se asemeja a un ordenamiento interno son numerosos. En primer lugar, es preciso mencionar los ámbitos de intervención de las instituciones comunitarias. No se trata, como ocurre a menudo con otras organizaciones, del ejecicio de tareas técnicas, concretas, por un servicio público internacional. Incluso si quedan fuera de su esfera de acción determinados sectores importantes del poder estatal (defensa, diplomacia, cultura), las materias comunitarias forman un conjunto cuyo carácter vital para los Estados es innegable. Bastaría con mencionar las competencias en materia de energía, agricultura, medio ambiente o competencia. No obstante, más que el objeto sobre el que se ejercen las competencias, lo típico del fenómeno comunitario es la amplitud de los poderes conferidos para regular tal conjunto de materias. Cierto es que el reglamento directamente aplicable es un instrumento del que ya disponía la Comisión Europea del Danubio en el siglo pasado; sin embargo, este ejemplo resulta muy aislado, si lo comparamos con muchos ejemplos de reglamentaciones internacionales, la mayoría de las cuales dejan al Estado la posibilidad de negarse a vincularse. El carácter excepcional y específico de los reglamentos de navegación y policía del Danubio subraya, como un contrapunto, la importancia del poder legislativo comunitario. Ninguna organización ha realizado tal simbiosis entre administraciones nacionales y administración comunitaria, tal colaboración entre jurisdicciones nacionales y Tribunal de Justicia de las Comunidades. Han sido imperativos prácticos los que han añadido el carácter comunitario a las administraciones nacionales. La importancia del Derecho como factor de integración explica el sorprendente desarrollo de la jurisprudencia comunitaria, tanto del Tribunal de Justicia como de las jurisdicciones nacionales. La importancia del contencioso comunitario en materia de aduanas, seguridad social, agricultura o competencia ha fomentado una cooperación sin precedentes entre el Tribunal y los jueces de los Estados miembros por la vía del recurso prejudicial. La doctrina del efecto directo y de la primacía ha hecho hincapié en la subordinación normativa de los Estados, que no pueden hacer prevalecer su manifestación de voluntad, cualquiera que sea, sobre las normas comunitarias. El Derecho comunitario confiere, de este modo, al juez nacional una responsabilidad considerable, y el control que éste ejerce de la conformidad del Derecho nacional no difiere del que lleva a cabo para garantizar el respeto de la jerarquía de las normas nacionales. En algunos Estados su poder es aún mayor, puesto que, si 190 Conclusion bien no puede dejar de aplicar una ley contraria a la Constitución, tiene el poder y el deber de hacerlo cuando esta misma ley es incompatible con el Derecho comunitario. El ordenamiento jurídico comunitario también es análogo a un ordenamiento interno desde el punto de vista de la estructura. La existencia de un Parlamento elegido por sufragio universal directo por los pueblos de los Estados era un elemento desconocido hasta ahora en las estructuras propiamente internacionales. Los poderes reconocidos a la Comisión, órgano de inciativa y garante de los Tratados, no tienen precedente. Nos referimos, en particular, al papel de ministerio público que le incumbe en los procesos por incumplimiento de los Estados y que ejerce con suma vigilancia. Pero la Comunidad no es un Estado. Carece de fuerza material para imponer su voluntad al miembro que viola el Derecho comunitario y no dispone del poder de ampliar sus competencias mediante el mero juego de sus propias instituciones. 148. Numerosos rasgos que intervienen en la configuración de su imagen son reflejo de técnicas ya utilizadas por otras organizaciones intergubernamentales. Asi ocurre con los criterios de interpretación aplicados por el Tribunal de Justicia. Efecto útil, interpretación por el contexto, interpretación teleologica, todas estas técnicas han sido utilizadas por los tribunales de La Haya y por otras instituciones, tales como la Organización Internacional del Trabajo y el Fondo Monetario Internacional, por citar dos entidades particularmente dinámicas e importantes. La primacía es una exigencia de todo orden de integración, pero también es un imperativo consustancial al Derecho internacional. Precisamente, el mérito de decisiones como la sentencia Le Ski de la Cour de cassation belga es que no permite una conclusión a contrario en detrimento del Derecho internacional. El poder de concluir acuerdos internacionales, conferido en una amplia medida a las Comunidades, no es algo sin precedentes. Otras organizaciones ostentan también atributos de la personalidad jurídica internacional, pero las Comunidad Europeas han llevado más lejos que ninguna otra la afirmación de su autonomía respecto de los Estados miembros. Recursos presupuestarios propios les aseguran una libertad de acción conocida únicamente, en el orden internacional, por las organizaciones financieras. Así pues, las Comunidades Europeas han desarrollado algunas características que ya existían en otras organizaciones, de manera que, por su existencia misma, pueden contribuir al progreso de la organización internacional. 149. No obstante, la justificación de su existencia no reside ahí, sino en la contribución que aportan a la solución de los problemas Conclusión 191 políticos, económicos y sociales de los Estados del continente europeo que comparten una misma concepción de democracia pluralista. Las Comunidades constituyen una forma de organización necesariamente inacabada y, por lo tanto, transitoria. Fueron creadas con el objetivo de contribuir a la unificación europea. El abandono de este propósito supondría no sólo el estancamiento del acervo comunitario en el nivel conseguido hasta este momento, sino un proceso más o menos rápido de desintegración. A este respecto, no han faltado motivos de preocupación en los últimos años. En algunos casos —aislados—, ciertas jurisdicciones se han resistido a reconocer el efecto directo de las directivas y el juego del mecanismo del artículo 177. Numerosas directivas no se aplican en el plazo prescrito, y las sentencias que condenan el incumplimiento de los Estados en este sentido o en el de cualquier otra norma de Derecho comunitario no se ejecutan con toda presteza. Los casos deliberados de rechazo siguen siendo raros, pero la negligencia o la impotencia de los gobiernos son frecuentes. Si bien la fuerza obligatoria del Derecho comunitario se desconoce muchas veces, durante años el fenómeno más preocupante ha sido la inactividad del Consejo como legislador y órgano de ejecución del Derecho comunitario. Su condena por el Tribunal a raíz de un recurso por inactividad presentado por el Parlamento en materia de transportes1 no es sino un ejemplo entre muchos otros. Igualmente preocupante era, y sigue siendo, la actitud del Consejo en lo que se refiere a la aprobación de las decisiones de aplicación indispensables para el funcionamiento de las políticas comunes. La repetición anual de los interminables debates sobre la fijación de los precios agrarios es «ejemplar» en este sentido y, tanto en 1988 como en 1985, el Consejo se vio en la imposibilidad de fijar los precios de ciertos productos durante varios meses. Por su parte, la afirmación de la personalidad jurídica internacional encuentra, y sigue encontrando, obstáculos. Se puede obsevar una extensión injustificada del procedimiento de «acuerdos mixtos». Como señalan moderadamente Groux, J., y Manin, Ph., «la falta de competencia de la Comunidad para celebrar acuerdos internacionales sin la participación de sus Estados miembros dista de ser siempre evidente».2 Esta práctica traduce la resistencia de los Estados miembros al proceso de sustitución que supone, necesariamente, el ejercicio por parte de la Comunidad de sus competencias en materia de relaciones exteriores. 1 2 Sentencia de 22 de mayo de 1985, asunto 13/83, Parlamento Europeo/Consejo, Ree. 1985, p. 1 513. Véase, supra, nota de la p. 70. 192 Conclusión Incluso en el ámbito de la Cooperación Política se ponen de manifiesto los límites del consenso. La adopción de medidas contra Argentina con motivo de la crisis de las Malvinas no fue posible sino a costa de reservas por parte de varios Estados. Semejante ambigüedad aparece de nuevo con motivo de las sanciones contra Sudafrica en 1986. Tales reservas, debidas principalmente a las posiciones divergentes de los Estados miembros sobre los problemas de seguridad, y que aparecen cada vez con más frecuencia, explican el nuevo impulso que se intenta dar a la Unión Europea Occidental como foro de la Cooperación Política. Todos estas consideraciones llevaron al Parlamento Europeo y a ciertos gobiernos a interrogarse sobre la necesidad de efectuar una reforma de los Tratados. La iniciativa del Parlamento Europeo sirvió de catalizador. La aprobación del proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea, de 14 de febrero de 1984, determinó la creación por el Consejo Europeo de Fontainebleau de un comité ad hoc sobre cuestiones institucionales, conocido con el nombre de comité Dooge o Spaak II, y la convocatoria, decidida por el Consejo Europeo de Milán, de 28 y 29 de junio de 1985, de una conferencia intergubernamental. Esta conferencia debía preparar un «Tratado sobre una política exterior y de seguridad común [...] y las modificaciones del Tratado CEE, de conformidad con el artículo 236 del Tratado, necesarias para llevar a cabo una serie de adaptaciones institucionales relativas al proceso de decisión del Consejo, al poder de ejecución de la Comisión y a los poderes del Parlamento Europeo, así como a la ampliación a nuevos campos de actividad según las propuestas de los comités Dooge y Adonnino, ' tal como se dice en otra parte, y habida cuenta de determinados aspectos de la propuesta de la Comisión sobre la libre circulación de personas». La propuesta de convocar una conferencia intergubernamental fue aprobada por la mayoría de los miembros del Consejo Europeo, sin haber podido asociarse a esta decisión los jefes de Gobierno del Reino Unido, Dinamarca y Grecia. Esta conferencia condujo a la firma del Acta Única Europea, cuya repercusión hemos tratado de analizar por lo que se refiere a los temas tratados en la presente obra. A pesar de la divergencia de puntos de vista sobre los problemas institucionales, pudo llegarse a un acuerdo entre los Doce sobre la primera reforma global del Tratado CEE. No obstante, el texto aprobado refleja, como el análisis pone de manifiesto, las soluciones de compromiso que hubieron de adoptarse para conseguir el acuerdo de todos los Estados miembros. Los objectivos del Acta Única son crear un espacio económico y social unificado y solidario, y reforzar la Encargado de formular propuestas relacionadas con la «Europa de los ciudadanos». Conclusion 193 eficacia y el carácter democrático del procedimiento de decisión para alcanzar estos objetivos. La Comunidad podrá construir la unión económica y monetaria superando la letra de las disposiciones, a menudo demasiado prudentes e incluso insuficientes. Para realizarla, parece inevitable una revisión de los Tratados. No todos los Estados miembros contemplan las implicaciones políticas de la Unión con la misma actitud favorable. De hecho, para algunos Estados, la Comunidad no debe superar la fase de cooperación económica, pues la unificación política de Europa pertenece a la esfera de lo suplerfluo, de lo utópico e, incluso, de lo peligroso. En cambio, otros Estados miembros quieren mantenerse fieles a los objetivos afirmados en los preámbulos de los Tratados y confirmados por el Acta Única Europea. Dificilmente soportan la necesidad de lograr el acuerdo de todas las partes en los asuntos esenciales, pues ello condenaría a la Comunidad a avanzar al ritmo del Estado menos dispuesto a aceptar el proceso político de integración. Al mismo tiempo, tales resistencias confirman a los responsables políticos menos persuadidos en su convicción de la imposibilidad de progresar. Sin embargo, la Comunidad tiene que hacer frente a nuevos imperativos. Entre ellos, por ejemplo, la necesidad de afirmar la solidaridad europea dentro de la Alianza Atlántica, en el momento en que las dos grandes potencias negocian y concluyen acuerdos decisivos para la seguridad mundial. El nuevo impulso dado a la Unión Europea Occidental a partir de 1984 refleja la toma de conciencia, por determinados Estados miembros de la Comunidad, de la necesidad de una acción europea en materia de seguridad. Las decisiones del Acta Única en esta materia evidencian las posibilidades, pero también los límites, del consenso de los Doce en este aspecto. Los recientes acontecimientos en Europa central y oriental muestran la necesidad de avanzar más rápidamente hacia la Unión Europea, la única que puede dar respuesta a los imperativos de una situación que requiere la actuación solidaria de la Comunidad. Ésta resultará atractiva para los candidatos potenciales en la medida en que gane cohesión. Tal problemáica demuestra lo acertado de la decisión del Parlamento Europeo de introducir, en su proyecto de Tratado que instituye la Unión Europea, una disposición —el artículo 82—, cuyo alcance se ha analizado en el texto, que permite a una mayoría de Estados avanzar a pesar de la decisión de una minoría de ellos. En un ámbito menos dramático, cabe evocar asimismo la reflexión en torno a la integración diferenciada. La idea de una Europa a dos velocidades fue lanzada por Willy Brandt en un discurso pronunciado en París en 1974, y luego desarrollada por Leo Tindemans en su informe de 1975 sobre la Unión Europea. La Comisión la recogió en 194 Conclusion el documento de 1978 conocido como «Fresco» (período de transición y consecuencias institucionales de la ampliación de la Comunidad), en el que se pregunta si no sería útil consignar en el propio Tratado los criterios y los límites de las posibles diferenciaciones compatibles con la Comunidad. Hemos asistido a un importante esfuerzo doctrinal, fundamentalmente en los últimos años. ' El proyecto del Parlamento de Tratado que instituye la Unión Europea contiene una disposición relativa a la aplicación diferenciada de la ley.2 El informe del comité Dooge preconiza una fórmula muy parecida3 y menciona, además, la posibilidad de celebrar, en determinados ámbitos de cooperación intergubernamental, convenios entre Estados miembros que serían aplicables, en los casos en que no se hubiese podido llegar a un acuerdo unánime, entre los Estados que los hubieran ratificado, si constituyen una fuerte mayoría. Tal mecanismo, ya aplicado en el convenio de Roma de 1980 sobre la ley aplicable a las obligaciones contractuales, cuya entrada en vigor se supedita únicamente a siete ratificaciones, puede facilitar la supera­ ción del tipo de dificultades originadas, por ejemplo, por lo que se refiere a los convenios sobre el reconocimiento de sociedades o sobre Véase Vandamme, J .: «Unión économique et monétaire et intégration différenciée», Cahiers de droit européen pp. 127­158; Grabitz, E., y Langeheine, B.: «Legal Problems related to a proposed "Two­Tier System" of integration within the European Commu­ nity» OML R ev., 1981, p. 33; Langeheine, Β., «Abgestufte integration», EuR , 1983, p. 227; Langeheine, B., y Weinstock, U.: «Europe à deux vitesses: ni voie royale ni fausse route», R MC, 1984, pp. 242 y ss.; Ehlermann, C D . : «How Flexible ís Community Law? An unusual approach to the concept of «two speeds», Mich Law Rev., 1984, pp. 1 274 y ss.; del mismo autor, «Réflexions sur les structures institution­ nelles de la Communauté», Annales de Droit de Liège, 1984, pp. 307 y ss., especialmente pp. 321­323: Vandamme, J .: «Gedifferentieerde integratie, Beneluxsamenwerking in EG Solidariteit», SEW, 1982, 7.8, pp. 523 y ss., así como la obra publicada bajo la dirección de Grabitz, E., con el título de Abgestufte integralion en las Ediciones Ν.D. Englei, Estasburgo, 1984. Véase asimismo Gedifferentieerde integratie in de Europese Gemeenschappen, Asser instituut, Colloquium Europees Recht, 14 zitting, 1984, La Haya, s.d. (1985) y la bibliografía, pp. 76 y 97­98: Gedifferentieerde integratie en Gemmenschopsrecht, por Feenstra, J .J ., y Mortsimans, K.J ., Voorstudies en achtergron­ den Wetenschappelijke Raad voor het Regeringsbeleid, V 48, 1985, La Haya; Wallace, H.: «Europe: The Challenge of Diversity», Chatham House Papers, n" 29, Londres, 1985; Institut d'études européennes. L'intégration différenciée, Bruselas, 1986. Artículo 35: «La ley puede subordinar a unos plazos, o acompañar medidas de transición diferenciadas según el destinatario, la puesta en práctica de sus disposiciones cuando lo uniformidad de la aplicación de las mismas choque con dificultades especiales debidas a la situación especifica de algunos de sus destinatarios. Estos plazos y medidas deben, no obstante, pretender facilitar la aplicación posterior del conjunto de las disposiciones de la ley a todos sus destinatarios». «Con objeto de facilitar la aplicación de determinadas decisiones, la utilización, en casos excepcionales, del método de la diferenciación de la norma comunitaria, siempre que dicha diferenciación sea limitada en el tiempo, esté fundada únicamente en consideraciones económicas y sociales y respete el principio de la unidad presupuesta­ ria». Conclusion 195 la patente europea, por la falta de ratificación de un Estado miembro. Todos los autores que han abordado la cuestión reconocen la necesidad de definir claramente los conceptos. La Europa «a la carta» o «de geometría variable», que se manifiesta en la participación de algunos Estados miembros o de sus industrias en proyectos concretos, no constituye en sí un progreso en el sentido de la integración, ya que la Comunidad no está necesariamente asociada al proyecto. A menudo, las fórmulas son de carácter puramente intergubernamental; pueden incluso asociar terceros Estados, completamente ajenos al proyecto político de la Unión Europea. Por consiguiente, sólo son posibles y útiles para cuestiones técnicas y limitadas. Por esta razón, fue rechazada la propuesta del Gobierno francés de introducir un artículo 235 bis en el que se contemplaban fórmulas de este tipo, en realidad portadoras de gérmenes de la disolución de la Comunidad. La diferenciación en el sentido del proyecto de Tratado o del informe Dooge responde más bien al deseo de mantener una cierta diversidad, al menos temporalmente, que al de facilitar, a pesar de la oposición de una minoría, el progreso de la integración. No hace sino tener en cuenta situaciones objetivas, una vez que todos se han puesto de acuerdo sobre el objetivo final. ¿Es posible, sin peligro para la unidad del ordenamiento jurídico comunitario y para la unión cada vez más estrecha entre los Estados y los pueblos europeos, orientarse hacia una fórmula que permita a una mayoría (¿significativa?) progresar en sectores determinados según procedimientos de ejecución y modalidades de financiación propias? ¿No sería conveniente, como propuso la Comisión, fijar los criterios y los límites de tales acciones en un Tratado? El Acta Única no contiene una cláusula general de diferenciación comparable a la del artículo 35 del proyecto de Tratado de Unión Europea ni a la fórmula adoptada por el comité Dooge. No obstante, el Acta Única prevé la posibilidad de diferenciación en varias de sus disposiciones. El artículo 8 C, por ejemplo, permite a la Comisión prever «disposiciones adecuadas» en sus propuestas relativas a la realización del mercado interior, para tener en cuenta las diferencias de desarrollo de determinadas economías. Si dichas disposiciones adoptan la forma de excepciones, deberán tener carácter temporal y perturbar lo menos posible el funcionamiento del mercado común. Asimismo, pueden citarse los apartados 4 y 5 del artículo 100 A, en materia de aproximación de legislaciones; el artículo 130 L, que permite aprobar «programas complementarios» en materia de investigación y desarrollo en los que no participan todos los Estados; el artículo 130 R, relativo a la protección del medio ambiente, en el que se invita a tener en cuenta el «desarrollo equilibrado» de las regiones Conclusión 196 de la Comunidad, y el artículo 130 Τ, que proporciona a los Estados miembros la posibilidad de adoptar «medidas de mayor protección [del medio ambiente] compatibles con el [...] Tratado». Todas estas disposiciones, especialmente la cláusula derogatoria del apartado 4 del artículo 100 A, plantean problemas de interpretación sobre los que no podemos extendernos aquí. ' Digamos, simplemente, que el apartado 4 del artículo 100 A ofrece a un Estado miembro la posibilidad de aplicar, con posterioridad a la adopción de las medidas de armonización, disposiciones nacionales, justificadas no sólo por las exigencias del artículo 36 del Tratado CEE sino también por imperativos de protección del medio de trabajo o del medio ambiente. Corresponde a la Comisión confirmar las disposicio­ nes mencionadas después de haber comprobado que no se trata de un medio de discriminación arbitraria o de una restricción encubierta del comercio entre Estados miembros. La Comisión, o cualquier Estado miembro, podrá recurrir directamente al Tribunal de J usticia si considera que otro Estado miembro abusa de la posibilidad prevista de mantener en vigor disposiciones nacionales. También se prevén medidas de salvaguardia provisionales, sometidas igualmente a un procedimiento comunitario de control, que facilitarán la adaptación a las normas de armonización. A pesar de sus insuficiencias, el Acta Única Europea ha generado una dinámica, el «horizonte 1992», que no agota por sí misma todo su alcance pero que constituye la acción más significativa iniciada desde 1957 para salvar a Europa de su declive. La Comunidad se encuentra ante un programa ambicioso que debe realizar y superar. Éste es el sentido del proyecto de unión económica y monetaria lanzado por el Consejo Europeo de Hannover en junio de 1988. El informe adoptado por unanimidad en abril de 1989 por el comité presidido por J acques Delors proponía un programa para la realización progresiva de este objetivo. En junio de 1989, el Consejo Europeo de Madrid decidió que la primera etapa de este programa comenzaría el 1 de julio de 1990. Para avanzar más allá de los objetivos aprobados en Hannover y confirmados en Madrid, es necesario organizar una conferencia inter­ gubernamental, sobre la que se ha llegado a un acuerdo de principio. El Consejo Europeo de Estrasburgo, en su reunión de los días 8 y 9 de diciembre de 1989, decidió que la conferencia comenzaría a finales de 1990 durante la presidencia italiana. 1 Véase csp. Ehlermann C D . : «The internal market folowing the single European Act» OML R ev., 1987, pp. 361 a 1 409, y Flynn J .: How will article 100 A (4) work? A comparison with Article 93, ibid., pp. 689 a 707. Nota final Los resultados de las conferencias intergubernamentales de revisión de los Tratados comunitarios, inauguradas en Roma el 15 de diciembre de 1990, harán sin duda necesaria una revisión importante de varias secciones de la presente obra. A la espera de dichos resultados, nos limitaremos a tener en cuenta la evolución de la jurisprudencia que se refiere al efecto directo del Derecho comunitario, a sus relaciones con las constituciones nacionales y su aplicación por los Estados miembros. La presente actualización sigue el orden de los apartados de la obra. Apartado 107 La jurisprudencia del Tribunal en materia de efecto directo de las directivas se ha enriquecido con sentencias de alcance considerable. En realidad, el Tribunal se atiene a su jurisprudencia de la sentencia Marshall, que niega el efecto directo horizontal de las directivas. ' No obstante, ha adoptado una concepción amplia de la noción de autoridad u organismo ante el cual pueden invocarse las disposiciones incondicionales y suficientemente precisas de una directiva «a falta de medidas de aplicación adoptadas dentro de los plazos prescritos contra cualquier disposición nacional no conforme con la directiva, o incluso en la medida en que definan derechos que los particulares puedan hacer valer ante el Estado».2 Debe tratarse de organismos o entidades sujetas a la autoridad o al control de Estado o que disponen de poderes exorbitantes en relación con los que resultan de las normas aplicables a las relaciones entre particulares.3 Así, las disposiciones de una directiva pueden ser invocadas no sólo ante una administración centralizada del Estado, como por ejemplo la administración fiscal,4 sino también ante las colectividades territoriales (administraciones municipales),5 las autoridades constitucionalmente independientes encargadas del mantenimiento del orden y la 1 2 3 4 5 Véase, entre otras, la sentencia de 8 de octubre de 1987, Kolpinghuis Nijmegem, asunto 80/86, Ree. 1987, pp. 3969 y ss., apartados 9 y 10. Sentencia de 12 de julio de 1990, British Gas PLC, asunto C-188/89, aún no publicada en la Recopilación, apartado 16. Ibid., apartado 18. Véase la sentencia Becker, citada en la nota 2, p. 124, y la sentencia de 22 de febrero de 1990, CECA/Quiebra Acciaieria e Ferriere Busseni, asunto C-221/88, aún no publicada en la Recopilación. Sentencia de 22 de junio de 1989, Fratelli Costanzo, asunto 103/88, Ree. 1989, pp. 1839 y ss. 198 Nota final seguridad públicos, ' las autoridades públicas que prestan servicios de sanidad pública2 y, más en general, ante cualquier organismo «al que, independientemente de su forma jurídica, y en virtud de un acto de una autoridad pública, se le haya confiado la prestación de un servicio de interés público, bajo el control de dicha autoridad, y que disponga, a tal fin, de poderes exorbitantes en relación con las normas aplicables a las relaciones entre particulares».3 El propio juez es una autoridad destinataria de la directiva. Esta precisión no es nueva. En una sentencia de 1984,4 el Tribunal ya señaló que la obligación en cuanto al resultado prescrita por la directiva se imponía a todas las autoridades de los Estados miembros, incluidas las autoridades jurisdiccionales, en el ámbito de sus competencias. Así, el juez debe interpretar su Derecho nacional «a la luz del texto y la finalidad de la directiva para alcanzar el resultado previsto en el párrafo 3 del artículo 189 del Tratado».5 No obstante, la jurisdicción nacional, al interpretar su Derecho nacional refiriéndose al contenido de la directiva, debe tomar en consideración los principios generales del Derecho que forman parte del Derecho comunitario, y especialmente los principios de seguridad jurídica y no retroactividad. Así, en su sentencia de 11 de junio de 1987,6 el Tribunal señaló que una directiva, por sí misma e independientemente de la ley interna adoptada por el Estado para su aplicación, no debía definir o agravar la responsabilidad penal de quienes actúan contraviniendo dichas disposiciones. En la sentencia Kolpinghuis Nijmegem, el Tribunal precisó que las soluciones indicadas anteriormente en cuanto a la necesidad de interpretar el Derecho nacional por referencia al contenido de la directiva «no son diferentes si el plazo fijado al Estado miembro para adaptar la legislación nacional no ha transcurrido en la fecha pertinente».7 Una sentencia más reciente ha venido a ilustrar de forma sorprendente el papel decisivo que el Tribunal desea ver asumir al juez nacional en la aplicación correcta de las directivas. Un juez español preguntó al Tribunal si debía interpretar su derecho nacional a la luz del texto y de la finalidad de la primera directiva 1 2 3 4 5 6 7 Sentencia de 15 de mayo de 1986, Johnston/Chief Constable of the Royal Constabulary asunto 222/84, Ree. 1986, pp. 1651 y ss. Sentencia Marshall, ya citada. Sentencia British Gas PLC, ya citada, apartado 20. Sentencia de 10 de abril de 1984, Von Colson y Kamann, asunto 14/83, Ree. 1984, p. 1891. Ibid., p. 1909, y también la sentencia Kolpinghuis Nijmegem, ya citada, apartado 12. Para otra aplicación de estos principios, véase la sentencia de 8 de noviembre de 1990, Elisabeth Dekker, asunto C-177/88, aún no publicada en la Recoplicacíón. Sentencia de 11 de junio de 1987, Pretore di Saló, asunto 14/86, Ree, 1987, pp. 2545 y ss. Sentencia citada, apartado 16. Nola final 199 68/151/CEE del Consejo, de 9 de marzo de 1968, de coordinación del derecho de sociedades, ' a fin de denegar la declaración de nulidad de una sociedad anònima por un motivo diferente de los enumerados en el artículo 11 de esta directiva, que España aún no había aplicado. El Tribunal repitió la doctrina contenida en las sentencias Von Colson y Kolpinghuis Nijmegem, ya citadas, y concluyó que «la necesidad de interpretar el Derecho nacional de acuerdo con el artículo 11 de la directiva 68/151, ya citada, impide interpretar las disposiciones de Derecho nacional sobre sociedades anónimas en el sentido de que la nulidad de una sociedad anónima pueda declararse por motivos diferentes de los enunciados de una forma limitativa en el artículo 11 de la directiva en cuestión».2 Al pronunciarse así, el Tribunal no reconocía un efecto directo horizontal a la directiva. Se limita a obligar al juez a tener en cuenta la directiva como un elemento del Derecho comunitario, de carácter prioritario, y a no aplicar la norma nacional en la medida en que sea contraria.3 Esta jurisprudencia —al igual que la relativa a la noción de autoridad u organismo públicos— se propone incitar a los Estados miembros a aplicar más diligentemente las directivas. También obliga a plantearse la utilidad de la distinción que hace el Tratado actual entre reglamento y directiva como instrumentos de la legislación comunitaria. El efecto de las directivas sigue sin ser reconocido como tal por el Consejo de Estado de Francia, independientemente de las precisiones aportadas por la jurisprudencia posterior a la sentencia Cohn-Bendit, y, en particular,4 por la sentencia Alitalia.5 Es preciso llamar la atención sobre la técnica utilizada por la parte demandante y admitida por el Consejo de Estado en este asunto, a fin de declarar la ilegalidad de un reglamento nacional contrario a una directiva. La compañía Alitalia presentó a la autoridad competente una demanda solicitando la derogación de artículos de decretos fiscales por el hecho de que tales disposiciones, según los casos, ya no serían compatibles con los objetivos definidos en la sexta directiva o serían contrarios a los mismos. Al no haber respondido el primer ministro en el plazo prescrito, se produjo una decisión implícita de denegación, impugnada por desviación de poder ante el Consejo de Estado. Este recurso permitió a la alta jurisdicción recordar que «las autoridades nacionales no pueden legalmente, tras la expiración de los plazos prescritos, 1 2 3 4 5 Sentencia de 13 de noviembre de 1990, Marleasing, asunto C-106/89, aún no publicada en la Recopilación. Ibid., apartado 9. Véase Easson, A.J.: «The direct effect of EEC-directives», I.C.L.Q., 1979, pp. 314 y ss., especialmente pp. 339-341, y J.V. Louis in Commentaire Megret, vol. 10, tomo 1, Bruselas 1983, pp. 494 y 495. Véase nota 5, p. 122. Sentencia de 3 de febrero de 1989, A.J.D.A. 1989, p. 387. 200 Nola final permitir que subsistan disposiciones reglamentarias que no sean ya compatibles con los objetivos definidos en las directivas de que se trata, ni dictar disposiciones reglamentarias que sean contrarias a estos objetivos». ' Apartado 108 El Tribunal ha aplicado la doctrina por él elaborada, en particular en las sentencias Kupperberg y Demirel, en relación con el efecto directo de las disposiciones de acuerdos internacionales celebrados por la Comunidad, a las decisiones adoptadas por el Consejo de asociación creado por uno de estos acuerdos. En un primer momento, el Tribunal recordó que las disposiciones de un acuerdo celebrado por el Consejo, de conformidad con los artículos 228 y 238 del Tratado, forman parte integrante, a partir de la entrada en vigor del acuerdo, del ordenamiento jurídico comunitario. De ahí llegó a la conclusión de que una decisión adoptada por un Consejo de asociación también formaba parte integrante del ordenamiento jurídico comunitario, a partir de su entrada en vigor y ello «por el hecho de su directa vinculación al acuerdo de asociación».2 Por consiguiente, no ha lugar una «transformación» de tal decisión en una categoría (reglamento, directiva, decisión) de Derecho comunitario. Un acto comunitario sólo es necesario si la ejecución de la decisión del Consejo de asociación supone la adopción previa de medidas complementarias. En una sentencia posterior, el Tribunal, a fin de determinar el efecto directo de las decisiones del Consejo de asociación, ha aplicado los mismos criterios que los establecidos para los propios acuerdos, refiriéndose expresamente a la sentencia Demirel. En primer lugar, examinó los términos y a continuación el objeto y la naturaleza de las decisiones y del acuerdo a las que se vinculan.3 Apartado 131 En su sentencia Nicolo, de 20 de octubre de 1989, el Consejo de Estado de Francia reconoció la primacía del Tratado internacional y, 1 2 3 Véase también, más recientemente, C E . , sentencia de 25 de mayo de 1990, Ministro delegado ... encargado del medio ambiente y otro/Fédération départementale des chasseurs de l'Isère y otros, A.J.D.A., 1990, pp. 730-732. Sentencia de 14 de noviembre de 1989, República Helénica/Comisión, asunto 30/88, Ree. 1989, pp. 3733 y ss. Sentencia de 20 de septiembre de 1990, Service, asunto C-192/89, aún no publicada en la Recopilación. Nota final 201 por consiguiente, de los Tratados comunitarios sobre la ley incluso posterior. En su sentencia Boisdet, de 24 de septiembre de 1990, rechazó una ley incompatible con las disposiciones de un reglamento del Consejo. ' Los comentadores opinan que esta solución era la esperada, habida cuenta de una sentencia anterior 2 en la que se asimilaban los reglamentos comunitarios a los convenios internacionales. 3 ¿Se aplicará la jurisprudencia Nicolo a las directivas? Apartado 132 El Tribunal Constitucional español dictó una sentencia importante como consecuencia de un recurso presentado contra disposiciones de la ley relativa a las elecciones al Parlamento Europeo, que preveía una circunscripción única nacional y prohibía la pertenencia simultánea al Parlamento Europeo y a un parlamento de una comunidad autónoma. Los demandantes mantenían que esta disposición legal era contraria al artículo 5 de la decisión del Consejo relativa a la elección del Parlamento Europeo. El Tribunal Constitucional, en su sentencia n° 852/87, de 14 de febrero de 1991, se negó a pronunciarse sobre este tema. Se basaba en la doctrina de la sentencia del Tribunal de Justicia en el asunto Simmenthal, de 9 de marzo de 1978,4 que establecía que la supuesta antinomia entre una norma de Derecho comunitario y una ley nacional no planteaba problemas de constitucionalidad y debía ser resuelta por las jurisdicciones ordinarias, en su caso previo recurso prejudicial al Tribunal de Justicia. Para el Tribunal Constitucional, no puede considerarse que toda violación del Derecho comunitario sea, ipso facto, una violación de los artículos 93 y 96 de la Constitución, relativos, respectivamente, a la atribución de poderes a los organismos internacionales y a la primacía de los Tratados internacionales. En lo que respecta al Derecho inglés, hay que señalar que todas las decisiones recaídas en el asunto Factortame demuestran que la primacía del Derecho comunitario es algo ya admitido por las juridicciones. Más adelante examinaremos este tema. Apartados 140 y siguientes El Tribunal de Justicia ha pronunciado distintas sentencias, algunas de ellas de extraordinario interés, sobre las obligaciones de los Estados 1 2 3 4 A.J.D.A., 1990, pp. 906 y 907. Sentencia de 11 de diciembre de 1987, Daniélou, Ree. Lebon, 1987, p. 409. Honorât, E., y Schwartz, R.: Chronique générale de jurisprudence de l'administration française, A.J.D.A., 1990, pp. 863 y 864. Asunto 106/77, Ree 1978, p. 629. 202 Nota final miembros de la aplicación del Derecho comunitario y el alcance del llamado principio de «autonomía institucional». El Tribunal ha puesto de relieve la obligación de los Estados miembros de garantizar la plena eficacia del Derecho comunitario. En la sentencia Von Colson y Kamann, antes citada, el Tribunal ya había afirmado que, si bien es cierto que el párrafo 3 del artículo 189 deja a los Estados miembros la libertad de elección de la forma y los medios de garantizar la aplicación de la directiva, no obstante, esta libertad no altera la obligación que sigue pesando en su totalidad sobre cada uno de los Estados destinatarios de adoptar en el marco de su ordenamiento jurídico nacional todas las medidas que sean necesarias para asegurar la plena eficacia de la directiva, de conformidad con el objetivo por ella perseguido. ' En el supuesto se trataba de una directiva por la que se prohibe toda discriminación entre los sexos en el accceso a los puestos de trabajo. El artículo 6 de esta directiva impone a los Estados miembros la obligación de introducir en su ordenamiento jurídico interno todas las medidas que sean necesarias para que toda persona que se considere víctima de una discriminación pueda «hacer valer sus derechos por la vía jurisdiccional». Esto supone, en palabras del Tribunal, que la sanción del incumplimiento de la prohibición de discriminación «deberá estar concebida de modo que garantice una protección jurisdiccional efectiva y eficaz». 2 Al pronunciarse por la vía de la cuestión prejudicial sobre la conformidad con el Derecho comunitario de un régimen de responsabilidad penal objetiva por el que se sanciona la violación del Reglamento n° 543/69 del Consejo, relativo a la armonización de determinadas disposiciones en materia social en el sector de los transportes por carretera, el Tribunal precisó el alcance de las obligaciones de sancionar la violación de los reglamentos comunitarios que pesan sobre los Estados miembros, declarando que «cuando un reglamento comunitario no contiene ninguna disposición específica por la que se prevea una sanción en caso de violación del mismo o cuando, en este punto, reenvíe a disposiciones legislativas, reglamentarias o administrativas nacionales, el artículo 5 del Tratado CEE impone a los Estados miembros la obligación de adoptar todas las medidas apropiadas para asegurar el alcance de la eficacia del Derecho comunitario. Para ello, los Estados miembros, aunque conservan la libertad de decidir las sanciones, deberán, no obstante, procurar que las violaciones del Derecho comunitario se sancionen de acuerdo con unas condiciones de fondo y de procedimiento que sean análogas a las aplicables a las violaciones del Derecho nacional de naturaleza e 1 2 Sentencia de 10 de abril de 1984, asunto 14/83, Ree. 1984, p. 1906, apartado 15. Ibid., apartado 23. Nota final 203 importancia similares y, en cualquier caso, confieran a la sanción un carácter efectivo, proporcionado y disuasorio». ' Los límites que el principio de la primacía y el de la aplicación uniforme del Derecho comunitario imponen a la autonomía institucio­ nal de los Estados miembros aparecen claramente en dos sentencias pronunciadas previa cuestión prejudicial, referidas ambas a la aplica­ ción de medidas provisionales por las jurisdicciones nacionales. La primera sentencia se dictó en el asunto Factortame, ya célebre por los comentarios que ha suscitado.2 Las sociedades Factortame Ltd y otras, propietarias o armadoras de buques pesqueros, estaban inscritas en el registro de buques británicos de conformidad con la legislación vigente. Para hacer frente al «saqueo» de cuotas de captura («quota hopping») practicado por sociedades que navegaban con pabellón británico sin ser realmente británicas (la mayoría de los accionistas de esas sociedades eran españoles), el Reino Unido decidió, mediante una ley de 1988, la creación de un nuevo registro de pesca en el que únicamente podían inscribirse los buques que reunieran determinadas condiciones, referidas básicamente a la nacionalidad británica de los propietarios o armadores. La validez de las anteriores matrículas expiraba el 31 de marzo de 1989. Las sociedades pesqueras afectadas por esta legislación recurrieron contra ella, paralelamente a la intro­ ducción por la Comisión ante el Tribunal de Justicia de un recurso de declaración de incumplimiento con arreglo al artículo 169 del Tratado. Tanto las sociedades ante las jurisdicciones británicas como la Comi­ sión ante el Tribunal solicitaron la adopción de medidas provisionales para evitar los efectos de la nueva legislación hasta que se decidiera sobre su compatibilidad con el Derecho comunitario. Sucesivamente la Divisional Court de la Queen's Bench Division ordenó la adopción de tales medidas en su decisión de 10 de marzo de 1989, la Court of Appeal anuló esta resolución el 22 de marzo de 1989 a petición del Gobierno británico y la House of Lords decidió el 18 de mayo de 1989 plantear ante el Tribunal de J usticia una cuestión prejudicial. Se trataba de saber sí o no, y en qué condiciones, las jurisdicciones británicas tenían capacidad para ordenar la adopción de medidas provisionales en contra de la Corona basándose en el Derecho comunitario, cuando, en virtud de una regla tradicional del common law, no puede ordenarse ninguna medida provisional en contra de la Corona y cuando las leyes nacionales, en tanto no se haya decidido sobre su incompatibilidad con el Derecho comunitario, gozan de una 1 2 Sentencia de 10 de julio de 1990, Hansen, C­326/88, aún no publicada en la Recopilación. Sentencia de 19 de junio de 1990, asunto 213/89, aún no publicada en la Recopilación. Véanse las notas de Garcia de Enterría, E.: Civitas, R evista española de derecho administrativo, 1990, pp. 401­420; Symon, D., y Barav, Α.: R evue du Marché Commun, 1990, pp. 591­598; le Mire, P., A.J.D.A., 1990, pp. 834­836. 204 Nota final presunción de conformidad con éste. En su sentencia de 19 de junio de 1990, el Tribunal, basándose en la doctrina de la sentencia Simmenthal, de 9 de marzo de 1978, ' declara que el juez nacional está obligado a no aplicar las disposiciones legislativas nacionales que se opongan, aunque sea de forma temporal, a la plena eficacia de las normas comunitarias. Por consiguiente, «debe interpretarse el Derecho comunitario en el sentido de que, cuando una jurisdicción nacional en un litigio sobre cuestiones de Derecho comunitario que se le hubiere planteado considerare que el único obstáculo que se opone a que se ordene la adopción de medidas provisionales es una norma del Derecho nacional, dicha jurisdicción nacional deberá rechazar la aplicación de tal norma». El Tribunal no indicaba en su sentencia los criterios que debe seguir el juez para decidir sobre la cuestión de saber si debe conceder o negar las medidas de protección provisional. Este paso lo dará en una sentencia posterior, esta vez a propósito de la suspensión de la aplicación de un acto administrativo nacional dictado en ejecución de un reglamento comunitario supuestamente ilegal.2 El Tribunal debía pronunciarse sobre la competencia de las jurisdicciones nacionales para, en el marco de un procedimiento sumario, suspender la ejecución de un acto nacional basado en un reglamento comunitario, a propósito, en este caso, de un litigio sobre la validez de la cotización especial de reabsorción en el sector del azúcar. El Tribunal reconoció al juez nacional dicha competencia. En efecto, si bien es cierto que el Tribunal ha afirmado en su sentencia Fotofrost3 que era el único competente para declarar la invalidez de un reglamento comunitario, ello no significa, en cambio, que el particular no pueda obtener, cuando se reúnan unas determinadas condiciones, una declaración de suspensión por la que se paralicen, en la medida en que le afecten, los efectos del reglamento impugnado. En este sentido, el Tribunal se basa al mismo tiempo en la existencia del derecho de solicitar la suspensión de la ejecución con arreglo a lo dispuesto en el artículo 185 del Tratado, dentro del procedimiento de anulación, y en su sentencia en el caso Factortame. Pero, en esta ocasión, el Tribunal se dedica a señalar las condiciones que el juez nacional debe respetar en la concesión de la suspensión. Después de señalar que «las normas de procedimiento las definen los Derechos nacionales» y que «éstos presentan divergencias en cuanto a las condiciones de la concesión de la suspensión, las cuales pueden comprometer la aplicación uniforme del Derecho comunitario», el Tribunal declara que «esta aplicación uniforme es una exigencia 1 2 3 Asunto 106/77, Ree. 1978, p. 629. Sentencia de 21 de febrero de 1991, Zuckerfabrik Süderdithmarschen AG, asuntos acumulados C-143/88 y C-92/89, entre otras, aún no publicada en la Recopilación. Sentencia de 22 de octubre de 1987, asunto 314/85, Ree. 1987, p. 4189, apartado 20. Nota final 205 fundamental del ordenamiento jurídico comunitario». Por consiguiente, es importante que, por lo menos por lo que se refiere a la introducción e instrucción de la demanda, la suspensión de la ejecución de actos administrativos basados en reglamentos comunitarios, sin dejar de regirse por normas de procedimiento nacionales, «se someta en todos los Estados miembros, como mínimo, a unas condiciones de concesión que sean uniformes». Habida cuenta de que este derecho de acordar la suspensión equivale al que le corresponde al Tribunal en virtud del artículo 185 del Tratado, «dichos órganos jurisdiccionales deben acordar la mencionada suspensión únicamente en el supuesto de que concurran los requisitos de las medidas provisionales ante el Tribunal». Éste puede entonces responder a la cuestión planteada en el sentido de que un órgano jurisdiccional nacional únicamente puede acordar la suspensión de la ejecución de un acto de carácter nacional adoptado en ejecución de un reglamento comunitario: «—si dicho órgano jurisdiccional alberga serias dudas acerca de la validez del acto comunitario y si, en el caso de que aún no se haya sometido al Tribunal de Justicia la cuestión de validez del acto controvertido, el órgano jurisdiccional nacional plantea la correspondiente cuestión prejudicial; — si se está ante un caso de urgencia y si la parte demandante se halla amenazada de un perjuicio grave e irreparable; — si dicho órgano jurisdiccional toma debidamente en cuenta el interés de la Comunidad». Esta sentencia pone de manifiesto los límites que según la jurisprudencia del Tribunal pesan sobre el principio de la autonomía institucional de los Estados miembros como consecuencia de las exigencias de la aplicación uniforme del Derecho comunitario. Bibliografía I. Comentarios (frecuentemente citados bajo el nombre de sus directores) Dictionnaire du Marché Commun, Gide-Loyrette-Nouel, París, Dictionnaire André Joly, desde 1968. Due, Ole; Lando, Ole; von Eyben, W.E., Karnovs EF-Samling, Copenhague 1973. Encyclopedia of European Community Law Ed. K.R. Simmonds et al, Londres, desde 1973. García de Enterría, E.; González Campos, T.D., y Muñoz Machado, J. (ed.): Tratado de Derecho comunitario europeo. Estudio sistemático desde el Derecho español, Madrid 1986, 3 vols. Jurisclasseur de droit international, fascículos 163 y 164, A, B, C. 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Indice Acta de adhesión 1972 articulo 102, 6, 12 artículo 160, 52 Acta de adhesión 1979 artículo 152, 52 Acta de adhesión 1985 artículo 402, 52 Acta Única Europea, 13, 14, 15, 16, 18, 20¿>w, 38, 43, 51 bis, 52, 135, 149 artículo 30, 51 bis Actos de las instituciones. 58 a 75 lengua, 68 motivación, 71 notificación, 69 publicación, 68, 69 Actos sin denominación propia, 73 a 75 actos externos, 75 actos internos, 74 Acuerdo CEE-Portugal, 108 Acuerdo CEE-Turquía, 85 Acuerdos internacionales, 18, 78 a 85, 108 Adaptación de los Tratados sin revisión, 41 a 43 artículo 95, 1 y 2, CECA, 42 artículo 235 CEE, 43 AETR, 36, 47, 75 Agencia de Abastecimiento Euratom, 139 Ampliación, 52 Aplicabilidad directa (véase efecto directo) Aplicación del Derecho comunitario, 133 a 146 administración directa, 135, 136 a 139 administración indirecta, 140 a 146 función del ejecutivo y del legislativo, 144 principio de la autonomía institucional, 140 reenvío a los actos comunitarios, 145 Tratado CECA, 135 Asociación, 85 Atribución de competencias, 5 a 11 y competencia nacional, 10, 11 y federalismo, 9, 12 CECA política comercial, 2 Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional, 139 Ceuta y Melilla, 54 Las cifras corresponden a los apartados. 216 ìndici Comisión de las CE, 14. 15 garante de los Tratados, 69. 146 poder de ejecución. 20, 68, 138 poder de propuesta, 15 Comité Dooge o Spaak II, 16, 83. 149 Comité Económico y Social, 15 Comité de Representantes Pemanentes, 19 Comités de gestión, 20. 136, 138 Comités de reglamentación. 20 Competencia, 12 Competencia de atribución, 59, 60 Competencia concurrente, 9, 12 Competencia exclusiva. 10, 12, 47. 80 Comunidad de Derecho, 21 principio, 21 Comunidad Europea denominación — resolución de 16 de febrero de 1978, 3 Comunidades Europeas unidad o diversidad, 2 Congreso de la Haya, del 7 al 10 de mayo de 1948, 5 Consejo de las CE, 14 a 19 Comité de Representantes Permanentes, 19 mayoría, 16, 17 reglamento interior, 18, 74 Consejo Europeo, 14, 149 Constituciones nacionales y Derecho comunitario. 90, 91, 115 a 125, 140, 143, 144 Convenio de derechos humanos, 91, 92, 125 Convenios concluidos sobre la base del articulo 220 del Tratado CEE, 83 Cooperación (procedimiento de). 18 Cooperación Política, 14. 5\bis, 149 Coordinación de competencias nacionales. 12 Cumbre de La Haya. 5\bis Decisiones CECA. 63. 113 Decisiones CEE. 70. 105 Decisiones de los representantes de los Gobiernos. 82 Declaración Schuman. 1 Indice 217 Delegación de poderes, 57, 139 Departementos franceses de ultramar, 54 Derecho derivado, 58 a 75 actos sin denominación propia, 73 a 75 actos típicos, 62 a 72 modalidades de subordinación, 59 a 61 Derecho internacional, 76 a 85 acuerdos internacionales, 78 a 85 — anteriores, 79 — celebrados por la Comunidad, 84 — de ejecución. 81 — mixtos, 85 — rango, 84 decisiones de los representantes de los Gobiernos, 82 — concluidas por la Comunidad, 84 Derecho internacional general, 77 Diario Oficial de las Comunidades Europeas. 68, 69 Dictámenes CECA, 63 Dictámenes CEE, 72 Directivas, 69 aplicación, 146 efecto directo, 105 a 107 Efecto directo, 94 a l {0 bis, 145 acuerdos internacionales, 108 decisiones y directivas, 105 a 107 límites, 110 principio, 94, 95, 109 reglamentos, 103, 104 Tratado, 96 a 102 Empréstitos comunitarios, 51 Estados ACP, 48, 49 Fondo Europeo de Cooperación Monetaria, 139 Fondo Europeo de Desarrollo Regional, 20 bis Fondo Europeo de Inmovilización de la Navegación Interior, 57 Fondo Europeo de Orientación y de Garantía Agrícola, 20 bis, 136, 146 Fondo Social, 20 bis, 75 Funcionalismo, 1 Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Vida y de Trabajo, 139 Fusión de los ejecutivos, 2, 19 GATT, 79, 84, 108 Gibraltar, 54 Groenlandia, 38, 54 Hong Kong, 54 218 Indice Instituciones, 2, 14 Integración diferenciada, 149 Interpretación del Derecho comunitario, 28 a 36 efecto necesario, 36 efeto útil, 35 métodos — sistemático, 34 — teleologico, 28, 34 y principios generales, 29 a 33 Isla de Man, 54 Islas Canarias, 54 Islas Feroe, 54 IVA, 20 bis Limitación y transferencia de soberanía, 5, 6, 7, 123 Mayoría cualificada, 16, 17 compromiso de Luxemburgo, 48 Misiones ante las Comunidades, 48 Motivación de los actos, 71 Parlamento Europeo, 14, 15, 18 dictamen conforme, 18 elección por sufragio universal, 120, 123, 131, 147 poderes presupuestarios, 14, 20 bis, 123 procedimiento de decisión, 14, 15, 18 y procedimiento de cooperación, 14, 18 Personalidad jurídica internacional, 44 a 51 bis derecho de acción arbitral, 50 derecho a concluir acuerdos, 45 a 47, 57 derecho de legación, 48, 49 responsabilidad internacional, 51 Política agrícola común, 11, 20 bis, 56, 135, 146 Política comercial común, 10, 47, 56 Política común de transporte, 56 Presupuesto, 14, 20 bis, 123, 138 Primacía, 111 a 132 constituciones, 115 a 125 ley posterior, 126 a 132 principio, 111 a 114 Principios generales, 29 a 33, 86 a 92 comunes de los Derechos de los Estados miembros, 87 a 92 — derechos fundamentales, 89 a 92 bis, 120 derivados de la estructura del Tratado CEE, 29 a 33 — igualdad, 30 — libertad, 31 — solidaridad, 32 — unidad, 33 219 índice Procedimiento de decisión, 15 a 19 Realización progresiva (principio de) 13 período de transición, 99 Recomendaciones CECA, 63 Recomendaciones CEE, 72 Recursos propios de las Comunidades, 14, 20bis, 141 Reglamento CEE, 65 a 68, 111, 130 alcance general, 66 aplicabilidad directa, 68, 103, 104, 119, 145, 147 de base, 68 fuerza obligatoria, 67, 123 motivación 71 publicación, 68 Representaciones de las Comunidades, 49 Responsabilidad extracontractual, 87 Responsabilidad internacional, 51 Revisión de los Tratados, 37 a 40, 52 «pequeña revisión», 39 procedimiento de derecho común, 38 Schuman, R., 1 Soberanía, 5, 6, 65, 111 y ss. divisible, 6 transferencia de, 123 Spinelli, Α., 9 Supranacionalidad, 21 Tindemans, L., 19, 51 bis Tratado CECA artículos 5 135 6 44 8 14 14 14, 62, 63 15 14, 62, 63, 71 31 22, 28 33 22, 63 50 63 56 39 57 135 69 81 71 2 79 54 87 27 88 25 95 39, 42 96 38 97 53 220 Indice Tratado CEE artículos 34, 59, 102 4 60 5 π,12, 102, 110, 114, 135, 140, 145 7 13, 30 8 13,99 3 8 A: 18, 99 8 C: 149 9 99, 105 12 13, 94, 95, 97. 128 13 99, 105 16 99 20 81 31 95, 97 32 97, 99. 101 33 101 37 97, 99 39 56 40 56, 135 43 56, 69 48 31, 100 49 14 51 31, 81 52 99 53 97 54 14, 69, 74, 99 55 31 56 14 57 69, 99 58 99 59 100 63 69, 74 67 101 69 69 74 56 75 56 84 18 85 34, 100, 136 86 34, 136 87 69, 136 88 135 92 101 93 101 95 13, 98, 131 97 101 99 18 100 69 100A: 14, 16, 18, 69, 99, 149 100 Β: 14 101 72 102 6, 72, 101 107 102 111 47 113 10,47, 56 118 A: 14 119 100, 102. 132 121 138 123 75 Indice 221 125 126 127 75 40, 75 75 130 E: 14 130 G: 14 145 20, 138 148 15, 38 149 151 155 164 165 166 169 170 173 177 189 190 191 203 205 210 211 213 215 219 220 223 227 228 232 234 235 236 238 240 17 19 14, 20, 62, 68, 72, 138 22, 28, 86 40 22 25, 72, 95, 140 25, 95 22, 66, 75, 86 26, 107, 149 59, 62, 64 a 72, 75, 94,103, 105, 107, 109, 111, 123, 145 71 68, 69, 70 14 138 44 44 135, 138 87 27 27, 83 75 54 57, 84 2 79, 18, 43. 56, 60, 82. 138,139 38 47, 85 53 Tratado Euratom artículos 53 139 76 101 105 124 136 161 184 185 193 198 203 204 208 40 46 79 14 22, 28 62 44 44 27 54 43 38 53 Tratado de fusión de los ejecutivos artículos 2 14 4 19 5 74 10 14, 40 222 Indice Tratados 52 a 57 ámbito de aplicación, 53 y 54, 75 — en el espacio, 54 — en el tiempo, 53 constitución, 55 a 57 Tratados marco 55 a 57 Tribunal de Justicia, 14, 22, 57, 83 competencia consultiva, 57 misión 23, 24, 27 principios de interpretación, 28 a 36 recursos, 24, 25, 26, 27 — cuestión prejudicial, 26, 83, 95 — de anulación, 24, 57, 66, 75, 86 — por incumplimiento, 25 — por omisión, 24 Unión Europea, 51 bis, 149 INFO 92 La base de datos comunitaria referente a los objetivos del mercado único Información Eurobases: fax : + 32 (2) 236 06 24 phone : + 32 (2)235 00 03 SÍ921 EUROPA TRANSPARENTE INFO 92 contiene una datos. Gracias a la EUROPA información vital para rapidez de transmiEN DIRECTO todos los que quieren sión, a las posibilidaprepararse para 1992. des de actualización INFO 92 procura ofrecasi instantánea (vacer a sus usuarios un rias veces al día si es auténtico modo de necesario) y a unos empleo del gran mersistemas de interrocado interior. Es un gación que no requieestado de la situación ren aprendizaje previo, permanente: sigue las INFO 92 se dirige tanpropuestas de la Coto al gran público como misión en todas sus fases, y resume a los sectores profesionales. y sitúa en su contexto cada uno de El sistema utilizado permite accelos acontecimientos importantes. der fácilmente a la información a La información se extiende hasta través de los menús propuestos a la fase final: la incorporación de los usuarios y a la estructura lógica las directivas a los ordenamientos de presentación de la información, internos de los Estados miembros. que sigue la del Libro blanco y el INFO 92 es accesible a todos por desarrollo del proceso decisorio de su fácil manejo. las instituciones. El usuario también puede dirigirse Efectivamente, INFO 92 permite a las oficinas de representación de consultar informaciones en panla Comisión y, en el caso de las tallas de vídeo utilizando una PYME, a las «euroventanillas» en amplia gama de aparatos de gran todas las regiones de la Comunidifusión que se conectan a redes dad. especializadas en transmisión de Diario Oficial de las Comunidades Europeas REPERTORIO DE LA LEGISLACIÓN COMUNITARIA VIGENTE y de otros actos de las instituciones comunitarias El ordenamiento jurídico comunitario va dirigido no sólo a los Estados miembros, sino también y de forma directa a sus ciudadanos. Tanto para los profesionales del derecho como para todos los ciudadanos, el conocimiento del derecho nacional deberá completarse, por lo tanto, con el de las disposiciones comunitarias que el derecho nacional ejecuta, aplica o interpreta, y a las que en determinados casos cede la primacía. Para hacer más accesibles a todos estas disposiciones, la Comisión de las Comunidades Europeas publica semestralmente un Repertorio de: - el derecho vinculante derivado de los Tratados constitutivos de las tres Comunidades Europeas (reglamentos, decisiones, directivas ...); - el derecho complementario (acuerdos internos ...); - los acuerdos concluidos por las Comunidades con terceros países. REPERTORIO DE LA LEGISLACIÓN COMUNITARIA VIGENTE y de otros actos de las instituciones comunitarias En todas las ediciones del Repertorio se recogen el título, la fuente (Diario Oficial de las Comunidades Europeas) y las modificaciones de los actos legislativos o análogos. De cada acto se indican las modificaciones que ha experimentado, haciéndose una remisión al acto modificador y a la fuente. 1 012 p p . - 7 5 ECU ISBN 92-77-64024-3 (Tomo I) ISBN 92-77-64026-X (Tomos I y II) FX-56-90-001-ES-C Las referencias se clasifican por materias. Las relativas a los actos referentes a varias materias aparecen en las rúbricas correspondientes. El Repertorio analítico va acompañado de dos índices, uno de números de documentos en orden cronológico, otro de palabras clave en orden alfabético. El Repertorio se publica en todas las lenguas oficiales de las Comunidades Europeas. El éxito en los negocios depende de las decisiones que deben tomarse ... las cuales dependen de la información de que se disponga Asegúrese de que sus decisiones estén basadas en una información actualizada y completa. En una época de ajustes muy rápidos, con las economías nacionales en proceso de integración en una única economía europea bajo el ímpetu de 1992, una información fiable de la evolución de los distintos sectores industriales especializados es esencial para proveedores, clientes, banqueros, empresarios y políticos. Las pequeñas y medianas empresas necesitan de forma muy especial un fácil acceso a la información. El mercado debe ser delimitado, medido y analizado debidamente; para lo que se necesita la mayor información posible acerca de las capacidades de producción, además de las perspectivas de desarrollo futuro. Panorama de la industria comunitaria Un apunte de más de 165 sectores de la industria y los servicios en la Comunidad Europea 1 246 pp. * 38 ECU * ISBN 92-825-9922-1 * CO-55-89-754-ES-C OFICINA DE PUBLICACIONES OFICIALES DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS 2, rue Mercier L-2985 Luxembourg (Tél. 499 28-1) Igualmente disponible: Un espacio financiero europeo Dominique SERVAIS 57 pp. - 6 ECU ISBN 92-825-8568-9 CB-PP-88-C03-ES-C Del sistema monetario europeo a la unión monetaria DEL SISTEMA MONETARIO EUROPEO A UNIÓN MONETARIA Jean-Victor LOUIS 68 pp. - 8,25 ECU ISBN 92-826-0063-7 CB-58-90-231-ES-C El 92 y después John PALMER 103 pp. - 8 ECU ISBN 92-826-0126-9 CB-56-89-861-ES-C El ordenamiento jurídico comunitario Jean-Victor LOUIS Tercera edición corregida y aumentada 199 pp. - 10,50 ECU ISBN 92-825-9078-X CB-PP-88-016-ES-C perspectivas europeas EL O R D E N A M I E N T O Las telecomunicaciones en Europa perspectivas europeas U S TELECOMUNICACIONES EN EUROPA Herbert UNGERER con la colaboración de Nicholas P. COSTELLO 274 pp. - 10,50 ECU ISBN 92-825-8205-1 CB-PP-88-009-ES-C La nueva economía europea del 92 Evaluación de los posibles efectos económicos de la realización del mercado interior de la Comunidad Europea 288 pp. - 16 ECU ISBN 92-825-9933-7 perspectivas europeas La nueva economía europea de 1992 CB-55-89-996-ES-C Europa en cifras Segunda edición 64 pp. - 5,70 ECU ISBN 92-825-9453-X CA-54-88-158-ES-C El empleo en Europa 1990 EUROPA II*! lea 172 pp. - 11,25 ECU ISBN 92-826-1513-8 E«aaaB^c2 CE-58-90-877-ES-C La producción audiovisual en el mercado único Matteo MAGGIORE 212 pp. - 10,50 ECU ISBN 92-826-0264-8 : PHODUCClON AUDIOVISUA. EN EL MERCADO UNICO CB-58-90-481-ES-C Normas comunes para las empresas, Florence NICOLAS con la colaboración de Jacques REPUSSARD 79 pp. * 9 ECU * ISBN 92-825-8550-6 * CB-PP-88-AOl-ES-C Guía de profesiones en la perspectiva del gran mercado, Jean-Claude SÉCHÉ 235 pp. * 18,50 ECU * ISBN 92-825-8063-6 * CB-PP-88-004-ES-C Libre circulación de personas en la Comunidad - Entrada y estancia Jean-Claude SÉCHÉ 69 pp. * 7,50 ECU * ISBN 92-825-8656-1 * CB-PP-88-B04-ES-C El derecho de elegir y el impulso económico - El objetivo de la política europea de los consumidores en el mercado único, Eamonn LAWLOR Segunda edición 81 pp. * 8 ECU * ISBN 92-826-0149-8 * CB-56-89-869-ES-C Un espacio social europeo para 1992, Patrick VENTURINI 119 pp. * 9,75 ECU * ISBN 92-825-8699-5 * CB-PP-88-B05-ES-C Vademécum de la reforma de los fondos estructurales comunitarios 104 pp. * 11,25 ECU * ISBN 92-826-0025-4 * CB-56-89-223-ES-C El Sistema Monetario Europeo - Orígenes, funcionamiento y perspectivas Jacques van YPERSELE con la colaboración de Jean-Claude KOEUNE Nueva edición (en preparación) Las Comunidades Europeas en el orden internacional Jean GROUX y Philippe MANIN 169 pp. * 4,34 ECU * ISBN 92-825-5183-0 * CB-40-84-206-ES-C La Unión Aduanera de la Comunidad Económica Europea Nikolaus VAULONT 99 pp. * 3,70 ECU * ISBN 92-825-1915-5 * CB-30-80-205-ES-C Creación de un espacio financiero europeo - Liberalización de los movimientos de capitales e integración financiera en la Comunidad 321 pp. * 16 ECU * ISBN 92-825-8186-1 * CB-PP-88-B03-ES-C Treinta años de Derecho Comunitario 536 pp. * 11,70 ECU * ISBN 92-825-2656-9 * CB-32-81-681-ES-C Europa Social - Número especial - La dimensión social del mercado interior 115 pp. * 4,20 ECU * ISBN 92-825-8272-8 * CB-PP-88-005-ES-C La energía en Europa - Número especial - El mercado interior de la energía 65 pp. * 12,70 ECU * ISBN 92-825-8503-4 * CB-PP-88-OlO-ES-C Investigación sobre el «Coste de la no Europa» - Datos básicos - Volumen 3 La realización del mercado interior - Encuesta sobre la percepción por parte de la industria europea de sus posibles efectos, Gemot NERB 309 pp. * 25,50 ECU * ISBN 92-825-8606-5 * CB-PP-88-D14-ES-C Las finanzas públicas de la Comunidad Europea - El presupuesto europeo tras la reforma de 1988 120 pp. * 10,50 ECU * ISBN 92-825-9826-8 * CB-55-89-625-ES-C Comunidades Europeas — Comisión El ordenamiento jurídico comunitario por Jean­Victor Louis 4. a edición corregida y actualizada Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas 1991 — 222 pp. — 17,6 χ 25,0 cm Colección «Perspectivas Europeas» ISBN 92­826­2554­0 N° de catálogo: CM­59­90­508­ES­C Precio en Luxemburgo, IVA excluido: 10,50 ECU Venta y suscripciones * Salg og abonnement * Verkauf und Abonnement · Πωλήσεις και συνδρομές Sales and subscriptions * Vente et abonnements · Vendita e abbonamenti Verkoop en abonnementen · Venda e assinaturas BELGIQUE /BELGIË Moniteur belga / Belgisch Staatsblad Rue de Louvain 42 / Leuvenseweg 42 1000 Bruxelles / 1000 Brussel Tel. 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Francisco M anuel de M elo, 5 P-1092 Lisboa Codex Tel. (01)69 34 14 Privrednl V Jesnlk Bulevar Lenjlna 171/XIV 11070 - Beograd Tel. 123 23 40 FRANCE Distribuidora de Livros Bertrand, Ld.· Grupo Bertrand, SA Journal officiel Service des publications des Communautés européennes 26, rue Desaix 75727 Paris Cedex 15 Tél. (1) 40 58 75 00 Fax (1) 40 56 75 74 Rua das Terras dos Vales, 4-A Apartado 37 P-2700 Amadora Codex Tel. (01)49 59 050 Telex 15798 BERDIS Fax 49 60 255 TURKIYE Pres Dagltlm Tlcaret ve sanavi A.S. Narllbahçe Sokak No. 15 Cagai oglu Istanbul Tel. 512 01 90 Telex 23622 OSVO-TR UNITED KINGDOM Government Publications Sales Office Sun Alliance House Molesworth Street Dublin 2 Tel. 71 03 09 HMSO Books (PC 16) HMSO Publications Centre 51 Nine Elms Lane London SW8 5DR Tel.(071)873 9090 Fax GP3 873 8463 Telex 29 71 138 or by post Sub-agent: Government Stationery Office EEC Section 6th floor Bishop Street Dublin 6 Tel. 78 16 66 Fax 76 06 45 Alan Armstrong Ltd 2 Arkwright Road Reading, Berks RG2 0SQ Tel.(0734)75 16 55 Telex 849937 AAALTD G Fax (0734)75 51 64 AUTRES PAYS OTHER COUNTRIES ANDERE LANDER Office des publications officielles des Communautés européennes 2. rue M ercier L-2985 Luxembourg Tél. 49 92 81 Télex PUBOF LU 1324 b Fax 48 65 73 CC bancaire BIL 8-109/6003/700 CANADA ITALIA Licosa Spa Via Benedetto Fortini, 120/10 Casella postale 552 50125 Firenze Tel. 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Pf.: 15 H-1253 Tel. 3 6 ( 1 ) 5 6 62 11 Telex (22) 4717 AGINF H-61 NEDERLAND SDU Overheidsinformatie Externe Fondsen Postbus 20014 2500 EA 's-Gravenhage Tel. (070) 37 89 911 Fax (070) 34 75 776 Business Foundation ul. Wspolna 1/3 PL-00-529 Warszawa Tel. 46 (22) 21 99 93/21 64 20 Fax 48 (22) 28 05 49 Hunter Publications 58A Glpps Street Colllngwood Victoria 3066 JAPAN Klnokunlya Company Ltd 17-7 Shinjuku 3-Chome Shlnjuku-ku Tokyo 160-91 Tel. (03) 3439-0121 Journal Department PO Box 55 Chitóse Tokyo 156 Tel. (03)3439­0124 Las Comunidades Europeas no son un simple foro de discusión y negociación entre Estados. Su estructura institucional, que en comparación con la de las organizaciones internacionales clásicas, presenta un carácter mucho más complejo y original, genera una abundante legislación que, en la mayoría de los casos, puede ser invocada directamente ante los jueces nacionales. El Tribunal de Justicia de las tres Comunidades proporciona a dichos jueces las aclaraciones necesarias para interpretar el Derecho comunitario y resuelve los conflictos que se producen entre las instituciones y los particulares o entre aquéllas y los Estados miembros. La jurisprudencia del Tribunal de Justicia ha desempeñado un papel esencial en la definición de los rasgos característicos de este ordenamiento jurídico único, profundamente estructurado, cada vez más presente en la vida económica y social de los Estados miembros, que continúa siendo todavía relativamente desconocido. «El ordenamiento jurídico comunitario», obra del profesor Jean-Victor Louis, de la Universidad Libre de Bruselas, editada por la Comisión de las Comunidades Europeas, está concebida para familiarizar al lector en poco tiempo con las principales características de este sistema jurídico. Su lenguaje es accesible al no jurista, pero su información precisa y su espíritu crítico hacen de ella una valiosa obra de referencia para los juristas. Jean-Victor Louis: nacido en 1938; agregado de Derecho Internacional Público de la Universidad Libre de Bruselas en 1969: profesor titular de Derecho Comunitario en la ULB; antiguo director y presidente del Instituto de Estudios Europeos (ULB); director de «Cahiers de droit européen»; consejero de la dirección, jefe del servicio jurídico del Banco Nacional de Bélgica; autor de «Les règlements de la Communauté économique européenne» y, en colaboración y bajo la dirección de Jacques Mégret, «Le droit de la Communauté économique européenne» Precio en Luxemburgo, IVA excluido: 10,50 ECU M ISBN Ί2-ηΞΕ,-Ξ55Μ-ϋ OFICINA DE PUBLICACIONES OFICIALES DE LAS COMUNIDADES EUROPEAS L-2985 Luxembourg 789282"625545