historia de méxico 1521-1821

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D.R. © UNIVERSIDAD ABIERTA, Jiménez No. 315, Barrio El Montecillo. San Luis Potosí, S.L.P., México
Primera edición: Julio de 2006
HISTORIA DE MÉXICO 1521-1821
Jorge Javier Hernández Gallardo
ÍNDICE
CAPÍTULO 1.- BREVE HISTORIA DEL PUEBLO ESPAÑOL
CAPÍTULO II.- LA CONQUISTA DE MÉXICO
CAPÍTULO III.- LOS PRIMEROS GOBIERNOS DE LA N. ESPAÑA
CAPÍTULO IV.- LA ÉPOCA COLONIAL
CAPÍTULO V.- LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO
OBJETIVO:
El objetivo general de este curso de Historia de México es comprender en forma crítica los
sucesos históricos que dieron origen a la época colonial, así como la independencia de
México, y su consumación
CAPÍTULO I.- “BREVE HISTORIA DEL PUEBLO ESPAÑOL”
ESPAÑA: DATOS BIOGRÁFICOS
La Península Ibérica está situada en el extremo de Europa; es un territorio de altiplanicies
limitada por altas montañas. Su clima es variable debido que esta colocada en la zona de los
vientos que en invierno están cargados de humedad y que provocan lluvias en la parte
correspondiente a la costa atlántica. Las regiones centrales y la cuenca del río Ebro son de
menor precipitación pluvial: la más húmeda en invierno es la mediterránea es templado y aun
calido por la acción reguladora de los mares.
RÍOS.- La vertiente del atlántico es la región de los grandes ríos: Miño, Duero, Tajo,
Guadiana y Guadalquivir. En la vertiente del Mediterráneo corren los ríos Turía, Júcar y
Segura; el más importante es el Ebro.
LITORALES.- En general son regulares con pocas entrantes y salientes. En el litoral
mediterráneo encontramos los puertos de Tarragona, Valencia, Cartagena, Málaga y
Barcelona, que ocupa el primer lugar en España por su activo comercio.
Los litorales que se extienden al estrecho de Gibraltar son altos y escarpados. Los que
corresponden a la región de Galicia son un tanto recortados.
En el litoral cantábrico podemos encontrar los puertos de Bilbao, que está considerado como de
los más importantes de la península; el de Gijón y otros de menor importancia. Las islas
próximas al litoral son pocas; entre ellas figuran las Baleares.
REGIONES.- La región comprende las provincias vascas, Asturias y Galicia, es montañosa y
queda comprendida entre la cordillera cantábrica y el mar. En ellas se encuentran las
poblaciones de Bilbao y Oviedo, La Coruña, San Sebastián y Santander. Se explotan
algunas minas de carbón, hierro y zinc, mercurio y cobre, es una zona industrial de
importancia.
La llamada región central comprende Castilla la Vieja, León, Castilla la Nueva y Extremadura; es
una zona extremadamente agrícola, se cultivan cereales, olivo y viñas principalmente. En
Extremadura se cría enorme cantidad de ganado. Las ciudades principales son Valladolid,
Soria, Ávila, Burgos, Salamanca y Madrid, que es la capital del Estado español.
La región aragonesa, asentada en la mayor parte de la cuenca del Ebro es seca; por lo tanto,
pobre desde el punto de vista agrícola e industrial. Entre la llamada Sierra Catalana y el
Mediterráneo, queda una faja de tierra muy fértil y húmeda en donde se asienta Cataluña; un
poco más al sur, las llamadas provincias del Levante, que corresponden a los antiguos reinos
de Valencia y Murcia, siendo en ellos notable los sistemas de riego artificial, arreglados con
el fin de cultivar frutas en gran cantidad. Las ciudades principales que corresponden a
Aragón y Levante son: Alicate, Castellón, Valencia y Alcoy centros fabriles, Huesca, Teruel,
Zaragoza y Murcia.
Al sur de la Sierra Morena, y comprendiendo los Valles de Guadalquivir y el sistema
montañoso llamado penibérico, en el que se encuentra la Sierra Nevada con el Pico
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Mulhacen, el más elevado de España, tenemos la región de Andalucía; importantísima por su gran
riqueza agrícola (cereales y olivos); por sus importantes centros mineros (cobre, plomo, hulla,
antracita y hierro); por el auge de la industria y la gran densidad de población. Las principales
poblaciones son: Sevilla y Córdova a la orilla del Guadalquivir; Granada en la parte
montañosa; Málaga y Cádiz, en el litoral; al derredor del puerto de Cádiz se agrupan un
sinnúmero de ciudades entre las que se significan Sanlúcar, Jerez y el puerto de Santa
María. En las proximidades del Estrecho de Gibraltar encontramos la población de Tarifa,
Algeciras y La Línea. Este es el medio geográfico en que se formo poco a poco, desde la más
remota antigüedad, el pueblo español producto de la mezcla de diversos pueblos y de las más
contrastantes civilizaciones.
ESTUDIO HISTÓRICO BREVE SOBRE EL PUEBLO ESPAÑOL.
LOS TIEMPOS PRIMITIVOS
Los más remotos habitantes de España corresponden a la etapa paleolítica. Los restos de
estas civilizaciones rudimentarias se encuentran en las tierras de los márgenes del río
Manzanares, en la cuenca de Perneras y cerca de la ciudad de Murcia.
Del periodo neolítico quedan en la península restos de monumentos funerarios (dólmenes) y de
pintura rupestre descubierta por primera vez en las cuevas de Altamira.
Se supone que el bronce fue traído a España pero una vez conocido se fabricaron hoces,
cuchillos, puñales, espadas, flechas, lanzas, corazas, cascos, hachas, brazaletes, etc.,
decorados con dibujos geométricos. Posteriormente el bronce fue sustituido por el hierro. En
Andalucía, principalmente, se han encontrado restos de este periodo.
ESPAÑA: TIEMPOS HISTÓRICOS.
COLONIZACIÓN FENICIA.- Los fenicios son los más antiguos colonizadores de la Península
Ibérica, Existen tradiciones que afirman que en el siglo XI a. C., se fundó un a colonia fenicia
en lo que hoy es Cádiz, en donde se levanto un templo en honor al dios Melkarte. Se
extendieron posteriormente por el litoral mediterráneo, haciendo penetraciones al interior.
COLONIA GRIEGA.- En el siglo VII, a. C., llegaron a la península los primeros colonizadores
griegos quienes sin oposición pudieron fundar centros de población que compitieron con las
ciudades fenicias. Éstos fueron Emporios (mercado) en la actual provincia de Gerona;
Hemeroscopión, frente a las islas Baleares, en lo que hoy es Valencia y otros de menor
importancia.
Fue muy fuerte la influencia cultural de los griegos; introdujeron el uso de la moneda, que se
fabricó por primera vez en Emporios; se inició el cultivo del olivo y de la vid, que hace a
España, en nuestros días, la primera productora de aceites y vinos. Fundaron escuelas y
academias. Existen restos de cerámica de esa época; se dice que se hacían
representaciones teatrales, por lo que tuvieron que construirse teatros al aire libre.
INVASIÓN DE LOS CELTAS.- Posiblemente entre los siglos VI y IV a. C., invadieron la
península atravesando los Pirineos, pequeños grupos segregados del pueblo celta, que
habitaba el centro de Europa. La civilización de los celtas era rudimentaria, pero al contacto
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de la población existente, asimilaron parte de sus costumbres y se mezclaron. A los celtas de
España se les llama celtíberos.
CONQUISTA CARTAGINESA.- Empeñados los fenicios en una guerra contra los celtíberos,
solicitaron ayuda a los cartagineses por ser de su misma raza. Esta intervención costó a los
fenicios de Iberia la pérdida de su libertad, pues quedaron sujetos al dominio de los
cartagineses, quienes emprendieron una conquista armada en la Península.
Al finalizar la primera guerra púnica, en 236 a. C., Amílcar Barca conquista la región que hoy lleva
el nombre de Cartagena y que él llamó Cartago Nova, con el fin de fundar un arsenal en el que se
almacenarían armas y parque para atacar a los romanos. Pronto fue el centro del comercio
español, a ella convergía el producto de la explotación de las minas de plata de la región de
Murcia y Andalucía. Se estableció una casa de moneda. El alfabeto y la religión cartaginesa
se difundieron por la península.
CONQUISTA ROMANA.Se inició la segunda guerra púnica con el ataque que Aníbal llevó
a cabo en contra de Sagunto que era protector de la República Romana, y ésta envió tropas
en su auxilio. Desembarcan por primera vez en España el año de 218 a. C., soldados
romanos.
Vencidos los cartagineses, los romanos se propusieron conquistar definitivamente a los
celtas y a los iberos, que se resistían. Esta conquista duro casi dos siglos. Los romanos
fueron crueles con los que defendían su libertad, arrasaban ciudades completas y
transportaban a los habitantes a lugares distantes. En cambio, las poblaciones que se
sometían de buen grado eran tratadas con benevolencia celebrándose con ellas tratados de
alianza.
Hasta principiar el último siglo, (I a. C.) Roma continuó luchando con los celtíberos,
habitantes de las mesetas, y con los lusitanos, que ocupan el occidente de la Península. Ésta
queda definitivamente bajo el domino romano durante el gobierno de Julio Cesar, formado
parte del imperio hasta los finales del siglo V de nuestra era, en que se realizan las
invasiones de pueblos bárbaros, y desapareció el poderío romano.
CULTURA ROMANA.- La influencia romana se significó en España en varios aspectos: por
el desarrollo que imprimieron los latinos a la agricultura, a la industria, a la minería y al
comercio marítimo. Por las obras materiales que emprendieron como la construcción de
caminos que cruzaban la península en todas direcciones para comunicar los centros de
producción más importantes, muchas de esas carreteras s fueron construidas por soldados.
Se levantaron puentes de gran solidez, como el de Alcántara, que se usan aun en nuestros
días. Para la introducción de agua se construyeron acueductos, fundamentalmente con arco
de medio punto, como los de Segovia y Mérida, el teatro de Sagunto, el sepulcro de los
Escipiones, en Bará. Los campamentos defendidos con altas murallas constituían verdaderas
ciudades militares; uno de los más importantes fue el de León. Se usaron también para el
comercio como vías fluviales los principales ríos, construyéndose naturalmente barcos de
poco calado que cruzaban el Guadalquivir, el Guadiana, el Tajo y otros ríos de menor
importancia. Se acuño moneda romana.
La romanización de la península fue completa pero desigual, pues en determinadas regiones
persistieron ciertos elementos autóctonos como el idioma la religión y algunas costumbres.
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Los romanos implantaron instituciones administrativas y políticas, estableciendo colonias de
libres y federados con derechos latinos. (Pagaban tributo, ayudaban a Roma en caso de
guerra y eran gobernados por un representante de la República).
Se establecieron a su vez ciudades completamente romanas a las que se les dio el nombre
de colonias; en algunos casos la población latina se mezclaba con los aborígenes
formándose los municipios. Con el tiempo éstos fueron el nervio de la dominación y el poder
romano, pero en la etapa de la decadencia de Roma, tratando ésta de obtener el mayor
dinero posible de sus colonias, la tiranía se enseñoreo de los municipios, y al realizarse la
invasión de los bárbaros, no se encontró en España una verdadera defensa del Imperio.
LAS CONSECUENCIAS DE LA DOMINACIÓN ROMANA: A).- Unificación política; b).Unificación jurídica, c).- Difusión de la cultura latina en todos los aspectos; idioma,
costumbres, religión, arte, ciencia, literatura, arquitectura, obra publica, educación. Entre los
hombres ilustres de la época figuran: el filosofo Séneca, el retórico Quintiliano de origen
español; algunos emperadores, Trajano y Adriano, fueron también originarios de la
península.
PUEBLOS AUTÓCTONOS.- En el siglo I de nuestra era, Estrabón hace una descripción
precisa de la vida de los pueblos autóctonos españoles.
Gallegos, que dieron nombre a la región donde vivían.
Astures, que ocupan parte de lo que hoy es León y Asturias.
Cántabros, que habitan en el litoral.
Vascones, radicados en las provincias vascongadas. Navarra y parte de Aragón.
Celtíberos, que ocuparon las mesetas.
Carpetanos asentados en Toledo, parte de Guadalajara y de hoy ciudad Madrid.
Además, existen otros grupos de menor importancia.
INVASIÓN DE LOS PUEBLOS BÁRBAROS.- En el año 409 llegan a Iberia los primeros
pueblos bárbaros; suevos, alanos y vándalos que ocupan la antigua Bética, hoy Andalucía, y que
a pesar del corto tiempo que vivieron en España, dejaron algunas huellas de su paso
especialmente en el idioma.
INVASIÓN VISIGÓTICA.- En el año 414 los visigodos acampan en la región comprendida
entre el río Loire y los Pirineos por concesión del emperador Honorio, a cambio de que
desalojaran de España a los suevos, alanos y vándalos, y que cooperaron con los ejércitos
romanos para arrojar a los hunos de las Galias.
Los alanos se funden con los suevos y se fijan en la Aquitania, teniendo por capital la ciudad de
Tolosa, y los vándalos se trasladan a las costas de África, dejando huella en Andalucía. Los
reyes visigodos estuvieron entonces en condiciones de formar un reino poderoso en España.
Su civilización es muy inferior a la de los españoles romanizados, pero se mostraron dispuestos a
asimilar los elementos de la cultura romana; mas como se había convertido con anterioridad al
cristianismo arriano, los obispos conspiraron en su contra, buscando la alianza de los francos,
que al comenzar el siglo VI se apoderaron de Tolosa; derrotados por Teodorico, rey
ostrogodo, España paso a ser provincia del imperio ostrogótico y sólo a la muerte de Teodorico
recobro su autonomía.
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Al convertirse los visigodos al cristianismo católico, al fin del siglo VI, el alto clero comenzó a
intervenir en el Gobierno por medio de la acción desarrollada por el Concilio de Toledo, que logró
amalgamar definitivamente a la población germánica y la autóctona, limitando el poder regio y
aumentando la riqueza e inmunidades del clero. En esa época fue cuando se adoptó
definitivamente el latín.
Los judíos estaban en España desde mucho tiempo atrás, formaban un grupo numeroso en la
ciudad de Toledo, sostenían gran número de escuelas en las que se habla el hebreo; la
intolerancia de la iglesia dispuso constantes y atroces persecuciones en contra de los judíos;
estos, más tarde, en justa represalia, favorecieron la invasión árabe.
INVASIÓN ÁRABE.- Se realizó al principio del siglo VII. Lanzados en contra de los infieles por
su exacerbado fanatismo religioso, los árabes conquistaron el norte de África tras
larguísima lucha, abarcando hasta lo que entonces era el Mohgreb, hoy Marruecos. Los
habitantes bereberes aceptaron con tanto entusiasmo la religión de Mahoma (el iluminado), que
en unión de los árabes se lanzaron contra España. La conquista fue breve y total debido a las
condiciones de división de la península, pues habiéndose iniciado en el año 711 d. C. finalizó en
732, en que Carlos Martel, de la Casa Real de los Francos, los detuvo derrotándolos en
la batalla de Poitiers, cuando ya invadían las Galias, salvando no solamente a los francos sino a
toda la cristiandad.
Los árabes se quedaron en la península, donde fundaron un centro de gobierno llamado
Califato de Córdoba, que persistió hasta el siglo XV.
Los musulmanes eran un elemento diferente al romano y al visigodo; dejaron una relativa
libertad a los vencidos, por lo cual los españoles continuaron habitando, con el nombre de
mozárabes, sus territorios y ciudades, sometidas a la dominación política árabe y pagando
tributos.
Muchos cristianos abrazaron la nueva religión; a estos les llamaron renegados, y con el
tiempo constituyeron una clase social. El idioma árabe penetro también en los reinos
cristianos, contribuyendo a la riqueza del idioma español formado por elementos celtíberos,
griegos, latinos y árabes.
Los musulmanes españoles eran un pueblo muy culto, tenían escuelas primarias donde
enseñaban a leer, a escribir, gramática y poesía. Escuelas superiores en las que se
estudiaba gramáticas, medicina, jurisprudencia, literatura, filosofía y tradiciones religiosas.
En el campo del arte introdujeron nuevas formas, especialmente en la arquitectura, cuyos
elementos fueron el arco de herradura, las columnas, la cúpula sobre base cuadrada usada
profusamente en la construcción de mezquitas. Debemos citar como máximas obras de los
árabes en España, la Mezquita de Córdoba y el Alcázar de Sevilla
En el decorado se usaron los arabescos que son placas de mármol y yeso, labradas en
hueco con motivos geométricos o estilizaciones de flores; el fondo se pinta de azul o rojo y los
relieves de dorado, mosaicos de vidrio y azulejos en relieve. Las industrias artísticas de mayor
importancia fueron la cerámica, la orfebrería, y los tejidos de lana y ceda.
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Un gran movimiento industrial y activísimo comercio, especialmente marítimo a través del
mediterráneo, trajeron como consecuencia una prosperidad económica que respaldo el
poderío político.
Los reinos cristianos contrastaban por su pobreza y su mediocridad intelectual con los
musulmanes: Tenían con ellos relaciones de comercio; se hacían visitas de protocolo y las casas
reinantes se unían en matrimonio. Los cristianos abundaban en las ciudades
musulmanes, no solamente en calidas de mosárabes sino como emigrados, como
funcionarios públicos y principalmente como miembros del ejército.
INFLUENCIA FRANCESA.- Durante el reino de Carlo magno, rey de los francos y al
realizarse el último intento de restauración del Imperio Romano de Occidente, Carlo magno
traspuso los Pirineos, penetro en España y estableció un gobierno de frontera, que se llamó
Marca Hispánica, tomando así contacto con los reinos de Navarra, Cataluña y Aragón. Se nota
la influencia de los francos en las artes; en la literatura, en la organización de los señoríos
y condados; en la forma de redacción de algunas leyes; en la escritura, pues se puso en uso la
letra llamada francesa y se acuñó moneda de tipo francés. En el siglo IX y X la ciudad de
Compostela albergó gran número de emigrantes franceses que hicieron de ella un floreciente
centro industrial.
PRINCIPIO DE LA RECONSTRUCCIÓN CRISTIANA.- Mientras en el resto de Europa los
reinos bárbaros tenían aún perfiles de barbarie, el califato de Córdoba era un prodigioso
centro de cultura, hermoseado con edificios de arquitectura árabe y con el dominio del
comercio en el Mediterráneo occidental. Más en el siglo X los cristianos de manera casi
imperceptible, disputaban palmo a palmo el territorio de España, edificando castillos y
levantando pueblos, villas y ciudades, modificando constantemente las fronteras árabes.
Gracias a ésta política, navarros y catalanes avanzaron hacia el río Ebro, y los asturianos
hacia el Duero, constituyendo el reino de León.
Cuando los cristianos comenzaron a recobrar los territorios invadidos por los musulmanes,
estos, ya sea en calidad de esclavos o simplemente bajo el dominio de los reyes cristianos,
formaron un grupo con el nombre de Mudéjares. Los mozárabes se reintegraron liberándose
de sus opresores, y los judíos volvían a quedar dentro de la jurisdicción de los reinos
católicos. Estos grupos eran centros de influencia árabe pues se habían educado en esa
cultura.
Al finalizar el siglo décimo, Almanzor, califa de Córdoba y gran conquistador, en unas
cuantas campañas recupero toda la península apoderándose de las tres capitales cristianas
más importantes, León. Pamplona y Barcelona; fue éste el último destello de poderío del
califato. Muerto Almanzor en la batalla en que fue vencido por los cristianos unidos, el califato
entró en plena decadencia. A las pequeñas etapas de esplendor, posteriores a este hecho,
sucedían largos periodos de anarquía, dejando a la España árabe irremisiblemente débil y
dividida.
LA CABALLERÍA.- El siglo X recibió el nombre de “Siglo de Hierro” por las guerras que
asolaron toda Europa, unas privadas de castillo contra castillo; otras públicas, de reino a
reino; papas y obispos guerreaban también acarreando hambres, miserias y peste en el
pueblo, que veía todo resto como una maldición. Los torneos y los duelos en los pequeños
periodos de paz era la única ocupación de los nobles. Los monjes y los concilios comenzaron
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a predicar la paz, más esto equivalía a cambiar el mundo feudal; por tanto, la Iglesia se
conformó con la llamada “tregua de Dios” que establecía la suspensión de la guerra
determinados días de la semana y en determinadas fiestas del año, bajo la pena de
excomunión, que dio a los señores una misión de carácter religioso transformando la
caballería, en sacramento feudal que introdujera un elemento de piedad y misericordia en el
corazón de hierro de los señores feudales. A partir de ese momento, los deberes del
caballero fueron: la fidelidad y la lealtad, la bravura y el honor al servicio de los débiles y
necesitados. Con el tiempo la caballería degeneró en institución galante y novelesca.
REINOS DE CASTILLA Y LEÓN.- Alrededor de los diversos castillos feudales de esta región
se agruparon los pequeños vasallos, dependiendo todos ellos del rey de León; mas llegó un
momento en que el conde de castilla, deseoso de independencia quiso sublevarse; pa ra
evitarlo se concertó un enlace con la hija del rey de León; de las escaramuzas y aventuras de
Fernán González, conde de Castilla, surgen todos aquellos cantos populares llamados
Cantares de Gesta, que forman una de las etapas más características de la literatura
hispánica.
El siglo XI es el siglo épico de las hazañas castellanas personificadas en el
famoso Ruy Díaz del Vivar, el famosísimo Cid Campeador, altivo con los soberanos, bueno
con los humildes, vengativo e invencible, sirviendo a veces a los reyes de Castilla en contra
de los mahometanos y ganándose un reino con la punta de la espada . A través de la
imaginación popular, sus hazañas dieron origen a multitud de romances heroicos populares.
En los principios de este siglo, Castilla se apodero de Toledo, centro judío y antigua capital
de los godos. Los judíos, que formaban grupos muy numerosos al lado de musulmanes,
tuvieron gran participación en el movimiento científico-literario de los siglos XII y XIII. La
interpretación musulmana judía de la cultura clásica, fue la iniciación del Renacimiento en
España.
En el siglo XII se realizó el nacimiento de la clase media o burguesa. El enriquecimiento
considerable que mediante un activo comercio logró la clase burguesa de los principales
puertos italianos fue la causa de la formación de las ciudades, con gobiernos elegidos por el
pueblo que se llamaron comunas o municipios.
Este movimiento comunal, que partiendo de Italia invadió todos los países de Europa, se
desenvolvió como ya dijimos, en el siglo XII. En España los centros principales fueron:
Córdoba, Sevilla, Almería, Valencia y Mallorca.
En el siglo XIII, el rey de Castilla se apodero de Córdova y de Sevilla; el rey de Valencia, de
Murcia y las Baleares. Los musulmanes quedaron reducidos al reino de Granada, tributario del
de Castilla; sin embargo, no fue sino hasta dos siglos después que se realizó la expulsión
completa de los musulmanes.
Esa es la época de los trovadores provenzales; poesía lírica erótica, nacida en el medio día
de Francia, que entrando por Cataluña se difunde por toda España, y marca el advenimiento
de un tipo avanzado de cultura que fue destruida con la herejía de los cátaros en el siglo XIII.
Sus cantores o trovadores fueron casi siempre nobles, de la imitación de este tipo de poesía, en
España e Italia, nació la poesía caballeresca.
Por lo expuesto, puede sacarse por consecuencia que la historia de España comienza en los
albores de la humanidad, y que la nacionalidad española no significa desarrollo o
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desenvolvimiento de una raza o pueblo, sino mezcla de un sinnúmero de pueblos, razas,
costumbres, y culturas; lo multiforme da en la Península Ibérica un producto verdaderamente
asombroso.
Al finalizar el siglo XV, y ocupar el trono de Aragón el príncipe Don Fernando, casado con
Isabel, reina de Castilla, unieron en un solo reino las dos naciones.
El problema que demandaba solución más urgente era la pacificación del reino de Castilla, que
se logró en un tiempo relativamente corto mediante un periodo de terror. La reina puso su
tribunal en Alcázar de Sevilla, y sus juicios fueron tan temidos por crueles, que más de cuatro
mil personas huyeron de la ciudad, cuentan algunos autores que en menos de tres meses
fueron condenados a la horca mil quinientos ladrones y homicidas.
Pacificada Castilla, los reyes Fernando e Isabel decidieron finalizar la reconquista de
Granada, último reducto musulmán, al emprender una lucha continua en su contra,
favorecieron las luchas internas entre los moros. En un periodo de diez años, los reyes
católicos lograron tomar Granada (1493), consolidando la reconquista de España después de
setecientos ochenta y dos años de ocupación árabe.
Después de vencer a los árabes, y para el logro de la unidad religiosa de España, los reyes
católicos llevaron a cabo la gran expulsión judía en el mismo año de 1493.
Por ser éste uno de los hechos de mayor significación para el futuro de España, daremos a
continuación algunos datos históricos de la vida de los judíos en la Península, lo que nos
pondrá en condiciones de entender las consecuencias económicas derivadas de la
expulsión.
LOS JUDÍOS.- Desde los tiempos de la dominación gótica, y como resultado de la influencia de
los concilios de Toledo, se persiguieron a los judíos, pero al reconquistar los árabes a Iberia
los toleraron, y posteriormente los hicieron sus colaboradores; el genio hebreo floreció en esta
época en la teología, en la ciencia y en la poesía.
Más tarde los reyes españoles hicieron de los judíos sus banqueros y tesoreros, que tenían
agentes en las principales ciudades europeas. Al surgir el siglo XII las comunas libres, la
actividad judía pronto se hizo sentir en esos centros; sin embargo, el pueblo nunca tolero de
buen grado la presencia y opulencia de los judíos.
En el siglo XIV, las persecuciones populares se hicieron más frecuentes, en el siglo XV, en
Barcelona y Valencia las persecuciones de judíos fueron verdaderamente crueles, atenuadas un
tanto por el celo apostólico de Vicente Ferrer. En Sevilla la destrucción de las Juderías y las
matanzas, revistieron caracteres verdaderamente odiosos; muchos de los judíos se
convirtieron para escapar de las torturas o terribles muertes a que se les destinaba; pero en
secreto seguían practicando su religión.
LA INQUISICIÓN.- En el condado de Tolosa, lugar de la mayor cultura del occidente
cristiano, surgió una secta religiosa que se llamaba de los cátaros (los puros) o albigenses
por ser su centro principal la ciudad de Albi. Logró adeptos en Bulgaria, Macedonia y
Lombardía; la iglesia persiguió sin éxito y por largo tiempo esta herejía. En el siglo XIII, el
Papa Inocencio III, envió un legado especial para exigir a Raimundo, conde de Tolosa, que
acabara con la herejía y se encargo a Domingo de Guzmán la dirección de las misiones
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católicas que combatieron a los herejes. Era el español Domingo de Guzmán uno de esos
hombres de alma de acero, intachable en su conducta y cuyo celo religioso se convirtió en
fanatismo cruel. El principio que le servia de base para perseguir a los albigenses lo
expresaba en la forma siguiente: “Señor, deja caer tus manos sobre ellos y castígalos para
que el sufrimiento despierte su inteligencia”. Aquí se encuentra el germen de la inquisición.
Los monjes que ayudaban a domingo de Guzmán se organizaban formando una orden de
predicadores que se extendió rápidamente por todo el mundo cristiano, y a esta
congregación religiosa se encomendó, por regla general, una especie de tribunal ambulante
que, con el nombre de inquisición, funcionaba desde tiempo atrás en diversos lugares de
Europa, con el fin de investigar, entre los habitantes, quien tenia malas costumbres o ideas
contrarias a la Iglesia, para encauzarlos dentro de la rigidez de los dogmas. Este tribunal, en
manos de los fanáticos dominicos, se convirtió pronto en el medio más abominable de tortura al
servicio de la Iglesia.
El tribunal de la inquisición funcionaba en secreto; el reo no podía ser defendido ni conocía a
sus acusadores, el tormento era el medio para hacerlo confesar o convencerlo de su error;
las autoridades laicas eran las que aplicaban la pena de muerte emparedada o en la
hoguera. En general no tenia aceptación pues hubo países, como Alemania donde no pudo
implantarse; en España pudo establecerse mediante el apoyo que le prestaron los reyes con
el fin de perseguir a los falsos cristianos que seguían practicando la religión de Mahoma o la
judía. El rigor inquisitorial fue tan excesivo que continuamente se enviaban apelaciones al
Papa. El número de condenados era tan grande que no cabían en las cárceles; no es posible
saber con exactitud el número de condenados por la Inquisición desde el siglo XV hasta el
siglo XIX, en que el tribunal desaparece, pero la cifra fue seguramente fabulosa. Se guarda
memoria de un acto de fe en la ciudad de Jerez que duró tres días. La Inquisición evitó en
España, las luchas religiosa que se llevaron a cavo en otros países.
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CAPÍTULO II.- LA CONQUISTA DE MÉXICO
PRIMERAS EXPEDICIONES ESPAÑOLAS A TIERRAS MESOAMERICANAS
La llegada de los europeos a tierra insulares que Cristóbal Colón descubrió para España
durante sus viajes entre 1492 y 1503, despertaron el interés de una multitud de hombres que
por diversas razones -persecución religiosa, misión evangelizadora, deseo de fama y
fortuna, o simple afán de aventuras- se embarcaron en las naves que integraron las
expediciones subsecuentes. El encuentro con los habitantes de estas tierras, a quienes
Colón identifico como “indios”, inmersos en el error geométrico que hizo suponer que habían
llegado a la India, fue de graves consecuencias para los aborígenes, pues su población fue
exterminada en poco tiempo, debido a las epidemias que trajeron consigo los europeos y al mal
trato que recibieron de éstos. Estas circunstancias fueron uno de los motivos que llevó a los
conquistadores a buscar otras tierras y otros recursos humanos.
Durante su cuarto y último viaje en 1502, Colón dirigió una expedición que llegó al golfo de
Honduras y ahí se encontró una canoa indígena cargada con mercancías y cuyos ocupantes
informaron a los españoles sobre la existencia de ricas tierras ubicadas al occidente; pero
Colón no se intereso en la búsqueda de esa tierra y continuo navegando hacia el sur, bordeó
el litoral oriental del territorio que hoy es Centroamérica hasta llegar a Panamá, muy cerca
del golfo de Darién, desde donde se regreso a Las Antillas. Esta expedición la primera en
acercarse a tierra firme, al registrar la existencia de una tierra poblada y muy rica, dio la
pauta para las incursiones posteriores que partieron de La Española (Santo Doming o) y
Cuba.
En 1511 un barco español procedente de Jamaica naufrago en el mar Caribe y algunos
sobrevivientes alcanzaron a llegar a la costa oriental de Yucatán, donde fueron apresados por
los mayas; dos de los españoles, cuyo nombre era Jerónimo de Aguilar y Gonzalo
Guerrero, se salvaron de ser sacrificados al ser tomados como esclavos; esa circunstancia
permitió que los nombres de estos europeos quedaran inscritos en la historia de la conquista,
aunque con papeles muy distintos, como se vera más adelante.
El tercer contacto entre españoles y mesoamericanos, esta vez realizado de manera
deliberada, ocurrió poco más tarde, cuando en 1517 el gobernador de Cuba, Diego
Velásquez envió una expedición al mando de Francisco Hernández de Córdova y como piloto a
Antón de Alamitos, uno de los marineros que formaba parte de la tripulación de Colón
cuando navegaron por el golfo de Honduras. La expedición de Hernández de Córdova sería
decisiva para la posterior conquista de México, pues esta vez los españoles desembarcaron en
tierras de Yucatán y pudieron comunicarse con un grupo de mayas que se acercaron a ellos
llamándoles Castilan, debido a que los habitantes del lugar no sólo tenían
conocimientos de la llegada de los europeos, sino que eran parte del grupo que mantenía en
cautiverio a Jerónimo de Aguilar y a Gonzalo Guerrero. Sin embargo la comunicación con los
nativos no fue positiva para los integrantes de la expedición, pues los aguerridos mayas los
atacaron encarnizadamente en un sitio llamado Champotón, y tras sufrir una severa derrota, los
españoles se regresaron a Cuba.
La fracasada aventura de Hernández de Córdova sirvió de incentivo para que se organizara
una nueva expedición, esta vez encabezada por Juan de Grijalva, quien a lo encontrar una
resistencia tan agresiva por parte de los nativos, logró un mayor avance en el conocimiento
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de la costa oriental mesoamericana; después de bordar la península de Yucatán, continuo
hacia el occidente por el litoral del golfo de México, hasta llegar al actual limite fronterizo
entre los estados de Veracruz y Tamaulipas. Por tratarse de una región tributaria del imperio
mexica, fue en a región totonaca donde se celebro el primer encuentro de los españoles con
un enviado de Moctezuma II, quien le entrego varios regalos en nombre del soberano, cuyo
propósito era satisfacer la ambición de los visitantes para que se alejaran de las tierras del
imperio. Pero aunque los atractivos regalos, entre los que se contaban algunas piezas de
oro, produjeron en el ánimo de los españoles un efecto contrario al que esperaba
Moctezuma, Grijalva no hizo intentos por adentrarse al territorio, y se regreso a Cuba.
LA EXPEDICIÓN DE HERNÁN CORTÉS
Los viajes realizados a la costa del golfo de México, sobre todo el último, confirman al
gobernador de cuba la existencia de riqueza en estas tierras y la posibilidad de adueñarse de un
botín que parecía ser grande; pero también era evidente que debido al carácter guerrero de
aquellos pueblos, su conquista no iba a ser empresa fácil. Por ello, Velásquez decidió que el
capitán de la nueva expedición debía ser hábil, audaz y experimentado, pero a la vez fiel y
manejable, para evitar le fuera desleal y se llegara a apropiar de la empresa expedicionaria y del
botín que se obtuviera como resultado de ella.
La persona seleccionada fue Hernán Cortés, originario de la región española de
Extremadura, quien llegó a la española en 1504, distinguiéndose luego en la conquista de
Cuba, donde fue escribano y colono, y más tarde ocupo el cargo de alcalde de Santiago del
Puerto (hoy Santiago de Cuba). Durante su desempeño en estas funciones, Cortés adquirió
gran prestigio y entablo amistades con personas cercanas al gobernador, lo cual le valió que
éste pensara en él para encabezar la expedición, no obstante existir entre ambos algunas
desavenencias, por incumplimiento matrimonial de parte de Cortés hacia una cuñada de
Velásquez; éste le obligó a cumplir su palabra y finalmente le otorgo el mando de la
expedición a México en octubre de 1518, con el compromiso firmado por ambos de repartirse
las ganancias; es importante aclarar que Cortés se comprometió además a no efectuar el
poblamiento de estas tierras, sino que al ser descubiertas, debía dar aviso a Velásquez para
que fuera éste quien tomara posesión de estas en nombre del rey.
Pero varias personas allegadas a Velásquez desconfiaban de Cortés, e iniciaron una
campaña en su contra, provocando el recelo del gobernador, quien trato inútilmente de
detenerlo antes de que se embarcara. El 18 de febrero de 1519 partió la expedición con 11
navíos, 518 soldados, 110 marineros, 16 jinetes, 32 ballesteros, 13 escopeteros; los
capitanes reclutados por Cortés fueron Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo, Diego de Soto,
Diego de Ordaz, Alonso Hernández Portocarrero, Juan Velásquez de León, Cristóbal de Olid,
Alonso de Ávila, Gonzalo de Sandoval, Juan de Escalarte; iban además Alaminos, el fraile
Bartolomé de Olmedo, y por supuesto Bernal Díaz del Castillo, el soldado que había de guardar
en su memoria todos aquellos acontecimientos para narrarlos, con lujo de detalles muchos años
después.
El barco comandado por Pedro de Alvarado se adelantó y fue el primero en alcanzar la costa
de Cozumel, en este lugar comenzó Alvarado a dar muestras de su carácter irreflexivo y
violento, pues al ver que los nativos huían ante su presencia, ataco los pueblos cercanos,
tomo unos prisioneros y se apodero de unos objetos rituales que contenían oro y cobre. Al
llegar Cortés y enterarse de las acciones de Alvarado, puso en practica una estrategia que lo
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distinguió en su papel como conquistador, mandó aprehender al piloto que se había
adelantado a la expedición y reprendió severamente a Alvarado, y en cambio se mostró
amistoso con los lugareños agredidos. En Catoche (cabo en la punta noroeste de la
península de Yucatán) la gente de Cortés recogió a Jerónimo de Aguilar, quien le relató la
forma en que había vivido entre los indígenas, así como el hecho de que Gonzalo Guerrero
se había casado con la hija del cacique con quien había procreado varios hijos (los primeros
mestizos en México), y se había integrado a la cultura de los mayas; Guerrero se negó a
abandonar su nueva familia e incluso llegó a luchar más tarde en contra de los españoles por
la defensa del pueblo maya. La incorporación de Aguilar a la expedición fue de gran
trascendencia, ya que desde ese momento sirvió a Cortés como interprete, en virtud de que
dominaba la lengua maya.
Cortés y sus hombres siguieron el recorrido de Hernández de Córdoba y Grijalva, y llegaron a la
desembocadura que éste último con su nombre y que era la tierra de un cacique cuyo nombre
fue bautizado como Tabasco; en ese lugar tuvieron varios enfrentamientos bélicos con los
indígenas, siendo el más violento el que ocurrió en un sitio llamado Zintla, donde los españoles
resultaron vencedores; enseguida los caciques mayas se presentaron ante Cortés para concertar
la paz ofreciéndole alimentos y regalos, así como un grupo de veinte mujeres que se entregaron
como esclavas; entre estas destaca, por su posterior papel en la conquista, una india
llamada Malinalli, bautizada después con el nombre de Marina. Esta mujer bella e inteligente,
era según dice Bernal Díaz, “gran cacica e hija de grande caciques y señora de vasallos, que su
padre y su madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Apíñala, habla náhuatl
además de maya y fue junto con Aguilar de gran ayuda para Cortés, quien, al servicio de
ellos como interpretes, pudo entablar conversación con los grupos indígenas que fue
encontrando a su paso.
El 21 de abril, la expedición de Cortés llegó a una isla frente a las costas de la región
totonaca, a la cual bautizo como San Juan de Ulúa. Ahí se presentó ante Cortés un grupo de
mexicas integrantes de una embajada enviada por Moctezuma, entre los cuales se
encontraban los pintores encargados de mostrar gráficamente ante su soberano los rasgos
característicos de los seres humanos de cuya llegada había tenido noticia desde hacía dos
años. Estos pintores se dieron a la tarea de dibujar a los españoles y a los “extraños
animales” así como sus embarcaciones. Al advertir la gente de Cortés la actitud de sorpresa de
los indígenas frente a los objetos y armas que utilizaban, hicieron un teatral despliegue de
fuerzas, activando los cañones y demás armas de fuego, y haciendo correr los caballos ante los
asombrados enviados de Moctezuma, que con esto creyeron confirmar la procedencia divina
de los extranjeros, cuya llegada por el oriente coincidía con la profecía de Quetzalcóatl,
hecha por el dios hombre cuando partió desde la costa del golfo de México, prometiendo
regresar un día para recuperar su trono.
Enterado Moctezuma del interés que mostraban los españoles por los objetos de oro
-que
para los mesoamericanos no tenían gran valor, puesto que nunca lo utilizaron como moneda, ni
tampoco tuvieron el carácter sagrado que sí en cambio era atribuido a las piedras verdes o
chalchiuites-, les envió cuantiosos y ricos obsequios “muchas piezas de oro y buenas labores y
ricas, mucha ropa blanca y otras joyas”, con la esperanza de que se fueran, una vez
saciada su ambición. Pero al contrario, esos regalos representan para los españoles una
pequeña muestra de la fabulosa riqueza que según habían tenido noticia, poseían los
pueblos de estas tierras y esto constituyó un aliciente para adentrarse a ellas, no obstante los
peligros que pudieran afrontar.
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Si embargo algunos miembros de la expedición de Cortés eran adictos a Velázquez y
deseaban volver a Cuba de acuerdo a las órdenes de su gobernador para repartir con el los
obsequios otorgados por el soberano mexica; entonces Cortés decidió desligarse del mando de
Velázquez, y con el apoyo de quienes deseaban independizarse de éste, atraído por la riqueza
que prometía la tierra mexicana, donde esperaban llegar a adquirir un poder semejante al
del gobernador de Cuba. De manera astuta, Cortés logró convencer a la mayoría de sus
oponentes ofreciéndole premiar sus esfuerzos en la lucha por la conquista, y a los más renuentes
los mandó aprehender y sujetar con cadenas.
Enseguida Cortés y sus partidarios instalaron un ayuntamiento, para dar carácter legal a su
decisión de poblar aquella tierra y fundar la Villa Rica de la Veracruz, ante el ayuntamiento
recién constituido, Cortés renunció al poder conferido por Velázquez y recibió el nombre de
Justicia Mayor y Capitán general de los territorios por descubrir, conquistar y poblar, con el
ofrecimiento de que se le daría una quinta parte del oro que se obtuviese. Al quedar
desligado de Velázquez como autoridad superior, Cortés sólo dependería del rey de España,
que era tanto como depender de nadie por mucho tiempo, dada la lejanía y la dificultad de
las comunicaciones.
Después de esta hábil maniobra, el nuevo capitán general emprendió el camino a Cempoala,
donde presencio los abusos de los calpixque, recolectores mexicas del tributo, y empezó a darse
cuenta de las divisiones internas del imperio azteca, sobre todo después de que el cacique
de Cempoala les ofreció apoyo a cambio de su alianza para liberarse del yugo mexica. Los
españoles supieron aprovechar la mezcla de temor y odio, que profesaban los totonacas a las
huestes de Moctezuma y a partir de entonces, además de constituirse en valiosos informantes,
los nuevos aliados de Cortés le sirvieron como tamemes, como guías y como soldados, en el
camino hacia el centro de México.
De Cempoala se trasladaron a un lugar llamado Quiahuiztlan, donde surgió un nuevo brote de
rebeldía de los partidarios de Velázquez, quienes ya se habían apoderado de un navío para
escapar a Cuba; al ser descubiertos fueron severamente castigados por Cortés, quien ante el
temor de que volvieran a repetirse actos de esta naturaleza, ordenó que los barcos fueran
barrenados y desmantelados, a fin de evitar cualquier intento de escapatoria; sólo conservó la
nao capitana y dos pequeños bergantines, con el propósito de mantener la comunicación ya
no con Velázquez, sino con el monarca español.
Después de esta drástica acción, que marcaba un punto de retorno para su expedición,
Cortés busco respaldo real para la autoridad que le había sido otorgada por el cabildo de la
Villa Rica de la Veracruz, mediante una carta de relación enviada al monarca español, Carlos
I, donde solicitaba el nombramiento oficial de Capitán General y Justicia Mayor de las tierras
por conquistar. Ésta que habría de ser la primera de una serie de cartas dirigidas por Cortés
a la Corona española durante su permanencia en tierras mexicanas, iba acompañada por
dos escritos, uno del cabildo y otro de los miembros del ejército, en los que estas dos
instituciones decían respaldar la autoridad de su capitán. Los portadores de estas cartas
fueron Alonso Hernández Portocarrero y Francisco de Montejo; quienes partieron a la
península ibérica en la nave capitana llevando además al rey “el quinto” (la quinta parte) de
los ricos obsequios recibidos de los grupos indígenas encontrados durante su trayecto con el
propósito de demostrar ante el monarca el deseo de actuar bajo su autoridad, y justificar
además su empresa, altamente productiva, que Cortés estaba por llevar a cabo.
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Así, según palabras de Bernal Díaz, “estaba echada la suerte de la buena o mala aventura”, y los
españoles emprendieron la expedición al interior de México el 16 de agosto de 1519,
acompañados por los totonacos de Cempoala que se habían ofrecido a guiarlos hacia el
centro de México y apoyarlos en la lucha contra el imperio azteca. La ruta aconsejada por los
guías era la de cruzar la cadena montañosa oriental, a través de sitios ubicados entre dos
grandes cumbres, el cofre de perote (Nauhcampatépel) y el pico de Orizaba (Citlatépetl), y más
adelante pasar por Tlaxcala región independiente cuyos habitantes, acérrimos enemigos de los
aztecas, podían constituirse en aliados de la expedición.
Así, en cuatro jornadas pasaron primero por Xalpa y luego por Xicochimalco, en las
estribaciones de la serranía, cuyo paso les resulto muy dificultoso, debido principalmente al
constante clima, pues de la tierra caliente costeña ascendieron a más de tres mil metros de
altura, en una zona de brumas e intenso frió. Después se desviaron hacia el norte para
acercarse a sitios en donde hubiera agua, e internarse luego al señorío tlaxcalteca.
Este pueblo aguerrido, celoso de su independencia frente al pueblo azteca, había sido
confinado, por los continuos ataques de la Triple Alianza, aun territorio de tierras pobres
carentes de sal necesaria para su alimentación y del algodón para su vestido. El señorío de
Tlaxcala estaba dividido políticamente en cuatro cabeceras: Tepeticpac, Tizatlán, Ocotelulco
y Quiahuiztlan, cuyos señores regían el Estado asesorados por un grupo de ancianos
integrantes del senado tlaxcalteca. Antes de internarse en territorio de este señorío, Cortés
envió mensajeros expresando su intención de entrar a él pacíficamente; en Tlaxcala esto se
sometió a discusión, pues había opiniones encontradas; el señorío de Ocotelulco que por
tratarse de los Teules (nombre dado por los aztecas a los españoles) enviados por
Quetzalcóatl, debían dejarlos entrar en paz; pero Xicoténcatl, señor de Tizatlán, dudaba que los
españoles fueran dioses y sí, como suponía, eran mortales que venían a hacerles daño, debían
defenderse de ellos y combatirlos.
Así en Tlaxcala encontraron los españoles la resistencia más fuerte desde que pisaron tierras
mesoamericanas y tuvieron que enfrentar ahí muchas batallas, en donde quizá por primera
vez se hizo evidente la disparidad en la tecnología armamentista de ambas culturas, por
razones de tal desigualdad vencieron los españoles y los jefes tlaxcaltecas tras su derrota,
decidieron someterse, siendo el propio Xicoténcatl quien se presentó ante Cortés a ofrecer la
paz de parte del senado y pedirle fueran aliados. Esta fue la segunda y más importante
alianza lograda por la expedición de Cortés, en el marco de la situación de deterioro interno
que presentaba el imperio azteca, situación que tan bien supo capitalizar el capitán español.
Después de lograr la alianza con los de Tlaxcala, en el mes de octubre los españoles
marcharon a Cholula, ciudad de gran relevancia no sólo por su trayectoria en la evolución
histórica de los pueblos nahuas, sino por ser importante centro político y religioso muy
poblado. Cholula es un gobierno con un señorío independiente con un gobierno regido por
varios señores; pero, a diferencia de Tlaxcala, mantenía buenas relaciones con el imperio de
Moctezuma en una especie de alianza militar, y quizá por esta razón los de Cholula eran
enemigos de los tlaxcaltecas. Una vez en Cholula, los españoles fueron recibidos por una
comitiva de sacerdotes que les ofrecieron comida y alojamiento; sin embargo Cortés, que
había sido prevenido sobre una supuesta emboscada ahí preparada en su contra por
encargo del soberano de Tenochtitlán, creyó observar preparativos que confirmaban aquellos
informes y esto basto para que, sin comprobar aquellas sospechas, Cortés y sus aliados
atacaron por sorpresa y realizaron una terrible matanza (las fuentes hablan de entre cuatro y
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cinco mil cholultecas muertos), al tiempo que se arrasaba la ciudad, una de las más ricas y
florecientes del México antiguo.
Este hecho que la historia registra como “la matanza de Cholula”, tuvo efectos inmediatos
favorables para los intereses de Cortés y sus aliados, pues causo gran impacto entre los
habitantes de los pueblos vecinos, ya que después de aquella acción ninguno de ellos se
atrevió a interponérseles en el camino. Sin embargo la matanza de Cholula cuya justificación
jamás fue comprobada, constituyó una de las acciones más censuradas en el desarrollo de la
conquista de México, no sólo por los enemigos de Cortés que la usaron en su contra en un juicio,
al que fue sometido en 1519, sino por quienes, como Fray Bartolomé de las Casas, hicieron
más tarde severas criticas contra aquellos conquistadores, cuyas atrocidades provocaron la
destrucción de los pueblos de América.
Con los mensajeros de Moctezuma, que habían sido testigos de la matanza de Cholula,
Cortés mando decir al soberano de Tenochtitlán que estaba muy molesto pues a pesar de
sus ofertas de paz y amistad, lo había engañado al prepárale una emboscada, por lo tanto, le
anunciaba que habría de entrar a México con guerra, haciéndole todo el daño que pudiera
como enemigo. En respuesta, Moctezuma envió una nueva embajada de obsequios, según
dice Cortés en una de sus Cartas de Relación, “diez platos de oro y mucha provisión de
gallinas (guajolotes) y pan y cacao, que es cierto brebaje que ellos beben”, además insistía
Moctezuma e conminar a los españoles a no entrar a la ciudad. Pero de nuevo aquellos
obsequios era sólo para Cortés una muestra de las enormes riquezas que le aguardaban en
México.
El primero de noviembre los españoles y sus aliados partieron de Cholula, escogiendo el
camino más corto, aunque también el más difícil, entre los dos volcanes, el Popocatépetl y el
Iztacíhuatl, sendero que luego se llamaría “paso de Cortés”, al descender pudieron
presenciar, según relata Cortés, el maravilloso espectáculo que presentaba el Valle de
México, con su región lacustre, y sus populosas ciudades pintadas de vivos y relucientes
colores. En el camino, los españoles recibieron una nueva embajada de Moctezuma pidiendo a
Cortés que se fuera y enviándole dos banderas como regalo, una de lamina de oro y otra de
plumas de quetzal; aquellas banderas simbolizaban para los aztecas el sacrificio humano, pero
los españoles, sin entender el mensaje oculto, desoyeron la advertencia y apresuraron la marcha
hacia Tenochtitlán, pasando por los pueblos de Amecameca, Tlalmanalco, Chalco, Tulyeualco, e
Ixtapalapa.
EL ENCUENTRO
La entrada a Tenochtitlán tuvo lugar el 8 de noviembre de 1519; fueron inútiles los
desesperados intentos de Moctezuma por convencer a los españoles de regresarse; en
repetidas ocasiones les advirtió sobre los peligros que afrontaban, y les informo falsamente
sobre la pobreza de México, llamándola “tierra estéril y sin mantenimientos”.
Pero independientemente de los fallido de aquellos intentos, lo interesante es que parecen
contradecir la imagen de fanático religioso que la historia tradicional atribuye al soberano
mexica, pues de haber considerado a los españoles como dioses o tules enviados por
Quetzalcóatl, no tenían razón de ser las amenazas y el engaño sobre la ciudad. Además, no
se debe olvidar que los mexicas se preciaban de ser los legítimos sucesores de los toltecas y
nunca hubieran aceptado considerarse usurpadores del trono de Quetzalcóatl, a quien
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rendían culto como una de sus deidades más importantes, en todo caso, “la idea es sugerida
en parte por los españoles, y es imposible afirmar con certeza que Moctezuma haya creído
en ella”. Como esta existen varias ambigüedades en la narración de la Conquista de México
-hechas obviamente por el vencedor- sobre el comportamiento, aparentemente pusilánime,
de Moctezuma, cuando más bien se trata de un soberano con carácter autoritario, que había
impuesto una drástica reforma provocando serias fisuras en la estructura sociopolítica
interna.
Las fuentes históricas más frecuentes consultadas sobre la conquista fueron escritas por los
vencedores, principalmente: Bernal Díaz del Castillo, Francisco López Gómara, y Sahagún;
aunque éste último pudiera considerarse aparte, de ser cierto que actuaba como portavoz de
los vencidos, pues dice escribir su historia, “en tiempos en que eran vivos los que se hallaron
en la misma conquista…..los que fueron conquistados supieron y dieron relación de muchas
cosas que pasaron entre ellos durante la guerra, las cuales ignoran los que los conquistaron”.
De acuerdo con lo que expresa Sahagún, sus informantes indígenas le relatan la profunda
postración y las angustias de Moctezuma al enterarse de la llegada de los españoles, que
parecía confirmar los presagios funestos, ocho en total, que se presentan ante los mexicas
desde 10 años antes; eran sucesos extraños ocurridos sin aparente explicación: caía fuego
del cielo, el agua hervía de manera espontánea, por la noche se escuchaban los gritos de
una mujer que clamaba por sus hijos y otras cosas más, pero el más significativo de los
presagios fue el séptimo. Uno de los pescadores recogió un pájaro semejante a una grulla
que tenía en la cabeza algo parecida a un espejo, como si el sol “estuviera perforado en su
medianía” (¿un eclipse?): en una segunda observación a la cabeza del pájaro, el soberano
mexica vio “allá en lontananza como si algunas personas vinieran de prisa, bien estiradas,
dando empellones. Se hacían la guerra unos a otros, y los traían a cuestas unos como
venados.
Aquella visión del futuro, tan claramente especificado sobre los españoles y sus caballos,
resultó muy cómoda a los cronistas de la conquista para explicar la paz y resignación de
Moctezuma frente a lo inevitable, pero también para justificar los actos de Cortés,
respaldados así por designios naturales.
El encuentro de Cortés y el soberano azteca ocurrió cerca del Templo Mayor, en un lugar
situado en la actual calle de Pino Suárez, a un costado del hospital de Jesús (donde se
conserva la urna con los restos de Hernán Cortés). Las narraciones sobre este encuentro,
crucial en la historia de México, describe de manera vital en encuentro entre las dos culturas,
el atuendo de cada comitiva, los rasgos físicos de Cortés y Moctezuma, y las dos distintas
versiones del ritual diplomático: describen el encuentro de aquellos dos hombres y los
discursos que se intercambiaron; el del tlatoani mexica aparece prácticamente como un acto
de sumisión ante el propio Quetzalcóatl: “Aquí has venido a sentarte en tu solio,
en tu
trono….por tiempo breve te lo reservaron, te lo conservaron, los que ya fueron, tus
substitutos…. Llega a la tierra, ven y descansa; toma posesión de tus casas reales; da
refrigerio a tu cuerpo. ¡Llegad a vuestra tierra, señores nuestros! Cortés responde a
Moctezuma diciéndole que el y sus hombres le tienen gran cariño, por lo que no debe abrigar
temor, y le promete además que “de nadie recibirá daño”.
Los españoles fueron alojados en el palacio de Axayácatl, y después de recorrer la ciudad y
maravillarse de su grandeza, descubrieron, en el edificio que le servia de aposento, la
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existencia de un tesoro consistente en objetos de oro, de pluma, mantas de algodón, objetos de
cobre y cerámica, pero en aquellos momentos no consideraban prudente apropiarse de aquel
tesoro. Una semana después de su llegada, Cortés tomo una drástica decisión,
preocupado el mismo, preocupado el mismo, pero además presionado por sus hombres,
lleno de temor por encontrarse a merced de la aguerrida población mexica, que en cualquier
momento podía atacarlos y ofrecerlos a Huichilobos, con el pretexto de haber recibido noticia de
Veracruz acerca de la muerte, a manos de un cacique al servicio de Moctezuma, de unos
españoles miembros de su expedición, aprehende a éste, obligándole a llamar al cacique, y
presenciar como era quemado vivo en castigo a su acción.
El gobernante mexica fue conducido de su propio palacio al edificio a donde se había
albergado a los españoles, por lo que era un autentico prisionero, quien además se le habían
puesto grilletes en los pies. La prisión del tlatoani no pasó desapercibida para el pueblo de
Tenochtitlán, ni para muchos de los guerreros encargados de defenderlos, por lo que no
cumplía del todo el propósito de Cortés de sentirse protegido al retener a Moctezuma, ya que
los mexicas mostraban claramente su descontento y planeaban un ataque para liberar a su
señor y acabar con los invasores, a quienes ya no veían con temor, sino con gran odio y
desprecio.
Por ello a fin de prevenir un ataque sorpresivo, Cortés ordenó a los suyos la construcción de
dos embarcaciones que le permitieran evacuar la ciudad, además de pedir a su ejercito
realizar algunas maniobras frente a los mexicas con el fin de amedrentarlos, y para
mantenerla adhesión tanto de sus aliados de Cempoala y Tlaxcala, como de algunos
poblados de la región. También aprovecho el tiempo para enviar a algunos de sus capitanes
a explorar las minas y yacimientos de metales preciosos, aun en territorios muy distantes.
En Tenochtitlán la situación era cada vez más tensa en contra de los españoles, cuando
ocurrió un suceso que la hizo aún más grave. En abril de 1520, Cortés recibió las noticias de
una expedición llegada a Veracruz enviada por Diego Velásquez, al mando de Pánfilo de
Narváez, encargado de aprehender al conquistador, despojarlo del mando y gobernar las
tierras mexicanas en nombre del gobierno de Cuba. De inmediato Cortés se decidió a ir
personalmente a combatir personalmente a Narváez, llevando parte de su ejército y algunos
aliados, mientras dejaba el control de la ciudad en manos de Pedro de Alvarado. En la acción
armada contra el enviado de Velázquez, Cortés resulto triunfador e incluso adquirió mayor
fuerza al integrar a sus tropas al derrotado ejercito de Narváez, pero después de logrado
aquel nuevo triunfo, recibió alarmantes noticias de Tenochtitlán; Pedro de Alvarado había
cometido un sangriento acto de represión al dar muerte a hombres, mujeres y niños que
celebraban un ritual religioso en el recinto del Templo mayor; con esta acción injustificable,
cometida quizá por el temor de ver congregada a la multitud, Alvarado provocó que la ira del
pueblo alcanzara proporciones de levantamiento popular en contra de los españoles.
Es posible que el violento y sorpresivo ataque contra la población, mientras rendían culto a
sus dioses como parte de las ancestrales costumbres, fuera para los mexicas la confirmación
definitiva del carácter humano. Y no divino, de sus invasores; la rebelión estallo y durante
varios días el pueblo ataco la casa en donde estaban los españoles, los privaron de agua y
víveres y dieron muerte a varios soldados. Al regresar Cortés a México, el 25 de junio,
encontró un ambiente muy distinto al de aquella primera ocasión en que hiciera su entrada a
la ciudad; nadie salio a recibirlo y los ataques continuaron a pesar de su presencia. Ante la
imposibilidad de aplacar la rebelión, Cortés exigió a Moctezuma que calmara a la población,
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pero ésta ya no reconocía la autoridad de su Tlatoani y se negó a obedecerlo, porque
además había encontrado en la persona de Cuitláhuac un nuevo líder que los guiara.
Obligado por Cortés, Moctezuma salió a la azotea del palacio de Axayácatl, en un intento por
apaciguar a sus súbditos, pero una piedra lanzada contra los españoles le hirió gravemente y
murió días después, según Cortés y Bernal Díaz a consecuencia de la herida, y según
fuentes indígenas, asesinado por los mismos conquistadores para quienes ya no era útil. La
muerte de Moctezuma no detuvo la guerra, por el contrario, continuó con mayor fuerza ahora bajo
la dirección de Cuitláhuac como nuevo Tlatoani, y obligó a Cortés a ordenar la retirada de la
ciudad, la noche del primero de julio de 1520, después de que los españoles cargaron tamemes
con el tesoro sustraído del palacio de Axayácatl.
Este momento quedo registrado en la historia como la
“Noche Triste”, debido a las
innumerables perdidas de los conquistadores y sus aliados, pues en su huida el ejercito de
Cortés fue atacado a lo largo de la calzada de Tlacopan, al intentar atravesar sus canales con
los puentes cortados, en el asalto, cientos de españoles y miles de sus aliados indígenas fueron
muertos o hechos prisioneros para ser ofrecidos en sacrificio; se perdió toda la artillería,
buena parte del tesoro y 45 caballos. Los sobrevivientes, con grandes esfuerzos y
continuamente acosados por el enfurecido pueblo mexica, lograron llegar a tierra firme y se
detuvieron por breves momentos en Popotla, al pie de frondoso ahuahuete, donde se dice que
Cortés lloro de desesperación ante la terrible derrota.
Los españoles y sus aliados se dirigieron luego a Tlaxcala y al llegar a Otumba tuvieron un
nuevo encuentro con tropas mexicas, a las que lograron derrotar; varios días después, el 11
de julio, llegaron a la cabecera del señorío tlaxcalteca donde pudieron descansar y reponerse
de sus heridas, pues los mexicas no se atrevieron a entrar a ese territorio, temerosos quizás
de provocar una insurrección de sus tradicionales enemigos. Los españoles permanecieron
en Tlaxcala 20 días y durante este tiempo Cortés, que durante su estancia en Tenochtitlán
tuvo la oportunidad de estudiar su configuración urbana y sus puntos estratégicos, se dedico
a elaborar nuevos planes para lograr la conquista definitiva de la ciudad a la que propuso
sitiar por agua y tierra.
El plan táctico de Cortés comprendía misión diplomática y acciones militares a desarrollarse
en cinco fases: la primera fue una campaña bélica en contra de los poblados cercanos (en el
actual estado de puebla) a los que saqueó, tomo como esclavos a los habitantes,
herrándoles en la cara con una G como cautivos de guerra, esta acción atemorizo a otros
pueblos que no tuvieron más remedio que rendirse o aliarse a los conquistadores. En la
segunda fase, Cortés dio la orden de construir 13 bergantines destinados a atacar por agua a
Tenochtitlán, y emprendió de nuevo el camino al valle de México; pasó con sus tropas por los
volcanes, y el 31 de diciembre llegó a Texcoco donde tras realizar un devastador saqueo,
tomó el poblado como cuartel y aceleró la construcción de las embarcaciones. Las tres
últimas fases estaban destinadas a destruir las poblaciones ribereñas de la Triple Alianza, y
cuando creyó vencida la resistencia exterior, pues sitio a Tenochtitlán.
Los habitantes de la ciudad se dispusieron a defenderla, a pesar de haberlos atacado una
nueva desgracia, pues en los días posteriores a la huida de los españoles, los tenochas
fueron victimas de una epidemia de viruela propagada por un negro esclavo que llegó con la
gente de Narváez; una de las victimas fue Cuitláhuac, caudillo de la resistencia contra los
españoles y sucesor de Moctezuma. A su muerte fue electo tlatoani un hombre joven llamado
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Cuauhtémoc, hijo de Ahuízotl, que había sido gobernador de Tlatelolco; su ascenso al poder tuvo
lugar en condiciones por demás críticas, pues los mexicas tenían conocimiento de los
preparativos de Cortés para un nuevo ataque a la ciudad.
El sitio de Tenochtitlán comenzó el 30 de mayo de 1521, y Cortés dispuso para atacarla con 650
soldados de infantería, 194 mosquetones y ballesteros, 84 jinetes y muchos miles de aliados
indígenas, organizó el ejercito en tres columnas terrestres, bajo el mano de Pedro de Alvarado,
Cristóbal de Olid y Gonzalo de Sandoval, que penetraron por tres calzadas principales de la
ciudad, mientras Cortés dirigió la flota de bergantines, que además de servir de apoyo a las
tropas, se encargo de combatir a la defensa naval mexicana.
A pesar de la desventaja frente a los españoles, dada la desigualdad tecnológica, en varias
ocasiones los mexicanos pusieron a los conquistadores en serias dificultades; el 16 de julio
después de un prologado ataque por tierra y agua, los españoles lograron entrar en la
ciudad, pero ahí los defensores los rechazaron; Cortés fue herido en una pierna y estuvo a
punto de morir al ser capturado junto con 15 soldados, pero fue puesto a salvo por la
oportuna intervención de algunos de sus capitanes; los españoles se vieron obligados a
retirarse ante la furiosa intervención de los guerreros mexicas que, tras esta victoria,
recuperaron gran parte de la ciudad y reconstruyeron las fortificaciones. Durante las tres
semanas siguientes, Cortés se mantuvo a la defensiva, para tomar nuevos bríos; entonces
de dispuso a arrasar la ciudad, derribando los edificios para rellenar los canales con sus
escombros y asegurar un terreno favorable para el estilo de guerrear de los españoles. De
esta manera Cortés logró penetrar hasta el recinto del Templo Mayor, arrasando templos y
palacios, al tiempo que sus soldados recogían todo el botín posible, diezmando a la
población indígena que trataba de impedirles el paso al recinto sagrado.
De ahí en adelante la lucha se torno a favor de los españoles y en varias ocasiones Cortés
exhorto a los indígenas a rendirse, pero siempre obtuvo la misma respuesta negativa, a
pesar de todos los sufrimientos que padecía la población sin alimentos ni posibilidad de curar
a sus heridos o enterrar a sus muertos. El 13 de agosto -una serpiente del año tres casa,
según el calendario indígena-, después de 75 días de sitio, el capitán de uno de los
bergantines capturo a Cuauhtémoc, quien fue conducido ante Cortés. En una de sus cartas
de relación el propio conquistador dejó descrita la escena y las palabras de rendición del
último tlatoani azteca. Traducidas por Marina: “que ya el había hecho todo lo que de su parte
era obligado para defenderse a sí y a los suyos….que ahora hiciese de él lo que más
quisiera; y puso la mano en un puñal que yo tenía, diciéndome que le diese puñaladas y lo
matase. Y yo lo anime, y le dije que no tuviese temor ninguno; y así, presto este señor, luego
en ese punto cesó la guerra”.
La conquista de México se había consumado; bañada en sangre y destruidos los edificios, la
otrora esplendorosa ciudad de México-Tenochtitlán, ahora en ruinas empezaba una nueva
fase de su historia, ahora como capital de la Nueva España, al tiempo que, con sus propios
escombros, se esculpía sobre ella una nueva fisonomía, y se enseñorea sobre el horizonte un
nuevo sol, una nueva edad.
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CAPÍTULO III.- LOS PRIMEROS GOBIERNOS DE LA NUEVA ESPAÑA
LOS OFICIALES REALES
De manera natural Cortés era considerado como la suprema autoridad; pero en España
desconfiaban que de que esa autoridad creciese ilimitadamente, y por intrigas de sus
enemigos, enviaron personas que debían quitarle el poder y juzgarlo por los cargos que le
hacían. Primero vino con nombramiento de gobernador, Cristóbal de Tapia; pero las hábiles
maniobras de Cortés y de sus leales hicieron que abandonara la Nueva España. Para
contrarrestar los ataques y malos informes de Diego Velázquez y demás enemigos, mando
Cortés mensajeros al Emperador de España con un riquísimo presente. Consiguió detener,
por lo pronto la maniobra de sus adversarios y obtuvo el título de Capitán y Gobernador
General de la Nueva España. Pero volvieron los ataques y las intrigas la metrópoli, y
enviaron sucesivamente a Luis Ponce de León y Marcos de Aguilar que murieron sin llegar a
desempeñar sus puestos. Pero en cambio Alonso de Estrada si lo hizo y muy
perniciosamente, pues ejerció su poder sobre indios y españoles de una manera despótica y
en su personal provecho. En tiempo de Estrada el capitán Diego de Mazariegos emprendió la
conquista de Chiapas y fundó la ciudad que hoy se llama San Cristóbal de las Casas.
LA PRIMERA AUDIENCIA
Ante el fracaso de los oficiales reales, se dispuso que el gobierno de la Nueva España
pasara a una audiencia compuesta por cuatro oidores y un presidente que lo fue Nuño de
Guzmán, gobernador de Pánuco, quien se hacía llamar “el muy magnífico”.
Se inició el gobierno de esta audiencia el año de 1529, con funciones judiciales y
ejecutivas, pero sus componentes lo hicieron peor que los oficiales, pues abusaron del poder
trastornando el país, de manera que se decidió cambiar la audiencia, como forma de
gobierno por el virreinato.
LA SEGUNDA AUDIENCIA
Mientras se hacían todos los preparativos para que viniera el primer virrey, se nombro una
segunda audiencia formada por Sebastián Ramírez de Fuenleal, Vasco de Quiroga, Juan de
Salieron, Alonso Maldonado y Francisco de Ceinos, varones todos de acrisolada honradez y
capacidad que mucho bien hicieron a la naciente colonia. Bajo su gestión se hizo transitable el
camino de Veracruz a México, fundado en 1531, como ciudad inmediata, Puebla de los
Ángeles, se hicieron las primeras carretas de transporte, se trajeron de España ganado,
redes, bestias de carga y la imprenta; se fundó la Escuela de Tlatelolco para los indios;
finalmente se reanudaron las conquistas que durante la Primera Audiencia se habían
quedado paralizadas y aun habían perdido terreno.
CONQUISTA DEL OCCIDENTE DE MÉXICO
Beltrán Nuño de Guzmán, para huir de México por el juicio y los castigos que le esperaban,
después de que ceso su gobierno de la Primera Audiencia, organizó una expedición al
occidente de México, con lo que esperaba satisfacer su ambición de riqueza y fama con que
eclipsar las empresas de Cortés. Con trescientos españoles y más de siete mil indios, entre
los que había mexicanos y tlaxcaltecas, salio de México en diciembre de 1529 con rumbo a
Michoacán.
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Ya sabemos cómo Zinsicha (rey de los tarascos a quienes los mexicanos llamaban
Caltzontzin, “señor que lleva sandalias”), había ofrecido desde 1521 su alianza a Cortés de
manera pacifica. A Nuño de Guzmán lo recibió en paz y le dio los indios que pedía para su
ejército, así como mujeres y ochocientos tejos de oro y mil de plata; pero Nuño de Guzmán
no se conformó y aplicó dos veces el tormento de fuego al rey y a sus nobles para que
entregaran más. Siempre insatisfecho hizo que lo arrastrara un caballo y finalmente lo quemó
vivo.
La misma inhumana e injusta crueldad la siguió en todos los pueblos donde pasó, exigiendo oro
y más oro, atormentando a los caciques y esclavizando a hombres y mujeres que unía a su
ejército después de herrarlos y atarlos en colleras para que sirvieran como bestias de carga y
de servicio.
Así fueron aquellos principios de aquella expedición que no era propiamente de conquista,
puesto que los indios se entregaban casi siempre en paz, sino de aventura rapiña y crueldad.
Entraron los españoles al actual Estado de Jalisco por el rumbo de La Barca, y volvieron a la
población de Cuitzeo que tomaron después de un combate efectuando en Tolotlán. Luego
Cristóbal de Oñate y Pedro Ramírez Chirino exploraron las cercanías del Lago de Chapala.
Reunidos con Guzmán fueron a Pincitlán donde muy cristianamente bautizaron al cacique, y
luego lo apedrearon y aun incendiaron el pueblo por no hallar el oro que deseaban. De allí
siguieron a la región de Tonalá donde varios pueblos se agrupaban formando la
Confederación Chimalhuacana bajo el mando de una mujer. De acuerdo con los caciques y ella
recibieron en paz a los blancos, aunque unos cuantos indios resistieron.
ZACATECAS.- De allí paso el ejército a la región sur de Zacatecas dominando cuantos
pueblos hallaban a su paso. En Nochistlán los indios presentaron cierta oposición; pero en
general preferían abandonar los pueblos por temor a las crueldades a que les sometían si no
entregaban el oro, las vituallas y los “tamemes” que les exigían.
TEPIC.- La expedición entró a Tepic y exploró la costa del Pacífico. Tuvo varias
escaramuzas con los indios, la principal de las cuales fue la batalla efectuada en Cilán.
Cuando los españoles encontraban pueblos abandonados los incendiaban; donde los
recibían en paz y les daban lo que pedían también los quemaban como hicieron con Aztatlán.
Y, como si no fueran suficientes sus calamidades las que ocasionaban los españoles,
también difundieron el azote de la viruela, epidemia que causó a los indios gran mortalidad y
espanto.
Claro que también los españoles y los indios del ejército sufrieron mucho por la inclemencia del
clima, la falta de ropa, las epidemias y el hambre. En Aztatlán una inundación los dejó
copados y tuvieron que comer sapos y otras alimañas.
SINALOA.- Cuando nada detenía el empeño de Nuño de Guzmán llegó a Sinaloa buscando
siempre el país de las amazonas cuando sólo encontraba pequeños poblados de mujeres. Los
soldados fatigados de tanto caminar por lugares desérticos y montañosos, querían regresar.
Implacable Nuño castigó con la horca al principal instigador.
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Nada lo detenía y cuando cayó enfermo se hizo conducir en camilla. Llego a San Miguel de
Navito donde le recibieron con fiestas y se le entrego en señal de paz, el cacique de
Culiacán, fundándose la ciudad de San Miguel de Culiacán el 29 de septiembre de 1531.
Regresó a Tepic (pasando por Chiametla) y estableció allí su cuartel de operaciones, desde el
cual organizó expediciones para fundar la ciudades de Santiago de Galicia de Compostela, la que
hoy se llama Presidio en Sinaloa, y la de Purificación.
SONORA.-Muy importante fue la expedición que comandó el capitán Diego de Guzmán.
Partió en julio de 1533, de Culiacán, y llegó a Sonora, más allá de los ríos mayo y yaqui; por
cierto que admiró a los españoles el valor de los indios porque pelearon muy valerosamente.
GUADALAJARA.- Cristóbal de Oñate había fundado una ciudad que su hermano Juan de
Oñate cambió de lugar llevándola a Nochistán con el nombre de Guadalajara, en recuerdo del
lugar de España en que nació Nuño de Guzmán. Pero a éste le pareció que el nuevo sitio no era
apropiado y ordenó su traslación y toda vía hubo de cambiarse una vez más por el ataque que
sufrió de los indios.
NUEVA GALICIA.- Nuño propuso que la región explorada por él desde el río Lerma hasta
Sonora se llamara “Conquista del Espíritu Santo de la Nueva España”,; pero la corona
ordenó que se llamara reino de la Nueva Galicia, con capital en Compostela, y con Guzmán de
gobernador.
Durante el periodo de la Primera Audiencia, Cortés había estado en España para
contrarrestar la intrigas que había en su contra, y obtuvo el título de marqués del Valle de
Oaxaca. A su regreso le molestó el nombramiento de gobernador dado a Nuño de Guzmán, y
alego ante la corte, que esas tierras debían pertenecer al Reinado de la Nueva España, pues
el las había explorado por medio de sus enviados. No se conformo con reclamar y mandó a
Don Luis de Castilla como gobernador a quitar el poder a Nuño de Guzmán, cosa que no tolero el
conquistador de occidente.
CORTÉS VUELVE A LA ACCIÓN.- Las conquistas y las arrogancias de Nuño de Guzmán
herían el orgullo de Hernán Cortés
y entonces decidió opacarlo con hazañas ta n
extraordinarias como ofrecer al rey de España conquistar “toda la especiería y otras islas”, es
decir llegar hasta el Asía, pues sospechaba que las costas de de América podían estar
unidas por el norte con las del continente asiático, duda geográfica que quería desentrañar.
Para realizar tan exagerado proyecto fletó dos naves al mando de Diego Hurtado de
Mendoza. Las embarcaciones salieron de Acapulco y descubrieron las islas Marías, pero una tuvo
que volver y la otra naufrago frente a Sinaloa. La que regresaba fue capturada por Nuño de
Guzmán.
Otras dos naves envió Cortés en socorro de la primera expedición las que corrieron igual
suerte, una se perdió y la otra, en que el piloto Florentino Jiménez asesino al capitán, fue a dar a
Baja California, donde los indios acabaron con el rebelde y otros veinte españoles. Los restantes
volvieron costeando Sonora y Sinaloa, hasta llegar a los dominios de Nuño de Guzmán que
los apreso con todo y nave.
Cortés fue a exigírsela, y con otras tres naves que había mandado por delante, marcho a
explorar la costa del pacifico. Lego al punto en que esta hoy la Paz, en Baja California, y
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luego por falta de víveres regresó dejando una pequeña población. Cruzo el Golfo de
California al cual dejó el nombre de mar de Cortés, y volvió a México donde se le creía
perdido. Sus proyectos quedaron muertos. La estrella del gran descubridor y conquistador se
había opacado.
FIN DE NUÑO DE GUZMÁN.- La conquista de la Nueva España es la máxima significación
porque abrió a los descubrimientos el occidente de México. El recorrido de Nuño de Guzmán
abarcó casi la tercera parte del país en siete años. Fundo ciudades y favoreció la
colonización, pero su gloria quedo manchada por la crueldad con la que castigo a los pueblos
indios. Tanto es así, que en los códices indígenas se marcó su paso con una culebra que
amenazaba caer del cielo. De España enviaron a Diego Pérez de la Torre a juzgarlo y a
encargarse de la gobernación de Nueva Galicia, Nuño de Guzmán fue hecho prisionero, y bajo
fianza marchó a la Península donde murió en la miseria.
EXPEDICIÓN DEL VIRREY MENDOZA.
LAS SIETE CIUDADES.- Pánfilo de Narváez, aquel capitán derrotado por Cortés, emprendió la
conquista de Florida. Tras él salió Alvar Núñez Cabeza de Vaca que sufrió tormentos y
naufragios, en el último de los cuales los sobrevivientes se comieron primero los caballos y luego
se devoraron entre sí. Apenas se salvaron Alvar Núñez, otros dos españoles y un negro
llamado Estebanico que se salvó de ser comido por su color: Vestidos con cueros de venados
que les regalaron los indios, anduvieron perdidos durante ocho años; desde la
desembocadura del rió Mississipi, cruzaron Texas, Chihuahua, Sonora y Sinaloa es decir,
atravesaron el continente desde el Golfo hasta el Pacífico por entre manadas de búfalos y
tribus de indios. Con gran alegría se acercaron a la región dominada por Nuño de Guzmán pero
lejos de recibir hospitalidad, sufrieron un mal trato y fueron enviados a México atados en collera.
Sus relatos despertaron la imaginación de todos, pues hablaban de ciudades grandiosas
que existían en territorios que cruzaron.
Gobernaba ya entonces don Antonio de Mendoza, nombrado Primer Virrey de la nueva
España, y decidió hacer por su cuenta la conquista de la fabulosa región de Cíbola y Quiviria
donde tantos tesoros y maravillas podrían encontrarse según la relación de Cabeza de Vaca.
Preparo una expedición pero no se logró que la condujera alguno de los náufragos, y el virrey sólo
pudo contar con el negro Estebanico que compro para que sirviera de guía.
El explorador fue el fraile Marcos de Niza, con otros frailes, el negro y los indios que iban a su
servicio. Mando por delante al negro que llegó a la ciudad de Cíbola donde fue muerto. Poco
después llegó el padre Niza y quedó maravillado.
A su regreso dijo que aquella tierra era la mayor y mejor de todas las descubiertas, y que la
población era “mayor que la ciudad de México”. Contó como había turquesas y pieles de vaca
bien adobadas, así como muchos reinos y poblados más allá.
Los fantásticos relatos sobre las Siete Ciudades avivaron la ambición de muchos, entre ellos
Nuño de Guzmán, Alvarado, Hernando de Soto, (que había explorado el sureste de los
Estados Unidos) y Hernán Cortés. Este último había mandado, antes del regreso de Fray
marcos de Niza, tres navíos al mando de Francisco de Ulloa que busco inútilmente el paso de las
Siete Ciudades.
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Se apresuro el Virrey Mendoza nombrando a Francisco Vázquez de Coronado, gobernador de
Nueva Galicia, como jefe de una magnifica expedición que debía marchar tierra adentro,
mientras que otra, comandada por Hernando de Alarcón, debería ir por mar.
Salió Vázquez de Coronado de la Ciudad de Culiacán en marzo de 1540. Cruzó Sinaloa,
Sonora y Arizona hasta acercarse a la región en que nace el río Grande o Bravo, al norte de
Nuevo México. Encontró la región de los “indios pueblo” con más de setenta ciudades, pero no
de la importancia imaginada, y sobre todo, sin la riqueza calculada.
Estaba Cibola formada por casas de paredes con dos y hasta tres pisos; Quiviria sólo tenía
chozas de paja. Los habitantes se cubrían con pieles de sus toros “cíbolos” que han
desaparecido en nuestros días. Coronado exploró territorios de Texas y Oklahoma hasta
Kansas. Otra parte de las tropas de Coronado, bajo el mando de Melchor Díaz, exploro la
boca del río Colorado y parte de California, los pueblos Arizona y el Gran Cañón del
Colorado.
La expedición marítima entró en botes por el río Colorado hasta donde se acerca el Gila sin que,
naturalmente, pudiera llegar a reunirse con Coronado como era su propósito.
Vázquez de Coronado y su gente regresaron de aquellas inmensas regiones desérticas,
desengañados de Cíbola y Quiviria. Aunque durante su estancia ocuparon militarmente la
región de los “indios pueblo”, no dejaron población española por lo que la colonización no
avanzo de Culiacán. Pero si no aprovechó el viaje a las fabulosas siete ciudades ni ganaron
territorios ni riquezas, por lo menos se conoció, esa enorme región, que mucho tiempo más
tarde, por el año de 1692, fue conquistada definitivamente por Diego de Vargas.
REBELIÓN EN LA NUEVA GALICIA
Los indios de Nueva Galicia, aunque conquistados por la fuerza, no estaban sometidos del
todo y en varias ocasiones se revelaron. Alentaba en ellos un deseo legítimo de recuperar
sus tierras y su libertad, así como vengar la crueldad de Nuño de Guzmán y los abusos de
los encomenderos. Así en 1538 hubo una insubordinación en que pereció el gobernador, y
otra más grave en 1540. Aprovechando la salida de Vázquez de Coronado al norte, los indios
se insurreccionaron en Nochistlán, Zacatecas. Los españoles fueron derrotados y se
refugiaron en Guadalajara. Pidiendo refuerzos al Virrey, pero antes de que llegaran, arribo
por mar Pedro de Alvarado que había ido al Perú; venía buscando el más deseado camino a
la especería. Fue a Guadalajara a dar ayuda a los españoles, y aunque el gobernador
Cristóbal de Oñate quería esperar los refuerzos de México, el arrojado capitán se
comprometió a acabar con los indios. Marcho contra Nochistlán que estaba protegido con
siete albarradas. Atacó dos veces con gran perdida de soldados, y por fin tuvo que huir
perseguido por los indios. En la retirada un caballo rodó sobre él y de consecuencias de la
caída murió.
Los indios cayeron sobre Guadalajara y le pusieron un sitio de catorce días; gracias sólo al
esfuerzo denodado de Cristóbal de Oñate pudieron romperlo los españoles. Buscaron un
lugar más próspero y seguro para cambiar la ciudad de Guadalajara y la trasladaron,
nuevamente al valle de Atajemacac en octubre de 1541.
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MENDOZA ACABA CON LA REBELIÓN
El furor de los indios era tan grande que no bastaron los refuerzos mandados por el Virrey
Mendoza. El mismo tuvo que ponerse al frente de seiscientos españoles y veinte mil indios.
Sometió a los pueblos que en su paso hallo en guerra, y herró como esclavos a los indios que
apresó. Reunido con Oñate y sus hombres se dirigió a Nochistlán, hizo el requerimiento de paz, y
como el cacique indio le contesto que él también lo requería para que abandonase sus tierras, el
ejercito español atacó. Los indios no pudieron resistir la artillería y abandonaron el peñón
de Nochistlán para refugiarse en el cerro del Mixtán: de allí escaparon a otro cerro y luego se
dieron a la huida.
El virrey, que en otras ocasiones siempre dio muestras de magnanimidad y cordura, esta vez
sufrió la influencia de los hombres de Guzmán y castigo cruelmente a los indios pues los
mando ahorcar, mutilar, lapidar y apedrear. A muchos los marco con el hierro y los hizo
esclavos. Condujo cinco mil de ellos a México. A su paso por el valle de Guayangareo dio cima
a la fundación de la ciudad de Valladolid de Michoacán, que aproximadamente tres siglos
después, habría de llamarse Morelia.
PROSIGUEN LAS CONQUISTAS
LA CIUDAD DE ZACATECAS.- Cuando estuvo pacificado el reino de Nueva Galicia, salio de
Guadalajara Juan de Tolosa a castigar a los indios cascanes y zacatecos, a quienes se
suponía instigadores de la rebelión que puso en peligro la conquista de Occidente y también
para buscar v aquellas minas de las que llegaban ciertas noticias. Con un corto
acompañamiento llegó al pie del cerro de la Bufa el 8 de septiembre de 1546. En vez de
castigar a los indios los atrajo con buenos tratos, y ellos correspondieron mostrándole ricas
muestras de plata y los sitios de donde la obtenían. Tolosa en sociedad con Cristóbal de
Oñate, Batazar, Treviño de Bañuelos y Diego de Ibarra, fundó el Real de minas de
Zacatecas, donde descubrieron las vetas de San Bernardo, Albarrada y Pánuco. Tan rico
resulto el mineral que dio, en solo un siglo para el quinto del rey, según algunos autores,
veinte millones de pesos plata.
EL CERRO DEL MERCADO
Ginés Vázquez del Mercado, que salio de Guadalajara en busca de conquistas, hallo una
mina pero la dejó porque tuvo noticias de un cerro de plata; fue a su encuentro y descubrió que
era de hierro. Sin sospechar su valor, herido por el desencanto, las burlas de sus
compañeros y los flechazos que recibió de unos indios al pasar por sombrerete, murió antes de
volver a Guadalajara.
LA NUEVA VIZCAYA. (Durango) Por orden del segundo virrey, don Luis de Velasco, salio una
expedición de Zacatecas al mando de Francisco de Ibarra fundador de Zacatecas.
Descubrió y pobló, entre otros varios sitios, los de Fresnillo, Sombrerete y Chalchihuites y
Nieves y llegó hasta el río Nasas. Aquella nueva provincia que tenía ricos yacimientos de
plata, fue segregada de la Nueva Galicia y recibió el nombre de Nueva Vizcaya. Su capital fue
la ciudad de Durango, fundada en 1563 por Alonso Pacheco, enviado de Francisco de Ibarra
que a su vez fue nombrado gobernador de aquel inmenso territorio en que estableció numerosos
poblados y que se extendía por Durango, Chihuahua, Coahuila, Sonora, Parte de Sinaloa, San
Luis Potosí y Nuevo León.
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REAL MISIONES Y PRESIDIOS.- Como la principal mira de los españoles era la de explorar
sitios con riquezas metalíferas, fundaron poblaciones en sitios faltos de agricultura, en plena
serranía. Les daban el nombre de reales porque eran ocupados por soldados pobladores que
decían servir al rey. Así aparecieron los reales de Taxco, Sultepec, Temaxcaltepec y
Pachuca. En 1549 unos mineros de Zacatecas descubrieron la veta del cerro de la luz que
había de dar lugar a la ciudad de Santa Fe de Guanajuato.
La lejanía de las tierras descubiertas; y los asaltos que sufrían los convoyes que
transportaban los productos mineros, hicieron necesario que se establecieran lugares
fortificados para proteger las comunicaciones y el abastecimiento de los reales. Estos sitios
intermedios se llamaron presidios, estaban guarnecidos por indios mansos y colonos que
sembraban la tierra pero que estaban listos para combatir en cualquier asalto de indios.
Algunos presidios llegaron a ser tan importantes como los de Chihuahua, Santa Bárbara y
Topia.
Para proteger el rumbo de Zacatecas, el Virrey Don Luis de Velasco ordenó la fundación de San
Felipe (Torres Mochas) San Miguel (El Grande).
Juntamente con los presidios se establecieron misiones para evangelizar y someter a los
indios. Las misiones formaron verdaderos cordones a lo largo de rutas que cruzaban
enormes territorios, y que fueron avanzadas de la colonización hasta llegar a la Alta
California donde se fundaron San Diego, san Francisco, Los Ángeles, etc.
LAS CALIFORNIAS.- Debemos citar, particularmente, a los jesuitas en la colonización de
Sinaloa y las Californias. No menos de diecisiete viajes se habían hecho para conocer y
conquistar la Península de California y poco se había conseguido. El portugués Sebastián
Vizcaíno realizó
dos viajes, uno por cada costado, pero no pudo sentar las bases para
colonizar. Las exploraciones se abandonaron por mucho tiempo y hasta se volvió a creer que era
una isla. Al jesuita Juan María Salvatierra se debe mucho de la colonización de Baja
California. Lo mismo puede decirse de la Alta California en relación con el padre Eusebio
Kino, quien paso por tierra de Sonora a California, confirmando que se trataba de tierras
contiguas y no de una isla.
LA CONQUISTA PACÍFICA.- Debemos Destacar que la entrada de los religiosos en tierras
de tribus bárbaras fue una notable conquista pacífica, pues se aventuraban casi solos y sin
otras armas que la piedad y el convencimiento. No sólo en el noroeste, sino en muchas
partes del país, fueron pioneros de la civilización, y esto debe reconocerse del mismo modo
que la explotación que hicieron de las conquistas los religiosos que vinieron tiempos
después.
CONQUISTA DE QUERÉTARO.- Mientras que por el Occidente progresaban notablemente las
conquistas y fundaciones novo hispanas, por la región central del país parecían
estacionadas. No fueron españoles sino indígenas quienes abrieron a la dominación las
vastísimas regiones que estaban al norte de Tula (Estado de Hidalgo), y que habían
permanecido desconocidas para los mismos aztecas.
Desde los primeros años de la Colonia algunos caciques indios emprendieron la conquista
del centro de la hoy República Mexicana habitada por chichimecas, otomíes y tarascos, en
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parte fundando poblaciones tan importantes como Acámbaro (septiembre de 1526), San
Juan del Río, Apaseo y Querétaro. Debemos recordar los nombres de don Nicolás de San Luis
Montañés y don Fernando de Tapia indios cristianizados a quienes se debe esta conquista
del centro.
La toma de Querétaro, cuyo nombre de origen tarasco quiere decir, donde ésta la gran
población, fue pintoresca, pues la batalla se libró, no con armas sino con “puñetazos,
patadas y mordidas” como gallos. La leyenda dice que el sol se detuvo y que apareció una
cruz lo mismo que el apóstol Santiago. La fundación de Querétaro no se realizó sino hasta
1555. Conín fue un cacique poderoso; trazó la ciudad de Querétaro, la pobló de españoles y
civilizo la región.
CONQUISTA DE YUCATÁN.- Yucatán, la primera tierra descubierta en nuestro territorio fue
conquistada tardíamente. Uno de los capitanes de Cortés, don Francisco de Montejo
conocido como “El Viejo”, celebro capitulaciones con el rey para hacer esta conquista; recibió
el nombramiento de Adelantado y realizó una expedición que tomo algunos puntos en la
península, pero que por varias dificultades no pudo retener y fracasó. Confió más tarde la
tarea a su hijo, Francisco de Montejo “El Mozo”, quien desembarco en Champotón y
estableció su base en Campeche, donde fundó la villa de este nombre, en 1541. De allí otro
Francisco de Montejo llamado “El Sobrino”, quien avanzo conquistando pueblos hasta llegar
a T-ho. Poca resistencia encontró a su paso y, en general, puede afirmarse que la conquista
de Yucatán fue fácilmente hecha, pues los cacicazgos en que se encontraba dividida no
tenían unidad y se encontraban en decadencia, según dijimos en el capítulo correspondiente
a los mayas. Pero se destaca el caso del jefe Nachi-cocom que trato de formar una coalición
y se opuso heroicamente a los hispanos, llegando a prestar una batalla campal en que
resulto vencido. La ciudad de Mérida quedó fundada en el asiento de la antigua T-ho, el 6 de
Enero de 1542, y prácticamente la conquista de la península quedó hecha.
EL NUEVO REINO DE LEÓN.- Por el oriente también se extendió la conquista partiendo de
Pánuco por donde llegó don Luis de Carvajal. Trajo capitulaciones del rey Felipe II que le
facultaron para conquistar y gobernar una enorme región cuadrada de doscientas leguas por
lado. Fundo una llamada ciudad de León, donde actualmente se halla Cerrabato. Dentro de su
cuadrado se encontraba comprendido Saltillo. Esta población había sido fundada por el capitán
Alberto del Canto, entre 1568 y 1578, con gente que saco de Nueva Vizcaya en un sitio bien
regado por numerosos saltillos de agua.
Don Luis de Carvajal llevó algunos colonos de El Saltillo para poblar la Villa de San Luis, en el ojo
de agua de Santa Lucía, que luego fue Monterrey. Partiendo también de El Saltillo, fue al norte y
fundó la población de Almacén, que después quedo abandonada y más tarde se convirtió en el
actual Monclava.
FIN DE DON LUIS DE CARVAJAL.- Carvajal había obtenido autorización para traer consigo cien
pobladores que saco de la Península Ibérica, sin que demostraran que eran cristianos viejos, sin
antepasados judíos, según exigían las leyes a todos los individuos que pasaban a las Indias. Los
inmigrantes de Carvajal fueron sus parientes y protegidos portugueses que resultaron ser
judíos, pues practicaban la ley de Moisés, esperaban al Mesías, descansaban los sábados y
cumplían los demás ritos hebraicos. Carvajal fue acusado de judaizante; se le aprendió por
órdenes del virrey en 1589 y se le entrego a la Inquisición. Sus compañeros renegaron de la
religión judía y a el se le desterró de las Indias.
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Años más tarde su sobrino el fundador del Nuevo Reino de León, llamado como él Luis de
Carvajal, y apodado El Mozo, para distinguirlo, fue acusado también de judaizante; pero éste
se mostró firme en su religión por lo cual fue muerto a garrote vil y su cuerpo quemado; lo
mismo sufrieron una hermana suya y otros parientes. Estos procesos de los Carvajales
fueron los más notables realizados por la Inquisición y revelan todo el rigorismo de a quel
tribunal.
FRANCISCO DE URDIÑOLA.- El nombre de Francisco de Urdiñola fue tomado por la
leyenda y deformado en muchos aspectos. Se le hizo participe de un terrible drama familiar,
y aun se dice que hubo dos Urdiñolas. Francisco de Urdiñola fue comandante de las fuerzas
españolas en Mazapil, donde sofocó algunos levantamientos. Llevo a la villa de Saltillo,
poblada por españoles, un conjunto de indios de Tlaxcala que fundaron un pueblo llamado
San Esteban de Nuevo Tlaxcala el 3 de septiembre de 1591. Muy importante es destacar la
colaboración de los tlaxcaltecas en la colonización de Coahuila, San Luis y Texas, pues
sirvieran como puente de unión entre los llamados chichimecas y los españoles.
MONTERREY
Don Diego de Montemayor, con vecinos del Saltillo, volvió a ocupar la antigua villa de San Luis,
en el ojo de agua de Santa Lucia el 20 de septiembre de 1596, con lo cual quedó
definitivamente establecida la ciudad de Monterrey.
LAS FILIPINAS
La pujanza colonizadora de la Nueva España rebasó los límites del territorio y llegó hasta el Asía.
Desde tiempos del virrey don Antonio de Mendoza, se dispuso que fuera una expedición
al mando de Ruy López de Villalobos a la Islas Luzón, que cambiaron su nombre por filipinas, en
honor del que había de ser su rey Felipe II. La expedición fue atacada por portugueses que no
querían competencia en aquel rumbo.
EL TORNAVIAJE
Como el conquistador de Manila había sido un experimentado navegante y cosmógrafo que se
había convertido en fraile agustino, el padre Andrés de Urdaneta; a él le tocó dirigir el
tornaviaje, o sea la vuelta a América por el Pacífico, gran hazaña que vino a inaugurar el
transito de una ruta comercial de gran importancia, la de Filipinas a Nueva España.
En efecto, todos los ricos productos de Oriente, sedas, telas, ámbar, porcelana, marfiles,
especias, perlas y piedras preciosas, objetos de bronce y oro, etc., fueron traídos en
embarcaciones llamadas naos o galeones que venían tres veces al año de Manila. Llegaban
al puerto de Acapulco, de la Nueva España y se distribuían todas sus mercancías,
mandándolas inclusive a Europa, por lo que este comercio fue de máxima importancia.
NUEVA SANTANDER (Tamaulipas)
Cuando ya casi todo el territorio estaba conquistado, desde las Californias a Yucatán, aún
permanecía sin conquistar la región de Tamaulipas. Ni Francisco de Garay, ni Cortés, ni
Nuño de Guzmán, habían podido extender la conquista del Pánuco. Tampoco lo hizo
Francisco de Carvajal el Viejo, a pesar de que su conquista de Nuevo León partió de ese
punto. Lejos de aprovechar la colonización, todos los intentos citados habían fortalecido la
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resistencia y el rencor de los indígenas, por los muchos abusos que sufrieron principalmente
por un sistema de “congregas”, que consistían en esclavizar a los indios para hacerlos
trabajar sin darles de comer, pues ellos tenían que ir al monte en busca de sus alimentos
mientras que las mujeres y los niños quedaban como rehenes. Por eso los indios que eran
libres eran belicosos y agresivos; bajaban hasta Monterrey y Querétaro a destruir y matar.
Así a pesar de la tregua lograda por una suspensión temporal de las “congregas”.
Tamaulipas permaneció aislado hasta la primera mitad del siglo XVIII en que se encomendó
a don José de Escandón la conquista de la Sierra Gorda. Era Escandón un prestigiado militar
con servicios en Yucatán y Celaya, lugar éste último en que aplacó una rebelión indígena.
Honrado con el título de conde de la Sierra Gorda, y después de haber hecho una inteligente
inspección de la zona. Escandón planeó fundar varios pueblos. A fines de 1748 con
setecientos cincuenta soldados y dos mil quinientas familias de colonizadores, partió de
Querétaro pasando por San Luis y Tula. Usando no la fuerza, sino la inteligencia y de una
magnifica organización, fundó las siguientes poblaciones: Palmillas, Llera, Güemes,
Santander, Camargo. Laredo, Reynosa, San Fernando, Altamira y Horcaditas. Después de
su primera expedición realizó otra el conde de la Sierra Gorda aumentando sus fundaciones
en la prospera colonia de Nuevo Santander. Como balance de tan admirable colonización
quedaron diecisiete villas, una ciudad, dos poblaciones y dos reales mineros que no tuvieron
gran importancia.
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CAPÍTULO IV.- LA ÉPOCA COLONIAL
PERIODOS DEL GOBIERNO DE LA NUEVA ESPAÑA
Recapitulando los diversos periodos del gobierno de la colonia, tenemos las siguientes
etapas:
1º.
GOBIERNO DE HERNÁN CORTES. Nombrado Capitán General por sus soldados
constituidos en Ayuntamiento en Veracruz, y vuelto a nombrar por el mismo cargo por el rey
de España.
2º.
GOBIERNO DE LOS OFICIALES REALES. Nombrados directamente para vigilar los
intereses de la Colonia. Empezaron a gobernar al lado de Cortes, quedaron como
tenientes suyos cuando viajó a Honduras y luego lo substituyeron por completo. Sus
cargos fueron los de tesorero, veedor y contador. En general se mostraron
desacertados. También debemos contar a los jueces de residencia y visitadores que
llegaron para tomar cuenta a los contadores y gobernantes. Venían con tantos amplios
poderes que, más que orden, vinieron a poner desorden muchas veces.
3º.
GOBIERNO DE LA PRIMERA AUDIENCIA. Presidida por Beltrán Nuño de Guzmán y
cuatro oidores. Implantaron un pésimo gobierno, cuyos abusos sobre indios y españoles lo
hicieron indeseables. Chocaron con los eclesiásticos principalmente el Obispo
Zumárraga que vino a México al mismo tiempo que ellos.
4º.
GOBIERNO DE LA SEGUNDA AUDIENCIA. Fue magnifica en su actuación, con
gobernantes tales como don Sebastián Ramírez de Fuenleal, y el Licenciado Vasco de
Quiroga. Muy benéfica para el progreso del país, pero transitoria para dar lugar a la
llegada del virrey.
5º.
GOBIERNO VIRREYNAL. Estuvo a cargo de representantes personales del rey. Se
inauguró con don Antonio de Mendoza en 1535 y, duró hasta 1821 en que se cerró con el
último virrey, don Juan O´Donoju. Fue la forma más permanente y característica de la
Colonia.
INSTITUCIONES DE GOBIERNO
En realidad la Nueva España fue gobernada desde la misma España, con ilustraciones
generales para todas las colonias del Imperio. LA CASA DE CONTRATACIÓN.- Antes que nada,
fue necesario crear un organismo que vigilara todo lo concerniente a las actividades marítimas
y comerciales con las tierras descubiertas por Colon. No mucho después del
descubrimiento en 1503, se creo la Casa de Contratación en la ciudad de Sevilla. A ella
acudían todos aquellos que querían pasar a América como exploradores, comerciantes o
simples pobladores que debían ser autorizados en sus negocios. Allí se manejaron grandes
riquezas, pues pasaban todas las recaudaciones reales, así como las mercaderías y
caudales de oro, perlas y piedras preciosas, etc.
EL CONCEJO DE INDIAS.- Pero hacía falta un tribunal más alto, que no sólo se dedicara a
la contratación con particulares, sino que diera leyes para toda la extensión dominada; que
propusiera personas para los cargos supremos, como los de virreyes, arzobispos, oidores,
etc., que gobernara las flotas y ejércitos destinados a ultramar que fuera un tribunal máximo
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que administrara justicia en todos los juicios civiles y criminales. Este tribunal fue el Consejo de
Indias creado por el Emperador Carlos V en 1524.
Las decisiones del Consejo de Indias eran inapelables y sus leyes fueron la base de una
legislación muy importante. La Jurisdicción del Consejo sobre todos los asuntos civiles,
militares y eclesiásticos fue tan amplia, que vino a disminuir la importancia de la Casa de
contratación.
Como su nombre lo indica, estaba compuesto por varios individuos cuyos principales puestos
fueron: un presidente, ocho consejeros, un canciller, un fiscal, secretarios, etc. Para ocupar
estos cargos se escogía a los personajes que más se hubieran distinguido como
gobernantes, clérigos, militares o abogados.
Gracias al consejo de Indias se llegó a tener unidad en el Gobierno de América y Filipinas. En
cierto modo evito que tan dilatados reinos se convirtieran en campos feudales de los
aventureros conquistadores que, personalmente, y sin que hubiera autorización, emprendían las
más audaces conquistas en su propio provecho.
En suma, al Consejo de Indias debe considerársele como el principal cuerpo legislativo, el
Tribunal Superior y el Cuerpo Consultivo de los reyes para gobernar sus colonias.
La principal critica a la actuación de este tribunal es que legislaba para regiones muy
distantes entre si, imponiendo un mismo sistema que, conviniendo a unas, no convenía a
otras. Otra critica es que sus decisiones tenían que llegar a lugares muy apartados, y por lo
tanto, llegaban tarde o inoportunamente, ya que de España a México tardaban tres meses y
medio y a las Filipinas ocho, lo cual, unido a los tramites engorrosos y burocráticos
ocasionaban enorme retraso y papeleo.
EL VIRREY.- Su persona representaba la del rey, por lo tanto, gobernaba sobre los intereses
individuales de la Colonia. A su cargo estaban las tropas de mar y tierra de la que era capitán
general. Era gobernador de los servicios de administración y, por lo tanto jefe de las oficinas
publicas. Era también Presidente de la Real Audiencia.
Tenia como encargos muy principales, los de cuidar de la conversión de los indios y defender y
aumentar las conquistas, cuidar de los bienes del rey en la Real Hacienda, y ejercer el
subpatronato indiano, interviniendo en el Nombramiento de los cargos eclesiásticos.
En términos generales podríamos decir que los virreyes ejercían el poder ejecutivo. Se les
nombraba por tres años, pero muy frecuentemente se prolongaba su cargo según lo bien que
gobernaran y las influencias que tuvieran en la corte. Gozaban de grandes honores y crecidos
sueldos. Su viaje de España a México resultaba muy costoso y su entrada en la capital
requería muy solemnes y dispendiosas fiestas.
Cuando los reyes abandonaron el poder, debían dejar escrita una “instrucción secreta” para el
sucesor, exponiendo los mayores problemas en que se hallaba el país. Por esta acción
podemos conocer muchas falla del gobierno colonial.
Previendo el caso de que pudiera morir, debían hacer un Pliego de Mortaja en que se
señalaban a todas las personas que pudieran reemplazarle.
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Debían someterse a un “juicio de residencia” sobre su conducta y administración. Este juicio se
hacía cuando cesaban en el poder, y si resultaban responsables de un cargo grave, debían
responder con sus bienes y aun con su persona. A pesar de este juicio, que estaba pendiente
sobre su gobierno, muchos virreyes fueron pésimos gobernantes que sólo emplearon el
poder para enriquecerse.
LA AUDIENCIAS REALES.- Con el fin de limitar el poder de los virreyes, que en tierras
lejanas a la metrópoli, hubiera podido ser casi absoluto, se puso a su lado una Real
Audiencia, cuya principal misión constituía en oír a los que pedían justicia en asuntos
criminales o civiles. Por esos a sus componentes se les llamaba oidores. Fallaban todas las
causas en segunda instancia y sus fallos sólo podían apelarse ante el Supremo Consejo de
Indias.
La Real Audiencia de México comprendía el centro del país (propiamente la Nueva España),
Yucatán, Cozumel, Tabasco, Nuevo León y Tamaulipas. Tenia ocho oidores y un presidente que
lo era el virrey. Las audiencia substituía temporalmente al virrey cuando faltaba éste. (Yucatán
fue agregado por cedula del 23 de abril de 1548).
La real audiencia de Santiago de los Caballeros de Guatemala se fundó en el año de 1543.
La Real Audiencia de Guadalajara, en la Nueva Galicia, gobernaba los actuales territorios de
Jalisco, Zacatecas, Durango y Colima; se le agregaron además: Sinaloa, Sonora, Coahuila,
Nuevo México y Texas.
ORGANIZACIÓN DEL TERRITORIO
El territorio fue dividido en grandes regiones llamadas reinos o provincias de las siguientes
maneras:
1º. Reino de México: Territorio de México, Querétaro, Hidalgo, Tlaxcala, Oaxaca, Morelos,
Guerrero, Veracruz, Tabasco, Michoacán y Guanajuato con parte de San Luis Potosí
Jalisco y Colima.
2º.
Reino de la Nueva Galicia: Jalisco, Aguascalientes, Zacatecas y parte de San Luis
Potosí.
3º. Reino de Nueva Vizcaya. Durango y Chihuahua. 4º.
Nuevo Reino de León: Nuevo León.
5º. Colonia del Nuevo Santander: Tamaulipas.
6º. Provincia de Texas.
7º. Provincia de Nueva Extremadura: Coahuila. 8º.
Provincia de Sonora.
9º. Provincia de Nuevo México.
10º. Provincia de las Californias.
Los actuales estados de Yucatán y Campeche que formaban la capitanía General de
Yucatán y Chiapas, pertenecían a la Capitanía General de Guatemala.
Los reinos y provincias estaban bajo el mando de un funcionario español, llamado
gobernador, encargado de los asuntos económicos y militares. Estas grandes jurisdicciones
se subdividían en alcaldías mayores, y estas a su vez, alcaldías menores. Unas y otras
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tenían funciones ejecutivas y judiciales, pues conocían en primera instancia de los negocios
civiles o criminales de los pueblos.
ALCALDÍAS MAYORES O CORREGIMIENTOS
Estaban gobernados por un corregidor o alcalde mayor, nombrado directamente por el Rey o
virrey. Estos cargos, lo mismo que los de gobernador de reino o provincia, recaían siempre en
españoles que venían de la península por favoritismo, pues eran paniagudos o protegidos
de las autoridades. Como extranjeros en la tierra que llegaban sólo les interesaba hacer fortuna.
El obispo de Oaxaca Antonio Cuevas y Dávalos escribía la rey en 1663:”...he experimentado con
harto dolor y lagrimas de no poder remediar los daños que hacen los alcaldes mayores a los
pobres vecinos y miserables indios, por el fin único que llevan a los oficios, que es sacar mucho
dinero con que gratificar a vuestros virreyes, o pagar las cantidades que las costaron,
interese con que se las fiaron, gastar mucho y quedar con caudal”. Lo anterior demuestra que
los cargos se vendían. Y el visitador Gálvez, escribía: “verdadera y ruinosa plaga, más de
ciento cincuenta hombres, entre alcaldes y mayores y corregidores, aniquilan la mayor heredad
de la Corona”.
ALCALDÍAS MENORES O MUNICIPIOS
La base de la organización civil de nuestro país ha sido el municipio. Según sabemos, fue el
primer gobierno establecido por los conquistadores. Se trata de una forma de gobierno
democrático, nacido en Europa en la Edad Media
y trasplantada de España a nuestro
continente. Los vecinos de cada lugar eligen un ayuntamiento para su gobierno. Este
ayuntamiento o cabildo se compone de regidores y alcaldes.
En México los indios (que siguieron viviendo en sus pueblos, formando una sociedad distinta de
la española) perpetuaron en el ayuntamiento sus antiguos sistemas en que los más viejos eran
los representantes del pueblo. Otras veces los caciques vinieron a ocupar las alcaldías, por lo
que fueron hereditarias. En el gobierno de los pueblos indios no debían intervenir negros o
españoles. Sus municipios se llamaban también republicas de indios y sus autoridades
gobernadores.
El municipio es la cedula civil de nuestro país, la más pequeña y fundamental organización de
gobiernos; por esos subsistió a todas las demás instituciones, y a un en nuestros días es la base
de nuestra organización política. Tan importante institución debe ser fortalecida como garantía de
una efectiva democracia.
EXCESO DE AUTORIDADES.- Tantas autoridades, que tenían la misión de velar por los
indios, en realidad los explotaban abusando de su prerrogativa principal que consistía en fijar
tributos. El licenciado Tello de Sandoval, visitador de Nueva España, decía, en 1545, al rey, que
había tantos “principales” que era necesario pedir un tributo veinte veces mayor para que
alcanzara para todos.
LEYES CONTRA LAS ENMIENDAS
Fueron tantas la quejas que llegaron al Emperador Carlos V sobre los malos tratos que
recibían los indios esclavos y “encomendados”, que fue necesario dictar unas nuevas leyes
que ordenaban lo siguiente: que se diera buen trato y libertad a los indios; que no se les
hiciera esclavos, que no se les obligara a trabajar sin paga; que no se formaran más
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encomiendas, y que las ya existentes pasaran al rey cuando murieran aquellos que las
tenían; que los tributos se disminuyeran.
Para hacer cumplir las nuevas leyes, vino el visitador Tello de Sandoval y las promulgo el 24
de marzo de 1544. Inmediatamente hubo motines y manifestaciones de inquietud y
descontento entre aquellos que tenían las encomiendas. Los mismos religiosos se opusieron a
las nuevas leyes por que también ellos perderían sus encomiendas con el transcurso del tiempo.
Estas mismas leyes produjeron en Perú un intento de rebelión y el degüello del visitador.
Fue más prudente en México Tello de Sandoval y retiro las leyes. El mismo Emperador tuvo
que derogarlas pues la oposición a ellas era muy fuerte.
La razón del descontento se explica por que las encomiendas eran el medio de explotar el
trabajo de los indios y sus tierras. Había, pues, una fuerte causa económica.
LIBERTAD PARA LOS INDIOS
Estos sucesos acaecieron durante el gobierno del segundo virrey don Luis de Velasco. Llego
este noble varón con el propósito decidido de liberar a los indios. Los encomenderos y
mineros alegaron que si faltaba el trabajo de los esclavos no pagados, decaían la explotación
minera y los tributos al rey, a lo cual contesto Velasco que “más importaba la libertad de los
indios que todas las minas del mundo”, y que no por las rentas de la Corona habrían de
atropellar las leyes divinas y humanas. Ante tan firme y justa actitud, los encomenderos
tuvieron que ceder y libertaron, en 1551, más de ciento cincuenta mil esclavos. Velasco fue
llamado por ello “Padre de los Indios”.
LA REBELIÓN DE LOS CRIOLLOS
Muerto el Emperador Carlos V, subió al trono su hijo Felipe II. Se dijo que por las muchas
guerras que sostenía con Europa necesitaba dinero, y llegaron noticias en el sentido de que
pondría en vigor las nuevas leyes para que las encomiendas pasaran ala Corona. Para aquel
entonces, las encomiendas habían pasado a los hijos de los antiguos encomenderos y
conquistadores, es decir, a los criollos nacidos ya en la Nueva España. El descontento
cundió entre ellos y empezaron a organizar la resistencia que se complico con la llegada de don
Martín Cortés, hijo de don Hernán.
Venia el heredero del conquistador con sus dos hermanos bastardos: el hijo de doña Marina,
llamado también Martín, y don Luis, hijo de otra india. Se presentó con gran pompa y riqueza y
organizó grandes festejos. Los criollos lo rodearon gustosamente y lo convirtieron de hecho en su
jefe. El también era criollo y tenia por que pelear, pues no se le querían reconocer las veinte
familias de vasallos que, según el, le correspondían en el marquesado del valle de Oaxaca
heredado de su padre.
Con motivo del bautizo de sus hijos mestizos, celebro el Márquez una gran fiesta en que se
dijeron algunos brindis imprudentes: en ellos se insinuaba que el hijo de Cortés debía ser rey. El
proyecto de los conjurados era matar a los oidores, apoderarse de los dineros de la Real
Hacienda para pagar a los soldados, quemar los archivos para que no quedara ni el nombre del
rey de España, apoderarse del puerto de Veracruz y de las principales ciudades, después,
naturalmente coronar rey a don Martín. Tuvieron noticia de todo esto los señores oidores (que
gobernaban por la muerte de don Luis de Velasco) y rápidamente mandaron aprehender al
Márquez, a sus hermanos y a todos los conjurados.
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LOS ÁVILA.- Los principales cabecillas del movimiento resultaron ser los hermanos Alonso y Gil
González de Ávila, encomenderos del pueblo de Cuautitlán. Fueron decapitados en la plaza
publica, sus bienes confiscados, demolida su casa y el terreno regado de sal.
Aquel fue ciertamente un intento para conseguir la libertad de México; pero, además de que a
los conjurados les falto previsión y al Márquez decisión, era una libertad que sólo
beneficiaba a los criollos encomenderos, no a los indios ni a las castas que formaban parte de la
nación.
El tercer virrey, don Gastón de Peralta, marqués de Falces llegó y libró de la ferocidad de los
oidores a los demás conjurados, y les arranco al Márquez, a quien envió a España. No duro
mucho en su puesto aquel moderado virrey, pues los oidores intrigaron para que le quiten el
cargo.
De España mandaron al licenciado alonso Muñoz, con otros dos letrados para establecer la paz.
El visitador Muñoz, destituyo al virrey, aprehendió nuevamente a los acusados de rebelión.
Les quito sus bienes eh hizo ahorcar a muchos. Fue necesario construir cárceles especiales,
pues los aprehendidos eran cada vez más. Don Martín Cortes, el hijo de Malinche, fue
sometido a tormento. Can tanto daño y terror causados por Muñoz, era natural que la Nueva
España se hubiera rebelado en verdad, a no ser porque llegó la destitución del cruel visitador.
Cuando fue a presentarse ante el rey Felipe II, éste le dio las espaldas y le dijo: “Os mande a
las indias a Gobernar, no a destruir”. Al día siguiente amaneció muerto el visitador de vergüenza
y coraje.
LAS LEYES INDIAS
Los reyes españoles, de una manera directa o por medio de el Consejo de Indias, dictaron
multitud de mandatos con los diversos nombres de cedulas, cartas, previsiones, ordenanzas,
acuerdos, despachos instrucciones y autos sobre toda clase de asuntos y sin un orden
especial, ni un plan premeditado con disposiciones muchas veces contradictorias; tal manera de
legislar creo un maremagno difícil de conocer y manejar.
Pronto fue necesario formar colecciones de las principales leyes, en México se publicó una
en el año 1653, por orden del Oidor Vasco de Puga, por lo cual se le llamó Cedulario de
Puga - impresa en México por el francés Pablo Ochate - que presto bastante utilidad en su
tiempo.
Otras varias colecciones se formularon, pero no era completa, ni tenían suficiente autoridad y
publicidad. En vano Felipe II intentó publicarlas, y no fue hasta el año de 1653 cuando se
publicó la compilación de las Leyes indias: luego se publicaron otras cuatro ediciones.
El Código de Leyes de Indias fue dividido en nueve libros, subdivididos en títulos y leyes. Las
materias que tratan están repartidas como sigue:
Primer Libro.- La religión católica, iglesias, monasterios, seminarios, jerarquías eclesiásticas, el
real Patronato, impresión y circulación de libros.
Segundo libro.- Leyes y Justicias; Consejo Real; audiencias, alcaldes; herencias.
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Tercer Libro.- Gobierno de las Indias; oidores, guerra, arma y fortificaciones, piratería y
correspondencia.
Cuarto libro.- Descubrimientos, conquista y colonización; organización de municipios, obras
públicas, posadas, caminos, aguas, montes y minas.
Quinto libro.- Distribución del territorio, gobernadores, corregidores, alcaldes y otras
autoridades; médicos cirujanos y boticarios; jueces, tribunales y procedimientos.
Sexto libro.- Indios; tribus y caciques; repartimientos y encomiendas; trato que debía dárseles y
servicios que les podían pedir.
Séptimo libro.- Policía, juego, divorcios, vagancia, negros y castas, leyes penales y
penitenciarias.
Octavo libro.- La Real Hacienda, contadores, cajas Reales, tributos, administraciones, rentas
publicas, contabilidad.
Noveno libro.- Casa de contratación de Sevilla, flotas y armadas, navegantes, pasajeros,
fabricantes, seguros marítimos, puertos y consulados.
COMENTARIOS.- Sin duda alguna las leyes de Indias, son un monumento de legislación
como sustento de la monarquía y del imperio español. Hasta la misma iglesia la sujetan por
medio del Real Patronato. Uno de sus grandes defectos es autorizar la esclavitud. En cuanto a
los indios son dulcísimos y paternales se diría que estuvieron hechas para hacer su
felicidad. En efecto, los trataron como a menores de edad, a quienes se hubiera que cuidar y
proteger. De haberse llevado a cabo tales leyes, sólo bondad hubieran conocido los
naturales de América. Hay leyes tan sabias en el Código de Indias que ordenaban la jornada de
ocho horas de trabajo, adelantándose a su tiempo. Pero eso era la teoría; el Derecho, en la
practica, la realidad era otra. Los españoles, dejando el mar, buscaron siempre la manera de
burlar las leyes. Por ejemplo, no era raro que los fieles súbditos del monarca dijeran cuando
le recibían en una cedula real, “se obedece pero no se cumple”, con lo cual quedaban
insubsistentes muchos acuerdos.
INSURRECCIONES EN NUEVA ESPAÑA
LA SIESTA COLONIAL.- Han pretendido algunos historiadores hacer de la época colonial y
periodo de calma y modorra en que todos vivían bajo una paz bendita al son de campanas y
rezos, bajo la paternal autoridad de virreyes y frailes. Nada más agitado que esta sociedad de
clases y gentes tan disímiles, de intrigas y denuncias, de rivalidad de orígenes religiosas y de
choques entre el poder civil y el eclesiástico. En las mismas creencias hay una
permanente inquietud que se manifiesta en las ideas heterodoxas., según lo demuestran los
procesos de la Inquisición, estudiados por el actual Director del Archivo General de la
Nación, don Julio Jiménez Rueda.
En el fondo de la sociedad colonial hay un latente malestar que se manifiesta en súbitos
motines o rebeliones, en luchas políticas o aparentemente raciales, pero fundamentalmente
económicas.
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REBELIÓN DE CONQUISTADORES.- La conquista de México se inicia con la rebelión de
Hernán Cortes contra el Gobernador de Cuba, Diego Velásquez. Vienen las luchas contra
Pánfilo de Narváez y Francisco de Garay que pretenden dominios en el país; luego contra
Cristóbal de Olid que se rebela en Honduras. El mismo Hernán Cortes fue incitado varias
veces para “alzarse en el país”. En el Perú, las revueltas entre conquistadores fueron más
graves y ocasionaron la muerte trágica de algunos de ellos.
CRIOLLOS.- La rebelión de criollos en 1566, según vimos, tuvo origen en la posible
supresión de las encomiendas que los frailes y los hijos de los encomenderos quisieron tener en
su propio provecho.
Fue constante el resentimiento de los criollos contra los peninsulares; pues estos acaparaban los
grandes puestos en el Gobierno, la Iglesia, lo mismo que en los negocios. Por otra parte se
veían menospreciados y sin oportunidades para demostrar sus indudables dotes de
inteligencia y actividad. Esta inconformidad criolla estallo al fin en la guerra de
Independencia. Así lo prueba el hecho de que Hidalgo, allende, Iturbide y tantos otros criollos
fueron cabezas del movimiento.
DON GUILLÉN DE LAMPART.- El aventurero Guillen de Lampart, de origen francés, fraguo un
proyecto para independizar la Nueva España. Empezó por usar los sellos y firmas
falsificadas en documentos que lo nombraban virrey. Pretendía pedir apoyo a Holanda y al
duque de Braganza, lo mismo que insurreccionar a los indios, negros y mestizos contra los
españoles. Es considerado como un desequilibrado, lo que no impidió que se le quemara vivo
en noviembre de 1569 después de diecisiete años de prisión.
NEGROS.- Durante el gobierno del virrey Mendoza, en 1537, los negros planearon una
sublevación: “tenían elegido un rey y concertado entre ellos de matar a todos los españoles, y
alzarse con la tierra, y que los indios eran también en ello”. Escribió el propio virrey. A los negros
acusados se les hizo cuartos (se les descuartizo) en la ciudad de México y en las minas de
Amatepec.
YANGA.- En el año de 1609 muchos negros del rumbo de Orizaba y Córdoba se refugiaron
en los bosques en son de rebeldía. Fueron acaudillados por Francisco de la Matosa y por el
negro Yanga, por cuyas venas corría sangre real africana. Los negros hicieron frente a las
tropas del Capitán Pedro González de Herrera que fue a batirlos y los derroto. Pero era tanta
la razón que asistía
a los negros, y tanto el valor para defender sus derechos, que el
gobierno colonial tuvo que acceder a fundar un pueblo que se le llamó San Lorenzo de los
Negros.
Poco después, en 1612, nuevas inquietudes de los negros fueron sofocadas por la Audiencia que
mando degollar y partir en cuartos a veintinueve de ellos. Ese mismo año se prohibió que se
reunieran más de tres negros, o cuando más ocho en caso de entierro.
REBELIONES DE INDIOS.- Si las rebeliones armadas de los indios no fueran demasiadas,
se debe a la superioridad que los españoles tenían en cuanto a estrategia, armas, técnica en
la producción y organización, al mismo tiempo en crueldad, ambición y métodos represivos.
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La vida de los indios se hizo pacifica a fuerza de imposiciones materiales y espirituales que
acabaron por hacerlos resignados e indiferentes. Los indios “mansos” se les llamó a los
sometidos en el centro y el sur. Pero los del norte fueron por mucho tiempo bravos e
indómitos. De no haber sido por la violencia y la fuerza de los españoles, los indios habrían
vivido en continua rebeldía, y de hecho esa rebelión debe considerarse efectiva, aunque
callada y reprimida, en varias ocasiones se manifestó en movimientos armados.
Apuntemos simplemente las rebeliones de la época de la conquista, como la de Tenochtitlán; la de
Panuco originada por los soldados de Garay; las que Gonzalo de Sandoval hubo de castigar en
Colima y en la costa del golfo de México; la de los indios Oaxaqueños y la de los indios de
Chiapas que el capitán Luis Marín fue a reprimir en 1524, mucho antes de que Diego de
Mazariegos realizara su conquista.
Recordemos también la terrible rebelión de Nueva Galicia que puso en peligro todas las
conquistas de Occidente, y que tan duramente fue reprimida por el virrey Mendoza. Por cierto que
se dijo que los indios fueron aconsejados por su dios Tecoroli, lo cual no quiere decir sino que
era un brote de sus creencias paganas.
En la capital de la Nueva España estuvo apunto de ocurrir un levantamiento de indios
durante el gobierno de la Segunda Audiencia. Ello fue en ocasión de las desavenencias
surgidas entre el conquistador Cortes que reclamaba el recuerdo de sus veintitrés mil
vasallos, como cabezas de familia, y las autoridades que lo estorbaban. Los indios se
hubieran rebelado, si el mismo Cortes no hubiera sofocado la rebelión, quemando o
apedreando a los insurrectos.
INSURRECCIÓN EN TOPÍA.- En la región minera de Topia, Durango, los indios acaxes se
sublevaron en 1598. Cinco mil de ellos atacaron los minerales de las Vírgenes de san
Andrés. Los pocos españoles que escaparon y se encerraron en una iglesia hubieran
sucumbido si don Francisco de Urdiñola, Gobernado de la Nueva Vizcaya, no hubiera roto el sitio
y perseguido a los indios. Les hizo prisioneras muchas mujeres, pero se las devolvió con un noble
gesto que obligó a los indios a rendirse.
INSURRECCIÓN DE LOS TEPEHUANES.- También en Durango se Sublevaron lo
tepehuanes en 1616. Atacaron muchos poblados y hubieran caído sobre la misma ciudad de
Durango. Junto al resorte económico y político hubo una instigación religiosa de los viejos
sacerdotes para volverá sus antiguas creencias. Por orden del virrey se hizo una guerra de
exterminio. Hubo muchas escaramuzas en que lo indios incendiaron y destruyeron pueblos;
pero fueron acosados en sus sementeras y ganados por lo que se acogieron al indulto que
se les ofreció.
REBELIÓN EN TEHUANTEPEC.- Por 1660 el Alcalde Mayor, Juan de Arellano, imponía tan
fuertes tributos que los indios se amotinaron y le dieron muerte. Ni los frailes pudieron calmar la
rebelión que cundió por Oaxaca, Nejapa y Villa Alta. Los indios tuvieron algunos combates en su
favor y se disponían a batirlos gruesas tropas enviadas por el virrey, pero el obispo de Oaxaca
logró la paz. Esta insurrección, que duro ocho años, pudo haber retoñado a causa de las malas
cosechas.
REBELIÓN EN CHIHUAHUA Y SONORA.- En 1669 el caudillo Pablo Quiché rebeló a los
indios por los pocos beneficios y muchos abusos que recibían los presidios. Algunos pueblos
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se rebelaron antes que otros, y por esto el movimiento fracaso y fue aplastado por las
compañías de los presidios, a pesar de que tres veces más se intentó realizarlo.
REBELIÓN DE NUEVO LEÓN.- Las congregas, como se llamaron ahí las encomiendas,
causaron continuas irrupciones de los indios sobre los llamados pueblos. La situación se
agravo cuando se quiso cambiar a los franciscanos que defendían a los indios en las
congregas, por simples clérigos. La rebelión cundió a San Luis Potosí y a la Huasteca.
REBELIÓN EN YUCATÁN.- Jacinto Uc de los Santos Canek, nativo de Campeche, vivió con
los frailes de San Francisco, en Mérida. Allí se educo y conoció las obras de historia; pero fue
arrojado del convento por su carácter levantisco. Fue a vivir como tahonero en el barrio de
Santiago de los Naturales. Entre ellos vio la mísera condición en que vivían y empezó a
planear su levantamiento. El 20 de Noviembre de 1761, aprovechando las fiestas religiosas
del pueblo de Cisteil, arengo a los indios incitándolos a la rebelión. Les hizo creer que era
brujo y mago, y aun así se hizo coronar Rey con el título de “Pequeño Moctezuma”,
poniéndose la corona y el manto azul de una imagen de la concepción. El comandante
militar de Sotuta pretendió atraparlo y fue muerto por los sublevados. Por orden del
gobernador se organizaron las milicias, y Jacinto Canek fue capturado con trescientos
compañeros. En Mérida se le dio tormento y fue sentenciado a ser hecho pedazos vivo,
atenaceado, quemado
su cuerpo y esparcidas su cenizas por el aire. Ejecutada esta
sentencia, ocho rebeldes más fueron ahorcados y cientos más fueron azotados y mutilados
de la oreja derecha. Los caciques que ayudaron a Canek fueron desterrados. Así fue
sofocada la rebeldía de los mayas en la colonia. Tiempo después, ya libre México, en 1847,
volvieron a rebelarse contra los blancos en la sangrienta guerra de castas. Y es que sobre el
indio maya se ejerció siempre una de las peores tiranías que el trato de sacudir en un deseo
de justicia que si no era atendida se convertía en venganza.
REBELIÓN EN TEPIC.- De manera muy semejante, en la sierra de Tepic, se rebelo un indio
llamado Mariano. También se hizo coronar con una diadema de santo y quería restaurar el
imperio de Moctezuma. Visito a las tribus de la región que luego fueron dominadas por las
tropas de la Audiencia de Guadalajara. Esto sucedía en 1802, ya muy cerca de la Revolución
de independencia en que habían de canalizarse todas las rebeldías de nuestros pueblos
sojuzgados.
LA POBLACIÓN DE NUEVA ESPAÑA
Realizada la Conquista y establecido de la Nueva España, la población de esta quedo
integrada teniendo como base tres razas principales: los indios sometidos, los españoles
conquistadores y los negros importados como esclavos.
LOS INDIOS.- Por el error de Colon al suponer que había llegado a la India se dio el nombre
genérico de indios a los aborígenes del Nuevo Continente.
En nuestra país formaban un conglomerado heterogéneo en lo político, en lo étnico y en lo
cultural, ya que en los tiempos precortesianos integraban un mosaico de razas y pueblos
distintos y aun rivales entre si.
En general lo indios del centro y el sur del país, que fueron rendidos por la fuerza o se
rindieron de grado, abrazaron la religión católica y quedaron sometidos al imperio español;
entre estos se contaba a los nahoas, mayas, totonacas, tarascos, mixtecas y zapotecos. Por
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la violencia de la Conquista muchos huyeron a los bosques y montañas, pero los vencedores
hispanos, auxiliados eficazmente por los frailes, los atrajeron de nuevo a los poblados
llamados reducciones. Por ello a estos indígenas se les llamó reducidos, mansos o reófilos. A los
que aprendían el español se les decía ladinos, y a quienes no tomaron la nueva lengua se les
tuvo por torpes.
Pero quedaron otros grupos de indios, principalmente en el norte del país, que continuaron fieles
a su religión y defendían su libertad en todas las formas posibles rehuyendo a los blancos.
Se les llamó bárbaros, infieles o gentiles. También se les llamó indios rayados a los que
conservaban las cicatrices de sus tatuajes.
La condición del indio al lado del conquistador fue deprimente.
Inmediatamente después de la toma de Tenochtitlán, Cortés mando marcar con hierro
candente a multitudes de indios; más tarde, al regresar de su expedición a la región del
Panuco, mando vender como esclavos a más de trescientos aborígenes que trajo de esas
apartadas regiones. En vano fue que los reyes de España dictaran leyes para proteger a los
indios declarándolos vasallos en iguales condiciones que a los blancos; en vano que se
establecieran los reglamentos de encomiendas, mediante las cuales los españoles estaban
obligados a proteger y adoctrinar a los aborígenes; los conquistadores , sólo impulsados por
su insaciable codicia, se apropiaban de sus tierras, los obligaban a trabajar en forma gratuita
dentro de la encomienda, y gran parte de los indios quedaron reducidos a esclavitud.
En 1524 llegó a España el hierro para marcar esclavos que fue llamado de rescate. Las
crueldades de los conquistadores, a partir de ese momento, son inenarrables; se marcaba en los
carrillos no solamente a los hombres y mujeres adultos, si no también a niños de unos cuantos
meses, produciéndoles deformaciones espantosas. El padre de las Casas, el incansable
defensor de los indios, levanto una vez más su protesta, haciendo saber al rey de España los
innumerables sufrimientos de sus vasallos en Nueva España.
No fue esta la única calamidad que tuvieron que soportar los indios, pues los españoles
trajeron consigo gérmenes de enfermedades como la viruela, el sarampión y el tifo, al
propagarse en cuerpos que no presentaban ninguna defensa contra estos padecimientos
desconocidos, diezmaron a la población indígena.
También fue como una plaga, (así la considero el Padre Motolinía) la reconstrucción de la
derruida Tenochtitlán, pues lo indios tuvieron que aportar a su costa, todo el trabajo, y el
material necesario para levantar la nueva ciudad de México.
Todo lo anterior, sumado a los fuertes tributos, a los trabajos que se les imponía en las minas y en
los campos, causaban una considerable baja en la población indígena, muchas regiones
quedaron despobladas y pueblos enteros abandonados.
Esa fue la triste condición del indígena en los años que siguieron inmediatamente a la
Conquista. Aquellos mismos se habían aliado con Cortes, y lo habían ayudado a realizar la
Conquista, sufrieron contra lo que esperaban, muchos trabajos. La iglesia misma, que en un
principio era manto y cobijo para los indios, se torno en una pesada carga, pues los religiosos
impusieron tributos muy fuertes al indígena.
41
Los indios, que resistieron todas estas calamidades, pues en poco tiempo se transformaron en
hombres callados, retraídos, impenetrables, habían asistido como espectadores
impotentes al derrumbe de todos sus valores culturales. Sus dioses habían rodado como
piedras sin valor, sirviendo de cimientos para erigir los templos para un nuevo dios; sus
tierras les habían sido arrebatadas, sus ciudades destruidas, sus reyes habían muerto o se
habían sometido, sus mujeres vivían de buen grado o por la fuerza al lado de sus opresores,
tuvieron que aprender una nueva lengua; perdieron todo el valor de la altivez de su raza,
tornándose hombres sin voluntad, insignificantes y débiles.
CONDICIÓN DEL INDIO AL FINALIZAR LA ETAPA COLONIAL.- Durante trescientos años el
indio fue la base de sustentación económica de la Colonia; sobre el pesaron las más fuertes
cargas y trabajos.
Al finalizar el siglo XVIII, los indios formaban la clase más explotada y despreciada; llevaban
una vida verdaderamente lastimosa, separados por el resto de la sociedad por el idioma o la
civilización; después de tres siglos de dominación española no habían conseguido del
disfrute de los bienes de la cultura europea, y habían perdido todos los valores de su raza.
Vivian en humildes jacales con piso de tierra, dormían en el suelo envueltos en una manta,
su único patrimonio; no tenían más utensilios que unas ollas o cazuelas y un metate; una
cesta y un costal si acaso. Vestían con un calzón y una camisa de manta, huaraches y
sombrero de palma. Comían tortilla, sal y Chile, frijoles algunas veces; la carne casi no la
probaban, sino por excepción de una fiesta religiosa. Como bebida tomaban pulque.
Embriagar y asistir a alguna festividad religiosa eran sus únicos goces.
Trabajaban como peones en las grandes haciendas que tenían los españoles, recibiendo
como paga tres o seis centavos diarios y teniendo que trabajar desde la salida hasta la
puesta del sol. Ese mísero jornal se les escamoteaba en la tienda de raya, en la que se les
pagaba con las escasas mercancías que consumían, siempre de mala calidad y a precios
muy altos. Los peones de las haciendas dormían hacinados en una especie de troje
(tlalpixquera) sin luz ni aire, con paja sucia y mal oliente como única comodidad.
Los dueños de grandes latifundios, los amos, como los indios les llamaban, les imponían
fuertes castigos por las más leves faltas, sin tomar en cuenta para nada las leyes, ni las
autoridades. Las mujeres indias quedaban completamente a merced de los deseos de los
amos, sin que los pobres peones pudieran protestar por esos abusos. En algunas ocasiones los
indios se sublevaban; entonces eran reducidos por la fuerza, y a los que caían prisioneros se les
condenaba a la horca, dejando sus cuerpos suspendidos en los árboles por largo tiempo
para escarmiento.
Los amos, los caciques y las autoridades los befaban, los explotaban y los despreciaban; los
indios, aparentemente sumisos y conformes con sufrir su suerte, guardaban un odio
profundo hacia los blancos que se hacía patente en la primera oportunidad, provocando o
tomando participación en levantamientos y sublevaciones.
LOS NEGROS.- En la Española, en Puerto Rico y en Cuba los indios habían sido
esclavizados o encomendados para el trabajo de plantaciones y minas, mas su constitución
no resistía trabajos tan rudos; para librarlos un tanto, tratando de salvar la población
indígena, que al final de todo casi se acabo, se inició la costumbre de traer negros; estos
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resistían más y daban más rendimiento. Fue por esta razón que fueron traídos al continente
Americano.
La Iglesia presiono a los reyes de España para que a los negros que se trajera a América
fueran cristianos entonces los reyes exigieron para conceder permisos de salida a los negros que
estuvieran completamente catequizados. Para ser instruidos en la religión católica los negros
necesariamente tenían que pasar algún tiempo en la península, después de haber sido hechos
prisioneros en las costas africanas.
Los misioneros de Nueva España protestaron ante el rey, aseverando que también ellos eran
capaces de cristianizar a los negros. Los frailes Jerónimo de Santo Domingo, en carta al
Emperador Carlos V, le pedían: que a las islas trajeran negros bozales y no los que
usualmente se acostumbraba, pues originaban grandes problemas. Bozal, quiere decir bruto,
cerril o salvaje, y éste fue el calificativo que se le dio al negro recién salido de la selva
africana. No es posible conocer en cifra la cantidad de negros que había en Nueva España en
el siglo XVI, aun cuando se exigían licencias para el desembarque de ellos por el gravamen
de la Hacienda Publica y necesariamente debieron anotarse la cantidad de esclavos que
eran introducidos; pero es el caso que estos archivos no están en México, sólo tenemos las
llamadas Arcas de Negros o sea los registro de los esclavos de color, que no son completas
por que se han perdido algunas. Aproximadamente las población negra, en Nueva España, en
el año de 1570, era de 18.569.
El negro, que además en su lengua sabía el español, recibía el nombre de ladino. Junto con los
rudimenteros de la lengua y la religión, el negro asimilaba, por la convivencia con el blanco,
alguna noción de derecho, se tornaba por esta causa difícil de manejar; no se conformaba
con ser simplemente bestia de carga y exigía derechos, escapándose con frecuencia para
vivir libremente en la montañas; estos recibían el nombre de cimarrones; a los que vivían
sometidos en las ciudades se les llamaba mansos.
Para evitar frecuentes sublevaciones se les sometía a leyes muy crueles. No se les permitía
tener casa propia aun cuando no fueran esclavos; debían servir en el seno de una familia, o
tener un oficio. No podían usar armas, os pena de perder una mano, ni salir de noche. No
debían de reunirse más de tres por ningún motivo, ni siquiera para asistir a un entierro. Se
fugaban con frecuencia desafiando los duros castigos que se imponían a los que tal hacían, pues
se les azotaba, mutilaba o ahorcaba.
Ya se dijo que debido a este trato inicuo al principiar el siglo XVII, Orizaba se realizó la más
violenta sublevación de negros acaudillados por Yanga. Fueron combatidos, pero se
defendieron con tal bravura que los españoles prefirieron celebrar con ellos un tratado,
permitiéndoles fundar el pueblo de San Lorenzo de los Negros en donde podían vivir libres.
Los negros son hasta nuestros días un elemento muy importante en la formación étnica de
nuestro pueblo, principalmente en las regiones costeras del sur.
LOS BLANCOS.- Estos se hacían llamar a si mismos gente de razón; también se les dio el
nombre de cristianos, pero el nombre más generalmente usado para designarles era
gachupines. Sobre este calificativo se han dado diferentes explicaciones. Algunos sostienen
que se originó en la península, otros afirman que a los indios les atraían poderosamente la
atención las espuelas que usaban los conquistadores, y en su lengua les llamaban cactlitzopina (botín punzante). Vertida la expresión al castellano, por degeneración fue gachupín.
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Los españoles venidos a América procedían generalmente de las provincias de Castilla la
Nueva, Castilla la Vieja, Extremadura y Aragón; había también algunos vascos y catalanes.
En los últimos años del siglo XVI y a principios del XVII aumento la inmigración ibera a la
Nueva España por las siguientes causas. En esta época se formaron en España centros
ganaderos que rentaron a los pequeños propietarios sus tierras de labor. Estos campesinos,
despojados de sus heredades, se vieron pronto sin recursos económicos. En la península los
centros industriales se encontraban en la ruina; no les quedo, pues, otro escape, que la
inmigración a las colonias. Pero estos pobres desheredados, que morían de hambre en su
patria, al llegar a la Colonia se transformaban en señores, pues el solo hecho de ser
peninsulares les daba superioridad sobre el resto de la población.
Existían, además, pequeñísimos grupos ingleses, alemanes, genoveses, florentinos,
venecianos, franceses y portugueses que se sumaron al grupo blanco.
CRIOLLOS.- Los criollos sean hijos de españoles nacidos en el Nuevo Mundo eran
postergados por los españoles venidos de la península, y aun cuando su numero era muy
superior y las leyes los consideraban en paridad de condiciones con los peninsulares, la
mayor parte de los cargos importantes, tanto en el Gobierno como en la Iglesia o el Ejercito y
la totalidad de la riqueza, estaban en manos de estos últimos. El alto clero estaba compuesto
por españoles, y los puestos más humildes quedaban a los criollos. El excluir a los criollos de
los cargos públicos se debió en parte a la idea de que los países americanos eran
verdaderas colonias, y aso Don Alfonso Núñez de Haro decía al rey Carlos III: “El espíritu de
los americanos es sumiso y rendido; por que se hermana bien con el abatimiento; pero si se
eleva con facultades y empleos, esta muy expuesto a los mayores yerros; por eso conviene
mucho tenerlos sujetos, aunque con empleos medianos; por que ni la humanidad ni el
corazón propone que se vean desnudos de todo favor; pero si me enseña la experiencia la
conveniencia de que tengan por delante a nuestros europeos, que son de espíritu muy noble;
desean el bien de la patria y el sosiego de nuestro amado monarca”.
Para los criollos era importantísima la distribución de los empleos, pues como ellos no podían
dedicarse a otras actividades como el comercio, por ejemplo, por estar acaparado por los
españoles peninsulares, ni a los trabajos manuales ni a los oficios por que este tipo de
actividades no estaba de acuerdo con el lustre y linaje de su nacimiento, solamente les
quedaba como medio de vida los empleos.
En el grupo de los criollos se formo un sentimiento de resentimiento y orgullo contra los
peninsulares que habían de explotar en la revolución de independencia que en efecto fue
promovida por los criollos contra los venidos de Europa, Hidalgo, Allende, Iturbide y muchos
otros caudillos de la Independencia eran criollos. Por otra parte, las artes y letras fueron
cultivadas notablemente por los criollos, que en esas actividades manifestaban el fino ingenio
y la inteligencia que los extranjeros les reconocían. El comediógrafo Juan Ruiz de Alarcón,
quien triunfo en Europa, y sor Juana Inés de la Cruz, fueron criollos. En la Colonia hubo un
proverbio que decía “Padre mercader, hijo caballero y nieto pordiosero”, que revela como el
español llegado a las Indias era hombre de negocios, se hijo criollo se dedicaba a lucir
rumbosamente el dinero, y los descendientes vivían en la gran indigencia.
LAS CASTAS.- Hemos mencionado las tres razas principales a las que se debe la
integración étnica de nuestra patria, pero estas no se conservaron puras si no que se
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mezclaron dando lugar a elementos híbridos que tenían sangre de dos o más razas; a esos
productos se les llamó en general castas.
Mientras que en los Estados Unidos los colonos ingleses se mantuvieron puros, sin
mezclarse con los indios, por un sentimiento de discriminación que aun dura en nuestros
días, los españoles si mezclaron su sangre con gente india. Quizás esto se debió a que en tanto
los ingleses emigraron con sus esposas y familias, los conquistadores hispanos vinieron
generalmente sin mujeres.
MESTIZOS.- Los nacidos de español e india recibían el nombre de mestizos. Estos existieron
desde el momento mismo en que lo españoles establecieron el primer centro estable en La
Española. En nuestro país el propio conquistador Hernán Cortes dio el ejemplo, teniendo hijos
con varias indias, entre ellos uno con su intérprete doña Marina; aun cuando llegaban a reconocer
a sus hijos, los españoles no les daban una verdadera familia dejándolos muchas veces
abandonados.
Don Lucas Alemán, al referirse a ellos, dice: “Los mestizos descendientes de españoles
debían tener los mismos derechos que ellos”. Eran, sin embargo, confundidos con la clase
general de castas y tenían los mismos defectos que ellos.
En Febrero de 1554 el virrey don Luis Velasco escribía al rey de España, Felipe II, en los
siguientes términos: los mestizos van en gran aumento y todos salen en tan mal inclinados y
tan osados para todas las maldades, que a estos y a los negros se ha de temer. Son tantos
que no basta corrección ni castigo, ni hacerse con ellos ordinariamente justicia. Los mestizos
andan entre los indios, y como tienen la mitad de su parte, acógelos y encúbrelos y dales de
comer; los indios reciben de ellos muchos malos ejemplos y ruines tratamientos”.
Eran los mestizos viciosos, jugaban y se embriagaban; formaban grupos de salteadores y
vivían sin trabajar. Por su sangre española despreciaban a los indios; pero tales caracteres, que
se atribuyeron injustamente a la mala índole de sangre, pues se decía que heredaron todos los
defectos de los indios y españoles sin ninguna de sus virtudes, fueron más bien producto del
abandono que sufrieron, pues no gozaban ni de los beneficios del español, ni de la situación del
indio. Estaban desposeídos, sin consideración ni cargos sociales; por eso formaban la plebe
de las ciudades. Sin embargo, en el mestizo radica el verdadero tronco de nuestra nacionalidad
que no puede estar representada ni por un blanco ni por un indio puro. El mestizaje es el crisol
donde se forma el mexicano que asume en nuestro tiempo la dirección política del país y es
la fuerza principal de su progreso.
MULATOS.- Son estos el producto del español con negro; se les suponía de diferente
especie, más bien híbridos. Así como la mula es una degeneración cuando se cruzan caballo y
burra, así el hijo de negro y blanco se suponía producto despreciable. Todas las mezclas con
negro eran “infames de derecho”.
ZAMBAIGOS.- Recibían este nombre los nacidos de negro e indio; parece que el nombre se
derivó de la palabra zumbango, con la que se distingue a una clase de caballos de color bayo
oscuro.
SITUACIÓN DE LAS CASTAS.- Fueron siempre despreciables, de acuerdo con la idea de la
época, muy preocupada por los linajes y la limpieza de la sangre. De a cuerdo con las leyes
existentes, las castas quedaban fuera de la posibilidad de recibir el más insignificante
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homenaje o de ocupar empleos y cargos. Para determinar el número de cruzamientos
podemos recurrir a diversas clasificaciones, una de las cuales, tomada de algunas
ilustraciones existentes en nuestro Museo Nacional, es la siguiente:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
Español son india, mestizo.
Mestiza con español, castizo.
Castizo con española, español.
Español con negra, mulato.
Mulata con español, morisco.
Morisco con española, chino.
Chino con india, salta atrás.
Salta atrás con mulata, lobo.
Lobo con china, jíbaro.
Jíbaro con mulata, albarazado.
Albarazado con negra, cambujo.
Cambujo con india, zambaigo.
Zambaigo con loba, calpa mulato.
Calpa mulato con cambuja, tente en el aire.
Tente en el aire con mulata, no te entiendo.
No te entiendo con india, torna atrás.
Como se vera, en la simple enumeración de mezclas, existe una gran confusión y hay
algunas denominaciones como: Tente en el aire, no te entiendo y otras, que manifiestan la
imposibilidad de caracterizar los productos de las mezclas.
Después de la guerra de independencia, que rompió con el sistema colonial, la diferencia de
castas dejó de tener importancia.
Las castas formaban la parte más despreciable y baja de la sociedad; en el siglo XVIII el
conde Duque de Linares lo describía diciendo: “Despiertan o amanecen sin saber lo que han
e comer aquel día, por que lo han adquirido en el antecedente, ya a la noche quedo en la
casa de juego o de la amiga, y no queriendo trabajar usan la voz de que Dios no falta a
nadie; y esto es por que recíprocamente los que actualmente se hallan acomodados con
amos, en su temporada, por obra de caridad, alimentan a los que pueden. Con una jícara de
chocolate y unas tortillas, les es bastante, y así, con estos se acomodan y se desacomodan
los otros, va corriendo la providencia, de donde se origina que como en México se halla la
abundancia de riqueza se atrae así la multiplicidad, y de lo reales de minas y lo interno del
país, sin gente y cuando hacen algún delito, no arriesgan en mudarse de un lugar a otro, más
que el cansancio del camino, por que todos los bienes los llevan consigo en sus habilidades,
pues aun las camas encuentran hechas en cualquier parte que se paran; en medio de que
en México basta mudarse de un barrio a otro, para estar bien escondido”.
Como se ve las castas no poseían nada; los blancos las despreciaban y las explotaban; sin
embargo entre ellas se ocultaban hombres muy útiles y más capaces como trabajadores,
pues su inteligencia era muy despierta; pero la sociedad les velaba toda posibilidad de
mejoramiento y elevación. Estas razones motivaron también un odio terrible de las castas
hacia la clase denominadora que los explotaba y que poseía todos los bienes de la cultura y
de la riqueza.
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Davis Robinson describe muy vivamente, la condición de los mestizos y las castas en el seno
de la sociedad colonial y se expresa en la siguiente forma: “No hay país en la tierra en que se
vea un contraste tan fuerte y monstruoso de riqueza y miseria, como el que presenta aquella
parte de América (Nueva España)”. Un poco más adelante dice: “Cuando el propietario sale a
la calle va rodeado de una muchedumbre de infelices cuyo traje se reduce, en el campo, a
una piel de carnero, y en la ciudad, a una manta o sabana que le sirve de vestido durante el
día y como cama por la noche. El amo no cuida en manera alguna el bienestar de estos
pobres, y no existe bajo la bóveda del cielo, una clase más desventurada de labradores que
los que cultivan el suelo de México, especialmente en las provincias mineras... en las
ciudades las clases pobres son todavía más desgraciadas que en el campo y llámense
léperos y pelados”.
ASPECTOS ECONÓMICOS DE LA VIDA EN NUEVA ESPAÑA
LA AGRICULTURA.- Los conquistadores, especialmente Hernán Cortes, aclimataron plantas
desconocidas e introdujeron nuevos cultivos tales como el trigo, el olivo, el arroz, la caña de
azúcar, la naranja, las manzanas y otros frutales, la vid, la morera, etc. Tanto el cultivo de la
morera como al de la vid se les pusieron obstáculos con el fin de que en Nueva España no se
produjeron vinos ni sedas.
El maíz, el fríjol y el chile se afirmaron como base de la alimentación popular. El trigo fue
utilizado sólo por los españoles, fuente de ganancias, ya que el uso del pulque fue fomentado
grandemente por los españoles. Característicos de nuestro México colonial fueron el cultivo
del tabaco, la vainilla el añil y la grana o cochinilla (insecto que se cría en los nopales y que
se aprovechaba para dar un hermoso tinte de color púrpura que tenia mucha demanda en
Europa).
El que los cultivos de Nueva España fueran de temporal, debido a la carencia de sistemas de
riego, y la mala distribución de las tierras, fue un obstáculo para el desarrollo de la
agricultura. Además los españoles, los mestizos y los criollos veían en la agricultura una
ocupación inferior; por esta razón las haciendas estuvieron en manos de capataces negros;
los dueños se conformaban con tener una renta anual sin que les interesara realizar mejora
alguna.
LA PROPIEDAD EN LA NUEVA ESPAÑA
La constitución de la propiedad el tipo rural o rustica es también otra de las causas del
retraso agrícola. A raíz de la Conquista, Cortes regalo espléndidamente a sus compañeros de
armas extensas regiones de tierras laborables, incluyendo esta donación de tierras
comunales de los pueblos indígenas, además, los indios sojuzgados sostenían con su trabajo a
los guerreros y a los sacerdotes. Desde el punto de vista legal, toda la tierra de la Colonia
pertenecía a la Corona Española. Y esta otorgaba tierras a sus súbditos en pago por los
servicios, merecimientos o por compra.
Los españoles introdujeron a las tierras conquistadas el concepto de propiedad privada,
desconocida por el indígena, así como ciertas formas de propiedad comunal que vinieron a
sustituir al antiguo capulli indio.
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FUNDO LEGAL.- Era una superficie de 1.440.000 varas cuadradas, dividida en pequeños
solares en que los habitantes del pueblo construían sus casas y en cuyo centro se levantaba la
iglesia.
EL EJIDO.- Estaban los ejidos a la salida del pueblo; era una tierra comunal, pero el
usufructo era individual; se ocupaban algunos para el descargue y limpia de semilla.
LAS TIERRAS LLAMADAS “PROPIOS”.- Eran tierras publicas destinadas a ciertas
necesidades económicas de los pueblos. En ellas quedaban incluidas partes de monte de
donde se podía cortar leña, extensiones de pasto para el ganado y algunas tierras
laborables. Andando el tiempo los ayuntamientos llegaron a arrendar las tierras de “propios” a
los vecinos muy necesitados.
TIERRAS DE REPARTO.- Estas se daban en usufructo pero no podían ser vendidas, ni
empeñadas, pues pasaban de padres a hijos.
LAS MERCEDES.- Eran las propiedades que el rey otorgaba a sus súbditos para que las
explotaran en beneficio personal. Fueron principio y base de la propiedad privada.
LOS LATIFUNDIOS.- Eran extensas zonas territoriales en poder de una sola persona. A
algunos latifundios se formaron inmediatamente después de la conquista, como el
Marquesado de Valle de Oaxaca que se otorgo a Hernán Cortes, y que comprendía tierra de
los Valles de México y Toluca, gran parte de Cuernavaca, Cuautla, Oaxaca, Michoacán, los
Tuxtlas, Tehuantepec, Costas del Golfo de México, del Océano Pacifico; contaba aquel, con
treinta y dos mil vasallos; al finalizar la etapa colonial este latifundio producía 43,616 pesos
de renta anual. Otros muchos latifundios se formaron paulatinamente por medio de los robos
y enajenaciones que se hicieron de las tierras de los pueblos. Cuando las cosechas eran
malas, los indios vendían o empeñaban las tierras de reparto, a pesar de estar prohibido. Los
españoles y la iglesia les hacían préstamos que tenían como garantía las tierras. Como la
mayoría de las veces los aborígenes no podían pagar, se les quitaban las tierras empeñadas
que pasaban a aumentar el latifundio. Otras veces se recurría al engaño y aun hasta la
violencia para robar la tierra del ejido. A los indios sólo les quedo el “Fundo Legal” y a veces
aun ni eso, y tenían que ir como peones a las haciendas o alquilaban tierras del clero. El
indio, como peón, continuó su condición de servidumbre; lo que ganaba, un real o dos
diariamente, apenas era para no morirse de hambre. Con el objeto de retenerlo se les
prestaba de $5.00 a $20.00 en un año; como el miserable jornal no les alcanzaba para pagar,
eran verdaderos esclavos, pues no podían abandonar la hacienda. La condición del indio
como peón es la misma que tenia en la encomienda. Fueron vanos los intentos de la corona
española para mejorar la condición del indio, pues las leyes dictadas no se tomaban en
cuenta. Estas hacían de los peones vasallos de la corona iguales a los españoles.
Especificaban que las horas diarias de trabajo sólo serían doce, con dos intermedios para
comer, y que debería pagárseles en dinero y no con artículos, pero las leyes no se cumplían
y al indio se le explotaba en la tienda de raya. En cambio, los dueños de las haciendas
residían en la ciudad, no les interesaba sino recoger sus rentas anuales. La mayor parte de
ellos ni siquiera conocían las tierras que poseían, y no tenían interés en mejorar cultivos ni
menos en proporcionar buena vida a sus trabajadores. Como las siembras eran temporales,
pues carecía de sistema de riego, en épocas de sequías los dueños de las haciendas no
solamente perdían las ganancias sino el dinero invertido, entonces recurrían hipotecas para
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vivir, gastando el dinero que les proporcionaban por este concepto, los mineros ricos o las
congregaciones religiosas.
CONGREGACIONES.- Al finalizar del siglo XVII existían en Nueva España losa ranchos y las
congregaciones que pertenecían a mestizos, el origen de estas tierras fue el siguiente, los
españoles hacían donación de ellas a sus hijos naturales habidos con las indias, cuando
varias familias mestizas unían sus ranchos para cultivar sus tierras en común, recibían el
nombre de congregaciones.
PROPIEDAD ECLESIÁSTICA
Con operaciones de préstamo y constantes donaciones voluntarias o tributos forzados, se
construyeron majestuosos conventos y bellísimas iglesias. Los monasterios fueron pronto el
centro de extensas posesiones, y en el lapso de un siglo el clero poseía las cuatro quintas
partes de la propiedad territorial en Nueva España. A esos bienes eclesiásticos se les llamó
de manos muertas, porque una vez que entraban en el patrimonio del clero no salían de el,
pues no tenían necesidad de venderlas y quedaban fuera de la circulación publica. La iglesia
llegó a ser una casa de banca, que prestaba sobre tierras, sus inmensas posesiones no
fueron desamortizadas sino mucho después de la Independencia, en el periodo llamado de
Reforma.
LA GANADERÍA
Con los primeros españoles llegaron a América caballos, ganado vacuno, ovejas, cerdos y
gallinas que se propagaron rápidamente. A fines del siglo XVI existían manadas de toros y
caballos sin dueño. Se inició también un comercio muy extenso de ganado vacuno y de
productos de los mismos. Los cueros se enviaban a España con el objeto de aprovecharlos en
las industrias.
LA MINERÍA
Con el objeto de obtener la mayor cantidad de oro y plata posible, los españoles se
dedicaron intensamente, desde su arribo a estas nuevas tierras, a la explotación de minas,
especialmente de oro. Cuando se dieron cuenta que estas habían sido grandemente
explotadas en la época precortesiana por los pueblos aborígenes, se dedicaron a la
explotación de plata, con mano de obra muy barata o gratuita de los indios o los negros.
El emperador Carlos V otorgo una serie de privilegios al gremio de los mineros, que fueron
sostenidos por todos sus sucesores. No se les podía embargar ni sus esclavos ni sus
herramientas, ni interrumpir su trabajo por ninguna deuda. Si algún minero cometía alguna
falta no se le podía sacar de la jurisdicción de la mina.
La localización de minas dio lugar a la fundación de ciudades y poblaciones en Zacatecas
(Sombrerete, Fresnillo, Nombre de Dios y Santa Bárbara), en Guanajuato, en Taxco, en
Tlalpujahua, en Pachuca y en Oaxaca. Por buscar un cerro de plata, que según la conseja
popular existía en lo que hoy es el Estado de Durango, se encontró el cerro de hierro que se llama
del Mercado.
La producción minera, evoluciono notablemente del siglo XVI al XVII. Según el sabio
Alejandro de Humboldt, dio del año de 1690 al de 1803, la cantidad fantástica de
49
$1,353,452,020. También se explotaba el cobre, especialmente en los estados de San Luis
Potosí y Durango.
BENEFICIO DE LA PLATA.-En un principio la plata se extraía con el simple procedimiento de
fundir los metales en pequeños hornos. Pero así se desperdiciaba gran cantidad del metal.
En 1554, en el importante centro minero de Pachuca, el sevillano Bartolomé de Medina
introdujo un nuevo sistema que seguramente aprendió de un alemán. Consistía en beneficiar
la plata por medio de la sal y el mercurio. Este beneficio, llamado de “amalgamación o de
patio”, impulso notablemente la minería, no sólo en México, sino aun fuera, como por ejemplo
en el Perú.
En relación con la minería se hicieron otros inventos notables como el de la capellina, como
metálico inventado por un minero de apellido Capellán, en Taxco, que servia para evitar que se
escaparan los vapores de mercurio.
Siendo la minería la principal base de la economía nacional, dio lugar a la formación de las
siguientes instituciones: un tribunal especial para los mineros, las notables leyes sobre
minería, el Banco de Avio para mineros y el gran Colegio de minería, orgullo de la Nueva
España
LA INDUSTRIA
Los grandes privilegios de que gozaba la industria de la península ibérica hicieron que en la
Nueva España el desenvolvimiento industrial fuera insignificante, pues la política de la
metrópoli era impedir su desarrollo, evitando que se pusiera en peligro la economía del
imperio. Por esa razón no progreso la explotación del gusano de seda, que tanto se propago en
los primeros tiempos de la Colonia, y se usaron hasta medios violentos para evitarla. Se
perseguía a quienes tenían cría de gusanos y se arrancaban las moreras. En Nueva España sólo
se fabricaban telas muy toscas de algodón y lana. Se producían también tabaco y azúcar.
Se defendían así las industrias de la península, asegurando su desarrollo y comercio e
impidiendo el intercambio económico de las colonias entre si.
Si a lo expuesto agregamos que la técnica usada era rudimentaria, pues los españoles, al
pasar a América, implantaron en estas nuevas tierras las formas más retrasadas de trabajo,
lastre del decadente feudalismo en que se debatía España.
La Corona Española no ahogaba las iniciativas de producción industrial, sino las frenaba
para que ellas se mantuvieran en el nivel que a ella le convenía. Por esta razón se obstruía
el trabajo de los obrajes, pues se suponía que ellos estaban más próximos a la producción
capitalista.
En relación con industrias desconocidas antes del Descubrimiento, como el tabaco, pero que
dejaban grandes ganancias, España las intervino completamente mediante el “estanco” que
era un estricto monopolio. Así hubo estancos de producción y venta de tabaco, de pólvora y
mercurio.
LOS OBRAJES
Frente a los pequeños talleres de los artesanos en que el maestro era al mismo tiempo
trabajador y propietario de sus útiles y medios de producción, se comenzaron a organizar los
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obrajes que concentraban, en amplios lugares (insalubres por cierto) a un mayor numero de
trabajadores que ofrecían la fuerza de su trabajo a cambio de un jornal. El obraje es la
descomposición del sistema feudal; es el antecedente de la fábrica, la iniciación de la etapa
manufacturera. El dueño del capital no compraba para volver a vender el producto elaborado
en pequeño por el trabajador, sino que contrataba la fuerza del artesano y establecía
empresas (obrajes) en las que el obrero a cambio de su trabajo, percibía un insignificante
salario.
El obraje, como transito entre dos etapas de organización completamente diversas,
arrastraba los vicios de la producción feudal y llevaba el embrión del nuevo régimen de
producción. Los trabajadores en el obraje fueron más bien obreros, siervos degradados,
situación en posición de inferioridad frente al artesano libre que contaba con la protección de
la Corona Española. Algunas leyes fueron dictadas con el fin de aminorar la explotación
despiadada del trabajador del obraje, como prohibir que permanecieran casas de juego y
pulperías dentro de los mismos. Estas disposiciones en general fueron letra muerta.
Los trabajadores de los obrajes eran negros, indios o castas, la mayor parte de ellos eran
apresados por deudas suponiendo que no podrían pagar los anticipos que se les habían
hecho; por el olvido más insignificante se les azotaba llegando hasta causarles la muerte por
ello. No se les daba de comer sino lo indispensable y se les encerraba en subterráneos. Se
dice que en ocasiones algunos padres vendían a sus hijos a los obrajes por treinta años en
veinte pesos. Si hiciéramos una comparación entre la vida del obrero mexicano de esa época
y la de los esclavos en Roma, tendríamos la impresión de que estos últimos gozaban de
muchas más prerrogativas y de una vida muy superior que la de los trabajadores de la
Colonia.
El obraje”es la forma como se anuncio en América la etapa manufacturera” es la expresión única
de la industria colonial y que siempre laboro en forma ilegal y pobrísima.
España fue siempre intermediaria en las transacciones comerciales de Sevilla y Cádiz, en
donde se concentraban los productos manufactureros en Europa y que posteriormente eran
enviados a la Colonia. En esta, por tanto, se estorbo toda posibilidad de engrandecimiento o
progreso es la industria de hilados y tejidos.
Los vinos y la seda tuvieron también obstáculos por la política proteccionista de España en
relación con la protección de la península, y ya explicábamos, con anterioridad, como se
destruyeron las florecientes crías del gusano de seda y se prohibió terminantemente el
cultivo de la vid.
La producción manufacturera, destinada a lugares alejados, estaba prohibida, siendo
además muy difícil transportar mercancías de lugares alejados por la falta de vías de
comunicación. La iglesia, que representaba el capital más fuerte otorgaba créditos a los
industriales, y oponían así una gran resistencia para la formación de capitales industriales;
por tanto, era quizá la más fuerte opositora al desarrollo de la técnica industrial de Nueva
España.
LOS GREMIOS.- El trabajo industrial de Nueva España estuvo organizado primero por medio
de los gremios que crean agrupaciones de trabajadores libres, con la finalidad de evitar la
competencia, mediante la justa apreciación de la fuerza de trabajo. Los gremios estaban
reglamentados, los trabajadores sólo podían desempeñar un único oficio. El gremio tenia que
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darles autorización para dedicarse a el. Los artículos estaban sujetos a normas rígidas de
manufactura, prohibiéndose la producción de artículos similares a los de procedencia
extrajera o española.
Como puede percibirse claramente, esta legislación realizó perfectamente el estancamiento de
la industria colonial, había gremios de plateros, pintores, doradores, tejedores, etc.
Las categorías de los trabajadores eran tres: aprendices, oficiales, y maestros. El aprendiz
servia como criado en el taller del maestro, sin ganar por ello nada sino la alimentación y el
aprendizaje. Después de mucho tiempo y trabajos, pasaba a ser oficial ganando ya por lo
que hacía, hasta que lograba su independencia
del taller y se convertía a su vez, en
maestro. El aprendiz pasaba muchos años antes que se le reconociera la habilidad adquirida
pagándosele muy poco. Más tarde pasaba a ser oficial, debiendo sufrir un examen que le
practican los veedores de su oficio, pagar su examen y su contribución al gremio o cofradía.
Los gremios coloniales tenían un aspecto religioso porque cada uno tenía como protector a
un santo patrón a quien celebraba con fiestas. En este aspecto se consideraban como
cofradías religiosas. También tenían algunas características mutualistas, de apoyo reciproco.
Los gremios eran distintos a los sindicales actuales, porque los primeros no eran
asociaciones de trabajadores para defender sus derechos de un empresario capitalista, sino
más bien unidades para organizar el trabajo de los artesanos de un mismo oficio. Aquel
medio de agremiarse correspondía a un concepto medieval del trabajo, y poco a poco fue
sustituido por el obraje llegando a desaparecer por orden real en 1790.
LA IGLESIA EN NUEVA ESPAÑA
Durante los tres siglos de dominación española, y aun podemos decir muchos años después,
la sociedad mexicana estuvo fuerte mente influida por la Iglesia católica. Ella domino la
conciencia de los hombres, intervino en las normas de gobierno, en la educación, en las
artes y en las ciencias; determino, con el acaparamiento de riquezas, un aspecto muy
importante aunque negativo de la economía; fue, en suma, el eje alrededor del cual giro
nuestra historia por más de trescientos años. Urge, por tanto, estudiarla en sus aspectos más
generales.
La propaganda cristiana se inició con la Conquista; ella misma fue un arma de conquista. Los
frailes que acompañaban a Cortes se encargaron de difundir las primeras ideas religiosas
entre los caciques y los nobles del pueblo sojuzgados. El propio Hernán Cortes pidió; en una
de sus cartas al emperador Carlos V, que enviara frailes para la evangelización de los indios,
pues realizarían una obra más efectiva que los clérigos, cuyas costumbres un tanto
licenciosas podían causar un escándalo a los indios acostumbrados a la conducta respetable
de sus sacerdotes.
LOS FRANCISCANOS
Los tres primeros frailes enviados a Nueva España fueron franciscanos: entre ellos vino Fray
Pedro de Gante (que a pesar de tener sangre noble, pues se dice que era hermano natural del
emperador Carlos V) vino a dedicar su vida a la evangelización y defensa de los indios. Fundo
Fray Pedro de Gante, en la ciudad de Texcoco, la primera escuela que hubo en Nueva
España y en América, logró que se construyeran gran numero de iglesias y enseño a los
aborígenes a fabricar imágenes y oficios como la carpintería.
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El año de 1524 llegaron otros doce franciscanos encabezados por Fray Martín de Valencia
nombrado”custodio de la Provincia del santo Evangelio, en las tierras de la Nueva España y
Yucatán”. Entre los doce frailes venía Fray Toribio de Benavente, quien, al llegar a estas
tierras de América, cambio su nombre por el de Motolinía, que en idioma Náhuatl quiere decir
pobreza, pues los indios al verle pasar tan humilde, clamaban “Motolinía, Motolinía”.
Desembarcaron en Veracruz, y descalzos hicieron el recorrido hasta Tlaxcala. Al llegar a la
ciudad de México fueron recibidos con grandes muestras de respeto por los poderosos
conquistadores., quienes salieron a recibirlos figurando entre ellos Hernán Cortes y Pedro de
Alvarado, lo que hincando la rodilla en tierra besaron sus pobrísimas ropas. Esto causaba
gran extrañeza a los indios acostumbrados a la fuerza y altanería de los españoles.
Se dividieron en grupos con el fin de hacer sus predicaciones desde diversos lugares:
Texcoco, Tlaxcala y Huejotzingo fueron los centros principales, quedando Fray Martín de
Valencia en la ciudad de México.
Los franciscanos se extendieron por toda la Colonia y su influencia fue general en el país. LOS
DOMINICOS
Los primeros dominicos arribaron a playas de Nueva España en el año de 1526, siendo
también doce frailes a las órdenes de Fray Tomas de Ortiz.
Fueron estos muy bien recibidos por los franciscanos, mas como enfermaron algunos y
murieron otros, Fray Tomas de Ortiz tomo esto como pretexto para regresar a España,
dejando en su lugar a Fray Domingo de Betanzos.
En realidad el fraile deseaba ir a España para informar de lo que en la Colonia acontecía, y
para alejarse un tiempo de estas tierras en donde sus intervenciones en cuestiones políticas
habían provocado disgustos entre Cortes y los representantes del Gobierno. Los dominicos
se negaban a venir a las tierras descubiertas, alegando que eran insalubres y muy
peligrosas. Carlos V tuvo que hacer gestiones para que se trasladara a Nueva España otro
grupo de frailes de esta orden. Se establecieron principalmente por los Estados de Oaxaca y
Chiapas.
LOS AGUSTINOS
Los agustinos llegaron a la Colonia más tarde (1533), pero a pesar de ello influyeron
grandemente en la conversión de los indios.
Su influencia fue definitiva en Michoacán, Guerrero, la Huasteca, Guanajuato y Querétaro.
LOS JESUITAS
En el último cuarto del siglo XVI se establecieron en Nueva España los jesuitas; se dedicaron
de manera exclusiva a la enseñanza, estableciendo colegios. Regentaron también las
misiones de Sonora, Arizona, las dos Californias, extendiéndose su influencia en una vasta
zona, hasta el momento de su expulsión. Otras congregaciones religiosas, vendidas con
posterioridad, tuvieron fines completamente específicos como redimir cautivos, prestar
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servicio en hospitales, etc. También se establecieron conventos de monjas que tenían sus
reglas y tenían que vivir recluidas.
CONSTRUCCIÓN DE CONVENTOS
Pasados los primeros años en que los frailes, cumpliendo con sus reglas, vivieron de la
caridad y pasaron miserias y grandes sufrimientos, se propusieron levantar edificios para sus
comunidades e iglesias para el culto, comenzando a construirlos tan suntuosos y ricos que
demandaban gran cantidad de sacrificios de los indios, ya que eran ellos los que tenían que
aportar dinero y trabajo.
En los lugares muy apartados y en los lugares muy pequeños se levantaron grandes iglesias
y conventos de riqueza deslumbrante. Los indios eran llevados por la fuerza a trabajar en las
construcciones sin pagarles un centavo; otras veces se les obligaba a comprar materiales de
construcción. Si morían a causa del excesivo trabajo, se traían a otros que los suplieran sin
que esto tuviera la menos importancia. El siguiente fragmento de una carta que el arzobispo
Montufar dirigió al Consejo de Indias, hace conocer hasta que grado se explotaba a los
indígenas y la falta de escrúpulos de los frailes. “En lo que toca a las obras de los
monasterios, van tan soberbias en algunas partes y donde no ha de haber dos o tres frailes, que
para Valladolid sobrarían; y hecha una casa, otro fraile que viene, si le parece derribarla y
pasarse a otra lo hace, y no tiene en nada un religioso emprender una obra nueva que cuesta
diez o doce mil ducados, que diciendo y haciendo todo es uno.
“Dos obras eh visto ahora hechas en un monasterio que una tendrá un costo de ocho o diez mil
ducados y la otra poco menos; cada una de ellas se comenzó y acabo dentro de un año, a costa
de dinero y sudor y trabajo personal de los pobres indios”.
Se cuenta que en un pequeño pueblecito existían tres conventos para una misma orden, uno
de humilde apariencia, otro muy suntuoso, pero como a uno de los frailes le parecía que otro
lugar del pueblo era más apropiado para erigirle convento, ordenó que se construyera otro en
su lugar y se destruyera el anterior. Los altares, instrumentos de música y toda clase de
ornamentos para el culto, eran muy ricos y muy costosos. Había, además, gran cantidad de
servidumbre indígena en los conventos; esta pobre gente realizaba toda clase de trabajos sin
percibir ningún sueldo; en la mayoría de las ocasiones sin que se les diera ni siquiera la
comida.
Fueron muy grandes la dificultades con las que tropezaron los primeros misioneros para
realizar su cometido, pues no conocían el idioma y los indios estaban agobiados bajo el peso de
la enorme tarea de reconstrucción de la ciudad. Mientras aprendieron los rudimentos de la lengua
trataron de hacerse entender por medio de señas, figuras y visajes; los indios los rodeaban
mirándolos con extrañeza, pensando posiblemente que eran locos, aun cuando se dice que
lograron conversaciones en esta forma.
Por otra parte, la enseñanza religiosa adoleció de muchos defectos; los indios no siempre
entendieron el fondo moral ni el espíritu de la nueva religión. Obligados por el miedo a los
terribles castigos, por la necesidad de una idea de sostén dentro del derrumbe total de todas
sus creencias y valores, y por ser la religión del vencedor, aceptaron una creencia que los
atraía con sus ceremonias espectaculares, que no comprendían y que practicaban sin darle
sentido alguno. Hasta nuestros días muchos indios son verdaderos idolatras dentro de su
religión.
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Los frailes derrumbaron templos, monumentos y todo lo más valioso de una civilización fuerte
y pujante. Por medio del fuego purificaban lugares donde existían templos indígenas, y se
ahuyentaban a los demonios. Los ídolos, los códices, las pinturas eran arrojadas a
hornazas, se derrumbaban los oratorios para levantar templos cristianos; en estas obras de
destrucción colaboraban niños indígenas ya educados en la fe de Cristo. Cuentéese que en
una ocasión un grupo de muchachos dio muerte a un sacerdote indígena que, cubierto con
sus antiguos ornamentos, tuvo la audacia de esperarlos a la salida de la parroquia, donde
les enseñaban la doctrina, para hablarles de la fe de sus mayores y de la conveniencia de
que volvieran a ella.
Hay que hacer notar, sin embargo, que los datos más valiosos desde el punto de vista
histórico, de los pueblos precortesianos, fueron conservados por algunos frailes que vinieron a
estas tierras inmediatamente después de la Conquista.
LA EVANGELIZACIÓN DE LOS INDIOS
La tarea evangelizadora se realizó en diferentes formas. Lo más importante de la doctrina
cristiana se tradujo a los principales idiomas indios, y se enseño a los niños en cantos que
estos repetían en los atrios de las iglesias hasta que las aprendían los adultos.
Se escribieron las principales oraciones en jeroglíficos para facilitar su comprensión a los
naturales. Sustituyeron sus templos y sus ídolos por iglesias e imágenes cristianas y
aprovecharon las danzas y festividades indígenas, dándoles un sentido nuevo, procurando que
la enseñanza de la religión importada fuera completamente objetiva, con este fin se
organizaban procesiones. Para las grandes ceremonias, y siendo imposible que la
muchedumbre cupiera dentro del templo, se utilizaban los atrios a un lado de los cuales
había una capilla abierta para que la ceremonia pudiera ser presenciada por todos los ahí
reunidos. También se hacían representaciones sencillas con temas religiosos; esta especie de
teatro fue muy gustado por los aborígenes.
Los días en que era una obligación oír misa, los caciques levantaban a los indios en las
primeras horas de la madrugada, hasta el atrio de la iglesia, contándolos para tener la
seguridad de que estaban todos. Ahí, de rodillas, oraban hasta que se abría el templo. Si
alguno faltaba, se le daban doce azotes en la espalda. Se cuenta que Hernán Cortes a fin de
hacer comprender a los indios que todos estaban obligados a oír misa, se abstuvo de hacerlo en
una ocasión, de acuerdo con los clérigos y estos le dieron doce azotes en medio del templo,
ante los indios asombrados.
Más no todos fueron medios apostólicos para la conversión: los frailes a veces usaban, a
veces, castigos durísimos: azotaban y encarcelaban a los indios, los martirizaban y los
obligaban
a hacer tareas extenuadoras. En muchas ocasiones el Papa y las altas
autoridades eclesiásticas españolas, aconsejaron moderación en este capítulo.
La tarea evangelizadora resulto algunas veces un verdadero martirio para los frailes, como
aconteció con Fray Juan de Padilla y al lego Luis de Escalona, quienes fueron sacrificados
bárbaramente al tratar de catequizar a los indios de Quiviria. A Fray Luis de Cáncer y a cinco
frailes dominicos los indios de Florida des dieron muerte, desollándolos después y colocando su
piel y cabezas en la habitación de uno de los caciques. El fraile Cornelio Bendin de la
Compañía de Jesús, comisionado para establecer una misión entre los indios tarahumaras, fue
muerto por estos y quemada su capa.
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FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS
Por el fervor que puso en la defensa de los indios, por el esfuerzo que realizó para mejorar la
miserable condición de los conquistados, debemos mencionar de manera especial a Fray
Bartolomé de las Casas, llamado el Padre de los Indios. Gracias a las gestiones hechas por
el ante los Reyes Católicos y el Papa, se libero a los indios del trabajo de las minas,
importándose negros que eran más resistentes. De sus protestas y de sus gestiones se
tomaron gran parte de las Leyes Indias. Se opuso con toda la fuerza que le daba su
convicción y la seguridad de la justicia de si causa a la esclavitud del indio; sus principales
argumentos los encontramos expresados en la celebre disputa con el doctor Sepúlveda, que
sostenía que la esclavitud del indio era legal y a quien convenció públicamente. Al fin de su
vida escribió un libro en el que sostiene que la conversión del aborigen sólo puede hacerse
atrayéndolo con dulzura, y dándole ejemplos de verdaderas virtudes cristianas. Su obra
histórica es una condenación de los procedimientos de los conquistadores.
DON VASCO DE QUIROGA
La obra de don Vasco de Quiroga, obispo de Michoacán, es en América el primer ensayo de
socialismo que se realiza después de la Conquista. Se inspiro en las ideas de Tomas Moro,
expuestas en su libro llamado utopía en el que se describe una sociedad ideal. Fundo,
primero cerca de la ciudad de México y de después en Michoacán, hospitales para los indios.
Los manejaba un director nombrado por el obispo y una junta que escogían los padres de
familia. Se sostenían con sus propios recursos, pues los asilados trabajaban los campos de
labor que pertenecían a la institución, y cuidaban que se multiplicara el ganado anualmente,
separada la parte que era necesaria para los gastos del hospital, el resto se repartía
equitativamente entre los que habían trabajado. El edificio contaba con un cuerpo central en
el que estaban los enfermos y vivían los dirigentes y empleados de categoría; lo rodeaban
las casas para familias pobres, la escuela y las estancias para siembra y ganado. Se asegura
que fue don Vasco de Quiroga quien distribuyo en Michoacán, el trabajo por pueblos, como
subsiste hasta la fecha, y para que mejor cambiaran sus productos se hacía el mercado una
vez a la semana en cada pueblo. Posiblemente esta organización la tomo el obispo de las
costumbres de los pueblos precoloniales. Esta obra desapareció con su iniciador.
EL REAL PATRONATO
Con el fin de conseguir la superioridad del poder real sobre el de la Iglesia, los reyes
españoles consiguieron del Papa Alejandro VI les reconociera el derecho, a perpetuidad, de
cobrar los diezmos de todas las tierras conquistadas en el Nuevo Mundo, así como proponer
personas para los pueblos de obispos, señalar el sitio en el debían levantarse las iglesias,
conventos, hospitales y limitar la jurisdicción de las diócesis. Además, toda bula papal tenia que
pasar por la censura del Consejo de las Indias. Los reyes fueron, efectivamente los jefes de la
Iglesia de América.
LUCHAS ENTRE EL CLERO REGULAR Y EL SECULAR
Llámese clero regular a los frailes que tenían que vivir recluidos en un convento según reglas
rígidas y clero secular a los sacerdotes que tienen a su cargo la administración de los
sacramentos y que pueden vivir en el siglo es decir fuera de los conventos y entre la gente.
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Los primeros obispados fueron el de Tlaxcala y el de México agregándose después los de
Oaxaca, Chiapas, Guadalajara, Yucatán y Durango. El año de 1545 el obispado de México fue
hecho arzobispado.
Cuando se erigió en diócesis la Nueva España, los obispos tuvieron grandes dificultades
para limitar el poder omnímodo de los frailes que se negaban a permitir la entrada a los
clérigos en su jurisdicción, aun cuando hicieran falta, para atender los asuntos religiosos.
Esta lucha entre el clero recular y el secular provoco en ocasiones verdaderos tumultos y
rebeliones poniéndose de manifiesto el gran poder de las órdenes religiosas y la defensa que
hacían de sus intereses, pues no era el celo apostólico el que los obligaba a no permitir que
les fuera arrebatado el señorío espiritual adquirido, sino que de acuerdo con el Real Patrono,
el diezmo era del rey; pero éste dejaba una buena parte a lo prelados, para el sostenimiento
del culto y la construcción de iglesias y conventos; esta era una de las causas que más
alentaba la lucha.
En le año de 1569 los clérigos, por cuestión de jurisdicción, trataron de impedir que los
franciscanos realizaran las ceremonias acostumbradas con motivo de la Asunción. Los indios
hicieron causa común con los frailes y a pedradas corrieron a los clérigos.
Por los años 1644-45 el obispo de Puebla, don Juan de Palafox y Mendoza, ataco
abiertamente a los jesuitas con motivo de un viejo litigio que seguía su obispado por la
posesión de una hacienda que había sido cedida para la fundación de un colegio en
Veracruz. Esto, unido a pequeñas faltas de atención de los jesuitas para el obispado a quien
no habían visitado durante su enfermedad, ni lo habían convidado al jubileo, provoco un
positivo distanciamiento que se acrecentó cuando ambos contendientes usaron el pulpito
para atacarse mutuamente. El obispo prohibió a los jesuitas que predicaran, y como a pesar
de esto lo hizo uno de ellos, el de Palafox los excomulgo. Los jesuitas de México nombraron
jueces que fallaron el caso, pero el obispo desconoció la autoridad de estos. Entonces los
jueces se trasladaron a Puebla para obligar al rebelde a obedecer; esto exaltó aun más lo
ánimos, y el obispo excomulgo a los jueces y pronuncio un sermón candente que provoco las
iras del pueblo, quien pretendió incendiar los colegios jesuitas. En España los altos miembros
de la orden habían hecho labor en contra del obispo, ante el rey y éste le suspendió en sus
funciones ordenándole volviera a España. Aun cuando don Juan de Palafox logró ser
absuelto en el juicio de residencia que se le seguía, y que el Papa fallara a su favor, murió
abandonado en Osma donde le había confinado el rey. En éste un claro ejemplo del poder de
la compañía de Jesús.
CONCILIOS
Al grupo de eclesiásticos que se reúnen para discutir problemas referentes a la fe, al culto y a la
propia organización de la iglesia, es a lo que se le llama concilio.
En Nueva España se reunieron concilios en diversas épocas con el fin de solucionar los
múltiples problemas que surgieron de la cristianización de los indios, y de las divergencias
entre el clero regular y el secular
En el primer concilio, al que asistieron entre otros don Vasco de Quiroga obispo de
Michoacán, se tomaron interesantes acuerdos en relación con la forma de tratar a los indios y la
limitación de la autoridad de los frailes.
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Más importante es el segundo concilio, reunido el año de 1565, en el que se discutieron los
siguientes problemas: admitir o no las conclusiones del Concilio, murió en Uruapan don
Vasco de Quiroga que tanto había trabajado por la conversión de los indios. Al finalizar los
trabajos se pidió a la Audiencia su apoyo y respaldo con el fin de que en Nueva España se
cumpliera lo dispuesto en Trento en los siguientes capítulos: que los jueces del fuero no
siguieran causas contra los religiosos; que los clérigos no fueran llamados a comparecer en
la Audiencia; que se les dieran buenos salarios a los clérigos que residían en los pueblos;
que los indios diera a la iglesia tributos; que se aumentara el salario de dos pesos a los
servidores de las iglesias; que no se quitaran a los”mazeguales”sus tierras para que pastaran
los ganados de los españoles; que los indios que tuvieran que trabajar en obras de
mejoramiento y construcción de la ciudad fueran de los pueblos cercanos y se les pagara el
viaje de ida y vuelta, y que los tributos que los indios pagaran al rey y a los encomenderos
fuera de lo que ellos cultivaran y no de productos que tuvieran que adquirir.
El tercer Concilio se reunió en el año de 1585, con gran aparato y presidio por Pedro Moya de
Contreras y numerosos obispos. Es por demás curioso el contraste que el inquisidor que
representaba todos los horrores del Santo Tribunal hacía con el ambiente del concilio en el que
se luchaba por mejorar las condiciones de explotación, miseria y humillación en que vivía el indio.
Las conclusiones fueron tan favorables a los indígenas que encontraron franca oposición
entre el mismo clero y los españoles; ah pesar de ellos fueron aprobadas por el Papa por el
Consejo de las Indias.
A propósito de las nuevas leyes, dadas a conocer en México por el Visitador especial don
Francisco Tello de Sandoval, el año de 1544, que amparaban legalmente al indio, hubo
descontento no sólo entre los colonos españoles sino también en las congregaciones
religiosas.
Los dominicos, que se habían distinguido por el valor con que habían defendido la legalidad de
los derechos del indígena; al conocer las leyes, las acataron y declararon que era preciso que
subsistieran las encomiendas, porque de esa manera los españoles se hacían ricos y podrían
sostener los principios religiosos y el culto, pues las iglesias, contando únicamente con los
indios, se quedarían sin limosnas y no podrían sostenerse. Además, los indios eran flojos por
naturaleza y no tenían ambiciones; por tanto no trabajarían y esas tierras se quedarían
pobres y sin religión.
Los franciscanos se opusieron también a las leyes que habían sido elaboradas tomando en
cuenta las repetidas protestas de los frailes y las sugestiones del padre Las Casas. Ellos
pedían que:”siendo los españoles cristianos y murallas de fe, son menester en la tierra para
amparar y defender en lo que conviene al patrimonio real de Castilla”. Por tanto, debían
subsistir las encomiendas y pedían al rey autorización para que fueran las autoridades de la
Colonia las que interviniera en la solución de ese problema. Como se ve por lo expuesto, los
frailes trataron de defender sus intereses en absoluto la condición del indio que era para ellos un
medio de explotación.
LA INQUISICIÓN
ANTECEDENTES HISTÓRICOS
Al iniciarse el siglo XIII, como una protesta contra el lujo y
licenciosas costumbres en el seno de los conventos, se multiplicaron los brotes heréticos en
toda Europa, distinguiéndose entre ellos el de los albigenses. El Papa Inocencio III organizó
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una cruzada en su contra dispuesto a terminar de forma definitiva con ellos. Domingo de
Guzmán fue el encargado de organizar las misiones que se establecían después en toda la
región herética. Era de intachable conducta y elocuencia apasionada intransigente y fanático.
Sus palabras distaban mucho del amor cristiano:”...deja caer tus manos sobre ellos Señor,
castígalos para que con el sufrimiento despierte su inteligencia”. En ellas iba el germen de la
Inquisición.
Para perseguir la herejía en toda Europa, el Papa nombro tres obispos jueces que presidían tres
tribunales ambulantes que tenían el derecho de perseguir, juzgar y castigar herejes. Fue tan
grande el empeño que estos pusieron al realizar su labor, que un gran número de
personas murió en la hoguera como resultado de sus acusaciones. Los castigos que se
imponían podían ser de la excomunión y la confiscación de los bienes, hasta la pena de
muerte en la hoguera y el anatema sobre el apellido
Estos tribunales fueron el antecedente de la Inquisición.
Domingo de Guzmán fundó una orden mendicante que se llamó de los dominicos y ala que por
regla general se encomendaron los tribunales de la mal llamada Santa Inquisición
Bajo el reinado de Felipe II la Inquisición cobró poderío en España por el apoyo decidido que le
dio el rey con objeto de evitar la propagación de la Reforma en su reino. De ahí paso a Nueva
España.
LA INQUISICIÓN EN NUEVA ESPAÑA
El primer nombramiento de inquisidor de las tierras
descubiertas y de todas las que le fueran más tarde, recayó en Fray Pedro de Córdoba que
residía en la isla española, y quien a su vez nombro Comisario de la inquisición en Nueva
España, a Fray Martín de Valencia a su paso por la isla. Parece que el fraile no hizo uso de estas
facultades. Posteriormente Fray Juan de Zumárraga proceso a un indio principal de Texcoco
acusado de idolatría y fue condenado a morir en la hoguera. Conocido el hecho por el inquisidor
principal de España, se le llamó severamente al padre Zumárraga, indicándole que con los
nuevos cristianos se debía tener mayor indulgencia y cuidar de no asustarlos. También
debemos recordar al terrible auto de fe celebrado en Maní, Yucatán por Fray Diego de Landa, y el
castigo que se impuso al cacique de Tehuantepec, Cosijospi, por haber vuelto al culto idolátrico
después de haber sido cristiano.
A don Francisco Tello de Sandoval se le dio autorización para seguir juicios y castigar toda clase
de delitos contra la fe; pero seguramente por los grandes problemas ocasionados al dar a
conocer las nuevas leyes indias, no ejerció su papel de inquisidor, y no fue sino hasta el 4 de
noviembre de 1571 que se estableció de manera definitiva la Inquisición en Nueva España,
con gran solemnidad.
Los indios quedaron fuera de intervención de este tribunal y sus faltas eran de la
incumbencia absoluta del arzobispo o de los obispos.
SISTEMAS USADOS POR EL LLAMADO SANTO TRIBUNAL
Las denuncias se aceptaban
sin limitación; los mismos niños eran estimulados para que fiscalizaran y acusaran a sus
padres. Se procedía contra acusados con procedimientos secretos; la reo no sabia quien lo
acusaba, ni de que, no podía ver los rostros de los testigos de cargo ni tenia derecho a
nombrar defensor ni siquiera conocer los nombres de los acusadores. El tormento era el
medio de prueba usado para que confesaran sus culpas. La confiscación de sus bienes era
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inmediata, y parte de ellos pasaba a los inquisidores. Una vez condenado el reo, pasaba la
sentencia a la autoridad laica; la que efectuaba los castigos.
Se podía sentenciar a un muerto o a un ausente en el primer caso se quemaban los huesos y se
confiscaban sus bienes; en el segundo se quemaba su efigie.
La ceremonia que procedía a la muerte era llamada auto de fe.
Los condenados llevando las insignias de su delito, recorrían las calles de la ciudad para ir al
quemadero. Vestían al Sambenito (especie de túnica sin mangas de color amarillo) llevaban en
la mano una vela pintada de verde y una soga al cuello.
La inquisición en Nueva España tenía intervención en el arzobispado del que dependía los
obispados de Nueva Galicia, Oaxaca, Tlaxcala, Michoacán, Chiapas, Yucatán, Guatemala,
Verapaz y las Islas Filipinas
LUCHA ENTRE EL PODER CIVIL Y LA IGLESIA
En el año de 1530 fue sacado del convento de san francisco por orden de la audiencia el
clérigo Cristóbal de Angulo y García y de Llerena que había buscado asilo en ese lugar
indignado por esta falta de respeto al poder de la Iglesia el Obispo Zumárraga al frente de gran
numero de clérigos, se dirigió a la cárcel, y rompiendo la puerta trató de poner en libertad al
cautivo. El oidor Delgadillo lo impidió por medio de la fuerza armada.
Zumárraga excomulgó a los oidores, y éstos, a pesar de ello mandaron descuartizar a
Angulo. El obispo puso a la ciudad en entredicho.
Este fue el principio de una serie de dificultades y conflictos entre el poder civil y el clero.
En el año de 1622 llegó a la Colonia el marqués de Gálvez para hacerse cargo del virreinato: era
el nuevo virrey hombre honrado, de gran voluntad, deseoso de poner límite a las relajadas
costumbres y hacer que su gobierno se basara en la justicia y la moral.
Más poner coto al voraz deseo de enriquecimiento, y limitar la explotación despiadada de
oidores, españoles y de la Iglesia, era cosa casi imposible. Además, el nuevo virrey aunada,
a sus grandes cualidades, ingenio vivo y dominante que lo hacía imprudente e impetuoso.
El arzobispo de México era don Juan Pérez de la Serna, de carácter altivo, celoso de su
autoridad, inflexible e intolerante. Gustaba de inmiscuirse en asuntos ajenos a su cargo por lo que
había tenido choques con la Audiencia.
Apenas tomo posesión del nuevo virrey, se le dieron informes del prelado; el maques de
Gálvez tuvo el poco acierto de hacerles conocer lo que de el se decía: se le acusaba de
supeditar la devoción a intereses monetarios, pues aceptaba regalos de curas y personas que
tenían negocios en el arzobispado, como de tener una carnicería en su domicilia y vender la
carne más cara que en el mercado.
El arzobispo, grandemente humillado, formo un partido en contra del virrey, y esperaba
oportunidad para atacarlo. Pronto encontró el pretexto; se acusó a Melchor Pérez de Varaiz
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que tenía dos puestos incompatibles: Alcalde Mayor del pueblo de Mextepec y Corregidor de la
ciudad de México, de arreglos ilícitos y de explotaciones en su jurisdicción.
El virrey ordenó se le siguiera proceso y pidió al Consejo de Indias se le iniciara juicio por
aceptar empleos incompatibles.
Como se dictara orden de prisión en su contra, Pérez de Varaiz se refugio en el convento de
Santo Domingo. El delincuente que se refugiaba en un templo o convento no podría se hecho
prisionero pues quedaba amparado por la Iglesia.
Para evitar que se refugiara, el virrey ordenó se enviaran guardias que vigilaran el
monasterio. El arzobispo se alió con el prófugo preparando planes para atacar al marqués de
Gálvez, y publicó censuras contra los jueces, a quienes excomulgo. Estos se quedaron de la
Serna pidió al escribano Cristóbal de Osorio que le mostrara los autos; como Osorio se
negara lo amenazo con la excomunión comunicándoselo por medio del notario del
arzobispado, José de los Reyes, quien llegó acompañado de frailes armados que provocaron
un positivo escándalo tratando de entrar por la fuerza hasta la sala de la Audiencia.
El virrey, entonces, condeno al notario José de los Reyes al destierro. Esto provoco un
enorme disgusto en el arzobispo quien exigió al virrey que pusiera en libertad al notario, y
como no lo consiguiera, comenzó a atacar abiertamente al virrey. Todos los que intervenían en la
causa seguida a Variz fueron excomulgados lo que provoco mayores dificultades y un gran
malestar.
Se pidió entonces al obispo de Puebla, que por la bula del Papa Gregorio XIII era juez
apostólico en Nueva España, que pidiera a Pérez de la Serna levantara la excomunión y
borrara los nombres de los excomulgados de las tablillas acusadoras que estaban en las
puertas de los templos. Se envió a un sacerdote dominico a que absolviera a los castigados y
borrara los nombres de las tablillas, y el arzobispo se negó a obedecer, oponiéndose, por
cuantos medios estaban a su alcance, y con positivo furor se apresto a la lucha. Una noche
las campanas de tosas las iglesias hicieron conocer a los habitantes de la ciudad de México
que estaba entre dicho. Plazas y calles se llenaron de gente ansiosa de conocer la causa de
tan grande calamidad, y con verdadera angustia y gran disgusto achacaban al virrey aquel
castigo.
Como se tratara de hacer efectiva una multa que el enviado del obispo de puebla le impulso
al arzobispo por negarse a acatar sus órdenes, éste se dirigió a ver al virrey, aparentemente
de incógnito, pero haciendo que el pueblo siguiera, lo que provoco terribles escándalos, pues
el arzobispo se negaba a abandonar el palacio virreinal hasta que se le hiciera justicia. Como
la sublevación creciera por momentos y la actitud del pueblo fuera amenazante, el virrey y los
oidores le aplicaron la pena e destierro que podía conmutarse por multa de cuatro mil
ducados; pero el arzobispo no se amilanó, contestando con gran altanería. Entonces se hizo
efectiva la pena y el arzobispo fue metido por la fuerza en una carroza; en medio de los
insultos de la multitud lo sacaron de cuidad y lo llevaron hasta Teotihuacan desde donde
lanzo excomunión en contra del virrey y de los Oidores y de los que sacaron de la ciudad.
Algunos oidores, quizá arrepentidos, revocaron la orden de expulsión, y el virrey los puso
presos. El pueblo se sublevo y el marqués de Gálvez mando que la tropa atracara a los
sublevados que estaban reunidos en la plaza mayor. El pueblo aumento su furor y comenzó
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a apedrear el palacio pidiendo se pusiera en libertad a los oidores, lo que el virrey se vio
obligado a hacer.
La audiencia, entonces, desconoció la autoridad del virrey y nombro un capitán
tomo en sus manos las riendas del gobierno.
general que
El palacio virreinal fue incendiado, el Márquez de Gálvez tuvo que salir disfrazado y retraerse
en el convento de San Francisco mientras tanto, regreso con un gran aparato y solemnidad
el arzobispo que había sido avisado de lo que acontecía en la ciudad. La audiencia y el
arzobispo escribieron serios memoriales al rey con el fin de hacerle conocer los hechos,
haciendo aparecer al virrey como un hombre sin escrúpulos que abusando de su autoridad
había provocado grandes disturbios tratando de justificar la responsabilidad que le
sobreviniera por su participación en los acontecimientos. El virrey, en cambio, refugiado en el
convento y perfectamente vigilado, no podía informar a la corona de lo sucedido.
El rey nombro un nuevo virrey y un visitador y juez para que averiguara la verdad de lo
acontecido y castigara a los culpables.
Era imposible que se hiciera justicia en este caso; el número de culpables era crecidísimo. El
causante de todo, el arzobispo. Las ideas integrantes de la época le daban inmunidad, por que
para el pueblo el representaba a la religión, y esta era invulnerable; además, estaban
involucrados grandes intereses en la contienda. El visitador Martín Carrillo comprendió que el rigor
provocaría nuevos disturbios y el deseo de defensa nueva lucha.
El acuerdo completo con el que trabajaba el nuevo virrey y el visitador, y la practica de
retraimiento observaba por el arzobispo asustados de su obra trajeron la tranquilidad a la
Colonia.
Otro episodio de esta lucha tenaz entre el virreinato y el clero fue lo ocurrido entre el obispo
de puebla don Juan de Palafox y Mendoza, y el virrey don Diego López Pacheco, Duque de
Escalona que fue acusado de infidelidad al Rey, siendo nombrado para substituirle el de
Palafox, quien, para dar el golpe definitivo a su enemigo, ocultamente se hizo reconocer
como virrey, llamado a muy altas horas de la noche al arzobispado de México, a los
miembros de la audiencia al escribano y a las personas distinguidas de la ciudad. En la
madrugada se hizo conocer su situación al Duque de Escalona y en este retiro al convento
de Carmelita de Churubusco donde permaneció algunos días, pasando después a San
Martín Texmelucan donde estuvo tres meses después de los cuales se embarco para
España.
El obispo entre tanto, había mandado informaciones falsas al rey y al Consejo de Indias;
había confiscado los bienes del virrey, sus alhajas sus muebles y todas sus pertenencias las
había vendido en subasta publica.
El Duque logró que el rey le hiciera justicia y que le repusiera en su puesto pero prefirió
aceptar el virreinato de Sicilia.
Poco duro Palafox en el puesto del virrey, pues unos cuantos meses después llegó el conde de
Salvatierra a hacerse cargo del virreinato.
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EXPULSIÓN DE LOS JESUITAS
El poder enorme que la Compañía de Jesús había alcanzado tres siglos después de su
fundación, se basaba en sus incalculables riquezas, en la preparación perfecta de todos sus
miembros, en su completa unificación lograda mediante su organización casi militar basada en la
obediencia ciega y absoluta, la idea arraigada de que es lícito y meritorio todo lo que se haga por
el interés de la compañía, y el estudio minucioso de las aptitudes individuales con el fin de
aprovechar todas las energías del hombre en un sentido determinado, hicieron poderosa,
temible y funesta a la Compañía de Jesús.
Lo cierto es que el Papa, los reyes y los poderosos temían su fuerza. La publicación de
teorías que atacaban la infalibilidad eclesiástica o el poder temporal, atrajeron sobre los
jesuitas el odio de los poderosos unidos a la gran envidia por sus riquezas y su ciencia.
Fue Portugal el primer país europeo que decretó la expulsión de los jesuitas en 1759,
acusándolos de propagar ideas alarmantes en sus colonias, de oposición al Gobierno y de
haber intentado asesinar al rey.
En 1764 Francia decretó su expulsión. Comprendiendo los jesuitas el gran peligro que les
amenazaba, usaron de todos los medios a su alcance con el fin de lograr el apoyo del Papa.
En el año de 1766, bajo el reinado de Carlos III, se acusó a los jesuitas de sublevar al pueblo
español en contra del rey, pues éste había propuesto obligar al clero a contribuir a la
realización de mejoras en todo el reino, y a limitar el gran poder eclesiástico reprimiendo la
Inquisición. Además, el rey descubrió que los jesuitas usurparon el poder en Paraguay, y
recibió las quejas de las iglesias de Indias que acusaban a la Compañía de Jesús de
haberles quitado sus diezmos. Como, por otra parte, estaba seguro que la congregación de
Loyola sería siempre el obstáculo mayor con que tropezaría su Gobierno, decretó la
expulsión de los jesuitas en 1767.
Toco al virrey, marqués de Croix, hacer efectiva esa orden en Nueva España.
Con todo sigilo hizo los preparativos, apostando tropas en lugares estratégicos con el fin de
evitar levantamientos, pues los jesuitas eran grandemente considerados y respetados en
estas tierras, ya que a su cargo había estado por mucho tiempo la educación del país.
Entre los expulsados salieron positivos valores en ciencia y literatura como el historiador
Francisco Javier Clavijero, el poeta Francisco Javier Alegre y el filósofo Benito Díaz de
Gamarra.
Su expulsión hizo que se clausuraran veinticinco escuelas de enseñanza superior y quedaran
abandonadas las misiones del norte del país.
El pueblo hizo copias, pasquines, romances y caricaturas conteniendo ironías que atacaban
abiertamente la medida real en contra de los jesuitas. En algunas regiones apartadas de la
Colonia hubo levantamientos que fueron reprimidos por la fuerza. Los bienes de la
Compañía, que eran cuantiosos, fueron confiscados y pasaron a poder de la Corona.
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RIQUEZA ECLESIÁSTICA
Al finalizar el periodo colonial, la Iglesia poseía riquezas incalculables, amortizadas a través de
tres siglos de dominio, por concepto de recaudaciones eclesiásticas, diezmos, primicias,
limosnas y usurpaciones de tierras, legados cuantiosos, préstamos con réditos usuarios,
hipotecas, etc.
El historiador Lucas Alamán asegura que al finalizar el siglo XVIII, la mitad de los capitales y de la
propiedad urbana y rural en Nueva España pertenecía a la iglesia. Sólo por concepto de rentas el
clero recaudaba, en la capital del virreinato. “un millón setenta mil pesos”.
BIENES DE MANOS MUERTAS.- Se llama así a la riqueza que no produce, el dinero que no
circula. Esta era la condición de la cuantiosa fortuna eclesiástica que se hallaba estancada. El
clero no tenía el menos interés de mejoras y aumentar su producción agrícola, ni menos
aventurar sus riquezas en inversiones; por eso no incrementaba la industria.
Los bienes de la Iglesia crecían ilimitadamente, amenazando con acaparar toda la gran
riqueza de Nueva España. Ni la independencia de México fue suficiente para poner un límite.
Todavía en el México ya libre, la Iglesia siguió poseyendo grandes capitales y fincas. Basta
considerar las iglesias, conventos y casas que tenían en ciudades como México, Puebla,
Querétaro, Guadalajara, Morelia, etc., para ver su gran poderío., Fue necesario el gran
movimiento de la Reforma que vino a desamortizar los bienes del clero para ponerlos en
circulación.
COSTUMBRES DE LA NUEVA ESPAÑA.
Las costumbres en Nueva España fueron el resultado de las circunstancias especiales que
siguieron a la Conquista; mezcla de capitales, persistencia de usos precortesianos, gran
autoridad y completa libertad que los españoles tuvieron en la Colonia. El siglo XVI fue
periodo de formación de la sociedad colonial, y es, hasta el siglo XVII, que ella presenta los
caracteres que le son propios.
La riqueza novo hispana era ostentosa; el oro y la plata eran de uso corriente en bandejas,
estuches, marcos de retratos, vajillas, cuchillería, alhajas, miniaturas; en incrustaciones de
muebles, sillas de montar y también en bordado de cortinajes, colchas, gualdrapas, vestidos,
etc.
Los españoles acostumbraban sostener una legión de criados en sus residencias vestidos con
libreas suntuosas; tenían a si disposición gran número de carruajes y de caballos; sus vestidos
de brocados, sedas y tafetanes de mucho costo eran guarnecidos de bordados de hilo de oro,
plata y perlas. En sus habitaciones los muebles de maneras finas tapizados de seda o
incrustaciones de oro, plata o concha nácar, y los cortinajes riquísimos con flecos de oro, ponían
la nota elegante.
Fue tan escandaloso el lujo en la Colonia que Fray Juan de Zumárraga escribían al Príncipe
Felipe: “... hay tan gran desorden superficialidad y vanidad en trajes y atavíos de casas, que ni en
la cámara de la emperatriz vi tantas tapicerías y tantas almohadas de seda”.
Al principio el siglo XVII Fray Tomas Page decía después de su visita a México, que los
caballeros de estas tierras llevaban una vida más lujosa y opulenta que la de la Corte de
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Madrid. Que los artesanos y menestrales, al salir a pasear los domingos, iban tan
lujosamente vestidos como los caballeros.
Durante el siglo XVI los vestidos de hombres y mujeres siguieron la moda española, pero al
inclinarse el siglo XVI se aceptó la moda francesa, lo que obligó a la sociedad a hacer más
derroche y ostentación.
Con el objeto de poner coto al escandaloso y desordenado lujo de la Corte española y de la
Nueva España, Felipe IV expidió un reglamento que establecía condiciones en las
costumbres de aquella sociedad. A continuación anotamos algunos párrafos.
“Ordenamos y mandamos que ninguna persona de cualquier estado, calidad o condición que
sea, no puede traer, entre gentiles hombres, pajes y lacayos, más de diez y ocho personas...
“
“Ordenamos y mandamos que no se puede dorar ningún metal, aun cuando sea plata liza, so
pena de perder la pieza, a menos que sea para el culto. Que no se hagan incrustaciones de oro
en madera u otro material por ser cosa útil y superflua.”
“... que de aquí en adelante no se puede hacer ningún género de bordadura de oro, seda,
plata o hilo, ni en colgaduras, camas, doseles, almohadas, sobremesas, alfombras,
cofrecillos, ni otra cosa alguna de tela de oro o plata, paño, cuero, cañamazo, ni en otro
ningún género de tela.”
En Nueva España los virreyes y arzobispos pusieron ejemplo en este derroche. Cuando el
virrey salía a la calle iba acompañado de un gran séquito, existiendo reglas protocolarias
para que cada uno de sus acompañantes, de acuerdo con su categoría y merecimientos,
ocupara el lugar que le correspondía. En la iglesia, todos los miembros de la clase
privilegiada tenían su asiento especial, rivalizando cada uno en riqueza.
Sin embargo, la perfecta diferenciación entre las dos clases existentes: los españoles y
criollos por una parte, y por otra las castas y los indios; es decir, los ricos y los pobres, sin que
entre ambas hubiera clase media o intermedia, ponía de manifiesto el gran desequilibrio
económico, pues mientras la clase poseedora hacía vida de ostentación, las castas vivían al día
con grandes limitaciones y los indios explotados y miserables no tenían no con que cubrir sus
carnes, comiendo tortilla con chile como único alimento.
MAYORAZGOS
La ostentación de los ricos hacía que grandes fortunas desaparecieran en corto tiempo, y
solamente las reglamentaciones legales de los mayorazgos salvaron los capitales familiares a
través de varias generaciones.
Las leyes de mayorazgo establecían que el capital de una familia lo heredara íntegramente el
hermano mayor, sin que los bienes se pudieran repartir entre los otros herederos, ni se
pudieran vender o enajenar.
Esta institución que en Europa produjo grandes daños por la injusticia que encierra, en
México fue hasta cierto punto benéfica, pues por ellas se salvaron capitales que se habrían
perdido en unos cuantos años, sufriendo con ello la economía colonial.
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FUNDACIONES DE BENEFICENCIA
La disposición de sociedad colonial para establecer instituciones de beneficencia se debió
principalmente a preocupaciones religiosas, a su esplendidez y prodigalidad y no al deseo de
solucionar problemas sociales En la capital de virreinato, en las ciudades de providencia, y hasta
en pueblos de segundo orden, se fundaron hospitales y asilos para menesterosos y ancianos
desvalidos.
Durante el gobierno el virrey Bucareli se fundaron en la ciudad de México el Hospital de
Pobres, el Manicomio de San Hipólito y el Nacional Monte de Piedad, que funciona hasta
nuestros días, prestando dinero por objetos que se empeñan con insignificante intereses.
Había algunos planteles educativos que independientemente de su labor docente pueden ser
considerados como instituciones de beneficencia como el Colegio de las Vizcaínas fundado por
tres benefactores.
PESTES E INUNDACIONES
Las condiciones higiénicas de la ciudad de México fueron pésimas durante el periodo
colonial. Hasta finalizar el siglo XVIII había basureros en lugares céntricos, el agua llegaba a la
ciudad por canales descubiertos por lo que era fácil contaminarse, resultando, por tanto, campo
propicio para la propagación de cualquier enfermedad. A esto se debió que la ciudad fuera
asolada de tiempo en tiempo por las pestes.
En 1736 una epidemia de tifo (matlaltzahuatl) como lo llamaban los indios, cundió por los hoy
Estados de México, Puebla, Querétaro y Guanajuato diezmando a la población; se asegura que
murieron más de doscientos mil habitantes.
No solamente pestes tuvo que sufrir la ciudad sino grandes inundaciones que arrastraban
barrios enteros y que causaban gran número de víctimas, dejando en la miseria a la clase
humilde. Hubo inundación que durara cuatro años. Se pensó entonces trasladar la ciudad a las
lomas de Chapultepec: sólo las obras de desagüe pudieron salvar definitivamente a México
de las inundaciones periódicas. Los primeros intentos para realizar estas obras fueron
hechos por Enrico Martínez notable ingeniero.
SALTEADORES DE CAMINOS
La reparación poco equitativa de la riqueza Nueva España y la explotación de indios y
mestizos provoco, entre otros males, la integración de grupos de salteadores y facinerosos que
hacían intransitables los caminos y obligaban a los habitantes de las ciudades coloniales a
recogerse al anochecer, por temor a los asaltos.
Los viajes se hacían en diligencias, coches amplios en que cabían hasta diez pasajeros y que
eran tirados por varios troncos de caballos. Las diligencias eran fácilmente atacables en los
caminos completamente desiertos y en las encrucijadas; a veces los mismos cocheros
estaban de acuerdo con los bandoleros: quienes detenían el vehículo con las armas listas para
disparar y las caras cubiertas hasta debajo de los ojos.
Con el fin de perseguir a estos salteadores, don Luis de Velasco primer virrey de este
nombre, fundó en la Colonia la Santa Hermandad, tribunal que se encargaba de perseguir a
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los malhechores y que tenia atribuciones semejantes a los que tenia en España. De el
dependían grupos de hombres armados que recorrían los caminos a manera de patrullas. A los
salteadores, que eran hechos prisioneros, se les ahorcaba o descuartizaba después de
habérseles juzgado sumariamente, dejando los cuerpos suspendidos de los árboles en las
orillas de los caminos, para que sirvieran de escarmiento.
Al finalizar el siglo XVI, y casi cumplida su misión, la Santa Hermandad ya no fue necesaria; pero
al quedar los caminos sin vigilancia, tornándose nuevamente inseguros y peligrosos; entonces
se estableció el tribunal llamado de la Acordada con amplísimas atribuciones para perseguir y
juzgar a los salteadores de caminos.
LA NAO DE CHINA
La noticia de la llegada de los galeones de Manila al puerto de Acapulco, encargados de
mercancías, llenaba de regocijo a los hombres y mujeres que se presentaban para la compra de
toda clase de artículo de lujo y chucherías. Este comercio con Filipinas, libre e ilimitado, hacía
llegar a la Colonia mercaderías de China y de Japón y todos los productos de las islas: “seda
cruda, floja y torcida, y toda clase de tejido de seda, telas de algodón, almizcle, estoraque,
ámbar, oro, perlas, marfil, muebles de maderas finas, porcelanas, bronces, objetos de
hueso y de marfil, diamantes, rubíes otras piedras preciosas, y especias como clavo, canela y
nuez moscada.”
Con motivo de la llegada de la nao se hacía en el puerto una especie de feria a la que
concurrían gentes venidas de todos los lugares de la Colonia y de América, pero en especial
comerciantes que transportaban las mercancías y objetos de lujo a lugares distantes. Se
calcula que el cargamento tenía un valor de dos millones de pesos.
ALIMENTACIÓN.
La comida era de lo más variada y también diferenciada. En la alta sociedad persistía el uso de la
comida a la usanza española, aun cuando en el tiempo se fueron introduciendo platos
confeccionados con productos de otras tierras que hicieron típica la cocina mexicana.
Al finalizar la etapa colonial, “ en cada comida se servia inmediatamente después de la sopa, el
puchero compuesto de carnero cocido, carne de res, tocino, aves, garbanzos, calabacitas,
patatas, peras cocidas, verduras y muchos otros vegetales; se servían todos juntos al mismo
tiempo acompañados de una salsa de hierbas y tomates.”
Típico en la sociedad colonial fue el chocolate que el pueblo tomaba en jícara, y los nobles en
finas mancerinas. En los conventos se hacían mil golosinas y potajes que salían para la mesa de
los obispos y de los poderosos. A las monjas de Santa Rosa de Puebla se les atribuye la
invención del mole de guajolote, por más que tiene mucho de indio como su mismo nombre
lo indica.
Entre los indios la comida era frugal: tortillas, chiles y pulque todos los días y, en las fiestas,
carnes y frijoles.
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LEYENDAS
En todas las ciudades y pueblos coloniales se formaron curiosas tradiciones... Querétaro,
Oaxaca, Guadalajara, Guanajuato, etc., guardaban bellísimas leyendas.
Por ejemplo, en la ciudad de México, se conserva la de don Juan Manuel. Se cuenta que este
caballero, celoso por las infidelidades que suponía en su esposa, hizo un pacto
demoníaco, y todas las noches, al dar las once, salía a la calle, y al primer transeúnte que
encontraba le preguntaba la hora. A la respuesta del interrogado, don Juan Manuel decía:
“Feliz mortal que sabes la hora en que vas a morir”, y le hundían su puñal en el pecho. Una
mañana don Juan Manuel amaneció en el tablado de las acusaciones ahorcado. La gente
decía que los ángeles lo ajusticiaron.
Tradiciones de este tipo son sino recuerdos de algunos personajes o hechos que la
imaginación popular rodeó de fantasía y leyenda.
En algunos casos las tradiciones precortesianas fueron modificadas y subsisten hasta
nuestros días, como por ejemplo la de Xtabay entre los mayas, que es una bellísima mujer
que se aparece a los hombres por la noche, detrás de algún árbol de Ceiba, para seducirlo y
perderlos.
La llorona es un mito muy extendido desde tiempos de la Colonia; se contaba que una mujer
había matado a sus hijos y salía por las noches a buscarlos con grandes lamentos. En
realidad se trataba de una tradición más antigua, de la época de los aztecas. Una diosa
invocada al pueblo con estas palabras; “¡Ah, hijos míos, a donde os llevaré que ha llegado
vuestro fin!” Esta llorona fue una de las señales o agüeros que, según los aztecas,
anunciaron la llegada de los españoles.
LA CAPITAL DEL VIRREINATO
La ciudad de México se edificio entre las ruinas de Tenochtitlan. El primer trazo de la ciudad
abarcaba un rectángulo limitado por zanjas, que albergo las casas de los conquistadores,
separándolos de la población indígena que vivía en los alrededores.
Cincuenta años después de la Conquista, México era una ciudad con calles bien trazadas, la
mayor parte de ellas empedradas; en medio de las principales corría el agua en un canal
descubierto. Las casas eran magnificas, sólidamente construidas y aprecian fortalezas. Las
puertas estaban adornadas en la parte alta con el escudo de armas de sus moradores.
Algunos conventos, como el de San Agustín, el de las Monjas, el de Santo Domingo, el de
San Francisco, la primitiva catedral y la casa del arzobispo eran los edificios más
importantes.
En el siglo XVII, la capital del virreinato se había extendido considerablemente; existían en ella
dieciocho conventos, ocho hospitales, dos parroquias, cuatro colegios y la plaza mayor
hermoseada con edificios suntuosos como el palacio virreinal, la catedral en construcción, la casa
del cabildo, la casa arzobispal y la universidad. En las orillas la ciudad contaba con paseo
como la Alameda. El agua era conducida hasta el centro de la población por un acueducto
de novecientos arcos.
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México era sin duda una de las ciudades más opulentas de América y quizá del mundo, “La
bella ciudad de los palacios”, como la llamara el varón Alejandro Humbolt, tenia al finalizar el
siglo XVIII, más de cien mil habitantes. Contaba con barrios de plateros, talabarteros,
curtidores, tlapaleros, zapateros, etc., con tres paseos: la Alameda, Bucareli y la Viga, un
comercio muy activo, una vida social intensa, a pesar de lo austero de las costumbres y de la
religiosidad de la gente; mas a pesar de esto carecía de alumbrado suficiente y de seguridad.
A las ocho la población entraba en silencio, cerrándose las garitas y dándose toque de
queda.
Las leyendas de aparecidos, los crímenes emboscados, los raptos, encontraron un ambiente
propicio en esta muy digna y muy leal ciudad de México.
FIESTAS RELIGIOSAS
FIESTAS DE CORPUS.- Para festejar las fiestas de corpus se hacía una procesión que
recorría las principales calles de la capital de la Colonia, las que se entoldaban con lona. Los
indios levantaban arcos de flores y cubrían el suelo con hierbas aromáticas y pétalos de
rosas. Los balcones se adornaban con manteles de Manila y tibores de china, pero más que todo
con las lindas mujeres que esperaban el paso de la procesión. Se colgaban imágenes y se
levantaban altares improvisados en las calles.
La procesión era pintoresca; la encabezaba la guardia montada del virrey, después iban los
gigantes de cartón rodeados de muchachos; les seguían los danzarines indios vestidos de
“moros y cristianos”; a continuación las delegaciones de pueblos, llevando en andas, a cual mas
rica y lucida, a los santos patronos; siguiéndoles iban los gremios de artesanos con sus
estandartes y un cirio prendido en la mano. También figuraban las parroquias, los cabildos de
Catedral y de Guadalupe que antecedían al arzobispo que llevando en la mano la custodia iba
sobre un rico palio sostenido por cuatro clérigos, le seguían con la cabeza descubierta el virrey, la
Audiencia, los corregidores, etc. después iba el pueblo.
Por la tarde ese día se hacía una gran corrida de toros y por la noche, verbena popular sin que
faltaran las representaciones teatrales.
PROCESIÓN DE VIERNES SANTO.- De acuerdo con las costumbres religiosas de la época, la
semana santa representaba para la sociedad de la Nueva España días de luto y una serie de
ceremonias religiosas a las que concurrían todos los sectores sociales. La procesión de viernes
santo era de duelo y partía del convento de Santo Domingo.
Se iniciaba con un grupo de hombres vestidos con mayas y morriones de hierro, que
representaban a los judíos, llevaban el rostro cubierto y una bandera en la mano. Les
seguían otros hombres vestidos a la usanza española que representaban al pueblo católico,
llevando banderas reales recogidas señalando el duelo; a continuación iban la imágenes de
santos y santas, que según la tradición acompañaban a Jesús y María en ese trance;
después dieciocho Ángeles colosales lujosamente ataviados, con joyas que valían una
fortuna; las insignias de la pasión las cubrían tupidos crespones; cada uno era llevado por un
gremio de artesanos vestidos de negro y las cabezas cubiertas un capuchón negro. Cada
ángel iba precedido por dos clarines que tocaban a dúo una música triste, y en la mano una
insignia de la pasión, iban después los regidores y otros miembros del gobierno caballeros y
elevada alcurnia que eran invitados para tomar parte en la ceremonia, después la orden de
los dominicos, cuyos frailes iban descalzos, alumbrando una urna de cristal donde yacía
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Jesucristo, y que era llevado en hombros por los miembros más destacados del clero; en
ocasiones era llevado por cuatro obispos. Después hombres con los rostros cubiertos que
llevaban una caja enlutada ante la cual iban niños más hermosos de la ciudad, vestidos de
Ángeles, cubiertos de ricas joyas, que simulaban llorar y limpiarse las lagrimas con un fino
pañuelo. Todo este grupo marchaba al compás de dos pífianos. Tras ellos iba María
agobiada por el pesar, arrastrando pesadas ropas negras y caminando trabajosamente; la
rodeaban hasta doscientos hombres vestidos de negro, que alumbraban su paso con cera
finísima y perfumada. Por último, y finalizando el desfile, una compañía de granaderos que
marchaban en silencio.
Las calles que recorría la procesión estaban completamente llenas de gente silenciosa,
vestida de riguroso luto; algunas mujeres lloraban al paso de este tétrico cortejo.
AUTO DE FE.- Con gran anticipación se levantaban las tribunas para que el público pudiera
ver con comodidad la ejecución de los autos de fe, que eran verdaderos espectáculos. Se
construían también tres tablados; uno para los miembros del Santo Tribunal, con rico dosel
de fina seda, y frente a el los púlpitos desde donde se leían las sentencias; otro para la
Audiencia, los cabildos eclesiásticos y secular, para la Universidad y familias distinguidas, y
otro para el corregidor, quien imponía los castigos a los condenados una vez leídos los
procesos. Estos tablados estaban adosados a un edificio, con el objeto de construir un
puente de las ventanas del piso alto del tablado, para que los concurrentes pudieran entrar y
salir cómodamente. Se cubrían con alfombras riquísimas que se mandaban hacer ex profeso.
Las habitaciones de la casa en cuestión se amueblaban lujosamente; se preparaba una
cámara para que el virrey durmiera la siesta, o descansara, y una almuerzo o refresco para las
personas distinguidas, llevándose vajilla de plata para el servicio.
Ningún gasto limitaba el Santo Oficio, con el objeto de que la ceremonia pusiera de
manifiesto su inmenso poder.
Los condenados recorrían la ciudad, con grotescos vestidos llamados sambenitos, con velas
verdes y cabalgaduras ridículas; se les sentaba a uno y al otro lado del tablado destinado al
santo Oficio, donde oían su sentencia; después desfilaban angustiosamente hasta la parte
occidental de la Alameda donde estaba el quemadero.
Esto representaba un día de fiesta para los metropolitanos de la época Colonial, se apiñaban
en confusa mezcla todas las clases sociales, desde la dama de alcurnia, lujosamente vestida
que ocupaba su carruaje, hasta el lépero y el pordiosero que comiendo y riendo esperaban, a
veces largas horas, sólo por contemplar el angustioso espectáculo de un grupo de
condenados llenos de terror, seguidos por varios frailes cuyas palabras, mas de aliento, eran
de espanto.
En Nueva España hubo un gusto morboso por las cosas tétricas y los motivos sangrientos
como la ejecuciones y los autos de fe, narraciones espeluznantes de crímenes, atracos y
robos, la exposición continua de picotas y horcas en la plaza mayor, los cadáveres colgados en
los árboles al borde de los caminos, los hombres hechos cuartos, las corridas de toros, las peleas
de gallos, etc.
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FIESTAS CIVILES
JURA DEL REY.- Al subir al trono español un rey, en las colonias se tenía que hacer una
ceremonia en la que se juraba fidelidad al nuevo soberano.
En Nueva España este acto revestía gran solemnidad. Frente al palacio virreinal, en la plaza
mayor, se levantaba un tablado con amplio dosel en el que se colocaba el retrato del rey, un
sillón para el virrey y asientos para los oidores, alcaldes y escribanos, y demás miembros
prominentes del virreinato. El día de la jura se colocaban, en las cuatro esquinas del
tableado, los reyes de armas, a los que estaba encomendado ordenar la ceremonia, llevar y traer
mensajes y hacer el recuento de la nobleza. El pueblo desde temprana hora llenaba la plaza,
ansioso de asistir a la juria, como se llamaba a la jura del rey.
Con gran aparato y lujo se presentaba el virrey acompañado de gran sequito; acto seguido
llegaba el alférez con el estandarte real, que era colocado en un pedestal de plata frente al
virrey; en seguida éste se levantaba de su asiento y tomando el estandarte, se colocaba en
el borde del tablado y gritaba tres veces: ¡Castilla! ¡Nueva España! ¡Por la católica majestad
del rey nuestro señor don... (Aquí el nombre), rey de Castilla y de León, que Dios guarde
muchos años!. Todos los ahí reunidos respondían a una voz: ¡Amen!. Y a continuación
gritaban ¡Viva el rey! ¡Viva el rey! En ese momento se hacían descargas de fusilería y
artillería, se repicaban las campanas de la catedral y de todas las iglesias. Para finalizar el
acto, el alférez real proclamaba, hacia Oriente y Occidente, al nuevo rey y se descubría el
retrato del monarca. Antes de retirarse el virrey daba la orden de que se arrojaran puñados
de monedas chicas al pueblo que se amontonaba con el fin de recogerlas. Esta es la razón
por la que hasta en nuestros días, cuando se arrojan cosas pequeñas para recogerlas, se
dice que es una juria, como el pueblo llamaba a la ceremonia de jura del rey.
LLEGADA DE UN NUEVO VIRREY.- Al desembarcar el virrey en Veracruz lo recibían las
comisiones que la Audiencia, la inquisición y el arzobispo, el cabildo Eclesiástico, etc., habían
enviado a darle la bienvenida y acompañarlo en su viaje hasta la capital. En el trayecto
aumentaba la comitiva con los representantes de las autoridades locales.
No llegaba el virrey directamente hasta la ciudad, sino que se detenía en Villa de Guadalupe
o en Santo Domingo, uno o dos días, con el fin de terminar los arreglos de la gran recepción
que se le preparaba. Mientras tanto recibía en este lugar a quienes se anticipaban para
saludarlo.
Se levantaba un rico arco de flores cerrado frente al convento de Santo domingo, lugar
donde debía pasar el virrey, quien hacía su entrada a caballo. Le esperaban en este sitio el
Ayuntamiento, el Corregidor y el Escribano de Cabildo, con el fin de recibir el juramento del
nuevo Mandatario; acto seguido se le entregaban las llaves de ciudad con las que abría las
puertas del arco y pasaba. Los miembros del ayuntamiento llegaban de brida su caballo.
En las calles del empedradillo se levantaba otro arco al pie del cual el virrey bajaba de su
cabalgadura y escuchaba un discurso en su honor. Se dirigía enseguida a la Catedral en
cuya puerta le esperaban el arzobispo y los miembros de cabildo eclesiástico, que lo
conducían hasta el lugar desde donde debía oír el solemne Tedeum. Acto seguido se
sentaba en Palacio Virreinal.
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El pueblo organizó enmascaradas corridas de toros y verbenas y se quemaban castillos de
pirotecnia la noche de su entrada.
Las principales ciudades y villas de Nueva España trataban de copiar esta fiesta cuando en la
provincia llegaba un nuevo Obispo, Corregidor, Gobernador o Cura, aun cuando en
naturalmente resultaba menos suntuoso.
LOS PASEOS DEL PENDÓN.- Una de las fiestas civiles de mayor importancia era el llamado
Paseo del Pendón. Se celebraba cada año, el 13 de agosto, fecha del aniversario de la toma
de México por la tropas de Hernán Cortes. Se paseaba por las calles principales el
estandarte del rey, se suponía haber sido el del conquistador. Tomaban parte las autoridades
civiles y religiosas, los miembros de la universidad y demás corporación es de importancia, la
cabalgata era muy solemne e iban de las casa del cabildo a las grutas de san hipilito, santo
patrono del día que cayo Tenochtitlán. Esta fiesta, que se celebraba muy espléndidamente
en los primeros años de la colonia fue decayendo con el tiempo hasta perder su importancia.
REPRESENTACIONES TEATRALES.- Las primeras representaciones en Nueva España las
hicieron los frailes con el fin de dar a conocer a los indios, en forma objetiva, algunos asuntos
religiosos. Estas se hacían al aire libre, en los atrios de los templos o en las plazas, y todo el
pueblo debía concurrir a ellas. Posteriormente las comedias formaron una parte muy
importante de todo el programa, festejo o conmemoración. Entre otras obras los indios
representaron “Conquista de Jerusalén”, escrita por Fray Toribio de Motolinía. Para
representarlas se preparo un escenario especial en una llanura inmediata a Tlaxcala, donde
se levantaron tres torres que hacían las veces de la cuidad de Jerusalén; diseminadas por
diversos lugares, y se simularon otras fortalezas. El ejército español que iba a actuar en esa
representación estaba provisto de banderas que simbolizaban las diversas provincias de
España y en la retaguardia iban elementos italianos. Los indios que los formaban usaban
trajes de soldados españoles y los españoles verdaderos eran los moros, los españoles
derrotaros hacían oración, y un ángel les comunicaba que Dios había oído su plegaria, les
enviaba su mensajero para que los ayudara. Se presenta el santo montado en un caballo
blanco dirigidos por el intentaban forzar la cuidad, pero nuevamente eran rechazados. Venia
después de ayudarlos san Hipólito y por último el arcángel Gabriel, que lograron contener a
los contendientes y lograr que los moros se convirtieran al cristianismo y reconocieran al rey
de España.
Así nació un tipo de obras de teatro cuyo argumento era siempre una conquista que se
arraigo tanto en el alma del pueblo que hasta nuestros días una parte importantísima en toda
festividad religiosa, en muchos pueblos del país, en la representación de moros contra
cristianos.
Los jesuitas hicieron representaciones teatrales en español y en latín, en prosa y en verso.
En ocasiones repartían premios entre los alumnos actores que realizaban la mejor
representación. A los jesuitas se debe gran parte de que se popularizara el teatro y toda la
afición de todas las clases sociales a esta diversión. Las fiestas familiares, las posadas, la
navidad, la semana santa eran motivo para hacer pastorelas, sainetes diálogos y monólogos.
El principal centro teatral fue el hospital real. En época muy posterior se construyeron teatros
cerrados, y hasta principios del siglo XVIII comenzó a introducirse medrosamente el teatro
propano, pues antes de esa fecha el teatro era eminentemente religioso.
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CACERÍAS.- Fue una de las diversiones más populares desde los primeros tiempos de la
Colonia. Cuando el virrey don Antonio de Mendoza venía de pacificar la nueva Galicia, los
indios otomíes dedicaron una gran cacería en el ciclo llamado precisamente “El cazadero”. Don
Luis de Velasco impulso mucho los ejercicios de caza y charrería. Era un guapo hombre a caballo
según de dijo en esa época.
MASCARADAS.- Las mascaradas eran desfiles de carros alegóricos y de gran cantidad de
personas vestidas de fantasía que representaban episodios mitológicos, históricos, bíblicos o
simplemente escenas imaginarias. Durante la etapa colonial las mascaradas eran un numero
importante e indispensable de toda fiesta especial o popular: el cumpleaños del rey o del
virrey, la canonización de una santo, la llegada de un arzobispo, el nombramiento de nuevos
catedráticos, el final de cursos de la universidad o de colegios o de la educación superior,
etc., se llegó a hacer de esta diversión que hubo meses que sacaran veinticinco mascaradas.
FUEGOS ARTIFICIALES.- Esta fue diversión favorita de los indios hicieron de ella un
verdadero arte y gastaron grandes sumas en los castillos de fuego, cohetes, y toritos, con que
se festejaban especialmente las fiestas religiosas. Hasta nuestros días persiste esa
costumbre entre los pueblos indígenas, en donde podemos admirar verdaderas maravillas en el
trabajo de la pólvora y luces de colores. En la época colonial la pirotecnia fue una de las
industrias más productivas pues los indígenas no ponían limite a los gastos, cuando se
trataba de comprar cohetes, y cooperar para al adquisición del castillo de fuego y torito para la
fiesta; no les importaba no tener después que comer ni con que comprar la ropa más
indispensable. Este fue otro medio de explotación del indígena.
La costumbre de quemar “toritos pirotécnicos” en las fiestas religiosas y civiles, data
posiblemente de la llegada del virrey marqués de Villa Manrique, pues entre los festejos que
se hicieron en su honor el arzobispo de México se torearan novillos a los que se les hubiera
colocado de antemano, cuernos artificiales, con grandes hilos de hierro llenos de betún, tez,
resina y alquitrán para que se hiciera grandes llamas: esto divirtió grandemente a los
concurrentes.
PELEAS DE GALLOS.- Las peleas de gallos fue una diversión favorita de los españoles y
mestizos; las crecidas apuestas que se hacían en las plazas donde se peleaban los gallos
sumían en la mísera a un buen numero de familias, la autoridad eclesiástica persiguió
constantemente esa línea que para ellos solicitaba el respaldo de la autoridad civil; mas
como en la mayoría de las ocasiones esta se hiciera desentendida por su simpatía hacia esa
diversión. Se dieron casos curiosos, como la compra de la concesión que efectuó el
arzobispo don Francisco de Aguilar y Seijas, mediante la suma de mil seiscientos pesos
anuales que lo convirtió en árbitro. Durante largo tiempo, de las peleas de gallos no
concediendo permiso para que se efectuaran estas, y así se suspendieran casi
definitivamente.
CORRIDAS DE TOROS.- Ocho años después de realizada la conquista de México, se hizo
en esta ciudad la primera corrida de toros por oren de Nuño de Guzmán; los regidores de la
ciudad con el objetivo de festejar al santo patrono, san Hipólito, en cuyo día se gano la
ciudad se celebro otra, y poco a poco se fue popularizando la fiesta brava. El coso estaba en
la llamada Plazuela del Marques donde “había un portal con establos abajo y talanquera
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arriba, para los trompeteros y atalabaleros que iban a tañer en la fiesta”. Después fue
trasladado a donde estuvo el Volador.
Las corridas de toros eran magnificas; a ellas asistían todas las clases sociales. Las
mujeres, ricamente ataviadas con espléndidos mantones de Manila y en coches abiertos y
adornados de flores ponían la nota de color.
Se lidiaba gran número de animales. Y se cuenta que en algunas ocasiones con pequeños
intervalos se torearon hasta cincuenta toros. El ganado era bravísimo; los toros de lidia se
multiplicaron tan rápidamente en estas tierras. Y a veces las personas iban al campo a pasar
un día de asueto. Encontraban novillos y su afición les inducía a torearlos y matarlos,
ignorando a quien pertenecían y sin recibir reclamación alguna. La primera ganadería
existente en Nueva España fue la llamada de Atenco. Las corridas de toros fue la diversión
favorita en la Colonia.
LA PIRATERÍA
Las colonias sufrían los efectos de todos los cambios y dificultades habidas en España
recibiendo las consecuencias de manera directa; éste era el caso de piratería en aguas de
Nueva España.
Primero la rivalidad entre Carlos V y Francisco I de Francia, originó que éste prestara apoyo
disimulado a los corsarios franceses que asaltaban los barcos españoles cargados de oro y
plata. La divulgación de estos productos atrajo aventureros de todas partes de Europa.
Después las graves dificultades entre Felipe II de España e Isabel de Inglaterra,
disputándose la supremacía del comercio marítimo y por ende el predominio de los mares,
revistieron caracteres diversos; el rechazo de Isabel a la propuesta de matrimonio que le hizo
Felipe II; el apoyo que éste presentó a los irlandeses católicos en contra de la reina; la rotura de
las relaciones entre los dos países. Pero el episodio más interesante de esta rivalidad, es el apoyo
que Isabel presto a los corsarios ingleses para que estos atacaran impunemente a los galeones
españoles que transportaban riquezas de las indios otorgándoles honores y permitiéndoles
figurar entre la nobleza como Francisco Drake, a quien reconoció el grado de vicealmirante de la
marina inglesa por sus hazañas como filibustero, a Juan Hawkins, que siendo tratante de
negros en barco pirata ocupo lugar prominente en la sociedad londinense, y a Juan Morgan que
fue nombrado comisario del almirantazgo.
Los piratas atacaron los galeones, las ciudades costeras, las pesqueras; se apropiaban de
riquezas fabulosas que conducían a Inglaterra y de las que la reina tenia una gran
participación. Las hazañas caballerescas ponían en ellas una nota de fuerte colorido y la
temeridad de esos aventureros dio origen a suposiciones fabulosas como la creencia de que
entre el océano pacifico y el atlántico existía un paso misterioso, sólo conocido por los
piratas.
La piratería en el siglo XVII ya no fue motivada por la enemistad de España con otras
naciones; se había vuelto un mal que asolaba las costas e infestaba los mares; era la
degeneración del espíritu caballeresco, la forma de vivir de miles de hombres el refugio de
todos los perseguidos por la justicia, la manifiesta declaración del poder español.
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Loa ladrones del mar llegaron a ser los verdaderos señores del océano, como bases fijas en
algunas islas de las Antillas que se había apropiado como Jamaica, Santo Domingo, la isla de
las Tortugas.
En aquella época una de las grandes figuras era Juan Morgan, jefe de piratas y filibusteros,
el más temible en las aguas del atlántico. Contaba con doce navíos y más de setecientos
hombres a su mando. Saqueaba y robaba todas las ciudades de la costa. Su audacia llegó
hasta atacar ciudades tan importantes como Puerto Príncipe y Puerto Bello. Impuso un
tributo que llamó de Quema; la cuidad o Villa que no le pagaba era saqueada por los piratas.
Ataco y tomo Maracaibo donde fue bloqueado e intimidado a rendirse por don Alonso del
Campo y Espinosa, almirante de la flota Española, que tenia la seguridad de acabar con el.
Morgan no se rindió, se apresto a la lucha y valiéndose de un brulote cargado de pólvora y
toda clase de materias inflamables, rompió el cepo que la flota española tenia a la entrada
del puerto, lanzando el brulote en llamas contra el navío real, que incendiándose comunico el
fuego a otro navío cargado de pólvora. El pánico cundió y el resto de la flota huyo. Morgan
logró apresar una de las embarcaciones. Envalecido con este triunfo ataco enseguida la
ciudad de Panamá, a pesar de que estaba fortificada y contaba con una poderosa artillería, el
saqueo fue terrible; se llevó gran cantidad de oro, plata, riquezas mujeres y esclavos.
Tales noticias llegadas a Nueva España causaron tanta alarma, que el virrey trato de mejorar las
condiciones de la armada de Barlovento que patrullaba las costas del golfo, pero fue poco lo que
pudo hacer. La península de Yucatán siguió siendo el centro pirata más fuerte de las aguas del
caribe. Los barcos mercantes eran fácilmente atacados; se perdían las remesas de oro, plata y
esclavos; los piratas tenían dominado el comercio de maderas y palo de tinte que compraban o
rescataban en la laguna de términos, las ganancias fabulosas que obtenían atraían un
numero considerable de hombres que iban en busca de aventura y riquezas, o que eran
prófugos de la justicia. En vano el gobernador de Yucatán destruyo los ranchos, plantaciones
de palo de tinte y centros de población de los piratas. Barcos ingleses trajeron gran número de
hombres que reconstruyeron los ranchos y los replantaron. En muy corto tiempo la situación
era igual. La Nueva España constantemente amenazada por el Golfo y por el Pacifico vivía en
constante inquietud.
Además, esta situación mermaba grandemente sus ingresos, pues el contrabando fue en
aumento, los corsarios estorbaban la llegada de mercancías, para introducir, libre de
derechos, por lugares solicitados de la costa, mercancías que les producían grandes
ganancias.
Al finalizar el siglo XV, uno de los más audaces filibusteros de la época, Francisco Drake, el
primero en pasar del Atlántico al Pacifico, y que contaba con el apoyo de la corona Inglesa, tras
saquear y robar a algunos pueblos de América del Sur hizo prisionero a un galeón español
que iba de Filipinas al puerto de Acapulco con ricas mercancías de China y Japón de las que se
apropio; y tras incendiar el buque abandono a la tripulación, parte de la cual logró salvarse
reparando en parte el casco del buque. Fue en vano que el virrey ordenara se persiguiera a
Drake pues éste había huido con el rico botín.
Se cuenta que la saña con que Drake perseguía barcos españoles no se debía solamente a su
deseo de obtener riquezas, si no al odio que sentía por todo lo que era Español, entre otras
razones por ser el protestante.
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No siempre los piratas lograban su intento, pues como por ejemplo, en 1598, William Park
intentó saquear la ciudad de Campeche; el valor de que esta cuidad fue defendida por un
grupo de sus moradores, hizo huir al pirata que fue un corsario sin suerte; todos los intentos de
desembarque
en lugares diversos de la costa yucateca le resultaron fallidos. Estos
fracasos fueron, sin embargo, poco frecuentes, y como los piratas caían a menudo sobre
Campeche, la cuidad fue amurallada como una fortaleza.
Por el año de 1763 los piratas atacaron y tomaron Veracruz.
Estaban capitaneados por un francés al que llamaba señor Ramón Banoven capitán general
y por un mulato fugitivo de la justicia a quien llamaban Lorencillo. Las gentes sorprendidas
mientras dormían, fueron sacadas de sus casas sin permitirles siquiera que se vistieran y
llevadas a las iglesias donde amontonaron más de seis mil prisioneros, que casi no podían
moverse. Esta situación se agravaba por el intenso calor; los niños y algunas mujeres
murieron asfixiados o de hambre. Los piratas se llevaban a cada momento a las mujeres que
las acomodaban sin que sus parientes pudieran defenderlas. El cura tras largos trabajos,
logró hablar con los jefes y conseguir que les llevaran pan y agua, pero en tan corta cantidad
que motivaba verdaderas luchas entre los detenidos. Esto se hacía con el fin de obligar a los
prisioneros a declarar el sitio en donde tenían dinero y joyas. Cuando abandonaron el puerto
se llevaron los caudales ahí depositados con el fin de llevarlos a España; gran cantidad de
plata labrada, joyas y gran numero de prisioneros por lo que pedían crecidos rescates.
Desembarcaron en la isla de sacrificios con el fin de esperar el dinero. Las perdidas sufridas
por este saqueo pirata quizá el de mayores proporciones que se conoce, fue de cuatro
millones de pesos.
Lorencillo realizó dos años después un saqueo semejante en Campeche que había logrado
salvarse en varias ocasiones de ataques piratas, numerosas fueron las hazañas de
Lorencillo, cuyas actividades tuvieron siempre como teatro las costas del Golfo, y llenaron de
terror a los habitantes de la colonia.
Al finalizar el siglo XVII la armada de Barlovento, reforzado con hombres reclutados en todo
el país se propuso desalojar a los corsarios franceses de la Isla de Santo Domingo,
lográndolo en la batalla denominada de la Limonada. Este fue el primero de los grandes
descalabros sufridos por los piratas; naturalmente que ellos fueron desapareciendo
paulatinamente a medida de que se fue restaurando el poderío de la marina española,
durante el gobierno de la Dinastía Borbónica que se inició con el reinado de Felipe V.
Todavía a mediados del siglo XVIII Jorge Anson, pirata Ingles, desvalijo un galeón español que
conducía mercancías de filipinas a las costas de Nueva España, apropiándose de más de dos
millones de pesos.
Hemos tratado de hacer un panorama a grandes rasgos de las costumbres de la Nueva
España. Muchas de ellas aun perduran y viven en nuestro pueblo: leyendas, supersticiones,
prendas de vestir como el sarape y el rebozo, ferias religiosas y comerciales, los tianguis, el
gusto por las corridas de toros y las charrerías, la ingenua devoción de nuestra gente por las
imágenes, las costumbres morigeradas, la buena organización de nuestras familias, los
sistemas agrícolas, casi todas las virtudes, y también, (por que no decirlo) los vicios del
mexicano se originaron en la colonia, en estos trescientos años, que no debemos condenar
ni ignorar, sino por el contrario, estudiar y analizar están las raíces del modo de ser de
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nuestra nación, en los tres siglos de la colonia, se pueden encontrar muy claros ejemplos de
cómo deben implantarse costumbres y hábitos de civilización que perduren.
LA CULTURA EN NUEVA ESPAÑA
LA EDUCACIÓN
La educación es el mejor medio para asimilar a los individuos a un sistema cultural. Así los
españoles destruyeron un mundo indígena, establecieron centros de enseñanza para difundir en
Nueva España la cultura Europea.
LOS PRIMEROS COLEGIOS.- A raíz de la conquista se fundaron los primeros colegios no sólo
de México si no de todo el continente americano. Esta gloria pertenece a Fray Pedro de Gante,
uno de los tres primeros misioneros que llegaron a la nueva España. Fundo su primera
escuela en Texcoco (1523). Y luego la traslado al convento de san Francisco en la ciudad de
México (1525), que dirigió cerca de cincuenta años. El colegio fue destinado a niños
indígenas, para enseñarles las materias más rudimentarias como son la escritura y la aritmética.
Pero también se llegó a enseñar latín, música, canto, artes y oficios. De ahí salieron
escultores, pintores, carpinteros, zapateros herreros y sastres.
COLEGIO DE TLALTELOLCO.- Era necesario dar un paso adelante en la educación de los
indios, más allá de las nociones, artes y oficios rudimentarios, y el obispo Fray Juan de
Zumárraga, que creo, el 6 de Enero de 1536, el colegio de Santa Cruz de Tlaltelolco, que fue
un plantel de enseñanza superior para los indios. Además de religión, escritura y lectura, se
enseñaba la gramática latina, retórica, filosofía, música, canto, artes y oficios. De ahí salieron
escultores, cultores, pintores y hombres de letras como Fray Bernardino de Sahagún, Fray
Andrés de Olmos, Fray Juan de Torquemada y los franceses Basaccio y Focher. Tan ilustres
maestros prepararon varias generaciones de indios que ocuparon cargos en el Gobierno de
sus pueblos y fueron escribanos, maestros traductores, dibujantes, tipógrafos, etc., lo notable
entre los alumnos indios fueron también maestros de los frailes y les enseñaron la lengua
mexicana y la historia antigua, así como las costumbres, ritos y demás noticias del pueblo
mexicano. Estos conocimientos los aprovecharon los frailes para componer magnificas obras
de historia y filosofía gracias a los cuales podemos conocer mucho del México prehispánico.
Los mismos indios compusieron obras de suma importancia como el tratado de botánica y
medicina escrito en latín por Juan Badiano y Martín de la Cruz.
Claro que los citados colegios no atendieron si no a una mínima parte de hijos de nobles y
caciques indios que formaron un grupo selecto. Y aun esos colegios fueron desatendidos más
tarde pues pareció peligros que los indios se educaran.
DON VASCO DE QUIROGA.- Mas importante que las enseñanzas de los colegios, fue la
educación que dieron las iglesias a pueblos enteros, organizando su vida familiar, civil y
económica, dándoles normas de moral, trabajo productivo, etc., no teóricamente si no en la
misma practica. El mejor ejemplo lo dio don Vasco de Quiroga quien realizó interesantes
experiencias de enseñanza y trabajo colectivo en el pueblo de Santa Fe, (Estado de México)
y en Michoacán. Entre los pueblos ribereños del lago de Pátzcuaro distribuyo y organizó los
trabajos en cobre, madera, barro, lacas, etc., que perduran hasta nuestros días.
COLEGIO DE SAN JUAN DE LETRÁN.- Fue creado por el virrey don Antonio de Mendoza,
para educar a los niños mestizos cuyos padres españoles generalmente los abandonaron.
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Pero, además de ser asilo, ese colegio preparaba profesores para otros colegios en la Nueva
España.
COLEGIOS PARA CRIOLLOS.- Mientras tanto, habían aparecido las primeras generaciones
de españoles nacidos en Nueva España. No podían asistir a los colegios de indios ni de
mestizos; por eso los educaban maestros particulares, sin embargo, pronto fue necesario
crear escuelas para ellos. Si los franciscanos emprendieron la educación de indios y
mestizos, los agustinos iniciaron la de los criollos. Primeramente crearon el colegio de
Tiripetío en Michoacán (1540), que es considerado como la primera institución de estudios
superiores en América. Mas tarde en 1575 Fray Alonso de la Vera Cruz, fundó el colegio de
San Pablo, dotándole con una excelente biblioteca, globos terráqueos, etc., el colegio de
Santa María de Todos los Santos también daba enseñanza también daba enseñanza
superior a las jóvenes que deseaban perfeccionar sus estudios otorgaba diez becas para los
más pobres.
LA UNIVERSIDAD.- La Nueva España progresaba tan rápidamente y los criollos mostraban tan
buen inteligencia para los estudios que hacía falta crear la universidad que sirviera de corona
y remate a la enseñanza superior. Gracias a las instancias del virrey don Antonio de Mendoza,
abrió sus puertas la real y Pontificia Universidad. El 26 de Enero de 1553, ya en tiempos del
virrey don Luis de Velasco.
Las materias que se impartían fueron latín, retórica, gramática, derecho civil y canónico,
teología, sagradas escrituras, filosofía, medicina, lengua mexicana y otomí.
COLEGIOS DE JESUITAS.- En 1573 los jesuitas empezaron a formar sus colegios que
habían de serles tan importantes para dirigir a la juventud. Los principales fueron el de San
Pedro y san Pablo, el de San Gregorio “para indios” y el de San Ildefonso. Enseñaban
filosofía, teología, literatura clásica y derecho. Establecieron colegios en Pátzcuaro,
Valladolid (Michoacán). Oaxaca, Puebla, Veracruz, Guadalajara, etc., estos fueron
generalmente conocidos por el nombre de colegios de “la Compañía”. Extendieron sus tareas a
las naciones y fundaron un gran seminario en el pueblo de Tepozotlán (Estado de México) en el
que estudiaban las lenguas indígenas, como el nahoa y otomí, y del que salieron grandes
sabios, historiadores y poetas. Desde su llegada, en 1572 hasta su expulsión en 1767
fundaron más de veinticinco colegios.
COLEGIO PARA MUJERES.- Zumárraga fundó dos recogimientos, unos para niñas indias y
otros para mestizas. En los dos conventos se les enseñaba religión
en primer lugar, lo
mismo que lectura y escritura, labores domesticas y manuales, tres ricos comerciantes
vizcaínos, viendo como vagaban las niñas en la calle fundaron en el año de 1767 el colegio
conocido como las Vizcaínas. En esta institución se educo doña Josefa Ortiz de Domínguez.
Todavía funciona en nuestros días.
Otros colegios fueron el de Belén y el de enseñanza, a cargo de monjas de “la compañía de
María”.
A pesar de esas instituciones de las que se fundaron en poblaciones de provincia la
educación femenina estuvo muy descuidad pues se prefería que las mujeres no se educaran mas
que en el hogar. Muchas veces se les enseñaba a leer pero no a escribir.
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OTROS COLEGIOS.- Por toda Nueva España se extendieron los centros de enseñanza.
Entre los más notables colegios de provincia citaremos los siguientes:
En Guadalajara: colegio de San Juan Bautista, el Seminario, la Universidad y el Hospicio.
En Valladolid (hoy Morelia): el Colegio de San Nicolás en el que estudió don Miguel Hidalgo.
En Puebla: el Colegio Carolino del espíritu Santo, el Seminario Palafoxiano, el Colegio de
Niñas de Santa María y el de San José y Jesús María.
En Oaxaca: el Seminario.
En Mérida: el Seminario.
Muchos de estos colegios perdieron su carácter religioso y se transformaron, en la época del
México independiente, en institutos laicos de ciencias y artes.
En los finales del siglo XVII se fundaron en el colegio de minería (1792), y la Academia de San
Carlos (1783), destinada a las Bellas Artes.
CRÍTICA DE LA EDUCACIÓN
La educación en Nueva España sirvió, no tanto para fomentar el progreso del país, sino para
realizar los ideales de España que eran la imposición de la doctrina católica; la grandeza del
monarca y el imperio Español; la supremacía de los blancos y la explotación de que eran
victimas los negros y los indios. Por parte de aquellos.
Aunque en la primera etapa del siglo XVI se dio educación a indios y a mestizos pronto
perdió importancia ante la que impartió a criollos y españoles, es decir, la educación llegó a ser
parte de la clase dominadora.
La educación estuvo monopolizada por el clero. Aunque los primeros misioneros hicieron obra
apostólica para redimir y capacitar, la educación no fue sino un medio para ejercer total dominio
sobre la razón, el sentimiento y la voluntad de la población. La enseñanza era escolástica,
es decir se basaba en algunos libros teológicos cuya autoridad era indiscutible. Así se
desenterró la observación y la experimentación es ves de estudiar los hechos y fenómenos
en si mismos, se disputaba acerca de lo que habían dicho o no habían dicho los autores, son
recurrir a la observación directa.
Se abusó de la memorización de texto y del verbalismo. LA
IMPRENTA
Junto con los políticos la imprenta vino a ser factor de progreso. La primera imprenta no sólo de
México, sino de todo el continente fue introducida a instancias del obispo Zumárraga y del virrey
Mendoza. El primer impresor fue el italiano Juan Pablos, y el primer libro en la escala espiritual
para llegar al cielo de San Juan Climaco. Mas tarde fueron otras imprentas: Antonio de Espinosa
(1559), Pedro Balli (1575) y Antonio Ricardo. Este llevó su imprenta a la capital de Perú donde
fue la primera.
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Por razón natural las primeras obras impresas fueron religiosas para difundir la doctrina, lo
mismo que vocabularios, cartillas y gramáticas tanto en español como en lenguas indígenas.
LA HISTORIA
La literatura de México es un producto de la literatura europea y de la realidad de país. Por eso,
siendo la rama de literatura española refleja mucho de nuestra sensibilidad. Sus orígenes
estuvieron en las historietas, historias y las crónicas.
LOS CONQUISTADORES.- Fueron los primeros en escribir notables descripciones de sus
hazañas y del encuentro de la realidad mexicana. Manejaban lo mismo la espada que la
pluma. Sus relatos son notables por el recio estilo y la viveza que ponen en pintar aquello que
vieron o que hicieron por si mismos.
Ellos son:
Hernán Cortes: cartas de relación al emperador Carlos V.
Bernal Díaz del Castillo: historia verdadera de la conquista de Nueva España
Conquistador Anónimo: Soldado que escribió la historia de la Conquista.
LOS FRAILES.- también escribieron acerca de lo que ellos alcanzaron a ver o les contaron los
indios de su pasado. Sus historias son fundamentales para conocer al México anterior y posterior
a la Conquista.
Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias, relación de la destrucción de Indias.
Motolinía: Historia de los indios en Nueva España.
Bernardino de Sahagún: Historia general de las cosas de Nueva España.
Jerónimo de Mendieta: Historia Eclesiástica Indiana.
Juan de Torquemada: Monarquía Indiana.
José Acosta: Historia Natural y Moral de Indias.
CRONISTAS INDIOS.- Algunos indígenas nobles discípulos de los frailes, principalmente de los
sabios maestros del Colegio de Tlaltelolco, compusieron obras en que dejaron noticias muy
valiosas sobre sus antepasados.
Autor desconocido: Códice Ramírez, que es una relación del origen de los indios según sus
historias.
Tezozómoc: Crónica Mexicana, que cuenta las leyendas y tradiciones aztecas.
Ixtlixochitl: Historia Chichimeca, que Ixtlixochitl exalto como descendiente que era de los
nobles de Texcoco.
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Autor Desconocido: antes de Cuahutitlán, notable obra escrita en nahoa con el estilo
narrativo de los antiguos mexicanos.
MESTIZOS Y CRIOLLOS.- Juan Suárez de Peralta, criollo (hijo de un conquistador) escribió la
noticia de la Nueva España.
Diego Durán: Historia de las indias de Nueva España.
Diego Muñoz Camargo: Historia de Tlaxcala.
OTROS CONQUISTADORES.- El doctor Francisco Cervantes de Salazar, maestro y
humanista de la universidad compusieron en el siglo XVI, unos diálogos latinos y una crónica de
Nueva España.
Como frutos últimos de la historia de la Colonia tenemos la historia antigua de México, del
jesuita Francisco Javier Clavijero, la historia antigua de don Mariano Veitia, y los tres siglos de
México, de padre Andrés Cabo.
HISTORIAS PROVINCIALES.- Muchos otros escritores hubo cuyas obras pertenecen más a la
historia que a la literatura, y son importantes por referirse a las provincias. Su lista sería
enorme y sola mencionaremos algunos autores y la provincia a la que se refieren:
Fray Juan G. De la Puente
Fray Alonso de la Rea
Fray Diego de Basalenque
Fray Antonio Remesal
Fray Antonio Tello
Don Matías Mota Padilla
Fray Diego de Landa
Fray Diego López de Cogolludo
Fray Francisco de Burgoa
LA POESÍA
Entre los soldados de Cortes venían aficionados a la poesía que recitaban o componían
romances. Eso romances fueron el antecedente de los corridos populares y aun en nuestros días
se repiten y componen.
Gran auge ha tenido la poesía en México desde el siglo XVI. Un escritor dijo que había “más
poetas que estiércol”. A este auge contribuyeron algunos ingenieros españoles que vinieron a
nuestro país. Entre ellos citaremos a:
Gutiérrez de Cetina: autor del madrigal, “A unos ojos claros”, que fue asesinado en Puebla.
Juan de la Cueva y Eugenio de Salazar, poetas que ejercieron gran influencia durante su
estancia en México.
Bernardo de Balbuena: autor de la Grandeza Mexicana en que canta la Belleza y el adelanto de
México.
Mateo Alemán: autor de la novela picaresca Guzmán de Alfarache.
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PRIMERO POETAS MEXICANOS.- Francisco de Terrazas, criollo, hijo de conquistador,
quizá discípulo de Cetina. Escribió sonetos y un poema épico llamado “Nuevo Mundo y
Conquista” que cantan las hazañas de Cortes.
Antonio de Saavedra Guzmán. Autor del peregrino indiano, obra escrita en verso, pero poco
poética sobre las aventuras de Cortes.
FRAY MIGUEL DE GUEVARA.- Este agustino, que vivió en Michoacán en la primera mitad del
siglo XVII, es considerado actualmente como el autor del celebérrimo soneto que empieza:
“no me mueve mi Dios para quererte...”, poesía de máxima calidad que se atribuyo a la pluma de
santa Teresa y a la de otros grandes autores.
EL TEATRO
Los antiguos mexicanos mayas tenían ciertas manifestaciones de teatro que fueron
destruidas por los españoles. En cambio, los frailes les dieron nuevas obras con temas
bíblicos o históricos, según podemos ver por sus títulos: autos de Adán y Eva, La Adoración de
los Reyes, destrucción de Jerusalén (obra escrita por Motolinía). La conquista de Rodas y el auto
del Juicio Final (escrito por Fray Andrés Olmos). Eran obras que se representaban en los atrios o
plazas y requerían grandes conjuntos de actores indios.
Además, ciertos “mitotes y areitos” de los indios se convirtieron en danzas que aun se
conservan muy modificadas, y se introdujeron los retos entre moros y cristianos, las
pastorelas y algunas representaciones de la pasión de cristo. Todo ello, teatro religioso para
catequizar al pueblo. Con gran visión los misioneros usaron el teatro como medio de
enseñanza. Gonzáles de Eslava, probablemente sevillano escribió, en México, dieciséis
coloquios, piezas de asuntos religiosos dedicadas al pueblo.
AUTORES CRIOLLOS.- Pronto aparecieron los autores nacidos en México.
Juan Pérez Ramírez, autor de la primera obra de teatro escrita después de la conquista por un
americano y representada en 1574.
Juan Luis de Alarcón. Criollo nacido y educado en México. Marcho a España donde compuso
comedias que se representaron junto con las de Lope de Vega y Tirso de Molina. Por ser
mexicano y doblemente jorobado, sufrió desaires y burlas, pero logró triunfar en pleno siglo de
oro, al lado de los más grandes ingenios del teatro español. Es considerado creador de la
comedia llamada de costumbres con un fondo de moral humana. Sus obras fueron imitadas por
los franceses. A aquellos que los zaherían, les contesto con estos versos:
En el hombre no has de ver
Hermosura o gentileza,
Su hermosura es la nobleza,
Su gentileza el saber.
De sus comedias, dos son las más conocidas: Las paredes oyen, y La verdad sospecha.
Se discute si debe considerársele mexicano por que sus obras casi nunca aluden a México;
sin embargo, su sensibilidad y el tono discreto y mesurado que se advierte en ellas es
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netamente criollo, lo mismo que su gran cortesía. Los españoles encontraron en sus
comedias cierta “Extrañeza”, que es precisamente su condición de mexicano.
Su nombre no pertenece sólo a la literatura mexicana, ni a la española si no a la gran
literatura universal.
En los siglos XVII y XVIII hubo teatros formales con compañías y actores profesionales que no
alcanzaron gran altura con sus obras
GONGORISMO
La escuela literaria fundada en España por Luis de Góngora, fue una poesía muy elaborada,
difícil de comprender, y, por lo tanto, fuera del alcance popular. Al gongorismo, que abusaba de
las figuras y metáforas vino a sumarse el conceptismo que introducía conceptos obscuros y
complicados. Estas modas literarias influyeron en Nueva España causando una decadencia en
las letras mexicanas. Las imitaciones gongoristas, hechas en México son de mal gusto,
abstrusas, y sin ningún valor.
LOS CERTÁMENES
Muy frecuentes fueron los certámenes a los que concurrían multitud de poetas con sus
composiciones. Uno de los más importantes, fue el organizado por la Universidad en 1682. Don
Carlos de Sigüenza y Góngora, hizo su reseñe en una obra llamada Triunfo Partenico. Las
composiciones presentadas fueron más de quinientas. El mismo don Carlos fue un mal poeta
autor de la Primavera India y Glorias de Querétaro; pero en cambio fue notable como narrador,
Historiador, astrónomo y matemático. A el se debe la conservación de muchos documentos
históricos pues además de los que reunió, salvo otros muchos durante un incendio ocurrido
en la casa del Ayuntamiento.
LA DÉCIMA MUSA
Entre los muchos y malos poetas gongorinos, se salva y eleva cantidades únicas, la monja
Juana Inés de la Cruz. Fue una criolla nacida en San Miguel Nepantla (en el hoy Estado de
México) el 12 de Noviembre de 1651.
Desde su infancia mostró gran inteligencia y afán por el estudio. A los tres años acompañaba
a una hermana suya a la escuela y así aprendió a leer y a escribir. A los ocho años compuso
una loa en verso. Cuando quería aprender algo se cortaba el pelo sin dejarse lo crecer hasta
que lograba sus propósitos. En veinte lecciones aprendió latín, cuando llegó a la capital del
virreinato, admiró a todos con su memoria y sabiduría. El virrey Márquez de Mancera hizo
que le examinaran los profesores de la Universidad y ella supo contestar y derrocar a todos.
Era muy hermosa, como lo revela el retrato que le hizo el pintor Miguel Cabrera, y fue muy
agasajada en la corte virreinal. Sin embargo, ella prefirió ser monja y entró primero en el
convento de Santa Teresa, y luego en el de San Jerónimo, donde vivió el resto de sus días.
Seguramente no le llevó una vocación religiosa muy profunda, pues no era de carácter
místico, ni tampoco una decepción amorosa que, aunque pudo ser posible, no habría vencido
su espíritu superior. Más bien buscaba un medio de quietud para producir su obra. El
ambiente en que le tocó vivir podría escandalizarse del genio de una mujer, y ella se vio
presionada a refugiarse en un convento. Y aun ahí fue importunada de varias maneras por
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gente que no le entendía. Por ejemplo, el obispo de Puebla, encubierto por el seudónimo de Sor
Filotea, le envió una carta en la que le pedía se apartara de los libros de filósofos y poetas,
para dedicarse por entero a Dios y a la salvación de su alma. Ella contesto con una carta
maravillosa en la que explico valientemente su vida y modo de pensar, defendiendo los derechos
que la mujer tiene a la cultura y al pensamiento. Mas tarde, quizá obligada, tuvo que vender su
biblioteca durante una epidemia se dedico caritativamente a cuidar a sus hermanas del
convento y murió por contagio el 17 de Abril de 1695.
La obra de Sor Juana es abundante. Entre lo más importante, citaremos la celebre respuesta a
sor Filotea; sus loas, sainetes, autos sacramentarios y su obra teatral más notable, que fue la
comedia de capa y espada los empeños de una casa; en poesía brillan sus villancicos,
redondillas y sonetos. Muy populares son aquellas redondillas que empiezan:
“Hombres necios que acusáis a
la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis...”
El aspecto más interesante de la poesía de sor Juana es su carácter amoroso. El crítico
español Méndez y Pelayo ah dicho: “los versos de amor profano de Sor Juana son los más
suaves y delicados que han salido de pluma de mujer”. Sin duda, conociendo profundamente
el alma de los hombres y supo cantar magisterialmente las penas y variaciones del amor.
SANTORIO Y NAVARRETE.- Hubo otros muchos poetas en la Colonia, pero ninguno llegó a la
altura de Sor Juana que ocupa el centro de nuestra poesía novo hispana. Sólo citaremos al
padre José Manuel Sortorio que escribió unas “poesías sagradas y profanas”, y a Fray Manuel
de Navarrete nacido en Sonora (Michoacán), que público sus versos con el nombre de
entretenimiento poético. Estos poetas están ya muy apartados del gongorismo y
Navarrete representa la nueva moda del neoclasicismo.
EL HUMANISMO
De la decadencia en la que cayó nuestra literatura a causa del gongorismo y el conceptismo,
pudo resurgir gracias a los humanistas que escribieron magnificas obras en latín. Debemos citar
a los que jesuitas Diego José Abad (de Jiquilpan, Michoacán) Francisco Javier Alegre (del puerto
de Veracruz) y Rafael Landivar que aunque nació en Guatemala escribió la obra Rusticatio
mexicana en que canta los campos de México.
Algunos otros humanistas tradujeron al castellano obras de Homero, Virgilio, Séneca y otros
autores griegos o latinos.
LA NOVELA
Casi no se cultivo el género novelístico, pero al finalizar la colonia apareció un notable
escritor llamado José Joaquín Hernández de Elizardi, más conocido por el seudónimo de “el
pensador mexicano”. Escribió artículos periodísticos, fábulas, diálogos, obras de teatro,
ensayos sobre costumbres y poesías. Demostró gran espíritu de combate para atacar los
perjuicios y defectos de su época, por lo que en su medio resulta un escrito revolucionario
pero su fama principal la tuvo por sus novelas. El peritillo sarniento, la Quijotita y su Prima, y
Don Catrín de la Fachenda. En todas ellas muestra un afán por criticar las costumbres,
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corregir los vicios usando de la burla y la sátira, pretendiendo “dar una enjabonadita a las
mujeres” , y “ridiculizar los vicios más groseros” de los hombres. Su finalidad es moralista y
docente por que trata de enseñar y corregir. Seguramente estuvo influida por el filosofo
Rousseau. En el peritillo que es una novela picaresca, trata un cuadro muy vivo de la
sociedad colonial en los últimos años, mostrando sus lacras y decadencias.
Independientemente de su merito literario, que algunos críticos consideran no muy alto, tiene
el peritillo un valor documental. Algunos de los tipos que pinta, como por ejemplo “el
peladito”, aun subsiste. Su lectura es muy necesaria y útil pues da a conocer las
características del mexicano.
EL PENSAMIENTO Y LA CIENCIA
La rígida censura que España puso a la ideas y a la importación de libros a la Nueva España, hizo
que el pensamiento de estancara. Las grandes mazas de indios y mestizos vivían en total
analfabetismo, y la sociedad en general, era fanática oscurantista y llena de ignorancia. Las
imprentas publicaban oraciones, novenas y catecismos, pero poquísimos libros de ciencia.
El historiador Luis Chávez Orozco revela el poco interés que había por los libros en relación con
la fiebre de levantar iglesias, según los siguientes datos:
Siglo XVI libros y 3100 construcciones religiosas.
Siglo XVII 1838 libros y 6400 construcciones religiosas.
Sólo unos cuantos individuos, entre criollos y españoles, que monopolizaban la cultura,
llegaron a tomar contacto con las corrientes de la cultura universal, y eso con gran riesgo de las
personas, pues un tal Nicolás del Aste fue procesado por haber leído a Paracelso. Para estar
casi seguros casi todos tuvieron que abrazar el estado religioso.
En el siglo XVI, Fray alonso de la Vera Cruz, cultivo la filosofía y escribió libros acerca de
ella.
Sobre medicina escribieron varios autores, solamente en el siglo XVI podemos citar los
siguientes: Méndez, Bravo, Farfán, Gregorio López,
Barrios y Cárdenas. Claro que han
perdido valor científico, pero en su época fueron representativos.
Las matemáticas y la astronomía fueron cultivadas por Enrico Martínez
especialista en hidráulica que proyecto el desagüe de la cuidad de México).
(ingeniero
Carlos de Sigüenza y Góngora (entre cuyas muchas obras destacaban las que tratan sobre
los cometas). Eusebio Kino (jesuita alemán que comprobó que California era una península),
Francisco Javier Gamboa (geólogo y jurisconsulto). Antonio León y Gama (astrónomo y
anticuario que escribió sobre los satélites de Júpiter, climatología y las piedras arqueológicas
del sol y de tizoc), Joaquín Velázquez Cárdenas y León (construyo sus propios instrumentos
para observar el paso de Venus por el disco del Sol, e hizo buenas cartas geográficas) José
Ignacio Bartoloache y Antonio Alzate, sostenedores del sistema científico experimental.
EL PERIODISMO.-Las noticias se daban en hojas sueltas o gacetas que salían de vez en
vez, cuando había algo muy importante o curioso. El primer intento por hacer una publicación
periódica se debe a don Ignacio Castorena Ursúa y G. Goyeneche. Que dio luz a “Gaceta de
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México” en 1772. Después hubo otros intentos fracasados, hasta que en 1784 volvió a salir como
semanaria la gaceta que duro hasta el año de 1809.
El padre Antonio Alzate publicó una “Gaceta de Literatura” en que dio a conocer estudios
científicos sobre física, geografía, geología, medicina, historia natural etc., que mucho
sirvieron para combatir los errores y falsedades que corrían como verdades aun entre la
gente elevada.
En 1805 apareció el primero periódico cotidiano con el nombre de “Diario de México”.
LA RENOVACIÓN.- A mediados del siglo XVII se produjo una renovación de pensamiento, las
ciencias y las artes, que se atribuye en parte a la llegada de Borbones al trono de España.
Estos reyes, de origen francés, tuvieron una saludable influencia. A esa corriente se deben los
siguientes hechos:
a) La creación de la Academia de San Carlos, el Jardín Botánico y del Colegio de minería
dirigido por los sabios Fausto Eluyar y Andrés del Rió (autor éste último de la mejor obra
de mineralogía aparecida hasta entonces en español).
b) La población de los humanistas cuyas obras en latín son notables, así como en general la
literatura neoclásica que se advierte en Navarrete y continúa en los principios de siglo
XIX.
c) El auge de publicaciones periodísticas y la fundación de academias literarias como las de
“La Encarnación”, “San José”, “La Arcadia”, etc.
d) La modificación del pensamiento filosófico por la influencia de los pensadores franceses.
LA FILOSOFÍA MODERNA.- Aunque ya Sor Juana y Singüenza y Góngora habían podido
conocer las doctrinas de Renato Descartes, la filosofía escolástica, basada en Aristóteles y los
Teólogos de la Iglesia, continuaba rígida hasta que Benito Díaz de Gamarra introdujo los
principios de la filosofía moderna con sus obras, la principal de las cuales intituló Elementa
Recientores Philosophie.
LAS IDEAS POLÍTICAS
Durante la última época del siglo XVIII se infiltraron muchas obras de autores franceses, tales
como Rousseau, Voltaire, Diderot, Montesquieu, Condillac, Raynal y otros, cuyas ideas
sociales y políticas atacaban la autoridad de la Iglesia y la monarquía. Esas obras, que
fueron condenadas y prohibidas por la Inquisición, circularon entre las personas cultas. Sus
atrevidas teorías despertaron la conciencia adormecida de los criollos y prepararon la futura
revolución de independencia. El cura don Miguel Hidalgo que leía en francés, conoció
muchas de esas obras.
LA ARQUITECTURA
Independientemente de que se les considere como monumentos consagrados o como
testimonios de dominación sobre las conciencias y la economía, las construcciones religiosas
deben estimarse como obras de arte. En conjunto representan un gran tesoro arquitectónico de
México y los mexicanos están en obligación de proteger, puesto que es el más rico de
América. En nuestros templos y conventos se reflejaron los modelos europeos y así los
podemos considerar por épocas y estilos.
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ESTILO GÓTICO O FRANCISCANO.- Las primeras construcciones son del siglo XVI y
pertenecen principalmente a los franciscanos. Se trata de templos y conventos que son casi
fortalezas. Sus muros están coronados por almendras y troneras, por tener que servir para
defensa en caso de que los indios atacaran. Presentan detalles características góticos, tales
como contrafuertes, arcos en ojiva, bóvedas con nervaduras, etc. Al estilo gótico-franciscano
pertenecen los recios conventos e iglesias de Huejotzingo, Tepeaca, Calpam, Xochimilco,
Yecapixtla (de origen agustino), San Francisco de Tlaxcala, Tula (Hidalgo) e Izamal en
Yucatán.
ESTILO PLATERESCO.- En un estilo elegante que recuerda el fino trabajo de los plateros. Sus
ejemplos mejores se encuentran en las portadas de los teatros de San Agustín Acolman (Estado
de México) y Yuriria (Guanajuato).
ESTILO MUDÉJAR.- Los árabes dejaron grandes obras de su arquitectura en España, y algo
de ellos se reflejo en América. Buenas muestras de ello son el artesano en madera de San
Francisco en Tlaxcala, la torre de la Iglesia de Actopan (Hidalgo) y multitud de arcos en los patios
de conventos y casas particulares.
ESTILO BARROCO.- Rompe con la sencillez de los estilos anteriores. Levanta campanarios
y cúpulas, adorna las portadas con columnas de distintos órdenes, repartidas en varios
cuerpos y alternadas con nichos y esculturas. De este tipo son generalmente las
construcciones de los dominicos y el mayor numero de las iglesias mexicanas. Son notables
las construcciones de Oaxaca, como Soledad y el Santo Domingo. Muchas veces se exagero
el estilo barroco, hasta convertirlo en ultra barroco como la catedral de Zacatecas.
ESTILO CHURRIGUERA.- Es un estilo recargado que adorna excesivamente el exterior y el
interior de los templos. Multiplica las repisas quebradas, las repisas los festones, ramilletes,
Ángeles, esculturas, mantos, cornisas, guirnaldas, racimos de frutas, medallones todo ello
labrado finamente en cantera o madera que dorada en fuego da una impresión fantástica. La vista
no puede abarcar todos los detalles.
Maravillosos ejemplares churriguerescos son el Templo de Tepozotlán, la parroquia de
Taxco, el carmen en San Luis Potosí, el Sagrario de la Catedral de México y muchas Iglesias en
Puebla, Querétaro, Guadalajara, México, etc.
ESTILO NEOCLÁSICO.- Como una reacción frente al estilo churriguera, que parecía llegar al
delirio, se volvió a los modernos clásicos, usando elementos de la arquitectura grecolatina.
Los grandes maestros de éste último estilo en la colonia, fueron dos, el Valenciano Manuel
Tolsá (que dejó muestras de su genio en los remates, torres y cúpulas de la catedral de
México, la iglesia de Loreto y el Palacio de minería), y don Francisco Eduardo Tresguerras,
cuyas obras principales son: el famoso templo del Carmen de Celaya, su ciudad natal. El
Palacio de los condes de Rul, en Guanajuato, la Caja de Agua y el Teatro de Alarcón en San
Luis Potosí, la iglesia de las Teresas y la Fuente de Neptuno en Querétaro.
Otros magníficos ejemplares neoclásicos son: la cúpula de la compañía en Guanajuato, y la
del Hospicio en Guadalajara. Lástima que por la moda se hayan derribado muchos altares
dorados, churriguerescos, para levantar seudo clásicos de las columnas blanqueadas y frías.
MANERAS MEXICANAS.- Todos los estilos citados fueron interpretados y modificados por el
gusto de los artículos mexicanos que constituyeron la mayoría de las iglesias de nuestros
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pueblos; por eso no siempre puede catalogarse el estilo de una construcción. Entre las muy
mexicanas creaciones debemos contar con las iglesias cubiertas con ladrillos rojos y azulejos
multicolores, lo mismo que las capillas en que los indios dejaron sentir su influencia.
LAS CATEDRALES.- Son portentosas obras, dignas de admiración, la catedral de México (el
Templo Mas grandioso del continente), la de Puebla (de puro estilo herreriano), las de San Luis,
Morelia, Chihuahua, etc.
ARQUITECTURA CIVIL.- Fue mucho menos abundante que la religiosa. Debemos citar la
casa de los Montejo en Mérida y el palacio de cortes en Cuernavaca que pertenecen al siglo XVI.
En la cuidad de México, las casas llamadas de los Azulejos, de los mascarones, de Iturbide,
de los Marqueses de Valparaíso, y otros muchos edificios que le dieron fama como “ciudad de
los Palacios”.
LA PINTURA
También en pintura posee México un abundante tesoro artístico regado en sus templos; este arte,
como casi todos, estuvo a servicio de la iglesia. En sus primitivos conventos los frailes pintaron
sus muros con bellas decoraciones al fresco que todavía persiste después de cuatrocientos
años. En Acolman, Actopan y otras construcciones de la mesa central o de Oaxaca, pueden
verse restos de aquellas pinturas de fuerte estilo europeo.
En el mismo siglo XVI se formo un interesante grupo de pintores, en derredor de un flamenco
llamado Simon Pereyns, del que se conserva pinturas en el retablo de Huejotzingo (Puebla),
y en la catedral de México. Por cierto que este pintor fue procesado y atormentado en la
inquisición.
En el siglo XVII abundan los pintores buenos y aun magníficos como Baltasar y Echave, el
viejo, Luis Suárez, Sebastián de Arteaga, Juan Herrera, José Suárez, Juan Rodríguez
Xuares, Cristóbal de Villalpando, Juan Correa, Echave el Joven, Juan Tinoco, el Padre
Manuel y otros muchos.
En el siglo XVIII en que bajaba un poco la calidad de la pintura, se destaca el Oaxaqueño
Miguel Cabrera, cuya producción fue abundante y se encuentra regada en Texcoco, Puebla,
México, Guanajuato, y otras varias Ciudades. También debe mencionarse a Miguel Jerónimo
Zendejas y a Luis Rodríguez Alconero al finalizar el periodo colonial.
LA ESCULTURA
Igualmente abundante, comprende muchos trabajos anónimos. Con muy raras excepciones toda
se reduce a imágenes religiosas, principalmente labradas en piedra o en madera brillante
estocada. Los escultores propiamente considerados como artistas, aparecen hasta el siglo XVIII
en que se destaca los Cora de Puebla de quienes se conservan obras en esa ciudad, y Mariano
Perusquin, de Querétaro, que con otros artistas de su taller, dieron esculturas a templos de
Guadalajara, México, y Querétaro.
Don Miguel Tolsá que tenía en su arte un hábito renacentista fundó la admirable estatua
ecuestre de Carlos IV, de la que un poeta ha dicho que es un “monumento del genio a la
imbecilidad”, y las esculturas que decoran el reloj de la catedral de México, así como algunas otras
imágenes.
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GRANDEZA Y DECADENCIA DEL GOBIERNO ESPAÑOL
El poderío de España se reflejo en sus colonias, de igual modo, cuando la madre patria vino en
decadencia, sus colonias la sufrieron este ascenso y caída del imperio español puede
estudiarse a través de sus monarcas en tres siglos de dominación.
LA CASA DE AUSTRIA
Bajo el imperio de Carlos V de Alemania y I de España, se hizo la conquista de México que
percibió durante el reinado de su hijo Felipe II. Ambos reyes tuvieron como preocupación
fundamental la defensa de la iglesia católica. En ellos fueron fanáticos e intolerantes.
Sostuvieron guerras contra Francia, Turquía, los Países Bajos e Inglaterra, en las cuales
consumieron gran parte de la riqueza enviada de América. El Impero Español alcanzo, con ellos,
su máxima extensión y esplendor. Ambos llenaron por completo el siglo XVI que es el siglo de
las grandes conquistas y fundaciones, los magníficos virreyes como Antonio de Mendoza,
Luis de Velasco padre y Luis de Velasco hijo.
Felipe III, Felipe IV, y Carlos II fueron los últimos austriacos bajo cuyo Gobierno empezó la
decadencia de España. La flota quedo arruinada; los corsarios Ingleses y Franceses fueron
obstáculos para el comercio; se pidieron frecuentes préstamos y los tributos se hicieron cada vez
más pesados sobre los súbditos americanos; los cargos del gobierno se vendían
y
entregaban a personas que sólo procuraban robar. Los reyes entregaron el poder a favoritos
cortesanos que todo lo embrollaban la burocracia entorpeció, más que facilito, los asuntos de
gobierno. Los virreyes perdieron autoridad, el reino de Portugal se independizo. La
Inquisición se convirtió en un instrumento político. España rodaba a su decadencia. El último de
los Asturias, Carlos II, fue un imbécil que no dejó sucesión.
LA CASA DE BORBÓN
Cerrada la dinastía austriaca, el emperador de Alemania y el Rey de Francia Luis XIV,
trataron de imponer sucesor por medio de intrigas. Gano el francés e impuso a su nieto
Felipe de Anjou, que con el nombre de Felipe V, inaugura la dinastía Borbónica. La siguieron
Fernando VI y Fernando VII. Durante su Gobierno, España sufrió la influencia francesa en las
modas, costumbres, ideas, formas de administración, etc. En cambio de ellos, volvió a ser una
potencia en Europa.
El reinado de Carlos III es el más notable. Introdujo mejoras en el comercio, la marina, el
ejército y la industria, así como en la salubridad y en las poblaciones. Favoreció las ciencias y la
fundación de Instituciones de Cultura como la Academia. Su política fue la del despotismo
ilustrado que pretendía gobernar con “las luces de la razón”. Llevo a su último grado el
absolutismo del poder, sin permitir que sus procedimientos fueran discutidos. En la Nueva
España un virrey dijo que los vasallos “nacieron para callar y obedecer y no para discutir ni
opinar en los altos asuntos del gobierno”.
Un monarca tan absoluto no podía tolerar la supremacía de la iglesia católica,
restringiendo sus poderes. Sometió a los obispos al consejo real, limito el
inquisición y obligó al clero a contribuir para los gastos públicos. Como estas
encontraban un serio obstáculo en los jesuitas, calurosos defensores del poder
decretó su expulsión de todo el imperio y se les deportó por sorpresa a
pontificios de todas sus procesiones se incauto la Corona.
89
y así fueron
poder de la
reformas se
papal, el rey
los Estados
LAS INTENDENCIAS
La división de la Nueva España en Reinos y providencias cambio radicalmente por orden de
Carlos III en 1786, según lo dictan las “Ordenanzas de Intendencias”. Esta nueva
organización se hizo a imitación de Francia.
Hubo doce intendencias y tres provincias según el siguiente orden:
1º.
INTENDENCIA DE MÉXICO. Estados de México, Querétaro, Hidalgo, Morelos y
Guerrero.
2º. INTENDENCIA DE PUEBLA. Puebla y Tlaxcala.
3º. INTENDENCIA DE GUANAJUATO.
4º. INTENDENCIA DE VALLADOLID. Michoacán.
5º. INTENDENCIA DE GUADALAJARA. Jalisco, Aguascalientes y Colima. 6º.
INTENDENCIA DE ZACATECAS.
7º. INTENDENCIA DE OAXACA.
8º.
INTENDENCIA DE MÉRIDA. Yucatán y Campeche,
9º. INTENDENCIA DE VERACRUZ. Veracruz y Tabasco.
10ª. INTENDENCIA DE SAN LUIS POTOSÍ. San Luis Potosí, Tamaulipas, Nuevo León,
Coahuila y Texas.
11ª. INTENDENCIA DE DURANGO. Durango, Chihuahua.
12ª. INTENDENCIA DE SONORA. Sonora y Sinaloa.
PROVINCIAS 1.- DE NUEVO MÉXICO, 2.- VIEJA CALIFORNIA, 3.- NUEVA CALIFORNIA.
LOS VIRREYES
Los hubo excelentes, buenos, medianos y pésimos. Muchos, como el Márquez de Villena y el
conde de Baños dejaron fama de poco escrupulosos y no honrados. Citaremos algunos de
los mejores, cuyo recuerdo es interesante para México. Los primeros en tiempo y quizá en
meritos fueron don Antonio de Mendoza, don Luis de Velasco padre, don Pedro Moya de
Contreras, (que reunió los máximos poderes de virrey, obispo e inquisidor) y don Luis de
Velasco hijo.
Los virreyes del siglo XVII son menos notables. Apenas merecen citarse el obispo Juan de
Palafox y Mendoza y Fray Payo Enríquez de Rivera.
Entre los virreyes del siglo XVIII, bajo el reinado de los Borbones, hubo notables
gobernadores, como el duque de Linares, el Márquez de Croix,
don Antonio María de
Bucareli, en Cuyo tiempo se fundaron la Casa de Moneda, el Hospital, el Malcomió de San
Hipólito, el Hospital de San Andrés y el palacio de minería; don Bernardo de Gálvez y el
segundo Conde de Revillagigedo.
El virrey Revillagigedo fue el gobernante más activo y eficiente. Embelleció la ciudad de
México hasta hacerla la mejor del continente. Reorganizo la administración, el ejército, la
policía, las intendencias, los tribunales, la hacienda; creo escuelas primarias gratuitas, fundó el
Archivo General; organizó el primer censo general del país e inauguro el colegio de
minería. Pudo decirse que “en todo puso la mano y en todo bien”.
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El Marqués de Branciforte al contrario del segundo de Revillagigedo, se enriqueció
vendiendo los cargos militares y comerciando con todo. Para halagar al rey Carlos IV mando a
hacer su estatua al escultor Tolsá.
Los últimos virreyes, en cuyo gobierno estallaron las inquietudes de la colonia, que había
madurado para alcanzar su independencia, pertenecen al siglo XIX. Las principales fueron
Aranza Berenguer de Martín, José de
Itubigaray, Pedro Garibay, Lizana
y Beaumont,
Francisco Javier Venegas, Félix María Calleja del rey, Juan Ruiz de Apodaca y Juan
O'donojú que cerro la lista de 62 virreyes.
Con las luchas de insurgentes se rompe el periodo de la Colonia, asentada sobre las bases de
exploración, dominación española y muchos prejuicios, pero fue crisol, en múltiples aspectos
de nuestra nacionalidad. Esta nacionalidad que habría de anunciarse en la alborada de
Dolores.
La crítica de la Colonia novo hispana que estudiamos y los elementos que dentro de ella
causaron su descomposición y su fin, pertenecen al estudio del segundo curso por que se
enlazan con la lucha por la independencia.
91
CAPÍTULO V.- LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO
Factores externos
Crisis política y económica en España
El proceso de independencia de México, cuyos factores internos se trataran más adelante, debe
enmarcarse en el ámbito de la situación de crisis de la corona española entre los años de 1788
y 1820, puesto que en el desarrollo de los acontecimientos en que se vio involucrada la
metrópoli durante ese lapso, se presentó la coyuntura favorable que las colonias americanas
aprovecharon para iniciar la revolución libertadora.
Al morir Carlos III, el gobierno español careció de una mano firme que mantuviera a flote el
imperio en aquella época de grandes tensiones en el panorama europeo. Carlos IV ocupo el
trono en diciembre de 1788 y, por recomendación de su padre y antecesor, mantuvo al frente
del gobierno en calidad de ministro al conde de Floridablanca, cuya rivalidad con el conde de
Aranda, quien algunos años antes dominara la política española, agravó las tensiones
internas.
Más en aquellos momentos los problemas no eran sólo de índole política sino también
económica y social; para entonces era evidente que las finanzas del gobierno, desgastadas
por las continuas guerras en las que España intervino a raíz de la política de equilibrio
impulsada por Francia e Inglaterra, sus más fuertes rivales, no podrían satisfacer los
reclamos de una población en creciente expansión. Los problemas de la baja productividad
agrícola, la incapacidad para competir comercialmente en forma efectiva con los rivales
extranjeros, incluso en los mercados americanos, y el retraso tecnológico de la industria,
demostraban de manera clara el fracaso de las reformas emprendidas por los Borbones.
Esta situación, presente desde 1780, había llevado al gobierno de Carlos IV a utilizar el
recurso de emitir bonos de papel conocidos como "vales reales", en un intento por conseguir
créditos respaldados por los ingresos del Estado, a fin de cubrir los grandes gastos de
guerra. Cuando ocurrió el fallecimiento de Carlos in en 1788, el gobierno ya había emitido
vales con valor de cerca de 550 millones de reales, con la obligación de cubrir los intereses
por cerca de 22 millones. Por otra parte, para mantener la confianza de los acreedores en las
finanzas, era indispensable el logro de la paz con los países extranjeros y el mantenimiento
de condiciones estables en el orden interno; ninguna de esas dos situaciones se dio, en gran
parte debido al impacto de la Revolución francesa en la política española.
El estallido de la Revolución francesa represento para la Corona española un nuevo y gran
peligro; aparte de lo que significaba en el piano ideológico-político la caída del Antiguo
régimen monárquico en el país vecino, la amenaza inmediata de una guerra con Francia
pareció aumentar a causa de la "diplomacia de mano dura" del ministro Floridablanca, quien se
propuso aislar a España del contagio trances, y mostró una actitud inflexible de rechazo frente a
la revolución, lo que proporciono a sus enemigos políticos una oportunidad para intensificar
las intrigas en su contra, haciendo ver a Carlos IV la posibilidad de que la hostilidad de
Floridablanca contra la Revolución francesa pudiera inmiscuir a España en una guerra que no
estaba en condiciones de emprender.
Presionado por esos argumentos, el rey destituyó a Floridablanca y mando llamar a Aranda
para que ocupara el cargo de ministro; éste reemplaz, ocurrido a principios de 1792, fue bien
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visto en un principio por la Asamblea Nacional de Francia, pues Aranda dio muestras de una
cierta apertura hacia la revolución e incluso logró establecer una alianza de paz entre los dos
países; sin embargo, en momentos de tensión internacional, Aranda hubo de defender
obviamente los intereses de España. Por otra parte, la posición del nuevo ministro español
en la política interna tampoco estaba segura ni exenta de intrigas, en este caso provenientes
de Manuel Godoy, un oficial del ejército y protegido de la reina, que aspiraba al supremo
cargo del gobierno ocupado por Aranda, y cuyo ascenso en la política se estaba dando con
gran rapidez.
Respecto a la política exterior, ante los acontecimientos franceses de agosto de ese mismo
año de 1792, Aranda se vio envuelto en el conflicto internacional contra la Revolución —
cuando Austria y Prusia declaran la guerra a Francia y buscan el apoyo de España—, para
rectificar luego la postura de España proponiendo su neutralidad, aunque ello significara su
aislamiento de Europa. Aunque la proclamación de la Republica francesa el primero de
septiembre de 1792, no condujo a una ruptura inmediata entre los dos países, la posición de
Aranda era ya insostenible, pues demostraba que había fracasado en su gestión como
opción a la política de Floridablanca. La vacilante actitud de Aranda frente al problema
francés, agregada a la presión e intrigas de Godoy, provocaron su salida y abrieron a éste el
camino como una tercera posibilidad de solución para España en el ámbito internacional,
pues Carlos IV continuaba decidido a salvar la vida a su primo Luis XVI, además el nuevo
gobierno francés tenia la esperanza de asegurar su frontera manteniendo la paz con España.
El orden de cosas tomo un rumbo distinto cuando, en enero de 1793, Luis XVI fue ejecutado y
este hecho puso fin a los esfuerzos de España por conservar la neutralidad, y aunque
Godoy no estaba muy de acuerdo con la posibilidad de una guerra con Francia, tuvo que
ceder ante la fuerte presión popular y, en marzo de ese mismo año, ambos países se
declararon la guerra. Durante más de dos años se enfrentaron en una serie de combates en los
frentes oriental y occidental de los pirineos, con desventaja para España no obstante la alianza
que estableciera con Gran Bretaña, pues durante ese lapso tuvo constantes fricciones con
este país, cuyo poderío naval, que no cesaba de incursionar en América, representaba para
España más una amenaza que un beneficio contra el mutuo enemigo francés. Cuando Prusia,
desgastada por las derrotas, firmo un tratado de paz con Francia en Basilea, en abril de 1795,
España se apresuró a hacer lo mismo a pesar de los esfuerzos de los británicos por impedirlo. Al
retirarse España de la alianza contra Francia, Gran Bretaña aprovecho el momento para
aumentar sus incursiones en las colonias hispanoamericanas, lo cual, sumado al disgusto
británico por el Tratado de Basilea, convirtió la posibilidad de una guerra entre España y Gran
Bretaña en algo muy real.
El conflicto europeo dio entonces un viraje, ya que Godoy se decidió a establecer un nuevo
alineamiento con Francia y, mediante el Tratado de San Ildefonso concertado en agosto de
1796, se comprometió a celebrar una alianza ofensiva y defensiva con el Directorio de
Francia al tiempo que insinuaba un futuro acuerdo comercial entre los dos Estados. Una de
las consecuencias más graves de este viraje de —España al pasar de la alianza ideológica
con la Europa monárquica, a la alianza estratégica con la Revolución representada por
Francia fue el hecho de que quedo completamente supeditada a este país en lo referente al
orden internacional. Además, como resultado de este tratado, sobrevino de inmediato la
ruptura con Gran Bretaña y una guerra que trajo para España varias consecuencias
negativas: la derrota en la batalla naval de Cabo de San Vicente, la perdida de la isla de
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Trinidad y el bloqueo ingles al puerto de Cádiz, lo cual significaba en realidad un bloqueo al
comercio español con América.
Estos hechos, ocurridos en el año de 1797, obstaculizaron los vínculos entre la metrópoli y sus
dominios coloniales, en el momento preciso en que los criollos presionaban cada vez con más
fuerza en favor de una mayor participación en la toma de decisiones en los virreinatos y
capitanías generales; así, la inconformidad de los americanos hacia la rígida política imperial de
los Borbones coincidía con una penetración extranjera más intensa en los mercados
americanos, alentada ahora por el bloqueo de Cádiz.
La guerra con Inglaterra agravo aun más la situación financiera de España, sobre todo al
reducir el ingreso proveniente de las Indias. En 1796 éste representaba 20 por ciento del
ingreso total de la metrópoli, y para el año siguiente su monto se había reducido de 224
millones de reales a 14 millones; ante esta situación, las autoridades concluyeron que los
ingresos debían obtenerse entonces dentro de la propia España, por lo que en septiembre de
1798 Carlos IV autorizo la apropiación de un considerable numero de propiedades
eclesiásticas, para obtener ingresos que garantizaran los vales reales. Esta política de
desamortización altero todavía más el ya inestable equilibrio entre el Estado y la Iglesia,
alarmada esta por la alianza con la Francia revolucionaria, cuya tendencia liberal y
anticlerical constituía una seria amenaza para el poder eclesiástico. Esta situación aumento
las tensiones internas y provoco una crisis que culmino con la caída de Godoy, en ese mismo
año de 1798.
Poco más tarde Godoy fue restituido en el cargo y en marzo de 1802 concertó con Inglaterra
la llamada "Paz de Amiens", la cual dio a España un breve respiro de la guerra y permitió se
reanudara el comercio con las Indias, aunque no pudieron remediarse a corto plazo los
trastornos en la economía española provocados por el bloqueo ingles. El desempleo en los
principales centro textiles de Cataluña y Valencia hizo crecer la hostilidad hacia el gobierno;
la península ibérica en conjunto padeció una de las más graves crisis de subsistencia,
precisamente durante esos años de paz, entre 1802 y 1805, lapso durante el cual tampoco
cedió la presión que ejercían los franceses sobre España. Cuando Francia e Inglaterra
volvieron a entrar en guerra, el gobierno español se esforzó por mantenerse neutral, pero
ambos países rivales le exigieron tomar una posición; el gobierno británico deseaba que
España se desligara totalmente de su asociación con Francia pero, dado que la política
exterior española había quedado supeditada a la de Francia, el gobierno de Godoy se vio
comprometido a firmar con Napoleón, nombrado primer cónsul en 1799, una serie de
tratados que prácticamente obligaron a España a apoyar la política expansionista de
Napoleón; esta circunstancia condujo a una nueva guerra con Inglaterra.
Los ataques sin previa provocación contra las embarcaciones españolas por parte de los
barcos de guerra ingleses forzaron a Carlos IV a declararle la guerra a Gran Bretaña en
diciembre de 1804, y ratificar su alianza con Napoleón, proclamado emperador de los
franceses en mayo de ese año. La reanudación de la guerra exigía nuevos financiamientos
para costear los gastos militares, por lo que la Corona española hizo extensiva a las Indias la
política de desamortización, quedando con ello comprometido el imperio español de América
a cubrir los desastres financieros de la metrópoli, lo cual hizo crecer la hostilidad de los
habitantes de las colonias afectadas por estas medidas, y acentuó los deseos de autonomía,
sobre todo en la Nueva España donde se obligó a la Tesorería a cubrir letras de cambio por
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un valor de 40 millones de reales como parte de la deuda contraída por el gobierno de
Madrid.
Las finanzas españolas se hundieron aun más a causa de un segundo bloqueo aplicado por
Inglaterra, y de la derrota naval sufrida en Trafalgar en 1805 por las fuerzas francoespañolas. Con esta serie de fracasos Godoy quedo desacreditado frente ala opinión publica y
aumentaron las protestas en su contra, pero la principal oposición hacia el favorito de la reina
provenía de Fernando —hijo primogénito del rey y por lo mismo príncipe de Asturias—, en torno
al cual se agrupaba un núcleo de personajes de la nobleza enemigos de Godoy. Esta
conspiración, además de servir como indicador del deterioro existente dentro de la familia
real, tenía un significado muy importante en la unión del partido aristócrata con el partido
fernandino, puesto que esa facción tradicionalista veía en el heredero al trono una
oportunidad para liberarse de Godoy.
Al tiempo que se daban estas intrigas en la política española, en virtud de su fracaso en
Trafalgar, Napoleón se propuso poner en practica una nueva estrategia contra Inglaterra, la
cual consistió en un bloqueo continental, basado en dos propósitos esenciales: 1) impedir la
entrada de barcos y productos ingleses al continente europeo; 2) dominar políticamente a los
países europeos que mantenían relaciones comerciales con Inglaterra, colocando en sus
tronos a miembros de la familia napoleónica. Debido a su compromiso con Francia, España
se vio forzada a adherirse al llamado Sistema Continental en febrero de 1807, y en octubre
de ese mismo año se firmó el Tratado de Fontainebleau, por el que Carlos IV se
comprometía a proporcionar dinero y tropas militares, y a colaborar con Napoleón para
obligar a Portugal, último aliado que le quedaba a la Gran Bretaña, a que entrara al sistema
continental, atacándolo a lo largo del territorio español; a cambio de esta colaboración,
España habría de garantizar sus posesiones territoriales en Europa y América.
En el interior de España se había generalizado el sentimiento adverso hacia Godoy no sólo
de parte de la nobleza, sino entre la población que sufría los fracasos financieros del
gobierno y por ello se veía a Fernando como una opción viable para acabar con el poder de
Godoy. En virtud de lo anterior, Napoleón únicamente podrá asegurarse de contar con el
apoyo de España en cuanto su intervención contribuyera al ascenso de Fernando al poder en
lugar de su padre y de Godoy. Así, el paso del ejercito francés por el territorio español, de
acuerdo con el Tratado de Fontainebleau, no provoco oposición porque se suponía que
Napoleón estaría dispuesto a interceder en favor del ascenso de Fernando al trono. Esto era
algo más que un deseo de parte de los enemigos de Godoy, pues exista una verdadera
conspiración encabezada por el mismo príncipe de Asturias no sólo contra el ministro sino
también contra los reyes; se trataba de un plan complete urdido por el partido fernandista
para crear un nuevo gobierno con apoyo de Napoleón. Sin embargo, la conspiración fue
descubierta y, a fines del mes de octubre de 1807, Carlos IV dirigió un mensaje al país en él
quien informaba del complot de su hijo para destronarlo; Fernando pidió entonces un perdón
que le fue otorgado, pero los acontecimientos posteriores habrían de mostrar como en el
fondo el príncipe no cejaría en su empeño por derrotar al gobierno de su padre.
En el invierno de 1807-1808, mientras continuaba creciendo la lucha contra Godoy, las
tropas francesas que habían entrado en España con el consentimiento del gobierno fueron
ocupando plazas estratégicas en el norte de país, lo cual demostraba las intenciones de
Napoleón de aprovechar la debilidad y las intrigas en la Corte española para imponer su
dominio sobre el territorio ibérico. Ante este peligro, Godoy trato de poner a salvo la
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monarquía e intentó llevar a la familia real a las regiones del sur en Andalucía o si fuera
preciso trasladar a América el gobierno, como había sucedido con la monarquía portuguesa, más
esto no me posible porque el Consejo de Castilla se opuso a tal medida.
En marzo de 1808 surgió una nueva conspiración esta vez dirigida por el conde de Montijo,
partidario de Aranda, que tema también como objetivo llevar a Fernando al trono. El día 17
en la noche se llevó a cabo lo que se conoce en la historia como el "motín de Aranjuez"; los
amotinados, entre los que había nobles, gente del bajo pueblo madrileño y campesinos,
asaltaron el palacio de Godoy y una turbulenta multitud se lanzo a las calles de Madrid para
saquear las residencias de los familiares y partidarios del favorito real. Esta acción obligó a
Carios IV a destituir a Godoy de sus cargos y más tarde a abdicar en favor de su hijo
Fernando. Aquella era una situación muy grave, pues el violento derrocamiento de un
monarca constituía un acto sin precedentes en la vida política española, por lo menos
durante los dos siglos anteriores. Dio comienzo entonces el breve primer reinado de
Fernando VII, que habría de durar tan sólo seis semanas. Estos acontecimientos aceleraron
la intervención francesa en España al alentar a Napoleón para que apresurara a Murat, su
lugarteniente en la península, a dirigirse a Madrid antes de que Fernando pudiera consolidar
su posición; y en efecto, las tropas francesas comandadas por Murat llegaron un día antes de
que hiciera su entrada a la capital el nuevo monarca, quien no obstante el éxito del motín de
Aranjuez, no parecía sentirse seguro en el trono y por ello decidió buscar el apoyo de
Napoleón, para el cual la crisis política en España representaba una valiosa oportunidad. En
el mes de abril el emperador convoco a Fernando a entrevistarse con el en Bayona, y poco
después se reunían con ellos el depuesto Carios IV y su esposa. Mientras se daban agrias
discusiones entre los miembros de la familia real española, hasta aquella localidad llegaron
noticias sobre un levantamiento nacionalista del pueblo de Madrid que, desesperado ante la
debilidad de sus gobernantes, se manifestó en contra de la invasión francesa el dos de
mayo, así como de la sangrienta represión que en represalia llevaron a cabo al día siguiente
las fuerzas de Murat.
Aquellas demostraciones de resistencia del pueblo español hicieron a Napoleón apresurar
los acontecimientos; el cinco de mayo se firmo el Acuerdo de Bayona mediante el cual
abdicaron los monarcas borbones: Fernando VII en favor de su padre Carios IV, y éste último
en favor de Napoleón, quien a su vez proclamo a su hermano José como rey de España.
Fernando Fue conducido al castillo de Valencay, en donde quedo confinado. Mientras tanto,
el pueblo español, que veía en el cautiverio de su monarca una gran afrenta a su patria, dio
comienzo a una perseverante lucha por la independencia mediante la estrategia de la
guerrilla, generalizada por todo el territorio de España, al tiempo que, frente al vació de poder
legitimo, los integrantes del movimiento liberal creyeron llegada la oportunidad para
establecer un gobierno soberano que sustituyera la monarquía y pusiera fin al Antiguo
régimen. Puede decirse que de manera paralela a la guerra de independencia, se estaba
dando en España un verdadero movimiento revolucionario contra el absolutismo monárquico.
La ausencia de un gobierno nacional aceptable en la capital (puesto que el pueblo rechazo al
monarca impuesto por Napoleón) desencadenó la fragmentación del Estado, ya que en las
provincias se levantaron insurrecciones locales y se crearon diversas "Juntas" de resistencia
incluso rivales entre si. La primera junta fue la de Asturias, integrada en el mismo mes de
mayo, que declaro la guerra a Napoleón y envió comisionados a Londres para obtener ayuda
a favor de la independencia, y así llegaron a formarse 18 juntas provinciales con la
pretensión de ejercer la soberanía que según argumentaban les correspondía en ausencia
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del rey. Ante el riesgo de una desintegración del Estado español, en septiembre de 1808 se
creo una Junta Central y en mayo del siguiente año este organismo acordó la reunión de las
Cortes, cuerpo legislativo comisionado para dar al país una Constitución que diera forma a
un nuevo régimen y llevara a cabo una transformación de la sociedad. Así, en septiembre de
1810, las Cortes iniciaron en Cádiz la empresa legislativa que culminaría con la Constitución
de 1812.
Mientras tanto, en las colonias de América la caótica situación de la metrópoli hizo patente la
necesidad de establecer órganos de gobierno que suplieran la ausencia del monarca español
y, además, con la oportunidad de hacer uso de un considerable margen de autonomía, en
virtud de la carencia de fuerza política de parte de los gobiernos provisionales improvisados
en España. Así, la invasión napoleónica, aunada a la decadencia del Antiguo régimen en la
metrópoli, ofrecía a los criollos hispanoamericanos una excelente oportunidad para dar
comienzo al proceso de emancipación que los liberara de la marginación de que eran objeto
por parte de los peninsulares, y pusiera fin a la explotación colonial, agravada recientemente
por la monarquía española, que para cubrir sus enormes gastos militares, había elevado los
impuestos y creado nuevos procedimientos para extraer de las colonias mayores recursos
financieros, como fue el caso de la Real cedula sobre enajenación de bienes raíces y cobro
de capitales de capellanías y obras pías para la consolidación de vales reales que, expedida
el 26 de diciembre de 1804 por el virrey Iturrigaray, enviado a México por Godoy, afectaba de
manera muy perjudicial a la economía novo hispana, y avivo el descontento de los grupos de
oposición que formularon protestas pidiendo al virrey abolir aquel decreto.
MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA
Factores internos del movimiento independentista
Entre los factores internos que promovieron un espíritu independentista en la Nueva España, es
necesario tomar en cuenta al contexto regional de los fenómenos socioeconómicos que
provocaron el descontento de los grupos sociales afectados por las políticas coloniales. Es muy
significativo el hecho de que los brotes de insurrección ocurridos entre 1809 y 1810 tuvieran
lugar particularmente en la región centro-norte-occidente del virreinato, principalmente
en el Bajío —en Michoacán primero y en Querétaro y Guanajuato después— lo cual parece
reflejar una particular situación de descontento entre la población de esa región, de notable
crecimiento económico durante el siglo XVII.
Como se explico, el crecimiento económico novo hispano en el siglo XVII no fue extensivo a
todo el virreinato ni a todas las áreas de la economía, ni tampoco beneficio a todos los
grupos sociales; se manifestó en regiones específicas, favoreció sobre todo a peninsulares y
criollos, e involucre solamente a algunos sectores particulares de la actividad productiva. Él
más importante de estos fue el sector minero de las zonas de Guanajuato, San Luis Potosí y
Zacatecas, seguido de la producción cerealera y ganadera del Bajío y el centro de Jalisco.
Tal expansión productiva estuvo asociada con un crecimiento demográfico que en esta
región se dio en mucha mayor medida que en el resto de la Nueva España, con la
consecuente demanda de artículos alimenticios. Estos cambios contribuyeron a aumentar el
deterioro de los niveles de vida en los estratos bajos de población formados principalmente
por indígenas, pues aparte de que estos fueron despojados de sus tierras por los grandes
hacendados y rancheros, la necesidad de aumentar la producción de cereales para satisfacer
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la demanda alimentaría llevó a los dueños de haciendas a ejercer una mayor presión sobre los
trabajadores.
Estas tendencias en las relaciones sociales y económicas tuvieron repercusiones profundas
sobre los trabajadores agrícolas, y ayudaron a crear entre ellos la conciencia de que se
estaba deteriorando su condición de vida. Las exigencias económicas crecientes fueron
vistas en el Bajío como amenazas a la comunidad campesina en general y crearon un
terreno propicio para albergar anhelos de rebelión que coincidieron con la crisis en la
metrópoli entre 1808 y 1810.
Por otra parte, las medidas reformistas aplicadas por la dinastía borbónica bajo el esquema
del "despotismo ilustrado", buscaron recuperar el control político y económico sobre las
colonias de América, mediante el monopolio de los cargos principales en la Iglesia y el
Estado en manos de peninsulares recién llegados. Esas disposiciones, que continúan una
excesiva carga para la economía novo hispana en general, habrían de afectar de manera
particular a los recién enriquecidos criollos del Bajío, frenados en un crecimiento que apenas
comenzaban a saborear, además de que tales reformas frustraron los deseos de superación
de profesionales e intelectuales oriundos de esa región, y agudizaron el viejo resentimiento
hacia los "gachupines". En esta creciente inconformidad se puede encontrar el origen de la
disidencia política del grupo criollo del Bajío, pues todos los Lideres de las conspiraciones de
1809-1810 procedían de este grupo social, y se puede explicar en gran parte su interés por
capitalizar el descontento de las clases humildes contra las autoridades coloniales
sostenedoras de la discriminación racial y la explotación laboral.
Otro factor de gran influencia en el movimiento insurgente fue el religioso. El descontento de los
criollos contra los peninsulares, presente ya en el siglo XVII, generó el surgimiento de una
conciencia de nacionalidad asociada a los rasgos que me tomando la religión católica en la
Nueva España, centrada particularmente alrededor del culto a la Virgen de Guadalupe. Esto
constituyó la más importante identificación de la conciencia del criollo mexicano con el
catolicismo y fue sustentado de manera primordial por los religiosos pertenecientes a la
orden jesuita, notables intelectuales y educadores que, hasta su expulsión del país en 1767,
difundieron entre sus alumnos criollos las ideas ilustradas sobre libertad e igualdad,
generando con ello el espíritu del movimiento independentista.
Primeros esfuerzos independentistas del grupo criollo
Los acontecimientos revolucionarios de 1808 en la metrópoli dieron un impulso directo al
movimiento de emancipación tanto en México como en otras colonias españolas que
buscaron seguir el ejemplo de Haití, independizada en 1803. Las noticias del motín de
Aranjuez y de la abdicación de la familia real en Bayona crearon en la Nueva España una
situación muy compleja en la que se hizo manifiesta la división entre dos bandos claramente
opuestos; por una parte, los criollos terratenientes, comerciantes e intelectuales del
Ayuntamiento de la ciudad de México que pretendían crear juntas gubernativas provisionales
y, por otra, los peninsulares defensores del régimen colonial, cuyo centro de poder era la
Audiencia. Además, los acontecimientos en la metrópoli motivaron que el virrey Iturrigaray,
sabedor de que su suerte estaba ligada con Godoy, decidiera cambiar suposición y apoyarse
en el partido criollo, en un intento por mantenerse en el poder. Para tal efecto, suspendió la
venta de fincas y la recaudación de capitales ordenadas por la Cedula de Consolidación,
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acciones con las que pretendía atraerse la confianza de las personas afectadas por un
decreto expedido por el mismo cuatro años antes.
Los partidarios de la independencia entre quienes destacaban el regidor Juan Francisco
Azcarate, el abogado Francisco Primo de Verdad y Ramos, y el sacerdote Melchor de
Talamantes, el 19 de junio de ese mismo año de 1808, presentaron al virrey un proyecto para
formar un gobierno provisional al frente del cual estaría el propio Iturrigaray, quien aceptó la
propuesta, acorde con su ambición política. Sin embargo, la Audiencia rechazo el proyecto
argumentando que el Ayuntamiento sólo representaba a la capital y no al virreinato en su
conjunto y, por tanto, no expresaban la opinión de toda la población. El grupo criollo decidió
entonces continuar el debate y solicito la formación de una Junta como la de España,
además de un congreso similar a las Cortes de la metrópoli. Esta propuesta también fue
rechazada por la Audiencia, bajo la consideración de que el hecho de ser una colonia
imposibilitaba a la Nueva España a tomar esa clase de decisiones.
El día 30 de agosto de ese mismo año de 1808, las Juntas de Sevilla y de Asturias exigieron el
reconocimiento de su soberanía sobre Nueva España, con lo cual demostraban
tácitamente la carencia de un gobierno legitimo en España, lo cual llevó a Iturrigaray a tomar una
decisión: el primero de septiembre convoco a una reunión para anunciar la situación de anarquía
que se vivía en España y la negativa a reconocer a las juntas provinciales de la metrópoli,
además de insistir en convocar una asamblea consultiva a la que asistieran representantes
de los ayuntamientos más importantes. Estas tendencias separatistas le ganaron nuevos
adeptos entre los partidarios de la independencia.
Ante el hecho de que Iturrigaray se proponía llevar a cabo la separación de México y
convertirse en gobernante del país, la facción peninsular se propuso eliminarlo; el grupo de
españoles —terratenientes, comerciantes y funcionarios coloniales—, encabezado por
Gabriel de Yermo, rico terrateniente vinculado estrechamente con la Audiencia, urdió un plan
en contra del virrey y la noche del 15 de septiembre lo aprehendieron, sustituyéndolo al día
siguiente por un anciano mariscal de nombre Pedro de Garibay, que había de quedar
prácticamente sometido al poder de la Audiencia, es decir de los peninsulares. Junto con
Iturrigaray fueron detenidos Azcarate, Primo de Verdad y Talamantes. Terminaba así el
primer intento de emancipación criolla durante el vació de poder en España. Pero si aquel
primer intento terminó en fracaso, fue por otra parte un ejemplo que habían de seguir para el
movimiento anti español que lejos de sofocarse se intensifico, dispuestos los criollos a no
dejar escapar la oportunidad que ofrecía la invasión napoleónica a la metrópoli, pese a la ola
de arrestos y a la creación de un tribunal especial formado para juzgar a los insurrectos,
considerados como traidores a la patria.
En marzo de 1809, el virrey y los miembros de la Audiencia, empeñados en mantener el
régimen colonial, prestaron juramento de fidelidad a la Junta Central creada en España. En el
mes de julio, este organismo decidió destituir al virrey Garibay, quien anciano y enfermo,
había demostrado ser incapaz de sofocar el movimiento de emancipación, cada vez más
extendido. El nuevo virrey, arzobispo Francisco Xavier Lizana y Beaumont, decidió aplicar
una política conciliatoria, e incluso apoyo en ocasiones al Ayuntamiento y al partido criollo,
con lo cual motivo el descontento de los peninsulares. Meses más tarde, la Junta Central
exigió que Nueva España concediera ala metrópoli un empréstito cuantioso y esto produjo
una indignación general. Los miembros del partido criollo plantearon cada vez más
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enérgicamente el asunto de la independencia, y los más decididos se lanzaron a la lucha
armada.
En septiembre se dio en Valladolid (hoy Morelia), capital de la intendencia de Michoacán, una
conspiración contra las autoridades coloniales en la que estaban involucrados varios oficiales
del ejercito y miembros del bajo clero, cuyo plan consistía en formar un congreso que
guardara en deposito la soberanía real mientras Fernando VII volviera al trono; con el
propósito de atraer a los campesinos a su causa, los dirigentes ofrecían abolir los impuestos
que pesaban sobre los indígenas. La insurrección, fijada para el 21 de diciembre de 1809, no
se pudo llevar a cabo, pues los conjurados fueron descubiertos y detenidos. Pese a su
fracaso, la conjura de Valladolid logró contagiar de su espíritu revolucionario a otras ciudades
cercanas a la región, entre ellas Querétaro, donde se habría de planear una nueva
conspiración.
A principios de 1810, las noticias acerca de las derrotas sufridas por las tropas españolas en la
metrópoli y la ocupación de la mayor parte del país por los invasores franceses
constituyeron el detonante de la insurrección libertadora en diversas regiones de América del
Sur; en Caracas, Buenos Aires, Santa Fe de Bogota y Quito, donde los ayuntamientos
lograron constituir juntas gubernativas que sustituyeron a las autoridades coloniales bajo un
esquema similar al del ayuntamiento de México en 1808, fracasado por el golpe de Yermo. Dos
años después, los acontecimientos en América del Sur revivían el espíritu revolucionario de los
criollos novo hispanos y es entonces cuando decidió entrar en acción el grupo implicado en
la conspiración de Querétaro.
Miguel Hidalgo y la conspiración de Querétaro
Miguel Hidalgo, a quien la historia reconoce como el líder principal del movimiento surgido de
la conspiración de Querétaro, fue uno de aquellos criollos que recibieran la influencia de los
jesuitas; nacido en tierras del Bajío, en la intendencia de Guanajuato en 1753, Hidalgo
estudió en el Colegio de San Francisco Javier, atendido por miembros de la Compañía de
Jesús, y aunque su estancia en esa institución me breve, de 1765 a 1767, determino la
orientación ideológica que habría de sostener de ahí en adelante bajo la influencia de las
ideas "afrancesadas" (por la Ilustración francesa) transmitidas en las lecturas propias de la
"modernización" de la vida intelectual jesuita en aquella época. Ordenado sacerdote en 1778,
Hidalgo impartió cátedra de gramática latina, artes y teología en el Colegio de San Nicolás en
Valladolid, donde hizo una muy intensa vida académica llegando a dominar varios idiomas
aparte del latín de rigor: francos, italiano y las lenguas indígenas otomí, tarasco y náhuatl. En
el mismo colegio de San Nicolás ocupo varios cargos hasta alcanzar el de rector en 1790,
aunque renunció a este puesto al cabo de dos años, presionado por quienes le reprochaban
entre otras cosas la influencia jesuita en su carácter y su afición por la lectura de libros
prohibidos.
A partir de 1792, Hidalgo ocupo el curato de Colima y después el de la parroquia del pueblo
de San Felipe en Guanajuato, donde promovió la alfarería, compro una huerta e incremento
su biblioteca personal con libros de autores franceses, considerados entonces como
contrarios a la religión católica y a la monarquía española. Además de su labor sacerdotal,
organizaba reuniones con el propósito de discutir asuntos políticos de vanguardia, y en una
ocasión fue denunciado ante la Santa Inquisición por haber expuesto ideas que cuestionaban
el papel de la Iglesia, aunque no se le pudo enjuiciar por falta de pruebas. En 1802 paso a
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encargarse del curato de la parroquia de Dolores, pueblo situado en la intendencia de
Guanajuato, en donde volvió a su costumbre de organizar tertulias y desarrollar actividades
artesanales; instalo talleres de diversos oficios, introdujo la apicultura, la cría del gusano de
seda y el cultivo de la uva, para lo cual el propio Hidalgo se encargo de alfabetizar a
campesinos y artesanos e instruirlos a fin de que pudieran desempeñar aquellos oficios.
Durante el año de 1809, Hidalgo asistió a las reuniones que bajo apariencia de academia
literaria se celebraban en casa del sacerdote José María Sánchez en Querétaro, y a las que
asistían también el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz, además de
hombres de leyes, algunos comerciantes y varios militares entre los que destacan Ignacio
Allende, oficial y pequeño propietario de tierras, y Juan Aldama, oficial también, hijo del
administrador de una pequeña industria. Esas reuniones fueron convirtiéndose en una
verdadera conspiración, formalizada cuando, a principios de 1810, se tuvieron noticias
acerca de las victorias napoleónicas en territorio española y sobre la organización de las
juntas gubernativas en América del Sur.
En febrero de ese año, el grupo de Querétaro adopto un plan revolucionario que consistía en
formar juntas en varias localidades del Bajío, así como en las ciudades de México y San Luis
Potosí, en rechazo a la idea de que la Nueva España quedara sometida a los franceses; se
acordó expulsar del poder a los peninsulares y ejercer el gobierno en nombre de Fernando
VII, mediante una asamblea formada por representantes de las provincias. Se nombro a
Hidalgo como jefe del movimiento y se señalo el primero de diciembre para el inicio de la
sublevación, adelantándose luego la fecha al dos de octubre. Sin embargo, al enterarse
Hidalgo de que el movimiento había sido denunciado, decidió acelerar los acontecimientos.
En la medianoche entre los días 15 y 16 de septiembre de 1810, Hidalgo se reunió con
Allende y Aldama para comunicarles su decisión de iniciar el movimiento revolucionario. Con 110
hombres armados, los tres dirigentes se encaminaron ala cárcel para liberar a los reos, con lo
que aumento el grupo, al que se sumo luego un buen numero de los hombres del pueblo,
quienes acompañaron a los jefes rebeldes a realizar la aprehensión de los vecinos españoles.
En la madrugada del domingo 16, Hidalgo llamó a misa, más temprano que de costumbre, y
una vez congregado un buen numero de personas que regularmente asistían los domingos a la
parroquia de Dolores, dirigió una arenga en la que, de acuerdo con la tradición historiográfica,
expreso:
Mis amigos y compatriotas: no existen ya para nosotros ni el rey ni los tributes; esta gabela
vergonzosa, que sólo conviene a los esclavos, la hemos sobrellevado hace tres siglos como
signo de tiranía y servidumbre; terrible mancha que sabremos lavar con nuestros esfuerzos.
Llego el momento de nuestra emancipación; ha sonado la hora de nuestra libertad; y si
conocéis su gran valor, me ayudareis a defendería de la garra ambiciosa de los tiranos.
Pocas horas faltan para que me veáis marchar a la cabeza de los hombres que se precian de ser
libres. Os invito a cumplir con vuestro deber.
A casi 200 años de distancia, aquel momento ha sido relatado y escenificado un sin número de
veces, sobre todo el instante en que Hidalgo pronunciara el "grito" que pasaría a la historia
como el comienzo de la independencia mexicana. Existen varias versiones sobre las palabras
expresadas por el cura de Dolores en esa circunstancia particular, pero la más cercana a la
realidad pudiera ser la que supone haya dicho Hidalgo:
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¡Viva la religión, Viva nuestra madre santísima de Guadalupe, Viva Fernando VII y muera el mal
gobierno!
Estas palabras concuerdan con los propósitos de los conspiradores de Querétaro, quienes
sostenían ideas similares a las de los promotores de la independencia en tiempos de
Iturrigaray, es decir, buscaban aprovechar la ausencia de Fernando VII para despojar a los
peninsulares de los cargos públicos, y establecer luego juntas gubernativas provisionales
integradas por criollos, mientras se resolvía la crisis política en la metrópoli y regresaba el
monarca de su cautiverio en Valencay. Entre los argumentos manejados por los
independentistas estaba el que se refería a la defensa de los derechos de Fernando VII, ante el
posible riesgo de que los peninsulares entregaran el territorio a los franceses, lo cual
significaría a su vez la destrucción de la religión católica, dado el carácter antirreligioso
adoptado por la Revolución francesa de la que Napoleón había surgido. Por ello, es muy
posible que el grito de independencia se iniciara con la exaltación a la religión y en particular con
la invocación a la Virgen de Guadalupe, cuyo estandarte constituyó la primera bandera
enarbolada por Hidalgo al encabezar el ejército insurgente.
El primer contingente rebelde formado en Dolores estaba compuesto por cerca de 600
campesinos provistos de picos, machetes y azadas, y también por los militares al mando de
Allende y Aldama, que constituían la única fracción disciplinada del movimiento rebelde.
Conforme avanzaban por las tierras del Bajío, y ocupaban pueblos a su paso, grandes
masas de trabajadores se fueron sumando espontáneamente a la rebelión, alentadas por la
esperanza de acabar con la opresión de que habían sido objeto durante tres siglos de
dominación colonial. Esta circunstancia convirtió el movimiento iniciado por los criollos de la
conspiración de Querétaro en una verdadera revolución popular, integrada por una turba
frenética e incontrolable en muchos momentos, sobre todo cuando al ser tomada una
población, las masas enardecidas se dedicaban al pillaje y al saqueo. Así, la revolución de
1810 tomo un rumbo muy distinto al de los intentos de independencia de años anteriores, ya que
en virtud de su composición social, adquirió características de una rebelión campesina a la que se
unieron los trabajadores de las ciudades y los obreros de las minas, todos ellos dirigidos por
unos cuantos criollos de clase media.
Tras la toma de Celaya, los caudillos principales nombraron a Hidalgo capitán general
otorgándole el título de "generalísimo", en virtud de su gran influencia sobre las tropas; Así
quedaba con rango superior a Allende, a quien se designo teniente general, no obstante ser
éste el conocedor de tácticas y disciplina militares. De ahí partió él ejército insurgente hacia
Guanajuato, una de las más ricas ciudades mineras del virreinato; En ese lugar, donde se
unieron al contingente los trabajadores de las minas y miles de indios de los lugares
cercanos, estaba por consumarse uno de los actos más violentos protagonizado por la
revolución independentista. El intendente Riaño había decidido resistir al empuje de los
rebeldes y, junto con las familias españolas de la ciudad, se refugio en un sólido edificio
recién construido que estaba destinado a usarse como alhóndiga, más la horda incontenible
logró penetrar a aquella improvisada fortaleza que fue tomada después de consumarse una
terrible matanza de los 200 soldados realistas y 105 españoles que ahí se habían refugiado.
Este hecho preocupo seriamente a los oficiales criollos, algunos de los cuales abandonaron
el movimiento por considerar que se había convertido en una insurrección popular muy
102
alejada de los propósitos iniciales. En tanto, Allende comenzó a manifestar claramente su
disgusto contra los saqueos y asesinatos de españoles realizados por la turba y permitidos por
Hidalgo, generándose así un distanciamiento entre los dos dirigentes.
De Guanajuato, los insurgentes partieron hacia Valladolid, capital de la provincia de
Michoacán, donde ya el obispo Manuel Abad y Queipo había decretado la excomunión contra
Hidalgo y sus seguidores. La ciudad fue tomada sin resistencia el 18 de octubre y un día
después el intendente José María de Anzorena, atendiendo a las disposiciones de Hidalgo,
publicaba un decreto aboliendo la esclavitud, el cual sería el primero en mostrar el enfoque
social hacia el que se había orientado el movimiento encabezado por Hidalgo. De ahí en
adelante, conforme iban tomando plazas las fuerzas insurgentes, era abolida toda forma de
esclavitud con base en que "todos los americanos debían ser iguales, y no debía existir
distinción de castas", y se decretaban severas penas contra quienes mantuvieran personas
en condición de esclavos.
A fines de octubre, los insurgentes derrotaron a los realistas en el Monte de las Cruces, cerca
de la ciudad de México, pero Hidalgo desistió de acercarse más a la capital y ordenó el
regreso con rumbo al Bajío. En Aculco, las fuerzas rebeldes fueron derrotadas y diezmadas
por el ejército virreinal al mando de Félix María Calleja, y esto obligó a Hidalgo a huir a
Valladolid, mientras que Allende se encaminaba a refugiarse en Guanajuato. No obstante, la
rebelión se había extendido a otras regiones del país; entre los meses de octubre y
noviembre, surgieron focos de insurrección más allá de la zona del Bajío, incluso en las
Provincias Internas de Oriente, hasta Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Texas. En el sur,
el cura José María Morelos se levanto en armas, comisionado por Hidalgo para luchar por la
causa en esa región, mientras que en la intendencia de Guadalajara, José Antonio Torres
tomaba la plaza preparando el camino para que las fuerzas de Hidalgo entraran a esa
importante ciudad.
En Guadalajara, Hidalgo constituyó el primer gobierno insurgente y promulgó un decreto por el
cual declaraba abolida la esclavitud en todo el país, y eliminaba los monopolios estatales en la
producción y venta de tabaco y vino, además de reducir el monto de las alcabalas. El tres de
diciembre de 1810, Hidalgo lanzo una proclama en la que había referencia al gobierno que
sustituiría a las autoridades virreinales:
Establezcamos un gobierno que se componga de representantes de todas las ciudades,
villas y lugares de este reino, que teniendo por objeto principal mantener nuestra santa
religión, dicte leyes suaves. Benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo;
ellos entonces gobernaran con la dulzura de los padres nos trataran como a sus hermanos,
desterraran la pobreza, moderando la devastación del reino y la extracción de su dinero;
fomentaran las artes, se avivara la industria...
En los días subsecuentes. Hidalgo dictó nuevas disposiciones: Derogó los tributos y ordenó la
restitución de las tierras a los indígenas, con la prohibición de volverlas a dar en arriendo;
nombro ministros y oidores; designo un representante diplomático ante el gobierno de
Estados Unidos y orden la edición de un periódico, El Despertador americano, con el fin de
difundir el espíritu libertario de la revolución y con ello ganarse adeptos entre los criollos
liberales que permanecían en el bando realista, o bien atraer de nuevo a aquellos que habían
abandonado el movimiento.
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Sin embargo, las diferencias entre Hidalgo y Allende se fueron acentuando, debido
principalmente al enfoque social que el cura de Dolores imprimía al movimiento, iniciado con
propósitos distintos por los criollos conspiradores de Querétaro. Desde un principio Allende
se había esforzado por organizar un levantamiento ordenado, dirigido por los oficiales
criollos, conducido por un camino legal mediante juntas gubernativas y cortes legislativas
que, desconociendo al gobierno impuesto por Napoleón, se manejaran de manera autónoma
mientras se restituía la monarquía española. Por ello, fue grande el disgusto de Allende
cuando Hidalgo, además de no prestar atención a sus recomendaciones militares, empezó a
dar claras muestras de rechazo hacia la idea de enaltecer la figura de Fernando VII.
Muchos criollos que en un principio vieron con simpatía la rebelión, mostraban ahora temor ante
el rumbo por el que Hidalgo lo encaminaba. En particular los comerciantes y
terratenientes llegaron a oponerse decididamente a la revolución. Eso puede explicar la
conducta adoptada por el obispo Abad y Queipo, quien no obstante haber criticado de
manera enérgica a las reformas borbónicas, condenaba ahora a Hidalgo con el decreto de
excomunión. El viraje de estos grupos, algunos de los cuales incluso apoyaron al ejercito de
Calleja, puede ser comprensible si se toma en cuenta que en otras colonias americanas el
movimiento de los ayuntamientos criollos había tenido éxito, mientras que en la Nueva
España había surgido, dentro del propio movimiento reformista, una revolución distinta que hacía
peligrar el posible acceso al poder de los propios criollos.
Mientras tanto, los acontecimientos se iban mostrando desfavorables para la revolución;
hacia fines de año, Calleja había logrado recuperar Guanajuato y, el 17 de enero de 1811,
las fuerzas de Hidalgo sufrieron una gran derrota en Puente Calderón, cerca de Guadalajara,
ciudad también recuperada por los realistas. Después de este suceso, las fuerzas
insurgentes, considerablemente disminuidas, se encaminaron hacia el norte y en el trayecto,
los militares encabezados por Allende destituyeron a Hidalgo y ocuparon el mando de las
tropas; después se detuvieron unos días en Zacatecas y de ahí se encaminaron a Saltillo, sin
tener conocimiento de los movimientos antirrevolucionarios surgidos en la región. En esa
ciudad, ante la amenaza de los grupos realistas, los jefes insurgentes decidieron dirigirse
hacia el noroeste, en donde además de que Mariano Jiménez les ofrecía seguridad, habían
considerado la posibilidad de acudir a Estados Unidos en busca de apoyo y ayuda material
para reiniciar la guerra.
Al pasar por un lugar denominado Acatita de Baján, sorprendidos por una emboscada, los
insurgentes fueron atacados sin tener oportunidad de defenderse; Cientos de ellos fueron
hechos prisioneros y los dirigentes —Allende, Aldama y Jiménez— conducidos a Chihuahua, y
más tarde fusilados. Hidalgo fue sometido a un proceso religioso, por el cual se le degrado de su
carácter sacerdotal, y a un juicio civil que decretó su fusilamiento. Concluía de esta manera la
primera fase de la revolución de independencia; más a pesar de aquel fracaso, la rebelión
popular de Hidalgo había preparado el camino a otros que lucharían por la libertad de la América
Mexicana.
Segunda fase del movimiento de independencia. El papel de Morelos
Tras la muerte de los jefes del movimiento insurgente, tomo la dirección del movimiento
Ignacio López Rayón, abogado y antiguo secretario de Hidalgo, quien decidió crear una junta
de gobierno, con el propósito de organizaron mando central que reuniera a las fuerzas
rebeldes. Así, el 19 de agosto de 1811 fue creada en Zitácuaro, Michoacán, la Suprema
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Junta Gubernativa de América, encabezada por López Rayón, a la que se integro José María
Liceaga, e incluso Morelos, y con la que colaborara la organización secreta de Los
Guadalupe. La Junta de Zitácuaro era expresión de las ideas de su dirigente quien, al igual que
Allende, pertenecía al ala moderada del movimiento y, por tanto, destacaba su lealtad a
Fernando VII, sin pronunciarse de una manera precisa en favor de la independencia. Una
muestra de esta posición descansa en el hecho de que meses antes de creada la junta, el 22 de
abril, López Rayón y Liceaga, en un intento por ganarse el respaldo de las clases
dominantes en favor de la causa, enviaron una carta al virrey Calleja, proponiéndole un
congreso general que guardara los derechos de Fernando VII.
Es necesario hacer notar que a principales del siglo XIX se hizo manifiesta una división entre
el grupo integrado por los hijos de españoles nacidos en América y, al respecto, algunos
investigadores distinguen entre criollos "europeos" y criollos "americanos". Los primeros
serían aquellos que, identificados con la cultura ibérica, compartían con el grupo de
peninsulares o "gachupines" no sólo intereses económicos y políticos, sino además vínculos
familiares. Por otra parte, el conjunto de los criollos "americanos" estaría integrado por
personas de clase media quienes, no obstante su ascendencia genealógica hispana, habían
incorporado la idiosincrasia americana, de tal forma que se identificaban con los intereses
nativos y repudiaban el yugo que la metrópoli les imponía. Pertenecían al criollismo
nacionalista que, expresado por los intelectuales en el siglo XVII, se habían interesado desde
entonces en la historia del México antiguo y habían adoptado los símbolos guadalupanos.
Morelos era uno de esos criollos (aunque algunos historiadores le atribuyen un origen
mestizo) quien, aun cuando estaba de acuerdo en la idea de formar un congreso y sé
sometió a la autoridad de la junta, se opuso categóricamente a que la revolución tuviera
como objetivo el restablecimiento del monarca en el poder. En cambio, propuso una serie de
medidas políticas y socioeconómicas en favor de indios y castas, que al no ser atendidas por la
Junta de Zitácuaro, mostraron la orientación de esta en favor de los intereses sostenidos por los
criollos de clase acomodada.
José María Morelos y Pavón, segundo gran prócer de la independencia mexicana después de
Hidalgo, nació en Valladolid en el año de 1765; En su juventud trabajo de labrador en una
hacienda propiedad de un hermano de su padre, y más tarde fue arriero. En 1790 ingreso a
estudiar al Colegio de San Nicolás, coincidiendo con la época en que Hidalgo fue rector de esa
institución, y dos años después se cambio al Seminario Tridentino, interesado en estudiar
latín. En 1797 fue ordenado sacerdote, y le fueron asignados varios curatos en pueblos
donde pudo entrar en contacto con la situación de pobreza de sus habitantes indígenas;
durante 11 años Morelos trabajo como cura y juez eclesiástico en la parroquia de Carácuaro
hasta que, en octubre de 1810, Hidalgo lo comisiono como lugarteniente para que reclutara
refuerzos en la costa sur del país.
Para cuando López Rayón creo la Junta de Zitácuaro, Morelos ya había realizado con éxito
su primera campana militar en la porción norte del actual estado de Guerrero, a la que
siguieron otras varias campanas en las cuales demostró sus grandes dotes de estratega, al
tomar varias plazas importantes constituyéndose en un enemigo mucho más temible de lo
que suponían los jefes realistas. Preocupados estos por los triunfos de Morelos, se
propusieron reforzar la persecución en su contra y, en noviembre de 1815, lograron
derrotarlo y hacerlo prisionero. En la ciudad de México fue sometido aun doble proceso,
105
eclesiástico y civil; acusado de hereje y traidor, Morelos fue condenado a muerte y fusilado el 22
de diciembre de ese mismo año.
Más la participación de Morelos en favor del movimiento de independencia no fue sólo de
índole militar, sino que Cumplió un importante papel político, al crear el Congreso Supremo
Nacional que proclamo la completa soberanía e independencia total de la "América
Mexicana" y formular, en 1814, la Constitución de Apatzingán, el primer cuerpo de estatutos de
clara tendencia liberal, en el que se proponía un gobierno republicano y se aprobaba una serie
de medidas sociales y económicas manifiestamente anti feudales, inspiradas en la
Constitución francesa y, sobre todo, en el código que los liberales de España habían
formulado en Cádiz en 1812.
Constitución de Cádiz
Como se comentó anteriormente, desde septiembre de 1810 se habían reunido en Cádiz los
miembros de las Cortes, incluyendo representantes de las colonias, con el propósito de crear
una nueva legislación de tendencia liberal, aprovechando la circunstancia del cautiverio de
Fernando VII. La Constitución de Cádiz, firmada el 19 de marzo de 1812, declaraba la
soberanía de la Nación, a la cual debía pertenecer el derecho de hacer leyes, considerando
como integrantes de ella a todos los nacidos o avecindados por más de 10 años en los
dominios españoles. Decretaba la libertad de prensa y de expresión; proclamaba la igualdad
respecto a la representación que debían tener en las Cortes tanto los habitantes de la
metrópoli como los de las colonias, decretando que debía de haber un diputado de elección
ciudadana indirecta por cada 70 mil pobladores, y un diputado más por cada grupo
excedente de 35 mil.
Respecto al gobierno ejecutivo, a semejanza de las constituciones de Estados Unidos y
sobre todo de Francia, la de Cádiz establecía la separación de poderes de modo que nunca más
el monarca o sus ministros gobernaran sobre las asambleas representativas. Apoyaba la
supremacía del poder civil sobre el militar, y decretaba la abolición de cualquier tipo de
privilegio en materia judicial, para lo cual debían disolverse los tribunales especiales, entre
ellos el de la Santa Inquisición.
Con respecto a las colonias, además de reducir significativamente las facultades de la
Audiencia, la nueva Constitución española establecía una nueva división administrativa,
dentro de la cual se organizaba a la Nueva España en seis diputaciones provinciales,
independientes política y administrativamente unas de otras, con residencia en las ciudades de
México (en donde el virrey se convirtió en jefe político, limitándose su poder a esa
provincia), San Luis Potosí, Guadalajara, Mérida, Monterrey y Durango. Se asignaba a cada una
de estas regiones aun gobernador civil, designado por la metrópoli, una de cuyas funciones
consistía en presidir los comités regionales o Diputaciones Provinciales, integrados por personas
elegidas por los ciudadanos de cada distrito, aunque de manera diferente a las elecciones para
diputados de las Cortes. En tres distintos niveles, los ciudadanos españoles de ambos
hemisferios tenían el derecho de representación y participaban en la toma de decisiones: en
las elecciones para las Cortes imperiales, en las elecciones de las Diputaciones
Provinciales, y también en las de municipalidades constitucionales; así pues, hasta cierto
grado, la Constitución de Cádiz ofrecía a los ciudadanos criollos de las colonias en América el
acceso a los puestos de administración publica y, en consecuencia, la posibilidad de minar
la hegemonía de los peninsulares.
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Por razones obvias, en la Nueva España, el virrey Francisco Javier Venegas retardo la
publicación oficial de la Constitución de Cádiz y con el pretexto de la guerra insurgente,
argumento que era indispensable gobernar bajo la ley marcial y evitar toda clase de
concesiones políticas. Venegas tuvo que ceder, presionado por los diputados criollos
participantes en las Cortes de Cádiz, sobre todo por Miguel Ramos Arizpe, quien amenazo con
denunciarlo ante las autoridades españolas. El texto de la nueva Constitución se dio a conocer
públicamente en México a fines de septiembre de 1812, seis meses después de promulgada
en la metrópoli, y pocos días más tarde, el cinco de octubre, el virrey se vio obligado a hacer
público el decreto sobre la libertad de prensa. El sistema constitucional obtuvo el apoyo del
Ayuntamiento del Consulado de Veracruz convirtiéndose este puerto en uno del principales
centros del liberalismo novo hispano, lo cual se explica por la tendencia al comercio libre
desarrollada a finales del siglo XVII, cuando la gran actividad desempeñada por los
comerciantes de Veracruz, les permitió rivalizar en importancia con el consulado de la ciudad de
México e incluso independizarse de éste.
En noviembre de ese mismo año de 1812, se celebraron elecciones para concejales
municipales, ganadas en su totalidad por los criollos, con derecho a designar a los miembros
de nuevo ayuntamiento. Esto provoco el entusiasmo de la multitud que aclamaba la derrota
de los peninsulares, lanzando gritos que recordaban los lemas insurgentes: “¡Viva nuestra
Señora de Guadalupe!” y "¡Mueran los gachupines!". Venegas temía que esas
manifestaciones condujeran a la toma del poder de los criollos americanos en la capital, por
lo que no sólo ordenó la suspensión de las elecciones para el ayuntamiento, sino incluso las
de la diputación provincial de México y las de diputados a Cortes, así como el decreto de
libertad de prensa. Sin embargo, en virtud de que el virrey había sido degradado por la
Constitución de Cádiz a la categoría de jefe político de provincia, legalmente esas
suspensiones sólo podrían tener aplicación en la ciudad de México, pero, de cualquier forma,
las circunstancias imposibilitaron la vigencia de la Constitución liberal española.
En marzo de 1813, Venegas fue sustituido por Félix María Calleja, quien aceptó de nuevo las
elecciones en un intento por reconciliar al gobierno realista con los criollos europeos,
mientras continuaba tratando de acabar con el movimiento de independencia. No obstante, la
situación se tomo en favor de los realistas al año siguiente cuando, tras el regreso de
Fernando VII al trono español, el monarca disolvió las Cortes y revoco la Constitución,
poniendo fin al sistema liberal establecido en Cádiz.
Congreso de Chilpancingo y Constitución de Apatzingán
El 28 de junio de 1813, Morelos expidió en Acapulco un decreto en el que convocaba para
septiembre de ese año un congreso a celebrarse en Chilpancingo y cuyo propósito sería el de
crear un gobierno independiente. A pesar de que López Rayón consideraba que el congreso
debía efectuarse al año siguiente, Morelos apresuró la convocatoria ante la necesidad de
fortalecer y centralizar el movimiento para superar la anarquía entre los insurgentes,
resultante de la carencia de un programa general que permitiera resistir el empuje cada vez
más activo de las fuerzas realistas.
El Congreso de Chilpancingo, proclamado como Supremo Congreso Nacional, se instalo el
14 de septiembre de 1813 y, ese mismo día, Morelos dio a conocer a la Asamblea un
programa al que tituló Sentimientos de la Nación, en el cual, aparte de declarar la
independencia y soberanía de la América Mexicana y establecer un gobierno de
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representación popular con la división de poderes, prohibía para siempre la esclavitud, así
como la división de la población en castas; sustituía los tributos por el impuesto único de
cinco por ciento sobre las ganancias de cada individuo; decretaba que los empleos debían
estar sólo en manos de americanos y no se admitirían extranjeros a menos que fuesen
artesanos capaces de instruir. Declaraba que habrían de promulgarse leyes que
comprendieran a todos sin excepción, destinadas a moderar la opulencia de los ricos y la
indigencia de los pobres, para mejorar sus costumbres y alejarlos de la ignorancia.
Promulgaba además la apertura de los puertos a las naciones extranjeras amigas, y
exhortaba a honrar la memoria de Hidalgo y a conmemorar solemnemente cada año el 16 de
septiembre.
El Congreso nombró a Morelos Generalísimo de los Ejércitos Insurgentes y puso en sus
manos el poder ejecutivo, con lo cual se fortaleció el ala democrática del movimiento que
optaba por la independencia total y el establecimiento del régimen republicano, a la que se
oponía el ala moderada agrupada en tomo a López Rayón, quien seguía considerando
necesario reconocer a Fernando VII, pues suponía que de esa manera el movimiento tendría el
apoyo de los criollos europeos. Morelos y sus partidarios lograron imponerse y el seis de
noviembre de 1813 los miembros del Congreso proclamaron la completa soberanía e
independencia de la América Mexicana.
Al año siguiente, el 22 de octubre, el Congreso, reunido entonces en la ciudad de Apatzingán
a causa de la persecución de las tropas de Calleja, promulgo la primera Constitución de
México, titulada Decreto constitucional para la libertad de la América Mexicana. Se basaba
en los principios de la Constitución de Cádiz, aunque un tanto modificados pues, a diferencia
de la española, la de Apatzingán preveía la instauración del régimen republicano de gobierno
y no sólo defendía el principio de la soberanía popular, sino también el derecho del pueblo a
cambiar al gobierno según su voluntad. Se proclamaba la división de poderes: ejecutivo,
legislativo y judicial, considerando como órgano supremo al Congreso, compuesto por los
diputados de las provincias, con facultades legislativas, políticas y administrativas, entre las
cuales estaba la de nombrar a los miembros del Gobierno (ejecutivo) que debía estar
formado por tres personas, alternándose estas en la Presidencia cada cuatro meses, y del
Supremo Tribunal de Justicia (judicial) constituido por cinco personas. Se decretaba a la
religión católica como única y proclamaba, asimismo, la igualdad de todos los ciudadanos
ante la ley, la libertad de palabra y de prensa y la inviolabilidad del domicilio.
Pero la Constitución de Apatzingán se inspire más en el modelo liberal democrático, de las
constituciones francesa y española, que en las ideas sociales y políticas de Morelos
formuladas en el documento Sentimientos de la Nación. Además de no proponer medidas
para "moderar la opulencia de los ricos y la indigencia de los pobres", punto central del
pensamiento de Morelos, al depositar el poder ejecutivo en tres personas en vez de una sola,
la Constitución de 1814 propiciaba la anarquía del movimiento insurgente que Morelos había
tratado de evitar, y limitaba su papel como líder revolucionario, entorpeciendo su acción
militar y política. Precisamente por tratar Morelos de proteger a los miembros del Congreso y
facilitar su huida, cayó en poder de las fuerzas realistas, en noviembre de 1815.
Ultima fase del movimiento de independencia. Inesperado viraje de los acontecimientos. A la
muerte de Morelos, dio comienzo la etapa de decadencia del movimiento insurgente, que me
dividido en varias facciones. Nicolás Bravo se puso al frente del resto de la tropa de Morelos,
pero los miembros del Congreso lo destituyeron del mando militar, a lo cual respondió más
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tarde el general Manuel Mier y Terán disolviendo el Congreso. De ahí en
adelante la insurgencia se caracterizó por una lucha de tipo defensivo o de resistencia, en el que
predomino la guerra de guerrillas, destacando tan sólo la participación de Francisco Javier
Mina —revolucionario liberal español que se adhirió ala causa independentista de México y
realizó una campana de corta duración pues en poco tiempo Mina fue derrotado por los realistas y
fusilado—, y las campanas de Vicente Guerrero, quien todavía hacia 1820 se mantenía en pie
de lucha en la región sur, cuando el movimiento insurgente estaba casi sofocado en todo el
país.
En ese mismo año de 1820, un nuevo cambio de rumbo en la política de la metrópoli habría
de ocasionar que la independencia de México se consumara de forma muy distinta a como
se dio en su inicio. En el mes de marzo, una sublevación liberal en España obligó a Fernando
VII a restaurar la Constitución de Cádiz, y esto coloco a las autoridades virreinales en una
situación de aislamiento, pues al regresar los criollos liberales al poder, era de esperarse que
actuaran en represalia por haber sido despojados, en 1814, de los triunfos obtenidos en
1812. Así pues, la restauración constitucional provoco nuevas divisiones y revivió la antigua
rivalidad entre los consulados de México y Veracruz; Los comerciantes de este puerto
proclamaron de inmediato su adhesión a la causa liberal y obligaron a las autoridades locales
a promulgar la restituida Constitución, lo cual se hizo el 26 de mayo, y cinco días después el
virrey, Juan Ruiz de Apodaca, se vio obligado a promulgarla en la capital.
La restauración del régimen constitucional era particularmente grave para la Iglesia, pues se
anunciaban nuevas medidas "contra ella al volver a reunirse en España las Cortes tras el
triunfo de la sublevación liberal; tales medidas eran: la expulsión de los jesuitas que habían
regresado a España y sus dominios a petición de los diputados mexicanos ante las Cortes de
Cádiz, la abolición de los meros eclesiásticos; la supresión de conventos y órdenes
monásticas así como la venta de sus bienes; y la reducción de los diezmos a la mitad.
Además, los miembros del alto clero que habían apoyado en 1814 el golpe absolutista de
Fernando VII, temían represalias en su contra.
La situación inquieto a los funcionarios peninsulares ante la posibilidad de un movimiento
encabezado por el clero y respaldado por los miembros de la alta sociedad novo hispana, por
lo que algunos funcionarios, decididos a desconocer la Constitución, llevaron a cabo juntas
clandestinas en el templo de La Profesa en la ciudad de México, encabezadas por Matías
Monteagudo, rector de la Universidad de México y antiguo inquisidor. Al parecer, el objetivo
de este grupo de peninsulares era semejante al de la conspiración de Yermo en 1808, es
decir, realizar un golpe sorpresivo para restablecer el anterior estado de cosas.
Pero la conjura de La Profesa no era la única; por todas partes se hacían juntas clandestinas
y aunque existían diversas posiciones sobre el sistema de gobierno que se habría de seguir,
se estaba generalizando entre los peninsulares y criollos europeos la idea de proclamar la
independencia a fin de evitar que el régimen liberal español afectara sus intereses y les
privara de sus privilegios. Agustín de Iturbide fue el escogido por los nuevos interesados en
proclamar la independencia. Este personaje, nacido en la michoacana Valladolid en 1783,
era un oficial militar criollo del bando realista, que en las luchas contra los insurgentes había
destacado por su dureza, y cuyas tendencias antiliberales le convertían en el candidato ideal
para los propósitos de la aristocracia peninsular. Además, Iturbide era uno de los criollos
contraríes a la restauración del régimen constitucional que se habían mostrado en favor de la
independencia, por lo que ante los ojos de los conspiradores de La Profesa, resultaba la
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persona más indicada para encabezar un levantamiento militar contra las autoridades de la
metrópoli.
El primer paso que debía dar era suprimir por completo al movimiento insurgente,
representado ya sólo por Vicente Guerrero, quien dirigía unas tropas acantonadas en la
región del río Balsas. Pero Iturbide prefirió atraerlo a su lado en vez de continuar una lucha que
podría prolongarse demasiado. En un principio el jefe insurgente se negó pero acabo
creyendo que Iturbide estaba sinceramente interesado en la independencia, sin sospechar que
había detrás del repentino cambio del antiguo realista. Los dos ejércitos, antes rivales, se
unieron bajo una sola bandera, a la que llamaron "Trigarante", porque representaba para México
la promesa de tres garantías: religión, independencia, unión.
En febrero de 1821 el nuevo "libertador" dio a conocer en Iguala el plan por el que se
proclamaba la independencia. El contenido del documento reflejaba un carácter totalmente
opuesto a los ideales de los primeros caudillos, a quienes incluso Iturbide acusaba de haber
ocasionado grandes calamidades y desordenes en el país. En cambio se enaltecía a la
colonización española, "creadora de la cultura y portadora de enormes beneficios para la
tierra mexicana". Buscando atraer tanto al sector liberal como al realista, se establecía como
gobierno una monarquía constitucional invitando a ocupar el trono del imperio mexicano al
propio rey Fernando VII, en caso de que éste no aceptara, a algún otro príncipe de la casa
reinante española. Se declaraba a la religión católica romana como religión oficial sin
tolerancia de alguna otra, y se mantenía el fuero eclesiástico, garantizando al clero la
posesión de sus bienes y privilegios. Se conservaba intacto el sistema interno de gobierno,
yen el aparato administrativo se ratificaba a los miembros de la clase privilegiada, que
seguirían en los mismos puestos y cargos civiles y militares que habían ocupado durante el
régimen colonial.
Obviamente, el Plan de Iguala no incluía ninguno de los ideales políticos o sociales de
Hidalgo y de Morelos; su contenido demuestra que la intención del grupo que apoyaba a
Iturbide era separarse de España para conservar sus riquezas y privilegios. Con tal apoyo, el
Ejercito Trigarante pronto pudo derrotar a las tropas realistas, muchas de las cuales fueron
pasando a su bando. Mientras, crecía la confusión entre los pocos dirigentes que quedaban
para defender el régimen colonial, quienes desconfiaban del virrey en turno y lo destituían
aun sin esperar a recibir instrucciones del gobierno español, representado todavía en esa
época por el régimen liberal surgido de la restaurada Constitución de Cádiz.
En agosto de 1821 llegó la Nueva España Juan O'Donojú, enviado por las cortes liberales
españolas con el nombramiento de Jefe Político Superior, gobernador y capitán general
(jerarquía con la que la Constitución de Cádiz sustituía el nobiliario título de virrey), con el
propósito de que calmara el descontento que existía en la Nueva España, ya que la
reconocida tendencia liberal de O'Donojú permitiría establecer una alianza entre los grupos
liberales de España y México, en un intento por reforzar la unión con la metrópoli. En la villa de
Córdoba, el 24 de agosto de 1821, O'Donojú e Iturbide celebraron el llamado Tratado de
Córdoba, en el que se reconocía la soberanía e independencia de México y su Constitución en
un Imperio bajo la forma de gobierno monárquico constitucional moderado. Se reafirmaba la
invitación hecha en el Plan de Iguala a Fernando VII o alguno de sus parientes, pero
Iturbide logró que se agregara una cláusula según la cual, en caso de no aceptar el trono el
monarca o algún otro miembro de la casa reinante española, lo ocuparía "la persona que
designaran las Cortes del imperio mexicano".
110
Con la aceptación de O'Donojú sólo faltaba que éste convenciera a Novella, el virrey anterior
—que todavía se consideraba en funciones y defendía la sede del virreinato—, para que
reconociera el cargo conferido por el gobierno español a O'Donojú. Esto sucedía el 10 de
septiembre de 1821, y el día 23 el nuevo "jefe político" ordenó a la guarnición realista la
evacuación de la ciudad de México, lo que permitió que el ejercito Trigarante, encabezado por
Iturbide, entrara pacíficamente en la capital el 27 de septiembre. Un día después se formó la
Junta Provisional Gubernativa y la Regencia, ambas presididas por Iturbide e integradas por
personas que habían sido parte de la burocracia colonial. Una vez constituido el gobierno
provisional, se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano. Concluía de esta manera
una lucha que, iniciada con propósitos muy distintos y en diferentes circunstancias, se
había prolongado durante 11 años.
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CUESTIONARIOS
CAPÍTULO I.- “BREVE HISTORIA DEL PUEBLO ESPAÑOL”
1) Mencione los principales ríos, litorales y regiones de la Península Ibérica.
2) ¿En qué lugares en España se encuentran restos de civilizaciones de la etapa neolítica?
3) ¿En qué lugar de España se han encontrado restos de la Edad de Bronce?
4) ¿En qué lugar de España se establecieron los Fenicios?
5) ¿En qué lugar de España se establecieron los Griegos?
6) ¿En qué siglos se establecieron los Celtas?
7) ¿Quién encabezó la conquista Cartaginesa?
8) ¿En qué año se llevó a cabo la invasión cartaginesa?
9) ¿Quién y cuándo se llevó a cabo la conquista Romana de la Península Ibérica?
10) Enumere las consecuencias de la dominación Romana a la Península Ibérica.
11) ¿Cuál es el significado de la influencia de la cultura Romana en la Península Ibérica?
12) Explique los principales pueblos autóctonos en la Península Ibérica.
13) En el año 409 a. C., llegaron a Ibérica los primeros pueblos bárbaros, los cuales son… 14)
Explique la invasión Visigótica a la Península Ibérica.
15) Explique la invasión Árabe a Iberia.
16) Explique la influencia Francesa en la Iberia.
17) Explique el principio de la reconstrucción cristiana en la Península Ibérica. 18)
¿En qué consistió la caballería del “Siglo de Hierro”?
19) Explique las principales características del Reino de Castillo y León.
20) Explique la influencia judía en la Península Ibérica en la conquista Árabe. 21)
Explique el origen de la fundación de la Inquisición en España.
CAPÍTULO II.- “LA CONQUISTA DE MÉXICO”
22) ¿Explique la expedición que encabezó Cristóbal Colon al Golfo de Honduras?
23) ¿Quiénes fueron los españoles que naufragaron en 1511 y que fueron apresados por
los mayas?
24) ¿Explique la expedición enviada por Diego Velásquez en 1517?
25) ¿Quien encabezó la expedición y donde se celebro el encuentro de españoles con un
enviado de Moctezuma II?
26) ¿De que lugar era originario Hernán Cortes?
27) ¿En que año llega Cortes a la Isla de la Española?
28) ¿Cuales fueron las acciones que distinguieron a Cortes en Cuba?
29) ¿Quiénes fueron los capitanes reclutados por Cortes?
30) ¿Los soldados de Cortes rescataron en cavo Catoche al español?
31) ¿En que lugar le regalaron a Cortes a Malinalli?
32) ¿En que lugar se presentaron los enviados de Moctezuma ante Cortes para darle
regalos y dibujarlo?
33) ¿Cuál era el propósito de los regalos de Moctezuma?
34) ¿Al fundarse la Villa Rica de la Veracruz recibe el nombre de?
35) ¿Como castigo Cortes a los enviados de Velásquez, quienes se habían apoderado de
un navío para escapar a Cuba?
36) ¿Cómo busca Cortes el respaldo del rey de España?
37) ¿En que año emprendieron los españoles su expedición al interior de México?
38) ¿Cuál era la ruta aconsejada por los guías para guiarlos al centro de México?
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39)
40)
41)
42)
43)
44)
45)
46)
47)
48)
49)
50)
51)
52)
¿Cuáles fueron los lugares que tocó Cortes en su ruta al centro de México?
¿En que año se llevó a cabo la entrada de Cortes a la gran Tenochtitlán?
¿En donde ocurrió el encuentro de Cortes con el soberano azteca?
¿En donde fueron alojados los españoles en la gran Tenochtitlán?
¿En que año llega a Veracruz Pánfilo de Narváez?
¿A manos de que español quedo la ciudad de Tenochtitlán al salir Cortes a combatir a
Pánfilo de Narváez?
¿Cuáles fueron las causas de las matanzas de hombres mujeres y niños que
celebraban un ritual religioso en el Templo Mayor?
¿Cómo murió Moctezuma?
¿Quien sucedió a Moctezuma como tlatoani?
¿En que año ordena Cortes la retirada de la gran Tenochtitlán?
¿A dónde se dirigieron los españoles después de la Noche Triste?
¿Mencione las cinco fases, del plan táctico de Cortes, para conquistar militarmente la
gran Tenochtitlán?
¿En que año comenzó el sitio de Tenochtitlán?
¿En que fecha cayo preso el tlatoani Cuauhtémoc?
CAPÍTULO III.- “LOS PRIMEROS GOBIERNOS DE LA NUEVA ESPAÑA”
53) ¿Cuál fue el título que obtuvo Cortes por el Rey de España?
54) ¿Qué capitán español emprendió la conquista de Chiapas y fundó la ciudad de san
Cristóbal de las Casas?
55) ¿Quién encabezó la Primera Audiencia?
56) ¿Cuáles fueron los logros de la Segunda Audiencia?
57) ¿Quiénes formaron la Segunda Audiencia?
58) ¿Quién encabezó la conquista de occidente y cuales fueron sus desaciertos?
59) ¿Cuáles fueron los lugares que tocó Nuño de Guzmán en su expedición?
60) Cortés le ofrece al rey: “Toda la especiería y otras islas”. Explicar las expediciones. 61)
Escriba la expedición a las siete ciudades.
62) Explique la rebelión en la Nueva Galicia.
63) Describa la conquista y descubrimiento de las minas de Zacatecas.
64) ¿En qué consistían las misiones y presidios y por qué se establecieron?
65) Describa la conquista de Querétaro.
66) Describa la conquista de Yucatán.
67) Explique el Nuevo Reino de León y don Luis de Carvajal. 68)
Describa la conquista del Nuevo Santander.
CAPÍTULO IV.- “LA ÉPOCA COLONIAL”
69)
70)
71)
72)
¿En qué consistía la casa de contratación se Sevilla?
Describa en que consistía el Consejo de Indias.
Explique las características y funciones del Virrey.
Explique las Audiencias reales y sus funciones.
113
73)
74)
75)
76)
77)
78)
79)
80)
81)
Mencione los reinos o regiones de la Nueva España.
¿En qué consistían las Alcaldías Mayores?
¿En qué consistían las Alcaldías Menores?
Explique las leyes contra la enmienda.
Explique la libertada para los indios y don Luis de Velasco.
Describa la rebelión de los Criollos.
¿En qué consistían las Leyes de indias?
Describa la insurrección de españoles en la Nueva España.
Describa cuáles eran las condiciones en que vivían los indios a inicios de la Época
Colonial.
82) Describa cuáles eran las condiciones de los indios a finales de la Época Colonial.
83) Explique las clases sociales al inicio de la Época Colonial.
84) Explique los aspectos económicos en la Nueva España.
85) Explique las formas de propiedad en la Nueva España.
86) ¿Cómo se constituyó la propiedad eclesiástica?
87) ¿Cuál era la situación de la minería en la Nueva España en los siglos XVI y XVII?
88) ¿Qué productos industriales se fabricaron en la Nueva España?
89) ¿En qué consistían los obrajes?
90) Describa la situación de la iglesia en la Nueva España.
91) Describa la situación de las órdenes religiosas en la Nueva España.
92) ¿En qué consistió la evangelización de los indios?
93) ¿Cuál fue la obra de Fray Bartolomé de las Casas?
94) ¿Cuál fue la obra de Vasco de Quiroga?
95) ¿En qué consistía el Real Patronato?
96) Explique la lucha entre el clero regular y el secular.
97) ¿En qué consistían los Concilios?
98) ¿En qué consistía la Inquisición?
99) Explique la inquisición en la Nueva España.
100) Explique la lucha entre el poder civil y la iglesia
101) Explique las causas de la expulsión de los jesuitas.
102) Explique las causas de la riqueza de la iglesia.
103) Describa las principales costumbres de la Nueva España.
104) ¿En qué consistían los mayorazgos?
105) ¿En qué consistían las fundaciones de beneficencia?
106) Explique las principales pestes e inundaciones en la Época Colonial.
107) ¿Qué representaban los salteadores de caminos en la Época Colonial?
108) ¿Por qué era importante la Nao de China?
109) Describa las principales fiestas religiosas.
110) Describa las principales fiestas civiles.
111) Explique la piratería en la Nueva España.
112) Explique los inicios de la imprenta en la Nueva España.
113) Explique la importancia de la poesía en la Nueva España.
114) Mencione los principales poetas en la Nueva España.
115) Describa el pensamiento de la ciencia en la Nueva España.
116) Explique las ideas principales que se filtraron a la Nueva España en el siglo XVIII. 117)
Describa las principales características de la Arquitectura en la Nueva España. 118)
Explique la situación de la Casa de Austria al finalizar la época colonial.
119) Explique la situación de la Casa de Borbón al finalizar la época colonial.
120) Mencione las principales intendencias en 1786.
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CAPÍTULO IV.- “LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO”
121) ¿Cuáles fueron las principales causas políticas de la Independencia de México?
122) ¿Cuáles fueron las principales causas económicas de la independencia de México? 123)
¿Cuáles fueron los factores internos que propiciaron el espíritu independentista?
124) ¿Cómo se explica el crecimiento económico novo hispano en el siglo XVII?
125) ¿Cuáles fueron los primeros esfuerzos independentistas de los grupos criollos?
126) Explique la conspiración de Valladolid (hoy Morelia) contra las autoridades coloniales.
127) Explique la relación de Miguel Hidalgo con la conspiración de Querétaro.
128) ¿Dónde da inicio la independencia de México?
129) ¿Cuál es el texto del grito de Dolores?
130) En la toma de Celaya los caudillos nombraron a Hidalgo Capitán General otorgándole el
título de…
131) ¿Quién decretó la excomunión de Hidalgo?
132) ¿En qué año se llevó a cavo la Constitución de Cádiz?
133) ¿En qué ciudad publicó por orden de Hidalgo el intendente José María de Anzorena el
decreto de abolición de la esclavitud?
134) En Aculco las fuerzas insurgentes fueron derrotadas por el general…
135) ¿En qué lugar Hidalgo constituyó el primer gobierno insurgente?
136) ¿Cuáles eran las diferencias entre Hidalgo y Allende?
137) Calleja derrota a los insurgentes cerca de Guadalajara en…
138) ¿En qué lugar fueron hechos prisioneros Allende, Aldama, Jiménez e Hidalgo?
139) ¿Quién toma la dirección del movimiento insurgente tras la muerte de Hidalgo?
140) El 19 de Agosto de 1811 fue creada la Junta Suprema de Gobierno de América.
¿Quiénes la conformaban?
141) ¿En qué año y dónde nació José María Morelos y Pavón?
142) ¿En qué año fue fusilado y muerto José María Morelos y Pavón?
143) Morelos creó el Congreso Supremo Nacional en donde se formuló en 1914…
144) ¿En qué año fue firmada la constitución de Cádiz?
145) ¿Cuál es el nombre del virrey que retardó la publicación de Cádiz con el pretexto de la
guerra insurgente?
146) ¿En qué consistía el programa Sentimiento de la Nación?
147) El 22 de octubre de 1813 se promulgó la constitución que se llamó…
148) ¿Qué líderes insurgentes enarbolaron la bandera de Morelos después de su muerte?
149) ¿En qué consiste la conjura de La Profesa?
150) El ejército insurgente y el ejército realista se unieron bajo una sola bandera que se
llamó…
151) ¿En qué fecha dio a conocer Iturbide el plan por el que se proclamaba la
independencia?
152) ¿Cuál era el contenido del plan por el que se proclamaba la independencia de México? 153)
¿Cuál fue el papel que jugo Juan O´Donojú?
154) ¿En qué consistieron los Tratados de Córdoba?
155) ¿En qué fecha entró a la Ciudad de México el ejército trigarante?
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BIBLIOGRAFÍA
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D. F. 1962.
ERNESTO DE LA TORRE VILLAR Y RAMIRO NAVARRO
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GLORIA M. DELGADO DE CANTÚ. Historia de México I. Editorial Alhambra Mexicana. México, D.
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BROM JUAN. Esbozo Historia de México. Editorial Grijalvo. México, D.F. 1998.
AMALIA LÓPEZ REYES Y JUAN MANUEL LOZANO FUENTES. Historia de México. Editorial
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MIRA ALICIA BENÍTEZ JUÁREZ. Historia de México. Editorial Nueva Imagen. México, D.F. 1994.
TORRES, FLORES, CÁRABES. Historia Activa de México. Editorial Progreso. México, D.F. 1998.
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