Dictamen 75/1999, solicitado por el Excmo. Sr. Presidente del

Anuncio
DICTAMEN
75/1999
La Laguna, a 29 de julio de 1999.
Dictamen solicitado por el Excmo. Sr. Presidente del Gobierno de Canarias en
relación con la Propuesta de Orden resolutoria del expediente de reclamación de
indemnización, formulada por L.G.G., como consecuencia de los daños derivados
de la asistencia sanitaria prestada por el Servicio Canario de la Salud (EXP.
56/1999 IDS)*.
FUNDAMENTOS
I
Por el Presidente del Gobierno se interesa Dictamen sobre la Propuesta de
Acuerdo tendente a la resolución del expediente de responsabilidad patrimonial en
cuestión. La preceptividad de la solicitud se sustenta en los arts. 10.6 de la Ley
constitutiva de este Consejo (Ley 4/1984, de 6 de julio -LCC-), en relación con el
22.13 de la LO 3/1980, de 22 de abril, del Consejo de Estado (LOCE), 12 del
Reglamento de los Procedimientos de las AAPP en materia de responsabilidad
patrimonial (RPRP), aprobado por Real Decreto 429/1993, de 26 de marzo, y en este
caso también el art. 16 del mismo RPRP, dado que la reclamación de daños ha sido
tramitada por el procedimiento abreviado que regula el reglamento.
Precisamente, la utilización de esa vía procedimental sumaria dota al
pronunciamiento de este Organismo de una especial fuerza obstativa, en el sentido
de que si el Dictamen emitido no es conforme con la Propuesta de Resolución objeto
del mismo, la reclamación habrá de reconducirse conforme a las pautas del
procedimiento general (art. 17.1 RPRP).
*
PONENTE: Sr. Reyes Reyes.
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
II
Los daños por los que se reclama se produjeron con motivo de la asistencia
sanitaria prestada al reclamante en el Hospital Nuestra Señora del Pino, en Gran
Canaria, dependiente del Servicio Canario de Salud (SCS). De ahí se deduce la
legitimación activa de L.G.G. y la pasiva de la Administración autonómica a la que
pertenece el aludido Organismo autónomo, que se encuentra adscrito a la Consejería
de Sanidad y Consumo, de modo que es el Consejero de este Departamento el que
ostenta la potestad resolutoria del expediente, de conformidad con lo previsto en el
art. 142.2 de la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las AAPP y
del Procedimiento Administrativo Común (LPAC), cuya aplicación en el ámbito de
nuestra CA viene refrendada por el art. 33 de la Ley autonómica 14/1990, de 26 de
julio, de Régimen Jurídico de las AAPP de Canarias (LRJAPC). La competencia para
instruir y proponer la resolución o, en este caso, terminación convencional
corresponde a la Secretaría del SCS, que aglutina las mismas funciones que el art.
15.1 del Decreto 212/1991, de 11 de septiembre, atribuye a las Secretarías
Generales Técnicas de las Consejerías, todo ello en virtud de los arts. 10.3 y 15.1 del
Reglamento Orgánico del SCS, aprobado por Decreto 32/1995, de 24 de febrero. La
localización de la competencia es coherente a su vez con los criterios que recoge el
art. 3.1 del RPRP, por remisión a las normas del Capítulo I del Título II de la LPAC.
III
La instrucción del expediente se ha encauzado por el procedimiento abreviado
en aplicación de lo dispuesto en el art. 14.1 del RPRP, dado que tanto el Informe
emitido por el Servicio de Inspección, Prestaciones y Farmacia, solicitado en
cumplimiento de lo preceptuado por el art. 10.1 del Reglamento, como las pruebas
documentales aportadas por el perjudicado, en especial los documentos extraídos de
su historia clínica, vinieron a confirmar las alegaciones del inicial escrito de
reclamación en todos los extremos necesarios para declarar la responsabilidad de la
Administración conforme al art. 139 y ss. de la LPAC y la jurisprudencia que lo
desarrolla. En efecto, tales documentos reflejan la realidad y efectividad del daño
individualizado en la persona del reclamante y la relación de causalidad del mismo
con el funcionamiento del servicio público sanitario, dado que la lesión se le produjo
como consecuencia de habérsele dejado una compresa en el interior de su cuerpo
con ocasión de la intervención que se le practicó el día 9 de marzo del 98 en el
mentado Hospital Nuestra Sra. del Pino. El daño reviste la consideración de
DCC 75/1999
Página 2 de 9
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
antijurídico, ya que el perjudicado no tiene la obligación de soportarlo y, desde
luego, no se ha acreditado la existencia de causa alguna de fuerza mayor.
La opción del procedimiento abreviado no debe enervar la aplicación de las
previsiones contenidas en el art. 9.1 del RPRP, así como en la normativa general
sobre el procedimiento administrativo a la que alude el art. 7 (art. 80.3 LPAC),
respecto de la necesidad de un pronunciamiento motivado sobre los medios de
prueba propuestos por el reclamante. En este sentido, L.G.G. propuso en su escrito
de reclamación la testifical del urólogo que le atendió en el Centro hospitalario y de
su propia hija, medios de prueba que han sido obviados por el instructor mediante la
técnica del silencio y sobre la base de haber transformado las actuaciones en
procedimiento abreviado. Además, la constancia de los hechos precisos para afirmar
la responsabilidad administrativa no conlleva necesariamente la impertinencia de
todos los demás medios de prueba, puesto que éstos pueden servir a la acreditación
de elementos determinantes del contenido de otros extremos de la resolución que
finalmente se adopte, como el referente a la cuantía de la indemnización.
IV
Como se ha comentado anteriormente, no hay duda sobre la existencia de
responsabilidad de la Administración autonómica a la vista de los hechos probados,
responsabilidad que en este caso deriva de una negligencia médica constitutiva de un
funcionamiento anormal del servicio público, cuya flagrancia contrasta con la
pretensión contenida en el último párrafo del tercer Resultando de la Propuesta de
Acuerdo (PA) que se somete a Dictamen, que paradójicamente afirma la normalidad
del funcionamiento del servicio en base a un presunto cumplimiento de las lex artis,
si bien reconoce que "se produjo el error de dejar en el interior del paciente un
cuerpo extraño". Es evidente que el protocolo de la intervención practicada a L.G.G.
el día 9 de marzo de 1998 no contemplaba entre las actuaciones a desarrollar la de
dejar alojada una compresa en el cuerpo del paciente, de modo que resulta
inapropiado hablar del cumplimiento de la lex artis, algo que tampoco tiene mayor
trascendencia al caso puesto que nos movemos en el ámbito de la responsabilidad
objetiva, que es aquélla que se determina por el resultado dañoso, de modo que la
Administración respondería en todo caso, tanto si la lesión se hubiera irrogado en el
seno de un correcto funcionamiento del servicio sanitario, o como consecuencia del
funcionamiento anormal del mismo servicio.
Página 3 de 9
DCC 75/1999
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
V
Sentada pues la existencia de responsabilidad, cuya exigencia se ha producido
dentro del plazo preclusivo de un año que regulan los arts. 142.5 de la LPAC y 4.1 del
RPRP, el siguiente paso, y núcleo además de discrepancia entre el afectado y la
Administración, es el de la cuantificación de la indemnización que corresponde
abonar a L.G.G. Precisamente, la falta de acuerdo sobre este extremo implica la
necesidad de volver al procedimiento ordinario de tramitación de la reclamación, de
acuerdo con lo previsto en el art. 143.1 de la LPAC y 14.1 del RPRP.
La PA acoge la cuantificación de los daños contenida en el segundo Informe que
emitió el Servicio de Inspección, Prestaciones y Farmacia, tras las alegaciones
presentadas por el reclamante en el trámite de Audiencia. Tal liquidación puede
dividirse básicamente en dos apartados: de un lado valora los días de incapacidad
temporal sufrida por el perjudicado, distinguiendo los de estancia hospitalaria (del
27 de junio al 10 de julio de 1998) y los de estancia extrahospitalaria (del 10 de
marzo al 26 de junio de 1998); y de otro lado cuantifica las lesiones permanentes en
función de una valoración de las secuelas en tres (3) puntos. El parámetro utilizado
son las tablas de valoración contenidas en el Anexo de la Ley 30/1995, de 8 de
noviembre, de Ordenación y Supervisión de los Seguros Privados (LOSP), en su versión
actualizada para 1998 por la Resolución de la Dirección General de los Seguros de 24
de febrero del mismo año. La aplicabilidad de esta normativa a la cuantificación de
los daños de los que deben responder las AAPP, sin estar determinada de modo
expreso para las Reclamaciones de Responsabilidad Patrimonial, resulta no obstante
coherente con el tenor del art. 141.2 de la LPAC.
La indemnización por el periodo de Incapacidad temporal se ajusta a las
determinaciones de la tabla V del meritado Anexo, sin que proceda aplicar los
factores de corrección por perjuicios económicos dado que el damnificado no se
encuentra en edad laboral ni justifica ingresos que dependan de su trabajo personal.
El primer problema se plantea con la valoración de las secuelas resultantes de la
lesión, en orden a la liquidación de la indemnización por lesiones permanentes. En
este caso, la secuela padecida es consecuencia de una resección parcial del intestino
delgado, en el tramo denominado "yeyuno". La tabla VI del Anexo, dedicada a la
valoración de las secuelas no asigna unos valores concretos a las de este tipo
(yeyunectomía), sino que se limita a decir que su valoración estará en función de la
magnitud de la resección practicada. Y luego recoge un margen de valoración entre
DCC 75/1999
Página 4 de 9
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
tres y quince puntos para otras secuelas de características similares (ej.:
duodenectomía). Si aplicamos analógicamente este margen, resulta que la PA otorga
una valoración mínima dentro del baremo correspondiente a la secuela padecida. Tal
decisión, que puede ser más o menos acertada, debe en todo caso motivarse
satisfactoriamente.
Pero sin duda la cuestión más compleja es la concerniente a la determinación de
los daños morales. El reclamante solicita en su escrito la cantidad de 1.500.000
pesetas por este concepto, sin que la PA contenga un pronunciamiento específico
sobre tal pretensión. Únicamente hace referencia a que la cuantía resultante de la
aplicación de las tablas incluye la indemnización por daños morales. Sin embargo,
este argumento resulta excesivamente simplista a la vista de los hechos probados y
no se compadece en absoluto con el principio de resarcimiento integral del daño que
preside el sistema de responsabilidad patrimonial. La efectividad de este principio
exige
en
muchos
casos
una
delimitación
o
descomposición
del
quantum
indemnizatorio en los diversos conceptos que lo integran, distinguiendo la valoración
de los daños corporales de la que corresponde a los perjuicios morales o psicofísicos.
Esta labor resulta especialmente necesaria cuando las circunstancias en que se han
producido los hechos lesivos revelan la insuficiencia de las cantidades globales
contenidas en las tablas de la LOSP en orden a la total compensación del
padecimiento espiritual.
En este sentido, no debe desconocerse que el sistema elegido en la PA para la
valoración de los daños y perjuicios causados al reclamante, no siendo de aplicación
directa al caso discutido ya que está habilitado por la referida norma legal para
aplicarse exclusivamente a la cuantificación de los daños ocasionados en accidente
de circulación, salvo que sean consecuencia de delito doloso, sólo permite que las
determinaciones del anexo valorativo de dicho texto legal sean consideradas con
alcance orientativo, con margen para la debida ponderación. Aún así, la norma 7 de
su apartado 1º introduce elementos correctores de disminución y de agravamiento en
las indemnizaciones por lesiones permanentes que se plasman en la tabla IV,
especificándose como criterios para la determinación de la responsabilidad y la
indemnización, para asegurar la total indemnidad de los daños y perjuicios causados
a tener en cuenta, además, los correspondientes a (...) "las circunstancias familiares
y personales y la posible existencia de circunstancias excepcionales que puedan
servir para la exacta valoración del daño causado". La introducción de este inciso en
Página 5 de 9
DCC 75/1999
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
las normas de valoración de los daños morales denota que el legislador ha sido
consciente de la atipicidad y contingencia de estos daños, cuya magnitud varía en
función de las vicisitudes de cada supuesto lesivo y de cada persona afectada, de
manera que en muchos casos resulta injusto reconducir la valoración del daño a unas
cuantías tasadas que de ningún modo alcanzan a comprender todas aquellas
circunstancias.
En esta misma línea, la jurisprudencia de nuestro TS ha reiterado que los daños
morales escapan por su naturaleza a toda objetivación mensurable, por lo que su
cuantificación ha de moverse dentro de una "ponderación razonable de las
circunstancias del caso, situándose en el plano de la equidad" (SSTS de 2 de febrero
de 1980, 29 de enero de 1986, 4 de abril de 1989, 26 de octubre de 1993 y 28 de
febrero de 1995). Siendo respetuosos entonces con este criterio jurisprudencial, que
además es coherente con la normativa legal y con los principios básicos que rigen la
materia, cuales son los de reparación integral del daño y de discrecionalidad judicial
en la valoración del mismo, lo correcto es realizar un análisis racional de las
circunstancias que concurren en el presente caso para determinar si en función de
las mismas cabe deducir la causación de un perjuicio espiritual a la víctima
susceptible de una indemnización superior a la tasada en las tablas de referencia.
Obviamente, esta es una labor que compete al juzgador de instancia en sede judicial
y al órgano instructor en sede administrativa, y desde luego queda fuera de las
funciones de un órgano consultivo. Pero, en todo caso, lo que sí puede y debe hacer
este Consejo es opinar sobre la existencia y aplicabilidad al caso de preceptos o
principios que determinen una mayor cuantificación del daño moral. Para ello habrá
que entrar, siquiera sea de forma incidental, en las condiciones particulares del
supuesto, sin perjuicio de la alteridad de la competencia para su exacta valoración,
según se ha expresado más arriba.
Pues bien, el perjudicado en este caso es un individuo de 78 años en cuyo
historial clínico aparece reflejada su afección por dolencias de tipo cardiovascular,
hasta el punto de haber sido intervenido quirúrgicamente en tres ocasiones mediante
la práctica de by pass, en la última de cuyas intervenciones fue cuando se produjo el
daño por el que ahora se reclama. También consta en el historial su último ingreso
hospitalario en las fechas del 05 al 13 de enero de este mismo año, a consecuencia
de un infarto cerebral y un derrame pleural. Por tanto, nos encontramos ante una
persona que por razón de sus padecimientos coronarios y circulatorios se ve obligada
a estar en contacto casi permanente con los centros de atención especializada a
DCC 75/1999
Página 6 de 9
http://www.consultivodecanarias.org/
Consejo Consultivo de Canarias
estas patologías. Y esta persona ha sufrido las consecuencias de una negligencia
médica producida precisamente con ocasión del tratamiento de esos problemas. En
este sentido, el reclamante manifiesta en el hecho séptimo de su escrito inicial que
resultó dañado con secuelas físicas y sobre todo con una psicológica, como es el
miedo a ser intervenido nuevamente o a entrar en un hospital. Es lógico pensar que
un sujeto que ha padecido las consecuencias de un error médico experimente
sentimientos de angustia, ansiedad o temor ante la eventualidad de tener que
someterse de nuevo a tratamiento médico y, en especial, a intervenciones
quirúrgicas. Esos desagradables sentimientos se verán agravados probablemente por
la escasez de salud del perjudicado, que le impele a acudir a los servicios sanitarios.
A su vez, todo ello puede redundar en un empeoramiento de su delicada salud,
máxime cuando ha sido afectado por sucesivos problemas cardiacos que pueden
reproducirse y agravarse en situaciones de estrés y nerviosismo. Toda esta situación
se resume al fin en una pérdida de calidad de vida y un riesgo de deterioro de la
salud que encajan perfectamente en el concepto de daños morales puros, entendidos
como aquéllos que se refieren al plano estrictamente espiritual y que carecen de una
conexión material con el daño irrogado, pero que sin embargo son consecuencia de
aquél desde el punto de vista psicológico.
No se está postulando aquí, insistimos, una usurpación de las funciones de
valoración que en este caso corresponden al órgano instructor. Simplemente se
apuntan una serie de extremos que constan en el expediente, de los cuales se
deduce la necesidad de llevar a cabo esas funciones de valoración más allá de la
aplicación rígida de las tablas que recoge el Anexo de la LOSP, no ya por motivos de
conveniencia sino por razones de índole estrictamente jurídica como son la
imperatividad de hacer efectivo el principio de total indemnidad de los daños y
perjuicios con arreglo a los propios criterios legales y la obligación de congruencia
que se exige a la resolución que ponga fin al expediente por el art. 89.1 de la LPAC.
Dicha resolución debe pronunciarse sobre todas las cuestiones suscitadas a lo largo
del procedimiento, entre las cuales se encuentra la petición de una cantidad
individualizada en concepto de daños morales que no puede solventarse por la vía del
silencio o de la referencia a unas cuantías que incluyen daños morales, dado que esas
cantidades se insertan en un sistema de valoración que también recoge la posibilidad
de indemnizar daños morales de forma más amplia en función de circunstancias
excepcionales concurrentes en el caso concreto.
Página 7 de 9
DCC 75/1999
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
Finalmente, merece ser considerada la actualización del importe de la
indemnización, recogida por la jurisprudencia y por la doctrina del Consejo de Estado
como un instrumento más del pretendido carácter integral del resarcimiento. Esa
actualización del valor correspondiente a la suma indemnizatoria cabe llevarla a
cabo por dos vías, según ha apuntado el Alto Tribunal, vías que son alternativas y por
tanto excluyentes entre sí. Bien aplicando el incremento del Indice de Precios al
Consumo (I.P.C.) producido entre la fecha de la reclamación y la de abono de la
indemnización, o bien sumando al principal de ésta el interés que se entiende
devengado por la misma, al tipo legal, entre las dos fechas anteriormente indicadas.
Ciertamente se trata de criterios dispares desde el punto de vista cuantitativo, dado
que el interés legal del dinero responde a un tipo claramente superior al del
incremento del I.P.C., constituyendo en realidad un parámetro de objetivación del
lucro cesante, de lo que se hubiera podido ganar teniendo ese dinero desde la fecha
de reclamación, y no tanto un criterio de actualización pecuniaria. Esta desigualdad
ha venido a corregirse con la modificación recientemente operada en la LPAC, que ha
incorporado al texto de su art. 141.3 el criterio de actualización mediante el I.P.C.,
de modo que a partir de su entrada en vigor los supuestos que hayan de regirse por la
nueva redacción se resolverán de acuerdo a esta fórmula, que acaba así con la
dicotomía amparada al respecto en sede judicial.
En todo caso, la utilización del parámetro del interés legal como medida de la
actualización monetaria, que en puridad rebasa tal objeto y supone una
consideración más rigurosa, de orden civilista (en este sentido STS de 2 de febrero de
1995, FJ 6º), del principio de plena compensación, abarcando incluso al presunto
lucro cesante, no debe confundirse en ningún caso con el eventual devengo a
posteriori de intereses de demora, que se exigirían en su caso sobre el global de la
indemnización previamente actualizada y cuya razón de ser estriba en el retraso de
la Administración respecto del cumplimiento de una obligación de contenido
económico, como es la obligación resarcitoria. Esos intereses son los que se
cuantifican con arreglo a lo dispuesto en la Ley General Presupuestaria (LGP),
concretamente en sus arts. 36 y 45. Este último condiciona la exigibilidad de los
intereses a la existencia de un retraso en el pago superior a tres meses desde la
fecha en que se notifique la resolución por la que se reconozca el derecho a ser
indemnizado, pero, constatado dicho retraso, el devengo de los intereses moratorios
se retrotrae al momento de presentación de la reclamación, que sería el equivalente
de la intimación en el orden civil como determinante de la constitución en mora (art.
1100 CC). Precisamente, el hecho de situar el inicio del devengo de los intereses
DCC 75/1999
Página 8 de 9
Consejo Consultivo de Canarias
http://www.consultivodecanarias.org/
moratorios en la fecha de reclamación, unido a la aplicación del tipo legal, es lo que
puede generar confusión con los intereses de carácter puramente compensatorioactualizador de la indemnización, pero en ningún caso se deben confundir unos y
otros, puesto que responden a finalidades distintas y además su base de cálculo
también varía; en un caso es la cuantía en que se valoran los daños (intereses de
actualización) y en otro es el monto global de la indemnización (intereses de
demora).
CONCLUSIONES
1. La tramitación de la reclamación planteada debe concluirse conforme a las
normas del procedimiento ordinario regulado en el RPRP, dado que existe desacuerdo
respecto de uno de los elementos que configuran el objeto del expediente, cual es el
de cuantificación de la indemnización procedente, debiendo recaer pronunciamiento
expreso sobre la reclamación de resarcimiento de los daños morales.
2. Asimismo, resulta exigible la retroacción de las actuaciones a la fase
probatoria para ventilar la proposición de prueba testifical realizada por el
perjudicado.
Página 9 de 9
DCC 75/1999
Descargar