Cuento Vega en Castellano

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Vegaedvo mundo
un nu
© Leroy Merlin, marca registrada.
Coordinación del proyecto por Elvira Pacheco Ortega
Escrito por Payo Pascual Ballesteros
Ilustración por Gloria Garrastázul Antúnez
Diseño y maquetación por Sergio García García.
ISBN 978-84-606-8923-2
Reservados todos los derechos.
Vega descubrdoe
un nuevo mun
Me llamo Vega
y cumplí diez años hace exactamente cuarenta y ocho días. Tengo que
deciros que fue la mejor fiesta de cumpleaños de toda mi vida y os
explicaré por qué. Pero primero debería contaros un montón de cosas.
Este verano se presentaba regular. El nuevo trabajo de mi madre
le impedía disfrutar de unas vacaciones en familia, así que se le
ocurrió la genial idea de llevarme al campo con mi padre ¡un mes!
Solos, él y yo. Bueno, y mi inseparable perro Fuego. Por cosas de
su empresa, papá había pasado una larga temporada en otro lu­
gar, lejos de nosotras, y aunque ya hacía meses que vivía aquí, no
estaba acostumbrada a estar con él. Como imagináis, no me hizo
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mucha ilusión. Echaba de menos mi casa, a
mis amigos, a mamá. Además, aunque esta
era grande y chula, estaba un poco aban­
donada. Por no hablar del jardín; parecía
que nadie había entrado ahí en años. Mi
padre insistía en lo bonito que es construir
una vivienda a la manera de cada uno. No lo
dudo, pero yo no estaba de muy buen hu­
mor. Así que, a pesar de que me lo pedía, al
principio no le ayudé demasiado. No tenía
ganas de nada.
Una de las primeras noches una fuerte
tormenta apagó las luces de casa y me
quedé sin ver mi programa de tele preferido.
¿Y ahora qué? Me enfadé, pero papá logró
hacerme sonreír iluminando su cara con una
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vela e imitando a personajes. Nunca le había
visto hacer el tonto de esa manera. Más tarde
me llevó a caballito hasta la habitación con
una linterna pegada a su frente y jugamos a
las sombras chinas en la pared. Recordaba
eso de pequeña y ahora volvía a jugar con él.
«En el fondo esto no está tan mal», pensé.
Contamos historias con las siluetas de
nuestras manos y algún objeto que añadimos
de fondo. En ese momento me pregunté
qué hacía la gente por la noche cuando no
había tele. Ahora ya tengo una: sombras en
la pared. ¡Lo pasamos fenomenal! Papá hizo
que me olvidara de la tele, de los relámpagos,
y además se quedó a mi lado hasta que me
dormí.
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La mañana amaneció con un sol radiante. Mi habitación daba di­
rectamente al exterior, separada del jardín por unos grandes venta­
nales. Me desperté pronto y me extrañó ver una fila de cubos frente
a la ventana. ¿Qué habrá ahí? Fuego también estaba intrigado.
—¿Ves algo? —le pregunté, pero sabía tanto como yo.
«Tan sólo hay agua, con algunas hojas secas…», pensé. Entonces bajé
a la cocina, donde encontré a papá desayunando.
—¿Qué tal, princesita?
—¿Para qué quieres tanta agua? —le pregunté, señalando afuera.
—¿Te refieres a los barreños del jardín? Es agua de lluvia. ¿Has probado
alguna vez una nube? Pues ahora tienes la oportunidad.
—Papá, por favor… —A veces mi padre cree que todavía soy una niña.
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—Recojo agua de lluvia para utilizarla —me
explicó—. Por ejemplo: para fregar los platos, poner
a remojo la ropa muy sucia, darle un chapuzón a
Fuego… Incluso es buena para planchar.
Eché una mirada a Fuego. De repente lo imaginé
volando, sobre una nube de algodón.
—¿Y por qué no hacemos eso en casa?
—Ya lo estamos haciendo.
—No me refiero a ésta, sino a nuestra casa.
—Mi padre sonreía—. ¿Es que vamos a vivir aquí?
—Aparté mi bol—. ¿Y por qué nadie me ha dicho
nada?
—Bueno, tomamos la decisión tu madre y yo.
Era una sorpresa.
Papá se acercó, pero me temo que soy algo
testaruda. Había accedido a pasar ese verano,
pero… ¿en esa casa a medias? ¿Y para siempre?
Sin embargo, Fuego estaba encantado de la vida.
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Revoloteaba por el jardín persiguiendo a una
mariposa. ¡Parecía tan feliz!
—Es que… mamá no me ha dicho nada. ¿Y mis
amigos?
—Tengo entendido que hay niños por todas
partes.
—¡Pero esos no son mis amigos!
Y dejándolo a la mitad, no le di la oportunidad
de explicarme más. Crucé rápidamente el jardín
sin volverme cuando me advirtió.
—Vega, si vas a dar una vuelta, ponte protección.
¡Hoy el sol pega fuerte!
Cuando los niños nos enfadamos solemos
desobedecer. Yo sólo quería salir de allí y estar
sola; sola con Fuego, claro.
¡Menudas vacaciones! Sin mamá, sin mis amigos,
muerta de aburrimiento.
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La tierra te dice
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Salí a inspeccionar la zona cuando oí unos gritos de diversión en
un chalet cercano. ¿Niños? Me acerqué y miré por la ranura: saltaban
mientras un mayor los regaba con una manguera. «Qué suerte», pensé.
—¿Por dónde quieres pasear? —pregunté a Fuego, algo desanimada.
Como ninguno de los dos sabíamos hacia dónde ir, decidí no alejarme
mucho.
Poco a poco me fui calmando. Papá tenía razón: había más niños y quizá
podría hacerme amiga suya. Pensé en ello mientras cogía moras. Y de
repente me di cuenta de que el enfado se había ido por arte de magia.
Aquella brisa, los pájaros…
—¿Quieres más moras? —pregunté a Fuego— ¿Sabes?, no me gusta
haber dejado así a papá. ¿Has hecho ya tus cosas? Entonces vámonos.
Al regresar encontré a mi padre con música en el jardín. Intentaba
arrancar unas hierbas.
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—¿Vas a poner una piscina? —Sonreí. No sabía
cómo pedirle perdón.
—¿Quieres una piscina?
—Los vecinos tienen una. He visto a sus hijos y
se divertían un montón.
Papá luchaba con la azada.
—Cariño, una piscina lleva mucho trabajo. ¿Ves
este terreno? Quiero poner césped y me gustaría
plantar algún frutal.
—¿Tendremos piñas y aguacates? —pregunté
entusiasmada.
Entonces papá me explicó varias cosas sobre
el cultivo. Por ejemplo, que se debe plantar
especies autóctonas, pues están adaptadas para
crecer con lo que les da la tierra. Parece ser que
cada zona tiene unas características, y las plantas
necesitan diferentes cosas. Justamente la piña
y el aguacate son tropicales y necesitan mucha
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agua y otro clima. También me contó que las
malas hierbas crecen sin parar.
—Siempre hay que estar al tanto, para que no
se lleven el alimento que necesita lo que cultivas.
Como salen aunque tú no las plantes, como si
dijéramos sin permiso, interfieren en los cultivos.
Al igual que nos protegemos de lo que nos sienta
mal, a la Naturaleza hay que resguardarla de malas
hierbas, plagas…
¡Cuánto sabía papá! ¡Y cómo me gustaba
escucharle!
—¿Puedo ayudarte? —le pregunté poniéndome
de pie frente a él.
—¿Y eso? —Señaló la mancha de mora en mi
camiseta—. De pequeño tenía una habilidad
especial para lucir manchas. Hablando de
comida… —Se levantó y me llevó con él—. Recojo
y preparamos nuestro plato preferido.
Seguimos trabajando un poco más. Y hacerlo sin
rechistar fue una manera de pedirle perdón por
mi comportamiento testarudo. A veces sobran las
palabras.
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Haciendo amigos
Las bolsas ocupaban gran parte del pasillo y eran de diferentes
tamaños. ¿Será un regalo de papá por haberle ayudado ayer? ¡Qué
emoción!
—¡Papá! —grité al aire—. ¿Qué hay en estas bolsas?
—¿Por qué te levantas tan pronto? ¿Te he despertado con el taladro?
—¡Qué va! —(Eso fue una mentira piadosa)—. Oye, ¿qué hay ahí?
—Me temo que no es lo que esperas. Son productos para instalar en
casa: grifos, termostatos, luces… Fascinante para una niña, ¿a que sí?
Menudo chasco. Pero las personas preguntonas no nos damos por
vencidas fácilmente.
—¿Luces, de qué tipo? ¿Hay alguna para mi habitación?
Comencé a seguir a papá, y detrás venía Fuego, contagiado por mi
curiosidad.
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—Necesito unas herramientas. ¿Sabes qué?
Esta mañana haces deberes y por la tarde
vamos al pueblo a comprar. Si no, no podrás
ayudarme. ¿Quieres?
¿Que si quería? Aquel día me concentré más
y hasta hice el doble de páginas. Tal y como
prometió mi padre, al atardecer cogimos las
bicis y dimos un bonito paseo hasta la tienda.
Mientras él hacía sus compras, yo esperaba en
la puerta comiendo un helado, cuando vi pasar
a nuestros vecinos. «¡Son ellos! Los niños de la
manguera…», pensé. Justamente se alejaban
cuando salió papá.
—Acabo de ver a los niños del otro día
—dije, superemocionada—. ¡Allí van!
—¿Estás segura? ¡Pues sigámoslos!
Pronto los alcanzamos, no sin esfuerzo, claro.
—Yo me llamo Marina, y él es mi hermano
Alberto.
Así los conocí. Nos contaron que llevaban
viviendo bastante tiempo allí y me invitaron
a merendar esa tarde. Ese encuentro fue el
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principio de muchos días que pasé en su
compañía, y gracias a ellos aprendí muchas
cosas. Entre bromas y canciones regresamos
ya todos juntos a nuestras casas por un camino
distinto.
Ya estaba oscureciendo y empezaban a
brillar las estrellas. ¡Hay que ver cómo alumbra
la luna! Se veían perfectamente las montañas,
los árboles y a nosotros mismos sin necesidad
de linternas. Era como si un gran foco blanco
nos iluminara sin la posibilidad de apagarse
nunca, y además, sin gastar energía.
—¿Has visto la luna? —dijo papá—. Mañana
debo plantar unas semillas. Será luna llena.
Ella nos indica cuándo es tiempo de sembrar
e incluso regula muchos comportamientos de
los humanos. Deberíamos hacerle más caso,
¿no crees?
Pero yo estaba alucinada contemplando el
paisaje y escuchando a los grillos. Empezaba
a alegrarme de estar allí y aún no se lo había
dicho a papá.
—Me encanta este lugar. Y estar aquí contigo.
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Lluvia dentro
de la ducha
—¿Sale bien el agua, Vega? ¿Has ajustado el
termostato como te indiqué? —Oí la voz de papá a
lo lejos.
Cuando uno está a gusto no puede contestar,
ni siquiera con un simple «sí». Aquella ducha era
la mejor que me había dado en mucho tiempo y
estaba muy orgullosa de haber contribuido a ello.
Me encantaba el nuevo grifo porque, en primer
lugar, antes de quitarte la ropa puedes elegir la
temperatura, así que no tienes que esperar a que
pase toda el agua fría. Una vez dentro, parece que
estés bajo la lluvia, pues gracias a unos aireadores,
el agua se mezcla con burbujas de aire. Y lo mejor:
puedes detener el chorro cuando quieras apretando
un botón en el mango. ¿Sabéis para qué lo pienso
utilizar? Para entonar mis canciones mientras me
enjabono el pelo.
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Después de aquella fantástica ducha, estaba
preparada para una tarde de manualidades. Me
dio pena dejar a papá trabajando en el jardín,
pero fue imposible convencerlo. «Es un día para
ti. Disfruta», me dijo, dándome un beso.
Lo pasamos en grande. Patricia sacó un surtido
de frutas, flores y plantas y nos enseñó a moler
los trocitos. Yo elegí colores fuertes: remolacha,
fresas, cerezas y moras. Aquello era un auténtico
taller artesanal, y estaba aprendiendo tantas cosas
interesantes… Íbamos a pintar cartones de huevos
para hacer marionetas.
—Vega, ¿sabías que el romero sirve para
ahuyentar a los mosquitos? —me preguntó
Alberto.
—Y también es bueno para el pelo, ¿verdad,
mami? —añadió Marina.
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—Sí, es un excelente hidratante. Lo deja suave y
brillante —me dijo Patricia.
¿Por qué no me enseñaban esas cosas en el
cole? La naturaleza tenía un montón de recursos
que no aprovechamos. Incluso nos dio tiempo
a hacer galletas de avena con miel mientras se
secaban al sol nuestros futuros juguetes. ¡Era tan
guay decorarlos como quisiéramos!
—¿Alguien sabe alguna palabra que rime con
miel? —Javi sacó un plato rebosante de galletas—.
Yo voy empezando: piel… —Y se comió la primera.
—¡Pastel! —dijo Alberto, queriendo coger una.
—¡Daniel! —exclamé casi sin pensar.
—¡Muy bien, Vega! —Javi me acercó el plato—.
Puedes elegir la más grande.
En ese momento me di cuenta de la cantidad
de cosas que uno puede tener sin necesidad de
comprarlas. Y además, reciclando lo que tiramos
a la basura. Por ejemplo, el envase de los huevos.
Pero seguro que encontraría muchas más ideas.
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Observando
la naturaleza
Puse un jarrón con romero en mi mesa de estudio.
Marina me había regalado un cuaderno hecho por
ella con las tapas decoradas con lavanda seca y tenía
ganas de estrenarlo. Pensé en lo que dijo papá: es
bonito crear cosas con tus manos. Así que lo abrí con
cuidado y escribí en la primera página: Los ciclos de
la naturaleza…
—¿No vas a ver quién es? —exclamó mi padre.
Estaba tan inspirada que ni siquiera oí el claxon
que insistentemente sonaba en la entrada.
—¿Qué? ¿Mamá? ¿Ya es sábado?
Bajé las escaleras lo más rápido que pude, pero me
adelantó Fuego. Él también estaba muy contento.
—¡Hola, preciosa!
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—¡Mamá! —De un salto la abracé—. ¿Te quedas?
¿Ya conocías la casa? Ven, duermes arriba. ¿Te
gusta mi collar? Lo hice con Marina, mi nueva
amiga. Son semillas secas y pintadas…
Creen que no me doy cuenta, pero vi cómo le
guiñaba un ojo a papá. Estaba tan emocionada
que no podía parar de hablar. Le mostré lo que
mi padre y yo habíamos hecho y lo que aún nos
faltaba por colocar.
—Cariño, por favor, deja a tu madre descansar
un rato —dijo papá—. Anda, ¿por qué no le
preparas algo de beber?
La mejor época para sembrar césped es en
primavera o al final de verano, porque llueve más
y el sol no quema. Una vez acabamos de limpiar
el jardín, preparamos la tierra para poner césped
de bajo consumo; según papá, es resistente al
calor y no necesita mucha agua. Eso nos llevó un
buen rato, pues hay que hacerlo con cuidado. Y
después, regar y esperar unos días. Cuando nos
sentamos a tomar un poco de limonada, papá
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me explicó muchas cosas del lugar donde había
vivido. Por ejemplo, qué comía, el paisaje, el clima,
las costumbres de la gente, incluso me relató
varias historias que jamás hubiera imaginado. Era
divertido escucharle, y muy interesante. Sin darnos
cuenta empezó a irse el sol.
—Bueno, ¿preparamos la barbacoa? —mamá
nos sorprendió.
Y los tres nos pusimos a ello. Mientras papá
encendía el fuego aprovechando los rastrojos del
jardín, yo ayudaba a mamá.
—Vega —dijo mi madre—, ¿sabías que los
abuelitos encendían la chimenea con pieles secas
de naranja? Arden rápido y mantienen la llama
durante mucho tiempo.
—Es cierto. Se entretenían cortándolas a tiras y
las ponían a secar —mi padre suspiró—. Se han
perdido tantas costumbres naturales…
—De eso nada. Yo las continuaré —Y Fuego
ladró, como si asintiera. Todos reímos.
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El cielo en
mi habitacion
No sé por qué, en aquella casa me levantaba
cada vez más temprano. Salí al jardín y com­
probé que ya empezaban a asomar brotes de
césped. ¡Qué alegría!
—¡Fuego, dentro de poco podremos correr
descalzos y tumbarnos!
Aquel día teníamos pensado llevar a mamá
de excursión a unas pozas, pero hizo muchísimo
calor. Así que me vi deshaciendo mi mochila
una hora más tarde de haberla preparado.
—Vega, cierra tu ventana, por favor —me
indicó papá desde la puerta.
—¿Por qué? ¡Si me muero de calor!
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Mi padre entró y no sólo cerró los cristales,
sino que bajó las persianas hasta la mitad.
También puso un barreño con agua junto a mi
cama. Ya no preguntaba. Confiaba en él.
—Precisamente cuando el aire es tan caliente,
conviene cerrarlo todo durante las horas de
más sol. Así se mantiene fresquito el interior. Y
con agua, mejor.
—¿Y qué vamos a hacer hoy?
—He pensado que podríamos contemplar
las estrellas —sonrió mi padre.
—Sí, claro —dije, algo decepcionada—. Eso
es por la noche.
—No siempre. Verás, yo pensaba ponerte
unas cuantas aquí, en el techo.
Regresó con una escalera y una gran bolsa
llena de bombillas led. Como eso era más
complicado, le ayudé en lo que pude. Esta vez
pasándole una a una «mis estrellas». Después
colocamos por toda la casa más bombillas de
bajo consumo y leds. Ahorran energía y duran
infinitamente más que las bombillas normales.
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Mamá regresaba a la ciudad al día siguiente y
aprovechamos la tarde juntas: preparamos mis
invitaciones de cumpleaños, hicimos mermelada
de higo y nos dimos una ducha con Fuego en el
jardín.
—Justamente te vas cuando empieza a salir el
césped…
—Cariño, tengo que trabajar. Pero volveré para
tu cumpleaños.
Mamá comenzó a desenredarme el pelo.
—¿Por qué cantan las cigarras: porque les gusta
el calor o porque les molesta? —le pregunté.
—Ninguna de las dos cosas. En los días de intenso
calor las cigarras machos se ponen a llamar a las
hembras —se detuvo y escuchamos atentamente
hacia los árboles—, para elegir una pareja
reproductiva. Sólo los machos hacen ese sonido,
con su abdomen. La Naturaleza tiene sus propios
códigos. Por eso es importante cuidar los bosques.
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—¿Qué es un código?
—Una serie de signos para comunicarse. Los
animales tienen uno distinto.
—Entonces, ¿no nos entienden?
—Más bien habría que preguntarse si nosotros
intentamos entenderlos a ellos.
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Es bueno anotar las r
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s
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m
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b
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d
e
u
q
cosas
Conforme avanzaba la puesta a punto de mi nueva
casa, era tanto lo que iba aprendiendo que decidí
anotarlo en mi cuaderno. Lo titulé: Mi nuevo mundo.
Habían cambiado muchas cosas desde que llegué.
Y mis padres habían contribuido a ello. También mis
amigos y sus familias. Ahora papá ya no tenía que
recordarme que apartara de la basura los restos que
empleamos para hacer abono natural, ni tampoco
que no tirara ciertas cosas al wáter, que se pueden
echar a la papelera; apagaba las luces cada vez que
salía de una habitación, y siempre que me acordaba,
utilizaba la opción de descarga corta en el inodoro.
Aquello que dijo mamá sobre los animales me
había dejado intrigada. ¿Fuego me entendía? Y yo,
¿me preocupaba por averiguar sus necesidades?
Como no hablan… Al igual sucede con las plantas.
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Ahora, cuando salía a dar un paseo por el bosque,
no arrancaba ninguna hierba por capricho. Bueno,
sólo las que pensaba utilizar como decoración.
Todo eso lo iba anotando, y así es como llené
páginas y más páginas.
Cuando una mañana mi padre me vio, dijo:
«Interesante decálogo». Yo no sabía qué era
eso, pero me explicó que es una lista de lo que
consideras bueno.
Aprovechando la segunda luna llena del verano,
hicimos una barbacoa en casa de nuestro vecino
Jaime. Como tienen una granja y un huerto
ecológico, casi todo lo cogimos al momento:
verduras, huevos… y hasta fruta de postre. Entre
todos salió una increíble cena a la luz de ese
hermoso satélite llamado luna.
—Por cierto, Vega, ¿sabías que eres una estrella?
—dijo Jaime.
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—¿De la canción? —bromeó Pablo, y todos
rieron.
—No. Una estrella de verdad, allá arriba —Jaime
señaló al cielo—, en el conocido Triángulo del
verano. En el pasado sirvió para que los primeros
navegantes pudieran encontrar el norte gracias a
su brillo deslumbrante e inconfundible.
—¡Uau, Jaime!, no sabía que controlaras tanto
—dijo mi padre.
—Tenemos un telescopio. ¿Podemos sacarlo,
papi? Va, venga…
Rápidamente todos los niños se sumaron a la
petición de Pablo y se armó un buen revuelo.
—Un momento, por favor... Cuando terminemos
de cenar. Además —se dirigió a mí—, tu tamaño
es más del doble que el de nuestro Sol. Así que si
Vega se pusiera en el lugar del Sol un solo instante,
nos quemaría la piel de inmediato.
Fue fantástico. Por turnos fuimos desfilando
adultos y niños, para ver de cerca la luna y las
estrellas. ¡Qué gran descubrimiento! Ya tenía otra
página más de mi libro.
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Cuid
Menos mal que acabamos el jardín en un mañana
perfecta. Ya sabéis que a mitad de agosto empiezan
los días raritos y a veces hasta puede caer alguna tor­
menta de verano, pero no fue así. Había muchas nu­
bes, eso sí, con una agradable brisa y un sol templado
que secaba, sin abrasar, lo que íbamos pintando.
—¿Qué tal va eso? —Oí la voz lejana de mi padre.
¡Genial! Papá me había encomendado la tarea de
dar la primera mano de pintura, con un color elegido
por mamá: rosa palo. A papá le interesaba que la
pintura fuera buena y tuviera su etiqueta ecológica.
Eso significa que contamina menos y el que la utiliza
no se marea por el olor, lo cual agradecí. Aunque
parece ser que también los animales lo notan, pues
Fuego no se apartaba de mí, y hasta una mariposa
se posó un buen rato en la valla.
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No sabéis lo chulo que es pintar al aire libre.
Mientras tanto, papá colocaba los muebles para
el jardín. Todo hecho con madera de «bosques
sostenibles». Era la primera vez que oía esa
palabra, y significa que proviene de lugares donde
tratan bien a los árboles y respetan el equilibrio
social, económico y medioambiental del lugar.
Especialmente en los países «en vías de desarrollo»,
donde es fácil explotar a los pueblos indígenas y
aprovecharse de sus recursos, pagándoles poco
dinero por ello.
Esta información me la contaba mi padre, y es una
suerte saberlo, porque muchas veces compramos
ignorando de dónde vienen las cosas. Por eso,
cuando te enteras de que el producto que tienes
en tus manos se ha hecho por una buena causa, te
sientes mejor.
Después de haber pasado la mañana pintando,
por la tarde nos dimos un buen descanso.
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—¿Nos vamos de picnic? —dijo mi padre.
—¡Claro! —exclamé—. ¿Dónde?
—Tú eliges: el sitio y el menú.
¿Donde yo quisiera, y además con mi merienda
favorita? Así que cogimos las bicis y… ¡andando!
Como no quería cansarnos pedaleando, elegí un
destino cercano: las pozas donde no fuimos con
mamá el día que hizo tantísimo calor. Un lugar
maravilloso y, por suerte, aquel día con muy pocos
visitantes. Merendamos, nadamos y jugamos a
cerrar los ojos y adivinar qué pájaros trinaban. Yo
no sabía ningún nombre, pero papá sí. Incluso nos
inventamos un diálogo entre ellos. ¡Quién sabe de
qué hablarán los pájaros allá en lo alto!
—Ahhh… —suspiré—. ¡Ya no cambiaría esto
por nada del mundo!
—Ahora ya sabes por qué he regresado —sonrió
papá.
39
El esfuerzo
tiene su
recompensa
Ya teníamos todo listo para la fiesta. Mamá
y los abuelos llegaron pronto y me trajeron
el primer regalo: Carlos y Paula, mis mejores
amigos. ¡Eso sí que fue una gran sorpresa! Les
puse al corriente de por dónde pasearíamos
con Fuego, los campamentos que habíamos
creado mis vecinos y yo, dónde estaban las
mejores moras, cómo nos ducharíamos en el
jardín…
Sin saber muy bien cómo, allí estaban mis
amigos y mi familia, y además en una nueva
casa elegida y hecha completamente a
nuestro gusto, gracias a mi padre. Pusimos
música y bailamos, saltamos, jugamos… hasta
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el anochecer. ¡Y yo que me quejaba de que allí
no había niños! Sólo había que buscarlos.
—¿A que hace unas semanas no te imagi­
nabas una fiesta así? —me preguntó mi madre.
—Es el mejor cumpleaños de mi vida —res­
pondí casi sin respirar, de tanto correr.
—Un diez para una chica diez… —dijo ella.
—… que cumple diez años —nos reímos
las dos.
—Bueno, bueno, ¿qué me estoy perdiendo
aquí? —mi padre se acercó.
—Estaba diciendo a Vega que estoy muy
orgullosa de ella.
—¡Pues anda que yo! ¿Ves toda esa fila
de leds ahí abajo, bordeando la tarima de
madera? —le indicó a mi madre—. Pues nos
pasamos un buen rato intentando que las
luces quedaran bien, en su sitio, con un sol de
justicia que hacía… ¿verdad? Y no te hemos
contado cuando se cayó el toldo encima de
Fuego, el pobre no sabía cómo salir…
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Y papá seguía contando anécdotas.
—¿No te ha enseñado su decálogo? —dijo él—.
Pues se anota cada día trucos e ideas que ha ido
aprendiendo, lo que le han enseñado los vecinos,
yo mismo… en plan: hagamos un mundo mejor,
más consciente y saludable.
—¿Así que podemos llamarte «embajadora del
planeta»? —mi madre me miró.
—Yo le entregaría hoy el título, cuando sople las
velas —dijo mi padre orgulloso.
—Pero, Vega, tienes que saber que es mucha
responsabilidad. Tu decálogo no puedes dejarlo
en un cajón. Tienes que compartirlo.
—Oh, tranquila. ¡Ya lo hace! —dijo mi padre—.
A este paso creo que vas a necesitar una secretaria
que anote mientras tú recopilas información.
—O secretario —Mamá se tocó la tripa y miró a
papá.
—¿Voy a tener un hermanito? ¿De verdad?
—Y puedes elegir su nombre.
—Daniel —dije—, porque rima con algo que me
encanta: la miel.
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Lo que podeis
hacer en casa:
CONSEJOS PARA AHORRAR AGUA
EN EL BAÑO:
* Si ves que un grifo o el wáter gotea, arréglalo enseguida. Es
impor tante
reparar las fugas.
* Dúchate en vez de bañar te. Y si es con agua fría, mejor, aunque
cuesta
al principio.
* No uses el water como si fuera un cubo de basura.
* Cierra el grifo mientras te enjabonas, o te lavas los dientes.
* ¿
Sabías que existen dispositivos de ahorro para los grifos y
la ducha,
como por ejemplo: los aireadores?
* Usa el sistema de doble descarga en el inodoro. También puedes
meter
una botella llena en la cisterna. Así el espacio que ocupa lo ahorram
os en
agua.
EN LA COCINA:
* No descongeléis los alimentos bajo el grifo. Se gasta agua. Es
mejor que
se descongelen poco a poco.
* En verano puedes guardar una botella en la nevera para no
esperar a
que salga fría.
el espacio
dora y el lavavajillas: aprovechas
* Es mejor llenar del todo la lava
y gastas menos en luz y agua.
raerse.
plato, cierra el grifo. Es fácil dist
* Mientras estés fregando los
te en
doras y lavavajillas eficientes. Fíja
* Dile a tus padres que elijan lava
ueta: A+++
que lleven este símbolo en la etiq
EN T U JARDÍN:
sistemas
s de menos calor, y utilizar los
* Es mejor regar durante las hora
de riego por goteo.
r y al clima
porque están adaptadas al luga
* Elige las plantas autóctonas,
donde viven.
para un
a aprovechar el agua. Es buena
* Cuando llueva, coloca cubos par
montón de cosas.
s el agua
en los sistemas de riego: perdería
* Mira bien que no haya fugas
que va a las plantas.
consumo.
* Es mejor plantar césped de bajo
do tienes
para la tierra: te avisarán cuan
* Utiliza sensores de humedad
que regar.
e
el agua solo caerá en el lugar dond
* Si ajustáis bien los aspersores,
deseas.
tu cultivo.
s hierbas: quitan el alimento de
* Es impor tante eliminar las mala
CONSEJOS PARA AHORRAR ENERGÍA
AHORRA CON LA LUZ:
* Sustituid en tu casa las bombillas normales por LED. Consum
en muchísimo
menos y duran un montón.
* Limpiad las bombillas (es un poco rollo pero merece la pena):
si están
sucias, alumbran menos.
* Los detectores de movimiento molan. Se ponen en las zonas
de paso y se
encienden solas cuando pasas, sin tener que apretar ningún interrup
tor.
* Usad reguladores de luz. Por ejemplo: para ver la tele necesita
s menos
luz que para leer.
* No hay que derrochar luz: aprovecha el sol y apaga siempre
las luces
cuando salgas de la habitación.
* Para estudiar o leer es mejor utilizar luces directas. Así enfocan
solo
donde es necesario.
AHORRA EN CALEFACIÓN Y CLIMAT IZACIÓN:
* Es mejor aislar la casa: puedes usar ventanas con tecnología
aislante,
persianas automáticas, burletes y aislamiento térmico. (Todas
estas
palabras me las enseñó mi padre).
* Colocar termostatos y programadores, para que la calefacción
se encienda
y apague cuando queráis.
rá mejor.
cor tinas o muebles. El calor sald
* No tapéis los radiadores con
en las
es que no necesites. Por ejemplo,
* Mantened cerrados los radiador
a.
habitaciones vacías no hacen falt
calefacción
r no abrir las ventanas con la
* Para ventilar la casa es mejo
encendida.
del aire acondicionado a 25 C.
* En verano pon la temperatura
s las
r que cierres las ventanas y baje
* Las horas de más calor es mejo
nte.
persianas. Así no entra aire calie
A:
AHORRO TAMBIÉN EN LA COCIN
eficiente:
fijaros bien que lleven la etiqueta
* Al comprar electrodomésticos,
A***
o a baja temperatura.
* Mejor si laváis la ropa en frío
ro de energía.
eligid el programa que sea ahor
* En la lavadora y el lavaplatos,
menos y no se emplea tanto gas.
* Usad la olla a presión. Tarda
fuego.
el calor no se vaya, y reduce el
* Tapad las cacerolas, para que
cuando
éis aprovechar todavía el calor
* Si utilizáis vitrocerámica, pod
la hayas apagado.
calor se
a que no se acabe de cocinar. El
* No hay que abrir el horno hast
escapa.
mucho
ico de vez en cuando. Si se hace
* Hay que descongelar el frigoríf
hielo no enfría igual de bien.
CONSEJOS PARA QUE T U CASA SEA MÁS SANA
PARA MEJORAR LA CALIDAD DEL AIRE:
* Fíjate en que los productos que usas para la casa y el aseo
personal no
tengan contaminantes.
* Elegid siempre pinturas y barnices con la etiqueta ecológica
europea.
* Se puede mejorar la calidad del aire usando purificadores o
ionizadores.
* Ventila las habitaciones abriendo bien las ventanas o con un
sistema de
ventilación centralizada.
* Que tu ropa y las telas de la casa estén libres de sustancias
perjudiciales para tu salud.
* Antes de comenzar una reforma en casa, asegurarnos que
los materiales
no son tóxicos.
* Para controlar la humedad: humidificadores o deshumidificad
ores.
PARA MEJORAR LA CALIDAD DEL AGUA:
* Se puede eliminar el sabor a cloro del agua llenando una botella
y
dejándola en la nevera toda la noche.
* Para quitar la cal en los electrodomésticos: no laves con agua
muy caliente.
Mejor fría.
* Poned rejillas en el lavabo, la ducha y el fregadero, así el agua
se filtrará
y regresará limpia a la naturaleza.
n, champú o detergente.
* No hace falta usar mucho jabó
s de
del grifo, existen: jarras, sistema
* Para que sepa mejor el agua
inversa.
filtración o equipos de ósmosis
O:
PARA QUE T U JARDÍN ESTÉ SAN
s ecológicos.
* Hay que cuidarlo con producto
productos
biológico hecho con extractos de
* Es mejor comprar un abono
naturales.
icos.
tratamientos químicos ni transgén
* Y usar semillas biológicas, sin
y lo que
ral utilizando los restos de comida
* Se puede hacer un abono natu
limpias del jardín.
S:
PARA RESPETAR LOS BOSQUE
etiqueta
producto de madera, fíjate en su
* Cuando vayas a comprar un
:
an que la madera está cer tificada
y mira si están estos dibujos. Indic
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